Servicios educativos y sanitarios como factores (de desarrollo) del medio rural

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1. Justificación, objetivos y metodología

Es cierto que la vida en el medio rural nunca se ha caracterizado por ser fácil, especialmente si pensamos en poblaciones remotas y/o en colectivos sociales con cierto grado de dependencia. Pero también es cierto que desde hace unos veinte años el día a día resulta más llevadero que en situaciones pasadas, pues junto a los recursos y redes sociofamiliares (siempre presentes en mayor o menor medida), se dispone de todo un sistema público bien organizado y de proximidad, destinado a mejorar cuestiones elementales como la educación, la salud y el bienestar social.

Sin embargo, el reciente viraje neoliberal del Estado de Bienestar y la consecuente privatización y desmantelamiento de industrias y servicios hasta hace poco nacionales, como bancos, eléctricas, empresas de transporte público, hospitales, etc., ha reducido de forma considerable los logros alcanzados. No sólo porque ha interrumpido la evolución y adaptación de la normativa sectorial a las especificidades del medio rural, sino porque también ha erosionado la aceptación social que la población rural mostraba sobre las “limitadas” posibilidades que su reducido tamaño demográfico les confería, y la consecuente dificultad de conseguir más equipamientos e infraestructuras de todo tipo. Por tanto, es lógico ver cómo la sociedad rural valora y persigue mantener cada vez más, los servicios públicos de los que dispone, especialmente aquéllos que mayor demanda3 y significado social4 alcanzan: los servicios elementales de educación y de sanidad.

Ahora bien, cómo se traduce este interés social por mantener tales servicios básicos, en procesos capaces de favorecer el desarrollo socioeconómico del 1 Ponencia de la Jornada “Desenvolupament territorial, ruralitat i sostenibilitat. Claus valencianes, Claus europees”. 13 y 14 de junio de 2013. Lugar: Facultat d’Economia. Universitat de València.2 Profesor Ayudante del departamento de Geografía. Miembro del Instituto Interuniversitario de Desarrollo Local – Universitat de València.3 En este punto debemos tener en cuenta que la población del medio rural no demanda necesariamente un mayor número de servicios educativos y/o sanitarios (en líneas generales se acepta la cantidad de la oferta actual), sino que éstos sean capaces de: i) adaptarse a las necesidades de la población más representativa de estos espacios, y evitar así problemas de desatención y/o ineficiencia en el uso de los recursos; ii) presentar una calidad adecuada, ya que ésta influye claramente en la mayor o menor utiliza-ción que la población hace de las prestaciones educativas y/o sanitarias; iii) ajustarse a la idiosincrasia de estos territorios, tanto desde el punto de vista de la actitud de la sociedad rural como de su organización temporal y espacial (a menudo, caracterizada por su elevada dispersión) (Escribano, 2012).4 Los equipamientos derivados de estos servicios, y en particular la escuela “rural”, a menudo son perci-bidos como el centro vital y social de muchos municipios rurales, ya que su tradicional presencia en ellos les ha convertido en un punto de referencia básico para que los individuos organicen de forma legible y coherente sus espacios diarios de vida (Jean, 2007).

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medio rural. Resolver con claridad esta cuestión reforzaría las reivindicaciones de la población de dicho espacio, puesto que existe cierta discordancia entre lo que, en general, ésta cree que puede incidir en su decisión por permanecer y/o acudir al medio rural, y las causas que en realidad determinan sus acciones5. Además, permitiría también dar otro enfoque a la relación entre servicios básicos y desarrollo territorial, pues la mayoría de estudios realizados hasta la fecha se han centrado más en resaltar los beneficios que tales servicios tienen sobre la cultura y la identidad local (Forsythe, 1984; Zimmerman, 1990; Miller, 1995; Woods, 2006; Walker, 2010; Amiguinho, 2011). Es posible que esta situación sea resultado del impacto económico relativamente reducido que, en sentido estricto y hablando en términos cuantitativos, los servicios seleccionados son capaces de generar por sí mismos. Sin embargo, el actual contexto de crisis económica requeriría dar un paso más en esta relación, y aportar resultados más tangibles.

