Estado, Trabajo y Familia

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Estado, Trabajo y Familia: diversidad y discriminación de ingresos de las mujeres Autor/es: Kukurutz, Ana; Ruiz, Daniela E mails: [email protected] , [email protected] Pertenencia institucional: Facultad de Ciencias Sociales - UBA Resumen El presente trabajo se centra en los ingresos de las mujeres y sus diferenciales con los de los varones. Si bien estos diferenciales parecen advertir cierta discriminación a favor de los varones, la extensión de políticas sociales “feminizadas” permitiría aplacar la desigualdad en los ingresos. Sin embargo, la fuente de los ingresos que perciben las mujeres da la pauta de una segmentación según la proveniencia de dichos ingresos, en relación al decil de ingresos del hogar al que ellas pertenecen. La información proveniente de procesamientos propios de la Encuesta Permanente de Hogares (INDEC), da cuenta de que a comienzos de 2003 el 38,2% de la masa de ingresos correspondía a las mujeres y que la misma había aumentado 6pp hacia el 2do trimestre de 2012. Esto implicó, evidentemente, una reducción de la brecha de ingresos vinculada, sobre todo, al acceso de las mujeres a un ingreso propio. Este acceso se dio de forma diferenciada en las mujeres de sectores de ingresos antagónicos: las mujeres de altos ingresos refuerzan su participación en el mercado laboral mientras que las de los sectores bajos lo hacen al interior del hogar, fortaleciendo su rol reproductivo. 1. Introducción La creciente participación de las mujeres argentinas en el mercado laboral no tuvo ni tiene una retribución equitativa y, mucho menos, justa. En muchos casos las mujeres han asumido una carga de trabajo doble como el único camino para sobrevivir, a la vez que su participación laboral ha ayudado a disminuir la incidencia de la pobreza, generando recursos para satisfacer las necesidades del hogar.

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Estado, Trabajo y Familia: diversidad y discriminación de ingresos de las mujeres

Autor/es: Kukurutz, Ana; Ruiz, Daniela

E – mails: [email protected], [email protected]

Pertenencia institucional: Facultad de Ciencias Sociales - UBA

Resumen

El presente trabajo se centra en los ingresos de las mujeres y sus diferenciales con los de los

varones. Si bien estos diferenciales parecen advertir cierta discriminación a favor de los varones, la

extensión de políticas sociales “feminizadas” permitiría aplacar la desigualdad en los ingresos. Sin

embargo, la fuente de los ingresos que perciben las mujeres da la pauta de una segmentación según

la proveniencia de dichos ingresos, en relación al decil de ingresos del hogar al que ellas

pertenecen.

La información proveniente de procesamientos propios de la Encuesta Permanente de Hogares

(INDEC), da cuenta de que a comienzos de 2003 el 38,2% de la masa de ingresos correspondía a las

mujeres y que la misma había aumentado 6pp hacia el 2do trimestre de 2012. Esto implicó,

evidentemente, una reducción de la brecha de ingresos vinculada, sobre todo, al acceso de las

mujeres a un ingreso propio. Este acceso se dio de forma diferenciada en las mujeres de sectores de

ingresos antagónicos: las mujeres de altos ingresos refuerzan su participación en el mercado laboral

mientras que las de los sectores bajos lo hacen al interior del hogar, fortaleciendo su rol

reproductivo.

1. Introducción

La creciente participación de las mujeres argentinas en el mercado laboral no tuvo ni tiene una

retribución equitativa y, mucho menos, justa. En muchos casos las mujeres han asumido una carga

de trabajo doble como el único camino para sobrevivir, a la vez que su participación laboral ha

ayudado a disminuir la incidencia de la pobreza, generando recursos para satisfacer las necesidades

del hogar.

1

Como afirman María Eugenia Lanari y Eugenio Di Pasquale (2008) “la inserción de la mujer en el

mercado laboral se dio gradualmente alentada por transformaciones sociales, políticas y culturales.

Si bien, el mayor acceso de la mujer a la educación es clave para una mayor participación, el

aumento significativo que se registró en los años noventa sólo es explicado por esta razón en una

baja proporción, ya que el incentivo mayor está relacionado con la pérdida de trabajo de los jefes de

hogar y por la necesidad de compensar esos ingresos faltantes en el núcleo familiar. Esta lectura no

permite suponer que la alta incorporación de la mujer al trabajo se deduzca de la igualdad de

oportunidades.”

