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AlVALES DE LA HEDIGIM HOMEOPÁTICA.

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AlVALES DE LA

HEDIGIM HOMEOPÁTICA.

ANALES VM:J

MEDICim IIOMEOPÁTlCil, BOLETÍN OFICIAL

i ir i.v

SOCIEDAD HAHNEMANNIANA MATRITENSE.

TOMO IV.

MADRID: IMPRKNTA Á CARGO DE D. ANTONIO PKREZ DDBRITLL,

calle de Valverde, núm, fi, cuarto bajo.

1855.

PREFACIO.

EL periódico oficial de la SOCIEDAD HAHÍTE-

MAimiANA MATRITENSE entra hoy en el noveno año de su publicación.

Desde que vio la luz pública, hemos venido defendiendo y propagando en él los principios fundamentales de nuestra Escuela médica, sin que, ni los sinsabores inherentes á lodo apostolado, ni los obstáculos tan numerosos con que se ha intentado entorpecer nuestra marcha, ni los calculados manejos puestos por obra para cansar nuestra paciencia y entibiar nuestro celo, hayan sido bastante á que diésemos tregua á nuestros esfuerzos, ni menos abandonásemos un momen­to siquiera la noble misión de acUmatar, por de­cirlo así, en nuestro patrio suelo la doctrina del inmortal HAHOTIMANN.

Émulos de los sabios y de los hombres aman­tes del progreso de las ciencias, que en otros

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paises no han perdonado medios ni sacrificio al­guno para coronar el edificio levantado por el genio de nuestro MAESTRO, á nuestra vez, no obstante las mil preocupaciones médicas y los penosos acontecimientos que lian trabajado á nuestra patria, hemos seguido siempre adelante IX)r la senda que desdo un principio nos tra­zamos.

IJCJOS está de nuestro ánimo todavía la idea de iiaber llevado á feliz remate la empresa que hemos acometido ; mucho nos falta aun por ha­cer : no están, no, allanadas del todo las barre­ras que un celo mal entendido, y acaso un odio sistemático , interponen entre nuestra doctrina y el santuario de Esculapio ; aun hay lucha; aun quedan adversarios é intereses por combatir; pero esta lucha no es, en manera alguna, te-wM^ p^m losque «eoten arder en su corazón la llaoaa de los nobles entusiasmos; para los que QO han cejado un punto ante los ataques de sus adversarios, quienes, en vez de ser invencibles, pierden cada dia, y palmo á pdmo, el terreno que nos vedan.

Avanzando siempre y adquiriendo nuevas victoriaR en la práctica, hemos conseguido tam­bién imponer la convicción de nuestros princi-jHOs: dígalo, si no, esa brillante pléyada de mé­dicos esparcidos por toda la Península, apósto­les fervientes de nuestra doctrina, é individuos dignísimos de nuestra SOCIEDAD HAnfEMiVimuif A

Til

MATRITENSE ; díganlo, si no, el crédito y prestigio que goza la Homeopatía en todas las clases so­ciales ; díganlo, si no, los ataques mismos de nuestros adversarios, quienes, faltos ya de ra­zones que oponer á los lieclios incontestables de nuestra práctica médica, se acogen , ó á la re­signación del silencio, ó ú las torpes personali­dades, ó á poner en práctica clandestinamente, pero de un modo empírico, la gran ley de nues­tra terapéutica.

Hasta boy las columnas de nuestro periódico se han consagrado esclusivamente á la propaga­ción y defensa de los principios sobre los cuales levantó el inmortal HAHNEMANN el edificio de la Homeopatía; basta hoy no solo hemos mante­nido incólumes dichos principios , sino que he­mos esplicado los hechos de nuestra práctica, su­bordinándolos á las teorías de nuestro ¡lustre MAESTRO; hasta hoy, en una palabra, nos he­mos encerrado en el círculo de las ideas Iwhne-mannianas puras.

Y hemos obrado así, no porque creyésemos que el Organon fuese el último progreso médi­co; no porque nos imaginásemos que la Homeo­patía, tal como la ha formulado HAHNEMANN,

fuese la verdad absoluta en Medicina; sino por­que , cuando se trata de entronizar una VERDAD,

lo primero es sostenerla sobre las bases mismas en que el GENIO REVELADOR la asentó; lo segun­do, acopiar hechos sobre hechos, para con ellos

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demostrar hasta la evidencia la LEY-PRINCÍPIO que la anima; y lo tercero, llevarla discusión al campo de los que la atacan, para tomar acta de sus errores v de sus eslravíos, tanto en sus es-peculaciones cientiticas como en sus demostra­ciones prácticas.

Esta conducta, pues, es la que hemos obser­vado durante ocho años.

Pero hoy, que, después de vicisitudes y de sinsabores sin cuento, de polémicas y luchas, de conquistas y de preocupaciones vencidas, nues­tra Escuela cuenta tantos y tantos adeptos ilus­trados ; que el HECHO-PRINCIPIO, sobre que sólida­mente descansa, es reconocido y hasta proclama­do por nuestros mismos adversarios; hoy, pues, comienza para nosotros otra tarea no menos di­fícil que importante.

I^ cual consiste:

1.' En analizar todo lo dudoso, todo lo con­testable que en si encierre la DOCTRINA HAHNE-

MANNIANA ;

2.° En hacer el inventario de lo que real­mente haya de irrevocable en dicha doctrina, de todo cuanto POSEA, sin ningún género de condi­ción y reserva;

3." En formular, con toda franqueza, los desideraía que aun quedan por realizar;

i.' En tomar de las demás escuelas científi-

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cas todo cuanto posean de cierto , de evidente, y que pueda utilizarse en pro de la nuestra.

Para llevar á cabo estos propósitos, cuen­ta la SOCIEDAD HAHNEMANNIANA MATRITENSE con

poderosos elementos de acción y de vida ; cuen­ta con la cooperación de sus individuos, así na­cionales como estranjeros. Lo cual nos permite asegurar, sin ningún género de jactancia, que, de hoy mas, serán los ANALES el verdadero (irgano de la MEDICINA HOMEOPÁTICA en Es­paña.

Nosotros publicaremos todos aquellos escri­tos que, sin falsear el HECHO-PRINCIPIO de nuestra Kscuela, tengan por objeto anunciar juiciosas modificaciones, ora en los dominios de la teoría, ora en el terreno de la práctica;—ó que vayan en­caminados á suministrar nuevos datos, con los que mas adelanfe podamos realizar cumplida­mente los desiderata áe la Jlomeopatia.

Y en prueba de ello, damos en este número cabida á un artículo de nuestro ilustrado com­profesor y colega el I)r. CRLXENT, articulo cier­tamente interesante bajo muchos conce[)los, el cual tiene por objeto principal combatir la indi­vidualización rigurosa y absoluta de cada caso morboso. También en el próximo número de febrero publicaremos otro artículo muy impor­tante de nuestro no menos ilustrado comprofe­sor y colega estranjero el Dr. PERRV (de Paris), acerca del cólera, con que se ha servido favore-

cernos, y en el cual se establecen algunas modi­ficaciones respecto de la doctrina HAHNEMAIH-

JíIANA.

No se sigue de aqui que nosotros PROHIJEMOS

todas esas ideas modificadoras in tottim et in so-lidum, ni menos que las consideremos exentas de error. De mas que, no es lo mismo esponer breve é imperfectamente en un artículo una idea nueva acerca de un punto cualquiera de doctri­na, como esplanar dicha idea con todos sus des­envolvimientos en un libro ad hoc.

A esto se agrega la consideración de que, siendo el llAiLtEMAM.visMo puro la doctrina mtkli-ca que proíesa la gran mayoría de los Homeó­patas españoles, doctrina que nosotros nos glo­riamos de haber sido los primeros que la intro­dujeron en la Península,—si queremos, pues, ser consecuentes con nuestros principios, debemos proceder con mucha prudencia en la aceptación de nuevas ideas, por mas autorizados que sean los labios que las anuncien.

Lis acogemos, mas ñolas prohijamos; las damos cabida en nuestro periódico, mas no las imponemos á nuestros lectores como verdades inconcusas; solo prohijaremos y defenderemos como nuestras aquellas que tiendan á enrique­cer la Homeopatía con las adquisiciones de los demás ramos del saber humano; aquellas que tengan en su abono la sanción de los hechos.

En una palabra, deseamos y queremos que todos los problemas que interesen á la Homeo­patía, sean estudiados con buena fe y resueltos con demostraciones claras.

Busquemos la verdad, hagamos el bien: tal es nuestra divisa.

{ á#^ MI. I

DE LAS MODIFICkCIOIES

PATOLÓGICAS Y TERAPÉUTICAS, T DE LAS

SUPUESTAS TRASF0RMACI0NE8 MORBOSAS,

P O R E L D O C T O R C R U X E N T .

MI propongo combatir una opinión bastante arraigada entre los Homeópatas. Marcho con las mejores intenciones; de consiguiente, la discusión que promuevo no puede pro­ducir otros resultados sino poner mas en evidencia la verdad.

Si no estoy equivocado, las ideas que vierto en este es­crito tal vez no sean inútiles, sobre todo hoy, que el cólera-morbo epidémico está diezmando al género humano, y al propio tiempo llenándolo de terror.

Con la individualización rigurosa y absoluta, proclamada por HAHNÍIUNÍI y sostenida en teoría por la inmensa mayo­ría de sus discípulos y partidarios, se ha establecido la regla de considerar cada caso morboso como un hecho nuevo, desconocido y especial; como una enfermedad sin antece­dentes de familia, digamos, y con una fisonomía tan distinta

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de la de las demás dolencias que han afligido y pueden afligir á la especie humana, que aun para el médico encanecido en el ejercicio de su arte, todos los casos que ha observado en el trascurso de so Tida facnltativa casi se puede decir que de nada le sirven, y que son esti-riles para su práctica pre­sente y futura.

Semejante creencia me repupnn. Diré mas: lt»prtÍGticR me ha eiisenadn, y me enseña todos los dias, que se halla fundada en un error, ó bien en una exageración de princi­pios; pero en una exageración sumamente perjudicial.

Es verdad que los esfuerzos que se han hecho y se están haciendo para que en Homeopatia domine semejante enhén­ela los justihran ampliamente , y les dan un carácter alta­mente humanitario el objeto que con ellos se cree poder a)nseguir y la buena fe con que se sostienen. Pensar otra cosa, seria incurrir en un error grosero y de mala ley.

Pero soy hombre de oposición, y, por mas respeto que profese á las intenciones y á la buena fe, es para mí un de­ber muy sagrado pugnar, del mejor modo que me sea dable hacerlo, contra las opiniones que chocan con mi razón y con mi csperiencia.

No hago la oposición por sisti'nia, sino por convicción. Desde el momento en que una idea, una cosa ó un hecho me llaman la aHeacioa, me detengo, ensayo, refleuono y establezco una o|MnioB : luego de «taUecida, la deflen4o> sin preocuparmo de personas ni de posiciones.

No comprendo la posibilidad de progresar siguiendo otra marcha, y el progreso es la vida del hombre moral, de la cieacia y de las sociedades.

El stalu quo, considerado bajo el punto de vista políti­co, moral, cieatifico y material, es una utopia: es la petri-fícacion universal de todo lo creado y de sus consecuciK;ia«. Los defensores del sialu quo cometen un imperdonable pe­cado de soberbia.

El retroeeto es otra utopia mas estravagante aun; es un airebato de locwa original. Los partidarios del retroceso ha* cen como baria ei que, partiendo do un punto cualquiera de la vida, le aCuuffa para volver á ser mecido en la cuna.

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Este hecho constituye un imposible, y envuelve un er­ror de muy trascendentales consecuencias.

No creo ajena de mi propósito la digresión en que he entrado. Ella constituye ó envuelve mi profesión de fe mé­dico-científica, y señala el punto de partida de mis actos, de mis ideas y de mis convicciones. A mi modo de enten­der, ella justiüca plenamentt; mis conatos de adelanto y mis tendencias á buscar, como médico práctico, lo mas inteligible, fácil, simple y útil.

Entremos en materia. SiMiLiA siMiLiBUs cuRANTUii: hé aqui la única, la verdadera

ley que debe resp(ítar el médico práctico para no estraviar-se en el laberinto (¡ue tiene que recorrer cuando va en bus­ca del medicamento ó medicamentos que la enfermedad exige.

Entreténgase el médico teórico en ver si es cierto ó no que el principio cardinal y único que domina en Homeopa­tía, es el dinamismo viíal, y sean cuales fuesen sos convic­ciones en esta parte, al hallarse ft-ente á frente de la enfer­medad , el principio CARDINAL se volverá un principio esldrii, un principio sin aplicación, un principio capaz de desorien­tarle , mientras que el que se supone ser su consecuencia, el timilia similil>us curantur, alumbrando todos los confínes del horizont(i patoUigico y terapijutico, le señalará el cami­no men((s espunsto á peligros para poder alcanzar con mas seguridad y pruoUtud el puerto 'do salvación.

¿Qué digo, todos los confínes del horizonte patológico y terapéutico?..

«Alenilicndo á la arnionia general (¡uc prnvalncc en el Roblcr-»no del mundo (dice el Dr. SAMPSON), debemos anticipar que d «principio liorncopAllco, si tiene realmente existencia, debe ser •universalmunte aplicable, obrando no menos sobre las condl-•ciones morales que sobre las físicas.» (La Homeopatia: gut prin-veipios, su teórica y })ráctica.)

Y esta es una creencia muy arraigada en mí: es una con­vicción profunda, incapaz de ser cc«imovida, y aun menos arrancada de mi espíritu. Lo que este uo puede admitir es

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que la teoria del dinamismo vital, establecida por HARNE-

MANN, y acatada por la mayor parte de sus discípulos, esté fundada en la verdad; ni que, como hipótesi, sea capaz de hacer adelantar la ciencia y el arte de curar. Sobre este par­ticular me reservo entablar dctenidaraente una discusión en tiemjK) y lugar convenientes.

Lo que haré al caso ahora es: 1." Averiguar cómo debemos entender la aplicación

del Similia similibus en el tratamiento de las enfermedades. 2." Precisar la espf!cie de modilicacion que debe sufrir

el plan curativo de una enfermedad en las modificaciones sintomáticas de que esta es susceptible.

Primer punto. Oue en el universo en masa, ni en cada uno de los seres que en él existen, ni en ninguna parte de cada uno de estos seres, no se llalla la identidad, ni aun como escepcion, creo que todos estamos acordes en este punto. Y no hallándose la identidad en el orden físico, tampoco puede hallarse en el moral, porque, examinada esta cuestión con calma y sin preocupaciones; es decir, con independen­cia y con lógica, se ve claramente:

a—Que para el naturalista, sin físico, no hay moral; b—Oue este es un producto de aquel; c—Üue es tan vario, como varias son las formas que lo

representan, ó que lo ponen en cierto modo de maniiiesto á kw ojos del observador.

Naturalmente se deduce de lo que dejamos dicho, que siendo la idetüidad una palabra vacía de sentido, pues que nada representa, no es posible hallar dos enfermedades, dos colecciones de síntomas que sean absolutamente los mis­mos. Luego HAHXEMAIIN tuvo razón en sentar como base de su patología, que cada caso de enfermedad debe considerarse como un caso nuevo y escepcional, sea que nos rcfiranios'á b pasado, ó bien á lo futuro.

«A esccpcioD de un pequeño numero de cafermedade-'jdoladas «de ana existencia aparte (dice HAH-tEiux?!), todas las demás, «que son innamerables, difieren tanto entre si, qnc cada una de «ellas no se observa mas que una sola vez, y que cada caso mor-

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uboso que ge encuentra debe ser considerado y tratado como una «enfermedad individual que jamíissc lia visto tal como so ve hoy »en tal persona y en tales circunstancias, y que jamás se repro-»ducírá exactamente semejante.» (La midecine de l'experience.)

Enfermedades semejantes, muy semejantes, se ven to­dos los días; seria preciso estar dotado de un espíritu de in­dividualización demasiado sistemático para negar una verdad práctica tan clarísima y tan fácil de comprobar. Y no me re­fiero á aquellas que el mismo HAtiiVEMArcN concede que lo son tales, como «las que dependen de un miasma, la rabia, la en­fermedad venérea, la peste de Levante, la fiebre amarilla, la vacuna, clsarampion y algunnsotrasf'O/JM^sc. cit.);»—ni aque­llas que duda si podrán entrar en la categoría de las ante­riores; por ejemplo: fia gota nudosa, la fiebre intermitente de los pantanos, y muchas otras endémicas en varios paí­ses (Opuse. ciU;»—sino todas las agudas que pueden consi­derarse como pertenecientes á una especie particular, tales como «las pulmonías, las pleuresías, las apoplegías, las gas­tritis, las anginas, las erisipelas, el tifus, la calentura iníla-matoria, la oftalmía, la disenteria, etc., etc.»

Un caso de rabia se parece tanto á otro caso de rabia, como un ataque de gola nudosa á otro ataque de la misma enfermedad, y como una pulmonía so parece á otra pulmo­nía, lo que equivale á decir que hay especies de enferme­dades ; que lasque pertenecen á la misma especie son muy semejante» entre si, y que siendo la Homeopatía la medicina délossemejanles, no es un despropósito concluir, á priori, de la semejanza de enfermedad á la semejanza de medica­ción; y no digo de medicamento, porque apenas conozco enfermedad alguna que necesite del concurso del médico para ser vencida, que ceda el terreno em|)leando un solo agentfi medicinal.

I» Dejo de lado el desenvolver, con la detención que se re­quiere, la serie de cuestiones que llevo preludiadas, dedu­ciendo tan solo de ellas, por el momento, que toda vez que las enfermedades pueden agruparse y se agrupan en especies, el timilia similibut debe aplicarse d la especie, y no ala in-

Toiio IV. 2

— i n ­dividualidad morboia. A la especie, porque la esperiencia, tarazón, y hasta el instint i, empujan hacia ese modo de obrar sencillo, natural, espedito y provechoso : á la indivi­dualidad morbosa no , porque la individualización rigurosa y absoluta que HAHXEMAN:* ha proclamado es un imposible, y tanto que, por mas que se diga, ni él ui ninguno de sus discípulos ha podido hasta ahora llevarla acabo.

Y voy á señalar algunas de las muclias circunstancias que se oponen y se opondrán siempre á que dicha individuali­zación sea posible, y son: la niñez, el coma, el delirio, la de­mencia, la ignorancia del paciente, el esccsivo desarrollo del amor á la vida, la depresión anormal del órgano que vela en cierto modo por su conservación, los dolores agudos, las preocupaciones médico-populares, la vergüenza, el amor propio, la falla de educación, etc., etc.

Todas estas circunstancias, y otras muchas, constituyen otros tantos obstáculos insuperables para poder estudiar y tratar una enfermedad del modo que HAMNEHANN pretende que se haga. Y si á ellas se agregan las que pueden presen­tarse por parte del facultativo, como son: un defecto en al­guno de sus sentidos estemos, el mayor ó menor desarrollo de su espíritu de observación, su mayor ó menor aptitud para deducir lógicamente, sea analizando, ó bien sintetizando, la premura de tiempo, sobre todo en épocas de epidemia, un gran número de enfermos que solicitan sus cuidados, etc., etc.; sí á las circunstancias que se presentan por purte del enfer­mo, repito, se agregan las que pueden depender del facul­tativo, se reconocerá de$d« luego que la individualización rigturosa y absoluta del estado morboso es imposible. De (consiguiente, en el tratamiento de las enfermedades agudas, sin escluir ninguna de ellas, el mejor modo de satisfacer las exigencias de la naturaleza es aplicar Similia timilibu» i los síntomas característicos de la especie, tanto por lo que respecta á la enfermedad, como al medicamoiilo; deducién­dose de lo dicho la necesidad de poner bien en limpio cuá­les son las propiedades caracterlslicas de los medicamentos, y cuiiles los slntomai que daguerreotipan la fisonomía de lat especies morbosas. Cuando ese interesante estudio haya lie-

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gado al punto que puede llegar, se verá claro y se tocará de bulto.

1.° Que, á pesar de todas las eliminaciones que ha su­frido la Materia médica de HAHNEiiANif, y de los recortes que se le han hecho , todavía abundan en ella los materiales impuro», y que, con respecto á muchos medicamentos, se puede asegurar que estos son mas abundantes que \oipuro*.

2." Que la mezcla confusa do dichos materiales ha de­pendido de no habernos esforzado bastante en hacer abs­tracción de los síntomas depi'udicntes de la individualidad, cuando hemos estudiado las propiedades de los medica­mentos en el hombre sano.

3." Que dichos estudios, concluidos que sean, facilita­rán mucho la práctica de la Medicina homeopática, hacién­dola todavía mas sencilla, fácil, espedita y fructuosa que lo que es hoy dia.

Dejando do lado las consideraciones generales en que he entrado, fijemos especialmente la atención en el cólera-morbo asiático.

De esta enfermedad no habló IIAHNRMANN cuando men­cionó las quo «provienen siempre de una sola y misma causa.» (Opuse.cit.)

Semejante olvido fue muy natural: en el tiempo en que aquel escribió el opúsculo á que me niliero, los médicos eu­ropeos se ocupaban muy poco del cólera-morbo aúáiieo 6 epidémico, y aun me atreveré á decir que ni se acordaban de él; pero no es por eso menos cierto que esta enfermedad so halla comprendida entre las quo «son siempre semejantes á >fti mismas, y que dependen de un principio contagioso lidénüco siempre (idéntico, no; muy temejanle, si), conser-ivando constantemente el mismo carácter y la misma mar-icha, dejando aparte algunos matices, efecto de circuns-> tandas accesorias, y que no cambian en nada el fondo de »hs cosas.* (Opuse, cit.)

Dedúcese naturalmente dolo dicho, que siendo el cólera-morbo asiático (y lo que digo de esta enfermedad, digo tam­bién de la calentura amarilla, 6 sea vómito negro) upa enfermedad Kíempre semejante á si misma y dependiente de

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un principio contagioso tiempre el mismo, el similia titnili-bus debe aplicarse á los caractéret de la especie y no á los de la individualidad, porque conserva constantemente el mis­mo carácter y la misma marcha, y porque, á mas de que la esperiencia nos lo eitseña, HAHXEMAHK mismo establece como regla que se prescinda de algunos matices dimanados de cir-eurulancias accesorias que nada can^ian el fondo de las cotas.

Creo haber dicho en esta ocasión lo bastante para llamar la atención de los Homeópatas hacia un punto tan trascen­dental de práctica homeopática.

Segundo punto. HAHXEIIANM dice en su Tratado de las en­fermedades crónicas:

•r§i la humanidad sufre mas, á causa de que la forma esterior •de la ptoraha descendido, dulcificándose, de la lepra al exanle-»ma psóríco, esto no depende tan solo dé que este so contrae »mas inopinadamente y, en consecuencia, de una manera mas •frecuente, sino también de que la enfermedad principal, miti-vgada como se halla (aunque mas generalmente esparcida bajo vesta nueva forma), no ha cambiado en nada su esencia; pues «siempre continúa siendo de una naturaleza tan temible como »en su origen, y porque después de la desaparición, mas fáci| Mhora, de su exant4*ma, progresa de un modo tanto mas imper-Rceptible en el interior. Véase entonces cómo en estos tres últi-Mnos siglos, después de la desaparición de su síntoma principal, •ella representa el triste papel de producir esa multitud desinto-Mnas secundarios; es decir, esa legión de enfermedades crónicas, •cuyo origen no sospechan los médicos

Y en una nota que se refiere á la cita anterior, aftade:

•La pfora, del modo que se ha modificado (adoucie) de tres si­glos á esta |)arte, descendiendo del carácter de lepra al de exan­tema psórifo. no conserva ya el lado bueno quo antes tenia...»

No be citado estos pasajes de HAH. IEMANÜ para hacer aho-re directamente una critica de ellos, quo no poco motivo dan para aoalitarios con detención, sino para probar hasta

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qué punto ha llevado sus convicciones por lu que respecta á la posibilidad de una modificación en ciertas formas mor­bosas.

No hay médico práctico que no crea en la posibilidad de una modificación mas ó menos esencial en las formas que acostumbran á presentar las varías especies de enfermedades agudas que se conocen. Lo (|iie conviene averiguar es U importancia que deba darse á las citadas modificaciones, circunscribiéndonos por el momento al cólera-morbo epidé­mico.

Si nos aleñamos á ios consejos dados por HAHKEMANN al tratar de la individualización patológica, dichas modifica­ciones constituyen la base del tratamiento convi^nieiite, de moflo que cada caso de enf(!rmedad exigirá una modifica­ción medicamentosa mas ó menos esencial.

En cuanto á las enfermedades epidémicas, HAHÜKMAMN

no quiere tampoco que se aparten los Homeópatas de la re-fe'la de la individualización rigurosa // absoluta para estable­cer el plan curativo; poro en dichas enfermedades la indi­vidualización ya no la establece, según él, la sintomatologia de cada c^so de enfermedad, sino la de cada epidemia; en-(«rnces ya no es la individualización individual la que él aconseja, sino la colectiva, que es lo mismo que decir la de In especie.

HAHNESIANN quiere que el conjunto de síntomas que se observan en todos los enfermos que sufren los efectos de cun miasma epidémico, semejante siempre á si mismo (Organ. afor. 100), • sean los (¡ue sirvan do baso para el tratamiento de la enfermedad que aquel ocasiona, en cual­quiera época y circunstancias que dicha enfermedad se pre­sente; y como en esto me hallo enteramente acorde con el Maestro, dejaré de lado entrar en la cuestión do si son úni­camente las enfermedades epidémicas las que deben así ser consideradas por lo que hace á su tratamiento, añadiendo ahora solamente que, con respecto á las enfermedades agu­das que he podido tratar en ios siete últimos años de mi práctica homeopática, he basado siempre esta en la indiúi-dualizacion de los sinlomas caracteríMicos de la especie, y no

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en la rigurosa y absoluta do cada caso morboso, liabiendo logrado resultadm tan satisfactorios siguiendo aquella regla, (jue no me hallo dispuesto á sucrilicar mis convicciones, y luucho menos las ventajas que toco diariamente, á la auto­ridad de ningún nombre ni de ningún mét'xlo (jue no reco­nozca la citada regla como base general de tado tratamictito.

Para reducir la cuestión que nos ocupa á su mas simple esprcsion, taita tan solo averiguar si el cólera proviene en iodos casos de un miasaia epidémico, semejante siempre á sí mismo. Aclarada esta cuestión, poco será lo que me quede que decir para alcanzar el fín que me he propuesto.

Todas las opiniones que se han emitido hasta ahora sobre la esencia ó naturaleza de la causa (juo ha desarrollado las varias epidemias coléricas que se han observado en las cinco partes del mundo desde 1818 acá, nada han adelantado la cuestión. La esencia de la causa que produce el cólera se halla e/ívutílta en la oscuridad del misterio, y probable­mente quedará para siempre oculta en ella.

Mas lo ju-j hay de cierto es que toJo.> los que han tra­bajado en este orden de investigaciones han prescindí lo de dicha esencia, y han admitido el principio de que la natura­leza de la causa colérica es siempre la misma (semejante ñempre á si misma, conforme dice HAU.XKJ(ANNI.

Si la esencia de la causa que produce los síntomas colé­rico* en todos casos es la misma, la misma debe ser la esen­cia de su tratamiento, lo que para mi equivale á decir que ks iDodilicaciones terapéuticas deben ser tan solo de canti­dad, y, si se quiere, de intensidad, {)or(pie esta solo es la modificada en los varios cuadros ó combinaciones que puc-deo presentar dichos síntomas.

Dedúcese de lo que precede: i.° Qiic el pian curativo que la esperiencia debidamente

interrogada pruebe ser el mas comprensible, de mas fácil aplicación, menos molesto para el enfermo, y que, ensaya­do en escala mayor, de mejores resultados, debe conside­rarse conm el mas humanitario, y en todo tieoipo, lugar y circunstancias, el mas apto para tratar ventajosamente el C(>-leni-morbo epidémico.

~ 23 -2.* üue mientras lii csperiencia no revele que hay otros

mas eficaces, los medicamentos que entran en dicho plan curativo deben sor siempre los mismos.

3." Que las modificaciones del citado plan deben ser tan solo referentes:

a—Al número de agentes medicinales. h—A su combinación. c—A su alternación. d—A su repetición. C—Al tiempo que esta deba tener lugar. f—A la energía ó dinamizacion. g—A la cantidad óddsis.

En cuanto á las diversas combinaciones homeopáticas empleadas hasta ahora con éxito vario, pero siempre feliz, comparadas con lasque las distintas escuelas alopáticas han recomendado con t.in poca razón como humanidad y filoso­fía, repetiré lo que he dicho escribiendo á mi ilustrado amigo el Dr. ¡VUÑKZ, que esto prueba tan solo que en tera­péutica homcopálica lililí surredáncox ó equivalentes , por mas quellAUNEMANN no li;iya querido nilinitirlos.

La cuestión principnl que me ha ocupado en este articu­lo envuelve, á mi entender, una cuestión de reforma ho­meopática, no diré tan solo de ínteres cicntillco, sino tam­bién de necesidad práctica. Por eso desoaria que los Ho­meópatas fijasen dntenidiimcnic en ella su atención, y , so­bre todo, que se esforzasen de un modo directo y sostenido en poner bien en limpio si la mayor parte de las dolencias agudas «dependen (como supone HAHNEMANN) del concurso »de muchas causas estraoas unas á otras, es decir, que va-»rian por lo que respecta á su naturaleza, número é inten-*i\Av\(LAMédecin. iel'experience),* ó bien si hay moti­vos de creer que las sospechas do aíjuel con respecto á las que no podemos todavía señalarles un miasma por causa» tales como «la gota nudisa, la fiebre intermitente do los • pantanos y muchas otras, endémicas en diversas partes *(Opwc. cit.),* son realidades (juc comprenden toda» las es-pecie$ de eiit'ermedadcs agudas conocidas.

El üsclurocimiiMito de esta cuestión lo considero de un

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^ran iiiieres pura la liumanidad y para la ciencia, pues des­de el momento que estuviésemos acordes en creer que to­das las especies de enfermedad i dependen de una sola • causa, que es siempre la misma, ó de un concurso siem->pre idéntico de muchas circunstancias determinadas, y cu-• va asociación tiene lucrar muy fácilmente,» desde entonces, di{{0, habríamos hecho dar nn praii paso en la via del pro­gresa) ú la Homeopatía.

Y oI)s(Tvesc que el mismo HARNEMANN da una razón de mucho peso para creer que las cosas i)asan del modo que ti sospechó, cuando dice, fmalizando la última cita suya que acabo d<! hac^r: «shi cuya circtnistancia ellas (las supuestas jcausas) no engendrarían enfiTinedades tan bien caracteri-»/adas y estas no serían tan frecuentes.»

Esa especie de presentimiento de HAH,>ÍEMANN tiene todo el valor que puede acordarse á un hecho demostrado, y para mí lo está de un modo inequívoco. Y esta cuestión pienso tocarla mas de lleno en un trabajo que estoy arre­glando, en el cual trato de pesar el valor de las llamadas Verdades fundamentales de la Homeopatía, bajo el punto de vista de las creencias que en mí ha arraigado la esperiencia.

Por el pronto adelantaré tan solo que si consideramos la causa de las enfermedades como si fuese una semilla seme­jante siempre á si misma, supóngase simple, ó bien formada por un concurso siempre idéntico de muchas circunstancias determinadas, cuya asociación tiene lugar muy fácilmente, la teoría homeopática seria desde luego mas clara y satisfacto­ria, y la práctica mas espedita y provechosa para los pa­rientes.

A tan deseado objeto pedia contribuir no |)oco el des-terrar'de la teoría la creencia que algunas enfcnnedades pueden con el tiempo ser modificadas basta el cstremo de hacerse desconocidas y de una naturaleza diferente de la que tenían en su primitiva aparición; creencia que no deja de <x)ntar con muchos partidarios entre los Home<tpatas> y que HABRiiuiaf ha sostenido en parte cuando nos h« querido probar que la forma esteríor de la psora ha descendido de la lepra al exantenaa psóríco.

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Me parece que no se tomará como un atrevimiento el avanzar que el exantema psórico y la lepra son hijos de la misma causa y no engendrados el uno por el otro. Para mi, al menos, son efectos delmiasma psóricoobrando sobrcelemen-tos diferentes, y es claro que estos elementos, siendo en su estado fisiológico partes productoras, en su estado patológico deben dar productos modificados, y dichas modificaciones guardan relación directa con los productos fisiológicos de los respectivos tejidos.

Creer en la trasformacion de las enfermedades, y aun en modificaciones esenciales de las mismas, pienso que es el mayor y mas trascendental de los errores que un médico, sea de la escuela que fuere, ¡luede prohijar.

Y si porque trascurren generaciones comunicándose los hombres la levadura de varias enfermedades, habíamos de admitir que estas sufren Irasformaciones, era preciso admi­tir también que la especie humana debia haberse ya tras-formado en términos de parecemos hoy, mas bien que á hombres, á animales desconocidos; y mírese la cuestión del modo que se quiera, ya sea por lo que respecta á sus formas, á sus facultades y á su duración, nosotros no hemos sufrido, si acaso, mas que simples modificaciones de cantidad, pero ninguna radical de esencia ó de calidad.

Lo que si creo es que existen enfermedades híbridas, ó dependientes de la asociación de dos 6 tres causas de dis­tinta naturaleza ó Índole; por ejemplo, las escrecencias llamadas sifilíticas; mas esto no quiere decir que admito las trasformaciones morbosas.

Admitir lo primero, es dar un paso muy adelantado para poder curar dolencias que acostumbran á resistirse á todos los tratamientos que el Similia puede combinar, á pesar de ser este la gran ley terapéutica que conocemos y acatamos. Admitir lo segundo, es desorientarse y perder de una vez la brújula que en varias ocasiones nos debe señalar ol camino que con menos dificultades conduce á la curación.

Habana y diciembre de 1854.

Da. C. CRIXENT.

RELACIÓN

DE LA INTRODCCCIOÜ, PROGaESOS T ESTADO DE LA MEDICINA

HOMEOPÁTICA EM LAS paOVWCIAS VASCONGADAS.

(Conclusión) {{).

otro enfermo, también tratado por el citado doctor, se ha sujetado á nuestra dirección, observando en él los mismos sín­tomas con corta diferencia que en el anterior. Este enfermo está próximo A entrar en la convalecencia, habiendo sido tratado ho. meopáticamente. Su enfermedad ha durado unos siete ú ocho dias.

Tres individoos en una familia menesterosa han sido ataca­dos de an modo tan alarmante, que apenas .su distinguían los la­tidos de la arteria en dos de ellos, y todos están en un estado tan satisfactorio, que, á no sobrevenir algún accidente imprevisto, ofrecen probabilidad de curación. En todos estos casos, y en otros que nos abstenemos de citar, .se ha obscrN ado la cspuUion de lombrices, llegando hasta el número de veinte ó treinta en algunos de ellos.

Y después de insertar los cuadros sinópticos de. algu­nas enfemiedade,s que estuviesen en relación con la pre­cedente , coDcluirao- con estas proposiciones:

Primera. < ue la enfermedad descrita es enteramente distinta

(I) Véase el lomo anlertor, pág. JOJ.

de las epidémicas, lanío en sus sínlomas como en su curso y ter­minación, sin que nieguen haya habido alguno que otro caso de cólera esporádico.

Segunda. Que el carácter de dicha enfermedad es ¡¡erfecta-mente análogo al que presenta la gastroenteritis folicular, ó fie­bre mucosa.

Tercera. Que las causas racionales de ella son endémicas, ó que resultan de miasmas dependientes de (grandes focos de in­fección que se hallan en esta villa, tanto en los solares donde so depositan sustancias animales y vegetales, como en las casas que carecen de comunes ó letrinas, y en los que, dando á la calle, in­feccionan la atmósfera con continuas intiltraciones, favorecidos en sus efwtos por las variaciones atmosféricas. Es cuanto tienen el honor de elevar al conocimiento de tan lilantrópica corpora­ción.—Om/orroa, etc.

Estos son los dalos mas iniporliinles que resultan del espediente, de donde se infiere que, si por fortuna no era cólera-morbo, no dejaba de tener alf una malignidad, tanto por la rapidez y simidlaneidnd de los sínlomas, como por el carácter endéinico y el estado liidroiuélrico de la alinós-fera; así es que la enfermedad se generalizó, y apenas había familia que no contase c n uno ó mas enfermos. Du­rante esta constelación asi.-ti á mas de cuatrocientos en­fermos, incluyendo varios desahuciados por los'médicos Alópatas, y tuve la suerte de conseguir su curación, áes-c«pcion de unos ocho ó diez, al paso que el l)r. D. Pas­cual MEWIZABAL tuvo que deplorar la ¡wrdida de cuarenta ó cincuenta de sus asistidos, no llegando su clientela á dos terceras parles de la mia: y al ver que con remedios ho­meopáticos se obtenían felice. resultados, á pesar de que antes, sin conocimiento ni idea algima de la medicina ho­meopática, la criticaba mordazmente, no pudo resistir á la evidencia de los hechos, y hubo do presentarse ante el público como protector de los medicamentos homeopáticos contra tan terrible enfermedad. Procuróse con este motivo un botiquín iwrtálil y un Guia del médico homeópata;

pero, á pesar de estó, no tengo noticias que haya adminis­trado ni un solo glóbulo, ni menos baya hecho ningún es­tudio de esta doctrina. Alentado yo, pues, con estos triun­fos de la práctica homeopática, porque hasta aquí solo se habia reducido á caso» esce[)cionale*, quise convencerme por mi mismo de la verdad de la otra parle de la ciencia, cual es la esperimenlacion pura, tanto porque no habia de­jado de ofrecerme algunas dudas, cuanto por ser el blanco de mis émulos y adversarios.

Comencé la esperimcntaciou, y creí obtener la pato­genesia de los medicamentos que tomaba; pero dudando todavía, fH)r si mí imaginación tenia alguna parte favora­ble á mis creencias on estas esperiraenlaciones, preferí hacerlo con personas estrañas á la ciencia, y lié aquí el re­sultado de ellas:

Lna mujer como de cuarenta y dos años de edad, bue­na conducta , temperamento sanguíneo nervioso , y bien constituida, se comprometió á tomar una dosis de medica­mento sin prevención alguna, y ofreciendo decir cuanto sintiese con él. Tomó, en efeclo, cuatro glóbulos de Vera-Irum Álbum, 30.' dil., y á la media hora de haberle to­mado sintió náuseas y espulsion de vientos: á los pocos momentos, dos ó tres punzadas en el fondo del mismo ór­gano : á las dos horas, algunas punzadas en el hipocondrio izquierdo luego, dolor gravativo fugaz; después vómitos, y cinco deposiciones durante el dia, con gusto pastoso en la boca, salivación, y dolor en el lado derecho del estóma­go en la dirección de los intestinos delgados, estendién­dose á esta misma viscera: á poco rato, dolor gravativo en el estómago: después de (Mcurecido, calor eit el estó­mago y dolor de cabeza: por la noche , después de haber entrado en la cama, dolores y calambres en las pantorrí-llas: por la mañana del dia siguiente, dolor en el costado izquierdo hacia la base de las costillas del mismo lado , y aun á las dos de la tarde pirosis ó rescoldera, salivación y

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gusto insípido en la boca. Antes de ia noche la desapare­cieron todos los síntomas, menos el gusto de la boca (4).

Dicho se está que , añadiendo una prueba tan conclu-yente de los principios homeopáticos á mis conviccio­nes, había de ser mi práctica esclusívamente homeopáti­ca : mas en ella he tenido que sufrir mas de un sinsabor, tanto por nuestros comprofesores médicos, y particular­mente cirujanos, como también por'alguna corporación. Así, pues, dejando á un lado por sabido ia oposición de nuestros dignos comprofesores, enunciaré en compendio los pasajes mas importantes habidos entre la junta de es-pósitos de la villa de Bilbao, y yo. A consecuencia de ha­ber tratado por el método homeopático á una joven pro­cedente de la junta de beneficencia de Bilbao, á pesar de que esta obtuvo notable mejoría de sus padecimientos, después de haber sido desahuciada por el método ordina­rio, dicha junta se dignó mandar á sus representantes en este distrito que me advirtiesen que en adelante me abstu­viera de prescribir medicamentos homeopáticos á los in­dividuos procedentes de ella, á la que en contestación, entre otras cosas, la dije lo siguiente: «Que estrañaba muchísimo que unos individuos tan ilustrados como los que componen laj.inta de espósitos de Bilbao se mezcla­sen en calificar doctrinas médicas, y mucho mas en recha­zar la hoiiieopálica, cuando la primera academia del mun­do no era capaz de hacerlo cíentilicamente; que yo, cuan­do fuera llamado á asistir á cualquiera desgraciado en sus dolencias, no miraría si procedía ó no de dicha junta para

(1) Kl Sr. di! Ozainiz acompaña con esla esperimenlacion la declaración y (iriiias tic varias pi'rsonasnotableKiiuc.ruuron testi­gos presenciales de los efectos del Veratrumálbum. Nosotros, res­petando las ilotcs de observación de este celoso profesor, del>e-njos manifestar, sin embargo, que con dosis tan exiguas de me­dicamentos hemos observado muy rara vei los síntomas pHml-livos de ellos. (L. R.)

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echar mano de remedios que con seguridad y prontitud pudieran darle la salud.»

Luego las oposiciones han ido disminuyendo en vista de las cnras casi imposibles para ellos que yo obtenía, tanto en este pueblo, donde su^ninislco gratuitamente los medicamentos, como fuera de él, y solo queda reducida la crítica á la gente ignorante. Con esto concluyo la relación de la época mas azarosa de la iiomeupalía en esie país; mas ahora los hechos juslilican su importancia.

Hecha una ligera reseña, pero verídica, de los acon­tecimientos por que ha pasado la medicina homeopática en esta provincia, voy á indicarle los facultativos médicos y farmacéuticos que la ejercen eu las dos provincias de Viz­caya y (luipúzcoa.

Médicos: I). Julián DELGADO, titular de la villa de Mo-trico, la practica en ali unas enfoi medades crónicas. Don N. OsoRo, igualmente de la villa de Elgoibar, lo hace en mayor escala y con conviccionescienlilicas. El Sr. MATEU,

en San Sebastian, y el Sr. MARTIARTL', en Bilbao, en algún caso que otro, cuando se creen imposibilitados de obtener algnn resultado satisfactorio por el método ordinario, y al­guno mas, pero en número iosignilicante, cuando s(> creen en el mismo caso. Boticarios: D. N. SEGURA, residente en Azpeitia, está elaborando con mucha escrupulosidad la ma­yor parle de los medicamentos homeopáticos; tanto él como su suegro. D. N. IVCHEVERRÍA, residente en Elgoibar, los despachan, pero á precios muy subidos. Fuera de es­tos, no hay ningún boticario dedicado á su preparación; empero l>. Bruno CALLE. j«')venlH)licario, que se ha trasla­dado df la villa de (íuernica á la de Lequeilio, según me manifestó en la última conferencia que tuve con él, trata de establecer su niieva ofi'Mni con m:'dir'im:?nlos homeo­páticos, desde las tinturas madres hasta las diluciones al­tas. Ondarroa octubre 2 de rSoL—Licenciado, Fermín de OzAMiz.

TESTAMENTO DE UN MÉDICO, ó

ÚLTIMA PALABRA ACERCA DE LA MEDICINA, T EN PARTICULAR SOBRK KL

MÉTODO TEliPÉUTICO, Fl'NDiDO EN LA LET DE LOS $EHEJi?iTES,

POB FR. ALEJO E8PANET,

DOCTOR MÉDICO IIOMKÚPATA, AI;TUR DE I.A r.l.ÍMCA DE STAOUEU.

Tradvooion del ttior Lieenoiado D. Franoitoo ORENOA, indivi­dua de la Sociedad Habnemanniana Matritente , de la Sociedad Galicana de Medicina Homeopática, del Inttituto Midioo Va­lenciano, de la Congregación Homeopitica, Director interino de aguar mineraler, Médico de la Sala de arilo EgaSa da Valen­cia, etc., eU.

Ác ne forte roget, quo me duce, quo lare tuter: NuiUus addictus jurare in verba magittri.

(HORAT., BPIST. i.)

(Contimiacion) (1).

Por lo mismo necesitará siempre el hombre alimentos por gramos y kilogramos (2) para conservar su organismo, para alimentar la materia que le forma. Necesitará tal vez ciertos medicamentos á dosis pondorahles, medicamentos nlimontirios pnra atender á las necesidades materiales de su cuerpo, para corregir en 61 ciertos vicios de composición

(I) Véasi! nuestro número anterior. <*) Gromo, U* granos: kilogramo, 24 unza». {N. del T.)

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química ; pero necesita y necesitará esencialmente medica­mentos para modificar su dinamismo, para obrar con fuer­za vital. Y estos medicamentos son los únicos capaces de obrar directa y ciertamente sobre esta potencia , que es, y será siempre , la potencia modificada por la enfermedad y modificable por los agentes terapéuticos, aun cuando el ór­gano herido en su parte material llamara los auxilios de la cirugía; porque ninguna lesión apreciablc puede existir en el organismo sin que el consensus armónico de la vida esté alterado, sin que la fuerza vital tome parte en la enfer­medad.

Los medicamentos dinamizados resisten á la nutrición, á la asimilación, son independientes, y no son susceptibles de combinarse: lo he esplanado con la debida estension en la Clínica de Slaoueli, comparándoles á los miasmas podero­sos y vivaces, que son siempre idénticos en si mismos. Los alimentos, al contrario, no entran en el organismo sino pa­ra sufrir en las primeras y segundas vias todas las combi­naciones qiiiinicas y químico-vitales que les hacen propios á la nutrición. De aquí la diferencia de las dosis. El medi­camento dinámico obra por el intermedio de las terceras vias las corrientes bio-flectricas, los alimentos por el inter­medio de las corrientes circulatorias de los líquidos.

Respecto á las dosis masivas, á las dosis subidas, no de­bo vituperarlas, porque esto me alejaría demasiado, y por­que, por otra parte, tienen una utilidad incontestable en ciertos casos. Fijar su indicación y su mfxlo de acción sería una obra prematura tal vez, y habría necesidad de escri­bir un volumen. Desde luego, aun guiándose escrupulo­samente por la ley de los semejantes, que es la mas segu­ra garantía del médico y el faro consolador que le ilumina, las dosis ponderables pueden ser muy necesarias, no solo como alimenlicias, alterante», revulsivas, derivativas, per­turbadoras, sino como curativas; esto obrando directamen­te sobre el estado morboso. Sin embargo, como las dosis masivas repetidas, enormes, gozan todavía de nigun favor, como son un verdadero desorden y un cuidado para los médicos, y son, por otra parte, una causa de enfermeda-

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des secundarias muy graves, quiero decir una palabra de estas dosis consideradas bajo este punto de vista.

Mejor que las dosis inlinitesimales, las masivas están espuestas á mil combinaciones químicas con las moléculas, que encuentran durante su curso al través de la sangre, la linfa y las mucosidades de las primeras y segundas vias; y á causa de esto no se ¡)uedo, con igual exactitud en ellas, y aun mucho menos eii su propiedad equívoca de diuré­ticos, aiiliespasrnódicos, allciantes, t(')nicos...

Ademas, la esperiencia prueba que los medicamentos dados á altas dosis no son siempre eliminados á tiempo, ni en totalidad, que obrau en el organismo como cuerpos es-traños, do poder tóxico y refractario á la vida: las caquexias y las lesiones consecutivas al uso del sulfato de quinina y del mercurio, lo demuestran sobradamente.

Este inconveniente es el mismo si so las emplea según la ley de los semejantes; pero hay adornas una agravación peligrosa. Bajo este punto de vista, y bajo el de la apre­ciación mas fácil de sus efectos, las dosis muy pequeñas son preferibles.

El Dr. Uapou dice con mucha exa< titud [Hist. de la docl. med. homceop. tom. n, pág. 7!)): <Ladiuamizacion y la exigüidad do las dosis favorec'ii la apripiacíon do los ca­racteres especiales. Poroso el tdiíaro emético, el cálamela' no, el aceite de trcmenlina, ad:ninistrados n dosis mínimas y fraccionadas, comienzan á manifestar su acción especial, el primero sobre el pulmón, el segundo sobre el aparato de lasalivacion y boca, y el último sobre el urinario. A dosis mas fuertes, estos efectos especiales son reemplazados por efectos generales de purgación y de vómito.i Es decir, que la reacción vital provoca esfuerzos eliminadores que anun­cian siempre la inminencia del peligro, y la perturbación, á no existir tolerancia; pero este es otro inconveniente no me­nor. Tan temible es Carybdis como Scilla.

La tolerancia es debida á la introducción en la economía de un medicamento que no tiene ninguna relación de ho-meopacidad con el agente morboso: de aquí el poderse ad­ministrar á alias dosis, á dosis á vecea horrorosas, y que

TOMO IV. 3

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l)astarian para matar á un hombre en estado de salud. Este método curativo ha podido contar con algunos resultados, pero ¡ que diferencia entre estos y los que alcanza la Homeo­patía , sin perturbación, sin peligro, por el uso de medica­mentos dotados de una fuerza icmejante ala fuerza morbosal

Respecto á la agravación producida algunas veces por las dosis dinamizadas, se ha atribuido á la violenciadc la reac­ción causada por una dosis todavía demasiado fuerte. Sin embargo, ¿no puede ser que esta agravación sea, al con­trario, el efecto de una dosis insuficiente que provocase una reacción demasiado débil, y que, en lo» dominios de la simi­litud en que nos encontramos, esplicase el esceso de fatiga esperimenlado por el enfermo? En este caso, habría lugar á dar entrada á dosis menos infinitesimales y mas aceptables para los médicos en general. El hecho os que yo he obser­vado con menos frecuencia agravaciones á consecuencia de dosis mas considerables (trituraciones, tinturas y bajas di­luciones) que por las altas dinamizaciones.

La Homeopatía me ofrece, pues, lo que yo buscaba; su unidad, su lógica, su unión al primer anillo de los conoci­mientos humanos, y su porvenir indefinidamente perfectible me lisonjean en estremo todavía. Aun no he podido desen­volver muy exactamente toda so teoría : lagunas y dificulta­des se me presentaban aquí y allí; sin embargo las he abor-» dado, y he visto todavía que la Homeopatía triunfaba con^ pletamenle. Lo confieso; era sumamente exigente, y bien pronto me apercibí de ello, comparando esta Doctrina á las otras.

En toda ciencia hay dos partes : la teoría y los hechos. La teoría es la parte especulativa, la parte variable. Los hombres ntmca e^rán en este ponto de acuerdo, y es que no es necesaria.

Al contrario, los hechos, qne constituyen la parte segura fundamental de una ciencia, son también la parto necesaria f útil. ¿Qué nos importa el p<nr qué de un hecho, si pode­mos sacar toda la utilidad de él? Los hecho» constitayen el dominio de la observación, y deben preceder á todo razona­miento. Ahora, puea, bien : la Homeopatía, rica en hechos

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y observaciones, tía comenzado por allí su edificio cientiñ-co. La teoría ha venido luego, y aun con timidez.

Sin embargo, es tal la fuerza de las preocupaciones, que sacaba al principio razones para estimar menos esta Doctrina y para tenerla por sospechosa, al paso que debiera haber reconocido en ella uno de sus mas hermosos títulos para mis creencias. La imperfección de su teoría demuestra que ha nacido de los hechos, y esto me hizo tener luego mas confianza en ella, que la que supiera inspirarme los nu­merosos sistemas nacidos en el gabinete, y que so han su­cedido hasta el presente con una increíble rapidez, para es­trellarse con igual prontitud ante los hechos.

El sistema de BnoussAis, por ejemplo, hizo las mas rápi­das conquistas, reinó umversalmente en nuestra patria. Los oradoreá mas elocuentes le preconizaban, el Estado le pro­tegía con predilección : este sistema, la Homeopatía lo ha visto nacer y morir : concedámosle una fúnebre meucíoD.

Hijo querido de los grandes, bello uo dia, decrépito al día siguiente, y viejo rápidamente, agotado por la dieta, las sanguijuelas y el agua de goma, las cataplasmas hicieron mas profundas sus arrugas, y el brillo de su diccicn le precipitó en la tumba. Ha muerto y descendido á laa regio­nes inferiores del mundo médico, donde su fantasma apare­ce á los pobres campesinos para visitarles con las gastritis que se le itabian escapado durante su marcha triunfal en su vida efímera (1). Pero este fantasma entra poco á poco en la fría inaiQovUidad del olvido, de ese olvido tan amargo

(1) Si el Dr. TsArenn liubien «jercido la Medicina en nues­tro paii, con mat raion se hubiera lamentadu dol ciego vamplrisiM de ciertos médicos. Conocemos á muchos que prescriben doi j tres sangrías deide su casa, j sin Imber tomado el pulso al enfermo; j st el infuliz no sucumbe 4 estas sustracciones del liquido vital, las que le proscriben luego que le visitan completan la obra de deatrucoion. Hace algunos años ge le hicieron veinte y ocho evacuaciones genera­les de libra en el espacio de ocho días i un enfermo; el médico james supo la afección de que fue victima su cliente. El infeliz murit) por­que an flojedad no permitía sacarle mas sangre.

(IV. det T.)

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después de un espléndido reinado, en las cátedras y en IHS academias, después de una vida embriagada purlos honores.

Qui st'tpebat in titulis el imaginibus.

ckprTVi.o IV.

RESULTADOS PRÁCTICOS.

Solo me faltaba someter la Homeopatía á la temible prueba de la clínica, de esa tumba de tantos métodos que solicitaron mi te antes quo ella.

En el momento decisivo en que tal vez iba á recono­cerse la inutilidad del ímprobo trabajo á que acababa de en­tregarme, cspcrímentaba una opresión de corazón que no podian disipar de modo alguno la vista de los medicamen­tos homeopáticos contenidos todos en algunas pequeñas ca­jas. Añádase á eskt que, contrariamente á las reglas farma­céuticas que quieren medicamentos tangibles y pondera-bles, aquellos se me presentaban con un poder aplicado á la superficie de los glóbulos, especie de grajeas del grueso de un grano de adormidera, n, ¿ lo mas, de un grano de mijo.

¿Me mecia en una vana esperanza? No importa, no hay que vacilar, es preciso ensayar. Nadie tiene noticia de mis estudios, nadie sabe mis ensayos, y puedo abandonólos sin vergüenza si no obtengo algún resultado.

Y aun cuando esto tuviera lugar, el espectáculo de un gran número de médicos, cuyo testimonio ilustrado y con-ciennido, basado por otra parte en una multitud de hechos, no me penoitian admitir una ilusión, mucho menos aun una impoatura orgamiada sobre tao vasta escala, á través de dos generaciones, y envolviendo á todos los países en sus tranus.

No estaba menos autorizado con estos ensayo* por los numerosos casos de enfermedades que se mostraron refrac­tarias á tratamientos dirigidos con cuidado, y para las que los ntedícamentos exasperaron ó llegaron apenas á paliar.

Hice mis primeros ensayos en veinte casos bastante sen-

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cilios y bien determinados. Ocho neuralgias, una diímenor" rea hixlérica muy antigua, dos fiebres biliosas simples, cua­tro oftalmías catarrales, y recientes dos de ellas, ydosíufr-agudas: por último, cinco afecciones agudas en los animales, en particular una metritis que padecia una vaca á conse­cuencia de un parto antes de término.

Este ensayo, hecho con el mayor cuidado, y después de haber formado con la mayor exactitud el cuadro de la en­fermedad, alcanzó el mas completo resultado. En la mayor parte do los casos una sola dosis hahncmanniana fue bas­tante, y la curación siguió inmediatamente á las veinte y cuatro horas. La dismenorrea exigió dos dosis de medlct-mentos diferentes á un mes de distancia , y en la apoca ca-tamenial.

Tal principio, aunque me ofrecía mucho, me descubría un porvenir lleno de estudio. Lo que hasta entonces había aprendido no era uiida en comparación de lo (jue faltaba aun. No solo debía estudiar mucho para profundizar la doctrina llomeopálica, á fin de vencer las dilicultades de la chnica, y suplirá la enseñiinza oral, que no me era posible obtener, sino que veía que en cada caso morboso tenia que hacer un nuevo estudio para formar el cuadro sintomático com­pleto, y para opontifle el medicamento conveniente que era preciso buscar.

Este era un trabajo de todos las días; porque, gracias á üios, mi conciencia no podía acomodarse con la idea de prac­ticar la Homeopatía con el auxilio de osos re|>ertorios, útiles siempre cuando sirven de guía solo para las investigaciones patogenéticas, pero que tienen el gramle inconveniente de proporcionar los medios para que se apelliden Homeópatas muchos infelices que no debieran serlo. Privados de cien­cia y tle celo, sus ínsucesos son mas frecuentes que sus re­sultados, esperan mas de la casualidad que de su trabajo, deshonran la profesión mikiica, y hacen mas daño á la Ho­meopatía que sus mas mortales enemigos.

Para nada ocultaros, digo que el continuo trabajo que yo onlrevcia en la pnictica homeopática se suavizó de mu­chas nwncras, á medida que. el horizonte se cstcndía. Espe-

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rsreis que os diga cuáles son mis opiniones peKonales sol>re la Homeopatía, tenéis derecho á ello, y yo, por otra parte, no tengo otro deseo.

Digo, pues, que el estudio de la Homeopatía se ha sim­plificado mas y mas para mí, á medida que los síntomas pa-togenéticos de los medicamentos se fijaban en mi memoria, sobre todo por el hábito de observar, se simplificaba tam­icen por el conocimiento de numerosos específicos que aplicaba sin mucho estudio á casos detcnninados.

Al principio por el hábito de obscnar: así es cómo á fuerza de tratar fiebres se llega con facilidad á administrar d medicamento cxmveniente. I» mi$nM> acontece en los casos en que hacemos la elección como por intuición, com­parando en un breve examen , y algunas veces á primera Tista, el cuadro de los síntomas morbosos con el caracterís­tico del medicamento homcopiítico con el caso que se tiene á la vista.

Respecto á los específicos, la cosa era nueva para mí; supongo que lo será también pare muchísimos, y por ello me detendré en ella un momento.

A medida que la Homeopatía es practicada por un ma­yor número de naédicos, sobro mayor número de enfermos, y en los países mas diversos, sucede que cada uno, aprove­chando las circunstancias particulares en que so encuentra, aprende á conocer mejor ciertos medicamentos, á estender m esfera de acción, y á aplicarles en algunas enfermedades enque son verdaderos específicos. Absolutamente hablando, cada medicamento homeopático es el específico de la enfer­medad que cura; pero creo no debo dar esto nombro sino á los medicamentos que están siempre indicados on una en­fermedad bien determinada. Por ejemplo: la Belladonna, en la escarlata; la PuUatilla, en el sarampión; la Tuya, en la vi­ruela, las verrugas, los higos y ciertas vegetaciones car­nosas; el Rhus toxkodendron , en la erisipela de la cara; el Acónito, la Bryonia y el Fósforo, en los diferentes grados de la pulmonía; la Bryonia, en la pleuresía; el Aeánito y la Es­ponja quemada, en el crup, etc., etc. En todos estos casos, y muchos otros, salvo el genio particular y cstraordinarío d«

- s a ­la enfermedad, casi no Itay necesidad de estudio alguno pa­ra emplear el especifico, debiendo solo atender al periodo de la enfermedad que exige mas directamente su uso, y al asiento de la lesión que también suele modificar la pres­cripción.

Uno de los específicos que he usado con mas frecuencia ha sido el Árnica, especifico de golpes, heridas, contusio­nes y lesiones de los tejidos por causa mecánica de las der­rengaduras (lour de reimsj y otras neuralgias por esfuerzos musculares, etc.

También he precavido toda fiebre y toda inflamación local á beneficio del Árnica, especifico de las contusiones, heridas y lesiones de los tejidos por causa mecánica, derren­gaduras y otras neuralgias producidas por esfuerzos muscu­lares.

También he evitado la fiebre y la inflamación local con el auxilio del Árnica (algunas gotas de su tintura en un vaso de agua), tanto al interior como al csterior, en lesiones, en un caso de fract.ura de la tibia, á consecuencia de una caída, en contusiones \ iscerales con síncopes repetidos, en un golpe violento al ojo, en una herida del antebrazo, que fue ademas herido por un tridente de pesca, en una herida con­tusa del cuero cabelludo, hecha con un azadón lanzado con fuerza, etc.

El Azufre es otro de los específicos mas preciosos de to­dos, sin contradicción; parece combatir y aniquilar directa­mente un vicio interno ó miasma crónico que HAHNKMANN llamó Psora, y que la práctica revela, bajo la forma de un sinnúmero do afecciones nerviosas, viscerales, cutáneas, etc., y que se traduce en el estado latente en las enfermedades agudas que resisten al medicamento mas apropiado, ó que, á pesar de ello, se prolongan, se modifican ó pasan al estado crónico.

Con doce glóbulos impregnados do la 50.* atenuación del Axufre, y dados en cuatro dosis en un poco de agua, y de siele en siete días cada una de ellas, he logrado la curación radical de una tifia antigua, con esclusion de otro medio y de toila aplicación local. Dadros, botones quo Hpa :!cian

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con cierta regularidad, rubicundeces irritatiyas, etc., han cedido con frecuencia á una sola dosis de este medicamento, seguido ó no de calcárea carbónica ó de otro cualquiera.

Una oflalmía, por mucho tiempo rebelde á los medios ordinarios, cedió como por encanto á la 12.* dilución de) Azufre solo al interior. L'na disentería que habia agotado to­das las prescripciones médicas durante diez meses, y en la que estaba autorizado á ver lesiones orgánicas, ulceracio­nes, etc., curó casi completamente con el auxilio de una dosis del i42u/r¿, 6.* dilución, de modo que con uno ó dos medicamentos restabieci completamente luego al enfermo.

Siento que mi cuadro no me permita citar hechos, ó, al menos, hacer de ellos una enumeración razonada. Paso, pues, rápidamente, y solo me detendré en algunos datos re-latiros al interesante objeto de los específicos.

Con la Drosera (drosera rotundifolia)éh30.*atenuación, que la escuela homeopática reconoce como un especifico de la coqueluche en un período y con ciertos síntomas, he con­seguido curar en cuarenta horas una, cuando el enfermo, que lo era una mujer muy nerviosa, y en el sétimo mes de su embarazo, estaba sumamente apurado por no saber qué medios emplear para conjurar el peligro que lo amenazaba.

He reconocido una eficacia admirable en el Mercurio corrosivo, como específico de la disentería. Diré algo de este medio mas adelante.

IA esperíencia me ha probado que el Carbonato de cal i diferentes atenuaciones puede ser mirado como el especifico de diversos vicios constitucionales, y de oñalmias escrofu­losas agudas, de las llamadas mucosas y de las de los niños. Algunas veces el estado de la afección me ha determinado á hacer preceder al uso de este medicamento una dosis de Aeúnilo ó de Dulcamara, etc.

Con algunas dosis ligeras de Fósforo he puesto fin á una parálisis del recto. Con el mismo medicamento he curado pólipos de la nariz, haciéndolos secar y caer. Con su uso he curado una caries con vegetaciones carcinomatosas de los huesos y de los tegumentos de la cara y de la naríz.

La SiUeea roe ha {NvporcJonado el mediode curar úlcerat

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phagedénicat inmensas, con bordes callosos, sobre los CMA-les los médicos mas célebres habian emitido el diagnóstico de incurabilidad y de muerte.

Una dóáis de Jpeeacuanha me ha bastado para sacar de las puertas de la tumba á un viejo asmático: con una pe» quefta porción de una gota de la tintura de Belladoima y lue­go el Ceitíeno con cornezuelo, he salvado á una mujer de una enfermedad puerperal. La mas pequeña dosis de Belladonna quita el delirio y cura admirablemente la incontinencia de orina de los niños.

Con frecuencia he obtenido fácil y prontamente la des­aparición completa do muchos males de los dientes, dando por olfacción el Ufercurius vivus, el Rhus loxicodendron y la Nux vómica.

En general se puede decir que todo medicamento admi­nistrado según la ley de los semejantes, y que cura, es el es­pecifico de este caso. He hecho esta observación en un gran número de afecciones.

Después de todas estas tentativas, adivinareis que no puedo pasar en silencio las enfemiedades paludianas. Su tra­tamiento era entonces para mi la gran cuestión. Sin embar­go, no debo ocultar las tergiversaciones y las dudas que tuve cuando hube de aplicar la Homeopatia á su tratamiento. La esperiencia de ocho años do práctica en Afi'ica no me per­mitía aventurar la pérdida de un tiempo precioso. Había­las visto empeorarse siempre y nunca curarse por la simple especlacinn: y aun no podía entrar en mi juicio que glóbu­los y gotas de medicamentos muy desleídos tuviesen cierta acción, |)or lo que no me ofrecían bastantes garantías; por cuya razón adopté un término medio para administrar los medicamentos según la ley de los semejantes.

Este término medio fue mezclar las sustancias febrífugas con el azúcar do leche por una larga trituración, y emplear­los triturados y dinamizados de esta manera á dosis homeo­páticas. (Véase Le Journal de conn. méd. chir., i.' de julio 1850; el do la Societé GaUicane de méd. hotnaeop., junio y agosto 1830, enero y febrero 1881, y siguientes.)

En todos estos cnsos la cantidad de sustancias activas

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jamás se elevaba mas allá de dos á diez centigramos, y auo de un miligramo, y para las tinturas ó las primeras atenua­ciones de una á cuatro ó cinco gotas. Esta práctica era una transición á las dosis hahnenumnianas, y es aun de una utilidad real en ciertos casos.

Ningún medicamento reemplaza á la Ipeeactianha en las fiebres continuas y remitentes vernales de los paises pan­tanosos. Pudiera citar muchos casos de curación obtenida solo con este remedio. Con frecuencia hay necesidad de ad­ministrar la China al día siguiente. Algunas veces tienen también sus indicaciones la iVux vómica, la Bellaionna, la Bryonia, y, sobre todo, el Antimonio crudo.

Frecuentemente estos medicamentos son los auxiliares indispensables del febrífugo radical: como tales empleo principalmente la China, el Cedrón, el Ueliaiitlius, y el Ar­sénico. Los Homeópatas de diferentes paises tienen otros febrífugos, ¡H)T ejemplo: el Capsicum jamaicum, etc.

Cuando una fiebre se resiste á estos medios y tiende á perpetuarse, el Azufre, el Mitrum murialicum (sal marina), el Carbonato de cal ú otro antipsórico indicado por el conjun­to de síntomas, triunfa de un modo sorprendente. Permíta­senos citar un ejemplo:

Un hermano adulto, en otro tiempo escrofuloso, tenia desde hace cuatro añ(» la fiebre durante una gran parte de ellos. Diferentes medicamentos homeopáticos consiguieron tolo desembarazarle de ella por un corto tiempo. Esto ocurría en el invierno de lltóO. En esta época el hermano se vio acometido de diferentes incomodidades, embarazo gástrico, cóli«>s, dobres, catarro. Le dejé algunos dia» sin medicamentos, y le di luego el Azufre á la 3U.*, que repetía ocho dias después á la 50.' dinamizacion. Pasado un mes, tomé una dosis de Corbona/o de cal, 50.*, después (.'/lijia, 0.', y desde entonces, hasta junio de 1851, goza de la mas com­pleta salud, gracias á una abundante erupción de furúncu-kw, de pústulas y de bolones que sufrió durante dos meses, febrero y marzo de 1850.

He apresuro á ocuparme de otras aplicaciones prácticas de Homeopatía: tiendo conTenicnte que intente («poneros-

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la (al como la he visto en los diferentes puntos de patología en que he podido esperímentaría y aplicarla.

Diez y ocho meses hace que, trato las fiebres intermi­tentes solo con medicamentos dinamizados á diferentes do­sis, según la ley de los semejantes, y he observado una corta porción de recidivas. Este asunto ofrece un interés muy particular, y he procurado tratarlo lo menos mal posible en mi Clínica de Staoueli, y del cual voy á dar aquí una rápida reseña.

Las recidivas que en vano esperaba prevenir por la Quina y el Sulfato de quinitia, y que con el Arsénico á dósi» preventivas no lo conseguía mejor, desaparecían, por de­cirlo asi, á voluntad por medio de la Homeopatía. Se evita­ban con una certeza notable por la repetición de siete en siete dias y tres ó cuatro tomas del medicamento que la ha­bía curado la primera vez, á no haber ocurrido cambios no­tables en los síntomas ó en las causas.

(Se continuará.J

COMUNICADO.

Sr. Director de los ANALES, comprofesor mió y aprcciable compañero: con fecha 29 de octubre próximo pasado dirigí á El Siglo Médico el adjunto comunicado, y espero so to­me V, la molestia de insertarlo en su aprcciable periódico, lo que le agradecerá su afectísimo seguro servidor y suscri-t«r Q. B. S. M.

PEDRO CLEMENTE.

S>. HKDACTOH DK El Siglo Médico.

Hay señor mió: En el núm. 39 do su aprcciable periódico, correspondiento al 4." de octubre, he leido un estracto de ar­ticulo comunicado, suscrito por U, Ciríaco PALÍ CIOK, médloo de

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esU Tilla. Por no haber en este partido otro subdelegado que yo, me debo creer aludido; aunque 8i solo se hubiera escrito para el público de esta provincia ó villa, me ahorraría el tiempo para contestarle, porque aqui todos nos conocen y saben justiñcar la conducta y oi)eracionos de uno y otro. f)esprcciaria el comuni­cado, como lo venpo haciendo cerca de tres años ron la guerra mezquina y de mal género que me declaró á mi llegada á esta provincia.

Por otra parte, como mi silencio pudiera dar motivo á cali­ficar mi porte desfavorablemente, creo estoy en el imprescindi­ble deber de manifestar que ya en otro remitido, lo mismo que hoy, inoportunamente descubre un furor sin limites de ser sal>-delegado, reclamando facultades, y yo creo las des<;aria hasta pa­ra fusilar y mandar a Manila al médico que no conviniera con sus opiniones ó agrandara la clientela mas de lo que á él acomodase. El Sr. PALACIOS nunca debió olvidar que la subíleli'gacion no la perdió por la política ni por intrigas, sino por un espediente que le formaron en el gobierno civil, y que mientras sutmlstan los motivos que dieron lugar, soy de parear debe renunciar h sus aspiraciones.

Por mi parle, nunca abusé ni desprestigié la representación de médico ni la de subdelegado, como dice el comunicante, por-(|ue, á ser asi, no callaría pormodestia, cuando se atreve á denun­ciar otros hechos que trasforma para sorprender y deslumhrar á primera vista; pero que, examinados, aparecen sin fondo, y no es mas que una ridicula apariencia. Comprendo la importancia de la moral médica, y de la aplicación que de ella hago nada tiene que censurar el Sr. PALACIOS si no se apoya en una mala vo­luntad 6 en un resentimiento hijos de su intolerancia. I'ara de­fender la moral médica presenta argumentos que patentizan no tener el menor conocimiento de ella; y si no, ¿<|ué prueba traer á colación las defunciones que le ocurren A otro compañeroT Es­te es un recurso miserable y raquítico; asi el profesor mas acre­ditado nunca lo sería si solo se publicasen sus muertos; baon cui­dado tuvo al denunciar el mal éxito de las dos pústulas malignas, que es cierto 'aunque en la ana solo hice una visita, por estar en la cama eoferino, > . fK)r consiguiente, no fui yo el encargado do-su curación); pero fue mayor el de callar Jnas de treinta cura­ciones de carbuncos y |>u>tulas malignas, y cuando llegaron A su noticia decia que eran picaduras de mosquitos. Tan dea((ra-riado éxito como supone no ha impedido el que la mayor parte, ó todas las enfmnedades de esta naturaleza que en la población

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se han presentado, vengan /> consultar y sujetarse al tratamiento homeopático. Cuando á no tiabcrse cauterizado las pústulas re­fiere las defunciones, es porque en su iiiiaftinaciun no baila otros medios tera|)éuticos, en cuyo caso, para las curaciones sin el ci­tado cauterio, lo mejor será negar los beclios; pero hoy mismo le probaria lo contrario: y a los i|ue se le murieron de la misma enfermedad al Sr. PALACIOS después ilc la cauterización, ¿por qué diría que se le habían muerto? Ademas (|uc yo no necesito con­sejos suyos, porque saín; bien que hay en esta varios pronósti­cos escritos de enfermos que declararon mortales por falu> do re. cursos alopáticos, y bonieopátícamente ofrecí su curación, y la cumplí; viceversa, cuaniio alopáticamente se empeñaron en cu­rar mis desahuciados, salieron fallidassusesperanzas, y esta ver­dad está autorizada con las líritias de seis Alópatas y lamia.

No estii en mis convicciones lisonjear mi amor propio; pero tengo que hacer uso de ciertos antecedentes para evidenciar los motivos que impulsan al Sr. PALACIOS á estampar recriminacio­nes contra la lloineopatia, en un sentido tan enconoso. Cuando llegué al Castellar do Santiaj<o, va á hacer tres años, muchos en­fermos de toda la provincia vinieron á consultarme: ademas, otros de la de Jaén, Córdoba, Kstreniadura, Cuenca, Alicante y Murcia, de los que conservo mas de dos mil nombres con sus correspondientes enfermedades apuntadas^

Llegaron ademas varias comisiones del Bonillo, Daimiel, He< rencia, Moral de Calatrava, Valdepeñas y otros, con el objeto de que rae fuera de médico á sus respectivos pueblos, con proposi­ciones tan ventajosas, que algunos llegaron á ofrecerme diez y seis mil reales. Resolví establecerme en esta villa de quince mil almas, con toda independencia, sin aceptar tas venttgas que va­rios vecinos me ofrecían «n concepto de igualados. Al medio año de permanencia, el ayuntamiento me nombró módico titular y del hospital, vocal de la junta do sanidad y de beneficeada; el •eSor gobernador ESCARIO me mandó, sin desearlo ni pretender­lo, el Bombramienlo de subdelef^ado. Sin decir nada de mi clien­tela, solo indicaré que el Sr. PALACIOS, como otro de la comisión ciaúficadora, creyó muy justo recargarme el quíntuplo de la pa­tente de subsidio.

Con todo, rebajó, como no podía menos, la cspendicion de anas botellas de agua que administraba con su secreto á sus eo-(ermw, como una panacea, pero que á cada prójimo le costaba seis duros por botella.

Dice que doy glóbulos á las bestias y ganados d«l pweblo: lo

— 46 -primero es cierto; lo sotíundo, falso. Curé homeopáticamente un caballo mió de una artritis traumática que contrajo en la escuela, y esto lo hice después de mes y medio de tratamiento alopático por un veterinario, y después de oir el parecer de in­curabilidad de otros dos de la misma escuela. Como encargado déla hiftiene pública, el señor alcilde me comisionó para que Ínspecx"ionase un cañado que decian habia enfermado, y morían cuantas ovejas oran acometidas. Kn efecto, hallA al dicho ganado acomotido do parótidas, y en su virtud, entre otras medidas, dis­puse la prohibición do la venta do las carnes muertas; y el amo, como era con«if!aien(o, quiso busí-ar su curación en D. Alfonso CÍO Ft'EiiKc, \ eterinario Homeópata, y lo consif^uió vontajasa-menle con los glóbulos que tanto se le indigestan al Sr. P*ur.io«.

Dice, por ultimo: «Lo malo parece ser que desacredita á sus compañeros por cuantos medios están á su alcance, encargándo­se de sus enfermos sin previa consulla y sin niniiuna de las for • malidades que exipe el decoro profesional.» No es malo <|ue diga par^rp%er, porque muchas cosas parecen y no son, y esta es otra de tantas.

Mis compañeros, si no cambian de condunt i, no necesitan que nadie inlervenga en su descrédito; porque si al encargarme do Bos enfermos siempre les llamé á la consulta, y abiertamente todos se niegan á ella, creo que esto no pueda llamarfte faltará las formalidades; ellos sí faltan á la esencia con su negativa, y esta retirada rin orden nunca creo pueda influir en favor de sa crédito.

Esta fue siempre mi conducta; los compañerosal principioso prestaban á consultar, y laego parece se combinaron, porquo de repente s« negaron todos, sin qne yo pueda encontrar ma<i mo­tivos qne el qne sterapre qae fui llamado se eligió mi trata­miento, aunque mi pronóstico fuese mas grave.

Ka este estado, en mi deber DO está el mendigar nada de ellos; mis facultades tampoco son para condneirles á la fuerza; por oomsiguiente, me parece que, al encargarme de sus enfermos, no falto á sus consideraciones cuando prevengo A los interesa' dos pongan en conocimiento de los mismos la resolución de quererse curar homeopáticamente.

Por no ser pesado omito decir otras cx)sas, y hoy »olo deseo, 9T. Redactor, tenga • . la bondad de insertar estas mal trazadas lineas en su «preciable periódico, y le quedar* agradecido su afectísimo S. S. Q. B. S. M.—PEDRO CLEMENTE.

ValdepeBKs m octubre d« 4 854.

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NOTICIAS VARIAS.

SOCIEDAD IIAHNKMANMANA MATRITENSE.—Constitución

de su mesa en el présenle año de 18o"):

Presidnilc Exorno. Sr. D. Josó, NIÍÑEZ.

Yicepresúlenlfí D. Joaquin LARIO.

Secretario de go-. , D. Tomás PELMCEII.

bterno \ Secretario de cor-] ^ . . ,

, . } D. Anastasio ALVAREz-GoNZAiti. respnndenrta....)

Tesorero I>. Luis I-LETGET.

Contador 0. Víctor de ITURRAIDE.

Emancipación Médica.—El proyecto de la Emancipa-eion Medica ha sido acogido con entusiasmo.—En la se­sión que celebró la Jtinta central interina, de que soaios vocales, eM6 de los corrientes, se dio cuenta de las aoli-citudes y actas remitidas por los profesores que se bao inscrito, y cuyo número pasa de dos mil.—Se acordó en dicha sesión que todos los periódicos médicos de Ma­drid (de medicina, cirugía y farmacia) fuesen considerados como órpnos oficiales de la Emancipación Médica.— Los ANALES, pues, insertarán oportunamente las resolucio­nes de la Jwia central, y publicarán todo cuanto pueda interesar acerca de esto á nuestros snscritores.

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La SOCIEDAD IIAHNEMANMAN* MATRITENSE ha inscrito en el presente mes, entre sus Socios corresponsales:

Al Doctor I). José de LLETOR CASTROVERDE , decano de la facultad de medicina de la Habana, á propuesta de su vi­cepresidente honorario, el Dr. D. C. (IRLXEST ;

Al médico-cirujano D. Bruno EGEA y MARTÍNEZ, resi­dente en Manzanillo de Cuba, á propuesta del individuo de honor v mérito de la misma, Dr. D. HYSERN.

Deseosa también la SOCIEDAD IIAHNEMANNIANA MATRITEN­SE de dar una prueba do lo mucho en que estima los ser­vicios que con el Iratamienlo homeopático ha prestado en la epidemia colérica en Mataré el Sr. D. (Cayetano CRL'XENT,

hijo, ba acordado que se le inscriba en el número de sus Socios honorarios mas distinguidos.

Próximamente publicaremos el informe que han dado al ayuntamiento de Alicante los médicos homeópatas de dicha ciudad sobre la epidemia colérica que en ella ha reinado.

Oportunamente insertaremos una Memoria de nuestro colega el Sr. EGEA y MABTINEZ acerca de la epidemia de t)t~

mehu que hubo en Manzanillo de Cuba eo los años de 4853-54.

Atropello.—Nos escriben de la isla de Cuba que nues­tro colega y amigo el Dr. CKLXENT ba visto allanada su casa por el subdelegado de Farmacia de la llábana, á pre-testo de la dispensacioo gratuita de los medicamentos ho-Boeopáticos. Aguardamos mas pormenores pap-a ocupar­nos de este ityusüfícado alropdlo.

El tfcrcurlo 4e la • •J ICCÍOD.

J. ALVAREZ-PERALTA, {de Puerto fíieo).

CLIIVICA.

GASTRALdlA,

Nuestros lectores habrán notado indudablemente que, al redactar nuestro pe(|ueño prospecto, repartido en los primeros dias del presente año para anunciar la conti­nuación de nuestras tareas periodísticas, nada hayamos dicho en él relativamente á los trabajos de que pen­sábamos ocu|)araüs con prcfcrcnclii á los demás. Y no podía monos de ser asi, toda vez que asuntos de actuali­dad y de la mayor urgencia no nos han permitido cumplir con lo que ofrecimos en nuestro segundo prospecto del año pasado. Así es que solo hemos manifestado en el de este que continuaremos nuestros trabajos con el mismo afán y con el mismo interés que lo hemos venido haciendo hasta aqui, ó, lo que es lo mismo, que continuaremos cum­pliendo lo que tenemos prometido.

Una de las cosas que ofrecimos en aquel prospecto fue publicar los estrados de las sesiones literarias de la SOCIE-

PAD IIAHNEMANMANA MATRITENSE, donde cada uno de sus individuos da cuenta de las adquisiciones mas imporlaoteá,

TOMO IV. 4

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y muy parlicularmenle de las que se refieren á la desig­nación de los principales síntomas característicos de los medicamentos contra la Gastralgia, por el doctor sefior NuÑEZ.

Esta oferta encierra dentro de si circunstancias de un interés demasiado vital para que dejemos de cumplirla, especialmente en lo que hace relación á la práctica del I)r. NiÑK. En vírlud de estas consideraciones, y no dudando ni [Mtr un nioiiientu que el relato de estas sesiones ha de ser del mayor agrado, y de nniclia utilidad para nuestros lectores, hemos dejado á un lado varios ma­teriales, menos importantes en cierto modo, para dar principio por los estrados de aquellas sesiones (noviem­bre y diciembre de 1853) en que el referido señor doctor NIÑEZ se ocupó de la Gastralgia y de los síntomas mas caraclerislicos de los principales me<Iicamenlos con que cuenta la Homeopatía |)ara combatirla ventajosamente.

cLa Gastralgia, dijo este señor, Quya definición omito por ser bien conocida de todos los médicos, es do natura­leza eminentemente psórica, que se desarrolla el mayor número de veces á consecuencia de la repercusión de las erupciones herpélicas del escroto, del ano, y aun de otros puntos, especialmente cuando es favorecida por fallas á la buena higiene, ó cuando recae en personas que con fre­cuencia cometen escesos en el régimen alimenticio. La ex­periencia ha hecho ver que los medicamentos homeopá­ticos, cuando se administran oportunamente, son los me­jores medios de obtener su curación.

4'no de los medicamentos aconsejados por los prácticos para combatir esta enfermedad, y que, á decir verdad, es de los mas útiles y que con mas frecuencia se usan, es la Nux vómica. Pero por mas que los autores se han ocupa­do en encomiar y aconsejar el uiio de este remedio ver­daderamente eficaz, no por eso nos han dicho la manera

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cómo obra en el organismo, ni porqué produce tan esce-Icntes resultados en esta enfermedad.

>La acción saludable de la Nux vómica, cuando está per­fectamente indicada, parece consistir especialmente en que hace reaparecer la erupción herpélica en el ano, en el escroto ó en otro punto, acaso el mismo donde antes exis­tia, desapareciendo en su consecuencia de la mucosa del estómago la afección herpélica cuya forma, aunque no la conocemos perfectamente, debe ser la miliar, por ser la que mas gcneralmenlo aféela cuando esto¿ retropulsos ocupan las porciones de membrana que están á nuestra vista, como en el velo del paladar, faringe, etc.

uPero por mas que la esperiencia haya demostrado que la Nux vómica es sumamente útil para combatir la Gas­tralgia , no por eso debemos considerar este remedio como á una panacea, ó como el sine qua non en esta en­fermedad. Seria esto proceder con un empirismo que re­chaza la razón, y que se halla escluido por nuestros ver­daderos y buenos principms.

))La Nwx vómica puede ser espuesta y hasta perjudicial en loa dolores de estómago que vienen acompañados de vómitos. Suele aumentarlos al principio, y aunque los su­prima después, no es sin producir agravación en los dolo­res. En los casos en que la Gastralgia va acompañada de vómitos, es preferible la Bryonia, y con tanta mas razón si estos no son biliosos, sino de alimentos poco digeridos, verificándose después de comer, y especialmente al andar. Es conveniente, ademas, si á estas condiciones se agregas las de recaer la enfermedad en sugetos de temperamento que se aproxima al sanguíneo, que padecen constipación habitual de vientre, y cuando se sospecha haber habido una metástasis reoroática.

>En estos casos po<JKa administrarse Bryímia en dosis ('micas.

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»NuT vómica.—Este medicamento conviene peneral-mente á los individuos en quienes predomina el tempera­mento bilioso mas que el sanguíneo; que tienen la piel de color subictérico, pero blanca la conjuntiva; á los que, padecen alecciones hemorroidales ó las consecuencias de su desaparición; á los que han abusado de licores alcohó­licos ó de placeres \ enéreos. I.a (iaslrnlf/in de .\HX va por lo común precedida de pirosis y acompañada de eruc­tos con tosecilla, compresión en el estómago, opregion de la respiración y mal humor.

ti'Mináoh (instruí i/ia viene acompañada de mucho (la­to, mareo y vértigos, que hacen creer al enfermo que va á caer, ' 'OCH/I/S merece la preferencia. El dolor de es­tómago de este medicamento viene con opresión de pecho y acumulación de aguas á la boca, dolor presivo en el vientre con abultamiento ó desarrollo de flatuosidades cu­ya cspulsion alivia, címstipacion, vómitos que también alivian; mal humor, tristeita, vahídos al levantarse, dolor de piernas y debilidad en las rodillas, sobre lodo en las personas nerviosas y debilitadas.

tChamomillrt.—Este medicamento conviene sobre to­dos á las mujeres y niíios dt; carácter adusto , y es­pecialmente cuando los dolores son presivos , cons­trictivos y punzantes con desesperación, acompañados de diarrea, malhumor, irritabilidad y aversión amoverse; dolores que duran muchas horas, que se agravan por la noche en la cama, con la luz y el ruido, y se alivian con el café.

>La ¡'itlsalilla es apropósito también para combatirlas gastralgias en las mujeres y niíios, pero de carácter dul­ce, temperamento linrálico, y en quienes son habituales las secreciones y flujos mucosos. Tampoco las Gastralgias de Pulsaíilla van acompañadas de diarreas ni de mal hu­mor. Tienen, si, los enfermos disposición ai llanto, y sien-

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ten calofríos, que se aumentan en proporción de los dolores. • Ademas de estos medicamentos, con los que en la ma­

yoría de los casos se bará desaparecer la enfermedad, puede el práctico hacer uso de los medicamentos llamados anli|)sóricos, ora por si, ora combinados con los ante­riores.

»Knlre estos antipsóricosocu|)a el lufíar preferente .S'«/-fur., u.sandole des[)ues de ISÍiix vómica ó alternativamen. le con ella. La repetición de Siilfur., asi como su uso al comenzar el tralainienlo, suele desenvolver una |)i)rcion de síntomas muy difíciles dü combatir. La esperíencia, pues, nos ha enseñado que su repülicíon especialmente sue­le ser perjudicial en estos casos.

nL» Calcárea carbónica, Graphiles, Mercurius, Sla-pliisaf/rin y Slnnimm son, en sus respectivas indicaciones, poderosos a;,'cnles medicinales.

)>KI Licopodiim es también un medicamento sumamente útil en los dolores violentos de eslóniafío, con eructos, pi­rosis, inapetencia, cstreñimienlo y vómitos muy repelidos, y en especial cuando hay (¡ran deseo de vomitar sin poder verificarlo. Un estos casos conviene repetir mucho este medicamenlo, y en diluciones i)ajas.

))EI poder curativo de Licopodium se esliendo hasta en los casos en (|«e existe un principio do alteración orgánica en el eslóinago. Y ahora que del Licopodium se habla, mencionaré otra propiedad terapéutica quo he 'comproba­do por mi esperíencia, cual es la de curar en muchos casos los tumores aneurismálicos de la aorta ventral y do la ca­rótida.

)il,a 'SV/»toe8otro medicamento de los mas heroicos pa­ra combatir la Gastralgia, y del que podrá echar mano el profesor, ^a si deáde luego le encuentra indicado, ya cuando baya visto la ineficacia de otros, al parecer conve­nientes.

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«La Sepia es un remedio poderoso contraías gastralgias reumáticas, especialmente en las mujeres, sobre todo en ocasiones en que PuUaiilla está indicada y no ha bastado: en estos casos pueden alternarse estos dos medicamentos. El Sr. ALVAREZ GONZÁLEZ tuvo ocasión de observar un caso de esta especie, y podrá esponerle detalladamente.»

El Sr. A. GONZÁLEZ tomó la palabra, y dijo -. <I.a señora que es objeto de esta observación, de veinte y seis años de edad, temperamento sanguíneo-ncrvioso y de esceicnle constitución, habia disfrutado de buena salud hasta hacia cinco años, que, con motivo de haberse puesto á fregar el suelo de su casa, se sintió á las pocas horas con dolores fuertes en las piernas, (|uc se agravaban con el movimiento y el calor de la cama. Vivió sufriendo de este modo algu­nos meses, y á beneficio de unlura& y otros medios alopá­ticos desaparecieron los dolores de los miembros inferiores para fijarse en los superiores, y después en la cabeza, por lo que estuvo la enferma espuesla á perder el juicio. Por úlUfflo se fijaron en el estómago, donde han residido cua­tro años, molestando terriblemente á la paciente la inape­tencia, las digestiones laboriosas, el dolor continuo, la pre­sión, punzadas, la sensación de ardor, de vacuidad, los calambres y pulsaciones.

>EI diagnóstico no ofrecía dificultades, y, calificada esta dolencia de una gastralgia .-eumática, prescribí los me­dicamentos adecuados á la causa, y ni el ñhus toxicoden-dron, ni Bryoiiia, Pulsatilla, Calcárea carbónica, Lyco-podium. Dulcamara. Graphiles y otros muchos, incluso A'wx vómica, produjeron el mas ligero alivio, á csccpcion de este último, que proporcionó á la enferma algunos mo­mentos de calma, pero seguidos bien pronto de tal agrava­ción, que ni Carbo vegetabilis bastó para corregirla.

»En tal estado, prescribí Sepia, medio grano déla 18.* trituración, disuelto en una cucharada de agua, y desde el

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momento que esta suslancta se puso en contado con la mucosa gástrica, desaparecieron todos los síntomas, y en los 15 días siguientes no esperimenló la mas ligera nove­dad. Un Tuerte disgusto que en aquellos dias sufrió la pa­ciente volvió á desarmonizar de nuevo las funciones del estómago, y una dosis de Ignalia c;ilm6 la escitacion ge­neral del sistema nervioso; pero habiendo vuelto el estó­mago á resentirse de las mismas incomodidades referidas antes, dispuse otra dosis de Sepia de la misma trituración, con la que en las cuatro semanas que han trascurrido desde que la tomó no ha vuelto á sentir la enferma novedad alguna.

nRelalivamenteá lo que ha manifestado el señor doctor NcÑBz acerca del Licopodium, ofrezco á la Sociedad re­dactar una memoria tan circunstanciada como sea posible de un caso de lesión orgánica del estómago, rebelde á todos los tratamientos alopáticos, y desahuciado pop los médicos de la misma escuela, curado y restablecido completamente el enfermo con sorpresa de cuantos le conocen.»

El Sr. TuEDOR, secretario de gobierno entonces de la Sociedad, en comprobación de lo que acababan de esponer el Presidente de la misma, Sr. I)r. NIIÑEZ , y el señor A, (ioN7,ALF7., relativamente á la Sepia, citó un caso de cu­ración ron oslo medicamento en una joven de buena salud, que, habiéndose metido en un baño de rio el verano de iHñi, en los Altimos dias de su periodo menstrual, fue acometida inmediatamente de una tos seca con supresión de la menstruación.

Ocho meses contaba el padecimiento de esta joven, que consistía en un acceso de tos seca y corta á las siete ú ocho de la noche, con duración de una á dos horas, y en la deten­ción de la menstruación, que no la había privado de su na lural color, cuando la int(>resada recurrió á los auxilios de la medicina homeopática. Es de advertir que este acceso de tos que la molestaba mucho, no la había fallado un solo día

- fic­en los ocho meses que contaba de duración. Esta enferma, después de haber tomado ñhus íoxicodendron infructuosa­mente, tomó una dosis de Sepia altisima, y la misma noche del dia en que la tomó ya no la sobrevino la tos. Pocos dias después se la presentó la menstruación, y hasta el dia conti­núa sin novedad hace seis meses, sin haber vuelto á tomar medicamento alguno.

Este caso de curación, el referido por el Sr. A. GON­

ZÁLEZ y lo manifestado por el Sr. Presidente, no dejan la menor duda sobre la escelencia de la Sepia para combatir las gastralgias, y de su especificidad como niedicanK^nto de causa en afecciones como las que se acaban de referir. Estos dos casos, por otra parie, son de aquellos que no pueden dejar la menor duda acerca de la acción curativa del medicamento, porque se han empleado otros con un éxito enteramente nulo; porque el medicamento que ha efectuado la curación, lo ha verificado en enfermedades con síntomas permanentes, cuya cesación no puede atri­buirse sino al medicamento admini- lrado; porque el medi­camento que ha curado lo ha hecho con la prontitud de costumbre, siempre que es elegido oportunamente; y, por último, porque obtenida la desaparición de los sintonías que constituían estas enfermedades, no han vuelto á pre­sentarse después de mucho tiempo. Es también de notar que estas curaciones se hayan obtenido precisamente en el sexo femenino.

En la sesión inmediata , I ¿ de diciembre) continuó el Sr. Dr. NuÑEz ocupándose de la Gaslralgia, y manifestó que iba á designar los síntomas característicos do oíros me­dicamentos que, aunque poco usados, podían prostar gran­des servicios al profesor eo el traiamiento de esta enferme­dad. Entre ellos se cuentan ITiu^a, Tarlarus emelicus, Bitmuíhtm, Uepar Sulfuris, y Kreosota.

(Se continuará.)

TESTAMENTO DE UN MÉDICO,

ÚLTIIA PALABRA ACERCA DE LA MEDICIRA, T EN PARTICULAR SOBRE EL

MÉTeOOTElUÉDTICO, FUNDIDO EN LA LEY DE LOS SENEJiNTES,

POE FK. ALEJO ESPANBT,

DOCTOR MÉDICO HOMEÓPATA, AUTOR n S LA r.LÍFdCA DE STAOUELI.

Trudaooíoii del •«•¡«r Lioenoiado D. FranoÍMo ORERGA, iadivi-duo da la Sociedad HahaemaniiUna Matriteiue , de la Sociedad Oalioaoa de Medielna HomeopAtiea, del In«tituto MMieo Va-leDoiaDO, da la Congragaeioa Homeopátioa, Díteotor interino de agnai miaeralei, Ñidieo de la Sala de etilo EgaSa da Valen-aia, etc., etc.

Ae ne forte roges, quo me duce, quo tare tuter: NmtUtm aidietu» jurare in verba magittri.

(HORAT., r.pisT. I.)

(Conlinuaeion) (í).

Este medio debe darse con seguridad para ponerse al abrigo de la fiebre durante una ú otra estación, invierno, ri verano, y he obsen'ado bastantes casos para decir que sí aun he observado muchas recidivas, es porque los enfer­mos descuidaban un medio tan sencillo, cual es beber por la maliana, de siete en siete días, an vaso de agaa que

fl) Véase a«estro numero anterior. TOMO IV. 4„

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contenga una gota ó algunos glóbulos del remedio conve­niente. Veamos otro ejemplo.

El 1^ de julbde 1H50, un httrmano, adulto, sanguíneo, se me presentó con una liebre cotidiana, de la que habia tenido ya dos accesos. El segundo acceso habia durado solo dos horas; persistiendo síntomas gástricos, el pulso febril, falta de apetito, sin sed: los accesos estaban fíjrmados por f i c^lor, apenas los precedían cinco ininut<js de escalofríos, no habia sed, pero i-ran acompañados de congestión á la cabeza, con delirio. En una palabra, esto (;ra una fiebre pa-ludiana con toda su fuerza, i>ero sin gravedad para el mo­mento, y cuyos ala'|Ufs se renovaban con frecuencia.

Administré la Ipecacuanha , 5.", en poción para tomar durante el dia, de la Quina, algunos glóbulos á la fi.' muy de madrugada, una dosis igual de Belladonna á las ocho de la mañana, dos horas antes de la entrada del acceso.

La liebre fue coi)ij)l.Um<'nle curada; ningún acceso volvió ni ha vuelto hasta L-I presente. Pero desde la época de la curación (18 de julio hasta el \." de setiembre) admi­nistraba cada ocho ó diez dias (los enfermos curados son raras veces exactos;, yaUi ¡¡tecacuatiha ó bien la Quina, ó la -VMT vómica, según los sintomas ligeros que observaba: á ve­ces daba los medicamentos en un dia, uno por la mañana y otro por la tarde.

A la cuestión de las nciilivas se refiere otra menos imi [•orlante que yo he tratado por otro lado; la del tratamiento abortivo.

¡Curar l;i> litíiin-». preveiurla-s, hacerlas abortar! En m' practica antigua jamas me habia atrevido a abrazar este cuadro.

;La ingrata! Yo que la consagré tantas vigilias y tanta atención fui abandonada, cuando, por su dicha y para el bien de mis enfermos , la apremiaba á realizar tais, espc-ranias.

¡Cuan diferente la Ho«neopalia¡ Ella me ayudaba sin pretensión, aceptaba dócilmcnt»' el papel que la imponía, y cuando yo no encontraba batUnte confianza en ella para

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oponerla á casos en que temía una terminación rápidamen­te funesta, ella dejaba pasar á su rival impotente y volvía á mi, siempre dispuesta á servirme. Comprendo que nte ocur­ra siempre esto con la Homeopatía, pudiendo aplicar á su Fundador, dirigiendo á mis contemporáneos estos versos del cantor de Eneas:

Tune genitor, veleruti>volvens monumenta víroruní, Audite o proceresl ail, el spes diseile vestra».

Pen) no os esto todo. La enfermedad paludiana se tra­duce frecuentemente bajo la forma do diarreas á veces fa­tales, y do disenterias con sobrada frecuencia graves.

Me abstendré de citar hechos de diarreas curadas por la Homeopatía, y me limitaré á señalar las tres indicaciones generales que abrazan la mayoría de los casos. '

La diarnia de primavera y do verano , acompañada de síntomas biliosos y gástricos, jamás me ha sido rebelde cuando he administrado Ipecacuanha, luogo Quina si habia necesidad : esto era asunto do una hora, y, ú mas tardar, dos días.

La diarrea ds verano, con boca y lengua pálidas y húme­das, debilidad, apatía moral, sin sed escesiva, era siempre cortada con la Quina.

La diairea del Amático <!s otoíial con disposiciones fé­tidas, ardor interior, y sed; en cuyo caso una ó dos tomas de Arsáüco bastan.

En invierno, el /lci(/o/"o«/(ir¿oo conviene mas frecuento^ mente ; sus sttrvicios me han sido pro<ligio80s, tal vez á causado la intluoncia colérica en que nostuicontranios.

No han sido mayoros las dificultados que me ha ofrecido la disenteria. El Acónito, al principio cuando habia reac­ción, é el Arsénito, si habia postración adinámica, y al dia siguionlo Mercurio corrosivo, bastaban para obtener la cu­ración.

¡Qué cambio en mi Terapéutica! A pesar de ello, costaba mucho trabajo el creerlo. A veces la Nux vómica acababa

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la curacioo, y para esto era preciso que existiesen deposi­ciones disentéricas, duras y de tarde en tarde, con tenesmo. No puedo resisto- al deseo de citar una observación de di­senteria, será la última.

En 15 de setiembre de 1850, uno de nuestros hermanos se acostó por la fatiga : tenia fiebre y cólicos- Muchos dias há que habia perdido el apetito, y vcia que su estado se em­peoraba.

El 16 tuvo un gran número de deposiciones; á pesar de ello fue á trabajar, y no se presentó on la enfermería hasta la noche. El agua de arroz y el reposo fueron las únicas prescripciones.

El 17, deposiciones muy frecuentes (cinco ó seis por hora), tenesmo que le hacia dar quejidos, coágulos de san­gre y de serosidad mezclada con los escrcmentos. La mayor parte de las deposiciones solo producían la espulsion de mucosidades sanguinolentas enmedio de los dolores mas acerbos, calor ardiente en el ano, cólicos debilitantes y casi continuos: mucha sed, nada de apetito, piel seca y caliente, postración, cara terrosa, ojos hundidos, aliento fétido, cadavérico, lengua blanca y húmeda, escepto á la punta, que está roja con puntitos,.seca y escociente, pulso pequeho, duro y frecuente. Agua y cocimiento de arroz. Poción de Acónito, 6.*, á sorbitos de hora en hora.

El 18, poco mas ó menos, en el mismo estado: sin em­bargo, la sed era menos viva, las deposiciones mas fáciles, la piel menos quemante. Poción con el mereurio corroiivo una gofa, 4.*, para tomarla ut tttpra.

El 19 mejoría sensible, deposiciones menos frecuentes, pulso menos deprimido. Poción con mercurio corrotivo, 50.', crema, hueros, tisana de arroz.

El 20 no ha habido desde ayer á medio dia mas que cin­co deposiciones sin sangre ni l u mucosidades característi­cas. Pero el tenesmo persiste. Poción con la nuez vómica, 30,000.', régimen ordinario.

El 21 perfectamenle. Ninguna recaída ni fiebre hasta d presente.

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Para completar el ciudro de los resultados que me ha dado la Homeopatía, me falta deciros que ella me ha dis­pensado de los vejigatorios, sanguijuelas, sangrías, eméti­cos, purgantes, lavativas y de todas las dificultades que oca­sionan medios de tal naturaleza: y, sobre todo, me ha dis­pensado de mil quinientas dosis de sulfato de quinina que daba en un año ordinario en Staouéli y sus cercanías (1). Desde que empleo la Homeopatía con toda estension, no he observado mas o raras veces convalecencias, y los enfermos solo languidecían en la cama algunos días, en la mayor parle de los casos en qii<! la eiifermcdad se alargaba mucho bajo la influencia de otra medicación.

Empero que no se equivoquen 80Í)rt! la intención que I19 dictado mis palabras. Yo no tpiiero decir que curase al presente todas las enfermedades, y rápidamente; solo quie­ro decir que mi práctica es mas feliz que olías veces, y que encuentro menos casos rebeldes. Las ventajas de la Homeo­patía no son únicamente estas; los que están al lado de los enfermos sienten su agradable influencia, todo está limpio ásu alrededor, las enfermerías son mucho mas apropiadas á prestarles los servicios do una atenta caridad, que á ano­nadarles con exigencias penosas y con remedios desagra­dables. Y cuando os irremediable el término fatal, los en­fermos mueren tranquilos con los únicos sufrimientos de la enfermedad, que, tarde ó temprano, debe abrirnos las puer­tas de la eternidad, en la que piensan sin inijuietud, libres como están de las formidabl(!s torturas del antiguo fárrago galénico, y de las medicaciones brutales, en las que nues­tros descendientes encontrarán virtudes criticas si os que pueden creer en ellas.

Creo, pues, deducir lius conclusiones : (]ue la Homeopa­tía ha correspondido á mis esperanzas, que no se ha mostra­do inferior á su cometido, y que si mis inhábiles manos han podido sacar tan ventajoso partidn, hay derecho para espe-

(<) Suponiendo qoe el precio d« la quinina sea de 3 rs. vn., Iiiy 4,500 r». de economía. (/V. del T.)

— g i ­rar que hombres mas instruidos y mas estudiosos obtendrán (le ella resultados mucho mejores. ¿Podrá alguien quejarse ahora, porque haya abrazado semejante método? Los mon­jes, acostumbrados á abrir las puertas á otras tantas vícti­mas de la fortuna y á los turistas, sin distinción de personas, ¿podrían negar la entrada á la ilustre estranjera, y tratar hon­rosamente una verdad desconocida? Nada mas cierto: sin embargo, todavia tenéis dudas sobre el valor práctico de la Homeopatía; y si deseáis conocer las contestaciones que <loy a las objeciones que sr- han levantado contra ella, escuchad todavia un instante.

(:.\l'ITLLO V.

Respuesta á las objeciones.

.Se han cílado tantos hechos concluyentes en favor de la Homeopatía, que es imposible á sus adversarios fijar el punto de apoyo de su oposición sobre el terreno de la clínica. Sin embargo, algunos lo han hecho, pero haciendo responsable á la e'ipwlacion di> las curaciones obtenidas por las dosis hahnemannianas; esta es la primera objeción.

La espcctacion, unida á un peculiar conocimiento de las fuentes de la higiene, puede mucho: la naturaleza pue­de mas todavía; teniendo por cierto que la naturaleza, es decir, la fuerza vit;d, cura sola, y que ella sola puede curar. Este es justam-nte el grande arle del Homeópata. Sa­biendo que el dinamismo vital puede golo curar, se dirige á él, le modilica con m<'diramenlo$ que tienen una acción so­bre el. y obtiene curaciones mucluis vec(!s prrMÜgiosas, sin haber mf>dificado directamente la sustancia material que sirve de af>oyo á la fuerza vital.

Si esto es la cspectacion, no solo la admito, sino que ia apruclx); pero si s<' dt-cora con el nombre de especlacion toda medicación que no se dirija á los órganos, que no queme, que no evacué, que no sangre ui cause revulsión» ine lavo Us manos: la objeción es vana y sin fundamento,

— e s ­es imprudente, y aun cae sobre los mismos que la hacen. En efecto: si las enfermedades se curan mejor y mas pronto con los medicamentos hahnemannianos, y si se tuviese pro­bado que estos medicamentos tienen un poder igual á cero, con semejante demostración se tendría la prueba mas cier­ta y mas asoladora de la inutilidad de los otros medicamen­tos, de su crueldad misma, pues que los vejigatorios , etc., son todavía menos eficaces que los glóbulos homeopáticos para curar, y únicamonte poderosos para atormentar.

(Se concluirá.)

PRENSA MÉUICA ESTHANJERA.

Tenemos á la vista el primer numero de un periódico francés qoe ha comenzado á publicarse este año en París con el titulo siguienlc: L'Art medical, Journal de Méde-cine genérale di de Mcdecine praíique.—Son sus redac­tores los doctores CÜAMPEAUX, DAVASSE (J.) , DUFRESNR

(de Ginebra), ESCALIER, FREDAULT, GABALDA, IIERMEL,

JoussET, MAILLIOT, MILCENT , PATÍN YTESSIER (J. W).

El discurso preliminar, qutí encabeza el primer núme­ro, debido á la bien corlada péñola del eminente patólogo I>r. TESSIER , es un programa cumplido del pensamien­to que va á dar vida á L'Art medical.

Convencidos de que todo cuanto pudiéramos decir acerca del espíritu que domina á este periódico, seria pá­lido, comparado con las ideas que contiene el discurso prelimíoar, vamosá trascribir algunos párrafos, coala do-

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ble mira de llamar vivamente la atención de nnestroa lectores acerca de los progresos que hace la Homeopatía en el eslranjero y de las simpatías que diariamente gana el IlECHo-PaiNCipio, base de nuestra Terapéutica, y la de poner mas y mas en evidencia la injuslifícable intolerancia de la prensa médica alópata española, con muy pocas esoepcioaes, respecto de nuestra Doctrina.

«Antes de la reforma inirodacida en la terapéutica, dice L'Art medical, una de las parles de la medicina |)rá(;tica mas impor­tante por sus aplicaciones inmediaUs, todos á porfía lloraban sobre la imperfección ó la nulidad de la materia medical; todos confesaban la vaguedad, la incoherencia y la arbitrariedad de las HDicACKijiKs TtRAi'fcCTic»?; todos, en lin, K<-''nian dolorosamcnte á vista de lo incierto y hasta de lo absurdo de las MEOiCACionss CÉ­NTRICAS, tales como la antiflogistica, ia antiespasmódica. etc.

nPero dcfdr f/ucrl genio dtHAn^t^ky:f ka vencido la esfinge, todotesos declamadores, que habian agotado todo género de injurias contra la tradición, han invocado á esta, por ello» misinos ultraja­da, para combatir la IM OTACIO iiAH.'«EiiA :<>tA:xA, jurando ahogarla, aniquilarla. Y, á la verlai, no putie uno im-iginarse espectápulo matíattimoiocomo el que ofrecen lodot e»oi náufrago!, encarama­do» oada cual en alguno de lo» mesquino» de$lroio» flotante» toda-via, pereciendo lejo* de la orilla, de la que hu¡ien, en vez de venir á butear tn ella la tierra firaie de la ciencia, de la i^servacion, de la esperiencia y del raciocinio.

))Aun hay mas; todos esos pobres ciejios han hecho de In KE-ro«MA HAHWMAíi'tiAíiA uoa cDMlioa de moral: adoptar dicha re forma et, en boca de ellos, aligarte bajóla bandera del ai4M.4T** lasMo.

BY di^o, en 6oea d« ellos, porque no creen M>mejante cosa. Saben tan bien como nosotros que, en todo tiempo, quien quiera que de una cuestión de práctica m^ica haya hecho ó querido iiacer una cuestión de virtud, no es ni ha podido ser mas que « • miserable que ha intentado ocoltar coa esa máscara on mis-tf^a de iniquidad, iloy Hucode lo mismo; »e ka invocado la o»-SMT4GHIK, se ha dicho muy alto que solo á la üiMeavACioM M>ia de darte crédito: llega HAH^EIÍAM , presenta sus trabajo», y TODOS k ORA rechazan et erilerio de la ob$ervaeioH. Ks, pnes,

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preciso confesar, ó que ese criterio no es á los ojos de nues­tros escépticos mas que una añagaza, mas que una come­dia, ó bien suponer que escusan su inconsecuencia, invocando la virtud. Tal es la tActica, por de mas mezquina, que han adop­tado y puesto en juego contra nosotros desde hace unos siete años; podemos, si, ser sus victimas, mas no juguetes de sus hur­las y engaños, como lo han sido muchos de nuestros com|)añeros.

«Asi, pues, sin rechazar lo <|ue t'ncontrcmos ütil en los tra­bajos (le los antiguos, espondremos en si >/ en sus aplicaciones la DOCTKlilA HOMKlll'ÁTXA.

»La di fe aderemos r mira las preocupaciones hijas de conoci­mientos imperfectos, contra las equivocaciones de la ignorancia, contra las apasiónalas declamaciones dn la malí fe. Kstamos inti­mamente penetrados de los sentimientos de honradez y de la pureza de las intenciones de nuestros compañeros |)ara supo­ner que se dejen engañar por mas tiempo con los manejos de una conspiración de escépticos. Kn efecto, estos han sustituido á la libre controversia en medicina, el régimen de la intolerancia respecto de las ])ersonas, de la injuria para con las intenciones, délo arbitrario y del bon plaisir en las soluciones cientiíicas.»

Hasta aquí el autor del Discurso preliminar. Las pa­labras, que hemos trascrito, son sobrado elocuentes para que nosotros procuremos esforzar su alcance médico con obser­vaciones y comenlarios.

En otro lugar de L'Art medical, en la sección que lle­va por título Terapéutica esperimenlal, leemos lo si­guiente:

«I,a táctica, universalmente puesta enjuego i)or los enemigos de la verdad, consiste en procurar por todos los medios que esta nunca llegue A ser conocida de aquellos á i|uienes pudiera Ilus­trar. Asi es (|ue jamás hablan de ella sin desnaturalizarla, sin desfigurarla con sus falsiücaciom-s, sin vestirla con atavíos odio­sos ó ridiculos.

)) Tal ha $ido la conducía que han ob>ervado contra el MÉTODO HOMEOPÁTICO su» adver$arios

•Nosotros no imitaremos esa manera de |)roceder. Hé aqui lo que haremos:—KspondremoK la doctrina de H*RNitM<N!i en su

— m — realidad y pureza, á fin de que las iDleligencias puedan perci­birlas bien y adherirse á ella; refutaremos Í08 sofismas hijos de la i^uoraocia ó de la mala fe.

«Al presentar á nuestros lectores la doctrina de IUHNCMAM tal cual es en si, la dospejarenios de la oscuridad en que las teorías del tiempo y los hábitos extranjeros puedan haberla en­vuelto. Luego e&aminaremos el valor de los cargos tan diversos que se han formulado contra los trabajos de IUIIMI:«Í?I!I.»

Eslas palabras sirven de introducción á Ao» frag-menío$ sobre los efectos positivos de los medicamentos observados en el hombre sano que escribió en lalin IIAH-

NEMANN, Y cuya traducción inserta en su primer número L'Art medical.—Próximamente le daremos cabida en los ANALES.

Entre tanto, y para que nuestros lectores puedan for­marse una idea de la marcha que se propone seguir L'Arl medical, resumiremos brevemente su luminoso pro­grama.

Filosofía Médica.—La filosoria que sirve de punto de partida á la redacción de L.Krl medical, es la CATÓLICA.

Asi es que no admite la actividad de la materia, ni la tras formación de unas especies en otras, etc., etc.

Fisiologia.—V^Ti L'Art medical es un error peligro­so el haber dejado la bi:4toria de las funciones del • hombre sano entre los conocimientos accesorios, [wrque la fisiolo­gía es la base de la sintomatologla, sin la cual no hay pa­tología posible, y porque ademas la Gsiologia sirve con mucha frecuencia de clave á la etiología y á ia materia médica.

Asienta L'Art medical que para que la Medicina pueda beoeficiar en su provecho los datos de la fisiología, menes­ter es que esta no se limite al simple e«t(ulio de las f uncí o-

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nes de la vida sensitiva y vegetativa; sino que debe abrazar la ancha esfera de los fenónoenos fisiológicos para poder apreciar los desórdenes intelectuales (y nosotros añadire­mos instintivos y morales, ó, en una palabra. Frénicos), que representan un papel en patología, ya como síntomas, ya como causas.

Anatomia.—L'Arl medical ofrece publicar los traba­jos útiles de los anatomistas, quienes, dice, son muy mal recompensados.

«La anatomia, añade, es á la historia de las lesiones lo que la fisiolopiaesA la sintoniatologia, según lo indica el vocablo analo-mo-patologia. Y puesto que nosotros tenemos en mucho las cla­sificaciones fisiológicas, cuyo alcance desconoce hoy la ignoran­cia contemporánea, procuraremos asimismo demostrar oportu­namente la gran utilidad de las clasificaciones cientiflcas en anatomia.»

Patologia general.—L'Arl medical , no solo espon­drá, sino que defenderá también la esencialidad y fijeza de las enfermedades; porque, dice, esta doctrina es la única que establece una relación legítima entre la fisiología y la patologia, y porque, ademas, asienta la medicina práctica en sus verdaderas bases, y da á los diversos ramos de nuestro arle legitima coordinación.

Medicina práctica.—L'Arl medical anatematiza el organicismo; le echa eu cara el haber suprimido las tres cuartas parles de las verdades en medicina práctica; dice que no es ni una teoría ni una doctrina médica; que en-olro tiempo ha sido un error, poro que hoy no es mas que el caput morluum del volterianismo.

No podemos menos de trascribir el siguiente párrafo:

«Cuando se comprende, como lo hacen Io8 organicistag, en h

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patología general, la historia particular de loü bínlouias, de IM lesiones y de la.s causas, esto es, la sintoinatologia, la anatomía palológic.i y la etiología «•speriales, ya no (jueda on patología es" pecial mas que la historia p^irlicular de las enfeniiiMlades; pero cuando, ademas de esto, «¡e confunden é identílican las lesiones y las enforiiiedadi'-, a la manera de los organíiístas, la patología cspwial no es en »i >iníi la anaU)m(V|>atolii^ia, la cual es una parte de la palolo'iia general. ¡Qué horrible cunfu-ion! ;(,)ue des­orden! ;,I)onile i-sú, ennietlío de ese caos, el Itírrenu de la incdiií-n:i práilici? I)e aquí el que nunca do- médicos or;;anícislas ha­yan -•^uidí livic.inienle su d.M'lMtiri... Dc^Tiiciadamenle el organí<'ismo ha inlicionado, mas o menos, tuda> las inteligencias médicas, con muy pocas honrosas escepci )nes, lo cual es bas­tante para llevar al escepticismo á los talentos razonables.')

Etioloíjia.—LWrl médiail no admite la doctrina hipocrálica, que enseña que el único medio de conocer la dolencia, la enfermedad y la muerte consiste en estudiar esclusivaraente el hombre en sus relaciones con el mundo eslerior. y no la admite, porque no solo exagera la in­fluencia de las causas ocasionales, sino porque, falseando su estudio, niega su acción.

«Procuraremos, dice, dar a la causa interna y a la esterna su valor reciproco, y no tendremos gran tralwjo en establecer la nwesidad habitual de su concurso en las enfermedades propia­mente dichas.

Sevicuilirii. — "No emplearemos ya, dice, el VÍMMIIIO sintoma-tologia, por la razón de que el arte delic Irasfirmar las sínto­mas en signos, y de <jue el nombre de la ciencia <(ue ospone di­chas trasformaciones deU: designar la o[M*raciun intfdeclual que las produce.»

A fin de evitar los inconvenientes de la scmcíótica hipocrálica y de no caer en el estreclio circulo de la de los organiciatas, L'Árl medical, consecuente con su doc­trina de la esencialidad de las enfermedades, echa mano de una contraprueba, de la cual resulta DO solo la san-

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cion y verificación de su doctrina, sino también el funda­mento de la semciólica. Dicha contraprueba, fruto de la observación diaria y de la espericncia de los siglos, se es-prosa con la formula sij^uiente:

Todo fenómeno morboso, sintonía ó lesión, difiere en SH naturaleza y en sus relaciones, según las enferme­dades en las mates se le observa.

Por consif^uienlc, un síntoma, común á varias enfer­medades, ofrecerá, término por término, en cada una de dichas enfermedades, ima modiPicacion especial que podrá servir para conocerla.

Con arreglo á esta fórmula, L'Árt medical estudiará los síntomas y su trasformacion en signos.

ttl.a semeióticfl, dice L'Art medical, es la clave de la medicina práctica; con ella el enfermo se pone en relación con el médico, á quien relata los síntomas que ha tenido, los que aun tiene, los cambios (jue estos fenómenos han sufrido; y el práctico, ilustrado con este relato y por sus observaciones propias, trasforma los síntomas en signos, y alcanza el conocimiento de la esencia mor­bosa. Ahora bien: qui sufficit ad cognotcendum, tufficit ad eu-randum.

nTambien elogiaremos los esfuerzos de algunos médicos do Taris para trasforniar en signos los cambios sobrevenidos en la composición química de los líquidos, ó en las propiedades físicas de las partes sólid.is. V procuraremos estimular su celo y diri­girlo hacia la observación de los cambios que sobrevienen en los difcrenlt's órdenes de funciones, y cuyo conocimiento va progre­sivamente disiiiinuyendo bajo la influencia del urganicismo, como si el soplo de este malerialismo estuviese destinado á marchitar­lo todo.

Anntomiapatológica.—I.a anatomía patológica, como la anatomía normal, no ge limita ya al estudio por medio del escalpelo: la intervención del microscopio ha abierto un nuevo campo á las investigaciones, y el concurso de los agentes quimicos ha venido á completar este método.

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•I>ero, dice L'Art médietU, ora se estudie ana lesión con la vista, ora con el microscopio ó reactivos quinücos, una lesión es siempre una lesión y no una enfermedad. Es un síntoma en el que menester es buscar con paciencia y aliento la modiflcacion ó modilicacione» que le imprime la enfermedad, en que se le ha hallado. Todos lo<i procedimientos de la investigación reuni­dos DO cambian en nada el fondo de las cosas : la lesión (¡uoda siendo un fenómeno sintomático de la enfermedad, un producto morboso , un producto de enfermedad.

«Tampoco adquieren im¡>ortancia los estudios con la trasfor-macion de las cuestiones de anatomo-[>atolu ia en (gestiones de etiolofia. cosa i qne parece se tiende hoy dia; de esta manera se falsea la an.ilomia patológica en provecho de aquel ridiculo dicho de OIRVLSAHT : La enfermedad e% una /««ion.»

Sin esta confusión que indica L'Arl medical, ¿qué médico hubiera puesto nunca en duda la utilidad de la anatomo-palologia? ¿Quién no comprende que el conoci­miento de las lesiones observadas en las enfermedades ofrece provechosas ventajas al práctico ? Los cargos que asi Ilomeópatas como Alópatas han dirigido á la anatomo-patologia, su descrédito para con los médicos pensadores, no alcanzan, no pueden alcanzar á esa ciencia en si, sino únicamente á la pretendida identidad de la enfermedad y de la lesión; ó, lo que es lo mismo, como muy acertada­mente dice L'Arl medical, á la anatomía patológica des­viada de su línea y alcance legítimos, á la anatomo-pato-logia sustituida á la nosografía por los organicistas.

Terapéuliea.—Ya han visto nne.«lros lectores la opinión de L'Art medical acerca de la esperimentacion pura.

Tal e.s sumariamente el programa del nuevo periódi­co médico francés. Al juicio de nuestros lectores dejamos la aprcdacioo de la iMrcba que se Im propuesto em­prender L'Art médicai. Por io que á nosotros toca, hacemos Tolos para que sos ilosirados redactores DO des­mayes en la empresa: la cwDcia ganará mucho, y la FIo-m e o p ^ . ea puüariar, alcanzará nnevos prestigios es-

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tudiada y criticada por prácticos que no tienen otras miras sino la de elevar la Medicina á la mayor altura posible.

J. NUKEZ.

NOTICIAS VABIAS.

lia vuelto á publicarse en Oporlo la Gaseta Hommo-|)a/ico;wr(Meníc, bajo la ilustrada dirección del doctor A. F. MouTiNuo.

Según una Memoria publicada por la Junta adminis­trativa del Hospital general de Valencia, de 684 enfermos entrados durante el cólera, murieron 465; esto es, una morlalidad, con muy corla diferencia, de SESENTA Y OCHO

por CIENTO.

La Excma. diputación provincial de Lugo nos ha diri­gido un atento oficio, rogándonos demos cabida en los ANALES á una Memoria que nos envía acerca del cólera-morbo, escrita por D. José Jorge de la PEÑA , médico de Lugo. Sentimos mucho que la abundancia de materiales no nos permita publicarla tan pronto como quisiéramos.

lié aquí el epígrafe de dicha Memoria:

Contra el cólera hay preservativo. Para el cólera hay remedio.

Ya han comenndo los periódicos médicos la publica­ción de las listas, por distritos, de los profesores adheridos

— -á -

al proyecto de la Emancipación médica. No perrailiéndo-nos los limites de nuestro periódiaj insertar las que se han publicado, nos reservamos hacerlo en pliego separado lufv-go que se cierre la lista general.

\A Real Academia de Medicina y Cirugía de Valencia ha elevado á S. M. la Boina una esposicion, en la que soli­cita se pensionen las familias de los profesores que hubie­ren fallecido ó fallecieren en las epidemias.

El Siglo Médico, en la sección de Escritos origina­les , publica uno del ilustrado escrilor-médico Sr. NIETO,

que tiene por titulo: Aa ley de tos contrarios, ¿es la ver­dadera ley lerupénlicnl El autor concluye así:

oEsto prinripio (la ley contraria contrariit), como principio abstracto, por si solo es esencialmente (!-<ti'ril; es la materia sin la forma; es la sustancia sin el accidente; es el ser sin la mani­festación

»Por lo tanto, la ley de los rontrarios saministra indicacio­nes paiialivaí y parciales; pero nunca ios verdadera» indicacúme» curatiiHU de lat enfermedades propiamente dichas

•La ley de los contrarios no es de utilidad alguna en la tera­péutica empírica <) puramente esperimcntal.»

Mucho desearíamos que el autor estudiase nuestra fór­mula lera|K-ulica , Similia Similibut , y que luego emitiese su juicio acerca de ella.

El Sfcrcurio d« l« KcdieeioB,

J. ALVAREZ-PERALTA, {de Puerto-Rico).

DOS PALABRAS ACERCA DEL DINAMISMO VITAL.

Con este epígrafe nos dirige nuestro aprociablo colega, el Sr. D. Carlos SOMOZA {de Pontevedra], el artículo si-guienle:

(He leido con placer el bien escrito artículo del doctor I). Cayetano CRDXENT, que apareció en el primer número do los ANALES de este año. Tampoco á mí me agrada jurare in verba magütri, y siempre trato de proceder con la duda filo­sófica, rechazando todo lo que se opone á mi razón, y admi­tiendo lo que para ella es aceptable. Este sistema es el úni­co que conviene á todas las ciencias humanas, y á él deben su progreso. Sacudir el yugo de la autoridad ea materias fllosóticas y científicas, es lo que Bacon, Descartes y otros sabios han recomendado, y lo que ha producido los inmen­sos adelantos que en los siglos modernos han hecho las ciencias físicas y naturales.

•Aplicados estos principios ala Homeopatía, ciencia nue­va, de suponer es que nosotros no habíamos de aceptar sin examen todo lo que el Maestro nos dejó dicho, ni habi»> mos de creer que ya nada hubiese que adelantar. Reconoce­mos cfcctivitmcnto que en Homeopatía hay muchos puntos dudosos y controvertibles, cuestiones que solamente están iniciadas y no resueltas. Otro tanto sucede con todos los sis­temas : ninguno salió completo de la mente do su autor, como Minerva de la cabeza de Júpiter.

•Hay, sin embargo, ciertas verdades fundamentales, que IA razón y la esperiencia do consuno acreditan cada voz mas, y (lue son como nuestro credo cientifíco. A ninguno que se llame Homeópata le es dado negar su asentimiento á estos dogmas : el DmAMisno vrrAL, el SIMILIA «VILIBUS cuRAirrca, la necesidad de la isnumiiirrActoN PURA y la ACCIÓN IVTOENTE

DBLASDosn iNFmrrEsiMAUS. Héaqui los principios ñmd»-mentales sentados por HAHNKHANN, y que son consecuenóii

TOMO IV. ft

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unot de otros, constituyendo una cadena,' ouyos eslabonas están intimamente enlazados, formando, en una palabra, la verdadera ciencia médica. Negad cualquiera de ellos, y casi todos los demás se conmoverán, ó, por lo menos, se osplica-ráa diCcilmcnte.

«Porque tales son nuestras firmes convicciones, por eso sentimos hallamos en oposición con algunas de las ideas es-presadas por el Sr. CHUXENT en su citado articulo. No nega­mos de ninguna ntanera la importancia del SIMILIA moLiBDs, y el mismo UAHHBMAIIN la reconoce al dar el nombre de Ho-meopcUia al siatema por éí fundado. Este principio es indu­dablemente la base de la Terapéutica, es un hecho quo po-dmno» llamar universal, y aplicable, no solamente ¿ la medi­ana, Ñno también ai mundo moral, igualmente que al mun­do QMCO.

«Pero admitiando lodo esto como exacto, afírmamos, sin embargo, que si la Homeopatía ha de ser algo mas que un método práctico, si ha de elevarse á ]a categoría de ciencia, si ha de ser ua sistema compleU), es necesario que haya un principio que sirva como punto de partida para esplicar los hechos. Por mas que estos sean en gran númoro , si no so treta de encadenarlos unos con otros, si no se forma, digá­moslo asi, su filiaeim, haciendo que se desprendan natural­mente de un pñncipu) culminante, que sea como la síntesis de todos ellos, no con^tuyen ciencia.

>Y bé aquJ el papel que para nosotros representa el di-namitmo vital. Sin el estudio de la fisiología, sin el cono­cimiento de los fenómenos de nuestra organútacton en el es­tado normal, no comprendemos de ningún modo lo({ue pasa en el estado patológico; sin fisiologia no hay medicina po-sU^e, ctentiikaoMnte hablando; no hay masque empirismo. Por eso no ROS sorprende que el Dr. Cnuxiirr diga que stc espíritu flo puede admitir que la teoría del DWAHIHIO VITAL,

ettAUecida por HAinuuiw y acatada por la ma9<^ parte de mu disdpH¿(M, Cité ftmdada en la venútá, ni ifle, como hipó^ tMi, puodá Mr tapu de hacer oíMvdtr la ciencia y el arte de dtrtr. Y no« sorpreBde ett* aaeióon, porque no com*

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prendemos que ai sois organicisku como ROSTAN, Ó wutteriO' Utíttt coiao CAnANis y BROUSSAIS, podáis ser Homeópatas. Ved, si no,cdrao HipúcnATis, STAHL y todos los que admiten mas ó menos el príHCi'jDto ó la fuena vilal, podemos decir que han adivinado el sistema homeopático. Ved c( mo en nuestros dias la escuela do Monipeller, queso aproximamu-clio á HiP(icHATES y á las doctrinas vitalislas, es también mas favorable á la Homeopatía que la de Paris, dondo geneFal* mente prevalecen el organicismo y materialismo.

