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BIBLIOTECA ECUATORIANA MÍNIMA LOS JESUÍTAS QUÍTENOS BEL EXTRAÑAMIENTO QUITO - ECUADOR 1960

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BIBLIOTECA ECUATORIANA MÍNIMA

LOS JESUÍTAS QUÍTENOS BEL EXTRAÑAMIENTO

QUITO - ECUADOR 1 9 6 0

PWU(&CIWAUmcZA£APORLA SBCmtAMA GENERAL DE LA mrn(3j^(xmmm^MmrEi(juáEmANA QUITO, ECUADOR. 1960.

BIBLIOTECA ECUATORIANA MÍNIMA

LA COLONIA Y LA REPÚBLICA

BIBLIOTECA ECUATORIANA MÍNIMA LA COLONIA V LA REPÚBLICA

LOS JESUÍTAS QUÍTENOS BEL EXTRAMMIENID

£DITORIAL J. M. CAJICA JK. S.A.

PUEBLA - MÉXICO

EL VOLUMEN

LOS JESUÍTAS QUITEÑOS

DEL

EXTRAÑAMIENTO

CONTIENE:

Págs.

Introducción, por Aurelio Espinosa Pólit, S. I. 21

P. JUAN DE VELASCO

(p. 79)

Historia Moderna del Reino de Quito y Crónica

de la Provincia de la Compañía de Jesús del mismo

Reino. Año de 1788 81

Tomo III. Libro I, Cap. II: Ministerios que

ejercitaba la Compañía en el Colegio Máximo de

Quito. (Inédito) . . . 81

Libro II, Cap. III: Arresto del Colegio Máxi­

mo 90

Salida de los sujetos de Quito, (Inédito). . 93

Libro VI, Cap. III: Es extinguida la Compa­ñía de Jesús. (Inédito) 96

10 ÍNDICE

Págs.

Relación histórica-apologética sobre la prodigio­sa imagen, devoción y culto de Na. Sa. con el título de Madre Santísima de la Luz. Año de 1775 . . . . 103

Cap. III: Se transfiere la devoción desde Si­cilia al Nuevo Mundo. (Inédito) 103

Cap. V: Se propaga en la Provincia de Qui­to. (Inédito) 105

Vocabulario de la lengua peruano-quitense. Año de 1787. Prefación . . . . . 111

Tres cartas al P. Lorenzo Hervás y Panduro so­bre lenguas de los indios 112

Octavas reales compuestas para suplir las que fal­taban en el original del poema heroico "Demofoonte y Filis" de Don Lorenzo de las Llamosas 118

A Cristo Señor Nuestro en la cruz. Décimas . . . 125

A la Sma. Virgen, Madre Sma. de la Luz. Dé­cimas . . . 126

Después de una grave enfermedad. Sonetos . . . 128

A un Cristo robado. Décimas 131

Al P. Francisco Javier Lozano, mandándole la censura de su obra. Décimas 134

Al mismo. Respuesta a las décimas que hizo "en ocasión que Dn, Juan de Velasco se vistió de abate". Décimas 138

Apología de la sordera. Romance 143

Sátira contra Roma. Traducción de unos dísti­cos. Décimas ^55

ÍNDICE 11

Págs.

Descripción satírica de Ravena. Pareados 160

Al P. Ricci. Décima 167

Soneto 168

Argumento y noticia del certamen sobre el Cal­vario y Tabor 169

P. ISIDRO LOSA

(P. 173)

Diario del arresto en Quito y viaje a Italia. (Iné­

dito) 175

P. FRANCISCO IAVIER CRESPO

(p. 189)

Carta al Presidente Diguja. (Inédita) 191

P. JUAN DE ULLAURI

(p. 193)

En la muerte del P. Ricci. Endechas reales . . . 195

P. JUAN CELEDONIO DE ARTETA

(p. 199)

Breve relación de la vida y virtudes del P. En­rique Francen. Año de 1772. (Inédita) 202

Cuando viajó a Viena el Papa Pío VI. Canto he­roico. Traducción y original latino 218

12 ÍNDICE

Págs.

P. NICOLÁS CRESPO

(p. 225)

Al salir de la Provincia de Quito elegía. Traduc­ción y original latino . . . 227

P. JOSÉ OROZCO

(p. 235)

La conquista de Menorca. Poema épico en cua­tro Cantos 237

Al P. Juan de Velasco. Romance 270

Sentimientos de un pecador contrito. Octavas. 275

Epigrama latino y traducción 278

P. RAMÓN VIESCAS

(p. 279)

A los que procuraban la extinción de la Compa­ñía. Liras 281

En la muerte del P. Ricci. Canción 287

La Muerte elige Primer Ministro. Canción. . . . 291

Al sepulcro de Dante. Liras 295

Madre e hija. Sonetos 299

A la restauración de la iglesia de la Torreta de Ravena. Soneto 301

ÍNDICE 13

Págs.

Epitafio fúnebre al deplorable fallecimiento de un burro anciano. Ejercicio métrico en esdrújulos. Ensayo juvenil , . 302

Requisitoria contra una calva apóstata. Décimas 305

Soneto 311

Décimas sobre el dístico: Car sapit et pulmo lo-quitur 313

A un poeta que en un rígido invierno se ocu­paba en hacer versos. Romance 320

A un amigo que, haciendo viaje por verlo, hizo larga detención en otra ciudad vecina. Décimas . , . 324

La Musa escéptica. Sonetos . . 328

Décimas 329

Pasaporte (del P. Juan de Velasco) 348

P. JOSÉ GARRIDO

(p. 351)

Cuando se publicó el Breve de extinción de la Compañía. Endechas reales 353

La Musa parte imparcial. Décimas 366

Soneto 375

Pasaporte (del P. Juan de Velasco)

A la publicación del Decreto de Virtudes heroicas de la Venerable virgen Mariana de Jesús Paredes y Flores, Azucena de Quito. Soneto . . . 379

14 ÍNDICE

Págs.

P. SEBASTIAN RENDON

(p. 381)

Recibiendo la copia de una imagen de María. Décimas 383

P. MARIANO ANDHADE

(p. 3$5)

Despedida de Quito al salir desterrado. Romance 387

P. MANUEL OHOZCO

(p. 393)

Lamentos por la muerte de la Compañía de Je­sús, y consuelos por ver que comienza a resucitar por la Rusia. Poema en cuatro partes. Décimas.. 395

P. IOAQÜIN AYUON

(p. 451)

A Sebastián Carvalho. Epigrama. Traducción y original latino 453

Al Sr. Dr. Dn. Antonio Sánchez de Orellana. Carta del 22 de Mayo de 1782. (Inédita) 454

Al mismo. Carta de 31 de Enero de 1783. (Iné-dita) 463

Al mismo. Carta de 27 de Febrero de 1783. (Inédita) 464

ÍNDICE 15

Págs.

Al mismo. Carta de 12 de Noviembre de 1783. (Inédita) 465

Al mismo. Carta del 18 de Marzo de 1784. (Inédita) 467

Al mismo. Carta del 6 de Enero de 1785. (Iné­dita) 531

Al mismo. Carta del 19 de Julio de 1786. (Iné­dita) 532

Al mismo. Carta del 17 de Octubre de 1787. (Inédita) 535

A Dn. Luis Andramuño. Carta del 8 de Mayo de 1788. (Inédita) 540

Al mismo. Carta del 19 de Abril de 1789. (Iné­dita) 541

P. AMBROSIO LARREA

(p. 549)

A la Madre Santísima de los Dolores. Sonetos., 551

Al sepulcro del P. Francisco Javier Clavigero. Endechas 554

Cuando se quemó en Roma la obra intitulada Memoria Católica. Romance 555

A Mons. Estanislao Siestrenczewicz. Décimas». 558

A la sordera total de Dn. Juan de Velasco. Dé­cimas 561

Habiendo ensordecido del todo Dn. Juan de Ve-lasco. Soneto italiano y traducción 564

16 ÍNDICE

Págs.

Viendo estampados los delitos de los jesuítas en un pañuelo de tela. Soneto italiano y traducción . . 565

A la Sma. Virgen, Madre Sma. de la Luz. Can­ción italiana y traducción 566

En la Primera Misa de Don José Dávalos. "Gan-zonetta" italiana y traducción . . . 575

A los sermones de cuaresma del P. Cayetano Angiolini. 13 sonetos italianos y traducción 578

Al abstrusisimo misterio de la Sma. Trinidad. Soneto italiano y traducción 592

Al retrato de una Dolorosa. Soneto italiano y traducción 593

A la prodigiosa Imagen, llamada la Greca de Ravena. Soneto italiano y traducción 594

Al sepulcro de Dante. Soneto italiano y traduc­ción 595

A una mirla blanca que mató un cazador. 2 so­netos italianos y traducción 596

A un caballo negro. Soneto italiano y traducción 598 Al Caballero Horacio Sinibaldi, enfermo. Soneto

italiano y traducción 599

A la muerte del Arzobispo Cantoni. Soneto ita­

liano y traducción 600 Habiendo cegado los dos señores Costa, herma­

nos. 2 sonetos italianos y traducción 601

P. JOAQUÍN UIRREA

(p. 603)

Contra Herodes. Fragmento juvenil . . 605

ÍNDICE 17

Págs,

Carta de Pedro Lucas Larrea al Dr, Francisco Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo, en que transcribe una de su hermano el P. Joaquín Larrea 507

Habiendo cegado los dos señores Costa, herma­nos. 2 sonetos italianos y traducción 610

A Sebastián Carvallo, ex-ministro de Portugal. Soneto italiano y traducción 612

A la heroica vocación de Don Ignacio Tenorio. 2 sonetos italianos y traducción 613

Al P. Cayetano Angiolini y a su hermano. Sone­to italiano y traducción 615

P. PEDRO BERROETA

(p. 617)

Coplones de viejo. Décimas y octavas. (Inéditas) 619,

Sonetos morales:

I. II Palinodia (Inéditos) 62Í

III. IV Jardín del alma (Inéditos) 622

V. VI Despertador, (Inéditos) 623

VII. VIII Al avaro. Al soberbio (Inéditos). 624

IX. X A un arroyo. A una azucena (Iné­ditos) 625

XI. XII A unas avecillas. A un pajarillo cantor (Inéditos) 626

XIII. XIV A un mirlo (Inéditos) 627

XV. XVI Al sol. Voz de la creación (Iné­ditos) 628

18 ÍNDICE

Págs.

XVII. XVIII Pensando en la cuenta (Inédi­tos) 629

XIX. XX Podando el alma (Inéditos) . . . . 630

XXL XXII El pecado mortal (Inéditos) . . . 631

XXIII. XXIV Remordimientos y ruego (Iné­ditos) 632

XXV. XXVI El pecado venial (Inéditos). . 633

XXVII. XXVIII Deseo de la muerte (Iné­ditos) 634

XXIX, XXX Luz de esperanza (Inéditos). . 635

XXX. XXXII Súplica a Dios Nuestro Señor (Inéditos) 636

XXXIII. XXXIV Alientos en el dolor (Iné­ditos) 637

XXXV. XXXVI Cristo consuelo del persegui­do (Inéditos) 638

XXXVII. XXXVIII Amargura y resignación

(Inéditos) 639

XXXIX. XL Desamparo (Inéditos) 640

X L I XLII Pidiendo amor (Inéditos) 641

XLIII. XLIV Pidiendo ayuda (Inéditos) . . 642

XLV. XLVI A cristo crucificado entre dos

ladrones (Inéditos) 643

A Dímas (Inédito) . . . .., 643

XLVII. XLVIII Aparición a San Pedro

(Inéditos) . . . . . . . . . 644

XLIX. L A la Magdalena (Inédito) 645

A los Apóstoles (Inédito) 645

ÍNDICE 19

Págs.

LI. LII A los discípulos de Enmaús (Inédi­tos) . . . 646

Lili . LIV Amistad divina (Inéditos) 647

LV. LVI Con Dios y sin Dios (Inéditos). . 648

LVII. LVIII Divina sed (Inéditos) 649

LIX. LX A la santísima cruz (Inédito). . . 650

Aspiración a Cristo (Inédito) 650

Sentencias. Décimas. (Inéditas) 651

Afectos a Cristo paciente. Sextinas. (Inéditas) . 655

Meditaciones: (Octavas) (Inéditas)

Convite de Dios al alma para el retiro . . . . 658

Principio y fin del hombre . . . . . 659

Meditación de los pecados 661

Meditación de la muerte 664

Parábola del hijo pródigo 667

A la Inmaculada Concepción. Décimas. (Inédi­tas) .'. . . . 669

A Cristo Señor Nuestro. Décimas. (Inéditas).. 670

Paráfrasis del Dies irae. Décimas. (Inéditas) . . . 671

Los celos. 2 sonetos. (Inéditos) 676

A dos ciudades de Italia. Sonetos. (Inéditos) . . . 678

Paráfrasis del Epodo 29 de Horacio. Tercetos.. 680

Ál Maestro Celauro. Soneto italiano y traducción. (Inéditos) 684

20 ÍNDICE

Págs.

Las pelucas. Décimas. (Inéditas) 685

Carta a D. Joaquín Ayllón. Décimas. (Inéditas) 691

A D. Ignacio Romo. Décimas. (Inéditas) 699

A D. Santiago Herrería. Décimas. (Inéditas) . . 702

La Pasión de Cristo:

Aviso 705

Coronación de espinas y Ecce Romo. . . . . . . . 707

Introducción, selección y traducciones latinas e italianas

por Aurelio Espinosa Pólit, S. I.

LOS JESUÍTAS QUITEÑOS DEL

EXTRAÑAMIENTO

INTRODUCCIÓN

El 20 de Agosto de 1767 fue intimada por el Pre­sidente de la Real Audiencia Don José de Diguja, a los jesuítas de Quito la Pragmática Sanción, por la cual Carlos III, Rey de España, los desterraba a perpetui­dad de todos sus dominios. La ejecución de esta or­den, empezada a cumplir a los once días, se llevó a cabo con el último rigor, hasta que no quedó en el territorio de la Audiencia uno solo de los 269 jesuítas que componían la Provincia Quítense. De estas 269 víctimas del absolutismo regio, no volvió una sola al territorio patrio. Todas perecieron en las miserias del destierro, la última en 1821.

Este hecho histórico que se realizó sincrónicamen­te en todos los dominios de la corona española, y que sin acusación, sin proceso, sin admisión de descargos, sin defensa de los acusados, despojó repentinamente de todos sus bienes, privó de su libertad y lanzó a pla­yas extranjeras a 5378 jesuítas españoles y america­nos, es el que ha recibido el nombre eufemístico de "extrañamiento", y constituye una de las injusticias más monstruosas registradas por la historia y uno de los descréditos más bochornosos de la monarquía ab­soluta.

24 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL. EXTRAÑAMIENTO

Pero la conjura contra los jesuítas no se limitó al extrañamiento. Las cortes borbónicas y Portugal pre­sionaron tan despiadadamente a la Santa Sede, que tras años enteros de vanas resistencias, arrancaron al Papa Clemente XIV el Breve de abolición de la Orden, el 21 de Julio de 1773. De los 269 jesuítas salidos de Quito seis años antes, no quedaban en el momento de la abolición sino poco más de la mitad, exactamente 146. Desde entonces para ellos, desterrados, seculari­zados, desvalidos de todo amparo, comenzó lo que sólo puede llamarse una larga muerte en vida. Cua­renta y un años duró la supresión de la Compañía de Jesús. Cuando, después de varias restauraciones loca­les, la restableció en el mundo entero el Papa Pío VTE, el 7 de agosto de 1814, el último residuo de la antigua Provincia de Quito apenas llegaba a unos 20 ancianos, la mayor parte de los cuales reingresaron en la Orden en Italia o en España, pero ninguno volvió al Ecuador.

Se ha hablado del extrañamiento y de la extinción de la Compañía como "de una gran amargura, de una espantosa derrota", (*) Este enfoque es en parte un error. "Mareante amargura, agonía lenta y lastiman­te" fue ciertamente la suerte personal de los jesuítas extrañados y abolidos; pero ¿cómo llamar "derrota" de la Orden el que cayera como víctima del odio cer­tero de los peores enemigos de la Iglesia, quienes con la desaparición de la hija esperaban allanar el camino para la ruina de la madre? ¿cómo llamar "derrota" de una institución el que momentáneamente sucumbiera para dar fe de su inmutable esencia, vinculada a su adhesión a la Santa Sede en vida y en muerte? Ya lo había dicho San Agustín: "No es pisoteado por los hombres el que sufre persecución, sino el que por mie­do a la persecución pierde su esencia y sabor. No se pisotea sino a un inferior; e inferior no es el que, atro­pellado corporalmente en la tierra, tiene con todo fijo

(1) Alejandro Canión. Los poetas quiteños de "El Ocioso de Faen-%*". Tomo I, p. 7. Quito, 1957.

INTRODUCCIÓN.: AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S. I. 25

el corazón en el cielo". 0) No, no fue "derrota" la heroica fidelidad de la Compañía de Jesús en mante­nerse inconmovible en la prueba cruel del extraña­miento y en el dolor supremo de la supresión. Se sa­bía inocente, puso su causa en manos de Dios, supo esperar magnánima la hora divina, y renació triun­fante a continuar su obra en el mundo a mayor gloria de Dios.

Pero el extrañamiento de los jesuitas de España y América debe considerarse, no solamente desde el punto de vista de los expulsos, sino también desde el de los países que los vieron partir. Dejemos, por no tocarnos tal discusión, los efectos del extrañamiento en el territorio peninsular. Aun los que, apelando a "la clarividencia de Aranda, el ministro de luminosa testa que ilustró el régimen de Carlos III", dan aque­lla medida como "indispensable para la prosperidad y seguridad del Imperio", reconocen que "para la vida de la nación quiteña fue un golpe cuyo impacto pro­dujo desconcierto y postración generales". (2)

Hay dos hechos paralelos cuyo fatal influjo en nuestra historia nacional no se ha ponderado suficien­temente: el degüello de nuestros proceres, el 2 de Agosto de 1810, y la desaparición de los jesuitas, el 20 de Agosto de 1767. El sacrificio de los mártires de la Independencia no fue infructuoso para la patria (nin­gún sacrificio es jamás del todo infructuoso), pero es indudable que dejó como acéfala la sociedad quiteña, que perdió en ellos a los que hubieran sido sus guías y consejeros natos en los primeros pasos de su vida independiente. El mismo desconcierto irreparable que para Quito representó la desaparición de los proceres sacrificados con respecto a la competente iniciación en la autonomía del régimen civil, representó la falta de los jesuitas extrañados en los diversos órdenes de la vida espiritual y moral de la sociedad, y muy en par­ticular en el de la educación pública.

(2) Libro I del Sermón del monte, Cap. 6. (3) Carrión. Obra citada, Tomo I, pp. 34-35.

26 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Es imposible recorrer la lista de los expulsos de 1767, y no quedar sobrecogidos por el pensamiento de lo que hubieran podido realizar en pro de la cultura del país hombres de tanta capacidad y de tanta dedi­cación. Y no son éstas suposiciones gratuitas. La prueba está en los documentos que han quedado de su erudición y saber. Entre los 408 volúmenes manuscri­tos que todavía se conservan, procedentes del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús en Quito, o Universi­dad de San Gregorio, 58 tienen por autores a jesuítas de los que salieron desterrados en 1767: entre ellos, el ibarreño P. Miguel Manosalvas, profesor de psicología y autor de un tratado teológico sobre el Verbo En­carnado; el riobambeño P. Jacinto Serrano, autor de un Curso completo de Filosofía aristotélica; el cuen-cano P, Nicolás Crespo, quien dictó otro Curso simi­lar; el lojano P. Sebastián Rendón, a quien se deben dos tratados sobre los Novísimos; otro lojano, el P. Pedro Garrido, que ha dejado dos tratados de Filoso­fía del Estagirita y otros dos de Teología sobre la naturaleza de la Voluntad divina y la Justificación; el célebre dauleño P. Juan Bautista Aguirre, quien com­puso un tratado de Física; y el ambateño P. Joaquín Ayllón, autor de un Arte de Retórica. (x)

Este volumen de la Biblioteca Mínima Ecuatoriana va a demostrar que, a pesar de todo, estos hombres abrumados por la suerte más dura que humanamente imaginarse puede, no dejaron de honrar y de servir como pudieron a su patria — esa patria tan amada y recordada con llorosa añoranza en el curso agobiador de los años que prolongaron su destierro sin esperanza hasta la muerte.

Desde este punto de vista, entre todos los jesuítas quiteños de la expulsión, se destaca uno como gigante,

(1) Todos estos datos pueden verificarse en la obra del P. Miguel Sánchez Astudillo: Textos de Catedráticos jesuítas en Quito

Colonial. Estudio y Bibliografía. Casa de la Cultura Ecuatoriana. Quito, 1959.

INTRODUCCIÓN.: AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S. I. 27

hombre invicto en la desgracia, formidable trabajador aun en las circunstancias más adversas, americano irreductible en sus reivindicaciones justicieras y en sus anhelos patrióticos, el P. Juan de Velasco. El Ecuador de nuestros días empieza a comprender la deuda que con él tiene y a hacerle justicia. Pero volviendo los ojos hacia los años aciagos en que se debatía entre las más crueles amarguras, nos podemos imaginar al ilus­tre desterrado, al fin de su dolorosa carrera, alzando en sus manos los volúmenes primicias de nuestra his­toria por él compuestos, y desde la lejanía de la inhós­pita Italia, vuelto hacia occidente, haciendo de ellos ofrenda a la patria perdida, como supremo don de su indefectible amor. Este monumento histórico de un valor imponderable, y que, con todas sus deficiencias, constituye la piedra angular de nuestra historiografía y la fuente primera de nuestra conciencia refleja de nacionalidad, será recogido en tomos aparte de esta Biblioteca Mínima Ecuatoriana, presentado por fin en un texto crítico que reproduzca sin retoque alguno el manuscrito original.

Pero, además de esta obra suya capital, la Histo­ria del Reino de Quito, debemos al P. Juan de Velasco otro servicio de positiva importancia para la integra­ción de aquella conciencia refleja sin la cual un pueblo no es pueblo, porque, para esto, el primer paso que debe dar es conocerse a sí mismo, su índole propia, su cultura, su tradición, su herencia de siglos. Una de las fuentes más ricas y más significativas para este conocimiento propio es la literatura, espejo de la vida, receptáculo en que se conservan bullentes las grandes emociones humanas, pues la ilusión de todo el que es­cribe es vaciar su alma en su escrito, y entregar algo al menos de sí al recuerdo de la posteridad.

Reunió, pues, el P. Velasco, el último año de su vida, en cinco tomos manuscritos, a los que puso el título — gracioso, si no encubriese una ironía trágica — de Colección de poesías varias hechas por un ocioso en la ciudad de Faenza, un tesoro de tradición ecua-

"28 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

toriana que sin él se hubiera perdido irremediable­mente. Suman los cinco tomos 1255 páginas, en las que no todo es ecuatoriano, pues al principio se guió más bien el P. Velasco por criterios puramente litera­rios, y, además, en toda la Colección dio amplio acce­so a composiciones de jesuitas de otras nacionalidades íntimamente hermanados con los nuestros en la co­mún desgracia; pero, aun así, pasan del centenar corri­do las composiciones de jesuitas quiteños recogidas, varias de ellas de dilatadas proporciones y alta ambi­ción literaria. Este considerable acervo de ensayos poéticos, correspondientes a quince autores distintos, proporciona a nuestra historia literaria el eslabón que en ella faltaba para conectar la Colonia con el período republicano, para demostrar la continuidad de cultura entre la que patentizan los predicadores, ascetas, filó­sofos y teólogos de los siglos XVT y XVII, y la que renace independiente con Olmedo y los primeros es­critores del Ecuador constituido en nación. Gracias a] P. Velasco no quedan como representantes solitarios de las letras de Quito Mejía y Espejo, junto con los escri­tos casi desconocidos del gran Maldonado: por él, el capítulo de nuestra historia literaria correspondiente al siglo XVIII cuenta con nombres tan respetables co­mo los de José Orozco, Ramón Viescas, Mariano An-drade, Ambrosio Larrea, que dan cuerpo y vitalidad a aquel opaco período y dignidad y abolengo sin lagu­nas a nuestras letras nacionales.

Sin embargo, para comprender el contenido de la Colección hecha por el P. Juan de Velasco, es preciso tener presentes las draconianas disposiciones que limi­taban su campo de actividad. Confinado en la ciudad de Faenza, sin más comunicación expedita que con sus compañeros recluidos en las ciudades vecinas de las Legaciones, no pudo haber a las manos para in­cluirlas en El Ocioso las producciones de otros jesui­tas distantes, como las del P. Aguirre o las del P. Be-rroeta.

Para que este tomo de la Biblioteca Mínima Ecua­toriana cumpla su misión, ha sido, pues, necesario aña-

INTRODUCCIÓN.: AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S. I. 29

dir a la selección de todo lo realmente valioso conte­nido en El Ocioso de Faenza del P. Velasco otros do­cumentos históricos o literarios procedentes de fuen­tes distintas, especialmente la correspondencia del P-Ayllón y la abundante producción en verso del P. Be-rroeta. La obra del excelso Aguirre, por su altura so­bresaliente, ha sido recogida íntegra en tomo aparte, valorada con juicio definitivo, que desde el primer mo­mento la consagró a la pública admiración, por el afortunado descubridor de su grandeza, el insigne es­critor, gloria de nuestras letras, Don Gonzalo Zal-dumbide.

La presente selección, limitada en el plan general de la Biblioteca Mínima Ecuatoriana a "Los jesuitas quiteños del extrañamiento", elimina de El Ocioso de Faenza al "Travieso ingenio quítense" y a la "Musa quítense" autora de los romances a las Siete Palabras del Redentor de la cruz; y añade, en cambio, capítulos escogidos de varias obras en prosa del P. Juan de Ve-lasco, el diario de la expulsión del P. Isidro Losa, una carta del P. Francisco Javier Crespo, un escrito his­tórico del P. Juan de Arteta, amplios extractos de la correspondencia del P. Joaquín Ayllón, y una sección considerable de la obra del P, Pedro Berroeta, el más fecundo sin duda de los versificadores entre los jesui­tas expulsos. Todas estas piezas son inéditas y apor­tan valiosos elementos de juicio para la valoración de conjunto de los jesuitas arrancados al suelo patrio por el decreto de extrañamiento.

Queda, sin embargo, que el núcleo principal y la base indispensable para este juicio es El Ocioso de Faenza, a cuya consideración es preciso concretarnos.

Quien ofreció al público ecuatoriano las primicias de él, publicando algunas piezas de la Colección y for­mulando los primeros juicios literarios acerca de ellas, fue, como se sabe, Don Juan León Mera en la prime-

30 Los JESUÍTAS QUITEÑOS BEL EXTRAÑAMIENTO

ra edición de su Ojeada histórico-crítica de la poesía ecuatoriana (1868).

El primero que estudió a fondo, en plan de histo­riador, el manuscrito mismo y las personas cuyas obras contiene fue Mons. Manuel María Pólit Laso. Siendo profesor de la Facultad de Letras de la Universidad de Quito, publicó un primer trabajo en el n. 14 de los Anales de la misma en 1889. Más tarde investigó per­sonalmente los largos inventarios de la Dirección del Tesoro en el Archivo de Simancas, y siguió en Rave-na y Faenza el rastro que aún quedaba allí de los ex­pulsos. Pudo ver, entre otras cosas, en la Biblioteca Classense de Ravena la importante obra impresa del P. Viescas, y firmas de los desterrados en los regis­tros de la sacristías de las iglesias. El fijó con certeza el lugar y fecha de la muerte del P. Velasco, equivo­cados por D. Pablo Herrera, por el Dr. Pedro Fermín Cevallos y aun por el limo. Sr. González Suárez; él descubrió la partida de bautismo en Cuenca del P. Berroeta, y recogió oportunamente copia, la más com­pleta que existe, de su obra; él acopió datos de toda clase como para escribir la historia de los desterrados de 1767.

Por fin, quien primero ha hecho un estudio siste­mático de conjunto, histórico y literario de El Ocioso de Faenza, si bien limitándolo a los escritores nacio­nales contenidos en él, es el Ledo. Alejandro Carrión, quien en los años de 1957 y 1958 publicó dos volúme­nes, uno de 374 páginas de historia y crítica, y otro de 490 de textos.

Esta obra altamente meritoria recibió el justiciero galardón del Premio Tobar 1958, y, tanto por su na­turaleza como por la intención de su autor, debía ser obra definitiva. Así lo declara él sin embozo. Queján­dose de la actitud impaciente o desdeñosa de otros crí­ticos literarios, dice: "Nosotros no podemos proceder ni en la una ni en la otra forma, porque estamos em­peñados en dotar a la literatura ecuatoriana de un estudio tenaz, si se quiere, por encima de todas las

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dificultades, de la obra de los jesuítas desterrados, para que, cuando se vuelva a escribir una historia de la literatura de nuestra patria, haya elementos de jui­cio suficientes", 0) Noble propósito. Desgraciadamen­te para que se cumpliera han fallado dos puntos.

Refiérese el primero a las composiciones de El Ocioso, cuyos originales están en latín o en italiano: en latín versificaron los Padres Ayllón, Arteta y Ni­colás Crespo; en italiano escribieron habitualrnente los Padres Ambrosio y Joaquín Larrea, y alguna vez el P, Velasco. Confesando honradamente el Ledo. Ca-rrión su desconocimiento de ambas lenguas, nos hace saber que se ha valido, para remediarlo, de dos tra­ductoras. El error estuvo en aceptar el trabajo que le presentaron sin revisión de persona competente con cuya ayuda se percatase el crítico de sus méritos o deméritos, sino de haberlo dado sin más por bueno y aun por excelente y acabado, como repetidamente lo pondera en el curso de la obra. Doloroso es — pero la honradez literaria obliga a ello — doloroso es tener que asentar que no es así: que las traducciones latinas descubren un conocimiento por demás inseguro e in­completo de esta lengua, manifiesto en errores palma­rios y en frecuentes contrasentidos, algunos de ellos inverosímiles; que, a su vez, las traducciones del ita­liano adolecen de falta de dominio de la versificación castellana, y que, al empeñarse en trasvasar sonetos en sonetos, se ven continuamente obligados a termi­nar inventando expresiones y aun ideas que en forma alguna aparecen en el original. Indudablemente am­bas traductoras son personas, no solamente cultas, sino dotadas de fino sentido poético y capaces de una pro­ducción personal muy apreciable. Esto es, sin duda, lo que ha alucinado al Sr. Ledo. Carrión, no permi­tiéndole ver que carecían, en cambio, de la conciencia

(1) Los poetas quiteños de "El Ocioso de Faenza". Tomo I. Histo­ria y crítica, p. 269.

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y de la responsabilidad propias del traductor genuino, cuya ley primordial es la fidelidad a su posición se­cundaria por esencia, la honradez y firmeza en resistir a la tentación de substituirse al autor, de hacerle de­cir lo que no dice so pretexto de embellecerlo, de dar al menos una tonalidad distinta y ajena a lo que dice. Está, pues, lamentablemente equivocado el Sr. Carrión cuando afirma que estas traducciones "muy afortuna­das, permiten a los lectores entrar en contacto direc­to con el antiguo poeta". (x) Y constituye una anoma­lía por demás extraña que quien tan agriamente cen­sura y llama al orden a Don Juan León Mera porque, en gracia de la eufonía, se permitió retocar la factu­ra de algunos versos del P. Orozco o del P. Ambrosio Larrea o del P. Garrido, (2) aplauda en sus traduc­toras las libertades extremas que se tomaron con el texto, al punto de hacerle decir alguna vez lo contra­rio de lo que dice.

Pero lo más grave no es que las traducciones ha­yan resultado en buena parte infieles, sino que los juicios literarios que nos da el Sr. Carrión estén fun­dados, no en el texto de los autores, sino en el de las traductoras, lo que desgraciadamente en más de un caso invalida toda su autoridad. Demasiado drástica es esta inculpación para estamparse sin pruebas. Pu­diera multiplicarlas, pero citaré solas dos, una en el orden literario, otra en el ideológico.

En la crítica del Sr. Carrión a los sonetos del P. Ambrosio Larrea "a una mirla blanca que mató un cazador", sonetos a los que consagra un verdadero ditirambo, por ver en ellos "la aventura de la creación poética deslizarse a un terreno puro, a un sujeto de puro placer estético, que no trasciende del mágico mundo de la íntima, de la inefable creación lírica", comenta: "Poco importa el éxito logrado por él en

(1) Obra citada, p. 269.

(2) Obra citada, pp. 221. 233. 237-238; 268; 317.

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esta aventura. Su valentía, el salirse de todos los ca­minos trillados por la emigración hispanoamericana en Italia, pequeño mundo en que se ahogaban y se de­sesperaban, es digna de todo encomio. Habla mucho en bien de la calidad de poeta que el P. Larrea lleva­ba consigo". Podríamos estar más o menos de acuer­do hasta aquí. Pero añade: "Esa mirla blanca donde se mezclan nieves y cenizas, ese raro prodigio sobre el cual el ciego dios de Amor manda al cazador dispa­rar sus flechas, ese elogio de la luz tamizada que pe­netra a las pupilas del ave maravillosa, venciendo la celosía de las pestañas, esa descripción de los ojos del garzón milagroso, que capturan al vuelo al ave que iba en busca de un ardiente pasaporte, ese final que en la traducción ha llegado a tan hermoso continente:

. . .que quien de amor es joven dios rampante feliz dispone de su dardo el norte. . .

todo ello dota a nuestra poesía del S. XVIII de una frescura, de una limpidez, de una gracia en ella casi del todo desusada, si no fuese por los sonetos geniales de Juan Bautista de Aguirre a la rosa. Esta mirla blanca y su cazador de claros ojos tienen en el mundo de nuestra lírica una provincia propia". (x)

Admirable elogio. . . Pero •— preguntamos — ¿dón­de está todo esto en el texto? ¿dónde la nieve que se mezcla a las cenizas? Larrea dice simplemente: "mis­te sonó de blanco e cenerino" — mezcladas están de blanco y ceniciento; ¿dónde el raro prodigio? Larrea sólo dice: "O raro augel" — oh raro pajarillo; ¿dón­de todo aquel refinamiento rubeniano de "la luz ta­mizada que penetra a las pupilas del ave maravillosa, venciendo la celosía (esto es escarceo lírico del pro­pio Sr. Carrión) de las pestañas? Larrea dice con llaneza casera: negli occhi semichiusi é vivo il lume'* — en los ojos medio cerrados es viva la luz: ¿dónde, sobre todo, esa ave que "iba en busca de ardiente pa-

(1) Obra citada, pp. 275-276.

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saporte?" Larrea se limita a decir que "andava erran­te"; ¿dónde, por fin, ese cierre del soneto al que el Sr. Carraón encuentra "tan hermoso continente", y que lo tiene sin duda alguna, pero que es íntegramen­te inventado sin rastro de sí, ni asidero siquiera, en el texto? Este es, al contrario, más bien prosaico y re­dundante:

Ceda il lírico nume a te la gloria d'attrar gli augel col dolce suo concento, ceda lieto la palma e la vittoria.

que vertido con más humilde, aunque más fiel, conti­nente, se reduce a decir:

A ti mi inspiración cede la gloria de que a las aves rinda tu armonía; ceda juntas la palma y la victoria.

La lectura privada de la poesía legítimamente tie­ne sus arranques de entusiasmo, y es virtud de los poetas despertar, como por contagio, en los lectores que son capaces de ella la inspiración propia. Pero la crítica literaria debe, ella sí, tamizar estos entusias­mos y no basarse sino en la verdad objetiva, pues na­die lee crítica literaria sino en busca de esta verdad •objetiva, difícil siempre de aquilatar. Las meras ocu­rrencias personales del crítico (y lo mismo del tra­ductor, si se trata de traducciones) no interesan a nadie.

Después de este ejemplo, desgraciadamente no úni­co, de falseamiento estético, que sirve de base a una crítica antojadiza, uno de falseamiento ideológico. Au­gura, y no sin motivo, el Sr. Carrión que la "Canción heroica" en la que celebra el P. Juan de Arteta el via­je de Su Santidad Pío VI a Viena, canción desprecia­da por D. Juan León e intocada por los demás histo­riadores, será "pieza constante en las antologías ve­nideras, expuesta como es justo, a la admiración de

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los ecuatorianos", (*) Pero, a menos que tener que llamarse a engaño, no lo será en la traducción pro­puesta por el Sr. Carrión, por más que nos asegure úe ella que "restituye a los dísticos latinos originales (querrá decir a los hexámetros) toda su grandeza, toda su fuerza y todo su colorido". Lo que en todo caso no les restituye es todo su sentido... Limitémo­nos a un solo caso.

Comentando el solemne proemio escribe el Sr. Ca­rrión: "Bella y grandiosa es la comparación entre "el César de la tierra y el Señor de los cielos", éste in­declinable en su línea de suma sapiencia, aquél vio­lando su propia doctrina, "inclinando los pechos", en­dureciéndose y ablandándose "mudable como el viento y la fortuna varia". (La oscuridad e inconsistencia de estas últimas líneas se debe a que la traducción del pasaje se desvía totalmente del texto). Prosigue: "Por eso,

jamás mezclar se debe lo santo y lo profano y hay que cumplir, prudentes, las leyes de la t ier ra . . .

De este razonar, Arteta extrae una doctrina eminen­temente reaccionaria, opuesta a todo movimiento po­pular que tienda a conseguir, desde abajo, la modifi­cación de las leyes y de los procedimientos de los go­bernantes, doctrina que es, en suma, la del sistema absolutista, como entonces se lo llamaba, o totalitario, como hoy lo decimos:

Jamás el atrevido turbar debe el Imperio del César que en la tierra su majestad ostenta, ni levantar la plebe contra su trono espléndido.

Temiendo que, acaso, el Santo Padre pudiese, en inte­rés de la paz de los Estados Pontificios, tratar de le­vantar la plebe contra el espléndido trono del Austría­co, le recuerda:

<D Obra citada, p. 360.

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Tú mismo, Santo Padre, recuerda que eres Príncipe. , . Del Reino que conduces tu pueblo te es sumiso. . .

Mantiene así la rigidez absoluta de su doctrina: ni aun un fin superior, la estabilidad del poder terrenal de los Papas, podría cohonestar el que se atente contra la estabilidad del Rey, desde abajo, contradiciendo la enseñanza de Cristo — "dad al Cesar. . ." •— y trans­grediendo esos límites que "trazó con mano de impo­nente grandeza "el propio Salvador". 0)

Esto último constituye un monstruoso contrasenti­do contra lo que dice el P. Arteta, contrasentido en que la traductora indujo en error al crítico, y éste, a su vez, a los lectores. No ha comprendido la traduc­tora cual es el sujeto de la tercera proposición de Ar­teta. En la primera, amplifica el supremo poder espi­ritual de Cristo, a pesar de haber dicho que su reino no era de este mundo. En la segunda, pondera el legí­timo poder temporal de los reyes, contra el que no debe desmandarse la anarquía. Y a continuación in­mediata, en la tercera, a los mismos reyes recuerda el respeto y sumisión con que, a pesar de sus prerrogati­vas, deben reconocer la primacía de Pedro:

Tu quoque, quisquís eris. princeps rectorve, memento scepira Deo, regnique duces populosque subesse Petra, . .

Tu quoque no es: "Tú también, Santo Padre. . .", sino: "Tú también, quienquiera que seas, príncipe o gober­nante. . . " Lo que dice el pasaje es, pues:

Mas por tu parte, quienquiera que gobiernes, al olvido no eches nunca que el cetro ha de rendirse ante Dios, y los príncipes y pueblos han de acatar a Pedro. .,

(1) Obra citada, pp. 361-362.

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¿Qué es, pues, de la aplicación contra el mismo Sumo Pontífice de la rigidez de la doctrina absolutista? ¿qué de la alusión a un posible levantamiento del Papa contra el Emperador para salvar los Estados Ponti­ficios?. . . Todo imaginación. Basta un caso como el presente para poner en guardia al lector, y persuadir­le que, respecto de las traducciones y de la crítica ba­sada en ellas, se está frente a una obra que tiene que rehacerse. Y en consecuencia, por honradez literaria, por desagravio a los autores y por respeto a los lecto­res, he rehecho íntegramente todas las traducciones correspondientes a originales latinos o italianos, con­tenidos en El Ocioso de Faenza. No serán tampoco traducciones perfectas — ninguna traducción es ja­más perfecta —, pero al menos se han esforzado por no traicionar nunca a los autores, ni por embellecerlos.

Para que el estudio histórico-crítico del Sr. Ledo. Alejandro Carrión pudiera considerarse como obra de­finitiva, además de los inconvenientes parciales provo­cados por las traducciones, se presenta otro más hon­do y trascendental, basado en la naturaleza misma de la Colección de poesías varias hechas por un ocioso en la ciudad de Faenza.

En ningún momento puede perderse de vista que esta obra tuvo su origen y tomó sus características de un suceso histórico de una magnitud, de unas con­comitancias y de unas consecuencias, complejísimas todas por extenderse a planos y órdenes sumamente diversos, y que, sin embargo, deben ser tomados en cuenta simultáneamente todas y apreciadas en sus in­sospechadas o indescifrables interferencias, para po­der llegar a la íntima comprensión de lo que fue aque­lla singularísima realidad, única tal vez en la historia.

El extrañamiento de los jesuítas de los dominios de España y la subsiguiente extinción de la Orden, arran­cada a la Santa Sede, pueden dar pie a toda clase de estudios: históricos y diplomáticos, políticos y socia­les, jurídicos, canónicos y morales, psicológicos, reli-

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gíosos y ascéticos. Pero de cada uno de ellos no pue­den sacarse sino elementos parciales de solución. Sólo juntando y jerarquizando estos elementos, y sobre todo viviéndolos tal como, consciente o inconsciente­mente, los vivieron los extrañados y extintos, se llega­rá a apreciar lo que fue el extrañamiento y la extin­ción.

El Sr. Ledo. Carrión ha hecho los más laudables esfuerzos por acopiar los datos históricos referentes a ambos sucesos, y por interpretar las naturales reac­ciones que debieron provocar en las víctimas. Ha tra­zado un cuadro lleno de interés, viveza y patetismo con lo que concibe que sentirían en semejante trance los hombres que él conoce. Ha expuesto el asunto co­mo si se tratase de presos políticos confinados a un campo de concentración. Pero, por lo visto, no son los jesuítas hombres que él conozca. No capta su es­píritu; y este espíritu es, sin embargo, la clave última de todo. Cuanto pudieron los jesuítas quiteños expul­sos sentir, meramente en cuanto seres humanos atro­pellados con inicua sevicia, lo adivina y describe con acierto. Lo que hubieron de sentir como religiosos, como sacerdotes, como misioneros, como hombres de vida consagrada al servicio y a la glorificación de Dios, no lo ha adivinado, ni parece sospecharlo siquie­ra. El alma de los desterrados le ha escapado; y era inevitable que así fuera.

No es, por cierto, que todo en El Ocioso tenga referencia directa al fondo espiritual, en el que sólo penetran los que lo viven: muchas son las piezas de temas indiferentes, jocosos y aun profanos; pero esa misma inanidad del fondo es el indicio más claro de un terrible vacío interno insatisfecho, del cual, a la desesperada, trataban los infelices desterrados de dis­traerse con literaturas, con ingeniosidades y aun con bufonadas:

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Usted me ha de perdonar tanto ingente desvarío, pues en tan triste lugar, si de este modo no río, no haría sino llorar,

que dijo el buen Padre Berroeta.. . 0)

Apunté más arriba la trágica ironía del título mis­mo de la obra, del nombre que se impuso a sí mismo el P. Juan de Velasco de "Ocioso de Faenza". ¡Ocio­so! . . . Ociosos unos hombres que habían sido un por­tento de actividad espiritual, de abnegación misionera, de ubicuidad apostólica. . . Ociosos, sí, reducidos a viva fuerza a una ociosidad que se les convertía en pesadi­lla y tormento, que los enervaba y descomponía, que los consumía de melancólica añoranza por sus rudos trabajos de antaño, que les daba la agobiadora impre­sión de vidas tronchadas, desperdiciadas, desviadas de su fin, perdidas para siempre,..

Ha creído el Ledo. Carrión que tela de fondo sufi­ciente y adecuada para el triste cuadro de la expul­sión, deportación y confinamiento de los jesuítas qui­teños era la pintura al vivo de la prestigiosa pujanza de que habían gozado en su patria, pujanza material, científica, política, social y espiritual, hasta conver­tirse, como dice, en "arbitros de la vida nacional". (2) Al efecto copia por extenso la descripción hecha por el limo. Sr. González Suárez en su Historia (sin darse cuenta de que, en esta materia, ha sido en muchos puntos documentalmente refutado), y concluye: "El cuadro de espantosa riqueza que traza el Arzobispo en las líneas que anteceden, nos está diciendo que po­cas veces alguien fue precipitado de tanta altura como lo fue el jesuíta quiteño, al ser expulsado y sujeto a todas las sevicias y miserias que hemos visto". (3)

(1) Sucinta noticia de Alcamo. Coplones de viejo. T. I, p. 119. (inédito).

{2 y 3) Los poetas quiteños de "El /Ocioso de Faenza". Tomo I, p. 32.

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No, la tela de fondo apropiada para el buscado con­traste es el cuadro que traza el P. Juan de Velasco al principio del Tomo III de su obra inédita Historia Mo­derna del Reino de Quito y Crónica de la Provincia de la Compañía de Jesús del mismo Reino, del cual re­producimos en esta selección el capítulo referente al Colegio Máximo de Quito. Al admirar allí la activi­dad febril, apenas creíble, con que como si no bastase la pesadísima labor de enseñanza en la Universidad de San Gregorio y el Seminario de San Luis, se entrega­ban a los ministerios espirituales de administración de los sacramentos y predicación, puede columbrarse con certeza cuál debía ser el torcedor que atormentaba a los " ociosos" de Faenza, de Ravena, de Rímini, de Bo­lonia, reducidos a la inacción forzada, a la anulación más deprimente, a la inútil consunción de sus mejores capacidades, al desperdicio sobre todo de los poderes sobrenaturales con que los había dotado Dios para la salud de las almas. Lo que echaban de menos aque­llos operarios en otro tiempo infatigables, aquellos mi­sioneros de Mainas hechos a una vida de espantosas privaciones, no era, según con tanta falta de finura como sobra de incomprensión, insinúa el Licenciado "los lejanos días de capones y hornados, de hojaldres y bollos y ricas jicaras, y abundantes y solícitos coad­jutores y legos cocineros y pasteleros, en la bien que­rida patria quiteña, en los Conventos Máximos, en las grandes haciendas de Chillo"; V) no, lo que echaban de menos y lloraban era la exaltada vida de trabajo sacerdotal, el fervor de los empeños apostólicos, el di­vino consuelo del fruto espiritual en las almas.

Es inútil insistir. El Sr. Ledo. Carrión en su in­terpretación de El Ocioso de Faenza no pasó de la corteza. Ha realizado un estudio estético valioso, ha juntado un acervo de juicios literarios, salvas raras excepciones, muy acertados; respecto de la literatura jesuítica del siglo XVIII, ha dado al público ecuatoria­no una visión de conjunto de que antes carecía; con

(1) Obra citada, p. 23.

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la publicación de los textos ha asegurado la conserva­ción de toda aquella literatura, en perpetuo peligro de perderse mientras no se imprimiese: méritos todos que le merecen pública gratitud, pero que dejan abierta la puerta a ulteriores dictámenes de la crítica plenaria, la que baja hasta el alma. La palabra definitiva acer­ca de los hombres de El Ocioso de Faenza ha queda­do por decir.

La presente selección agrupa, en orden más bien lógico y estético que cronológico, trozos escogidos de dieciséis jesuítas quiteños extrañados en 1767.

Los encabeza, como es de justicia, el P, Juan de Velasco. Los primeros extractos están tomados de su gran obra inédita Historia Moderna del Reino de Quito y Crónica de la Provincia de la Compañía de Jesús del mismo Keino. Año de 1788. Transcríbese como punto de partida y de referencia el capítulo, ya aludido, acerca de los "ministerios que ejercitaba la Compañía en el Colegio Máximo de Quito", que pone a la vista, como no lo haría ninguna ponderación re­tórica, la extraordinaria actividad apostólica y social de los que iban a ser arrojados al exilio como si fue­ran públicos malhechores. A este cuadro objetivo se contraponen brutalmente el del arresto en el Colegio Máximo y el de la salida de Quito de los primeros ex­pulsos. Saltando luego sobre la historia lamentable de los seis años de angustiada expectación, dividida entre la esperanza y la previsión del golpe final, se reprodu­ce el capítulo referente a la extinción de la Compañía, impresionante, más que por lo que dice, por lo que calla y deja de ponderar en un empeño dolorido de objetividad serena. De las demás obras del gran rio-bambeño, citamos dos capítulos de su inédita Historia de ia Virgen de la Luz (Año de 1775), y unas líneas de la Prefación de su Vocabulario quichua (1787),

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obra adquirida en 1930 por el Forschunginstitut des Museums für Volkerkunde de Berlín. Reproducimos también las cartas sobre lenguas de los indios del Oriente al P. Hervás y Panduro, publicadas por el Dr. Leónidas Batallas, que confirman lo que sabemos del universal interés del P. Velasco por cuanto atañe en una forma o en otra al país, y de la autoridad de que gozaba entre sus compañeros de destierro, americanos y peninsulares.

A la obra poética del P. Velasco no ha hecho jus­ticia ninguno de los historiadores de la literatura ecua­toriana, y es mérito indiscutible del Sr. Ledo. Alejan­dro Carrión haber sido el primero en estudiarla a fon­do, discriminarla y valorarla con discreción y tino. De ella citamos en esta selección ante todo las octavas reales compuestas para suplir las que faltaban en el original del poema heroico Demofonte y Filis de Don Lorenzo de las Llamosas. Son ellas indudablemente los versos más hermosos y más perfectos que haya es­crito el P. Velasco, y justo y alto elogio de ellas es el que hace el P. José de Orozco al reconocerles "la igual­dad de los acentos" con las originales, que hace que parezcan, no suplemento del poema de Llamosas, sino parte integrante del mismo. Negar, a vista de estas octavas, capacidad poética al P. Velasco (como lo ha­cen a medias Don Juan León Mera, y de lleno el Dr. Batallas) es tamaña injusticia. Injusticia también el no reconocerla a vista de las limpias décimas a Cristo Señor Nuestro y a la Virgen de la Luz, en las que la honda y humilde devoción halló una expresión tan espontánea, tan sentida y estéticamente tan tersa y agraciada. De versificación menos tersa y aun trope-zona, pero atravesados por una emoción que palpita en las palabras, los dos sonetos compuestos a raíz de una enfermedad mortal atestiguan también una ge-nuina capacidad poética en el P. Velasco.

Todo lo demás que a continuación se cita: las dé­cimas a un Cristo robado, las dedicadas al P. Fran­cisco Javier Lozano, ya mandándole la censura de una

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obra suya, ya contestando a sus amistosas burlas por haberse vestido de abate, los pasaportes a los Padres Viescas y Garrido en sus intervenciones en la disputa de Calvaristas y Taboristas, el mismo romance en apo­logía de la sordera tan correntio, tan lleno de ingenio y de originalidad, pertenecen a otro orden y esfera. Son literatura, no poesía. Así enfocados, en el plano específicamente literario y no poético, tienen méritos sobrados para ser tomados en consideración y justa­mente encomiados: soltura, fluidez, despilfarro, agu­deza chispeante y sonreída, vena donairosa y risueña, todo está revelando al hombre superior en sus ratos de desahogo, en que, dejando por un momento los ha­bituales graves empeños, se expansiona despreocupado en el seno de la amistad.

Bajando un escalón más en las gradaciones estéti­cas, nos hallamos con la obra satírica del P. Juan de Velasco, de la que en esta selección sólo figuran las décimas contra Roma y la descripción sarcástica de Ravena, Tercer Capítulo de El Apocalipsis de Juan. Confieso que me resulta difícil compartir los entusias­mos del Sr. Ledo. Carrión por esta sección de la obra del compilador de El Ocioso, y admitir que El Apoca­lipsis de Juan sea una "pequeña obra maestra*' y "sin duda la más importante realización poética del inmor­tal D. Juan de Velasco". i1) Empezaría negando que tenga ni pueda tener carácter poético. La sátira en cuanto tal podrá ser literatura cuando esté bien he­cha, pero nunca poesía; ni menos cuando desciende a las tosquedades indecorosas, por decir lo menos, que abundan en El Apocalipsis de Juan. Las ingeniosida­des que también abundan no lo redimen de la falta general de dignidad y altura. Juicio aún más adverso merecen el supuesto Tercer Canto de La Cortona con-vertita y diversas otras piezas inspiradas por el ren­cor contra los "frates", de quien tanto habían sufrido los desterrados jesuítas. Al Sr. Carrión le encanta ver al P. Velasco "disparar versos acerados, sembrados de

(1) Obra citada, p. 183.

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veneno, cumpliendo así su parte de gladiador, esa par­te que a todos nos toca -— dice — en el circo de la vida pública", i1) No disputemos de gustos; pero bas­ta que se trate de un trabajo de circo para que no se pueda hablar de poesía. Seguro estoy de que, si esto se le hubiese representado al mismo P. Velasco y se le hubiese hecho ver lo que le rebajaban aquellas bur­las y sobre todo aquellas enconadas diatribas, hubiera respondido con lo que respondió la Electra de Sófocles a los reproches de Clitemnestra por sus insolencias:

Vergüenza tengo de todo esto, y mucha, aunque a ti te parezca lo contrario. Ya sé que ni a mi edad ni a mi linaje responde mi conducta; pero a ella me obligan tus rigores y tu vida, ya que ruindad enseñan las ruindades. .. (616-620)

Adolece, pues, la obra en verso del P. Velasco del mismo mal que veremos en varios de sus compañeros: de una desigualdad muy de lamentar, que, en resguar­do de su dignidad, obliga a la selección.

A pesar de todo, es exacto, ponderado y justo el juicio con que el Sr. Ledo. Carrión cierra su estudio: ."Tal la poesía del gran Velasco: una parte accesoria, mas no despreciable, de su obra magnífica. Dotado maravillosamente para el ejercicio literario, dueño de vasta cultura y finísima sensibilidad, el escritor rio-bambeño pudo ser un gran poeta, si hacia la lira hu­biese enfocado el fulgor de sus claras potencias". (2) Sus poesías no fueron nunca para él sino entreteni­miento o derivativo de sus tristezas. No hay que dar­les en su obra una importancia que él mismo nunca pensó darles; pero tampoco se las puede desconocer si se quiere formar un juicio cabal acerca de éste que, por mil títulos, debe ser tenido por uno de nuestros grandes hombres de la Colonia.

(1) _Obrct citada, p. 177. (2) Obra citada, pp. 201-202.

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Para ilustrar la historia del destierro de los jesuí­tas quiteños (la salida de cuyo primer grupo leímos en el P. Velasco), se ha escogido el Diario del arresto en Quito y viaje a Italia del P. ISIDRO LOSA, pieza inédita de singular interés. Ni intención tiene ni pre­tensión alguna literaria; pero, escrito con una sencillez casi infantil, viene a ser, por esta misma sencillez y desnuda veracidad, un formidable documento histórico» Seguramente debió ser el P. Losa un alma columbina. Las bendiciones a Dios en las peores adversidades e injusticias no son en boca suya fórmulas, sino la ex­presión sentida de una aceptación amorosa de la divi­na voluntad. Las pocas quejas que exhala, todas más que sobradamente justificadas, se mantienen en un tono de mesura mansa e inofensiva que confunden. El diario del P. Isidro Losa no será literatura, pero es espejo en que se refleja un alma bella. El P. Joaquín Ayllón, su sobrino, escribe contando su muerte des­pués de quince años de destierro, a 3 de Marzo de 1782: "No tengo en mi tristísima orfandad otro con­suelo sino que mi Isidro murió como mueren los san­tos casi visiblemente predestinados a la inmediata glo­ria".

Otra alma de paloma, el P. FRANCISCO JAVIER CRESPO, misionero del Marañón (como el P. Losa lo había sido del Ñapo.) Hubo de salir penosamente a Piura para cumplir la orden de extrañamiento. Des­de Piura escribe al Presidente Diguja una carta de una serenidad pasmosa, sin una palabra para ponderar la injusticia y la desgracia sufridas, y sólo con agradeci­miento por las atenciones con que se les habían suavi­zado. Esta carta, único documento que se haya con­servado del P. Crespo, es otra ventana que se abre para dejarnos entrever el alma de aquellos misioneros quiteños, heroicos en sus empresas apostólicas, y he­roicos en la magnanimidad con que, por amor de Dios, sufrieron verlas tronchadas.

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La carta hológrafa del P. Crespo lleva al lado de su firma la del P. «JUAN DE ULLAURI, compañero suyo en las misiones. Este es el motivo para incluir a continuación en esta obra la única poesía que hay de Ullauri en El Ocioso de Faenza. Es una traducción en endechas reales de la celebrada composición francesa que se divulgó en Montpellier en las exequias del P. Lorenzo Ricci, el General de la Compañía que sufrió el golpe de la supresión y terminó sus días prisionero en el Castillo Santangelo. Otra versión de la misma pieza se leerá más adelante, de mano del P. Ramón Viescas, muy superior a ésta del P. Ullauri; pero este recuerdo suyo al menos era justo conservar, para me­moria de un misionero del Marañón, más aficionado a las ciencias naturales que a las letras, capaz, sin em­bargo, de versificar ocasionalmente con decoro.

Para acabar de dar idea de qué clase de hombres eran los jesuítas a quienes la Pragmática Sanción de Carlos III puso fuera de la ley y al margen de la hu­manidad, damos un puesto en esta obra a la breve biografía de uno de ellos, el P. Enrique Francen, escri­ta por el guayaquileño P. JUAN DE ARTETA. Este manuscrito descubierto por el P. Lorenzo López San-vicente, tan benemérito del Ecuador, en el Archivo del Colegio de Málaga, y enviado por él a Quito en Febre­ro de 1907, es al mismo tiempo un escrito hagiográfico de alto interés por la luminosa etopeya del misionero, descubridora de hondas intimidades espirituales, y un ensayo de historia crítica y documentada, con que des­de 1772 se preparaba el P. Arteta para la gran obra que tenía lista para la imprenta en 1780. Esta obra todavía inédita y sin traducir lleva por título Difesa della Spágna e della Sua America Meridionale Fatta Da Don Gianceledonio Arteta Contra i falsi pregiu-dizi e Filosofico-Poliüci Ragionamenti D'un Moderno Storico — Defensa de España y de su América Meri­dional hecha por D. Juan Celedonio Arteta contra los falsos prejuicios y razonamientos filosófico-políticos de un historiador moderno (el abate Raynal). Mientras

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no llegue el día — que lo será de gloria para el P. Arteta — en que se dé a luz esta obra, que, por los índices y los extractos de ella publicados por el P. Francisco Mateos, con fundamento se conjetura mo­numental, cumple la Breve Relación de la Vida y vir­tudes del Padre Enrique Francen con el doble oficio de empezar a descorrer el velo que opaca la figura del P. Arteta, y el de ponernos delante, no sólo de cuerpo entero, sino, si cabe decir, de alma entera a un típico misionero de Mainas, con quien no pudo tener Dios más suave misericordia que la de enviarle la muerte antes de que llegara a América, pero cuando ya estaba promulgado en España, el ucase de expul­sión y perpetuo extrañamiento.

Entre los inéditos del P. Arteta enumerados por los PP. Uriarte y Lecina, se cita una Collectio carmi-num — Colección de versos. ¿Querrá decir el título latino que todos los versos allí contenidos están com­puestos en latín? En latín lo están al menos los úni­cos que nos ha conservado El Ocioso, de los cuales figura en esta selección el Canto heroico "cuando via­jó a Viena el Papa Pío VI". Trátase de una pieza de intención abiertamente ambiciosa, que pretende reves­tir un suceso, en su tiempo importante, de toda la pompa de la poesía épica latina, la de Virgilio, Luca-no, Sillo Itálico, Valerio Máximo y Estacio. El so­lemne proemio tiene la virtud de destacar la trascen­dencia doctrinal del hecho externo, dando a éste cate­goría de símbolo. Pondera luego vistosamente el autor, con procedimientos épicos conocidos, la ocasión próxi­ma del viaje del Pontífice, explayando en forma de majestuosa arenga las causales y los objetivos del mis­mo. La descripción de la penosa jornada, los efectos sobre los pueblos de la presencia del Papa, los resul­tados de la arriesgada empresa, todo está expuesto conforme a los cánones de la épica clásica, si bien con un empeño visible y constante de concisión, de sobriedad y mesura, de amplificación apretada que fía más del peso de las palabras que de su multipli­cidad. Esta característica del estilo latino del P. Ar-

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teta es esencial, y cualquier alteración de este típico ritmo interno a un compás más amplio y desahogado, cambia lo que es más esencial en un poema, su propia tonalidad. Desgraciadamente ha fallado este punto en la traducción con que se ha dado a conocer al público ecuatoriano el Canto heroico del P. Arteta. 157 ale­jandrinos como versión de 89 hexámetros bastan para desvirtuar la manera propia del autor; y mucho más la desvirtúa la gratuita añadidura de rasgos de tono romántico, totalmente ajenos al espíritu del Canto, como los siguientes:

y cual loco rebaño de toros desbocados. . . o: encanecer los montes, tiritar las aldeas.. . o: las vírgenes tan pálidas como lirios de invierno.. . o: mientras en vez de sangre, la esencia de la vida. , ,

Alabar toques como éstos porque son en sí hermo­sos, sin advertir que son atrevidas excrecencias en el texto; ponderar como "pintado de mano maestra" un pasaje en que 7 hexámetros, potentes pero escuetos, se ven diluidos en 16 alejandrinos; celebrar con las exclamaciones de "Nada más solemne, nada más lleno de v ida . . . " i1) cuatro versos íntegramente inventa­dos sin corresponder a nada en el original, es despis­tar al lector, darle una idea falseada del autor a cuyo conocimiento se pretende introducirle.

Felizmente el Canto heroico del P. Arteta, aun ali­gerado de los oropeles con que se lo ha revestido, tie­ne méritos intrínsecos que hacen válidos los encomios que le tributa el Ledo. Carrión. Cierto es que está "orquestado en solemnes sones, y lleno, en toda su extensión de acabados aciertos". Cierto, que "el tono, la gallarda solemnidad, el severo continente se man­tienen en una formidable unidad". Cierto, que deben recomendarse en el autor "la propiedad, la ceñida pro­piedad . . . el dominar su retórica dentro de muy cuer-

(1) Obra citada, pp. 363. 364.

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dos límites, hasta conseguir el efecto propuesto". 0) Cierto, en fin, que "el arte seguro del P. Arteta, su calidad de pintor de solemnes situaciones le permite.. , arribar a un éxito completo, lleno de sobriedad so^ lemne y poderosa". (2) Gran virtud indudablemente la de la poesía del P. Arteta, para que, aun a través de una traducción adulterada muchas veces (más de veinte) en cuanto al sentido y en cuanto al tono, sus cualidades auténticas hayan logrado imponerse a la intuición del crítico.

Añadamos, para ser completos, que el latín del P. Arteta, correcto desde luego, es, sin embargo, algo premioso, retorcido en las construcciones sintácticas, oscuro y anfibológico en varios pasajes, y responsable de las confusiones que puede provocar.

Pero la conclusión final es que el P. Juan de Arte­ta, como historiador y como cultor de la alta poesía,, tiene derecho al puesto que hasta ahora se le ha ne­gado en la literatura ecuatoriana.

Otro poeta conocido por una sola composición lati­na es el P. NICOLÁS CKESPO, el más anciano de los autores que figuran en El Ocioso, pues hubo de em­prender el éxodo incompasivo a los 66 años, y sólo sobrevivió dos en aquella Italia que, más que para otros, fue para él totalmente inhospitable. Su elegía fue largo tiempo objeto de increíble incomprensión. La calificó Mera de "malos versos". Nunca cometió Don Juan León injusticia mayor. Porque todo podrá ser la Elegía del P. Crespo, menos malos versos. Son al contrario unos dísticos de fino cuño ovidiano, dignos de compararse con los de las llorosas elegías del Pon­to, y que fluyen en un latín de notabilísima tersura (mejor sin comparación que el del P. Arteta). Y cuando se piensa que es obra de un anciano desfalle­

cí) Obra citada, pp. 360. 361. 365. (2) Obra citada, p. 366.

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cíente de 67 ó 68 años, no puede uno menos de mara­villarse de la frescura de la dicción, de la enérgica verdad del sentimiento, del artístico desgaire del desa­rrollo, con sus digresiones al parecer incongruentes, con su falta de orden rigurosamente lógico, más que compensado por la vida y naturalidad que tal desor­den, hijo de la emoción, presta al conjunto.

El Sr. Ledo. Alejandro Carrión se precia de haber sido el primero en reivindicar al P. Crespo, y nadie le disputará esta gloria. Para estar totalmente de acuer­do con él, sólo será necesario poner una prudente sor­dina a algunas de sus ponderaciones, que desdichada­mente, lo mismo en esta Elegía que en el Canto heroi­co de Arteta, versan a la continua sobre rasgos que no son del poeta sino de la traductora. El "aliento romántico" que el Sr. Carrión encuentra en la Elegía, si no del todo ilusorio, procede en buena parte de la no refrenada tendencia de la traductora a aguzar, a afinar, a ribetear, a colorear lo que en el texto es llano y corriente, obvio y opaco. Donde el P. Crespo se limita a decir que le molestan los excesivos calores y fríos, antepone la traducción el toquecillo romántico:

Para todo puñal soy triste blanco: hielos y brasas contra mí se adunan. ..

Donde enuncia el P. Crespo escueta y aun prosaica­mente: "Unos me miran arrugando la frente serena, y arrugan otros la boca y los ojos", la traducción florea:

Puñal entre pestañas la mirada, puñal entre los labios la sonrisa. ..

Donde el Padre, reportándose de un súbito arranque de ira, se excusa lisamente: "A cantar así obliga, obli­ga el mismo dolor", substituye la traducción lo que el Sr. Carrión subraya como "lindo y felicísimo remate de la disculpa":

INTRODUCCIÓN.: AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S. L 51

Decid que fue el dolor quien desvarió.

Donde estampa el P. Crespo con toda llaneza que "bie­nes y males vienen ambos de manos de Dios", la tra­ducción perfila la idea con añadir la metáfora de que ambos

harina son del troje celestial.

Que en cada uno de estos casos, y otros muchos que se pudieran citar, hay una mejora estética, no se discute; pero las traducciones no tienen derecho a in­troducir estas mejoras, ni le es lícito al crítico juzgar por ellas la obra, no siendo del autor de la obra.

Con todo, una vez más, a pesar de este inadmisi­ble error de procedimiento, la apreciación de conjunto del Sr. Ledo. Carrión es verdadera. El P. Nicolás Crespo es un poeta. La sinceridad, la emoción, el con­centrado dolor, los sobresaltos de justa ira al punto reprimidos, el amargo avance, lúcido y triste, hacia un término que no podía ser sino la muerte, esas mis­mas llamadas ansiosas a la muerte, olvidando su na­tural terribilidad y no viendo en ella sino a la única liberadora de tantos males, todo ello vertido en bellos versos latinos de una admirable fluidez y armonía, constituyen un hecho literario y un documento huma­no que no puede despreciar nadie sin propio desdoro.

En contraposición con los Padres Juan de Arteta y Nicolás Crespo, de cuyas capacidades poéticas he­mos tenido que juzgar por una sola composición, nos convida El Ocioso de Faenza desde su primer volu­men a fijar la atención en un poeta de alto empeño, el P. JOSÉ DE OROZCO, autor de La conquista de Me­norca, poema épico en cuatro cantos, vasta empresa de 142 octavas reales, único esfuerzo de esta índole en nuestra literatura colonial, pues a La Pasión de Cristo del P. Pedro Berroeta, aunque también está compuesta en octavas y sea más de siete veces ma­yor en longitud, para poder llamarla poema épico le falta la invención y la estructura de tal.

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Desgraciada en verdad ha sido la suerte de La conquista de Menorca, pues, como lo comprobó Mons. Pólit, no llegó siquiera a noticia de nadie en España, ni aun de los especialistas a quienes más hubiera po­dido interesar, D. Juan Sempera y Guarinos y D. Jo­sé Gómez Arteche. Salvada del universal olvido por la amistosa acuciosidad del P. Juan de Velasco, vio la luz pública por vez primera en 1868, simultáneamen­te en Quito y en Lima, en la Ojeada histórico-erítica de la poesía ecuatoriana de Don Juan León Mera y en la Colección de antigüedades literarias de Don Vi­cente Emilio Molestina.

No es del caso volver a emprender el estudio com­pleto del poema. Tres se han hecho concienzudos y válidos, que pueden consultarse con provecho: el de Don Juan León Mera en la Ojeada (1868), el de Mons. Pólit en un artículo de los Anales de la Universidad de Quito (1869), p) y el del Ledo. Alejandro Carrión en su edición de El Ocioso de Faenza (1957). Todos tres críticos concuerdan, así en el mérito substancia] de la obra, como en las fallas que la amenguan, procedentes sobre todo de la cortedad de la materia, ya por la relativa insignificancia del hecho canta­do, ya por su contemporaneidad. Todos tres recono­cen cierta desigualdad de factura; octavas inarmóni­cas, incoloras o mecánicas, al lado de otras de una en­tonación y un vuelo que no se volverán a ver sino en los epinicios de Olmedo. Y efectivamente la selección que todos tres hacen de versos más notables y llama­tivos no puede menos de provocar la admiración y dar una alta idea de la capacidad, cuando menos intermi­tente, de Orozco para la grandiosidad épica.

Donde los juicios discrepan es respecto de la desi­gualdad de concepción y de forma poéticas que se ad­vierte entre los Cantos I, III y IV y el II: clásicos, o más exactamente pseudoclásicos los unos, y lleno de

(1) Reproducido en la entrega XVI {Nueva serie) de las Memorias de la Academia Ecuatoriana correspondiente de la Esparióla,

1935.

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evidentes resabios gongorinos el otro. Éstos para los dos primeros críticos eran pecado literario sin perdón; para el tercero son, al contrario, el bocado exquisito, los que revelan en Orozco al verdadero poeta, los que deben ser destacados y propuestos al estudio y admi­ración de los modernos lectores. Esta discrepancia se explica por la volubilidad y constante evolución de las modas literarias. El acumen rebuscado y autónomo, el audaz retorcimiento, el sutil hervor, el culto de la bella expresión por sí misma practicados por el gon-gorismo, para la crítica del siglo pasado eran lisamen­te disparate, mal gusto y extravío; para la generación presente son lo más delicado, lo más pura y genuina-mente poético. Ni tanto ni tan poco. Poesía y finísi­ma poesía puede haber en lo claro lo mismo que en lo oscuro, en lo llano lo mismo que en lo recóndito, como lo enseñó con su ejemplo la tragedia griega, que con admirable holgura pasa, de la estupenda diafanidad y sencillez de los diálogos, a los atrevidísimos revuelos verbales, a las más gongorinas audacias de los coros. Exagera, pues, Don Juan León Mera al condenar a carga cerrada el Canto II, y exagera también su poco el Ledo. Carrión al sentenciar que el Canto III, aun­que "lleno de movimiento y colorido. .. desmerece del anterior "por estar cantado con la lisa lira". C1)

El P. José de Orozco, según múltiples indicios que pueden espigarse en sus versos, era un tímido, uno de esos hombres que, sin poder dejar de ver su propio talento, lo desvaloran y desconfían de él, y que, para ponerlo en acción, necesitan de estímulos externos, de aprobaciones simpatizantes, de unánime acogida alen­tadora. La soltura y gallardía de muchas de sus octa­vas evidencian que es imposible no hubiese precedido

(1) Obra citada, p. 235. Razón más verdadera y convincente para admitir esta inferioridad, aduce él mismo a continuación, a

saber, que "su objeto e s . . . pequeña acción de armas, mientras el otro canta una tempestad marina, acontecer de vuelo eterno, separable . del poema encadenado a pequeño asunto, y, por lo tanto durable acción de letras, durable acción de lira, hecho poético de más extensión en el tiempo mismo de la literatura".

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una copiosa producción de ejercicio. Él mismo nos hace saber que, cuando se lanzó a embocar la trompa épica, llevaba veinte años de amodorrado silencio:

Son cuatro lustros que en obscuro seno un letargo funesto me oprimía, teniéndome apartado del ameno comercio de las Musas de que huía, cuando marcial estrépito, cual trueno, el estro despertó que en mí dormía, mientras que, desvelados mis pesares, bogaban de mis ojos en los mares.

De este dato se saca que cuando sorprendió la expul­sión al P. Orozco en el Colegio de Ibarra en 1767, ya llevaba cinco años olvidado de versos; pero en los doce o más años que precedieron, después de su entrada en la Orden, cuántos sin duda escribió y cuál sería la producción de su "gongorismo juvenil"... No lo sa­bremos nunca; pero el mismo Orozco nos revela coma en el fondo añoraba esa que llama "amiga deliciosa estación". El triunfo español de Menorca fue lo que le sacó de su marasmo:

Éste, pues, entre júbilos me obliga a divorciar la necia pesadumbre, que, cadena de horror, al alma liga cuando le ofusca su preciosa lumbre; con paz de mi dolor, vuelvo a la amiga deliciosa estación, si no a la cumbre, a lo menos al pie: probaré en tanto si me hospeda otra vez amigo el canto.

El pesimismo y encogimiento eran, sin embargo,, en él invencibles, y hacen acto de presencia en la úl­tima octava del poema:

Musa, no más, que obscurecer no quiero sublimes glorias con mi plectro rudo, que, Faetón nuevo, otro solar sendero a girar aspiró, pero no pudo:

INTRODUCCIÓN.: AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S. I. 55

por temerario, en triste y lastimero desdoro de mí mismo, quedo mudo, y de su estrago y confusión la Musa en el más claro sol halla la excusa.

Más claramente aún se acentúan en el largo afectuoso romance con que se queja a su pariente el P. Velasco de que en la Colección de El Ocioso le exponga al ri­dículo haciéndole codearse, él pigmeo, con gigantes como Llamosas, Lozano y Verdejo. . .

Pero lo que importa no es lo que el poeta piensa de sí mismo, en bien o en mal, sino la obra que deja. Y la obra del P. José de Orozco es piedra sillar de cimiento en la literatura ecuatoriana.

Cuan deprimido y agobiado aparece el P. José de Orozco, tan animoso y eufórico se presenta el P. RA­MÓN VIESCAS, una de las más lúcidas estrellas de la constelación de El Ocioso. Inferior a Orozco en cuan­to no ha dejado como él obra compacta y estructura­da, ni le llega en los esporádicos arranques de alta poesía y en el acerado vigor de los mejores versos, le supera, en cambio, en viveza y variedad de ingenio, en el raudal constante de una versificación menos ento­nada pero más pura, y, sobre todo, en la igualdad sos­tenida — don rarísimo —, sin altibajos ni en el buen gusto ni en la ejecución.

El aliento sereno y resuelto a no dejarse oprimir por el peso de la adversidad, lo debía Viescas en gran parte a su temperamento alegre e instintivamente des-pejador de brumas, pero también en buena parte al hecho de que con su irresistible y entradora simpatía se había abierto paso en la sociedad ravenesa. A los diez años de llegado a la vieja ciudad, fue escogido por el Cardenal Luis Valenti Gonzaga, Gobernador de la Romana, para Prefecto de las Escuelas públicas. Esto le proporcionó un trabajo fuerte, continuo y muy

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parcamente remunerado, 0) pero salvador, pues le mantuvo eucrático y con el alma templada y festiva, donde tantos de sus compañeros, faltos de ocupación que los absorbiera, se veían invadidos por el decaimien­to de inconsolables añoranzas.

Lo que de Viescas sabemos se debe casi íntegra­mente, desde su partida de nacimiento que lo advera quiteño, a las investigaciones de Mons. Pólit. Los re­sultados concretos de ellas los reunió en un artículo interesantísimo intitulado El Padre Ramón Viescas, Teólogo, Pedagogo y Poeta Quiteño (1731-1799), que se puede leer en las Memorias de la Academia Ecua­toriana. (2) Allí, entre otras cosas, está copiado ínte­gramente el índice de la gran obra de Teología Moral, que logró Viescas hacer imprimir en Cesena en 1792, de la que desgraciadamente no existe ejemplar alguno en el Ecuador. Allí los datos del recuerdo duradero que ha dejado en Ravena, honrando así a su querido Quito, del que siempre hacía constar en sus lucubra­ciones que era su patria de origen.

Inútil, pues, repetir lo que está allí en forma defi­nitiva y ha sido fuente común para todos los que so­bre Viescas han escrito después de él. Innecesario también intentar una nueva valoración de su obra, cuando prácticamente acordes en todo están a una los (críticos, desde Don Juan León Mera, Mons. Pólit y el í \ Francisco Váscones hasta Don Isaac J. Barrera y el Ledo. Carrión. Todos reconocen sus limitaciones, debidas en gran parte a la falta de dedicación plenaria a la poesía por sus absorbentes ocupaciones, y, por

(1) Mons. Pólit halló en. el Archivo, de Simancas (Dirección : dei Tesoro. Inventario 27. Legajo 3) u n a solicitud del P. Viescas,

de 21 de noviembre, de 1782: "Nos hallamos en una suma indigen­cia por la gran carest ía con que el cielo ha visitado a esta Pro­vincia; por lo cual habiendo crecido excesivamente los precios de (todas las1 cosas, n o ' nos'-alcanza la a s ignada pensión para vivir, y mucho menos p a r a mantener de algún modo el decoro del Es­tado y el honor de l a Nación". (Archivo del Instituto Superior de Humanidades Clásicas. Cntocollao)

£2) Nueva Serie, Entrega- 4?, Julio de 1924, pp . 17-49.

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consecuencia casi fatal, al carácter circunstancial de toda su producción. Más bien admiran todos que, en condiciones tan desfavorables para realizaciones de verdadero mérito, haya logrado tan alto nivel, lo mis­mo en sus tres nobles traducciones y en las tres com­posiciones propias serias y sentidas, especialmente las liras "Al sepulcro de Dante", que en las piezas joco­sas, entre las que la "Requisitoria contra una calva apóstata" puede darse por una obra maestra en este género ligero y festivo en que rebosan irreprimibles el ingenio y la gracia.

Con la única excepción del indecoroso soneto de réplica a un madrigal macarrónico contra España con motivo del revés de Gibraltar, se reproducen en esta selección todas las composiciones del P. Viescas con­tenidas en El Ocioso, más un chispeante ensayo juve­nil conservado por Don Pablo Herrera.

La última composición citada del P. Ramón Vies­cas son las décimas y los sonetos con que intervino en la disputa del Tabor y del Calvario, sostenido por los Padres Lozano e Iturriaga de la Provincia de México. El pasaporte que le da el P. Juan de Velasco, aunque contrario a su petición, le deja muy bien parado. No así el que indilga en forma de vejamen a otro jesuíta quiteño que quiso terciar en la contienda, el F. JOSÉ GAKRIDO, Y no se puede decir qué haya sido injusto con él, pues su intervención menos ingeniosa, menos acertada, y sobre todo menos definida y clara no me­recía más blandura. El Ledo. Alejandro Carrión, úni­co que haya dedicado un estudio detenido a este poeta de segunda fila, al seguir la revuelta corriente de dé­cimas de esta "Musa parte imparcial", atinó a señalar al paso unas cuantas bien logradas. Hace también no­tar que al P. José Garrido se debe "la locución justa­mente inmortal: "el siempre verde Quito", elogio que han repetido luego miles de admiradores de la her­mosa y nobilísima ciudad", (*)

<1) En el soneto dedicado a Mariana de Jesús. -£)brá citada^ £>,- 295.

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Pero lo de más enjundia que ha dejado el P. Ga­rrido es la composición en endechas reales que escri­bió cuando quedó promulgado el Breve de supresión de la Compañía de Jesús. Literariamente, no digamos poéticamente, no merecería detener largo tiempo la atención ésta que Don Juan León Mera llamó despec­tivamente "pobre pieza"; pero en su intencionada apa­rente impasibilidad, en su afán de objetividad infor­mativa, en las que pudieran calificarse de atrevidas insinuaciones y en la incertidumbre e inquietud que deja flotando, suscita un problema del que no cabe desentenderse.

Después de un breve exordio no muy de acuerdo con el tono general, sintetiza el hecho de la supresión de la Orden bajo la alegoría del derrumbe de una ele­vada torre al golpe del rayo, atribuyendo la catástro­fe a su misma alteza que no podía menos de provocar mortales envidias. Describe luego los servicios pres­tados por la Compañía a la Santa Iglesia, la rabia de sus contrarios, especialmente de los Jansenistas, que con mil ardides e intrigas lograron introducirse en las cortes, engañar a los reyes y manejarlos como instru­mentos para arrancar a la Santa Sede la extinción de la Compañía. Al llegar a la actuación del Papa Cle­mente XIV, después de insistir largamente sobre los esfuerzos que hizo para conjurar el desastre, relata el triste desenlace en ocho endechas comprometidas, que el Sr. Camón comenta verso por verso con fruición visible, ponderando la "redomada inteligencia", la "sa­gacidad suma" del jesuíta, que, sin comprometerse abiertamente, deja enredado el asunto en "una sutilí­sima malla de sospechas". 0) Como para desvanecer o disimular esta impresión, alarga el autor la compo­sición por 26 estrofas más, amplificando los daños que acarreó la supresión de la Compañía, no sólo a la Igle­sia, sino a los mismos reyes que la exigieron.

ti) Obra citada, pp. 306. 305.

INTRODUCCIÓN,: AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S. I. 59

Tal es en síntesis la pieza: ¿qué se debe juzgar de ella? Dejando a un lado intenciones, que siempre es cosa arriesgada, y muchas veces injustísima entrome­terse en intenciones ajenas, limitémonos a aquilatar el fundamento que tuvo el P. Garrido para escribir lo que escribió.

Consideremos primero las circunstancias. La ob­tención del Breve de supresión de la Compañía, como obra que fue de una vastísima conjura y resultado tardío de encarnizadas intrigas prolongadas por años, las más de ellas con el mayor sigilo y en medio de inextricable pugna de pareceres, constituye un suceso histórico de una complejidad excepcional, que, sobre todo en su proximidad inmediata, hubo de superar toda diligencia humana respecto de la discriminación de noticias, pruebas y rumores, y del establecimiento de la verdad rigurosa. Pudiera sospecharse que el P. José Garrido, componiendo sus versos a raíz del acon­tecimiento, no hubiese tenido ni medios, ni tiempo, ni lucidez adivinatoria para desenredar la madeja de no­ticias y comentarios contradictorios, y atinar con aque­lla rigurosa verdad, que no aparece sino tras largas investigaciones. Pero el hecho es que el P. Juan de Velasco, escribiendo no literatura sino historia, y no al día siguiente del suceso sino a los quince años, ha­biéndose dado tiempo para decantar la documentación no habla de manera diferente.

Leemos en el Tomo III de su Historia Moderna del Reino de Quito y Crónica de la Compañía de Jesús del mismo Reino, Libro VI, Capítulo 39: "La mayor tribulación de la Compañía comenzó por Agosto (de 1772), un año antes de la extinción, porque, insistien­do siempre con mayor fuerza los Ministros reales de la augusta Casa de Borbón y de Lisboa en demandar­la, se resolvió el Papa Clemente XIV a complacerlos. No diré yo que sobrecogido de humanos temores, no por el interés de recoger los Estados temporales de la Iglesia quitados a su Predecesor, ni menos por otros motivos de sumo deshonor e infamia que se hicieron

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públicos al mundo. Sólo sí diré que se resolvió como hombre, y porque así lo permitió Dios por sus altos juicios. Si se ha de dar fe a innumerables escritos e impresos que se ven públicamente "y que por todas partes corren, se previno al hecho desde su asunción al Sumo Pontificado Sea de esto lo que fuere, que yo no me meto a juzgar, lo cierto es que, como con nada quedaban satisfechos los enemigos de la Com­pañía sino con la total extinción del Cuerpo, y como, por otra parte, no podía hallarse causa, ni en común ni en particular, que hiciese legal el proceder, se vio Su Santidad metido en la amarga y fatal necesidad de atrepellar con todo, sin reservar ni su propio ho­nor, p) Salió entre tanto a luz en Roma, por el mes de Abril (de 1773) un papel con el título de Refle­xiones de las Cortes Borbónicas sobre el asunto del jesuitismo, papel sumamente indecoroso a los augus­tos Príncipes de aquellas Cortes y muy injurioso a la Santidad de Clemente XIV. Porque se reducía a re­convenirle en nombre de aquellos Soberanos sobre la palabra que había dado de extinguir la Compañía cuando fue exaltado o para poder ser exaltado al tro­no pontificio. Este papel, muy ajeno de aquellas ca­tólicas, piadosas e iluminadas Cortes, se presumió obra del descarado partido, al cual pareciendo siglos los momentos que se retardaba la extinción, y juz­gando que la contradicción de otros Príncipes podría estorbarla, quiso espolear al Papa con aquel escrito, y aun con amenazas de publicar los auténticos testi­monios de su palabra y promesa. Contra este papel salieron en el mismo Roma varias doctísimas respues­tas, las cuales, vindicando el honor de la Santa Sede no menos que el de los Soberanos, hacían patente todo el artificio de la Cabala enemiga. La mejor dé todas las respuestas tuvo el título de Irreflexiones de las Reflexiones, la cual, habiendo corrido libremente es-

U) P- 480

INTRODUCCIÓN,: AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S. I. 61

tampada por algún tiempo, fue pesquisada después a petición de un real Ministro". 0)

Se ve, pues, que todo cuanto dice Garrido tiene e] respaldo histórico de Velasco. ¿Cuál ha sido acerca de la realidad de estos hechos el fallo de la historia? Ninguno más autorizado para responder que Ludovi-co Pastor, el gran historiador austríaco a quien fue­ron abiertos todos los archivos vaticanos, y que de­dicó todo el volumen XXXVII de su monumental His­toria de los Papas a Clemente XIV. Después de refe­rir con lujo de pormenores las complicadísimas intri­gas que se cruzaron en el conclave acerca de si era lícito y si convenía exigir al futuro electo la promesa, o escrita o al menos oral ante testigos, de que proce­dería a la supresión de la Compañía, sintetiza en la forma siguiente el resultado de las investigaciones: "Hase creído por largo tiempo que el cardenal Gan-ganelli respecto a (esta) exigencia había hecho una promesa formal ya en el conclave, y que en virtud de ella había triunfado su elección. La historia auténti­ca de la elevación de Ganganelli al solio pontificio de­muestra, sin embargo, que se le ha irrogado una grave injusticia admitiendo la existencia de una transacción simoníaca. Antes por el contrario, es cosa demostra­da que el cardenal recusó semejante pacto y que no se puede hablar de una promesa formal precedente a la elección. Empero es igualmente indudable que Gan­ganelli conservó también en el conclave la postura ambigua que en la cuestión jesuítica había adoptado durante su cardenalato". (2) ¿En qué consistía esta postura ambigua? Responde el mismo Pastor: En dar a entender, a los que ponían por condición de su voto la supresión de la Compañía, que él estaba dispuesto a ella. "En una larga conversación que el conclavista Aguirre celebró con Ganganelli el 12 de mayo (de 1769) por la noche, se expresó el cardenal con tanta

(1) pp. 486-487.

(2) pp. 118-119.

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libertad en contra de la Compañía de Jesús que hizo concebir de sí esperanza cierta de que, siendo Papa, la suprimiría". (2) "A partir de la ascensión al solio pontificio de Clemente XIV — prosigue — juega un importante papel la cuestión de la supresión de la Compañía de Jesús en las declaraciones de los diplo­máticos . . . En su primera audiencia sacó Centomani de las manifestaciones del Papa la impresión de que las potencias podrían conseguir de él sin dificultad la supresión. . . Azpuru (el embajador de España, decía que) antes de su elección ni se negó Clemente XIV a prometer la supresión ni lo había hecho, pero se había expresado por cierto en tales términos, que Solís (el cardenal español, agente de Carlos III) no abrigaba la menor duda de que, una vez elegido, la llevaría a la obra". (2)

Su juicio definitivo estampa el ilustre historiador en los siguientes términos: "Es indiscutible que el Papa tenía poder para suprimir la Orden. Otra cues­tión es si la medida fue justificada. Si ha existido ja­más hecho alguno demostrable a base de documentos, ése es indiscutiblemente que sobre el Papa se ejerció una monstruosa coacción moral. Si surgieron tantas hostilidades contra la Compañía por parte del ilumi-nismo, la causa de ello no radicaba en los errores y en las deficiencias de la Orden, como pueden ocurrir en toda obra humana, sino en el convencimiento de que se trataba de abatir el más fuerte baluarte de la Iglesia romana". (3)

Concluyamos: Víctimas inocentes de una injusticia y de una crueldad sin ejemplo, víctimas conscientes de su inocencia, que sabían que se las había condena­do "no sólo sin proceso alguno, mas sin haberles he­cho una sola pregunta", que se las había sentenciado asimismo "sin proceso, sin delito, sin citación del reo",

(!) p. 60. (2) pp. 67-68. (3) pp. 248. 249.

INTRODUCCIÓN.: AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S. I. 63

0) ¿cómo podían ahogar todo sentimiento, o reprimir «1 interno hervor, intermitente pero incontenible, de una inconformidad indignada? No todos pueden ser mansas palomas, como un P. Isidro Losa, un P. Fran­cisco Javier Crespo, un P. José de Orozco. Mansas palomas no eran el P. José Garrido, como ni el P. Ve-lasco, ni el P. Manuel de Orozco, ni el P. Joaquín Ay-llón. Exhalaron cada uno a su modo, su sentimiento. Quien crea que, agobiado por un exceso semejante de injusticia, no hubiese hecho lo mismo, que tire la pri­mera piedra.

Un billetito redactado en tres décimas, en agrade­cimiento del envío de una estampa, es todo lo que ha conservado El Ocioso del P. SEBASTIAN RENDON. Sirva esta pequenez para incluir aquí el nombre de éste, por otra parte, benemérito teólogo, catedrático de la Universidad de San Gregorio de Quito.

Tampoco tiene más que una sola pieza en El Ocio­so, pero de más bulto y figuración, el P. MARIANO ANDRADE, su célebre Despedida de Quito. No es preciso detenernos a analizarla y ponderarla, una vez que se ha ganado todas las simpatías, insurrecciona­das con sobrada razón contra el primer fallo incon­sulto de Don Juan León Mera. No solamente a los quiteños de nacimiento ha de halagar tan filial mues­tra de amor — lamento y ditirambo — a la ciudad nativa; suavemente se impone a todo catador de finu­ra estética. El romance elegiaco del P. Andrade es prueba concluyente de que puede haber primor de be­lleza, no sólo en las exquisitas reconditeces y en el en­galle y entono gongorinos, sino también en la inge­nuidad inocente, en la suma sencillez, cuando el sen­timiento verdadero traspasa los versos y los convier­te en latidos del corazón.

No ha logrado el mismo consenso de simpatías, sino todo lo contrario, otro elegiaco sin estrella, el P. MA-

(1) Carta del P. Joaquín Ayllón de 18 de marzo de 1784.

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NXJEX DE OROZCO, hermano mayor del épico, P. José de Orozco, y autor de unos Lamentos por la muerte de la Compañía de Jesús, divididos en cuatro partes, que suman 194 décimas.

Contra el P. Manuel de Orozco ha soltado el Sr. Ledo. Carrión toda la vena de su ingenio sarcástico en la forma más despiadada: "versificador torrencial, especie de grifo cuya espita abierta deja fluir sin fin eternamente décimas y más décimas. . . todas iguales, grises, parejas, todas sin vida, cansinas, interminables, parecidas a la eternidad... C1) No tiene — afirma — ni el más leve conocimiento de la inefable entraña de la poesía... — y corrobora — así, el más leve: es lego en tan gaya como divina ciencia... (2) Musa tarda y ñaca (cuyo) mayor crimen es esa fluidez pro­lija y abundante. . . artesanía decimal por kilómetros. (3) Concluye: Pobre y triste Don Manuel (sin) la divina chispa, (cuya) falta vuelve insoportable, pesa­da como una roca, una breve copla: no se diga ese cúmulo espantable de espinelas". (4) Llega la befa a la siguiente frase zumbona que desdice de la serie­dad de la obra de Ledo. Carrión: "Mecánicamente, automáticamente, D. Manuel va soltando décima tras décima: amanece, llega el medio día, madura la tar­de, asoma su negra cabeza la noche, canta el gallo de la madrugada, sale el nuevo sol, avanza el nuevo me­dio día, y D. Manuel sigue fluyendo décimas". (5)

Cuando la crítica se pierde por estos cauces, pro­voca la desconfianza del lector, pues ensañarse no es acto de crítica, sino de pasión o de retobada burlería. Que el poema del P. Manuel de Orozco hubiera gana­do inmensamente en abreviarse o por cortes o, mu­cho mejor, por condensación, es evidentísimo; pero ne-

(1) p. 241. (2) p. 242. (3) p. 243. (4) pp. 244-245. (5) p. 241.

INTRODUCCIÓN.: AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S. I. 65

garle a carga cerrada todo mérito por sola su desafo­rada longitud, no es serenidad de juez imparcial. De­jarse dominar por una de estas impresiones iniciales vuelve materialmente imposible la captación de lo que, a pesar de los defectos, quede en la obra susceptible de aprecio y de placer estético.

Una aseveración del Sr. Ledo, quisiera particular­mente someter a examen. "No dudo — escribe — que D. Manuel sentía al alma viva lo que cantaba, pero, como no era poeta, esos hondos sentires se quedaban para él, y, ya lo verá el lector: de sus décimas a na­die, absolutamente a nadie, logran comunicarse". (x) Siempre es arriesgado hablar en nombre de todos, arrogándose una representación universal no formal­mente conferida. ¿Será verdad aquello de "a nadie, absolutamente a nadie"? No debe olvidarse una ver­dad (ella también del maestro Pero Grullo), que la captación de la poesía supone en el lector, cuando me­nos, una mínima base conceptual que le permita vis­lumbrar lo que dice y siente el poeta. La falta de esta base conceptual hace que se llegue, a lo más, a la cor­teza, sabrosa o insípida, del poema. Así, confieso que en el doloroso Canto a la morfina del malogrado Er­nesto Noboa y Caamaño, no logro personalmente per­cibir sino la belleza de unos versos armoniosos como todos los suyos, pero no el grito agónico, desgarrado-ramente trágico que dicen hay en ellos los que, como él, han probado la tiranía del tóxico. Paralelamente, en, por ejemplo, las liras de San Juan de la Cruz, ¿qué logran entrever, más que versos maravillosos, los que no tienen idea de lo que es mundo sobrena­tural, y menos todavía, trascendencia mística? Aho­ra escúchese al P. Manuel de Orozco hablando de su vocación, gozada y perdida:

Dirán. . . Mas ¿cómo has podido cruel Fortuna, castigarme con ir bárbara a quitarme

(1) pp. 242-243.

Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

lo que yo tanto he querido? Razón ninguna ha tenido tu injusticia y tu rigor. ¿No hubiera sido mejor que muerte me hubieras dado que no el haberme privado del objeto de mi amor?

Del objeto de mi amor, al cual di mi corazón, cuando no bien la razón rayó en mi primer albor. Del engaño y del error del mundo huyendo salí luego que yo conocí que a él me inclinaba Dios, y obedeciendo a su voz seguirle le prometí.

Nunca podré yo expresar el júbilo y el contento que tuve en aquel momento que el mundo llegué a dejar; mucho menos explicar aquel celestial reposo que sentí, cuando al hermoso Jardín de Jesús entré, donde tal gusto probé que casi morí de gozo.

