Administracion financiera Longo
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LOS DESAFIOS DE LA ADMINISTRACION FINANCIERA EN EL MARCO DENUEVOS ENFOQUES PARA LA GESTION PÚBLICA
1Gustavo Longo
INTRODUCCIÓN
El sistema de administración financiera del sector público
argentino, creado por la Ley 24.156 ha sido una referencia
permanente, y un modelo para la administración financiera de la
gran mayoría de los países latinoamericanos. Desde el año 1992 y
hasta la actualidad este sistema ha estructurado el funcionamiento
del sector público nacional y de los niveles de gobierno sub-
nacionales.
En la misma Ley que crea el sistema de administración financiera
se crea también el sistema de control del sector público nacional,
poniendo en marcha un nuevo concepto de control interno más
tendiente al control de gestión, a través de la Sindicatura
General de la Nación y de las Unidades de Auditoría Interna en
cada organismo, y de la Auditoría General de la Nación, como
órgano de control externo al Poder Ejecutivo.
El sistema fue implementado en el marco de un proceso de reforma
del Estado que tuvo como base ideológica el Consenso de
Washington, cuyo decálogo, formulado por John Williamson en 1989,
se llevó adelante en su totalidad en la Argentina durante la
1 ? Contador Público. Magister en Evaluación de Proyectos. Candidato a Doctor en la Universidad Complutense de Madrid. Coordinador General del Programa de Fortalecimiento de la gestión de la sanidad y calidad agroalimentaria, BID 1950.
1
década de los ´90. Las medidas concretas propuestas eran:
disciplina fiscal; eliminación de subsidios indiscriminados (vía
controles de precios) y sustitución por programas sociales a los
estratos pobres y fomento a sectores productivos claves; reforma
impositiva (sistema tributario); tasas de interés reales positivas
orientadas por el mercado; tipo de cambio competitivo;
liberalización del comercio (eliminación de cuotas, aranceles
bajos y uniformes); liberación de (trabas a) la inversión externa;
privatización de empresas estatales; desregulación de los mercados
(trabas a su ingreso, restricciones a la competencia, con
controles sólo justificados (ambientales, protección de
consumidores, vigilancia del sistema financiero); y derechos a la
propiedad (marcas registradas). Aunque dicho paquete buscó, en un
principio, implantar medidas que devolviesen la solvencia a los
gobiernos (esencialmente disciplina fiscal y equilibrio en la
balanza comercial), se lo asoció desde 1990 a un modelo
neoliberal, basado en un fundamentalismo de mercado. Sus críticos
han sostenido que reflejaba la influencia que EE.UU. deseaba
ejercer sobre Latinoamérica, dado que se planteaba como un
programa amplio acerca del rol del gobierno en el conjunto de la
política económica de cada país.
Al ser contemporáneo de la Nueva Gerencia Pública, y coincidir en
un mayor rol del mercado, el consenso se asoció a ella. Sin
embargo, la NGP es un concepto más amplio, que busca eficiencia,
responsabilización y rendición de cuentas.
El proceso llevado a cabo durante los años ´90 estuvo marcado por
una reforma del Estado que en una primera etapa provocó cambios
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estructurales, llamada reforma de primera generación y
posteriormente operó sobre los sistemas de trabajo del sector
público, llamada reforma de segunda generación. Si bien la
administración financiera formó parte de la primera etapa, fue
teniendo cambios y actualizaciones durante todo el período.
Por su parte, en lo que respecta a los modelos de gestión estatal,
se impuso en ese momento la idea de una gerencia pública más
racional, con aplicación de modernos mecanismos de gestión
provenientes de la lógica empresarial. Así, se ponen en marcha
procesos tendientes a la calidad total en algunas organizaciones,
se crean figuras como los gerentes de programas o similares, y se
busca un perfil gerencial que pueda gestionar en base a
resultados. La gestión por resultados es el concepto que atraviesa
todos los cambios provocados en ese período.
Se entiende que desde el año 2000 en adelante, Argentina ha
transitado por una fuerte crisis política e institucional, y que a
partir de 2003 comienza un nuevo recorrido para su sistema
político, fundamentalmente en el estilo de gobierno, al igual que
la mayoría de los países latinoamericanos, que combinan equilibrio
fiscal con una fuerte participación del Estado en la economía. El
sistema de administración financiera no ha sufrido cambios en su
concepción, pero parece ver limitada su función como sistema que
debe favorecer la eficacia y eficiencia de la gestión
gubernamental en ese nuevo contexto.
El presente trabajo intenta analizar los resultados de la
implementación de la administración financiera en los primeros
diez años de vigencia del sistema, y contrastar, a la luz de los3
cambios de gobierno sucedidos en los años siguientes y hasta el
2012, con su funcionamiento en un marco de direccionalidad
política diferente. A partir de esto, se intentará identificar
cuáles serán los desafíos, considerando el nuevo rol del Estado, y
los enfoques que se proponen para el fortalecimiento de la gestión
pública.
