El mundo andino entre dos paradigmas: historiografía clásica y etnohistoria

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Germán Morong El mundo andino entre dos paradigmas Issn 0718-9427 SudHistoria, nº 4, enero-junio 2012 121 El mundo andino entre dos paradigmas: historiografía clásica y etnohistoria The Andean world between two paradigms: the classic historiography and the ethnohistory Germán Morong Escuela de Historia y Geografía Universidad Bernardo O’Higgins Resumen La presente reflexión intenta determinar las posibilidades de aplicar al desarrollo de la historia, en particular el desarrollo disciplinario de la etnohistoria andina, las propuestas kuhneanas acerca de los cambios de paradigmas que han afectado a las ciencias a lo largo de la historia. Mi intención aquí es afirmar, a modo de un ejercicio analítico ampliamente discutido, que las revoluciones que han afectado a la ciencia, en la exégesis de Kuhn, los cambios paradigmáticos que implican la emergencia de anomalías que rompen las formaciones teóricas y que constituyen nuevos objetos y nuevos procedimientos experimentales son aplicables, a manera de una analogía, al desarrollo de las ciencias sociales y/o humanidades. Palabras claves: Historia, etnohistoria, mundo andino, paradigma, revolución científica. Abstract This research aims to determine the possibilities regarding the application of several claims proposed by Khun about how paradigm changes may not only affect what is mostly know as natural sciences but also historical science, specifically and for the purpose of this paper Andean ethnohistory. The intention of the author is to confirm –as analytic and widely discussed exercise- the way in which revolutions, that have affected natural sciences, as long as paradigmatic variations may be applied to the development of social sciences and humanities due to these paradigmatic changes not only may cause the birth of new anomalies but also finally break theories and beliefs. Keywords: History, Ethnohistory, Andean World, Paradigm, Scientific Revolution.

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El mundo andino entre dos paradigmas:

historiografía clásica y etnohistoria

The Andean world between two paradigms: the classic

historiography and the ethnohistory

Germán Morong Escuela de Historia y Geografía

Universidad Bernardo O’Higgins

Resumen

La presente reflexión intenta determinar las posibilidades de aplicar al desarrollo de la historia, en particular el desarrollo disciplinario de la etnohistoria andina, las propuestas kuhneanas acerca de los cambios de paradigmas que han afectado a las ciencias a lo largo de la historia. Mi intención aquí es afirmar, a modo de un ejercicio analítico ampliamente discutido, que las revoluciones que han afectado a la ciencia, en la exégesis de Kuhn, los cambios paradigmáticos que implican la emergencia de anomalías que rompen las formaciones teóricas y que constituyen nuevos objetos y nuevos procedimientos experimentales son aplicables, a manera de una analogía, al desarrollo de las ciencias sociales y/o humanidades. Palabras claves: Historia, etnohistoria, mundo andino, paradigma, revolución científica.

Abstract

This research aims to determine the possibilities regarding the application of several claims proposed by Khun about how paradigm changes may not only affect what is mostly know as natural sciences but also historical science, specifically and for the purpose of this paper Andean ethnohistory. The intention of the author is to confirm –as analytic and widely discussed exercise- the way in which revolutions, that have affected natural sciences, as long as paradigmatic variations may be applied to the development of social sciences and humanities due to these paradigmatic changes not only may cause the birth of new anomalies but also finally break theories and beliefs. Keywords: History, Ethnohistory, Andean World, Paradigm, Scientific Revolution.

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Introducción

En La estructura de las revoluciones científicas1, Thomas Kuhn

construye la lógica del movimiento epistemológico con el cual pueden entenderse los cambios que revolucionan, de modo radical, los supuestos sólidos sobre los que se constituye una teoría determinada, articulada con reglas, aparatos metodológicos, observaciones y cuantificaciones que “probarían” una verdad determinada. El carácter transitorio e histórico de una teoría científica tal, ha posibilitado un tipo de conocimiento que se ha ido construyendo sobre la irrupción y la discontinuidad2 y no sobre la acumulación que asocia el desarrollo de una teoría en función de su evolución precedente desde un origen fundante. Tomando en consideración estas breves premisas, intento revisar el cambio paradigmático de un tipo de historiografía a partir de la modificación de sus supuestos metodológicos y epistemológicos. Este tipo de reflexión ya había sido planteada, para la etnohistoria como campo de saber, por José Luis Martínez3 cuando advirtió un desplazamiento de un tipo de fuentes (las crónicas) hacia otras (las burocráticas) que implican una modificación del discurso disciplinario del investigador, produciéndose a partir del cambio del tipo de documento una ruptura que él consigna como epistemológica4. La reflexión aquí propuesta toma como referencia aquella discusión planteada hace más de diez años.