De ahí que a continuación, pretendamos delimitar y analizar (cualitativamente) las principales vías mediante las que los servicios educativos y sanitarios elementales intervienen y favorecen económica y demográficamente el desarrollo local de los espacios rurales. Es decir, atender a la influencia ejercida por parte de ambos servicios sobre, por un lado, los ingresos locales, su capacidad específica para crear empleo e incrementar y/o mantener un determinado nivel de rentas. Y por otro lado, como factores explicativos de la (re)distribución de la población en medio rural, a través de su papel en las decisiones locacionales de los principales grupos de población presentes en éste. Sin olvidar en ningún caso de que se trata de dos vías interrelacionadas, puesto que la atracción residencial que estos servicios son capaces de ejercer se puede traducir no sólo en un aumento demográfico, sino también en cierta actividad económica gracias a los gastos (e ingresos) aportados por los nuevos habitantes (Barkley, Henry y Bao, 1996; Peraldi y Pieri, 2006; Talandier y Jousseaume, 2013).

Para ello, nuestro trabajo se ha desarrollado sobre el territorio rural de la Provincia de Valencia delimitado por la Iniciativa Comunitaria LEADER+ (2000-2006). En éste hemos tomado como casos de estudio una serie de municipios capaces de sintetizar los contrastes territoriales del medio rural, y la diferente oferta y organización de los servicios básicos de educación y sanidad6; de hecho, como no todos los municipios rurales cuentan con idéntica cantidad, tipología y capacidad de atención educativa y/o sanitaria, tampoco todos tienen las mismas opciones de incidir en los procesos de desarrollo rural. Para recoger este segundo criterio nos hemos servido de los mapas educativos y sanitarios valencianos, mientras que para los contrastes territoriales hemos partido del tamaño demográfico municipal;

5 Los ejemplos sobre el tema son numerosos; sirve así la conocida afirmación de que el cierre de las escuelas rurales supone la pérdida de población y la desaparición del pueblo en cuestión. Pero, cuando se cuestiona por las decisiones reales que motivan la emigración, raramente se menciona el cierre de la escuela (Forsythe, 1984). Es más, algo similar ocurre si queremos conocer las razones que la población urbana (en concreto, la service class como paradigma de libertad económica y de movilidad para decidir dónde y cómo instalarse) tiene para migrar a un área rural: empleo, calidad de vida, vivienda, medio am-biente rural y razones personales conforman el núcleo básico de respuestas (Paniagua, 2005).6 El sistema valenciano de educación básica distingue Centros de Educación Infantil y Primaria, y Colegios Rurales Agrupados. Mientras, el sistema sanitario elemental diferencia: Centros de Salud, Consultorios Médicos, y Consultorios Auxiliares.

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básicamente, porque cuanta mayor población, mayor es también la posibilidad de estar ante una sociedad relativamente más dinámica (al contar con más iniciativas de todo tipo, mayor participación…). Y viceversa, municipios con menor población suelen coincidir regularmente con territorios poco dinámicos debido a su “reducido” atractivo económico y social (Zapata, 2008).

Por su parte, la información cualitativa ha derivado de un total de 80 entrevistas7 semiestructuradas8 realizadas a diversos actores clave del área de estudio9, repartidos entre (diecinueve) políticos, (diecinueve) técnicos de desarrollo local, (diecisiete) responsables sanitarios, (doce) directores o jefes de estudio, y (trece) miembros de la sociedad civil encargados de asociaciones relacionadas con el territorio, la sanidad y/o la educación (presidentes de AMPAS, coordinadores de Protección Civil…).

2. Servicios básicos de educación y de sanidad como fuente de actividad económica

Con frecuencia, la prestación de los servicios educativos y sanitarios básicos en zonas rurales se realiza mediante una serie infraestructuras de valor singular para estos entornos, pues permiten realizar actividades difíciles de acoger ante la complejidad de contar con instalaciones específicas para ello (Carmena y González, 1984; Forsythe, 1984). Es gracias a estos equipamientos que los servicios educativos y sanitarios elementales pueden contribuir a la economía de los espacios rurales, directamente, a través de la oferta laboral que supone su presencia local, y los beneficios que vía rentas obtienen ciertas familias por su uso; e indirectamente, mediante los usos no reglados de sus instalaciones y los efectos multiplicadores que ambos servicios conllevan sobre el consumo e ingreso municipal.

2.1. Impactos directos sobre empleo local y rentas familiares

Primero, nos centraremos en las opciones de trabajo que los servicios educativos y sanitarios ofrecen a la población local, diferenciando entre su mayor o menor grado de cualificación. Y segundo, analizaremos cómo ambos servicios favorecen las rentas familiares vía ayudas municipales destinadas al uso de los equipamientos locales, y resultado del gasto realizado por los profesionales empleados en estos servicios.