Este fenómeno se da de manera antagónica en las mujeres de diferentes estratos de ingresos

familiares. Las mujeres de los estratos más bajos entran masivamente al mercado laboral, muchas

veces en puestos mal remunerados y de baja calificación, para paliar el déficit de ingresos del hogar

tras la pérdida de trabajo del jefe varón. Las mujeres de estratos altos no tienen esta misma

necesidad. Su entrada al mundo del trabajo se relaciona con transformaciones sociales y culturales,

y sus ingresos permiten logros a nivel familiar. En otras palabras, en los estratos bajos los ingresos

de las mujeres ayudan, y en muchos casos permiten, la subsistencia -o sea, alcanzar un estándar de

vida básico- mientras que en los altos los ingresos de las mujeres acomodan y permiten mantener al

hogar en ese estrato.

De esta manera, la percepción de ingresos femeninos, la fuente de los mismos (es decir, que sean de

origen laboral o no laboral), así como la proporción en que estos ingresos participan del ingreso

total del hogar, son indicadores útiles para adentrarnos en la problemática laboral con perspectiva

de género.

Al momento de escribir el presente trabajo, la presidenta de nuestro país anuncia el cambio

estructural en el cobro de las asignaciones familiares así como de la Asignación Universal por Hijo,

el cual implica que quien lo cobre sea “la madre” de los menores, los cuales son los beneficiarios

últimos de dicho ingresos monetarios. Dicha situación nos lleva a preguntarnos, nuevamente, acerca

del rol reproductivo alentado desde el mismo Estado y las restricciones a las decisiones

concernientes al ingreso al mercado laboral por parte de las mujeres dentro de los hogares.

2. Evolución diferencial de los ingresos femeninos y masculinos en el contexto de crecimiento

2

Desde el año 2003 y hasta entrado el 2007 la actividad económica se caracterizó por crecer a tasas

cercanas al 9% anual. Durante esos cinco años el empleo, apoyado en la industria manufacturera,

motorizó el crecimiento a través de la creación de puestos laborales. Asimismo, el Estado cobró un

nuevo protagonismo al poner en marcha, por un lado, una acción regulatoria del empleo, y, por el

otro, al promover nuevos programas de transferencias de ingresos a los hogares. Si bien hacia 2008

se empezaron a advertir algunos signos de debilitamiento en la economía, los años siguientes –en

rigor, esto fue así hasta 2012- exhibieron, nuevamente, altos niveles de crecimiento. Durante los

últimos años, el empleo y los ingresos de la población, aunque en forma menos acelerada,

continuaron ascendiendo.

En este contexto de crecimiento económico, desde el año 2003, el empleo urbano creció a ritmos

variables pero en forma constante. En un primer momento lo hizo a tasas muy altas, pero luego el

crecimiento se fue desacelerando hasta mediados de 2005, cuando volvió a exhibir un nuevo

repunte que se prolongó hasta mediados del año siguiente hasta estancarse y decrecer levemente en

los subsiguientes años. A partir de 2010 continuó creciendo, aunque a ritmos menos pronunciados.

Varones y mujeres accedieron de forma similar a los nuevos puestos laborales. Los primeros en

forma más pronunciada y las mujeres moderadamente. Tras la crisis, la tasa de empleo masculino1

superó el 70% (ya en el cuarto trimestre de 2003, siete de cada 10 varones estaba empleado)

mientras que la tasa de empleo de las mujeres no tuvo cambios y siguió exhibiendo valores

cercanos al 45% (Gráfico 1). A partir de 2004 la tasa de empleo femenina comienza a crecer

levemente, llegando a alcanzar, hacia 2009, al 48% de las ellas. La tasa de empleo masculina, por

su parte, alcanzaba en el mismo período al 76% de ellos.

GRAFICO 1. Tasa de empleo de varones y mujeres.

3er trimestre 2003-2do trimestre 2012

1 Considerando varones y mujeres mayores de 18 años.

3

Fuente: Elaboración propia en base a EPH – INDEC

La evolución de los ingresos ha corrido la misma suerte. Desde 2003 hasta la fecha los ingresos de

varones y mujeres experimentaron una persistente evolución. De igual manera, la participación

femenina en la masa total de ingresos evidencia un importante ascenso, pasando de representar un

38% de la masa de ingresos totales en el tercer trimestre de 2003 a un 41% en el 1er trimestre de

2012. Resulta importante, asimismo, la reducción de la brecha de ingresos entre géneros, que

descendió cerca de 14 p.p entre 2003 y 2012, en 2003 los ingresos de los varones eran un 44% más

altos que los de las mujeres, proporción que se reduce al 30% en 2012 (Gráfico 2). Los datos de

ingresos, presentados de manera general, dan cuenta de un primer indicio de la –aparente- mejoría

de la condición de los ingresos femeninos.

