RESENA HISTÓRICA. - Hemeroteca Digital

96
RESENA HISTÓRICA. ROMA. De nuevo convertimos a Roma nuestra vista, á Roma (jue es la ciudad de los apóstoles, á Roma que ennoblecie- ron é ilustraron tantos grandes hombres de la antigüedad, que la elevaron al alto rango de señora del mundo; pero que la han hecho mas noble y mas ilustre todavía los após- toles Pedro y Pablo, y tantos mártires cuyos restos descan- san en las catacumbas, y tantos Papas cuyas venerables som- bras parece que divagan todavía por las bóvedas del Vatica- no ; á Roma, maestra de la verdad, centro de la unidad, esperanza de los católicos, madre de todas las iglesias, he- redera de las promesas de Jesucristo; á Roma convertimos nuestros ojos inquietos y cansados de vaguear: y al ver tan- ta gravedad en las discusiones, tanta madurez en los conse- jos, tanta fijeza en las doctrinas, tanta firmeza en las reso- luciones, tanto peso en los juicios, tanta inmobilidad en los planes, no nos parece sino que respiramos una nueva at- mósfera, y que entramos en un mundo nuevo, después que en nuestras últimas RESEÑAS nos habíamos paseado por Es- paña, por nuestra pobre patria, agitada de encontrados vientos de doctrina y de las pasiones de partidos turbulen- tos ; donde ni hay estabilidad en el gobierno, ni fe en los principios, ni constancia en los planes, ni resolución en los negocios, ni sinceridad en las promesas; donde todo es una Babel, un caos, un vértigo, que burla toda la previsión y combinaciones de los sabios cuando extienden su mirada al porvenir. ¡Pobre patria mia! ¿qué se ha hecho aquella co- losal reputación que gozabas en el mundo, y aquel profun- do respeto que infundías á las naciones, cuando basada en 13 T. v. sETUviiBiiE DE 1844.—xxvn.

Transcript of RESENA HISTÓRICA. - Hemeroteca Digital

RESENA HISTÓRICA.

ROMA.

De nuevo convertimos a Roma nuestra vista, á Roma (jue es la ciudad de los apóstoles, á Roma que ennoblecie­ron é ilustraron tantos grandes hombres de la antigüedad, que la elevaron al alto rango de señora del mundo; pero que la han hecho mas noble y mas ilustre todavía los após­toles Pedro y Pablo, y tantos mártires cuyos restos descan­san en las catacumbas, y tantos Papas cuyas venerables som­bras parece que divagan todavía por las bóvedas del Vatica­no ; á Roma, maestra de la verdad, centro de la unidad, esperanza de los católicos, madre de todas las iglesias, he­redera de las promesas de Jesucristo; á Roma convertimos nuestros ojos inquietos y cansados de vaguear: y al ver tan­ta gravedad en las discusiones, tanta madurez en los conse­jos, tanta fijeza en las doctrinas, tanta firmeza en las reso­luciones, tanto peso en los juicios, tanta inmobilidad en los planes, no nos parece sino que respiramos una nueva at­mósfera, y que entramos en un mundo nuevo, después que en nuestras últimas R E S E Ñ A S nos habíamos paseado por Es­paña, por nuestra pobre patria, agitada de encontrados vientos de doctrina y de las pasiones de partidos turbulen­tos ; donde ni hay estabilidad en el gobierno, ni fe en los principios, ni constancia en los planes, ni resolución en los negocios, ni sinceridad en las promesas; donde todo es una Babel, un caos, un vértigo, que burla toda la previsión y combinaciones de los sabios cuando extienden su mirada al porvenir. ¡Pobre patria mia! ¿qué se ha hecho aquella co­losal reputación que gozabas en el mundo, y aquel profun­do respeto que infundías á las naciones, cuando basada en

13 T . v . sETUviiBiiE DE 1 8 4 4 . — x x v n .

— 194 — doctrinas rancias eras grande, poderosa, opulenta, adrnira-l)le, invencible? Quisiste ensayar doctrinas peligrosas, teo­rías deslumbrantes; y tus ensayos te han salido muy costo­sos , haciéndote la mas insignilicante entre las naciones de Europa.

Roma es hoy la misma que ahora hace diez y ocho siglos, la señora del mundo, la primera ciudad del universo: y la Roma cristiana no se distingue de la Roma pagana, sino en que esta aspiraba á dominar en los cuerpos, y aquella en las conciencias y en los espíritus. ¿Por qué la Roma actual no ha perdido en el siglo x i x la influencia y el prestigio que en los negocios espirituales gozaba en los dias de san Pedro? Porque la rigen las mismas ideas, las mismas doctrinas, la misma autoridad, el mismo sistema: sistema, y autoridad y doctrinas i\uc se derivaban de la sabiduría eterna, del Ver­bo de Dios hecho carne, que á Pedro habia dicho: Yo edi­ficaré sobre lí mi Iglesia, y no baslarán á destruirla las puer­tas del infierno: y donde reside Pedro ó su sombra, allí es­tán vinculadas las infalibles promesas de Jesucristo.

Entonces como hoy la autoridad de Pedro y de sus vene­rables sucesores era reconocida y acatada en todo el ámbito de la tierra: entonces como hoy á Pedro y á sus sucesores era dado apacentar no solo á los corderos sino también á las ovejas, no solo á los fieles sino también á los pastores: y es­ta autoridad y esta potestad la ejerce el actual sucesor de Pedro , el anciano y venerable Pontífice Gregorio X V I en la confirmación de los obispos y en la misión de sus lugar­tenientes ó vicarios apostólicos á diversos puntos de la tier­ra. Tres veces ha tenido lugar el solemne ejercicio de esta prerogativa desde que hemos entrado en el año 1 8 4 4 , en otros tantos consistorios habidos en los dias 22 y 2o de ene­ro y 17 de junio. Pero antes de dar cuenta de estas preco­nizaciones la daremos de otro acto no menos solemne, cual es la creación de cardenales.

Sabido es el prestigio inmenso que goza no solo en Euro­

pa, sino cn todo el mundo, y no solo en el concepto de los

— 193 —

católicos, sino ann en el de aquellos que viven fuera do este centro de unidad, la corporación mas respetable sin duda de las que existen sobre la tierra, el sacro colegio de carde­nales. Como la muerte va diezmando naturalmente los miem­bros de esta corporación compuesta regularmente de hom­bres de una edad provecta, es preciso que vayan creándose sucesivamente otros nuevos. En el consistorio secreto que celebro S. S . el P A P A reinante en 22 de enero en el palacio apostólico del Vaticano, después de una breve alocución pu­blico cardenal de la santa Iglesia romana, del orden de los presbíteros á monseñor Pascual Gizzi, arzobispo de Tobas, el cual habia sido creado y reservado in pectore en el consis­torio de 12 de julio de 1841 . Dicho monseñor habia nacido en Ceccano, diócesis de Ferentino, el 22 de setiembre de 1787. Fueron también creados y publicados cardenales del mismo orden de presbíteros los monseñores Antón María Casiano de Acevedo, obispo de Sinigallia, y Nicolás Ciarelli Paracciani, obispo do Plonlefiascone y Corneto. El primero habia nacido en la diócesis de Aquino el 14 de diciembre de 1 7 9 7 , y ol segundo en Rieti el 12 de abril de 1799. Sü SANTIDAD además croó otro cardenal que reservó in pecio-

re. Tres dias después en otro consistorio celebrado el 2 3 , se verificó la solemne ceremonia de dar el capelo cardenalicio á los nuevos purpurados. Para ello fueron introducidos an­tes á la capilla contigua á la sala del consistorio, donde pres­taron ol juramento que prescriben las constituciones apostó­licas, asistiendo á estos actos por razón de sus oficios los Emos. cardenales Micana, Lambruschini, Fransoni, Ria-rio Sforza, y Bernetti, y Mons. Lorenzo Simonetti como pro-secretario de la S . C. consistorial y del sacro colegio. Introducidos luego á la sala consistorial por los cardenales diáconos, y acompañados hasta el trono pontificio, besaron primero el pié y luego la mano al SANTO PADRE, el cual les dio un abrazo, y abrazados después por sus demás colegas, ocuparon su puesto respectivo, volviendo luego al solio don­de Su SANTIDAD les puso el capelo cardenalicio.

— m — El dia l í de febrero tuvo lugar en Roma una augusta ce­

remonia que 1 5 0 años hace que no se habia visto. El P A P A , el Jefe supremo do la Iglesia, el obispo de los obispos, so­bre la misma tumba de los apóstoles san Pedro y .san Pablo, en la primera basílica dol universo, en presencia de todos los cardenales vestidos con capa pluvial, de todos los arzo­bispos y obispos, y todos los colegios de prelados que tienen lugar destinado en la capilla pontificia, de todo el cuerpo diplomático, de los príncipes D. Miguel y el heredero de Wurtemberg, de un inmenso pueblo y de lo mas escogido y noble que encierra dentro de sus muros la ciudad de Ro­m a , consagró en persona á los Emos. cardenales Castraca-ne de los Antelminalis, electo obispo para la iglesia de Pa-lestrina; Polidori, electo para la de Tarso ; Casiano de Ace­vedo, electo para la de Sinigallia; y Ciarelli Paracciani, electo para las unidas de Montefiascone y Corneto. Subido S U SANTIDAD al trono, y colocados por su orden delanlo de él los Emos. consagrandos, fueron admitidos por ol SANTO P A D R E al ósculo del pié y de la mano y del abrazo. Trasla­dados luego al altar de la Confesión se principió la misa, y se prosiguió la sagrada función en la forma quo proscribo ol pontifical. Hacian de obispos asistentes los cardenales Pa-trizzi y Ferreti: asistían como diáconos los cardenales Ria-rio Sforza, y además asistían también los señores Asquini, patriarca de Constantinopla, y Cardelli, arzobispo do Acri-da. Al ver desplegarse tanta pompa y tanta magnificencia bajo la cúpula del mas suntuoso templo del universo con una reunión de personas tan augustas y eminentes, en la celebración de un acto tan sublime de nuestra divina reli­g ión, no sabemos si habría podido dejar de sentirse conmo­vido el ánimo mas irreligioso ó indiferente. ¿Cuándo podrán presentarnos un acto semejante los protestantes y todas esas miserables sectas que se han divorciado de la Iglesia católi­ca , un acto que haga concebir una idea tan digna y tan su­blime de esa religión hija legítima del cielo?

En este último semestre el colegio de cardenales ha sufrí-

— 1 9 7 —

do la baja de dos de sus mas respetables miembros, el car­denal Buosi, que falleció el 3 1 de enero , y que contaba 8 9 años de edad y 2 0 de cardenalato; y e f E m o . cardenal Pac-ca , que murió el 2 0 de abril, a los 8 8 años de su edad, y después de 4 3 años de haber sido ascendido á la dignidad cardenalicia. Como decano del sacro colegio, como amigo íntimo del inmortal Pío V I I , y compañero é historiador de sus desgracias y triunfos , como internado en los mas gran­des é importantes negocios así religiosos como políticos du nuestro siglo, como condecorado con muchas y altas digni­dades y encargos, el Emo. Pacca gozaba de una fama ver­daderamente europea. Era decano del sacro colegio, obispo de Ostia y de Velletrí, arcipreste de san Juan de Letran, secretario de la Inquisición, prodatario de Su S A N T I D A D ,

legado apostólico de Velletri, prefecto de la congregación de corrección de libros de la Iglesia oriental, protector de la academia eclesiástica de nobles, de la academia teológica de la universidad de R o m a , del monasterio de Corpus Domini

y del colegio Capránica.

En los tres consistorios de que hemos hecho mención Su S A N T I D A D ha proclamado dos patriarcas, cinco arzobispos y cuarenta y un obispos para diferentes puntos del globo, á sa­ber: para las iglesias patriarcales de Cilicia en Armenia, y de Constantinopla eu Turquía: para las arzobispales de So­náronte en Italia, de Sen y de Rouen en Francia, y de Ni­comedia y Tesalónica in parí, inf.: para las episcopales de Puerto, Santa Rufina y Civitavechia unidas ; de Palestrina, de Sinigallia, de Montefiascone y Corneto unidas; de Asis, de Cuneo, de Vigevano, de Iglesias, de Cava y Sarno uni­das; de Ostia y Velletri unidas; de Frasceti , de Cefalú, de Monopolis, de Spalatro, de Avelino, de Girgenti y de Piazza en Italia; la de Montauban, de Troyes , de Seez , de Ver­sailles, de Verdun, de Saint-Die , de Gap, de Blois y de Limoges en Francia: la de Lamego , de Funchal , de Beja y de Faro en Portugal: la de Sion en Suiza: la de Sando-mir en Polonia: la de Sabaria en Hungría: la de Comaya-

— l'J8 —

gua, de Maiianiie, de San Luis de Marartano y de Belén

de Para en América: la de llodiopolis, de Eritrea y de Al-

tobosco in 2'(itiibus infiileliiim.

Si bien es imponente el acto con que el sucesor de san

Pedro instituye desde l loma obispos para todos los puntos

del globo, dándoles jurisdicción y potestad para un distrito

determinado, merece particular atención la formalidad con

que lo hace para algunas sillas particulares. .\sí es que en el

consistorio secreto de 2o de enero, antes de pasar á procla­

mar algunos arzobispos y obispos, dirigió á los cardenales

una alocución en que les proponía á Miguel Der-Asdvaza- ;

durian, arzobispo de Cesárea y vicario patriarcal de Tokat, '

por patriarca de los armenios. Esta nación por su constan­

te adhesión á la SANTA S E D E y á la fe católica, al través de

los azarosos siglos en que la media luna otomana ha ejercí- í

do una inlluencia maligna sobre la mayor y mas rica parte í

del Asia, ha merecido una predilección muy marcada y un

muy particular cuidado de los sucesores de san Pedro. Así

es que desde el año 1742 durante el pontificado de Benedic­

to X I V se erigió el patriarcado católico de la Cilicia de los

armenios, siendo el primero de estos patriarcas Abraham

Pedro. El dia 6 de febrero murió Holas, llamado Pedro V i l .

Era este el séptimo en la serie de los patriarcas de Armenia.

Reunidos los obispos en el palacio patriarcal el dia 7 de ju­

lio del mismo año trataron de darle sucesor, eligiendo al

mencionado Miguel Der-Asdvazadurian, que tomó el nom­

bre de Gregorio Pedro Wll, y que fue confirmado por el

P A P A reinante en 25 de enero de este año. Merece particu­

lar atención la deferencia que con sus cardenales usa el P A ­

P A en semejante conlirmacion, cuando al íin de la alocu­

ción les dirige la pregunta: ¿ O L E OS PAHECE? Y en seguida

añade estas palabras: «Con la autoridad del Dios omnipo­

tente , de los santos apóstoles Pedro y Pablo y la nuestra,

confirmamos y aprobamos la elección ó petición hecha para

el patriarcado de la Cilicia de los armenios en la persona del

susodicho arzobispo Miguel Der-Asdvazadurian, ahora Gre-

— 109 —

b O i i ü Pedro, ú quien Nos desatamos del vínculo que le unia á 'a iglesia arzobispal de Cesárea, y trasladamos á la mencio­nada iglesia patriarcal, colocándole ai frente de su nación co­mo su patriarca y pastor, según se expresa en el decreto y acta consistorial.»

El P A I ' A que está en relaciones amistosas con todas las naciones del mundo, ha hecho en este último semestre dos importantes nombramientos para representarle. Con motivo de haber sido promovido á la dignidad de auditor general de la R. C. A. monseñor Francisco Capaccini, internuncio ex­traordinario que era en Portugal y delegado apostólico, ha sido nombrado para este destino monseñor Camilo di Pie-tro, arzobispo de Berilo y actual nuncio en Ñápeles , sien­do nombrado para reemplazarle en esta capital monseñor Antonio Garibaldi, arzobispo de Mira. ¿Cuándo tendremos ol consuelo de ver entre nosotros un representante de la S A N T A SEDE"? ¿Cuándo cesarán los tristes motivos que nos mantienen como en una separación de la comunión católi­ca? ¿Cuándo dejaremos de parecer como excluidos de la pa­ternal benevolencia con que el S A N T O P A D R E acoge á todas 'as naciones del universo? Podemos anunciar que Su S A N ­

T I D A D no aparta un momento sus ojos paternales de Espa­ña , á la que ha mirado siempre como una porción predilec­ta de su heredad, y sinceramente abraza en su corazón á esta nación que con tanta verdad habia llevado siempre el glorioso timbre de católica. Sobradas pruebas tiene de esta benevolencia el gobierno español, y el señor Castillo y Ayen-za puede decir lo que ha visto y palpado en las pocas sema­nas que lleva de residencia en Roma. ¿De quién está la cul­pa de que no se restablezcan las relaciones amistosas en­tre la corte de España y la S A N T A S E D E ? Podemos afirmar que la corte de Roma no exige nada que no haya exigido de las demás naciones católicas: si el gobierno de Madrid exige cosas que ninguna otra nación ha exigido, ó á nin-'¿nna otra se han concedido, no es ciertamenle culpa de llonia el no establecer para España una política nueva y

— 200 — particular que podría algún tiempo comprometer la posi­ción independiente de Uoma y los altos intereses del catoli­cismo.

Estos deseos de reconciliación y de amistosas relaciones se dejan entrever en el modo con que fueron aplaudidos los decretos del 20 de enero , en que el gobierno español levan­taba el destierro á los venerables arzobispos de Sevilla y Santiago. Con este motivo decia el Diario di Roma, que co­mo es sabido, es el periódico oficial y el eco del gobierno pontificio: « El gobierno español ha obrado en esta ocasión de un modo el mas á propósito para conciliarse el público reconocimiento, pues hace ya mucho tiempo no se cesaba de pedir el retorno de los pastores que la guerra dinástica y las contiendas religiosas habian separado de su grey. Esco­giendo para empezar esta obra de reparación á los dos ma­yores dignatarios de la Iglesia española, uno de ellos de 7 7 años de edad, el gabinete actual deja vislumbrar la inten­ción de hacerla extensiva á los demás prelados que aun si­guen desterrados.» Pero se dirá: si tales son los sentimien­tos de la corte de Roma con respecto á este acto del gobier­no español, ¿cómo es que se halla detenido en las aguas del Tíber el arzobispo de Tarragona después de tantos meses que se le ha permitido el regreso á su diócesis? A esto res­ponderemos que existen causas no conocidas del público, y muy legítimas, que impiden al venerable prelado el satisfa­cer por ahora las vehementes ansias que tiene de unirse otra vez á su amada grey. No nos es dado por ahora revelar es­tas causas: se revelarán en su dia , y entonces aparecerá la delicadeza, la justificación, la lealtad de sentimientos con que procede el arzobispo de Tarragona.

También en este año se ha celebrado en la iglesia de san Andrés della Vade la solemne fiesta de la octava de la Epi­fanía. Creemos que no disgustará á nuestros lectores el que les demos una relación minuciosa del orden con que se han celebrado estas fiestas. Todos los dias de la octava se abria la iglesia á las cinco de la mañana: á las cinco y media se

— 201 —

celebraba misa con oración análoga á la festividad, á la que se seguia un discurso moral con bendición con el copón. A las ocho se cantaba misa en rito latino, y á las nueve en uno de los varios ritos orientales. A las diez se predicaba en lengua española, alemana ó inglesa por su turno, y á las doce en lengua francesa, precediendo la lectura espiritual. A las tres de la tarde se rezaba el rosario con preces análo­gas y sermón en italiano, exposición del Santísimo y bendi­ción. A las cinco se tenían las pláticas en las plazas vecinas, mientras en la iglesia se tenia lectura espiritual. A las cinco y media seguia el rosario con preces, sermón en italiano y bendición con el copón. Las misas solemnes en rito latino fueron celebradas y asistidas por los P P . Teatinos el dia 6 ; el 7 por los religiosos reformados de san Francisco; e l 8 p o r • los Capuchinos; el 9 por los Menores observantes; el 10 por . los Trinitarios descalzos; el 11 por los clérigos reglares me- •, ñores de san Francisco Caracciolo; el 12 por los Carmelitas >y. descalzos; el 13 por los Dominicos, y el 14 por los ermita-ños de san Agustín. Las misas en rito oriental fueron cele­bradas y asistidas por sacerdotes regulares y seculares del rito armenio el dia 6 ; el 7 del solemne armenio; el 8 del maronita; el 9 del griego; el 10 del armenio; el 11 del grie­go, melquita basiliano; el 12 del maronita; el 13 del griego s iró , y el 14 del armenio. A las funciones mayores por las tardes asistieron el dia G el colegio Germánico; el 7 el Ir­landés; el 8 el seminario Vaticano; el 9 el colegio Urbano de Propaganda Fide; el 10 el seminario Pantifili; el 11 el colegio Capránica; el 12 los colegios Inglés y Escocés; el 13 los alumnos de la casa de Huérfanos, y el 14 el Seminario Romano. En estas fiestas estuvo representada la verdadera universalidad, que es uno de los principales caracteres de la verdadera Iglesia. Todos los ritos, todas las lenguas , todos los órdenes, todos los colegios intervinieron en estas funcio­nes, en las que ú solis orlu usque ad occasum era alabado el nombre del Señor. ¡Admirable economía la de la Iglesia ca­tólica! ¡y adnúrable Providencia la del Señor en hacer que

— -202 —

esto se veriüquL" en Roma, á donde concurren hombres de todas las naciones del universo!

El P A P A reinante, (|ue á pesar de su avanzada edad tra­baja con tanta asiduidad é interés en bien de la Iglesia , se ha condolido de los grandes infortunios que la atribulan en el presente siglo, y ha creido muy del caso acudir al cielo implorando el favor de la que ha sido en todos tiempos auxi­

lio de los cristianos. Por esto con motivo de la próxima fes­tividad de la Anunciación de Nuestra Señora, el S O B E R A N O

P O N T Í F I C E habia mandado hacer un triduo de rogativas pú­blicas para implorar en favor de la Iglesia, á quien tantas borrascas amenazan todavía, la poderosa protección de la Virgen María, astro tutelar, mística estrella del mar, que

Dios ha hecho brillar en el cielo como un signo de esperanza y

de salud para los cristianos. El edicto en que el S A N T O P A ­

D R E exhorta á su amado pueblo de Roma, suo diletto popólo

di Ro/na, á que acuda presuroso al pié de los altares de la Madre de Dios , manifiesta en términos los mas patéticos la viva confianza y tierna piedad de que está poseída el alma de este grande y santo Pontífice. En los tres dias que han , precedido á la fiesta de la Anunciación se ha efectuado en las basílicas patriarcales, en las parroquias de Roma y en todas las iglesias puestas bajo la invocación de la santísima Virgen, el triduo prescrito por el P A P A , siendo el S A N T O

P A D R E el primero en dar ejemplo de esa gran devoción á María, que queria aumentar cada vez mas con sus elocuen­tes palabras en el corazón de ese pueblo romano, que se dis­

tingue enlre todos los pueblos de la tierra por su ardiente pie­

dad hacia la Madre de Dios. En la noche de cada uno de es­tos tres dias, el P A P A , acompañado solo de los cardenales y prelados de su corte , bajó de su palacio del Vaticano para ir á prosternarse ante el altar de la santísima Virgen en la basílica de san Pedro. Allí estaba sin pompa, y sin mas acom­pañamiento que el de una multitud inmensa cuya voz se unia á las oraciones del augusto Pontífice. Muchas é impo­nentes son las solemnidades que se celebran en san Pedro,

— 203 —

mas pocas hay que á pesar de su pompa y magniliceucia conmuevan tanto el espíritu, y produzcan una impresión tan tierna como esta lenta y piadosa salmodia del Miserere,

y el rezo enteramente popular del Rosario, empezado por el Pastor supremo de ia Iglesia, y continuado por millares de fieles con el mayor recogimiento eu la sonora inmensidad de las sublimes bóvedas de san Pedro, en las tinieblas de la noche. . . . El dia de la Anunciación fué con toda pompa el S A N T O P A D R E á la iglesia de Nuestra Señora de la Miner­va, donde oyó la solemne misa que celebró el cardenal Orio-li. Concluida la función , las jóvenes dotadas por la confra­

ternidad de la Anunciación se adelantaron en procesión hacia el trono del S A > T O P A D R E , vestidas todas de blanco y llevan­do algunas sobre su cabeza la corona, signo de su vocación religiosa. Una inmensa multitud de gente llenaba la iglesia, la plaza de Minerva y todas las calles que forman la larga via

papal. A su llegada, así como á su salida de la iglesia y en to­da la carrera, fue saludado por las mas vivas aclamacio­nes, á las cuales contestaba con la mayor benevolencia y una afectuosa sonrisa, interpolando sus bendiciones con los salu­dos que hacia con ambas manos, mostrando en su semblante lleno de gozo y en las lágrimas de ternura que corrían de sus ojos la viva y profunda emoción que le causaban tales testi­monios del amor de su pueblo.