Por muchos años allí, absorta teniendo el alma, en dulce y tranquila calma como en el cielo viví. Mas ¡ay, mísero de mí! que mi adversa suerte quiso que aquel hermoso paraíso fuese todo destruido, cuando más bello y florido de mi amor era el hechizo.

INTRODUCCIÓN.: AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S. I. 67

Para el Ledo. Carrión no hay nada en estos ver­sos. Pero lo que la prudencia le hubiera debido acon­sejar era decir que él no veía ni sentía nada, no que no hay. El religioso que ha vivido en la más sagrada intimidad la misma experiencia de la entrega a Dios, puede con más derecho juzgar si aquí "los hondos sentires de D. Manuel se quedan para él solo sin que a nadie, absolutamente a nadie logren comunicarse", i1) o si, para los que pueden sintonizar, suenan a algo palpitante, que, aun en su forma deficiente y ripiosa, cumple una de las características más seguras de la genuina poesía, que es el sugerir y hacer sentir algo que va más allá de las palabras, en este caso un en­trañable amor.

Por paradójico contraste, tampoco puedo estar de acuerdo con el deslumbrante mérito que, a falta del poético, descubre el Ledo. Carrión en el P. Manuel de Orozco, de "una mirada penetrante, rica de agudeza política, capaz de horadar los ocultos designios y pre­decir el acontecer futuro con seguridad absoluta": (2) juicio que se basa sobre una interpretación errada de la espinela 10* de la Parte II, que dice:

Apolo, astuto y sagaz, aunque el primero hizo mina, viendo inminente la ruina por poco se vuelve atrás. El prometió con disfraz ser sangriento como un Marte; mas parece que con arte muy oculta procurase que ilesa se conservase de la Nave una gran parte.

El mismo Ledo. Carrión aclara muy bien las pre­misas. "Personificando — dice — en los dioses del Olimpo Romano a los varios poderes, temporales y

<1) pp. 242-243.

(2) p. 260.

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espirituales, que intervinieron en la extinción de la Compañía, finge una asamblea en la que se concitan los dioses contra la hermosa Nao; y uno de ellos, Apo­lo, que parece personificar al Santo Padre, ofrece ser el más sanguinario, pero luego hace doble juego y en forma muy oculta procura

que ilesa se conservase de la Nave una gran parte". (x)

Nótese la suposición: "Y Apolo que parece personifi­car al Santo Padre". . . Sobre esta personificación se basa todo el argumento que sigue. Ahora bien, aun­que no es fácil identificar con certeza todas quince divinidades olímpicas que hace intervenir Orozco, al­gunas identificaciones son clarísimas (como Marte y Palas, las Majestades imperiales de Austria y Rusia; Plutón, el Rey de Portugal; Jove, el de España; Eolo, el de Ñapóles), y clarísimo también que Apolo no es el Santo Padre. Todo cuanto dice Orozco de Apolo tiene perfecta aplicación a Federico II, Rey de Pru-sia, que aun después del Breve de supresión, que no dejó publicar, mantuvo a los jesuítas en Silesia; (2) y en cambio el Sumo Pontífice está con toda evidencia caracterizado como Neptuno. Para convencerse de ello basta leer con atención las décimas 4*, 5*, 13*, 26*, 36*> 43*, 46*, 52* de la Parte II, y las 36* y 39* de la III.

Con sólo esto se viene abajo toda la amplia argu­mentación de las páginas 258 y 259 del libro del Ledo. Carrión. No, no es el P. Manuel de Orozco ni el tris­te versificador totalmente inepto, ni el fulgurante po­lítico, que él nos quiere imponer. En cuanto a la in­tuición política que se le atribuye, no hay dato nin­guno que la abone; y en cuanto a su obra poética, reconozcamos que está gravemente deslucida por sus

(1) p. 255. (2) Véase Ludovico Pastor. Historia de los Papas, Vol. XXXVII,.

Cap. 7. Supervivencia de la Compañía de Jesús en Prusia* pp, 357-37S.

INTRODUCCIÓN.: AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S. I. 69

defectos: difusión imperdonable y falta de inventiva gallarda, pero no que sea nula.

No pasaría de una página el puesto que ocupase en esta obra el P. JUAQUIN AYULON, si nos limitáse­mos a lo que de él trae El Ocioso? que se reduce a un epigrama latino en la muerte de Sebastián Carvalho, el más sanguinario entre los enemigos de los jesuítas. Pero tenemos la preciosa aportación de las jugosísi­mas cartas del P. Ayllón, casi todas ellas al presbítero Dr. Dn. Antonio Sánchez de Orellana a quien le liga­ba una amistad más que fraterna.

En alguna parte de su obra se queja el Sr. Ledo. Camón de la desaparición fatal de muchos manuscri­tos literarios coloniales que ciertamente existieron, pues dan cuenta de ellos testigos mayores de toda excepción como Don Pablo Herrera, como el Dr. Ale­jandro López, como Mons. Pólit, y que han desapare­cido. Salvados del naufragio del tiempo, han perecido en un segundo naufragio. Un desastre de esta índole afecta también al P. Ayllón. Reproducimos 4 cartas de él completas y fragmentos de otras 6, Pero no son éstas sino los restos de un lote de 25 cartas holó-grafas que Mons. Pólit tuvo en las manos, leyó, en parte copió o extractó, según apuntes que ha dejado, y devolvió a su dueño. Era éste por una nota del P. Lorenzo López Sanvicente, que sacó copia de algunas, el Dr. Joaquín Borja Yero vi, Cura del Sagrario. Las copias del P. Sanvicente están fechadas en 15 de mar­zo y 20 de abril de 1898. Al presente ha sido imposi­ble hallar rastro de aquellos preciosos originales.

Pérdida lamentable, pues las cartas del P. Ayllón revelan una personalidad potente, bien definida, y son en sí interesantísimas. Están llenas de noticias acer­ca de sus compañeros de destierro, a quienes seguía en todos sus aconteceres, felices y desgraciados, con entrañable candad fraternal, y reseñan prolijamente todas las vicisitudes y alternativas de esperanzas y suspensiones, desengaños y renovados alientos acerca

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de la suerte de la Compañía, que, aunque oficialmente abolida, se conservaba en Rusia y daba inequívocos indicios de la posibilidad de un próximo renacimiento.

El P. Ayllón debía de ser famoso conversador; es desde luego un narrador suelto y copioso capaz de escribir horas enteras sin alzar la pluma, siempre des­pierto y ágil, discreto y a ratos malicioso, y en sus manifestaciones de afecto, delicadísimo. Alma vibran­te, siente con extraordinaria viveza los ímpetus de inconformidad que en todo corazón humano clava el aguijón de la injusticia. Y, dada la inevitable confu­sión de ideas que hubo de perturbar en un principio las conciencias, confusión que sólo el tiempo y la pon­deración serena llegaron a disipar, se le escapan apre­ciaciones que, aun excusándolas piadosamente, debe­mos sin embargo dar por erradas. Así en la larga carta de 18 de Marzo de 1784, hablando del Breve "decolatorio" de Clemente XIV, dice por dos veces que "fue sentencia nula por todos los capítulos ima­ginables". No es así. Como sentencia que no se basó en un proceso regular, que no señaló causa ni motivo, que no comprobó delitos, que violó el derecho natural de todo acusado a la defensa propia, fue injusta, fue, si se quiere, como con apasionada vehemencia ponde­ra el P. Ayllón en la misma carta, "la sentencia más injusta y criminal que, después del deicidio, se ha dado en el mundo"; pero no fue nula. Toda sentencia que se sale de la justicia es ilícita; pero, a pesar de ello, es válida si procede de una autoridad competente, co­mo evidentemente lo era en este caso el Sumo Pontí­fice, de cuya exclusiva voluntad depende la existencia o no existencia canónica de las Ordenes religiosas.

Anotemos un último rasgo que caracteriza simpá­ticamente al P. Ayllón. Viviendo como vivió en Ro­ma, y muy bien relacionado, como se desprende de todo lo que tuvo ocasión de observar, de escuchar y referir en su larga correspondencia, no se dejó absor­ber ni deslumhrar, siguió siendo impertérritamente quiteño, mirando siempre a la lejana patria con ina-

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movible predilección. Al lado del doliente romance del P. Manuel Andrade, pueden figurar estas frases del P. Ayllón en carta del año 1782, en las que se queja de la "negra tristeza y melancolía en que tan desterrada se ha sentido mi alma, es decir ya dieciséis años, dis­tante un mundo de por medio de mi patria y arran­cado de los míos, que siempre están atrayendo a sí mi corazón con la más amorosa violencia. Si hubiese podido, si ahora pudiese huir de Roma a Quito, no me detendría un momento, bien que Roma sea la mejor ciudad del mundo, y en su comparación Quito quiera reputarse como una aldea. Mas Quito, como quiera que sea, es mío: Roma no es mía. En Quito sería ciudadano; en Roma soy forastero, peregrino, deste­rrado, y aunque con Decreto de por vida, pero sin perder la esperanza de repatriar siquiera en mi vejez' \

Esta esperanza no se cumplió. Vivió veintiséis años más, y murió octogenario en 1808, pero en el impla­cable destierro.

Caso singular el de los dos últimos autores entre los citados en El Ocioso de Faenza, los dos hermanos P. AMBROSIO LARREA y P, JOAQUÍN LARREA; singular, no porque compusieran en ialiano (que tam­bién lo hicieron en verso el P. Velasco, y en prosa los Padres Arteta y Viescas), sino porque se dedicaron a hacerlo en aquella lengua de propósito y casi exclusi­vamente: de 55 composiciones que trae del P. Am­brosio El Ocioso, sólo 7 están en castellano, y las 6 que trae del P. Joaquín están todas en italiano.

Esto ha impedido que se incorporaran los dos her­manos Larrea a nuestro Parnaso colonial en el pues­to que les correspondía. No voy a repetir lo dicho más arriba acerca de las traducciones con que el Sr. Ledo. Carrión ha creído salvar esta dificultad. Tal vez sean más adecuadas para este fin las que, acopladas a sus originales, ofrezco aquí, por más respetuosas de la norma fundamental de toda traducción, de ante todo subordinarse modestamente el traductor al autor y no desplazarlo con floreos propios.

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Tratando por separado de las pocas composiciones castellanas del P. Ambrosio, hay que reconocer que no pasan de regulares las de circunstancia (romance y décimas), pero que son positivamente notables los dos sonetos a la Madre Sma. de los Dolores, armo­niosos, graves y serenos, y, sobre todo, las endechas reales dedicadas al P. Francisco Javier Clavigero, perilustre historiador mejicano, que son una obrita maestra, fondo y forma, reveladora de admirable ma­durez literaria.

La producción italiana de los dos hermanos pare­ce fundida en un mismo crisol y procede de un mismo espíritu, en que predominan la serenidad y hondura, la tendencia a trasvolar lo limitado y ocasional del tema, en busca instintiva de alguna idea o imagen su­perior, síntesis o símbolo que transfiguran el caso par­ticular efímero. Con fina percepción ha captado el Sr. Ledo. Carrión esta característica y la ha expresa­do con mucha felicidad: "La vena artística del P. La­rrea como poeta — dice hablando de Ambrosio, pero lo mismo pudiera decir de Joaquín — (es) el tono solemne y profundo, la mirada en declive hacia los temas eternos, y en especial hacia la muerte. . . el equilibrio que se nutre por igual de la resignación y de la esperanza", i1) De haber de señalar una nota diferencial entre los dos poetas, pudiera decirse que se advierten en Ambrosio una técnica más fácil, una factura más suelta, una construcción interna más hol­gada y natural, tanto que varios de sus sonetos se leen de un solo aliento; y que Joaquín, en cambio, tiene más densidad de pensamientos y de imágenes, y éstas más originales y sugestivas.

La misma cortedad de lo que El Ocioso ha conser­vado del P. Joaquín Larrea, le pone a salvo de peli­grosos juicios de conjunto. En cuanto al P. Ambrosio debo honradamente confesar que la forzosa selección practicada para este libro en sus versos disimula su

(1) pp. 277. 279.

INTRODUCCIÓN.: AURELIO ESPINOSA PÓLIT,, S. I. 73

defecto principal, el que más le deslustra, que es la notabilísima desigualdad de su producción. En el mo­mento en que sale de su vena propia, sentida, medita­bunda, elevada, en el momento, sobre todo, en que se entra por la poesía jocosa, para la que le falta todo tino y toda gracia, resulta incognoscible. Difícilmen­te se encontrará adefesio más lamentable en toda la colección de Eí Ocioso que la Respuesta que da Don Ambrosio Larrea al Apocalipsis del Padre Velasco, se­rie de seis sonetos que, por miramiento a la fama del P. Larrea, debería caritativamente ocultarse.

Es, sin embargo, tan espontánea la simpatía que despierta la parte lograda de la obra del P. Ambrosio, junto a la del P. Joaquín, que no cabe en forma algu­na prescindir de ellos: sin este amable par, quedaría trunca la pléyade de modestos cantores de El Ocioso de Faenza,

Queda, por fin, un autor que no halló cabida en El Ocioso, no por olvido sistemático ni por desvío, sino, como queda dicho, por la incomunicación en que le pusieron las distancias respecto de los jesuítas qui­teños de la Romana: el P. PEDKO BEEBOETA»

Quien descubrió sus papeles en el antiguo archivo de la Provincia Bética de la Compañía de Jesús, fue el P. Lorenzo López Sanvicente. Comunicó el hallaz­go desde Málaga en un artículo fechado a 21 de Junio de 1906, publicado en el Boletín Eclesiástico de la Ar-quidiócesis en el N9 del 15 de Octubre del mismo año. 0) Este artículo contenía unas seis composiciones breves, escogidas por cierto con poca felicidad; pero al año siguiente, en Julio de 1907, envió el P. Sanvi­cente a Mons. Pólit una primera selección, más ca­racterística, de versos del P. Berroeta. Obtuvo más tarde una copia completa eí Dr. Honorato Vázquez, al tiempo de su misión diplomática en España, y ésta sin

(1) Reproducido con otro que lo completa, de Mons. M. M. Pólit, como prólogo de la edición de La Pasión de Cristo, en 1928.

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duda es la que pasó a poder de Mons. Pólit, y es aho­ra propiedad del Archivo del Instituto Superior de Humanidades Clásicas de la Universidad Católica del Ecuador. Consta de dos volúmenes, de los cuales uno transcribe el Poema do la Pasión, que, según el P. San-vicente en el Ms., de formato in-169, abarca 278 pági­nas de verso, más 115 de notas, y fue publicado ínte­gramente en 1928 por Mons. Pólit. El otro, que lleva por titulo Coplones de viejo está formado por dos en­tregas, una de 133 páginas y otra de 104.

Del Poema de la Pasión de Cristo, por estar ya editado, no citamos en esta selección sino el "Aviso" en el que el P. Berroeta cuenta su historia, y un tro­zo de muestra: La Coronación de espinas y el Ecce Homo. Obra de 1026 octavas reales, compuesta con sumo apresuramiento y que no recibió, no ya el últi­mo, pero ni ningún retoque, daría por sí sola una idea pobre de las cualidades literarias, como no sea de su notabilísima facilidad de versificación. Preséntase Be­rroeta con una decencia artística mucho mayor en los Coplones, donde, si en sus 237 páginas hay bastante broza, hay también piezas muy apreciables. ¿Qué se puede, por ejemplo, pedir de más Heno ni de más fino que esta octava?:

Si del gran Marañón a las riberas dejé mi plectro a un tronco suspendido, cuando arrojado a playas extranjeras fui triste objeto al cielo enfurecido, si en acentos y voces forasteras se halla mi propio idioma confundido, ¿cómo puedo cantar, y quién me inspira sin acentos, sin voces y sin lira?

En esta segunda presentación del P. Berroeta co­mo poeta colonial inédito, empezamos por una selec­ción de 60 sonetos morales: selección imponente, apta para dar una idea cumplida de las cualidades y defec­tos del autor. Él también, como el P. Manuel de Oroz-co, hubiera ganado mucho en irse a la mano y pulir

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más; pero hay que tomar a cada hombre como es, y propia de Berroeta es la abundancia torrentosa, el en­tregar brusca y rápidamente sus sentimientos al pa­pel, con más afán de sinceridad que de pulcritud lite­raria. Esto amengua la perfección de que es muy ca­paz (como lo prueban los preciosos tercetos en que vierte el célebre epodo II de Horacio), pero le con­fiere, en cambio, el encanto de la verdad cordial, que también es alta virtud literaria, tal vez de más pre­cio que la de la mera impecabilidad formal. Desde este segundo punto de vista favorecería al P. Berroeta una selección más estrecha y severa, por ejemplo de solos los sonetos II, XII, XIV, XV, XVII, XIX, XXVII, XXIX, XXXIV, XXXV, XXXVII, XXXIX, XLIX, L, LX; pero el conjunto que se mantiene a una altura respetable, responde mejor a la índole del poeta y la revela con más exactitud.

Entre las demás composiciones citadas, es justo destacar las diez Sentencias, todas muy buenas, algu­nas superiores; las décimas a la Inmaculada y a Cris­to, perfectas; la paráfrasis del Dies irae de una opor­tunidad de adaptación sin falla; las décimas sobre las pelucas que hacen juego perfecto con la Requisitoria del P. Ramón Viescas; las composiciones a los Padres Ayllón, Ignacio Romo y Santiago Herrería, que son un derroche de ingenio continuo. En sus meditacio­nes, de las que no trasladamos sino una pequeña par­te, no se puede dejar de admirar lo corrido de la dic­ción, sin perjuicio de la exactitud y profundidad del pensamiento.

En suma, el P. Berroeta, con defectos y todo, tiene muy justamente ganado su puesto en nuestro Parna­so colonial, al lado de los buenos cantores de El Ocio­so de Faenza.

* *

76 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

El 7 de Agosto de 1814 sonó la hora de la repa­ración justiciera: la Santidad del Papa Pío VII res­tauró canónicamente la Compañía de Jesús en el mun­do entero. Después de 41 años de supresión, volvían a aparecer los jesuítas, intactos en su Instituto, re­nuevo que iba a rebrotar con extraordinaria pujanza del árbol que sembró en el huerto de la Iglesia San Ignacio de Loyola.

En aquella hora esperada con heroica paciencia, de los 269 jesuítas que salieron expulsados del territo­rio patrio en 1767, no quedaban vivos sino 18; y si ceñimos la cuenta a los nativos quiteños, de 108 al tiempo del extrañamiento sobrevivían 11: el P. Pedro Sierra de Alausí, de 83 años; el P. Juan del Salto am-bateño, de 81; el P. José Valdivieso lojano, de 79; el P. Miguel Chiriboga riobambeño, de 78; el P. Pedro Berroeta cuencano, de 77; el P. Ignacio Romo ibarre-ño, de 76; el H. José Ortega riobambeño de 75; y dos de los que salieron novicios de Quito, el P. José Dá-valos de Riobamba, de 65 años, y el P. Francisco Egües de Ambato, de 64. Dos de los sobrevivientes habían salido de la Orden antes de su extinción, i1)

Imposible es averiguar cuál fue la suerte última de estos vivientes pecios del gran naufragio. Demasiado ancianos y achacosos, demasiado pobres para costear­se el viaje, y en último término demasiado apegados a su vocación resucitada para preferir la repatriación a la vida en una casa de la Orden en Italia o en Espa­ña, ninguno de los 9 jesuítas quiteños sobrevivientes volvió a su "siempre verde Quito" tan llorado.

El P. Pedro Berroeta, reingresado a la Compañía en cuanto la vio parcialmente restaurada en Sicilia en 1804, pasó a la Provincia de España en 1816 y vivió primero en el Colegio de Valencia, y luego en el de Sevilla desde 1818. Allí se apagó, último sobrevivien­te de los jesuítas nativos del territorio que había de ser un día el Ecuador, el 15 de Julio de 1821.

(1) Datos sacados de nLa Atalaya", n. 224, 27 de Noviembre de 3814. Archiro del Colegio de Málaga, Legajo 0.

N O T A

Entre los extractos de la vasta obra del P. Juan de Velasco, está ci tada la primera pág ina de la Prefación de su Vocabu­lario de ICE Lengua Pe ruana-Quítense, llamada del Inca.

De la existencia de esta obra tuve noticia en octubre de 1947 por el catálogo "Americana" N? 5 (Abril 1930) N? 2097 de la libre­ría giá Nardecchía de Roma (Piazza Cavour, 25). Allí supe del librero que y a había sido vendido al Forschungsinstitut des Mu-seum íür Volkerkunde de Berlín en Junio de 1930. Poco después, habiendo venido a Quito el Sr. Paul Rivet, le di cuenta de estos datos, interesantes p a r a su gran obra Biblíographie des langues Aymará et Kichua. Me contestó que efectivamente había visto el manuscrito de esta obra del P. Velasco en el Museum iür Vol­kerkunde y que, como obra examinada personalmente por él la hab ía incluido en el Tomo I de su Bibliografía con la entrada siguiente: 155. K. VELASCO {Juan de).

(Titre de départ:) Vocabulario / de la Lengua Peruana-Quíten­se, / l lamada del Inca, / escrito / Por el Presb9. D. Juan de Ve-lasco. /

Ms., 2 p. n. núm. -f- 92 p., 192 mm. X 139 mm.

índice: 2 p. n. núm.; Titre de départ; Prefación: p. 1-2; Voca-bulaire kicua-espagnol: p . 3-50; Apendix de Vocablos por distin­tas clases, o materias, así pa ra suplir algunos que se han omi­tido, e t c . : p. 51-74; De Partículas: p . 74-76; De los Adbervios: p . 77-80; Del artificio de los Vocablos Peruanos: p. 81-86; De .la dife­rencia de Vocablos en Quito, y Cuzco: p. 87-88; De la diferencia práctica en la Oración del Pater noster: p. 89; 3 p. bl.

Le vocabulaire renferme environ 3.000 mots.

Le manuscrit a été écrit vers 1787. II est l'oeuvre du Pére Juan de Velasco, auteur de la "Historia del reino de Quito" (260; 262).

A. 3.

Al emprender la edición de este volumen de la Biblioteca Mínima Ecuatoriana pareció de sumo interés el copiar no sólo la Prefación entera, sino también el Apéndice: "De la diferencia de Vocablos en Quito, y Cuzco".

Pero la petición de u n a reproducción a microfilm al Museum íür Volkerkunde recibió una respuesta negat iva del Director: la obra del P, Velasco — decía — ya no se ha l laba allí.

78 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Por tratarse de cosa de tanto interés pa r a nosotros acudimos a la Embajada de la República Federal de Alemania en Quito, pa r a obtener una intervención oficial en el esclarecimiento del paradero del manuscrito del P. Velasco. Desgraciadamente el re­sultado ha sido negativo como consta de la siguiente carta:

Quito, Abril 12 de 1960

— Ku 604-80 — Rev. Padre Dr. Dn. Aurelio Espinosa Polit Rector de la Universidad Católica Presente. —

Señor Rector.

Esta Embajada se ha apresurado en dirigirse al Director de los Museos anteriormente del Estado en Berlín, el Dr. Disselhofí, aver iguando acerca del paradero del manuscrito de Juan de Ve-lasco sobre la "Lengua Peruana-Quitense, l lamada del Inca".

El Dr. Disselhofí a c a b a de comunicar que el mencionado ma­nuscrito no se halla ni en el Museum íür Volkerkunde en Berlín ni en la Biblioteca Iberoamericana.

Esta Embajada lamenta no poder dar u n a noticia más favo­rable acerca del asunto.

De Ud. muy atentamente

p. o.

Nagel

Primer Secretario

¿Habrá perecido el precioso documento en las destrucciones q u e redujeron Berlín a escombros humeantes? ¿estará solamente extraviado? Imposible saberlo. Las pocas líneas copiadas en esta obra son al menos testimonio fehaciente del interés universal de nuestro P. Velasco por todo lo que constituye el acervo cultural de la Patria ecuatoriana.

P. JUAN DE VELASCO

Riobamba, 6 de Enero de 1727

Faenza, 29 de Junio de 1792

HISTORIA MODERNA DEL REINO DE QUITO Y

CRÓNICA DE LA PROVINCIA DE LA COMPAÑÍA

DE JESÚS DEL MISMO REINO. AÑO DE 1788.

TOMO III, LIBRO 1°, CAPÍTULO II

(INÉDITO)

MINISTERIOS QUE EJERCITABA LA COMPAÑÍA

EN EL COLEGIO MÁXIMO DE QUITO

No hay duda que trabajando los operarios de la viña del Señor conforme al Instituto de la Compañía eran uniformes en todas las partes del mundo sus ministerios, y mucho más semejantes dentro de la misma Provincia. Era mucho lo que hacían respectivamente en todos los colegios y casas, así en orden a la buena educación y enseñanza de la juventud, como al bien y socorro espiri-

82 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

tual y temporal de las almas. Con todo hablando del Co­legio Máximo de Quito, se puede decir con verdad, que era tan grande y excesivo su trabajo en bien del público, que sería difícil hallar otro, no sólo de la Provincia, sino de la Compañía universal, que la igualase en todas las especies de sus gloriosísimas fatigas.

Enseñanza.— Dividiéndose los ministerios en tres cla­ses principalmente, de enseñar, confesar y predicar, sería imposible reducir a una relación abreviada todo lo que se hacía en cada una, y sólo se podrá apuntar por ma­yor lo que se trabajaba en todas en el Colegio Máximo de Quito. Eran 13 los Jesuítas que se empleaban en la Universidad de San Gregorio: un Prefecto de Estudios Mayores, otro de Estudios Menores; un Maestro de Pri­ma de Teología escolástica, otro de Vísperas, otro de Mo­ral, otro de Sagrada Escritura, otro de Filosofía, cuando no eran dos a un mismo tiempo; un maestro de Gramá­tica mayor, otro de menor, y por algunos años un Maes­tro de Prima de Cánones y otro de Vísperas; un Prefecto de la Biblioteca de la Universidad, y el Rector de ella. Verdad es, que estando ya muy próximos al general arres­to, se habían proveído las dos Cátedras de Cánones en los externos, en la misma conformidad que habían estado siempre las dos de Leyes.

Las Escuelas se componían parte de jóvenes Jesuítas, que comúnmente eran de veinte a treinta, parte de gra­máticos, que eran de sesenta a ochenta y parte de los colegiales de San Luis, que a veces pasaban de ciento, llegando hasta ciento cincuenta, sin poner en este núme­ro los "manteistas" o colegiales externos.

El sumo trabajo de educar y enseñar las diversas clases de juventud, según las Facultades que estudiaban era indecible. La vigilancia continua para infundirles la virtud y buenas costumbres, al mismo tiempo que las Letras, no les permitía, por lo común, un instante de re­poso. Eran continuas las tareas escolásticas de lecciones, conferencias, actos domésticos de prueba, conclusiones pú­blicas, sabatinas, exámenes, tentativas, o sea exámenes previos y privados para los que optaban para los grados

P . JUAN DE VELASCO 83

públicos, grados y mil otras funciones; muchas de las cuales concurrían tal vez en un mismo día, ocupando di­versas horas del día y de la noche. La mayor parte de este trabajo cargaba sobre los dichos sujetos, a más del insoportable peso que llevaban los del Colegio de San Luis, como se dirá luego.

Los mismos sujetos del Colegio Máximo, podían lla­marse los Maestros de toda la República; pues unos eran, además, examinadores sinodales, otros teólogos del Presi­dente y del Obispo, otros consultores de los letrados y también de las gentes de toda clase. A más del resolutor de casos de conciencia que había para los Nuestros, había siempre otro para toda la clerecía de fuera que acudía a nuestro gran salón de casa el día señalado cada semana.

Confesonario.— En orden al confesar trabajaban los sujetos del Máximo excesivamente, así en la iglesia como en el salón de la Penitenciaría, así en las parroquias y monasterios de monjas como en las cárceles y hospitales. así dentro de la ciudad como fuera de ella. Es cosa cons­tante que toda la inmensa plebe y casi toda la nobleza de una ciudad tan populosa se confesaba con los Jesuítas, no sólo para mantener entre año la gran frecuencia de sacramentos fomentada por su celo, sino también para cumplir con el precepto anual y cuando se hallaban en el artículo de la muerte. Era esto, no por falta de otros operarios que había muchísimos, así del clero secular, co­mo del regular, sino por la común aprensión, en que es­taban generalmente, de que, o no les servía, o no les satisfacía el hacerlo con otros. En nuestro salón de Peni­tenciaría había diez confesonarios y en la iglesia catorce, los cuales todos, los más domingos del año, viernes, días de retiro, fiestas y jubileos, que eran muchos, se veían llenos de Padres que confesaban desde las cinco hasta las diez y once de la mañana, especialmente en los jubíleos y fiestas principales; en los tiempos de Cuaresma y mi­siones se confesaba en ellos mañana y tarde.

Dos días a la semana iban seis u ocho sacerdotes a los cuatro monasterios de monjas a confesarlas, tarde y mañana, fuera de otros muchos días de comunión de re-

84 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

gla, Ejercicios o retiros, en que iban más sujetos. Es de advertir aquí que cuando el Monasterio de las Catarinas quiso eximirse de los Frailes Dominicanos, y apeló a Ro­ma, queriendo sujetarse más bien al Ordinario, éste las entregó a la dirección y subordinación de la Compañía, que duró no poco, mientras que en Roma se decidió el pleito. Todos los sábados se señalaban seis u ocho Padres que fuesen a confesar a los enfermos de los hospitales, a más de otras veces que entre semana iban llamados por particular necesidad o peligro, y a más de las víspe­ras de varios días en que habían de comulgar, para lo cual iban de tarde y de mañana para disponerlos y con­fesarlos ocho o diez sujetos.

Cinco o seis veces al año, se señalaban otros tantos por cada vez, para que por el espacio de ocho días confe­sasen tarde y mañana en la parroquia donde se habían hecho sermones de doctrina, con especie de misión circu­lar por todas las parroquias, que no cesaban jamás. Las confesiones de los enfermos de toda la ciudad a que sa-lían los nuestros llamados de día y especialmente de no­che, eran unos días de ocho, otros de doce, otros de vein­te y tal vez más, de modo que computando por los cua­dernos de la portería unas semanas con otras y unos me­ses con otros, correspondía, cuando menos, a diez o doce por día y a más de treinta por semana y a más de 3.500 por año.

Fuera de todo lo dicho se hacía todos los años la gran función del sábado de la infraoctava de la Resurrección, en que salían todos los sujetos del Colegio, los sacerdotes para confesar, los estudiantes y coadjutores para acompa­ñarlos. Todos éstos distribuidos según la lista que se ha­cía, por todos los barrios y parroquias de la ciudad, iban confesando y disponiendo a todos los enfermos, para que cumpliesen con la Iglesia, de modo que cada uno hacía entre confesiones y reconciliaciones doce o veinte, cuando menos, entrando a todas las casas o tiendas don­de veían puesto la insignia de que había enfermo.

Al tenor de esta gran frecuencia de confesiones y reconciliaciones que se hacían, aun fuera de la ciudad,

P. JUAN DE VELASCO 85

para lo que había siempre dentro del colegio dos muías prevenidas, era también la frecuencia de comuniones en nuestra iglesia, todos los días del año, más o menos, de manera que por apuntes del sacristán, que siempre con­taba las formas para llenar los copones, se sabía cada año a punto fijo de Enero a Enero el excesivo número de comuniones. El año de nuestro arresto, que no llegó más que hasta Agosto, constaban de dichos apuntes 83.400.

Pulpito.— En orden al predicar, pasaba de 800 veces al año entre panegíricos, sermones morales y pláticas, así en nuestra iglesia como en los monasterios de monjas, parroquias, cárceles, hospitales, calles y plazas. Cada se­mana se hacía en nuestra iglesia una plática de hora a la Congregación de la Buena Muerte los viernes, otra de tres cuartos de hora los sábados en la Congregación de Loreto, otra de media hora, a los niños de las dos aulas de gramática en su Congregación de la Concepción de Nuestra Señora. Fuera de nuestra iglesia se hacía todos ios domingos sermón de misión de una hora en alguna de las parroquias y media hora de la explicación de la doctrina, a más de una o dos pláticas que se hacían ese mismo día por las calles. Cada semana se platicaba dos veces por espacio de media hora en la Escuela de Cristo, que se hacía en la iglesia rectoral o del Sacramento. Cada semana una plática en una de las cárceles por tur­no y dos en los hospitales de hombres y mujeres. Todos los domingos predicaba en nuestra iglesia, en la lengua nativa de los indios, un estudiante antes de la primera misa.

Cada mes se hacía el retiro en nuestra iglesia con dos pláticas, una a la mañana y otra a la tarde, y al mis­mo tiempo o en diversos días se hacía el mismo retiro en los cuatro monasterios principales de monjas, que eran los dos Cármenes, Concepción y Santa Clara, con plática en cada uno.

Cada año se daban los Ejercicios públicos en nuestra iglesia, por ocho o nueve días con grandísimo concurso y dos pláticas al día, una de media hora y otra de hora. Asimismo se daban en nuestra Casa propia de Ejercicios

86 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

por cinco semanas, a las personas más distinguidas, con otras dos pláticas al día, y entraban cada semana cosa de cuarenta personas. De la misma suerte se daban los Ejer­cicios en los cuatro monasterios principales, a que acu-dían muchas personas seglares; asimismo se daban por dos o tres semanas en otra casa particular a la gente po­bre, fuera de que varios años entraban a dichos Ejerci­cios, aun dentro del colegio Máximo, no solamente la cle­recía en gran numero, sino también el Sr. Obispo y varios Prebendados, y los Sres. Presidentes y Oidores de la Real Audiencia, siendo de advertir que en los últimos tiempos se iba también entablando el darlos a las señoras princi­pales separadamente en una casa que se buscaba para este efecto.

En tiempo de Cuaresma se predicaba todos los días á excepción de uno solo en la semana, y siempre con gran­dísimo concurso. El domingo había sermón de Historia Sagrada y Evangelio de más de una hora por la tarde, el lunes sermón moral de hora, con ejemplo por la no­che, el miércoles, otro sermón moral de la misma suerte por la mañana, precediendo salir toda la Comunidad por las calles con las escuelas que iban cantando. Al mismo' tiempo hacía otro sujeto una plática doctrinal a los niños en otra parte separada. El viernes, a más de la plática de hora en la Congregación de la Buena Muerte, otro-sermón moral de otra hora por la noche con ejemplo. El sábado asimismo plática de la Congregación de Loreto. Los tres días de carnaval, tres sermones morales, y otros, tres sermones de Pasión que se predicaban el Martes,. Miércoles y Viernes Santo, en que se remataba el tra­bajo de nuestros operarios con la solemnísima función de las tres Horas de Agonía de Cristo.

Todo lo dicho era sólo en nuestra iglesia, pues fuera de ella se predicaban en la misma Cuaresma otros tres sermones de Historia, uno en la iglesia rectoral (El Sa­grario), otro en el Carmen Alto y otro en el Carme» Bajo, en las cuales partes se explicaba por espacio de me­dia hora la doctrina cristiana. En los cuatro monasterios se platicaba una vez cada semana durante la Cuaresma, del mismo modo que se hacía en el Adviento. En los mis-

P. JUAN DE VELASCO 87

mos monasterios se hacía la función de las tres Horas de Agonía. Asimismo se platicaba cada semana en la Casa de mujeres recogidas de Santa Marta. En la Iglesia Ca­tedral se predicaban en la Cuaresma dos sermones pane­gírico-morales, el uno en la Dominica de Verdades, y el otro en la Dominica in Passione; otros dos asimismo pa­negírico-morales en la capilla Real, a los Sres. Oidores de la Real Audiencia y otro de Pasión en la iglesia rec­toral. Últimamente se había entablado hacer la explica­ción de la doctrina, los viernes de Cuaresma en la iglesia del Hospital.

Nuestras Congregaciones tenían distribuidos los días de la semana por todo el año, de modo que cada cual hacía el día que le tocaba la misa solemne con el rezo, música, etc., y en llegando el tiempo de la novena, se esmeraban a competencia los Prefectos de ellas, y ha­cían pláticas todos nueve días.

Los sermones panegíricos eran todos los años cosa de cuarenta. En nuestra iglesia se predicaban quince, y eran Circuncisión, Dolores, San Gregorio el Magno, para el que se alternaban uno nuestro con un externo gradua­do en la Universidad, dos de Nuestra Señora de Loreto, el uno en lengua de los indios; San Juan Nepomuceno, Santísima Trinidad, San Luis Gonzaga, nuestro Santo Padre Ignacio, Todos los Santos, San Javier, La Presen­tación de Nuestra Señora, San Luis rey de Francia, titu­lar del colegio de San Luis y San Francisco de Borja. fuera de la oración latina que se hacía el día de San Lucas para dar principio a los Estudios.

En la Catedral se predicaban comunmente once, de los cuales cinco eran siempre de tabla y de obligación, y eran San Felipe y Santiago, Espíritu Santo, San Lo­renzo, San Jerónimo y San Lucas, los restantes, que pre­dicaban casi siempre los Nuestros, eran Concepción, Do­lores, Sangre de Cristo, Santa Rosa, Nuestra Señora del Quinche y Nuestra Señora de Guápulo. En la iglesia rec­toral, casi siempre dos, Los Sagrados Corazones y San Nicolás. En el Carmen Alto, siempre tres, San José, Nues­tra Señora del Carmen y Santa Teresa; En el Carmen

88 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Bajo, cuatro, Sagrados Corazones, San José, San Joaquín y Santa Teresa. En el monasterio de la Concepción otros cuatro, Concepción, Asunción, Buen Suceso y Sacramen­to. En la capilla de la Reina de los Angeles casi siempre su fiesta.

Cada dos años o cuando más cada tres, se hacían las misiones en nuestra iglesia y al mismo tiempo en todas las parroquias de la ciudad, en que era increíble el tra­bajo de toda nuestra comunidad, que se distribuía para tantos "asaltos", pláticas, sermones, doctrinas y confesio­nes, casi siempre con grandísimo concurso, fruto y pro­vecho. Este mismo trabajo se repetía extraordinariamen­te, siempre que lo pedía la necesidad o por jubileos ex­traordinarios, o por epidemias, terremotos, erupciones de volcanes, etc., no sólo en la ciudad, pero también en los lugares y pueblos comarcanos.

Cada año se enviaban cuatro o a lo menos dos suje­tos para que hiciesen misiones en nuestras propias ha­ciendas, así a los esclavos como a la gente libre de servi­cio, vacando enteramente del trabajo durante dicha mi­sión, por ocho o más días, según la necesidad.

Fuera de todo lo dicho, había dos sujetos señalados para misioneros circulares de toda la dilatada Diócesis, los cuales ordinariamente acompañaban al Sr. Obispo, cuando salía a la Visita; para lo cual eran como precur­sores que disponían las ciudades, villas y pueblos del obispado con las acostumbradas misiones que eran de grandísimo fruto. Del mismo modo, aunque no salían en tiempo de la Visita, recorrían con las misiones por las partes donde los llamaba la necesidad y caridad, sin ol­vidarse aun de los obrajes de paños, en que vivían las gentes miserables en una especie de cautiverio y muy destituidas de socorro espiritual.

Si era tan grande y tan glorioso el trabajo de los nuestros en las expresadas tres clases de ministerios, no era menos en todas las demás ocurrencias públicas y secretas, comunes y particulares, en que los ponía la ca­ridad, o a que tal vez los precisaba la autoridad pública de Jueces o Magistrados, ya en orden a componer dis-

P. JUAN DE VELASCO 89

cordias y enemistades; ya en atender espiritual y corpo-ralmente a las pobres gentes desamparadas en tiempo de epidemias, ya en sosegar, pacificar y reducir los ánimos, en los continuados alborotos, motines y tumultos; ya en sostener y patrocinar desvalidos, procurándoles su bien, su alivio y su remedio; ya en disponer los malhechores sentenciados a muerte, a los cuales, tres días antes de eje­cutarse la sentencia los asistían, remudándose de día y de noche; el día del acto de Justicia, salía casi toda la Co­munidad a auxiliarlos, y acompañarlos hasta el suplicio; y al fin platicaba uno largamente, sirviéndole de pulpito el cadalso, ministerio que, continuándose dos y tres veces casi todos los años, jamás fiaron los jueces a otros sacer­dotes que a los de nuestra Compañía.

Ésta, en fin, se llamó, y con justísima razón, la ma­dre común de los pobres, por socorrer ordinaria y extra­ordinariamente a innumerables necesitados, no sólo de la gente plebeya, sino también de varias familias ilustres que se hallaban en miseria, con gruesas limosnas. Las que se distribuían diariamente en nuestra portería en plata, frutas, pan y comida, importaba cada año cinco mil pesos; las que daban la procura de las Misiones y el Colegio de San Luis importaban mil pesos anuales. Fuera de éstas daba el portero muchas y abundantes de cuenta separada, habiendo llegado á formar como otra procura de pobres, ya con su propia industria, ya con ocultos socorros de varias personas piadosas que las querían dar por su mano, así en orden a providencia de víveres, como de vestidos y dineros. . . Eran frecuentes las limosnas que se hacían en las cárceles públicas, donde en los días se­ñalados iba toda nuestra juventud con el P. Ministro, cargando personalmente las grandes ollas de comida y canastos de pan con no poca edificación de la ciudad y alivio de aquellos pobres.

<PP. 22-33).

LIBRO II, CAPÍTULO II

(INÉDITO)

ARRESTO DEL COLEGIO MÁXIMO

Después de rodeado nuestro Colegio Máximo con sol­dados, a la madrugada del día 20 de Agosto de 1767, tocó la campanilla de la portería a las cuatro y media de la mañana, el Sr. Presidente de la Real Audiencia Dn. José de Diguja, y entrando, dejó distribuidos varios pi­quetes de soldados, con sus oficiales, por todas las puer­tas, tránsitos y corredores, y un piquete entero en la grada principal. Ejecutado esto con grande orden, entró en el aposento del P. Provincial Miguel de Mannsalbas, y le dijo que hiciese juntar toda la Comunidad en algu­na pieza común, porque así convenía para el servicio del Rey. Ejecutóse prontamente esta orden, en la pieza de la quiete o recreación, doaade, entrando dicho Sr. Presi-

P. JUAN BE VELASCO 91

dente con tres testigos, que fueron el Oidor Ferrer, el Conde de Selva Florida y el Marqués de Villa-Orellana, y con el escribano público Salazar, estando ya allí todos los sujetos así del Máximo como del Colegio de San Luis, a quienes envió a llamar con un Oficial de guerra, hizo saber el fin a que iba y la providencia que llevaba. For­mó su razonamiento; mas con tanta prudencia y con tér­minos tan expresivos de su dolor, y sentimiento, que a pesar de la entereza, a que se esforzó cuanto pudo, se desató en sollozos y continuado llanto. Dio el Real De­creto para que lo leyese el Escribano, cuya extraña tur­bación y lágrimas no permitieron que oyesen los nues­tros cosa alguna. Hizo por eso el mismo Sr. Presidente que lo fuesen leyendo y pasando los Padres unos a otros. El Decreto era Copia auténtica del mismo que, firmando el Rey con su mano, lo cometió para la ejecución al Sr. Conde de Aranda, con fecha de 27 de de Febrero de 1767, y el mismo que al principio de la Pragmática San­ción, en fuerza de ley, se publicó en la Corte el día 2 de Abril. Decía así:

Real Decreto de Ejecución

"Habiéndome conformado con el parecer de los de mi Consejo Real, en el extraordinario que se celebra con motivo de las ocurrencias pasadas, en consulta de 29 de Enero próximo, y de lo que sobre ella me han expuesto personal del más elevado carácter; estimulado de graví­simas causas, relativas a la obligación en que me hallo constituido de mantener en subordinación, tranquilidad y justicia mis pueblos, y otras urgentes, justas y nece­sarias, que reservo en mi Real ánimo; usando de la su­prema autoridad económica que el Todopoderoso ha de­positado en mis manos para la protección de mis vasallos y respeto de mi Corona; he venido en mandar se extra­ñen de todos mis Dominios de España e India, Islas Fi­lipinas y demás adyacentes, a los Religiosos de la Com­pañía, así Sacerdotes, como Coadjutores o Legos, que ha-

92 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

yan hecho la primera Profesión, y a los Novicios que quisieren seguirles; y que se ocupen todas las tempora­lidades de la Compañía en mis Dominios; y para su eje­cución uniforme en todos ellos, os doy plena y privativa autoridad; y para que forméis las instrucciones y órde­nes necesarias, según lo tenéis entendido y estimaréis para el más efectivo, pronto y tranquilo cumplimiento. Y quiero que no sólo las Justicias y Tribunales Superio­res de estos Reinos ejecuten puntualmente vuestros man­datos, sino que lo mismo se entienda con los que dirigie­reis a los Virreyes, Presidentes, Audiencias, Gobernado­res, Corregidores, Alcaldes Mayores y otras cualesquiera Justicias de aquellos Reinos y Provincias; y que en virtud de sus respectivos requerimientos, cualesquiera tropa, mi­licias o paisanaje den el auxilio necesario sin retardo ni tergiversación alguna, so pena de caer, el que fuese omi­so, en mi Real indignación. Y encargo a los Padres Pro­vinciales, Prepósitos, Rectores y demás superiores de la Compañía de Jesús se conformen de su parte a los que se les prevenga puntualmente y se les tratará en la eje­cución con la mayor decencia, atención, humanidad y asistencia de modo que en todo se proceda conforme a mis soberanas intenciones. Tendreislo entendido para su exacto cumplimiento, como lo fío y espero de vuestro celo, actividad y amor a mi Real servicio; y daréis para ello las órdenes e instrucciones necesarias, acompañando ejem­plares de este mi Real Decreto a los cuales, estando fir­mados de vos, se les dará la misma fe y crédito que al original. Rubricado de la Real mano. En el Pardo, a 27 de Febrero de 1767. Al Conde de Aranda Presidente del Consejo".

Habiendo leído unos e impuéstose otros en el susodi­cho Decreto, se levantó el P. Provincial Miguel de Ma-nosalbas, y en nombre de todos dio el obedecimiento con tan discretas, medidas y religiosas cláusulas, especialmen­te hablando de los ancianos que enterneció en extremo a todos. Levantóse después el P. Francisco Antonio Sanna, de avanzada edad, y uno de los más beneméritos de la Provincia, y dio también con gran ternura las gracias al

P. JUAN DE VELASCO 93

Sr. Presidente, por la grande discreción, urbanidad y ca­ridad, con que había ejecutado su comisión.

Después de actuadas por el Escribano todas las for­malidades, y hechas las listas de los sujetos, conforme a la instrucción de la Pragmática, la hicieron también con­secutivamente de los donados y sirvientes seculares que tenia asalariado el Colegio. Luego tomaron las llaves de todos los Archivos y de las Procuradurías, a excepción de las de las Misiones, que se olvidaron. Tomadas asi­mismo las llaves de la Iglesia, sacristía y Capilla interior, dijo el Presidente que según la Real ordenanza, era ne­cesario destinar una pieza común para que durmiesen los sujetos, el tiempo que tardasen en salir. A esto res­pondió el Provincial, que estaba pronto; pero que no ha­llaba otra parte donde cupiesen todos, que los patios y corredores. Determinó por eso que todos a excepción de los Procuradores, estuviesen sin novedad en sus mismos aposentos; los cuales ni se visitaron ni se inventariaron hasta después que salieron todos, si bien hicieron pasar por la tarde todos los libros a la Librería grande, excep­tuando aquellos pocos de devoción, que quisiese cada cual llevar consigo.

(pp. 83-87).

SALIDA DE LOS SUJETOS DE QUITO

Arrestados los Colegios y Casas de la ciudad en la ex­presada forma, y dadas las correspondientes providencias, así para los que habían de salir como para los que se habían de quedar, dividieron los sujetos en dos partidas, por no ser asequibles el que saliesen todos a un tiempo. La primera partida se compuso de 60 sujetos. Los más en ellos, del Colegio Máximo y casi todos los del Novicia­do, incluso 5 Novicios. Señaló el Provincial, por supe-

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rior de esta partida, al Padre Ángel María Manca, y se­ñaló el Sr. Presidente por conductor de ella a Don Mi­guel de Olmedo, Alcalde ordinario de 29 voto, quien se portó en todo el camino, hasta el Puerto de Guayaquil, con mucha caridad, política y atención.

El día 30 de Agosto, víspera del viaje cayó en la ciu­dad, por la tarde un rayo, que muchos lo juzgaron mis­terioso, y con razón, pues fue a secas y sin llover, sin que se oyese antes trueno alguno, y sin que después se siguiese otro, de modo que por gracia dijeron algunos que era la pieza de leva que les echaba el cielo a los Je­suítas.

Salieron los 60 mencionados, de la ciudad de Quito el día 31 de Agosto, a los once días del arresto, no todos juntos sino separadamente los del Máximo y del Novicia­do, de modo que fueron a unirse al fin de la primera jornada. Fue suma la consternación de la ciudad este día, habiendo sido grande desde la mañana del arresto, en que comenzó el general llanto de todas las gentes, que no sólo nos habían amado siempre con ternura, sino también venerado, respetado, y aun casi adorado, por nuestros ministerios. Duró muchos días el lastimero llanto con que lamentaban su desgracia en nuestra pérdida; porque acompañaron por largas jornadas muchísimas gentes, y varias hasta la montaña de Chimbo, distante 40 leguas de la ciudad, llenando de ayes los caminos, y atravesan­do con sus gemidos los corazones.

Las jornadas que hicieron los de esta partida, fueron las siguientes: El 31 de Agosto, al Tambillo; el 1* de Septiembre, a Chisinchi, Hacienda del Marqués de So-landa; el 2, a la Ciénega, Hacienda del Marqués de Maenza; el 3, a Naccichi, Hacienda nuestra de Provin­cia; el 4 a Hambato donde no fueron hospedados en nuestra Residencia, sino en las casas de Baca y Castillo, y donde se detuvieron el siguiente día 5; el 6, a Mocha; el 7 a la Trasquilas, Hacienda de Mancheno; el 8, a Isin-chi; el 9 a Guaranda, donde se detuvieron el día 10; el l i a Chimbo donde habiendo enfermado el P. Manca, se quedó en la Chima, con un sacerdote y tres estudiantes,

P. JUAN DE VELASCO 95

que luego siguieron; el 12, a Angas; el 13 a las Playas de Oliva; el 14, a las Bodegas de Babahoyo, donde fueron hospedados en la Aduana Real; el 15 se embarcaron en una falúa y diversas balsas, y navegando el río llegaron ese dia hasta cerca de Pimocha; el 16 cerca de Baba, en San Borondón, donde los alcanzó el P. Manca, que resta­blecido siguió con los tres compañeros; el 17 cerca de Yaguachi; el 18, llegaron al Puerto de Guayaquil, de don­de habían salido para Panamá, el día antecedente, los que primero llegaron de otros Colegios; el 19, desembar­caron y entraron a la ciudad.

(pp. 99-102).

LIBRO VI9, CAPÍTUIX) III

ES EXTINGUIDA LA COMPAÑÍA DE JESÚS

(INÉDITO)

El 6 de Agosto, erigió su Santidad una nueva y par­ticular Congregación, para que especialmente entendiese en el asunto de extinguir la Compañía para cuyo efecto tenía mucho tiempo ha, no solamente extendido, sino visto y revisto, corregido y añadido un Breve por la parte interesada. Confirmó la dicha Congregación con particular Breve del 13 del mismo mes que comienza Gravissimis ex causis. Fue compuesto de 5 Eminentí­simos Cardenales, que fueron Corsini, Marefoschi, Ca-raffa, Celada y Casali; y de los dos Monseñores Macedo-nio y Alfani.

El 16 del mismo, digno de borrarse del número de los días, se tuvo en Roma la Congregación de los dichos

P. JUAN DE VELASCO 97

cinco Cardenales y se resolvió en ella publicar y ejecutar ese mismo día la Supresión y Abolición de la Compañía de Jesús, a los 239 años cabales de haberla fundado su glorioso patriarca San Ignacio, en el antecedente día de la Asunción de Nuestra Señora; a los 233 años de haber sido confirmada, la primera vez, por la Santidad de Pau­lo III; a los 205 años de haber entrado los primeros Je­suítas al Perú; a los 197 de haberse fundado el Colegio Máximo de Quito; a los ocho años y medio de haber sido últimamente confirmada, por la Santidad de Cle­mente XIII, con la solemnísima Bula Apostolicum pos-cendi munus a petición y con el parecer de los Obispos de la universal Iglesia, sin juicio contradictorio a la gue­rra que le hacía el Jansenismo; a los 6 años, 4 meses de haber sido expelida de los Dominios de España; y a los 5 años cabales de haber sido arrojada de la Provincia de Quito.

Antes de la una hora de la noche, del mismo día 16. fueron ejecutados todos los Colegios de Roma. Se tuvo prevenido el Regimiento de los soldados Corsos, los cua­les divididos en piquetes para sus respectivos destinos, se encaminaron con los Prelados Diputados, a todos los Colegios y Casas, donde se habían reunido los individuos ya expelidos de otras. Apenas entraron, cuando cerran­do las puertas y quedando éstas guardadas con soldados por dentro y fuera, ocuparon otros todas las puertas y tránsitos de habitaciones e iglesias. Leyeron los Prelados a los respectivos individuos su Delegación Pontificia, y el Breve de Abolición, que comienza Dominus ac Redemp-tor Noster, de 21 de Julio próximo antecedente. Obede­cieron todos, sin la menor resistencia; y el Venerable y Rdo. P. Lorenzo Ricci, (XVIII y último General), que fue el primero, besó el Breve (como suelen los reos el dogal) haciendo al mismo tiempo la humilde protesta, en nombre de toda la Compañía, del derecho que tenía a ser oído, cuando fuese la voluntad divina.

Pasaron luego los Prelados a sellar archivos y ofici­nas, y dar sus económicas providencias, intimando a to­dos los individuos que en el espacio de tres días, en que habían de vestirse de seculares, habían dé dar la exacta

98 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

nota de nombres, edades, patrias, profesiones, etc. man­teniéndose entre tanto reclusos y con guardas. Los Pre­lados comisionados fueron: al Colegio de Jesús, Monse­ñor Macedonio: al Noviciado Manuel Alfani; al Colegio Romano Manuel Senrale; al Germánico Manuel Ardse-tti; al Escocés Manuel Passionei; al Maronita Manuel de la Porta; al Inglés el Abate Tacini; a la Penitenciaría el Abogado Zuccheri, y al Hospicio de los Portugueses, el Sr. Octavio Dionisi.

Mientras ejecutaban los Comisionados el orden, se detuvieron los Cardenales de la Congregación, donde el Cardenal Tajitti. Los ministros reales se unieron donde el Cardenal de Bernis, Ministro Plenipotenciario de Fran­cia; y viendo conseguido felizmente el fin, porque habían trabajado tanto y por tan largo tiempo, se dieron mutua­mente los parabienes e hicieron aquella misma noche varias postas, con la plausible noticia a sus respectivas Cortes. El siguiente día 17, amaneció puesto en la Co­lumna del Pasquín el siguiente epitafio a la difunta Com­pañía.

Hic iacet Societas Iesu, Militantis Ecclesiae subsidium, iuveníutis magi$traP barbarorum cultrix, catholicae fidei ubique gentium propagatrix; cuius doctrina omnígena, pietas actuosa^ constantia invicta; cui favere boni^ musi-Xavere zelotypi, oblairavere profani; quam lusculorum iinvidia, calumniis obruiam^ ubique vexatam, indicia causas pacis studio, publica ratio peremit. (a)

El mismo día se unieron los Cardenales de la Con­gregación, en el Quirinal, para oír las relaciones de todo lo obrado, y dar sus convenientes providencias, entre las cuales era una el hacer trabajar a gran prisa los vestidos

(1) Aquí yace la Compañía de Jesús, apoyo de la Iglesia mili­tante, maestra de la juventud, civilizadora de bárbaros, pro­

pagadora en todas las naciones de la íe católica; universal en su ciencia, activa en su piedad, invicta en su constancia: favorecié­ronla los buenos, murmuraron de ella los envidiosos, la acosaron los profanos; oprimida por el odio y las calumnias de los ciegos, perseguida en todas partes, por bien de paz, sin juzgarla, el pú­blico interés decretó su muerte'.

P. JUAN DE VELASCO 99

para más de 700 abolidos que había en Roma. El Gene­ral fue transpuesto al Colegio de los Ingleses. Seculari­zados todos hasta el día 19, sólo quedó en el Colegio In­glés el General, y en el Romano, los Asistentes de Italia, Germania y Polonia, con algún otro inválido, saliendo en dicho día todos los demás, unos a sus patrias y otros a casas particulares de Roma, ahogándose los más con los cuellos de pretes, que les venían muy apretados y estre­chos.

El 22 del mismo Agosto, llegó por la posta ordinaria a las ciudades de Romana, el Breve abolitivo, con la Comisión a los Obispos de ellas. Apenas tuvieron los Franciscanos Conventuales de la Ciudad de Faenza la ex­tra judicial noticia cuando se juntaron todos ellos y can­taron en Comunidad el Te Deum laudamus por el sus­pirado y señalado triunfo de su Santísimo Padre Fray Lorenzo Ganganelli, con escándalo y admiración de va­rios seculares. Fue intimado en algunas partes el día 23; mas en Faenza y en la mayor parte de las ciudades, el día 24. i1) No es mi intento hablar más palabra en orden a los posteriores hechos con la deshecha Compa­ñía; no sobre las prisiones del General, Asistentes y va­rios otros; no sobre la naturaleza del Breve abolitivo, ni cómo fue recibido en el mundo; ni menos sobre las ho­rrendas circunstancias con que murió poco después Cle­mente XIV, asuntos todos, que han ocupado y ocuparán las mejores plumas del mundo. Mi fin es sólo hacer memoria de las últimas cenizas de la que fue Provincia de Quito,

El 25, se intimó a todos los abolidos, así Italianos co­mo Españoles y Portugueses, esparcidos en las cuatro

(1) En otrq parte da noticia el mismo P. Velasco de los últimos de la Provincia de Quito que murieron de jesuítas: "El 16

de Mayo murió en la Casa Pignata de Ravena el P. Sebastián ímbert, dando grandes ejemplos de sólida virtud y de invicta paciencia en su larga y penosa enfermedad. El 22 de Agosto, murió en San Nebulón de Faenza el P. Pedro Jaramillo; y el 24 del mismo murió en la misma casa el H. Joseph Marín, último que tuvo la felicidad de ser sepultado con la sotana de Jesuíta, en el mismo día fatal en que se intimó en Faenza el Breve de aboli­ción". Tomo III, p. 470.

ÍOO Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Legaciones, de orden de Su Santidad, para que ninguno se moviese del lugar en que estaba, hasta nuevo orden. Luego se les intimó otro, para que todos diesen sus nom­bres, patrias, edades, grados, etc. por medio de los párro­cos a quienes pertenecían. El 8 de Septiembre, se les hizo saber que quitaba el Papa el sobredicho orden y per­mitía el que los abolidos pudiesen ir libremente (excep­tuada solamente la Ciudad de Roma) a cualquier parte del mundo, sin más circunstancia, que la de los pasapor­tes de los respectivos Comisarios, los que eran extranje­ros. Con esta facultad creyeron los Españoles, que re­gresarían prontamente a sus países, persuadidos a que hubiese convenio para esto entre las Cortes de Madrid y Roma, de mor! o que muchos malbarataron sus cosas para estar prontos y expeditos a la marcha.

Mas se engañaron, porque al fin del mismo Septiem­bre les intimaron los ministros reales nuevamente el perpetuo destierro, con modo mucho más doloroso y sen­sible. Mandaron para este fin, una impresión a dos co­lumnas, reproduciendo en la una la Pragmática Sanción sobre el extrañamiento perpetuo de todos los dominios de España, y en la otra el Breve de abolición de la Compa­ñía. El orden era para que se les renovase una y otra herida, con jurídica intimación, haciéndoles saber que, no por dejar de ser Jesuítas, podían volver con pretexto alguno abusando de las mal entendidas facultades del Papa, los cuales no debían entenderse con los vasallos de los Reyes. En tal cual parte, consiguieron hacer la dicha jurídica intimación por la condescendencia de los Obis­pos; más repugnándolo otros, no menos que los notarios, se contentaron los ministros con la extra judicial noticia que ya tenían todos.

Queda ya dicho como hallándose la Provincia de Qui­to, aunque menoscabada hasta cerca de la mitad, en sólo seis años que duró su cuarta y última época, se conser­vaba en la Legación de Romana con todas las formali­dades de una pequeña, pero bien ordenada Provincia, distribuida en diversas Casas, que florecían en regular observancia; y queda dicho también cómo disparándose

P. JUAN DE VELASCO 101

en el Breve abolitivo, un rayo del Vaticano, fue reduci­do en un momento a cenizas. Dueño entonces cada cual de su albedrio, comenzaron los deshechos miembros a dividirse y separarse unos de otros. Quedaron, no obstan­te, muchos en las mismas Casas o en otras a que salieron acompañados en algún número, para poder sobrellevar los gastos de la corta pensión. Los que no tenían ningu­na, por haber venido de Novicios, quedaron al descu­bierto, sin tener cómo subsistir en adelante. Recurrieron éstos, por medio de repetidos memoriales, capaces ¿e en­ternecer las piedras a la piedad del Rey Católico, repre­sentando la extrema necesidad en que se hallaban, ha­biéndose mantenido, hasta la extinción del Orden al abrigo de sus hermanos, los cuales existiendo en cuerpo de Comunidad religiosa, habian podido hacer comune» a ellos los escasos socorros de que vivían. Consiguieron p i -mero la gracia de que se les diese pensión, los que la-bían sido Novicios en la Provincia de Santa Fe; y p*r Abril del siguiente año 1774, la obtuvieron los demá;, entre quienes entraron los tres de la Provincia de Quite que fueron Dn. Francisco Egües, Dn. Manuel Viteri y Dn. Joseph Dávalos.

Cada cual tiró libremente por aquel camino que le deparó la casualidad, la fortuna o la natural inclina­ción. Muchos supieron emplear útilmente el tiempo y se ayudaron a subsistir con decencia con su personal tra­bajo. Unos se aplicaron a enseñar a leer y a escribir, o la Gramática o alguna otra facultad o ciencia, en priva­do y tal vez en público; otros a confesar y aun predicar donde lo gustasen y querían los Obispos; otros a escribir sobre diversas materias, de modo que no hubo arte, fa­cultad, ni ciencia sobre que no diesen a luz tantas y tan excelentes obras que han merecido los comunes aplausos y podrán formar ellas solas una muy selecta y cumpli­da biblioteca. Unos se aplicaron a contratar con algunas frioleras y otros a moler tabaco o chocolate, para ganar algo con los mismos Españoles. Unos de los que vinieron de Escolares o Coadjutores se dieron modo a ordenarse de Sacerdotes; y otros se fueron casando, mas casi todos infelizmente. Los que no eran capaces de aquellas ocu-

Í02 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

paciones o no quisieron emplearse en ellas, se aplicaron unos a sólo leer libros, otros a sólo cuidar de sus almas, y otros a consumir en la inacción y el ocio el resto de sus tristes y amargos dias.

(pp. 488-495, 499-500).

RELACIÓN HISTÓRICO APOLOGÉTICA SOBRE LA

PRODIGIOSA IMAGEN, DEVOCIÓN Y CULTO DE

N» S». CON EL TITULO DE MADRE SANTÍSIMA

DE LA LUZ, SACADA DE VARIOS AUTORES POR

UN APASIONADO A ESTA DULCÍSIMA ADVOCA­

CIÓN, AísfO DE 1775.

CAPÍTULO III

(INÉDITO)

SE TRANSFIERE LA DEVOCIÓN m LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ DESDE SlCILIA AL NUEVO M u N D O .

Veamos ya cuáles fueron las dos alas que hicieron volar esta devoción al Nuevo Muido.

104 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Dijimos haber nacido en Palermo de Sicilia, el año de 1721, a esmeros de la piedad y santo celo del V. P. Juan Antonio Genovesi. Los primeros compañeros que tuvo aquel varón apostólico en la tierna devoción a la celestial Reina, y que naturalmente salieron con él a las primeras correrías de sus sagradas misiones y fueron oculares testigos de las ruidosas maravillas que obró la sagrada Imagen, fueron el P. Joseph María Genovesi, su hermano carnal y espiritual, y el P, Joseph María Maugeri, también natural de Palermo, y compañero in­separable suyo desde su Noviciado y sus primeros estu­dios. Encendidos estos dos en el celo de las almas, resol­vieron dejar el reducido terreno de Sicilia al cuidado del P . Juan Antonio, y buscar para ellos más dilatado cam­po en que trabajar a gloria de Dios, bajo la protección de la Madre Santísima de la Luz, cuyos primeros prodi­gios y maravillas habían visto ellos mismos con asombro.

Hallábase a la sazón, en Boma, el Procurador Gene­ral de la Provincia de México, que hacía recluta de mi­sioneros para su Provincia, a la cual fue destinado por la obediencia el P. Joseph María Genovesi. Súpose, al mismo tiempo, que 40 misioneros que iban con su Pro­curador a la Provincia de Quito, habían naufragado y perecido todos en el mar; y para suplir esta gran falta, dieron pronta providencia ¿as Cortes de Madrid y Roma, para que, sin esperar nuevos Procuradores de aquella Provincia, se enviasen a ella 14 misioneros, entre los cuales le cupo la deseada suerte al P. Joseph María Mau­geri. Ambos, al mismo tiempo, o con muy corta diferen­cia, pasaron a sus diversos destinos, de modo que estu­vieron en ellos hasta files del año 1722. Éstas fueron las dos alas de la grandeÁguila de la Compañía de Jesús, con las cuales voló, caá desde su primer origen, desde el Reino de Sicilia al Nuevo Mundo la devoción a la Madre Santísima de la Luz.

CAPÍTULO V

SE PROPAGA EN LA PROVINCIA DE QUITO

(INÉDITO)

Habiendo visto, aunque brevisimamente, la prontitud admirable con que se propagó la devoción a la Madre Santísima de la Luz en el Imperio Mexicano, llevada desde Sicilia por el P. Joseph María Genovesi, ala dere­cha con que, levantando el vuelo, se aseguró de la in­fernal serpiente, se nos sigue el ver el éxito de la ala siniestra, en la América Meridional. Dijimos que ésta Había sido el P. Joseph María Maugeri, que, volando también desde Sicilia, al mismo tiempo, que el P. Geno­vesi, llegó al Reino de Quito, que es la parte baja del grande Imperio del Perú a fines del año 1722. No hay-duda, que comparados los progresos del uno y otro en las dos partes del Nuevo Mundo, exceden con muchas

106 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

ventajas los de la parte septentrional; pues, si bien debe­mos suponer a los dos fundadores de la devoción en la América iguales en el ardiente celo de propagarla, deben suponerse muy diferentes las circunstancias de la una y de la otra parte. No era la menor el ocupar, sola una Provincia Jesuítica toda la América Septentrional, de donde provino que, comunicándose todos los operarios de ella, pudieron prender fácilmente unos a otros el fuego de la devoción y el celo de propagarla. El ser cinco dis­tintas las Provincias, que tuvo la parte meridional, sin la menor comunicación, por lo común, de unas con otras, fue causa de que en esta parte fuesen menores y más lentos los progresos en comparación de la otra.

A la verdad fue el P. Joseph María Maugeri uno de aquellos sujetos en quienes concurren con admiración to­das las naturales y sobrenaturales prendas para hacerlo cabal en todo. Fue dotado de muy amable y dulce genio: de un candor angelical y de una ingenuidad incompara­ble. Era al mismo tiempo, hombre docto en todas líneas, sin que ni en los sagrados Cánones, ni la Jurisprudencia, le fuesen facultades extrañas. Mas sobre todas, podía lla­marse suya propia, la de la Teología Mística, con que se hizo tan célebre director de espíritus, y con que compuso y dio a luz algunas obras ascéticas que fueron sumamen­te apreciables, como el Tomo del Dulce y suave yugo de Cristo; El de la devoción a los Sagrados Corazones de Je­sús y de María; El modo práctico de hacer con fruto las cuotidianas operaciones; La preparación para la santa Comunión y otros ejercicios devotos; La compendiosa no­ticia sobre el origen y progresos de la devoción a la Madre Santísima de la Luz; y la Novena, que compuso sobre el mismo asunto, tan propia y tan contraída al Título y a las prerrogativas de esta advocación que mereció justa­mente la primacía sobre todas las que se vieron compues­tas en diversas partes y por diversos autores.

Le concilio el respeto y veneración común, el conjun­to de sus virtudes religiosas, entre las cuales se dejaron distinguir como características su humildad, su caridad, su ardiente celo por la salvación de las almas, su retiro a la oración en medio de las ocupaciones más graves y

P. JUAN DE VELASCO 107

más urgentes, y su tierna devoción a los Sagrados Cora­zones y al centro de sus más tiernos afectos, que era la Madre Santísima de la Luz. La sal de estas y de todas las demás virtudes era su chistosa y risueña jovialidad, con que encantando los afectos de todas clases de perso­nas, se hacía fácilmente dueño de todos los corazones. Todo su anhelo fue propagar una y otra devoción, y uno y otro culto, esto es, el de los Sagrados Corazones, y el de la Madre Santísima de la Luz. Verdad es que no correspondieron los efectos a los deseos, por no haberse empleado, según su inclinación, en el apostólico ministe­rio de las misiones. Sus mismas prendas fueron el mayor impedimento de sus designios, pues por ellas lo empleó siempre la obediencia en los lustrosos cargos que fueron remoras para largar las velas a sus piadosos intentos. Cinco años después de su llegada, le dieron, en el de 1727, el rectorado de Pasto; de allí pasó a Rector de Riobamba, el año de 1732, donde su industrioso celo, sin descuidar un punto en la dirección espiritual de casi toda la noble­za, consiguió fabricar desde sus fundamentos el nuevo Colegio en mejor sitio.

Las ocupaciones que en los dichos años le impidieron en gran parte promover como deseaba el culto de la Ma­dre Santísima apenas le dieron ocasión de darla a conocer por medio de las conversaciones privadas y de los mi­nisterios de confesar y predicar, en las pocas partes que estuvo. No obstante, ya por ese medio, ya por el de in­fundir la devoción en otros Jesuítas, y ya por el de dis­tribuir devocionarios, prácticas de obsequios, novenas, es­tampas y medallas de la Madre Santísima consiguió el que suave y eficazmente fuesen entrando muchas perso­nas en su devoción y en el celo de propagarla, correspon­diendo, como en todas partes, la soberana Reina, con sin­gulares gracias y favores a sus devotos. Se hicieron en diversos lugares de aquel Reino, y especialmente en la ciudad de Quito, madre de muchos eminentes pintores, muchos bellísimos lienzos, copiados del primero, que llevó el P. Joseph desde Sicilia. Unos colocados en los altares propios de las iglesias, y venerados otros en las casas par­ticulares y oratorios privados, fueron el más dulce incen-

108 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

tivo de la devoción de muchísimas personas, que con los acostumbrados obsequios establecieron solemnizar su culto.

Éste fue el estado, en que se hallaba la devoción a la Madre Santísima de la Luz cuando, corriendo el año de 1738, fue enviado el P. Joseph María Maugeri, de procurador electo en segundo lugar, a las Cortes de Ma­drid y Roma. Ésta pudiera llamarse la verdadera época de la propagación de la devoción y culto a la Madre San­tísima, pues llevándola, en un bellísimo lienzo pintado en Quito, por protectora de su largo viaje, la fue dando a conocer y recomendando su devoción en todas las ciuda­des, villas y pueblos por donde pasó, dejando en todas partes la saludable semilla, que produjo luego admirables frutos. Con su llegada a la Corte de Madrid, logró la España el tener la primera noticia de aquella advocación y de su maravillosa historia. Dejó encargada en el Co­legio Imperial la impresión de aquellas sus obritas ascé­ticas, y entre ellas las que eran sobre el asunto de la Ma­dre Santísima de la Luz, para llevarlas a la Provincia en su regreso, y dejó también el bellísimo lienzo de la misma Señora, como en prenda de las obligaciones contraídas con una persona de aquella Corte. Fue ésta una singular providencia divina, pues, habiéndose mantenido privada­mente aquella sagrada imagen por algunos años, fue des­pués, como diremos en su lugar, el origen y el principio de haberse propagado maravillosamente su devoción en toda España.

Volvió el P, Joseph María de Roma, con grandes pro­videncias para su intento, informado de los progresos es­tupendos, que había tenido la devoción a la Madre San­tísima en Palermo su patria, en el espacio de los 20 años a que había salido de ella. Llevó algunas copias de la obra que compuso el V. P. Juan Antonio Genovesi, que aún vivía, aunque ya muy cercana a su dichosa muerte; así mismo multitud de medallas romanas de la Madre Santísima y láminas grabadas a buril de diversos tama­ños, para la cuotidiana distribución de las estampas. Con­dujo de su parte, separadamente del otro Procurador, 40 misioneros, hijos todos de su devoción a la Madre Santí-

P. J U A N DE VELASCO 109

sima de la Luz y al tiempo de llegar con ellos al puerto de Cartajena de Indias, el año de 1743, fue combatida y cogida por los Ingleses la nave en que iba, y perdió con ella cuanto llevaba a la Provincia. Verdad es, que resca­tó la mayor parte, a costa de no poco dinero y de algún tiempo; mas esta desgracia, que sin duda hubiera sido fatalisima, a no haber experimentado casi visiblemente la protección de la Madre Santísima en los últimos conflic­tos, llamaba el Padre felicidad, por haber sido ocasión y causa de la que él tenía por mayor fortuna. Consistió ésta en haber dado a conocer y promovido el culto de la Madre Santísima en una gran parte de la América Me­ridional, cual es la que comprende la Provincia de Cara­cas, la de Cartajena y la de Santa Fe o Nuevo Reino de Granada.

Llegó el P. Joseph María, el mismo año de 1743 a Quito, habiendo dejado por las ciudades, villas y pueblos del dilatado camino de la Provincia, regada la semilla de la devoción a la Madre Santísima. Se puede decir que se multiplicó luego el P. Joseph en otros tantos promotores de la devoción, cuantos fueron los celosos operarios que condujo; pues distribuidos por los Colegios y las Misiones de bárbaros, la fueron extendiendo por todas partes con maravilloso fruto. El año de 1747, salió el mismo P. Jo­seph María con otro compañero, amantísimo también y muy devoto de la Madre Santísima de la Luz, a hacer misiones circulares en parte de la Provincia, y tomando la dirección por el puerto y ciudad de Guayaquil, llegó hasta la de Piura, raya de la Provincia Jesuítica de Quito, situada ya en el Alto Perú. El grande fruto, que recogió en todas las ciudades, villas y pueblos de aquel largo giro, bajo la protección de la Madre Santísima Patrona y com­pañera de sus misiones, necesitaría de una relación muy la rga, como también el referir las gracias y los favores prodigiosos de aquella celestial Reina, obrados en todas líneas, los cuales, siendo por lo común de las mismas es­pecies, que los referidos en otras partes, causarían, a más de la dilación, el tedio de repetirlos. Basta decir, que para memoria de tantos y tan señalados beneficios, se levantaron en varias partes altares magníficos, se fun-

110 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

daron fiestas y se alistaron Congregaciones, en honor y obsequio de la benignísima Señora.

Hubiera proseguido el Padre empleando todo el resto de su vida en ese su apetecido ministerio; mas habiendo sido destinado por la obediencia, en el siguiente año de 1748, para el rectorado de Popayán, fue necesario que aun éste lo renunciase por atender a la nueva fundación del Colegio de Hambato, que comenzó con nombre de Residencia, y en que se mantuvo, con infatigable trabajo por bastante tiempo. Por aplicar su atención a estos ur­gentes cuidados, dejó, como nuevo Elias, el doblado espí­ritu de su ardiente celo a otros, que le fueron sucediendo en el ministerio santo de las misiones circulares, logrando todos el mismo feliz suceso, bajo la protección de la sobe­rana Reina. Al fin, cargado el P. Joseph María de años y de méritos, aunque toda su vida había sido inculpable, quiso recogerse y unirse más estrechamente con Dios, pa­sando los últimos períodos de su santa y ejemplar vida en el Noviciado de Quito, donde murió a 22 de Octubre de 1759. Tuvo grandísimo consuelo al ver que por sí y por medio de otros, dejaba extendido el culto de los Sa­grados Corazones de Jesús y de María, y el de la Madre Santísima de la Luz, en la dilatada Provincia de Quito, y no poco también fuera de ella. A la verdad, fue cosa admirable que en tan pocos años, apenas hubiese ciudad, villa, pueblo, ni misión la más remota de bárbaros, don­de no estuviese conocida la Madre Santísima y donde no hubiese alguna apreciable prenda de ella.

(Del manuscrito inédito, Ibarra)

VOCABULARIO DE LA LENGUA PERUANA-QUÍ­

TENSE ESCRITO POR EL PRESBÍTERO DON JUAN

DE VELASCO

PREFACIÓN

La lengua peruana, o del Inca, se habla generalmen­te en todos los reinos del Perú, porque haciendo los Incas la conquista de ellos, la introdujeron por ley en todos sus dominios. Siendo el Reino de Quito uno de ellos, se hizo esta lengua dominante en todas sus provincias. Ella en su origen fue propiamente la quichua muy limitada, la cual se fue aumentando con adoptar muchas palabras de las naciones extranjeras que conquistaron los Incas. Cuando las provincias de Quito se agregaron al Imperio del Perú, se hizo allí la lengua general mucho más difu­sa, y tomó otro semblante diverso, porque, a más de adop­tar muchas palabras de su idioma, retuvo el distinto modo de pronunciarlas, variando en algunas letras consonan­tes, y aun vocales.

De aquí es que, habiendo una gran diversidad en las provincias del Cuzco y en las de Quito, apenas pueden entenderse los unos con los otros, y es necesario que cada partido tenga su propio Vocabulario. Más ha de 40 años que yo formé uno. . .

(Publicado en fotograbado por Paul Rivet en "Bibliographie des langues aymará et Kicua". Vol. I, p. 189)

TRES CARTAS DEL P. VELASCO AL

P. LORENZO HERVAS Y PANDURO, S. I.

Dice el P. Hervás en su Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas, (T. I, c. 5): Para dar una idea algo exacta de las lenguas del Quito, he consultado a varios misioneros, y principalmente de palabra y por escrito al docto Sr. Dn. Juan de Velasco, cuya achacosa salud im­pide la publicación de una excelente Historia del Quito. El dicho señor Velasco, desde la ciudad de Faenza con fecha 14 de febrero de 1784 me escribe en estos términos: "Los Omaguas se creen superiores a los demás indios ame­ricanos: se tienen por gente distinguida y noble; y cómo nación de este carácter se reconoce por las demás nacio­nes del Marañón. Su idioma es de los mejores de la América meridional, en la que pocas naciones se hallan tan numerosas como la Omagua. Se sabe que ésta en sus costumbres, y quizá también en el idioma, conviene con los Guaranis (situados a 27 grados de latitud meridional, y a 323 de longitud): conviene también con la nación

P. JUAN DE VELASCO 113

Agua del Nuevo Reino de Granada, dispersa por las lla­nuras del río Orinoco (a 9 grados de latitud septentrio­nal, y a 305 grados de longitud): conviene asimismo con la Tupi, numerosa en la provincia del Para, y en varios países del Brasil, y principalmente conviene con la nación del río Tocantín, (situado a 5 grados de latitud meridio­nal, y a 225 de longitud). En uno de los países del Ma­rañan perteneciente a las misiones que tenían los Jesui* tas, (y están situados a 4 grados de latitud meridional, y a 305 grados de longitud), había un hormiguero de indios Omaguas; pues el P. Gaspar Cuxía, en el año de 1645?

en que con ellos hizo estable la paz, halló quince mil Omaguas en las islas del río Marañón, sin contar los que había en el río Yurum (llamado también Yurua) en el que están los indios Yurimaguas. El P. Samuel Fritz lle­gó a fundar treinta y tres poblaciones de Omaguas y de" Yurimaguas. Tan numerosa era la nación Omagua. ¿Y dónde se hallará su origen o estirpe? De los Omaguas del Reino de Quito dicen que se debe hallar en el Mara­ñón, y que muchísimas tribus de su nación al ver las barcas de los primeros españoles enviados por Gonzalo Pizarro, huyeron a los países bajos del Marañón, a los ríos Negro y Tocantín, hacia el río Orinoco, y a otros países del Nuevo Reino de Granada. El Señor Condamine, que observó atentamente la nación Omagua, en su viaje por el río Marañón, conjetura que ella antiguamente for­maba una monarquía o soberanidad cerca del Orinoco, y que al entrar los primeros españoles en estos países, huyó y se derramó por diversos países. No me atrevo a apro­bar esta conjetura, que parece ser totalmente arbitraria: lo cierto es que se halla a lo menos la extensión de 70 grados entre los Guaranís, los Tocantinos, los Omaguas del Para, del Orinoco, de Venezuela y del Marañón de Quito. Hasta aquí el Sr. Velasco",

El Señor Velasco me escribe en estos términos: "Ha­biéndose hecho común por orden de los superiores segla-

114 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

res la lengua Quichua en las misiones del Reino de Qui­to, y siendo muchísimos y diversísimos los idiomas de las naciones quiteñas, los misioneros formaban la gramática y el catecismo del idioma de la respectiva nación que empezaban a catequizar; y estas gramáticas y catecismos quedaban manuscritos en la librería de la misión para instrucción de los que sucedían en ésta. Me consta que entre dichos manuscritos eran excelentes los del P. Juan Lucero, que entró en las misiones el año 1661, y perfec­cionó las gramáticas y los catecismos de muchas lenguas, y principalmente de los idiomas Paranapuro y Cocama. Así mismo sé que el V. P. Enrique Richter, que entró en las misiones el año 1685, escribió un vocabulario y catecismos de las lenguas Campa, Pira, Cuniva, que son difíciles, y también hizo observaciones sobres sus dialec­tos. Me consta también que el P. Samuel Fritz, (que en­tró en las misiones el año 1687, y el primero que regis­tró todo el Marañón y sus ríos colaterales, e hizo mapa del Marañón), escribió gramáticas y vocabularios de al­gunas lenguas, y principalmente de la Omagua y Jebera. El P. Bernardo Zurmülhen, que entró en las misiones el año 1723, dejó excelentes manuscritos sobre algunas len­guas. El P. Matías Laso, que entró en las misiones el año 1700, fue el primero que escribió la gramática Yuri-magua. El P. Guillermo Grebmer, que entró en las mi­siones el año 1700, dejó muchos manuscritos sobre algu­nas lenguas, y principalmente sobre la Omagua y la Co­cama. El P. Adam Widman, que entró en las misiones el año 1728, estuvo en ellas hasta el año de nuestra ex­pulsión, y murió preso en Lisboa, perfeccionó las gramá­ticas de muchas lenguas, y sobre éstas dejó excelentes manuscritos.

Según la tradición de los indios quiteños, me escribe el Señor Velasco, los Sciras, que habitaban en los países marítimos, los conquistaron después del año mil de la era cristiana y entonces introdujeron entre los conquista­dos su propia lengua, la cual se ha hallado ser dialecto de la Quichua o Peruana. La afinidad entre esta lengua (que era la general del Imperio de los Incas) y la Scira introducida entre los quiteños, fue probablemente uno de

P. JUAN DE VELASCO 115

los motivos que para conquistar a éstos tuvieron los In­cas. En el Reino de Quito se hablaban otras lenguas; y se conjetura, que de los idiomas Quitu y Scira eran dia­lectos las ciento diez y siete lenguas de las naciones antes nombradas".

El erudito señor Velasco, antes nombrado, en carta, que desde Faenza me escribió, a 4 de marzo del año 1784, sobre las lenguas que se hablan desde Popayán, ciu­dad situada a 2 grados y 31 minutos de latitud boreal, hasta los confines de la jurisdicción del Virreinato de Mé­xico en el estrecho de Panamá, en donde está la provin­cia de Veragua, me da las noticias siguientes,

"La pequeña provincia de los Jesuitas del Quito, la cual en su mayor aumento, al tiempo de nuestra expul­sión de los dominios españoles el año 1767, apenas con­taba o tenía doscientos sacerdotes, en diversas ocasiones había extendido sus misiones por el espacio ya de 19 gra­dos de latitud, (esto es, por los 10 grados primeros de latitud boreal hasta el estrecho de Panamá, y por los 9 grados primeros de latitud austral) y ya de 9 grados de longitud desde las costas de Quito hacia el gran Para. A estas misiones, que por tan gran espacio se extendían, pertenecen las noticias que antes he enviado a Ud., y las que Ud. pide ahora. En la dilatadísima provincia de Popayán antiguamente se conocían las cincuenta y dos naciones, que abajo noto, en los respectivos sitios de nor­te, oriente y sur en que habitaban. Las naciones del sur se sujetaron con las armas, y también algunas del norte y del oriente: y las demás por los misioneros se han re­ducido con las armas de la razón y de la santa religión. Las más famosas misiones eran las de las naciones lla­madas de los Andaquíes, Citaraes, Chocoes, Coacas, Gua-nacas, Neivas, Paes y Timanaes, las cuales misiones, ha­biendo sido fundadas por catorce misioneros desde el año 1629, en el breve tiempo de treinta y seis años se halla-

Í Í6 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

ron en estado de poderse entregar, como se entregaron, á la dirección de eclesiásticos seculares..

La lengua Guanuca, como también la Cocanuca, son muy difíciles, y de pronunciación muy gutural: quizá estas lenguas tienen afinidad, o son dialectos de algún idioma hasta ahora desconocido. Aquí no hay misionero alguno que pueda dar noticia de estas lenguas. El P. Juan de Ribera, que en el año 1640 entró en la misión de las Guanucas, hizo un catecismo cristiano en su len­gua verdaderamente difícil. La nación Paes se mantiene rebelde, y habla un idioma diverso del que usan las na­ciones que le están circunvecinas. De las naciones que están al norte, y que hablan lenguas notablemente diver­sas, muchas han perecido en el gran trabajo de las ró ñas en que se empleaban, y muchísimas han huido a las selvas; por lo que de todas estas naciones actualmente apenas se encuentra reliquia. De las naciones que esta­ban al oriente, se conserva gran parte, y mucho mayor es la que se conserva de las naciones del sur, las cuales hablan al presente español, y de su lengua antigua con­servan solamente algunas palabras. Las naciones del nor­te y del oriente pertenecen a la diócesis de Popayán, y a la de Quito las naciones del sur, y todas estas naciones están desde el primer grado de latitud boreal hasta el séptimo.

En el país Darién (llamado también Dariel) que se extiende hacia el norte por los grados desde el grado 7 de latitud boreal, hay tres provincias llamadas Dariel del Norte, Dariel medio y Dariel del Sur, que pertene­cen a la diócesis de Panamá. En la provincia de Dariel del norte entraron los Jesuítas el año 1580, y habiendo reducido a la santa fe en tres años millares de Darieles, por éstos fueron echados fuera de sus países, porque los españoles empleaban en las minas a los neófitos: y la rebelión sucedida entonces se arraigó tanto, que los Je­suítas no pudieron volver a entrar en los dichos países hasta el año 1740, en que los mismos Darieles pidieron misioneros. En este tiempo fueron enviados cuatro mi­sioneros, y uno de éstos, que era el P. Ignacio Franciscis,

P. JUAN BE VELASCO 117

observó pacíficamente todas las tres provincias de los Da-rieles, y escribió gramática, vocabulario y catecismo cris­tiano en la lengua dariela, que con no poca uniformidad hablan todos los Darieles. El dicho P. Franciscis en nues­tra llegada a Italia murió en la ciudad de Viterbo, y no he podido saber si había conservado algunos escritos so­bre la lengua dariela, la cual se cree comunmente ser matriz. La provincia de Dariel del Norte tiene su sobe­rano, que se llamaba Playón; y las otras dos provincias tienen gobierno republicano. Los indios, que por algunos autores se llaman Urabaes e Idibaes, son los Darieles con diversos nombres.

En la provincia de Veraguas, situada a 9 grados de latitud boreal, está la nación de los Kuaimíes o Auamíes, que antiguamente tenía doce mil personas, y recibió en el año 1586 un misionero Jesuíta. Esa nación llegó a reducirse a la religión y a población, y se estableció en nueve lugares; mas después se rebeló, y los Jesuítas no pudieron volver a entrar en ella hasta el año 1713. En este año entró un Jesuíta, y llegó a fundar doce pobla­ciones; mas la paz duró poco tiempo. En el año 1745 otro misionero Jesuíta fue bien recibido por los Guaimíes, y tuvo la fortuna de civilizarlos otra vez. Los Guai­míes pertenecen a la diócesis de Panamá, y hablan len­gua totalmente diferente de la dariela. En Italia no hay misionero ex-Jesuíta que nos pueda dar noticia clara de esta lengua'*. Hasta aquí el docto Señor Velasco, que pro­bablemente habrá ilustrado éstas y otras noticias, que me ha dado sobre las lenguas, en su eruditísima Historia de Quito. En virtud de dichas noticias, yo en la edición italiana de esta obra, declaré mi conjetura de ser dialec­tos caribes las lenguas guaimíe y dariela, y en esta con­jetura me he confirmado después, leyendo la Crónica del Perú por Cieza de León.

(Vida y escritos del R. P. Juan de Velasco, S. I. por Leónidas Batalla. 2' ed. Quito, 1927, pp. 162-169)

OCTAVAS REALES

compuestas por el P. Juan de Velasco para suplir las que faltaban en el original del poema heroico "Demofonte y Filis" de Don Lo­

renzo de las Llamosas.

CANTO V: LOS CELOS

OCTAVA 81

De dos fieras pasiones combatido, su corazón furioso batallaba: una, la cruel venganza de ofendido; otra, el lascivo amor que lo abrasaba. Prevaleciendo amor, se hizo el rendido, porque robarme el pérfido intentaba, dejando a Armendo que en la gloria bella robase al cielo la mejor estrella.

CANTO VI: LAS SOLEDADES

OCTAVA 7

Era Sileno a cuyo amor temprano cobró primicias la gentil Fenisa, que sol, en cielo pastoril cercano le abrasó el corazón a grande prisa;

P. JUAN DE VELASCO 1Í3

celosa luego y con su propia mano a polvo se redujo y a ceniza, y el eclipse fatal de su hermosura dejó al triste zagal en noche obscura.

CANTO VIII: LAS ARMAS

OCTAVAS 6 A 12

Aquí, pues, con los dioses consultaba sus temores Neptuno, y la celosa Tetis, al ver que el Griego le usurpaba el terso imperio de su tez hermosa; cuando, rompiendo el odio que ocultaba, y avivando su luz la cipria diosa, tomó la mano y, siendo la primera, al Congreso le habló de esta manera:

Vacilante se ve el imperio undoso, no menos que el imperio de la tierra, porque un Demofoón vanaglorioso con sus victorias todo el mundo aterra; conveniente es por eso, y aun forzoso, oprimirlo con cruda y viva guerra, conspirando contra él las armas y arte: éste me toca a mí, ésas a Marte.

Anegue Marte la ciudad de Atenas con intestina guerra en mar sangriento, a que, ligado allí con mil cadenas, rompa de su promesa el juramento: así, anegada en otro mar de penas al ver frustrado todo su contento, Filis lo llorará peñasco duro, infiel, ingrato, pérfido y perjuro.

120 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

A Arístipo, que irá con el aviso de Demofonte a Tracia presuroso, Noto y Bóreas le asalten de improviso y lo sepulten en el seno undoso: así, ignorante Filis, es preciso, que detenido juzgue estar, a su esposo, por hallarse ligado en los enlaces de nuevo amor, con remoras tenaces.

Cuando la ausencia larga y la sospecha asediada la tengan en tormento, haré que los fantasmas le abran brecha, a ilusiones de un mágico instrumento: en él verá, que con unión estrecha a otra beldad mayor fijó y, atento, Demofonte la adora, y de esa suerte celosa se dará trágica muerte.

De los sucesos volverá ignorante del Griego la jactancia presumida, y hallando muerto su ídolo arrogante, a manos del dolor dará la vida; de esa manera quedará triunfante mi beldad tantas veces ofendida, y de ese modo, en ambos hemisferios, seguros quedarán nuestros imperios.

Dijo, y los dioses todos aplaudieron del astuto proyecto la agudeza* al ver que tanta fuerza y peso dieron a su voz el halago y la belleza; todos el ayudarla le ofrecieron al éxito feliz de lá ardua empresa, y el horrible Tritón que el mar aterra, su torcido clarín sonó a la guerra.

P* JUAN DE VELASCO 121

CANTO IX: LOS EXTREMOS

OCTAVAS 94 Y 95

Mas ¡oh celos! oh monstruo detestable! furia la más sangrienta y más terrible; fiebre la más aguda y deplorable, veneno el más activo y más temible, ¿cómo extiendes tu efecto lamentable tanto a lo racional que a lo insensible, a que el fuego en que al alma martirizas, vuelva también los troncos en cenizas?

El verde almendro, que gentil belleza de Filis heredó, por pocos días, heredero también de la tristeza, llegó a sentir sus mismas agonías; marchito su verdor, con gran presteza, y mustias sus pomposas lozanías, mostró, al gemido de un crujido ronco, secas sus hojas y árido su tronco.

CANTO X: LOS SUSPIROS

OCTAVAS 8 A 18

Cuando al arribo de la alegre armada festiva consonancia hacer debía la Tracia, y de su gozo arrebatada, zozobrar toda en mares de alegría, triste la recibió toda enlutada, náufraga en mar de llanto y de agonía, porque su sol se hallaba tramontado, con sangrientos eclipses apagado.

No una peña del monte destacada* no un rayo de las nubes desprendido, no espada, no puñal con mano airada, asi oprime, atraviesa o deja herido,

122 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

como el oír que su luz era apagada, a soplos de su ausencia y de su olvido, más que puñal, espada, rayo y monte, hiere, atraviesa y postra a Demofonte.

Privándolo de todo sentimiento, el deliquio fatal que lo oprimía, tanto tiempo lo tuvo en el tormento, que a todos haber muerto parecía; apenas volvió en sí, cuando al violento impulso de mortal fiera agonía, mostró que brazo a brazo, en lance fuerte, batallaba su vida con la muerte.

Triunfó la vida, del socorro humano con poderoso auxilio protegida; mas revestido de furor insano, un enemigo vio en su propia vida; y queriendo vengar con propia mano la injuria de cobarde y detenida, sacó el puñal, y ciego del despecho, sepultarlo intentó dentro del pecho.

El oculto volcán, que en sí alimenta mares de aguas e incendios comprimidos, se alivia del afán que lo atormenta cuando rompe su boca con bramidos: así, cuando su pecho abre y revienta Demofonte, con ayes y gemidos, parece mitigar su ira y enojos, arrojando dos mares por sus ojos.

A la más bella flor busca en el prado, busca en el cielo a la luz más bella, y viendo obscuro aquél y éste enlutado, del cielo y de la tierra se querella; llora y maldice la impiedad del hado, maldice y llora su enemiga estrella; y a ver llega, con ansia enternecida, de su amor la reliquia endurecida.

P. J U A N DE VELASCO Í23

Del almendro al cadáver no bien llega, cuando así con los brazos lo comprime, así lo humedece, así lo riega, así tierno suspira, llora y gime, así disculpas e inocencia alega, y así los labios amoroso imprime, que reviviendo con airoso aliento, reverdece y florece en un momento.

El prodigio que admira atentamente, y que al gozo parece lo convida, lo obligó a llorar más tiernamente de su consorte la beldad perdida; oprimiólo el dolor tan fieramente, que al romperle el ligamen de la vida, dando el postrer gemido triste y ronco, muerto cayó a los pies del mismo tronco.

