Tiempos Malucos, Las Molucas bajo administracion española, 1606-1663

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Tiempos Malucos España y sus Islas de las Especias, 1565-1663 Jean-Noël Sánchez Pons Profesor de la Universidad de Estrasburgo « Don Quichotte et Sainte Thérèse rendent mieux compte que la balance des payements des Philippines espagnoles » Pierre Chaunu, Les Philippines et le Pacifique des Ibériques « Yo sé y tengo para mí que voy encantado, «Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero y esto basta para la seguridad de mi consciencia» que muero porque no muero» Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha Santa Teresa de Jesús, vivo sin vivir en mí Si bien María Lourdes Díaz Trechuelo pudo con razón afirmar, hasta valerse de la fórmula como título de su última obra 1 , que Filipinas constituía la gran desconocida de la memoria histórica hispana, a su vez, la misma historiografía filipinista comporta una incógnita mayor: la historia de la presencia española en las Islas Molucas desde 1606, fecha de la instalación definitiva de los españoles en Asia, hasta 1663, año del abandono definitivo del presidio de Ternate, cabeza de la Especiería. En efecto, fuerza es comprobar que los estudios dedicados al estudio de la actividad española en torno al archipiélago magallánico se contentan por lo general con mencionar en unas cuantas palabras este compromiso moluquense para hacer hincapié en los muchos trabajos por los que tuvo que pasar la colonia filipina durante el siglo XVII, mientras el único libro publicado que se acerque en alguna medida al tema es el pequeño trabajo de María Belén Bañas Llanos 2 dedicado al solo problema de las fuentes. Esta situación es tanto más asombrosa cuanto que se considera la trascendencia que pudo tener dicha presencia en la época de los acontecimientos. En el plano político, cabe así subrayar que la preparación de la operación de conquista de las Molucas de 1606, tal como la podemos seguir en las cuantiosas consultas del Consejo de Indias dedicadas al tema entre 1600 y 1605 3 , constituyó sin lugar a duda la prioridad del presidente Pedro Fernández de Castro, el Conde de Lemos, quien se ocupó personalmente de inmortalizar la victoria española al encargar a Bartolomé Leonardo de Argensola la redacción de su Conquista de las Islas Malucas 4 . Una década más tarde, la lucha por la conservación de la Especiería estuvo al orden del día de 72 reuniones de la Junta de Guerra del mismo Consejo 5 y suscitó, después de la operación de recuperación de Salvador de Bahía, la mayor operación militar ultramarina del siglo, contradiciendo por sí sola el universalmente admitido irenismo que supuestamente definió el reinado de Felipe III. 1 DÍAZ TRECHUELO, M. L., Filipinas, la Gran Desconocida, 1565-1898, Ediciones Universidad de Navarra, EUNSA, 2001. 2 BAÑOS LLANOS, M. B., Las Islas De Las Especias, (Fuentes etnohistóricas sobre las Islas Molucas) s. XIV- XX, Universidad de Extremadura, Cáceres, 2000. 3 CATÁLOGO DE LAS CONSULTAS DEL CONSEJO DE INDIAS, HEREDIA HERRERA, A. (ed.), Diputación provincial de Sevilla, V Centenario del descubrimiento de América, Sevilla, 1992, 9 vols. 4 ARGENSOLA B. L. de, Conquista de las Islas Molucas, Madrid, 1609, Biblioteca de Viajeros Hispanicos, Madrid, 1992. 5 CATÁLOGO DE LAS CONSULTAS…, op.cit..

Transcript of Tiempos Malucos, Las Molucas bajo administracion española, 1606-1663

Tiempos Malucos España y sus Islas de las Especias, 1565-1663

Jean-Noël Sánchez Pons

Profesor de la Universidad de Estrasburgo

« Don Quichotte et Sainte Thérèse

rendent mieux compte que la balance des payements des Philippines espagnoles »

Pierre Chaunu, Les Philippines et le Pacifique des Ibériques

« Yo sé y tengo para mí que voy encantado, «Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero

y esto basta para la seguridad de mi consciencia» que muero porque no muero»

Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha Santa Teresa de Jesús, vivo sin vivir en mí

Si bien María Lourdes Díaz Trechuelo pudo con razón afirmar, hasta valerse de la fórmula

como título de su última obra1, que Filipinas constituía la gran desconocida de la memoria

histórica hispana, a su vez, la misma historiografía filipinista comporta una incógnita mayor: la historia de la presencia española en las Islas Molucas desde 1606, fecha de la instalación definitiva de los españoles en Asia, hasta 1663, año del abandono definitivo del presidio de Ternate, cabeza de la Especiería.

En efecto, fuerza es comprobar que los estudios dedicados al estudio de la actividad

española en torno al archipiélago magallánico se contentan por lo general con mencionar en

unas cuantas palabras este compromiso moluquense para hacer hincapié en los muchos

trabajos por los que tuvo que pasar la colonia filipina durante el siglo XVII, mientras el único libro publicado que se acerque en alguna medida al tema es el pequeño trabajo de María

Belén Bañas Llanos2

dedicado al solo problema de las fuentes. Esta situación es tanto más asombrosa cuanto que se considera la trascendencia que pudo

tener dicha presencia en la época de los acontecimientos.

En el plano político, cabe así subrayar que la preparación de la operación de conquista de las

Molucas de 1606, tal como la podemos seguir en las cuantiosas consultas del Consejo de

Indias dedicadas al tema entre 1600 y 16053, constituyó sin lugar a duda la prioridad del

presidente Pedro Fernández de Castro, el Conde de Lemos, quien se ocupó personalmente de inmortalizar la victoria española al encargar a Bartolomé Leonardo de Argensola la redacción

de su Conquista de las Islas Malucas4. Una década más tarde, la lucha por la conservación de

la Especiería estuvo al orden del día de 72 reuniones de la Junta de Guerra del mismo

Consejo5

y suscitó, después de la operación de recuperación de Salvador de Bahía, la mayor operación militar ultramarina del siglo, contradiciendo por sí sola el universalmente admitido irenismo que supuestamente definió el reinado de Felipe III.

1 DÍAZ TRECHUELO, M. L., Filipinas, la Gran Desconocida, 1565-1898, Ediciones Universidad de Navarra,

EUNSA, 2001. 2

BAÑOS LLANOS, M. B., Las Islas De Las Especias, (Fuentes etnohistóricas sobre las Islas Molucas) s. XIV-

XX, Universidad de Extremadura, Cáceres, 2000. 3

CATÁLOGO DE LAS CONSULTAS DEL CONSEJO DE INDIAS, HEREDIA HERRERA, A. (ed.),

Diputación provincial de Sevilla, V Centenario del descubrimiento de América, Sevilla, 1992, 9 vols. 4

ARGENSOLA B. L. de, Conquista de las Islas Molucas, Madrid, 1609, Biblioteca de Viajeros Hispanicos,

Madrid, 1992. 5

CATÁLOGO DE LAS CONSULTAS…, op.cit..

En el plano económico, el mantenimiento español en las Molucas representó una ingente inversión para la Corona que se puede evaluar en más de 200 000 pesos al año. Por lo tanto, su consideración resulta imprescindible para explicar lo que a primera vista podría parecer una insuperable contradicción. Por una parte, el hecho de que el déficit de la política asiática de España en Asia constituya un dato innegable y establecido con precisión, en particular por

Pierre Chaunu quien lo evaluó a unos 228 482, 904 pesos anuales entre 1591 y 16656. Por otra

parte, el que algunos trabajos recientes, y en particular los de Luis Alonso Álvarez7, hayan

enfatizado con razón en el equilibrio presupuestal de la colonia filipina. La solución a esta aporía se encuentra ya en los Memoriales de los Procuradores Generales Hernando de los Ríos Coronel y Juan Grau y Monfalcón: « los gastos que Vuestra Magestad tiene en aquellas Yslas no son tantos que si no estuviera de por medio el sustentar la guerra del Maluco con los

Holandeses antes sobrara que faltara »8.

Visto el problema desde la perspectiva de la historiografía filipinista actual, la debida toma

en consideración de la actividad hispana en las Molucas podría permitir en nuestra opinión

profundizar la comprensión de la plurivocidad de la experiencia filipina en el siglo XVII. En

efecto, permite otorgar a Filipinas un nuevo sentido, paralelamente a su naturaleza de colonia administrada según el modelo americano y de emporio manilense centrado en la economía de

intermediación: su tercera dimensión9

de plataforma para una ambiciosa política exterior de España en Asia. Además, en la medida en que confronta a España con los musulmanes del Este, los supuestos aliados portugueses y los rebeldes flamencos en un mismo espacio, constituye una fuente de experimentos históricos únicos en la historia del desenvolvimiento del sistema colonial español.

Por estas razones todas, nos pareció importante facilitar por primera vez una presentación

global de la problemática española en las Molucas durante este periodo, dejando para presentaciones ulteriores o personas más habilitadas que nosotros la labor de ana lizarla con

más precisión.