LA GESTION PÚBLICAPrevio a introducir el análisis de la administración financiera es
necesario considerar los enfoques aplicados en el proceso de
reformas, y que han configurado la estructura estatal que
prevalece en la actualidad. De alguna manera, el sistema de
administración financiera responde a la lógica imperante en el
momento de su creación, respecto de los modelos de gestión
estatal. Entre los principales antecedentes que justificaron su
puesta en marcha, se encuentran:
Desorganización de la administración financiera con la
consecuente incapacidad para programar el gasto y racionalizar
las decisiones fiscales. Falta de información confiable para la
toma de decisiones.
El presupuesto público no se utilizaba como instrumento de
fijación de políticas y de asignación de recursos. No existía la
administración presupuestaria.
No existían normas que regularan el crédito público ni una
organización que lo administrase.
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La programación financiera se limitaba a la distribución de los
fondos disponibles. Era habitual la asistencia financiera del
BCRA al Tesoro en un contexto inflacionario.
La contabilidad central no se hallaba integrada adecuadamente a
las distintas ramas que la conforman y sólo brindaba información
para posibilitar el control legal del uso de los recursos y para
la elaboración de la Cuenta General del Ejercicio. No se
generaba información oportuna y confiable sobre la gestión
financiera pública, lo que originó el desarrollo de metodologías
ad-hoc producto de los requerimientos de las autoridades
correspondientes.
La capacitación permanente de los recursos humanos en esta
temática estaba descuidada.
Es decir, estaba muy presente la necesidad de mejorar la
información para la toma de decisiones y dotar de enfoque
estratégico a la asignación de los recursos.
Es importante aclarar que a principios de los ´90 ya se verificaba
una situación de desequilibrio en las cuentas fiscales, y los
indicadores macroeconómicos reflejaban una situación crítica
respecto de la economía del país. En ese marco, el gasto público
era un foco permanente de análisis por parte de quienes promovían
el achicamiento del Estado y la reducción del gasto como un factor
clave para lograr el equilibrio de las cuentas públicas y aportar
a la estabilización de la economía.
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Se identifican claramente dos conceptos (relacionados entre sí)
que incidieron en la estructuración del aparato estatal, El
principal es la gestión por resultados, que fue el objetivo desde
el inicio de la reforma, y la Nueva Gerencia Pública, relacionada
con el anterior, marcó el modelo que se intentó implementar. No
obstante el avance de estos dos modelos, no se logró influenciar,
al menos en forma muy marcada, la cultura de los organismos
públicos, los cuales se sustentaban en un modelo jerárquico-
burocrático que persiste actualmente en las organizaciones y
genera las reglas de juego en materia de relaciones laborales y de
funcionamiento de las estructuras estatales. Para analizar con más
claridad este proceso resulta necesario hacer una reseña sobre el
plan de modernización iniciado a partir de 1990.
En la secuencia de reforma del sector público se reconocen dos
etapas. En la primera se observa un redimensionamiento del tamaño
del sector público y un cambio en la función reguladora del
Estado. En la segunda los esfuerzos se centran en la reforma
administrativa, en la introducción de conceptos como la
planificación estratégica, el diseño de incentivos al desempeño y
otras medidas de adecuación institucional y orgánica destinadas a
mejorar la gestión financiera del país las que no obstante, no
adquieren suficiencia por estar limitadas al ámbito de la
administración descentralizada y carecer de un enfoque y
metodologías unificados, dejándose a criterio de cada organismo la
determinación de la técnica a ser utilizada en el campo de la
planificación y los sistemas de incentivos.
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Hacia 1993 la Administración Central comenzó el proceso de reforma
de la administración financiera que centró sus esfuerzos en el
desarrollo de un sistema de información económica-financiera que
integró los sub sistemas de presupuesto, tesorería, contabilidad y
crédito público en un modelo altamente centralizado en la
Secretaria de Hacienda, alimentado por sistemas locales de diversa
naturaleza.
Los procesos de reingeniería se concentraron básicamente en los
niveles centrales de los sistemas de tesorería y crédito público y
fue implantada parcialmente la programación presupuestaria.
La Ley de Segunda Reforma del Estado, Ley 24.629, establece el
antecedente que permite afirmar que el marco para implementar la
gestión por resultados está dado. En el Capítulo II, la Ley
24.629 trata el tema de la Reorganización Administrativa,
adjudicando al Poder Ejecutivo Nacional las facultades para
atender a la reorganización del Sector Público Nacional, a
fin de lograr mayor eficiencia y racionalización a partir
de la modificación, fusión o transferencia de todos aquellos
organismos cuyas responsabilidades se encuentren superpuestas o
duplicadas o se hayan tornado irrelevantes.
La autoridad de aplicación de esta ley, es decir, de las
acciones tendientes a la reorganización administrativa, es la
Jefatura de Gabinete de Ministros. Allí se establece también
que el Poder Ejecutivo Nacional debe informar
trimestralmente al Congreso acerca de la aplicación de las
facultades delegadas por esta ley, sus fundamentos y
resultados obtenidos. La aplicación de la Ley de Segunda7
Reforma del Estado y sus decretos reglamentarios generó un
gran ordenamiento en el manejo de los fondos, en la
información y en la previsión presupuestaria, incorporando al
presupuesto como un instrumento de gestión. Sin embargo, no llegó
al control por resultados.