Esta viva y tierna solicitud que ha manifestado el P A I ' A

en las rogativas que acabamos de describir, se halla tam­bién vivamente expresada en la carta encíclica que ha diri­gido á todos los patriarcas, primados, arzobispos y obispos de toda la cristiandad, desenmascarando y anatematizando de nuevo las llamadas sociedades bíblicas, que tantos daños causan á la Iglesia sorprendiendo á los incautos y sencillos con sus pestilentes producciones. A pesar de su mucha ex­tensión, procuraremos darle cabida entre los documentos oficiales como uno de los hechos que mas deben figurar en la historia eclesiástica de nuestro siglo.

También en este último semestre ha llamado Roma la

— 204 — atención de varias personas reales y elevados personajes. Ci­taremos á S. A. U. el príncipe heredero de Wurtemberg, el gran duque de Mecklemhurgo; SS. A . \ . SS. los prínci­pes herederos de Lippe y de Sahwarzhourg-Kudelstadt, y linalmente S. M. el rey de Baviera, que viajaba de incóg­nito con el título de conde de Ausburgo. Todos han sido re­cibidos por Su S A N T I D A D con aquella amabilidad y finura que distingue al Jefe actual del catolicismo, y con aquel res­peto y distinción que corresponde á tan elevados personajes. La ciudad de los apóstoles ha recibido este nuevo homenaje de las testas coronadas y príncipes que la han visitado; y esta gloria de la nueva liorna no ha sido mas que una con­tinuación de la gloria en que se envanecía la Roma antigua.

Nuestro santísimo Padre Gregorio X V I no solo se ocupa en engrandecer la Iglesia militante, si que también se ex­tienden sus desvelos á hacer mas gloriosa la triunfante. Así es que el dia 28 de enero , después de haber precedido las averiguaciones y formalidades de costumbre, declaró Su S A N ­

T I D A D « que de tal manera consta de las virtudes teologales y cardinales, así como de sus anejas, del venerable siervo de Dios Pedro Canisio, en grado heroico, que puede prece­derse con toda seguridad a las informaciones ulteriores, es decir, á la discusión de los cuatro milagros.» Pocos dias an­tes , en el consistorio de 2o de enero, el abogado consisto­rial Juan Bautista de Dominicis Tost habia perorado por la primera vez en presencia del S A N T O P A D R E la causa de la beatificación del venerable siervo de Dios Luis María Grignon de Alonfort, fundador de la congregación de los misioneros del Espíritu Santo. Esperamos, pues, venerar pronto sobre los altares estas nuevas lumbreras de la Iglesia y celosos pro­pagadores que fueron del nombre de Jesucristo.

En Roma el catolicismo ha recibido un gran consuelo, ha hecho una gran conquista en la persona de Mr. Federico Hurter. Este ilustre literato y sabio distinguido habia naci­do y sido educado cn los errores del protestantismo; pero Dios le habia dotado de una alma recta y de un corazón

— 2 0 o —

bueno para no adherirse con ol aferramiento de otros de su comunión á las doctrinas en que habia sido imbuido desdo su juventud. Mas de treinta años que estaba fluctuando en­tre las tinieblas de los delirios protestantes y el brillo de la verdad católica: mas de treinta años que estaba preparán­dose para ejecutar lo que no ha verificado hasta los años úl­timos de su vida. Ya en sus mejores años habia dado una muestra de su juicio recto y do su inclinación al catolicismo en la historia que habia escrito do Inocencio III y de su si­glo, rinalmento ha triunfado la gracia del Señor: y el dia 1 6 do junio abjuró sus errores, y fue admitido al seno de la Iglesia católica. Cuando al PAI'A se le anunció la resolución de Hurter de abrazar el catolicismo, exclamó: « Hurter no es catecúmeno, es un apologista, » y por esto no so difirió como on los demás el conferirle el bautismo.

Hemos hecho una breve y sucinta relación do lo mas no­table que ha ocurrido en Roma durante este último semes­tre. So v e , ])uos, en Roma la misma invariabilidad ó inmo­bilidad quo constituye el principal carácter dol catolicismo, , las mismas prácticas, la misma línea de conducta, la misma i política que la ha conservado primera ciudad del mundo y centro de la unidad católica al través de las borrascas do diez y ocho siglos. Grandes intereses se han tratado, grandes cuestiones se han discutido, grandes dudas se han resuelto en el seno de las congregaciones, que compuestas do los personajes mas eminentes en todos los ramos dol saber atien­den á los varios y multiplicados negocios que ocurren on el régimen de la Iglesia universal. Pero estas cosas no apare­cen en público, ni pertenecen por lo tanto á la historia: so­lamente podemos asegurar que en la solución de estos ne­gocios presiden la calma, la madurez, la gravedad y la pru­dencia, que difícilmente se encontrarían en ninguna otra corte de la tierra. Jamás Roma da un juicio precipitado : ja­más tiene que arrepentirse del paso que ha dado una vez. Esto hace á Roma respetable aun á los ojos de sus mismos enemigos: esto la hace figurar como la primera entre todas

— 20G — las cortes del mundo: esto la rodea de prestigio inmenso á los ojos de todos los católicos disc-minados por todos los pun­tos de la tierra: esto, en fm, es un instrumento de que se vale la Providencia para que se cumplan las promesas de su divino Fundador. = A. P,

F R A N C I A .

Tanto es lo que en el último semestre ha preocupado los ánimos en el reino cristianísimo la cuestión de la libertad de enseñanza, que apenas ha dado lugar á que se hablase de otra cosa, ni se parase la atención en otros asuntos eclesiás­ticos. Por esto poco tendremos que decir á nuestros lectores, después que les hayamos informado de todas las vicisitudes y del estado de irritación á que ha llevado los ánimos esta importante cuestión. Esta es la cuestión culminante en el dia, la cuestión colosal entre las cuestiones religiosas, el ca­ballo de batalla, el campo en que se baten frente á frente el clero y el gobierno, el partido legitimista y la revolución de jul io , el espíritu religioso-católico y la desacreditada fdoso-fía del siglo x v i i i .

¿Qué pretende el gobierno en su tenaz empeño de hacer que triunfe el monopolio universitario? Que el clero no ten­ga parte en la educación de la juventud, que esta la formen solamente los hombres salidos y autorizados por la universi­dad; y ya sabemos cuáles son los principios, cuáles los sen­timientos religiosos que dominan en los hombres de la uni­versidad de Francia: el indiferentismo religioso en muchos, la secularización de la Iglesia en los mas. ¿Cuáles son las pretensiones del clero en esta cuestión? Vindicar los dere­chos que á su sagrado ministerio competen en la formación del corazón do la juventud, catolizar y moralizar la Fran­c ia , apartar á la juventud de las doctrinas irreligiosas, y si esto no puede, retirarse enteramente de los colegios, y no autorizar con la presencia de un sacerdote la propagación

— 207 —

de las malas doctrinas y el desarrollo de los principios anti­católicos. Hé aquí lo que ha amenazado el clero francés si no se le permitía intervenir en la educación de los jóvenes: hé aíjuí lo que ha escocido á la universidad, porque este pa­so desacredítaha altamente sus colegios á los ojos de la gran mayoría de los franceses que son católicos todavía: hé aquí lo que ha irritado al gohierno, y le ha arrastrado á un cam­po semhrado de disgustos, de peligros y compromisos.

Esta gravísima cuestión ha sido traída ya al terreno de la discusión en la cámara de diputados, y en la sesión del 17 de enero empezó á discutirse el proyecto que sobre segunda enseñanza había presentado el gobierno. Esta sesión no fue mas que una especie de escaramuza, preludio de la gran batalla que no solo en las Cámaras, sino en toda la Francia debía suscitarse. Después de un insignificante debate sobre el primer párrafo de mensaje, se presentó de improviso la cuestión de libertad de enseñanza; y tanta es la importancia de esta cuestión que la cámara la acogió iimicdiatamente con una avidez muy significativa. Saltando de algún modo sobro todos los negocios de que parecía deberse ocupar an­tes de abordarla, la asamblea escuchó á los oradores con una atención que no habian podido conseguir en otras ma­terias. Se divagó mucho : se habló de maestros de moral que no fuesen los sacerdotes: se anunció que todo se arreglaría: que los capellanes seguirían, y que si se obstinaban en mar­charse se les podría obligar á que se quedasen. En suma, este primer debate probó ante todo una cosa, y e s , que la cámara no conocía la cuestión, que no comprendía lo que piden los católicos que no saben cual es el poder de un obis­po sobre las conciencias, poder que ningún gobierno puede dar, que ninguna autoridad humana puede retirar, y que la violencia, sí á las veces ha podido conmoverlo, con esto mismo ha contribuido á afirmarlo mas.

Esto último lo vemos prácticamente en la cuestión que nos ocupa. ¿Qué ha resultado del fallo dado por el consejo^ de Estado contra el obispo de Chalons, declarando que ha-j

— 208 — bia cometido abuso de autoridad? ¿Se lia intimidado por esto , se ha aquietado el episcopado francés? ¿Ha deferido á la circular del gobierno que le aconsejaba guardar silencio, y abstenerse de seguir el ejemplo de los prelados de Lyon, Chalons y Langres? Muy al contrario, comprendiendo cuá­les eran los deberes de su conciencia y del alto ininist-erlo que ejercen, han levantado un clamor universal, y han sa­lido con denuedo á defender los derechos de los católicos. Los grandes dignatarios de la Iglesia francesa, el cardenal obispo de Arras y el arzobispo de Tolosa, han sido de los primeros en secundar el movimiento, y han representado enérgicamente al gobierno sobre un punto que tan de cerca afecta á los intereses del catolicismo. Han seguido el mismo ejemplo los obispos de Luzon y de la Rochela, y otra infi­nidad que seria fastidioso enumerar. Y como si fuera dema­siado lenta esta operación, y de poco peso la reclamación de un obispo en particular, han elevado su voz en masa los obispos de varias provincias. El arzobispo de Paris con los obispos sufragáneos de su provincia ha sido el primero que ha dado este ejemplo. Esta exposición dirigida á Luis Feli­pe iba firmada por el arzobispo de Paris y por los obispos de Blois , Versalles, Meaux y Orleans. Este paso ha causa­do una profunda sensación, agradable á los católicos, de perplejidad y de embarazo á los defensores de la universi­dad. Ha desconcertado los intentos del gabinete francés, se­gún deja entender el Diario ele los Debates, eco del gobierno principalmente en esta cuestión. « S e han hecho algunas concesiones, decía el citado periódico, con la esperanza de obtener el silencio del episcopado francés, entiéndase bien que se han engañado los que esto esperaban. » ¿Esperabais adormecer el celo de los dignos sucesores de los Dionisios y Remigios, de los Bossuet y Fenelon, con mentidas concesio­nes y con promesas llenas de capciosidad y de dolo? ¿espe­rabais que los obispos de la Francia os venderían uno de los mas preciosos derechos de la Iglesia?

Es to , como hemos dicho, desconcertó las esperanzas y

— 209 —

los planes del gobierno l'raiicés; y e! guardasellos, ministro de la Justicia y de los cultos Marlin du Nord, creyó que ya no podia callar cn vista de la Memoria ó exposición presen­tada por el arzobispo de Paris y sus sufragáneos, y publica­da en los periódicos. Así es que en fecha de 8 de marzo di­rigió una carta al arzobispo de París escrita en términos muy duros é indecorosos á la dignidad del ilustre prelado á quien se dirigía. El ministro censura el atrevimiento de los ' firmantes en haber ensayado Itacer una censura general de

los establecimientos de instrucción pública fundados por el Es­

tado , y de todo el cuerpo docente. Insertaremos la expresada Memoria para que vean nuestros lectores cuan inexacto es en sus aserciones el señor ministro, y que es lo que censu­ran los obispos. Reprende asimismo el que se haya falta­do al espíritu de la ley del 18 germinal del año X , quo pro­

hibe toda deliberación en una reunión de obispos no autoriza­

da; y el ministro no solo prohibe esto, sino hasta el que los obispos se pongan de acuerdo sobre algún punto por escrito ó correspondencia. <i Espero, pues , concluye ¡a carta, que será bastante os haya recordado los principios sentados en los artículos orgánicos del concordato para que os abstengáis en lo sucesivo de faltar á ellos.» ¿Puede llegar á mas alto grado la tiram'a de los liberalísimos doctrinarios franceses?

Esta conducta tan poco liberal y este lenguaje tan poco decoroso del señor Martin du Nord han merecido una seve-rísima censura, así en conversaciones privadas como públi­cas, y ha irritado los ánimos. El arzobispo de Paris, á quien tocaba mas de cerca, como que á él habia sido dirigida la carta del ministro, creyó (]ue no debia dejar sin respuesta la susodicha carta, sino que debia contestar á ella cual cum­plía á su decoro y al sostenimiento de la doctrina que él y sus sufragáneos defendian en su Memoria. Y no se hizo es­perar esta contestación, pues la d io en 13 del mismo mes, esto e s , cinco dias después de recibida la carta. En ella vin­dica completamente su conducta, y renueva las doctrinas y la petición que se habian vertido cn la Memoria. El arzobis-

14 T O M O V . .

— á lO — pü de l'aris no MO cuiiteiitó con dirigir la contestación al mi­nistro, sino que la dirigió también á todos los cohermanos en el episcopado. Como estos documentos son de un grande interés, y puede ser que antes de mucho tiempo nos veamos en España empeñados en la misma lucha, esperamos que nuestros católicos lectores no llevarán á mal el que los inser­temos por lo que tal vez puedan servirnos en lo sucesivo.

El ejemplo de los prelados de la provincia eclesiástica de Paris no ha sido perdido, y ha encontrado imitadores en los de la provincia de Aviñon, quienes han presentado tam­bién su Memoria á Luis Felipe. Mas el señor Martin du Nord no se ha dignado leerla, sino que la ha devuelto á los signa- ! tarios sin abrirla. Lo mismo ha practicado con la del arzo­bispo de Bourges y sus sufragáneos, añadiendo al devolver- : la : « N o se admite en virtud del artículo \ de la ley del 18 | germinal, año X . « Esta conducta no hace mas que agriar < la cuestión é irritar los ánimos, pues no por esto dejarán los obispos franceses de manifestar sus sentimientos, y hacer públicas sus quejas, á las cuales se les dará mas publicidad por medio de la prensa, y mas valor por la desatención con que ban sido rechazadas.

Tanto es el interés con que ha sido mirada por los obis­pos franceses esta cuestión, que á estas horas puede decirse que apenas (|ueda im individuo del episcopado que no haya reclamado la libertad de enseñanza en cumplimiento del ar­tículo 69 de la Carta. Infinitas son las representaciones que en este mismo sentido han elevado al gobierno varios padres de familia í]ue no pueden ver con indiferencia que sus hijos sean entregados á la dirección de profesores irreligiosos sin (pie los verdaderos y legítimos maestros en religión, los sa­cerdotes católicos, puedan tener la menor parte en reme­diar un mal de tanta trascendencia. Por esto piden enérgi­camente que sea una verdad la libertad de enseñanza que en la Carta de 18.30 se prometió á la Francia. ¡Terrible compromiso el de un gobierno que se jacta de liberal y con­secuente! No le basta tener en las Cámaras una mayoría que

— 211 —

le apoye, y que haga consistir la razón cn algunas docenas

de votos , votos y mayoría que en los gohiernos representa­

tivos ya sahemos lo que significan y el modo no muy santo

con que se obtienen. Era menester alegar una razón, siquie­

ra no fuera mas que especiosa para acallar la opinión públi­

ca y las exigencias de los peticionarios. ¿Quieren saber nues­

tros lectores cuál es esta razón en (¡ue el gobierno pretende

justificarse? Pásmense al oirle. i\Ir. Villemain, ministro de

Instrucción pública, y el grande adalid del monopolio uni­

versitario ha revelado en la sesión del 24 de enero el modo

con que se medita llegar á la realización del articulo 09 de

la Carta, que es reglamentando io que ya existe, y hacien­

do de manera que la co>!/í-areuoíi(Cio)i no se aproveche de

ello. Si esta respuesta la hubiesen dado los católicos, se la

llamarla sutilezas y subterfugios jesuíticos. Reglamentar una

tiranía que vosotros habéis creado, y reglamentarla de ma­

nera que no puedan sacar ventaja de ello vuestros adversa­

rios, y q u e s e a exclusivamente para vosotros los hombres

de la tan cacareada libertad, esta es una respuesta que por

decoro á los principios que sustentáis no debia haberse pues­

to jamás en boca de uno de los ministros de la Francia.

Otro incidente ruidoso ha llamado la atención de la Fran­

cia en esta ruidosa cuestión. El abate Combalot habia pu­

blicado un opúsculo contra el monopolio universitario, y en

favor de la libertad de enseñanza. Este opúsculo fue llevado

al jurado, y vista la declaración de este el tribunal (TAsisses

del Sena ha condonado á su autor á quince dias de prisión y

á cuatro mil francos de multa. La condena se ha cumplido;

pero ¿ha ganado algo el gobierno en el terreno de la opi­

nión pública? El abate Combalot ha sufrido, es verdad, la

sentencia del tribunal; pero esta persecución ha sido para

<̂ 'l un motivo de triunfo, y lo ha sido para la causa que sus­

tentaba. Tan luego como se hizo pública su condenación es­

talló una explosión de entusiasmo en favor del abate y su fo­

llólo, y acudieron á visitarle toda clase de personas, y á feli­

citarle, v aun á animarle si de fomento necesitase, que no le

14 •

— 212 — riecfsita, á coiitiiiiiíii l i ime en su propósito. Le felicitaron igualmente los oh i spos de Chalons y de Valonee y otros dis­tinguidos personajes. El dia 9 de marzo fué á cumplimen­tarle una diputación de padres de familia que forman parte del comité ó junta constituida en Paris para recoger peticio­nes en favor de la lihertad de enseñanza, y le dirigieron el discurso siguiente: «Señor ahate: la sentencia que se ha pronunciado contra V. ha debido resonar en todos los cora­zones de los padres de familia cuyos intereses habéis defen­dido. Algunos de ellos reunidos en Paris han querido ofrecer á V. en esta ocasión los consoladores testimonios de su sim­pat ía .— « L a universidad ha llevado á V. ante los jueces que le han condenado. Nosotros debemos respetar su fallo; pero el monopolio tendrá (¡ue defenderse ante nosotros, pues el campo de las resistencias legales es muy vasto y de él nos aprovecharemos para proseguir nuestra obra. Cuando el país ([uicra , obtendrá la mas grata y justa de todas libertades. — «Ya se envían de todas partes reclamaciones de los pa­dres de familia, y en todas partes están en un todo acordes con las del clero. .VI pedir la destrucción del monopolio uni­versitario, ninguno piensa en confiscarle en provecho pro­pio , y tenemos derecho á decir que en esta lucha la buena fe ha estado en nuestra bandera .— « Tin ella seguiremos, pues , con firmeza. El derecho está en nuestro favor, y po­demos esperar q u e llegará el día en que sean vencidas las pretensiones universitarias y en que el catolicismo tenga al fin el derecho de decir á la Francia: « Yo también puedo « formar hombres capaces de servir á su país; vedlos y juz-n gadlos. » El abate Combalot contestó expresando su reco­nocimiento por tan honoríficas manifest.iciones, y añadien­do que se tenia por dichoso cn sufrir por la causa de Dios y de la libertad, á lo cual le animaban además las singulares pruebas de afecto verdadero con que le abruman, digámos­lo así, en estos dias todos los fieles católicos. »

Ya hemos dicho que el 17 de enero principiaron en la cámara de diputados los debates sobre el proyecto de según-

— 213 — lia ( M i s e ñ a i i z a i)iesentado por el gobierno. Continuaron estos siempre en sentido favorable á las pretensiones del gobierno y de la universidad, como que en esta cámara, baluarte de las libertades de la Francia, no domina mas (¡ue la voluntad ministerial. Paso la cuestión á ocupar la atención de la cá­mara de los pares: y en la sesión del 9 de mayo se votó un artículo en que se prevenía ([ue para ejercer el cargo de pro­fesor ó maestro, ba de declarar este antes que no pertenece á ninguna corporación religiosa no aprobada por el Estado. En la sesión del 11 se pasó mas adelante todavía, y se votó que no solo los maestros ó profesores sino también los vigi­lantes empleados en los establecimientos particulares debían ser bachilleres en fdosofía, y además debían hacer la decla­ración de no pertenecer á ninguna corporación religiosa. Por manera que el que pertenezca á alguna corporación re­ligiosa queda enteramente excluido no solo de la universidad sino de los colegios y establecimientos particulares, por gran­des que sean sus talentos, por brillantes quo fuesen los re­sultados quo la sociedad pueda reportar de esto hombre; y esto .solo por ol delito de haber emitido los votos religiosos, solo por el pecado do haberse obligado á practicar los con­sejos evangélicos. ¡Funesta preocupación la do los doctrina-, ríos franceses! ¡furor inconcebible contra los institutos reli­giosos! Pero si tanto toméis las malas doctrinas que en el corazón de la juventud pueden inculcar los afiliados en los institutos religiosos, ¿por qué no excluís igualmente á los que profesan ideas antireligiosas, inmorales y anárquicas? ¿Por qué no exigís á los profesores y vigilantes una declara­ción de que no verterán on ol corazón de sus alumnos prin­cipios y máximas anticatólicas, toda vez que es católica la inmensa mayoría de la Francia? Pero á nuestros doctrina­rios no les da miedo la inlluencia de la escuela enciclopédi-ea , y sí la preponderancia de los jesuitas: son intolerantes con estos, y alargan á aquellos una mano amiga, y les abren las puertas do la universidad y do los puestos ([ue mas pue­den inlluír en el porvenir de la sociedad. Estos dos artícu-

- 214 — los dan mi golpe funesto á los institutos religiosos, y señala­damente á los jesuítas, los que á la sombra de una bien en­tendida tolerancia iban introduciéndose en la Francia; y en los muchos colegios (pie dirigian sembraban una semilla (]ue algún dia habria dado frutos muy preciosos al país, que á fines del pasado siglo escandalizó al mundo con su frenesí irreligioso y revolucionario.

Por fin, en la sesión del 24 de abril se acaba de votar el proyecto de ley sobre instrucción secundaria : y á pesar de las incontestables razones que alegaron los elocuentes ora­dores D'Harcourt, Bengnol , Bartelemy y de Gabriac, á pesar de los brillantísimos discursos del noble y joven conde de Montalembert que en esta ocasión se excedió á sí mismo, y superó las esperanzas de todos los buenos franceses; el mi­nisterio doctrinario obtuvo el miserable triunfo de 18 votos, siendo 83 en favor del proyecto y 31 en contra de los 136 pares que asistieron á estos importantísimos debates.

