Qué entendemos hoy por "h a e e r

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¿Qué entendemos hoy por "h a e e r , 1 matemat1ca en el Nivel Inicial " ? i •, ace u,1 tiempo pen- sábamos que la ac- tividad matemática en el Nivel Inicial debía consist1r en clasif1car (ordenar en una inclus1ón jerárquica según semejanzas y dife- rencias), seriar (ordenar rela- ciones segú1 una cadena de MARÍA EMILIA QUARASTA \' ., ·' < ;'< ; ' "·· < ' diferencias) y establecer corres- pondencias término a término. Creíamos que, con estas activida- des lógicas, abonábamos el cami- no para los futuros aprendizaJeS numéricos de nuestros niños. De ahí, su denominélción de "prenuméricas". Veamos por qué sosteníamos esta idea acerca de lo que es la matemática, su aprendizaje y su enseñanza.

Transcript of Qué entendemos hoy por "h a e e r

¿Qué entendemos hoy por "h a e e r

, 1

matemat1ca en el Nivel Inicial " ?

i •, ~

ace u,1 tiempo pen­

sábamos que la ac­

tividad matemática

en el Nivel Inicial

debía consist1r en

clasif1car (ordenar

en una inclus1ón

jerárquica según

semejanzas y dife-

rencias), seriar (ordenar rela­

ciones segú1 una cadena de

MARÍA EMILIA QUARASTA

\'

.,

·'

< ~' ;'<

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"·· ~ < ~ '

diferencias) y establecer corres­

pondencias término a término.

Creíamos que, con estas activida­

des lógicas, abonábamos el cami­

no para los futuros aprendizaJeS

numéricos de nuestros niños. De

ahí, su denominélción de

"prenuméricas". Veamos por qué

sosteníamos esta idea acerca de

lo que es la matemática, su

aprendizaje y su enseñanza.

La didáctica de la matemática. en

tanto disciplina científica y autóno·

ma que estudia los procesos de

comunicación de los saberes mate·

máticos, no tenía el desarrollo que

hoy le conocemos, y recién ahora

está alcanzando cierta difusión en

los ámbitos educativos. La ense·

ñanza, entonces, buscando funda·

mentaci ón científica a su 1 a bor, di·

rigió la mirada a otras disciplinas

externas, en particular la matemá·

ti ca y, sobre todo, la psicología.

La influencia de la "matemática moderna"

Desde la matemática, se toma

para la enseñanza la definición

conjuntista de número en tanto

clase de equivalencias. Es decir,

todos los conjuntos que pueden

ponerse en correspondencia térmi·

no a término. El número 5, por

ejemplo, representaría la clase de

todos los conjuntos de 5 elemen·

tos. De este modo, identificando el

aprendizaje de los números con su

definición matemática, se conside·

raba que el trabajo con clases, se·

riaciones y correspondencias con·

duciría a su formación en los ni·

ños. Enseñar los fundamentos de

la matemática, se suponía, permi·

tiría una comprensión de todos los

conocimientos matemáticos por

ellos abarcados.

Esta visión no tenía en cuenta

que la definición matemática de

número era fruto de una larga

construcción histórica, que había

aparecido como resultado de un

proceso muy prolongado y no

como su fuente. Los conceptos matemáticos surgen, en primer

lugar, a partir de la resolución de

problemas externos o internos a

la disciplina matemática:

"Las matemáticas se han construí· do como respuesta a preguntas que han sido traducidas en otros tantos problemas. Estas preguntas han variado en sus orígenes y en sus contextos: problemas de orden do· méstico (. .. ); problemas planteados en estrecha vinculación con otras ciencias(. .. ); especulaciones en apanencia "gratuitas" sobre "obje­tos" pertenecientes a la matemáti· ca misma, necesidad de organizar elementos ya existentes(. .. ).

"La actividad de resolución de pro· blemas ha estado en el corazón mismo de la elaboración de la cien­cia matemática. '¡Hacer matemáti· ca es resolver problemas!', no te· m en afirmar algunos" (Cha rnay,

1994: 51-52).

La formalización de los conceptos

en definiciones y sistemas deducti­

vos que demuestran su validez co·

rresponde a una reconstrucción pos·

terior a su uso frente a problemas.

Por supuesto, tal formalización tam­

bién responde a problemas: de co·

municación, validación, etcétera. De

hecho, la humanidad ha usado y

evolucionado en el uso y representa­

ción de los números desde varios

milenios antes de Cantor y la teoría de conjuntos. En consecuencia, la

matemática que intentábamos ense­

ñar, bajo la influencia de la matemá·

tica moderna que trataba de hacer

entrar a las salas los avances más

recientes en la matemática misma,

correspondía a un punto de llegada

en la construcción del edificio mate­

mático antes que a las condiciones

de su aparición.