GRAFICO 2. Evolución de los ingresos femeninos y masculinos y brechas de ingreso.

4to trimestre 2003-2do trimestre 2012

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Ing Tot Mujeres

Ing Tot Hombres

Brecha44,3%

Brecha30,3%

Fuente: Elaboración propia en base a EPH – INDEC

3. Las diferentes fuentes de ingresos: implicancias y consecuencias

El hecho de que una mujer tenga o no ingresos propios nos indica su posible autonomía. Aquella

que sí los tiene, los puede generar vendiendo su fuerza de trabajo en el mercado o a través de

transferencias monetarias, ya sean del Estado o de alguna institución no pública. Aquella que no los

tiene se encuentra en una situación de relativa desventaja no sólo al exterior sino también al interior

de los hogares, principalmente en lo referido a la posibilidad de elección con respecto al gasto de

los mismos.

Como vimos, la mayor participación de las mujeres en la masa de ingresos disponibles implicó una

reducción de la brecha de ingresos entre varones y mujeres. Una de las razones de mayor peso en

este fenómeno es el acrecentamiento en las posibilidades de acceso de las mujeres a un ingreso

propio. Sin embargo, las mujeres pertenecientes a los sectores de más bajos ingresos accedieron, en

un primer momento, a ingresos laborales bajos y de origen informal, que luego pudieron verse

reforzados a partir de ayuda estatal, hecho que en numerosas ocasiones no hace sino fortalecer el rol

reproductivo de las mujeres a partir de las restricciones propias de dichos programas, vinculadas

con el cuidado de los menores (exigencia de controles de salud y asistencia escolar). Esta situación

5

produce una carga adicional a las tareas reproductivas que las mujeres realizan al interior del hogar,

principalmente para aquellas que trabajan fuera del mismo. Estos programas, al tomar a las mujeres

como perceptoras privilegiadas, se encuentran lejos de alentar la división de tareas no reproductivas

al interior del hogar, y asimismo las posicionan en un rol de intermediarias entre los beneficiarios

últimos (los menores) y los servicios estatales.

Entre el segundo trimestre2 de 2004 y el mismo período de 2012 se registró un incremento en la

cantidad de mujeres mayores de 18 años perceptoras de ingresos monetarios propios (Gráfico 3),

quienes pasaron de representar un 60% del total de mujeres mayores de 18 años en el segundo

trimestre de 2004 hasta un pico del 72% en el año 2011, seguido de un leve descenso en el mismo

período de 2012 (70%). Este incremento, que representó un aumento del 18% de mujeres

perceptoras durante el período considerado, no se dio de igual manera entre los diferentes sectores

de ingresos. Por una parte, el incremento fue significativamente mayor entre las mujeres de ingresos

más bajos: en el caso de aquellas que se encontraban en el primer decil de ingresos per capita

familiar (en adelante, IPCF), el incremento fue de un 30%, sumamente contrastante con el 9%

registrado entre las mujeres de más altos ingresos. Sin embargo, la mayor proporción de mujeres

perceptoras continuó registrándose entre aquellas pertenecientes a los sectores de ingresos más

altos, quienes ya tenían ingresos propios.

Las diferencias entre los distintos sectores de ingresos no se registra, únicamente, por el hecho de

ser o no perceptoras, sino que dentro mismo de aquellas que perciben ingresos pueden encontrarse

diversidades de acuerdo no solamente a los montos percibidos sino también a las fuentes de las que

provienen dichos ingresos monetarios.

GRAFICO 3. Mujeres mayores de 18 años con ingresos propios. Total y según decil de IPCF -

2dos trimestres 2004 – 2012.

2 Con fines comparativos se tomaron los segundos trimestres medidos por la Encuesta Permanente de Hogares provista

por INDEC para la realización de algunos gráficos, ya que el último dato disponible al momento del inicio del presente

trabajo era el 2do. Trimestre de 2012.

