Ciudades romanas de Extremadura

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TACIUDAD HTISPANUORROAÑANUA MINISTERIO DE CULTURA bo (- Àu¡rr sERvrcros EDTToRTALES, s.A.

Transcript of Ciudades romanas de Extremadura

TACIUDADHTISPANUORROAÑANUA

MINISTERIO DE CULTURA

bo(-Àu¡rr sERvrcros EDTToRTALES, s.A.

CruDADES

EXTREMADURAJ. M. Arvnnnz MnnrÍN¡z

Museo Nacional de Arte Romano de Mérida

ROMAI\TAS DE

L estudio del proceso de la romanización en lo que

es Ia actual Extremaclura, a pesar de los avances pro-

ducidos en los írltimos años, duraute los que se han abor-

dado cuestiones importantes referentes a la viabilidacl,

tetitoria, a la vida rural e incluso a las ciudades propia-

mente dichas, no nos permite todavía ofrecer un pano-

rama completo del fenómeno.

La investigación hasta hace pocos años se había ce-

ñido casi en exclusividad al caso de Augusta Emeríta, en

verdad la ciudad que mejor proyectaba la imagen oflcial

romanal y la que aglutinaba en torno a ella una buena

porción de las tierras extremeñas, al constituirse en ca-

becera de un extenso territorio que algunos (G,+rsrnnnn,

Ig7l, B) cifran en 20.000 km2. De Ios demás núcleos de

población apenas alcanzábamos a conocer ciertas noti-

cias históricas proporcionadas por las fuentes, por el feliz

descubrimiento de un epígrafe signiflcativo, o bien por la

existencia de algún relevante monumento objeto de es-

tudios esporádicos,

Así las cosas, a partir de la década de los setenta, de

acuerdo con los medios entonces disponibles, la inci-

piente Universidad de Extremadura y los Museos de Ba-

dajozy Cáceres comenzaron a elaborar proyectos enca-

minados a procurar un mejor conocimiento, entre otros

aspectos, de nuestra realidad romana, Con ello, pudieron

comenzar las excavaciones arqueológicas de Regina (Ca-

sas de Reina), importante núcleo urbano de Ia Baeturia

turdulorum y adscrito aI conventus cordubensis, Metellinum,

la colonia heredera de la fundación de Quinto Cecilio

Metelo, Jerez de los Caballeros (seriaFamalulia?), donde

se pudo descubrir una casa romana, Nertobriga Concotdia

Iulia, enlas inmediaciones de Fregenal de la Sierra, en la

Baeturia celtica, Mirobriga y Capera, esta última en el con-

ventus emeritensis, iunfo a Plasencia. Por otra parte , desde

la Universidad de Extremadura y el Museo de Cáceres se

emprendieron estudios sobre los territoriø de estos nú-

cleos de población y su viabilidad con Ia consecución de

notables resultados como veremos.

El Museo Nacional de Arte Romano primero y la Jun-

ta de Extremadura con posterioridad se ocuparon de

continuar las investigaciones en Augusta Emerita, donde

se avanzó considerablemente en el conocimiento del ur-

banismo augustano, con la delimitación de diversas áreas

públicas hasta entonces poco valoradas.

CIUDADES ROMANASDEEXTREMADURA I29

Por fln, desde la Universidad se abordó uno de los as-

pectos peor conocidos por la investigación extremeña

como es el del paso de Ia realiclad prerromana a la plena

ron'ranización tras el impacto que la presencia itálica pro-

vocó en nuestras tierras.

Todo ello, que no es poco, no es sin embargo sufl-

ciente como para trazar un panorama completo del pro-

ceso romanizador de Extremadura, donde además, Ia si-

tuación se ve algo complicada, porque referirse al mismo

tiempo, y sobre todo al principio, a tierras de nuestro ac-

tual ámbito geográflco que en su día pertenecieron a rea-

Iidades administrativas y territoriales bien dispares, con

connotaciones sociales y económicas muy diferentes,

plantea problemas.

Por un lado, dentro de la diversidad de pueblos y tra-

diciones perpetuadas sin solución de continuidad hasta

bien entrado el Bajo Imperio en algunos casos, y alejadas

un tanto de la "órbita oflcial", estaban las tierras lusita-

nas que tuvieron en la capital de la provincia, Augusta

Emerita, el aglutinante necesario como para emprender

al unísono ese camino común; por otro, los teüitorios

que ocupan Ia franja sur de la actual provincia de Ba-

dajoz que se adscribieron al conventus cordubensis al hß-

palensis, ya estuvieran comprendidos dentro de la Bae'

turia turdula, ya dentro de Ia Baeturia celtica2 .

Pero, con todo, sí podemos expresar no pocas reali-

dades de aquella situación que comenzó con la presencia

romana en nuestra zona, efectiva desde los comedios del

siglo II a.C., y que concluyó a la raya del V d.C., bien que

en muchos aspectos la vida tradicional "romana" con-

tinuó sin problemas con posterioridad.

EL IMPACTO DE tA PRESENCIA ROMANA EN

EXTREMADURA

Hasta el comienzo de las guerras lusitanas la actual

zona extremeña era poco menos que desconocida y for-

maba parte de una entidad territorial a la que se prestaba

poca atención por estar desplazado a otras zonas el in-

terés oflcial romano.

Los lusitanos, el pueblo principal de esta área geográr'

flca, se extendían hasta el océano desde el Duero y el

Tajo, en los límites de Extremadura por el oeste y norte;

I3O LA CIUDAD HISPANoRRoMANA

vivían de acuerdo con su manera tradicional y sólo da-

ban muestras de su existencia en efímeras "Íazzias" qLre

llevaban a cabo contra las tierras del sur.

Los túrdulos, ubicados alsur de| Ana.ç, en contacto con

la nueva potencia dominadora, no iban a ofrecer proble-

mas de consideración; sóÌo permanecerían atentos a llo-sibles acciones provocadas por sus belicosos vecinos del

norte. Otro tanto podríamos decir de ìos grupos de rai-

gambre celta establecidos en la Beturia occidental (Gan

cí¡. Icr¡sns, I971, 104-108).

Por fin, los vettonesl, asentados en la Meseta y en la

provincia de Cáceres, quizá hasta Mérida, se ocupaban

de llevar un modo de vida que a nadie molestaba y sólo

en ciertas ocasiones, aliados con los lusitanos, ofrecieron

problemas.

La rebelión de los lusitanos (Str, III,3,6; Diod. Sic. V,

3)-38; Liv., XXXV, I y XXXVI, 57; App. Iber, passim)4,

como decíamos, va a provocar la efectiva presencia ro-

mana en nuestra zona y así entre los años 155 a.C. y l38el territorio se verá atravesado una y otra vez por los ejér-

citos itálicos. La acción concluiría con la derrota del cau-

dillo Tautalos o Tautamos, sucesor de Viriato, y con la

deportación en m.asa de los lusitanos y su asentamiento

en Vnlentia, Valencia del Cicl a lo que parece, aunque

otros como Callejo (1981) y Blanco (1977,21-22) sos-

pechan que su reducción puede corresponder a la cace-

reña Valencia de Alcántara, que con ello se constituiría

en el primer caso del establecimiento de una ciudad por

los romanos en nuestro territorio.Lo que aquí encuentran los romanos, en líneas ge-

nerales, son asentamientos que, en muchos casos, ni si-

quiera merecen el nombre de ciudades, fuertemente ïor-

tif,cados, junto a pasos naturales y que surgen entre los

siglos IV y II a.C. (FnnNÁNnEz ConRarrs, 1988,264). Con

todo, en algunos se atisba ya una cierta estructura ur-

bana, aunque todavía, merced a lo poco avanzando del

proceso de investigación, poco conocida.

No eran, por tanto, ciudades en el más amplio sentido

de la palabra, aunqlre alguno de Ìos establecimientos

pudo capitalizar un territorio bien definido.

La presencia romana, o mejor, la tona cle contacto

con la nueva potencia, se detecta por la aparición de ce-

rán-lica cle barniz negro, hallada, entre otros, en los ya-

cimientos de La Coraja, Villasviejas cle Botija y Los Cas-

tillejos, de la mitad del siglo II a.C, Con ello se inicia un

proceso que va a cambiar toda Ia estructura del pobla-

miento y va a propiciar la aparición de las primeras ciu-

dades en sentido estricto,

A esta fase corresponderían varios núcleos conside-

r'ables. Serían el de Los Castillejos5 (Fnnufuilrz ConnAtns,

Seucnre Prz¡nno y RornÍcurz Dirz, 1988, 69 ss.), Villas-

viejas del Tamuja en Botija (Oxcrr Ve.rnNrÍr't, I99I, 247

ss.; Hrnxfuil¡z HnnNÁ¡nnz, 199I,255 ss.) y La Coraja en

Aldeacentenera (RmoNoo RolnÍcu¡2, EsrrseN Onrnce y

Seres M¡nrÍN, I99I, 283 ss,).