Desde el punto de vista de la oferta laboral cualificada hay que tener en cuenta que, al ser unos servicios garantizados para toda la población, las administraciones públicas sectoriales son las responsables de administrar los empleos directos que ambos servicios pueden generar. En consecuencia, no todas las posibilidades de

7 Esta muestra forma parte de una Tesis Doctoral enfocada a comparar el papel de los servicios básicos educativos y sanitarios en los procesos de desarrollo local de diferentes áreas rurales de España y Francia.8 Esta técnica se acompañó de otros métodos cualitativos, como la observación, el desarrollo de conver-saciones informales, la toma e interpretación de fotografías de los espacios visitados, etc.9 Estas se realizaron entre los meses de abril y mayo de 2006, y mayo y julio de 2007, oscilando entre los 45 y 60 minutos de grabación en audio para su posterior transcripción y análisis temático.

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contratación de personal cualificado están en manos de los territorios rurales en los que se presentan físicamente las ofertas correspondientes. Sin embargo, esta situación no es invariable puesto que la población local cualificada y con interés por estos empleos, puede acceder a los mismos gracias a diversos procesos de movilidad laboral. Aunque estos conllevan a menudo un alto coste temporal, pues aparte de la necesidad de conseguir los requisitos necesarios para ello, se trata de unos procesos habilitados con escasa recurrencia.

De todos modos, este escenario inicial no impide que las entidades municipales desarrollen actuaciones para, indirectamente, ofrecer empleo cualificado a la población local habilitada e interesada en dichos puestos de trabajo (y por tanto, retener y/o recuperar a este tipo de profesionales). Ejemplos tenemos varios: desde las conocidas (y frecuentes) iniciativas de repoblación dirigidas a evitar el cierre de la escuelas rurales (lo que permite mantener los puestos de trabajo asociados a estos establecimientos), hasta las menos habituales contrataciones directas de este tipo de profesionales (sobre todo sanitarios) para satisfacer las exigencias de la población local (por otro lado, no necesariamente justificadas pero de gran importancia política). En todo caso, el fin perseguido no es tanto generar este tipo de ocupaciones sino más bien, contar con el servicio para que la sociedad municipal decida mantener su residencia en estos espacios.

En cuanto a los empleos directos no cualificados que generan tanto los servicios educativos como los sanitarios, la situación es distinta. De hecho, se puede decir que las administraciones locales tienen aquí un papel determinante, pues éstas son las responsables legales de garantizar el mantenimiento y la conservación de las instalaciones y equipamientos de estos servicios. Este marco facilita la contratación de población local (habitualmente a través de programas como los PAMER, EMCORP, EZOINT, etc.), aunque el impacto de esta posibilidad es cada vez más reducido ante los problemas de liquidez que presentan muchos de los ayuntamientos rurales.

Junto a esta vía, los gobiernos locales también pueden intervenir sobre la oferta de empleo no cualificado cuando ésta, pese a depender de administraciones sectoriales, en realidad está gestionada por subcontratas externas. En este caso, los ayuntamientos logran a menudo ocupar a su población desempleada mediante acuerdos con tales empresas. Aunque también es cierto que éstas buscan a sus empleados entre la sociedad local para mejorar su productividad y satisfacción. Primero, porque los salarios apenas resultan rentables si los trabajadores tienen que afrontar largos desplazamientos; y segundo, porque con frecuencia se trata de jornadas laborales temporales y/o incompletas, de manera que estos empleos sólo resultan atractivos como complemento a otros ingresos y/o a la realización de tareas familiares.

Con independencia de su origen, todo este tipo de empleo no cualificado es valorado positivamente, pues permite: i) integrar en el mercado laboral a una población con habilidades y experiencias profesionales, pero sin reconocimiento oficial de éstas y, por tanto, con dificultades para encontrar trabajo; ii) favorecer la oferta de empleos de proximidad; y iii) permitir la conciliación de la vida laboral y de la familiar, en un entorno en el que difícilmente las mujeres pueden acceder a trabajos remunerados.

