EL OLOR DE LA GüAYABA -GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (Conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza
Los monstruos marinos en Plinio el Viejo
Transcript of Los monstruos marinos en Plinio el Viejo
Primera edición, 2013
Edita: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz
C/ Doctor Marañón, 3 – 11002 Cádiz (España)
www.uca.es/publicaciones
© Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2013
© Alberto Gullón Abao, Arturo Morgado García, José Joaquín Rodríguez Moreno (Eds.)
Depósito Legal: CA 437-2013
ISBN: 978-84-9828-456-0
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BENÍTEZ BAREA, Avelina
Clero y mundo rural en el siglo XVIII: la comarca gaditana de
la Janda / Avelina Benítez Barea.
Cádiz : Universidad de Cádiz, Servicio de Publicaciones, 2013
280 p. ; 24 cm. (Monografías ; Serie Historia y Arte)
D L: CA 436-2013
ISBN: 978-84-9828-455-3
1. Clero 2. Comarca de la Janda (Cádiz) 3. S. XVIII 4. Cádiz
(provincia) I. Universidad de Cádiz, Servicio de PublicacionesFALTA FICHA CATALOGRÁFICA
PENDIENTE DE
DATOS
PENDIENTE DE DATOS
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El mar en la Historia yen la Cultura
ALBERTO GULLÓN ABAOARTURO MORGADO GARCÍA
JOSÉ JOAQUÍN RODRÍGUEZ MORENO(Eds.)
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Presentación ...................................................................................................................................... 9
ESTUDIAR EL MAR
Alicia Arévalo González, La arqueología marítima en España ..................................... 13
Berta Gasca Giménez, El Museo Naval de San Fernando.
Tres siglos de cultura naval en Cádiz ........................................................................................ 29
LA IMAGEN DEL MAR
Elena Moreno Pulido, Sumergidos en Océano.
Iconografía oceánica en el Extremo Occidente Antiguo .................................................. 41
María Alejandra Flores de la Flor, Un mito del Estrecho de Magallanes................. 63
Ana Martínez García, Luis Seoane, ilustrador del mar.
Aproximación a través de las revistas literarias y la edición editorial ........................... 79
José Marchena Domínguez, El mar y la ciudad. Una reconstrucción
histórica y sociocultural a través de las fuentes populares .............................................. 95
José Joaquín Rodríguez Moreno, Señores de los Siete Mares.
El mensaje de los superhéroes acuáticos durante la Segunda Guerra Mundial....... 113
LAS CRIATURAS DEL MAR
Israel Santamaría Canales, Los animales marinos en el mundo griego ................... 127
Marina Camino Carrasco, Los monstruos marinos en Plinio el Viejo ......................... 145
Francisco Javier Macías Cárdenas, Los animales marinos en los
bestiarios medievales .................................................................................................................... 159
Índice
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Lydia Pastrana Jiménez, Los monstruos marinos en la
obra de Ambroise Paré .................................................................................................................. 171
Víctor Alberto Quiñones Flores, La pervivencia iconográfi ca
de la fauna marina en las monedas circulantes a comienzos del siglo XXI ................ 181
VIAJAR POR EL MAR
Joaquín Ritoré Ponce, Los peligros del mar en la literatura griega ............................ 203
Arturo Morgado García, La imagen del naufragio en la España del siglo XVIII ..... 229
Laura Barba Beltrán y Ascensión López Vázquez, Viajar por el
Mediterráneo/Viajar por el Atlántico. Los periplos de González de Clavijo
(1403-1406) y Francisco de Soto y Marne (1752) ................................................................. 249
Laura Barba Beltrán y Ascensión López Vázquez, Exvotos marineros
en la provincia de Cádiz ................................................................................................................ 265
COMBATIR EN EL MAR
Francisco Javier Ortolá Salas, El fuego griego .................................................................. 275
Alberto J. Gullón Abao, De barcos y cañones: la artillería naval
española en el siglo XVIII .............................................................................................................. 293
Cristina Agudo Rey, La defensa del virreinato del Perú:
el lago español y la armada del mar del Sur .......................................................................... 309
Jesús Martín Díaz, El legado de una familia de marinos: los Lazaga .......................... 325
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PLINIO EL VIEJO: APUNTE BIOGRÁFICO
Plinio nació entre el año 23 y 24 en una colonia romana conocida con el
nombre de Nouum Comum (actual Como en la Lombardía, Italia). Pertenecía a
una familia acomodada de la burguesía provincial. No debemos confundirlo con
su sobrino Cayo Plinio Cecilio Segundo, conocido como Plinio el Joven, hijo de
su hermana Plinia, al que adopta mediante su testamento, si bien ya era su tutor legitimus desde el año 76, tras la muerte de su cuñado, el padre del joven. Se cree
que estudió en Roma, donde pasaría buena parte de su juventud. Entre el 47 y el
58 desarrolló su carrera militar en Germania, algo a destacar si tenemos en cuen-
ta que era una de las zonas más expuestas del Imperio. En época de Vespasiano
ostentó cargos administrativos y hacia el año 74 se convertía en el procurador de
la provincia hispana de la tarraconense. Contaba ya con la experiencia que había
adquirido como procurador en la Galia años antes.