CRÓNICA DE UN FRACASO ANUNCIADO FIJANDO LA VÍA FILIPINA: 1565-1580

La Real Cédula remitida al Virrey de Nueva España Luis de Velazco para que organizara la

expedición que llevaría Andrés de Urdaneta a realizar el tornaviaje decía claramente que «en

ninguna manera entren en las islas de los molucos»10

. Sin embargo, los oficiales de la expedición de 1565 no sabían a ciencia cierta cuál era el

objetivo final de la expedición asiática de forma que Guido de Lavezares pudo escribir a

Felipe II tres meses después de haber tocado tierra en Filipinas:

6CHAUNU, P., Les Philippines et le Pacifique des Ibériques (XVIe, XVIIe XVIIIe siècles), Introduction

méthodologique et indices d’activités, Ports. Routes. Trafics, S.E.V.P.E.N., Paris, 1959, pp. 122-123. 7

ÁLVAREZ, L. A., «Sobre la naturaleza de la fiscalidad imperial en las islas Filipinas, 1565-1804: lugares

comunes y evidencias empíricas», en SÁNCHEZ SANTIRÓ, E., JAUREGUÍ, L. y IBARRA, A. (coords.)

Finanzas y política en el mundo iberoamericano. Del Antiguo Régimen a las naciones independientes, Facultad

de Economía-UNAM, México, 2001, pp. 77-114. 8

GRAU Y MONFALCÓN, J., Memorial Informatorio, Madrid, 1637, REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA,

Jesuitas, Tomos, 84, n° 19. 9

O cuarta, si se considera el papel de centro de propagación misional hacia China y Japón que pudo tener Manila a

finales del siglo XVI y principios del XVII. 10

COLECCIÓN DE DOCUMENTOS INÉDITOS PARA LA HISTORIA DE ULTRAMAR, II, Real Academia

de la Historia, Madrid, 1885, p. 94-96.

« Estamos a la puerta de grandes reynos y muy a la mano maluco donde se ensalzaran nuestra santa fe y nuestro real patrimonio será aumentado por que hay dispusición para

ello »11

. A pesar de ello, las visitas portuguesas de noviembre de 1566 y julio de 1567, y sobre todo el

famoso bloqueo del puerto de Cebú realizado a finales de 1568 por Gonzalo Pereira, capitán

de la fortaleza portuguesa de Ternate, con vistas a expulsar a los recién llegados de una región

supuestamente adscrita a los lusos por el tratado de Tordesillas, fueron acontecimientos que

pudieron resfriar el ímpetu moluquense de los hispanos.

Por consiguiente, Lope de Legazpi, tras haber presentado la alternativa al rey en una carta

fechada al 25 de julio de 157012

, renunció al asentamiento de un eje Cebú-Molucas para privilegiar otro, el duradero binomio Manila-China.

TIEMPOS DE LIVIANOS INTENTOS: 1580-1600

De modo que hubo que esperar a la unión de las dos coronas ibéricas para que se reanudaran

los proyectos de asentamiento en las Molucas, en un contexto radicalmente diferente del que

estaba vigente una década antes. En un primer lugar, esta mudanza se debía al cambio de la

relación de fuerzas entre españoles de Filipinas y portugueses de Molucas. Expulsados en

1575 de Ternate, cabeza y primera potencia del archipiélago, tras una guerra de cuatro años

causada por el asesinato del Sultán Hairún, se habían tenido que posicionar mal que bien en la

isla de Ambón y en Tidore, combatida ayer por su apoyo a los españoles. En un segundo

lugar, se debía a la llegada del primer barco septentrional, el Golden Hind de Francis Drake, a

Ternate, donde el corsario inglés fue recibido con manifestaciones de interés y promesas de

soporte futuro.

En 1582, el Gobernador Gonzalo Ronquillo escribió a las autoridades de Ternate y Ambón

para anunciarles la noticia de la unión13

. Poco después, Francisco de Dueñas, que había sido enviado para reconocer el terreno, recibía en Tidore la petició n de auxilio de unos portugueses

totalmente desamparados por Malaca14

. El mismo año, el capitán Juan Ronquillo del Castillo lanzaba la primera empresa de reconquista de Molucas con 300 españoles 1 500 indígenas filipinos. Mal coordinadas, las fuerzas españolas no lograron sino intercambiar unos cuantos

tiros con mercenarios javaneses y contraer el beriberi15

.

Regresadas las tropas, se organizó en Manila en agosto de 1583 una junta de guerra «sobre el socorro que debía enviarse a las Yslas del Maluco contra unos Yngleses que se decían iban

a invadirlas»16

que acabó decidiendo que la situación material de Filipinas no se prestaba al envío de una nueva expedición. Sin embargo, una flota mandada por Pedro Sarmiento zarpó al año siguiente como bien lo prueba la carta que escribió desde Tidore el 30 de abril de

158417

en la cual daba cuenta de su asombro ante la aparente reconciliación de los eternos

enemigos ternates y tidores y frente a la tibia colaboración del capitán portugués. Pronto

regresada a Manila, le siguió otra expedición al mando de Juan de Morones, igualmente

decepcionante.

11 ARCHIVO GENERAL DE INDIAS, Filipinas, 34, 2. 12 A.G.I., Fil., 29, 12. 13 A.G.I., Patronato, 24, 61. 14 Véanse por ejemplo A.G.I., Pat., 46, 14, A.G.I., Fil., 29, 11 y A.G.I., Fil., 34, 47. 15 ARGENSOLA, L., op.cit., p. 157. 16 A.G.I, Pat., 46, 17. 17

A.G.I., Pat., 25, 24.

Esta serie de fracasos permitió a los españoles medir la amplitud del poder que había

logrado adquirir Ternate tras la expulsión de los portugueses18

y al mismo tiempo, sin que en esto hubiera contradicción, sentir el insulto que constituía la socarrona resistencia de «un

reyezuelo de Terrenate, pusilánime y de pocas fuerzas»19

.

La llegada del Gobernador Gómez Pérez Dasmariñas, elegido por el jesuita Alonso Sánchez a quien Felipe II había otorgado este desacostumbrado privilegio, hubiera podido cambiar la situación dada el ansia que desde el principio había tenido de realizar esta jornada según

Antonio de Morga20

. En 1593, tras haber mandado al jesuita Gaspar Gómez en misión de observación, lanzaba una armada compuesta de un galeón, seis galeras, fragatas y otras muchas embarcaciones ligeras (200 velas), 900 españoles, 400 ballesteros pampangos y tagalos, 1 000 infantes bisayas y 400 remeros chinos. Desgraciadamente, el levantamiento de

estos últimos en el barco que transportaba Dasmariñas acabó con su vida y por lo tanto con la

prosecución de la empresa bélica21

. Su hijo y sucesor Luis Pérez Dasmariñas preferiría renunciar a la conquista de Ternate para orientar los ánimos hispanos hacia Camboya.

VIDA Y MUERTE DE LA GRAN POLÍTICA ESPAÑOLA EN INSULINDIA: 1600-1618

Desde 1595, algunos navíos flamencos habían empezado a fondear en las aguas de Java,

Sumatra, Ambón y Ternate. Tanto en Manila como en Madrid, se sabía de estas visit as pero,

por más rebeldes flamencos que fueran, sólo se trataba de inofensivos mercaderes y no de una

amenaza real como lo eran los barcos ingleses. Todo cambió en 1600, cuando los navíos de

Oliver Van Noort penetraron el archipiélago magallánico para atacar Manila. El lance era

inesperado y de manera significativa, varios documentos hablaron de «corsario inglés».

Muy oportunamente, el hombre señalado para el puesto de Gobernador, Pedro Bravo de

Acuña, Caballero del Hábito de San Juan, podía preciarse de una brillante carrera militar,

habiendo participado en la defensa de Cádiz cuando el ataque de Drake en 1587 y asumido el

cargo de Gobernador de la plaza de Cartagena de Indias.

Ya convencido del carácter prioritario de la conquista de las Islas de las Especias por el honor de las armas del Rey Católico, la Santa Religión y por la fuerza de atracción que éstas

ejercían sobre los flamencos22

que habían establecido allí una factoría en 159923

, recibió a finales de 1602 la visita de los emisarios de André Furtado de Mendoça, General de la flota mandada por el Estado da Índia para reconquistar Ternate, quien le pidió refuerzos de víveres y soldados. El 27 de febrero de 1603, los 150 hombres dirigidos por el General Gallinato empalmaron con las fuerzas portuguesas en la playa de Ternate. Pero el nuevo intento pronto

se reveló tan inútil como los anteriores y un mes más tarde, levantaban el campo las

humilladas fuerzas ibéricas.