La segunda fase tiene lugar cuando nuesfto territorio

se convierte igualmente en escenario de las luchas civiles

que se suceden en Roma durante iargo tiempo. Es el mo-

mento de la llegada del procónsul Q. Caecilius Metellus

Pius, que viene a combatir a Sertorio. Para controlar el

espacio, el procónsul procede a establecer una serie de

enclaves, Ios propugnacula imperii, entre los que se en-

cuentran Metellinutn (80-79 a.C.) en la línea del Guadia-

na y en el paso de una importante calzada que une las

zonas meridional y oriental de Hispaniø con la Beira y

que más tarde se convertiría en colonia (GencÍr. B¡rrno,1958, 13-I4) y Cøstra Caecilía, junto a Cáceres (Urrnnr,

1984), por citar los más señalados,

La poÌítica de los enclaves es continuada posterior-

mente en época de César. Es entonces cuando se produce

Ìa fundación de Norba Caesarina, entre los aitos 36 y 34

a.C., obra del procónsuI C. Norbanus Flaccus, y a la que se

añaden, en un claro caso de sinecismo, solución frecuen-

te en la organización romana del territorio, las entidades

de Castra Caecilia y Castra Servilia.

Como expresa Blanco (I977, 22-D) en estas funda-

ciones queda patente el estilo de época republicana: ve-

teranos y auxiliares en posesión de ciudadanía romana

forman la guarnición permanente de estos centros que

dominan las vías terrestres y fluviales. Las poblaciones

inclígenas se vieron obligadas a bajar al llano desde sus

castella y se van romanizando poco a poco en contacto

con los colonos, quienes a su vez se identiflcan con ellos

cada vez más.

Este proceso concluye con la fundación de Ia colonia

Ar.Lgustn Eurcrita en el año 25 a.C., a raíz del flnal de una

de las fases, no la deflnitiva, cle las Guerras Cántabras, y

debido a Ia necesidacl de ejercer un mejor control de la

vía que unía las tierras del sur con Las toclavía conflictivas

del norte y noroeste (Árvennz SÁ¡Nz t¡ Bunu¡.cl, 1976,

19-28). Eì centro de atención, fijado en la línea Metelli-

nutn-Castra Caecilia, vital en la guerra sertoriana, se des-

plaza ahora aI eje Eruerita-Norba Caesarina.

Poco a poco, el territorio va a ir transformándose de

acuerdo con la nueva realidad, y así se procluce el caso

del abandono de ciertos asentamientos prerromanos

como el del Castillejo del Guadiloba en Cáceres (Fnnnell-

r¡z ConR¡,r¡s, 1988, 264), d' de la transformación de

otros en conjuntos urbanos, como señala el ejemplo de

"Cogolludo" que pasa a ser Lacimurga Constantia Iulia, o

los de Mirobriga, Capera, Caurium, Augustobriga, Turgtt-

lium, N ertob r i g a, Re gina, Municip ium Iulium. . .

Otra pecuÌiaridad es la del sinecismo, ya apuntada

para Norba CaesarÌna, cuya nueva población se vería

completada, como bien señala Fernández Corrales

(t 9BB, 2651, con los contingentes llegados de los recintos

fortificados de La Coraja y Villasviejas dei Tamuja, que

se abandonan en tomo a los años 40-35 a.C., precisa-

mente cuando tiene lugar la fundación de Norba. Sería,

también, el caso de Regina (Turris Regina?) (GencÍe y Br

rr-no, 1991, 60-621, donde se concentró una población

procedente de yacimientos cercanos bien constatados, o

el de Contributa h.tlia, que englobó a la población de Cu'

riga y dos pagi adscritos a la misma, con su independen-

cia, peto dentro de su territorio (RolnÍcurz Bonlarro y

RÍos Gn¡.ñe, 1975,147 ss. y Fn.+n, 1991, l5l ss.).

CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA I3I

Al tiempo que se iba perfilando el fenómeno ciuda-

clano, co[renzaron a surgir en Ios nuevos territorin esta-

blecimientos rurales de carácter minero )¡ agtícola fun-

damentalmente.

Con este proceso de absorción de los asentamientos

preffomanos, culminado deflnitivamente, a lo que pa-

rece, en época flavia, y cuya ubicación no encajaba en la

nlreva concepción del territorio, comienza una nlleva

etapa de reestructuración del espacio,

LA FUNDACIóN DE LA COLONIA AUGUSTA

EMERITA Y LA ORGANIZACIÓN DEL

TERRITORIO DE LA LUSITANIA EXTREMEÑA,

LAS CIUDADES DE LOS CONVENTUS

HISPALENSIS Y CORDUBENSIS

La fundación de la colonia Augusta Emerita supuso,

como adelantábamos, el comienzo de la organización sis-

temática clel territorio en la Lusitania extremeña8. Se

constituyó la nueva población en el perfecto intermedia-

rio entre la oficialidad romarla y el medio inclígena, con

la asunción de un papel preeminente muy claro en la je-

rarquización del territorio (LnRoux, 1990, )16-)17) y en

encrucijada de caminos del suroeste peninsular,

Efectivamente, Ia naciente colonia pasaba a ser un en-

clave estratégico en medio de tienas no bien organiza'

das. Su valor venía señalado por el paso del Guadiana en

Iugar Tavorable, sobre el que se pudieron establecer los

apeos de un puente que constituía la llave de las co-

municaciones enÍe las tierras del sur y las del norte y

noroeste, vitales para el erario público romano. La nueva

colonia, que heredaba el papel que ejerció Metellinum en

un principio como base de Metelo en sus luchas con Ser-

torio y los lusitanos, se alzaba como epicentro de la si-

tuación romana araíz de las nuevas conquistas. Con su

extenso territorio, además, venía a dar la mano a las otras

dos provincias, Citerior y Bética, a las que la unÍan viejos

caminos naturales que Augusto convirtió en flrmes cal-

zadas; EmerÌta, con su envidiable posición, se conflguraba

así como un importante nudo de comunicaciones (Ár-

v¡nEz M^tnrÍunz, l9ï6a, l0 I - 102).

La futura capital de Lusitania, designación que hubo

de suceder en tomo al año t5 a,C,e, fue una colonia conDetalle de los puentes emeritenses sobre el Guadiana,

r32 LA CIUDAD HISPANORROMANA

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VIAS DE COMUNICACIÔN

I caprrat oe Frovrncra -

t Mansión citada por el'ltinerario de Anlonino'

A Mansiòn citada unicamartepor et 'Anónimo de Rävena"

IDUA \

PI-AGIARIA

í"iJ:'l

Ciudades y vías de comunicación romanas de Extremadura (según Fernández Corrales)

un claro componente militar, aunque no con el carácter

e strictamente defensivo que se ha venido reiterando, po-

blacla con los veteranos de las legiones V Alnudae y X Ge-

mina, y probablemente Ia XX Victt'ix. Pero, cono apun-

tábamos, no fue sólo el estamento militar el que habitó

la colonia, pues paulatinamente familias itálicas vinieron

a engrosar ìos primeros efectivosl0, así como otras pro-

ceclentes de diversos puntos del Mediterráneorr, No sa-

bemos qué sucedería con los naturales que poblaban Ia

zonalt. Es posible que se buscara un entendimiento, e

incluso una consideración, como nos haría pensar el he-

cho de que armas lusitanas estén reflejadas en las mo-

nedas de la ceca emeritense, lo que Blanco (I971,2)l)interpreta como un emblema étnico o un signo de re-

conocimiento hacia los lusitanos que sirvieron a las ór-

denes de Carisio.

Ciudad situada en un punto estratégico de primer or-

den, bien valorado en el período anterior (Árvennz Mer.-

tivlz, 1984, IOt ss.), debe su origen al Puente sobre el

Guadiana, el verdadero genitor (Jrbis (/+Lvnnnz MenrÍN¡2,

1981, passim), en el que confluían las calzadas del su-

roeste peninsular, que se establecen en época de Augusto

(ÁrvennzManrÍu¡2, 1981, 57 ss.).

Estas calzadas se proyectan de acuerdo con cuatro

principios fundamentalesrr :

Una segura comunicación con los distritos mineros del

noroeste.

Una salida al mar por sus puefios naturales de la costa

atlántica. EI Anas no era navegable, sino desde Aþrtilß.

Un rápido acceso aÌ Guadaiquivir y al Mediterráneo,

Una salida a la Meseta.

Las principales calzadas eran las siguientes:

Iter ab Emerita Caesaraugustam,llrn. Ani',, 433, l-4)4,6;

Roldán Hervás (Ig7 l), Llv urrrMartínez ( I 98 I a, 5 B- 6 1 ),

Fernández Corrales (1987,46-52)1, que enlazaba con,4s-

turica Augusta.