Bien quisiéramos tributar un débil homenaje de admira­ción y de respeto á la memoria del valiente adalid de los ca­tólicos, honor y lumbrera de las Cámaras francesas, nuevo O'Connell de la Francia, el ilustrado joven conde de Mon­talembert, insertando en nuestra U E V I S T A C A T ( ) L I C A los elo­cuentísimos discursos que en el decurso de esta cuestión ha pronunciado, como lo han hecho tantos otros periódicos na­cionales y extranjeros. Mas nos priva de este placer y del que con ello daríamos á nuestros lectores la estrechez de nuestra R E V I S T A . Para hacer concebir una idea de la pro­funda y agradable sensación que han producido en los cató­licos estos discursos bastará decir que infinitas personas de la mas alta categoría le han felicitado con este motivo, y que el dia 24 de abril trescientos católicos de Paris se reu­nieron en la plaza de santo Tomás de Aquiíio, y se enca­minaron á casa del noble conde, á quien dirigieron el dis­curso siguiente: «Señor conde: Venimos como católicos á manifestaros la impresión profunda que ha dejado en nues­tros corazones el elocuente discurso que en defeu&a de las

— 215 —

libertades cristianas habéis pronunciado en la cámara de los pares. Vuestras palabias, señor conde, marcarán una nue­va época en nuestra historia. — « E n efecto, de tres siglos á esta parte el catolicismo ha desaparecido progresivamente de nuestras instituciones, de nuestras costumbres, de nues­tras ciencias, de nuestras artes y de nuestra literatura; y hoy dia la existencia de la sociedad espiritual casi parece una anomalía en medio de la sociedad íilosoíica. Invocando vos quince siglos de gloria, habéis mostrado á nuestros mo­dernos sabios que la Francia es el pueblo cristianísimo, la hija primogénita de la Iglesia y que con este solo título mar­cha al frente de las naciones. — « En vano nuestros legistas extraviados por rencorosas tradiciones, tratan de abolir la libertad de conciencia y pretenden que el César moderno, es decir, el país legal, es á la vez pontílice soberano y el ar­bitro supremo de nuestras creencias; vos habéis combatido ese despotismo enteramente pagano, oponiéndoles las tradi­ciones de la Francia católica. N o , nuestros padres no han quebrantado el absolutismo de la monarquía para legarnos el despotismo de los filósofos. — « La Francia os ha oido, se­ñor conde; y en su buen sentido ha comprendido que ella era católica ó que ya no era ella misma. Otros han admira­do la sinceridad de vuestra fe y la varonil franqueza de vues^ tra elocuencia. Por nuestra parte no contentos con admirar vuestro manifiesto, le hemos adoptado sin reserva. « Yo creo, «decia un grande hombre, que nunca ha sido mas neccsa-« rio rodear con todos los rayos de la evidencia una verdad « del primer orden, y creo mas, creo que la verdad ha me-« nester de la Francia.» El ilustre conde de Maistre es quien por nuestra boca testifica que vos habéis servido noblemen­te á la Francia y á la verdad. — « A nombre pues de nues­tra fe y de nuestro patriotismo, en unión con todos los pue­blos católicos que gimen con los ojos vueltos hacia la Fran­cia, recibid este público testimonio de adhesión y de recono­cimiento. Y siempre, señor conde, siempre que defendáis la independencia de la Iglesia, la libertad d^conciencia, la

— 216 — lia enseñanza y la ile las órdenes religiosas, siempre cor­responderán á vuestras palabras las bendiciones de todos los católicos. » El joven conde contestó en términos los mas corteses y llenos de religión, cuanto apreciaba estos senti­mientos de sus conciudadanos no por lo que tocaba á su per­sona, sino por el homenaje que se rendía á los principios que habia sostenido: añadiendo que á pesar del revés que acababan de sufrir no debían allojar de su valor, de su pa­ciencia y de su confianza en Dios : « pues nuestro deber, de­cia , no es vencer, nuestro deber es combatir. » Ni solamen­te en Francia excitaron la adnnracioii y el reconocimiento el valor y la robusta elocuencia del joven adalid de la liber­tad de enseñanza: también del extranjero se le prodigaron abundantes aplausos. Los jóvenes alumnos de la universidad de Lovaina, en Bélgica, le dirigieron con este objeto un mensaje, á cuyo pié se veian estampadas cuatrocientas nue­ve firmas de los quinientos cincuenta estudiantes que cuenta la universidad. De otros reinos le han felicitado personajes de la primera distinción: de nuestra España sabemos que lo han hecho personas que por su elevada posición social, reli­giosa y literaria hacen nmcho honor al esclarecido talento y acendrado catolicismo did ilustrado conde de .Montalembert. Tanto es lo que á todos los católicos, á todos los países les afecta la ruidosa cuestión de la libertad de enseñanza.

Queda, pues , resuelta en el terreno legal por la escasa é insignilicante mayoría (ma cuestión que afecta lo mas deli­cado, cuales son las creencias de muchos millones de católi­cos: mas, ¿queda igualmente resuelta en el campo de la opinión piiblica? los vencedores ¿pueden pavonearse tran­quilos en su triunfo? ¿están ellos convencidos de haber sos­tenido una buena causa? Bastante lo indican estos vergon­zosos contrasentidos en que se ha visto incurrir á los mas bravos adalides del monopolio universitario. Bien patente es que los jesuítas han sido en esta cuestión el blanco principal contra el que se hau ensañado los recelosos defensores de la libertad. Pues bien: el señor Martin du Nord (̂ ue en unión

— 217 — de su colega el señor Villemain era el que acaudillaba esa cruzada antijesuítica, vindicó en la cámara de los pares eu la sesión del 14 de abril á los jesuítas, llamándolos hombres

pacíficos (pie no habia porque temerlos. Sin embargo á estos hombres pacíficos les excluye de toda intervención en la en­señanza, cuando vota que se exija á todos los maestros y vi­gilantes la declaración de no pertenecer á ninguna cor¡,ora-cion religiosa. Se ha tronado contra los obispos porque han reclamado la libertad de enseñanza garantida expresamente por la Carta: y el mismo Martin du Nord declara que esas representaciones, que esas quejas que ahora elevan los obis­pos sobre la cuestión de enseñanza, las han estado elevando desde el año 1836; siempre que se ha suscitado este punto; y que en esto cumplían con uno de sus deberes, y que bajo un gobierno constitucional no se les podia impedir. El señor Persil, otra de las notabilidades que mas han descollado en esta cuestión, y que hasta pretendía que las escuelas se­cundarias eclesiásticas fuesen colocadas bajo la inspección del ministro de Cultos, y que este pudiese hacerlas visitar siempre que lo creyese conveniente, se permitió decir en uno de sus larguísimos discursos que, «los obispos hablan ce­dido á influjos extranjeros: que el clero inferior habia per­manecido tranquilo, y que no se habla asociado al movi­miento que hasta cierto punto habia conmovido al país. « Lo primero fue rechazado por el mismo ministro de los Cultos, Martin du Nord diciendo q u e , « los obispos son los inspec­tores natos de estas escuelas, las eclesiásticas, y el gobierno no tiene queja alguna de que abusen de sus facultades. Esto baria sospechar lo contrario, y destruirla la confianza que debe existir entre ellos y el gobierno. » Lo segundo fue des­mentido por el cabildo metropolitano de Paris al que siguie­ron los curas no solo de la capital sino de casi todo el arzo­bispado, declarando en respetuosos mensajes, que estaban Identificados con sus prelados acerca de esta importante cuestión. La misma conducta han observado el clero de Ver-salles y de otras varias diócesis en rechazar la sujgosicLou gra-

— 218 — lúita de jVIr. Persil y otros de su escuela acerca la discordan­cia de pareceres entre los obispos y el clero inferior en esta ruidosa cuestión.

No deben extrañar nuestros lectores el que bayanios dado tanta extensión á una cuestión que á primera vista no pare­ce de tanto interés, cuando consideren que lo bemos hecho para advertir á nuestros compatriotas el camino que deben seguir si algún dia viniese á establecerse en España esta mis­ma intolerancia con el clero, este mismo empeño de mono­polizar en favor de una escuela y de unas ideas la inaprecia­ble prerogativa de instruir á la juventud y de formar su co­razón. ¿Creerán acaso que no nos amaga el mismo peligro, y que son infundados nuestros temores cuando anunciamos posibles y tal vez próximos para España tan sensibles com­promisos? Dése una ojeada sobre el ramo de instrucción pú­blica en nuestra patria: considérese el empeño (jue se ha te­nido en desacreditar á los seminarios conciliares y reducir­los á la nulidad, ya dejándolos indotados, ya despojándolos de la prerogativa de incorporación de cursos en las univer­sidades, á fin de apartar á los jóvenes de la inlluencia del c lero: atiéndase la impotencia de los obispos para impedir que se explicasen en las universidades por autores conoci­damente anticatólicos: mírense estos institutos de segunda enseñanza, los favoritos y mimados del gobierno, puestos exclusivamente en manos legas y bajo la dirección de imber­bes y relamidos profesores que para todo podrán ser buenos menos para enseñar de religión y de moral: recuérdese en fin que la misma ojeriza que mostró á los seminarios conci­liares el señor Torres Solanot, mostró también su sucesor el señor Caballero, y la misma el señor marqués de Peña-florida, y la misma el señor Pidal que le han sucedido en el ministerio de la Gobernación, si hemos de juzgar por la te­naz aquiescencia que los dos últimos han tenido á las dispo­siciones de los primeros. ¿Qué significa todo esto sino que se ha formado el plan de excluir al clero de toda interven­ción en la educación de la juventud dejándole solamente el

— 219 —

cargo de los jóvenes dedicados á la carrera eclesiástica, y aun esto quién sabe con cuantas trabas y cortapisas? ¿iiué significa esto sino que se quiere monopolizar las ciencias en favor de los hombres del dia , como si el clero no tuviese hombres ilustrados, y capaces de ponerse al nivel, sino á la mayor altura, de los mejores sabios, y mas célebres erudi­tos de su s iglo , como si al clero no fuese deudor el mundo de las ciencias, de las bellas artes , de los libros, de lo mas apreciable que se ha conservado de la antigüedad? ¿(jué sig­nifica esto sino que nuestros ramplones de ahora quieren ser las monas de los doctrinarios y enciclopedistas franceses, y meter la España, como estos la Francia, en el berengcnal de dificultades, y en el laberinto de compromisos y apuros, en que se ha visto y se ve el gobierno francés de resullas de haberse negado á lo que exigen las ideas del siglo, el buen sentido de la Francia y los derechos de la Iglesia?

Medítelo bien el gobierno español, medítelo el señor Pi-dal y escarmieide en cabeza agena: y testigo de los compro­misos que han envuelto á la Francia, no quiera empeñarse en ejecutar el malhadado plan de un aborrecible monopolio, si es que tal hubiesen concebido, como tenemos motivos de sospechar, sus predecesores. Recuerde que los graves y sen­satos españoles nunca dejarán de mirar de reojo esos insti­tutos creados de ayer entre los ahullidos de la revolución, montados á la dcrnier, y con usos y costumbres, que no son. por cierto los mas á propósito para inspirar confianza al pue­blo español. Recuerde que los padres de familia, católicos, como españoles, nunca verán con gusto á sus hijos entrega­dos á la dirección de jóvenes profesores, cuyo afán cn rizar el pe lo , y lucir un frac, y ostentar un esbelto talle es indi­cio de cuan vacía está su mollera de las ciencias que debie­ran enseñar, y su corazón de las virtudes y gravedad espa­ñola que debieran inspirar á sus alumnos. Recuerde en fin que si los padres de familia, que si el clero, que si los obis­pos callan hoy , cuaiKlo ruge todavía el furor revolucionario, cuando uo hau acliioaladd. todavía las costumbres de los

— -220 — estados representativos, vendrá dia en que aclimatadas es­tas costumbres, y sacudido el miedo á la revolución, llove­rán representaciones que abrumarán á los ministros; se le­vantará un clamor universal que aturdirá á los que se em­peñen en dar á la nación unas instituciones que son contra los deseos, contra las costumbres, y contra las creencias de la nación. No lo duden: este dia vendrá porque los españo­les no podrán ver con indiferencia como se mina á su reli­g ión, y como se descatoliza á sus hijos. Españoles, vivid alerta contra las cosas y los sistemas que se os importen de allende del Pirineo: y para precaveros de las insidiosas ten­tativas de la Francia doctrinaria, estudiad al menos, é ¡mi­tad los nobles esfuerzos que ha hecho y está haciendo la Francia católica.

Por lo demás, poco tenemos que reseñar de los sucesos religiosos de la Francia en este último semestre. El episco­pado continúa en su integridad. Si bien ha sufrido algunas bajas en los sensibles fallecimientos de los obispos de Blois, de Tarbes , y de Viviers, ha tenido el consuelo de ver pro­clamados en lloma sugetos recomendables para llenar las si­llas de Sens , de Rouen , de Montauban, de Troyez, de L e e z , de Versalles, de Verdun, de Saint-Die, de Gap, de Blois y de Limoges. Y ¡cosa particular! No obstante que casi todos los obispos actuales de la Francia deben su nom­bramiento al gobierno de jul io , todos se han declarado en contra de sus proyectos, cuando han creido (]ue estos aten­taban contra la libertad y derechos del catolicismo. Alaba­mos su ce lo , alabamos su integridad y su generosa abnega­c ión, por la que no han reparado en respetos humanos ni en miramientos de carne y sangie, cuando un deber de con­ciencia les ha llamado á hacer frente á los grandes de la tier­ra. Con obispos tan celosos y tan íntegros como estos mu­cho bien esperamos todavía para la Iglesia de Francia. Es­peramos que á pesar de los grandes obstáculos que la opo­nen los hábitos revolucionarios, las doctrifias enciclopédicas, y el funesto indiferentismo religioso que se ha apoderado del

— 221 — corazón do una gran parte de los franceses, con otros ma­

les mas funestos todavía que nos abstenemos de referir, flo­

recerá sin embargo aignn dia la religión de san^ Luis en el

reino, donde tantos triunfos y tantos infortunios lia repor­

tado en el trascurso de diez y ocho siglos. = yl. P.

N O T A . En el siguiente número se insertarán los documen­

tos de que se hace mención en esta R E S E Ñ A .

DOCLME^TOS OFICIALlíS.

K E A L Ó l i ü E N I ' A I I A Q U E S E P A G U E U N T E R C I O P A l i A CELEmSAR-

S E C O N D E C O R O L A S F U N C I O N E S D E S E M A N A S A N T A .

Ministerio do Hacienda. — Excmo. Sr. : El señor minis­tro de Gracia y Justicia me dice con fecha de ayer lo siguien­te : — « Excmo. S r . : Varios diocesanos y cabildos eclesiásti­cos han elevado exposiciones á la reina manifestando la ne­cesidad de que se les faciliten algunos recursos para cubrir los gastos que lleva consigo el aparato religioso de las fun­ciones que se celebran en la Semana Santa : y S. M. identi­ficada con los sentimientos de piedad de los referidos dioce­sanos y cabildos, deseosa de que aquellos ritos vayan acom­pañados de la solenmidad y pompa que conviene en una na­ción católica, y teniendo en cuenta los antecedentes que so­bre el particular existen en el ministerio de mi cargo, se ha servido prevenirme diga á V. E . , como lo ejecuto de real orden, que comunique las correspondientes al director del tesoro público y á los intendentes de las provincias, á fin de que se entregue á cada iglesia el importe de un tercio del presupuesto del culto, y asimismo á los prelados de las dió­cesis la suma necesaria para la consagración de los óleos, y

¿22 —

su distribución por los arciprestes y comisionados entre los pueblos de su respectivo distrito. Dios guarde á V. E . mu­chos años. ¡Madrid 23 de febrero de 1844. — Luis Mayans. — Sr. ministro de Hacienda.

OTUA MANDANDO QUE KO SE BNVJIEN LAS NÓMINAS Á MADRID.

Al señor ministro de Hacienda dice con esta fecha el se­ñor ministro de Gracia y Justicia lo s iguiente:—« Excelen­tísimo Sr . : Enterada la reina de las dificultades que se han suscitado al ejecutar la ley de dotación del culto y clero, na­cidas entre otras causas de los constantes apuros (pie basta ahora ha padecido el tesoro, de la misma índole de la ley y de las circunstancias políticas en que esta ha sido planteada ; y perseverando S. M. en su solícito deseo de aliviar cuanto sea posible la triste situación de la Iglesia, mejorando bajo todos sus aspectos el sistema existente, entre-tanto que de acuerdo con las Cortes adopta el gobierno las providencias cardinales y definitivas que han de asegurar el efectivo, com­petente y decoroso cumplimiento de una de las primeras y mas sagradas obligaciones del Estado, ha tenido á bien S. M. resolver que el método establecido por la instrucción de 31 de agosto de 1841 y por reales órdenes posteriores para el pago de las asignaciones del clero catedral, colegial, abacial y prioral, se modifique al tenor de las reglas siguientes:

1." Las nóminas del personal de las iglesias catedrales, colegiales, abaciales y priorales, cuya remisión se prescribió por el art. 15 de la instrucción mencionada, dejarán de re­mitirse á este ministerio desde el primer tercio del presente año inclusive.

2." Los presidentes de los cabildos remitirán desde la ci­tada época cada tercio de año relaciones del personal de los respectivos cleros á los intendentes de las provincias en cuyo territorio se hallan sitas las iglesias. Con vista de estas reía-' ciones los intendentes formarán las nóminas autorizadas é

intervenidas como hasta aquí, y dispondrán y harán ofecti-

- 223 -

C I R C U L A R P I D I K N D O N I E V A S R E L A C I O N E S A S Í D E L P E R S O N A L

D E L C L E R O C O . M O D E L O S G A S T O S D E L C U L T O .

-Ministerio de Gracia y Justicia. — Excmo. S r . : La sub­sistencia del culto religioso y de los ministros que á él se consagran ha sido mirada en todos tiempos como una de las atenciones públicas mas dignas de preferencia y que las na­ciones civilizadas han procurado llenar de una manera ho­nesta y decorosa. Por muchos siglos la España ha llevado

vos los pagos, previa orden de esle ministerio, que se les

comunicará por conducto del de Hacienda.

3."* Los cabildos formarán las relaciones mencionadas

con estricta sujeción al método observado para las nominas

que hasta ahora han remitido á este ministerio, y atenién­

dose á la legislación vigente, reales órdenes y providencias

generales y particulares del mi smo , y á las rectificaciones

por él adoptadas respecto de cada iglesia y de sus titulares y

adscriptos. 4.* Entendiéndose la innovación que por la presente real

orden se establece sin perjuicio de la inspección y demás fa­cultades que respecto del presupuesto, dotación, residencia y sostenimiento del clero incumben á este ministerio, por el mismo continuarán resolviéndose todas las pretensiones y reclamaciones concernientes á aquellos objetos, y las dudas y dificultades que sobre pago de asignaciones puedan ofre­cerse á los intendentes.

De real orden lo digo á V. E . para su conocimiento y efectos consiguientes. Dios guarde á V. E . muchos años. Madrid 30 de enero de 1844. — L u i s Mayans. — S r . minis­tro de Hacienda. » — Lo que de real orden, trasmitida por el expresado Sr. ministro, traslado á V . S. para los efectos consiguientes. Dios guarde á V. S. muchos años. Madrid 30 enero de 1844. — El subsecretario, Manuel Ortiz de Ziíñi-g a . — S r

— 224 — mas allá que otros pueblos la observancia de este principio, y al cambiar sn forma de gobierno en la época presente, de­jó consignada en su código fundamental la obligación contraí­da por la nación de contribuir al sostenimiento del culto ca­tólico. El clero sin embargo, formando una parte muy prin­cipal de la monarquía, ha sentido á su vez las vicisitudes y sacudidas que el todo de la monarquía ha experimentado, y abolidos ó trasformados los bienes y productos con que an­tes contaba, su subsistencia ha venido casi á cifrarse sobre • los rendimientos del erario. Si hubiera por tanto sido conve­niente en tiempos mas remotos conocer el cúmulo de gastos que exige la conservación del culto y de sus sacerdotes, en el día hay una necesidad de fijarlos, para que se procure re­clamar de las Cortes las cantidades con que se ha de hacer frente á tan sagradas obligaciones.

Desde luego la aglomeración de datos para extender un presupuesto de esta naturaleza no es un plan que se ensava por primera v e z , por cuanto se han hecho ya al intento cos­tosos sacrificios personales y pecuniarios; pero también es cierto que ninguno de los proyectos anteriores puede servir de guia al gobierno actual, ó porque los acontecimientos polí­ticos han alterado las bases de que entonces se partió, ó por­que los proyectos se han formulado con demasiada premu­ra y vaguedad. Una rápida ojeada de los trabajos existentes sobre el particular pone de manifiesto su insuficiencia, y cuan indispensable es dar unidad á los materiales adquiridos y formar cálculos nuevos, para evitar en la administración-" los conflictos que ahora la abruman y comprometen. En una memoria presentada á las Cortes en 30 de mayo de 1837 se reguló la cantidad de 133 millones como suficiente para atender á la dolacion del culto y clero y en otra de 21 de febrero de 1838 se hizo subir el presupuesto á la suma de 380 millones. La ley provisional de 21 de julio, del mismo año de 838 se limitó á fijar bajo equitativas bases las asig­naciones del personal, y estableció ciertas reglas genera­les para determinar los gastos del culto, quedando encar-

— 225 — gaiia su aplicación á los intendentes de las provincias y á las juntas diocesanas con la inmediata inspección de la su|)e-rior de esta corte; pero siendo desconocido el producto que podrían dar los acerbos decimales y las rentas de los bienes del clero con que se contaba todavía para cubrir las asigna­ciones y gastos, y siendo también poco conocido el presu­puesto de estas mismas obligaciones al tiempo de formarse la ley, se adoptó especialmente con respecto al clero parro­quial el término medio, y la escala de mínimo y máximo que aparece en su capítulo 4.°, dando ocasión á infinidad de dudas y reclamaciones mas ó menos fundadas, que aun no se ban podido acallar.

Tomando por pauta la ley de 21 de julio, el ministerio de Hacienda ideó en 1839 para la subrogación del diezmo y primicia un reparto de 212.696,833 rs. que somptió en 13 de setiembre á la aprobación nacional; y por último en 13 de junio de 1841 la contaduría general de la junta superiorde dotación fijó el presupuesto del culto y clero en 180.886,617 reales. Depurado este cálculo sobre la base del mínimo que­dó reducido á 139.802,547 rs . , y á pesar de que el gobier­no lo rebajó en su proyecto á 138.932,017 rs., tan solo se vo­tó definitivamente como exigíble la cantidad de 75 .466 ,412 reales, partiendo al efecto de supuestos, cuya inexactitud ba venido á demostrar la experiencia.

No tardó en hacerse sentir que las sumas prefijadas por la ley de 14 de agosto de 1841 para atender á los gastos del

• culto y clero guardaban poca armonía con sus disposiciones, relativas al abono de las cuotas, y estrechado el gobierno prescindió hasta cierto punto del contexto literal del art. 4 .° , y expidió la circular de 20 de abril de 18-42. Por ella se man­daba que á ningún párroco se abonase mas cantidad que la de 3 ,300 rs . , y á los tenientes, coadyutores y beneficiados la de 2,200, y aun este máximum no comprendió á los que habian percibido menos en el quinquenio designado por el mismo art. 4." Tal resolución produjo un clamor que se de­jó oir en la prensa de todos los colores, y penetrando hasta

l o TOMO V.

— 226 -

el senado, obligó al gobierno á romunicar en 9 de julio una nueva orden para suspender los efectos de la de 20 de abril; pero como por mas justas que las reclamaciones pareciesen era imposible satisfacerlas con los recursos acordados, hubo que ceder á las observaciones de los jefes principales de la Hacienda y dar fuerza á lo mandado con anterioridad. Desde entonces quedaron bajo un nivel los hombres que habian en­canecido administrando el pasto espiritual á sus feligreses con los que pisaban el umbral de la carrera, y se pesaron en una misma balanza las necesidades de la vida del párroco que habita en una aldea y del que sirve en una populosa ca­pital.

Gran parte de estos conflictos procede de no haberse he­cho conocer en detalle y con irrecusables demostraciones el importe d(¡ los haberes personales del c lero, y de los gastos que el culto origina según su estado actual; y tiempo es ya de que se ponga coto á los cálculos hipotéticos y vagos. Pene­trado de la necesidad de que así se realice la he puesto á la consideración de la reina, indicando asimismo el cúmulo de dalos reunidos en esa junta superior, y los conocimientos es­peciales que V. E . y los vocales que la componen han debi­do adquirir con su larga y constante meditación sobre la ma­teria, y en su consecuencia ha tenido á bien mandar S. M. que la junta se encargue de tan importante trabajo, que de­berá llevar á cabo sin levantar mano y á la mayor brevedad posible, observándose para ello las disposiciones que á con­tinuación se expresan, y haciéndose las oportunas comuni- • caciones á las secretarías del despacho de Hacienda y Gober­nación, á lin de que las diputaciones provinciales, la direc­ción del tesoro y las demás oficinas faciliten los antecedentes que se estimase conveniente reclamar.

1.° Los M. RR. arzobispos y gobernadores eclesiásticos de las diócesis, sede vacante, formarán y remitirán á esa junta superior las relaciones de los haberes personales cor­respondientes á los individuos que componen el clero cate­dral, colegial, abacial y prioral de sus respectivas diócesis

— 227 —

ó (le los tcrrilorios oiiclavados cn las mismas, bien sean veré niillius bien pertenecientes á las cuatro órdenes militares, to­mando por pauta las últimas nóminas aprobadas en esta se­cretaría de mi cargo, y ciñiéndose á las declaraciones hechas hasta el dia ó que se hicieren en lo sucesivo, y especificando el pueblo y la provincia civil en que están situadas las cate­drales, colegiatas, abadías y prioratos.