Se sabe que escribió obras de gramática a fi nales del reinado de Nerón, y otras
muchas que no se han conservado y de las que solo sabemos el nombre, por ejem-
plo, Historia de las guerras germánicas. Pero la más conocida, sin lugar a dudas,
y de la cual haremos uso en el presente trabajo, es Naturalis Historia o Historia Natural. Es la única que conservamos hoy en día completa, y está compuesta por
37 libros que nos aportan una ingente cantidad de noticias de la época, desta-
cando por la enorme infl uencia que ha ejercido durante siglos, incluso hasta la
Edad Moderna, lo que se debe a su belleza literaria, y a que representa un modo
de conocimiento, predominante en Europa hasta la Revolución Científi ca, pre-
ocupado por lo particular, el detalle, y la maravilla1. Durante mucho tiempo re-
1 Pimentel Igea, J., El rinoceronte y el megaterio, Madrid, Abada, 2010, págs. 60 y ss. Sería
interminable señalar las referencias concretas de la obra de Plinio en los autores posteriores,
referencias que se prolongan hasta el siglo XVIII. Un ejemplo, entre tantos otros, lo encontramos
en Vega Ramos, M. J., «El animal que llora: una nota sobre la recepción de Plinio en la literatura del
Renacimiento»; en Crespo Matellán, S. (ed.), Teoría y análisis de los discursos literarios, Universidad
Los mostruos marinos en Plinio el ViejoMarina Camino CarrascoUniversidad de Cádiz
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146 MARINA CAMINO CARRASCO
presentaría al naturalista.por antonomasia y, de hecho, el conde de Buff on, autor,
como es bien sabido, de la gran historia natural de la Ilustración, sería conocido
con el sobrenombre de el Plinio francés.
¿ANIMALES MARINOS O MONSTRUOS MARINOS?
La Historia naturalis es una obra «enciclopédica» en la que el autor intenta
recoger gran parte de los conocimientos de su época sobre la historia natural
(cosmología, meteorología, geografía, zoología, botánica, medicina, antropolo-
gía, magia, mineralogía, farmacología…). En el presente trabajo nos centramos
concretamente en el libro IX, que es el que corresponde a los animales acuáticos2.
Plinio recoge un total de 170 animales acuáticos, divididos a su vez en «animales
de los mares, de los ríos y de los estanques» (HN, IX, 1, 1)3, por lo que el nú-
mero se ve reducido cuando nos centramos estrictamente en los marinos. Según
expone nuestro autor, el mar se extiende por todo lo ancho, y como del cielo
caen «elementos germinales» y «la naturaleza está siempre procreando» (HN, IX,
1, 2)4 es normal que aparezcan seres monstruosos, puesto que se produce una
situación caótica en la cual «las semillas y los principios germinales se enredan y
se confunden unos con otros». Acto seguido, nos muestra cómo todos los seres
que existen en la tierra tienen su correspondencia en el mar, en el cual, además,
habitan seres exclusivos de este medio, idea que seguirá vigente durante siglos.
Asimismo, también nos dice que «la mayor parte […] y, además, los más grandes
se encuentran en el mar Índico» (HN, IX, 2, 4), lugar, que, por lo alejado y des-
conocido, constituye el hábitat más idóneo para hablar de la presencia de mons-
truos y para permitir que la mente se recree con las peores bestias imaginables, sin
olvidar tampoco el hecho de que, desde la época de Alejandro Magno, la India
y los mares circundantes constituían la tierra de maravillas por excelencia5. Tam-
bién apunta el mejor momento para verlos, que es «hacia los solsticios. Entonces
se forman allí torbellinos, entonces caen las lluvias y entonces las tempestades
de Salamanca, 2009, págs. 457-465.
2 Es complicado en bastantes ocasiones relacionar la terminología empleada por Plinio con las
denominaciones zoológicas actuales. Un ejemplo concreto de esta difi cultad, en Tarriño Ruiz, E.,
«El dasípodo y la liebre. Problemas que plantea la traducción de nombres de animales en la obra
de Plinio el Viejo», Voces, 10-11, 1999-2000.
3 En lo sucesivo se utilizará este tipo de notación para referirnos a la fuente de la cita. Por
ejemplo, «HN, IX, 1, 1» indicará «Historia naturalis, libro IX, 1, 1»
4 «accipiente causas genitales e sublimi semperque pariente natura pleraque etiam monstrifi ca
reperiuntur»
5 Wittkower, R., «Maravillas de Oriente: Estudio sobre la historia de los monstruos», Sobre la
arquitectura en la edad del Humanismo. Ensayos y escritos. Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 1979.