•Admitid, on efecto, el (limmismo vUnl, y veréis cuan fá­cilmente admitís también coma consecuencia lógica el di-mmismo patológico y el terapéutico; es decir, la naturaleza iiuámica de las enfermedades, y la acción asimismo dtnd-mica de los medicamentos que han de curarlas, y, por con­siguiente, la virtud de las dosis iulinilesimales. Si la vida, asi cu sus manifestaciones normales como patológicas, oonaiata en la acción y reacción, si los síntomas no son otra cosa que la esprosion de la actividad vital, que tiende á desembara­zarse del agente alterante ó morbífico, fácilmente puede cs-plicarso la necesidad dol fimilia similibus. Administrad un medicamento cuya acción primitiva combata ó sea contraria á los slntonm que tenéis á la vista; como la reaccioii es siempM contraria á la acción, en cuanto aquella sobrevenga, veréis aumentados ios síntomas, aun cuando al principio se hubiesen disminuido. Y como esta es unn loy constante, aqu( tcpcis jusliücadp el principio de la Terapéutica bomeopAtica.

>De esto so desprende racionalmente la necesidad de las dosis mínimas, corolario obligado del Mmifia, asi como el prtscepto do ]ii esperimcnladon pura. ¿Y aun se dirá que es inútil el principio que sirve para enlazar (an lógicamente los hechos y constituirlos en una ciencia? Suprimid el dinamis­mo vital • sin él poseéis hechos sidjsistcntcs, verdades aisla­das sin eucadeoMidiento alguno ni relación intima; i)or lo mismonoiíay ciencia, porque no hay teoría. Asi, unbacina-f mÍ#niQ de piedras, ni»derM y otros materiales no constituye un «düAcio, hatta que el genio del arquitecto los enkaa f ooloG» coKvtOKQt^inentc y m lugar oportuno.

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•También es muy sospechosa para nosotros la aserción (le que sin físico no hay moral, y que este es un producto áe aquel. Como no queremos combatir tal vez un fantasma, nos abstenemos de manifestar todo lo que acerca de esto se nos ocurre. Acaso las ulteriores esplicaciones del Sr. Cauxiirr quiten á tales asertos el sabor de materialismo que hoy los hace sospechosos é inaceptables pva nosotros; pues insisti­mos en no creer que un Homeópata, y de tanto mérito como el Dr. CnoxEin-, pueda ser esclusivamente organicista ó ma­terialista, como se deduce de las frases que acabamos de copiar, y otras del articulo de nuestro apreciable com­profesor.

>No queremos dar mayor estension á este escrito, pues croemos haber satisfecho ya niMstro deseo, que era el reivin­dicar para el dinamismo vital el importantísimo papel de principio fundamental de la ciencia homeopática, que ya le habia concedido lUHMBMAm.—Carlos S(HI0ZA.

•Pontevedra 48 de febrero.»

A conliauacioD insertamos el informe dirigido al señor presidente del aynntamiento de Alicante por los médicos llomeópaiasde la misma, que ctmiprende: el estado sanita­rio anterior á la invasión del cólera: su apalicion, órdea del desarrollo, doradon y terminación: las nnevas formas que ba presentado la enfermedad dorante so corso, y étito del tratamiento homeopático curativo y preserraÜTO em­pleado por los miMn(».

(Excmo. ^ . :

>En el primer periodo de los cuatro mes» anterior á U invasión del cólera en e ^ dudad, se obscnnron alcfonas diarreas que invadían á familias enteras; pero tan leves, no ob«laat« su tenacidad en determinados individuos, que ter­minaban con solo los recursos de la higiene dictados por el

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buen sentido, sin necesidad de asistencia médica. Eki los dos últimos períodos del tiempo indicado, el estado sanitario de esta ciudad fue el mas satisfactorio; pues á pesar del usó de alimentos que ocasionan con frecuencia cólicos é indigestio­nes, no se ohservó el desarrollo de esta clase de dolencias, y ni aun de aquellas que, debidas á otras causas, son comunes á determinadas estaciones. Lo mismo poco mas ó menos se ha observado en otros países, conforme con los dalos refe­ridos por acreditados profesores.

>En este estado llegamos al 9 de agosto, en el que se ob­servó el primer caso de cólera, que atacó á una señora de cuarenta y cinco años en la calle del Santo Cristo, el cual dio lugar á las medidas adoptadas por la junta de sanidad: casi simultáneamente se presentó otro caso en otra calle, sí bien inmediata, en muy diferente dirección y situación, y que recayó en otra señora que, no solo no mediaba entre ambas relación alguna social, sino que ni aun se conocían. Continuó difundiéndose por el casco de la ciudad hasta el 20 del mismo mes, sin que en este tiempo ocurriesen mas que algunas defunciones pertenecientes casi todas al sexo fe­menino. En este dia fue cuando el miasma epidémico pare­ció estender su poder hasta el sexo fuarte, muriendo en él D. José Garda ALAMOS, que fue una de sus primeras vícti­mas. En todo este tiempo los barrios cscéntricos de esta ciu­dad permanecieron en el estado sanitario antes indicado, apareciendo notable la observación de que en el arrabal Roig no existiese ni un solo enfermo. En la noche de esto dia y en los dos siguientes fue tal el número de invadidos, que el benemérito gobernador, Sr. D. Trino QUUANO, mani­festó en la reunión del 23 por la noche (]uc había visitado mas de 1,000 coléricos en los barrios cscéntricos, abismado y afectado aquel gran corazón por la miseria y abandono que había notado. En la misma noche, dividida la ciudad en dis­tritos, y nombrados los facultativos respectivos, siguió la in­vasión en periodk) ascendente, hasta el 28, acreciendo dia­riamente el número de victimas hasta el referido dia. En el inqiodiato tiguiente, la o«uia epidémica mostró que m^ia^

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mos llegado ai periodo de declinaciotí, decreciendo diaria­mente el número de invadidos y deruncioncs; hasta que ha­biendo cesado la invasión por mediados de setiembre, con lalación y confirmaciMí previa de los profesores de esta citt-dad, se mandó cantar e! Te-Dettm el 24 del mismo. Esbe es el CTirso y orden de desarrollo, duración y terminación de la epidemia colérica en la ciudad de Alicante.

>Las nuevas formas que presentó la enfermedad durante su curso en algunos individuos, fueron erupciones y afuccio-ncs cerebrales; siendo notable que estas nuevas formas se presentaron casi csclusivaracnte en niños y mujeres. Las primeras, críticas casi siempre, terminaban felizmente la en-fennedad; las segundas afectaban un segundo periodo, grave en la mayoría de los casos, y mas grave todavía cuando la incuria del enfermo y de los asistentes habia ocasionado la retropdaion de algún exantema psórícu ó cscariatinoso, y cuya retropnlñon y metástasis podia creerse la causa funda­mental de la afección cerebral. Estas han ñdo las dos nue­vas formas mas notables observadas por nosotros en el cur­io de esta enfermedad; prescindiendo de otros achaques ó ácddentes consiguientes muchas reces á las enfermedades graves, aun en su feliz terminación. Hemos señalado las pri­meras, por la utilidad que pueden reportar á la ciencia; los (Sforentcs accidentes que pueden >-aríar al infinito, no for­man un conjunto hmitado al entendimiento humano, y no nstdtaria de su enumeración provecho alguno á )a ciencia, cayo principal objeto se reduce i la indagación de los me-Aos Áe alivkr 6 curar las enfermedades que afligen á la dé­bil humanidad, cuando es imposible prevenirías por ignorar h natotdeza de sus cansas, y, por consiguiente, tos medios de Removerlas ó destnñrias.

ñelUxUma aeerea de las camas.

»Le es inqxMifole al hombre la indagación de la nátterá-to(a de \MS cauau epidémicas. En esta osctvá via etistirá ttoqMre et isas proftndo mútcrio j por to ipre ^ etta^o de

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las comtituciones médicas, dsspueü de tantos siglos, no ha addantado ua solo paso, confórtnándoBe por fin con la pm-dente eschunacion del Quid Divinutn de HirdcRATts. No conocemos la naturalexa do las causas epidémicas; tampoco oonocemos la naturaleza del principio que constituye la vida t pero asi como nos es dado admitirle y estudiarle en sus manifestaciones, del mismo modo, y eligiendo el mismo tendero, podemos estudiar las enfermedades epidémicas en todos BUS caracteres y condiciones; especificando sus foi^ mas morbosas con relación á los medios empleados en su tratamiento. Háganlo todos los profegores médicos de los di­ferentes paises, y quieás ¡ilgun diu podamos llegar al cono­cimiento de las circunstancias que favorecen d desarrollo de la epidemia colérica, y de los medios que puedan neu-trtdiiar sus maléficos efectos.

>La epidemia se desairolld en la c iudud de Alicante de 6 al 9 de agosto, y cmó en mediados de setiemtN>e: empesó «R un punto céntrico de la misma, atacando el 9 por la no­te simultáneamente, ó con muy pocas horas de intervalo, á dos señoras en puntos no muy distantes ; fue propagándose por todo (A casco de la ciudad, permaneciendo Ubres los iMrrios escéntrieos da la misma, hasta el 90, en que empeló i observarse en los baldos de San Roque, VUkviel* y ar­rabal Roig, y mas tarde, y últimamente, en Sui Antón, Barrio-Nuevo y San Francisco.

•El orden de desarrollo y propagación de la epidetma en esta ciudad ha sido del centro á la circunferencia, y en el espacio de poco mas de un mes, en que ha consistido su duración.

»De la historia que precede en cuanto á la invasión, pro-t»g>MaB , duración y torminacion de la epidemia en esta ciudad, se deduce que ei foco epidémico se forma en un li­mitado espacio de la atmósfera; va «steadiendo ws ranúfi-caáones por puntos sdo determinados p<H- sus efectos; y qw esta atmMBra iirfecu tiene « UoÉte al fin detMwiiia-4o para el hombre, jsolo reoonoddo por su otatéiea in-•oMMía. Que asiooMo U «QferBM<Ud,q«M«i«oiipi««I

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efecto de una influencia morbosa que pone en desacuerdo el principio de la vida, se dcsdlTolla, aumenta, declina y termina; del mismo modo el miasma epidémico que produce el cólera-morbo se presenta, acrece en intensidad y esten-sion, decrece y se desvaneo; al fin. ¿Por qué su duración no es igual en todos los paiscs? Porque es imposible, respon­deríamos ; porque toda causa y la enfermedad que es su efecto, puede modilicarse por las influencias del clima , y principalmente tratándose de las epidemias, y especialmen­te del cólera, por las influencias topográiicas.

>En estas líneas, Excmo. Sr., van espuestas de un modo claro, terminante , y sin mas que referir hechos, nuestras opiniones relativas acerca de si la enfermedad rx Icrica debe considerarse epidémica ó contagiosa. LÍJS profesores que aconsejen en otro sentido á las autoridades sin fijar la aten­ción ni reparar en los hechos que son el lenguaje mas esprc-sivo de la naturaleza, se hacen responsables de las terribles consecuencias que atraen á la sociedad, como son: el ais­lamiento , los cordones sanitarios siempre ineficaces , y el espectáculo desconsolador é inhumanitario de una madre que reclama los auxilios de su hijo querido, que la recliaza y huye abandonándola á su triste suerte. Si se nos pregun­tase cuál es la causa ocasional que ha contribuido á aumen­tar el número de \1ctimas en muchas partes, y aun en Alicante, responderíamos que el terror quo infundía en los individuos, el temor de la miseria, y el aban-dooo.

Tralamienlo.

>Si considerésemos, como algunos, que la Medicina es solo patrimonio de los médicos; asi como creemos que constituye el {MOrimonio de la humanidad entera, nos abstendríamos de hitbbir del tratamiento particular adoptado por nosotros, es-pecilicank) los casos y los medios empleados un cada uno de los mismos; pero obedeciendo al impulso de nuestra oaa-cieneia, y al progreso de la cicQcia médica que s<; encierra

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nctualmente en los principios de nuestra doctrina, y para completar debidamente el informe pedido por el subdele­gado en so oficio del B del corriente, vamos á esponer los medios que con arreglo al principio terapéutico natural é in­variable de los semejantes, hemos usado en el tratamiento de tan devastadora enfermedad: tratamiento que es el pro­ducto do una medicina joven, nacida en el üglo xa, y que en el espacio de cincuenta años ha producido mas b^nes á la doliente humanidad que la multitud de sistemas que han reinado on los siglos que mediaron desde Hipócrates hasta nuestros dias.

>Los medicamentos de que generalmente hemos hecho uso son: la ipecacuana, manzanilla, metal y eléboro blanco, co­bre y carbón vegetal en la mayoría de los casos; nuez vómica, mercurio, belladonna y beleño, eii los menos.

«Cuando los vómitos eran el síntoma predominante de la enfermedad, ipecacuana.

•Cuando una diarrea biliosa con vientre dolorido, man-aanilla.

iLas diarreas simples que constituyen lo que se ha llamado coleriaa, eedian todas: á la manzanilla, nuez vómica ó mer­curio, y con tal qoe el enfisnao fuese dócil á nuestros pre­ceptos y guardase cama, ninguno ha pasado al segundo pe­ríodo de la enfermedad.

>Los casos graves no fulminantes con frialdad de la piel, cara descompuesta, ojos profundos y abundante diarrea, has cedido en la mayoría de los casos al metal y el eléboro blanco.

•Cuando á estos síntomas te agregaban los calambres en loa miembros, constituyendo el sintoma predominante, «I cobre.

(Cuando la depresión ó pérdida da Im pulsaa» caiiMm ve­getal alternado eon el metal blanco.

«Guando la enfermedad, por metástasis-desoonocidu d b repercusión do algao exantema espontáneo ó producúia pw la indocilidad del enfermo é incuria de los asistentes, varia­ba de forma presentando una afecoian cerebral, hemoa trian-

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bdo algunas veces con beliadonna, mercorio, y principal­mente con el beleño.

>En los casos fulminantes, en aquellos en que el miasma colérico oln« á la manera de los venenos activos, y que el enfermo muere sin conocer que la vida se apaga por mo­mentos, hemos usado el carbón vegetal, metal y eléboro blanco; remedios los mas activos conocidos en Homeopatía para el sosten del ¡mncipio vital, y que nos han proporcio­nado todavía algunas curaciones en estos casos tan diflciles, que por su espantosa gravedad exigian una pronta y opor­tuna aplicación de los mencionados remedios: viéndonos muchas veces en la triste situación y desconsuelo, d« que pereciesen á nuestra >°ista nuestros Íntimos amigos y nues­tros mas caros objetos.

Método preurvativo.

aHemos usado, prescrito y aconsejado como preservativos, el cobre y el eléboro blanco, apoyados en numerosas obser­vaciones de los médicos de Viena, que aseguraban haber preservado con estos medicamentos á mas de 80,000 indivi­duos, con muy cortas escepciones; pero una esperiencia tar­día nos ha hecho conocer que el carácter esencial de la epi­demia reinante difiere del de los años 31, 3 i y 48, en los que el cobre y d eléboro blanco fueron escelentes profilác­ticos. Si noestn Granea confesión y el desconsuelo que sen­timos con el recuerdo de personas que nos fueron tan queri­das, puede ser útil á nuestros correligionarios compañeros, les aconseiaremos que sustituyan el metal blanco al cobre: y si con este medicamento, como creemos, logran alcanzar mas triunfos que nosotros, será el único lenitivo que temple nnestro acerbo seMinnento.

Este es, Excmo. Sr.,elasoqae hemos hecho délos me­dios qoe prescribe esa Itedidna jdvm y unitaria: los mismos que se han usado en Alemania, Prusia, Francia é Inglaterra; poique existiendo entre los médicos de estos diferentes países UBÜdMl de principios, debe existir neoetariainente la unidad

FRAGMENTOS ^ B C A DK LOS EFECTOS POSITIVOS DE LOS MEDIGAHINTOS

OBSERVADOS EN EL HOMBRE SANO,

por Samuel B A U N E M A N N ,

TMAVOCCIOK D a LATID Al rRARCU 0 1 Lo*

DOCTORES CHAHPEAUX Y H I L C E N T .

PBEFACXO.

LLÁMANSE alimentos las sustancias que nutren el cuer­po: denominanse medicamentos lasque, ingeridas siquiera sea en pequeña cantidad, pueden cambiar en el hombre el estado de salud en el de enfermedad, y, por lo mismo, el estado de enfermedad en el de salud.

El primero de los deberes del artista consiste en poseer el conocimiento perfectisimo de los instrumentos de su pro-fesion; pero ¡ahí nadie cree que el médico tenga que Henar ese deber.

Hasta hoy, con efecto, ningún médico, que yo sepa, se ha molestado en averiguar lo que los medicamentos producen por ti mismoi; esto es, los cambios que operan

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en el cuerpo sano, para por ello venir en conocimiento de las enfermedades á que en general corresponden (1).

Los efectos de los medicamentos, cuando los propina­mos enmedio del Irtstorno de tas enfermedades, no sema-nifíeslan tales como en si son, sino modificados por los síntomas de la dolencia; de manera que son fenómenos de naturaleza enteramente mista y complicada, que convierten en empírica la Medicina, asi que esta los toma por punto de partida, y de los cuales reporta muy poca utilidad la prác­tica verdadera dej arle. Séarae permitido designar esos efectos con el epíteto de relalivot.

IV)rlo que á mi toca, he pensado que valia mas no ad-minislrar al enfermo otros medicamentos sino aquellos cu­yos efectos en el hombre sano conviene que los llamemos (^solutos ó posilicot] hubieran sido reconocidos antici­padamente \m m mismo, y, en cuanto fuese posible, comprobados y es|)eriroentados. Emprendí, por lo tanto, una serie de esperimentos, la mayor parle en mi propia persona, y otros en varios ñHUviduce que gozaban de ca­bal salud y que estaban exentos de todo mal aparente.

Los medicamentos simples desarrollan en el hombre sano efectos que les son lespeclivamenlc peculiares; pero es de advertir que oo los producen, ni de una vez todos, á observando una serie única y constante, ni todos va ca­da individuo, sino que unos aparecen boy, otros mañana; tal efecto, v. gr., se presenta primeramente en CAfo, cuál en tercer lugar en TITO, bien que en on momento dado

(t) El testodtee: Q\^bnt in «ntwmim nwrkit tonveniaM. Los q w están al tanto de laa ideas de Hniiniuim, acaso digan que httl>iera valido mas traducir: de la$ enfermedadet á que, tomada» «n tu conjanto, corres^ponden. Pero la fórmula in univers%un so repite mas adelante con la significación paramente de en genercU, T por eso la hemos espresado aquí con ese giro. {Nota i* kw tra-duetorct frtnet$e$.)

TITO llega á notar en si, continuando el uso del medica­mento, el efecto que CAYO habia sentido preoedentemeate.

Todo medicamento produce efectos que se maniCesian unos mas pronto, otros mas tarde; esas dos series de fe­nómenos son de lodo punto opuestas y desemejantes; pue­de decirse también que son diametralmente opuestas. A unos los llamo primitivos ó de primer orden, y á otros secundarios ó de segundo orden.

Cada remedio administrado en dosis conveniente tie­ne, sobre el cuerpo humano, una duración de acción mas ó menos larga, que le es peculiar, y que, por decirlo asi, está determinada. Trascurrido dicho tiempo, todos los sin-tomas procedentes del medicamento cesan á la vez.

Y por eso los efectos de los medicamentos se manifies­tan, conforme á la naturaleza de estos últimos, en un corto espacio de tiempo. Sus acciones primitivas aparecen y des­aparecen en pocas horas, en seguida las acciones secun­darias aparecen y desaparecen no monos rápidamente. Con todo, no es dable determinar do una manera constan­te la hora precira en que cada una do ellas suele manifes­tarse ; lo cual depende en parte de la naturaleza diferente del individuo, y en parle de la diferencia de las dosis.

Los sintonías impresos en letras mayúsculas los he ob­servado con mas fi ecuencia, y con menos los que están en caracteres mas pequeños (4).

No presento sino con reserva los que van entre parén­tesis ; mas los he notado una vez solumcnlc, y en un caso poco práctico y poco claro. Los paréntesis indican tam­bién que no se ha podido conccdoi- suma confianza á lo que decian los individuos esperimenladores, ya por care­cer de inteligencia para ello, ya por haber cometido bitas de régimen.

(<) Aquí van imprcsiM «n «radérc* itálicos.

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He observado algunos medicamentos que en el curso de su operación presentaban dos, tres paroxismos y hasta mas, abrazando las dos series de fenómenos que, en gene­ral, se manifiestan, como hemos dicho, unos en primer tér« mino, otros en segundo lugar.

También he creido observar alguna vez ciertos efectos que podrían referirse á un tercer orden.

Ix)$ síntomas que be llamado retios, solo se encuentran allí donde las dosis enormes han producido enormes des­órdenes, y cuando los efectos de primero ó segundo orden han persistido mucho mas en el regular, según la naturale­za del individuo está mas ó menos dispuesta á tales ó cua­les fenómenos morbosos.

Cuando se emplean dosis medianas ó pequeñas, no se observa, por decirlo asi, mas que efectos del primer or­den ; los del segundo se hacen mucho mas raros. Uéme ocupado, sobre todo, de los primeros, como propios á pres­tar los mayores servicios en el ejercicio de la medicina, y como muy dignos de ser conocidos.

En todo cuanto me ha sido dado observar, he procura­do escrupulosa y religiosamente no apartarme un ápice de la verdad. Beneficiemos, pues, esas investigaciones: nadie mejor que yo sabe lo muy mezquinas é imperfectas que son.

Al fin de cada medicamento he añadido todo lo que los autores de obra» medicas han anotado (pero no con las mi­ras mías) acerca de los electos puros de los medica­mentos.

AH EMA !1.

La reforma que espresa los parénU$i$, como dice HAH-mtiiAiiN en su prefacio, con motivo de ios síntomas dudosos, no se aplica sino á dichos síntomas en si, y no al tiempo de la manifestación de los fenómenos que constantemente he­mos pueMo entre paréntesis, para evitar las referencias 6 llamadas, incesantemente repetidas en el testo latino.

(y<Ha de los Iraduclora francaet.)

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de medios, conforme siempre con el principio ,de los seme­jantes.

iHemos espresado, con la franqueza y claridad que del)e caracterizar siempre al profesor que aspira únicamente al progreso de la ciencia, nuestros vencimientos, como nues­tras derrotas. Si unos y otros contribuyen un día á trazar un nuevo rumbo para destruir los terribles efectos de ese invi­sible coloso que diezma las poblaciones, quedarán satisfe­chos nuestros mas Íntimos deseos, y colmada toda nuestra ambición.—Alicante 2i de noviembre de 1854.—Pascual VALLCANCRA.—Manuel Ausó.i

El informe que precede pudiera considerarse como un documento histórico que sirva de base á la formación del espediente mandado instruir á los ayuntamientos por real orden de 1.° de febrero último. Pero como el que han visto nuestros lectores no emana de la Medicina oficial recono­cida en las escuelas, se halla únicamenle autorizado por las firmas de dosbumildes médicos,aunque con el sulicieo-te valor para abandonar las crueles y groseras rutinas de nuestros antepasados.

El objeto del gobierno al mandar instruir ios referidos espedientes, no es, ni puede ser otro, que proporcionarse datos de la mayoría de los profesoros para resolver la grande y debatida cuestión de la epidemia ó contagio, y determinar, en último resultado, la estincion ó continuación de los cordones sanitarios.

En este concepto, seria de desear que nuestros compa-Aeros, los médicos Alópatas* publicasen también el suyo, que nos daría á conocer cuál es su opinión respecto al punto cardinal que debe ilustrar al gobierno. Adversarios de nuestras doctrinas, nadaestraBo será que lo sean también de nuestras opiniones, relativas á considerar si la enferme­dad es producida solo por la infección atmosférica, ó tras­mitida del enfermo al sano, por contacto mediato ó inm«-

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diato: en este último caso, una opinión suscrita por diez ó doce fírmas autorizadas no puede temer el fallo de la mayoría de los habitantes, que casi pudiéramos asegurar les es favorable, asi como el de algunos de nuestros amigos.

Siéndonos imponible indaíiar la naturaleza de las cau­sas epidémicas; y rcspeclivamentc al cólera, ni aun deter­minar actualmente las circunstancias que favorecen ó neu­tralizan su desarrollo, réstanos solo, como punto mas esencial, la indagación de lo» medios que la cspcricncía baya hecho reconocer como mas eficaces en el tratamieato de tan devastadora enfermedad. En este último punto quisiéramos qne nuestros compañeros fuesen muy csplíci-tos, especificando las formas morlwsas y los medios em­pleados en cada una de las mismas, para no privar á nues­tros sucesores de los adelantos que les hayan proporcio­nado sus respectivas observaciones. Así lo exige el ínte­res de la humanidad, que tiene derecho á posesionarse de estos conocimientos cuando se trata de esas calamidades públicas, en que no basta el personal de los médicos; asi lo exige también el decoro de lo^ profesores de una ciencia que ha sido, basta el presente, objeto predilecto de la sá­tira de los hombres mas ilustres.

Si no responden á nuestra invitación, aquí, en el ter­reno del cámbale, á presencia de testigos que puedan con­firmar los hechos, ó desliair graluílas asercraciones, ha­rían comprender á nuestros lectores con su silencio que en nada esliman el progreso de la ciencia ni el prestigio de la dase á qu^ pertenecen. Estamos muy tejos de conceMr tai desrentajosa idea de profesores pundonorosos que, á riesgo de su existencia, han llenado con celo y sin des­canso ios tristes deberes ttnpnestos al ministerio médico. Por lo mismo espo-amos confiólos que serán satisfechos Mestros deseos.

CLIKnCA,

GASTRALGIA.

Continuación (i).

tTenicndo en consideración que la Sicosis es un vicio miasmático crónico, sumamente generalizado por la razón de no haberse jamás conocido sus antídotos, la rhuya será en un gran número do casos de grande utilidad, y algunas veces de necesidad absoluta en la gastralgia.

»Sus principales síntomas son: eructos después de comer, agrios, rancios; regurgitación de sustancias agrias, acres; pirosis con ardor quemante; dolores presivos y tensivos ea el estómago, sensación de peso, angustia y ansiedad que se cstiendcn á la cabeza, constipación por contracción del ano, cámaras.

» Tartarus emeticut. L»s síntomas que indican la admi­nistración de esto medicamento, son: eructos de aireó pútridos por la noche, regurgitación de materias acidas> acres ó saladas, náuseas y vómitos con ansiedad, y sudor. Kl característico de este medicamento es la gastralgia con indigestión por la noche, con eructos á huevos podridos; es decir, la digestión se hace mal, y á las cuatro ó cinco ho­ras de haber comido es cuando se presentan estos eructos como de hidrógeno sulfurado. En los sugetos en que este medicamento conviene, todos los alimentos sientan mal, y el enfermo siente una molestia como por empacho: oslo es característico. Otro característico es, después de los dolO' res, vómitos mucosos con diarrea tambieo mucosa, y H ^

(O Véase el número anterior.

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esto se añade que todo» loá síntomas se agravan por la noche, tendremos ta otadro completo de este medica­mento.

>EI Bismuto ofrece síntomas muy parecidos á los de Lycopodium, y sirve basta paralas afecciones gravísimas del estómago.

*Sus principales síntomas, son: dolor prcáivo con sensa­ción de pesadez y malestar en el estómago; dolores ca-ItmbraidMs y presivos, eepeciatmente después de comer; iMtifailidad escenva á la presioD, náuseas oon deseos de viemitar, erado* pétridw, vénitos agrios ó de sustancias •egraioM (atiiMiis), c«no por m gran traalomo en \tó fnncioBM del tiigado, ó cono por efecto de «na afeooioa csuneroaa: estos vómitot son el característico de este mc-dteneaM: kay adenas presión despaes de c»mer, bor-Ivrígmos y flatoosidadcs «• «I vieotre.

» AdesMN de los tres medicanientos preinsertos, se ocupó láDr. Nviflade otra may principal. Eslees, h«pertHlph«ñt.

•Este medicamento deberá administrarse en los primeros daaarreglos de la digestid, 6eo la verdadera dispepsia. (*a«de asarse como preservativo de la misma gastralgia dasde ({ae abemot qoe la dispepsia es casi steaipre pre-cwiera de «sia eafanoedad.

» L M itatomas <iae adunas indican su uso son: dolores vic40Mo8«i d eáhtufp, pirosis bien marcadas, eructos «famMHU» fue irritan la garganta; vómHos ácidos, nraco-•as , biliosos, ninseas y grandes esfnenof^ para Tomitar, aensMídad al epigastrio que hace insoportable la presión

pero en el estómago como por una piedra; éesvaaecimeile, woatfoe k» dolor^ no sean muy foeries. €m<atítrítíico: cmslipaekn, cánnras delgadas y díTici-les, coa iiTMion y tcmsmo; es decir, anas de defecar y no poder, aun siendo las materias fecales blandas, como por ioaccioD y estrectta del iulciitiiio.

— 87 —

tKreosolé. La Kreoíota, no solo no8 ha sido conocida por la esperimenlacion pura de nuestra escuela, sino lam-biea por los casos en que se ha usado i fuertes dó«s ea ia escuela alopática y en los envcnenaniicnlos por esta sus­tancia. La k reosota se usa con frecuencia en los fl«|jos mucosos y en las ulceraciones de las membranas mucosas; es ademas un escelente remedio contra las afecciones her-péticas, sifilíticas; y, por efecto de la gran iníluencia que tifioc sobre la matriz, ia usau aguaos práclioos basta para corabalir el cáncer. La Krcosola parece dirigir su acción al coraion, trastornando y ealoritcciendo la circulación, y produciendo hasta el abultamienlo de sus ventricnlos. (k)mo es natural, esta sintancia despierta simpatías con el estómago, alterándole y produciendo en él fuertes espas­mos, dolores espasmódicos, presivos y con inflación dolo-rosa en la región del hígado: producipln su consecuencia, ia inacción de los intestinos y la constipación. También di­rige su acción al vientre produciendo dolores ó punzadas con inflación y dificultad de so{)ortar la presión de los ves­tidos; constipación ó diarrea, siendo esta «íltima el oarac-terislíco cu las señoras, si ocurre en la época de las reglas. Es otro de sus característicos en la gastralgia, el endwte-cimienlo de las paredes del estómago.—Si registramos U Materia Médica, encontraremos en ia patogenesia do este taedicamcnto dos indicaciones bastante darás: la primera 08 en la gastralgia , y la segtnida en las irritaciones hc-wiorroiáalcs que producen flujos ó s¡m[)Ienienlc irritación con sensación de constricción después de haber defecado, como la que se observa con hjnalia y I^itri acidum, ó soa en los casos en que estos remedios están iadioados , wá como en las grietas fisuras, etc., por tiuya razón piedt reemplazar á estos mcdicamcatos con ventaja.

Kl «ccreUrio d« gjbierno ,

Toiis mJiGER.

TESTAMENTO DE ÜN MÉDICO, 6

ÚLTIIA PALABRA ACERCA DE LA MEDICINA, T EN PABT1CULAI SOBKE EL

NÉTIN niAPÉüTICO, FGNDiDO EN U LET DE LOS SKHIJiNTES, P O K F K . A L E J O E f P A H E T ,

DOCTOB HÉDICO •OIRÓPATil, ALTOR DI LA CL<niCA DE STAOCELI.

Tradoeoiea del wñor LiMacUdo D. Fraaoátoo OEEIIOA, iadivi» dao da la Sociedad Hahaemanniaaa MatrítcBM , de la Soeiadad Oaláoaaa de MadicÍBa Honcopátiea, del lattituto Médico Ta-laaoiaao, de la CoagiagaaSoa Hoaaspit ioa, Diroetar iateriao da

riaf «Maf ia* , M*dico da la Bala da atOe Egaáa da Vale»-I ale., «te.

Ác ne (orlé roget, quo me áuee, quo lare tutir: SuUiu$ addiaus jurare in verba magittri,

(HOIAT., BPIIT. 1.)

IfÉotüinuacion) (1).

Respecto al régimen, apenas merece la pena que nos ocupemos de ello; el régimen de la Trapa, la higiene en los pobres ó en los campos, todo esto es bien conocido, y cree­mos que mas pronto contraría que facilita ó efectúa las cu­raciones. Sin embargo, creo que el régimen es un escelen-te auxiliar, pero no con el rigor exigido por HAHimuNif; al­go se puede templar en él, y de este me he ocupado larga­mente en un arüculo inserto en el Jowmal de la SociéU GaUicane de médecine homaopatique, en el número de abril de 1851.

Segunda objeción. So ha dicho que la Homeopatia era un método cómodo, que no causaba ninguna fatiga, que no eligía ninguna ciencia. Afirmo aqui con toda verdad, que es precisamente todo lo contrarío. Es vardad que es un método cómodo y que no cama ninguna pena; pero es para los enfumos, que por su medio se obtiene la curación mai agradable y mas prontamente.

(<) VéaMouestroaAmero anterior.

— 89 -

Para el médico, al contrario, todo es trabajo. Habréis podido deducir por lo que he dicho, que la Homeopatía, en vez de dispensar de la ciencia, hace un deber aumen­tarla y completarla. No se limita aquí su trabajo. Debe so­breponerse á las preocupaciones vulgares del humorismo, y i las lisonjas de enfermos que dicen haber sido curados demasiado suave y prontamente: esto parece que no es na­da ; no obstante, estas palabras cncicrrnn á veces todo su reconocimiento. Le seria fácil acumular sobre la mesa del enfermo botellas, paquetes de polvo, y hacerle decir con agradecimiento: ¡Oh! ¡ Cuántos malos humores me ha sa­cado este vejigatorio! O bien: ¡Ah! ¡Si supierais cuánta podredumbre me ha hecho arrojar esta medicina!

Es evidente que el médico no puede ejercer la Homeo­patía sin tener la ilimitada energía que dan las conviccio­nes bien fundadas, la conciencia de su deber y el mayor desinterés. Mucha fe necesita , en efecto, en el poder do los medicamentos hahnemannianos: y no siendo menos ne­cesario que estos medicamentos le ofrezcan garantías para que conñe á su eficacia sus coléricos, sus pulmoniacos y todos los demás enfermos.

Tercera objeción. HAHNIMANN parece haber autorizado una objeción que so ha hecho A la fíran ley homeopática rimilia ñmilibus curantur. Procura disipiyia. Efectivamen­te , HAHiriMANN aplica esta ley á lesiones materiales tratadas por medios químicos ó estemos, con el objeto de hacer mas fácil la inteligencia de estos ejemplos familiares. Con­fieso que estos ejemplos son muy impropios. Asi, un dedo quemado se moja con agua hirviendo; á un miembro he­lado te le aplica hielo. Es verdad que el hielo hiela, como lo es que el agua hirviendo quema; pero lo que no es igualmente exacto, es creer que el hielo aplicado sobre un miembro congelado obre homeopáticamente, sin que sea preáso ver en su acción solamente un grado menor de firio, y viceversa; y en la acción del agua hirviendo un grado menor de calor, sino una verdadera acción química.

(Continuará.)

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NOnCUS VARIAS.

En ana carta que nos dirige un amigo nuestro, residente en París, se nos comunica un descubrimiento liecho por un joven cubano en la eleclro-<jUÍraica para eslracr del cuerpo humano los metales de ípic [¡uedc estar saturado. La Me­moria que el inv(!ntor ha escrito lia sido prosentada á la Académie des Sciewes por el celebre químico DIVAS.

—Eo cslos días los poriódicax médicos y políticos se han ocupado de otro desciibrimienlono menos importante, el cual, á salir cierto, es una prueba mas á favor del Si-milia.-^llii aquí lo (|ue leemoc} cu La Iberia, periódico polilico, acerca de dicho descubrimiento:

tSr. Director (h IM Iberia.

I Muy señor mío: Por el corren de la Habana, vapor Conde de lieyla, que arrilni á Cádiz el (• dfil actual, llega á mi noticia lo <|ue sife'ue:

fUn lieclw en sumo grado importante ocupa hoy en esta lisia la atención de toda clase de personas. No es nada me­mos que el descdirimiento dt! un preservativo ó modifica-ídor de la fiebre amarilla, p<jr medio de una inoculación lespecial que ha presentado un alemán, sobrino del barón ide HDMBOLDT.

tCoasiste en el virus que produce la picadura de una ipequeña culebra indígena de Méjico. Se debió su dcscubri-> miento á la circunstancia de haber notitdo el autí)r que lo» íinoculados casualmente p«r la picadura de la culebra pre->9enlaban los mismos síntomas que los afectados de la flpbro «amarina, que recorrían los mismos periodos, y que ofreciau «igual terminación.

>E1 autor, después de multiplicadas observaciones, ase* »gura haber comprobado su descubrimiento; y para calmar

- w -ilog temores que puditfui asaltar A cnalquiera do ler AQVe-mcnado con aquel producto animal, perfecciona su doacu->brimiento modificando el veneno de la culebra, haciéndola »picar en un pedazo del hígado do un cordero, sirviendo I después el pus que produce la picadura para la indicada «inoculación.

>E1 general CONCHA lo ha hecho publico A las tropas que tguarneccn esta isla, invitando á sus subordinados á que se «sometieran al cspcrimento; intitacion á que han corres->pondido mas de trescientos, esperimentando deapoec d« «vacunados síntomas análogos , aunque benignos, á loa que «se presentan en los invadidos de iiebre amarilla. Tambian >el general BUSTILLOS lo ha manifestado á las trapas y nuip« «rineria de la escuadra, bajo las mismas bases, y ya se •han presentado muchos para ser inoculados. He llegado »á entender que por el correo se da cuenta al gobierno «deS. M.»

»He de merecer, Sr. Director, se sirva dar publicidad á lo que precede en su ilustrado periódico; pues mi princi­pal objeto al hacerle esta súplica es llamar la atención del gobierno sobre un hecho que ni admito ni rechazo por mi parte; pero que advierto guarda analogía con el que la hu­manidad debe al inmortal hutitM con el descubrimiento del pus vacuno.

•Queda de V. su afectísimo suscritor y seguro servidor que S. M. B.

«M. i. DK P. «Madrid 12 de febrero de 1883.»

—Leemos en El Clamor Público de 15 del aclaal: «Himtcopflrta.—Seria conveniente que el gobierno In-

duyeae la enserianuí de la UOHIOPATIA entre las asignaUíraa de la facultad de Medicina, en el plan de estudios que pre­para. Do eate modo se evitaría que muUituá 46 eharlatants continuasen vendiéndose como apútíoUs de la doctrina komo-pálica, en descrédito inevitable de la misma y de los mmcot que de buena fe .se dedican i pnutiMria.*

Damo.s las gracias á nuestro colega político por sus buenos deseos. ¡Quiera Dios que so realicen I

— 92 —

—El Sr. Próspero dePrenii SANCTA ha dirigido á la Aca­demia de Medicina de Paris una nueva Memoria, dando cuenta de sus observaciones comparativas sobro la influen­cia que puede tener en la salud el encarcelamiento celular. Parece que este sistema no aumenta el número de las en­fermedades en general, antes, al contrario, le disminuye, asi como el de las defunciones. Pero aumenta considera­blemente los casos de locura y de suicidio. La primera suele presentarse en sugetus sanos y exentos de toda pre­disposición hereditaria, lo cual sucede en el sistema p<!ni-tem;iarío coman. Los suicidios han llegado á hacerse doce veces mas frecuentes que en tiempos anteriores.

El Secretario de la Redaccio*.

J. ALVAREZ-PERALTA, (de Puerto-Rico).

AVISO.

Debiendo salir muy en breve para el estranjero y Ul­

tramar nuestro colega el Sr. ALVARP.7.-PERALTA, queda en­

cargado interinamente desde el dia 1.° de marzo de la se­

cretaria de la redacción de los ANALES el Sr. PELLICER, se­

cretario de gobierno de la SOCIEDAD IÍAHNEVANNIANA MA-

TMTCNSE. A este señor, pues, se servirán dirigir sus co-

monicaciones y articulos cientifícos nuestros suscrilores y

comp^ros. Véase, para la dirección, la segonda página

de la cubierta de este número.

CÓLERA-MORBO ASIÁTICO.

En el Prefacio quo sirve do introducción al tomo de los ANALES do este año, después de manifestar cuáles son nuestros principios y cuáles nuestras tendencias, y basta dónde han avanzado nuestros esfuerzos en la grandiosa obra de propagación que hace nueve aSos comenzó nues­tra SOCIEDAD, deciamos:

cPero hoy, que, después de vicisitudes y de sinsabores sin cuento, de polémicas y luchas, de conquistas y de pre-p<nipacione8 vencidas, nuestra Escuela cuenta tantos y tantos adeptos ilustrados; que el ftccvo-nmcmto, sobre que sólida­mente descansa, es reconocido y hasta proclamado por nuestros mismos adversarios; hoy, pues, jcomienta pan nosotros otra tarea no menos difícil que importante.

>La cual consiste: A.' En analizar todo lo dudoso, todo lo contestable que

en sí encierre la DOCTRINA HAHMiiuiaoAiiA; >2.* En hacer el inventario de lo que realmente baya d^

irrevocable en dicha doctrina, de todo cuanto POSEA, sin ningún género de condición y reserva;

iZ." En formular, con toda franqueza, ios de$idtrata que aun quedan por realizar;

>4.'' En tomar de las demás escuelas científicas todo cuanto posean de cierto, de evidente, y que pueda utilizarse en pro de la nuestra.

I Para llevar á cabo estos propósitos, cuenta la SOOIDAB

HABirtMANinAitA MATRITEKSE con poderosos elementos de ac­ción y de vida; cuenta con la cooperación de sus individuos, así nacionales como estranjeros. Lo cual nos permite asegu­rar, sin ningún género de jactancia, que, de hoy mas, serán los ANALES el verdadero órgano de la MCOICINA HOMIOPATICA

en España. •Nosotros publicaremos todos aquellos escritos que, sin

TOMO IV. 6

— 94 - •

falsear el HECHO-PRWOPIO <le nuestra Escuela, tengan por objeto anunder j|i |c^(^ nif|Jjfm^mfB»iof^ Oalos dominios de la teoría, ora en el terreno de la práctica; ó que vayan encaminados á suministrar nuevos datos, con los que mas «del fite foá^^mmw^^ afqipliflaineQto lo^dctidtraffl^de la Hon^eopatia. / .

>Y en prueba (}e elip, damos en este número cabjid^ 4 un articulo de nuestro pustrado comprofesor y colega el Dr. CiiBXEirr, artfcüilo ciertamente interesante bajo mij-choí concep<<>8, e! <Tial tiene por objeto principal cónÜMtir la individualización rigurosa y absoluta de cada casó mor^ lioso. T i b i e n es «1 gfúxmo nvuac q de fobrcr«i fuibiícarc-mq^ otro, «|i|cM^ ,i9U](;imfHti;^i)te. 4^ i M&siro no mcnq» i)M$(r«do co9iprQfc»or y colega estr^njer* el fk, Pin^v («Ut Pari»), apares dul cólera, coa que $e ha servido iavQrea^armi, |, ^ ejL cui^ «e estabkn^ algMoas o^dilicacioaes respectoi

Y después de csponcr la reserva oeo qna aceptemos ellas ideas, jiortfaé noertro lema ha sido, Mme el de la mayoría de los HomeópaWs españoles, el HAUIUEMANI ISMO

pnro, conlinnábamos: ( , • • . .'

tLas aco^pmo», mas no las prohijamos; las damos cajbida en íiucstro pcriídico, mas no las imponqmoj á nuestros lec­tores con o verdades inconcusas; solo prohijaremos y defen­deremos co;no nucsti^s aqi cllas que tiendan á enriquecer la Róraeopátfa eon ías adquéiciones ñé los demás ramos del saber humano; aíj uellas que ten^n en su abono ]fi saóoion delós/hechos.»

Esto dijtaios, y esto repetimos hoy con molivo de te' insércioo anuiwiad? 4e tu» artícolo-caría que el ili^^rádo ^i:. ?P»x íd<j' Eariá) k U seryido, dirigir al PrcsMÍmte 4c nuestra SooEDAD, Sr. Dr. NIÑEZ.

Ku iiUK» ««iDpr«lMor y üokn^, ^< íha*i, cuya carta

— 98 —

sobre el o61«rQ vamos á insertar i ooniiottaeiaB, m faarU^ coQoeido en la literatara y práctie* bODMqwlioas pana fM pbeda dbdáne de sne o^niooe». Vemos,' áa embárg»; «K éldocattiétió á qve nóú referimos, q^e ett 1« j ^ ^ a x i ^ f (ratamietifo del c^Iera-morlto asf^iéo toMétíta k fitt^ algunas modiílcacioocs que al parecer lé separan MHÍÍÍI¿«E-

MANWiSMo puro. Así lo comprendemos; y con objeto (lb<;(ii{| este ilustrado Profesor satisfaga algunas dudas < ue por á BHMtXAto M nos ocurren, peosaoMS hacérselas notar 9lt>«m-p» de trascribir su trabajo. Observamos, á p«stur de todq^ qob las modifieaoioneH introducidas por el Dr. Pimx en el trataHonieolO' del CÓI«KI, tú afeetan al priaeipio tmilmsi* w4lH^'^ afecl»BMÉnií ameato á ia foraat y prtóticu iñaééia ptitummimí^ la «léf^ pn-c» á»iw i pátís en clfrateimfelito dteftts «rtftrtnedftííés. '

ÉI(fpicunienío(fipeasl: " '

V P*ái»f»desetien4brtíié«e>*;

Mi querido NDREZ: felicito á V. perel' gtanpMTVetolqiM ha concebido de publicar, durante la epidemia del cólera una revista hcbdondadaiia, que no soí'd enseñé á los prácticos la marcha que l in de seguir para prevcviir y combfiir el azote, según el método hotneopá'tlco. sínp aüé^iaíti^n' les w cijentf dé ias ^v^rsai á|nfcHd¡oheJf'lÍK6hák''eh ( trog PUDÍUM'de j&iropá, póntf ndotés áf corriente día por oiA (^ MmÜiádoi que f. misino obtlijnií en ÜÍspárta. ^ ' -^

Sí no he comprendido mal su plan, V. no escluirá losda-üoé tilátímtttatjápofhts otrM'eécn^flSi'fi^kMdéitléliés, 'áis procétlditúi^ V MA eétádKstreaá m&tiíñ cabidi ^ ' '^f '^ fíóácó(fe t.-jr'^i'pií'qoéHartóV. bMmé^^^

1080 solo é lIt>tfoi;f| Mipjiaracíori pert» á'üis' pue fe s a d ^ mM p«stido.>ara^^8)t^lop $»<peíp«^ q}i<? lM>,)t9^q|iq luchar á menudo con el cólera, no cabo duda que ^S'Oieityipf

— % — sogeridos p<rimMU%fa>-wutc«p«a y nuestra patología, talos oM^loscanoMBaos hasta el dia, soné las veces ímuü-0Mnt«a« «si oono no cabe tampoco k menor duda respoqto d^ k peee«wk4 qua tenemos de tomar algo prestado fuera del pilKi lo absoluto ca que se encierra nuestra doctrina.

CoQveBcido, como lo estoy, por mi mismo de osla ver­dad, veo con satisfacción ensancharse el cuadro de su pcríó-(ficó y venir á ser nn boletín clinieo del azote, donde se trate mas de curaciortes (Jue de principios (1).

En tal inteligencia acudo sin vacilación al namatniento dé V., y dirijo á su periódico la esposícion de mis ideas sobro él método mas cticaK para prevetür y combatir el cdlera. Al ludo de loaoMikos oonstgradoB por la esperiencta de tadm kw Homeópirtas, encontrará V. .otras tomados del »ii|Mm|to(aotemo k palabra , y algunos maa que^ sin dejar de ser homeopátkoe, se apartan con todo de ka \'m ordi­narias, ya en cuanto á las dosis, ya en cuanto á las sustancias, poco conocidas hoy, que he adoptado. Procuraré, llegado el caso de estas (ietUuHmes, entrar «n .algunos detalles, que las cspliquen en cuanto sea posible, en un trabajo escrito cálamo ewrenU, y donde no puedo mas que dejar entrever el orden de ks ideas (juc sirven de fundamento á lOs nuevos aeaderoc de mi práctica.

raKSSBVATiroS COirtBA IL C^UHA.

;Haj medios de preservarse del cólera? Cu^ion es esta cuya importanck ha sido por todos sen-

á|áá. Ignoro que en parte úgaañ se haya contestado afirma­tivamente con tanto confian» como entre los Homeópatas;

(4) I)er(i)«l Uastrado Dr. PiasT 00 nos negará que ol gran mi^to do naeslnñ coraciofles estriba prindpalmente en k oni-d«t de noostros principios, que jamás en k GÍCITA PUS0K)S en tek de juióo. Ademas, son tan pocas las curaciones qne compa-raUvamente se hacen por los anti-hahacmanDlai os, que no cééémos pnodan Uaraar macho la atención de nUgon h o n ^ ÍM«a.--L. R.

— 87 -

jt, en V4!rdad. qufí ¡nnu^n^rables li/scbos.iuu) ¡müü^ikf ^ aseveración y demostrado la eficacia de su» agente» pr^r servativos. Pero tal eficacia, ¿es c<Mistante? Talos mccjiov ¿bastan por si solos en todos los casos en que se lesapUcfif ¿Son ellos mismos siempre aplicables? Son estos otros taatos puntos que no han sido, á lo que creo, suficientemente Cft tudiadoB, y sobre los cuales el ardor de nuestras co)ivlmf>r nes nos ha tenido por largo espacio con los ojos cerrados. Basta, sin embargo, un eximen, siquiera sea superficial,|de los hechos que se presentaron en 1849, y que vernos *ct(|iiJlT mente de medio año acá, para adquií-ir el convencjimento de qfio nuestros dos ó tros cspodiicos reconocidos np^,ha^ hecho muy comunmente fiasc^.H»», ¿cpiifarje:esto d^,q^ (parecen ellos de un inmenso yalor? No> por cierto: únicar mente creo que se compromete ese mismo valor, y»p<ft.U manera vulgar con que se les aplica, ya esperando dC!. (l|ot floas de lo que pueden dar, con menosprecio de otros medios q¡ue4ebieran ayudarlos ó suplirlos hasta ol puiítp d^ W,b!»r ber ttMoester de recurrir ¿ ellos. ,'>t,r

Og LOS PUS|UY4,T^(M BIGIÍmCOS. , ,,,i

Los medios higiénicos son los que primero 8atisfa<^p esta última indicación. Alejando del individuo las causas <|iie pueden, en general, perturbar el equilibrio de sus fun4<M>¡»s creando en su organismo perniciosas predisposioí^nes, los iQiidios higiénicos pueden ser bastantes á impedir el ^uy^-iwnami^to colérica, puesto que vemos que se verifica,|poñ iP ycfr facilidad y energía en las personas debilitadas p(>f lfú> enfermedades, los espesos ó el mal régimen. , .

Estos medios wn de varia» especie»: en primea; líéripino se presenlalai^eatacion. Hase dicho, no,siiíjfj^náaraep^i que no era necesarifo, por tfemor al az'oté, oanaísiar briMK r mente el método de vida, ai suprimir 9I uso do sus inc^as a quo de largo tiempo se e s ^ habituado. É lfi recoi ajT^acion es prudente á condición que se introduzca, sin^mbargo, 'un^ QWHJi raciQn co tales hábito^, tanto mayor, cuánto mai no-

éiVds'áoft ellos désiíyo. Aojarte dé eStó, iío es posiMe negar qtfé Idá ÍB<Hvidü6s tie se éncuéntiiáa e«' tíondiciOBí!* ttsipAi-ceií'^é debiiltEÍr áO'OfgtáísnM», tóe« cttlüo ks qije «aééti de Íás4ígiliáí;, del trabajo forzado, dé ktemperatura Ma fM-tíiMa, de copioáos'sudores, etc., hacen bietl en uSar de tó­ldeos Cóttlo 'inó', bebidas espirituosas metidas cctti agtiá, tltí^Cdde te'idé caíé ó tabaco, ó alanos conáiiñéétos tersta (jiértó pxMo estiftiulíjntes; pero no p<ycbs exageratt étta" itídifeatíion hasta llegar al éscéso, cáyeíido Mi en eí |iffi¿íio ^trétrátíabati de salvar; ; • • fl^ír^ haéerse un usó prudettté de las Sustancias gt tóW-líéfutóbres tiernas, cíudas, frutas de la ftiisraia índole, y atítí í&iáteiiepsedeltodoá'k ptimeíiíi s<*al dé petttírbaicion ett kis ^és digestivas. Esta reéoíóéndacictti e importattté eft tós |íabé* tneridibnalés, donde, con pw*lesefvtt; se énapteítt ^éialkaáito*:^ • • .• -'i---'^ • ^ i..; • - ^ ; •» ••>.u::-'i '-' '/BÜ stórtntódiflcaj? k^t^ófiledadtes del agua, Siegtln M éá" a^tlét ik las cdfastitéíÉoáéS. ftet las mtfelles, IMátfcáS, Se añadirá al agua un poco de íiierro (ágtta {x^o few«^#)sa>i ó una leve cantidad de nitro ; 6 bien se les hará tomar en las comidas, don d sin UH poco de VfAo, següh fuere de su agr do una infusión de chicorea silvestre, de salvia ó de 'ikmy '•'-•'••'':• y']:':' : .-v^"' ' -"' "'"' ''Alaiscoñst'ttüííiónes kécas,'nerviosas, atítívaáj ctítíVtó-

á á ósíít la infüsiotí áefíiaTt&miiltí, ó dé srffef*, étíWé'tedd ú hay tehdericia á la hipocondrfa. A las pTédí^tiéstas' á h etóritis, á las diarreas procedentes dé cáiteéí hérpéttca; íé^ líéjiitAtói ien la irifuáolí dé nienía, ó de flores y hc^s'dtí é^iúS, ó áé tefberis migar. IPára los temperamentos ¿ah'güí-neos, convendiíá prepararla borraja, la hullosa ó el lépiñó. '•'^ódilseMaí'iiifugioiíeS deben de ser ftray ligeras, y ks

tóíááéíás uo han de pérthailééer lüas dé téinte á véitíte y cíttCÓ minutos dentro del agua de la itífusíon. Eácusadó efe 'dééír'IUe las perspúais que por repugnancia no puedan >iÍ¿*'ái6hás bebidas en las comidas, harán biéif éti tottiar* las' pcjr la mangana en ayunas, y por la noche tí al raeíKo cKá.

Notará V. qué no arbitrariamente he indicado Itx é^i^

— m — cidft dé éstas tisMias, uño antes bien fundándotító én sus relaciones homeopáticas con los temperamentos predomi­nantes denlos individuos. Sirva al menos de éonipi'diyááon para las indicaciones que he hechb del hierro, nitro, mañza-nüiéí, eistvs, berberís, etcí,c\iyas patogenesias son para V. harto conocidas. Por lo que toca á (Stras, criyoá efeétós i^kis soy, á no dudarlo, el primero en haberlos estudiado, püérfe V. estar cierto qtte convienen ¿on no menos eiXrfctitnd que' las precedentes alas tadicacióney homeopáticas. Poí loque' no bá mtíchó cómirtfiqüé á V. sobre los eétKtoráiftSíriOs' efectos de la salvia y sobre sus propiedades íera^iétiti-c8s,^^i6¡di'áV. feftiaieír juicio (1). '

CHfa Ciiestíon se presienta. ¿Por qué üíf^iónés? ¿PóféqÜS' no admlnisíral' eáos rntedicaméníós en'la foWna y d(feis Cóll-s t fgr^spor nuestíEÉ teraiJóuticaf ¿POi* qué, y efeto' és ínas graVte, tfcOiWélat, coíao ló véíS Y. mas adéMíé, eéaff iñ-¡í fusiones ala pSí deun mé^caifiénto hotnieópáñtíó, ytaito-' biétífe aplicacíoft dé metales,' y aun el dUañfor mismo',' es^' aiÉfdplci casi ublversál de nuesltas prepatacioneís? CblOcátt-doWte'éh'eitert^nO de la práteíSca y déjtodo áuíi fedo fó que solo dice relación á la doctrina, á rés^árvá, empero/ d8' V6lV^'á!eUa', respOiMefé quelóámédíéaVneñWá; yá eriin-fñstotf, ya'preparádbs de cualquier otro modo, que conseí-' vfen s^ natural estado (llamado entre nosotros'ésfadomttsíwo/, no obran sobre el organismo de la misma manera que ¿üatí! ' d(a son atmtMdos por los procedimientos'«Otaec^tibóáM^). Responderé también que esos dos modos de acción emplea­dos, sucesiva ó simultáneamente, lejos de dañarse se favo-

(1) Si puestas indicacíbnes para el tisddfel'hieri'oi del nitro ydé ISSHisaíias dte niáilzaníHa, etc., están tomadas estrictamente parlo que bisemos de sus patogenesias, y, por consiguiente,; confórme á los fundamentos de nuestra doctrina, ¿por qué no usarlas en la forma que esta proviene?—t. R.

( ) tttego si obran d'é distinto modo que cuando se atenúan por ios procedimientos homeopáti,c()s, ¿en virtud de qué ley producen los eíectos?—L. R.

— iü« — recen mutuamente j so coiapíelan cuando los medicamentos son los mas adecuados (1).

£n punto al akanfor, no hay que asustarse; no tiene esa virtud, que con sobrada generalidad se le a^buye, de des­truir los efectos de ios medicamentos verdaderamente ho­meopáticos. Si puede á las veces modificarlos, y hasta ate-Duarios, no cabe duda que DO los destruye por completo sino en casos escepcionalislmos. ¿Quién de nosotros no lo ha visto con sentimiento com[u«bado en la práctica, al tener que combatir las fuertes agravaciones producidas por los medi­camentos (2)?

Séame licito c<aicretarme i estas simples afirmaciones, hoy que s<do se invoca mi esperiencia, y donde otros des-envohimientos teóricos se hailarian fuera de su lugar.

Todas las exageraciones de pulcritud en el cuerpo son pocas, y o<Hicarrirán utilmente á este fin las abluciones fire-cuentes, casi diarias, algunos btéo» de tiempo en tiempo, mas bien calientes que tibios. La ropa interior debe cambiar­se i menudo, y l;>aeno será que no haya estado guardada largo espacio al vestirse. C(»viene en esto caso hacwla as­tas nicMr i la lumbre.

Debe evitarse ea lo posible que queden en el dormitorio loa vestidos que se han llevado durante el dia, á no ser que se les haya espoeMo al aire una ó dos horas después de quitados.

En drden á dormitoriiOB, débese emplear una esmerada;

(<) iT qué principios nos han de guiar para elegir los modi-camenlos que sean mas apropiados y que mariden mejor sin ejercer aociva influencia naos contra otros?—L. R-

(2) I'ero si puede modüicar, atenoar, y en casos escepdons-leií (es ducir, los menos) destruirlos efectos délos medicamentos de cuya ^enérgica virtud esperamot» la salvación del enfermo, ¿cómo liemos de prescindir de ana contingencia probable, y nos lieioos de entregar á estas prácticas con seguridad de buen éxito y ron la tranquilidad de conciencia á que aspiramos eo el ejercicio de nuestra profesión?—L-R.

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limpiesa y airearlos á menudo. Sobre «ste pimío llamo loda ia Bolicilud de V. en un país como ese, domite hay la fatal coslumlMv do dormir en alcobas profundas, herméticuoMn-te cerradas, que ni el aire esterior ni la Ita del dia \uaii visita, y donde muchos miembros de la misma funilia M ven reunidos durante la noche. Pronónciese V. con todas sus fuerzas contra semejante y perniciosa oostnmbre de sus compatriotas, y que tanto los espone hoy á los tiros de la epidemia.

Si la costumbre de dormir dos personas en una propia cama es en si misma tan funesta, ;cuánto no lo será eb el f(mdo de otras oscuras alcobas!

Pero allí donde no sea posible cambiar semejante esta* do de coSas, exigid, en lo que ñiese ááble, que ae friten de los dordútorios los mosquiteros, las cortinas, las tapice* rías, sobre todo siendo de lana; en una palabra, cuanto pae^ da obstruir el aire y retener los núasmas qvn de tatemo exhalamos.

El uso del fuego podrá prestar en ellos importantes servia <Ho»» empleado ya en dúmeneas, donde se encenderán gi^n-desfocataa de hit -ñn, ya en caleutadMras ó en otros btv*-seras que se llevarán de un puhto á otro, y espedialméiil* á los departamentos mas oscuros y alejados de la corriente-del aire. Con este motivo hemos procurado llamar U i l a ­ción en nuestros periódicos sobre cuáles tmnúdo los saludar Ues efectos, ora de las fogatas á cielo cubieüto enoeMlidas de propósito, ora de ios incendios mismos en las localida-deadonde la epidemia hiciera hasta«ntonc«8crueles estragos*

Con tal motivo se ha traído á la memoria las costum­b r e d» dertos pueblos de la antigüedad, en partidnlar los egipcio*, de encender fuegos dé una manera regülat y rñé-tódlca desde el momento en que eran invaiBdds jpor ea- fermedadei «pidénúcas.

Aun cuando eae medio no tuviese toda la eficacia que se le atribuye , ¿quién dudará de la salubridad que debe producir en toda atmósfera impregnada de miasmas ? fia ninguna parte será, pues, de una apUcaoion mas ütil^ j al

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ftcfio tiempo mas fácil, que en nuestras habitaciones. Hase recoaaeodado igualmente, con no mebot raeon,

al blanquear con cal Tiva ó el pintar con aceito y trementi­na las pareda» de ios lugares oscuros, sucios ó húmedos de Kiestraa caaaa. Creo oporluao recordar todos estos medras j otros tan provechosos como las fumigaciones aromiti« aat, Milítiroaas ó de oloruroi

MEDICAMENTOS PRESERVATIVOS.

Atieoias do estos diversos medios tomados de la Iñgie-ne , hay otros agentes medicamentosos espcoialmitntc pre~ aanraliroa é d cólera, que no vacilo un moraento 8i<|uietíi en coosidcrarios como tales; solo, sí, que, como he diebo an^ tet| es necesario no creer que goean do una TtrtHd preserva» tiva absoluta, jr que, por lo tanto, éseusan de rocuivir é^im precaucionéis generales que acabo de onumow. Digpr) esto en contestación á algunas Judas suscitadas entre varios de Mwatroa oooapañeíos.

jBntre los pretervatiwm ettemos considero al cébn eomo almas importante y de acción mas cierta. £i üt. BDRQ, CO^ • o V. sabe, ha preooniza<]o desde hace mucho tiempo este modio^ y publicado mochas Memorias, en las que demues-fnt« pwestadiMieaa positivas, qae entre los individuos, lot careros, pat ejemplo, que ae hallan en ludñtual contacto cwi dicho metal, pocos casos se presentan de cdlera, y atm ealM ea personas qu« ae habiao alejado por aiguaos diaa da ai» talleras y entregédoae la mayor parte á esoesoa (i)-

(i) Si Wea es derto que se ha invocado coatra esta iomtinidad provoienta del contacto del cobre, la grande martalidad sobreve-olda últimanMote en los talleres de los Srea. Cali y corapañia, tan-Uéa k) es qw el director de estos talleres ha rectificado tal aserción en nao de nuestros diarios políticos, y declarado que la mortalidad M fM se hateaba oo habñ acontecido sino en los talleres en que va tfÜMji el hierro y rf acero, al peso «jne había respetado, por el oon-tfMloi iMkM tqaeikM donde se trabaja el cobre, y hasta tal punto que< ni 00 sola oteen de artos tltimos hibia sido itaaado del c«iera.

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Por lo demás, cdmo muchos de etilí-ó nosotros lo hah ep(;t¡do varias veces, la aplicación del cobrc á la pM íue J/a

indicada por HAHÍ EHÉANN como preservativo popüíai* attt-picado en algunüs provincias de Alertiania.

B cobh», ¿no produce por otra parto sínloioaí íitlálogos á los del cólera, no solamente cuando penetra en él oi<ganls-mo por lasrias digestivas, sino también cuando siimplcitien-te se aplica á la piel, según lo prueba un notable cjéíll|<ló, qtte ifú mismo hé citado ch olhí ocasión? t'or efecto de esa stttiejanira dé acción, ¿no lo empleamos nosotros con hidu-bHable éxito en el tratamiento del cólera, y no lo damoS también cortio preservativo al interior (1)? ¿ T no eS tan ¿eguW e! kedio de hacerle penetrar ch el organismo, como el de ponerlo en contacto con h piel, d fiacét respirar las partícu­las infinitamente tenues qtie se escapan de dilatadas giq;>et' fieles? Solo que este último modo de usarlo tiene íá tétAaja de ser incesante, sin que por ello se fatigue él organismo til sé ^ngan en movimiento las viás digestivas, lo que le hace! ett terdád bien preferible á los otros.

ftcetfmlaido, pues, con insistencia é té pl-éSei'VatlV» táñ stíMlQo, qoe «MiMst« en iletar habltuíalménte pot el día (ttientras reina la epidemia) una placa de cObre ámát*Ílld (éebe preferírsele ítl cobre rojo, por mas que este ptlíldír también ser empleado), del tamaño, poco mas poco menO*,' da ]» mÉmo, qtie «e aplica ya al epigastHo, yá al ristre, al pecho, á ia espalda ó á loa ríflones. No d^bé infundir temo-rás la mianciía verde que presenta Ta píd én los puntos e^ qué ol contacto con la placa ha sidd dilktádü i basta jfffiM <{Mkartfl de tiempo en tiempo un poco de agua con jabón. Kstio

(«) SettttQ i u observaciones Itcchaa pcn- Dttesti*M coittpro(«u sores, en 1M poblaciones doacie m u M ha tmbtáo la cpideal» colérica di'l año anlori»r, ol COJMC, tomado al ioterior, iw «lado pocoí; robuiladot como medio curativo; y usado del mismo modo en calidad (K' preservativo se lia mostrado inüoitamcnle mas eficaz cuando so Iu ha hocho allernar con Arsenicum y Vt-tatrum—L. R.

— m — conUiclo produce á las veces también una erupción de gra­nitos pnvitosos, que desaparecen tan pronto como ceta la aplicación metálica en los puntos irritados. Esc exantema dista mucho de ser pernicioso, y, antes al contrario, yo he visto mucbaa veces á |)crsonas que sufrian síntomas gástri­cos, aun crónicos, encontrarse mas ó menos completamente aliviadas tan luego como se manifestaba esa revulsión acci­dental.

Ademas de esta placa llevada babitualmente, aconsejo en especial á las personas que se hallen en malus condicio­nes higiénicas, ó en un foco epidémico, ó impresionadas mas ó menos por la influencia del mal, que coloquen en las ha­bitaciones donde de ordinario residan, y en particular en los dormitorios, anchas láminas de cobre,bastantes ú crearles una especie de atmósfera cuprífera.

El alcanfortienc también, á no dudarlo, su utilidad como (Reservativo, ora colocado en los rincones de nuestros cuar­tos, ora llevado en pomos y respirado cuando nos vemos obligados á permanecer largo espacio en una atmósfera poco aireada, ó donde se hallen reunidas muchas personas. B|uy conveniente será sobre todo llevarle consigo y oculto cuaiji-dobajamos de estar en contacto con coléricos, y, á mayor abundamiento, cuando tengamos que permanecer á su lado para asistirles.

Sea cual fuere mi confianza en estos medios profíláotl" eos, no los considero como bastantes por sí solos, y croo prudente, cuando k epidemia se desarrolla, recunrir al mismo tiempo á otros preservativos do cuya reconocida efi­cacia estamos todos penetrados. Tales considero al veralrum y al ar$enieum. Nada tengo que decir á los médicos Homeó­patas sobre el valor de estos medicamentos, ni sobro su utilidad cuando se les emplea altemativamento. Observaré solo que la costumbre de propinarlos en glóbulos y aun en gotas de diluciones mas ó m?nos altas, espone á graves errOTes, ya los emplee como medios de preservación, ya como de tratamiento. Tales preparaciones atenuadas son muy á menudo iusuficicnlcs piu-a que asi se fjencralice su

— m ~ empico; convicno reservarlas para los momciilos en ipic la epidemia se presenta poco intensa, ó para los organíSínos en eslremo sensibles á los agentes homeopáticos. En este supuesto, V. so encontrará colocado en condiciones mas farorables que nosotros, porque la observación comprueba qufl la receptibüidad, por lo que toca á lu atenuaciones mas altas, os mayor en los paises meridionales, y que, por el contrario, so. hace cada vez mas débil á medida que nos acercamos á las regiones setentrionales. Pero por punto general, y sobre todo entre nosotros, se hace menester re­currir á las primeras alenuacinnes (1).

La esperiencia me ha probado que en ese grado las tri~ luraeioncs convienen mas á los individuos delicados, nervio­sos; las diluciones en gotas á los robustos, sanguíneos ó bi­liosos, y á los que se muestran mas refractarias á lá acción de los medicamentos dinamizados. Esta diferencia dependo de (juc las trituraciones, por mas que tengan una acción mas penetrante y prolongada que las dihicíonei en i^iattts,

(<) En esto oslamos cnteramonto do acuerdo con las oplnló-ncft del fiastrado Dr. PBRRT. La cuestión do Aésln no pii«diR c^n-»¡deran>n jamás do un modo absoluto. Ksta es una cuottion p«> ramcnlc práctica, y el profesor, al tiempo de resolverla, ya on la forma prescrvaliva rt en la de medicación curativa, debe tenar en cucnU» la mayor o menor rcccptibilidad del individuo, re-c«plibilidad ({uc, como dice muy bien el Ur. PERRT, es mucbo mas notable en los países meridionales (¡ue en los septen­trionales; y en prueba de ello citaremos el ejemplo de una señora natural de uno do los puntos mas meridionales de Espa­ña que, hallándose en esta corle el mes do oclul»rc tiltlmo y bajo la iafluoncia do los ¡¡reservativos homeopáticos, sintió á !a 4.*dóatodel Metall. alb. Vn <'•'• lue tomal» alternando con Veratrum,nna porción de síntomas propíos del prlittero de estoa niedicamontos, que, á no haber podido reconocer la cauta de eK-los accidentes y el mexlio de hacerles desaparecer, babria alar­mado muy bien á los interesados y al profesor. Aignnas dóm de Ipeccac. bastaron para que desapareuierao enleramen» Íe.-L. R.

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obran, sixt eml>ai¿o, con meaos rapidez y energía iBma> diatas.

Cuando la «pidcmia se {tresenta en una población, con-v e e administrar antes que todo el veratrum en dilucimet <i 9U Irituracioms, segon la anterior iiKbcaciuu, en la dosis de una goia ó de cinru ceitíl^r<^mos, dosis que debe repciifr se cada dos ó tres dias en el espacio de dos ó tres semanas, Y si no se presentare ningún síntoma de perturbación un la salud, se dí'jarán pasar sin totnar mcdicuiuonto diez, quince y basta veinlc dias, al rabo do los cuales se volverá al pero-trum, subiendo un poco ia atetmacion y disminuyendo el número de dosis sucesivas. Después de estas, se baoe nece­sario un nuevo reposo mas ó menos larg», «eguo el esLudo det '^dívidmo y la marcha de la epidemia. Aconsejo conteiw tarse con solo el veralrum, cu tanto (jue ningún síntoma «3 presente, por ser aquel el que mas se acomoda á los oaraclé-ce* genef Ics de la epidemia. Pero si sobreviene la mas ieve perturbación de las vías digeslivaa, couv^aiento •• fUfitmf el veralrum con el ar^cnicum, y administrar una dosis del uno tras una dósb del otro al siguiente dia, ó con uno de intervalo, según las circunstancias. Si esas perturbaciones son cad« vez mas pronunciadas, convendrá ertuitíarlas para QfM>tMS' k» medicamentos que á ellas correspondan mas coniplidamente, j de que hablaré bien pronto con ocasión M tratamiento.

No quiero a tandonar el punto de los preservativoss sin insistir de nuevo en la necesidad de su oniplco, y no solo con el fin de evitar el cólera , sino para oponerle al desarr rollo de la hipocondría coUrka, mas Funesta quizH^ quo el ipisfnp mal, por las huellas profundas, y á )ÍM TMCS ¡noirr ^guiblMi, que d«;ja en el organiamo. ¿MBdo aparecen las ¡«rioierw adíale» dú esa triste afección, es cuando mas im< potí» penólir en el uso de los medios preservativos, á fia deopoBerseal desRrroHo de esas pertta-baciones db Im ftm-eienes df^l ivas , M ñstetnafnbnrioso y de la morai, que cMcen dáitminüyeiQ con la epidemia; pero qUe rara V z dbsafiarecen completamente, aun después que csU 1^ ce-

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aado del todow ¿Ooién de nosofros no ha visto par* senas cuya salud , despuos del cólera de i9Zi, ka quedad* profundamente alterada por esa especie de hipocondria , f que dospuos han esperimentado, siempre que el ctMara ha reaparecido, un cruel acrecentamiento en sus sufrimioatosí Esto supuesto, dehe impedirge, por el empico de los pre-» servativos, que ol mal se declare ; debe detenérsele, debe atenuársele, al menos cuando comienza á manifestarse. V por lo nansmo que los preservaürros han de sar ampteadoa durante largo tiempo, debe ponersa particular cuidado pa» ra no anular su acción, variando á menudo las firapaiacio-ncs, subiendo ó bajando la escala do las atenuaciones, s»> (^n lanuiyor ó menor intensidad de los sintomaa; pasando de las (üluoioncs en gotas á las tttituraoionet y vioeve»«air otras veces á las dilucionU en glóbulos, y aun subiendo, si el caso lo requiere, la escaia gradual itasta las mas altas atenuaciones. Indicaré, cuando mo ocupe del tratamiento, ua medicamento que es do grande elicaoia en semejante afección.

raoonoMos uu. CÓIIBBA.

(iraade error es pensar y decir que la invasioQ dol cóle­ra no es precedida en ciertos casos de ningún síntoma ea» vacterjstico provocado ya por las variuciones del régimen, ya por agitaciones mas ó menos violentas on el osted» mo» ral. Btios pretendidos casos fulminantes que difunden «1 e»> panto entre las masas no han sido tales sino por la incuria mi.sma de los atacados, que no han introducido las mas ve-caKilinfuBa modificación en su régimea peligroso de vida, ni han prestado la menor atención á ese maieslar ouj» íu» porlancia desconocian. Esc malestar se doja sentí** por lo general, cuatoo, seis y aun diez días antes que el cólera so declare; y lo constituye lo siguiente: cierta huilud, senMh mas vivamente enlasoorvBs, que á menudo se doblmi; pér­dida de apetito, tristeza hipocondriaca, que engeadta tñates prasentimientos; ocupación da estomago; difiestioaes

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penosas, que causan á veces una especie de opresión y de eructos, zurrido de tripas, diarrea mas ó menos fiíerte.

En este estado fácil es detener la marcha de los síntomas por el empleo de los preservativos ya indicados, el veralrum y el artenicum, ó por medicamentos tales como el cobro, el índigo, VdjiUropha Cúreos, y la misma nuez vómica. Creo útil precisar los síntomas que deberán recomendar tal ó cuál de estos últimos medicamentos, dos de los cuales son apenas conocidos de la mayor parte de U» Homeópatas.

El cobre se encuentra indicado principaimento cuando se presentan los síntomas siguientes:

1.° Afluencia de sangre á la cabeza y vértigos durante la digestión. (Conviene emplearle entonces alternativamento coa e\ acúnik).)

2.° Deseos de vomitar, sobre todo después de comer. 5.° Deseos de vomitar, malestar, desarreglos del estó­

mago, seguidos de cólicos y de diarrea. (Deberá alternarse entonces con araenicum y emplearle á la vez que el cobre al cslerior.l

El índigo se acomoda másalos síntomas siguientes: 1.° Malestar general sin poderlo definir bien. 2.° Síntomas vagos en el estómago de que el individuo

mismo DO puede darse cuenta. 3.0 Incomodidad, borborigmos, evacuaciones frecuentes,

abundantes de materias líquidas acuosa», mezcladas de mar-cosidades verdosas, y seguidas de pesadez y de presión dolo-rosa 60 el ano.

La jalropha curcas corresponde á: i.° Digestiones penosas, incomodidad, pesadez en el es­

tómago, eructos de mal gusto. 2.° Calambres del estómago, torceduras, ardores. 3.° Calambre» del estómago, con mal gusto de boca,

malestar gencrdl, y frío. 4.* Ardor insoportable como de quemadura en el estó­

mago. B.* Calambres del estómago, vómitos como el agua, con

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diarrea del mismo carácter. (Debcrásele, en este ultimo caso, emplear alternativamente con el veratrum.)

Fuera de esto, se echa do ver, por lo dicho, las notables conexiones que existen entre el jatropha, el veratrum y el arsenicum.

Por lo que toca á la nwx vom. escusado es que recuerdo sus síntomas característicos. Creo escusado igualmente pre­cisar las condiciones en que la hipee, el tártaro emet., di-git., etc., deberán sur preferidos á los medicamentos que aca­bo de recomendar.

Pero justamente al manifestarse estos primeros efectos de la influencia epidémica es cuando conviene sobre todo recurir al plan higiénico que he trazado mas arriba: ser es­crupuloso en la elección de los alimentos; usar do algunas de las infusiones de que ho hablado; evitar con cuidado las fatigas de toda especie, los enfriamientos, y aplicar á la piel el cobre, ó, en su defecto, la franela alcanforada ó la sul­furada.

Estas prevenciones ponen de manifiesto el grave incon­veniente que hay en ocultar á las poblaciones la existencia del azote, cuando tan útil es, por el contrarío, advertirlas á tiempo, recordándoles do continuo las precauciones que de­ben observar para evitarle. Asi, querido NUÑEZ, bajo este solo aspecto la publicación do V, es una obra verdadera­mente útil y quo debería ser en todas partos imitada.

TBATAWINTO DEL CÓLERA.

Ante todo, en el tratamiento do un invadido del cólera importa mucho no vacilar, porque la enfermedad se desarro­lla las mas veces con cstrcma rapidez, y á medida que aque­lla se prolonga, las probabilidades de éxito se hacen de cada vez mas inciertas.

Al punto el práctico, y en su defecto las personas que rodean al enfermo, deben cubrir con cobre la superficie de la piel en cuantos puntos fuere posible, y en particular el epigastrio, el vientre, el pocho, los lomos, los muslos, la plantado los pios y la palma de las manos.

TOMO IV. 7

- i i o -%9 puedan c«l9Btar previamente las placas d« cobre ui?

tes de aplicarlas, teniendo cuidado de cubrirlas do lana para conservar el calor- £1 cobre aruarillo es preferible al cobre fojo, sin embargo Je que cslc puede á su vez prostar gran­des servicios. I'or lo que toca á las formas de las guperücies de cobre, iaditerentc es que so adopte cualquiera, siempre que se adapten en cuanto es posible á la piel; por tanto, en defecto de placas apropiadas, puede bacerse uso de cua­lesquiera utensilios de cobre que so oncueiitron á la manq.

Como una do his propitídadí s espcriales de ost»; metal, ¡pdependicnteuiente dt> su acción general auticoldrica, es la de hacer cesar los calambres; se proiwrcionará grande ^vio al enfermo aplicándole («I cobre simultánea ó sucesi­vamente en todos los ¡juntos en (|ue aquellos se mani­fiesten.

Dfgsde k>s primeros momentos se debe tratar de calentar i l enfermo, arropáodole convenientemente, envolviendo to­do el cuerpo, y en (••sporial las estremidadcs, con franelas ca-Uenles< a^ como dándole también ligeras fricciones en los miembros. I^ incesante agitariun del paciente buce á las veces de difícil realiiacion este COUSÍÍJO; mas conviene, sin embargo, no perder de vista su iinport mcia.

Si no se tiene á la mano ninguno de los modicamontos quo acabo de indicar, $(? le administrará al invadido, ó bien una ó dos gotas de esfíiritu de vino alcanforado en una cu­charada grandt! de agua fria cada diez ú quince minutos, ó bien, á falta de aquel liquido, pedazos |)equerios de alcanfor en un poco de agua ó en seco.

l*ero, desde que {riese ¡x)sible procurarse los mediramon-\o$ verdaderamente cspeciücos, convendrá no recurrir al alcanfor tino para el uso estemo que dentro de |x>co indio t-ré. Los espocílicos nos son ya ronocidos: el veratrum, el arse-nkum, el cobre. Mucho, sin embargo, disto de compartir la opinión de crecido número de mis colegas sobre la sobra­da eticacia de las diluciones mas 6 menos altas do estos mo­dicamontos empleados un glóbulos y aun en gotas. No se me oculta que en caMs poco graves ó en personas doladas do

- m -grütide reeepUvidad; esa» dosis han podido hatíHi ^ ]« tttismo he viMa mas de un ejemplo; perd, coil fhinqiMta lo digo, en hi mayor paftc de los casos graves no producen efistto alguno, y aun en otros mas levos dejan frecuento" mente que se desarrolle el mal que para cortar do raiz hu­bieran bastado fli pHncIpio ddsis mas fuertes (1).

Bl veratinm debe administrarse en tintura y en gotas, des­de utia hasta ctiatro y atm seis á la vez, repetidas de hon én hora, y hasta cada treinta minutos al principio, cuando hi accidentes son graves, disininuyondo luego ¿ luego y alejando por grados las ddsis, ¡i medida qno ios sintoaitt pierden h ptimerá intensidad (estas gotas se administran áimpleniehté en an pb^o de agua fresca, pura óazdcaridK). A teMs el veratruM solo poede hacer que cesen loé ÉKSeidka» téí; peta pira íió Mponerse & perdef tiempo, engahado por íriacfctan incompleta, es muy prudente alternarlo desdo él |»p¡nctpio éón el aneniaimcn primera dilación y en ddsfc tgúalníente do una á muchas gotas.

Si al cabo de alguna* horas, y aquit ni número no es dado rttUMKrlogfho por la rapidez del mal, estos dos áieáieanMen-lóü n'ó p odó oÁ n i t t^a mejoría apreoiablé, tari forzoso a élU 'át co6re inleriormente, y administrarle con resotucion él no' de qtiíere que Hegüe el caso en que ningún agente pl'oduííba ya su acción. La mejor preparación del cobre paira tal- objeto es é\ ámm&niíii^o de cobre, cobre amomaeal (el to^ fét&6 et áeétMo de eobre pueden también empleane iiwHá»-réntmneiitéy.' Bl Dr. Btmo*, qué lo ha' recomendado; y cfue cita oüMtsnfpiréiMenlies de cui^dón hechos por medio de este agente, m> ti me ólevaf la dóslb hasta 40, 80 y aun QOoenltb' f i s t o l en éA' espacio de veinte y cuatro horas. Sin cénsu-i%rá-ánltliio db dosis tan enorme», puesto que el étíto Ihi

(<) Esto, como conoce muy bion el ilustrado Dr. PERRT, no T^Mi) éh'miiiNSra' ol Hk éritend rse do mi modo absoluto; y ili*ihMlfi(!«don««'qvlÜ etl'sifoonsecuetloia dtoben hacerse, átemfl-dalh' gñtyedad d«l c«ftb f mayof O'mbnor rocepttvldwl dt rtudlt-viduo, quedan á la prudencia y conocimicntod l lirofesor.^C. R.

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ha justiticado, y puesto que por otra parte sabemos cuánto puede el estado patológico modificar la acción de los medi­camentos sobre el organismo, creo inútil llegar á dosis tan estremas, y aconsejo administrar de hora en hora un centi­gramo de cdn-e amoniacal (1) en una mezcla compuesta de */i de este cobre y *;, de agua destilada. Insistirase en este medicamento, retardando las dosis á medida que obre favorablemente. En un caso estremo, por el contrario, si esas primeras cantidades , V: de grano , no produjesen efecto, no hay que vacilar en doblarlas, alternando con la tintura de veratrum.

A falta de cobre amoniacal^ se puede emplear también con ventaja la primera trituración de cobre i la 100.' y aun á la 10.*; esto es, poniendo diez partes de metal en no­venta de azúcar de leche. Convendrá entonces administrar dosis de diez, quince yhasta veinte centigramos á la vez. De­bo, sin embargo, advertir que esta preparación produce con frecuencia pesadez de estómago, por lo cual y por su poca solubilidad es inferior al cobre líquido.

Otro medicamento hay cuya casi infalible eficacia procla­mó el mismo HAH- BMAM», y que causa estrañeza no ver figu­rar entre aquellos cuyo uso tanto encomian ios Homeópatas: me refiero al aceite de cajeput. Bien sé que se halla es-duido, porque hasta ahora no ha sido objeto de ninguna es-peñmentacion pura, y si bien admito en principio el argu­mento, no puedo aceptarlo cuando se trata de un mal contra el cual han sido casi insuficientes hasta el dia todos los me­dios racionales, y que, por lo tanto, autoriza cualquiera ten­tativa hecha en el circulo de un juicioso empirismo.

Esto supuesto, y bajo tal concepto, el empleo del aceito de cajeput se halla justificado i la vez á priori por la hipó­tesi de HAHinciiAmf, que atribuye toda su eficacia al cobro

(O No conóceme» todavia la palopencsia de esta preparación de cobre que ücría, por otra parte, el medio massegnrode usar­lo sin [altar á nueslroü principios. Optamos entre tanto por el eobre puro.—I.. R.

- 1 1 5 -que, en su sentir, contiene (1), yápotíeriori por las infíni-Us curaciones que él mismo asegura hacerse en la India. En vista de estas consideraciones, me he decidido á ensayarlo á mi vez, y puedo asegurar que mucho debemos esperar de este medicamento, aun en los casos estremos que han resisti­do á los demás específicos.

Se administró entonces en la dosis de una gota en una cucharada pequeña de agua de medía en media hora, dis-

(1) Lo que relativamente al aceite de Cayeput Babomos nos­otros con referencia á HáHKEMAnn y á lo que indudablemente se refiere el Dr. PERRY, es lo que ya dejó consignado nues­tro colega el Sr. PELUCER en un trabajo titulado: El cólera y tu frofUaxis, que va inserto en el tomo ii de los Anales.

aSi el aceite de Cayeput, dice HÁBNEMAMN {Elud. de méd. ho-truepatich, par le Dr. HARÍIEIIANN. París, 1850, pág. 881), tan estimado y tan raramente puro, se manifiesta tan útil contra el cólera asiático, quo .-ipenas sucumbe un colérico entre ciento tratados con este aceite, es debida su eficacia á las singulares analogías que tiene con el Alcanfor, que permiten considerarlo como una especie de alcanfor liquido, y á la circunstancia de qoe se nos trae de las Indias en vascas de cobre. Contiene, pues, partículas de esto metal, como lo testifica el tinte azulado Verdo­so qoe en él se nota cuando no está rectificado.»

De estas palabras textuales de llARNEMAKit se infiere que, aun siendo cierto quo el aceite de Cayeput viniera de las Indias en vasijas de cobre, resultarla qoe su virtud medicinal anti-colérica era debida á la combinación del cobre y del alcanfor; ixito si a&adiraos á esto que ese color azulado verdoso es precisamente el qae le es natural cuando no está adulterado, y que, segm nuestros informes, se recoge en vasijas de barro pnra trasladarlo después á otras de cristal, tendremos que su virtud anü-oolérica á que se refiero HAHREMANN, es tuya propia, ora contenga ele­mentos análogos al alcanfor, ora ú otras determinadas sus­tancias.

Nosotros, de todos modos, con autoridades tan respetables co­mo el Dr. PBRRT, después de HAH:«BHAI«N. aceptamos el uso de esto remedio, sin perjuicio de que hagamos desde luego, según todo lo tenemos dispuesto, la osperimentacion en cl hombre sano..^. R.

-114 — BiiMif8Bdo k|0 dosis á medida que aecalmaa lo •«QcidentM, Giéo aoertado emplearle altemattTaoieate coa el oo&re á toa el vtrakum, según las iodicacioDes.

Acabo de ocuparme de casos de k mayor gravedad, y s^etua ú nece^to decv que en lot menos graves la madica-cion no há menester elevarse á tal grado de energia. fia cUos kt primeras diluciones en ^tas de veraírum, arteaicum ó ootre deberán emplearse C(m preferencia á las tinturas; y eo sugetos sensibles, nerviosos, mujeres, niños, y aun hombres dS constitución débil, las primeras trituraciones serán, como ya lo he dicho, mas adecuadas que las diluciones en gotas. La ddsis de estas trituraciones puede variar, por lo que toca a \a primera trituración^ desde diez centigramos hasta df^ d^, ^es, cuatro veces menores, sotM e ipáp i oi did que ^reooio^ en la escalad^ las atcouaciooes; porque ijupprta pucbp 00 perdier nunca de vista que la diminución d^ la, A t o debe siempre marchar en razoo. del grado de elevación éilattíenuadon.

Loa gkM»ulo8 de dilaciones mas ó menos altas deberán nsenrarse para los casos leves y para las personas mas sen-sbles á los agentes homeopáticos. A, mas de los mediofr que acabo de indicar, creo útil acudir á algunas bebidas, cuya acción i^ puede menosde coadyu\-ar á lá de los.medi-C||m¡ t<M; a^ que, al principio sobre todp del perip^o áM-^ Üp. in/|i^oa débil, caliente, de agres, de maiumijia, > dp ^etfta alternativamente eo. pequeñas cantidades, so^, prover. «ilpsas; puédese tambiea emplear el U poco caegado. MMI eoaodo üipse intensa la sed, a^ntinuas las náuseas, c o n , ^ aritos mas ó menos frecuentes, el agua con iiielo es el medio mas adecuado para calmar la sed y las angustias del pa-disnte.

Utt lavativas no deben tampoco echarse en olvido; su mj uencia no es tan pobre como de ordinario se supone. Por &ijtada y poco activa que sea, concurre , sin embargo, al W ^ general del tratamiento. Aconsejo aj-udts tibias., pe-(gjl íÜai, de un cortadillo, á lo mas, de deóoccipa espesa d^ MTOZ, ó de agua de almidón precitamente cocido. St j pQ».

tiren cada dos, tre» (5 cnatfo horas, segtmla ftiéctí*ttciá de las éracuaciones.

Cuando el organismo no se muestra sensible á ninguno de los agentes mencionados, y no disminuyen las evacuacio­nes, no vacilo en mezclar á las ayudas de tres á seis gotas de láudano de Sydenham , 6 simplemente algunas cuchatiidas de agua de adoitnidírax, cuando se trata de personas muy delicadas. Aun en ciertos casos he administrado por la bo­ca de Vü á V« do grano de opio, repetido dos y tres vecéí eh seis ú ocho horas. He visto ceder á su influencia las eváctia-ciones, despertarse la reacción vital yliaccrseel enfehnosen-sible á los agentes homeopáticos, ineficaces h!ftsta entohces. Los Homeópatas no han llegado á c/jmprender esta pMpie-i dad que al ojvto tiene do reanimar las fuerzas vitales; en vano fuera tratar de alcanzar este resultado por las prepa­raciones atenuadas; en sustancia misma, si bien en peque­ñas dosis, conviene entonces administrar este iVieíRcattiento. A los médicos qu<! no quieran creer en esta feliz influencia del opio, sino la consecuencia de la diminución 6 supresión de las evacuaciones, les recordara i'micamente que dicha supresión en gran número de casos, lejos de ser muestra da un principio de reacción favorable, es, por el contrario, el principio del periodo fatal del cnllapsm.

Sea cual fuero el estado de gravedad del mal, contiene no dejar al paciente ni en el lecho, ni aun en la habitación donde se hallaba al ser invadido. Si esla importante preí-cripcion no fuera dado ejecutarla, se hace menester suplirla en lo posible cambiando la ropa, sábanas y mantas de la cama, levantando las cortinas y tapicerías, sobre todo si fue­sen de lana. Es menester también renovar á menudo el aira de la pieza y modificar la atmosfera, regando de tiempo en tiempo con un poco de alcanfor, y colocando alrededor de la cama, bajo la almohada piisma, todas las superficies de co­bre que se hallen á mano, encendiendo un buen fuego, y hasta qu(!mar de algunas plantas aromáticas. Recomiendo todo esto con especial cuidado, asi como el dejar dcscubieiw ta la calxjza del atacado.

— U6 —

Escribiendo estos renglones, no solo para los médicos, sino también para los profanos, á quienes mas particular­mente se dirige el periódico de V., no creo fuera de propó­sito recomendar diligentemente que se trate de ocultar al enfermo, cuanto fuere posible, la naturaleza de la afección que le aqueja, alentando su parte moral por medio de la cal­ma y de la confianza, que aparentarán tener los que le ro­dean. He notado que la alarma y la ansiosa horripilación de estos últimos es sobrado funesta á los atacados, pues que les produce terrores pánicos.

Las mas veces la dificultad no estará en hacer cesar la gravedad del mal en sus primeros períodos, sino que en tal estado es generalmente poco fácil el trúmUo á la reacción. Convendrá entonces disminuir, debilitar ó mas bien modifi­car las dosis. Al tacto, á la sagacidad del práctico deberá encomendarse todo en tales casos, porque no es posible tra­zar una regla absoluta sin riesgo de estraviar mas bien que de ilustrar.

El tratamiento del periodo franco de reacción, no puedo tampoco ser objeto de este trabajo, sin traspasar los limites en que debo encerrarme. Me limitaré á recomtmdar como esencial el acónito en tintura ó en bajas diluciones, y en dosis bastante fuertes. En este particular me cabe la satis­facción de haber visto mi espcriencia corroborada por la de nuestro estimable colega el Dr. TESSISR.

La convalecencia eiige los mas minuciosos y entendidos cuidados; la alimentación, sobre todo, deberá graduarse al principio con diligencia estrema. Pero, en el mayor número de casos, eJ régimen solo no bastará; deberá ayudársele con el empleo de medicamentos adecuados á la constitución del individuo, y de las perturbaciones que se noten aun en sus funciones. En las mujeres, los niños y los jóvenes delica­dos el Índigo, la jatropha curcas, y el tértar. emét. serán pro­pios por regia general |)ara combatir los desarreglos de las vias digestivas. En las personas de temperamento sanguíneo ó bilioso, vigoroso y robusto, podrá también ser útil el jatro' plia; pero mas quizá el sulfato <lc zinc J el aeinÜo.

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Para hacer desaparecer los gérmenes de destrucción que haya dejado en el organismo el envenenamiento colérico, deberán someterse los invadidos durante un año, por lo me­nos, á la influencia de los medicamentos homeopáticos. No quiere esto decir que hayan de usarlos constantemente, todo menos que eso (antes bien mucho tendría que decir sobre cl abuso que se hace do nuestros medicamentos); pero im­porta tener la vista fíja en las diferentes fases por las cuales habrá de pasar inevitablemente la constitución, y en las que las vías digestivas representarán siempre el principal papel. La salvia prestará entonces importantísimos servicios, por­que mejor que otro cualquier medicamento, restablecerá la armonía en las diversas funciones del bazo, del hígado, etc.

El uso del hierro (agua ferruginosa, por ejemplo, ó hierro -en linuduras puesto en los alimentos) será provechoso á las personas cuyo organismo haya sufrido notable estenuacion. En suma, el régimen deberá armonizarla con las diversas «ondiciones de los sugetos, á fm de que ayude la acción be­néfica de los agentes homeopáticos.

DB LA HIPOCONDKtA COURICA.

No quiero terminar esta carta sin ocuparme de nuevo, xiunquo brevemente, de esa hipocondría, é indicar á la li­gera el tratamiento. Sin tener la gravedad inmediata del mismo envenenamiento colérico, es, no obstante, mas di­fícil de combatir y de destruir por completo. Tan luego co­mo el organismo se encuentra atacado, pierde su fuerza de reacción; el sistema nervioso, profundamente agitado, no

' funciona sino con irregularidad; la circulación misma alte­ra su marcha, y no hay un órgano que no se conmueva mas

• 6 menos al verificarse la invasión de ese mal, poco conoci­do, peor combatido en consecuencia, y que en apariencia destruido, deja empero tales raices en el organismo, que al menor sacudimiento, á la mas leve alteración en las funcio­nes digestivas, reaparecen con mas violencia los síntomas, sumiendo al paciento en una desesperación tanto má an-

fSe tMM n» vene jMBát libre de MU su-

B twÉnmiwpt» IMS adecuAd« i este género de afección •wentras reina la epidemia, en el enspieo acerta­

r a ^teaarvativo»pro|Hnados en trituraciones ó en dilu-, tepiB la constitución de los sugetos, y á intervalos

I y mas dilatados á medida que los efectos da los medi-ilM seaa mu sensibles, y las atenuacloiMSs hayan sido

i elevadasi. Tras el empleo de estos pretervalivos, bien I BO Imyuk dado resultado aprecíablc, bien que sus bue> 'efectos cesen, convendrá apelar á la salvia, que, como

m e s be dicbo, es uno de los agentes mas eficaces contra Mía afeoe&on. El modo de administrarle varia segim los temperamentos; mas, con todo, deberá administrarse, por n i í a general, la infusión antes de las dosis homeopáticas, y m quO) en cieito modo, prepare la constitución á la acción de estas últimas. Importa mucho que la tal infusión sea en astremo débil,. si no queremos vemos espuestos á producir algunos de los efectos primitivos del medicamento, y, á las veces, de un modo penosísimo para el paciente , ocasionán­dole calambres violentos en el estómago, irritación en la vejiga, etc., etc. Dos hojas solas de salvia metidas quince ó veinte minutos en tres ó cuatro grandes vasos de agua hir-iteodo, dwdo una tisana bastante activa, de la cual podrá yiesoribiree dos ó tres medios vasos por dia en las comidas, i^bien por mañana, tarde y noche. Después de seis ú ocho días de empleo de esta tisana, seguidos de un tiempo próxi-•aiaeole igual de reposo, puede empezarse ya con las pri­meras trituraciones<S diluciones, y luego con las atemiacio-BW mas elevadas. Pero téngase mucho cuidado en no ••mentar las diisis ó repetirlas con sobrada frecuencia, por-«fu» la salvia es ua medicamento de acción larga y profunda, <ff» puede con facilidad dificultar alguna vez la curación; por ello, pues, debe manejársela con gran reserva, y, si me at-lkito decirlo asi, con mano delicada y esperta. Conviene, ]b«im«8t« medicamento mas que con otro alguno, no admi-• r t m y h x i i t o CÍAO «ada dos días, y ¿ mayores intervalos á

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iMáidí ^f» k i«ac<Hkm se revtla laat FiMift do «st»» se hace menester, después de m» sstla db algunos (Mis, dejar desctnssr el organismo por «M d Wfl» seaaanaa antes de dar principio áetra nueva. , íof otra parte bi medicacioi», sea ouid fneiiev no teadMt

reauUado aigvno, d bie» será este imporfeoto, á no B« aeaUt^ pafia de una hificae inteligente, ouyas bases han d« flSR vida aetñ«, ejcDcieioB corporales, distraeciontts y indsiba en particular (como que produce en el sistema nervioso una especie de esploeion saludable); cambió sobre todb (fe alwry de lugares, condición esencial cuando se trata db combatti' Ips^efectos, cuales(iuiera que ellos sean, del envenenutQieiltó, (K}14ríco. l^u. moqientos Jados, será hasta aecesaño i m ^ i ^ i la P9JH6 nw>m}i á la, Osioa ciertos sacudimÍ0DU)%,(^ ya,ipdicacioo toca á,Lak, electriaidad y aun al magoeüsmo» ífo me detengo á hoblM* de la necesidad de aaislMaleiiBVi nvMwa los diligwtes cuidados queüupéMk el oftrüo) eatat 6epeoie< de terapéutica, que de ordinario peoS'por eaoo80tinaa< ^Mm», por deftreneia otras» con dolor lo digo» eS' h metMM avanza(k(fo todas, y» Aveces, Ut menos praetibaMüeaniMi* tira sociedad.

V. encontrará quizás, amigo Nolííz, que en este t^bájji demasiado largo, á lo que temo, para u ia carta, demasiado cprto, sin.cmtiiargo, ppr lo que toca al asunto y á.los.deseor» volvimientos que hubieea querido pn!s^Qíac„he dado, esMf si ra ad>idii,áilos consejos,higiénicos, y, hubnájentCMiOn en opinión deiBMOhos, en detalles sobrado «iauoioMai Séaae» sin embargo, lícito decir que, en miisantir^ son tan* noMBaií. rtai'OsynoJos consejos terapéuticos propiamente dtchoK Si lacilhidc la mortalidad colérica escede de un Mpor^V" en manos de los médicos Alópatas, sean cuales ÍÜírén liSÍ tratamientos que sigan, si aun entre nosotros esa cifl a no eü de menos de uh.íO d 25 por 100 (1), convénztoe V. de,(p^e.

(4| Senos aniMM«8 da t«4o lo qm omdVam k mejorttr ! • IsnumWtmi de tsdas las entorKaéMkM ee geaerai y del oáUntrn morbo en particular; y ca manera al^wu es Bnesíro-ofefeitf aH

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no es otra ia causa que el olvido de las infinitas precaucio­nes higiénicas, tanto preservativas como curativas del cólera. Este envenenamiento qne nos viene por el ambiente, por el agua, por el contacto ó la proximidad de cuerpos infestados, ¿cómo podríamos combatir con pleno éxito, no habiendo antes cegado, desviado ó purificado mas ó. menos las fuentes de donde emana? Y, fuera de esto, ¿será enmedio de condi­ciones de suyo funestas á la salud, donde podrá encontrar el

redactar las presentes notas, condenar á priori las modificaciones qne nuestro ilustrado colega el Dr. PURT ha introducido en la profilaxis y tratamiento del cólera morbo-asiático. Por encima de nuestras opiniones ó de la reserva con qne aceptemos I as del médico parisién está la esperíencia, que, siendo repetida é im-parcialmente invocada, es la única autorídaden la materia. Hecha esta declaración, acaso innecesaría, debemos manifestar al doc­tor PniT que hallamos notable diferencia entre el gnarismo & qne hace subir la mortalidad de loe coléricos tratados homcopá* Ucameate en Francia (se supone), y el que nosotros hemos pu­blicado con documento* auténticos y que nadie ha desmentido en el último número de la Gaceta Homeopáiica dtl eóltra.

Las estadísticas de los Homeópatas españoles en la epidemia de 185i, según decíamos alli, arrojan por término medio un 8 por 400 de pérdida, sin que, por otra parte, sepamos que, tanto en la profilaxis como en el tratamiento curativo, se hayan separa­do notablemente de las prácticas aconsejadas asi por HUNIMANN eomo por la generalidad de sos discípulos.

La carta del Dr. PEBBT, como verán nuestros lectores por la (echa con que viene encabezada, está escrita antes que viera la loz pública el primer número de nuestra Gaceta del cólera.

Si ea vez de haberse escrito anteriormente á nuestra publi­cación, lo hubiera sido después, acaso el Dr. Pnar, en vista de nuestras estadísticas, hubiera rectificado sus opiniones rclativa-Bwnte al cólera en Espafia. De todos modos, sn escrupulosidad y el esmero con que propone el régimen preservativo y la higiene del cólera-morbo, son en estremo laudables, y los prácticos no podrán, por otra parte, menos de agradecerle la seguridad con qoe les invita á usar sin temor dosis mas considerables, que, aunque mas raramente en Espaüa que eo Frauda, pueden algu­na vez tOMr apUcacioo—L. R.

— m -organismo la fuerea que necesita para luchar con un tan po­deroso agente de destrucción? ¡Ah! Créame V., amigo, y no so canse V.; el dilatado circulo de su autoridad lo abosa pera predicar á todos la imperiosa necesidad de los cuidados que mantienen la salubridad en nuestras casas, vestidos, au­mento y hábitos cotidianos; y de este modo el terrible azote nos habrá al menos ofrecido en cambio la oportunidad de introducir en nuestras costumbres sociales beneficiosas re­formas.

El Dr. J. PxRRT.

TESTAMENTO DE UN MÉDICO, ó

ÚLTIMA PALABRA ACERCA DE LA REDICHA, T EN rABnCULAR SOBRE EL

MÉTODO TEIAPÉUTICO, FUNDADO EN LA LET DE LOS SEHIJANTIS. POR r a . ALEJO EfPAHET,

DOCTOR MÉDICO HOMEÓPATA, AUTOR DE LA CLÍNICA DE BTAOUELI.

TradaoeioB d«l MÚor Lioenciado D. Franoiteo OEENGA, iadívi-duo da la Sociadad HahneouiBiiiaaa MatriteaM , de la Sooladad Oalieana da Ifadieiaa HoBMopátiea, dal laiUtata MMdioo Ta-leaoiano, da la Coagrasaaioa HooMapAtioa, Diteetor íataríao da aguat miaeraleí, MMioo de la Sala de áiUo Egana de Vales-d a , etc., etc.

Ae ne (orlé nget^ quo me duce, quo lare tuter NuUiut addictui jurare in vertia magiitri.

(•ORAT., IPIIT.)

(Conelutionn) (1). Toda acción química supone cierto grado de homeopati-

cidad entre sus agentes, y ademas la acción de uno provoca la reacción del otro. De donde resulta, que la aplicación del hielo sobre un miembro helado provoca la reacción que no provocarla la aplicación de un cuerpo caliente: es­ta reacción supone una homeopaticidad, pero hómeopati-cidad química y no vital. Para que los fen«»menos produci­dos tengan con los de la enfermedad una similitud que en-

(4) Véase nuestro número anterior.

—1« -«n CB ki fiomeopuia, deb«n ser el resultado directo de la reaocioo vital: otra cosa serla ir hasta lo absurdo; esto eH, i k) que oí decir otras veces, que un golpe s« cura con otro golpe. Esto seria recurrir aun á la cirugía , que sólo tiene procedinúentos de estraccion, de desriacion ó de destrucción, de acción química y mecániea; y se saldría de la Terapéutica médica, aplir indo á la matt?rirt dalos qi)e son del resorte esclusivo de la vida.

Uno decia en una ronversacion: L'na herida <ie la pieMlft fue tratada por las aplicaciones de afjua tria, <pie combatía, añadió, la inflamación, y la herida cuní al cabo di; dos me­ses de tratamiento. Este tratamiento no entra un la ley de los contrarios, contraria conttariin éuritMut, y no prueba tan bien la falsedad de la ley de los semejantes.

Bata brataimento 0s qairúrftico: ni éi del doMittr6 dé GALENO, ni de HAmoEHAini; es un hecho que nada prueba en favor de b ley do los eootntfios, ni eontra la ley de les Se­mejantes. El ngak fría obra aquí, no entno medio contrario, sino como nn medio fisico que se limita á sustraer e? esce-to de calor local, y probablemente también el calor necc-flwio pan la cicatritacioii. Esta boida se hubiera onfado flus pronto si se la. hubiese abflndon«d(y Á si misma, con los simples cuidados de limpieza: la fuerza vital hubiera aido la fuerza medicatriz sin trabas, y sin duda hubiera li­brada meiat. Por último, si la Homeopatía hubiese interve­nido, CQD el Añkaii otro mcílicamento conveniente so hubiera abreviado ineompvableiBentc la duración de la f f f trr^°^ No es esto decir qua el Árnica haya nuoca pro­ducido heridas en la esperimentacíoa Usioicigtca, aine qoe bapraducido síatonuu» vitales, coneomiíaates, generales, j aüniocalea.

Cuarta objeción. Se ha preteadido que la Homeopatia era eftoluúva, y que renefaba lo pasado; d(» earfos que es otro tiampo la hice yo, creyendo e» k palabra do otro. Oespaes BM ba c«BV«Dctdo ampUameote de lo contrario, y be visto en ella un inmenso progreso que debia conducimos á otro.

La Homeopatía no reniega lo pa—da» paael» foe pide

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todos ios conocimientos que exigen nuestras fiíeultadM, to« dos ios medios de diagnóstico de que está dotada la cHolot todas liis nociones etiolrf^cas, fisiológicas, anatónii£0-pata> lógicas; no ronioga lo pasado, pues lejos de echar un vela sobre la mntorin médica, la anima y la ilustra con todos lof trabajos toxirológicos, por todos los ensayos, por las adqui­siciones de los siglos pasados, liojosdo ello, ella ha sido quien ha dado vigpr á las lecciones de la esperiencla, formando una cienrin que se añade á las otras, la patogonenia, eianoét de los electos puros de los medicamentos, y eoestonohaM sino encontrar lo que se liahia perdido.

Multa renasiccntur, (lumjiimcccidcre.

Por ella ol practico maneja inedicamentas Idea toíifieir dos, está desembarazado de las trabas da una e^ievienaii lenta y con demasiada frecuencia dañosa á loa eufenuau distingue con la mayor exactitud las stutomas otarboioa 4» los síntomas medicinales ; no perturba la vida por las tú»-perflenisaciones é hípostenisacioues; no la hiere áo frtai» saturando su organismo por dosis elevadas hasta es* gmdp de tolerancia que es tan fácil llegar, y que dcsfwea de k «k> fermcilad |)rimera deja con frecuencia rastros indcloblet ^0 una medie icion que solo tiene su raaun de exiséeocM M las teorías.

La Homeo])atia no es eet^siva, puesto que aeudfl Ú etr ludio en todos los puntos cucstionableü, (Hi« adopta todo» hm progresos , que señala terniíuuiteaieBtü laa iadM}aci«qM. <l0 la sangría, de los evacuantes. Acusarla do ««ehi>ivi«cia per»-que sah<; hac«r inútües estos medioa ea k mayor pajM dp los casa«, (lisi|)atuio mas pronto y mas radicah&ciHe lotsk^ tomas que indicaban su uso y sustrayeodo la mm», eflfe> so> ria una pretensión tan nueva como desinedidft.

Por mi parte DO creo merecer el roj^oobe 49 flaclusiini^ mo ni por lo pasado quo ooqoceis, ni por ai presente.

La Medicina ha sido instituida para curar ú par««l«rifi; todo método que dé los taudios d» coiueguáilo «M». pMitir ment», mas ccoDÓoúcaBieQte, maa i!adio«UaG||Bl> y «Nulos

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menores gafrimienlos y peligros posibles, este es el méto­do que juzgo mas digno de mi persona, el mas útil á mis en­fermos ; y tal método no puede llamarse esclusivo. Creóme autorizado á proclamarle como un progreso, y un progreso que nos conducirá á otro, el especifismo.

Son esclusivos los hombres que, limitados tercamente ¿un método, no quieren elevarse para ensanchar su horizon­te : son esclusivos los hombres que han estudiado diferentes sistemas, y niegan su eximen á otros ; son esclusivos todos los médicos que obran por rutina.

Y me permitiréis decirlo también : son esclusivos asi­mismo los que escluyen la Homeopatía de la enseñanza públi­ca, los que la rehusan clínicas dispensarios. Pues qué, ¿des­truye vuestra certeza, si es que la tenéis? ¿Temen que ata­que vuestra libertad? Bien lo sabéis que no. ¿Queréis hacer hipdtesis? Hacedlas. ¿Queréis enseñar una ciencia mas exac­ta ó mas nueva? Enseñadla. ¿Queréis eclipsar U Homeopa­tía? Eclipsarla. Lejos de vosotros querer esto, al paso que ella desea vivamente esta noble lucha, en que la humanidad ganaría muchísimo. Sin embargo, mientras desechéis toda concurrencia, ¿con qué nombre calificaremos vuestra opo­sición?

¡Hombres de progreso, que os consumis en investiga-dones sobre las vías de la filosofía racionalista aplicada á )a Mcdiciua; presentáis hace «glos vuestros pensamientos como verdades que no pueden sostener ninguna compara­ción, y hace muchos siglos no adelantáis nada en el arto de curar propiamente dicho! Si poseéis la luz, presentadla, pues, sin enigma; levantaos, manifestad vuestra certeza; yu os conjaro en nombre de la humanidad.

Me parece que el tiempo que se gasta en criticar estaría mejor empleado en dotamos de una Medicina mas exacta y mas poderosa que en discutir sobre nombres, evitando to­car los principios de la Homeopatía, táctica que, descubrien­do su debiUdad, dice bastante cuánto temen sus contrarios la comparación en una discusión solemne.

Sé bien que la libertad en la discusión es una cosa muy

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hermosa entre personas que quieren ilustrarse; pero una discusión capciosa se parece mucho á la opresión que impo­ne la ignorancia á la preocupación. En Medicina es crimina^ cuando vende sus prevenciones de círculo en círculo, y hasta en las calhís. El arte de curar es una necesidad para lospueblos, y no se debe jugar impunemente con ella. La humanidad tiene mucho interés en que la Medicina se re­vista de verdad, d<! dignidad y del verdadero espíritu de su consoladora misión.

l'or esta misma razón nada diré de las alegaciones fútiles que se oponen vulgarmente á la Homeopatía, ni de las tristes chocarrerías con que temo manchar las páginas que quiero sean graves y decentes. Es siempre mas fácil burlarse y cri­ticar, que hacer las cosas mejor que las criticadas. Esto no es, sin embargo, lo que yo exigiría del que se burla, si es que tenia que imponerle alguna condición. Y le diría que aun le faltaba hacer algo mejor. No pido que oscedais el descubrimiento y el trabajo de HAIINEMAMI ; sin duda seria exigiros demasiado que consagréis toda vuestra vida á un mismo pensamiento; seria evidentemente muchísimo para un hombre que respira el aire francés. Refutad solo una de las obras con un pensamiento de este temple. Creedme, aunque no hicierais sino demostrarnos lo absurdo de un opúsculo tal como este: Essai mr un nnuveau principe; ó este otro: Esculapc dans la balance, ó bien las falsedades del Organon; esto no seria un trabajo tan pequeño, y yo por mi parte os estaría muy reconocido.

Nada de esto se ha hecho, y, sin embargo, se levantan siempre voces que quieren sofocar la de la Homeopatía. La oposición se sirve de todo contra ella, como si ignorase que el mas seguro medio de matar un error es osponerlo á la luz, sometiéndolo H la prueba de los hechos, al paso que nada hace germinar tanto una verdad como la violencia, y nada la fortifica tanto como la persecución.

Esto es tan cierto respecto á la Homeopatía, que, privada de lodo apoyo oficial, y á pesar de la unión de todas las sectas médicas contra ella, sus partidarios son ya mas nu-

ToMo ni. 8

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nitrosos que los partidarios de cada una di ellas, y ella ha establecido en IÍMIOS los paises su dominación. En todas partes el público se lia convencido de la unidad de la doc­trina |M(r el acuerdo de sus (lis<i|tulos en todos los pun­tos cíU'dinales de esta, y la jirueba de su verdad está conlinuamente corroborada, sea por el espectjiculo de las divisiones radicales <pie t;ílallan en las mas peque-ñas con­sultas médicas del liando opuesto, st.'a por las curaciones ad­mirables ú oniinarias, |)i>r el apoyo desinteresado ipie la prestan las cla> '>allas, y, [)iu iiltiiii'), poi' la adhesión de per­sonas sabias é ilustradas y de i'stableciinienlos notables.

Muy |)r(jnto pasara la Honjeopalia desde las clases aris­tocráticas al pueblo. En las ciases inferiores se ha atrinche­rado el humorismo al bajar de las alias: el humorismo cede­rá su lufíar poco a \H)CO a la sana doctrina de la vida. Su lógica, su positivismo y los hechos que multiplica subyuga­rán con el tiempo á lodos los hombres graves que la verán practicar.

Otra cosa podrá todavía conducir ÍÍ muchos mediros á la Homeo[»atia, á quienes asustan las dosis inlinitcsimalcs: tal será la adíipcion de una |>osologia que no está tan en con­tradicción con las costumbres de la éi)oca. .-VuiKpio se (ion-prenda perfectamente bien la utilidad de |iei|U(!ñas (ktsis exactament*' divididas, desleídas y dinamizadas por una lar­ga trituración ó dinamizacion coii un vehículo inerte, se las quiere ver, y se las quiere tocar. Fues bien: empleemos laS primeras diluciones y las tinturas madres, empleemos lag trituraciones siempre que nada nos obligue al uso de los glóbulos, evití-mos sobre UMIH ¡asaltas, las altísimas dilu­ciones, aun cuando sean nmy eficaces. ¿Es quo no se del)o alguna condes<endencia á los espíritus débiles ó prevenidos, á quienes, lo cuofesamos, el (mrvenir poílrá diu" alguna bue­na razíjn para apreciar las dosis tangibles y ponderables, auntpic ¡x;rfe( lamente diluidas y divididas? Esta concesión es muy justa, y, .sobre todo, muy razonable, puesto que la Uomcopatú consiste principalmente en la aplicación de los medicaraentos según la ley d(; los semojaotes: esta es su

— MI — base, este es su principio. Las dosis infinitesimales no la son esenciales; la escala do las dilución^ no está aun de­terminada: la posdlogiu lioiueopática pide, |)ara lijarse, en­sayos de todo genero, y el uso do las d()sis dinaniÍKidus de toda especie, y, sobre todd, [>onderabIes. El csclusi-vismo i'n esto seria inconsecuente, y nos privarla de datos preciosos suniinislrados jior el uso de estas dosis, y necesa­rios para reunir todos los ehíinentos de una buena fármaco-dinamia.

C(»Nrxi:sio\.

Considerad al présenle, os ruef 'o, las necesidades físicas de esta sociedad cumula lian formado nuestros pecados, y los i)(!cados de nuestros padres. Vedla subyugada á las con­secuencias ni'cesarias del ejercicio desmesurado de ciertos sentiilos con perjuicio de otros, ii la inlliiencia de ideas per­turbadoras, de pasiones, del lujo desenfrenado, d(! escesos en la comida, (lee\i^iincias s K'iales en los salones, en las oficinas, en las fábricas; al libertinnje, ijue empon/oña la vida en su germen, á la multiplicación de los vicios licredi-tarios, á la propagación de iniasiu;is crónicos al través de generaciones.

dmsiderad las necesidades de pueblos que sufren los efectos mulliplicados d(! nuin'rosos esctsos de las genera­ciones |)re<;pdentes, lasnecesiiladi'sde esas grandes nglonie-racionesdi- bombres, de esosdebilitados organismos, de eso» sistemas Mer\ii)s(is sobrcescitados y s(dtreescilables, y cim-vcndreis (|iie la Honieupalia viene muy oporlimainente ti compensar tantos nuiles por tratamientos desprovistos de loda violencia, tratamientos eficaces y nada debilitantes (píese dirigen suavemente y sin perturbacicín á la fuerza vital, y (|ueson verdaderamente! populares, porque se en-cucnlran al alcance tanto del pobrí' como del rico.

Hay i'ii esto un coinplelo plan providencial ih la bondad divina hacia nosotros, ( a Homeopalia es uno de (¡sos gran­des consuelos ipie Dios oiivia di' larde en tarde á los dester­rados del Edi'ii. Y In- aqiii lo que csplica por quií esta doc-

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trina creca sin el apoyo de la autoridad profana , porque la persecución la asegura y la violencia la ensancha.

Homeópatas: vosotros, que ya gozáis y hacéis disfrutará Toestros enfermos de los beneficios de la Homeopatía, sed mas y mas dignos, como deben serlo los instrumentos predilectos de la Providencia; permaneced unidos, estrechad vuestros lazos, sed grandes y generosos; Dios os bendecirá, y por vues­tra mano bendecirá á los que padecen, y será todavía cierto que la paz de Dios está en la tit>rra: Pax enim Dei super fa~ cietn tetra;, porque la Homeopatía debe tener mucha influen­cia en la regeneración social que con todos nuestros votos pedimos.

NOTICIAS VARIAS.

Nuestro apreciable colega el Sr. I). LEANDRO GOMA-lEz, de la Coruna, nosba remitido el siguipnle comunica­do, al que acompaña una copia do la reverente csposi-cion que varios profesores vecinos de aquella capital han elevauo á S. M. en queja de la injusticia con que han sido tratados por el gobierno al tiem|K> de dar este las gracias en la Gaceta á ías personas qne se distinguieron en pro­digar sus servicios en la lerriüle epidemia del cólera que en el pasado oclubre tantos estragos causó en la misma eiudaa. ¡Siempre parcialidad, siempre injusticia con los profesores del arle de curar I

El comunicado dice asi:

Sret. Redaclores de loi A:IALCS DB LA lUDiaKA HOHKOPÁTICA.

Muy señores nuestros y apreciable» compañeros: Los

f)rofesore8 de la ciencia de curar que 8uscril>en han tenido a honra de elevar á S. M. una esposicion, cuya copia es

adjunta. Su objeto no es en manera alguna presentar una queja, no es manifestarse resentidos porípie no se les havan conferido gracias que no apetecen, no son los celos ni la envidia los motivos que han tenido para dar este paso; los agentes que ¡os han impulsado sqn mas nobles, mus uJios; el deseo de <iue S. M. se penetre de que los espoiientes no han sido negligentes en el desempeño de sus deberes, el de

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vindicar su reputación, y el de que el honor de la profesión, á que se honran pertenecer, quede en el lugar que le cor­responde, lo (|ue tal vez no sucedería sin las aclaraciones que contiene la esposicion.

Efectivamente, al \er que el Excmo. Sr. Ministro de la Gobernación ha dicho en pleno I'arlamento (]ue una se­ñora andaba ()or todas partes alciüaudo á los médicos, y al h)er en la Gaceta (]ue de diez y nueve profesores que exis­ten en la ¡¡oblación solamente seis han sido los premiados, que lo han sido otras personas, que asi han tenido que ver con el cólera como nosotros con lo que pasa ahora en la China, y que á nosotros solo se nos dan las reales gracias (que acogemos con respeto), cualquiera puede figurarse que no hemos sabido ó querido cumplir con la misión de profe­sores.

A evitar el que se forme este juicio, patentizando (jue no ha sido así, nue no hemos necesitado estímulo de nadie ni de ninguna clase para cumplir como leales, y aue si ha ha­bido algún profesor que, olvidando lo que se debia á si mis-rao, lo íiaya necesitado, lo que no sabemos, de seguro no se encontrará entre los firmantes, es á lo que únicamente nos dirigimos. Si para conseguir nuestros deseos , y mientras no publicamos un manifiesto ipie estamos preparando , tienen Vds. la bondad de dar cabida en las columnas de su ilustra­do periódico á estas mal trazadas lineas, le quedarán suma­mente agradecidos sus atentos compañeros y seguros ser­vidores Q. B. S. M. Coruña 1.° de marzo de iH55.

Benito Antonio Pueyo.—Juan González Piélago.—Luis Movedo González. — Estanislao Pon Uccalde.—José López Vadillo.—Ramón Marinas.—Manuel Pérez BuUosa.—Esteban López Carrera.—I^candro González.—Luis Patino y Buceta. —Sebastian Carrillo.—Francisco Gayoso.

ESPOBICIOH A • . M. SEÑORA:

Los que suscriben, profesores do la ciencia de curar y vecinos de la Coruña, acuden á los pies d(!l trono, y con todo el respeto dtíbido á la majestad, eR|)onen : Que han visto con el mas profundo s(MUimienlo (¡uti sus nombres se hallan comprendidos en las i¡^las publicadas mi la (¡aceta del gobierno, relativas u las pcrsdUHS qui; fiícilit.inin sus servicios en la devastadora epidcimia del c()lí'ra que diezmó esta población el mes de octubre del año próximo pasado. Los esptmentes, que, al decidirse á prestar á la humanidad tfligida los socorros de profesores, de hombres y de ami-

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gos, DO tuvieron otra mira mas que la de llevar el consuelo al hogar de las consteniadas familias, sin necesidad de quo nadie los aUitíate, quisieran qu.- nf» se hubiera hecho men­ción de sus personas: baslabales la aquiescencia de su fuero interior, de su conciencia, para estar satisfechos, porque csU les (Iccia que habian cuinj)hdi) con el deber que impone la ca­ridad; la candad, quü ei tanto mas verdadera v tanto mas acepta á la U¡>inidad. cuanto mas secreta sea. yque pierde, sin duda, una gran parte de su mérito si se publica v propala. He aquí, señora, otra razón mas pan que los csponenles de­scaran que sus servicios hubieran permanecido sepultados en el olvido. Aqui tiTiniíiarian >ii esposicion si solamente se tra­tera del público de la Coruña, ponjue este ha dado ya su fallo; mas como de la clasiíicjcion que apareció en la (iaceta es fá­cil, fuera de aqui, deducir al^íunas dudas que. de no aclarar­las, podrían redundar en perjuicio de la reputación cientilica y moral de los que dicen, se ven en la necesidad, |>()r mas que sienlau molestar la atención de V. M., fie e-ix)ner varias raiones que desvHnezcan afiuelias. Tales dudas pueden na­cer de que, \iendo en dicha clasificación a tres profesores premiados con la cruz de comendadores de la real y distin­guida orden americana de Isabel la Católica, á tres con la cruz sencilla de la misma ónlen, y á los que cs(ioiien con­fundidos con los porteros de las oticinas y con los <;apiiLi-ces ilel ¡)residio. y aun algunos «le ellos pospuestos á estos, dándoles sídamente las gracias, cualquiera podrá creer que los esimnenles se han manifestados libios, |)nco idfineos, y que no han llenado sus deberes con la dignidad y flbnef;a-cion que en tales casf» requiere la honrosa profesión á que pertenecen. A nadie desprecian; reconocen, por el contra­rio, que los funcionarios á que acriban de referirse habian llenado cumplidamente sus deberes < ii la esfera lie su ac-ciíin; mas por mucho que asi sea, ó los evpoiicnt'-s cuni-plierí)n cual corresponde, 6 no: en el iniiiier CMSO. por pre­cisión han di' IIIIMT roiitraido mas méritos que cual<piiera de las personas i 'unjirendiihis eu a'pK-llas listas, y li;iii th ser acreedores á mayor recompensa; en el se},'undo. mere­cen una fuerte y scv<!ra censura. Pero en esta parte están tranfjuilos , ixtrque descansan en la seguridad que |)ara es­tarlo les da su conciencia y la opinión de sus conciudada­nos. Ñafia mas lejos, scñoni, del ánimo fie kis que suscri­ben que quejarse de la tleterminncion fie V. M.; al contra­rio, la acatan y re.-j.etan ; pero tiemn (jue añadir á lo que deúui es|jucsta que , al projioner el gobierno supremo á V. M. esU medida, lia de liabcr procedido con informes

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equivocados, torcidos y parciales, y que en el mismo senti­do los lia de liabor recibido la autoridad superior do la pro­vincia que so los faciiiló; de oiro tnodo, no (•(iiicilien la des-¡(jualdiiíl que se Muta en la (I¡.-.lril>iieion y aiiüeacion de las gracias. Si los esponenfes liid)ieran podido hacer que su dé­bil voz llegara á V. M., li¡d)riau pn^puesto, por ro fla ge­neral, '|ue no se diese á los profesores mas <|ue la cruz de epidemias, por cuyo un.'dio (pieiiarian lodos iguales, se ma-nilestarian satisfeclios, no se establecerían distinciones que siempre son desagradables , v la osfíMitariaii ufanos en sus pechos, porque la cruz d(> epidemias es A los profesores, lo (luc las de San Hermenegildo y San Fernando son á los nii-litart.'S. V. M. se ha dignado dis|)oiier otra cosa, y los espo-nenles obedecen; ri'slaiidoles, empero, decir, que ni (;! de­seo de recriminar, ni la envidia, ni los celos, (lue d(;scono-ccn, han sido los míívili-s qiii' los han impulsatlo á dirigirse ii V. M., sino únicamente manifestar «jue nada desean, quo nada anhelan mas que se persuada el real ánimo de V. M. de que no han sido negligentes, <\\¡c. no lian sido omisos, que lian llenado, por el contrario, tlignamente su deber, y quo tollos, sin esc(!pcion, han hecho cienldicji y moralmen-te tanto como cual(|uicra, y mas que algunos do los agra­ciados.

Üios guardo dilatados años la importante vida do V. M. jwra bien de la monarquía. (>orufia 2Í de febrero de Í83S. —Señora: A L. R. P. de V. M.—Bt-nito Antonio Pueyo.— Juan (íonzalez Piélago.—Luis Moredo (Jíinzalez.—Estañidao Pon Hecaldi!.—Jos»; López Vaillo.—Haiiion Marinas,—Ma­nuel Pérez Hullosa.—Ksti'b.m López Carrera.—Leaníko (íon-zalez.—Luis Patino y üuceta.—Sebastian Carrillo.—Fran­cisco üayoso.

LA EMANCIPACIÓN MEDICA.

Circular núm. 7.

La Junta central interina, en sesión dei día de la fecha, lomando en coniideracion las razones que se han manifes­tado por muchos profesores, y deseando (fue antos de de­clarar constiluida la Sociedad pucdn ser ampliamente dis­cutido el proy«'cto tic reglamento por las Juntas de distrito,

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ha acordado prorogar hasta el último día del presente mes de marzo el plaio de admisión de solicitudes y observacio­nes de las Juntas al mencionado proyecto.

Madrid 2 de marzo de IS-w. — El Vicepresidente, Luis de PORTILLA. — El secretario primero , Enrique SOERDER.

