Desarrollo y reestructuración rural. Reflexiones acerca del desarrollo de las áreas rurales
Violencia y desarrollo rural
-
Upload
uam-xochimilco -
Category
Documents
-
view
4 -
download
0
Transcript of Violencia y desarrollo rural
VIOLENCIA Y DESARROLLO RURAL
Luciano Concheiro Bórquez1; Patricia Couturier Bañuelos2 y
Eduardo Marrufo Heredia3
La tradición de los oprimidos nos enseñaque el «Estado de excepción» en quevivimos es sin duda la regla. Así debemosllegar a una concepción de la historia quele corresponda enteramente.
Walter Benjamin (2008: 309).
El presente trabajo responde a la creciente preocupación
social frente a la apocalíptica y brutal invasión que la
violencia ha hecho de nuestra cotidianidad, cuyas
percepciones más generalizadas oscilan entre una “aceptación”
de lo “inevitable” y con ello de la construcción práctica de
las bases de un neofascismo social (Santos, 2005) hasta la
idea de que es el poder político y el mediático, en lo que va
del período del sexenio de Felipe Calderón, los que han dado
pie a una violencia, vuelta una guerra “sin fin”, que sirve
para el control político, social y cultural y es parte de una
estrategia geopolítica mundial.
Desde nuestro punto de vista, el análisis de los constructos
sociológicos y culturales dominantes sobre la violencia que
1 Profesor – Investigador del Departamento de Producción Económica de laUniversidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco (DPE, UAM-X),2 Profesora – Investigadora del DPE, UAM-X; Jefa del Área “EconomíaAgraria, Desarrollo Rural y Campesinado”.3 Profesor del Departamento de Política y Cultura de la UAM-X.
1
está viviendo nuestro país, demuestran que no es un fenómeno
coyuntural y que tampoco responde a una “mala política” sino
que obedece, en términos generales, a la “ley del valor”, a
la lógica del sistema capitalista, y en particular al nuevo
modelo de acumulación que combina formas posfordistas con
procesos de acumulación “por desposesión” (Harvey, 2004 y
2005) y la dinámica de territorialidad que las determina
(Revelli, 1996 y 1997). En esta perspectiva, la “salida” del
“Estado de excepción”, como diría Walter Benjamin (2008:209)
en que vivimos como regla, requiere de una propuesta de
transformación profunda, revolucionaria, y en ello, del
enfrentamiento, desde abajo, en las acciones de masas, contra
la violencia “desde arriba, real o potencial, que
reestructura naciones, mercados, pueblos y costumbres”
(Gilly, 2006:19).
Para analizar las dimensiones y sobre todo el sentido y
“sinsentido” de la violencia actual, nos detenemos
especialmente en el análisis del despliegue de este fenómeno
en el mundo rural mexicano, porque sintetiza, con cierta
singularidad, tanto las formas de “capitalismo salvaje”,
entre las que destaca la “acumulación por desposesión”
(Harvey, 2005) y la violencia generalizada permanente
impuesta por el capital para destruir las formas económicas
naturales e imponer las relaciones capitalistas (Luxemburgo,
1967:285), así como la criminalización de los movimientos
sociales en el contexto de la globalización actual; pero
2
también donde se suceden acciones de resistencia y ofensiva
del movimiento de masas que disputan el “monopolio de la
violencia física legítima” (Weber, 2003:83) como son los
casos emblemáticos de la rebelión zapatista de 1994 (Díaz-
Polanco, 1997), la lucha del Frente de Pueblos en Defensa de
la Tierra de San Salvador Atenco (Grajales y Concheiro,
2009), del pueblo Triqui (López Bárcenas, 2009), así como la
Policía Comunitaria del estado de Guerrero (Sierra, 2007).
Presentamos en primer término, algunos aspectos básicos a
nivel teórico conceptual sobre la violencia para analizar sus
manifestaciones, desde ejemplos específicos, en el mundo
rural.
Acerca de la violencia
La violencia aparece históricamente como elemento
consustancial de la lógica del capital (Marx, 1977), ejercida
en el ámbito económico a través de los diversos mecanismos de
acumulación del capital, entre los que destaca la acumulación
originaria; y en términos políticos por medio de los aparatos
de Estado. No obstante, en proceso de globalización actual,
la dinámica del capital rompe con sus propias instituciones e
impone una lógica geopolítica que conlleva, como nos dice
Adolfo Gilly (2006: 39): “nuevas relaciones entre dominación,
resistencia y violencia. Si esto es así, esta globalización
lleva consigo el germen de nuevas guerras y revoluciones
3
donde la violencia, como razón última, redefinirá esas
relaciones”.
Ejemplo de lo anterior es la violencia ejercida por el poder
ejecutivo, en una guerra declarada contra “las fuerzas del
mal” (encarnadas en el narcotráfico) que han cobrado en lo
que va del sexenio actual (2006-2010) más de 30 mil muertos
(Campos, 2010) y que cada día sirven más para hablar de un
“Estado fallido” y justificar así la intervención abierta de
Estados Unidos. Pero esta violencia, hay que subrayarlo,
tiene que ver en el México contemporáneo, con un claro
ejercicio geopolítico tanto en el plano mundial como del
Estado nación y la difícil difusión de la democracia
(Wallerstein, 2007 y Tapia, 2010) y su contrapunto la
violencia que ha ejercido el Estado mexicano en términos de
la coerción y sometimiento en contra de movimientos sociales,
que tiene como punto de partida los ataques contra el
movimiento campesino, el movimiento de los médicos y frente a
los profesionistas de PEMEX en los años 60 como preámbulo de
la matanza de estudiantes en Tlatelolco el 2 de octubre de
1968 y el 10 de junio de 1971.