Se objetará, con o sin justificación, que la analogía propuesta no procede, en función de la naturaleza propia de la ciencia, sometida a otro tipo de reglas que la constituyen, considerando que sus formulaciones paradigmáticas rompieron con tradiciones precedentes muy sólidas y legitimadas en el sentido de un cambio que modificó los supuestos de base para la formulación de teorías

1 Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas [1962] (México: Fondo de cultura económica, 1975). 2 Michel Foucault, El orden del discurso (Barcelona: Tusquets, 1981) 14. 3 José Luis Martínez, “Documentos y Discursos. Una reflexión desde la Etnohistoria”, en Los discursos sobre los otros (Una aproximación metodológica interdisciplinaria) (Santiago: Facultad de Filosofía y Humanidades, U. de Chile, 2000), 9-24. 4 Martínez, Los discursos, 20-21.

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y que reorientó la percepción científica de la realidad. Con esto quiero señalar que la historiografía, a pesar de haber experimentado transformaciones metodológicas sustanciales, no habría sufrido una ruptura paradigmática estructural, en el sentido de constituir su práctica sobre los supuestos epistemológicos que tienen larga data: su objeto de estudio, la relación asumida -en los historiadores- entre un determinado documento o un conjunto de ellos y la “realidad” que parecieran referir, la relación que esto último plantea para la elaboración de la propia narración histórica y la consideración de que la “verdad” histórica puede estar contenida, tanto en el documento como en el discurso del historiador. Es decir, el documento contiene una realidad que hay que saber extraer, con mayor o menor habilidad, a partir de un cuidadoso análisis heurístico. Luego, el historiador sería un mediador, un interpretador capaz de traducir y transliterar esa realidad pasada en una producción individual llamada texto5.

La operación historiográfica -como la ha denominado Michel de Certeau6- se ha sostenido sin variaciones fundamentales desde el siglo XVI7 con los supuestos que he descrito. Podríamos sostener que el paradigma historiográfico no ha entrado en crisis en relación a los procedimientos normales que caracterizan a la disciplina histórica. Sin embargo, considero que tales presunciones pueden ser analizadas de otro modo; es decir, es posible que las definiciones que Kuhn da al concepto de “paradigma”, puedan aplicarse a la historiografía de acuerdo a la lógica con las cuales el autor explica los cambios o revoluciones que afectan a teorías y a tradiciones de saber, bien arraigadas en una comunidad disciplinaria específica. Creo que es posible determinar que la historia y, particularmente

5 Martínez, Los Discursos, 21. 6 Michel de Certeau, “La operación histórica”, en Hacer la historia. Nuevos problemas, tomo I, editado por Jacques Le Goff y Pierre Nora (Barcelona: Taurus, 1985), 3-41 7 Durante el siglo XVI, los relatos cronísticos sobre indias se construyen haciendo uso de procedimientos y reglas obligatorias declaradas para legitimar, en una comunidad de lectores más especializados, la obra de un autor específico. El criterio que asume la veracidad de un texto se sustenta en la crítica externa e interna de las fuentes, que autorizaran la publicación de la obra por considerarla verosímil.

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un tipo de historia, ha sufrido un cambio epistémico trascendente que afectó no sólo los procedimientos o instrumentos de análisis, sino la naturaleza del objeto de estudio mismo. La lectura que hago de Kuhn considera el supuesto de que su obra permite variadas lecturas y, a lo menos, tres definiciones de lo que entendemos por paradigma. El desarrollo de la obra, en su posibilidad de seguir una historia de la ciencia, abre un campo de análisis que no es reductible sólo al conocimiento científico, ya que las lógicas de irrupción y de cambio, de determinación de reglas y principios teóricos, son extensivos al desarrollo histórico de disciplinas que tienen por objeto al hombre y su historicidad (considerando que la noción de hombre se ha venido cosificando y categorizando desde la ilustración, al igual que un objeto científico propio de las ciencias). Esto último me permite usar la noción de cambio paradigmático para la historia, en la medida en que el autor no clausura la posibilidad de hacer extensivo su campo conceptual más allá de las fronteras de la ciencia, en estricto rigor.