2." Remitirán también relaciones exactas de las asigna­ciones de los párrocos, segiin su respectiva categoría, y de las correspondientes á los ecónomos, coadyutores y benefi­ciados con sujeción á lo dispuesto en el artículo 30 y siguien­tes de la ley de 21 de julio de 1838 , sin que tales dotaciones puedan exceder del máximo establecido para cada clase en la misma ley. Estas relaciones se ajustarán al modelo seña­lado con el número 1."

3." Igualmente remitirán relaciones separadas que COUÍ-

prendan los gastos interiores de las catedrales, colegiatas, abadías y prioratos, los de la administración diocesana, tri­bunales eclesiásticos y reparación de los palacios episcopales, sujetando sus resultados á las cantidades consignadas para dichos objetos por esta secretaría del despacho, ó cn su de­fecto por las respectivas juntas diocesanas.

4." Las de los gastos interiores del culto parroquial, ex­presando la graduación que se hubiese hecho para cada igle­sia de acuerdo con los curas párrocos y ayuntamientos, y aprobado por la diputación provincial; distinguiendo la par­te que las fábricas hubiesen percibido por derechos funera­les , los de estola y pié de altar y ofrendas, y la cantidad lí-, quida que resulte haberse repartido por los ayuntamientos para esle objeto, conforme al modelo número 2."

5>." En estas relaciones no se comprenderán los gastos de dotación ó conservación de los seminarios conciliares, sal­vo en el caso de que sus presupuestos hubiesen merecido la aprobación de S. M.

6.° A medida que se vayan reuniendo en la junta todos estos datos, procederá á confrontarlos con los que en la mis-

1 5 *

— 228 — ma existen, y á formar ei presupuesto de gastos del culto y de sus ministros correspondiente á cada provincia civil , te­niendo cuidado de observar la proporción en que se bailan tales gastos con el repartimiento hecho en virtud de la ley de 14 de agosto de 1 8 4 1 , y en seguida formará el presu­puesto general que ha de cubrirse con los recursos que las (fortes votaren.

7." Por últ imo, la junta , advertida ya por la experien­cia de las dificultades que se hayan tocado hasta ahora en los métodos ensayados para llenar tan importante objeto, ha­rá , al elevar el presupuesto general, las observaciones que gradúe conducentes, á fin de que utilizándolas el gobierno coadyuve por todos los medios que están en el circulo de sus facultades á mantener el prestigio del culto, y mejorar la suerte de los ministros del santuario.

De real orden lo digo á V . E. para su cumplimiento. Dios guarde á V. E . muchos años. .Madrid 12 de junio de 1844. — Mayans. — Sr. presidente de la junta superior de dotación de culto y clero.

CIRCULAR ACTIVANDO LA VENTA DE LOS BIENES DEL CLERO.

Ministerio de Hacienda. — Conocidas y públicas son las intenciones que guiaron á las Cortes y al gobierno para de­clarar bienes nacionales todas las propiedades del clero regu­lar y secular, poniéndolas en venta. La amortización de la deuda pública, y dar vida á una riqueza muerta, fiíe el pen­samiento de aquellos dos poderes del estado.

Grande impulso se ha dado á las ventas: crecidas sumas se han amortizado: una masa considerable de fincas ha ve­nido á desarrollar la riqueza de millares de familias, fomen­tando la agricultura, la industria y la circulación; y estos nuevos intereses creados se aunan para fortalecer al trono y las instituciones.

El gobierno no está todavía satisfecho : quiere que se dis-Iribuya esa propiedad que aun resta: que "sea beneficiosa al

— 229 —

país: que desaparezca su administración por cuenta del es­tado, siempre dispendiosa, y muchas veces nociva; y (¡ue al propio tiempo salga de la circulación la parte de deuda que en pago deben dar los compradores para ser amortizada.

S. M. pues me manda prevenir á V. S. que por cuantos medios estén á su alcance active la venta de los bienes no enagenados, disponiendo que los intendentes y demás fun­cionarios públicos, en la parte que respectivamente les to­que , y venciendo cuantas dificultades se les presenten, coo­peren al logro de este importante objeto, que tanto debe contribuir á la prosperidad de la patria, y á consolidar la Constitución del Estado.

De orden de S. M. lo participo á V. S. para su inteligen­

cia y cumplimiento. Dios guarde á V. S. muchos años. Ma­

drid 8 de febrero de 184Í .—Garc ía Carrasco. — Sr. presi­

dente de la junta de venta de bienes nacionales.

R E A L ÓIIDEN M A J i D A l S I l O C O N S E R V A R L O S E D I F I C I O S N O T A B L E S

POR L O S R E C U E R D O S H I S T Ó R I C O S Ó P O R S U S B E L L E Z A S A R ­

T Í S T I C A S .

Ministerio de la Gobernación de la Península. — Entre los edificios (jue pertenecieron á las comunidades religiosas y otras corporaciones suprimidas, y que han pasado á domi­nio del Estado, existen algunos cuya belleza es la admira­ción de los inteligentes, ó que encierran ert su recinto mo-immentos que por mas de un título son dignos de respeto y conservación. Desgraciadamente la mano de la revolución y de la codicia lia pasado por muchos de ellos, y ha hecho desaparecer tesoros artísticos que eran la gloria de nuestra patria; y deseando la reina que se salven de una vez los res­tos preciosos que todavía quedan, se ha servido disponer que en el término de un mes pase V. S. á este ministerio de 'ni cargo una nota de todos los edificios, monumentos y ob-

— 230 — jetos artísticos, de cualtiiiier especie (]iie sean, que se liallen en este caso, y que bien por la belleza de su construcción, bien por su antigüedad, |)or su origen, el destino que lian tenido o los recuerdos históricos que ofrecen , merezcan ser conservados, á fin de que en su vista se adopten las medidas convenientes. S. M. espera que penetrándose V. S. de cuán­to interesa esta medida á la gloria nacional, no omitirá dili­gencia alguna para que estas noticias sean tan extensas y exactas como requiere su objeto, para lo cual se informará V. S. de los artistas y personas inteligentes que residan en esa provincia, y que puedan suministrar datos útiles ó dar su voto en la materia.

De real orden lo comunico á V. S. para su inteligencia y cumplimiento. Dios guarde á V . S. muchos años. Madrid 2

de abril de 1 8 i i . — Peñaflorida. — Sr. jefe político d e . . .

O T K A C R E A N D O L A S C O M I S I O N E S D E M O N U M E N T O S H I S T Ó R I C O S

Y A R T Í S T I C O S .

Ministerio de la Gobernación de la Península.— Por real orden de 2 de abril último se sirvió la reina (Q. D . G.) man­dar que los jefes políticos remitiesen á este ministerio de mi cargo una nota de todos los edificios, monumentos y objetos artísticos de cualquiera especie que fuesen que, procedentes de los extinguidos conventos, existan en sus respectivas pro­vincias, y que por la belleza de su construcción, por su an­tigüedad, el destino que han tenido ó los recuerdos históri­cos que ofrecen sean dignos de conservarse, á fin do adoptar las medidas oportunas para salvarlos de la destrucción (|ue les amenaza. Aunque no todos los jefes políticos han podido cumplir con este encargo por la dificultad do reunir las noti­cias pedidas, son bastantes ya los datos que se tienen para conocer la gran riqueza que en esta parte posee todavía la nación, y la necesidad urgente de adoptar providencias efi­caces que contengan la devastación y la pérdida de tan p r e - ,

— 231 —

ciosos objetos, procurando sacar de ellos todo el partido po­sible en beneficio de las artes y de la historia.

Por lo tanto S. M. , enterada de todo, y deseando que se proceda en tan importante punto con el conocimiento, mé­todo y regularidad que son de desear para que los resulta­dos correspondan al fin que se propone, se ha servido dictar las disposiciones siguientes:

Artículo 1." Habrá en cada provincia una comisión de inonximentos históricos y artísticos, compuesta de cinco perso­nas inteligentes y celosas por la conservación de nuestras an­tigüedades.

Art. 2.° Tres de estas personas serán nombradas por el jefe político; las otras dos por la diputación provincial, que podrá elegir una de su propio seno. La presidencia corres­ponde al jefe político, y en su defecto al vocal que esta au­toridad señale.

Art. 3." Será atribución de estas comisiones: 1.° Adquirir noticia de todos los edificios, monumentos

y antigüedades que existan en su respectiva provincia y que merezcan conservarse.

2." Reunir los libros, códices, documentos, cuadros, es­tatuas, medallas y demás objetos preciosos literarios y artís­ticos pertenecientes al Estado que estén diseminados en la provincia, reclamando los que hubieren sido sustraídos y puedan descubrirse.

3." Rehabilitar los panteones de reyes y personajes céle­bres ó de familias ilustres, ó trasladar sus reliquias á paraje donde estén con el decoro que les corresponde.

4.° Cuidar de los museos y bibliotecas provinciales, au­mentar estos establecimientos, ordenarlos y formar catálo­gos metódicos de los objetos que encierran.

5." Crear archivos con los manuscritos, códigos y docu­mentos que se puedan recoger, clasificarlos é inventariar­los.

G." Formar catálogos, descripciones y dibujos de los mo­numentos y antigüedades que no sean susceptibles de Irasla-

— 232 —

cion, ó que deban quedar donde existen, y también de las preciosidades artísticas que por hallarse en edificios que con­venga enagenar, ó que no puedan conservarse, merezcan ser trasmitidas en esta forma á la posteridad.

7." Proponer al gobierno cuanto crean conveniente á los fines de su instituto, y suministrarle las noticias que les pida.

Art. 4 .° Los gastos que ocasionen estas comisiones se sa­tisfarán por ahora de los fondos provinciales.

Art. 5." Cesarán todas las juntas que en el dia existan para la organización y conservación de museos y bibliotecas provinciales; mas para la composición de las nuevas comi­siones se contará en lo posible con los individuos de aquellas juntas, consultando el jefe político al gobierno cualquiera duda que pueda ofrecerse acerca de este particular.

Art. 6." Las comisiones no se entenderán con el gobier­n o , oficinas, corporaciones ó particulares sino por el con­ducto de su presidente el jefe político, que firmará todas las comunicaciones. Cuando estas se dirijan al gobierno, el jefe político añadirá su dictamen particular.

Art. 7." Las mismas comisiones no procederán á opera­ción alguna ni harán gastos , de cualquiera especie quesean, , sin expresa autorización del jefe político, quien consultará al gobierno siempre que el objeto lo merezca por su impor­tancia.

Art. 8.° Cada tres meses pasarán al ministerio de la Go­bernación de la Península un resumen de sus trabajos y de los resultados que hubieren conseguido.

Art. 9.° Habrá en Madrid una comisión central presidi­da por el ministro de la Gobernación, y compuesta de un vice-presidente y cuatro vocales, á lo menos , nombrados por S. M.

xVrt. 10. Serán atribuciones de esta comisión: 1." Dar impulso á los trabajos de las comisiones provin­

ciales y regularizarlos. 2 ." Proponer al gobierno cuanto crea conveniente para

— 233 —

osle lín y para el logro do los objetos comprendidos en el ar-lículo 3."

3.° Evacuar todos los informes que le pida el gobierno, y ejecutar cuantos trabajos le encargue correspondientes á los objetos de su instituto.

4." Redactar anualmente una memoria que se publicará, y en que dé cuenta del resultado que hubieren tenido sus trabajos.

Art. 11 . La comisión central no tendrá autoridad sobre las provinciales; pero podrá corresponder con ellas para ad­quirir las noticias que necesite. En todo lo demás se dirigirá siempre al gobierno.

Art. 12. En el nuevo presupuesto se propondrá á las Cortes un crédito proporcionado para los varios objetos de todas estas comisiones, y el gobierno suministrará á la co­misión central las obras y auxilios que le sean indispensables para el mejor desempeño de su cometido.

De real orden lo comunico á V. S. para su inteligencia y efectos correspondientes. Dios guarde á V. S. muchos años. Madrid 13 de junio de 1844 .—Pidal . — Sr. jefe político de

OTRA MANDANDO INSTUIJIR KXl'EDlESTl! SOBRE CIERTAS IN-

-MORALIDADES DE LAS OFICINAS DE BIENES NACIONALES DE

BADAJOZ.

Ministerio de Hacienda. — S. M. se ha enterado del ex­pediente instruido en esle ministerio sobre los excesos escan­dalosos que aparecen en la relación de gastos de impresión que produjeron las oficinas de bienes nacionales de Badajoz relativa á los meses de abril, mayo y junio de 1842 , y de la subasta de granos que las mismas oficinas celebraron en 13 de julio del mismo año; y queriendo S. M. que tales excesos, si resultaren, no queden impunes, y que un .castigo severo recaiga sobre los que intervinieron en estos actos, el cual sirva además de ejemplo y de saludable correctivo á los de-

— 2 3 1 —

más funcionarios encargados de la administración de la Ha­

cienda pública se ha servido mandar. 1." Que el intendente de Badajoz, en su calidad de juez

subdelegado de rentas, proceda inmediatamente á formar la correspondiente causa en averiguación de los hechos, sin contemplaeion de ninguna especie, sustanciándola por todos los trámites que prescriben las leyes é instrucciones, y fallán­dola según en justicia corresponda, cuidando de asegurar los intereses de la hacienda pública con el embargo de bienes y fianzas, si de las actuaciones resultasen méritos para ello, y dando cuenta cada l o dias á esa administración general de los adelantos que hagan en tan interesante asunto, para cu­ya prosecución se le remitirán íntegros todos los anteceden­tes que obren en ella y en este ministerio.

2 .° Que con el fin de alejar en lo sucesivo todo motivo de amaños y connivencias en las provincias se haga V. S. remitir todos los correos nota de los precios corrientes délos granos, y disponga que las subastas se hagan con separación de especies y en tiempos oportunos, con lo demás que le su­giera su ce lo , pues S. M. confia en q u e , severo y vigilante con la conducta que observen sus subordinados en el desem­peño de sus respectivos deberes, pondrá V. S. eficaz reme­dio á toda demasía por pequeña que parezca, sin indulgen­cia alguna, de manera que si fuere posible sea tan pronta la corrección como la falta.

De real orden lo digo á V. S. para los efectos correspon­

dientes, incluyéndole adjuntos los antecedentes que sobre

los excesos de que se trata obran en este ministerio.

Dios guarde á V. S. mucho años. ^Madrid 1.° de mayo de

1844. — S a n t a Olalla. — S r . administrador general de bie­

nes nacionales.

C m C ü L A R Á LÜS D I O C E S A N O S P A R A Q U E D E N V A R I O S I N F O R -

. V I E S A C E R C A D E L O S S E M I N A R I O S C O N C I L I A R E S .

Ministerio de Gracia y Justicia. — Deseando la reina núes-

— 235 —

Ira señora que ai adoptarse dentro del círculo de las atribu­ciones de su gobierno las mejoras y reformas reclamadas por la triste situación de los seminarios conciliares conforme á las leyes y á los sagrados cánones, y á la naturaleza, objeto y constituciones de estos institutos, se hayan reunido y uti­lizado todas las noticias y datos necesarios para que este mi­nisterio proceda con madurez y acierto en tan importante materia, se ha servido S. M. resolver que á la mayor bre­vedad, y con toda la especificación que le sea posible, infor­me V. S. acerca de cada uno de los puntos siguientes:

1." Sobre el número do seminarios conciliares ([ue exis­tan en esa diócesis, y en el caso de haber mas de uno, so­bre la conveniencia de la supresión de los que no se eslimen precisos. «

2.° No existiendo ningún seminario concihar en esa dió­cesis, si convendrá establecer alguno; en qué población; si hay algún otro establecimiento análogo que pueda sin grave dificultad y con utilidad notoria aplicarse á tan importante objeto, y cuál es el instituto especial del establecimiento que hubiere de esta clase.

3 ." Sobre la naturaleza, origen é importe de las rentas de cada uno de los seminarios que existen, con expresión de las que procedan ó hayan procedido de diezmos, pensiones sobre mitras, censos y fincas rústicas ó urbanas.

4." Sobre la cantidad á (jue deba ascender anualmente la dotación de cada seminario, expresándose por menor el modo y forma de su aplicación y distribución.

3." Acercado la capacidad, utilidad, solidez y estado actual de los edificios que sirvan ó hayan servido para semi­narlos , expresando los que continúen destinados á esle ob­jeto, así como los que se hayan aplicado á otros, y en esta bipótosi á virtud de qué orden, en qué época y por qué causa.

6." Acerca dol estado de las bibliotecas, enseres y de­más objetos dol uso científico, religioso y doméslico de los referidos institutos.

— 230 — 7." Acerca de la índole, estado y método de la enseñan­

za que en ellos se dé , con expresión de los oficios de direc­ción y de instrucción, de las dotaciones que gocen las perso­nas que los ejerzan, y de los libros de asignatura correspon­dientes á cada curso.

8.° Sobre el número de seminaristas internos y de alum­nos externos que haya en cada uno de estos institutos en el presente año escolástico, y que haya habido en los cuatro años anteriores, con las observaciones que V. S. estime oportunas en orden al aprovechamiento de los estudiantes de ambas clases, así en lo moral como en lo literario, y á su aumento y diminución en los respectivos períodos.

9.° Sobre los inconvenientes o ventajas de permitir el in-gresv y enseñanza de alumnos externos en los referidos ins­titutos , así bajo el aspecto literario y disciplinal, como bajo el económico; é igualmente acerca de los inconvenientes y ventajas de habilitar é incorporar en las universidades los cursos de filosofía ganados en los seminarios, con aplicación á carreras distintas de la eclesiástica.

10. Y últimamente, acerca de la utilidad que podria producir la adopción por parte de los diocesanos de un plan de estudios rigurosamente uniforme que prescribiese el go­bierno para todos los seminarios del reino.

S. M. se promete, que esmerándose V. S. en responder debidamente á su augusta confianza, al evacuar el importan­te informe que de su real orden se le pide, desempeñará V. S. este encargo con la imparcialidad, profundidad y ex­tensión que requiere, y dará en ello una nueva muestra, así de su ilustración, como de su celo por el bien de la Igle­sia y del Estado.

De real orden, comunicada por el señor ministro de Gra­cia y Justicia lo digo á V. S. para su cumplimiento. Dios guarde á V. S. muchos años. Madrid 9 do marzo de 1844. — El subsecretario, Manuel Ortiz de Zúñiga.

— 237 —

HISTORIA

DE LAS MISIONES.

MISIONES DE LA CHINA

Y D E L TONG-KING. #

( Continuación de la pág. id2.J

Aquí toflo respira valor, constancia y victorias, pues no se (la un paso en este recinto sin hallar hechos esclarecidos. En la primera capitanía se halla Onog-Thien ( 1 ) que no ne­cesita mas que contemplar sus gloriosas cicatrices para pen­sar en la recompensa que le espera, y ocupa el mismo pa­raje en que Mr. de la Motte rindió su alma al Criador, des­pués de haber tan generosamente peleado por su causa. En la segunda, donde se encuentra Ong-Quon, todo recuerda aun la fe viva, la inalterable constancia de los tres confeso­res Phe, Xa-Dugcn y Lxtat, que salieron de aquí para lle­var al calabozo de Cam-Duong el olor suave de sus virtudes, ínterin esperan que la cuchilla de la persecución termine su martirio. En la tercera, el anciano Ticu descansa en la tris­te cama en que estaba echado el ilustre Fay-Uoa cuando 'os verdugos fueron á buscarle para conducirlo al suplicio. Ya ve V. S. I. que aquí todo dice: ((¡Ánimo! ¡ánimo! un

( 1 ) E s t e n o m b r e y l o s s i g u i e n t e s son d e v a t i o s c r i s t i a n o s e n c a r -

« • ( • l a d o í , (i q u e f u e r o n y a c o n l e n n d o i á n i u c i t e [lor l a f e .

— 238 — «momento mas do esperanza, y pasaréis á renniros con <f vuestros gloriosos antecesores.»

Bajo el reino de .Minli-Monli ios sacerdotes estaban pre­sos en la cárcel oscura, y actualmente nos hallamos lodos en la de delante. Los señores Charrier y Duelos están en la ])rimera capitanía, Mr. Berneux en la segunda, y Mr. Ga­ly y yo en la tercera. Ahora que nuestros enemigos nos ven mas de cerca conocen que no somos antropófagos, como les habian hecho creer, y han tomado la resolución de tratarnos con mas dulzura. Estamos acompañados por mandarines de todas graduaciones, desde el último Cai hasta el Tong-Doc, especie de teniente general.

Nuestra situación se ha mejorado considerablemente de algimos meses á esta parte. A los insultos y vejaciones de los militares han sucedido las atenciones y la libertad, en cuanto es compatible con nuestra calidad de presos, de tal manera, que pasamos de una capitanía á otra cuando que­remos. Esforzando la memoria hemos logrado componer un oficio de la Virgen que rezamos libremente, ya sea en me­dio del patio, ya sea en nuestros respectivos puestos. Lee­mos y releemos el Evangelio y las epístolas de san Pablo, y hasta escribimos en presencia de nuestros jefes , quienes le­jos de prohibírnoslo, contemplan con admiración los carac­teres que trazamos, y alaban sobremanera nuestra ciencia y habilidad.

Guando el dia está á punto de acabarse y el calor ha per­dido parte de su intensidad, nos paseamos los Cinco por el patio, tanto tiempo como nos lo permite la incomodidad de nuestras cadenas. Luego que ha anochecido vamos al apo­sento de Mr. Berneux, cuyo pabellón suele ser nuestro pun­to de reunión, ó bien quedamos juntos hasta las nueve. Allí liablamos de mártires y confesores, de temores y esperan­zas, de los misioneros cogidos ó por coger; y como V. S. L ocupa un buen lugar en nuestros corazones, el nombre del señor obispo de Metelopolis se halla frecuentemente en nues­tros labios.

— 239 —

Luego que se dispara el cañonazo en ia Thah-Noi nos re­tiramos á nuestras respectivas capitanías, bien que si que­remos seguir tomando el fresco nadie nos lo impide, suce­diendo algunas veces que salimos al patio en medio de la noche, sin mas que dar parte al soldado de guardia, mien­tras que los demás presos tienen que recogerse al anoche­cer, no pudiendo ya salir hasta el amanecer.

Este alivio para nosotros seria muy significativo y de muy buen agüero para la misión si dimanase de la autoridad; pe­ro lo debemos solamente á nuestros carceleros. Como han oido decir repetidas veces qiie el rey no quería enviarnos al suplicio, y sabiendo además que no nos atemoriza la muer­te , deducen de aquí que somos incapaces de buscar los me­dios para escaparnos, eosa que no seria difícil si no prefirié­semos alcanzar la palma del martirio.

Hasta aquí he hablado de nuestra morada y de las perso­nas que viven en ella, y solo me falta añadir una palabra acerca de nuestros guardianes, para que V. S. L tenga una idea completa de nuestra Tran-PIm. Sepa V. S. 1. que su majestad nos colma de honores, pues la guardia real es tam­bién la nuestra, y los mas escogidos guerreros anamitas nos sirven de carceleros. También participa de este distintivo un rebaño de carneros que Thkn-Tri mandó comprar en Batavia, porque siendo demasiado humildes para vivir en palacio, fueron destinados á la cárcel desde su llegada. Co­mo extranjeros é inocentes ¿qué otra cosa podian esperar? Al instante fue preciso construir un corral en un rincón de nuestro gran patio, á costa de la noble milicia que se con­sidera suficientemente compensada con el honor de alojar y llevar á pacer un ganado que está destinado á satisfacer el diente de su majestad cochinchina. Por lo tanto es preciso que nuestros guerreros dejen á un lado el sable y la lanza, y cojan el cayado para ir á llenar el humilde oficio de pas­tor. Si por casualidad muere algún corderillo, toda la guar­dia se conmueve, y entonces es necesario justificar por me­dio de una sumaria instruida en debida forma ijue el joven

— 2 4 0 —

difunto murió du muerte natura!, sin cuya diligencia la ca­serna incurriría en la gravo sospoclia de liaber tratado do escasear los víveres al rey.

Según esto, no es difícil ontondor (juo la ley anamita no prohibe el acumular empleos, pues vemos á unos hombres que á la vez son guarda-ladrones, guardias del reg y guarda-carneros. Pero aun no sabe V. S. I. cuál es la mas impor­tante de sus funciones y que mas les envanece: es la de verdugo. Así e s : en Cochinchina la noble profesión de las armas está envilecida hasta el punto de convertir el soldado en ejecutor de sentencias. El mismo hombre que cuelga hoy un asesino en la horca, irá mañana impreg­nado de aquella sangre impura á formar parte del acom­pañamiento real; pero ¿qué digo? antes bien la comitiva se compono do verdugos, puesto quo el ejercicio mas acos­tumbrado de cada dia es ol dar tormento á los reos. D e s - ' de que estamos aquí aun no hemos visto al soldado ejer­cerse en el manejo del arma. Entre ellos hay algunos que tienen mas de veinte años de servicio y que no han visto todavía un sable desenvainado, á no ser para cortar algu­na cabeza.