El Decreto 928/96, exclusivamente orientado hacia los Organismos
Descentralizados, instala bases más sólidas para el
establecimiento del sistema: a partir de él se estableció la
responsabilidad de diseñar un Plan Estratégico que contuviera no
sólo una definición de la misión y visión del organismo sino
también que estableciera objetivos, metas y acciones, definidos en
los términos arriba mencionados.
Por otro lado, la Ley de Solvencia Fiscal constituye un marco más
firme para el establecimiento de la gestión por resultados en la
Administración Pública Nacional. La Ley incorpora algunos
mecanismos que regulan la elaboración del presupuesto y el
seguimiento y control de su ejecución. Además, establece que
el Poder Ejecutivo deberá elaborar un presupuesto plurianual de
tres años como mínimo.
Asimismo, declara la importancia de aumentar la eficiencia y
calidad de la gestión pública, estableciendo ciertas normas para
fortalecerlas, como la de incorporar desde el Sector Público
mecanismos de gestión y control comunitario (para favorecer
el control social) y se establece que gran parte de la
documentación producida en el ámbito de la Administración
Nacional (entre ellas: ejecución del presupuesto, órdenes de
compra y de pago, inventarios, información sobre el sistema de8
recursos humanos, estado de la deuda pública) tendrá el carácter
de información pública y será de libre acceso.
Además, brinda a la Jefatura de Gabinete de Ministros la facultad
de concertar Acuerdos-Programas con unidades ejecutoras
(tendientes a implementar un sistema de gestión por resultados). A
fin de incrementar la calidad de los servicios que el Estado
presta, se instituye un Programa de Evaluación de Calidad
del Gasto.
En noviembre de 2000 se promulga la Ley 25.344 de Emergencia
Económica Financiera y el Decreto 229/2000, por el cual se crea el
Programa Carta Compromiso con el Ciudadano. Durante ese mismo año,
comienza a implementarse el Plan Piloto de Modernización de la
Gestión Pública, cuyo propósito se centraba en la introducción de
nuevos instrumentos de gestión.
El 29 de enero de 2001 mediante Decreto 103 se aprueba el Plan
Nacional de Modernización del Estado que deja esbozada en su
articulado una metodología para la elaboración de indicadores de
gestión, acuerdos programa, y sistemas de incentivos por desempeño
institucional, como así también faculta al Jefe de Gabinete de
Ministros a celebrar Acuerdos Programa , señalando que resulta
necesario generalizar las experiencias realizadas al momento al
resto de las organizaciones de la Administración Pública Nacional.
En mayo de 2001 por Decreto 673 se creó la Secretaría para la
Modernización del Estado, en el ámbito de la Jefatura de Gabinete
de Ministros, desde la cual se promovieron las reformas a la macro
estructura del Estado, y las reformas orientadas a la implantación
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de un modelo de gestión orientado a resultados al interior de los
organismos de la Administración Pública Nacional.
La crisis política, económica e institucional interrumpió este
proceso hacia fines del 2001.
La gestión pública desde 2003El período que va desde 2003 a 2013 muestra un fortalecimiento de
la política en la gestión estatal y un regreso del Estado como
protagonista en las decisiones estratégicas en materia de política
económica y social, asumiendo un rol activo en la gestión de áreas
que habían sido privatizadas.
El objetivo principal de la gestión de gobierno fue, como se
mencionó, fortalecer el rol de la política en las decisiones que
anteriormente respondían a criterios de eficiencia económica, y
retomar la gestión de sectores clave como la Administración
Nacional de Seguridad Social, Aerolíneas Argentinas, Yacimientos
Petrolíferos Fiscales, entre otros.
Durante este período no se desarrolla un plan de modernización, o
una acción sistemática, como fue en la década anterior, para una
reforma estructural en los sistemas de administración y de gestión
estatal. Más bien el objetivo fue lograr una mayor presencia del
Estado en las áreas referidas, con un enfoque ideológico
claramente diferenciado de años anteriores, y acompañado por
procesos similares en la gran mayoría de los países de la región.
Esta acción de fortalecimiento de la gestión política del Estado
se dió en el contexto de un proceso de crecimiento económico
sostenido, y con un superávit en las cuentas públicas. Este
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período se identifica por un proceso de fortalecimiento, y
crecimiento de la acción estatal en la actividad económica sobre
la base del equilibrio fiscal.
En lo que respecta a los modelos de gerenciamiento, coexisten
esquemas basados en el modelo weberiano implementado en los ´80,
con aspectos de la Nueva Gerencia Pública implementados en los
´90. Vale destacar la importancia que la NGP, y la gestión por
resultados tienen en cuanto a correr el eje de la auto-referencia
del Estado respecto de la ritualidad en la observancia de las
normas como único objetivo (Abal Medina, 2012).
Sobre el modelo de gestión orientado a resultados, puede decirse
que sus objetivos son los siguientes:
Ofrecer a los responsables de la administración pública los
elementos de información, conocimiento e intervención que les
permitan controlar y optimizar el proceso de creación de valor,
a fin de alcanzar el mejor resultado posible respecto a lo que
se espera de la acción del gobierno.
Contribuir a mejorar la capacidad de las autoridades y de los
organismos públicos para que puedan rendir cuentas y así
permitir que la ciudadanía, los órganos de control y la
comunidad internacional puedan evaluar su gestión.