7

8

N o z V'l o

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"'O UJ

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La influencia de la psicología genética

Algunas confusiones a partir de una interpretación "aplicacionista" de las relaciones entre psicología y didáctica

Decíamos antes que esta concepción acerca de la enseñanza de la mate­

mática se basaba en el recurso a dos disciplinas externas: la matemá­tica misma, a la cual ya nos referi­

mos y, la psicología, en particular la psicología genética de Jean Piaget, que se intentaban aplicar sin más al

campo educativo.

¿Por qué la teoría de Piaget resul­taba un referente tan atractivo en el cual basar el abordaje matemáti­co en la educación inicial?

En primer lugar, la psicología gené­

tica nos ofrecía una teoría acerca

de los aspectos lógicos más gene­rales del desarrollo de la inteligen­

cia, junto con un modelo de los

mecanismos responsables del avance en ese desarrollo. Una teo­ría del desarrollo cognitivo apare­

cía como particularmente seducto­ra para la organización de la ense­

ñanza en tanto no se tomaran los recaudos de distinguir los objetos de una y otra.

En segundo lugar. al centrarse en los aspectos lógico-matemáticos más generales de la inteligencia, buena parte de las nociones estu­diadas por Piaget -número, espa­

cio, tiempo, medida, conservacio·

nes de cantidades físicas, etc.- pa­recían directamente 1 igadas a la

enseñanza matemática. En relación con el número, en par ti cu lar,

muestra la constitución de la con-

servación numér1ca a part1r de la síntesis entre las operac1ones de clasificación y seriación. Se entien­

de, pues, el énfasis que la educa­

ción inicial puso en estas activida­

des como supuestamente prepara­torias para la adquisición de la no­

ción de número.

En tercer lugar, el objeto epistemo­lógico de la obra piagetiana la acerca al quehacer educativo. La psicología genética surge como

parte del proyecto epistemológico de Piaget: su intención de consti­tuir una teoría de los mecanismos

de desarrollo del conocimiento científico. Su esencia epistemológi­ca la hace particularmente intere­

sante para la enseñanza, en tanto el objeto de ésta última consiste en la transmisión de unos conocimien­

tos particulares: saberes. Este pun­to, consideramos, es el aporte cen­

tral de la teoría a la enseñanza,

siempre y cuando se tome en cuen­ta lo que es propio de los saberes.

De todos modos, no fue la base de la mayoría de las "aplicaciones" de

la teoría piagetiana a la educación porque éstas, en buena medida,

como veremos ahora, han olvidado este carácter central que atraviesa toda la obra de Piaget.

La psicología genética influyó so­bre la enseñanza de maneras diver­sas, sobre la base de una serie de malentendidos referidos a: a) la naturaleza de la teoría: considerán­dola como una pedagogía antes

que como una psicología con un

objetivo epistemológico; y b) la na­turaleza de la institución escolar y,

en consecuencia, las relaciones

entre psicología y didáctica: consi­derando que es posible "aplicar"

directamente a la enseñanza resul·

tados, métodos, etc., extraídos de

la investigación psicológica.

Por un lado, influyó fuertemente sobre los objetivos, convirtiendo al

desarrollo operatorio en una finali· dad de la enseñanza y olvidando que las decisiones sobre las finali· dades educativas son un problema sociopo!ítico y no psicológico. Por

otro lado, influyó también sobre los

contenidos, convirtiendo a las no·

ciones estudiadas por Piaget en objetos de enseñanza, olvidando que la misión de la escuela es la

transmisión de saberes socialmen· te relevados para ser comunicados a las futuras generaciones.

De este modo, la enseñanza de la

matemática se convertía en un es·

pacio para contribuir a la acelera·

ción del desarrollo o compensar

posibles retardos. En consecuencia,

se transfirieron sin más, como si·

tuaciones de enseñanza, las expe· riencias diseñadas en las indaga· ciones psicogenéticas -recordemos, por ejemplo, las situaciones de co·

rrespondencia que tanto se han trabajado en las salas· o se estable·

ció una progresión de contenidos sobre la base de la psicogénesis de la conservación numérica: clasifica·

ción, seriación, número como sínte· sis de ambas (Brun, 1979; 1994). Desde esta concepción, se pasaba

por alto el lugar de la escuela en

nuestra sociedad.

Esta disciplina impactó también sobre los métodos de la enseñanza.

Se intentó transferir a las salas los

mecanismos del desarrollo del mo· delo piagetiano y las experiencias sobre aprendizaje de la psicología

genética. independientemente de

todo contenido específico, olvi·

dando nuevamente el carácter y

objetivo epistemológico de unos y otras. Desde allí, se creyó que lo fundamental para la enseñan· za era la creación de conflictos cognitivos, la provocación de des·

equilibrios que dieran lugar a las reequilibraciones responsables

del avance cognitivo, indepen· dientemente de los contenidos en

cuestión (Brun, 1994). Castorina (1984) caracteriza esta visión como "la ilusión de la magia del conflicto", según la cual "los con· flictos abren, sin más, el cambio

( ... ),son continuos en el desarro· llo y al alcance siempre de una intervención pedagógica; incluso

que el único trabajo pedagógico significativo se efectúa sobre

ellos".