En aquellas fechas, el Consejo de Indias, y en particular su presidente el Conde de Lemos,

seguía los progresos de los flamencos en Asia con desasosiego. Se acababa de recibir el

expediente que Gaspar Gómez había entregado a Bravo de Acuña antes de que zarpara para

18

El lector se puede referir a las cartas del jesuita Alonso Sanchez en DOCUMENTA MALUCENSIA,

JACOBS, H. (ed.), Jesuit Historical Institute, Roma, 1974-1984, II, D. 58, D. 66 y a ARGENSOLA, L., op.cit.,

pp. 130-135. 19

Sacamos esta cita de la relación del jesuita Gaspar Gómez en DOC. MAL., II, apéndice 3, p. 758. 20

MORGA, A. de, Sucesos de las Islas Filipinas, México, 1609, RIZAL, J. (ed.) Paris, 1890, Instituto Histórico

Nacional, Manila, 1990, pp. 28-29. 21 A.G.I., Fil., 18b, 4, 23. 22 A.G.I., Fil., 19, 3, 53. 23

LOBATO, M., Política e comércio dos Portugueses na Insúlindia, Malaca e as Molucas de 1575 a 1605,

Instituto Português do Oriente, Macao, 1999.p. 161.

ocupar su cargo filipino24

. El 20 de junio de 1604, se despachaba la Real Cédula que encargaba oficialmente al Gobernador de Filipinas el lanzamiento de una gran expedición de conquista. Las órdenes reales llegaron a Filipinas con Gómez y 200 soldados el 25 de febrero

de 160525

, cuatro días después de que la docena de barcos capitaneados por el almirante Van der Hagen se hubiera apoderado de Ambón y de Tidore y cuatro meses antes de que llegara el Maestre de Campo Juan de Esquivel con 680 hombres.

El 26 de marzo de 1606, una prodigiosa armada de 5 galeones, 4 galeras, 1 400 soldados

españoles para un total 36 embarcaciones y de 3 095 hombres26

liberó inmediatamente Tidore. El 1º de abril, empezó el ataque a Ternate. El 10, capituló el Sultán y tres días después, pudo el General Gallinato tomar posesión «con todas las solemnidades» de Ternate y de cuantos

territorios dominaba27

lo mismo que recibir la obediencia a Felipe III de todos los soberanos del archipiélago.

Según las palabras del propio Acuña, «parece cosa de sueño este suceso», y es cierto que de

sueño, tenía mucho, ya que la operación no había dado lugar al esperado enfrentamiento con

las fuerzas enemigas que estaban en las Islas Mayores de la Sonda. El 6 de junio, Acuña

volvió a Manila con Said, exiliado con toda su familia excepto los dos tíos del Sultán a quien

se había confiado la regencia. Tres semanas más tarde moría envenenado el Gobernador,

dejando durante tres años el archipiélago sin dirigente oficialmente nombrado.

Las fuerzas de la V.O.C., la Compañía de las Indias Orientales bátava, seguían incólumes, como lo demostraba la tentativa de sitio de Malaca del capitán Cornelis Matelief y sus cerca

de 1 500 hombres quince días después de la conquista28

. El Maestre de Campo Pedro de Esquivel se había quedado en Molucas con pocos recursos militares: 600 soldados y oficiales, dos galeotas y dos champanes. Al año siguiente, escribía a la Audiencia de Manila para

manifestarle su contento al recibir un refuerzo de 3 barcos después de « un año tan estéril y

lleno de necesidades quantas yo no podré representar »29

. Mientras tanto la aristocracia de Ternate se había dirigido a Banten, en Java, con vistas a negociar una alianza con la V.O.C.. Tras el envío de 8 navíos y un intento fallado de toma de Tidore, los flamencos se

establecieron firmemente en Ternate en el fuerte Malayu, posteriormente rebautizado Orange,

el cuartel general de la V.O.C. hasta su traslado a Batavia, la actual Yakarta, en 161930

. En

1608, se apoderaron de la isla de Makian.

A pesar de medios tanto navales como humanos claramente insuficientes, Esquivel y su sucesor, Lucas de Vergara Gaviria, lograron mantener las posiciones españolas en Ternate,

Tidore y en la región de Moro de modo que, de momento, España excusaba la derrota. Pero

tres años después, la insigne conquista estaba lejos de quedar consumada.

Durante la Semana Santa de 1609, las islas Filipinas por fin recibieron a su nuevo Gobernador, Juan de Silva, caballero del hábito de Santiago, veterano de Flandes, un brillante

soldado en la línea de su predecesor. En Europa estaba a punto de ser firmado en Amberes el

tratado de la tregua de los doce años. Pero ésta no tuvo vigencia en Extremo Oriente y a modo

de bautismo bélico en Asia, le incumbió a Silva hacer frente al primer bloqueo flamenco de

24 PASTELLS, P., SJ, Historia General de Filipinas en TORRES & LANZAS, P. y NAVAS, F., CATÁLOGO DE

LOS DOCUMENTOS RELATIVOS A LAS ISLAS FILIPINAS EXISTENTES EN EL ARCHIVO GENERAL DE INDIAS DE SEVILLA, V, Compañía General de Tabacos de Filipinas, Barcelona, 1925-1934, V, p.

CLXXVII. 25 Id., ibid., pp. CXCI-CXCV. 26 Morga, op.cit., pp. 237-238, con una nota de J. Rizal quien compara las cifras con las que propuso Argensola. 27A.G.I., Pat., 47, 7. 28

François Pyrard de Laval, Voyage de François Pyrard de Laval, París, 1619, Chandeigne, París, 1998, II, pp.

664-665. 29A.G.I., Fil., 20, 1, 2. 30

HANNA, W. & ALWI, D., Turbulent times in Ternate and Tidore, Yayasan Warisan dan Budaya Banda

Neira, Banda Neira, 1990, pp. 140-144.

Manila a finales del mismo año, el cual, a pesar de la urgencia y falta de medios, resultó en

una aplastante victoria española.

En 1610, la V.O.C. ya poseía 8 baluartes en las Molucas sin contar sus posiciones en

Ambón y las islas Banda. Se había apoderado de la isla de Motir y se aprestaba a hacer lo

mismo con Bachan y Labuha31

. Convencido de la urgencia de una intervención, Silva escribió al Rey el 16 de julio para presentarle la situación y los preparativos de una operación que

lanzó sin aguardar el real beneplácito32

. Al mando de 6 naos 2 galeras, 8 fragatas, 2 000 hombres, y acompañado por el Sultán Said, la operación de 1611 resultó casi nula en términos de resultados y si bien la iniciativa quedó justificada posteriormente por el Consejo de Indias,

fue duramente criticada por la Audiencia de Filipinas33

. En 1613, Jerónimo de Silva, nuevo Gobernador de la plaza de Ternate y primo del Gobernador de Filipinas perdió Marieko, puerto del abastecimiento en Tidore, lo mismo que la región de Moro. Al año siguiente, Laurens Rael, futuro Gobernador General de las Indias Orientales, saqueó los astilleros filipinos de Iloilo, quemando así una parte de los refuerzos destinados a las Molucas. Sin

embargo, renunció a atacar Manila, por estar informado de los ambiciosos preparativos

militares de Juan de Silva.

En efecto, Juan de Silva estaba aunando todas las energías del archipiélago para lanzarse en

un ataque allanador a las fuerzas flamencas, tanto en Molucas como en Java. Procedentes de

las dos rutas ibéricas, refuerzos navales estaban por arribar. Pero si de Acapulco llegaron las

codiciadas fuerzas, a finales de 1615, los barcos de la Índia seguían sin aparecer en la bahía

de Manila. Cansado de esperar, el 31 de diciembre, partió Juan de Silva rumbo a la

portuguesa Malaca, con la «la mayor Armada que se ha visto en estas yslas, ni por ventura en

las Índia »34

: 10 galeones (3 de los cuales de 1 300, 1 600 y 2 000 toneladas), 4 galeras, 2 000 soldados españoles, 5 000 hombres, 300 piezas de artillería, 4 500 arrobas de pólvora.

Llegó el 25 de febrero al emporio portugués, donde Silva se enteró de la pérdida de los

galeones lusos en enfrentamientos con las fuerzas del Sultán de Aceh y de la V.O.C.. La

noticia no pudo sin embargo desalentar a Silva quien decidió de zarpar para Molucas en

cuanto antes.

Más veloz fue la muerte: el 19 de abril de 1616 la fiebre se llevó la vida del Gobernador y

con ella la deseada expedición que tenía que consagrar la victoria del la gran política

española en Insulindia.

La defunción de un solo hombre no fue sin embargo la causa única de la frustración del

proyecto español: la administración madrileña tuvo en efecto una gran responsabilidad en el

fracaso. Retomemos pues los acontecimientos vistos desde la metrópoli.

El 20 de mayo de 1611, la Junta de Guerra se reunió para comentar la victoria que concluyó

el bloqueo de Manila de 1610. Con las debidas felicitaciones, se decidió enviar a Silva una

copia de las capitulaciones de la tregua con Holanda35

. Pero el 16 de diciembre, ya se le pedía

impedir el tráfico de barcos holandeses por el Mar del Sur36

.

Tras estas recomendaciones, 3 años y medio de silencio en lo que respecta las Consultas del Consejo. En el entretanto, se informó a Juan de Silva del envío de un refuerzo de 400 soldados a los cuales se tendrían que juntar tres carabelas que el general portugués Gonzalo de

Sequeira llevaría a Filipinas por el cabo de Buena Esperanza37

.