Contribuir a la asignación descentralizada de objetivos y
responsabilidades, y a la evaluación del desempeño de quienes
ejerzan funciones directivas, con su correspondiente manejo de
incentivos y sanciones.
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La implementación de este modelo ha tenido matices en diferentes
países del mundo. En países como Francia, Alemania o Irlanda el
foco de atención estuvo en la reforma de los procesos
presupuestarios. En otros países como Dinamarca, Holanda, Noruega
y Suecia el énfasis se colocó en el monitoreo de actividades y
productos.
Además, la Unión Europea, y en alguna medida España, intentaron
incrementar sus capacidades para la evaluación de las políticas,
los resultados y los servicios públicos sin trabajar
necesariamente con indicadores de productos. Por otra parte,
Australia, Estados Unidos y el Reino Unido están comprometidos
tanto con el monitoreo de los productos como con la evaluación de
los resultados.
Respecto de la Nueva Gerencia Pública, es una filosofía y
corriente de modernización de la administración pública que se ha
desarrollado desde la década de los 80, orientándose a la búsqueda
de resultados y de la eficiencia, principalmente por medio de la
gestión del presupuesto público. La NGP enfatiza en la aplicación
de los conceptos de economía, eficiencia y eficacia en la
organización gubernamental, así como en los instrumentos políticos
y sus programas, esforzándose por alcanzar la calidad total en la
prestación de los servicios, todo ello, dedicando menor atención a
las prescripciones procedimentales, las normas y las
recomendaciones.
Sus dos principales objetivos son: reducir las diferencias
respecto al sector privado en términos de personal, sistemas de
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remuneración y métodos de gestión; y disminuir el volumen de
reglas y procedimientos que articulan la gestión, mediante la
desregulación, la descentralización y la introducción de
competencia y transparencia en la rendición de cuentas.
El sustento teórico de la Nueva Gerencia Pública tiene su base en
tres vertientes: a) El “Public Choice” y la teoría de los “Costos
de Transacción” (introducción de la competencia); b) El “Neo-
Taylorismo” (racionalización normativa y nuevas políticas de
personal); c) La “Teoría de la Agencia” (transparencia y rendición
de cuentas).
Como se ha dicho anteriormente, no nos encontramos en presencia de
un plan sistemático y general para la modernización del Estado, al
estilo de las reformas de los años ´90. No obstante, muchos
autores vislumbran tendencias respecto de los nuevos modelos de
abordaje para lograr mejoras en la gestión pública. En este
sentido, Felcman y Blutman (2011) plantean los nuevos modelos de
gestión sobre la base de una versión aggiornada de los modelos
analizados, un modelo neo-burocrático que se basa en un modelo
weberiano, con matices de eficiencia y gestión de calidad,
orientado a resultados. Por otra parte, también se visualiza la
posibilidad de un modelo participativo, que implicaría un esquema
cooperativo, desafiante en cuanto a la necesidad del trabajo
transversal, y en redes.
El debate actual incluye no solo los enfoques relacionados con los
mecanismos de gerenciamiento y sistemas de trabajo, sino también
respecto de los perfiles del funcionariado y equipos técnicos,
como es el caso de incorporar en los criterios de selección de13
personal un componente relacionado con el compromiso con los
valores y el significado de lo público (Bernazza, 2012).
En síntesis, no puede analizarse la administración financiera en
forma aislada, sin tener en cuenta los modelos y mecanismos de
gerenciamiento que sustentan la forma de gestionar los recursos
públicos.
EL SISTEMA DE ADMINISTRACION FINANCIERAEl sistema que rige desde el año 1992 en Argentina, ha sido
adoptado por las provincias, y también ha sido un ejemplo tomado
por otros países latinoamericanos que implementaron sistemas
similares durante los ´90. Su implementación significó una
importante inversión para el país, que en su mayor parte fue
financiada por préstamos de organismos multilaterales de crédito.
Su principal objetivo fue integrar los distintos procesos que
hasta ese momento sostenían la administración financiera del
Estado, los cuales se detallan a continuación:
Tesorería
Contabilidad
Patrimonio
Deuda Pública
Compras y suministros
Recursos Humanos
Presupuesto
Desde un inicio se mejoraron sustancialmente los registros del
sector público y se generó una base de información, que en un
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nivel agregado resultó de mucha utilidad para los órganos de
decisión.
Por otra parte, la administración financiera fue acompañada por la
puesta en marcha de un nuevo enfoque de control público, que
incorpora además del ya existente control contable y financiero,
el control operativo. La idea de control operativo está más
emparentada con el control de gestión, con lo cual exige la
utilización de indicadores relacionados con los procesos de
gestión y las metas y resultados medidos en términos físicos.
Este enfoque fue apoyado con la creación de la Sindicatura General
de la Nación (SIGEN), como organismo encargado de la auditoría
interna del Poder Ejecutivo, y complementario de la auditoría
externa que lleva adelante la Auditoría General de la Nación
(AGN), organismo de control externo de las cuentas públicas que
asiste técnicamente al Congreso de la Nación.