Alio itinere ab Emerita Caesaraugustam,lIIin. Ãnl 438,2-

439, 4, iIv arez Marlínez ( t 9 B I a, 6I - 6+), Fernández C o -

rrales (1987, 68-72)1, que iba por Titulcia.

CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA 13)

Per Lusitaniam ab Emerita Caesaraugustam, fIlin. Ant.,

444-3 - 446,3, Llu are, Martínez ( I 98 1 a, 64- 65), Fernán-

clez Corrales (1987, 60-63)1, que coincide en su primer

tramo, el de la salida de Emerita, con el camino de Cor-

dtún.

Iter ab Corduba Emeritam Utin. Ant. 4I53-416,3, Aluare,

Martínez (I98Ia, 65-67ì, Fernández Corrales (1987,63'

ó5)1.

Iter ab Hßpali Emeritam lltin, Ant. 4I4,1-+I5,2, Âlvare,

Martínez (1981a, 67-68), Fernández Corrales (1987,65-

68)1.

Iter ab ostio fluminß Anae Emeritam usque lIfin. Ant, 431,8-

432,8, ilvarrrMartínez (I98ta, 68-70), Fernández Co-

rrales (i987,39-46)1.

Iter ab )lisÌpone Emeritam [Itin. Ant. 416,4-418,5, ilvure,Martínez (t9Bla, 70-n), Fernández Corrales (1987,52-

55)1.

Alio itinere ab )lßipone Emeritam [Itin. Ant. 418,7-419,6,

Áluarer Martínez (1981a, 73-75), Fernández Corrales

(1987 , 55-58)1.

Item alio itinere ab )lisipone Emeritam lltin' Ant' 419,7'

)20,7, ÂlvarezMarfínez (l98la, 74-751, Fernández Co-

rrales (I987,58-59)1,

Otras calzadas, en el apartado de secundarias, unían

ciefios puntos de consideración, bien desde la capital,

bien desde otros lugares del conventus, de suerte que toda

esta circunscripción estaba perfectamente comunicada,

Entre ellas (Frnner.urz CoRRÄIES, 1987 ,72 ss.), citamos el

camino que unía Metellinum con Norba, el Puente de Al-

cânlaray Ia Beira; el que partía de ad Sorores (mansio del

iter ab Emerita Caesaraugustam)hasta Metellinum; el que lo

hacía de Norba con destino ala zona de Badaioz (terri'

torium emeritense) para enlazar con la calzada de Olisipo;

el que iba de Norba a Turgalium (cabeza de una praefectura

del territorium emeritense\, o los que enlazaban Caurium

con el valle del Tiétar. Otro Io hacía desde Emeritahasla

134 LA CIUDAD HISPANORR0À{ANA

la sierra de Hornachos en los conflnes de la Bética para

enlazar bien con el camino de Hßpnlß, bien con el de Cor-

duba, etc.

Con este sistema de comunicaciones que confluían en

Ar.tgtrsta Enrcrita, se organizó el territorio colonial, sin

cuya consideración nal podríamos comprender el cle-

venir de la propia ciudad augustana'

Fue tan extenso eI territotium emerÌtenseta que IIamó

poderosamente la atención de Ios gromáticos. Frontino

(De contr. agr.,9 ed. de Thulin) es uno de ellos y habla de

los repartos realizados y de que nunca fue ocupado en

su totalidad, Contaba con un bosque, posiblemente de-

dicado a la diosa itélica Feroni4, de unas 250 hectáreas

(FnoNrw, De contr. agr., 37, I 3), que recientemente se ubi-

ca en Ia zona de Montánchez-Alcuéscar (GmcÍe Bntttlo,

lggl,73-751. Las tierras situadas junto al rí0, que cons-

tituían Ia pertica de| territorium, lueron cleclaradas libres

y públicas (Agen. De contr. agt., 46).

Por Hygino conocemos la extensión de las parcelas

asignadas (400 ir'Lgera), superiores a las de otras entidades

territoriales de Ia época (Hyg, De limit' cottst', 135). De las

recientes observaci.ones de Sillières (1982,44t) en los

términos de Almendralejo, Arroyo de San Serván y To-

rremegia, se infiere que las centuriaciones tenían un mó-

dulo cle 710 metros y que la perticameridiohal de la co-

lonia pudo comprender entre J00 y 400 centurias' Son

interesantes también los datos señaìados por Corzo para

las zonas de Trujillanos y Alange ll97 6, 219 y 225).

Para la administración de tan vasto territorio se crea-

ron tres praefecturae (Hyg. De limit. const', I36), de las que

conocemos los nombres de dos, la turgaliensis, enTurga-

lium (TrujilIol,yIaMullicensis, qts'e Canto (1989, 176) si-

túa cerca de la actual Montemolín.

En cuanto a los límites, cuestión controvertida, varios

documentos nos aclaran algo. Son los mojones termi-

nales hallados en Valdecaballeros, donde se menciona el

enclave dela colonia Claritas Iulia Ucubi, del conventus cor'

dubensß y las tierras de Augusta Emerita y Lacinimurga

Constantia lulial', el de Montemoiín16 y el de los Altos de

Solaparza en Valencia del VentosoIT, que permiten, estos

dos últimos, deflnir un enclave augustano entre las tie-

rras del clnventus hispalensß, territorios de Contributa Cu'

riga, por mediodía, los de Nertobrigay Seria por occidente

y el propio de Augusta Emerita por oriente y septentrión.

CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA I35

Del misno moclo, la consideración de los epígrafes que

contienen miembros de la tribu Papiria viene a nuestro

auxilio (FonNr, 197 6, 36 ss. Y 41).

Con ello, y teniendo en cllenta ei carácter discontinuo

delos territoria de las ciudades romanas, podríamos se-

ñalar como fronteras de este extenso ager colonial las si-

guientes: por el sur, Ios territorios de las civitates de |os

conventtts cordubensis e hispalensß, a saber: Lacintmurga

Constantia h,LlÌa, Iulipa l?1, Municipium lulium (Azuaga),

Regina, Ariga-Contributa, Nertobriga y Seria; por el norte,

el campo norbense; por la zona oriental, Valdecaballeros

y por el occidente Borba Estremoz, en confluencia con el

territorium de Ebora.

Esta entidad territorial emeritense, base de Ia orga-

nización rotnana en la actual Extremadura, incluso algo

más extensa, se conservó prácticamente, con la excep-

ción de la zona de Badajoz, la posible inclusión de la de

Cáceres y Ia más que segura de Medellín, hasta el siglo

X como refiere Hernández Giménez (1960, 313 ss.)'

Dentro del territoriunt existían ciertos núcleos de po-

blación importantes, unidos por calzadas, oflciales y se-

cunclarias, a la colonia. Entre ellos destacamos: Lacipea,

Ro dacß, G er trc û, Contosolia, Caspiana, P erceÌana, Cauliana,

Evandriana, Dipo, Plagiaria, Budua, Aquae, Fornacis, Rev-

vean, Leuciana, Turgalium, ad Sorores, efc.t8

En toda el área territorial emeritense, las huellas del

asentamiento rural romano son continuasre y las villae

con entidad muy considerables, sobre todo las que están

cerca de Mérida2o,

La colonia Augusta Emerita, por tanto, con su posición

estratégica y su extenso territodo, favorecida por la ad-

ministración romana que deseó desde un primer mo-

mento proyectar su imagen oflcial en Ia nueva colonia

(speculum populi romani), fue cobrando cada vez más im-

portancia, Se construyeron nuevas áreas urbanas y se de-

sarrollaron otras que vinieron a completar un excepcio-

nal conjunto urbano, dentro de un perímetto, eso sí,

fljado desde el principio,

A ella acudierolì gentes procedentes de diversos lu-

gares de Lusitania, de otras provincias hispanas y de dis-

tintas zonas del Mediterráneo: Galia, Italia y el área gre-

coparlante fundamentalmente (FonNr, 1982, 69 ss.).

El período julio-clauclio y el advenimiento de la di-

nastía flavia marcan un momento de gran importancia

T}6 LA CIUDAD HISPANoRRoMANA

en el devenir de la ciudad. Será la ocasión en que la co-

Ìonia vea transformada su ïaz con eì desarrollo de pro-

yectos oficiales marcados por el interés de Roma de po-

tenciar aquí su imagen; entre esos planes no podemos

silenciar los que afectaron al teatro y al foro (TRnrucr,

1990a,299 ss.).

Esta reactivación monumental impulsada por Ia ofl-

cialidad romana tuvo un paralelo claro en Ia iliciativaparticular que, al amparo del desarrollo económico,

construyó sus moradas con un lujo y una magnificencia

que en nada tenían que envidiar a sus congéneres de las

zonas más privilegiadas del Imperio.