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[…] revuelven los mares desde lo mas hondo y envuelven en las olas a las bestias
empujándolas desde las profundidades en gran numero» (HN, IX, 3, 5) .
El problema a la hora de hablar de los monstruos marinos en Plinio el Viejo
radica en el hecho de que las alusiones a los mismos se encuentran dispersas por
toda su obra, a diferencia de lo que sucede en otros autores, como el conocido
escritor sueco Olao Magno, ya que en su Historia de gentibus septentrionalibus (Roma, 1555) podemos encontrar un libro, el XXI, dedicado exclusivamente a
estas criaturas titulado De piscibus monstrosis. En el caso de Plinio, el único lu-
gar en el que nos habla específi camente de estas criaturas es el capítulo titulado
«Monstruos del mar Índico» (HN, IX, 2, 5).
Lo primero que debemos hacer es aclarar los criterios que utilizaremos en el
presente trabajo a la hora de referirnos a un «monstruo marino». En primer lu-
gar, y como es evidente, consideraremos monstruos marinos a los que aparecen
en el apartado «Monstruos del mar Índico»; asimismo las nereidas y los tritones
entrarían en esta clasifi cación, puesto que son criaturas vinculadas a la mitología
y al mundo de los dioses y no tanto al reino animal; y por último, también inclui-
remos a los especímenes a los que el autor se haya referido expresamente con el
término latino MONSTRUM. Respecto al último criterio, debemos matizar que
haremos uso del texto original en latín ya que, como hemos podido comprobar,
en algunos casos la traducción al castellano omite la palabra «monstruo», o bien
utiliza otros términos en su lugar.
TIPOLOGÍA DE LOS MONSTRUOS MARINOS
Mosaico romano de Lod (Israel). Siglos III-VI.
Museo Metropolitano de Arte, Nueva York (EE.UU.)
En este apartado haremos una breve exposición de los monstruos marinos
presentes en la obra de Plinio, ciñéndonos a los criterios anteriormente señalados.
Tendríamos, en primer lugar, a los «Monstruos del mar Índico» (HN, IX, 3, 5).
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En esta ocasión el sentido del término MONSTRUM vendría dado por el tamaño
«anormal» de estos seres, especifi cado en más de una ocasión (HN, IX, 3, 5). De
este modo, nos revela que las Ballenas tienen cuatro yugas de largo, y podemos
intuir lo que suponían estas dimensiones a través del análisis del mosaico de Lod,
bastando para ello la comparación del tamaño del enorme ser que aparece en la
esquina superior derecha con el de los restantes peces o el de las embarcaciones.
Tamañas dimensiones podemos apreciarlas en otros especímenes, como langostas
de cuatro codos, peces sierra de doscientos codos, y anguilas de treinta pies pre-
sentes en el río Ganges, amén de «bestias parecidas al ganado» que salen a tierra
y vuelven al mar después de comer arbustos y sembrados, algunas de ellas con
cabeza de caballo, de asno o de toro.
Un segundo grupo vendría constituido por «Monstruos mitológicos», como tritones y nereidas (HN, IX, 5, 9-11). El caso de Escila y Caribdis es especial, ya
que no aparece referencia alguna a estos dos seres mitológicos en el libro IX, sino
en el III, que es el dedicado a la geografía, y es que aparecen no como seres vivos
y monstruosos sino como enclaves geográfi cos. Sin embargo, he querido desta-
carlos ahora porque haremos referencia a ellos más adelante (HN, III, 8, 87; HN, III, 5, 17; HN, III, 5, 18.). Las sirenas son otro tema destacado y que en Plinio,
por supuesto, aparecen en el Libro X, dedicado a las aves (HN, X, 49, 136-137).
Mosaico de Neptuno (Itálica, siglo II)
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Finalmente, tendríamos a las «criaturas en las que se emplea el vocablo latino
monstrum». Así, el pulpo, por cuanto
[…] no hay otro animal más fi ero para acabar con un hombre en el agua. En efecto, lucha entrelazándose, succiona con sus ventosas y saca el jugo por su múltiple y persistente succión, siempre que se lanza al ataque contra náufragos o buceadores. Pero si se le da la vuelta, se desvanece su fuerza […] Las demás cosas que relata el mismo autor pueden parecer más próximas a lo prodigioso6. En Carteya […] había uno que acostumbraba a salir del mar hacia las balsas […] los guardas al despertarse se aterrorizaron por algo tan excepcional. Ante todo su tamaño era insólito […] A ellos les parecía que luchaban contra un monstruo7, pues espantaba a los perros con su bufi do terrible, azotándolos […] a duras penas se pudo acabar con él tras múltiples arponazos (HN, IX, 27, 91-92)
Fresco romano del siglo II en el que se puede apreciar el
enfrentamiento entreel pulpo y la langosta.