Asimismo, se incorpora en el marco de la norma de creación del
sistema, el concepto de programación presupuestaria. Se define a
un programa presupuestario como “un conjunto de acciones orientadas al logro
de un objetivo concreto, en el marco de una actividad gubernamental para la cual se
asignan recursos humanos, materiales, técnicos (insumos reales), y financieros necesarios
para su desarrollo y una unidad responsable de su ejecución”2. Este concepto
permite obtener una serie de ventajas en cuanto a mejorar la
gestión, ya que exige la definición de objetivos, facilita el
control por objetivos, permite verificar el destino de los fondos
y los resultados obtenidos con ellos, y genera un ámbito para la
mejor asignación de los recursos en base a objetivos de2 Véase el Manual de Presupuesto del Ministerio de Economía y Finanzas dela Argentina. Página 47.
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desarrollo. Establece, en definitiva, el concepto de unidades
productivas que, a través de procesos determinados, combinan
insumos y generan productos para atender necesidades sociales.
El presupuesto se presenta anualmente al Congreso de la Nación
para su aprobación. Una vez aprobado, en el mes de diciembre de
cada año, se promulga por el Poder Ejecutivo y pone en marcha al
año siguiente la ejecución en cada organismo del sector público.
Una vez iniciada la ejecución del presupuesto anual, el Ministerio
de Economía y Finanzas es el responsable de consolidar los
registros y definir trimestralmente los límites de ejecución de
cada organismo, a través de las cuotas presupuestarias. Para esto,
además de los registros contables, se definen anualmente, y se
informan trimestralmente, metas físicas. Estas metas físicas
indican la producción que definió la organización, en base a los
objetivos institucionales, y relacionadas con los recursos
financieros requeridos para alcanzarlas. Las metas físicas son la
cantidad de productos necesarios para alcanzar un objetivo, por
ejemplo la cantidad de clases a dictar, o la cantidad de pacientes
a atender para alcanzar el nivel de formación esperado o la
cobertura en salud deseada.
Este enfoque fue reforzado, como se comentó anteriormente, por la
propia Constitución Nacional al plasmar la necesidad de una
vinculación entre el presupuesto y el programa de gobierno y la
inversión pública.
La vinculación debería darse, en primer lugar, entre los objetivos
institucionales definidos por la conducción de la organización, y
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los recursos con los que cuenta. En segundo lugar, y como
elemento de monitoreo y evaluación del plan, entre las metas
físicas informadas y los recursos financieros aplicados. El
Ministerio de Economía recibe la información trimestral y analiza,
de manera agregada la ejecución. Comparando esta información con
el comportamiento de la recaudación, define los límites de gastos
por cada organismo. Es importante aclarar que la autoridad máxima
en cuanto al funcionamiento de la Administración Pública Nacional
es la Jefatura de Gabinete de Ministros, y por lo tanto interviene
en las decisiones macro. No obstante, es el Ministerio de Economía
el responsable de la administración financiera. En este caso,
también en la conformación institucional entre los organismos
rectores puede verificarse un ámbito complejo de relación entre la
política y las finanzas.
La programación de gastos y metas físicas se realiza en forma
trimestral. De esta manera, la ejecución se informa al final de
cada trimestre, y en función de la ejecución el Ministerio de
Economía establece techos trimestrales. Estos techos representan
uno de los factores que se identifican como mecanismos de control
del gasto, en muchos casos sin relación (a priori) con las
necesidades de ejecución de los organismos.
Aspectos a ser analizadosEl presente trabajo analiza a la administración financiera, e
intenta identificar los desafíos a futuro, teniendo en cuenta las
nuevas tendencias en lo que a modelos de gestión se refiere, y
fundamentalmente las capacidades que se le exigen al Estado en su
carácter de actor principal en la vida económica y social de la
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Nación. Este trabajo presupone que la idea de un Estado mínimo y
retirado del mercado no es aceptable en el contexto social actual,
de modo tal que los planteos que se realicen, darán cuenta de un
Estado que debe seguir sosteniendo, y cada vez con mayor
eficiencia y eficacia, las políticas estratégicas que tiendan al
desarrollo del país.
En este sentido, se han identificado una serie de cuestiones que
podrían funcionar como primeros indicadores de una investigación
respecto de qué debe tener en cuenta la administración financiera
para afrontar los nuevos desafíos, transformándose en un sistema
que promueva, y no limite, la eficacia de las políticas definidas
a nivel de la conducción política.
Puede decirse que la Ley de Administración Financiera? propone una
vinculación entre el presupuesto de recursos y gastos, y el plan
de gestión. Así, es factible afirmar que si una política pública
cuenta con los recursos necesarios para sostenerlo, los resultados
serán alcanzados. En este juego no solamente deben considerarse
los criterios técnicos de diseño ó de producción, sino también las
capacidades e intereses de los actores intervinientes en el
proceso.
Es importante resaltar en este punto que el plan de gobierno,
definido para un período de gestión que represente su horizonte en
el tiempo, es aquel que contiene, por lo menos, la definición de
los objetivos más generales de la política, de los objetivos
específicos (objetivos concretos y con mayor precisión de lo que
se espera lograr), y las líneas de acción que se llevarán
adelante. En algunos casos, el plan contiene los productos que se18
desarrollarán y los indicadores para medir los resultados
obtenidos, como también el impacto. Los resultados son aquellos
cambios o transformaciones que se esperan por la implementación de
una acción o política concreta, que pueden ser medibles y
verificables. El impacto es el propósito de mayor alcance que
siempre representa el norte hacia el cual se orienta el plan, y
que por sus características es complejo para medir, como por
ejemplo el bienestar de una población.