Al mirar su tragedia lamentable la deidad de aquel bosque enternecida, quiso darle en la vida vegetable, a la de Filis semejante vida: en hiedra lo mudó, porque a su amable tronco quedase firmemente asida, estrechándose tanto con la muerte, cuanto en la vida lo apartó la suerte.

No tan veloz se envuelve la culebra a una frondosa rama y con mil lazos, ya se extiende, ya encoge, ya se quiebra, para subir triunfando de embarazos, como amorosa la Cecropia hiedra multiplicando sus nudosos brazos, sube a gozar, en la mayor altura, de su almendro de Tracia la dulzura.

Y tú, trágica lira destemplada y a los ecos del llanto ensordecida, quédate, no a esa verde rama atada, sino al pie de ese tronco enmudecida;

124 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

puede ser que al mirarte destrozada, otra deidad del bosque enternecida, te transforme en un cisne, a que tu llanto se convierta al morir en dulce canto.

(Ocioso de Fctenza, I, 77, 89, 118-120, 144, 147-149) — Cotejado con el texto publicado por el P. Rubén Vargas Ugarte, S. J. en "Clásicos Peruanos", Vol. 3. Lima, 1940 —

A CRISTO SEÑOR NUESTRO EN LA CRUZ,

DEL P. SIDRONIO HOSCHIS

DÍSTICO

Si specto siccis oculis tua vulnera, Christe, sum cruce, sum clavis durior ipse tuis.

Traducción y paráfrasis

Décimas

Si sin llorar, mi Jesús, tus llagas miro, aseguro, que es mi corazón más duro que tus clavos y tu cruz. Con un rayo de tu luz ablandólo tú, Señor, de suerte que por tu amor pueda arrojarlo del pecho, todo contrito y deshecho en lágrimas de dolor.

Si no quisieres mirarlo por indigno, bastaría el que lo hiriese María con su luz para ablandarlo. Esto no pueden dudarlo los más indignos, seguros de que sus dos ojos puros son dos ustorios espejos, que derriten desde lejos los corazones más duros.

(Ocioso de Fccenza, II, 75)

A LA SMA. VIRGEN, MADRE SMA. DE LA LUZ

Décimas

Permite, Madre piadosa, que a tu luz me arroje bella, y sin apartarme de ella, muera ardiendo mariposa. En tu luz mi alma reposa como en su centro, de suerte que, con las ansias de verte, siente gusto en el dolor, refrigerio en el ardor, dulce delicia en la muerte.

Tú eres Estrella del mar, que muestra a los navegantes, con caracteres brillantes, los rumbos del navegar. Yo que temo naufragar en el siempre turbulento mar del mundo, quiero atento, desde el palo de la cruz, observar siempre tu luz sin perderla ni un momento.

Es tu esplendor luminoso de estrella de la mañana, que anuncia con luz temprana próximo el día dichoso.

P . JUAN DE VELASCO 127

Haz, pues, que al verla medroso el lobo que, en noche obscura, rodear y asediar procura con infernal rabia mi alma, la deje tranquila en calma, huyendo de tu luz pura.

Tú eres la candida aurora que, con purpúreo arrebol, nos trajo al divino Sol que al mundo ilumina y dora. Haz por eso, gran Señora, que el tierno Sol humanado, en tus brazos reclinado, dentro de mi alma amanezca, a que de ella desparezca toda sombra de pecado.

Eres tú la bella luna, sin mancha, llena y hermosa, cuya luz la tierra goza con influencia oportuna. Lograr de esa gran fortuna por tu medio, solicita de la piedad infinita mi corazón, por ser tierra estéril, que sólo encierra abrojos, como maldita.

Señal, cual sol, escogida, tu belleza resplandece pues que en el cielo aparece de Sol divino vestida. Corona te hacen lucida doce estrellas, y peana de tus pies la luna ufana: así, cuanta luz blasona hallarse en ti, te pregona Madre de Luz soberana.

128 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Luz de luces misteriosa, de la Luz del Verbo Madre, Hija de la Luz del Padre, de la Luz de Luz Esposa. Tú, como Madre piadosa a mi alma tu luz convierte, y esgrimiendo a brazo fuerte contra el dragón infernal, líbrala de todo mal en la vida y en la muerte.

(Ocioso de Faenza, fl, 76-78)

DESPUÉS DE UNA GRAVE ENFERMEDAD, RESPUESTA AL

MARQUES ALEJANDRO GHÍNI

Sonetos

I

Viome Dios que era higuera envejecida, con hojas de mil vicios muy frondosa, de todo lo que es virtud infructuosa, estéril, obstinada, endurecida.

En su viña me vio estar perdida, ocupando la tierra siempre ociosa, y a la muerte mandó que presurosa cortase de raíz mi inútil vida.

Oyólo la piadosa Agricultura, y al verme en trance tan amargo y fuerte,, se hizo para con Dios mi intercesora.

Consiguió revocar mi fatal suerte la Madre de la Luz, divina aurora, desterrando las sombras de la muerte.

130 Los JESUÍTAS QUÍTENOS DEL EXTRAÑAMIENTO

II

Viéndome ya al extremo de la vida, alcé los ojos y observé esa aurora, esa señal, esa Mujer que dora mi breve cielo, de un gran Sol vestida.

De estrellas con corona relucida vi su beldad, que encanta y enamora; conocí que el hacerse protectora, a nadie niega, a todos les convida.

Y animado pedí su soberano socorro, en lance tan tremendo y fuerte, contra el impulso del común tirano.

Ella, queriendo revocar mi suerte, benigna me alargó su diestra mano, y me arrancó del brazo de la muerte.

(Ocioso de Fctenza, II, 190-191)

TENIENDO DOS ABOGADOS DE MADRID UN CRISTO DE PLATA

QUE PESABA ONCE LIBRAS, LO ROBO UN LADRÓN, DEJANDO

EN SU LUGAR LA SIGUIENTE

Décima,

Venid conmigo, mí Dios, no es razón que estéis aquí: si un ladrón os puso así, ¡cuál, mi bien, os pondrán dos! Por no dejaros a vos entre vil gente metido, mi discurso ha prevenido ser razón, mí Dios amado, que estéis conmigo robado y no con ellos vendido.

COLOQUIOS QUE HARÍA EL LADRÓN CON EL CRISTO

Décimas

Si robando cosa vil un ladrón a otro ladrón, cien días gana de perdón, sin duda yo gano mil. y ¿por qué no? ¿soy gentil?

Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Yo creo con gran firmeza que mi buen Dios es riqueza tal que hechiza y arrebata, que es bello como una plata, y que vale cuanto pesa.

Viéndoos aquí colocado, mi Dios, quedé persuadido, que sois el precio pedido de algún pleito mal ganado. Si os dejo yo aquí colgado, temo que a cada momento padezcáis nuevo tormento; pues que el costado os abriera como lanza verdadera cualquiera falso instrumento.

Dejadlos desamparados, y en manos de sus pasiones, a los dos hipocritones, en pena de sus pecados. Si ellos, viéndose humillados, os buscan con fe sincera, demuestren ser verdadera, trayendo colgado al pecho vuestro retrato bien hecho de barro, cuerno o madera.

Caminad, manso Cordero, a mi pecho recostado, pues mientras sois más pesado, sois para mí más ligero. Más feliz me considero que el Cirineo forzudo, pues aquél apenas pudo por detrás cargar la cruz, mas yo con cruz y Jesús ni me fatigo ni sudo.

P. JUAN DE VELASCO 133

Yo confieso sin dolor, que feliz mi culpa ha sido, pues con ella he conseguido tal y tanto Redentor. Mas yo propongo, Señor, (aunque jactancia parece) apreciar cuanto merece vuestra acendrada fineza, ya que entre todas, es ésa la que en vos más resplandece.

Siempre ha sido murmurado Judas, que en poco os vendió: por eso, no os daré yo ni por un ciento doblado. Yo quiero ser alabado como aquel diestro ladrón, que en un momento el perdón y el cielo acertó a robar, porque supo asegurar copiosa su redención.

Si es placer de dos malditos escribas veros pendiente, cual si fueseis delincuente cómplice de sus delitos, seguir los pasos benditos de Nicodemus procura mi animosa fiel ternura, a que, depuesto del leño, tengáis, mi adorado dueño, conveniente sepultura.

(Ocioso de Faenza, II, 139-140, 142-144)

AL P. FRANCISCO JAVIER LOZANO, MANDÁNDOLE LA CENSURA

DE SU OBRA

Décimas

Amigo, con gran dulzura, he leído y releído la grande obra que has querido sujetar a mi censura. Si he de hablar la verdad pura, digo que, lleno de espanto, he observado en cada Canto tan concertada armonía, y tan suave melodía, que es, más que un Canto, un encanto.

Bendiga Dios a tu pluma, que supo unir diestramente lo elevado y lo eminente, con una claridad suma. No es fácil que unir presuma otra extremos tan distantes, siendo defectos constantes de los poetas más puros, ser si elevados, obscuros, y si muy claros, pedantes,

P. JUAN BE VELASCO

Es mi parecer genuino que sacará en el hecho tu versión mayor provecho que su original latino. A esperarlo así me inclino, por la razón nacía extraña de que para darse maña a imprimir bien un buen sello, todos eligen para ello la dócil cera de España.

Soy también de la opinión, que el metro proporcionado para asunto tan sagrado, solas las décimas son. Basta y sobra la razón, que en el frontis nos acuerdas, no porque al censor lo muerdas, sí sólo para probar que a Dios se debe cantar en salterio de diez cuerdas.

Este punto delicado decidirlo solamente puede, cual juez competente, el poeta coronado. Mas dejando esto de lado, le digo yo a tu censor que aquél es metro mejor, en el cual, parte por parte, sale el verso con más arte que con el arte mayor,

Al verso suelen llamar de arte mayor, si es compuesto de once silabas; mas esto es sólo cosa vulgar. Los sabios, para enmendar esos usos mal aceptos,

136 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

se ríen de los preceptos de muchas sílabas, pues más heroico el verso es cuando tiene más conceptos.

De otra suerte, al abultado jumento que once pies tiene de largo, ser le conviene heroico en supremo grado. De aquí concluyo que ha dado en el punto tu elección, y merece aprobación de los sabios tu trabajo, por estar de arriba abajo heroica la traducción.

Mas ya que yo he prometido hablar la pura verdad, digo con ingenuidad, que un gran yerro has cometido. Éste es haber atendido al capricho mal fundado de un censor apasionado, para concluir la versión en otro metro: perdón no merece este pecado.

Ya que tú te inclinas tanto a escuchar un indiscreto, basta y sobra aquel soneto, que va al fin de cada Canto. Lo restante, por Dios santo, te conjuro a que se escriba en décimas: de esto estriba, que salga la traducción sin alguna imperfección redonda de abajo arriba.

P. JUAN DE VELASCO 137

Ves, amigo, que va expuesto sencillo mi parecer, sólo por satisfacer al empeño en que me has puesto. Verás también en el resto que, como arquitecto fiel, sin dejar nunca el nivel, noté con atención suma todos los yerros de pluma en el adjunto papel.

(Ocioso de Fcrenza, VU 154-157)

AL P. FRANCISCO JAVIER LOZANO

Respuesta retardada a las décimas que hizo "en ocasión que Dn. Juan de Velasco se vistió de abate"

Décimas

He sabido que en cuidado mi silencio te ha metido. Estamos buenos: yo he sido tras de cornudo, apaleado» Cuando me vi provocado con tu recipe gracioso, dije: ¡guarda!, y receloso al sagrado me metí del silencio, v te cedí el campo de victorioso.

Confieso que algo tentado me vi para responder, mas no lo hice por tener otro asunto atravesado. Me obligó por otro lado a callar mi cobardía; porque muy bien conocía, que es tu numen veterano, y que es, con verdor lozano, muy taimada tu Talía.

P. JUAN DE VELASCO

Ve, amigo, que las razones de no haberte respondido no son haberme sentido de tu injuria y sinrazones. Antes bien tus reprensiones me causaron vanidad, por venir en realidad de tu envidia pecadora, que es diabla predicadora, con capa de santidad.

Lejos, pues, de estar sentido, por ios versos que escribiste, digo que a tu gracia y chiste quedé muy agradecido. Siento, sí, que haya querido tu ingenio travieso y vario, declararse mi contrarío, y obligarme a responder, sólo por hacer caer mis piernas en tu Calvarlo.

Sin temor de la censura, es verdad; que dije un día que en mis dos piernas' tenía verbigracia la hermosura; dije, con verdad muy pura, que cuando Naturaleza las fundió, con gran presteza quebró el molde, porque no las tuviese otro que yo iguales en la belleza.

No duda que esto es verdad, sino aquel que no las ve; pues quien las ve, luego cree, que el dudarlo es necedad. Por eso, es ociosidad responder con voz externa su objeción a la moderna,

140 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

cuando la pierna mostrando, doy la respuesta volando por debajo de la pierna.

Diablo, Diablillo, Patillas, Diablo Cojo, Satanás, son nombres que tú les das a mis pobres pantorrillas. Luego puesto de rodillas, muy satisfecho y seguro conjuras al diablo, y juro, que, cuando tú más te afanas, ríe de mejores ganas el diablo de tu conjuro.

Te admiras mucho de que, siendo mis piernas pigmeas, quiera con vastas ideas el hacer en ellas pie. Tienes razón, y se ve, de decirlo, porque creo según lo que palpo y veo, que tus piernas gigantescas son dos espinillas frescas de algún peje filisteo.

Tú dices que son rellenas mis piernas, que son de nabo, y que son de cabo a rabo mis piernas de berenjenas. Según eso, son muy buenas tus sutiles piernas frías para llenar más las mías, pues entrarán en sus ollas como rabos de cebollas o tallos de chirivías.

Que tus piernas eran hechas como las de una tijera, o de un compás yo dijera, si acaso fueran derechas;

P. JUAN DE VELASCO

pero, siendo arcos de flechas en su torcida estructura, tienen más bien catadura de dos cuernos muy sutiles, por ser sus curvos perfiles paréntesis de escritura.

Que no quiera desairar (me dices con gran donaire) mis piernas, sacando al aire, que en el frío han de temblar* ¡Jesús, qué necio pensar! No sabes que es gran pecado tener lo bueno tapado, eonstándote de mil modos que Dios, porque logren todos, para todos lo ha criado?

Mis piernas, si he de decir la verdad, aunque son llenas, son perfectas, son muy buenas, y muy dignas de lucir. Las tuyas deben vivir siempre ocultas, como escuerzos, por ser hilos de mastuerzos tan sutiles y delgadas, que son las pintiparadas piernas o pies de tus versos.

Que ande arrastrando bayetas, vista talar, use bata, me aconsejas: patarata, ya esas son muy viejas tretas. ¿Te acuerdas las cantaletas que el Taborista te dio con la zorra que pidió, que otra cortase su cola, por no quedar ella sola descolada, y se burló?

142 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Pues, amigo, aplica el cuento, y cuenta que no te azorres, porque si de una te corres, te cogerán otras ciento. Yo quedo alegre y contento de que tú, con gran recato, te cutaras hasta el'zapato, porque siempre fue prudencia, que atendiendo a la decencia, tape bien su caca el gato.

¿Tapar caca? Hecho una mona, dirás que no con gran pena, por tenerte a su Docena la más famosa cagona. Dirás que con tal patraña te hallas bien abastecido, dirás que nada escondido puedes tener, siendo cierto que nunca estará encubierto a la nariz ni al oído.

La postdata tu pecado quiere excusar y confiesa que, por débil de cabeza, se te fue con vino aguado, Si tú de él fuiste tentado, te excusa mi compasión, pues, según buena razón, es forzoso (de nadie hablo) que en tentándole otro diablo caiga el diablo en tentación.

Aunque no vale ni un ílaco C1) el pobre numen que ves, rendido ofrece a tus pies cuanto tiene de. . . vell&co.

(Ocioso de Faenzcr, O, 148-154)

(1) Moneda mexicana que equivale a un llquatrino". Nota del P. Velasco.

APOLOGÍA DE LA SORDERA

(Respuesta al P. Ambrosio Larrea) (*)

Komance

Al leer tus versos, amigo, di no pocas carcajadas, haciendo reminiscencia de una viuda de tu patria.

Muerto el marido, acudieron parientes y camaradas con luto fúnebre al duelo, según costumbre y usanza.

Cada cual, con voz doliente y con frases estudiadas, le expresaba en su gran pena la parte que le tocaba.

Mas a ninguno la viuda contestaba una palabra, y en lugar de responderle, se tapaba bien la cara.

íl) En la sección correspondiente al P. Ambrosio Larrea pueden verse las dos composiciones a las que responde este roman­

ce del P. Velasco.

144 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Juzgaban todos al verla, que, del dolor traspasada, enmudecía sus labios, porque sus ojos hablaban.

Mas ella, en lugar de llanto, daba encubiertas risadas, porque, lejos de afligirse de la viudez, se alegraba.

Así yo, ni más ni menos, (mas sin taparme la cara) al leer tus versos, Ambrosio, me desataba en risadas.

Te empeñas en expresarme la pena que te acompaña, por la pena, que supones, que la sordera me causa.

Creyendo que tengo pena o que me aflijo, te engañas, pues por la muerte del oído a mí no se me da nada.

No solamente no siento ni extraño en nada su falta, sino que, como la viuda, me alegro de su privanza.

No necesito para esto persuadirme a que con gana y gusto debo aceptar el bien o mal que Dios manda.

No, ciertamente, porque, para alegrarme, me basta la experiencia de traerme la sordera mil ventajas.

P. JUAN DF VELASCO 145

Yo tenía antiguamente a mis oídos vinculadas mil penas, y un mayorazgo de impaciencias y de rabias.

De todo me hallo ya libre, y le doy a Dios mil gracias cantando siempre aleluyas contento como la pascua.

Y porque veas si está mi alegría bien fundada, te diré algunos motivos de aquellos que tengo a cargas.

Has de saber que el tormento, mayor que el de la catasta, para darme cruel martirio, fueron siempre las campanas.

Por no oírlas, las orejas con algodón atacaba, y, no bastando, aburrido me iba huyendo a la campaña.

Ya seguro, bajo de ellas paso, y como por venganza, en el fervor de un repique me divierto en contemplarlas,

y observo que con silencio, al dar continuas volteadas, sus badajos de salchicha se mueven sin decir nada.

Los aullidos de los perros y su ladrar me enfadaban, tanto como los chillidos de los grillos y cigarras.

Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Al rebuznar los jumentos, aunque luego me tapaba ambas orejas, no obstante los sesos se me volteaban.

Ahora no sé si rebuznan, o si bostezan o parlan, cuando tal vez miro abiertas de par en par sus quijadas.

Si el pleitear de las mujeres y su cacarear de urracas me rallaban los oídos y los sesos me rallaban,

las miro ya sin fastidio, y aun me divierto en mirarlas boquiabiertas con mil gestos, y mudas como tarascas.

Si el llorar de las criaturas, aunque lejos de mi estancia, me inquietaba de manera que tal vez dejé la cama,

no llega ya a mi noticia, si no es al verles las caras, mas sin poder distinguir si ríen, lloran o cantan.

Si los carros y los coches con susto me despertaban, no los oigo, aunque despierto, y aunque pasen por mi almohada.

Si el viento con sus bramidos, y con truenos las borrascas me asustaban de manera que onde esconderme no hallaba,

P. J U A N DE VELASCO 147

al presente van y vienen, quedando yo siempre en calma, sin tener de ellas noticia sino después de pasadas.

Si soñaba en los herreros, porque al dar sus martilladas sobre el yunque, en mi cabeza abrían tamañas llagas,

me río ya si los miro, por parecerme de masa sus yunques, y sus martillos forjados de pura lana.

Sus limas, en otro tiempo, los dientes me destemplaban; me gustan ya, porque son limas sordas que no enfadan-

Si al pasar por plaza y calles casi siempre me indignaba, aquí oyendo maldiciones, allí votos y amenazas,

más allá pleitos y voces, más acá un grito o risada, y por todas partes siempre sucias groseras palabras,

al presente, en todas partes hallo un silencio que encanta, y me parece que miro una ciudad encantada.

No oigo más murmuraciones, ni estropear la ajena fama, ni el que de mí digan otros vituperios o alabanzas.

148 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Y me alegro, pues me diera (siempre en perjuicio del alma) la alabanza vanidad, y el vituperio gran rabia.

Y para merecer algo a costilla ajena, dada tengo licencia a que todos murmuren de mí en mi cara.

Entre los grandes tormentos que antes me martirizaban, era para mí insufrible el de las visitas largas.

Porque hay ciertos majaderos que, aborreciendo sus casas, andan siempre en las ajenas, hechos gateras de plaza.

Éstos, que suelen tener de acero o bronce las nalgas, y saben calentar sillas hasta volverlas una ascua,

éstos, que siempre hablan mucho, mas siempre sin decir nada, si a visitarme se tientan, dicen: es sordo, y se pasan.

Si tal vez en tentación caen y entran en mi casa, me hago, sobre sordo, mudo, a que aburridos se vayan.

Cuando más, suelo decirles que me quita, por desgracia, su dulce conversación mi sordera malcriada.

P . J U A N DE VELASCO 149

Me avergonzaba, si alguna ventosedad me escapaba, mas ya todas me parece que las suelto degolladas.

Y si alguno llega a oírlas y vuelve a verme la cara, digo: es culpa de quien oye lo que no le importa nada.

Mi mal ahora se reduce a que otros, a manos salvas, como en presencia de sordo, cuantas les vienen, las largan.

Por eso le digo a Dios que si a mis narices manda otra sordera, me hará doble y completa la gracia.

¿Qué importa que del reloj nunca oiga las campanadas, si con mirar el puntero sé la hora, y tanto me basta?

¿Qué importa que del mendigo no perciba las plegarias, si le doy, cuando yo puedo, sólo con verle la cara?

¿Qué importa, que a las iglesias a oír sermones no vaya, si yo leo en mi aposento los que me importan y agradan?

¿Qué importa que yo no asista las tardes y las mañanas a conversar con los nuestros en el portal o en la plaza?

150 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

¿Qué, el no oír las novedades que allí siempre se relatan, o de frivolos sucesos que no interesan en nada,

o de los cuentos pueriles de cuanto pasa en las casas, o de noticias que vienen casi siempre todas falsas?

¿Qué importa, digo, que no oiga mentiras y pataratas, si, cuando quiero, las leo en las gacetas y cartas?

Lo único que yo pudiera sentir que me hiciese falta, eran las conversaciones de las personas sensatas,

de aquellas cuya instrucción y crítica refinada, con erudición selecta, o ya sacra o ya profana,

enseña mucho y deleita, haciendo menos pesada la inacción en que vivimos sin la sociedad humana.

Mas esta falta no siento, porque tengo yo en mi casa eso, y mucho más, leyendo los libros que más me cuadran.

En todas materias hallo en ellos mucha enseñanza, y me divierto a mis solas sin tener fastidio en nada.

P. J U A N DE VELASCO 151

Tengo a la hora que quiero mi conversación privada, y la regulo a mi arbitrio o corta o mediana o larga.

Sobre todo me consuela verme libre de la plaga de petulantes ociosos que apestan toda la Italia,

de aquellos que vivir quieren a costa de las espaldas de inocentes Españoles, a quienes Minchiones llaman,

de aquellos que en todas partes hay, machos y hembras, a cargas, y apuran todo su ingenio en los modos de pegarla.

Éstos las más veces piden con lisura desollada, y si les dan, nunca dejan de hacer mayores instancias.

Saben fingir otras veces algún aprieto o desgracia, y piden por pocas horas dinero o cosas prestadas.

Tal vez piden sobre prenda, que no vale ni una blanca, y juran su desempeño con plazo de una semana.

Estas terribles harpías, cuando yo sordo no estaba, me hicieron de oreja a oreja algunas burlas pesadas.

152 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Y has de estar en ]a advertencia que las hay de todas castas, aun con mantillón y cufia, y con peluca empolvada,

con traje de peregrinos, de capuchinos con barba, de ermitaños y de pretes, y de otras mil zarandajas,

dé vergonzantes, aun más que encubiertas, descaradas, de doncellas que peligran, o más bien de escarramanas.

Mas de todas al presente me hallo ya libre, a Dios gracias, y en estado de burlarme de sus astucias y garras.

Luego que alguna me embiste, y llego a entender su trama, le doy noticia de hallarme tan sordo como una tapia.

Si se empeña en aturdirme, gritándome a la cercana, le digo que no se canse, porque no le oigo palabra.

Y si por escrito quiere expresarme su demanda, le pongo pluma y papel, sin la menor repugnancia.

Mas viendo después lo escrito, reniego contra la Italia, por su pérfido carácter que entiendo menos que el habla.

P . JUAN DE VELASCO 153

Con este eficaz conjuro, perdida toda esperanza, sin decirme adiós, el diablo hediendo sale que rabia.

Yo le despido cortés, diciéndole con voz baja: Anda a pegarla a otra parte, hideputa en hora mala.

Si prosiguiese diciendo todas las demás ventajas de la sordera, sin duda me cansara y te cansara.

Basta decir que mi suerte con ninguna otra trocara, aunque nuestro Rey me hiciera Oidor con renta en España,

Y más desde que he logrado los honores y la plaza de Decano de los Sordos, por muerte del viejo Plana.

Orejas de mercader siempre fueron envidiadas, porque haciéndose las sordas se libran de mil trapazas.

Aun las malignas serpientes llegan a ser celebradas, porque, siendo sordas, son de prudencia consumada.

Es la sordera un coleto que no lo penetra bala, y es contra muchas traiciones una fiel guardia avanzada.

154 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Es remedio universal, de gran virtud y eficacia contra infinitas molestias que la vida humana agravan.

Es una fiel compañera, que jamás se ausenta o falta, y consejera admirable que nunca adula ni engaña.

Es antídoto admirable, que preserva de asechanzas, de silbidos de serpientes y de sirenas que encantan.

Es un tratado de paz y quietud de cuerpo y alma, y es un gozar en la tierra vida bienaventurada.

Saldrás, amigo, con esto del grave error en que estabas, y tal vez tendrás envidia de mi suerte afortunada.

Me darás los parabienes, y exclamarás: ¡Oh, bien haya quien se parece a los suyos, y no desmiente su casta!

Dirás: quien la hereda no hurta, pues conociste en mi casa media docena a lo menos de sordos como una tabla.

Pide a Dios igual fortuna, y si no te hace la gracia, no por eso desconfíes ni pierdas las esperanzas.

P. JUAN DE VELASCO

Luego que sientas rumores a los oídos, confianza, y ponte luego en las manos de algún médico de fama.

Por medio de él lograrás, como yo, doble ganancia en el oído rematado, y en la bolsa rematada.

Un saludo a los amigos, mas a Joaquín una carga; y adiós, que es tiempo de posta: vive alegre, ordena y manda.

(Ocioso de Faexua,

156 Los JESUÍTAS QUITEÑOS BEL EXTRAÑAMIENTO

Sátira contra Roma en boca de un protestante.

Preguntado un Inglés, muy práctico de Roma, sobre lo que le había parecido aquella

ciudad, respondió en los siguientes

Dísticos

Quid sit Roma petis? Cunctarum illusio rerum est. Roma capul mundi, fraudis et ipsa caput.

Effrontes iuvenes; libera atque sirte ore puella; femina plena dolo; vir sine lege tori.

Presbyteri indocti; vivunt millo ordine Fratres: muneris est clerus nescius usque sui.

Plurimus atque effrons Frater tota Urbe vagatur: immersus saeclo clerus uterque iacet,

Insultat latro, insultant impune nocentes; oppressi iusti sunt in utroque foro.

Gens ingrata nzmis, facilis sed muñera poscit; utque magis dones, semper avara petit.

Venditur hic fumus, venduntur inania verba: nil tibí Romani, nil nisi verba dabunt.

Venditur hic pietas, venduntur et omnia sacra, venditur et Christus: venditur omne nefas.

En tibi Romanas veris sima gentis imago: gens sine lege hominum, gens sine lege Dei. (*)

(1) Traducción literal:

¿Preguntas qué es Roma? — Ilusión en todas las cosas: Roma es cabeza del mundo, y lo es también del fraude.

Desvergonzado el joven; libre y sin pudor la doncella; la mu­jer, llena de dolo; el varón, sin ley en la vida conyugal.

Los sacerdotes, indoctos; los religiosos viviendo sin orden alguno; el clero, desconocedor en absoluto de su oficio.

Frailes descarados en cantidad vagando por toda la urbe; ambos cleros, sumidos en el siglo.

Triunfa el ladrón, triunfan impunes los delincuentes; los jus­tos se ven oprimidos en ambos foros.

La gente, ingratísima, pero fácil en pedir regalos; y para sacar más, siempre pidiendo avariciosa.

Véndese aquí el humo, véndense palabras vacías: que los Romanos nunca te darán otra cosa que palabras.

Véndese aquí la piedad, véndese todo lo sagrado, véndese el mismo Cristo; toda maldad está en venta.

Ahí tienes la verdadera pintura del pueblo romano; gente sin ley humana ni divina.

TRADUCCIÓN DE D. JUAN DE VELASCO

Décimas

¿Qué cosa es Roma, preguntas? A la respuesta atención. Es Roma para ilusión de todas las cosas juntas. De siete montes las puntas le hacen corona imperial: ser Cabeza principal de todo el mundo blasona; mas su fraude la pregona cabeza de todo mal.

El joven es atrevido, sin instrucción ni enseñanza; la doncella sin crianza busca lo que no ha perdido. Ni la mujer del marido, ni éste de ella se lamenta: él gustoso, ella contenta, se componen mutuamente el tupé sobre la frente en forma de cornamenta.

El clero va al precipicio de su perdición total, porque su ignorancia es tal que ignora cuál es su oficio.

158 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEU EXTRAÑAMIENTO

Son doctos en todo vicio los frailes: no hay de ellos uno menos malo que ninguno de toda la clerecía; pues todo Orden de frailía vive sin orden alguno.

Hay aquí una infinidad de frailes muy descarados, que andan siempre separados vagueando por la ciudad. Puedo decir con verdad, al ver tanto vagabundo, que se hallan en lo profundo de todos males metidos ambos cleros sumergidos en lo que es siglo y es mundo.

Aquí insultan los ladrones, e insultan impunemente a toda especie de gente malhechores a millones. De éstos salen a montones triunfantes en juicio; pero si un inocente cordero al tribunal es llamado, sale siempre trasquilado en uno y en otro fuero.

Si extrema se ha de decir la ingratitud de esta gente, es al extremo igualmente su gran vicio de pedir. No hay peligro en desistir de. su innata petulancia; pues pedirá con más ansia, si ve que alguno le da y siempre avara le hará eternamente la instancia.

P. JUAN DE VELASCO 159

Se vende aquí el humo vano; también la palabra ociosa; y si da, nunca otra cosa a ti te dará un Romano. Se vende como profano lo sagrado y la piedad; y para decir verdad, se vende Cristo, y se vende todo aquello que se entiende con nombre de iniquidad.

Veis de la gente romana la imagen más verdadera. Gente (¡quién tanto creyera!) sin ley divina ni humana. De la religión cristiana es perversión su impiedad; porque hablando con verdad, es la maestra del error y el escándalo mayor de toda la cristiandad, p)

(3) El piadoso lector que se escandalizare de lo que un protes­tante dice contra Roma, lea el Capítulo 17 del Apocalipsis da

San Juan, donde hallará cosas mucho más horribles contra la Roma moderna.— Nota del P. Velasco.

(Ocioso de Faenxa, III, 25-29)

DESCRIPCIÓN SATÍRICA DE RAVENA (*)

Donde nace el Lamón de un alto monte precipitado de cristal Faetonte, y abriéndose en dos brazos, va rompiendo embarazos hasta que quieto, plácido y sereno, a unirlos llega en un valle ameno, la Isla Fayens se forma desgraciada, a mi triste destierro destinada.

Allí continuamente atento contemplaba su corriente, y al verla escasa, tanto sus aguas aumentaba con mi llanto, que haciendo contrapuntos a mi pena, destrozaba los frenos de la arena.

En sus turbios raudales hallaba un claro espejo de mis males, que unos tras de otros sin cesar suceden y nunca unos se van si otros no vienen.

(1) Tomada de la obra intitulada: "El Apocalipsis de Juan, que contiene visiones espantosas y la legítima interpretación de

ellas, de Dn. Juan de Velasco". Los primeros 18 versos son el principio de la obra, los restantes son el "Capítulo 3?, que con­tiene la visión del infierno".

P. JUAN DE VELASCO 161

Una mañana, lleno de tristeza, apoyada tenía la cabeza sobre una mano, y meditando estaba en que ya mi destierro se alargaba con grande exceso, cuando vi delante un infernal espíritu arrogante, que, arrebatándome en el cuerpo y alma? me hizo cabalgar sobre la enjalma de un negro carricoche, y me sacó de la Isla a troche y moche.

Condújome a un lugar triste y profundo, que ser parece el albañar del mundo; y me dijo: Tú observa atentamente cuánto padece aquí la pobre gente; y verás que es gran yerro quejarte del lugar de tu destierro. Dijo, y en un momento despareció tronando como el viento.

Quedé solo y a pie, todo turbado, el cabello erizado, temblando las rodillas, y dándose entre sí las pantorrillas. ¿Qué es esto? ¡cielo santo! exclamé, y anegado en triste llanto, me persuadí que, por decreto eterno, sepultado me hallaba en el infierno.

Mas vuelto en mí después muy poco a poco, y conociendo que no estaba loco, ni tampoco soñando ni durmiendo, quise ver bien aquel lugar horrendo; si bien me sofocaba el hedor pestilente que exhalaba el aire encarcelado, tan grueso y tan pesado, que el andar me impedía, equivocando la noche con el día, y haciendo todo mi conato vano, si no cortaba el aire con la mano.

162 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Abrí camino, al fin, con gran trabajo, y observando el lugar de arriba abajo, hallé que todo fabricado estaba con gusto tan funesto, que mostraba desde la triste entrada a la salida, ser horrenda ciudad de la otra vida.

Tiene derechos y anchos muchos viales, y muchos más tortuosos andurriales, sin una fuente ni una sola plaza, ni habitación, que es rara y muy escasa; pues las casas, que muchas aparecen, al verse por de dentro, desparecen, no teniendo otra cosa verdadera que la pura apariencia por de fuera.

Vive la infeliz gente en un profundo lodazal fetente, y en ciertos charcos de agua detenida, que en sótanos y fosas corrompida les da por compañeros a millones sapos, culebras, ratas y escorpiones.

Esta ciudad tartárea, dominada conocí que se hallaba y ocupada de espíritus inmundos, rabiosos, impacientes, furibundos, los cuales, en dos clases divididos, o en dos grandes legiones y partidos, de especies y figuras diferentes, son el tormento de las pobres gentes.

La primera maldita, eterna, interminable e infinita, es de espíritus aéreos y volantes, que con tristes aullidos penetrantes, llenan como una nube la atmosfera, y las calles y casas, dentro y fuera, llevando cada cual desenvainada una muy larga y penetrante espada, con que atraviesan, al pasar volando, la persona que encuentran caminando.

P. JUAN DE VELASCO 163

La segunda legión, que es algo escasa, de terrestres demonios trae la raza; y como tienen cuerpos aparentes, ocupan su lugar como las gentes. Noté que éstos andaban con gran prisa, y su traje morir me hizo de risa; pues, vestidos de trapos muy chorreados, cargaban pelucones empolvados, golillas de mastines, asadores, con nombre de espadines, y en los bolsones, hechos mil andrajos, muchas castañas y cabezas de ajos.

Afectan ser muy ricos, serios y graves, como los borricos, estólidos aun más que los jumentos, soberbios luciferes mal contentos, viles, cobardes, comunmente ociosos, y en el extremo grado codiciosos.

La común estatura es de medianos, con pies muy grandes y muy largas manos; y no teniendo bustos en su crianza, echan por lo común tamaña panza. Son de aguda nariz, y son sus ojos pequeños, lagañosos y muy rojos; y sus bocas horrendas, siempre abiertas, son del infierno las tremendas puertas. Tienen dientes de perro, y muy fatales las lenguas, con figura de puñales, con que mordiendo van y atravesando las pobres almas que allí están penando.

Éstas, que son muy pocas y contadas, por altos juicios fueron arrojadas de la altura mayor del otro mundo a este albañal inmundo, a que unos paguen lo que allá pecaron con las grandes delicias que gozaron, y otros, sin culpa, como redentores, paguen también por otros pecadores.

164 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Vi, pues, que aquellos mártires sin palma penaban en el cuerpo y en el alma con diversas especies de tormentos, que son historias y parecen cuentos.

A más de las terribles estocadas y crueles puñaladas de los demonios aéreos y terrestres, se van mudando, todos los semestres, de ardientes pozos en que están sudando, a otros helados para estar temblando.

Si tienen sed, los hartan a los pobres de las aguas podridas y salobres, y con liberal mano les dan, por vino regalado y sano, el zumo de escorpiones, mezclado con la sangre de dragones, vitriol deshecho y polvo de romero, que les levanta ampollas al gargüero.

Si del hambre se quejan, su comida semejante es en todo a la bebida. Les dan el pan hilado en largas hebras, por gran regalo sapos y culebras, y por postre el más dulce en sus trabajos, un quintal de sonetos y otro de ajos.

Padeciendo ellos tanto, nada me causó a mí mayor espanto, admiración, asombro y extrañeza, que observar la firmeza de los que allí se hallaban padeciendo; porque vi que se estaban divirtiendo, sin apreciar en nada los tormentos, muy festivos, bien gordos y contentos.

Lo mejor fue que, viéndome espantado con los horrores que hasta aquí he contado,

P. JUAN DE VELASCO 165

me instaron fuertemente a que allí me quedase eternamente asociado con ellos, cosa que hizo erizarme los cabellos; y viendo que yo sorprendido estaba, que su infernal convite rechazaba, y que con todo empeño pretendía librarme del peligro el mismo día, que detenido estuve hasta muy tarde, me trataron de flojo y de cobarde.

Hallé al fin un demonio codicioso que ofreció libertarme, y presuroso salí de aquel infierno, hediendo azufre y chamuscado cuerno, sin atreverme a revolver la cara por temor de que Dios me castigara, permitiendo que fuese detenido, en estatua de estuco convertido.

No bien me vi seguro, respirando ya fuera el aire puro, cuando fui preguntando al vestiglo que me iba acompañando, si era forastero o informado estaba de ese lugar, y gente que habitaba. Porque cuanto yo en él había notado, absorto me tenía y asombrado. Prometióme muy serio desatar el demonio aquel misterio, si acaso de antemano le daba yo doblada buena mano. Hícelo y él, con cara placentera y voz ronca me habló de esta manera.

El demonio atronado que te sacó de la Isla arrebatado, estaba chamuscado con el vino, por ser de profesión un veturino, como soy también yo; mas no te asombres que ésta es propiedad de Galantehombres.

166 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

El inmundo lugar de tanta pena es la ciudad antigua de Ravena; los demonios aéreos, son zancudos; los terrestres, que al ver parecen mudos, son los diablos que charlan por los codos, y mantienen la raza de los Godos.

Los pocos hombres que allí están penando, con tanto gusto, que se están jugando, son de tus españoles compañeros, los cuales o son santos verdaderos, o no tienen vergüenza, o sus sentidos los tienen ya del todo adormecidos. Dijo, y con eso volvi yo a la vida, quedando la visión desvanecida.

(Ocioso de Faenza, III, 1, 8-14)

AL P. RICCI (i)

Décima

De Roma en cárcel tirana inocente estás metido, Ricci, habiendo merecido tú la púrpura romana. ¿Por qué culpa? ¡Oh inhumana, ímpia depravada mente del hombre! ¡oh tiempo inclemente! ¿Por qué? Porque así es premiada la antigua virtud pasada por nuestro tiempo presente.

(1) La advertencia que en el manuscrito de "El Ocioso de Faen-za" precede a estas dos traducciones es como sigue: Siendo

puesto en la prisión de Castel San Angelo, y detenido largamen­te en ella el Ex-General P. Lorenzo Ricci, salió en Holanda un retrato suyo de finísimo buril, con diversas inscripciones muy alu­sivas, y entre ellas dos dísticos latinos, que son los siguientes:

Insons, cur haeres Romano in carcere, Ricci, tu qui Romano múrice dignus eras?

Heu pravas hominum mentes! Heu témpora! Prisca virtus mercedem temporis huius habet . (2)

(2) Traducción literal: (Siendo) inocente, ¿por qué permaneces pre­so en la cárcel romana, Ricci, tú que eras digno de la romana

púrpura? —|Ay depravación de las mentes humanas! ¡Ay tiem­pos (estos)! La virtud ant igua recibe la recompensa (propia) de este tiempo.

Soneto

¿Por qué de Roma en la prisión tirana encarcelado estás, Ricci inocente, habiendo merecido dignamente múrice tirio y púrpura romana?

¿Por qué (esta) detención tan inhumana, en vil mazmorra lóbrega y fetente, constando que tu Juez todo es Clemente y que toda tu culpa es ficción vana?

¡Oh juicio de los hombres depravado! ¡oh tiempo, que, en tan breve, pervertido con la impiedad te ves así mudado!

Lo que antes fue virtud, puesto en olvido o por culpa al presente es castigado: que éste es del tiempo el premio merecido.

(Ocioso de Faenza, IV, 114-115)

Dedicó el P. Juan de Velasco el quinto tomo de su "Colección de poesías varias hecha por un ocioso en la ciudad de Faenza" al "'Certamen poético que puede lla­marse Comedia sobre el Calvario y Tabor'\ al que an­tepuso la siguiente introducción explicativa.

ARGUMENTO Y NOTICIA DE ESTE CERTAMEN

Siendo los Jesuítas extrañados de los dominios de Es­paña, se dividieron desde los principios de su destierro en dos partidos. Uno, de los que, discurriendo melancó­licamente, no esperaban sino más y más trabajos, sin que rayase jamás en sus hemisferios tristes vislumbres de consuelo. Otro, de los que, discurriendo alegremente, se hallaban llenos de confianza, fundada en el poder di­vino y apoyada con noticias muy humanas. Aquéllos se persuadían a que solamente la muerte pondría fin a su destierro y trabajos; éstos, a que triunfantes y repuestos en su antiguo honor, volverían luego a sus Provincias y Patrias. Aquéllos, como fieles compañeros de Cristo, re­solvían mantenerse constantes al pie de su cruz en el

170 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Calvario; éstos, no menos secuaces del mismo Cristo, que­rían acompañarle, pero gustosos, en las glorias del Ta-bor, con la esperanza firme de volver a hacer resplande­cer esa misma gloria de Cristo en todo el mundo. Aqué­llos, en fin, quedaron caracterizados por eso con el nom­bre de Calvaristas, y con el de Taboristas éstos.

Uno del primer partido, muy favorecido de las Mu­sas, desde su floridos años, expresó en algún otro rasgo de ingenio sus tristes sentimientos. A éstos se opuso otro del contrario partido, no menos favorecido de las Musas. Uno y otro, como Cisne del Lago Mexicano, había apu­rado en sus espumas toda la fluidez y dulzura de Hipo-crene, y valiente uno y otro en esgrimir la pluma por números y medidas, se dieron mutuamente muchos agu­dos, aunque no decisivos, golpes de ingenio. Ni el uno ni el otro era capaz de ceder o darse por vencido, y ha­brían continuado largamente sus combates, si, conocien­do resentida la caridad fraterna, no hubieran cortado la diferencia con no cortar más sus plumas.

Yo, como apasionado a esta diversión honesta, procu­ré recoger con toda solicitud las armas sonoras de una y otra parte, y colocándolas en el mejor orden que pude, formé de ellas, cerca de veinte años ha, el V Tomo de mi Colección de Poesías. Por haberlo hecho con mucha precipitación, salió notablemente defectuoso, y fue nece­sario irle poniendo muchos reclamos y suplementos por las márgenes todas, de que resultaba no poca confusión y fastidio a los lectores. Por eso, hallándome proveída de varias respuestas y notas de los mismos autores, ver-balmente y por escrito, de que carecí entonces, he forma­do esta nueva copia más completa y con mejor orden que la primera, y le he dado en mi Nueva Colección de Poesías el lugar de V y quizá último Tomo, a este céle­bre Certamen.

Aunque en él se tocan materias muy delicadas, no hallarán los ojos más críticos del mundo cosa alguna ofensiva a los Soberanos, a la fe ni a la pureza de las costumbres. Merece por eso, que del modo posible se conserve su memoria, ya que por las circunstancias del

P. JUAN DE VELASCO 171

tiempo no se atreve a ver la pública luz que merece. Los reclamos, textos y glosas en prosa son de los mismos autores, a excepción de tal cual que he añadido de mi parte, donde ha sido más necesario. Vale.

El Carvarista era el P. Francisco Javier Lozano, natu­ral de Valdepeñas en España, pero perteneciente a la Provincia de México; el Taborista era el P. Manuel Itu-rriaga, natural de la Puebla de los Ángeles en México; y sostuvieron entre sí cinco combates que ocupan 256 páginas de Texto; después de las cuales añade el P. Ve-lasco un "Entremés de otras tres Musas en el Certamen o Comedia del Calvario y del Tabor", precedido de la siguiente noticia.

Hallándome un amigo con el empeño de recoger y ordenar en un solo Tomo las poesías de este Certamen, solicitando las que se hallaban regadas por diversas ciu­dades, porque ninguno (ni aun de los dos contendores) las tenía todas, me dio noticia de que alguna otra Musa desterrada se había metido en este asunto. Aunque nin­guna de ellas (me añadió) se ha declarado partidaria, si no que, como huyendo la dificultad, ha tirado por otro rumbo, no obstante, podían agregarse a esta Colección sus papeles, para que se hiciese un cumplido Tomo. Res-pondile agradeciendo la noticia y ofreciéndole que se­guiría su consejo, si, viendo yo sus producciones, hallaba en mi conciencia que eran dignas de ponerse al lado de aquellos dos valientes Contendores.

En efecto, recogidas sus pocas poesías, me parecieron a propósito para que hiciesen un Entremés en la Come­dia del Calvario y del Tabor. Llamóla ya Comedia, así porque se han visto cinco divertidas Jornadas en sus cin­co Combates, como principalmente, porque todo el ruido y pelea, en que se pusieron los dos Combatientes mutua­mente de polvo y lodo, acabó en casamiento. No lo lla­mo ya Certamen, porque no soy capaz de decidir cuál de los dos haya conseguido el triunfo y la victoria, asi por no tener suficiencia para hacerme juez en materia tan delicada, como por ser igualmente amigo y favoreci­do de ambos.

172 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Dejando, pues, el trabajo de pronunciar la sentencia a los lectores que fuesen capaces de decidir, admití, libre del peligro de errar, a las tres Musas entremetidas, para que hiciesen su entremés; mas con la expresa condición de que a cada una de ellas le había de señalar el puesto y darle un Pasaporte, por vía de vejamen, para que pu­diese ocupar legítima y legalmente su lugar en este Tomo.

Personas que hablan en el Entremés:

La Musa escéptica o del Limbo,

La Musa panegirista,

La Musa parte imparcial.

Dejando, por no tocarnos, la Musa panegirista, que es el P. José Caso, natural de Cuyo en Chile, reproduci­mos en sus respectivos lugares las intervenciones de la Musa escéptica, P. Ramón Viescas, y de la Musa parte imparcial, P. José Garrido, y a continuación de ellas el correspondiente Pasaporte del P. Velasco.

(Ocioso de Fccenzcr, V, Introd. s. n., 157-258)

P. ISIDRO LOSA

Quito, 20 de Mayo de 1725

Roma, 3 de Marzo de 1782

DIARIO DEL ARRESTO EN QUITO Y

VIAJE A ITALIA

(INÉDITO)

El día 20 de Agosto de 1767, día del dulcísimo San Bernardo, que para mí fue el día de las mayores amar­guras, a cosa de las 4 de la mañana llegó a las puertas de este Colegio Máximo el Sr. Presidente Dn. Josepb Diguja y Villagómez, escoltado de una compañía de gra­naderos, que habiendo entrado adentro, puso guardias en las puertas, y pidió al P. Provincial juntase su Comuni­dad a quien tenía que hablarles; y habiéndose ejecutado, y que todos juntos estuvimos en la Quiete, comenzó a hablar una cristiana y discreta arenga en que nos trajo a la memoria los trabajos y persecuciones que en diver­sos tiempos había padecido la Compañía, y nos exhorta­ba a la paciencia y sufrimiento y a conformarnos con la divina voluntad que así lo había permitido y permitía por sus altos juicios. Manda leer al secretario el real

176 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Decreto de Su Majestad, el cual fue obedecido por el P* Provincial Miguel Manosalvas y de toda la Comunidad, sin réplica alguna, sino es con la mayor humildad y rendimiento, como orden dado por nuestro Soberano Rey y Señor que Dios guarde muchos años. Y luego se tomó razón de los sujetos que había en el Colegio, y concluida pasó el Sr. Presidente a coger llaves de aposentos, Iglesia y demás oficinas del Colegio, quedando reclusos todos los Jesuítas que componían su numerosa Comunidad; y luego dio orden, para habilitar el viaje, que luego se tra­bajaron los aperos del camino; y el día 30 de Agosto sa­lieron para Guayaquil 60 sujetos, en quien incluyeron 17 que salieron del Noviciado de Quito. El día 2 de Se­tiembre salieron para dicha ciudad otros 22 sujetos, y sólo quedaron los procuradores y hacenderos hasta en­tregar y dar razón de sus oficios, que concluidos los in­ventarios y aclaradas las dudas que ocurrieron, salimos de Quito para Guayaquil el día 11 de Diciembre del di­cho año de 1767, y llegamos a dicha ciudad con felici­dad el día 26 de dicho mes. Los sujetos fuimos 25 en esta forma. De Quito salimos los siguientes. El P. Pedro Troyano, Procurador que era de las Misiones del Mara-ñón, y en el camino viene de Superior: P. Marcos Boni­lla, Procurador de Provincia; P. Juan Serrano, hacende­ro de Nagsiche; P. Isidro Losa, hacendero de la Concep­ción; H. Joseph de Iglesias, Procurador del Colegio Máxi­mo; Martín Sanz, Procurador del Colegio de S. Luis, Noviciado y Casa de ejercicios; Antonio Banchieri, ha­cendero de Chillo; Juan Martínez, de Santiago; Miguel Jaureguiberri, de la Caldera; Lorenzo Carrión, de Car-puela; Antonio Padilla, del Chamanal; Francisco Reac, de Tumba viro.

Del pueblo del Ñapo se nos agregó el P. Juan Mar-chat, quien llegó a Quito 3 días antes de nuestra salida.

Del Colegio de la Villa de Ibarra se nos agregó en Quito el P. Miguel Delgado, Procurador que fue del Co­legio y el H. Felipe Garracino, hacendero que era de la hacienda de Guaraca; y Nicolás Garzain. Del Colegio de Tacunga se nos agregó el H. Silvestre Plata, Procurador que fue de dicho Colegio.

P. ISIDRO LOSA 177

En la Villa de Ambato se nos agregaron el P. Sebas­tián Correa, Superior que fue de la Residencia. í tem el P. Hilario Lanza y el H. Luis Rivadeneira, hacendero de Pitula. También se nos agregó allí el H. Alonso Sánchez, hacendero que fue de la hacienda de S. Ildefonso.

En el pueblo de Guaranda se nos agregaron el P. Xa­vier Duque y P. Miguel de Ibarra; el primero Procura­dor del Colegio de Riobamba, y el segundo hacendero de Sn. Xavier.

El día 26 de Diciembre llegamos a Guayaquil, donde se nos agregó el P. Pablo Torrejón, Procurador que había sido del Colegio de Cuenca, y también el P. Joseph Val­divieso, Procurador que fue del Colegio de Lo ja.

El día 30 de Diciembre de 1767 nos embarcamos los 25 sujetos para la ciudad de Panamá en un barco m u y pequeño llamado Sn. Fermín de que era dueño Dn. Mi­guel de Olmedo, Malagueño, vecino de Guayaquil; y en dicho barco pasamos algunos trabajillos, por lo pequeño que era; pues sólo había lugar para 6 sujetos, y nos me­tieron 25, de que sea Dios bendito y alabado. Llegamos por fin a esta Ciudad de Panamá el día de la Sma. Vir­gen 2 de Febrero de 1768 a los 32 días de navegación, en la que no hubo cosa particular.

En Guayaquil era su Gobernador el Teniente Coro­nel Dn. Juan Antonio Zelaya.

En Panamá fue su Gobernador interino Dn. Manuel de Agreda que lo era de Portovelo, y pasó a gobernar por muerte del propietario.

En dicho Panamá hallamos 25 sujetos, los más an­cianos de la Provincia de Lima, pues el P. Baltazar de Moneada contaba 85 años. A éste y otros ancianos los llevaron en sillas hasta Cruces.

En la Provincia dejamos los sujetos siguientes. Pri­meramente 27 Misioneros en los ríos del Marañón y Ñapo, los cuales no podrán salir hasta el Diciembre del presente año. En el Convento de Sn. Francisco de Qui-

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ío quedó, por anciano y ciego, el P. Francisco Campos; y por locos el P. Andrés Cobo y el EL Espinosa.

En Pasto quedó enfermo el P. Lucas Portulane y el H. Joseph Vidales. En la Villa de Ibarra quedaron en­fermos el P, Marcos de la Vega, y el H. Nicolás Insaur-dieta. En Ambato quedó por enfermo y anciano el H. Adrián Hilario y el P. Joseph Pérez quien iba con los primeros sujetos que salieron de Quito, y la muía lo arro­jó y pateó, y hace tres meses que se halla en cama es­tropeado e incapaz de moverse.

El día 12 de Febrero, salimos de Panamá para Por-tovelo, y nos escoltaron 12 soldados y un oficial. Llega­mos al pueblo de Cruces el día 13 por camino de tierra, con malas muías y peores sillas, aunque el camino fue bueno, así por el tiempo de verano que hacía, como por estar lo más aderezado y empedrado, adonde llegamos aunque mortificados por el mal avío pero con felicidad. En dicho pueblo nos recibió su Alcalde mayor perpetuo Dn. Juan de Uriola, quien nos recibió con toda caridad y avío en tres piraguas para la fortaleza de Chagres, a la cual llegamos el día 20 del expresado Febrero. Aquí nos hospedaron en unos galpones abiertos que había en la marina; y nos trataron muy mal ya por la escasez del lugar, ya por el descuido del oficial, nuestro conductor. Éste era un Alférez del Regimiento de la Reina, muy mozo y sin experiencia de caminos y ninguna economía; de suerte que, en comiendo él, daba por comidos y sa­tisfechos a los 25 jesuítas que traía a su cargo. En fin, aquí nos quedamos dos noches sin cenar, y los más dur­mieron a la inclemencia; pero en nada hubo malicia en el condtictor, como llevo dicho. En la Fortaleza nos es­peraba una balandra, llamada Sn. Mateo. Su Capitán Dn. Carlos Urbila. En la que nos embarcamos para pasar a Portovelo el día 22 de Febrero, y llegamos a di­cho puerto el día 25 de dicho mes. Era su Gobernador interino Dn. Francisco Fabro, Capitán del Regimiento de la Reina. Este caballero nos recibió con toda caridad y trato muy fino.

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Sujetos muertos en el viaje después de la salida de Quito

En Panamá murió el P. Miguel Manosalvas, actual Provincial de la Provincia de Quito.

En el pueblo de Cruces el P. Pedro Valencia, sacer­dote escolar.

En Portovelo murió el H. Ambrosio Astudillo, coad­jutor.

En la mar de Portovelo murió el P. Joseph Ormae-chea, profeso, sujeto anciano.

En la navegación de Portovelo hasta Cartagena mu­rieron el P. Antonio León y el P. Joseph Ibarrola, sacer­dotes mozos. ítem también murió el H. Juan Adam, coadjutor formado, alemán, mozo, (*)

En Cartagena murió el P. Juan Antonio Giraldo, profeso, sujeto anciano.

Saliendo de Cartagena a la Habana, murieron los PP. Nicolás Torre y Luis Salvador, a los cuales dieron sepul­tura en la capilla del castillo de Bocachica.

El dia 2 de Marzo nos embarcamos en Portovelo para Cartagena en una balandra y nos hicimos a la vela de mañana, saliendo con vientos contrarios.

El día 11 de Marzo volvimos a Portovelo de arriba­da, por habérsenos quebrado el palo mayor. Nos vimos esa noche en evidente peligro de perdernos. Dios se apia­dó de nosotros; y el piloto y la gente de la nao determi­naron arribar sin habernos dicho el evidente y próximo peligro en que estábamos. Ocho días cabales estuvimos en el mar, y fue harto lo que tuvimos que ofrecer a Nuestro Señor, pues en dicha embarcación todo concu­rría a aumentar nuestra congoja: el piloto y marineros parece se hallaban unidos para afligirnos con su mal mo-

(1) El H. Juan Adán Schwartz, el primer impresor en Ambato y Quito.

180 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

do, palabras pesadas y desprecio de nuestras personas, habiéndonos con tono descompasado, como lo hace un señor con su siervo; no querían permitirnos salir a tomar un poco de aire arriba, obligándonos a estar día y noche unos metidos en la cámara y otros en la bodega de la embarcación, donde había multitud de mosquitos, hormi­gas y arañas tan grandes como un peso; y las más de nuestras pobres camas venían sobre el lastre, y fue rara la que no salió mojada con el agua del mar. Aquí se nos iba en sudar día y noche, sin dormir por el sumo calor que hacía, como por la congoja que padecían nues­tros corazones el vernos tratados en dichos términos; de que sea Nuestro Señor bendito y glorificado por siempre jamás, amén.

Luego que llegamos a Portovelo nos hospedaron con toda caridad, y aunque no nos quejamos al Sr. Goberna­dor de los maltratos que nos habían hecho, pero él lo supo por el oficial, nuestro conductor, y pasó a la pes­quisa de los culpados. Siguió causa al piloto, que era un vizcaíno de mal genio, a quien puso preso en el cas­tillo de Sn. Jerónimo, y al cabo de algunos días lo puso en libertad. También fue preso un marinero sevillano, por la misma causa, pero injustamente; pues él no nos dio la más mínima causa de sentimiento. En fin, se re­mendó el palo de la balandra, la que se dispuso en mejor orden para nuestro embarque, y alguna comodidad, que aunque muy corta, pero fue de alivio: 16 camarotes que se hicieron en la bodega, que antes de la arribada iban nuestras pobres camas sobre el lastre de la embarcación, por lo cual se mojaron las más de las camas.

El día 1? de Abril de 1768 nos volvimos a embarcar en este Portovelo para Cartagena, día de Viernes Santo, de tarde, en la misma embarcación de la cual se compuso el palo, y llegamos a Cartagena el día 15 de Abril de dicho año. Tuvimos hartos trabajos y riesgos de perder­nos en esta navegación por la poca pericia del piloto, quien a los doce días recaló a unas islas que no conocía ni sabía el paraje donde se hallaba, ni en la embarcación había tampoco práctico alguno; pero Dios nos deparó

P. ISIDRO LOSA 181

tres negros pescadores, y el uno de ellos práctico, quien se hizo cargo de la embarcación hasta Bocachica, como en realidad nos puso allí. Después comenzó a gobernar el piloto, y varó la balandra en la entrada del canal, ha­biéndonos visto en evidente riesgo de perdernos; pero con algunas diligencias que se practicaron navegó la balan­dra, y dimos fondo en la bahía.

En Cartagena topamos al P. Manca y al P. Domingo. En Cartagena supimos haber muerto aquí el H. Mateo y el H. Aranea; y también nos dieron noticia haber muer­to en la Habana el H, Simón Schenner; y con éstos van muertos 13 de la Provincia.

En Cartagena nos pusieron en el Colegio con guardias de soldados. Aquí nos reparamos de los trabajos pasados; pues estuvimos 32 días asistidos con mucha caridad y aun regalo, por los órdenes y providencias dados a dicho fin por el Sr. Gobernador de la ciudad, Dn. Fernando Muri-11o, caballero de unas entrañas muy cristianas y compasi­vas; quien, estando inmediatos a nuestras partidas, man­dó preguntar a los sujetos si tenían necesidad de alguna ropa. Varios avisaron de lo que les faltaba, y por medio de un sastre proveyó puntualmente a todos lo que ha­bían pedido; que verdaderamente había muchos necesi­tados de camisas, sotanas, zapatos etc. Dios Nuestro Se­ñor eche mil bendiciones sobre dicho caballero Goberna­dor y premie su mucha caridad.

Ya todo corriente, nos embarcamos en una urca del Rey que salía para la Habana, llamada SIL. Joseph; su Capitán Dn. Andrés Caro, gallego, el día de Sn. Juan Nepomuceno 16 de Mayo, y llegamos a la Habana el día de San Juan 24 de Junio de 1768. En esta navegación de Cartagena a la Habana nos trató el Capitán bastante bien; y en dicha navegación nos vimos en el riesgo de desembocar el canal de Bahama; pues las corrientes nos arrastraron a vista de dos cayos del Canal, cosa que consternó al Capitán, pilotos etc. porque ya era imposi­ble revolver a coger puerto en la Habana, ni había ejem­plar de que lo hubiese hecho embarcación alguna; pues son tales las corrientes, que ha habido ocasión que en 24

182 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

horas las ha pasado una embarcación, estando en calma. En fin, nos acortaron la ración de comida y agua; cla­mamos todos al Patrocinio del Señor San Joseph, ofre­ciéndole en llegando a salvamento nacerle una fiesta en acción de gracias, para lo cual uno de los pilotos recogió limosna entre la gente de la urca; y estábamos haciendo la Novena al Santo. En fin, contra toda esperanza hu­mana, se hizo fuerza de vela y diligencia para vencer los mares; en fin, llenos de temor estuvimos tres días, y en uno de éstos estando diciendo la misa de la Novena, avi­só el Gaviero "tierra, tierra", y se reconoció ser la de Matanzas en que ya estábamos fuera del amenazado pe­ligro. En fin día de San Juan 24 de Junio llegamos a la Habana todos buenos, aunque bien quebrantados con la navegación tan larga, en particular los ancianos. En Car­tagena se nos agregaron a nosotros seis sujetos que habían quedado allí enfermos, de la Provincia del Perú, cuyos nombres son los siguientes: el P. Baltazar de Moneada, el P. Francisco Larreta, P. Manuel Albarracín, P. San­tiago Pastor, y los HH. Esteban Suárez y Urbano Acu­ña; todos sujetos ancianos y enfermos; y antes de salir murió en Cartagena el P. Albarracín.

Luego que el Gobernador de la Habana, que lo es el Teniente General Dn. Antonio Bucareli, tuvo noticia de nuestra llegada, envió al Ayudante de la plaza, Dn. Ma­nuel Gamara, con botes para que nuestras personas y equipajes los condujese al sitio de Regla, el cual está media legua de la ciudad en la misma Bahía. En dicho sitio hay una casa grande que le llaman Palacio, aun­que para nosotros fue una estrecha y pesada prisión. A nuestra llegada, desde el desembarco hasta la cárcel ha­llamos formados unos 25 hombres con bayonetas caladas comandados de un Capitán, llamado Dn. Joseph de la Cuesta, un Teniente, dos sargentos y dos cabos de escua­dras, y su tambor, todos del regimiento de Lisboa, Lue­go que entramos, nos acomodamos en algunas salas y cuartos, donde había providencia de algunas cajas. Nues­tro equipaje se puso separado debajo de llave, y a la puerta dormía un soldado todas las noches hasta que se hizo el registro, que entonces fue entregando a cada u n a

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lo que le tocaba. Uno de los sargentos hacía oficio de carcelero; pues nos echaron cerrojo y llave a la puerta? que manejaba el sargento para que entrase la comida y cena o alguna otra cosa necesaria, que eran pocas veces. La dicha puerta tenía dos centinelas de vista con bayo­neta calada; y al rededor de la casa otros cinco centine­las más, de suerte que las noches no nos dejaban dormir, corriendo a cada paso la palabra, como si estuviera a la vista un ejército enemigo. Pasados dos días vinieron de la Habana el Guardia mayor escribano, el Ayudante de la plaza, que junto con el Capitán Cuesta (que hacía el principal papel) dieron principio al registro de nuestros baúles y trastes. El registro se hacía con la mayor pro­lijidad, cosa que pasaba a nimiedad: en fin el Rey Nues­tro Señor nos concede llevar algunos libritos espiritua­les; pero el Capitán Cuesta contra la mente de Su Ma­jestad fue quitando a todos los sujetos varios libros, de suerte que no guardaba consecuencia, pues los que qui­taba a unos los daba a otros o se los dejaba por conve­nientes; y a este tenor fue el registro, pues hasta los registros de los breviarios de los sacerdotes los quitó etc.

La comida, corría con ella un Piamontés, casado en la Habana con una negra, llamado Monsieur Matheus, hombre tirano y de poca caridad, pero unido y camina­ba de acuerdo con el Capitán Cuesta. A éste le daba diariamente el Rey por los alimentos de cada sujeto 6 1/2 reales, pero lo que él nos daba no valía 2 reales, porque era una comida tosca y grosera, sin aliño ninguno, dura las más veces y siempre fría. En fin, padecimos hartas necesidades sin hallar alivio ni haber como hallarlo, pues aunque teníamos algunos reales, no podíamos va­lemos de ellos, por no haber de quién valerse para que nos comprase alguna providencia; ni podíamos hablar con nadie, y aunque hablásemos no nos contestaban y nos trataban como a públicos descomulgados. De mañana y tarde entraban dos negros bozales, desnudos, con el título de servir; pero dichos negros parecían mudos pues no contestaban aunque se les hablase. Lo mismo sucedía con dos mozos que venían a poner la mesa y servir la comida; y el Capitán Cuesta celaba mozos y negros a ver

184 Los JESUÍTAS QUITEÑOS BEL EXTRAÑAMIENTO

si alguno faltaba a las órdenes que les tenía puestas so­bre que hablasen con nosotros; en fin, en este estado, y no habiendo otro recurso, ocurrieron algunos Padres al dicho Capitán para que les hiciese favor: los unos, se les comprase un poco de azúcar; otros, tabaco, 7 alguna otra cosa de que había necesidad. Admitía el encargo como que hacía un gran favor y fineza, y con grandes miste­rios traía lo que le habían pedido, pero cargando otro tanto como le costaba; pues la azúcar la dio a 3 pesetas ( ? ) ; el tabaco a 2 pesetas (?) , que uno y otro es algo más de la mitad de lo que estaba corriente en la Habana de donde lo hacía traer; en fin, a este tenor fue todos los encargos que hizo: y no había libertad siquiera para reconvenirlo. El P. Superior por medio del Ayudante de la plaza se envió a quejar al Sr. Gobernador de la inde­cencia con que nos trataba en punto de comida. Dicho caballero envió orden y aun amenaza al Monsieur Ma-theus sobre que nos tratase bien. El dicho lo hizo bien un día, y luego volvió a lo pasado y aun peor, y así co­rrió hasta nuestro embarco, sin otra apelación ni reme­dio; pues el encargado por el Sr. Gobernador para que cuidase era el Capitán Cuesta, y éste tenía compañía o inteligencia con el cocinero, con que prosiguieron las co­sas peor que antes. El agua que bebíamos era de aljibe, y como era tiempo de aguas los más sujetos enfermaron con evacuaciones. Hasta en el vino que daban a la mesa era la mitad agua. En fin, el desconsuelo grande que nos asistía, la falta de alimentos y el vernos tratados entre católicos españoles con tanta inhumanidad, enfer­maron algunos más que gravemente, los cuales fueron llevados a la Habana al Hospital de Belén, y fueron los siguientes; El P. Francisco Larreta, el P. Domingo Ho­yos, el P. Joseph Valdivieso, P. Juan Garriga, y los HH, Suárez, Acuña, Carrión, Reac, Iglesias; todos fueron tra­tados con mucha caridad, y, curados, se fueron restitu­yendo a la cárcel de Regla, donde estaban los demás sujetos, y el P. Larreta quedó en el Hospital y no sabe­mos si ha muerto.

Al cabo de 59 días que estuvimos en la Habana en la forma dicha, nos volvimos a embarcar para España en

P. ISIDRO LOSA 185

la misma urca San Joseph, y nos hicimos a la vela el día 23 de Agosto, de mañana, con viento favorable, pero tuvimos la pesadumbre de haber muerto el P. Hilario García Lanza de vómito negro, el día 25 de Agosto.

Entrados en el Canal, nos entró viento contrario y tanto que a toda priesa iba a varar la embarcación a un bajo, que hacía pocos días se havía perdido un navio. Mandó el Capitán sondear, y se hallaron 10 brazas de agua; diose fondo a la hora y nos hallamos en 8 brazas, así nos mantuvimos hasta que hubo viento favorable con el cual seguimos nuestro viaje, dando gracias a Dios de habernos sacado del peligro en que estuvimos.

El día 29 de dicho Agosto murió a las 5 de la tarde el P. Baltazar de Moneada, de la Provincia del Perú, su­jeto de 86 años de edad y de mucha graduación, pues fue Provincial de la Provincia de Quito y de la del Perú.

El día 30 de Agosto murió por la mañana el P. Se­bastián Bruno Correa, Superior que fue de la Residencia de la villa de Ambato. Y en dicho día, a las 5 de la tar­de, murió el H. Felipe María Garracino, coadjutor for­mado. Las muertes aceleradas de estos dos sujetos nos pusieron en la mayor consternación, y ocurrimos al Pa­trocinio de San Joseph, por medio de una novena, con la cual se disipó la peste que había prendido, y convale­cieron dos sujetos que habían recibido los Sacramentos, y esperaban la muerte de una hora a otra. Con el mis­mo achaque que el uno fue el H. Banquieri, y el otro el piloto Dn. Salvador Gutiérrez. Que sea Dios bendito por todo.

Desembocado el canal de Bahama, tuvimos 12 días de fuerte viento contrario, en que con los muchos balances nos maltrató muchísimo, pero después seguimos nuestro viaje sin novedad.

El día 13 de Octubre a las 5 de la mañana murió el P. Ángel María Manca de 80 años de edad, sujeto de graduación, pues fue tres veces Provincial, la una en Santa Fe y las dos en la Provincia de Quito, adonde fue también Maestro de novicios y dos veces Rector del Co-

186 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

legio Máximo. Murió sin calentura y sólo de pesadum­bre y suma melancolía, con algo de mareo, a que se agregó la falta de alimento que no había; y así murió.

El 23 de dicho Octubre murió el P. Santiago Pastor, sujeto de la Provincia del Perú. También murió de pura necesidad.

El día 23 de Noviembre de 1768 dimos fondo en esta Bahía de Cádiz; en cuyo día se cumplieron 3 meses, 3 días que echamos de viaje de la Habana al dicho puerto. Llegamos sumamente flacos y traspillados por la falta de alimento, tanto que el día que dimos fondo se había dado a la cocina la última carne salada, y para en ade­lante no quedaba otro bastimento que galleta y agua. A los 15 días de nuestra llegada murió en el Hospital de San Juan de Dios el H. Esteban Suárez, coadjutor tem­poral de la Provincia del Perú, sujeto de 87 años de edad; y lo más de la navegación lo pasó postrado en cama, pues fuera del maltrato y falta de alimento, que éste fue común a todos, padecía de mal de orina, y el día y la noche lo pasaba en un continuo lamento.

Habiendo desembarcado en el puerto de Santa María nos llevaron al Hospicio, donde hallamos 252 jesuítas de varias Provincias de Indias, y entre ellos topamos al P. Vice-Provincial Polo con varios sujetos de Quito, y con nosotros ajustamos hasta el número de 270 sujetos. El trabajo fue el acomodarnos, pero en fin nos dieron lugar en los aposentos que había, que siendo muy pequeños se tenía por fortuna hallar un sitio donde poner la cama. En fin, aquí con el buen alimento nos fuimos reparando de los trabajos pasados en la navegación. Nos vistieron de cuenta del Rey, dando a cada uno lo que pidió de lo que le faltaba de vestuario; y en este estado dispusieron nuestro embarque para Italia, que fue en la forma si­guiente.

Estuvimos en el Hospicio 3 meses, 10 días, al cabo de los cuales nos embarcamos en una urca sueca 221 su­jetos de varias Provincias el día 3 de Febrero de 1769; y aunque la embarcación era bien grande, con todo como

P. ISIDRO LOSA 187

era crecido el número de sujetos estábamos con mucho trabajo e incomodidad. Estuvimos embarcados en la Ba­hía hasta el día 5. El 6 nos hicimos a la vela, y habien­do faltado el viento, dimos fondo en las puercas, donde estuvimos unas dos horas, al cabo de las cuales entró un viento largo, favorable, y el día 7 seguimos viaje para Italia. El viento fue tan favorable que a los 5 días mon­tamos la isla de Menorca, y comenzamos a entrar en el golfo de León, en el cual siempre tuvimos vientos con­trarios y navegación muy penosa, y en dos ocasiones tor­menta; en la una de ellas estuvimos casi perdidos por lo que diré. Una noche navegábamos con un viento fuerte de tormenta, cuando de repente se vio una luz cercana a la popa, y se discurrió ser o tierra o alguna embarca­ción, aunque se inclinaban a lo primero, por lo cual pron­tamente viraron de bordo, pero como el viento era tan fuerte no pudieron manejar las velas, y el navio se vol­teó en la banda, habiendo estado así un buen rato de tiempo en el cual todos pensamos en que estábamos per­didos, y comenzamos a pedir a Dios misericordia, y dis­ponerse a la muerte, unos por medio de la confesión, que alguno la hizo a voces, y otros con fervorosos actos de contrición de sus pecados; y en fin, todo era llanto y confusión que parecía día de juicio. En esto quiso Dios que el viento rompiese las velas, y el navio volvió a su postura natural y fuera del peligro, seguimos nuestro ca­mino y llegamos con felicidad a dar fondo en Puerto Es­pecia (que pertenece a Genova) el día 25 de Febrero del 1769, y el día 2*8 saltamos en tierra con mucha ale­gría y consuelo de vernos libres de la prisión larga en que habíamos estado, y las vejaciones experimentadas de los ministros nuestros conductores; que contar de esto fuera nunca acabar. En puerto Especia nos dividimos en partidas en varias casas particulares, para descansar y tratar de viaje para los Estados del Papa, que era nues­tro destino.

El día 16 de Marzo de 1769 nos embarcamos 7 suje­tos para Vía Regio, pequeño puerto de la República de Luca adonde llegamos con felicidad a las 8 horas de viaje y pasamos a una posada para buscar nuestros avíos de

188 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

tierra, y en dicho lugar estuvimos 2 días y 2 noches, y el Domingo de Ramos, día del Señor San Joseph, 19 de Marzo, salimos en calesas para Bolonia, en cuya ciudad se hallaba el P. Jaime Andrés, Procurador de la Asisten­cia de España, enviado por N. P. General, para que nos dirigiese a varios destinos. De Puerto Especia a Bolonia echamos 9 días habiendo llegado a la posada de las Tres Reinas (que está dos millas de Bolonia) el día 22 que fue Miércoles Santo; en dicha posada nos mantuvimos hasta el día 29 del dicho Marzo en que salimos para Faenza. De la posada de las Tres Reinas pasé en dos ocasiones a Bolonia, en cuya ciudad vi el cuerpo de San­ta Catarina y la Imagen, pintura de San Lucas etc. De Bolonia a Faenza echamos 2 días, habiendo dormido en ímola.

En Faenza hallamos 21 jesuítas, de la Provincia de Quito, viviendo en el Hospital de San Ebulón. Era Su­perior de la casa el P. Luis Duque, y estaban bien aco­modados cada uno en su aposentico y siguiendo distri­buciones religiosas como en Colegio. De estos Padres es su benefactor el Conde Cantoni, sujeto muy rico y de las primeras casas de Faenza.

Estuve en Faenza hasta el día 26 de Mayo, que son 1 mes, 26 días, en cuyo día llegué a Ravena, a la casa del P. Provincial que está en la calle del Corso, y donde estamos 21 sujetos.

(Archivo de la Viceprovincia Ecuatoriana de la Compañía de Jesús, Legajo XFX)

P. FRANCISCO JAVIER CRESPO

Cuenca, 7 de Abril de 1707

Faenza, 3 de Enero de 1777

CARTA AL PRESIDENTE DIGUJA

J H S ( I N É D I T A )

Señor Presidente Don Joseph Diguja

Señor. Recibimos la de V. S. de 6 de Enero el 16 de Abril, y en cumplimiento de la orden escrebimos luego a Moyobamba para que regresase el sacerdote que debía relevarnos. Éste enfermó, y fue preciso que por mis ins­tancias enviase otro el Vicario de Moyobamba. Éste tar­dó en llegar hasta fines de mayo, y entregando la iglesia, salimos el 6 de junio para las misiones, y hemos peregri­nado cerca de cinco meses, con las precisas detenciones, en buscar gente y avíos en donde ha sido necesario mu­dar. Ya estamos con el favor de Dios en Piura, y con barco que saldrá en breve (según dicen) para Panamá. De Jaén nos han dado los avíos hasta acá, como V. S. nos lo previno, y aquí hallamos el partido y la buena acogi­da que todos agradecemos muy de corazón al favor y caridad de V. S. que todo lo previno. Se está haciendo la ropa que pareció a los Señores necesaria para el largo tránsito que nos resta, de que a los Sres. Oficiales reales estamos agradecidos. Dios remunere a todos la caridad que usan, como quien es, y guarde a V. S. lleno de feli­cidad, gracia y méritos los muchos años que a bien de sus pueblos, etc.

Piura y Noviembre 7 de 1768.

Señor, Besan la mano de V. S. sus siervos inútiles

P. JAVIER CRESPO. JUAN DE UIXAURI.

(Archivo de la Viceprovincia Ecuatoriana de la Compañía de Jesús, Legajo XXIV)

P. JUAN DE UIXAURI

Loja, 7 de Enero de 1722

Faenza (?) 9 de Setiembre de 1801

EN LA MUERTE DEL P. RICCI

(Traducción de una poesía francesa)

Endechas reales

¡Conque esto es hecho, Ricci! ¡Tú mueres sin remedio, y en la prisión es donde has de acabar la vida como reo!

No temas que mis ojos con su llanto sincero injurien una muerte digna de envidia, más que de lamento.

Del santo augusto Nombre de Jesús con anhelo seguiste las banderas, y fuiste de su tribu el jefe electo.

Tú heredaste sus penas, sus virtudes y ejemplos, su oprobio, su agonía, su cruz, al fin, su muerte y sus trofeos.

Viviste cual apóstol y cual mártir has muerto. ¡Ah, cuando así se muere, qué dicha es el morir, ah, qué consuelo!

196 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Sí, Ricci, ese suspiro que arrojaste postrero, por su gloria eterniza tu gloriosa batalla y vencimiento.

Vuela, pues, con confianza, vuela al seno paterno de aquel Dios suave y justo, toda munificencia allá en el cielo.

Allí es donde coloca la inocencia en su seno, y establece la firme constancia cerca de su trono eterno.

Ya veo de tu corona la brillantez, y veo que unidos te rodean tus caros hijos, una vez dispersos.

Bajo los resplandores que te circundan bellos, gozan ya ellos el fruto del violento contraste que sufrieron.

Mas queda todavía en su infeliz destierro de lágrimas y penas aún batallando una gran parte de ellos.

Esos tristes caminan entre susto y recelo y entre peligros grandes, de que se hallan sembrados sus senderos.

No, no los abandones: desde lo alto del cielo, de Jesús les alcanza fortaleza, serenidad y aliento.

Pues es Jesús testigo de sus combates fieros, haz tú que en sus desgracias siempre se muestren con glorioso esfuerzo;

P . JUAIST DE U L L A U R I 197

que al Instituto fieles y fervientes en celo, cojan sobre tus huellas las dulces palmas de la Cruz en premio.

A pesar de calumnias, Ricci, noble guerrero, expira en las prisiones con toda gloria, honor y buen concepto.

Asi morir debía en este siglo adverso el jefe que llevaba la insigna de Jesús grabada al pecho,

aquel que con su Nombre imitó los ejemplos de quien murió enclavado en la cruz por salvar al universo.

(Ocioso de Faenza, IV, 118421)

P, JUAN DE ARTETA

Guayaquil, 3 de Marzo de 1741

Ravena, 30 de Setiembre de 1796

BREVE RELACIÓN DE LA VIDA Y VIRTUDES DEL

PADRE ENRIQUE FRANCEN DE LA COMPAÑÍA

DE JESÚS, MISIONERO QUE FUE DE MAINAS EN

LA PROVINCIA DE QUITO. ESCRITA POR OTRO

RELIGIOSO SACERDOTE DE LA MISMA COMPA­

ÑÍA (PADRE JUAN DE ARTETA). EN RAVENA,

AÑO DEL SEÑOR 1772.

(INÉDITA)

Habiendo sido tan santa y ejemplar la vida del P. Enrique Francen de nuestra Compañía, tantas sus fati­gas y empresas apostólicas, tantos los prodigios con que, aun viviendo, le ilustró Dios nuestro Señor, y tan ex­traordinarias y maravillosas las circunstancias de su gloriosa muerte, me ha parecida dar de ello alguna re­lación. Y aunque no tuve la suerte de conocer y tratar a tan ilustre varón, con todo diré de él lo que he sabido

202 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

por informe que me ha dado el Padre Andrés Cama-cho, misionero también de Mainas que comunicó y tra­tó mucho a dicho Padre, lo confesó, y dirigió por mu­chos años su conciencia, y fue testigo ocular y auricular inmediato de muchas de las cosas que voy a referir, y singularmente de su muerte.

Fue el Padre Enrique Francen natural de la ciudad de Custodia, en la Alsacia, hijo de padres ilustrísimos y muy piadosos y católicos. Su padre estaba condece^ rado con el título de Barón, dignidad muy conspicua en esas partes, aunque no sé la nombradla de esa baronía o el feudo que tenía anexo. (x) Su nacimiento fue en el año 99 del siglo pasado, a 10 de Marzo. Criáronle sus padres en el santo temor de Dios y en el ejercicio de las letras, a que le aplicaron desde sus tiernos años, descubriendo en ellos no pequeña habilidad. Siendo ya joven entró la primera vez en el noviciado de la Com­pañía de Jesús del Rín Superior; pero sucedió en este año una desgracia, que envolvió consigo y arrastró al siglo, aunque contra su voluntad, a nuestro novicio. Era general o comandante de una plaza y castillo de Alsacia el padre de nuestro Enrique, cuando sitiaron dicha pla­za y castillo los franceses. Después de alguna resisten­cia, se vio precisado dicho Señor a entregar la fortaleza con algunas honestas capitulaciones. Con esto salió de dicha plaza, que pertenecía antes al Emperador, su so­berano, en cuyo nombre la gobernaba y defendía, el ya dicho padre de nuestro Enrique. Perdió con esto sus ha­beres y feudos, y se retiró a Viena. Pero antes de hacer­lo, se fue al noviciado escoltado de un regimiento o por lo menos de una compañía de Granaderos, y pidió o mandó al Rector que le entregara a su hijo, porque no quería que estuviese dentro de la dominación y territo­rio franceces. Obedeció violentado el Rector y entre­gó al novicio, quien mal de su grado siguió en hábito

(1) No fue nuestro Enrique el primogénito, y así no le tocaba la. baronía, sino a otro hermano mayor, que después fue emba­

jador del Emperador a la corte de Roma. [Todas las notas de esta Relación son del propio P. Juan de Arteta.]

P. JUAN DE ARTETA 203

secular a su padre a dicha corte de Viena, donde perma­neció algún tiempo, en compañia de su mismo padre, quien recibió muchas honras y favores del Emperador, a quien tan fielmente había servido. (x) Estando en esta Corte, le vino a nuestro Enrique deseo de ir a visitar un santuario muy célebre de nuestra Señora de los Dolores, llamado Santa María de las Celias o ad Celias, (2) donde había siete columnas que representaban los Siete Miste­rios Dolorosos, obra de un piísimo emperador que las había mandado labrar en ese sitio por monumento per­petuo de su devoción. Yendo nuestro Enrique a esta peregrinación le dio Dios un interior impulso de hacer otra mucho más útil y provechosa para su alma; y fue el ir a Roma a solicitar su readmisión en la Compañía. No tardó en consentir a la divina voz que lo llamaba; y así con algunos pocos húngaros, que es una especie de mo­neda, que tenía consigo, dirigió su camino de peregrino hacia la santa Ciudad, donde arribado se fue luego a ver con nuestro Padre General, y solicitó instantemente su segundo recibo, alegando la violencia que había padeci­do, en su salida del noviciado del Rín. Negóse fuerte­mente Nuestro Padre, sabiendo la oposición de su padre, a quien, por ser tan gran Señor como era, temía disgus­tar, admitiéndole contra su voluntad; y así le dijo que, hasta tanto que no obtuviera libre permiso de su padre, no esperase ser de Su Paternidad de nuevo admitido en la Compañía. Con esto nuestro pretendiente se aplicó y revolvió a otros medios para obtener su deseado fin, y pensó en solicitar y arrancar de todos modos el con­sentimiento de su padre. Valióse para esto primero de un tío suyo Cardenal, que tenía en la misma ciudad de Roma, y le suplicó vivamente se interpusiese con su pa-

(1) No diera crédito a toda esa relación y avenimientos sobredi­chos, si no me asegurara el Padre Andrés Camacho, sujeto a

quien se debe toda fe, por su gran veracidad y religiosidad, que la supo por boca de nuestro Padre Enrique, quien se lo refirió en confianza. Añade dicho Padre Camacho que el padre de nuestro Enrique tenía el grado de general del Imperio.

(2) No sé si se deberá decir Celias o Sellas; pero para la historia lo mismo es uno que otro.

204 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

dre para la licencia de entrar en la Compañía. Y aunque al principio, viendo la dificultad, se hizo de rogar y se excusó dicho Eminentísimo, al fin se dejó vencer de los ruegos y lágrimas del sobrino, y escribió al padre de nuestro Enrique que otorgase a su hijo la licencia; y al mismo tiempo el interesado escribió de su parte instando y clamando por la deseada facultad, y significando resuel­tamente a su padre que si no le concedía la dicha facul­tad se andaría de peregrino por todo el mundo, hasta tan­to que, compadecidos los Padres de la Compañía y ven­cidos de su porfiarlo admitiesen en ella. Con estas dos cartas movido grandemente el corazón del padre, que por otra parte era caballero muy cristiano, justo y piadoso, vino en dar benignamente la licencia, que se le pedía, con la cual presentándose de nuevo nuestro Enrique, fue admitido en la Compañía por nuestro Padre General, a 2 de Julio de 1722, siendo de edad de 23 años y cerca de 4 meses. Pidióle nuestro Enrique que le enviase a parte donde estuviese lejos y distante de su patria y pa­dres, porque no le sufría el corazón el ver el gran atraso, menoscabo y detrimento que padecía su casa, después de la pérdida de Alsacia (*) y por otros particulares moti­vos. Con esto Nuestro Padre General, que a la sazón de­bía de ser el Muy Reverendo Padre Miguel Ángel Tam-burini, le destinó a la provincia de Milán, donde tuvo su noviciado y estudió por algunos años con el fruto, apli­cación y religiosidad que se dejan fácilmente conocer por las prendas, ingenio y singular espíritu de nuestro Enrique. Tuvo aquí por maestro, en no sé qué facultad.

(1) No se sabe que los franceses hayan tomado otra plaza fuerte, en este siglo, en la Alsacia que la de Landau, en el 1713,

en que los recobraron del poder de los alemanes. Por lo cual puede haber padecido alguna equivocación el Padre Camacho, cuando refiere que el padre de nuestro Enrique perdió en la Al-sacia una plaza imperial y de resultas de esa pérdida sacó a nuestro Enrique del noviciado del Rín; pues en ese año de 1713, cuando más, tenía dicho Enrique 14 años de edad. A no ser que la equivocación consista en el catálogo de nuestra Provincia, o que hubiese entrado el Hermano Francen de devoto; pero aun­que en esto y en alguna otra circunstancia accidental haya in­tervenido algún yerro o equivocación, con todo no se puede razo­nablemente dudar de la sustancia de la narración.

P. JUAN DE ARTETA 205

al Muy Reverendo Padre Ignacio Visconti, que después fue Prepósito General de nuestra Compañía; y por com­pañero y condiscípulo al que, después de muchos años, fue su conmisionero y Superior en Mainas. el Padre Joa­quín Pietragrasa, varón muy religioso, celoso del bien de las almas y muy dado a las cosas de Dios, quien poco después de haberse acabado su rectorado y magisterio de novicios, murió en la villa de San Miguel de Ibarra, o en una hacienda inmediata a ella, a fines del año 63.

Estando nuestro Enrique prosiguiendo sus estudios, oyó que habían venido a Europa procuradores de la provin­cia de Chile en la América, que reclutaban misioneros para su provincia y sus misiones, y luego por estar más lejos de su patria y por la esperanza de ayudar más al bien de las almas, pidió y solicitó el ser contado entre los nuevos misioneros de la dicha Provincia. Y habién­dolo obtenido, pasó a España, embarcándose en el puerto de Genova, y habiendo llegado a Cádiz, fue enviado a Sevilla a seguir sus estudios, hasta tanto que se propor­cionase la navegación para América, Aquí en el hospi­cio de Sevilla concurrió con los Padres Carlos Brentano, Nicolás Singler, Adán Scheffgen, Ignacio Michel y otros que esperaban pasar a la Provincia de Quito en la misión que conducía el Padre Procurador Juan Bautista Moxica, de nación Sardo. Sucedióle en este tiempo un caso que le trastornó su designio de pasar a Chile, y fue que re­tardándose, por no sé qué contingencia, su salida de Se­villa, después del aviso que tuvo de ir al puerto para embarcarse, por ser ya llegado el tiempo de la navega­ción; cuando llegó a Cádiz ya se había hecho a la vela la embarcación. Por lo cual viéndose desahuciado de pa­sar a Chile, escribió a nuestro Padre General, pidiéndole que le agregase a la misión y provincia de Quito, y ha­biéndolo obtenido pasó a dicha provincia en compañía de los Padres ya dichos, que concurrieron con él en el men­cionado hospicio de Sevilla. Llegó a Quito donde acabó sus estudios teológicos, y después de ordenado de sacer­dote y tenida su tercera probación, pidió a los Superiores que le destinasen a las laboriosísimas misiones de Mai­nas; condescendiendo éstos con su petición lo señalaron

206 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

primero cura de Archidona (*) y de Ñapo, que eran las entradas principales de la sobredicha misión de Mainas, especialmente del río Ñapo, como de los mayores de toda esa dilatada Misión. Aquí en Archidona perseveró 19 años continuos, cuidando con grande empeño y esmero de socorrer a los demás pueblos de la Misión, especial­mente los del inmediato río Ñapo, que adelantó mucho. Se aplicó también grandemente al cultivo y cuidado o asistencia en lo espiritual y temporal. Dispuso una casa en forma de hospital, donde recogía y curaba los enfer­mos; fundó una especie de beaterío o casa de educandas, donde se criaban las indiecitas en el santo temor de Dios V aprendían la labor de la aguja, a tejer y otros oficio? y artes mujeriles, hasta tanto que llegaban a edad de colocarse en matrimonio.

No puso menos empeño y cuidado en alhajar y ador­nar la iglesia de Archidona y de sus anejos Ñapo, Tena y Mishaguallí, y en proveerlas de ornamentos sagrados para las misas y fiestas. Se puede decir en pocas pala­bras que las más de las alhajas y ornamentos, que había en esas iglesias, las había dado a ellas el Padre Enrique, siendo cura, empleando en eso el estipendio que le pasa­ba el Rey de 500 pesos fuertes por año, y otros socorros que por otras vías justas y honestas le venían.

(1) Archidona tenía título y privilegios de ciudad; pero en el día era un infeliz pueblo o aldea de casas pajizas. El pueblo

del Ñapo, que estaba casi a la cabecera del río de ese nombre, no era mejor que Archidona. Se dio en el siglo pasado ese cu­rato a la Compañía, por la mayor comodidad de la entrada de los misioneros de Mainas, dando en permuta, la Compañía, según he sabido el pueblo de los Colorados, que son unos indios que están situados en el partido y jurisdicción de la Ciudad de San­tiago de Guayaquil. Aunque esta permuta fue posterior, pues, ha­biendo muerto el primer cura jesuíta de dicha ciudad de la Con­cepción de Archidona, que fue el Padre Lucas de la Cueva, el Obispo que entonces era de Quito dio ese curato a ün religioso Agustino, y después se dio a otros sujetos, hasta que en el año, de 8 de este siglo el maestro Reinoso, clérigo, lo conmutó con la Compañía por el curato ya dicho de los Colorados. Desde en­tonces hasta el año 68 -siempre estuvo en poder de la Compañía y administrado por uno de ios nuestros que presentaba en terna al Sr. Presidente de la Audiencia el Padre Provincial.

P. JUAN DE ARTETA 207

Al cabo de los 19 años que el Padre Enrique estuvo y permaneció en Archidona, sucedió un caso o suceso inesperado, que le obligó a pasar al pueblo de Andoas. Y fue que se levantaron y amotinaron los indios contra el misionero que se llamaba Padre José de Lena, el cual, por huir el peligro, desamparó dicho pueblo y se retiró, por la vía de Canelos, al Colegio de Riobamba. Por lo cual los superiores reconociendo el gran espíritu, valor santo e intrépido de nuestro Padre Enrique, quien sólo con su presencia gigantesca y señoril se hacía respetar, y juntamente con su gran mansedumbre y caridad se ha­cía querer y amar de todos, lo señalaron a dicho pueblo de Andoas, donde, cuando llegó, lo encontró todo quema­do y destruido, Pero con su gran celo, prudencia, cari­dad y paciencia volvió a formar esa población, sacando de los montes a los indios que, después de su sacrilego atentado, se habían retirado a ellos, como a seguro asilo. No solamente recogió a los indios dispersos, sino que tam­bién convirtió otras muchas naciones bárbaras y las re­partió en los dos pueblos de Andoas y Pinches, (*) de los cuales el segundo fundó cuasi de nuevo, pudiéndose decir io mismo con mucha razón, que por su industria y celo vino a ser uno de los mayores de toda la misión de Mai-nas. Las naciones que el Padre sacó de los bosques y convirtió a la fe, fuera de las que convirtió en el río Ñapo, cuando fue cura de Archidona, en el cual tiempo fundó de nuevo los pueblos de la Santísima Trinidad de Capo-cuí y el del Nombre de Jesús, y San Miguel, y restituyó o mantuvo en la fe los pueblos de Icahuates, Tiriry y Payaguas, de los cuales el de Payaguas estaba a la em­bocadura del Marañón; fuera, digo, de estas naciones que convirtió en las excursiones al río Ñapo, estando de cura en Archidona y Ñapo, (2) aquí en Andoas redujo las naciones de los Itremojorios, Panojoris, Icheconojoris, Camocóris, Vichpas, Arazas, Nevas, Shinigayes, Pinches,

(1) Los pueblos.de Andoas y Pinches eran de los antiguos de la Misión y están en el río Pastaza. Digo que el Padre los fun­

dó cuasi de nuevo, porque habiéndolos encontrado en estado miserabilísimo, les dio la forma que últimamente tienen.

(2) Testigo es el Padre Salvador Ordines que esto depone.

208 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Robamaynas, (x) • y ayudó mucho a la conquista de los Muratas, que emprendió y efectuó el P. Andrés Camacho, la cual conquista predijo dicho P. Enrique, diciéndole al P. Joaquín Pietragrasa que el P. Camacho reduciría esa nación, aunque el Padre no trataba ni pensaba en eso, como también predijo que vendría un indio Murata a tratar de amistar su nación y de la reducción de ella; y esto sin que por otra vía se pudiese saber.