6

Fuente: Elaboración propia en base a EPH - INDEC

La distribución de las fuentes de ingresos, entonces, se ve promovida por una desigual distribución

de los puestos de trabajo y por una igualmente desigual organización del cuidado al interior de los

hogares. Ante la oferta de puestos de trabajo mal remunerados y de baja calidad, una importante

proporción de mujeres relega su desarrollo laboral aceptando la ayuda estatal como aporte de

ingresos al hogar, al tener que afrontar las actividades propias concernientes a la crianza de los

menores y el cuidado de personas vulnerables dentro del hogar. De todos modos, esta situación no

es constante, si no que las diferentes políticas de ingresos que tienen a las mujeres como eje de

percepción han experimentado auges y ocasos, en el sentido de propiciar el acceso al ingreso

monetario de manera casi unánime, y luego permitir reforzar las búsquedas y accesos monetarios

particulares.

En el caso de los subsidios estatales puede observarse un incremento constante hasta el año 2011 en

la proporción de ingresos totales de las mujeres (Gráfico 4). Este incremento reviste especial

importancia en aquellas mujeres pertenecientes a los estratos de más bajos ingresos: en este sentido,

a partir del segundo trimestre de 2011 más de la mitad de los ingresos monetarios de las mujeres

que se encontraban en el primer decil de IPCF correspondían a subsidios monetarios, hecho que

resulta novedoso ya que, en todo el período considerado, esta proporción nunca había sobrepasado

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el 50%. Hacia el segundo trimestre de 2012, aún cuando se registró un descenso de menos de un

punto porcentual, continuó siendo de todas maneras mayor a la mitad. Dicha situación no se repitió

en ninguno de los otros estratos: si bien en el caso de las mujeres pertenecientes al decil 2 se

registró, desde el segundo trimestre de 2010, una proporción superior al 30%, y aquellas que se

encontraban en el decil 3 ascendieron a partir del 2009 por encima del 20%, los ingresos

provenientes de subsidios del resto de las mujeres en mejor situación económica, considerando el

período seleccionado, no sobrepasaron el 20% del total de ingresos.

GRAFICO 4. Mujeres mayores de 18 años que perciben subsidios monetarios. Total y según

decil de IPCF - 2dos trimestres 2004 – 2012.

Fuente: Elaboración propia en base a EPH – INDEC

Esta situación se asocia con una particular dirección adoptada por el Estado nacional de

reorientación de las políticas sociales de transferencia de ingresos hacia los sectores más

vulnerables de la población. De esta manera, la implementación de políticas tales como la

Asignación Universal por Hijo para Protección Social –en adelante, AUH– se centraron, frente al

contexto de crecimiento económico, en suplir ciertas desigualdades asociadas a la precariedad

laboral, afirmándose principalmente en la reestructuración del potencial de la seguridad social como

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proceso redistributivo (Massetti, 2011). Sin embargo, y si bien desde la misma concepción e

implementación de dichas políticas se hace especial hincapié en su carácter universal, la percepción

de los subsidios monetarios se dio de manera diferencial, pudiendo incluso hablarse de una

feminización de la política social. Tomando el caso de la AUH, podemos ver que ya desde el texto

de la misma normativa se establece que, frente a una tenencia compartida de los menores, será la

madre quien tendrá prioridad sobre el padre para la percepción del ingreso. De esta manera, hacia

diciembre de 2011, el 94,4% del total de titulares de AUH eran mujeres, concentradas

mayoritariamente en la franja etaria 30-34 años (ANSES, 2012).

4. La participación estatal y la participación privada en los ingresos de mujeres y varones

Más allá de esta situación, el aporte de las mujeres a la economía del hogar3 fue menguando en

todo el período. En el tercer trimestre de 2003 las mujeres aportaban cerca del 45% de los ingresos

de los hogares, proporción que no alcanza al 40% en el segundo trimestre de 2012 (Gráfico 5).

Nuevamente, esta situación no es lineal ni homogénea, sino que se agrava a medida que se

desciende en la escala de ingresos.

Las mujeres de los deciles de ingresos más bajos (en rigor las de los deciles 1 a 5) ven reducida su

participación en los ingresos del hogar, mientras que para aquellas de los deciles 5 al 10 se

incrementa. El aumento de los ingresos laborales y la subrepresentación de los mismos en las

mujeres de los hogares de lo más bajo de la distribución de ingresos ayudan a explicar este

fenómeno. Si se comparan los montos provenientes de los subsidios con aquellos de origen laboral,

puede observarse que los primeros representan una tercera parte de aquellos provenientes de una

actividad laboral. Al mismo tiempo, los montos nominales de los ingresos laborales (considerando

las actividades principales) de las mujeres mayores de 18 años representan, en general, la mitad de

los montos laborales masculinos.