En Argentina existe un elemento que no puede soslayarse en cuanto
a esta necesidad de vinculación entre recursos y políticas
públicas. Es lo dispuesto por la Constitución Nacional de la
República Argentina, reformada en el año 1994, que establece en su
artículo 75 inciso 8 que le corresponde al Congreso “Fijar anualmente,
conforme a las pautas establecidas en el tercer párrafo del inciso 2 de este artículo, el
presupuesto general de gastos y cálculo de recursos de la administración nacional, en
base al programa general de gobierno y al plan de inversiones públicas y aprobar o
desechar la cuenta de inversión”.
El propio Ministerio de Economía de la Nación (2012) analiza el
concepto de presupuesto por resultados en el marco de su
contribución al desarrollo institucional y plantea un abordaje
claro respecto de su relación con el plan de gobierno:
El presupuesto por resultados no debe convertirse en un
sistema mecánico y automático que reemplaza el proceso
político de toma de decisiones de recursos en un entorno
complejo de demandas. Por el contrario, aporta información
económica en la toma de decisiones presupuestarias y
fomenta un proceso de deliberación basada en la evidencia19
que asigna un peso importante a la información de
desempeño de las políticas públicas (Mecon, 2011, p.8).
Por otra parte, en la gestión concreta se producen algunas
brechas. Makón (2008) al realizar una evaluación sobre la
utilización del presupuesto por programas planteaba:
La decadencia y posterior falta de vigencia de la
planificación en América Latina, la débil
conceptualización de las características metodológicas del
presupuesto por programas (especialmente en lo que se
refiere a la definición de indicadores de producción e
impacto), la falta de una visión ínter sistémica que
relacione al presupuesto, en sus diversas etapas, con los
otros sistemas administrativos (recursos humanos, compras
y contrataciones, tesorería, crédito público y
contabilidad), la inexistencia de cambios o modificaciones
en los criterios de asignación de recursos en el
presupuesto y la continuación de prácticas donde sólo se
privilegiaba el control en el uso de recursos, son algunas
de las causales que explican los pocos resultados
obtenidos en lo que hace a la aplicación de esta técnica
(2008, p:40).
El autor remarca la debilidad basándose, entre otros aspectos, en
el criterio de control de los recursos como principal finalidad, o
los criterios de asignación de los recursos. En definitiva,
indica alguna de las causales por las cuales se produce una brecha
entre la política pública y el manejo de los recursos, ó en su
caso, entre el decisor político y el decisor financiero.20
No obstante, en lo normativo esa vinculación podría darse. Al
momento de programar recursos en relación con objetivos, los
organismos podrían mostrar una adecuada vinculación entre ambas
variables. Sin embargo, y en línea con lo expuesto anteriormente,
estos mecanismos podrían generar, en la gestión concreta,
situaciones que impidan sostener a lo largo del período de gestión
esta relación entre recursos y objetivos, o dicho de otra manera,
entre las políticas públicas y los recursos que les permiten
obtener sus resultados. De provocarse esta situación en la cual la
política que fue definida no reciba en tiempo y forma los recursos
necesarios, llevaría con el tiempo a un debilitamiento de la
capacidad del Estado y por lo tanto de su legitimidad como garante
de la provisión de bienes públicos en forma eficaz y eficiente.
Debe también considerarse el impacto negativo que esto implica en
la imagen que la sociedad tiene de los políticos en cuanto a su
capacidad de gestión.
En los últimos diez años alrededor de un 20 % de las
transferencias corrientes del Presupuesto Nacional se realizan a
entidades que se encargan de ejecutar políticas públicas, como el
caso de Fundaciones o Asociaciones Civiles encargadas de ejecutar
planes de viviendas, o campañas de erradicación de plagas en el
sector agropecuario, campañas de vacunación, entre otras. Esta
situación, que podría encuadrarse en una estrategia de
tercerización de acciones para buscar mayor eficacia, también
puede ser entendida como una forma de sortear los mecanismos
administrativos y financieros que limitan la ejecución de los
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recursos, en el marco de las exigencias propias de cada política
gubernamental.
En los últimos quince años se ha producido una asignación de
atribuciones3 al Poder Ejecutivo para el manejo de determinadas
partidas presupuestarias ante incrementos en la recaudación, lo
cual ha generado innumerables debates tanto entre las diferentes
corrientes políticas como también entre los especialistas. De
hecho, este mecanismo que en su momento era una excepción, a
partir de 2006 se ha establecido como norma, y también estaría
indicando una forma de garantizar, aunque sea en una parte de los
recursos anuales, mayor eficacia en la asignación de recursos e
implementación de acciones en determinadas áreas de políticas
públicas.