La Junta central interina se ha enterado con satisfac­ción de un o6cio que la dirige la del distrito de San Cle­mente, y ha acordado se publique dicha comunicación , j se declare que la conducta de los profesores que en ella se mencionan ha merecido la unánime aprobación de esta Junta.

Madrid 2 de marzo de 1833.—El Vicepresidente, Luis de PORTILLA. — El Secretario primero , Enrique SCENDER.

Comunicación que se cita.

«Partido de San Clemente.—Por los profesores de Medi­cina y Cirugía de Honrubia, D. Juan GUZMAN y D. Juan José ORTEGA , se ha hecho presente á esta Junta de distrito, que por la diputación provincial de Cuenca se han anulado los contratos que tenian con el ayuntamiento de dicho pue­blo, so pretesto de economías solicitadas por algunos veci­nos. Los profesores, socios de la Emancipación Médica, han determinado, con anuencia de esta Junta, seguir pres­tando sus servicios al pueblo donde residen ; pero atenién­dose á lo que previene el art. 3.5 del proyecto de regla­mento.

iLa Junta del distrito no ha podido menos de ver con satisfacción suma la conducta de estos celosos profesores; y los recomienda, por lo tanto, á la central para que en su dia se tengan presentes como unos de los primeros en llevar á cabo el grandioso pensamiento que nos ocupa.

•Dios guarde á V. muchos años.—San Clemente 23 de febrero de 18íi3.—Justo de H/no.

>Sr. Secretario de la Junta central intarina de la Eman-cipoeion Médica.»

PRESERVACIONES HOMEOPÁTICAS.

NUEVOS TRIUNFOS PE U>S PRINCIPIOS HAHNEMANNIAISOS.

EL principio fundamental de nuestra doctrina similia similibut curantur va dando cada dia nuevos testimonios de la superioridad que le distingue entre todos < cuantos se han proclamado en los diferentes tiempos de la Medicina, y recibiendo, en su consecuencia, y de una manera mas ó menos espiicita, homenajes claros y terminantes de profe­sores, á la vez que ilustrados, imparciales y amantes do los progresos médicos. Desde que este principio fue reco­nocido por el inmortal IUBNEMAISN, cuando la meditación sobre la manera de obrar los medicamentos en el cuerpo humano le sugirió el pensamiento feliz de la esperimenta-cion para, á él y solo á él se le debe, por una parte, el que podamos darnos cuenta de infinidad de hedios tera­péuticos que hemos debido basta aqui únicamente al aca­so , y cuya razón nunca nos la pudimos dar; y por oirá, la averiguación de diferentes preservatiros de enfermedades mortíferas, y la facilidad (superior á todos estos beneficios) de poder encontrar todavía con su auxilio los de otras

TOMO IV. Í>

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muchas afecciones muy comunes y muy terribles en sus consecuencias. ¿Cuándo, sino después de este descubri­miento , hemos podido dar la es|»licacion de por qué la quina corta unas veces y cura otras la fiebre inlcrrailente de los pantanos? Siempre olmos decir á nuestros maestros que tan misterioso era para nosotros el beoho á que nos refarimos, como el de que repitieran los accesos febriles constantemente en su respectivo dia y en una misma hora; pero «I principio de los semejantes, demostrando que la quina corta y cura la liebre inlermi^nte, porque es capaz de producir una fiebre semejante en el hombre sano, loma­da á dosis convenientes, ha sido el faro radiante que, ilu­minando un campo donde los hombros mas eminentes de la ciencia han perdido constantemente la brújula, ha dado á conocer dónde estaba el secreto de este como de otros pro­digios de la humana naturaleza;y no concluye aquilagran-dtm y la importancia del descubrimieolo, es decir, el ha-bftr encontrado la manera do que podamos espiicar la cau-^ de este fenómeno. Tirae todavía otro alcance de soma trascendencia, y e» el que es posible se llegue á conseguir, guiados por esla luminosa huella, que sea laa probable la preservacioQ de la fiebre iotermitente cono lo es su curación.

Si la fiebre de los panlaoos no so contrae iostai^ iáoeamenle, cooao lo acredita la csperíencia, sino que se prefiurma por el influjo graduado y lento de los miasmas palúdicos, asi eo el natural habitante como en el que se es« tablece ó perataaece por algún tiempo en estos parajes, la eafermedad ofrecerá varios periodos, como ya manife^a-mos cuando en la Goeeta del cUera nos ocupamos de la cuestión do pres>ervat¡vos para ^te azote funesto. Si la en. fenaedad presenta diferentes períodos, y estos serio se di. ferenóan. sopor la calidad del agente modificador, sino por la cintidad que ha lomado el orgausaao, cantidad qoe

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será mayor á medida qno lo sea también el tiempo que el individuo permanezca en contacto con las emanaciones propias de cslos sitios, claro está que, no variando estos estadios de naturaleza, y únicamente do intensidad, claro es, repelimos, que será tanto mas fácil combatir esta es­pecio de contagio endémico en sus primeras insinuaciones, por poco inanifiestas que sean, que después que hayan ad­quirido un desarrollo considerable y cada vez mas com­plicado. La curación será á la vez mas eficaz, porque la modificación ó alteración vital será de poca importancia, y será fácil y menos molesta al individuo, porque puede hacerla sin todo el rigor de nuestras formas higiénicas y terapéulicas. El organismo, adema», se encuentra mas desembarazado, y pueden obtenerse reacciones cumplidas con el auxilio de los medicamentos.

La preservación de la fiebre intermitente de los pan­tanos, como de todas las enfermedades así endémicas co­mo epidómicas, no es ni puede ser lioy una cosa nueva. Es, si, una consecuencia natural del principio de los seme­jantes, desarrollado bajo los auspicios de la espcrimenta-cion pura. La curación de estas enfermedades con arreglo ai principio similia, hace hasta cierto punto segura su preservación, ó al menos una ventajosísima modificación, desde que se elijan y combinen los medicamentos que mejor correspondan á los síntomas que presenten estas enfermedades on su total desarrollo. Asi es c^mo el ilus­trado Dr. EsPANET sabe prevenir en África los accesos mor­tales de «tas fiebres, eligiendo medicamentos que en su esfera de acción abracen el conjunto de síntomas que alli presenta la intermitente perniciosa. Apoyado en estos mismos principios, el distinguido y eminente práctico, Dr. IIERINO dice, al hablar de la flebre intermitente: «Que tan luego como se sientan indispuestas las perso­nas que habitan parajes donde hay aguas estancadas ó en

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siiius como las orillas de uu canal ó en otros destinados á la diísetacion do producios vegetales, donde comunmente reina la iiobrc iutcrmílentc, deberán lomar una dosis (:) glóbulos) de (Viina, que repetirán á las doce horas si no han csperiraenlado aliuü. l'rocuraráu observar un ré­gimen severo, y,silasesix)siblc, no deberán pernoctar en estos parajes. Si pasadas veinte y cuatro horas no esperi-nienlaran conocido alivio, deberán ionnr Ipecacmnha, y doce horas (hispues volver d'¿ nuevo á lomar China: des­pués ijuí' han trascurrido otras veinte y cuatro horas de­berán repetir//>scacM<iH/<a, y continuar asi alternativamen-Ic con estos dos medicamentos. Si, á pesar de todo, se presentara la liebre, se tratará con los remedios apro­piados.»

Pero adviértase que entre estos remedios que se pro­pinan por tos autores contra la Gebrc intermitente decla­rada, liguran en primer término la Ipecacuanha y la CIU-iia, con la diferencia únicameutc de tener que darse, en estos casos, á dosis mucho mas repelidas. ¿Y quién dudará, al ver quo estos distinguidos profesores aconsejan en cali­dad de preservativos los mismos medicamentos que em­plearían como curativos, que su objeto, al querer preservar de la fiebre á los que habitan estos parajes, no era otro sino el de curarla en su periodo mas leve , ú sea en cl estado de incubación?

Véase, pues, por lodo lo que dejamos espuesto, á qué clase de adelantos tan inmensos puede conducirnos el des­cubrimiento del principio de los temejantet proclamado por nuestro iomortal MÁESTRO, y á qué grado de perfección puede llegar la Medicina con el profundo y meditado estu­dio de todo cuanto abraza este principio y la esperimenta-cion de los medicamentos, con la cual nos apoderamos de su» verdaderas virtudes curativas y preservativas.

¿Y qué diremos de las ventajas que ha reportado á la

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humanidad y reportará cuando los médicos se convenzan de estas verdades, el conocimiento do que el Mercurio cura lá sifilis por la propiedad que tiene de poder produ­cir en el hombre sano síntomas semejantes á los de esta enfermedad? ¿Cuántos médicos, ú ver que sus enfermos se agravaban bajo la influencia de las primeras dosis del Mercurio, en vez de tomar diferente rumb<», lo que ha­cían era duplicar y triplicar las dosis, creyendo que la enfermedad, si tomaba mayores proporciones, era porque no se habia dado al enfermo suficiente cantidad de medi> camento? La semejanza que tienen entre si los síntomas mercuriales y los sifilíticos, han sido constantemente la causa de que hayan pasado desapercibidas las agravacio­nes medicinales producidas por estos abusos, y como in­mediata consecuencia, la deque se haya saturado á los pa. cientes de esta sustancia bajo todas las formas conocidas. ¡Y bien público es cuánta ruina y cuánta calamidad han traido sobre los infelicos dolientes estas desafortunadas prácticas! El día que se convenzan los profesores de lo fácil que es equivocarse tomando por síntomas naturales los que únicamente son medicinales, es bien seguro que la terapéutica sufrirá las radicales y útiles reformas á que está llamada desde el descubrimiento de nuestro principio.

Todos estos y otros descubrimientos de bondad suma y de reconocida utilidad son debidos al doscubrimienloy tra­bajos de IIAHNKMANN, hechos en favor <le la terapéutica, cuya base principal son la esperimenlacion pura y el principio de los semejantes. Y van adquiriendo estos prin­cipios tal solidez y ganando tales adeptos, (|ue es provi­dencial, es grande, es consolador ver cómo poco á poco van acudiendo á asirse de estas imperlurbablos áncoras lodos los hombres de conciencia y que desean el progreso de la Medicina. Permitido les está, si usi cuadra mejor á suíllosofia, tomar la iniciativa, dpiulo nuevos giros á iui

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ideas y tomando rodeos, mas ó m^os diversos, para ei> presar gas adquisiciono.-i. Modifiquen, en buen hora, tam­bién las formas; raueslrense indiferentes y hasta ajenos de que trabajan en nuestro terreno y dentro del circulo do las ideas liahnemanni<ina$:; poco importa. Sí; lo que ellos ofrecen como propio se halla coasignado en el código de nuestro inmortal MARSTRO; ellos trabajan en favor de las nuevas doctrinas; ellos se declaran incluidos, mal que re­pugne á sus antecedentes, en la escuela de los semejante»; ellos se adhieren á los buenos principios, y ellos tendrán el galardón de la justicia y de b gratitud de la humanidad enferma.

Apropósito de estos triunfos y de estas adquisiciones que por do quiera tienen lugar bajo la égida de nuestro principio, Tan)03 á referir dos hechos de esta nalaraleea que hemos visto consiímados en los periódicos alópatas mas aotorizados de esta corte.

Relativamente á uno de ellos, hemos dado ya algunos antecedentes á nuestros lectores. En la entrega cuarta de los ANALES de este año, correspondiente al 28 de febrero, copiamos del periódico político La Iberia un comunicado que habia sido dirigido á este mismo periódico, y suscrito con las iniciales M. J. DE P., coa el objeto de dar la posi­ble publicidad al hecho imjxtrtante de halxírse descubierto eo la Habana |)or el Ür. 11. HIMBOLDT un preservativo ó modificador de la liebre amarilla.

En el articulo á que nos referimos!, se leía, entre otras cosas, lo sigaiente:

cL'n hecho, ensomo grado importante, ocupa hoy en •esta isla la atención de toda clase de personas. No es na-»da menos que el descubrimiento do un preserrativo ó «modificador de la Hcbro amarilla, por medio de «na ino-> colación especial que ha presentado un aleflutn, sobrino >del bann de UcvBOLDT.

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«Consiste &a el virus que prodacft la picadura de una >pequefia culebra indígena de Méjico. Se debió BU descu-«brimiento i la circunstancia de haber notado el autor que >lo8 inoculados casualmente por la picadura de la culebra, «presentaban los mismos síntomas que los afectados de la nílebre amarilla, que recorrían los mismos periodos, y que fofrecian igual terminación.

>EI autor, después de multiplicadas observaciones, >asegura haber comprobado su descubrimiento ; y para «calmar los temores que pudieran asaltar á cualquiera de »ser envenenado con aquel producto animal, perfecciona »so descubrimiento modificando el veneno de la culebra, «haciéndola picar en un pedazo del higado de un cordero, «sirviendo después el pus que produce la picadura para la sindicada inoculación.»

Vean aquí nuestros lectores á este médico alemán ini­ciado en el camino trazado por nAniycMANN; y observen, si la esperiencia y el tiempo confirman la oportunidad de es­ta aplicación terapéutica, que el principio de los semejan-tet es el que le ha facilita(k> la esplicacion de este fenóme­no, y el que le ha conducido á intentar la preservación de la fiebre amarilla con la inoculación do una sustancia que, puesta en contacto con ana stiperfície viva del hombre sa­no, es capaz de producir síntomas semejantes á la enfer­medad misma que se traía de prevenir, fenómeno muy parecido al de la preservación del cólera, de la escarlati­na, déla hidrofobia, etc.

Cuando llAH?(KiiAfí?f fue consultado por primera vez sobre la manera de curar el cólera-morbo asiático, contes­tó que el Alemfor, el Cobre y el Yeratrum eran los me­dicamentos que indudablemente se mostrarían mas eficaces para conjurar el ajote; y no tuvo otro motivo |)ara espre-sarse de este modo que el de recordar que estos medica­mentos ofrecían en sus patogenesias la mayor parte do los

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sifilomas de esta enfermedad. Razón por la que croemos nosotros que si los inoculados por la picadura de la cule­bra presentan los síntomas de la fiebre amarilla, no solo servirá este virus convenientemente preparado para pre­servar de esta enfermedad á los habilanles de la Habana, sino para curar prontamente, asi esta enfermedad cuando se presente de una manera espontánea, como de todas aquellas cuyos sintomas se asemejen á losmuclios que debe ofrecer la esperimenlacion pura y bien hecha de este ve­neno.

También notamos que al practicar el Dr. HUMBOLDT la inoeulacwn del veneno de la culebra en las personas que (lesean preservarse, pretende que se observen los efectos de este contagio artificial, ala manera que IIAUNEMANN (de­cimos nosotros} verificaba las esperiencias de los medica­mentos en el hombre sano; pero permítasenos protestar contra esta manera de esperimcutar, porque dudando nos­otros que correspondan los síntomas de esta inoculación á ios de la liebre amarilla, podría utilizarse este resultado negativo por los enemigos de nuestro principio, y preten­der falsear la base principal de nuestra terapéutica. Aun­que entre los sintomas que después verán nuestros lectores, como resultado de la inoculación del veneno, no figura la mayor parle de los semejanUs á la fiebre que se trata de prevenir, no será e.sla una razón jamás que contradiga la utilidad de la e«|)erimcnlacion. Si el veneno inoculado por la picadura oc/itu del animal produce síntomas semejantes á los de la fiebre, el ttstudio de la patogenesia, conforme á lo dis|in('$l(> por DAHNE]II>N, debe dar por rebultado sin­tonías, si lui en tan graduada escala, ni tan enlazados en­tre si, baslii.U'RMiicjantcs. sin ciubíirjjo, ú los que son Pícelo de la piradura; mas para que esto se verifique croemos <|ue uo basta el pruccdimicnto del Dr. UIMBULPT;

sc necesita no dobiiiíai < 1 veneno haciéndolo inocular por

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la picadura viva en el hígado de un cordero, sino atenuar­le á la vez que se vitalice su acción medicinal por medio de la dinamizacion, de la misma manera que se consigue hacer del Arsénico el remedio mas suave y heroico á la vez, acaso, de cuantos conoce la materia médica, y como sucede también con otro veneno á que llamamos La-chesis, etc.

Solo de este modo es como comprendemos se podría sa­car de este descubrimiento todas las ventajas de que es susceptible, y darle toda la cstension de que es capaz una sustancia tan enérgica.

Ué aquí la esperimenlacion á que nos referimos, to­mada de la Alianza Médica: .

looeulacioB d«l v«iimo d« U viborá, eomo profiláetita do k fioU* amarillo, por el profaMr Hamboldt.—Damipeioa por D. Saatot Jimeaei.

«El importante descubrimiento de la inoculación del ve­neno de la vibora, tomo preservativo de la fiebre amarilla, es un hcciio que está llamando la atención de todo el mun­do; y ruando se han ocupado de fste asunto ya los periódi­cos políticos, justo y agradecido nos será hagamos una rela­ción, si lúefi sucinta, suñdente para dar á conoi^r el pro­cedimiento, marcha y síntomas de esta operación.

«I/a clase médica, esta vei como otras tantas, se lia pres­tado en la Habana á las ])ruGbas del médico alemán Hoii-BuLDT, descubridor de este secreto. Este nuevo JENNIR, á quien lu humanidad le será deudora eternamente de uno de sus mas preciosos tesoros, en su profundo estudio de los sintoitias dt'l Miinilo nogro y los (]»>', produce el veneno de liivílior.i, compründirf pudieran prosorvarse de aquella cruel ciifoim'dad ios i|un se snimtician li la «ccion de este tcisigo diluido. Principió sus olwervacioneg.hao^ algunos años, y convcnrido de la eficacia de su proceder, hace dos que en el seno mejicano se dedicó á practicar inoculaciones. En

— i42 — mas de dos mil no ha habido desgraciado un solo caso, ni se ha visto después la mortífera fiebre. De los resultados ha publicado una Memoria con datos curiosos é interesantes, que, circulando con profusión por el Nuevo-Mundo, el nom­bre de HDMBOLPT se aclama ya en todas partes como cl de su salvador.

•Llegado este célebre médico á la isla de Cuba, en donde tanto azota la asoladora epidemia febril, el cuerpo de sani­dad militar (al que me honro pertenecer), que no lega á nadie el peligro, y cuyos individuos están siempre dispuestos á lacriflcarse por el bien de la humanidad, resolvió no permitir la inoculación de u^ solo individuo del ejército •ia quM sus facultativos esperimentaran antes por si los efectos del veneno. Así fue en efecto, y cuatro de ellos se sometieron á ella, y ya convencidos del ningún peligro, estimularon á imitarles á todc» cuantos oo habían sufrido la enfermedad. Mas de dbscientos han seguido su ejemplo, y no se tiene que deplorar desgracia alguna.

•Esta enfermedad, que casi siempre aparece con la for­ma epidémica y contagiosa, y que ha sido conocida con los nombres de lt/0. Ufo icteroidet, náutico, tifo amarülo, ealen^ tura bÜiosa de América, golpe de barra, vómito negro, etc., y que, originaria del continente americano y algunos puntos ddl África, se presentaba alguna ves en nuestras costas, donde venia i diezmar á sus habitantes, de boy en adeUnta y pan siempre habrá desaparecido, ¡y lachoe médica podrá boorarse, escribiendo en su historia con letras de oro este mnuevo lauro, inmortalisando el nombre de HOMBOLPTIII

••coDtimiacion trascribimos la sucinta relación histérica de los siotoauu obeervadoa en nuestro amigo, el primer ayudante médioo, D. Florentino Diax Ruis, que acaba de comuoicamos.

*Es de edad de 30 aBoa, tamferuikBbto nervioso nnguí-BM y c(»stitttcion regular.

»Dia i.' Le inoculó á las ocho de la maSana el mitmo BoMMUT con doe punturas en cada bnuo, en una habitación Mpacma | ventilada, cuya tíaó^kn marealNt 19* R.; antea

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de la operación daba 60 pulsaciones por minuto. El día antes turo un romadizo y alguna tos, no molesta, ni muy sin frecuente.

>A Im diez y doce de aquella misma mañana continúa sin novedad.

•A las dos de la tarde: sensación como de peso en todas las regiones del cráneo, pudiéndose comparar con la que producirla un sombrero que pesase algunas libras puesto en la cnbeza. Esto síntoma es mas intenso en ambas regiones supraorbitarias; tendencia al sueño ó soñolencia; rigidez poco notable on la región cervical posterior; zumbido del oído izquierdo, fenómeno que se presenta con bastante frecuencia en el sugeto; borborigmos en el hipocondrio izquierdo; varías ráfagas dolorosas en la regiofi umbilical.

IA las dos y media sintió un dolor agudo en la sien dere-clia que pasó como un relámpago; algunos minutos mas,tar» dese repilió este dolor en las regiones superciliares, siguien­do el trayecto del nervio superciliar de dentro á fuera. Poco antea de las tres, ráfagas de calor desde las punturas dere­chas hasta el hombro del mismo lado; sensación apenas per­ceptible de calor en los lomos. Una leve molestia etl el hipocondrio dereelio hacia su parto posterior, que des­apareció pronto. Continúa la cefalalgia frontal.

•Comida de media ración á las tres y media de la tar­de.—Poco después süitió borborigmos y ruido en diversas partes del vientre, semejante al que producen los purgan­tes minorativos.

>A las seis de la tarde: una deposición blanda poco abun­dante; sigue la cefalalgia poco intensa; sensación compresi­va en Mnbas sienes y gra\-ativa en el resto del cráneo.

•A las siete y media: dolor gravativo apenas perceptible acompañado de algún calor en la región lumbar izquierda; sensación como de cansancio en ambas articulaciones fémoro-tibiales.

. »A las ocho: media ración. Cada dos horas una cuchara­da del jarabe de HüMBOLDT (80 compoDe de guaco, ruibarbo, gutagamba y ioduro potásico).

— U4 ~ > A las diet de la noche se acostó; 64 pulsaciones; sigue

cefalalgia supraorbitaria; la laxitud y la sensación en las rodillas.

tDia i." Ha pasado la noche tranquila; el sueño es algo mas profundo de lo habitual; 58 pulsaciones; se levanta á las ocho de la mañana. Continúala cefaUlgia supraorbitaria y la sensación de |>eso en todo el cráneo, asi como alguna rigidez en la región cervical posterior: un ribete lívido que tenia antes eu la inoculación ha aumentado sus dimensiones; pastosidad en la boca; una deposición albina liquida y abundante sin dolores ventrales. Continúa la sensación de cansancio en las rodillas, asi como la compresiva apenas perceptible en los lomos. No hubo alteración en el calor, sudor, ni orina.

>A las diez de la mañana: otra evacuación albina liquida menos abundante que la precedente, sin do­lor, etc.

> A las doce del dia: la sensación gravativa y de dolor en los lomos se liace mas intensa y se estiende liácia arriba has­ta la mitad de la altura del pecho por las gotieras vertebrales; de vez en cuando aparecen dolores pasajeros inconstantes hacia la parte media de los cartiiagos de las últimas costillas derechas, en el sitio correspondiente á la vejiga de la lüel; continúa el dolor de cabeza y la sensación de cansancio en las rodillas; también aparecen esto» en Uts articulaciones liúmox>-cubitales; 6S pulsaciones.

1A las dos de la tarde: continúan los mismos síntomas espresados últimamente.

•Alas cuatro de idcín : sigue lo mismo; á las cuatro y roe<lia disminuye la cefalalgia frontal; sigue la laxitud ge­neral. Se acostó á las once de la noche; continuaba In ce­falalgia manos intensa; peso en los lomos; laxitud general; mucho sueño; 04 |>uIsaciones.

tD'iaZ.* Ha dormido tranquila y proliinda^iente; han disoHuuido de ¡nt4:n»idad los ¡úntomas; poca tumefacción en las encias. Suce:>ivamente en este dia fueron desapareciendo todos los sintonías gradualmente, y á Ua cuatro de la tarde se

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encontraba pcrt'cctamoute en su estado lUtológico. Después no ba tenido novedad.

•Esta sucinta bistoria bastará para poner al corriente do asunto tan importante á nuestros comprofesores, Ínterin esperamos nuevos datos y mas pormenores acerca del mismo para particijmrselos, con la idea de contribuir en todo lo que podamos á la propagncion de los conocimientos verda­deramente útiles, especialmente los no escritos aun en la historia do la medicina.»

Como ven nuestros lectores, no corresponde esta cs-perimenlacion á lo que con arrci lo al principio que ha guiado á su de^ubridor, que es el de los semejantes, de­bía prometerse de una manera infalible. Pero ¿consisto este insuceso, aca.so, en la inconsecuencia del principio similia similibus, ó en la manera como s<; lia procedido á obtener los efectos de la inoculación? En primer lagar, por temor de producir en los inoculado.? las consecuencias de una terrible intoxicación, se adultera el primitivo virus sujetándole á la mistión de otros elementos desarrollados por la inflamación del hígado de cordero; y en segundo lu­gar, se antidotan sus efectos cuando todavía apenas han comenzado á desarrollarse á beneficio del Jarabe de Gua­co, Gutagamba, Ruibarbo, etc.

Y no se crea que al hacer nosotros estas observacio­nes pretendemos censurar los procedimientos del Dr. HUN-BOLDT; úniamente llamamos la atención de nuestros com­profesores acerca de estos pormenores, para que no vean en los efectos negativos de esta, que impropiamente lla­mamos esperimentacíon pura, la falsificación de nuestras verdaderas esperimentaciones de los medicamentos.

Por lo demás, el d^cubrimiento es altamente impor­tante para la humanidad, y de inmensa trascendencia en favor de nuestra doctrina; y esperamos que ol Dr. HUH-MLDT, después de haber meditado sobre el punto do partida

de esta briUanl« adquisición, consoroarásD obra dirigién­dose por los consejos de nuestro respetable MAESTRO.

El segundo hecho á que nos referimos lo hemos visto esf^icado con haría satisfacción nuestra CD el periódico alópata El Heraldo Médico,

El profesor que ha recogido estas observaciones las presenta como una adquisición importante, y nosotros, des­pués de copiar el párrafo en donde se consignan, vamos á manifestar que, en efecto, son de tanta imporlaacía estos hechos, como lo son todos los que emanan de nuestro prin-cifuo; porque del principio timilia nimilibu», se derivan loa resoltados que ha producido el Mercurio en la preser-Taoion y curación de la viruela, obtenidos por el cirujano de Talayera de la Reina.

fié aqni cómo oos refiere el caso nuestro ilustrado co­lega El Heraldo Médico:

<0. Buenaventura Aiuusz, profesor de cirugía, recidanta en Talavera de la Keina, nos ita dirigido una eomunicaciun relativa á la epidemia de viruelas que se ha padecido en el espresado punto duranlo los cuatro últimos meses. El objeto de esta comunicación c« manifestar los buenos resultados obtetfidos con el Mercurio dulce administrado á la áóm do uno, dos á tres granos, corao medio profiláctico, y aun co­mo ospeeiflco para contener el curso de la viruela, aun cuando M baya presentado la pústula. Varios, y aun nu-raotMos, ton ios casos que refiere, y tales los ventajosos efectos obleoidos, que aun los miamos vecinos de la poUa-cioo la pediui la recoto de los polvos, como vulgarmente los Uaouiban, no babiando padecido las viruelas nioguno de los que babiau lomado la espresada sustoaoia. £n varios sugetos que tomaron el medicamento citado, habiéndose presentado ya la erupción, quadd esta como paralizada, no habiendo tenido necesidad de guardar cama. Lo iptaffio se han observado los efectos en las personas vacunadas que en las que no lo estaban. La epidemia, según reflerc, lo mis-

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mo se hA presentado en unoa que en otros, no hibiendo respetado edades. •

Kl aire de novedad y de agradable sorpresa con que el celoso profesor de cirugía de Talavera ha dado publicidad á sus observaciones, prueban desde luego do una mancr» evidente lo ajeno que se halla esto facultativo á los adelantos de la ciencia; porque como un adelanto de trascendencia suma dobcrá considerar, cuando menos, el impulso da­do por IIAIINEMAKN al edificio de la Medicina. Si este pro­fesor, á cuyo celo se deben estas observaciones, se toma­ra la agradable tarca de buscar la razón de este suceso en las obras del inmortal IIAHNEMANN, hallarla que, lejos de sentirse sorprendido con un hallazgo de esta naturale­za, se mostraría sentido de haber ignorado hasta ahora quo hay un principio en terapéutica luminoso, perdnr(d)le, ara-so el mas verdadero de cuantos han descubierto los mé­dicos de todos los tiempos, con la ayuda del cual, no solo se podrá dar la razón de los hechos que ha observado en la epidemia de viruela, de quo ha sido presa el paoblo de su residencia, sino que vería claramente la facilidad de buscar por medio del mismo principio, similia similibus, y con el auxilio de la Materia médica pura, modicamentos para combatir con seguridad el mayor número de las en­fermedades que conocemos, y para preservar de muchas también, á la manera que loba visto comprobado con el uso del Mercurio en la epidemia que nos refiere.

Y ya que á esta altura queremos colocar á este facul­tativo, porque, á fuer de imparcial observador y práctico conciMuado, ha presentado los hechos tal y cono tos ha recogido, vamos á sefialaríe prácticamente el camino quo le ba de conducir áinvestigaciones de mayor alcance, to -loaodo por punto de partida el mismo medicamouto que bü ensayado y U eufermedad que con él ba presemdo \ ha combatido.

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La primera necesidad que esperimenta un profesor im­parcial que se encuentra en la situación del cirujano de Talavera, es la de saber en virtud de qué ley , de qué principio se han operado las curaciones y preservaciones que acaba de presenciar, puesto que se han verificado con remedios inusitados en su práctica.

La ley, el principio terapéutico en virtud del cual ha preservado y curado el Mercurio la epidemia de viruelas que nos ocupa, le encontrará el profesor ARRÁMZ satisfac­toriamente esplicado en las obras de IUHNEMANN. Del es­tudio de su doctrina deducirá que un medicamento de­terminado puede curar en un enf«rmo síntomas ó enfer­medades j '7i«ya/Ue« á aquellas que este mismo medica­mento es capaz de producir en el hombre sano, es decir, esperimentado en este último con sujeeion á los preceptos y reglas dadas por nuestro MAESTRO. I ^ que signifíca para el facultativo de Talavera, que si el Mercurio ha preser-rado y curado la viruela en aquella población, es porque este medicamento esperimentado detenida y escrupulosa­mente en el hombre sano, por IlAinEMANN y sus discípu­los, ha producido síntomas bastante semejantes á los de la viruela natural (I) .

Si el profesor de quien nos ocupamos se toma la mo­lestia de registrar en la Materia médica pura de IIAHNE-

lUNN la patogenesia delUvoRARCTRiM, independientemente de la acción que este medicamento ejerce sobre los ojos,

(4) NoMtrot, •^jetándonos rigurosamenU ¿ noMlrois princi­pios, no vinculamo», sin embargo, al Mercurio la propiedad de carat por si solo la viraeta. Encontramos en la Tkuya, en ei Suplh., y aun en Cau*tieum, muchos síntomas que, unidos á los de Mer-twimn, pnedon cubrir hasta lo» cuadros mas complicados de esta Miiniiedad, habiendo, sin embargo, otros ranchos medicamen­tos de •pUcacioo iodispen»al)le en las compUcadooes que suele ofrecer oon (rscnencia esta enfermedad.

en la garganta, tubo digestivo, etc., obsorrárá con relación á los síntomas de la piel, los siguientes:

85. Prurito ardiente en la frente y en la cabeza.—87. Pru­rito escociente en la nuca y en el cuero cabelludo.—88. Ardor y prurito en el cuero cabelludo.—90. Erupción pru-riginosa en la cabeza, que obliga á rascarse—91. Erupción seca en toda la cabeza, que estádolorosa en toda su osten­sión cuando se la coge éntrelas manos.—92. Pequeñas cos­tras elevadas y fuertemente adheridas entre los cabellos.— 93. Muchas costras en el cuero cabelludo que causan mucho picor, y dejan bastante ardor cuando uno se ha rascado.— 94. Erupción resudante en el cuero cabelludo, que enro­jece en cierto modo los cabellos con presión dolorosa en ciertos puntos, que están como en carne viva.—306. Am­pollas en la boca.—307. Toda la boca está escoriada.— 308. Ampollas elevadas, redondas y blancas.—311. Aftas ea la boca.—318. Dolor en la garganta, al tragar, y ron­quera.—324. Doglucíon dolorosa, como si se hubiese que­mado la garganta.—$44. Flujo de una saliva abundante, viscosa y fétida, sobre todo á ciertas horas de la noche y de la tarde.—821. En el brazo izquierdo, y sobre lodo en el codo, erupción de pequeñas elevaciones rojas, no infla­madas, cuya punta se cubre de una película blanca, que causan comezón y ardor cuando se han restregado 824. Prurito en el codo izquierdo.—827. Erupción miliar pru-ritosa en d antebrazo.—828. En el antet)razo derecho, dartre redondo, con descamación de la piel y prurito vo­luptuoso durante diez y ocho días.—974. Erupción pso-riforme pruritosa ca el bajo vientre y en las nalgas.— 976. Erupción en las piernas, en las parles jgenitales, en \m tobillos, en el cuello y bajo vientre, de color rojo y como si estuviera en carne viva, rezumante, pruritosa, bastante elevada, y semejante auna sama gruesa sobre diferentes punlos.—976. Pequeño? puntos redondos que

TOMO rv. 10

— i60- i se convierten poco á poco en manchas redondas «loerft-das, y que se cubren AHimamente de costras, sobre todo en las nalgas y en las piernas.—977. Enipcion de pe­queñas manchas rojas levadas, con dolor lancinante pm-rHoso.—978. Enipcion como las que producen las orti­gas, que se convierte al cabo de dos dias en manchas ro-^.—980. PequeBas vesiealas trasparentes que contienen un liquido acuoso, y se forman en diversas partes del cuerpo |)or la mañana.—982. Pequeñas úlceras que pro­vienen de peqaeBos grtnos muy proritosos, de tres Hneas de diámetro, que se curan al cabo de odio 6 quince dias, despoes que se ha descamado la piel de so alrededor.*» 983. Prurito que se hace agradable cuando uno se rasca.-» 986. Fuerte prurito en tedas IM partes del eaerpo, qoe ohli^ a rascarse mucho, sobre todo por la noche, eoi fuerte calor y enrojecimiento del rostro.—987. Pústulas en los miembros superiores é inferiores, con prurito y pus en la punta.—t ,200. Sudor fétido muchas iMiehes de se­guida.—1,?02. Mucho sudor por la noche, grasicnto A oleoso que unta la ropa.—(.303. Sudores violentos, níti­dos, que humedecen las dos salinas.—1,206. Sodor es-tremadamente fuerte, de olor agrio y repugnante, que re­blandece en cierto modo la piel de los dedos y la pone es-|ionjoí«a, arrugada, como la de las lavanderas.—1,208. Sudor todas las lardes hora y media después de haberse acostad».-~t,209. ftterUsudorpor hfmriUma.-~i,'HZ. Fntrle mhr por la noche.

Hemos di<^ q«e no vlncul^naos esolusívameiite á este medicamenU) la fíK^td de po^r curar por st Mfo la viruela, y esto lo hemos hecho fundados en les princi-IÑos miamos qw> sustentamos, y ademas en la esp«ríeBcia cHaiea; sin que, á pesar de todo, nos atrevamos A poner en <iuda que e«ak|Mertde los medicaneotos qoe hemos en«-merado, sea capa por si solé de curar esta eofenaedad.

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Decimos que nos hemos fundado en los principios (|ne defendemos; y para dar una prueba de olio, vamos á trascribir aquí los síntomas que estos medicamentos, espe­cialmente la Thuyn y el Causíicum, producen en la piel, y de consiguiente pueden tener, ó mas bien tienen bastante semejanza con la viruela.

Entre los que produce la riiuyn con aplicación á la en­fermedad que nos ocupa, encontramos los siguientes:— 01. Erupción do {granos enire los ojos, que están llenos de pus en su punía y producen un jinco picor. —C2. Prurito hormigueante doloroso en el liueso yugal izquierdo.—64. Erupción de granitos en toda la cara.—015. Prurito en la cara, que obliga á rascarse.—82. (íranitos pruritosos en el borde del labio superior, hacia su luilad.—83. Pústula» ro­jas sobre el labio, que dan sangre cuando se lasfrola.—85. Granos prurilosos en la barba.—2")"). Krupcion granulosa en la nalga derecha, con picor y ardor al laclo después de haberse rascado. —262. Granitos en las rodillas semejan­tes á los de la viruela, que supuran.—203. Granitos pru­rilosos en las dos rodillas con ardor al laclo y después de haberse rascado,—28.'). Sobre algunos puntos de l(» musios, en los codos y en los antebrazos, granitos llenos de pus en su punta, rodeados de una aureola roja.—28G. Prurito semejante al de las picaduras de pulga en el cuerpo, y esprciatmente en el dorso , en los brasas y en lat piernas, sobre lodo por la tarde y por la noche.—287. Prurito con punzadas [lor lodo el cuerpo, (juc obliga á ras­carse.—289. Hormigueo pruritoso por todo el cuerpo.— 290. Las parles que son el asiento de esle prurito, causan UQ dolor quemante después (¡uc se las ha frotado.—292. Erupción como la que producen las ortigas.—293. Sensi­bilidad dolorosa de toda la piel cuando se la toca.

1x18 siolomas que dejamos ««puestos, y que están lite­ralmente tomados de la Materia médica pura de UAHNE-

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M.vNN, son los que han debido inducir á algunos prácticos, muy distinguidos por cierto, á emplear la Thuya como re­medio preferente en el tratamiento de la viruela.

El I)r. TESTE (t) dice con este motivo lo siguiente, al hacerse cargo do las aplicaciones homeopáticas de la 77ÍH-

ya: «El Pr. I{or.NM.\(iHAisF.\ ha publicado en 1848 una nota muy interesante acerca de los buenos efectos de la Tliuya en la viruela. Según este autor , cuyos trabajos son tan justamente apreciados por los Homeópatas, el uso de este medicamento tiene la ventaja, no solo de atenuar los síntomas de las viruelas y de abreviar considerableraenle los periodos de esta enfermedad, sino todavía la de preca­ver las cicatrices de las pústulas, y hacer desaparecer mas pronto las manchas rojas que les suceden.»

I.os Homeópatas que conozcan por sus escritos á este eminente práctico y uno de los mejores discípulos de HAH->'F.«\\N, podrán dar á sus aseveraciones la importancia d« que las crean digna.

Réstanos decir algo sobre la homeopaticidad y utilidad práctica de Causliann en la viruela, para poner fin á este trabajo, y cumplir satisfactoriamente lo que hemos ofreci­do a! profe.'or de cirugía de Tala vera de la Reina.

Nada relativamente á Cauíticum como medio de trata­miento en la viruela enccmlramos en los principales auto­res que han e.«crito sobre terap»'utica íiomcopáUca. El Dr. lk)ENNi\Gn VISEN, en su escelenle tratado de terapéutica homeopática, recomienda veinte medicamentos, dividido* en 1.". 2.°, 3 . ' y i." término , y entre ellos no vemos figurar á Canslicum.

El Ilr. JiiAR, en su Mantial, recomienda quince me­dicamentos para poder atender en caso necesario á los

(i) Sblemaliíadon práctica, Iradttdtia «I c«it«llano por los Sref.P. yA.,pág. 3»7.

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tiinlomas de los cuatro períodos de osla enfermedad, aña­diendo todavía algunos otros para poder combatir las di­ferentes degeneraciones que suelen alguna vez ser el tér­mino de las viruelas; pero el Causticum tampoco le encon­tramos entre este catálogo de remedios, que no deja de ser numeroso.

El Dr. HARTUANN tampoco hace mención de Causti­cum como remedio para la viruela ni en su terapéutica de las enfermedades agudas, ni en su tratado de enfermeda­des de los niños. Únicamente en este último le Pernos aconsejado contra la oftalmía cuando se presenta como afección consecutiva de esta enfermedad.

I>o mismo sucede con el distinguido homeópata doctor IIERING ensuescelenle tratadode Medicina doméstica; pero, á pesar de lodo, y estimando nosotros, en cuanlo se mere­cen, las opiniones del autor de la sistematización práctica de la materia médica homeopática (el Dr. YESTK), vamos á trascribir aquí cuanto rolativamentc ácsle medicamento dice COI aplicacioQ á la enfermedad que nos ocupa, añadiendo que las opiniones del Dr. TESTR en este punto no pueden menos de ser aceptables, porque indudablemente se ha­llan apoyadas en el principio de los siunejantes.

A(^ba el autor de la sistematización de referir los sín­tomas que, según HAHMEMANN , calma ó destruye Caus­ticum por los tratamientos homeopáticos, y continúa:

iHé aquí un cuadro hñcho por la mano dol Miioslro, y os posible asügurar que no existe otro mcdiciiincnlo cujas propiedades haya rcasuinido HAIINEMANN con mas felicidad. Nos permitiremos, sin embargo, añadir a(|ui una propiedad ini|)orlantc sacada de nuestras propias obiorvacioHes; *Kl Causticum titne algnttan veces una eficacia maravillosa en el tixUamienlo de la» viruelas.»

tEl Mercui tus corros., hemos dicho en nnosiro Trnlado <le las enlermcdndes de los 7iiños, es, ayndailodol C.nuMicum,

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un remedio herdico contra las viruelas. Prescríbase, por ejemplo, sea en la aparición de las primeras pústulas, sea du­rante el segundo, y aun el tercer pcriO(Jo, si no se sacude an­tes: i.", CMUSUC, V50,8 gl.ibulos para 120 gramas de vehículo, debiéndíjse tomar dos cucharadas por la mañana, con tres ó cuatro horas de intervalo; 2.', Mercar, corros., 30,8 glóbu­los para la misma cantidad de vehiculo, turnando dos cucha­radas por la tarde con los mismos interralos, y so verá en una inmensa mayoría de casos, bajo la influencia de esta medicación, desaparecer como [KN* magia el exantema y to­do» los síntomas concomitantes.

) Varios Homeópatas, en cuyo número estamos autoriza­dos para citará nuestro digno colega eIDr. M. ÜKI, AVALLAOS, han puesto en práctic;» este tratamiento, y lian obtenido re­sultados maravillosos. La acción del Mercar, corros., del Caustk. sobre la piel, tienen entre sí alguna analogía, y se corroboran en vci de neutralizarse. Pero antes de formar las re^as del tratamiento que acabamos de esponcr, hemos en­sayado nnuchas veces separadamente el .¥«/-cHr. corros, y el Caustic., y no nos hemos atrevido á usarlos juntos sino lar­go tiempo después de haber adquirido la certidumbre : prl<-mero, que tanto el uno como el otro estinguen en ciertos casos con una prontitud sorprendente la erupción virulenta en su principio; segundo, que no eran susceptibles de neu­tralizarse reciprocamente, como en mi juicio no lo son el Cautíicum mismo con el café ó el coco de Levante, la BryO' nia coa la Ipecacuanha, etc., etc. (!).>

{() «Adem-xs de la action general <lc Causticum sobre cl sis­tema nervioso, sobro \o- ojos, la íiar;janta, cl tubo digestivo y los miembros, los síntomas cul^iaeos di; ostc racdícamento que me han determinado particnlarmenle á ensayarlo en la viruela, 8<m los siguientes:—3S4. AmpoUa» quemante» en la cara, de Uu que$aliun liquido aere que jtrodvee eo»tra* al seear$e.—í,337. Prurilo por todo el cui'r|io.—4,338. Prurito por lodo el cuerpo por la noche con calor M-MO—í.UO. Prurilo aqui y aUi. sobre todo «D la cabeza y en la cara.—I, iH. Prurito picante en la piel—1,34». Prorilo picante que obliga á nxUM, «n el dorso,

- l i g ­ereemos que con todo lo espuesto hemos satisfecho

nuestros deseos y resuelto hasta donde es humanamente posihle, en el estado actual de la ciencia, la cuestión do por qué ha podido curarse la viruela en el pueblo de Ta­layera de la Reina á beneficio del Mercurio. Si nuestra presente tarea ha servido para el esclarecimiento de osla cuestión, y para escitar á que por el mismo camino se hagan multiplicadas adquisiciones, es cuanta recompensa apetecemos como amantes de todo bien y del lustre y de la gloria científicas.

en las axilas, en los brazos, en los muslos, y sobro lodo en la P«riodorsal de los dedos.—<,3i6. Por donde quiera (juc el indi-viduo se toca esperimcnla ardor.—1,346. Prurito por todo el cuerpo con rubicundez y numerosa.'» vesículas; el prurito no rcna lino cuando uno se ratea.—i,m. Erupción granulosa .sobre todo el cuerpo, con prurito corroente y escozor después do haberse rascado—1,394. Erupción, e»p«cted««orio/oWe en un niño que •un tomaba el pecho.—1,350. Gruetas vesiculat sobre el |H>rho y •1 dono, coa opresión de pecho, y frío seguido do calor y do sudor.-~4,454. Gruua$ veHcuIat dolorosas sobre el cosudo Izquierdo del pecho y del dorso, oon gran calor f$bril, twior y ansiedad, etc. Por otra parte, yo sabia que so habla empleado con buen éxito el café en la varioloide. Ahora bien; la iioaiogia era para mi Un notable, entre los efectos del Camiicum y los d.'l cafe, que el ensayo do aquel en una enfermedad en que este último habla dado buenos resultados, no era por mi en manera alnuna aventurado. La aecion de CauHioum en la varioloide i's mas clara que la del café, pero es evldotttomcnlo de la misma luitiraleu.»

Á U SOClEyíl UIK|IUN?tU!(i MATUTEASE,

el Moia eormpoMal M B « ( « de O n u (Soria) D. Salvador Coei-la, folMilaado «u admiaioa oooio de at iero.

StifOREs:

Doce años hace que me hallo dedicado al ejercicio de la medicina praclica, y va para siete que vuestro dignísimo presidente tuvo la ixMídad do aconsejannc las obras que debia estudiar para poder practicar la medicina homeopá­tica.

Después de haberlas leido y meditado, me quedd una duda; si losmedicamenlosadministrados á dosis infinitesima­les producían la acción patogenésica que HAJUIMAIIN y su* discípulos les atribuyen.

Dos medios tenia á mi disposición para salir de ella; uno, el de la esperimentacion pura, y el otro el de la esperiencia clínica. Antes de poner en práctica este último, crei un de­ber muy necesario verificar la esperimentacion de las sus­tancias medicinales en mí mismo. Confieso ingenuamente (]ue fluctui> pf>r algún tiempo si la realizaría ó no. Mas con­vencido al (in <li- que nu tenia otro medio para salir de ellas, que el que nos seíialú con tanta abnegación, rxMi su ejemplo, nuestro KAKSTRO, me res<jhi á ponerla en práctica.

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Al efocto, vine a nsta corte, y manifesté mi pensamiento al Excrao. Sr. Dr. 0. José NUÍÍEZ, el cual le acogió con la bencToleiicia que le caracteriza; y bajo su dirección esperi-menté diversas sustancias medicinales por espacio de algu­nos años, no solo en mí, sino también en otras varias perso­nas. Durante eso lar^o espacio de tiempo, tuve lugar de ob­servar la acción real y verdadera de los medicamentos pre­parados homeopáticamente, sin que me quedase la mas leve duda de su acción en mi organismo. Los mismos resultados obtuvieron las otras varías personas que esperímeataron bajo mi dirección.

Con pruebas tan inequívocas como las que llevo espues-las, desapareció mi duda, y me decidí á practicar la espe-riencía clínica, si bien con el recelo natural que todo médi­co debe de tener al poner en práctica una medicación nue­va para él. Mas al ver que cuantas mas veces tocaba esta prueba, los resultados correspondían superando mis esperan­zas, comparándolos con los que hasta entonces había obte­nido con arreglo á la doctrina alopática, que hacia años practicaba, me resolví deiinitivamente á no curar á mis en­fermo* mas que según mi conciencia me indicase.

Deber mió es manifestar mi sincera gratitud al escelen-tísimo Dr. NVÑEZ, no solo por haberme guiado como el mejor de los maestros en la ciencia tan difícil de curar, sino también por haberme hecho desaparecer una odmitalgia que hacia años padecía, y que se había resistido á cuantos medicamentos alopáticos había puesto en práctica. Curación que se obtuvo con el primer medicamento que eapari-menté.

Depongan los médicos la timidez que les impide el ha­cer e^riencías puras en si mismos. Que no teman sus re­sultados , siempre que las hagan según aconsejan HA«NB-

MAK.1 y sus diacipulos mas disliaguidos, y se convencerán que es el único y esclusivo medio de llegar á saber cómo obran los medicamentos en el organismo. Las pequeñas molestias que se tienen que sufrir para realizarlas son re-compeusadas de una numera muy venUyosa. Pues la espe-

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riaaeia usnditt todoi loa días que loi individuos que se han consagrtdo á ellas se han robustecido. Ademas, ellas eseluaivamente producen el convencimiento que la virtud curadva de loa mediounentos se funda imioamente en la faeidtad que ellos tienen de producir cambios en el estado físioo y oioral del hombre.

Hallándome al presente en esta corte, me considero obligado i ofrecer mis buenos deseos á tan respetable carpondon, pora contribuir en su seno á la propagación y soatMiimiento de los principios que va para nueve años viene defendiendo. Para cumplir con las condiciones que se exigen en el eap. m art. 17 del reglamento de la Socie­dad, tengo el honor de someter á su eximen la siguiente Memoria sobre la esperimentacion pura de los medica­

mentos. La asperimentaeioa pura de los medicamentos es el úni­

co modo de eonooer las virtudes medicinales de todas las Sttstiaeias medicamentosas que existen en los tres reinos da lanatundesa, y por lo mismo una base importantisima sobre que deaeuaa la Homeopatía. Hasta HAHintMANif nadie emprendió este camino, por mas que algunos médicos céle­bres de h antigOedad manifestasen que no habia otro para Ilegv á saber las virtudes de los medicamentos para la cu-neioB de ks enfermedMks, y fundar sólidamente la verda­dera matoia médica, en donde el médico encontrase todaa las MÍarmedadet naturales, con stis graduadones y varie-dadM teinüas.

Si HAHiniiium no hubiese concebido la Idea d0 esperl-mentar en si mismo la quina y otros medicamentos, la Me-dMoa hubiera permanecido todavia en el caos del ciego empirimo. Porque Mtándola, como U faltaba, una regla segura que k atairten de brújala para la apDcacion de loa agMMes terapéuHeoa, eomo todavia sucede i la escuela alo-páHea, no podría averiguar el princi|^o que gobierna á las condoMs eapecifleas, y mucho menos la gran ley ianféa-UM que de él se desprende.

Al ttomortble aodano sajón estaba reservada la gloria

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de anunciar la ley del timilia, comprobada con la esperí­mentacion de las sustancias medicamentosas en el hombre sano.

No me detendré á esponer la historia de este gran des­cubrimiento altamente humanitario, ya porque creo que liabrá pocos médicos que dejen de tener noticia de él, si desean saber los adelantos de la ciencia, y ya también porque se halla espuesta en varios artículos en el periódi-ro que publica la SOCWDAD HAHRBMAmnANA MATnrrKmk. Únicamente haré ver á los que quieren quitar la gloria á HAHNKMANN, diciendo que antes que él, GALKNO, HA-

LLER, STIIAL y otros ya habian indicado la convenien­cia de la esperímentacion de los medicamentos en el hombre sano, para saber sus virtudes y administración en las enfermedades, asi como á los que citan i PARACIUO,

lo mismo que al catedrático de prima de la universidad 4e Zaragoza , D. José CASAUTB, el cual floreció al fln del si­glo xvit, y sostuvo en ella la conclusión similia fimilibiu curantur; que aun cuando es cierto todo cuanto esponen, también lo es que ninguno, hasta HAHNIMANN , realizó la es­perímentacion pura de las sostancias medicamentosas en si mismo. Quiere decir, que la ley del timilia la previeron los módicos célebres que llevo citados. Pero como ninguno la comprobase con la esperímentacion de los medicamentos en si mismo, justo es no atríbuiries la gloría de este descu­brimiento, puesto que les faltó la prueba definitiva de apli­cación, que es la que decidió la validez del timilia.

El objeto que me propongo se reduce á indicar las re­glas que mas particularmente han de seguirse en el estudio patogenésico de los medicamentos con algunas observacio­nes que me ha hecho ver la esperíencia.

Lo primero que delx? tenerse presente, por el in<Hvlduo que quiere esperimentar un medicamento, ha de ser que su organismo goce de buena salud. No quiero decir con esto que lu salud del csperímcntador sea completa; por cuanto no creo cpie boy haya un hombra cuyo organismo esté ab­solutamente sano. Lo que sí quiero puuüfestar es que ku

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constitución sea regular, f]un no sea discrásica ; porque en este caso no podríamos tener con pureza, ni claridad, ni poco ni mucho, la imagen verdadera de la patogenesia del medicamento que se esperimenta y estudia. Un estado dis-crásico es k consecuencia absolutamente necesaria de un trastorno dinámico-vital; por lo mismo, la perturbación propia del dinamismo medicamentoso no nos daría nada de bueno y provechoso para la terapéutica homeopática, pues­to que confundiríamos los síntomas del medicamento con los del estado di&crásico; ó este impediría el que el medica' mentó que se quería estudiar desarrollase toda su esfera de acción.

También es necesario que el csperimentador impida, en todo cuanto este de su parte, todos cuantos estímulos físicos y morales obren en su organismo con demasiada intensidad. Que observe uo régimen frugal, pero sin por esto dejar do satisfacer las sensaciones que nuestro organismo nos avisa tiene necesidad de que se acallen. Que sea puro el aire que respire en cuanto lo permitan las circunstancias en las cua­les se halle colocado; pero siempre que estén en armonia con las buenas condiciones higiénicas. Que no se dedique con demauada asiduidad á trabajos físicos ó intelectuales; y si solo á los que el organismo pueda soportar sin violencia. Que DO se imagine que el medicamento que ha tomado le va á producir estos ó aquellc» síntomas, ni se fascine con ideas anticipadas, que durará su acción tantos ó cuántos dias.

Las personas que hace mucho tiempo usan con frecuen­cia café, te, aguardientes y toda clase de licores, alimentos preparados con escesos de especias, no se liallan con las condiciones necesarias para hacer en ellas es]M>rieiicias de los medicamentos.

\jí% reglas siguientes son las que mas particularmente del>en tenerse presentes, para obtener los buenos re.>ullado8 de la cspcrimcnt^ciún pura.

i.' Temperamento. Pocos módicos ignorarán f|ue inu-clu« de las sustancias medir ¡nales no obran de un misino

— m — modo en un individuo de temperamento sanguíneo, que en otro cuyo temperamento sea linfático, bilioso ó nervioso. La Nux vómica, por ejemplo, desarrollará un cuadro pato-genésico, mucho mas manifiesto en un individuo cuyo tem­peramento sea bilioso que no en otro cuyo temperamento sea linfático. Por lo mismo, es necesario que el &spc-rimcntador tenga en consideración su temperamento, y lo anote antes de dar principio a la cspcrimentacion pura, do la sustancia medicinal que va á someter á la acción de su organismo. Pues si no se hace, aun cuando el mismo me­dicamento so esperimcnte en varios individuos do diferentes temperamentos, resultará que los efectos ({ue so obtengan serán incompletos.

2.* IiHoiiticratia. Existen muchas personas que, tan luego como su salud sufre el mas leve desvio, padecen con preferencia ciertas afecciones constantes. Las predispo­siciones individuales, son las que dan origen á esta recipro­cidad de padecimientos. Es necesario tener en consideración la predisposición del csperimentador, para anotar como du­dosos los síntomas ó grupos de síntomas, que en otras oca­siones se le han presentado, á consecuencia dol mas peque­ño trastorno de su salud. Pues aunque se presenten durante el tiempo de la esperimentaoion pura, no pueden ser con­siderados como síntomas patogenésicos suyos esdusiva-mente.

ó.' Edad. Siendo las edades las diversas modiflcaeio-ncs que el hombre presenta en su organiucion, y fenóme­nos anejos á ella, desde la época del nacimiento haatti la do la muerte natural, claro es que hay necesidad de veriñcar esperimentacionos de sustancias medicamentosas en indivi­duos de diferentes edades. Pues solo de esta manera llega­remos á saber las diversas modificaciones que producen lot medicamentos, y hasta la aplicación conveniente á la cab»' cera del enfermo.

4.* Sexo. Por la anatomía y la fisiología sabemos las modificaciones de estructura del hombre y de la mujer, aii como de ciertas funciones esclusivas del uno y del otro, que

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lot dividea en aexoa. Mal podremos Uegtr á saber los ma-dioi terapéuticos que se necesitan para combatir y curar loe numeroMs y diversos males ¿ que esté sujeta la especie bu-mana, si no esperimentaroos los medicamentos, tanto en el Irombre como en la mujer.

6.' Itutitüot, indoü y facultades inleleduaks. Pocos ignoran la gran importancia que los Homeópatas damos á los riotomas morales. De tal manera se hallan unidos el hombre físico y moral, que, impresionado cualquiera do los dos, al instante trasmita* al otro su impresión. Esta reci-proeidad de afectos j eslrecba unión debe de lijar sobre-•Mkoera la atención del médico, que se consagra por el bien de sus semejantes á hacer esp<>riencias puras. ¿Quién ha dejado de observar, aun cuando no sea médico, que hay peraonaa que por inclinación natural son benévolas, ó que, por el contrario, no tienen mayores satisfMciones que cuando producen daños á otros? Otras que simpatizan con nachos individuos, y que su elemento son las grandes 8o> oMades, mientras que hay otras que las es lo mas sensi­ble el recibir á utn persona desconocida; otras hu­mildes ú orgullosas, animosas ó pusilánimos, que ceden á la menor contradicción, ó que son tercas hasta dejarlo de •obn; y, por último, que unas mismas cosas vistas por va-riot indtváliKM aon pwdbidas y juagadas de muy diversos modos.

Bipneatos loa preliminares que deben tenerse presentes para poder verificar Us esperimentaciones de las sustancias mediciiiales, asi como los temperamentos, edades, etc., pa-aamoa al modo de llevarlas á buen término.

Supongamos qoe el que quio^ tentar la esperíencia, está penuadido que loa medicamentos no desarrollan toda su nrtualklad medioamentota mas que eonduciéndolos á un alto gnáo de dilución por la trituración y sacudidas, como efectivamente sucede. Como á prior i no puede saberse la rMeptiridad que cada individuo tendrá para losmedicamcn-toa, «aoiay conveniente, y hasta absolutamente necesario, el que m tone el «•perimentadoruna d<Ma considerable del

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medieamentoque quiere estudiar. üebéptihdplütpotUatM seis glóbulos diluidos en seis ú ocho cucharadas de agua eQ ayunas, tardando á desayunarse después do hora y if le^. Hora y media antes de la comida, y lo mismo de la cena, repita ó vuelve á tomar la misma dosis que tomó por la mañana antes de desayunarse. La trituración del medicamento que va á esperímentar, ha de ser baja. Debe de anotar con el mayor cuidado ios síntomas ó grupos de síntomas que vayft übscrvaiulo desde que tomó la primera dosis.

Si á las veinte y cuatro horas de haber dado principio i la esperiencia, no observa intensidad en los síntomas que se presentan, ó son muy pocos ó ninguno, aumenta la dosis con otros seis glóbulos. En los días sucesivos, según la In­tensidad de los síntomas y los ristemas, aparatos y órgano» en donde se presentan, asi se aumenta la cantidad de glóbu-» los en cada dosis, ó no se aumenta, ó se suspende el uso del medicamento que se va á estudiar.

Procediendo de la manera que acabo do esponer, no hay porqué tener recelo para esperímentar los medicamentos e& el hombre sano. Loque sí es necesario que el Individuo que •e decide á esperímentar una sustancia medicinal cualquiera •epa que los Homeópatas no vamos á buscar en la esperi-mentación pura de los medicamentos, enfermedades com­pletamente desarrolladas, sino pequeños bosquejos.

Asi es que el argumento que se hace á estas esperimen-taeíones, de que cómo se han de llevar tan lejos para desar-roUar en un sugeto sano afecciones tuberculosas, cmeeto-n s , etc., no tiene valor alguno. Afiaden: si los Homeópatas se detienen para no producir estas enfermedades, cómo SB atreven á afirmar que la esperimentacion pura de las sustan­cias medicamentosas, es la base fundamental de la MiteHa médica. El cáncer y los tubérculos constituyen altentciones orgánicas, sbitomas avanzados del desarrollo de unadiáterit, pero no son la diátesis misma. Ahora bien; toda altenu^on de un órgano no es la enfonoedad, sfaio solamente la espre-sion de uno de sus periodos. Tan cierto es esto, que sé jftié-dc prever, y se prevé efectivamente todos los dias, que tal

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individuo llegará á padecer tubérculos, y que otro será afec­tado de cáncer. Y estos pronósticos, unas veces proba­bles y otras tan verosímiles que se aproximan á la certeza, se fundan sobre un conjunto de caracteres, los cuales, unos son tomados del estado general del organismo, y ios otros de ciertos padecimientos anteriores al tiempo en que se des­arrollan ó aparecen los tubérculos y tumores cancerosos en ciertas condiciones de familia, desgraciadamente muy reales é irremisibles en sus consecuencias.

EJI estas condiciones, que se examine uno por uno todos los órganos, y no se verá señal alguna, por pequeña quesea, de tubérculos y cáncer. Y, sin embargo, se puede predecir, y se predice con razón.

Hay estados díuámicos generales, que todos saben llegan á deternoinar ciertas alteraciones orgánicas. Estos estado-s patológicos, preliminares necesarioi de las enfermedades, tubérculos y cáncer, puede darles la cspcrimentaciun pura, y les da en efecto. En este sentido, solamente se puedo decir que la esperimentacion de los medicamentos en el liombre sano es la única base de la Materia nuídiea.

Los partidarios de la medicina orgánica, que no ven mas que órganos enfermos, y en cl curso de una enfermedad no te ocupan mas que del momento presente y de las altera­ciones que tienen á la vista, no comprenderán lo que acabo de esponer. Mas los que se eleven á la idea del dinamismo, sabrán ordenar todos los momentos, todoi los periodos y todas las metamorfosis de un padecimiento cualquiera. Basta lo que llevo dicho para que se aleje de lo» tímidos la duda, y se convenzan de una vez, que los Homeópatas no so­mos tan temerarios como algunos suponen, practicando la esperimentacion pura de los medicamentos.

Tengo muy presente, que de la primera sustancia medi-dnal que hice uso para esperímentarla, me bastaron ochen­ta glóbulos que tome de ella, de la manera que dejo consig­nada, para sentir la mayor parte de lo) síntomas que se lui-llan en su patogenesia.

De otros medicamentos que espcrimenté posteriormente,

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llegué átomar de unos ochocientos, mil quinientos, dos mil, y hasta cinco mil glóbulos. Las otras personas que csperí-mentaron bajo mi dirección, llegaron á tomar algunas has­ta ocho y diez mil glóbulos, una cuarta parte de grano, me­dio, y basta grano y medio de la primera trituración. Cuando el medicamento que íbamos á esperimentar se hallaba en tintura madre, llegamos á tomar diez y ocho gotascnundia. Y, sin embargo de estas cantidades bastantes regulares. Ja­mas observé, ni en mi ni en ellas, esas enfermedades en el período de intensidad, que solo los tímidos creen tenemos los Homeópatas necesidad de desarrolUr para llegar á sa­ber las virtudes curativas de los medicamentos. Lo que si he observado, tanto en mi como en las otras personas qw. csperimentaron bajo mi dirección, que trascurrido algún tiempo del en que hicimos las esperiencias, nuestros orga­nismos se hallaron libres do algunas molestias que hacia tíempo sufríamos, y nuestras constituciones se robustecieron.

No pudiendo establecerse qué cantidad del medicamento que se va á esperimentar necesitará tomar el individuo que va á hacer la csperiencia, solo el medico que la dirija podrá regular su administración, modo de aumentarla, asi como cuándo debe de cesar su uso. Lo que si es de absoluta ne­cesidad, llevar una nota exacta do los dias en que toma el medicamento, cuántos glóbulos dn cada vez, y de qué dilu­ción, etc., qué síntomas ó grupos de síntomas va desarrollan­do, notando con precisión cuáles son los que primero se presentan, etc., y continuando de esta manera todos los dias, hasta que cesen por completo los síntomas que determine.

No pudiéndose saber de antemano la duración de acción de una sustancia medicinal que se e^rimenta por primera vez, conviene, para llegar á saber bien su patogenesia, y basta es necesario, repetir las esperiencias bastantes veces, y si puede ser en personas de diferentes temperamentos, eda­des, etc., consignando en todas ellas las horas del dia ó de la noche en que las afecciones morales, asi como las ñsicas. He manifiestan de preferanoia. A qué hora se agravan ó se mejoran los síntomas; las condiciones de movimiento,, re-

TOMO IV. 11

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poso, sueño y vigilia, etc., notando en toda csperímentacion, con el mayor cuidado, Á cuántas horas ó dias de la inges­tión del medicamento se presenta cada síntoma ó grupo de síntomas.

IJOS mejores esperiencias <le los medicamentos son las que los médicos que tienen buena salud practican en si mismos. Ademas tienen la singular ventaja que les es impo­sible obtener de otra manera , para convencerse que la virtud curativa de los medicamentos causan en el organismo sano una multitud de desórdenes en las funciones y sensa­ciones, que representan cuadros completos de enfermedades, y adquirir poco á poco el talento de observación ({ue tan necesario le es al médico.

Si las esperiencias se hacen en personas no científicas, es necesario que el médico esté seguro de su buena fe y ve­racidad, y las vea todos los dias al menos una vez, y consig­ne por escrito todo cuanto le manifiesten vayan observando en su organismo.

Las dificultades que presentan los Alópatas para conside­rar como de un valor pequeño á esta clase de esperiencias, son hijas solamente de la ignorancia que tienen en esta ma­teria. Olvidan que para juzgar una cosa es necesario saberla bien. Si se tomasen el trabajo de esperimcntar en si mismos algunos medicamentos de la OMnera que deben hacerse estas esperiencias, seguro estoy que no continuarían malgastando el tiempo en teorizar, como lo han hecho hasta la fecha. La ciencia ganaría mucho, y la humanidad les agradecería sus penosas vigilias.

Esta clase de esperiencias pueden hacerse en personas científicas y no cientificas, sin ser mercenariaa, como algunos pretenden. El médico que quiere resolTm* Ui cuestión, ñ kM agentes homeopát»coa producea ó no en el sano desiird»-nes en las funciones y aauaeiones, poede salir de la duda cuando quiera sin temor tlguao de en^ñarae. Que esperi-mente en si mismo algunos medicamentos coa el orden y m^odo convenientes. Y después que haya sentido la acción real y verdadera de loa ínÜDilamente pequeRos, le vendrá la

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convicción del gran valor de esta clase de csperimentacioncs y el anhelo de repetirlas, para llegar á saber mejor las pato­genesias de los medicament(M. Determinada la convicción en un médico, no le faltarán personas, bien de su familia, ó bien de su clientela, que esté seguro de su buena fe y vera­cidad, que se presten á esperimenbir varios medicamentos. Pero que tenga muy presente que el ejemplo, en todas las cosas, es el mejor modo de enseñar; esto es, que cuando vaya á administrar el medicamento que quiere esperimcn-tar y estudiar á las personas que se le prestan á ello, vean ellas que pone igual cantidad, y que la toma ¿ su presencia. Con esta prueba verá en seguida cómo no dudan ellas el to­mar la cantidad que las tiene preparadas.

De esta manera me he conducido yo; y recuerdo muy bien que en las primeras esperiencias siempre me decian: tes necesario tome V. igual cantidad que nosotros, y de no hacerlo, no queremos de manera alguna tomar lo que n(M da. • Al poco tiempo nq necesité tomar con los cspcrimenta-dores el medicamento que quería estudiar. Convencidos por esperiencia de las ventajas que les reportaba, me decian que se hallaban dispuestos á tomar cuanto les diera. Vean, pues, algunos señores Alópatas, cómo el médico evita el que por interés diga lo que quiera el mercenario, y prolongue por el mismo Gn el tiempo de la esperiencia.

Otras de las dificultades que presentan consisten en sí tendrán ó no las personas no cienlilicas la inteligencia nece­saria, y las cíentiñcas, que pueden estar preocupadas, y sin quererlo ellas mismas, decir que sienten aquello justamente que desean sentir. Quo pueda suceder no se lo negará nin­guno. Poro biun se conoce quo no luin meditado que los hombre» enfermos, física ó moralmente, no son apto» para esta clase de esperimenlacíones. Ademas, hace cincuenta años (]ue un numero considerable de médicos vienen apo­yando con hechos clínicos, todos los días, todo lo contrario que ellos alegan.

Y no se diga que nuestros adversarios también han hecho esperiencias de esta clase en si mismos y que nada han ob-

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servado. Pues si se apura el modo y manera de cómo las han realizado, nada mas natural que lo que les ha sucedido.

No hace mucho tiempo que hablando sobre esta materia con un amigo mió, Alópata de buena fe, me manifestó que, deseando otro profesor y él saber el valor de los preparados homeopáticos, se presentaron á un amigo suyo que se decía Homeópata, y le manifestaron que se hallaban dispuestos á esperimentar el medicamento qne quisiera darles, para sa­ber lo que habia de cierto en este asunto. Que efectivamente tomaron unos cuantos glóbulos, y como no observasen al poco tiempo los síntomas qoe el que se decia Homeópata les había anunciado observarían, dedujeron la nulidad de los medicamentos homeopáticos.

Cu todas las clases se hallan algunos individuos que se estralimitan al practicar ciertas cosas. ¿Qué estraño es que entre los Homeópatas suceda lo mismo? Pero porque algu­nos individuos tengan ideas erróneas ó exageradas en esta materia, ;ha de ser bastante para dfHlucir como dedujeron la nulidad de los preparado» homeopáticos?

Desde luego se conoce qae eA Homeópata que vaticinó lo que llevo espuesto, ignoraba que á priori ninguno puede aventurar el pronóstico tan ligero que manifiesto, asi como también que, en general, se necesitan dosis masivas para la esperimentacion pura.

No basta tampoco que digan los impugnadores de estas esperimentaciones que la aptitud virtual de los medicamen­tos puede conocerse y apreciarse á priori en gran número de ocasiones; y que este conocimiento no ofrece en lodos los casos inmensas dificultades. Apoyan sus razones en los conocimientos que suministra la historia natural y la quími­ca; añadiendo, que hasta un discípulo de Materia médica que tenga esto» oonocímientos, si le presentan una planta labiada que hasta ahora no haya tenido aplicación á U tera­péutica, y le preguntan si ese vegetal puede tener alguna virtud, como medicamento, responderá inmediatamente que •i; porque como individuo aquel vegetal de la familia de tat labiada*, contiene en su composición química un princi-

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pió tónico y otro escilante, que descubren desde luego el órgano del olfato y del gusto, etc., y concluirá que es un modiflcador, y por lo mismo un medicamento si se admi­nistra con oportunidad.

Pero las generalidades que acabo de esponer, i pueden satisfacer al práctico, para decidirle á administrar á sus en­fermos este mismo vegetal? De manera alguna; lo que el médico necesita saber para determinarse á administrar un medicamento cualquiera á sus enfermos, consiste esclu-sivamente en si liará desaparecer ó disminuir la enferme­dad que se propone combatir con él. Y este conocimiento del medicamento ó medicamentos no se puede llegar á po­seer, por mas que digan los Alópatas, con los auxilios que nos suministra la historia natural, la química y aun las es-periencias en los brutos. Las csperimentaciones en el hom­bre sano, y las esperiencias clínicas, son las que particular­mente proporcionan al médico el verdadero conocimiento de los medicamentos.

Es cierto que la cspcrimentacion pura requiere, si ha de producir el fruto necesario, un criterio esquisito y riguroso do los hechos, y un trabajo asiduo y hasta penoso. Esto lo sa­bemos mucho mejor los Homeópatas que nuestros adversa­rios. Mas las diflcuitadcs no son imposibilidades. Lá satis­facción que le proporciona al médico el haber puesto en práctica cuantcM medios hoy dia se conocen, para poder co­rar y aliviar mas á sus semejante, le hace olvidar muy luego las molestias y trabaos que ha tenido que sufrir.

Hallándose al presente tan cstendida U doctrina homeo­pática, lo mismo en nuestra patria que en el eslranjero, cuesta trabajo el creer que haya médicos que no quieran po­ner á prueba la validez ó nulidad de los medicamentos pre­parados homeopáticamente.

Que no aleguen que las escuelas oftciales no la lian admi­tido todavía, pues en ellas mismas se hallan algunos ^ofe-sores muy distinguidos, que hace años han manifestado al gobierno y al público, por medio de la prensa, la superiori­dad do la Medicina homeopática sobre la oficial ó alopática.

- no — Pero tengan muy presente que DO fue el razonamiento el que condujo á HAHNBMANN al uso de las dosis infioitesimales, ni el que le hizo presentir el desarrollo de las propiedades de los medicamentos por medio de las atenuaciones. La es-períencía sola le sirvió Je guisen sus operaciones, y en esta fuente encontramos una nueva garantía en favor do su des­cubrimiento.

SALVADO» CUESTA.

AIÍYESSARIO DE HAHNEIANR.

El dia 10 del presente mes ha sidoel centesimo del na­cimiento de este personaje ilustre, de este medico bienhe­chor, de este genio de los genios, á quien no hay año, dia, ni momento en que no se tributen profundos homenajes de gratitud, respeto y amor por su laboriosidad, por su cons­tancia, y por la sublime abnegación que hizo inmortal su nombre, habiendo llevado la luz adonde no babia mas que tinieblas, la seguridad adonde solo reinaba ia duda, y la verdad, por fin, adonde solo había perplejidad, vacilación é hipótesis sin resolver.

El regocijo y la alegría que se ostentan, y los multi­plicados plácemes que por do quiera resuenan en tan me­morable dia, significan aun bien poco en comparación de los inmensos bienes qae legó ala porteridad aquel sublime y bienhechor talento. Apenas hay discípulo de ESCOLAPIO

que deje de estimar en mucho ó en poco el producto de su asidua laboriosidad. El que tuvo el suficiente valor para arrostrar con cristiana resignación la mayor y mas cruda

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de las persecociones al asentar como principio inconcuso en medicina timilia similibut curantur , será bendecido y venerado por los siglos de los siglos.

Desde CÍOETHEN, y desde la ciudad mas populosa y culta, hasta la mas humilde aldea, se queman inciensos ante su colosal figura: dia llegará, y no está lejano, en que se levanten estatuas á aquel gran médico en todas partes.

La carta que desde COETHEN se ha dirigido al presiden­te de nuestra SOCIEDAD , Sr. Dr. D. Jo8¿ NUÑEZ , por uno de los discípulos de HAHNEMÍNN, y que á conlinuacion co­piamos, es otro de los machos testimonios que justifican el recuerdo que dejara aquel grande hombre cuando en sas mejores dias solo vivió para sus semejantes.

Ya en I^eipsick, de donde fue desterrado, levantaron sus discípulos una estatua en agosto de 1851, que le inmortaliza; y de esperar era que la Providencia con­sentiría que en COETMEN, donde permaneció diez y ocho años á consecuencia de su tenaz é injusta persecución , y á cuyoíf trabajos en este estraftamiento somos deudores de su Tratado de enfermedades crónicas, de esperar era que alli se erigiera otro monumento á su ejemplar perseve­rancia.

H¿ aquí la carta-invitacioo dirigida á nuestro presi­dente, para la asistencia á la flesta que debió tener lugar eo COETBEN el dia 1ü de los corrientes:

«SBROR : Al enviar á V. una tarjeta de invitación pan la flesU secular del luuúmiento de SÍMUIL HJUINBMANN, le rue­go tenga U bondad de asistir i la solemnidad que preparo para el dia 10 de abril de este aho, á fln de aumentar con su presencia la importancia j el número áa las notabilida­des de la Homeopatía.

iSu alteza el duque reinante de AMHALT DBSSAV-COETHIN

me ha regulado un territorio contiguo á mi antigua casa, en

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el que he construido un grandioso cdifíciu que puede con­tener gran número de enfermos de diversos rangos y una cátedra de clínica.

«Detras de este establecimientoJiay un vasto jardín, en el que erijo un monumento en honor del inmortal funda­dor de la Uomeopatía. HARXEMA!(5 está representado de pie: la sencillez del verdadero sabio y del gran bienhechor de la humanidad se reconocerá en su profunda mirada y en la serenidad que reposa sobro su fronte. Con una mano está apoyado sobre un tronco de árbol, á cuyo rededor s« entre­lazan las yerbas y las plantas de la oficina home opática.— Esta bella estatua es obra del distinguido escultor A. SMIT,

de Berlín, que se ocupa al mismo tiempo de los adornos y (le los bustos destinados á los nichos del edificio.

>I a inauguración de este monumento formará la parte principal de la fiesta del 10 de abril.

>A1 repetir á Y. mí invitación le ruego encarecidamente que me anuncie su llegada, para que mi» coches estén á sus órdenes en el embarcadero.

•Con la mas alta consideración se repite de V. su atento servidor y compañero,

>Üñ. Ann'n LITZE.

•CoETHE"» 29 de manto de 1855.»

La SociEnAD iUH?te)iA!r<iiA A MATRITENSE, que vive y debe su origen á las profundan iovesUgaciones de ÍUHNEIIANN,

ha pagado también un pequeño tributo á su memoria en el dia solemne de este aniversario. Reunidos la mayor parle de sus individuos en casa del señor presidente de la misma, se celebni un espléndido banquete, donde reinóla armunia mas fraternal, y donde se brindó por la inmorta­lidad de los principios babnemaDoianos y por la verdade­ra unión de todos los Homeópatas como base principal do nuestra universal propagación , y como medio de asegurar para siempre el triunfo definitivo de la verdad en Mo-dicina.

ENSAYO SOBRE EL ESTUDIO DEL CÓLERA-MORBO ASIÁTICO.

EN setiembre del año pasado publicamos una Geu^ta Homeopática mientras duró el terrible azote colérico en España. Esta publicación tuvo dos objetos importantes; á saber: ilustrar la opinión pública en cuestión tan grave y delicada, haciendo resaltar la superioridad de nuestra es­cuela en el tratamiento preservativo y curativo del cólera-morbo asiático, por medio de la lógica y las estadísticas, y auxiliar al mismo tiempo á nuestros compañeros de pro-Tinda con los datos irrecusables del estudio y de la espe-riencia. Pero en esta publicación de propaganda científica y de Índole puramente didáctica, no podíamos ni debíamos hacer un cumplido estudio dol cólera-morbo asiático , ni tampoco revelar al público todas las cuestiones científicas de importancia y de trascendencia que han surgido en el seno de nuestra escuela á consecuencia do la última in-vasion de e»ta plaga en Europa. Por esto prometimos á nuestros suscritoresá los ANALES DE LA SOCIEDAD UAHNEVAN-

NiANA, hacer el estudio completo del cólera-morbo asiáti­co en ano de los números de esta publicación. Esta pro­mesa vamos i cumplirla ahora, no como era nuestro de­seo, lo diremos con franqueza, sino como nos lo ha per­mitido el escaso tiempo de que hemos podido disponer en

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tantos meses. Por esta razón llamamos ensayo á esto cstu.

dio, y no tenemos mas pretensiones que estimular á otros

mejores talentos para qae le completen, si lo creen digno

de ínteres y de meditación.

Antcá de lodo conviene averiguar si la Ilomcopalía

merece los honores de la ciencia, ó, lo qae eg lo mism», si

sus teorías y sus principios son legítimos, y si son invaria­

bles las consecuencias que de ellos se deducen; si su tera­

péutica , en fín, está de acuerdo con la inmutable loy de

los temejantet, que proclama. Para nuestra limitada inle>

ligencía, la Homeopatía es una ciencia tan completa como

puede desearse; es la roe<JicíDa-modelo, y una emanación

de la divinidad; y siendo esto una verdad incontestable

para todos l«s que la conocen y la comprenden, no nos de­

tenemos á demostrarla. Pero todos los que la ejercen, ¿la

conocen y la comprenden? ¿Han llegado á penetrar en sus

sublimes misterios? N'amos á <lecir lo que sobre esto nos

ha enseñado la esperícncia.

Los médicos de nuestra escuela se dividen en dos cla­

ses, ásaber: Homeópatasemiñrícos y Homeópatas lógicos.

Llamama<i empíricos á los que, apegados á ciertas y

determinadas rutina» , abren un Manual de Homeopaiia

para elegir un medicamento cuya {latogenesia lee ofrezca

el mayor número de stnlomas análogos á los que presenta

el cuadro de la enfermedad que van á tratar, y (pie cuan­

do los agentes terapéuticos que ban estudiado no llenan

esas condiciones, se deciden por un síntoma predomi­

nante.

Uamamos lógicos á los Homeópatas que, estudiando

- 175 - -fisiológicamente la universalidad de los síntomas, tanto en las dolencias naturales como en las arlinciales, Tijan toda so atención en la causa productora de la enfermedad, e s ­crutan con esmero su asiento, deslindan cuidadosamente los síntomas esenciales de los críticos y simpáticos, para desentrañar la espresion viva, la imagen animada de la dolencia, que ha de indicar con certeza el medicamento homeopático.

Para los Homeópatas empíricos no cabe distinción en­tre los síntomas, la causa patogenésíca, el asiento del mal, los fenómenos simpáticos, los síntomas críticos, la idiosincrasia del individuo, sus liábitos, sus predisposicio­nes, etc., etc.: todo esto, decimos, no cautiva su atención: para él no hay mas que universalidad de síntomas, y sí, como con frecuencia acontece, predomina el número délos simpáticos, elegirá el medicamento que directamente le ofrezca los andlt^oa, aun cuando en su patogenesia no cor­respondan á la clase de estos, sino á la de los esenciales ó críticos en cuanto á su naturaleza.

Totalmente distinta es la conducta del Homeópata ló­gico; para este, la desarmonia del principio vital reconoce siempre una cansa que se revela en (res manifestaciones. Estas manifestaciones son: asiento virtual de la dolencia [Miopatia), desequilibrio de las funciones de órganos de­bida á la solidaridad intima á que están sujetas ertre si todas las partes del organismo viviente {simpoUiat), es­fuerzos de la economía para reouperM' su normali­dad lisiológica {ttndtmdat criticas de la faena vital, criti$).

- 17(i -

Estas mismas manifestaciones las estudia el Homeópa­

ta lógico, con la luz de la fisiología en las perturbaciones

vitales que determinan los medicamentos en el hombre sa­

no , para reunirías en una síntesis armoniosa , y deslindar

el carácter dinámico fundamental de todos ellos. Pongamos

un ejemplo.

Si proguniais á un Homeópata empírico cuál es la esfe­

ra de actividad farmacxxiinámica de \ux tomica, no sabrá

responderos, porque no ve mas que universalidad de sín­

tomas , sin que jamás se baya tomado el trabajo de estu­

diarlos risiol()gicamcntc, á fín de desentrañar en ellos lo

que tienen de característico, de esencial, de accidental, etc.

Pero dirigid vuestra vista á un Homeópata filósofo, y

él os dirá: el carácter dinámico fundamental de Nux vó­

mica consi^ en modificar inmediatamente el sistema que

preside á la vida orgánica. De aquí las estancaciones y los

síntomas de plétora local que su patogenesia nos muestra

en los órganos que dependen del ganglionar: de aquí la

parálisis constrictiva de los esfmteres de la vejiga y del

ano, los dolores calambroidet» en el epigastrio y estóma­

go, el£., y, por consecuencia, la sobreescitacion del sistema

cerebral basta producir la apoplejía, y la de la sensibili­

dad del sistema nervioso periférico, como lo atestiguan

las seoncioaes de magulladura, de constricción dolorosa,

de hormigueo en las partes eitenuu, de embargamien­

to, etc., etc.

De aquí también su eficacia contra un gran número do

las dolencias que están subordinadas á una lesión primitiva

del aparato gástrico. Fácilmente se comprende que eslu-

— ITi — díando de este modo la esfera de actividad dinámica de los medicamentos, la Homeopatía se eleva á la altura do la ciencia, y el filósofo no puede menos de tributarla el bo-mraaje debido á toda doctrina que se asienta sobre base tan sólida é incontrastable.

No es nuestro ánimo entrar boy i dar á este asunto todas las esplanaciones que reclama su importancia, y si lo hemos anunciado, solamente ba sido con el objeto de hacer algunas aplicaciones de estos principios al estudio del cólera-morbo asiático. Para este estudio procederemos en primer lugar por la via dul análisis, desmenuzando bien todos los síntomas primitivos de los medicamentos qac mas análogos parecen al cuadro completo de la enferme­dad natural, cuya descripción hemos lomado de los mejo­res autores; de manera que nuestros lectores, sin mucho trabajo, encontrarán unos enfrente de otros todos los sínto­mas primitivos de los medicamentos, y de los que presenta laenfermedad colérica. Valiéndonos al fin de la síntesis, pro-ciHwemos penetrar, por medio de un solo golpe de vista, en los resultados que nos baya dado esa minuciosa disección analítica de ios síntomas puros de los medicamentos y de la enfermedad natural. De esta manera podremos llegar á tina justa apreciación de los medicamentos que revelan una acdon enérgica y directa para combatir de preferen­cia el verdadero Cólera-morbo asiático, y de los qne solo corresponden á las diferentes formas ó modificaciones que puede revestir esta terrible enfermedad. Pasemos ahora á establecer los síntomas de la enfermedad, y la de loi me­dicamentos, por BU orden cronológico.

178 -

Cuadro de $i»loma$ de la COLERINA y del

CÓLERA-MOBBO ASIÁTICO eti ttt$ diferentes

periodos, según la descripción de los me­

jores autores.

COLERINA.

i.° Vértigos al hablar.

2.° Después de haber comido. 5." Al andar, basta el ponto de caerse. 4.° Vértigo con embarazo de la cabeza. 6." Vértigos al moverse.

6." Vértigos, pnndpalmeDte por la tarde, y al abrir los ojos.

7.° Al echarse. 8." Al osorerse. 9." Vértigos todo el día.

10. Vértigos por la tarde, al ponerse de pie V al andar.

11. Albajarse. 12. Criando sentado, temiendo siempre

caerse. 13. Vértigo por la nMfiana al b^ane de k

cama. 14. Vértigos como si loa objetos andinrie-

aen ah^edor.

15. Dolor de cabeza firontal con tirutes y por accesos.

16. Con pequeñas punzadas. 17. Como H arrancascQ b frente.

Sintonat obiertadoi m ku imlcsieacioitei, t en la etperimentadontmra, he­cha por lot mééieot Bit-meópalat, qw preten/m *M( con

OHologia i temejama lotde la COLEKIHA y

el cdi.ai*.-ao>Bo cu tus diftrenlet periodo!.

i.'

2.° 3.' 4." 6.»

6."

7.* 8.° 9.'

10.

11. 12.

13.

14.

18.

16. 17.

ÜMtnom., Ma­teria Médica puradeHah-nemann, 2.

Id. id., 3. Id. id., 4. M. id., 8. Ipeeacuanna,

id., 1. MelaUum ál­

bum (arte-nkum), id.,

Id. id., 6. Id. id., 8. Phosph. acid..

Enfermeda-descrónicas de Hahne-mann, 52.

Id. id., 63.

Id. id., 84. Id. id., 88.

Id. id., 87.

VertUrvm al-vlMl>,M. M. p. deH.,1.

Cftam.,id.,29.

Id. id., 39. Id. id., 44.

— 179 —

18. Dolor presivo de cabeza j|l). 19. Dolor de cabeza con vértigos.

20. Pesadez de cabeza con zumbido. 21. Dolor pulsativo y violento de toda la

cabeza, en particular de la frente, al levantarse uola cama, con deseos de vomitar.

22. Dolor muy fuerte de cabeza, que obli­ga á echarse, con rigidez de la nuca.

23. Dolor continuo de cabeza. 24. Que se aumenta atrozmente al menor

ruido y conmoción. 25. Fuerte presión, c ue desciende desde la

frente á la nariz. 2(1. Dolor presivo y lancinante en todas las

mrlcs de la cabeza por accesos. 27. Golpes en la cabeza, como si pegasen

con un martillo.

18. tpecac., id. 9. 19. Met.alb., id.,

37. 20. Id. id., 33. 21. Id. id., 55.

22. Phosph. ac. Enf. crou. de H., 66.

23. Id. id., 67. 24. Id. id., 68.

23. Id. id., 90.

26. Id. id.,95.

27. Id. id., 121.

(1) Este es un sinlonta que llene la mayor annloi;í:i con otro producido por el Camphor. ; y como oslo niodicaiiionlo ])UO(lo (;slar también indicado en la COLCIMÍ, SU patogenesia en el primer periodo del CÓLERI es la si­guiente:

'.I."

10.

1(. 1í. U .

44. 15.

Vértigo.

Vértigo con pesadez de c^lwza, (jue cae hacia atriLs.

Dolor pulsativo de calM'za. Pulsativo y lancinante en la frente, con ca­

lor seco general. Dolor presivo de cabeza y ron tirantez. Dolor sordo en la frente, y con deseos do

vomitar. Adajo de sangre h la cjibcza. Pérdida de los sentidos. Sensación como si todos los objetos estuvie­

sen muy claros y resplandecientiis. Ardor en el paladar, nue desciende hasta la

garganta, y que obliga á Iwber. Sensación de «equedad en la lengua. Dolor presivo en ol estómago. Dolores de vientre producidos por la pre­

sencia de gases. Pulso lleno y frecoenle. Aomcnto de c^lor por todo el cuerpOf con

•ncendiinicnto de la cara.

I.» Camph., M. H., 3.

4." Id. id.. 6.

4."

8.° C.»

7.» 8." 9.»

40.

41 . 4 t . 43.

44. 4B.

Id. Id.

Id. Id.

Id. Id

id., id.,

id., Id.,

Id., id.

3. 4.

G. 40.

44. í .

Id. id., 4S.

Id. id., 68.

Id.Id., 6«. Id. id., 3G. Id. id., 40.

Id. id., 96. Id. id., U6.

— 180 —

28. Cefalalgia prcsiva y pulsativa.

39. Tinte amarillo de los ojos.

30. Palidez de la cara con hundimiento de los ojos.

31. Cara fría.

32. PáUda. 33. Inapetencia y mal gusto de los ali­

mentos. 34. Saciedad pronta al tomar alimento, y

náuseas en seguida. 35., Malestar de estómago con falta de apetito. 36. Falta de apetito.

37. Falta de apetito, con sed vira. 58. Repugnancia para todo alimento. 39. Apetito por los ácidos y frutas. 40. Falta de apetito.

41. Repugnancia para los alimentos ca­lientes.

42. Apetito por las frutas. 43. Falu de sed. 44. Sequedad de boca, sin sed.

48. Falta de sed. 46. Sed TÍTB con sequedad de boca. 47. Sequedad del paladar y la lengua, sin

sed.

48. Sed de leche íria. 49. De cer\'eza. 80. Sed de un liquido cualquiera Crio y

azucarado. 81. Sed inettinguible, con deseo de bebi­

das frías. 52. Lengua cubierta con una capa blanca ó

amarilla. 83. Lengua con capa amarilla , pardusca y

seca.

28. Venar, db., H. M. p. do H., 19.

29. Metal, alb., 109.

30. Id. id., 127.

31. Venür. alb., id., 43.

32. Id. id., 78. 33. Chatn., id.,

124. 34. Id. id., 139.

38. Ipecae.,\d.,W. 36. Metal.alb.jiá.,

40. 37. Id. id., 288. 38. Id. id., 261. 39. Id. id., 277. 40. Phosph. ac.,

Enf. cr. de H., 322.

41. Veralr. alb.» M. M. p.de H., 77.

42. Id. id., 78. 43. í»ec<ic.,id.,33. 44. MeUU.alb.,\d.,

208 48. Id. id.,'211. 46. Id. id., 208. 47. Phosph. ac.,

Enf. cr. de H., 289.

48. Id. id., 320. 49. Id. id., 321. 80. Id., Jarh.,M.

H. 81. VertOr. oií».,

Id. S2. Ipecac., id.

83. Met.a¡b.,id.

- 181 -

K4. Sequedad de la lengua.

55. Lengua blanca. 56. Lengua seca, cubierta de mucosidades

biliosas. 56. Lengua cubierta de una capa amarilla

y pardusca. 57. Voz temblona.

58. Eructos agrios. 69. Eructos frecuentes con desarrollo y ruido

de gases en el vientre. 60. Eructos con languidez y náuseas y pre­

sión al estómago. 61. Náuseas y deseos de vomitar.

62. Eructos agrios. 63. Náuseas, eructos y aflujo grande de sa­

liva á la boca. 64. Eructos frecuentes con desarrollo y

ruido de gases en el vientre. 65. Eructos, languidez, náuseas y presión

en el estómago. 06. Borborigmos en la región del estó­

mago. 67. Borborigmos con mucho ruido en el

vientre. 68. Desarrollo de gases con dolor en el

vientre, cuya emisión es difícil. 69. Dolor con ansiedad en la boca del es­

tómago. 70. Acumulación y movimiento doloroso de

gases en el estómago. 71. Dolor presivo al estómago y debajo de

los costillas falsas, con dificultad de respirar.

72. Sensadon de peso y presión en el es­tómago sin sed ni Hebre.

73. Presión en el estómago con alguna an­gustia en la región precordial.

74. Después de tomar alimento, pesadez en el estómago como si contuviese una piedra.

75. Pesadez en oí estómago al comprimir el epigastrio.

64. Id.,H.M.p.de H., 224.

66. Id. id., 219. 86. Phosph. ac,

Jarh.,M.M. 66. Veratr.alb.,id.

til. Met. a/¿>., M. M. H., 225.

58. CAam.,id., 136. 59. Ipecac. , id.,

33. 60. Met. aU)., id.,

302. 61. Chatn., id.,

146. 62. Id. id., 136. 63. Ipeeae., id.,

32. 64. Id. id'., 33.

65. Metal, alb., id., 302.

66. PAog.ac.Enf. cr.,H.,390.

67. Id. id., 591.

68. Id., J. M. M.

69. Chatn., M. M. H., 157.

70. Id. id., 158.

71. Id. id., 161.

72. Met. aW., id., 337.

75. Id., J. M. M.

74. Id., M. M. IL, 367.

75. Phos. ac. Enf. cr,,H.,347.

I8á -

76. Presión lancinante en la boca del e»* ttimago.

77. Después de tomar alimento. 78. Presión al estómago, estendiéndose al

esternón , á la región sub-costal y huesos íleos.

79. Presión al estómago, hijKx;ondrios y bajo vientn-, en particular después de tomar alimento.

8ü. Borborígmos en el hipocondrio hasta en el bajo vientre.

81. Sensación de vacio y movimiento con­tinuo de losintestinos con circulo azu* ]ado alrededor de los ojos.

8¿. Dolores de vientre con retortijones. 83. Borborigmos en el vientre.

84. Emisión abundante de aire con bor­borigmos violentos en el vientre.

8ü. Diarrea con olor á huevos podridos. 86. Diarrea verde compuesta de materias

fecales y de moco. 87. Diarrea con retortijones. 88. Cámaras líquidas, frecuentes, con de­

sazón en el bajo vientre. 89. Cámaras amarillas. 90. Cámaras verdes y negras. 91. Cámaras con aumento de calor por las

tardes. 9i, Diarrea amarilla con dolores erráticos

en el vientre bajo, tenesmo y dolor quemante en el «no.

93. Dolores de vientre seguidos de cámaras con tenesmo, al principio de materias de un verde subido, luego de muco-sidad del mismo color.

94. Después de grande agitación y dolores de vientre, cámaras líquidas y negras con ardor al ano.

95. Cámaras amarillas, verdes, quemantes, c<aT0siva8, sanguinolentas y negras.

96. Diarrea frecuente con dolor de vientre.

97. Diarrea frecuente con tenesmo prolon-gado sin mal de vieDlrc.

7(j. Id. id., 348.

77. Id. id., 346. 78. Veratr. alb.,

M. M. H., 407.

79. Id., J.M. M.

80. Cham., M. M. H., 167.

81. Id. id., 17.-.

82. Id. id., 174. 83. Meí. alb., id.,

572. 84. Id. id., 370.

85. CAam.,id., 186. 86. Id. id., 187.

87. Id. id., 189. 88. Ipecac. , id.,

46. 89. Id. id., «6. 90. Id. id., «4. 91. Id. id., 78.

92. Met. alb., id., 414.

93. Id. id., 442.

94. Id. id., 436.

95. kL. H. M. J.

96. Phot. ac. Enf. cr.,H.,408.

07. Id. id., 413.

98. 99,

100.

101. 102.

103.

104. 103.

106. 107.

108. 109.

no. 111.

112.

113.

114.

118.

116.

H7.

— 183 —

Cémaras de color gris. Diarreas de materiales negruzcos, ama­

rillos ó verdes, diarreas violentas y dolorosas, frecuentemente con ten­sión en el vientre, precedidas ó se­guidas de retortijones.

Accesos de desfallecimiento.

Aumento de calor. Pulso febril.

Pulso pequeño y sensación como si la sangre estuviese muy caliente.

Calor mtemo. Calor por todo el cuerpo, asi esterior

como interionnente. Calor ansioso. Pulso mas lleno que en el estado na­

tural. Pulso fuerte. Calor por todo el cuerpo, en particu­

lar por la tarde, y noche agitada. Calor teco. MoTÍmiento febril.

Hormigueo en las manos por la no­che.

Hormigueo en las piernas como des­pués de un adormecimiento.

Hormigueo en la pierna derecha.

Hormigueo, adormecimiento y dad en los miembros.

Hormigueo en las piernas.

debili-

Hormigueo y dolores en las manos y dedos.

98. 99.

100.

101. 102.

103.

104. 108.

106. 107.

108. 109. 110.

111.

112.

113.

114.

IIK.

116.

H7.

Id. id., 409. VertUr. alb.,

M. M. J.

C/utm., M. M. H., 350.

Id. id., 417. Met. alb., id.,

1,005. Id. id., 976.

Id. id., 972. Id. id., 973.

Id. id., 974. Pho$.ac., Enf.

cr.,H.,802. Id. id., 803. Id. id., 806. Id. id., 807.

Veratr. alb., M. M. H., 285.

Mel. alb., id., 6-24.

Id. id., 669.

Phos.ac., Enf. cr.,H.,661.

Id. id., 717.

Veratr. aW., M. M. H., SÍ9.

Id.id.,S04.

— 184 —

COLERA-MORBO ASIÁTICO.

Segundo periodo.

i.° Violento dolor de cabeza.

2." Calor y dolor de tirantez en la cabeza. 3.* Aflojo con8Ídenü>le de sangre á la ca-

bíeza. 4." Violento dolor de cabeza.

8.° En particular por la tarde, violento do­lor presivo j quemante en la cabeza, sobre todo en el vértice que se es-tiendc hacia adelante hasta la frente.

6." Dolor pulsativo de cabeza con dificultad de respirar.

7.* Aflujo de sangre á la cabeza. 8.° Aflujo de sangre á la cabeza con tur-

badon en las ideas y calor en la frente.

9." Dolor de cabeza de los mas violentos.

40. Dolor continuo de cabeza, y en las ór­bitas moviendo los ojos.

11. Dolor presivo de cabeza. 12. Dolor de tirantez en muchos puntos de

la cabeza, con vértigo,como si sedie-sen vueltas ah%dedor, que cesa recos­tando la cabeza.

13. Sensación de pesadez estrema en la ca­beza.

14. Dolor violento pulsativo en toda la ca­beza, en particular en la frente, con deseos de vomitar.

15. Dolor presivo en forma de punzadas en la región temporal izquierda: dolor presivo en la región temporal de­recha.

16. Enorme dolor en toda la cabeza. 17. Dolor pulsativo de cabeza por inter­

valos. 18. Dolor presivo y pulsativo de cabeza.

1." Camphora, M. M. H., 17.

2.° Id. id., 33. 3.° Id. id., 34.

4,° Cari», veget; id., 83.

5.° Id. id., 65.

Ü." Id. id., 49.

7.° Id. id., 48. 8.- Id. id., 46.

9." Cuprum met., Enf.cr.,H., 37.

lü. Id. id., 38.

11. Id. id., 45. 12. Id. id.,«0.

13. Metal, álbum, M.M.H.,35.

14. Id. id., 53.

15. Id. id., 48.

li'.. Id. id., 61. 17. Veratr. alb-,

id., 10. 18. Id. id., 12.

— 185 -

10. Dolor prcsivo y lateral de cabeza con malestar en el estómaf^o.

20. Rostro muy encendido. 21. La cara parece que despide fuego, sin

que el sugcto advierta calor. 22. Rostro colorado, encendido.

25. Los párpados están como sembrados de manchas rojizas.

21. Encendimiento de los ojos con mirada feroz.

25. Dolor nrcsivo, quemante y escociente en los ojos.

2<5. Los ojos están rojos y los l)ordcs de los párpados doloridos, y cuando se mue­ven frotan con aspereza el ojo como si estuviesen secos.

27. Sequedad de l<» párpados.

28. Fuerte sensación de calor en los ojos, que dura largo tiempo.

29. Calor en los ojos y en la cara con en­cendimiento délas mejillas como por efecto de un vapor caliente.

30. Calor en la boca y esófago.

51. Lengua cubierta de una capa blanca.

52. Lengua cubierta con una capa mucosa, amarilla y morena.

33. Calor y sequedad en la punta do la lengua.

34. Ardor en la parte superior de la gar­ganta.

35. Ardor y escozor en la garganta y el paladar.

36. Boca pastosa por la mañana.

37. Amargor de boca. 38. Lengua cargada de un moco blanco. Sí). Sequedad en la garganta, y sed. 40. Sed muy viva. 41. Lengua blanca.

42. Se<iuedad de la lengua.

19. Id. id., 14.

20. Camph.,id.,Sí\. 21. Cupr., E. C.

H., 102. 22. Metal, alb.,

M. M., 124. 23. Camph., id.,

24. Cupr.', E. C. H., 68.

25. Id. id.,(K5.

26. Metal, alb., id., 91.

27. Veralr. alb., id.. 35.

28. Id. id., 17.

29. Id. id., 39.

30. Camph., id., 69.

31. Carb.veg.,id., 177.

32. Id. id., 178.

33. Id. id., 179.

34. Id. id., 186.

35. Id. id., 187.

36. Cupr. E. C. H., 116.

37. Id. id., 125. 38. Id. id., 117. 39. Id. id., 121. 40. Id. id., 122. 41. Ma.aib.íA.lí.,

IL, 219. 42. Id. id.. 224.

— 186

43. La lengua parece tostada y ha perdido la facultad del gusto.

44. Erosión de la lengua con dolor esco­ciente.

48. Grande sequedad en la boca. 46. Grande sequedad de boca con sed viva. 47. Falta de sed. 48. Sequedad de garganta que obliga á be­

ber á cada instante. 49. Sed estraordinaria que no se mitiga be­

biendo. 80. Sequedad de garganta q«e no se disipa

con las bebidas. 81. Deseo de bebidas agrias. 82. Repugnancia al alimento, y deseo solo

de fruta. 83. Boca seca y pastosa. 84. Lengua cubierta de una capa amarilla. 88. Sensación de torpeza y grande seque­

dad al paladar. 86. Gusto amargo bilioso en la boca. 87. Sed inestinguible con deseo, en parti­

cular, de bebidas frias. 58. Deseo ardiente continuo de ácidos y

cosas frescas. 89. Náuseas y deseos de vomitar que se di­

sipan eructando. 60. Eructos y regüeldos. 61. Vómito bilioso teñido de sangre. 62. Vómitos con sudores frios, sobre todo

en la cara. 63. Conatos repetidos al vómito con cortos

accesos de vértigo. 64. Sensación en el estómago como si esta

viscera estuviese distendida y contusa con plenitud en el vientre.

65. Eructos frecuentes.

66. Náuseas continuas. 67. Dolor de estómago con eructos conti­

nuos y muy ácidos. 68. Presión con ansiedad en el estómago. 69. Presión dolorosa y continua en el estó­

mago y epigastrio. 70. Dolores en el epigastrio, hipocondrios

43.

44.

48. 46. 47. 48.

49.

80.

81. 82.

83. 84. 85.

86. 57.

58.

89.

60. 61. 62.

63.

64.

68.

66. 67.

68. 69.

70.

Id. id., 217.

Id. id., 214.

Id. id., 223. Id. id., 208. Id. id., 211. Id. id., 209.

Id. id., 212.

Veratr. alb., id., 76.

Id. id., 80. Id. id., 77.

H.,M.M.Jarh. Id. id. Id. id.

Id. id. Id. id.

Id. id.

CampA.,M.M. H., 79.

Id. id., 34. Id. id., 82. Id. id., 81.

Id. id., 80.

Id. id., 33.

Carb.veg.,id-> 204.

Id. id.,228. Id. id., 238.

Id. id., 242. Id. id., 243.

Id. id., 266.

— 187 —

y esipalda, producidos por el movi­miento de gases.

71. Eructos continuos.

72. Hipo frecuente. 73. Náuseas frecuentes violentas. 74. Deseos de vomitar, con dolores espas-

módicos al vientre. 75. Vómitos continuos. 76. Vómito violento que se reproduce de

tiempo en tiempo. 77. Vómito violento con náuseas y diarrea. 78. Vómitos extraordinarios con continuo

malestar de estómago, y tenesmo. 79. Vómitos enormes con malestar de vien­

tre y diarrea. 80. Vómito de mucosidades. 81. Vómito de mucosidades amargas y ver­

des, precedidos de náuseas con pesa­dez en el estómago.

82. Vómitos frecuentes de bilis pura. 83. Vómito de sangre sin tos con punzadas

profundas en el costado izquierdo del pecho.

84. Debilidad de estómago. 85. Dolores crueles al estómago. 86. Espasmo del estómago. 87. Pesadez en el estómago. 88. Sensación en el estómago como si con­

tuviese un líquido amargo. 89. Eructos frecuentes.

90. Hipo y eructos frecuentes. 91. Náuseas. 92. Ansiedad con náuseas. 93. Regüeldos. 94. Vómito. 95. Vómitos de alimentos. 96. Vómitos continuos con gritos del ma­

yor sentimiento y desconsuelo. 97. Vómito de un moco espeso, trasparente. 98. Vómito de moco y bilis verde. 99. Vomitando se queja el enfermo de un

fuerte calor interno, y tiene sed.

71.

72. 73. 74.

75. 76.

77. 78.

79.

80. 81.

82. 83.

84. 85. 86. 87. 88.

89.

90. 91. 92. 93. 94. 95. 96.

97. 98. 99.

Cupr. met, Énf. cr.H., 133.

Id. id., 137. Id. id., 140. Id. id., 147.

Id. id., 149. Id. id., 151.

Id. id., 152. Id. id., 154.

Id. id., 155.

Id. id., 159. Id. id., 160.

Id. id., 161. Id. id., 162.

Id. id., 164. Id. id., 166. Id. id., 167. Id. id., 169. Id. id., 171.

Md. alb., M M. H., 293

Id. id., 295. Id. id., 281. Id. id., 282. Id. id., 305. Id. id., 511. Id. id., 313. Id. id., 315.

Id. id., 217. Id. id., 218. Id. id., 519.

488 -

400. Vómitos violentos de un moco amarillo-verde impelen á desplegar los mayo­res esfuerzos; hay un gusto esccsiva-mente amargo en la boca, y persiste mucho tiempo después del vómito.

101. Vómitos frecuentes con temor á la muerte.

102. Vómitos serosos. 103. Vómito de un moco sanguinolento.

104. Vómito de sangre. 105. Espulsion de sangre por la cámara su­

perior c inferior. 106. Vómitos y cámaras enormes. 107. Vómitos violentos y prolongados con

diarrea. 108. Vómito violento de una masa blanda,

azulada, de un amarillo turbio segui­do de grande pérdida de fuerzas (1).

109. Dolores de estómago. 110. Estómago escesivamente dolorido. 111. D(Jor de estómago como si esta viscera

sufriese una distensión j)or todas par­tes hasta el punto de desgarrarse.

112. Grande mal de estómago, como si estu­viese producido por la presencia de gases: los vómitos y diarrea lo alivian, pero en seguida aparece con mayor violencia.

113. Grande ansiedad en el estómago.

i l4. Por poco que se haya comido, sobre­viene inmediatamente el vómito y diarrea»

l i s . Después de tomar alimento, hiño, de­seos de vomitar, y regüeldo ae sero­sidades amargas.

116. Eructos con gusto de los alimentos. 117. &uctos amargos ó agrios. 118. Grandes náuseas antes del vómito.

100. Id., id., 321.

101. Id. id., 222.

102. 103.

104. 108.

lOü. 107.

108.

109. 110. 111.

114.

116. 117. 118.

Id.,M.M.Jarii. Id., M. M. H.,

323. Id. id., 324. Id. id., 325.

Id. id., 326. Id. id., 327.

Id. id., 331. Id. id., 332. Id. id., 335.

112. Id. id., 358.

113. Id. id., 350.

VereUr. alb., M. M. J.

115. ld.,M. M. J.

Id., H. M. J. Id., M. M. J.

(4) VétM la noU de U pág. i30, primer vol. d« la M. M, de U.

- 189 —

119. Deseo de vomitar, con gusto de bilis en la boca.

130. Antesdel vómito, frío portodo el cuerpo. 121. Grandes náuseas, con encendimiento y

sudor del rostro. 122. Fuerte deseo de vomitar, que llega i

producir hasta el sincope. 123. Vómito de lo que se ha comido. 124. Vómito de lo que se ha comido, con

mucosidades verdes. 123. Vómito de moco verde. 126. Vómito de moco verde, y en seguida

una espuma abundante. 127. Vómito de moco verde, y en seguida

frió. 128. Vómito de mucosidades abundantes,

con debilidad estrema. 1S9. Vómito de moco blanco. 1.30. Vómitos continuos con diarrea y presión

al epigastrio. 131. Vómitos de espuma, luego amarillo-

verde, y de olor agrio. 132. Vómito de mucosidades de un vcrdo

negro. 133. Vómito negro. 134. Vómito de bilis y mucosidades, luego

de atrabílis, y por último de sangre. 133. Vómito enorme, de los mas violentos. 136. Violenta presión en la boca del estóma­

go, que se estiende hasta el esternón, la región sub-costal y los huesos ileos.

137. Dolores presivos y tractivos en la boca del estómago.

138. Dolor de estómago y de los intestinos. 139. Dolores de vientre, producidos por la

presencia de gases. 140. Espulsion de gases y dolor en el vien­

tre, como si estuviese lleno de aire. 141. Dolor tractivo y contusivo en el hipo­

condrio derecho hasta el pecho, so­bre todo al inspirar.

142. Sensación de dureza y pesadez en el bajo vientre hasta el ombligo.

143. Dolor presivo y tractivo en el lado iz­quierdo del vientre. TOMO IV.

119. Id. id., 97.

120. 121.

123. 124.

125. 126.

127.

128.

129. 130.

131.

132.

133. 134.

135. 136.

138. 139.

140.

141.

142.

143.

Id. id., 100. Id. id., 137.

122. Id. id., 142.

Id. id., 144. Id. id., 147.

Id. id., 148. Id. id., 149.

Id. id., 149.

Id. id., 156.

Id. id., 153. Id.,M.M.J.

Id., M. M. H., 151.

Id. id., 157.

Id. id., 158. Id. id., 159.

Id. id., 161. fd. id., 108.

137. Id. id., 111.

Id. id., 177. Catnph., id.,

40. Id. id., 39.

Id. id., 92.

Id. id., 91.

Id. id., 95.

15

— <90 -

144. Retortijones en el nentrc.

145. Dolor presivo en el vientre, con tenes­mo y cspulsion de viento caliente, inodoro y húmedo, aliviándose asi el enfermo.

14<!. Borborigmos en el vientre. 147. Ruido estrepitoso de gases en el vientre. 148. Espulsion de aire con ardor al ano y

sensación como si Tuese á moverse el vientre.

149. Los hipocondrios están doloridos.

150. Dolores en el vientre. 151. Pesadez en el hipogastrio. 152. Movimiento de gases en el vientre. 153. Movimientos cspasmódicos de los

músculos abdominales. 154. Movimientos espasmódicos violentos en

los intestinos y estómago. 155. Espasmos violentos en el hipogastrio y

las coatro estremidades, que arran­can gritos de desesperación.

lofi. Diarrea. 157. Diarrea violenta. 15H. Diarrea sanguinolenta. 159. Ruido de gases en el vientre.

160. Dolores erráticos en el vientre, diarrea amarilla y tenesmo, con dolor que­mante al ano, y sed.

161. Ansiedad en el bajo vientre con fiebre y sad.

162. Dolores violento* ea el vientre. 163. Diarrea. 164. Cámaras copiosas, diarrea llevada al

alto grado; salida involuntaria de m*-terías fecales y de orina.

168. Cámaras en forma de papilla. 106. Cámaras mucosas y verdes. 167. Cámaras liquidas, mocosas, parecidas al

gigote ó picadillo.

144.

145.

146. 147. 148.

149.

150. 151. loa.

153.

184. 165.

186. 157. 158. 159.

160.

162. 163. 164.

168. 166. 167.

Carb. vea. id., 256.

Id. id., 279.

Id. id., 300. Id. id., 306. Id. id., 315.

Cupr. met., Enf. cr. H., 174.

Id. id., Id. id., Id. id.,

17(1. 178. 185.

Id. id., 187.

Id. id., 188.

Id. id,, 189.

Id. id., 205. Id. id., 204. Id. id., 205. Met. alb., M.

M. H., 412. Id. id., 414.

161. Id. id., 402.

Id. id.. 408. Id. id., 432. Id. id. (1).

Id. id , 431. Id. id., 434. Id. id., 410.

(1) Véase la ñola de la pág. 4.3G en el 4 v. d« la M. M. de H.

— 191 —

168. Cámaras negras, acres, pútridas. 169. Diarrea con violento dolor al ano. 170. Tenesmo con diarrea mucosa y dolores

incisivos al ano. 171. Tenesmo con ardor. 172. Retracción de vientre. 173. liúdo de gases en el vientre.

174. Espulsion de gases. 175. Emisión violenta de gases por arriba y

por abajo. 176. Incomodidad en el vientre con ruido do

gases. 177. Cámaras copiosas. 178. Cámaras copiosas y frecuentes. 179. Diarrea con fuerte sudor. 180. Frió y escalofríos con diarrea fre­

cuente. 181. Con la diarrea la debilidad se aumenta. 182. Con la diarrea la cara palidece. 183. Diarrea violenta, sanguinolenta. 184. Durante la diarrea, sudor frío abmxkitle

á la frente. 185. Ardor al ano «1 moverse el vientre. 186. Diminución de la secreción de la orina.

187. Orina roja y ardor orinando. 188. Diminución de la secreción de la orina.

189. Emi8i(« de orina mas rara y menos co­piosa que de costumbre.

190. Diminución do la secreción de la orina.

191. La orina amarilla es poco abundante.

192. Retracción convulsiva del pecho, que parece depender de una especie de presión en o! estómago.

193. Respiración o|)rimida con ansiedad y ruido.

194. Respiración lenta y difícil. 195. Presión al pecho debajo del esternón

con dificultad de inspirar, v sensa­ción de friu desdo el pecho ¿ la boca.

168. 169. 170.

171. 172. 173.

174. 175.

177. 178. 179. 180.

181. 182. 183. 184.

185. 186.

187. 188.

189.

190.

191;

192.

194. 195.

Id. id.. 457. Id. id., 439. Id. id., 4^1.

Id. id., 453. Id. id., 443. Veratr. alb.,

id., 169. Id. id., 120. Id. id., 121.

176. Id. id., 168.

id. id., 193. Id. id., 195. Id. id., 198. Id. id., 199.

Id. id., 200. W. id., 201. Id. id., 303. Id. id., 210.

Id. id., 211. Camph., id.,

110. Id. id., 81. Carb. vea.,id-1

364. Cupr. met.,

Enf. cr.,H., 10.

Mel. alb., M. M. U., 401.

Veralr. alb., id., 142.

Campk., id., 61.

193. Id. id., 124.

Id. id., 125. U. id., 127.

- 19a —

196. Mujo de sangre al pecho.

197. Opresión espasmddica y constricción de pecho durante cuatro minutos.

198. Dificultad de respirar mas grande al sentarsa.

199. Accesos frecuentes de constricción de pecho que suspenden la respiración por algunos instantes.

200. Accesos espasmódicos de asma, cons­tricción de pecho, dificultad de res­pirar hasta la sofocación, y cuando cesan estos espasmos, vómito espas-módico.

301. Accesos de sorocacion. 202. Opresión de pecho.

203. Opresión de pecho y dificultad de res­pirar.

204. Lamentos T gemidos míe producen una ansiedad insoportable, j una sensa­ción estremaaamente penosa que di­ficulta la respiración.

205. Frecuentes accesos de opresión ansiosa de pecho y respiración corta en to­das las posiciones.

206. Constricción dolorosa del pecho.

207. Presión y retracción en el pecho. 308. Dolores de pecho con accesos de an­

siedad. 209. Palpitaciones de corazón.

310. Ansiedad. 311. Movimientos tumultuosos del corazón d

palpitaciones violentas. 212. Palpitaciones de corazón.

213. Violentos latidos de corazón.

214. Palpitaciones de corazón con ansiedad V respiración mas rá|Hda.

215. Pulso acelerado.

196.

197.

198.

199.

200.

201. 203.

303.

904.

307. 308.

309.

310. 311.

313.

213.

314.

315.

Carb. veg.,id; 451.

Id., id. 496.

Id. id., 464.

Id. id., 486.

Cupr. met. Enf.cr.,H., 339.

Id. id., 343. Met. atb., M.

M. H., 673. Id. id., 574.

Id. id., 577.

305. Id. id., 189

206 Veratr. alb., id., 164.

Id. id., 234. Id. id., 241.

Catnph., id.,

Id. id.,* 101. Corb. vea., id.,

455. Cupr. met.,

Enf.cr.,H., 354.

Mei. alb., M. M. H.,978.

Veratr. alb., id., 229.

Catnph., id., 107.

— 193 —

SIG. Pulso lento. 217. Pulso pequeño y lento. 218. Pulso concentrado. 219. Pulsaciones en la región del estómago.

220. Pulso débil. 221. Plenitud del pubo sin aceleración.

222. Pulso frecuente. 223. Pulso frecuente, pequeño y débil.

224. Pulso frecuente.

225. Aumento de calor en todo el cuerpo con encendimiento de la cara.

226. Con calor á la cara; las manos están frías.

227. Tendencia á enfriarse, retortijones de vientre y cámaras morenas o negras.

228. Ansiedad y sensación de calor, pero el cuerpo frío al tacto.

229. Calor por todo el cuerpo menos los pies, que están fríos.

230. Las manos se quedan frías. 231. Calor febril.

232. Calor general con ansiedad.

233. Diminución del calor. 234. Los miembros se ponen fríos. 233. Frió estertor en los miembros y calor

interno con agitación, inquietud y pulso débil.

236. Prio |)or todo el cuerpo.

237. Frío en los miembros.

216. 217. 218. 219.

220. 221.

222. 223.

224.

223.

226.

227.

228.

229.

251.

232.

233. 234. 236.

236.

237.

Id. id., 200. Id. id., 299. Id. id., 203. Carb. veg., id.,

241. Id. id., 694. Cupr. met.,

Enf.cr., H., 375.

Id. id., 376. Met. alb., M.

M. H., 102. Veratr. alb.,

id., 311. Camph., id.,

226. Id. id., 226.

Id. id., 87.

Carb. vea., id., 693.

Id. id., 698.

Id. id., 528. Cupr. met.,

Enf.cr., H., 375.

Mel. alb., M. M. H.. 975.

Id. id., 934. Id. id., 940. Id. id., 947.

Veratr. alb., id., 332.

Id. id., 336.

(Se cotUinmrá.J

CLIIVICA.

Diez días han trascurrido desde que la Gaceta del go­bierno tuvo á bien publicar y declarar de una manera oDcial la existencia del cólera-morbo en esta corte. Ocho casos de invasión habían ocurrido el dia en que el gobierno adoptó esta determinación; y en los diez que ya contanxM desde aquella fecha, afortunadamente el desarrollo del mal ha sido en estremo lento, y no faltan motivos para recelar que la enfermedad no tomará aquí las proporciones tan colosales que adquirió en otros puntos de la Península menos salobres, en el estío y otoño últimos.

En los referidos diex dias yo no só que mis compa­ñeros los Homeópatas hayan podido observar gran número de coléricos, lo qae nada tiene de cstraño si se atiende por ana parte al considerable número de profesores que hay en esta capital, y por otra al reducidísimo guarismo de los atacados. Yo he tenido proporción de ver cualro enfermos, á mi juicio, verdaderamente coléricos. I)os de ellos no pertenecían á mi clientela, y, por consiguiente, ni han sido tratados por mi, ni tampoco por otro Uomeópata. Es ver­dad que fui llamado para encargarme de uno de estos (una

— 193 —

señora); pero llevaba ya 24 horas de tratamiento alopá­tico, se hallaba en un estado bastante avanzado, ra médi­co creia salvarla con una sangría, y, en atención á eclog antecedentes, no crei oportuno encargarme del trata­miento.

Resulta que hasta ^ta fecha son dos casos los que be podido observar y tratar desde su principio hasta su termi­nación en la salud, y de ellos, así como de cuantas obser' vaciones pueda recoger después, me iré ocupando suceai-vamente, y i medida que lo permitan la abundancia de malcríales á que tenemos que dar cabida en nuestro pe­riódico.

£1 dia 42 del corriente fui avisado á las ocho déla oía-ñana con bastante premura para ir á ver un enfermo á ca­sa de un cliente mío (calle de Embajadores, 11-, tercero derecha); pero sin que se me dijera cuál era el motivo de tanta urgencia. Fui al momento, y ya el aspecto de los interesados me hizo presumir de lo que se trataba. La pa­ciente era una joven de veinte y cinco años, cuyos ante­cedentes no eran los mas favorables á su salud, pues que padecía un retraso, bastante prolongado, de las reglas: hacia tres noches que había comido en hora bastante avan­zada algunos rábanos, y sin duda la indigestión de esta sustancia fue la causa de la diarrea que se le declaró al dia siguiente: esta diarrea, que descuidó completamente, debió graduarse hasta ser una verdadera colerina, según los antecedentes que se me dieron. Lo cierto es que en la noche deH I, y como á las sesentahoras de este padecimien­to, se presentaron, precedidos de angustia y agitación sa­ma, véoiitos violentos, primero del alimento últimamente ingerido, después de alguna bilis, y muy luego de sero­sidad blanca, cuyo producto tuve ocasión de examinar á mi primera visita. El cuadro que al dia siguiente en que fui llamado ofrecia la enferma (ocho y media de

— l u c ­ia mañana) era el siguiente: acostada en decúbito dor­sal, tenia los brazos fuera de la ropa como por efecto de la inquietud y de la agitación que la atormentaba : estaba afónica enteramente, y su cara tan demacrada , los ojos tan bandidos, y tan azulada la aureola que los rodeaba, que apenas podía reconocerse aquella facies. La piel estaba solamente fresca; pero las añas tenían ya un poco del tinte azulado: el pulso era fíliformc, y, sin embargo, el tacto era todaviasaave y sin haütuosidad fría. Los vómitos eran, sí, muy repelidos y alguna vez simultáneos con las deposicio­nes; el producto de los primeros era enteramente seroso y el dolos segundos blanco también, pero mas grumoso, como sí nadaran filamentos de grasa pura entre la serosidad. La lengua no estaba enteramente fría, ni la sed era abrasadora, ni ardiente: deseaba beber agua fría coa frecoencia, pero sin esperímentar el ardor que después la sobrevino. La secreción de la orina se había suprimido desde la tarde ante­rior; y los calambres, que solo la repetiao en ios tobillos, la agitación y el eslremado miedo á la muerte que sentía, formaban un cuadro, sí no enteramente desesperado, sí de un cólera bien confirmado, que progresaba por instantes, y cuyo éxito no podía menos de aparecer dudoso.

Examinada y observada con esta detención la enfer­ma, habría comenzado el tratamiento por el medicamento cuyos síntomas, si no se babian desarrollado del todo, se veían venir á toda prisa; pero decidido á observar dete­nida y repetidamente este primer caso, y toda vez que previ alguna tregua, concebí el proyecto de seguir con observación precisa la escala de los tres medicamentos que desde luego vi como de uso indispensable en este gó-nero de cólera. Dispuse ana solacion de Ipecacuanna, 3.* dilución, de 45 ó mas gíbalos en medio vaso de agua, para dar una cucharada cada quince minutos ó después de cada vóqilt», si estos se repetiao antes: ordené que se

— W — abrigara bien á la enferma, procurando no dejarla desta­par ni sacar los brazos, que no se la diera mas que alguna cucharada de agua de nieve en los intermedios del roedi-camentOt y que se le aplicaran objetos de cobre ó de latón á los puntos mortificados por los calambres, con encargo de trisarme al menor síntoma de mayor alarma.

A las dos horas y media volvi á ver á mi enferma, y había ocurrido lo siguiente:

£1 medicamento se le había dado mas de prisa porque los vómitos así lo habían exigido, según mis instrucciones; pero la cuarta dosis ya no la vomitó. Calmados así los vó­mitos, la enferma parecía haberse reanimado un poco; pero esta ligera cakna solamente había durado una hora. Plisa­da esta, la paciente había vuelto ¿ su anteríM* estado coa nuyor agitación y mas angustia, si bien era cierto que desde aqud alivio los calambres no la mortificaban tanto.

Vista por mi la insoficieocia de la IpecacmnM, la hi­ce suspender, y dispuse en su lugar Yeratrum álbum, de la 6 / dilución, para dar tres glóbulos cada diei momios, en seco, sobre la kmgua: enoargoé el mismo cuidado acer* ca del abrigo de la cama y el aviso á la menor novvdwi.

Dos horas después pude observar lo que sigue: Deqraes de algunas dosis de Virra/rum, se habían S M -

pendído los cursos, los vómitos eran menos frecuentes, y asi seguían unos y otros; la piel estaba un poco mas tibia, y los calambres no se habían repetido. Pero el pulso conti­nuaba muy retraído, y los demás síntomas eran para mi ñus alarmantes. A pesar de aquella diminución ó alivio en tres siotomas importantes, la naturaleza no llevaba bien aquel estado. La agitación y la angustia eran mayores; la descomposición del semUante había aumentado mas bien que disminuido; las secreciones de la orina y de la bilis continuaban suprimidas, y la de la saliva halua cesado completamente, porque la sed era ya tan ardiente como

Tono IV. 14

- 1 9 8 -

abraiaiioFa la sensación que esperifflflittaba en la booá del e6tiNPHgo. El momento de administrar An^nietm ya nb p«dj«t diferirae} t^jti gran oantidad de glóbulos de la 6.' dilución á k» asistentes, y ordeiró que se le dieran eos en 8^00 sobre la lengua cada dica oiiniitos al principio, y con algunos mioutús mas de intervalo progre8ivameni«> desde que advirtieran alguna dñliinuclon en los Blntottas, Reite­ré los encargos anteriores. y dispm»qae,en voa deflgdb de nMTQ. i* pusieran terroncitos de nieve pmm Mbi^ la lengua.

Uw efectos producidos por Artenimm cuando habit lomado la mférma la sétima dóstg,'justlHcan la impor-lanciü y laetkacia de este heroico remedio en el cólera. Desde loego comenzó haciendo tlisminulr la sed y el ardor que abrasaba é la infelíK paeiente, f,en sn coiiSMaeneiÉ, dándola ánimo y coiismle moral. Se restablecieron las evaetaeiraes de vienlre, noticia qMi-eeíbt con gusto, por Ver qae Mío sucedía o«n alivio do IM aÉtoriorétKhlttfmas, y sobro lodo con los de la parte moral. Lot rómíto« contf-Qoaron basta la madrugada signiente; poro nran con ínter-valoftile una y mas horas, y sin la anga.4la anterior. El pulso y «i cdor á la piel taráardn tambi«n baAaite eti res­tablecerse ; pero en lo que ture oc»ion de admirar los efe(^os de este prodigioso medicamento fm en la Maném fltaio a»lacroa rastableciendo bajo so influjo, cada vez más lento, Ifls scerecioBcs suprimidas; drcunstancia, sea Aebo de paiQ, tanagravante en esta enfermedad, cmndo esta sit-presíoft se ba eoMumado, crniio favorable á la salud des^ de que'el niicTo prorincio secretorio al eslerior denota qnb 0US órganos tienen ya vida |H<opii para ftincionar.

U priinwa secreción qoo t» restableció á la SélWia do­sis, %tsm acabo de manif«(tar, fiio la de la^WtiÉ, ó in-Aidablenitfilc la del páncreas. A la décltna dó^b' oríbó un psqaito la éafema ul hacer una dcpóitk ion, bltttica todatfa.