Museo Nacional Romano, Roma (Italia) / The Bridgeman Art Library
También defi ne como monstruos a los perros de mar, término que designa a
los escualos, particularmente el cazón o tiburón vitamínico (sic). Además, que-
remos resaltar que en este fragmento se le atribuye a este ser una cualidad propia
de los humanos, la astucia.
6 Como podemos ver, en el original latino aparece el término «monstruo»: «cetera quae idem
retulit monstro propiora possunt videri».
7 En esta ocasión la traducción respeta la palabra «monstruo», como aparece en el original
latino: «cum monstro dimicare sibi videbantur».
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[…] la lucha es encarnizada. Se lanzan a las ingles, a los talones y a todo lo blanco del cuerpo. La única salvación posible es hacerles frente y asustarlos más a ellos […] cuando se llega a la superfi cie […] la salvación depende totalmente de los compañeros […] alargan los tridentes, pero la astucia del monstruo8 consiste en colocarse debajo de la nave y luchas así a resguardo (HN, IX, 46, 152-153)
EL MONSTRUO SIN IDENTIDAD
Ya en la mitología griega encontramos a seres extraños y peligrosos que pue-
blan las aguas y cuyo recuerdo se ha ido trasmitiendo siglo tras siglo, y es de se-
ñalar que en la antigüedad los monstruos tenían una identidad e individualidad
que poco a poco se irá perdiendo. Los más famosos contaban con un nombre
propio e incluso toda una historia de su génesis, lo que será mucho más difícil de
encontrar en la Edad Media y en la Edad Moderna9. Podríamos poner multitud
de ejemplos al respecto, y comenzaremos por Escila y Caribdis, dos bestias ubica-
das en el estrecho de Mesina, siendo la primera, según Homero, la hija de la diosa
Crateis10. Nos enfrentamos, pues, ante un monstruo con una genealogía propia
–de la que hay varias versiones– y con un mito que le otorga una personalidad,
según el cual fue castigada por motivos de amor y condenada a vivir convertida
en una mujer en la parte superior de su cuerpo y una jauría de perros hambrien-
tos en la inferior11.
Caribdis, por su parte, era hija de Poseidón y Gea12, si bien era una joven tan
glotona que acabó devorando a los rebaños de Gerión cuando Herákles estaba
cumpliendo con el décimo de los doce trabajos que le había encomendado Euris-
teo. Zeus encolerizado la condenó y convirtió en el monstruo que conoceremos
a través del relato homérico, puesto en boca de Circe:
Ni el más hábil arquero podría desde el fondo del barco con su fl echa alcanzar la oquedad de la cueva en que Escila vive haciendo sentir desde allí sus horribles aullidos. […] su cuerpo es de un monstruo maligno, […]; tiene en él doce patas, mas todas pequeñas, deformes, y son seis sus larguísimos cuellos y horribles cabezas cuyas bocas abiertas enseñan tres fi las de dientes apretados, espesos,
8 Nuevamente acudimos al texto en latín para asegurarnos de que la traducción de la palabra
monstruo en castellano proviene del término latino:.«set monstro sollertia est navigium subeundi
atque ita e tuto proeliandi».
9 Magasich, J. y De Beer, J.M., América Mágica. Mitos y creencias en tiempos del descubrimiento del
nuevo mundo, Santiago de Chile, LOM Ediciones, 2001.
10 Homero, Odisea, XII, 125.
11 En el conocido Diccionario de Mitología griega y romana de Pierre Grimal podemos encontrar
referencias a las distintas versiones del mito de Escila (Págs. 172-173).
12 Ibidem, p. 86.
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151LOS MONSTRUOS MARINOS DE PLINIO EL VIEJO
henchidos de muerte sombría. La mitad de su cuerpo se esconde en la cóncava gruta; las cabezas, […] van mirando hacia el pie de la escarpa y exploran su presa […]. Los marinos jamás se ufanaron de haber escapado con la nave sin daño de allí, que con cada cabeza siempre a un hombre arrebata aquel monstruo del barco azulado..
(En) El peñasco de enfrente […] brota frondosísima higuera silvestre y debajo del risco la divina Caribdis ingiere las aguas oscuras. Las vomita tres veces al día, tres veces las sorbe con tremenda resaca y, si ésta te coge en el paso, ni el que bate la tierra librarte podrá de la muerte (Odisea, XII, 83-101)
Y por si esta descripción no nos hubiese convencido de los peligros que alber-
ga cruzar el estrecho de Mesina, unos versos más abajo encontramos al propio
Odiseo narrando los horrores que sufrieron.
Navegábamos ya por el paso exhalando gemidos con Escila a este lado, al de allá la.divina Caribdis. Espantosa se tragaba ésta las aguas salobres y, al echarlas de sí, […] las aguas marinas las veíamos bullir allá dentro y en torno mugía fi eramente el peñón; […] el horror se adueñaba de los míos. Mirábamos sólo a Caribdis temiendo la ruina y Escila, entretanto, nos raptó seis hombres que arrancó del bajel, los mejores en fuerza y en brazos. Yo, […] alcancé a contemplar por encima de mí el remolino de sus manos y pies que colgaban al aire. Pronunciaban mi nombre por última vez dando gritos de angustia. […] Devorólos (sic) Escila en las bocas del antro y chillando me alargaban los brazos aún en su horrible agonía: nunca tuve a mis ojos tan triste visión entre todas cuantas he padecido en el mar descubriendo rutas (Odisea, XII, 234-259).