Este esplendor continuó sin menoscabo durante el pe-

ríodo antoniniano, durante el que se conocen otros pro-

yectos y casos de evergetismo como eI de Domitia Vettilla,

mujer de Lucius Roscius Paculus, que levantó a sus expen-

sas un armilustrium a Marte, o el del Mitreo sito en el ce-

rro de San Albín, que fue potenciado por la floreciente

comunidad emeritense, bajo la atenta mirada del gran

sacerdote Gaius Accius Hedychrus,

Que la vicla en Emerita era floreciente y que se había

formado una clase social pudiente e imbuida de cultura,

lo pone de manifiesto elhecho de que los talleres de es-

cultura no dieran abasto a las continuas demandas de los

emeritenses a lo largo de los siglos I y II d.C. Fue la es-

cuela popular emeritense de escultura una palmaria ma-

nifestación del genio popular hispanorromano, bien

equipada en cuanto a técnica y en cuya formación no es

difícil atisbar la presencia de buenos artistas peregrini (deIárea griega fundamentalmente) (Nocerns Bes¿.nn¿.r¡,

1992, passint). Igualmente podríamos decir de Ia produc-

ción pictórica y musivaria, que vive un momento de

auge entre el comienzo del siglo II y la primera mitad del

siglo III d.C, Gracias a Ia preparación de estos artistas y

artesanos se pudieron acometer con solvencia tanto pro-

yectos oflciales como una serie innumerable de encargos

de particulares, deseosos de contar en sus casas con ricas

decoraciones que elevaran su prestigio social.

Son parcas las noticias que tenemos a nuestra dispo-

sición para historiar la Mérida del siglo III d,C. No parece,

sin embargo, que la ciudad sufriera en demasía la crisis

que sí se aprecia en los decenios centrales cle la centnria.

Con Diocleciano es cuando verdaderamente se iniciala ascensión irresistible de la ciuclad, que sería citada en-

tre las urbes más populosas de su tiempo (Aus. )rdo ur-

bium nobìlium, XIX, B3). No hay duda de que Emerita se

erigió en la capital efectiva de las Hispanias, al ser la sede

delvicarius de la diócesis Hispaniarunt (ÉrrrnNn, 1982,201

ss.) y en un centro administrativo y poiítico de primer

orden. Hnbo un renacimiento urbano importante,

Efectivamente, la investigación arqueológica habla

claramente de estos momentos de bonanza vividos por

la ciudad. Se detecta una clara eclosión urbana, con la

creación de nuevos espacios suburbanos, fundamental-

mente a la salida de las calzadas de la ciudad (Árvannz

ManrÍn¡2, 198I, 224-228).

Este buen momento vivido por la colonia expÌica eì

hecho de que varios ediflcios fueran construidos en este

tiempo y que sus más señalados espacios públicos fueran

remodelados y "restituidos a su prístinafaz" , Son los ca-

sos del circo y del teatro, sin olvidar la construcción de

nuevas casas que los particulares levantan en varias zo-

nas de la urbe como la de Ia Alcazaba, Anfiteatro, Suárez

Somonte, Holguin, etc. Todo ello deflne un momento ál-

gido para la ciudad que alcanzó a contemplar un movi-miento intelectual de primer orden por la presencia de

cualiflcados políticos en su administración2r.

Dejanclo a un lado viejas teorías que propugnaban un

recinto de tipo castramental22 clelimitado por las puertas

del Puente y cle la Villa y los arcos de Trajano y Cimbrón,

con una superflcie de 700 x 350 metros, hay que aceptar

la idea de Richmond 119J0,99 ss.) que concibe la ciudad

en toda su dimensión desde el principio y con su cerca

murada bien delimitada, englobando ya los edif,cios de

espectáculos, el teatro y el anfiteatro2). Emerìta, por tan-

to, como otras ciudades augusteas, fue objeto de una pla-

nificación propagandística, con amplia idea de futuro y

conf,anza en el porvenir, con espacios "vacíos" que se-

rían ocupados a medida que las necesidades de la ciudad

así lo demandasen.

El puente sobre eÌ Guadiana, ya destacado en su papel

de genitor Urbìs, lue el determinante claro del urbanismo

colonial, pues slr prolongación lue eI decumnnus nnxinuts,

mientras qlue eI kardo ntaximus venía a salir ai puente so-

bre el Albarregas.

ResuÌta revelador pensar en qué grado de conoci-

miento tenían los ronanos de las irregularidacìes del cur-

so del Anas y así hubieron cle establecer, conlo caso poco

CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA t37

Dos portentosas 1ábricas de

puentes romanos de la

región extremeña: arriba,

eÌ impar puente de

Alcántara (Cáceres),

paladigma de puente de

curso alto; abajo, detalle

del que cruza el Guadiana

en Mérida, con sus

robustas y numerosas pilas,

adecuadas al curso bajo del

rí0,

repetido en el Imperio, unos muros de defensa conÍa el

río, bien conseryados en la zona de la alcazaba árabe (Ar

vAREZMARTÍNEz,I9BI,l63-t63) y cómo, también, el pro-

pio puente tuvo que adoptar una estructura idónea para

prevenir las fuertes avenidas del río: dos tramos de ar-

cuationes con un malecón entre ambos protegido por un

tajamar o aleta de encauzamiento del río (ArvennzMen-

rÍu¡2, 1983, 65-70), en un caso similar al ofrecido por los

puentes Fabricius y Cestius de la Isla Tiberina.

La cerca murada data igualmente de los primeros

tiempos cle la colonia y su construcción fue difundida por

las emisiones de la ceca colonial con un evidente carácter

propagandístico (TmnmrcH, 1990, 30I), Dibujaba un pe-

dmetro de forma trapecial y de trecho en trecho los lien-

zos se veían flanqueados por torres de planta circular

(Cnrano CAnn¡uRo, 1992). Cuatro pueilas se situaban en

Ios extremos de sus ejes principales, además de otras

secundarias y portillos, sobre todo en la zona del rí0.

La tipología de las puertas la muesfian claramente las

I38 IA CIUDAD HISPANORROMANA

monedas y recientemente se podía comprobar su estruc-

tura con el descubrimiento de los restos de ìa Puerta del

Puente.

Entre los proyectos de infraestructura ìlevados a cabo

con la fundación de la colonia, el de las conducciones hi-

dráulicas merece nuestra consideración, Fueron tres los

acueductos realizados2a.

La primera conducción lAqua Auguslø), la actual Cor-

nalvo, se originaba en el embalse de su nombre, donde

se conserua un dique paramentado con sillarejo, de 220

metros de longitud y una torre de captación de agua, des-

de la que, a través de 1B kilómetros, recibiendo el aporte

de varios arroyos, llega a Ìa ciudad, donde penetra por

las inmediaciones del teatro hasta concluir enelcastellum

aquae,

La segunda fue la denominada de SanLázaro y se ori-ginaba a unos 5 kilómetros al norte de la ciudad, Por me-

dio de unas galerías subterráneas en excepcional estado

de conservación, el conducto llegaba a la depresión deÌ

valle del río Albarregas, que salvaba por medio de unas

altas arquerías de cerca cle un kilómetro de longitud y

hoy reducidas a varios pilares y arcos, Se conserva el cas-

tellum en el recinto de la Casa del Anflteatro,

Por fln, la tercera, y Ia más espectacular de todas ellas

es Ia que parte del embalse de Proserpina, con un dique

de 500 metros de longitud, que sufrió una importante

restauración en los albores del siglo XVII y, a través de

varias vaguadas, salvadas por excelentes obras de fábrica,

llega a la ciudad a la altura del cementerio municipal,

donde se conservan las ruinas de stl.pßcina limaria.Nue-

vamente, el obstáculo del valle del Albarregas hubo de

ser salvado con la construcción de las arquerías elevadas,

en este caso mucho mejor conservadas que las del ejem-

plo anterior, El conducto concluía en el depósito deÌ ce-

rro de El Calvario.

La imagen que ofrecían las conducciones hidráulicas

emeritenses contribuyó a reafirmar el carácter oficial ypropagandístico de la nueva colonia (Pn.awnnn, I990, 103

SS,),

La red urbana de Augusta Emerita también coadyuvó

a configurar una gran ciudad desde el principio, con ca-

lles regularmente establecidas, flanqueadas por pórticos

(Árve,nnz MmrÍN¡2, 198 l, 229 -236).

El mismo espíritu, y bien acentuado en este caso, se

aprecia en la planificación de las áreas públicas de la ciu-

dad, los foros.

Así en eì que consideramos foro de la colonia, desde

el principio existió una área presidida por Ia airosa co-

lumnata del liamado tempio de Diana, consagrado alcul-

to imperial (ÁrvennzManriNnz, ).976,43 ss.). Era un foro

provinciano, similar a otros presentes en ciudades im-portantes de las provincias occidentales del Imperio, Más

Particular de las airosas arcualiones del acuedncto romano de Mérida

conocido como de "Los Milagros", en el paso del río Albarregas.

CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA I39

Relieve del pórtico del Foro

de Augusta Emerita, conunlaurel asociable al venerado

Augusto, fundador de la

ciudad fcrrÁloco, zz].