El fracaso de una transición democrática en México y a la
situación que vive la sociedad comienzos de siglo XXI obliga
a al estudio ineludible del tema de la violencia política,
sea que se trate de la violencia monopolizada por el Estado
moderno, y empleada por él –lo mismo en sentido liberal que
en sentido totalitario- para reproducir su consistencia4
oligárquica, o sea que se refiera a la contraviolencia, a la
violencia de las fuerzas sociales que responden a la primera
en nombre de la posibilidad de un Estado alternativo,
realmente democrático (Echeverría, 2006:60).
Bolívar Echeverría, planteaba que la violencia, “es la
calidad propia de una acción que se ejerce sobre el otro para
inducir en él por la fuerza –es decir, en última instancia,
mediante una amenaza de muerte- un comportamiento contrario a
su voluntad y su autonomía; una imposición que implicaría, en
principio su negación como sujeto humano libre” (Echeverría,
2006:60). Este planteamiento toma forma cuando incluso la
violencia es ejercida a través no sólo de la manipulación
ideológica, sino incluso de la desaparición forzada de los
actores sociales o se les asesina. El discurso de la derecha,
para perpetuarse no sólo en el poder, sino extender
abiertamente ese poder al ámbito económico implica, la
imposición, con castigo y amenazas y “genera la percepción de
que el orden impuesto supone la paz y la tranquilidad”
(Lorente, 2010:219); la justificación que da el Estado para
el uso de la violencia, está incluso apoyada en el derecho
natural y se plantea que lo importante son los fines y que si
estos son legítimos, por consecuencia se justifican los
medios, aunque estos sean expresión directa de la violencia
en sí misma. Esta lectura “instrumental” de la violencia,
entendida en este caso como “la provocación deliberada, o la
amenaza de provocación, de una lesión física o un daño con
5
fines políticos” en el transcurso de un conflicto político
grave conlleva su justificación y determina tipologías que la
acompañan (González, 2010: 284-285), que subrayan la
oposición entre la violencia social y la violencia política.
La violencia en las transformaciones del Estado ya fue
destacada por Aristóteles, y Maquiavelo la sitúa en el centro
de toda acción de y se plantea como un medio práctico para
lograr el fin de legitimación del poder estatal sin importar
a quién se le hace daño ni cómo se logra el objetivo
planteado, “el poder político y la violencia, ya que ésta
aparece como un factor ineludible en toda sociedad, que aquél
se encarga desde el Estado de sistematizar, encauzar y
adecuar a fines específicos para que sea posible la vida en
común” (González, 2010:277).
No obstante, a la violencia política se le opone la violencia
dialéctica de las comunidades arcaicas, hija de una situación
en la que priva una “escasez absoluta de oportunidades de
vida, es decir, aparece en unas condiciones de vida en las
que lo otro, lo extrahumano o el mundo natural se presenta
implacablemente inhóspito frente a las exigencias específicas
del mundo humano, se muestra abiertamente hostil de su
producción” (Echeverría, 2006:63). En el modo propio y
peculiar de ejercer la violencia dialéctica sobre lo otro
(sobre lo que los modernos llamarán después “Naturaleza”)
reside la quinta esencia de la identidad y mismidad de una
6
comunidad, es decir, la garantía de su permanencia en el
mundo (Ídem: 65).
Entendemos y vemos aquí la violencia justificada en su máxima
expresión en la historia, en donde la destrucción o la
eliminación de la violencia social deben ser definitivas para
el ejercicio de la violencia “legitimada” de orden político.
En donde las relaciones sociales necesitan un mediador, el
Estado moderno, y es aquí en donde Bolívar Echeverría nos
plantea que en un Estado no moderno, se podría encontrar un
modelo económico-social en donde no existe la idea de un
Estado mediador, porque, se alcanzaría una “paz perpetua”, ya
que en el Estado Moderno, reconoce a los propios enemigos del
Estado, que legítimamente” éste puede atacar.
Pero la justificación histórico-política del ejercicio de la
violencia sólo adquiere fundamento en tanto el Estado
autonomiza su acción de la economía y que ésta adquiere la
forma de un “mecanismo automático” que acaba separándose de
su propia historia de violencia. En efecto, la modernidad
capitalista organiza la vida civilizada bajo la premisa de
que una sociedad propiamente capitalista no genera otro-
enemigo dentro de sí misma; que una otredad enemiga no puede
tener origen en ella porque la forma de socialidad que le es
propia y distintiva anula esa posibilidad en su raíz
(Echeverría, 2006:69). Por tanto, el desarrollo de las
fuerzas productivas y la acumulación de capital descansan en
un doble proceso, por el que se potencia y desarrolla la7
capacidad productiva del trabajo, y por otra en consecuencia
se extrae más plusvalía. Por tanto la acumulación y
desarrollo del capital se funda en la violencia de aumentar
la tasa de explotación.