Aquí en Andóas hizo su profesión de cuarto voto el año 43 a l 9 de Enero, habiendo sido antes por bastantes años coadjutor espiritual formado, por equivocación que padecieron en Roma, al tiempo de despachar el grado, remitiendo el de la profesión a uno que le tocaba el de la formación y el de la formación a nuestro Enrique. Recibiólo con grande humildad y conformidad, y aunque después, desengañado por nuevos informes, nuestro P. General le remitió la profesión de cuarto voto, nuestro Enrique, por más esfuerzos que hicieron los Superiores, especialmente el Padre Carlos Brentano cuando fue Pro­vincial, siempre se mantuvo firme en no querer pasar a otro grado, diciendo que tenía regla de perfeccionarse primero en el primero, y que aún no se había perfeccio­nado en el grado que tenía, en el cual vivía muy conten­to. Y no hubiera hecho la profesión, si no hubiera sido por el Padre Guillermo Grebmer que, cuando fue seña­lado Provincial de la Provincia, saliendo para Quito y pasando por el pueblo de Andoas, le mandó un día im­provisamente en la sacristía con precepto de obediencia que en la misa que su Reverencia iba a celebrar hiciese dicha profesión, para lo cual desde que salió dicho Padre Provincial del pueblo de la Laguna se había prevenido de las copias y ejemplares necesarios de esa profesión. Bajó humildemente su cabeza a la obediencia nuestro Enrique e hizo en manos del sobredicho Padre su profe­sión solemne.

(1) No pienses que estas naciones, aunque de lenguas diversas, sean tan numerosas como las de Europa, Cuando se dice

que un misionero convirtió una nación, no.se entienda de mane­ra que no quedasen otras entre las selvas de la misma nación por convertir.

P. JUAN DE ARTETA 209

Ilustró Dios nuestro Señor, aun en vida, con muchos milagros a este su humildísimo y fidelisimo siervo. Con sola su bendición amansó varias veces las bestias más fieras. Una vez viendo cabe si a un fiero tigre, le echó su bendición, y él se partió sin hacerle la menor lesión. En otra ocasión viéndose envuelto de una ponzoñosa cu­lebra, le dio también la bendición diciendo: "Gloria al Corazón de Jesús en el corazón de María, y en ti, cule­bra". Y luego ésta se le desprendió sin hacerle el menor daño. Y después el Padre Camacho que esto refiere la mató con sus propias manos. Traíanle muchas veces los indios a sus propios hijos enfermos, y con sola la bendi­ción les daba la salud. C1)

Pero el mayor milagro fue la muerte (2) de este san­to varón que pasó en esta forma. Habiendo perseverado nuestro Enrique 36 años continuos en el oficio de misio­nero de aquellas trabajosísimas misiones, de los cuales 19* vivió en Archidona y río Ñapo y los restantes en el ya dicho pueblo de Andoas, sintió con luz del cielo que se acercaba el término de su peregrinación. Y así en el mes de Mayo del 67 hizo unos Ejercicios con mucha devoción y fervor y se confesó generalmente de toda su vida con el Padre Andrés Camacho, que había sido su confesor y di­rector por el largo espacio de 18 años, por estar dicho Padre en un pueblo no muy distante del de Andoas. Des­pués de los Ejercicios, habiéndose detenido por algunos días el Padre Andrés, comenzó el Padre Enrique a tra­tar con él de su vecina muerte y a disponer de las cosas que se habían de hacer después de ella, y revuelto con gran ternura al Padre le dijo: "Ya sabéis, amado Padre Andrés, cuánto siempre os he querido, amado y estima­do; pues lo que os pido en retorno únicamente es que,

(1) Todos esos milagros depone el Padre Camacho, que dice vio varias de las prodigiosas curaciones del Padre.

(2) Dicha muerte y las circunstancias que en ella concurrieron o precedieron demuestran bien la gran santidad del Padre En­

rique; pues sin duda son de lo más portentoso y singular que se puede leer en las historias antiguas y modernas de varones san­tos. En su relación no se puede lícita o prudentemente poner dolo, o desear mayor certidumbre en lo humano.

210 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

después de mi muerte que ya se acerca, no desamparéis a estos mis pobres neófitos de estos pueblos de Andoas y Pinches". El Padre Andrés quedó sorprendido con las palabras y cosas que practicaba y disponía el Padre, y le dijo: "¿Por ventura Vuestra Reverencia se siente en­fermo?"' A que respondió Enrique: "No, pero presagio y preveo que mi partida se acerca; y así vos tendréis cui­dado de enterrarme y encomendarme a Dios". Después, al despedirse el Padre el día de la Ascensión por la tar­de, se echó a llorar, y preguntándole el Padre Andrés por qué lloraba, respondió: "Lloro porque siento no se qué corazonada de que mi Madre la Compañía está ahora padeciendo una gran aflicción, y esto me hiere el alma", (x) y añadió: "Adiós, querido Padre Andrés, que ya no nos veremos hasta que estemos en el cielo". Despidiéron­se con esto y se abrazaron tiernamente, y el Padre An­drés se partió para su pueblo de Muratas, dejando en Andoas un muchacho suyo y otros indios para que des­pués le siguiesen y condujesen a dicho pueblo de Muratas algunos efectos o cosas que necesitaba. Los días siguien­tes viernes y sábado celebró la misa bueno y sano el Pa­dre Enrique; pero entre tanto mandóse hacer de un pe­dazo de canoa vieja su ataúd, para que en él depositasen su cuerpo, y enseñó a los sacristanes el modo con que le habían de vestir después de muerto. Y el sábado, después de dicha misa se despidió públicamente de todo el pueblo para la otra vida, y al mediodía, después de la hora de comer repartió algunas alhajuelas de devoción y otras que no lo eran a los muchachos que le habían servido, y al muchacho del Padre Camacho le dijo que volviese des­pués de algún rato por una carta, que quería enviar con él a dicho Padre. El muchacho anduvo haciendo sus visi­tas y se detuvo más de lo necesario. Mientras tanto el Padre dijo que quería reposar, cosa que no solía hacer a esa hora; y como a las cinco de la tarde, volviendo el muchacho del citado Padre Camacho por la carta y vien-

(1) El arresto de los Padres de España fue en el mes anteceden­te de Abril, y por Agosto se siguió el de Quito, el que en

todo Setiembre se llegó a saber en las misiones más remotas de Mainas.

P. JUAN DE ARTETA 211

do la puerta del cuarto del Padre media abierta, comen­zó a golpear y llamar al Padre, y viendo que a los gritos no respondía, entró dentro y lo encontró (caso raro!) hincado de rodillas en el suelo y medio reclinado sobre la cama con un Santo Cristo en la mano, ya muerto. Eran como las cinco de la tarde, sábado infra octavam Ascensionis, 30 de Mayo del sobredicho año de 67. (*) Luego salió puerta afuera el muchacho, tomando consigo la carta rotulada al Padre Camacho; y dando aviso al pueblo, se partió con sola una lanza en la mano, y atra­vesando montes y ríos llegó poco después de las 24 horas de haber salido de Andoas, domingo a cosa de las seis de la noche al pueblo de Muratas, y entregó llorando la carta al Padre Camacho, y refiriéndole por menudo todo lo que había pasado, y cómo había sido encontrado el día antes muerto el Padre Enrique, estando perfectamente vestido e hincado de rodillas. Recibió el Padre la carta y abriéndole leyó las palabras siguientes: "Amado Padre Andrés, ya Dios me llama a su descanso. Venid a ente­rrar mi cuerpo, y acordaos de encomendarme al Señor". Al punto el Padre sin detenerse, ni acordarse de tomar el breviario, se partió como estaba, con sola una cruz en la mano y casi sin descansar ni de día ni de noche, por entre espesos bosques y vadeando a pie ríos y arroyos in­termedios, siguió su camino y al día siguiente, lunes, como a las cinco de la tarde llegó a Andoas, donde ya le habían salido a recibir los indios grandes y pequeños, mujeres y niños llorando todos a gritos la muerte de su santo Padre y pastor Padre Enrique. Encaminóse el Pa­dre con la multitud a la iglesia donde ya estaba deposi­tado el venerable cadáver, y luego que llegó se postró en tierra junto al féretro, y le besó devotamente las manos. Habían puesto el cuerpo difunto en el ataúd que el mis­mo Padre Enrique se había mandado labrar, y lo habían vestido con los hábitos sacerdotales, según la disposición dada en vida por el mismo Padre y únicamente habían faltado en ponerle en las manos un Santo Cristo en lugar del Cáliz que luego le puso el Padre Camacho. Habían

(1) Murió de edad de 68 años, 2 meses y 20 días. De estos años vivió 36 en las Misiones.

212 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

llenado el ataúd de tantas flores que asegura el citado Padre que apenas se le podía ver la cara al difunto, el cual aun después de las 48 horas de muerto, no despedía de sí ningún mal olor, siendo así que en esas partes, por ser tan cálidas, luego se hinchan y corrompen los cuer­pos de los difuntos. A más de las flores con que habían adornado el túmulo o féretro, habían encendido los indios cuantas ceras o hachas pudieron encontrar, de manera que apenas tuvo el Padre Camacho velas o candelas con que decir misa los días siguientes que estuvo en ese pue­blo. Viniendo al entierro, éste se hizo a poco tiempo de haber llegado el Padre, diciéndole primero las consuetas preces de la Iglesia. Fue ese entierro el l 9 de Junio des­pués de las 5 de la tarde, como consta del apunte que en el mismo pueblo hizo el tantas veces citado Padre Cama­cho. Yo mismo he visto ese apunte y en él le da el Pa­dre susodicho a nuestro Enrique el título de venerable. (1)

Fue el Padre Francen en vida y muerte venerado por santo de los nuestros y hasta dé los indios mismos,, que en sus enfermedades le pedían su bendición y por medio de ella conseguían la sanidad. Una vez yendo el Padre en Andoas a enterrar un muerto, resucitó éste y comen­zó á hablar cosas de la otra vida. Volvióse el Padre á su casa riéndose, y preguntándole un Padre huésped, qué estaba allí de paso, la causa de la risa, le refirió el suce­so; y aunque él por su humildad decía que no sabía a qué atribuirlo o lo atribuía a una particular y prodigiosa disposición divina, para bien y amonestación de aquellos neófitos, se puede con razón atribuir esa resurrección a los méritos del Padre. El sujeto huésped que entonces sé hallaba en Andoas, está ahora en Ravena, y es uno de los más calificados de la Provincia, y yo mismo le oí referir el suceso en años pasados. (2)

(1) Refiriendo yo la narración arriba expresada y escrita de la muerte del Padre Enrique y sus circunstancias al Padre Sal­

vador Ordines, me dijo como quitándome la admiración que ha­bía concebido: "Sabe Vuestra Reverencia cuan santo hombre fué el Padre Enrique? Pues sepa que fue hombre santo". Me dio con esto a entender que no tenía por qué admirarme.

(2) El sujeto que digo se halló en ese pueblo, cuando la resurrec­ción de ese muerto de muchas horas fue el Padre Sebastián

P. JUAN DE ARTETA 213

La caridad para con Dios de este santo varón fue muy grande, especialmente para con el Sagrado Corazón de Jesús de quien fue devotísimo y por cuyo medio obró varios milagros. En todas sus cartas siempre comenzaba diciendo: Alabados sean los Sagrados Corazones de Jesús y María. Su ordinaria bendición y jaculatoria era decir: Gloria al Corazón de Jesús y al Corazón de María, o en el Corazón de María. Se esmeró siempre mucho en el aseo y adorno de las iglesias y en procurar que los ves­tidos sacerdotales fuesen los más decentes que podía ha­ber. Fue también muy dado a la oración mental y a los ejercicios espirituales y devotos. Su temor de Dios fue tan grande, que en toda su vida no cometió culpa mor­tal ni perdió la blanca estola de la inocencia bautismal. En sus confesiones ordinarias, por lo común, no encon­traba su confesor materia aun leve de absolución.

De la caridad para con Dios le nacía el celo ardiente que siempre tuvo de la salvación de las almas, y la cari­dad grande y heroica para con sus prójimos. Ya vimos las muchas naciones bárbaras que convirtió a la fe y los pueblos de neófitos y catecúmenos que fundó en el río Ñapo donde en una de sus excursiones estuvo por el es­pacio de dos años. El Padre Salvador Ordines que algu­nos años después fue cura de Archidona y Ñapo dice que con mucha razón se puede al Padre llamar fundador de las misiones del río Ñapo; que cuando el dicho Padre Enrique tomó a su cargo el entablar y administrar esas misiones, estaban éstas cuasi perdidas y desamparadas, y el Padre les dio el ser que después tuvieron, para lo cual concurrió grandemente el haber el mismo Padre trasplantado por algún tiempo 200 indios de ese río Ñapo a los pueblos antiguos de Ñapo y Archidona, para que en ellos aprendiesen con el trato de los otros cristianos los modales políticos, humanos y cristianos y algunas ar­tes que después pudiesen introducir juntamente con la lengua general del Inga entre sus nacionales y paisanos,

Imbert, que por el espacio de doce años continuos regentó en la Universidad de San Gregorio de Quito las cátedras de moral, vís­peras y prima de teología, y ahora, es prefecto de estudios ma-̂ yores de los nuestros.

214 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

como después sucedió con gran ventaja de aquellas re­ducciones (*). También se puede en cierta manera, como vimos llamar al Padre fundador de los pueblos de An-doas y Pinches, por lo mucho que en ellos trabajó y por lo que los aumentó con las nuevas conquistas.

Era tan grande su caridad para con todos, que se podía con razón llamar paternal. Socorría en cuanto podía a los necesitados, consolaba a los afligidos, amo­nestaba, corregía y enseñaba a los que lo habían menester con una dulzura y mansedumbre propias de verdadero padre. Curaba a los enfermos aun a los más asquerosos, sin recelo de tocar las llagas más pestilentas y fétidas con sus manos. En la peste que hubo una vez en el pueblo de la Laguna, de la Misión alta, donde el Padre había ido por convalecer de una enfermedad que había pade­cido, asistió con gran solicitud y caridad a los apestados, y después de muertos él mismo con sus manos los amor­tajaba y cargaba en sus hombros para enterrarlos. (2) Era en su trato muy llano, afable, cortés y humano con todos. Tenía siempre su boca llena de risa y sus pala­bras rebosaban dulzura.

Su humildad se puede colegir de lo dicho hasta aquí, especialmente del gran empeño y esfuerzo que hizo para mantenerse en el grado de coadjutor espiritual, aun me­reciendo por tantos títulos el de profeso de cuarto voto. Tenía su conciencia enteramente manifiesta a su confe­sor, y era tan humilde que cuando le había de pedir licen­cia para hacer alguna penitencia o mortificación, qué

(1) La lengua del Inga, así llamada por haberla introducido los emperadores Ingas, en los reinos y provincias que conquista­

ron a su imperio, es casi la misma, aunque varía un poco en el dialecto con la que llaman quichua. Es la más general de la América Meridional, y nuestros Misioneros procuraron siempre extenderla e introducirla para la mayor facilidad de las reduccio­nes y del trato y administración y comunicación de los pueblos.

(2) En nuestras Misiones de Mainas era menester que los nues­tros hiciesen todos los oficios de párrocos, padres, madres,

médicos, cirujanos, barberos, sepultureros o enterradores, sastres/ zapateros, carpinteros, albañiles, pintores, músicos y los demás necesarios o útiles para la vida humana y civil, si querían ser buenos y cabales misioneros.

P. JUAN DE AHTETA 215

era muy frecuentemente, se hincaba de rodillas aun fue­ra de la confesión sacramental, y diciendo el lube Domi­ne benedicere^ le pedía dicha licencia o facultad y no se apartaba un punto de lo que éste le prescribía o conce­día, ni se atrevía a hacer cosa ninguna en esa materia o en otras sin su beneplácito y consejo.

En sus mortificaciones corporales fue muy rígido, aun­que siempre iban niveladas por la voluntad y parecer de sus superiores y confesores. Tomaba frecuentemente ás­peras disciplinas: domaba sus carnes con cilicios y otras penitencias; dormía muchas veces sobre punzantes orti­gas y afligía de otras maneras su cuerpo.

Con la penitencia, oración, recato y guarda exacta de sus sentidos conservó siempre ilesa la pureza y virgini­dad, acompañando estas virtudes con una gran pobreza y perfecta obediencia que son las virtudes constitutivas de la vida religiosa.

Esta es en suma la vida de este religiosísimo varón, espejo de inocencia, ejemplar de pureza y perfección, nuevo apóstol del Marañón español o de los Mainas, con­quistador de nuevas gentes y naciones, dechado de misio­neros, verdadero hijo del gran Padre y fundador San' Ignacio de Loyola, cuyo ardiente y desmedido celo, pro­fundísima humildad, encendida caridad y demás virtu-des procuró siempre imitar y emular. ¿Quién no ve en los diversos y raros pasajes de esta vida los caminos tara extraordinarios y admirables por donde Dios guía a una gran santidad y al término de la felicidad a sus escogi­dos? ¿Quién no advierte cuanto importa corresponder a los primeros impulsos y vocaciones del Divino Espíritu, y alejarse cual otro Abrahán de la patria, padres y pa­rientes, para seguir las voces de la gracia y venir a ser padres y Apóstoles de nuevas gentes? ¡Oh cuan super-abundantemente premia Dios y remunera a los que por amor suyo, despreciándolo todo y aun a sí mismos se consagran a su servicio, se destierran voluntariamente por su amor a tierras no conocidas, a regiones bárbaras e incultas, a pueblos fieros, crueles e indómitos, y se se­pultan aun viviendo entre los bosques y selvas densísi-

216 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

mas, para dar la vida a los que yacen en la profunda y obscura noche de la muerte! Despreció nuestro Enrique los regalos y opulencia de su casa, dejó sus parientes, olvidó la patria, desemparó la Europa y se dedicó ente­ramente al cultivo y conversión de gentes bárbaras e in­fieles, pasando la mayor parte de su vida y gastando su salud y sus alientos y robustez por la salvación de las almas de los infelices indios de Mainas. Mas ¡oh cuan copiosos frutos cogió para el cielo! ¡cuan abundantemente bendijo Dios sus fatigas! ¡con cuántos prodigios y señales lo ilustró! ¡con cuan dichosa y envidiable muerte coronó su vida, y con cuánto premio y gloria podemos esperar o más bien creer habrá coronado su bendita alma en el cielo! Dios por su misericordia nos haga imitadores de su celo y virtudes, para que asi le sigamos muriendo en la dicha y felicidad.

Esta vida como dije al principio la he sacado de rela­ción verbal y exacta del P. Andrés Camacho, misionero insigne de Mainas y sujeto muy verídico y sincero, a quien se debe toda fe. (x) Mucho más agregándose los testimonios de otros sujetos fidedignos, que confirman la opinión de santo y apostólico que se mereció nuestro En­rique. Entre otros sujetos el P. Salvador Ordines, que después de algunos años fue sucesor del P. Francen en el curato de Archidona y Ñapo, no solamente llama san­to a boca llena a dicho Padre, sino que confirma con su testimonio varias de las cosas, añadiendo no pocas a las que el Padre Camacho me había comunicado. Ahora me acuerdo que un sujeto de los nuestros muy religioso, que estaba como de coadjutor y compañero del Padre Fran­cen en el pueblo de Pinches, escribióme una vez a Quito, y dándome razón de su demora y destino me decía: "Es-

(1) El Padre Andrés Camacho es uno de los Misioneros más be­neméritos y de mayor íama en la Provincia, tanto que en pre­

mio, aun antes de la edad de 40 años, le concedió Nuestro Padre General, que Dios guarde la profesión de tres votos. Convirtió este Padre la nación de los Muratas y fundó un pueblo de dicha nación, y dio principio a la conversión de la gran nación de los Jívaros, fundando también un pueblo de ellos. Tenía ya amista­da la parcialidad de un cacique principal llamado Mascuitaca, cuando sobrevino el arresto.

P. JUAN DE ARTETA 217

toy en compañía del santo Padre Enrique Francen, etc."

Añade a lo dicho en esta vida el Padre Camacho, que cuanto él me ha referido es muy poco o nada respecto de lo que Su Reverencia sabe y pudiera decir de nuestro héroe (2); y me ha ofrecido hacer, cuando pudiere una relación más cumplida y cabal de dicha vida, la que piensa remitir a Alemania a alguno de sus conocidos Je­suítas y conmisioneroSj que no son pocos.

Laus Deo et Virgini Matri.

P. D. Todo lo dicho lo someto voluntariamente al juicio de la Iglesia, como también al de mis Superiores.

(Archivo del Instituto Superior de Humanidades clásicas. Cotocollao)

(1) Llámase José Zenitagoya, y es natural de Quito. (2) Añádese que yo, por no difundirme demasiado, no he inves­

tigado más de la vida y virtudes del P. Francen, dejando el cuidado de recoger otras noticias a otros que tuvieren mejor plu­ma y más tiempo, salud y comodidad para hacerlo. Mi único fin, en haber emprendido esta relación, ha sido el procurar que no queden, cuanto es de mi parte, en perpetuo olvido acciones y pasajes de tanta edificación y consuelo; y el saber que sin duda resultará de ellas y de su narración gran gloria a Dios., a la Compañía y al héroe aue se propone.

CUANDO VIAJÓ A VIENA EL PAPA PIÓ VI

Canto heroico C1)

Los derechos de Dios y los del César prohibió confundir, y antes les puso a cada cual su linde cierto, Cristo, el autor de la Ley, el que es del Padre Sabiduría eterna. Rey de reyes y Señor de señores, un didracma quiso pagar por sí y otro por Pedro. Preguntado, afirmó que de este mundo no era su reino, con ser él quien rige con férreo cetro a reyes, quien reparte a su querer los reinos o los quita, quien tantas cosas crea y las maneja, quien los pechos modera de los príncipes o deja que, rebeldes, se endurezcan, mas dominando a los rectores de hombres con grillos y con cepo.

(1) Original latino: Caesaris atque Dei vetuit confundere iura, limitibusque suis concluserat omnia certis Christus, qui Doctor legisque Conditor almae, quique est Aeterni Patris Sapientia summa Qui Dominus regum est, cunctorum Rexque supremus pro se proque Petro vult bina numismata solvi. De mundo esse suum hoc regnum negat ille rogatus, virga qui reges íerri regit, ipsaque regna pro libito donat cunctis, auíertque resolvit; quique raanu fingit, mollit, vertitque tenetque, principis inclinat pectus, durescere linquit, rectoresque hominum manicis vel compede vincit.

P. JUAN DE ARTETA 219

Por lo mismo, nadie en los reinos terrenales viole sus límites legítimos; sus leyes nadie desprecie, ni entremezcle nadie lo sacro y lo profano; nadie turbe con soberbia osadía los derechos del imperio del César, ni concite los pueblos contra él.

Mas por tu parte, quienquiera que gobiernes, al olvido no eches nunca que el cetro ha de rendirse ante Dios, y los príncipes y pueblos han de acatar a Pedro, a quien incumbe por las almas velar, hacer las veces de Cristo, y con las Llaves a los hombres cerrar o abrir las puertas celestiales.

Contra esta gran verdad que firme inculca la sacra religión, falsos rumores y engañadoras voces se regaron desde tierras austríacas a Roma. Como cuando encrespado el mar al soplo de furioso aquilón, brama y retumba, tiemblan montes y bosques ribereños;

Ergo terreni violet confinia regni nemo unquam, leges temnaí, vel sacra profanis misceat, a tque ausu temptet turbare superbo Caesaris imperíum, populosve inducere contra. Tu queque , quisquís eris, princeps rectorve, memento sceptra Deo, regníque duces popuiosque subesse Petro, cui cura est animae commissa supernae, quíque Víces Chrístí gerít a tque ae terna repandit, obserai au i homini caelesti claustra recessus. Kaec cum certa sint, religioque superna edoceat, fallax vox rumoresque sonantes egressi Austriacis venere ex finibus Urbem. Non secus a c pontus, cum fiante aquilone tumescit, infremit ac reboat, montes, nemus omne tremiscunt,

220 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

así ese falso trueno, al dilatarse por las siete colinas de la Urbe, a hombres y mujeres mil gemidos y aun a los sacerdotes fue arrancando! pues sobre sus cabezas ya veían rayo fatal; y palidez de muerte invadía los rostros, con la sangre, sagrado hielo que en las venas corre.

No así el gran Pío, el sumo sacerdote, Pastor universal, primer ministro, en la tierra, de Cristo, quien la frente alza tres veces coronada, y muestra colgadas de sus manos las dos Llaves, las Llaves de oro que abren vida o muerte. El no se aterra al escuchar los pávidos balidos de su grey, y su alboroto para calmar, exclama: "Yo en persona iré a Germania, iré a sus campamentos sus pueblos y ciudades, y al palacio del caro Emperador. Haré que entienda que yo al Rey de Romanos nunca quise en armas provocar, y que tampoco contra el poder de Dios sobre la tierra nunca se alzó José, rey piadosísimo. Y haré constar que, igual a sus abuelos y a su padre en la fe, no vela nadie

sepiern romuleae iuga vano excussa tonitru Urbis sunt; gemuere viri virgoque sacerdos: fulmina iam capiíi cuncti finxere vicina. Romano timidus íam pallor in ore sedebat a tque sacrum per membra gelu currebat et artus, Maximus ipse Pius pastor rectorque sacerdos, quem primum Christus sanctum residere ministrum in terris voluit, cui sertis témpora trinis cinxit, et aura tas tribuit geminasque reíerre, appensas digitis, vitae mortisque supernae claves, haud ovium pavido perterritus unquam balatu, insanosque gregis cohibere tumulius exoptans, "Egomet, dixit, germana videbo castra, urbes, populos, ailecti Caesaris aulam. Romanum monstrabo equidem non arma moveré me contra regem; superis summove Tonanti bella parasse unquam clarum pietate Iosephum, consimilemque fide proay.is, pqtribusque verendis.

P. JUAN DE ARTETA 221

tanto como él por defender la Sede de Pedro y su almo templo; que el primero quiere armas aprontar en su defensa, dispuesto a rechazar cualquier amago de enemigos de Cristo, y a esforzarse por hollar vencedor la Media Luna, y encerrar dentro de Asia al sanguinario tirano de los Turcos y a su gente; dispuesto en fin con voluntad resuelta a derramar su sangre generosa por defender hasta la muerte a Cristo en su Romano Imperio".

Sus palabras

tales fueron, y al puntó lo dispone todo por realizar su magno intento. A quien le quiere detener no escucha; molestias, riesgos, lo desprecia todo; fe y esperanza en el favor del cielo son su mejor sostén. Audaz se lanza por fragosos caminos; recias cumbres de inhóspitas montañas va venciendo. Su coche rige Pedro, a quien confía todo el cuidado de la sacra empresa. El estupor, la devoción llenaban a su vista los pueblos que acudían, rebaño fiel, a su pastor. El mundo

esse ipsum, Petri Sedís templique superni pervigilem, primumque armis virtuteque belli custodem, promptumque nimis propellere cunctos hostes Chrisiiadurn, pedibusque efíringere Lunae Odrysiae cornu, inque Asiae concludere sepüs Turcarum immitem dominum, gentemque nefandam, ac, íuso demum generoso sanguino, numen imperium Christi Romanum : mort'e tueri". Dixit et extemplo pergit iam corde voluians a rdua gesta suo, ínotus nec voce morantum sistit, et adspernans incommoda, cuneta pericia, speque íideque manu divum stipatus amica, praeruptosque terens calles et inhóspita montis culmina progreditur, currum. moderare sacratum Petrum, cui commissa rei divina gerendae est causa. Stupor popuios p'ietasque invaserat omnes, Pastoríque suo grex obvius adfuit omnis,

222 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

reverente acataba a su Cabeza, y en sus huellas sagradas, prosternado, vertía con amor besos y lágrimas. No recorrió Alejandro con tal pompa los pueblos que venció; ni vio que al suelo se inclinaran las frentes humilladas, ni honores recibió tan sobrehumanos como a Braschi acogieron por los reinos del Septentrión. En él era Dios mismo a quien los pueblos todos adoraban, al que era ángel de paz para la tierra.

Llega por fin a la ciudad cesárea el Padre augusto; y en gozoso alarde de su piedad, sale José al encuentro del gran Pío. Su mano veneranda estrecha, besa la orla de su manto, vuelve a juntar las diestras, y obsequioso a su palacio él mismo lo conduce. Los pueblos del Danubio acuden raudos y los del blondo Rin, llenando a Viena. Llegan los Cuados, la Pannonia toda, Vindélicos, Sajones, Tiroleses, gente de pro en la guerra, Godos, Sármatas, Francones, Suevos, Dálmatas, Albícolas,

cttque suum mundus reveretur, pronus adorat ut Capuí, affigitque sacris flens oscula plantis. Non ita dux macedo vicias percurrerat urbes efíusasque solo gentes inflectere frontes vidit, et immeritos homini sibi solvere honores, Braschius ut magnus septem it per árnica tríonis regna. Deum populi cuncti venerantur in illo qui Deus oíficio, pacis qui est ángelus orbi. Caesaream tándem accessit Pater almus in urbem, occurritque Pió gaudens pius ipse Iosephus, atque manum pressit, vesíis limbosque verendae labris ac dextram dextra coniunxit árnica, inque domus ipsum duxit penetralia magnae. Danubi populi, ílavi gens accola Rheni adveniunt céleres, currant, implentque Viennam, íestinantque illuc Quadi, Pannonia cuneta, Vindeíicus, Saxo, Tirolis gens ínclita bello, Sarmata, Francones, Gothi, ferus ipse Suevus, Dalmataque, Albícoíae, Stirus, Sílesus, Iaspis,

P. JUAN DE ARTETA 223

los de Estiria y Silesia, los de Yaspis, todos en torno al Padre, todos muestras dando de su piedad, que al mismo Pío este dicho arrancaron entre lágrimas: "Ni en Israel vi fe tan grande nunca".

Concertados a tiempo los derechos de Cristo y los de César, el perfume de su piedad dejando a las naciones, vuelve a Roma el Pontífice. Le adornan coronas mil, con que la edad futura seguirá recordándole, las glorias cantando de su viaje y sus trabajos.

(Ocioso de Faenza, III, 86-88)

propensaque Patrem patrum pietate verentur. Iamque Pió ex oculis lacrima© labuntur obortae, admiransque nimis íaíur sic ora resolvens: "Haud inventa fieles est maior in Israel unquam". Iuribus ac dernum Chrisii regisque statutis, atque suae populis pieíatis odore relicto, regreditur Romana redimí tus mille coronís. Posteriorque canet semper, memorabitur aetas Pontificia magni laudes, iter, acta, labores.

P. NICOLÁS CRESPO

Cuenca, 20 de Marzo de 1701

Ravena, 6 de Agosto de 1769

AL SALIR DE LA PROVINCIA DE QUITO, EL P. NICOLÁS CRESPO

DESCRIBIÓ SUS TRABAIOS EN LA SIGUIENTE

Elegía i1)

Dejadme si mi angustia tantos trabajos llora —¿qué puede en este tiempo placerme sino el llanto?— Que se resuelva en lágrimas cuanto el pecho atesora, y que sangren mis ojos en su duro quebranto.

Estallen en pedazos las peñas — desvarios que desastre tan grande bien permite a mi duelo —, y que mi llanto enturbie los mares y los ríos con la sangre que vierte mi ciego desconsuelo.

Enlútense los campos; lluevan el sol y luna sólo mustias penumbras; lamenten las estrellas. Oh peces de los mares, llorad conmigo a una, gemid, aves del cielo, doloridas querellas.

{1} Original latino:

Linquite me tantos tristem plorare labores: tempore praesenti nil nisi flere libet.

In lacrimas abeant pectus, cor, viscera cunda, deque meis. oculis sanguis et unda fluant,

saxáque scindaníur nimio correpta dolore: luctibus est dignus maximus iste labor.

Saepe meis lacrimis tumeat mare, ilumina crescant et fiant rubra sanguino tincta meo;

nigrescant campi, iam sol, iam luna remíttat funestas tenebras, astraque cuneta fleant.

Vos pisces marium, vos orones plangite mecum, o volucres caeli saepe dolore gemant.

228 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Queme el fuego y devore sin lumbre suave y casta, y por el orbe entero noche siniestra cunda. Lo hemos perdido todo. Sólo un rayo, y él basta para que en total ruina nuestra fortuna se hunda.

Ya dejamos la patria, dulces campos queridos, dulces elisios campos de inalterable clima. A tanta prenda amada con ayes doloridos el adiós fuimos dando que el corazón lastima.

Los males se suceden: la indigencia me apoca, hambre y sed me torturan, y hasta el vestido falta. Ya el frío me entumece, ya el calor me sofoca a cuál más insufrible cuando importuno asalta.

¿Miro aquí? — caras torvas e insultos y reniegos; ¿miro allá — y ojos falsos... Díjosele a Tobías que la hiél era cura para los ojos ciegos; aquí los ojos matan con su hiél de falsías.

Unos nos ven y arrugan la frente antes serena, otros la boca fruncen y desvían los ojos; hay quien nos finge lástima, y hay quien se desenfrena a burlas y desprecios, a befas y sonrojos.

Quamvis comburat, minime resplendeat ignis ac tenebras tantum cuneta elementa ferant.

Omnia perdidimus, cunetas res abstulit unum fulmén, et in nihilum vertitur omne bonum.

Iam patriam fugimus, iam dulcía linquimus arva, elisios campos temperiemque parem.

Cognati, notí, vos tot mihi cara, válete, omnes dilecti, tu quoque, amice, vale.

En mala succedunt, Ínter q u a e grandis egestas et sitis a tque íames; corpore vestis abest;

et calor et frigus nimium mea pectora vexant: terrae temperies utraque saeva nimis.

Hinc íacies torvae, redolentia verba vomentes, adspiciunt; illinc lumina p lena dolo.

Lumina íel sana t Tobiae tune ángelus inquit, sed nunc occidunt lumina íelle suo.

Conspiciunt alii írontem rugando serenam, ast alii rugant os oculosque suos.

Poenam alii fingunt, alii r identque cachinis, ostendunt dorsum saepe moventque caput;

P. NICOLÁS CRESPO 229

A pérfidos decires otros la lengua aguzan — la lengua que, si quiere, lo mismo cura o mata —. Cuántas por todas partes espinas que me azuzan... ¡y no hallar quién me libre de inquina tan ingrata!

¡Qué verdad tan tremenda la del célebre verso: "Cual el Rey, tal el mundo que a su ejemplo se rige"! ¿Es un rey quien nos echa? — Nos echa el universo, y el ministro aún menos que su señor transige.

El Rey da su permiso para que libre lleve lo mío; y tú no dejas que mis pobrezas saque. Te excedes del mandato del Rey, ministro aleve, ¿y quieres que a sevicia cruel no te lo achaque?

¡Anda, tigre de Hircania, que con leche de fiera te criaste, a las fieras en saña sobrepujas! ¡que con sus rayos Júpiter acribillarte quiera, y que pronto en el Tártaro desesperado rujas!

Mas no. . . ¡locura mía! no. . . ¡desvarío insano! — desvarío de iras a que el dolor me arrastra —: América fue siempre madre para el Hispano, y España para mí ¿qué ha sido? — una madrastra.

ut gladium linguas acuunt mala verba loquentes: óptima dum sanat, pessima lingua necat.

Hinc, illinc spinae pungentes saepe videntur; quorsum me vertam non habuísse scio.

Quam verum est illud: "totus componitur orbis regis a d exemplum". Carmina vera canunt.

Cum Rex nos pellat, cuncti cunctaeque repellunt; o plus quam princeps saepe minister agis:

q u a e sua sunt, secum permittit ferré libenter Rex; sed non pateris tollere pauca mea.

Excedis Regis mandaium, diré minister, cor durum ostendis saevitiamque tuam;

es tigris hircanus, nutrí tus lacte ferino, omnes excedis tu feritaie feras.

Júpiter iratus semper sua fulmina vibret in te, teque brevi tártara nigra vorent.

Ni fallor, fallor. Quae me dementia cepit? Pangere sic cogit, cogit et ipse dolor.

Hispanis clemens ostenditur India mater, sed sunt Castellae saeva noverca mihi.

230 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

¡Tiránica madrastra, oh Europa incompasiva, que hasta hoy no me consientes reposo en parte alguna! La bestia adonde quiere va, y ¡oh suerte aflictiva! lo que tiene no tengo, y es ésa mi fortuna.

Si la regia clemencia no me diese un mendrugo tiempo hace que estaría ya muerto y sepultado, que aquí nadie da nada; sólo sacar el jugo saben todos, y lo hacen al más necesitado.

Paso noches insomnes, dolorosas veladas y ruidos importunos me aturden noche y día; sosegar no me dejan dolencias prolongadas porque algún mal no falte nunca en la vida mía.

Salí calenturiento de Quito. En Cartagena quedo enfermo, abrasado de una fiebre maligna. Me agravo; mas el viático me alienta y me serena, y a la última partida ya el alma se resigna.

Pero me vio la muerte revivir, aplaudiendo que mis males tan presto no hallaran fin dichoso. En lo que a otros mata — ¿cómo? no lo comprendo — hallé vida: en el tónico de un vino generoso.

O nimis inclemens Europa, tyranna noverca, quae nulla pateris poneré parte pedem!

Hoc erat in íaiis? O sors crudelis eí atrox! brutis térra patet, sed mihi térra latet.

Si me non aleret nostri clementia Regis mortuus essem pridem atque sepultus ego.

Hic daré nescitur; solum extorquere petendo per fas atque nefas femina virque sciunt.

Insomnes patior noctes nec lumina claudo, funestus clamor possidet atque dies.

Non desunt morbi. Languebam tempore multo ne degam incolumis, deficiatque malum.

Febribus ardescens veni, et Carthagine moestus permansi infirmus; pútrida febris erat;

inque dies peior, munitus corpore Christi, in lecto fractus iam moribundus eram.

Sed mortis plausu rursus rursusque revixi: cur? — quia morte mea non diuturna mala.

Convalui, vinum iam ter quaterque bibendo, quod mors est alus hoc mihi vita fuit.

P. NICOLÁS CRESPO 231

"Por el oro del mundo no queda bien vendida la libertad". ¿Vendida? ¿y acaso está de venta? La perdimos... nuestro hado es cárcel sin salida que sin voz de consuelo su soledad lamenta.

Raro cual cisne negro será aquí quien a vista de tantos infortunios nuestro mal compadezca. Van, vienen, se remudan guardias, el arma lista, por impedir que nadie blando nos favorezca.

Bien puedo yo llamarme desecho de la plebe, en tierras tan distantes, tan amargas y solas. De Chagre a Portobelo probé en barquillo leve las ansias del naufragio, la furia de las olas.

El viento quiso hundirnos, y de su fuerza alarde hizo en tormenta horrible. De terror me moría. Logro al fin que, empapado, la playa me resguarde donde dulce vertiente de un monte descendía.

Lavé en ella mis ropas y me quedé desnudo: ya desnudos de todo nos quiere Dios... La playa era Punta de Brujas. Que algún hado sañudo la aviente, sin que nunca nadie en su busca vaya.

"Non bene pro toio libertas venditur auro"; nunc non venalis; perdita tota iacet.

Perpetuus carcer; solatur nemo benignus: témpora cum fiant nébula, solus ero.

Rara avís his terris, nígroque simillíma cycno, quae nostro in luctu compatiaiur adest.

Iam veniunt, iam abeunt custodes arma ferentes, ut nullus possit verba secunda loqui.

Factus sum opprobrium, necnon abiectio plebis, longinquis terris Íncola dego gemens.

A Chagre ad Portobelum dum párvula vexit nos'ratís, infaustus nauíragus ípse fui:

ostendit ventus vires, subníergere tentans, tempestas oritur, mens moriturque metu.

Vestibus et madidis perveni in Htore ponti: hic íluit a montis culmine dulcís aqua.

Lavi tune vestes omnes nudusque remansi: vult nos iam nudos Maximus ipse Deus.

Punta de Brujas locus est quo contigit istud naufragium: desit iam pereatque locus.

232 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Era el dos de noviembre, día en que rememora a las almas dolientes la Iglesia, madre pía-Consolador recuerdo de esa tremenda hora: fuimos dieciocho náufragos salvados aquel día.

Mientras dura la vida siempre el hombre guerrea; cuando halló su bandera, tras ella se hace fuerte. La de Jesús yo sigo constante en la pelea, tras ella con su ayuda marcharé hasta la muerte.

¿Desertar? ¡Nunca, nunca yo de su Compañía! Firme junto a mi jefe sigo en su campamento; me alisté yo en sus filas, y el anhelo que ansia mi alma es luchar en ellas hasta el último aliento.

Suyo fui yo en los bienes, suyo seré en los males: ambos son igual dádiva de su querer divino, y si la tierra toda me cierra sus umbrales, al cielo abierto siempre mis pasos encamino.

Acogedora, a todos esa puerta convida y a quienes llegan Pedro bondadoso conforta. ¿Por qué, Átropos acerba, tanto alargas mi vida? mi estambre doloroso, ven de una vez, y corta.

Purgantes animas memorat dum Ecclesia sancta, posí primumque dies ille novembris erat

Est aliquid miseris socios retiñere laboris: octo bis fuimus quos vomit un da maris,

In tenis vivens homo semper militat omnis, vexillum quodvis quisque tenere potest.

Vexillum Iesu linquam nullatenus ipse, sed moriar patiens, auxiliante Deo.

Non ero desertor Iesu comitatus amati: hunc sequar ipse ducem cas traque plena mehi.

Hanc ego militiam tenui semperque tenebo, ut cupio fiat! dum mihi vita comes.

Si bona suscepi, mala cur non suscipiemus? Deque manu veniunt utraque nempe Dei.

Quo vadam infeiix? Omnis mihi ierra negatur. In caelum pergam: porta superna patet.

Porta superna patet nobis omnique volenti: qui ligat et solvit Petrus amicus erít.

Átropos immitis, quid me nunc vivere linquis? Rumpe moram, et vitae stamina rumpe meae.

P. NICOLÁS CRESPO 233

Conjetura mis males por lo poco que narra mi canción, como sacan al león por la garra.

(Ocioso de Faenza, IV, 35-39)

Haec ceciní paucis. Tu, lector, ab ungue leonem deduc et mérito conice cuneta mala.

P. JOSÉ DE OBOZCO

Riobctmba, 18 de Marzo de 1733

Ravena (?) después de 1796

LA CONQUISTA DE MENORCA

Hallándose la Isla de Menorca, antigua posesión de España, en poder de los Ingleses, fue conquistada por el Señor Carlos IR, el año de 1782, bajo el comando del Excimo. Sr. Duque de Críllón y de Mahón, Grande de España, Gran Cruz del Real Orden de Carlos III, Capitán General de los Reales Ejércitos, etc., etc., a quien dedicó su Autor esta Obra, dividida en 4 Cantos, el mismo año 1782.

Canto I

LA ELECCIÓN DEL SUPREMO COMANDANTE

Musas del Pindó hispano, mis errores discretas disculpad, que yo no puedo a esa cumbre llegar, ni a los honores que a vuestras sienes con envidia cedo. Mal de la docta rama los verdores solicitara, pues distante quedo de ellos: que siendo en su desdén fugaces, ni a seguirlos mis ansias son capaces.

Como en contrario clima degenera no pocas veces desgraciada planta, aun cuando cuidadoso más se esmera en su cultivo aquel que la trasplanta: tal, mi Musa infeliz en extranjera región se ve degenerar, si canta: fáltale la aura nativa, y con ella el dulce influjo de benigma estrella.

238 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Son cuatro lustros que en obscuro seno un letargo funesto me oprimía, teniéndome apartado del ameno comercio de las Musas de que huía, cuando marcial estrépito, cual trueno, el estro despertó que en mí dormía, mientras que, desvelados mis pesares, bogaban de mis ojos en los mares.

Del patrio reino la ruidosa fama el peso aligeró, de que oprimido, vi ya confusa y trémula la llama casi apagarse en mí de lo entendido: el triunfal viva, con que el orbe aclama al gran Bertón aquel estruendo ha sido, que hechicero poder de patriotismo pudo en mí tanto, que volví en mí mismo.

Éste, pues, entre júbilos me obliga a divorciar la necia pesadumbre, que, cadena de horror, al alma Hga cuando le ofusca su preciosa lumbre; con paz de mi dolor, vuelvo a la amiga deliciosa estación, si no a la cumbre, a lo menos al pie: probaré en tanto si me hospeda otra vez amigo el canto.

No el místico cristal que la eminencia baña del Pindó, músico risueño, libar presumo, no, que en apariencia de fugaz nieve, incendio es halagüeño: ardor más vivo imploro, en la asistencia del héroe de quien canto el desempeño: él me influya su ardor; que así presumo que por suyo el acierto será sumo.

Del Duque excelso el inmortal coraje, y la ciencia me inspiren al intento, que unir sabrán en bello maridaje la dulzura y terror en mi instrumento;

P. JOSÉ DE OROZCO 239

de deifica deidad con el visaje, al numen disfrazar supo sangriento: deba, pues, de su influjo a la armonía de Apolo y Marte ser mi melodía.

Del Gran Carlos el alto entendimiento, (sol en augusto cielo) cierto día giró con luminoso movimiento la extensión de su vasta monarquía; bien que viese que de ella el lucimiento en perpetuo cénit se mantenía, darle quiso, con una nueva empresa, lucimiento mayor a su grandeza.

Del sublime designio a la medida no estar ceñido a límites enseña su poder, en la fuerza desmedida militar, en que pródigo se empeña; a la inmensa riqueza difundida, inexhauto el erario desempeña, siendo la misma profusión del oro de su regio esplendor mayor tesoro.

Ardua empresa es decir cuál fuese a punto la luminosa armada, que mi acento, al cantarla admirable en el conjunto, restaura en pasmos su perdido aliento. En él la admiración encuentra junto cuanto con su facundia y fingimiento grandiosa en otros inventar podría licenciosa brillante fantasía.

No del feliz Perú preciosas venas tantas riquezas a la Europa han dado, que, excediendo del mar a las arenas, de la gran madre el cuerpo han circulado, cuantas son (casi de guarismo ajenas) las que regia opulencia ha derramado para mayor decoro de( la armada al arduo desempeño destinada,

240 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Grecia, la antigua Roma, el Otomano, y cuanto las historias de eminente decirnos pueden del poder humano, ceder sin queja deben al presente. Basta decir: fue empeño soberano de aquel Monarca sumo, en cuya frente aun son corto diadema los imperios que ilustra el sol en ambos hemisferios.

De aquel Monarca invicto y poderoso, Carlos Tercero, el sabio, el admirado... Aquí suspender debo el armonioso acento, reverente y asombrado: nadie ignora que asunto muy glorioso resalta, más que dicho, respetado; pues la elocuencia del silencio abulta el mismo encomio que industriosa oculta.

Carlos Tercero, sí, mas sin segundo, vuestra gloria aplaudir sólo callando podré, con el respeto más profundo, pues que sólo errar mucho puedo hablando; mudo mi labio será más fecundo en encomiaros dignamente, cuando de vuestros timbres en inmenso abismo zozobra absorto aun el asombro mismo.

Disculpad, como padre compasivo, este mi arrojo temerario y grave: a callar, el respeto es gran motivo, mas el silencio en tanto amor no cabe; entre amor y respeto decisivo el choque fue — mi pecho bien lo sabe —, que en él gigantes ambos combatieron, y mutuamente siempre se vencieron.

De Menorca esculpida en su real pecho llevaba el Rey la indeleble historia, a que vio mantener mejor derecho, según publica a voces la memoria;

P. José DE OROZCO 241

y sabio resolvió que con un hecho más decisivo y digno de su gloria, borrase de sus héroes el coraje de rea fortuna el antiguo ultraje.

Mas en la misma copia prodigiosa de campeones, perpleja considera su regia comprensión cosa por cosa, y cuál de tantos al bastón prefiera: de méritos la lid si admira hermosa, crece su duda más, porque pondera de cada cual prerrogativas tales, que todos le parecen ser iguales.

Equilibrada asi la competencia estaba, cuando, con prodigio claro, de Carlos en la augusta residencia se dejó ver un personaje raro; a reprimir su intrépida violencia no bastando de guardias el reparo, libremente sus pasos encamina al gabinete, en donde al Rey se inclina.

Su aspecto horror, sus ojos fulminantes, de amenazas y estragos giran llenos: sus acentos y voces resonantes idioma son de articulados truenos; membruda emulación de los gigantes, su gran mole conturba los terrenos, y oprimidos los pueblos gimen tanto que de sangre en torrentes va su llanto.

Un morrión es la pompa de su frente, la de su diestra un penetrante acero todo manchado en sangre, que caliente de su sed refrigera el ardor fiero, su hórrido traje avisa que igualmente es de hierro fatal su genio austero, pues mostrando el odiar la paz del hombre, se jacta de tener este renombre.

242 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Si a vulgar perspicacia inexorable por su cruel apariencia se presenta, de la razón a veces amigable, y poderoso defensor se ostenta; no lleva siempre, no, la lamentable venda de la ignorancia turbulenta: tal vez observa bien, como conviene, la equidad de la parte que sostiene.

El Monarca muy lejos del espanto que al más invicto ocasionar debiera tal objeto, lo mira sin quebranto de su quietud serena y placentera; del vestiglo extranjero observa en tanto traje, aspecto y divisas: quién pudiera ser bien advierte, y di cele severo: "¿Qué pretendes aquí marcial guerrero?

¿Cómo o por qué de mi mansión sagrada a violar los respetos te atreviste? ¿Tal vez de la más alta y adorada Suprema Potestad nuncio veniste? Si tal eres, declara la embajada, y el fin arcano que en venir tuviste: ¿Quién eres? Del misterio corre el velo, y sabe que me rindo sólo al cielo".

"Marte soy, le responde, aquel terrible genio o numen sangriento de la guerra: esta espada es el yugo que insufrible hace gemir el mar, gemir la tierra. Mi presencia, que os debe ser plausible, no otro arcano que gratitud encierra, pues tengo vinculada yo mi gloria de las armas de España a la memoria.

Más que amigo, deudor agradecido, a vuestro grande Imperio me declaro; mi aplauso por sus armas desmedido en nuevos mundos resonó más claro:

P. José DE OUOZCO 243

su dominio sin límite extendido, al del sol justamente lo comparo, pues pudo victoriosa su bandera las distancias medir de su carrera.

Con ruidoso silencio los anales, con muda voz los ricos monumentos, en tinta y bronces hacen inmortales del brazo iberio insignes vencimientos: testigo soy y afirmo que son tales de sus héroes los hechos y portentos, que en valor sin igual y en la constancia, hacen al Reino una común Numancia.

Se dilata en dos mundos poderoso de vuestros campeones el heroísmo, sosteniendo el Imperio más famoso, donde mayor me encuentro yo a mí mismo: ¿Qué mucho que, solícito y ansioso de mi gloria mayor en el abismo, pretenda de fiel Marte, que en su empeño haga mi gratitud el desempeño?

Minerva como yo, como yo Astrea reconoce su deuda cual conviene; y grata cada cual se lisonjea en el sumo esplendor que por vos tiene de valor, ciencia y equidad pelea el poder triplicado, de que os viene gloria inmortal, no halago de fortuna, luz permanente, no esplendor de luna.

De luna, que al esmero de favores de quien su gala argenta e ilumina, crece y, cuando más crece en esplendores, tanto más a las menguas se avecina; no así cuando resaltan los primores de una fuente de luz que no declina, como la vuestra, que perenne crece por sí misma, y dos mundos esclarece".

244 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Dijo; y con agradable cortesía, el grande Carlos reconoce en Marte la atenta y obsequiosa bizarría que al Reino encomios liberal comparte; viendo pues que propicio le sería, de su indecisa duda le da parte; haciendo que por justo y por severo, fuese su fiel privado consejero.

"Vertiste, dijo, al tiempo que mi idea en tantas dudas más que detenida, ya se confunde, ya se lisonjea, en la bella contienda divertida; el mérito sublime la recrea de mis héroes, si bien entretenida, y suspensa éste mismo tiene el alma, a un tiempo en dulce y turbulenta calma.

Preferir dignamente se debría aquel a quien adorna y ennoblece la ciencia militar, brillante guía, sin la cual el valor no resplandece: una ciega e intrépida osadía i oh, cuanto las empresas obscurece! pues que de la ignorancia los arrojos son de sí mismos trágicos despojos.

La ciencia sin valor no desempeña los créditos de un jefe esclarecido: el que sin alas a volar se empeña, de necio yerra, más que de atrevido. Así razón, así experiencia enseña ser aquel que, de ciencia enriquecido, del valor no se adorna necesario a rebatir el ímpetu contrario.

Arte eximia y valor, los principales apoyos, que a mis armas dan decoro, se elevan en el precio a ser iguales de la equidad con el mejor tesoro:

P. JOSÉ DE OKOZGO 245

de una injusta violencia los triunfales aplausos sólo sirven de desdoro; de Rey justo el renombre a mis deseos satisface más bien que mil trofeos.

Cedo esta vez la decisión dudosa a tu experiencia y sin igual cordura: mi mente inquieta en ellas se reposa tranquila, y los aciertos asegura; de mis guerreros en la copia hermosa elegirás aquel cuya estatura alta en valor, en equidad y en arte, a ti mismo te deje absorto, Marte".

"Comprendo bien, oh sabio soberano, vuestros designios, dijo Marte, y veo que de mil héroes la invencible mano llena su espacio inmenso a mi deseo: más allá remontada de lo humano en contemplarla es mi mayor recreo; por lo que será fácil que yo emprenda hallar al que queréis que me sorprenda.

Mi gratitud atenta se previene al desempeño de la empresa, y llama el mejor testimonio que ésta tiene en el grito sonoro de la Fama: Cuanto de Europa el ámbito contiene, pregonero sus méritos aclama, y el eco que repite todo el mundo, al héroe me señala sin segundo.

Mi justa aprobación lo solemnÍ2a de gloria sin igual enriquecido, pues con ventaja en él junto divisa lo que en muchos se admira dividido: ni más brillante, ni mejor divisa jamás a un héroe tanto ha distinguido como la suya, a cuyo solo nombre no habrá quien justamente no se asombre.

246 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Valor, ciencia, equidad son ornamento digno del General que se pretende. Juntas y en competencia a vuestro intento, las descubro en aquel que me sorprende; entre sí cada cual el vencimiento, y bello exceso en amistad contiende: eximias y sublimes en su altura, solemnizan del héroe la estatura.

El vuelo de sus méritos excede con sus remontes la más alta esfera, adonde apenas acercarse puede la idea más facunda y lisonjera; a sus prerrogativas se concede que si elevar alguno se debiera entre los semidioses, por guerrero, el Duque de Crillón fuera el primero.

Éste es, sabio monarca, el valeroso campeón, que Providencia os lo previno: a su diestra librad vuestro reposo, pues que de Marte fiel os lo destino; comprobará más bien el venturoso éxito cuánto mi elección convino, y quedaran mis grandes expresiones inferiores del Duque a las acciones.

Su rubor generoso se querella, que a su modesta frente le es deforme de sus encomios la corona bella, que le tejió verídico mi informe. De si mismo se queje; pues que de ella atestiguan sus hechos ser conforme al mérito, que a medida lo encarece en cuanto por sí mismo se merece.

El bastón de supremo comandante, para la empresa de Menorca quiero por mí mismo poner en la triunfante mano del que más digno considero:

P. JOSÉ DE OROZCO 247

ésta mi dignación será bastante a descifrar mejor el verdadero aprecio, que del grande campeón tengo, pues de amigo a servirlo me convengo".

Dijo, y con pompa airosa gravemente rindió obsequio cortés al Soberano, protestando, al partirse reverente, ir, por rendido a Carlos, más ufano. El Monarca no menos sabiamente en lo discreto se excedió y humano, viendo que de amistad en el combate, vence quien más se rinde y más se abate.

En la justa elección el Rey pondera retratada su mente con recreo, y con ella gozoso el dar espera cumplimiento feliz a su deseo; la difícil conquista se acelera, el bastón entregando del empleo al insigne Bertón, en cuya mano la victoria asegura el Soberano.

El empleo, rendido y obediente, acepta, y el empeño en que lo pone el guerrero parcial, numen ardiente, a mil heroicidades lo dispone. En alas de su espíritu impaciente abrevia la distancia que se opone a ejecutar con la mayor presteza de la Menorca la gloriosa empresa.

Canto II

LA NAVEGACIÓN DEL MEDITERRÁNEO

En el Hercúleo puerto numerosa flota, si de sus ansias retardada, y no del tiempo, suspiraba ansiosa por transportar al héroe con su armada,

248 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

cuando Fama festiva y presurosa, en aurora elocuente transformada, de un parlero esplendor en los reflejos, anunció que aquel sol no estaba lejos.

Arrebatado cada cual corría, a impulsos de suavísima violencia, y en éxtasi después se suspendía, absorto al esplendor de su presencia; en tan bella ocasión ¿quién no querría a sus ojos brindar la complacencia de ver en sólo el Duque los esmeros, que iguales no verán siglos enteros?

La prevenida flota, que impaciente de tardos los instantes acusaba, y su misma quietud por displicente, como insufrible afán la recusaba, al ver que en ella el gran Bertón presente espíritus fogosos le inspiraba, presurosa indultó, con las faenas, de su prisión rugosa a las entenas.

De la región cerúlea sorprendido el Numen tutelar, la causa mira de su ronco furor entumecido, más bien por un recelo, que por ira: recela y teme quedar desposeído de la gran amplitud en que respira, e inquieto en los tumultos de su pena, romper quisiera el freno de la arena.

Sobre su azul instable pavimento ve dominar excelsas poblaciones, que hacen de débil quilla su cimiento, y de elevados pinos sus torreones; con susto las numera ciento a ciento, gimiendo de sus altas exenciones violada la razón, pues parecía, que el mar con ellas casi se perdía.

P . JOSÉ BE OROZCO 249

Como el ansioso bosque en su espesura torres vegeta al aire peregrinas, emulación frondosa de la altura del cielo, que a tocarlo van vecinas; como sabe tejer en sombra obscura laberintos de riesgos y ruinas, donde confuso se halla el pasajero, en débil cárcel de hojas prisionero,

así la regia escuadra representa en densa selva Anteos presumidos, cuya erguida altivez a Jove ostenta nuevo motivo a sustos desmedidos; así cuando, intrincada se presenta, los espacios cerrando encanecidos, robar sabe extendida en sus remontes, a cielo y mar sus bellos horizontes.

De Neptuno en los golfos dominantes, al asombro espectáculos ofrece en cada nave, que ciudad andante con el tren militar se fortalece. En alianza vistosa el fulminante terror con rico adorno comparece, formando el fausto, en que el poder se apura promontorios de horror y de hermosura.

Cuando festiva de sus galas bellas trémula pompa desplegaba al viento esmalte rico a Flora y sus estrellas les pudo competir su lucimiento: enjambre vago del rubí en centellas la tiria púrpura agotó sediento, y del vario matiz con los primores tejido al iris tremoló en colores.

Mas cuando formidable en el combate de horror oculto rasga la cortina, de bronce bocas mil abriendo, bate a las contrarias naves que extermina;

250 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

del Erebo al profundo las abate horrendo impulso de total ruina: breves Etnas de hierro en irrupciones, en llamas y en fragor son sus cañones.

El incansable volador aliento de Pírois y de Etón, más encendida formaba la estación, en que aun el viento aborta incendios, fragua desmedida, cuando la hispana flota al elemento líquido se entregó, y en su partida, al primer soplo de auras oportunas vio robarse el Non plus de sus Colunas.

Poderosa y ufana se pasea de Tetis por el reino cristalino, y al halago del céfiro campea vistosa pompa, hinchado cada lino; de Tetis que, si absorta se recrea en contemplar al héroe peregrino, se precia de tener en su hemisferio del poder y el valor todo el imperio.

Cuando rica de esfuerzo y de esperanza, que superior oráculo le inspira, por el Hercúleo estrecho más se avanza, ardiendo ve al Mediterráneo de ira: a reprimirla su constancia alcanza por más que horrendo el monstruo se conspira en que, oprimidos de espumosos montes, naufraguen aun sus mismos horizontes.

Fatal el Austro, con preludio insano de densas nubes, puso en movimiento el tranquilo reposo, con que ufano tal vez duerme el instable pavimento; del helado Trión más inhumano en los tumultos que abortó el aliento del mar, tan alto concitó el olaje, que ni a los astros perdonó su ultraje.

P. JOSÉ DE OROZCO

Si el estruendo furioso con que brama la densa obscuridad, presagia al pecho que suerte cruel inexorable llama de los hados el último despecho; no menos ominosa cuanta llama intermedia sinuosa en el estrecho ligamen de tinieblas, de que flecha sierpes de fuego en tempestad deshecha.

Del Euro y Noto la ira turbulenta, del Áfrico al esfuerzo furibundo, avisa a las riberas que amedrenta los parasismos últimos del mundo. Al cóncavo celeste en la tormenta intimó vecindades el profundo, pues usurpando a Juno los espacios, pasó a manchar del cielo los topacios.

Trágica flota, del fatal destino al vario y replicado desconcierto, aun el mismo sepulcro cristalino de tanto afán miraba como puerto; lastimoso juguete cada pino, de procelosa furia al golpe incierto, tal vez astros rozó con sus entenas, y tal vez con sus quillas las arenas.

De súplicas ardientes la armonía al sacrosanto Nombre reverente apeló de JESÚS y de MARÍA, como al mayor asilo omnipotente: se humilló de los vientos la osadía, avasalló Neptuno su tridente: que a tan sagrado Nombre por sí mismos, se rinden cielo, mar, tierra y abismos.

La forzosa obediencia a tanto Nombre, el aspecto cambió, con que la muerte armada de mil modos contra el hombre, apuró los rigores de la suerte;

252 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

el pueblo fiel atónito se asombre del excelso poder, con que convierte, a esmeros de fe viva el Nombre augusto, en dulzura la hiél, en gozo el susto.

En los preludios de aquel fausto día, los purpúreos matices de la aurora, del orbe macilento la alegría rescataron con perlas que ella llora; del oriental rubí la lozanía ya más adulta el horizonte dora, restituyendo al mundo los primores, que usurparon de sombras los horrores.

Ya de vivos colores matizaba, con esplendor más claro y reluciente, diestro el solar pincel, que reformaba los objetos que borra estando ausente, cuando la flota se observó que estaba, a pesar del desastre precedente, renacida, batiendo placentera alas de lino en cristalina hoguera.

Si de ondas y tinieblas combatida acusaba tal vez de su destino la crueldad y violencia desmedida, con que en todo peligro le previno, ya con mejor aliento, sostenida en la experiencia del favor divino, al ver el sol y mar tan halagüeño, tormenta y sombras tuvo por un sueño.

No tanto aquel que en opresión funesta de nocturno fantasma acometido, despierto ya, con risa manifiesta el duro afán que agonizó dormido, cuanto esta vez solemnizó con fiesta cada cual el peligro ya vencido, pues por la realidad de la agonía, resaltó más plausible su alegría.

P. JOSÉ DE OROZCO 253

La reparada flota a velas llenas de zafir el pacífico sendero hollaba, como al son de las sirenas, del Céfiro al aliento lisonjero: vengando así de las pasadas penas las inclemencias y tesón severo, hacia Menorca, que observó cercana encaminó sus proas más ufana.

Canto III

LA CONQUISTA DE LA ISLA

En el Mediterráneo se levanta una de las Baleares, que engreída, sujeta y humillada ve a su planta de las ondas la saña encanecida: en átomos deshecha la quebranta su robusta paciencia envejecida, donde espumoso orgullo, como en tumba, su propio funeral ronco retumba.

Su desmedida mole comparece del más bárbaro adorno con las señas, pues rebujándose áspera ennegrece la hórrida gala y fausto de sus greñas; de mil Tifeos el remedo ofrece en lo encumbrado de sus rudas peñas, cuyos escudos y deformes vultos a Jove le recuerdan sus insultos.

Organizada en montes su estatura, de Juno en los espacios extranjera, usurparse presume por su altura los ajenos linderos de otra esfera; alzándose frondosa su verdura sobre las nubes, pretextar pudiera de Pírois y de Etonte la fogosa hambre satisfacer vanagloriosa.

254 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Por fértil y abundante su terreno de Baco y Ceres trono se encarece, que acallar puede, de delicias lleno, los melindres del gusto en lo que ofrece: del cultivo al prolijo afán ameno, feraz y dócil tanto se enriquece que con exceso paga de su parte cuanto debió a naturaleza y arte.

Si de frutos y mieses la riqueza el justo aprecio a su memoria ha dado, de sus isleños la marcial fiereza el eco de la fama ha fatigado: de su brazo certero la destreza, a naciones guerreras ha aterrado haciendo de armas débiles tal uso, que el enemigo se volvió confuso.

Teatro antiguo de la guerra ha sido, pues que, alternando escenas en cada una, con muy diverso traje ha parecido, según variable genio de Fortuna; liberal de laureles le ha cedido, y tal vez de cadenas importuna; que inconstante en sus gracias y traiciones, fija es sólo en sus propias mutaciones.

Si solo la britana valentía le basta para hacerla formidable, de ingeniosa opulencia la porfía ostentarla presume inexpugnable: al tiempo y sus agravios desafía y pretende burlar insuperable de armadas mil, el ímpetu y fiereza, de sus fuertes segura en la firmeza*

Surta la alegre flota a su destino, de aura feliz al cariñoso aliento, la tropa presurosa se previno al mayor y más arduo atrevimiento:

P. JOSÉ DE OROZCO 255

no la contiene, no, mirar vecino el vasto promontorio, que sangriento le intima, desde sus soberbias rocas, exterminios de fuego con mil bocas.

"¡A tierra!, dijo el Jefe valeroso, que es llegada por fin la feliz hora al Español invicto y animoso, a quien un riesgo extremo le mejora; si éste abate al cobarde y temeroso, éste mismo estimula y acalora a los que, en las hazañas a que aspiran, hallan la aura vital con que respiran".

Dada ya la más sabia providencia al gran designio de común concierto, resolvió en la Mezquita la prudencia el desembarque con feliz acierto. El sol, que declinando de su ausencia avisaba el forzoso desconcierto a la tropa empeñó, que no perdía ni un solo instante de la luz del día.

Por cuanto activo y animoso fuese el afán por dar fin a la gran obra, del día con la luz esta fallece, y aquél confuso en dudas mil zozobra. Mas ¿qué importa? si claro resplandece esfuerzo superior que basta y sobra a vencer, más que próvido, admirable, lo que parece ser insuperable.

Menorca macilenta, bajo el triste lóbrego velo de la noche, en tanto, de mil trágicos lutos se reviste, cubierta en negro presagioso manto: del sol en el ocaso, cuando insiste más denso de las sombras el espanto, temeridad heroica que la insulta, no teme riesgos de asechanza oculta.

256 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

"Seguidme, oh héroes de inmortal memoria, el Jefe dijo; que ésta ser parece la tierra que a fatiga transitoria, eternos los laureles reverdece. De arrebatada heroicidad la gloria su mejor época al asombro ofrece; y el arrojo plausible que os empeña, más allá de lo humano desempeña".

Así influyendo activos sus ardores en sus campeones, éstos se encendieron en tan ardientes iras y furores, que a vencer o morir se resolvieron: de su ejemplar supremo los primores de intrépido valor así aprendieron, que a su admirable influjo reforzado, un nuevo Hércules fue cada soldado.

La ciudad de Manon, que denomina el puerto principal, yace en un seno retirado del Golfo que termina en su planta, besándola sereno. Contra cualquier asalto predomina la fuerza insuperable del terreno: fuertes torres, cuatro islas, sin segundo su puerto, son justo terror del mundo.

Mas no del nuevo Marte, que en persona intrépido acomete con increíble arrojo, que a su vida no perdona, exponiéndola al riesgo más terrible, así cuando no bien con luz corona de los montes la cima inaccesible el sol, la Isla solemne el homenaje rindió a su diestra e inmortal coraje.

Cual desprendido rayo en la altanera defensa de los puentes del Pritano, hiriendo y abrasando en su carrera, la gran Menorca sujetó al Hispano:

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en solas horas nueve la bandera del más invicto y sabio Soberano triunfante tremoló tales portentos, que aun los amagos fueron vencimientos.

¡Oh noche! noche no, que mal concibo, cuando de sol presente relucía heroico lucimiento más activo, con que el valor a su cénit subía. ¿Quién no ve que del Duque el excesivo coraje y ciencia fueron la gran guía, que forzó de la noche a los horrores dar a la acción mayores resplandores?

Pródigo en el afán del tiempo avaro, ni a su propia quietud treguas concede, ni de un instante el General preclaro el desperdicio tolerarlo puede: contra su actividad ningún reparo valer pudiendo, como a rayo cede a su rápido asalto prontamente el gran poder de la britana gente.

Con su acción memorable ha compendiado» en el espacio a pocas horas fijo, el tardo obrar del tiempo dilatado, y el molesto tesón de afán prolijo; de la noche hasta el sol más elevado la Isla reconoció con regocijo a su antiguo Señor, y en cumplimiento hizo de vasallaje el juramento.

El ínclito Aviles digno guerrero honor de la nación, con hidalguía mostró que el temple duro de su acero a la fragua de Brontes lo debía: éste desempeñando su ardor fiero la Ciudadela sujetado había, haciendo la ventaja de su proeza pasó avanzado a la feliz empresa.

258 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Del gran Osuna el hijo, hacia Fornela se encaminó con ímpetu violento, y en arduo trance, que a su diestra apela, hizo más que seguro el vencimiento: los fuertes ocupó, rápida vuela la Fama a publicar que en un momento, a las impulsos de su mano airada le faltó el campo y le sobró la espada.

De tantos grandes jefes oportuno fuera aplaudir el mérito preclaro: del Estado Mayor era cada uno de maravillas ejemplares muy claro: de Marte cada cual probado aluno, ser el mayor parece y el más raro; mas, siendo igual su bella competencia, se equilibra su mutua preferencia.

De la fuerza naval los oficiales de su parte a la acción daban el lleno, rayos mil arrojando artificiales, al ronco rimbombar de un solo trueno. Distinguido lugar en los anales de la nación merecerá un Moreno, y cada subalterno que a porfía .aspiraba emular lo que veía.

Del ocupado emporio el opulento desmedido despojo tanto monta, que a número ceñido no contento sobre todo guarismo se remonta. La Isla duplica un excesivo aumento con la grande riqueza que ella apronta en las naves, pertrechos, provisiones y en tantos prisioneros escuadrones.

Brillante comitiva al templo santo del Dios de las batallas, con grandiosa pompa pasó, donde solemne el canto eco de gratitud fue religiosa:

P. JOSÉ DE OROZCO 259

mezclado el regocijo con el llanto, reveló de la llama fervorosa el poder invisible, que a los ojos asomó ardiente en líquidos despojos.

Del Numen el favor y beneficio solemnizó mejor la más augusta sacra función de incruento sacrificio, placación infinita a Dios muy justa: cuanto por ella al fiel se hace propicio, tanto aterra al protervo y tanto asusta, que si absorto y rendido no se viera, con esta sola acción vencido fuera.

Canto IV

LA TOMA DE SAN FELIPE

El General Murray sobrecogido y atónito del caso más extraño, de su propia experiencia aun prevenido, pudo de un sueño imaginarlo engaño: "¿Quién jamás comprender habrá podido que al golpe, dijo, precediese el daño? Mas ¿quién dudarlo puede, si al momento del combatir previno el vencimiento?"

Viendo en la amarga circunstancia dura, que del tiempo la angustia no permite los prodigios obrar de su cordura y coraje, que igual a ella compite, en parte a reparar la desventura, su acierto vigilante hada omite por ponerse en estado de defensa, y tal vez de vengarse de la ofensa.

La sorpresa otro arbitrio no le ofrece que las fuerzas unir en lo seguro de los fuertes, que más los engrandece inexpugnable de su brazo el muro.

260 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Como el sol, que al nublado se obscurece, y no deja de ser brillante y puro, así el britano jefe supo invicto mantenerse glorioso en su conflicto.

Con presuroso arrebatado aliento al gran fuerte de San Felipe emprende entrar y su forzoso atrevimiento ni a la distancia, ni al peligro atiende; emulando velocidad al viento, con su vuelo parece que lo ofende, que relámpago fue su ligereza a ocupar esta insigne fortaleza.

Allí muestra constante cuánto importa escoltado el valor de marcial ciencia: ejemplar vivo de uno y otro exhorta a la más obstinada resistencia: guerreros más de cuatro mil conforta el ánimo que infunde su presencia, pues donde el mismo a la defensa se halla de bronce o de diamante es la muralla.

"¿Sabéis, dijo, cuál es el enemigo que nos ocupa la Isla, cuál su fama? el orbe, absorto y ocular testigo, maravillas sus hechos los aclama; valerosos Britanos, esto os digo por encenderos en aquella llama con que ardiendo lució vuestro coraje, sin rendirse jamás en homenaje.

A trance extremo, extremo también sea nuestro esfuerzo, nos valga o no fortuna, y aunque présaga anuncia suerte rea el no dejarnos esperanza alguna salvo el honor, ¿qué importa que yo vea abrirse las murallas una a una, si el héroe que invencible nos oprime del desdoro con gloria nos exime?"

P. JOSÉ DE OROZCO

Dijo, y con ceño ardiente alzar previno un formidable tren a la defensa magnífico el Murray, tanto que vino a hacer alarde de su fuerza inmensa; y aunque en su Numen tutelar divino poder no hallaba a vindicar su ofensa, como de la Isla Sacerdote Sumo, le hizo a Bolena un sacrificio de humo.

Al terminar su religioso culto el Español al Dios de las batallas, hallóse revestido por resulto de nuevo ardor a impenetrables mallas. Arrebatado luego del oculto ímpetu a desolar va las murallas de San Felipe, a que en el cerco estrecho gima oprimido su último despecho.

Cerca de un siglo que la Gran Bretaña este de armas emporio mantenía, sin más derecho que una suerte extraña, que vivamente el Español sentía. Sobre tantos esmeros con que España prodigio a ser de ingenio lo erigía, compitiendo el Britano a sus primores quiso ostentar los suyos superiores.

De armas plaza famosa, lo decora su natural y firme consistencia, que mucho más el arte la mejora con militar magnífica opulencia: como en su centro la firmeza mora, como en su solio está la resistencia: ármense todos, se arme aun el profundo, segunda Gibraltar la admira el mundo.

Sus torres y sus fuertes encumbrados, su doble muro, escándalo del arte, minas y fosos a Plutón pegados, ser regia ostentan del sangriento Marte,

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donde apurada industria en intrincados laberintos de bronce se comparte a rebatir insultador exceso que en su estrago total halla el regreso.

De San Felipe, pues, la fortaleza, antigua emulación de las naciones, el confín donde apenas de proeza portentosa llegaron las acciones, al arduo empeño, a la imposible empresa incita de la España a los campeones, que arrebatados de una noble saña, de tanta gloria aspiran a la hazaña.

La peligrosa apenas imitable empresa al heroísmo reservada, de rendir una plaza inexpugnable, censura en vano lengua envenenada. ¿Qué le impide al valor lo insuperable? ¿tal vez no conseguir? Mas esto es nada para quien colocó su propia gloria en emprenderlo, más que en la victoria.

Una victoria muchas veces pende de un repentino halago de fortuna, cuya necia política suspende y frustra los progresos importuna. El mérito de acasos no depende, sí de los hechos: aun desde la cuna Hércules mereció con propia mano el aplauso debido a un veterano.

Llama temeridad, necia osadía, quien este asedio a comprender no llega, y a vista de la luz del mediodía, densa tiniebla su pasión lo ciega; contra la heroicidad y valentía, tanta dificultad muy mal alega, pues ésta misma muestra cuánto puede el que ni al imposible mayor cede.

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El africano monstruo coronado, terror del bosque, gravemente herido, sacude la melena ensangrentado, a combatir de nuevo prevenido; bien que no espere en tan fatal estado el vencer, casi ya desfallecido, su valor más se aplaude en la proeza de su gloriosa pertinaz fiereza.

León más generoso es el Hispano, terror universal de las naciones. Mal la calumnia condenó de insano su noble empeño de arduas pretensiones: poderoso esta vez, robusto y sano, bien las puede esperar de sus acciones: la envidia selle ya su negro labio, que el veneno tiznó para el agravio.

El numeroso campo, a quien ordena ardor heroico, mas ardor modesto, redobla vigilante la faena de inmenso afán y riesgo manifiesto; el grande espacio de sus ansias llena el arduo triunfo, con que espera presto mirar al golpe de una excelsa mano, postrado en tierra al imposible ufano.

Si con sólo mirarlo aterra tanto de rocas el erguido promontorio, artificial horror, donde el espanto erigir supo su mayor emporio, al asediante no, que sin quebranto de su valor, se arroja al más notorio peligro del cañón expuesto el pecho más que al fuego voraz, a su despecho.

Bien es que la razón, con freno de oro, contener sepa este furor, que acusa del más enorme trágico desdoro, de que necia esperanza no lo excusa:

264 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

su obrar por eso, para más decoro, de arte eminente las industrias usa para que resplandezca en la victoria de ciencia y de valor igual la gloria.

Por más que la ingeniosa vigilancia en tantos Argos dividida hiciese al Hispano forzosa la distancia, a que más impaciente en ella ardiese, se le acercó, ¡prodigio de constancia! Circe estupenda, a que el Britano viese por encanto erigiendo baterías, del gran fuerte ocupar las cercanías.

La poderosa Circe, a lo que pienso, fue del invicto Duque la presencia; pues de ella admiro, en éxtasi suspenso, de portentosos aciertos la influencia: la maravilla de un afán inmenso, que erigir sólo pudo su asistencia, se dice encanto, porque allá se avanza, adonde apenas fuerza humana alcanza.

La obra de los reparos y trinchera, perfecionada sobre peña viva, del asombro excediendo la alta esfera, mostró hasta dónde un gran ingenio arriba; llegar a más no pudo aquella fiera mole, donde apurada la excesiva industria, daba, con afán plausible, la norma de vencer un imposible.

Máquina erguida con flegrea planta, de marcial aparato revestida, descomunal terror se alza y levanta, a abortar exterminios prevenida. El coraje enemigo se ve en tanta consternación y pena desmedida, que palpitando ruinas, encarece, que más su asombro que su riesgo crece.

í \ JOSÉ DE OROZCO

Dirigióse la empresa portentosa con tal valor, actividad y ciencia, que al despecho de fuerza prodigiosa, imposible hizo ver la resistencia. Valeroso Murray, disculpa hermosa os ofrece la fuerte competencia no ya vulgar valor, ni vulgar arte, invencible os oprime el nuevo Marte.

Su coraje por eso no desiste; pues de prodigios émulo glorioso, de mayor fortaleza se reviste, a competir con Marte generoso; con nuevo ardor en abatir insiste del Hispano el progreso ventajoso, que rápido avanzándose al gran fuerte, se aceleraba a decidir su suerte.

De un riesgo casi extremo el incentivo aviva más de un ánimo valiente el fuego, que apurado y más activo, sólo la dilación teme impaciente: así el furor britano ardió más vivo, cuando miró su riesgo ya inminente; que en su mayor conflicto parecía que de triunfante insultador hacía.

Tal se mostró de intrépida su saña, que presumió salir de lo seguro del reparo, juzgando a tanta hazaña, que de su pecho le bastaba el muro. Por la siniestra al campo, con extraña furia acomete, bajo el manto obscuro de la noche, y ve claro ser su proeza necia temeridad y loca empresa.

De aquella parte el venturoso Caro, al comando feliz del gran Cifuentes, tan veloz oponer supo el reparo, •que burló sus arrojos insolentes:

266 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

precipitada fuga fue el amparo, que los libró de tales combatientes, cuyo brazo inflexible, en sus amagos, anticipaba al golpe mil estragos.

Corta hazaña juzgando el héroe hispano el rechazar a su enemigo fiero, lo persiguió en su fuga, mas en vano, porque lo hizo el temor más que ligero: así salvarse pudo de la mano alzada ya, con que furor guerrero lo forzaba al extremo de la suerte en el impulso de una honrada muerte.

Entre tanto, en los fuertes más activo el desempeño militar ardía, cuyo furor constante y excesivo, no ya valor, despecho parecía: contener presumiendo el ardor vivo del campo, que perenne fuego hacía, hizo también al suyo, que incesante emulase las iras del Tonante.

De fuego, estruendo y humo al gran insulto, con vaivenes y sombras el terreno los estragos sintió, cual si en oculto se hallara de Plutón lóbrego seno. A Aqueronte a rendir llegó el resulto, porque teniendo el Lago Estigio lleno, tantas reclutas le mandó la Parca, que apenas pudo transferir su barca.

El residuo, del arte defendido, que todavía el ofender pretende, aun de cóncavas rocas protegido del hispano furor mal se defiende: el vivísimo fuego dirigido a sus lóbregos senos lo sorprende; y al despecho de angustia repetida, se ve forzado a sepultarse en vida.

P. JOSÉ DE OROZCO 267

Como cuando preñez de oculta mina aborta de su seno embrión tremendo, haciendo que se sienta la ruina anticipada al estallido horrendo, así esta vez el campo que se obstina contra la plaza, a su fragor y estruendo anticipó el estrago, y furibundo desquiciar de sus ejes quiso al mundo.

Con diestra dirección contra la plaza esfuerzo irresistible se replica, que de lástimas puebla cuanto arrasa, y de horror una escena reedifica: hierro exterminador, fuego que abrasa, y Parca que mil vidas sacrifica, hacen ya que en su trágico quebranto exceda el daño al desmedido espanto.

A los fuertes de bronce mal seguros tanto avanzarse ven el ardor fiero, que abriéndose en mil bocas ya los muros, lamentan el estrago lastimero; bien que resistan aún, peñascos duros, fuerza es ceder al sin igual esmero de más que humana, superior violencia, que hace inútil a toda resistencia.

Por suspender estragos, a un humano pacto de rendimiento la bandera blanca calmó la furia del Hispano, que pasó a compasiva de severa. Fuertes y plaza le rindió el Britano, la guarnición quedando prisionera: valor cedió al valor. ¡Eterno asombre del vencedor y del vencido el nombre!

Duque excelso, inmortal será la gloria de vuestro invicto brazo poderoso, y a la futura edad vuestra victoria será con pasmo ejemplo luminoso:

268 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

en la imitación no, sí en la memoria vivirá siempre un hecho tan glorioso, que al gritarlo la Fama sin segundo, hallará corta la extensión del mundo.

Retornad a Madrid, que ansiosa espera dar a vuestra modestia mil sonrojos con sus vivas; tornad, que desespera por calmar la impaciencia de sus ojos-Bien sabe que vencisteis, mas quisiera el veros arrastrando los despojos por los arcos, que augustos y triunfales, celebran vuestros hechos inmortales.

Después de tantos siglos, aun caliente del Ilion abrasado la ceniza, es del argivo nombre un elocuente mudo orador, que más lo preconiza. De Ilion más invencible la cadente mole, con sus estragos eterniza el vuestro, que alzar supo en un momento sobre ruinas su eterno monumento.

El digno desempeño sois de Marte, prisioneros ilustres escuadrones: gloria es vuestra rendir el estandarte, espadas y británicos blasones; vuestra fama inmortal en cualquier parte será siempre inferior a las acciones; vuestro valor, en fin, cual lo presumo, mayor no pudo ser, porque fue sumo.

A vosotros, felices acreedores del paterno esplendor, que a sus prolijos hechos queriendo ser competidores, mostrasteis ser del Duque dignos hijos, a rendiros no alcanzo yo mejores plácemes de triunfales regocijos, que con decir: Subid adonde alcanza del padre excelso la alta semejanza.

P. JOSÉ DE OROZCO 269

En vosotros y el padre, triplicado portentoso fenómeno se admira, que de su propio pasmo enajenado, no llega a comprenderlo quien lo mira: el más raro esplendor multiplicado en vosotros a ser prodigio aspira; pues no es, no, de un parhelio de arreboles, sí del bello conjunto de tres soles.

Musa, no más, que obscurecer no quiero sublimes glorias con mi plectro rudo, que, Faetón nuevo, otro solar sendero a girar aspiró, pero no pudo: por temerario, en triste y lastimero desdoro de mí mismo, quede mudo, y de su estrago y confusión la Musa en el más claro sol halle la excusa.

Conclusión jocosa

Coronó sus valentías el Duque, dando cortés malas noches al Inglés y al Español buenos días. De Marte en las galerías previno el divertimiento; y para dar cumplimiento, sonó un concierto marcial, al que respondió puntual la plaza con rendimiento.

Duque excelso, en conclusión, a vuestras plantas rendida, pide mi Musa atrevida de un gran delito el perdón. Llevada de la ambición de eternizar la memoria de vuestra insigne victoria, la cantó; pero tan mal, que, en vez de hacerla inmortal, obscureció vuestra gloria.

(Ocioso de Faenxd, I. 191-228)

El mismo Don loseph Orozco, después de haberse quejado de que el Autor de esta Colección hubiese puesto su Poema entre los precedentes, i1) le escribe, como por venganza, el siguiente

ROMANCE

Respondo, amigo y señor, y sin usar cumplimientos, dejo que su queja exponga avergonzado mi plectro.

El vínculo de la sangre realzado con el afecto, de disculpa servirá de un nunca temido yerro.

En todos sus hechos lince, perspicaz, prudente y cuerdo, esta vez por diversión se ha querido mostrar ciego.

¿Qué estro afectuoso fue el suyo, que colocó mis acentos con los de otros, que los míos harán parecer más necios?

;Duro lance para mí, que se miren en cotejo mis densas sombras unidas a la luz de tales Febos!

(1) El Demofonte y Filis de Llamosas, y el Sacrificio de Ingenia de Verdejo.

P. JOSÉ DE OROZCO 271

¿Qué parecerá entre puros aonios cristales, mi seco torrente adusto, que aun fuera del Lago Estigio desecho?

Me pone a mí con Llamosas, con Lozano y con Verdejo? ¡Bella unión! ¡cuadro vistoso! tres gigantes y un pigmeo.

Mal digo tres, hay un cuarto gigante (aquí sí que vuelvo en mí, porque hago muy propio cuanto en él admiro excelso).

Mal digo tres, hay un cuarto gigante, que va escondiendo en vano su desmedida estatura en lo modesto.

En el poema renacido del gran Llamosas, comprendo que a él en justicia se debe el laurel del desempeño.

Así se oculta sagaz, a otros nombra y en silencio se deja; pero su fama vuelve imposible el secreto.

Este gigante no es otro que Don Juan. ¡Qué bien me vengo! pues di el golpe en su modestia, que es de su vida el aliento.

Prerrogativa envidiable en su universal talento: de artes y ciencia no se halla en su dominio él lindero.

272 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

¿A qué aplica su cuidado, que no multiplique aciertos? que ya en sus obras se ve sin maravilla el esmero.

Por sí solo y sin estudio fue Apeles desde pequeño, y así fueron sus colores de la imagen fiel espejo.

En sus métricas cadencias lo dulce apura y discreto: que eco los éxtasis son, ecos son los embelesos.

En las augustas y sacras ciencias se elevó su ingenio más allá donde aspirar apenas puede el deseo.

Mil otros encomios suyos respételos el silencio; a la copia de Llamosas, que fue mi asunto, me vuelvo.

Debiera verse la copia de la que formó su esfuerzo el traslado, para hacer de ella el debido concepto.

Rasgos por letras en ella desfiguró el desconcierto: si se ven, no se conocen, disfrazados en si mesmos.

De tinta y papel es caos de bultos informes lleno, que en su nada se quedaran, a no criarlos de nuevo.

P. JOSÉ DE OROZCO 273

Es labirinto, y no se halla de su salida el sendero: ¡confusión! ¡dudas! ¿qué dice? No hay principio, fin ni medio.

Vertió lágrimas el Pindó, porque quedaba imperfecto un poema que a sus riquezas les daba valor inmenso.

La injuria de los copistas conjuró tanto, que veo reducida su belleza a lastimoso esqueleto.

A un cuerpo despedazado, separado de sus miembros, ¿cómo se dará la vida, si no se apela a un portento?

Albricias: que de la helada tumba lo sacó en trofeo, una pluma, que le dio vida y mejorado aliento.

¡Cuál erais copia infeliz, y cuál sois! (aún no lo creo). Tal un prodigio cambió con el otro el un extremo.

No más sombras, no más caos* Se restableció el imperio del buen orden y armonía, que renuevan el compuesto.

Al labirinto se halló de oro finísimo un nuevo hilo: girad libres, sí, no os suspende el embeleso.

274 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Dejó imperfecto su autor el poema; pero el empeño de otro Apolo pudo al fin darle fin y hacerle eterno.

Lo que asombra es a mi ver, la igualdad en los acentos; pues cuanto en él ha añadido no parece suplemento.

Confróntase la expresión, los sublimes pensamientos, la armonía y la dulzura, todo igualmente hechicero.

Mi maravilla mayor es que el héroe a quien celebro se contuviese industrioso, por no llegar a excederlo.

Yo por la misma igualdad le declarara el exceso, que vale más, por la industria, su bello ni más ni menos.

Basta: ceso de ultrajar su mérito con mi menos. Un recíproco perdón acabe ya con mi pleito.

A Vuesa merced mil años guarde Dios. Yo me protesto, por mi afecto, suyo, suyo; por mi gloria siervo, siervo.

(Ocioso de Faenza, I, 229-234)

SENTIMIENTOS DE UN PECADOR CONTRITO

Octavas

VUELTO A DIOS

Infinito Señor, sabio, admirable, en ti y por ti dichoso por esencia, en poder y grandeza interminable, y único en el dominio de excelencia. ¿Qué no es sumo en mi Dios? ¿qué no es amable? ¿Y llegar pude ¡aborto de insolencia! a pasar el confín de la locura, abandonando a Dios por la criatura?

VUELTO A SI MISMO

De contrición, mi Dios, deshecho en llanto, abro los ojos, que cerró la ofensa, y miro la distancia con espanto que hay del culpado a tu bondad inmensa. Ésta apura mi amor y dolor tanto que elijo por dichosa recompensa aun del infierno los tormentos mismos, antes que de la culpa los abismos.

276 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

VUELTO A JESÚS EXPIRANTE

En afrentosa cruz muere la vida, a que muera la muerte, y del trofeo lleve su amor la palma apetecida, por la cual ardió tanto su deseo. En tu lápida, oh muerte destruida, con eterno cincel grabado leo: ¡Sin Jesús, aun la vida muerta yace, aun la muerte, con él, vida renace".

VUELTO AL BUEN LADRÓN

Contrito el buen ladrón, de su agonía cambió el desmayo en mejorado aliento, al recibir del Sol que fallecía un rayo que ilustró su entendimiento; y pasó del patíbulo aquel día en el cielo a gozar sumo contento. La piedad de Jesús cuánto resalta, que así la penitencia tanto exalta!

VUELTO AL MAL LADRÓN

El mal ladrón.. . La sangre se me hiela, de horror, inmoble, no palpita el pecho, mi vida sólo el llanto la revela, con que el dolor se finge satisfecho. Ve el amor de Jesús, quien lo consuela y llama al cielo; y él, por su despecho, obstinado y verdugo de sí mismo, a ser baja el abismo del abismo.

P. JOSÉ DE OROZCO 277

VUELTO A LOS JUICIOS DE DIOS

Que uno feliz, reprobo el otro quede, de inescrutables juicios es arcano, a cuyas sombras adorables cede quien reconoce a Dios por soberano: su densa obscuridad, que jamás puede vencer la luz del ingenio humano, sirva de confusión y digno objeto de un silencio, lenguaje del respeto.

(Ocioso de Faenza, III, 237-238)

EPIGRAMA LATINO

A la Sra. Rosa Bonarella Silla de Ravena, que, después de tener hijos de su marido, no quiso hacer vida con él, por vivir libremente, y fue obligada al encierro de las Celibatos por Jus­ticia.

Incidit in claustrum cupiens vitare maritum; clauditur ut caelebs vi Bonarella parens.

Incidit in Scyllam cupiens vitare Carybdim: Ule Carybdis^ ei^ Sillaque Scylla sibi.

Ha parado en el claustro, pretendiendo evitar al marido; de célibe se enclaustra Bonarella que madre ya fue.

Ha caído en Escila la que quiso evitar a Caribdis: si él su Caribdis era, para sí Silla Escila ya es. 0)

(Ocioso de Faenza, ID, 42)

(1) El tercer verso es un antiguo refrán latino, que moteja a quien, por librarse de un mal, cae en otro peor, refiriéndose

a Caribdis y Escila, dos monstruos mitológicos, que representan los dos grandes remolinos opuestos que hacen tan peligroso el cruce del canal de Mesina. El cuarto verso indica la intención del epigrama, basado en la semejanza entre los nombres de Bonarella Silla y Escila.

P. RAMÓN VIESCAS

Quito, 9 de Diciembre de 1731

Ravena, 7 de Marzo de 1799

A LOS QUE PROCURABAN LA EXTINCIÓN

DE LA COMPAÑÍA (*)

Liras

Nació la Compañía (así con voz divina el Vaticano) cuando más la herejía rayos flechaba con soberbia mano, a defender constante con su escuadrón la Iglesia Militante.

Hoy con nueva osadía volvió el Infierno todo a amenazarla: Muera la Compañía, si acaso es éste medio de salvarla: Quien la salvó naciendo, tenga también el mismo honor muriendo.

Mas ¿será por ventura ella el nuevo Jonás, que deje en calma la tempestad que aún dura? ¡Ah! que es dudosa aquesta heroica palma; y con un riesgo cierto no es prudencia comprar un bien incierto.

(1) El iítulo completo dice: Cuando se pidió la extinción.' de la Compañía, salió una poesía, toscana muy celebrada, cuya tra­

ducción, hecha por el P. Ramón Viescas, es la siguiente.

282 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Rómpase al fin el velo, donde se esconde una pasión ardiente con semblante de celo; y entonces se verá más claramente, que la intentada ruina será el primer efecto de la mina.

Acaso una hidra fiera se verá (puede ser) infaustamente desplegar su bandera, con denuedo infernal y erguida frente, hecha fatal alianza con la Envidia, Interés y la Venganza.

Y como que ha esperado oportuna ocasión para su intento, cuando la habrá logrado, querrá turbar con venenoso aliento desde el profundo abismo, el Imperio y la Iglesia a un tiempo mismo.

Desatinada empresa, delirio, bien lo sé, pues asegura la divina promesa intacta de su Esposa la hermosura; y a pesar del infierno, siempre firme su ser, su honor eterno.

Por más que proceloso el mar en cada espuma un riesgo ostente, el bajel victorioso de Pedro surgirá seguramente, deshecha en un momento, como leve vapor, su fuerza al viento.

Será así; mas en tanto, ¿quién podrá de la Iglesia enternecida enjugarle su llanto, al ver casi a la nada reducida, llena de ayes prolijos, escuadra ilustre de valientes hijos?

P. RAMÓN VIESCAS 283

Y todos conjurados a herir en el sagrado de su seno, a esos hijos amados, dejando en duda, si el mortal veneno a ellos solos comprenda, o a la Madre común también se extienda.

Aunque en bosquejo rudo, de ella formar una cabal idea sola Rebeca pudo, cuando en su vientre fraternal pelea de su fruto gemelo, dobló su pena y aumentó su anhelo.

Mas esta Madre amante no muestra en medio de un ultraje acerbo, airado su semblante, antes más blanda en su dolor, la observo herir con dulces quejas de sus hijos protervos las orejas.

Amados hijos, dice, si acaso alguna luz os ha dejado este siglo infelice, abrid los ojos, ved aquel nublado, cuyo fulgor fingido es vapor del abismo despedido.

Dad lugar al reflejo de la verdad, que enturbia un ciego encanto, mudad vuestro consejo, que ya me sobra pena y falta el llanto; o a lo menos ¿decirme no sabréis el motivo para herirme?