El único ejercicio á que se aplica el soldado es ol siguien­t e : Por la tarde, poco antes de ponerse el sol, se coloca en medio del patio, dolante de cada capitán, una estera do pa­ja cubierta con un pedazo de pleita que representa en lo po­sible una figura Iiumana. Luego se acercan los soldados con una vara en la mano , oyen con atención la voz de mando del soldado mas antiguo de la caserna, y descargan lenta­mente sobre aquel bulto hasta romperlo. Los quo pegan son considerados como los mas valientes, cuando los golpes que dan coinciden en un mismo punto y abren un surco profun­d o , porque entonces ya saben torturar; al otro dia van al tribunal á repetir sobre el cuerpo, acaso inocente, de algún desgraciado, la ignoble y horrible lección que aprendieron el dia antes. Luego que el soldado sabe esta maniobra ya no necesita saber mas.

— '241 — Cuando viene un propio del fio (1) pidiendo un soldado

á la caserna, como sucede cada dia, coge al instante una vara, y echándose al hombro una cuerda, un mazo y unas estacas forradas de hierro, se va al tribunal. Luego que lle­ga coloca sus estacas, ata la víctima de pies y manos, y la su­jeta á ellas por ambos extremos: á la primera señal del man­darín abre á pocos golpes un ancho surco en las carnes del paciente, cuyos gritos de dolor no le causan la menor im­presión , y si el roo os sentenciado á muerte, este mismo soldado es quien le corta la cabeza; mas s¡ la sentencia man­da que lo descuarticen, también es el soldado, que como hemos visto, es á un tiempo guarda real, carcelero y pas­tor, ol quo reduce á pedazos aíjiiel cuerpo palpitante; y después de tan horrible operación se vuelve á la caserna muy alegre, cubierto de sangre, sin conocer el oficio igno­minioso que acaba de ejercer.

Tengo presente haber leido no sé en que parte que los anamitas son buenos soldados; pero lo dudo mucho, porque cuando uno considera el régimen al cual están sometidos, creo firmemente que un ejército de cocbincbiiios no puede ser mas qne una manada de esclavos. Ellos no ven ni hacen cosa alguna de cuanto pueda realzar la moral del hombre y sea capaz de ennoblecer sus sentimientos. Siempre golpean­do ó golpeados, no conocen otras inspiraciones que las del palo; el temor es el solo móvil que los hace obrar, y no se consideran superiores sino cuando armados con la vara en la mano hacen temblar al débil en su presencia. El preso es siempre castigado por el simple soldado, quien á su turno es baqueteado por el cabo por la mas leve falta; el cabo es apaleado por el sargento; este por orden del capitán; el ca­pitán es enrodado por el coronel; ol coronel es multado por el fío, y el Bó tiene que humillarse profundamente á fin de

( 1 ) L a p a l a l > i a Bó es u n t e r m i n o g c n é i i c o q u e d e s i g n a el j e f e de

u n m i n i s i e r i o ó d e u n t r i b u n a l s u p r e m o .

1() TOMO Y.

lio excitar la cólera del tirano de la Thanli-Noi, quien no se muestra á los grandes y pequeños sino con los rayos en la mano , cual otro Júpiter fulminador.

¡ Pobre pueblo anamita ! ¡ cuándo llegará el dia en que tus opresores, instruidos en la escuela de aquel que no acaba de romper la caña medio quebrada, considerarán á sus su­bordinados como á sus iguales, y procurarán reinar en los corazones por el amor mas bien que por el miedo! En don­de quiera que el Evíuigelio de Jesucristo haya echado raíces la dignidad del hombre ha sido reconocida; así el pobre co­mo el débil siempre han sido tratados con un respeto reli­gioso. Pero ¡ desgraciados los estados que desconocen esta luz benéfica! no necesitan que Dios los castigue, puesto que ellos mismos se castigan.

Soy de V. S. I. etc.

MicnE, encarcelado.

Curta del mismi) misionero á su hermano.

C á l c e l e s de Hué 2 de i i o v l e m b i e d e 1 8 4 2 .

Querido hermano: Tiempo hace que ya me tendrás por muerto, pero esta carta te hará ver que aun existo. Nues­tro asunto lejos de estar concluido parece que se halla en disposición de volver á comenzar. Desde el 2 de junio hasta el 2 2 de octubre nada se trató de nosotros en el gran tribu­nal de los suplicios; mas no era porque nuestros persegui­dores nos tuviesen olvidados, pues en todo este intervalo no cesaron de trabajar ocultamente escribiendo cartas y mas cartas á sus colegas de Phu-yen para hacer nuevas prisiones y dar otra forma á la causa. Viendo que sus criminales de­seos no habian tenido efecto, hicieron venir tres neófitos comprometidos á la capital, á fin de confrontar sus decla­raciones con las nuestras, y vieron no sin pesar que no ha­bia discrepancia. De estos tres cristianos presos con nosotros

• — 243 — dos habian lonido ia desgracia do apostatar en medio de los tormentos; pero trasladados á la capital, no vacilaron un momento en retractarse confesando á Jesucristo con gene­rosa intrepidez. Los mandarines enfurecidos de vor que es­tos dos humbres que habian cedido en la provincia despre­ciaban su cólera en las gradas del trono, les aplicaron nue­vos tormentos; pero inútilmente, puos tenian que haberlas con gente que estaba determinada á morir anios ipio reno­var un acto do'debilidad que les liabia hecho derramar lá­grimas amargas como las do san l'edro después de su nega­ción. Estos dos valientes neófitos aguantaron cada imo cua­renta palos sin dar si(jiiiora un suspiro. Cuando los trajeron otra vez á la cárcel apenas podian soslonorso. Todo nos in­dica que estos tres cristianos serán con ol tiempo fres glo­riosos mártires.

El 2 2 de octubre, á cosa de las seis de la mañana, fuimos conducidos al tribunal en ol que permanecinms hasta la nn-che, y no obstante, nuestro interrogatorio no dur<i mns que dos horas. Los mandarines nos habian dado por inlórprelo á un antiguo discípulo de Mr. Jacquard, jóvHsn incapaz de construir una frase on francés.

Después de haberme hecho alg\mas preguntas aceren do la lancha que mo habla conducido y ol paraje en que des­embarcamos, el juez principal insistió mucho para saber qué motivo habian tenido los fieles á quienes habíamos po­dido asilo, para ocidtar nuestro viaje y no delatarnos á los mandarines do Phu-yen. Contestóle quo como cristianos sa­ben que no es permitido entregar un inocente, y que no ig­noraban que nuestra intención era atravesar rápidamente su provincia para trasladarnos á las tierras del rey del Fue-So, donde los extranjeros tienen libre acceso y donde nues­tra religión nunca ha estado prohibida; así que su denuncia hubiera sido un crimen, mientras que con su silencio no hubieran contravenido á las leyes del reino. Esta contesta­ción no satisfizo á nuestros sabios magistrados porque era superior á sus alcances.

1() *

— 244 —

En seguida se presentó nuestro mapa, (|ue para estos clii-nos es como una verdadera máquina infernal, cuyos resor­tes no pueden adivinar. El presidente creyendo hallar en aquel inocente pliego de papel algún motivo para castigar­nos , nos lo hizo leer de arriha abajo. Para contentarle y ha-

, cerle ver que su ignorancia le hacia sobremanera desconfia­d o , le cité los nombres de algunas provincias y ciudades; mas viendo yo que persistía en su primera idea, y que era inaguantable tanta necedad, me separé del mapa , y á me­dida que el intérprete señalaba un pueblo con el dedo pre­guntándome qué quería decir aquello, le contestaba vuelta la cara al otro lado, con a l g u n a s palabras en francés ó en latín que no podian pronunciar absolutamente.

Lo que mas preocupaba á los mandarínes era el color amarillo con que se distinguían algunas comarcas. Mas de veinte veces me preguntaron qué significaba aquel color, y por mas que les dije que los colores en un mapa es cosa pu­ramente arbitraria, puesto que el autor muy bien hubiera podido usar el encarnado en vez del amarillo ó vice versa; aquellos pobres letrados nunca salieron de sus trece, dicién­dose unos á otros con tono misterioso: ¡ A h , no quiere de­cirlo ! Estoy cierto que se les liabia encasquetado que con el amarillo habíamos querido señalar los parajes en que hay minas de oro , para denunciarlas á los europeos.

Llegada la noche fue preciso cerrar la sesión, y termi­narla de una manera digna de iin tribunal de sangre, ante el cual hace diez años que no ha comparecido ningún cris­tiano sin (]ue eslos enemigos del Evangelio no hayan hecho los mayores esfuerzos para ultrajar el venerado signo de nuestra redención. Trajeron pues un crucifijo. A su vista me sentí hervir la sangre dentro de las venas. Mientras es­taba yo hablando el intérprete me estiraba por el vestido, y me decia temblando que no me expresara con tanta energía porque sino me pegarían. Levanté al contrarío la voz, y no me dieron ningún golpe.

En el mismo acto un soldado presentó el crucifijo á Mr. Du-

— 243 —

clüs para que lo pisara. Este amado compaiiero lo cogió v lo acercó á sus labios con respeto. ^Hendo el soldado que yo alargaba el brazo para hacer otro tanto, quiso apoderarse del santo Cristo; mas yo le cogí vigorosamente, y nos lo disputamos un instante, y habiéndoselo arrancado de las manos, lo besé diciendo á los jueces: « Mandarines, hé aquí como piso la cruz.»

Viendo los jueces que nada podian con nosotros, manda­ron á los guardas que nos llevaran á la cárcel; pero antes de salir pedí que se me permitiera decir una palabra, y ha­biéndomelo concedido, dije á los mandarines: « Nos habéis «cogido nuestro dinero y vendido nuestros efectos, ¿por «qué pues no habéis de mantenernos? ¿por ventura es per-« mitido que nos matéis de hambre antes que se haya pro-« nunciado contra nosotros tal sentencia? Si queréis ser jus-«tos , es preciso que ó bien nos devolváis lo que es nuestro, «ó (pie supláis á los recursos que nos habéis quitado.» Al oir esto el presidente dio esta incalificable respuesta: « ¡ N o «tenéis mas dinerol pues bien, comed tierra.» En efecto, á no ser por la ingeniosa caridad de ios cristianos que nos alivian con peligro de su vida, tiempo hace que comeríamos tierra y estaríamos muriendo de hambre; pues si bien he­mos recibido dos cuartos diarios para mantenernos durante los dos primeros meses de nuestro encarcelamiento en la ca­pital, hace mas de cuatro que no recibimos ni siquiera un maravedí.

Así es como concluyó esta escena. Desde entonces no he­mos vuelto á ser llamados; pero nos esperan nuevos comba­tes, y creo que tendremos que salir muchas veces á la pa­lestra. Creo que Dios no nos desamparará: nuestra causa es la suya, y nos dará fortaleza para aguantar. Hace mas de ocho meses que tenemos la garganta bajo la cuchilla. ¡Oh, cuánto tarda en descargar el golpe'.

Este año im sacerdote tunkiiio ha sido condenado á e n ­cierro perpetuo por no haber querido abjurar el Evange­lio. Otro sacerdote también del país, que se hallaba en igual

— 2 4 0 —

caáu, fuL' decapitado. La .sentencia pronunciada contra el primero inducía a creer que la política adoptada para con los cristianos habla cambiado; pero la muerte del segundo nos hizo conocer que aquí no reina mas que el capricho, y que nuestra última hora podrá llegar cuando menos se pien­se. Estoy cada vez mas contento de la posición en que el Se­ñor me ha colocado. Mi grueso collar de hierro, las ligas del misrno género y la pesada cadena que llevo al cuello no me incomodan tanto como al principio de mi cautividad; de modo (¡ue dentro de poco podré jugar al tejo engalanado con tan hermoso uniforme.

A pesar de la alegría que experimenta interiormente mi corazón, siento no haber podido llegar á la tierra de nues­tra proyectada misión. Ya habíamos atravesado los estados del rey del Agua, y entrábamos en los dominios del rey del Fuego, cuando una partida de soldados cocbiuchinos envia­dos en persecución nuestra nos alcanzaron, y nos ataron las manos á la espalda, conduciéndonos á la capital de la pro­vincia de Phu-gen, de donde habíamos salido. A medida que pasábamos por medio de estas tribus de salvajes caritativos, nuestro corazón latía de contento. .\1 cabo de una jornada l l egamos— Dios ha permitido que esta grande empresa se frustrase. ¡Alabado sea su santo nombre! Él sabrá en su misericordia proveer á la salvación de estas pobres almas que se hallan tan bien dispuestas á recibir el Evangelio.

\ Dios, ya no veo eii mi oscuro rincón. Tanto si vivo co­rno si muero, ya sabrás la resolución que el rey habrá to­mado acerca de nosotros. Darás noticias mías á mis herma­nos y hermanas. Ofrece mis respetos á todos los eclesiásti­cos del districo, y recomiéndame á las oraciones de nuestros amados feligreses que no olvido en medio de mis cadenas.

Todo tuyo en Jesucristo. M i c i i E , encarcelado.

— 247 —

Otra caria del mümo , al nmmu.

Cárceles .le i l u é d i c i e m b r e de 1 8 4 2 ,

Querido hermano : Su majestad coeiiinchina ha aprobado la sentencia de muerte pronunciada contra nosotros, ha­biendo encargado á los jueces que no la bagan ejecutar has­ta que tenga á bien expedirnos los pasaportes para el otro mundo. La sanción real se publicó el 3 de diciembre, y tu­vimos conocimiento de ella al dia siguiente, á pesar de las precauciones tomadas por los mandarines para ocultar á los reos la suerte que les aguarda.

No puedes figurarte la alegría que nos ha causado la de­cisión de! príncipe. Es preciso hacer la experiencia para co­nocerlo, i Qué será pues el dia del suplicio! ¡ qué será cuan­do venga el verdugo á llamarnos á la puerta y nos diga: Partid, el cielo os espera!

El 7 de diciembre nuestros carceleros recibieron la orden para trasladarnos á la cárcel grande. Los señores Charrier, Galy y Berneux ya habian llegado antes que nosotros, y nos considerábamos dichosos de reunimos con ellos; mas cuan­do llegamos tuvimos el disgusto de no poderlos abrazar, por­que los habian pasado á otro calabozo.

El que no haya visto mas que las cárceles de Europa di­fícilmente podrá formar una idea de las del Tong-King, y así voy á describirte nuestra nueva morada con alguna proliji­dad, para que puedas conocer cuál es nuestra posición (1).

Al extremo de la ciudad de Hué , capital del reino, é in­mediato á los baluartes del oeste, se descubre en medio de

( 1 } A u n q u e e s t a d e s c r i p c i ó n se h a l l a e n p a r t e c o m p r e n d i d a e p

u n a d e l a s c a n a s p r e c e d e n t e » , c o n l o d o , p a l a f | u e se s e p a n a l g u n a s

c o s a s n u e v a s q u e se r e l i c r e n e n e s i a , un l e i n - i u o s i c p a i o e u i i p r o d o -

c i r a l g i i n u s p o r u u n n i e s y . i c o n o c l d ü > .

— 2 4 8 —

un terreno pantanoso y despoblado un largo circuito de mu­rallas que forman un cuadro de unas cincuenta toesas, so­bre doce pies de elevación : estas murallas rodeadas de fosos llenos de agua tienen un espeso cercado de bambúes espino­sos que impiden la entrada. Allí es donde está situada la cár­cel, conocida en el país bajo el nombre de Bham-Dang, ver­dadero receptáculo de vicios y crímenes, en donde vienen á parar diariamente muertos de hambre y de sed y llenos de miseria lodos tos reos sentenciados por los tribunales del rei­no. Tal es la casa castillo en que estamos esperando el tér­mino de nuestro sacrificio. Un puentecillo de bambú echado sobre el foso conduce á la puerta, cuyo umbral no se pasa por lo regular segunda vez sino en un ataúd, ó acompaña­do de un verdugo para ir á la horca.

La mitad de la cerca está sembrada de arroz que se cul­tiva por cuenta del comandante de la prisión, y en la otra mitad hay cuatro grandes edificios, uno de los cuales está destinado para alojar á los guardianes, y los otros tres que sirven de reclusión. La una cárcel es para los grandes man­darines, la otra, que es donde nos hallamos, es para las au­toridades de segunda clase y gente mediana del pueblo, y la tercera para el populacho.

Estos edificios sin murallas ni paredes no son mas que unos grandes tinglados cubiertos de teja y sostenidos por una infinidad de pilares. Cada una de estas habitaciones es­tá dividida en dos compartimientos, el uno superior, el otro inferior; el primero levantado cuatro pies del suelo es un gran cuarto oscuro, ó por mejor decir una verdadera caja forrada de tablones en donde nunca penetra la luz; pues no tiene mas abertura que la puerta, y esta siempre queda cer­rada cuando hay presos en aquella tenebrosa madriguera. Durante el dia todos los detenidos habitan en el piso bajo, echados en el suelo, sin mas abrigo que algunos pedazos de estera que se procuran á su costa para resguardarse del viento. Cada preso tiene su habitación particular, de suerte que bajo un mismo techo hay á poca diferencia tantos boga-

— 249 —

fes como individuos. L\iego que llega la nociie, y dada fa señal acostumbrada , se sube al último piso: algunos solda­dos acompañan á él á los delincuentes, los meten en el ce­po y quitan la escalera luego que han bajado. Esta es la rú-hrica que se observa todos los dias. Por un favor especial 'leí capitán, los presos de la primera y segunda categoría no nvudan de habitación. Aunque no podemos tenernos de pié en nuestro gallinero, estamos sin comparación mejor que en la hornaza que está encima de nosotros. A tenor de es­tas indicaciones podrás formar una idea de nuestro palacio. Creo que aquí no puede vivir un europeo diez y ocho me­ses á no ser por milagro: estamos rodeados de pantanos, la tierra que pisamos resuda incesantemente, en tiempo de llu­via el agua penetra en nuestras cabanas y sube hasta nues­tras camas. Finalmente, amontonados como estamos los unos encima de los otros, rodeados de cincuenta hogares, y metidos siempre en el humo, estaremos luego que vengan los calores como en un horno ardiendo.

Solo me falta decir una palabra acerca del régimen al cual estamos sometidos. Nos pasan revista tres veces al dia; los soldados nos colocan en hilera de cinco en cinco, y nos cuentan escrupulosamente por temor de que no desaparezca alguno; pues en este caso el capitán y los centinelas están sujetos á la misma pena que el preso fugado: si este se ha­llaba condenado á muerte, los que le custodiaban tienen que morir en su lugar. Así, es justo que tomen precauciones se­veras para que nadie se escape.

Te aseguro que no fue poca humillación la nuestra cuan­do nos vimos la primera vez metidos entre ladrones y asesi­nos, y recibir codazos de los leprosos; pero los discípulos no son superiores al maestro, pues Jesucristo también estuvo confundido con los facinerosos, y un homicida fue preferido á él.

Aquí hasta se pone trabas á la necesidad. La naturaleza no puede operar sus funciones mas imperiosas sino dos ve­ces al dia, y para esto está señalado un momento: como en

— m — el recinto de las murallas no hay lugar común, los soldados conducen mañana y tarde todos los presos á un pantano in­mediato , y cada uno al volver trae su provisión de agua: nadie sino los enfermos está exceptuado de esta regla; y desgraciado del quo obligado por una invencible necesidad ' tenga que infringir esta ley tirana, porque si llega á saber­s e , sus pobres espaldas tienen que purgar el delito con una multitud de latigazos.

Durante el dia tenemos pocos vigilantes, pero por la no­che el número no baja algunas veces de ochenta ó ciento. Algunos de ellos se pasean en el interior, al resplandor de los hachones que nosotros mismos costeamos, y de cuando en cuando agitan una matraca de bambú para señalar las horas de la noche y hacer ver que están despiertos. Los que duermen fuera del recinto de las murallas son mucho mas numerosos: á cada instante dan fuertes gritos, y se contes­tan de lejos unos á otros en señal de vigilancia.

En las demás cárceles los presos tienen que mantenerse. Aunque disten cien leguas de sus familias, es necesario, á no ser que sean extranjeros, que un pariente los acompañe para que los alimente, ó bien lleven consigo con que poder atender á su manutención. Aquí al contrario todos los re­clusos reciben una ligera asignación del gobierno: la del sol­dado es á poca diferencia de una peseta al mes y tros escudi­llas de arroz; sus parientes suplen lo que les falta, y tienen (jue vestirlos. Todos los demás presos no reciben mas que veinte escudillas, sin dinero. El arroz que les dan es el des­perdicio de los almacenes, de tal manera, que la mayor parte lo venden con pérdida para comprar otro que sea de mejor calidad. ¿Qué resulta de esto? que la miseria y el hambre causa aquí horribles estragos. El preso necesita una olla y leña para cocer el arroz, una estera para echarse y ropa para vestirse, y como el rey no le da ninguna de estas cosas indispensables, el infeliz cautivo tiene que vender de antemano parle de su ración para adquirirlas, y al cabo de dos ó tres dia? tiene que perecer de hambre.

— ¿oí —

No put'do pintarte el cuadro lameiitalilc de la tercera cárcel: se halla separada de la nuestra por un pasadizo que tiene diez pié» de ancho. La primera vez que entré en ella vi un tropel de malhechores cargados de pesadas cadenas, echados en cueros en un suelo húmedo y abandonados co­mo animales, próximos á dar el último aliento. Los mas fuertes apenas podian tenerse de pié y exclamaban: ¡Dua! ¡dua! ¡Tengo hambre! ¡tengo hatnbre! Habla otros que ya no tenian ánimo siquiera para exponer sus necesidades, y fijando en mí sus ojos inanimados, expresaban su congoja con mas energía que con la palabra. En semejante posición no les queda otro recurso que mendigar, ó por mejor decir, morir, porque ¿á dónde pedirán limosna? Ellos no pueden salir, y sus compañeros de infortunio, que lo son también de sus padecimientos, infelicidad y desesperación, se hallan en el mismo caso. Ya ves que no es solamente con los cris­tianos que el príncipe perseguidor se manifiesta bárbaro y cruel. En el mes pasado murieron cerca de cuarenta presos en este triste aposento, y la mortandad sigue todavía....

Acaso me dirás, ¿pues qué , los grandes y ricos no visi­tan los calabozos? Nunca: solo un hombre enviado por el rey penetra en este antro, y cuando viene es para examinar si las argollas están bien remachadas. Este es el único obje­to de su misión. ¡Oh, qué entrañas tan duras tiene la bene­ficencia pagana! Hay todavía algunas personas compasivas que darán un puñado de arroz á un pobre que llame á la ])uerta de su casa; pero tanto como ir á encontrar al desdi­chado en su encierro para enjugarle las lágrimas y aplacar, le el hambre, esto solo es dado á la caridad cristiana: ella sola es'la ¡que puede adquirir esta gloria. Las pequeñas gran­dezas de estas comarcas infieles se considerarían humilladas si en su presencia compareciese un hombre cargado de ca­denas; para ellas seria una afrenta si una mano descarnada se acercase á la suya para recibir un ardite. Cuando me ha­llaba en la cárcel de Trun-phu habia un cambogiense recien­temente preso á (luien no daban ración. Los soldados moví-

— 232 — dos á lástima le permitieron limpiar las ollas y que se ali­mentara con la comida que suele quedar pegada en el fon­do; pero con la condición que habia de ayudarles á mondar el arroz durante el dia. Al fin un oficial hizo la resolución de subir'al tribunal y dar parte á los mandarines del estado de miseria en ipie se hallaba aquel infeliz. En recompensa le amenazaron darle de palos por haber aliviado la necesi­dad de un villano digno del mayor suplicio, y haberse intere­sado por su suerte. Yo mismo cuando reclamé algún auxilio para mí , el presidente me contestó: Si no tienes ya víveres ni dinero, come tierra. De aquí podrás inferir lo que puede dar de sí la generosidad pagana.