— 19» —

y acaso de las ina«; grumosetí. Al poco tiempo parece que habla conciliado el sueño por un corto momento, y la ddpwicion que bizo después ya tenia un poco de color verdoso. Los vómílús, como be manifestado, cedieron pwú no volver mad á la madragada del dia siguiente, ó ñtAÁ iüs veinte iioras de estarse medicinando; y aunque los cursos conlinunron cada cuatro ó cinco horas durante el sogiiado y aun el l(^oer dia, sm condiciones eran cada vez mas normales, y por esto creí que no debía variar la modicaciofl, sino modilicarla hasta venir á dar una do­sis cada tres ó mas horas.

Asi continuó la paciente recobrando en lo posible la regularidad de ni aírelo y la integridad de sus funciones. Kra ciertamente curioso y agradable hasta no poder mas, para el observador, ver cómo la naturaleza, después de haber venddo el estorbo que la oprimía y la desonjlenabt en todos sus actos, iba poco á poco haciaido brotar la vida y reanimando y haciendo Tuncionar Ins piezas fundamenta" les de osla complicada máquina. El restablecimiento nermal de la saliva y de ios jugos gáelricos, <30iiio signo de la ma­yor facilidad con que se hacia la cirtulacioo y la íamaUh-sis, (rajo h calma do la ansiedad y de la pena qne [M-O-dtKeesaaed incsiinguiUe de los coléricos. £1 hígado y el aparato renal continuaron esperimentando el benéfico influjo de la vida, y ai ejercer sus respectivas funciones armonizaban el bien y dulce estar de su sistema gangtíó-nico «en el que puco á poco se restablecía en lasdeuK regionei, dspecíalmente eo los órganos qoe mas taoiddiati-riicnte se hallan !):ij() la ini]aencia del nervio llamtdo gran simpálico. A*i sé iba lentamente animando el rostro y ha­ciéndose grande y enlonadd el pulso: la voz fue perdien­do ese timbre particular que le caracteriza; la lengua ad­quirió humedad y color, la moral despojo y alegría, y ya s(! sentía la enferma en disposición de Klimcnlarse.

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Confieso, á la verdad, aunque sin motivo para arre-pcntirme, que estuve en este punto algo mas severo de lo que se acostumbra generalmente. Bien es cierto que las observaciones recogidas jior nuestros prácticos en el trata­miento del cxilera-morbo roe autorizaban para hacerlo asi. Es grande el número de convalecientes que han pagado con la vida la mas pequeña imprudencia en el orden y en la escala que debe seguirse en la alimentación. Y cuando tantas penas y tantos afanes cuesta al profesor poner á cu­bierto del verdadero peligro ásus enfermos, es bien tris­te, y es una desgracia lamentable, que por una pueri cwndesceodencia vea destruido en un instante el fruto de sus tareas y de su asiduo trabajo, del que no pocas ve­ces dependa su estimación y su prestigio, y donde acaso están afianzadas sos ilusiones de profesor. Cuando la cues­tión estriba en que el enfermo desea entregarse alguno» diat antes á sus habituales quehaoeros, es preferible que tenga paciencia, á esponerse á perderlo todo absoluta-mente.

En la enferma de que se trata estuve, como he dicho, riguroso: hasta pasadas veinte y cuatro horas después que tuvo el últtoM) vómito, no la permití mas que agua de nieve, y poca; en las veinte y cuatro siguientes la concedí sus­tancia de arroz, fresca; en las otras veinte y cuatro caldo y sustancia, y ya « i lo sucesivo sopa y otros alimentos mas nutritivos. La enferma, á pesar de todo , hoy, que hace odM) dias que fue invadida, se halla levantada y en disposición de entregarse á sus faenas de costumbre.

Madrid 20 de mayo de 1855. T. PEILICE».

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NOTICIAS VARIAS.

De un periódico que. se publica en Burdeog, llamado Journal du Peuple, copiamos lo siguiente, con motivo de una carta autógrafa del Dr. MANDT, médico de S. M. el Emperador NICOLÁS:

(Los adversarios de la Homeopatía procuran con el ma­yor cuidado utilizar todas las ocasiones en que creen que pueden cercenarla algún prestigio del que diariamente ad> quiere en la opinión pública.

•Hace seis meses, ó sea en la época en que el cólera lle­naba de luto la Francia, la Italia y la Espaúa, y en que pú­blicamente se declaraba el buen éxito de la Homeopatía en esta enfermedad terrible, que se imprimió y procuró hacer circular la noticia de que el Dr. NDÑEZ, médico de S. M. la Reina ISABEL, y uno de los propagadores mas eminentes de la Homeopatía en España, había muerto del cólera en algu-lua horas, noticia tan afortunadamente falsa, como que el Dr. NDREE se encuentra en la actualidad en Madrid, gozan­do de una talud que jamás ha sido alterada por epidemia alguna.

•Pero no cesan aquí las invectivas. De público so sabe, y loa periódicos se,han ocupado de ello, la protección que dispensaba á la Homeopatía el Emperador NICOLÁS. También es público que su médico, el Dr. MANDT , es partidario de esta doctrina, y hé aquí la repentina invención siguiente: «Que el Dr. MANDT , por invitación del Emperador ALKJAN-*Dao, se ha visto obligado á abandonar la Rusia i toda •prisa , por haber llegado á su colmo la irritación del «pueblo.»

•Todos estos hechos son absolulAmcnte falsos, y no hace muchos días que en la correspondencia de los poriódicoa/'vio^

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se leía que el Emperador ALEJANDRO, para dar una prueba de su gratitud al Or< MARprpor k4 «9t|q()4ique liabia dis­pensado á la familia im])cri.il, le había ofrecido una mag­nífica tabaquera guarnecida de diamantes. Se sabe, en fin, que este profesor, reputado como una de las celebridades médicas de Europa, era tan amigo como medico del Empe­rador NICOLÁS.* ,

'\

He aqui, por lo demás, una carta escrita por «t uámao Dr. MAXDT, que prueba que el célebre doctor no ha afau^ donado jamás á San-Pelersburgo. E.sta carta nos lia sido dirigida y firmada desde el mismo palacio imperial. Creemos que será leída con interés:

oSAR- PrnaunoRCo.

«Palacio de íariemo 42 de abril de 48SS.

tA M. J. SAnrr-RiELL DCPO.NV.

»Mi querido señor:

iComiento por agradeceros el solicito ítttM'cs qoe me habéis manifestado.

>Sd>eí8 perfectamente que los perros de un lugar ladran cuando su dueño monta á caballo. Esta es una obsenracíon general.

»Y, sin embargo, mi querido amigo, ¿o» parecería bien 4}ae yo dijera al mas miserable de esos anímales, á aquel que ladra mas fuerte, al autor, en fin , de la cJiiumnia do que se trata: mentís una T mil veccif?

tVos sabéis que jamú me he molido de aquí. Contínüo en el tratamiento de la Emperatriz madre, que desde hace mucho tiempo me ha sido confiado. Es verdad que nue»-tras masas (el esceicnto pueblo ruso) de aqu', han estado muy trfsMs; pero dequese haya mostrado irritado, ni lo lie subido ni en nnncnalguna pu^o creerlo. ¿Creéis que, á pesar de

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c$(A «»{»lícita maaiftfitaotimv tna Meatrlm lodáVfa Ida péiMs por algún Uetnpe?

«Praciso os aüidir quo b muerte de mi MlMr tioliábH» sido lan sublime, si t';I no hubiera conocido á li«irtpo fjtia Va Qo d a b a la menor ospetwizali Esto os \óg\cb y «éiieillo por demias.

*UaceU» mi querido señbr, de estas mis obS(3rVtt¿ibti&^ lo q\)^ fitfm» ivaío y equitativo. De todos mOdüM, oé té ho mi eterno agradeoimionto por vuestras bondades MtiK tñi, y espero qi o oo a«rá esta la última ocagion eti c {)U«da saludaros.

«Reoibíd, sefior, la «bpresion massitléoM dR todttk consideracioB coa que tiene ol hooor de ser vuestro aíbcM titimo

»DR. MANOt.»

. Q ^ el mayor gusto accedomos á la petición que no* haceo los señores directores de la Asociación Midieá Et-poRoloy ptra que pubUqaemos el siguiente docutnontO:

^potídon que la directiva de la Junta central quirúrgica, protectora de las clases puras, elevó á las Cortes constitU' yenti», p fUe tomada en consideración por tas mismas el dia 48 áel corriente.

«Ifuh <$naitecé tanto A los gobiernos como el (dictar leyes tuAMas y justAs (|ue aseguren á los ciudadanos, cualesquiera qufelMían su fbfítina y condición, la asistencia facujtatlyu on 9OS dokndas; quc ^vef)gan el desarrollo de la? desastfo-|j»í epidemias que de tiempo en tiempo afligen ¿ los puq» Wos, y deteíípin los estragos y la desolación que ocasionan una vez manifestadas. Laudable es, por cierto, que el gqbier-Itft dé S, M., convencido de la apremiante necesidad de at-téjfiát él 8er>'íc!o sanitario de una manera estable y confi^-tne á fót (irógrcsos de la civilización, haya presentado á las

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Cortes constituyentes el tan deseado proyecto de sanidad en 27 de mano próximo pasado; proyecto que, eo m con­junto, ha sido recibido con aplausos por las clases médicas en general.

«Preciso es, sin embargo, advertirque hay en él omisio­nes muy trascendentales y que lastiman conocidamente los derechos de los cin;yano« y de los médicos puros, clases respetabilísimas, asi por el número, de sus individaoB como por la importancia de los servicios que («restan i la nación entM«. En prueba de la singular predilección con que el gobierno las ha mirado siempre, bastará citar las óñlenes espedidas á su ümr en 13 de abril de 1780 y en 29 de ju­lio de 1783, la real cédula de 6 de mayo de 1804, y, final­mente, la real orden de 18 de febrero de 1836. El proyecto las niega, no obstante, toda participación en el consejo de sanidad, en las juntas provinciales y de partido, en las sub-delegaciones, en las direcciones de puertos, en el ramo de facultativos fwenses y en los jurados médicos. Para recla­mar los legítimos derechos de que se pretende deipojar á las clases facultativas puras en el espresado proyecto, levan­tan hoy su voz respetuosa, pero enérgica, á fin de que, to­mando en consideración el Congreso las razones que ale­gan, nKxlifique el reglamento sanitario conforme á los prin­cipios de la mu estricta justicia.

>La clase de médicos puros cuenta en su seno prácticos muy distiogaidos, y ha merecido siempre bien de la cien­cia y de h humanidad, por su ilustración y por el celo que ha desplegado en el desempeño de su elevado ministerio, asi ra la prensa y en las academias, como en los hospitales y en los pueblos, en el ejército y en la armada, no $aiú en drcunstandas ordinarias, sino en tiempo de pestes y de ca­lamidades públkas. Acreedora es, por lo mismo, á alteraar la de médico-cirujanos en los cuerpos consultivos, sean puramente honoríficos ó con sueldo.

>lioa cirujanos reúnen circun^ncias no menos recomm-dri>les para ingresar en las juntas de sanidad, provinciales y de paitido, y desempeñar el cargo de subdelegados. Eo

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buen hora que aeroijante conceúon se hiciera únaiftñ en favor de profesores esperimentados, y que hoUesM dada repetidas y notables muestras de hd)oriosidad, fllantrophi y honradet. Esto no perjudioaria en manera alguna loa ver­daderos intoeses de la clase médico-quirárgica, pwsto que solo en ciertas poblaciones, y en número muy reducido, ha-brian de tener cabida los profesores de cinigia para aipkar á dicho cargo, y tendría la incalculable Tentiya de semina de incentivo, y alentaries á trabajar sin tregua en obsequio del progreso de las ciencias médicas. Entre los muchos títu­los que tiene la clase de cirujanos para que se la mire con mas consideración, solo mencionará los buenos servicios que prestó durante U invasión del cólera en la peninsula el aAo'^timo y el de 1834, y el particular esmero coa que en Madrid socorrió d los condiatientes de julio próximo pasado que tuvieron la desgrada de caer heridos en las glorioeaa jomadas que levantaron el baluarte de la Ittertad.

»V\ capitulo del proyecto que se refiere á la entásm de loa facultativos forenses no menciona para nada i los ciru-jluios Bi á los médicos puros; de lo cual se infiere daraoMn* te que dichos dettíaos se reservan tan solo para loa médioo-eimjanos. Laclase de cirujanos, que en todas las poblaeio-nea de España, que en Madrid mismo, ha estado y e ^ dis­puesta á todas horas para cumplir los mandatos judidaka « i los casos legales de drugia, y aun muehaa veces en ks de medicina, ski remuneradon alguna casi siempre, y sufrien­do no pocas vejMiones y disgustos, así por pivte de los ia-tareaados como por los mismos dependieotea de las Mrto-ridadea, va é anr postergada hoy y relegada al olvido, acaso porque se trata de recompensar de una manom decoroae el ejercido médico-legal. Mientras nada vidia este, le obUgaba i toadn^janos, de gradoópwftMRa, i practicur reooaod-mientoa, autopaias y exhwnadones, corar heridos, prestar dedaradones y dar eertifleados; en una palabra, i ejMew la putemuespiíMMayeomprometidade lacienda,eti9leaB-do en ks antesalas de ka tribunales de justida un tieopo predoao, que necesitaban á menudo para asktir á sos dkiitM

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y froMpMMe JhH vecunos iodúpansaUes para a^nder á la sÉhátlMMMdflauífaiiiiliaa y al pago dsLÚ cargas del Esta­do. Raaminmue loa arcUvoa de Ia> jiugados da pnoi^ra ÍBrt«MHt, y tm veré qua los cirgjaoaa» j% por U posicioi «#• peoial q«« ocupan ea las capillas, ya por la uacesidad en las pod^oa pequeños, han iaterveoido como periUM en la mqfona da loa caaos judioialai, siendo caai una escapcion ^pie loa •iédico<*«ir«jatM>^ en üiTor de los cuales asUblace ti fm^féotodesaoiéid un prívilegio asclusívo, lujnia «uxi» liado algtBia que otra vea á los tribunales en tan d#tiqado eomo penoao senriciob

uAm hafwum, ttñofM áiputados. El llevar á cabo el pro-yaolo da aaoidad en la parte que se refiere á la creación da los ftoukatívos farenses, coiocaria i la clase de einyanos e« OM sitoacioa, anómala y en eatramo ambaraaoaa, saiari todo OD k» pueUos de «aeaao fecin()ario. Uamados per las autoridadea en oaaoa de laegairt» naraaidad A preatar loapñ* ueioaaoeomBá un herido dá vm «nroMMado, ya pK no haUar ai fisottilatifi» foraaae con la pranunv que tidea cíN oamtancia» requieren, ya porque no lo baya en algunas p<rt>laown0s, «podrán negarse á los mandatos judiciales, y dejar que ka deagraciadoa pacientes perezcan, tenieiido en Boa aanos ka medios de aalrvie la vida? No, y ntfl veoea n»^ Autortaadoe ka etngaooa eos un diptoma competente, é ia^itedoa por «n deber humarntario y de conoianoa, eonl«MMnaoaliaaiorragÍ8AiUaiaame«ikia casoid^lio-riáaa graves, j se opoadrán i la acción del tdaifo latal m k» és eaveaemmietíúa. Pero, jsería entoocaa equilaüvo que iRBiMjaaÉa «MBo basta aqui gratmlanMote, y que los médioop ein^ñoB foi—aaa paroibiaran integra su aaignaeion?

tPar tttion, «HMido setratadeSMiraKsar lascfeaés, flat»-Ueetemlo juradea naédioea pan vigilar de carea ki ooBdocia dé kiaproÁseras que, olvidá*doa» de lo que ae dobm i á. IBl*aRHyélKei«neMi,faltenÍ8U8 sagradas driiaraa; ciiaÉ-^s«|ta)aa«Mi«pria>irlastntnaBOBes, ootragir loa abasos 4|i4odo«éDeri^tan frocnata por desgiMb an la épe<a

bim labidaa da todeat oaando aa trata,

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en fin, de hacer respetar tos derecho» d<l 1«« claMS médi­cas, y alentarlíis para que influyan (tn la regeneración y engrandecimiento de la medicina patria, preciso es dar entrada en tan importante corporación á los facultativos de todas las categoría; que existen legalmente en España. I ara que' ion jurados raedicfB puciflan Henar su coiiaétídcr ¿ual corresponde; para (jue no sean'éstíriféB las sabias mSpd*' siciones dol gobierno en (!ste punto, deben estar repr^en-tadas eh clTos todas fas clases, desde él doctor en medicina y cirugía, tmslíi el ministrai le. Sqlo así podrán los ju­rados fallar cOn ¡imparcialidad y pleno conocimieh^p de causa. y , 1

•Los infrascritos creen de buena fe qu« no ha surgido nunca en la mente de los señores (pie lian redactado eí pro­yecto de sanidad la idea de escluir de los ju -ados miidlcog á las clases facultiitivas puras, y que si np han hablado de ellas de una manera ttirminante, ha sido quizá por,olvidó y nada mas. Si por desgracia se equivocaran, espprart conflaíja-mente ea la rectitud y en el buen criterio de los |eáores diputados á quienes se ha confiado el examen d/í\ referida proyecto. ' ....-,.

•Para no molestar mas la atcncipn de la Asamblea, con­cluyen los esponentes suplicándola tenga muyen cuente" todas las razones arriba espuestas, á fin dq quei^.4ar,aI{^D7, yecto do sanidad el caráctet de ley orgánica, se coneed^.á las clases facoltatívas puras la intervención que legítima­mente les corresponde en el consejo dé sanidad, en las jun­ta* provinciales y de partido, en las ^ubdplegacipnes, enja» direcciones do sanidad, do los puertos, en la medicina y en la cirugía forenses, y, por úllinio, en los jurados mó­dicos.

•Madrúl 17 de abril do 1831$.—A nombre de las clases: Francisco Alárcos.—José Lobera, licenciado en cirugía mé­dica.—Romualdo Saeuz y Uuint«MlJa.—Oionkio Lopel Ce­rezo.—l'cdro Clavo y Amo.—Ignacio Redondo.—iuas Mm y Ortega.—Jos«J María Ohnide.—Luid PortUk.—41defoMlM» Asenaio—Juan Manuel MarUnoii—DiootMO Peree GlMcoii»

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~-lianuel de Gor Donato, licenciado en medicina.-—Grego­rio Arpón.—Ignacio García.»

En el periódico A l ^ t a El Siglo Médico del U del pasado, leemos lo que sigue:

«De LOS CALOMUANoscoirraALA Disumau.—Há aqui có­mo se espresa sobre este punto el Sr. de LARUB: 1.*, preco-nisadosporLuAvios, HKAO, HOCLSTON, Lin>, MnasAT, Lv-aoKs, HÁnLioR, FaaaK, Rea, JOBRÍON, MCLLBR, PEHBKRTON,

JiBOta, SciArria, Psiairro, ARNISLOY, SMITB, etc., los calo­melanos, que mmlrot hemot etperimentado ampliamente, tienen, en nuestro concepto, C(HDO medicación usual un poder antidisentérico á ningtm otro comparable; 2.*, este jN-edoBO agente, prescrito á ddos fraccionadas, no irritando y purgtmdo poco, á pesar d« las negadones absolutas de SANBaAS, de Bcasoí, de Guconon y de otros muchos, ofre­ce, en la eq>ecie, ventajas muy superiores á aquellas (por otra parte frecuentemente seguidas de tialismo) que procu­ra á ddais elevadas. Rara ves lento en sus efectos curativos, provoca á veces, con una escesiva rapidez, cambios de feliz presagio. F^aáa por térmüutmatto en tret dio» la duración del tratamiento, vark, ttitre todo, segmi la persistencia 6 la fagaeidad del elemento inflamatorio. Por lo general nos­otros prescribimos el proto-eloruro de mercurio de hora en hora en una cucharada de h» de café, de vebiculo apropia­do por paquetitos dispuestos en ddsis y formulados como sigue:

R. CakMoeUoos al vapor . . . iO centigramos. Azúcar polveritada . . . . { gramo.

iDeqHies de haber meseiado tas dos sostamñas tan exac<' lamente como sea posible, se divide k mezcla, según la in-dieackm, en «fies ó veinte tomas iguales. Siempre apoyados en la higiene, ordbiariamente en una dieU severa, en lof

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emoUentes, por encepcion en un mayor número de auxilia­res, este medicamento se dirige á todas las edades de la vida, á todas las formas y á todas las fases de la enfer­medad.i

£oel próximo numerónos ocuparemos del principio l«< rapéuUco á que se subordinan estas curacionea.

Del muoo periódico tomamos los sigaienles curiosoa sueltos:

«PRIRK SINE nnissKmi umai.—Aun cuando esta cues­tión: Unamujeren cinta, ipuede presentar, en elcmto delem-baraxo y en el momento del parto, lot lignoi de la virginidail ha sido resuelta afirmativamente por la mayor parte de los médicos legistas, el hecho siguiente merece ser referido por su originalidad.

•Un hombre de veinte y siete años, pastor protestante, de una constitución sanguínea nerviosa, de una educación casta, y (lo que es mas raro en nuestros días) completamente igno­rante de la práctica del amor, se habla casado ha<»a oowwi-ta y siete senuinas con tma mujer de su edad, de eoita talla, pero fuertemente eonstltuiíh.

>Sonó la hora, como dice el poeta, en que el pemeBo ser, lUmando á golpes rodobladdS á la puerta, maapsté su ardiente deseo de ver la luz celeste.

•Ucgó á toda i^isa la comadre, y ejerció, durante t|pbi> U y seis horas, toda suerte de manipulaciones sobfe li lu­ciente; llamando por 8ná otra, en atención á que kt eaaii esposa DO accedió á qiM la viese un comadrón.

•Redobláronse las manifMilaci nes, hitóse tomar á la ea-femuí manzanilla con abundancia; pasaron otras vrinte y dos horas, y «^toncos fue, es decir, cuarenta y ocho horas después del principio de los dolores, cuando se Itomó al se-Aor BoactevtN.

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«Encontré, dice el autor, á la enferma en uu estado de debilidaá «strema. flaciaya muchas horas que la cabeza lia» bk Balido dé la vagina y se hallaba cotocula delante de lo» grandes labios, que, fuertemente tensos, secos y ardieoteaí, se hallaban cerrados por un himen íntcf-To, en forma de media luM, intty groeso j resistente.

> A la vista de esta débil causa de distocia cu;{i ¡il uio-mcnto mis tijeras, y de un solo guipe corté el cmjius ilelicti. Vencido el obstáculo, la<«}»í A franqueó bruscairu.iile (.•! orificio, y el parlo s • terminil f'H/ineiUe.

>Por el marido iup« «¡ue jamás so lubia cuuipleta(|<j el coito.»

EwcTO sreiupsunco DE LA IXFLIXNCIA MORAL tn EL cd-URA.—Los periódicos fian^ese^ ret crco. dos casos á favor de esU iniluc^ucia. L'G soldado del ejército de Oriente se presentó al facultativo de su cuerpo con lodos |os síntomas de UB calesa ijicij>ieote. Q>mo np hubiese can^ en el lios-pital ambulante, el facultativo discurre salir del compromiso daodo al soldado un par de bofetones, y diciéndole que Ora ua ouuda. El soldado so j}ersuade de que así era Li verdad, y «Qci»;» de #u padecimiento, ,

Una señorita, en vísperas de casarse, es acometida de un cóiíi» grave. Ut'gase á temer por su existencia, cuando do proiti^4|>are60 su novio, que estaba ausente, y á su vista empieza una reacción saludable, que a los pocos días pcr-aii» i la enferma llevar á cabo su enlace proyectado. Estos IwciiosiMdalieaeu de cstraordinario. Sin que la influencia noral sea una panacea, debe tener una parle imijortan-tísima en toda cl«sc de reacciones, y entre ellas en la del cólera.

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Ilú aqui el r^iüm^j estiu}' ^^^ 4'^ ^ ^ ^ ^ ' cólera' morbo ocurridos en Madrid desde el dia 9 de mayo hasta

ddí en lá riáébtVñhi %obmé:mMmáe\miemáo-ncs es absoluto, y comprende tanto á los invadidos en el

mismo dia cotoí>Wloft'8DÍi»»WI».: '^ ^ ' " T

l l fadMoi.

.>ii .t i . i

Doíunoionei.

:¡ ..^, \ K .h

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SlSTEMAmACION PRACTICA K

U MATERIA MtDICA HOMEOPÁTICA, obrk etcriU en (rtoce*

POR EL DOCTOR A. TBSf E, mWVWUO K l A mCItSAB SAUC^XA DE HCDICIMA HoaEOPATI' A :

vtrlid* >1 CMlrlUno pur

D. TOMAS PELUCBR, l D. J. ALVAREZ PERALTA Bé4ioo BooMóptU. I (de PuerUhRieo), merüot médico,

wM^úfwM de la Soñtdai H<üutemanmáita Matritetue.

MadrM, 185S.~Ua tomo en 4.°, 32 n .

Miras vastas, nuevas y fecundas en inducciones prác­ticas; un nueve rumbo para ia Hooieopatla sin falsear nin­guno de sus principios fundamentales; una erudición poco comon en noestrM dias; una especie de paralelismo esta­blecido entre los efectos empíricos de los medicamentos y am efectos fisiológicos, y con tal arte, que el lector tiene á i la vista, respecto de cada agente terapéutico, la suma to­tal de todos los recursM que pueden suministrarle, que-(teodo de esta nunera subordinada la antigua tradición mé­dica al dogoaa de la nueva escuela; en fin, vna clasifica-eion metódica de los medicamentos fundad» en ese doble elemento: tal es, en resumes, el contenido de la obra cuya traduocin aomiciamos, obra muy notable entre las que b a ^ ahora ha dado á luz la escuda iMXueopátíca, y que sin duda hará época en sus anales.

Se haUa en Madrid, librería estranjera y nacional, cien-tUkt y literuia de D. Cários Bailiy-Bailliére, calle del Priwipe, núm. 1 <.

ll\STRUCClOi\ METÓDICA AL ALCANCE

DI TODA 0I.Í8E DE P E R S O B Á S ,

«CUCA t t i fso rtr. ios REMEDIOS HOMEOPÁTICOS PRESERVATIVO» y CIRÍTIVO» DEl CÓLERA, COnroRME Á LAS ÚLTIMAÜ ODStRVACIOUrS,

dedicada á la

SOCIEDAD HAHiEMANNIANA MATRITENSE POR

D. TOMAS PELLICER, LICENCIADO EN MEDICINA,

T 8ECRETABI0 DE GOBIERNO DE LA MISMA.

Es una verdad inconcusa, apoyada en las irrecusables pruebas de multiplicados hechos, que en los diferentes pun­tos, tanto del estranjero como de España, donde se ha presentado la epidemia del cólera-morbo, no ha habido ni un solo individuo que haya sido acometido de esta en­fermedad de una manera fulminante, si ba usado los pre­servativos homeopáticos y ha observado los rigurosos pre­ceptos de la buena higiene, aconsejados oportunamente por los profesores Homeópatas encargados de dirigirlos. cNoe« posible, dicen los Homeópatas franceses, que sean acome­tidos del cólera los que quieran preservarse con tino y perseverancia. En ninguna de las epidemias del 34, 49 y 54 hemos visto caso alguno entre nuestros preservado!.»

TOMO IV. 13

- i\i ~ Iguales observaciones hemos tenido ocasión de hacer

nosotros, en la que recorrió el año anterior la mayor parte de nuestra Península; v consignados están estos hechos en la GACETA IIOMEOPATICA DEL OÓLERA que publicamos en esta corte en octubre v noviembre últimos.

Las esladisticas que en aquel periódico se eslamparon, y que nuestros lectores verán al fin de este trabajo, prueban, de la manera masconcluyenlo, la utilidad de los preserva­tivos, y las inmensas ventajas que ofrece el tratamiento homeopático sobre los demás métodos conocidos.

Al hacer á la SOCIEDAD la breve y sucinta esposicion de cuanto la csperiencia por una parle, y los resultados obtenidos por los Homeópatas mas disUnguidos de lodas las naciones por otra , nos han enseñado ser lo mejor para combatir el terrible azote colérico, no es nuestro ánimo, en manera alguna, comenzar por la averiguación de sus causas, ni por la manera como estas afectan nuestro orga­nismo.

Harto se ha discurrido ya y se ha discutido también entre los profesores de todas las escuelas; y desgraciada­mente nos hallamos envueltos hoy, como antes, entre las mismas tinieblas.

Comprendiendo nuestro sabio Maestro la poca luz que en todos tiempos hablan dado á la terapéutica las acalora­das y eternas discusiones sobre la esencia íntima de los males; al asentar su reforma en esta parte, la mas esen­cial del arte de curar, prescindió de estas investigaciones inútiles Y de estas discusiones estériles, y se limiU) á estu­diar en los eofermos las manifestaciones patológicas, como signos siempre seguros del votiadwo padecimiento, y los únicos indicantes que, CMifonne á su luminoso principio, hablan de guiarle en la eleccbo de los remedios mas ade­cuados.

Si estamos coavencidos de la escel^cia y superiori-

— iU — dad de estas apreciaciones, y deseamos ser fíeles legata­rios de tan preciosas máximas, no debemos perder el tiem­po imitando á nuestros antepasados. Huyamos del campo de las hipótesis, y dediquémonos á observar la enferme­dad en todas sus manifestaciones sensibles, para aplicarle el oportuno remedio conforme á nuestros principios.

Convengamos en que lo único que hay de cierto relati­vamente á la epidemia reinante, es que el huésped, sin ha­ber perdido gran cosa de su forma primordial, va adqui­riendo, asi como en Francia y en otros puntos, cartar de naturaleza entre nosotros: circunstancia que, si bien puede en cierto modo despojarlo de su carácter epidémico, en cambio es posible que le tengamos con el de endémico, y suframos sus constelaciones como las de otras enfermeda­des no menos temibles.

De aquí la necesidad de estudiarle cada vez con mas ahinco para prevenir su desarrollo, y obtener también 8u curación toda vez que sus visitas pudieran ser dema­siado frecuentes.

El trabajo, pues, que tengo el honor de ofrecer á la SOCIEDAD va exento do todo género de teorías, pudiendo asegurar que es únicamente un resumen ordenado de cuanto la espcrienría de distinguidos Homeópatas, y el re­sultado de nuestra práctica, han comprobado ser mas ven­tajoso para la preservación y curación de la enfermedad.

Y para proceder coo orden, trataremos de los puntos sigoientes: i.", preservativos higiénicos: 2.°, preservati­vos medicinales: 3.°, breve reseña del uso del Alcan­for: 4°> resumen de sus aplicaciones como preservativo accidental, y como curativo del cólera llamado seco: 5.°, diagnóstico de la colerina, y su método carali?o, desde la forma mas simple hasta la mas compfieida, segon las últimas observaciones de oaestra práctica y la de otros, profesores: 6.°, descripción del cólera en nm diferentes

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^ o d o s Y complicaciones, y del método curativo mas conveniente: 7.°, nota de los medicamentos necesarios para el tratamiento del cólera, terminando con las estadís­ticas de nuestros triunfos nacionales en la epidemia de 4854.

PRESERVATIVOS HIGIÉNICOS.

Lo primero que debe hacer toda persona que desee ponerse á cubierto, en lo posible, de las primeras insi­nuaciones de la epidemia colérica, ó sea de las alteracio­nes gastro-inleslinales, que casi siempre son el indicante de mayores desórdenes, es sujetarse á un régimen tan es­tricto como racional en todos los actos de su vida ; pero mas particularmente en lo que tiene relación con los ali­mentos y bebidas.

Debe, pues, comenzar por abstenerse de las bebidas fuertes, sobre todo cuando no se tiene costumbre de usar­las, y de las fermentadas, como la sidra, cerveza, etc.; sin que por esto deba privarse, aunque sin esceso, de aque­llas á que esté de antiguo acostumbrado.

Es necesario que se abstenga, en cuanto sea posible, del uso de alimentos ácidos, de sustancias crudas, ó sean fratás sin cocer, como los rábanos, las cebollas, las al­cachofas, etc.

Las sustancias muy saladas, como los mariscos, y las nray condimentadas con especias, como la salchicha, cho­rizos, etc., son también |)erjudic4ales.

Los alimentos deben ser de los mas simples y fáciles de digerir: las carnes de vaca, de camero, de pollo, etc., los pescados frescos y las legumbres de fácil digestión, se «cuentran en este caso.

Conservar el mayor aseo posible en la persona, evitar los cambios bruscos de temperatura, las corrientes de ai-

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re y la humedad y el enfriamiento de los píes, son cosas en estremo convenientes. £1 llevar el estómago y vientre abrigados con franela y dar un paseo antes de comer, son medios higiénicos aconsejados por varios prácticos.

Debe renovarse el aire de las habitaciones, y, sobre todo, el de las alcobas, ya poniendo fuego ó encendiendo la chimenea, ya abriendo las ventanas si la temperatura lo permite.

El miedo y las emociones morales predisponen á coa< traer el cólera; mientras que la tranquilidad de ánimo es un escelente preservativo contra la epidemia.

PRESERVATIVOS MEDICINALES.

Entre los preservativos aconsejados unánimemente pa­ra oponerse al desarrollo de la enfermedad, hay dos, que son absolutamente indispensables, y que convienen indis­tintamente á todas las personas. Estos son Yeralrum álbum y Arsenicum álbum.

Hay un tercer medicamento, sobre el cual aparecen boy divididas las opiniones de los Homeópatas. En las epidemias de 1834 y 1843 usaron los franceses el Cuprum metallicum con un éxito escelente ; práctica muy conforme con los verdaderos principios homeopáti­cos, y muy en armonía también con las observaciones del Dr. BuRQ, autor de la Melalolerapia, ó sea Tratado del influjo que ejercen los metales en esta enfermedad. Pero en la epidemia de 1854 el Cuprum no satisfizo á los Uo* meópatas franceses. Y, efectivamente, nosotros, tanto por las noticias que tuvimos de las provincias, como por las primeras aplicaciones que de él hicimos, observamos que no se adaptaba como el Yeralrum y el Arsenicum á cier­tas complexiones y á determinados temperamentos. Esta fue la razoD por qué le eliminamos en ciertos casos, sus^

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lituyéndole, ya con Carho vegeíalis, ya con algún otra medicamento que estuviera mas en relación con el tempe­ramento 6 la predisposición de ios individuos.

Estas observaciones, que debimos en su mayor parle á nuestro maestro y amigo el Dr. NIÑEZ, no dejaron do dar resultados venlüjosos. Algunos Uomeópalas omitieron el uso del Cuprwn, y evitaron de esta manera la influencia des­agradable que solía producir en las personas muy sensi­bles. Otros, como el Sr. .MARTÍNEZ MASEGOSA, le sustituyó efectivamente, en la epidemia de Murcia, con Coreo w-getalis, y de 213 individuos que le usaron, ni uno solo fue invadido de la enfermedad.

Hemos dicho que sobre este tercer preservativo están hoy divididas las opiniones de los ilome(')patas, y de esta verdad es fácil convencerse desde que se lean las diferen­tes memorias 6 instrucciones que, tanto aquí como en el estranjero. se han publicado con el objeto de dirigir á los que deseen ponerse bajo la salvaguardia de la bienhecho­ra Medicina homeopática.

Nosotros, habiendo meditado sobre lo que unos y otros maniriestan, diremos*, que los principales preserva­tivos, cuya eFicacia ha demostrado la esperiencia, son Ve-ratrum álbum y Arsenicum álbum: que no hay inconve-•iente en que los que se sometan á este método usen un tercer medicamento; pero atendiendo á esta misma divergencia de opiniones, creemos que este debe ser estu­diado y elegido por el profesor, teniendo en cuenta las ewidiciones del individuo.

El Carbo vegeíalis, por ejemplo, es, entre otros, su­mamente recomendable, porque de su uso tenemos ya re­sultados bastante sali^fáctorios; sin que por esto le consi­deremos de indicación tan precisa como los anteriores.

La Puliolilla está también recomendada por el Dr. Psa-MJMCL, invocando la autoridad y el consejo de BOEN-

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MNQHAUSEN,—acaso el primer Homeópata del mundo,— como intermediaria entre Yeratrum y Arsenicum. «Esta sustancia, dice, que tan perfectamente corresponde á la forma de la colerina , domina ai mismo tiempo, sobre todo en el principio , la mayor parte de los síntomas físicos y morales de la epidemia, conviniendo de la misma manera al temperamento linfático, tierno y melancólico de las mujeres y de los niños.»

El Sulphur, azufre, parece hallarse asimismo recomen­dado como preservativo por el distinguido Homeópata doc­tor HcRiNG, haciendo aplicar, sus (lores lavadas, en las plantas de los pies, y á pequeñas dosis; pero si bien es cierto que en teoría no tenemos razones suficientes para rechazar absolutamente la aplicación de esta sustancia, ni motivos tampoco para dudar de la práctica de este profesor, no podemos, sin embargo, faltos como nos bailamos de espe-riencia propia, tanto con respecto al medicamento por si, cuanto á la forma en que le aconseja, no podemos, repito> recomendarle do una manera absoluta y hasta cierto punto rutinaria. Nosotros, para ser consecuentes con nuestros principios, parece que deberíamos aconsejarlo al interior, y preparado como ios demás medicamentos homeopáticos; pe­ro esto seria proceder: primero, contra la esperieucia del mismo Dr. HCRING; y segundo, contra la espericncia, ha­blando en sentido lato, y contra la razón misma, porqueta esperiencia y la razón dicen que los medicamentos que se usan conservando su estado natural—llamado masivo entre nosotros—no obran del mismo modo que cuandoestán atenuados por los procedimientos homeopáticos. Ouctla-rian, pues, defraudadas las esperanzas que el respeto á la práctica del Ik. HERING nos hiciera concebir con el uso de este medicamento, y nos espondríamos á operar una mo­dificación en los preservados, ajena, por una par­t e , é la combinación de su propio autor, y acaso in-

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conveniente, por otra, al objeto que nos propusiéramo». ¿Seria, en lodo caso, preferible usarle al estertor,

como lo ha hecho el Dr. IIERING? ES posible que viéramos en esta aplicación una cosa bastante parecida á la que su­cede con la del cobre en la forma que después di­remos.

Resulla, pues, para que el laconismo y la claridad resallen en esta ¡nslruccion, que los medicamentos que como preservativos reúnen en su favor , ademas de la conformidad con los buenos principios, la sanción de la autoridad y de los hechos, son Yeratrum álbum y Arse-nicum álbum: (\[i(i los demás de que acabamos de hacer mención, y que reúnen cualidades también recomenda­bles, como el Cuprum metallicum, Carbo vegelalis, Pultatilla y Sulphur, son, en nuestro juicio, medicamentos de actualidad, que pueden auxiliar el poder y aumentar la energía de los anteriores , pero cuyo nso no debe ser en manera alguna rutinario, sino resultado de consulta ó consejo de un profesor Homeópata, que asi puede creer que es útil cualquiera de estos, como de otros que no es posible predecir sin conocimiento de causa.

Reasumiendo , pues, y apoyados en las razones que acabamos de esponer, y en otras que no son propias de este lugar, aconsejamos á las personas de nuestra clien­tela y demás que deseen preservarse de la enfermedad colérica, que si se hallan en circunstancias en que no les sea posible consultar á un facultativo, tomen con seguri­dad y con toda confíanza los dos preservativos principa­les, de éxito no desmentido todavía, que son Yeratrum (Ubum y Arsenicum álbum.

Estos dos medicamentos se usarán alternados, empe­lando, primero por Yeratrum, y después Arienicum.

Para tomarlos con orden, se comprarán, eo una de las farmacias donde se elaboran estos reme-

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dios (I), dos tubilos, el uno con el núm. 1.°, Veratrum, 6 / dilución, y el olro con el núm. 2.°, Arsenicum, 1 2 /

Se comienza por el núm. 1.", lomando y poniendo dos glóbulos sobre la lengua, ó disolviéndolos en una cu­charada de afíua, para lomarlos de una vez, hora y media anles del desayuno. Se dejan pasar cuatro dias, y al si­guiente se loman del mismo modo oíros dos del núm. 2." —A los niños que Icngan menos de diez años no se les dará mas que un solo glóbulo.

VA intervalo de cuatro dias se entiende cuando la epi­demia se halla en su principio; pero si ha lomado incre­mento, y no cabe ya duda de que la infección se manifíesta con mas intensidad, será de tres, y hasta dedos dias sola­mente.

Ilepelimos que las personas que no se bailen en dispo­sición de consultar á menudo con sus facullalivos, pueden con toda confianza hacer uso de esos dos preservativos, con la seguridad de que de ellos han de conseguir todo cuanto es posible obtener de la preservación homeopática. Esto no ubsla, sin embargo, para que aquellas que se en­cuentren en distinto caso puedan también utilizar la virtud de alguno de los demás medicamentos de que llevamos he­cha mención.

El cobre es igualmente olro de los medicamentos, como ya hemos dicho, que, desde que IUHNEMANN lo re­comendó, se ha u ado al interior como dicaz preservali-vo. Püsleriormenle, según dejamos también manifestado, ba sido escusado su empleo en esta forma; pero en cam­bio vemos boy unánimemente á lodos los Ilomeópatas

(I ) El Sr. D. Luis LI.KTOKT, ruyo cstablerimicnto está en la Puerta del Sol, núm. 2S, es para nosotros persona de la mayor confianza, y sus medicamentos dignos de toda recomea-dacioD.

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aconsejarle al estertor como uno de los preservativos mas adecuados. Y con la ventaja, á mayor abundamiento, de qne las aplicaciones de este metal al esterior son entera­mente compatibles con el uso de los dos preservativos anteriormente señalados.

El descubrimiento á que nos referimos de que el cobre asi administrado al interior, como aplicado al esterior, es un escelente preservativo del cólera, pertenece esclusiva-mente al inmortal fundador de la Homeopatía. Este des­cubrimiento, que, como todos los del sabio Maestro, ha sido mirado con indiferencia por los adversarios de la Homeopatía, ha venido, por último, á ser confirmado por un médico Alópata. El i)r. BLRQ, cuyo genio investigador no puede menos de aparecer admirable, ha comprobado, por numerosas estadísticas recogidas, tanto en FraRcia como en el eslranjero, que de los obreros que constante­mente ban permanecido, durante las epidemias del cólera del 32 y 49, en sus talleres, ora donde se fabrican instru­mentos de música, ora en las fundiciones de caracteres y demás establecimientos donde se trabaja el cobre ó el latón , ninguno ba sido atacado de la enfermedad.

Con estos antecedentes, tan nutridos de ciencia y de esperiencia, y que por lo mismo hablan tan alto á la ra­zón, aconsejamos, á imitación de los mas distinguidos Ho­meópatas que conocemos, y especialmente delDr. PERRY,

de París, el uso del cobre al esterior, como un poderoso auxiliar en el método preservativo del cólera.

El uso del cobre al esterior consiste en llevar habitual-menle, por eldia—mientras dura la epidemia.—una placa de cobre amarillo, del tamaño, (meo mas ó menos, de la mano, upiicuda á la boca del estomago, al viei-tre, á la ej palda ó á los riñones. La aplicación de esta {daca suele producir en la piel una mancha verde, espe­cialmente si el contado ba sido prolongado; pero esto no

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debe inspirar temor alguno, pues que basta para quitarla un poco de agua de jabón. También, según el mismo doc­tor PERRY , suele producir su contado una erupción de granitos con picor, pero desaparece desde el momento en que cesa la aplicación de la placa.

Ademas de esta placa, llevada babiluajmente, es con­veniente que las personas que se hallen bajo malas condi­ciones higiénicas, ó en un foco contagiado, ó que estén mas ó menos impresionadas por la influencia del mal, co­loquen en las habitaciones dunde de ordinario residan , y en particular en los dormitorios, anchas láminas de cobre, y lo mismo objetos de este metal bastantes á producir allí una atmósfera verdaderamente cobriza.

Reasumido lo que basta aquí parece ser mejor de cuanto se ha escrito hasta hoy acerca de los preservati­vos higiénicos y preservativos medicinales, vamos á ocu­parnos un momento de otro remedio sumamente eficaz, que indudablemente debe tener un lugar intermedio en­tre los preservativos medicínales y los remedios curativos de los primeros síntomas del cólera, ó , mas claro, de un remedio que, usado con prudencia y oportunidad , puede hacer de preservativo unas veces y de curativo otras, es­pecialmente en determinadas invasiones de la enfermedad. Este es el Alcanfor.

El Alcanfor ha sido aconsejado por algunos prácticos recomendables como único preservativo del cólera, no obstante hallarse escluido como tal por ilAHNeMANN,ácau­sa de la prontitud con que se disipan sus efectos, y de la facultad que se le atribuye de antidotar casi todos los me­dicamentos. Nosotros, invocando nuestra esperíencia pro­pia, la de algunos de nuestros comprofesores de provincia que han tenido ocasión de esperimentarlo, y la autoridad y práctica también de distinguidos Homeópatas estranje-rot, concedemos al Alcanfor una poderosísima acción para

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ciertos momentos y determinadas circunstancias que á con­tinuación vamos á designar.

La facilidad con que se disipan sus efectos le hace compatible con el uso de los preservativos que en su lugar hemos aconsejado. Ademas, no se trata de que se use el Alcanfor de una manera continua, como se hace con los otros preservativos; se trata, si. de utilizar su eücacisima virtud en casos dados, en niomenlos (|UP, ni los preserva­tivos lomados un dia ó dos antes, ni la acción de otro me­dicamento tampoco, pueden evitar sus consecuencias. Hay instantes en que las personas que habitan una población infestada, ora porque se hallen en casa de algún colérico, ora porque se ven obligadas á permanecer en lugares muy concurridos, ora por otras causas morales con relación á la enfermedad reinante. etc. , etc.; hay mo­mentos, repito, en que es posible que estas personas sientan cierto desaliento, laxitud y flojedad en las pier­nas; vahídos, trislexa y abatimiento, como si fueran á ser invadidas del mal, y en eslos casos no hay remedio que pueda reemplazar al espíritu de Alcanfor.

La manera de usarle en aquel instante es, poniendo una gota en un terroncíto de azúcar para colocarlo sobre la lengua, deshacerlo lentamente y tragarlo. Bsta operación puede repetirse, si es necesario, algunas veces, con el in­tervalo de media á una hora, hasta recobrar la fuerza y el ánimo perdidos. Para este objeto, y otros que después manifestaremos, cimviene llevar consigo un poroito con espíritu de Alcanfor de 1ÍAU>EMANN.

Otra de las indicaciones que tiene el espíritu de Alcan­for como preservativo, es la de llevarlo consigo—y ocul­to los que hayan de permanecer ai lado de ios colé­ricos,—para aspirarlo de vez en cuando; precaución que no podemos menos de hacer estensiva á nuestros compro­fesores cuando se hallen encases análogos; pero advirlieo-

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do terminantemente á los demás, que tanto en el primer caso, como en el segundo, no abusen de esta sustancia.

Resulta de todo lo espueslo, con relación á los preser­vativos medicinales, que pueden lomarse el Verutrum y el Anenicum á la vez que se baga uso de las placas metáli­cas , ya llevándolas consigo mismo, ya colocándolas en los dormitorios: que es compatible con estos preservativos el uso del Alcanfor en los momentos y con las precauciones que hemos manifestado.

Hemos dicho que el Alcanfor , ademas de servir corno preservativo , podía emplearse como curativo en determi­nadas invasiones de la enfermedad.

Efectivamente, la indicación del espíritu de Alcanfor como medicamento eficaz para combatir los primeros sin-tomas de determinada forma del cólera,—llamado seco,— después que el fundador de la Homeopatía la observó, está unánimemente comprobada por los hechos, y por todas las autoridades de nuestra escuela.

Entre otras cosas análogas á este asunto, dice HAH-NKMANN:

«El empleo interior del espíritu de Alcanfor íh dosis de una gola cada cinco minutos,—por consiguiente, de seis á ocho gotas enlodo,—con algunas fricciones del mismo en la cabeza y pecho, produce la curación en el espacio de una hora.»

El l)r. PERIIUSSEL, al hablar de la eficacia de este re­medio para combatir los primeros síntomas del cólera en su forma teco, es decir, cuando comienza la invasión sinvómilos ni diarrea, se espresa del modo siguiente:

«Increíbles parecen los grandes bienes y el cambio favorable que obra, con la velocidad del relámpago» esta

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sustancia (el Alcanfor), que tan bien corresponde por sus efectos en el hombre sano , á los que empieza ú esperi-oientar desde luego el paciente que va á ser atacado de la enfermedad. El sistema nervioso, tan profundamente aba­tido y postrado, vuelve á tomar su energía física y moral; y al punto el espíritu, convencido con esto del poder que tiene en su mano contra un azote que por todas partes es­parce el espanto y la muerte, recobra luego toda su fuer­za, y la comunica como una corriente magnética al ánimo de sus vecinos.

»No nos cansaremos de repetirlo: este medio, que es de los mas sencillos, prestará los mayores servicios si de él no se abusa. Mas las personas que lo aspiran sin cesar, ó rocían con él sus muebles y vestidos, pierden sus be­neficios , saturando todos sus nervios, que se hacen in­sensibles al medicamenlo, ó se toman enfermos y mas dis­puestos á los calambres.»

El Dr. CflARoé, de Marsella, cuya reputación es harto conocida, tanto por sus adquisiciones anteriores, cuanto por los triunfos obtenidos en la última epidemia colérica, dice relativamente al primer período del cólera, y con referencia al Alcanfor, lo que sigue:

«En tiempo de epidemia colérica, las indisposiciones mas ligeras en apariencia no deben descuidarse, porque á menudo son el preludio, ó el principio de la enfermedad misma.

»Se puede y debe considerar como bajo la influencia epidémica, aunque ligeramente, toda persona que presen­te los síntomas siguientes:

«Laxitud, malestar general, angustias; •Cabeza cargada, imposibilidad de mantenerse en pie; •FísoDomia triste y abatida; •Cara pálida y fría; »Palio tardo;

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»Aturdimiento, zumbido de oidos; •Enfriamiento general ó parcial; •Ardor quemante en el estómago; «Sensibilidad al tacto en la boca del estómago. •Calambres ligeros en las pantorrillas y otros

músculos; • Entorpecimiento en los dedos; •Poca sed; »Nada de vómito ni de diarrea. • Tan luego como se manifiesta el conjunto de estos

síntomas, se debe á toda prisa hacer que el enfermo se acueste en una cama suficientemente abrigada, y luego se le administra el cí piritu de Alcanfor de HAUNEMANN, á la dosis de dos gotas en un terrón de azúcar, ó en una cu­charada pequeña de agua fria. Repítase esta dosis del mismo modo cada cinco minutos , hasta que reaparezca el calor, que los latidos del corazón y del pulso hayan reco­brado su frecuencia, y se haya manifestado un sudor general, lo que se verifica á la quinta ó sesta dosis.

>A medida que se vuelve al estado normal, se retar­darán las dosis, continuándolas, sin embargo, basta el completo restablecimiento.—Para bebida, agua fria ó al­gunos pedazos de nieve.

•Cuando se ha combatido asi la enfermedad desde el principio , la curación es tan segura como rápida; pero no hay que perder un instante. Este primer periodo de la enfermedad, periodo de invasión, es rápido, de corta duración, y nótese bien que el Alcanfor no es espe-clflco de la enfermedad, sino con la condición de adminis­trarse en este periodo. Si los vómitos y la diarrea se han presentado, ba pasado la indicación del Alcanfor.»

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RESUMEN ACERCA DEL EMPLEO DEL ALCANFOR.

De lodo cuanto acabamos de esponer, asi de esperien-cia propia , como fundados en autoridades tan respeta­bles, podemos, reasumiendo, aconsejar lo siguiente :

Cada jefe de familia, de establecimiento, de comuni­dad, congregación, etc., del)erá, en tiempo de epidemia colérica, lener á prevención en su casa una cantidad, pro­porcionada al número de individuos que de él dependan, de espíritu de Alcanfor de IIAHNEJÍANN.

Los particulares que puedan hallarse, ó de hecho se encuenlren, en las circunstancias de que hemos hecho mé­rito anteriormente, es decir, asistiendo coléricos, ó bajo especiales influencias que les bagan mas impresionables á la enfermedad, deberán llevar consigo un pomito del mismo medicamento, ya sea para aspirarlo alguna vez, ya para usarlo al interior, según dejamos manifestado en otro lu­gar, no olvidando la condición indispensable de no abu­sar jamás de él.

Si no se han lomado estas precauciones, ó se han des­virtuado por cualquiera causa, puede declararse la en­fermedad presentando los síntomas anteriormente anota -dos con referencia al Dr. CUARGÉ, que son próximamente iguales ú los designados por IIAHNEHAMN, á saber: pos-IracioD súbita de fuerzas, basta el punto de no poder te­nerse en pie; rostro descompuesto; ojeras azuladas; cara fría coo un linle del mismo color; cnfíiamien-(0 de lodo el cuerpo, y especialmente de las manos, que se ponen lambieo azuladas, y entorpecidos los dedos ; las fecciones espresan la angustia, el desmayo y la desespe­ración ; el enfermo eslá aturdido y casi privado de senti­do; se Umenla ó grita con voz apagada ó ronca, sin po-

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d«r espresar con claridad los dolores ni el ardor queman -te del estómago y esófago: tiene calanibres en las pantor-rillas y otros músculos, y si se le toca á la boca del estó­mago, prorumpe en gritos: no tieni sed, náuseas, vó­mitos ni diarrea.

En el momento que se observen estos síntomas ó la mayor parte, deberá acostarse el enfermo en una cama caliente con abrigo proporcionado. Inmediata­mente se dará principio por la administración del es­píritu de Alcanfor (1), poniendo una gota para los ni­ños y dos para los adultos, bien sea en un terroncito de azúcar, para ponerlo en la lengua y tragarlo, ó bien en ana cucharada de agua fria. Esta operación se repetirá cada cinco minutos, hasta que se presente la reacción y so­brevenga un sudor caliente con alivio de los demás sín­tomas, en cuyo caso se irán retardando las dosis del me­dicamento, pero sin dejarlo del todo basta el completo restablecimiento del enfermo.

También es conveniente en este estado dar de cuando en cuando fricciones con la mano mojada en el mismo alcohol en los brazos, pecho y piernas, y una lavativa compuesta de media libra de agua tibia con dos cucha-raditas del mismo medicamento.

Si los calambres continúan mortificando al paciente á pesar de este tratamiento, se aplicarán, sobre las partes donde se sientan, planchas ú objetos de cobre óde latón como remedios seguros para calmarlos. Si los calambres ocupa­ran las mandíbulas dificultando la deglución, es conre-niente de tiempo en tiempo practicar fumigaciones de Al-

(< ] t^ preparación det espíritu de Alcanfor de UABUEiiiNif es sumamente fácil. Disnélvansc ocho granos de Alcanfor por cMn cien flotas de aicoliol, que pase de 30 grados si os posible. Con-s<'Tvese perfectamente tapado.

TOMO IV. iti

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eanfor puesto eo una placa metálica caliente. Para bebida se darán pequeñas cantidades de agua fria, ó se hará chu­par algunos pedacitos de nieve.

Todos los autores están acordes en que es necesario pro­ceder en estos casos sin perder un solo ii^taate, si se quiere que la enfermedad no pase á otro periodo mas pe­ligroso.

De la misma manera lo están en que el Alcanfor deja de ser útil desde el momento en que se declaran los vómi­tos ó la diarrea.

Si por no bal)er comprendido bien esta circuastaneia se hubiera dado al enfermo el A/COA/OT hallándose coo estos síntomas, y se hubiera agravado en su consecuencia, bastan algunas cucharadas de café fuerte he<^o como de costumbre para que desaparezca esta agravación.

Pero el cólera no abre la escena siempre con este cortejo de síntomas á que hemos dado el nombre de Cóle­ra seco. IJO mas regular es que dé principio por desarre­glos mas ó menos notables del estómago y de toa intes­tinos.

Al mas inocente de estos desórdenes, pero cuya cu­ración no debe en manera alguna descuidarse, se ha dado el nombre de

COLERl.NA.

Si no se han usado los preservativos, ó si se han to­mado sin método y in la ayuda de un buen régimen, puede declararse la enfermedad bajo cualquiera de las causas físicas ó morales que conocemos.

Los síntomas que harán comprender que el enfermo se halla con colerina, son los siguientes:

Malestar general; cansancio en las eslremidades, p e s a ^ y vahídos; cámaras abundantes repetidas, al

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principio escremenücias, luego biliosas, y líltinmuenle acuosas y serosas , asemejándose al agua de arroz.

£1 vientre se pone dolorido alguna vez, y se percibe un ruido considerable de tripas; la boca está pastosa, y la lengua cubierta de una capa mucosa de un blanco sucio y tenazmente adherida.

El pulso no está febril; pero no dejan de notarse aU guaos desórdenes en la circulación ocasionados por el es-lado de tristeza é inquietud del enfermo. Su moral está abatida, le domina el miedo á la muerte, y no quiere estar solo ni á oscuras. Suele sentir ademas compresión en los vacíos, y algunos dolores á manera de calambres en las pantorrillas.

Uabitualmenle la coleriaa viene sin CMÍCOÁ Ó relorti-jones de tripas.

£1 enfermo que se sienta en este estado deberá guardarse de la intemperie, y de la humedad sobre todo, y sujetarse inmediatamente á una rigurosa dieta. El caldo de vaca y pollo, la sustancia de arroz ó de pan, cons­tituirán en el principio todo su alimento; para bebida usa­rá el agua de cebada ó de arroz, y as conveniente también ponerle una lavativa de agua fría, cada cuatro ó seis horas.

El primer medicamento que habrá de usarse para oa-rar esta colerina, es el Acidum phosphoricum, usándole á la dosis de tres glóbulos de la 6.' dilución en una cu­charada de agua, y repitiéndole en caso necesario cada tres ó cuatro horas.

Si en vez de ser las cámaras serosas fueran bUiosas, y vinieran acompañadas de dolores alrededor del ombligo, con algunas náuseas y aun vómitos, deberá entonces usarse Ipecacuanna, deluismo modo qae Acidum phosphoricum, ó todavía mas á menudo, si las náuseas y los vómitos per­sistiesen. Si no bastara para contener estos síntomas, puede suslüttirse con Veratrum álbum.

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Si los sinlomas para que aconsejamos ípecacuanna hu­bieran sido producidos á consecuencia de al un disgusto con indignación ó cólera, es preferible administrar Chamo-milla, del mismo modo que los anteriores.

Arseniatm álbum es otro medicamento que no debe­mos pasar en silencio, para los casos en que no sirvan los demás que llevamos indicados. Una sola dosis ha bastado para hacer cesar algunas colerinas en la presente epide­mia, después de halwrse mostrado insuficientes ípeca­cuanna y Acidum phosphoricum.

Estos son los medicamentos que bastan comunmente para corabalir con buen éxito la colerina; pero como no es posible poner un dique á 1^ Investigaciones humanas, ni limitar tampoco el alcance de la mas simple de las en­fermedades, hay todavía oíros medicamentos que, en casos dados, pueden consultarse, y de los cuales haremos tam­bién mención.

Ya el Dr. IHAR, en su Memoria sobre el cólera, ademas de los medicamentos preinsertos, aconseja en el tratamiento de la colerina los siguientes:

Si á los síntomas para que hemos aconsejado Acidum phosphwrieum se añadiera una sed violenta, es preferible Phosphoro, dado del mismo modo que Acidum phospho­ricum.

Si las evacuaciones, ademas de ser prontas y frecuen­tes, continúan siendo parduscas, descoloridas ó mezcladas de coágulos, es conveniente dar Sécale cornuíum (Corne­zuelo de centeno).

También es de opinión el Dr. JHAR que, si después de la tercera dosis de alguno de estos medicamentos, no se viera sobrevenir alivio alguno, es útil intercalar una ó dos dosis de Tinctura sulpimris, para volver otra vez al medicamento indicado.

Para los casos en que una recaída comprometiera la

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exislencia de los enfermos, aconseja los medicamentos siguientes:

Si la diarrea degenera en lienteria, es decir, si con­siste en evacuaciones de sustancias sin digerir, debe darse China, si no ha baLSiaidoAcidumphosphor.—Una dosis ca­da seis ó doce horas.

Si á pesar de estos dos medicamentos cootináa agra­vándose el enfermo, y su aliento se vuelve frió, Carbo vegelalis será el remedio mas indicado.—Una dosis cada doe ó tres horas.

Guando sobrevenga un estado soporoso con el semblan­te encendido, sedará llyosciamut.

Si á esto so agrega rechinamiento de dientes, Bella-donna es el mejor remedio.

Si, no bastando los anteriores, el enfermo tiene sueños, coa delirio, está indicado Opium.

Si ninguno de los tres ha producido mejoría sensible, dése Lachesis muy repetido.

El ilustrado Dr. PeaRT, en su carta á nuestro maestro y amigo el Sr. Dr. NUÑKZ, que insertamos en las entregas de los AMALES correspondientes al mes de marzo último, comprende la colerina bajo la denominación de PRÓDROMOS

»EL CÓLERA.

Oree este profesor que «es un error el pensar—son sus palabras—que la invasión del cólera en ciertos casos, no vaya precedida de ningún síntoma caracleristtco, ya á consecuencia de desarreglos cometido» en el régimen, ya por cualquier otro motivo moral. Es asimismo de opinión que esos pretendidos casos fulminantes ((uo difunden el espanto entre las masas, no han llegado á ser tales sino por la incuria de los mismos atacados, quienes no han in­troducido las mas veces ninguna modificación en su régi-taetf, peligroso de vida, ni han prestado la mas mínima aleación á esa in({uietud y ¿ ew común otalealar que prer

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oede indudablemente seis y aun diez días á la d^laraoion de la enfermedad.»

El autor pasa innoediatainenle á hacerse cargo de los diferentes cuadros de síntomas que él incluye en Mmpró­dromos, los cuales omitimos, en gracia de la brevedad, y porque son, con corla diferencia, los que corresponden á la colerina, cuya descripción acabamos de hacer.

Entre \m medicamentos que el Dr. PFRUY aconseja para curar los diferentes síntomas prodrómicos, se encuen­tran casi todos los que hemos recorrido anteriormente. Ha indicado, nO obstante, dos, desconocidos hasta aquí, para las afecciones coleriformes, que son: el índiyoY la /a -tropha cWM$. IJOSsíntomasá que , según este autor, tie­nen aplicación, son casi los mismos que aquellos, para los cuales usamos nosotros ípeeaaumna y Vi^v/rtmi.

VÁ Dr. pERRt SSF.I., al hacerse cargo de las dificultades que ofrece algunas veces la curación de la colerina, á pe­sar del régimen y del tratamiento nras hábflmente combi­nados, dice: «que habiendo escrito á toda prisa á su maes­tro y amigo, el Dr. BertmcAcssiüf fenPrnsia), en uno de tm9, momentos en que no daban resultados ningmo de hw medicamentos que de ordinario se osan, recibieron el con­sejo, que aprovecharon COR el mejor éxito, de administrar en la colerina terosa, Uñnca y abHndanie, PnlsatUla y Sulphvr, el primero por la maírana, y el segundo por U tarde.»

También reflere el mismo autor lo mocho qne han prodigado ios farmacéolicos Alópatas é nso del Ruibarbo en la colerina, limHándosc á recomendarlo en los niños de determinada comple&ioB.

Nuestros lectores, y espeoialmeote los facoltalivos, comprenderán que al (formas estension de la que pensá-iMimos ú la terapéutica de la colerina, no ha sido ni es niMstro objeto imponerles el uso preferente de delermioar-

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dos remedios. Lo hemos hecho con objeto de que, á la yei qt» estón al corriente de las mas recientes investigaciones, tengan á la mano un repertorio de medicamentos bastan­te numeroso para poder atender, en caso necesario, á to­das las modificaciones y complicaciones del mal.

DEL COLERA.

Por mas que á primera v i ^ nos parezca inconveuiente ó innecesaria la división de esta enfermedad en períodos; porque nuestras medicacionps no tienen por objeto com­batir precisamente determinados estados del mal, sino sus cuadros de síntomas, do la manera que se encuentren, cual­quiera que sea la gradación á que s« hayan elevado, hay, no obstante, ciertas divisiones, que es preciso admitir para mayor claridad.

La división, por ejemplo, en primer periodo, 6 sea ;)ro-iromos', segando, cólera,—periodo cvaciistorio;—tercero, de reacción, hecha por algunos médicos respetables de la antigua escuela, es en n«e8tro concepto aceptable, porque se haMa conforme en cierto modo con la opinión de la ma­yor parte de nuestros escritores.

El mismo HAH EMA N, después de haber hecho la des­cripción d«1 primer periodo, á que hemos llamado cólera #frt). y que él denomina en otro lugar periodo de calam­ina» Iónicos, nos traía otro cuadro de siniomas, llamado »^9ttnáó periodo, ó de calambres clónico», que es precisa­mente 'la imagen pura del cólera verdadero, hasta su mas alto grado de intensidad.

l'oslerionttente nada dic«, es cierto, de un lercer pe-riotlo; pero este periodo, de reacción de los autores, estíi eohiprendido impii«iiamente en las siguientes palabras:

«Algunaá veces, cMndo ge han dejado pasar muchas hoiitiiBiti goeorrer al páctenle, ó cuando se han'empleado

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medios poco racionales, apodérase del enfermo una espe­cie de fiebre nerviosa con delirio; cntonceslaraizde Bryo-nia dada alternativamente con la de Zumaque,—ñhut toxicad.,—puede prestar grandes servicios.»

£1 I)r. PEBav, de cuya carta tienen noticia nuestros lectores, divide la enfennedad de que se trata en pródro­mos y colera. En los primeros, comprende la colerina, amen de otros cuadros de síntomas mas ú menos análogos; y en la descripción del colera, abraza todas sus maiHfes-taciunes. l'ero no puedo menos de admitir un tercer [teriodo,—de reaccioa,—cuando se ve obligado á expresar­se en los términos siguientes:

«El iralauiieolo del periodo franco de reaccioa no puede tampoco ser objeto de este trabajo, sin traspasar los limites en que debo eocerrarioe. Me limitaré á reco­mendar como esencial el Acóniío en tintura ó en bajas di­luciones, y en dosis bastante fuertes. En este particular me cabe la salisíaccioD de ver mi esperiencia corroborada con la de nuestro estimable colega el Dr. TCSSIER.*

El Dr. JHAR, nosolodividetodala enfermedad en tres perbdos, sino que coloca en cuarto lugar el tercero de los autores, bajo la denominación de Resultados del có­lera.

£1 Ür. PüRRüssKL hace mención de la colerina como del primer período de la enfermedad; y aunque al ocuparse del cólera parece no querer detenerse en ia descripción de MUtt periodos, lo bace: primero, de la enfermedad por sí; y úllimaraenle, con un interés y una franqueza que le hon­ran, pasa á dar pormenores acerca del período de re­acción, en la forma y de la manera que mas adelante verán nuestros lectores.

I Itinamente, el Dr. CHABCÉ, de .Marsella, si bien no determina cada periodo en (articular, se ,ocupa, no oba-tautc, de ellos coleclivamenti' bajo el epígrafe «Tro/o-

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mt>M/o del cólera en todot sus periodos y tnanifettacio' nes sintomáticas.*

Nosotros, aunque estemos convencidos de que á la ca­becera del enfermo son de poca importancia estas divisio­nes, por las razones espuestas anteriormente, no podemos científicamente prescindir de ellas, y vamos á adoptar una que reúna, si es posible, concisión y claridad.

La mas conforme, pues, con la que admiten la mayor parte de los Homeópatas, es la que abraza los tres i^riodos siguientes:

Primero, ;)roí/roníos: segundo, cólera &ü sus diferen­tes manifestaciones: tercero, reacción.

Podemos considerar como el/^rtmero de estos períodos, el que acabamos de describir, bajo dos formas adaptables á la palabraproí/ronioí, á saber: cólera seco y colerina.

Segundo.—CÓLERA coNriaaiADo.—TRATAMIENTO EN xotis S I S FORMAS SINTOMÁTICAS.

El cólera-morbo epidémico puede manifestarse : pri­mero» después de no haber podido dominar el primer pe­riodo en la fürma que hemos llamado seco: segundo, á consecuencia de una colerina que so ha desatendido ó que no se ha sabido corregir: tercero, puede desarrollarse desde luego de una manera repentina.

l)e todos modos, los síntomas que nos harán conocer que el cólera so ha desenvuelto coa toda su intensidad eo un individuo, son los siguientes:

amblante profundamente alterado; ojos triste», hun­didos en las órbitas y rodeados de un círculo livido; na­riz alilada y muy fria, como toda la superficie del cuo-po; color terroso,de4a cara; las mejillas y los lalüos pr^en-lan un tinte violado, y algunas veces toda la piel aparece c«B un Biatiz azulado—cianosis—y bañada de una haiituo-

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sidad fria y viscosa; la sensación de humedad y frialdad que se percibe al tocar estos enfermos, es como ti estas parlM hubieran estado sumergidas largo tiempo en agua ñ-ia; las uñas también participan de la coloración azul de la piel; preí^ntanse de cuando en cuando calambres cló-níüos ó tónicos, mas ó menos violentos, en los miembros; la leiii ua o.<>ta húmeda y fria; hay vómitos pertinaces, pnmero de* sustancias biliosas, y úiiioumente de un liqui­do seroso, blanquecino ; cámuras repetidas, ahondantes, simultáneas alguua vez con los vómitos, de materiales se­roso», parecidos al agua de arroz , y mezclados de copos albuminosos; otras veces son sanguiooieBtos, como el agua donde se ha lavado la carne: hay supresión de ori­na; sed inestinguible; angustias; ansiedad precordial; mucho miedo á la muerte, y un ardor quemante á la boca del estómago, que abrasa al enfermo. La voz está alterada, débil y apenas perceptible; la respiración entrecortada y anhelosa, y el aliento se hace últimamente frió ; el pulso es pequeño y conlraido, y algunas veces imperceptible, como las pulsaciones del corazón—estada asfitico.—Las facultades intelectuales se hallan, por lo comua, en estado de integridad, aunque alguna vez se quejan los enfernos de cierto aturdimiento y de sordera-

Afortunadamente el cuadro de síntomas que acabamos de presentar no es el que tenemos que combatir siempre, tüste cuadro comprende mas de una forma de las que co­munmente ofrece la enfermedad, y de aqui el por qué los autores le han disidido en varios periodos.

Nosotros, qoe al presentarnos á la cabecera del enfer­mo 00 nos prometemos curarle por periodos, sino confor­me al grupo de entornas mas notable, nos creemos dúj)en-sados de locer esta división, aunque seamw mas pro-Hjofl 90 ei foado, puesto que, siendo varios los medica^ meMM deque disponemos para curar la Mfernw4ad, n«-

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cesitamos dividir «I total de los sintonas en otros tantos cuadros posibles del mal.

I.OS medicamentos que mas comnmnente trÍQnliri& del cólera bien caraderi/ado, en sns diferentes formas, sen los siguientes: JpecncwMna, Veratrum úlbum, CitprtBm metalUcum, Ars«nioum álbum, Sécale cornuhin^ iJarbo wgitalis, LauroceratM y Acidum hydrociamcttm.

Una vez quo hemos presentado bajo un solo golpe de vista un cuadro del cólera epidémico tan compita oono puede ofrecerse á nuestra observación, no oreemos nece­sario reproducirlo al tratar de cada uno de los medica­mentos en particular, sino con relación á los sintomaa característicos ó distintivos de cada uno. De esta manera el práctico, y las personas que se vean obligadas á servirse de esta instrucción, podrán elegir con seguridad, y tan pronto como las circunstancias lo exijan, el medicamento mas adecuado al coiijuMo de síntomas que traten de combatir.

Formado ya el diagnóMico con presencia de todos los que caracterizan el cólera, la cuestión es de destruir los mas predominantes, ó sean los quo primitivamente dan á la enfermedad toda su importancia; y para conseguirio, importa saber tas circuni^ncias que distinguen UMB medi­camentos de otros.

Si se trata, por ejemplo, de un cólera de mediana in­tensidad, en que las cámaras son poco freonente», con dolores alrededor del ombligo y tenesmo, ^M^omtnio de vónitot mucosos ó biliosos, aflujo de saliva á la boca, ca­lambres ligeros en las pantorrillas y aturdimiento de cabe­za, IpfcacHanna será el medicamento mas indicado y por donde deberá comenzarse.

El mejor modo de administrarlo, toda vez que ei v4-«Bítfl p«ede evitar quo dado en (üsolncion permanetca en el estómago el tiempo necesario, será poniendo t r e » ^

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bulos sobre la lengua cada quince ó cada treinta minutos, conforme la necesidad (1).

Yeratmm.—EeHñ medicamento es el primero que debe usarse cuando se trata de un cólera bien caracterizado, ya sea para continuar con él mientras se sostengan iosali* vkw que produzca , ú bien para reemplazarlo con Arseni-cum. Los sinlomaá que deberán fijar la atención para el uto de Yeratrum, serán: síntomas generales del cólera confirmado, á saber: ansiedad; malestar general; náuseas; cámaras frecuentes , abundantes, de diferentes colores; vóntJlos muy repetidos de líquidos blancos; supresión de orina ; semblante descompuesto; voz alterada, débil; ojos hundidos; calambres en las piernas, etc.—Síntomas caracte­rísticos de este medicamento: grande aitsiedad al estóma­go, con Urror y núedo á la muerte; frialdad turna en todo el cuerpo, especialmente en las estreraidadcs, en la cara y lenf/ua,—estado álgido;—mucAo sed , con deseos de beber grandes canlidades de agua ; sudor frió y viscoso; mucha debilidad ; pulso lento y muy pequeño; respiración eiubarazada y aliento frió.

Inmediatameole se procederá á la administración de este medicamento en la dosis de tres glóbulos sobre la len­gua, repitiéndola cada diez ó quince minutos, basta que se observe un marcado alivio. Si efectivamente á las cinco ó seis dosis disminuyeran los vómitos y las cámaras , y co­menzara el frió á perder su intensidad, se procurará que los intervalos sean de media hora, basta que el calor se restablezca por igual, el pulso se baya desarrollado, y la moral y las fuena» bayan perdido aquel sello imponente

(Ti Esla circunstiincia es cstcasira 4 todos Ici mwlicamcntos siempre (|De, dados en dUokieioa, el vómilo no los deje roposnr poc alguD licnupoen el estómago. L.as dilucionoi en qo* delian usars», kúidebigiuda» en el resuiueade medkaioeoloo.

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que daban á la enfermedad. A pesar de que esto suceda, no se abandonará el medicamento: se continuará con él con intervalos de una, dos y hasta tres horas, hasta que el enfermo haya salido del pelifitro.

Pero si han pasado dos 6 tres horas desde que comen­zó á usarse el Yeralrum sin que se haya operado en la enfermedad cambio alguno favorable, y se observan ade­mas ios síntomas siguientes : vómitos y diarrea simultá­neos; ansiedad precordial con ardor y opresión de pecho; voz muy apagada; sed violenta, sin poder beber niu(^o de una vez, con sequedad en la lengua y fauces; ardor abrasador en la boca del estómago , sin embargo de per­cibirse al esterior un frió glacial; enflaquecimiento rápi­do; angustia estrema, con mucho miedo á la muerte; agitación continua que no deja estar quieto al enfermo ni un instante, obligándole á descubrirse y á salir de la cama; en este caso, no deberá diferirse el uso de Arseni^ cum, dado del mismo modo que Veratrum á la dilu­ción T).*, con el intermedio de una cucharada de agua fría ó de un lerroncito de nieve en la boca.

Las dosis de este medicamento se repetirán con la misma observación que las de \erairum; y téngase en­tendido, por mas que los autores proclamen á \eratrum como el remedio soberano del cólera, qne \rsenicum es el que ha de dar la mayor gloria á nuestro tratamiento en el c<')lera grave, como hemos tenido lugar de verlo nos­otros mismos, y como lo han observado varios de nues­tros comprofesores de provincia.

Si enmedio del tratamiento, ya sea por Xeralrvun, ya por .\rsenietm, sobrevinieran calambres muy dolorosos, hasta el punto de arrancar gritos á los enfermos, no hüy inconveniente en administrar una ó mas dosis de Cvprum. como intermediarlas; pero nosotros, y con nosotros di-fepentes Homeópatas distinguidos, con objeto de no des-

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atender ni por un iaslaDle las indicaciones tan perentorias de los anteriores medicamentos, hemos heclio uso en estos casos del cobre al esterior, aplicando placas ú otros objetos en que se encuentra este metal, como el latón y el acero, sobre las partes afectas, y hemos conseguido aliviarlas.

Sin embargo, hay una forma de cólera, llamado con­vulsivo, caracterizado por á predominio de calambres c/ó* nieos; movimieiUot convulsivos de los músculos de la cara y de los ojos; vómitos con espasmos abdominaUs; ¡Upo; constricción dolorosa al pecho; cara azulada, etc. E)n estos casos, Cuprum será el medicaaento que deberá alter­nar con Yeratrum, hasta haber miügado estos fenómenos.

Si á beneficio de uno ú otro de estos medicamentos bim cesado 6 disminuido los vómitos, permaneciendo inco­loras las dep<i6ÍCMBe8,.S«ca/0 coraulum, administrado como los anteriores, restablecerá la secretion de la bilis; cuyo sintoma hemos tenido lugar de apreciar, como el mas se­guro presagio de una feliz terHÍnacion.

I El Sécale tiene ademas una indicación bastante justifi­cada, según la opinión de algunos prácticos, en los sugetos débiles, enfermizos, destruidos por la edad ó por padeci­mientos anteriores, especialmente si á los síntomas genera­les del cólera se añaden: cabeia enüfarazada, aturdida. como en la embriaguen—etnóolamiento de los sentidos, y especiaboenle del oidot—profundo desmayo y preocupa­ción constante de la muerte.

La enfermedad ha podido presentarse de una ma-ñera fulminante , ser descuidada ó nul dirigida en stts primeros momentos, ó los medicameotos mejor cooü)iAados no han podido bastar para contenerla en su periodo de cruel ascenso: la piel ofrece en toda su eslensian una coloración caul bronceado,-^iüsjoom:-^ la sensación que se percibe al tocar el cuerpo del enfermo es igual al frió glacial que baria esperimeotar el cuerpo

- 243 -de un cadáver; ios ojos están enteramente vueltos en sus órbitas; la voz completamente apagada; la opresión áa pecho es escesiva; el enfermo, falto de aire, se agita para encontrarlo: la respiración es lenta, diñcil;-~có/«ra as' fitico,-e\ pulso imperceptible, y el aliento helado.

En este momento supremo, como dice el Uuslrado doc­tor CHARfiÉ, la Ilomeopalia no ha pronunciado su última palabra: d Carbón vegetal,— Carbo veg.,—ha salvado como por encanto á muchos de estos enfermos. Uá jase una disoluciufi de diez gU^bulos en medio vaso de agu», para dar cada cinco ó diez minutos una cucharada al en­fermo.

Si ha pasado una hora y no se presentan señales de mejoría, se acudirá al Acido hidrociánico. So pondrán tres glóbulos sobre la lengua, y se repetirán á intervalos cortos, conforme á la necesidad.~-CHAii6É.

En atención á que el Carbo vegtlalis reúne en su pa­togenesia muchos síntomas de los que indican ol uso de Artenicum, y con objeto de anticiparse al desarrollo del estado asfilko, para el cual se recomienda por los prácti­cos aquel mediamento, aconsejamos en la (¡ACETA Ilonfio-PÁTICA DEL CÓLERA, dcspucs quB Arsenicum no produjera alivio, el empleo alternado de Arsenicutn y Carbo.

Las razones en que fundamos nuestro juicio quedaron allí sufíoientomenle osplanadas; asi como dejamos c w -signados los comprobantes remilidos por varios prácticos, de los felices resultados que hablan dado estos dos modi-caoKMtos usándolos alternativamente.

El Dr. Ausó, refiriéndose á la epidemia que tantas victimas hizo en Alicante, decia en su (XN'respdndencia:

«En ios easos mas graves, que ofrecen sintomas del tercer periodo , se consigue la reacción con Arsemcum y Carbo, alternados cada diez, quince ó treinta míData}.

Q muy celoso Dr. DOMIKEGH, farmacéutico Homeópata

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de Barcelona, contrayéndose indudablemente á esta forma colérica , dice: «(Cuando Carbo vegetaiii no me daba re­saltados, he usado Spirilu» Camphorip al interior en gotas de diez en diez minutos, y be visto con aiwmbro renacer á la vida á pacienten casi moribundos.»

Iguales efectos ha obtenido del Aleanfor^n casos de esta naturaleza nuestro «impañero el Sr. MARTÍNEZ MASB-

oosA en la epidemia de Murria; lo que, IratándoAe de unos momentos en que generalmente cesan los vómitos y la diarrea, nos hace recordar la nota de lhH>E<iA!M\. que re­comendamos é nuestros comprolMores; porque no seria prudente dejar morir ningún enfermo sin aplicarle este remedio in erlremix, especialmente cuando el Carbón vr-grtal no diera resultados ' I .

El ilustrado Dr. SA^LLeHl, de Barcelona, que tan acree­dor se ha hecho á tas bendiciones de sos paisanos por los inmensos servicios prestados en la epidemia colérica que diezmaba en siembre último aquella capital, nos decía en 80 correspondencia:

eCuando el enfermóse lidtla en un estado grave, en que Xeratrum, i'uprum, ni aun .\r$enicum, prestan consuelo alfHioo; y , por otra parte, la piel se (H'esenta azulada, hay medicamentos lodavia á qué recurrir, con los cuales se triunfa muchas veces de este «¡ttado. l-lstos medicamentos son ¡AuroeertuHt y .Kddum hydrociminm. Oon su au­xilio, y mas particularmente del primero, he logrado sal­var algunos enfermos que los creia enteramente perdido<i. Ambos corresponden al estado ciánico; pero el primero

(4) lia liabiiJo fAxo" en que <•! diícruiu, nti liaUcmlo loiuodo Akaitfor va <•! |iri(u<-i |)crio<lo y ron^iilcranilnio \,, ,omo inuer-U>, rnovU aun lo"- «Kxto"-: onU-m»** un [uxo dr i-spjritu ilc Alcan­for meix-lmío con »veHe. puerto pn la IM»;», |O ha vadlo «tfl la ••««rtoáh vkb

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he observado era preferible siempre que la cara eslnvieM muy conrulsa, y al mismo tiempo hubiese sed y diarrea.

»()tro medicamento hay con d cual se arrancan, si puede decirse asi, ios enfermos del borde del sepulcro. Carbo vegeíalis triunfa en casos desesperados, cuando ya todos ios medicamentos empleados han sido inútiles, cuan­do se ve estinguir la vida por momentos, aun eaando el rafermo pareica muerto. Este estado de asfixia cede bajo la poderosa influencia de este medicamento.»

El Sr. SoMOZA, Homeópata distinguido de Pontevedra, cuando el cV)lera hacia estragos en aquella capital nos de­cía eMre otras cosas:

<EI Cario tMgHalii |Mt>dnjo escelentea resoltadoa en los casos en qoe había esíineiou del puUo, frió marmó^ reo; en una palabra, cuando el enfermo parecía cadáver ó próximo á etpirar. Kn tales casos, algunas dosis muy re­petidas de Carbo tegetalit escitaban la reacción y abrían el camino á Árvenieum. con é cual triunfábamos del mal.»

El Sr. CauKKNT, hijo, que tanemiaeBtM servicioa pre»» ló á los cdérlcw de la ciodad d« Mataró, n espresaba del modo siguiente en su correspondencia:

€Ar$enicum y Carbo vegetalit alternados, han corres­pondido admirablemente á nuestras esperanias en el esta­do álgido intenso.

>En los casos en que la eianotit lia sido muy pronan> ciada, he obtenido buenos efectos con Lauroetratui.t

n Sr. 0 . l>ea«dro (ÍONXALIZ, Homei^ta de la Goruha, al reaiUniM la «atadiitica^ despoeadv hacer la desoríp-cMD éáeékn asfitíoo ó falMinante, decía lo aigwMte:

«En dos honlMW qtie presentaron e ^ lastimoso é hn-ponente cuadro, usé Arkiñieum y Carbo vegthUii de la 42.* dilución, díex gtób«los M (^atro ontas de agua, para dar cucharadas repetidas y alternadas, al principio cada cinco minutos, después cada diei, etc., inlermediidos

TOMO IV. t"

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depedacUosde nieve en la boca y el agua fría que querían. A 1M cuatro ó cinco boras empezó á manirestarse la reac­ción y la consiguiente diminución de síntomas tan aterra­dores; y obrando después según las circunstancias, tuve el gusto de salvarlos. Estos áos sugetos echaron varias lom­brices de mas de ana cuarta, ano por el vómito y las eva­cuaciones, y el otro por estas solamente.

>EI segoBdo día del mal se presentaron, al que echó las lombrices por la boca, vómitos fuertes espasoródicos y de color azulado, y un hipo violeoto; cediendo aquellos al (kipnm, y este á la Belladoima.

>En un amigo mió, en quien se presentó el mismo cuadro, m pudieron nada los mismos remedios, sin duda por el estado moral y los pactecimientos anteriores del en­fermo.»

Hé aquí reasumidas todas las formas que puede afectar el cólera desde su mediana intensidad hasta la de atfitico y dánico; y hé aq« también el conjunto de los medica'-mentos mas indicados, con sus condiciones características, en virtud de las que podrá el práctico elegir para cada una de ellas los que sean mas adecuados, conforme á la riguro­sa aplicación de nuestros principMs.

Ha dicho el Dr. SAHLLEHI que, tanto el Lauroceratuí^ como el Ácido hidrociánico , corresponden al estado ciánico, haoieodo la oportuna distinción entre estos dos poderosos agentes.

Nosotros tenemos una satisfiaccion ea estar de acuerdo 60 no todo con la opiQi<m de este distinguido Homeópata, atreviéndolos á dedr, que Lauroceranu reoae en lu pa* tt^ea^ia condiciones que le harán preferible en la ge­neralidad de los casos al Acido iádroeiánieo.

De todos modos. Aneniam, Carbo vegekUii, Ltmro-cerustts , Acido Udrociánieo y Campbora, son los me-dicaiMDtoB que eo sus patogenesias reúnen los difereates

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matices de esa terrible forma del cólera,.que es y ha sido siempre el escollo de la Medicina. El estudio comparativo de todos ellos, es lo que especialmente encarecemos á nues­tros comprofesores.

lonocesario nos parece repetir aquí que el enfermo, en cualquiera de estos casos, debe observar una rigurosa die­ta ; dándolo, para moderar la sed, un terroncito do nieve ó una cucharada de agua fría antes de cada dosis de medi­camento; pudiondo, luego que se prolonguen las dislBDcias do este, usar el agua do nieve cada diez minutos.

Si el enfermo tuviera mucho tenesmo,—pujos,—con fuerte irritación al ano, serán de bastante utilidad las la­vativas cortas de agua natural con una cucharada de al-midoA.—También el abrigo del enfermo, y lodo lo que con­duzca á establecer la rcacciun, es de conocida utilidad.

Tercer periodo.—DE REACCIÓN.

Este tercer período del cólera-morbo epidéeteo, aun­que reconocido por todos los Ilomeópalas, desdo IIAHNBNANN

hasta nuestros dias, no ha sido dilucidado cual conviene Di cual merece por su importancia y la gravedad de SUSGOD-

secuencias. Todos los escritores que se han ocupado de las diferentes forma» que puede ofrecer, lo han reríGcado como si se ocuparan de enfermedades comunes y entera­mente ajenas é la especialidad del elemento morboio que fas origina. Asi se observa que, para su tratamiento, no se emplean otros nwdicameolos que aquellos que acostum­bramos usar en los padecñnieotos análogos, pero de ori­gen «omua, de naturideza conocida.

Mas ios desengaños y reveses que se esperimenlan por todas partes en este período de la enfermedad, son ya Itttto numerosos, para que conozcamos que no es este ei amíno que conviene seguir. Acaso esa fiebre tifoidea 6

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atáxica, que tantas victimas arrebata cuando ya podían creerse á cubierto de los estragos del azote, no es la fiebre común que combatimos con Belladonna, Bryonia, líyos-ciamus ó Bhus.

Aun cuando sus cuadros de síntomas ofrezcan entera semejanza con los de la enfermedad en cuestión, es pre­ciso nu olvidar el origen de las primeras formas del mal, y tenerlo muy en cuenta, como tenemos el de la fiebre de los pantanos respecto al que produce las intermitentes es­porádicas. Estos síntomas cerebrales pueden ser pura­mente simpáticos, y residir en otro punto el origen de los desórdenes.

Por esta razón, el I)r. CHARGÉ no quiere que en las reacciones se abandonen los remedios que las promovie­ron ; y cnando estas retroceden ó se hacen incompletas, cree que no hay inconveniente en volver al medicamento que produjo los primeros alivios.

Esto esplica perfectamente que no debemos perder de vista la causa primitiva de la enfermedad, ni el medica­mento que se mostró su específico.

No olvidemos tampoco la situación en que se encuen­tra el organismo cuando viene á ser presa de estas trasfor-maciones morbosas; situación bien diferente por cierto de aquella en que de ordinario se halla, quien en tiempos nor­males es invadido de un tifus ó de una fiebre atáxica ó ioporota. Teniendo en cuenta, sin duda, el Dr. PEARUSSKL

esta circunstancia, se espresa del modo siguiente: cEI estado tifoideo, adinámico, de postración y de

amodorramiento en que caen alguna vez los enfermos, exige remedios justamente apropiados, sobre todo de aqueles que corresponden á la debiUdad nerviosa, al anonadamien­to físico y moral que en cteos graves producen las pérdi-éu abundantes, y la violenta conmoción que esperimentan como si fueran heridos por un rayo.

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»Si ahora hubiéramos de tratar casos de esta natura­leza , dejariamos á un lado Aconitum, Belladonna, Opium, etc., y emplearíamos Ársenicum, China, Phot-phorus y Aeidum phosphoricum, como mejor indicados en ese estado de parálisis del cerebro, de caducidad del ser, caracterizado por un ligero sopor, subdelirio, entor­pecimiento, postración con decúbito dorsal, y condolimien-to de todo el cuerpo (1).»

Sentados estos cortos preliminares, preciso es que des­cendamos á las mas principales formas que suele afectar este periodo, y á los remedios que podrán combatirle. La división que de él hace el !)r. HAMERNICIC {i] merece hasta cierto punto nuestra aceptación; porque sin oponerse esen­cialmente á nuestra doctrina, contiene averiguaciones úti­les, que pueden aprovecharnos para introducirenla tera­péutica de esta trasformacion colérica algunas reformas convenientes.

Cuatro son las formas de reacción á que las reduce el autor que hemos citado: primera, reacción completa; se­gunda, incompleta; tercera, complicada; cuarta, metas-tásica-

1.° La reacción completa es la que llamamos nos-' otros franca, que consiste en la regularidad de las eva­cuaciones, que toman un color amarillento y rojizo; en la reanimación de la respiración, en virtud de la que, el ca­lor se restituye; las arterias se dilatan; la cianosis va desapareciendo; el pulso empieza á percibirse; las faccio-

(4) En la discusión promovida en la SOCIEDAD con motivo d« la lectura de esU Memori», manifestó el Sr. Dr. NU^EZ, y probó con razones y con hechos, que en estas circunstancias no deben olvidarse Cocculuí y Suae vómica.

(i) CBIRCHILLA: Nutvoi ntudi'of tobre la natwrale%a, o^u-Ml, «te., dtl oóteroftnorbo eptd^mioo.—Valladolid, <85i.

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oes se reaniman; los ojos adquieren su brillantez; la mu­cosa bucal se pone rubicunda, cuyo color se estiende á los labios; las orinas vuelven á fluir: se sienten los enfer­mos mas aliviados y fuertes; se restablece el apetito, y en* tran, por último, en convalecencia. La reacción franca puede lo mismo sobrevenir á coosecueaeia de una colerina, que de cualquiera forma del cólera.

La tendencia saludable que se advierte en ella, hace comprender desde luego que la naturaleza puede por si llevar á cabo la obra. Basta únicamente cuidar de que el enfermo, al dejar las sustancias blancas que le servían de único alimento, comience el uso de otras mas nutritivas, siguiendo la mas r^urosa escala.

3." ñeaccion incompleta,—Según HAHERNICK , esta reacción es relativa á la pérdida de los líquidos, es­pecialmente á la de los principios cooslilutivos de la san­gre. Se manifíesta por los síntomas siguientes: no se resta­blecen el calor ni el color sino de noa manera imperfecta: la traspiración es débil, y escasa la secreción de la orina; estos alivios desaparecen bien pronto para ser reemplaza­dos por los síntomas graves de la enfermedad. Otrai ve­ces, á estos síntomas de reacción incipiente, se asocian alternativas de calor y frialdad; Tértigos, somnolencia, delirios: este estado, según el mismo liAHEanicK, termina generalmaite por la mnerte, ó se complica con la afección tifoidea que caracteriza la tercera forma de reacción.

Eo estos casos creemos nosotros que tiene aplicaeioD lo que bemos dicho anteriormente con relación al doctor CHARGK y al Dr. PCUISSEL. En las reacciones que co­mienzan de una manera iocon^leta, so deben abandonar­se los medicamentos que his inician; porque la causa es­pecifica de la enfermedad no ha desaparecido todavía del organismo. Si la esperiencia demostrara la ineficacia de estos medicameoios, porque la sangre, conforme á la opi-

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nion de HAMERNICK, ha quedado pobre de sus prineipios oonstilutivos, en este caso nos asociamos á la opinión de PBRRCSSEL, aconsejando la China, Arsenicum, phospho-rus, etc., en vez de Opium, Betladonna y otros.

faiúlil nos parece manifestar que si, tanto en la reac­ción anterior como en esta, se presentaran síntomas deci­didamente inflamatorios, Aconitum es el medicamento principal.

3." Reacción complicada', reacción vrémica.—4^m todos los observadores que han hablado del cólera, dice HiMKRNiCK, han notado que, después del periodo álgido oda las evacaaciones, sacedla un periodo tifoideo; pero hasta ahora no se haa descrito las causas de esta reacción urémica.

Este aotor hace constar, en vista de sos observa­ciones:

€i." Que, según las nuevas esperieocías, no sigue al cólera «na calentura tifoidea.

92." Que la enfermedad descrita y reputada por los autores como un tifo, no es mas que una mezcla d« los elem^tos constitutivos de la sangre con los etementos de la orinal»

En prueba de sus asertos, dice: c(.° En todos loa<»so6 de esta naturaleza hay alte­

ración en los órganos urínarios y en los principios de la orina; ó bien no hay secreción de orina, ó si la hay es a/-bunUno$a.

»%.' IM sitatomaa sao los mismos que se obaer' van en la uremia, tanto eo los hombres como en loa ani­males.

»3." Después de la muerte se dislingae en casi todos las órganes dd cuerpo, espeeiaintente en los líquidos del esófiígo y del tubo digestivo, bi«i pronunciado el dor da la oriaa.

— Í5i —

• i ." Otro tanto sucede con el sndor. »5.° Si se desecan algunos fragmentos de los órganos,

especialmente los pulmones, éntrelas sales que se eslraen, forman gran parle las urinarias.»

El Dr. HAMUNICK divide esta forma de reacción en dos grados, débil y fuerle.

•Primer grado.—Siñtomas: Con la vuelta del calor se restablece la secreción de orina, ó se suprime por uno ó dos dias; los enfermos vomitan una ó mas veces al dia un liquido amarilleato; se quejan de dolores de cabeza y se­quedad de boca; ae les presmtan manchas rubicundas en las mejillas; se resienten de un malestar indefinible; no pueden dormir, y si duermen no les satisface el sueño; á veces tienen delirios.

«Todos estos fenómenos contiaéan por lodo el tiempo que dura la supresión de orina; pero tan luego como esta se restablece, los vómitos disminuyen, la lengua se hume­dece, desaparecen gradualmente los sintooM», y viene la curación.

nSegundo grado.—'No te rettableee la orina; se aumen­ta la somnolencia; los delirios se hacen mas pertinaces; sobrevienen convulsiones, sudores copiosos, el estupor y la muerte.»

Otra de las complicaciones de esta fonaa as con las en­fermedades del sistema dermoides. La miliar^ la oZ/bm-brilla, la uriicaria, etc., se hallan en este caso.

>E1 coma, que reemplaza en muchos casos á la ciano­sis en el estada álgido, es uno de los síntomas mas látales qae présenla el cólera en esta naeva ¿poca. Se anuncia por un deseo irresistible de dormir; si se realiza el estado co­matoso, el enfermo sucumbe sin remedio,

>4.'' Rtaeeion m¿la$Umea.-Aj¡& metástasis consisten, por lo general, en productos exudados en diferentes órga­nos, especialmente en las membranas mocosas, bronquial

y gastro-intestinal. A veces se presentan tubérculos crí­ticos ; otras írradican al sistema dermoides, en forma de erisipelas, etc.»

No ha sido, como conocerán nuestros lectores, el de­seo de contribuir á mejorar la terapéutica de esta última forma de reacción lo que nos ha hecho ocuparnos, con al­gún detenimiento, en esta parte de nuestro trabajo. Las me­tástasis, aunque siempre suponen la necesidad de consu­mir algún tiempo mas en su curación, son, por lo general, de buen presagio, y poseemos muchos medicamentos para combatirlas.

La dificultad donde se presenta es en la curación del estado tifoideo que complica la reacción. Tenemos, es ver­dad, remedios muy poderosos para estas manifestaciones morbosas: en la epidemia del año anterior se dituvieron bastantes triunfos por algunos do nuestros prácticos á be­neficio de Ilyotciamus y Mercurio unas veces, y de Yera-trum, Arwnicwmy Belladonna otras (1); pero la generali­dad de los escritores se lamentan del escesivo número de víctimas que arrebata esto periodo.

Ello es cierto que se desconfia de los remedios que tan eficaces se muestran en afecciones análogas cuando pro­ceden de otras causas ó se declaran primitivamente; y esto es lo que nos ha hecho fijar la atención en las obser­vaciones del Dr. UAHCRIHICK, á las que damos el crédito que se merecen, y á las que acaso debamos una modificación fa­vorable en la terapéutica de la enfermedad deque se trata. ¿Por qué \m sintoraas tifoideos no han de ser gimpátíoos unos y dependientes otros de la presencia de la urea en la sangre, y, por consiguiente, en los mismos órganos? Si esto fuera una verdad; si la supresión de la orina no fuera un efecto de la lesión profunda del sistema ganglionar, y si, la

(<) GACBTA IIOKEOPATICA DEL CóuR*. piiginas (8 y 10( .

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causa de ^Hos fenómenos; si nuevas observaciones vinierao á confirmarlo, tendríamos necesidad de sustituir á los re­medios simpáticos, los medicamentos de causa, ó, cuando menos, darles su merecido lugar eo el tratamiento.

La iodicadon «foe se ofrecería en este caso seria la de restablecer la secreción de las orinas con medicamentos que modificaran el aparato renal, sin perjuicio de que en­traran á ocupar su respectivo puesto Cocculus, Nux vó­mica, China, Arsenicum, Phosphorut, Hyosciamus, he-lladonna, etc., etc.

Creemos que basta con lo dicho para iniciar en este estudio á los profesores amantes del saber y del progreso científico, esperando que otros hombres de ma« capaci­dad y mas avezados al estudio profundo que requieren es­tas materias, nos ayuden al eüclarecimiento ée la verdad que todos anhelamos. Entre tanto, nos atrevemos á indicar el lodium como primer medicamento, acaso, de virtud hdmeqiáttca para restablecer la secreción de la orina.

Este roedicamenlo reúne en su patogenesia, ademas de la tupresion de las oriwu, algunos otros síntomas cerebra-les y morales no poco semejantes á la enfermedad que des­cribe UAIIBKNICK.

Rebtivamoite á la convalecencia de tos coléricos, poco podremos decir que no se haya deducido de las ideas emi­tidas en esla instrucción. Los oscesos cometidos (» el ré­gimen, el no haber seguido ana escala rigurosa en el orden de los alimenlm, han costado muchas victimas, y de una manera siempre violenta. Téngase en cuenta que los órga­nos que roas han sufrido en la enfermedad, son el esto-

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mago y los intestinos, y deaqui la prudencia cob qaedebe exigirseles ia vuelta á su ordinario ejercicio.

Si han sido muchas las pérdidas; si hay insomnio y fla­tos á las horas de la digestkHi, algunas dosis de Ctína ha­rán desaparecer estas incomodidades (1j.

NOTA DE LOS MEDICAMENTOS DESIGNADOS EN ESTA INSTRUCCIÓN PARA EL TRATAMIENTO DEL CÓLERA.

i.'

3." 4.° 8," 6.» 7." 8." 9.°

iO." ti.' ^±'

Acidum hudrocianicum Acidum phosphoricum. Acónito Arsenkum álbum Arsenicum álbum Belladonna. . . Bryonia.. . . Carbo vegetalis Cocculus.,. . Cuprum metallicum China

12.' . 6.'

6." 12.'

6." 12.

dil. dil. dil. dil. dil. dil.

12.* dil. 6.'

12. 12. 12.

dil. dil. dil. dU.

Espíritu de Alcanfor de HAHNBMANN frasco de una á dos onzas.

un

13." Huoteiamus niger 12.' dil. 14.' Lachesis 12.' dil. 18.' Laurocerasus 12.' dil. 18." Opium 6.' dil. 17.' Phosphorus 12." dil. 18.° Pulaatilla 12.' dil. 19." Rhut loxieodendrum. . . . 12.' dil. 20.» Sulphur 12." dil. 21." Tinclura suinhuris. . . . 12.' dil. 22." Veratnim álbum «.' dil.

EMOS medicamentos se venden en la farmacia de don Luis LLKTGIT, Puerta del Sol, núm. 28.

(4) El Sr. M*aTiNBi MASBCOBA obtuvo grandes efectos de ntt medieamento en los padecimientos subsiguientes al cólera, y de Nux ««inkw, especlalnunte, para los dolores de estomago.

(UACET* UOHBCPÁTICA, pág. 404.)

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De la GiCXTA HOMBOPATICA DEL CÓLERA qae poblícamos en esta corle, bajo la dirección del Dr. D. José NUÑEZ, en los meses de setiembre y octubre úllimús, y de ios ANALES

de la misma época, copiamos la siguiente

ESTADÍSTICA.

BARCELONA.

El Sr. SiRAROL.— Ninguno de ios que han tomado preser­vativos bajo la dirección de este profesor, ha esperimentado el cólera confirmado. Ha tratado 89 coléricos, y solo lia perdido 6: de estos. 3 eran sexagenarios: una mujer padecía de obstrucciones ai higado: los 2 restantes han sido pár­vulos.

El Dr. DoMcmcB (farmacéutico).—Este profesor ha dado preservativos á muchos centenares de personas, y no sabe que uno solo haya sido invadido del cólera.

El Dr. BRAMÓN.—Encontrándose este facultativo en la isla de Cuba en el año anterior, tuvo ocasión de asistir 304 coléricos, y sok» tuvo que lamentar la pérdida de 21. La actual epidemia le ha cogido en el pueblo de Caldla; ha asistido 21 enfermos, y no ha perdido mas que una niña de cuatro años, á quien duró el ataque cuatro horas.

El Dr. BLATB.—Este facultativo francés vino á establé­ce le en Barcelona cuando ya se habia declarado el cólera. Ha asistido á 100 enfermos, y solo ha perdido 3.

El Dr. SANLLEBI.—Este laborioso profesor no ha visto mas que á una señora invadida del cólera-morbo asiático, de cerca de 3,000 personas que han tomado los preservati­vos, y e«te caso debió ser oHginwlo, según manifiesta este fiícultativo, por una fuerte pasión de ánimo que esperi-roentó. Ha tratado 250 coléricos, y no ha perdido mas que 20. Entre estos se cuentan 8 que ya hablan hecho uso do otros medicamentos.

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ALICANTE.

El Dr. ADSÓ. —Entre los preservados bajo la dirección de este celoso é. ilustrado profesor, ha habido algunos que fueron invadidos de la epidemia. El Sr. Ausd atribuye esta falta de eficacia en los preservativos al olor de alcanfor que había en todas las cas.is, y que, como todos sabemos, es sustancia que neutraliza la acción de muchos medicamen­tos. Nosotros hemos creído ademas, y la esperiencia lo ha confirmado, que á esto debió contribuir la carencia del i4rsenicum entre los preservativos usados por el Sr. Ausó; pero circunstancia inevitable en aquellos dia&, porque hasta mucho después so se recogieron observacioaes y noticias que advirtieran la necesidad de Anenicum.

Los buenos efectos producidos por la Homeopatia en el tratamiento curativo, de ningún antecedente se deducen mejor que del oficio que el difunto gobernador Sr. QOUAIIO

dirigió á los Homeópatas de la provincia. En los primeros dias, la Homeopatia salvaba á todos los enfermos, mientras que la Alopatía perdía de un 70 á un 80 por 100. Postet-ior-mente fue invadido del cólera grave el Dr. AÜSÓ, y muchos (le sus enfermos quedaron sin acabar de ser tratados por él. Sin embargo, el Dr. Acsó asistió 119 coléricos, y solo per­dió 21. Entre ellos había una puérpera: 5 que le avisaron en periodo muy avanzado, que fallecieron antes de la segunda visita, y •) que se hallaban á la edad de setenta y cinco á ochenta años.

VALENCIA.

En las numerosas clientelas de los profesores PASTOR y MATEU GARIII, cuyos individuos han hecho uso de lo» pre­servativos, solamente uno fue invadido del cólera, y se curó.

El Sr. MATEU GARIN—Este facultativo ha asistido á 138 coléricos, y no ha perdido mas que 9. Entre ellos había un

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niño de cuatro años que padecía una enfermedad crónica; 2 que sucumbieron después de curados del cólera, ó sea de otras afecciones consecutivas , y otro que murió de un ataque fulminante después de haber perdido seis horas.

El Sr. Duvós.—De catorce familias que b^o ia dirección de este profesor he han sometido al uso do los preservativos, un niño de dos años únicamente ha &u\o atacado del cólera. Ha asistido á 83 coléricos, 28 de colerina y los restantes de cólera conñrmado, inclusos 3 del cólera azul, y no lia te­nido que deplorar mas pérdida que la de 3.

VINAROZ.

El Sr. D. Ignacio Rico.—Segan el estado que nos ha remitido este profesor, resulta que solo ha habido en VINA-

Roz 159 casos de cólera. De estos han sido medicinados 143. Por el método homeopático lo flieron 72, y murieron 7. Los 71 restantes fueron tratados alopáticamente, y murie-roD 50.

i C U Z DB LA rBOHTERA.

El Sr. DE CoLOMA.—Este facultativo ha tratado 247 co­léricos, y no ha perdido oías que 14.

El Dr. D. Joaquín María de Tonais ha tratado 68 enfer­mos, y no ha perdido mas que 7.

MATABÓ.

En la ciudad de Mataró no habia médicos Homeópatas; pero habiéndose presentado en la capital en los momentos de mas conflicto el ilustrado joven D. Cayetano CRUUNT,

hijo, sumamente instruido en la ciencia del inmortal HABNK-

•uim, tuvo ocasión de asistir á 216 coléricos, sin tener mas pérdida que la de 10.

HDRCIA.

Eo esta capital han tomado preservativos, bajo la direo

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don del profesor U. Pedro MARTÍNEZ MAÍBGOSA, 2t3 perso­nas, y ninguna ha sentido, durante la epidemia, la mas pe­queña novedad. De los muchos coléricos que ha asistido y que todavia tiene en tratamiento, inclusos algunos desahu­ciados por la Alopatía, nos asegura que no ha perdido el 8 por 100.

CORUÍ«A.

El Sr. D. Leandro GONZÁLEZ—Pocos han sido los colé­ricos que este celoso profesor ha visitado en la Corana, á causa de haber sido él también prosa de la enfermedad; pero aun en estos pocos enfermos el éxito ha sido bri­llante.

Los casos tratados por el Sr. GONZÁLEZ han sido en nu­mero de 20, entre ellos 9 fulminantes, de los cuales solo ha perdido 2.

POMTEVCbRA.

Según el estado que nos remiten los Sres. SOMOZA, RIVA,

y FERNANDEZ MORA, médicos Homeópatas de aquella capital, el nArnero de invadidos del cólera asciende á 344. De estos han sido tratados alopáticamente i 92, y de ellos han falle­cido 128. Curados, 67.

Haasido tratados homeopáticamente 182, y bao f«Ile-> cido35. Cxtrtáoi, 117.

Según los datos auténtico* y originales que acabamos da presentar, resulta que el máximum que ha perdido Ui Ho­meopatía por término medio en el tratamiento del cólera-morbo asiático en Espafia, ka sido de un 8 por 100.

La pérdida de la Alopatía, hasta dopdc se ha podido averiguar, escede del 50 por 100, proporción que no pare­cerá exagerada si la comparamos con la que resulta en el hospital de coléricos de San Gerónimo de esta corte.

En el referido hospital han entrado desde el 10 de se­tiembre último hasta el 8 dal presenta mes, entre eaaos de cólera sospechoso y cólera confirnaalo, 184 enfenoM. De

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estos han fallecido 115; es decir, en la proporción de mas de un 73 por 100.

El trabajo que be tenido la honra de leer á la SOCIE­

DAD, está muy lejos de ser una obra completa en su géne­ro. Con difícullad el práctico, que tiene que visitar y cui­dar á sus enfermos, con la prolijidad y el detenimiento quo exigen nuestras doctrinas, podrá publicar obras perrectas, en breve tiempo. Yo ruego á la SOCIEDAD que lo examine únicamente bajo el punto de vista d« su utilidad práctica.

No obstante, creo, que asi los profesores como las demás personas que deseen preservarse y curarse por el método homeopático, hallarán en esta instrucción, si no todo, bastante de cuanto se ha escrito en Uomeopatía coa relación á las necesidades de la epidemia actual; y , sobre todo, lo mas importante de nuestras adi|uisiciones.

También contiene lo necesario para que el gobierno pueda conveacerse de la grandeza de alma y de corazón de los Uomeópataü españoles. Su uniformidad en los trabajos, su abnegación eo los conflictos, su perse­verancia en medio del aislamieato en que viven, su cristia­na resignación á pesar de la injusticia con que se veo tra­tados, prendas son que los enaltecen. Y si nos hallamos completamente desatendidos de la mano oficial del gobiér-no; y si ni auo las gracias se han dado oficialmente á nin­gún Homeópata en la epidemia que recorre ya dos años nuestra Península, tampoco son motivos que deban arre­drarnos. Apóstoles de una verdad, perseveraremos en su propagación con la esperanza de encarnarla hasta en el mas tenaz escepticismo; y de esto nos hallamos tanto mas seguros, cuanto que es evidente que nuestra Medicina cuenta ya entre sas partidarios á los hombres de capaci­dad é instrucción de todas las nación^ cultas.

Madrid junio de 1855.

MÉDICA.

ARTICULO PRIMERO.

AUNQUE al formar la ínteDcíon de ocuparnos en nues­tro periódico del presente asunto, tan solo nos propusimos, teniendo en cuenta su naturaleza y dimensiones, manifes­tar de un modo conciso y terminante nuestra completa adhesión al pensamiento de los médicos españoles, que con tanta dignidad como juHlicia han levantado el estandarte de h Emancipación médica, y á la vez espresar que nos hallamos dispuestos á trabajar de consuno en tan honori-iica empresa: hoy, al ver cómo ba sido recibida por la mayoría de la Asamblea constituyente la ley de sanidad, y muertas la mayor parle de nuestras esperanzas sobre el bien que de ella puedeo esperar, tanto los infelices á quie­nes la fortuna |)arece que tiene vueltas sus espaldas, pues

TOMO IV. 18

- aa — de seguro no lograran la asistencia graluita que tan positi­vos beneficios les habia de proporcionar; como las clases médicas, que parece están condenadas en nuestra cara patria al mas completo ostracismo y abyección, vamos á dar mas ensanche á nuestras ideas, siquiera no consiga­mos otro resultado que el de dar publicidad al constante deseo que abriganos de abogar por las buenas causas.

Muchas, muchísimas veces detenidamente hemos fija­do nuestra atención, con ánimo de examinar de dónde proviene la indiferencia con que ciertos sugetos miran la medicina, siendo así que por su particular educación, sano criterio y suficiente ilustración deberían ser sus mas adictos y apasionados. Y, á la verdad, que jamás consegui­mos esplícarnos satisfactoriamente este fenómeno. Y si se nos dijese que no es mirar con indiferencia la medicina el que la mayoría del Congreso no haya asentido á ciertas pretensiones de los que la ejercen, porque las han creído injustas, escesivas ó inconvenientes , contestaríamos que precisamente de e.< objeción sacamos una gran parte de la fuerza de nuestro argumento, pues es notorio que en la sesión del dia 8 de junio próximo pasado pidiu el señor diputado D. Pablo Avecilla que se leyese es el Congreso una esposicioD que han presentado los médicos y los ciru­janos puros de Madrid, Segovia y Albacete, lo cual no consiguió, sio q|ue alcancemos ios motivos que para elk) habría. puesto que nadie duda del derecho y ¡m-tieia que les asiste. Pero por boy no es este el terreno á que queremos traer la cuestión, si bien prometemos á nuestros comprofesores que en otro articulo nos ocupare-nos detenidamente de lodo lo que pasó «a la referida se­sión, concerniente al proyecto de sanidad.

Decíamos, pues, que nos admira mucho rer que al-funos booritres de capacidad é instrucción miran eon in­diferencia U medicina, y hasta con cierta especie de te-

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dio, y vamos á examinar filosóficamente hasta dónde llei a la fuerza de nrjon en que se apoyan.

No pueden ser justamente apreciadas las cosas, si no hay un exacto conocimiento de ellas. Los que conocen la medicina por principios, saben que, aunque ciencia muy difícil Y penosa, no carece de ninguno do los requisitos de las ciencias de observación. Los que la juzgan por solo sus resultados prácticos, y se precipitan ádar un parecerabso-luto, s« esponen, las mas veces, á lastimosas equivocacio­nes. Porque una ciencia que tiene forzosamente que luchar con las enfermedades incurables, y con la infalibilidad de la muerte, no puede siempre salir airosa. Los que impugnan la medicina por sistema, dando mas valor á la punzante critica de escritores y poetas satíricos, y aun de bufones, que á las meditadas palabras de un antiguo y profundo filósofo, que decía: Aunque lot hombres pudieran vivir sin médi­cos, no les seria posible pasar sin medicamentos, son dignos de toda compasión. Y, por último, los que querien­do pasar por escépticos dicen cque aunque la medicina tenga algo de cierto, ellos siempre desconflao, porque los principios en que se funda son enteramente desconocidos en su esencia,» no reflexionan que en el mismo caso se halla la astronomía, puesto que á nadie es dado compren­der la ley de atracción en su esencia, sobre la cual está fundada la teoria de esa ciencia; y, sin embargo, no se atre­verán á ne^ar los hechos que por ella son deducidos. Y lo mismo podria decírseles respecto al temple que recil)c el acero por los medios que emplea el artífice, el cual no podrá eeplicar la esencia de la operación, ni decir en virtud de qué ley se verifica , pero él y la sociedad sa­carán siempre las ventajas que enseña la esperiencia diaria.

Y á la verdad que al médico que sabe eslimar la cien­cia que cultiva, le es muy lensible ver que se duda de

— 2(ii —

ella por aljíunos; que es mirada con indiferencia por oíros. y que no falla hasla quien la trale con cierto desprecio. Y este sentimiento lo creemos muy fundado, al lomar en consideración, que ademas de tiallarse el profesor conven­cido de la certeza de una riencia, que sin cesiir tantos bie­nes proporciona a la liumaniílad enferma; no es posible (|ue olvide los fíraves dis;j;uslo$, afanes y sacriíicictsque. desde su mas lozana juventud, viene sufriendo por ella. Por eso nosotros opinamos, que una de las cuiilidadesque mas en­salza al verdadero hijo de Esculapio, y que le hace aor(?e-dor á toda clase de considi raeion y respeto, (>s la abue-íjarion que hace de si propio, cuando (penetrado del legiti­mo dereclio que a cada cual le asiste para pensar y obrar en este asunto como mejor le agrade sufre con impasibi­lidad las consecuencias de los errores y estravagan-cias inlierentes al entendimiento humano: y aun muchas veces tolera con la mayor auiar^ura , (jue en los mo­mentos mismos en que es llamado para ejercer su |)rofe-sion, cometan en su presenciaescesos por este estilo, los cuales jamas dejarla pasar por alto, á no tener muy pre­sente la misión que se halla destinado á destMupeñar entre los hombres. I'ero todo esto, ¿es lo mismo que consentir que en lo mas mínimo se bollen los derechos que justamente tienen adquiridos las clases medicas, fundados en lilulos honrosos legítimamente ganados á fuer/a dt; ser\ icios iui-|)ortanles. que desde la mas reiiuUa antigüedad vienen prestando á la sociedad entera? No, y mil veces no. \ el profesor de la ciencia y arte de curar, (pie en este ter­reno deje [terder uil .solo ápice, del)»' tener présenle (|ue, ademas de reliajar su propia dignidad como hombre, falla también á uno de los delteres mas sagradi s (|ue le impone; la sociedad.

Y á propósito; permítasenos hacer aquí una libera re­seña ée estos méritos. |)ara que. ademas de recordárselos

— á(i:i —

á nuestros comprofesores, sirva esto de muralla contra los tiros de los que con su maledicencia inteutau vulnerarlos.

Niidie creemos se atreva á negar que una de las pro­fesiones mas dificiles y penosas á que puede dedicarse ti hombre, e« la medicina. La responsabilidad del médico, bajo cualquier concepl!» que se mire, es ^rave-, reconocida la oscuridad en que se ¡lalla en muL'lios casos, su poder sií'inpre es reducido; cierta la imposibilidad de deshacer lo liedlo. Si ha de cumplir cou los deberes que le impo­ne su profesión, tiene que conducirse ¡i lii cabecera de los enfermos como el mas celoso c(Milinela , dispueslo siempre a inler[)relar con acierto la voz do alerta que de continuo le da la naturaleza, por medio de los sinlomas y SÍ MIOS que caracterizan la dolencia: pues es bi(>n sabido (|ue la oca­sión en el tratamiento de las enl'ernied ides es fugaz, y una vez que se deja pasar esta, SIÍ pierde para siempre, con grave peligro del paciente y niticlio ¡lerjuicio para la ciencia.

Las penalidades que son consiguientes ai estudio y práctica de tan indispensable arle, no tienen comparación con las que se sufren en las demás profesiones; sin contar sus rie.sjíüs peculiares, (|ue sdu gravísimos y frecuentes. U retrato tan subido de colores que representa al médi­co familiarizado con el dolor y la muerte, es original, cuya copia no se hallará en las demás clases sociales. La ne-cctidad en (|ue se ve el médico de ensanchar y robus­tecer su espíritu, por medio de una cultura cientilica y de los sentimientos de humanidad que sim los que delien presidir siempre en el ejercicio de una pro­fesión eácnciáliuente benélica, hacen de él un ser muy elevado, que solo pueda compararse con el mártir que, animado por la fe de su alma, sufre con resignación y á sangre fria los tormentos de su martirio. La precisión en <|ue se encuentra el (jue se dedica á la práctica de curar,

— Hkj —

de sufrir y soportar los caprichos, ingratitudes é injusti­cias de los demás hombres, sin que se puedan escepluar de entre estos sus mismos compañeros de profesión, ni aun sus parientes; le hacen sufrir de continuo un tormento mas penoso que el de Tántalo. La obligación que contrae el medico c«n el público desde el momento que á él se ofrece, de sacrificarle, no solo so reposo, el interés perso­nal y sus comodidades, sino también su salud y vida, es­pecialmente en los tiempos de epidemias, es cosa de un precio tan subido, que nos parece que nadie se atreverá á señalárselo; y, por fin, si á todo unimos la imprescindi­ble necesidad que le impone su carácter facultativo, de manifestar, en todo lo que concierne á su profesión, un valor constante y una paciencia sin limites, creemos haber formado el resumen de los méritos del médico, sin que se nos pueda tachar de haber exagerado llevados de p asion.

Parécenos ahora escasado comentar lo que llevamos dicho; pues con solo fijar la atención sobre el relato de los hechos consignados, creemos sea lo suficiente para que,aun la inteligencia mas limitada, adquiera el con­vencimiento de la verdad y de la justicia que asiste á las clases médicas, al tratar de hacer valer sus derechos.

También seria ofender el buen sentido de nuestros lectores, si intentásemos probarles la nobleza de una cien­cia, cuya antigüedad se pierde en la noche de los tiempos: puesto que sabemos que ya la conocían los egipcios, y la practiearon los griegos y los romanos: que por su índole humanitaria, ha merecido que la docta antigüedad llame sMoidioses á los que la ejercian: que no se desdoraron de practicarla los reyes y los sacerdotes: que en todos tiem­pos ha sido respetada por los legisladores; y que, por úl­timo , para que nada le falte, hasta se halla santificada por nuestra religión, según puede verse eo estas sabidas pala-

— 2«" —

bras del libro del Eclesiástico: HONRA AL MÉDICO , POR LA

NECESIDAD QUE DE É L TIENES.

En este lugar dirigiríamos cuatro palabras á los pro­fanos sobre el fundamento y certeza del arte y ciencia de curar; pero es ya demasiado largo c^e articulo, y lo re­servamos para el segundo, donde probaremos que tiene su base Oja fundada en la naturaleza, y también que no están falaz como algunos suponen.

Por fin; al terminar por hoy este ligero trabajo , no queremos dejar de invitar á todos cuantos pertenezcan á la clase , sin distinción de categoría ni opiniones médicas, á que reflexionen sobre el estado actual de eUa en Espa­ña. Es indudable que, esceptuando algún centenar de mé­dicos, que se hallan con holgura, los demás de la nación viven con privaciones, suficientes para causar la depresión de sus personas. Tal estado no es el mejor para que brille lo que debe una ciencia de las mas indispensables en la so­ciedad , porque los que la practican ni gozan toda la inde­pendencia que se requiere, ni es posible de este modo que puedan ser bien estimados los méritos que se granjee cada profesor en particular. 1.a causa de este grave mal no lodos la atribuyen á un mismo origen ; pero parta esta de donde quiera, lo que urge os encontrar el remedio, para lo cual es indispensable que todos contribuyamos en regla de proporción. Nosotros opinamos que es ardua la empre­sa ; pero trabajando con unión y perseverancia , mas tarde 6 mas temprano, serán favorables los resultados. La pretensión es justa, y el principal beneficio es evidente que redundarla en provecho de la sociedad entera.

P. M. T M.

INFLUENCIA

DEL MIEBO T DE LA PARTE MORAL EN EL DESARROLLO DEL

CÓLERA, POR EL DOCTOR PERRl'SSELL.

Versión al casU'IUnt).

POR D. T. PELUCEB.

UNA admirable unión de nuestras fíbras, de nuestros tejidos y de nuestros órganos; una intima y constante soli­daridad de sus funciones, rápidas simpatías en su sensi­bilidad, béaqui, sin duda, las condiciones sufícientes para dar á nuestro cuerpo energía y resistencia; hé aquí, en efecto, razones de existencia para la máquina humana, que deben militar en favor de su longevidad.

Y si á esta armoniosa economía añadimos una fuerza directiva, oculta, que preside sin cesar nuestro mecanis­mo, y como una divinidad misteriosa, que á la vez causa y efecto parece ligado á los fenómenos mas materiales de nuestro ser, como un enigma tnsoluble destinado á guare­cernos contra las rebeliones de nuestro orgullo, no ten-

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dremos delante de nosotros la organización humana con­siderada bajo el punto de vista lisiológico, y puesta en juego con la ayuda de los elementos diversos que la ro­dean, por un poder incomprensible.

¿Cómo neftar, en efecto, este poder, esta fuerza vital, que reconocen todas las escuelas, pero á la cual no pue­den señalar un sentido ni un punto de asiento que satisfa-}ían nuestro espíritu?

Vosotros, materialistas, que lo esplicais lodo y no creéis nada, ¿os atreveréis á lijarnos el sitio donde reside este alma de la carne, anima airnis? Veamos: lomad ese cadáver aun palpitante, preparad vuestros escalpelos, é investigad á nuestra vista. ¿Será en los pliegues y replie­gues del encéfalo donde se oculta esta hada? ¿Será en los tubérculos cuadrigerainos, en la glándula pineal, en los ven-iriculos, ó acaso en el corazón, en el hígado, en la hiél, donde se oculta este destello vital que electriza nuestro ser y forma un cadáver de nuestro cuerpo cuando do él se separa? ¡Veamos dónde está!... En todas partes y en ninguna, os diremos nosotros. Sí; esta fuerza invisible, que hace vibrar vuestros nervios y vuestros músculos, que hace ascender vuestra sangre desde el corazón al ce­rebro, y robustece lodo vuestro ser, es al mismo tiempo una causa oculta, piírdida en el laberinto de la vida, que sostiene y calienta con su llama secreta.

¡I'obres orgullosos! ¡Hincaos de rodillas , mas bajo aun, y en vuestra Inimildad confesad con gol[>es de pecho vuestra ignorancia!

Y, sin euibargo, existe esa fuerza vital que tiene bajo su dependencia nuestra frágil máquina, para constituir su vida ó su muerte, según que está en todo su vigor ó que se debilita, y aun se aniquila á su vez por faenas supe­riores á ella.

Kstamos obligados, por consiguiente , á reconocerla:

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existe una esperienda fuera de nosotros, pero á nuestro alcance, que está sin cesar en juego, de la acción real é incontestable de un poder atomístico, imponderable, sobra todo el materialismo de nuesU-o ser.

i\'o estrañaré, por consiguiente, si, por otra parle, al lado de esta fuerza vital estamos obligados también á re­conocer otra, superior á ella en todo, y que llamaremos fuerza moral, tan impalpable, tan invisible y tan inespli-cable como aquella.

Aquí, mas maravillas aun; considerando esta otra in-cógnila, deberíamos acaso detenemos atónitos, asustados de la grandeza de la Divbidad, y vergonzosos de nuestra impotencia pra esplicárnosla.

Pero todo es problema y mÍ!>terio á nuestro alrededor, desde el grano de trigo, ann incomprensible en los secre­tos de su vegetación, hasta los admirables fenómenos de la vida, de los astros, que giran en el espacio tan tranquilos y tan majestuosos. No vacilemos, pues, confesando nues­tra impotencia, en dar, pobres viajerc», un paso atrevido en los inmensos desiertos de la filosofía, sin otro guia que nuestra fe, débil centella emanada de un foco supremo, y depositada en nuestra frente por los besos de nuestra ntadre, como una aristocrática corona de elevación y lu­cidez que nos hace los hijos queridos de la creación.

Si; al lado de noestra fuerza orgánica existe otra que la domina eateramente, cuya soberanía M inmensa, y que puede de un solo esfuerzo separar nuestra eiisteacia de un abismo, en el que una causa fatal podría precipitarla. Por consiguienle, bagamos que esta potencia vivificadora bríUe con todo sn esplendor, que electrice nuestra alma, y casi ñempre veremos la vida, reaoia^a, oesUipUcar su energía, activar sus funcionesy reacciones, con éulo y con felicidad, contra las causas mortales que en torno (te nos­otros Uenden sin cesar á destruir la araMWÍa de nuestro

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ser, de nuestra inteligencia. Asi, con la fuerza moral en acción, y robustecida hasta el grado que seria de desear, todo es posible en nuestra esfera mortal; sin ella, al con­trario, todo palidece, todo se debilita, todo se deteriora y se eslingue. Ahora, el instrumento de esta fuerza espiri­tual es la voluntad.

Luego si nosotros sabemos querer, y hacemos subir el poder de nuestra fuerza moral á esa altura. nos atre­vemos á afirmarlo; en casi todas las circunstancias el ma­terialismo de nuestro ser ha desaparecido, nuestra exis­tencia se robustece, y su vitalidad resiste á los elementos de destrucción.

Por el contrario, si esta fuerza moral falta; si el poder de nuestra voluntad es nulo, la menor causa, y con mayor razón una causa mas poderosa, basta para turbar la esen­cia de la vida, quebrar sus resortes y suspender su curso.

Pero esta fuerza y esta voluntad moral, ¿no se presen­tan con mas distinción y energía cuando están desarrolla­das y aclaradas por la inteligencia y por las nociones que se adquieren cada día de todas las cosas?

Indudablemente, debemos confesarlo: la ignorancia y el embrulecimienlo son el origen primero, la fuerza fatal de todos los males. Demasiado se observa esto d^gracia-damentc: en las epidemias son tan considerables los es­tragos en las clases pobres, en razón á sus preocupacio­nes, á sus errores y sus estupideces, de las cuales su ins­trucción no puede darles cuenta cumplida, y en este caso su moral, aterrada, no puede combatir ni vencer.