La teoría del valor en lo esencial establece que la plusvalía
se funda en el intercambio de equivalentes, en todas las
formas de mercancías incluyendo la forma de fuerza de
trabajo, y que justo esto es lo que está en el fundamento de
la explotación.
Siguiendo a Bolívar Echeverría, se puede decir que tal vez lo
característico, lo trágicamente característico de la
modernidad “realmente existente” –cuya crisis más radical
parece ser la que vivimos en este principio de siglo- está en
que ella ha sido a la vez la realización y la negación de ese
revolucionamiento de las fuerzas productivas que comenzó a
perfilarse hace ya tantos siglos (Echeverría, 2006:71).
La violencia de las cosas mismas sobre los seres humanos de
la modernidad realmente existente pasa de la sujeción de la
vida al mercado capitalista a la estructura misma de los
objetos que se producen y consumen bajo esa sujeción, es una
violencia que se objetiva en las propias mercancías y que
acaba confrontando a los individuos y a la sociedad que
componen consigo mismos. La violencia moderna no actúa sobre
el individuo singular sólo desde fuera de él, desde los otros
individuos singulares o desde la comunidad –como sucede en
8
condiciones no modernas-, sino que lo hace sobre todo desde
dentro de él mismo, en tanto que es un propietario de
mercancía que ha interiorizado en su ethos el impulso
productivista del capital, dirigido a someter todo brote de
“forma natural” que aparezca en el mercado (Echeverría,
2006:74 y 75).
Las violencias ejercidas entonces por el Estado, las
encontramos de formas diversas, algunas veces ocultas, o bien
claras en otras ocasiones. La violencia clara y de gran
fuerza es la que se ejerce en contra de los indígenas y
campesinos que resguardan sus recursos, son criminalizados, o
bien la violencia que se ejerce al no tener políticas
públicas que disminuyan la pobreza, o la precarización del
empleo en las ciudades. Una violencia combate directamente
formas naturales, no mercantiles o menos mercantilizadas en
términos capitalistas, buscando la desposesión de los medios
y recursos de sus propietarios directos, en tanto que en
otros casos la violencia que se ejerce, que parte a su vez de
la expropiación de formas naturales, apropiadas socialmente,
conlleva la intensificación de las formas de extracción del
plusvalor. Sin embargo, al encontrarse sujeta todo trabajo en
la lógica específicamente capitalista de producir, los
mecanismos de explotación de la fuerza de trabajo, sujeta
bajo distintas formas, comparten el ejercicio de la violencia
del capital y en el plano político pueden disponer de una
clara plataforma para el ejercicio de la violencia social, en
9
tanto masa y en cuanto a su calidad de pueblo o pueblos
enfrentados al propio capital.
La violencia se ejerce en diferentes situaciones y abarca
diferentes actores sociales, de forma tal, que ante las
nuevas formas de globalización y de coloniaje contemporáneo,
la violencia deja de tener límites, y se manifiesta de
cualquier forma y es ejercida contra cualquier persona o
grupo de personas, sin reparar en los viejos “valores” frente
a la edad o el género. Con este tipo de planteamiento cabría
argumentar que al existir violencia en la comunidad como
parte de las conductas delictivas, ésta deriva en terrorismo,
o que por existir violencia vinculada a los acontecimientos
deportivos, se produce violencia racista, y que un clima de
violencia generalizado es el que da lugar a que existan
agresiones contra mujeres y menores (Lorente, 2010:210). Y en
plano político, también el discurso dominante hace eco (hasta
de posiciones de la supuesta izquierda) de que la forma de
poder en cualquiera de sus formas conlleva la violencia o
incluso se justifica que la civilidad y el orden se ha
ejercido a través de la violencia y por lo tanto se
justifican y justifican a su vez a la violencia misma (Santos
y García, 2001).
Esta “extensión” y generalización de la violencia despliega
una nueva forma de legitimación del ejercicio de la violencia
a la vez que desdibuja la acción concentrada del monopolio de
la misma por parte del Estado. Esto no sólo tiene que ver con10
la pérdida de soberanía por parte de los Estados frente a la
globalización, sino con la particular forma de
territorialización del capital, la disputa por bienes cada
vez más escasos (entre los que destacan las fuentes de
energía y el agua) necesariamente en espacios también
determinados, así como en las particulares formas y prácticas
de territorialidad de las resistencias y luchas
contemporáneas.
En tanto la violencia de la subsunción capitalista de todo
trabajo en el capital no puede permanecer en su figura básica
como violencia interiorizada; sino adquirir una figura
objetiva, y ésta es la que emana del Estado nacional moderno
(Echeverría, 2006:76), cabe preguntarse qué sucede cuando
esta “exteriorización” de la violencia del seno del capital
hacia el Estado pierde fuerza y cede terreno a los poderes
fácticos del capital (incluido, por supuesto el del
narcotráfico). Por un lado está el efecto o sentido de
pérdida, que referimos en las primeras líneas de este
artículo, de toda “comunidad” (incluyendo la comunidad
estatal) y por tanto “asumir” la “ley de la selva” o ausencia
de todo acuerdo social; o el despliegue de resistencias
precisamente a partir de la rebeldía, como forma natural de
la vida contra la “dictadura del valor autovalorizándose”;
una rebeldía que se manifiesta en todo tipo de intentos de
reconquistar para el sujeto humano la subjetividad que le
tiene arrebatada el capital (Echeverría, 2006:79).