31 Cf la carta del jesuita de Molucas Antonio Massanio al General Acquaviva en DOC. MAL., III, D. 48. 32 A.G.I., Fil., 20, 4, 35. 33 PASTELLS, P., op. cit., VI, p. CLI. 34

Seguimos aquí la Relación del Padre provincial jesuita Valerio de Ledesma, in PASTELLS, P., SJ, op. cit.,

VI, p. CCCXLVII y subsiguientes. 35

A.G.I., Fil., 2, 274. 36 A.G.I., Indiferentes, 1867. 37

A.G.I., Indif., 1868.

En octubre de 1614, se reunió otra vez al Consejo para considerar el envío de un sustancioso

socorro militar para Filipinas. Pero el texto de la consulta ya da muestra de una inquietante

borrosidad con relación a las modalidades de la operación. ¿España? ¿India? ¿Méjico?

¿Filipinas? Madrid no parece haber sabido de qué eslabón de la cadena valerse para dar una

respuesta a la urgencia asiática. Un año más tarde, la Junta seguía sin haber dado una

respuesta coherente a la pregunta del cómo de la intervención deseada.

Después de esta reunión, un nuevo silencio de más de un año, hasta principios del año 1617. Del lado de las Reales Cédulas, el 15 de diciembre de 1615, se le pedía a Silva noticias de

las islas en la ausencia de cartas recibidas desde julio de 1612. Luego, otro asombroso vacío:

ninguna decisión durante todo el año 161538

. A principios de 1616 sin embargo, la maquinaria decisoria, tardíamente, se enloquecía. Se

buscaba desesperadamente a quien iba a poder mandar pilotos para la armada del socorro a

Filipinas por Portugal, Sanlúcar, Cádiz, Gibraltar y todos los puertos de la Península 39

.

El 30 de diciembre de 1616, se anunció al futuro Gobernador de Filipinas Alonso Fajardo que la armada inicialmente destinada a Filipinas se había requisicionado finalmente para la

ejecución de una facción en el estrecho de Gibraltar40

. Pero se seguía contemplando «la necesidad de que vaya este año el socorro a Filipinas» a pesar de que se advirtiera «la

imposibilidad que habrá para el año próximo»41. Un año y medio más tarde, todavía no se había mandado la armada decisiva a Filipinas y el

25 de agosto de 161942

, el presidente Carrillo lamentaba estar «muy atrás este despacho y […] se

teme que no ha de salir para cuando es menester». Al mando de Lorenzo de Zuazola, zarpó a finales del año una expedición que inicialmente tenía que pasar por el recién descubierto

estrecho de Le Maire pero que en el último momento recibió la orden de emprender el viaje

por la ruta del Cabo. Preparada con demasiada precipitación, se hundió con la mayoría de los

1 792 hombres que cargaba frente al cabo de Trafalgar43

. Por fin, el 21 de junio de 1622, se ordenó a los Virreyes de Nueva España y Perú mandar

dinero, soldados y barcos para el lanzamiento de una nueva armada44

. Mas el 29 de diciembre, por enésima vez, el Consejo «apunta las dificultades que hay para que pueda tener efecto el

año de 1623»45

. Tuvo razón. Todo pasó por lo tanto como si la cabeza del inmenso cuerpo de la monarquía católica no

hubiera sabido cómo actuar ni de que miembro valerse para actuar, y cuando identificó cua l

podía ser el adecuado, cómo trasmitirle el movimiento. ¿Volveríamos entonces a la idea

tradicional que consiste en ver en el imperio español del siglo XVII a un «gigante

adormilado»? Diríamos más bien que si bien el gigante estaba consciente, padecía

enervamiento, en el sentido primero de la palabra. Y no se gana la guerra sin nervios.

UN INAPELABLE Y POSTERGADO DESENLACE: 1618-1663

En 1617, Manila estuvo confrontada con un nuevo ataque holandés que a duras penas logró

rechazar. La ciudad de nuevo se salvó, pero salió exhausta de una década que solicitó tantas

38

De hecho son en general muy escasos los documentos emitidos por Madrid con relación a Filipinas para este

año. De acuerdo con lo que pudimos comprobar, sólo se cuenta con 3 Reales Cédulas de poca trascendencia

contra 39 para 1614 y 124 para 1616. 39

A.G.I., Fil., 329, 2, 155v- -156v, 158r-158v, 185r, 187v-188v, 189r. 40 A.G.I., Fil. 329, 238v-239r. 41 Id., ibid.. 42 A.G.I., Méjico, 2487. 43

Debemos esta información al valioso trabajo de GIL, J., Mitos y utopías del Descubrimiento, 2, El Pacífico,

Alianza Editorial, Madrid, 1992, p. 190-193. 44

A.G.I., Méj., 2488. 45

Id., ibid..

veces la movilización de sus fuerzas. Para el nuevo Gobernador Alonso Fajardo de Tensa, las prioridades de sus futura política, tal como las presentó al Rey, «se reduc[ían] a tres puntos ; el comercio de China y Nueva España ; el amparo y conservación de los naturales, y », sólo

en tercera posición, « tener la espada en la mano, para que se pueda hacer y salga todo»46

. En contraste con las dos décadas anteriores, se asistió pues a una reorientación de la política filipina, por lo menos tal como se enfocaba localmente, en torno a los intereses directos del archipiélago, y en particular a su comercio. Y puesto que para los moradores de Manila, la

beligerancia holandesa molestaba más por sus efectos dañosos sobre el comercio con China

que por las dificultades que se encontraban en Molucas, se abriría otro frente, el de Formosa

donde se instalaron los españoles en 1626, para defender el tráfico mercantil entre la costa

china y Filipinas.

Aun así, se seguía invirtiendo soldados, barcos y dinero en Molucas. De hecho, la situación en el Sur era favorable a los españoles a finales de los años 1610 y, según el jesuit a portugués Manuel Ribeyro, las posiciones españolas « queda[ba]n en el mejor estado que nunca han

estado»47

. Sobre todo, la V.O.C. estaba canalizando sus fuerzas en Java para realizar la

conquista de Jakarta al mismo tiempo que hacía frente a la competencia de la compañía

inglesa y a motines indígenas en las islas Banda y en Ambón. Pero, a pesar de todo, los

medios españoles, por más consecuencias que tuvieran en la hacienda de la colonia, eran

insuficientes para intentar una acción que estuviese a la altura de la oportunidad.

Said y una parte de su familia seguían viviendo en Manila. En particular por causa de la

insistencia de Pedro de Heredia48

quien asumió durante 13 años (1623-1636) la función de Gobernador de Ternate, se volvió a considerar, como en 1611, la posibilidad de negociar el regreso del viejo Sultán. Se asentaron pues las bases de un acuerdo con las autoridades locales

y el 25 de junio de 1623, se decidió pedir la libertad del Sultán a Manila a cambio de la futura sumisión de la isla. Pero en 1624, el socorro procedente de Filipinas llegó sin Said, lo que

desató la ira de la población de Ternate49

.

En 1627, falleció Modafar, el príncipe regente. Se resolvió entonces instalar en el trono al príncipe Hamzah, quien se había criado en Manila y se suponía cristiano. A pesar de la presión de los holandeses, el consejo de los ancianos de Ternate escogió a Hamzah, justo

cuando moría Said en Manila50

. Pero esta serie de maniobras dinásticas desembocaron en un desenlace extremadamente decepcionante para los españoles: apenas vuelto a Ternate, Hamzah regresó al islam y mostró claramente que no iba a asumir el papel de testaferro de los intereses españoles que se había ideado para él.

En aquella época la colonia se hallaba en una paradójica coyuntura. Por una parte, la

positiva, privada y mercantil, el comercio de Manila alcanzaba su cénit. Por otra parte, la

negativa, pública y militar, se encontraba en uno de los peores momentos de su historia,

llegando el desesperado Gobernador Niño de Tavora, acorralado por las necesidades de

Formosa y Molucas y por los constantes ataques de las flotas del sultanato de Joló, al extremo

de amenazar con su dimisión si no se enviaban socorros en cuanto antes51

. No sería mucho

mejor la situación de su sucesor Cerezo de Salamanca quien estuvo confrontado en 1632 con un motín de los soldados españoles de Ternate que implicaba una alianza con los holandeses consecuentemente a la represión de las prácticas sodomitas descubiertas entre ellos soldados,

el cual acabó con 121 encarcelamientos y 14 ejecuciones52

.

46 A.G.I., Fil., 7, 5, 53. 47 A.G.I., Fil., 7, 5, 54. 48 JACOBS, H., op. cit., III, nota 8 p. 470. 49

PÉREZ, L., « Historia de las misiones de los Franciscanos en las islas Malucas y Célebes » en Archivum

Franciscanum Historicum, VII, 1914, p. 624-626. 50 ANDAYA, L., The World of Maluku, Honolulu, University of Hawaii Press, 1993, p. 158. 51 A.G.I., 8, 1, 5. 52

A.G.I., Fil., 8, 2, 26.