Estas dos criaturas, sin embargo, van perdiendo su individualidad a lo largo
del tiempo. En la obra de Plinio, concretamente, pasan de ser dos seres míticos a
un pequeño accidente geográfi co y un fenómeno meteorológico, respectivamen-
te, lo que se refl eja en el siguiente fragmento: «En ese estrecho está el escollo Esci-
la e igualmente el torbellino Caribdis, ambos famosos por su peligrosidad» (HN, III, 8, 87). Quizás Plinio encuentre aquí el origen del mito de Escila y Caribdis,
como una respuesta al miedo de los navegantes que, al cruzar por el estrecho de
Mesina, sufrían tales peligros que les podía parecer que estuviesen siendo ataca-
dos por dos monstruos. En otras dos ocasiones vuelve a referirse a Escila, pero en-
tonces no habla de un escollo, sino de un cabo (HN, III, 5, 17; HN, III, 5, 18.).
Otro caso interesante es el de la sirena, un monstruo cuya fi sonomía ha ido
cambiando a lo largo del tiempo. Existen varias historias sobre el origen de estas
hermanas, hijas del dios-río Aqueloo y una Musa13. El número de ellas varía aun-
que generalmente se cree que eran tres, entre cuyos nombres podemos encontrar
13 Hard, R., El Gran Libro de la Mitología Griega. Editorial La Esfera de los Libros, Madrid, 2008,
págs. 638-639.
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los de Aglaope, Leucosia, Parthenope, Pisinoe, o Th elxiepia14. Para los griegos
eran unos seres con cuerpo de pájaro y cabeza de mujer que atraían con su her-
moso canto a los marineros hacia enormes penalidades. En ocasiones se cuenta
que eran jóvenes hermosas que acompañaban a Perséfone y que fueron castigadas
por su madre, Deméter, cuando su hija fue raptada por Hades. En el siguiente
fragmento de la obra de Homero, Circe advierte a Odiseo sobre los peligros con
los que se puede encontrar, y como terminan los navegantes que se dejan llevar
por sus dulces voces:
Tú escucha lo que voy a decir […]. Lo primero que encuentres en ruta será a las Sirenas, que a los hombres hechizan venidos allá. Quien incauto se les llega y escucha su voz, nunca más de regreso al país de sus padres verá ni a la esposa querida ni a los tiernos hijuelos que en torno le alegren el alma. Con su aguda canción las Sirenas lo atraen, le dejan para siempre en sus prados; la playa está llena de huesos y de cuerpos marchitos con piel agostada (Odisea, XII, 37- 46)
Ulises y las sirenas. Mosaico romano, siglo II. Museo del Bardo (Túnez)
En su origen estas sirenas no eran monstruos acuáticos, pero poco a poco irán
transformándose hasta estar dotadas de aletas y escamas. Y es que ya en la Edad
Media y en la Edad Moderna podemos encontrarnos sirenas de todo tipo: mitad
mujer-mitad ave, mitad mujer-mitad pez, e incluso clasifi caciones en las que nos
diferencian los dos tipos de sirenas. Con el incremento de los viajes navales a las
Indias, serán las sirenas de tipo mujer-pez las que se irán imponiendo sobre el
modelo original de la mitología clásica de mujer-ave. Es muy sintomático que
en la obra de Plinio el término «siren, -enis»15 no aparezca en el libro IX, que es
14 En esta web, premiada y avalada, podemos encontrar más información, incluido citas de
textos de autores clásicos: Greek Mythology Link. http://www.maicar.com/GML/SIRENS.html
[2012]
15 Término latino para designar a las sirenas. Aquí enunciamos el nominativo (siren) y el
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el dedicado a los animales marinos, sino en el libro X, el de las aves (HN, X, 49,
136-137). Y es que, como ya hemos visto anteriormente, en la Antigüedad el
modelo predominante de sirena era el de mujer alada, como podemos ver en el
mosaico romano que hoy se encuentra en el Museo del Bardo, en Túnez. Aunque
es bien cierto que, en demasiadas ocasiones, las sirenas han sido confundidas con
las nereidas, de las que sí se habla.en el libro IX, lo que ha podido provocar más
de un malentendido, como el de atribuir a las primeras un episodio acaecido
durante el mandato de Tiberio.
Fresco de la Nereida a lomos de un tigre de mar. Siglo I.