Los pueblos ignorantes, embrutecidos, se han despo­jado, por consiguiente, de la investidura superior con que Dios los habia revestido. ¿Y en qué se distinguen entonces de los últimos seres de la creación, que el viento de la tempestad arrebata, ó que los azotes de la tierra devastan por todas partes, como abortos raquíticos y condenados?

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El miedo, por consif¡;uienlt', no es mas que una conse­cuencia de nuestra debilidad y de nuestra ignorancia, en presencia de las causas que nos antenazan.

Tendamos, por lo tanto, á falta de fuer/a , mas fe en nosotros mismos; examinemos nuestros recursos; analice­mos nuestros medios de d('fen-;a ; calculemos nuestros cambios de salud, y, en presencia del enemigo, en»»edio del pclifjro. persuadimonos de (|ii • el d.-siino de! iiombn^ no es ser vencido al pniicipio di-su carrera; (pie debe, como asentista inteli iente y vigoroso, estar formado \y,\n domi­nar los elementos y los miasmas; p;ira alcanzar, á travos de los bosijues virgcnes de su ^!ol)o, el oasis prometido comorecoujpensa de la actividad desús fuerzas físicas y moralies.

¡Ah! ¡ÍJué diferencia existe entro lo que debia ser y lo que es! ;Y cminlo tiempo el espirilii btini:irio, perdido en medio de sus tribulaciones, i; iiorara las doctrinas (|uc lian trazado sobre su camino en letras de sangre las desgra­cias que le hieren y le ai:o)iianI

Asi, pues, gramles ó pequeños, enfermos ó sanos, nosotros estamos sostenidos en un estado de vida de so-breescitaciou por dos fuerias, por d is potencias de natu­raleza iaespiicaMe >• invisií)lc. absolutamente análogas á esas fuerzas misteriosas de la electricidad, del magnetismo y el calórico, que pirccen re^ir csclusivamente tú mundo.

Si la fuerza vital para el mundo es la organización humana . y sobre ella, como dom¡n:indola continuamen­te, la fuerza moral, hé aquí dos potencias atomísticas, i|ue arr«jan una gran luz en la prueba de la acción enérgica y curativa de ios iniinitamenle |>cqueüus.

En pre«cncia do su supremacía soberana é innegable, los tontos y ios vanidosos, los falsos sabios y los orgullo­sos, enoiudeccn y se apartan para hacer paso á la fe, al genio y á la abnegacioD, que triunfan de todo y obran las

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maravillas que admiramos , ó bien donde la incredulidad, la ignorancia y el ei oisnio no propagan en su degradante asociación mas que la vergüenza de los medios, la eslerili-dad de las obras y la aniquilación de todo.

Es necesario, por consiguiente, no olvidarse de ello en las epidemias, en las catástrofes que nos amenazan ; el mal es frecuentemente inferior á nuestros recursos, y, te­nemos el gusto de poderlo afirmar aquí, en el cólera todos los peligros son efecto solamente de la pobreza de los recursos y de la ineficacia de los medios en la antigua me­dicina; pero c n el principio cienlilico de la reforma mé­dica y su aplicación; con la ayuda de sus nuevos reme­dios, no hay terror posible, y la mortalidad debe reducir­se ú la de otra enfermedad cualquiera.

Oue en lodos esos momentos difíciles, en esas rudas pruebas (|ue Dios suscita en inedio de sus bijos, como las escarchas y las tempestades sobre los frutos de la tierra. para |ioner á prueba su pureza y energía, se robustecen en las aguas vivas del estudio y del trabajo, en la prácti-cAi de los sentimientos elevados, en tas dulzuras simpáticas del amor, de la amistad; en los rasgos poéticos de la re­ligión, lodos hallarán, on c! vaso sagrado de su alma, un resto d(í ese fuego ciilesiial, de ese fuegodivino con el cual Dios iiniíiia nuestra, perectídera arcilla, para formar una criatura á su imagen y semejanza.

¿V por i|ué III) lo diremos nosotros, nosotros, que hemos atravesado, con las ilusiones brillantes de la juventud y los aluclnamientos de la ciencia, á través de lodos los es­labones de la incredulidad, de la indiferencia, para llegar primero á la duda, y, por último, á la fe? Lsi religión, en eso-i momentos críticos, con sus meditaciones profundas, con sus sonrisas del cielo, con sus pompas do la tierra, ha sido|)Hra iiusoiros, (ui medio de nuestras fatigas, uua fuen­te inagdlalilc de fiierzíis y de felicidad.

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La religmn para nosotros, débiles hijos de la natura­leza, que Dios ha dolado de todas las facultades necesa­rias á nuestro destino, no es esa doctrina fria y estéril de todas las edades, que sacrtBca el espíritu á la letra, y la vi­da y la emancipación del alma al embrutecimiento y al ascetismo del cuerpo; la religión, que por nosotros abre, á los ojos de nuestra inteligencia, el gran libro de la na­turales, eacrtbiendo el nombre de Dios en todas sus pági -ñas, como contraste á nuestra debilidad, pero laminen como el objeto de nuestros esfuerzos; la religión, cuya palabra no es et idioma consagrado de una lengua muerta, sino la voz interior que nos habla sin cesar de las maravillas del Criador, del poder de su amor y de los tesoros de su ca­ndad ; la religión, en presencia de las miserias del aislamiento, de las vergüenzas, del egoísmo y de las de­cepciones del orgullo, nos (iredica la fraternidad, la so­cialización de nuestras fuerzas y de nuestros corazones; la religioa, en fin, que, hablando por la boca de sus Bos-suet, la música de sus coros y el brillo de sus Tiestas, nos bautiza siendo niños, nos une mas tarde en la cadena de los trabajadores, y nos bendice en la hora suprema, ¿no es una fuente f^unda de recursos de todas especies para las naturalezas, aun las menos impr^ionables y las meno i accesibles á los atractivos del poder y del amor?

No olvidaremos, por lo tanto, jamás, ademas de las simpalias, las asistencias tan benéñcas y protectoras que hemos encontrado en todas partes, las impresiones melan-c^icas, ei dominio moral que hemos sentido en las horas d« noestro reeogimieoto religioso, y, sobre todo, en aque­lla procesión solemne deM5 de agosto, en que la imagen de Marta, paseada por toda la aldea, despierta en todas las almas, enciende en todos los corazones piadosos los sen-timientoB mas puros de reconocimiento y los rasgos mas tiernos del amor filial.

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Seria necesario ciertamente ser insensible á la natura­leza, estar privado hasta del mas pequeño sentido moral, para no conmoverse profundamente á todo lo que hay de elevado, de tierno y de religioso en esa fiesta de la igle­sia en honor de la Madre de los afligidos, de los pobres, de los desgraciados de todas clases, y, sobre todo, cele­brada con la pompa tan sencilla y pastoral de una aldea.

No; no olvidaremos jamás nosotros, que hemos asistido á las grandiosas fiestas de las capitales del mundo, esta ce­remonia campestre, que parece variar de carácter en el duelo de los afligidos, en el silencio de las calles, al as­pecto risueño de los bosques y los prados, y al espimdor de un hermoso dia.

¿Cómo podremos jamás esplicar con palabras la be-lleía del cuadro y la elevación de la idea que le ilumina­ba, el solemne momento en que el sacerdote, deteniéndose comedio de un campo, ó al torcer una calle desierta, ele-yaba sobre la multitud apiñada la adorada imagen de la Virgen, como prenda de la protección divina, que descen­día para consolar y fortificar las almas abatidas ? Asi, no lo ocultaremos, en la hora suprema en que el coro de ni­ñas y los acordes de los instrumentos cesaron sus terrestres armonías para dejar al espíritu contemplar en su estasis la armonía, mas patética aun porque tenia algo de celes­tial, que presentaba este hermoso espectáculo, apenas pu­dimos contener los latidos precipitados de nuestro corazón: y cuando vimos alli arrodillados delante de nosotros los po­bres ei^rmos resucitados hacia algunos días, lágrimas de ternura inundaron nuestro rostro. Llenos de admiración por el poder del Altísimo, que nos había permitido á nos* otros, pobrra instrumentos, producir tales negros , y es-perimentar en toda ra pureza el estasis de semejante feli­cidad, ¿podíamosambicionar una recompensa mas dulce y mas noble á nuestras ponas?

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El efecto moral producido por esta cerembnia patética en lodos los espíritus de nuestra comarca devastada, fue de los mas felices, y desde aquel dia afortunado la epidemia adquirió una diminución que no se desmintió en ade­lante.

Las almas grandes que nosotros, los médicos, hallamos tan pequeñas y débiles en presencia de la muerte, man­charon con su critica, como los seres inmundos con su baba, ciertas prácticas de nuestro culto; pero nosotros sostendremos siempre, sin ser de un rigorismo absoluto en este género, que si hay en las fiestas patrióticas Iras-portes de entusiasmo y sentimientos irresistibles de amor y de libertad, también existan en !;is de la religión estasis de ternura, inspiraciones sublimes que elevan tan alto e' alma del cristiano, como hondas se arraigan aquellas pa­siones en el corazón del ciudadano.

La religión como el patriotismo y )a ciencia, que son otras especies de religión, tienen, por consiguiente, sus tesoros de poder, de riquezas y de felicidad; y la fuerza moral, que sabe agotar su fuente fecunda, no se dejaní abatir fácilmente, y podrá luchar con éxito contra los do­lores y las decepciones del mundo.

Que no se aterre, pues, en presencia de las desgra­cias, de las epidemias que pueden atacarnos: estas tienen contra nosotros una fuer/a timple, al paso que nosotros le podemos oponer una fuerza compuesta que puede lo­mar su resistencia en las fuentes mas puras. Repasemos los sucesos con la calma de una conciencia sin tacha, pa­ra soportarlos ó combatirlos con las armas de la ciencia ó de la fe, y que el espíritu de caridad nos ¡diente on nues­tros días de duelo comno, en nuestros dias de fiestas, para hacernos mas fuertes y mas invencibles por nuestro amor.

MEDICINA PRACTICA.

1.' obtervacion. D. J. A. V,, vecino del Burgo de Osma, de cincuenta y nueve años de edad, temperamento nervioso-bilioso, se hallaba sufriendo unas calenturas intermitentes tercianas desde el 29 de mayo de ISÜi. Viendo que no ce­dían á un buen plan higiénico, y á algunas medicinas caseras ó domésticas, y que cada nuevo acceso de fiebre duraba mas que el anterior, se me pasó recado el 4 del mes de junio, á las cinco de su tarde, para que fuera á visitarle.

Le hallé en cama, y con el sudor de la terminación del acceso de aquel día. Me manifestó que sin causa apreciable sintió, el dicho dia 29 de mayo, fHo por espado de una hora, poeo mas ó menos, después calor general, pulso frecuente, dolor intenso de cabeza, gran sed en el período del calor, desap«redendo este estado por un sudor general. Que pos­terior á este acceso de fiebre había observado otros tres, y notado que cada mievo acceso se presentaba una y dos ho­ras antes que el anterior, y su terminación era mas larga, y que en todos ellos se marcaban bien los periodos de frío, calor, etc., y desaparecían por sudor general. La última fiebre le duró diez horas.

TOMO IV. 19

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Prescripción. Chinaii.', ocho glóbulos, en diez cuchara­das de agua, para lomar una cada tres horas. Agua clara y de bolado para bebida usual; á la hora que acostumbraba á cenar, en este dia una jicara de chocolate.

Dia 5. Continúa tomando el medicamento dispuesto el dia anterior, y la mitad de alimentos que hacia uso cuando se hallaba sin padecimieoto «Iguoo.

Dia 6. Presentación de la fiebre á la hora que apareció la anterior. Su duración fue, con corta diferencia, la mis­ma. Cuando yo le vi, se hallaba en el período de calor ó reacción. El medicamento que le dispuse el 4 le concluyó de tomar el 5. Me limité i aconsejarle que solo tomase agua clara y azucarada, y á esperar á ver si se repetía ó no otro acceso de fiebre.

Al ver algunos amigos suyos, profanos á la ciencia , que la calentura se le había presentado en aquel dia, y que la duración é intensidad de ella había sido como las anterio­res, aun cuando había tomado el medicamento homeopáti­co lo mas distante posible del acceso que se esperaba, cre­yeron de buena fe que los medicamentos en glóbulos no te­nían la virtud suficiente para curar las calenturas intermi­tentes. Así es que le aconsejaron se dejase de la Homeopa­tía, y echase mano de los medicamentos ponderables y groseros que usa la Alopatía. El enfermo, que sabía pqr es-peñencía los malos efectos que la Alopatía le había causado en el año anterior, agradeció los buenos deseos de sus ami­gos, y desechó sus consejos.

Dia 1. Apirético. Dio, 8. A la hora que esperaba la presentación de 1* ca­

lentura, sintió un poco de frió por uno* diez minutos, y se puso algo inquieto y (KsgusUdo, creyeodoque le entraría la fiebre. Mas como trasciuTieaea tres horaa y no observaba la menor novedad, llegó 1* hora de comer y lo verificó, sí bien moderadamente. Posteriormente no ba vuelto á sufrir las intermitentes.

3 . ' observación. 0. C. R., de la misma vecindad, de cincuenta ahos, poco mas ó menos, temperamento cmí-

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nentemente bilioso , se sintió enfermo el 30 de agosto del año próximo pasado, con calofríos en todo el cuerpo, luego calor, dolor general á la cabeza, ruido en los oidos, sed, y frecuencia en el pulso: desapareció este estado mor­boso por un sudor general. Como al día siguiente se hallase sin malestar alguno, se dedicó á sus negocios, y no hizo apre­cio de su indisposición. Mas al sentir otros dos nuevos acce­sos de fiebre intermitente terciana, se me pasó recado para que fuera á verle, el 3 do setiembre á las diez de su mañana. Le hallé en la cama, y obser>-é pulso grande y frecuente, calor general, bastante aumentado y acre, cara encendida, decía que le dolía bastante toda la cabeza, gran sed, lengua rubicunda en su punta y bordes: me manifestó que á las seis y media de la mañana de este día principió á sentir el frío general, y que le liabía durado hasta las nueve; que ya iba entrando en calor; que se le había adelantado este acce­so dos horas mas que los anteriores.

Prescripción. Aconitum 12.", ocho glóbulos, en ocho cucharadas de agua, para tomar una cada tres horas. Agua clara y de bolado para bebida usual.

Segunda visita en este día, á las ocho de la noche. Se halla apirético; se queja un poco de que le duele la cabe­za; ha desaparecido la flcbre por sudor, como todas las an­teriores. La duración hu sido de cerca de cuatro horas mas.

Prescripción. Nux vómica, seis glóbulos en ocho cucha­radas de agua, para tomar una cada tres horas, ün caldo á las diez de la noche.

Dia 4. Ha dormido bien la noche anterior; su alimen­tación moderada, y observando las sensaciones del estóma­go para la cantidad de alimentos. Continua tomando todo el dia el medicamento dispuesto en la visita anterior.

Dia 8. No se presenta la fiebre , asi como tampoco en los días sucesivos. En los diez meses que han pasado, tengo noticias que no las ha vuelto á sentir.

3.* observación. Su hijo D. N. R., seminarista en el de Osma, de quince años, temperamento sanguineo-linfático, que padeció en la primera intáncia un herpe costroso én

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toda la c^ra, se sintió el 8 de octubre del mismo año con inapetencia, dolor de cabeza, flojedad general y disgusto. En aquella época reinaba la viruela epidémicamente y d<! mal carácter ó confluente, en la población y pueblos inme­diatos. Por esta razón díderminó su padre trasladarlo del se­minario á su casa. El dia 9 le vi por primera vez á las cuatro de su tarde, y presentaba el cuadro siguiente de sintomas: cara encendida, fetidez de aliento, pulso lleno y frecuente, calor general bastanteaumentado, seil, rubicundez en la pun­ta y bordes de la lengua; la cabeza decía que le dolía bastan­te en su parte anterior. Li familia me tnanífestci (|ue el dia anterior creía que había estado con calentura; pero que, como muchaclio, estuvo en la cama la mayor parte del dia vestido. Mas luego que vino á casa se desnudó, y en este es­tado le hallé en la cama. Puse en su noticia que la fiebre que tenia el joven era de las que preceden á la presentación de las viruelas; que veríamos á ver si se pre­sentaban. Has como se me dijese que no había tenido la vacuna, por el herpe que había padecido por espacio de los siete primeros años, les manifesté que seria muy regular fuese atacado de ellas.

Preteripcion. Aconilum 12.', ocho glóbulos en diez cu­charadas de agua para tomar una cada tres horas. Agua clara y azucarada para bebida usual.

Dia 10. Ha remitido algo la fiebre, asi como el dolor de cabeza. La noche anterior durmió algunas horas. El mis­mo medicamento, una cucharada cada cuatro horas, y plan dietético.

IHa I I . La noche anterior ha dormido bien. En la tarde de este dia le vi unas pequeñas manchas rojas en la cara. Ha desaparecido la fiebre, asi como el dolor de cabeza y rubicundez en la punta y bordes de la lengua. Suspensión de Aeánilo ; dos caldos en la tarde y noche.

Dia 12. Ha pasado bien la noche anterior. Las pequeñas martchas rojas de la cara, que le observé en la visita de la tarde anterior, son ya viruelas. Se le ven bastantes en los demás pantos de la cara, regiones del cuello y antebrazos.

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¡Prescripción. Tliuia lá.", ocho glóbulos en ocho cu­charadas de agua, para tomar una cada cuatro horas. Tres caldos en todo el dia. Agua clara y azucarada para bebida usual.

Dia 13. El enfermo se queja de la desazón que tiene en la cara y frente. Le duele la cabeza. £1 volumen de las vi­ruelas déla cara es de alguna consideración. Aparecen mu­chas en diferentes regiones del cuerpo, asi como también en la boca y velo del paladar. El mismo medicamento. Sus-()ension de los caldos, y que solo tome a(j;ua clara y de bo­lado.

Dia 14. Ha pasado muy molesta la noche anterior. No puede abrir los ojos, por las muchas viruelas que tiene en los párpados. Por la misma razón no puede , sin mucha di­ficultad , mas que sacar un poco la lengua. Se queja mucho de la desazón que esperimenta en toda la periferia, pero en particular en la cara y la cabeza. Pulso frecuente y duro. La familia me indica que algunos ratos delira, y tarda bas­tante á responder.

PrescripcUm. Belladonna 12.', ocho glóbulos en ocho cucharadas de agua para tomar una cada tres horas. El mis­mo plan dietético.

Dia 15. La noche anterior la ha pasado mal. Maniliesta el enfermo que no puede sufrir la desazón escesiva que siente en toda la periferia, en particular en la cara, que pa­rece que se la abrasan. El pulso sigue frecuente, pero poco duro. Tiene mucha sed; pero le cuesta mucha dificultad tragar los liquides. Todo su cuer|)o está lleno de viruelas. Algunas de la cara ya se ven en el periodo do supuración. Ha desaparecido el delirio que observó la familia el dia an­terior, asi como la torpeza para responder cuando le lla­man. En la visita de esta tarde le dispuse Mercurio 12.', ocho glóbulos en ocho cucharadas de agua, para tornar una cada tres horas.

Dia 16. En la visita de la mañana ya tenia el semblante espantoso. Lns viruelas do la cara y antebrazos casi to<las su unen y parecen una sola. No puede sacar la lengua ni abrir

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lus ojos. Los demás síntomas como el día anterior. El pulso sigue frecuente y un poco duro. Enmedio del fuego abrasa­dor que siente en toda la periferia, la cabeza dice que la tiene bien. Desde las tres de la tarde hasta las ocho de la noche, que le hice la segunda visita, me dijo la familia que habia hecho cuatro deposiciones liquidas y de muy mal olor. Suspensión de Mercurio, y en su lugar China 12.', ocho glóbulos en ocho cucharadas de agua, para tomar una cada tres horas.

Dia i 7. Hasta las doce de la noche hizo otras dos depo-, siciones, desde cuya hora paró el movimiento diarréico. Continúa con el semblante espantoso y todos los demás sín­tomas como el dia anterior. En la visita de la tarde Mercurio soluble ^i.', ocho glóbulos en ocho cucharadas de agua, para tomar una cada tres horas.

Dia 18. Ha pasado la noche mas tranquila. El fuego en la cara y cabeza es mas moderado. En la visita de la maña­na observé en muchas viruelas de la cara diminución de su volumen y costras. Es muy poca la flebre. La lengua pue­de sacarla algo mejor. El semblante todavía es espanto­so. El mismo medicamento, y dos caldos en la tarde y noche.

Dia 19. Ha dormido cuatro horas la noche anterior. Se presentan las costras secas en la mayor parte de las viruelas de la cara, frente y antebrazos. También se ven en otras de otras regiones. Pulso en su estado regular. El volúrpen de la cara ha disminuido considerablemente. Cuatro caldos en todo el dia, y el mismo medicamento, una cucharada cada cuatro horas.

ÍHa 20. Ha dormido bien la noche anterior. Se le lian r^do algunas costras de la r^ra. Por primera vez abre los ojos. La lengua la puede sacar sin molestia. Deglute bien. Tiene apetito. Ademas de los caldos, en dos un poco de pan en forma de sopicaldo.

Dia H. Se halla bien. Toma áos sopas y dos medias ji­caras de chocolate, una por la mañana y otra por la tarde. Continúan avanzando las costras en todas las viruelas. Las

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de la cara, frente y antebrazos se han caído en bastante nú­mero.

Dia fi. Sigue bien. Toma mas cantidad de alimentos y le sientan perfectamente. Avanza la desecación, y nada ocurre de particular en los días sucesivos, mas que la caida gradual de las costras.

4.' observación. La familia de P. H., vecinos de Lodares de Osma, me consultó el 2!2 de marzo de 1853, á iln de que le curase al P. una enfermedad que hacia cerca de un mes venia sufriendo. El enfermo tenia diez y siete años, tempe­ramento sanguíneo, y dedicado á la labranza. Había padecí-do una fiebre gástrica, según decía la familia, hacia dos meses. A los pocos dias que habia dejado la cama, obser­varon que el muchacho se orinaba en ella de noche. Le preguntaron que por qué lo hacia, y les respondió que no lo podia remediar; que lo hacia sin sentirlo, y que de dia, levantado, le sucedía lo mismo muchas veces; añadiendo que la orina salía siempre mezclada con sangre. Le dieron algunas medicinas para ver de curarle; mas sin fruto. Ob­servaron hi orina, y efectivamente vieron por espacio de mas de veinte dias que salía mesclada con sangre. En vista de cuanto acabo de esponer, no me quedó la menor duda d« que tenia que combatir una incontinencia de orina acom­pañada ó complicada de hematuria. Le di dos dosis de seis glóbulos cada una de Graphil., para que tomase una al dia siguiente en ayunas, diluida en dos cucharadas de agua, tardando después de haberla tomado una hora ú hora y nocdia á desayunarse; y la otra que la tomase de la misma HMnera, y á la misma hora, al torcor dia. A los ocho dias vino la familia á mi casa, y me manifestó (|uc habiendo tomado el joven P. las dos papeletas que les entregué, á los cinco dias se habia curado cumplotamcnte, sin salir sangre en la orina, ni orinar mas que como lo hasi* antes de tener la incontinaneia. He visto muchas veces después á este joven, por espacio de cerca de afio y medio, y siempre rae ha manifestado que no ha vuelto á sentirse del padecimiento de que me ocupo en esta observación.

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Ariccions couairoaius.

El 29 de marzo del presente año, á las cuatro de su tarde, fui llamado con urgencia |wra visitar en la calle de las Conchas, 8, principal, á doña N. V., de treinta y seis años de edad, temperamento nervioso y constitución débil.

Se me manifestó que desde las tres de la mañana del dia anterior habia sentido ligeros dolores al vientre; pero que, aunque con alguna molestia, se habia ocupado en al­gunas labores de costumbre, y aun habia salido á la calle. En este dia sufrió un pesar profundo.

El 29, de tres á cuatro de la mañana, se la aumentaron considerablemente 1(» dolores al vientre á las regiones um' bilical é hipogástrica, tanto, que no podia sufrir sin mucha molestia el peso de U ropa de la cama. A las seis de la mi»-ma mañana se agregaron á kw dolores los síntomas iiguiea-tes: náuseas, y después vómitos de materiales líquidos; diarrea de materias liquidas y serosas, habiendo hecho hasta mi primera visita catorce deposiciones, no dándola lugar algunas vec^ á colocar el vaso para hacerlo en él; desarrollo de gases con mucho ruido, que eructando la ali­viaban; orinas escasas y blanquecinas; calambres en laspan-torrülas; vértigos al levantar la cabeza de la almohada; pul­so pequeño y contraído; Crio general, por tres horas inten­so ; después todo el día, con escalofirios; gran angustia y te­mor de que se iba á morir.

Pretaipeion. Antimonittm crud. 6.', oeho glóbulos en ocho cucharadas de agua, para que tomase una cada me­día hora, una ó dos horas, según la diminución ó agra­vación de los síntomas; dieta absoluta. Agua clara fresca para bebida usual.

Segunda visita á las nueve de la noche. Los vómitos han cedido. Alguna que otra vez tiene náuseas y propensión á vomitar. Los demás síntomas que obsené en la visita de h tarde han continuado presentándose á intervalos, como /lesde que se desarrollaron.

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Prescripción. Ársenicum 6.', ocho glóbulos en ocho cucharadas de agua, para tomar una cada media hora, una, dos, y aun cada cuarto de hora y ocho minutos, si no se aliviaba la paciente.

Dia 30. Visita por la mañana. Me manifestó la familia que la asistía, que á las tres dosis del medicamento que la dispuse la noche anterior principiaron á ceder la mayor parte de los síntomas. Los dolores al vientre, á la una de este día, eran los únicos síntomas que la molestaban. Con­tinuaron dándola el medicamento cada medía hora, y á las cuatro se quedó dormida por unas dos horas; á las ocho y media, que la vi yo, no se quejaba mas que de los dolores al vientre en las regiones umbilical é hipogástrica, pero que no era mucho lo que la molestaban. Pulso frecuente, calor general uniforme y mador en la piel. El mismo medi­camento, cada cuatro horas una cucharada; agua clara y azucarada para bebida usual.

Visita de por la tarde. Ha continuado la reacción. Pulso un poco frecuente, y sudor general. Los dolores al vientre han cedido algo, pero todavía la molestan. El mismo medi­camento, una cucharada cada cuatro horas.

Dia 31. Ha pasado bien la noche anterior, y dormido á ratos de cuatro á cinco horas. Todavía la molestan algo los dolores al vientre. El mismo medicamento, una cucharada cada cinco horas. En la mañana de este dia tomó dos jica­ras de sustancia de arroz, y como las recibiese bien el estó­mago, tomó dos ligeros caldos en todo el dia y algunas otras jicaras de sustancia de arroz.

i''de abril. Ha pasado bien la noche anterior. Han des­aparecido los dolores y molestias del vientre. Sigue tomando caldos, y por primera vez una sopa. En los días sucesivos fue graduahnente alimentándose, y no volvió á tener no­vedad.

2.' obtervacion. El día 8 del mes pasado fui llamado con urgencia, á las diez de la mañana, para que visitase á una enferma, que vive plazuela del Ángel, núm. 18, cuarto se­gundo, de cuarenta y ocho años de edad, temperamento

— 286 —

nervioso. Se me hizo presente por la familia que á las dos de la madrugada principió á quejarse que no la había senta­do la comida que hizo á las ocho el dia anterior: después tuvo náuseas, vómitos y diarrea. Los vómitos se repitieron hasta cuatro veces, y las deposiciones fueron en igual nú­mero. Estas liquidas, y aquellos con partes alimenticias que habia tomado el dia antecedente. Posterior á estos sufri­mientos se la presentó un dolor cruel y desgarrador en la región epigástrica c hipocondrio derecho, que la tenía en una agitación estremada, y la obligaba á moverse constan­temente en la cama y descubrirse de medio cuerpo arriba. Había ademas ardor eu el vientre, lengua blanquecina y nada calurosa, pulso muy pequeño y retraído, frescos los antebrazos. Inmediatamente la puse cinco glóbulos de Ar-senicum 6.* sobre la lengua, y ademas coloqué cuatro gló­bulos del mismo medicamento en cuatro cucharadas de agua, para que si no se marcaba pronto algo de alivio, la dieran una cucharada cada cuarto de hora, hasta quo yo volviese, que haria lo posible por hacerla á la hora y media ó dos horas. Agua fresca en pequeña cantidad, si la podía. A las doce de la mañana la vi por segunda vez, y aquella señora, que tan agitada é inquieta se hallaba hacia cscasjts dos horas, ahora se hallaba tranquila. Me manifestó que al cuarto de b<wa que la puae los glóbulos sobre la lengua habia calmado el dolor del vientre que tanto la atormenta­ba, por cuya razón no habia tomado mas que una dosis del medicamento que la dejé dispuesto. Habia hecho una depo­sición liquida con ardor; pulso un poco frecuente; mas calor en los brazos, y semblante animado. El mismo medi­camento, una cucharada cada cuatro horas. A las tres de la tarde se le presento un sudor general, que la duró nueve horas. Durmió unas tres horas en esu noclic.

Dia 9. Siente únicamente un poco resentimiento al epigastrio, y flojedad general. Por la mañana recibió bien el estómago un poco de sustancia de arroz. A las cuatro de U tarde un poco de caldo. Como lo recibió bien, siguió tomando sustancia de arroz v un caldo á las diez de la noche.

- 287 — Al dia siguiente se levantó y se alimentó con prudopcia. Después no ha vuelto á tener novedad.

3.* observación. De la misma casa se me dio recado al dia siguiente, 10 de mayo, para que fuera á verá una niña. Era de once años, temperamento linfático-ner­vioso. A las seis de la mañana de este dia se sintió con dolores al vientre y ganas de obrar. Hizo una deposición líquida y con ardor. Al meterse en la cama, vómitos y vér­tigos. Después hizo dos deposiciones también liquidas, hasta que yo la vi por la mañana. Estaba en la cama, y con bas­tante ansiedad, ya porque creia que tenia el cólera, y ya también porque se hallaba educando en esta corte, ausente de sus padres. El pulso lo tenia un poco frecuente, calor general aumentado, y el vientre quemante, lengua un poco pastosa, y sed.

Prescripción. Ipecuacuanna 6.', seis glóbulos en ocho cucharadas de agua para tomar una cada tres horas. Dieta absoluta, y agua fresca para bebida.

Segunda visita á las diez de la noche.—Ha hecho dos deposiciones Uquidas nuevamente, y ha vomitado una vez. Se halla sin la ansiedad que por la mahana. Los demás sín­tomas como por la mañana. El mismo medicamento.

Dia 11. La encuentro con un sudor general. Ha pasado buena noche. No ha vomitado ni ha hecho del vientre. Los domas síntomas kan desaparecido. Principia á tomar sustan­cia de arroz y dos caldos en la tarde y noche. El mismo medicamento, una cucharada cada cinco horas.

Dia ii. Principia á tomar caldos y sopas. No h« vuelto n tener novedad.

Madrid lü de junio de 1855.

SALVADOB CUESTA.

EI\ÍSAY0

SOBRK EL ESTIDIO DEL CÓLERA-XORBO ASIÁTICO ( 1 ) .

Cuadro de síntomas de ¡a COLERINA y del

CÓLERA-MORBO ASIÁTICO en SUS diferentes

periodos, según la descripción de los me­

jores autores.

(Continuación )

S38. Adormecimiento de los muslos , con sensación de frió al sentarse y doblar la rodilla.

239. Temblor de piernas, con flexión y falta de solidez en tas mismas.

240. Dolor tractivo de calambre en el codo del pie.

241. Dolor (fe calambre con tirantez sobre el codo del pie, que sube hasta el muslo por el lado estemo de la pantorrilla.

242. Espasmos. 243. Convulsiones violentas. 244. Hormigueo por todo el cuerpo.

243. Adormecimiento de los miembros in­feriores.

246. Kigidezenlas rodillas y articulaciones de los muslos.

247. Dolor tractivo en los miembros: rigi-

Sinlomat obttrtadot en ¡ai itUoxicacioMt, y en la eiperimenlacUmpura, he cha por lot médirot llo-meópatai, que pretentan mat amüogia ó semeianta con loi de la COLEBINA y el cÓLritA-HonBo en lui diferenlet periodos.

238. Camph., id.,

67.

239. Id. id., 71.

240. Id. id., 168.

241. Id. id., 170.

242. fd. id., 195. 243. Id. id.. 197. 244. Carb. veg., id.,

617. 213. Id. id., 618.

246. Id. id., 626.

247. Id. id.,5ü9.

(I) Véase U cotrega 9 y iO J<:l ro'» J-: mayu, p g. <93.

2K9 —

<lez y dolor tractivo en los miem­bros: calambre en la planta del pie derecho.

248. Fuerte calambre en toda la pierna , en particular en la planta del pie.

24i>. Adormecimiento de brazos y manos. 250. Dolor tractivo y de tirantez "en los bra­

zos, manos y dedos. 251. Calambres en los brazos. 252. Agitación del cuerpo , con estremeci­

miento de los miembros.

25.>. Adormecimiento de los dedos de las manos.

254. Estremecimientos de brazos y manos. 255. Dolor como de quebradura y contusión

en los brazos. 256. Dolor presivo en el brazo. 257. Dolor de tirantez en el brazo derecho,

luego en el izquierdo, y que se di­rige hacia el puño.

258. Sacudidas en las manos, en particular por la mañana.

259. Presión fuerte en los huesos del meta­carpo de las dos manos, que se au­menta al tocar.

3()0. Dolor en las manos. 2(51. Dolor tensivo en la pulpa de los dos

1)uños. or de luxación en la articulación del

puño. 263. Adormociinientov grande pesadez en la

pierna izquierda hasta la rodilla. 264. Las piernas S4! ponen muy dolori­

das. 265. Dolor sordo en la parte anterior de los

músculos del muslo. Í66. Dolor como de contusión en el muslo y

hasta la rodilla. 2(57. Calambre en la pierna desde el maleólo

hasta la pantorrilla. 268. Espasmo en la pantorrilla. 269. Calambre en la pantorrilla. 270. Dolor de calambre tensivo y de tirantez

en la pantorrilla.

248. Id. id., 698.

249. 260.

251. 252.

253.

254. 286.

266. 257.

258.

259.

260. 261.

262.

263.

264.

266.

266.

267.

268. 269. 270.

Id. id., Id. id..

Id. id., Cupr.

Enf. 325.

Id. id..

Id. id.. Id. id..

Id. id., Id. id.,

Id. id.

Id. id.

Id. id. Id. id.

Id. id.

Id. id.

Id. id.

Id. id.

Id. id

Id. id.

Id. id. Id. id. Id. id

525. 510.

612. tnel.,

cr. H.,

289.

267. 269.

271. 276.

278.

279.

,281. ,286.

,287.

,303.

,292.

, 294.

,298.

,299.

,301. ,302. ,303.

¿90 -

271. Pesadez dolorosa en la articulación del pie.

272. Violento dolor presivoal borde interno de la planta del pie izquierdo.

273. Fuerte presión en los huesos del meta-tarso, mas viva á la presión.

274. Dolor de tirantez en el hueso metatar-siano del dedo gordo.

275. Dolor de desgarradura en la planta y sobre el dorso del pie.

276. Temblor. 277. Temblor en los miembros. 278. Movimientos convulsivos de los miem­

bros. 279. Movimientos convulsivos y distorsión de

los miembros. 280. Convulsiones generales. 281. Fuertes convulsiones. 282. Convulsiones con vómitos continuos, y

violentos cólicos que degeneran poco á poco en parálisis.

283. Espasmos en los miembros. 284. Hormigueo en las manos.

285. Adormecimiento del brazo sobre el que está echado el enfermo.

286. Dolor de tirantez y tracción en los hue­sos metacarpianos.

287. Calambre en los dedos de la mano de­recha cuando se alargan.

288. Calambre doloroso en las últimas articu­laciones de los dedosde las dos manos.

289. Adormecimiento de los pies. 290. Videntos dolores en los muslos, en par­

ticular en las articulaciones. 291. Tirantez en las piernas. 292. Punzadas en el talón izquierdo, que se

etUenden basta la parto inferior del muslo.

293. Punzadas en la planta del pie. 294. Calambres en las pantorrillas y los de­

dos, frecuentemente en la cama, y en particular por la noche.

^ 5 . Tensión en hu corvas, como si los ten­dones se hubiesen puesto mas cortos.

271.

272.

273.

274.

275.

276. 277. 278.

279.

280. 281. 282.

283. 284.

285.

286.

287.

288.

289. 290.

291. 292.

293. 294.

295.

Id. id., 304.

id. id., 405.

Id. id., 406.

Id. id., 407.

Id. id., 409.

Id. id., 327. Id. id., 328. Id. id., 329.

Id. id., 330.

Id. id., 331. Id. id., 533. Id. id., 334.

Id. id., 541. Metal, alb., tí.

M. H., 624. Id. id., 622.

Id. id., 634.

Id. id., 636.

Id. id., 437.

Id. id., 703. Id. id., 698.

Id. id., 697. Id. id., 705.

Id. id., 706. Id. id., 709.

Veratr. att., 220.

— 291 —

296.

297.

298. 299. 300.

301.

302.

30o.

304.

505.

506.

307.

508.

509. 510. 511.

512,

313.

1.»

2."

3. ' 4.»

Dolor en las piernas y rodillas, como si fuesen á romperse.

Hormigueo en las |)icrnas hasta las ro­dillas.

Calambre en las pantorrillas. Frió en los pies, con temblor. Hormigueo y adormecimiento de los

dedos. Dolor como de lujación en la articula­

ción del puño. Dolor paralitico como de contusión en

los brazos, sin poderlos mover ape­nas ni levantarlos.

Dolor vulslvo en el puño derecho hasta el codo.

Parálisis dolorosa, como á consecuencia de una grande fatiga, en los miem­bros superiores é inferiores.

Pérdida estraordinaria de fuerzas con bostezos.

Grande laxitud y falta de energía para el movimiento.

Accesos de debilidad súbita hasta pro­ducir el síncope.

Debilidad estrema por todo el cuerpo.

Debilidad y parálisis de la mano. Debilidad estrema de las piernas. Debilidad enorme, p(';rdi(ia de fuerzas.

Pérdida de fuerzas.

Grande debilidad.

Tercer periodo.

Palidez do la cara, con frió.

Cara muy pálida, con los oios cerrados, luego abiertos, fijos y llevados hacia arriba.

Distorsión de los ojos. Retracción do las pupilas.

296.

297.

298. 299. 300.

301.

302.

303.

304.

303.

306.

307.

308.

309. 310. 311.

312.

313.

Id. id., 228.

Id. id.. 229.

Id. id., 232. Id. id., 235. Id. id., 205.

Id. id., 209.

Id. id., 193.

Id. id., 199.

Id. id., 211.

Campk., id., 184.

Cari», rea., id.. 642.

Id. id., 648.

Cum: met., Enf. cr.,H., 347.

Id. id., 283. Id. id.. 293. Metal, alb.,

M. M. H., . 836. Veratr. alb.,

id., 268. Id. id., 306.

Tercer periodo.

1.

2.

3. 4

* CampA. M. M. H., 214.

• Id. id., 36.

• Id. id., 52. • Id. id., 53,

— 292 •

6.° Oscuridad de la vista. 6.° Palidez de la cara.

7.° Tinte amarillo y gris de la cara. 8.° Cara hipocrática. 9.° Pupilas insensibles. 10. Palidez de la cara.

11. Tinte azulado de la cara con color azu­lado de los labios.

12. Alteración de las facciones, que espre­san la angustia.

13. La tristeza y el abatimiento se hallan pintados en el semblante.

14. Ojos hundidos, abatidos, rodeados de un circulo azul.

18. Oscuridad de la vista. 16. Los 0 08 giran de derecha á izquierda. 17. Los OJOS pierden su trasparencia, y se

cierran de debilidad. 18. Palidez de la cara.

19. Palidez de la cara con hundimiento de los ojos.

20. Palidez de la cara como la de un muer­to.

21. Aspecto de la cara parecida al de un cadáver.

22. Cara azulada, lívida. 23. Color terroso y aplomado de la cara,

con manchas y estrias verdes y azu­ladas.

24. Ojos hundidos y amarillos. 28. Oscuridad de la vista. 26. . Distorsión de los ojos. 27.' Distorsión de los ojos y de los músculos

del cuello. 28. Retracción de las pupilas. 29. Los párpados se cierran. 30. El enfermo no ve á los que se le acer­

can. 31. Labios cubiertos de una capa negra. ^ . Labios y lengua azulados. 55. Tinte negro alrededor de la boca.

5.° Id. id., 84. 6.° Carb.veg.,H.

M. Jarh. 7." Id. id. 8.° Id. id. 9." Id. id.

10. Cupr. met., Enf. cr.,H., 92.

H- Id. id'., 96.

12. Id. id., 96.

13. Id. id., 97.

14. Id. id., 98.

18. Id. id., 79. 16. Id. id., 72. 17. Id. id., 69.

18. Met.alb., M., M. H.. 126

19. Id. id., 127.

20. Id. id., 128,

21. Id. id., 130.

22. Id. id., 131. 23. Id. id., 132.

24. Id. id., 77. 25. Id. id., 117. 26. Id. id.,H3. 27. Id. id., 115.

28. Id. id., 108. 29. Id. id., 114. 30. Id. id., 116.

31. Id. id., 192. 32. Id. id., 193. 33. Id. id., 195.

- 2 9 3 -

34. Sudor firio en la frente.

35. Cara fria, hipocrática. 36. Tinte azulado de la cara. 37. Sensación de debilidad en los ojos. 38. Ojos empañados, con circulo azulado. 39. Contracción de las pupilas. 40. Sequedad de los párpados. 41. Los párpados, como que se paralizan, se

notan muy pesados, y no se pueden abrir, á pesar de los esfuerzos.

42. Labios secos, negros y agrietados. 43. Ardor en el estómago.

44. Violento calor quemante en el epigas­trio é hipogastrio.

48. Retracción del vientre. 46. Ardor en general, y particularmente

en el pecho, como si hubiese carbo­nes encendidos.

47. Sensación casi quemante en el estó­mago.

48. Ardor en el vientre. 49. Dolores violentos en el vientre con re­

tracción del mismo. 50. Ansiedad en el estómago.

81. Dolores que producen ansiedad en el vientre.

52. Retracción del vientre. 53. Ardor continuo, y fuerte opresión en el

estómago y pecho. 84. Dolor presivo y ardor en el estómago. 66. Ardor en el estómago como si hubiera

fuego en él. B6. Grande ansiedad en la boca del estó­

mago. 57. Dolor en el tientre como de tirantez y

á cortasen, con frió glacial en los pies y manos, y sudor frió en la cara.

88. Ardor, punzadas y dolor en el vientre. 69. Ardor en el vientre con calor y sed. 60. Ansiedad en el vientre con fiebre y sed. 61. Violento dolor de vientre con una an-

TOMO IV.

68. 69. 60. 61.

34. Veritír. alb., ¡d., 23.

36. id. id., 43. 36. Id. id., 44. 37. Id. id., 28. 38. Id. id., 29. 39. Id. id., 24. 40. Id. id., 33. 41. Id. id., 32.

42. Id.M.M.J. 43. Camph. , M.

M.H.,89. 44. Id. id., 87. '

45. Id. id., 42. 46. Carb.veg.,id-t

447.

47. Id. id., 239.

48. Id. id., 49. Id. id., 268.

60. Cujar. metal., Enf.cr.,H., 174.

51. Id. id., 177.

82. Id. id., 185. 53. Melal.alb.,M.

M. H., 341. 64. Id. id.,34S. 66. Id. id., 344.

56. Id. id., 350.

57. Id. id., 407.

Id. id., 409. Id. id., 410. Id. id., 403. Id. id., 400.

20

- 2 » 4 -

siedad tas grande, que el enfermo se agita sin cesar, y pierde la esperan­za de ponerse bueno.

65. Dolores los Boas violentos en el vientre. 63. El ?ienta'e te halla sunoamente retraído. 64. Seraiedad «B la boca y paladar, eoD «ed

de «gua.

63. Ardor en la boca, sobre la lengua y en la faringe.

66. Ardor en la garganta. 67. Ardor en la región del estómago. 68. Ansiedad. 60. Agtecion del espirita, opresión y an­

siedad. 70. Ansiedad, gritos y agitación en la cama. 71. Gritos y agitación continua, con palidez

en la can. li. Amiedad estrema qae intercepta la res-

(Hracion. 75. Ansiedad y Tértigee. 74. Dolor de vientre, que se estiende desde

la espalda al ombligo. 75. Dolor lancinante en el vientre y en otras

partes del cuerpo, con escozor en la

76. Dorar de tirantez y tracción durante mi­nutos enteros en la región hipogas­trio.

77. Dolor cortante en diversos puntos del viadtre.

78. Diminución de la secreción de la oríaa.

79. Saf reáon complata en las diez prime­ras horas.

80. La secreción de la orina está dismi­nuida.

81. Diainacion de la secreción de orina.

81. Supresión de orina. 83. Todas ias «Tacuaoiooes se suprimen.

84. La piel se pone muy seca.

62. Id. id., 403. 63. Id. id., 418. 64. Veratr. alb.,

M. M. H., 97.

68. Id. id., 91.

66. Id. id., 93. 67. Id. id., 175. 68. Id. id., 561. 69. Id. id., 388.

'0. Id. id., 389.

71. Id. id., 390.

72. Id. id., 177.

73. Id. id., 362. 74. Id. id., 189. 76. Id. id., 184.

76. Id. id., 114.

77. Id. id., 113.

78. Camph., id., lío.

79. Id. id., 113.

80. Cupr. metal., Eof.cr., U., 210.

81. Metal. *lb.,M. H. H., 461.

82. Id. id., 460. 83. Veratr. o^.,

id., 134. W. Campli., id.,

— 298 -

88. Prio por todo el cuerpo. 86. Sudor frío. 87. Manchitas en la piel de un rojo mo­

reno. 88. Frío glacial en las manos. 89. Frió continuo á los pies. 90. Frió, en particular á los pies y ma­

nos.

91. Sudor frió. 92. Frío estcrno á los miembros, y calor in­

terno con agitación y pulso débil. 93. Frío por todo el cuerpo. 94. Los miembros se ponen frios, con uñas

lívidas. 95. Calor con ansiedad. 96. Sudor frió, viscoso. 97. Frió por todo el cuerpo. 98. Frío en los miembros, con dolor trac-

tivo hacia dentro. 99. Sudor fHo.

100. Sudor firio por tédo el cuerpo. 101. Pulso débil, pequeño.

102. Pulso muy débil, apenas perceptible.

103. Ausencia de pulso.

104. Pulso débil.

108. Pulso lento, débil y peque&o.

106. Pulso pequeño y débil.

107. Pulso estremadamente lento. 108. Pulso estreiliadamente vivo, interrum^

pido y débil. 109. Desaparición casi total del pulso.

110. Palso ¡Dsen»lble. 111. Lentitud tal del pulso, que parece abo­

lido.

88. 86. 87.

88.

89. 90.

91. 92.

93. 94.

98. 96. 97.

98.

99. 100. 101.

102. 103.

104.

108.

106.

107. 108.

100.

110. 111.

Id. id., 222. Id. id.. 91. Carb. vea., H.

M.J. Id., M. M. U.,

828. Id. id. 099. Cupr. Metal.,

Enf. cr. H., 370.

Id. id., 381. Met. alb., M.

M. H., 94i. Id. id„ 937. Id. id., 940.

Id. id., 974. Id. id., 994. Vetalr. aíb.i

id., 289. Id. id., 336.

Id. id., 580. Id. id., 382. Camph., id..

Id. id.,* 203. Carb. vea., M.

M.J. Id.. M. M. H.,

6M. Cupr. metil.

Enf. cr. H., 377.

Metal, alb.. M. M. H., 1,001

Id. id., 999. Id. id., 1,004.

VertUr. alb.. M., 310.

Id. id., 311. Id. id., 286.

— 296 —

112. La respiración se suspende por mo­mentos.

113. Convulsiones. 114. Convulsiones violentas. 118. Estraordinaña ansiedad. 116. Debilidad estrema. 117. Dificultad de hablar, como si la lengua

se moviese con trabajo. 118. Diñcultad de respirar , ansiedad, opre­

sión y agitación estrema. 119. El aire espirado es frió, y frios se hallan

también la garganU, la boca y dien­tes.

110. Pénlida rápida de fuerzas. 121. Postración escesiva hasta el desfalleci­

miento. 122. Enflaquecimiento, en particular de la

cara. 123. Sudor frió en la cara y miembros. 124. Marasmo.

128. Sincopes repetidos. 126. Pérdida de carnes.

127. Pérdida total de carnes. 128. Enflaquecimiento, consunción, desapa­

rece el volumen del cuerpo, y que­dan solo á la vista la piel y Icñs hue­sos.

139. Síncopes frecuentes, c«n pulso débil. 120. Debilidad estrema y pérdida total de

fuerzas. 131. Muerte sin vómito, y solo por la es­

traordinaña ansiedad, y pérdida com­pleta de fuerzas.

132. Muerte sin vómito ni convulsiones, y •ole por la pérdida de fuerzas.

135. Anuedad, angustia. 134. El enfermo apenas habla, y Solo se

queja de anñedui. 138. Ansiedad y temblor, con frió i la cara. 136. Espaamos. 137. Con -ukiones. 138. Convulsiones las mas violentas.

112.

113. 114. 115. H6. H7.

118.

H9.

120. 121.

122.

123. iU.

123. 126.

127. 128.

129. loO.

Camph., id., 128.

Id. id., 196. Id. id., 197. Id. id., 254. Id. id., 182. Carb. vea.,id.,

181. Id. id., 706.

Id. id.

Id.,M. H.J. Id. id.

Id. id.

Id. id. Cupr. metal.,

Enf.cr.,H., 3o1.

Id. id., 349. Metal, alb., M.

M. U., 747. Id. id., 748. Id. id., 780.

Id. id., 827. Id. id., 836.

131. Id. id., 844.

132. Id. id., 848.

133. 134.

135. 136. 137. 138.

Id. id., 1,012. Id. id., 1,015.

Id. id., 1,019. Id. id., 725. Id. id., 726. Id. id., 727.

«39.

140. 141.

142. 143.

Veratr. aW., id., 306.

Id. id., 268. Id. id., 266.

Id. id., 307. Id. id., 299.

— 297 —

139. Debilidad estreñía.

140. Diminución de fuerzas. 141. Debilidad de fuerzas como en una pa­

rálisis. 142. Sincope. 143. Espasmo, convulsiones.

El alcanfor reúne en su patogenesia 11 síntomas de la Colerina, en la forma siguiente:

Camphora. Vértigo con pesadez de cabeza que cae hicia atrás; dolor sordo en la frente con deseo de vomitar, aflujo de sangre á la cabeza, sensación como si los objetos estu­viesen muy claros y resplandecientes, pérdida de los senti­dos , ardor en el paladar y garganta que obliga á beber, se­quedad en la lengua, dolor de estómago, dolores de vientre producidos por la presencia de gases, pulso lleno y ñrecuen-te, aumento de calor con encendimiento de la cara.

La C/iamomí/ía, 24. Vértigos al hablar, con embarazos de cabeza, con dolor de cabeza frontal y por accesos; in­apetencia, mal gusto de los alimentos y saciedad pronta, se­guida de náuseas; eructos agrios, dolor con ansiedad en la boca del estómago, acumulación y movimiento de gases en el estómago, borborigmos en el hipocondrio y bajo vientre, movimiento de los intestinos, dolores de vientre con retorti­jones , diarrea con olor ¿ huevos podridos, diarrea verde compuesta de materias fecales y de moco, diarrea con re­tortijones , accesos de desfallecimiento.

Ipecacuanm, 9. Vértigos al moverse, dolor presivo de cabeza, malestar de estómago con falta de apetito, falta de sed, lengua cubierta con una capa blanca ó amarilla, eruc­tos frecuentes con desarrollo y ruido de gases en el vientre, náuseas, eructos y aflujo grande de saliva á la boca, cáma­ras liquidas frecuentes con desazón en el bajo vientre, cá­maras amarillas, verdes y negras, con aumento de calor por las tardes.

MOall. álbum, 27. Vértigos, principalmente por la tarde, y al abrir los ojos; dolor de oabeía con vértigos, pesadez de cabeza con zumbido, dolor pulsativo y violente de toda la,

- 898 -

cabea, en particular de la frente, al levantarse de la cama, con deseos de vomitar; tinte amarillo de los ojos, inapeten­cia, falta de apetito con sed viva, repugnancia para todo alimento, apetito por los ácidos y frutas, sequedad de boca sin sed, sed viva con sequedad de boca, lengua con capa amarilla pardusca y seca, lengua blanca, voz tenxblona, eructos con languides y náuseas y presión al estómago, sen­sación de peso y presión en el estómago sin sed ni fiebre, borborigmos en el vientre, diarrea amarilla con dolores er­ráticos en el vientre bajo, tenesmo y dolor quemante al ano, dotoret de vientre seguidos de cámaras con tenesmo, al principio de mateiias de un verde subido, luego de muco-sidad del mismo color, después de grande agitación, y do­lores de vientre; cámaras liquidas y negras con ardor al ano, pulso febril, hormigueo en las manos por la noche, y hor­migueo en las piernas como después de un adormeci­miento.

Photpkoricum acidum, 54. Vértigos todo el dia, por la tarde, al ponerw de pie, al andar, al bajarse, estando senta­do, temiendo siempre caerse; por la mañana, al bajarse de la cama, dolw muy fuerte de cabeza, que obliga al enfermo á eckarse con rigidez de la nuca; dolor continuo de cabeza, que se aumenta atrosmente al menor ruido y conmoción; Alerte presión que desciende desde la frente á la nariz, do­lar presivo y lancinante en todas las partes de la cabeza por accesos, golpes en la cabeza como si pegasen con un marti-Uo, inapetencia, sequedad de la lengua y el paladar sin sed, sed de leche (na, de cerveza, de un liquido cualquiera frió y anicarado; lengua seca cubierta de mucoaidades biliosas, borborigmos en la región del estómago, borborigmos con Buebo ruido en el vientre, desarrollo de gases con dolor en el vientre, cuya emisión es difícil; pesadez en el estómago al comprimir el epigastrio, preaioo lancinante eo la boca del estómago después de tomar alimento, diarrea frecuente con «Mor de vientre, diarrea frecuente con ten«HOO prolongado sin mal de vientre, cámaras de color bianco^is, pulso mas llano que en el estado natural, pulso ñierte, calor por todo el

•— Toa —"

cuerpo, en particular por la tarde, y noche agitada; ealor se-00, hormigueo en la pierna derecha, y hormigueo, ador» meclrniento y debilidad en los miembros.

Veratrum álbum, 18, Vértigos como si los objetos andu­viesen alrededor, dolor de cabeta presivo, pulsativo; cara fria, pálida, repugnancia para los alimentos calientes, ape­tito por las frutas, sed inestinguible con deseo de bebichis frias, lengua cubierta de una capa amarilla y partkuM», pre­sión al estómago estendiéndoee al esternón, á la repon sub­costal y huesos Íleos; presión al estómago, hipocondrio y bajo vientre, en particular después de tomar alimento; (üar-reas de materiales negruzcos, amarillos, verdes; diarreas violentas y dolorosas, frecuentemente con tenesmo en el vien­tre, precedidas ó seguidas «te retortijones; nnviimcnto febril, hormigueo en tas piernas, hormigaeo y dolores en las ma­nos y dedos.

CÓUHA-MOHBO 4SIÁTIG0.

Segmido periodo.

El alcanfor reúna en su patogenesia 38 gíotomas del se­gundo periodo del cólera, en la forma siguiente:

Can^thora. Violento dolor de cabeza, calor y dolor de tirantes en la cabeza, aflujo considerare de sangre á la ca­beza, rostro muy encendido, los párpados están como sem­brados de manehaa rojiaaa, calor en la boca y esófago, náu­sea» y deseos de voaútar que se disipan «nietando, eructos y regúeldos, vómito bilioso teñido de sangre, vómitos coa sodores fños, sobre todo en la cara; conatos repetidos al vómito con cortos accesos de vértigo, sensación en el estó­mago como si esta viscera estuviese distendida y contusa con plenitud en el vientre, dolores de vientre, producidos por la presencia de gases, espulaion de gases y dolor en el vientre «orno si estuviese U»no de aire, dolor tractivo y coa-tusivo en el hipocondrio dereoho lusta el pecho, sobre todo al respirar; sensaeioo de dureza y pesadez en el bajo víeptra

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basta el ombligo, dolor presivo y tractivo en el lado izquierdo del vientre, diminución de la secreción de la orina, orina roja y ardor orinando, retracción convulsira del pecho que parece depender de una especie de presión en el estómago, respiración oprimida con ansiedad y ruido, respiración len­ta y difícil, presión al pecho debajo del esternón con díG-cultad de inspirar, y sensación de frió desde el pecho á la boca; palpitaciones de corazón, anúedad, pulso acelerado, pulso lento, pulso pequeño y lento, pulso concentrado, au­mento de calor en todo el cuerpo con encendimiento de la cara, con calor á la cara; las manos están frias, tendencia á enfriarse, retortijones de vientre y cámaras morenas ó ne­gras, adormecimiento de los musios con sensación de frío al sentarse y doblar la rodilla, temblor de piernas con flexión )r falta de solidez en las mismas, dolor tractivo de calambre en el codo del pie, dolor de calambre con tirantez sobre el codo del pie que sube basta el muslo por el lado estemo de la pantorrilla, espasmos, convulsiones violentas, y pérdida es-traordinaria de fuerzas con bostezos.

El Carbo veget. reúne Ai. Violento dolor de cabeza, dolor pulsativo de cabeza con dificultad de respirar, aflujo de sangre á la cabeza con turbación en las ideas y calor en la frente, lengua cubierta de una capa blanca, lengua cu­bierta con utaa capa mucosa amarilla y morena, calor y se­quedad en la punta de la lengua, ardor en la part j superior de la garganta, ardor y escozor en la garganta y el paladar, eructos frecuentes, náuseas continuas, dolor de estómago con eructos continuos y muy ácidos, presión con ansiedad en el estómago, presión dolorosa y continua en el estómago y epigastrio, dolores en el epigastrio, hipocondrios y espalda producidos por el movimiento de gases, retortijones de vien­tre, dolor presivo en el vientre con tenesmo y espulsion de viento calienta, inodOTo y húmedo, aliviándose asi el en­fermo; borborigmos en el vientre, ruido estrepitoso de gases en el vientre, espukion de aire con ardor al ano y Mnsacion como si fuese á moverse el vientre, diminución de la secreción de la orina, aflujo de saagre al pecho, opre-

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8Íon egpasmódica y constricción de pecho durante cuatro minutos, diflcultad de respirar mas grande al sentarse, ac­cesos frecuentes de constricción de pecho que suspenden la respiración por algunos instantes, movimientos tumiü-tuosos del corazot) ó palpitaciones violentas, pulsación en la región del estómago, pulso débil, ansiedad y sensación de calor, pero el cuerpo está frió al tacto; calor por lodo el cuerpo menos los pies, que están frios; las manos se quedan frías, hormigueo por todo el cuerpo, adormecimiento de los miembros inferiores, rigidez en las rodillas y articulaciones de los muslos, dolor tractivo en los miembros, rigidez y dolor tractivo en los miembros, calambre en la planta del pie derecho , fuerte calambre en toda la pierna, en par­ticular en la planta del pie; adormecimiento de brazos y manos, dolor tractivo y de tirantez en los brazos, manos y dedos; calambres en los brazos, grande laxitud y falta de energía para el movimiento, y accesos de debilidad súbita hasta producir el sincope.

(Se continuará.)

REMITIDO.

Breve contestación al articulo del Sr. D. Cárloi Soma­ta, inserto en la pág. 73 y siguientes del tom. iv de los ANALES oe LA MEDICINA HOMEOPÁTICA.

El Sr. D. Carlos SOMOZA, contestando á un articulo que publiqué en la entrega primera del tomo y periódico citados, supone que ulteriores esplicaciones podrán quitar á los aser­tos que encierra mi articulo, el sabor de materieditmo que los hace sospechosos é inaceptables para él.

Soy enemigo de rodeos, y por lo tanto acostumbro dar

- 30i -á mis opiniones el carácter claro y franco que el médico que teo^ convicciones debe mostrar siempre en toda cues­tión que interese á la humanidad. Por lo tanto, creo deber á mi preciable compañero las siguientes aclantciones:

1.* Que soy materialista, pero materialista á mí manera científica, y. sobre lodo, médicamente hablando.

i.' Oue, á pesar de esta circunstancia, soy Homeópata puro.

3.* Que considero como un acto de arbitrariedad cientí­fica y de despótica represión el pretender escomulgar un Homeópata á otro Homeópata, tan solo porque no acaba este las eaplieacíones bipotética-s que aquel da á la manera cómo los hechos se producen.

4.* Que en muchos puntos de doctrina, y aun de prác­tica homeopática, la autoridad del maestro líeno aprisionada la intfiligencia de no pocos de los discípulos.

5.' Que rechazo como inútil, y hasta cierto punto como perjudicial para la humauidad dofíenta, la creencia espíritu-ritalísta del creador de la Homcopntin, formulada en su teoría del dinamismo \ital.

6.' Que si se atiende á los resultados prácticos, mi ma­terialismo médico-homeopático es, cuando menos, tan provechoso para la hunmidad doliente como pueda serlo la creencia en el dinamúmo vital llahnemanniano.

7.' Que creo en la ley de los semejantes, en la necesidad de la esperimentacion pura, y en la acción eficaz de las dosis infinüesimales.

8.* Que tengo fe en el porvenir, y que, por lo tanto, no rocuio m abandono mis principios, sean ouaics fueren las calificaciones con qoe se pretenda reprr)barios.

9.* Que tengo un convencimiento intimo de que la Ho­meopatía es el áncora de salud de los enfennos y de los médicos; pero qaa d« la Homeopatía de HABRRIIANK, á la d«l siglo- vigésimo, habré tanta diíÍBreiieia como ]» que eusle MrtM el telégrafo de Chtffpe y el eléetrieo de nuMtívs días.

lA. Quo mis pretensiones no sou las de pasar por sabio

— 303 —

entra los «ládicos, sino l«s de curar nm y m far que lo» titulados sabios, que los que se esfuerzan en ioQulcaír »l mundo médico que, sin lo que ellos llaman ciencia, no puede haber salud para los enfermos.

11. Que el médico, en calidad de antropólogo, se queda completamente á oscuras, vagando sin dirección precisa, y tropezando á cada paso, desde el momento que aparta la vista de lo que se ve y se toca, y de lo que se puede perci­bir distintamente por medio de la razón, para irse á perder en las regiones misteriosas de los espíritus; en una palabra, desde qu« admite que sin físico tío hay ni puede haber moral.

12. Que la ciencia frenológica enseña y prueba con hechos materiales que la materia es un iNTELBCTÁMinn IN-FALIBLR; por lo tanto, que para «1 fisiologista práctico, las manifestaciones intelectuales, sentimentales é instintivas, deben ser consideradas como producios de derlas y deter­minadas porciones de m^Ueria.

He dicho lo que por el pronto es posible y conveniente. He hecho mi profesión de fe en breves palabras. Si la suerte me vuelve á llevar i la Peniasula, ofrcaoo al Sr. SOHOZA es-planar mas las id«as vertidas costo preludio ea la praswte contestación, en una obríta que está destinada á ver la luz púbUca, y que estoy escribiendo ex proleso en los momeatos que puedo robar á mi práctica.

Habana 22 de abril de 18{U(.

DR. C. CRUXENT.

N O T I C I A S V A H U 8 .

Nuestro respetable maestro y tiaígo^ el señor doctor O. iosé NuÑEz, ha salido par» el MMraniero. A. priaci-pioB de agosto estará en París para asistir al Congreso bo-

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meopático que ha de celebrarse en los dias 9<14 inclusi­ve de dicho mes.

PROGRAMA DEL CONGRESO HOXEOPÍTICO QIE TENDRÁ LUGAR EN

PARÍS EN EL PRÓXIMO MES DE AGOSTO.

El Congreso abrirá sus sesiones el jueves 9 de agosto de 1855, á las tres de la tarde, y terminarán el 14 del mismo mes.

Si para el indicado día el (ingreso no hubiera ter­minado sus trabajos, se halla facultado para prolongar las sesiones.

CUBiTIOmES DE QUE SE H A DE OCOPAB.

PRIMER DÍA.

Critica médica.

1.° De ia terapéoiica de la escuela de Paris. 2.° De la terapéutica de la escuela de Monlpellier. 3.° De la diferencia del método esperimental en la es­

cuela Homeopática y en la escuela Alopática. 4.° De los caracteres por medio de los que se pueden

distinguir las curaciones espontáneas de las que son debi­das á la intervención del arte.

SEGCNDO DÍA.

Materia médica homeopática.

¿Están autorizados los Homeópatas por la ciencia, ó solamente por la palabra del Maestro y por el empirismo terapéutico, para dar en agua común ú ordinaria los me-dicaiDenlos químicos capaces de producir alguna reacción sobre los principios contenidos en esta misma agua CODMn?

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TERCER D Í A .

Clinica médica homeopática.

(En este día se tratarán las cuestiones de clínica médi­ca homeopática que la Sociedad en manera alguna ha creido que debia eliminar.)

Curio del cólera-morbo. De El León Español to­mamos las siguientes noticias, que demuestran el estado ac­tual del cólera-morbo:

«Según los partes sanitarios oficiales, el i7 de julio hubo en Madrid 46 invadidosdel cólera-morbo, de los que fallecieron 40, y 7 de los que ya estaban enfermos, habiéndose curado 8. En Aranjuez hubo 14 invadidos, muriendo 6 de los an­teriormente atacados, dándose de alta á 16. En Carabaña acometió á 6, de los que fallecieron 5 y se curaron 8. En Loeches no se dio caso alguno ni se dio defunción; fueron dados de alta 2. En Chinchón se dieron 13 casos, murien­do 3, y 2 de los invadidos en dias anteriores, y habiéndose curados. En Morata, de los 10que fueron atacados no ha muerto ninguno; se curaron 3. En Perales de Tajuña inva­dió á i, sin que ocurriese defunción alguna. En Tielmes lo fueron 2 y en VilUverde 1, habiendo muerto 3 de los ata­cados en dias anteriores, y dándose de alta á 2.

•El dia 18 hubo en Madrid 39 invadidos del cólera-mor­bo, de los que han muerto 11, y 8 de los atacados en los dias anteriores, habiéndose curado 9. En Aranjuez cayeron enfermos de aquel mal 8, falleciendo 1 de ellos y 8 de los que ya lo estalÑín, dándose á otros 8 de alta. En Loeches, de los 3 invadidos murió 1. En Carabaña hubo 4 atacados y murieron 3 de los que existían enfermos, habiéndose cura­do otros 3. En Perales de Tajuña fueron invadidos S, de los que falleció 1 y otro de loa que ya estaban enfermos. En

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Torrejon de Ardoi hubo tres invadidos , falleciendo 1 de ellos," y otro que lo estaba con anterioridad. En Villa verde, de los 12 que lo han sido murió 1, y otro de los anteriores, dándose de alta á 5. Y en Morata de Tajuña hubo 6 invadi­dos, de los e han fallecido 2>

iBl <4ift 19 hubo en Maikid 40 invadidos del cólera-mor­bo, de los que han fallecido 18, y 7 de los enfermos dti los dias anteriores, habiéndose curado 9. En Aranjuez fueron invadidos 19, muriendo 3 de estos y 8 de los atacados en los dias anteriores. En Ambite han sido acometidos 3, dán-dorie 4e títa á 2. En Carabefia huiM 4 enfermos, de los cua­les sucumbieron t y ^««daroB ctfadoa 13 de los invadidos en los (iias anteriores. En Chinchón hubo 11 invadidos, i muertos de estos, y 4 de los existentes, resultando curados 2. Ea Monta hubo 7 invadidos, de los que fallecieron i, remihó curado 1 y murieron i de los qiie ya existían enfer­mos. En TorrqoB cayeron 3 enferaos y M curaron i. EÉ Villaverde A» acometido I, se coraron 3, y ocurrió la de-Aincion de 4 de los que lo habían sido con anterioridad. En Perales de Tajufta hubo 2 irtacados, 4 curados y 3 que falle­cieron de los contagiados anteriormente. Y en Parla hubo 1 invadido y 1 muerto.

»EI (fia 20 hubo en Madrid 29 atacados, de los cuales fa­llecieron 10, r^ultaron airados 11, y murieron 7 de los contagiados anteriormente. En Aranjuez hubo 12 invadidos, 3 muertos y 6 curados; en Villalvilla 6 invadidos y 1 muer­to; en CarabaAa igual numero de atacados y victimas, y 4 curados; en Tormjon de Ardoc 8 atacados y 1 curado; en Chinchón 7 invadidos, 1 muerto y 4 curados; en Morata de TajoAa 4 invadidos y 1 muerto; en Perales de Tajuña 6 in­vadidos y 3 muertos; en Viltaverde 4 invadidos y 1 curado, y en Parla un solo atacado.

»Ei cólera no cede en Granada. Kl dia 11 murieron 12á personas, y el dia 12 104. Con to facilitado por el gobierno y el donativo de S. M. van hadcndo frente aquellas autori­dades á las grandes ncresidadcs do la población. Al mismo tiempo se adopun medidas para que se cont'uiúen algunas

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obras públicas y de particulares, á fin de dar trabajo á los infelices braceros, que repugnan ir á la siega porque cor­ran grave riesgo.

•En Burgos sigue el cólo'a causando algunas victimas. Todas las autoridades han hecho cuanto estaba de su parte á fin de aminorar los terribles efectos del mal. El Sr. Obis­po ha puesto á disposición de la municipalidad 13,000 rs. para socorro de los coléricos, ademas de las numerosas li­mosnas que hace diariamente. Es laudable la conducta d«l Prelado de Burgos.

»En Granada ha empezado desde el 16 á descender el « ^ lera, que tantas víctimas ha ocasionado en la morisca ciu­dad. El dia 13 solo murieron 84. Del 27 de junio al 14 de julio habrán fallecido 1,617 personas, entre las que se en­cuentra el esceUnte médico BACNA, que se ha sacrificado en beneficio de los pobres.

i>En Sevilla parece que el señor gobernador de la pro­vincia reunió el domingo la junta de sanidad para tratar de la aglomeración de gentes que, procedentes de los puntas in­festados, han invadido á aquella ciudad.

I Sigue el colora haciendo estragos en Logroño, Amedo, Alfaro y Calahorra, siendo en todos estos puntos considera­ble la emigración.

>EI coronel GUTIERBEZ, que mandaba la columna voUmle que recorría la provincia de Toledo, ha fallecido del cólera.

»En Calatayud, los dias 12,13 y 14 fueron terribles, es­pecialmente el 13, quo murieron 49 del cólera, y unos 30 en cada uno de ios otros dos dias. El médico del hospital ha fallecido: ÜI 1H se esperaban dos médicos de osta corte. La enfermedad se va uüteiidiendo por todu la comarca.

»Gn Kequcna se üa desarrollado el cólera de tal mo<h», que en los dias 13 y 14 no bajaron de 300 los invadidos de tan tfliTible enfermedad, no pudiéndose fijar con exactitud el número de atacados y muertos, porque aunque los alcaldw han mandado á los fecultativos que dsD las rela­ciones de kn cnformM, satos no puedan hacerlo por fiílta de tiempo.

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•El gobierno ha mandado librar á las provincias afligidas por la enfermedad reinante sumas de consideración, que se repartirán con arreglo á las necesidades que sea necesario socorrer, por efecto de tan cruel azote.

»En la provincia de Madrid se distribuirán 200,000 reales.

»En Albacete se ha desarrollado antes de ayer el cólera, habiendo multitud de casos, de los cuales han fallecido la mayor parte de los atacados.

»En Barcelona y Sevilla, aunque hasta ahora hace muy pocos estragos el cólera, raro es el dia que no se dan va­rios casos.

»En Zaragoza ha falleeido del cólera el Sr. EOOZCUE , di­putado por aquella provincia.*

Leemos e« El Siglo Médico:

*Somnambttli»mo natural.—Un comprofesor ha comuni­cado á la Academia de ciencias y literatura de Tolosa (Francia) la observación de una joven que, después de un ataque histérico muy marcado, con convulsiones del útero tan enérgicas que no pueden impedirse con la aplicación de la mano, suele caer en un estado de somnambulismo na­tural, en el que se espresa con notable lucidez y predice, entre otras cosas, la duración de la presente crisis y la inva­sión de la próúma. Sin admitir con ligereza estos hechos estraordinarios, no puede negarse que los desórdenes de la inervación dan á veces lugar á escenas maravUlotat para to­do aquel que por costumbre se ha hecho insensible á otra marsTilla superior y que las resume todas: el orden mismo del que aparecen como escepciou esos desórdenes.»

Ha llegado á esta noeslro apreciable compañero de r«daccion, el Sr. D. José ALVAUZ PERALTA, de su viaje á Ultrainar y al estranjero.

COLERA EPIDÉMICO.

A LOS MÉDICOS BE TOBAS LAS ESCUELAS.

Es CMa ya sobradamente reconocida entre nosotros que el esceplicismo racional afdicado á la medicina ka sido el origen de numerosos descubrimientos en provecho de nuestro arte; asi como lo es también que la profesión de estos principios, que ha hecho necesaria la midtitttd de sectas y sistemas médicos que se han entronizado sucesi­vamente en los diferentes tiempos de la medicinas, sin d e . jar otro recuerdo que la triste idea de su impotMcia, es la que ha decidido el ánimo de los médicos, que solo de-sena averiguar la verdad donde quiera qoe se encuentre, á dediearae al estudio y meditación de los príncipiM itela ciencia de HAHREMANN.

£1 esceptUsísmo racional y el eclecticisnio práctico «m dos cualidades con qoe se enorgullecen los profesora* que flgaran á la altura ék progreso at^iul, y mardian era los adelantos que constantemente se hacen; pero aunque hay

TOMO IV. 2 i

— 510 —

muchos que S(Hi, ó vwdaderamente escépUcos, ó absolu­tamente eclécticos, no nos detendremos en probar, en un articulo de tan cortas dimensiones como ha de ser necesa­riamente este, lo perjudicial que es , á nuestro juicio, la profesión esclusiva de uno ó de otro de estos principios. Nos haremoi la ilusión de que los médicos á quienes nos dirigimos dudan, y, porque dudan, desconfían de determi­nados sistemas, 6 sean métodos mas ó menos capciosamen­te presentados, y por esto eligen lo mejor, lo que la espe-riencia comprueba con mayor número de hechos.

También prescindiremos aquí de lo poco que tendrá que i^úeccr la ciencia al profesor ecléctico que solo se promete utilizar el fruto de ajenos trabajos, y de la obliga­ción que á si propio se impone, si ha de elegir con cono­cimiento, de estudiarlo todo y no fallar acerca de cosa al­guna antes de haberla meditado y puesto á la prueba ir­resistible de la esperiencia.

Damos por supuesto, en una palabra, que todos los médicos están animados del mejor deseo «n el acierto; que, fundados en lo que la historia nos enseña, se hallan prevenidos contra todo esclusivismo; que para su mejor instrucción todo lo estudian y meditan para en la prác­tica tomar , como la abeja, según su espresion, lo me­jor de cada creación, de cada sistema, de cuanto, en fin, se baya inventado para bien de la humanidad.

Considerados asi los médicos á quienes nos dirigimos, no dudarán de cuál es nuestro propósito al llamarles de este modo la atención. Y no se crean que es para hacerles notar una cosa nueva, no; es para que sepan un hecho mas después de tantos, y después de haber visto siempre la manera decidida y terminante cómo los Homeópatas hemos manifestado nuestras ideas, y dado publicidad á noestras adquisiciones, precisamente con relackm á los presentes beebol.

- 3 H -

Si la caesUoo, tratándose de la Medicina, y, sobre todo, de la curación de ana enfermedad tan terrible como el có­lera , es de hechos, hechos son los que debemos recoger para darles la debida publicidad.

Deseosos nosotros de contribuir de todas maneras al bien de la humanidad, apreciamos los hechos donde quie­ra que se hallan, y la ocasión nos ha parecido á propósito para llamar la atención, ana vez mas, de los que afortu­nadamente se titnlan médicos eclécíicoá.

Hemos dicho que la ocasión nos ha parecido oportuna, y esto no lo estraRarán nuestros lectores.

No hay personado recto juicio, de mediana ilustra­ción , amen de casi todos los profesores, que no se la­menten de la ineficacia de los diferentes métodos emplea­dos alopáticamente en el tratamiento del cólera. El vomitivo y los sudoríficos, por unos; los calmantes y los anliespas-módicos, por otros; la magnesia y el espíritu de anis, por estos; los bafios y la sangría, por aquellos, con otras va* rias fórmulas mas ó menos rutinarias, crastituyen eviden­temente lo que llamamos anarquía en Medicina.

Si la verdad es una, y, por consiguiente, únicos los principios donde ha de fundarse un sistema, mucho debe haber éi inútil y hasta perjudicial de ciento se hace ea el tratamiento del cólera, atendida la diversidad de métodos que se emplean, puesto que representan otros tantos prin­cipios. Les hechos, y solamente los hechos, son los úni­cos medÍQs qué tenemos para venir en conocimiento de que obramos en su camino.

Viito, por lo que dejamos espuesto, cuáles son nuestras ideas en «d asunto presente, pasamos al objeto que ha mo­tivado este artíealo.

El agente oundivo, al cual tributamos esta pequefia ta­nta, es el Alcanfor,

Tanto 68 lo que se ha eacríto acerca de la virtud de

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esta snstaneia como desinfectante general desde muy anti­guo, y como preservatira y curativa del cólera en la pre-senté época, que parecería ocioso y seria hasta molesto hacer las mil referencias de que todos tienen ya poco ó mucho conocimiento.

Únicamente diremos que 1IAHNF.MAKN fue el primero que manifestó que el Alcanfor era el mas precioso reme­dio para la curación del cólera en sus primeros momentos. Este terminante aserto no ha sido desmentido por ningún práctico deepoes de las aplicaciones que de él se han he­cho desde el aRo 34 hasta nuestros dias; acreditando la esperiencia, á mayor abundamiento, que posee virtudes preservativas de mas ó menos duración.

Sobre su eficacia curativa, especialmente, están acor­des todos los Homeópatas del mundo, y recientemente nosotros hemos hecho mención circunstanciada de todas sus aplicaciones en un folleto titulado Instrucción metódi' ca al alcance de toda clase de personas, acerca del uso de los remedios homeopáticos preservativos y curativos del cólera epidémico, etc.

Antes y después de haber nosotros dado á luz este folleto, los periódicos políticos n(» han recomendado va­rias recelas para curar el cólera, cuyo principal agente curativo es el Alcanfor.

Recientemente también el periódico político La 5o6e-rania Nacional nos ha referido el siguiente caso:

•Contra el cólera. Ansiosos siempre de suministrar á nuestros lectores cuantas noticias puedan influir úUlmente en la salud pública, vanuw i referirlo acaecido en Cintruénigo con el espíritu ds alcanfor apUcado i los coléricos, garan­tizando la eiaclitud de la noticia, porque nos ha sido eomu-vk»áA por una persona respetable por su carácter y posi­ción sodal. Todos los individuos residentes en Fitero, que fueron invadidos de la epidemia, sucumbieron en mas ó

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menos tiempo á su mortsl influencia. Pero habiendo sido atacados un abogado de Madrid y un mozo del café de la Iberia Vieja, los trasladaron á la enfermería provisional esta­blecida en Cíntruénigo, donde llegaron con pocas esperan­zas do vida. Por señas, y entre las agonías de la muerte, hizo el abogado, cuyo nombre ignoramos, que le aproxi­masen su cofre, del que sacó un bote con espíritu de alcan­for, hizo uso de él, y también el mozo de café, que ocupa­ba la cama inmediata; uno y otro se salvaron, mientras que todos los demás enfermos sucumbieron. Posteriormente se han hecho aplicaciones de aquel medicamento, y los resul­tados han sido satisfactorios.

•Al dar estas noticias, lo hacemos con el objeto de ofre­cer nuestras columnas á los profesores de medicina y far­macia que, habiendo hecho estudios y observaciones, gus­ten, en obsequio de la humanidad, publicarlas, ínterin la junta de sanidad suministra las suyas, si, como esperamos, no mira con indiTerencia estas indicaciones.»

Pues bien; á estos hechos que ya se multiplican por todas partes, y á la esperiencia de todos los Homeópatas, vamos á agregar el que, por ser tan reciente y auténtico, nos ha hecho tomar la pluma.

Obligados nosotros á salir de la corte en los primeros días del presente mes con objeto de facilitar medios de preservarse del azote colérico á algunas personas de nues­tra familia, sita en la provincia de Murcia, pasamos por uiu» de los pueblos infestados de la misma (1), y, hospeda­dos en casa del facultativo, conferenciamos, como era na­tural, acerca de la enfermedad reinante. Este facultativo no tenia conocimiento de nuestro folleto, por cuya razra le rogué qoe aceptara un ejemplar. Se puso á leerlo, y al llegar á los cuadros de síntomas que puede curar el Al-

(O Molina.

- s u -canfor, me dijo: «Precisamonte acabo de adminiatnr este medicameoto con an éxito admirable en dos enfermog qne ofrecían estos sintomas.»

Internado yo vivamente con esta noticia, le sa{diq«é me diera pornaenores acerca de estos hechos, para ver la relación que tenian con nuestras adquisiciones por esta sustaocia.

Efectivamente; tres eran los casos de colera bien ca­racterizado queae babian presentado en el pueblo, casti­gado ya por el aiote ea el pasado año, y todos lo habiai sido en la noche del dia anterior: dos de ellos coa siato* mas del que hemos llamado en nuestro folleto calera teco; y el tercero con vómitos, diarrea, calambres, etc.

En los tres administró este profesor el alcanfor &a pil­doras, dando una cada vez, compMsta de un grano de al­canfor y un coarto de graiM de ac^to de morflna, con un intervalo de dos á fres horas.

Antes de la cuarta pildora habia venido la reacción en todos tres, y en aquel momento qne hablamos se ha­llaban fuera de peligro. En ano de dios tuvo que suspen­der la medicación á la segunda dosis, por temor de qne la fuerte reacción que sobrevino afectara la cabeza.

Gomo ven nuestros lectores, este focahativo no es Ho-meópata, y la indicación de aquefla fórmula parece que la habia tomado del Dr. FRANK; pero como la cuestión aqni es de hechos, estos los referimos tal y como sucedieron. Demasiado convencidos estamos ya de que el <te8cubri-núento del alcanfor para corar el cólera se le debe al in­mortal fundador áa h Homeopatía; asi como no hay tam­poco médico que dude la manera cómo van pasando á t ú 9hru de los Alópatas los descobrímieDU» que esehnrtn-nnote se deben á nuestro Maestro.

Pero al apropiamos nosotros el mérito de estas cura-tíones, como debidas esenciabnentoal alcanfor, podría ob-

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jetárseiMM con que la receta se componía de dos medica-meatos. Efeetivameate; la receta se componía de alcanfor y de una preparación opiada; pero como este hecho guar­da la mas perfecta analogía con los ya inñnítos que hau servido para acreditar el alcanfor, y como, por otra parte, Mtá reputada esta sustancia como el principal antídoto del 0^, creemos que el alcanfor por si solo habría produci­do los mismos efectos, y mucho mas pronto que adminis­trado en pildoras, disuetto en alcohol, que es lo que cons­tituye el espiritu de alcanfor de IIAHNEHÁNN.

De esto se convenció el prqfesor aludido, y nosotros tuvimos el gusto de facilitarle en el acto una buena can­tidad.

Pero ni por esto, ni por la fe de nuestra palabra, que­remos imponer á nadie los resultados de nuestras observa­ciones. Usen en buen hora los Alópatas de estas recetas, compuestas conforme á lo que aprendieron en las escuelas, si de este modo consiguen el efecto que so desea; pero no olviden estos profesores que el gran caos en que nos hemos visto envueltos antes de conocer la Homeopatía, ha sido oiigíoado, en su mayor parte, por la polifarmacía. Una receta compuesta de varios medicamentos podrá curar al­guna vez; pero nosotros n(» quedamos sin saber á cuál do las sustancias que la componen se debe la curación. Y aun «•ando el Dr. TESTE dice al tratar del alcanfor, en su Sis-tmmUcacion práctica, que «las sustancias análogaü, como lo aon estas, se corroboran ó se neutralizan reciprocamen­te,» DOMtros jamás haríamos uso de estas compcMíciones «n haherlas antes sometido á la esperimenlacion piíra. Po. dríao ser aoHQ el opio y el alcanfor de las sustancias que, oaidas, «e corroboran; pero véase lo que á propósito dice flAflMKMANN eo SU Materia médimpura (tom. u, pág. 33}: «Giiando el alcanfor ha dado origen á síntomas p^gro-MI, d { No es su priocipal antidoto, asi como el alcanfor

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es el mas poderoso remedio en los envenenamientos pro­ducidos por el opio. De modo que cada una de estas sus­tancias d^truye loe efectos de la otra. ¿No es, pues, sor­prendente, según esto, hallarlas reunidas con tanta fre­cuencia en una misma receta?»

Si, pues, HABNEVANN lo ba dicho y la csperiencia lo comprueba todos los dias, que una curación puede verifi­carse por la acción csdusiva de determinados medicamen-tos, ya sea que se les administre en estado simple, ya por­que sean los que predominan en una receta compuesta, ¿por qué ese empefio de administrarlos mezclados, sin es­tudiar antes las modiricaciones que pueden esperimentar entre si, en virtud de las leyes físicas y químicas? ¿Espor­que estas ideas son del esclusivo dominio de la Homeopa­tía? ¿Dónde está, pues, el espíritu ecléctico de la época?

Si HAHNEMAKM tuvo la fortuna dé ver mas claro, asi en este como en otros puntos de la ciencia; si á su constante laboriosidad y á la de sus discípulos se debe que la Ho­meopatía reúna en su repertorio terapéutico un considera­ble número de específicos simples con que curar con se ­guridad enfermedades hasta aqui difíciles ó incurables, solo nos toca bendecir el resoltado de tan heroicos esfuerzos, y lejos de desdeñarnos en admitirlo, estudiarlo, y hacer de él la aplicación qoe nos parezca mas oportuna. Cuanto mas ecléctico sea el práctico, tanto mas agradable debe aeile encontrar remedios útiles para sus enfermofl, proce« dan de donde qatera. ;Cnándo llegará el día en que des­aparezcan esas deoominaciones de médico« Alópatas, Ho" ineópatas, Hidrópttts, etc., para qoe sea el médico lo qoe debe ser, el conocedor profoiulo de la naturaleza hamana 7 808 leyes, el depositario de todos los conocimientos úti­les y de todas las adquisiciones importantes de la ciencia! HáM ecléctico en la práctica y escéptico prudente en la teoría, podrá repartir hoy el bien presente, y aspirar lam-

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bien á otro mas positivo mafiana, como fruto de sus inves­tigaciones continuas.

Pero volviendo á las virtudes que en todas partes se reconocen ya en el alcanfor para combatir esta especie de cólera, produciendo la reacción, no podremos menos de conocer la duda que ha de ofrecerse á nuestros lectores al recordar que tenemos consignado en nuestro folleto, que solo cuando se presenta la enfermedad sin vómitos y diar­rea, parece ser el alcanfor su especifico. Esto no deja de chocar á primera vista, con la seguridad que aqui damos de haber visto desaparecer uno de los tres casos referi­dos, que ofrecía estos síntomas.

lÁ esplicacion de este fenómeno, como de otros que se hallan en igual escala, la encontrarán nuestros lectores en la parte que sirve de introducción al Enmyo sobre el estudio del cólera-morbo asiático, inserto en las entregas 9. ' y 40.* délos ANALES, correspondientes al mes de mayo último. Allí aparecen divididos los médicos Homeópatas en lógicos y en empíricos. Los primeros son los que, al es­tudiar fisiológicamente en un enfermo la universalidad de los síntomas, procuran llevar toda su atención sobre los órganos que se hallan afectados primitivamente, deslin­dando cuidadosamente los síntomas esenciales de la do­lencia, de los críticos y simpáticos, para de este modo tener un norte fijo en la elección del verdadero medíca-m«nto homeopático. •

Los que pueden llamarse Homeópatas empíricos, no se detienen tanto, ni se ocupan, por lo regular, en hacer es ­tas distinciones. Se suelen guiar ordinariamente por la universalidad de los síntomas que ofrece el individuo; y como alguna vez puede ocurrir que la mayoría de fenó­menos que presente un enfermo sean de los que ñama­mos accidentales, ó sean simpáticos ó críticos, de aqoí qne el medicamento no será entonces tan homeopáticamente

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•legido como si esto se hiciera teniendo en cu^ta princi­palmente los síntomas esencial^ de la dolencia.

Higimos ahora aplicación de estas ideas generales á la enfsrmedad qoe nos ocnpa.

El o¿iera tiene sos síntomas esencial^ y sus siotomas accidentales. Los síntomas esenciales son ios que emanan primitiTamente de la afección profunda que esperimenlan los centros nenriosos de la vida orgánica. Entre dios pueden contarte como principales: la profunda reconcentración de las foenas, espresada por la ansiedad precordial y el aba-Umienlo, la descomposbion súbita del semUante, la peque-fíez ó desaparición del pulso y la dificultad de respirar; la frialdad marmórea de la piel, la angustia, y el miedo á la muerta, etc. El vómito, la diarrea y basta los calambres pueden considerarse COQO fenómenos accidentales, secun-iUrios, variables y rdativos á determinadas predisposicio-Ms individuales. Estudiado el cuadro de síntomas de este Bodo, y elegido el medicamento que convenga, según lo indiquen loe síntomas esenciales, la enfermedad desapa­recerá, y con ella todos los demás fenómenos de un orden secundario. De donde inferimM también, para el mejor ejercicio práctico, que si el alcanfor, por ejemplo, es el «edieaniento homeopático de los síntomas esenciales que oA'ece un colérico, nos hallaremos en el caso de adminis-Irarlo, y prescindiremos déla presencia de otros síntomas, ooD tal que no ofreican á nuestra observMÚon el interés deloaprim^m.

Gooio ven mestros lectores, la cuestión no versa mas qM aohre na hecho, y nn becbo nada signíGca al lado de h^UÍM de lanlM profesores (fislinguidos; pero como Mlt hacho podría rep^irse, buoio es que conste para lo HOaaivo; porque ni HAUíEiuini ha dicho la última palabra, Ri Rpaolros d^areoMS de admitir todas Us rafiNruaa úiilea

Ms convide la esperíHida.

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Entre tanto continuaremos dando la preferencia al al­canfor en los casos de cólera seco; pero sin olvidar que este medicamento ofrece en su patogenesia los sintomas siguientes:

Náuseas con ganas de vomitar, que se disipan eruc­tando.

Después de las ganas de vomitar, repelidas muchas veces, ligeros accesos de vértigos.

Al principio del vómito, sudor frío, sobre todo en la cara.

Vómito bilioso pintado de sangre. Sensación de frió al epigastrio é hipogastrio. Calor violento quemante en el epigastrio é hipogas­

trio. Ardor en el estómago. Dolor iraclivo, contusivo, mas bien interno que ester-

no, sobre todo al respirar, en todo el lado derecho del vientre, hasta la región hepática y al pecho.

Dolor punzante en el bajo vientre, sobr* todo « la re­gión umbilical.

Necesidad de ir al sillico: la deposición es de natura-leu ordinaria, pero poco abundante; después n e c e a d muy apremiante de volver.

Necesidad apremiante de deponer. El primer dia, dos deposiciones; después algiuMs pan­

udas en el vientre; el segundo dia ninguna deposición; el tercero, deposición dura y difícil.

Astricción pertinaz de vientre.

T. Piujcn.

Mtdrid, igoKo d« 4856.

ENSAYO

SOUe EL ESTUDIO DEL CÚLERA-NORBO ASIÁTICO (1)

(C.oncluxion.J

El Cuprum meUiUicum reúne 80. Dolor de cabeza de los mas violentos, dolor continuo de cabeza y en las órbitas mo­viendo los ojos, dol^r de tirantez en muchos pantos de la cabeza, con vértigos como si se diesen vueltas alrededor, que cesa recostando la cabeza; la cara parece que despide fue­go, sin que el sugeto advierta calor; encendimiento de los ojos con mirada feroz, dolor presivo quemante yescociento en los ojos, boca pastosa por la maSana, amargor de boca, lengua cargada de un moco blanco, sequedad en la gargan­ta y sed, sed muy v¡\-a, eructos continnm, hipo frecuente, náuseas frecuentes violentas, deseos de vomitar con dolores es|»sroódicos al vientre, vómitos continuos, vómito violen­to que se reproduce de tiempo en tiempo; vómito violento con nátueas y diarrea, vómitos estraordinarios con continuo malestar de estómago y tenesmo, vómitos enormes con

(') Vean** b« enlrf gas 4 3 y < 4 del pies de julio, pég. 301.

— TrM —

malestar de vientre y diarrea, vómito do mucosidades, >ó-mito de mucosidades amargas y verdes precedidos de náu­seas con pesadez en el estómago, vómitos frecuentes de bi­lis pura, vómito de sangre sin tos con punzadas profundas en el costado izquierdo del pecho, debilidad de estómago, dolores crueles al estómago, espasmo del estómago, pesa­dez en el estómago, sensación en el estómago como si con­tuviese un liquido amargo; los hipocondrios están doloridos, dolores en el vientre, pesadez en el hipogastrio, movimien­tos de gases en el vientre, movimientos cspasmódicos de los músculos abdominales, movimientos espasmódicos violen­tos en los intestinos y estómago, espasmos violentos en ej hipogastrio y las cuatro estrcmidados que arrancan gritos de desesperación, diarrea, diarrea violenta, diarrea sangui­nolenta, emisión de orina roas rara y menos copiosa que de costumbre, accesos' espasmódicos do una constricción de pecho, dificultad do respirar, hasta la sofocación, y cuando cesan estos espasmos, vómito espasmódico , ac­cesos do sofocación, palpitaciones de corazón, plenitud del pulso sin aceleración, pulso frecuente, calur febril, agitación del cuerpo con estremecimiento de los miem­bros, adormecimiento de los dedos de las manos, estrcmc-cimiontos de brazos y manos, dolor como de quebradura y contusión en los brazos, dolor presivo en el brazo, dolor de tirantez en el brazo derecho, luego en ol izquierdo, y quo se dirige hacia el puño; sacudidas en las manos, en parti­cular por la mañana; presión fuerte en los huesos del me­tacarpo de las dos manos,que se aumenta al tocar; dolor on las manos, dolor tensivo en la pulpa de los dos puños, dolor de luxación en la articulación del puño, adormecimiento y grande pesadez en la pierna izquierda hasta la rodilla, las piernas se pooon muy doloridas, dolor sordo en la parla anterior de los músculos del muslo, dolor como de contu­sión en el muslo y hasta la rodilla, calambre en la pierna desde el maleólo hasta la paotorrilla, calambre en la pantor-rilU, dolor de calambre tensivo y de tirantez on la pantor-rilUí, pesadez dolorosa en la articulación del pie, violento

— 3JS —

dolor pmiTO al borde interno de la i^nta del pie itquier-do, ñierte presión en los huesos del metatarso, mas Tiva á la presión; dolor de tirantee en el hueso metatarsiano del dedo gordo, dolor de desgarradora en la planta y sobre el dorso del pie, temblor, temblor en los miembros, movi­mientos convulsivos de los miembros, movimientos convul­sivos y distorsión de los miembros, convulsiones generales» fuertes convulsiones, convulsiones con vómitos continuos y violentos, cólicos que degeneran poco i poco en parálisis, esptsmoB en loe miembros, debilidad estrema por todo el cuerpo, debilidad y parálisis de la mano y debilidad estrema de las piernas.

El Jtfetalltttn aUmm, reúne 74. Sensación de pesadec es-treoM en la eabeta, dolor violento, pulsativo en toda la ca­ben, en particular en la frente, con deseos de vomitar; enor­me dolor en toda la caben, los ojos están rojos y los bordes de kM párpados doloridos, y cuando se mueven frotan con aspereu el ojo como si estuviesen secos ; lengua blanca, sequedad de la lengua, la lengua parece tostada y ha per­dido la Gicultad del gusto, erosión de la lengua con dolor escociente, grande sequedad en la boca, grande sequedad de boca con sed viva, falta de sed, sequedad de garganta que obliga á beber á cada instante , sed estraordinaria que no se mitiga bebiendo, eructos frecuentes, hipo y eructos freeoentei, náuseas, ansiedad con náuseas, regOeldos, vó-n^to, vómitos de idimentos, vómitos continuos con gritos del üMyor sentimiento y deaeonsuelo, vómito de un moco espeso trasparente , vómito de DMCO y bilis ver­de, vomitando se qoeja el enfermo de un fuerte calor íntonM y tiene sed, vómitos violentos de un moco tmarfllo verde que impelen á desplegar loa mayores es-Aienos, bay un gusto escesivameote amargo en la boca y persiste rancho tiempo después del vómito, vómitos fteoMütes eon temor á la muerte, vóintos seroaos, vómito de m moco sangoinofoiilo, vómito de sangre, «spulsicm de snifre por la cámara aaperior é inferior, vómitos y eáranras etomes, vónritoe violentos y prolongados eon diorreí, vómi-

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to violento de Una maM blanda asolada dé iitl aMariUd turbio seguido de grande pérdida de füeraas, doloi^ de ettdroago, estómago escesiramente dolorido, dolor de estómago como si esta viscera sufriese una distensión por todas pailoi hlita el punto de desgarrarse; grande mal de estómago como ú estuviese producido por la presencia de gases; los vómitos y diarrea lo alivian, pero en seguida aparece con mayor vio» lencia; grande ansiedad en el estómago, ruido de giies en cl vientrü, dolores erráticos en el vientre, diarrea amarilla y tenesmo con dolor quemante al ano y sed; ansiedad en él bajo vientre con fiebre y sed, dolores violentos en el vien­tre, diarrea, cámaras copiosas, diarrea llevada al mai alto grado, salida involuntaria de materias fecales y de orina, cámaras en forma de papilla, cámaras mucosas y terdes, cámaras liquidas mucosas parecidas al jigote ó picadillo, cámaras negras acres, pútridas; diarrea con violento dolor al ano, tenesmo con diarrea mucosa y dolores incisivos al ano, tenesmo con ardor, retracción de vientre, diminución de lá secreción de la orina, opresión de pecho, opresión depe« cho y dificultad de respirar, lamentos y gemidos que pro­ducen una ansiedad insoportable y una sensación estremá-damente penosa que dificulta la respiración, frecuentes ac­cesos de opresión ansiosa de pecho y respiración corta en todas las posiciones, violentos latidos do corazón, pulso fre­cuente, pequeño y débil; calor general con ansiedad, dismi­nución del calor, los miembros se ponen frios, frió éaterior en los miembros y calor interno con agitación, inouietod y pulso débil, hormigueo en las mano», adormecimiento del brazo sobre el que está echado el enféfmo, dolor de ti­rantes y tracción en los huesos metacarplanos, calam­bres en los dedos de la mano derecha cuando se alargan, calambre doloroso en las últimas arUculacionea de lol dedos de laa manos, adormecimiento de los piai, tio-lentos dolores en los mudos , en particular en M Ulico-laciones, tirantez en las piernas, puntadas en el talón k-n qnierdo que se estienden hasta la parte inferior del ittútlo, punzada en la planta del pie, calambres en las paQtOfHItai

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j los dedos, frecuentemente en la cama, y en particular por la noche; debilidad, y enorme pérdida de fuerzas.

El Veralmm alimm reúne T3. Dolor pulsativo de cabeza por intervalos, dolor pr«ivo y pulsativo de cabeza, dolor presivo y lateral de cabeza, con malestar en el estómago; sequedad de los párpados, fuerte sensación de calor en los ojos que dura largo tiempo; calor en los ojos y en la cara, con encendimiento de bu tnejillas, como por efecto do un vapor caliente; sequedad de garganta que no se disipa con l«s bebidas; deseo de bebidas agrias, repugnancia al ali­mento y deseo solo de fruta, boca seca y pastosa, lengua cubierta de una capa amarilla, sensación de torpeza y gran­de sequedad al paladar, gusto amargo bilioso en la boca, sed ine^nguible, con deseo en particular de bebidas frías; deseo ardiente continuo de ácidos y cosas frescas, por poco que se haya comido sobreviene inmediatamente el vómito y diarrea, después de tomar alimento hipo, deseos de vomitar y regüeldo de serosidades amargas, eructos con gusto de los alimentos, eructos amargos ó agrios, grandes náuseas antes del vómito, deseo de vomitar con gusto de bilis en la boca; antes del vómito frío por todo el cuerpo, grandes náuseas con encendimiento y sudor del rostro; fuerte deseo de vo­mitar que llega á producir hasta el síncope; vómito de lo que se ha comido, vómito de lo que se ha comido con mu-cosidades verdes; vómito de moco verde, vómito de moco verde y easeguida una espuma abundante, vómito de moco verde y en seguida frió, vómito de moco blanco, vómitos continuos con diarrea y prchion al epigastrio, vómitos de espuma, luego amarillo-verde y de olor agrio; vómito do mucosidades de un verde negro, vómito negro, vómito de bilis y de mucosidades, luego de atrabilis, y por ultimo de sangre; vómito enorme de los mas violentos, dolores violen­tos en la boca del estómago que se estiende hasta el ester­nón, la región sub-costal y los huesos íleos; dolores prcsivos y tractivos en la boca del estómago, dolor de estómago y do kx intestinos, ruido de gases en el vientre, espuision de ga­ses, emisión violenta de gases por arriba y por abajo, inco-

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modidad en el vientre con ruido de gases, cámaras copiosas, cámaras copiosas y frecuentes, diarrea con fuerte sudor, frío y escalofrios con diarrea frecuente, con la diarrea la de» bilidad se aumenta, con la diarrea la cara palidece, diarrea violenta sanguinolenta, durante la diarrea sudor frió abun­dante á la frente, ardor al ano al moverse el vientre, la orina, amarilla, es poco abundante; constricción dolorosa de pe­cho, presión y retracción en el pecho, dolores de pecho, con accesos de ansiedad; palpitación do corazón con an­siedad y respiración mas rápida; pulso frecuente, frió por todo el cuerpo, frió en los miembros, tensión en las corvas como si los tendones so hubiesen puesto mas cortos; dolor en las piernas y rodillas ,como si fuesen á romperse; hormi­gueo en las piernas hasta las rodillas, calambre en las pan-torrillas, frió en los pies con temblor, hormigueo y adorms-cimiento de los dedos, dolor como de lujación en la articu­lación del puño, dolor paralitico como de contusión en los brazos sin poderlos mover apenas ni levantarlos, dolor vul-sivo en el puño derecho hasta el codo, parálisis decorosa como á consecuencia de una grande fatiga on los miembros superiOTOs ó inferiores, pérdida de fuerzas» y grande debi­lidad.

CÓLERA-MORBO ASIÁTICO.

Tercer período.

El Alcanfor reúne en su patogenesia veinte síntomas del tercer período del rrtlcra, en la forma siguiente:

Camphora. Palidfz de la cara con frío, cara muy pálida con los ojos cerrados, luego abiertos, lijos y llevados hacia arriba; distorsión <lc los ojos, rolraccion de las pupilas, oscuridad do la vista, ardor en el estómago, violento calor quemanle en el epigastrio é hipogastrio , retracción del vientre, diminución de la secreción de la orina, supresión completa en l;is diez primeras horas, la piel se pone muy seca, frío por todo el cuerpo, sudor frío, pulso débil peque-

Tono IV. 22

lio, pulso maj débil, tpenas perceptiblfl, lá 1fés{dMek)n M suspende por momentos, conmlsiones, conTulsiones violen­tas, estraordinaria ansiedad, y debilidad estrema.

(ka^ vega., reúne iO. Palides de la cara, tinte antari-Uo y gris de la cara, cara hipocrática, pupilas insensibles, ardor en general y particularmente en el pecho como si hu­biese carbones encendidos; sensación casi quemante on el estómago, ardor en el vientre, dolores violentos en el vien­tre con retracción del mismo, manchitas en la piel de un rojo moreno, fno glacial en las manos, frío continuo á los pies, pulso débil, ausencia del pulso, dificultad de hablar como si la lengua se moviese con trabajo, dificultad de respirar, ansiedad, opresión y agitación estrema, el aire espirado es frío, y fríos se hallan también la garganta, la boca y dientes; pérdida rápida de fuerzas, postración esce-sivB hasta al desfallecimiento, enflaquecimiento, en particu­lar de la cara, y sudor frío en la cara y miembres.

Cttprum metallum, 17. Palidez de la cara, tinte azula­do de la cara con color azulado de los labios, alteración de las facciones que espresan la angustia; la tristeza y el aba­timiento te hallan pintados en el semblante, ojos hundidos, abatidos rodeados de un circulo azul; oscurídad de la vista, los ojos giran de derecha á izquierda, ios ojos pierden su trasparencia y se cierran de debilidad, ansiedad en el estó­mago, dolores que producen ansiedad en el vientre, retrac­ción del vientre, la secreción de la orina está disminuida, frío, en particular á los pies y manos; sudor frió, pulso lento, débil y pequeño; marasmo, y sincopes repetidos.

Metallum álbum, 50. I*alidez de la cara, palidez de la cara coa bundinüento de los ojos, palidez de la cara como la de un muerto, aspecto de la cara parecido al de un cadáver, cara azulada, lívida; color terroso y aplomado de la cara con manchas y estrias verdes y azuladas, ojos hundidos y ama­rillos, oscuridad de la vista, distorsión de los ojos, distor­sión de los ojos y de los músculos del cuello, retracción de las pupilas, los párpados se cierran, el enfermo no ve á los que se le acercan, labios cubiertos de una capa negra, la-

— sn — bioB y lengtM andados, tinte negro alrededor d« U boca' ardor continuo y fuerte opresión en el estómago y pecho, dolor presivo y ardor en el estómago, ardor en el estómago como si hubiese fuego en él, grande ansiedad en la boca del estómago, dolor en el vientre como de tirantea y ai cortasen, con frió glacial en los pies y manos y sudor frió en la cara; ardor, punzadas y dolor en el vienU^; ardor en el vientre con calor y sed, ansiedad en el vientre con ñebre y sed, violento dolor de vientre con una ansiedad tan graiH lie que el enfermo se agita sin cesar y pierde la eaperanw de ponerse bueno; dolores los mas violentos en el vientre, el Wentre se halla sumamente retraído, diminución de la secreción de orina, supresión de orina, fño esterno á los miembros y calor interno con agitación y pulso débil, frío por todo el cuerpo, los miembros se ponen fríos con uñas lívidas, calor con ansiedad, sudor frió viscoso, pulso pe­queño y débil, pulso estrcmadamcnte lento, pulso estrema-damente vivo, interrumpido y débil, pérdida de carnes, pérdida total de carnes, enllaquccimiento, consunción, des­aparece el volumen del cuerpo y quedan solo á la vista la piel y los huesos, sincopes frecuentes con pulso débil, de­bilidad eslrema y pérdida total de fuerzas, muerte sin vó­mito y solo por la estraordinaria ansiedad y pérdida com­pleta de fuerzas, muerte sin vómito ni convulsiones y solo por la pérdida de fuerzas, ansiedad, angustia, el enfermo apenas habla y solo se queja de ansiedad, ansiedad y tem­blor con frío á la cara, espasmos, convulsiones, y convulsio­nes las mas violentas.

Veratrum álbum, 36. Sudor frió en la frente, cara fria hipocrátíca, tinte azulado de la cara, sensación de debilidad en los ojos, ojos empañados con círculo azulado, contrac­ción de las pupilas, sequedad de los párpados, los párpados como que se paralizan, se notan muy pesados y no se pue­den abrir á pesar de los esfuerzos; labios secos, negros y agrietados; sequedad en la boca y el paladar con sed de agua, ardor en la boca sobre la lengua y en la faringe, ar­dor en la garganta, ardor en la región del estómago, ansie-

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dad, agitación del espiritu, opresión y ansiedad, ansiedad, gritos y agitación en la cama, gritos y agitación continua con palidez en la cara, ansiedad estretna que intercepta la respiración, ansiedad y vértigos, dolor de vientre que se esliendc desde la espalda al ombligo, dolor lancinante en el vientre y en otras (>artes del cuerpo con escozor en la garganta, dolor de tirantez y tracción durante minutos en­teros en la región liipogástrica, dolor cortante «a diversos puntos del vientre, todas la evacuaciones se suprimen, frió por todo el cuerpo, frió en los miembros con dolor tractivo hacia dentro, sudor frió, sudor frío por todo el cuerpo, desaparición casi total del pulso, pulso insensible, lentitud tal del pulso que parece abolido, debilidad estreraa , dimi­nución de fuerzas, sincope, espasmo y convulsioaes.

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El Sr. D. Miguel O. CAMALEÑO, rarmacéullco de Vaila-(lolid, ha escrito con suma erudición un librilo titulado E . Árnica. Creemos que nuestros lectores nos agradecerán su reproducción en las columnas de los ANALES.

EL ÁRNICA, TROftlGlnsO y AI>M8AB0 REHKDIO TARA TODA CIAIE DE OOtrEÍ, CA»A», CilütuslOJICS, HERIDAS, rKACTI'RAS, TORCIDIRAS, r i l j lo f DE «ARORI » OTRA»

VARIAS IRKERHEDADES.

Obiervaeionu prietieat acerca de eita utilitima planta, m Uu qu* te «fpom el seneiUo método de usarla, «u Sutoria médiea, y «n apiniUee para emplearla (amiten en variat enfermedades de loe

m D. MIGUEL 0 . GAHALEÑO, PROFESOI DE FARHACU.

tHTROOOCOIOI.

Herbis, non verbis, Midicorum esl, pellere morbo». Verbis, non herbU, Stolidorum e$t, credere eorpus, Curofldutn/...

(M. ANTÜNIUS IT£RUJ, m SCHROUEK.)

La virtud de curar csWi en las yerbas, I.o inricrlo do la cieocie en las ixilabrus. ¿Médico quieres ser? Con yerbas cura. ¿Quieres ciencia ostentar?'Sljjuc sistemas.

(Tn*ouccioN LIBM:.)

El noble afán con que los médicos do todos los tiempos •se han ocupado en buscar el mejor medio do aliviar las do­lencias del hombre, ha producido multilud do sistemas, do tos cuales, si bien pudiera formarse un gran libro do con­tradicciones, es preciso convenir en (jue, á pesar do todo, la

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httBuúdad leí es deudora de las verdadas qae ban podido reeofer en benefleio sayo.

La Hooaopetia, meaos estudiada que criticada sia eiá-* men, ha llamado la atencioa sdbn lo$ efecto» de varias sustancias medicinales, y ha devuelto á la terapéutica el uso de otras inuciías que el ii^alogismo execrado habia des­terrado de la materia médica.

La prodigiosa planta llamada Árnica montana habia sido, como casi todas, condenada i esa especie de ostracismo sis­temático, sin que la valiera la recomendación de tantos juiciosos observadores ni las maravillosas curaciones con «Ua conseguidas.

Gracias á HAsnaAm, este precioso vegetal vuelve á ofrecer á la humanidad doliente el consuelo de sus virtudes medicúndas. A espooer estas y el método de usar dicha planta en los casos que pueda ser conveniente, se dirigen las presentes observaciones.

Empero aunque atribuimos á HARNEMANN el haber sa­cado del olvido el uso del Árnica, üo uos limitaremos solo á esponer las curaciones í{ue con ella ha conseguido la Ho­meopatía, pues nos hemos propuesto hacer una reseña del empleo que la medicina antigua ha hecho también de esta planta, recordando algunos brillantes resultados obtenidos por ilustres Alópatas que se han dedicado al conocimiento de sus virtudes; porque es necesario omfesar que si los médicos antiguos carecían del lujo teórico con que hoy 'se ostenta la literatura médica, en cambio dirigían mas su atención sobre ios recursos que les ofreciera la botánica, cuyas luces, según dice el laborioso Qoin, en el prólogo de BU Flora E^jtañola, chan desterrado infinitos errores de la •medicina; pues los remedios mas seguros, adecuados y eQ-«caces para la salud, según enseña la espeñencia, los halla •ti boiábre en el uso de loa vegetdes. Estos son de tanta •recomendación, que 1M mismas Sagradas Letras nos ense-Bfin qae quise Dios particolarisar á las plantas con especia-alea virtodes pan beneficio del hombre.» (Flora BipaMa, lomo 1, paga, tí y 13.)

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No hay duda que son inmensos los beneficios que el Ser Supremo nos ha proporcionado en las plantas; pero, por lo general, el hombre se contenta con admirar la belleza de sus flores y contemplar el variado matiz de sus pétalos, conclu­yendo por titularles, en medio de una sonrisa placentera, juguetes y admirables capñchot de la naturalesa.

Preciso es convenir en que la botánica se halla aun muy poco estudiada con respecto á los grandes recursos que pue­de ofrecer á la medicina, pues la mayor parte de los vegeta­les que en la actualidad sirven como medios curativos para nuestras enfermedades, son producto de una empírica y añeja tradición, ó remedios puramente domésticos: por cierto que muchos de estos últimos vienen á ser fecundos en manos del vulgo aplicados en varias dolencias, al |HÍSO que las mejores teorías de la ciencia i\o han conseguido en las rnbnns mas que estériles resultados.

Es condición humana dirigirse, en medio de una penosa incerlidumbre, á buscar lo mas oculto, despreciando lo que con toda certeza se presenta naturalmente útil ¿ nuestra vis­ta. Asi es que el hombre se afana y agota sus fuersas para penetrar en las entrañas de la tierra y estraer el soñado teso­ro que halaga su imaginación, al paso que, sin atender á la superlicie, huella y destruye bajo sus pies ol precioso vege» tal que acaso estaba destinado para restablecerle la salud, cuyo bien no puede á veces comprarse con todo el oro del mundo.

Digno es de la solicitud del gobierno todo aquello que pueda tener relación con la salud pública; y, en tal concep­to, seria de desear so tomasen las disposiciones convenientes pam la fornudon de Floros provinciales, promoviendo por este medio un estudio cuyo valor es muy poco conocido, de b que resulta, sin duda, esa indiferencia por ooaat da tanto interés, que M manifiesta aun en personas Uustr«iaa y en­tendidas en otras materias, desconociendo la utilidad de lo que mas interesa á la propia conservadon del homt)re y á su •oiabatida existencia.

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ÁRNICA MONTANA.

Amiea de la* monlams: Coñmbifera$ Ju$$. Sytiyftiesta Polygamia superfina. (Lin.)

Esta planta nace en las montañas de muchas partes de Europa y de la América, se coge en varios puntos de Espa­ña, y con muclu abundancia en las inmediaciones de Reino-sa, montañas de León, Navarra, Aragón, etc.

Sus raices son irregulares, ensortijadas, de color more­no pardusco por Tunra, y de un blanco sucio por dentro, con muchas libriiias; de olor fuerte, de sabor acre, amargo y algo aromático.

Los tallos son simples, algo rollizos, casi desnudos ó con pocas hojas, estriados por todas partes, con vello áspero, derechos y del largo de un pie.

La> hojas radicales son ovales, enteras, de dos ó tres pulgadas de largo, y las del tallo lanceoladas y pequeñas.

Las flores son radiadas, de un color amarillo dorado her­moso, de olor desagradable, de sabor acre, muy amargo y algo quemante.

Los frutos son como penachos plumosos, encerrados en un cáliz común doble.

La planta fresca ó reciente tiene el olor pesado, el sabor herbáceo y hace estornudar: las hojas secas poseen el olor mas débil, y estregadas entre las manos promueven también el estornudo.

De Ui análisis química hecha por DUBLAMC, y rapetida después por CnvAUta y LASSAIGNK , resulta haber hallado en el Árnica ima resina con el olor parecido al de la planta la citysina, una materia colorante amarilla, varias salss, y, según otros químicos, se encuentra también en esta planta un aceite azul y saponina.

Los referidos químicos atribuyon la virtud vomitiva de las flores del Árnica n una mnt'Tia amarga análoga fi la cyli

t>,M —

sina, y de ninguno manera á las larvas do los insficlos (Mutca árnica) do que habla MKRCiEn, médico de Rochefort, tratando de dichas flores.

No nos detendremos en discurrir acerca do lo espuesto por varios autores que no convienen con MATTHIOLO en que nuestra Árnica sea la Misma de DtoscóniDKs, i)ues importa |)oco á nuestro objeto remontarnos á probar lo contrario, ni menos detenernos en hacer mérito de los demás nombres que se han dado a esta planta. Pero conviene advertir que la esperiencia nos ha demostrado que con mucha frecuencia los naturales de las montañas, á quienes so encarga muchas veces la recolección de dicha planta, confunden la verdadera Árnica montana con varias especies de Üoronicos, que por su semejanza con aquella es algo difícil distinguirlas después de secas.

Considerando sobre lo mucho que se ha escrito acerca de las virtudes del Árnica , no se puede menos de conocer su grande importancia en la medicina; y no podemos averi­guar la causa de que en una obra tan acreditada como la de Terapéutica y Materia médica de TROUSSEAU y PIDOUX, no haya merecido tan utilisímo vegetal ni siquiera el honor do ser mencionado (1). Tan cierta es la confusión y el desacuerdo que en la actualidad reinan en la terapéutica , como dicen muy bien dichos escritores en la introducción á la tercera edición de su obra.

Cierto es que algunos autores do Terapéutica y Materia médicahanjuzgadoexageradas las virtudes medicinales atri­buidas al Árnica; ¿mas no pudiera servir, al menos como motivo de meditación, lo mucho que han escrito acerca de esta preciosa planta distinguidos profesores de España, Francia y de la pensadora Alemania, cuyas bien meditadas observaciones vienen ti conlirmar las repelidas esperiencias del dia?

Ocasión tendremos de probar con diferentes esperimen-

(<) Uniciinionte le nombra en la Rthcion de tunlaMias incom-fatibles, tomo ni.

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toi la recomendación del Árnica como poderoso recurso to> rapéutioo; pero antes haremos una ligera reseña de su his­toria médica.

El Árnica, como otros muchos vegetales de virtudes he­roicas, ha pertenecido al dominio de la medicina popular antes que los médicos dirigiesen su atención sobre las pro­piedades curativas de esta planta.

NuBRAV, en su Apparaítu meiicaminum (tomo i, pági­na 84), dice que la virtud del Árnica para curar los flujos de sangre y contusiones parece fue conocida primeramente «n Alemania, y que FEHR fue de los primeros que nos deja­ron gran porción de espcrimenlos de esta clase.

En los prolegómenos de la Materia médica pura de HAH-NEMANN se lee que Francisco JOEL es el primero que haga mención del Árnica en el siglo xvi, y que en el xviii ha sido cuando J. M. FKUB y J. D. GOHL la dieron á conocer de un modo mas general; y en la introducción á la patogenesia de esta planta vuelve á decir que FEHR comunicó á sus compro­fesores este seguro remedio contra la afección universal, y i veces muy peligrosa, que resulta de una caida grave, de un choque, golpe, contusión, tercedura ó dislaceracion de las partes sólidas de nuestro cuerpo, debiéndose el descu­brimiento de los admirables efectos de este vegetal á la prác­tica doméstica ó medicina popular, recibiendo desde enton­ces el Árnica el nombre de Panacea de las caídas.

MBRAT y de LBNS, en su Dictionnaire univerxel de Malii^re médieaU el de Thérapeulique genérale fariic. Árnica), ponen á TABEBNOMOTTANO como el primer autor que hizo conocer esta planta de una manera precisa en el siglo xvi.

No han sido solos los estranjeros los que se han dedicado al estudio de tan interesante vegetal, pues en España tene­mos también trabajos de importancia y observaciones de gran mérito hedías y publicadas por ¡lustrados profesores que, bajo la protección del celoso reinado de Carlos 11!, se dedicaron al estudio de la botánica con aplicación á la me-

SiM. AI Dr. D. Salvador Sotn A y D. Joaquin Roimiaciz, dro*

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jane botánico, debemos el estudio sobre las virtudes medici­nales de varias plantas, y entre ellas la que nos ocupa.

El pensamiento de estos laboriosos profesores fue se­cundado y protegido por el conde de Floridablanca, pri­mer ministro entonces, que, persuadido de las ventajas que semejante trabajo podia ofrecer ¿ la salud pública, contribu­yó á que S. H. ordenase que dichos profesores fuesen agre­gados al real jardin Botánico para que continuasen sus es-periencias y observaciones, procediendo de acuerdo con los catedráticos de botánica D. Casimiro GÓMEZ ORTEGA y D. Antonio PALAU.

De tan benéfica protección resultó la publicación que los Sres. SoLivA y RODRÍGUEZ ofrecieron en 1787, imprimiendo sos (Mfservaciones de las eficaces virtudes nuevametúe des­cubiertas y comprobadas en varias plantas.

Empero concretándonos á los esperimentos hechos con el Árnica, que es el objeto que nos hemos propuesto, pa­saremos á esponer sus virtudes y el método de usarla, dan­do principio por estractar las principales esperiencías con­signadas en algunas obras, conforme á los antiguos sistemas de medicina.

OBSMVACtONKS DE LA MEDICINA ANTIGUA 6 ALOPATÍA.

Los fn^cticos que se han ocupado de las propiedades medicinales del Árnica convienen en que todas sus partes son vulnerarias, vomitivas, purgantes, diuréticas, sudoríficas y emenagogas; considerándola de grande utilidad contra la gota, reumatismo, nefritis, parálisis, hemiplegia, supresión de loquios, y, sobre todo, contra los golpes, caídas y flujos de langr*.

El acreditado Enrique COLLIN hizo muy buenas esperien-das con las flores del Árnica y las alaba en la perlesía, des­pués de haber observado sus buenos efectos en veinte y oeho paralíticos. Funda su virtud para la gota serena en la obaervacion de nueve curaciones que hizo felizmente con ellas; advirtiendo que á lo ultimo de la curación sobrévi-

- 5.1(5 -

nieron en ios DJOS dolores muy fuertes. Afírma también que son uiilicspiísmúdicas, por liiiherlo esjicrimoiUado on sioto casos. Cree que estas flores al)rcn los vasos del cerebro obstruidos, disolviendo la materia recogida en ellos, y que obran también por cierta virtud especifica en el sensorio común y en los nervios. Mueven la orina y sudor en los mas, y muchas veces curan sin alguna evacuación sensible. En el tiempo en que las flores hacen su operación se espe-rimentan comunmente incentivos venéreos, dolores lanci­nantes, (i que abrasan, los cuales pronostican buenos efec­tos. (CoLLix, pág. o y siguientes.) fütktLiom, en su Flora Pedemoiilaiia (tomo i, pág. 204), refiere haber curado un hombre viejo, paralitico de un lado, con el uso de las flores de Árnica en espacio de tres meses; y á otro de edad de cincuenta años, balbuciente, y que te­nia la boca torcida, en espacio de un mes.

GKOFFROV, en el artículo del Doronico, trata también del Doronico salutífero ó del Árnica, y dice que cocida esta planta con cerveza ó infundida en vino ó agua, se propina idóneamente contra la sangre grumosa y coagulada, y es de tanta eficacia y virtud, que en las Efemérides de Alemania se publica pop Panacea de las caídas. Refíriéndose á PHER en las citadas Efemérides, dice que obra con tanto Ímpe­tu en el lugar ó parte afecta, que penetra lo mas interior de la sangre grumosa, causando allí grandes dolores y al­guna vez mucha dificultad de respirar, señaladamente cuando el mal es inveterado y contumaz y se haya tomado demasiada dosis, cuyos accidentes se mitigan pronto, ó por el vómito cs(>ontánco ó por el flujo abundante do orina. {Gzorr., Mal, méd., pág. ¿08. i

En la Malcría médica de liencio, pág. 738, se hace mé> rito de la curación obtenida en el espacio de catorce dias do un reumatismo crónico de los lomos con el uso de la infusión hecha con media onza de flores de Árnica en dos libras do cerveza, añadiendo á dicha infusión dos dracmas de crémor tártaro y media dracma de nitro puro, de cuya mistura be­bía el enfermo to<las l!«s ni'irian;is v tardes.

>MI —

Hornos visto hacer uso de esta infusión, sustituyendo el agua á la cerveza, consiguiendo varias curaciones en casos semejantes al que refiere BEBGIO ; pero sobre todo tenemos muy presente el padecimiento de una señora de edad do cincuenta y siete años, que sufría hacia nueve un reuma­tismo articular con grande cnlorpecimicnto de las ostrc-midades inferiores, y que después de usar una multitud de remedios que no obraban mas que como pasajeros pa­liativos, consiguió su curación casi completa á beneficio de dicha infusión, preparada con el crémor y el nitro, usándola por espacio de tres meses con algunos dias do suspensión.

En la citada obra de BEHOIO (pág. id.) so hallan también algunos casos de fiebres intermitentes curadas con la in­fusión preparada con la cerveza, tomada dos horas antes del paroxismo.

Pi,KNCK, en su FarmacoJofi'ta Quirúrgica (pág. 105), re­comienda el Árnica para fomentos resolutivos encima de las partes contusas y acardenaladas. Y en una nota (pág. 36S) dice que ha curado con la infusión de las flores de Árnica una parálisis de resultas de una violenta conmoción del ce­rebro, y una paraplegia, con retención do cámara y orina, á consecuencia de una contusión en la espina del dorso. En otro sugeto curé, dice, con el mismo remedio una parálisis de la vejiga.

El Rdo. P. Fr. Isidoro de SAHACHA, monge benedictino, boticario y botánico muy benemérito en el monastario de Santo Domingo de Silos, esperimentó repetidas veces los buenos efectos de esta planta en los dolores y demás pa­decimientos provenidos de caldas ó de haber hecho algún esfuerzo estraordinario, no solo con el cocimiento to­mado interiormente, sino que también aplicado sobre las partes ofendidas, (PALAÜ , Parte práct. de botan., tomo vi, pág. 461.)

En el tomo n de la citada obra de los Sres. SOLIVA y Ro-DKiouEZ se Icen nueve observaciones ó casos de amaurosis ó gota serena s(>n;)4(ica curados con la infusión de Árnica.

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Otras nueve de curaciones obtenidas con la misma planta en sugetos que padecían decadencia y debilidad en las estremidades inferiores, con vahídos de cabeza. Trece casos de contusiones por caídas y golpes en los que hi­cieron uso de Arniea interior y esteriormente y hasta en lavativas.

Insertaremos de estas observaciones una do cada clase de padecimiento, para que puedan servir de gobierno al que crea conveniente repetir estos cspeiimentos en casos semejantes.

(Se conlinmrá.J

NOTICIAS VARIAS.

Dice El Siglo 3íédico:

'Congreso homeopcüico.—Se anuncia uno enParis, que por la circunstancia, entre otras, de darse libre entrada al público profano, pudiera bien llamarse una exhibición. >

Esto está tomado de la Sección chismográ/lca de El Siglo, y sabido es que nuestro apreciable colega en esa sección no reconoce rival, como que en ella EIHIU toda su vi$ cómica.

TSk mismo periódico, á consecuencia de haber sido llamado por S. M. el Rey eISr. Dr. UTSERN, paraque letra* tase bomeopáticamente, dijo qae <la posición especial de los liomeópatas les permite prescindir de los mirMiieDlot estableddes por las baenas prácticas profesionales.»

NaestroB coiegaü Alópatas, escandalizados de la rnali-(^Mt insinuación de El Siglo Médico, han procurado des-

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Tanecer el gravísimo cargo que se dirigía, no solo á lo« médicos Homeópatas, sino al eminente cuento honrado doc-tor á quien habla tomado por blanco de sus iras El Siglo. lié aquí lo que dice acerca de esto El Porvenir Médico:

* Flaquezas humanas.—Según El Si{ilo Médico, los progre­sos que la doctrina homeopática hace en elevadas regiones son de tal importancia, que han llegado á producir en ellas una notable crisis; añade que nada ostraña de los Homeópa­tas, por la especial posición en que su doctrina los coloca respecto á los miramientos que deben guardar á sus compa­ñeros, y concluye esperando que los profesores lastimados en este asunto, sabrán dejar su decoro y el de la profesión i la altura que corresponde.