I40 LA CIUDAD HISPANORROMANA

Restos del "Templo de

Diana" de Mérida, en ungrabado del xrx de A. de

Laborde y en su estado

actual,

tarde, cuando se produce el proceso de "marmorización"

cle Ìa colonia y el engrandecimiento de Ia misma, en

tiempos de los últimos emperadores de la dinastía julio-

cìaudia, al viejo foro se añadió otro más monumental

que vino a Íelorzar el carácter simbólico de la ciudad

como trasunto de la metrópolis, hasta el punto que se

copió íntegramente el programa iconográflco presente

enelForum Augusti de Roma, con Ìa decoración en el áti-

co del pórtico de clípeos con flguraciones de Jírpiter Am-

mon y Medusa separadas por cariátides y con grupos es-

cultóricos presentes ya en el conocido foro romano. El

programa iconográfico dei nuevo foro de Augustø Enterita

supuso un notable esfuerzo para dotar a la ciudad de una

área relacionada con el recuerdo de la casa imperial y fue

obra de notables escultores25.

Otra área pública, probablemente un foro de carácter

provincial26, existió en los aledaños cle la actual plaza cìel

Parador de Turismo. Fue Almagro (I979,157 ss,) quien

llamó la atención sobre la zona, por la buena canticlad cle

hallazgos relacionados con ediflcios of,ciales registrados

y, trrás tarde, cot-l la aparición de las ruinas de un gtan

tenplo, a 1o que parece de culto imperial, en 1o alto de

la calle HolgLrin, todo qr-recló claro (Ár-vmnz M,qnrÍN¡2,

1986, 155 ss., fìg. p. 135),

Por f,n, en esta rápida sittopsis que hacemos de la ciu-

dad augustana, los edificios cle espectáctLlos, teatro, an-

flteatro y circo, conf,guraron la presencia de la gran ciu-

dad. Ubicado en la periferia, en el extremo sutorientaL,

el conjunto teatro-anfiteatro, de los años I6-15 a.C. y 8

.IUDADESR.MANASDEEXTREMADURA

M I4I

a.c. respectivamente suponen, sobre todo el primelo, un

caso cle gloriflcación de la casa inperral, tanto por la re-

Ierencia continua al posible patru'Lus coloniae, Marco Vip-

sanio Agripa, como por lo que tuvo cle narco cle propa-

ganda dinástica bier-r desarrollada en el interior del

recinto. Igualnente, con el proceso de monumentaliza-

ción cle la ciudad, se vio reformado en gran manera a

partir de los últimos julio-clar-rdios (TnnrlucH, 1989-

1990, 87 ss.).

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o 100 200 s0 {00 flo#

142 LA ctuDAD HTSPANoRRoMANA

7t

,')(

\

CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA r4)

Reconstrucción ideal, a la izquielda, del hermoso pórlico descubielto junto

al Foro de,4rgrts la Eilrcrita (segírn R lvtesa) y, en ésta página, uno de los

sobe¡bios togados tle su progralna iconográfico y reslos de los clípeos que Io

aclornaban a imitación del' Forum,4irgrrsli de Roma.

144 LA CIUDAD HISPANORROMANA

Vista aérea del gran conjunto monumental constituido por el teatro y el anfiteatro de Augusla Emerila y, debajo, un aspec[o de ]a colorÌsta lachada exterior del

anfiteatro,

CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA

Fachada exterior del teatro romano de Mérida, con su valiente composición en sillares de granito, y, debajo, un detalle del frente que mira al pórtico del

mlsmo,

145

146 LA cruDAD UTSPANoRROÀIANA

CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA t47

I48 LA CIUDAD HISPANORROMANA

Detaìle de Oriens, el Sol naciente, el el mosaico cósmico que adorna una

cstancia de la lamada Casa del À4itreo, de llérida; y, a la derccha, unaspecto de las tuinas clcl portico del leatro romano de la misma ciudad,

tor.nado desde el aLrla de culto imperial situada al fondo, torlavía con las

estatuas de los mienbros de la fanjlia rmperial, hoy en el Museo.

CIUDADES ROJ\4ANAS DE EXTREÀ,IADURA \49

I5O LA cIUDAD HISPANORROMANA

Visra del circo roruano de i\,iéLida, a las afr.reras de ìa ciudad, toÌnada desde el exterior de la fachada occidenral

CIUDADF]S ROi\,IANAS DT EXTREMADURA I5l

A ia derecha, la Lunlra de los \/oconios, coll el tejado añadid0

rloclelnanrenle para la conservación del interior, y, arliba, la lápida

dedjcatoria y, en relieve, las cotldecoraciones tllljtares de quiel ìa

constr-rl/ó [c,rrÁr-oco, zs],

I52 LA CIUDAD HISPANORROI\,IANA

OTRAS COLONIAS Y CIVITATES DEL

CONVENTUS EMERITENSIS

Conocemos los demás núrcleos cle población del con-

ventus emeriteøsrs que afectan al ârea geogrâflca que tra-

tamos merced a diversos testimonios, uno de ellos el co-

nocido de Plinio (Nat. Hßt.IV, I17-ll8), quien llega a

enumerar las colonias de la provincia Ìusitana y otras ciu-

dades. En nuestra zona extreneña, las otras dos colonias

eran Metellínzrr (Medellín) y Norbn (Cáceres) y e ntre las

civitates destacaríamo s Augustobrig a (Talav era la Viej a),

Capera (Cáparra) y Caurium (Coria), que eran estipendia-

rias y, luego, con los flavios, se organizaron como mu-nicipios,

Metellmum, fundada por Metelo como base en sus

guerras sertorianas, perdió su protagonismo de los pri-

meros tiempos a raíz de la Tundación de Augusta Emerita,

al pasar los intereses oflciales romanos al eje Emerita-Nor-

ba, en el camino que unía la Bética con el noroeste.

No obstante, su importancia fue considerable. Contó

el cerro, en parte del cual se asentó la colonia, con unpoblado de interés en Ia época prenomana (Arr,recno

Gonera, 1977, l0 ss.), por lo que la ciudacl continuó sus

estructuras. Probablemente alcanzó el carácter cle colo-

nia con Augusto, o quizá antes con César como opinan

GarcíaBelliclo (1958, L3I4), Galsterer (I97I,Iay 69)yTovar (I97 6, nI). Era mansio común a varios itinera.

De las vicisitudes por las que pasó la colonia, en espera

de algunos trabajos que sobre ella se realizan en la ac-

tualidad, estamos muy md informados, Se fomentó, de

acuerdo con los datos que nos proporciona la epigraÏía,

una actividad religiosa importante, clestacando las ma-

nifestaciones del culto imperial y las relacionadas con el

panteón clásico (CIL,II, 607).

Los restos de su pasado romano no dejan de ser elo-

cuentes, Entre ellos podemos citar las ruinas de un for-

midabÌe puente augusteo que lue destruido por una fu-riosa avenida del Guadiana en el siglo XVII, hasta el

punto de que fue más rentable la construcción cle una

nueva fábrica en el lugar que antes ocupó la romana

(Gancír BErrrno, 1953, 407 ss.). Por otra parte, se con-

serva una porción cle su recinto murado y unas sttbstruc-

tiones qtte,abogan por un urbanismo, en La zona de la ìa-

dera, en terLazas (MÉrnir, 1925,I, )67 -368, nútrn. 1.539).

Lâ más importante reliquia de su pasado es, sin duda,

el teatro, aún por excavar en su totalidad, pero conocido

en buena parte después de los trabajos de Del Amo

(1983,317 ss.).

De su territorio conocemos muy poco, pero sí se de-

tecta en los alrecledores de la población una fuerte im-

plantación rural con numerosas villae de cierta impor-

tancia (DrrAtto, 197 4, 53 ss.).

De la otra colonia, Norba Caesarina,podemos decir po-

cas cosas, pr-ìesto c¡ue cie su pasado romano, aunque exìs-

ten datos signiflcativos, no es mucho lo que se sabe27,

Acerca de su fundación se han barajado fechas que

van desde el 75 a,C. hasta el 20 a.C, A nuestro modo de

ver, lo más acertado es lo expresado por García Bellido

(I966b, 279 ss,), quien, contra la creencia de una fecha

cesariana para la creación, aboga por un período poste-

rior entre los años 36-34 a,C., ya que fue obra de Gaius

Norbanus Flttccus, qLte gobernó Hispania en ese espacio de

tiempo. El carácter de la fundación fue militar, como

asiento de veteranos y a ella contribuyeron, como ade-

lantál¡amos, los contingentes cle Castra Caecilia y Castra

Servilia (Tovnn, 197 6, 237 -238).