11
Como dice Slavoj Žižek, tenemos muy presente que las
constantes señales de violencia son actos de crimen y terror,
disturbios civiles, conflictos internacionales, pero
deberíamos aprender a distanciarnos, apartarnos del señuelo
fascinante de esta violencia “subjetiva”, directamente
visible, practicada por un agente que podemos identificar al
instante, necesitamos percibir los contornos del trasfondo
que generan tales arrebatos (Žižek, 2008:9).
Sin embargo, la violencia objetiva es precisamente la
violencia inherente a este Estado de cosas “normal”. La
violencia objetiva es invisible puesto que sostiene la
normalidad de nivel cero contra lo que percibimos como
subjetivamente violento (Žižek, 2008:10), lo que hace que
perdamos de vista que la violencia es componente de la
acumulación del capital y que por ello, su deseada superación
no puede provenir de un supuesto ejercicio de la democracia
delegada en las representaciones políticas sino más bien en
el ejercicio directo de la apropiación de la soberanía en un
ejercicio múltiple de democracia horizontabilizada, directa,
efectivamente participativa de contrahegemonía global y a la
vez nacional y local (Santos y Rodríguez, 2007).
Nos parece que la llamada de atención en la que insiste Žižek
(2008, 2009a, 2009b y 2009c), sobre cómo la oposición a toda
forma de violencia –desde la directa y física (asesinato en
masa, terror) a la violencia ideológica (racismo, odio,
discriminación sexual- parece ser la principal preocupación12
de la actitud liberal tolerante que predomina hoy, eclipsa no
obstante los demás puntos de vista: todo lo demás “puede y
debe esperar” y hace olvidar la noción de violencia
objetiva, que adoptó una nueva forma con el capitalismo.
“Marx describió la enloquecida y autoestimulante circulación
del capital, cuyo rumbo solipsista de partenogénesis alcanza
su apogeo en las especulaciones metarreflexivas actuales
acerca del futuro (Žižek, 2008:22).
Violencia en México
En relación a los planteamientos anteriores, podemos decir
(aunque quizá con un sentido opuesto al de sus autores) que
una parte importante de la sociedad mexicana se resiste a
aceptar la idea de que México está en guerra y, mientras no
acepte esa realidad, nunca podrá entender la violencia que
está viviendo el país (Nexos, núm. 392: 9).
La violencia que se ha desatado en nuestro país, parece no
sólo que no tiene fin, sino que las cifras manejadas por
diversas fuentes denuncia que en lo que va de este sexenio
han muerto alrededor de 28,000 mexicanos, en lo que se
denomina con fuerte intencionalidad: la “narcoviolencia”
(Turati, 2010). Los lugares en donde han sucedido estos
hechos tan lamentables, son cientos, pero un lugar
significativo es Ciudad Juárez, en donde se observa
particularmente la poca capacidad de las autoridades para
13
poder resolver los asesinatos que se han dado, y menos aún
parar la escalada de violencia y el ejercicio territorial del
poder en esa ciudad de la delincuencia organizada (como se le
dice no sin cierto eufemismo), pero sobre todo, de la
violencia contra las mujeres que sembró socialmente los
terrenos fértiles para la segunda oleada de violencia. Otro
caso similar que ha ido adquiriendo un carácter emblemático
es el del ejercicio de dominio territorial del narco asociado
a amplias capas de la propia población en la ciudad de
Monterrey.
Basta una mirada rápida a los datos sobre víctimas; secuencia
y cantidad de contactos armados; armamento y medios
involucrados; extensión de los territorios en disputa y
fuerzas policiales y militares comprometidas por aire, mar y
tierra, para concluir que México asiste a una guerra (Nexos,
núm. 392: 9). Es cierto que México tiene problemas de
impunidad, corrupción y debilidad institucional, pero esos
problemas no tenían por qué derivar en una guerra. Han sido
el valor como ruta de la droga, los miles de millones de
dólares y las decenas de miles de armas provenientes de
Estados Unidos los factores principales en la generación del
conflicto. Dada la diferencia de desarrollo entre ambos
países el comercio ilegal de drogas ha impactado de forma
asimétrica a México (Ídem). Por lo tanto es aquí donde de
manera mucho más grave vemos el ensañamiento de la violencia.
Son el propio gobierno y los poderosos grupos capitalistas
14
los que desean en su desorbitante ambición la guerra, como
base directa de acumulación pero también como fundamento para
crear una plataforma de cesión de la soberanía nacional
(tanto económica como políticamente) y sobre todo para
generar condiciones que les permitan despojar de sus recursos
a los indígenas y campesinos, mercantilizar toda economía
natural y controlar los movimientos de masas criminalizando
toda acción en defensa de sus derechos.