Museo Arqueológico Nacional de Nápoles (Italia) / The Bridgeman Art
Las nereidas pertenecen a la familia de las ninfas. Las ninfas son unas divini-
dades de carácter menor o genios femeninos, asociadas con la naturaleza, cuyo
nombre signifi ca algo así como «jóvenes casaderas». En general se refi eren a ellas
como hijas de Zeus. Sin embargo, en el caso de las Oceánides, los progenitores
son Océano y Tetis, y en el de las nereidas son Nereo y la oceánide Doris 16. Son
divinidades muy populares y, aunque solo protagonizan mitos de manera excep-
cional (como el caso de Anfi trite, esposa de Poseidón; Galatea, la nereida deseada
por el cíclope Polifemo; Calipso, enamorada de Odiseo; Dafne, una dríade que
cautivó al mismísimo Apolo….)17, sí que participan en muchos de ellos acompa-
ñando a otras divinidades como parte de su cortejo –Pan, Hermes, Apolo, Árte-
mis, Dioniso…– y ayudando a algunos héroes. No son inmortales, salvo algún
caso excepcional, pero su longevidad es bastante notable. Existen varios tipos de
genitivo (sirenis), ambos en singular.
16 Hard, R, op. cit., págs. 280-283.
17 Para ver un listado bastante completo sobre los nombres de las ninfas: Greek Mythology Link.
http://www.maicar.com/GML/NYMPHS.html [2012]
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ninfas dependiendo de las regiones naturales a las que estén asociadas: ninfas de
los valles; de los bosques y los árboles (dríades); de ríos, fuentes, manantiales y
lagos (náyades); de praderas, de mar, de montañas. Finalmente, tanto las nereidas
como las oceánides son las ninfas asociadas al mar, de ahí que en ocasiones se las
confunda con las sirenas o se fusionen ambas fi guras.
Mosaico del Tritón. Siglo IV, encontrado en la Villa romana de la Cocosa.
Palacio provincial de Diputación de Badajoz
Los tritones son otros monstruos vinculados a los mares, y que en ocasiones
se presentan como el equivalente masculino de las sirenas –las que son mitad
pez–, o de las oceánides o nereidas, a las que, al asociarlas al mar, les colocan
cola de pez. Estos seres, mitad pez-mitad hombre, eran, en su origen, hijos del
dios Poseidón y la nereida.Anfi trite, cuyo nombre era precisamente Tritón18. Pero
Plinio habla de ellos en plural, como si fuese la denominación de una especie de
monstruos específi ca. Asimismo, en este fragmento nos habla de la existencia de
las nereidas, que al igual que en la mitología siguen siendo muchas pero que en
el texto de Plinio ya van tomando forma de pez, de ahí que algunos hayan creído
que este fragmento hace referencia a las sirenas19 , perdiendo de este modo su
identidad original:
18 Para saber más sobre los mitos –más bien escasos– de los que es partícipe Tritón y otros
datos de interés, se puede consultar la obra de Hard, D., El Gran Libro de la Mitología Griega.
Editorial La Esfera de los Libros. Madrid, 2008, págs. 156-157.
19 Para mayor seguridad nos hemos remitido al texto original en latín, y el término que
aparece es el de «Nereida» y no el de «sirena»: «Tiberio principi nuntiavit Olisiponiensium legatio
ob id missa, visum auditumque in quodam specu concha canentem Tritonem qua noscitur forma, et
Nereidum falsa non est».
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Al emperador Tiberio una embajada de olisiponenses, enviada al efecto, le llevó la noticia de que había sido visto y escuchado en una gruta un tritón tocando su concha, con el aspecto con el que se los conoce. Y tampoco es cosa falsa lo de las nereidas, sólo que su cuerpo está totalmente erizado de escamas, e incluso en la parte donde tienen forma humana. […] Siendo emperador Tiberio, en una isla frente a la costa de la provincia Lugdunense, el océano al bajar la marea dejó más trescientas bestias juntas de extraordinaria variedad y tamaño, y no muchas menos en la costa de los sántones; entre otras, «elefantes» y «carnero» con los cuernos sólo insinuados por un color blanco y, desde luego, muchas nereidas (HN, IX, 5, 9-11)
Elefantes y carneros aparecen en el texto como ilustración de la idea de que
todos los seres que existen en la tierra tienen su correspondencia en el mar.
A medida que transcurre el tiempo, los monstruos de la mitología grecolatina
se convierten en bestias sin nombre ni historia propia, si bien, por supuesto, exis-
tirán excepciones. Algunos autores como nuestro Plinio, u otros como Claudio
Eliano o Solino, conservarán en sus obras algunos de los nombres de estos seres
mitológicos, al tiempo que van dejando que otros se diluyan y desaparezcan,
perdiendo así la individualidad de la que gozaron. Por otro lado, aparecen mons-
truos que, aunque también causarán terror, serán conocidos por el nombre de su
«especie» y no como monstruos únicos y con nombre propio y, salvo en algunas
ocasiones, carecerán de una historia propia de su génesis y de una mitología ela-
borada que los envuelva.