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La segunda vía mediante la que los servicios básicos de educación y sanidad participan directamente en la economía local, deriva de la generación e incremento de rentas que experimentan, de diversas formas, algunas de las familias de estas zonas. Por un lado, porque los profesionales cualificados que trabajan en uno u otro servicio, al proceder con regularidad de otras zonas del espacio, se ven obligados a residir temporalmente allí donde trabajan, lo que produce un relativo incremento de los ingresos obtenidos por el alquiler de viviendas (Almau, 2007). Y por otro, porque hasta hace poco ciertas administraciones locales otorgaban ayudas económicas a las familias que matriculaban a sus hijos en los centros escolares municipales, como medida para garantizarse una mínima demanda educativa, mantener abiertos estos, y asegurarse además la permanencia residencial de parte de su población. Es decir, una medida capaz de incidir de forma directa en la economía familiar, al reducir los gastos en inscripciones, adquisición de material escolar, etc.

Sin embargo, junto a estas vías de actuación directa, es cierto que las infraestructuras educativas y sanitarias permiten muchos más usos (añadidos, paralelos y/o complementarios) con, igualmente, capacidad para crear empleo y favorecer el consumo. En consecuencia, merece la pena analizar brevemente los mismos.

2.2. La generación de empleo e ingresos indirectos: impactos observados

Antes de nada, debemos tener en cuenta que los servicios educativos tienen aquí mayor capacidad para generar actividad económica que los de carácter sanitario. En particular desde el punto de vista del empleo, ya que los usos complementarios son más comunes en los primeros, pues los segundos apenas se emplean para dichas finalidades. Básicamente, porque estos últimos presentan unas instalaciones con ciertas limitaciones de espacio, debido a que no suelen estar dotadas de espacios para albergar actividades orientadas a conjuntos de población variados y de tamaño significativo.

Con todo, esto no quiere decir que las instalaciones sanitarias no participen en la creación indirecta de empleo. Al contrario, su presencia repercute claramente en este sentido pues facilita ciertas actividades complementarias, capaces de ocupar el “vacío” que el sistema sanitario genera alrededor de la atención sociosanitaria. Es decir, se trata de unos servicios cuya presencia promueve iniciativas capaces de integrar atenciones sociales y sanitarias como es el traslado y acompañamiento de la población dependiente a las consultas sanitarias, la realización de las tareas del hogar y cuidado personal, etc.

Por su parte, las posibilidades de generación de empleos indirectos que ofrecen los servicios educativos son comparativamente mayores en cantidad y tipología. Sobre todo, porque alrededor de las escuelas y colegios es habitual encontrar actividades de carácter extraescolar como por ejemplo, servicios de guardería y/o de restauración; prácticas deportivas, culturales y/o medioambientales relacionadas con el entorno; iniciativas de refuerzo escolar,… es decir, acciones capaces de favorecer la cohesión social, generar identidad, e incitar a la convivencia (Walker, 2010; Boix, 2011).

Estas estrategias son a menudo planteadas e impulsadas tanto por la administración local como por parte de la comunidad educativa de los centros

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escolares, aunque en la práctica se encuentran canalizadas a través las Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (AMPAS). No obstante, en ocasiones estas acciones complementarias son únicamente resultado de la implicación de las AMPAS, debido a que las administraciones locales bien no tienen interés por compartir la ejecución de las mismas (obviando sus beneficios sociales), bien no pueden atenderlas correctamente ante la falta de recursos humanos y/o económicos con que apoyarlas. En consecuencia, estas asociaciones han incrementado tanto su papel como promotoras y responsables únicas de las actividades extraescolares, que han terminado por convertirse en más de una ocasión en auténticas “empresas” (Orriols, Roldán y Oliart, 2004).

Sin embargo, no todo es completamente positivo. La fuerte dependencia que estos usos extraescolares presentan de las subvenciones públicas conlleva varios aspectos negativos: primero, los empleos resultantes se caracterizan con frecuencia por su precariedad económica y temporalidad. Segundo, el recurso (obligado) a unas ayudas económicas únicas y generales para este tipo de actividades y/o asociaciones, hace que resulte complicado organizar una oferta extraescolar relativamente variada o distinta de la existente en otras zonas del territorio. Y tercero, el no disponer de personal estable capaz de planificar, implementar y gestionar la realización las actividades extraescolares, supone que muy pocas veces se exploten al máximo las posibilidades que ofrecen los equipamientos e instalaciones educativas (DfES, 2002).