Esto estaría reflejando que los decisores políticos intentan
permanentemente buscar mecanismos que agilicen los procesos de
ejecución financiera, en pos de garantizar la implementación de
políticas. Desde otro punto de vista, las áreas de administración
financiera deben garantizar el adecuado uso de los fondos, pero
siempre en relación con los objetivos de política. En este
proceso, la evidencia indicaría que el diseño y el avance de las
políticas públicas están determinados por la decisión financiera,
y más aún, por los responsables de las áreas financieras. Algunos
aspectos que integran el sistema, como la anticipación en la
formulación del presupuesto, la pérdida de los niveles de
autarquía por parte de organismos clave del sector público, ó la
escasa relación entre las metas físicas y la ejecución financiera
3 Conocido en los medios como “asignación de superpoderes”.22
que se verifica en la información publicada por el Ministerio de
Economía, son parte de las causas que llevan a que los decisores
políticos dejen en poder de las áreas financieras la decisión
sobre la asignación de los recursos, perdiendo así la oportunidad
de realizar una adecuada planificación para llevar adelante
políticas públicas eficaces.
El problema se plantea a partir de que el sistema de
administración financiera contiene mecanismos que limitan su
adecuado funcionamiento, en relación con los objetivos para los
que fue creado, y de esta manera lo transforman en un sistema que
debilita la acción de gobierno. De acuerdo con Makón (2008, p:41),
no se ha logrado una transformación profunda en los métodos para
administrar y vincular los recursos reales con los financieros.
Continuaron predominando en forma casi exclusiva, las normas
tradicionales sobre la asignación y uso de los recursos
financieros sin vinculación con políticas y prioridades. Es decir,
sigue prevaleciendo el criterio de control de gastos sin relación
con las políticas públicas.
En función de lo expuesto como problema, el objetivo principal del
presente trabajo es analizar los factores que integran el sistema
de administración financiera, y que determinan el nivel de
eficacia con el que se llevan adelante las políticas públicas.
FACTORES CLAVE PARA DEFINIR LOS DESAFIOSLa administración financiera, y más precisamente el sistema que la
sustenta fue pensado en primera instancia como un mecanismo de
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integración de los sistemas que conformaban la administración de
los recursos del Estado, que a su vez permitía consolidar la
información sobre el gasto público a nivel de todo el aparato
estatal. De esta manera, se tuvo por primera vez un muy buen
registro que mejoró la capacidad de decisión sobre la política
fiscal. Asimismo, el sistema intentó transformarse en un apoyo del
proceso de planeamiento, es decir, alinear el plan de gestión
política con la asignación de los recursos.
Una forma de identificar los aspectos que pueden transformarse en
los desafíos que deberá afrontar la administración financiera en
este contexto, es considerar cuales fueron los factores que no
permitieron que el sistema resultase funcional a la eficacia de
los planes de gobierno.
Hasta el momento, en el punto anterior se dio cuenta de
situaciones que pueden resultar indicadores de esta necesidad de
adecuación, pero no necesariamente los cambios o adecuaciones
tienen que estar en el propio diseño del sistema. También podemos
estar en presencia de aspectos que hacen a la cultura de las
organizaciones, a los mecanismos de relacionamiento o a los
sistemas de empleo, entre otros.
En un trabajo realizado por Sotelo (2003), sobre la base de un
proceso de indagación a funcionarios y actores clave, surgen los
siguientes hallazgos respecto de la debilidad del proceso de
definición de la política presupuestaria, lo cual compromete
seriamente la calidad del proceso de asignación de recursos:
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Escasa articulación con la función de direccionamiento
estratégico del Estado.
Inexistencia de ámbitos y reglas de juego claras que permitan
gestionar los conflictos entre intereses y racionalidades
diversas.
Rol del nivel central más centrado en lograr restricciones
numéricas (o reglas macrofiscales), fijar límites de gastos a
las instituciones y generar información financiera que en la
orientación estratégica del gasto.
Débil incorporación de la lógica de la disciplina fiscal por
parte de los decisores políticos del Ejecutivo.
Énfasis en la distribución de los recursos en detrimento de la
producción de los organismos y los resultados de la acción de
gobierno.
Intervenciones políticas no reguladas sobre el proceso
presupuestario.
Por otra parte, y en relación con algunas de las actividades que
generan insumos para la definición de la política presupuestaria
previa, así como los instrumentos utilizados, se identificaron
deficiencias técnicas y de implementación que inciden en la
calidad del proceso de asignación de recursos.
Tendencia a la sobreestimación en el cálculo de los ingresos
fiscales.
Sub-utilización del Presupuesto Plurianual.
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Sub-utilización del Presupuesto Preliminar.
Inexistencia de un proceso de evaluación y rediseño estratégico
de la red programática.
En el aspecto institucional, los hallazgos fueron los siguientes:
Ausencia de reglas de juego claras en la asignación y
reasignación de recursos en el ámbito jurisdiccional.
La distribución de cuotas, tanto de compromiso como de
devengado, carece de un dispositivo institucional con criterios
y reglas de juego claras, basadas en las prioridades y en la
producción:
Falta de una articulación adecuada entre la gestión
presupuestaria institucional y la función de direccionamiento
estratégico de la jurisdicción.
Débil procesamiento tecno-político de las restricciones
presupuestarias y de las prioridades estratégicas de la política
institucional.