Permítaseme ensayar un ejercicio analítico que determina los procedimientos epistémicos de un tipo de historiografía en la construcción de su objeto de estudio, luego establecer la emergencia de problemas que, en forma de anomalías, imponen un cambio conceptual y metodológico al paradigma anterior, reorientando la constitución y problematización del objeto de estudio.

Quisiera situar el problema y el cambio paradigmático en la historiografía que ha constituido al mundo andino como objeto de estudio. Aquí encontramos una tradición disciplinaria conocida como historia propiamente tal, desarrollada desde fines del XIX hasta mediados del siglo pasado, seguida por una etnohistoria que, en cuanto paradigma, cuestionó los principales supuestos epistemológicos del período anterior. Aquí operaría una revolución de las fuentes, la aparición de una nueva nomenclatura disciplinaria y la constitución de un objeto de estudio desplazado o no necesariamente considerado al interior de la historiografía clásica de los incas. Como en toda revolución paradigmática, es clave la labor de los investigadores que a modo de científicos han cambiado las reglas del juego. La etnohistoria ha convivido hasta hoy en una legitimidad epistémica que la comunidad de investigadores le ha otorgado.

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No obstante, los resabios del antiguo paradigma siguen articulando una serie de investigaciones sobre el pasado prehispánico y colonial del hombre andino, en una verdadera coexistencia al paradigma de la etnohistoria; esto nos indica la simultaneidad de tradiciones distintas en un mismo tiempo histórico y la compleja imbricación de teorías en una u otra tradición disciplinar. Antes de desarrollar la revolución kuhneana llevada al campo histórico, expondré de forma general y sintética algunos de los planteamientos de Thomas Kuhn.

Algunos supuestos kuhneanos y sus implicancias en la historia

En La estructura de las revoluciones científicas (1962), se afirma que la comunidad científica se construye a través de la aceptación de teorías denominadas “paradigmas”. Con este término quiere indicar, en realidad, varios aspectos, enunciemos algunos: el término “paradigma” designa todos los compromisos compartidos por una comunidad de científicos. Por un lado, los teóricos, ontológicos y de creencias y, por otro, los que hacen referencia a la aplicación de la teoría y a los modelos de solución de problemas8,

“con este término quiero indicar conquistas científicas universalmente aceptadas, que durante un tiempo determinado brindan un modelo de problemas y soluciones aceptables a aquellos que trabajan en un campo de investigaciones”9

Habiendo aislado una comunidad particular de especialistas,

lo que comparten sus miembros para explicar la relativa plenitud de su comunicación profesional y la relativa unanimidad de sus juicios profesionales, no es más que un paradigma o un conjunto de éstos. Una comunidad religiosa se reconoce a través de los dogmas específicos en los que cree, y un partido político reúne a sus miembros en torno a las finalidades y valores específicos. Del mismo modo, una teoría paradigmática es la que instituye una determinada comunidad científica, que en virtud de los supuestos

8 Kuhn, La estructura, 33-4. 9 Kuhn, La estructura, 34.

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paradigmáticos -y en su interior- llevará a cabo lo que Kuhn denomina ciencia normal;

“Ciencia normal significa investigación basada firmemente en una o más realizaciones científicas pasadas, reconocidas por alguna comunidad científica; durante cierto tiempo y utilizadas como fundamento para prácticas posteriores y redactadas en los textos científicos. Esta definición plantea la naturaleza acumulativa de la ciencia normal”10