La otra gran vía mediante la que los servicios educativos y sanitarios afectan indirectamente a la economía local, deriva de los efectos multiplicadores que unos y otros son capaces de generar al actuar como puntos de atracción comercial. De este modo, los comercios repartidos a su alrededor tienen garantizada la existencia constante de una demanda casi cautiva (Sederberg, 1987). De hecho, es bastante frecuente que cuando la población rural realiza tareas tan habituales como llevar los hijos al colegio, o ir a la consulta del médico, ésta aproveche la ocasión para efectuar otras acciones recurrentes como la compra de productos elementales en los comercios próximos a dichos equipamientos, y así beneficiarse al máximo de los desplazamientos efectuados.

3. Servicios básicos de educación y de sanidad y dinámicas demográficas rurales

La opinión general aportada por los entrevistados nos indica que la importancia de contar con servicios educativos y/o sanitarios básicos para conseguir atraer y/o fijar población en medio rural, queda en cierto modo relegada a un segundo plano frente a otros aspectos como el trabajo, la vivienda y/o las redes sociofamiliares. Esta situación deriva de un cierto cambio en el valor con que estos servicios participan en los procesos de elección residencial, como consecuencia de: primero, el aumento de la presencia y de la dotación de los equipamientos básicos de educación y sanidad, resultado de una normativa hasta la fecha especialmente sensible con el medio rural. Segundo, una mayor concienciación por parte de la sociedad rural de que su realidad territorial conlleva una especificidad diferente a la de las zonas urbanas. Y tercero, el incremento de la movilidad de tipo individual que rige cada vez más la

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mayor parte de relaciones que acontecen en la sociedad actual; por tanto, disponer de un vehículo particular (o mejor, más de uno) se presenta como el factor clave para lograr que los espacios rurales recuperen parte de su población (Escribano 2010).

Aun así, podemos diferenciar una serie de comportamientos más o menos estándares sobre el papel de ambos servicios en las decisiones locacionales de los principales grupos de población presentes en el espacio rural valenciano, atendiendo a la vinculación temporal o permanente que mantienen todos ellos con éste.

3.1. Población de carácter “estacional”

En general, se trata de un colectivo de población vinculado con estos espacios a través de estancias recurrentes de duración limitada, de modo que no llegan a fijar su residencia habitual en el conjunto del ámbito rural analizado. Para ellos, la oferta de servicios educativos y/o sanitarios de base apenas cuenta en sus decisiones de instalación temporal, siendo otros los factores que determinan dicha elección. En su conjunto, se diferencian tres comportamientos: a) inmigrantes internacionales en busca de empleo; b) turistas extranjeros de carácter “residencial”; y c) habitantes procedentes de zonas urbanas próximas, con algún tipo de vínculo material y/o inmaterial con estos territorios que les hace regresar con cierta frecuencia (habitantes a tiempo parcial).

Para los primeros, estos espacios no son más que una etapa más en su anhelo por mejorar laboral y socialmente; de ahí, que a menudo tampoco fijen su residencia mucho tiempo en un mismo punto del espacio rural. Por tanto, la disponibilidad de empleo “fácil” de conseguir explica su localización residencial (temporal), hecho a menudo favorecido por la existencia previa de redes familiares. Son así estos apoyos los que suelen explicar los itinerarios seguidos por este colectivo. Lógicamente, la disponibilidad de un vehículo privado o la existencia de transportes públicos, se presenta como otro de los factores clave.

Para los turistas extranjeros que acuden a estos espacios durante “cortas” estancias de tiempo, la búsqueda de una serie de rasgos post-materiales vinculados en general con la naturaleza, el paisaje o la climatología, y la disminución acontecida recientemente en el precio de los transportes (a través de la generalización de las líneas aéreas low-cost), son los dos factores clave que van a determinar su presencia en determinadas zonas del conjunto rural valenciano. Ahora bien, su localización concreta en uno u otro núcleo de población queda condicionada por la existencia de agencias inmobiliarias especializadas, redes sociofamiliares y, lógicamente, una oferta asequible de viviendas, terrenos para edificar o incluso cierta permisividad urbanística.

Por último, para los habitantes a tiempo parcial de nuevo los servicios educativos y sanitarios de base poco o nada condicionan inicialmente su localización residencial. De hecho, la voluntad de mantener y/o recuperar ciertos modos de vida y relación social, la disponibilidad de propiedades inmobiliarias o terrenos para alcanzar dichos fines, así como contar con algún tipo de lazo familiar y/o de amistad que favorezca dicho vínculo, constituyen los factores fundamentales que terminan por explicar la presencia concreta en el espacio de este perfil de población.