GRAFICO 5. Aporte monetario de las mujeres mayores de 18 años en hogares conyugales.

(En %) Decil 1 y 10 de IPCF, y Total de la población

3er trimestre 2003 – 2do trimestre 2012.

3 Para no entorpecer el análisis con variables intervinientes que pueden generar ruido, sólo tuvimos en cuenta a los

hogares conyugales en los que ambos cónyuges aportan ingresos.

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Fuente: Elaboración propia en base a EPH – INDEC

Desde el mismo ángulo, otra evidencia de la distribución de roles al interior del hogar se verifica en

la participación de las diferentes fuentes de ingreso en los ingresos generales de los hogares. En los

hogares conyugales se ha dado una particular situación: entre 2004 y 2012 la proporción de ingresos

laborales de las mujeres ha experimentado un descenso, en detrimento del incremento de la

participación de los ingresos no laborales. Una vez más, este escenario dista de ser homogéneo.

En el decil de ingresos más alto se incrementa la participación de los ingresos femeninos, tanto de

origen laboral como no laboral. De esta manera, mientras en el segundo trimestre de 2004 los

ingresos laborales femeninos representaban un 29% de total de ingresos de los hogares con ingresos

más altos, hacia el mismo trimestre de 2012 este porcentaje asciende hasta un 35%, acompañado de

un descenso de los ingresos laborales masculinos de 6 p.p. (Gráfico 6). Esto se relaciona con la

capacidad de estas mujeres de acceder a puestos bien remunerados en el mercado laboral formal,

donde sus credenciales educativas y de calificación se encuentran mejor valoradas monetariamente.

Los ingresos no laborales, por su parte, no registraron cambios en el período, considerados de

manera general, aunque sí en cuanto a quién los percibe, observándose un descenso en los

masculinos y aumento en los femeninos.

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GRAFICO 6. Participación de ingresos en los hogares según fuente y género de los

perceptores. (En %) Decil 10 de IPCF

2do trimestre 2004 – 2do trimestre 2012.

Fuente: Elaboración propia en base a EPH – INDEC

La situación en los hogares de más bajos ingresos es la contraria, al registrarse un importante

descenso de los ingresos laborales femeninos, que pasan de representar el 28% en el segundo

trimestre de 2004 al 14% en 2012 (Gráfico 7). En estos hogares, la proporción de ingresos no

laborales por parte de las mujeres se incrementa, pasando a representar un 18% del total de

ingresos, situación que en 2004 solamente era del 5%. Al mismo tiempo, la participación del

ingreso laboral masculino también se incrementó, aunque más levemente, en fuerte contraste con lo

ocurrido con la participación de ingresos laborales femeninos, que descendió en un 50%. Esto es

consecuencia de la posibilidad de los varones de acceder a puestos de trabajo mejor remunerados

que las mujeres, y a la recomposición salarial registrada en el período considerado, solventado por

una mayor posibilidad de acceso que los varones de sectores populares tuvieron a puestos de trabajo

en el mercado laboral formal, particularmente en tanto obreros calificados (Dalle, 2012). Los

ingresos provenientes de fuentes no laborales, en especial aquellos que se generan en la percepción

de subsidios, les permitió a estos hogares afrontar la pérdida de aquellos provenientes del empleo de

Ingreso laboral femenino 29%

Ingreso laboral masculino 58%

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las mujeres. De esta manera, la percepción de este tipo de ingresos permite disminuir la

probabilidad de indigencia relativa, permitiendo “mejorar la calidad de vida de los sectores más

vulnerables que no podían reincorporarse rápidamente al mercado de trabajo” (Agis, Cañete y

Panigo, 2010:6). En esta perspectiva, el aporte que las mujeres hacen a los hogares por medio del

trabajo doméstico no remunerado queda velado, pero vale la pena resaltar la importancia que tiene

para afrontar la salida de la pobreza en los hogares (Arriagada, 2004).

GRAFICO 7. Participación de ingresos en los hogares según fuente y género de los

perceptores. (En %) Decil 1 de IPCF

2do trimestre 2004 – 2do trimestre 2012.

Fuente: Elaboración propia en base a EPH – INDEC

Este fenómeno es, sin embargo, entendible en tanto representa estrategias familiares de vida, o sea

se relaciona con la constitución y mantenimiento de las unidades familiares (Torrado; 1985). Por lo

antes dicho es palpable que la estructura ocupacional se inclina hacia varones y, en una menor

medida, a mujeres de estratos altos. Estas últimas ven beneficiado su ingreso y permanencia en el

mercado laboral por su origen social, nivel educativo e inserción en ocupaciones con ingresos altos

Ingreso laboral femenino 28%

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Ingreso laboral femenino

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Ingreso No laboral

masculino 7%

2012

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–tanto de ellas como de los varones del hogar- que permiten el acceso a servicios de cuidado.