LAS PRUEBAS DE SU EXISTENCIA
Plinio cita un total de más de 150 auctores en los índices de su obra, y si ana-
lizáramos directamente el propio texto, la cifra asciende a más de 500, lo que
implicaría una labor bibliográfi ca casi inabarcable20. Utiliza como fuente muchos
testimonios de sus contemporáneos, como es el caso de Muciano o Trebio Nigro,
debiendo destacarse además la gran importancia de Varrón y Aristóteles en su
obra, por cuanto le suponen una notable fuente de información21.
Para hablar de los tritones y las nereidas, hace uso de testimonios recientes. Si
nos remitimos nuevamente al texto anterior vemos como Plinio se refi ere concre-
tamente a los períodos de dos emperadores en frases como estas: «Al emperador
Tiberio una embajada de olisiponenses, enviada al efecto, le llevó la noticia de
que había sido visto y escuchado» o «Siendo emperador Tiberio […]». En este
episodio cuenta no solo con testimonios anónimos, sino con el de todo un legado
20 Plinio el Viejo, op. cit., págs. 62-63.
21 Ibi., págs. 62-63.
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imperial, y ambos parecen convencer a nuestro autor, que no advierte mito algu-
no en la existencia de las nereidas:
[…] tampoco es cosa falsa lo de las nereidas, sólo que su cuerpo está totalmente erizado de escamas, e incluso en la parte donde tienen forma humana22. En efecto, una de éstas fue contemplada en la misma costa e incluso los lugareños escucharon a lo lejos su canto fúnebre al morir. Además, un legado de la Galia manifestó por escrito al divino Augusto que habían aparecido varias nereidas muertas en la costa (HN, IX, 5, 9)
En el siguiente fragmento, Plinio nos trae la noticia de un «hombre-pez» que
ha aparecido en las costas de Gades, actual Cádiz. Afi rma además, añadiendo un
grado de veracidad, que se basa en el testimonio de personas de renombre:
Cuento con el testimonio de autoridades brillantes dentro del orden ecuestre de que fue visto por ellos en el océano Gaditano un hombre-pez con un parecido perfecto al hombre en todo su cuerpo; afi rman que subía a la naves a horas nocturnas e inmediatamente sobrecargaba de peso el lado en el que se sentaba y, si permanecía mucho tiempo, incluso las hundía.(HN, IX, 5, 10)
Pero Plinio no hace uso exclusivo de fuentes y testimonios recientes para com-
poner su Historia Natural, algo evidente si recordamos la cantidad de auctores que
cita, y cuando nos habla de los enormes monstruos del océano Índico acude a
ciertos relatos que se remontan a la época de Alejandro Magno: «Los prefectos de
la fl ota de Alejandro Magno han publicado que los gedrosos […] formaban las
puertas en sus casas con las mandíbulas de estas bestias23 y hacían las techumbres
con sus huesos, muchos de los cuales se han hallado con una longitud de cuarenta
codos» (HN, IX, 3, 7).
En el siguiente fragmento Plinio alude a un autor, Turranio Grácil, cuya obra
hoy en día no conservamos, y a otros testimonios que correspondían al 58 a. C.,
cuando M. Emilio Escauro ostentaba el cargo de edil curul: «Turranio ha publica-
do que había sido arrojada a las costas gaditanas una bestia marina24 que entre las
dos aletas del fi nal de la cola medía dieciséis codos, sus dientes eran ciento veinte
[…] El esqueleto de la bestia a la que se decía que había sido expuesta Andró-
meda, traído a Roma […] Marco Escuaro durante su edilidad» (HN, IX, 5, 11).
En este episodio, al que ya hemos hecho referencia anteriormente cuando
hablamos de los pulpos, el autor menciona a Trebio Nigro, de quien no se conoce
con seguridad ni la época en la que vivió, aunque Plinio dice que era un escritor
22 Aquí vemos cómo las nereidas van añadiendo a su forma original escamas de pez. Elemento
de confusión con las sirenas, como ya vimos anteriormente.
23 «in domibus fores maxillis beluarum facere».
24 «Turranius prodidit expulsam beluam in Gaditana litora».
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de la comitiva de Lucio Lúculo, un procónsul de la Bética: «[…] publicó Trebio
Nigro que […] Le mostraron a Lúculo la cabeza, del tamaño de un tonel con
quince ánforas de capacidad; además, por utilizar yo las mismas palabras de Tre-
bio, las barbas […] de una urna de capacidad. […] Sus restos, conservados por su
carácter extraordinario, pesaron setecientas libras» (HN, IX, 27, 89-93).
Otras veces Plinio duda de la existencia de determinados animales o mons-
truos, pero, sin embargo, sí que los recoge en su obra para mostrárselos al lector.