Sus habitantes estaban adscritos a la tlibu Sergia como

indica cierta inscripción (Sar,rs, 1982, I49\ y tuvieroncomo protector a un singular patrono, Lucio Cornelio

Balbo (GmcÍ¡ B¡rrno, 1960, 18, I86). Diversos epígrafes

nos ilustran sobre la vida municipal de la colonia, entre

ellos un pedestal dedicado al emperador Septimio Severo

(Saras, 1982, 154), en el que además se mencionan los

duoviri Iulius Cekus y Lr,tcîus Petronius Nþar. Nos son co-

nocidos igualmente varios soldaclos, cuyo origo era Norba

y que prestaron servicio en Ìugares alejados como Roma

y Argentoraturø (Sar.a.s, 1982, I 52-15)).

La verdad es qlle los clatos sobre la vida ciudadana

norbense escasean. Su abandono lo cilra Callejo a partir

del año 414 (1980, 62-63) con motivo de las invasiones

de alanos y vándalos, que tuvieron sus efectos también

sobre otras ciudades del Camino de Ìa Plata.

Sobre la topogralía colonial conocenÌos pocos clocu-

mentos. Parece que habría que situar a Norba en el pe-

rímetro ocupaclo por el bar-rio monumental y que sus

nurallas alnohades siguen el trazaclo de las lonanas(Sara.s, 1984, l4I ss,). Otras reliquias desperdigadas por

la topografía ronìana cacereña son el puente de la Ribera,

CIUDADES ROÀ,IANAS DE EXTREMADURA I 5 ]

Fragmentos de un gran relieve dedicado a Agripa oficiante de ltn sacrificio,

realizado en época de Claudio, qtre lormaba parte de la soberbia decoracióu

del pórtico del Foro de Auguslt Emeita [cerÁr,oco, +s]

romano en opinión de Callejo, tJrIsacellum o monumento

funerario ubicado en la misma zona (MÉuD A, 1924 I,

226, 268) y diversas trazas de e diflcios diserninados por

el centro de la ciudad,

EI territorio colonial, no tan anplio como el eÌneri-

tense, sí debió de ser considerable2s.

La lista de Plinio es parca en mención de ciuclades lu-

sitanas, ya que, como deudora de la calta de Agripa, re-

fleja una situación muy antigua. Con el tiempo, estas en-

tidades de población alcanzan la categoría de municipios

y algunas llegan a ocupar una posición importante en el

contexto del conventu* No fueron, eso sí, grandes ciu-

dades y casi todas no sobrepasaron su períme tro murado,

pero se observa en ellas una vida floreciente, con vitali-

dad hasta el ocaso del Imperio.

Cnurium, ciudad estipendiaria en la lista de Plinio, al-

canzó mâs tarde el rango de mr.rnicipio, y, andando el

tiempo, se convirtió en sede episcopal. Se le asignó la tri-

bu Quirina (Toven, I97 6l.La ciudad se desarrolló dentro

de un recinto murado bien conservado (MÉlne, 1924,I,

I04 ss,; Dí.qzMenros, 1956) con puertas como las del Sol,

San Pedro y El Rollo, flanqueadas por tones, La epigrafía

154 LA CIUDAD HISPANORROMANA

nos muestra una población bien abigarrada con gentes

venidas de otros lugares. Han aparecido igualmente di-

versos monumentos funerarios, un columbario entre

ellos y una estatuita de mármol, posible divinidad fluvial.

Capera (Ventas de Cáparra) es una ciudad cada vez

mejor conocida y clonde han comenzado unas excava-

ciones sistemáticas dirigidas por el profesor Cerrillo (Cn

nnrrro et al,, L990,373 ss.). Posiblemente alcanzó el rango

de municipio en época flavia y se adscribió también a la

tribu Quirina. Resultó ser una urhe de poca extensión,

en torno a las I6 hectáreas, pero con una vida ciudadana

muy intensa como muestra la epigraÏía con menciones

constantes alordo decurionum (CIL,II,810-813), y donde

los ciudadanos se agruparon en collegia para resolver sus

asuntos2e.

Las excavaciones de Floriano y B\ázquez, así como las

actuales de Cerrillo, van poniendo al clescubierto impor-tantes monumentos cle la ciudad, entre ellos un posible

ninfeo y un templo. Al parecer, contó con un anflteatro

(Crnnnro, 19931. Con todo, su ediflcio más importante

es el conocido tetrapylott estudiado por García Bellido

(1972-1974,45 ss,), liberalidad de Fidius Macer, dtum-vÍo caperelLse,

Ftre Capera mansio de la vía de la Plata y a la salida de

la ciudad, sobre el Almonte, se construyó un puente asig-

nado comúnmente al período trajaneo, pero del mismo

tiempo que el de Albarregas de Mérida y, por tanto, de

época augustea (Álvarez Martínez, 1983, 81).

En el Bajo hnperio la ciudad se amuralló fuertemente.

Se conocen también las necrópolis sudeste y noroeste.

Dentro del posible territorio de la población no de-

bemos olvidar la localidad cle Baños de Montemayor(Aquae cnperenses?), donde se conserva uno de los com-

plejos termales más considerables de la España romana

(MÉrne, 1924,I,152 ss. y 359-373), muy parecido al de

Alange, junto a Mérida, pero de nenores proporciones.

Augustobriga, por fln, dentro de las comunidades más

destacadas del conventus referentes a la zona extremeña,

se reduce a Ìa desaparecida población, bajo las aguas del

embalse de Valclecañas, de Talavera la Viejaro. Ciudad es-

tipendiaria, en tiempos de los flavios recibió la olgani-

zación poìítica romana como mueslra un epígrafe en el

que se menciona aI senatus populusqtrc Augutobrigensts

(UL, il, ,46¡. La consideración del nonbre hace su-

poner a Tovar que fue convertida en ciuclad durante el

imperio de Augusto.

Destacan las ruinas de su templo, tradicionalmente

identificado con una curia y del que los eruditos y via-

jeros de los siglos pasados nos describen sus restos, en

verclad imponentes y hoy trasladados a un altozano que

domina el embalse de Valdecañas. Se trata de un ediflcio

tetrástilo, todo en granito con revestimiento de estuco.

Contiene un largo vestíbulo y una espaciosa cella, sobre

basamento muy þ¡.ua enmarcado por zócalo erL molclula

recta. A señalar su arco de descarga, similar al que pre-

sentaba el emeritense templo de Diana. Otros ediflcios

existían en su foro.

LAS CIVITATES DE LOS CONVENTUS

CORDUBENSIS E HISPALENSIS

La zona sur de la provincia de Badajoz, como decía-

mos, perteneció a la Bética. Correspondiente a la antigua

área geográfrca de la Baeturia, en época romana fue di-

vidida en dos partes perfectamente diferenciadas, la oc-

cidental, que se adscribió al cotwenttts hispalensis, y Ia

oriental, que se mantuvo bajo Ia acìministración de Cor-

duba (GmcitlcrEsns, 1971, 86 ss.).

En la zona occidental, entre las ciudades, de acuerdo

con los datos plinianos (Nal. hßt,ilI,I4), destacaban: S¿-

ria Fnma h,úia, Nertobriga Concordia lulia, Segida Restittlta

Iilia, Contributa Iulia Ugultuniacunt y Curiga.

Seria se identiflca ûadicionalmente con Jerezll, cono

indica una inscripción en Ia que es referido ttn seriensis,

de la tribu Galeria. Su cognomen parece cesariano (Gnn-

cÍa lcrnsras, 197 l, 89 -90).

De los restos de la ciudad es poco lo qr-ie conocenos,

aunque sospechamos que su emplazamiento no es otro

que la zona alta, Ìa ocupada por el castillo. Sí es clara la

situación de su necrópolis, al oriente de Ìa población

(MÉrrr,r, 1925.I,428 ss,). Una inscripción nos mu€stra

un culto inlperial bien organizado. Se ha conservado una

casa, una domus suburbana, de fines clel siglo III o co-

mienzos del sigÌo IV cl.C. con interesantes pavimentos

mttsivos (Álvenrz SÁ¡Nz ¡¡ BuRu,rc,¡., Á,,to'.ot À4,tnrÍNlz 1,

Rornícu¡zManrÍN, \992\.

En época visigocla la zona estuvo bien poblada y es

importante constatar la existencia de una coÌumna con

epígrafe que conmemora la cledicación cle una l¡asílica a

Sanla María en la Navidacl delaño 556 (NtÉt-n,r, 1925,I,

2.t66).De Nertobriga Concordia Iulia, cerca de Fregenal de la

Sierra, en eÌ despoblado de Valera la Vieja, conocemos

rlás clatos, Fue un lugar de encttentlo entt'e las arnas de

Roma y las tropas lusitanas (Polyb. 35, 2; Plin. Nnt. hßt'

III, 14; PIoL 2,40; THouvnNor 1940, l2l). Su nombre

contiene igualmente \rr cltnlmen cesariano' Alcanzó la

categoría de municipio posiblemente, como todas las citt-

dades del área geográflca que comentamos, con los fla-

vios y así encontramos una inscripción que menciona al

genius MtmicipÌi (MÉunt,1925,1,395-396)' De la ciuclad

romana se conserva todo su perímetro murado, donde se

observan cle trecho en trecho tottes defensivas que al-

canzan cierta nonumentalidad en las zonas de las puer-

tas. En su recinto se aprecia una pequeña acrópolis lugar

de asiento de un sencillo templo, así como ruinas de ca-

sas y ciertos edificios púrblicos, entre ellos tlnas termas.