D e ('>,

('> ;:3 -+ ('> ;:3 a. ('>

3 o

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-< -e o ..., ::r o () ('> ...,

10

N o 2 V1 o

1S::: o V1 o t..

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V1 o

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"' S:: 'O

u o u

"' -o w o

_J

Otra cara que asumió esta transpo·

sición de la teoría piagetiana a las

salas es la adopción de los mo­

mentos generales del desarrollo

para secuenciar pasos didácticos:

acción efectiva y "concreta'' sobre

el material, representación gráfica,

simbolización. Nuevamente se ig·

noran los diferentes aspectos del

conocimiento que ocupan a aquella

teoría y a la escuela.

Lo anterior no implica en absoluto

negar el aporte esencial que, en

nuestra opinión. la psicología gené·

tica brinda al campo de la ense·

ñanza. Implica, en cambio. resal·

tar por un lado y ante todo, la

necesidad de recordar siempre

que el objetivo de la teoría de

Piaget era epistemológico, no pe·

dagógico. Así. las investigaciones

sobre la construcción de la no·

ción de número en el niño tenían

como objetivo terciar entre dos

posiciones epistemológicas, el

empirismo y el innatismo, mos·

trando que era resultante de una

construcción a través de sus in·

teracciones con la realidad:

"Afirmar que el número deriva de las operaciones o de las acciones ejercidas por el sujeto sobre los objetos, sin por ello provenir de estos objetos, permite concebir los diferentes tipos de número como el resultado de coordinaciones progre· sivas y se evita pensar que el núme­ro está dado de entrada enteramen· te en el espíritu o las cosas" (Pia·

get, 1978: 131).

Ahora bien, los conocimientos nu·

méricos no se reducen en absoluto

al problema de la conservación.

Por otro lado, los niños no aguar·

dan a alcanzar la conservación nu·

mérica para comenzar a usar los

números y preguntarse acerca de

ellos. Por otra parte, aquellas no·

ciones que Piaget estudió dependen.

como dijimos, del desarrollo más

general de la inteligencia, que tiene

lugar a través de los intercambios

espontáneos del sujeto con el medie

físico y social. Es decir, no requierer

de la enseñanza a diferencia de los

contenidos escolares.

Hoy sabemos que es cuestionable

el impacto de este tipo de activida·

des sobre los conocimientos numé

ricos de nuestros alumnos, además

de dejar fuera un amplio campo de

aspectos de los conocimientos nu

méricos que la enseñanza debe

vehiculizar. Mencionemos. por

ejemplo, en relación con los nl:nre

ros, algunos de los contenidos así

excluidos: la apropiación de la se

rie oral, la movilización de los r~

meros frente a una amplia gama

de situaciones que lo requ1eran

(poder establecer la cantidad de

una colección determinada. cors: ·

tuir una colección de una cant1da:::

determinada, comparar colecc :::

nes, establecer una posición en ~­

orden, realizar intercambios y r:;2.':

ciones sencillas, mediciones. res:::

ver problemas aditivos sencillos.

etc.), hacer evolucionar los proce:::

mientos utilizados para evaluar c2.­

tidades, aproximación al sisterr2. :-:­

numeración escrita, etcétera.

Algo similar puede dec1rse de 1 cs

conocimientos espaciales y so:Jre

las medidas que se incluyen e- a

enseñanza inicial, algo agra'.a::!2.

esta situación porque no ccr::o ~-::

aún con tantas invest1gac1cres -~­

didáctica, sobre estos conter

que nos faciliten un abordaje alter­

nativo. Aun cuando escuchamos

hoy reconocer un lugar diferente a

lo numérico en las salas, muchos

maestros sostienen paralelamente ideas similares a las desarrolladas

arriba cuando se trata de organizar

el trabajo en torno al espacio y la

medida.

Del mismo modo, se trasladó a la

enseñanza en el Nivel Inicial la se­

cuencia descubierta en las indaga­

ciones psicogenéticas: conocimien­

tos topológicos, proyectivos y

euclidianos, creyendo que había

que trabajar primero nociones

como adentro, afuera, frontera,

etcétera. Se supone, desde esta

perspectiva, que no es posible

trabajar cuestiones del espacio

que implican medida, porque en

este momento evolutivo no conta­

mos con las estructuras intelec­

tuales operatorias

necesarias para

comprenderlo.