Quizás porque cree tener el deber de contar todo lo que ha leído o lo que ha es-
cuchado, aunque de manera más o menos discreta nos da un indicio de ese escep-
ticismo25..Este es el caso de las sirenas a las que Plinio aún considera de la familia
de las aves. En el libro X, dedicado a la ornitología, cuando nos habla sobre las
aves fabulosas, dice así: «Y tampoco se creerá en la sirenas, aunque Dinón, padre
del celebrado a autor Clitárco, afi rme que existen en la India y que con su canto
hacen que a los hombres les abandonen sus fuerzas para desgarrarlos, cuando en
están sumidos en el sueño» (HN, X, 49, 136-137)..Como vemos, este romano
del siglo I d. C. ya no creía en esas temibles cantoras con plumas y garras de ave,
lo cual contrasta un poco con casos como el de las nereidas, cuando afi rma que
«tampoco es cosa falsa» (HN, IX, 5, 9), aunque hay quienes podrían atribuirle,
quizás, un tono irónico.
CONCLUSIÓN
La teratología o estudio de los monstruos es un campo que se sigue estu-
diando en la actualidad de la mano de algunos investigadores, y si leemos algún
trabajo relacionado con el tema de los monstruos es rara la ocasión en la que no
se hace referencia a la Historia Natural de Plinio. No importa si el trabajo se en-
marca en un contexto histórico totalmente alejado del tiempo de nuestro autor
romano, pues la importancia de este reside en la trascendencia de su obra y en
la infl uencia que ha ejercido sobre otros autores posteriores: Ulises Aldrovandi,
Olao Magno, Conrad Gessner, Ambroise Paré… las ideas transmitidas gracias a
las obras de autores como Plinio, y por supuesto también gracias a la mitología,
serán bien recibidas por los hombres del Medievo y, después, de la Edad Moder-
na, constituyendo una importante base para la creación de obras plagadas de toda
clase de monstruos, como los famosos bestiarios, los libros de viajes, las crónicas
de Indias, etc.
La Edad Media, y más concretamente sus últimos siglos, será un período muy
prolífi co en cuanto a la aparición de monstruos en los textos26. Además, es un
25 Ibidem, p. 92.
26 Kappler, C., Monstruos, demonios y maravillas a fi nes de la Edad Media, Madrid, Akal, 1986.
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momento en el que la representación pictórica de estas bestias aumenta notable-
mente, y los bestiarios se posicionan como una importante fuente para la terato-
logía, pues en sus páginas se dedicaban al estudio de los animales, especialmente
los que poblaban lugares lejanos y desconocidos, si bien es cierto que el número
de estos monstruos que podríamos relacionar con el mar no es muy numeroso,
quizás debido al carácter esencialmente agrícola de la sociedad medieval27.
Y es en esta época en la que el Dios cristiano adquiere un papel protagonista.
Dios creó a los monstruos marinos y de ello no cabe la menor duda, pues así se
recoge en el Antiguo testamento: «Dios creó los grandes monstruos marinos»
(Gén.1, 21.). La unión en el ser monstruoso de la grandeza de Dios y del mal
que causa a los hombres puede parecer, a priori, una contradicción que hará re-
fl exionar al hombre en muchas ocasiones. Lo cierto es que la actitud del hombre
ante la existencia de estas bestias oscilaba del terror a la admiración. Un ser tan
terrorífi co y de dimensiones colosales –en su mayoría– no podría sino ser una
obra de creación divina.
En la Edad Moderna, el miedo a los monstruos marinos ya no es tan «real»
como lo fue anteriormente, al menos en lo que a marineros, comerciantes y otros
navegantes se refi ere. El miedo a los desastres naturales –tormentas, huracanes,
corrientes…– adquiría un mayor protagonismo frente a esa fe férrea en la exis-
tencia de una bestia, creada por Dios, que pudiese salir del fondo del océano para
hacer trizas las naos. Sin embargo, estos seres no han desaparecido del todo, y los
monstruos aún no han muerto en el imaginario colectivo. Su presencia permane-
ce y es utilizada de manera consciente o inconsciente para uno u otro fi n, como
comentamos anteriormente cuando hablábamos de las sirenas y de los libros de
viajes y crónicas.
Cuando llegamos a la Edad Contemporánea, o a la actualidad, pensamos que las sirenas ya son solo protagonistas de cuentos y películas, y cuando pensamos en un pulpo, lo primero que se nos viene a la cabeza es, quizás, la imagen de un plato gastronómico y no la temible bestia de la que hablaba Plinio. A pesar de lo que pueda parecer, los monstruos siguen desempeñando un papel en nuestra vida cotidiana –ya sea mediante la televisión, las novelas o los cómics– y en el imaginario colectivo de cualquier sociedad. Si bien, ese papel ha cambiado mucho, y se relaciona más con el entretenimiento que con el conocimiento de la naturaleza, los miedos, o los dioses.
27 Morgado García, A.: «Los monstruos marinos en la edad moderna: La persistencia de un
mito». Trocadero, 20. Universidad de Cádiz, 2008, p. 144.
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