La guerra contra las “fuerzas del mal” encarnadas en el
narcotráfico y la dimensión de la violencia desatadas no
puede ser medida en términos de indicadores de victoria o
fracaso, sino más bien representan en sí mismas indicadores
del tamaño del problema. No sólo no fue “sensato” demandar
que en unos años se acabe la violencia criminal de grupos que
poseen miles de millones de dólares, decenas de miles de
armas y miles de bandidos que han aprendido a matar (Nexos,
núm. 392: 10), sino el ocultar precisamente en esa acción que
en el caso del crimen organizado en México la violencia es
instrumental, le sirve para defender sus “negocios”, para
intimidar y controlar territorio y para hegemonizar su poder
sobre rutas y plazas frente a otros grupos criminales. Su
combate natural es con otros cárteles, no con el gobierno
(Nexos, núm. 392: 10) que acaba actuando como aliado de un
grupo u otro.
Desde nuestro punto de vista, en realidad, la “guerra” contra
el narcotráfico sirve para generar un Estado de excepción15
permanente, donde ha ido adquiriendo forma la violencia real
organizada por el propio Estado como palanca de acumulación
del capital. Referimos en dos ejemplos, el de la lucha del
Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador
Atenco (Estado de México) y el de el combate del pueblo
Triqui por constituir un Municipio Autónomo en San Juan
Copala (Oaxaca), cómo ha ido adquiriendo forma esta
prefiguración de una violencia que sirve para criminalizar
los movimientos sociales de resistencia y lucha social; pero
también, cómo estos pueblos se defienden y construyen
proyectos alternativos de poder social.
El caso de San Salvador Atenco, Estado de México
En San Salvador Atenco, se levantó una resistencia de los
campesinos y pueblos originarios en contra de la construcción
del aeropuerto y la expropiación de sus tierras. Esto
constituye, desde nuestro punto de vista, una lucha
territorial, surgida frente al proceso de expansión y
reestructuración del capital que ansioso de espacios para
seguir con su proceso neoliberal intentó despojar de sus
tierras a los pueblos; por eso surgió el Frente de Pueblos en
Defensa de la Tierra (FPDT).
La historia de esta lucha ejemplar puede resumirse en los
puntos siguientes: el 22 de octubre del 2001 la
administración de Vicente Fox anunció que la construcción del
16
nuevo aeropuerto para la Ciudad de México se realizaría en la
zona de Texcoco. Éste anuncio venía acompañado por un decreto
expropiatorio de 5 mil 474 hectáreas de tierras agrícolas de
la zona, incluyendo 3 mil 736 hectáreas de los campesinos y
ejidatarios del municipio de Atenco, el municipio más
afectado. Como indemnización, se les pagarían siete pesos
(aproximadamente 70 centavos de dólar) por metro cuadrado de
tierra. Ante estos hechos, un grupo de más de 500 campesinos
de San Salvador Atenco inició su protesta el mismo día en que
se anunció la expropiación. Se armaron de sus herramientas de
trabajo, los machetes (que se convertirían desde ese día y
hasta hoy en símbolo de su lucha), y bloquearon la carretera
Texcoco-Lechería anunciando que defenderían sus tierras al
grito de: “Zapata vive, la lucha sigue” (Grajales y
Concheiro, 2009).
Pero las cosas no se iban a quedar no más así, en mayo del
2006, en Texcoco para ser exactos, alrededor de 500 policías
antimotines aprendieron con lujo de violencia a 28 de los
productores y miembros del FPDT que llevaban casi diez horas
atrincherados en una casa. Entre ellos estaban Ignacio Del
Valle, Héctor Galindo y Felipe Álvarez. Los tres líderes del
FPDT fueron recluidos ese mismo día en el penal de máxima
seguridad de La Palma, Estado de México, donde permanecen
hasta el día de hoy sentenciados a una pena de 67 años y
medio de prisión. Igualmente, durante los enfrentamientos que
se produjeron ese día, un joven de 14 años, Javier Cortés
17
Santiago, fue asesinado por un elemento de la policía estatal
que le disparó al pecho a quemarropa (Grajales y Concheiro,
2009). Al otro día de éstos hechos (4 de mayo de 2006),
fueron detenidas más de 200 personas con extrema violencia
golpeados con furia, con saña. La cantidad de elementos
policíacos, que era totalmente desproporcionada en relación a
la cantidad de pobladores y simpatizantes involucrados en el
conflicto del día anterior, hizo posible que, por cada
detenido, hubiera por lo menos veinte policías. Hombres,
mujeres, ancianos y menores de edad fueron golpeados por
igual. Los detenidos, la mayoría bañados en sangre fueron
apilados en camionetas que los condujeron a las afueras del
pueblo, donde nuevamente fueron bajados, golpeados. Después
los subieron a los camiones de la policía, amontonados unos
sobre otros. Las mujeres, además, fueron agredidas
sexualmente: fueron tocadas, pellizcadas, manoseadas,
violadas.
Es claro los excesos de violencia y la forma en que los
líderes fueron castigados mandándolos a un penal donde pueden
estar compartiendo celda con El Mocha Orejas, grandes capos
del narco o algún violador; ¿cuál es la señal que mandan los
poderosos?, ¿un castigo ejemplar a quienes se revelen en
contra del régimen, así como un Estado que se venga de la
derrota que sufrió? ¿O algo mucha más general’, establecer,
institucionalizar, imponer, la criminalización de los
movimientos sociales. Por eso Atenco es el ejemplo, en primer
18
lugar de lucha, pero también es uno de los escenarios de
guerra principales donde se está dirimiendo el futuro de la
democracia en nuestro país.