Olvidábamos que

esta caracterización

de los conocimien­

tos espaciales infan­

tiles de Piaget obe­

dece a que se trata­

ba de nociones que

los niños usan, que

eran modelizables

por las respectivas

geometrías. No obstante, entre lo

que los niños hacen o pueden lle­

gar a comprender y lo que estas

geometrías 1mplican existe una dis­

tancia sideral. Piaget estaba recu­rriendo a ellas para explicar lo que

los niños hacían y mostrar la filia­

ción entre estos primeros conoci­

mientos espaciales y las teorías

geométricas. Olvidábamos nueva­

mente, sobre todo, el objetivo epis­

temológico de esas investigaciones

psicogenéticas. Tal como lo expre­

san los mismos Piaget e lnhelder

(1948) en el Prólogo de La repre­sentación del espacio en el niño:

"En la medida en que la evoluc;ón de las diversas formas del pensa­miento infantil está encaminada a

informarnos sobre el mecanismo de la inteligencia y sobre la formación de fa razón humana en general, el

problema del espacio presenta una

11

.D e: t'),

<'> ::S -+ <'> ::S a. <'> 3 o V>

::.-~ -e o • ::.-~ <'> • ~ -+ <'> 3 p, -+ ¡::;· Q

12 importancia de pnmer plano. Hace tivo de la enseñanza de la geome-

siglos que filósofos y psicólogos tría que hoy se persigue es que los

discuten acerca de la naturaleza niños comprendan y controlen el

del espacio: naturaleza empírica medio en el que viven, ampliando

( .. .), naturaleza a priori( .. .), na tu· el dominio espacial que los niños

raleza operatoria. etcétera. ( ... ) han elaborado en sus experiencias

Sólo los hechos genéticos son pro- anteriores al trabajo específico de

píos para informarnos acerca de los la enseñanza en las salas sobre

factores reales de la construcción este dominio. Por ejemplo, es ne-del espacio·· (pág. 7). cesario incluir, como contenidos

sobre la enseñanza, cuestiones que Referirse a la secuencia de cons· hacen a la orientación en el espa-trucciones espaciales piagetianas cio, como el trabajo sobre recorrí-para limitar el trabaJO espacial en dos; representaciones planas del la sala. por ejemplo, a las '·nocio- espacio; la planificación de acciones nes topológicas" de interior. exte· para la construcción de objetos; el rior. frontera. vecindad. orden, etc., trabajo sobre formas geométricas olvida que. independientemente de que incluya su descripción, designa-la ausencia de las operaciones mé- ción, transformaciones, conceptuali· tricas que permiten las nociones zación de algunas propiedades, etc. euclidianas elementales. éstas no (Castro, 1995). agotan los conocimientos espac1ales

y que, mucho antes de la conserva· En relación con la medida, asisti·

ción de las longitudes y distancias, mos a la misma transposición di-

los niños van construyendo sus co· recta de resultados de las investi-

nacimientos sobre el espacio. gaciones psicogenéticas sin proble-

matizarlas desde un marco didácti-Por otro lado, aunque un niño utili· co. Dichas investigaciones tienen el ce nociones que serían las remotas inestimable valor de mostrarnos precursoras de las nociones de la cómo intervienen y se constituyen topología. ésta última es una cons- en el desarrollo infantil las opera-trucción muy reciente del edificio ciones de partición y desplaza-matemático. de un nivel de abs· miento, cuya síntesis da lugar a la tracción y formalización absoluta- noción de medida (Piaget, lnhelder

N mente inalcanzable para los niños y Szeminska, 1973). En un movi·

o pequeños. En otros términos, aun- miento de transposición directa z Vl que las use. ello no implica que similar al que mencionamos para o

1<=:

sea posible una toma de concien· o el trabajo numérico, la enseñanza Vl

cia o apropiación más avanzada de o utilizó las etapas de la construc· t..

"' E esas nociones. Por lo tanto, no es ción de la noción de unidad de me-¡: c.. posible avanzar sobre cuestiones dida para secuenciar su trabajo: Vl

~ topológicas mucho más allá de lo primero comparaciones directas de s=:

que se adquiere espontáneamente objetos, mediciones con unidades "' s=:

(Saiz. lrma: 1992). En contraste de medida arbitrarias no conven-'0

u

con aquella posición que se centra-o cionales (pasos, varillas, etc.): has-u

::J

ba en el desarrollo psicogenético 'O ta alcanzar finalmente el trabajo w o de las nociones espaciales, el obje- con unidades convencionales. _J

Es indudable que en el Nivel Inicial

es posible y debemos comenzar a

trabajar con las operaciones que

involucra la medición, trabajo que

será continuado obviamente en la

Educación General Básica. Sin em·

bargo, suponer que hasta que no

alcancen una noción operatoria de

medida 1 no podemos enfrentar a

los niños a situaciones que involu·

eren medidas convencionales. o

mediciones con unidades conven·

cionales, o los instrumentos vin·

culados con ellas, es negar que

éstas existen en la cultura, que el

niño participa de prácticas socia·

les que las involucran, y comien­

za a preguntarse y elaborar ideas

originales al respecto

antes e independiente­

mente de que la es­

cuela se ocupe.

Estos malentendidos

son consecuencia de un

modo particular de en­

tender las relaciones

entre la psicología y la

didáctica. Según esta

visión, es posible deri­

var directamente de la

psicología indicaciones

para la enseñanza. Aho­

ra bien, este no es el

único modo de pensar

las relaciones entre es­

tas disciplinas. Es posi­

ble pensar aportes de

la psicología genética a

la educación desde otra

visión que la "aplicacio­

nista" (Marro, 1983; Brun, 1994; Lerner,

1996).