Si al veros engañados seguir senda fatal del descarrío, llena de mil cuidados, alcé la voz, ¿fue más que el amor mío? pues callarse no pudo; que aunque es ciego el amor, nunca fue mudo.

284 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Gritos fueron de amante, que, al ver junto al peligro vuestro sueño, os dijo palpitante: Mirad hijos, mirad ese despeño. Si os fue esta voz molesta, decidme por piedad, ¿qué culpa es ésta?

Si mostré resistencia, por no condescender con vuestro arrojo, que con suma violencia, víctima quiso hacer de injusto enojo la pobre Compañía, no lo estrañéis, que al fin es hija mía.

Hija, cuyo guerrero espíritu divino fue mi escudo desde su albor primero; pues al ver contra mí dragón sañudo, se opuso frente a frente, por defender mi honor ardientemente.

Hija, que siempre ha sido madre de tantos héroes, cuya gloria, inmortal al olvido, aun a la ciega envidia fue notoria; y a quienes tantos loores el mundo tributó, cuanto hoy dolores.

Ilustres campeones, que extendieron mi imperio siempre fuertes por inmensas regiones, a costa de trabajos y de muertes: Alejandros segundos, para cuyo valor faltaban mundos.

Hija, al fin, que enemiga del ocio, siempre trabajó constante, sin perdonar fatiga; y con amor filial e interesante, se afanaba de modo que todo lo abrazaba y lo hizo todo.

P. RAMÓN VIESCAS

El jardín que el divino agricultor lo puso a mi cuidado, del ángulo vecino al más remoto tiene mejorado; y con fatiga, ¡oh cuanta! allí ingiere, aquí poda y allá planta.

Con laboriosa mano cultiva cuanto encuentra, infatigable, del roble más anciano, hasta el chopo más vil y despreciable, debiendo a su cultura este inmenso vergel grande hermosura.

Y donde más se esmera, es en las tiernas plantas que produce fecunda la ribera: en ellas tanto su labor reluce, que descuellan gigantes a ser en mis esferas sus atlantes.

Esta, pues, hija mía, que tales brillos su hermosura esparce, que en prendas e hidalguía, apenas hay quien pueda compararse, ¡ay! cuáles y tiranos tratamientos sufrió de sus hermanos!

Como los envidiosos hermanos de Joseph vosotros fuisteis hijos, los que furiosos a esta hija amada tanto mal hicisteis: Vuestra envidia se excita, al ver su vestidura polímita.

Si os da lugar el humo con que vuestro rencor os ha ofuscado, mirad que es dolor sumo mirar su rostro tan desfigurado: Si poco antes fue bella, observadla muy bien, no es más aquélla.

286 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Se eclipsó su hermosura, despareció su honor, su lustre y gloria, grabando su amargura eterno desengaño en su memoria; y en mi brillante esfera, ya no parece más lo que antes era.

Si fue el objeto hermoso de la envidia fatal la Compañía, ya es hoy un lastimoso despojo de una injusta tiranía: de muchos ultrajada, casi sin vida, pobre y desterrada.

Templad, hijos tiranos, vuestro rigor. ¡Ay! basta tanto ultraje, que al fin sois sus hermanos, y puede suceder que así baraje los males la fortuna, que de tanta miseria os toque alguna.

Y al fin, rendida os ruego, que a tanto llanto derramado ceda de vuestra furia el fuego, y a tal estrago la piedad suceda; pues se ha avanzado a tanto que ya sobra el dolor y falta el llanto.

(Ocioso de Faenza, IV, 80-86)

EN LA MUERTE DEL PADBE RICCI {*)

Canción

Esto es hecho: tú mueres. ¡Oh grande Ricci, la infeliz carrera de tus amargos días, ya severa corta la Parca!. . . pero tú no esperes que a tan fatal momento suceda mi lamento; porque, aunque ya extinguida entre mortajas y entre el polvo yerto del sepulcro tu vida esclarecida yace, no lloro; porque bien advierto que no ha de ser llorada una muerte de tantos envidiada.

Entre los escuadrones que el nombre de Jesús ennoblecía, tú militaste un día, uno de sus mejores campeones.

(1) El título completo del manuscrito dice: llEn las solemnes exe­quias que se hicieron en Montpellier de Francia al Ex-Gene-

ral Ricci, hubo, entre muchas poesías, una muy celebrada en. len­gua francesa, de que se han hecho muchas traducciones en di­versos idiomas. Traducción de Dn. Ramón Viescas.

288 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Fuiste el Padre común, el jefe fuiste de su escogida tribu; tú seguiste, bajo el rojo estandarte, sus huellas, sus virtudes; y por eso también tú fuiste parte en el curso de sus vicisitudes de sus trabajos, de su adversa suerte, de ultrajes y calumnias, llanto y muerte.

Su apóstol tú viviste, y tú mueres su mártir: ¡Oh, qué dicha! Tal suerte de acabar nunca es desdicha; que es muy dulce morir como moriste. Lleno de envidia miro, en tu último suspiro, el bello fruto de las aflicciones de esta vida mortal: el más brillante blasón de tus blasones. Acabas por su gloria; mas, triunfante, hará tu muerte, eterna tu victoria; y tus penas, preciosa tu memoria.

Vuela, grande alma, vuela, vuela confiada a aquel paterno seno de ese Dios de equidad, que siempre lleno de piedades consuela al siervo fiel, que ha sido del mundo y de los hombres perseguido; de aquel Dios cuya gran munificencia sabe recompensar inmensamente la apacible inocencia; de aquel que en el premiar omnipotente, coloca más allá del firmamento, junto a su eterno trono, el sufrimiento.

De tu ilustre corona miro el fulgor: ¡oh cuántos te han labrado los trabajos, gran Ricci, que has pasado, resplandores de gloria a tu persona!

P. RAMÓN VIESCMS 289

Y esos hijos queridos, que un tiempo divididos de tu seno, lloraron en el suelo el común exterminio, ya este día, unidos otra vez, allá en el cielo con su amoroso Padre, en armonía, con la divina Esencia el fruto gozan ya de su paciencia.

Mas ¡ay! que todavía en este valle de miseria y llanto queda debajo del oprobio, ¡oh cuánto!, turba de hijos sin paz, consuelo y guía, de todo bien privados, dispersos, desterrados, en país extraño, en peregrino traje; un tiempo honor del mundo, y al presente víctimas de la envidia y del ultraje; expuestos al torrente de los trabajos, en que sumergida siempre tu alma se vio, se vio tu vida.

Desde lo alto del cielo no olvides estos hijos, Padre amado, que al fin fueron porción de tu cuidado, y grey encomendada a tu desvelo. Y al Redentor Divino el infeliz destino de estos hijos humilde representa: haz fe de sus combates y sudores; que sus leyes observan, que su afrenta sufren, como sufrieron sus mayores; y que pacientes cogen en sus penas las palmas de la cruz a manos llenas.

Por más que su memoria la calumnia voraz tiznar intente, entre cadenas, como delincuente, muere el gran Ricci con inmensa gloria.

290 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Así morir debía el jefe ilustre de esa Compañía, en un siglo perverso, que oprime la virtud, que exalta el vicio. Del que imita a Jesús, nunca es diverso el término; pues da, siempre propicio, una muerte triunfante al que fue de su cruz participante.

(Ocioso de Faenzcr, IV, 121-124)

LA MUERTE ELIGE AL MEDICO POR Sü

PRIMER MINISTRO (i)

Canción

Cansada ya la Muerte de sus diarios afanes, y obligada de tanto estrago, a que por dura suerte se ve la humana especie condenada, próvidamente un día, en que más la afligía tan grave peso, comenzó a buscarse algún alivio en su feral Imperio; y pensó descargarse de la parte mayor del Ministerio, haciendo alguno de sus más capaces, y hábiles secuaces Primer Ministro suyo, que atendiendo con celo a los negocios principales, fuese más expedito, aunque tremendo, el despacho común de los mortales.

(1) En el "Ocioso de Faenza" el título completo de esta Canción es: El mismo Dn. Ramón Viescas propone una verdad per se

nota, con nombre de fábula, en que teniendo la Muerte un Con­sejo de Estado, eligió al Médico por su Primer Ministro.

Es traducción de la fábula La morte ed il medico de Lorenzo Pignotti (Favole e novelle. Bassano, 1792. 3* ed.)

292 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Luego, habiendo intimado un Consejo de Estado, hizo saber que cada cual viniese, a relatar sus méritos, de modo que la elección hacer ella pudiese después de examinar y pesar todo.

Veis aquí que al momento vuela infestando el viento inmensa turba de asquerosos males, guerras, diluvios, terremotos, fuego, y cuantas inventaron capitales penas los reinos, por común sosiego.

Respirando asqueroso aliento venenoso de sus impuras fauces, y el semblante lleno de manchas, lívido y funesto, con paso vacilante, y pavoroso gesto, la Peste se encamina, llevando en pos de sí, por más espanto de enteros pueblos soledad y ruina, el luto, el horror, miseria y llanto.

Viene después, exhausta y consumida, mostrando su osamenta debajo de la piel endurecida, tísica macilenta, y su mérito expone incontrastable, en jóvenes sin número, que fueron heridos de su fiebre irremediable, y en su primer albor anochecieron.

En ese mismo instante, en hábito galante, y a la moda vestido, mas pálido el semblante, y cojeando, de llagas carcomido,

P. RAMÓN VIESCAS 293

con su media nariz, y como aullando del interno dolor, viene al Consejo aquel mal que envenena con tan amargo dejo la causa del placer, aquel que llena de inválidos el mundo; mas con todo haciendo a la francesa un cumplimiento, con un gracioso modo, en lugar distinguido tomó asiento.

Nunca acabara si prolijamente recorrer intentase cuantos fueron hórridos miembros, que tan prontamente a la espantosa sala concurrieron.

Ya todos congregados, esperaban turbados la grande decisión. La Muerte, en tanto, todo el Congreso al rededor miraba, llenando a todos de mortal espanto; y como que buscaba a alguno, cuidadosa, revolvía de una a otra parte su ominoso aspecto, ni entre tantos al Médico veía, que a su feroz conspecto no se había presentado.

Alzando entonces de su voz tremenda el eco formidable: "Yo he observado, dijo, y es esto lo que más me prenda, que el mérito mayor es más modesto. Mas no será por esto defraudado el premio. Sabe el mundo cuánto al Médico debo: él me ha servido con su saber profundo, sin aparato, ostentación y ruido, a despoblar la tierra, más que la peste y que la misma guerra.

294 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Alzóse y luego, con solemne pompa, fue por Primer Ministro declarado el Médico, y al son de ronca trompa por todo ei grande Imperio publicado.

* *

Oh vosotros, Doctores, y sabios profesores, de esta arte saludable, no os maltrata la fabuilita mía. De Médicos de antaño sólo trata, no de vosotros, cuya bizarría y singular destreza en la arte de curar es hoy de suerte que de Naturaleza Ministros dignos sois, no de la Muerte,

(Ocioso de Faenza, IU, 38-41)

AL SEPULCRO DE DANTE

Liras i1)

Una vez que, cansado con vanas esperanzas el deseo, entregué mi cuidado y toda el alma en brazos de Morfeo, que al punto sorprendidos dejó con dulce halago mis sentidos,

libre la fantasía del sonoro esplendor, con que enajena las potencias el día, a volar comenzó por la serena región de noche umbrosa, mientras el alma en dulce paz reposa.

Vime, soñé que estaba en los Campos Elisios; que su cielo nuevo sol alumbraba, y verdor nuevo matizaba el suelo; y cuyos horizontes dudaba si eran soles, si eran montes.

(1) El título completo es: El mismo Dn. Ramón Viescas, habiendo tenido un sueño sobre el sepulcro del Poeta Dante, nueva­

mente erigido por el Eminentísimo Luis Valenti Gonzaga, Legado de Romagna.

296 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Céfiro lisonjero, vapor me parecía de las flores, cada flor un lucero; y anunciaba de nuevos ruiseñores la sonora armonía perenne aurora de un continuo día.

Mas entre tanto objeto de asombro y de placer, como triunfante en ese albergue quieto, me pareció mirar la alma de Dante: de aquel Dante divino, que al Parnaso Italiano abrió camino.

Vila como rodeada de otras sombras ilustres, que festivas, por la región alada la celebraban con alegres vivas, dejando con su acento absorta mi alma y armonioso el viento.

El asunto glorioso, que pude concebir confusamente, fue el sepulcro suntuoso alzado a sus cenizas nuevamente; y que cantaba infiero unas veces Virgilio, otras Homero.

Y cuando ansiosamente aplicaba a sus voces el oído, miro que de repente, de un estro superior Dante enbestido, alza la voz, y en tanto dejan los otros su empezado canto.

Oh tú, sublime genio, (pareció que empezaba de este modo) Oh tú, sublime genio, gloria de Mantua, y aun del mundo todo, en cuya diestra mano puso el bien de la Emilia el Vaticano,

P. RAMÓN VIESGAS 297

oh tú, que entre las gentes, que baña el Tajo y que fecunda el Reno, dejaste relucientes huellas de tus virtudes; que en el seno de extranjeras regiones perpetuas mereciste aclamaciones,

tú, que, segundo Augusto, al sabio animas, la virtud fomentas, y el presente buen gusto lo apoyas, ennobleces y lo aumentas; siendo las nobles partes de tu atención virtudes, ciencias y artes,

a ti, gran Mantüano, (ya que fue de la edad veraz trofeo aquel de Polentano) debo el suntuoso y nuevo mausoleo, donde el arte y belleza vencidos sólo son de tu largueza.

En la obra que erigiste, del polvo del olvido me sacaste: alma a mi fama diste, y el sepultado honor resucitaste, volviendo a la memoria de los siglos mi antigua ilustre gloria.

En mármol duradero, por ti reposan mis cenizas yertas, donde ve el pasajero imagen viva de memorias muertas; y en aplaudir combate al artífice, al héroe, al Mecenate.

Y tú, madre fecunda de grandes héroes, inmortal Ravena, que fuiste mi segunda patria, y alivio de mi antigua pena, adora aquella mano, que restablece tu esplendor anciano.

298 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Y para un argumento de eterna gratitud, con letras de oro, se añada al monumento, a eternizar su fama, y tu decoro por toda edad restante: Reina Valenti donde yace Dante.

Dijo, y entre el estruendo de fantásticos vivas, lentamente se fue desvaneciendo el grosero vapor que dulcemente en éxtasis tenía el corazón, el alma y fantasía.

¡Oh nunca despertado de tan alegre y dulce sueño hubiera! Mas al fin, he probado, lleno de una delicia pasajera, que es eco fiel el sueño de cuanto vigilante piensa el dueño.

(Ocioso de Faenza, III, 78-82}

MADRE E HIJA

Sonetos (x)

I

La madre a la hija

¡Ay, amada Metilde! ¿conque el cielo a dejarme te obliga envuelta en llanto, para unirte con nudo sacrosanto, el materno pospuesto, a otro desvelo?

¿Conque tus prendas, que eran mi consuelo, son la causa fatal de mi quebranto? Porque sois bella; porque sois mi encanto, ¿he de perderte? ¡Ay, duro desconsuelo!

Hija, adiós. Anda; pero ten presente que no en los ojos el amor se anida, y aprende a no olvidarme estando ausente.

Tu corazón es grande y sin medida: luego pueden caber cómodamente tu esposo en él y quien te dio la vida.

(1) El título completo es: Al partir de Ravena para ímola la noble doncella Sra. Metilde Cappi, colocada en matrimonio con el

noble joven Sr. Juan Fuschini, despedida recíproca de la madre y de la hija, de Dn. Ramón Viescas.

300 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

II

La hija a la madre

Madre adorada, no: ningún momento podrá dejar mi amor de ser constante. Antes bien, con mi ausencia en cada instante irá siempre ganando un nuevo aumento.

¿Viste herida una cierva con violento dardo correr al bosque agonizante, mucho más grave haciendo y penetrante la llaga con su mismo movimiento?

Así yo parto, al vivo traspasada con la flecha de amor; y en mi retiro me siento de dolor despedazada.

Luego aumentarse más mi herida miro al paso que de ti voy separada, buscando en solo el llanto mi respiro.

(Ocioso de Faenza, III, 90-91)

A LA RESTAURACIÓN DE LA IGLESIA DE LA TORRETA DE

RAVENA, DEBIDA AL CELO DE DN. GABRIEL DE ROCA

Soneto

Lloró tu ruina, oh templo de María la ciudad reina del Emilio suelo, y sumergida en alto desconsuelo, modo de repararte no sabía.

Cuando la Iberia generosa un día, llena de devoción, llena de celo, un hijo suyo, digno de su cielo, nuevo Zorobabel a ti te envía.

Anda, le dice, oh Roca, tú el Atlante serás del nuevo templo, tú reforma, realza, adorna y hazlo más brillante.

Él a tanto designio se conforma, y con empeño siempre vigilante, más firmeza te dio, más bella forma.

(Ocioso de Faenza, III, 240)

ENSAYO JUVENIL

(EJERCICIO MÉTRICO EN ESDRÚJULOS)

Epitafio fúnebre al deplorable fallecimiento de un burro anciano

Hoy yace un burro mísero que, por dar gusto a jóvenes, quiso cual cisne trágico cantar su muerte próxima.

Tuvo en su vida lástimas con aquel mudo bárbaro, que con injusta cólera le descargaba látigos.

Su trabajo fue máximo y su carga sin límites; pues todo el año cascaras llevaba a puercos zánganos.

Fue su virtud heroica, sus penitencias ásperas,* que pudo dar dictámenes a anacoretas místicos.

Fue su abstinencia rígida; pues lunes, martes, miércoles, ayunaba el hipócrita como si fuera sábado.

P. RAMÓN VIESCAS 303

Pocos y duros vastagos comía en los días clásicos, quedándose en paréntesis los que no eran tan célebres.

Hecho un infausto Tántalo de las bestias más prósperas, de cuando en cuando hurtábales de yerba algunos átomos.

Su humildad era sólida, de todos el más ínfimo, sin afectar fantástico de su nobleza vínculos.

Era tan justo y tácito, pareciendo hipocóndrico, que jamás dijo cláusulas para no tener émulos.

No obstante, en los certámenes era de poetas fábula, porque su vena rústica salir solía al público.

Llegó a vejez decrépita, exhausto, seco y pálido; pues sus trabajos hórridos le redujeron a ético.

No conocieron médicos cuál era su mal último, porque según los índices fueron males sin número.

El no estaba apoplético ni tuvo torzón áspero, porque era tal su estómago que digiriera mármoles.

304 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Y en fin, lleno de méritos, aqueste animal ínclito dio a la nada su espíritu y su cuerpo a los pájaros.

Lloran Musas tal pérdida con destempladas cítaras, pues del Parnaso métrico fue uno de los Píndaros.

No tachéis, Poetas críticos, estos malos esdrújulos, porque no es para cánticos si no es ad lyram Asinus. 0)

,{1) 23 asno tocando la lira.

(Memorias de la Academia Ecuatoriana, N. S. Quito, 4, p. 49, julio de 1924)

Requisitoria con que la Venerable Congregación de los calvos solicita por una calva apóstata, dando para esto las señales indi­viduales de sus físicas y morales propiedades, en ocasión que Dn. Vicente Recaído se puso peluca.

Décimas

Un vacuo, una privación, que, existiendo en la mollera, sólo porque no es quimera, no es el ente de razón; cosa a cuya formación no alcanzan todas las artes, porque es un todo sin partes, un accidente redondo, una substancia sin fondo, un turbillón de Descartes.

Una materia privada de forma vegetativa, una calabaza viva, una figura ovalada, una cuantidad de nada, un sitio donde se ve (el cómo, yo no lo sé) la formal ubicación que había tenido, años son, una cabeza que fue.

306 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Una parte posterior, que, contra el orden debido, parece que se ha subido a la región superior; un no sé qué que da horror por su natural fiereza; un ente al revés, que empieza a existir y respirar por donde suele acabar la humana naturaleza.

Un abstracto separado de todo humano concreto; una parte de esqueleto, un pergamino templado: Contemptus mundi encarnado; una bóveda capaz de ser la casa de Anas; un gran Calvario sin cruz, un huevo del avestruz, un talón de Fierabrás.

En fin, una cosa tal es una calva, que ha sido calva, según se ha sabido, desde tiempo inmemorial, una calva substancial, mírese por cualquier lado; pues, según se ha examinado, no es calva por accidente, pues se distingue realmente de cualquiera hombre pelado.

Esta calva, ¡cosa dura! variable, necia, infeliz, ha cometido el desliz de escapar de la clausura. Pareció la más segura en su vocación y estado;

P. RAMÓN VIESCAS

mas ya nos dejó, y mudado traje, ingrata se ha salido de la región del olvido, a vivir en el poblado.

La calva más ajustada de nuestra Congregación, donde hizo su profesión antes de ser bautizada, fue muchas veces Prelada, porque era calva de antaño: fue el modelo más tamaño de toda calva reciente: fue nuestro espejo viviente, nuestro ejemplo y desengaño.

Su pureza y castidad fue tan limpia como el alba, pues fue purísima calva, aun desde su fresca edad. Y es prueba de esta verdad lo que cuenta un caballero, que fue tan grande el esmero, con que vivió recatada, que jamás se vio tocada de las manos de un barbero.

En su pobreza constante no hay quien pueda poner duda, porque llegó a estar desnuda por detrás y por delante. Pero tuvo, eso no obstante, para una urgente ocasión, un sudario pobretón, que usaba con grave treta, cual remate de calceta con que se cubre el talón.

De todo comercio humano su abstracción la retiraba, y así nunca se dejaba mirar en lugar profano.

308 Los JESUÍTAS QUITEÑOS BEL EXTRAÑAMIENTO

Fuera de un templo, era en vano buscarla en otro lugar; y hay quien quiera asegurar, que en ella, como en espejo, se duplicaba el reflejo de las luces del altar.

Apenas se puede creer la curiosidad y gusto con que, a costa de algún susto, todos la deseaban ver. Para esto se vio correr de niños turba atrevida, y la gente compungida hacía actos de contrición, como si fuera visión de cosa de la otra vida.

Su paciencia, siempre igual en el invierno y estío, sufrió juntamente el frío y un bochorno habitual. Fue su penitencia tal que pasaba a ser locura; pues para hacerla más dura, vivió con pena exquisita, la dicha calva estilita sobre una columna obscura.

Tanta era su devoción con los difuntos, que hacía dentro de sí cada día tierna conmemoración. Y la sagrada Pasión fue objeto tan ordinario de su gran devocionario, que con atención muy viva tuvo su imaginativa siempre fija en el Calvario.

Pero para qué es hacer memoria de sus virtudes, si con estas inquietudes

P . RAMÓN VIESCAS

todo lo ha echado a perder. Ella se fue desde ayer, al rayar de la mañana, i Oh grande flaqueza humana! ¡oh resbalón! ¡oh caída! ¡Ay ovejuela perdida! ¿por qué te fuiste por lana?

Calva de nuestros pecados, pobre candida, ¿qué es esto? Mira que pierdes tu puesto para el día de finados. Vuelve tus pasos errados, apóstata desgraciada, porque quedarás privada de tantos sufragios juntos, con que los fieles difuntos suelen pasar su jornada.

¡Ah! si hubiere compasivos que nos la quieren volver, bien la podrán conocer por tan claros distintivos; y así los muertos y vivos sepan que es cosa notoria que esta calva transitoria es de nuestra Cofradía; por esto a todos se envía aquesta requisitoria.

Con encargos los más serios, se suplica y ruega a todos que busquen de todos modos por todos los cementerios. Toca a nuestros Primicerios, por fuerza del consonante, el hacer con vigilante exacción la diligencia, porque es cargo de conciencia dejar una calva errante.

Búsquese en la ollerías, por si acaso allí se esconde,

310 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

y en los museos en donde suele haber mil chucherías; y aun entre las sacristías se averigüe con esmero, por si acaso un majadero sacristán atolondrado neciamente haya juzgado reliquia de cuerpo entero.

Corre con admiración que esta calva infiel y aleve ha conseguido su Breve de secularización. O es clara la subrepción, o es todo una fanfaluca; porque, no teniendo nuca conocida, es evidente obstáculo dirímente para ponerse peluca.

Y así, con razón fundada, por más que nos muestre Bula, la declaramos por nula, y queda descomulgada. Por lo cual nuestra Prelada da a todo el mundo noticia, como cualquiera Novicia puede quitarle en la calle, o en cualquier parte que se halle, esta peluca obrepticia.

Y después, para escarmiento de las demás, se condena por un trimestre a la pena de quedarse a todo viento.

Si esto no basta, al momento, para que esté más segura de hacer otra tal locura, con un Kequiescat in pace, y un tal pague quien tal hace, se meta en la sepultura.

EPITAFIO

A UNA CALVA SEPULTADA DENTRO DE UNA PELUCA

Soneto

Yace entre vivos una calva muerta, para continuo horror y desengaño, que cayó en este mundo con engaño, por no encontrarse sepultura abierta.

Alerta: y se abra al punto toda puerta, y mándese, que salga en todo el año, pues a todo viviente es grave daño que esté la muerte con la vida injerta.

Y tú entre tanto para, oh caminante, mira que esta corrupto todo el viento con los efluvios de esa calva errante.

Levanta esa peluca, y al momento verás a todo el mundo palpitante por ver dentro de sí tan gran Memento.

Las Reverendas Madres, que firmaron la Requisi toria y el Epitafio, fueron las siguientes:

Reverenda Madre Priora, Hospital. La Vice-Priora, Madre Peramás.

312 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

La Arosamena, Madre Jubilada. La Reverenda Viescas, Secretaria, Definitoras profesas antiguas, o doce Columnas de la Cofradía, Barros, Valdivieso, Ordines, Ibáñez, La Romo, La Peña, Camacho, Suárez, Hoyos, Chiriboga, Arechua y Andrade,

(Ocioso de Faenza, IIL 30-38)

DÉCIMAS SOBRE EL DÍSTICO:

COR SAPIT ET PULMO LOQUHÜR... (*)

Vuestro pensar, Musas mías, de la máquina interior del hombre, me da temor, que sois Musas de estos días; pues con tantas dicherías, siguiendo las propiedades del siglo de novedades, por diversión ¡cosa rara! le estáis sacando a la cara sus ocultas cualidades.

El hombre que habéis burlado, es más que vosotras hombre: pues la razón, no os asombre, de él habéis participado: es hombre ut sic engendrado en mente filosofal; y de este hombre, vota a tal, cual si fuese borondanga, habéis hecho una fritanga o un mondongo universal.

(1) El corazón siente y el pulmón habla . . . El título completo es: Habiendo visto Dn. Ramón Viescas dos poesías sobre el

célebre Dístico: Cor sapit, et pulmo loquitur, etc. a los autores de dichas poesías.

314 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Vive Dios, que decís de él cosas tales, que imagino, que este hombre, más que mohino, ha quedado hecho una hiél: aquel ente, el mismo, aquel que con chiste definió vuestro ingenio, ¿es hombre o no? Si él es hombre, ¿cuánto va que no lo conocerá la madre que lo parió?

A un hombre queréis hacer todo risa, amor y ciencia, ira y voz: digo en conciencia, que no lo puedo entender. ¿Todo risa? Podrá ser Demócrito el pobretón. ¿Todo ciencia? Salomón, ¿Ira? Nerón atrevido. ¿Todo amor? Será Cupido. ¿Todo voz? Será un capón.

Y el pobre Heráclito, en tanto, a pesar de su buen nombre, ha dejado de ser hombre, si no muda en risa el llanto. Y ¿qué dirá? todo santo, que se guarda angelical de todo amor sensual y del iracundo vicio? ¿Diremos que es un perjuicio la virtud del racional?

No niego yo que el pulmón, los hígados, hiél y bazo y otras partes, sean del caso para toda operación; lo que niego, y con razón, es que sean causa y motivo,

P. RAMÓN VIESCAS

raíz, fundamento, estribo de un halagüeño reír, de un parlar, o de un reñir, o de un amar electivo.

Bazo, y aun bazo mayor tiene un asno, y, en verdad, que en borrical seriedad no le ganará un oidor. O ¿se dirá sin horror que, cuando, ya levantadas sus dos hermosas quijadas, rebuzna con mil meneos, son sus rebuznos gorjeos de graciosas carcajadas?

Hiél todos encontrarán en la más triste gallina, y es tal, que la desatina la sombra de un gavilán, si no es que mienta el refrán, y se imagine o se crea, que de rabia cacarea, o que con denuedo y gala, echándole un noramala, con el gavilán pleitea.

Y así de otras cosas tales, que por no ser largo omito, y a la prueba me remito en doscientos animales: pues no son causas formales, ni el hígado, ni el pulmón, ni el bazo, hiél, ni riñon del humano proceder, y, cuando más, podrán ser conditio sine qua non.

Si encuentro un amigo infiel, estoy de mal natural, porque lo merece el tal y no porque tengo hiél:

316 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

el que me impacienta es él; me hace parlar un parlón: me hace saber el tesón: me hace reír un majadero; y sólo amo porque quiero, no porque tengo riñon.

Que las acciones humanas dependan del antifaz, es hacer, sin más ni más, vitales las almorranas: Y al oír esto, tengo ganas de deciros que es odioso, el discurso y fastidioso dejar la razón a priori, y tomarla a posterior!, con un círculo vicioso.

Mas ya que impugné arrogante vuestro modo de pensar (¡válgame Dios, que es azar la fuerza del consonante!), digo, pues, ya que ignorante di en el loquísimo tema de impugnar con grande flema vuestro agudo discurrir, será menester salir yo también con mi sistema.

Digo que es la fantasía, si Aristóteles no miente, donde estriba ciertamente toda aquesta economía: ésta es la filosofía que me enseña la experiencia; que al ver tan noble la ciencia, tan bien nacido el amor, conozco que es en rigor más alta su descendencia.

P. RAMÓN VIESCAS

Ella es la dueña de casa, o reina, si bien me fundo, de aqueste pequeño mundo y de cuanto por él pasa: sin límites y sin tasa en su gran jurisdicción, manda toda operación, siendo, para el necesario gobierno, su secretario o ministro, el corazón.

Todo lo demás que se halla en el hombre, de alto abajo, es la gente de trabajo, que corre con la vitualla: es una pobre canalla, que en la humana monarquía no hace más de noche y día que ministrar la materia, cuando con voluntad seria quiere obrar Su Señoría.

A su augusto tribunal todo objeto se presenta, y cada cual representa lo que importa a cada cual: va un amigo, y si legal hace exacta relación de sus prendas, la razón pesa y pondera advertida, y quedando convencida, manda que ame el corazón.

Si va una justa querella contra agresor, que enemigo dejó para su castigo impresa su injuria en ella, hecha de ira una centella, da sentencia contra él:

318 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

y a su voz, oh cuánto fiel, sin dilación prende luego hoguera de vivo fuego, para vengarse la hiél.

Si su comprensión divisa un chiste que viene al caso, manda disponer el bazo los órganos de la risa; y si expresarle precisa la ocasión un pensamiento, luego pone en movimiento del pulmón máquina airosa, formando voz prodigiosa de los átomos del viento.

Y así como hombre, ¿quién llora, quién ríe, quién se impacienta, quién ama, sin que consienta esta gran reina y señora? Porque antes que, cual aurora, alumbre, será en verdad todo amor brutalidad, toda risa bobería, todo hablar majadería, todo saber necedad.

Mas es menester que sea ni muy tenaz, ni muy viva, y de cuanto ella conciba la razón consulte y vea. Dios nos libre de una idea en la cual se empeñe un poco; porque, según miro y toco, si por más tiempo porfío, en ser poeta, no me fío, que no habré de ser un loco.

Si en fin decís, en mi ausencia, que el hombre, desde este día, será todo fantasía, concedo la consecuencia;

P. RAMÓN VIESCAS 319

de donde por inferencia, digo, sin mentira y chanza, que de este mundo en la danza, y entre tanto monigote, es el hombre Don Quijote, el amo de Sancho Panza.

Y en fin, basta de porfía, y quede por asentado, que el hombre tonto o letrado, es todo una fantasía. De donde inferir podía, con más ajustada idea, que el hombre el Quijote sea de aquella danza mundana, y la fantasía humana, su Señora Dulcinea.

(Ocioso de Faenza, III, 63-70)

A ÜN POETA QUE EN RÍGIDO INVIERNO SE OCUPABA

EN HACER VERSOS

Romance

Miro al Pindó arrebozado con relingote de nieve, y helada en medio del curso a la fuente de Hipocrene,

las Musas en la cocina, encendiendo un olmo verde, y el buen Apolo en la cama hasta las ocho o las nueve.

Sin tocar ni aun castañeta, sin cantar ni aun en falsete, se están mano sobre mano, dándose diente con diente,

y tú, Fabio, muy sereno, en tu silla o taburete, escribiendo que te pelas, y haciendo coplas que hierves.

¿Eres poeta de lana, que tanto frío no sientes? ¿O es tu vena chiminea, que carámbanos disuelve?

P. RAMÓN VIESCAS

Todo sensitivo gime, todo vegetable muere, todas las aguas se hielan, todos los vientos se mueven,

Hora el mármol, suda el bronce, y la tierra penitente está entre hielos y escarchas, por sus primaveras verdes.

Desnudo el campo se mira, blanco, pero no ad messem, y entre obeliscos de hielo yace esqueleto de nieve.

Pobres y ricos tiritan, mas éstos con pingues vientres, para animales, les sobra estar cubiertos de pieles;

y aquéllos, que en viles trapos mal del frío se defienden, es mayor el desabrigo, que en sus barrigas padecen.

Como nuevas salamandras, los hombres y las mujeres, entre el fuego se recrean: allí comen, allí beben;

y el pobre prete que corre en pos de un muerto que hiede, después de tiritar salmos, dice una misa que duele.

Todo el mundo en ocio pasa los días que, siendo breves, con grande majadería, o hiela, o nieva, o llueve.

322 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTBAÑAMIENTO

Febo, que es el suspirado recreo de los vivientes, entre frazadas de nubes suele asomar las más veces,

y aunque en despejado cielo a nuestro hemisferio asciende, apenas da media vuelta, y vuelve a su gabinete,

dejando que las estrellas las demás horas gobiernen, con rigorosos edictos de obscuridad y destemples.

¿Cómo no ha de ser del mundo tan miserable la suerte, si le falta la asistencia de su activo Presidente?

Este es el tiempo que llaman invierno todas las gentes, que, en boca de un alemán, es infierno propiamente.

Y tú, en temporal tan fiero, quieta y sosegadamente, «n pensamientos te hielas, y en conceptos te disuelves.

Con el compás del ingenio, cual extático Arquimedes, estás midiendo la esfera de tu soberana mente.

Rara frescura, por cierto, humor de tan alto temple, que no se destempla a un norte, ni a los hielos se estremece.

P. RAMÓN VIESCAS 323

Tu fortaleza me admira, tus romances me divierten, pero con perdón, amigo, que el que prometí, no esperes.

Porque está tan crudo el tiempo, y tan helada la fuente, que no es fácil que distile ningún pensamiento alegre.

A cada letra se engendra un sabañón que me hiere, y a cada concepto airoso, una pechuguera fuerte.

El alma siempre en cuclillas, por el gran frío que siente, ni extender un pie de verso, ni elevarse un poco puede.

Longanizas muy heladas, todos mis dedos parecen, y no sé que tengo manos, sino por lo que me duelen.

Y así, amigo, Dios te guarde para otros tantos Diciembres, cuantas son las primaveras que en tus poesías viertes.

(Ocioso de Faenza, 2H, 70-79)

A UN AMIGO QUE, HACIENDO VIAJE POR VERLO, HIZO

LARGA DETENCIÓN EN OTRA CIUDAD VECINA

Décimas

Amigo, cuánto deseo, para darte desde acá la bienvenida hacia allá, ser por ahora Briareo. Pero bien me lisonjeo que reciba tu atención, a falta de ejecución de dos abrazos reales, más de docientos mentales, que te da mi corazón.

Que seas tan bien venido como has estado esperado, en vetturas bien tratado y en loc&ndas (*) bien comido; y que poniendo en olvido los aprehendidos ultrajes de estos inviernos salvajes, fije tu establecimiento mi fortuna y mi contento, sin pensar en más viajes.

{1} vetturas: carruajes; locandas: posadas.

P. RAMÓN VIESCAS

Me han dicho, que tu demora será en Faenza duradera: ¿de cuando acá en primavera venir tan tarde la aurora? Yo a esperarte de hora en hora, y tú en venir paso a paso: cierto que es un triste caso, cuando se espera algún día de gusto, si el sol porfía en dormirse en el ocaso.

Por lograr de la gran fiesta del Corpus en el Faentino, como si no fuera omnino 0) tan fiesta aquélla, como ésta; y aun esta gente protesta, que el divino y soberano Corpus Christi raveñano debe ser más reverente, por tener por accidente la antigüedad del romano.

Déjate de sacramentos, y vuela a Ravena, vuela, aunque a otro Joseph le duela, y haga dos mil sentimientos; no tendrás los tratamientos de su generosidad, mas te aseguro en verdad que, a pesar de su disgusto, lo que os falte de buen gusto, lo tendrás de voluntad.

Ven, pues, a esta rinconada, ciudad triste, pobre y vieja, que el no estar del todo añeja lo debe al agua salada:

{1} omnino: exactamente.

326 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

antigüedad decantada, donde se oyen cosas tales, (si no mienten sus anales) que al contarse y recontarse, es menester admirarse con restricciones mentales.

Si del mundo en cuenta buena, por lo más viejo ella pasa, has de saber que es mi casa lo más viejo de Ravena: parece un barco en carena, cuyo agigantado vaso quedó roto en un fracaso, y que no pudiendo estar ni en la tierra ni en el mar, se está sosteniendo acaso.

Dicen que habitada se halla de un grande duende o demonio, como antiguo patrimonio de esta suerte de canalla: así lo cree la gentalla, y aun personas de más juicio; a lo menos hay indicio, que los diablos escogieron, cuando del cielo cayeron, éste por primer hospicio.

Pero no temas, ven presto a este viejo Archi-Palacio, que ya el gran poder de Ignacio tiene al tal duende en arresto. No te será a ti molesto, como a mí jamás lo ha sido. Así también se ha extinguido, con un decreto de gatas, un monasterio de ratas desde antaño establecido.

P. RAMÓN VIESCAS

Bien que allá, de cuando en cuando suelen sonar a mi oído algún ratón foragido, a quien va un gato strisciando; í1) y varias veces soñando en el Tri-sette (2) que uso, despierto todo confuso, como si defacto oyera, cerca de mi cabecera, un ratón que dice: Busso. (3)

En fin, con ansia te espero: ¿qué te detiene? ¿qué aguardas? Mira que el tiempo que tardas, me va pareciendo Enero. Sea el viento un calesero, y entre mil cantos y olores de pájaros y de flores, la primavera constante te vaya siempre adelante con trompas de ruiseñores.

(1) Strisciando: arrastrando.

(2) Tri-sette:?

(3) busso: llamo a la puerta.

(Ocioso de Faenza, HL 74-78}

LA MUSA ESCÉPTICA,

que excusándose de ir al Tabor y al Calvario, elige por su

habitación el obscuro Limbo de sus dudas.

Expresa el argumento de su obra en este

Soneto

Esta que me dio el mundo dura cruz, juzgo que del Calvario no ha de ser, porque en ella el Jesús mandó poner, y de ésta borrar quiere mi Jesús.

Ni en el Tabor, con este gran capuz de pesares, me quiero entrometer, porque no es éste traje de placer, ni dice bien la sombra con la luz.

Pues si la cruz que cargo a mi pesar no cabe en el Calvario ni Tabor, no tengo que temer ni que esperar.

Al Limbo me iré a dar con mi dolor, donde, sin padecer y sin gozar, estaré hasta que venga Redentor.

P. RAMÓN VIESCAS 329

Décimas

Con sentimiento profundo en el destierro me estoy, y por Dios cargando voy la cruz que me ha puesto el mundo. Y aunque el cielo y tierra inundo de gemidos y de llanto, me parece, en el quebranto de este mi infeliz destierro, todo corazón de hierro, y de mármol todo santo.

Yo me esfuerzo, yo me animo a sufrir lo que me toca, y con la risa en la boca dentro de mi pecho gimo. Con la soledad me oprimo, con el mundo me disgusto, con las noticias me asusto, con la dilación me amargo, con la esperanza me alargo, y con el cielo me ajusto.

Y como Isaac que, esforzado, con la leña a sus espaldas, iba por las duras faldas de ese eminente collado, y cuando más fatigado con sus dudas y camino solicitaba el destino de esa leña y de ese altar, no le quiso revelar Abrahán el querer divino;

así yo, que no colijo cómo la cosas irán,

330 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

porque guarda el nuevo Abrahán un silencio muy prolijo, í1) trago lo que aquel buen hijo, que es callar y obedecer, sin esperar ni temer, hasta que el suceso diga lo que al fin de la fatiga me pudiere suceder.

Me dicen que es necesario, que haya de parar la escena en las glorías o en la pena del Tabor o del Calvario. Yo soy un poco contrario (al ver tanta suspensión) de esta común opinión; pues uno y otro sería señal cierta de que urgía próxima la Redención.

Yo juzgo que en un abismo de mil dudas superiores se hallan los acusadores, y está metido el juez mismo: Y que con escepticismo se está todo ejecutando, y sólo voy divisando algunos visos de muerte, en que de ninguna suerte se sabe el cómo ni el cuándo.

Estoy como en alta mar, donde no se puede ver ni puerto donde correr ni escollo en que tropezar.

(1) El profundo silencio del nuevo Papa Clemente XIV.

P. RAMÓN VIESCAS

Ni aun sabré determinar lo que indica el cataviento; porque en un mismo momento me muestran los siete Montes, por todos sus horizontes, señales de calma y viento.

Y así, aunque cueste dolor esta duda, estoy constante, sin dar un paso adelante ni al Calvario ni al Tabor; porque me viene temor, que esta grave cruz que siento aumente en vano el tormento, y mis hombros delicados quedarán más lastimados con cualquiera movimiento.

¿Al Calvario yo? Qué poco me verán allá en mis días. Luego lleno de alegrías, ¿me iré hacia el Tabor? Tampoco: que, aunque a volar me provoco a su hermosa cumbre, advierto que nunca fue buen acierto, antes que el piloto acabe la maniobra de la nave, quererse meter al puerto.

Aunque al esperar se inclina mi corazón, juntamente conoce que es muy prudente temer una oculta mina; y así, ni uno ni otro atina mi razón filosofal; y en el equilibrio tal en que las cosas se ven, ni quiero esperar el bien, ni quiero temer el mal.

332 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

El temor, si acaso puede definirlo el juicio mío, es como el escalofrío que a la enfermedad precede: pues de ordinario sucede que el que teme con temprana anticipación se afana, padeciendo desde hoy día la mitad de la agonía del mal que vendrá mañana.

Es una pasión cobarde, que engaña la fantasía, turbando su medio día con las sombras de la tarde. Dios de su engaño me guarde, pues con fingido color hará parecer horror lo que es rayo de la luz, y del Calvario la cruz sabrá llevar al Tabor.

¿Y la esperanza? Al contrario, va templando la pasión con lejos de redención en las sombras del Calvario. Mas con un efecto vario, si alegra al primer rayar, con el tiempo hace llorar; pues, como Salomón dice, aflige a un alma infelice desde que empieza a tardar.

¿Qué importa que el navegante al puerto llegar espere, si de congoja se muere al ver el puerto distante?

P. RAMÓN VIESCAS

Va perdiendo a cada instante su estimación la bonanza que se junta a la tardanza, y es un navegar amargo, cuando sopla un viento largo de una prolija esperanza.

¡Qué mal alivio, esperando mucho bien, mi contratiempo, si con no venir a tiempo, se va otro dolor formando! En nuevo llanto engolfando yo me voy incautamente, pues con no visto accidente estoy, si en esperar duro, padeciendo el bien futuro, por sanar del mal presente.

Pues si es tormento el temor, si es la esperanza congoja, el que ni uno ni otro escoja ¿no es el partido mejor? ¿Quién me mete en el Tabor, si al fin será acción precisa mojar con llanto la risa? ¿ni en el Calvario. . . que fuera dar más calor a la hoguera, para morir más a prisa?

Y ¿no será bien que acuda de dos males al remedio de colocarme en el medio con una constante duda? También es mal; mas me ayuda, con ser de fuerza tan poca, que, cuando el otro sofoca lo más interior del alma, dejando en gran parte calma, sólo al pensamiento toca.

334 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Si temo, mi mal irrito; si espero, no encuentro fondo; mas si en mis dudas me escondo, ambos escollos evito. Mi sosiego solicito en aquesta obscuridad; que nunca fue necedad, en un golfo sin orilla, el meterse en la escotilla por no ver la tempestad.

Que el esperar o temer sea prudente, es innegable, cuando igualmente es probable el triunfar o perecer. Mas, como no llega a ser tan convincente verdad, esta probabilidad, cualquiera quedar suspenso entre el asenso y disenso podrá sin temeridad.

Y si son cuestiones de hecho, con igual razón se infiere que, cualquiera que eligiere, no quedaré satisfecho. Siempre en turbación mi pecho se verá; porque si digo que a éste, porque afirma, sigo lo que por sus ojos vio, ¿por qué razón diré yo que el que niega es mal testigo?

No hay Septiembre, no hay Abril que sobre mi dura suerte no batallen, si se advierte que hay testigos mil a mil. Éstos, con encono vil, vieron ya la supresión,

P. RAMÓN VIESCAS 335

y aquéllos la exaltación de los hijos de Jesús: en unos hallo la cruz, y en otros la redención.

Luego en un conjunto vario de testimonios de vista, al mayor Probabilista le es el dudar necesario. Ni sin juicio temerario temer o esperar podrás, por más que el ángel Tomás, con pluma de luz, asiente que se cree más fácilmente lo que se apetece más.

Dudo, pues, si el Quirinal, o si algún otro Palacio de los alumnos de Ignacio trata para bien o mal. Dudo si algún Tribunal tiene mi causa delante; dudo si algún petulante nos engaña a cada paso; y dudo si nuestro caso podrá tener semejante.

Dudo si se mudarán las cosas según deseo; si yo seré Mardoqueo, si el mundo será mi Aman; si ad Valvas Petri (a) verán todos los fieles Casuistas, colgado en funestas listas, para eterno sanbenito, con un pescuezo infinito, un mundo de Jansenistas;

(1) A las puertas de San Pedro.

336 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO*

si el Papa, que disimula por ahora, dará sentencia; si merecen indulgencia los que no reciben Bula; y si ellos la dan por nula, creo que un día vendrá en que se confirmará, con un por siempre condeno, en aquel Concilio pleno del Valle de Josafá;

si en sepultarnos tenaces están estas almas buenas, como unas tantas ballenas contra otros tantos Jonases, y si, errados sus compases, los encerrará el Señor en la Red del Pescador; si será gran maravilla, que vomiten en la orilla vivo todo nuestro honor.

Y entre tanto que mi juicio, con tantas dudas perplejo, no sabe tomar consejo, temer o esperar es vicio. Ni es para temer indicio esta actual persecución; porque es pedir la cuestión, si sobre este presupuesto, se pregunta, si hay en esto para librarse opinión.

¿Qué doliente se opusiera con su misma enfermedad, a un doctor de autoridad que curar su mal espera? ¿Qué encarcelado, si oyera que le anuncia la alegría

P. RAMÓN VIESCAS 357

su abogado, le diría que teme duren sus penas, porque de aquellas cadenas siente el peso todavía?

Luego la aflicción presente no es motivo que limite la esperanza que me excite algún arbitrio clemente. Ni el padecer solamente puede servir de argumento, que en la noche del tormento no me rociará otra aurora, cuando sucede en una hora lo que no sucede en ciento.

Y así, si en congoja tanta, por todas partes cerrado estoy de un fatal nublado, y con agua a la garganta, aunque al principio me espanta tanto mar, mas, desde que mi larga experiencia ve que aún no me hundo ni me encallo, ¿no podré dudar si me hallo en el Arca de Noé?

Si al rededor de mi vida me acecha un furioso león, temeré su ejecución, y la daré por perdida; mas si después advertida mi reflexión mira que él no me despedaza cruel en tanto tiempo, ¿podrá cualquiera dudar si está en el Lago de Daniel?

Si junto al altar ligado mis enemigos me ponen, temeré que ya disponen un sacrificio malvado;

338 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

pero al ver que no ha bajado, a pesar de un general grito, el fuego celestial a consumir la oblación, bien podré dudar si son los Profetas de Belial.

Si me cerca un vasto fuego de envidia y odio infernal, entre su llama fatal creeré ser ceniza luego; mas, si después con sosiego sólo padezco el bochorno, dudaré si, con trastorno de su natural ardor, quiere guardarme el Señor de Babilonia en el Horno.

Temeré al ver que en lo humano todo conspira a mi mal, y que es el golpe mortal de un impulso soberano; mas, si miro al Vaticano, ¿no podré dudar prudente si ha habido algún inocente que pueda decir de cierto que ha sido juzgado y muerto por sentencia de un Clemente?

Y así, cuando empiezo a ver, a pesar del mundo entero de riesgos, que aún no me muero dudaré de perecer. Empezaré a no temer envidias, calumnias, tretas, nuevas, anuncios, gacetas, naufragio, fuego, extinción, horno, lago, mundo, león y tantos falsos profetas.

P. RAMÓN VIESCAS 339

Porque el corazón humano cuando en un peligro advierte que tarda en venir la muerte, va dando al temor de mano. Y aquel fuego que tirano rayos contra mí desprende, si la ejecución suspende, cuanto más es, menos dura, y su extinción asegura todo el tiempo que no enciende.

Mas ¡pobre de mí! que tanto de este escollo quise huir, que casi sin advertir me voy al opuesto canto. Porque si yo me adelanto todo riesgo a despreciar, parece que vengo a dar de la esperanza al confín, porque es del temer el fin principio del esperar.

Pero no; pongo remedio a esta prudente sospecha, y haciendo ya la deshecha, vuelvo a ponerme en el medio. Que, aunque en este duro asedio con desembarazo digo que no temo a mi enemigo, mas no es prudencia que espere socorro, que no supiere me quiera dar el amigo.

¿Yo esperar? ¿De quién? ¡Ay cielo, que llega el mal a lo sumo cuando, al ver que me consumo, no hay a quien pedir consuelo! ¿Del mundo? ¡Vano desvelo! que es necedad, en rigor,

340 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIBNTO

esperar que aquel ardor que mi corazón inflama apague la misma llama que me produjo el dolor.

¿De los hombres? ¿De qué modo? si, siendo del mundo parte, no es fácil hallar el arte de separarlos del todo. Mal con ellos me acomodo si los amigos son menos, al paso que a mis serenos sucede la confusión: ni ¿qué harán ellos, si son los malos más que los buenos?

Luego a mis justas querellas, a mi llanto, a mis gemidos, no encuentro humanos oídos debajo de las estrellas. ¿Y escucharme podrán ellas? sí, que en su piedad es claro, si en la Escritura reparo, que aquel, que en la adversidad acude con humildad, halla seguro su amparo.

Mas ¡ay! que también es cierto que, en las temporales penas, el ruido de las cadenas es su más bello concierto; y así confuso no acierto a prometerme bonanza; que si el sufrir afianza mi eterno bien, esperar librarme de este penar es una vil esperanza.

Dios con su saber profundo parece que ha decretado que quede yo mejorado con estos golpes del mundo.

P. RAMÓN VIESCAS 341

¡Oh, cuánto al ver me confundo la tibieza de mi celo! Y así, mientras que mi anhelo no cumpla la condición de esta divina intención, no puedo esperar consuelo.

Zafar no espere, si siente que así Dios lo determina, de sus ruedas Catarina, ni de sus ondas Clemente. Porque, aunque jamás consiente su voluntad soberana en la ejecución tirana, mas, ésta supuesta, ¡oh cuantos para el cielo invictos santos entre los tormentos gana!

Y ¿quién con seguridad podrá esperar, si probable juzga ser más agradable al cielo su adversidad? De esta inconcusa verdad los santos testigos son; y es muy clara la razón, porque en la fe se afianza lo firme de la esperanza, y nunca es fe la opinión.

Y ¿Dios querrá mi amargura? Puede ser que sí y que no: que uno y otro inferir yo puedo en esta coyuntura. Ninguno el no me asegura, ni yo el sí puedo negar. Luego bien puedo dudar, si mi paz podrá volver; luego no puedo yo creer; luego no puedo esperar.

34& Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Pero ¿qué? ¿mi petición humilde hacer no pudiera que el cielo librarme quiera de esta actual tribulación? Ofrece su protección al que en la aflicción lo invoca, y aun a invocarlo provoca: luego negarme a pedir, será quererme morir con el remedio en la boca.

Pediré, pues,* mas ¿qué abona mi petición, mi fortuna, si en esta pena importuna mi virtud se perfecciona? Es renunciar la corona, que se debe al sufrimiento; es irme ¡cobarde intento! al cielo por el atajo, y por ahorrarme el trabajo, cortar el merecimiento.

El cielo me ha declarado, que el que fuere perseguido, y del mundo aborrecido, será bienaventurado. Dichoso yo, si he llegado a serlo; luego pedir que, acabado mi gemir, vuelva mi antiguo reposo, es por un pequeño gozo, mi gloria disminuir.

Yo soy soldado de Cristo que no sirvo en la pelea, si de la roja librea de pesares no me visto. Y ¿qué soldado se ha visto, que a su Capitán le pida,

P. RAMÓN VIESCAS

al tiempo que es más reñida la expedición en que se halla, lo libre de la batalla, para conservar la vida?

¿Qué dirá mi Capitán, que en su ordenanza ha dejado, que aprecie todo soldado afrentas, odios, afán? Éstos los timbres serán de su ilustre Compañía. Luego el pedir con porfía mi patria, mi paz, mi honor, fuera ser contraventor de lo que observar debía.

Y ¿qué un Borja? ¿qué decía, como veterano ilustre? Si todo es paz, gloria y lustre, ¡pobre de ti, Compañía! Tu blasón sólo debía solicitarse en Jesús; en la humillación, tu luz; en las afrentas, tu gloria; en los odios, tu memoria; tu exaltación en la cruz.

Si yo pido, ¡a cuántos veo, de los que en inmensas glorias gozan ya de sus victorias, que no apoyan mi deseo! Que es el sufrir el trofeo, dicen de mi Religión; mas a esta resolución podrá decir mi tibieza que o me den su fortaleza o firmen mi petición.

Si yo pido, ¡oh! cómo miro sediento un grande Javier de más y más padecer, y mi memorial retiro.

344 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Un temple en su pecho admiro, que en ningún afán se gasta: con sus fatigas contrasta suma gloria, eterna paz; y si un Javier dice más, ¿qué podrá alcanzar mi basta?

Y así, mientras el camino de impetrar no me abre el cielo, ¿cómo he de esperar consuelo, si ni aun a pedir atino? ¿Quién vio tan raro destino, que yo mismo he de cerrar la puerta del esperar? Porque en tanto que confiado no pida ser consolado, me es necesario dudar.

No por esto del umbral me retiro de una vez, porque me ha mandado el juez que reforme el memorial. Impone a mi amor filial pida por mi Religión, ya que sin contradicción será, si por ella pide, cuanto más de mi me olvide, más eficaz mi oración.

Pido, pues, que a esta tormenta suceda un sereno hermoso, a la fatiga el reposo, la adoración a la afrenta. Pido que el infierno sienta, a pesar de su rencor, el que vuelva el resplandor de su doctrina eclipsada desde la Zona templada a su brillante Ecuador.

P. RAMÓN VIESCAS

Pido que mi abatimiento sea la basa de su gloria, mi combate su victoria, mi ruina su vencimiento. Pido que en su firmamento sol más apacible nazca; y, aunque en la dura borrasca fuere mi muerte forzosa, que, cual Fénix, más hermosa, de mis cenizas renazca.

Espera firme mi anhelo (porque el cielo ha prometido) que todo esto que yo pido me ha de conceder el cielo. Fúndase este mi consuelo en tantas revelaciones, con que en diversas regiones, para enjugar tiernos llantos, Dios ha descubierto a tantos sus divinas intenciones.

Y aunque a esperar no convengo que haya de ser en mis días, muchas de estas profecías por verdaderas las tengo; que mal el tiempo prevengo, si está reservado a aquel que sabe numerar fiel, por más que el mundo se asombre, para redimir al hombre, las Semanas de Daniel.

Este mismo pueblo amado, que ahora en el destierro llora, verá aquella feliz hora, en que ha de ser ensalzado. Que aunque haya de estar mudado en lo físico, (porque en lo moral no diré,)

346 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

el mismo será, si advierto que Israel queda en desierto, y queda Israel con Josué,

Pero yo pregunto aquí: (creyendo, que ha de llegar mi Religión a triunfar) Señor, qué será de mí? Me parece que oigo un sí, que ni el sí ni el no se infiere; y que solamente quiere quede dudoso en mi afán, como cuando dijo a Juan: Quid? sic te voló manere. (*)

Y pues no puedo saber cuál podrá ser mi destino, no encuentro con el camino de esperar ni de temer. Luego sólo podrá hacer acto de conformidad, diciendo a Dios con verdad: Señor, si mi fe no alcanza a hacer acto de esperanza, hágase tu voluntad.

Y, en fin, a unas Musas ruego, ya que no es muy necesario ir al Tabor ni al Calvario, que me excusen desde luego. Pues por buscar mi sosiego en el Limbo estoy metido, mientras Dios fuere servido, donde libre del engaño, padezco pena de daño, pero no la del sentido.

0 ) ¿Qué? (si) quiero que así permanezcas.

DA GRITOS, PIDIENDO A DIOS POR LA COMPAfilA

EXSURGE: QÜARE OBDORMIS, DOMINE? PSAL. 43, 23. (*)

Soneto

¿Es posible, Señor, ¡quién lo diría! que parezca que duermes sosegado, cuando el infierno está tan desvelado contra tu muy amada Compañía?

Van creciendo sus riesgos a porfía, al paso que tu amor se ha adormentado; y cuando te ve el mundo tan callado, levanta más su voz la tiranía.

Despierta ya, que amparo omnipotente su vida necesita, ya que es vana la abusada paciencia de Clemente.

Que si tarda tu mano soberana, el peligro está ya tan inminente, que no subsistirá quizá mañana.

(1) (Levántate! ¿por qué duermes, Señor?

Desengañada del mundo, pide hospedaje en el Limbo

Soneto

¡Ah del Limbo! mansión filosofal de hijos de Adán, que nunca saben reír y donde, dispensados del gemir, padecen sólo un mal intencional.

Vengo desengañado a vuestro umbral, a buscar un rincón para vivir, porque el mundo me ha dado en perseguir sólo por el pecado original.

Y si no me queréis por morador, de huésped a lo menos me estaré, hasta que muera todo engañador:

que aunque ser yo mortal no negaré, no tengo propiedades de viador, pues que me faltan la esperanza y fe.

Pasaporte 0)

A esta Musa se le da el primer lugar en el Entre­més, por justicia. Lo merecen su humor gracioso y su juicioso pensar. Con aquél, sazona cuanto dice; y

(1) Del P. Juan de Velasco.

P. RAMÓN VIESCAS 349

con éste funda su escéptico sistema con tan especio­sas razones que pone en peligro a que otras Musas lo sigan.

Se le niega, no obstante, la facultad que pide para vivir en el Limbo, porque, siendo de condición pica­resca, nada inocente, no puede ser allí admitida. Por otra parte son necesarios sus versos para la diversión de los tristes desterrados; por lo que es forzoso que se quede a vivir en el mundo con ellos, según se le intima, con sus mismos consonantes, en el siguiente

Soneto

Musa de buen humor filosofal, escéptica, dudosa, que me haces reír; si alegrarte no sabes ni gemir, pasarás por quimera intelectual.

Llegarás solamente hasta el umbral del Limbo, mas allí no has de vivir; pues a que no entres te ha de perseguir tu bautismo por culpa original.

Si quieres ser del Limbo morador, pronto a desbautizarte yo estaré, porque no entres allá de engañador.

Si esto no gustas, yo te negaré siempre la entrada, porque eres viador que debes esperar y tener fe.

(Ocioso de Faenza, V, 259-283)

P. JOSÉ GARRIDO

Loja, 18 de Noviembre de 1726

Faenza, 26 de Abril de 1780

CUANDO SE PUBLICO EL BREVE DE EXTINCIÓN DE LA

COMPAÑÍA

Endechas reales

Déjame, triste Musa, que en tan lúgubre pena exprese mis suspiros, si en expresión los ayes caber puedan.

Melpómene, permite que con vuestra influencia dé color y figura a los gemidos que el dolor expresa.

Inspira negro aliento sobre mi pluma y vena, que ya libar cristales de Hipocrene el espíritu no acierta.

Al trueno formidable que sorprendió la tierra, se adoró el misterioso rayo de la Divina Providencia.

Del golpe cayó herida aquella torre excelsa, de la cual mil escudos pendían, coronando sus almenas.

354 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTBAÑAMIENTO

La región, más sublime gozaba de la esfera, poniendo entre los astros el alto capitel de su grandeza.

Mas ésta fue la causa, éste el origen, ésta la ocasión envidiosa que preparó la tumba a su eminencia.

¡Oh, qué dictamen necio! ¡qué bastarda vileza! ¡qué política infame, construir el trono sobre ruina ajena!

Éste ha sido el proyecto, que la humana prudencia arbitró para estrago del escuadrón invicto de la Iglesia,

de aquel Orden ilustre, que del cielo la Reina, y de Jesús el nombre juntaron para auxilio de sus guerras.

A este escuadrón santo, Compañía guerrera de Jesús, acomete del abismo la envidia más sangrienta.

De Jesús en el nombre, alistó la prudencia del invencible Ignacio, a los fuertes de Israel para la guerra.

Con ardor incansable, su militar destreza, ha combatido siempre, contra pérfidas tropas filisteas.

P. JOSÉ GARRIDO

Esta escuadra volante en todas horas vela, a todos tiempos gira, despojando al Averno de sus presas.

Jamás ha permitido ni la más leve tregua al Reino de las sombras, confundiendo con luces sus tinieblas.

Sus torpes capitanes Lutero, Henrico y Beza, Melanchton y Calvino, al sangriento exterminio siempre anhelan.

Pero monstruo ninguno con más ciega fiereza sus armas alevosas, como Jansenio, pertinaz maneja.

Este traidor armado de máscara y visera, sólo aspiró a su ruina, desde que loco armó su infame secta.

Sus sangrientos designios en Puerto Real concierta: se concibió allí en sombras, y se abortó el hipócrita sistema.

Esta áspid envidiosa, entre densas tinieblas, mandó que sus sectarios ocultasen el rostro, no la lengua.

Por aqueste proyecto de su falaz idea, su guerra han hecho siempre desde el obscuro centro de sus cuevas.

356 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Con su pluma de fuego triunfar nunca pudieran, aunque empapada en sangre de los dragones que la Libia engendra.

Mas ya, ya consiguieron vencer con prepotencia a un cuerpo que no marcha al son guerrero de marcial trompeta.

Del clarín a los ecos, que evangélicos suenan marcha la Compañía con un Jesús por arma y por defensa.

Con Jesús, que caudillo veterano le enseña a vencer con la muerte, y triunfar con la cruz, muerte y afrenta.

Por eso el Jansenismo Farisaico penetra los reales gabinetes, por inspirar su tósigo contra ella.

Los reinos y las cortes ocupa con la idea de informarla, influyendo en las coronas celos y sospechas.

De púrpura vestido en los palacios entra, por dar a la mentira color y autoridad en la apariencia.

Con máscaras de celo y con la piel de oveja la dibuja, empapando el pincel en la tinta más sangrienta.

P. JOSÉ GARRIDO 357

Minando así las cortes por mil ocultas venas, aspira ventajosa a la ruina total de su grandeza.

Pertinaz su ojeriza no desiste ni cesa, hasta ver en sus ruinas, las de la religión, la fe y la Iglesia.

Al poder de los cetros en el asunto empeña, engañando alevoso la mente de los príncipes sincera.

Cuatro Reales Coronas, en tan maligna idea, con traición seducidas entran, sin advertirlo su inocencia.

Expediente al Estado, necesario a la Iglesia, se dice su exterminio, y en sus reinos con leyes la decretan.

Quien duda, que los reyes, (si soberanos sean) no por eso se eximen de errar, como hombres, que es común miseria.

Con repetida instancia la súplica presentan al Sacro Vaticano, cuando el grande Rezónico gobierna.

El Pontífice Sumo, con su innata clemencia, al oír tal demanda, de horror, de asombro, de estupor se llena.

358 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Impracticable juzga la supresión que anhelan de una religión santa, que las colunas de la fe sustenta.

Clama en su auxilio al cielo y pronto lo consuela, siendo, en carro de luces, Elias arrebatado de la tierra.

A la muerte con gusto, generoso se entrega, por no ver el estrago del pueblo que milita en su bandera.

¡Oh heroico Macabeo, cuánta gloria se aumenta a tus ilustres sienes, con el fin que coronas tus empresas!

Glorioso tu gran nombre, a la edad venidera pasará con asombro, grabado en el diamante de una estrella.

Muerto el grande Clemente, no muere la inclemencia del fiero Jansenismo, que de la religión la muerte intenta.

En la serie gloriosa de los Clementes entra el que Decimocuarto se elige por cabeza de la Iglesia.

Luego que Fray Lorenzo Ganganelli maneja las riendas del gobierno, los ministros de nuevo se presentan.

P. JOSÉ GARRIDO

Con mayor eficacia, con más ardor desean, piden, demandan, instan, que de Jesús la Compañía muera.

Cual Vicario de Cristo, por no concurrir a esta petición tan injusta, haber subido al solio no quisiera.

Como Pastor amante de todas sus ovejas, querría a los Jesuítas indemnes del estrago a que se anhela.

Cual Padre, oficios hace, medios de paz presenta, a las Cortes propone temperamentos de concordia quieta.

Mas todos los arbitrios políticos que idea, rechazan los ministros, ciegamente empeñados en la empresa.

Cuatro años y tres meses, constante persevera, deshacer procurando proyectos que lo angustian y atormentan.

En tan continua lucha fatigado, no cesa en discurrir arbitrios de la más dulce acorde inteligencia.

Practica la conducta de la humana prudencia: implora de los cielos que una el iris las Cortes y la Iglesia.

360 Los JESUÍTAS QUITEÑOS BEL EXTRAÑAMIENTO

Interpone por medios otros reales diademas, para que éstos moderen la aparente razón que otros alegan.

Pero nada recaba con su industria y cautela; pues sólo el tolle, tolle, se repite y en ecos se resuena.

Con audacia increíble, se le imputa la afrenta de haberlo prometido, si las llaves le daban de la Iglesia.

Fingen los instrumentos de anteriores promesas, todos avalorados y rubricados con su propia letra.

Declararlo amenazan traidor e infiel al César, y también despojarlo del santo Patrimonio de la Iglesia.

Aquietar no pudiendo estas voces funestas, clamores y amenazas, se rinde el Santo Padre a la violencia.

Se lava antes las manos, protesta la inocencia de la víctima triste que le obligan sacrificar por fuerza.

¿Será posible, dice, que acabe y que perezca un Orden, que es tan útil del mundo a la común beneficencia?

P» JOSÉ GARRIDO 361

Sí, que está destinada al sacrificio: muera, y muera, porque todos los demás de mi Estado no perezcan.

Así habló, no como hombre que cumple sus promesas, sí, porque era aquel año el Pontífice Sumo de la Iglesia.

Ya está sacrificada, porque el pueblo no muera. La paz y la concordia serán el dulce fruto que se espera.

Por estos altos fines, al son de la obediencia, expira, muere, acaba de Agosto la noche décima sexta.

El árbol más florido en sus virtudes bellas, el más opimo en frutos de ejemplos santos, agostado queda.

De esta suerte anochece la más brillante estrella, el astro más hermoso, que alumbró como sol toda la esfera.

Los años son doscientos treinta y dos, que numera, diez meses, veinte días, que ilustró al orbe con sus luces bellas.

El universo todo sepultado en tinieblas, con tan infausto eclipse, inconsolable su dolor lamenta.

362 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Entre llanto y suspiros, los ojos abre, y cierra luego, por no ver tanta desolación en una y otra esfera.

Al cristianismo mira disminuido en la tierra: al católico llora teñido en los errores de las sectas.

La Iglesia militante sin soldados ni fuerzas, sin lauros ni trofeos, que en la triunfante adornen sus almenas.

El paganismo ciego, inculto se conserva, faltando quien penetre el labirinto obscuro de sus selvas.

La juventud sin freno por su naturaleza al precipicio corre, no habiendo quien sus ímpetus contenga.

La más tosca ignorancia tremola sus banderas, arruinado el liceo de las más bellas artes y las ciencias.

La libertad y el vicio sin máscara pasean, cuando los defensores de la virtud con saña se destierran.

Los desórdenes juntos a todo el orbe infestan, talando los jardines de las más puras rosas y azucenas.

P. JOSÉ GARRIDO 363

El simulacro yace del pudor y modestia, feamente destrozado por el furor sangriento de una fiera.

Bestia, que Juan en Patmos describe, con fiereza horrible por sus cuernos, y poderosa por sus diez cabezas;

Bestia tan insaciable, tan cruel, y tan sangrienta, que con tantos estragos, aun no queda su furia satisfecha;

Bestia, que con la sangre, de aquellos que pelean de Jesús por el nombre, su sed rabiosa mucho más aumenta;

Bestia, cuyos furores sacrilegos intentan extinguir la que Cristo religión revelada nos enseña.

La Encarnación del Verbo, para esta fiera Bestia, es fábula, es mentira, que a las ficciones poéticas agrega.

Destruido este misterio, esta verdad deshecha, se finge un Dios tirano, que a su arbitrio despótico decreta.

Los méritos refuta, la libertad la niega, y el obrar en los hombres, quiere que, como suyo, sea de bestia.

364 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

¡Oh Monstruo del abismo! ¡oh peste la más fiera, que el Cocito ha exhalado desde que corren sus espumas negras!

Compendio eres infausto de cuanta hidra y quimera con su rabioso diente ha destrozado el seno de la Iglesia.

En ti se miran juntas, como en haz de maleza, todas cuantas espinas brotaron hasta aquí todas las sectas.

Mas ¿qué nube, qué sombra a los mortales ciega, cuando ni ve ni advierte, ni se arma a destruir Bestia tan funesta?

A despojar, no sólo la tiara de la Iglesia, mas también las coronas de los reyes aspira, anhela, intenta.

Sobre ruinas tan altas, su solio y su grandeza establecer pretende, contra el decreto de la Omnipotencia.

A destrozar la SUla de Pedro se apareja, y en parte levantada su cátedra ve allí de pestilencia.

Sobre los siete montes, (como Juan nos protesta) quiere ser adorada por los ángulos todos de la tierra.

P. JOSÉ GARRIDO 365

Por eso a sus espaldas la Meretriz nos muestra de Roma prostituta, coronada con la tiara por diadema.

Abrid, abrid los ojos sacras reales potencias, ved sus triunfos y cuánto ha conseguido su arrogante idea.

Mientras con tierno llanto a Dios pido paciencia para sufrir los males que me ha causado con la gran tragedia.

Mas ¡ayí que, cual Casandra, clamo sin que se atiendan las voces que repito: ¡Al arma, al arma: favoreced la Iglesia!

{Ocioso de Faenza, IV, 92-104)

LA MUSA PARTE IMPARCIAL

en el opuesto asunto de las dos Musas Mexicanas

Décimas

En el alto contrapunto de ingeniosa oposición, permita vuestra atención que hable yo sobre el asunto. Mas no discurráis que a punto vaya a proferir sentencia: que siendo la propia esencia de mi mente la ignorancia, fuera osada mi arrogancia, loca fuera mi demencia.

Ninguno tiene razón, si la razón no me engaña, (o sea Musa o musaraña quien me inspira esta ocasión). La Disputa, a pretensión de estos grandes contendores, es ver, si entre los horrores de una densa noche, sea posible aurora que vea disiparla a sus fulgores.

P. José GARRIDO 367

Desde el valle más profundo, en que apenas bato el ala, fijo el anteojo que escala a divisar medio mundo. Al ver, me turbo y confundo el horizonte tan vario, que indica cada adversario; pues el uno con primor de luz viste a su Tabor, y otro enluta a su Calvario.

A su monte cada cual el Parnaso ha trasladado, y quiere brote mezclado de opuesto humor su caudal. Pretende que su raudal puro en leche y miel lo vierta el primero, y que convierta las salobres amarguras en deleitables dulzuras de la esperanza más cierta.

Puebla de hermoso candor toda su montaña altiva; persuade que inmortal viva su claro antiguo esplendor. Mas su luciente verdor ¿quién ignora que, en lozana maduración tan temprana, se vio una efímera escena, que dejó extinguida en pena la más alegre mañana?

Pedro, a gozar escogido glorias del Tabor brillante, aunque celoso y amante, fue por Jesús reprendido. De su terreno florido, de su país iluminado anhelaba enamorado continuar la gran visión; mas negó su petición el Señor con desagrado.

368 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Muy breve las bellas flores que madrugaban risueñas brotaron mortales señas en macilentos verdores, pues sus verdes esplendores, con rara transformación, agostándose en botón, dejan los esmaltes rojos convertidos en despojos de humo, nada y confusión.

Debe Pedro concebir ser vanas sus alegrías oyendo a Moisés, y Elias de la Pasión discurrir. Como lógico inferir este discurso pudiera: Si esta gloria verdadera de Jesús ha de faltar, mucho debe desmayar quien a este ejemplar la espera.

Del monte la bella cumbre misteriosa nube ocupa, y el corazón le preocupa con horror y pesadumbre; ya de sus ojos la lumbre perdió aquella luz que dora la esfera y que la enamora a fijar allí su estancia, pues con lúgubre inconstancia se desvaneció en su aurora.

Cuando el Apóstol yacía, entre deliquios postrado, por el aire dilatado sonó una voz que decía: Éste es mi Hijo, que es la guía, que encamina a la Deidad: es la infalible Verdad, es la Vida interminable; si la queréis deleitable, su magisterio escuchad.

P. JOSÉ GARRIDO 309

¿Qué enseña el Maestro Divino de su cátedra de luz, sino cargar siempre cruz, para acertar el camino? Éste es superior destino, con que el Numen soberano quiso elevar al cristiano a gozar celestes glorias, si con penas transitorias empuña cruces su mano.

Así Pedro abandonó de su extraño pensamiento la idea, que con el viento y la nube se borró. Su valor así avanzó (dijo León con su elocuencia) de la cruz a la eminencia, que al Tabor no ascenderá, sino aquel que emprenderá subir a él por la paciencia.

Luego nadie aspirar puede a delicia temporal, aunque goce celestial visión, que Dios le concede. El tiempo a lo eterno cede, y a gozar éste fue criado el hombre, no destinado a anhelar glorias terrenas; que sólo produce penas aqueste país desdichado.

No se presuma dichoso quien se asienta en el Tabor, que también tiene el dolor su trono en dosel precioso. Aun el monte más glorioso, que vistió de nieve y grana, enlutó su pompa ufana;

370 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

pues vemos que de aquel teatro paso Cristo al anfiteatro de la muerte más tirana.

Ni puede ser la inocencia suficiente fundamento para evitar el tormento, con que oprime la insolencia. Ninguno con evidencia como Cristo, esta verdad muestra, cuya santidad y cuya inculpable vida fue hasta morir perseguida por la más fiera impiedad.

Disuelta ya la razón de este glorioso adversario, daré un vuelo hacia el Calvario, a escuchar la oposición. Al ver, tiembla el corazón, a aqueste Heráclito triste, que con lágrimas embiste, para aterrar al más fuerte con el horror de la muerte en que pertinaz insiste.

En su monte colocado, con sentencia decretoria, destierra toda la gloria, de que está el Tabor poblado. Pretende que ni el sagrado de la esperanza le quede al infeliz, que no puede encontrar otro conorte que en su aflicción lo conforte, si al mal treguas no concede.

Aunque desahuciado esté el enfermo, jamás pierde del árbol que plantó verde una hoja que entre ansias ve.

P. JOSÉ GARRIDO

El náufrago infeliz que mira al furor de los vientos, deshecho el leño en fragmentos, en su tabla rota espera poder tocar la ribera entre angustias y tormentos.

Si es su empeño singular desterrar a la alegría, a la esperanza debía consagrar su propio altar. Ésta tiene gran lugar en el Calvario y Tabor; pues no ignora el contendor que atormenta la esperanza, haciéndose la tardanza de su pecho torcedor.

Es preciso separar de cada virtud la esencia, que hay muy grande diferencia entre esperar y gozar. Por la escala de esperar, el venturoso ladrón, ascendió a la posesión del Paraíso deseado; que si él no hubiera esperado llorara hoy su perdición.

Ni el ejemplo que propone con tanta prolijidad carece de falsedad en el asunto que expone. Debe lo que se supone ser verdad; y a lo que veo, es opuesto cuanto leo de Job al texto sagrado, y también al celebrado heroico de Abrahán trofeo.

372 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

El fénix, aquella rara ave que en la Arabia nace, con pluma feliz deshace cuanto en incendios aclara. De combustibles prepara aromáticos su hoguera, los rayos del sol espera que abrasen su vital pira, y aunque a la muerte se mira, de vivir no desespera.

Ese monte soberano, que en luz y gracia redunda, es quien su esperanza funda a todo el linaje humano. Es el depósito arcano de la divina piedad, que vierte felicidad, con tan copiosa delicia, que por esto más propicia se demuestra la Deidad.

Es el Paraíso florido, en que a rayos de su luz Cristo del leño de cruz formó cual fénix su nido. Aquí, muerto y renacido al incendio de su amor, victorioso el Redentor dejó a la Parca postrada, quedando la muerte en nada, la esperanza y vida en flor.

Si en el Calvario se ostenta con su verdor más lozano la esperanza, ¿por qué ufano arrojarla de aquí intenta? Si en algún trono se asienta con mayor seguridad,

P. JOSÉ GARRIDO 373

es aquí, donde en verdad la inocencia perseguida logra esperanza de vida en su fiera adversidad.

Luego la esperanza viva, inmortal, eterna, bella, cuando en el monte descuella risueña, verde y festiva; sus dulces frutos perciba el humano corazón, en la tirana opresión que le induce su tormento: respire alegre el aliento que alienta la Redención.

No juzgue, pues, temerario la esperanza sin remedio, porque hasta ahora ningún medio de luz ilustra al Calvario. Tema mucho el adversario la censura y reprensión, con que fue la indecisión de aquellos de Emaús tachada, que al tercer día frustrada juzgaban la Redención.

No debe osar la prudencia en punto tal discurrir, ni los términos ceñir que arbitra la Providencia. La divina inteligencia sola puede comprender los pasos que su poder, con cabal exactitud, al vicio y a la virtud determinó conceder.

La iniquidad, el delito, la virtud y la inocencia, no pueden por contingencia pasar el coto prescrito.

374 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Es mudable lo finito, como espuma al movimiento, como arena a leve viento; y así la grandeza humana cae, como estatua vana, trastornada en un momento.

Por dogma, por conclusión, en bronce, en mármol se grabe: Sólo Dios conoce y sabe la futura sucesión. Cuanto su disposición infinita en su poder, adorable en su querer, permite en esta tragedia, será en tal flébil comedia cuanto pueda suceder.

SONETO

1 Oh qué atrevido, qué arduo pensamiento concebí en la mente y pasé a la pluma sin advertir en cuánto mar presuma abismarse mi corto entendimiento!

¿Yo interrumpir con ronca vez intento los Cisnes de la Mexicana espuma, que en la laguna real de Moctezuma superan del Meandro el suave acento?

No tuve tal idea, tal asunto: sólo encantado de su melodía, soñé aprender el dulce contrapunto.

Mas dirá siempre a voces mi osadía que estos dos Cisnes logran un conjunto de agudeza, de hechizo y de armonía.

PASAPORTE (i)

Cuando esta Musa les pidió a las dos litigantes fa­cultad para hablar sobre el asunto de la discordia, les temblaron las pantorrillas, porque oyendo su arrogan­te voz y observando su barba roja, sacaron malos au­gurios. No obstante, le dieron el permiso, por corte­sía, cuando debían negarlo por conveniencia. La vie­ron en efecto empeñada en derrocar ambos sistemas, y en fabricar sobre sus ruinas el de su soñada Impar­cialidad parcial. Mas observando el infeliz éxito, no pudieron menos que sonreírse con modo picaresco, y desdeñarse de altercar con ella.

Quien ha leído sus décimas, habrá visto ya que no es otro su intento, que echar a rodar el sistema del Tabor, como incapaz de fundarse en él esperanza al­guna para los desterrados hijos de Eva, y colocar toda la esperanza en el Calvario; por donde ni el Calvario sea Calvario, ni el Tabor Tabor, sino todo un puro desatino, fraguado sobre paridades falsas y textos mal entendidos de la Escritura.

Yo la hubiera echado a pasear, sin darle puesto en el Entremés, observando el refrán que dice:

De ese pelo, no se debe tener petaca ni perro.

£1) Del P. Juan de Velasco.

P. JOSÉ GARRIDO 377

Mas como advertí que me faltaban representante^ y que en ese caso se mete a cualquiera, le di, como era debido, el último lugar, mas con la condición ex­presa de que había de oír con humildad y paciencia las siguientes

Décimas

De ser en parte imparcial, en el litigio presente, se infiere forzosamente que eres en parte parcial. De otra manera, muy mal con tu decir me acomodo; porque fuera echar a rodo la regla mejor del arte, el omitir la una parte, y tomar la otra por todo.

Sin duda que, como Maestro tomas la una y otra parte; pues herir juzgas cual Marte, y adular piensas cual diestro. Hieres a diestro y siniestro, cuando con grande furor dejas correr el humor de imparcial, dando imprudente palo de ciego igualmente al Calvario y al Tabor.

Pronuncias sin reflexión, metido a Juez de apelantes, que de los dos litigantes, ninguno tiene razón. Al uno, con presunción, de falso ejemplo censuras, y audaz del otro aseguras que en los textos que vocea, como embustero falsea las sagradas Escrituras.

378 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

¿Lo muestras? Ni bien ni mal, sino que así lo supones. No importa, pues lo compones cuando haces parte parcial. Con elogio el más cabal entonces, sin ver sus faltas, de modo y manera exaltas Calvarista y Taborista, que haces se pierdan de vista sobre las nubes más altas.

Si esto es ser parte imparcial, y parte parcial su Musa, es de creer que, sin excusa, es musaraña total. Y puesto que lo haces mal con frialdad y con desgracia (por no decir con audacia, y arrogante presunción), Apolo te dé el perdón, y te conceda su gracia.

(Ocioso de Faenza, V, 286-299)

A LA PUBLICACIÓN DEL DECRETO DE VIRTUDES HEROICAS

DE LA VENERABLE VIRGEN MARIANA DE IESUS PAREDES Y

FLORES, AZUCENA DE QUITO

Soneto

Al fin ya, gloriosísima Mariana, del siempre verde Quito la Azucena, festiva flor de esta región amena, honor, decoro y gloria americana,

al fin madrugó alegre la mañana, en que de luces y de aljófar llena, abrió su boca el Héroe de Cesena, dorando la sentencia Vaticana.

Pronunció ya el oráculo del cielo ser insignes, heroicas, eminentes vuestras virtudes, vuestro santo anhelo.

Muy justo es que a Jesús la gloria aumentes» pues en su Compañía con desvelo buen olor respiraste entre las gentes.

(Ocioso de Faenza, XL 117-118)

P. SEBASTIAN RENDON

Loja, 4 de Marzo de 1715

Faenza, 20 de Setiembre de 1776

BECIBIENDO LA COPIA DE UNA IMAGEN DE MARÍA,

HECHA CON LÁPIZ ROJO

Décimas

Si ser no puede traslado de una sombra el sol, pregunto: Ese divino trasunto ¿de dónde, amigo, has sacado? Un ejemplar has formado tan sin copia y sin igual, que juzgo, y no juzgo mal, que esta vez tu fantasía, en vez del traslado, envía vivo el mismo original.

De esta sentencia no apeles a tu humildad, que es en vano: Timantes vence tu mano, Parracios, Zeucis y Apeles. Tal, que dicen sus pinceles a todo pintor famoso (mostrando al Niño gracioso, desnudo, vivo y risueño, en brazos de tanto dueño): Así se pinta lo hermoso.

384 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Que pintes muchos te ruego, pues con arte superior, cuando pintas al Amor, lo sabes pintar con fuego. No tengo voto, soy ciego; pero luego que lo vi, dije allá dentro de mí: Con razón dijo Augustino: ¡Oh, qué tarde, Amor divino, qué tarde te conocí!

(Ocioso de Faenzct, II, 101-102)

P. MARIANO ANDRADE

Quito, 22 de Febrero de 1734

Ravena, 21 de Diciembre de 1811*

DESPEDIDA DE QUITO. AL SALIR DESTERRADO

Romance

Ya que la expresión no alcanza, delicioso bello Quito, para explicar esta ausencia, supla siquiera el gemido.

Solas las lágrimas digan de mi dolor lo excesivo, pues no es grande aquel dolor que en las voces ha cabido.

¿Es posible, que te dejo? ¿posible es, que no te miro? ¿que no veo tu hermosura? ¿que tu amenidad no piso?

En fin, salí ¡ay! de mí, dejándote, Quito mío: ;oh. cómo no se me arranca el corazón al decirlo!

Salí, no sé cómo diga, ni bien muerto, ni bien vivo, porque, al salir de tu espacio, salí también de mí mismo.

388 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Salí, perdiendo, jay dolor! las prendas de mi cariño, que exprimieron por los ojos todo el corazón vertido.

Lloré yo, mas por no ver tal dolor, tales gemidos, parece que con el llanto lloré hasta los ojos mismos.

Me dolían ios consuelos, que me daban Jos amigos: ¡cómo doldría la pena, cuando dolía el alivio!

Lidiando con mi dolor, o engañándome a mí mismo, quizá, decía, los hados se mostrarán más benignos.

Pero ¿cuándo volveré a gozarte, hermoso Quito? No sé si estará contada tanta dicha en mi destino.

¿Cuándo volveré a habitar esa ciudad, donde unidos se ven, entre mil delicias, dulcísimos atractivos?

Esa ciudad, donde el cielo gastó todos sus aliños, como si plantase allí el terrenal paraíso.

Esa ciudad, donde el arte supo excederse a sí mismo, viéndose lo natural junto con el artificio.

P. MARIANO ANDRADE 389

Esa ciudad, que tan bellos edificios ha erigido, que le servirá a la Fama de templo cada edificio.

Esa ciudad, donde todo tiene en sí tales hechizos, que aun las piedras de las calles parecen de imán activo.

Allí es donde siempre el aire, adulando los sentidos, es respiración vital, templadamente benigno.

Allí, donde amante el sol, con inseparable giro, está siempre vertical por contemplar aquel sitio.

Allí, donde los vergeles, con su natural cultivo, deliciosamente juntan lo fértil con lo florido.

Allí, donde por los campos, con abundantes prodigios, su cornucopia Amaltea derrama en mil beneficios.

Allí, entre tantos verdores, donde todo está florido, quedó mi esperanza muerta, reverdeciendo el olvido.

Allí, la gente que habita, tiene por lengua el cariño, por corazón la blandura, y por alma el beneficio.

390 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

En sus labios las tres Gracias tienen su trono el más digno, dominando en los afectos del alma por los oídos.

Todos sus habitadores [qué discretos! ¡qué entendidos! ¡qué sociables! ¡qué halagüeños! ¡qué humanos! ¡qué compasivos!

¿Y esto he perdido? ¡ay de mí! ¿Para qué hiciste, hado mío, que Quito fuese mi Patria, para sacarme de Quito?

La planta, que se ha arrancado de su terreno nativo, muere, perdiendo aquel suelo, a quien debió su cultivo.

Así también yo arrancado del propio suelo patricio, daré la vida, perdiendo el terreno en que he nacido.

Recibe, pues, Patria mía, estos amantes suspiros. ¡Oh, quién te enviara hasta el alma, con los suspiros que envío!

Recíbelos, y si acaso su dueño no has conocido, en viendo turbado tu aire, conocerás que son míos.

Pero temo que, en llegando allá mis tristes suspiros, quieran también desterrar hasta los suspiros mismos.

P. MARIANO ANDRADE

Pero ¿qué podré hacer cuando, por más que yo me reprimo, los suspiros se me salen hasta el labio, sin sentirlos?

No es mi dolor como aquellos en que manda el albedrío, sino tan forzoso, que sale el llanto sin arbitrio.

Mas ¿qué mucho sea así, si en la causa porque gimo, hasta lo insensible llora con tristes mudos gemidos?

Mis ayes vienen a ser como aquel eco preciso, que repite el tronco o bronce de algún duro golpe herido.

Pues así herido mi pecho a golpe tan desmedido, con razón es de su queja el ¡ay! el eco preciso.

Admite, en fin, estas quejas de este mi dolor prolijo, que son, cuanto más forzosos, los ayes más bien nacidos.

Y porque estas quejas tristes, que incensantemente envío, en tanta distancia, el aire no me las pierda maligno,

copiado en mi fantasía siempre estarás, Quito mío, y en la región más remota viviré siempre contigo.

392 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Por tenerte en mi memoria, padeceré siempre fino el martirio del recuerdo que queda del bien perdido.

Viviré, pero ¿hasta dónde este tormento prolijo? Borre estos versos mi llanto, para enmendar lo que escribo.

(Ocioso de Faenzcc IV, 1-6)

P. MANUEL DE OEOZCO

Riobctmba, 21 de Diciembre de 1729

Ravena, 18 de Octubre de 1786

LAMENTOS POR LA MUERTE DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS. Y

CONSUELOS POR VER QUE COMIENZA A RESUCITAR POR LA

RUSIA, OBRA COMPUESTA EN DÉCIMAS POR DON MANUEL

DE OROZCO POCO ANTES DE SU MUERTE, Y DIVIDIDA EN

CUATRO PARTES

PARTE 1»,

en que llora la muerte de la Compañía bajo la metáfora de Sol

Décimas

No de laurel coronada, sí del más mustio ciprés, ven, Melpómene, esta vez, con la lira destemplada. No de tu cuerda dorada me inspiras la melodía; pues queriendo yo este día llorar mi grave dolor, sólo el destemple mayor hacerlo puede armonía.

396 Los JESUÍTAS QUÍTENOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Fuentes y arroyos, que dais tanta plata a las arenas, si escuchado habéis mis penas, ¿por qué fugitivos vais? Si pródigos derramáis el caudal, sin que se coja, parad, mientras yo recoja tanta agua en los ojos míos, que puede formar dos ríos, para llorar mi congoja.

Avecillas inocentes, que hechizáis con dulce canto, trocad vuestra risa el llanto y acompañadme dolientes; mas no lleguéis a estas fuentes que han escuhado mis males, no probéis de sus raudales, porque el llanto que he vertido, en hiél turbia ha convertido sus dulces claros cristales.

Fieras de esta soledad, haced, con tristes bramidos, contrapunto a mis gemidos, y usaréis de gran piedad. Riscos, peñas, olvidad vuestra nativa dureza, y recibid con presteza mis ayes en vuestros huecos, para aumentar con sus ecos las voces de mi tristeza.

Mas si se quiere ostentar mi hado fatal inflexible, lo irracional e insensible, ¿qué alivio me puede dar? Si sé que no he de ablandar de los hombres la dureza,

P. M A N U E L DE OROZCO 397

dejo la inútil empresa de dar al aire quejidos, y vuelvo a ti mis gemidos, Compañía, en mi tristeza.

Sólo hallar alivio creo a mi mortal aflicción en la alusiva inscripción de tu augusto mausoleo. Grabada en sus bronces leo esta clara profecía: "EN AQUESTA TUMBBA FRÍA ESTA SEPULTADO UN SOL, CUYO DIFUNTO ARREBOL SERA AL NORTE UN CLARO DÍA".

¿Será al Norte un claro día? Y ¿qué? ¿no llegará el caso de que alumbre en el Ocaso el Sol de la Compañía? Si llegase, de alegría moriría yo anegado; si no, al verme sepultado en la noche duplicada, sin hallar consuelo en nada, del dolor me moriría.

Si a mí siempre me anochece tu ausente luz, Compañía, ¿de qué me sirve aquel día, que a mí nunca me amanece? Gócete quien te merece: que a mi triste infausta suerte sólo le queda el perderte para siempre, sin hallar más alivio que el llorar sin ti mi muerte y tu muerte.

En un golfo proceloso de dudas me hallé metido, al mirarte revestido de tinieblas, Sol hermoso.

398 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Hasta hoy confuso y dudoso, yo mismo a penas lo creo a mis ojos lo que veo, no entendiendo, cómo ingrato pudiese el mundo al más grato de los astros hacer reo.

De mortal melancolía cubierto luego quedó mi pecho, cuando observó en noche trocado el día. Menos duro me sería haber la vida perdido, que no haber sobrevivido a tan extraño dolor, viendo muerto el resplandor del planeta más lucido.

No bien tu esplendor murió, se eclipsaron las estrellas, y de sus luces tan bellas sola la sombra quedó. Apenas muerto te vio tu místico firmamento, cuando con gran sentimiento se vistió negros capuces, viendo apagadas sus luces y muerto su lucimiento.

Tus bellos astros se vieron unos del todo apagados, y otros, por muy demudados, a penas se conocieron. Lágrimas tiernas vertieron de ti llorando la ausencia; y del dolor la vehemencia fue tan excesiva y fuerte, que aun llamada, huyó la muerte, por no aliviar su dolencia.

P. M A N U E L DE OROZCO

La luna bella y hermosa, quedó toda obscurecida, al Sol mirando sin vida, toda funesta y llorosa. La impiedad ya victoriosa su grande triunfo aplaudía, y su soberbia quería al nuevo Oriente impedir el que fuese a revivir el Sol de la profecía.

¡Oh difunta Compañía de Jesús! cadáver santo, sobre quien bañado en llanto, suspiro la noche y día. Tanta es mi melancolía, desde que llegué a perderte, que vivo, mas de tal suerte que vivo sin tener vida, y en mi dolor renacida eterna vive tu muerte.

Vivo, pero en tal estado, desde que yo te he perdido, que habiendo el consuelo huido, la pena sola ha quedado. Vivo, mas vivo entregado a la cruel tiranía de mi triste fantasía, que siempre pinta delante aquel horrososo instante de tu postrera agonía.

Nunca pudiendo olvidarme que vivo de ti privado, mi discurso no cansado a ti procura llevarme. Jamás podré yo apartarme de ti, mi centro querido,

400 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

cual tórtola que ha perdido los polluelos que bien ama, y andando de rama en rama, mil veces se vuelve al nido.

Mil veces me vuelvo al nido, y mil veces se me van las ansias tras del imán de su centro apetecido. Más bello, cuando perdido me pareces, más amable. ¡Oh, si fueras rescatable con el copioso tesoro de las lágrimas que lloro, mi mal fuera remediable!

¡Oh encanto del alma mía! si pudiera yo encontrarte en la más remota parte del mundo, hasta allá me iría. Sólo así darte podría un testimonio sincero de mi afecto verdadero; mas no pudiendo, allá irán mis suspiros y dirán que, estando sin ti, me muero.

Estas lágrimas que van con mis suspiros mezcladas, por esos aires llevadas, mi estado infeliz dirán. Informar ellas podrán, cuando te hubieren hallado, que a la congoja entregado estoy sin tener consuelo, por no poder yo de un vuelo llegar a mi centro amado.

Dirán que yo me enloquezco, cual aguja por su centro, viendo al Norte, por si encuentro la quietud que en ti apetezco.

P. MANUEL DE OROZCO

Dirán que al mundo aborrezco, como mortal enemigo; que paz no tengo conmigo ni la tendré hasta morir, si no llego a conseguir volver a tu dulce abrigo.