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3.2. Población de carácter “permanente”

Este segundo conjunto de población (cuantitativamente más reducido) se diferencia del anterior por presentar una clara voluntad por residir de forma permanente en medio rural. Ahora bien, el papel de los servicios educativos y los sanitarios sigue siendo idéntico: apenas sirven para explicar directamente los motivos por los que residir en uno u otro municipio. Aunque con el paso del tiempo estos servicios básicos van incrementando su valor de tal forma que, al final, su presencia o ausencia termina por plantear dudas sobre la conveniencia de seguir o no instalado en un núcleo determinado.

En todo caso, hay que tener en cuenta que no estamos ante dos conjuntos de tipologías residenciales opuestas, ya que es habitual que ciertos miembros pasen fácilmente de un comportamiento a otro, según un amplio y variado conjunto de cambios personales, profesionales, sociales, etc.

En general, los comportamientos residenciales permanentes más habituales se organizan alrededor de los siguientes cinco perfiles demográficos: población extranjera de tipo residencial; habitantes retornados (tras alcanzar en la mayoría de casos la edad de jubilación); población local con automóvil particular; población local sin disponibilidad de éste; y por último, el heterogéneo colectivo de los neorrurales.

En el primer caso nos encontramos con una población que, bien habría llegado a estas zonas como turistas extranjeros residenciales y que poco a poco, habría terminado por instalarse permanentemente en ellas (Solana, 2010); o bien, se habría instalado de forma inmediata tras visitar y conocer brevemente el entorno en cuestión. En todo caso, los servicios básicos de educación y sanidad apenas intervienen inicialmente en los procesos de decisión residencial, pues son de nuevo aspectos como la facilidad de acceder a una vivienda, la permisividad urbanística, u otros valores intangibles (paisaje, calma, relaciones sociofamiliares…), los que inciden en la elección locacional.

Para la población retornada la disponibilidad de una vivienda en propiedad a través de la cual, recuperar o acceder fácilmente a valores de la infancia y juventud, de la vida en el medio rural, de reencuentro con antiguos modos de vida, constituye el motivo principal para que determinados espacios rurales y no otros recuperen cierta población (Roussel y Mamdy, 2000). No obstante, al ser un colectivo formado por población jubilada y, por tanto con una edad relativamente avanzada, la presencia física de servicios que favorecen la vida cotidiana alcanza una valorización comparativamente mayor. De hecho, aunque estos no determinan la elección residencial, sí que condicionan la mayor o menor permanencia “indefinida” de este colectivo, pues con frecuencia esta emigración de retiro permanece en estos espacios hasta que hay problemas de autonomía funcional que dichos servicios básicos no pueden solucionar (o mitigar), momento a partir del cual se vuelve a la ciudad.

A continuación, pese al amplio y diverso abanico de motivaciones que impulsan a los neorrurales a residir en el campo, las entrevistas nos muestran que en general los servicios educativos y sanitarios de base son elementos complementarios. Por ejemplo, los profesionales cualificados de entornos urbanos buscan en el medio rural

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espacios (refugio) medioambientalmente saludables, tranquilos, etc. En cambio, para otras familias vivir en el campo es la forma más pragmática de solucionar limitaciones de espacio (residencial), restricciones económicas, etc. Si bien, en otros casos, también puede ser una vía para cambiar de modo de vida y aproximarse a idearios alternativos que privilegian el arraigo directo con la naturaleza (Rivera, 2009).

Por último, la población local residente en estos espacios presenta también diferentes valoraciones sobre la importancia de contar físicamente en el lugar de residencia con los servicios básicos de educación y sanidad. Las dos posiciones recogidas están condicionadas por un único factor: la movilidad derivada del automóvil particular. Así, para la población local que dispone de éste la presencia de estos servicios en su lugar de residencia tiene un valor reducido. Esto no quiere decir que no demanden ofertas educativas y/o sanitarias básicas a nivel local, pero su mayor movilidad permite que el emplazamiento de éstas no resulte determinante. Son pues otros factores (vivienda, empleo cercano, relaciones sociofamiliares, etc.) los verdaderos motivos por los que permanecer en uno u otro núcleo rural. En cambio, para la población local sin vehículo particular la disponibilidad física de estos servicios en su entorno residencial es clave. De hecho, las prestaciones derivadas de ambos servicios son el único medio para atender sus necesidades cotidianas (algunas incluso adyacentes, como las de carácter relacional y de contacto social). Es cierto que la posibilidad de contar con transportes públicos matiza dicho valor, aunque su escasa presencia y frecuente mala organización impiden que sean una alternativa real de acceso a los servicios básicos. Por tanto, para este tipo de habitante rural contar con una red de prestaciones amplia y diversificada constituye el factor que garantizará su permanencia.