Por lo tanto, la ciencia normal es acumulativa (se construyen

instrumentos más potentes, se efectúan mediciones más exactas, se amplía la teoría a otros terrenos, etc.) y el científico normal no busca la novedad. Sin embargo, la novedad tendrá que aparecer necesariamente. El motivo es que la articulación teórica y empírica del paradigma aumenta el contenido informativo de la teoría y, por lo tanto, le expone al riesgo de verse desmentida. Todo esto explica aquellas anomalías que, en un momento determinado, debe afrontar la comunidad científica y que, resistiéndose a los asaltos reiterados de las suposiciones paradigmáticas, provocan la crisis del paradigma. Junto con ésta, da comienzo un período de ciencia extraordinaria: el paradigma queda sometido a un proceso de desenfoque, se ponen en tela de juicio los dogmas y, por consiguiente, pierden rigor las reglas que gobiernan la investigación normal. En resumen, ante las anomalías, los científicos pierden la confianza en aquella teoría que antes habían abrazado. Éstos son los síntomas de la crisis, que deja de existir cuando del crisol representado por aquel período desenfrenado de búsqueda que es la ciencia extraordinaria, logra surgir un nuevo paradigma sobre el cual volverá a articularse la ciencia normal, la que a su vez, y después de un período de tiempo bastante largo, llevará a nuevas anomalías, y así sucesivamente. Kuhn describe el pasaje a un nuevo paradigma como una reorientación estructural: al abrazar un nuevo paradigma, la comunidad científica maneja la misma cantidad de datos que antes, pero los coloca en una relación diferente a la anterior.

La propuesta del autor radica en considerar, al igual que Feyerabend11, que la construcción de todos los supuestos que

10 Kuhn, La estructura, 33. 11 Paul Feyerabend, Contra el método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento (Barcelona: Ariel, 1975).

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permiten el desarrollo de la ciencia y su terminología representacional sólo pueden ser entendidos en su propia historicidad, a partir de las rupturas epistemológicas que en el proceso de la historia han ido construyéndose a partir de las nuevas experiencias y frente a nuevos desafíos que impregnan la labor del investigador. Con todo, el paradigma se constituye en algo así como una “discursividad” común, en prácticas de habla que homogenizan un tipo particular de discusión científica.

Un último elemento a considerar, de relevancia para el siguiente análisis, es la convicción kuhneana de que

“pueden haber revoluciones tanto grandes como pequeñas, que algunas revoluciones afectan sólo a los miembros de una subespecialidad profesional y que, para esos grupos, incluso el descubrimiento de un fenómeno nuevo e inesperado puede ser revolucionario”12

Esta cita refuerza la impresión de que ciertas reglas explícitas

son generalmente comunes a un grupo científico muy amplio, pero no pude decirse lo mismo de los paradigmas;

“Incluso los hombres que se encuentran en el mismo campo o en otros campos estrechamente relacionados y que comienzan estudiando muchos de los mismos libros y de los mismos logros pueden (…), adquirir paradigmas muy diferentes”13

La posibilidad de entender que los paradigmas son anteriores a la declaración de reglas definidas de amplia aceptación científica y que ellos pueden afectar a una subespecialidad del mismo tipo de ciencia (astronomía, química, física o botánica), permite entender la naturaleza convencional “de consenso” de un paradigma determinado. Más aún, la existencia en un mismo tiempo, bajo un mismo tipo de reglas científicas de amplia difusión, de dos o más paradigmas complejiza la relación recíproca entre teorías, reglas y paradigmas.

Esto último nos hace entender que los procedimientos y reglas utilizados en el campo de la historia, me refiero a la naturaleza de la reconstrucción historiográfica, comunes a todo trabajo del historiador (el uso de fuentes, crítica documental,

12 Kuhn, La estructura, 88. 13 Kuhn, La estructura, 89.

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comparación heurística, tratamiento del archivo, el uso de tiempo histórico, posición del autor en el relato, causalidad, selección y relevancia, etc.), si bien no han cambiado y diversos historiadores las consideran como reglas de uso universales, no han evitado la existencia de paradigmas distintos y hasta contradictorios en la forma de entender y aplicar las reglas del método histórico.

Es posible que en el caso de la historia, las reglas de uso de una comunidad general puedan considerarse como su naturaleza disciplinaria. Pero esto no ha impedido que en gran parte del desarrollo de la historiografía de occidente asistamos a verdaderas revoluciones epistemológicas que, usando las mismas herramientas en el taller del historiador, hayan cambiado el objeto de estudio y logrado cambiar y reestructurar todo un campo conceptual que ha incidido en una modificación posterior de los propios procedimientos que se creían seguros y hasta donde se permitía cualquier tipo de reconstrucción del pasado. Es así que podemos evidenciar, a lo largo del siglo XX, modificaciones paradigmáticas que han afectado a la ciencia histórica rompiendo con supuestos y procedimientos anteriormente aceptados. Basta señalar, por ejemplo, la pérdida de legitimidad, al interior de la tradición decimonónica positivista, del valor asignado al acontecimiento y al documento como referente de realidad y su desplazamiento por paradigmas venidos de otras áreas epistémicas como lo fueron el marxismo, la historia cuantitativa, los anales y el estructuralismo. Estos readecuaron las reglas, posibilitaron la emergencia de categorías novedosas para la ciencia histórica, sobre los mismos documentos de archivo, asignándoles operaciones teóricas que terminaron por modificar los supuestos que se creían seguros para alcanzar una “verdad del pasado”.