La psicología genética

ha aportado y continúa

aportando sustancialmente al cam­

po de la enseñanza. Por un lado.

muchos estudios dentro de este

programa de investigaciones se

han orientado hacia la construc­

ción de contenidos escolares espe­

cíficos: en el área de la matemática

podemos mencionar. por ejemplo.

las investigaciones de Vergnaud

sobre los campos conceptuales co­

rrespondientes a las estructuras

aditivas y multiplicativas (1991); las investigaciones de Lerner.

Sadovsky y Wolman (1994): Terigi

(1994); Sinclair, Tieche Christmat y

Garin (1994) sobre la construcción

de los conocimientos acerca del

sistema de numeración escrita: o

13

14 Sinclair y Sinclair (1986), sobre el

uso de las cifras.

Tanto estos avances en relación

con los contenidos escolares espe­

cíficos como la explicación del de­

sarrollo de los conocimientos que

ofrece el modelo piagetiano consti­

tuyen aportes esenciales para el

campo de la enseñanza, en tanto

contribuyen a generar hipótesis

sobre los procesos de aprendizaje

de los contenidos escolares. a con­

dición de insertar estos aportes

(resultados, métodos. etc.) en una

problemática e interrogantes que

exigen un cuerpo teórico específi­

co. Esto es precisamente lo que se

propone la didáctica de las mate­

máticas (Brun, 1994).

¿Por qué es necesario incluir los

aportes de la psicología -como de

cualquier otra disciplina- a la ense­

ñanza dentro de investigaciones y

teorizaciones didácticas? Mientras

la psicología se ocupa de las rela­

ciones cognitivas entre el sujeto y

el objeto de conocimiento, la di­

dáctica se ocupa de los sistemas

didácticos: alumno, docente, saber,

y las interrelaciones entre estos

componentes. Los sistemas didác­

ticos incluyen obviamente las rela­

ciones cognitivas, pero en un con­

texto particular, en un contexto ca­

racterizado por la intencionalidad

de incidir sobre ellas para hacerlas

avanzar en una dirección determi­

nada: es decir, la voluntad de inci­

dir sobre los aprendizajes de los

alumnos para acercarlos a los sa­

beres que se intentan transmitir.

Desde esta concepción. pues, la

didáctica asume como objeto de

estudio las compleJas relaciones-

las relaciones didácticas· que se

entretejen entre estos tres compo·

nentes, y estudia a cada uno de

ellos desde su funcionamiento en

dicho sistema.

"Al ingresar en la relación didácti· ca, Jos tres términos que la consti· tuyen se modifican: el niño se transforma en alumno. el saber científicamente producido se trans­forma en "saber a enseñar" y Juego en "saber enseñado" (Chevallard, 1985); el adulto se transforma en maestro" (Lerner, 1996: 76).

La didáctica de la matemática como una disciplina científica y autónoma

Así, entonces, lo que se ha denomi·

nado "corriente francesa", en di·

dáctica de la matemática surge, a

mediados de los 70, con el propó·

sito de estudiar aquello que es es­

pecífico a la comunicación de sabe­

res matemáticos. Es decir, intenta

erigirse como un campo de estudio

científico y autónomo. Se constitu·

ye, pues, en oposición a los inten­

tos de deducir la enseñanza de

esta disciplina de la matemática,

de una teoría d_idáctica general o

de la psicología. Asumiendo ra ne­

cesidad de recurrir imprescindible·

mente a estas disciplinas como

referentes externos, incluye sus

aportes en un marco que se ocupa

de las relaciones que tienen lugar

en los contextos de enseñanza que

mencionábamos anteriormente.

Gracias a los desarrollos de esta

disciplina podemos hoy mirar y

organizar de otra manera la ense­

ñanza de la matemática. Nos refe·

r1remos ahora a algunos de sus

puntos centrales.

La didáctica de la matemática asu·

me. como un punto de partida

epistemológico, los post u lados bá·

s1cos de la epistemol~gía y psicolo·

gía genética. Desde este marco.

entiende el aprendizaje a partir de

la acción, una acción que da lugar

a una adaptación progresiva al me­

dio a través de un proceso de equi-

lbraciones cada vez mayores.

Detengámonos un instante a acla­

rar qué entendemos por acción. En

la enseñanza se suele confundir o

dentificar con movimiento. con

acción efectiva sobre algún mate-

rial "concreto". Sin embargo. el

significado de este término dentro

de la teoría piagetiana. significado

que retoma la didáctica de la ma­

temática. es bien distinto. La idea

de acción se refiere a la actividad

de interpretación. de atribución de

significaciones, que realiza el suje­

to sobre el objeto de conocimiento

en cuyo proceso se transforman

recíprocamente los marcos inter­

pretativos del sujeto.

Un niño de 5 años que, por ejem­

plo. ante la tarea de ordenar los

siguientes números: 35, 39. 48.