Dirán que tengo el estado del pez sacado del agua; y que, fuera de mi fragua, soy hierro duro y helado. Dirán que a odiar he llegado la música, el juego, el canto, y todo el mundo; pues .cuanto a otros sabe consolar, me suele a mí provocar a las lágrimas y al llanto.

Dirán que, mientras no entrego mi albedrío a tu obediencia, nunca encontrar mi dolencia podrá quietud ni sosiego. Dirán que estoy como el fuego que de su centro está fuera; o cual ave prisionera, que se lamenta afligida, reputándose sin vida, mientras no vuelve a su esfera.

Dirán que la grande pena, al ver tantas dilaciones, aumenta los eslabones cada instante a mí cadena; que voluntad tengo llena, y ardientes ansias de verte; y que en el alma es tan fuerte este mi ardiente deseo, que el no mirarte, ya creo que es para siempre perderte.

402 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Dirán . . . . Mas ¿cómo has podido, cruel Fortuna, castigarme con ir bárbara a quitarme lo que yo tanto he querido? Razón ninguna ha tenido tu injusticia y tu rigor. ¿No hubiera sido mejor que muerte me hubieras dado, que no el haberme privado del objeto de mi amor?

Del objeto de mi amor, al cual di mi corazón, cuando no bien la razón rayó en mí el primer albor. Del engaño y del error del mundo huyendo salí luego que yo conocí que. a él me inclinaba Dios, y obedeciendo a su voz, seguirle le prometí.

Huyendo del proceloso mar del mundo y de la vida, en su segura acogida encontré puerto dichoso. Desde él, con grande reposo tranquilamente miraba los naufragios que causaba en los otros aquel mar, y me alegraba de estar donde sus iras burlaba.

Nunca podré yo expresar el júbilo y el contento, que tuve en aquel momento que el mundo llegué a dejar; mucho menos explicar aquel celestial reposo

P. M A N U E L DE OROZCO 403

que sentí, cuando al hermoso Jardín de Jesús entré, donde tal gusto probé que casi morí de gozo.

Por muchos años allí, absorta teniendo el alma, en dulce y tranquila calma, como en el cielo viví. Mas ¡ay, mísero de mí! que mi adversa suerte quiso que aquel hermoso paraíso fuese todo destruido, cuando más bello y florido de mi amor era el hechizo.

Mis ojos testigos fueron de aquella ruina fatal que del jardín celestial las fieras crueles hicieron. Toda planta destruyeron, destrozaron toda flor: la rosa mudó el color, mustia quedó la azucena, y el jazmín mostró su pena en el marchito candor.

Los árboles arrancados de aquel paraíso fecundo a varias partes del mundo fueron cruelmente arrojados. Fueron sus grandes pecados no haber ocupado ociosos la tierra, dando en viciosos, como otros muchos lo hacían, sino que antes producían los frutos siempre copiosos.

De la tartárea sentina monstruos horrendos salieron, y triunfantes demolieron toda la viña divina.

404 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Con ímpia mano asesina envidiosos aplicaron el fuego, con que acabaron de reducirla a cenizas, dejando solas divisas del estrago que causaron.

Dondequiera que mis ojos pueda mísero volver, se me hace forzoso el ver vestigios de sus enojos. Tristes sangrientos despojos de una loca tiranía, subsisten aún todavía, sin que dilatados años a borrar lleguen los daños que ejecutó un solo día

Este verte destruida, ¡oh Compañía adorada! es para mí una espada que corta siempre mi vida. Desde que te vi perdida, asegurar puedo y digo que el placer no habla conmigo, pues me hallo ya de tal modo que al presente es pena todo cuanto era gusto contigo.

Luego si en sólo vivir sin ti está mi gran desdicha, contigo en estar, mi dicha toda viene a consistir. Pues ¿hasta cuándo sufrir quiero la terrible pena que a estar sin ti me condena? ¿No es mejor despedazar, que el querer siempre arrastrar de tu ausencia la cadena?

P. M A N U E L DE OROZCO

La grandeza del dolor que atormenta el alma mía sólo igualarla podría el enemigo furor. Aqueste siempre es mayor; pues cuanto más me atormenta, martirios nuevos intenta para atormentarme más, de manera que jamás con mi penar se contenta.

En el mundo no hay alguna cosa firme y permanente: cuanto hay en él, de repente se muda como la luna. Sola mi adversa fortuna muestra ser fija y estable, y no quiere ser mudable por tenerme en un infierno, donde el penar es eterno y el padecer invariable.

Nunca puedo conseguir de la adversa suerte mía que a lo menos por un día me deje sin afligir. Suele al mal el bien seguir; mas a mí sólo me queda la esperanza que suceda a un mal tiempo otro peor, sin que nunca a mi favor mude la suerte su rueda.

Suele el tiempo destruir la congoja y la aflicción, y suele la diversión las penas disminuir. Mas yo triste he de gemir hoy, mañana, ese otro día,

406 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

sin conocer la alegría, ni ver jamás el contento, encontrando sólo aumento en mi penosa agonía.

Quisiera se conociese lo grande de mi aflicción, por mover a compasión a quien de bronce no fuese. Quisiera que se imprimiese en las peñas mi gemido, y que su triste sonido dentro de ellas penetrase de modo que se quedase eternamente esculpido.

Quisiera tanto llorar que los peñascos y riscos, las montañas y obeliscos, se llegasen a inundar. Quisiera el mar trasladar a mis ojos, de manera, que todo el mundo se viera anegado con mi llanto, y que éste creciera tanto que a ser inmenso viniera.

Mis acerbas, crueles penas sólo aquél puede contar que el número sabe hallar a los átomos y arenas. Cuanta sangre hay en mis venas quisiera yo derramar por los ojos, por mostrar lo intenso de mi tormento, pues si es de sangre el lamento quizá lo podrá explicar.

No me aflige ni atormenta, dulce muerte, tu memoria, antes bien, como mi gloria, tu esperanza me alimenta.

P. M A N U E L DE OROZCO

Hoy con súplicas intenta mi afligido corazón hacerte la petición con ruegos encarecidos que escuches a mis gemidos, dando fin a mi aflicción.

Será amable tu venida y conforme a mi deseo, me harás favor y recreo, si me quitares la vida. A quien te llama atrevida» lo quisiera desmentir; porque no puedo sufrir, que digan que eres valiente, cuando tan cobardemente de mí te quieres huir.

¡Ay, corazón afligido! mucho tu afán se acrecienta, y temo que en la tormenta vengas a ser sumergido. Que moderes es debido el continuo suspirar, no sea caso que a cegar del todo vengan mis ojos, como funestos despojos de su continuo llorar.

Pero ¿cómo moderar podrás tu justo lamento, si la pena y el tormento, no se quieren minorar? No es posible aligerar el peso de estas cadenas, si a las fuentes de mis penas, de crueles y acerbos males, se añaden nuevos raudales, para conservarlas llenas.

408 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Si algún poco me dejáis, oh tristísimos suspiros, un favor quiero pediros, para la parte que vais» Y es, que a todos les digáis que estoy al llanto entregado, y que en el penoso estado en que más muero que vivo, es mi dolor más activo verme sin mi bien amado;

que estoy de mi Patria ausente, y muy lejos de los míos; que son mis ojos dos ríos de amarguísima corriente; que no puedo de mi mente olvidar lo que he querido; y que viéndome abolido tengo tanto desconsuelo, que hasta la senda del cielo me parece haber perdido;

que no puedo ni un momento ni un solo instante dejar este continuo pensar en mi aflicción y tormento; que anegado el pensamiento de penas en un abismo, pienso y repienso lo mismo, y oprimido del dolor, vuelvo con fuerza mayor, a mi primer parasismo.

¡Piedad cielos, compasión! no queráis tanto apurar, que se llegue a liquidar en llanto mi corazón. Yo muero de la aflicción, porque no puedo sufrir

P. MANUEL DE OROZCO 409

tan largo tiempo el vivir fuera de mi dulce hechizo, del que privado, es preciso siempre llorar y gemir.

¡Oh triste memoria mía! no me estés representando aquel edicto, aquel bando que dictó la tiranía. Quitar de mi fantasía quisiera por un momento tan odioso pensamiento, borrando la cruel pintura de la trágica aventura, que es causa de mi lamento.

¡Oh cuan engañado yerras, bando cruel, bando tirano, queriendo aquietar en vano al mundo con causar guerras! En pocas letras encierras todo mal imaginable, siendo de todo culpable, y en mí causas, como aleve, con ser que eres un jaal Breve, mal eterno inacabable.

Aleve, sí, femertido, y traidor fue tu reneno, cuando me juzgué en el seno del Sagrado defendido. Ojalá yo hubiera sido por mi dicha desterrado al humanísimo Estado de la Tartana o Siberia, pues allá tinta miseria nunca me hubiera llegado.

Si e* las grutas yo encerrado con laF fieras estuviera, menor congoja sintiera que A! verme aquí desterrado.

4Í0 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Muchas veces he deseado no haber ni siquiera oído nombrar la Italia, y tenido la feliz dichosa suerte de sufrir antes la muerte que el haberla conocido.

Quisiera estar escondido entre las peñas y riscos, y en medio de basiliscos, por no haber acá venido. Quisiera no haber salido del mundo donde nací; pues allá nunca temí fuesen sus tigres y fieras tan crueles, tan traicioneras como las gentes de aquí.

Aquí vivo amedrentado con esta raza maldita, odiado como Jesuíta, y como Español burlado. Continuamente asaltado de su gran codicia estoy; y cuando literal soy con tal canaca, consigo el comprarme un enemigo con el dinero Qie doy.

En todo y por todo impía, se goce de mi aflicción la envidia, y tenga fruición con la triste suerte Jaía. Fórmenle dulce armoiía de conciertos divertidos, mis ayes y mis gemidos y lo acerbo de mi llanto sírvale de dulce canto suavísimo a sus oídos.

P. M A N U E L DE OBOZCO

Goce que siempre oprimido tenga yo mi corazón, desvelado a la aflicción, y a todo alivio dormido. Goce porque no he tenido jamás el alma serena, sufriendo la dura pena de no tener libertad, en la cruel necesidad de estar siempre a la cadena.

Goce el verme desterrado, en mil miserias metido, de los más aborrecido, y de nadie consolado. Goce que yo esté entregado en manos de mi enemigo, llevando siempre conmigo contraria la cruel fortuna, de quien nunca cosa alguna favorable he conseguido.

Goce por haber logrado causarme todos los daños, que he sufrido en tantos años, que vivo aquí desterrado. Goce haberme aprisionado a traición indignamente como a reo delincuente, sin ser posible el librarme ni poder justificarme, por más que me halle inocente*

Goce al fin de que privado de mi Sol, mi norte y guía, gima, sin ver nunca el día, siempre en sombras sepultado; y viéndome así postrado, como irritada serpiente

Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

a su salvo impunemente me escupa todo el veneno, y estando sin él su seno, enfurecida reviente.

PARTE 2*

que llora la pérdida de la Compañía bajo la metáfora del naufragio de una nave.

Décimas

Qué ufana y llena de gloria se pudo una vez jactar de haber llegado a rodear el mundo la Nao Victoria! Sepúltese su memoria en el silencio profundo; pues con pasmo sin segundo supo la Nave de Ignacio medir mil veces su espacio todos los dias al mundo.

¡Qué firme, bella y hermosa, qué bien armada y velera, corrió siempre por la esfera, con la empresa más gloriosa! Su bandera victoriosa, tejida toda de luz, llevaba de oro un Jesús sobre el árbol del crucero, como quien dice: Yo espero morir como Él en la Cruz.

Le dio de Jesús el nombre contra el infierno victoria; buscó para Dios más gloria y el mayor bien para el hombre.

P. M A N U E L DE OKOZCO 413

Siendo así, nadie se asombre de que destrozada acabe; porque aquella injuria grave que el abismo padeció las furias todas armó de Jesús contra la Nave.

Desde que al mundo salió de corsarios combatida, contrastada y perseguida siempre en los mares se vio. Mil borrascas padeció para siempre inalterable; del trance más deplorable con gloria y triunfo salía, porque en su ayuda tenía al dios del mar favorable.

Cuando esto llegó a observar el abismo enfurecido, empeñó por su partido a ese mismo dios del mar, Y luego que asegurar pudo su liga y alianza, premeditó su venganza para más vanagloriarse que al Tibre fuese a cortarse la áncora de su Esperanza.

Apenas Plutón logró confederarlo a Neptuno, cuando auxilio, uno por uno, a los dioses pidió. Varios de ellos convocó y expuso su injuria grave en Fonte-Burgo, y se sabe que allí se dio la sentencia para que con prepotencia se destruyese la Nave.

414 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Plutón ofreció el tesoro de inmensa oriental riqueza, porque se hiciese la empresa con esplendor y decoro. Ordenó fabricar de oro muchas armas invencibles, cuanto más bellas, terribles, a su ministro inhumano que era el herrero Vulcano, quien las forjó irresistibles.

El Júpiter soberano, que siempre fue protector, se hizo enemigo el mayor, el más sangriento y tirano. Juró que llena la mano de rayos siempre tendría, mientras él no conseguía a cenizas reducir la Nave, y aun extinguir su nombre de Compañía.

En su proyecto hizo entrar a Eolo y a Cupido, entre quienes dividido fue su imperio en el reinar. Eolo ofreció al mandar del Padre, todos los vientos, y que Etna y Vesubio atentos a su orden, más de vecino con el Peloro y Paquino, disparasen por momentos.

Apolo, astuto y sagaz, aunque él primero hizo mina, viendo inminente la ruina, por poco se volvió atrás. Eí prometió con disfraz, ser sangriento como un Marte;

P. M A N U E L DE OROZCO

mas parece que con arte muy oculta procurase, que ilesa se conservase de la Nave una gran parte.

Mercurio y Vertuno hicieron lo que Latona, en negar auxilio y sólo en quedar neutrales se convinieron. Marte y Palas, que no fueron llamados a este Conclave, llevándolo a injuria grave, altamente se indignaron, y por la Estigia juraron el proteger a la Nave.

Pandora y Venus, las bellas que necesitan del mar, resolvieron evitar de Neptuno las querellas. Proteger desearon ellas la Nave; pero temieron como mujeres, pues vieron tanto dios enfurecido; y así por mejor partido ser neutrales eligieron.

Neptuno, aquel dios Neptuno, a cuyo sacro tridente siempre se mostró obediente la Nave, como ninguno; Neptuno, aquel que oportuno auxilio le pudo dar, por tener en todo el mar independiente su imperio, contra ella, con vituperio, su palabra fue a empeñar.

A Jove y Plutón temió, porque vio sus armas de oro, y con eterno desdoro, servirlos a ambos juró.

416 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Por cumplirlo, concitó todas sus hijas Harpías, a que, avanzadas espías de esta gran guerra, pudiesen anticipar las que fuesen sus intenciones impías.

Estando ya prevenida la escena, el orden se dio, y al punto la Nao se vio con ímpetu acometida. Se hallaba ya recogida de los vientos la recluta, que de peña en cárcel bruta por gran tiempo detenidos, salieron, dando bramidos, despedazando la gruta.

Sintiendo ya el freno roto, chocaron en la región del mar el Euro, Aquilón, Céfiro, Austro, Cierzo y Noto. Con el furioso alboroto de tanto contrario viento, el cristalino elemento se llegó de modo a alzar, que guerra llegó a intentar contra el mismo firmamento.

De los vientos impelidas, de acá y allá se juntaron densas nubes, que cercaron a la Nave enfurecidas. Mil serpientes encendidas de inquieto fuego se vieron, cuyos relámpagos fueron escaramuzas y ensayos de los diluvios de rayos que encima de ella cayeron.

P. M A N U E L DE OROZCO

Con desigual movimiento, el líquido continente levantaba de repente sus ondas de ciento en ciento; en un punto, en un momento, de abajo arriba se alzaban tanto, que a manchar llegaban, sacrilegas, aun al cielo, y en un instante hasta el suelo precipitadas bajaban.

Cuando del centro salían con un repentino asalto, de la Nave a lo más alto, unas tras de otras subían. Altos montes parecían de espuma, fieros gigantes, Encelados arrogantes, cuya grave erguida cima caer se dejaba encima de los tristes naufragantes.

En las inmensas llanuras del traidor mar inconstante se formaron cada instante peñascos, riscos y honduras, tan profundas, tan obscuras, que, si no me engaño o miento, apenas el pensamiento medir puede las internas obscurísimas cavernas que abrió el airado elemento;

Los horrorosos bramidos que en los aires resonaban, eran de ondas que bregaban con vientos enfurecidos. Causaban tan desmedidos los embates y tan fieros,

418 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

que de ellos los más ligeros tanto al bajel sacudían, que sus árboles subían a estrellarse en los luceros.

Los truenos que retumbaban de las ondas en lo interno, parecían del infierno cañones que disparaban. Los mismos cielos temblaban de modo que parecía que el fiero Plutón quería la gran máquina del mundo sepultarla en el profundo centro de su monarquía.

Los tremendos remolinos, que en aire y agua cruzaban, a la Nave encaminaban a los escollos vecinos. Los altos cedros y pinos, que de las velas pendían, de aquí y allí se movían con tal fuerza y tal exceso, que oprimidos de su peso, hechos astillas caían.

De las ondas la crueldad aun los astros aumentaban, pues ser parciales mostraban con negar su claridad. Por la grande obscuridad de sombras, quedó cubierto todo el cielo, y todo abierto el caos se vio esta vez: tal fue la despotiquez del tartáreo desconcierto.

Dentro de la Nave yo era; mas decir nunca podré, ni cuanto en ella observé ni cuanto vi por defuera.

P. M A N U E L DE OROZCO

La fatal suerte severa ser sin remedio mostraba, y en nosotros aumentaba tanto el susto cada día, que ya ninguno sabía si vivo o si muerto estaba.

Nunca el piloto pensó que en lo posible cupiese borrasca, en que pereciese Nave que Dios fabricó: aquélla que destinó socorro el más oportuno, y mejor que otro ninguno, para purgar y guardar de los corsarios el mar, en servicio de Neptuno.

No obstante, viendo el furor nunca esperado o temido, se halló todo sorprendido, lleno de angustia y temor. Su turbación fue mayor cuando el bajel medio abierto, le mostró el peligro cierto, siendo ya tarde a librarse, con procurar refugiarse en algún seguro puerto.

Aunque tarde, lo intentó con montes de ondas luchando, mas dondequiera arribando, cerrado el puerto lo halló. Con sumo dolor llegó a escuchar con sus oídos, que por Jove requeridos los dioses todos cerraban sus puertas, y que se hallaban, en no abrirlas convenidos.

420 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Por su extrema desventura, no hubo un propicio planeta, viendo que airado el cometa superior perderlo jura. Lleno entonces de amargura, de congoja y desconsuelo, a tener llegó recelo de que en tan mísero estado se hallaba ya abandonado de la protección del cielo.

Ni el tristísimo alarido, ni el llanto que se vertía, el corazón conmovía del Tonante enfurecido. El Decreto establecido de nuestra ruina total era la espina fatal que el alma nos traspasaba, y el dolor más se agravaba viendo sin remedio el mal.

La borrasca en todo el mar era tan grande y tan fuerte, que en cada olaje una muerte nos dejaba contemplar. La clemencia el implorar de Júpiter fue vedado, con pena de ser tratado, el que tuviese el arrojo de querer placar su enojo, como enemigo de Estado.

Hizo con cruel prepotencia nuestro mal irremediable, pues, no siendo defensable, rea se hizo la inocencia. Contra su extraña sentencia negó toda apelación:

P. M A N U E L DE OROZCO

nuestro ruego y petición mandó que fuesen prohibidos, porque nunca a sus oídos se alegase la razón.

Nos hizo ver que en lo humano era imposible el remedio, haciendo que todo medio de salvarnos fuese vano. Nuestra vida era en su mano; mas su implacable rigor lo encendió en tanto furor que, sin dejarle sosiego, lo abrasó siempre en un fuego que siempre creció a mayor.

De todos abandonado, triste el piloto gemía, porque indefenso se veía de enemigos ya cercado. Nunca al mar había llevado más armas que la inocencia; y así en la dura inclemencia no pudo más que llorar, y mandarnos el clamar a los cielos por clemencia.

El Capitán principal de la Nave era Jesús, quien dio el Bastón de su Cruz al Piloto General. Éste dejó por su mal al Capitán tan dormido, que despertar no ha querido de aquel su sueño profundo, ni al ruido que todo el mundo generalmente ha metido.

Se vio al fin, con furia loca el bajel arrebatado de las ondas, hacia el lado donde el Tibre desemboca.

422 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Hubo esperanza no poca de hallar socorro oportuno; porque nunca, en caso alguno, faltó remedio a su mal en el templo principal que allí tiene el dios Neptuno.

Vio su esperanza burlada el Palinuro inocente, al observar que la gente contra él toda estaba armada. Se dejó ver coronada la gran romúlea ribera toda de tropa guerrera con cañones de escribir, por ser arma que batir sabe mejor por ligera.

A esa horrible artillería baqueta de oro atacaba, y aunque al aire disparaba, siempre gran efecto hacía. No hubo Furia, no hubo Harpía, que a la Nave no asaltase, y que vil no procurase reducirla a mil pedazos, por ver si acaso en sus brazos alguna parte quedase.

Una de ellas que alargó desde Bolonia su mano, con ímpetu el más tirano, el ancla mayor cortó. Con ella se nos perdió toda esperanza y consuelo, viendo, con justo recelo, reunidos por acabar con la Nave, el aire, el mar, la tierra, el abismo, el cielo.

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Del sacro Tibre en lo interno la armada naval estaba, que ambos lados ocupaba con el poder del infierno. Las barcas del lago Averno y Estigio, a siniestra mano, mandaba el fiero Vulcano; a la derecha Caronte con barcas del Flegetonte, Flegra, Cocito y Añano,

La gran fuerza militar de este espantoso armamento, eran regimientos ciento con uniforme talar. Ocupaban hasta el mar otros ligeros bajeles, que, enemigos los más crueles, a dar combate ayudaban, y con la Nave afectaban ser sus aliados más fieles.

A un tiempo todos salieron con ímpetu tan furioso, que un lamentable destrozo de la triste Nave hicieron. Siempre que asaltos le dieron, todas tres hijas salían de Caronte, y despedían de fuego saetas volantes, que en las partes más distantes aun el agua la encendían.

El piloto ya rendido, con mil heridas mortales, llegó al fin a los umbrales de su templo apetecido. Uno y otro repetido golpe dio a la puerta en vano,

424 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

sin que su dios soberano Neptuno le respondiese, ni dar audiencia quisiese, cual despótico tirano.

Tanto a este tiempo apuró la gran furia de los vientos, que la Nave, hecha fragmentos, de medio a medio se abrió. Sin vela ni árbol quedó, con el timón hecho astilla; y rasgándose la quilla, vino al fin a deshacerse, a naufragar y a perderse del mismo Tibre a la orilla.

Las tablas desencajadas, llevadas de las espumas, como levísimas plumas, fueron del viento arrojadas. Las velas todas rasgadas, blancas nubes parecieron, que a los astros se subieron; mas en tan largo camino, hechas átomos de lino, de la vista se perdieron.

Los gritos y el alboroto de los tristes naufragantes, fueron dardos penetrantes al corazón del piloto. Mt cargando el palo roto de la Cruz, se vio llevado, cual prisionero de Estado; y probada su inocencia, de Neptuno por sentencia, fue al mismo palo enclavado.

Botados en alta mar los míseros extranjeros, fueron ellos los primeros que se vieron naufragar.

P. M A N U E L DE OROZCO 425

Era un caso de llorar mirar tanto naufragante o ya muerto o ya expirante, y era un lance compasivo no saber cuál fuese vivo ni cuál muerto, en el semblante.

El fragmento destrozado, de donde el Jesús pendió, con grande celo se vio recogido y bien guardado. No obstante le fue vedado volver a salir al mar: mucho más, irse a juntar con las demás tablas rotas, que a varias partes remotas se mandaron arrojar.

Luego con fiesta y con gloria se juntó a tambor batido todo el triunfante partido a celebrar la victoria; y por conservar memoria del valor con que peleó, cada cual la mano echó, sin vergüenza y sin sonrojo, sobre el sagrado despojo, que de la nave quedó.

Llenos de un sumo contento, sobre la playa bailaban, y a los dioses les echaban los vivas de ciento en ciento. Mas los dioses, que su intento perfeccionado lo vieron, ni atender ni ver quisieron aquellas tropas civiles; y por venales y viles a todas de mano dieron.

426 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Marte y Palas retirados la gran tragedia no vieron, porque romper no quisieron con los dioses coligados. No obstante, en dar empeñados a la diferencia un corte dispusieron en su corte, que a los deshechos fragmentos, los librasen de los vientos, llevándolos hacia el Norte.

Eternizar su memoria y su venganza pensaban, si ellos la refabricaban a la Nave con más gloria. Si alcanzan esta victoria, contra tanta oposición, será un castigo a Plutón, a Jove vergüenza, afrenta a la vil liga sangrienta, y a Neptuno confusión.

No más, Musa, que ya el pecho con el dolor oprimido tanto se me ha comprimido, que el corazón lo ha deshecho. Queda, lira, que al despecho tan inclinado me ves, colgada de este ciprés, mientras mi mano alterada, más quieta y más sosegada, vuelva a cogerte otra vez.

P. MANUEL DE OROZCO 427

PARTE 3*

en que se consuela con las gloriosas causas del nau­fragio, y con la esperanza de ver la Compañía fabri­

cada de nuevo como Nave y renacida como Sol.

Décimas

De Jesús Nave dichosa, finalmente has naufragado, después de haber conquistado el mundo todo gloriosa. Siempre invicta y victoriosa, llegar supiste al Non plus de tus glorías, y a Jesús tan fielmente le seguiste, que a morir como él viniste enclavada en una cruz.

El mundo todo rodeaste surcando todos los mares, y los reinos a millares a la Iglesia conquistaste. Toda la tierra ilustraste, cual sol brillante y lucido, siempre ágil, nunca rendido, y tan constante, que creo que en este divino empleo el sin semejante has sido.

No bien te dejaste ver recién nacida en la cuna, cuando robusta coluna del templo viniste a ser. Su gran peso el sostener pudiste como gigante; pues siempre firme y constante, a fuerza de ardiente celo, supiste cargar el cielo de la fe, como un Atlante.

428 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

No hubo lugar que se hallase, aunque remoto e inculto, donde a Dios el sacro culto tu celo no tributase. No hubo nación que quedase a tus ojos escondida, y que no diese rendida a Jesús su corazón, por ti hallando salvación en las fuentes de la vida.

Al error del gentilismo tu celo lo disipó y a entrambos mundos llevó la verdad del cristianismo. Contra el infernal abismo con tanto vigor peleaste, y a Lucifer le quitaste tantas almas de la mano, que casi casi al tirano sin secuaces lo dejaste.

Si a los vicios guerra hiciste con tan heroico valor, morir como el Redentor con justa razón debiste. Si al mundo contraria fuiste y tu virtud aún florece, justamente se merece el sufrir su tiranía; pues el mundo, oh Compañía, lo que no es suyo aborrece.

Siempre seguiste el camino por donde anduvo Jesús, y así era bien que su cruz te tocase por destino. Tu Instituto, por divino, fue preciso y necesario

P. M A N U E L DE OROZCO

que al orgullo temerario del mundo contra ti armase, a que con él te enclavase como a Cristo en el Calvario.

Fue forzoso naufragases, para que tú de ese modo, después de haberlo hecho todo, la obra grande consumases» Era bien que nos dejases de tu valor la memoria, por ser tu mayor victoria haber por Cristo peleado, sin haber jamás manchado de tu Caudillo la gloria.

Tanto hacer, tanto lucir, tanta conquista y victoria, tanta hazaña y tanta gloria no pudo el mundo sufrir. Por eso, cuando destruir tu gran máquina quisieron, los elementos se unieron con Neptuno a concitar la cruel borrasca del mar en que por fin te perdieron.

Al ver, pues, que has acabado con tanta gloria y honor, se me mitiga el dolor de que quedé traspasado. Mas al ver que yo he quedado sin luz, sin norte y sin guía, sin tu amable compañía, náufrago solo y perdido, aun siendo el dolor crecido, se me aumenta cada día.

Siempre se me representa, sin variar un solo instante, el fierísimo semblante, de esa pasada tormenta.

430 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Tanto el temor me amedrenta de volver a naufragar, caso de volver al mar, que me halla siempre asustado, como el que va sentenciado en el cadalso a expirar.

Cuando voy a descansar en el reposo del sueño, vuelve en él con más empeño la especie del naufragar. Luego llega a palpitar mi corazón afligido, el cual de pena oprimido, a veces solloza tanto, que me despierto y espanto con el ruido del gemido.

Aun después que estoy despierto, tengo tanta turbación, que apenas ser ilusión de mi timidez advierto. Sin libertad quedo yerto al repentino terror pálido, como el pastor que, encontrando una serpiente, se ve de ella de repente asaltado con furor.

Esta triste fantasía me pone en tanto cuidado, que temo ser asaltado de una improvisa agonía. Por eso de noche y de día me imagino y considero como el triste pasajero que en una gruta se mete, y advierte que le acomete un monstruo terrible y fiero.

P, M A N U E L DE OROZCO 431

Pues ¿para qué vida quiero, si he de* tener el tormento de ver a cada momento del mar el monstruo más fiero? ¿Para qué, si aquel severo aspecto no puedo huir de sus ondas, ni salir de la borrasca algún día, donde cruel melancolía me procura sumergir?

Este rigor me condena a perder toda esperanza de que pueda haber bonanza en un mar de tanta pena. Sin alivio de una antena voy luchando, como aquel que navega en tiempo cruel costeando, sin rumbo cierto, y sin poder coger puerto, con su quebrado bajel.

Mejor diré, como aquel que, en la grave desventura del naufragio, se procura un fragmento del bajel. Como cuando asido de él su vida salvar en vano intenta; pues el tirano y enfurecido Neptuno al tiempo más oportuno se lo quita de la mano.

Con el continuo recelo, que el gusto y sueño me quita el corazón me palpita, con un moribundo anhelo; y en este gran desconsuelo, aflicción y angustia grave,

432 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

mi temor decir no sabe el cómo volveré al mar, si acaso llego a mirar refaccionada la Nave.

Pero ¿qué vano temor conturba mi fantasía, a que con cruel tiranía reviva siempre el dolor? Disípese el negro horror de aquella mansión obscura, que me encubre tu luz pura, Compañía esclarecida, porque al verte renacida, muera en mí toda amargura,

¿Viste un árbol despojado por la crueldad del invierno, que árido su tronco tierno como muerto se ha quedado? ¿Viste que, cuando ha pasado de los hielos el rigor, recobra todo el vigor de su primer lozanía, y renace el mismo día que lo fomenta el calor?

Así espero, oh Compañía, que hoy te lloro destrozada, el verte resucitada con indecible alegría; espero que llegue el día, en que, acabado el invierno del contratiempo, cual tierno árbol a reverdecer volverás, y florecer a confusión del infierno.

¿Viste cómo en la ceniza el fuego que está escondido muestra que no está extinguido, por tal cual tenue divisa?

p . M A N U E L DE OROZCO

¿Viste que, si ésa la atiza agitado el aire en ella, de una pequeña centella, de un escrúpulo de fuego, a formarse viene luego el retrato de una estrella;

así mirar aumentado, al divino soplo luego espero tu sacro fuego, que hoy lloro casi apagado. En las cenizas tapado, apenas muestra calor tu casi extinguido ardor, mientras que el divino aliento no vuelva tu lucimiento a su primer resplandor.

Espero la feliz suerte de ver con mis propios ojos vestirte de los despojos que llevó la injusta muerte. En tal caso conocerte yo mismo apenas podría, pues mi mente se pondría en tan grande agitación, que como falsa ilusión tanta dicha no creería.

Ábrase ya esa prisión y rómpanse esas cadenas; no sea más lugar de penas a mi amante corazón. La Parca entregue el arpón, que está én tu sangre bañado; el arco le sea quebrado, porque no intente jamás el querer herirte más, cuando de ella te has burlado.

434 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Disiparse veo mi pena: mudado miro el prospecto de las cosas y en aspecto diverso toda la escena. La Paz con frente serena a mis ojos se presenta; y muy lejos la tormenta deja verse en perspectiva que, no siéndome nociva, mi corazón no amedrenta.

Paréceme que ya veo que tú sales de la interna funestísima caverna, tan bella cual te deseo. Siendo ya tanto el recreo de mi dulce fantasía, me sale al rostro a porfía de gozo y llanto el tumulto, que no puede estar oculto con tan vehemente alegría.

Miro la muerte aturdida, que poseída de espanto por no mirar su quebranto, se da a vergonzosa huida. Miro que, al verse vencida, cubrir quiere con la ausencia su dolor y su impaciencia, y que afligida se parte del sepulcro, pues turbarte no puede ya su presencia.

Te miro ya revestida de la amable hermosa luz con que el divino Jesús te comunica la vida. Al modo que a la venida de los bellos resplandores

P. M A N U E L DE OROZCO 435

del sol, las nubes y flores que la noche ha desteñido, con resplandor renacido, recuperan sus colores.

Negras sombras desterrando despuntas ya, nuevo Sol, y con brillante arrebol la noche en luz vas trocando. Con fulgores pregonando el Norte al orbe le avisa, que sales a toda prisa, enjugando las que llora lágrimas la nueva aurora, ya convertidas en risa.

Sal con presuroso paso a hacer todo el mundo oriente, pues que, cuando estás ausente, todo él se vuelve un ocaso. Rompe ya el tardío lazo de aquella brillante cuna; y para común fortuna del orbe, tus resplandores sus negras nubes de errores disipen una por una.

La primer vez que salió sobre el mundo tu luz pura, de ignorancia en noche obscura envuelto todo lo hallo. Lo ilustró y le inspiró sublimes inteligencias, dirigiendo las conciencias, instruyendo y enseñando, y la juventud criando con la leche de las ciencias.

Todo a un tiempo lo perdió cuando en negra tumba obscura, por extinguir tu luz pura, el mismo se sepultó.

436 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Luego así lo conoció, después de haberte perdido; y por eso arrepentido, por todas partes vocea que con mil ansias desea el verte ya renacido.

Nunca al mundo le faltaron mil astros mucho mayores; mas sus luces superiores, las tuyas nunca igualaron; y es porque siempre giraron la esfera tan remontada, que su luz, por retirada, cuando a la tierra venía, apenas se distinguía y nunca alumbraba nada.

Siendo astro menor, giraste, como sol, más baja esfera, y por más bajo en carrera, más que todos ilustraste. Esta mi razón, contraste tener no podrá jamás, por clara y por eficaz; y por eso mismo el mundo, como a su sol sin segundo, te desea más y más.

Ya él ve que, mudando oriente, al Norte, Fénix renaces de luces, y que deshaces la pena de su occidente, Ya iguales júbilos siente, cuando al mismo Norte mira, que el dios Neptuno le inspira hacerte Fénix de pino, que batiendo alas de lino, del mar renazcas en pira.

P. M A N U E L DE OROZCO

Nave mil veces dichosa te contempla renacida a firme y estable vida, mucho más bella y hermosa; Nave tanto más gloriosa, cuanto tus tristes fragmentos disipados por los vientos en mil regiones distantes se unieron finos y amantes, a fuerza de mil portentos.

Ve ya que el guerrero Marte en protegerte empeñado, te ha defendido y guardado ilesa en no poca parte. El Real Ignacio en llamarte solamente ha convenido, porque el nombre aborrecido de Loyola se mudase, y así tu nombre quedase más respetado y temido.

Ve que el Numen adornado de triplicada corona Palas, Minerva o Belona, ni aun el nombre te ha mudado. Ve que te tiene en estado de que, sin temor alguno, andes cruzando uno a uno sus grandes mares y puertos, con pasaportes abiertos del ya propicio Neptuno.

Ve que de Apolo la boca, en oráculos obscura, supo tenerte segura en la parte que le toca. Ve que, siendo ésa no poca, fue del daño preservada,

438 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

porque, estando disfrazada en la exterior apariencia, pudo dejar con prudencia la ira del Tibre burlada.

A surcar todos los mares puedes ya libre salir, sin que lo hayan de impedir los negros estigios lares; pues sus grandes luminares Plutón y el Vulcano eterno, por decreto sempiterno de Átropos la cortadora, ya el salir de la demora nunca podrán del Averno.

Ya sus tropas auxiliares de las Furias revestidas se ven, como tú, perdidas naufragando en esos mares. Sus uniformes talares los dioses van proscribiendo; porque, aunque tarde, van viendo con experiencia probada, que para el bien sirven nada, sólo para el mal sirviendo.

Si es quien te ha despedazado la envidiosa emulación, ya la pena del talión a la envidia le ha tocado. Su delito castigado está en la misma medida; pues se ve ya conducida al suplicio de su ocaso, al cuello llevando el lazo, con que te quitó la vida.

Llena de rabia y enojos quisiera esta vez cegar, por no llegar a mirar tu victoria con sus ojos»

P. M A N U E L DE OROZCO

Pasada el alma de abrojos, puesta en angustia mortal, como una Furia infernal, padece mayor tormento viendo tu gloria y contento, que sufriendo el propio mal.

No pudiendo ella vengarse de ti, con grande despecho rasgarse quisiera el pecho, a tu vista por no hallarse; quisiera viva enterrarse en el fuego sempiterno, por no sufrir el interno tormento con que agoniza, pues que más la martiriza, que el dolor del mismo infierno.

Al ver tanta mutación, en el teatro del mundo, se halla en silencio profundo humillada la facción. Con esta gran variación, en mi pecho ya no cabe de gozo un mar dulce y suave, pues te miro renacida, ya como Sol, a la vida, ya a la vida, como Nave.

El náufrago que ha salido de la borrasca del mar alegre suele besar la playa que lo ha acogido. Del dolor restablecido del ya pasado frangente, tal contento su alma siente que todo el pasado susto quitarle no puede el gusto que alegre logra al presente.

440 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Conseguida la victoria, y la paz establecida, muestra el soldado en la herida cicatrizada su gloria. No le espanta la memoria del ya pasado combate; el corazón no le late con un pánico terror, si se acuerda del tambor, que al fiero asalto se bate.

El enfermo que aborrece hasta el más noble alimento, si llega a sanar, hambriento, aun el grosero apetece. Pasado el mal, le parece, que es la fiebre un refrigerio; libertad, el cautiverio; pasatiempos, los dolores; y bellas hojas y flores, los cuchillos y el cauterio.

Quien llora el rigor extraño, cautivo en la Berbería, ser juzga el instante un día, y ser cada día un año. Luego, con doblado engaño, llegando la redención, imagina su aprensión, preocupada del contento, que fueron sólo un momento los años de su prisión.

Así yo que, sepultado en la congoja he vivido, llorándolo por perdido mi único bien adorado; así cuando restaurado apenas lo considero,

P . M A N U E L DE QROZCO HrTÍ

todo lo aprecio y lo quiero, cuanto hay me gusta y agrada, nada me asusta ni enfada, todo se me hace ligero.

De la noche el negro horror miro ya claro y risueño, y me parecen un sueño los años de mi dolor. Del mar fiero en el fragor siento ya dulce armonía, y en todo tanta alegría y contento siente mi alma que, por gozar de esta calma, a naufragar volvería.

Catarina esclarecida, a vos debe el nuevo ser que tiene, pues cual Ester la habéis conservado en vida. Se lloraba ella extinguida, cuando compasiva vos le disteis con vuestra voz de la muerte la victoria, vuestra haciendo mayor gloria la mayor Gloria de Dios.

Si es vuestra gloria, ¡oh heroína! la que es gloria de Jesús, ¿qué mucho llegue al non plus, pues toda es gloria divina? Si de nuevo ya ilumina Jesús con su resplandor, vuestra es la gloria y honor; y esa gloria cada día de Jesús la Compañía os la hará siempre mayor.

Si un poder en competencia se empeñó en aniquilarla, el vuestro, en el conservarla, se llevó la preferencia.

442 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Así vuestra gran clemencia a Dios quiso Omnipotente imitar en ser clemente, pues es de Dios propia gloria hacer que alcance victoria el oprimido inocente.

Levantar la Compañía postrada, fue el arduo asunto, que requería hallar junto poder con sabiduría. Uno y otro hallar podía en vuestra sola persona, que felizmente eslabona un consumado saber, con un invicto poder de Minerva y de Belona.

Si a Loyola debió el ser de su primer nacimiento, de su vida el nuevo aliento por vos lo pudo obtener. A cual más llegue a deber, no lo sabrá decidir: si por él llegó a existir, por vos vive renacida: a entrambos debe la vida, y más no podrá decir.

PARTE 4*

en que arrepentido de sus pasados lamentos, expresa su conversión.

Décimas

Ya que no pude encontrar alivio a tanto gemir, me he llegado a arrepentir de mi pasado llorar.

P. MANUEL DE OBOZCO

Yo me prometo enmendar del gravísimo pecado de haber necio derramado lágrimas con tanto exceso, sin aligerar el peso del corazón angustiado.

Para que mi conversión firme y constante subsista, quiero quitar de la vista todo objeto de aflicción. Quiero quitar la ocasión a cualquiera recaída de la culpa aborrecida, procurando con desvelo un permanente consuelo mientras durare la vida.

Para obtener la victoria del enemigo, con arte levantar quiero el baluarte del olvido en la memoria; quiero ignorar toda historia melancólica y ajena del consuelo, y que mi avena, mudando sus tristes frases, razones busque capaces de consolar cualquier pena.

El que no quiere vencer la congoja y la tristeza, ciertamente la cabeza ha de llegar a perder. Yo no quiero enloquecer: quiero guardar mi pellejo, siguiendo el sabio consejo de un médico, que decía: *'quien tiene melancolía no puede llegar a viejo'\

444 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Quien bien piensa y considera hallará que es mal de muerte aquel que en breve convierte al viviente en calavera: Corrompe, daña y altera con una fuerte impresión la sangre toda aflicción; y estando una vez podrida, no puede durar la vida, por evidente ilación.

El motivo principal porque se yerra una cura, es porque no se procura quitar la causa del mal. Se hace otras veces mortal un corto y leve accidente, porque no fue diligente el médico en aplicar el remedio, que sanar pudo al principio al paciente.

No desmaye el corazón, cuando la pena le asalte, no sea cosa que le falte de repente la razón. La dulce consolación, la paz y tranquilidad, siguen a la adversidad como un efecto preciso, que produce de improviso la pasada tempestad.

Lo que parece imposible a nuestro corto discurso, de los tiempos en el curso se suele hacer asequible. No hay mal tan grave y terrible en este mundo inconstante,

R M A N U E L DE OROZCO

que no pueda en un instante mudar su adverso sistema, pues la fortuna, por tema mudar sabe de semblante.

La experiencia nos avisa que la pena y el quebranto que empezar vemos con llanto terminar suelen en risa. Con mutación improvisa se consuela aquel que llora, y el enfermo, en la misma hora en que más teme su muerte, cuando la fiebre es más fuerte, con una crisis mejora.

En diversas ocasiones, las miserias y desdichas, para subir a las dichas, son seguros escalones. Las mismas persecuciones, que la malicia maquina para nuestro daño y ruina, el que rige el Universo, con un fin todo diverso a nuestro bien las combina.

Como a reo lo llevaron a Joseph a las prisiones; mas los crueles eslabones al trono lo sublimaron. Los Egipcios sentenciaron a la nación escogida a ser toda sumergida; mas el mar todo propicio, en vez de serles suplicio, les vino a salvar la vida.

Babilonia alzó eminentes llamas de horno presumidas, a que fuesen consumidas tres víctimas inocentes;

446 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

mas las llamas impacientes que a cenizas redujeron a los que las encendieron, corteses con la inocencia, mudando su ardiente esencia, el refrigerio les dieron.

Daniel justo fue arrojado al lago de los leones, a que en sangrientas prisiones fuese al punto destrozado; mas allí fue respetado: que, depuesta su altivez, cada fiera muy cortés, postrada ante el prisionero, cual manso humilde cordero, le besó manos y pies.

Muchas veces se compone, por un camino contrario, el mal, que ya necesario nuestra ignorancia supone. La Providencia dispone con un método suave nuestros caminos y sabe, por rumbo desconocido, consolar al afligido, a que en la pena no acabe.

La ciencia de lo futuro es sólo a Dios reservada: el hombre no sabe nada, y está del todo al obscuro. Mil veces por el más duro y más fragoso camino, es llevado del destino a tan sublime fortuna, que conjetura ninguna la presumió ni previno.

P . M A N U E L DE OROZCO

A todos nos es preciso el arrastrar la cadena que Dios nos impuso, en pena de la culpa que Adán hizo. Mas su piedad darnos quiso tantas fuerzas cada día, que el gran peso que oprimía en la Antigua Ley, podemos en la Nueva, si queremos, cargarlo con alegría.

La Fortuna es dicha vana; todo dolor es ligero; ni bien ni mal verdadero se hallan en la vida humana. Hoy ríe de buena gana quien mañana se lamenta; toda furiosa tormenta pasa luego a dulce calma; de suerte que siempre el alma del bien y mal se sustenta.

Si conserva la esperanza de ser feliz y dichoso, en el mar más borrascoso goza el bien de la bonanza. Pesa con justa balanza del bien y del mal la esencia, y al mirar su contingencia, hace de ellos poco caso, sabiendo que a cada paso han de variar de existencia.

Proceloso el tiempo triste, después de encubrir los montes, el valle y sus horizontes de negros lutos los viste; mas poco su horror subsiste; pues a cualquier movimiento

448 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

con que al aire juega el viento, la tempestad desvanece, y en su resplandor ofrece lluvias de oro el firmamento.

Muere el sol cuando anochece, y apenas su luz se llora, cuando en la siguiente aurora otra vez bella aparece. Siempre amarga permanece el agua dentro del mar, mientras no sale a girar: así los males y el llanto son amargos entre tanto que no se echan a rodar.

¡Cuantas veces ya perdida la esperanza sin remedio, se encuentra oportuno medio de poder salvar la vida! Cercana a ser sumergida en el peligro más grave, la misma borrasca sabe, con rumbo seguro y cierto, introducir en el puerto a la fracasante nave.

Esqueleto despojado de su nativa hermosura se halla el árbol, mientras dura en los hielos sepultado. Mas luego que ve mudado del contratiempo el rigor, vuelve a su antiguo verdor, con la alegre primavera y sus galas recupera con pompa mucho mayor.

Luego si cosa ninguna puede ser firme y estable, nuestra desgracia mudable ha de ser como la luna.

P. M A N U E L DE OROZCO 449,

Luego nunca la fortuna puede sernos tan nociva que no deje alternativa entre el consuelo y la pena; pues el mundo es una escena de contraría perspectiva.

Luego es en vano temer el mal, cuando poco dura, siendo sólo desventura la que no deja de ser. Si el gozo puede volver, y la dicha puede huir, ¿por qué yo me he de afligir, sabiendo que han de alternar males que me han de dejar, bienes que me han de seguir?

(Ocioso de Faenzct, IV, 155-221)

P. TOAQUÍN AY3XÓN

Ambaío, 30 de Junio de 1728

Roma, 4 de Marzo de 1808

A SEBASTIAN CARVALHO, EX-MINISTRO DE PORTUGAL

EN BOCA DE LA REINA FIDELÍSIMA

Epigrama

Muere impune Carvalho. Que al saberlo ninguna se (espante:

no hubo castigo alguno que penase lo que él (merecía.

El tenía agotados por sí solo el caudal de los crímenes superando en malicia las escuadras del ángel

(maldito. En rigor de derecho, no debía expiar él en vida;

y es cierto que entre vivos ni siquiera lo hubiera (podido.

Yo, pues, soberana que justísima rijo a los Lusos a Dios dejo que él juzgue a Carvalho y sus

(crímenes todos. Pero pena condigna no ha de haber para él ni en

(el caso de hundirle bajo el peso de un castigo que eterno

(le oprima.

(Ocioso de Faenza, III, 46)

Original latino:

Impuniíus obit Carvallus. Nemo siupescat: nulla viri mérito congrua poena fuit.

Thesauros scelerum comes hic exhauserat unus, nequitia superans agmina cuneta Satán.

Iuribus hinc nostris vivus tormenta subiré nulla tenebatur; sed ñeque tune poíerat.

Ergo ego Lusiadum regní iustissima Praeses crimina Carvalli cuneta relinquo Deo.

Citra condignum reus hic plecteretur ab illo immenso aeterni pondere supplicii. í1)

(1) En la sección correspondiente al P. Joaquín Larrea puede ver­se la traducción que hizo en un soneto italiano de este epi­

grama latino.

AL SR. DR. DN. ANTONIO SÁNCHEZ DE ORELLANA,

EN LA CIUDAD DE QUITO.

( INÉDITA)

Roma 22 de Mayo del 82

Amigo carísimo y muy Señor mío: Sospechando que por los peligros de la guerra y disturbios de las gentes no habrán pasado a Quito mis cartas del Octubre del 81 y

aventuro ésta apuntando las materias expuestas en las perdidas. En las difusas que escribí a V. M., le signifi­caba el grande alborozo y regocijo que me dio la suya del 3 de Agosto del 80, que llegó a mis manos el 26 de Septiembre del 81, con las inclusas de mi Madre Fran­cisca de Jesús y Encarnación. Gracias a Dios, y a la Madre de Dios, a su digno Esposo, y a San Antonio que desempeñó la confianza de V. M. cifrada en las inicia­les S. A. T. Sr. que noté al pie del sobrescrito del bien venido y bien recibido pliego. Leí, releí y muchas veces he vuelto a leer siempre con lágrimas la carta de V. M. Como carta de mi hermano y amigo singular, que la di-

P. JOAQUÍN AYLLÓN 455

vina piedad me ha deparado para consuelo de mi pro­longadísimo destierro, y alivio de mis pesares en esta habitación de Cedar, es decir de negra tristeza y me­lancolía, en que multum íncola fuit anima mea (*), es decir ya diez y seis años, distante un mundo de por me-dio de mi Patria y arrancado de los míos, que siempre están atrayendo a sí mi corazón con la más amorosa violencia. Si hubiese podido, si ahora pudiese huir de Roma a Quito, no me detendría un momento, bien que Roma sea la mejor ciudad del mundo, y en su compa­ración Quito quiera reputarse como una aldea. Mas Quito, como quiera que sea, es mío: Roma no es mía. En Quito sería ciudadano; en Roma soy forastero, pe­regrino, desterrado, y aunque con Decreto de por vida, pero sin perder la esperanza de repatriar siquiera en mi vejez. Por esa esperanza procuro conservar cuanto es de mi parte la salud que Dios me da, y ruego a su. Majestad todos los días conserve ilesa la de V. M. y los míos y la de toda la ilustre parentela y casa de V, M. que, como antes, así ahora saludo con la más afectuosa benevolencia, comenzando por el que le leerá ésta, que ojalá siempre sea Don Luis Andramuño, buena mano, y buenos ojos de V. M. Luego la que le asiste, mi cara Marianita, de cuya madre quisiera saber si vive.

Al Venerable Sr. Deán Marqués diga V. M. que a-precio la dignación de sus saludos, a que corresponde mi gratitud con los más benévolos afectos. Que el no haberle enviado el rescripto de Altar privilegiado per­sonal provino de que el Expedicionero, de que me había valido, tardó en sacarlo de la Secretaría de Memoriales (donde ya estaba autenticado con la firma y sello del Cardenal Prosecretario Juan Bautista Rezzonico); y en el ínterin de su tardanza aciaga se intimó por Billete del Papa en esa, y en las otras respectivas Secretarías, orden cerrado de que nada se despachase en ellas para ningún subdito del Rey Católico en sus dominios sino por mano del Expedicionero Regio a ese fin nuevamen-

(1) Tan desterrada se ha sentido mi alma.

456 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

te constituido en Roma a nombre de su Majestad por su Ministro, o Pro-Ministro Don Joséf Nicolás de Ara­na, a cuya instancia expidió el Papa dicho mandato, que a tan -mal tiempo se atravesó, y dejó frustrados con ése del..S*\ Deán otros varios rescriptos y breves para va­rias otras personas de España y de América, después de hechos los gastos, y dados sus pasos como de ordina­rio es menester en semejantes agencias. Sentí vivamen­te la. detención de dicho rescripto, como que sin él pues­to a la vista del Sr. Deán, no podía yo demostrar mi diligencia m asegurarle de la concesión de dicho Indulto de Altar, privilegiado personal para tres misas cada se­mana, bien que realmente concedido de su Santidad, a lo que aseguraron al Expedicionero los oficiales de la Secretaría, mostrándole el rescripto firmado y sellado, como varios otros; pero que no los podían entregar a otro,, por el nuevo orden del Papa que al Sr. Dati cons­tituido entonces Único Expedicionero Regio. Se acudió a éste para..que lo sacase de la Secretaría, pero se excu­só con el orden cerrado que tenía del Pro-Ministro Ara­na de no pedir ni sacar gracia ninguna, sino precisa­mente aquellas que el nuevo Agente Regio desde Ma­drid le pidiese. Sobre esta materia el nuevo entable de la Corte es el siguiente. Cualquiera subdito del Rey Católico demorante en cualquiera de sus dominios que quisiere obtener del Sumo Pontífice alguna gracia ha menester acudir al Agente Regio de Madrid. Este debe manifestar al Consejo la pretensión, para que examina­da dé, si le parece, la licencia de ocurrir a Roma. Ha­bida la licencia, envía la lista de los Postulados al Pro­ministro Regio a Roma: éste la encarga al Expedicione­ro, quien presenta en las respectivas Secretarías los me­moriales, uno distinto para cada cosa de las que se pi­den. Los rescriptos, breves, etc. de concesión no se dan a otro que al Expedicionero susodicho único en propia mano. Este los despacha a Madrid al Agente, quien los presenta al Consejo para el Pase, con el cual consigna los rescriptos, etc., a los interesados después de haberles cobrado todos los costos, tanto por esto, tanto por aque­llo, etc. Y si antes costaba un rescripto o breve pasado

P. JOAQUÍN AYLLÓN 457

por el Consejo diez pesos, después del referido entable cuesta ciento o más; ultra de las dificultades, enfados, molestias y dilaciones redobladas que de suyo llevan es­tos giros y rodeos, con la forzosa dependencia de aquel único Agente en Madrid, y de este único Expediciones ro en Roma. De lo dicho se ha seguido que el número de recursos a Roma con tales súplicas de Indias y de España se ha disminuido tanto, que en el día apenas se­rá el diezmo del antiguo, según aseveran con dolor es­tos oficiales de las Secretarías. Los muchos que antes haciendo de Expedicioneros vivían espléndidamente, des­pués del entable dicho se ven reducidos a tal pobreza, que no tienen que comer, si no piden limosna o toman otro oficio.

Después de haber recibido la citada carta de V. M. del 3 de Agosto del 80, quise probar si me surtía el de­seado efecto el presentarme al mismo Cardenal Prose­cretario de Memoriales, Juan Bautista Bezzonico, como de hecho, pedida audiencia, se le presenté con cuatro memoriales bien formados, uno para el Indulto susodicho del Sr. Deán Marqués; otro para la licencia de proseguir diciendo Misa no obstante haber cegado del todo V. M,, el tercero para aplicar la Indulgencia para in articulo mortis a Conceptas y Carmelitas y sus sirvientas; y el cuarto para altar privilegiado tres veces cada semana para V. M. Acogióme su Eminencia con su acostumbra­da afabilidad, oyóme benignamente toda mi deprecación; pero absolutamente se negó a conseguir del Papa estas gracias mientras yo no las solicitase por el Agente de Madrid y el Expedicionero Regio en Roma. Acerca de la Misa no obstante la total ceguedad dijo: mejor es no tocar esa tecla con el Memorial porque en todo caso re­mitirán la facultad al propio Obispo. Dicho esto me de­volvió los cuatro memoriales, y salí de su Apartamento en el Palacio Vaticano bien desconsolado. Yo hubiera escrito ya al Agente a Madrid, pero habiendo de costar ese negocio mucho por esa vía, me he abstenido de em­prenderla, porque no alcanzan mis cortos medios sino para lo tasadamente necesario a un pobre clérigo deste­rrado, mayormente en estos años de gran carestía por las

458 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

guerras; no habiéndome llegado por ellas hasta ahora ni el socorro de los siete doblones de que V. M. habla en la que me escribió con fecha del 19 de Marzo del año 79. La partícula de Lignum Crucis conseguida finalmente con gran trabajo, no tengo valor para aventurarla en esta carta. Aguardaré a mejor tiempo, y se la enviaré con algunas Reliquias para mi madre Francisca y dos Hermanas. Ojalá se las lleve yo mismo. Avísame V. M. en su carta del 3 de Agosto del 80 de ciento y doce pesos que me envía, advirtiendo que los 98 son de parte de V. M. y dos más del aporte del correo que completan el nú­mero de ciento y los otros 12 pesos de parte de mis Ma­dres. Dios se lo pague en tiempo y eternidad, amén. Yo no los he recibido ni sé donde paran, ni por cual con­ducto los haya despachado V. M. Si esa cantidad aun no ha salido de Quito, ruego a V. M. que los 12 pesos de mis Madres se los devuelva, porque ellas los necesitan más que yo, y me acongoja indeciblemente al considerar la piedad y amor de esas pobres, que se privan del nece­sario alimento por mí. La misericordia liberalísima de V. M. también me aflige, aunque no tanto, pues que las calamidades, pobreza y miseria de nuestro Quito son ge­nerales, y sus socorros los considero como esfuerzos de su generosa caridad, no como limosnas de caudal que le* sobre. Sin embargo, los permito y admito con el recono­cimiento que no sé expresar, porque la distancia con otras tantas dificultades que se atraviesan a su benefi­cencia, impiden la frecuencia de sus beneficios. En fin, si Dios quiere, a su tiempo me vendrán esas cantidades: es decir la de los siete doblones que reza la carta del 19!

de Marzo del 79, y la de ciento y doce de que me avisa en la carta del 3 de Agosto del 80. Después de la cual no he recibido más ninguna carta de Quito.

Noticias: el día 3 de Marzo de este año de 82 se me murió mi tío y padre D. Isidro Losa de fiebre inflamato­ria tubercular de los pulmones. No tengo en mi tristísi­ma orfandad otro consuelo sino que mi Isidro murió como mueren los santos casi visiblemente predestinados a la inmediata gloria, como expuse escribiendo al M. R. P. Fr. Xavier Sosa la semana antecedente de este mes de

P. JOAQUÍN AYLLÓN 459

Mayo: antes no pude escribir por fluxión de ojos de tanto llorar la falta de tan amante y amado pariente, amigo, compañero y consuelo en este redoblado destierro. Hága­se la voluntad de Dios. Al fin del 81 murió D. Tomás Cisneros casado en Boloña y graduado de Doctor en Me­dicina con extraordinario aplauso de sus talentos y peri­cia: murió tísico por su demasiada aplicación. Su herma­no Sacerdote D. Josef está en la ciudad de Corneto bien quisto, y con bastante conveniencia. Murieron el año pa­sado los PP. Antonio Jáuregui y Narciso Seco; antes había muerto Matías tísico. Mi lista de comprovincianos muertos desde el arresto es de ciento y dos: de los Ale­manes no sé, ni de los Italianos. En Roma vivimos hoy el P. D. Bernardo Recio, D. Ignacio Aviles y su primo D. Manuel Frías casado y con hijos, D. Juan de Dios Ruiz, D. Xavier González Unda. Los demás están dis­persos en Ravenna, Faenza, Rímini y otras ciudades. To-rrejón se ha comprado casa en Ravenna por mil y qui­nientos pesos; ya no es forastero. El padre D. Juan Bau­tista Aguirre habita en Tívoli en el Palacio del Obispo, que lo tiene de su Teólogo, y de Examinador Sinodal, pero sin más honorario que la estancia o cuarto y la me­sa, nada más, con ser que lo estima tanto otro Obispo viejo ya de 80 años, que no hay para él otro hombre ni más docto, ni más prudente, ni más cabal que Agui­rre; y es de advertir que el Obispo ha sido uno de los más celebrados doctos en Roma a tiempo de los Papas Lambertini, Rezzonico, Ganganelli. Yo no entiendo cómo ni por qué no extiende la mano este buen Príncipe a dar algunas cosas más al pobre Aguirre, que bien lo ha me­nester, y lo merece. Con esta ocasión noto que varios hombres doctos Españoles, Italianos, etc. que han trata­do a nuestro Aguirre han quedado admirados de su sa­ber. Lástima que es tan enfermizo y pobre, que no al­canza a imprimir ni aun la excelente obra que tiene es­crita sobre el Corazón de Jesús, que hiciera mucho ho­nor a su persona y a la Provincia Quítense. De los crio­llos Mexicanos varios han dado a luz obras maravillosas en Latín y en Italiano, y tal cual de los criollos de las otras Provincias de América. Con el trato y comunica-

460 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

ción de estos años han concebido los Italianos, France­ses. Ingleses, Alemanes, etc, tan preferente estimación de los Americanos que no me es fácil darlo a entender. Loado sea Dios.

Pasando a otro capítulo más general sepa V. M. que muchos de los que fueron Jesuítas están ejercitando sus antiguos ministerios en las ciudades de estos Estados de la Iglesia. De los de Francia, Alemania, Prusía, Mos­covia, Polonia, Venecia y Estados del Rey de Cerdeña ya sabe V. M. que han proseguido ejercitándolos sin sotana. En la Rusia con ella, y con toda la esencia y pro­piedades de Jesuítas, como que, por excepción del Sumo Pontífice, otorgada a esa óptima Emperatriz Catarina Alexierona, no se extendió la supresión a la Compañía de Jesús existente en sus dominios. La misma Empera­triz este año de 82, ha hecho, con Bula de este Papa Pío VL Arzobispo y Primado de todo su Imperio a aquel Obispo de Mohilow que erigió el Noviciado en la Rusia blanca, y le ha dado por Obispo auxiliar o Coadjutor un Jesuíta que es de la primaria nobleza de aquel Imperio. Pero es todavía en la opinión común mucho más docto y santo que noble. En el famoso Colegio Teresiano ha respuesto novísimamente el Emperador de Alemania Jo-sef II de Maestros y Directores Jesuítas supresos, y de Presidente de otro Colegio al Obispo de Neustal, Jesuí­ta supreso muy estimado de María Teresa su madre la Emperatriz que fundó dicho Colegio. En conclusión la Compañía de Jesús se restableciera luego, o por me­jor decir no hubiera sido extinguida en su mayor parte, si no hubiese sido tan Papista, como lo sabe y vocea en el día hasta el vulgo zafio, entendido en sistema gene­ral de las Cortes Europeas, que cada día se descubre más y más en sus efectos; v. g.: en la independencia de los Regulares de sus respectivos Generales y de cualquie­ra otro Superior existente fuera del Obispado donde exis­ten los Conventos, y sujeción a sus respectivos Obispos,

y no más; v. g.: en la supresión de tantos Institutos de Frailes, Monjes y Monjas, dejando solamente aquellos que sirven al púbico en sus ministerios; v. g. en la nó­mina de Obispos, Prebostes, etc. apropiada al Soberano

R JOAQUÍN AYLLÓN 46í

del Estado; v. g. en hacer que las relajaciones de votos, aun de profesos, las dispensas de los impedimentos ma­trimoniales que no son de derecho divino, las den los respectivos Obispos, sin recurrir al Papa. etc.. etc. Pun­tos ya establecidos desde el año antecedente en todos los dominios del Emperador de Alemania y que se irán abrazando en los demás estados. El Santo Padre Pío VI emprendió su viaje a Viena, Corte del Emperador, el 27 de Febrero de este año a fin de abocarse con el Em­perador sobre estas novedades tan perjudiciales a los in­tereses de la Iglesia Romana. Unos dicen que nada ha conseguido del intento, otros dicen que se han compues­to y acordado: hasta ahora no se sabe lo cierto, ni se sa­brá sino por los efectos sucesivos, aun después que su Santidad se haya restituido a Roma, donde lo esperan a mediados de Junio. Este viaje de Pío VI es capaz de dar nueva distinguida época a los Anales e Historias que se escriban por todas sus circunstancias que bien necesitan un tomo aparte. No hay tradición desde que el mundo-es mundo de viaje de monarca alguno hecho con mayo­res honras, aplausos, aclamaciones, profusión y magni-ficentísima esplendidez con que este peregrino apostóli­co ha sido tratado por todo el camino en ida y vuelta por los pueblos católicos y también de Protestantes. El Em­perador lo ha cortejado con esmeros tales como si fuese el mismo Jesucristo venido del cielo a visitarlo. Así l a han hecho los otros Soberanos y la República de Vene-cia, que, entre otros portentos, de su gran plaza de San Marcos, ha formado un templo para que el Papa dé su bendición al pueblo allí congregado en los tres días de Pentecostés. En fin en todas partes le han hecho servi­cios y honores nunca antes hechos a nadie. Después de todo mí genio heráclíto se imagina y teme que a este Vicario de Cristo y a la Iglesia le suceda lo que al mis­mo Cristo, que al otro día de su celebradísima y hono-rificentísima entrada en Jerusalén, Domingo de Palmas, tuvo hambre y fue a buscar en la higuera frondosa al­gún fruto, y no hallando ninguno la maldijo etc. Hága­se leer o el capítulo 21 de San Mateo o el 11 de San Marcos, que todo es aplicable a las circunstancias del.

462 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

sistema actual del mundo; puesto que Jesucristo en su persona y cuerpo físico y pasible figuró cuanto había de hacer y padecer su Cuerpo místico, que es la Iglesia en toda su duración.

Lo de la carta del Rey de Prusia al Papa es falso, como lo es eso de los milagros del fraile y beatificación de él y del Obispo de la Puebla. Ni de éste ni del otro se habla más porque la Cabala ya no ha menester me­terlos en escena, para sus intentos, ya acabaron con su papeL Este también se me acaba. Encomiendo saludes a todos los que otras veces he nombrado. A mi madre Francisca de Jesús escribí la semana antecedente. Salu­dos a los condiscípulos y a las dos Cármenes. En el so­brescrito sólo estas palabras: A D. Joaquín Ayllón de Sosa guarde Dios muchos años: Roma. Gusto mucho de las noticias de Quito y las deseo. Agradezco las memo­rias de nuestro doctísimo y elocuentísimo D. S. de Es­cobar del S. Can. D.D. Tadeo Orozeo. Sus primos Oroz-cos viven, y sus parientes y paisanos. Vale. 23 de Mayo del 82.

Su esclavo de amor Joaquín, y después le escribirá otra carta que ahora tiene cansado el brazo: pero está con buena salud. Adiós.

AL SR. DH. DN. ANTONIO SÁNCHEZ DE OHELLANA

(fragmento)

(INÉDITA)

Roma, enero 31 de 1783.

Aguirre, después que murió el Obispo de Tívoli Julio Natali, amarteladísimo jesuita en afecto, (cuyo teólogo y examinador sinodal había sido más de un año, hasta el septiembre del año 82 en que pasó a mejor vida ese obispo doctísimo, autor de algunas obras insignes y tam­bién muy santo) entró de Maestro de Moral en el Con­vito de Tívoli, donde vive contento en el mejor aposen­to (que fue el rectoral cuando fue colegio jesuítico), bien servido en todo lo necesario. Y aunque el honorario de Maestro de Moral en dinero es sólo de 20 pesos, pero es corta la tarea, no estando obligado a más que a explicar por el espacio de una hora nocturna uno o dos puntos de moral conforme al orden o método de Ligorío en su Teo­logía Moral, y asistir a la resolución de 15 casos de con­ciencia, que al pricipio de cada año se distribuyen es­tampados al fin del calendario a los sacerdotes secula­res de la ciudad.

AL SR. DR. DN. ANTONIO SÁNCHEZ DE OREIXANA

(fragmento)

(INÉDITA)

Roma, 27 de febrero de 83.

Del Reino de Quito nada había salido; pero ya se está imprimiendo en Venecia la Historia en latín de Weigel alemán, Superior que fue de las misiones de Mainas, con mapas los más exactos de cuantos hasta ahora se habían visto. (1)

(1) En carta de 3 de febrero de 1785 confirma el P. Ayllón que ya "la obra del P. Weigel se ha publicado".

AL SR. DR. DN. ANTONIO SÁNCHEZ DE ORELLANA

(fragmento)

(INÉDITA)

Roma, 12 de Noviembre del 83.

Eh! harto he dicho de mí y nada importa; paso a decir lo que ocurre de otros. Milanesio, después de tres meses que se ha regocijado con sus amados quitenses en Ra vena, hospedado en la casa de Torrejón (es propia, que se la compró con 1500 escudos) se restituyó a fines de septiembre a su Turín. Viescas Ramón está de Prefecto de las escuelas públicas, que en Ravena ha formalizado en casas nuevas fabricadas el Cardenal Valenti Gonzaga, Legado actual de la Romana, muy amante de jesuítas; y le dan de honorario por esa Prefectura 110 pesos al año. Valencia Joseph Joaquín es uno de los maestros públicos con 50 pesos al año. Hospital, Arteta y algu­nos otros comprovincianos predican, confiesan, catequi­zan etc. con satisfacción en la misma ciudad donde mo-

466 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

ran los más de Quito. Los demás quitenses están espar­cidos en Faenza, Rímini y otras ciudades fuera del Esta­do Eclesiástico, v. g. Moscoso, Riofrío, Ibarra, Jijón viven «n Massa de Carrara; los dos Larreas, en Verona, en casa del caballero Liorsi, donde Joaquín es el maestro de los dos o tres hijos de ese Señor, con 60 pesos al año, fuera de misa pagada, mesa espléndida y todo servicio. Muñoz está mejor todavía en el mismo Verona de maes­tro en la casa de otro señor muy rico. En Roma, Cisne-ros Joseph está de ayo y maestro de dos hijos del Mar­qués Massimi. El otro hermano menor murió tísico re­cién graduado de Doctor en medicina. Manuel Frías ya está en el tercer año de estudio de medicina en la Sa­piencia, y por falta de dinero no se ha graduado de Doctor, por socorrer con lo que ganara de médico su miseria y la de su mujer e hijos. Su primo hermano Aviles más ha de un año vive compañero mío y siempre enfermo. El paisano de éstos J. de D. Ruiz le asiste y se ha portado hasta ahora siempre bien. Recio goza de sa­lud y nos visitamos frecuentemente. Herrería está de cura en la ciudad de Porto, obispado del Cardenal Car­los Rezzonico, pero desierta, con cosa de 8 pesos al mes: está cerca de Roma. A 18 millas o 6 leguas de Roma, en la populosa ciudad de Tívoli, está Aguirre de público Maestro de Teología Moral viviendo en el que fue colegio jesuítico, y hoy se llama Convito, con otros jesuítas italianos, muy estimado de todos ellos y de to­dos los vecinos, y sobre todo del nuevo obispo, paisano y pariente de nuestro santo Papa, cuyo teólogo es y examinador sinodal. La fama de la literatura de Agui­rre se va aumentando aun en Roma entre italianos y españoles, y de alto rango.

AL SR. DR. ANTONIO SÁNCHEZ DE ORELLANA,

PRESBÍTERO DOMICILIADO EN QUITO, (i)

(INÉDITA)

En nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Jesús, María y José.

Muy Sr, mío. y amigo singularmente carísimo:

El día 13 de noviembre consagrado a la fiesta de San Estanislao de Kostka, que con todos los santos interceda por nosotros, encaminé por la posta un pliego para V. M., prometiendo escribirle otra vez el siguiente mes de diciembre para satisfacer a sus deseos de saber lo que ha pasado en estos últimos años en Roma y Rusia, a sus amigos. Yo también anhelaba informarle cumplidamente de tan interesante materia: mas la multitud de cuentos y relaciones entre sí diferentes y opuestas, que oía y leía

(1) Esta carta, empezada en diciembre de 1783, no fue terminada sino el 18 de Marzo de 1784.

468 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

en cartas y gacetas, habían suspendido mi pluma hasta poderla ejercitar en escribir lo más averiguado; dando tiempo a que se asentase el lodo que enturbiaba el agua, y se cirniese la harina de tanto afrecho. Concurrió a diferir mi comunicación el haber sabido desde fines o mediados del año pasado 1782 que la Emperatriz de Ru­sia enviaba un embajador al Papa: novedad grande, sin ejemplo y contraria a las etiquetas políticas de soberana por razón de estado cismática, que puso en curiosísima expectación toda la Europa. Los que vivimos en Roma y por Italia, nos prometíamos, que se nos declarase todo con la venida de ese enviado, que con más impaciencia se aguardaba desde que se supo ser el canónigo primice­rio de la Iglesia católica de Mohilow, que había sido Je­suíta supreso con los demás del reino de Polonia, donde le cogió el breve decolatorio a tiempo que, de maestro de teología, la enseñaba en la universidad de Cracovia, o de Wilna; y que por complacer a sus nobilísimos parientes entró en esa canonjía, que por ser ciudad sujeta a la Emperatriz de Moskovia (con las demás de aquella parte de la Rusia blanca, que, dividido el reino de Polonia, habían tocado a Su Majestad) entró por consiguiente de subdito suyo y subdito dichoso; pues con la gran doctri­na, sabiduría, santidad de vida y otras más prendas, con que Dios condecoraba su persona, sobre su gran nobleza, se ganó particular estima y confianza de su soberana la heroína del presente siglo Catarina II Alexierona. . . . Finalmente llegó a Roma el día 2 de Marzo de este año 1783, sujeto tan esperado; y por calles excusadas (a cau­sa de estar la del Corso toda ocupada del carnaval), sin tren alguno de embajador, se fue a alojar en una locanda sobre la que llaman "plaza de España", por estar en ella el palacio de los embajadores de esa corona. Según las instrucciones que traía, antes de verse con el Secretario de Estado Cardenal Pallavicini, se presentó inmediatamen­te al Papa con sus credenciales. En los primeros días re­cibió los cumplimientos de los Embajadores y Ministros de las cortes, y algunos Cardenales, y otras personas de respeto, y con todas ellas no usó de otra lengua que de la latina, en que se explicaba con la facilidad, elegancia y facundia de Cicerón, sin dejo alguno de extranjero en

P. JOAQUÍN AYLLÓN 469

la pronunciación. No obstante cuentan (y por cuento lo tengo) que después de haber pagado la visita a cierto Cardenal, éste dijo enfadado a su Maestro de casa: Habrá pensado este simple que su lengua alemana, en que él me ha parlado, es la que todos hablan. . . Pues todo cuanto he bído (respondió el Maestro de casa) ha sido latín, Eminentísimo. Pues ¿por qué no me lo avisaste desde el principio, repuso el Cardenal, más enfadado, para que yo le contestase en latín también? Creía que Vuestra Eminencia, no gustando de tal visita, con su to­tal silencio le daba a entender que se fuese presto, le dijo el lisonjero Maestro. Así es, ya que no me hablará otra vez ese canónigo secador, dijo el Cardenal y sé retiró; como se retiró mi pluma de vergüenza al caer este bo­rrón. Volviendo a nuestro Emjadador ruso (llámase Juan B.enislawski) en los 92 días qué se detuvo en Roma, hubo siete audiencias del Papa Pío VI. Por entonces no se traslució, ni se pudó averiguar cosa alguna cierta de los negocios a que había venido, ni del éxito bueno o malo de ellos, por el silencio del Papa y cautela impenetrable del: sabio enviado, que excusándose desde los principios de admitir visitas jesuíticas, apenas trató con el Asis­tente, que fue de las provincias de Polonia, que había sido su Maestro, y con uno y otro del convicto del Jesús (la casa profesa antes) a quienes aseguraba, que todo iba bien¿ gracias a Dios, y nada más; a excepción de dos artículos, que aliunde. i1) ya eran públicos y notorios; de la pretensión del Palio Arzobispal, para ese obispo de Mohilow, que tan solemnemente había erigido y abierto nuevo noviciado para perpetuar los Jesuítas de la Rusia blanca y la coadjutoría con futura sucesión al dicho ar­zobispo, para el mismo enviado, y ya electo obispo por la Emperatriz, dicho canónigo Benislawski. En estas dos cosas por ya sabidas y corrientes hasta en las gacetas con­testaba muy de paso, callando todo lo demás el invicto Benislawski, a pesar de mil industrias y mil espías, en •que lo constituyeron los del partido, o cabala antijesuíti­ca:, luciendo en todas ocasiones el sabio "enviado un sose­gado y expedito desembarazo en sus respuestas oportunas

<2) por otro conducto.

470 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

y discretas, que con inadvertible destreza eludían las ase­chanzas de la curiosidad, y sin notarse el modo, frustra­ba sus intentos. Vaya un verbigracia de ellas en la si­guiente. En la conversación del Cardenal de Bernis, Mi­nistro del Rey de Francia en esta corte, habiéndose toca­do con arte el asunto común del día de los Jesuítas de la Rusia y su noviciado, por algunos de los muchos que van a esa conversación la más frecuentada en Roma de Car­denales, Monseñores, Príncipes, Princesas, Embajadores y Ministros, uno de los Cardenales se le encaró a Beni-lawski, diciéndole: ¿En qué conciencia pretenden esos abolidos mantenerse de Jesuítas contra los más auténti­cos decretos de la Santa Sede, aprovechados y recibidos de la universal Iglesia? Benislawski sin enredarse en ninguno de los lazos y anzuelos de esta capciosísima pre­gunta, respondió con serenidad estas solas palabras: EgO non sum iudex conscientiarum (*). Mudo le dejaron y atónito al Cardenal y a los demás mirándose los unos a los otros callados por un rato, hasta que se tocó otra muy diferente tecla. Por inducción del Papa hubo de verse también algunas veces con el Cardenal Antonelli, Prefec­to de la famosa Congregación de Propaganda Fide, y tratar puntos relativos a las misiones, misioneros man­dados, como a otros reinos católicos, así también a ese de Moskovia por dicha Congregación de Propaganda: a las cuales misiones habia prohibido de su ejercicio y des­pedido a todos ellos de sus dominios la Emperatriz Ca­tarina II, encomendando todas esas misiones a sus Jesuí­tas: golpe que dolió mucho a dicha Congregación. De la cual es de advertir que, desde que en el siglo pasado fue inducido a crearla o formarla Gregorio XV, se comenzó a mostrar desde luego como un cometa fatal contra la Compañía de Jesús, por la cizaña que los de otros Ins­titutos enviados misioneros a todas partes del mundo don­de había Jesuítas, sembraron abundante por emulación y celos de la envidia. De manera que dicha Congregación compuesta comunmente de ministros y oficiales introdu­cidos con ingenio y arte de la cabala muy a proposita

(1) Yo no soy juez de las conciencias.

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para llevar adelante sus ocultos designios, atizada conti­nuamente de calumniosas acusaciones y falsos informes de otros misioneros émulos y adversos, esparcidos en rei­nos y regiones de infieles o acatólicos, contra los Jesuí­tas, vino a ser la fragua, el armario, el arsenal de donde han sacado los más peligrosos instrumentos para batir, para minar, hondear, y finalmente demoler y destruir la Compañía de Jesús, que era ana de las principales for­talezas de la Católica militante Iglesia. Aun después de verla destruida en los demás reinos y estados católicos, que admitieron el Breve desolador de Ganganelli, sabien­do la cabala que vivía aún en una sola mano allá en el retiro de la Rusia Blanca, por no haber querido su sobe­rana la Emperatriz, admitir dicho Breve, ideó, y por me­dio de la Congregación de Propaganda puso en ejecución, un ardid sutilísimo para corromper, y acabar la vida de la Compañía retirada toda a ese solo miembro, o mano de todo el gran Cuerpo y en lo demás difunto. El ardid fue conseguir de este Papa un Breve, con que constituía al obispo de Polosko Visitador Apostólico de toda la Rusia Blanca con generales amplísimas facultades de deshacer, suprimir iglesias, conventos, colegios etc., y también de erigir de nuevo, según le pareciere conveniente, casas religiosas, monasterios, etc., en todas esas partes. Con éstas y otras facultades ilimitadas puestas en mano del nuevo obispo de Polosko grandemente estimado de la Em­peratriz, y desde su juventud mal impresionado contra Jesuítas, como quien antes de ser católico habfe sido cal­vinista, no dudaban los del partido que, si habían escapa­do esos Jesuítas del Breve de Ganganelli, de este otro de Braski no podían escapar, pues dado el Regio-exequatur, a pase por la Emperatriz toda propicia a su gran favorito el obispo, condecorado, para más complacerla, con el ex­celso honor de Visitador Apostólico, éste ya de antemano prevenido pasaría inmediatamente a suprimir esos cole­gios, y extirpar todos los Jesuítas, sin que quedase ya n i uno en todo el mundo. De palabra^ por cartas, en gace­tas y libros divulgaron esta última extinción como suce­so indubitable y el partido antijesuítico contaba éri todas partes este su glorioso postrer triunfo con tan segura fran-

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queza, que muchísimos, quizá los más, aun de los Nues­tros, rindieron a esta nueva fe su antigua esperanza, como ya desengañada; mayormente a vista de Friderigo o Fe­derico IV, Rey de Prusia, que rechazando el Breve de Ganganelli con protesta de querer conservar a los Jesuí­tas en sus dominios, para vender después bien cara su semilla, a los principios de esta última guerra Hispano-Gálica contra Inglaterra, vendiéndonos en realidad bien caro al partido desolador, verificó su sólita interesada pre­dicción muy a la letra. En medio de todo esto Dios Nues­tro Señor allá en la Rusia estaba haciendo un juego de aquellos suyos. El Obispo Visitador Apostólico, a fuer de hombre justo, que lo es, e irreprensible, guiado del Señor por caminos rectos, quiso por sí mismo explorar, obser­var y averiguar lo que eran esos Jesuítas de la Rusia entre esas gentes de las ciudades y pueblos que iba visi­tando. No contento con esto e informes unísonos de to­das clases de personas, iba hospedándose en los colegios, deteniéndose hartos días, haciendo mil pruebas de esos pobres Jesuítas sin que lo entendiesen ellos- Concluida la visita, suplica a la Emperatriz con los mayores enca­recimientos por la conservación, propagación y perpetui­dad de los religiosos de la Compañía de Jesús, como de gremio el más provechoso de todos a sus estados. Refiere a Su Majestad con ingenua confesión y confusión santa, ?sus contrarios prejuicios, detestables como viciosos vasta­gos del calvinismo en que lo habían embebido desde niño, pero dando gracias a Dios de que esos siniestros prejui­cios le hubiesen conducido más derechamente a descubrir la verdad, que las más favorables prevenciones. Repre­senta gozoso la universalidad y conformidad de los ates­tados, bastantes a canonizar de santos todos y cada uno de los religiosos Jesuítas. Confírmalos con la variedad de prueba críticas que hizo de ellos en los colegios, etc. La Emperatriz, con esto más ahincada en sus piadosos de­signios, ordena al Obispo que usando de las facultades amplísimas que el Papa le daba en el Breve (en realidad son tantas y tan amplias, que a ningún Visitador Apos­tólico se le habían comunicado de ningún Papa tales) hiciese luego fabricar un noviciado bien capaz, y lo diese

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a los religiosos de la Compañía de Jesús para su propa­gación y perpetuidad en sus estados. Pero el prudente Obispo, para que a todo el mundo constase que esa Casa de probación o noviciado jesuítico se edificaba, no sobre arena, sino sobre firme piedra, juntó una especie de con­cilio de todos los de su Cabildo y de los más acreditados Canonistas, Legistas y Teólogos de su Diócesis; hizo que examinasen y considerasen atentamente todas y cada una de las facultades del susodicho Breve Apostólico por tres años; y que después de maduro acuerdo y conferencia, diese cada uno por escrito su libre parecer. No les había indicado todavía nada del orden imperial. Mas por con­sejo interno del Rey de reyes, todos unánimes convinie­ron en la sentencia de que en dicho Breve se contenía indubitablemente la facultad de eregir el dicho noviciado, etc. Entonces, reunidos otra vez los del concilio, les ma­nifestó primero la admirable conformidad de todos los votos; y después la voluntad de la Emperatriz, reve­lándoles que ni Su Majestad procedía en eso de modo que sola su soberana voluntad fuese toda la razón de su decreto, sino que, a fuer de Soberana religiosísima, apo­yaba la erección de ese noviciado jesuítico en dos bases muy firmes: la una del Breve que tenía auténtico del mismo Papa Ganganelli, Clemente XIV, a su Nuncio en Polonia Monseñor Garampi (hoy Nuncio en la corte del Emperador de Alemania), en que le prohibía dar paso alguno en orden a que se aceptase su Breve destructivo por aquellos Jesuítas de los estados de la Emperatriz, puesto que, según el mismo Nuncio había informado en su carta de consulta de dicho Papa, su imperial Majes­tad se había declarado resueltamente contraria, y protes­tado querer mantener la Compañía de Jesús en sus esta­dos de la Rusia Blanca, sin la más mínima mutación, como lo había jurado cuando tomó el dominio y pose­sión de esa que era parte del Reino de Polonia; y por haberlo sido, permitió la Emperatriz, que la autoridad del Nuncio Pontificio de Polonia prosiguiese extendida como antes á dicha Rusia Blanca, donde dominaba, y continúa dominando sola la religión y fe Católica Ro­mana, Por todos estos respetos dicho Papa Ganganelli •en su Breve de respuesta a dicho Nuncio, ño sólo le pro-

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hibió dar paso alguno contra la voluntad de la Empera­triz, sino que por el motivo de tener grata y propicia a su Majestad, se expresa, que conviene dejar a esos Jesuí­tas quietos en su primer estado y profesión de su santo Instituto para la conversión y aumento de la je católica y servicio de su imperial Majestad en esos sus dominios. No puede estar más clara y expresa la voluntad, con que el mismo Papa que suprimió la Compañía en los demás estados donde la cabala hizo admitir el Breve abolitivo, exceptúa y exime absolutamente de la supresión y aboli­ción común a esos Jesuitas de la Rusia Blanca, y les acuerda, concede y otorga la tranquila conservación en sus colegios y casas, profesando su santo Instituto, para los fines que allí expresa. Por consecuencia necesaria de­bemos decir, que acordó, concedió y otorgó los medios necesarios que de él dependían, para esa conservación de la Compañía de Jesús en esos dominios. Pues he allí concedida la erección del noviciado; y he allí una de las bases firmes a que se apoyaba la religiosa Emperatriz cuando decretó se fabricase un amplio noviciado. La otra base firmísima a que se apoyaba su decreto era el actual Sumo Pontífice Pío VI que, requerido de la Emperatriz por un cierto interlocutor, respondió asegurando a Su Majestad que, habiendo su predecesor Clemente XIV com­placido como era muy debido a Su Majestad en prohibir a su Nuncio toda novedad y cualquiera acción opuesta a la conservación y duración pacífica de los regulares de la Compañía de Jesús en sus dominios, Pío VI estaba muy ajeno de contrastar en esta justísima disposición a su predecesor, y mucho más ajeno de no secundar las pías intenciones de tan sabia como poderosa Soberana.

Dio ocasión al requerimiento imperial y a la indica­da respuesta pontificia, el escrúpulo del que entonces era Provincial del Alba Rusia (hoy vice-general de la Com­pañía de Jesús existente en el grande imperio de la Mos-kovia) que llegó a presentar a su Emperatriz un memo­rial inaudito y quizá sin ejemplo en las historias de los siglos, suplicando a Su Majestad se inclinase a permitir­les conformarse con todos los demás hermanos suyos en obedecer al Sumo Pontífice que había decretado la ex-

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tinción y abolición total de la Compañía de Jesús en todo el mundo, donde quiera que existiesen, puesto que Su Majestad, no sólo permitía, sino que mandaba que todos sus vasallos de la comunión romana obedeciesen exacta­mente al que reconocían por cabeza visible de la Iglesia Católica, cual era para ellos el Romano Pontífice; cuyas leyes y decretos obligaban a su obediencia, aun publica­dos solamente dentro de Roma, según la opinión común de los Teólogos y Jurisconsultos romanos. "Por lo cual, habiéndose divulgado por la Europa y otras partes la no­ticia de que los Jesuítas que estaban en la Provincia del Alba Rusia han continuado en su profesión e Instituto, nos aseguran que el escándalo es general, mirándonos como a refractarios contumaces, cismáticos y descomul­gados, voceando y publicando los tales en libelos y ga­cetas, dentro y fuera de Roma por todas partes: escán­dalo espantoso que debemos evitar cuanto es de nuestra parte, mostrándonos sumisos y obedientes al que confe­samos Pastor universal de la Iglesia, aun a costa de nues­tra propia destrucción, estimando como estimamos más dejar de ser, que dejar de obedecer. Por lo que humilde­mente rogamos a Vuestra Majestad que permitiendo nuestra secularización, en adelante se sirva de cada uno de nosotros como de vasallos que somos de Vuestra impe­rial Majestad los más rendidos, los más reconocidos, los más obligados a su obediencia y servicio, en que desea­mos y estamos prontos a dar nuestras propias vidas si alguna ocasión para nosotros dichosa lo exigiese. Y que no haría en obsequio de Vuestra Majestad nuestra inex­plicable gratitud a lo mucho que la debemos especialmen­te por habernos mantenido benignísimamente en el esta­do que habíamos abrazado con sumo aprecio de religio­sos de la Compañía de Jesús, a tiempo que ésta se disol­vía en todo el mundo: y por la constancia con que per­siste en mantenernos del mismo modo, cerrando todas las puertas a las pretensiones de nuestra destrucción. No obs­tante todo eso, la veneración y respeto que debemos al Vicario de Nuestro Señor Jesucristo nos ha traído a los pies de Vuestra Majestad con este humilde memorial; porque si bien durante el espacio de trece meses que

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sobrevivió a la expedición del Breve destructivo el Papa Clemente XIV, no se nos pudo intimar su resolución, ni hasta la hora presente la haya procurado su inmediato sucesor el Sumo Pontífice Pío VI, empero se nos ha dado a entender que su Santidad querría que nosotros mis­mos recabásemos de la clemencia de Vuestra Majestad el consenso al sensibilísimo sacrificio de nuestra propia des­trucción por la obediencia a la Santa Sede'1. . .

Se advierta que dicho provincial de la Compañía de Jesús, cuando dirigió su memorial a la Emperatriz, igno­raba del todo la exención que el mismo Papa Clemente XIV tenía hecha de los Jesuítas de la Alba Rusia, porque de este su Breve de respuesta al Nuncio de Polonia, en que le prohibía dar paso alguno contra la conservación de esa pequeña mano de la Compañía de Jesús, no quiso Ganganelli que alma viviente lo supiese, fuera de Mon­señor Estéfano Borja, secretario entonces y ahora de la congregación de Propaganda, Monseñor Garampi su Nun­cio en Polonia, y el Excmo. Sr. Pablo Potenquin primer Ministro y de todas las confianzas de la Emperatriz, a quien se le encomendó ponerlo en noticia de su Sobera­na. Y ¿qué hubiera sido del pobre Papa Ganganelli, si antes de morir él se hubiese traslucido ese su Breve se­cretísimo al tremendo partido que le compelió a suscri­bir el Breve destructivo de la Compañía de Jesús? Lo menos, después de su muerte, ninguno se hubiera metido en fingirle milagros, y en vez de aclamarlo taumaturgo lo hubieran infamado peor que a Judas t r a idor . . . .

Adviértase también que dicho provincial y Jesuítas sus subditos, fueron con artificiosísimas cartas inducidos a creer que el Papa Pío VI estaba indignado contra ellos, atribuyendo la repugnancia a la intimación del Breve abolitivo, no a voluntad propia y espontánea de la Em­peratriz, sino a mera indulgencia, condescendencia o con­veniencia de la piadosa Señora, recabada a fuerza de in­tercesiones o artificios místicos; que Su Santidad, a vista de la sumisión de todos los reyes y príncipes de la Eu­ropa y otras partes en admitir y dar ejecución al Breve dé su antecesor, no habiendo precedido materia alguna

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de queja o disgusto entre la Emperatriz de .Mpskpyia y la Santa Sede, no sabía idearse otra causa de la porfía en rechazarse dicho Breve únicamente de los de la Alba Rusia, que las intrigas de los Jesuítas. Por tanto, que para aplacar al Papa celoso de la obediencia a las. deter­minaciones de la Santa Sede, para quitar el universal es­cándalo de la Iglesia, era necesario que los Jesuítas de la Rusia diesen una prueba segura y nada equívoca de no haber sido, ni ser ellos la causa de esa singularidad, ni haber dependido de ellos, sino tan solamente de la es­pontánea voluntad de su soberana el haberse eximido de la general abolición. Con estas y otras mil abultadas, exageradas, inculcadas, pero igualmente falsas, engañosas e insubsistentes sofisterías y mentiras, indujeron, como dije, al inocente e ingenuo Provincial a pedir y suplicar él mismo que se ejecutase en él la sentencia más injusta y criminal que después de la del Deicidio se ha dado en el mundo. Con este acto de la más ardua obediencia al Romano Pontífice, que apenas será creíble a la posteri­dad, se expuso el Provincial con todos sus subditos a perderlo todo. Pero como ellos, desnudos hasta de sí mis­mos se habían arrojado al mar o abismo sin fondo de la divina Providencia, ésta los salvó del temido naufragio. Asiste Dios con su gracia a la Emperatriz. No despreció, desdeñada, tan extravagante memorial. No calificó a su autor del más simple y mentecato entre los hombres, (como lo han calificado otros y no pocos, diciendo que la misma naturaleza enseña a claras luces, no estar obli­gado ni el más reo a entregarse a sí mismo, cuanto me­nos el inocente, y más sin ser demandado ni requerido). No: antes bien, admirada altamente y edificándose de esta sobreheroica obediencia, empezó a estimar mucho más que antes tan extrardinarios y raros obedientes, y empezó también a respetar y venerar más que antes a la Cabeza de la Iglesia católica y Pastor universal; por cuyo obsequio y reverencia, se presentaban de suyo sin ser buscadas, a su propia aniquilación tantas y tan inocentes víctimas, Pero esa misma tan maravillosa docilidad de esos Isaacos empeñó más a la Emperatriz, es decir, por medio de ella a Dios a conservarlos intactos, a bendecir-

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los, confirmarlos, multiplicarlos y lo que importa más que todo, servirse de ellos para su mayor gloria y bien de tantas almas. Respondió la Emperatriz al Provincial que no fuese tan escrupuloso: que viviese tranquilo con sus hermanos bajo de su amparo y protección materna, sin hacer caso de todos esos vanos espantajos que los ha­bían atemorizado: que de cierto les aseguraba, que su permanencia inmutable en la profesión de su Instituto de religiosos de la mínima Compañía de Jesús en sus imperiales dominios no había sido ni era contra, sino según la buena voluntad de los dos Sumos Pontífices Clemente XIV y Pío VI . . . En consecuencia de este me­morial les dio la Emperatriz más casas y fondos para nuevos colegios, les adjudicó más escuelas para la bue­na educación de los centenares que acudían, más iglesias para los divinos oficios, etc. Estos nuevos favores sobe­ranos, estos avances de la Compañía de Jesús en esas partes irritaban más y más los enconos de la cabala. Sus agentes y espías, aunque todo lo sospechaban, recelaban, temían; pero no pudieron averiguar ni en Pietroburgo ni en Roma el secreto impenetrable del consenso de uno y otro Papa a favor de la permanencia de los Jesuítas en la Alba Rusia. Consenso que la Emperatriz se lo había procurado, no tanto porque fuese necesario de de­recho para dicha permanencia (bastando para legitimar­la y justificarla, el no habérseles intimado jurídicamen­te el Breve, ultra de su evidente notoria nulidad por mil capítulos), cuanto por quitar escrúpulos de esos nimios papistas, y hacer que viviesen con mayor tranquilidad en sus dominios.