El caso de San Juan Copala, Oaxaca
La historia de este caso en particular es la siguiente, en
1948, el municipio de San Juan Copala fue suprimido, quedando
sus localidades bajo el dominio político, administrativo,
económico y cultural de los municipios mestizos: Santiago de
Juxtlahuaca, Putla de Guerrero y Constancia del Rosario. La
justificación de la fragmentación y destrucción de los
municipios Triquis fue, según el gobierno del Estado, su
desapego a las leyes, a la falta de pagos de impuestos y a la
violencia de la región (López, 2009).
La transformación del municipio en Agencia municipal término
doblegando a San Juan Copala, frente al poder mestizo de
Juxtlahuaca y, si bien los Triquis continuaron organizándose
políticamente mediante su forma tradicional, es decir,
autoridades, mayordomos y consejos de ancianos, figuras
tradicionales y emblemáticas que representan a las
autoridades legítimas de las comunidades y no las impuestas
por el Estado. Estos diversos líderes han sido atacados para
debilitarlas, a partir de los años setenta la injerencia
19
política externa y la conformación de una nueva clase
política a nivel nacional y estatal representada por el
partido que en ese momento era el oficial (PRI), creó una
fuerza en la zona de priistas Triquis que se denominaban
“progresistas” o “bilingües” (recordemos lo anteriormente
expuesto sobre el concepto desarrollo) que criticaban a los
tradicionalistas por ser anticuados y no querer progresar.
Los testimonios de la lucha Triqui señalan a Guadalupe Flores
Villanueva conocido como “Nato”, joven líder que se opuso al
cacicazgo que entonces formaban los señores José Martínez y
José Caritino ligados al gobierno, imponiendo su voluntad en
toda la región. Las ideas de Nato eran: que el pueblo
eligiera a sus autoridades y éstas buscarán la unificación de
todos los barrios, que se marcaran los linderos de las
tierras comunales con base a documentos existentes; que se
formarán cooperativas para comercializar el café y el plátano
en beneficio de la comunidad. Pero Nato no pudo realizar su
sueño de unificar al pueblo Triqui, ya que fue asesinado en
1972 (López, 1986).
En 1975, renace el movimiento organizado esta vez encabezado
por Luis Flores García, dicho líder trato de entender los
términos jurídicos que permitiera exigir los derechos del
pueblo Triqui y para ello formó el CLUB, (Rqueni chee chia
niaa, que significa “luchemos por nuestro pueblo”). El CLUB,
estaba cimentado principalmente en las ideas políticas de
Nato (López, 1986). Dicho líder con la participación y20
respaldo de ex agentes municipales, logró la construcción del
internado – escuela en San Juan Copala, organizó una
cooperativa para la comercialización de plátanos y no cesó en
el intento de organizar y unificar al pueblo Triqui. Para
1976 el CLUB ya contaba con arraigo y simpatía entre la gente
de los barrios lo cual impulsó una protesta contra los malos
manejos de la agencia municipal, molestando a los dirigentes,
los cuales reprimieron el movimiento con asesinatos, entre
ellos el de Luis Flores (López, 1986).
Siguieron las diversas represiones por parte de los agentes
municipales, así llegamos hasta 1981 donde se forma casi
clandestina y bajo constantes represiones por parte del
ejército el Movimiento de Unificación y Lucha Truiqui (MULT)
que en honor de su creador intelectual Luis Flores García
lleva el nombre de MULT-Luis Flores García, el objetivo
principal es unificar a las comunidades Triquis para
emprender la defensa de sus tierras y recursos naturales, así
como luchar por el derecho a elegir a sus autoridades de
acuerdo a sus usos y costumbres y por la conservación de su
cultura e identidad. Dicha organización realizó dos tipos de
encuentros para dar a conocer su problemática invitando a
diversas organizaciones no gubernamentales, las cuales se
otorgaron su apoyo en su lucha contra el caciquismo y el
maltrato de las autoridades estatales.
El gobierno existente no tardo en tomar sus represarías, pues
las prácticas que utilizaron para golpear al MULT tuvieron21
éxito, morían los líderes o desaparecían y los que quedaban
decidieron salir de la población por miedo a que sus vidas
sean tomadas, dicho gobierno se hace de la dirigencia del
MULT para tener poder absoluto de la entidad. En 2003 la
dirección del MULT decide convertir a dicha organización en
partido político a nivel estatal, según ellos para garantizar
la participación política de los Triquis a dicho nivel, lo
cual provoca el enojo de los habitantes de la zona, y éstos
deciden crear otra organización llamada Movimiento de
Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULT-I),
reconociendo que la organización que originalmente habían
formado se desvío de sus propósitos originales y ya no
representaba el auténtico sentido de la lucha Triqui. Como
siempre, los representantes de la agencia municipal desato
una serie de represiones (asesinatos) contra los líderes de
dicha organización, pero esta vez a pesar de los asesinatos
las comunidades afectadas decidieron resistir pacíficamente,
ya que dentro de sus principios se encuentra la conciliación
y el acuerdo como forma tradicional para resolver los
conflictos.