119, sin conocer aún la denomina­

ción convencional de varios o todos

estos números. advertirá quizás

15

.o e (lh

C"

"' --+ C"

"' 0... C" 3 o

"' ::r o

-<

"' o .., ::r o n C" ..,

16

N o z Vl o

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Vl o t..

"' E t.. c.. Vl o

S::

"' S:: '0

V <:J V ::>

'O LU

<:J ....l

que 119 es el mayor "porque tiene

3 [cifras]"; también podrá determi·

nar que 48 es mayor que los dos

restantes porque "cuatro es más

que tres'', y que 39 es mayor que

35, porque, al comenzar igual,

"hay que mirar el siguiente, y 9 es

más grande que 5", etcétera. Sabe·

mos (Lerner. Sadovsky y Wolman,

1994) que aun antes de conocer la

denominación o su escritura con·

vencional, los niños construyen cri·

terios que les permiten comparar

números: la cantidad de cifras y la

posición de las mismas .

En este acto. que no involucra mo·

vimientos ni acción sobre "materia·

les concretos'', y aunque el niño se

encuentra aún lejos de una inter­

pretación acabada de nuestro sis·

tema de numeración, hay sí acción

en el sentido que aquí sostenemos.

El niño pone en juego sus ideas

acerca del sistema de numeración,

éstas constituyen sus marcos de

interpretación que se irán transfor·

mando -precisando, modificando,

completando. etc.· a través de los

intercambios con este objeto que

es el sistema de numeración (usan·

do los números) y sus usuarios, en

contextos didácticos específica·

mente organizados para ello.

Ahora bien. la acción adaptativa

que acabamos de mencionar se

desarrolla, en el caso del aprendí·

zaje de la matemática, frente a un

medio particular: los problemas. Esta concepción de la enseñanza

de la matemática sostiene como

un pilar fundamental que el conocí·

miento surge a partir de su uso

como herramienta en la resolución

de problemas y la reflexión sobre los mismos:

"Aprender matemática es, desde

nuestra perspectiva, construir el

sentido de los conocimientos, y la

actividad matemática esencial es ~

resolución de problemas y la re·

flexión alrededor de los mismos"

(Parra, Sadovsky y Saiz, 1994).

Por problema se entiende toda s1

tuación que involucre un desafío.

algo que buscar, averiguar. decid r

Para que una situación pueda

constituir un problema para un

niño es necesario que. por un lad:

no le resulte demasiado fácil. al

punto tal que con lo que ya sabe

pueda resolverla sin dificultad. E'

ese caso, no constituiría un prct c:c·

ma sino una actividad de ejerc1:2

ción o aplicación. Es necesario. r:: =­otro lado, que tampoco le resu:te

demasiado difícil, como para qL;e

pueda hacerse una idea de lo q~e

hay que hacer y, con lo que sabe.

iniciar algún intento de resoluc 6r

que después podrá progresivar:-'e­

te ir corrigiendo, rechazando. pre

cisando, ampliando, etcétera.

Ahora bien, decir que la actividad

de resolución de problemas cons~'

tuye el corazón de la actividad rr::

temática no significa que por sí

sola lo sea. No se trata de enfren

tara los niños frente a cualquier

problema. Es preciso identificar la

diversidad de situaciones donde e

conocimiento que queremos que

nuestros alumnos adquieran cons

tituya una verdaderas herramienta

para resolverlas. Esta es una tarea

de la didáctica de la matemática y contamos ya, por ejemplo, con un

panorama de diversas situaciones

donde los números cumplen dis:~­

tas funciones (Ermel, 1990: Sa1z _. Parra, 1992) .

Es preciso ser muy cuidadoso a

la hora de ver qué conocimientos

realmente está exigiendo una si·

tuación o si, al contrario, los chi·

cos sólo los usarán porque se

pide en la consigna. Desde hace

un tiempo ya se ha dado más per·

miso para que aparecieran los

números en las actividades del

Nivel Inicial. Pero esto no es sufi·

ciente. No basta con que los chi·

cos hagan algo en relación con

los números para que ese algo se

convierta en una situación de

aprendizaje. Es necesario, insisti·

mos, abrir el abanico de proble·

mas que se proponen, tratando de diversificar los contextos y las

funciones de los números trabaja·

das. Por ejemplo, es muy común

encontrar actividades de este

tipo, suponiendo que están traba·

jando algunos conocimientos nu·

méricos, como el procedimiento

de conteo y la representación de

cantidades utilizando cifras:

000000

17

18

N o z V)

o IS::: o V)

o '-­.., E '--0..

V)

o

S:: .., S::

'0

u o u :::>

" Ll.J

o __¡

¿Hay suficientes flores

para poner una en

cada florero? Escri­

ban, debajo de

cada uno, cuántas

flores y cuántos

floreros hay.