•Cualquiera que lea esto sin antecedente alguno, sospe­cha que la crisis á que se refiere El Siglo Médico ha sido producida, en el seno de los médicos de la alta cámara, por la llegada á ella de un Homeópata, el cual probablemente habrá llegado por los mismos medios que se estarán ya po­niendo en juego por sus compañeros para que salga; y na-turabnente el lector no ve aqui otra cosa que una de tantas intrigas palaciegas que honran igualmente á los sentimien­tos de vencedores como de vencidos: el lector, al mismo tiempo, es posible que vea cierto interés porque la Homeo­patía no levante su vuelo.

lAhora bien; algún tanto informados nosotros del asunto actual, vamos á colocarle en su verdadero puftto de vista. Declararemos primero que no somos Homeópatas, ni mucho menos, como saben muy bien nuestros lectores y todos los que nos conocen; y hecha esta importante salvedad, dire­mos que uno de los hombres mas eminentes y honrados de la facultad de medicina central, y de la medicina contem­poránea de nuestra patria, que por dicha ó desgracia es Ho­meópata haoB mucho tiempo, fue llamado por S. M. el Rey para que le asistiese facultativamente á él ó á su familia, recordando sin duda que fbe su médico largos años, y tal vez por buscar en ese nuevo sistema el remedio de su afeedon.

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El profesor citado comunicó el acontecimiento, como cora-pañero, á otro elevado personaje medico interesado en el asunto, el cual no opuso resistencia, según creemos, á la voluntad de S. M., y no debió oponerla; porque una persona como la de qut; se trata no hubiera hecho una consulta para no aceptar el resultado de ella: asi, pues, la voluntad do S. M. se cumplió, y todos los interesados en el asunto, ó, co­mo dice FA Siglo, todos los profesores laslimados, no han dicho una sola palabra que espresc el menor descontento, creyéndolos nosotros muy lejos de aceptar la invitación que El Siglo les hace á volver por su decoro, no ofendido por la espontánea voluntad de S. M., y tanto menos cuanto que si esta voluntad se ha espresado de tal manera, indudable­mente habrá sido porque S. M. no hallase en el tratamiento de los profesores lastimados todo aquel alivio que tal vez demasiado vivamente reclamase; cuya circunstancia, muy frecuente en nuestra profesión, es, á lo mas, bastante á herir el amor propio, pero nunca el decoro ni el pundonor de los profesores que £1 Siglo da equivocadamente por heridos en tan altas y nobles cualidades.

«Atendiendo, pues, á estas razones, creemos que la crisis de que habla El Siglo no debe haber existido, por mas que á él y á quien su artículo lea les parezca.

•Concluiremos diciendo á El Siglo Médico que aquí, en esta cuestión, el profesor verdaderamente lastimado es aquel de quien se dice, ó quiere decir, que ha intrigado contra sus compañeros, siendo así que su honradez, su caballerosi­dad y los mil honores de que hace mucho tiempo se halla revestido le ponen fuera del alcance de las malas pasiones, Iiijas de la ambición ó de la envidia: ha ido á Palacio por­que se le ha llamado, y no mas. Después de esto, no creemos que haya podido adquirir la Homeopatía, por una casual pre­dilección de S. M., tanto valor cientítico que podamos alar­mamos en lo mas mUümo, y creemos con El Siglo que los altos profesores encargados de la salud de 8. M. trabajarán porque en lo sucesivo no haya necesidad de volver á llamar la Bomeopatia á Palacio.

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•Después de loque antecede, vemoson£{ Siglo, corres­pondiente al dia 12, la esplícacion de su proposición: «Los • Homeópatas se hallan en circunstancias esccpcionales res-»pocto á sus compañeros de profesión;» en dicho número el periódico citado se afirma mas en su opinión respecto á este punto, y no estraña el comportamiento de los Homeó­patas, fundándose en que estos, por la diferencia de sus opiniones, deben naturalmente llamar ignoratites, y aun homicidas, á los Alópatas, y, de consiguiente, deben pres­cindir de toda idea de confraternidad : esto que encuentra muy natural El Siglo Médico, i propósito de que un Homeó­pata haya sido llamadoá Palacio; esto que estamos leyendo, y apenas acertamos á creer que lo leemos, lo rechazamos con indignación tratánd(Me de cualquier médico, de cualquier hombre honrado, y mas especialmente cuando se trata do uno de nuestros mas respetados y respetables hombres de ciencia, por mas que sea Homeópata ó como quiera; y en verdad que esta cuestión de moral módica, inaugurada por El Siglo Médico, va, porque el citado periódico lo quiere, perdiendo su verdadero carácter: nosotros abandonamos á El Siglo toda la responsabilidad de sus apreciaciones; y creemos deber decir que como quiera que todos los médicos tengan ideas distintas y modos de sentir diversos respecto á la mayor parte de puntos de la ciencia, y como quiera que el mas ó el menos no altere la esencia de las cosas, la raoraJ médica no es, ni puede ser por lo mismo, diferente para ol homeópata que para ei brousísta, para el hidrópata qu« pa­ra el Lipocrático, para este que para el rasoriaso; porque hasta ahora, al menos, se hablan crcido de buena fe las di­versas opiniones, y no se habia llamado criminal al ene­migo científico por el solo hecho de serlo.

»ERtá es la razón que tenemos para no encontrar natural que un Homeópata deba llamarnos homicidait, porque tam­poco lo encontramos que nosotros debamos Hamáreelo á él, siempre que abriguemos la convicción de la buena fe de sos creencias. Creemos que en esta cuestión estarán de nues­tra parte todos, menos los redactores de El Siglo, y espo-

ToMo IV. 2.)

- Ó4-2 -

ramos que los proli'sores, lasltmados por la suposición de que hubieran podido influir para que tales ideas vertiese el periódico citado, se apresurarán á dejar su nombre en el lugar que corresponde, nefranflo esti» influencia, asi co­mo la supuesta cWs/s, que debe solo haber existido en el exagerado crio con que FA Siqlo atiende á la medicina de (os í!fí?Í0S.»

El Siglo Mfdirn nos pormilirá que le recordemos aquellas palabra* do la Eneida: ¡NF.C TACI I DEMF, 8!

La tapotopalia. Asi se llama un nuevo mélodo de curar las enfer'Dedades inventado por un medico sue­co, el Dr. ENGEL8TROEM. C/onsisle en dar golpe» con unos palitos sobre el sitio del mal, aumentándolos gradualmente hasta que no lo» pueda soportar el enfermo. Según el au­tor, á este primer periotlo de sensación dolorosa sucede luego un calor agradable, un bienestar indecible, que hace desear al paciente la continuación del tratamiento; en cnyo caso asf'gura que puede dársele por curado.

El SiijU) Módico, que también copia esta noticia, aña­de: \Ei mucho lo que tt discurre\—Si nuestro ilustrado colega estuviese mas al tanto de los descubrimientos que se han hecbo en el dominio de la terapéutica, sabría que ya en 1785 se habían anunciado curaciones topo<opá<ica<, 6, lo que tanto vale, por medio de cuerpos densos y pesa­dos y por golpes graduados. iPara erudición médica, El Siglo MédicoW.

StEÑO T A>ESTEslA PR IDICIDOS Püfc LA COMPItESlON DE i,AS ARTERIAS CARÓTIDAS.—¡SAmi dfs Sctences dice que el Dr. Alejandro Fuvmc , repitiendo algunos esperimentos sobre la acción de los narcóticos, quiso ensayar la in­fluencia de la compresión de las dos arterias carótidas so­bre las funciones cerebrales. Al efecto suplicó á uno de MIS amigos que hiciese la prueba en ¿I mismo. La com­presión, practicada simultáneamente en las dos carótidas,

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determinó casi inmediatamente un sueño irauquilu y pro­fundo. La misma prueba, repelida en otras personas, ha dado siempre iguales resultados.

El individuo sometido al esperimento siente un ligero ruido de oidos, y pinchazos en la supcriicie del cuerpo, manifestándose la anestesia al cabo de algunos segundos. La cara está ligeramente pálida; el pulso apenas presenta modificación alguna; el individuo se halla sumergido en un sueño profundo, pero tranquilo, durante el cual espe-rimenta pesadillas. Cuando se suspende la compresión, desaparece la anestesia, y el conocimiento se restablece en algunos segundos. Nunca se hun observado náuseas, vó­mitos (x otro accidente cualquiera.

El mejor modo operatorio ea el siguiente: por medio del pulgar, aplicado por debajo de cada uno de los ángu­los inferiores de la mandíbula, se interrumpe la circula­ción en las arterias carótidas. El sugelo, por lo general, debe estar acostado, con la cabeza un poco inclinada hacia delante.

Pudiera creerse que Un fenótaenos que se acaban de enumerar son debidos á la compresión que se ejerce al mismo tiempo sobre las arterias carótidas y las venas yugulares, y retraso consiguiente de la vuelta de la san­gre venosa de la cabeza; sio embargo, nada de esto suce­de, pues nunca soo los efectos mas manifiestos que en los casos en que se llega á interrumpir la circulación arterial sio perturbar la circulación venosa, como lo prueba la falla de toda coloración azulada de la cara. El Sr. FLEMING

propone que se recurra al medio indicado en ciertas for­mas de cefalalgia, el tétanos, el asma y otras enfermeda­des espasmódicas.

El Dr. WuuGEMus Im. de Eisenach ba sido agracado con una medalla de oro de 3100 frs. de valor, en premio de la Memoria que escribió acerca de la tesis pro-

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puesta por el Congreso homeopático de Burdeos, á saber: ¿Cuáles son las relaciones de la teoria de las crisis y de los dias críticos con los principios y la terapéutica de la Homeopatiáf

Los luedicoslloraeópalas franceses PERRISSEL y Pi-TET, enviados por su gobierno ai deparlamento del Aubc, para tratar liomeopálicamcote en la última epidemia colé­rica á los invadidos, han sido agraciados con la medalla de oro en premio de los felicisinios resultados que obtuvieron con las medicaciones de nuestra escuela médica: Solo per­dieron el li por 100.

Su Santidad ha condecorado con la orden de San Silvestre al señor conde DES^ÍIIDS, eminente médico ho-noeopático de Lyon, el pringo que introdujo en Francia la lioraeopatia.

UeoDos recibido los dos números de un nuevo pe­riódico de Uomeopalia, titulado la Uivista Omiopatica, que ha comenzado á publicarse en Spoleto (Kstados-Pon-tificios). Dicho periódico se recomienda por el acierto con que trata los puntos de nuestra doctrina y por la suma variedad de los artículos.

Sabemos de un modo positivo que algún médico Alópata ha sostenido que habiendo el gobierno concedido un hosfíital de coléricos á los médicos Homeópatas, estos se han negado á aceptarlo, afeando su conducta. Es falso, falsísimo, este aserio, que no puede tener otro objeto que desacreditar ante el público á los qae profesan la doctrina de H*n\E!iAK%,yaque no puedan hacerlo con esta, después

^de haber agotado ludos sus tiros y argucias. Los Homeó­patas han solicitado del gobierno la concesión de un hos­pital el año pasado, y ponen por testigo de esto al señor gobernador de la provincia, como igualmente de que no c leí ha concedido.

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Aconsejamos á nuestro colega sea mas cauto en lo so-cesivo, y que no se sirva, para desacreditar á los Homeó­patas, de armas de tan mal género como la impostura y la calumnia; pues, en olro caso, nos pondría en el de eslam­par su nombre en los periódicos y lomar oirás delermi-n aciones.

Dice un periódico: «Según se nos ha asegurado por persona al parecer

bien ini'onnada, habiendo sido invadido recientemente de la enfermedad reinante uno de ios médicos que asisten á los colí'ricos del hospital de San Gerónimo, y vista la insu-flciencia de los medicamentos que alif se emplean para el tratamiento de dicha enfermedad, recurrió dicho medico á un profesor Homeópata, el cual le curó completamente. Si, como creemos, es cierto el hecho, no necesita comentarios. Aprovechamos esta ocasión para consignar que el distingui­do profesor Homeópata á quien se debe su curación, que no nombramos por no ofender su modestia, lleva cura­dos a cx)léricosde !2(> (|ue ha tratado, hallándose uno de los dos que se le murieron, sangrado cuando so le llamó.

»Creemos que el médico del hospital de San Gerónimo está en el caso de atestiguar el hecho, si es exacto, publi­cando el nombre del médico Homeópata; y, á propósito de Homeopatía, no acertamos á esplicarnos el descuido del gobierno, opoiiiéiidos»! á deslinar una sala de clínica para ¡os ensayos de este sistonia, ya tan generalizado.»

Las Novedades publica un comunicado de un I). Críslóbal FKLIIJ, para nacer pública la habilidad con que el facultntivo Homeópata D. Ramón PLANA ha salvado la vida ú un enfermo desahuciado por la Alopatía. Estos y otros hechos análogos, ¿no acabarán de convencer al go­bierno del deber en que está de hacer olicialmeale el en­sayo de un sistema que ya cuenta tanlo número de par­tidarios?

Tenemos el gusto de anunciar á nuestros lectores que nuestro amigo y maestro el Sr. Dr. D. José NUÑEZ ha presidido por aclamación el Congreso Homeopático ce­lebrado últimamente en París. Asi se sabe respetar allí el verdadero mérito, y recompensar también los sacrificios

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que tiene becbos por la ciencia el Presidente de nuestra SOCIEDAD.

En La Década Homeopática leemos lo siguiente:

«.Vufi'o hospital nomeoiiático.—En la Cácela nficial de Parma del 8 del mi rienlc encontramos la sijiuiente noticia, que nos apresuramos a coniuiiiatr a nuestros lectores:

«S. A. n. la Duquesa Kcfiente lia dispuesto (jue el palacio «del Jardin, en l'arnia, sea convertido en lioípilal, en el cpjc «ocuparan un lugar preferente todas las personns que por «cualquier concepto dependan de la casa real, y atacadas del «cólera quieran entrar en él. En dicho hospital los enfermos userán tratados por médicos Homeópatas, bajo la dirección «del Dr. FIORKTTA, médico de la familia real, y en (luien »S. A. S. tiene una ciega confianza. Ha ordenado y publica­ndo al mismo t¡cm|>o «pie el hospital quede abierto gratuita-«mente para lodos los ciud idanos, de cualquiera condición «que sean, que quieran aprovecharle de este benelicio, por «tenercontianza en el método homeopático. El hospital se nha debido inaugurar el 9 de agosto.»

Hé aqui la nota oficial del número de invadidos y muertos del cólera-morbo asiiilico en Madrid en los dias que se espresan:

Dias.

20. . . . 21. . . . 22. . . . 23. . . . 24. . . . 25. . . . 26 . . .

' 27. . . .

21*. . . . 30. . . . 31. . . .

Sumas anteriores.

Invadiil(is>.

. . 4o. .

. . 22. •.

. . 43. .

. . 33. .

. . 24. .

. . 27. .

. . 80. .

. . 22. .

. . 37. .

. . 31. .

. • 64. .

. . 32. . . . 35. .

434 . 2,459

, . 2,893

MnerU».

27 . . . 2-2 . . . ¿9 . . . 29 . . . 17 . . . 10 . . . 24 . . . 22 . . . «2 . . . 20 . . . 3H . . . 14 . . . 16

290 1,497

1,787

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COMUNICADO.

Sr. Director rfc/os ANALES DE LA MEDICINA HOMEOPÁTICA.

SANTIAGO 10 de agosto de 1833.

Muy señor mió y estimado colega: Si hubiéramos de ocuparnos los Homeópatas en contestar ¿ todos cuantos ar­gumentos, diatribas, insultos, etc., aparecen contra nuestra doctrina en los periódicos, seria una tarea inmensa, inútil é infructuosa. A veces, sin embargo, es preciso romper el si­lencio, siquiera para que no nos arguyan porque callamos, y quieran hacer valer como un triunfo esta circunstancia. El ¡lis de la Medicina había guardado silencio liasta ahora; pero desde que toma una parlo principal en su confección el I)r. Mata, no podia dejar tranquilo por mucho tiempo un sistema de que se ha mostrado siempre implacable enemi­go. Con efecto; en el número correspondiente al 5 do agosto dirige á la Homeopatía y á los Homecipatas envene­nados dardos, que por fortuna no pueden herir á una ni á otros. Mas para que este primer ataque no quedase sin res­puesta, reservándome dar otra mas estoasa, si á ello hay lugar, cogi la pluma para decir, entre otras cosas, al Direc­tor de El Iris lo siguiente, cuya inserción en los ANALES

ruega á V. su afectísimo seguro servidor Q. B. S. M. CARLOS SOMOZA.

«Hablando el ilustrado Dr. Mata de una obrita del señor Ceballos acerca del cólera, censura á eslo porque hace mención do los preservativo» homeopáticos, y añade: «En •otra obra hemos probado hasta la últimn evidencia que en •loa medicamentos homeopáticos no hay nada, absolula-»tMnte nada, y la nada ni cura, ni preserva.»

«Si fuese cierta esa aseveración del Dr. Mata, de que en los medicamentos homeopáticos no hay nada, ciertamente seria fundado el decir que son puro cliarUUammo; pero esto ni lo ha probado ni lo puede probar al catedrático de medicina legnl. Es tan impotente en muchos casos la quí­mica, que el que esta no haya podido encontrar un átomo

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de materia en los glóbulos, es argumento bien fútil y que nada vale contra la esperiencia diaria, contra el dictamen de centenares de miles de enfermos, que deben la vida á esas nadas, que asi le place calificarlas al Sr. Mata. En esa misma terrible epidemia que diezma nuestra población tie­ne el Sr. Mata una prueba fehaciente de lo que vale el tra­tamiento homeopático. Háganos ver que un solo Homeópata, tmo solo, ha perdido el 58 por 100 de sus enfermos, como sucede en Madrid á los Alópatas, y no apelamos i otras es­tadísticas mas desfavorables, y en tal caso asentiremos á sus aserciones. Contra estas pruebas materiales no hay evasivas ni raciociaios sutiles. Siempre resaltará, por lo menos, que valen mas las nadas de los Homeópatas que los muchos de los Alópatas.

>Si ha muerto la esposa de un Homeópata y algunas otras personas asistidas con glóbulos, como dicen Vds. en un suelto de su último número, de ahí solo se deducirá que la Homeopatía no alcanza á salvar todos los enfermos, lo cual, por otra parte, nadie ha dicho; pero querer aducir contra ella este argumento, es coniraproducentem, pues re­duciría á la nulidad la medicina secular, que apenas alcanza á salvar la mitad de los atacados del cólera, siendo así que esa medicina que usa la nada por medicamento no llega á perder, aun en los casos mas desfavorables, una cuarta parte.

>Mi insignificancia, ocupaciones urgentes y el creer que algún otro Homeópata habría emprendido este trabajo, son las causas que hasta ahora me han impedido contestar á la impugnación que de la doctrina homeopática ha hecho el Hr. Matft; pero aun conociendo la desventaja de luchar con una de las notabilidades alopáticas españolas, ofrezco á este señor la conleslacioD que espera (1).»

(() Nuestro amigo y colega cl Sr. ALV*«EI-PERAI.TA ofreció efectivamente ocapar<«e de la refutación de las obrait que contra la Homeopatía han dado á luz los Sres. COIRAL y MATA. Circuns-Uncías independientes de su voluntad no le han permitido llevar á cabo todavía sn propósito. Lo que se aplaza no se olvida.

(N.d*laR.)

miíU EPIDÉMICO.

Dos cuestiones quedaron pendientes en el articulo que con el efiignk A hi médicoi d$ todai lat eieueUu, pn> blicamos en nuestro náawro anterior: k primera «ra Re­lativa á si el AieanforY la Morfina, mezclados en la forma que se habían dado á los coléricos de Molina, se neutraliza-ban ó se corroboraban entre si, y de aqui deducir sí seriai en efecto, procedente darlos separados ó reunidos.

Consecuentes nosotros, y conformes en llevar adelai^ nuestra terapéutica según los verdaderos y puros princi­pios hahnemannianos, dijimos «qae no administraríamos el Alcanfor en esta forma, sin haber antes hecho de esta mezda con el Opio las convenientes observaciones en el hombre sano, ó sea, haber sometido esta medicación á la esperímentacion pura, como el medio mas justificado y s»* guro que puede guiamos en la difícil tarea de conocer y averiguar la virtud positiva delosBMdieamentos. Esto diji­mos como producto de noeatra profesión de principios, acon­sejando, no obstante, á los profssoresáquienes nosdirigia-

Toiiü IV. 24

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mos que usaron estos medicamentos, solos ó combinados, CMI tal que la esperiencia les diera testimonios de su verdade-ra uülidad; y decíamos esto, porque tratándose de dos re­medios tan poderosos para el cólera como el Alcanfor y el Opio, era preferible que, los profesores que todavía no han adquirido la conv ¡ocien üété^ia e i Hdmeopatia, los usa­ran de esta manera, á que los abandonaran en la duda, y fueran á meterse en el intrincado laberinto de los mal lla­mados específicos, 6 se dispusieran á echar roano de tanta receta desautorizada como recorre el campo de la Alo­patía.

Nuestros lectores conocerán que tratándose de un asun­to tan vital como es el de procurar saber cuál de todos los medicamentosútilesparacombatir el cólera epidémico, reúne mejores y mas generales circunstancias que decidan su mas frecuente elección, conocerán, repetimos, que hemos de abordar esta cuestión con toda la Caridad y franqueza qae forma el carkier propio y verdadero de quien solo desea el bien y le hw/a aUi donde se encuentre.

ManñfMttiw», es cierto, en el artícolo i que nos referí-mM.ki id«a que el fundador de la Homeopatía primero, y la esperiencia después, nos han hecho formar de las recetas mistas eo general; y, aunque sin comentario por nuestra pMk, citamos «1 panje donde HiOMBUiNtii anatematiza es-peeíahneaie ki mezcla del Alcanfor y del Qpto; pero mas prevenidos ooeotros. después de haber espuesto las consi-denctonea q«e creímos i propósito, decíamos con una aplicadoo t ^ general, lo siguiente; «piotiuc oí UÍBNE-

•ANN ha áiéáo la éltima palabra, ni nosotros dejaremos de admitir lod» bs reformas ótüee con que nos convide la esperíenda.»

Antoriíaáos, mediante las anteriores protestas, para tra­tar este puMocoa absenta libertad, y convencidos de que el AMm/br espoT ei uoo de los primeros remedios que de-

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ben emplearse contra el cólera, vamos á ver cuál de los dos estremos anotados por el Ür. TBSTE, que consisten en que los medicamentos análogos ó se neutralisan, ó se cor­roboran, reúne mas probabilidades de ser aceptado.

£1 Alcanfor y el Opio son dos medicamentos análo­gos. El Alcanfor viene siendo desde muy antiguo un pre­cioso medicamento contra el cólera especialmente llamado teco. El Opio tiene , como lo ban didio Homeópatas dis­tinguidos, aplicaciones importantes en el tratamiento de los coléricos, particularmente cuando los vómitos son muy fre­cuentes y violentos. El Alcanfor y el Opio mezclados ban producido la curación del cólera, asi en su forma seco, como húmedo. ¿Qué se inferirá de aquí? ¿Se habrá anti­dotado el Alcanfor con el Opiol ¿Se habrá corroborado la acción de ambos, ó se habrá formado un compuesto distinto en virtualidad de la que cada uno representaba por si?

No se habrá neutralizado el Alcanfor con el Opio, ni estos dos remedios habrán formado un compuesto diferen­te, porque el efecto que han producido es el constantemente aplaudido por lodos los que usan esta sustancia en el cóle­ra epidémico. Si hay algo de nuevo en Im resultados de esta medicación, es el haber sido favorable también en ca­sos de cólera cop vómitos y diarrea, cosa DO ,estraña tam­poco al uso esclusivo del Alcanfor. ¿Y qué consecuencia puede sacarse de aquí? ¿Será que estas dos sustancias re­unidas ni se neutralizan, ni dan lugar á uu nuevo com­puesto , y si que arabas ejercen su respectiva influencia en el organismo sin oponerse mutuamente resistencia alguna?

¿Y qué diríamos mlonces de las aseveraciones de HAS-NEMANN cuando asegura ^ae el Opio es «1 principal antido­to del A/coM/br ? ¿Habrá confundido «1 ilustre lundador de la Uomeopalía el modo cómo MI medicantento «ailogo

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puede modificar ios efectos de sn antecesor, si son escesi-vos, con los que den estos mismos remedios, administrados á la vez?

Si el A/(MR/bradministrado para antidotar el Opio, y vice-verta , después que los efectos de cualquiera de ellos se muestran exagerados, se convierte en su principal antidoto, es porque dirige la acción en sentido de su ho-raeopaticidad, y modifica desde luego el estado actual que ha determinado el medicamento anterior; ¿pero acaso po­drá suceder lo mismo cuando se dan reunidos, y , por consiguiente, cuando solo tienen que modificar el estado enfermo para que se propinan?

Si ni el Alcanfor ni el Opio, respectivamente, han pro­ducido todavía un estado patológico que combatir, ¿cómo se esplica esta antidotacion? ¿Y cómo se comprende el que ambos, al caer jantes en ti e^ómago, se descompongan, cuando vemos lo contrario por sus efectos?

Cuestión es esta difícil, y de tanta trascendencia, que desearíamos fuera tratada por ingenios sutiles y verdade­ramente analizadores. Entre tanto, y como de los hechos no debemos apartar la vista, nos limitaremos á presentar las razones que los Homeópatas alegan para mirar con esta prevención la mezcla de estos dos medicamentos, y los he­chos que á potteriori podamos recordar de nuestra prác­tica, que parezca comprobar que aanque administrados el Alcanfor y el Opio reunidos, no pierden sensiblemente su intrinseca vu-tualidad.

Nada es posible encontrar ni en las obras de IIAHNR-

MÁNK , ni eo las de sus discípulos, que nos dé la luz que buscamos. La convicción adquirida por el primero, de que e^06 dos medicamentos se antidotan mutuamente, le alejó la idea de esperimentarios reunidos, circunatancia bas­tantemente generalizada por él, puesto que no sabemos qoft hubiera esperimeotado en el hombre sano dos medica-

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meotois mezclados; defecto de que, preciso es confesarlo, adolece nuestra McUeria médica.

Si, pues, 00 se han esperimentado, y, de consiguiente, nada ápriori sabemos de lo que pueda suceder con esta mezcla, ¿ qué recurso queda á los Homeópatas cuando la casualidad les baga ver que asociadas estas sustancias cu­ran uiía enfermedad para la que tanto ansiamos poderosos y seguros remedios? No nos queda otro que el de la esperi-mentacion pura, nos contestaremos. Mas necesitando esta ser sumamente repetida , y habiendo de invertirse en ella mas tiempo ({ue el que permiten las circunstancias, ¿qué medios podemos utilizar?

Vamos á consignarlo á fe de hombres que solo quere­mos el bien.

No creemos que hay otra cosa en contra del uso de es­tas dos sustancias unidas, masque la seguridad que ad­quirió HAHNEMANN de su mutua y reciproca antidotacion.

Pero veamos si, al formar este juicio, el deseo de hacer un bieo posiUro á la ciencia y á la humanidad pudo alu­cinarle y hacerle desconocer la verdad.

Dice el fundador de la Homeopatía: «Guando el Alcanfor ha dado origen á síntomas peli­

grosos, el Opio es su antídoto principal, así como el ^4/-canfor es el mas poderoso remedio en los envenenamientos producidos por el Opio. De modo que cada una de estas sustancias destruye los efectos de la otra. ¿ No es , pues, sorprendente, según esto, hallarlas reunidas con tanta fre­cuencia en una misma recela?»

No nos parece lógica la deducción. Si el Alcanfor y el Opio, respective, pueden antidotar

sus efectos reciprocamente, no es igual, en manera alguna, á que, usados á un mismo tiempo, se desvirtúen mutua­mente.

La palabra aniiiíoto significa aqui la propiedad homéo-

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pática que tiene uno de estos medicamentos de modificar ó destruir los síntomas peligrosos qae el otro, administra­do con anterioridad, bubio^ desarrollado; pero esto, ¿cómo ha de tener aplicación al caso presente, cuando se hacen tomar á un mismo tiempo?

Loque HAH!<KM&NN ha debido averiguar es si, inde­pendientemente de la propiedad homeopático-análoga que tiene cada uno de estos remedios, reúnen también la de incapacitarse tan luego como se encuentren reunidos en un redpíMte Títd, como lo M el estómago. Es decir; pro­bar que no solo eran antídotos de sus efectos, sino tam­bién de su sustancia, de su facultad medicatriz, im­pidiendo que esta se ponga en acción. Asi lo vemos, por ejemplo, en el Arsénico, en el Cobre, en el Estaño, en el /(jf/bro, en los iáAw minerales, corrosivos, etc., que ademas de los antídotos pro(H08 para atenuar sus efectos, ó sean los estados patológicos que determinan, reconocen otras sustancias nentralizadoras de su facultad medicinal, como, por ejemplo, el agua de jabón, la clara de huevo, la magnesia, el café fuerte, etc., etc.

Aun en los envenenamientos por el Opio, y aun del Alcanfor, vemos cómo se prodiga el uso del café fuerte con objeto de hacer vomitar y evitar ademas que á venoio desarrolle su virtud tóxica. El vinagre M re­comienda con el propio objeto cuando se trata del Opio; y únicamente para destruir los efectos lejanos y resultantes de ettas intoxicaciones, es para lo que se echa mano de esos llamados antídotos, que no son, en propiedad , roas que remedios homeopáticos para aquellos síntomas.

De lodo k) espuesto puede deducirse legítimamente que, li bien el Alcanfor y el Opio son antídotos recípro­cos de sus efectos exagerados en el organismo, y, por con-gotente, cuando se den con cierta distancia y con objeto de que obren Mgan su virtud homeopática del momento, no

— 388 — sucede lo mUnio en los casos en que se bao adqai^istrado reunidos; porque para lo contrario era menester que se probase que el Opio y el Alcanfor se influían en el estómago, como sucede con el agua de jaboq , la clara de huevo, la magnesia, e tc . , respecto de los en­venenamientos del Ar$éHÍco, ácidos mi^tcrales, y otros, cuando todavía se llega á tiempo de neutralizarlos en pri­meras vías.

No babiendo babido, pues, hasta aquí, medios di| pro­bar la descomposición de estos dos medicamentos en la forma que llevamos manifestado, no hay razón para tener tanta prevención contra su uso* ni HÍBNEMANN la tuvo tampoco para anatematizar, cono lo hizo, la mezcla referida en una sola receta.

La demostracioa que aalecede, y la dificultad de hacer con tanta brevedad , como seria menester, la esperimen-tacion pura de estos dos medicamentos, nos pone en el imprescindible caso de hacer meacioa aqui de las razones que en BU fairor tepgafBos á potUfütri para fundar su adminiatracioa; porque no es violento crear, una vez ad* mitido que no se descomponen mutuamente, que al ser iotrodaeidos en el estómago (^rc cada uno según su la-cuitad medicatriz, y den por resultado los dos una acción «onpueata qu» procure ventajosamente la apetecida reac-cioau Por ejeisplo: el Alcanf/^r es el espeoílico del cólera teco, según convienen todos los autores; y los síntomas mas notables de este periodo colérico, y sobre los que el 4 / -cmfor ejerce una influencia incontestable , son los si­guientes:

cLaxitttd, malntar general, aogoatiaa. •Cabeza c a r ^ a . iaiposibilidad de niant«aer8ed« pie. •FisoBomia tríate y abatida «Cara pálida y fria.

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>Palm tardo. •Aturdimiento, zumbido de oidos. •Enfriamiento general ó parcial. •Ardor quemante ea el estómago. •Sensibilidad al tacto en la boca del estómago. •Calambres ligeros en las pantorrillas y otros mús­

culos. •Entorpecimiento en los dedos. •Poca sed. •Nada de Tómito ni diarrea.^

El Opio, según la opinión de Homeópatas distinguidos, y entre ellos el Dr. PE«BT, de Paris, ees un escelenle reme­dio contra el cólera, en el caso de que el organismo se muestre poco sensible á los medicamentos bomeopáticos, y cuando leu etacuaeionet «OH «my frecututei.* Este autor administra, ó ya el Umdano de STOEmiAii, tres á seis go­tas en una lavativa, ó al interior á la dosis de \n ó Vi de grano repetido dos ó tres veces en seis ú ocho horas. «He visto bajo su influencia, dice este profesor, disminuirse las evacuaciones, despertarse la reacción vital, y hacerse sen­sible el enSa-mo á los medtcamenU» que antes quedaban sin efecto.»

El Dr. TttTB. éntrelos estados patológicos en que ha vis­to ejercer al Opio una virtud especial, se&ala: cVómitos, diarrea repentina, con frió general ó calor urente á la piel, supresión instantánea de las reglas, etc. , á conse­cuencia de una violenta impresión de miedo ó de dit-gusto.t

El mismo HiBiiniiNü, que tan poca importancia da en la curación de las enfemedades á los efectos primitivos de los medicamentos, admite la curación de la los . diarrea, vómito, msomnio, temblor, ele., con los efectos paliativi» del Opio, siempre que se hayan desarrollado de una ma-

- 357 -

ñera repentina y en personas que gozaran de buena salud; porque, si bien la curación no es mas que paliativa, esto solo basta para acelerar la reacción, en cuyo caso el en­fermo se encuentra ya fuera de peligro.

Mas, hagamos ahora aplicación de estas facultades del Opio á la enfermedad que nos ocupa.

Supongamos un principio de cólera que pertenece por sus síntomas al dominio del Alcanfor; pero, ó porque la reacción se tarda, ó por el miedo, el sobresalto, la pavura que esperimenta el individuo al sentirse atacado del cóle­ra, le sobrevienen vómitos y diarrea repentina. En este caso, no poco frecuente por cierto, tenemos á nuestra vis­ta la imagen de un cólera misto, aunque con diez sínto­mas, por ejemplo, de Alcanfor y dos de Opio. Según el consejo de HAHNEMANN, porque este cólera ha dejado de ser seco, ya no tiene indicación el Alcanfor, y por solo dos síntomas, que pueden ser secundarios, y de consi­guiente de menor importancia que los demás, habremos de abandonar un medicamento que puede dominar el mayor número de los fenómenos que ofrece el enfermo, para ir á bascar otro, que acaso no le hallemos que cubra tan per­fectamente los síntomas. Pues ¿no seria mas lógico, en es ­tos casos, administrar dos, tres ó cuatro dosis de Alcan­for y Opio reunidos, hasta conseguir la reacción, ó hasta que se presentaran otros síntomas que reclamaran otra medicación?

El Opio podría, por sus efectos primitivos, paliar el estado de agitación, los vómitos y la diarrea, como ene­migos directos de la reacción que se procura; y el Alcan­for entonces, dominando los deroas fenómenos, podría (a-cililar una reacción pronta y franca, como la ha verificado en los casos que han motivado esta discusión.

¥ si á esto se reúnen las observaciones que podríamos citar de esperiencia propia de curaciones obtenidas 4 la

— S e ­manera que opina UAHNEWANN, ya con el Opio solo , ya maridado con otras sustancias, aparecería, es posible, mas probable el hecho de que con el Alcanfor y el Opio, ad-raiaistrados á la vez y en sustancia, podría obtenerse la reacción franca y completa de ese primer periodo del có­lera á que llamaremus mitfo, y que es mucho mas fre­cuente que el descrito por los autoría con el nombre de Cólera teco.

£n la constelación de intermitentes coléricas que tuvi­mos ocasión de tratar en el año de 18)7 , en un paraje pantanoso, no tenemos duda alguna de que el Opio y el Alcanfor prestaron en el tratamiento un servicio sumamen­te importante. La intermitente acometía ordinariamente al medio día, con frío, vómitos continuos, diarrea, ansiedad precordial, pulso filiforme, descomposición del semblante, y estado álgido: á las cinco é sos horas de este estado, la piel se ponía caliente, el pulso mas desarrollado, y las fac­ciones se mejoraban un poco, pero sin cesar del todo los vómitos y la diarrea: al amanecer del día siguiente sobre-venia un ligero sudor, que permitía cuatro ó cinco boras de calma al enfermo. Esta escena se repelía comenzando á las once ó las doce del mismo día, y , según los informes que n(» dieron \oi> sangradores, únicos facultativos que á la stEOD veían á aquellos enfermos, estos morían á la en­trada de la cuarta ó la quinta accesión.

Convencidos nosotros del carácter misto de la enfer­medad, procedimos a la confección de un etectuarío, com­puesto de una onza de (Juinas doce granos de Alcanfor, un escrúpulo de Láudano líquido de SVDCMIAM, y JariAe de Ajenjos para sa mii^íoo. Las dificultades de hacer to­mar á los enfermos esta preparacioD eran tales, qoe tuvi­mos que ayudarles nosotros mismos; pero todos, absoluta-meóte todos, los que pudieron tragarla en el oorto espacio de la apireiia , se salvaron; pauodo repentioameote

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de un estado moribundo á una pacifica convalecencia. Los que hemos tenido ocasión de tratar muchas fie­

bres intermitentes, antes de conocer las ventajas del mé­todo homeopático, sabíamos que aquellas que se presen­taban con vómitos muy pertinaces cedian, mejor que á la Quina solamente, á una composición de esta sustancia con un poco de Opio.

En los cólicos espasmódicos, biliosos, pero tan violen­tos que producen la frialdad de la piel y otros síntomas alarmantes, el estracto acuoso de Opio, muy repetido, producía siempre la calma, y tal laxitud en las partes que eran el asiento del dolor, que haciendo cesar las simpa­tías de estos puntos con el corazón y el sistema nervioso, procuraba una reacción vascular, con sudor caliente, que restablecía completamente la salud del enfermo.

Estos hechos, y otros análogos que podrían citarse, no hacen mas que comprobar la idea que HAUNEMANN formó de los efectos primitivos del Opio, que pueden desde luego consumar escelentes curaciones, siempre que se trate de afecciones agudísimas, repentina», y que recaen en perso­nas en quienes no era crónica la enfermedad que se trata de combatir.

Nuestra tarea, relativamente al punto que hemos que­rido discutir, e6tá terminada con estos apuntes. Nada cree­mos haber espuesto que no esté conforme con los princi­pios de IIAHNEMAISN; y si en algunos puntos, mas bien pro­pios de su manera de ver las cosas que pertenecientes á su doctrina, no nos hemos mostrado conformes, no pasa de ser una opinión propia, inofensiva desde luego, al sis­tema que nos honramos defender y propagar, y nada sor­prendente á los que hayan meditado sus escritos, porque obras completas no salieron nunca de manos de los hombres.

Tampoco tenemos la pretensión de creer que hemos

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resuelto la cuestión ; y , á la verdad, que pensar así no seria ciertamente justo, porque tal cosa no hemos llegado á pretender. La resolución de este y de otros problemas en medicina es obra: primero, de la buena fe de los hombre, y segundo, de los jueces mas severos é impar-cíales, que son el tiempo y la esperiencia.

Madrid y setiembre de 1855.

T. PELLICER.

Vamos á dar cuenta á nuestros lectores de la ligera po­lémica habida entre el periódico político La Esperanza y la SOCIEDAD HABNOIANNUNA MATRITEMSB , á consecuencia

dtA siguiente articulo publicado por aquel periódico en su número correspondiente al 1." del presente mes.

El articulo dice asi:

«Tal es el favor quedeberaosá nuestros lectores habitua­les, que sobre todo quisieran les diésemos nuestro parecer. Sin reparar que en muchas ocasiones solo habremos acer­tado por casualidad, ni que habrá otras en que hayamos errado, ahora hay no pocos que, aun sabiendo lo estraños que somos á la ciencia médica, desean conocer nuestro jui­cio sobre el terrible fenómeno del cólera. Vamos, pues, á decírselo. A bien que [wr mucho que nos cueste darles esta prueba de coadesctmdencia y de abnegación, no nos juzga-reuios lual pagados si logramos, sea desvanecer algún error en que se hallen, sea á suministrarles alguna idea útil que no tengan.

•El problema primero que, entrando en materia, se pre­senta á nuestra solución, es el de si el mal es ó no conta­gioso. Nosotros en este puntíj estamos por la negativa. Hay, lo sabemos, razones que parecen fuertes, fortisimas, en pro

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de la opinión contraria; pero existe, en nuestro juicio, una diferencia decisiva entre ellas y las que apoyan nuestro dic­tamen; á saber: que mientras para las mas hay respuesta mas ó menos satisfactorio, para las otras no se encuentra ninguna, ni buena ni mala.

»Si se nos observa, por ejemplo, que el cólera ha empe­zado su invasión en continentes, penínsulas é islas por pun­tos del litoral á que acababan de aportar embarcaciones procedentes de países remotos en que reinaba, podremos responder que otras veces ha hecho su primera aparición en puntos de tierra adentro, que no tenian roce alguno con los infestados, ni habían recibido géneros ni viajeros pro­cedentes de ellos: si se nos dice que rara vez ó nunca, des­pués que se manifiesta en un punto ó en un individuo, deja de estenderse á otros puntos ó individuos de los que se ha­llan mas ó menos cercanos, contestaremos quo ese fenóme­no tan bien 6 mejor se esplica suponiendo el mal epidémico que suponiéndolo contagioso: si nos preguntan por qué con tanta frecuencia, cuando entra en una familia, arrebata, uno tras otro, dos, tres ó mas individuos de ella, responderemos que unas veces será por la analogía, ya de situaciones, ya de escesos ó descuidos, ya de complexión entre los sucesi­vamente invadidos, y que otras consistirá en la pesadumbre ó en el terror que dejara en el ánimo de estos la vista de la primera desgracia.

•Pero iqaé puede contestarse á quien nos cita numerosos ejemplos de invasión de Estados, poblaciones, familias, in­dividuos, que, no después, sino mucho antes de ver jcercano el mal, se pusieran en incomunicación tan rigurosa como respectivamente les había sido posiblef ¿Qué, á quien nos señaU muchísimos pueblos hasta los cuales ha saltado el cólera desde un punto lejano donde reinaba, dejando intac­tos centenares de pueblos intermedios? ¿Qué, al nombrár­senos pueblos que, libres del mal cuando no estuvieron acordonados ó lo estuvieron sin gran rigor, se han visto in­vadidos por él después de establecida, ó héchose mas rigu­rosa su incomunicación? ¿Qué, cuando se nos prueba ,que

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los facultativos, que los sacerdotes, que los enfermeros, que las Hermanas de la Caridad, que están de continuo al lado de coléricos; que sugetos que, ya por necesidad, ya por amor, ya por \ia de esperimentacion, se han acostado con ellos, no han sido respectivamente atacados en mayor nú­mero que los demás? Nada, absolutamente nada satisfac­torio.

•Lo único que en guisa de respuesta se ha dicho sobre esto es que el mal, para trasmitirse por contagio, necesita encontrar, en los individuos que le han de recibir, ciertas disposiciones especiales; pero la réplica para esta contesta­ción no puede ser mas obvia. O esas disposiciones indivi­duales se disminuyen ó debilitan por el hecho solo de estar los que las tienen mas próximos á los ccrférioos, ó no. Si su­cede lo primero, por absurdo que parezca, la cuenta seria la misma, puesto que lo mismo daria que el contagio dejara de verificarse por falta de aptitud en el que hubiera de recibir­le, que el que no se verificara por la impotencia propia del mal: si sucede, como parece regular, lo segundo, sería im­posible esplicar satisfactoriamente cómo los individuos que mas se rozan con los coléricos ó que mas cerca están de ellos, no contraen el mal con mayor facilidad que los demás.

>De aqui inferimos nosotros, ó que el cólera no es conta­gioso, ó que, si tiene esta propiedad, no la ha manifestado sino tomando por instrumento de trasmisión la atmósfera; siendo, por consiguiente, inútUes contra él los medios ó precauciones con que la esperiencia tíene acreditado se cor­ta el paso á las enfermedades notoriamente contagiosas. Ha­blamos con arreglo á los hechos visibles, conforme al cri­terio puramente humano; porque, en cuanto á lo demás, es cosa que no podemos concebir cómo hay quien, después de observar en el cólera lo oscuro y como misterioso de su orí ,en, el tiempo en que se ha difundido por el mundo culto, la irregularidad de su marcha, la repetición de sus apariciones, ó, mas bien, su insistencia, k> repentino de sus ataques, lo mortífero de sus golpes, y lo incierto é incom­prensible de sus remedios, no sospecha que es una gran ma-

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nife^cíon de la Omnipotencia divina; no podemos con­cebir cómo hay quien, á la vista de tal fenómeno ó de tan­tos fenómenos juntos, no piensa estar oyendo á Dios decir al siglo en que vivimos: «Has creido que ya lo sabias todo, »y yo yoy á demostrarte que sabes poquísimo: peosaste que »con las riquezas y tu ciencia tenias bastante para poner á «tus hijos al abrigo de una muerte temprana, y yo quiero thacerte ver que á todas horas y en todas las circunstancias »está en mi mano la vida de todos ellos.»

«Resuelta negativamente la cuestión de contagio, y si­guiéndose de aqui que la enfermedad es epidémica y de­pendiente de una perversión inapreciable de la atmósfera, naturalmente se nos presenta la cuestión de si se conocen ya ó no medios que con mayor ó menor probabilidad pre­serven á los individuos de la invasión ó atenúen en ellos su violencia. Nosotros, en esta cuestión, distinguimos. Si se tra­ta de individuos á quienes un estado patológico anterior á la aparición del mal en el lugar de su residencia dispone si­niestramente, no hay preservativo alguno, á oMnos que la desventaja de esta disposición sea inferior á la acción dele­térea de ta atmósfera, eirctmstancia qoe le conocerá por el hecho solo de retardarse mas ó menos el ataque individual: si, por el contrario, se trata de sugetos regularmente cons­tituidos y sanos, no solo nos parece que hay medios de pre­servación, sino que pensamos que, sin escesó ó descuido de parte de ellos, apenas podrá verificarse la invasión. Y de­cimos que apenas podrá verificarse, porque si el mal se ma­nifestara en tales sugetos sin mediar wia de eias causas de­terminantes, no habría, al parecer, razón para que dejara de atacar á todos los colocados bajo la misma influencia atmorfMca.

iLas reglas que han dedo los escritos facultativos para conseguir la preservación, nos ha parecido, si hemos de ha­blar con franqneta, que pecan, por lo comim, dé genéricas. Decir á un hombre que le conviene tener aseo en tu per­sona, respirar un aire con frecuencia renovado, huir de mansiones lóbregas, y guardar en todo moderación, no es

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mas que decirle lo qne le importa en todos los tiempos y circtmstancias. Se necesitaba que las prescripciones higié­nicas tuvieran relación mas determinada con la naturaleza del mal contra el que se dan, ó con la manera que tiene de obrar. ;Cnál suele ser el comienxo sensible de su acción? Un desarreglo gastro-intestinal. Por consiguiente, i prevenir las malas digestiones es á lo que especialmente han debido de encañonarse los consejos ó reglas de la higiene. Que la cantidad de la comida y de la bebida no sea escesiva; que los alimentos, ademas de buenos, tomados separadamente, sean incapaces de hacerse malos por la mezcla de los unos con los otros; que no medie entre comida y comida una distancia demasiado corta m demasiado larga; que se man­tenga de continuo el cuerpo, y en particular el vientre, bas­tantemente abrigado; que se baga regular ejercicio, y que se procure estar prevenido contra las fuertes impresiones del ánimo, bé aqui lo que parece ha debido aconsejarse, como que todo es indispensable para precaver el peligro de las indigestiones.

»Los médicos Homeópatas han aconsejado también como preservativos el Cuprum, el Veratrum y el Arsenicum, toma­dos sucesiva ó alternativamente. No estamos por el Cuprum, porque los mismos homeópatas no se hallan acordes en cuanto á su utilidad, ni por el Ar$enieum, puesto que, ade­mas de antidotarse, según el mismo HABNEMANN, con el Ve­ratrum, ha producido, según hemos llegado á comprender, agravaciones, y aun determinado invasiones del mal; pero si tenemos razones ápriori y á potteriori para pensar que el Kerotrum se halla, en efecto, dotado de virtud prescrvattva. A priori, porque habiendo visto que suscita , tomado en ciertas dosis, síntomas análogos á los del cólera, nos parece que, así como el que una vez pasa este mal queda por algún tiempo menos espuesto que los demás á esperimentarlo, asi también el que de cuando en cuando tome dicha sustancia deberá de lograr un beneficio análogo. A posteriori, porque lo que hemos leido, lo que hemos oído, y lo que hemos ob­servado en nosotros mismos y nuestros allegados, todo concurre á probamos quo la cspcriencia se halla en

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estd punto de acuerdo con lo que dicen los Homeópatas. uResta que digamos nuestro parecer sobre los medios cu­

rativos : pero aquí os donde nuestra perplejidad es casi com­pleta. Son tantos los medicamentos que, después de procla­mados como eficacísimos, como infalibles, han caido en des­crédito á impulso de la esperiencia; es tan equivoco el bien proporcionado por las diferentes escuelas médicas en cuanto á cólera, que todo juicio sobre el particular nos parece aven­turado. Confesaremos, sin embargo, que puestos en la ne­cesidad de optar, preferiríamos el tratamiento homeopático. El número de los casos de curación que han llegado á nues­tra noticia, aunque considerable, no es suficiente para per­mitirnos asegurar que la esperiencia está enteramente de­clarada por esta escuela; pero vemos desde luego dos he­chos generales que nos inclinan mucho á su favor. El pri­mero conste en el descubrimiento del preservativo, mas ó menos poderoso, que dejamos indicado; y el segundo en la insistencia con que nuestros médicos Homeópatas han estado pretendiendo que se les confíe una sala ó casa pública de coléricos, donde pueda probarse, de una manera clara é in­contestable, si el número de enfermos que ellos salvan es ó no superior al de los que salva la medicina antigua. Sí esta^ nios equivocados en cuanto al valor de este último hecho, la culpa no será nuestra, ni <le los muchos que opinan como nosotros, sino del gobierno, ó de los que, aferrados, al pa­recer, en el Omnia »ecundum, se han opuesto con invencible porfía, en medio de la general ansiedad y de U insuficiencia desconsoladora de sus recursos, á que se proporcione al pú­blico un medio de salir de dudas tan sencillo y eficaz como el que los Homeópatas proponen.»

Como comprenderán nuestros lectores, el articulista de La Etp^onsa es emiMntemeote Homeópata, y solo ei de­seo de hacer un bien á ia humanidad es lo que pudo ha­cerle verter en su escrito algunas frases, y apoyar algunas ideas desgraciadamente perjudiciales á esa misma huma­nidad, y contrarias á los buenos priacipios homeopáticos^

TOMO IV. iü

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Nos contraanos especialmeole al párrafo qae dedica á ios preservativos, Cupntm, VrralrMDiy Ar$enieum.

La e^riencia repeticta y los resoltados obtenidos por todos los Homeópatas que en las diferentes provincias de España combatieroh la epidemia colérica en el pasado año 1854 (1); las observaciones y las seguridades dadas por los distinguidos Homeópatas estranjeros, el Dr. PERRY de Pa­rís, Dr. CaARSÉ, de Marsella, PK&RI^EX, BOERKITIGUAIJ-

SEN, etc., y las recogidas también por nosotros, tanto en el año pasado cono ea el presente, y so ÍH>1O en esta eapi-t^, sino de naeslros clientes de provincias, obligarooá la SoaEDiD á declarar, qae Yeraínm y Arsentemn enm, cono preservttívM, los medicamentos qae, adem»» de re­unir en su apoyo la cooforroidad con los buenos principios, contaban también coa la sanción de la esperiencia, sin per­juicio de poder intercalarlos con Cupnm, PuUaHlla, etc., conforme al juicio del profesor encargado de dirigir á su» preservandos.

Esto dijimos, y ninguna noticia ofícial ni extra-oficial hablamos tenido que nos hiciera desistir de nuestro propó­sito.

Naturalmente la lectura del artícido que acaban de ver nnestros lectores, no dejó de alarmar á nuestros cuen­tes, y desde laego Mamó seriamente nuestra atención. En sesión literaria, que aecideMalroeaté tuvo lugar el dia 9 del actual, no pudo menos de darse cuenta por Ja secretaria del articulo de ¿a Etpfransa. U SOCIEDAD le tomó en consideración, y despoes de haberse interrogado á todos y cada uno de sus individuos si sabían que en sus amigos, cUenies, etc., hubiese ocurrido algon incidente desa^^da-ble á eiMsecuencía del oso de los preswvativos, tal y como estaban raoomendados por la SOCIIPAD, y respondiendo ne-

(<) T4uiselas«iitret^44 y «de lM AMLudeesteaño.

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gaUvam«ite, se acordó que ae contestara por secretaria con la autorización del Presidente.

Remitida al Director de La Esperansa la comunica­ción que sigue, este tuvo á bien encabezarla, por via de contestación, del modo siguiente:

«Sin empeño alguno en sustentar determinadas opiniones sobre Medicina, materia eo que reconocemos humildemente nuestra absoluta incompetencia, insertamos con mucho gus­to el comunicado que nos dirigen los Sres. D. Joaquín María LAKIO y D. Tomás PBLLICKR. Cumple, sin embargo, á nues­tro crédito esponer antes los fundamentos que tuviooos para liablar como hablamos en el articulo en cuestión de los pre­servativos recomendados contra al cólera por la Homeopa­tía. Al decir que los médicos Homeópatas no estaban de acuerdo entre sí acerca de la utilidad del Cuprum, tuvimos presente lo mismo que ha dicho el Sr. PILUCIR en una ins' truccion que recientemente ha publicado. Al aseverar que, según UAHMiiAtuí, el Artenicum se antidota con el Va-a-trum, nos acordamos do haber leído en U cuarta edición, revista, corregida y aumentada , del Nuevo manual de Me­dicina Homeopática, escrito por el Dr. JAHR, de gran repu­tación en la escuela, los de» resúmenes siguientes: 1." (pá­gina T5.) ARSÍNICO.—HAHNBHANN.—Dosis... ANTÍDOTOS: Chi. fer. hep. n.-vom. samb. VIRATR. : 3." (pág. 734.) VIRATR...

HiUMRiuitN.—Dosis... ANTÍDOTOS... te empUa eomo antíMo del AM., etc. Y, finalmente, que ai añadir que el Artenieum cha producido, según hemos llegado á comprender, agra­vaciones, y aun determinado invasiones del mal,» nos fun­damos en habérselo oido así á un médico Homeópata que goza de crédito, y tiene clientela numerosa en esta capital.»

«Sr. Director de La E»per<aisa.

•Muy se&or nuestro: La SOCIKOAD HAJWWAMNÍANA MATRÍ-TKNsí, reunida en sesión de este dia p«M tratar asuntos de

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su instituto, no ha podido menos de ocuparse del articnlo que apareció el sábado últ'imo en el periódico que V. tan dignamente dirige, ó sea en el número correspondiente al i.' del presente mes, encaminado á dar el articulista sus opiniones acerca de los remedios preservativos y cnrativos del cólera, que, en su concepto, merecen la preferencia.

«La Sociedad, asi como agradece al digno director de IM Etperanxa el espirita que, en general, anima á la redacción á abogar por el sistema médico que hoy reone en su favor el mayor número de hechos y la opinión favorable de las personas ilustradas, tampoco puede consentir que, h la som­bra de este generoso pensamiento, se cometan, con mas ó menos inocencia, errores graves, peijudidales y de trascen­dencia suma para la ciencia y para la humanidad.

•Dice, entre otras cosas, el articulo A que aludimos: (IvOs médicos Homeópatas han aconsejado también como

«preservativos el C«pnim,el Veratntm y el Arsenictm, •tomados sucesiva ó alternativamente. No estamos por el Cu-nprum, porque los mismos Homeópatas no se hallan acordes »en cuanto á su utilidad, ni por el Anenicum^ puesto que, «ademas de antidotarse, según el mismo HAHNKMANN, con el y>Veratnm, ha producido, según hemos llegado á com-•prender, agravaciones , y aun determinado invasiones >delnud...>

»Si se considera el anterior aserto como obra de una persona que, según aparece, es enteramente profana á la ciencia de HAHintMANN, ya no sorprende tanto el que haya equivocado los testos relativamente A que el Anenieutn se antidote con Veratrum; ni tampoco llama en gran manera la atención el que no haya sabido afweciar la causa que han podido reconocer esas agravaciones y hasta invasiones del mal que gratuitamente atribuye al primero de estos medica­mentos; pero si se considera con relación á la sorpresa que ha debido producir esta versión en el Animo de \<» que jus­tamente aguardan grandes beneficios de los preservativos homeopáticos, tal y como se han aconsejado por todos los prAetieos, asi nacionales como estranjeros, no es poaible que

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hu aseveraciones del articulista de La Esperanza pasen des­apercibidas y sin el correctivo necesario.

«Sepa el articulista que lo que pueda haber relativamente á la ineficacia del Cuprum en la presente epidemia, lo han dicho ya los médicos Homeópatas, únicos competentes en la materia; que lo que dice relativamente á que el Anenicum se antidota con el Vevatrum, uo es científicamente aplicable al caso un cuestión, ni mucho menos es cierto que lo haya dicho el mismo HAIINBMANN. Si el articulista conociera la Homeopatía, sabría entonces también las razones que tie­nen ios Homeópatas para administrar estos dos medicamen­tos alternados. Y respecto á las agravaciones que parece ha­ber producido este medicamento, diclu) se está hasta qué punto pueden tener valor las apreciaciones de quien no co­noce las enfermedades ni los medicamentos.

»E1 articulista debiera conocer que, en el caso de sospe­char que en él ó en sus allegados había producido el reme­dio en cuestión alguna alteración notable, era mas justo y mas procedente, en vez de darlo al públicp en esta forma, refe-rü-selo á su módico, que ya saben los Homeópatas lo que han de hacer en casos semejantes.,

>La SOCIEDAD HAIINBMANNIANA MATnrrENSE declara, en vista de lo espiicsto , para tranquilidad de las personas ({ue han depositado en sus individuos toda su confianza, que, apoya­dos en los buenos principios hahnemannianos y en la espe-riencia por tantos profesores repetida, aconsejó, como prin­cipales preservativos de la presente epidemia colérica, el Veralrum álbum y el Arsenicum álbum, alternados cada cua­tro ó cinco días, según las circunstancias, y con lai precau­ciones que aconseja la prudencia; que hasta el presente no ha tenido motivo alguno de arrepentirse, por no haber ad­vertido en ninguno de los clientes de todos sus individuos, no tan solo esas agravaciones de que hace mérito el articulo de La Esperanza, sino que ni sabe que haya sido invadido ninguno de ios que hasta ahora los ha usado, conforme á los preceptos rigurosos de sus médicas Homeópatas.

>Üe acuerdo, pues, con laSociuAD, rogamos á V., señor

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Director, tenga la bondad de insertar en laa columnas de su periódico esta coraunicacioo, ioteria aprovechamos la oca-sioD de ofrecemos sus mas atentos stfvidores, Q. B. S. M.— Por ausencia del presidente, Joaquín María LABIO.—^El se­cretario de gobierno, Tomás Ptuicta.

«Madrid 3 de setiembre de 1855.*

La contestación dada por La E$peran%a á esta cómn-nicacion, es la que han visto nuestros lectores en el encabe' xamiento que la precede, circunstancia que hace aparezca invertido el orden de la discusión.

Nuestra comunicación, como se comprende ticilmenle, hizo correr decididamente el velo, y las cosas, según la ré­plica de La Etperwnia, se presentaron tal y como eran en si. Ya sabíamos cuál de los dos pantos mas graves de la cuestión pertenecía al articalista, y enil á la sugestión de un profesor tan pmdente entonces como autorizado des> pues, según se infiere por el desenlace de la contienda.

' Colocada ya la cuestión en este terreno , pudimos dar á La Etperanxa una contestación mas terminante y espll-cita, como verán nuestros lectores, reservándonos varios datos y muchas otras razones, por si, en el terreno de la cieoda, éramos retados á continuar la discusión.

Pero sigoieodo La EtperoHMa el sistema de encabezar nuestras coroooicaGioDes, vean la contestación que nos da, y jttzgoen basta qoé panto poedea Kegar las aberraciones M euteiídimiento, cnando en algo ó por algo creemos ofendido nuestro amor pn^io.

Hé aqui cómo encabeza y contesta ¿a Eiperansa nuestra última comunicación.

«No ctNiteniendo nuestro articulo del 1.*, relativo al có­lera, ofensa alguna personal, y estando rednoido á espooer, sin pretensiones científicas, nuestra partiealwr opinión sobre

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la materia, entendimos iMber dado á la SOCUBAD HABKI-

MAimiANA MATRmmt una prueba de especial deferencia in­sertando su comunicación del 3 en ¿o Etpermaa del 7, sin añadir mas reflexiones que las que nuestro crédito exigia. No satisfiacha, sin embargo, la SOCIIDAD , nos ha dirigido el nuevo comunicado que van á ver nuestros lectores: comuni­cado que solo insertamos por habérsenos dicho que es con» veniente para disipar la desconfianna con que roudns per-sonas, aconsejadas por los médicos Homeópatas, miran el ^4rtentcuni, como preservativo, desde que leyeron nuestro citado articulo del I.*

«Lejos de nosotros el empeño de analiiar todas las espe­cies y argumentos contenidos en la nueva comunicación; pero no podemos menos de manifestar en defensa propia: <.* Que la circunstancia de usarse «1 Cicprum, no solo inte­rior, sino esteriormente, no quita que nosotros pudiéramos decir con (oda verdad que las opiniones de los Homeópatas estaban dividas «i cuanto á su eficacia como preservativo. i.' Que si bien lo que ahora dice la SOCIBPAD nos pone en el caso de reconocer no fue el mismo HAHNMAim, sino su oo> mentarista IAMR, y este, en ciertas drounstancÍM, quien dijo que el Veratrum y el Anenicum se antidotan, lo que es el argumento con que quiere probiy que había, sobre este punto, contradicción en nuestro articulo, no nos hace ftier> za alguna, puerto que nosotros anpoi^mos que cmla uno de los tres preservativos podia obrar por si solo, como lo prue> ba «I hecho de admitir el uno do ellos, escluyendo los otras dos. Y S.* Que, por nuestra parte, desistiendo del enqwfto de probar que el i4rsentcttm haya determinado agravacionn y aun invasiones, dejamos en libertad de tomarlo ó no to« marlo al Cieultativo que nos aseguró este hecho, bien que recelemos no haya aun leido nuestro articulo del (.', por hallarse ñiera de Madrid cuando lo escribimos.

nDada esta satisfacción á nuestros lectores, solo nos res­ta dechirarles francamente «i su interés, que nuestra con-flansa en el Veratrum, oomo preservativo, ha disminuido bastante desde el dia en que por (Rimera ves les haUambs

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de la materia. Tenemos ya algmi dato que entonces no te*i niamos para dudar en este punto; pero lo qne sobre todo ha contribuido á debilitar nuestra oonfiania, es el reciente fa­llecimiento del Sr. D. Román FKRNAHDBZ DEL RIO, uno de los profesores mas aventajados de la Medicina homeopática en esta corte, que ha sucumbido al mal asiático. Una de dos, nos hemos dicho, al saber esta lamentable pérdida: ó el se-ftor FiaüAifDEz ML RIO loaba de los preservi^vos bomeopá-lioos, ó no. Si lo primero, su desgracia probará que los pre­servativos no son bastante eficaces: si lo segundo , tendre­mos un distinguido profesor Homeópata que, hallándose so­metido al coman peligro, había desdeñado el uso de ellos, jucgáúdolos sin duda incapaces de sacarle de ól.»

•Sr. Director de LA ESPBRANU.

iMuy señor nuestro: El encabeíamiaito con que esa re­dacción ha tenido á bien insertar en su número del 7 la co­municación que, á nombre de la SOCUDAD HAMNEHANiiiAifA MATAITKHSE, tuvimos el honor de dirigirle, pone ya mas en claro la cuestión, y permite llevarla á término de una mane­ra mas inteligible y satisCsctoria para todos.

•Según conüesa el articulista en el referido encabeza-Qiiento, parece que no daba su asentimiento al Cuprum como preservativo, por lo que había leído en la Imtruecion que cita; pero esto oo es tan eitcio como aparece; por­que allí, si bien se esponen algunas rasones que lo proscri­ben condidonalmente al interior, no sucede lo mismo acer­ca de su aplicación al estertor. HA Lufrum está recomendado en la Iiulruccion. con la autoridad de prácticos distinguidos, como uno de los mejores preservativos del cólera aplicado •obre la piel en placas, y aun colocadas en las habitaciones, especialmente en los dormitorios. Por eso declamos en «nuestra comunicación que «loquepudiera haber relativa-*mente á la ineficacia del Cuprum, lo habían dicho ya loa médicos Homeópatas, únicos competentes en la matwia.»

*Cootiiiuábamoa: «Sepa el articuliata que lo que dice

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irelativameote i que Arsemcum se antidota con Veratrum, >no es cientiflcanente aplicable al oaso en cuestión. . . .»

•Efectivamente: tan no es aplicable á la preservación co­lérica lo que dice, no solo al Dr. JH4R aludido por el articu­lista, sino otros varios autores, acerca de los aoUdotos ge­nerales de Arsenicum, que puede demostrarse hasta la evi­dencia.

«Todos los autores que se han ocupado en estudiar los efectos puros de los medicamentos en el hombre sano, lian procurado á la vez, imitando ¿ HAHÍIEMANR, averiguar qué sustancias podrían, en un caso fortuito, antidotar la acción de cualquiera de ellos, por aparecer demasiado exagerada en el individuo que los estuviera usando. Asi es que al ver los sintomas que produce Arsenicum tomado á grandes do­sis, en los envenenamientos por esta sustancia; en una pala­bra, han craido estos autores, no el mismo HAHNEKANN, que el Veratrum podria, en circunstancias dadas, ser uno de los antídotos de ciertos y determinados sintomas; pero ya com­prenderá el articulista de La EsperatiM, por profano que sea en la materia, la distancia iumensa que hay de mirar asi la cuestión, que es su verdadero terreno, á haber hecho de nste principio general en la ciencia, una aplicación tan poco acertada como la que ha hecho.

» \ de esto se convencerá U)davia mas, si medita un poco sobre lo que ese mismo ür. JHAR, que cita, dice en el mismo párrafo, donde fue á buscar la comprobación de su anterior aserto.

nUice allí el autor citado: f Veralrum se muestra sobro »todo elicaz, si se usa después de Arsenicum,6U¡., cuando se »le cree indicado.» Arsenicum producirá buenos efectos,es­pecialmente cuando se le use después de Veralrum, si se le conceptúa ütil. Veralrum y Arsenicum se creen útiles, y es­tán indicados como preservativos del cólera epidémico» con­forme á los buenos principios homeopáticos; luego U ma­nera de obtener buenos resultado» del uno, es dándolo al­ternado con el otro.

>Y si esto no basta todavía al articulista, que lea la, Me-

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moria que el misaioDr. JHAR y las qoe otros aut(M«s han es­crito sobre el cólera, y se convencerá de que la idea de la antidotacton, tal y como él la ha comprendido entre estos dos medicamentos, no ha entrado para nada en sus ánimos, puesto que ios aconsejan como preservativos alternativa­mente.

>En efecto: Veralrum y /&senicuin son dos medicamen­tos análogo* ea su modo de obrar; y como reúnan en su es­fera de aecion el mayor número de síntomas que caracteri­zan el cólera, es indispensable, si se ha de procurar la pre­servación, dar el uno alternado con el otro, cada tres, ciu-tro d ciooo <fias, (eneralmente hablando, aparte 1M modi-ttcaciones ó intercalaciones de otros remedios que, con­forme i la disposición de los individuos, crea conveniente hacer el profesor que dirija á sus preservados.

«Queda, pues, suficientamente probado, que «lo que hay •acerca de que Anenieum se antidota coa Veratrum, no es •cieotificamrate aplicable á la preservación có l i ca , ni mu->cho menos es cierto que sea el mismo IIABAKIIARN el que lo •haya dicho.»

«Pero se lee ademas en el encabezamiento á que aludi­mos, lo siguiente: •¥, Gnalmeote, que al añadir que el i4r-tsenicum Ita producick), según hemos llegado ¿ comprender, •agravaciones, y aun determinado invasiones del mal, nos •fundamos en habérselo oido aá á un médico HonMÓpata que >goza de crédito, y tiene numerosa clientela en esta capital.»

>Uuiere decir, Sr. Director, que el juicio formado por La Etperanza acerca de la utilidad de estos dos preservati­vos homeopáticos, que con la mejor buena fe se apresuró á publicar, parece que tuvo dos orígenes: por una parte, lo que el articuliau habia leido en el autor citado, y, por otra, lo que osó decir á un profesor Homeópata. El primero leyó: « Veraínan se usa como antídoto de Anenieum.»El segimdo dijo: «Y ademas, Anenieum produce agravaciones y hasta «determina invasiones del mal.»

»Pero, ¿cómo al publicarlo no advertir contradicción tan inwiftesu? Si Anenieum se antidota coo su antagonista Ve-

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ratrum, ¿cómo prodiMfl agravaciones y hasta invasiones del mal?

*Ya oimos defenderse al articulista, diciendo que, como profano, confundió la significación de antídotos, y que, en lo demás, lava sus manos; y como en esto tiene razón, á pesar de haber sabido citar al Dr. JHAR en lo que solo convenia á su propósito, resulta que la aseveración aqui mas autorizada es la del médico Homeópata, que ha dicho que el Artmi-cum, que se aconseja como preservativo alternando con Verairum, produce agravaciones y determina invasiones del mal.

•En cuanto á lo primero, todos los medicamentos, así homeopáticos como alopáticos, pueden producir alguna al­teración mas ó menos perjudicial si se administran sin el debido conocimiento; pero asegurar que uno ó dos glóbulos de este medicamento, tomados cada ocho ó cada diez dias, con el intermedio de otra sustancia análoga, sea capaz de determinar invasiones coléricas, es una cosa nueva entera­mente para nosotros.

«Vea ese profesor Homeópata si, salvando aquel absurdo principio de pott hoe, ergo propter hoc, puede probar con razones y con hechos que el Artetñcum, en esta dóñs, ha producido la invasión colérica, y le aseguramos ser los ^ñ-m « ^ en proclamurle como uno de los mejores observado­res. Y es porque suponemcn que el cólera que este re­medio determine, será un cólera de Anmicvm, un cólera artificial, porque, de otro modo, todavía lo comprendemos menos.

•Si esto fuera asi, la preservación colérica natural vendría á ser casi infalible, y esta adquisición la deberíamos esclusi-vamente á esa cualidad del Arsenieum, si, como (Uscipulos de HAHKBNAim, hemos de creer en sus principios.

•Vamos á probarlo. Es un principio admitido general­mente por loa Homeópatas, que lu medicamento curará con (anta mas facilidad aquellas enfermedades naturales que mas se asem^en á las que él puede determinar en el hombre sano. Esto lo ha comprendido perfectamente la £ • -

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peran%a, cuando decia en su primer artículo: «Pero si tene-» mos razones, dprtorí y dposleríori, para pensar que el Vera-»trum se halla, en efecto, dotado de virtud preservaüva. A tpriori, porque habiendo visto que suscita, tomado en cierta >dósÍ8, síntomas análogos á los del cólera, nos parece que, «asi como el que una vez psa esternal queda por algún tiem-»po menos espuesto que los demás i esperimentarlo, asi •también el que de cuando en cuando tome diclia sustancia •deberá de lograr un beneficio análogo.»

• Es decir, que si Veratrum es útil como preservativo del cólera, es porque suscita, usado en cierta dosis, síntomas análogos á los de la enfermedad misma...; es asi que Ane-nicum, según el referido Homeópata, los suscita, los obtiene de los mas análogos posibles, puesto que lian llegado á con­fundirse con los síntomas naturales de la dolencia , luego Anenicum es el remedio mas homeopático contra el cólera, ya sea en calidad de preservativo, ya en la de curativo.

Y si esto, aparte la exageración que á primera vista se desprende, es tan claro como la luz del dia, ;por qué tanto cariño al uno, y tanta aversión al otro- No nos damos la razón.

lEntre tanto, y mientras las opiniones de este Homeópa­ta no triunfen á beneficio de la discusión y de los hechos, nos atrevemos á aconsejar ¿ las personas que hayan adqui­rido convicciones en favor de la Homeopatía, y estén deci­didas por el uso de los preservativos homeopáticos, que los tomen sin el menor recelo; con la seguridad de que, cual­quiera ligera molestia que las sobreviniera, como fuera pro­ducida por el uso de los preservativos, la verían muy pronto desaparecer bajo la influencia de muy pocas dosis de medi­camento que su facultativo le proporcionaría.

«Creemos, Sr. Director, que lósta ya en clase de rectiü-cacion, y también de polémica, en un periódico tan digno y tan apreciable como ¿a Esperama, pero Cuya misión no es la de ventilar las cuestiones médicas. Quédese esto para los periódicos de la ciencia, entre los que tenemos el honor de cotittf el de nuestra SOCIBOAO, ARAUS BB LA MEDICINA HO-

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nopÁTiCA, que con el maycnr gusto ofrecemos al que desee mas aclaraciones sobre este ú otro punto de la ciencia.

iDignese V. ,pnes, insertar esta última contestación en las columnas del mismo, á que quedarán reconocidos sus afectisimos servidores Q. B. S. M.—Por ausencia del Presi­dente, el Vicepresidente, Joaquín M. L^aio.—£1 Secretario de gobierno, Ton^ Piixicn.

•Madrid 9 de setiembre de 1888.»

BREVES OBSERVACIONES

sosu

LOS nASTBAHZOS.

El deplorable estado á que se ve reducida la medicina secular, que sin duda por antifirasis se llama racional, se de­muestra bien á las claras en los pocos adelantos que ha he­cho, en tantos siglos como lleva de existencia, la parte mas interesante de la medicina, esto es, la Terapéutica y Materia médica. Escusamos reproducir las desfavorables caliñcacio-nes que ha merecido de muchos corifeos de la misma medi­ana reinante: bástenos consignar que careciendo de una base fija para conocer las verdaderas virtudes de las sus-tancUs medicinales, y sujeta á los infinitos sistemas que su­cesivamente dominan en la medicina de nuestros adversa­rios, clasifica caprichosamente los medicamentos, acomoda, como en un lecho de Procusto, los hechos á las teorías, re­chazando todos aquellos que no están de acuerdo ó se ba­ilan en oposición con ellas, en vez de buscar las teorías para esplicar los hechos.

De aquí procede indudablemente que la Materia médica actual es mucho mas pobre que la de los siglos anteriores, no figurando para nada en eUa, ó desconociéndose casi completamente, muchos medicamentos tan importantes co­mo Árnica, Ledum palustre, AUerias, VeriUrum álbum, Pe­troleum, Pulsalilla, Sepia, Staphi$agria, AUium salivum,

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Grútioltt, etc., e^. Estas sustancias y otras Tañas Mtin co­nocidas y bastante usadas en siglos anteriores, algunas desde remota antigüedad. La seductora sencillez del sistema de Broussais, cuyas huellas no han desaparecido todavía, ni desaparecerán en mucho tiempo de la medicina reinante, ha contribuido mucho al empobrecimiento de la Materia médica vulgar. Cuando las languijuelas y las sangrías hacen casi todo el gasto, auxiliadas del método antiflogístico indi­recto y de los revulsivos á la piel, no hay para qué hacer gran caso de todas las demás sustancias medieiiMles. Por otra parte; los hechos consignados por antiguos autores, y de que se habla en sus obras, eran desconocidos ó negados, siempre que no se aviniesen á las teorías reinantes, sin tener en cuenta qoe la certeza de los hechos es independiente do las esplicaciones que de ellos se den, pudiendo ser estas ab­surdas é inaceptables, y exactos y verdaderos los hedios á que se refleren.

De esta misma falta de fijeza en las bases de ]« Terapéu­tica, y del predominio casi esdusivo de las teorías, depende ese flujo y reflujo de medicaciones contradictorias de dura^ cion tan eflment, preconiíadas hoy pan caer maltona en el mas completo descrédito, propuestas sucesivamente para combatir Us diversas enfermedades que afligen á la especie humana. Véase, por ejemplo, lo que sucede con esa epide­mia de celera, que ya parece haber tomado carta de Mtura-leza entre nosotros. Sabios é ignorantes, médicos y diarla-tanes, todos se dicen poseedores de algu» remedio eficaz para combatir tan terrible enfermedad; todos los sistemas, el anliflogistico, como el escitante, el evacuante, el anties-pasmódico, etc., todos se han ensayado, y con bien escaso éxito, por desgracia.

Actualmente se hallan muy en boga en España dos mé­todos, ambos muy preconizados, y ambes introducidos por personas estrahas á la ciencia. ConsHte el uno en e) uso dd té con aguardiente aaisado, y del vornt purgativo de Li Roí: da este nada esperanuM. El otro se reduce á la aplicación esterior en forma de cataplasma sobre el epigastrio, de las

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hojas de los Mastranso», y al uso interior del jugo de la misma planta. Esta medicación mas sencilla nos parece también mas racional que la anterior. Pero la Mentha syl-vetíri», ;será el específico contra el cólera? Hé aqui loque to­davía no podemos afirmar, aun cuando de ella se cuenten maravillas.

Las virtudes de las diversas especies de Menta eran mas conocidas y apreciadas de los antiguos que de los presun­tuosos médicos modernos. Según dice nuestro QUCR en su Flora Española, es antihelmíntica, útil contra el asma y para promover los menstruos, asi como contra la ciática, aplica­da en forma de cataplasma sobre la parte afecta; detiene el vdmito é hipo, disípalos retortijones, etc., etc., etc. Esa misma planta es muy Milgar en este país baj* el nombre de Mentraste$, y hacen de ella varias aplicaciones, como la de frotarse las manos con sus hojas para evitar las picaduras de las abejas, evitar también del mismo modo el ardor que pro • duce la ortiga, y usarlas también como una rapecie de ve­jigatorio, pues su aplicación esterior produce ampollas. Omitiendo otros testimonios de autores mas antiguos, y ci­tados en un periódico político de la corte, puede deducirse alguna conjetura favorable á la eficacia de este vegetal en el cólera. Para nosotros los Homeópatas no puede ser definiti­vo el juicio, pues previamente necesitamos emprender su esperimentacion pura, tarea ¿ que pienso dedicarme y de que daré á Vds. oportuna cuenta. Entre tanto, y prescin­diendo de las indicaciones empíricas de que hemos hablado en el párrafo anterior, nos fijaremos, para concluir estas observaciones, en una consideración que no carece de im­portancia.

Nos parece muy aceptable la doctrina de TESTS acerca del interés con que debe atenderse, al estudiar los medica­mentos, á las regitmes del globo de donde provienen y á la naturtleu de las localidades que espontáneamente las pro­ducen. Según este autor, y esta opinión se la he oído tam­bién sustentar á nuestro malogrado y distinguido Homeópata Git, la sabia providencia del Criador proporciona con abun-

— Mi — dancia en cada localidad las sustancias mas á propósito para curar las dolencias endémicas. Ahora bien ; los Mastranzos, y otras especies de Menta, gustan de las orillas de ños y acequias, de los prados y sitios húmedos y pantanosos, co ­mo lo son las regiones de la India, de donde procede el cólera.

Si tampoco es irracional el suponer con algunos que el cólera, la fiebre amarilla, peste, pertenecen á una gran clase de enfermedades, llamadas por M. BOUDIK limnétnicas ó palúdicas, atribuidas á las emanaciones de la vegetación palúdica, hay un nuevo fundamento para conjeturar que la Mentha sylvestris rotundifolia, ó sea Mastranzo, y aquí Men-trastes, pueda tener la eficacia que se le atribuye en el tra­tamiento del cólera. Si el estudio patogcnésico de esta plan­ta confirma tales conjeturas, la humanidad tendría un nue­vo beneficio que añadir al catálogo de los muchos que debe ya á la Homeopatía, pues lo que hoy se hace de un modo empírico se haria entonces con seguridad.

CÁKLOS SOMOZA.

Pontevedra i.° de setiembre de 1888.

TOMO IV. 26

LA EHANGIPACiON MÉDICA.

El Sr. D. Joan Francisco GAasGO, por si y á nombre de los Sres. Giida Lom T AMAT, nos ha dirigido la si-goienle maDÍfestacion:

Á IfOBSTWM COMPBOmOMS MÉDICOS , CIRCJANOS Y VA.RUK-

cí crieos.

tCompañeros: Pronto va á hacer un año que, creyendo interiR«tar fielmente -uertras necesidades, proclamamos la Mociadon como único y necesario medio de regenerar las clases médicas, emancipándolas del degradante señorío que vienen ejerciendo sobre ellas los pueblos y las autoridades i beneficio de los mal llamados contratos, y ¿ la sombra de los deberes de una moral egoísta y acomodaticia, formulada por ellos á su antojo y conveniencia. La manera cómo cor­respondisteis i nuestro leal llamamiento fue harto satisfac­toria, para que podamos dispensamos de daros las gracias del modo mas público y solemne que nos es posible. El pen­samiento de emaodpacion halló eco en todos los coraiones, y no podía menos de suceder asi: todos veiais hollada vues­tra dignidad, amenguados vuestros derechos, abolida vues­tra independencia..., natural era que le prestarais favorable acogida. Nosotros creímos, y seguimos creyendo, que este

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possamiento era entonces inseparable de un código regla­mentario que espUcitamente diera á conocer nuestros jus­tos deseos, puesto que se trataba de dar un público testimo­nio de ellos al gobierno y á la nación entera, y por eso, y nada mas que por oso, reglamentamos.

«Ciertos gem'os disooloe que todo lo encuentran censu­rable; ciertas personas cuya vida periodística, entre otros motivos, no podia sostenerse sino alimentada por la discor^ dia y el desconcierto, se aprovecharon, sin embargo, de U forma de nuestro reglamento, que no podia contentar á to­dos, incitando al retraimiento primero, y declarándole mas tarde una guerra mal disimulada hasta entonces, cuyo ob­jeto nadie puede desconocer. Todo lo demás lo sabéis:.los trabajos de asociación se suspendieron, porque así lo creyó conveniente la junta central interina; pero al reorganiarloa por disposición de la misma, al solicitar la ratificación ^ vuestros compromisos, nos creemos en el deber de manifes­taros con franqueza nuestra opinión de hoy respecto á la necesidad de asociamos, y la manera de realizar este fecun­do peiuaniiento, no obstante nuestras eternas disensiones.

•Nuestra situación de hoy es la misma; decimos mal, ha empeorado desde que nuestros médicos diputados han con­signado, ó quizá nada mas que tolerado, en el célebre pro­yecto de Sanidad presentado á las Cortes constitu3wntes, ciertos articttios qae declaran implícitamente la incompati­bilidad de los derechos de ciudadano con los deberes del médico; desde que han autoricado con su silencio la impo­sición de obligaciones no estipuladas en las escrituras de contrato, etc., etc. El constitucionalismo de nuestros hom­bres políticos, adoptando el sistema de sacrificar á los me­nos en beneficio de los mas, como hemos podido observar «n la presente legisUtura, á propósito del nunca bien pon­derado proyecto que acabamos de atar, pone fuera de duda la imperiosa necesidad de no cejar en nuestros prqpóeUos de unión, ^n embargo, como las circunstancias han varia­do; como ya tenemos consignado en nuestro antiguo proyec­to de emancipación el término probable de nuaitras aspira-

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ciones; como existe en Espa&a nna epidemia desoladora, qae es un obstáculo invencible para el planteamiento, en deter­minado plazo, de cualquiera reforma previamente reglamen­tada; como la esperiencia ha demostrado que no puede for­mularse una aplicable i todas las localidades y circunstan­cias; como existe, en fin, la innoble idea de separar las cla­ses puras y no puras, y, lo que es aun peor, la de considerar los trabajos de asociación con un movimiento subversivo y atentatorio á los fueros de la humanidad, creemos que ac­tualmente no debe señalarse á ningún profesor el cuándo y el cómo ha de modificar las condiciones de su partido, sino que se le deje en libertad para que, según las probabilida­des de éxito, intente las mejoras que juzgue convenientes, limitándose nuestra asociación :

>1.« A que ningún partido vacante, sea cual fuere su «{ase, sea pretendido, si no lleva el anuncio el requbito de wr por fallecimiento del profesor que le obtenía, ó , en otro caso, el tesloy conforme» del que cesa. (BoUtindela Asocia^ cion médica, provincia de Segovia, núm. 2.) La junta cen­tral dispondrá cuanto le perezca conveniente para evitar el abuso de los profesores, |fi designará las circunstancias en que, previos los indispensables informes de las juntas de distrito 6 de los profesores inmediatos, deba solicitarse, á pesar de la no conformidad del facultativo cesante.

»2.* A socorrer, con la cantidad que se crea razonable, á loa profesores que se encuentren desacomodados por las cautas que te designen ó por cualquiera que fuese, no sien­do infamante.

•Este es nuestro parecer de hoy; prueba palmaria do que al confeccionar nuestro antiguo proyecto no tuvimos miras solapadas de ninguna especie. Las clases médicas an­siaban emanciparte, y les trazamos el camino que juzgamos mas á propósito y conducente, sin reparar en la diversidad de MU categorías. Hoy creemos que ese camino, aun pres­cindiendo de la cuestión de gerarquias, está Ueno de ma­lezas, ó que, por lo menos, existen otros nuu practicables y

I «n armonía con las circunstancias presentes, y con la

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misma franqueza y buena fe designamos el que nos parece mas fácil. Si estamos equivocados , demuéstresenos, indí-quesenos otro mas espedito, y le aceptaremos gustosísimos, porque nuestros deseos sim el bien coftiun.

»A1 hacer esta franca declaración, no se crea que trata­mos de alucinar ó seducir con hipócritos halagos á las da» ses puras, á las que pertenece uno de nosotros: á nadie te­memos, ni necesitamos adular á nadie. De la unión no nos prometemos mayores ventajas que los demás profesores; de la ludia tampoco esperamos la derrota; por consiguiente es estcmporánea y de mala Índole la guerra que se está hacien­do al pensamiento de emancipación por ciertos flamantes • predicadores, que no comprenden ó no quieren comprender los verdaderos intereses de las clases médicas, por mas que se titulen sus defensores mas firmes y celosos.

«Compañeros todos, puros y mistos: se trata únicamente de rechazar la esclavitud que pesa sobre nosotros; si todos estáis conformes con esta idea , poco importa que una in­mensa distancia os separe en otras de ínteres menos vital y apremiante; e l e ^ la manera de unirnos para este solo ob­jeto , en medio de nuestras disidencias, y de seguro nos salvüremos. Protéjase á cada uno en su situación respectiva, llámese médico ó cirujano, y no comprometáis ese movi­miento salvador con discusioHes estériles sobre si ha de lla­marse cirujano ó médico. Seguid, si queréis, esas intermi­nables disputas en que también hemos tomado parte , pero que estas no trasciendan ni se mezclen al pensamiento de emancipación, ajeno enteramente , según nuestro modo de ver, á este género de contiendas.

»Por nuestra parte, no obstante, respetaremos como se merecen las opiniones de los demás, y si se dispone que continuemos siendo el juguete y el escarnio de una sociedad ingrata, nos quedará el consuelo de haber hecho cuanto nos ha sido posible para remediarlo.

«Almadén 8 de setiembre de 1805.—De acuerdo y por encargo de mis compaBeros Gitcu LÓPEZ y AHAT , Juan Francisco GALMUO.I

EL ÁRNICA, rmmatmo r A M M A » » i tn iMo PA*A TOVA CLAK BE ooiPEt, O A » A I , (xwiusioan, IOUAAS, niACTUBAs, lomciooitAi, n-ijo» DE »AII«RI T OT»A»

• AMAS tartlUlIBABtS.

MisnuetoiMt práetieas acerca de esta utilinma planta, en loi que $e etpone el senciUo método de utarla, tu hittoria médiea, y un apéniiee para emplearla tanéien en variat enfermedades de lo$ ganaiot,

NI D. MKün 0. UMiUSo, nOFISOl DI FilNlCIi.

(CtmtMuaeton) (1).

AMAUROSIS Ó GOTA SEREiNA SIMPÁTICA.

Ob$erva(ion 1.*

Un caballero, de edad de treiuta y cuatro años, tempe­ramento sanguíneo, y de estado casado, á los dos años que estaba padeciendo fuertes dolores de cabeza por intervalos, repentinamente se le quitaron, resaltándole una gota seré-* na; y habiéndonos llamado en el mes de mayo de 1786, le maiulamos un cocimiento atemperante y aperitivo, que tomó por el tiempo de ocho días: luego se le hicieron dos san­grías, y habiendo tomado un laxante, le pusimos al uso de la infusión de las hojas del Árnica, hecha con diez y ocho gra­néis de ellas en ocho onzas de agua. De esta tomaba la mitad por la mañana y la otra por la tarde: á los ocho dias sintió

(<] Véanse las entregas del 45 y 34 de agosto, pig. 338.

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cierta titilación en los ojos, pareciéndole que perciUa algu> na claridad: á los doce, en lugar de la titilación, notó unos ligeros dolores y mayor claridad. A los diez y seis divisó los bultos, y á los veinte y uno quedó libre de los dolores, dis­tinguió los colores y pudo leer, aunque con alguna difi­cultad; por lo que fue continuando el uso de la infusión una sola vez al dia por tiempo de otros quince mas, esperimen-tando en cada uno mayor claridad, y quedó enteramente restablecido. (Obra cit., tomo u, págs. 187 y 188.)

KM LAS DEtaiDADES.

Observación 4.'

Un hombre de edad de cincuenta y dos años, tempera­mento sanguineo, en el raes de octubre del año de 1785 esperimentó una gran debilidad en todo su cuerpo, tanto» que al tiempo de andar apenas podia levantar las piernas» por cuyo motivo fuimos llamados, y preparándole con sue­ros y uu laxante • á principios de noviembre le pusimos al uso de la infusión de las hi>jas del An^ica, la que continuó por espacio de doce dias: esperimentando en estos algún alivio cu la debilidad y repitiéndola otros cuatro dias, ob­servó algunos dolores y algún sudor, aunque leve ; y ¿ la continuación de otros cuatro logró andar con mas fuerza; y haciendo uso de solo una toma por diez y seis dias al tiem­po de recogerse, tres horas después de la cena, se veriflcó su perfecta curación, (Obra cit., tomo n, pág. SOO.)

EN LAS CONTUSIONES.

Obtervaciott 1.'

Un niño de edad de siete años, al bajar una escalera dio una caida, de la cual perdió el sentido, habiendo recibido vvias contusiones en U cara, á las que aplicamos fomentos del cocimiento hecho de una drwuoa de las hojas de Árnica

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en cantidad de dos libras de agua, con el que siguió hasta su perfecta curación; é igualmente hizo uso de la infusión de las mismas hojas en la dosis de quince granos en cuatro onzas de agua, de la que tomó tre^ tomas al día por espacio de ocho, sin advertir novedad alguna. En estos días se le dieron lavativas del mismo cocimiento dos veces al dia, y á la continuación de otros ocho quedó enteramente curado. (Tomoid.,pág. 209.)

Citaremos, por últímo, otro caso muy grave, en el que, después de una medicación abundante, complicada y casi inútil, vimos administrar Arrúca con maravillosos resultados.

D. A. R. C , vecino de Reinosa, casado, edad de veinte y nueve á treinta años, temperamento sanguíneo, sin pre­disposición por su constitución física á las afecciones cere-br^es, robusto, aunque algo delicado de estómago hacia al­gún tiempo, salió de paseo á caballo el día 4 de julio de 1838, y en la inmediación de la villa fue acometido de un vahido de cabeza que le hizo caer del caballo y recibir un golpe tan terrible, que le dejó en el acto sin sentido ni movimiento, considerándole, un hermano que le acompañaba, privado de vida. En tal estado fue conducido á ana casa inmediata, adonde sin la menor tardanza acudieron dos profesores de cirugia, que le sangraron pródigamente y le aplicaron con profusión sanguijuelas á las sienes, yugulares y otros puntos. Como ningún resultado se viera de esta medicación, se re­currió á la revulsiva, y se le aplicaron, al mismo tiempo que un gorro del emplasto de cantáridas á toda la cabeza, des­pués de bien afeitada, repetidos y fuertes sinapismos á todos los cstremos, calas y lavativas irritantes con grandes dosis de tártaro emético, vino turbio de antimonio y otras sustancias estimulantes.

MODO DK OACtR LA INFCSIO.'* DE AÜNtCA.

En un cuartillo de agua hirviendo se pone una dracma de flores y hojas de Árnica, se retira del fuego y se cuela cuando este tibia, procurando que el lienzo ó estameña por

donde se cáele sea tupido, para evitar que pasen los pelitos de que abunda esta planta.

Para fomentar las partes contundidas y acardenaladas, y en los demás casos de uso esterno, se ponen dos dracmas de flores y hojas en un cuartillo de agua, y después que ha hervido como dos minutos, se retira del fuego y se cuela ti­bio, para aplicar paños á la parte.

Palau, en una nota del lomo vt de la Parle práctica de Botánica de Limio, pág. 161, dice que loselementos de esta planta son muy activos; y atendiendo al temperamento de nuestro clima se debe proceder con mucha discreción en el uso de ella. La dosis de una draema será escesiva, según la edad y complexión que tenga el enfermo; asi, pues, el método mas seguro consistirá en empezar el uso de los ta­llos y hojas, ó de las flores, por quince granos en los de edad de cuatro hasta diez años, por veinte y cuatro grano» en los de diez hasta veinte, y por treinta y seis granos en los de mayor edad.

Se infundirán en seis onzas de agua al modo que el te, y de esta infusión se tomará la mitad por la m^ana en ayunas y la otra parte por la tarde; pudiéndose aumentar gradualmente la dosis de la yerba ó de las (lores, á medida de los efectos que se vayan esperimentando.

No haremos mérito de las muchas composiciones en que entra el Árnica, cuyas diferentes y complicadas fórmula pueden verse en la Farmacopea Universal de JOURDAN ; asi como el que desee mas detalles sobre las apreciables virtu­des de este interesante vegetal puede consultar las obras siguientes:

LAMABCHE (G. A.): Dh. de Amicmverce usu. ProíesM. ALBKRTI. Hala', 1719, in 4.°, id., 1744, in 4.°

BDECBHKR (A. E.): Dís. de genuinis principiis el effecti' bus Arnicm. ftesp. HORKSCHÜH. Erford, 1741, in 4."

MEISNER (L. F . ) : DÍS. panacea lapsorum, scu Árnica. Resp. Andreides. Pragse, 1736,.in 4."

CoLtiN (H. J.): Florum Árnica vires, etc. Viense , 1775, in 4.«—(d. Arnicce in febribus, 1776.

— 590 —

CHDKTT (P . A . ) - Dis. de viriinu Árnica. Gottíugue, 1774, in 4.°

DAKLUNGKB (J. L.): Dit. $islem. fasciculum obterv. circa Amicatn.

RESP. (J. F . C.) MULLIR. Bambergae, 1776, in 4 / FHIKD. üe viribus el usu .Irnica, Viena;, 178Ü. DiBKHOLz (A. M.): Dis. de Amicm virtule propria atqm

tpecifica. BvLBOLz. Proprietés antisepíiquet de I*Árnica motUana.

CADOT. Effel de I'Árnica montatia daní une /¡¿vre épidé-mique.

MANG. Dis. sur I'Árnica montana. JKAN (J.): Apercusurla nature ü les proprietés de l'Ar-

mea motUana (Tbóse). Montpeliier, 1817. CADOT (A.): Mem. sur le mode d^aclion de I'Árnica mon­

tana. París. 1822.

OBSERVACIONBS DE LA MEDICIHA MODERNA Ú HOMBOPATU.

Las observaciones que preceden dan á conocer el gran­de aprecio que los antiguos médicos hicieron del Árnica montana, y justifican mas y mas la importancia del estudio que sobre la misma ha legado á la humanidad el genio ver­daderamente creador y la perseverancia Giantrópica de HAUNEMAHS.

SI estudio comparativo hecho sobre la acción fisiológica de esta planta y la que produce en el estado patoldgico, aun administrada IMIJO el método de la antigua medicina, ofre­cen una relación tan intima, que confirma de una manera incontestable la especificidad de este vegetal y la poderosa actividad que una y otra escuela le conceden sobre el or­ganismo, resultando que por unanimidad de ambas doctri­nas se comprueba y sancioaa la esceiencia de su potencia medicinal.

No descenderemos á este estudio de comparación, que caik uno puede apreciar consultando lo que llevamos es­puesto y lo que eu adelante espondremos. Mas 'como el

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príDcipal objeto que nos hemos propuesto ha sido esponer las rirtudes medicinales del Árnica, comprobadas con cs-periencias hechas y curaciones obtenidas por los profesores de uno y otro sistema, estractando algunos casos prácticos, que son los que mas utilidad pueden ofrecer á los es-traños ¿ la medicina, nos parece oportuno bosquejar el cua­dro de los efectos puros de esta planta, ó sea su acción fisio­lógica, dejando el estudio de toda su patogenesia para los profesores que quieran consultar sus 638 síntomas en la UU' teria Médica fura.

Este estudio de la osperimentacion de los medicamentos en el hombre sano es un adelanto importantísimo para la ciencia, y como tal no han podido menos de adoptarle los principales escritores Alópatas. TROOSSKAU y PIDOUX dicen que los profesores Homeópatas alemanes que han hecho esperimentos en sí mismos con sustancias simples, han cons­tituido así su Materia Médica pura, que contiene muchas no­ciones preeiosl*imas sobre las propiedades dinámicas de los medicamentos, y sobre una multilud de pormenores, respecto á su acción, que te ignoran demasiado en otros países. (In­troducción á la tercera edición átA TVolado de Terapéutica y Materia Médica de T. y P.)

Imitaremos en la esposicion de este conjunto de sínto­mas «1 que hemos leído del Dr. DOPRESNE en la Biblioteca Homeopática de Genova.

Vértigos con oscurecimiento de la vista, especialmente al levantarse, al andar ó moviendo la cabeza.

Le parece que todo gira en derredor suyo, y que va á CMrse.

Palta de memoria y distracción del espíritu; no puede lijar su pensamiento sobre objetó alguno.

Cefalalgia por encima de los ojos, conoiensacion de pre­sión hacia las tienes, y como si estuvieran contraidos espas-módicamcnte los tegumentos de ía frente.

Latido á manera de calambre encima de los ojos; con­tracción de las pupilas primero, y luego dilatación de las mismas.

— 3» — Calor en los ojos; lágrimas que escuecen como fuego. Hinchazón y ulceración pustulosa en el interior de la

nariz y debajo de ella. Hemorragia y nariz hinchada, como si hubiera recibido

un golpe. Labios secos y agrietados, como quemados por una sed

ardiente. Las glándulas submaxilares y las del cuello se Itallau

hinchadas y doloridas. Dolor de dientes, como si escarbasen la raiz con un cu­

chillo. Sequedad y dolor interno en la garganta; deglución di­

fícil por una especie de náusea, como si los alimentos qui­sieran descender al estómago.

Inútiles y angustiosos esfuerzos para vomitar; presión y dolor como si tuviera una piedra sobre el estómago; flatuo-sidades y cólicos gaseosos, sobre todo por la noche, aunque la cena haya sido frugal, cuyo estado disminuye por la emi­sión de gases.

Al eructar se le vuelve agua salada á la boca, con secre­ción de saliva sanguinolenta.

Frecuentes deseos de deponer; dolores agudos en el recto; deposiciones puramente mucosas, involuntarias du­rante el sueño, y acompañadas du ventosidades fétidas.

Tenesmo en el cuello de la vejiga, con inútiles esfuerzos ptfa orinar.

Deseos de orinar, reríficándolo involuntariamente gota á gota.

Al orinar se ve obligado á esperar mucho tiempo para que salga el liquido; urgentes deseos de orinar, con ardor un poco escociente, algo mas fuerte después de haber ori­nado, cuya incomodidad no se advierte al salir la orina; ori­na morena, limpia, pero que se enturbia al poco tiempo.

Frecuentes estornudos; catarro de pecho; voz ronca y tos seca; tos nocturna durante el sueAo; tos seca en loa ni­ños después de haber gritado.

Tos con esputos de sangre.

— 393 —

Tos que escita el vómito, y que produce una sensación de rotura en todas las costillas, con punzadas en el vientre.

Tusiculación escitada por un cosquilleo en la parte infe­rior de la traquearteria, todas las mañanas después de ha> berse levantado.

Dificultad de respirar. Dolor presivo hacia la estremidad del esternón y en di­

versos puntos del pecho. Dolor lancinante en el interior del pecho y en sus dos

costados, con tos rápida, que se aumenta por el dolor en medio de una continua opresión de pecho.

Respirando profundamente, punzadas en el costado de­recho del tórax, á lo largo del esternón.

Se halla como atacado el pecho y como en carne viva; al mismo tiempo arroja muchas veces sangre con la sa­liva.

Palpitaciones, ó mas bien conmociones en el corazón, con dolor como si se hallase comprimido. Los movimientos de este órgano son en un principio muy rápidos, y después se observan en estremo lentos.

Dolor en el hueso sacro, como después de un fuerte golpe ó de una caída.

El sacro ocasiona igual dolor que si hubiera sido molido á golpes.

Dolor artrítico en la espalda y miembros. En la espalda, casi debajo de las escápulas, sensación

como si hubiese alli alguna cosa que produjese punzadas os­curas, solo durante el movimiento.

Se hallan cansados los brazos, y como contusos, con imposibilidad de cerrar los dedos.

Calambre en los dedos de la mano izquierda. Dolor como de luxación en las caderas. Dolor agudo en las estremidades inferiores. I^s articulaciones de las rodillas carecen de solidez, y se

doblan al echar á andar. Hepentina falta de fuerza en las rodillas, que se doblan,

quedando las piernas como entumidas.

— 394 —

Pnuadas como de tirón en el tobillo, en el talón j en los pies al través del dedo gordo.

Dolor como de gota, á la calda de la tarde, en la articu­lación del dedo gordo, con alguna rubicundez.

Fuertes punzadas aisladas en los dedos gordos de- los pies.

Exaltación general de la sensibilidad con dolwes en las articulaciones y la piel, al menor movimiento.

Abatimiento de todos los miembros, y ddor en cierto modo paralitico en todas las articulaciones, con sensación de rotura al menor movimiento.

Vibración dolorosa en todos los miembros, mientras que se halla traqueteado el cuerpo como ai fuese en un car-roaje.

Srasscion como si el cuerpo se hallase comprimido por ligaduras.

Sensación desagradable de hormigueo y de (Hwaion en la parte c(»)tundida.

Dolores de contusión en todos los miembros durante la quietud y el movimiento.

Sueños terribles, durante toda la noche, sobre muertes, sepulcros y otros objetos tristes.

Gran trio por la mañana en la cmna, que se sostiene des-puM por largo tiempo.

(Se eontwuará.)

NOnOAS VABIAS.

Aun no hemos recibido por completo las ACTAS del Congreso médico homeopático celebrado áltimamenle en París. En breve las recibiremos, y muy luego las publica-

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remos eo los ANALES. Por ahora nos contentamos con dar á conocer á nuestros lectores el personal de que se compo-nia la mesa del Congreso. Helo aqui:

Sres. Doctores NUÑEZ (de Madrid), Presidente de honor. PETROZ, Presidente. L. SISÓN, padre, primer Vicepresidente. Conde de BONNEVAL (de Burdeos], segun­

do Vicepresidente. MoLW, Secretario general. CRETIN T BOURGES (de Burdeos), Secre­

tario de actas. LovE, Tesorero.

El Siglo Médico, en uno de sus últimos números, para probar que la Homeopatia es incfícaz en el irata-mi6o(o del cólera, trajo á colachm dos defundones, tina de la señora de ua médico BkMueóp^, y otra de un doctor, Uomeópata también. De este último, los periódicos pcrfiti-cos insinuaron que acaso habría sido viclin^ de un eave-Denamienlo, fundándose en que la señora, su madre, cor­rió el mismo peligro. Ahora bien: El Siglo Médico, con esa ligereza que caracteriza los sueltos de su Sección chis-mográfica, dice lo siguiente:

«ARDIDES.—No sabemos conque mira te ha hecho cor­rer U noticia de qoé cierto médico Homeópata, muerto no há mucho del cólera-morbo en esta corte, sucumbió, no del cólera, sino do un envenenamiento, hecho por el criado que le servia. Podrá haber algo de verdad en esto; pero se nos antoja que lo del envenenamiento tiene visos de inven­ción.»

Comentario de estas palabras: O turpiludo.

596 —

H E C B O L O G I A .

Tenemos que lamentar la pérdida de un distinguido

üomeópala de esta corte. El Dr. D. Román FERNANDEZ

DEL Rio, joven de treinta y dos años, que falleció el dia 7

de este mes, había sido ano de los discípulos mas aventa­

jados del Dr. NIÑEZ; y aunque separado en la actualidad

de nuestra SOCIEDAD por motivos ajenos de este lugar, ha­

bía pertenecido á ella por bastante tiempo; y como Secre­

tario de gobierno que fue también de la misma, tuvo á su

cargo en aquella época la redacción del periódico oficial.

Su fallecimiento ha sido generalmente sentido, y de

nosotros tanto mas, cuanto que lo supimos á las veinte

horas de haber ocurrido, y ningún consuelo pudimos p-es-

larle en su breve, pero ejecutiva enfermedad. Nos

personamos al momento á ofrecernos á su familia , y

al siguiente dia, 9, fuimos á acompañarle á su última mo­

rada, y á senür aUi con toda nuestra alma la pérdida de

nuestro malogrado compañero.

Lo repetimos con la mas profunda pena: la Uomeopa-

tía ha perdido ano de sos mejores proiéswes.

EL COLERA.

I.A MEDICINA V SUS PROFESORRS.

Nos hallamos al fín del mes de octubre, y el desoensa rápido que ofrece la epidemia , al mismo tiempo que ha cambiado et viento Sur en Nordeste, nos hace esperar fun­dadamente que continuarán disminuyendo las invasiones, y pronto , muy pronto, nos veremos libres de tan temible huésped.

Guando esto felinnente suceda, los profesores de me* dicina por una parte, y el público por otra, demasiado in­teresados en la lucha, cuyos efectos hemos esperimentado todos durante los seis meses que nos asedia el mal asiáti­co, comenzarán á hacer su natural escrutinio , y el consi' guíente deslinde acerca de cuál sistema médico ó método de los diferentes ensayados en su tratamiento, ha arranca­do mas victimas á la muerte; porque prevenidos, por una tríslc experiencia, de que el cólera presente no desaparece de entre nosotros como el que nos visitó el año 1834, no es asunto indiferente de modo alguno para los que queda­mos espueslos de nuevo á su maléfico influjo.

TOMO IV. 27

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i'ara ventilar una cuestión tan vital, y de esta tras­cendencia, cada una de las partes contendientes pro­curará tener á punto sus materiales y sus pruebas , sus hecbos negativos y sus hecbos de brillante adquisición; pero... ¿será batíanle lo que el público recuerde de una parte, y loque lo!« médicosaduican por otra, para que apa­rezca clara la verdad?

El primero contará de la medicina conforme á lo que observara en su familia y amibos: los segundos, conocedo­res directos, por punto ¡¡eneral, de su esclu.-iva práctica, ensalzarán sus triunfos, y hallaránprelesto, prudenle siem­pre, para esplic ir como de todo punto irremediables y hasta necesarias sus desgracias.

Los adversarios naturales, y lus enemi};ns rutinarios de los sistemas médicos dominantes, serán los mas escucha­dos; porque hace mas efecto el eco lastimo.so de una des-{ racia, que los suaves aplausos de cien triunfos; é inferir debemos naturalmente que el campo ({uedurá al lia por los eternos enemigos de la medicina, y, hablando con propie­dad , porque Dios no (|uiso legarnos su omnipotencia. De este ooodo, los médicos que ban sacrilicadosu reposo y han espuesto sus vidas á fuer de leales caballeros y conocedo­res severos de los compromisos que les ligan á la sociedad, al cabo se verán desalmdidos y maltratados también, por­que DO poseen el don de iniuorlalizar. V entre tanto, ¿ha­brá conseguido el público resolver la cuestión que le inte­resa? ¿Sabrá cuál sistema Uiédico cura mas?

.No habrá cooseguido tan importaole objeU), porque no es posible que en la práctica particular se recojan tantas observaciones como serian necesarias para hacer brillar públicamente la superioridad áa uu sistema sobre otro, cuando, á mayor abundamiento, son tantos los que se baa ensayado por el gran número de los profesores Alópatas. Resultará de aqui evidentemente ({ue, después de dos años

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de epidemia, el público no sabrá á qué atenerse, si desgra­ciadamente somos visitados del enemigo por tercera ve/., y pardicz que es doloroso dejar perder así el tiempo, que f's precioso, y laocasion, que os fugaz como oportuna.

Y ¿quién ha podido ilustrar la opinión , aclarar estas dudas, disipar la confusión, en aumento cada día, que rei­na en la materia? ¿Por qué el hospital de San Gerónimo no se ha dividido en tantas salas como métodos conoce la ciencia para esta enfermedad, cada una bajo la inteligente dirección de prácticos ilustrados y de fe verdadera, que al fin de la jornada hubieran podido presentar una estadística comparativa, para saber cuál de ellos prestaba auxilios mas eficaces á los coléricos? ¿Qué sucederá mañana si la epi­demia se reproduce? Con razón el público, que no ve en la práctica observada con estos enfermos, ni principio fijo, ni método seguro, ni fe, por consiguiente, en los facultativos, que así sangran unas veces como bañan otras á los pa­cientes; y que lo mismo los envuelven ahora en sábanas de agna fria, como loa saturan luego de alcohol ó de ron, ¿qué hará, repetimos, sino echarse, el que huir no pueda, en manos de los charlatanes y curanderos, con el escánda­lo de que ya somos testigos?...

¿Y qué diremos de los partes oficiales con que se pre­tende dar al público noticia del estado y bondad de la epi­demia . y en que constantemente aparecen casi tantos muertos como invadidos?

Mentira parece que entre los hombres del gobierno, y los que están al frente de la dirección sanitaria, no haya habido quien se levante á remediar tamaños mates, y a evitar el descrédito en que han iit-clio caer la ciencia. Esos malhadados partes solo pueden estar consentidos por los enemigos de la medicina.

Si autoridades y médicos saben que son inexactos, ¿por qué se consionlon? Así, al ver que de los anunciados como

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invadidos sucumben casi todos, no es estraño que las gen­tes se aglayen unas, se ahuyenten otras, perjudicando grandemente al comercio y á la industria, y produciéndose á si mismas males sin cuento en esas penosas y prolonga­das emigraciones; pero asi lo han qtierido las autoridades, y tolerado la junta de sanidad , poco importa que la ciencia lleve su mas tremendo varapalo, y este siendo, como siempre, el objeto de las mofas del volgo, y el blan­co déla sátira en general.

Nosotros, que ya en el pasado año, después de haber hecho todo genero de esfuerzos, nos convencimos de k» que podíamos esperar de la mano oficial del gobierno, con-feaamc» que en el presente, asi limitamos como hemos cum­plido firmemente nuestro fiel propósito.

1^ primero era permanecer aqui, como lo hemos ve­rificado; lo segundo, consagrarnos en primer término á la asistencia de nuestros amigos y clientes, amen de las per­sonas que creyeran conveniente utilizar nuestros servi­cios. Asi lo hemos llevado á efecto, y tenemos el gusto de haber hecho importantes observaciones para la práctica, curando casos muy graves del mal.

No hemos dejado por eso de haber visto algún caso de cólera fulminante, ó sea del que instantáneamente se con­vierte en ctántco, que acaso, por el poco tiempo que da para la acción de los remedios, no se deja dominar por ellos; casos poco frecuentes por fortuna, en que se estrellan los remedios mas apropiados, asi á bajas como á altas dilu­ciones. El 9 , 4 2 y 15 por (00 que ha perdido la Uomeo-patía en todas partes, se ba debido referir á esos terribles y ejecutivos casos.

Por lo demás, las reacciones han sido francas en el ma­yor número de ellos, y especialmente en aquellos que, con tiempo y con indicaciones apropiadas, han becbo uso del espirita de Alcanfor.

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De los demás medicamentos preconizados en el trata­miento, hemos obtenido constantemente buenos efectos, habiendo podido asegurarnos de las virtudes de otros que hasta aqnl no han figurado en primera linea, y que á su tiempo publicaremos.

Nuestra práctica comparativa ha sido constantemente feliz, y, para el estado actual de la medicina en este punto, nada tenemos que envidiar á los métodos y sistemas tan diversos y tan contradictorios como recorren el campo de la Alopatía.

No obstante lodo esto, y los desengaños que constan­temente esperimentan nuestros adversarios, estos, con su acostumbrada osadia, se han constituido en espías nues­tros , denunciando al públic({ si de algún hecho desgra­ciado han tenido conocimiento, para probar, sin duda, que la medicina homeopática no es omnipütenle. Kl descubri­miento no deja de ser importante, y áfe que el público ne­cesita de estas indicaciones, porque no hay un público tan estúpido que pueda creer en lo contrario. Pero no ha pa­rado aqui la indagación: se ha llevado con especialidad á las personas de los Homeópatas. La primera denuncia tuvo lugar en la señora esposa de un Homeópata; la segunda en nuestro malogrado compañero el Sr. FRRNANOBZ oitt R».

La pluma cae de la mano al considerar el designio de nuestros adversarios. Si entre nosotros hubiera alguno capaz de imitar semejante proceder, renunciariamos ai nombre de médicos. A trueque de probar la ineficacia de los remedios empleados con ellos, publicar con aire de triunfo la muerte de un comprofesor... esto solo puede ha­cerlo El Siglo Médico.

Sin embargo, como en todo esto los tiros no van enca­minados precisamente á las personas,sino á la ciencia, pre­ciso es que hagamos algo por ella , siquiera ya por las personas en quienes se consumó el destino nada poda-

\ /id;»"

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mos hacer. La ciencia reclama lodos nuestros esfuerzos, y exige de sus verdaderos profesores lodo cuanto pueda ilustrar á los que están dispuestos á respetarla y defen­derla. Nada valen, nada significan los intereses personales, ni la vanidad mal entendida, ni el espíritu de innovación, arbitrario las mas veces, ni todo lo que perten(K'c á nues­tro anticipado é moportuno deseo de engrandecernos, al lado de la ciencia. Todo es menos que consentir se abran brechas en las murallas que la deíi<>nden, bajo el capcioso pretesto de progresar. En asuntos tan diriciles como el de introducir reformas en nuestra doctrina, es preciso irse despacio, y comenzar hoy por indicar, para luego discutir y estarse, por último, al resultado de una prolija y lenta tramitación, después que hayan tomado parle en ella, ade­mas de los hombres superiores, las corporaciones que re­presentan la ciencia; y aun así nunca deberían publicarse «US folios sin haber antes obtenido la sanción de una cspe-riencia repetida.

xNos esplicaremos: Los dos casos de cólera que terminaron por la muerte,

según hemos manifestado, figurarán en la eslailistica como dos asos perdidos de los 10, U ó 15 por lÜO que pierde la Homeopatía por punto general. No hay mas diferencia, respecto á los que nos ocupan, y que han tratado de uti­lizar nuestros adversarios, que la de haber recaído en personas tan ideniíQcadas con la doctrina, y que, por lo mismo, parece que debieran hallarse bajo la salvaguardia de los remedios preservativos, y muy prevenidus también con los mas heroicos medicamentos para combatir el mal en sus primer<M instantes, dado caso que se desarrolla­ra. Todo esto, cuando hay pasiones de por medio, pa­rece dar mas importancia á primera vista al insuce-M que eo ellos tuvieron los medicamentos homeopá­ticos.

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Repelimos que asi solo puede suceder, cuando la pa­sión domina; porque , de otro modo, es repugnante, es ilógico y contrario al buen sentido el juicio de nues­tros enemigos; porque , ¿quién ha asentado todavía por principio que la üomeo{ialía sea omnipotente, ni para pre­servar, ni para curar? ¿No sahornos lodos (jue el ccilera presenta una ó mas formas tan mortíferas, que nada hasta hoy puede dominar? Y ¿no es público que el ilomoópata mas afortunado en la práctica ha perdido en el trata­miento del cólera un 10 \wr 1(M), lo menos, de los inva­didos?

Se dirá, y no lo eslrauamos en boca de ciertas gen­tes, que resalta aquí doblemente la ineücacia de los reme­dios preservativos y curativos, pueslu que han debido ad­ministrarse con todo el rigor del arle, en primer lugar, y con lodo conocimiento y un cjemiilar esmero en se­gundo.

Sin embargo, aunque por un momento concedamos alguna fuena áesla réplica, en cuanto ú su primera par­te , ó sea que se hayan administrado los remedio» oon lodo el rigor del arle, se nos ocurre hacer una dis­tinción, toda ve/, que sin ella podría quedar lastimada la dencia injostamente; y en cuanto á la segunda, re|)eli-mos lo manifestado anteriormente, y aun pudríamos recor­dar ahora, con este motivo, lo que suele suceder en casa do ios médicos en punto á eiacliiud higiénica y me­dicinal, cosa perfectamente de acuerdo con u |uel ada­gio de «encasa del herrero, etc.»

Decíamos, que en cuanto á (|ue los remedios, así pre-servalivos coiao curativos, han debido, en los ca­sos en cuestión, administrarse en lodo el rigor del arle, •oecesilábaiuos hacer Una distinción , y vamos á ha­cerla.

Silos projji'TvalivoRhomeopáiic is y nicdicamenlos.cu-

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rativos, dados á los dos enfermos de éxito funesto, que tan­to han hecho gritar á los Alópatas, lo han sido conforme á los preceptos de HABNEMANN primero, y de conformidad con la práctica mas admitida por todos nuestros comprofe­sores nacionales , sobre todo , se comprende por un momMto la sorpresa , en este caso, de parte de los que desearían que la Homeopatía fuera infalible ; pero si estos remedios han sido administrados conforme á las creencias actuales de los profesores que han debido in­tervenir mas inmediatamente en sus tratamientos, negamos que lo hayan sido conforme á los verdaderos principios, y á lo que nos aconseja la práctica. La ciencia no responderá á las inculpaciones que con e te y otros motivos análogos se la dirijan, basta no 3al)er ¡«i sus profesores se han com­portado conforme tiene derecho á esperar de los que así se titulan.

Y las razones que tenemos para expresarnos de este modo, las vamos á esponer á continuación.

Nuestros lectores deben saber, y especialmente los que leyeran las sesiones de la Academia homeopática, insertas m el periódico La Década, correspondiente al ¿O de mayo de este año y siguientes, que el médico Homeópata, señor PARDO, fue el primero que anunció la necesidad de reducir el número de los preservativos homeopáticos á solo el Azu­fre. La circunstancia de haber visto recomendada esta sus­tancia en la octava edición de la Ifomeopatia doméstica del Dr. UouNo, de Filadelfia, le hizo mirar con cierto desden, no solo los preservativos aconsejados por lUu.NeiiANN, sino los que, en vista de las modificaciones que ha sufrido la enfermedad en la epidemia presente, habían adicionado muchos prácticos, tanto nacionales como estranjeros, y sobre todo nuestros comprofesores de provincia, que con tanto acierto combatieron y preservaron el mal ^n el pa­sado año de ¡U: el Sr. PARDO, con un entusiasmo digno de

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mejor causa, y con una ejemplar candidez, decia en aquella sesión, entre otras cosas, lo siguiente:

<Yo, por mi parte, señores, no dudo UQ instante de la veracidad de los hechos referidos, y estoy decidido desde este momento á hacer uso de los consejos de HERING en todas sus partes.

»No quiero decir con esto que los medios preservativos aconsejados por HAHNKMANN, y usados por sus discípulos, sean ineficaces; la historia nos dice que han sido de grande utilidad (I), preservando á la mayor parte de los que han hecho uso de ellos; pero HKRINK nos asegura que el Azu­fre preserva á todos, y en este caso la elección no es dudosa.»

Seductoras son, en efecto, las aseveraciones del doctor IIKRING, y nosotros, residentes en Filadelfía y á presencia de estos resultados, habríamos, sin vacilar, continuado la práctica de este eminente profesor. Mas no siendo asi, ha­llándonos en Esf^ña, y con la lección que nos ha dado la esperiencia de que el cólera va ofreciendo cada re?, nue­vas modificaciones, que exigen por la misma razón un es­tudio nuevo, y acaso un estudio de aplicaciones locales, habríamos pensado:

Primero. Que el procedimiento del Dr. HEBINO, que consiste <en poner flor de Azufre en las plantas de los cal­cetines 6 medias.» no es esencialmente homeopático, pues debia saber el Sr. PARDO, y los que opinan como é l , que el azufre, en la forma que lo usa el Dr. IIGRING , no es el azufre que nosotros conocemos en la Terapéutica homeo­pática ; porque, como pudo oir también de boca de al­guno de sus compañeros, los medicamentos en el estado grosero no dan los mismos resultados que los que se di-

(*) Hechos muy recicnlcs, «icbíó decir. (L. K.) •

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namizan conforme á los procoitimíenlos de la ilomeo< palia (1).

Segundo. Qae esle procedimienlo lo recomendaba lle-RiNG generalmenle á «jornaleros que trabajaban en para­jes húmedos,» a quienes aconsejaba «comer pan duro y frío.» y loleraba «lomnnn |)>r l;i> ¡niñina-» una copila de aguardiente (i).»

Tercero. (Jue por la opinión que el l)r. Ihum tiene formada del Azufre, puede inferirse que lo aconsejaba co­mo uo remedio puramente empírico; por(|uc al decir que esta sustancia cno solo liberta del cólera, sino también de todas la.s epidemias,» se deduce que no posee una \irlud especial ú homeopitica contra ninguna de ellas, por mas que sea un escelenle medicamento para ciertos y deter­minados momentos, no solo en enfermedades epid'^uicas, sino en otras machas.

¥ , por último, se nos habría ocurrido t|u»í, entre apo­yar el uso del Azufre, con lodos sus incüiivcnienliís, y

(() A pesar de M:r esta una cosa rcconociila por lodo el (jue tvaya comprendido la modilicacioo <(ue lu« pnx'i'iliinií'iitd^ hü-raeopálicos hacen esperimentar .'i los niedicanicntos , amen de la pruelta con que úHiniamenlo lo ha demostrado «I l>r, l'KHRf, de París, anto el üllimoConttreso, hay. no ol>KUnlr, lloineópiílas en esla corte que confundiendo las miras (|ue pudo li;ucr el Dr. llbHiNC, al acon-ejar las ñores de a/.ufi'e, del modo (pie lo hizo, han re •oiiii'Qdadü e-te iiii'ilie.iiii'Milu eiimu uno de los preservativos del cólera, y no foiii(i|oaeon-ej:i el Iii. IIKHIM.. de quien ha venido la noticia, y que al fin dice, «i MIJIC (¡ir- luí kecho e»to le ha dado todavía el cólera, sino el azufre djnaiiii/.a-do, es decir, de ua modo nuevo liaítla para el Ur. llKiim; , y en una forma que no recoaocc [tara el caso ni auloridail ai expe­riencia.

¡Asi irá ello! (1) Bueno es (jue le '.e|>iiii Iti- elicnle- del Sr. I' rno, p.ira

que lo ejecuten en todas sus parte-

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aconsejar el de los preservativos homeopáticos que la ra­zón y la esperiencia d nacionales y extranjeros han con­signado ser de la mayor utilidad, habríamos preferido lo homeopático, y lo que había recibido la sanción de estas esperiencias. Nos habríamos decidido, como lo hemos he­cho, por el Veralrum y Arsenicum, asociados á Carbo ve-fjríalis, I'ultatilla, etc., como medicamentos conoci­dos para este caso, y csperímenlados por nosotros mia­mos; pero el Sr. PARDO había ad(iuírido tal convicción por lo que leyó, que á disuadirle no bastaron las muchas ob­servaciones que le hicieron algunos de sus compañeros; y fue tanto lo que este señor predicó en favor de las flores de Aiufre en los primeros meses de la epidemia de esta capital, que sus fuertes empujes llegaban do rechazo has­ta nosotros.

Desearíamos, pues, interesados como el que mas por el progreso de la ciencia, que este señor nos dijera si han correspondido los resultados á sus innovadores esfuerzos; y, sobre todo, convencernos, por de pronto, que su señora esposa, primera víctima del cólera, que hizo llegar al cielo los gritos de nuestros adversarios , no llegó ni á sa­turarse do flores de azufre como preservativo, ni le fue prodigado en el tratamiento, de conformidad con el doc­tor MGRINO, á quien su señor esposo se hallaba dispuesto á imitar en todas sus partes.

No podemos negarlo: nos duele en el alma tener, con este motivo, que recordar á nuestro comprofesor una pér­dida tan sensible; pero la ciencia clama muy alto contra nuestras ligerezas, y no es justo pague ella lo que solo nosotros debemos.

ú segundo caso denunciado anlo la opinión por los Alópatas, fue el que tuvo desgraciadamente lugar en nues­tro malogrado compañero Sr. FERNANDEZ DEL RIO.

Tampoco podemos responder categóricamente, sí, tanto

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SU preservación como su tratamiento, fue según rigor dei arte, ó conforme a las ideas mas admitidas por los prácticos, y sancionadas por la esperiencia. Únicamente podemos asegurar, por lo que este profesor manifestó en las mismas sesiones en que se discutía la supuesta bondad del azufre, (jue sus predilectos preservativos eran Cuprum y Veratrum. En el tratamiento de la enfermedad que le llevó al sepulcro, hemos oido decir que se hizo uso de Cu­prum con preferencia, y de Xux vómica en lo mas avan­zado del mal. Por lo que digan los profesores que le vie­ron y asistieron, podrá inferirse si hubo ó no rigor cientí­fico-práctico en la administración de le» remedios.

Nosotros, sin embargo, opinamos que acaso nuestro compañero no usara preservativo alguno; porque es pro­bable prefiriera combatir su habitual padecimiento gastro-hepálico, mas bien que pensar en preservarse de otro mal accidental.

Pero no podemos concluir aquí nuestro prupúsilu, (oda vez que de vindicar la ciencia se trata, de las faltas mas ó menos voluntarias de sus profesores.

Otro caso hay, desgraciado también, y que, al decir de los que no distinguen entre las ciencias y sus profeso­res, y de los que no quieren comprender la limitación de nuestros esfuerzos para hacer frente á los designios de la Providencia, ó, en una palabra, de los que no se conven­cen que la medicina no es omnipotente; al decir, pues, de estas personas, la Homeopatía ha {¡erdido mucho terreno con el caso á que nos referimos.

Nuestro^ lectores conocerán á primera vista que es «de­masiado vulí ar este dkete, para que nosotros nos tomemos la pena de combatirle. I^ muerte del Excmo. señor gober­nador de esta corle, producida por un ataque de cólera-morbo asiático, seria en todo evento uno de los diez ó doce casos que generalmente pierde la Homeopatía, sin

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que creamos por esto que ha sido una fortuna para ella el que haya recaído en una persona tan querida de la ge­neralidad, y tan notable por su posición.

Pero ¿ha sido verdadero cólera-morlio la enfermedad que ha llevado al sepulcro á ese distinguido personaje? ¿Se han hecho, en su consecuencia, por los profesores de su asistencia, lodos los esfuerzos que exígela ciencia para sal­varle? ¿Ha ocurrido aquí algo que haga declinar en los fa­cultativos la responsabilidad que se quiere exigir á la cien­cia? Esto es lo que vamos á examinar.

Varias son las versiones que sobre la clasificación de la enfermedad, sobre su tratamiento, y otros incidentes de no poco interés, hemos oido á personas autorizadas; pero si hemos de dar crédito á las que mas lo parecen, por no ha­ber abandonado al enfermo ni un momento, nos atreve­ríamos á creer que la enfermedad no se presentó en forma de cólera-morbo asiático.

Sí el individuo en cuestión se alimentó con algún es-ceso y mucha precipitación á las cuatro de la tarde; sí luego se espuso á la influencia de un frío estremado; si se retiró con fuertes escalofríos y le sobrevino alta calentura en la noche; si por la mañana hizo algunas cámaras, en las que se distinguía perfectamente la calidad de los alimentos indigestos; sí estas se contuvieron, para determinarse po­cos vóinilory algún ligero calambre; si el enfermo no per­dió el calor, ni el color, ni la voz, ¿qué especie de cólera fue este?

El Home<')pala Sr. ARÓSTEGLI, como medico decabece­ra, e« aquí la persona mas autorizada para aclarar estas dudas, que tanto comentario han producido, perjudicia­les unos á la ciencia, y otros á la reputación de este profesor.

El Sr. AnósTEGLi nos dirá qué fenómenos morbosos ofreció el paciente para clasificar el mal de cólera-morbo,

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•como lo hito en la consulta H . y de qué remedios se va­lió para combatirle. Y no crea este señor que. al hablar en este lenguaje, es nuestro ánimo escilarle mas allá de lo conveniente, no: creemos que la ciencia y su decoro pro­pio están interesados en ello, mediante á lo que de pi'ibli-co se dice, y esperamos que atenderá á razones tan pode­rosas.