Sin embargo, pues, de tan notoria benevolencia y be­neficencia de Catarina II, no desconfiando hacerla mudar de sentimientos, maquinó la Cabala que el Obispo de Po-losko, teñido contra Jesuítas y juntamente favorito y muy privado de la Soberana, fuese hecho Visitador Apostólico, como arriba he dicho. Pero después de que el poder de Dios de esa misma máquina inventada para destruir y extirpar del todo la Compañía se sirvió para edificar, no ya algunos colegios sino un noviciado, que es mucho más en orden a plantar, arraigar, propagar y extender (sabe

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Dios si por todo el mundo) esa tan perseguida mínima Compañía de Jesvis; no es decible el furor y despecho con que se explicó el partido burlado contra Jesuítas y contra el Obispo de Polosko, que fabricado ya el amplio noviciado hizo la apertura y estreno de él con alegrísima sagrada pompa, a que precedió su bien dictada y sabia Carta pastoral impresa, en que describe a la letra todo el Breve con que este Papa le había hecho su Visitador con la grandeza y amplitud de las facultades suso indica­das, enviando de esa su Carta pastoral o Auto, una copia al mismo Papa Pío VI, otra a la Congregación de Propa­ganda, y ambas con lodos los documentos auténticos de cuanto se había actuado en la materia. Divulgado todo esto en todas las gacetas públicas de Holanda, Francia, Italia y Alemania, a un mismo tiempo (cosa rara) y de repente cuando se prometían todo lo contrario, fue como un trueno del mayor espanto para los agentes de la parte opuesta que les dejó atónitos por algunos días. Vueltos en sí, urdieron mil tramas, usaron de mil ardides para anublar, ofuscar, oscurecer y confundir las ideas de lo sucedido. Con la mayor prisa escribieron varios libros llenos de los más torpes dicterios, de las más atroces ca­lumnias y oprobios contra los Jesuítas, contra el Obispo y contra la Emperatriz: uno de esos libros fue estampa­do en la misma sagrada imprenta del Colegio de Propa­ganda: su autor un Fr. Dominicano de talento no vulgar para despropósitos, errores y aun blasfemias. Al frontis de su libro había hecho esculpir una nueva estampa, en que se veía sentado en alto solio el Papa Gonganelli vi­brando de su diestra mil rayos y centellas contra la Com­pañía representada en una torre destrozada y ya caden­te; al rededor de la cual puestos los jesuítas se esforza­ban a detener con sus apuntalados brazos su última ruina. Desde la estampa misma empezaban los disparates im­píos: pues el sacrosanto nombre de Jesús colocado por divisa en la pirámide o punta de la torre, le mostraba despedazado, y en precipicio hacia el suelo, a fuerza de los rayos vibrados contra él, de dicho Papa. Mas éstos y semejantes desfogos de su furor poco aprovechaban. En la gaceta de Roma, que es llamada del Crezcas, y nada

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pone sino lo revisto y aprobado por el Cardenal Secreta­rio de Estado, se aseguró que sin alguna legitima autori­dad y expresamente contra la mente del Papa Pío VI había erigido y abierto ese noviciado el Obispo. El mis­mo Secretario escribió a todos los nuncios en las cortes católicas, que dicha apertura de ese noviciado era hecha contra la mente y fines de Pío VI en haber hecho Visita­dor Apostólico a ese Obispo. Al mismo Obispo de pura rabia dicen que le escribió, que era doblado y de mala fe; que la autoridad de Visitador Apostólico de ningún modo se le había conferido para hacer lo que había he­cho; que si no se retractaba de su primer Auto o Carta pastoral con otra igualmente pública, y además de eso, si no procuraba con todos sus conatos deshacer cuanto había hecho, lo suspenderían. El Obispo, justificando su conducta, respondió una carta, que no es menos admi­rable en su energía y fuerza de razones invencibles, que en su modestia e inalterable mansedumbre. Los minis­tros de las cortes que habían pedido y a fuerza obtenido la extinción, no dejaban piedra por mover por medio de los Cardenales dependientes y otros de gran valimento, bien que sin sacar la cara a nombre de sus respectivos soberanos, por miedo de la Emperatriz. El Papa oía y callaba sin poderse declarar, dejando correr los dichara­chos del Cracas y los billetes de su Secretario a los Nun­cios y los libretes o libelos, etc. Después de mil astucias no le han podido hasta la hora presente extorcer ni una letra por escrito, ni una palabra de boca con que signi­ficar que era contra su mente o contra su voluntad la permanencia de Jesuítas en los dominios de la Empera­triz ni esa resurrección de la extinta Compañía de Jesús en ese nuevo noviciado, nido dichoso de esa Fénix.

Las más atrevidas reconvenciones. . , no le han saca­do más sino que, conforme a lo que desde el principio le pidieron y prometió, él no inmutaba cosa alguna de las que dejó hechas el predecesor. Respuesta a que no han podido replicar, sino con cacareos. Pidiéronle con gran­de ahinco expidiese a lo menos un Breve con la simple declaración de que el Visitador Apostólico había excedi­do las facultades que se le dieron, abriendo noviciado

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para los de la extinta Compañía. "Con esta simple de­claración (le decían) quedarán satisfechas las cortes que instaron por la extinción de ella, de que Vuestra Santi­dad no ha inmutado cosa alguna". . . Parece que Su San­tidad, dándoles a entender que penetraba la doblez ma­lignísima de esa simple declaración en el intento de ellos, les dijo: que en el Imperio de la Moskovia había muchos católicos no solamente permitidos, sino también protegi­dos, favorecidos y promovidos en el ejercicio público de su religión, por su soberana Catarina II ; que por tanto le debía evitar estudiosamente el no dar ocasión alguna de disgustarla. . . Ya se ve que las raposas y serpientes dé la cabala bien advertían que con esa simple declara­ción, no se podía anular la creación del Noviciado; pero querían tener el gustazo de alucinar el vulgo católico de todo el mundo con un documento positivo interpretado y glosado a modo de ellos; y con más apariencia infamar de cismáticos, herejes y de excomulgados esos Jesuítas; y principalmente intentaban poner mal al Papa con la Em­peratriz, prometiéndose copiosa mies de tal cizaña. Pero no habiendo podido recabar del Papa ni esa simple de­claración por escrito, ni palabra alguna que se le esca­pase de la boca contraria ni al Visitador, ni al Noviciado, ni a los Jesuítas, maquinaron otra nueva más ingeniosa y solapada mina para reducir a cenizas la Fénix redivi­va, con su Noviciado sin estrépito, ni ruido. Formaron aquí en Roma un plan de existencia del Instituto y mi­nisterios de la Compañía en los dominios de la-Empera­triz mucho más ventajoso en la apariencia a esos estados, si Su Majestad los conservase independientes del papis­mo, excesivo, con que los Jesuítas se habían hecho sospe­chosos desde sus principios a todos los gabinetes de Eu­ropa y fuera de ella, y finalmente odiosos aun a los más piadosos monarcas, hasta juzgar necesario al bien de sus reinos su total exterminio y abolición de todo el univer­so. . . Ese plan político parlado, limado, bruñido brillan­te y espesiosísimo, como obra de insignes artífices man­comunados en los congresos que por muchos días tuvie­ron para el efecto, lo enviaron a Pietroburgo a cierto obispo de fe no menos que de rita griego, aceptísimo a la Emperatriz por su elocuencia y gracia singular de la-

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bios; y se lo enviaron con sus proporcionadas instruccio­nes y cuantiosos exquisitos regalos. Exhibido el Plan, no le desagradó a la Emperatriz, pero no quiso resolver nada antes de mostrarlo a su primer sabio ministro. Éste, des­pués de haberlo leído y releído, dijo a Su Majestad, que por la suma fidelidad que la debía, confesaba ingenua­mente no ser capaz de exponer su parecer en esa mate­ria, porque no estaba impuesto cabalmente en ella; que por tanto él sería de sentir que Su Majestad diese a re­ver ese Plan al Provincial de los Jesuítas y sus consulto­res. Así se ejecutó. Y el Provincial, examinado qué lo hubo, volvió a la Emperatriz, y después de mostrarse pronto con todos sus hermanos a ser tratados y tenidos como a Su Majestad pluguiese, oyendo de boca de ella que no los quería tener sino de Jesuítas verdaderos y propiamente tales, entonces la informó del malignísimo artificio de dicho plan, descifrando claramente los dobla­dos enigmas que envolvía etc.. . Cuánto le indignase el modo con que habían intentado de engañarla, lo demos­tró con mandar luego uno de sus ministros a citar al Obispo griego (Monje de San Basilio) ad audiendum ver-bum (*). Mas los muchos amigos que tenía en palacio habían con tiempo avisádole que su plan se había dado a la revista del Provincial; con que el sagaz obispo cor­tesano, conjeturando tristes consecuencias, se había des­ude entonces ocultamente trafugado, no se sabe dónde. Ve allí en chispitas y poco humo resuelta esta nueva máqui­na eléctrica político-filosófica, con que iban a sacar la que se imaginan única fuente de la subsistencia de la Compañía de Jesús; es decir la buena voluntad de la Em­peratriz: pero como filósofos que statuerunt declinare oculos suos in terram> (2) no arribaron al verdadero pri­mer origen de esa admirable subsistencia, que es la vo­luntad de Dios; y para mostrarse autor absoluto de ella, ha frustrado todos los filosóficos más apurados designios, como hemos visto, edificando con las mismas máquinas

( l ) a oír lo que tenía que decirle,

(2) habían determinado volver sus ojos a la tierra.

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de destruir, solidando con los mismos violentos empujo­nes para aterrarla y asegurándola con los mismos supre­mos riesgos de acabar con ella.

Veamos esta destreza de la Providencia divina en lo siguiente: Caído en desgracia de la Emperatriz, y por lo tanto extrañado para siempre el Arzobispo de Polosko (arzobispado no cismático, sino católico, bien que de rito griego con los cuatro obispados sufragáneos Órsa, Mo-hilow, Mscislavia y Witebsco de tres a cuatro millones de católicos), determinó Su Imperial Majestad hacer ar­zobispo de Polosko al Obispo de Mohilow, ese mismo que había erigido y abierto el noviciado de la Compañía de Jesús en Polosko, como Visitador Apostólico, y para este electo Arzobispo envió a pedir el palio acostumbrado a este Papa Pío VI por la vía ordinaria y sin secreto. Mien­tras se trataba este negocio, he aquí que se le presentan al Papa el Cardenal de Bernis y el duque Corímaldi, éste como embajador del Rey de España, aquél como ministro del de Francia, intercediendo contra la concesión del palio a tal electo arzobispo, objetándole principalmente su arrogante abuso o usurpación de autoridad que no le podía competir, en la erección y apertura del noviciado público de una Religión totalmente extinta y abolida, a demandas e instancias justísimas de sus soberanos y re­conocidas por tales con la aprobación, aceptación y eje­cución pronta y general del Breve apostólico, con que fue en todas partes abolida. A esta real intercesión en oposición a dicho palio sufragaron otros ministros cola­terales de la cabala, representando al Papa que era un abuso muy perjudicial a la Santa Sede conceder ese pa­lio al nuevo electo, viviendo aun el legítimo Arzobispo de Polosko, que no había renunciado, cuando, según el ejemplo de otros Papas, debía sostenerlo en su dignidad y oficio empeñándose en restituirlo a la gracia de la So­berana y a su respectiva sede. En fin le apretaban dicien­do al Santo Pontífice que el promover al tal electo, y premiarlo con palio de Arzobispo en tales circunstancias, era argumento convincente de que el noviciado jesuítico se había erigido con secreta inteligencia y aprobación de Su Santidad: lo que era muy contrario a lo pactado y

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muy peligroso. . . Déjase a la consideración de cualquie­ra la angustia en que pusieron estos espantajos a un Papa, por su propia índole y por los escarmientos vistos de sus dos inmediatos antecesores, estudioso cuanto no cabe más de evitar toda ocasión de disgustar ninguna de las cortes católicas; y por otro extremo no le sufría el corazón negar un palio a la Emperatriz de la Moskovia, que con su gran poder y no menor prudencia, estaba dando en el día la ley a toda Europa; y lo que importa más había dado y estaba dando insignes muestras de su celo por la Religión católica, sin embargo de ser, por ra­zón de estado, cismática, y se sabía en ardiente deseo de la reunión de los dos ritos latino y griego y otros pro­yectos del servicio y culto de Dios Nuestro Señor en la amplificación del cristianismo por todo su imperio tan vasto, que él solo ocupa la quinta parte del globo terrá­queo. En este aprieto se estuvo el Papa al partido de callar y diferir la expedición de este negocio con el pre­texto de otros más urgentes por entonces. He aquí que entre tanto llega a Roma el hijo unigénito, primogénito de la misma Emperatriz, sucesor y heredero de todo, Paulo Petrowitz, joven de 29 años junto con su esposa María Federowna de Wirtemberg-Stutgard (hoy de 29 años) y madre ya de dos niños y una niña. Previno la Emperatriz al Papa (como a Soberano por cuya corte ha­bía de pasar su hijo y nuera, en el giro que hacían por la Europa) con una carta muy cortés, afectuosa y dis­creta de recomendación, que la he leído, y en ella retoca el pedimento del palio para el electo, abonando en todo el mérito de la persona y protestando al Papa que cuan­to el electo había hecho por los Jesuítas de la Alba Rusia y la apertura del noviciado etc. todo lo había ejecutado por expreso orden suyo. . . El Papa respondió con una muy cumplida; y cuanto al palio se reservó satisfacer a Su Majestad luego que hubiese vuelto de Viena, adonde estaba ya para partir a verse con el Emperador de Ale­mania por negocios gravísimos, que urgían a acelerar su viaje. De hecho partió el 27 de Febrero del 82 dejando todavía en Roma al Príncipe heredero de la Emperatriz con su mujer paseando,y observando las raridades de esta

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Capital del mundo. Habíale admitido ya a tres o cuatro audiencias o visitas en que el Príncipe se le mostró al Papa harto afectuoso y reverente, y cuando iba ya a montar en la carroza de viaje para Viena, se comidió el cariñoso Príncipe extranjero a abrir el esportelo, darle el brazo y hacerle entrar en la carroza al Papa, que se enterneció de modo que le saltaron las lágrimas. En to­das las basílicas y muchas otras iglesias que visitó dicho Príncipe, edificaba a todos con su religiosa devoción, mo­destia y silencio. Mostróse misericordioso y liberal con los pobres, agradecido a los servicios, accesible y afable con cuantos se le acercaban. . .

Por lo que mira al Papa con el Emperador de Viena, ya habrán sabido en Quito por los mercurios de Madrid lo bastante. Los puntos que propuso al Emperador y las respuestas de éste a cada uno de los artículos y las nue­ve réplicas del Papa con las respectivas contestaciones de César, las habrán leído en dichos mercurios. Yo he leído todo eso en los folios intitulados Anales eclesiásti­cos que cada semana dan a luz; y pues las gacetas italia­nas y la gaceta eclesiástica de París lo han divulgado har­to, debo presumir que a esta hora todo lo sabrán en esas conversaciones, donde quisiera hallarme. Omitiendo, pues, esta materia, proseguiré la interrumpida narración del palio. Se creía en la Corte de Pietroburgo, que este nue­vo electo Arzobispo fuese declarado por el Papa a su vuel­ta de Viena en el primer consistorio que hiciese en Ro­ma. Habiendo Su Santidad entrado en Roma el 13 de Junio del 82 tardó meses en tener ese primer consistorio, a lo que se cree, principalmente por las dificultades y enredos que no cesaban de ofrecerle los anti-Rusianos sólo por ser anti-Jesuítas.

Llegando a la noticia de la Emperatriz las angustias en que habían puesto al Papa le escribió segunda carta confortatoria y de garantía, insistiendo en la misma de­manda y protestándose resuelta a mantener a frente de quien se fuere, la Compañía de Jesús en sus estados. . . A esta carta no ignorada de los cabalistas, no respondió Pío VI. Se esperaba que la respondiese con el que lleva-

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ría el palio, etc. después de. haberlo preconizado en ese primer consistorio tan desusadamente retardado. Pero contra la expectación común bien que finalmente lo tuvo, no preconizó tal electo, ni menos envió palio ni aun res­pondió a la imperial carta de instancia y conforte. Se dice por refrán: que esperar y no venir es cosa de hacer morir; y la Escritura divina con menos de exageración y más verdad enseña, que aflige el ánimo la esperanza di­ferida: pues ¿qué haría deludida en el ánimo de la Em­peratriz? Cierto que al verse o recelarse menospreciada del Papa y en tales circunstancias, era muy de temer que, a fuer de mujer y soberana del más vasto imperio del mundo y no dependiente de Roma, prorrumpiese con ca­tástrofes y estragos, si no moderase su corazón el Omni­potente Señor, que como el de todos los reyes lo tiene en su mano para inclinarlo, a guisa de agua, donde quiere. Sólo la permitió escribir resentida una carta a su Emba­jador en Varsovia, corte del Rey de Polonia, mandando que se le hiciese entender bien al Nuncio del Papa resi­dente en la misma Corte, Monseñor Juan Andrés Argue-tti, Arzobispo de Calcedonia. Éste inmediatamente escri­bió al Papa incluyéndole una copia de dicha carta de la Emperatriz a ese su Embajador. Leyéndola el Papa que­dó consternado. Hizo llamar a su Secretario de estado Cardenal Palavicini, al Cardenal de Bernis, Ministro de la Corte de Francia y al Embajador extraordinario de la de España, el duque Grimaldi y mostrándoles la carta imperial exploró su consejo, como que eran y habían sido el triunvirato capataz anti-jesuítico, por cuya causa se veía Su Santidad en tanto aprieto y riesgo. Ellos tam­bién harto conturbados apenas atinaban a sugerir algún modo o medio honesto para aplacar la Emperatriz y evi­tar así los daños graves que amenazaban. Sugirieron que se hiciese el Breve de respuesta que se había omitido y las Bulas de arzobispo nuevo y del Obispo su coadjutor, todo con data o fecha anticipada; y le achacase la deten­ción al Secretario de la Congregación de Propaganda Monseñor Borja. . . Semejante embuste, indigno de cual­quiera hombre de bien, cuánto más del Vicario de Jesu­cristo, no le calzando a Pío VI, se hizo entender de la Emperatriz por un correo secreto de su mayor confianza,

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que-había deseado siempre y de presente, anhelaba el complacerla, y esperaba dejar plenamente satisfecha a Su Imperial Majestad con sólo que ella se dignase enviar a Roma algún sujeto escogido con quien poder de boca a boca explicar lo que por medio de cartas no podía hacer­lo sin' riesgo. Esto bastó para calmar la ira de esa sobe­rana. Cuan bien dijo el Poeta desterrado a Tomis del Ponto, que hoy posee la Emperatriz con toda la Crimea:

Quo quisque est maior^ magis est placabilis irae; et súbitos rnotus mens generosa capit. (*)

Con el recaudo del Papa reportado fielmente por el correo secreto, no sólo quedó aplacada, sino también com­padecida de las angustias y tribulaciones que le habían hecho y hacían sufrir los tres primarios instrumentos de la Cabala, de los cuales la Emperatriz bien informada de antemano, había significado su indignación a los respec­tivos soberanos, por medio de sus embajadores. Los re­yes de España y Francia, para darla alguna satisfacción, mandaron prontamente severas reprensiones cada uno al que le tocaba y orden de salir antes de las 29 horas de Roma. El duque Grimaldi, extraordinario Embajador de España, se retiró a Genova. El cardenal Bernis, Ministro de Francia, a Albano, Hacia allá también hizo retirarse a su Secretario de estado Cardenal Palavicini el Papa, por el mismo motivo de satisfacer a la Emperatriz a ejemplo de los otros reyes. Idearon colores y fingieron pretextos para alucinar al vulgo, a que no cayese en cuenta de la verdadera causa de esa retirada; la cual duró no pocos meses, hasta que la misma Emperatriz intercedió a que los volviesen a sus empleos en Roma. Entre tanto la Em­peratriz, según el recaudo del Papa, escogió al Canónigo Monseñor Juan Benislawski y se lo envió a Roma con sus credenciales, conforme he referido en la primera hoja de esta carta. Mas para que se creyese no pedido del Papa, si solamente enviado por motu proprio de la Em-

(1) El grande, más que el débil, la ira pronto enfrena, Y el alma generosa sus ímpetus domina.

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peratriz a negocios del todo prescindentes de asunto de Jesuitas y noviciado, el Santo Padre demandó al enviado que por escrito expusiese los artículos de su embajada, para consultarlos con las Congregaciones respectivas. Así lo hizo: exponiendo que la Emperatriz habia erigido Mo-hilow en Metrópoli Arzobispal, cuyo arzobispo quería fuese el Juez eclesiástico de todos los católicos de Rito romano de todo su imperio con total independencia de las Congregaciones de Roma por la distancia y dificulta­des gravísimas del recurso, Y para que el Arzobispo que había de presidir en ese único tribunal eclesiástico roma­no no fuese gravado él solo con tanto peso. Su Majestad quería que tuviese consigo siempre un Coadjutor de dig­nidad episcopal con derecho a suceder si muriese el Ar­zobispo: que a ese fin por estreno había dignádose Su Majestad elegir al mismo enviado; que las misiones en adelante quería las proyectase el mismo Arzobispo con el consenso de sus conjueces, y no ya la Congregación de Propaganda, por necesidad menos bien informada, que ese tribunal de las circunstancias de tiempo, lugares y personas a propósito para él logro de los apostólicos mi­sioneros, etc. En fin que, depuesto el antiguó Arzobispo de Polosko, quería otro nuevo en la misma sede. Excepto este último artículo que el Papa se hizo cargo de acomo­darlo (de hecho ya ha obtenido de la Emperatriz la re­posición en su propia sede de ese Arzobispo decaído), todo lo demás acordó sin dificultad al enviado obispo elec­to, a quien por abundar de cortesía quiso consagrarlo en Roma; pero el enviado representó al Santo Pontífice que la Emperatriz gustaría mucho de ver allí en su corte la consagración de Obispo de rito latino. De los principales negocios que trataron de boca, no se le pudo sacar más a Benislawski, sino que iba bien despachado en todo y por todo. Esta aseveración en general si bien nos ha con­solado grandemente, pero ha dejado mortificada nuestra curiosidad de saber cuáles fueron esos negocios despacha­dos en todo y por todo tan bien y tan a satisfacción de la Emperatriz y de esos Jesuitas.

De dos verdades ciertas y notorias se puede fácilmen­te conjeturar la calidad de esas demandas. La una es el

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amor nimio y reverencia escrupulosa de esa mínima Com­pañía de Jesús, tierna hija del Papa, para con su Padre. Las otras, el amor de madre de la Emperatriz para con tales hijos. Éstos, bien que con legítimos derechos sub­sistentes en el regazo de tan buena madre, después de todo ansiaban ser reconocidos de su Padre el Romano Pontífice por verdaderos Jesuítas legítimos hijos suyos y aprobados tales con positivas expresiones de su grata vo­luntad. La Emperatriz, en fuerza de su materno amor condescendiente aun a tan nimio, tan escrupuloso papis­mo, humilla por contentarlos su soberanía y, a pesar de su razón de estado y etiqueta de independencia de Roma, pide con afectuosas instancias al Papa la aprobación pa­terna de la existencia y perpetuidad de esa mínima hija suya la Compañía de Jesús en sus estados; la aproba­ción y aceptación específica de las fundaciones de nuevos colegios y del noviciado y de las misiones; la aceptación de todas las profesiones de los cuatro votos hechas y por hacerse, como también de las Congregaciones Generales para el Superior y cabeza de todos, con título de Vice-generai hasta que lo haya en Roma; la licencia de poseer en común los fondos, rentas, iglesias. En suma deman­daría la licencia y aprobación positiva expresa, benévola, ¡grata de éstas y de cuantas menudencias ocurrir suelen a los religiosos timoratos y escrupulosos, para quietar sus conciencias, y vivir contentos. Habiendo, pues, ase­verado Benislawski, que en todo iba bien despachado del Papa, y habiendo éste prometido a la Emperatriz que, si se dignaba enviarle un sujeto escogido, esperaba satis­facerla plenamente, parece lo más probable y verosímil que los aquí apuntados hayan sido los negocios que en todo y por todo se despacharon bien: confirmándose la conjetura con el mismo estudio de secreto profundo de la parte que hizo las demandas y concesiones, sino las dichas, exigen en el día tal secreto; a lo menos yo no tengo razón alguna para idearme otras. Es claro que el Papa asediado por todas partes por la Cabala y aun opri­mido de su peso y fuerza, no puede declararse por escri­to a favor de la vida milagrosa de esta su hija, que todo el partido anti-jesuítico la quiere muerta irresorgibilmente

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(término; favorito del. Secretario de estado Cardenal Pa-lavicini de palabra y por escrito). C1). Es cierto también que este Papa la. ha llorado acerbamente muerta y que la desea ardientemente viva. Es indudable que, muerta en todo lo demás de su gran cuerpo, está viva notoria­mente en esa mano de Jesuítas de los dominios de la Emperatriz de Moskovia: con que es de concluir que este Papa vivae vocis oráculo (2), ya que no puede por escri­to, ha confirmado gozosísimo la mínima Compañía de Jesús, viva ya y vigorosa en el seno amoroso de la Em­peratriz, su madre.

Prueba de este secreto gozo del Papa en Padre es la honra magnífica y harto costosa que ha hecho a la Em­peratriz de la Moskovia, enviando a su corte de Pietro-burgo un embajador en forma pública, espléndida y notoria a toda la Europa, con las comisiones de cumpli­mentar a Su Majestad y de dar el palio al nuevo arzo­bispo de Mohilow, y de consagrar obispo a su coadjutor Benislawski, y a otro ruteno obispo también de rito lati­no y establecer aquel tribunal eclesiástico para todos los católicos, con mutua conveniencia de ambas cortes. Y he aquí en la persona de este embajador papal extraor­dinario un nuevo juego y nuevos lances de la divina Pro­videncia. Es de suponer que el Papa, desde que entendió los resentimientos de la Emperatriz, proyectó mandarla un embajador o Nuncio extraordinario en forma pública, y con toda esplendidez, para mostrarla que el no haber contestado a sus últimas letras no había sido por desaten­ción, sino que había sido más bien un diferir la respues­ta para darla con modo digno del respeto y estima que profesaba a Su Imperial Majestad. Aplaudieron el pro­yecto los que habían sido la causa de la omisión o dila­ción. Pero viniendo a la elección del individuo para esa embajada extraordinaria desde luego le sugirieron al Nuncio de Polonia, Monseñor Andrés Arquetti Arzobispo de Calcedonia, quien, ultra de sus excelentes cualidades,

(1) sin posibilidad de resurgimiento.

(2) por declaración oral.

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tenía la suerte de; .hallarse Nuncio Apostólico en una Cor­te que era la menos distante de Píetroburgo corte de la Emperatriz, y por tanto sería menos dispendioso su viaje que el de cualquiera otro. Este motivo era fuerte. Sin embargo el Papa consultó al mismo Benislawski, y éste previno a Su Santidad como dicho Nuncio de Polonia no sería muy acepto a su soberana, informada ya de las in­trigas con que se había opuesto a la existencia de los Je-suitas en la Alba Rusia y con empeño al noviciado. . . Nada de esto ignoraba el Papa, ni tampoco ignoraba que el triunvirato y los de su partido, por haberlo probado bravo guerrero contra esa mínima Compañía de Jesús, se mostraba al presente tan deseoso de que Su Santidad le encomendase esa embajada. No obstante, por conten­tarlos y porque en cualidad de Nuncio extraordinario no podía Monseñor Arquetti tratar a nombre del Papa con la Emperatriz sino única y precisamente de los puntos prescritos en la comisión que se le hacía por Breve au­téntico, del cual se envió de antemano copia a la Empe­ratriz, resolvió Su Santidad que Monseñor Arquetti pa­sase de Varsovia a Píetroburgo para la embajada susodi­cha. Despachósele el Breve de esa comisión cuando Mon­señor Benislawski había salido de Roma regresando hacia la Emperatriz. Apenas pasarían veinte o quince días des­de que éste se fue que los pifañeros, piteros, tamborileros, trompeteros y clarineros del partido hicieron sonar con­tra Benislawski mil mentiras, mil denuestos, dentro y fuera de Roma en cartas y gacetas. Hicieron eco varios, frailes, y algunos con soneto irrisorio del enviado, dán­dole no por enviado de la Emperatriz, sino por un im­postor aventurero. Es de advertir de paso que esos mis­mos iban publicando en sus gacetas antes que Benislaws­ki saliese de Roma todos los cumplimientos que le habían hecho, todas las audiencias secretas que el Papa le había dado después de revistas las credenciales de la Empera­triz, todas las conjeturas, adivinanzas y murmurios de los negocios que con impetrable secreto manejaba con el Santo Padre etc., etc. Y esos mismos gaceteros, a espal­das vueltas de ese mismo, divulgan que no había sido máa que un aventurero embaidor, a quien la Emperatriz ni

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aun soñar pudo haberlo visto u oído mentar jamás, cuanto menos enviado al Papa. Últimamente todos esos mismos gaceteros de Roma, Italia y otros estados ya van anunciando que fue ya consagrado obispo en la Corte de Pietroburgo ese mismo Benislawski, enviado de la Empe­ratriz, y consagrado por mano de Monseñor Arquetti en­viado del Papa para ese efecto, y el de dar el palio etc. Semejantes contradicciones en gacetas públicas, no se ex­trañan por acá. El partido de la Cabala tiene caja o era­rio destinado (como es público y notorio) para gastar en cuanto conduce a difamar, deshonrar y malquistar la Compañía de Jesús hasta que la vean aniquilada en todo el universo. Y aunque sepan que es mentira, patraña, calumnia la que divulgan, y aunque no duden que no correrá largo tiempo sin ser desmentidos públicamente, con todo las esparcen por todas partes, ya por desfogo de su envidia, odio y rabia, que los está quemando, ya por­que saben que la mentira, la calumnia, la infamia se di­vulga mucho más presto y por muchos más dilatados es­pacios de lugares, mucho mayor número de personas y mucha mayor duración de tiempos que las verdades con­trarias: siendo al corazón humano mucho más connatu­ral el creer de sus semejantes más presto el mal que el bien, por el fondo de malignidad, que con la ignorancia y ciega concupiscencia, heredamos de nuestros desobe­dientes viciados padres. . .

Hecha esta nota, volvamos al Pontificio embajador Arquetti. Apunté ya el gran motivo del empeño del triun­virato y los Cardenales adherentes para que a ese lo en­viase el Papa a Pietroburgo, que era el haberlo experi­mentado sagaz, activo y bravo campeón contra Jesuítas desde el tiempo del Papa Ganganelli, que los suprimió. Y aunque les constaba que Pío VI no le había de dar más comisión que la de los artículos arriba expresos, y que en suma el único fin de la embajada era dar satis­facción a esa soberana resentida, con todo, el poderoso partido se prometía por medio de tal embajador extirpar esos renuevos de la Compañía de Jesús y acabar así de aniquilarla. Para esto fiaban mucho en el Príncipe, que ocupaba el puesto de Canciller del imperio en esa corte

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de Pietroburgo, porque sabían que ese gran Señor, aun­que confesaba ser los Jesuítas el gremio más ventajoso y útil al Estado con sus ministerios, pero era de dictamen de no admitirlos o excluirlos a lo menos de las cortes y ciudades principales, por evitar la consecuencia de su necesaria dominación en los ánimos de los soberanos y sus disposiciones políticas y económicas de sus Estados. De suyo era muy creíble y cosa de suponer a muchos otros señores de esa corte adhiriesen al mismo dictamen, a lo menos por dependencia y adulación. A tanto apoyo de su esperanza añadieron el gran predominio del dine­ro en libranzas abiertas; sabiendo que pecuniae obediunt omnia¿ (*) como dice el Eclesiástes c. 10, v. 19. Adelan­taron muchas cartas de recomendaciones respetables; en fin no omitieron medio alguno a propósito para salir con el gran intento. Crecía la confianza a la consideración de haber vencido ya el que se reputaba antes un impo­sible: es decir el haber vencido y obligado a un Papa y su corte a destruir a la Compañía de Jesús. Ahora no les quedaba que vencer sino una sola mujer, esto es, la cosa más débil del mundo en su voluntad y entendimien­to. Como filósofos políticos, no han querido ni quieren mirar esa mujer o esa debilidad cual instrumento del Altísimo, que está verificando a vista de ellos lo que nos enseña el Apóstol, I Cor. 1, .25. Quod stultum est Dei sapientius est hominibus. (2) Lo que los filósofos no quie­ren mirar, mirémoslo y contemplémoslo nosotros en Pie­troburgo . . . .

Hecho su viaje (que sería en leguas como de Quito a Piura), su viaje digo desde Varsovia, llegó finalmente a la gran corte imperial de Pietroburgo el Nuncio Apos­tólico Monseñor Juan Andrés Arquetti Arzobispo de Cal­cedonia hacia fines de Julio de 1783 y entró cual Nun­cio o Embajador extraordinario con un tren, aparato y comitiva extraordinariamente magnífica, pomposa y es­pectable. Tiempo se tomó él muy bastante para prepa-

(1) al dinero obedece todo.

(2) Lo necio en manos de Dios es más sabio que los hombres»

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rársela, y le habían dado con qué muy a manos largas. Cinco días antes que él llegase, había salido de su corte la Emperatriz a cierta ciudad para abocarse con el Rey de Suecia sobre negocios de importancia. También el príncipe Pablo Potenkin, primer ministro y generalísimo de las armas, se hallaba entonces fuera en la Crimea re­cibiendo en nombre de su soberana la jura de los pue­blos de todo ese reino recientemente agregado a los do­minios de Su Imperial Majestad. Monseñor Benislawski que a Pietroburgo había llegado poco antes que Monseñor Arquetti, no hallando a la Emperatriz, había salido tam­bién uno o dos días antes hacia aquel sitio donde estaba con el rey de Suecia; donde su soberana le acojió cariño-sísimamente, y reservando para después parlar más en particular de todos los negocios (de que ya sabía el buen despacho, como se lo dijo ella misma), le mandó que

pasase a ver al Príncipe Potenkin y juntos con él viniese a Pietroburgo. Aunque todas las que parecen casualida­des no son sino disposiciones de la divina Providencia, no quiero hacer misterio de la contingencia de haberse ausentado tales personajes de esta Corte cuando a ella entraba Monseñor Arquetti.

Y suponiendo entendidos, cuando la Emperatriz se restituyó a su palacio, los cumplimientos ordinarios y ex­traordinarios de satisfacción, las visitas de los grandes, los convites, los regalos, etc. veámoslo en el palacio del gran canciller del imperio, insinuándose con los más es­tudiados y finos artificios al negociado importantísimo de aniquilar esa mínima Compañía de Jesús o mano de ella, subsistente sólo en ese imperio por un milagro. Ya se dejan entender las razones y motivos que Monseñor le propondría: los modos y maneras que sugeriría para fa­cilitar con seguridad recíproca la común empresa; las ventajas y premios grandísimos que se prometían por la victoria. . . .

La voz y fama que ha corrido es que a Monseñor Arqueti, conseguido el sacrificio y oblación de esa peque­ña grey, le había prometido y asegurado la cabala hacer­le dar inmediatamente el Capelo Cardenalicio, con ser

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que no le toca, porque la nunciatura de Polonia no es como la del imperio, Francia España y Portugal puesto cardenalicio. Con el cápelo le afincaban también quince mil fondos de renta al año; y sobre todo hacerlo inme­diato sucesor del Papa Pío VI. Si le sobrevivía, como se podía esperar, siendo el Papa de 67 y el otro de 52 años de edad.-.". Cuáles fuesen las ventajas que Arquetti ofre­cía al Canciller en nombré de la misma Cabala extendida por todos los reinos Europeos, no es difícil conjeturar. . . El Canciller, o porque siendo siempre más fuerte la vir­tud unida, quisiese procurar esa unión, o por no arries­garse a tentar el vado por sí mismo, o por otras razones, oído el orador romano, le significó, que tratase esa mate­ria con el que era cabeza de la religión Ruthena, el arzo­bispo de Pietroburgo, que antes que Pedro I el grande aboliese esa dignidad solía ser juntamente Patriarca. Que •el actual era una persona, a que la Emperatriz le estaba juntamente obligada, debiéndole en cierto modo la coro­na y la vida después de la prisión y muerte de su mari­do, Pedro III Czar de Moskovia. El orador no dijo al Canciller que iría a verse con el dicho arzobispo sobre el asunto; pero fue y trató de él, como que nada hubie­se significado al Canciller. Éste, o porque entrase en re­celo de ese porte tan disimulado, o por exacta fidelidad, o por miedo, o por otro, escribió al ausente primer mi­nistro el príncipe Potenkin todo lo que había pasado con el nuncio Arquetti. Lo mismo hizo el arzobispo, que en lo político-sagrado del asunto era el más poderoso brazo de que se podía temer y temblar, si él lo hubiera dado. El príncipe Potenkin informado bien de todo, escribió a la Emperatriz. La Emperatriz con maduro acuerdo man­dó un billete al nuncio Arquetti, insinuándole que aguar­dase a su primer ministro Potenkin, a quien ya había mandado orden que cuanto antes regresase, para que con él solo, y no con otro alguno de su corte, tratase de asuntos que su soberano el Papa le había encomendado: que ella también lo aguardaba para por medio de él res­ponder a su Señoría lima, lo que conviniese. Lo que no embargaba que, no siendo de negocio, su Señoría lima, pudiese visitarla cuantas veces quisiese, seguro del agrá-

496 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

do y gusto de Su Majes t ad . . . . He allí un billete en cuyo sentido literal se da por afecto de cortesanía la jus­ta excusa de no dar inmediata audiencia al nuncio, por descansar la confianza de la Emperatriz en la experimen­tada prudencia y fidelidad de su ministro. Pero billete que los consabedores de las tramas, que habían comen­zado a urdirse, lo entendieron como una sentencia de mortificantísimo silencio impuesto al nuncio sobre pun­to del jesuitismo.

Por haber enfermado gravemente el príncipe Poten-kin mientras concertaba y ponía en buen orden político* civil y sagrado el nuevo Rey de Crimea (que es de ma­hometanos cuanto a religión) hubo que esperar más lar­go tiempo el nuncio la venida de ese personaje, y guar­dar silencio forzado, y estarse sosegado casi solo en corte tan extraña, asospechado y observado día y noche por todas partes, sin que le valiese para promover el intento de la cabala, y con él su mayor fortuna, ni las poderosas recomendaciones ni las más sutiles astucias, ni la fuerza triunfante del oro y plata, ni el haber reconquistado la amistad de ese Arzobispo que abrió el Noviciado jesuíti­co, y a que había de dar el Palio y dignidad de primado de todas las Iglesias de rito católico de ese vasto Imperio. Es de advertir que el nuncio Arquetti años ha influyó mucho en la Congregación de Propaganda, para que fue­se obispo de Mohilow éste mismo en el día erigido en arzobispo y primado. ítem el Nuncio Arquetti le obtuvo por medio de la misma Congregación el Breve de Visita­dor Apostólico, para con él destruir ese resto único de la Compañía de Jesús; pues como ya dijimos este Monseñor Stanislao en su mocedad calvinista y luterano habilísimo* tanto que era célebre catedrático de sus falsos dogmas en Universidad, convertido por gracia de Dios a la verdade­ra fe católica, no por eso había abjurado los prejuicios o siniestras ideas contra Jesuítas, en que su primera secta lo había imbuido desde la niñez. Con que siendo nece­sario que quo semel est imbuía recens servet odorem testa diu, (x) esparcido ese odor o hedor de zorro antije-

(1) que el ánfora nueva guarde mucho tiempo el olor que se le infundió primero.

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suita por Monseñor Estanislao, aun después de converti­do y hecho canónigo y después obispo (él es de casa .muy noble y rica) Monseñor Arquetti su grande amigo lo reputó instrumento poderoso y por estar en gracia de la Emperatriz eficacísimo y seguro para abolir el jesui­tismo, calzado que fuese con el bien templado acero del Breve de Visitador Apostólico que con sus manejos se lo obtuvo; y ya hemos visto cómo Dios Nuestro Señor esa misma máquina inventada para destruir hizo que sirvie­se para edificar no menos que el noviciado de la metró­poli de Polosko. Después de todo ha permitido el Señor que Arquetti resoldase la amistad quebrada de ese per­sonaje y le renovase o resucitase los primeros prejuicios contra Jesuitas, aprovechándose del disgusto que le había causado la exención singular que la Emperatriz había hecho en su decreto de los regulares de la Compañía de Jesús dejándolos inmediatamente sujetos al Romano Pon­tífice conforme a su Instituto, al mismo tiempo que a todos los demás regulares los declaraba sujetos a los res­pectivos obispos católicos según el Emperador de Alema­nia Josefo II los ha declarado en todos sus dominios. El Provincial de los Jesuitas ya había presentido mutación menos favorable en el obispo de Molailow, y sn vicario había dado una prueba de ello, destinando a los Jesuitas a ciertas misiones sin dar primero parte a su Provincial. Éste después de tres días de ayuno y oración se le pre­sentó al obispo con un memorial muy humilde y modes­to, pero igualmente fuerte y eficaz contra esa intempes­tiva asignación. No persistió el Obispo en ella: antes bien decretó contra su vicario que en adelante se abstuviese de semejantes alcaldadas.

Más crítico y peligroso fue el lance cuando la Empe­ratriz mandó con decreto al Provincial que convocase a Congregación los Jesuitas profesos de los cuatro votos en número suficiente para que eligiesen por superior gene­ral uno de ellos. Sabía que el Obispo quería hacer valer la autoridad y facultades amplísimas de Visitador Apos­tólico presidiendo a la Congregación, y prescribiendo le­yes extrañas a las del Instituto en semejantes elecciones. Pero dicho Provincial después de otro semejante ayuno

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y oración, marchó con otros dos a la ciudad donde a la sazón se hallaba el Obispo para pedirle su bendición, y proceder a la elección. Dios Nuestro Señor había lleva­do, y actualmente se hallaba con el Obispo el Príncipe Potenkin cuando se le presentó el Provincial. La sumi­sión del Provincial y de sus compañeros serenó el ánimo del receloso Obispo y la presencia de ese Primer Minis­tro ,que había despachado el decreto imperial de Congre­gación, sirvió mucho para quitar al Visitador Apostólico sus pensamientos y designios asegurándole que era vo­luntad expresa de la soberana, que esa Congregación y elección la hiciesen los Jesuítas tal cual la solían hacer conforme a su sabio Instituto y legislación. Así que el Obispo no tuvo más que hacer, que darles su grata licen­cia y bendición: la que, recibiendo agradecido el Provin­cial, con breve pero bien formado discurso, demostró a su Ilraá. que cuanto los Jesuítas fuesen más acatados y observantes de sus propias Constituciones e Instituto, tan­to más útiles y gratos serían a los obispos sus prelados, como su Urna, lo había por sí mismo experimentado y presenciado gozoso muchas veces, sin sentir menoscabo chico ni grande de su autoridad y jurisdicción pastoral, por el uso de la exención religiosa, que, siendo limitada a ciertos artículos de gobierno doméstico, en nada se oponían al gobierno público de los príncipes ciertas exen­ciones, que la misma naturaleza, el derecho de las gen­tes, las leyes municipales y los privilegios de los mismos príncipes han acordado y dejan gozar a las familias pri­vadas en sus casas'y aun enteros pueblos en sus distri­tos. En fin hecha la Congregación General, con todos los votos fue electo vice-general de la mínima Compañía de Jesús, el mismo que estaba de Provincial de la misma en el Alba Rusia el día 17 de octubre del año 1782. Algunos meses antes de esa Congregación había mandado la sabia Emperatriz al Provincial susodicho, que hiciese una nó­mina de los tres Jesuítas los más aptos a juicio común para gobernar la provincia y entregase la nómina al Pri­mer Ministro. Vista por la Emperatriz, hizo que en lu­gar de.uno de esos tres pusiese su ministro el nombre del Padre Estanislao N (su apellido es impronunciable) y

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que por medio de su agente en Roma inquiriese el bene­plácito del Papa, para que uno de esos tres fuese cabeza y superior vitalicio de esa Compañía de Jesús existente en su imperio bajo de sus alas. El Papa benigno respon­dió que a cualquiera de esos tres que fuese electo, desde luego lo aprobaba dándole su apostólica bendición para Vice-general de por vida. De la Alemania y de Polonia han pasado muchos; de la Italia algunos, entre ellos cua­tro conocidos míos de grandes talentos, a revestir la so­tana de que los despojaron el año 1773. Semejantes per­sonas no van al noviciado de Polosko: el cual siempre ha estado lleno (desde que se abrió) de la flor de la ju­ventud y muy escogidos entre no pocos centenares de pretendientes. El popayanejo Ignacio Tenorio Carvajal que ya hizo sus votos religiosos el día de San Ignacio fundador de la mínima Compañía de Jesús, después de haber casi resucitado de una mortal enfermedad, es gran argumento de ser obra de Dios esa Compañía y ese No­viciado. A más de lo que han escrito varios personajes de respeto (v. gr, el embajador de la República de Vene-cia, que escribió no serían a su parecer más santos los primeros compañeros de San Ignacio, que esos Jesuítas de la Rusia) algunos soldados y mercaderes que han ve­nido de allá hablan del mucho bien que a las almas ha­cen esos Jesuítas con sus ministerios y más con su porte y vida editicativo y ejemplarísimo. Algunos españoles de los que fueron Jesuítas han escrito a dicho Vice-gene­ral rogando ser admitidos; pero les han excusado con buenas palabras. De los de Francia sí que ha recibido no raros. Al paso que la Emperatriz les va aumentando colegios, residencias y misiones, va también aumentán­dose el número de novicios y Jesuítas. Recientemente mandó la Emperatriz al General, que a algunos les orde­nase aprender la lengua turca, para enviarlos a su nue­vo reino de la Crimea. En este año de 83 les ha dado tres colegios más en la Curlandia y sé de cierto que con asenso del Papa. Con sus Jesuítas quiere cultivar toda la gran Siberia y todo su vasto imperio que confina con los de la China, Persia, Mongol, etc. Y parece que Dios lo quiere así, a pesar del infierno empeñado de quitar

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del mundo esa perseguida Compañía de Jesús mínima. Paréceme que Jesús, en lo que ha sucedido y está suce­diendo a esta su Compañía mínima (he repetido muchas veces mínima porque tal la nombró San Ignacio de Lo-yola, y tal quiso y ordenó en sus Constituciones la lla­masen sus secuaces) ha mostrado como en un mapa o miniatura lo que ha sucedido desde sus principios en el curso de 18 siglos a su Compañía máxima que es la Igle­sia Católica, y lo que ha de suceder en los tiempos del Anticristo, y los siguientes.

El ir haciendo la comparación de pasos de una y otra Compañía, aunque es fácil, pero sería de más ex­tensión, que la que se permite en una carta dirigida a dar sucinta relación de lo que al presente toca a la Com­pañía mínima. Basta notar que así como en virtud del bando extintivo, que la Cabala precursora del Anticristo arrancó del infelicísimo Papa Ganganelli, se cree, se dice y se asegura generalmente, que ya se acabó, ya pereció, ya no existe más en este mundo la mínima Compañía de Jesús; así en virtud del bando de las persecuciones, de los ardides del Anticristo, y sus secuaces (que según la numeración de ellos registrada en el libro del Apoca­lipsis serán doscientos millones de hombres), se creerá comunmente, se dirá, se voceará que se acabó en el mun­do la Iglesia Católica y la cristiandad. Ésta que en la Escritura se compara a la aurora en su exordio, y en su última consumada perfección que Dios la dará luego des­pués del Anticristo, se parangona al sol; según las mu­danzas de los siglos intermedios, también se asemeja a la luna. Ha tenido la Iglesia sus tiempos de creciente, tiem­pos de plenitud, y han sucedido los tiempos de menguan­te, que la van oscureciendo más y más con la interposi­ción de las sombras de la tierra de filosofía terrena, has­ta que llegue a parecer privada totalmente de la luz como parece la luna en las horas últimas según la faz o hemisferio con que mira la tierra al acercarse a su con­junción con el sol. En esos momentos a los ojos del vul­go la luna ha desaparecido, y tal vez como ella el mis­mo sol con funesto eclipse: así a los tiempos del Anticris­to habrá desaparecido la Iglesia, y con ella el Sol de Jus­ticia, Jesucristo, en la opinión de los mundanos; bien

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que en realidad exista escondida y refugiada en un de­sierto aquella misteriosa mujer del Apocalipsis vestida del sol, esto es de Jesús, a la cual se le dieron dos alas de una águila grande, para que volase al desierto huyen­do del dragón, que quería devorarla toda con su prole. Así la mínima Compañía de Jesús ha sido proveída de las dos alas de la Emperatriz de la Rusia, para escapar el residuo de su prole de la voracidad del dragón; el cual, averiguado su refugio en ese desierto, no ha cesado de botar de su boca agua como río, es decir sucesivas y con­tinuas diligencias, ardides, estratagemas, etc., para arre­batarla con ese río. Pero adiuvit térra mulierem et ape-ruit térra os suum, et absorbuit flumen, quod misit draco de ore suo. Et iratus est draco in mulierem, et abiit fa­ceré praelium cum reliquis de semine eius, qui custo-diunt mándala Dei, et habent testimonium Iesucristi: (*) (Apoc. c. 12) según se ha visto en la guerra y persecu­ciones extendidas contra los que tenían alguna relación, aun de sola amistad o benevolencia con la Compañía; reputando por delito de lesa majestad y traición hasta las más moderadas expresiones de estima o de compasión de esa miserable, y calificando desde luego por enorme demérito para degradar, o a lo menos para no promover, aun el haber frecuentado sus escuelas y aprendido sus doctrinas, que han detestado y con todo ahinco empe­ñándose en aboliría con todos sus autores antiguos y mo­dernos y todos sus libros y predicaciones. Verdaderamen­te iratus est draco in mulierem, et abiit faceré praelium cum reliquis de semine ejus, qui custodiunt mandata Dei, et testimonium habent Iesu: pues que esos libros e ins­tituciones de ella son la simiente de esa mujer; y los fie­les guardas y custodios de los divinos mandamientos y testificaciones de la doctrina verdadera de Jesucristo.

Hasta aquí había dejado correr la pluma el mes de Diciembre del año 83 y hube de suspender su curso par­

tí) Ayudó a la mujer la tierra, abriendo su boca, y absorbiendo el río que lanzó de su boca el dragón. Y se enfureció éste

contra la mujer, y se fue a guerrear con los demás en su des­cendencia, que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

502 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

te por los fríos y hielos del invierno, y la brevedad de los días con poca luz; parte por esperar ulteriores noti­cias de la Rusia, relativas a las agencias del extraordina­rio embajador del Papa Monseñor Arquetti, detenido en la corte de Pietroburgo (como queda arriba referido) hasta que llegase el Príncipe Potenkin, Primer Ministro, brazo derecho y oráculo de la Emperatriz su soberana.

La gran distancia de la Rusia y lo impracticable de los caminos en invierno han retardado las cartas tanto, que hoy 17 de Febrero de 1784, que reasumo la pluma, todavía no sabemos, si el dicho Monseñor Arquetti, con­cluida su misión en Pietroburgo, se haya restituido a Var-sovia corte del reino de Polonia, donde es Nuncio. Asi que por ahora voy a notar solamente lo acaecido en e] Ínter de su demora en la corte de la Emperatriz. Una de las comisiones que llevó fue la de consagrar de rito latino una iglesia nueva en la dicha capital, destinada para la Compañía. Consagróla efectivamente por el mes de Octubre próximo pasado (día 19, si no me engaño), asistiendo a la función toda la corte en gala, menos la Emperatriz por hallarse algo enferma. El domingo si­guiente se había aplazado para en la misma iglesia dar el palio al nuevo Arzobispo de Mohilow, Primado de las iglesias de rito católico del imperio, y para consagrar de Obispo coadjutor de dicho primado a Monseñor Juan Be-nislawski, ese que la Emperatriz había enviado a Roma a tratar de boca a boca con el Papa. La Emperatriz de­seaba asistir a la consagración de su favorito electo obis­po coadjutor, y recobrada ya de su indisposición estaba pronta a asistir gustosa con toda la nobleza a la gran fiesta, cuando he allí que a las vísperas salen con la en­friada de que se suspendía todo, porque el nuevo Arzo­bispo repugnaba hacer el juramento acostumbrado del Pontifical a causa de perseguir herejes y cismáticos: Yo (decía el Arzobispo) soy subdito de soberana cismática ¿cómo puedo cumplir tal juramento?. . . .

El Nuncio Arquetti, embajador pontificio, que fácil­mente pudo dispensar a nombre del Papa en esa forma­lidad y ceremonia que no es de sustancia; salió con que

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él no podía arbitrar en eso: que escribiría al Papa a ver lo que determinaba. . . El vulgo de la corte llevó con impaciencia el chasco, culpando al Nuncio Arquetti; y como este chasco los halló ya de antemano indignados contra él, por haberse esparcido la noticia de sus cartas interceptadas y de sus ocultos manejos para extirpar la Compañía de Jesús tan bien querida de. su Emperatriz, comenzó el murmurio a hervir, de modo que el ministe­rio con acuerdo de su soberana hubo de poner soldados de guardia al Nuncio Papal en su palacio, a fin de pre­caverlo de cualquier insulto o descatado de la.«plebe, mientras demoraba, en la corte. Ve allí como,puso Dios a ese formidable embajador pontificio, por cuyo medio confiaba la Cabala Averna aniquilar del todo la Compa­ñía refugiada a ese retiro. Véanlo allí en cierta ^manera preso, casi abandonado, cubierto de vergüenza, por haber­se descubierto sus pudendos ardides, rabioso de ver frus­trados todos sus designios, cortado su revesino, y perdido el juego, con cuantiosos caudales empleados para ganar­lo . . . Por lo que toca a la Emperatriz, que resentida hu­manamente de esa enfriada intempestiva pudo prorrum­pir en algún resoplido que todo lo aventase, no se in­quietó por el chasco o desaire; así, como dirigida del Al­tísimo benignamente convino en que se despachase nue­vo correo a consultar al Papa, dando con esa su docilidad. y sumisión buena prueba de ser católica de corazón, y sólo por razón de estado o dependencia de los pueblos de su vasto imperio, de solo nombre cismática. El Papa Pío VI sintió vivamente la susodicha suspensión y respondió a su Nuncio: que el juramento lo hiciesen así el nuevo Arzobispo, como el nuevo Obispo Benislawski, no según la fórmula que corre en el Pontifical actual, sino según otra fórmula más antigua, en la cual no está esa cláusu­la de promesa de perseguir e impugnar pro" posse (*) herejes y cismáticos en que había tropezado. Se supone que con esta respuesta papal llegó el correo a Pietroburgo a más tardar a fines de Diciembre del 83 y qué a esta hora el Nuncio Arquetti, después de, concluidas a su pesar

(1) según su: poder.

504 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

todas esas funciones de consagrar iglesia para Jesuítas, consagrar obispo Jesuíta, y dar el Palio al que abrió el magnífico noviciado de Jesuítas en la metrópoli de Po-losko, haya restituídose a su residencia de Varsovia. Co­mo Pietroburgo dista de Roma cosa de mil leguas, y en este invierno ha nevado diez y veinte veces más que en otros precedentes de muchos años, aun en la Italia, según dicen los viejos, cuanto más por esas regiones del sep­tentrión, han tardado las cartas extraordinariamente y aún no sabemos de positivo noticias consiguientes a la respuesta que fue de Roma sobre el juramento del Pon­tifical, y ya estamos en Marzo, Al leer esta noticia de haberse suspendido esas funciones en Pietroburgo, quizá también le saltará a Vuestra Merced la sospecha que a otros saltó desde luego en Roma, y no parece temeraria, y es de alguna coalición, y previa inteligencia del astu­tísimo Arquetti con su amigo el nuevo Arzobispo de Mo-hilow, para con esa misma repentina suspensión del palio por su repugnancia al juramento de perseguir herejes y cismáticos, dar una sonora campanada a los oídos de una Emperatriz, de una corte y de un imperio por la mayor parte cismático; es decir, anti-papista, anti-romana, y con esa campanada hacer que advirtiese, pensase y rumiase la Emperatriz, los grandes y la corte, qué gente quería •establecer y propagar en su Imperio, o qué sierpes se ^empeñaba en meter y abrigar dentro de su seno, empe­ñándose en mantener y amplificar bajo su imperial amor y protección a los Jesuítas, esto es, a gente caracterizada por la más papista, y enemiga jurada de herejes y cis­máticos, y tan adicta a Roma, que, por sujetar a la obe­diencia ele su Papa todo el mundo, han penetrado hasta los bosques más retirados del globo terráqueo en todas sus cuatro partes: Asia, África, Europa, América, en bus­ca aun de los más fieros y salvajes sin reparar en tra­bajos, desastres, naufragios, pérdidas y muertes. Éste es el pecado filosófico por el cual la Filosofía de este siglo de las luces sentenció la destrucción de Jesuítas, rompien­do en ellos los vínculos del yugo de los Papas Vicarios de Cristo, como yugo pesado y molesto que quieren sa­cudirlo de sí y arrojarlo conforme al sistema político que

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se han forjado (después de sus meditaciones vanas, ina­nes, fantásticas) de redimir al género humano de su es­clavitud bajo de la tiranía del Imperio y del Sacerdocio. Claro es según eso, que el sistema de sacudir el yugo de éste va a parar en sacudir el yugo de aquél; y después de arrojar el de los Papas, querrán arrojar el de los re­yes. Por eso el Profeta Rey, después de exponer el pro­yecto susodicho. Ps. 2. Quare fremuerunt (*) grita a los Beyes y les dice: Et nunc, Reges, intelligite (2) . . . La Emperatriz de Moskovia parece que lo ha entendido por ilustración divina; y por eso se va mostrando más y más empeñada en tener erí su Imperio esos Papistas, que, siendo vínculos de los pueblos al yugo del Vicario de Cristo, son por conexión necesaria vínculos que tienen y mantienen esos mismos pueblos ligados al yugo y obe­diencia de sus Príncipes. . . . También el actual Rey de Suecia Gustavo parece que lo ha entendido; pues, ultra de haber escrito al Papa el año 82 pidiéndole número de sacerdotes, para más de ochenta mil católicos, que tenía «n su reino, (verosímilmente con deseo de que a los de­más herejes protestantes los fuesen reduciendo al Catoli­cismo), el mes de Noviembre del 83, hallándose en Flo­rencia (es de saber que dicho rey de Suecia va haciendo su giro por la Europa, deteniéndose en las ciudades prin­cipales a observar estudiosamente cuanto hay de bueno en ellas), viendo curiosamente la famosa escuela astro­nómica del prodigioso matemático Jiménez, Jesuíta ita­liano, le dijo el rey estas palabras: "Sabed que a los Jesuítas los tengo dentro de mi corazón; y los motivos de haberlos suprimido que no ignoramos, los hacen más dig­nos de nuestro aprecio. . ." Los señores de aquella corte que acompañaban al rey se miraban los unos a los otros oyendo de la boca de un príncipe acatólico tales senti­mientos. Todo diciembre ha pasado en Roma dicho rey; más ha de un mes que pasó a Ñapóles, de donde dicen que volverá a Roma; y se estará la primavera. El Em-

(1) ¿Por qué han bramado?

<2) Y ahora, Reyes;, entended.

506 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

perador José II en este viaje que ha hecho, concurrió con dicho Rey en Florencia y después en Roma. . . Cuan­to al Emperador es de advertir que había dado palabra al Papa en Viena de venir a pagarle la visita en Roma; pero por tener el gusto de hacer al Papa una improvi­sada, cuando llegó a Florencia escribió a su Ministro Ple­nipotenciario, el Cardenal Herzan, que lo excusase ante el Papa de no venir a Roma, no obstante de haber salido-de Viena a fin de cumplir la promesa que le había hecho, porque le llamaban urgentes negocios de sus Estados. Con esto el Papa no cuidó más que de enviar sus posti­llones a que encaminasen de Florencia a Roma al Rey-de Suecia. El Emperador de concierto con éste se ade-lantó dos días, y llegó de repente al palacio de su Minis­tro, con quien inmediatamente dentro de una misma ca­rroza pasó al palacio Vaticano. Algunos que habían vis­to al Emperador al entrar por la puerta de la ciudad corrieron a dar el aviso al sobrino del Papa, su mayor­domo. Éste luego entró a decírselo a su tío; mas el Papa,, alucinado con la excusa anticipada del Emperador, dice: "¿Qué Emperador? . . . El Emperador es el Rey de Sue­cia, el que ha llegado; que así me lo acaba de anunciar el postillón que vino delante. En efecto el postillón, o por no haber conocido al Emperador, que venía de in­cógnito sin tren de soberano ni al salir de Florencia, ni en las hosterías donde posaba, o por haberlo sobornado con dinero, a lo que se sospecha, para que fingiese no haberlo tenido sino por el Rey de Suecia, él había hecho creer al Papa dos horas antes que el Rey de Suecia ya, ya entraría a Roma. Así que, al entrar el Cardenal Herzan y anunciarle que el César pedía permiso de en­trar a verlo, y no bien acabadas estas palabras, presen­társele delante el mismo César, no pudo menos que que­dar sorprendido, sin habla y como extático el Santo Pa­dre. El Emperador lleno de gusto se le llegó con ios brazos abiertos y entrambos se abrazaron, se besaron, se regocijaron, rebosando caricias de padre e hijo. Luego se puso a contar con mil gracias las trazas de que se había valido para ocultarse al postillón por el camino en orden, ya se entiende, a que el pobre postillón no per-

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diese su puesto: como efectivamente se mantiene en él, sólo por haberlo disculpado el Emperador, ya que dicho* postillón debió fácilmente haberlo conocido a primera vista, pues tantas veces lo había visto en Viena, adonde el mismo postillón había ido con su amo el Papa dos años antes. Después de esa improvisada gustosa en los días siguientes visitó varias veces el Emperador al Papa, y no de cumplimiento, sino largas horas con íntima fa­miliaridad recíproca. Pasó a Ñapóles a ver a sus dos her­manas, la Reina y la Duquesa de Parme, que a ese fin se hallaban juntas. Vuelto de Ñapóles, los días que es­tuvo en Roma repitió con más frecuencia las visitas al Papa, y entre sí ajustaron sus dependencias e intereses-con mutua satisfacción. En regalos y limosnas, dejó mi­llares de oro en Roma y su estado o Provincias por don­de ha pasado. El hábito y traje de su persona, aun den­tro de Roma, es como un caballero particular de media­na fortuna. No quiso admitir palacio alguno: albergóse en una hostería donde cada 24 horas comía una vez de mano de un cocinero que llevaba entre las cuatro o cin­co personas de su comitiva. Sólo para dormir iba donde el Cardenal Herzan, su Ministro. Su dormir es breve, como para su comer y beber. Sus modales son para pren­dar: afable, alegre, comedido, franco, liberal. Su espíri­tu vivísimo, sagaz, prudente y de pronta expedición en los negocios. Su parlar facundo, limado, muy significa­tivo. Cuál sea su alma podemos conjeturar de la modes­tia en el tratamiento, llanísimo y frugalísimo de su per­sona, en su castidad, en sus muchas limosnas, en su com­postura religiosa en las Iglesias donde oía misa entre cualesquiera plebeyos siempre hincado en el suelo; en la frecuencia de confesarse y comulgar devotamente etc. Como Príncipe Soberano de tantos pueblos y naciones^ es constante, y ha sido siempre accesible a cualesquiera de sus vasallos, vigilante en el gobierno de sus Estados recorriéndolos y visitándolos todos por sí mismo y re­petidas veces, promoviendo en todas partes la agricul-rura^ las artes, el comercio, la navegación y cuantos me­dios ha juzgado conducentes a la mayor felicidad de sus subditos. Entre esos medios que a ese fin ha usado, re-prueban el decreto de tolerancia de luteranos y calvinis-

'508 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

tas, la supresión de muchos monasterios de Frailes y Monjas, la independencia de los Generales de Roma, las nóminas de Obispos y Abades y la prohibición de re­cursos al Papa, exceptuados ciertos casos, conforme a la antigua disciplina de la Iglesia antes de que los Papas fuesen poco a poco cortando la jurisdicción de los Obis­pos. No queremos juzgar antes del tiempo destinado por *el Señor para alumbrar con su venida los escondrijos de las tinieblas, y manifestar los secretos de los corazo­nes. Y así dejando los demás artículos, apunto sólo que, a proporción de los conventos suprimidos, ha multipli--cado dentro de las ciudades y campiñas, aldeas y casti­llos, las parroquias, constituyendo de esos mismos Frai­les secularizados los mejores párrocos y coadjutores; a todos los demás que no pueden servir, les da muy hon­radamente con qué mantenerse y los tiene en conven­tos. Se decía comunmente que en todas esas partes de l a Alemania las Monjas, y los Monjes y los Frailes vi­g ían muy relajadamente, y que no servían al público sino de peso y mal ejemplo. En consecuencia de sus ex­enciones y dependencia de superiores distantísimamente, no había que esperar remedio ni reforma de Roma: por eso dicen que todos los regulares que han quedado en sus estados los ha dejado este Emperador sujetos a sus respectivos Obispos. En fin, escuche Vuestra Merced una apostólica indirecta que de su conducta hizo el mis­mo Emperador la última noche que estuvo en Roma en •el-palacio del príncipe Doria (su compadre), estando presentes a la conversación muchos Cardenales, v. gr. el Secretario de Estado Palavicini, el Ministro Plenipoten­ciario del Rey de Francia Bernis, Vizconti, Orsini, Gui-lini etc. ítem muchas Princesas, muchos prelados y títu­los. Entre ellos, el duque Matthei, canónigo de Sn. Pe­dro y Jesuíta; el duque de San Nicolás, Embajador del Rey de Ñapóles en la corte de la Emperatriz de la Ru­sia, que dejado a su sucesor en Pietroburgo, de vuelta se hallaba en Roma entonces, para restituirse a Ñapóles. He nombrado éste por lo que en adelante se dirá. In-trodújose, pues, el Emperador, refiriendo las excusas tanto del Rey de Ñapóles su cuñado, cuanto las del Pa-

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pa presente, de no haberle festejado como deseaban y era muy debido, por causa del invierno: que uno y otro le habían urgido a que volviese en verano y el Papa con mucho ahinco le había convidado para mayo o junio a ver la canonización de algunos santos, que es la función más pomposa que se hace en Roma, muy de tarde en tarde; pero que les había representado serle imposible volver por no permitírselo sus muchas ocupaciones, que apenas le habían dejado este tiempo del invierno para pagar su visita al Papa. . . Luego preguntó ¿qué Beatos estaban para canonizarse? y, oyendo sus nombres, pre­guntó a los Cardenales del famosísimo Palafox. . . El cardenal Guilini, criatura de este Papa, callando los de­más, avergonzado le respondió: que esa causa estaba arenada ya o encallada. "¿Como así, dijo el Emperador, no existiendo ya los Jesuítas, que achacaban ser los úni­cos que la contrastaban? ¡Ah!, dice, esa causa se inven­tó y se promovió con tanto ardor, a ver si se conseguía hacer un santo, con quien autorizar la destrucción de la Compañía de Jesús, que él persiguió a todo poder mientras vivió, y después de haber muerto también con sus libelos". Los circunstantes oído esto se pusieron en más silencio y atención, y el Emperador prosiguió di­ciendo: "Después de tanto libelo infamatorio de los Je­suítas en que los cargan todos los vicios y maldades ima­ginables, yo he girado a excepción de España por toda< la Europa humanándome con toda suerte de personas, como ustedes saben; y les aseguro que en todas partes se lamentan de la gran falta que les hace la Compañía: en todas partes he oído que los Jesuítas eran absoluta­mente los hombres más literatos, más edificativos y úti­les a los Estados principalmente de la Iglesia; y esto lo están diciendo, nobles y plebeyos, doctos e ignorantes . . . Por eso cuanto más lo considero tanto más me maravi­llo que Roma, ¡Roma! los haya des t ruido! . . . "

Y volviéndose a su comadre sentada a su lado, dijo en voz baja: "¿Y tendrán boca en Roma para murmu­rar de mí, por haber suprimido cuatro conventos de frai­les inú t i l e s? . . . " Es cierto que los romanos habían dicho mucho mal del Emperador por esas supresiones de frai-

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les, y él no lo ignoraba; con que todos los demás bien entendieron que con esa sola admiración tan inculcada, aunque nada más dijese, apologizaba bastantemente su conducta y tapaba la boca a Roma que había destruido la Compañía de Jesús, útilísima a todo el mundo y es­pecialmente a la misma Roma. Los Cardenales y prela­dos concurrentes y cooperantes a la abolición, mudaban colores y estaban mudos. Y así para no hablar solo en tal conversación, se encaró hacia ellos el Emperador jo­vialmente diciéndoles: "Muchos de Uds. habrán estu­diado con los Jesuítas. , . " Respiró el Secretario de Es­tado diciendo: que letras humanas y retórica le había ^enseñado el D. N. que lo nombró, "y me acuerdo, dice, que una vez me reprendió agriamente por unos versos mal hechos, bien que dijo que entre los demás de los con­discípulos no eran los peores. . . " El cardenal Guilini dijo: que aunque no había frecuentado las escuelas de la Compañía de Jesús, pero que siempre había tenido suma estima de ellas y sentía grandemente la falta que hacían los Jesuítas para la buena crianza de la juventud. "Ese hueco no se ha podido llenar'1 (interpuso el César). El Cardenal Orsíni, como que fue secular casado, y no había estudiado, salió con la enflautada: "Yo, dice, me confesaba siempre con Jesuítas y últimamente me confe­saba con el general Ricci hasta la abolición". "Me acuer­do, dijo el Emperador, de ese santo viejo. La vez pasa­da que vine a pasear por Roma a tiempo del conclave, le pregunté en su casa profesa del Jesús; qué sentía de las persecusiones de su Religión? Y me respondió que todo lo temía; y levantando sus ojos al cielo dijo enter­necido: "Hágase la voluntad de Dios en todo". Palabras y ademán que se me han quedado estampadas en la me­moria y me parece estarlo viendo y oyendo actualmen­te. Por no afligirlo más, no quise decirle, lo que yo sabía de estar preparada ya desde entonces la destrucción de la Compañía. Pero no pensé que ese santo viejo acaba­se su vida en el castillo". Los Cardenales, Secretario de Estado y Ministro de Francia se hallaban entre mil es­pinas, como más culpados entre los demás circunstan­tes. Para punzarlos más les preguntó, si en Roma se

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aprovechaban de esos abolidos en los ministerios de con­fesar, predicar, etc. Diciéndole un vergonzoso no, . . . "Yo, dice, si me aprovecho de más de dos mil que tengo en mis estados, y están trabajando mientras viven con <:elo de apóstoles. Así se portan también en Francia, en otros principados de Italia y Alemania y sobre todo en la Rusia, donde su prudentísima Emperatriz los ha sabido conservar intactos. Cuando yo fui a Pietroburgo a ver a esa varonil sabia Soberana, me dijo muchas ve­ces: que estaba resuelta a conservar sus Jesuítas a fren­te de quien se fuese, por haber conocido y experimenta­do ser los subditos más útiles al Estado y más fieles a su soberano. Y no la moverán de su propósito, que es mujer de constancia y firme en su p a l a b r a . . . " Aquí es que ese Duque de San Nicolás venido de la Rusia, empezó a borbotar en lengua tedesca, que sólo el Empe­rador le entendía, e iba contestando. Por lo que enca­rándose con donaire al Cardenal de Bernis le preguntó sonriendo, si entendía ese parlar francés? Y tornando al Embajador le habló un poco más; y luego en lengua que todos los allí presentes entendían, dijo el Emperador: "He preguntado a este Embajador si se contenta se diga en italiano lo que me ha parlado en tedesco. Ha respon­dido que en hora buena. Me ha dicho, pues, que la Em­peratriz de Rusia ama y estima tanto a sus Jesuítas como a las niñas de sus ojos; que los trata con la misma dis­tinción que a los grandes más favoritos: en prueba de esto ha contado, como testigo que lo presenció, que a cierta función magnificentísima y rara, en que por an­tigua institución debe primero danzar el Soberano o la Soberana, ya que no son admitidos más que los prima­rios magnates del Imperio, llamó y obligó a asistir al Vice-general de los Jesuítas con su secretario que esta­ban como novicios con los ojos en tierra y avergonzados en la asamblea. El Vice-general, dice, es un hombre santo y todos ellos se portan como ángeles.. . Esto es lo que ha referido el Duque de San Nicolás", dijo el Emperador, y añadió: "Debo yo también testificar de mis subditos: que, aunque secularizados por Roma, se están portando como todavía Jesuítas. Y ¡que de tales

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hombres se haya deshecho Roma! ¡Que Roma haya des­truido los religiosos a voz del mundo más edificativos,, los más doctos y más útiles a la Iglesia y a la misma Romaí Cuanto más lo pienso, más y más lo admiro. , ." dijo, y calló el elocuente César. De ahí a poco se despidió y a la madrugada antes de amanecer salió de Roma para Florencia etc., dejando harto que pensar en Roma y otras partes de su postrera conversación significantísima, de que luego escribieron centenares de cartas a todas par­tes, y antes que ésta mía llegue a Vuestra Merced, ya quizá habrá anticipádose la fama de dicha conversación a Qui to . . . .

Algunos por falta de noticias han dicho; Pues si los Jesuítas eran tales, y alabas, oh Emperador, a la Empe­ratriz de Moskovia ¿por qué no los has conservado in­demnes? ¿por qué tú consentiste en la abolición de los demás? Responde la verdad que el Emperador no con­sintió, ni aun requerido fue de su consenso; sólo a su madre se lo entramparon, y esto a tiempo que este "su hijo estaba lejos fuera de la corte. Nadie ignora que este hijo, durante la vida de su madre Reina de Ungría, de Bohemia y de los demás estados de Austria, no se me­tió en nada del gobierno y se mantuvo como un pupilo obediente, según protesta el mismo Emperador en los primeros decretos que promulgó después de la muerte de su madre estampados hasta en las gacetas. Y para ma­yor abundamiento sabemos con toda certeza que el Em­perador, cuando fue a Pietroburgo, entró a visitar a los Jesuítas de Polosko. Y basta del César

Su hermana la Duquesa de Parma de vuelta de Ña­póles se detuvo más días en Roma mirando sus raridades y recibiendo los cortejos y convites espléndidos de los Ministros de las Cortes y Príncipes,

Por ausencia del Embajador extraordinario de Espa­ña el Excmo. Sr. Duque de Grimaltti, las funciones que le tocaban las ha hecho el Pro-Ministro Sr. Dn. Nicolás José de Azara. A éste, al decirla, cuando pasaba: Ésta es la bella Iglesia de Jesús. . . "No quiero ver, dijo su Alteza Real, casa de Jesuítas, ni me hables de eso; por-

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que me melancol izo. . ." La misma Duquesa al Carde­nal Celada, que le iba mostrando las raridades exquisitas del Palacio Vaticano, al quererla mostrar el extravagante cuadro en que el famoso pintor Mens (que no ha mucho que murió) le habían hecho sobre el cuerpo de Moisés pintar la cara del Papa Ganganelli, la Duquesa con grande enojo volvió a otra parte los ojos diciendo: "No quiero ni ver ni oir nada de ese Papa Fraile que destru­yó mis Jesuítas". Qué hubiera dicho, si la hubieran mos­trado alguna de esas medallas, que con muchas otras grandes de oro y plata, en que leí con mis ojos este lema: Extinctio Societatis, Salus generis humani; i1) .y nos dijo el Custodio de ellas en el museo Vaticano el año 1777 que esas medallas las había enviado de regalo al Papa Ganganelli, el Ministro Carvallo, ese monstruo de mal­dades, precursor y figura de Anticristo. . .

Por el contrario es de creer que esa Sra. Duquesa, amante de Jesuítas, como todas sus otras hermanas: Rei­na de Ñapóles, Reina de Francia, María Ana la Abadesa, María Isabel y hermanos del Emperador el Gran Duque de Toscana, el Gobernador de Milán, y Maximiliano Gran Maestro del Orden Teutónico, se gozaría al ver el cuadro enigmático y misterioso de la hija de Jairo resu-sitada aunque verdaderamente no muerta, pintado por San Lucas Evangelista patrón de los pintores y descrito de los otros dos Evangelistas San Mateo y San Marcos. Ya sabemos, como verdad tan repetida e inculcada de to­dos los Santos Padres, y expositores, que cuanto hizo Jesucristo y cuanto sucedió durante su vida mortal, era figura de cuanto había de ir sucediendo en su Cuerpo místico la Iglesia. Ahora, pues, en la hija única del Prín­cipe de la Sinagoga Jairo, resucitada por Jesu'^isto, vea­mos, como en figuras bien delineadas lo que ha sucedido y está sucediendo a la Mínima Compañía de Jesjís resu­citada en la Rusia sin haber muerto: todas las circuns­tancias de la figura son no sólo raras y admirables, son singulares y únicamente adaptables a las circunstancias

('!•) Ld extinción de Id Compañía, salvación del .género.¡humano»

514 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

de esta presente Compañía de Jesús. Recorrámoslas bre­vemente . . . Como la Sinagoga figuraba la Iglesia, el Príncipe de la Sinagoga figuraba al Papa; la hija única del Papa no ha sido otra que la mínima Compañía de Jesús, por su profesión singular entre todos los demás gremios, los cuales son, síy hijos de la Iglesia, pero sola­mente esa Compañía ha sido hija única de tal príncipe. Por eso los Jesuítas eran por antonomasia los papistas. Lo moderno de esta Religión va figurado en la tierna edad de esa niña: Única filia erat annorum duodecim el haec moriebatur. ( l) El nombre del padre se dice Jairo, que significa iluminado^ porque el Papa tenía por muerta a su hija la Compañía había de ser iluminado de su resu­rrección^ aunque no había muerto. Esto puntualmente ha sucedido al presente Papa Pío VI que lloraba por su difunta Compañía y ahora se goza certificado de que vive por milagro de Jesucristo. Mientras Jesús iba a resucitar la niña que había muerto sucede de camino otro milagro, de quedar sana la mujer que padecía sangreluvia, por haber con fe tocado la orla de la vestidura de Jesús por detrás. En esta mujer está pintada la Emperatriz de Rusia. Ésta por el cisma estaba separada de la católica Iglesia, como aquella de sangreluvia por expresa ley de­bía estar segregada de los demás del pueblo de Dios, míen-Iras no sanaba; y por eso fue que, disimulándose y ocul­tándose, se llegó por detrás a tocar la orla, orilla o ex­tremidad del vestido de Cristo, la cual extremidad sim­boliza la distancia extrema de esos pueblos cristianos en la región setentrionaL De todas las cristiandades se viste el Divino Esposo: Esas de la Rusia son la orilla de su vestido místico, que toca la Emperatriz. Al contacto pre­gunta el Señor, quién lo ha tocado? Negantibus autem omnibuSy dixit Petrus, et qui cum illo eranU Praecep-ior; turbae te opprimunt et affligunt> et dicis: quis me tetigit? Q) Pregunto: en cuál otro siglo, en qué otro tiempo% pomo en éste, han oprimido y afligido tanto a

(1) Su hija única era de doce años y se estaba muriendo.

12) Negándolo todos, dijo Pedro, y los que con él estaban: Maes­tro; tas turbas te oprimen, y molestan, y dices ¿quién me tocó?

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Jesucristo, a juicio de Pedro y sus compañeros pocos, aquellas mismas turbas que afectan ser secuaces de Je­sucristo, quiero decir, aquella muchedumbre de cristia­nos de nombre y apariencia, que amotinadas a oprimirlo y afligirlo, no obstante todos ellos, reconvenidos de eso, responden que no hay tal, que no han pensado jamás en oprimir y afligir a Jesucristo? ¡Ah! Saule, Saule; quid me persequeris? í1) y Saulo no se creía perseguir a Jesús Nazareno. La ocasión en que las turbas más oprimían y afligían al Señor era cuando moriebatur (2) y todavía más cuando: veniunt ab Archisynagogo (como se lee en San Marcos c. 5 v. 35) dicentes: Quia filia tua mortua est: Quid ultra vezas Magistrum? (3) Así cuan­do el Archisinagogo Ganganelli vino con la funesta noti­cia de estar extinguida la Compañía, es inenarrable, in­decible cuánto oprimieron y afligieron a Jesucristo, en todas las cuatro partes del mundo. Iglesias abandonadas, colegios cerrados, juventud descarriada, misiones perdi­das etc., etc. Y para que Jesucristo no restablezca la Com­pañía que la quieren absolutamente muerta dicen al Príncipe de la Iglesia: Quid ultra vezas Magistrum? ca­lificando con impiedad política de vejación hecha a Je­sucristo, la humilde súplica de un padre que le ruega por su restitución a vida. Pero, Jesucristo, u ándito hoc verboi respondit patri puellae: Noli timere, crede tan-tum, et salva erif'\ (4) En ese temor del padre se signi­fica la timidez notablemente grande de estos últimos Pa­pas, y particularmente la del actual en las circunstancias de ir Jesús a resucitar su propia hija en la Rusia. Jesu­cristo le dice que él no tiene que hacer ni decir más, sino creer tan solamente; como en efecto este Papa no ha hecho más que creer la vida de la difunta hija: Et cum

(1) Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

(2) estaba muriendo,

(3) vienen de casa del Archisinagogo a decirle: Tu hija ha muer­to; ¿para qué sigues molestando al Maestro?

iA) oída esta palabra contestó al padre de la niña: No temas; únicamente ten fe, y será salva.

516 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

venisset domurn (prosigue San Lucas c. 8, v. 51) non permisit intrare secum quemquam^ nisi Petrum et Jaco-bum et Joannem, et patrem et matrera puellae. (*) Así ahora no ha querido Jesucristo sino poquísimos testigos del milagro obrado en la Compañía de la Rusia. El Papa su padre, la Emperatriz su madre, el Príncipe Potenkin, Monseñor Benislawski, el Arzobispo de Mohilow. Estos son los consabedores con certeza total del milagro. Fie-bant autem omnes¿ et plagebant illam, (2) ¿Quién po­drá decir cuántos lamentos y lloros se han hecho por todo el mundo, por la extinción de la Compañía? At Ule dixit: nolite flere: non est mortua puella, sed dorrnit. (3) Aquí está el enigma: va a resucitarla y asegura que no es muerta. Cómo es posible resucitar sin haber muerto? ¿cómo?. , . Como se ve suceder a la Compañía, pues sien­do la sentencia de su extinción nula por todos los capí* tulos imaginables, a los ojos de Dios no era muerta; pero cómo a los ojos de los hombres que ven lo que aparece, y de lo que aparece juzgan, la Compañía murió a la vio­lencia de esa insensata sentencia, la más impía y absur­da que después de la del Deicidio se ha dado al mundo; por eso Jesucristo va a resucitarla, respectivamente a los ojos y opinión de los hombres, que la habían reputado por del todo muerta, a vista del general despojo de todos sus bienes hasta de su sotana, después de los mortales síntomas, que precedieron y subsiguieron a su postrera enfermedad en arrestos, confiscaciones, destierros, prisio­nes, afrentas, ultrajes, infamias, y condenación, no sólo* sin proceso alguno, mas sin haberla hecho ni una pre­gunta, a punto porque quisieron que muriese inopinada­mente y de improviso. Pues, habiéndoles Dios Nuestro* Señor cegado, para que así diesen la sentencia de muerte y extinción contra su Compañía ¿no ha mostrado clara-

{1} Y cuando llegó a la casa no permitió que entrara nadie con él excepto Pedro, Santiago y Juan, y el padre y la madre de

la niña.

(2) Mas todos lloraban y lamentaban por ella.

(3) Pero él dijo: No lloréis, no está muerta la niña, sino que^ duerme.

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mente a cuantos quisieron hacer de su natural razón un buen uso, que así lo disponía su sabia Providencia para que la Compañía de Jesús no muriese ni pudiese morir en virtud de una sentencia sin proceso, sin delito, sin citación del reo; antes bien estudiosísimamente ocultada para sorprenderla con ella de repente? A la verdad un juez, forzado a hacer lo que no quiere ni puede en con­ciencia, si se valiese de la industria de no citar ni proce­sar al reo, ni hacerle saber nada, sino improvisadamen­te le intimase, por ejemplo, confiscación de todos los ha­beres, ¿podía proceder más acertadamente en orden a dejarle al reo toda acción para que en cualquiera recto tribunal se le declarase nula, nulísima esa sentencia? Creamos, pues, tanto en la figura, cuanto en la figurada Compañía, a la verdad de Jesucristo. Fuella non est mortua, sed dormií. (x) Notan todos los Evangelistas que, al oír del Hijo de Dios estas palabras, hacían mofa e irrisión los circunstantes. Irridebant eum, deridebant eumy scientes quod eset mortua, (2) porque sabían de conciencia cierta, evidente, notoria, pública que aquella joven era muerta. ¡Oh desengaño y confusión de tantas y tantas ciencias y evidencias de los mortales, fundadas al fin ¿en qué? —en meras apariencias, como ésta! Vie­ron la doncella sin movimiento sobre el féretro, y eso bastó para que, orgullosos, prefiriesen la vista falible de sus ojos al oráculo infalible de la misma verdad, que tan clara y expresamente les contradecía. Mortua est, dicen ellos. Non est mortua, sed dormit (3) les decía Cristo, y por eso pasan a triscar y burlarse con insolentísima pro­tervia de su adorable Majestad. En esto también se ha de ver, que Jesús, aun a costa suya quiso prefigurarlo todo, prenunciándonos las befas, las risadas, los sarcas­mos y cantaletas con que nos han ridiculizado al oírnos, que a despecho del Infierno y de todos sus esfuerzos, la mínima Compañía de Jesús no ha muerto, sino que tan

(1) La niña no está muerta, sino que duerme.

(2} Se burlaban y reían de él, sabiendo que estaba muerta.

(3) Muerta está — No está muerta, sino que duerme.

518 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

solamente ha dormido el sueño o letargo en que la puso el Ganganeliano Breve, que nos arrancó del cuerpo la sotana, mas no la profesión del alma, ni el alma de la profesión. En contra de esto nada prueba ese exterior despojo de sólo el exterior. No sólo los muertos para ser sepultados, también los vivos para dormir son despoja­dos de sus hábitos. Y si se permite corresponder con una chanza a tantas burlas, diremos que el Breve, en vez de amortajarnos, antes nos quitó nuestras morta­jas; que mortajas suelen decirse, y se deben decir los hábitos de los religiosos, por haber muerto al mundo y a su propio albedrío y libertad. Esa sola mortaja echada está de menos y desea con ansia la pobre Compañía de Jesús, a quien el Infierno, por verla quizá la más muer­ta al mundo en la mayor porción de sus religiosos, por vivir así verdadera vida, de rabia la arrancó aquella mor­taja que vestía para forzarla a vivir al mundo con redo­blada muerte, Y ¿no prueba esto mismo el que habién­dose dejado con sus propios hábitos a los religiosos regu­lares de cuantos órdenes han sido suprimidos en la anti­güedad, solamente a los jesuítas los hayan despojado a fuerza, de sus mortajas? Pero por eso mismo, frustran­do Jesús todas las evidencias, conatos y ardides de Sata­nás, a quien había dado esa licencia contra su Compañía, como se la dio contra Job con aquella memorable condi­ción "Veruntamem animara eius serva", C1) no permitió que el tósigo del Breve supresivo arribase al corazón, ni le quitase la vida a su Compañía, sino solamente que la rindiese a un sueño, es decir, a una calma o cesación de acciones y movimientos propios de su vida ministerial y espíritu apostólico; y aun eso solamente en la mayor y más visible porción de su cuerpo, mas no en todo; pues que su admirable Providencia dispuso que los espíritus vitales de esa Compañía se retirasen a una mano escon­dida allá, en una región casi ignorada de la Rusia Blan­ca. Por eso el Hijo de Dios, ratificando su aseveración. Non est mortua, non est morlua, (2) teniendo la mano

(1) Sin embargo, no toques a su vida.

(2) No está muerta, no está muerta.

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de esa doncella, figura de su mínima Compañía, clamó diciéndola: Joven levántate, v. 59. Ipse auíem tenens manum eius clamavit, dicens: Fuella^ surge, (*) Es digno de reflexionarse que a ninguno de los que resucitó Jesu­cristo le hubiese tomado de la mano, sino solamente a esta figura de su Compañía, demostrando aun con esa acción que no había muerto; como quiera que Non esí Deus mortuorum sed vivorum, (2) y así Su Majestad no tiene de la mano a ningún muerto. Porque no había muerto la Compañía, la toma Jesucristo de la mano para levantarla, esa mano, quiero decir, que en la Rusia Blan­ca se ha conservado siempre tenida y sostenida de la Omnipotente mano de Jesús para levantar esa Compañía sana y salva. Aquellos que a bulto han visto su cuerpo postrado a violencias del Breve, y por sola esa vista la reputaron del todo muerta, no han observado, no han pulsado esa mano de la Rusia Blanca; no han advertido,, que no se extendió, ni pudo extenderse hasta esa mano sostenida del mismo Dios la otra mano exterminadora del Papa Ganganelli; antes bien ese mismo Papa ordenó a su Nuncio con un Breve auténtico, que la dejase intac­ta y viva como se estaba, y ha estado constantemente trabajando y obrando apostólicamente a fuer de mano, jeroglífico bien sabido de toda operación. Y éste es el misterio de no haber usado Jesús de sólo el imperio de su voz, como con los muertos, sino de haber primero te­nido la mano de esa joven con su divina mano, para ponerla en pie, diciéndole: Puella^ surge. (3) No obstan­te que sin decirla nada, o diciendo esa misma palabra en voz baja la levantase. ¿Por qué, pues, clamó tenién­dola tan inmediata, y no estando muerta? El estar dor­mida no dificultaba nada que se dispertase aun al hálito solo del Omnipotente: ¿para qué, pues, tanto clamor? Es que figurando esa joven la Compañía de Jesús en el acto de tomarla de aquella mano de la Rusia para levantarla,

{1} Mas él, tornándola de la mano, clamó: Niña, levántate.

(2) No es.Dios de los muertos, sino de los vivos.

(3) Niña, levántate!

520 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

quiso el Señor dar ese clamor no tanto por ella, cuanto por prefigurar y preconizar la fama de la resurrección de su mínima Compañía, debida a sola su piedad y om­nipotencia: Surrexit puella, dice San Mateo c. 9 et exiit fama haec in universam terram illarn. (x) De hecho el grito de la fama de nuestra Niña mínima se ha dejado oír no sólo por todo el imperio de la Rusia, que ocupa la quinta parte del globo terráqueo, no sólo por la Alema­nia, Francia, Italia y la Europa toda, también hasta en el nuevo mundo ha hecho resonar sus ecos, según lo han escrito de ambas Américas, meridional y setentrional muchas personas en sus cartas a los de por acá. Esta voz y fama entre tantas naciones y lenguas, ésa se pronunció con otra notable singularidad, que San Marcos nos lo dice. A este sagrado Evangelista el Espíritu Santo dictó en lengua latina su Evangelio, Con todo al referir las precisas palabras con que Jesús clamó a la joven, no contento de darlas traducidas en la lengua latina en que escribía, expresó primero en la lengua siro-hebraica en que Jesús las había pronunciado. Tenens manum pue-llae. ait Mi: Talitha, cumi: Quod est interpretatum, Fue­lla, (tibi dico) surge. (2) Marcos c. 5, v. 41. Esta sin­gularidad, claro es, no carece de misterio: mas, de haber notado que a esta sola única, la tomó de la mano, en prueba palmar de que vivía aun, y tenía esa mano libre y suelta, no ligada como las manos, los pies y aun la cara de Lázaro, según lo nota el Evangelista San Juan, inculcando que había muerto: Et statim prodiiU qui fue-rat mortuus, ligatus manus et pedes institis, et facies illius eral ligata sudario. (3) Juan c. 11, v. 99, ni con el man­cebo de la viuda de Naín, de quien inculca igualmente

(1) Se levantó la niña, y corrió esta fama por toda aquella tierra.

(2) Tomando la mano de la niña, le dijo: Talitha, cumi; que se interpreta: Niña, te lo digo, levántate.

(3) Y al punto salió el que había estado muerto, atadas con vendas las manos y pies, y atado el rostro con un sudario.

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el Evangelio que era muerto: Et resedit qui erat mortuus. (*) Lucas c. 7, inculcando, al contrario, de esta sola sim-gularísima resucitada, que no era muerta: Non esí mor-tua puella. (2) Además, repito, de estas singularidades quiso el Espíritu Santo, que las palabras formales, con que Jesús resucitó esta su privilegiada joven, se repitie­sen y renovasen en diferentes lenguas. Talitha, cumi. . .. Puella. . . surge. . . (3) Para significar con eso, a lo que parece, que en persona de esa doncella, quiso prefigurar Jesús a su Compañía mínima, ya porque ésta es un cuer­po o agregado de personas de diferentes lenguas y nacio­nes y esparcida entre naciones y lenguas diferentes, y ya porque, levantada viva y renovada en el imperio de la Rusia de Jesuítas rusos, polacos, húngaros, bohemos, alemanes, franceses y lo que es y será admirabilísimo hasta del popayanejo Ignacio Carvajal y Tenorio, bien muestra, que con el tiempo se irá restableciendo en las demás naciones, lenguas y pueblos del universo, entre los cuales ha comenzado a difundirse la voz y fama de su resurrección en tantas y tan diversas lenguas: Tali-tha, cumi. . , Puella. . . surge. . , Con esto y lo que atrás dejo apuntado en las columnas 27 y 28 se echa de ver que Jesucristo Nuestro Señor ha querido dar al mundo en esta su mínima Compañía, como en pequeño mapa o miniatura, una visible semejanza de su Compañía gran­de, que es la Iglesia, especialmente considerada a los tiempos del Anticristo oscurecida, de tal manera que los mundanos la tendrán por acabada y muerta; bien que a los ojos de Dios nunca muerta, sí sólo adormecida, lán­guida, enferma, y eso no en todos los miembros de su vasto cuerpo; puesto que a esa misma Iglesia perseguida en su sana porción y atenuada se le dará un refugio en un desierto adonde se habrá retirado al favor de las alas de un águila grande (Apocal. c. 12) que se le darán en su mayor tribulación, como a la Compañía de Jesús se le han dado las de la Emperatriz rusiana. Se ve, pues, la

(1) Y se sentó el que estaba muerto. (2) No está muerta la niña. (3) Talitha, cumi. . . Niña, levántate.

522 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

mutua relación que tienen entre sí estas figuras: esta es, la Niña hija única del Principe de la Sinagoga con la mínima Compañía de Jesús, Hija del Papa, y ésta con la Iglesia, Compañía grande del mismo Jesucristo. Como Jesucristo resucitó a la niña tenida por muerta, aunque no era muerta sino dormida; así resucita a su mínima Compañía tenida por muerta aunque no era muerta, sino dormida; es decir quizá ya lánguida, floja, remisa de­lante de Dios en la mayor parte de su cuerpo, que no:

ejercitase sus ministerios, ni anímase sus acciones con aquel espíritu fervoroso e intención pura y recta, que es necesario para que nuestras operaciones sean en el aca­tamiento del divino Juez, vivas, despiertas, vigilantes; puesto que no siendo animadas de otro espíritu que del humano y sus pasiones de ambición de vana gloria, esti­mación, aplauso, etc., las mira Su Majestad como sueño, y desprecia como un mero delirio de letargo. En fin como ha resucitado Jesús a esta su Compañía mínima, ador­mentada, no muerta, así resucitará a su Compañía gran­de nunca muerta, pero hacia los tiempos del Anticristo, cuanto a la mayor porción de su cuerpo, vea adormecida en la práctica de buenas obras y verdadera fe; según lo predijo el mismo Señor con aquella enfática pregunta: Verumtamem Filius hominis veniens, putas inveniet fi-dem in térra? (*) Luc. c. 18, hablando de su venida (no de la última al juicio universal) sino de la que antes hará a debelar todo el partido del Anticristo con su cau­dillo, a convertir el mundo pervertido, a reformar el Cris­tianismo universal, a consumar, completar, perfeccionar su reino espiritual, y por decirlo en breve, a dar la mano y resucitar toda su Iglesia o Compañía grande, como ha resucitado su mínima Compañía y su anterior figura, aquella niña, a la cual dice el pintor Evangelista, que se le restituyó su espíritu y se levantó inmediatamente: Et rever sus est spiritus eius et surrexit continuo (2) . . . Luc. c. 8, 55. No dice que se le volvía su alma al cuer-

(1) Sin embargo, cuando venga el Hijo del hombre, ¿piensas que encontrará fe en el mundo?