En primer lugar, la

pregunta acerca de

si la cantidad de

flores era suficiente

para poner una en

cada florero sí

constituye un pro-

blema. Este proble-

ma exige, por parte del

alumno, una evaluación y

comparación de las cantidades

de floreros y flores. Sin embargo,

no exige que esta evaluación sea

necesariamente a través de un pro­

cedimiento numérico, porque un

procedimiento por correspondencia

o incluso un reconocimiento por

percepción global serían igualmen­

te pertinentes y eficaces en esta

situación. En segundo lugar, la re­

presentación escrita de la cantidad

sólo se presenta como un ejercicio

de aplicación o ejercitación de la

escritura de las cifras. La escritura,

aquí, no es necesaria para respon­

der a la pregunta por la cantidad

de flores y floreros. No es una si­

tuación que funcionalice la escritu­

ra de los números en tanto herra­

mientas para resolver las situacio­

nes. Por ello. al proponer activida­

des a nuestros alumnos, es impor­

tante tener muy claro para qué y

con qué fin y. sobre todo, plantear

una variedad que apunte a abrir el

abanico de situaciones que hacen

al sentido de los conocimientos

que buscamos que nuestros alum­

nos se apropien.

En este mismo nú­

mero, por eJemplo,

Castro ( 1998)1

muestra distin­

tas actividades

que se realizan

en los jardines,

analizando cui­

dadosamente

bajo qué condi­

ciones constitu­

yen verdaderos

problemas para

los niños; y

Broitman (1998) 2

presenta un Juego

de dados donde

muestra con detalle

qué aspectos diferentes de lo nu­

mérico pone en juego cada una

de las variaciones del juego y qué

supone esto desde el punto de

vista didáctico.

Frente a los problemas, esperamos

y alentamos ver aparecer una di­

versidad de estrategias de resolu­

ción espontáneas. Es a partir de

ellas que intentaremos acercar a

nuestros alumnos al saber que se

intenta transmitirles.

Ahora, ¿cuál es el lugar del maes­

tro frente a este aprendizaje?,

¿cómo cumplirá su tarea de hacer

evolucionar los conocimientos de

los alumnos en dirección al saber?

Hasta aquí, nos referimos a su lu­

gar como organizador de una

gama situaciones que movilicen el

sentido de los conocimientos.

¿Esto supone que sólo proponga

situaciones dejando a los alumnos

solos resolviéndolas? Para nada.

Nos parece importante referirnos a

este punto, puesto que en el Nivel

Inicial se ha difundido cierta idea

"espontaneísta" de los aprendiza­

Jes, según la cual basta con enfren­

tar a los niños a las actividades.

Por un lado, no es cierto que sólo

se espera que el maestro presente

las situaciones y se retire de la es­

cena didáctica. Por otro. las i nter­

venciones se diferencian de acuer­

do con los momentos didácticos.

Cuando los alumnos se encuen­

tran resolviendo una situación. el

docente interviene para aclarar la

consigna, alentar la resoiL.<ción.

orientar a alguno que se encuen­

tre bloqueado, recordando acuer­

dos previos internos de la clase,

orientando dónde buscar infor­

mación, dando información. etcé­

tera .. En este momento sí se cui­

da de no intervenir a n1vel delco­

nocimiento que los niños deben

utilizar: es decir, no dice o sugie-

re lo que deben 'lacer. Pero. tam­

bién. el maestro organiza instan­

cias de reflexión acerca de !a ac­

tividad desarrollada:

''El maestro organ;za la presenta­

ción del traba;o de los alumnos, .favorece el análisis. las confronta­

ciones. provoca que se formule el saber de la clase cuidando que éste

se vincule con lo que se ha realiza­do, pero que a la vez sea reconoci­ble. reutilizable. desprendido del

contexto en el que apareció" (Pa­

rra. Sadovsky y Sa1z: 1994).

Quizás parezca que la organ1zac1ón

de estos momentos en la clase no

corresponde al aprendizaje mate­

mático en el Nivel Inicial. Recono­

Ciendo que son momentos verdade­

ramente difíciles de gestionar en

todos los niveles de la enseñanza.

19

20

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resaltemos su papel

fundamental en el

proceso d1dáct1co:

son los espac1os

en los cuales los

alumnos se ven

obligados a inten­

tar explicitar lo

que realizan. a

formularlo para

comunicarlo. hacer­

lo inteligible frente a

otros; es tamb1én un

momento de difusión de

procedimientos e 1deas. de manera

tal que los alumnos puedan consi­

derar otros puntos de vistas distin­

tos d,el propio. apropiándose tam­

bién eventualmente de un conoci­

miento de otro que no se le había

ocurrido; es un momento de justifi­

cación. validac;ón de lo que venía

haciendo. de intentar probar ante

los demás que sirve. de comenzar

a plantearse por qué s1rve lo que

ese alumno u otro usó frente a un

problema; es el momento en que el

maestro puede ir estableciendo

frente a la clase puntos a los que

todos han llegado. o también de

vinculación entre los conocimien­

tos construidos por la clase y el

s a be r. E n e 1 a n á 1 i s i s d e 1 j u ego d e

dados que desarrolla Broitman

(1998) se prevén momentos de

puesta en común y discusión. y la

autora muestra cómo es posible

organ1zar estas instancias en la

actividad didáct1ca en el Nivel Ini­

cial y su papel específico en esas

situaciones.