Débil participación de los responsables de programa en el
proceso presupuestario institucional.
Débil análisis de la pertinencia de los créditos
internacionales, la relación con respecto a las prioridades de
la política institucional y sus consecuencias financieras sobre
los próximos ejercicios.
Estos, y otros resultados de la investigación que no se considera
necesario detallar en el presente trabajo, dan pautas respecto de
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la opinión de actores clave en la gestión pública, al inicio del
segundo período analizado. En un relevamiento actual realizado en
el marco de una investigación de tesis doctoral, surge claramente
que muchos de los aspectos referidos generan opiniones similares,
aún habiendo transcurrido diez años. Puede decirse que el órgano
rector en materia presupuestaria, como es el Ministerio de
Economía y Finanzas ha realizado importantes cambios y
actualizaciones en el sistema, y desarrolla permanentemente
acciones de formación para los organismos, en un intento de
generar capacidades en todos los actores del sistema. También se
refleja una asimetría entre el proceso de modernización de los
órganos rectores y el de los organismos.
En líneas generales, los indicadores expresados en los puntos
anteriores, y las opiniones de los entrevistados, identifican
situaciones que, con matices, persisten en la actualidad.
El punto de partida para la revisión y fortalecimiento del sistema
debe considerar todas las variables posibles a ser abordadas, y en
ese sentido, el primer punto a tener en cuenta es que, de los tres
grandes objetivos de un sistema presupuestal, como son la
disciplina fiscal, la eficiencia en la asignación de los recursos,
y la eficiencia técnica en la ejecución, el segundo de ellos ha
sido el menos abordado en los procesos de reforma y modernización,
quizá por ser el que reviste el carácter más político y
conflictivo, y no puede ser definido desde una perspectiva técnica
y racional.
Por otra parte, el enfoque del sistema de administración
financiera dio por supuestos tres aspectos clave que en la27
realidad son difíciles de verificar, o inexistentes en algunos
organismos:
1) El comportamiento racional del aparato público.
La producción de políticas públicas puede ser un proceso
secuencial, claro, ordenado, en el que la acción estatal se
subordina a la técnica administrativa y el comportamiento
organizacional se dirige al logro de resultados e impactos bien
determinados, eligiendo para ello los medios más racionales.
2) La existencia de una función de direccionamiento estratégico
La definición del rumbo estratégico de las políticas, la elección
de alternativas, la selección de prioridades y la definición de
resultados factibles de ser monitoreados, tanto en el máximo nivel
del ejecutivo como en las jurisdicciones y entidades es una
práctica corriente.
3) La posibilidad de resolver los problemas de elección de
políticas -y por tanto de asignación de recursos- sobre la
base de criterios técnicos.
Existen siempre criterios racionales que permiten resolver los
problemas de prioridades sobre una base relativamente objetiva que
tienda al bien común.
Los diferentes intentos de implantación de modelos gerenciales
como los descriptos, y de reformas estructurales que avanzaran
sobre los diseños del aparato estatal, no alcanzaron para
potenciar esta función de direccionalidad estratégica, que
permitiera generar mecanismos sistemáticos de análisis de28
problemas, y toma de decisiones en ámbitos de conflicto y de pujas
de intereses, en los cuales no cuenta la racionalidad técnica.
Esto provocó que los supuestos sobre los cuales la administración
financiera y el sistema presupuestario pretendieron transformarse
en herramientas de gestión estratégica, no sucedieran, y por lo
tanto cualquier reforma técnica de estos sistemas no alcanzará
para potenciarlos como mecanismos de asignación eficiente de los
recursos.
Entre los antecedentes de la reforma de la administración se hace
referencia a la falta de direccionalidad estratégica, y a que el
presupuesto no se utilizaba como instrumento de fijación de
políticas. De alguna manera, la debilidad en la función de
direccionalidad estratégica determinó que la administración
financiera suplantara, de algún modo, a la planificación.
En la medida en que no se pongan en marcha mecanismos que
fortalezcan la participación de los hacedores de política en la
asignación presupuestaria, las políticas públicas seguirán
definiéndose sobre la base de criterios tecnocráticos, y la
formulación presupuestaria, incluyendo las definiciones políticas
y las líneas estratégicas, serán consideradas un mero paso
administrativo, a cargo de las áreas con mayor racionalidad
técnica pero que no cuentan con la necesaria visión sobre las
prioridades de asignación de los recursos públicos.
Los indicadores expresados, como la definición del presupuesto de
manera ritual, la permanente puja por los “superpoderes”, la poca
relevancia que tiene el presupuesto plurianual en la gestión
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concreta de cada organización, la ritualidad en la información de
las metas físicas, con escasa concordancia con la ejecución
financiera, seguirán siendo una característica del sistema,
transformándolo en un mecanismo que lejos de aportar a la eficacia
de la gestión, corre el riesgo de limitarla, por el solo hecho de
no aprovechar todo su potencial.
El hecho de que los supuestos analizados no se cumplan, demuestra
que estos sistemas, desarrollados con una alta calidad técnica,
que han logrado incluso cambios culturales en la forma de
administración de los recursos, no facilitan un aumento de la
eficacia de las políticas y por lo tanto en el logro de
resultados.
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