El acontecimiento, punto neurálgico de todo trabajo anterior de la historia, fue sustituido por el de proceso y estructura. Además, nuevos sujetos aparecieron generando nuevas relaciones y nuevos problemas para el campo histórico, los niveles predilectos de análisis (la política, las relaciones internacionales, etc.) ahora sólo permiten razonar sobre el ejercicio del poder y no ser reflejo de una historia total. Emerge el lugar antropológico de la cultura y con ello una revolución metodológica de las fuentes, como la aparición de sujetos ignorados o silenciados que aportan una nueva dimensión epistemológica a la tarea de historiar; es

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decir, un campo nuevo que demandaría el cuestionamiento de instrumentos, reglas y procedimientos disciplinarios.

El Mundo Andino entre dos paradigmas: en torno a rupturas y discontinuidades

Las explicaciones que he desarrollado son pertinentes a un

campo más específico del trabajo histórico y que figuran como subespecialidades de la historia: la historiografía clásica de los incas y la etnohistoria del mundo andino. Entre ellas, dentro de lo que se entiende por historia en sentido amplio, se ha producido, en el siglo XX, una ruptura epistemológica que nos permitiría hablar de una revolución en el sentido kuhneano, ya que los supuestos, procedimientos y objeto de estudio se modifican. Incluso, el nivel de conceptualización disciplinaria cambia, construyendo, a su vez, un nuevo objeto de estudio. Para ambas tradiciones, la pregunta esencial y por la que se agotaran esfuerzos metodológicos tiene que ver con la reconstrucción del mundo indígena anterior a la llegada hispana y el período colonial temprano. El rescate de esa realidad, de su historicidad y de lo que podríamos denominar una “historia indígena” ha sido el objeto trascendente del nacimiento de estos tipos de historiografía. Teniendo ambas tradiciones la misma obsesión reconstructiva me pregunto, ¿qué procesos, descubrimientos y anomalías permiten generar una ruptura paradigmática al modo de una revolución epistemológica?

Tomando en consideración que podríamos estar en presencia de dos matrices disciplinarias distintas o, a los menos, de una que sufre variaciones sustanciales, a continuación determinaré los supuestos teóricos y procedimientos metodológicos de la antigua tradición historiográfica sobre el mundo indígena prehispánico y colonial. Luego, revisaré las condiciones de cambio que permiten la aparición de una nueva disciplina y de un nuevo campo conceptual. Para ello seguiré de cerca y usaré las reflexiones que José Luis Martínez ha considerado acerca del cambio paradigmático de la etnohistoria. Éste, planteó como hipótesis, que “hay una relación entre la forma como un determinado grupo

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de estudiosos concibe los documentos con los cuales trabaja y la forma que adquiere el discurso de ese quehacer”14.

La historiografía clásica del mundo andino como paradigma en crisis, siglos XIX y XX

Desarrollada desde finales del siglo XIX y las primeras cuatro

décadas del siglo XX, la historiografía clásica se inserta en la tradición positivista que, desarrollada con mayor o menor habilidad, tradujo los siguientes supuestos epistemológicos esenciales y, desde una posición del paradigma de la etnohistoria, manifestó las siguientes anomalías indicativas de la imposibilidad de dar cuenta de una “realidad indígena”:

a) Un criterio que ha sido un procedimiento básico para la construcción de la historiografía: el criterio que concibe el documento como una fuente que remitiría a una supuesta “realidad”. Es decir, el documento como un continente de informaciones que deben ser extraídas, para obtener un conocimiento sobre algo que siempre está más allá de él. Por tanto, los documentos-fuentes, en tanto textos y discursos o narración, son secundarios al interés del investigador y lo primordial es lo que ellos nos pueden decir o nos permitan saber. Toda la producción de la historiografía clásica sobre los incas (Means, Prescott, Markham, Pórras-Barrenechea, Wedin, Aranibar) descansó sobre este supuesto epistemológico, privilegiando, exclusivamente, el documento escrito. Así señalaba Carlos Aranibar en 1963:

“Pero, porque se trata siempre de utilizar el inerte testimonio e introducirlo en una reconstrucción recreadora y dinámica, la historia de la historiografía aparece, en cierto sentido, como la historia de los avatares y fluctuaciones del valor asignado al testimonio”15

En esta perspectiva -siguiendo a Martínez16-, las afirmaciones,

por ejemplo, de Wedin respecto que los resultados de los estudios

14 Martínez, Los discursos, 10. 15 Cita tomada Martínez, Los discursos, 13. 16 Martínez, Los discursos, 13.

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sobre lo incaico “dependen, naturalmente, de la progresiva publicación de fuentes”17, Martínez señala:

“Se entienden en cuanto los documentos son percibidos como un medio o una herramienta que nos permite desplazarnos más allá de ellos, para alcanzar una realidad de la que son el testimonio (en el caso de esta historiografía; la sociedad incaica). Una de las conclusiones que se derivan de esta forma de aproximación, es la de que, en tanto reflejos más o memos directos de una realidad de la que (supuestamente) son resultado y expresión a la vez, los documentos determinan los límites de nuestro conocimiento de la realidad estudiada”18

Un límite no percibido o intencionalmente omitido por los

historiadores de esta comunidad. b) La posición que asume a los documentos como recipiente,

conlleva también otro tipo de consecuencias: la de permitir únicamente determinadas formas del conocimiento, que se desprenden de esa relación directa, positiva, entre documento y realidad19. Esto conduce a un problema epistemológico mayor que tiene directa relación con la naturaleza del relato, contenido en el documento escrito.

c) Al constituir los documentos escritos como base de la reconstrucción de lo indígena, la historiografía clásica de los incas (incluso parte de los estudios de la etnohistoria) no incluyó como preocupación esencial el traspaso del conocimiento fijado en la oralidad, propia de las sociedades andinas prehispánica, al conocimiento fijado en la escritura. Esta verdadera revolución en los modos de expresar el conocimiento que impuso la conquista hispana ha cuestionado la premisa de hallar la “voz indígena” en todas las fuentes escritas, pues la narrativa de la historia, su formalidad, constituye procesos de significación de la realidad de acuerdo a la tradición occidental, heredera del mundo clásico, en su “condición” paradigmática durante el siglo XVI. Esto último permite ciertos elementos de análisis:

1) El problema de las traducciones y las diferencias culturales; la voz indígena se ha castellanizado (lingüística y semánticamente, ej. Rey=Inca)20.

17 Cita tomada de Martínez, Los discursos, 13. 18 Martínez, Los discursos, 13. 19 Martínez, Los discursos. 21. 20 Martínez, Los discursos. 22

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2) Las categorías descriptivas y culturales: el re-conocimiento de los hispanos de sus propios modelos de organización social, económico y político en las instituciones y prácticas indígenas. Aquí operaría la llamada “teoría del espejo” en la cual la descripción escritural permitiría leer lo que el español es capaz de ver culturalmente21.

3) La existencia de fórmulas textuales que modifican la información de los relatos orales (propias de las tipologías que diferencian a relaciones de crónicas o a memoriales de visitas administrativas). La interrogante crucial es: ¿qué información reproduce el relato el que habla o el que escribe? Este punto es crucial para los estudios etnohistóricos más recientes, ya que ha permitido diferenciar los relatos hispanos de acuerdo a su tipología, en función de la pertinencia en el rescate de la andinidad presente en los textos hispanos. Todo ello ha permitido la metodología de los filtros documentales, de la que dan cuenta los trabajos de Wachtel y Gruzinski y más tarde los de Julien y Fossa.

d) Otra consideración, siguiendo las proposiciones de Martínez, que traduce un nuevo conjunto de anomalías, es que la historiografía clásica y algunos etnohistoriadores, articulados por las reglas del paradigma en cuestión,

“han intentado transformar el documento en un informante etnográfico, empeñándose en la búsqueda de fragmentos testimoniales que den cuenta de una situación etnográfica. Para ello ha desplegado el principio metodológico de los filtros documentales, herramientas en las cuales se presupone una capacidad de penetración del discurso hispano en las escrituras”22

Esta técnica ha incorporado el tratamiento documental: la

heurística histórica. No obstante esa táctica metodológica, las interrogantes cruciales que no han podido ser resueltas, en tanto enigmas, se refieren a la relación esencial entre documento-fuente y la realidad que ellos parecieran referir. La naturaleza del dato etnográfico presencial, al amparo de un aparato metodológico del campo propio de la etnología, no es comparable a la naturaleza del relato cronístico operado por un español del siglo XVI.