Mientras tanto las mujeres de los estratos de bajos ingresos no encuentran estas mismas

posibilidades y su estrategia se basa en una masiva entrada al mercado laboral en épocas en que los

ingresos del hogar disminuyen y un relegamiento al hogar y pérdida de participación de sus

ingresos en contextos de crecimiento del empleo. No es casual que más del 90% de las mujeres del

más alto decil de ingresos esté ocupada, mientras que esta proporción representa menos del 40% de

las mujeres del decil más bajo.

Las mujeres del primer decil se encuentran sobrerrepresentadas en empleos precarios e inestables.

Como se observa en el cuadro 1, ellas son trabajadoras del servicio doméstico, cuenta propia no

profesional, y asalariadas no registradas, categorías signadas por la informalidad y la inestabilidad.

Así, si bien las mujeres han aumentado su presencia en el mercado laboral “no han logrado la

igualdad a pesar de los importantes logros educativos. Las numerosas inequidades y

discriminaciones que prevalecen en contra de las mujeres en el mundo del trabajo remunerado

suelen estar vinculadas a las dificultades para armonizar las obligaciones reproductivas y las

actividades productivas” (Montaño y Milosavljevic, 2010).

Las mujeres del decil 10, como ya vimos, encuentran la posibilidad de inserción laboral en otro tipo

de empleos. En efecto, podemos observar que se abultan entre las asalariadas registradas y el sector

público. De esta manera, las diferentes inserciones laborales muestran no sólo una diferencia entre

géneros sino también al interior de las mujeres. En este contexto, la ausencia de servicios e

infraestructura de cuidado se vuelve una carga más para las mujeres en situación más vulnerable.

Cuadro 1. Categoría ocupacional de las mujeres ocupadas. (En %) Decil 1 y 10 de IPCF, y

Total de la población. 2do trimestre 2012.

13

Fuente: Elaboración propia en base a EPH – INDEC

5. Reflexiones finales

Como vimos, en el contexto de crecimiento económico, la situación relativa de las mujeres registró

una visible mejoría. Sin embargo, más allá del crecimiento general de la tasa de empleo femenina y

la disminución de la brecha de ingresos entre géneros, notamos que el aporte femenino al total de

ingresos de los hogares disminuye en el período considerado. Centrándonos en las mujeres de

menores ingresos, vemos que su situación dista de ser idílica. Si bien el acceso a la percepción de

programas sociales de transferencias de ingresos les permitió la posibilidad de contar con ingresos

propios, también parece incentivar la salida del mercado laboral, el cual representa la posibilidad de

mejores ingresos pero también de menos tiempo disponible para el cuidado al interior de los

hogares.

La carga reproductiva sigue siendo responsabilidad femenina, y más allá de los intentos retóricos de

fomento de la igualdad, esta situación es incluso alentada al fomentar la percepción de ingresos

provenientes de subsidios exclusivamente a las mujeres. Este suceso naturaliza la situación

vulnerable de las mujeres como únicas encargadas de las tareas reproductivas al interior del hogar,

trabajo que se encuentra invisibilizado y desvalorizado socialmente. Por otro lado, la explicación

oficial acerca de tal decisión resulta altamente significativa, ya que se asume que de esta manera el

dinero llega efectivamente a los hogares y no queda en manos de padres ausentes o poco sensibles.

En lugar de poner eje en tal situación e intentar modificarla, no hace sino volver a naturalizarla al

aplicar un paliativo en vez de una reforma. El rol de intermediarias que las mujeres en este proceso

asumen se ve incrementado frente a la falta de alternativas para el cuidado de las personas del

hogar.

Bibliografía

Total Decil 1 Decil 10Patrón 2,0 0,1 4,5Profesional independiente 4,1 1,0 7,4Cuenta propia no profesional 9,5 19,7 2,3Asalariado público 20,6 3,4 27,8Asalariado privado registrado 35,4 9,7 53,7Asalariado privado en negro estable 8,7 12,1 3,3Asalariado privado en negro inestable 3,3 5,2 0,6Serv. doméstico 14,6 42,5 0,5Trabajador sin salario 0,8 4,5 --Plan de empleo 1,0 1,8 --

14

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