Ahora que has visto el reverso de la medalla es justo que te enseñe el lado opuesto. Aunque nuestra cárcel sea mal sana y muy incómoda, la prefiero no obstanle á todas las que he habitado hasta ahora. Nuestros carceleros no tenien­do por lo regular bajo su custodia mas que gente miserable que carece de todo recurso, no tratan de molestarlos para arrancarles dinero, porque ya saben que no tienen un cuar­to. Si nuestra habitación no es mas que un gallinero, á lo menos está mas libre y al abrigo de toda vejación. Tenemos la ventaja de estar con los confesores de la fe que nos han precedido y con los que vinieron después; rezamos juntos, comemos reunidos y nos regocijamos como hermanos; los cristianos de fuera vienen á vernos sin temor de ningún pe­ligro. Aun diré mas, hemos sido honrados por una visita infinitamente mas apreciable que la de todas las grandezas de la tierra. Sí , el mismo Jesucristo se ha dignado humillar su dignidad suprema hasta el e.xlremo de penetrar en nues­tros calabozos para alimentar con el pan de los fuertes á los que combaten por su causa. I..a víspera de tan precioso dia olmos las confesiones de nuestros compañeros de cautividad, y al otro dia al despuntar la aurora un sacerdote indígena á quien habíamos manifestado nuestros deseos, vino bajo el pretexto de ver algunos conocidos, á llenar nuestros votos. El recibir el cuerpo y sangre de Jesucristo siempre es una

— 233 —

dicha para las almas que poseeu la f e ; pero comulgar cuan­do uno se ha visto durante diez meses privado de acercarse al altar; comulgar con un collar de hierro y una pesada ranga que uno lleva por el mismo Jesucristo; comulgar en un calabozo bajo el peso de una sentencia de muerte; co­mulgar á la vista de los perseguidores sin su noticia y con­tra su voluntad, es una dicha que no puedo explicar. Si nuestra cautividad se alarga, creo que podremos aun reno­var una ó dos veces esta misteriosa ceremonia.

Por poco advertidos que sean nuestros guardas, no po­drán menos de notar que nos vienen socorros de fuera; pe ­ro hacen la vista gorda. Todo lo que nos rodea anuncia la mas espantosa miseria: los cristianos son los únicos á quie­nes nada falta. Están bien mantenidos, bien vestidos, y has­ta pueden hacer algunas pequeñas limosnas á sus vecinos mas necesitados. Los paganos al ver esto exclaman: « Los cristianos se aman y ayudan, y no se abandonan en la des­gracia.» Pero ¿qué dirian si supiesen que los auxilios que nos llegan han atravesado los mares? ¿qué dirian si se les hiciese saber que los neófitos tienen amigos y hermanos al otro extremo del mundo, hermanos y amigos que jamás han visto, y que los socorren entre prisiones enviándoles á cinco mil leguas de distancia el tributo de su caridad para remediar las penas y necesidades que están padeciendo? ¡ O h , cuántas lágrimas enjuga esa Obra eminentemente ca­tólica de la Propagación de la F e ! ¡Cuántas llagas cicatriza todos los dias esa admirable sociedad 1 Si no experimenta­mos los horrores del hambre, y si la miseria no acaba con nosotros como con los desgraciados que mueren á nuestro lado, se lo debemos á sus liberalidades: sí, me hago un de­ber en manifestarlo. Procurad multiplicar los miembros de la Asociación en esa parroquia, en donde son tantas las per­sonas que pueden agregarse á ella sin mucho sacrificio. De este modo adquiriréis un mérito ante Dios , y proporciona­réis á vuestras ovejas un medio eficaz de atesorar para el cielo.

- ro'i -Ruega siempre á Dios por mí, y recomiéndanu; á las ora­

ciones de los habitantes de Fraize que amo de veras, y ten­dré siempre presentes en mi memoria. Podría ser que antes de morir recibiese yo todavía noticias vuestras, pues el nue­vo rey de Cochinchina, vacilante sobre su trono carcomido, no se apresura á acabar con nosotros. Algunos creen (jue quiere concillarse el amor de su pueblo haciendo que al prin­cipio de su reinado se derrame poca sangre; mas como quie­ra que sea , no dejes de escribirme basta que sepas oficial­mente mi muerte.

Me despido de todos mis hermanos. Ofrezco mis respetos á ese señor vicario y á todos los compañeros de ese distrito; mis recuerdos á los señores Deloisy, Obry, Masón, etc. etc. , pues no me queda papel para poner los nombres que tengo cn la memoria; saluda de mi parte á todos esos buenos fe­ligreses, mientras queda en la unión de tus oraciones y san­tos sacrificios tu afectísimo hermano.

MiCHE, encarcelado.

MISIONES DE ÁFRICA.

MISIÓN D E ABISINIA.

liesibncn de una caria escrita por Mr. de Jacobis, misionero lazarista, á M"" residente en Ñápales.

A d o u a 3 1 l ie m a y o d e I 8 ' r 2 .

Muy señor mió: Heme al fin de vuelta á Abisinia, con

cuyo motivo referiré á V. algunos pormenores acerca de mi

— 2oo —

largo y penoso \iaje. Con esta relación, tan poco atractiva como las regiones que ella describe, no pienso interesar la curiosidad de V., poro me complazco en creer que estrecha­rá los lazos de la caridad que nos une, y esta confianza para mí no tiene precio. No hay cosa mas agradable para un mi­sionero desterrado en remotos cl imas, como el con.siderar que al otro lado de los mares bay almas devotas que ruegan por sus necesidades y toman parte en sus afiicciones.

De MacuUo, último pueblo citado en mi carta anterior, penetré en la soledad de Sarnhara, que es un terreno árido (jue se extiende al oeste de Arkiho hasta Amacen, y acaba al pié de las montañas de Sckihali. Al través de aquella tier­ra despoblada, hay dos caminos que guian al centro de mi misión, el de Dexa y el de Galaguora, y preferí este últi­m o , porijue si bien el otro es mas corto, ofrece menos se­guridad; además que ya habia pasado por él en otra ocasión cuando entré por primera vez en la Abisiina que me ofreció la ventaja de ver el Samnla, aquel otro san Bernardo de los Alpes de Etiopia. Por un fenómeno singular, esta cordi­llera se levanta, por decirlo así, como una barrera entre el buen y el mal t iempo, entre las lluvias y la constante sere­nidad que reina sucesivamente durante seis meses en las dos faldas opuestas.

Nuestro itinerario por Galaguora presentó contrastes no menos admirables. Luego que llegamos á Laguaja, entra­mos en un laberinto de collados elevados, cuyas crestas mas ó menos cónicas, han tomado bajo los rayos de un sol abra­sador el aspecto árido y negruzco de los peñascos volcáni­cos. El hermano Abatini divisó en una de aquellas hondo­nadas ¡ma fiera que ignoro si seria un león , como él presu­m e , ó bien una enorme hiena, que es lo mas probable: yo no vi mas que simples gacelas que divagaban libremente por las praderas del valle.

Al cabo de cuatro horas de camino, hicimos alto al lado de una fuentecilla, en donde habia una infinidad de monos de todos tamaños que se dispersaron completamente á núes-

tro arribo. El miedo sin embargo no los condujo muy lejos: atrincherados eii lo alto de las montañas que nos circiiian, aquellos antiguos poseedores del manantial no cesaron de hacer gestos y de gritar hasta que nos fuimos como querien­do protestar contra nuestra usurpación.

La primera jornada se redujo á una complicación de des­gracias, comenzando por una trapacería del Naijb de Arki-ko, quien con el pretexto de cobrar cierto derecho de peage en sus posesiones, exige arbitrariamente rescate á todos los \iajeros. A pocos pasos mas allá, perdimos cuatro machos por la influencia de no sé que epidemia que los mató en po­cos momentos, y los cuatro restantes que nos quedaban, in­suficientes ya para llevar nuestro equipaje, tuvieron que cargar con el de nuestros compañeros que se calan de can­sancio ó de enfermedad: al ver nuestra caravana como iba arrastrando, cualquiera hubiera dicho que era un hospital ambulante.

Llegada la noche, hallamos que nuestras provisiones es­taban tan agotadas como nuestras fuerzas; fue pues preciso acostarse casi en ayunas sin tener mas cama que una simple manta extendida sobre un suelo pedregoso, temiendo siem­pre que la osamenta de nuestros machos, atrajese las fieras hacia nosotros. En aquella larga noche de desvelo, mirába­mos no sin temor un cielo sereno que se preparaba á la tempestad; densas nubes se iban amontonando encima de nosotros, y amenazaban descargar torrentes de lluvia sobre los pobres peregrinos que carecían de todo abrigo. Por for­tuna á las dos de la mañana cambió el viento y se disiparon aquellas masas opacas que oscurecían todavía la soledad. Veíamos con satisfacción pasar las nubes medio trasparentes por el disco de la luna, que á intervalos nos suministraba un débil resplandor á manera de un rayo de esperanza.

Por fin amaneció y se ofreció á nuestra vista una escena risueña. Las enormes montañas que en la oscuridad se nos habian manifestado como otras tantas figuras siniestras y gi­gantescas, aparecieron á la luz como el marco grandioso de

— 257 —

una naturaleza hermosa y lozana. Al pié de ollas se desar­rollaba una llanura fértil que nos recreaba con el aroma de sus flores, el canto del ruiseñor, el arrullo lastimero de la tórtola y el gorgeo de mil armoniosos pajarillos.

Serian las tres de la tarde cuando tuvimos un raro en­cuentro : topamos con un hombre que tenia los cabellos un­tados de manteca, llevando sobre las espaldas un pedazo de ropa que le servia de capa, y un alfange colgado á la cintu­ra ; con una mano empuñaba el broquel y con otra la lan­za ; y acercándose á nosotros con el ademan de un héroe de comedia, se anunció como soldado enviado por el Sciummo

del pueblo inmediato á fin de conducirnos presos ante su presencia. Ya se disponía á ejecutarlo cogiendo por las rien­das una de las caballerías de la caravana : al oír sus voces descompasadas, que seguramente igualaban su audacia, cual­quiera hubiera dicho que teníamos que haberlas con un gi­gante formidable; mas á mí no me asustaba tanto ruido, porque ya sabia por experiencia que para librarse de estos entes fanfarrones, bastaba que uno gritase mas que ellos. Así es que habiéndome valido de este medio , que produjo un buen efecto, creyó nuestro abisinio hallar en el chorro de mi voz europea alguna cosa sobrenatural, y se nos echó al instante de rodillas pidiendo misericordia.

El 13 de m a y o , entramos solemnemente en Adua mon­tados en unas muías ricamente enjaezadas que los señores Schimper y de Abbadia nos habian enviado. Varios abisi-nios, que ansiaban volvernos á ver, nos salieron al encuen­tro , y penetramos en la ciudad rodeados de esta comitiva | de amigos.

Esta es en resumen la historia de mi viaje, y permítame V. ahora que le haga algunas observaciones acerca del esta­do político y religioso de Abisinia.

Una profunda enemistad reinaba, como V. ya sabrá, en­tre Ubié y Ras-Aly. La llegada de un obispo jacobita debia á mi parecer, haber operado entre ellos una reconciliación, pero no hizo mas que irritar la discordia. El nuevo Abuna

17 T O M O v . ¡

- 2o8 -uniéndose á las banderas de Vbié, le seguia ycndu contra su rival, y mientras el príncipe saqueaba , incendiaba y desmoronaba todo lo que bailaba en el camino, él por su parte lanzaba excomuniones contra los que se pasaban al bando enemigo. Con ellos estaba ligado Desiasmaccio Berra, guerrero valiente, honor de la Abisinia. Este general atacó en Debra Caber las tropas de Rus-Aly y las hubiera derro­tado completamente si í/fciVembriagado como siempre, se hubiese hallado aquel dia en estado de pelear. 7?as,'! sin em­bargo, no se supo aprovechar de las faltas de su rival, pues al acercarse el enemigo se fué á un convento que estaba á tres dias de distancia, perdiendo así la fama de valiente que habia conservado hasta entonces; mas tuvo la fortuna que una parte de sus tropas supliendo con su valor la ausencia de su jefe , penetrasen á la fuerza en la tienda de Ubié, en la que le hallaron sumergido en la borrachera, y le carga­ron de cadenas, habiendo cabido igual suerte ai Abuna y á los principales jefes del partido vencido.

Informado Rass en su retirada de tamaño Iriimfo, cuya noticia no (]ueria creer al pronto, se trasladó al campamen­t o , no con ánimo de abusar de la victoria, sino para decir á Ubié: « Vos sois mi padre, la ley de Jesucristo me manda que os honre, y así lo hago. ¡Hola! dijo á la guardia, des­atadle las manos y dejadle en libertad. » Y luego volviéndo­se al cautivo añadió: « Vuestro hermano se dirige hacia la ciudad principal para apoderarse de ella. Recobrad vuestros soldados y partid á defender vuestro trono. » En efecto, Des-gemaccio Marco, aliado del vencedor y hermano de Ubié, so precipitaba sobre la capital del príncipe prisionero, contán­dola ya por suya.

Considerando la Abisinia bajo el punto de vista religioso, no está mucho mas adelantada que con respecto á la política. Sin embargo su estado es menos triste de lo que se ha su­puesto algunas veces. Se ha dicho que una misión católica no podria prosperar, y hasta ha habido ciertos brazos que se han cansado de desmontar un campo que se ha conside-

— 2b0 —

rado infrurtífero; pero soy de parecer (pie se lia exagerado el mal por efecto del desaliento.

En cuanto á mí no desconfío, y mi esperanza apoyada en-( toramente en la divina misericordia, se anima con los re­

cuerdos pasados que no dejan de ser gloriosos para la reli­gión on Etiopia. Verdad es quo á los abisinios se les echa en cara quo son demasiado inconstantes para que el reino de Dios se arraigue en SUÜ corazones; pero la historia desmien­te en parte esta acusación. Desde el siglo cuarto, época en quo san Frumenclo llegó á ser el apóstol del país después de haber sido su bienhechor como ministro, ¿la Iglesia no con­servó con amor por espacio de mas de quinientos años el de­pósito de la verdad (pie parece dispuesta á recobrar? Por ventura ¿no llegó á florecer hasta en el desierto, librándose por su fervor del contagio de la herejía, en ocasión en (pie esta habia contaminado todo el Oriente, y en que las cris­tiandades mas ilustres habian dado el triste ejemplo de su defección ?

Su caida fue cieitamonte profunda. Envuelta consecuti­vamente en los errores de Dioscoridos despu(!s de Alejandría su madre espiritual, esperó á que Dios la volviese á la uni­dad, por medio de sus propias desgracias.. En el siglo quin­ce fue cuando un joven príncipe, cuya minoridad servia de protexto á la ambición do varios rivales, solicitó al rey de Portugal una colonia de misioneros católicos, con las tropas necesarias para consolidar su vacilante trono. Con este nue­vo apostolado comenzaron alternativamente aquellos actos do fervor y de persecución que dieron lugar á que se atri­buyera á los abisinios su instabilidad en la ortodoxia. Los padres jesuítas al principio, y los religiosos franciscanos que vinieron después, tan pronto se vieron protegidos como pros­critos á medida qu(; el trono estuvo ocupado ya por Atznaf-Soglied y Susneois, los príncipes mas perfectos que reinaron en A x u m , ya por Faciladas que fue el verdugo do sus sub­ditos. Pero es preciso confesar que la mayor parte de la res­ponsabilidad de nuestros desastres debo recaer sobre los frai-

17 *

- 2 6 0 -

les heréticos, cuyo fanatismo tan poderoso en otro tiempo sohre los espíritus extraviados, influyó mas en estas revolu­ciones que el carácter del pueblo. Mas hoy dia que ya no tienen casi ascendiente, nuestros temores deben desvane­cerse.

Por todas partes comienzan á manifestarse inclinaciones favorables en favor del catolicismo. Los príncipes son bené­volos. Ei mismo Ubié á pesar de su crueldad, nos estima porque no deja de conocer la utilidad que puede reportar el país con nuestro ministerio. Nos ha asegurado que tendrá mucho gusto en vernos tan luego como se halle otra vez en posesión de sus estados. Balagada, que es gobernador de varias provincias, se interesa aun mas por nosotros: « V e ­nid, nos dijo, venid al país que está bajo mi jurisdicción y predicaréis con entera libertad la religión, de la cual sois los apóstoles.» Sentimientos semejantes á estos, se abrigan en el corazón de Sala Salasié, el rey mas discreto de la Etio­pia. En Gondar, Rass nos dispensa su protección. El Yecché

que se halla al frente de los frailes, manifiesta tanto apego á nuestro culto, que no ha mucho quería hacer con un ca­tólico una peregrinación á Roma y á Jerusalen. Hasta el mismo Abuna desde sus últimos contratiempos, se inclina favorablemente á nosotros, y no dudo que mediante algu­nos regalos, se le disiparían del todo los restos de la mala voluntad que aun nos tiene.

Finalmente, comenzando desde el grande, y acabando por el mas pequeño, todos están igualmente inclinados al catolicismo. Esto por un lado depende del ejemplo que les dan las potencias á las cuales están sometidos; pero también consiste en las relaciones maravillosas que hacen á sus pai­sanos los abisinios que vuelven de I\oma. Estos buenos neó­fitos dominados por las ideas adquiridas en sus viajes, cuen­tan por todas partes lo que saben y lo que vieron acerca del Papa, de las iglesias de Italia y la corte de Ñápeles , su fe y magnificencia. Con esta pintura los pueblos se sienten in­flamados de un religioso entusiasmo; sus preocupaciones se

— 2 6 1 —

desvanecen en vista de tanto asombro, y gracias á tan be­

llos sentimientos, el catolicismo que en otro tiempo era re­

pudiado como la herejía mas criminal, goza en el dia de la

misma libertad que las demás religiones establecidas en el

país.

Considéreme V. siempre en el amor de Nuestro Señor Je­

sucristo, como su muy afectísimo y seguro servidor.

J. DE JACOBIS.

DIÓCESIS D E ARGEL.

Extracto de una carta dirigida por el limo. Sr. Dupuch, obis-

})o de Argel, á los señores del Consejo central de Lyon.

14 de s e l i c m b i e de 1 8 4 3 -

Muy señores mios y caritativos bienhechores: Termino la mas completa visita pastoral de cuantas he practicado has­ta ahora en mi diócesis, por una bella y magnífica ceremo­nia. Hoy mismo en presencia del mariscal y de las principa­les autoridades de la colonia, acompañado de un numeroso clero y de catorce religiosos, bendigo los cimientos del nue­vo monasterio de Nuestra Señora de Staueli, poniendo la primera piedra de la iglesia en el mismo paraje en que se dio la batalla que decidió en gran parte la toma de Argel.

Esta primera piedra labrada muchos siglos ha, por el cin­cel de los vencedores del mundo. . . ¡ah, desvaneciéronse co­mo el humo en medio de sus triunfos! la colocamos sobre una capa de balas de cañón, recogidas en el recinto de la nueva trapa.

Pero no puedo detenerme en largos pormenores; el tiem- i po urge, pues tan luego como se acabe la ceremonia, tengo que ir á una legua de allí , á bendecir la nueva población de san Fernando, acabar mi visita con la bendición de la cam- ,

— 2C2 — pana de san Simón y san Judas de Koleali, y la exploración de las ruinas de Tiposa, que son seguramente las mas inte­resantes de la Algería.

A pesar de mis ocupaciones, hice una especie de relación diaria de la citada visita, que dio principio el 20 de abril último , en la cual hay infinitos pormenores que no me atre­vo á remitir á VV. S S . porque ocuparían demasiado lugar en sus aprecíables anales. Sin embargo, sí VV. SS . desean obtenerlos, haré que se saque una copia para enviarles des­de luego. Entretanto, colocado bajo la palmera que cubre con su sombra la tienda de los padres trapcnses, trataré de dar á VV. SS . un resumen de aquella correría, aunque sea con desaliño y estilo árido: con tal que me entiendan, espe­ro que me disimularán.

Salí de Argel el 20 de abril. Después de una travesía bas­tante borrascosa, llegué á Bona en donde he comenzado á hacer interesantes excavaciones en las ruinas de la antigua basílica de san Agustín. El 28 pasé por tierra á la Calla, en cuyo punto no habia estado todavía, y fundé una iglesia ba­jo la invocación de san Ciprian, en el sitio mas inmediato al en que fue martirizado; conferí órdenes el dia de Santia­go y san Mariano de Constanlina, cuyos huesos he hallado; establecí definitivamente un párroco que antiguameide ha­bía sido oficial de artillería de marina; conferí el sacramen­to de la confirmación, distribuí la comunión á un crecido número de coraleros, y bendije desde el mar la pesca arries­gada del coral, etc.

El 1." de mayo me hallé de vuelta á Bona, después de haber recibido en mi viaje de ida y vuelta, la mas tierna y cordial hospitalidad bajo la tienda de las tribus pacíficas de aquella hermosa provincia. ¡ Cuántas veces hemos dicho que en Europa apenas se creería lo que hemos presenciado acer­ca de este particular!

Durante los ocho dias siguientes, no cesé de considerar con el agradecimiento mas profundo, los maravillosos efec­tos que produjo la vuelta de las reliquias de san Agustín.

— 2(53 —

Deciiatro mil habitantes cristianos, inclusos los niños, mas (Je mil cumplieron con el precepto pascual. E\ 4 , dia de santa Ménica, establecí bajo sus maternales auspicios, una junta de caridad, en la (jue se contaban ya aquel dia, cien­to veinte y tres señoras. Bendije el humilde hospital civil, la cuna de la obra de los huérfanos de las provincias del Es­t e , la clase de catecismo de perseverancia, las escuelas y casa de educandas de las Hermanas de Caridad, en el dia tan lloreciente. Finalmente di la primera comimion á una mul­titud de muchachos, y organicé la suscripción unánime de los fieles de Bona, que debe facilitarles después de esperar tanto tiempo imiti lmente, una iglesia mas digna de la que ahora posee la hermana y heredera de Hipona. En las rui­nas de ésta antigua ciudad he hallado en cinco dias (Je exca­vaciones, preciosos mármoles, cornisas admirablemente con­servadas, capiteles, etc.

Pero antes de partir de Bona, que ya no volveré á ver en largo t iempo, ñu' i)or segimda vez al cabo de cuatro años á visitar con el mayor interés las ruinas de Ghchna, las de ViUa-Vicloria, y de la antigua Tibilis, llamada así por las aguas tibilitanas que allí bajan, así como la de Awmnah,

Aminam Mas-Rutin (los baTws encantados]. En Villa Servi-

liana, Ghelma, y Annnnah, hallé todavía tres iglesias en pié. Hice oración sobre las tunibas (jue encierran y los es­combros de sus bóvedas que están derribadas en sus subter­ráneos, al pié de la cruz que se halla aun incrustada en la fachada.

En Ghelma, fui recibido con el mayor júbilo por la guar­nición y los habitantes, quienes me hicieron una visita amis­tosa y filial en una de las salas del hermoso hospital militar (¡ue el cuerpo de ingenieros acaba de construir. Algunas ho­ras antes y en aquel mismo lugar convertido en capilla, ha­bia ofrecido el santo sacrificio en obsequio de Posidius, úl­timo obispo de Gamo, discípulo y amigo fiel de Agustín, y el que escribió después la historia del santo. Toda la guar­nición asistió á ella en cuanto lo permitió aquel vasto recin-

— 264 —

t o , en el cual distribuí la sagrada comunión y bauticé cua­tro criaturas, i Cuántos siglos hablan pasado sin que se hu­biese celebrado allí tan augusto sacrificio! aquella fue la pri­mera vez que el nombre de Posidius se invocó por el prime­ro de sus sucesores. He solicitado restaurar la antigua igle­s ia , y creo que lo conseguiré. Uno de mis sacerdotes servi­rá Ghelma y 5e/j/'alternativamente, no obstante de haber de un punto á otro, una distancia de sesenta y dos leguas, que es un verdadero desierto. En Setif tenemos una capilla militar nuevamente construida, gracias á las instancias de un piadoso general. Todavía se ha hallado en Ghelma una cruz de bronce bastante grande y muy bien conservada.

En la Calla, he hallado cien habitantes sedentarios y cer­ca de dos mil coraleros, de los cuales solo trescientos que­dan en el pueblo durante el invierno. La iglesia es la anti­gua capilla de la compañía francesa : la proveemos d(! todos los ornamentos necesarios. Al lado estará la escuela, y mas allá el hospital, cuyos cimientos iban á abrirse, en el que habrá quince hermanos de san Juan de Dios.

Las Hermanas tienen en Bomi otra capilla. Se nos ha con­cedido un capellán titular para el hospital militar así como para la legión extranjera; por manera que hay cinco sacer­dotes empleados en aquella interesante cristiandad.