En la cuarta década del siglo XVII, las islas Filipinas se encontraban en una situación de

creciente desconexión con relación a la Nueva España y a su lejana metrópoli. En agosto de

1648, dos consultas del Consejo de indias tuvieron así lugar para desmentir el rumor según el

cual el archipiélago había sido perdido en beneficio de los holandeses.

En 1645, la Audiencia de Manila se había reunido con ocasión de un debate a propósito del

posible abandono de la Molucas, el cual si se abona la carta del año anterior del Gobernador

Diego Fajardo, seguía mobilizando por estas fechas a 560 soldados y 44 oficiales53

. Sin embargo, la junta, como se hizo saber a Madrid, acabó concluyendo que lo más adecuado era

mantener la presencia española54

.

Aun así, Madrid requiso el 30 de diciembre de 1648 una información sobre la pertinencia del mantenimiento español en el archipiélago del clavo. Y es que si ya hacía tiempos que los

españoles eran más compañeros de fatigas que opositores militares de los holandeses55

, el tratado de paz con las Provincias Unidas de 1648 acababa de dejar completamente fuera de lugar la presencia española en las Molucas. Pero duró 15 años más. Llegó la situación al extremo de la paradoja cuando en 1654 el Rey de Tidore Cachil Said decidió apoyar a un grupo de rebeldes a la autoridad de los holandeses. Éstos acudieron a los españoles para que respondiesen de la actitud de su vasallo de siempre. El Gobernador español negoció pues con

éste, defendiendo la paz al mismo tiempo que, irónicamente, los intereses de la V.O.C. en la

región56

.

Finalmente, hubo que esperar circunstancias exteriores, la amenaza de invasión por parte del

pirata Coseng contemporánea del tercer levantamiento de los chinos del Parián de Manila,

para que en 1663, se decidiera el desmantelo del presidio de Ternate y se acabara así la

historia de España en las Molucas.

Punto final, al cabo de una penosa y a lo mejor innecesariamente prolongada sentencia.

EL ESPEJISMO DEL CLAVO

El mucho gasto que llegó a representar para España el mantenimiento de sus fuerzas armadas

en Molucas no debe hacer perder de la vista que fue el afán de lucro lo que constituyó el

primer motivo de España para lanzarse hacia las Islas de las Especias. Bien lo prueba el hecho

de que, en una época en que Carlos I se negaba a financiar las hipotéticas expediciones de

conquista del continente americano, estaba dispuesto a cubrir los gastos de los viajes con

destino a Asia. Asimismo, primero en Valladolid en 1523, después en Madrid en 152857

,

cuando ya se sabía que el Rey había iniciado las negociaciones con João III en virtud de las cuales acabaría empeñando sus derechos potenciales sobre el archipiélago por 350 000 ducados, las cortes hicieron figurar en su cuaderno de peticiones que dado que las Molucas era asunto tan importante, y pertenecía a la corona de castilla según lo contratado con el rey

de Portugal, mandase sostenerlas, y no tomase medio con él al respecto58

. Veinticinco años más tarde, el futuro Felipe II cuestionaba la pertinencia del empeño realizado por su padre al sugerirle ofrecer a mercaderes la posibilidad de devolver la suma recibida de Portugal y cubrir

53 Carta citada en A.G.I., Fil., 22, 1, 1, 408r-428v, 54 Id., ibid. 55

ANDAYA, L., op. cit., p. 155, afirma incluso que españoles y holandeses intercambiaban felicidades con

ocasión de las fiestas religiosas. 56

PRIETO LUCENA, A. M., Filipinas durante el gobierno de Manrique de Lara 1653-1663, Escuela de

Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, Sevilla, 1984, pp. 102-107. 57

Citado por VALLADARES, R., Castilla y Portugal en Asia (1580-1680), Leuven University Press, Lovaina,

2001, pp. 4-5. 58

J. JUAN et A. DE ULLOA, disertación histórica y geográfica sobre el meridiano de demarcación, Madrid,

1759, pp. 27-30, citado por RUMEU DE ARMAS, A., El Tratado de Tordesillas, Editorial MAPFRE, 1992, p.

221.

63 A.G.I., Fil., 29, 11.

los gastos de las naos que mandasen a Molucas a cambio de su participación en los beneficios

de la empresa59

.

Cuando España se instaló en Filipinas, se fue organizando el «Primer Pacífico de los

Ibéricos». «Para entenderlo sin debate inútil» nos dice Pierre Chaunu, «importa eliminar el aberrante episodio […] de las especias que apenas dura tres años, de 1565 a 1568. Diez años

más tarde […] las especias ya no son más que un tema»60

. Nos atreveríamos a decir que al contrario, empezaron muy exactamente diez años más tarde a surgir las especias como tema de debate en Filipinas puesto que, justamente en aquel momento, por el mayor conocimiento que se empezaba a tener de Asia y el posterior levantamiento de las barreras diplomáticas permitido por la unión de las dos coronas, se presentaba la posibilidad de que empezase un

auténtico episodio de las especias para España.

En efecto, en 1579, habiéndose enterado de la pérdida de Ternate por los portugueses, el Gobernador Francisco de Sande barajaba por primera vez desde Asia las posibilidades de un

hipotético tráfico español de las especias61

. En su opinión, ya que el comercio de productos chinos no era económicamente provechoso para España, el galeón se tenía que cargar con especias las cuales, si Felipe II no quería ir a Molucas por el respeto al empeño, se podían conseguir en Java y Patani, en el Sur de la actual Tailandia. ¿Excepcional discernimiento o antojo de un hombre deseoso de impresionar a su Rey con proyectos estrambóticos? El hecho

es que, tanto desde el punto de vista del provecho real de la corona con relación al comercio

de los productos de China como del papel de Java en la futura expansión asiática de los

flamencos, el tercer Gobernador de Filipinas acertó sorprendentemente bien con las determinaciones de los tiempos venideros.

Para Sande, el único itinerario concebible, dado que «por la Nueva España, siempre será cosa ympertinente», era la ruta del cabo de Buena Esperanza. Pero no opinaba así Juan

Bautista Román, factor de Su Majestad en Filipinas, quien escribió un expediente al Rey en

158462

. En este documento, proponía en efecto una reflexión, «supuesta la pacificación el

maluco», que requeriría ser prolongada por una reunión de «pilotos y cosmógraphos,

expertos, y con los mercaderes que contratan este género». Según él, los Reyes de Portugal

se mostraron incapaces de controlar totalmente el mercado de las especias, dejando a los

mercaderes musulmanes de Malabar, Java y Sumatra comerciar más o menos libremente. Por

consiguiente, tras la organización de una expedición naval capaz de limpiar los mares

asiáticos de sus usuarios mahometanos, en la línea de lo que intentaron hacer los portugueses

a principios del siglo XVI, el clavo de Molucas, pero también el alcanfor de Borneo y la

moscada de las islas Banda, se tendrían que encaminar preferentemente por el Pacífico hasta

el puerto de Huatulco por constituir la vía novohispana la única solución para aniquilar

definitivamente el tráfico musulmán y permitir al Rey de España monopolizar todo el

comercio de las especias, para sí mismo o para los comerciantes que cogiesen sus carreras marítimas y pagasen el almojarifazgo en sus puertos.

Por supuesto, los portugueses no compartían este punto de vista y si el Gobernador de Tidore Diogo de Azambuja, al recibir la visita de los españoles en 1582, respondió positivamente a la proposición del Gobernador Diego Ronquillo de exportar clavo hacia Filipinas, dijo que fuese «con condición quel clavo que allá fuere an de llevar todo à malaca para que por bía de la yndia baya todo à España», justificando su requisito por los intereses

de la Real Hacienda63

. Pero a principios de la década siguiente, el intercambio hispano-luso

59 CORPUS DOCUMENTAL DE CARLOS V, FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M. (ed.), Espasa Calpe, Salamanca,

1977, III, doc. DLXXXVII. 60

P. CHAUNU, « Manille et Macao face à la conjoncture mondiale des XVIe et XVIIe siècles », en Annales,

Economies, Sociétés, Civilisations, n° 3, París, 1962, pp. 550-580. 61

A.G.I., Fil., 6, 3, 36. 62

A.G.I., Fil., 29, 46.

71 A.G.I., Fil., 1, 182.

se hizo más fructífero en las cartas que intercambiaron en 1592 el Gobernador Gómez Pérez

Dasmariñas y el Obispo de Malaca João de Ribeiro Gaio64

sobre las posibilidades comerciales de las Indias Orientales. Con relación al tema de las especias, cabe observar que si se expresaba a favor del mantenimiento de la ruta portuguesa, el mismo Obispo subrayaba que

«el mal es que lo menos que se saca de las yslas de maluco y vanda corre por ese camino pues los jabos malayos patanes y rruines hallan otro», un punto fundamental que explica tanto el poco apoyo de Malaca respecto a los portugueses de Molucas como la tibieza que pudieron manifestar estos últimos al recibir las visitas españolas: los intereses particulares de los servidores del Estado da Índia hacían que, para comerciar especias, podían preferir valerse

de la vía de escape malaya por Ambón que apoyar la carreira oficial Molucas-Malaca-Goa65

.