Por doquier aparecen ruinas cle aljibes,

Desconocida resulta hasta el momento la ubicación de

Segida Restituta Iulia.

Sí, en cambio, es conocida la de Contributa lulia Ugtl-

tuniacum, en el cerro de Los Cercos, iunto a Medina de

las Torres, con un importante campo de ruinas.

Era un oppidum, que más tarde, con los flavios, se con-

virtió en municipio. Una inscripción nos da a conocer a

tn contributensis, Quintus Mønlius Autus, qlue alcanzó el

cargo de duumvir en dos ocasiones y otra, procedente

también cle Los Cercos, en el Museo de Badajoz, ref,ere

a tn sevir augurtalß. Todo ello avala el rango de muni-

cipio para Contributa. Otras piezas importantes descu-

biertas en Los Cercos son un torso corespondiente a un

emperador divinizado y un togado, también en el Museo

badajocense.

A eila estuvo adscrita Curiga, reducida a los alrede-

dores cìe Monesterio, como ya hemos referido al princi-

pio, a1 considerar los casos de sinecismo,

AI conventus cordubensis, al decir cle Plinio (Nat hßt'ltrI,

l4), pertene cían oppida non ignobilia, entre ellos, en la

zona que nos ocupa, Arsa, Mit obriga, Regina, La lista pue-

de completarse.

Dentro de estas ciudades Ia más interesante es la

CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA I55

de Reginn, en el térnino municipal de Casas de Reina.

El municipio romano de Regina, ruansio deI itet ab Enrc-

ritnHßpalirtt, a tlar'és de Astigi (Itin. Ant.4I5,l, Rav.,IV,

44), puclo ser funclación cesaliana o augtlstea, aunqlle

hay quien se inclina a considerar su origen en un períoclo

anteriorr2. Por dos inscripciones, una referida de antigr"ro

en la ermita de la Virgen del Monte en Cazalla (CIL, \1.037) y otra que recuperamos en el pueblo cle Casas de

Reina, sabemos que recibió la organización política ro-

mana, probablemente a partir de Vespasiano, que es

cuando se nota en la ciudad una notable activiclad. Su

fundación se debió, además de al paso cle la referida cal-

zada, ala abundancia de recursos económicos cle la zona,

con yacimientos metalíferos de consideración (Árvennz

MenrÍN¡2, 1983, 7 4-7 5).

Fue una comunidad floreciente con habitantes pro-

Tundamente romanizados y con presencia de gentes pro-

ceclentes cle la propia Italia y clel área oriental del Me-

diterráneo,

EI culto imperial estllvo perfectamente organizado,

con la presencia de un templo declicaclo ala Pietas AtL'

gusta, que fue levantado probablemente en época de Do-

miciano, a la que corresponde el epígrafe,antes referido

ofrendado a la memoria de| Dittus Tiløs (Arvennz Menrí

Nnz, 1982, l0), y que fue restaurado, porque se hallaba

ttetustae conlapsum, hacia flnes del II o comienzos del III

d.C, (Árvannz M¡nrÍ¡,t¡z y Mosqunna MÜnsn, 1991, )70-

371). También existen testimonios relacionados con los

dioses del panteón clásico, Iuno enrte ellos y de las divi-

nidades orientales, puesto que se halló una eflgie de Isis'

Entre los monumentos de la ciudad destacaríamos, sin

lugar a dudas, el teatro, excelente ejemplar de la arqui-

tectura flavia, en magníflco estado de conservación (Ar

veRnz ManrÍnlz, I982b, 267 ss') y un probable macellum

en el área del foro, que actualmente excavamos y donde

aparecen otros ediflcios públicos aún pol identiflcar (Ár

v¡.nnz M¡nrÍunz y MosquanAMulrnn, 199I, 3$-371ìr.

Conocemos igualmente algunas particuiaridades del

urbanismo reginense, con una infraestructura sanitaria

bien conservada que nos permite delimitar el trazado de

varias calÌes en el centro de la ciudad, También se ha de-

tectado la presencia de un acueducto que surtía de agua

a la población,

Su abandono hubo de producirse hacia Ia época ára-

156 IA CIUDAD HISPANORROMÀNA

be, ya que en la etapa visigoda el municipio seguía exis-

tiendo como así lo especiflcan las Actas del II Concilio

Hispalense, que presidió San Isidoro, donde se dirimió unlitigio entre la población de Celti (Peñaflor) y Regina porla jurisdicción de una basílica (Tovan, 197 4, 93-94).

Arsa es conocida no sólo por la mención de Plinio, sino

también por la noticia que nos transmite Appiano a pro-

pósito de las luchas de Viriato y Cepión (App., Iber, 70).

Para Thouvenot (1940, 196) Arsapudo recibir el derecho

de ciudad al flnal del reinado dc Claudìo o comienzos del

de Nerón. Está atestiguada la presencia de tn duumvir

(Tovan, 1974, 92-%). Se ha pensado que la ciudad pudo

estar ubicada en los alrededores de \etamal de Llerena,

pero no es seguro. A la que no corresponde es a Aztaga,

como tradicionalmente se había venido diciendo, donde

hay que situar el Municipium lulium,Esta entidad la conocemos por varios epígrafes (CIL,

II, Suppl. 5543-5546y 5549) que se conservan en Azua-

ga. Sus habitantes formaron parte de la tribu Galeria.Las

ruinas se aprecian en el cerro del castillo, donde los ha-

llazgos han sido considerables (MÉrrn.a., 1925,I, 1.924-

r.e3 5 ).

De MÌrobriga se conocían hasta hace pocos años al-

gunas noticias: qlre había alcanzado la organización ro-

mana (CII, Il, 2365), que había formado parte de Ia Ci-

terior, aunque fue adscrita deflnitivamenre aI conventus

cordubensis y, además, su identiflcación con la flnca Las

Yuntas en los aledaños de Capilla, Recientemente ìos da-

tos han sido ampliados merced a ìos trabajos de Mauricio

Pastor y su equipo (Pesron Muñoz y Pncuór.r Ropinno,

I99ì, 347-360). Se sabe que era un asentamiento que

controlaba la ruta ab Enrcrita Caesaraugustant, cerca de Si-

sapl y qre ïuc un e stablecimiento oficiaì, con Lrn templo,

al que perteneció una escultura de Tiberio hoy en el Mu-seo de Badajoz.

Finalmente, las ruinas de Lacinimurga Constantia lulia,

ya referida, se ubican en el embalse de Orellana, en el

paraje denominado "Cogolluclo", aunque PÌinio la situó

erróneamente en el conventus hkpalensis, probablemente

por confusión con Lacunis (GancÍa Icrnstls, I97I, 93-94).

Para Thouvenot (1940, 194) era un municipio de clere-

cho latino y de acuerdo con su c0gt'1011'Let'L pudo sel una

fundación cesariana. Las ruinas de Lacinimut'ga (Tovrx,

1974, 17)) se conservan en buen estado y destacan di-

versas construcciones de tipo hidráulico. Sus necrópolis

fueron afectadas por la construcción del embalse.

NOTAS

L La biblìogralía sobre Arigtisla Ërrtrrlta es nlul'

abunclante {J¡ þrLen rc¡ettorìo actttalìzado dc la

nisr¡.r clr Vclázqlrcz Jilììénez (l992)

2, El análisis de la dcmarcación geográfìca dc la

Baelr¡¡ìa es utì Letna rle investigacióLr que acluaì

rìcn1e se va lLet'aLrdo a cabo por- clivetsos int'esLi-

gadores ellre ellos StyJorv, para cl caso de la zoua

turtlula y Canlo Ga¡cía para el de la céltica Un le-

sumen del estarlo dc la cuesrión auterior a eslos

trabajos clr Gar cía Iglcsias ( I 97 I ¡

L Sobre los veltones existc una alrlplia biblio-

gra{ía RecienLeurenLe se celeb¡aba en el Musco

Nacional de Arte Romano de N{é¡ida un coloquio

sobre esta població[ estudiada eulre otros pol Sa-

Iinas cle F¡ías

4 Sobre las guctras lrtsita¡as, atlellás de las

Tuentes recogidas en F.H,A, IV, véase: Simon.