Vuelto de Annunah que se halla á la falda del Raz-el-Akba,

tan célebre en nuestras guerras de Constantina por sus he­lados vivaques, hasta fíona que se encuentra separado de aquel punto á la distancia de veinte y cinco leguas, no tar­dé en embarcarme otra vez para volver á entrar en el cen­tro de la provincia de Constantina pasando por Felipevilla y atravesando los campamentos intermedios.

En ella vi que los ánimos se iban uniendo mas y mas á nosotros, y caminando progresivamente á los designios in­mensos de la providencia de Dios. Me acompañaba Hasou-

nah, mi amado hijo é intérprete, el cual comparecía por primera vez en aquella provincia desde su asombrosa con­versión : todos le recibieron y obsequiaron de una manera

— 263 —

inesperada, sin exceptuar los jefes religiosos. Tuve la satis­facción de estrechar en mis brazos á Salah su hermano y émulo al mismo tiempo; como padre y pastor, bendije las principales familias; di la confirmación, y dispuse que se hiciera la primera comunión. Las Hermanas prestan como en todas partes, un bien inmenso. El hospital civil de Cons­tantina (hospital de san Gregorio] fundado por los indígenas y alhajado por el Papa, progresa de dia en dia. Al pasar yo por allí, decia un musulmán á una de las Hermanas que le habia recogido en este establecimiento: ¡ Ah! ¿por qué cuan­

do muere un musulmán, no ruegas por él como lo haces por

los cristianos?

En aquella interesante capital del Este hay tres eclesiásti­cos, ü n hermano coadyutor hace de maestro de escuela en­señando indistintamente á los niños cristianos, árabes ó ju­díos; la iglesia es hermosa, y el hospital que es un monu­mento digno de los antiguos vencedores de Cirta, tiene una capilla. Los sacerdotes poseen una en su modesta residen­cia. La casa de las Hermanas, con su pensión, escuelas, en- . fermería y el hospital civil , están tocando la iglesia, que es una antigua mezquita del palacio de los beyes; la cruz do­mina el minarete, la ciudad y los profundos valles del alre­dedor. El general gobernador, cuyo campamento hacia seis semanas que habia yo visitado delante de Collo, quiso ser padrino de la campana que bauticé en medio de una multi­tud de árabes que estaban pasmados de admiración. El cheik El-Arab (serpiente del desierto) no tuvo á menos subirse sobre los hombros de uno de sus spahis para poder disfrutar mejor de un espectáculo que le venia tan de nuevo.

El número de los que cumplieron con la parroquia fue considerable, particularmente en el ejército. La población cristiana no pasa de mil almas. Ya saben YV. SS. que en ella se bautizaron mas de 500 criaturas árabes in exti-emis,

y no ignoran de que manera he hecho conservar con su ins­cripción memorable del año 2 5 9 , la peña desde la cual ha cerca de diez y seis siglos que se derribaron en el Rummel

— 2tíG —

las cabezas de los bienaventurados mártires, cuyos huesos tuve la fortuna de encontrar. ¿Seré bastante afortunado para conservar el santuario de la iglesia antigua de Cons­tantino que se halla aun en pié al lado del hospital? Hace tres años que se demolió lo restante.

En Fclipevilla, me esperaba con ansiedad un buen pue­blo dedicado enteramente al objeto de su salvación. La igle­s ia , ó por mejor decir el almacén de leña que la reemplaza interinamente, así como la hermosa capilla de! gran hospi­tal militar del fuerte de Francia, y e! Immilde santuario de las Hermanas de la Doctrina Cristiana que consagré igualmen­t e , fueron uno después de otro testigos de las interesantes ceremonias que se hicieron. Un crecido número de jóvenes hicieron su primera comunión, y cincuenta soldados con ca­si otros tantos marineros de avanzada edad, recibieron con ellos la confirmación.

Independientemente de su numerosa guarnición, Felipe-villa que ha sufrido mucho de un año á esta parte, no cuen­ta mas allá de cuatro mil liabitantes civiles, comprendiendo Slora y la aldea de San Antonio, . \penas reside en ella un musulmán. Existen en ella tres sacerdotes: excuso decir que las comuniones pascuales ban correspondido á su celo.

El 25 de mayo surcábamos otra vez el mar, pero con mas bonanza que en los últimos dias de abril: á lo lejos veía­mos Collo y su mezquita pintoresca. No hacia mucho que habla yo estado en aquella bahía y recorrido las deliciosas campiñas en el momento de la conquista. Allí dispensamos nuestros consuelos y cuidados á cien heridos que traslada­mos á Felipevilla á bordo del Esfinge. Vi Gigelly, en donde bauticé algunos niños, confirmé á otros varios, y bendije dos matrimonios; mientras que el buque disparaba cañona­zos á los kabiles, Hasunah cayó herido peleando con intre­pidez, pero gracias á Dios tiempo hace que ha curado.

En Gigelly hay sobre unos cuatrocientos habitantes civiles y doble de guarnición. El hospital es notable, pero aun no está concluido. Mas de diez y ocho meses ha , que destiné

— 2 0 7 —

un cura á esta población, pero no ha hecho mas que com­parecer de cuando en cuando, por no tener una cabana don­de vivir, y principalmente por falta de iglesia.

No hice mas que tocar en Bugia. La iglesia es proporcio­nada y conforme, y el párroco está satisfecho. El pueblo no reúne mas que tres ó cuatrocientos moradores civiles, y lo mismo que en Gigelly, que dista unas quince leguas maríti­m a s , tiene doble número de individuos militares. El hospi­tal , que es uno de los mas antiguos de la Algería, me ha parecido estar muy bien cuidado.

El 28 desembarqué en Argel , y al instante bendecí la ca­pilla del hospital civil. Antes de marchar, consagré la nue­va iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, la capilla de los Lazaristas, las de la Misericordia de Kuba, del Sagrado Corazón y de los Huérfanos. Con estos nuevos santuarios, Argel con sus extramuros, cuenta ya diez y seis iglesias ó capillas, sin comprender las que se consagran en las nuevas ¡loblaciones.

Mas ¿cómo podré pintar nuestros ejercicios eclesiásticos, estos dias de felicidad pasados con tanta rapidez, estos trein­ta sacerdotes de todas naciones que no forman mas que una familia, el palacio episcopal convertido en seminario, nues­tras ágapas fraternales celebradas en medio de un patio de mármol de los moros y entre guirnaldas de medias lunas, el celo apostólico y ardiente de nuestro digno predicador, la renovación de las promesas clericales, el canto de las leta­nías de lodos los santos de África, cuyos sagrados restos he i encontrado (que llegan ya á mas de c incuenta) , y por úl- | timo la consagración de la iglesia de san Eugenio de Pa- j riah, la del hermoso templo de santa Filomena de Byr-Ka-\

dein, e t c . . ? Tales son los dias santos y deliciosos que cuento! entre los mas felices de mi episcopado. \

Aun estos no habian concluido, cuando partí atravesando, las primeras cordilleras del Atlas, y subí lentamente por las' gargantas pintorescas de la Chiffa, para llegar á Medeah.-

¡Qué hermosa iglesia tiene! y ¿cuál será la aldea ó ciudad

— 268 — morisca o francesa sobre !a cual no brille este signo sagrado de la redención?

Entre los niuos que bauticé en aquel punto, no me olvi­dé de aquella hermosa niña árabe, que fue librada de los horrores de la toma de la Smala (su hermana la mataron á su lado, al tiempo que salia á jugar con ella de la tienda de su padre) , y que el ejército triunfante me ofreció como el mas precioso trofeo; ni de aquel pequeño judío que su ma­dre , también judía, con una parienta suya ambas vestidas de gala á la manera de las judías de Argel, ofreciéronle á su turno al pié del altar delante del cual estaban colocados en semicírculo cierto número de judíos que contemplaban en éxtasis aquel acto solemne.

El 6 de agosto atravesé las montañas, fui á Milianuh, y pasé por la célebre garganta de Muzaya. ¡Qué noche aque­lla tan serena del 7 al 8 que pasé entre los kabiles, echado sobre la paja recién trillada bajo un techo estrellado al claro resplandor de la luna! El 8 , aniversario de mí primera co­munión, luego que llegué al collado, me arrodillé sobre la cumbre mas alta, y recé por los que pelearon allí tantas ve­ces y con tanto valor, cuyos huesos ocultos bajo los mirtos y matorrales, regué con mis lágrimas. . . Entonces fue cuan­do con voz fuertemente alterada y resonante, extendí mi cruz y bendije aquellos montes y dilatados campos, y hasta este mar que un príncipe declaró franceses con su victoriosa espada, del mismo modo que los he declarado cristianos con mí cayado, ofreciendo la sangre de la víctima santa

A poco tiempo después, esto e s , á las diez, celebré en la loma opuesta del Atlas , delante del famoso olivar e n l a m e -seta de la cruz. Figúrense VV. SS . unas grutas profunda­mente abiertas en la peña viva, que llevan aun la señal se­cular de sus primeros habitantes, encima de las cuales hay una verdadera cruz cristiana embutida en medio de la espe­sura de las adelfas cubiertas de olorosas flores. Del pié de la cruz sale una inmensa higuera en forma de una graciosa cú­pula , que extiende por debajo sus raíces silvestres. Al lado

— 269 —

corre el ued-el-Burumi (el arroyo delpculre de los cristianos)

por debajo de una bóveda de ramas y flores. Aun se me figura ver á uno de nuestros spabis que hace

rodar la piedra destinada á colocar el altar; otro que hace fuego con la carabina para encender los rústicos blandones; otro que baja y llena las brillantes vinageras en las corrien­tes cristalinas del Burumi; los ramos floridos colocados con las velas improvisadas, en las hendiduras de la peña ; la al­fombra episcopal formada con una multitud de hojas, y las estalásticas que cuelgan en forma de hermosas guirnaldas. Revestíme con los ornamentos pontificales mas preciosos, apoyé el báculo á una zarza que bajaba del peñasco por en­tre las flores y los pámpanos de una vid, símbolo sumamente significativo. Renovando mi primera comunión, ofrecí el augusto sacrificio por los que sucumbieron en aquellos para­jes memorables, por los antiguos é infinitos esclavos cristia­nos que abrieron la mina de cobre inmediata, por las perso­nas á quienes era deudor de un dia tan señalado, por el África y por VV. S S . sobre quienes recaen mil bendiciones por el bien que incesantemente nos dispensan.

Algunos dicen que cuando nuestros batallones teñidos aun con la sangre de los enemigos, bajaban por la cuesta empi­nada del Teniah, y llegaron á este terraplén, saludaron la cruz con prolongadas aclamaciones de alegría.

Volvimos á montar á caballo y por espacio de veinte ho­ras continuas, sin mas interrupción que descansar algunos instantes sobre la califa de una tienda hospitalaria, camina­mos bajo un sol devorador, muertos de sed y de cansancio, pero acogidos en todas partes como amigos, y reverenciados como unos Marabuts. Tan pronto hallábamos uno de los principales actores del canje antiguo de prisioneros debajo de una tienda en medio de un gran mercado haciendo de justicia, como teníamos que atravesar inmensas soledades, seguir por las orillas del Cheliff, y trepar las faldas de las montañas de Milianah , hasta que por fiji pudimos acampar en ellas un instante. Ya era tiempo de que llegásemos; tenía-

— 270 — mos la cara y las manos tostadas del sol: uno de los caballos se nos babia muerto de cansancio y los demás ya no (¡uerian caminar.

Pasé á Milianali á recojer los restos de un valiente oficial, antiguo amigo m i ó , iba á decir mi bermano: nació como yo en una misma ribera y vino á parar á tan larga distancia, para morir asfixiado debajo una bóveda de adelfas: s í , aque­llas flores tan pérfidas como agraciadas, le envenenaron. ¡ Así son los placeres! Al mismo tiempo fui á visitar nuestros guerreros enfermos, bautizar varios niños y preparar una iglesia para el nuevo párroco de san Adeodat de MUianah,

que llegará dentro de poco.

Antes de marcharme, el 11 de agosto, á los primeros al­bores, me arrodillé al pié de la cumbre del monte Zacchar,

el gigante de aquellas comarcas. El suelo estaba sembrado de flores cubiertas do rocío, que los soldados habian esparra­mado. En el reducto inmediato, dolante dol cual se estaba armando el altar como por encanto, se oia la música militar por entre las almenas ennegrecidas por la pólvora. En segui­da el general Reven con su estado mayor y la guarnición, subieron por la colina, y volví á ofrecer los sagrados miste­rios como siempre, por los (pie murieron allí abriéndonos la senda. ¡Qué misterio!

Una hora después ya volvíamos á bajar por diferentes caminos de aquellas elevadas regiones, y al cabo de cua­renta horas, ya estábamos en Argel en donde no hicimos mas que cantar la gloriosa .Vsuncion de María, para mar­char inmediatamente el l o á las ocho de la noche , á fin de continuar nuestras correrías pastorales en la provincia del oeste.

Desde luego visité CherclieU , la antigua Ju/ía Cesárea que

es mi título episcopal. Su hermosa mezquita tiene tres na­ves , y el hospital que he recorrido de un cabo á otro , es sumamente grande y está sostenido por noventa v nueve co­lumnas romanas de granito, algunas de las cuales son suma­mente hermosas pero en particularlascapíllas. Sus quinien-

— 271 —

los moradores civiles y la guarnición celebran á porfía la pie­dad y el celo de su excelenle párroco.

Después me dirigí á Tenes , la antigua Carleitna, luego á Orkansvilla, Mostagancm y Mazagra», cuyos pueblos to­man cada dia nuevo incremento: las campiñas son suma­mente fértiles. En Mostagancm hay unos dos mil habitantes civiles y un cuerpo de ejército. Últimamente se han bautiza­do allí cien niños árabes in extremis, ¡faustas y alegres pri­micias !

Arzew, Arsenaria de los romanos, célebre en el dia por

su comercio de granos y sus salinas, no habia podido ser vi­

sitada sino de cuando en cuando; pero en lo sucesivo y bajo

el patronaje de Santiago apóstol, su capilla será servida por

uno de los padres auxiliares de Oran. A poca distancia corre

por medio de la arena , un rio de triste recuerdo, la Macla.

He vuelto á ver Oran, la segunda población cristiana de la diócesis, pues sin contar Mers-el-Kiber, Misergain, la Higuera e t c . , tiene cerca de nueve mil católicos. El estable­cimiento de las Hermanas Trinitarias Horcce de dia en dia, y dispensa los mas recomendables oficios: un año hace que bendije su hermosa capilla. La iglesia parroquia! que es un antiguo santuario de un convento de monjas españolas edifi­cado por el emperador Carlos V . , cuyas armas le decoran y están perfectamente conservadas; puede contener todo lo | mas , cien personas. Va á ser entregada al cuerpo de inge- \ nieros que siguen con actividad la construcción de uno de los hospitales mas notables de la Algería en el que cabrán 1,400 enfermos, y entonces será la capilla del hospital; en su lugar tendremos una hermosa mezquita de los musulma­nes que se halla debajo del barrio llamado Napoleón.

He llenado los deseos de los habitantes de Mers-el-Kebir

(portus magnasJ. Cuatrocientos ya viven en tierra, y toda­vía quedan unos trescientos en las lanchas. El invierno últi­mo accediendo en cuanto fue posible á sus repetidas súpli­cas , se celebró la misa en una fragata que habia en la her­mosa rada que se halla amparada por el fuerte. Todos los

— 272 —

buques se acercaron ; la cubierta y arboladura, todo estaba poblado de una multitud de fieles que se unian á los sagra­dos misterios arrebatados de alegría. Mas no tardaron en ex­perimentar un gran consuelo, pues solo en el espacio de cuarenta y ocho horas, gracias á su celo unánime, tuvieron capilla, presbiterio, escuela y altar. Las embarcaciones es­taban empavesadas y el dia era hermoso. Llegué en una lan­cha con bandera á popa y á proa, surcando la plateada su­perficie del mar; sobre la cubierta de los barcos de guerra tocaban los tambores y los clarines; en tierra repicaba con­tinuamente la campana ; todo el mundo iba vestido de gala; un antiguo marinero condecorado con la cruz de la legión de honor, llenaba las funciones de sacristán; el alcalde, que también habia sido marino, presidia en todo con gusto y un celo admirables.

1 5 ( le s e t i e m l j i e .

Hablando acerca de una de las últimas jornadas de mi vi­sita pastoral, dije que habia sido una de las mas hermosas de mi episcopado; y ahora ¿qué calificación daré á la que hicimos ayer á Slaueli y San Fernando? Todo el mundo acudi(5 al instante al rededor de los religiosos, con el maris­cal gobernador al frente. He colocado la primera piedra. Nuestras manos unidas como lo están la espada, el arado y la cruz, sentaron aquel sillar cuadrado recortado por un cin­cel romano, sobre una capa de hierro y bronce. Derramé sobre ella el agua sagrada con mis fervorosas oraciones, y después desahogué mi pecho conmovido á mis amados oyen­tes. Ofrecí la víctima de la salvación, y bendije aquellos fa­mosos campos.

Los religiosos formaron un círculo y arrodillándose delan­te del altar florido, todos entonamos enagenados do conten­to : Laúdate Dominum... quoniam confirinata est super nos

misericordia ejus. A lo lejos veíamos el sepulcro de la cristia­na (Kaber el R u m i a ) , piadoso testigo de tantas escenas ma­ravillosas, pero ninguna tan extraordinaria como la presente.

— 273 —

Detrás de a<inel monumento so descubrían las ruinas do la boroica Tipasa y la torre plateada do Sidi-Fermcli. Está­bamos entregados á una dulce calma, nacida do aquel inex­plicable y deleitoso encanto que produce la contemplación divina, cuando uno de aquellos catorce bormanos que esta­ban allí rendidos contra la tierra, nos dijo que en 1830s ien­do soldado dol 2G do línea se babia balido en aquel mismo campo de Staueli, que con sus propias manos habla trabaja­do on aquel reduelo, dentro del cual recibía la comunión do manos dol padre Francisco do Rogis. EJI aquel albergue des­cansarán los que el Señor llamará á sí, desde el interior dol claustro civilizador de Staueli...

A las dos atravesábamos por medío-de las palmeras ena­nas, los azufaífos silvestres, y los espesos matorrales que á lo lejos cubrían el suelo. Pasamos el barranco de san Fer­nando. ¡Qué agradable sorpresa i ¡qué metamorfosis, luego que vimos el pueblo con sus cactos, sus viejas higueras y nuevas plantaciones, sus casas tan cómodas como elegantes y admirablemente dispuestas, su campamento y principal­mente su castillo cubierto de pizarras y rodeado do jardines , pintorescos, y por último su columna tan porfoclamento co- j locada y su hermosa cruz de hierro; obra que babia salido ^ aquella misma mañana del taller de los presidarios! j

En resumen , tengo 50 ,000 diocesanos católicos, y d o ' aquí diez meses tendré 60 ,000 todos paisanos, y 80 ,000 .de la clase militar. Según los datos que se ban adquirido, la población total asciende de cinco á sois millones de personas. ¡Dios mió, cuántas almas! Pronto tendré mas do cincuenta iglesias ó capillas; tengo en embrión un seminario conciliar y una iglesia de clérigos jóvenes; noventa y seis huérfanos de ambos sexos que están en casa do las Hermanas de san Vicente de Paul y en otras partes; tres juntas de caridad compuestas de cerca cuatrocientas señoras; diez y seis casas religiosas de educación , socorro, asi lo, expiación y labor, que contienen setenta y cinco hermanas, setenta y dos her­manos (con los de la trapa) y sesenta y seis sacerdotes.

18 J O M O V .

— 274 — ¿A quién se deben tantos tesoros? á Dios porque de él di­

mana todo. ¿Y después de Dios? á la Obra de VV. SS . Ben­digamos todos al Señor, y repitamos ahora y siempre : Laii-date Dominum, mnnes gentes, omnes popuU , quoniam confr-mata est super nos misericordia ejus.

Tengo el honor de ser etc.

t ANTONIO A D O L F O , obispo de Argel.

Las siguientes notas no están firmadas; pero advertimos á nuestros lectores que fueron remitidas por el mismo prela­do á los señores directores de la Obra.

El hermoso mosaico que se halló en El-Esslam (1) por efecto de las diligencias de Mr.-Tripier comandante de inge­nieros, era en efecto el enlosado de una de las mas antiguas basílicas de la cristiandad, y si hemos de juzgar por el resul­tado de la inscripción escrita con gruesos caracteres, perte­nece á los primeros años del tercer siglo. Este mosaico tiene unos cuarenta pies de largo sobre veinte de ancho, sin con­tar la parte correspondiente á las masas colaterales que se hallaban separadas de la nave principal ])or dos hileras de columnas.

Al extremo E . de este admirable empedrado se hallaba el altar en medio de un semicírculo. Este es notable por su elevación , pues tiene una vara y unas ocho pulgadas, y mu­cho mas aun por la perfección con que está hecho el mosai­co que lo adorna. Delante del altar hay un cordero atrave­sado con una Hecha, y un poco mas abajo hacia los lados, dos peces primorosamente trabajados. El pescado era en aquellos t iempos, como t o d o el mundo sabe, un símbolo del cristianismo.

Debajo del altar en un subterráneo abovedado, hay un se-

( 1 ) EL-Esslam, ciudad de las Estatuas, n o m b r e q u e los Á r a b e s

d i e r o n á a q u e l l a s r u i n a s , por causa ile la m u l t i t u d de p iedras e n o r m e s •

q u e se v e i a n d e r e c h a s e n e l l a .

— 275 — pulcro formado de yeso. Estaba abierto cuando se hicieron las excavaciones, lo cual no es de extrañar si se considera que habia una escalera, cuyos escalones se distinguen todavía, que comunicaba desde la iglesia á la bóveda. A derecha é iz­quierda estaban en pié dos colunmas de mármol blanco.

Al extremo opuesto, en un semicírculo enteramente pare­cido al en que está el altar, pero casi al nivel del suelo, ador­nado como aquel con dos columnas de mármol blanco, se lee en medio de un hermoso llorón rodeado con una guirnal­da de hojas, el siguiente epitafio:

HIC- REtJVlESCIT. SANCTyE- MEMORLE- PATER N 0 5 T E R .

REPARATÜS- E- P- S- QVI- FECIT. IN- SACERDOTIVM- ANNOS VIIII

MENSES XI- ET NOS PRECES SIT- IN- PACE DIE VNDECIMA

K- A- L- A- G- PROV- N (CCCCXXX ET SEXTA.

Aquí descansa nuestro Padre de santa memoria, litparatus obispo. Vivió nueve años y once meses en el sacerdocio: nos ha precedido en la paz, el dia once de las calendas de agosto del año de nuestra provincia 436 ( 1 ) .

Según esto se infiere que este venerable siervo á quien sus hijos agradecidos le levantaron este monumento casi eterno, pasó á mejor vida bácia el año 412 de Cristo. Ellos fueron á reunirse con él en la paz . . . ¡Ojalá los que les suceden ahora después de tantos siglos, puedan reunirse con ellos al­gún dia!

La inscripción formada de gruesos caracteres, también

( • ( ) U n a l lueva o igar . i í ac ion Je aque l la provincia , cuya époc; i

servia para fijar la í'eclia de los monuuienLos públicos v monedas del

p a i s , habia precedido a lgunos años la era crist iana.

1 8 -

— 27Ü —

es de mosaico. Ei llorón está encerrado entre dos columnas de lo mismo y un arco (jue remata con un cesto de flores. La circunferencia está adornada con guirnaldas sostenidas por varias palomas. Por la parte de abajo se ven otras palo­mas que beben en dos magníficos tazones.

El sepulcro de Reparatus parece evidentemente que no fue profanado. En el raismo sitio en que fue sepultado el Pontífice, allí mismo descansa fhic requiescüj puesto que no puede entrarse en la bóveda por el interior de la basíli­ca , y que por fuera está emparedada desde el principio. Se­gún los deseos del señor obispo ya se habian emprendido al­gunas obras para alcanzar tan precioso depósito; pero aten­dida la dificultad de poderlas concluir antes que se marchase, el inconveniente de abrir demasiado pronto este sepulcro sa­grado, y el convencimiento de que será mas á propósito el hacerlo luego que se verifique la próxima restauración de la basílica, ha sido causa de que se suspendieran por ahora.

El sábado 30 de setiembre por la mañana, el sucesor de Reparatus celebró de pontifical sobre el mismo sepulcro, á cuyo acto asistieron el ejército, los colonos é indígenas. Con­cluida la misa, su Urna, pegó con el báculo encima del se­pulcro é invitando á su predecesor, de santa memoria, á re­gocijarse en el glorioso lecho en que descansa, pronunció es­tas hermosas palabras: Exultabunl sancti in (¡loria, Iwlubim-tur in ciibilibiis sais. Allí bautizó la primera criatura de Or-leansvilla que se presentó á la pila sagrada. Era una niña que habia nacido la víspera. ; Interesante y frágil eslabón con que volvió tan maravillosamente á atarse una cadena ro­ta desde tantos siglos!