Si el Sr. ARÓSTEGLI creyera amenguar por esto su dig­nidad, porque á la altura de su posición no alcanzan los tiros de la maledicencia, nos parece que no baria bien, y nos obligaría á probarle, en nombre déla ciencia, que, por la posición en que ha colocado á la Homeopatía este suceso, viene obligado á dar esplicaciones (|ue satisfagan á las per­sonas que, por falta de datos, hayan podido formar juicios temerarios y perjudiciales á la honra profesiunul. Si este profesor, por creer que ha obrado con arreglo á los buenos principios y práctica mas admitida, quisiera eludir el com­promiso, sentiríamos vernos precisados á recordarle al­guno que otro pecadillo que dice mal con la fijeza de prin­cipios; y si de práctica se tratara, no le concederíamos la dispensa que se otorga al mérito verdaderamente práctico, ni como Alópata oí como Homeópata.

Esperamos, pues, que el Sr. ARÓSTKGII, por el amor que debe profesar á la ciencia, procurará dejarla en el la­gar que legítimamente ia corresponde, declarando sí hubo

(4) Según hemos oido de pubiiio, el Sr. AaiisiEüii resistió varias propnestas de consulla <|ue se le hicieron por los aniijids del enfermo, y do«i hora» antes de fallecer tuvo lufiar uní. Kn esta, luego que ente profetior hizo una muy li«era n-laiion de la enfermedad , y sin diftnarse oir el parecer de los dos profesores, que á hora tan intempestiva habían sido ll.iiii;ido> para consul­tarles . se levantó, y dijo : " Ahí quedan Vds. con el eufei -mo.» Desearíamos que el Sr. Ano Tír.n, en obsequio de la tiioral [liedlos, se vindicara de esla> íncul(KicíoDes

alguna falta involuntaria que lamentar en esta desgracia, ó si fue de tnl naturaleza la enfermedad, que era imposible la curación.

Sabemos que no ha dejado de causar estrañeza á al­gunos de nuestros comprofesores, de loable puritanismo homeopático, la lectura del articulo que, bajo el epígrafe de Cólera epidémico, publicamos en las entregas del mes anterior, en el que, al citar hechos clinicoí, solo procuramos esplicarlos con las palabras mismas de nuestro MAESTRO.

Sí esto es asi, protestamos desde luego contra todo lo que pueda imputársenos como inconsecuente á la doctri­na Y principios homeopáticos, estando prontos á aclarar ó rectificar cuanto, después de probado, resultara haber en el referido articulo contrario á los buenos principios, por­que á buena fe respecto á encontrar remedios que curen mejor, y á deseos de que la llomeopalia se engrandezca cual merecen sus grandes verdades, no cedemos el pues­to á nadie. Ahora: si nuestra ignorancia en los funda­mentos de la nueva ciencia , ó nuestro escaso crite­rio en deducir consecuencias, son la causa do estas fal­tas, hágasenos ver por los medios que todos conocemos, y luego (|ue la discusión haya terminado, se sabrá cuál es efecto de incapacidad, y cuál de la credulidad en dc-masia. cri ida on sistema por algunos.

La enfermedad cuyo tratamiento ha motivado nuestros dos artículos anteriores relativos al uso del Alcanfor y el Opio, ha presentado formas de prueba, como saben los llo-me()pata8, y para los primeros momentos de estas formas de cólera no sirven en lo general los medicamentos dina­mitados, ó llámense los que han de curar por sus efectos secundarios, ó reacciones del organismo. El Alcanfor y el Opio, prudcnicmenle administrados en los primeros

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momentos de un cólera misto , pueden, por sus efectos primitivos, contener la marcha rápida del mal, que pro­pende á producir una recoucenlracion tan profunda de las fuerzas, que, una vez realizada, es casi imposible restable­cer. Contenida la acción de la enfermedad con estos dos poderosos agentes, la vida puede, auxiliada por la re­petición de alguno de estos 6 de otros medicamentos, es­tablecer su defensa y prepararse á una reacción franca, en cuyo caso tienen entrada nuestros medicamentos dinami-zados, administrados en todo el rigor de la ley de los semejantes.

Estas seguridades, deducidas de hechos primero , y ratificadas con alguno mas después, han sido proclamadas por nosotros con la mejor buena fe, y con un espíritu tanto mas en armonía con lo que ha didio ÜAHNEMAINN , cuanto que su esplicacionla hemoseacontrado en sos mismas obras.

Se ha dicho que nuestras indicaciones nos ponían en contradicción con la doctrina de los semejantes: nosotros no hemos mencionado para nada el principio fundamental de la doctrina. La cuestión ha versado sobre un incidente ó cita hecha por HAHNENANN, con cuyas ideas no nos he­mos puesto en contradicción. Hemos visto hechos, y su es-plicacion la hemos ido á bascar en IIAHNEIIAMN. Arguya-senos en contra, y responderemos.

Lo que dicen algunos autores en contra de la mezcla de los medicamentos, lo sabemos; pero en nada se opone á nuestras indicaciones.

Mejor que aventurar espresiones inconvenientes, ó for­mar juicios ligeros, cuando on práctico suelta una prenda que desde luego le honra, porque, apoyada en hechos y en autoridad, se enajena del espíritu de sistcnia, ó de otra mira ruin, mejor fuera, decimos, meditarla y sujetarla después al verdadero crisol, que es la esperiencía. Esle, y no otro, seria el uiedio de adquirir derecho á la impugna-

_ il.l — cion razonada, ó de tener el j;usto de haber contribuido á la comprobación de un descubrimiento útil.

Si nuestras indicaciones se hubieran llevado á la prác­tica por muchos de los que no quieren convencerse de la ineficacia de ciertos remedios, con lo (|uc no hubienin aventurado nada , acaso se habría comenzado á resol­ver la cuestión que dejamos al tiempo y á la buena fe de los hombres. Acaso nos hubiéramos convencido de que el espíritu de Alcanfor, y una preparación de Opio, al­ternados, no se neutralizan, como cree llAUNKsnNN, y en este caso habría sido mas fácil multiplicar sus aplicaciones, |K)rque no repugnaría tanto á los (jue no se deli(!nen lo bastante en meditar eslas materias.

Desearíamos que los Homeópatas se ocuparan de estas cuestiones, y que se discutieran con toda la buena fe que cxifíc asunto de tanta entidad , y de la que preci­samente nosotros tenemos dadas tantas y tan repetidas pruebas.

T. I'ELLICEH.

To.MU IV. 2X

CÓLERA*MORBO EPIDÉMICO.

Del fíolelin del Instituto médico Valenciano tomamos el impnrlantc articulo siiiuiento:

«La mortífera plapa que en el año anterior devastó esta capital, otra vez ha venido á consternar á sus habitantes, absorbiendo diariamente no pocas victimas. Las repetidas alteraciones dd aparato digestivo que ocurrieron á media­dos de mayo último, y <! pran número de calenturas inter­mitentes que ol>servamos, nos persuadía que volveríamos á presenciar los estrajius di'l cólera. Nuestras sospechas, por desgracia, íuenm realidad al principiar el nies de junio: di­ferentes casos bien coníirinadus y aun fulminantes esparcie­ron la alarma en este h .riñoso p.iis, alarma aumentada por las mu( lias viclima.s que prixliicia el cólera en diversos pue­blos imiii liat'K á l.i capital; aumentáronse paulatinamente los ciiliTmos, t'alieriiTon personas dü considi'rablesrelacio­nes, y el pavor >'• p'nti' en tfwlos los semblantes; á primeros de julio f'.sfaü'i ya en forma i'pidi'iuica. Los sugctos miedo­sos, log turbulentos en su rtfiimen, y los delicados por en-

— 41S —

fermodadcs crónicas, he aquí los desgraciados que sacatn> ben á los ataques do la constelación reinante.

•Esos infelices que ni piensan, ni comen, ni duermen sino con el cólera y para el cólera; que los alimentos que toman, el agua que beben, el aire que respiran se les figu­ra son otros tantos gérmenes coléricos; que no perciben olor, risas, ni lamentos, que no atribuyan á los invadidos del cólera; que en cualquier rincón ven un foco epidémico, y aun ven lo mismo en los sugetos con quienes hablan; que so aislan en sus casas, huyen de sus relaciones mas queri­das, y so sumergen en cama ¡I ciertas horas y no en otras, procurando vigilar la clase do carruajes (jue pasan, dónde se detienen; que clasifican los ruidos que oyen y los redu­cen todos á clavar ataúdes; de estos desgraciados, repeti­mos, sucumben no pocos á la ferocidad epidémica.

• Estos otros, cuyo discurso no llega mas allá de una pul­gada, y burlándose de los saludables consejos de los médi­cos, se entregan á toda clase de cscesos; que no perdonan fiesta ni dia señalado, sin celebrarlo con su comilona, donde andan al retortero los guisados, frutas y vinos, son también los que aumentan muchísimo el número de las viclitaus. Estos precisamente, haciendo gala del desprecio que afectan á la enfermedad , son los que cuando esta les acomete acuden ciegos á los recursos de los charlatanes; la magn^ia y el espíritu de ainis, el aguardiente, la sal de la higuera, el mastranro, y mil otros que la autoridad permite se publi­quen incesantemente, he aquí su panacea. Hecurren á la facultad cuando sus profesores solo ven cadáveres, no tanto quizás por el cólera, como por la atrocidad de la medica­ción que emprendieron. ¡Y esos secretistius, vilipendio de la sociedad, esos esplotadores del hombre, esos vampiros del género humano, al <jue pertenecen por desgracia, son per­mitidos aunll! Que la autoridad vele, (jue persiga á esos in­trusos, que no permita se burlen tan cínicamente de las disposiciones vigentes, y arrebatará muchas victimas á la Parca.

»L08 infelices, cuya organización viciada por otra enfpr-

— ilH —

mcdad necesitan de un répinicn el mas exacto, les basta la menor alteración, la mas lÍRí;ra imprt'sion,para que un ata­que fulminanlf <lcl cólera les arrebate la ¡K)ca resistencia de vida que o|)oner puethin al iiiemipo. E te ¡irupo es nume­rosísimo en las capitales, y en los prinfipios de una epide­mia, casi forma la mayoría <lc las victimas.

»Y no &K erra que los comprendidos en los anteriores uru-})os son los uniros que pueden sufrir el colera, pues las per­sonas robustas T sanas, y aun las mas morigeradas en sus costumbres, son susceptibles de s'ir invadidits, por mas que su ánimo firme y tranquilo las ponga á cubierto del mas le­ve temor. Basta la menor indigestión, el mas leve disgusto, la incomodidad fi-ira ó moral mas sencilla, para que se ma­nifiesten los síntomas de la enfi'rmcdad. En esta última cla­se de sug«tos es, no obstante, muy difícil que el cóiüra haga presa; |»ues conocido como lo es que solo la estrema sus­ceptibilidad del sistema nervioso es ¡trccisamente la (¡ue oca­siona mayor prcdis|>osicion al desarrollo del (cólera, ni los sugetos robustos son tan susceptibles, ni la firme/.a de áni­mo y tranquilidad de espíritu de que s<.' les siiputn" dolados son causas abonadas jiara la manifestación de los sintonías del primero.

»Hace tres mes<.i que el genio del nvil bate sus alas entre nosotros; entre tanto se calcula que han sido S,o(M) á !),(M)(| los vecinos de Videncia que esperimentaron sus efectos; de estos se cuentan i,K()0 arrojados á la eternidad; entre ellos cinco profesores médicos y un farniaréuliro...

«Estos médicos, tan despreciados por v.\ vulgo, tan abati­dos por las autoridades, tan poco considerados aun por la mayorüi inmensa de los representantes de la nación; esos médicos, en presencia del enemigo, olvidan agravios, acu­den donde es el riesgo mas inminiínte; siempre A la ca­becera del enfermo, ni da día ni de noche se conceden ro­pos*»; luchan entusiasmados, y estudian al enemigo, sea cual fuere la máscara con que se cubra. Al arrancar una víctima al sepulcro, disfrutan; al evitar tjue utras sean presa de lu plaga, es inmensa su satlsfacciou; consiguun io |)riinero no

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pncAS voces, logran lo scpundo siempre que con docilidad se respetan sus consejos. Sin atender á la mínima remune­ración que sus trabajos lian de recibir; sin recordar la vile­za cx)n que algunos corresponden á sus servicios; olvidando, por último, el poco aprecio que de ellos hace la autoridad, en especial, de aquellas que, cual la de una capital vecina, les supo tratar de un modo miserable, este día el médico, en la cabecera del enfermo, discurre y comenta los diferen­tes aspectos con que la enfermedad se presenta, la ataca con distintos medios, y aprecia los efectos de estos con la serenidad que rige todas sus operaciones. Condenado á lu­char con las preocupaciones del vulgo, incluyendo en este á las clases mas elevadas de la sociedad, consiente en ocasio­nes el uso de los específicos, siempre ha de renunciar á su acción, pues solo la medicina racional es la que salva mas enferinos (1); el empirismo es fatal en el cólera; masallá de la medicina de los siglos solo se vislumbra el caos, la con­fusión, la muerte (-2). I'redica el médico lodos los días ciánico medio para evitar la invasión del cólera: «Cuídate en el ré­gimen alimenticio, dice á su cUente; llámame A la primera evacuación blanda que te aparezca, y no padecerás el cóle­ra.» En efecto, asi los profesores rusos como los ingleses, así los de América como los <lel Asia, ledos los del univer­so á la vez no admiten el ataque del cólera sin que haya diarrea precursora; puede haber esta sin acjuel; pero de ningún modo vicc-versa. Esta verdad, que por demasiado sal>ida podríamos omitir, no ns de ahora; ya el año 1832 el célebre Fillios, convencido por núllares ÍIO observacio­nes, la omitió en las proposicionits siguientes:

»!•' Que el cólera nunca se manifiesta con el carúcteB' fulminante, si por esta espresion so cutiendo su invasión sin señales que lo an«ncicn.

»-L" Que el cólera nunca se desarrolla sin que sea prece-

{\) Al njiHotlo horueopáitco debo llamarse racionalisinio, l>or<|uc cura mas enfermos que los conocidos basta aqui.

(i) K lo diíbc rderiise i lo»; Uempví anieiioies á HiPfJcitATW.

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didodeun desarreglo visceral, á veces tanto mas insidioso cuanto con frecuencia es ligerisimo , y sin producir dolor; e ^ circunstancia esplica el descuido de la mayoría de los invadidos.

•3. ' Que mientras exista el referido desarreglo gastro­intestinal, ó CSÍ; estado de susceptibilidad nerviosa del tubo digestivo, t« sulicieute en ocasiones el rtisfriado mas ligero ó la indigestión de algunos alimentos, para provocar de un modo brusco un ataque del cólera.

•4.' Que el modo cierto de evitar la invasión del cólera, lo es atacar inmediatamente los síntomas gastro-iiitestinales, precursores del mismo.

•5." Que interesa este tratamiento sin la menor demora, pues mientras existe la diarrea, está el paciente espuesto á verse arrebatado imlanláneamente del cólera.

nConocido, pues, que la diarrea es la condición precisa para que se manifieste el cólera, la autoridad debe tomar las d^idas ^ecauciones para evitar el uso de aquellas sus­tancias que son las mas favorables á la tuanifestacion de aquella. Las frutas, en especial las suculentas, los caldos averiados, la sofisticacion de no pocos alimentos , hé aquí otros tantos focos de la diarrea. Cuéntase de un alcalde de población numerosa y rica, que viendo á sus convecinos in­vadidos del cólera, se llegó al mercado, le limpiíi de toda clase de frutas, hizo lo mismo en las casas de bebida, arro­jando las averiadas, y cesó el cólera inmediattmcntc. No se permitan esos remitidos en los periódicos, esas hojas suel­ta* elogiando tal sustancia ó secreto; pues al paso que solo sirve para que algún sugeto inmundo espióte la humanidad, nadie es capaz de distinguir, sino el médico, las circunstan­cias favorables al uso del medio recomendado. Establézcan­se las visitas domiciliarias, no solo para corri'gir los defectos de situación, do ventilación, etc.,etc., si que también, ymuy e^cialmente, para dotar al menesteroso de alimentos sanos, ineulcarles la necesidad del buen uso de la higiene, prohi­biéndoles muy espectahuenle el usu de las frutas, y vigilcie so­bre todo á hay individuo alguno H<t las familias que sufran de

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diarrea; y no se limite esta visita á los pobres, pues luii las personas acomodadas i;n la sociedad suelen dcs(;uiilar el ci­tado accidente con mas frecuencia de loque so ene . I'ara esto, la autoridad debo dotar bien á los profesores (jue dedi­que á esc cometido; pues sabido os (jue si el arle de curar os humanitario por (ísccleucia, también lo es que los sufíetos que le ejercen necesitan vivir con alpun desaliof^o, y (juo, generalmente en España, no es retribuido, cual merece, este interesante servicio. Si ademas les (piodase señalada una pen­sión alas familias de los médicos, casocpie estos se itmliii-zaren en el desempeño de su servicio, ó por desfiracia l'aile-cieren, es seguro so cntref!;arian con mayor satisfacción á .sus humanitarias tareas. Estos mismos pr(jfosores iloberian en­cargarse, no solo de asistir á los menesterosos en caso do ser invadidos del cólera, si quo también de hacerlo á los demás que con urgencia reclamen sus auxilios, mientras se pre­sentase el profesor de lasrespoclivus familias. Es sabido (jue para combatir la_diarrca es suficiente cualípiior UKMIÍO d(í los quo prescribe el arte, y aun para el cólera ya con'irmado el método racional, usado con energía, y rechazando toda cla­se de empirismo, triunfa las mas de las veces de la enferme­dad, si el paciente no pierde la serenidad do espirito, cir­cunstancia csencialisima para la clicacia del tratamiento. Energía en el médico y confianza en el enfermo: hé aquí la clave del tratamiento; la actividad en este y la fe que hemos iufundido en los coléricos, nos lian salvado á centenares, que sin duda nos hubiese arrebatado la I'arca. ¡Ojalá que es­tas breves consideraciones sirvan ii la autoridad, á la vez quo animen á ciertos profesores, que si bien, por fortuna, SMI ra­rísimos, se amilanan al primer amago de una invasión epi­démica de la naturaleza del cólcral—A. N.»

CONGÍiESO MEDICO IIOMEOI'ATICU,

cn.uBRttMi r.N rAni>.

RCOMION DE 1855.

\-Á jueves 9 de ajáoslo, los médicos llomcópalas frano »-ses y eslranjeros se reunieron en sraii número para el nombramiento de la mesa que debia presidir los trabajos del (ingreso. Al dia siguiente se abrieron sus sesiones pú­blicas , á tas cuales no ha cesado de asistir una reunión numerosa y escogida. Entre ios que han seguido sus tra­bajos con un celo digno de elogio, debemos citar gran nú­mero de estudiante» en medicina.

Kn este hecho vemos la promesa de un porvenir que creemos próvirao; nos ¡larece que la juventud estudiosa de nuestras escuelas empieza á cansarse, ;i causa de no encon­trar en la enseñan/a olieial mas qui' dudas y asertos sin fundamento. Durante hts primeros años, la cioncia propia-

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iiKMilo diclin podi.i bastar á sus aspiraciones; poro liega liicn pronlo oí deseo de hacer la aplicación de esta instruc­ción le»'irica, y no pueden menos de convencerse que el verdader») objeto del médico no (¡s el de ser un sabio, que pueda discutir de todo y sobre ludit, sino (pie su misiones uias noble , y que lodo lu que ha aprendido no tiene mas (pje un objeto lina!; aliviar y curar á sus semejantes.

Alli solo encuentra para si la pérdida de sus ilusio­nes ; no halla mas (jue asertos contradictorios, métodos personales, y, en fin, lo (pie es peor, la negación y el es­cepticismo. (A)rao no está todavía (como sus maestros) hela­do por los años, busca, pide á las ideas nuevas que vayan á llenar el vacio que ha quedado delante de él. Oue se acerque á nosotros, aprenderá la verdad qu(! nos ha legado nuestro MAESTRO, y le enseñaremos á cumplir el objeto de la medicina : curar tuto, cito d jucundr.

Al leer la relación de los trabajos del ( on iireso, obser­vará (¡ue nace entre nosotros una tendencia nueva; esta tendencia es la asociación.

Todos conocemos que el <lia de la gran lucha se acer­ca; cesarán las personalidades, y se pretenderá destruir una doctrina que va engrandeciéndose de dia en dia ; diwn que se oculta, que no se pueden encontrar mas que indi­viduos.

l'ara contestar á estas palabras malévolas, los médicos Homeópatas han creido deber dejar, como producto de su reunión , no solamente trabajos notables, sino lambien un grupo de hombres encargados do perpetuar el espíritu del Congreso, de propagar la llonieopalia, y de prestar ayuda y asistencia á lodo Ilomeópata que lo reclame.

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U 3 T 4 DE LOS MIEMBKOS DKL CjHCSESO.

Alesandrc, «lo Burdco.-. Arnaud, de I*aris. Audouit, do Faris. Bsrthault, de Clialoas-sar-Sao-

DC.

niol,deI»arií.. Bonnard, de París. Bonneval (líe), de Bárdeos. Bordet, de rarLs. Bougaió, de París. Bourgcs, de Bárdeos. Braad, de París. Brazier, do París, Brou, de Maisons. burcq, de Paríü. Catcllan, nieto, de Pari.s. Catellan, joven, de Parts. Champeaux, de París. Chanccrel, de Parte. Chanet, de París. Cartier, j6ven, de Nueva-Or-

leaas. Caslaitiíí. de Tolosa. Crelín, de París. Cruveílier, de París. Curie, de París, Davausse, de París. Davet de Bcaurepaire, de Pa­

rts. Davet (Léon), de Paris. Delavallade, d'Aubu&>oa. Déprez, de París. Deslemas, de I»ari8. Diego, de Zaragoza. DHlIoD. Doumerc, de Pariii. Dours, de Péronae. DucaroQf^e, de Pacy^ur-Eiire. Domoatier, de Paris. Escallier, de París. PonUsca ([>')• Franco, de Honia. Prédaalt, de París. Gabarda, de Parts. QMtwMán, do TOIOM,

ijíslíer, do París. Godier. do Paris. íiuoyrard, de París. lieniiel, de Paris. IluiMTt, de Paris. Hureau, de Paris. Iluvot, de l'aris. Jalir, lio P.irís. Jolly, de París. Jorros, lie Bruselas. Jounín, de Paris. La Poiuuieraís (l>e), de Paris. I-cbouchor, de l'aris. LetrdM-rt, de Lyon. Lenjilet, de liarleux. Loltiioro, (lo l'aris. Lovo, de l'aris. Maíllot, do Paris. Marciuní (Léon], de Burdeos. Ma.<isol, de Londres. Me úrico. Mllfont, (lo París. .Molin, lio l'aris. Nuñcz, de .Madrid. Oriard, de París. Patín, de Paris. Penoyé, de Paris. Pcrry, de l'aris. Péru*scl, de Moulia". Pétroz, do Paris. Pícard, de Paris. Pitot, do parí-. Poírson, de París. Príe.des Kíceys. Sainl-Rioulx-Dupoay, de Bur­

deos' Secrélain, do París. Scrrand , do Chalons-sur -Sao-

ne. Simón (Li'íon), iwdre, de Paris. Simón (Léon), hijo, de l»aris. Siinon {Louisj, de Paris. Teste, de París. Violet, do París. Wébcr, do Paris.

- 423

ADHERIDOS.

Charp*, <1<« Marsella. Coddé (l^uis), de Spolcllo. ('ornu, lie l'au. l)u;;nollc, (le Hrusol.is. LartÍKa (Juan), de Madrid. LeWay, de Uarcclooa. Moliiiari (De), de Uruselas. I'aul, de Beucaire. Kapou, padre, du Lyoa.

Ra])ou. hijo, deLyon. Hayp, de Vilvorde (Uclgica). Iluux, deCellc. Huero, de Paris. Tessier, de l'aris. Trichon, de Marsella. Van-lírl)crghc , de Kaia (B6I

KÍca).

ESTRACTO DE LOS TRABAJOS

DKL

CONGRESO MEDIGO-HOBIEOPATIGO,

RESinENTF. EN PARIg.

RElirVIOI« DE lSft5. PARTE PRIMERA.

ACTAS PK I.AS IFrSinTIES tlT.L OltlURESI)

Sesión del dia iú de agosto de 1885.

PRE<;iDENCiA DE M. PRTROZ,

Se abro la sesión á las tres. El Dr. MoLiN, secretario do la comisión pormaneate del

Congreso, toma la palabra. Señores: Continuadores de la primera Sociedad francesa

df! Medicina Homeopática, 6 inspirados por el espíritu de los (|ue la fundaron, os hemos convocado para traer al cen­tro del mundo civilizado la suma do conocimientos prestados á la medicina por osos cincuenta años de lucha en favor d« la Homeopatía.

- 4ái —

No iiainiis varilíid.i un silo punto en acudirá nuestro llaníumicnlo, mf'dicos frnicescs y eslranjeros. Apóstoles de una nueva fu', hahois d-jado vu; lri>s hogares, para permi­timos manifestar a la medicina de las demás escuelas que, aunque jrtvon d árbol de la nueva ciencia, lia echado ya mu­chos y vigorosos retoños.

Estas reuniones cicntiticas, cslablecid» para una lauda­ble propaganda, han sufrido alguna vez retardo por circuns­tancias independientes de nuestra voluntad. Continuadas luego de haber sido recon.uituida nuestra Sociedad, pareció que habían de perder el carácter ambulante que tenían, y era para nosotros esí nclalmentc necesario. Médicos de co­razón han provocado el año úUiíno un Congreso Homeopá­tico en Burdeos, reanudando así la tradición , y esi)eramos que un brillante y f;>cundo éxito animará á algunos de nues­tros compañeros de provincia á hacer otro tanto el año pró­ximo.

Mas felices esti vez. podremos ofrecerles el concurso de nuestros esfuerzo , sin qae nos detenga la presencia de esc terriblí! azote , ilispaeslo, á lo que parece, á arrebatarnos cada vez algunos de nuestros partidarios.

Hasta la celebración del Congreso del año último tuvie­ron lugar vuc jiras runiones á puerta cerrada; mas nuestros compañeros del Mediodía han tenido el honor de hacerlas públicas. Pensaron que había llegado el momento de esta­blecer la lucha en mas vasto teatro; llamaron á discusión á los Alójalas, dando por jueces á lo mas selecto de la Socie­dad bordelesa: manifestaron (¡ue los nuevos creyentes, como no temían la aplicación de su teoría á la cabecera del enfer­mo, no temían tampoco (Uscutir á U luz del día sus doctri­nas. Entonces, como siempre, han hablado, sin embargo, á sordos: ningún campeón se ha [H-esentado á recoger el guante.

Nos honramos con seguir el camino abierto en el Con­grato último; hemos convocado también á esos fanfarrones «pie declaman en tan alta voz á presencia de los legos sobre una doctrina qtie ignoran completamente, ó conocen y jui-

- w> — gan cuando luas por lo que han leído en el Organun. Con­vencidos, no obstante, de que profesamos todos la misma religión médica, de que para nosotros todos la Homeopatía os una, do que no existo ni puede existir cisma, hemos de procurar ia conversión de nuestros camproi'osores, ilatuíin-dolos á corteses y leales luchas.

Puede haber entre nosotros divergencia sobre (úcrios puntos de la doctrina; mas aun estas son mas bien el resul­tado de falsas iulerpretacioues (jue de difereuciiis reales. Para todos la única ley verdadera es la de ia semejanza; pa­ra lodos es la única que puede darnos la certidumbre junto al lecho del enfermo. Estiídiando la iuni'.eucia do los rneü-camcntos sobre el hombre sano, se llega á constituir eita su­blime obra llamada Malcrío MMka pura, monumento in­destructible que permanecerá siempre como uno de los mas grandes títulos de gloria de la Homeopatía. Do esos dos he­chos capitales nace la Tcrap«íulica homnopática, es decir, la relación de liis indicaciones positivas de los medicamentos y délas enfermedades. Nace de aquí u:i;i soguridml matemáti­ca para la Terapéutica, que pierde ¡isi todo lo que había to-nido de puramente especulativo durante siglos. A ciertos prácticos les parecerá asta opinión muy absoluta; roas no se detengan en la superficie; examinen, indaguen, busquen, y cuando les hayan faltado, á su parecer, las indicaciones posi­tivas, acusen, en hora buena, una que otra vez á la Materia Médica; acúsense muchas veces á si mismos.

Hoy, aplicando el gran principio sentado por el que se da en llamar un visionario alemán, cabe ya coger frutos á roano» llenas en esa Materia Mi'dica, producto de sus vigi­lias y de su genio. No so quiere convenir en esto, ¿mas su ignora acato la causa! ¡Es tan dulce pasar por un investiga­dor, hasta por un peque&o genio! Se comete, primeramen­te, un plagio; para justiflcar luego lo que se ha descubier-(0, se aplica el medicamento por la ley de la semejanza; pero cuidando siempre de no emplear las ddsis infinitesi­males.

Procurad cuanto queráis, honorables compañeros, evitar

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el contagio; no puedo menos de creer que estáis, sin saberlo, contagiados.

Hoy admitís el estudio de los medicamentos sobre el hombre sano y la ley de la semejanza, y creéis que no sois Homeópatas porque empleáis las tinturas. Homeópatas co­nocemos nosotros, y de los mejores, que emplean esas mis­mas dosis. Tienen solo, á diferencia de vosotros, mas valor y granilcza de espíritu; aceptan toda la escala iKJSológica hasta sus mas apartados limites; lo confiesan francamente. \AÍ Homeopatía, bien lo vei.s, pues, no es, como pretendéis verlo, una simple cuestión de dosis.

Hé aqui lo que constituye la parte ))uramcnte terapéu­tica. En cuanto al dinamismo vital, al dinamismo medica­mentoso, á la teoría de las enfermedades crónicas, á la pso-ra, á la sycosis y á la sama... ¿se ignora acaso que hacen de la Homeopatía algo mas que una reforma terapéutica, como generalmente se pretende?

Un práctico podría muy bien contentarse con la parto puramente terapéutica; mas un médico, verdaderamente digno de este nombre, ha de penetrar ios niistcrios de la naturaleza en todo lo í|ue Dios ha puesto al al(an(;c d(i su entendimiento. Gonservamris por esto, de una manera reli­giosa, el dogma publicado por HAi«r«ANN: porque mientras no se nos demuestre que toJo esto es falso, no podremos creer que tan gran genio se haya torpemente engañado en esta última parle de su obra. Aparte los errores propios de su siglo, y atendiendo mas al espíritu ({ue á la letra de sus libros, estamos convencidos de que la verdad está solo en su sistema.

A ejemplo del MAESTRO, consultemos á los antiguos, si­gamos la tradición, depongamos todo espíritu de secta, y cuando hayamos estudiado por largo tiempo el libro de la naturaleza, emitiremos opiniones de gran valor, por haberlas venido á sancionar la esperienci:i.

Hoy por hoy, diremos é todos los que nos oigan: Decid lo que /laccis, y esta asamblea que os oscuclia se maravillará de los resultados que pueda dar el método de HAIIXEMÍMN;

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vosotros, Homeópatas vergonzantes, veréis que hay siempre gloria en cultivar la verdad abiertamente. Ilacedlo que decU, añadiremos luego, y la humanidad doliente os bendecirá, dando su parto do gloria al enviado de Dios sobre la tierra, para reanudar el hilo do la tradición que el espíritu de siste­ma so habia csforz;i<lo en romper. Con este objeto os hemos invitado á todos á osas grandes juntas de la ciencia; y esta­mos convencidos de que no ha do faltar, entre los que du­dan, ([uienso acerque á vosotros viendo la fe que os anima y la inmensa fecundidad del principio de que sois represen­tantes.

Hoy, señores, terminan los trabajos de la comisión quo nombrasteis; le falla solo manifestar su gratitud á los quo han respondido á su llamamiento; daros á conocer los nom­bres de los que, apartados de nosotros por funestas circuns­tancias, se han creido en el deber de manifestaros todo su sentimiento, asegurándoos su viva simpatía por la vasta em­presa que habéis acomolidí).

Citaremos entre estos al Dr. CIIAROÍ, por quien sabemo.s que algunos casos de cólera le obligan á no abandonar el lu­gar del combato. Considera este deber como el mas impe­rioso do losdaberes, y cree quo, después de haber sido ya objeto de tantas calumnias, daria á sus enemigos la satisfac­ción de poder decir quo (¡ncuontra mas seguro y mas cómodo ir á discutir las teorías homeopáticas que aplicarlas á la cu­ración do tan terrihlí! azote, llagamos, puo.s, sinceros votos porque, si desgrari.ulamento invado el cóleraá Marsella, re­pita sus brillamos lioohos, quo tantas iras le han concitado en el campo enemigo; hagámoslos, porque, tomando esta vez todas las garantías posibles, deje cerrado el paso á toda pasión bastarda. ¿No será acaso osta la mejor contestación que pueda dar á la Sociodail Imperial de medicina de Mar­sella? Debemos también citar al Dr. D. Juan LARTIGA, de la ACADEMIA HOMEOPÁTICA ESPASOLA, que, por igual motivo, ha debido regrosar á su patria; á los doctores RAPOU, padre é hijo, que os dirigen una carta en contestación al faclum do la Sociedad módica do Marsella; al Dr. F\oi'x, do Celtc, (|uc

— iiX —

se ha hecho reprcsoular poc do; trabajos de que os dará lec­tura; álos Srcs. Mo!,iNAni. Enrique (loníti:, Ili.ceo, LATiKni-, Cooni, Pablo IJKAiCAiBf;. I'ÍAYK, UI(;IILI/>S, TninioN...

El Sr. Pnr.siDENTi: pul)l:ra los nombri'S di' los individiios elegidos para la jimia din cliva:

Los señores dijclores .NUÑEZ ule M.-drr.b, prcsidijiite lio-norari';).

PÍTRo/, prfsiflfnte. L. SIMÓN, padre, [)rimer vicepre­

sidente. Co.NDE DE iJoii.'íF.vAL (dc ilurdeos),

segundo vicepresidente. .Moijy, secretario general. (hitTii y HoiiiiiK- (de Hürdens),

secretarios de actas. f-ovE, tesorero.

El Sr. l'RESinEífTE los invita á que tomen asient<» en la mesa.

Tomado ya, el Sr. PnE-iDEME declara abierta la sesión del Congreso Honioopálico , y pron-niria el siguiente dis­curso:

SRÍOBES:

Hace veinte años !a Sorji'ilad Homeopática francesa di'-signó Paris para !u;,'ar de sus si'siuiies. Asistieron n ellas el mayor número de su? iipiiv:du'i<;, y Homeópatas dc distintas naciones. Fue un verdadero Congreso. I..C di() solemnidad la presencia de HAHVF.M*IN, que fue su presidente. En una alocución corta y severa, dijo que no r.'conocia por discí­pulos sino á los que praclicas<!n la Homeopatía pura, y me­dicasen á sus f:nfermos sin adoptar ninguno de los medios, empleados por la antigua medicina.

El Dr. DcfRENE, ¡ir-'-id-nle, y imo de los fumladores di-la Sociedad Homeopática francesa, dijo, hablando de la ma-

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uora cómo habla de estar organizada: «El espíritu do nues­tras Sociedades ha de ser el espíritu de la Ilomeopatia; ha de diferir del de las Sociedades ordinariiis , tanto como la ciencia que cultivamos diliere de la medicina de las escue­las; ha de ser un espíritu de dulzura, de conciliación, de TOnlialidad, d(! fraternidad verdadera, y no ese espíritu de acritud, á<' discordia y de envidia, «jue muy á menudo se parece al odio, y han señalado tantos observadores como han escrito sobre los médicos y las facultades de medicina; ha de ser un espíritu de cxactii observancia'y de liel esposicion de hechos, y no ese espíritu de solisiua y de arj^ueias sobre causas que son y serái\ siem|ire (li'sconocidas, sobn; la esen­cia de las eufiTinedudes, unida á la esencia misma de la vida completiiiuenle i ^norada tamlm;n por los mas sabios; ha de ser un espíritu de constante estudio, un csiiiritu de humil­dad y de respeto ante la inmciusidad del arte y de los he­chos, y no ese espíritu de satisfacción y de orgullo con (pie se azota á la ciencia, y se deslumhra, y se satisface á los demás, satisfacii':ndose á si n)ismo; despreci.mdo el único y el verdadero objt.'to del mtidico , la curación del tüifermn; ha de ser un espíritu de prudencia, de honradez y de impar­cialidad rigurosa en til examen, y el registro de hechos con­signados por otros profesores, y im ese cspirilu de desvln, de desden, de repulsión y de contrariedad que no há mu­cho han opuesto las corporaciones, como siempre, á todo lo qu(í no ha salido dís su seno.

He debido recordar esta part(! d(d discurso de DIFIIENE,

porque es la espresion de sus sentimientos; ponjuí; hallo reflejada en ella la nobleza di; su carácter y su alta inte­ligencia. Kra posihlu (|ue tan noble» pensamientos no de­jasen una impn!.-,iün profunda. Estoy en quo han dado ya muchos y csceleiites l'riilos.

El Congreso de i 8o.}, aunque celebrado al aparecer en Francia la aurora de la Homeopatía, fue notable por los in­dividuos (|ue lo compusieron. El conde DBS GuiDi so pr.;-sentaba en él como el primero de los Homeópatas franceses. Leyéronse trabajo* llenos de ínteres, entre otros el de un

TOMO IV. -¿'^

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médico cxsyo nombre siento no recordar en éste instante. Llamó la atención general, y versaba sobre la tisis pulmonar de los obreros que trabajan en lugares bajos y húmedos.

En veinte tóos, los progresos di* la Homeopatía han sido tan grandes como cabia esperar y se esperaba. Desde el imo de 1846 ha penctratlo su espíritu en las escuelas como puede verse por las publicaciones del ür. HISÜKSO DE AMA­

DOR, profesor de Patología general en la facultad de MONT-PCLLiiR. Han publicado trabajos útilísimos el conde DKS GLIDI, ÜKSSAIX, JAHB, RAPOC, hijo, TESSIER, TESTE, UOTH;

los benedictinos de la Homeopatía, etc. En todos reina el mismo espíritu fundamental de la doctrina, punto de unión áque se vuelve siempre, porque es inmutable. Existen, sin embargo, entre esos mismos puntos fundamentales, algunos (jue se prestan á la discusión, y la comisión del Congreso, al escoger las iliversas cuestiones de que debe tratarse, ha es­cogido las que tocan mas de cerca las bases mismas de la doctrina homeopática, é inspiran á nuestros adversarios las mas serias objeciones.

La cuestión mas ira¡y)rtanto entre est.Ts os la concer­niente á los caracteres (|ue distinguen las curaciones espon­táneas ó naturales de las debidas á la terapéutica.

La fuerza vital lucha sola contra las enfermedades que la oprimen. Cuando sus esfuenos son poderosos, la enfir-mcdad ligera triunfa; cuando insuficientes, sucumbe ó pro­duce graves desórdenes.

Las fuerzas vitales son instintivas »• irresistibles. Una ver desviadas de su dirección normal, trabajan y obran en una dirección completamente falsa. HAR!<EIIA5N ha citado un gran número de hechos que demuestran cuan ciegos son los esfuerzos de la fuerza vital entregada á si misma. \JÍS cu­raciones espontáneas no tienen lugar sino cuando las fuer­zas vitales no están profundamente divididas; en los casos contrarios, y son los mas comunes, es necesaria la inter-Kención del médico para corregir esta falsa dirección, ó su­plir aquella insuficiencia con medios que puedan provocar una reaedon en el enfermo.

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Obtiene lodos los dias ti hombre resultados que nos pasman, pero solo cuando se dirige á las fuerzas que gobier­nan la materia, no cuando so, dirige á la materia sola. Obrando sobre la fuerza (jue dirige los fenómenos de la vi­da, puede el médico hacer cesar los desórdenes de la minna; mas se está aunp<ico de acuerdo sobre las relaciones quo exis­ten entre la relación de la fuerza vital y.la de los módica-mentos. ¿Provocan estos reacciones saludables de parte de la fuerza vital, ó le prestan un auxilio completamente distin­to, como parece tenor lugar en las curaciones en que cesa la lucha como por un efecto dr neutralización de una manera pronta, pero c;isi desaperribidií?

Es preciso confesarla. Ignoramos en virtud de qué ley tiene lugar la asimilación de los objetos estemos que dan á los seres organizados una forma, un tamaño y una duración determinadas. En las trasformuciones que sufro la materia, ¿podemos acaso litigar al átomo inorgánico, á la molécula bruta? No cabe asi r<»nccl)ir l;i nw'üria sino por un grande esfuerzo del |)ensamieiitü, y aun asi es de tan dificil com­prensión como el espíritu. Bien lo sübcis, señores; es objeto de discusión, no tanto la base de la Homeopatía, como la di­visión infmita de la sustancia medicamentosa. La cuestión mas imporlantc, después de la quo acabo de indicar, es la relativa á las dosis infinitosimaltís.

La división de la materia hasta lo infinito; los grandes fenómenos que resultan de esta división estrema; las gran­des potencias quo desarrolla á nuestros ojos esta misma di­visión de la materia, no son misterios sino para los igno­rantes, ni hallan oposición sino en la terquedad y en la rutina.

Hace cincuenta años que la medicina Homeopática pro­gresa, cincuenta y cinco que HAIHÜMAHX ha tenido la pri­mera idea de la ley de los semejantes, cincuenta que ha pu­blicado el primer volumen homeopático: ¡cuántos sistemas médicos no han sucumbido después á la fuerza del tiempo y al rigor <le la esporiencia! El tiempo y la osperiencia no ha­cen mas (jue aumentar nuestras lilas, confirmar nuestro»

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principios, asegurar su triunfo. Es, \yoT cierto, de sentir que muchos de ios que han contribuido con tanto celo á estos resultados no puedan recibir hoy ia recompensa de sus sa­crificios. Tales son DLFUEÜE, DK- SAIX, GÜETOARO, PÉCHIER,

MoLiN, Cunte, Honor.H, CROSERIO, etc., etc., á los cuales pa­gamos todos un tributo en ntiestro sentimiento, y cuya me­moria vivirá siempre entre nosotros.

(El Sr. pREsiDEmt da la palabra al Dr. AUDOUIT psira una pro[>05Ícion de prande interés, relativa á la creación de un Instituto Homeopático rniversai.)

Señores y dignos colegas:

Vengo á sujelar á vuestro examen una cuestión de in­terés general, que me parece diftna de toda vuestra aten­ción.

Aun á los ojos de los mas preocupados, mas hostiles ó mas indiferentes, es manifiesto que, sobre todo en estos úl­timos utos, la doctrina liomeoptitica ha hecho visibles pro­gresos. Sus adeptos han visto crecer nolublemfjnte su nú­mero; se han fundado diversos perióíiicos; se han dado á luz obras notables; se han multiplicado nuestros agentes terapéuticos; han aumentado nuestros triunfos clínicos. Así, señores y estimados colegas, hemos podido prcscnlar-ntK á vosotros como lo hemos hecho, lleno el corazón de placer, de aliento y de esperanza.

Dejemos, empero, á un lado los resultados obtenidos, y ocupémonos en los qHe puedan obtenerse:. Son estos mu­chos, ninguno du nosotros lo oculta. Los hay que solo nos ios puede dar el tiempo; dejémoslos, pues, al tíem|)o. Los hay de una realización mas inmediata, y estos son principal­mente el objeto de la proposición que voy á tener el honor de sujetar á vuestro juicio.

Antes, sin embargo, y para hacer resallar mas su opor­tunidad, echemos una rápida mirada sobre los defectos de nuestra situación presente. Me colocaré, al efecto, bajo tres puntos de vista: el de la doctrina en si misma; el do cada uno do nosotros cu particular, y el del público.

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En lo conccmienie 4 la doctrina, es decir, al punto de vista de la regularidad de su marcha y de la actividad de sus progresos, nos es fácil consignar un vicio radical que puede por si solo paralizar los mas útiles y mas laudables es­fuerzos, bien sean estos individuales, bien emanen de núes* tras sociedades. Han publicado algunos de nuestros colegas, me complazco en repetirlo, trabajos cscclentes, y nadie por cierto aprecia mas que yo los servicios que, bajo este as­pecto, nos han prestado y pueden prestarnos nuestras so­ciedades. Mas, es preciso reconocerlo: en una tarca tan difí­cil como la de imprimir un movimiento progresivo ¿ una doctrina médica tan esencialmente reformadora como debe ser la doctrina homeopática, pueden escaparse errores de la pluma de los hombres mas inteligentes; y, en un gran nú­mero de casos, no bastan la lógica ni el buen sentido para demostrar lo que puede haber de real ó de inexacto en tal ó cuál opinión profesada por tal ó cuál práctico.

Por otra parte, nuestras sociedades, comprendiendo bien ia misión que les está conliadn, admiten en sus boletines, sin aceptar la responsabilidad, todos los hechos y todas las teorías que les remiten sus individuos. Ahora bien: se debe natural­mente creer que todos estos trabajoscontienen elementos pre­ciosos para el presente () el porvenir de nuestra doctrina; mas, ¿no seria, cuando menos, prudente suponer que algu­nos, aunque presentados con la convicción mas sincera, co­sa que no cabe duda, deben ser acogidos con una estrema reserva? Es, pues, necesario elegir. Mas, ¡qui- dt>, diticultadcs no ha de ofrecer esta lección en un tiempo en que las obras intelectuales, como las colectivas, están desprovistas de una sanción de toda clase! ¡Qué de aptitud no se necesitará para ello! {Qué de atención! ¡Qué de talento! ¡A qué deplorable confusión no nos csponeinos, dejando á cada uno de nos­otros el cuidado, siempre muy delicado, y muchas voces enojoso, de rechazar ó de admitir teorías 6 hechos cuya es-celcncia puede venir oculta bajo formas muy mode8la&„ y cuya futilidad venir revestida de una elocuencia capa» de imponer al mas hábil?

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iQaé podríamos, pues, hacer para aumentar el valor que lleva en si toda idoa roalmento buena? ¿Alejar ó moditicar todí> lo qae obstruyese inútil ó peligrosamente el camino, alentar seriamenl'' al autor de tal ó cual obra, combatir con la fuerza de la auloridaJ tal ó cuál otra, regularizar, por fin, el progreso que so. nianiliesta en los diversos elementos de nuestra escuela? Me circunscribo, por ahora, á esta pregunta.

Considerado cada uno de nosotros en particular, observo en nuestra actual situncinn inconvenientes de otra naturale­za , que no es menos importante hacer desaparecer para el progreso de nuestra doctrina. Me reüero al individualismo que aun existe entre nosotros, á esa especie de aisluuiiento en que nos coloca el hecho de estar escluidas de todas las grandes instituciones médicas. En los grandcis centros de población, como en l^is , por ejemplo, donde la falange homeopática tiene ya la autoridad del número, y nuestras re­laciones con los mas altos personajes aumentan la conside­ración que nos dan ya, por una parte nuestros títulos acadó-mioos, y por otra los que adquirimos en el ejercicio de nues­tra profesión ; este aislamiento no se deja sentir mucho, pues no pocas veces hemos visto que los ataques dirigidos contra nosotros han scnido tan solo para confundir á sus autores.

No habréis olvidado, señores y muy dignos colegas, el ostracismo á que quiso condenar á los Homeópatas, liacc algunos años, la Sociedad Médica di; un distrito de París. Ninguno de nosotros se conmovió en lo mas mínimo. Cono­ce cada uno de nosotros la historia; y si de algo hubi<'«onios debido maravillamos, había de ser de lo contrario, do que uno de loa mas grandes progresos de los tiempos inod>irno$ DO hubiese si<k> alguna vez objeto de las iras de los rutina­rios. Sabíamos también, empero, que en nuestro siglo , en que las ideas marchan con tanta rapidez y liay tantos hom­bres i quienes no ciegan los rayos de la luz mas viva, no po^mos menos de ser relevados de la miserable sentencia oontrt nosotros pronunciada. No tardaron, por cierto, en quedar justificadas nncslMs e>|icran«s. Sobre el pecho de

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uno de esos hombres, tan enttrtiicamenle mancillados por la citada Sociedad Médica, se colocó á poco esa distinción hon­rosa que infunde, por lo menos, respeto á los que no co­nocen las leyes de la cortesía.

Verdad es que esto no ha impedido que otra Sociedad Médica se iiaya asegurado cu el ano último un lugar bastan­te distinguido en la historia de la medicina, decorando in­dignos de tigurar en su seno «á los médicos Uomeópatas y >á otros charlatanes de este género, aun á los que conscr-»ven ó inicien relaciones de profesión con los discípulos de >HAIINEMANN.> Mas después do la nueva distinción con quo acababan de ser honrados todos los adeptos de la nueva doctrina en la persona de su apreciable decano, semejante fallo, concebido en semejantes términos, no era mas que luia imprudente y gran torpeza.

Después de todo, no tenemos mucho por qué quejarnos de la posición quo se ha conquistado en Paris el cuerpo homeopático. ¿Mas sucedo otro tanto en los departamentos, donde nuestros compañeros son pocos, ni en las localidades, donde no existe mas que uno ó dos Homeópatas? No, des­graciadamente. Si bastase para obtener consideración pú­blica y hacer frente á la calumnia ejercer nuestro santo apostolado con un talento notable y un desinterés á toda prueba, no tendrían quo envidiamos, por cierto, nuestros comprofesores de provincia la situación de que aqui goza­mos. Mas ¿qué puedb uno ó dos hombres, no estando unidos á corporación alguna colocada á bastante altura para tomar •u defensa, contra los incesantes ataquesde la envidia, el oro 6 la mentira? Nadie ignora á lo que pueden estar etpuestog en una peceña ciudad de provincia, y hasta en una capital de departamento, aun aquel ó aquellos de nuesb'os compro­fesores qu« tienen mas derecho á la estimación del públio). Basta muclias veces que entre en el consejo administrativo el pariente de un pariente de uno de nuestros antagonistas, para que los representantes de la doctrina homeopática se hallen envueltos en intrigas que, por msoosatas que pa-nicau, desalieataa ailin al os{)iritu mas fuerte; intrigas qua

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\n) serian tan prodigadas si se supiese que, encarnizándose con uno ó dos individuos, se esponen A herir la susceptibili­dad de una institución poderosa.

iüué cabria, jiucs, hacer para evitar en lo posible á nucs> tros mas aislados colegas los principales inconvenienti-s del indÍTÍdualismo, y hacer reflejar sobre ellos loi raynj do una autoridad protectora, de que fuesen ó pudic&en llegar á ser ellos mismos elementos? Esta es mi segunda pregunta.

Poniéndome, por fíu, en el punto de vista del público, creo, señores y dignos colegas, que tenemos respecto á 61 una laguna bastante importante que llenar. Por mas que hagamos, no somos aun i sus ojos mas que apóstoles erran­tes, que encarecemos y practicamos una religión nueva con un fervor y un éxito que aprecian indudablemente cuandi» son en su provecho. Para ¿I estamos, en general, desprovi.';-tos de esos elementos de confianza que tanto favorecen lits doctrinas alta y honrosamente representadas. No se tratt aquí de que nos revisumos de un prestigio ilusorio, cuyo menor inconveniente seria una puerilidad ridicula ; pero si que podamos manifestar, desde un lugar elevado, quién so­mos y lo que somos á esa parte del público á cuyos ojos se nos oculta ó des6gura; si, que podamos satisfacer á las se­cretas aspiraciones de esta otra parte en que hemos desper­tado tantas y tan liaiagueñas simpatías.

Pue<le asegurarse, creyendo hablar o n una sinceridad filosófica, que lo bueno y lo verdadero no tienen mas nece­sidad de pasaporte» que de ejecutorias, pues contienen en sí su mas brillante herencia. Puede esto indudablemente ser exacto, tratándose de lo bueno y de lo verdadero, r/)nside-nidos en su esencia y de una manera absoluta ; mas es evi­dentemente falso cuando se trata de su ejercicio, de su pro­paganda, y de BU representación en nuestras sociedades. Asilo ha comprendido y lo comprende aun todo el mundo, desde los que predican la palabra de Cristo, hasU los orga-nindoresde int< reses mas mundanos. Podrá ser una cuali­dad buena ó mala del espíritu liumano; mas es indisputable que instintivamente se confia menos en la palabra de un

- 4.-": ~ :í|io8tol que en las decisiones de un concilio, en los trabajos (le una simple Sociedad que eii lo acordado por un gran Congreso. H.Í aqui, por qué iio iiabois vacilado, dignos cole­gas de las provincias y del f'Stiv.njcro , (•nii)rcnder un viaje, siempre demasiado largo pHra un médico, á posar do la rapidez de los medios de comunicación con que lioy con­tamos. Hé aqui por qué os habéis decidido á abandonar, du­rante algunos dias, vuestras clientelas, vuestras t'ainilias y vuestros intereses, persuadidos como estáis de la favorable impresión que ha producido en los años anteriores, y va a producir de nuevo en el espíritu público niiu imponente re­unión de los discípulos do nuestra doctrina.

Mas no nos hagamos ilusiones. Si nuestros Congresos, cuyas sesiones anuales debemos desear ardientemente y ase­gurar por toda clase de medios, son susceptibles de satisfa­cer algunos de los deúderala que he tenido el lionor de re­cordaros, no pueden evidentemente satisfacerlos todos. En este siglo impetuoso, en que lo negocios propios nos pre­ocupan demasiado para (|uo podamos conservar por largo tiempo la memoria de lo que no nos interesa directamente, se debilitan y apagan con rapidez el estruendo y la luz que provocan, y hacen brotar en torno nuestro esas reuniones. Es, por otra parle, evidente que, por brillantes que sean os-liis solemnidades, su brevedad, unida á sus líU-gas intermi­tencias, nos impide Italiar en ellas la solución de las cuestio­nes que he propuesto.

Otro medio nos queda, y ese medio, soñort» y muy dig­nos colegas, se desprende demasiado naturalmente, tanto de las consideraciones ya espuestas, cómodo lo que pasa en nos­otros y en tomo de nosotros, para que no hayáis adivinado mi pensamiento. Habéis comprendido, en efecto, que ha Ue-gailo el momento dt; crear en Francia, para el mundo ho-mcoiKitico, una corporación superior, que, formada de los mas notables discípulos de II AIINEMARN, de todos los estados, establezca relaciones coatinuas entro Paris, las provincias y las naciones cstranjcras, regularice la marcha de nuestros progresos, favorezca con todo su pider los trabajos de núes-

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tras Sociedades; avanzados centinelas de la fe nueva, dispen­se su protección á las obras sujetas á su examen ({uc le pa­rezcan mas dignas, trabaje sin descauso por colocar en las mas ventajosas condiciones esa misma representación supre­ma de una doctrina, cuando, apenas cuenta medio siglo de existencia, tiene ya centenares de adeptos y ha prodigado á millares los beneficios. Si es activa, si no desprecia nada para conquistárselo, tengo una certitud completa de ello, alcan-urá, y pronto, una posición brillante y sola, que redundará naturalmente en beneücio de la doctrina y del de cada uno de los miembros que U profesan.

Si, señores y muy dignos colegas: todo esto lo compren­déis ya, ó lo presentís. Juzgo, por lo menos, superiluo in­sistir en este asunto, y cierro aquí las consideraciones que me he esforzado en presentar lo mas brevemente posible. Sujeto ahora á vuestra aprobación el proyecto siguiente:

•El Congreso: «Penetrado de las ventajas de las doctrinas que repre­

senta, do la creación de un cuerpo superior, compuesto de k» hombres de mas esperíencia, salxar ó talento para acti­var 6 regularizar los progresos contenidos en los principios del inmortal HiHiniumi,

•Decreta: •Articulo 4." Se crea una corporación superior ho­

meopática. xArt. 2.* Llevará esta corporación el nombre de Insti­

tuto Homeopático de Francia. »Art. 3.* Se nombrará una comisión para elaborar las

bases del fautiluto, y sujetarlas á la aprobación del Con­greso.»

El Sr. Pitsionm sujeta esta proposición ¿ la discusión de k Asamblea.

El Sr. Dr, SERRATO de Chálons) reconoce los inconve-vleMes que atribuye el Sr. AUDOUIT al aislamiento del médi-00 BoAtopau en ciertas comarcas; pero es de parecer quu

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entre los medios para conjurarlos, el mejor consiste en las buenas curaciones, y en esparcir entre los pobres lo» bene­ficios de la Homeopatía. Estos actos de desinterés personal, dice, realzados por sus triunfos, contribuyen eficazmente á proteger al médico Homecipata contra las desventajas del aislamiento. Esta es, á su modo de ver, la mejor contesta­ción <]ue puede darse á la segunda pregunta del Ur. Aunourr en el desarrollo de los motivos de su proyecto.

El Sr. Ur. AUDOUIT aplaude estas exactas observaciones; mas cree (|uc esas mismas curaciones, si estuviesen consa­gradas por la autoridad imponente de una sociedad, podrían dar á su autor aislado un podt^roso apoyo contra los ciegos ataíiues de interesados rivales.

El Sr. Dr. de BOKNABD aprueba la proposición del Dr. Au-DOUIT; mas pretende que es preciso modificar la denomina­ción de instituto que se pretende dar al nuevo cuerpo, por­que la 1 y no la autoriza sino para las reuniones científicas recuuocídas por el gobierno.

A esta objeción contesta el Dr. AUDOUIT que él forma parte de una sociedad llamada instituto Meteorológico, á pesar de no estar sancionada por el gobierno.

El Sr. I REsiDGNTE rctnlto el examen de este proyecto ¿ una comisión de cinco individuos. Nombra al etécto á los señores doctores ÜELAVALLADK (d'Aubusson), L. MARCHANT

(de Burdeos), BIASSOL (de Londres), TBSTB y LSBOUCIIER. Se acuerda que esta comisión presente su informe on la sesión del lunes M de agosto.

£1 Sr. Dr. Í KON SiMO't, pudre, deja sobre la mesa: 1-* ün folleto del Dr. CIIARGIÍ (do Marsella), titulado La

Hotneopalia yma detractores. i." Un número del Rolelin Terapi'utico de i'aris que con­

tiene el informo de la comisión nombrada por la Sociedad Imperial de medicina de Marsella, para examinar y juzgar el anterior folleto: informe que termina con c<msiderando8 to­mados de las fórmulas judiciales, y con conclusiones i qu -ríosas para el carácter y el honor do nuestro respetable com­profesor de Marsella.

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"." l'n!» rnrta d'l [)r. A^ . ^Trt R*pon. diriRídn ni presi­dente <le la comisión citada, conleslando al factum decorado con el titula de Informe.

El llr. LEÓN Sivo'» cree que fl ('/ingreso no puede per­manecer mudo ante esos cara:o<? y ataque? que afectan á la ilomcopatia y á todos sus partidarios, desde el momento en que se dirigen á !a veracidad y á la dignidad de uno de nues­tros mas digui» eompai^eros. Propone que se sujete á una comisión el examen de estos documentos, y pide que esta comisión, haciendo resaltar la verdad que se ha esforzado en oscurecer con sus injurias el autor del Informe de Mar­sella, deje á cubierto nueslr» dignidad contra los calumnio­sos ataquos de nuestros adversarios.

El Sr. I'RESIDENTE nombra á los señores doctores CHAM-CKRRL y EscALUER para que se encarguen del análisis de esos documentos, y presenten su dicUimen en la sesión del lunes 15 de agosto.

El Sr. I)r. CuETiN- Uvn-\ l,i palabra, y Ice un trabajo so­bre la Certidumbre terafteudca.

El Sr. PRESÍDEME concede luego el IISÍJ de la palabra al Sr. l)r. LUIS CRIVEILHER, que lee una Memoria sobre la influencia de la metafuica en las ciencms en general, y la ciencia médica en particular, durante la época del renaci-mento y los tiempos modernos.

El Sr. pREsroETTE pregunta si la Asamblea tiene algo que obsenar sobre los trabajos que acaban de leerse.

El Sr. I)r. SERRA-ÍO ule Chálonsí toma la palabra \nn confirmar la obsenacion del Dr. CRBTIN «obre la menor duración del sarampión, tratado homoopAlicamento. Ha te­nido taiiitúen lugar de demostrar, merced á diez y seis año» de práctica, que, aun en las peores condiciones, la dura­ción media par» la curación del sarampión es de cinco dias.

IJn oyente pregunta, en su calidad de estudiante de me­dicina, si el Congreso podría ocuparse de los medios de po­pularizar la lioineopatía por medio de la libro enseñanza eootiada á uno de los miembros residentM.

El Sr. IhiRsinEMTR contesta á esta observación, que la

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enstiñanza clínica es difícil para los Hoino<)|>atas, por lia-liarse privados de los medios necesarios. Hecuerda, sin em­bargo, á los esludianlns deseosos drt iniciarse en los princi­pios y en la práctica de la lldincopiitia, (pn* i;l servicio did Sr. Ür. TüssiER en el hospital lleaujou, y las consultas dia­rias de I.LS numnnisas farmacopeas lioin(ir>|»;tticas di; i'.iris, pueden suplir la euseñanza clínica, al paso i|Uií los cursos dadoe hace muchos años por el í)r. SUMM piKíden instruir completamente sobre los principios ti-oricoi d(» la Ho­meopatía.

El Sr. PHESIDRXTE aplaza la sesión para ni illa siguiente, sábado, á las tres en punto, y la levanta á las cinco y media.

Dr. UoirnüEs.

Scsinii del sábado 11 de abril.

PRESIDENCJA DEL SU. ÜÜNNEVAL, VICEl'IIKSlllKNTE.

El Sr. BovRGES, uno de los secretarios, da lectura del acta de la sesión de la víspera. Es aprobada.

El Sr. AuDouiT recuerda la pr*!giinta dirigida por un alumno de la escuela de medicina con respecto á la ense­ñanza homeopática, y la contc$tací(m dada por el Sr. I'nE-sioEHTK. Uesea que el Congreso vote que algunos doctores Homeópatas, residentes en i*aris, abran cursos públicos so­bre los diferentes ramos de la medicina, y en especialidad sobre la Materia Médica pura y la clínica.

El Sr. SRRRAND (de Chálons-sur-Saí^ne)apoya la proposi­ción del Sr. ADOOUIT, é invita á todos los médicos Homeó­patas á que se suscriban para costear los gastos que exija esta enseñanza. Se ofrece á abrir la suscricion con su nombre.

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El Sr. LKON SniOH, padre, participa que tm recibido un parte telegráfico, aviso del Sr. Or. CHAEGÉ, diciendo cuánto ceiebraria que se reuniese el Congreso horaoopálico de lítítt en Marsella, y otro de los seíiores doctores ASHRIEUI y BÉ-

CHBT, manifeslaudo el mismo deseo para AGE:» y AVIGMON.

El .Sr. LEOK SiMOx, hijo, lee una Memoria sobre la lcr> cera cuestión propuesta por los individuos del (>ongreso, es decir, sobre la diferencia dt'l mclmh e&perimental en la es­cuela Alopálicay en la llonwoixilica.

El Sr. LENBEHT dcLvon), cu una improvisación llena do ínteres, y apoyándose en una serie de esperimcntos que re­pite á la NÍsta de la asamblea, trata de la cuestión relativa á la solución en el agua ordinaria de los luodiciiraentos químicos, capaces de obrar contra los principios que con­tiene.

Ni en llAimEMAN», ni en otra parle l»a visto esta cuestión sentada ni resuella. Y, sin embargo, ninguno como IIAHNE-

MAHN ha levantado la voz contra la polifarmacia; ningún» ha demostrado mejor que la acción di; los mt;rlicamentos puede ser de.strMÍ<ia }>or su contacto con las sustancias cs-trañas mas inofensivas.

Ahora bien: ni la misma agua <lestilada es jamás jKíricc-tamente pura; contiene siempre sales amoniacales y metá­licas, procedentes de los vasos en que ha sido destilada. El Sr. LEMBERT ha observado que cuando se mezclan sus­tancias reactivas muy conocidas, las reacciones son tanto mas lentas cuanto mas eslensas son las soluciones. Se supo­ne generalmente que los cuerpos s(>lidos obran diftciimento k* unos contra los otros, los cuerpos solubles con mayor fa-ciik]ad, y con mucha mayor aun los gaseosos. Mezclamlo, pues, una solución de cobre con una do una sal de hierro y de potasa, si están muy concentradas las soluciones, la reacción no se verifica; si muy ostentas, tampoco. Esto d o pende que en el primer caso las sales son casi sólidas; en ei segundo, casi gaseosas.

El Sr. LEMBERT presenta á la asamblea dos solucinncg perfectamente incoloras: una de porcloruro de hierro; otra

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de cianuro de hierro y de pot»sio, en proporción convenien* te para que tenga lugar la reacción, y contenga la mexcla cinco millonésimos de su peso de sal colorante. Ejecutada la mezcla, y aptada la solución, la coloración va teniendo lugar lentamente, haciéndose perfectamente visible después de algunos minutos.

S(! ha hecho la misma operación con tres millonésimos; la coloración es mucho mas lenta y débil que en el caso anterior, pero aim muy perceptible.

So ha verillcidí» una mezcla do dos sales, que contenia un njillonésimo de su peso de sal colorante. Ni la reacción ni la coloración han tenido lugar, á pesar de haber guardado el Sr. LEMBERT esta mezcla durante mas de quince dias.

Refiere el Sr. LEMBERT los resultados que ha obtenido en otros esperi mentes. Ha podido operar, con el oro y el sulfato de protóxido de hierro, una reacción que manifiesta la pre­sencia de un diezmillonésimo de una sal colorante.

Haciendo obrar el cromato de potasa y el nitrato de plo­mo, ha obtenido una reacción que revela la presencia del cloruro de plomo, en la proporción de un diezmillonésimo de peso de la solución dada.

Mas con el nitrato de plata y el cloruro de sodio, no ha podido reconocer en la solución la presencia de un millo­nésimo de su peso de cloruro de plata; á la de dos y tres mi­llonésimos, la reacción se ha verificado.

Un gran número de esperimentos lo ha demostrado que las reacciones son tanto mas fáciles cuanto se opera sobre una mayor cant¡d»d de soluciones, y bajo una temperatura inas alta; tanto mas diriciles cuanto se opera sobre una me­nor cantidad de soluciones, y bajo una temperatura ma» baja.

De donde se sigue que los medicamentos homeopáticos, estando siempre disúehos en pequeñas cantidades de agua fría, no pueden obrar sino muy difícilmente sobro las ws-tancias estraTias contenidas en el agua.

La solución del cianuro ferrosoférrico no revela reweoion alguna al millonésimo. La cx)loracion se hace visible á los

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cinco millonésimos. Mezcla el Sr. LCMBERT cuatro quintos de la primera solución con un quinto de la segunda. Contieno asi esta mezcla dos millonésimos de su peso de sal coloran­te, y la coloración se verifica lenta, pero ostensiblemente. Este esperimento demuestra irrecusablemente que la solu­ción al millonésimo, solución muy estensa, no solo no es aparente la reacción, sino que no se verilica.

El Sr. LEMBERT ha (iltrado en su laboratorio estas solu­ciones con el mayor cuidado. No han dejado residuo alguno en el filtro, lo que prueba que la solución es completa. Ha observado que las sustancias que permanecen mejor en so­lución dentro del agua, son las que tienen menos tenden­cias á cristalizarse. La trituración tiene por resultado retar­dar la cristalización, y liacer por esto mismo la solución mus fácil y persistente. Sales de oro hasta la cantidad de nueve diezmillonésimos, no han dejado residuo en el liltro sino después de numerosas filtraciones. Deduce de aquí el señDi-LEMBERT:

i.° Que se pueden dar los medicamentos á dosis infiíii-üísimales en el agua ordinaria, sin temor de (¡ue obren con­tra sus sustancias eslrañiis; li á.' Que los cuerpos insolubles so hacen solubles iM)r la trituración, á lo menos por un tiempo dado;

3.° Que se puede mezclar en el agua ordinaria las bajas diluciones de los medicamentos capaces de producir reac­ciones simples; pero solamente las altas dinamizacioncs de los medicamentos que proveerán reacciones compuestas.

El Sr. EscALLiER lee un trabajo que tiene por objeto sc-5*Ur loque la escuela Alopática ha tomado do la Homeopa­tía. Este trabajo es fruto de seis meses do estudio sobre los periódicos alopáticos.

En nombre de la comisión creada para el examen do la proposición del Sr. AUDODIT, el Sr. LEVOUCIIER lee un dic­tamen favorable á esta proposición.

La comisión propone por unanimidad la formación de UB instituto superior de Homeo[)atia,'y formula un proyecto deesutuios.

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El Sr. SgaaAND pide que se discuta sobre las atribucio­nes que deben concederse á este cuerpo superior.

El Sr. BormAaD declara que se opone á las bases de la comisión. Combate la idea de crear un cuerpo limitado en cuanto al numero de sus miembros inamovibles y con condi­ciones para la admisión, cualesquiera que ellas sean. Dice que él propondría una sociedad libre donde fuesen admitidos todos los discípulos de HAHMIHANN, lo mismo lo^ doctores «n medicina que los agaotes de sanidad pública, y cuantos, aunque sin títulos universitarios, hubiesen prestado «ervi-cios á la Homeopatía. Seria injusto, según él, escluir á estos últimos, y cita en apoyo de su opinión al apreciable seik>r DBGRAN, que no podría formar parte del cuerpo que se trata de constituir, á pesar de estar autorisado para ejercer la me­dicina sin diploma.

El Sr. LBON SiKON, padre, apoya la proposición y com­bate la idea del Sr. BONNARD. Solo deben formar parte de un cuerpo sabio, dice, los que reúnan los títulos necesarios. Importa mucho para nuestra consideración que la medicina homeopática no sea ejercida sino por médicos, por docto­res. Es una cuestión de dignidad. Después de todo, quien puede lo mas, puede lo menos; quien sabe la Homeopatía, debe saber la Alopatía.

El Sr. GüBYRAaD ruega al Sr. AUDOUIT que dé algún des­arrollo á su proposición, que precise «1 objeto y el papel que ha de desempeñar el cuerpo que trata de fundarse.

£1 Sr. AuDODiT declara que nada tiene que aiUdir á lo dicho en la sesión de la víspera, y que reserva sus eiplica-cione» para cuando se discuta el proyecto. Por de pronto, dice, la cuestión es esta: ¿so creará una corporación supoior de Homeópatas?

El Sr. LBON SIMÓN, hijo, apoya la proposición d«l señor ADDODIT. Cree en la necesidad de un cuerpo directivo que conserve la tradición homeopática; que sea una comisión permanente para coavoeu y organisar Congresos, se ocu­pe en todo lo relativo á la doctrina, dé su opinión sobre los debates que se susciten, organice la enseftania, sea anta la

TOMO IV. .Kt

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administración el representante del cuerpo médico ho­meopático, defienda, ea todas las circunstancias y ocasio­nes, sos intereses. Representantes natos de esos intereses, dice, son los prácticos esperimentados que ejercen hace teinte años la Homeopatía. Dispensándoles nuestra con-fiama, no haremos mas que darles un justo testimonio de noestro reconocimiento, y conferirles un honor que tienen merecido.

El Sr. GarriN combate la proposición. Pide que se den esplicaeiones francas. Lo que se quiere fundar, dice, es una Academia Homeopática, ¿ignoramos acaso que las acade­mias no han llenado nunca su misión? En lugar de repre­sentar el progreso, no representan mas que la ratina. Véase lo que pasa en la Academia de Medidm. Pone en evidencia el antagonismo de IRS opiniones, y no da Ini. Una Academia Homeopática seria una institución desastrosa. Mataría la li­bertad de diseuMon; destnaria la mieiativa individual que ha bastado para hacer progresar la Homeopatía en el espa­cie de veinte y cinco aAos. Por la iniciativa individual, por los esfuerzos combinados de las sociedades libres, debe la Homeopatía proseguir su marcha y alcanzar su objeto. Una doctrina nueva no tiene necesidad de seguir las huellas de lo pasado.

El Sr. LBOR SmoH, hijo, $ot>ti«ie la necnidad de un cuerpo sup«ior, que sea la salvaguardia de los (nrincipios homeopáticos.

El Sr. LtaaErr no ve en una institución semejante sino un tribunal destinado á fallar sobre los puntos controverti-doa; dice que no puede aceptar semejante traba para la li­bertad, ni una barrera tal para el progreso. Vota crnitra la proposición.

El Sr. Notes ao cree que se trate de establecer un tri­bunal cientifico.

El Sr. OcTiii no ve mas que un tribunal, en un cuerpo encargado de dar su opinión sobre los pontos de cootrever-aU. Decretará que este es Homeópata, que aquel no lo es, dice, y 4m aqui discusiones y dimiones aia oAmero, y hos-

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tilidades deplorables, y tal vez escándalos, y, lo que es peor aun, el ridiculo. ¿Qué ha resultado al fin de la discusión que ha tenido lugar en la Academia de Medicina sobre ei método del $r. VALLKIX? Nada roas que el espectáculo aflictivo de un práctico respetable acusado delante de uii tribunal en que no podía defenderse. Sucederá lo mismo si se establece un instituto homeopático.

El Sr. AuDouiT pretende que la Academia de Medicina ha prestado verdaderos servicios á la humanidad, publican­do los efectos nocivos de ciertos tratamientos; y en cuanto al objeto de la proposición, contesta que solo trató de constituir un haz en que vengan á unirse los Homeópatas de todas las naciones. La ocasión para alcanzar este objeto, dice, es la mas favorable. Los individuos presentes, que han venido de apartadas comarcas, no se han reunido solo para leer, sino también para deliberar.

El Sr. CaiTiN «indudablemente, contesta; mas para de­liberar útilmente.»

El Sr. SiRMAND insiste en que para la enseñanza homeo­pática es preciso crear un cuerpo superior, bien sea el de que se trata, bien otro coalquiera.

El Sr. BomARD no ve en ese cuerpo inamovible imo una institución sin vida. Los prácticos esperimentados, dice, que lo compongan, perderán la actividad que hoy tienen. La Academia, et la muerte; la sociedad libre, la vida; la fuerza, el progreso.

El Sr. Dotms esekou: si se funda un cuerpo superior, ¡qué pasará á ser la Sociedad francesa!

Sabrá vivir por si misma, contesta ei Sr. Cacrm. Se da por terminada U disouMon. El Sr. PaiamirrK pone á votación el proyectav lbrmu>

lándolo de este modo: iSe erfíuú un cuerpo mperior de Ho^ meópatatl

Se levanta un pequeño admero de socios. Se vota por segunda vez. Una gran mayoría se d«clare contra el pro­yecto.

Bl Sr. PaisiDiim: La proposición del Sr. AoDoorr que-

— un — da rechazada. Se celebrará sesión el lunes á las tres en punto.

Se levantó la de este dia á las seis y media.

Dr. CnBTiN.

Setion del 15 de agotío.

MESIDENCIA DEL SR. PETROZ.

Se abre la sesión á las tres. El Sr. Dr. Camii, secretario de actas, lee la de la se­

sión del ii de agosto. Queda aprobada. El Sr. SKCRETAEIO GB!<ERAL lee á la asamblea una carta

del Dr. PÉRUSÜKL. Nuestro apreciable colega, llamado repen­tinamente á Lyon, manifiesta cuánto siente no poder parti­cipar de los últimw trabajos del Congreso.

El Sr. i*REsit>ETrE concede la palabra al Sr. Dr. de LA POMMERAIS.

Este digno comprofesor teme que, al decidirse ayer el Congreso contra la proposición del Dr. ACDOUIT, se haya pre­cipitado. Si las bases, dice, tales como habían sido indicadas por la comuion, han suscitado justa.sy numerosas objeciones, el objeto de la proposición era cuando menos laudable é im­portante. t>eo que no debemos abandonar esta cuestión, sino modificarla. La Sociedad Francesa de París satisface todas las exigencias. Admítase en su leno á todo* los individuos de la fiímiUa hoaeopálica con tal de que tengan titulo, sea la salvaguardia de los iatereses de la Homeopatía, establez­ca el tan deseado lazo entre todos los médicos, sirva de cen­tro A los trabajos de cada práctico, trabajos que vienen con-tignadosen nuestro mismo periódico, y quedarán satisfechas todas Us aspiraciones manifestadas. Si pensáis, señores, que el umpie nombre de Sociedad no corresponde á la divinidad

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de la doctrina que representa, ¿ quién impide que lo modifi­quemos, y pidamos, sobre todo, que se la constituya legal-mente?

Pero liay otra cuestión mucho mas sería; la de la ense­ñanza profesional homeopática. ¿Deberemos atenernos á la contestación dada por nuestro digno Presidente á la pregun­ta de ese estudiante que manifestó deseos de instruirse en la Homeopatía? Hay, en efecto, dispensarios; á falta de otros me­dios de instrucción, no podemos menos de celebrar que los haya; ¿pero basta aprender á tratar las afecciones crónicas? ¿Üónde instruirse del tratamiento de las enfermedades agudas? Vayan al hospital, se ha contestado. Mas este me­dio ¿existe realmente para nosotros, cuando, aun siendo médicos, no tenemos en él entrada ? Ha sido, pues,' esta con­testación, mas que ana contestación, una burla.

En cuanto á los cursos que se propone dar el Sr. LEÓN SIMÓN, padre, no podemos menos de aplaudir la generosa in­tención y el celo de ese generoso campeón de la Homeopa-tia; mas, á mi modo de ver, lo esencial, lo indispensable es la eDsefiansa práctica, la clinica. Me tomo por esto la libero tad de sujetar á vuestro examen las cinco proposioionei li-guientes.

Pido: 1.° Que la Sociedad, bien conserve su nombre, bien lo-

cambie, según la decisión que tome el Congreso, sea reco--nocida y constituida legalmente.

i.' Que se cree una enseñanza libré, y comprenda la ted--rica, la práctica y la clinica.

3.* Que se instituya un dispuusarío modelo. 4." Que se funde un hospital. 3.° Que el mismo local sirva para esos cuatro objetos.

El Sr. PRBSIMNTS : Las cuestiones que acaba de susci­tar el Sr. de LA POMMBIAIB presentan graves dificultades de ejecución. Me apoyo en hechos. Hace ocho años se me pu* so á punto de crear un pequeño hospital de unas treintaca-

— «o — luas. Estaban ya allanados todos los obstáculos materiales; mas á las negociaciones entabladas á fin de obtener la auto­rización administrativa para consagrar este nuevo instituto é una enseñanza clínica particular, se contestó con morato­ria y con te veri, que equivalen i una rotonda negativa. Últimamente, uno de nuestros mas distinguidos comprofe­sores ha acometido una empresa análoga, y, á pesar de gran­des probabilidades de éxito, se ha estrellado contra los in­mensos privilegios otorgados á la medicina oficial por núes-tras leyes. Estas raaones deben disipar en nosotros la ilu­sión de que la Sociedad Homeopática llegue á ser reconoci­da legalmente; hoy por hoy es imposible satisfacer este de­seo. No ha llegado aun el tiempo de qiM lo consigamos.

ti Sr. Or. ADOOOIT cree deber llamar de nuevo la aten­ción del Congreso s^nre algunas de las proposiciones pre­sentadas por el Sr. de L& Pommuis, á fin de que las modi­fique. Insiste en pedir la creación de un comité, constituido como mejor se entienda, que tenga á su cargo organizar la ense&anza profesional de la Homeopatia, velar por los inte­reses y la propaganda de nuestras doctrinas, y proteger á los que las profesan contra todo ataque de nuestros adversarios.

El Sr. Dr. de LA Ponmuis objeta que este comité existe ya en la Sodedad Francesa, y que para la enseñanza oficial se puede crear en el mismo seno de esta Sociedad una co-miskn especial que Guñlite los medios al efecto. Me parece que no nos debeooos detener ante la perqiectiva de las difi­cultades. El ejemplo de nuestros veoinoa loa ingleses debe animamos. Tienen hospitales homeopáticos, y podemos tam­bién tenerlos. Las palabras que uno de nuestros colegas ponía el oUti dia en boca de un minisiro, revelan ademas buenas intenciones. Nos echaba en eara que no tuviése-mM un instituto pttdioo.

El Sr. Dr. Aooocrr hace observar que la Sociedad Fran­cesa no centraliza como un Congreso, y que • • comité encar­gado de las atribuciones de que se trata, no puede ser mas que una emanación de ese Congreso mismo.

Ei Dr. LioN SmoN, padre, insiste á su ves en la imposi-

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bilidad de organizar las instituciones que el Sr. de L* FOM-•CRAis propone. No cree deber repetir los argumentos pre> sentados por el Sr. PRKSIDEXTE, y añade: «En cuanto á la cuestión del dispensario modelo, sostengo que tampoco pue­de ser examinada por el Congreso. Es una cuestión puramente local, que no pertenece sino á las Sociedades puramente homeopáticas. Asi, á pesar de Un escvlentes miras que han podido inspirar estas proposiciones, rechazo las unas eoow actualmente irrealizaMes; la otra como estraña al Congreso que representa intereses mas importantes, mas vastos que una Sociedad.»

El Sr. AuDOUiT replica que precisamente en el comité de que ha hablado, busca y encuentra la representación de esos intereses superiores.

El Dr. LEÓN SIMOH, padre, pide entonces á nuestro com­profesor que formule esta nueva proposición, recordándole que el Congreso ha rechazado, con su primera proposición de la víspera, todo instituto que represente un consejo su­perior é implique la emienoia de un laso gerárqnico.

El comité que propongo, dice M üt. Aooourr, deberla ser una comisión reelegible todos lof irfkoa. Hé aqui oóaw formularia yo mi proposición:

Se nombrará cada año un comité encargado de organi-ar h enseftanca profesional, favorecer y estender k» me­dios de propaganda, defender los intereses y la dignidad de los raédicoa HometfpatM.

El Dr. LBO* StaoN comunica á la asamblea la intencioa que le ha manifestado el Dr. CaBiw, de presentar al Goagre-so un proyecto que resuma todas las cuestiones suscitadas en eate debate, y venga formulado entales términos qm M -tisfaga (odas IM opiniones emitidas.

El Sr. Dr. Casfiii espliea cdmo le ht oonducido á redac­tar una nueva |K«poaleion el deseo de e<mciliar tas esoelen-tes intenciones de muchos de suscolegw, con las objeciones suscitadas por el temor de los peligros entrevistos en las ins­tituciones nuevamente propuestas. En la organización que presenta, no establece ninguna diferencia gerárquica. A «u

— na — modo de ver, todos los adeptos de la Homeopatía son igua^ les; solo el mayor ó menor celo puede establecer entre ellos distinciones; asi como por su mayor ó menor talento, ú otros dones de la naturaleza. Organizando esta institución, es pre^ ciso evitar el escollo de las distinciones gerirqoicas, y hé aqui lo que pretende haber alcanzado, correspondiendo á las ídeuque preocupan á muchos délos nuestros, tales como crearun lazo oorann protactor da los intereses y de la dig­nidad profesionales, la de crear un instituto para la ense­ñanza y propaganda de la Homeopatía. Ha formulado, pues, en algunos articules el proyecto de una comisión ó Sociedad central homeopática.

TITULO nUMEBO.

Objdo de la eomitUm.

Articulo 1.* Se establece una comisión central homeopá­tica. Tiene por objeto representar, ante la administración y la opinión pública, los intereses científicos y profesionales del cuerpo médico homeopático.

Art. i.'' Se ocupará ademas en todo k) concerniente á la ense&aaza y á la propaganda de la doctrina homeopática, á la celebración de kñ Congresos, á la distribiwioo de pre­mios por coDcums, sobre asantoa dados.

Art. 3.* Dará al efecto los pasos neoesarios para hacer­se reconocer como institución de utilidad pública, y estar autorizada para aceptar como tal fundaciones y legados.

Art. 4.* En ningún caso deberá U Comisión emitir su dictamen sobre las discuaioiMs de doctrina médica suscita­das, ya en la prensa, ya en las sociedades homeopáticas.

Art. 6.* Los reoorsos de ia comisión se componen del producto de las suscrifáones vohmtarias, recogidas, ya entre los médicos Homeópatas, ya entre las persooaa que se inte-

I en los progresos de la do<^riiia.

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rmiLo II.

ConttUueion de la comition.

Art. f .<* La comisión central homeopática se eomponM de quince individuos, elegidos entre loe doctores en medi« ciña que ejerzan la Homeopatia en Francia. Serán elegido» diez entre los doctores que residan en París, y cinco entre los doctores que residan en los departamentos.

Art. 2." Serán elegidos estos individuos por mayoría absoluta de votos en la última sesión de cada uno de lo» Congresos que se celebrarán en Paris cada cinco años. En las elecciones que exijan un segundo escrutinio, bastará la mayoría relativa.

TÍTULO n i .

Ditpoticiona partieulare$.

Art. 1.* La(]omision central abrirá Mda a5o si Con­greso en el lugar por ella indicado. Los delegados déla Co-misioa, encargados de este objeto, presentarán al Congreso una Memoria ttiiire loa trabajos de la Comisión durante un a&o, y ti estado de loa ingresos y los gastos.

Art. 2.* No podrá taacwse gasto alguno sin que ha­ya sido aprobado previamente por un decreto de la Co-minon.

Art. 3.* La Memoria sobre los trabi^os anuales y el »•-tado de los ingresos y gastos estarán siyetos al examen del Congreao, y serán discutidos en sesión pública.

Art. 4.* Toda disposición que tienda á alterar estas modificaciones, deberá ter puesta el primer dia de sesión en la mesa dd PaBsinnm del Congreso que se celebro en Paris; y discutida, si hay logar, antes de la sesión en que se celebren las eleccicmes.

El Sr. Dr. AoBourr apoya la proposición del Dr. Qucriit;

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pero insiste en que se confie inmediatamente el eiámen de este proyecto auna Comisión elegida en el Congreso, que presente su dictamen a la mayor brevedad posible.

El Sr. Dr. FaKD&cLr. Todas estas proposiciones que se suceden, me parecen contradictorias. No han sido pensadas ooa la madurez debida. Seria mas ooovenieute, atendida la ifB|xirtancia del objeto, nombrar una combion qun obrase sin precipitacioa y con ccmocimiento de causa, ó bien apla­zar la solución de estas cuestiones para el prótimo con^ curso.

El Dr. CacTtR oonfiesa que se inclina á eata opinión, por pareoerle la mejor. Fonaalando la proposición anterior, ha­bía tenido por objeto concentrar en na solo proyecto las Avaraaa idea* que han ocupado al Congreso. Cree que, efectivamente, estas medidas, inspiradas por el legitimo de­seo de que progrese la Homeopatía, ni han sido bastante meditadas, ni lo pueden ser tan prontamente. Adhiriéndose á la opinión del preopinante, cree que conviene hacer des­de luego al Cong^«ao la siguiente pregunta: «¿Quiere el Congreso tomar en consideración estas proposiciones, ó aplazarlas?»

El Sr. Dr. SBKMRIK El próximo Congreso, áa embargo,, totdrá lugar en un departamento. Los indiñduos que lo eompongan no serán los mismo», y esta apiuamiento ahoga la cuestión, la mata. Y es indudable que esta proposicioa responde psrfect«nenie á las neeeaidadea de la posición que hoy tenemos. Todos sabemos que la unión da la fuerza; es esencialisimo pensar inmediatamente en los medios mas efi-eaeea para conseguirlo, y, sobre todo, no aplazar este traba­jo pan el próiimo Congreso de París, como acaba de ob­servar uno de nneatroa colegas.

El Sr. PauBMMR pona á valaeion lo siguiente: La propoalcioa fornmlada por el Dr. Carrw, ¿será entre­

gada inmediatameirte al eiámen de n a oomitioa? « SedeaidequesipwiraagFan mayarla. Son elegidos individuos de la coaiaion k» saiores doc­

torea Aonaoír (da Paria), ILtaaiAm (de Bwdeat), OIUVA-

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uuoi (de Aubusaon), GASTIU (de Paria), Cativnuun (de Limoges).

El Sr. PRKstDENTB invita á la comisión á que M prepare inmediatamente para dar su dictamen en la sesión de ma­ñana.

El Sr. Dr. GABALDA lee el dictamen de la comiiioD en­cargada de la cuestión de premios.

Siítokis:

En nuestra sesión preparatoria nos ha participado el se­ñor PaMiMNTB que se hallaba á la disposición de la mesa una suma de seisciontos francos, para ser ofrecida en pro-mió al celebrarse el próúmo Congreso. El Sr. PMMUIWTB ha nombrado al mismo tiempo ima comisión «oetrgftáa de escoger asunto para una Memoria que será puesta á concur­so en la misma época. Compúsose esta comisión de los se­ñores doctores MiLCENT, LEÓN SIHON, hijo, y GABALDA, qa» es el que tiene el honor de dirigir la palabra á este Con­greso.

Vengo ahora á daros á conocer la cuestión que beoKia escogido, y los motivos que nos han determinado ¿ la elec­ción.

La cuestión es la siguiente: De Uu SkUuUuU. Bata cuestión no pertenece precisamente á una especia­

lidad de la medicina; pertenece, por el contrario, alas gene­ralidades mismas de ¡a ciencia. No hay ademas un obser­vador, cualquiera que sea el teatro en que ejerta su activi­dad y su talento, que no pueda estudiar á la cabecera del enfermo el fenómeno patológico que tiene «tte iua ojoa.

El estudio de esta cuestión ha sido por otra parto descuida­do, y hasta completamente olvidado por la escuela orgánica moderna. Esta espresion de Metatta$ú se halla todavía acá y acullá, en los autores de nuestra época; mas su sentido ha sido de tal modo deÉnataralizado, que, en ves de significar una verdad médica, no representa mas que un absurdo fuio-USgioo. Estaoonsideracion nos ha parocido un motivo pode-

— c e ­roso para que el Congreso se honrase con trabajar por IR restauración de esta verdad importante, poniendo á concur­so la cuestión de la Metattasi».

Hemos creído deber evitar también la acusación, aunque mal fundada, muy á menudo dirigida á la Homeopatía, de que descuidamosei esludíode la patología para perdemos en el de la farmacología. Hé aquí por que no hemos querido elegir una cuestión de materia médica pura, sino adoptar una que tuviese hasta cierto punto un carácter doble, y per­mitiese estudiar á la vez hechos del orden puramente pu-tológico en la marcha natural de kis enfermedades, y la ac­ción que pueden ejercer sobre ellos las influencias medica­mentosas.

Si el Congreso aprueba nuestras razone», y la cuestíon-que hemos escogido, le propondremos que adopte las reso> luciones siguientes:

i.* El Congreso Honeopáttco pone á concurso para la reunión próxima, la cuestión siguiente: De las MetasUuis^

1.' Se destina un premio de seiscientos francos para el autor de la mejor Memoria que se presente sobre este asunto.

3.* La comisión penmmente del Congreso fijará la épo­ca en que deban ser entregadas las Memorias.

4.* Son invitados al concurso todos los médicos Homeó­patas, menos los que hayan sido nombrados jueces.

Consultada la asamblea, adopta estas proposiciones. El Dr. LKOK SUON, padre, lee una nota relativ»á la reim­

presión de U MaUria Módica de HAHNEium, hoy agotada, y se egresa en esto* términos:

SKÑÚ«SS.-

Antes de que se disuelva el Congreso deseo fijar su aten-cioii sobre una cuestión del mayor interés para la práctica, propaganda y éxito de la Homeopatía. No trato de terminar

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lo que tengo que decir con conclusiones que lleven tras si proposiciones formales, sino consultar solamente al Congre­so, y partícuiarmonte á nuestros comprofesores de provin­cias y del üstranjero, sobre lo que es útil y posible hacer respecto á la cuestión (]ue voy á someter á vuestro examen.

En 1836, gracias al celo del ya difunto Dr. JOURDAN, se emprendió y llevó á cabo la traducción francesa de la Ma~ teria Médica pura. Está agotada la edición hace cerca de dos años, y hoy muchos de nuestros comprofesores se ven privados de esta obra fundamental de HAHNBMANN. Cualquie­ra que sea la opioion que tenga cada cuál sobre esta obra del fundador de la Homenpalia, lodos convendrán en que es de desear que se la reimprima. No pueden nacer divergen­cias sino sobre la forma y los medios de esta reimpresión. ¡Se reprod ucirá íntegra la Materia Médica pura de HAHNEIIANN , ó se harán en ella las correcciones que algunos creen ne­cesarias? í Se respetará el urden puramente anatómico en que vienen dispuestos los síntomas, ó se tratará de distri­buirlos en un orden mas fisiológico, presentando asi, al pa­recer de algunos, la Materia Médica bajo una forma mas cientiflca que la de HARNIMANN? Se afiadirá al trabajo, ya tan considerable de este escritor, las investigaciones hechag so­bre muchos medicamentos por la Sociedad de Viena, y por algunos médicos Homeópatas? ¿Se unirá á la historia dn cula sustancia los datos que nos ha proporcionado la ob­servación cHnica alopática ? ¿Se añadirá á esos elementos, ya tan numerosos, los datos de toxicologia, de esa ciencia que marcha con tanta rapidez de conquista en conquista, desde que, merced á los trabajos de OHFILA, ha sido colocada en su verdadera senda, ó será preciso relegar desde hoy la Mate­ria Médica pura de HAmncMAm entre los monumentos pura­mente históricos, cuyo mérito consiste en adornar lo» es­untes de nuestras bibliotecas, y hacer brillar ia erudición de los que escriban en adelante en pro ó, en contra de la Homeopatía? ED este último caso, ¿podrá asegurarse que los cx)mpendio8 presentados por algunos Homeópatas enveje­cidos en el estudio de la Materia Médica pura, tales como

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¡km y Botiimi«Giuo8K<, bastan para la necesidad de la prác­tica, y hacer el estudio de los agentes curativos?

Todas e^as cuestiones presentadas, agitadas y no resuel­tas entre muchos Homeópatas franceses, y el Sr. BAILLIIBS, editor infatigable, cuyo celo ha contribuido tan poderosa­mente á la propaganda de la Homeopatía, me parecen dignas de ocupar y fijar la atención del Coo;;reso.

Creo, salvo el naejor parecer de este Congreso, á cuya opinión sujetaré la mía, que la Materia Médica pura de HAH-nMANN debe ser reproducida sin corrección ni añadidura, tal como HAnRMAim la ha dado. Sin hablar de la injusticia que habria en mutilar la obra del fundador de la Homeo­patía, creo que los intereses de la doctrina, y el éxito de la práctica homeopática, dependen en gran parte, y casi di­ría absolutamente, de esta reproducción integra.

El mérito capital, esencial, de la Homeopatía, es descan­sar eaclosivamente en la observación y la esperiencia; en la observación, con todo su rigor posible; en la eq>eriencia, lle­vada hasta la minuciosidad mas escrupulosa y esquisita. Ba­jo este punto de vista, las añadiduras que podrían hacerse á la MtOeria Médica pura, y los cambios que se la hiciese sufrir, no serían ya mutilaciones de la obra del MACSTBO,

smo otras tantas fuentes de errores para la práctica homeo­pática.

¿Se pretenderá reempUuar en la distñbucion de los sínto­mas, él orden anatómico con el orden fisiológicoT No se podrá, sino sustituyendo la arbitrariedad á la esperiencia. La flsiolo-gia, tal cual está constituida en nuestros tiempos, no puede dan> nos mas que una distribución por funciones ó por aparatos, y están imposible constítoir una Materia Médica fisiológica, co­mo lo sería crear «na patología fisiológiea, á pesar de los es­fuerzos hechos pan aleanarío. Se sabe lo que valen, lo que han producido ealas teottf vas; se sabe lo que han (Airado. Hay, sin duda, mucho que apronder en los esperímentos he­chos por la Sociedad de Viena: las investigadooes de estos méAeoe, de un desinterés reconocido, son otras tantas adi-cionaa «tilas á la Materia Médica pura, Ul como HAmBMANN

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la babia concebido y ejecutado. Pueden, deben ser el objeto de publicaciones separadas, mm nunca intercalárselas en la obra de HAHNRMANK. En cuanto á los datos que nos propor­ciona la observación clínica alopática, y loa que puede dar la toxicologia, en hora buena que cada uno de nosotros los aproveche, como lo estamos haciendo todos los diat; mas siempre bajo la condición de sujetarlos á todos los princi­pios de la Materia Médica jmra. Aqui, se&ores, veo el prin­cipal peligro para la Homeopatía. La observación dteica está constituida por el estudio de las propiedades de los me­dicamentos, juagadas y apreciadas por sus resultados. Lo que nos importa saber, lo que constituye y constituirá siem­pre nuestra fuerza, es el medio da llegar al fin por que tanto suspiramos. Si interés tenemos en conocer loa estados mor­bosos curados por el Árnica, el Asaifre, al Mercurio, el Aca­nita y la Belladonna, mas útil nos es aun saber por qué han curado en un caso y no en otro. Ahora bien; si la cUoica alopática puede enseñamos la manera de elegir los medios, jamás dará, respecto al empleo de los mismos, una autoridad suficiente para justificar ouastni elección. Recojamos cuida­dosamente todo cuanto pueda presentar la oMnioi homeo­pática y la di nica alopática; pero guardémonos de caer en la patología y en la farmacología nominales; guardémonos de producir curaciones, que no serian á su vei mas que nomi­nales en lugar de ser efectivas; es decir, paliativas^ en vez de ser radicales. Hé aqui dónde está el peligre de las añadi­duras intentadas por muchw en Europa. Me siento casi mo­vido á condenar por esto la obra colosal emprendida por loa doctores DUDOBON, RUYSDALI:, y BLACK, en Inglaterra, obra suspendida caai desde su principio, que oonsitte en dladir sotm cada medicamento los resultados de laa observaciones flsiológieas, loxicológicas, clüiieas y anatomo-patológicas, e« decir, en meiolar con la Homeopatía la mano'a de ver de los Sres. Pmoox y TMOOSMAO, la de los Sres. OariLA y FLANDIN, y la de todos los nosógrafos pasados, presentes y futuros. Este sincretismo de un nuevo género oculta una red tendida en ni camino mismo de la Homeopatía. Intro»

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dace la confusión donde la distinción es necesaria; coloca la Homeopatía ante ese peligro tan bien indicado por HAnmuNif, cuando temía toda alianza entre su doctrina y las doctrinas de las escuelas reinantes. Parece que declara in­suficiente un método joven y lleno de vida, que suspira por desarrollarse, por perfeccionarse en su propio terreno, por hacer volver en su provecho todos los materiales de la tra­dición; pero después de haberlo rejuvenecido, labrado de nuevo, limpiado ea sus fuentes vivas, como hace todo hábil arquitecto cuando utiliza materiales viejos para la construc­ción de un edificio nuevo. Bastante lo ha manifestado, y lo manifiesta aun la Homeopatia: no es ni quiere ser una tien­da para el descanso de sus adeptos. La Homeopatía acepta la tradición, la utiliza, pero la juzga desde la altura de su mérito, no forma causa común con ella, no dobla su joven y noble cabeza bajo tan pesado yugo. Todos los escritos de HABMKMAHN respiran el pensamiento siguiente:

Como método «ay completo, oi he tratado ya el camino. Toda desviación de mi ley conduce á la esterilidad. No pre­tendo, (tn embargo, que la Homeopatía haya talido de mi cerebro como Palas salió de la cabeza de Júpiter. Adelante, pues; sedme fieles como buenos y verdaderos discípulos, et decir, aumentando mi obra sin salir de mi camino.

En la publicación de su Manual, JAHB ha reconocido lo que estoy indicando. Jamás ha pretendido que su resumen de la Materia Médica, y mucho menos las observaciones cli-nicas que preceden á cada sección de su repertorio, puedan dispensar á nadie de recurrir á la Mtüeria Médica pura. No presenta su resumen ni su repertorio sino como un medio de hcilitarks Investigaciones á los que las ignoran, ó traer­las á la memoria de los que han potUdo olvidarlas. Para él, la Molería Médica pura es siempre la base, el punto de par­tida y de témúoo de toda investigación farmacológica. No ignoro que ha cenceNdo el plan de un repertorio nuevo, menoa estenso y mas completo que el que nos lia dado. Si he comprendido bien su pensamiento, será una obra que M parecerá, bajo muchos puntos de vista, á la que empezó

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á publicar LA ITTE, interrumpida desgraciadamente por la muerte de su autor. Si JAUR no viese en ello incon­veniente, seria de desear que nos espusies(i sus miras, y nos dijese su parecer sobre la reimpresión de la Materia Médica pura, y la manera cómo la concibe.

Señores: la Homeopatía no triunfará de sus adversarios sino por sus resultados prácticos. En la lucha emp(>,ñada en­tre ella y la antigua eseuela, es pnsciso (juc; sus adeptos se armen de todos los recursos (jue ofrece. ¿ Üué se diria del obrero que quisiese reproducir las obras de su art(! sin ios instrumentos necesarios, ó que, poscytmdo buenos instru­mentos, pretendiese hacer uso también de otros menos per­fectos, 80 pretcslo de que, sirviéndose de unos y otros, traba»-jaria con mas rapidez, ya «|uo no con la perfección debida?

Pregunto, pues, á JAHR, mas familiarizado que ninguno de nosotros con este genero de trabajos, y los estudios de (¡sta cliLse: i.", si cree útil (juc se reimprima la Malcría Médica pura de IIAHNKMANN; "2", si cree posible vencer lo;, obsuicu-Ids materiales ijue se oponen á (!Sta r(!Ímprcsion; 3.", (jiió adiciones croe útiles al testo de HAHNEMANN; si juzga que las liay necesarias, y si cree (juc han de ir separadas, tí no, del testo; 4.", si no cree conveniíüile que el (>ongrcso emi­ta su opinión sobre todos estos puntos. Quizá un voto alla-naria muchas de las diíicultades existentes.

EISr. I)r. JAHR participa de la opinión de inieslro VICE-pnF.siDEXTE en lo relativo á la utiliila.l y á la necesidad de la reimpresión de la Malcria Medica d<! HAIINKMANN-. Siento que los adeptos de la Homeopatía entren á menudo en la práctica! d(í su arte con la ayuda de su Manual, cuando él mismo lia señalado (ú escollo que hay en el estudio do los repertorios, sobre todo del Manual tan insuficiente de HAAS,

li el práctico no consulta la Molería Médica misma. Se de­cide formalmente por la reimpresión de la Materia Médica pura. K" (iianlo ádeicnninar el «irden im que convendría colocar los sintonías, sabiendo «lue cada uno podrá presen­tar argumentos en favor de tal ó cuál clasificación, y (jueno han do faltar de todos modos objeciones, es lambicii de

TOMO iv. ol

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parecer que se publique la Materia Médica pira tal como lUuNEMAKN la ha espuesto. Al estudiarla cada uno podrá, se­gún él, ordenar los síntomas bajo el punto de vista fisioló­gico, clínico, anatómico, ó como mejor le convenga. La de añadir nuevos medicamentos, le parece una cuestión espi­nosa. Todos los días aprecia mas las dificultades que esto presenta, desde que jmra cumplir su promcísa de cooperar á su Diccionario de Materia Medica, ve las muchas obras que sobre ella se publican. ¿Uuf criterio so escogerá para la elección de los medicamentos que deban añadirse?—Temo que esa adición de nuevos medicamentos haga perder i la Materia Medicade HAHMMAÍW la imponente autoridad deque goza. En cuanto a los nK'dios de llegar á esta publicación declara y reconoce todas las dilicultades que ofrece, sin po­der indicar la manera de resolverlas. I'ropone, sin embargo, que el Coiif-Tííso manifieste al Sr. BAILLIKHE el deseo de que se reimprima la Materia Medica, y se abra una suscricion al efecto.

El Sr. LBON- SIMÓN, pailre, partici[)a que todas estas di­ficultades est<in ya solventadas. Ln hombre muy respetable, partidario de la Homeo|>atia, le ha manifestado la inlcnci <>n de cncarg»rsc de estos gastos. Nuestro VicKpnEsiDETfK no está, sin embargo, autorizado para decir el níiinbro del que presta á la Iloineopatia tan eminente servicio.

El Sr. CüAimui'x. Si; pero queda en pie la cuestión de la traducción, que es importante.

El Sr. Lmn SIMO:» observa que la traducción será indu­dablemente revisada y modificada, pero <|ue el cuidado de esto pertenece de derecho al que costea la reimpresión de la obra.

En virtud de una pro|)Osicion del Dr. ESCALLER, la asam­blea acuerda un voto de gracias al hombre generoso que se ha encargado de la reimpresión de la obra ina» esencial de UAnTEMAXI.

El Dr. I'EaKY lee un trabajo sobre las cuestiones siguien­tes:

l^» meUcanuitíos, auiiuUiltan sido alenuadospor logpro~

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cedánientos homeopáticos, ejercen soire el organismo Una acción distinta de la que ejercen en su estado natural. ¿ En qué consiste la diferencia, y cuáles son las consecuencias que de ella se desprenden para la Terapéuticaí

El Ür. TESTE leo um Memoria, titulada Ensayos sobre al-(junas leyes generales de Materia Médica y de Terapéutica.

El Sr. Ür. lÍKiniEi, lee un trabajo sol)rc la distinción que liiibo oslabK;ccrs(< ontn; lii enajenación mental y la locura. El Sr. 1'nKSinEJiTÉ! levanta la sesiona las seis.

El l)r. HoincEs.

SESIÓN DEL Í 4 DE AGOSTO.

FVesideiicia del Sr. LKON SIMÓN, ]>adre, ViCEPRKSiDEflTit. Sí! abre la sesión a las tres. El Sr. BouRGEs, uno de los secnttarios, loo el acta do la

anterior. Es aprobada. El Sr. !*REsn)E\TK, ronuiniea li la asamblea:

1.° Unacartí» del Sr. l'ETnoz, que, obligado á regresar á TrépOTt, manifíesta cuánto siente no poder asistir á la últi­ma sesión, y la esperanza «¡ue tiene de poderlo liacer al ban­quete.

2.° Una caria en que el Sr. Luis CODDE, nscusáudose de DO poder asistir al C.ongrttso, participa ol envío de la Pato­genesia del Ranufículus glacialis.

Esta Patogenesia, traducida por el Sr. DÉPaEí, figurará en­tre los trabajos del Congreso.

5. ' Una carta del Sr. bAmisBERGiiR, do Bélgica, en que da las gracias á la comisión del Congreso por la invitación que ha recibido; manifiesta lus razones por ijué no puede astn-

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tir, y 86 asocia á todos los trabajos y á todas lan decisiones del Conprrcso.

4." Una carta del caballero de I'ABAVEV.dcl cuerpo do Ingenieros, maiiirestnudo «ÍI deseo de que ;(l;:unos nwidicos Homeópatas se consiijrren á traducir los libros de botánica médica china, ([ue dat;m del tiempo de UIPISCRATES, y ol're-ccn, scj^n dic^-, un verdadero interés.

El Sr. SEcnETABio general que<la encargado por el Con­greso de dijr las gracias al Sr. PARAVEY.

3." I'na carta dol Sr. RAYÉ de Vilvorda (Bclgica\ en que se escusa de no poder asistir al Congreso.

6.' Una carta en el mismo sentido del Sr. LEBLA YE (de Barcelona).

"." Una carta del Sr. MILCEXT, que, en nombre do la r e ­dacción del Arle Médico, regala al Congreso el primer lomo de esta publicación.

El Congreso decide que la carU del Sr. MiLCEsr se una al acta. Está concebida en estos términos:

Sr. PRESIDENTE.

El comité de redacción ilcl .irte .Wdico, tiene el honor de dejar sobre la mesa muchos ejemplares del último nú­mero de este periódico, y regalarlos á los individuos del Congreso.

Entre otros trabajos que denmostran la superioridad del tratamiento homeo|>álic^ contra las enfcrmcdatics del hom­bre y las de los animales, hay un articulo del Sr. Dr. TESSIER, quien no se halla ahora en París por estar su salud algo que­brantada.

Está destinado este articulo á destruir muchas preocu­pación)» y faltas de inteligencia que dividen á los médicos. Demuestra ailcmas (pie es preciso ser medievo antes que liome&ptU, verdad que con tanu tuerza y razón lia sido de-

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mostrada en una de las últimas sesiones del Congreso. Tal es el efecto de nuestra convicción profunda. Sin do-

jar de proclamar la cscelencia de la Homeopatía, combatir en su defensa, procurar vulgarizar sus descubrimientos, ha­cerla á todos accesible y evidente, pretendemos probar que no es tan contraria, como se ha dicho, á lo que se ha conve­nido en llamarla medicina antigua, que es la medicina de to­dos los tiempos.

Viene á perfeccionar y á completar la sana tradición médica, no á derribarla ni á sustituirla.

Cuando me encuentro frente á frente con un hombre, busco lo que nos une, no lo que nos separa.—París 14 do agosto de 1835.

8/ Una carta del Sr. Dr. TBSSIKR, cuya impresión acuer­da igualmente el Congreso. Hela aqui.

VicuY 13 de agosto de 183S.

Querido I'RESIDGNTE:

Esperaba haber regresado á l*aris al abrirse el Congreso; mas ha estado el tiempo tan malo, que he debido pniion-gar mi permanencia en este sitio, y no tendré el placer de asistir ni aun á vuestras últimas sesiones. Celebraré conocer vuestros trabi^ot, á los cuales asisto, cuando m(!nos, de co­razón; pero es muy triste no poder dar, en beneficio de nuestro arle, mas que un brindis al agua salada. Dignaos ser el intérprete de mis sentimientos para con la rounioQ ente­ra, y recibid vos la cspresion de mi respetuoso carillo.

El Sr. SBCRBTARIO general ice dos Memorias dirigidas al CMttgrew por el Sr. Ür. Hoi:x (de Cclte): una $obre las diluciones meulaias; olra sobre la reforma que debe hacerse en estas palabras: antisycósicos, anlisifiMcos, anlipsóricos.

El Congreso acuerda la impresión de esas dos Memorias entre sus trabajos.

^ 4 6 6 —

El Sr. Lüi3 CRDTKaRiER esponc que la comisión encar­gada por el Congreso de examinar el proyecto del Sr. CHK-TM, relativo al nombramiento de una comisión llamada CA)-mision del Congreso, y á la determinación de sus atribucio­nes, después de una larga y detenida conrerencia, ha creído, modificando algún tanto el proyecto, admitir que la comi­sión tenga esencialmente por objeto representar el cuerpo homeopático ante la administración |)ública, y propagar nuestras doctrinas, sin inmiscuirse en las cuestiones cientí­ficas. Ha resucito sujetar, en su consecuencia, á la decisión del Congreso, la proposición siguiente:

Articulo 1. Se nombrará por mayoría de votos una comisión llamada del Congrew.

Art. 2.* Tendrá esta comisión por objeto representar ante la administración el cuerpo homeopático.

Art. <).° Tendrá ademas por objeto propagar la doctri­na homeopática, sin mezclarse en las cuestiones científicas; convocar el Congreso, distribuir ios premios en los con­cursos, etc., etc.—Articulo adoptado por tres votos contra uno.

El Sr. Lnts CRCMULMUÍR esponu ademas que el segundo articulo del proyecto, no conteniendo, según él, el pensa­miento que había brotado del seno del Congrio en las dis-cusícHies anteriores, respecto á la enseñanza oral y clínica, tenia aun i sus ojos el inconveniente do no precisar nada, y de dejar, por consiguicntt', la comisión con entera lilíertad pan obrar ó no obrar, usar ó abusar; pues la frase propagar la doctrina lo encierra todo, y tal ha sido el pensamiento i]uo ha hecho rechazar al Congreso la proposiciun dü un instituto homeopático superior, justamente calificado de estado mayor del cuerpo, que, en la suposición mas favorable, puede ser admitido y reconocido como principio que toda comisión, cualquiera que sea el número de individuos que la com­pongan, no funciona sino bajo la condición de tener un ob­jeto perfectamentí; definido.

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Espono, por otra |)arto, á sus colegas de comisión, quo es, bajo todos conceptos, muy (U* desear que el proyecto abra­ce las exigencias legitimas y el pensamiento del Congre­so; y les somete, en su consecuencia, un nuevo proyecto, destinado á conciliar las opiniones que se han manifestado, é indicar declaradamente la obra que debe proseguirse. Ha­biéndose la comisión adherido á esta idea, el Sr. Luis CRU->'BiLHrER procede á la lectura do su proposición, precedida de los siguientes considerandos:

El Congreso homeopático, reconociendo como principio (jue la iniciativa individual permanezca, hasta nueva orden, siendo el mas seguro instrumento do progreso para la doc­trina que profesa y su propaganda, cuenta para ello, ante todo, con la inteligencia, el desinterés, el mérito y la posi­ción de cada uno do sus miembros;

Considerando, sin embargo, quo una enseñanza oral y clínica, por imperfecta quo so la suponga, atendida la insu-ñciencia de los medios do que dispone el Congreso, no pue­de menos de dar escelontes resultados;

Considerando que no deja de haber inconveniente en dejar con el carácter do individuiilos las relaciones que pue­den surgir, de un momento á otro, tmtre la administración y el cuerpo homeopático;

Considerando que puede muy bien uno de sus miembros ser victima de odiosas calumnias, y atacado hasta en lo quo constituye su honradez, sienta la necesidad de un apoyo moral y poderoso, y no deja tampoco de haber inconvenien­te para la dignidad del cuerpo homeopático, cuyos indivi­duos son, hasta cierto punto, solidarios en quo este apoyo falte;

Considerando, por fin, que hay muchos inconvenientes en dejar al cuidado de una sola comisión un gran número de atribuciones y funciones;

El Congreso, después de haber deliberado, decreta: Se nombrará, por mayoría de votos, U0.a comisión de cin­

co individuos, que tendrá por objeto:

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i.* Favorecer materialmente, y por todos los medios Ac que pueda disponer al erecto, la enseñanza oral de la ilomeopatia y de las ciencias au\i'''ares.

2.' Procurar los medios de organizar un dispensario en cada distrito de Pari";, y fundar un ¡(eriíMlico, quo podrá lle­var por titulo Goce/a tie Ins ditpensarios homeopáticos.

Cada ano de estos dispensarios llevará en caracteres visi­bles el número de su distrito. Se abrirá en cada uno de es­tos un registro, donde se ins';ribirán los nombres y el domi­cilio de las personas (|uc reclamen el tratamiento homeopá­tico. Estos registros, comunicados todos los años al C<m-preso, serán 'dirigidos por el ministro de lo Interior.

Se nombrará tanibicn , por mayoría de votos, una co­misión de nueve individuos, cinco en Paris y cuatro en pro­vincias, que tendrá por objeto:

i." Itepresentar a! cücrpo homeopático ante la admi­nistración, cuaiMk) lo crea necesario y !o juzguen conve­niente;

á." Iiilcrvcnir en d papo du los lit)n<irp,rios do cualquie­ra di! sus individuos, siuinprcque sii tasación sea puesta en tela át' juicio y las parles interesa<las lo reclamen.

pl Sr. Cacris declara que sostiene su projMisicion como contraproyecto á la comisión d<;l (longrofo. El Congreso debe, por lo tanto, resolver antes que todo sobre este coii-traproyecto.

Si decide que lo discutirá, resultará [tor esto simple hecho que recliaza el proyecto de la comisión; si so niega á discutirlo, tendrá que tiacerlo con el que acaba de leerse.

El Sr. AoDocrr: El Sr. CaDVEiLmu ha manifestado su opinión personal, no la de la comisión. La comisión acepta la proposición del Sr. CBETIM, ligeramente modiñcada en su forma, y pide al Congreso que resuelva sobre esta proposi­ción, y no sobre otra alguna.

El Sr. LEÓN MARCHA' I; l-ra proposición del Sr. Cairm ha aido aceptada en su conjunto por la comisión; ha tenido tres TotM coolra uno. La coüüsioa no tiene solidaridad aU

— im f^ina por el Sr. CRUVEtLittKR en las opiniono» qxfo ahora ha emitido y desenvuelto.

El Sr. CRUVEIMIIER : Creta haber obtenido hace poco el asentimiento de la comisión.

Los Sres. MAUCHANT y AUDOUIT: ES un error. Consultado el GonjJtreso, no toma en consideración el pro­

yecto del Sr. CauvKiLHiEn. Ábrese discusión sobre el del se­ñor CRETIN, y las enmiendas que la comisión propone.

Después de discutir el principio mismo de la comisión, que combaten los Sres. MIIXE:«T, HERMEI., UONNARD, MAILLOT, y sostienen los Srt». AÜDOI'IT y CUETIN, pasa el Congreso A la <liscusion por artículos.

Artículo 1." Queda constituida por el Congreso una co­misión central homeopática, que tiene por objeto represen­tar ante la administración los intereses cientifícos y profe­sionales de la escuela homeopática.

El Sr. CRRTIN propone que se añada después de las pala­bras ante la administración, estas otras, »/ la opinión públi­ca. Uespucs de una corta discusión, queda aprobada esta en­mienda.

El Sr. CRETIN propone que se añada al fin dol articulo, y <¡e loH interesados, siempre que su causa esté enlerameitíe en­lazada con la fie la misma escuela. (Queda aprobado.)

Art. 2." Esta comisión deberá ocuparse ademas, según sus medios, en todo lo concerniente á la propaganda de la doctrina homeopática, y especialmente en la convocación y celebración de los Congresos, y en la distribución de los pre­mios en concurso. (Queda aprobado.)

Art. 3.° En ningún caso deberá dar su opinión sobre las cuestiones médicas que se susciten, ya en la prensa, ya en las sociedades homeopáticas. (Queda aprobado.)

Art. 4.* Se compondrá esta comisión de nueve indivi­duos, cinco elegidc» entre los individuos del Congreso que residen en Paris, y cuatro entre los que residen en los depar­tamentos.

El Sr. CRETIN propone bu cifras siguientes: Quince indi­viduos, diez de ios residentes en Paris, y cinco do los qua

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residen'en losdepartamentos. Yqueda aprobada la enmienda. Art. 5.* Los individuos de la comisión serán elegidos por

mayoría de votos; sus poderes caducarán al reunirse el próxi­mo Congreso; á él deberán dar cuenta de sus actos.

El Sr. CRETLI propone que se redacte así este artículo: «Los individuos de la comisión serán elegidos por mayoría de votos, en la última sesión de cada Congreso que so cele­bre en Paris cada cinco años. Darán cuenta de sus actos an­te cada Congreso nuevamente constituido.»

El Sr. CATELLATI, mayor, pide que no se lije el tiempo que haya de mediar entre los Congresos que hayan de reunirse esa Paris.

El Sr. Cnmv suscribe á esta adición de su enmienda, y propone que, después de las palabras en la üUima sesión de cada Congreso, se añada simplemente estas: reunido en Paris.

Puesta á votación la enmienda del Sr. CBETIN con la del Sr. CATBLLAN, mayor, queda aprobada.

Art. 6.* La comisión deberá establecer corresponden­cias con las sociedades homeopáticas y con los módicos del departamento y del estranjero. (Queda aprobado.)

Art. 7.* Los recursos de la comisión se compondrán de las suscricíones voluntarias de los médicos, y de todas las personas que quieran asociiüwle. (Queda aprobado.)

Art. 8." La comisión f<nmará on reglamento para regu-lariivla celebración de sus sesione* y su contabilidad. (Queda aprobado.)

El conjunto del proyecto es puesto á votación con estas enmiendas, y queda aprobado deünitivamente.

Se procede acto continuo á la votación secreta para el nombramiento de ios quince individiua que han de componer la comisión.

El Sr. Prm lee ana M«noria sobre el vitalismo. Q ^ . D a n u a , un trabajo sobre el cateterismo del

tímpano. n Sr. de la PtMoauuüK lee una Metoorta titulada Jte la

' tensen(o* itiMof.

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El Sr. CASTAWC, en nombre de la comisión encargada de proponer el lugar en que haya de celebrarse el próximo Congreso, lee el dictamen siguiente:

ScSoRKs:

La comisión, de que tengo el honor de ser órgano, tenia ¡i su cargo examinar en cuál de las principales ciudades do Francia podia celebrar sus sesiones el próximo Congreso ho­meopático.

Habiéndosenos presentado, como á propósito para el ob­jeto, las ciudades de Lyon, Marsella, Tolosa, Agen, Avignon y otras, uno de los dignos vicepresidentes de esta Asamblea ha creido deber dirigir un parte telegriñco á algunos de los comprofesores, que no han podido dejar este año su pro­vincia , á fin de que den su opinión sobre la oportunidad que habria en que la reunión del próximo Congreso tuviese lugar en la ciudad en que respectivamente habitan.

Lyon, Marsella, Tolosa y Agen, han contestado. Nos han manifestado todos nuestros colegas que verian con gasto reunirse en el lugar de su residencia el próximo Congreso.

Vuestra comisión ha debido examinar entonces si entre las ciudades que reclaman el honor de ser el lugar de vues­tra reunión pnhima, se halla alguna que, por particulares motivos, merezca ser la preferida. Se ha acordado de qjie la ciudad de Marsella acaba de ser el teatro de un grandísi­mo escándalo, á propósito de los injustos ataques dirigidos por una asamblea Alopática contra uno de nuestros mti dignos y apreciables comprofesores, y ha creido que el de­ber y la dignidad del cuerpo homeopático entero exigen que nos reunamos en Marsella, no para proteger y defender á nuestro aprcciable socio, que ha sabido rechazar por si los inauditos ataques sagitados contra él por la rivalidwl y la envidia, sino para ir á plantar en aquel mismo lugar, testi­go de tantas iniquidades, el estandarte de la verdad y do la deneia, que de seguro allí, como en Burdeos y en Paris, no se atreterá á atacar na<lio formalmente.

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Vuestra comisión tiene, por lo tanto, el honor de propo­neros que designéis la ciudad de Marsella como punto de reunión del Congreso homeopático que ha de celebrarse en 1850. (Queda aprobado sin discusión y por unanimidad.)

El Sr. EscALMER, en nombre de la comisión encargada de examinar la resolución de la Sociedad imperial de medicina de Marsella, relativamente al folleto del Dr. CiuncÉ, lee el dictámea siguiente:

SEÑORES:

No ignoráis cuántas tempestades han suscitado, en la es­fera del mundo medico alopático, los triunfos que ha obte­nido la Homeopatía en cl tratamiento del cólera, cuando en i8oi invadió este azote la ciudad do Marsella. No ignoráis tampoco cuánto ruido metió en el Mediodía do la Francia la noticia de esos triunfos, esparcida, ya por la fuma pública, ya por la carta del Dr. CHABGS al Dr. RAPOU. Recordareis también todas las calumnias dirigidas contra los Homeópatas en general, y contra cl Ür. CIIARGK, en particular, en el fa­moso folleto del Ür. CRUCUET, titulado La HonteopaUa y el eóUra de 1K54e>t Marsella. Conocéis la notable defensa del Dr. CHARGÉ, que, sentando la cuestión en un terreno mas elevado que el de las persoualidarles, demostró el alto valor de la doctrina de HAUNEMAX;* CQ SU largo y concienzudo tra­bajo, de que uno de nosotros tuvo el honor de dar cuenta á la Sociedad francesa de medicina homeopática. Llevaba este trabajo por titulo La llomeopaHa y su» delracloreS' Creyó de su deber contestarle la Sociedad Imperial de me­dicina de Marsella; ma» esta contestación consistió tan solo en una resolución tomada después do un dictamen de pocas páginas, escrito por el Dr. SAUV-ET, el cual, sin argumentos de ninguna clase y cstraño á toda discusión cieatílica, co« OM vais á ver, concluyó desmintiendo formal y completa­mente las aserciones emitidas en el folleto de nuestro digno Gonsocio. Ha sido ya este dictamen objeto de una refuta-cioa muy razonada, valieolc y digna, por parte do tres da

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nuestros colegas marselloses, los doctores SOMMIER, KAMPAL

y GiLLRT, y también de una justa y severa reprensión dirigi­da por nuestro digno colega de I yori, AUGITSTO RAPOU, al PRE-

siDEfiTE de aquella Sociedad mwlica. En presencia, sin em­bargo, de un acto tan grave, emanado de un cuerpo médico oficial, el Congreso homeopático de Francia, ú propueíta del Dr. LEÓN SIMÓN , padre, uno de sus vicepresidentes, lia creído de su deber tomar oüciosamcnte la defensa de la Homeopatía, atacada en la persona de uno de sus mas ilus­tres individuos. Por esto, señores, os habéis dignado encar­gamos de preparar al objeto un proyecto de resolución mo­tivada , y este es el trabajo que vamos á tener el honor de sujetar á vuestro juicio.

Para que esta resolución tenga, empero, todo el valor y el carácter cienliflco necesarios, conviene que exami­nemos con escrupulosa atención hasta sus menores de­talles, y, por decirlo asi, con el proceso en la mano juz­guemos con la debida equidad, y tan severamente como exige la gravedad del asunto, el dictamen presentado á la Sociedad de Marsella, y las conclusiones que esta adoptti en su consecuencia.

Exige este juicio que veáis previamente los principales puntos del trabajo tan duramente condenado en el dic­tamen.

Empecemos por recordar que nuestro consocio CiiAncÉ se habla propuesto un doble objeto al redactar ese escrito tan claro, tan preciso y tan lleno de interesantes detalles, en que ahora vamos á ocupamos.

Había debido contestar ante todo álos tiros de que habla sido blanco, y al efecto había referido los hechos de la ma­nera siguiente:

Después de publicada la carta del Dr. CiiAncÉ al doc­tor RAPOD, padre, decide la Sociedad de medicina de Lyon inquirir la vetead de los hechos enunciados en la carta. Algo mas tarde so encarga la Sociedad de medicina de Marsella do hacer otro tanto.

Nombra la Sociedad do modiciim do Marsella una co-

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misión. Empieza esta sus trabajos en el convento de las Hermanas de Santo T<Mnás, y en el del Refugio. Cerciorada de que son los hechos verdaderos, entra cu vivas discusiones, y se halla disuelta por la dimisión de cinco de sus indivi­duos, uno de los cuales, el enc irgado de dar el dictamen, declara < que habia concebido la esperanza, esperanza que le había salido fallida, de poder examinar con buena fe ó imparcialidad lodos los datos de una discusión que desgra­ciadamente no so detiene en los limites señalados por la ciencia.

Nómbrase una segunda comisión, que no se reúne; y hé aquí la ocasión de que ae nombrara un solo individuo para hacer las investigaciones. Recayó el nombramiento en el Dr. CRUCHET, que pocos dias después leyó á la Sociedad su proyecto de carta, donde venia envuelta, en el mas injurioso lenguaje, una multitud de hechos trasforraados y desfigura­dos. Tan violentamente estaba redactada la carta, que mu» chos individuos se negaron á aprobarla, siéndolo, sin em­bargo, en la sesión siguiente, tal, poco mas ó menos, como se la había leído en la sesión anterior.

En contestación á las aserciones calumniosas emitidas por el Or. CRUCHKT, dejó demostrado nuestro colega, por medio de una esposicion clara y precisa de los hechos, acompañada de todas las pruebas que podían apoyarlos: l.°,.que las de-ftiDciones de coléricos en el convento de las Hermanas de Santo Tomás de Villanueva no cesaron hasta el momento en que él fue llamado; 2.°, que ochenta cíiléricos (no habla de la gravedad de los casos i, tratados por los señores ingenieros de poentes y canales, bajo la dirección del Sr. Dr. Ctun-, hm curado todos, á escepcion de uno que dejó el hospital militar ambulante para seguir otro tratamiento en su propia casa; 3.*, que en la casa <kl Refugio, habiándr«e adminis­trado lospreserrativoa inmediatamente despuMdc la prime­ra defunción colérica que tuvo lugar en el establecimiento, Bo se presentó ningún caso nuevo, aunque si muchos de co­lerina; 4.°, que en esta casa, que contaba entonces trescien­tos aaaenta refugiados, la mortalidad, qua e n por lo menos

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de 4,17 por 100, y habia subido á 12 por 100 antes del tra­tamiento liomeopático , bajó á 1,48, y no ha pasado nunca de 3,7á desde el año 1850, en que el Dr. CHARGÉ es médico de la casa (adviértase que el estado de esta mortali­dad anual fue comunicado á la primera comisión de examen por la misma supoiiora del Refugio, y so ha perdido); 5.°, que varios profanos han curado muchos casos do cólera con un folleto en la mano: hecho pora cuya conñrma-cion 80 ve obligado á citar, y hay injusticia en echárselo en Cara, cierto número de cartas justiñcativas (1); 6.', que, según confesión de autores, cuyos escritos cita testualmentc, los pretendidos tratamientos racionales son del todo ¡mpo> tentes para el cólera.

Después de haber contestado á los ataques de que habia sido objeto, aparentemente personales, pero en el fondo di­rigidos contra la doctrina misma, cre^ó nuestro consocio deber utilizar en provecho de la cuestión cientiSca el traba­jo que habia empezado simplemente para defenderse. Este es el segundo objeto de que hemos hablado. Uno de

(4) A los documentos jusUficalivos publicados por el doctor CHARGÉ, añadiremos este, que ha sido enviado al Congreso por uno de sus respeta bles oyenlcs.