Como ya lo hemos visto, a partir de 1593, se reorientó la atención española hacia el

continente. Por lo tanto, hubo que esperar hasta principios del siglo XVII para que resurgiera el tema de la contratación de las especias. La petición de informe sobre el beneficio del clavo

del 17 de noviembre de 160766

estuvo de hecho anticipada por dos cartas al Rey; la del 30 de

marzo del Procurador General Hernando de los Ríos Coronel67

y la del 2 de abril del jesuita

portugués Luis Fernandes68

. Las recomendaciones del misionero consistían en aconsejar que se apartase a los naturales de Ternate del tráfico y en subrayar la importancia mayor de la isla de Makian, gran productora de clavo, y de Ambón, por su papel central en el circuito musulmán. En cuanto a Ríos Coronel, se expresaba a favor de una exclusividad española que implicaba que el clavo se encaminase por el Pacífico «porque le hurtarían a V. Mgd la mitad

[...] que entre capitanes mayores officiales y factores se usurpa la mitad». Sin embargo, el

Procurador General de Filipinas no defendía una opción necesariamente concomitante con los intereses particulares del comercio manilense puesto que proponía la inauguración de una ruta directa Molucas-Panamá-Sevilla por cuenta propia del Rey, lo que impediría que los barcos del clavo sirviesen de transportadores de productos chinos procedentes Filipinas.

¿Qué iba a decidir entonces la Corona? El Consejo de Indias se reunió por primera vez el 4

de noviembre de 1608 para decidir de la futura gestión del archipiélago. Mientras el Consejo

de Portugal pedía la restitución de las plazas moluquenses, el Consejo de Indias, seguido por

el Consejo de Guerra, rehusaba la opción lusa. En consecuencia, 86 años después de las de Badajoz y Huelva, se reunió una junta el 11 de noviembre de 161l para estatuar definitivamente sobre la pertenencia de la Molucas a una u otra de las zonas de demarcación definidas por el tratado de Tordesillas, la cual resultó tan falta de resultados probatorios como

su antepasada69

. En cambio, a pesar de que, a finales del año 1607, se pidiera conducir el

clavo por la India hasta España70

, impacta el hecho de que el 25 de junio de 1610, como si sólo se tratase de una concesión previa de poca importancia frente al debate sobre la administración política y militar, ya se hubiera fijado un punto esencial:

« En lo que toca a la venta y conducción del clavo, el Consejo es de parecer se dé a los portugueses, los quales en navíos de aquella corona lo conduzgan por las partes de la

India más conveniente para su provecho»71

.

¿Por qué España renunció tan fácilmente al benefico del clavo?

A lo mejor para «consolidar las Yndias Occidentales con la Oriental, y confirmar sus ánimos [de los portugueses] en el servicio de Vuestra Magestad» como ya lo sugería el factor

Román en 1584 al final de la carta ya mencionada. En opinión de Donald Lach, los

64 A.G.I., Pat., 46, 23. 65 LOBATO, M., op. cit., p. 156. 66 A.G.I., Fil., 329, 2, 60r-60v. 67 A.G.I., Pat., 47, 23. 68 A.G.I., Pat., 47, 24. 69 A.G.I., Fil., 1, 3, 160 & 172, cité par GIL, J., op. cit., pp. 168-169. 70

A.G.I., Fil., 329, 2, 60r-60v.

portugueses requerían los recursos de Molucas para mantener su imperio asiático72

, o sea se necesitaba otorgar concesiones económicas para compensar la falta de implicación directa de Madrid en la defensa de una Índia que ya sufría mucho de los ataques de los enemigos

flamencos de España73

. Añadiríamos otra explicación; entrar en el comercio de las especias hubiera implicado duplicar la problemática del tráfico ilegal manilense que la Corona se empeñaba justamente en erradicar o asumir de cabo a rabo el tráfico, como lo recomendaba Ríos Coronel, lo que constituía una inquietante innovación con relación al sistema de la

Carrera de Indias.

Las especias: ¿un capítulo cerrado antes de haberse abierto? No, puesto que se volvería a discutir el tema, fundamentalmente en torno a dos

problemáticas estrechamente unidas: el ejemplo holandés y la paradójica insolvencia de

Filipinas.

Ya se podía leer en una Relación de cosas del Maluco de Juan de Mora, residente portugués

en Ambón, que el Gobernador Acuña mandó a Madrid con su carta del 7 de julio de 1605, que los holandeses «no podían dejar la Yndia porque las drogas les hazían rricos y les daban

para hazer la guerra», tanto en Europa como en Asia74

. A lo mejor consecuentemente a la

recepción de este testimonio, se despachaba en 1607 la carta precedentemente citada75

en la que se pedía estorbar el comercio de los rebeldes flamencos y en 1608, se mandaba un interrogatorio que debía realizarse a los holandeses que residiesen en el maluco, en el cual ya aparecía claramente la voluntad de conocer la manera en que la V.O.C. gestionaba el

comercio de las especias76

. El 13 de abril de 161277

, menos de 6 meses después de que Madrid hubiera avisado a Juan de Silva del nombramiento de un Factor de la Real Hacienda en Ternate encargado de recaudar el almojarifazgo sobre las exportaciones de clavo de los

portugueses78

, Jerónimo de Silva, presentaba al Rey su punto de vista sobre el tema. El Gobernador de Ternate abogaba a favor de un comercio centralizado, «por el propio estilo que los flamencos usan», y por lo tanto organizado por el Rey en la medida en que, en su opinión, «mientras lo sacaren particulares gasta V. M. su real hacienda con ningún

provecho». Tal vez influenciada por este parecer, la Corona remitió el 26 de octubre de 1616 una Real Cédula en la que se pedía al Gobernador de Filipinas informar sobre las

posibilidades de un comercio organizado a cuenta del Rey79

, dos meses después de que, en carta del Provincial jesuita Valerio de Ledesma, la problemática de las especias de los bátavos hubiera encontrado su más lapidaria formulación: «dan en el clavo para clavar las fuerzas de

España» 80

.

Sin embargo, destacó el año de 1618 como el momento decisivo en términos de toma de

consciencia y de formulación de la problemática económica filipina tal como se podía

observar desde Madrid. En efecto, en un período en que la metrópoli se desesperaba por

lanzar la tan deseada armada que debía acabar con la presencia holandesa en Insulindia,

observaba con amargura el desfase existente entre el gasto público conllevado por la presencia

española en Asia y el cuantioso provecho que sacaban los particulares, en gran parte

ilegalmente, del comercio del galeón de Manila. Por lo tanto, el 19 de diciembre de 1618,

72 LACH, D., Asia in the Making of Europe, The University of Chicago Press, Chicago, 1965-1993, III, 3, p. 36. 73

En efecto, con buena o mala fe, muchos eran los portugueses que en el siglo XVII atribuían las dificultades del

Estado da Índia al hecho de haber sido, con la unión, incluido a pesar suyo en el conflicto hispano-holandés. 74 A.G.I., Fil., 7, 1, 25. 75 A.G.I., Fil., 329, 2, 60r-60v. 76 A.G.I., Pat., 47, 26. 77

COLECCIÓN DE DOCUMENTOS INÉDITOS PARA LA HISTORIA DE ESPAÑA (CODOIN) Madrid,

1842-1912, Tome LII, p.11. 78 A.G.I., Fil., 329, 2, 128r-128v. 79 A.G.I., Fil., 329, 2, 232v-234r. 80

R.A.H., Jesuitas, Legajos, 1, n° 24.

Madrid mandó a todas las autoridades del archipiélago, incluidas las eclesiásticas, una letra en que se quejaba amargamente de la situación «ridícula» en que se encontraba el Rey en Filipinas y pedía urgentemente buscar medios para remediar el despilfarro, en particular

aprovechando minas81

.

El mismo día, la Corona pidió al Gobernador Alonso Fajardo que intentase rescatar clavo82

,

ordenando así a su ministro infringir una legislación que ella misma había establecido.

Fajardo intentaría exportar especias hacia Goa83

, lo que también propondría el Gobernador

Niño de Tavora84

. ¡Pero tan lejos se encontraban los 50 bahares (300 quintales) y el provecho

de 35 000 pesos previstos frente a los 4 200 (25 200 quintales) calculados por Ríos Coronel

en 1607 y a los millones granjeados cada año por la V.O.C.!

Finalmente, ¿qué fue la realidad del tráfico de especias de los ibéricos en Molucas en el

siglo XVII?

Donald Lach fue el único, con Vitorino Magalhães Godinho, en haber dedicado algunas líneas al tema del comercio del clavo después de 1606. Más precisamente fueron los únicos en arriesgarse en proponer hipótesis, dada la total ausencia de documentación hasta el momento disponible al respecto. Siendo la comunicación entre Malaca y Molucas extremadamente difícil el tráfico por la ruta de la India no pudo ser significativo y, en opinión del historiador

portugués, la ruta Goa-Malaca-Molucas era deficitaria85

. De modo que más practicable tuvo

que ser la ruta hacia Manila, donde las especias se podían vender a clientes asiáticos86

.