Lo restante del mosaico se compone alternativamente de guirnaldas, follajes y rosetones on el medio: los lados están adornados con varios arabescos esmaltados con diferentes colores. Delante de la puerta lateral, á la izquierda, se ha­lla una inscripción, que no es mas que un juego de letras, en donde no figuran mas que estas palabras repetidas voces: Ecclesia sancta.

— 277 — Á pesar de haber caido ia bóveda del edificio, el mosaico

se halla todavía admirablemente conservado. Con pocos gas­tos que se hagan, aun podrá servir de enlosado á la nueva basílica. Damos el nombre de Sufazar á este sitio tan inte­resante , porque la época del obispo Reparatus de Sufazar, es la única que mas se acerca á la de la inscripción, según la noticia circunstanciada de los obispos de la antigua África.

Este prelado asistió á la famosa conferencia en la que san Agustín y sus principales discípulos salieron tan victoriosos contra los donatislas. Murió poco después de la enérgica pro­fesión de fe de que hablan las actas de la conferencia.

Separadamente de la basílica, en el mismo sitio en donde está edificado ol hospital militar, y á un cuarto de hora po­co mas ó menos, en medio del cementerio cristiano de Su­fazar, se ban hallado en Orleansvilla el solar y los escom­bros de otra iglesia cristiana y los restos de dos capillas ú oratorios, cuya forma y aplicación no pueden ser dudosas.

En las escarpadas orillas del Chclif (Chinalaph de los an­tiguos) y entre los derrumbamientos de tierra ocasionados, ya sea por las inundaciones, ya sea por otras excavaciones practicadas, se hallaron en medio de varios fracmentos do huesos, diforonloá piedras tunuilarias llenas de inscripciones y figuras simbólicas, cuyos vestigios cubrían en otro tiempo los restos ensangrentados de los mártires, como lo acreditan los epitafios que no osamos añadir á estos pormenores por no ser demasiado difusos. Allí cerca, existe una gran losa recortada y vaciada por encima. En la superficie se lee:

ARAM DEO

SANCTO yETEHNO.

Altar á Dios, Santo Eterno.

Por lo general, pocas inscripciones y monumentos paga­nos caracterizados se han descubierto hasta ahora en Or­leansvilla , mientras quo á cada paso se hallan restos y ves­tigios incontestables del cristianismo.

— 278 — El l imo. Sr. Dupucli volviendo de Orleansvilla, en donde

fue^perfectamente recibido por el coronel Cavanac y toda la guarnición, se detuvo a lgLuias horas en Tenes. En aquella ocasión se descubrían cabalmente las primeras baldosas de un mosaico también muy grande, aunque no tan hermoso como el de Sufazar: aun se ignoraba á que edificio habia pertenecido. Tenes ya tiene ochocientos habitantes civiles: el señor obispo bautizó tres criaturas, y aceptando el convi­te que le ofrecieron, inauguró el pabellón de la artillería, que es la primera obra de mampostería que se ha acabado sobre aquel hermoso terraplén deCartena.

.\l otro dia bajó á Cherchell [Julia Cesárea], confirmó en una hermosa capilla, y volvió á marchar el 9 de octubre por la mañana, acompañado por el coronel Ladmirault, y un crecido número de oficiales de la guarnición, para ir á visitar las ruinas de Telfesed (antigua Tipasa de los latinos), descubiertas últimamente, y descritas por Mr. Berbrugger.

En medio de aquellas inmensas ruinas y al lado de un ce­menterio cristiano, cuyas principales sepulturas fueron casi todas profanadas, habia un edificio de igual forma que la basílica de Orleansvilla, con una doble hilera de columnas y una galería superior, de la cual solo han quedado tres ar­cos en pié. Las hermosas columnas de piedra caliza y de granito que se pisan á cada paso, su forma, su situación etc. , no dejan duda que habia sido la antigua iglesia de Tipasa-

Después de haber pasado la mitad del dia en medio de aquellos interesantes escombros, pasamos deliciosamente la noche en la tienda de campana, al resplandor de las hogue­ras del vivac. El señor obispo lela á los oficiales que le ro­deaban las heroicas desgracias y la admirable confesión de fe de los habitantes de Tipasa ( t ) . El 4 de octubre S. S. I-

(1 ) L o s m o r a d o r e s de esta h e r m o s a c i u d a d y a h a b i a n su fr ido a n ­

t i g u a m e n t e l a m a s horrorosa p e r s e c u c i ó n . A l g u n o s años d e s p u é s , esto

e s , e n Í 8 t , u n rey i m p í o ( ü m e i i c ) h a l j i é n d o l e s q u e r i d o i m p o n e r u n

— 27<J —

celebró en aquel mismo recinto, sobre las ruinas de la igle­sia, el augusto sacrificio que no se habia ofrecido allí des­pués de tantos siglos.

Dos horas y media después la piadosa caravana descansa­

ba un instante en las gradas del sepulcro de la Cristiana, á

corta distancia del lago HaUda y del bosque de Karesas.

obispo a r r i a n o , r e u n i e i o n tantos barcas c o m o pudieron , y l u e g o q u e

supieron q u e iba á l l egar e l falso pastor se e m b a r c a r o n para E s p a ñ a ,

prefiriendo e l des l i e iro a la apostasía ; pero n o todos p u d i e r o n a b a n ­

donar ia p laya- E l t i rano luego q u e supo esta n o t i c i a se enardec ió de

ira , e n v i ó un encargado con poderes a m p l i o s , dictó órdenes extraor­

d i n a r i a s , y Tipasa fue invad ida por un e j é i c i t o entero . C o n v o c á r o n ­

se l a s autoridades de la provinc ia (iíluc provincia advócala), todos

los cató l icos fieles, d i g n o s y generosos h e r m a n o s d e l o s desterrados ,

fueron conduc idos al f o r o ; y h a b i é n d o l e s requerido por ú l t ima v e i

p a r a q u e reconociesen a l ob i spo a r r i a n o , todos d i jeron q u e n o . A l

instante se l e s cortó la m a n o derecha y arrancó la l e n g u a , s in e x c e p ­

tuar n i n g u n o . Pero ¡ o b prodig io ' , e l l o s h a b l a n y confiesan con m a s

fervor q u e n u n c a , la fe c a t ó l i c a . Dispersados en ade lante por todo e l

O r i e n t e , fueron hasta la m u e r t e e l objeto de la a d m i r a c i ó n y v e n e ­

rac ión de los pr ínc ipes y de los p u e b l o s . D e j a n d o aparte l a m u l t i t u d

de autores sagrados y profanos q u e nos t ransmi t i eron la ve lac ión de

tan a d m i r a b l e s e s c e n a s , e l e m p e r a d o r J u s t i n i a n o l a s b a c o n s i g n a d o

para s i e m p i e en su cé l ebre c o l e c c i ó n de l a s Leyes romanas, y t a m ­

b i é n puede verse u n a obra m u y aprec iab le q u e existe acerca de l p a r ­

t icular i n t i t u l a d a : La divinidad del cristianismo justificada y de­

mostrada por el milagro de Tipasa.

— ¿Sü —

MISIONES DEL LEVANTE.

DELEGACIÓN APOSTÓLICA D E B A B I L O N I A .

Jlcmuncn de una caria del limo. Sr. Triache , obispo de Ba­

bilonia, al señor presidente del Consejo central de Lyon.

Bagdad 7 de m a r e o de 1 8 4 3 .

Señor presidente: En medio de la impaciencia en que me liallaba para salir cuanto antes de Alepo á fin de atravesar el desierto de la Mesopotamia, no me Gguralja hallar las in-íiiiitas trabas que aun hablan de entorpecer e! proyecto de mi partida. Todo son obstáculos en este país, por m.anera que el incidente mas leve se convierte en una gran dificul­tad que detiene á cualquiera de repente, en el momento en que todo está dispuesto para marchar: hasta las prescripcio­nes del Coran vienen á cerrarle á uno el paso. En efecto, durante el Ramadan que es un mes de abstinencia, los guias tienen pocas ganas de viajar en ayunas. Luego que sale la luna nueva, que señala el fin de esta cuaresma, llega el dia dedicado á la oración de los difuntos; todo musulmán devo­to está obligado á visitar la tumba de sus antepasados. Si­gue después el Reirán que son tres dias de fiesta, durante los cuales están cerradas las tiendas, tienen buena mesa, so visten á cual mejor y van á la corrida de caballos. Mientras dura esta solemnidad, los turcos no dejarían sus casas por todo cuanto hay. Acabado el Beiran viene otra fiesta que ocasiona nuevas demoras: consiste en la marcha de la cara­vana de los peregrinos que pasan á la Meca. En un país en que hay tan poca distracción, los turcos sacan partido de todo, y así van á ver desfilar la gente. Toda la población

— -281 — se tiende á orillas del camino; los romeros reciben los abra­zos de sus parientes y amigos; los camellos van soberbia­mente enjaezados y llenos de espejuelos y otras mil barati­jas; las mujeres de mayor distinción, que son las únicas que pueden hacer esta romería, las llevan en una especie de co­fre sujeto á la albarda del camello. Encima de estos pabe­llones ambulantes ondean varias piezas de seda para ofrecer al falso profeta ó recompensar á los camelleros que mejor se portan.

Por fin llegó el 7 de noviembre en que se acabaron las fiestas de los turcos, y ya ningún motivo podia retardar un viaje tan deseado, sino la natural apatía de nuestros guias. Pero con una gente que no puede llegar á entender que uno tenga prisa, no hay mas remedio que tener paciencia.

Finalmente, organizada la caravana de una manera res­petable para no ser robada por el camino, se dio aviso que iba á marchar. Desde la mañana de! 12 de noviembre me hallaba en pié esperando el momento de emprender el via­j e , sin acordarme que según el lenguaje de los conductores, el partir temprano quiere decir por la tarde, y á las tres sa­lí del Kan en que me hallaba alojado. Los ginas tuvieron la precaución de conducir los viajeros hacia una de las puer­tas de la ciudad enteramente opuesta á la otra por donde desfilaban los bagajes, sin saber al pronto el motivo de lan extraña resolución. Fuimos siguiendo por las murallas de la población, y al cabo de una hora de camino, llegamos á la puerta por donde debíamos haber salido. Estábamos indig­nados, y mucho mas todavía cuando vimos detrás de una pared toda la caravana parada, y que habia descargado el equipaje á fin de pasar allí la noche. Considerando inútil en­tablar disputas con una gente tenaz que no hubiera cedido sino á fuerza de palos, me resigné á pasar aquella noche al raso, casi debajo de las murallas y á un cuarto de hora de la cómoda habitación que acababa de dejar.

El 1 3 , emprendimos la marcha á las tres de la madruga­da. Los guias comenzaron por llevarnos extraviados por es-

— 2 8 2 —

pació de una hora, pues es de advertir que el desierto co­

mienza en las puertas de Alepo. El viajero se entristece al

ver una llanura donde no se descubre la menor señal de ve-

jetacion y que no obstante podria dar las mas bellas produc­

ciones, si el hombre quisiese fertilizarla con el sudor de su

frente.

Aquel desierto no se pasa sin peligro; pero afortunada­

mente nuestra caravana era numerosa y no habia que te­

mer.

Despuéíi de mediodía hicimos alto cerca de un pueblo cu­

yas casas sumamente bajas y cuadradas en su base, rematan

por una eispecie de cúpula blanqueada. ¿Pero para qué que­

remos habitaciones? ¿Acaso ia divina Providencia no nos ha

proveído <?ie alojamiento debajo la gran bóveda de los cielos,

cuyas admirables maravillas podemos contemplar libremen­

te? Mientr.ís que la nieve extendía su blanca alfombra en

otras regiones, nosotros disfrutábamos allí una deliciosa no­

che de printiavera.

Él 14 via jamos siempre por el llano. En el camino halla­

mos tres pueblos medio derribados, cuyos moradores fueron

á buscar asilo en otra parte. Tal es el estado de la Turquía:

las ruinas s e aumentan de dia en dia, y nadie cuida de le­

vantarlas; asií es que por todas partes no se ve mas que el

emblema de In muerte: no se encuentra ni un árbol, ni una

planta.

La jornada siguiente pasamos por un país igual y tan mo­

nótono como el de la anterior. Aunque mis deseos eran de

pasar adelante, me vi obligado á hacer alto antes de hora,

a fin de aprovechar la ocasión de tener allí el agua cerca,

pues hasta Bir n o se encuentra ninguna fuente y no era po­

sible llegar aqueVIa misma noche. Pero en desquite nos pu­

simos en camino ,á las dos de la madrugada al débil resplan­

dor de la luna.

Al amanecer vimos las montañas de Bir en frente de no­

sotros, y á poco r.ato descubrimos la ciudad. Su situación á

mitad de la cuesta de una montaña, sus murallas medio der-

— — midas y las ruinas de un antiguo castillo que domina la cumbre, todo contribuye á darla uu cierto aire pintoresco. Por el pié pasa el Eufrates que es ancho en aquel paraje como el Ródano.

Nuestro alojamiento fue muy extrafio aquella noche. I..a caravana fué á tomar posesión en una gran cueva abierta en una peña, en la que se colocaron antes que nosotros, los camellos y las caballerías. Esto me hizo recordar la gruta de Belén. No hay razón para que el siervo sea mejor trata­do (¡ue el amo.

Allí vinieron" á visitarme algunos católicos diciéndome quo carecían de socorros espirituales. Híceles presente que eran muy pocos para destinarles un sacerdote; pero que los re­comendaría al celo de los misioneros latinos de Orfa para que los visitasen de cuando en cuando. Este ofreciniiento les sirvió de mucho consuelo, y algunos habiéndome mani­festado deseos de confosarse, me transferí á una de sus ca-•sas. En aquella circunstancia experimenté un gozo particu­lar por haberme la divina Providencia facilitado la ocasión de ejercer mi ministerio con los primeros diocesanos que ha­llé en el camino, pues Bir es por aquella parte la primera ciudad de la delegación de Babilonia.

Además de aquellas pocas familias católicas, existen en dicha población varios centenares de armenios heréticos que, según se dice, no tardarían en volver al gremio de la Igle­sia si un buen misionero fuese á establecerse entre el los: es de temer que se dilate su conversión por falta de sacer­dotes.

La caravana se reforzó en Bii-, con lo que se disminuyó el temor que con razón inspiran los árabes de caballería ar­mados con sus lanzas, que frecuentemente se hallan por aquel camino. A medio día llegamos á un pueblo bastante grande destinado á recoger los viajeros. Gracias á su mala disposición, no hubo mas remedio para pasar la noche quo elegir entre un corral donde habia dos mil cabras, y unas cuadras dentro de las cuales corrían sueltas las caballerías-

— 284 — No lejos del Cami-anserrallo ó parador se halla una mag­

nífica fuente en una zanja de unos veinte y cinco piós de lar­go sobre cuatro de ancho, abierta en la peíía viva, dentro de la cual se baja por una escalera de cincuenta gradas. En la pared que cae enfrente de la escalera hay una cruz ro­deada de un círculo semejante á una auréola, que hace pre­sumir que aquella cisterna la hicieron los cristianos en tiem­po de las cruzadas, cuya opinión parece quedar atestiguada por una inscripción árabe que hay al lado, formada con ca­racteres mas modernos que la cruz. Por lo demás, ningún dato puede obtenerse de los habitantes, pues les importa muy poco saber ó Ignorar el origen de las cosas.

A medida que nos íbamos acercando á Orfa, divisamos hacia la derecha los vestigios de un gran camino abierto en la montaña, el cual , lo mismo que la fuente, no parece ser obra de turcos ó árabes. Al salir de un desfiladero vimos la ciudad rodeada de colinas por tres puntos diferentes, cuyas cimas están cubiertas de fortalezas. Sobre las laderas hay muchos sepulcros y mausoleos. Después de haber hecho un largo rodeo para entrar en la ciudad, apeeme'en casa délos P P . capuchinos. El establecimiento de esta humilde misión es reciente, pues apenas hace dos años que dos esforzados religiosos españoles alentados por su confianza en Dios , y armados de un celo á toda prueba, vinieron á Orfa á echar los primeros cimientos de la misión, sin tener firman, sin recomendación y sin protección alguna. La aparición de es­tos dos Francos en una ciudad en donde no se contaba uno siquiera atrajo sobre ellos una horrorosa tempestad. Fueron un.ot)jeto de escarnio y el blanco de las injurias y de la mas atroz persecución. Poco faltó algunas veces para verse aplas­tados bajo la infinita multitud de piedras que les tiraban den­tro del patio. Uno de ellos atravesando un dia el pueblo, le dispararon un tiro casi á quema ropa; pero la divina Provi­dencia le salvó la vida milagrosamente.

La pobreza en que se hallan es sin igual. Ambos viven en

un mismo cuarto por haber convertido en capilla la mejor

— 285 — pieza de la casita que tienen alquilada; y aunque esto po­dría bastar por ahora á unos misioneros que no respiran mas que trabajos, con todo, considerando que dicha capilla ape­nas puede contener los católicos que hay actualmcnle, y que es probable que se opere la conversión de muchos herejes, hallo indispensable la adquisición de un edificio mas capaz, sin cuya medida se entorpecerían los progresos de la misión.

En Orfa se cuentan mil doscientas familias heróticaí;, ja-cobitas y armenias. Estas últiinas, que forman la mayoría, hace algún tiempo que parece están dispuestas á reunirse al catolicismo: los principales individuos de la nación se han explicado acerca del particular en términos demasiadamen­te positivos para creer que no hay en ellos mas que velei­dad. Con el pretexto de visitar su iglesia, pero bajo la in­tención formal de sondear sus disposiciones, pasé acompa-iTiado de los misioneros á casa del sacerdote á quien el obi.s-po habla entregado sus poderes al marcharse para Constan­tinopla. Condújome pues á la iglesia que hallé cn el estado de limpieza que es natural á los armenios. Reparé que el santuario actual perteneció en otro tiempo á una gran cate­dral, pues el arranque de los arcos denota claramente que habian existido algimas naves colaterales. En uno de los la­dos exteriores me enseñaron ima capillita en donde dicen que san Alejo pasó parte de su vida cuando se retiró al Oriente dejando el fausto y las delicias de Roma.

Entre tanto corrió la noticia que un obispo católico visi­taba la iglesia armenia, y ya fuese casualidad ó cnalipn'er otro motivo, todos los sacerdotes y algunos fieles de las cer­canías fueron compareciendo unos después de otros. Dirigí-íes la palabra, y les manifesté entre otras cosas que la Igle­sia de Jesucristo no siendo mas que una, no debíamos for­mar mas que un corazón y una sola alma, á lo cual contes­taron : ¡ Dios lo haga! y luego se acercaron respetuosamen­te á besarme la mano.

De allí entré en el nuevo alojamiento que edificaron para su nuevo obispo, y les felicité por su celo y el buen gusto

— m — que liabian tenido. A! tiempo de marcbarme entregué á los sacerdotes una limosna para los pobres, y les prometí que no tardarla en volverlos á ver, á fin de entablar con ellos mas ampliamente amistad, de lo cual parece que quedaron satisfechos. Por una carta que poco ha recibí de Orfa veo qile no eran infundadas mis esperanzas. Algunos lugares ar­menios de los contornos también han manifestado deseos de volver á la unidad. ¡ Ojalá se realice para ellos el voto de Nuestro Señor Jesucristo: Unum ovile et unuspaslor.'

Sentí mucho que el temor de que me pillaran las lluvias por el camino no me permitiese permanecer mas tiempo en Orfa. Los dos dias que estuve allí los empleé en hacer pre­guntas á los padres acerca del estado de los católicos y re­solver sobre los varios asuntos que me propusieron. Díles algunos ornamentos para que remediaran la pobreza de su sacristía.

Con tal ocasión no pude resistir al deseo do ir á visitar el sepulcro del ilustre san Efren, ol gran doctor de la Iglesia siríaca. ¡Qué apretura de corazón sentí luego que vi aquella piedra que cubría aquellos preciosos restos que en otro tiem­po estaban en poder de los heréticos I

Extraño que no haya en Orfa ningún monumento que re­cuerde el reinado cristiano de Balduino, aunque por un la­do no es extraño, si se considera á que en el corto espacio de cuarenta años que duró, las cruzadas no pudieron em­prender obras de consideración por haberse hallado casi siem­pre en pié de guerra. Sin embargo, hay dos campanarios antiguos en medio de la •población, que por su forma po­drían atribuirse á aquella época, lo mismo que las dos co­lumnas de orden corintio que resaltan con mucha gracia en el castillo, que ora, según dicen, el palacio de Balduino y de sus sucesores.

Salí de Orfa el 25 de noviembre con el deseo de volver cuanto antes y secundar las disposiciones favorables que la gracia hace brotar de algún tiempo á esta parte entre los armenios heréticos.

- 287 —

Llegando á Diarbekir habia hecho ánimo de apearme, sin darme á conocer, en casa del Umo. Sr. Boutros, por otro nombre Natale; pero dos sacerdotes caldeos que hallé en la puerta de la ciudad fueron al instante á participarle mi lle­gada. ¡Pero cuál fue mi sorpresa cuando al entrar en el pa­tio que circuye la iglesia vi reunida una gran parte de la na­ción católica que me estaba esperando! Un coro de niños formados en círculo se pusieron á cantar himnos en obse­quio del delegado apostólico, con acompañamiento de cam-pam'llas y címbalos, y le condujeron en procesión con el bá­culo hasta el pié del altar. Concluida la oración acostumbra­da , despedí los concurrentes dando á todos la bendición pon­tifical. Aquel mismo dia tuve que recibir á los principales cris­tianos de la ciudad, no obstante el cansancio del viaje.

El conjunto de Diarbekir es poco agradable. Las casas y las azoteas ofrecen un aspecto sombrío por estar construidas con piedras de lava. Las murallas están bastante bien con­servadas, menos en algunas partes que se hallan derruidas. Se han reparado los ángulos exteriores, como en casi todas las ciudades de Turquía, y se han blanqueado para imponer respeto. Tal es el emblema del imperio otomano.

El dia 1.° de diciembre salí de Diarbekir acompañado de dos obispos. A. la tercera jornada, á cosa de las doce, divi­samos la ciudad de Mardin. Los caminos que se dirigen á ella recuerdan los peñascos del monte Líbano. Un cuarto de hora antes <le lleg.ir hallé á los dos obispos, caldeo y armenio, que habian salido á recibirme con una parte de su grey.

Después de haber arreglado con ellos varios negocios im­portantes, les demostré de qué modo la Iglesia católica no forma en realidad mas que un cuerpo y una alma, distribu­yéndoles lo que sus hermanos de Oriente les envían, en prue­ba de fraternidad y comunión. En seguida me dispuse para marchar hacia Nisibe, á donde llegué al cabo de dos dias de camino.

Esta ciudad, en otro tiempo tan populosa, se halla redu­

cida en el dia á unas cuantas casas kurdas y armenias. Que-

— ¿88 — da uno aterrado viendo con la historia en la mano que allí existió antiguamente la metrópoli de la Mesopotamia, con­tra la cual Sapor tuvo que reunir la mayor parte de sus fuer­zas para sitiarla. Ya se sabe de qué manera fue librada mi­lagrosamente á ruegos de su obispo san Jaime. Fui á visi­tar las ruinas de una antigua y magnífica iglesia, que según dicen algunos, fue fabricada en obsequio de dicho santo, y según otros, por este raismo pontífice. Aunque los restos de ella están medio enterrados, ellos atestiguan la eclipsada magnificencia del edificio. Solo el santuario es el que se man­tiene en un estado admirable de conservación. La hermosu­ra y riqueza de su arquitectura aumenta el sentimiento que uno experimenta al considerar que el vandalismo con su martillo sacrilego haya sido capaz de apresurar la obra del tiempo. No puede dudarse que los destructores de todos si­glos y naciones habrán sido los ejecutores de la venganza di- , vina, llenando sin pensarlo una misión suprema; porque i humanamente hablando, los que se arrojaron sobro aquella antigua basílica debia haberles arredrado el aspecto impo- | nente de aquel edificio religioso.

El 17 por la tarde entré en ]\íosul, la antigua, la grande ciudad de Ninive. En otra carta ensayaré pintar los restos de tantas grandezas.

Tengo el honor de ser, etc.

f LORENZO , obispo de Babilonia.