4. Reflexiones finales

Desde el punto de vista económico tras el análisis cualitativo desarrollado, no podemos negar que los servicios educativos y sanitarios conforman con “facilidad” uno de los nichos de empleo rural más importantes, pese a que la relativa temporalidad y precariedad de algunos de sus trabajos disminuya su impacto positivo. Esta identificación reside tanto en la cantidad total como en el tipo de trabajadores que ambos servicios son capaces de contratar de manera directa e indirecta, en puestos además de muy variable cualificación profesional. Es más, esta flexibilidad les permite por un lado, presentarse como una de las vías más eficaces para poder recuperar parte de la población cualificada y emigrada de estas zonas. Y por otro, favorecer que aquellas personas sin formación y/o sin posibilidad para desplazarse de forma autónoma por el espacio, continúen instaladas en su entorno local al disponer de la posibilidad de acceder a un empleo ajustado a sus capacidades. Un hecho especialmente favorable para las mujeres debido a sus más frecuentes necesidades de conciliación sociolaboral, y su relativamente menor disponibilidad de automóvil particular.

Pero la influencia de ambos servicios sobre la economía rural no sólo se limita a la generación de empleo. Unos y otros intervienen también vía rentas e ingresos,

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especialmente (y atendiendo a la sostenibilidad de las opciones enunciadas en el texto) mediante el respaldo al comercio local, al garantizar a éste la existencia de una demanda prácticamente constante. En consecuencia, consideramos oportuno desarrollar una planificación que integre ambos servicios con el tejido comercial, a fin de potenciar las sinergias existentes en beneficio (no sólo económico) de la población de estas áreas. De este modo, se podría contar con una estructura comercial cada vez más eficaz al responder a las demandas reales de la población local.

Por su lado, demográficamente vemos que para la mayor parte de los “nuevos” habitantes del medio rural (tanto de tipo temporal como permanente) caracterizados por cierta facilidad para desplazarse en el espacio gracias a la disponibilidad de vehículos particulares, los servicios educativos y/o sanitarios básicos apenas inciden en sus decisiones de localización residencial. De hecho, para ellos son principalmente aspectos de tipo postmaterial los que condicionarán éstas (paisaje, naturaleza, relaciones sociales, biografía residencial, atractivos medioambientales, empleo, etc.), siendo posteriormente otros factores de carácter más tangible los que determinarán la elección concreta del núcleo de población en el que instalarse (oportunidades patrimoniales, existencia de redes sociofamiliares de ayuda, etc.).

Lógicamente, la situación varía significativamente para la población de carácter permanente sin vehículo privado. Para ellos, la presencia local de estos servicios explica claramente la decisión de permanecer o no en un municipio concreto. Aunque también es cierto que, incluso en estas situaciones, la incidencia que pueden mostrar ambos servicios puede relativizarse por otros aspectos, como por ejemplo la mayor o menor facilidad de uso y acceso a transportes públicos, o la calidad con que las prestaciones son caracterizadas. De hecho, ésta es uno de los aspectos cada vez más valorados, ya que influye con frecuencia en el mayor o menor uso que la población hace de las prestaciones vinculadas a estos dos servicios (Escribano, 2012).

En todo caso, resulta evidente que la presencia local de los servicios educativos y sanitarios básicos adquiere un valor relativamente mayor conforme la instalación residencial de población temporal y/o permanente se consolida en la zona, y aumenta la dependencia física y relacional de estos habitantes con su “nuevo” espacio de vida (debido sobre todo a problemas de autonomía funcional). Es entonces cuando, al menos en el espacio rural valenciano, la disponibilidad física de estos servicios (especialmente los de carácter sanitario) en proximidad y facilidad de acceso destaca con claridad.

Al final, pese a que el cierre de una escuela o la supresión de un centro sanitario no suponga directamente la desaparición de ningún pueblo (Forsythe, 1984), se puede entender que, como consecuencia de todos los impactos anteriormente enunciados, la población rural se resista a su pérdida.

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