21 Martínez, Los discursos, 24. 22 Martínez, Los discursos. 24.

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John Murra, la etnohistoria y la emergencia de un nuevo paradigma

Creo que son los procedimientos analizados más arriba, considerados desde la propuesta kuhneana, que expresan la crisis que sufre el paradigma de la comunidad de investigadores asociados a la historia clásica de los incas, los que están detrás de la gran revolución de las fuentes en la que se sustenta el desarrollo contemporáneo de la etnohistoria andina23. Esta revolución paradigmática fue impulsada por John Murra, antropólogo rumano-norteamericano, al que debemos una de las mayores contribuciones a la renovación de las metodologías y, del mismo modo, a la construcción de un nuevo objeto de estudio al interior del mundo indígena andino-peruano.

Desde los años 70’, y tras la revolución metodológica que impuso John Murra, las fuentes escritas fueron consideradas en función de su tipología y de las necesidades propias de la burocracia hispana para dar cuenta de lo andino. Esto diferenciaría tipos de relatos que por su naturaleza constituyen o significan al indígena de forma diferenciada: la crónica que reconstruye históricamente al inca de la visita administrativa que con criterios sustentados en el control político y el sistema tributario entrega una información probablemente más “étnica”. Desde Murra, la etnohistoria ha escapado del determinismo de la crónica como documento exclusivo sobre la realidad andina y ha incorporado fuentes como las visitas y los informes oficiales, producidos mayoritariamente entre 1550 y 1580.

En síntesis de lo anteriormente señalado, hasta las investigaciones de John Murra (1955) y Tom Zuidema (1964), y como parte del anterior paradigma, la historia de las sociedades andinas fue dirigida y construida a partir de los siguientes presupuestos: a) Se trató de una reconstrucción historiográfica de carácter positivista que utilizó las crónicas y homologó bajo este epíteto una serie de relatos que, desde su estructura formal narrativa, se diferenciaban para crear una historia de los incas, siguiendo la lógica de la forma de hacer historia propia del siglo XIX y mitad del XX; b) Se utilizó como principio crítico la heurística y el análisis interno y externo del documento para establecer su veracidad, asumiendo que el documento es portador

23 Martínez, Los discursos, 14.

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en sí mismo de verdad; c) se siguió la misma lógica de la narrativa histórica de la temprana colonia para describir y crear un relato historiográfico del pasado incaico de forma cronológica, imponiendo a los incas la misma estructura secuencial de la historia europea que instala un orden genealógico (relato lineal); d) en el imperio Inca se incluyó la historia de las sociedades andinas en general, obviando las diferencias étnicas de las comunidades del centro sur andino; e) los instrumentos de análisis provenían de la historia, no considerando un diálogo fértil con la antropología, la arqueología, la lingüística, etc. Por tanto, se hacía historia pero no etnohistoria; f) Los principios de esta forma de hacer historia se pueden sintetizar en las obras de Carlos Aranibar, Algunos problemas heurísticos en las crónicas de los siglos XVI-XVII (1963), y de Ake Wedin, El concepto de lo incaico y las fuentes (1966).

¿Qué impusieron las perspectivas analíticas de John Murra?

En 1975 John Murra señalaba,

“La etnohistoria ya no necesita mantenerse dentro de una definición técnica: el uso de las fuentes de archivo para el estudio de grupos étnicos no europeos. La pista original puede provenir de una fuente escrita, como una visita, pero pronto el estudio se convierte en el esfuerzo coordinado de varias tácticas de investigación que por mucho tiempo se han ejercido separadamente”24

Según Martínez,

“A partir de esta proposición de Murra se abrió un espacio en el que confluyen, por una parte, metodologías y aproximaciones diferentes (las de la antropología, la arqueología, la historia, al menos), pero por otra parte y mucho más importante aún, se creó un espacio donde los bordes de los discursos (con los cuales cada una de esas disciplinas había abordado individualmente y con anterioridad estos estudios), se tornan difusos, así como también ocurre con el concepto de documento o fuente”25