Por último. quis1era referirme a

otro aspecto muy importante de

esta corriente didáci:ica. La necesi­

dad de pensar la enseñanza de un

contenido como un proceso a largo

plazo, extendido en

el tiempo, a lo lar-

go del año de tra­

bajo, y prolon­

gándose en los

futuros niveles.

Es necesario re­

levar esto por­

que comúnmente

se cree que es

posible trabajar un

contenido al trabajar

una única actividad o

en una clase. Su aprendizaje

depende de un proyecto de ense­

ñanza que vaya abordando en for­

ma progresiva diferentes aspectos

de un conocimiento, retomándolos,

ampliándolos, profundizándolos,

reutilizándolos, etcétera. La diver­

sidad de situaciones que hacen al

sentido de un conocimiento no

pueden ser abordadas de manera

simultánea. En otras palabras, este

modo de entender el aprendizaje y la

enseñanza de la matemática supone

romper con la idea de que los niños

aprenden paso a paso, acumulando

adquisiciones, que aprenden lo que

el maestro les enseña, tal cual se los

enseña y sólo lo que les enseña. Su­

pone pensar, en cambio, que el

aprendizaje procede a través de pro­

gresivas aproximaciones parciales.

Esto no significa que se adelanten

al Nivel Inicial los aprendizajes nu­

méricos de los cuales debe hacerse

cargo el primer año de la escolari­

dad básica. Y mucho menos, aun,

al modo en que tradicionalmente

se encaraba este trabajo: por ejem­

plo, con enseñanza de los números

de a uno por vez. Se trata sí de in­

cluir nuevos contenidos en el Nivel

Inicial (algunos de los cuales an­

tes aparecían quizás en 1 o o des-

pués), pero la inclusión de éstos se

encuentra ligada a un nuevo modo

de entender su enseñanza. Se pro·

pone retomar, enriquecer, extender.

sistematizar conocimientos sobre

lo numérico y lo espacial que los

niños construyen desde muy tem·

prano. En este sentido. Wolman. S.

(1995) afirma, en relación con los

aprendizajes numéricos, algo que

podríamos extender a todos los

aprendizajes matemáticos del Nivel

Inicial:

"Se trata de brindarles un tiempo y un espacio didáctico a las preocu­paciones cognitivas que se plan­tean los chicos con respecto a lo numérico, para que pue-dan enriquecer y reformu­lar sus conceptualizacio­nes. Se trata de poder to­mar en cuenta los conoci­mientos que ya poseen, para no continuar acen­tuando la distancia entre los conocimientos de los alumnos y los "saberes" que se trabajan en el jar­dín; se trata de que el do­cente promueva situacio­nes didácticas referidas a lo numérico, en las que puedan compartir y con­frontar con otros niños sus concepciones. Se trata, en síntesis, de que en el cami­no que se transita para la apropiación de Jos saberes socialmente válidos que la escuela está encargada de transmitir, posibilitemos aproximaciones sucesivas a dichos contenidos ... "

En síntesis, la visión sobre

la enseñanza de la mate-

mática a partir de los nuevos desa·

rrollos en la didáct1ca de esta dis­

ciplina nos permite superar aauella

concepcién "aplicacionista" de un

modelo de! desarrollo psicológico a

la enseñanza. instrumentándonos

en cambio con los objetos. proble·

mas. conceptualizaciones. métodos

y resultados de un campo de estu·

dio propio de los fenómenos de la

enseñanza y el aprendizaje de las

matemáticas. En este marco. el

aprendizaje se considera desde lo

que sucede en relación con conte­

nidos específicos de la enseñanza

dentro de contextos didácticos. Se

releva el papel del docente como

mediador insustituible de los

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aprendizajes, rol que se desdibu­

jaba en las aproximaciones más

"psicologizantes" de la enseñan­

za. Vemos también, una revalori­

zación de los contenidos mate­

máticos, que quedaban excluidos

de la enseñanza en aquella pers­

pectiva, considerando la interven-

N orAs l. "La organizac;ón de las act;vidades de matemát;ca en las salas. Adriana Castro, pág. 42. 2. "Anál1s1s d;dáct;co de los problemas invo· lucrados en un ¡uego de dados", Claudia Bro;tman. pág. 20.

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ción de lo que es propio del saber

en estos procesos. En una pala·

bra, nos permite abordar la ense­

ñanza de la matemática en el N 1·

vel Inicial desde un cuerpo teóri­

co que se ocupa de lo que sucede

específicamente en los sistemas

didácticos.

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María Emilia Quaranta es becana de 1nvest1ga· ción, UBACyT, Facultad de F1losofía y Letras y docente de la Cátedra de Ps1cología y Episte­mología Genélica 1 de la Facultad de Psicolo· gía de la Universidad de Buenos Aires. Es do· cente de cursos y sem1narios sobre Enseñanza de la Matemática y miembro del Equipo de Matemática de la Red Latinoamericana de Alfabetización.

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