Como consecuencia de haber sido despojados no sólo de su
territorio por parte de los mestizos, como tradicionalmente
había sucedido, sino también de su memoria histórica y de su
lucha, deciden caminar la vía de la autonomía, tal vez con la
única alternativa que les queda “el primero de enero de
2007”, el consejo de ancianos de los barrios y rancherías que
22
integran San Juan Copala, dieron posesión a las autoridades
municipales del Municipio Autónomo de San Juan Copala,
(Triquis, 2008).
23
Un poema como “conclusión”
A LOS POR NACER4
Bertolt Brecht, 1938.
1
Verdaderamente: vivo en tiempos tenebrosos.
La cándida palabra es necia. Una frente tersarevela insensibilidad. Y si alguien ríees que no le ha llegado todavíala noticia terrible.
¿Qué tiempos son éstos, en quees casi un crimen hablar de los árbolesporque eso es callar sobre tantas maldades?Ese hombre que va tranquilamente por la calle,¿es ya acaso inaccesible a sus amigosen la necesidad?
Cierto: yo me gano la vida todavía.Pero creedme: es por casualidad. Nadade lo que hago me da derecho a hartarme.Por caso me respetan (pero si cambia mi suerteestoy perdido).
Me dicen: ¡Come y bebe, sé alegre tú que tienes!Pero ¿cómo voy a comer y bebersi le arranco al hambriento lo que comoy mi vaso de agua le falta al sediento?
4 Traducción de Manuel Sacristán (1925-1985), uno de los filósofosespañoles más importantes del siglo xx y una figura fundamental de lahistoria política reciente de España. Sacristan, acostumbraba a regalar alos miembros del comité central del Partido Comunista de España copias desu traducción de «A los por nacer» de Brecht, de 1938. Ésta es una de susversiones.
24
Y, sin embargo, como y bebo.
También me gustaría ser sabio.Los viejos libros dicen que es sabiduríaapartarse de las luchas del mundo y pasar el breve tiempo sin temor.También renunciar a la fuerza, devolver bien por mal,no cumplir los deseos, sino olvidarlosdicen que es sabiduría.Pero yo no puedo hacer nada de eso:verdaderamente, vivo en tiempos tenebrosos.
2
Yo llegué a las ciudades en la hora del desorden,cuando reinaba el hambre.Me mezclé entre los hombres en la hora de la rebelióny me indigné junto con ellos.Así transcurrió mi tiempo,el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.
Comí mi pan entre las batallas.Me eché a dormir entre los asesinos.Cultivé sin respeto el amory fui impaciente con la naturaleza.Así transcurrió mi tiempo,el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.
A una ciénaga llevaban en mi tiempo todos los caminos.Mi habla me traicionó al matarife.Poco pude. Pero los amoshabrían seguido más seguros sin mí: ésa fui mi esperanza.Así transcurrió mi tiempo,el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.
Pocas eran las fuerzas. La metaestaba muy lejosPero era ya visible, aunque para mí
25
apenas alcanzable.
Así transcurrió mi tiempo,el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.
3
Vosotros, los que surgiréis del pantanoen que nosotros hemos sucumbidopensad,cuando habléis de nuestras debilidades,también en el tiempo de tiniebladel que os habéis librado.
Porque, a menudo, cambiando de patria más que de sandalias,fuimos desamparados a través de la guerra de las clases, cuando todo era injusticia y faltaba la cólera.
Más no por ello ignoramosque también el odio contra la vilezadesencaja al rostro,que también la cólera contra la injusticiaenronquece la voz. Sí, nosotros,que queríamos preparar el terreno a la amistadno pudimos ser amistosos.Vosotros, cuando se llegue a tantoque el hombre sea un apoyo para el hombre,pensad en nosotroscon indulgencia.
26
Bibliografía
BENJAMIN, Walter. 1978. Para una crítica de la violencia. Lanave de los locos; México, D.F.BENJAMIN, Walter. 2008. “Sobre el concepto de historia” enObras, libro I, vol. 2. Abada Editores; Madrid; pp. 303-318.DÍAZ-POLANCO, Héctor. 1997b. La rebelión zapatista y laautonomía. S XXI; México, D.F.ECHEVERRÍA, Bolívar. 1998. Valor de uso y utopía. SXXI;México, D.F.ECHEVERRÍA, Bolívar. 2006. Vuelta de siglo. ERA; México, D.F.GILLY, Adolfo. 2006. “Violencia, despojo, globalización” enHistoria a contrapelo. Una constelación: Walter Benjamin;Karl Polanyi; Antonio Gramsci; Edward P. Thompson; RanajitGuha; Guillermo Bonfil Batalla. ERA; México, D.F.; pp. 17-39.
GONZÁLEZ, Eduardo. 2010. “Violencia política ¿Por qué lapolítica es escenario de violencia?” en José Sanmartín, RaúlGutiérrez, Jorge Martínez y José Luis Vera (coords.),Reflexiones sobre la violencia. ICRS; México, D.F.; pp. 256-288.
GRAJALES V., Sergio y CONCHEIRO B., Luciano. 2009. “SanSalvador Atenco: Un territorio en disputa. De la defensa dela tierra a las nuevas territorialidades” en F. Lozano y J.Ferro (Edits.), Las configuraciones de los territoriosrurales en el siglo XXI, Pontificia Universidad Javeriana;Colombia; pp. 391-416.