Con Murra se ha hablado de una verdadera “ruptura

paradigmática” sobre el estudio de las sociedades andinas

24 Cita tomada de Martínez, Los discursos, 11. 25 Martínez, Los discursos, 12.

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prehispánicas y coloniales que tuvo como consecuencia analítica el siguiente desplazamiento:

a) Da cuenta de un proceso de discusión interdisciplinaria. Se propone una perspectiva teórica desde la etnología, con todo el uso discursivo que implica esta disciplina: el campo de la etnicidad y sus niveles de análisis26.

b) El concepto de “mundo andino” y su singularidad desplazan al incario o tawantinsuyu. Asimismo aparece un nuevo sujeto histórico: el hombre andino que reemplaza al indígena27.

c) Se produce el desplazamiento desde textos tales como las crónicas hacia otro tipo de fuentes, básicamente, las burocráticas. Este desplazamiento produce, paralelamente, el surgimiento de otro discurso, permitiendo, en consecuencia, una nueva construcción disciplinaria. El paso desde el “inkario” a “lo andino”, desde el dominio de la historiografía hacia la etnohistoria, es un cambio que se sustenta en el desplazamiento de los documentos utilizados. Pero no implica solamente el surgimiento de nuevos temas y sujetos, permite asimismo una transformación en el lenguaje utilizado: el “inkario” pasa a llamarse “Tawantinsuyu”; los incas pasan a ser “inkas”; los “mitayos” pasan a ser “mitmaqkuna”, etc.

Hay todo un rescate de un léxico indígena y de categorías analíticas que hasta ese momento no habían operado en el campo de la historiografía. Lo anterior nos plantea un problema de cómo se construye el discurso del historiador, puesto que no se trata tan solo de introducción de nuevas palabras. En tanto que las crónicas, como textos que sustentaban básicamente una noción de ruptura, las fuentes burocráticas permite generar una visión de continuidades, puesto que se trata de percibir a través de los mismos informantes indígenas una información que consiente distinguir qué elementos prehispánicos siguen funcionando, ahora al interior de las sociedades coloniales. De allí que eso permita plantear la continuidad como un paradigma28.

26 Martínez, Los discursos, 12 27 Martínez, Los discursos, 12 28 Martínez, Los discursos, 21.

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A modo de conclusión

Los presupuestos que he señalado, como constituyentes de una nueva práctica al interior de la etnohistoria, permitieron una revolución epistemológica que, partiendo de las anomalías detectadas por la aguda crítica de Murra, terminó por generar una crisis que el paradigma anterior no pudo solucionar. No obstante, ciertos investigadores han continuado desarrollando los supuestos básicos de la historiografía clásica en relación al uso e interpretación de los documentos para construir la realidad indígena. Eso permite afirmar el carácter simultáneo de paradigmas distintos al interior de una comunidad de investigadores que comparten el mismo objeto de estudio y, al mismo tiempo, cuestionar la idea de un progreso o evolución monolítica del conocimiento.

El nuevo paradigma de la etnohistoria se sustenta en el intento de reposicionar, como primer paso, a los documentos en el centro del análisis, asumiendo que éstos son creadores de sentido, antes que reflejos o recipientes de una realidad. “Que lo que tenemos ante nosotros es, sobre todo, una compleja operación de producción de significación”29, en donde la realidad indígena desaparece en la enmarañada red del episteme occidental. La información no puede ser desprendida del contexto textual del cual ha sido organizada, cuestión que a la crítica documental más clásica parece no interesarle.

El paso de un paradigma a otro, de la historiografía hacia la etnohistoria, se ha sustentado en el desplazamiento de los documentos analizados, como en el cuestionamiento de la naturaleza del documento en tanto soporte de realidad. El cambio del lenguaje de investigación es un claro ejemplo del surgimiento de una nueva matriz disciplinar que ha caracterizado una comunidad científica de estudio, una discursividad particular, un tipo de publicaciones validadas en un renovado campo de investigadores que legitiman su práctica y su mirada hasta la emergencia de una nueva crisis. Ambos paradigmas, difusos y coexistentes, sobre un mismo objeto trascendente de estudio han operado con lógicas distintas y entre ambas se ha producido una revolución paradigmática.

29 Martínez, Los discursos, 16-17.

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Recibido: 7 de noviembre, 2011

Aceptado: 9 de junio, 2012

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