Á (M Mffores individuos del Congreto ftomeopático de Framia, Me doy por feliz al poder apoyar ante el Ckin eso homeopá­

tico, con mu recuerdos y mi espericncia personal, las aserciones del cscclonte Dr. CBAMif, combatidas por la Alopatía con su ma­la fe do costumbre.

En Niza, donde yo estaba mientras el cólera so cebaba en MaraeUa, aguardálianios cada día su visita: nos hallábamos, pues, interesadisimos en estar al corriente de todo lo quo pasaba en la ciudad fóoea. Supimos con el mayor gusto los Ulunfos de la nue­va doctrina, que mas tardo encontramos conflrmados en ia carta escrita por el Dr. Ca*«cK al respetable cura de Cessolle, carta de que so distribuyeron millares de ojeniplnres en el momento de invadirnos la epidemia, y ha contribuido poderosamente i calmar los temores do una población aterrada.

La medicación indicada por el Dr. CHARCA iba á recibir ademas una brillante sanción en nuestra propia esperienda. Yo mismo he detenido con el . cido fosfórico, en mas de ciento seten­ta tndlTiduos, la diarrea quo se manitiesta al principio de la en­fermedad, y hu curado coa el Yeratrum á diez colcricüs nws 6

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nosotros ha (Mrescntado el análisis de esta segunda parte en su dictamen especial sobre la obra (i). Helo aquí:

«Empieza por hacerse cargo el autor de las principales objeciones dirigidas diariamente contra la Homeopatía, que estamos ya cansados de refutar.

> Deplora con razón la tenacidad de nuestros adversarios •n atacar con vanos raciocinios verdades que descansan en hechos, y no pueden ser, por lo tanto, desmentidas ni refu­tadas sino por la observación de los mismos hechos.

I Demaestra que todos los días las aplicaciones terapéu­ticas de los médicos Alópatas hacen mas verdadera la ley do los semejantes. Toma por ejemplo el sulfato de quinina^ y recuerda de paso los principales hechos que tomó de la tra­dición médica el inmortal autor de El Organon.

I Contesta á estas objeciones que tantas veces nos han di­rigido: Primera, la Homeopatía es un sueño; segunda, lli-pócaATBs, HDPPELA:<D y el profesor LORDAT nos condenan; los glóbulos son medicamentos nulos.

«Incidentalmente contesta también á esta otra objeción

menos graves, los mas de los cuales haiñan 8Ído abandonados por los médicos AlópaUís, y sacramentados-

Si se tiene ahora en cuenta que lian obtenido los misiiioi re­sultados con sos generosos esfuerzos el Dr. FiitEi.u*, el cura de San Pedro, el de Ccssolle, el (¡resbilero CATTOIS y la señora 11*-WMMo. que han manifestado el mayor desinterés y hcroisiiio, s<; deberá reconocer que mas de mil enfermos han sido arrancados de los brazos de la muerte por los Juiciosos consejos del doctor ClAtGÉ.

A esta rápida csposicíon de hechos, conviene añadir los admi­rables triunfos conseguidos por el Ur. MURR. en Genova, donde el cólera ha hecho tantas victimas. La población hahia ({uedado de tal modo impresionada por ettos felices resultados, que cuan­do el Dr. MutE, por intrigas de los mcdícüs del país, se vio obligado k abandonarle, so aciaga partida motivó una insurrec­ción, que para sofocarla se vieron obligados á hacer uso de las armas.

¡Ánimo, pues, amigos de la humanidad; cada dia»edisipanlas tinieblas, y son reeuiplazadas por la <u*/...

París H de agosto ile (855.—BM'on Oci. PaoST. (4) Diario de la Sociedad francesa do medicina homeopática, - IVI, pág. 1»1.

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qoe natoralmeitíe detáa ecbir»ele. en cara: el maritct^ de SAiMT-AaMAU» DO ha «ido curato por la Bomeqiatia. Esta contostacion la encueatra en el acta de autopsia dd núsmo mariscal, donde determinan la causa de su muerte graves lesuHMs carcUacas, reconocidas ya durante su vida, al paw que A intestino^ dicen, tto ofrecía huella vitible de antigua$ letima morbosa». Ahora bien ; sépase que nuestro colega había tratado y curado á SA«T-^AAIUUD de una afecckm in­testinal crónica que le había coaducido, según declaración de la facultad, á ks puertas del sepulcro.

»En el cap. T (el penültimo) establece el autor que la doctrina homeopática tiene sus principios, su método, sus medios; que da bases nuevas á la Qsiologia, á la patología, á la tenq>éutica. Demuestra que la ley de los ttm^jantet, aprobada y consentida-por la teoría, viene confirmada por la dinioa. Se&ala, por fin, las dificultades de la práctica ho­meopática, dificultadas que todos nosotras podemos apreciar cada día, y encuentran aun nuestros mas antiguos y hábiles maestros.

»Ea el (dtlmo capitulo hace el Sr. CuABaá un llamamiento á (odas las escuelas. Aepite á los Alópatas que su repulsión hacia la Homeopatía uo está apoyada en pruebas suficientes; los invita al estudio de la ley de los semejantes, les suplica qo* dejen á un lado la cuestión áa los glóbulos, que 119 ea mas que secundario, y lüMudoaenlos aarcaamoa» in^gOM de la gravedad de su misión, para entregarse á un examen y á una crítica verdaderamente cientiUcos. Pide á los Homeópatas que desdaben injustas provocaciones, y contesten con tñt>a-joB.serios que puedan facilitar el camino á los que «opiO' u a . Predica la unión y la fraternidad, recordando qo» todos somos moa de una misma faoúliai que todos tenemos el mismo debw; co&aolar y curar.»

Tal es en el fondo, y tan corto como posible, el antiisis del tn^jodel Sr. Cnaacá en sus dos partos eorrespoidlen-tas á los dos asuntos distintos que se proponía tratar. El estilo es M toda la obra dignó de la fra vedad del asunto. No pua-

ToMo IV. 32 •

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do dar mejor idea delearieter de su discasioB, ni de la o é -tura de su lenguaje, mas qiM citando dos párrafos dé la in-troduceion , y hs frases con que termina.este trabajo.

En la introiduecion: «Reconosco en la lógica el derecho de rechaxar, si puede, mis argumentos; y en la esperieneia el de combatir ó destruir los hechos que refiero; mas la in­juria, el sarcasmo, la ironia, en una evestioa de vida ó de muerte para nuestros semejante», no pueden tener á mis ojos valor alguno. Loe reeteio como prueba esclusiva de impotencia ó de pasiones bastardas; no reeonoaoo que pro* duzcan otro efeclo que rebajar á los combatientes que las emplean, y realzar á los hombres serios contra quienes se esgrimen.

•No me quejaré jamás de que un médit», fiel á sus oon* viocioBes, las defienda con todos los recursos de sn espíritu y todo el calor de su alma; aprecio y respeto á cualquiera que por amor á la verdad arrostre U {Mveba de la contra­dicción y los ftirores de la hieha; reclamo ea favor de todos la crítica cientifica mas lata posible, pero á condición de que «sta critica se haga en lenguaje francés, en el de la cor­tesía; en el de los sabios cuando se pueda, en el de los hom­bres honrados siempre y en todas ocasiones.»

Concluye la chn con vm Uamamieoto á los médicos, que ya h» resumido. Hé aquí sus ultimas frases:

«Médíeés de todas las escuelas, evitemos cuidadoaamen-te fatigartioB en discusiones escandalosas ó eatárUes; acor­démonos á menudo de que t4Mlos somos U|os de ana mis* na (amilia; de que todos eattunos Uamtdos á la misma por el grito del dokñ* y h amargura. Una misma misión nos ha sido confiada, un mismo deber nos ha ñdo impuetto: conao-lar ycurar.*

Be «aerito ya en el iugnr citado qii» no «ra poaiMe ter-miBar de una nMin«a mas conforme á la digaidad de k citada, ala fraternidad médica y áU caridad del cristiano.

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una obra consagrada á la defensa de una doctrina y de una personalidad, ojbjeto de apasionados, falsos é injustos ata­ques. Este final del trabajo de nuestro virtuoso y sabio co­lega es digno de esas primeras piginas de que hemos es-traclado los párrafos, tan notables por IR riqueza y la fuer­za de la espresiou, lo elevado de la idea y la nobleza de los sentimientos. '

No podemos asi maravillamos, señores, de que S. E. el Cardenal Donnet, Arzobispo de Burdeos, después de haber hecho el mas completo elogio de este libro en una carta es­crita á una tercera persona, termine con las lineas siguientes:

(Hé aquí, caballero, mis impresíouos sobre el libro del Sr. Dr. CiuaGit. Añadiré que bajo el punto de vista ipas in­teresante para mi, oemo es el de la fe y el de La morid, es intachable, y que, oomo obra de polémica, es modelo de prudente discusión j de moderación crislúuui, >

Dispensad, señores, si me he detenido quizás demasiado ea ma trabiyo que ya todo* cenociais. CoroprendereJa fácil­mente que era muy necesario hacer comprender su espíritu, y presentarlo tal como os en su fon lo y en su forma, para que se pudiese juzgar con conciencia del dictamen de ia So-ciedad d» madici«a, destinado á Ueoar el mmoi^eUi. Su-jetemoa atora este eximen al análisis.

¿Qué haHamos por de pronto en el celaiivo á la cuestioQ científica? Esto ea lo que debíamos naturalmente ver en todaa las Uneas de un trabajo que aa|e de un «Ito cuerpo cianWeo, da uoaSociedad Imperial, de una Academia rappnoeidaofi? cialmeote oomo órgano de la ciencia médica. P|iea jbien, «>-borea: no haliamoa acerca de ella una palabra, ni una Kt» pabdira, ponpaaapuedo mirar como «na apreoiacioiiie' ria del método las frases «guientes: «Con Ja Uome ftaMa» 0$4* MBO puede medicíRar á lo» deinas y owarse áM mmaof tie-oe para esto los eipwífloos. ¿Qi«é os parece, seAooaaf ¿Son eatoa Bumerosos en k <ci9nciNr ¿flonoaete vofotroa mu­chos?... jQiié medicina tan fácil en la teork, y tan cómoda y

— m) — agradable en la práctica! ¿Concebís las ciencias médicas re­ducidas á dos columnas de un cuadro sinóptico, donde se in­dican los síntomas y los remedios?! Héaqui todo lo que en­contramos, y esto cuando, según se confiesa en el diezmen, cincuenta páginas del libro del Sr. CnAacé están consagradas i la ciencia. ¡Cincuenta páginas! ¡Y tos, Sr. SAII\-BT, no le consagráis ni cincuenta palabras! ¡Y aun estas os sirven pa­ra dejar escapar una csclamacion irónica!

Sobre lo relativo á los hechos personales de la práctica delSr. CHAUGÍ, y los demás Homeópatas de Bfarsella, se observa la misma falta de discusión y h misma falta de por­menores. El autor del dictamen no toca mas que la cuestión de los conventos, y solo para decir la verdad á medias: «El convento de las Hermanas fie Santo Tomás, dice, no conta­ha mas de veinte personas, y no ha perdido mas que dos co­léricos tratados homeopáticamente.» No añade, empero: i.', que cuatro Hermanas hablan muerto y ocho estaban agonizando el dia en que fue llamado el Dr. CRAKGÍ para re­emplazar al médico ordinario del convento; %*, que de es­tas ocho, ha sah'ado cinco; 5.°, que de las tres que suoim-bíeron, la una se negó á tomar los medicamentos, la otra re­cayó por una grave imprudencia; 4.*, que otras siete Her^ manas han sido curadas á poco do ser invadidas.

En cuanto á las demás cuestiones de hecho, en cuanto al papel de la Sociedad de medicina y sus comisiones, en cuanto á su participación en la carta del Dr. Cancinrr, he­chos establecidos por nuestro consocio rx>n todas las prue­bas imaginables, la Sociedad Imperial ae limita á dar el mas completo mentis. ¡Un mentís! H< aqid la gran conclusión M «fictámen. Confesad, se&orea, que «t un proceder su­mamente oómodo. ¡Qué mat fáeil de dar que un mentis ro­tundo? iPeto y deapoes? ;[Reaalta acaso de aquí que loa he­chos negftdoa no exiatanf

AJA es eómo el dielámen del Sr. Dr. SAOVKT responde á huToKiiioiies de hecho á que el Sr. OBAROR b» consagrado ntaa de veinte páginas, y á la eueatton de deneia á que con-saflnV -tnaii de cincuenta.

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b i cambio, señores, es el dictamen tan sobrio en «gu-mentos y discusiones, como fecundo de aserciones faltas, en insinuaciones malignas, en espresiones injuriosas para nuestro colega jr la Homeopatía misma. Podréis jucgark» por las citas siguientes. En la cuarta página se lea: «Certi­ficados de curación, cartas de agradecimiento, nada iíilta en el libro: diriase que es un reclamo incesante, perpetuo, de' un periódico político.» Pero, señores adversarios nuestros,, sed justos; habíais atacado á nuestro consocio sobre hechos: habíais puesto en duda la realidad de lo que habí» referido; su honor personal, la dignidad del arte, el bien de la Ho­meopatía, ¿no le ponim en la triste necesidad de demostrar que le que habia dicho era cierto? Y esto, ;podia hacerlo de otro modo que sacando á plaza hechos bien justiíicMiosf Si hubiese obrado de otra manera, le habríaia echado encara la pobreta de su defensa; ahora le acusáis de que su escrito 68 mí Adamo; afortunadamente, su alta posición en la cien­cia y su mucha clientela, le ponen al abrigo de una acusación infundada. En la página quinta del dictamen se lee: «¿Por 4|ué no ha invitado á sus coaiprofoBor«8 á visitar el hosfrital ambulante^ cuando estaba ocupado por coléricos? Era el momento oportuno, el medio seguro de hacer conversio­nes... Mas ya vosotros mismos contestaiaá mis preguntas, porque todos aabeis que el médico Homeópata no publica sus esperimeatos sino después que e$tán curados sus enfer­mos. No negareis que esto es obrar con circuaspeccion y prudencia. Itisinuaeion caluooniosa é injusta^ si las hay. ¿Guáatas veces lian sido invitados Bue tros camprofesoret, por cada uno de nosotros á que asistani nuastros^diipansa-ños, y hasta para que visiteo ciertos enfermos? Í Cuántos se han presentado? Existe en Paria una clínica homeopática en uno de los grandes hospitales. ¿Cuántos prácticos han ido á esperimenur el método de H*HNBMik.NN? Para este Con­greso hemos hecho un llamamiento general á todos 1(M mé­dicos; los hemos admitido á U discusión, algunos han sido iontadoe oficialmente. ¿Habéis visto muehos, señores, que hayan venido á sentarse en estos bancos?

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Mas allá, en los eamideranáoB, encontramos las aser-dones sigmentes: «Que el libro titulado La Homeopatía y MM áeiracton», oo es una obra cienti6ca, sino un trabajo e(mce-bido y publicado con un objeto que la Sociedad se abstiene de cidificar; que su acusación contra tas comtstones investi­gadoras está hecha con el ánico objeto de crearae un pro­testo para injuriar á médicos respetables; que el Sr. CHARsá ba tomado ta pluma para ultrajar sin motivo á algunos de sus eonaprofesores.1 ¡Qué msigne mentiral Seboros: pei mi-tidme esta espresion, que se escapa involuntarianMiite de mis labioa. Todos Doaatros eoiiq>rofesores saben, tan bi«n co­mo nosotros, que nuestro colega so ha tomado la pluma sino para defender la Homeopatía atacada con violencia, y para lavarse de las calumnias é injurias con que le habia man­chado el Dr. CaDcarr.

fiebo citaros, por fin, el siguiente párrafo, quenwda po* drádánaiek publicidad debida para castigo del q i^ lo ha escrito, y del que lo ha dejado im(nrinyr:

«Ya lo veis, señores: este libro no es para vosotros; nada tiene de común con las coaas serias que vosotros estimáis. Escrito para clientes, pan amigos, no merece que suspen­da» por él el ór^n da vuertros trabajos. Desde el domi­nio del pensamiento, que es el vuestro, no descendáis á los cálcalos del industrialismo. Esas iajorias que una orgtdlosa temeridad os edia á ta can, no podrán nunca llegar hasta vosotros: no volváis, pues, ta cabeza al que las dirige; Mice-da lo que quiera, dejad á ese temerario que se abrigue en esa independencia que pone sus aetoa al abrigo de todo etámen. Tarde ó temprano habrá de dar cuenta de ellos al Juet Supremo de las acciones humanas.*

Creo, seftons, que oo jotgareis necesario refutar seme­jantes injurias. Publirarias, presentarlas á ta coociMcta de los médicos de buena fe y de los hombres honrados, i no es aeaso todo lo que merecen? El lector racotdará, por otra parte, como vosotros, el resumen q w bonos dado de tas

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matariai tniadas en la obra de nuestro colega; los tro»» que hemos publicado de su forma y de su estilo, y el juicio can favorable de Su Einaa. el Cacdeaal DOMHCT, «S deciri otros tantos mentas dados á esai ultnyautes declamacioiiw.

Tú es, señores, ese bello dictamen emanado de una d» las principales sociedades médicas de Rancia; de una So­ciedad /mfMTMi, es decir, de una academia de corto alean»* oe, de uno de esos raros cuerpo* superiores enca^fadoadn representar o/fcioimsitfe nnestni bonroaa profesión y mwatra hermosa ciencia; algunas lineas irónicas ápeQp(Mit<o da una de las mas graves cuestiones de ciencia y de práctica; un. simple mentís á los hechos mejor probados.

Kn cambio, sin embargo, diré, oonnuastrosdignos cole> gas SoLuia, RiuvAL y GiLuv:

«Un desden afectado, frases pretenciosas, declamaciones vagas, asercionea erróneas, inculpaciones sin fundamento, mentís, sin pruebas en apoyo, injurias groseras, chistes in­oportunos, todo lo hallareis, menos la ciencia. Diriase que es > una edición d» esa* cantalN de un di« que ciertos «wpiri-tus aventurero*, ávidos de nombradla, se complacen en ar­rojar de vez en cuando contra una doctrina cuyos principio! minoran, pero cuya igooraucia no les ia4>ide que la conda-MU MB apelación» «n,iVÍftud.de MI alta cieacia y su po­der omnímodo.»

Obaervad bien, señores, que laoomision de la., sociedad nombrada paraeuminarteobra, «oonobjetOrdioaelaatordel didánien, de evitar una precipitación sentible, estaba com­puesta de individuos oonooidoít por su lealtad y su espíritu de tolerancia con respecto á las diferentes doctrinas médi­cas; que esu el<>ccion debia, tegun él, quitar U ^ preteeto 4 recrimimcioneB, y aola«l amor de la verdad podía ler w móvil.» Vuestro dicl¿oa«Q» seboros comisLiMtados, ha proba­do bien hasta dónde Uof» vuestro espíritu dp tolerancia, likió redúflal

Afkdames, ftnalnwnta,. que para onronar su obra y dar.

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á ese libelo toda la pobUddad posible, la Sociedad de Mar-adía ha dbigido ese dictamen á todoa loa periddiooe de me-dleina; que loa mas lo han inaertado, y algunos nohan va­cilado «n aoompafiario eon insinuackmes mas ó meooa ma­lignas contra nuestras doctrinas y todoa su adeptos; que uno de eUos« conocido por 4a Cicilidad con tfoe maneja el látigo de la sátira, látigo que emplea á menudo contra la Homeo­patía, pero sin mas resoltado que ei de acelerar su marcha, perid^co llamado La VnioH Méüea, y representKio por Ama­deo LATODK, ha llegado á e^tresarse en estos términoa, en su número del tO de jnlio de 1885:

«Alas corporaciones sabias, masqM é bs IndiTÍdualída-des, corresponde estar incesantemente en abierta lucha con­tra el progreso de las ideas falsas ó peligrosas, y contra las prácticas evidentemente inspiradas por la codicia. No te­nemos fe contra la propaganda de la eteentrieidad medica, ni en las meadas I^^atívaa, ni en Ursdedstonesdelostri-btníáles; pero tenemos gran conHanca en la discusión Arme, audazy raífroM, y creemos que si á U detpergonzada piAli-eidad del eharla¿ani»mo opiHieaen las corporaciones sid)ias h prudente publicidad de sus discusiones y sus fallos, el es­píritu médico, y hasta el espHtu piblioo, no sufrtrian los frecuentes desvíos que ahora sufiren, m«ced á pubHca^H nes peligrosas.

* Asi lo Aa comprendido U Sociedad Imperial de medi­cina de Marselia, que acaba de dar su grande y animoso ejemplo, contestando con un enérgico dictamen á un folleto raoy esparcido del Sr. CaáBoá, titulado £a HoHUopatia y SM detraetore$. Publicamos ese dictamen que la Sociedad de medicina de Marsella nos ha hecho el honor de dirigimos, y le daremos también toda la poblicidad que esté á nues­tro alcance. (V^u d fMetát) Si todas las Sociedades de medicina, inclusa la Academia, imitasen el ejemplo de la do Marsella, todo el mundo quedaría pnmto «NMWIWMO del tutor que tienen lat atercione» de lo» partidario» de la Bo-, meopaHa, y de kt realidad de $us partietíare» euracionet.*

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iQaé os parece,'se&ores, de estaen^r^ú» introducción al enérgico dictamen de Marsella? El Sr. Amadeo LATOOR ha tenido el palor de seguir el grande y animoso ejemplo que te daba el alto cuerpo oficial, j Cuántos suscritores le habrá valido en la ciiñiad de Marsella á La Union Módica esta bravata de su director? Sin insistir mas sobre el juicio dado por el periódico, de ios intereses cienü^ñ, moralet y profetionah* del cuerpo médico, nm oonleotaremos con a|dicarie, empleándolas en mejor sentido, ciertas palabras del dictamen de SAUVIT, que ya conocéis, y os diremos, asi como á nuestro consocio CRARCB:

t Desde el dominio del pensamiento, que es el vuestro, señores, no descendáis á los cálculos del industñalismo. Es­tas injurias, que una orgullosa temeridad os echa á la cara, no podrán Itegw nmca hasta vosotros...* Mas caritativos, sin embargo, de lo que son esos señores para el Sr. CHARCO,

no citaremos al Sr. Amadeo LATOUR ante el Uibunal del Juez Supremo.

Mas el juicio de la Sociedad Imperial de medicina de Mar­sella «s de una gravedad superior á las frases de un perio­dista que nos es hostil por sistema; l u obras de una corpo­ración sabia, representante oficial del arte médico, merecen ma. examen serio, han de ser apreciadas con ouidado« oon imparaalidad, con dignidad, atm cuuidoeiia dignidad no usté en sus obnuí, han de ser el objeto de una resolución bien motivada. Creemos, señores, haber llenado esta misión que nos conñárteis con toda la atención debida, y, á conse­cuencia de este examen, tenemos el honor de proponeros la resolución siguiente: «

Atendiendo á que el dictamen del Dr. SAOVBT, adoptado por la Sociedad imperial de medicinade Marsella, no es, ba­jo ningún punto de vista, un examen científico ni seño del trabajo, que era sn objeto, ó, lo qne e» lo mismo, del valor de la Homeopatia en el tratamiento del cólera dorante su in­vasión del año 1854 en Marsdla;

Atendiendo á que las cuestiones relativas al arto y á 1 a

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cieDcia médicas no están en él ni suscitadas ni estudiadas; á que las cuestiones de hecho son pura, simplemente y sin discusioa alguna, objeto de un mentís completo; á que en lugar de las objeciones serías y de una argumentación fran­ca, leal y científica no se halla mas qiM « un desden afecta­do, aserciones erróneas, inculpaciones sin fundamento, mentís sin pruebas, injurias gniaeras y chutes inoportunos;»

Atendiendo á que semejante manera de obnu*. en itua Sociedad sabia y con respecto á una obra escrita por un mé-dicu instruido y respetable, donde se trata una cuestión que tan de cerca toca á los interese* de la humanidad doliente, está no solo en oposición coa todas las prácticas de las so­ciedades y con todos los hábitos de paternidad, sino tam­bién, y es lo mas esencial, con los verdaderos principios que sirven de base á los adelantos de la ciencia y á los pro­gresos del arte.

Por todos estos motivos, y tomando á su cargo la defen­sa de un respetable colega y de la Homeopatía ultrajada en su persona; creyendo obrar ademas en nombre de los derech >s olvidados de la ciencia y de los intereses descono­cidos de la humanidad.

El Congreso medico homeopático reunido en Parts Protesta contra la conducta de U Sociedad imperial de

medicina de Marsella; Declara que esta Sociedad ha faltado á los deberes de la

profesión médica, es decir, á ios que le imponen á la vez la ciencia, la humanidad y el arte; que su conducta es tanto mas %-ituperable, cuanto que, como cuerpo oficial, debe ser para cada uno de los individuos de la Sociedad medica un modelo permanente, y ofrecerle el ejemplo do todas las vir­tudes profesionales.

Si- adoptáis, seíKwes, la resolución que os proponemos, os pedim<M que os digneis decidir ademas:

i.° Que este dictamen y la resolución que le teroóna, sean insertados íntegros en el acta de vuestras •esiones;

2.° Uuc se tirará de ellos un número de <j«niplare» sudcieate para contestar á la publicidad dada al ataque;

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3 / Que se enviarán ejemplares al Sr.Dr. CRARCK como un homenaje del Congreso; á los señores individuos y PRE-siDKNTB de la Sociedad de Marsella y á los redactores de los periódicos de medicina, como una protesta.

Quedan aprobadas por unanimidad las conclusiones de este dictamen.

El Sr. PRESIDENTE: Muchos individuos piden que Uu ac­tas y los trabajos del Congreso sean publicados en el perió­dico de la Sociedad Francesa, y tirados aparte.

Queda también aprobada esta proposición por unani­midad.

El Sr. NcflBZ, PRESIDENTE honorario: Señores: no puedo menos de manifestaros mi mas vivo agradecimiento por la insigne distinción om qu« me habéis honrado, nombrindo-me vuestro PaEsroENTE honorario. Esta distinción es tanto mas lisonjera para mí, cuanto menos merecida. Me afecta tanto mas, y os doy las gracias con una efusión tanto mas grande, por cuanto tongo la fortuna do contaren esta asam­blea un gran número de amigos decididos. (Aplausos.)

El Sr. PRniDRNTE publica el resultado de la votadon pa­ra el nombramiento de los quince individuos que han do componer la comisión central. Los votantes eran 45; 7 han votado en blanco. Sobre los S8 votos, los 10 individuos re­sidentes en Pnris que han obtenido mayoría son:

LosSres. PÉTROI, 27; León SIMÓN, padre, 29; TBSSIBR,

19;Moi,iN, 18; LEBOÜCHKR, 1H;ESCALUER, 14;CRmN,27; JAHR.

{Ti; GASTIES, 19; LOVK, iZ.

Los señores individuos de los departamentos que han obtenido mas votos, son:

Los Sres. CHARGÉ, ^i; BécHKT, 24; ANDRIBOX, 19} MAR-

CMANT, !9; de BONNBVAL, 18.

Estos quince individuos compondrán por lo tanto la co-misiojn central Homeopálioa, hasta la reunión del próximo Congreso en París. '

El Sr. PRESIDBNTB pronuncia el ñguiente discurso de des­pedida:

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SBÍIOIUK:

En el momento de separamos podemos, debemos tal vez arrojar una mirada sobre el camino que hemos recorrido.

La sesión del Congreso de Paris ha sancionado nueva­mente la de burdeos, que reanudó la cadena por demasiado tiempo interrumpida de esas asambleas en que los Homeó­patas de Francia y del estranjero se reúnen con el objeto de conocerse, amarse, reanimar sus esperanzas, y buscarlos medios de vencer los obstáculos que haya debajo d» sus plantas. No nos hallamos ya en los dias de triste memoria en que la Homeopatía era tratatkcomoestranjera; masápe-sar de sus luchas diarias y de sus incesantes conquistas, no se le ha otorgado aun el derecho de ciudadanía. Debe, pues, seguir combatiendo por su propia existencia, luchar con ar­dor sin traspasar los limites que le impone bi verdad, la jus-tieta y la prudencia; y esta posicioH la obliga á aestener esos Congresos en que, consocios venidos de diversos puntos de Francia, y aun de otros paises,se ilustran sobre la verdadera situación de la Homeopatía en las comarcas que cada uno habita.

EsperaoKW que en el dia del triunfo lo» que nos sucedan no dejarán morir esas ^ n d e s reupionos médicas, imagen de otras en que se discuten las necesidades de la agricultu*-ra y de ia industria, y se toman resoluciones, espresion de esas mismas necesidades y de los intereses mas legítimos.

Por desgracia d>; los hombres, lo» Homeópatas estarán aun en minoría durante muclio tiempo en nuestros depar­tamentos, y aun en esta misma capital, centro de la civiliza^ ctoa «NVopea. Será, por lo tanto, una necesidad durante mu­cho tiempo que se presten un eficaz auxilio, ilustrándote cada uno sobre las luce» del otro, y viniendo á pedir á todos, con certeza de obtenerla, protección para lu persona, su posición y su carácter contra k intriga del.odio y de los celos profesioaalcs. La Homeopatía, ea su cualidad de reforma radical en el arte de curar, eatá condenada á

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vivir y á desarrollarse durante largos años fuera del eatrc-cho circulo descrito por su primogénito rival, hoy enoMmi ' zado y poderoso. Para que las dos escuelas encuentren su

, punto de unión, es indispensable que la Alopatía efectúe su divorcio, siempre proyectado y siempre aplazado con las se­ducciones de la hipótesi; que precise y ensanche su méto­do; que la observación y la osperiencia sean para ella algo mas que una buena y laudable intención, sean un hecho positivo; que los médicos que la representan lean mas á me­nudo en el libro de la naturaleja, donde Dios ha escrito con su propia mano, sin vacilar ni equivocarse, todas las verda- des que puede aprender y tiene necesidad de conocer el mé­dico. Hasta ese tan deseado dia será útil y necesario miüti-plicar, como lo ha hecho ya con fortuna el Sr. ESCALUCB,

nuestros paseos por el campo de la terapéutica alopiUiea, buscar los medios que emplea, los caminos eu que entra, y por los cuales se acerca á la Homeopatía, unas veces siu saberlo, otras sabiéndolo, y queriendo, en la pobreza de sus medios, aprovecharse de algunos de los frutos que produce con tMila abundancia 1« terapéutica homeopática.

Será también útil hacerse nuevamente cargo, como ha hecho ya rt Sr. CHRTIN con la energía y la facundia qiw le caracterizan, de los problemas siempre renovados y jamásre-sueltos sobre el método esperiraental y las curaciones es­pontáneas; será útil estudiarlos y discutirlos bajo el punto de vista hahnemanniano, á fin de que sepa una vez mas la Alo­patía que la Homeopatía no acepta las criticas que bajo éste concepto le han sido dirigidas, que sabe también distinguir en toda curación lo que pertenece á los recursos da la fUer-tt vital y lo que á la terapéutica; que comprende el méto­do e MMímental de una manera mas vasta, TBM completa, mal piictica y hasta me atreveré á decir mas lieal y mas franca que la Alópatia, que va deslizando tm MpóteaU ba­jo el manto de la 6q>ert«acla, y no la interrog» sino cuando puede ju^ficar sos miras sist^náticas. Lo ha hecho ya e Sr. CRÜTIN bajo un punto de vista general y teórico, lo ha probado ya el Sr. LRON SIMÓN, hijo, desde un punto de vis-

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ta na» ciramiscrito, al oomparar la eaperiencia para tal co­mo l« ha establecido HAHmiuinf, con la de los vivisectores, cuando invertigan las propiedades de los principios inme­diatos de ciertos medicamentos, y los datos que han presta­do á k fiutnacologia h» observaciones de los toiicóiogos.

Eo so cualidad de reforma radical del arte de curar, la Homeopatia es una innovación; UAHMiMAim, un innovador. Bajo este título ha sufñdo la suerte reservada á todos los que han enriquecido la ciencia con una verdad nueva. En el pa­ralelo establecido entre HAiii«iu.f N y los innovadores de los siglos XV y xn, el Sr. Caoviuann ha procurado pon«r esta verdad de aiaoifiesto. No te ha podido leer por demasiado es­tensa su Memoria, y no tenemos por esto de ella mas que una idea incompleta. No tardaremos, empero, en desquitar­nos con la lectura de lo que no hemos podido oír.

Los Sres. hcaav y LAMBKKT, de Lyon, se han esforzado en dilucidar dos cuestiones de tarmacologia: el primero fijando el sentido que hade darse á la» palabra» atmuacmk y dúta-miaaeion; el segundo, buscando, por medio de la esperíen-cia, los vehículos que es preferible escoger eo la administra­ción y distiibucion de los u^dicatoenti^ liomeopáticos. El Sr. Piaar ha creído reconocer en los medicamentos dos fuerzas distintas, pero no separadas, por ser antagooistu en su exñtencia: la fueraa patogenésica y la fuerza curativa. E»-pliea así cómo disminuye la una en su acción, cuando au-motta y ae desarrolla la otra.

De lo» esperimento» del Sr. LAMBERT, parece resultar que ios medicaaentos homeopático» pueden ser admini»-trados en el agua ordinaria, sin temor de que sean un reac­tivo por U» imporesa» 4|ue eate agua paede contener. Si nuera» IteelMi» vienm á oonfinaar lo» primeros, tranquiliza­rán en I» práctica alo» HoaoMÓpatas. que se ven obligados á menudo ápresouMÜr del agoa destilada, de este aguaque« aun cuando e»^ oa» pura, «ooserva sustancias estniítes P^O' cadentes de ios mismos instrumento» oon que se las destila.

Habei» oido con un interés visible la» ingeniosas airas del Sr. T m sobre la Cinwcologia. Nuestro digno consocio Us

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vuelto á dilucidar con éxito la té«s de STDBi(HAH,cuandode-cia: • El descubrimiento de los remedios especiflcos, en el sentido que damos ¿ esta palabra, no es nunca el fruto del primer advenedizo ni de espíritus inactivos. Notemos, sin embargo, que en medio de esa gran abundancia de bienes que rebosa la naturaleza, el Criador, que vela por laeoater-vacion de sus obras, nos haya provisto, para la curación de las enfermedades mas considerables que afligen al género humano, de específicos que estén al alcance de cada hom­bre en el pais en que ha nacido.» (Véase Med. Práel. de ST-DENHAM, trad. de JONAULT, prólogo, párrafo 34.) SYDBNHAI

traslada aqui el punto de vista providencial al estudio de la Materia Médica. Se limita, sin embargo, á manifestar una creencia suya, pues no ha tenidoifificultad en reconooerque, despnes de muchas iavestigacioneB y cuidados, no ha hecho sobre este punto deacubrimi^to alguno que pueda propo­ner con conflanza. Armado el Sr. TBSTK del método y de losdescubrímientOB de HARNEMANN, ensancha el punto de vis­ta de STDENHAH que el Dr. Mornrr ha tratado de desarrollar en estos áUiraos tiempos en su Emayo de terapéutica indi-

El Sr. I&nifU. os ha hablado de la distineion que ha de establecerse entre la enajenación mental y la locura. Ha weüto i abrir, bajo el punto de vista homtopáüco, la discu­sión que ht tenido lugar recientemente en la Academia Im­perial de medicina. La simple y rápida lectura de su traba­jo no nos ha permitido comprender bien las cmisecueneias que deduce de sus principios, ni ks-adaraciones quela ins-tifican.

Ej^su Memoria sobre el dinamismo vital, el Sr. PrrBt ha remvado la discusión del espirituaUsmo y del mamialis-m*. Ha sostenido la ley del dinamismo vital, tal como HAH-mMAini la 1^ propuetto y desarrollado, y ha condenado tanto el materialismo flskthSgioo oomo el animisno. Tesis que en una publicación r«cíeiM« IM sostenido y desenvuelto el se­ñor MAONAN.

Después de los trabajos cimtifioos han venido, señores,

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la manifestación de laudables deseos, y las resoluciones que habia que tomar en ínteres de la Homeopatía y de su pro­paganda.

Cc^oco en primera linea la reimpresión de la Materia Médica de HAHHuum, cuya edición, agotada hace cerca de dos a&os, deja un vacío que ninguna otra publicación puede llenar. Cuando tomé la iniciativa en llamar la atención del Congreso sobre un trabajo de tanta importancia, no espe­raba alcanzar tan pronto resultados. Reducíanse todas mis pretensiones á dar un simple aviso, confiando en que, en el intervalo de on Congreso ¿ otro, se bubia de hallar me­dio para vencer loa obatáculos que se opusiesen á la reim­presión de esta obra. Gracias á la diunificencia de un amigo de la Homeopatía, que hasta ahora oculta á vuestro recono­cimiento su nombre y su persona, están ya vencidas todas las dificultades. Poseeremos, á no tardar, uno de los monu­mentos mas importantes de la reforma homeopática, y lo poseereaotM como nunca lo hemos leoido; es decir, depurado de todos los errores y faltas que no habia cabido evitar en una traducción hecha con demasiada premura. Aun cuando el Congreso no hubiese dado de si otros resultados, debe-riamoe ya damos por satisfechos de haberlo celebrado.

MIS, gracias á la iniciativa del Sr. Auoourr, y á las en­miendas hechas á tu proposición, que no üene dificultad en reconocer como imperfecta, acabáis de dar á la Homeopatía un nuevo elemento de vitalidad y do progreso. Vuestra co-mitbn oentral, elegida por vosotros'mismos con atribucio­nes bien definidas y obligaciones precitas, es un primer pa­so en la nueva via de desarrollar y no dejar morir ninguna de las inttituciones libres fundadas por k HomeopaÜa. En adelante, k» C<m¿r«»o% no serán simples reuniones dlntíQ-cas, donde vengan á discutirse opiniones sobre los puntos aun oscuros, controvertidos y controvertibles, de la ciencia homeopática. Uw Homeópatas manifestarán en ellas sus de­seos, y tomarán r«solucionet cuya ejecución dejarán confia­das á la comisión permanente. Habéis, pues, tomado dos rasohietones que darán sus frutos; una que llamaré elemen-

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to de moTÜidad, y otra que la llamaré de permanencia. Esta comisión del Congreso, que ha de velar por los intereses de la Homeopatía, luego que esté disuelto, madurará los deseos que hayáis formulado, seguirá ejecutando vuestras resolu­ciones, registrará, con ojo avizor, los trabajos que hayan de hacerse en nuestra escuela, examinará las tendencias de la Alopatía, y vendrá todos los años á informaros de lo que haya hecho, visto y estudiado, á pediros que saneionds ó anuléis sus actos, á sujetar á vuestras deliberaciones lo qae él crea que debáis hacer en adelante. No puedo abrigar la menor duda de que este comité produdrá escelentes frutos.

Por fin, señores; nuestro digno consocio y amigo el Dr. CflARGá, de Marsella, vicUma de una grande iqjusticia, ha sido ampliamente reparado por dos actos que le honnn á él y á nosotros. La resolución que habéis tomado apoyan­do mi proposición, y el hecho de haberos decidido á cele­brar en Marsella el próximo Congreso, prueban dos cosas: la primera, que sentimos todos, como si fuese personal, la ii^astkia que afecta á onalquieni de nosotros; la segtmda, que estáis resueltos á prestar vuestro apoyo á todo oonsooio atacado en su posición y en su persona. Vais á alentar asi al aislado cdega, objeto de mas 6 menos fuertes persecudo-nes, y no será, á buen seguro, una de las menores atribudo-nes de vuesbv comisión central, la defensa de la doctrina atacada, y la de los Homeópatas. Me permitiré en esta oca­sión espresar un deseo cuya importancia comprendereis sin duda. Es preciso que todos nosotros aquí en Paris, y cada uno de vosotros en vuestros departamentos, se procure ao-tivas y numerosas relaciones en la prensa. Conviene que este poder formidable nos preste su apoyo, á fin de que las he­ridas abiertu á U Homeopatía por la publiddad, sean cica­trizadas. Habéis visto con qué ardor k iw«nsa médica se ha apresurado á repetir el ataque dirigido c<Hitra el Dr. GHARGÍ.

iPor qué no hemos buscado los medios de rechazar erta agre­sión inaudita en nombre de la verdad desconocida, de la ciencia bjustamente atacada, de la fraternidad herida ensus

TOMO IV. 33

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iibras mas delicadas y mas vivas? Señores: la falta es núes-Ira. Somos bastantes en número; hemos dado ya bastantes pruebas para que podamos hallar apoyo en la prensa.

Las sesiones de 1855 están cerradas. Podemos volver ah(Mra i cultivar el campo que la Providencia nos ha confia­do, con el espiritu tranquilo y el corazim satisfecho de lo que hemos preparado, mas bien que realizado, por la gloria del nombre de HABNEIUNII, el engrandecimiento de la Homeopa-tia y el perfeccionamiento de nuestras doctrinas. Señores: quedan ya terminadas noestras sesiones. Se levanta la de boy i las SMS y media

Da,A.CRETIN.

NOnClikS DEL BANQUETE.

Terminadas las seáooes del Congreso , se reunieron sus individuos en un banquete, al que concurrió un gran núme­ro de profanos, deseosos de hallarse entre hombres cuya vida está consagnda á la propagación de una ciencia á que deben todw algún bmeftcio. En él se pronunciaron los sigtüMites brindis.

El Sr. Lioii SnoN (padre).

SKÑOBIS:

Tengo ú honor de propoBeroe el siguiente brindis:

Ala memoria de Samuel Hahnemann.

iUneote el Sr. PBTKOZ , á quien impiden presidir este hanquele los deberes de su profesión, me cabe la satisfac­ción de espMiar el pensamiento de loe hidividuos del Con-

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greso sobre la ptfsona y ka trabajos del fundador de la Ho* meopada.

La sesión de 1855 se abrió bajo auspicios y condiciones particulares. Por un feliz concurso de circunrtancias, la se­sión del Congreso hoaieo[^co de Francia ha coincidido con ti. aniversario secular del nacimiento de HABNEUANN. ¿Cuántds médicos habrá y jefes de escuela, cuyos discípulos se reúnan después de un siglo para celebrar el nacimiento de su maestro, habiendo permanecido siempre fíeles á un pensamiento y proseguido con ardor su obra? ¡Ay! En el es­pacio de un siglo, [cuántos nombres de médicos han caido en el olvidol ¡Cuántas glorias eclipsadas! ¡Cuántos hombres de­clarados inmortales han sido tenidospoco menosqueendes-preciol ¡Cuántas escuelas se han completamente dispersado!

El día 10 de agosto babeb celebrado vuestra primera se­sión pública. Sesenta y seis años atrás, en igual día, presen­tábase en una pequeña universidad de Sajonia, en Erlangen, un joven de veinte y cuatro años, que iba ádefender su tesis y á tomar la borla da doctor en medicina. Este joven era Samuel UAONIMAHN , en quien se fundaban ya grandes ea> peranzas. La amistad con que le honraban (^Aan jBvwn-LAND, permite suponer que se hablan manifestado ya en él las brillantes y sólidas cualidades que le distinguieron du­rante su larga y laboriosa carrera.

Veinte años hace no mas que en esta misma ciudad, HAH-NEMANN, que contaba entonces ochenta años, presidia la inauguración del primer Congreso homeopático celebrado en París. El Congreso era numeroso; la concurrencia ma­yor. Tenia lugar precisamente en el año en que, por un in­forme del Sr. J)o{iBLR, la Academia de medicina acababa de lanzar ta utttema contra la Homeopatia. El interés y la cu­riosidad eran grandes. Los Alópatas vinieron en gran núme­ro á recoger, oon faitencioBes bien dii«rsa», las pakbras que cayeron de esta boca octogenaria. Sus espenmua no salie> ron frustradas. HAHMUUNN habló de las que le hacia conce> bir esta reunión, y dio las gracias á sus discípulos por los esfbenos con qne propagaban su doctrina. Sin hacer caso

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«te los ataques de la Academia, nos dio á todos consejos pru­dentísimos, que se resumen en este único pensamiento: «Ha­ced lo que yo he hecho, es decir, permaneced fieles á mi método, á mi ense&anza, á mi práctíca.»

Terminó el Congreso sus sesioaes votando una medalla en su honor. Fue esta medalla acuñada, y pasó á presentar^ sela una comisión, de que fui presidente. En el discurso que le dirigí con este motivo, le hablé en ténakios respetuosos de los progresos que debía realizar aun la Homeopatía. HAHNEIIAK?! escuchó mi discurso con cierta mezcla de serie­dad y de pesar. Contestó con esa calma que no le abandona­ba en circunstancia alguna, y me dijo: tQue animaba á todos los Homeópatas á hacer lo que Ü había hecho; que el progreso no consistía en mirar á la espalda ni en marchar hacia atrás, sino en mirar delante de si y caminar hacia adelante; que habiendo llegado ya al término probable de su carrera, sentía tranquila su conciencia por la nueva sen­da qiw hal^ abierto á la medicina; que, á su modo de ver, sus verdaderos discípulos no tenían mas que continuar des­arrollando su obra, sin alterarla ni querer conciliaria con las escuelas reinantes.»

Tan prudentes consejos han dado sus frutos. En Alema­nia se ha vkto nacer y morir el especiflcismo; la Homeopa­tía csli aun en pie. Si en algún otro país se suscítase una opaácion análoga con las maneras dogmáticas que GKIBSSK-

LicB había comunicado á su especificismo, la veríamos nacer y morir del mismo modo. ¿Por qué? Porque, como decía HAHNBMAKH, el progreso consiste en marchar adelante, y no en volver á lo pasado.

Señores: os propongo que veneréis en HAnitEUANN sus firmes convicciones, su perseverancia para el trabajo, su escrupulosidad para interrogar , la observación y la espe-riencía ; os propongo que miréis en él al fundador del único método verdadero que puede dar á la medicina el solo ca­rácter científico y práctico de que hasta ahora ha carecido.

A la memoria de Samuel Uahiumatm.

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El Sr. CRETIN :

A nuestros eomprofesore» los médico» Hoineóp(üa$ de lo% departamentos y del e$tranjero.

Permitidme , señores, que brinde en particular por los que tan dignamente han respondido al llamamiento de la comisión del Congreso. No podríamos nunca manifestarle lo bastante nuestro reconocimiento por el desinterés que han mostrado, y la cooperación que nos lum prestado tan amplia y generosamente.

Coa su gnn número, han dado un menlis formal á la acusación dirigida sm cesar contra los Homeópatas, á sab^r, el que los desdeñan ios pueblos del campo y de las localida« des pobres, para preferir los grandes centros de población y las ciudades opulentas.

C<Ma sus conocimientos, nuestros comprofesores de los departamentos y del ostranjero han esparcido una luz ver­dadera á nuestro Congreso. ¿ No debemos, se&ores , á uno de ellos la mas importante de nuestras sesiones? Tan buen práctico, como hábil químico, ha hecho y repetido ante vosotros y ante el público esos bellos esperimentos, que, ademas de llenar su objeto especial, han demostrado, de una manera palpable, y hasta la evidencia, la infmita di« visibilidad de la materia.

A uno de esos dignos comprofesores, al Sr. MARCHÍU»T, de Burdeos, debo también el pensamiento con que voy A terminar este brindis. Me decia el Sr. MAKCHANT hace poco:

«La Homeoptíia está destinada á moralizar el cuerpo mé­dico.»

Y tenia raxon, se&ores { muchisima razón. Porque es propio de toda idea verdadera ser esencialmente moraliza-dora. Asi nos aplicamos y n<M aplicaremos á establecer, en nuestras relaciones con nuestros comprofesores, mas cordia-idad y mas lealtad; en nuestras relaciones con nuestros

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clientes, mas desinterés y mas abnegación; en toda nuestra conducta, mas dignidad y mas austeridad.

Brindo, puu, teñore$, por la indiiolubU unión entre lot miáico» EomeápaUu de Francia y del eeíranjero.

El Sr. DlLAVALLAM:

A loe propagadoret de la Homeopatía.

SBROUS:

DESCARTES deda: «Si la especie humana es susceptible de perfección, debemos buscar en la medicina los medios para alcanzarla.» Hace cerca de cincuenta años busco en vano, en las obras y en la práctica de nuestros ilusbres maestros antiguos y modernos, los medios de realizar ese preseirtimiento del padre de la filoaofla pensante. ;Dóode hemos de encontrar, sin embargo, mas ciencia ni mas talen­to que en esa gloriosa pléyada de nuestros inmortales prede­cesores?

Les faltaba una estrella que alumbrara su ciencia, un soplo de vida que inspirara su talento, y hé aquí lo que Dios ha dado á HABUTOIAKÍI para suerte y honra de la especie hu­mana. Gracias á éi, grande aobte los grandes, tenemos una ciencia y un arte médica, propiamente dichas: la medicina es j * para nosotros una simple colección de procedimientos empíricos; salimos de esa práctica mezquina y corriente que se llama ratina; hemos llegado á ese tiempo deseado por DESCARTES, y ya casi realizado por la Homeopatía.

¡Gloria á los discípulos de este grande hombre, que han sido los primeros en propagar su doctrina! Al romper enér­gicamente con las ideas médicas de lo pasado , han snfKdo, sin vacilar, las mas injostas acusaciones y las calificaciones mas doras; han continuado desenmascarando, persiguiendo y combatiendo cuerpo á cuerpo todo lo que han hallado en loa libras y bs ideas, contrario á la docbrtaw do HAHiviuim.

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Por toda contestación sus adversarios no han podido hacer mas que envolvene en la fácil dignidad del silencio.

No pronunciaré sus nombres. Ellos están en el pensa­miento de todos, y grabados están también en nuestros co­razones agradecidos. Prosigan con su pasado desinterés su obra de propaganda, y la Homeopatía realizará con mayor rapidez los grandes destinos á que está Uamada.

El gran beneficio de la generalización de su práctica con­sistirá en modificar los cuerpos, y con ellos todo lo que ha salido, como la consecuencia fatal de las malas condiciones en que ahora se hallan. Contribuirán á la trasformacion moral y universal que se elabora en la misteriosa intimidad de loa espíritus; agruparán en tomo suyo á todos los que* hayan conservado la juventud en el corazón, y todo lo que sea joven, leal y vigoroso; manifestarán que la Homeopatía no es una pequeha doctrina ni una pequeña secta.

Esta propaganda será tanto mas poderosa, cuanto que han de evitar por ella los dobles ataques del materialismo y. el misticismo.

A Utt gloriosos propagadores de la Homeopatía.

El Sr. BouRGEs.

SBKORES:

Tengo el honor de proponeros un brindis, que estoy se­guro que me envidiarán todos mis comprofesores de los de­partamentos y del estranjero:

A los médicos llomeópcUasde París, yilM inditiéUM de la comisión preparatoria del Congreso.

Antes de separarme de vosotros, considero como UB de­ber manifestaros U satisfacción que nos ha cansado «sta per-numencia momentánea en medio de vosotros. Nos retiramos «ontentos de haber respondido al llamamiento de nuestro*

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«HQprofesores pariúenaes, Uenos de reconodiniento por la simpática acogida que les bemos merecido, convencidos, por los notables trabajos de este C<H)greso, de los adelantos, siempre crecientes, de la Homeopatía, y de su esparcimiento por las fiUs de U escuela oficial, segaros de que con tanta constancia aumentará indudablemente nuestra doctrina sus trionfos; confiados, por fin, en el apoyo que el comité cen­tral, nuevanunle establecido, prestará á los intereses cirati-ficos j profesionales de la escuela homeopática. Si hoy nos bailamos reunidos en este banquete firaterñal, qua estrecha aun mas los preciosos láios de la confraternidad, lo debe­mos también al calo, á los aadoos cuidados, á los esfuenos de la comisión permanente del Congreso. Creo, por lo tan­to, ser un fiel intérinrete de los sentimientos de gratitud de mis colegas de provincia, ausentes y presentes, repitiendo este brindis:

Anueitroie(m^^eioret de Parte yá la eomiiiím per" manenU del Congreeo.

El Sr. MOL».

SiRoBis:

fttedo por kprensa métBcahomec^tica; pat esos va­lientes campeones que, no satisfechos con hacer triunfar nuestra doctrina á la esl>ecera del lecho del enfermo, em­plean aun una parte de su tiempo en enseSar lo que creen serla verdad y en combatir el error, for La Bevitía Homeo­pática del Mediodía; por El Arte Médica; por los periódicos espa&des los J M I M , dd Dr. NofcB, j La Década Homeo­pática : por la AUgemeine Bemmpatüche Zeitung; por el Diario de Editaburgo, y por los periódicos italianos y ame­ricanos.

Penailidme tambiffli que dé las gnc iu en vuestro Dom-b i e i l o s rqiresentantes déla prensapoUtiea,qo»no han vaoilado en anirse cooDOMtras para la pfopagusda de la

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HoiDe< MÜ8. Os propongo que brindemos por los repre­sentantes de la prensa, los Sres. SAINT-RIBULX Dcpotr, Ngrrrzn, Luis JODRDAN, PABLO ¥Í\ML.

El ^ . Ntrno»:

Siento, señores, que una vos mas eloctiente que la raía no conteste á la lisonjera alocución del señor secretarlo ge­neral. Permitidme, empero, que os lo diga. Cuando la' prensa defiende las nuevas ideas, no hace mas que cumplir con un deber, llenar su objeto, contribuir al bienestar de la humanidad.

El último brindis ha sido dedicado al Sr. fíenoi, presi­dente del Congreso, por el Sr. LOVK, que recuerda en breves palabras los títulos que tiene el Sr. Piíraot á la estir macion de todos los Homeópatas. Da á conocer el motivo de su ausencia, y manifiesta el sentimiento de no verle presidir esta brillante fiesta de familia.

SEGUNDA PARTE.

TRiUBAJOS nWUL CONGRESO.

FILOSOFÍA CIENTÍFICA Y MEDICA.

•MATO lOBM n VK*Ml M L \ MITATitlOA tH l A t OIMCIAt, T SOt MLA-CIOM» con LAt T K W Í A S V «OCTMKAS lUtSICAt MODCMAt, M » CL aoCTOir

Loit CRUVEIUitER.

OmODOOOCM.

SIROMM:

Creo digna de vuestro examen la cuestión de cuál es el papel que desMnpefia la metafldca en las dencias. Amja uia lux enteramente nueva sobre su historia y M dMenvolvimiento, y le refiere, por sos mas íntimas y mas

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directas coaaecueneias, al objeto que actualmente os pre­ocupa.

Suponed, en efecto, señores, que se os demuestre que toda ciencia y toda doctrina dentifica tiene en su origen su razón de ser, en ciertos datos primordiales, conceptos puros del espíritu que determinan su objeto y su método, y exami­nad luego las coDsecueodas de esta hipótesi.

Si esos datos fundamentales ó heehot-frindpüm tienen una existencia reri, y ejercen ademas sobre la constitución y el desarrollo de la ciencia una influencia tal que vengan á ser, respecto á d k , como su armazón y su cuadro, resulta de aquí que entre esa ciencia y esos datos primwdiales ha de haber una relación necesaria y constante, y toda doctri­na , por lo tanto, todo sistema científico pueden estar suje­tos á una doble prueba, á una prueba espenmental y otra filosófica, que se completen mutuamente. Resulta también de aquí que, fuera del drcalo de los hechos, cuya significa­ción, por precisa que sea, da logar á frecuentes contestacio­nes, como todos los dias vemos y tocamos, ha de ser siem­pre posible, por medio de un examen muy profundo del prin­cipio en que se funda esta doctrina, y por medio de un estu­dio de sus legitimas aplicaciones, adquirir los elementos do una certidumbre que vengan á completar mas tarde los he­chos ,-pero que no etié contenida en ellos solos.

Resulta ademas de aqui que una ciencia es tanto mas perfecta, cuanto se funda eo principios generales mas segu­ros, y presenta, vista en conjunto, un todo cuyas partes guarden entre si armonia.

Resulta, por íin , que ciitrn dos sistemas generales de coordinación científica, es siempre posible, por medio del análisis, hasta cierto punto algebraico, de los elementos que la constituyen esenciaUnente , apreciar en su justo valor el mérito de entrambos.

¥ que entre esas dos doetrtnas médicas, que se ha conve­nido en llamar homeopática y alopática, el espirito hade te-aer siempre, fuera del drcok) de los hechos, coya iuiuflcien-cia «D k> qtie coademe á la Homeopatía «itá hace hurgo

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tienqM demostrada, un poderoso motivo para eiñ^r racio-nahnente y decidirse con oonodmiento de causa.

Gonsecoencias todas tan notables como fecundas, sobre las que es inútil insistír, pan dar á conocer su valor y su trascendencia.

Ahora bien, señores: esta posibilidad de una influencia de la metafísica, ó de ciertas ideas primordiales relativas á las ideas de sustancia y fnena sobra U ciencia en general, y sobre la medicina, puede ser algo mas que una simple \ú-pótesi; puede ser una realidad palpable en sus efectos y en su causa. Esta realidad es para mi incontestable, y el trabajo que tengo el honor de presentaros, trabajo para el cual re> eterno vuestra benevolencia, no tiene mas ol^eto que sujetar á vuestra sabia apreciación los elementos de ntís conviocio-' nes sobre este punto, y te legitimidad de tes oonsecuenotes que de ellas llevo deducidas.

PRIMERA PARTE.

SiHoBu:

Un hecho capital, y que, á Dios gracias, no encuentra quien lo contradiga, domina la historia general de las cien­cias. Este hecho es el del progreso. Añadiré que contiene en si la solución del problema que me he propuesto resolver; porque si el progreso existe, la razón de su existencia no puede ser otra que la de la ciencia misma, y su instrumento el instrumento ó método por escelencia.

¿Cuál es , pues, el instrumento ó el método por esoe-lenda del progreso cientifíco?

Está hoy muy acreditada en el mundo de la dencte la opinión que atribuye esclusivamente álaesperiencia, fecun­dada por la inducción, los maravillosos progresos realizados desde el siglo xvi en las ciencias connológicas y biológicas.

La edad media, se dice, se perdía en los errores de un misticismo ardiente, que miraba con desden la tierra, y se estnvteba en los espacios de la metafísica ciega, que le ha-

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cia considerar como f¡riv<rfo el estudio de la naturaleza y los sentidos. No hubo entonces progreso posible, y es ya sabido cuál fue en esta época el estado de abatimiento de la ciencia, y cuan prodigiosa su esterilidad. Los siglos xv y xvi, car«;terizadQs con el nombre de Renacimiento, fueron una reacción contra los escesos del misticismo y del filoso­fismo. Desembarasado ya de la metafísica, el espíritu huma­no volvki á sus nitfurales tendemáas. ¡Podu dejar de obser­var fenómenos qoe pasaban ante su vista, ni dejar de estu­diarlos, ni dejar de apreciarlos en lo qne tenian de invaria­ble y de constante, es decir, en sos leyes? DiscAans y BAOOM

fueron los organixadores de este método, y desde aquella época solamente datan los progresos de la eiencia moderna.

Si esta apreciación que se hace del progreso científico durante kw ú^os xv y xn es exacta; si la observación y la esperiencia, ayudadas de la inducción, lo esplicaa suficien­temente y no dejan dificultad alguna; si esos procedimien­tos lógicos son de tal modo iidmentes á la natoralesa hu­mana, que el hombre no tenga mas que abandonarse á sus instintos para marchar con seguridad por la senda del pro­greso, es evidentemente inútil, y hasta peligroso, colocar como principio y origen de la ciencia un concepto general puramente metafísico; evidentemente inútil el estudio á que me be entre^Klo para redactar esta Memoria.

Mas esta opinión, cnalesquiora que sean las autoridades en qoe esté ñudada , no es pnra mi admisible, pues la coa* denan á la vez la razón y U historia.

Sin duda alguna la observación y la esperiencia constitu­yen poáerosoi métodos; sin duda alguna pueden ser consi­deradas como la condición $ine qua non de Us ciencias físi­cas y naturales. Son, por si «Au, capaces de verificar sus resultados, y darias ese carácter positivo que constituye su importancia; mas, pw poderosos que sean esos procedi-nüentos, no bastan ni puedm ser considerados como KM instrumentos únicos del progreso.

I B , sin duda alguna, natural mirar los fetubaenos que se realianí «n la esfera de nuestros sentidos: eotre tantos ins*

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tintos enérgicos como ostimulan el alma hnmana, la curiosi­dad no es, por cierto, el menos imperioso. Pero mirar no es observar.

Los sabios, que en nuestros dias se refieren con tanta frecuencia á la autoridad de BACON , pueden leer y meditar lo que no vacilaron en decir nuestros mayores acerca de los que usan pura y simplemente sus sentidos. A buen seguro que ningún filósofo ha insistido (»n mas energia que el venerable canciller en la profunda diferencia que separa i los observadores de los empíricos.

Lo que BACON recomienda no es esa simple esperiencia, que recoge un sinnúmero de hechos sin trabazón alguna, sino esa esperiencia metódica que se dirige i un objeto dado, y no contentándose con ver por ver, interroga á la naturaleza pura arrancarle sus secretos. Lo que quiere, en una palabra, BACOM, es la esperiencia racional.

Ahora bien : es tan poco natural en el espíritu humano esta esperiencia, que puede ser considerada como el último método á que apela, y seria impracticable en los primeros tionpoa de la ciencia. Es muy fácil decir observad: mas cuando se pasa de la simple teoría á la práctica, no se tarda en advertir cuan imposible es observar fuera de toda idea preconcebida. Pues qué, ¿me habéis de condenar á es­tudiar milUu-es de fenómenos, ó, por mejor decir, á ini­ciarme en la ciencia por un estudio superior á mis fuerzas? Me contostareis que la clasificación vendrá en mi ayuda; que los innumerables seres, cuya multitud me espanta, se redu­cen solo á algunas clases; que basta considerar esos tipos generales, cosa que no es, por cierto, superior á las fuanas de mi entendimiento: mas ¿cuándo bastaT Cuando se «a-cuentran elasiflcacionM ya hechas; cuando la ciencia ha creado ya tipos á que podamos referir los diversos objetos que impresionan loa sentidos. Esas clasificaciones, empero, Ápor qué procedimientos se han llevado á cabo? Esos tipos generales, ¿cómo han sido encontrados? Aquí no cabe in­dudablemente invocar la esperiencia, puesto que se trata de esplicar la esperiencia misma, y de probar que es posibte.

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Noectro primer moñmiento no es, poes, (¿Marrar, sino Yer los fenóoaeDos tales como se presentan, y comentarlos, talvez, según las ideas generales que nos dominan.

O niño juega con b naturaleza, no la estudia; la misma curiosidad impide que la obsenre. El observador se separa del mundo entwo, que cesa por un momento de im­presionarle, y no detiene sus miradas sino en un solo obje­to. Estudiar el mundo, ¿no es acaso elevarse sobre el mundo para interrogarle?

El niño está demasiado sujeto i sus propias impresiones, para abstraerse de lo que le rodea. Peñlido en mil diversos objetos que le atraen y le ocupan, necesariamente no pue­de dominar ninguno. Descubrir en cada ser el secreto que oculta; saber considerar cada sustancia como un testimonio de las misteriosas operacicmes de la naturaleza; contar, pesar, comparar estos testimonios mismos, pronunciar luego, en medio del mayor recogimiento, y prescindien­do de todas las impreaioiMs estraün, ana espada de v»-redicto científico : bé aqni la observación, y hé aquf, al mismo tiempo, lo mas contrario á los instintos primitivos del hombre.

Viene á confirmar estas consideraciones el testimonio de la historia.

No es efectivanwnte exacto dedr que la edad media desdeñó la eqierienda y la inducción; abusó, antes bien, de una y otra. La filoaofia, admitida como dicial, la de los tomistas, sobre todo, daba la mayor importancia á los sen­tidos: no contenta con enseñar la observación, la practicaba, y hasta ha tenido su observador ilustre, AuaaTO el Grande, coBStderulo en dos obras modemsa como otro AaisTÓTBLBS.

No se crea que por esto pretendemos que ALauTo el Grande haya iavmtado el método moderno; sostenemos tan taío que la IM^IO sistemáticamente un gran vimeio de esperimentos, y que Rogério BAOOM no ha sido tA Aníco obseñfadcv de la edad media.

Mas entonces se nos diri, ¿por qué, habiéndose hecho en aqoeUfla tiempos un uso tal de la esperiencia y de la induc-

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cion, füetan prodigiosa la esterilidad de Us ciencias, y tan maravilloso el vuelo que tomaron en la edad moderna?

Este resultado, verdaderamente incomprensible, si nos colocamos bajo el punto de vista de la opinión que comba-limos , implica evidentemente una contradicóon imposible.

Es, por otra parte, indudable que si la observación y la esperiencia juegan muy legitimamente un papel importante en las ciencias modernas, no le son esclusivamente debidos sus progresos. Cuando mas, han de ser considerados como simples medios de ejecución.

Puede asegurarse, en efecto, siguiendo paso á paso 1» marcha de las ciencias desde el siglo xvi, quO' hasta la mitad del xvra el método generalmente adoptado por los sabios fue el cartesiano, que subordina la esperiencia y la obser^ vacion al análisis, y que desde el siglo xvui, es dedr, desde la época en que la filosofía de LEUNITZ empezó á hacer sen­tir su influencia en el dominio de las ciencias, el método analitico de DESCARTES cedió su lugar, sobre todo en las ciencias naturales y biológicas, á un método nuevo, que concede la mayor importancia ¿ la hipótesi, y engendra la espoñmentacbn.

Citaremos, en apoyo de estas aserciones, la Historia de fas matemáticas, de MONTÜCLA, la de la Astrononüa, de BAILLY, la Itüroduccion al estudio de las ciencias médicos, de BiiCHEZ, y los notables trabajos de Federico MOHÍN sotoe la historia de los métodos comparados de las ciencias en la antigüedad, en la edad media y en los tiempos modernos.

Mas entonces, si los métodos están sujetos á variación; si el de una época no es el de otra ; si la observación de U edad aie(Ma no es la moderna, es falso lo qua tan á menudo se repto aobre que la ouestimí de m^odo es la cuestioa vi­tal y preponderante on el dominio de las ciencias, es aun mas inexacto añraw que la observación y k esperMwúa son los únicos instrumentos del progreso científlco.

¿No os parece mas lógico considerar eomo mas esencial y digna de eximen, esa caus* y esa razón interna de las re­voluciones do los métodos!

Esto nos conduce ya al corazón de la cuestión. En el fondo, sdiores, ¡qué es un método científico? Un método científico no es mas que una serie de medios por que pasa libre y sistemátiearaente el pensamiento, para ir desde su pmito és paitida á su objeto.

Un método es siempre algo esencialmente meditado; su naturaleza está siempre subo«xiinada á la de los principios á que asjÑra. Si ignoro mi objeto, ;cdmo he de conocer el camino que á él pueda condndrmeT

Si el finco pretende, por ejemplo, penetrar la esencia iDísma de la nataralen corpórea, es claro que el método seguido actualmente le parecerá, por poco que razone, impo­tente é inadmisible. (Eite método consiste en agrupar los fe­nómenos, en form^izarlos, y en conocer por la inducción las relaciones que lo producen, ó bien en sentar hipotéticamen­te una ley general, y probar, por medio de su exacta verifi­cación, que espliea, en efecto, todos los fenómenos.) Este método será, por lo contrario, declarado asoeleiite por cuan­tos aspiren á descubrir las relaciones constantes de los fe­nómenos, es decir, las leyes de la naturaleza.

Asi, el fin y el objeto de la ciencia engendran el método, y ñ los métodos han variado, es porque ha variado el ob­jeto.

Mas este olijeto de la ciencia, ¿por qué noción primordial nos ha sido dado, y de dónde nace? Nueva cuestión, que re­tarda aun la solución del problema que me he propuesto, pero que nos acerca á ella singdarmente.

El fin y el objeto de la ciencia se fundan, y me permiti­réis que apele de ello al testimonio de la historia, sobre una noción mas ó menos vaga de la natnralesa ó del objeto del ser que nos proponemos estudiar. Tomando por ejemplo la medicim, {no cabe afirmar que la manera como se estu­dian los fenómenos de la vida y de la salud, depende abso­lutamente de la manera como se concibe la vida y la salud mismas? Si la salud coiwste, como pretrade GALBRO, en un perfecto equilibrio de los cdatro humores primordiales; si constate, por lo contrario, según DncAans, en un con-

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junto de aparatos y órganos que obran los unos contra los otros bajo la influencia de un impulso central, del mismo modo que las ruedas de un reloj obedecen al impulso que les imprime movimiento: la manera de estudiar sus diver> sos fenómenos, ¿podrá ser idéntica en uno y otro caso? No, indudablemente, y será aun distinta sí se considera la vida como una fuerza.

Ya veis, señores, cómo por ese estudio preliminar de la vida del ser ó de la sustancia, que son del dominio de la me­tafísica, hemos sido indirecta, pero necesariamente, condu­cidos á reconocer la influencia de la metafísica sobre el orí* gen de la ciencia y del progreso; mas esta influencia puede ser aun demostrada muy directamente, y voy á permitirme entrar en algunos pormenores.

SEGUNDA PARTE.

Señores: Cuando con las ideas y hábitos lógicos moder­nos se emprende el estudio de las obras cientíñcas de la edad media, es imposible dejar de admirarse y sorprender­se. Parecido á esos niñeros que entran por primera vez en tierras lejanas y desconocidas, donde la vegetación y el suelo tienen un carácter de originalidad marcada, ó , por mejor decir, á ese anticuario que se encuentra frente á frente de objetos estraños á sus usos, el lector constante y reflexivo se maravilla de encontrar un mundo completamente nuevo.

Habéis leido y meditado, señores, las obras de SunfEnr, FBRNEL, GAUIEN, etc., etc., y os habéis quedado admirados dsl carácter decidido que distingue, bajo todos aspectos, la ciencia antigua de la moderna. Este mismo caráotar ó ge» nio especial se hace, sobre todo, sensible en Us obras de ALBBRTO el Grande, en los Comentarim de la (itica de ABISTÓ-

Tu.n, por Santo TOMÁS, y en los Manuales univertUarm, des­tinados á simplificar y reasumir la ciencia oficial de la épo­ca. En el fondo, esas particularidades características se re­fieren á un conjunto de ideas generales que dominan los es­píritus y los arrojan por una misma senda en busca de un

TOMO IV. 34

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mismo objeto. Por todo y en todas direcciones se propone la ciencia investigar y descubrir la esencia de las cosas que nosotros los modernos dedaramos bvisible, y su procedi­miento lógico, regular y constante, ó sea su método, con­siste en el eoqrieo de una fuena de inducción vulgar (como BACON la llamaba), que consiste en pasar de un sallo, y por un solo hecho, de lo particular á lo general, en ves do coordinar kw misnu» hechos, compararios, y no elevarse á lo general sino lenta y gradualmente.

Este objeto y este método, perfectamente lógicos, se es-pliean por la teoria metafisic* del ser y de las formas sus­tanciales que reinó sobwananiente durante la antigüedad y la edad media.

De la influencia de la doctrina, de las formas sutlandalei sobre la etencia de la antigüedad y déla edad media (1).

Según la doctrina de las formas snslaneiales, todo ser visible está oorapoesto de dos elementos; la materia y la forma.

La materia es el principio indeterminado y pasivo; el principio de la individualidad. La forma, ó forma sustancial que completa la suttaneia ó el ser, y saca de la materia los fenómenos cuya posibilidad encierra, es el principio espe-eiioo mesclado con el aetivo.

Siendo la Cora» el priaoipioque especifica y actualita, estáa identificados en ella la esencia de los seres y la causa determinante de sa movimieato, de modo que el Bi»viaúen> to es en los seres U traducción de su esencia.

Al primergolpedevistase verá (pie esta proposición pa­rece algo mas que usa fórmala ab^racta y del todo indife-

(4) Debo macho, para la redacción de este trabajo, á miesoe-lente amigo Federico Moan, que ha puesto i mi dtopoitfcioB una ribra inédita que va pronto á pnbUcar sobre los métodos com-Mrados de las deocias en la antigüedad, en la edad media y eo los Uempos modernos. Permiume que le manifieste aqaf mi reeoMctatento.

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rente. Ha desempeñado, ñn embargo, un papel iraportan-tisimo en las doctrinas cientlflcas.

En efecto; si el movimiento, en vez de tener lugar, se­gún las leyes universales, como creen los modernos, no es en los cuerpos sino la traducción de su esencia, es decir, de su naturaleza especial, tienen estos un movimiento acomo­dado á su naturaleza, ó, lo que es lo mismo, un movimien­to natural. En otros términos, la materia no es inerte, 6, por mejor decir, no es indiferente á la dirección del movi­miento.

Sigúese de aqui que un cuerpo movido por una fuerza única, no tiene nada que le obligue á moverse en una di­rección rectílinea, ni á conservar su movimiento mientras una fuerza estraña no venga á modificarle ó detenerle. Por aqui se ve ya que el principio fundamental de la mecánica, de la astronomía y de la física modernas, era lógicamente imposible bajo el reinado de las formas sustanciales.

Comprendemos bajo este punto de vista el valor del cé­lebre argumento de AaiSTÓrxLBs en apoyo de la teoría de los cuatro elementos, argumento que en la edad media parecía tan claro como irrefíitable.

Todo cuerpo simple, dice ARISTÓTKLKS, está dotadonece-sariamente de un movimiento simple.

El movimiento simple es la cugJidad propia de un cuer­po simple.

Luego hay tantos cuerpos simples como movimientos simples hay en nuestro mundo sublunar.

Has los movimientos simples y rectilíneos son cuatro. Doa, del centro á la circunferencia, son propios de las costa ligena que se elevan; los otros dos, de la circunfe­rencia al centro, son propios de las cosas pesadas que des­cienden.

Ahora bien: de que dos movimientos rectilíneos tiendan naturalmente á bajar, y entre los cuerpos los haya que se dirijan naturalmente al suelo, si no encuentran obstáculos tales Cotao la tierra y el agua, y de que otros dus movimien­tos rectilíneos tiendan naturalmente á subir, y haya en bi

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naturaleza dos cuerpos, el aire y el fuego, que se dirijan <al cielo , resulta que estos cuatro cuerpos son otros tantos cuerpos simples, y han de ser considerados como la materia primitiva de todo lo que existe.

Simplkit corporü, dice AWSTÓTELBS, esse motum simpli-cem adeoque ximplicem motum propriam etse affeclioncm corporis simplicis h'tnc et prcecipué, et hoc inferí tol aunt cor-pora Simplicia quol motas simpliees infra lunam existentia, quotuplicesstuUmotussimplicesatque redi; sunt autcm illi quatuor.

Bini á centro ad eircumfereniiam rerum levium quce sur-sitm feruntur, et bini á eiretimferentia ad centrum rerum gravium quoe deorsum feruntur.

El quod bini sinl redi deorsum tendentes apparel: quia corporaqucedam naturaliter per omnia reliqua elcmenla deor­sum feruntur.—Ad cenlrum usque si nUiil obslel, «í térra el aqua.—Enim per ignemaeremque deorsum ferlur per lerram; non fertur, sed ex supematat.

SUnüiter apparet binas esse motus sursum tendentes, ig-nisel aer... etc., etc.

Qualeniís autem hace quatuor corpora et simplida sutU et materia genercdionis omnium rerum exislunt.

Este silogismo no tiene evidentemente sentido alguno fuera de la teoría del movimiento, tal comoderiva de la doc­trina metafísica de las formas sustanciales.

Una segunda consecuencia de esta misma doctrina se re­fiere , en particular, á la flsiologia.

En el hombre, y en general en los seres animados, el alma hace el papel de forma sustancial, y el cuerpo el de materia.

De aquí una fisiología esencialmente distinta de la fisio­logía moderna. Puesto que el alma es la forma del cuerpo vivo, 6, en otros términos , el principio que le da todo lo que le caracterisa, determina, anima y hace, en una palabra, un cuerpo dotado de vida ; las funciones fisiológicas se es-iriican sencillamente por la presencia del alma en el cuerpo.

Se pregunta ahora, por ejemplo, ¿cómo se verifica la sen­sación?

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La escueta contesta que todo sensoñum se apodera de la forma del objeto sentido desprendiéndola de la materia, y que tal es la razón de ser de la sensación misma. Quod libet sensorium seiüienio smdpü formam rei seimbilis, sine TM' tería tUque sentit.

Se pregunta, ¿cuáles son las principales funciones? La escuela contesta con la simple palabra facuUades. Hay tantas facultades como acciones, tot facúltate» (¡uot

acliones; y puesto que el alma humana, racional ó vegetal, produce ostensiblemente acciones sensorias, motrices, gene­radoras, de crecimiento, de nutrición, etc., está compuesta de igual número de facultades.

Por otra parte, las acciones y las facultades del conjunto humano pueden referirse á cuatro principales, á las prima­rias , que comprenden: 1.*, la aecion de atraer hacia s i , y la facultad atractiva; 2.°, la acción de animarla, y la facul­tad concoclrix; 3.' , la acción de retener, y la facultad re-lentrix ; 4.", la acción de espeler, y la facultad espulsiva.

Ahora bien: la prueba de la verdad de esta división fun­damental, es la necesidad de que sea asi, y no de otra ma­nera.

Nimirum quia alias ne minimum qutdem lemporis per­durare multoque minus augeri et adjuslam magniíudinem perdttci aut usui es$e possent.

Nada seria mas fácil, señores, que multiplicar las citas, y seguir manifestando la influencia de ese dato primordial en todas las partes de la fisielogia relativas á los elementos. Lat demás partes relativas á los temperamentos y humores, de­penden también esencialmente de este dato..

No estando efectivamente constituido el cuerpo por el alma, sino en su estado de cuerpo vivo, tiene an si como compuesto, por decirio asi, inorgánico, que vendrá luego á ser animado por el espíritu de los cuatro elementos de la na­turaleza, elementos que posee bajo la fornu de humores. Ahora bien: es sabido que el predominio de estos cuatro hu­mores (büii, pituita, tangre y atrabllis) produce los cuatro temperamentos, y que la armonía produce la salud. De aquí

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el p r í n c ^ de toda la medicina griega, que fiíe el de la edad media, el del siglo XT, el del xvi, y hasta cierto p m ^ el del XTU.

Otros puntos de cmitaeto se ofrecen aun al e^)iritu: mas permitidme, señores, que, lejos de insistór en ellos, aborde un punto capital, el de la influencia de esta doctrina de las formas sobre el objeto, y el método de la ciencia en la antigüedad y la edad media. Me atrevo á deeir desde lue­go que, su influencia sobre el objeto de las ciencias, me parece fácil de determinar.

Suponed, en efecto, por un instante que las esencias de las cosas nuderiales sean TiatUes, visibles en si mismas, vi­sibles en un dato completo de los sentidos que las conten­drán al mismo tiempo que un elemento individual confundi­do con ellas, aunque discemible, por medio de la reflexión de nuestro entendimiento. Dada esta hipótesi, ¿no debe la ciencia, si es digna de su nombre, aspirar, y aspirar enér­gica, y casi diré esclusivamente, á esas formas ó esencia* que puede determinar, y contienen el secreto del universo?

En la doctrina que examinamos, la inteligencia puede conocer solo la forma, y de esta idea partieron indudable­mente los sabios de la antigüedad y de la edad media cuan­do determinaron el objeto y el fin de la ciencia. Este objeto es la investigación de las esencias, que constituyen el fondo intimo, la realidad propia de los seres, (he aquí ese amor á la definición; de aqui ese carácter abstracto y ultralógico de la ciencia antigua.

Asi as cómo en medicina se siente uno llevado ló^ca-mente á sentar las siguientes cuestiones: ¿Goal es la esencia de la enfermedad! ¿La de la salud? ¿La del placer y el dolor?

La contestación á esas diversas cuestiones es, por lo de-mas, bastante cariosa: citaremos una, para dar á compren­der el importante papel que hacia á la dialéctica.

£8 necesario, diceb con gravedad acerca de la esencia del placer y el dolor nuestros doctores de la edad media, es Beoeaario que esta esencá consista enel difaroite modo cómo las pactes del cuerpo sienten lo que las altera. Iba á decir

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lai impresiones; mas la palabra tUentionem tui nada tiene de común con lo que llamamos impresión en la ciencia tao-dema, y se refiere á un sistema enteramente distinto.

Cuando las partes sienten esta alteración con placer, vohptttt ea, y viceversa.

*Necet$e ett eM«?iítam dolori« voluptati$qu$ eoiuitíere pe­nes moium quo parte» uentiutU alteriOioMm tui. Si enim eam eum jueundiUUe sentúmt, tolupta» e$t; «i ettm moles-fia, dolor ett.

Esto es muy candido, se me dirá, y no lo niego; mas es también muy lógico, atendido el objeto que se proponía la ciencia. Condenado á la investigación de las esencias, y en la imposibilidad de descubrirlas el aspiritu humaBo, de­bió necesariamente hacer «^Hr al objeto que tenia á la vista un trabajo de análisis que él erigía en entukd ó esenóa, y tenmnaba por definiciones imposibles, tales, por ej.emplo, la salud no es enfermedad; la enfermedad es lo contrario á la salud.

El método en la ciencia antigua está también perfecta­mente datwminado por el objeto y el fin (fu aquella se pro-p<mia.

Si este objeto es llegar á la esencia de las cosas, el en­tendimiento humano, naturalmente activo, y sabedor de que los dos elementos, material y formal, constitutivos del ser, están contenidos en la imagen que los objetos nos en­vían de si mismos, no tiene mas que separar este segundo elemento, razón por la cual el paso de lo sensible á lo inte­ligible, de lo material á lo formal, de lo individual á lo ge­neral, es decir, la inducción, constituye el fondo del método • científico de U edad media.

Trátase aqui, por supuesto, no d« esa induecion sabia que coordma toa hechos, los agrupa, los compara, y se eleva por medio de mía ascensión graduada y lenta, sino de la inducdon vulgar que pretende leer en un hecho aidado la esencia misma de las cosas.

Este método ira ee en el fondo mas que la idoUtría de la <riiservacioD, y la esperiencia que se pierde entre hechos

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sensUdes erigidos en [xindpios. A^ la ñsica, persuadida de que puede alcanzar las esencias de las cosas, toma el fenó­meno mismo ó su posibilidad abstracta como la esencia que le esplica. Se ¡absenta tal fenómeno en tal sustancia, por­que esU sustancia tiene el poder de prodiKirie. Cur opium fácil dormiré? Quia etíineo virtiu donnitipa.

jSe concibe ahora por qué el agua es esencialmente hú­meda, la tierra esenciabiwnte fría, etc.? jSe concibe el por qué de esas diversas cualidades que el espíritu descubre, como dicen Aaisnróm.KS y Santo TCHÚS, deiando á un lado la materia para llegar á la forma? Esas cualidades de hume­dad y d« frió, dieen, existen en esos cuerpos, tumma atque impemújUa, pakbras intraducibies por ser su forma propia.

¿Concibese ahora por qué la forma ó la esencia de la fie­bre consisten en un calor no natural que tiene el corazón por asiento?

;Se concibe ahora por qué la enfermedad consiste esen­cialmente en una destemplanza?

Tal fue la influencia considerable de la doctrina metafí­sica de las formas sobre la constitución y el método de la ciencia en la edad media; influencia tan natural, que el es­píritu distingue sin esfueno el lazo que las une, y reconoce entre ellas una relación de causa á eC»cto.

Debo, sin embaí^, confesarlo; no he comprendi(k) aun pofectamente por qué, como se ha dicho entre nosotros y cerca de nosotros, ha de llegar á ser la clave y la base de una gran restauración médica, esa misma doctrina sepultada desde DKSCAKTU en el mas profundo olvido. Respeto mucho é los modernos tomistas y sustancialistas; mas la parábola del vino nuevo en odres viejos me viene á la. memoria.

Se h« dicho en algún punto, por lo que recuerdo, que esta doctrina es cristiana y espiritualista, y por este doble carácter capas de infundir una nueva vida á la medici-IM moderna, harto comprmnetida ya por los escesos del racionalismo. Sin entrar aqui en d examen de los gravra inconvenientes que presenta bajo el punto de vista de U re­ligión y de la ciencia, la intervención directa de los dogmas

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religiosos en las cuestiones del orden científico, interven­ción que nos conduciría á admitir una ftaedicina católica ó protestante, y una física y una astronomía protestantes 6 pa­ganas, para dar lugar á la rason católica de un moderno filósofo; creo que no puedo admitir los motivos que se ale­gan, aun dejando de entrar en el fondo de la cuestión que nos ocupa. ¿Cómo habia de ser cristiana una doctrina que lleva evidentemente origen de ABISTÓTELBS, y no ha sufrido ninguna modificación esencial hasta el renacimiento? ¿Cómo habia de ser espiritualista una doctrina que consideraba el cuerpo y el alma, no como dos sustancias diferentes, sino como dos elementos de una misma sustancia, y esplica la digestión por medio del alma y las ideas por loe tantasmas > y los sentidos? Que decia: el alma es al cuerpo lo que la fa­cultad de ver es al ojo: el alma no funciona de otro modo. Que añadía: edit per se la imaginación, la memoria, y no h»-Uaba entre el movimiento y la sensibilidad mas diferencia que la de existir en el segundo caso una sustancia interme­diaria.

PerUuk teee habere animam ad eorpoream moUm honii' nitutvis videndi u habet ai oetáisabitaiúiam eorpoream.

Aclione» quasdam edil per se animavelutiimaginationem, tnemoriam, etc., etc., prceesteliamsemuiearumqua sentiunt et motui earum quas voluntario motui cientur.

Primum intelleclum eslmateriale compositum, decia San­to TOMÁS. ¿Qué han dicho mas LOCKE y CONDILLAC?

Como quiera que sea, y este es el punto esencial é im­portante que hay que establecer, resulta del examen sobre el fin del objeto y el método cientiflco de la antigCkedad y la edad media: primero, que están contenidos por entero en la doctrina de las formas sustanciales, es decir, en un dato metaílsico; segundo, que la relación de la metafísica y la ciencia es tan intima, que es imposible comprender la una sin la otra.

Si hubiese necesidad de otros argumentos, invocaríamos en apoyo de esta gran verdad la energía y la perseverancia admirables con que los innovadores del siglo xv y xvi ata-

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eanm esa doctrina, que encienra, por decirio asi, la ciencia en un circulo de hierro; invocariamos sus incesantes luchas contra la antigua metafísica. Cuando se objetaba, por ejem­plo , á los copemicanos que un cuerpo simple no puede te­ner mas que un movimirato simple, y que en la hipótesi de CopÉRRioo se atribula á la tierra tres especies de movimien­to ; cuando se objetaba á GAULKO que su sistema destruía el testimonio de los sentidos, ¿no les era preciso colocarse en el mismo terreno que sus adversarios, para combatir con ventaja y glorificar el testimonio de U razón humana? Sin duda, se contestará, y esta tesis ha sido brillantemente sos­tenida por eminentes filósofos contemporáneos; sin duda convenia que la metafísica viniese á romper las cadenas, que se haÜa forjado C(m sus propias manos; mas libre ya de este obstáculo, y en posesicm de si mismo el espirítu, se aprovechó de su independencia, y examinó de nuevo el mun­do de tos cuerpos, y los observó sin preocupación de nin­gún género, y dio principio á los progresos de la ciencia moderna.

Argumento mucho mas especioso que fundado en prin­cipios; argumento que se halla en abierta contradicción con la historia del progreso de las ciencias en los tiempos mo­dernos. La influencia de la metafísica en las ciencias no es. por cierto, menos evidente desde el renacimiento acá que en la antigüedad y la edad media.

Nos será fiícil demostrarlo.

PARTE TERCERA.

De la» teorUu fuadametUaU$ de la eienáa moderna, de sti origen y de$u iaflueneia iobre su objtío y m método.

•Stíkmu:

•Hay un espectáeolo menos visiUe, pero tan muravUIoso eomo el de los grandes descubrimientos qtu se suceden desde el siglo xv al xvi (diré con el joven y profunde filoso-

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fo, de cuyo trabajo inédito he tomado las ideas genera­les de este examen de la ciencia en la edad media.) Este espectáculo es el de la separación, el de U división de la idea de fuerza que se despega poco á poco de la de forma sustancial, y adquiere cada dia una conciencia mas clara de si misma. Entre el desarrollo de esta ¡dea metafísica y «1 de los descubrimientos cientificos, de que tan justamente or-gullosa se muestra la civilización, ¿hay ó no una relación determinada?»

Nosotros nos decidimos porlaañrmativa. Si, hay una re­lación, una relación de causa á efecto. Federico MOHÍN lo prueba, estableciendo, con la historia en la mano, que la no­ción de fuerza ha pasado en «sa separación sucesiva por tres grandes periodos, y que á esos tres periodos correspon­den tres grandes fases en la ciencia moderna.

tLa noción de fuerza, dice, se presenta desde luego como un presentimiento; está apenas desprendida de la esencia. Una gran discusión metafísica hace presumir, sin embargo, que el movimiento no tiene su principio de dirección en la esencia ni en la naturaleza espedftoa del ser que se mueve.» Hé aquiuna sospecha abstracta, sin duda, que debiahacw desaparecer la doctrina de PTOLOMEO y crear la de GOPÉKNICO.

Si el movimiento, en efecto, en vez de tomar un carác-tereapccial en cada cuerpo, se aplica según las leyes univer­sales , todas las partes de la materia le han de. recibir del mismo modo, sin diferenciarle por su propia esencia. Esto es lo que se espresa diciendo que la materia es indiferente al movimiento. De aqui esta primera consecuencia: no hay movimiento natural en cada especie de cuerpo; no hay re­poso absoluto en la naturaleza.

El objeto d« la ciencia debe ser entonces mirar con de»* precio las esencias y las formas, y estudiar las leyes univer­sales del movimiento. De aqui la necesidad de estudiar la sucesión y la coordinación de los fenómenos, razón por qué no podo ser otro su objeto, si se quiore tomar en /ouenta la naturaleza de los esfuerzo* cientificos de ConÍRiiicoy GA« vaio.

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Segunda fase en el desarrollo de la idea de fuena.

En una segunda fase que empieza con el siglo xvii, con­cibiendo que el movimiento es estraño á la esencia de los cuerpos, dedujo que esta esencia se hallaba fuera de todo lo que es variable, y no podía ser distinguida sino por la razón pura. No debemos, pues, buscarla en los datos varia­bles de los sentidos, dijo; la idea que de ella tenemos es innata. Después de haber llegado á esta conclusión natural, tocaba ya en el origen de las ideas, y, sintiéndose desde en­tonces íntimamente unida con la filosofía, pudo fácilmente organizarse. Operóse esta organización en nombre de un sistema que depuraba la ciencia de todos los datos de los sentidos, y hacia dar al esplritualismo el paso mas decisivo que podja darse. El autor de esta revolución filosófica fue DESCASTES.

¿Cuál es el e£ecto, el dato primordial del gran sistema de DESCARTES? LOS sentidos, según él, no pueden revelar­nos la esencia de los cuerpos. Lo que nos dan á conocer de los cuerpos, no es mas que una simple apariencia, á que da nuestra imaginación una realidad que no tiene. ¿Puede acaso concebirse que la esencia de la cera fuese el ser ama­rilla, sólida, resistente, etc.? Véase su meditación tan ad­mirable por la fuerza de su análisis. La esencia de la ma­teria es la estension; no hay en el universo mas que esten-sion y movimiento. El movimiento es poco esencial á la materia, viene de Dios, y con esos dos principios se puede esplicar el mundo.

DESCARTES trató, con este motivo, de formular un sistema general del universo; quiso construirlo todo, tierra y cielos, seres orgánicos y.seres inorgánicos, con movimiento y es-tension puros, es decir, con la naturaleza despojada de to­da cualidad sensible. De aqui la famosa teoría de los tor­bellinos. Considerada en si misma esa audaz teoría, ha su­cumbido; mas era un primer ensayo para esplicar el cielo y la tierra, la gravitación de los astros, y la de la manzana que

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cae por las mismas leyes universales; era el prefacio de NEWTON.

Lo que quedó del sistema cartesiano fue la concepción de un mundo físico sin cualidades ni virtudes ocultas, sin nada de lo que se había introducido á consecuencia de las formas sustanciales.

El Tin de la ciencia en este periodo, representado por DESCARTES y NEWTON, fue el análisis matemático de lo que contienen las nociones de estension y movimiento, libres de todo otro elemento. El método analítico deriva evidente­mente del objeto y del fin que tan ilustres sabios asignaron á la ciencia.

En el fondo, ¿qué pretende el cartesianismo? Esplícar el mundo con dos concepciones estrañas á los sentidos, la de est£nsion y la de movimiento. Su método consistirá, pues, en buscar todas las maneras posibles cómo puede cons­truirse la estension geométrica bajo la acción de las leyes matemáticas. En otros términos: será puramente analítico. En sus miras particulares sobre las diversas partes del mun­do, añade la análisis la observación comparada de los he­chos. Esta es la razón por qué la concepción metañsica de DESCARTES, aplicada á los fenómenos de la naturaleza, ha creado toda física moderna.

TOBRICELLI, GASÍENDI, OTTO DE GUERICK, HuVGHENS, CAS-

siNi, MAHIOTTE, SwAWiERDAMii, MALPIGHI, NEWTON, ilustrcs representantes de las ciencias físicas y anatómicas de esta época, pueden snr considerados como los discípulos de DESCARTES.

Consignemos ahora otra vez que esta armonía entre las ciencias, su método y su objeto por una parte, y la metañsica por otra, fue tan intima en el siglo xvn y la primera mitad en el siglo xnu, como en la antigüedad y en la edad media.

Tercera fase en el desarrollo de la idea de la fuerza. Hasta aquí, añade MORIM, la idea de la fuerza se ha ma­

nifestado por medio de dos grandes revoluciones científicas. No ha tomado aun posesión de sí misma. Vamos ahora á verla aparecer en el terreno de la esencia.

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En el cartesianismo, tenemos por un lado la estension considerada como la esencia de los cuerpos, por el otro el moTimieato cuya naturaleza intima no está determinada, y del que solo conocemos las leyes universales. Llega LEIBRITZ,

prosigue modificando la idea de DKSCARTKS, y declara que la estension no es ni la esencia ni el signo de la esencia de los cuerpos, sino una pura apariencia. ¿Qué hay, pues, en el mundo! Si la estension que habia desterrado las cuali­dades secundarias y las cualidades ocultas queda también eliminada, ¿qué es de esta? Nada, si no es ya la causa del mo­vimiento, la fuerza. El universo no es mas que una armonía de fuerzas , ana armonía reestablecida de fuerzas invi­sibles.

Bajo U influencia de la monodologia, el espíritu huitia-no concebia, pues, necesariamente que los mismos ór­ganos pueden afectar en la forma animal las formas mas distintas; que es preciso discernir su identidad real, no por la configuración de las partes visibles, sino por la identidad de las ftinciones.

Hé aqui que todos los hechos de historia natural, recogi­dos hasta entonces, fuesen coordinándose bajo el punto de ráta de cierto número de funciones estudiadas al través de toda la serie vegetal ó animal; de aqui las clasificaciones naturales. Asi en la teoría metafísica de LdcniNiTz, aplicada i las ciencias naturales, propiamente dichas, permitia estu­diar la organizacitm y la vida bajo un punto de vista univer­sal, y observar en cada ser, bajo el aspecto de la unidad, los fenómenos de que es teatro, pudiendo asegurarse qae, ada­tar de esta nueva concepción filosófica, y bajo su influencia directa, la ciencia de la vida, considerada en su origen, «s decir, en su objeto y en su fin, se trasfonna radicalmente, y llega á ser el estudio de la armonia visible entre las fuerzas invisibles, consideradas generalmente en la naturaleza, y particularmente en cada uno de los seres.

Si los puntos de contM:to que hemos señalado anterior­mente entre la metafísica y los datos fundamentales de la cienda, entre su objeto y su método, se refieren á una ley

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general, es evidente que la concepción de LUBNITZ debió engendrar necesariamente un método distinto de DKSCARTKS.

Y hé aquí lo que demuestra la historia de los siglos xvii y xvm.

Ck>n LKISNITZ desaparece la espUcacion del mondo por un mecanismo que lo abrace en sus generalidades. Cada fuerza, la atracción, el calórico y la luz llega á ser el objeto de un estudio especial, no siendo conocida en su ley sino cuando establecida esta por hipótesi, y confirmada por la esperiencia, esplica por el análisis de si misma todos los fe­nómenos. Sucede i menudo que la ciencia no está bastante adelantada para que una hipótesi determine su ley integral, y entonces se procura formalizar algunos de los gruposde he­chos, alrededor de algunas e^>licaciones particulares que se relacionen con otras, por medio de una hipótesi mas com­prensible. Tal es uno de los procedimientos da la cien-cía moderna , procedimiento inductivo por escelencia, que se distingue del antiguo en que no pretende buscar lo general en lo particular, ni reconoce el valor cienÜHco de ningún hecho que no se encadene á una serie; en que mar­cha gradoalmMkte desde su punto de partida á su punto de llegada, y da una considerable parte á la hipótesi.

Tal es el método que han aceptado y aplicado todos los gTMules naturalistas modernos á las ciencias biológicas, cuyos progmos datan solamente de LEIBKITZ. Bajo su in­fluencia fueron oreadas la química, por los trabajos y des­cubrimientos sucesivos de STAHL, de HAUU, de BLACK, de CAVKNDÍSH, de PRIISTLBT, del ilustre LAVOISUB, y de sus ému­los RuTHOLUT, VADQVEUN y PouacaoY; la anatomia comiM-rada, por DoataraT, CHISILDBN, MoNao. lüuuiiDa, CAMPBK,

DAVVINTOII y VicBQ DB AZYB ; las clasificaciones naturales, de LiNNBO, BcrroH y losJussKu; U anatomia fllosóllca y la zoologia geiMral, pw Maa multitud de sabios, entre los que figuran como mas ilustras GOBTHB , CuviBa y JaorvaoT-SAtNT-HlLAniE.

Después de haber consignado sumaria, y por lo tanto in­completamente, graeifis al temor de abusar de vuestra in-

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dulgencia, seria preciso escribir un volumen para tratar á fondo esta importante cuestión. Después de haber consigna» do, repito^ la iiitluencia de la metañsica sobre el desarrollo de las ciencias, deseo entrar en el dominio mas especial de-la medicina, y examinar ñ esta última ciencia entra ó no en la ley general que acabo de se&alar. Permitidme que recla­me de nuevo vuestra atención.

PARTE CUARTA.

De las relaciones de la tnelafl$ica por las teorías y las doctri-na$m¿dieo-modema$.

Si la ley general de que acabo de hablar es la exacta es-presión de los hechos, es evidente, señores, que esta nota­ble influencia de la metafisica sobre el desarrollo de la ciencia, ha debido hacerse necesariamente sentir en medi­cina.

La medicina, por las diversas cuestiones que suscita, por las ideas primordiales de vida, de organización y de fuerza á que se refiere, por los problemas que agita, puede ser considerada como la ciencia sintética por etcelencia, y es, por lo tanto, inseparable de una concepción filosófica. En la antigüedad y en la edad media la hemos visto soste­nida por entero en la doctrina de las formas sustanciales. La metafísica y la ciencia médica se hallan en esta época tan intimamente anidas, que no cabe comprender las doc­trinas de GAUANO y sus comentadores de la edad media y del renacimiento, si no se tiene muy presente el sistema filosófico que las ha dado origen y las esplica y justifica.

Por esa misma aliania intima de la medicina y la filoso­fía, no dejaron de ejercer una influencia capital en medicina los {M'esentimientos de una revolución científica general, y la duda precursora que agitaron loa espíritus en los siglos XV y XVI.

Del mismo modo que en esta época el método y el fin de !• ciencia quedaron en un estado vago é indeterminado,

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prescindiendo de 1« consideración del movimiento distinto de la esencia, los esfuerzos de la medicina se redujeron á una critica violenta de las teorías antiguas, sobre todo la de las formas sustanciales á vagas pero enérgicas apreciacio­nes, á prematuros intentos da sistematización, cuya prime­ra idea fue tomada, ya á la química, yaá la astrología, ya á los dogmas religiosos.

Comelio AGRIPPA, CARDAN , PARACELSO , VAN-ÜELMOirr, fueron los representantes de esta época de agitación y de reforma tan desconocida; y á pesar de las persecuciones y los ultrajes de que fueron objeto los innovadores del si­glo xy, pues la mayor parte de ellos espiaron eou el des­tierro y la cárcel su oposición á Us doctrinas reinantes, no hicieron mas que aumentar el deseo y el sentimiento de una reforma inevitable, estimulados por los inmortales des­cubrimientos de HARVBV y GALILEO. Asi, cuando apareció DESCARTES, el grande organizador de las ciencias físicas mo­dernas, la impresión que recibieron el espíritu humano y las ciencias, fue tan general como profunda.

La medicina, j esto debía Suceder asi, recibió doble­mente su influencia desde luego por la teoría mecánica, es­puesta en el Tratado del hombre; en segundo lugar, por el método derivado de la concepción cartesiana sobre la es-teitsion y el movimiento.

Conocéis, señores, la teoría del gran ñlósofo sobre la na­turaleza del hombre. «Supongo , dice, que el cuerpo no es mas que una estatua ó máquina que Dios forma á propósito para hacerla lo mas parecida posible á nosotros, de suerte que da esteriormente el color y hi figura á todos nuestros miembro», é interiormente todo lo que necesita, para andar, comer, respirar, é imitar, por fin, todas aquellas funciones que proceden de la naturaleza, y no dependen mas que de la disposición de los órganos... Si habéis tenido algún día la curiosidad de examinar de cerca los órganos da nuestras iglesias, ya habréis observado cómo los fuelles arrojan el aire á cierto receptáculo, y este aire entra, ya en un tubo, ya en otro. Ahora bien: po Jeis también concebir que loa

TOMO iv. 38

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espíritus animales, arrojados por el corazón al cerebro, son como los ñielles de esos órganos; y los objetos esteriores, según los órganos que remueven, vienen i producir el mis­mo efecto que los dedos del organista, etc., etc.»

Tal ñie el pensamiento de DCSCAKTIS sobre la naturale­za del hombre. Un conjunto de ruedas puestas en movi­miento por un motor. Fácil es comprender lo que fueron en ese dato primordial del hombre, movimiento y esten-sion, la vida y la salud. La vida y la salud fueron un puro mecanismo, y la fisiología un simple análisis matemático de los diversos movimientos que esta máquina contiene. Asi, el mecanismo de DRSCARTBS produjo muy directamente, como sabéis muy bien vosotros, á Boutu y á BAGLIVI, y hasta cierto ponto á BOKRHAAVE, á SAOVACB y á HorrMAHN; asi inspiró de una manera visible la medicina del siglo xvu y la de una parte del xviii, que fue considerada á la sazón como uno de los ramos de la física y de la mecánica.

Imprimió también, y comprendereis los motivos, el mas vigoroso impulso á los trabajos y á las investigaciones ana­tómicas. PECQCÍT, STECM, BARTHOLIM, VIEOSSKNS, RÜISCH,

MALncm, LRwiNfioicK, MOKGAGNI y el mismo HALLKR , se impregnaron de su espíritu tanlo como TOHMICILLI y la Aca­demia del Cimento, del espiritu de GALILEO.

No in«stiré, señores, en los errores de esas teorías que, en el estudio de los fenómenos de la vida, hacían abstrac­ción de la vida misma. Si la razón que dan de los fenómenos encuentran aun oídos crédulos en el vulgo ignorante, hacen sonreír de lástima al menos eminente práctica. Ha pasado ya su tiempo-, mas no te crea que en fisiología hi en medi­cina se haya reducido la influencia de DBSCARTKS Ú HonMAm ni á BoERHAAvc. La noción del hombre máquina, del hombre conjunto de ruedas puestas en juego por un puro mecanis­mo, es innegable que ha desaparecido; mas para abrir paso á una concepción que en el fondo, sobre todo bajo el punto de vista médico y terapéutico, no difiere de ella esencial­mente.

Cuando fiíe descubierta por HALLER la irritabilidad mus-

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calar, se pudo abrigar la esperanza de que, desembarazada la fisiología del dato puramente mecánico, y habiendo pa­sado á ser vital, entraría en una senda nueva. No sucedió nada de esto; y el método de LEiBNrrz, que conduce á con­siderar los seres en el conjunto de sos manifestaciones en la sene de sus seres asociados y coordinados, y no en fus por­menores, quedó completamente desconocido.

Permítaseme invocar en apoyo de esto aserto el testi­monio de autores modernos:

«La irritabilidad, dicen los Sres. TaoussEAC y PIDODX,

tal como salió del laboratorio de HALLER, no pudo ser á los ojos de los fisiólogos mas que una energía física sin funcio­nes determinadas, reducida, cono todos los poderes mecá­nicos, al movimiento de vaivén, y capaz desde entonces de ser modificada solo en su cantidad y en su rapidez. En una palabra, no era susceptible esta energía sino de mas y me­nos.. {Mrod. á la Ther. TR. y P.)

Ahora bien; seguid en sus diversas aplicaciones la ob­servación que precede, y decidnos si las consecuencias le­gitimas del desoubrimiento de RALLIH no son perfectamen­te aplicables á las teorías médicas de CULLEN y de JBAOWN,

y ala doctrina fisiológica de BROUSSAIS, que deríva, como es evidente, de BICHAT, que á su vez no ha hecho mas que completar á HALLU. Podría aquí multiplicar las citas, y pro­bar con testos en la mano á los mas ilustres representantes de la ciencia oficial contemporánea, á los CHOHEL, á los ANDRAL, á los TBOUSSBAUX, á los BOUILLAIID, que profesan absolutamente la misma opinión, si no hubiese concebido el firme propósito de entrar en pormenores. SeRalo, pues, esta concordancia, y continúo.

Es un hecho, añadiré, que el dato cartesiano se halla im­plantado irremisiblemente en el fondo de todos los sistemas y teorías médicas modernas. Empocemos por hablar del or-ganicismo, de que tan orgullosa se mostró en otro tiempo la escuela de París, y se ha desprendido recientemente con mucha solemnidad para abrazar un cierto vitalismo fantásti­co. En este sistema, bnjo cualquier forma que una enferme-

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dad se presente, no es considerada, y lo sabéis bien todos vosotros, sino como una simple lesión de órganos ó un des-arreglo de funciones, que se esplica por la teoría de la fun­ción ó del órgano alterados.

Es decir, que bajo esta cubierta prestada, que no puede ilusionarnos mas que por un momento, encontramos al hombre máquina de DESCAHTBS, al hombre compuesto de partes que ejercen entre si una influencia reciproca. Del mis­mo modo que en una máquina desarreglada ó en el órgano, de que habla nuestro filósofo, es natural buscar la rueda ó flauta que turba su juego normal y regular, es evidente que en toda enfermedad es preciso ante todo , si tratamos de obrar racionalmente, buscar con esclusivismo el órgano li­siado, y descubrir la naturaleza de la lesión, ó , lo que es lo mismo, absorberse sistemáticamente en la contemplación de la parte dañada, y no ver en las diversas alteraciones de que puede ser esta parte asiento, sino las varias espresio­nes de la noción de cantidad, noción siempre idéntica. Qué, se me dirá: ¿pretendéis en el estudio del conjunto humano hacer abstracción de los órganos y de la naturaleza que los constituye, y no acordaros del cuerpo? Pase, tratándose de filosofía; mas en medicina, esa quinta esencia de esplritua­lismo no ba parecido nunca mas que una ridicula locura.

Soy completamente de esta opinión, tanto, que mi ma­nera de concebir los fenómenos mórbidos llega á parecer una exageración á los ojos de los mismos organicistas, pues yo no admito un estado morboso ún su correspondiente al­teración en el organismo material: mas se trata de que nos entendamos, y me creo autorizado para afirmar, aun pres­cindiendo de toda prueba que emane de los hechos, y cuenta que estos son numerosos, que este esludio esclusivo del órgano, que distingue á los organicistas de la escuela, los conduce fatahnente: Primero, á una exageración de la influencia real de la lesión sobre el desarrollo de los fenó­menos mórbidos. ¿Quién no recuerda la gastroenteritis de BaoussAis? Segundo, á desconocer el orden de sucesión de los fenómenos de las enfermedades. Tercero, á un desastro-

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80 olvido de la unidad mórbida, y, por consecuencia, á una teoría tan pueril como impotente.

Basta en cuanto al organismo. En teoría, el vitalismo y el especifícismo presentan, es

verdad, la unidad fisiológica y la unidad mórbida, llegando el primero á pronunciar el nombre de fuerza vital, que con­duce á estudiar en su conjunto el hombre, ó la vida del hombre. Cuando, empero, se trata de pasar de la teoría á la aplicación, olvida muy pronto cada uno de ellos su punto de partida, para volver á caer en el error cartesiano del hombre fraccionado, del hombre cstension y movimiento. ¿Existe, pregunto, ya que no una diferencia radical, una diferencia sensible eutre las prácticas de los organlcistas y las de los vitavilistas ó especificístas?

Cosa estraña, y que prueba con cuánta tenacidad perse­vera el espíritu humano en los hábitos que primitivamente ha adquirido. No hay médico algo inteligente que no esté hoy persuadido de la falsedad de los sistemas y de las teo­rías reinantes, y del desorden y de la anarquía de la terapéu­tica; no hay uno que no sienta el deseo de reformas; uno solo que no repita las palabras enfermedad -especifica, diá­tesis, unidad mórbida, etc., etc., que podrían llevarle lógi­camente á un orden de ideas mucho mas comprensivas y verdaderas, y todos, sin embargo, siguen sus antiguos errores, persuadidos de que no hay salvación fuera die la causa próxima.

La introducción, de que hemos sacado ya una cita, nos ofrecerla un maravilloso ejemplo de esas contradiccione* incomprensibles, si no supiésemos que los meyores espíritus sufren algunas veces sin motivo el yugo de preocupacio­nes ó de ideas concebidas de antemano.

(Se continuará.)

LIGERA REPLICA i t'N AlTiCLLO DSL

8EÍI0& DON GAVETAIfO C31UXENT,

INUITO BM LA P i S . 304 T 8I6CUMK8 DE LOS AMALU DB

•KDICU«A B O H E O P Í T U U DEL PtESBKTB AKO.

Tardías parecerán las palabras qne ahora dirijo, en contestación á mi estimado colega el Dr. CRUXENT; pero nunca es tarde para satisüacer ana deuda, sobre todo cuando la detención ha sido por justas causas. Ademas, el asunto sobre que versarán estas esplicaciones es muy in­teresante , y bien merece que nos detengamos en él.

Siento, en verdad, que las últimas esplicaciones del Sr. CRÍXKNT no bayan quitado, antes bien aumentado, á los asertos de sn primer articulo, el sabor de materialisno que para mi los hacia, y los hace aun, inaceptables. Amigo yo también de la claridad, y constante en las convicciones que abrigo, desde que he podido discurrir algo en filoso-ña, soy espiritualista, y estoy persuadido de que esta cir­cunstancia ha contribuido muchísimo para hacerme acep­tar como una verdad el sistema homeopático. Tal vez tenga

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yo bastante desarrollada la causalidad, y sin duda por esta razón me gusta buscar el por qué de las cosas, y mi mente no descansa ni queda satisfecha hasta que encuentra la e8> plicacioa de un hecho ó de una serie de ellos. Por haber creído encontrar en el dinamitmo vital la clave cieotífica de la Homeopatía, el hecho principio que puede perfecta­mente servir de base i la fisiología, pttología y terapéu* tica homeopáticas, por eso lo admito como una ver^d, y sigo en esto las huellas de H&UNEiumi y de la generadi> dad de los homeópatas. Por lo demás, si asi no fuese, mi espíritu es harto independiente para asentir al Magitter dixii. Si HAHNEMANN hubiese sido materialista, segura* mente no hubiera podido seducirme su doctrina, como lo ha hecho.

Pero si defiendo con sinceridad, y hasta con.calor, mis convicciones cientilicas, soy también tolerante por carác­ter y por principios; y así como rechazo que se quiera ejercer sobre mi una tiranía, cualquiera que sea» asi no la ejercería yo con los demás, aimque para ello tuviese aato< ridad. Dicho está con esto que yo no trato de eliminar de la comunión homeopática á lodo el que como yo no pien­se, y mucho menos al Sr. CEUXCMT, en quien reconozco un digno homeópata, y á qui^ respeto por su saber y hasta por ratón de edad. Yo he dicho solamente que no com­prendo que se pueda ser homeópata siendo materialista: pero el que yo no lo comprenda no arguye el que no puada ser asi. Yo no soy del número de los <|ae en su orgullo niegan lo que entienden. (Hay tantas cosas que yo no comprendol Quizá sea yo el que me equivoque, y,8ial> gun dia llego á reconocerlo asi, no seré tan obstinado que no lo confiese^

Tan firmes son mis convicciones sobre el espintualis-mo, que, sin embargo de admitir las verdades de la fre-oologia, no soy Ireoólogoá la manera de BaoussAis, ni taia^

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poco á la manera del Sr. CRUXENT, qne piensa que las ma­nifestaciones inteleetaales, sensitivas é instintivas, debeu so* consideradas amo productos de ciertas y determina­das porciones de materia. l o , por el contrario, no veo en la matma mas que «n instrumento de taparte espiritual, un intermedio de comtuUcaeion entre los objetos del mun­do fUieo y el ser inmaterial, fM en narros juxga, ra­ciocina y quiere. No por esto nos esclnirá el Sr. CRUXENT

del número de los frenólogos. Admito de baen grado que on médico homeópata pue­

da ebteier felices resaltados en su práctica, aun no cre­yendo en el dinamismo vital; pero reebazo, mientras no se me demaesUv, qoe esta teoría pueda nunca ser perjudicial para la humanidad doliente. Yo no pretendo pasar por sabio, ni tengo méritos para tan elevadas pretensiones, ni aun tampoco me lisonjeo de corar mas y mejor que nin­gún otro, si bien creo que este es el desiderátum de todo médico. Soy solamente un soldado raso en las filas ho­meopáticas, firme y deddido, eso sí, á sostener mi puesto con honor y dignidad, y á admitir las lecciones de todos los que reconozco como sabios, sin renunciar, no obstante, á mi razón y á mi pobre criterio individual.

No puedo penetrar en lo porvenir, y por eso las dife­rencias que habrá entre la Homeopatía de HABNBMANN y la del siglo xx; pero se roe figura qne la filosofía mate­rialista cayó para no levantarse, y que so será ella la que domine enloDces en la ciencia.

Creo, por último, que, asi en medicina como en todas las demás ciencias, es preciso elevarse mas allá de lo que se ve y se loca, si se ha de salir del empirismo y constituir un cuerpo de doctrina. Si los COPKRNICO, KKPLERO, GALI-

LEo, NEWTON, los Livoism, WATT, FULTON, los HABNE-

•AMN y tantos otros, no hubiesen nbido salir de tan mez-qoino circulo, la física, la química, la mecánica, la

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medicina, no hubieran llegado á serlo que son hoy. Respecto á la aserción de que tin fUico no hay ni

puede haber moral, diré algunas palabras que espUquen mí pensamiento. Creo que el alma existe independiente­mente del cuerpo, con sus facultades propias y peculiares; pero en el hombre, tal como está organizado, hay una in­fluencia mutua de lo físico sobre lo moral, y viceversa. Tan clara y tan evidente como me parece la influencia de nuestra organización física sobre nuestra parte moral é In­telectual , otro tanto me parece la de esta sobre aquella, y superfluo seria aducir pruebas de esta verdad, cuando estas palabras van dirigidas á quien tiene sobrada ilustra­ción para comprender mi aserto. Guando vea yo que un cadáver, en quien esté intacto lo físico, puede dar prue­bas de que no carece de parte moral, entonces admitiré sin discusión, sin titubear, y en lodo su alcance, la repetida proposición de que sin físico no hay moral ni puede ha­berla.

Baste por hoy. Guando el Sr. GRUXEM nos dé la obra que ofrece al ñnal del articulo á que contesto ligeramente, entonces quizá cese nuestra oposición, de lo que me ale­graría, por no bailarme en disidencia con un profesor en quien reconozco grandes dotes, y á quien aprecio en su­mo grado, sin tener el honor de conocerlo.

Pontevedra 30 de noviembre de 4855.

CAHLOS SOMOZA.

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N O T I C I A S V A R I A S .

Tenemos en nuestro poder el remitido que nos ha di­rigido el Sr. ARÓSTEGII en contestación á lo que, cen re­ferencia á este señor, decíamos en el articulo que publica­mos en las entregas de octubre, titulado El Cólera , la líomeopatia y tut profesores. Nos ha sido imposible darle publicidad en la presente entrega, y aplazamos su inserción y contestación para la primera del mes entrante.

ÍJO Década Homeopática, á propósito de este artículo, y por lo que á ella alcanza , bajo el epígrafe de Dios los contenga, dice en su número del 30 de noviembre lo si­guiente :

«Los ANAL£S ran elevando sus pretensiones á tal altura, que no dudamos llegue el caso de CTÍRÍr que so les consi­dere como el maestro de los maestros de los maestros; nos­otros solo tenemos que decirle que, supuesto que Alejandro quiere »er hijo de los dioses, sádo «n. hora buena. Porque, ciertamente, esto no pasa de ser una manía como oy-a cttalquiera, y que, por lo tanto, no merece la pena de ocu­parse ni de *Ua ni de ellos.»

Posteriormenle, al insertar en su núm. 40 de este mes la contestación que nos da el Sr. ARÓSTEGUI , la enca­beza coo OB introito, qne bien pudiera pasar por modelo de erudición y buen gusto en la forma, y de verdad y de nobleza en el fondo: es, en una palabra, un encabezamien­to digno tan solo de sus autores, y de ánimos tan leales como desinteresados. Nos atribuyen en tan notable párra­fo pretensiones magistrales; dicen que es escandaloso que una pequeña fracción homeopática pretenda residen­ciar sus actos, habiendo entre nosotros personas desautO'

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riiodas, con otras mudias lindezas del mas peregrino jaez.

Lástima es que á una gente tan ilustrada, tan cortés, y, por ello, tan desinteresada en que brille sobre todo la \erdad y la razón, no se les haya ocurrido insertar inte­gro nuestro articulo, para que los lectores de su periódi­co pudieran, sin reparo de ningún género, darles el mas cumplido parabién. De otra manera, por mas que }uren en sus palabras, les puede quedar la duda de si esto es que se defienden á si propios, ó si es que con ello preten­den adular al Sr. ARÓSTEGUI , á guisa de caritativos Ciri­neos. Nosotros, en vista de esto, tenemos, pues, derecho para decir que tan original exabrupto no puede ser pro­ducido sino porque hemos señalado con el dedo, y probá-doles con razones, que han cometido un desliz injustifica­ble, desliz altamente perjudicial á la ciencia; y es menes­ter que sepan que, cuando se trata de la ciencia, desde el mas Ínfimo hasta el mas elevado de los Homeópatas ti^te derecho para salir á su defensa, tanto mas, cuanto si <d perjuicio ha sido inferido por los que se llaman sus profe­sores.

Mas valiera á los hombres de La Década, ya que han tomado la carnada, haber empleado sos fuerzas ea justi­ficarse (que no habrían hecho poco) de lo que con tanta justicia y en términos apropiados se les ha inculpado.

Que tenemos, decis, pretensiones que no nos recoiMh oeis... ¿y qué nos importa? Sepa ti público lo que baoew, y por qué, y basta: asi no perjudicareis á la verdadera Homeopatía, y os daréis á conocer mejor. Hemos preten­dido , s i , que se sepa el or^en de ese clamoreo que pro­dujisteis acerca de la utilidad del azufre otmo pretenra-tivo del cólera, y hemos prolndo q«e sus {uroclamadores no han tenido ni razón de aencia, ni de autoridad, ni muoho menos de esperíencia, para recomendarlo aqui con

— S o t ó ­la decisión y del modo que lo han hecho: esto hemos pre­tendido en el terreno de los buenos principios, y á esto tiene derecho todo el que haya comprendido la doctrina y la misión qne, como discípulo de UÍH^ÍEMANX, viene obli-gadoá desempeñar. Si nos hemos equivocado, acreditadlo en términos decorosos, y esta será la ocasión de que pro­béis ante vuestros amigos que somos incompetentes, y es­tamos por ello desautorizados para residenciaros. De otro modo, faltáis á los deberes de todo hombre público, y acreditáis que os es mas fácil proferir dicterios en la reti­rada, que hacer (reni« con las armas de la razón y de la ciencia.

No comprenden los médicos de La Década qoe les cie­ga la pasión, y que son ellos los de las pretensiones atre­vidas é inmotivadas. Si como médicos de conciencia, y porque estáis autorizados con vuestro titulo, creéis hallaros en el caso de introducir caantas reformas os parezca, nada nos importa ; pero conviene á todos saber que sois Ho­meópatas arbitros , que si os hace al caso os sujetáis á los buenos principios, y si no los pasáis por alto, sin que con­cedáis á nadie el derecho de impugnaros; pero os impug­narán, á fiesar vuestro, siempre que, á título de médicos, y queriendo pasar por llomeó(^tas, os separéis de los prin­cipios de tLiHx-eüANíi, y os (wngais, sobre lodo , en con­tradicción con lo sancionado por la esperiencia: os impug­narán, como se hizo siempre con los semi-ilomeópatas, cuando con la mejor buena fe han pretendido curar á sus enfermos con glóbulos sin el suficirate conocimiento. Vos­otros mismos habréis rechazado muchas veces, como pér­didas homeopáticas, las desgracias ocurridas por esta causa; pues núraos en ese espejo.

Decis que os exigimos esplicaciones en nombre de los (meaos principios: como médicos particulares, ni lo he­mos pretendido, ni imaginado siquiera: á nombre de la

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humanidad y de la ciencia, sí; pero prescindid de no»-otros en buen hora, y pensad que son ellas las que os las piden, ellas, que son siempre las víclimas de nuestras faltas.

Cansada la primera del insuceso alopático, busca á los Uomeópatas, BO como personas, sino como deposita­rios fieles de principios y creencias mas salvadoras. La segunda descansa también en nuestra buena fe, en nues­tra fidelidad, y eola unión de sus profesores, para la fuer-7,a en la defensa y el acierto en los adelantos; pero ¿qué ha de suceder con la una y con la otra cuando, por preten­siones indiscretas, se prescindo del respeto y consideracio­nes que las debemos? i Qué sucedió en setiembre último cuando un respetable director de un periódico político (muy amigo, por cierto, del Sr. ARÓSTEGUI], sugerido por un Homeópata, levantó su voz contra la utilidad de uno de nuestros mas acreditados preservativos del cólera [i)l ¿Qué sucederá mañana con vuestra arbitraria innovación acerca del azufre, desacreditado por su insuceso? Que muy pronto, marchando asi las cosas, vendrá á ser la Homeo­patía , lo mismo que la Alopatía , el objeto de las dudas primero, y del descrédito después. Y, sin embargo, vos­otros 08 mostráis muy satisfechos con vuestras obras, y creéis que la ciencia no pierd«... ya lo veréis.

1.a ciencia es en sumo grado escelenle como creación; pero, sin profesores que la ejerzan dignamente, ella no

(() Sacedlo lo que era muy eonsiguienle: por mas quo la Sor.iKDAí) IUHNRMANNIANA MAT«ITKN8F. se apresuró á desmentir aquella aseveración, las inflrtitas personas que se preservaban suspendieron los medicamentos, porque llegaron á dudar; y, aun á pesar de que sobre este punto la SOCIRDAD desvaneció to­das las dudas, hay todavía personas en quienes no se han bor­rado las impresiones recibidas por los artículos de aquel perió­dico. V i. i\uwn luvo la culpa de esto?

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puede ostratar la grandeza y superioridad relativas. Si la Homeopatia hizo en esta capital, y en toda Espa­

ña, rápidos progresos en su primer desenvolvimiento, se debieron (¿quién lo duda?) á los innumerables y repetidos triunfos obtenidos por hábiles y entendidos profesores. Mas si nosotros, no teniendo acaso sos talentos, todavía huimos de la senda que ellos nos trazaron, por mas que la ciencia sea ahora como entonces la verdad misma, toca­remos, mal que DOS pese, las mas deplorables consecuen­cias.

Proseguid , no obstante, vuestra marcha , hombres de IM Década, si la creéis mas provechosa para la humani­dad y la ciencia: estad seguros que ni os la envidiamos, ni la imitaremos: á las razones, en templada discusión, os «pondremos razones, ó el asentimiento: á los insultos per­sonales, ó no contestaremos, ú os haremos prudentes ob* servaciones.

Leemos en El Porvenir Médico del 45 de este mes lo que sigue:

«Podemos asegurar que la noticia dada por un periódi­co de Homeopatia de halver administrado glóbulos el esce-lentisimo Sr. ü. Tomás del COUAL y ORA á un enfermo de alta gcrarquia, carece absolutamente de fundamento: tene­mos en ello una viva satisfacción.»

También nosotros la esperimentamos muy vivísima con que el Sr. GORBAL no haya administrado glóbulos al enfermo que se cita, porque, desconociendo este profesor la doctrina homeopática, no habría conseguido otra cosa mas que desacreditarla.

ÍNDICE.

Prpfacio.—Pápina 5. De las modificaciones patológicas y terapéuticas, y de las su-

puoslas trasformaciones morbosas, por ol Dr. CRUXKNT.—Pá­gina 1.3.

Inlroducciou de la Homcopalia en las provincias Vasconga­das.—Pág. to.

Testamento de un médico, por Fr. Alonso ESPÍKBT, traducción de T). Francisco ORENCA.—Pag. .11, ST, 88 y 128.

Comunicado.—Píig. 43. Noticias varias.—Pág. 47, 71, 90,128, 201, 303, 338, 394 y 534. (llinica: Gastralgia.—Pág. 4íty 85.—Curación de un colérico, por

I». T. PRLUCKR, 194. Prensa médica estranjera.—Pág. (i3. Dos palabras acerca del dinamismo vital.—Pág. 73. Informe de los médicos homeópatas de Alicante acerca del es­

tado sanitario de aquella ciudad á la invasión del cólera, su desarrollo, duración, terminación y éxito del tratamiento ho­meopático curativo.—Pág. 70.

Cólera-morlw asiático.-Pág. «3.—Carta del Dr. J. PKRRV sobre su preservativo , síntomas y tratamiento, 95.—Ensayo sobre tu estudio, 173,288 y 320.—Instrucción metódica al alcanc*' (le toda clase de {«rsonas, acerca del uso de los remedios ho­meopáticos, preservativos y curativos de la misma enferme­dad, jK r D. T. PKU.ICER, 213.—Influencia del miedo y déla parle moral en su desarrollo, por el Dr. pBRRrssm , traduc-

ciondeD. T. Í^LLICU, 268.—La medicina y los profesores, por D. T. PBLLICRB, 397.—Preservaciones y tratamiento de la

referida enfermedad, por A. N., 4tí. La Emancipación médica, por P. M. y M.—Pág. 164. Preseíraciones homeopáticas.—Nuevostriunfos de los principios

hahnemannjanos.—Pág. 433.—Inoculación del veneno déla ví)M>ra como profiláctico de la liebre amarilla, por el profesor HL'MBOLDT, 4 41.—Resaltados que ha producido el mercurio en la preservación y curación de la viruela, obtenidos por !)« Bue­naventura AiRAMz, cirujano de Talavora de la Reina, 4 46.— Homeopaticidad y utilidad práctica de Caunticum en la virue­la, 45%.

Sobre la esperimeaUcion pura de los alimentos, por I). Salva­dor CLEST*.—Pág. (56.

Aniversario de HÍHXEHAKM.—l'ág. 4 70.

A los médicos de todas las escuelas, por D. T. PBLLICBI.—Pági­nas 309 y 340.

Medicina práctica, por D. S. CKBSTA.—Pág. Í77. Remitido, por el Dr. D. C. CRCXKNT.—Pág. 304.

El Árnica: observaciones prácticas acerca de estaatilisima plan­ta, porD. MlpuolO. CiMjkiEÑn, prorcsor «le farniacia.—Pági­nas .32'.t y 386.

Comunicado, por D. C. SOMOZA, 347.

Polémica entre el periódico La Eiperanza y la SOCIBDÍD HÍHNB-liAMMA!<A MATBrrR!«SB.—Pág. 360 .

Breves oltservaciones sobre los mastranzos, por D. Carlos SO-MOZA.—Pág. 378.

.Necrología.—í)r. D. Román FEB.'«ANDRZ DEL RIO.—Pág. .396.

<k)ngreso médico-homeopático, celehradoen Paris en 4 858 , pá­gina 4?0.—Estracto desas trabajos. Sesión del dia 4 0 de agos­to, 4lí.—Idemdeldia 4 4, 444.—ídem del día 43, 448.—Pro­yecto de una comisión ó sociedad central homeopática, 452.— Sesión del dia 4 4, 463.

Ligera réplica á un articulo del Sr. D. Cayetano CII'XENT, por n. Carlos SoaozA.—Pág 530.