HARVEY, David. 2004. El nuevo imperialismo. Akal; Madrid.HARVEY, David. 2005. “En ‘nuevo’ imperialismo: acumulaciónpor desposesión” en El nuevo desafío imperial, L. Panitch yC. Leys (eds.). CLACSO; Buenos Aires.
LABICA, Georges. 2008. “¿La violencia? ¿Qué violencia? ” enMarx ahora, Núm. 25; La Habana; pp. 157-162.
LÓPEZ B., Francisco. 1986. Los Triquis un pueblo heroico.UACH, México, D.F.; pp. 189.
28
LÓPEZ Bárcenas, Francisco. 2009. San Juan Copala: dominaciónpolítica y resistencia popular. De las rebeliones de Hilarióna la formación del municipio autónomo. DCSH, UAM-X/MC;México, D.F.
LORENTE, Miguel, 2010. “Violencia contra mujeres y menores¿Por qué mujeres y niños son víctimas propiciatorias de laviolencia en la comunidad?” en José Sanmartín, RaúlGutiérrez, Jorge Martínez y José Luis Vera (coords.),Reflexiones sobre la violencia. ICRS; México, D.F.; pp. 209-255.
LUXEMBURGO, Rosa. 1967. La acumulación del capital. Grijalbo;México, D.F.
MARX, Karl. 1977. El capital, 3 Tomos, 8 volúmenes. S.XXI;México, D. F.
REVELLI, Marco. 1996. “Ocho tesis sobre el posfordismo” enViento del Sur, Núm. 8, Invierno; México, D. F.; pp. 45-53.
REVELLI, Marco. 1997. “Crisis del Estado-nación, territorio,nuevas formas de conflicto y sociabilidad” en Viento del Sur,Núm. 11, invierno; México, D. F.; pp. 56-66.
SANTOS, Boaventura de Sousa. 2005. “La caída del Angelus Novus:más allá de la ecuación moderna entre raíces y opciones” enEl milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política.Trotta; Madrid; pp. 115-140.
SANTOS, Boaventura de Sousa y GARCÍA Villegas, Mauricio.2001. “Colombia: El revés del contrato social de lamodernidad” en El caleidoscopio de las justicias en Colombia,Boaventura de Sousa Santos y Mauricio García Villegas(coords.). Eds. Conciencias/Instituto Colombiano deAntropología e Historia/Universidad de Coimbra/Universidad de
29
los Andes/UNA/Siglo del Hombre; Bogotá, Colombia; pp. 151-207.
SANTOS, Boaventura de Sousa y RODRÍGUEZ, César A. 2007. “Elderecho, la política y lo subalterno en la globalizacióncontrahegemónica” en Boaventura de Sousa Santos y César A.Rodríguez (eds.), El derecho y la globalización desde abajo.Hacia una legalidad cosmopolita. Ed.UAM-Cuajimalpa/Anthropos; Barcelona; pp. 7-28.
SIERRA, María Teresa. 2007. “Justicia indígena y Estado:retos desde la diversidad” en Scott Robinson S., HéctorTejera G. y Laura Valladares de la Cruz (coords.). Política,etnicidad e inclusión digital en los albores del milenio.Porrúa/UAM; México, D.F.; pp. 265-293.
TAPIA Mealla, Luis. 2010. Pensando la democraciageopolíticamente. CLACSO/Muela del Diablo/Comuna/CIDES-UMSA;La Paz.
WALLERSTEIN, Immanuel. 2007. Geopolítica y geocultura.Ensayos sobre el moderno sistema mundial. Kairós; Barcelona.
WEBER, Max. 2003. El político y el científico. Alianza;Madrid.
ŽIŽEK, Slavoj. 2008. En defensa de la intolerancia. Sequitur;Madrid; pp. 123.
ŽIŽEK, Slavoj. 2009a. “La crisis vivida como electroshock” enÑ Revista de Cultura, 24 enero. Clarín. Buenos Aires.
ŽIŽEK, Slavoj. 2009b. “Prólogo. Terrorismo y comunismo, deTrotsky, o Desesperación y utopía en el turbulento año de1920” en Trotsky, Terrorismo y comunismo. Akal, Madrid; pp.5-46.
30
ŽIŽEK, Slavoj. 2009c. Sobre la violencia. Seis reflexionesmarginales. Paidós; Barcelona; pp. 287.
Fuentes hemerográficas
CAMPOS G., Luciano. 2010. “Civiles o sicarios, da igual…” enRevista Proceso, Núm. 1743. CISA; México, D.F.; pp. 6-10.
NEXOS NÚM. 392, 2010.
TURATI, Marcela. 2010. “Pesadillas de la orfandad” en RevistaProceso, Núm. 1762. CISA; México, D.F.; pp. 6-10.
TRIQUIS. 2008. Porque es nuestro derecho. El pueblo Triquicreó el municipio autónomo de San Juan Copala. Textorealizado por la comunidad Triqui.
OLMOS, José G. 2010. “La matanza de Tamaulipas, sólo unamuestra”, en Revista Proceso, 1765. CISA; México, D.F.; pp.6-14.
31