Existió ciertamente un contrabando practicado por los funcionarios y soldados españoles 87

,

lo que podría constituir la respuesta al problema de saber por qué la ciudad de Manila se

expresó en 1645 a favor del mantenimiento de las fuerzas españolas en Ternate, si no existiese

otra explicación más convincente: el tráfico que desde Molucas se estableció con Macasar en

el Suroeste de la isla de Célebes, donde se desplazó el tráfico ilegal entre Macao y Manila tras

la ruptura de Portugal hasta la toma del sultanato por los holandeses en los años 1660.

Punzante desenlace que hizo pervivir el eje Macao-Manila, símbolo si los hubo del

contrabando tan perjudicial a la Real Hacienda, en torno a las Molucas, símbolo por

antonomasia de su hemorragia.

LA VANIDAD DE LA CRUZ

Al igual que cuantas empresas de dominación ultramarina realizaron los Ibéricos, la

conquista de las Molucas por las armas se inscribió en el marco justificativo de la bula papal

inter coetera y por lo tanto, encontró su primera y última justificación en los intereses

superiores de la religión. En el caso del archipiélago del clavo odorífico, este motivo se ha lló

reforzado por su posición central en los debates consecutivos a la fijación del límite Este del

reparto fijado por el tratado de Tordesillas y sobre todo por la confesión musulmana de sus

moradores.

Por lo tanto, no es de extrañar que el argumento religioso hubiera podido tener peso, por lo

menos retórico, en los textos destinados a acreditar proyectos de sometimiento militar.

81 Véanse todas las Reales Cédulas de A.G.I., Fil., 329, 2, desde 260r hasta 275r. 82 A.G.I., Fil., 329, 2, 255r-259v. 83 A.G.I., Fil., 20, 19, 123. 84 A.G.I. Fil., 8, 1, 7. 85

MAGALHÃES GODINHO Vitorino, Os Descobrimentos e a Economia Mundial, Editorial Presença, Lisboa,

1963, nueva edición, 1984-1987, III, 1, p. 163. 86 D. F. Lach, op. cit., III, 1, p. 37. 87

Véanse por ejemplo las acusaciones del Gobernador Hurtado de Corcuera contra Pedro de Heredia en A.G.I.,

Fil., 8, 3, 91 y 100, las cuales parecen confirmadas por el hecho de que Cerezo de Salamanca hubiera calificado

al Gobernador de Ternate de «viejo y rico» unos años antes (A.G.I., Fil., 8, 2, 22).

De hecho, entre los más famosos textos relativos a la empresa asiática española en el siglo

XVI, por haberlos incluido Lewis Hanke en una antología de textos sobre los derechos

coloniales de España, figuran las dos cartas de 1585 en las que el licenciado Melchor Dávalos,

vecino de Manila, justificaba la intervención en todos los territorios musulmanes por los

escritos patrísticos y las doctrinas papales, en particular en Molucas hacia donde se proponía

lanzar una jornada con sus propios hijos y armas, más aún cuando se considerase que los

mahometanos asiáticos recibieron el soporte de « turcos, mamelucos, moros de Tunes y moros

que habían sido echados de Granada en la época de los Reyes Católicos»88

.

En cuanto a los textos producidos por oficiales de las Corona, en 1602, el Gobernador de Filipinas Bravo de Acuña justificaba su petición de refuerzos militares en la perspectiva de la futura expedición «por ser el rey de terrenate el principal defensor, en este archipiélago, de

la maldita secta de mahoma»89

, a lo cual añadía en 1605 la necesidad de anticipar el riesgo de

propagación del luteranismo por parte de los herejes flamencos90

, un argumento retomado por

Argensola en el mismo prólogo de su obra91

.

No obstante, la realidad resultó ser bastante diferente de las declaraciones de principio.

En efecto, si bien las capitulaciones impuestas a las autoridades de Ternate en el momento de su rendición comportaban cláusulas relativas a la liberación de los indígenas cristianos cautivos (2° punto), a la entrega de renegados españoles (4° punto), a los territorios cristianizados de la gran isla de Almahera (5° punto), lo mismo que requerían la promesa de

no estorbar las conversiones al cristianismo y de entregar los convertidos al islam92

, el rey de España no dejó de aceptar como vasallo a una gran figura del poder musulmán en el Est e insulindio en la persona del Sultán de Tidore.

Pero más que todo fue la gestión de la misión moluquense la que puso seriamente en tela de

juicio la efectividad del celo apostólico de los Españoles.

Tras los primeros intentos de Tristão de Ataide y del Gobernador Antonio Galvão93

, fue con la llegada del jesuita Francisco Javier cuando empezó verdaderamente la evangelización de

las Molucas. En Ternate, centro de coordinación de la nueva misión, su actividad se limitaba a

la administración espiritual de los portugueses, a sus mujeres, hijos y esclavos. En cambio, en

Moro, al Norte de Almahera, y en Ambón, al Sur del archipiélago, su labor pronto fructificó

hasta lograr la conversión de unos 70 000 individuos en toda la región. Pero la guerra que

estalló en los años 1570 diezmó severamente esta comunidad al tiempo que reducía

drásticamente la zona de actividad de los jesuitas y los aislaba de su lejano cuartel general, la

Provincia jesuítica india de Cochin.

Encontrándose la misión en un estado de «prorrogada agonía»94

, se entiende que los

jesuitas de Tidore y Ambón acogieran a la expedición española que reconquistó el

archipiélago en 1606 con harto regocijo. El 2 de mayo de 1606, Luis Fernandes, el Superior

de la misión, escribía a su correligionario Gregorio López, Provincial de Filipinas, para

88 CUERPO DE DOCUMENTOS DEL SIGLO XVI SOBRE LOS DERECHOS DE ESPAÑA EN LAS INDIAS

Y LAS FILIPINAS, HANKE, L. (ed.), Fondo de Cultura económica, México, 1943. Lewis Hanke publicó dos

cartas de 1585. En nuestra opinión, el más llamativo de los escritos de Davalos sobre este tema es la carta del 3

de julio de 3 de julio de 1584, A.G.I., Fil., 18a, 2, 9. Cabe sin embargo subrayar que el itinerario de Dávalos en

la sociedad manilense nos permite ver en él un advenedizo notorio, lo que reduce mucho la representatividad de

sus textos. Cf COLECCIÓN PASTELLS, ARCHIVUM HISTORICUM SOCIETAS IESU CATALONIAE,

XIX, n° 33, p. 185, XXII, n° 6, p. 65 y COSTA, H. de la, SJ, The Jesuits in the Philippines 1581-1768, Harvard

University Press, Cambridge Massachusetts, 1961, p. 70. 89

A.G.I., Fil., 19, 3, 53. 90 A.G.I., Fil., 7, 1, 25. 91ARGENSOLA, B. L. De, op. cit., p. 14. 92A.G.I., Pat., 47, 11. 93JACOBS H., op. cit., I, 13* 94

Id., II, p. 22*.

solicitar el envío de dos padres95

al mismo tiempo que mandaba una carta al General de la

Compañía96

con vistas a saber si en el futuro la misión iba a depender de la Provincia de Cochin o de Manila. Dos meses después, López también se dirigía al General Claudio Acquaviva para significarle que «la necesidad de obreros es manifiesta, mas […] nos los puedo mandar mientras está prohibido», abrigándose así detrás de la ausencia de una decisión oficial al respecto por parte de las autoridades políticas, una decisión que valida la dirección

romana en su respuesta97

.

En realidad, la situación consistía en lo siguiente. Los jesuitas portugueses deseaban entregar la misión a sus hermanos españoles para poder así mudarse al colegio de Malaca, una resolución perfectamente entendible dada la extrema dificultad de mantener la vinculación, en la ausencia de autoridad temporal portuguesa, con la Provincia india a la que supuestamente

estaban incorporados98

. Pero era al Provincial de Filipinas a quien incumbía manifestar al Rey, mediante su Gobernador, su disposición a asumir esta carga misional. Claramente, López rechazaba esta involucración, como aparece en su carta al General del 14 de junio de

1612 en la cual, evocando la implicación militar de Filipinas, afirmaba que «le estaba mejor a

esta tierra no tener correspondencia ninguna con Maluco»99

. Por consiguiente, tanto Madrid como la Curia Generalizia se iban a mantener en la posición plasmada por Acquaviva en

1614, «no ay sino dexar las cosas como están»100

.

El problema radicaba primero en las dificultades de comunicación entre la misión, Malaca y Cochin, acrecentadas por el continuo acoso holandés a los barcos y posiciones portuguesas,

lo que tenía consecuencias en el número de misioneros disponibles. Pero sobre todo, con la

instalación de los españoles en Ternate, las cosas, justamente, ya no podían estar como antes

estaban. En efecto, por cuanto representaban a la autoridad eclesiástica en el archipiélago, era

fuerza que los jesuitas portugueses compusieran con la soldadesca hispana. Pero en la medida

en que ejercían su autoridad en el marco del Padroado, el cual estructuraba un tipo de

relación entre poder espiritual y temporal lo mismo que una forma de administración de lo

sagrado distintos de la configuración asentada por el Patronato, aflorarían rápidamente

tensiones claramente expresadas por el gobernador Juan de Silva quien hubiera declarado a

Gregorio López «ser cosa recia que se nos vengan con sus fueros y leyes, etc., y quieran que

los sustentemos»101

. Por lo tanto, los jesuitas portugueses se iban a quejar continuamente de la

inobediencia de los soldados españoles102

mientras estos les reprochaban su excesiva

severidad103

, una opinión definitivamente reforzada a finales de los años 1620 por el trance

epidémico del «pecado nefando», duramente reprimido por el jesuita Manuel Rivero quien

asumía las funciones locales de comisario del Santo Oficio.