1962; Gunclel, 1.968, 175 ss; Da Veiga Fctreita,

1969; Sayas Abengoechea, 1984, pp 188 ss. etc

5. En La dema¡caciót de la Beruria célrìca y en

las inmediacjones de la actual poblaciól de Fueute

de Cantos

6 Cerca del auteLìor, q.utzála Fornacis qrte cìtan

tas fuentes, en la divisoria de las provincias de Bé-

tica )' LrLsjtania ¡' en eì térlriuo nltrlrìcìpal tle Rì-

bera del Fresno,

7, En el embalse de Orellana, en el término de

Puebla de Alcocer

8. Sobre el ptoceso de la fuldación de Augusta

Enerila: Ricìlnord (1910, 98 ss,), García y Bellido

(1958, I ss.), Áìvarez Sáerrz de Bnruaga \1976, 19

ss.), Álvarez lvlartínez (19St, 155 ss,), Canto de

Gregorio 11989,149 ss. y 1990, 289 ss )

9 Sob¡e eì origen y formación de la provincia Ul-

terior Lusitania hay oprniones encontradas Así,

l(ornemann (1906, 221-2211 la silúa entre los

años ì5 1, 6 a,C, lo qüe tatlbién cornparte Waìì-

rafen (1910, I6 ss,), Aì1öldi, por su parte, sugiere

una feclra cercana al año 13 a C.11969,221). Sólo

Albertini 11923,26 y 34) y algún olro se mantie-

nen en la fecha tradicional del ario 27 a.C , mien-

tras que Le Roux (I982, 55) itzga como probable

el año 25 a.C como el de su inicio Un buen re-

sumen de la cuestión cfr, Tovar (1976, 187) y es

tarnbién válido en este sentido lo expresado por

Sayas (I979,743 ss.).

l0 El territorio lue repartido con prodigalidad 1'

hubo varias asignaciones como refieren los gro-

máticos Una repoblación se efectrtó en época del

gobernador Othon, cn eì reinado de Neról, cfr.

Tac. (Hisl. I, LXXVIII).

l L Sobre el poblamiento de la colo:nta Augusla

Enrerila nohanproliferado los trabajos No obstan-

te, es muy válido el de Forni (1982,69 ss,).

12, Sobre la cousicletacitin de ìos pobladores de

ìa zona: Áha¡ez Àlarlhìez (19E4, l0l ss ) 1'sobre

cl lettínriult i/ sus aspectos jurídicos: Lópcz i\le

lero, 1984, 75 ss )

ì3 Sob¡e ìas calzadas, tema insuficienteulente

tratado en nneslro ár.nbiLo geográfico hasla ahora,

rccomcndamos cl útil lcsLrme n de Fe rn;ildcz Co-

rraLes (1987)

14. Sobre cl lertilotio cle la coJonia,4rtgtLsla Eme-

rll¿ reciclLemente han prolilerado ìos estudios y

poco a poco se van conociendo mejor slls pal:li-

cularidades y sr.rs linites. Entre los trabajos ciLa-

mos: García Iglesias \1972,72 ss,), lViegels (1976,

258 ss ), Corzo 11.976, Il7 ss,), Forni \1916,41]t,Siìlières (1982, 437 ss,), Gorges (1983, 413 ss ),

Lopez r\lelero {1q84.7s ss,), Álr¿rcz Ñlartínez

(1988, 185 ss ) y CatrLo de Gregorio (1989, 119

ss,).

l5 Sobre los hitos, r,éase: C,l,l , ll, 656, Mélida

(1925,1, no 1.590), García y Belliclo ( 1 958, I 7), Ál-

varez Sáenz de Bttruaga (1976,23), Wiegels

(1976, 264), Forlr (1976, 42), Caballos Ruf,no

(1918,286 ss ), St),lo\{, (1986, 107-311), Canro de

Glegorio (1989, lSl ss,). Sobre el nuevo hi¡o de

Valdecaballeros realizam.os en su día una erróuea

IeclLrra que correginros, cou la at'Ltda de un esti-

mado cotnpairero, )/ que nos fue imposible cant-

biar, a pesar de qlte mattdatros el oporlltno lexto,

en nuesl¡a publicación, cfr Álvarez Martínez

( r988, r86-187).

ló, Soble el hito de Mortemolín: Fita (1918,

155), lüélida (1925,1,3.108), Áìr'arez Sáenz de

Buruaga (1.91 6, 23), AlvarezÀ{atlínez (1988, 187-

ì88) y Canto de Gregorio (Ì989, Ì88, 190)

17. Hoy en el Museo Arqneológico Provincial de

Badajoz Sobre cl mismo, r,éase: Álvarez Sáenz de

B uruaga (197 6, Dì, Alvarez Mat tínez ( 1988, I 88)

y Canto de Gregorio (1989, 188-190).

l8 Sobre la reducción de esos nÍtcleos a los ac-

tuales lugares y sus fuentes docutneutales: Álvarez

Martínez (1986, 106-108),

19. Sobre la vida rutal romana en Extremadura:

Cerrillo (1984, pasim) y Fernández Corrales

(1988, passim).

20. Sería rruy prolijo y quedaría fuera de los lí-

mites de este ûabaio la enumeración de cada una

de ellas Un hue¡ resLtmelr cfl Gorges (1979, 189

ss. y 1990,91 ss,).

2I Sobre la lvlé¡ida Lardotromana, cada vez me-

jor conocida, además de Etienne (1982, 201 ss.),

véase el interesanle resumen de Arce (1982,209

ss,),

22. Eslo expresado por Schulten (1922,9-10), a

los que signierou Mélida (1925, I, 118-120), Git

CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA r57

FarLés (194ó, )61362) 1'García y Bellido (1966,

178-I79).

23. No pocÌcLnos oliitlat la recicule teotía dc

Be nrìala 1, Durán, que cottsiclerau qLrc el Anfitea-

Llo pudo lraber csLado fLrcra cle ]os muros etl Ltn

primer morrento, cft. Coloquto utlernaciottaL "El

ilnfitealro en lo Hkpania tonmna", Nléricla, 1993 (en

pr cnsa)

24 Sobre las conduccioues hidráulicas lomatlas:

Fernández Casado i1972, paginación sin tlumc-

rar), Jiménez NlaLtín (1976a, I I I ss, y 1976b, 27Ì

ss.), Álvarez Nla¡tfuez (1977, 49 ss,¡, Álr,arez

Sáerz de Buruaga \'1,979,71ss.), Almagro Basch

(1979, \49-l5l.l, Canto cle Gregorio 11982, 157

SS. )

25. Sobre el foro de la colonia ALLgusta Emerila:

Álvarez Martínez (1982, 53 ss ) y TLlllmich ( 1990,

ll0 ss,),

26 Así ìo indican los epígrafes relacionados con

eÌ culto inperial de carácler provincial, cfr. Álva-

rez Ntartûrez (1982, 58 ss )

27 Enl¡e los cstudios rccientes sobre Mor üa Cac-

sarina cab,e destacar los de Callejo Serrano ( I 980)

y Salas Nlartir 11982, I45 ss.), Un resumen de lo

qlre se conoce del Cáceres rotnano cfr Toval

11976,236-237)

28. Sobre el ¡erritorio: Hurtado de San AnLolio

11979, 409 ss.), Cerrillo Martín de Cáceres y Fer-

nández Colrales (1980, ló7 ss ) y Cerrillo, Fernán-

dez Corrales )/Herrera \1990, 62-64)

29. Sobre Capera existe uua amplia bibliografía

que resurnimos en los siguientes títnlos: Mélida

(1924, I, 9 6-97, n" 268 -289), Floriano lI9 44, 27 0 -

286J, Blázquez 11965, 1966 y l9ó8), Etienne y

iúayet ( I 97 l, 382 ss ), Tovar ( 1 97 6, 242-243), Fer-

nández Corrales (1989,)2-T), Cerrillo (1990, 109

SS, )

30, Sobre Augustobrig¿: Mélida (1924, I, 88-90,

no 259 -2 67 ), T ovar \I97 6, 23 5 -D 6), Salas Martír(1935, 5l ss,), Fernández Corrales (1989, 37 ss.)

ll. Sobre Jerez hay poca bibliografía, si excep-

tuamos el libro de Ramón Martínez, que no nos ha

sido posible cousultar. Un resnmen de la atqueo-

logía jerezana cfr. Áìvarez Sáenz de Buruaga, Ál-

varez Martínez y Rodríguez Martín (1992).

T. Tal es ìa hipótcsis cottsiderada por ÀLaría Paz

García y Bellido \199 l, 60' 62¡ que piensa en la po-

sibilidad de que correspondiera a Turirecjna co-

nocida por las emisiones de la ceca homónima Si

tal fue esta posibilidad, habría que pensal, c0mo ya

lo hicimos en su día (Alvarcz Martínez, 1979,7 4\,

en el cerro doncle se asienta la Alcazaba de Reina

para el eslablecirniento anterior a la fundación de

la ciudad, que, por lo menos es augustea.

I58 LA CIUDAD HISPANORROMANA

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