La posición de los jesuitas portugueses era tanto más incómoda cuanto que, imposible el acceso a Ambón donde estaban establecidos los holandeses y abandonado en 1614 el presidio

español de Moro, el último recinto del cristianismo indígena en las Molucas, los jesuitas

portugueses se encontraban con un espacio misional muy reducido. Quedaba por cierto la

pequeña isla de Siau, ubicada entre el Norte de Célebes y el Sur de Mindanao, cuyo rey había

informado a las autoridades españolas en 1586 de su deseo de resistir a la presión musulmana

y acoger a religiosos. En 1589, un jesuita portugués empezaba la evangelización de la isla que

tuvo que dejar al año siguiente. Sin respuesta por parte de Manila, en 1593 zarpó

95Id., III, D. 3. 96Id., ibid., D. 4. 97 Id., ibid., D. 19. 98 Id., ibid., D. 21. 99ARCHIVUM ROMANUM SOCIETATIS IESU, PHILIPPINAE, 11, 32r - 33v. 100DOC. MAL., III, D. 69. 101Id., ibid., D. 54. 102Cf en particular Id., ibid., D. 64 y 67. 103

Id., ibid.., p. 257, nota 2.

personalmente para Filipinas donde logró firmar un acuerdo con el Gobernador Gómez Pérez

Dasmariñas quien se comprometió a mandar padres jesuitas. Pero la promesa resultó siendo

un voto piadoso y hubo que esperar hasta 1604 para que un jesuita, el portugués Antonio

Pereira, visitara la isla dirigida por un rey convertido bajo el nombre de Don Jerónimo de

Siau104

, participando los dos hombres en la expedición de 1606. En 1608, Pereira tuvo que

retirarse a Malaca, dejando sin padre una misión que ulteriormente sería visitada

episódicamente, según lo permitía la amenaza constante de los barcos flamencos y

musulmanes.

En torno a 1618, «se a abierto una gran puerta al evangelio en Manado»105

, en la punta Noreste de Célebes, pero este camino de salvación resultó ser otro calvario por la competencia

de los padres franciscanos españoles106

. En efecto, algunos franciscanos de Manila residían en Ternate donde administraban el hospital de los españoles. En 1611, el Gobernador Juan de Silva les da la autorización para crear una misión en Manado, en violació n de un padroado

que por otra parte se sigue manteniendo con los jesuitas portugueses. Iniciada por jesuitas y

franciscanos a finales de los años 1610, la evangelización se detuvo en 1624 para dar lugar

ulteriormente a visitas puntuales, marcadas por conflictos permanentes entre las dos órdenes.

A pesar de su incongruencia e incoherencia la situación perduró. En 1638, el Rey reconocía la incomodidad de la situación dado que «la nación portuguesa estava más relaxada que la

castellana »107

. En 1643, tras la ruptura de Portugal, el Gobernador Corcuera decidía lógicamente expulsar a los portugueses para remplazarlos por jesuitas españoles. Aun así, al año siguiente eran reintegrados por su sucesor, alcanzándose así un hito en la extrañeza, al

verse los españoles administrados espiritualmente por hombres que aprendieron de los

holandeses que se habían convertido en enemigos de España. Por fin, en 1654, diez años más

tarde y nueve antes de que los españoles se retiraran definitivamente de las Molucas, se puso

punto final a la confusa convivencia.

Resulta difícil dar una explicación a la infausta historia que se acaba de narrar, a esta

decisión de no decidir, de no cambiar la administración religiosa a pesar del cambio de

administración civil, que acabó condenando a una muerte lenta y dolorosa la misión de

Molucas.

Del lado del gobierno civil, pudo influir la necesidad que se tenía de los padres portugueses

para negociar con las autoridades locales. Otra explicación podría ser que no se hubiera

querido comprometer el Patronato en una zona considerada como corrupta por su larga

administración bajo el Padroado y por el credo musulmán de su población.

Del lado jesuita, pudieron influir la desconfianza de los españoles con relación a sus correligionarios portugueses de la Índia, que tendieron a ver como demasiado mundanos, a lo cual se añadió el pasado específico de la misión moluquense: el rumor según el cual los

jesuitas portugueses habían estado implicados en el asesinato del Sultán Hairún108

, el

comercio del clavo al cual se dedicaba para financiar los gastos de la misión y que hacía de

ellos «clérigos tratantes y teatinos claustrales» en opinión del Provincial Alonso Sánchez109

. Por lo tanto, los jesuitas españoles tampoco habrían querido asumir el relevo en un terreno misional «viciado».

104Id., II, 10*. 105R.A.H., Jesuitas, Tomos, 84, n° 8. 106

Muy escasa es la documentación relativa a la presencia franciscana en las Molucas, casi transparente en la

correspondencia política lo mismo que en las cartas de los jesuitas. No habiendo podido acceder a la

documentación original, nuestra fuente exclusiva sobre el tema es el muy partisano PÉREZ, L., OFM, op. cit.,

VI, 1913, p. 45-60, 681-701, VII, 1914, p. 198-226, 424-446, 621-653. 107

DOC. MAL., III, D. 152. 108

Este rumor fue lo suficientemente difundido para que el Visitador General de la Compañía en Asia

Alessandro Valignano pidiera al Provincial de Goa que averiguara su veracidad. Cf DOC. MAL., II, D. 212. 109

Id., ibid., D. 38.

Quienquiera que tuviera la responsabilidad, el hecho es que, como por mala consciencia,

los tres jesuitas españoles Ignacio Múxica, Vicente Chova y Francisco de Miedes, quienes

llegan a las Molucas en 1655, iban casi en seguida a concentrar sus esfuerzos en la isla de

Siau donde se quedarían después del abandono de Ternate. A partir de 1663, los dos

misioneros que decidieron quedarse tuvieron que negociar su presencia con los holandeses.

En 1671, se instaló una pequeña guarnición para proteger de los ataques de Ternate al Rey

Francisco Xavier Batahi, católico como los que lo precedieron desde 1593 y antiguo alumno

del colegio de los jesuitas de Manila. Hasta que en 1677, la V.O.C. arrebatara definitivamente

Siau a estas manos españolas que demasiado tardíamente habían aceptado bendecirla.

Tras recibir noticia del abandono del puesto militar de Ternate que tanto le había costado al Rey Católico, Madrid pidió explicaciones. Las obtuvo. Entre los varios y unánimes expedientes sobre el desmantelo, citaremos a modo de conclusión, por su carácter conciso y

explícito, el que el dominico Juan de Polanco redactó en 1665110

.

Después de haber puesto de manifiesto el peligrosísimo contexto en el que se decidió el

desmantelamiento, el religioso proponía un balance sintético del poco sentido que tenía la

presencia española en Molucas: « las fuerças de Terrenate en el estado presente no

conseguían el fin para que se fundaron». En lo tocante a «la conversión de las almas»

primero, ya que «eran muy pocos los verdaderos cristianos». En cuanto al interés económico,

«rescatan muy poco clavo y pimienta, unas claveras que tenía en la parte de Therrenate estaba a nuestra devoción, las cortaron la otra parte de moros nuestros enemigos porque se

lo pagaron muy bien los Olandeses». Por fin, con relación al argumento, «la reputación de las

armas españolas», «responden las calamidades de Manila que como casa y fuerza de maior

reputación y gloria clama por su conservación y en ella estriba la gloria y fama tan Yllustre

que los castellanos han conseguido en la Acia».

Todo lo que había constituido la justificación de la insistencia española en mantenerse en Ternate quedaba pues invalidado. España tenía que renunciar definitivamente a sus sueños de

gran política extremo-oriental y concentrarse sobre la única base tangible de su presencia en

Asia, Filipinas.

Las Molucas no habían empezado a ser españolas en los años 1520, en época del viaje de Magallanes, ni en los años 1580, con la unión de las Coronas ibéricas, sino en 1606, cuando

ya habían llegado los holandeses. Unos quince años más tarde, ya se sabía que la causa

moluquense estaba perdida. Después de tanta demora, ¿Por qué tanto empecinamiento en

quedarse contra viento y marea, sin promesa de éxito militar, provecho económico y

perspectiva misional?

A modo de respuesta y de conclusión, una comparación: en 1555, la paz de Augsburgo ya

marcaba el fracaso de la política imperial española que sólo se selló en 1648 con la paz de

Westfalia, tras un siglo de insistencia obstinada, empedernida, quijotesca.

110 A.G.I., Fil., 201, 1, 60r-67v.