(2) Volvió en ella su espíritu y se levantó al punto.

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po, sino con énfasis particular dice que se le restituyó su espíritu. Cuántos y cuántos vemos que tienen alma, sí, para verificar que no son muertos, pero que no tienen ningún espíritu para manifestarse vivos o espirituosos o llenos de espíritu. Así que con esta palabra espíritu no siempre se significa sola la alma, forma del cuerpo, sino que se usa frecuentemente para significar mucho más que esa sola forma, esto es para significar aquello que en una persona viene a ser como una forma de su for­ma, como alma de su propia alma, y como espíritu de su propio espíritu, del cual puede carecer, puede estar pri­vada una persona, aunque no esté muerta y mantenga el alma en su cuerpo. Por tanto si se le vuelve ese espí­ritu de que se había privado, puede y debe decirse, que ha resucitado aunque no haya muerto. Y ve allí con esto y todo lo que antes se dijo, descifrado el enigma y conciliada la aparente contradicción de resucitar sin ha­ber muerto, como la niña del Archisinagogo; a la cual en prueba de esto mismo, mandó Jesús al ponerla en pie, que la diese luego de comer: Et iussit illi dar i man­ducare. Lo cual no lo mandó para ningún otro de los que muertos resucitó, ni de los que sanó enfermos. So­lamente a esta niña manda que la den de comer. ¿Por qué? Porque era la figura de su mínima Compañía, a la cual conforme a su orden la están dando de comer de aquellos manjares, que el mismo Jesucristo desde el cielo mandó a San Pedro que comiese. Act. c. 10. . . Y como el dar de comer especialmente a una hija y niña es ofi­cio que a la madre más bien toca que al padre, hasta ésta, esta menuda circunstancia, connaturalmente se ve cumplida en la mínima Compañía de Jesús resucitada; siendo la Emperatriz de la Moskovia su segunda madre la que le está dando de comer no sólo corporalmente, sino también espiritualmente, aprontando al celo voraz de esos Jesuítas, hijos suyos, provincias y reinos grandí­simos de gentes bárbaras, y poco menos o más que fie­ras, para que las maten quitándolas esa su vida mortí­fera, las coman, las digieran en orden a incorporarlas en cuerpo místico de Jesucristo, que es su Iglesia. Se nos ha escrito repetidas veces que esa heroína madre amo-

624 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

rosa de la Compañía rediviva, cada día se admira más de lo que Dios va obrando en su Imperio por medio dé tan pocos Jesuítas; y este Sumo Pontífice Pío VI sabe­mos que a la consideración de esos portentos ha quedado <;omo extático y absorto, gozándose del espíritu de aque­llos y doliéndose grandemente del sueño o inacción de éstos. San Lucas mejor que el Ticiano expresó estos mis­mos afectos en el cuadro de la figura: 96. Et stupuerunt parentes eius quibus praecepit ne alicui dicerent quod factura erat. (a) Y éste es el último rasgo de su pincel en la pintura que hemos explicado.

No es de admirar el estupor y admiración de tal pa­dre y de tal madre, al ver en un momento pasar a su hija la mano de Jesús de muerta a viva. Lo que me maravilla es que Jesucristo les haya impuesto precepto, y según la expresión de San Marcos c. 5. Praecepit ve-hementer: (2) precepto, digo, vehementemente encare­cido, de que a nadie dijesen lo que habían hecho: sien­do así que toda la Sinagoga y toda la ciudad había oído y visto, muerta y muy muerta a su juicio la hija única de su Príncipe y poco después la había de ver con infini­ta curiosidad y ahinco ya resucitada. No es de la Bon­dad y Sapiencia divina mandar cosas supervacáneas ni imposibles. Pues ¿qué es el gran secreto a que los obliga? ne alicui dicerent quod factum erat. (3) Dos cosas hay que atender en el hecho. La una es la misma sustancia del hecho, es decir la resurrección misma de la niña, y no es ésta la que se prohibe manifestar siendo de suyo manifiesta e inescondible; la otra es el modo singularísi­mo con que Jesús obró esa resurrección; y ese modo se les prohibe encarecida y vehementemente el revelarlo ellos, esto es el padre y la madre, a ningún otro que no lo vio. ¡Oh Providencia divina infinitamente fuerte no menos que suave en su conducta! Ese precepto tan vehe-

<1) Y se admiraron sus padres, a quienes mandó no contasen a nadie lo que había sucedido.

(2) Mandó con fuerza.

i$) que a nadie contasen lo que había sucedido.

P. JOAQUÍN AYLLÓN 525

mente nos representa el secreto inescrutable modo con que el gobierno de Jesucristo ha tenido y mantenido pri­mero al mismo Papa Ganganelli en un secreto impene­trable acerca de su Breve al Nuncio de dejar intacta la Compañía jesuítica de la Rusia, y después a su sucesor Pío VI y a la Emperatriz de Moskovia, en un silencio inflexible a todas las industrias y esfuerzos de la más poderosa y empeñada Cabala, para que a nadie revelen el modo y manera singularísima con que el Poder de Dios ha dado su mano y está levantando viva la Compañía mínima de Jesús que el mundo tenía por muerta. Regí saeculorum immortali, et invisili, soli Deo honor et glo­ria in saecula saeculorum. Amén, (*)

Amigo: para ver y contemplar retratos semejantes,. Dios le ha dado y le conserva sanos los ojos de su escla­recido entendimiento. Con ésos verá Vuestra Merced mu­cho más y mejor que yo, certísimo de entrambas vistas; como se echa de ver en lo imperfecto de esta relación, que envío a Vuestra Merced de cuadro tan exquisito y maravilloso, a fin de comunicar con Vuestra Merced y mis Señores sus íntimos confidentes, mi consuelo; ya que Vuestra Merced ha sido siempre de corazón y espíritu más jesuíta, y más fino amante de la Compañía de Jesús que yo y otros semejantes a mí que indignamente vestía su sotana. Aquel importante aviso del Apóstol: Fratres, quaecumque scripta sunt ad nostram doctrinam scripta sunt, ut per patientiam et consolationem scripturarum spem habeamus, (2) Rom. 15 me aplico a cavar un poco en el campo del Evangelio, y la divina piedad me hizo encontrar con buena suerte este gran cuadro de San Lu­cas a tiempo que otros han ido encontrando y desente­rrando muchas cosas de la antigüedad, para con ellas enriquecer y adornar más y más el famosísimo museo-

(1) Al Rey de los siglos inmortal e invisible, a Dios solo, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

(2) Todo lo que está escrito, está escrito para nuestra enseñan­za, para que, por medio de la paciencia y del consuelo d e

las Escrituras, tengamos esperanza.

526 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Pío-Clementino, así llamado por haberlo comenzado Cle­mente XIV y continuado Pío VI en recinto del Palacio Vaticano con portentosa arquitectura y fábrica de piezas diferentemente magníficas que han costado ya cosa de un millón y medio, sin las alhajas de escultura, pinturas y otras artes que ya son innumerables y preciosas todas. Muchas de ellas han encontrado en las innumerables ca­vas que se han hecho dentro y fuera de Roma a la ex­tensión de más de 12 a 15 leguas en todo el decenio del pontificado de este Papa, quien si se le presentase este cuadro de San Lucas retocado e iluminado de alguna mano maestra, quizá lo haría colocar en muy principal puesto en su museo, como que de suyo por su propia re­presentación es a propósito para vincular con más bien fundados y claros títulos el renombre de Pío-Clementino con que se está considerando ese museo. . . .

Ya vino finalmente en la primera semana de esta cuaresma la noticia auténtica de haber el Nuncio Arque­tó dado el palio al Arzobispo primado del nuevo arzobis­pado de Mohilow erigido por la Emperatriz de Moskovia, madre de la niña resucitada, ítem de la consagración de Mons. Juan Benislawski su coadjutor con la futura. ítem de la consagración de otro Obispo, que antes solía ser de rito griego y esta Emperatriz lo ha hecho de rito lati­no. A dichas funciones asistió en Pietroburgo toda la grandeza y su soberana también en una tribuna de la Iglesia. Mandó toda la música de su palacio en número de cien senadores de diversos instrumentos. Su primer ministro el Príncipe Pablo Potenkin dio esplendidísimos banquetes en su gran palacio, los dos días de la consa­gración. En otra anterior función de besamanos, a que había citado al Vice-general de la mínima Compañía de Jesús, delante de toda la grandeza la misma Emperatriz le constituyó magnate de primera clase del Imperio. Gra­cias a Dios, que lo ha hecho humildísimo a dicho Vice-general! como lo escriben todos.

El Padre Cayetano Angelini palmesano (a quien co­nocí en Roma, y es autor de varias excelentes obras que ha dado a luz) ha escrito de Polosko, adonde está con

P. JOAQUÍN AYIXÓN 527

sus Hermanos revestidos de la sotana desde el año 82, ha escrito, digo, a nuestros quitenses de Ravena, sus ami­gos, que "está gozosísimo pareciéndole estar en un paraí­so viviendo entre esos Jesuítas angelicales, llenos de vir­tudes, especialmente de humildad: Que estén ciertos de que la Compañía existe canónica y apostólicamente". Dos Jesuitas alemanes escribieron el mes pasado de Fe­brero al que fue Asistente de Germania, que el Principe Haunitz primer ministro del Emperador los había con­vidado a su mesa y habiéndose tratado de los Jesuitas de la Rusia les había dicho si les tenían envidia? y había añadido: presto dejaréis de tenerla. En Roma corre la voz de que este Papa dio al Emperador un Breve para que restablezca en sus estados la Compañía de Jesús, como mejor le pareciese a Su Majestad. Lo cierto es que dicho Emperador reiteró en la ciudad de Pisa sus senti­mientos favorables a los Jesuítas, y después en la ciudad de Pavía; donde, además de eso, llamó a todos los pro­fesores de esa gran Universidad y dio severísima repren­sión, por haber algunos de ellos dado a luz algunos libros y publicado tesis y conclusiones injuriosas a la Santa Sede, comunicándoles graves penas, si alguno en adelante se atreviere a escribir tales asuntos con menos respeto del que se debía al Sumo Pontífice, Pastor de la universal Iglesia. En una de las largas conferencias que Su Majes­tad tuvo en Roma con este Papa, se le había quejado de «sos profesores de Pavía, diciéndole: "Vea Vuestra Ma­jestad las consecuencias de su decreto de tolerancia". A que el Emperador replicó que los abusos de una ley no debían decirse consecuencias de la ley; que en tal decre­to estaba limitado a la tolerancia de solas las sectas lute­rana, calviniana ya muy antiguas en los protestantes de sus estados, a quienes para ganarlos con la suavidad les había con su decreto acordado la participación de cargos y puestos civiles y militares como a los demás subditos, el tener sus iglesias y funciones de su Religión no públi­cas y sus libros, nada más; que semejante tolerancia no daba causa a sus libros de que Su Santidad se quejaba, y que de ellos no había llegado noticia alguna; pero que en todo caso él pondría eficaz remedio, y velaría sobre que nadie osase en adelante escribir de esa manera, como

528 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

ya lo había hecho al pasar por Pavía. Fuera de esto, parte de sus conferencias que el Emperador refirió antes de salir de Roma a su gran confidente el Príncipe Duque de Braciano en conversación tenida en su palacio con al­guno u otro Cardenal presente y algunos príncipes, le confesó en general que en algunos artículos el Papa lo había convencido y hecho volver atrás, que en algunas él había hecho callar al Papa, v. gr. al justificar su con­ducta en la supresión de frailes que no ayudaban al pú­blico, sacándole que Roma había suprimido a los Jesuítas con horror y escándalo el mayor que había dado jamás en todos los siglos antepasados; que el Papa se le había excusado diciendo que no había tenido en eso más parte que la del común dolor y llanto, y que al apretar dicién-dole: "eso ya lo sé; pero lo que digo es, que Roma, Roma el centro de la Religión, Roma es la que ha hecho esa horrible traición a Jesucristo y a todo el Cristianismo", el Papa cubierto de rubor quedó callado. Estas expresio­nes del Emperador donde el Príncipe de Braciano, las he sabido días después de esa conversación suya en casa del Príncipe Doria, en cuya relación a columnas. . . me olvi­dé de dos circunstancias: la una, que habiendo el Cardenal Corsini (que en cuerpo y alma es un gran adobe del sa­cro Colegio) intentado responder sobre el punto de no haberse podido suplir con otros la educación de la ju­ventud en seminarios y colegios, etc. diciendo: "Por acá sí, que se ha suplido bien la falta de los Jesuítas", luego le volvió el Emperador la espalda, poniéndose a razonar con otro, dejándole amohinado; al mismo tiempo le tiró otro de la púrpura, y a vuelta del Emperador le hicieron seña que dejase de rebuznar. Lo otro que olvidé fue que el Emperador entre otras cosas, había notado el gran ataco y amor de los Jesuítas a su Religión, tan general que aun en aquellos que voluntariamente la dejaron se conoce (decía) esa pasión. A esto contestaron los cir­cunstantes, diciendo: "nosotros también hemos observado lo mismo: afición que no conservan los frailes seculari-zados", añadieron, y el Emperador: "mil gracias, dice, me han dado por haberles puesto en libertad". El pri­mer domingo de cuaresma a tiempo del pranzo a que

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había convidado a muchos Señores y Prelados el riquísi­mo Cardenal Palavicini, Secretario de Estado del Papa, tocó estudiadamente punto de funciones cuadragesimales, sermones, ejercicios, confesiones y dijo: "Es cierto, Seño­res, que se hace tocar la falta de los Jesuítas para todo esto y las escuelas". Esto nos lo ha referido el viejo Je­suíta Casali, hermano del Cardenal Casali, añadiendo que se decía haber no sé qué amigo del Secretario de Estado aconsejádole que empezase ya a hablar en abono de los Jesuítas, porque el tiempo lo requería. Ello a los convi­dados y después todos los a quienes han referido el dicho, lo han extrañado mucho en la boca de Palavicini. Por último vaya la siguiente noticia por segurísimo canal oculto prevenida al P, N. Este Papa dio a Mons. Benis-lawski con credenciales particulares para la Emperatriz de Moskovia un Breve, en que lo constituía su delegado y Nuncio extraordinario para el establecimiento canóni­co de los clérigos regulares de la Compañía de Jesús a gusto y beneplácito de Su Imperial Majestad en sus do­minios. Por esto quizá habrá escrito el citado Angelina que estemos ciertos en que la Compañía de Jesús existe canónica y apostólicamente.

El Padre Bernardo Recio suplica a Vuestra Merced que salude cordialmente a Sr. Dn. Sancho de Escobar, de que yo le he hecho muchas memorias conforme a su mérito y mi aprecio, y dice el buen viejo que le duele de haberlo amargado delante del Señor Polo. Don Santiago Herrería suplica que cuando Vuestra Merced rne res­ponda le apunte si su padre ha muerto y si ha dejado hijos de la segunda mujer, Cisneros, Aviles, Ruiz salu­dan a Vuestra Merced y los que están por Ravena, Faen-za, Rímim etc. saben por mis-cartas cuan deudores so­mos a la finísima benevolencia del Dr. Dn. Antonio Sán­chez de Orellana. En la que escribí a Vuestra Merced por Noviembre del 83 suplicaba y renuevo en esta mi súplica al Sr. Dn. Sancho, para que por Dios Nuestro Señor aconseje, dirija y en cuanto pudiere ajuste el plei­to en que murió mí sobrino, marido de mi prima Dña. Mariana Ramírez, pobre viuda con tres huérfanos.

530 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Repito mis afectuosas memorias a los amigos; y aca­bemos con ésta, que cierto equivale a cincuenta cartas distintas con que satisfago a las amantes quejas de Vues­tra Merced sobre que no le escribo, bien que no me sa­tisfago a mí mismo por ir desconcertada en la materia y mal escrita en la forma. Ruego que prontamente me avi­se que ha recibido, para quitarme de zozobras: y con noticia categórica: de mi Madre Francisca de Jesús, En­carnación. Mariana y mi Crante. Vale. Vale.

P. D. Recientemente el que de Jesuíta fue peniten­ciario en San Pedro de lengua inglesa ha tenido carta 'de Mons. Benislawski que, consagrado ya de Obispo, ha­bía partido hacia Mohilow, y dice que vuelve a la corte llamado de la Emperatriz, para un negocio que le es muy gustoso a él, y lo será al mismo penitenciero a quien le escribe. De por allá vino a principios de Febrero una carta en que aseguraba que en el Gabinete imperial de Pietroburgo estaba entablado un manejo que si surtía efecto en breve se repondría la Compañía de Jesús en otros reinos. Salta a los ojos la combinación. Sé de cier­to la promesa del Cardenal Vitaliano Borromeo de, al momento de reponerse la Compañía de Jesús en Italia, dar cuanto baste para un colegio en que se mantengan con decencia doce Jesuítas. Amén.

Avisarame cuanto le hubiere costado este pliego que cerrado lo meto a la posta hoy, día de San Gabriel, vigi­lia de San José, que lo ponga felizmente en manos de Vuestra Merced.

Amén.

AL SR. DR. DN. ANTONIO SÁNCHEZ DE ORELLANA

(fragmento)

(INÉDITA)

Roma, 6 de enero de 1785.

Aguirre prosigue en el Convito de la ciudad de Tívo-ü de Maestro de Moral y muy acreditado de docto. Una persona muy autorizada en Roma dijo delante de varios presentes a cierto Cardenal: "Dos hombres he conocido dignos de un Concilio: el uno el difunto P. Faure, y el otro un español que está en Tivoli, llamado Juan Bau­tista Aguirre".

Nuestro Dn. Juan Velasco tiene escrita una bella His­toria del Reino de Quito; mas no se atreve a darla a luz. El pobre está sordísimo y achacoso.

AL SR. DR. ANTONIO SÁNCHEZ DE ORELLANA, QUITO.

(INÉDITA)

Jesús María y José con todos los santos nos valgan siempre amén. Roma 19 de Julio de 1786.

Mi Dueño y Amigo amado sobre toda expresión: Des­pués de haber escrito como un Tostado cartas largas las mías y no pocas breves, recibo hoy una de Vuestra Mer­ced de 15 de Enero llena de quejas de mi crueldad en no haber escrito. Atribuyo a mis pecados que mis cartas o se hayan perdido o hayan tardado tanto en llegar a ma­nos de Vuestra Merced. Quiera la divina bondad que sólo hayan tardado, mas que finalmente al recibo de esta presente carta haya Vuestra Merced habídolas todas con los cuatro rescritos: uno de licencia de leer libros prohibidos común a su sobrino mi Sr. Román, y a mi dulce hijo Dn. Luis su Secretario. Otro de altar privile­giado personal tres veces a la semana con otras gracias para el mismo Sr. Román. Otro de Indulgencias plena-rias y parciales por las Letanías para Vuestra Merced y las personas que le acompañan. Otro de la Penitenciaria

P. JOAQUÍN AYLLÓN 533

para mi Sr. de Flores relativo a su deseo. Mucho me do­lerá si dichos pliegos no arriban. Paciencia. A mi Ma­dre Francisca de Jesús que le agradezco su carta, que me ha consolado que vive aunque tan enferma; que rogaré a Dios siempre en la santa Misa por mi primo hermano Dn. Fernando Ramírez que de Dios goce como confío; que me conduelo de lo que padece mi Pachito; que a mi querida Hermana Encarnación le diga de mi parte mil amores; y que ella avise a la Hermana Manuela del Es­píritu Santo que vivo a la fecha y con buena salud gra­cias a Dios.

Del tránsito dichoso de nuestro santo Fr. Francisco Bolaños me ha regocijado grandemente por su gloria y por el bien de nuestro Quito; espero que ahora que pue­de más, alcanzará de la divina misericordia el alivio de tantas calamidades que afligen nuestra cara Patria. Sí, lo espero, lo espero. Celebro que lo hayan honrado tan dignamente y persuádome que Dios obrará por su inter­cesión grandes milagros para glorificar aun en la tierra a quien tanto lo glorificó. A mi Dn. Tomás Toledo, el pésame; claro es que yo por indigno me remito al santo Sacrificio de la Misa para cumplir con todas mis obli­gaciones, y años ha que no he dejado de decirla sino tan solamente los tres días últimos de Semana Santa. Salu­des a tutiplén a los que sabe Vuestra Merced Orozco, Escobar, Olea, León L. Lorenzo, S. Antonio Cármenes. Consuélome de la mejoría de mi Dn. Ramón. A mis tres Marianas que deseo sean amigas entre sí. La carta para Aguado la empostaré hoy mismo. El día de Corpus 15 de este Junio, murió en Tívoli el Padre Dn. Juan Bau­tista Aguirre consumido de tísica a lo que parece. Murió en Ravenna a fines de Mayo el Padre José J. Bahamon-de, Quiteño Misionero en Mainas más de 40 años. El Padre Dr. Manuel Orozco estaba desahuciado según me escribe Escobedo con escorbuto. En los demás Provincia­nos no hay novedad, y todos lo resaludan cordialmente, y Aviles y Cisneros (quien ha tenido carta de Quito en este ordinario) saludan a Dn. Luis con el Padre Dn. Francisco Egüez que está presente: responderá poco des­pués a su tío el S. Marqués de Miraflores, y a su otro tío

el Sr. Canónigo Dr. Dn. Alejandro Egüez, dignísimo Rec­tor del Seminario. Yo los saludo. La limosna de Vuestra Merced y de mi hijo Dn. Luis aún no asoma ni sé dón­de se detiene. Esta va de volapié, por ser justo en res­ponder a vuelta de correo. La Compañía de Jesús Ru-siana florece y fructifica en Dios y por Dios maravillo­samente. En Augusta, ciudad imperial, se han confede­rado algunos de los Jesuítas abolidos Alemanes a consa­grar todas sus fuerzas y trabajos en defensa de la Reli­gión y de la Santa Sede. El Papa lo sabe y ha escrito algunos breves gratulatorios a algunos de ellos, que han dado a luz excelentísimas obras al asunto. Basta por aho­ra. Amo mío, Dios me le guarde como ruega

Su Esclavo J. A.

Al Sr. Dr. Antonio Sánchez de Orellana guarde Dios muchos años.

Por la Coruña, Cartagena de Indias, Quito.

DE UNA CARTA A D. ANTONIO SÁNCHEZ DE OBELLANA PBRO.— QUITO.

(fragmento)

(INÉDITO)

Roma 17 de Octubre de 1787.

Carísimo Dueño mío

Sea lo 8Q que prontamente mandé la inclusa al P. D, Ramón Viescas, que a la sazón se hallaba fuera de Ra-vena, no sé dónde, porque no quiso que, supiesen adonde iba a descansar y divertirse un poco el mes de Octubre, que es de vacaciones en estas tierras. Él es de habitual buena salud, que bien la necesita para sostener el gran peso y cosijo de su oficio de prefecto de las escuelas que fundó en Ravena el Cardenal Valenti Gonzaga, Legado entonces de la Romana, gran apreciador de nuestro. Vies-

536 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

cas, quien ha desempeñado la confianza del fundador en el gobierno de dichas Escuelas tan bien, que ha sobrepu­jado las esperanzas de los buenos y las envidias de los malos. Él tiene a su favor toda la nobleza de Ravena contentísima de ver tan bien educados sus hijos, cuanto lo eran antiguamente cuando gobernaban los Jesuitas el gran Colegio de nobles de esa ciudad. Diez pesos tiene Viescas de honorario cada mes; pero bien sudados y de-masiadamente merecidos: como los 50 pesos al año de D. José Joaquín Valencia, que es maestro de leer, escri­bir y contar en esas mismas Escuelas (se ha mantenido célibe), y los 25 pesos al año de su ayudante Viteri car­gado de mujer e hijos, el pobre.

En los demás compañeros no hay novedad. Desde Orozco (que murió en Octubre del año pasado) no ha muerto otro. El P. D. Guillermo Peña hermano menor del P. D. Cipriano ha recobrado el juicio, después de al­gunos años de loco o maniático. De los que últimamen­te arribaron a España años ha, P. Marcos Vega, los dos locos P. Andrés Cobos y el estudiante Ramón Espinosa, el lego Insaurdieta etc. nada sabemos, como ni de los alemanes, sino del P. Weigel, que ha estampado y dado a luz en latín por estas partes la Historia de las Misiones de Mainas, que no ha pasado a Italia. Yo la ha requeri­do muchas veces del P. D. Andrés Camacho, Popayanen-se, que tal vez se cartea con dicho Weigel; pero no la he podido conseguir hasta ahora. Si no la traducen en Italiano no tendrá curso, porque comúnmente ya no gus­tan de latín, ni en Roma. La filosofía dominante en el mundo político abate esa lengua con los mismos empe­llones con que va abatiendo el Clero, que por medio de la prolija enseñanza de ella a la adolescencia y juventud, tenía, dicen los filósofos, en cadenas y oscuridad el mun­do, para mantener así su dominación y sus convenien­cias.

Entre los de otras Provincias tampoco hay cosa no­table. Ya uno ya otro van produciendo libros de varias materias. Los que han dado a luz nuestros Nacionales, todos van a Madrid a la Biblioteca Regia y a otras par-

P, JOAQUÍN AYIXÓN 537

tes de España; y varios traduciéndolos en Español han impreso y están imprimiendo en el día con aplauso. Lo que es indicio de haberse mitigado algo la anterior seve­ridad, que no permitía mentarse en público tales hom­bres. Todo se gasta con el tiempo.

Por no acabar nuestra conversación tan presto ni de­jar en blanco toda esta plana, a falta de novedades, que no las hay presentemente, o no las sé, añado alguna no­ticia de un tal P. Cuppo. Éste fue coadjutor lego de la Compañía, y algunos años cocinero en ella. Después de suprimida se fue a vivir en una ermita, de donde no salía a poblado sino alguna vez a la semana a confesar y comulgar y recoger algunos mendrugos de pan de li­mosna, los que eran todo su alimento con agua en aquel yermo, donde vivió algunos años entregado a la oración y contemplación de las cosas celestiales, hasta que a fuerza de vehementes inspiraciones de Dios se fue a pre­sentar al obispo de Tívoli, el Sr. Natali, que murió ha seis años; y éste que era doctísimo y ejemplar prelado, entendiendo ser ésa la voluntad de Dios, ordenó de sacer­dote, y le dio licencia, casi mandato, para que ejerciese los ministerios de confesar y predicar al dicho coadjutor Francisco Javier Cuppo, el ermitaño. En ellos se emplea­ba con gran provecho de muchas almas, hasta que el vi­cario del actual Obispo de Tívoli, por haberle oído algu­nos gazapos en la misa, le llamó, y como a ignorante le prohibió el ejercicio de esos ministerios. Obedeció, pero pasado algún tiempo se fue al mismo Vicario y le dijo: Dios Nuestro Señor me ha dicho que acuda a V. S. para que me restituya las licencias que me quitó. Y si eso pende de probar mi suficiencia por examen, yo estoy pronto a darlo, con tal que no me obligue a responder en latín, porque no sé hablarlo. EL Vicario, a quien ha­bía ido a visitar un Monseñor muy docto y que por ofi­cio era examinador sinodal en Roma, logrando esa co­yuntura le rogó que lo examinase allí de pronto, como lo hizo por algunas horas por todas las materias de la teología moral. Satisfizo a todas las preguntas, y resol­vió todos los casos, con tanto acierto y expedición, que los dejó admirados. Y el vicario, lo despachó con las li-

538 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

cencías que le había quitado: luego pasó con el exami­nador a referir al Obispo lo que había sucedido, protes­tando el Monseñor que lo examinó que jamás se había encontrado con teólogo moralista más erudito. Algún tiempo después el mismo Obispo de Tívoli, habiéndose enfermado su confesor, que era uno de los PP. de la Mi­sión de San Vicente Paulo, eligió por su confesor al Fra-tel Cupo, (con este nombre le llamaban todos) por más que su humildad lo hizo elocuentísimo para disuadir al Obispo (que también es muy docto y edificativo) de la elección. Pero con la ocasión de salir a la visita de su Diócesis, el Fratel Cupo le pidió licencia para venir a Roma. Creyendo que él volviese a Tívoli a un mes o cosa tal, se la concedió el Obispo; mas entendiendo que repugnaba el humilde Cupo volver, hubo de valerse de dos Cardenales para que se lo restituyesen, como lo eje­cutaron. Mientras estuvo en Roma, se aplicó a ayudar al Abate Mancini (es un siervo de Dios, todo empleada en recoger la gente moza miserable de Roma todos los días, para enseñar la doctrina cristiana e inducirla a la devoción con el cebo de las limosnas) en su ministerio4

de evangelizar a los pobres. Como el Fratel Cupo ya era famoso desde Jesuíta por sus virtudes, y después ha cre­cido su fama, le llamaban a sus palacios el Cardenal Boromei, el Cardenal Rezzonico, y algunos más, para oírle hablar de cosas espirituales, y quedaban encanta­dos, con la unción santa con que discurre y admirados de la copiosa oportuna erudición de los SS. Padres. Es-de saber, que todo el tiempo de vida eremítica, no hacía sino orar y leer principalmente la Suma teológica de San­to Tomás de Aquino, que la tiene casi toda de memoria, y bien entendida y digerida. Y sabe Ud. que Santo To­más es un extracto o quinta esencia de los SS. Padres antiguos y de la escritura s a g r a d a . . . . El Fratel Cupo es archivo de esta Suma, y Dios se le ha dado a entender con el magisterio de su santo espíritu. Nunca prueba carne, ni bebe vino. Él es todo caridad con los pobres y enfermos, y no hay moribundo en Tívoli que no quiera ser auxiliado del Fratel Cupo, que apenas duerme. Él

P. JOAQUÍN AYLLÓN 539

anda siempre vestido del mismo modo que vestía de Je­suíta ni más ni menos, siempre alegre, siempre humilde, siempre oficioso. Basta. Acaba de salir de visitarme eí P. D. Bernardo Recio, que corresponde a V. M. cordial-mente a sus saludes. Vale.

AL SR. DN. LUIS ANDRAMUÑO

(fragmento)

(INÉDITO)

Roma, 8 de Mayo de 1788.

(Habla del Dr. Antonio Sánchez de Orellano, ha­biendo recibido noticia de su fallecimiento).

Este prodigio complejo de dones le hizo desde niño el embeleso y encanto de todos sus nobilísimos parientes, mayormente del famoso Dr. Dn. Ignacio Chxriboga y Daza, Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Quito, archivo de erudición, biblioteca viviente, animada enci­clopedia de artes, lenguas, ciencias y sabiduría: como que él solo equivalía a una entera universidad de maes­tros y doctores.

CARTA A DN. LUIS ANDRAMUÑO

(INÉDITA)

Roma 19 de Abril de 1789.

Mi dueño y amigo: A fines de febrero o principios de marzo, metí en la posta un pliego grueso para V. M. Desde entonces hasta el presente, no he tenido novedad en mi salud, sino de tres días con hoy de dolores de la tabla de atrás, que me molestan máxime al inclinarme y alzarme. Puede ser que al abrigo de la primavera sane de ello, queriendo Dios. Los fríos que estamos sintiendo en abril son como los de enero. Dicen que no hay me­moria de estación tan cruda y tan general en la Europa. En este intervalo de mes y medio, no ha sucedido de notable, que yo sepa, sino lo siguiente: l9 Que Monseñor Arquetti enviado de este Papa Pío VI embajador o nun­cio extraordinario a la Emperatriz de Moskovia, con lo que ha visto de los Jesuítas y lo que ha oído y palpado, se ha convertido de Saulo en Paulo, si hemos de creer

542 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

a las cartas que ha escrito a Roma, protestando su desen­gaño. La Emperatriz ha obtenido de ese Papa que lo haga Cardenal prontamente. El 19 de éste tendrá con­sistorio para este efecto. En este consistorio solamente a dos hace cardenales: es a saber, al nuevo Arzobispo de Milán y al dicho Arquetti, a que la Emperatriz da el pla­to a la Congrua y renta de Cardenal. La promoción de los Nuncios del Imperio de Francia, España, Portugal y de otros que en Roma se hallan en puestos cardenali­cios, la difiere para otro consistorio, dedicando el consis­torio del 19 de éste precisamente a obsequiar al Empe­rador de Alemania con el Capelo al Arzobispo de Milán, y a la Emperatriz de Moskovia con el de Arquetti con­vertido y con la proclamación del Arzobispo de Mohilow y del nuevo Obispo su coadjutor, Monseñor Juan de Be-nislawski. Ya se han desvanecido, gracias a Dios, las mentiras y fábulas malignas que la Cabala hizo divulgar en las gacetas contra Benislawski y contra esos buenos Jesuitas de la Rusia, asegurando que Monseñor Arquetti había obtenido finalmente de la Emperatriz que los se­cularizase. El gacetero de Florencia fue arrestado, y para excusar o minorar su delito, presentó a los jueces una carta del Rmo. N. N. General que había sido de los clé­rigos menores, español de nación, y que ha dado a la imprenta un curso de filosofía y otras obritas aquí en Roma; de donde había enviado a dicho gacetero medio doblón de oro, para que pusiese en gaceta ese párrafo de mentiras. No obstante el gacetero, por mandado del gran duque de Toscana, fue desterrado de todos sus estados. En fin Dios Nuestro Señor va burlando la Cabala, no solamente con la frustración de sus conatos, sino con dar­les éxito diametralmente opuesto a todos sus intentos. Tal es el último acto admirable, con que ese mismo Monse­ñor Arquetti coronó sus funciones en Pietroburgo. Es el caso que en el postrer gran convite, que le hizo, le pre­guntó el príncipe Potenkin, si tenía del Papa toda facul­tad sobre los eclesiásticos y sobre los religiosos? Respon­dió que sí; le dijo: pues mi Soberana desea y exige, para mayor satisfacción y contento de los Jesuitas, que Vues­tra Excelencia haga una pública declaración de que es-

P. JOAQUÍN AYLLÓN 543

tos religiosos existen en estos dominios de Su Imperial Majestad canónica y apostólicamente en cualidad de re­gulares de la Compañía de Jesús, aprobada por un Con­cilio general y por diez y nueve Papas, y que de ninguna suerte ha sido abolida jamás en la Rusia Blanca ni por la potestad secular, ni por la eclesiástica. , . Algo sorpren­dido respondió el Nuncio: Todo es verdad, y por lo que a mí toca no tendría dificultad en autenticarla desde lue­go; pero, siendo cosa tan relevante y extraordinaria, per­mítaseme escribir consultando al Papa, dejándome yo mismo estar aquí como en rehenes, mientras venga la respuesta. Bien está, dijo Potenkin. La respuesta de Pío VI se colige haber sido, según se deseaba, de la solemní­sima declaración que, a vuelta del postillón o expreso, hizo a nombre de Su Santidad el Nuncio: y esa declara­ción, dicen que ganó la voluntad de la Emperatriz y por medio de ella el cardenalato tan anticipado y de prefe­rencia. Los políticos atribuyen la conversión de Arquetti a mera astucia de su ambición; pues se sabe que Poten­kin, para que escribiese al Papa con empeño sobre el asunto, le aseguró de parte de la Emperatriz, el carde­nalato. Dejemos a Dios el juicio de las intenciones y mo­tivos del corazón humano, y demos infinitas gracias a su bondad de los buenos efectos que ha sacado su poder de malas causas. Ha dado también harto que pensar y que decir el Cardenal Palavicini, que después de más de 20 años de adversario por sistema político, hacia fines de Febrero de este año prorrumpió en medio de un numero­sísimo convite de personajes en proposiciones de mucho abono y alabanza de los Jesuítas, sin más motivo, que decir uno de los convidados: Ya se nos viene la cuares­ma encima. Y no se puede negar (dijo dicho Cardenal Secretario de Estado y uno de los jefes contra el jesuitis­mo) que para las funciones de cuaresma, y generalmente para pulpito, confesonario y escuelas no se ha podido lle­nar el hueco de los Jesuítas, ni se ha podido hasta ahora suplir su falta. Y porque el mismo había sido Secretario de Estado del Papa Ganganelli que los abolió, defendién­dose de la redargución tácita de sus convidados, añadió: El gran torbellino de acusaciones y persecuciones, que

544 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL ATRAPAMIENTO-

compelió a la Iglesia a descargarse de ellos, ya se ha disi­pado, y a mejor luz nos hemos desengañado de la false­dad y tropelía de las acusaciones y odios contra ellos, etc.

29 A fines de Marzo próximo pasado este Papa Pío VI constituyó obispo de la ciudad y diócesis de Forli (que es del estado de la Iglesia) al famoso Misionero santo de toda la Italia, el P. Durazo de la excelentísima casa Ducal Durazo de la República de Genova. Las circuns­tancias o accidentes de tal elección, más que la sustancia, hacen memorable el caso. Ya se sabe que todo el dere­cho y acción de dar obispos a estas diócesis de su propio Estado toca solamente al Papa, y no al pueblo. Pero esta vez el pueblo de Forli todo entero sin exceptuar ninguno, todo el clero, toda la nobleza, toda la plebe, a un voto y a una voz, han pedido al Papa les dé para su pastor y obispo al P. Misionero jesuíta Durazo, Geno vés, protestándole que a ése quieren, y no otro, de Obispo. Es creíble que este Papa dentro de su corazón se alegrase mucho de esta voz del pueblo, como que en estos tiempos es un rarísimo milagro. Sin embargo, más ha de dos años, que ha retardado su prudencia el conceder a ese su pueblo tal obispo (tomándose, dicen, tiempo para explo­rar el beneplácito de las cortes borbónicas por ser Jesuíta el aclamado) por razones que él se sabrá, hasta que ese mismo pueblo constante en su deseo ha enviado diputa­dos a Roma a instar por escrito, firmado de todas las clases, al Papa a que les conceda ese santo Misionero por su Obispo. Éste se hallaba predicando en la República de Luca su cuaresmal, cuando le ha ido el precepto del Papa para que no se excuse más (como ya se había ex­cusado) de admitir el obispado, rindiéndose a la volun­tad de Dios tan extraordinariamente declarada. De día en día lo están esperando en Roma.

39 Hállase en Venecia haciendo imprimir varias obras suyas el famoso portugués P. Acevedo jesuíta, que fue muy favorito del Papa Benedicto XIV y del Rey D. Juan V de Portugal, que no quiso tener en Roma otro ministro plenipotenciario que su Acevedo Jesuíta, hombre de fe­licísimo expediente en todo género de negocios, doctísimo

P. JOAQUÍN AYLLÓN 545

en letras divinas y humanas, afable, humilde y prontí­simo a favorecer a cualquiera que se le llegase. Desde que estaba de estudiante en el Colegio Romano se ena­moró el Papa Benedicto XIV de los raros talentos y prendas de Acevedo, no obstante que su aspecto y bulto es muy feo y despreciable a quien sólo agrada la apa­riencia. Con el tiempo lo hizo consultor de la Congrega­ción de Ritos, y le dio otros cargos, y le dio también en cierta ocasión un puntapié en la canilla que le levantó la piel; y le daba el capelo de Cardenal, mas no pudo vencer la humildísima repugnancia del pobre Jesuita; de cuyo estado religioso abusó en otra ocasión un cierto Car­denal estampándole una recia bofetada a tiempo que, en­viado del Papa, le contrastaba cierto artículo en un nego­cio tocante al Rey de Portugal, que estaba manejando como Ministro suyo; que lejos de hacer vengar la injuria atroz con su Rey, le ofreció la otra mejilla como discípu­lo de Jesucristo, y callado volvió al Papa a contarle con serena risa haber encontrado de mal humor al Cardenal de que llevaba la señal en la cara sin poderla ocultar. Un secular Ministro plenipotenciario quizá incontinenti lo hubiera traillado a patadas al Cardenal: Acevedo tem­pló con sus lágrimas la indignación del Papa, y al fin recabó con sus porfiados ruegos que eso se sepultase en el silencio. Perdone V. M. esta digresión, hecha para darle a conocer de algún modo ese sujeto. Digo pues que ese P. Acevedo ha escrito a un correspondiente suyo, ha­berle contado el Doghe de la República de Venecia, sis gran favorecedor, que del Embajador de Venecia en Ro­ma ha tenido carta en que le refiere haber pedido el Em­perador boca a boca a este Papa que le permitiese repo­ner la Compañía de Jesús en sus estados; y que el Papa le respondió que le haría gran placer en pedirle esa re­posición auténtica, jurídica y públicamente... Hasta aquí la noticia de Acevedo. Se dice y se da por cierto* que el Emperador y la Emperatriz moscovita y el Rey dé Cerdeña y el gran Duque de Toscana están haciendo negociar el restablecimiento de la Compañía de Jesús en las cortes borbónicas que la destruyeron; ó que a> lo me­nos pretenden, que no se opongan a su reposición «en los otros estados que la quieran;.

546 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

49 En mis cartas anteriores a ésta omiti por olvido a tiempo que las escribía, una noticia plausible y digna de reverentes reflexiones sobre los juegos de la divina providencia. La noticia es, que durante la guerra nos han dado de comer del gran caudal que aún había en depósito en Roma de más de setecientos mil (700.000) escudos para los gastos de la causa de beatificación y ca­nonización de D. Juan de Palafox. Como dicha causa quedó clavada para siempre desde el año 1777, evidencia­da por mil capítulos su indignidad, el Rey católico orde­nó, que ese dinero se nos fuese dando en las sólitas pen­siones, y así se ha ejecutado. Por haber sido Palafox in­signe calumniador y perseguidor desaforado de la Com­pañía de Jesús, se había empeñado la Cabala en procla­marlo santo, y para que Roma lo proclamase, la solicitó con inmensas sumas. A fe que si a la Cabala se le hu­biese aseverado que al fin quedarían frustrados todos sus conatos y que el residuo de sus inútiles gastos había de emplearse en alimentar aquellos mismos que ella con su Palafox y Palafox con ella se han empeñado en aniquilar del todo, nunca se hubiera afanado en acumular tantos tesoros.

5° El Cardenal Calino el año de 80 al irse a despedir por último de este Papa fue acompañado de otros dos Cardenales, no sé si acaso o de propósito; y al ofrecérsele cariñosamente su Beatitud a complacerle en cuanto le pidiese, dijo en alta voz: Santísimo Padre, yo viejo de 85 años poco menos, voy a mi tierra en pos de mi sepul­cro; y así no he menester ni pido otra cosa para mí que su santa apostólica bendición e indulgencia para el ar­tículo de mi muerte, que miro muy cercana. Mas por eso mismo ruego a Vuestra Santidad con los últimos es­fuerzos de mi corazón y con todos los afectos de mi alma, que procure con todo empeño restablecer la Compañía de Jesús, para remediar los daños gravísimos y escándalos causados en la universal Iglesia con su injusta abolición. Dicho esto echó a llorar el venerable anciano, enterne­ciendo a los circunstantes y más al Papa, que arrancan­do un profundo suspiro del pecho, le respondió: Eminen-

P. JOAQUÍN AYLLÓN 547

tísimo Padre, ésos son nuestros mayores deseos; Vuestra Eminencia no deje de ayudarnos con sus oraciones a que Dios misericordioso nos los cumpla. . .

69 El Rey de Suecia, hoy 19 de Abril, ha salido de Roma hacia su reino después de haberse estado, antes de ir a Ñapóles, mes y medio, y de vuelta de Ñapóles, dos meses y más, paseando y observando todas las grandezas y variedades de esta Capital. Ha asistido a todas las fun­ciones papales de cuaresma. Antes de partirse envió, co­mo suelen esos Señores, sus regalos de reconocimiento a las personas de quienes han recibido agasajos y servicios. Al Cardenal de Bernis, que por recomendación del Rey de Francia lo ha festejado más y tenido a cena todas las noches, le puso él mismo con sus manos una cadena al cuello de exquisitos diamantes engastados primorosamen­te en oro mandada hacer aquí en Roma con treinta mil (30.000) escudos de costo. El regalo al Papa dicen que importa también muy buenos miles. El Papa le ha co­rrespondido con pinturas maravillosas de mosaico, con tapicerías de figuras tejidas y otras semejantes preseas.

7° Se ha diferido el consistorio de que hablé hasta que venga una respuesta del Emperador acerca del nue­vo Arzobispo de Milán: y quizás se diferirá hasta que llegue Monseñor Arquetti a recibir su capelo.

89 En las 33 ciudades arruinadas en los terremotos del 82 en la Calabria, que van reedificando, quedarán abolidos por decreto regio todos los conventos que antes hubo de monjes, monjas y frailes. En las otras Provin­cias del reino de Ñapóles ya se habían suprimido muchí­simos otros conventos.

99 El mes pasado de marzo, el general de S, Agustín Francisco Javier Vázquez tuvo un insulto de apoplejía que le dejó privado del uso de la lengua, y le turbó la memoria y fantasía. Así va viviendo o prolongando la muerte.

10* Murió el Cardenal Bandi, tío del Papa.

548 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

l l 9 A un sacerdote joven español jesuíta que fue por ver a sus padres enfermos, se fue desde Genova a su tie­rra la villa de Orgaz (que está situada entre Toledo y Madrid); informado de ello el Consejo, lo ha hecho vol­ver a Genova costeándole el viaje por tierra y por mar.

12* Hasta hoy jueves 22 de Abril, en que meteré esta carta a la posta, no he tenido noticia del socorro que estoy esperando desde antes que comiencen las guerras.

Saludo con todos mis afectos a todos y a cada uno de los que suelo saludar, y encomendándome en sus oracio­nes y sacrificios me firmo

D. V. M.

Afmo. Siervo y amigo.

R AMBROSIO LARREA

Riobamba, 7 de Diciembre de 1742

Faenza, después de 1796

A LA MADRE SANTÍSIMA DE LOS DOLORES

Sonetos

I

Virgen gloriosa, bellísima María, beso humilde y confuso aquella mano trono del Verbo, asilo soberano del pecador, imán del alma mía.

El contener las lágrimas sería, al mirar ese pecho, tan en vano, que el corazón más duro y más villano en llanto por los ojos se saldría.

Mas ¡ay de mí! que la sangrienta espada, que el tierno corazón así atraviesa, tiene a la amable Virgen demudada.

Pero me engaño: que una tal belleza es una flor que nunca será ajada: es como el sol que de brillar no cesa.

552 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

II

No afea la nube al sol, sólo le encubre, ni el tierno rosicler quita a las flores sus hermosos vivísimos colores, antes más agradables los descubre.

Las lluvias más frecuentes en Octubre aumentan en el prado los verdores; con el rocío el jazmín bebe candores, y la rosa de púrpura se cubre.

Así, oh Virgen bellísima, así el llanto cuál rosicler hermoso de la aurora mostró sólo el dolor, mostró el quebranto.

Pero así como el alba, cuando llora, es de los ojos peregrino encanto, así el llorar en ti más enamora.

(Ocioso de Faenza, II, 96-97)

AL SEPULCRO DEL P. FRANCISCO JAVIER CLAVIGERO

Endechas

Bella filosofía, razón iluminada, ciencias las más sublimes, ¿dónde está vuestra luz? Está eclipsada.

Gracias, Parnaso, Apolo, Musas desconsoladas, las aguas de Aganipe ¿dónde están? ¿qué se han hecho? Están heladas,

América, delicia de las más nobles almas, tu defensor invicto, dime, ¿por qué enmudece, por qué calla?

¿Qué es lo que se ha hecho, dime, la mente soberana, en cuyo elogio siempre quedará corta aun la eterna fama?

¡Ah! que el silencio solo, y la sañuda Parca, oigo que me responden: Aquí yace Javier, aquí descansa.

554 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Murió; pero su nombre, cual luz de la mañana, a cada instante crece, y a pesar de las sombras se propaga.

¿Qué es lo que miro, cielos? Urna, cenizas, llamas, Minerva, que depone los laureles al pie de la gran ara;

Livio, que atento mira la Historia reformada; y Plinio, que lloroso hacia la tumba negro manto arrastra.

Ven América, ven, y abriendo la urna helada, mezclen con sus cenizas ardientes llantos tus dolientes ansias.

Y mire el peregrino esta inscripción grabada, en el funesto mármol, por mano del Amor y de las Gracias:

Clavigero aquí yace: su nombre solo basta para hacer su memoria eterna en los anales de la Fama.

Yace; mas mira atento, que triunfa aun de la Parca, pues con sus obras tiene a la rabiosa Envidia encadenada.

Que el siglo de las luces ya pierde la esperanza de conservar tal nombre, viendo apagado el sol que lo alumbraba.

(Ocioso de Faenza, III, 98-99)

CUANDO SE QUEMO EN ROMA LA OBRA INTITULADA

"Memoria Católica"

Romance

Yace en el Campo de Flora abismado el pensamiento, al ver que lo inmaterial también es capaz de fuego.

Que la voluntad se abrase, y que sea capaz de incendios, con ser espiritual, es mucho, pero no es nuevo.

Pero que arda la Memoria» es un enigma, un misterio, que sólo en el Purgatorio sucede, y en el Infierno.

Mas ahora con maravilla se ha visto que este elemento ha reducido a cenizas memoria y entendimiento.

Roma lo ha visto, y el mundo sorprendido a tal portento, juzga que en Campo de Flora hay algún tartáreo seno.

556 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

La condenan a las llamas, reflexionando o temiendo que alguna vez con sus luces abran los ojos los ciegos.

Que ella se usurpe el oficio, que tiene el entendimiento de iluminar, convencer, declarar lo verdadero,

de teólogos imparciales es la sentencia; más éstos o hablan sólo de memoria, o ésta no se encuentra en ellos.

Si esto es asi, se olvidaron de lo justo, de lo honesto, de lo racional y humano, de lo sabio y de lo recto.

Pues quien no tiene memoria, se olvida de todo a un tiempo, ni jamás se acordará cuál es el primer precepto.

¡Fecundísima Memoria, arder en llamas! ¿qué es esto? ¿Por católica fe queman, o por secuaz de Lutero?

A esta pregunta se para atónito el pensamiento, leyendo en un epitafio el siguiente documento:

Peregrino, no te fíes jamás en lo venidero de tu memoria; pues puede ser quemada con el tiempo.

P. AMBROSIO LARREA 557

Atónita observó Flora en su campo un fatuo fuego, que quemando de hoja en hoja, no perdonó en su terreno,

ni una flor del más brillante, del más elevado ingenio de cuantos hasta el presente en el mundo florecieron.

Aquí se abrasa un clavel, allá una rosa; el incendio es tan grande que parece quiere subir hasta el cielo.

Se redujo ya a cenizas la Memoria: pero miento, pues vivirá mientras vive el católico recuerdo.

(Ocioso de Fcrenxa, HL 60-62)

A MONS. ESTANISLAO SIESTRENCZEWICZ (*)

Un soldado me dio el ser y el espíritu guerrero, para pelear con Lutero, y antes morir que ceder. Yo vencí; mas el vencer fue la causa de mi muerte. Mas otro soldado fuerte de nuevo me dio la vida: ya no temo ser vencida de lo adverso de la suerte.

Un secuaz del Calvinismo, hoy campeón de Jesucristo, muerta, absorto, me había visto por las tropas del abismo. Casi fuera de sí mismo de compasión y dolor, entre esperanza y temor, mi cadáver observó; mas ¡oh prodigio! me halló viva en medio del horror.

(1) El título completo dice: "A Monsr. Estanislao Siestrenczewicz, Obispo de Rusia Blanca y Delegado Apostólico, que abrió

el Noviciado de los Jesuítas de Rusia con su Pastoral Cum tan-tura fuerit de 30 de Junio 1779, en boca de la Compañía, Dn. Ambrosio Larrea.

P. AMBROSIO LARREA

Entre las cenizas yertas halló reliquias de fuego, y admirado dijo: Luego no están las cenizas muertas. Ya de tu sueño despiertas, Compañía de Jesús: tu ardor lo dice y la luz con que brillas todavía; y yo mostraré algún día tus triunfos desde la cruz.

Dijo, y este gran campeón formó nueva compañía de soldados, y no hay día que no crezca su escuadrón. La arma de éstos o el blasón, es de Dios la mayor gloria: con ella ya no hay victoria, que del mundo no consigan, ni vicio que no persigan hasta acabar su memoria.

Fue gran gloria de Loyola formar una Compañía, que a todos las excedía en el valor ella sola. La envidió el mundo; temióla el infierno y su valor le causó tanto terror que, acometer no pudiendo, fingió rendirse y fingiendo la asaltó como traidor.

Mayor gloria me parece que fue la de Estanislao, en restituirla, cual nao que entre las ondas perece. Grande aplauso se merce quien construye un gran bajel;

560 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

pero mucho más aquel que de una náufraga nave el fabricar otra sabe, a pesar del mar infiel.

El vio, cual piloto atento, que en el mar alborotado fluctuaba ya destrozado el gran bajel con el viento; y luego al fluido elemento arrojó esquife pequeño, sin temer la ira ni el ceño de Tetis ni de Neptuno; y sin peligrar ninguno se hizo de las ondas dueño.

O cual diestro jardinero, que con sudor ha regado el árbol, y lo ha librado de los rigores de Enero; si observa un aquilón fiero que, arrojando hojas y flores, le marchita sus verdores, procura, con trasplantarlo a cubierto, preservarlo de sus furias y rigores.

(Ocioso de Faenxa, IV, 254-237)

A LA SORDERA TOTAL DE DN. JUAN DE VELASCO

Décimas

Amigo, para mí ha sido de agudo y grave dolor aquel continuo rumor que te ha quitado el oído. En él lloro ya perdido aquel órgano admirable, que a ninguno será dable hallar otro semejante, pues tocaba en un instante Prendas, Donaire y Amable. (x)

Un órgano que al tocar cualquier tecla, en un momento, con un dulcísimo acento se escuchaba resonar. ¡Qué delicia era escuchar ahora el grave, ahora el agudo! No, llegar a más no pudo el arte del gran Orfeo: allí aves suspensas veo, aquí el alma aun del más rudo.

(1) Nombres de tres tonos célebres en el Reino de Quito.

562 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Entre tan grande armonía, sólo el bajo no he escuchado: será por haber quedado elevado de alegría. Pero ¿qué digo? Sería grandísimo desacierto buscar bajo en un concierto, donde jamás puede entrar, pues de esa voz sabe usar sólo aquel que no es experto.

El órgano de Bacón, aun siendo tan decantado, con el tuyo comparado, no es más que una imperfección. Aquél, con admiración se oyó en el mundo, y calló luego que la voz oyó del tuyo; pero ¡ay dolor! que el tiempo consumidor de envidia ya lo rompió.

Melpómene, dulce Erato, Gracias, Apolo, ¡piedad! tan grande injuria vengad, que os prometo seros grato. Haced que el tiempo en un rato, o más presto en un momento, comunique a este instrumento a este órgano prodigioso, aquel eco delicioso, que del mundo fue el contento.

Mas si sordos todavía no escucháis mi humilde ruego, echaré la lira al fuego, y con ella la armonía.

P. AMBROSIO LARREA 563

Trémula la mano mía a tocar no atinará, la cítara romperá; y ésta, sorda y sin sonido, no deleitará el oído, ni escuchar más se podrá.

(Ocioso de Faenxa, III, 100-102)

56*4 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

HABIENDO ENSORDECIDO DEL TODO DN. JUAN DE VELASCO

Soneto

Yo siento más de lo que vos sentís del oído la pérdida fatal; pero he sentido a fondo vuestro mal, aunque lo que suspiro no advertís.

Vuestra sordera pertinaz sufrís sin daros cuenta del dolor mortal de quien os mira en reclusión claustral; mas cuánto sufro al ver que no me oís.

Amigo, si un sentido vos perdéis, el sentido dolor de otro ganáis, y aun el de muchos más adquiriréis.

Y si en esto que os digo vaciláis, yo haré que lo que siento comprobéis, y a ver si aun entonces lo negáis.

(Ocioso de Faenza, SL 100)

Original italiano:

lo piü sentó di quel che voi sentite la perdita fatale del udíto: i miei sospiri no, che non udite, ma il vostro mal io tutto lo hó sentito.

La vostra sorditá voi la soffríte senza sentir di questo cuor ferito quello che soííre per quello que patíte, e soífro ancor senza esser compatito.

Caro amico, perdendo un sentimento, vi posso dir ch' un altro ne acquistate, e acquisterete al fine ancora cento.

Se di quel che vi dico dubitate, io vi faro sentir quel ch' io sentó, e quello ch' assicuro allor negate.

P. AMBROSIO LAHREA 565

VIENDO ESTAMPADOS LOS DELITOS DE LOS JESUÍTAS EN 0N

PAÑUELO DE TELA

Estampados contemplo en poca tela los crímenes horrendos ignacianos: regicidios de augustos soberanos, magia negra que ejércitos debela,

Raptado el oro que en su alcázar cela el Gran Mogol, el del Perú en sus manos, y en torvos antros pérfidos arcanos que venenos preparan con cautela.

Vuélvome con ansioso azoramiento: de tanto horror pruebas seguras pido, pues que me invaden ciegas iras siento.

Pero Polimnia: No, todo es fingido: ficción —me dice— sin verdad, sin tiento... Mira con calma, y quedas convencido.

(Ocioso de Taenza, IV, 76-77)

Original italiano:

In poca tela veggio giá stampati i deliti dei torbidi Ignaziani: principi uccisi quá, e la sovrani, esserciti in catene e debellati;

quivi tesori dal Mogol portati, la quel'i del Perú nelle lor maní, quá negli antri feral perfidi arcani, la tosico e veleno preparati.

Rivolgo altrove lo smarriío sguardo, e chíedo umil s'e ver quanto e dipinto, che giá d'ira mortal vaneggio ed ardo.

No, mi dice Polinnia, tuüo é finio, é pittura e non piu, senza riguardo. Mírala, e restarai piu che convinto.

A LA SMA. VIRGEN, MADRE SMA. DE LA LUZ

Canción (*)

Canto la fúlgida divina Lumbre: ¡Señor, asísteme, haz que se encumbre mi mente tímida a la suprema gloria del tema!

¡Ah! llegan súbitas tu luz, tu gracia, fulgor insólito, divina audacia. ¡Rostro deífico, rara hermosura, qué excelsa y pura!

(1) Original italiano:

Canto il piü fulgido Divino Lume: Voi assisttetemi, Superno Nume: Fa che s' illumini Períeítamente Questa mia mente.

Oh Dio, che sentomi Rapire 1 cuore! Che Luce insólita, Che gran fulgore! Che volto amabile! O che beltade, Che maestade!

P. AMBROSIO LARREA

Bucles lindísimos, frente serena, mucho más candida que luna llena; mirar suavísimo con que embelesa y al alma apresa.

Huyan y escóndanse el sol y estrellas: más que él espléndidos, más claros que ellas son esos púdicos ojos de encanto que brillan tanto.

Alba purísima que al Sol que nace anuncias, páralo, que no reemplace tan pronto el célico claror de aurora que así enamora.

II crin biondessimo, Fronte serena Molto piú candida Che Luna piena; Guardo soavissimo Ch'il cuor ferisce, E a se rapisce!

Ora nascondansi Gli astri lucenti, Che giá mi sembrano Non piü splendenti; Che in quei bellissimi Occhi íl íulgore E' superiore.

Alva purissima Del Sol íoriera, Deh, trattenetelo Nella c amera : L'- imparegiablle Chiaror ammiri, Poi si riiiri.

568 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Mas no deténgase y atentamente mire el castísimo labio sonriente; y lleguen plácidas, castas, preciosas las frescas rosas.

En su altar bríndenle fragancia, ardores y los purpúreos ©ratos colores. Mas, Musa, cuídate que la pintura no salga oscura.

Si hacerlo es lícito, tíima pinceles de los más ínclitos, Zeuxis o Apeles, y luego inspírate de las estrellas con las más bellas.

Ma no, sospendasi, E atientan!ente Ved' il castissimo Labro ridente; Poi vengan placide, E vergognose Le íresche rose.

Quivi depognano Fragranza, ardorer Ed il purpureo Grato colore; Ma Musa, arrestati, Che la pitíura E' indegna, oscura.

Se ti & possibile, Prendí il pennello D' Apella o Zeuside, Poi pingi quello; Che di piü splendido E nelle belle Raggianti stelíe.

P. AMBROSIO LARREA

Esboza tímido los albos velos, suspenso, extático ve sin recelos: pinta el virgíneo celeste manto, si puedes tanto.

¿Serás artífice que aquellos tintes de azules pálidos tan diestro pintes, tintes zafíreos que solamente son luz riente?

Cubierta yérguese del Mongibelo la cumbre nivea con su albo velo. El sol embístela, y no hay quien pueda verla cual queda.

Dípingi tímido Le bianche vestí, Confuso, estático, Deh, non t' arresti: Pingi il celeste Augusto amraanío, Se pur poi tanto.

Potrai dipingere II bel turchino, Ed ombreggiare Color si fino? Com' é possibile, Se grazia tanta Sol luce ammanta?

Coperto videsi II Mongibelo Di quel bianchissimo E niveo velo: Ma se lo illumina Raggio Solare Si puó guardare?

570 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Deslumhra en ráfagas que la pupila huye lucífuga, pues la encandila la cima rútila del claro monte, como a Faetonte.

En vano un símbolo finjo al nevado para el virgíneo manto sagrado, para la túnica, divina veste, toda celeste.

Esfuerzos írritos de esta pintura. . . Me deja atónito tanta hermosura. En cambio al hórrido dragón no esquivo pintar al vivo.

Fugge prontissimo L' occhio al mirare; Che le pupille Non puo fissare: M' ombra, calligine E quesío monte Col suo Faetonte.

Col candidissimo Para gon ato Manto magnifico ChJ io hó adombrato: Ma perché intrépido Descrivo veste Tutta celeste?

Ah se descrivere Tanta bellezza A me é impossibile, Anzi arditezza; Quel Drago orribile Potes i a lmeno Mostrare appieno.

P. AMBROSIO LARREA 571

No es tan terrífico el Can Cerbero que urdió la fábula, como este ñero dragón tartáreo, al que quebranta tu firme planta.

No hay sierpe errática que así espantosa aceche lúbrica, de presa ansiosa, a incautas víctimas, como este odiado monstruo taimado.

Con su fosquísimo color de infierno me pongo trémulo y me consterno: dardos innúmeros, negros de enojos, lanzan sus ojos.

Lo spaventevole, Che s o tío il pie de Drago Tartáreo Calcar si vede: II íinto Cerbero lo ben comprendo No é si orrendo.

Serpe ch' avvolgasi, E in cenio giri La sua lunghissima Coda s' aggiri: No; comparabile Non é con questo Mostró funesto.

II oscurissimo Airo colore, Oh quanto iniondeci Tartáreo orrore! Irate vibrano Le sue pupille Saette mille.

572 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Sus fauces tétricas cual de precito lanzan ignívomas fuego maldito que vuelve fétido, mustio y oscuro el aire puro.

El más mortífero saca del seno, sentina pútrida, fiero veneno: potente tósigo que el aire llena y lo envenena.

¡Oh, cuántas pérdidas de almas concita con sólo su hálito, peste maldita! Mas la Deípara con su luz pura el mal conjura.

Quella terribile Bocea respira Foco densissimo, Che qual spira Va circolando Per 1' aria impura E futto oscura.

II piü mortífero Manda dal seno Inesplicabile Fiero veleno: Fiato pestífero, Che sparso appena Tutío avvelena.

Oh quant' all' anime Arrecca male Sol col spargere Velen fátale: Ma la Gran Vergine Colla sua Luce Fugga quel truce.

P. AMBROSIO LARREA

Bajo el angélico pie fuerte y blando el monstruo atónito se ve temblando; y ella impertérrita, sonriente y casta, su frente aplasta.

Alzad con júbilo el alma ansiosa a la purísima Madre amorosa. Brindadle pródigos con vuestros dones los corazones.

¡Ea, consuélense los pecadores, sequen sus lágrimas, fuera temores! ¿Surgen obstáculos? Miren a ella, radiante estrella.

Sotto Y Angélico, E bianco piede Tremante, atíonito Ora si vede; E poi da nobile Genio celeste Troncar le teste.

Levarli V anime, E assiem col cuore Alia Gran Vergine Madre d' amore: Offrir lieüssimo Quel sacro dono Al pie del Trono.

Deh, consolatevi, O peccatori, II pianto tergasi, Non piü timori: E con fiducia Guárdate quella Raggiante Stella.

574 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Madre amantísima de Luz inmensa, que ahuyentas fúlgida la niebla densa, que el mal espíritu desde el profundo vierte en el mundo.

Tu hermoso título, Madre de Luz, aun al más pérfido lleva a la cruz, donde entre lágrimas la recta vía halla, oh María.

Madre amantísima, mi alma deplora que en noche lóbrega viví hasta ahora. ¡No más! pues diáfana tu Luz divina ya me ilumina.

(Ocioso de Faenza, H, 85-90)

Madre amantissima Di Luce immensa, Che pronta dissipa La niebbia densa: Che quel spirito Dal sen profondo Sparge al mondo.

Quel chiaro Titolo Madre di Luce, Sino il piü pérfido Uom rinconduce A salutifera Sicura vía, O Gran María!

O Madre amabile, Che io accecato, Solo le tenebre Abbia cercato? Non piü: La Luce Si cerchi ognora, O Gran Signora.

CELEBRANDO SU PRIMERA MISA DN. JOSEPH DAVALOS

EN LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LAS GRACIAS,

8 DE MAYO DE 1791, "CANZONETTA", (*)

¡Qué denso polvo, oh cítara, tus cuerdas cubre! ¡Alerta, no te hagas sorda, avívate y risueña despierta!

Que viertas sones plácidos en tal fiesta confío, de tus gracias tan pródiga como de aguas el río.

En cada frase escúchese alegre y dulce ¡Viva! voz cada vez más cálida, cada vez más festiva.

(1) Original italiano:

Cetra, che densa polvere Ricopre letue cor de, In quesio giorno scuotansi E non rim angan sorde.

S'ascolti il suono placido In questo di festivo, In cui le grazie spargonsi Como giá l'acque il rivo.

In ogni suono sentasi Allegro a dolce eviva; E quesía voce rápida Sia sempre piíi festiva.

576 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO*

Del monte hasta la cúspide, del valle hasta el reposo, y a las ciudades ínclitas llegue su eco piadoso.

Pero tu canto, oh cítara, deten por un momento, mientras escucho extático nuevo divino acento,

mientras observo atónito hostia, ministro y ara, y que entre gozos célicos la oblación se prepara;

y con dulzura insólita miro en el nuevo ungido la inocencia sin mácula, sello del escogido,

el fuego placidísimo de un amor casto y santo, que en su pecho pacífico no teme desencanto,

S'oda ne'gioghi alüssimi, Nell'ime valli ombrose: Nelle cittá diffondctse Piü col te e laminóse.

Me íerma, Cetra, il deifico Suono, per un momento Mentre io senta estático Nuovo, divino crecento.

Mentre ch'osservi attonito Ostia, Ministro, Altare, Vittima immacolaía, Che di dolcez2a un mare,

E miri ancor lietissimo In questo nuovo Aarone, E i'innocenza amafaile, Ed il candor di Sione.

II fuoco placidissimo Di casto e santo amore, Che nel suo cor pacifico Esercita il suo ardore.

P. AMBROSIO LARREA 577

las virtudes intrépidas de la fe y esperanza, de caridad dulcísima, de fervor sin mudanza.

Oh sacerdote altísimo, sea tu nuevo trato clarísimo pronóstico de que al cielo eres grato.

Jesús, dechado único de toda gracia lleno, los dones más recónditos multiplique en tu seno.

Él te dé vida próspera, él tu virtud defienda, él de peligros pérfidos guarde siempre tu senda.

Tú recibe benévolo mis votos y mi afecto que ansia sincerísimo ver tu gozo perfecto.

(Ocioso de Faenza, III, 245-247)

Queüe virtü amrnírabílí Di Fede e di Speranza, Di carita dolcissima, D'immobili Constanza.

Oh Sacerdote altissimq, Sia il tuo novello • stato Chiarissimo pronostico Che sei al Cielo grato.

E quel divin Prototipo Di mille grazis pieno, I doni piü recondiíi Infonda nel suo seno.

Vita ti doni prospera, Le tue virtü conservi: Lontano da pericoli Benignamente servi.

Ora ricevi aífabiíe Qiaesti sinceri aífetti, Che sonó i piü sensibili D'amor é gaudió effetti.

PREDICANDO UNA CUARESMA EL P. CAYETANO ANGIOUNI,

JESUÍTA, EN RAVENA

Sonetos

I

A su elocuencia y fervor

¿A qué debo atribuir el dolor mío y de mi compunción el hondo llanto? jAh! tan gran mutación de mi albedrío de un orador la debo al fervor santo.

Esa elocuencia, ese entusiasmo pío, ese fervor que intima el desencanto de lo mortal, al alma son rocío, de la virtud imán, del vicio espanto.

Original italiano:

E qua! é la cagion del mió dolore, del pianio amaro, della compazione? Ah! io piango cosí perch' oratore valente ha fatt' in me tal mutazione.

Qjuella sacra eloquenza, quel fervore, qaella chiarezza e grazia in ogn'azione seppe ferir, trionfando d'ogni cuore, ev amabil far virtude e devozione.

P. AMBROSIO LARREA 579

Paréceme de un lado ver la gloria pintada tan amable y promisoria que enciende el corazón en ansias vivas;

mas ¡ay, también! ¡oh insólitos terrores!, temblando miro en la mansión de ardores el castigo sin fin de almas lascivas.

Giá mi par di veder quel paradiso dipinto con tal arte e tal colon ch' ammirarlo sorpresso é pur preciso.

Ma oimé! che sentó insoliti timori e giá tremante e pallido nel viso contemplo la magion d'eterni ardori.

580 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

n

Sobre el sermón de la fe

Monstruo nunca se vio más alevoso ni en Libia ni en Armenia, que halagüeño así tuviese el exterior pergeño, y fuese en realidad tan espantoso.

Boceto es éste bello y asombroso, de valiente pincel en el diseño, que asi junta lo torvo y lo risueño, infunde horror y halaga deleitoso.

¡Este monstruo es la fe, la fe cristiana — dijiste — si con ella va el pecado! Pecado y fe; monstruo de selva hircana. . .

Tú tiemblas del castigo preparado a tal ofensa, y ¡ceguedad insana! en pos te vas del mal que has condenado.

Original italiano:

Mostró peggior non vide mai íonesta ne di Libia ne Armenia, come quello ch' ha l 'aspetio leggiadro, ma la testa di drago spaventevole é modello.

Bella pittura e delicata é questa, íatta da valentissimo pennello, ch' orror iníonde e meravíglia desta, mostró si orrendo, aspetto cosi bello.

Cosi decesü, se la íé cristiana tu pretendí congiunto col peccato, sei mostró degno della selva ircana.

Tu paventi castigo preparato all ' offesa; ma poi, cecitá s trana! quel che paventi cerchi d'insensato.

P. AMBROSIO LARREA 581

III

Del amor de Dios

¡No, corazón, no más! Rompe, ya es hora la pesada durísima cadena con que el mundo, que al llanto te condena, atarte quiere en sujeción traidora.

¡No más! ¿Cómo es que aún no te enamora el Bien eterno que toda ansia llena? ¡Adiós delicias! Ya no me enajena sino el que toda gracia en sí atesora.

¡Ah, dulces llamas del amor divino, sois, después que mis yerros ya desando, la única dicha que a anhelar atino!

¡Dios me ama, y de su amor mi audacia abusa! ¡Que él, mi Padre y Criador, me siga amando, y yo no le ame! ¡Ay vil! no tengo excusa...

Original italiano:

Non piü, mió cuor, é tempo di spezzare le pesante durissime catene conché pretese '1 mondo incatenare la liberta, colmandoti di pene.

Non piü, non piü, é necessario amare il grande, il bello, '1 sempiterno Bene. Delizie aadio: giá basta di trionfare: Dio solo trionferá, come conviene.

Voi dolcí íiamme del divino amore, l'oggetto dei sospir sempre sarete, e la fiamma continua del mió cuore.

II vostro Dio vi amó, voi l'offendete, e v'ama ancor il Padre e il Creatore: se non Yamate, scusa non avete.

582 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

IV

De la vanidad de los bienes terrenos

Son los terrenos bienes cual las flores que, aún no abierto el botón, ya languidecen: ¡Las rosas!. . . cómo encantan sus colores, pero apenas las tocan se amortecen.

Humo, sombra, tenuísimos vapores que, al formarse, de un vuelo desparecen, ésa es la vanidad de los honores que ciegos los mortales apetecen.

Me abrumó la sorpresa al escucharte, viendo airadas a pompas y riquezas huir a llevar sus dolos a otra parte.

Como al nocturno espanto pone en fuga el nuevo sol, huid así, grandezas cuya falsía al corazón subyuga.

Original ifaliono:

Sonó i bení terreni com'il fiore ch'allo stesso spuntar, pere e languisce, rosa ira spine, ch'incanta il suo colore, ma a picciol tocco lánguida perisce.

Ombra, fumo, tenuissimo vapore ch' al primo comparir, íugge, svanisce. E íutto vanitá, pompa ed onore, Plauso, ricchezze e quanto il cuor ambisce.

lo sorpreso restai, ed al tuo diré, mi parve di veder beni ed onori or adirarsi ed or lontan fuggire.

Non dissipa cosi nottumi orrori astro del giorno al primo comparire quanto voi vanitá íitta nei cuori.

P. AMBROSIO LARREA

V

De la muerte

Todo lo va robando con la vida la muerte: honras y goces y belleza» Su audacia a la del monstruo es parecida que por robar degüella con fiereza.

Entra sin miedo y se presenta ardida, y al grande le arrebata su grandeza; raptora que con nada se intimida, al rico le saltea su riqueza.

Mas, oh cruel ladrona, algo hay que en vano querrás quitarme en el postrer momento, pues ya me lo ha quitado Cayetano:

el corazón, que agradecido siento por el bien de su aliento soberano, que al alma eleva a eterno arrobamiento.

Oriainal italiano:

Tutto ruba la morte con la vita, le delizie, gli onori, la bellezza: il ladro astuto e coraggioso imita che ruba, assalía, uccide con íierezza.

Or si presenta intrépida ed ardita, ed al grande l'invola la grandezza, or baldanzosa e mai intimidita al ricco li trafugga la ricchezza.

Ladro crudel, e ladro sempre ardito, non rapirai nell' ultimo momento l'affetto che Gaetan giá lo ha rapito:

non rapirai '1 gusto ed il contento ch' ora tutu proviam d'averlo udito, perché eterno sará tal godimento.

584 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

VI

Del juicio universal

¡Valle de la verdad, valle del llanto! ¡y habré de ver el día luctuoso que, rasgando a la noche el negro manto, en todo su rigor vendrá espantoso!

Día de la justicia sacrosanto, cuando sobre su trono luminoso el Juez se asentará, vivido espanto el rostro airado y el mirar medroso.

Siempre a mi alma aterró tan negro día; mas después de escucharte, más se enluta — pavor que me amedrenta en demasía —.

Quien mirando aquel valle y la oleada de salvos y precitos, no se inmuta ni tiembla, es que la fe tiene apagada.

Original italiano:

Valle de veritá, valle di pianto, ed é pur ver ch'il giorno luítuoso, alia nótté squarciando '1 ñero ammanto, si lasciérá veder spa'ventoso?

Di di vendetta e di giustizia, in quanto sopra trono raggiante e luminoso giudice áederá, ma irato tanto che d'ira avvampa '1 volto minacioso.

Sempre mi fa tremar giorno si orrendo, ma dopo qué vi udi piü mi spaventa y mi par di vederlo piü tremendo.

Alia turbata mente si presenta valle, reprobi, eletti; e qui comprendo che chi non teme há la sua fede spenta.

P. AMBROSIO LARREA 585

VII

Del infierno

¡Infierno! ¡Ay, ay de mí! qué sentimiento de mi alma estremecida se apodera cuando oigo que me intima voz severa: ¡Breve el placer, eterno el sufrimiento!

¡Cómo no alzará el grito mi lamento, si mi castigo el Dios de amor impera! ¡Ante é l . . , y lejos de él! . . . ¡Cruel barrera, peor ella sola que cualquier tormento!

Así dijo; y atónita la audiencia se conturba, suspira, gime y llora, compungida se mueve a penitencia.

Perdón el pecador contrito implora, y el justo, sin pensar en su inocencia, del Dios eterno la justicia adora.

Original italiano:

Inferno! Oimé che subitáneo orrore nell' a lma mia s'infonde! Ancor io sentó u n a voce che dice in fondo al cuore: breve piacer, eterno patimento!

Presente alia mia pena 1' Dio d'amore será amara cagion del mió lamento; ma lontano da me, che gran dolore e tormento maggior d'ogni tormento!

Disse, e allor attonita l 'udienza si conturba, sospira, s'addolora, senté nuovi pensier di penitenza.

Perdón il peccator piangendo implora, U giusto teme adorno d'innocenza, e del Dio grande la giustizia adora.

586 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

vin

De la gloria

Herencia divinal, cielos serenos, piélago de hermosura y paz dichosa, muestra, patria querida, a un alma ansiosa, si tu grandeza no, tu puerta al menos.

No pueden los mortales en estrenos pensar de tu beldad, visión gloriosa: son desterrados; y es locura odiosa amar destierros de miseria llenos,

]A la patria! ¡a la patria, que es tan bella! ¿Cómo olvidáis sus goces, su amor puro? — Mas ¿quién tan dulcemente se querella?

— Tú, Señor, que tan tierno en tu conjuro, con tanta luz como una clara estrella, llamando estás "al inmortal seguro".

Original italiano:

Divina ereditá, patria felice, pelago d'ogni ben, d'ogni bellezza, deh! cara patria, mostri a un infeíice le porte almen, se non la íua grandezza.

A pellegrin e da mortal non lice al tro che contemplar la íua vaghezza: esilio é il mondo, e a es ule disdice l'esilio amar con tanta tenerezza.

Alia patria, alia patria, ch'é pur bella ove regna il goder, il puro amore! Ma oh ciel! che sentó? e chi cosi íavella?

Voi, o Signor, che con celeste ardore e tanta luce quanta ha chiara stella, testi veder la reggia del Signore.

P. AMBROSIO LARREA

IX

Del respeto debido a las iglesias

Sobre el mar corren auras tan ligeras que apenas si levantan el oleaje, y que de pronto en ímpetu salvaje transfórmanse en furiosas ventoleras,

Y nubes hay que pasan volanderas rayos amenazando en su celaje, mas descargan al paso en el boscaje, en lluvia mansa, amor de las praderas.

Tu palabra es así: brisa entre flores, llovizna amiga de sediento prado para los que en verdad adoradores

a Dios humildes buscan en sagrado; y a los que al templo vais profanadores, es nubarrón, de rayos mil cargado.

Original italiano:

Aura talor si senté in mezzo all' onde lieve COSÍ che scuote i fiutti appena; ma dal lungo spirar piglia tal lena che turba tutto'l mar e orror iníonde.

Nube talor che passa in son nasconde íuoco, ch'ora minaccia ed or balena; ma tutto al improviso si scatena e colla amica pioggia si confonde.

Tale ü tuo dir dei veri adoratori del vero Dio nel templi sacrosanti é qual aura che spira in mezzo ai fiori,

o qual pioggia ch'i prati verdeggianti inaííia. Non cosi, profanaiori, íuoco e con voi di nubi folgoranii.

588 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

X

Del tiempo y la eternidad

Pasa el tiempo cual nave que surcando el inestable pérfido elemento no deja huella, y siempre va pasando cual ave, cual relámpago, cual viento.

El tiempo vuela ¡oh cuan callado y blando! sin detenerse nunca ni un momento, hasta acabar sin que yo sepa cuándo. ¿Y ante la eternidad no me amedrento?

Sacro orador, tu celo así quería enseñarnos del tiempo a usar, pues dura poco más que la flor, gracia de un día:

la que en abril se entreabre bella y pura, y de la brisa su fragancia fía, mas a tan pronto ocaso se apresura.

Original italiano:

Passa'l tempo qual nave, che soleando il sempre infido instabüe elemento orma non lascia, e sempre va passando qual augello, qual fulmine, qual vento.

II tempo passa e sempre va volando senza fermarsi mai un sol momento. Finirá per me il tempo, e non so quando. L'etemitá s'appressa, e non pavento?

Tutto zelo cosi, sacro oratore, del tempo ci insegnasti a approfiiíare, giacché passa piü presto che no il íiore,

che neí Aprile, al primo sventolare di leggier venticel, col grato odore perde il vigor col tenue svaporare.

P. AMBROSIO LARREA 589

XI

De las almas del Purgatorio

Cese ya la aflicción, cese el tormento, almas por tanto tiempo torturadas. Cese vuestro penar: llegó el momento que entréis a vuestras dichas tan ansiadas.

¿De ángeles no escucháis el llamamiento? ¿no percibís dulzuras no soñadas? Si sigue el Purgatorio en su ardimiento, no es para almas al cielo ya encumbradas.

Mas para tanto bien ¿quién os obtuvo sacrificios, limosnas y plegarias? ¿quién por libraros tan activo anduvo?

Para industrias tan pías y tan varias un orador, todo piedades, hubo que abrió vuestras prisiones solitarias.

Original italiano;

Cessi ormai l'aíflizione ed íí tormento, anime, quanto affiitte, torméntate; cessi, che giá é venuto quel momento de goder, di regnar: ne dubitate?

Ah! non udite l'angelíco concento, e un piacer infinito non provate? E s 'arde ancor quel férvido elemento, non arde, no, per le anime beate.

Una grasia si grande, un tal favore, sacrifizi, elemosine, orazioni, chi v'impetró, chi ful liberatore?

Intendo giá: l 'energiche dizioni di zelante ministro pien d'ardore han in gaudio cangiate l'afflizioni.

590 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

XII

De la pasión de Jesucristo

¡Ay día el más funesto, el más luctuoso que los siglos han visto! ¡Qué tormento el que sufrió Jesús!.. No hallo reposo al verle en tan cruel padecimiento.

¿Jesús víctima inerme de afrentoso castigo que inventó bárbara gente? ¡Oh espectáculo horrible y angustioso! ¡oh amor divino! ¡oh sin igual portento!

Así abriendo su pecho enternecía a todos Cayetano: no es posible decir con qué elocuencia y agonía.

Alardear nadie pudo de impasible: que el alma trastornada se rendía a convicción tan honda y tan sensible.

Original italiano:

Ahi giomo il piü funesto e íuíiuoso ch'i secol vider mai, di di tormenti del mió Gesü: non trovo mai riposo alia vista di tantí paiímentí!

Gesü esposto al castigo piü opprobrioso che seppero inventar barbare genti? Oh spettacolo mesto e doloroso! o del divin amor cari porten ti!

Cosi'l cuore sfogando inteneriva Gaettano a tutti: diré io non posso con che eloquenza e quanto persuasiva:

Solo diró ch' ognuno a pietá mosso, teneri aííetti solo in se sentiva d'un si dolce parlar vinto e commosso.

P. AMBROSIO LAUREA 561

XIII

De la última bendición

¿Bendecís a pastores y rebaños? ¡Eh, no lo hagáis! que los así benditos, rigoristas, misántropos y huraños, dirán que abrís el cielo aun a precitos.

Dirán entre peleas y regaños que esos vuestros perdones imperitos se exponen a caer en mil engaños por absolver a ovejas y cabritos.

Con gran rigor afirmarán: No cabe recaiga bendición en quien, privado del amor inicial, perdón postula.

Es la perfecta contrición la clave única para verse perdonado, pues que, si no, la absolución es nula.

(Ocioso de Faenza, II, 121-127)

Original italiano:

I pastori col grege benedite? Deh, non lo íar, che questi benedetti piü di mani che maniche ristretü dirán ch' a tutti il cielo voi aprite.

Vi moverán una continua lite, perche en el benedir tanti soggetti, crederan ch' assolvete gli imperfetti, e assoluzion a tutti compartite.

Non lice, vi dirán, con gran rigore e perdonando dar benedizione a chi é privo del inizial amore.

Aver deve perfetta contrizione, s'ottener vuol perdón il peccatore, se no, nulla sará l'assoluzíone.

592 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

AL ABSTRUSÍSIMO MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Soneto

Levanta, oh fe divina, el velo oscuro que la beldad me oculta deleitosa del misterio que en sombras se arreboza misterio que, aun sin ver, creo seguro.

Rayo de oro del Sol luciente y puro en juntar luz y fuego en sí se goza, pero es un rayo solo. ¡Ay necia glosa, si así explicar la Trinidad procuro!

Tres ángulos unidos en un prisma son parangón escaso, imagen pobre: es comparar los mares con un río.

Pensamiento orgulloso, ruin sofisma, abaja el vuelo antes que al fin zozobre: cree sin buscar; no quedarás baldío.

(Ocioso de Farenzcr, IL 69)

Original italiano:

Alza, o divina fede, íl velo oscuro e fá ch'io contempli nel bel volto quel mistero, che sempre in ombre avvolto, lo coníesso, ma non lo raffiguro.

Áureo raggio del Sol lucente e puro, ha fuoco, ha luce nel suo sen raccolto, e pur'e un raggio sol. Ah! sonó stolto se Dio Trino spiegar cosi procuro.

Angoli tré riuniti a un prisma solo é scarso paragon, confusa imago, é comparar íl mare col Pattolo.

Orgogíioso pensíer, di saper vago, fermaíi alquanto, ed abas sando il voló, credi, senza cercar, che sarai pago.

P. AMBHOSIO LAHREA 593

AL RETRATO DE UNA DOLOROSA

Soneto

Señora, no pudiéndolo a tu lado, desde lejos te mando un tierno beso: sobre tu blanca mano quede impreso, la que Dios mismo mira enamorado.

Y después que la frente te he humillado, tu rostro miro, extático embeleso, pero el respeto es para mi alma un peso que al punto abaja mi mirar osado.

Y ¡ay! digo con sollozo enternecido, sólo angélicas manos han podido pintar un rostro que así al alma encanta.

Ni el dolor pudo ajar tanta hermosura, ni la espada de víctima, que espanta, antes la hicieron más amable y pura.

(Ocioso de Faenzcr, IL 100)

Original italiano:

Signora, non potendo da vicino, ti do un tenero bcrcio da loníano: ío bacio la dolente e bianca mano, dolce oggetto d'amor peí cuor divino.

E dopo d'tm profondo umil'inclino, Üsso il guardo nel volto, e sobraumano rispeíto mi ritira, e si pian piano dal volto ai pie mi tira peiiegrino.

Ed oh, dico piangendo intenerito, sol'angelica mano havrá formato volto, ch'aííett'e cuore mi há rapito,

Ne lo stesso dolor fhá difformato, ne la spada che tanto t'ha ferito t'há iolto la bellezza, anzi auméntate

594 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

A LA PRODIGIOSA IMAGEN, LLAMADA LA GRECA DE RAVENA

Soneto

Mística Rosa tan graciosa y bella que no hay verde estación que no abrillantes, más alegre que el alba y que la estrella, ¿cómo arrostras los mares inconstantes?

Si en primavera tu beldad descuella, ¿por qué andas por las ondas fluctüantés? y entre el hervor con que la mar resuella I qué firmes van tus pasos triunfantes!

Del cielo vienes, purpurina Rosa, precursora de paz y de alegría, sin miedo a la tormenta procelosa.

Vienes trayendo dicha sin falsía al templo en que te espera fervorosa la devoción que en tu piedad confia.

(Ocioso de Faenzct, II, 101)

Original italiano:

Mistica Rosa, d'ogni fior piü bella, che del tuo verde ogni síagione ammcmte, lieta piü ch' alba e chiara piü che stella, che fai nel mar ondoso ed inconstante?

Se Rosa sei della stagion novella, come nel mar ti veggio üuttuante? In mezzo alie onde, ai nembi, alia procella come ardita" t'inoltri e trionfante?

Vieni, o del cielo porporina Rosa, che di pace e di gaudio sei foriera, e non mai temi procella insidiosa:

vieni, e reca gioconda primavera a questo tempio, ove t'aspetta ansiosa la divozion constante e piü sincera.

P. AMBROSIO LARREA 595

AL SEPULCRO DE DANTE NUEVAMENTE ERIGIDO POR EL

EMMO. LUIS VALENTI GONZAGA, LEGADO DE ROMANA

Soneto

¡Sal de esa tumba! En ella ¿qué haces, Dante? ¿los clamores no escuchas de la Fama que con voz imperiosa te reclama empuñando la trompa resonante?

I Surge! te dice, ;en todos anhelante el ansia de mirarte ya se inflama, y tu alma, en forma de paloma, llama las corpóreas cenizas! Deslumbrante

surge, oh cielo, y postrado ante Valente, "Por ti, Gonzaga, exclama en voz quebrada, mi gloria entre los vivos hoy descuella!"

Y es que, más que la Fama, habla elocuente aquella tumba a su grandeza alzada, tal que nunca ha de verse otra más bella.

(Ocioso de Faenza, IIl, 82-83)

Original italiano:

Sorgi, Dante, che íai in quella tomba, e non sentí le voce della Fama, che risonando la canora tromba, con imperiosa voce ora ti chiama?

Sorgi, ti dice, ch' ovunque giá rimbomba di vederti la impaziente brama. L'anima grande, in forma di colomba, l'incenerite membra a se richiama.

Giá sorge, cielí e a i piedi di Valenti prostrato, dice, in lánguida íavella: Per voi, Gonzaga, sonó fra i viventi.

Parli la Fama; e ancora parli quella tomba superba, ch'i grandi piü possentí non videro 'giamai altra piü bella.

596 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

A UNA MIRLA BLANCA QUE MATÓ UN CAZADOR

Sonetos

I

De mirlo el canto; la graciosa pluma entremezcla blancura con cenizas; sin darte cuenta de tu gracia suma, con tus ojuelos, viva luz, hechizas.

Tu primor, oh avecilla, se consuma en que a un ser misterioso simbolizas. ¿Qué cazador cruel hay que presuma sus flechas enclavarte arrojadizas?

Ah, lo sé ya, que a un cazador garrido, prestándole arco y flechas. ¡Tira! — dice el ciego dios de amor, duro Cupido.

Tiro fatal.., Dejad que se deslice hacia la muerte su canción: se ha ido adonde nueva vida lo eternice.

Original italiano:

Di merio é'l canto, e le vezzose piume miste sonó de bianco e cenerino. Negli occhi semichiusi é vivo il lume, e tutt 'é d' un laboro soprafino.

O raro augel, di qualche occulto nume simbolo o simulacro pellegrino, dime che cacciator ora presume di predarvi crudel, dimi, augellino?

Ah! giá lo so: a un nobil cacciatore prestandoli gentil arco e lancette, Tira li disse '1 cieco dio d'amore.

Giá é teso Tarco, giá un dardo tutto fuoco ferisce '1 merlo, che pieno di saette mori cantando, ma vivrá ira poco.

P. AMBROSIO LARREA 697

II

En bronces vivirá, los de la Fama, vivirá en la Academia y el Museo. Mas ¿qué nuevo entusiasmo en mí se inflama que me parece que estoy viendo a Orfeo?

Tal vez fuera de cauce se derrama mi ansia de celebrar tu gran trofeo, pues tu fortuna, oh cazador, te aclama, y no ningún engaño ni rodeo.

No fue la flecha, no, fue tu semblante, ojos, manos y voz, tu gallardía la que sedujo al pajarillo errante.

A ti mi inspiración ceda la gloria de que a las aves rinda tu armonía; ceda juntas la palma y la victoria.

(Ocioso de Faenza, III, 93)

Original italiano:

Vivrá nei bronsi incisi della fama, vivrá nel Accadernia, nel Museo. Ma che nuovo furor a se richiama la mente, que mi par veder Orfeo?

Mi inganna o no, o cacciator, la brama di lodarvi? Che? nobile trofeo di tua fortuna, e no d'occulta trama mi fá pensar cosi, senza esser reo.

L'anglica canna no, ma il tuo semblante, gli occhi, la man, la voce, il portamenío attrasse a se '1 augel ch' andava errante.

Ceda il lírico mime a te la gloría d'attrar gli augel col dolce suo concento, ceda lieto la palma e la vittoría.

598 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

A UN CABALLO NEGRO

Preparo los pinceles y colores pues un caballo retratar intento. Pero ¿qué escucho? algún error presiento por la risa en que rompen los pintores.

¿Qué? ¿con negro — me dicen mofadores — blanco, gualdo y turquí, todo el portento pintas tú de un bridón? Y el escarmiento es romperme el pincel, embulladores.

De su negro lustroso ¿cómo esperas los visos matizar? ¿cómo, inexperto, al ardor de sus ojos dar su punto?

¿Cómo, al aire marcial de sus maneras? Pon al fuego el pincel: con este acierto podrás dar vida al mágico conjunto.

(Ocioso de Faenca, IIL 94)

Original italiano;

Prendo ín mano l'pennel, cerco i colorí, che far voglio 1 rítratto d'un cavallo. Ma oimé, che sentó? Ridono i pittorí, e'l rider suo mi averie del mío fallo.

Che? mi dicono questi derisori col ñero il biancho, col turchin, col giallo tu dipingi un caval? Gli schernitori mi rompono il pennel con íesta e bailo.

Inesperto che sei, mi sentó diré, come dipingir vuoi '1 suo bel ñero, come gli occi vivaci coloriré?

Come quell' aria tutta da guerriero? Metti al íuoco 1 pennel, se vuoi colpire e poi pingi cosi quel volto altiero.

P . A M B R O S I O L A R R E A

AL CABALLERO HORACIO SINIBALDI, ENFERMO

Soneto

La cruz, señor, que el pecho te engalana, signo de redención, honor y vida, dentro también del pecho está esculpida — de paciencia y respeto filigrana —.

Hoy en tu cruz mi admiración se afana, que es la de Cristo con amor sufrida, pues siempre viene de dolor ungida y es del divino amor prenda lozana.

Consuélate, señor, no hay cruz sin pena, pero tampoco sin eterna gloria; cargarla es ya reinar. Una serena

vista a la cruz aliento es de victoria, pues para quien al verla se enajena, no hay dolor que no endulce su memoria*

(Ocioso de Fctensct, IIL 9 0

Original italiano:

Quella croce, o Signor, che poríi in petto, segno di redenzion, segno d'onore, gia la porti scolpita ancor nel core, qual segno di pazienza con rispetto.

lo guardo la tua croce con diletto, perche quella mi par del Redentore: questa non si puó dar senza dolore, senza esser caro e da Gesü diletto.

Consolafi, o Signor, non si puo daré senza pena la croce, e senza gloria, e lo stesso é portare que regna re .

Un sol guardo alia CTOce, alia vittoria che Gesü riportó col suo penare, ch'ogni dolor íá lieve tal .memoria.

600 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

ft LA MUERTE DEL ARZOBISPO CANTÓN!

Soneto

¿Qué oigo, ay de mí? La fúnebre campana, los ayes y suspiros sollozantes, la palidez que empaña los semblantes señas son de una angustia sobrehumana.

El mudo llanto de quejumbre vana, los blandones de luces vacilantes, y vacío aquel trono erguido antes muerte pregonan por demás temprana.

Veo abierta la tumba, y se desata mi llanto: ¡Ay triste! nuestro padre ha muerto: cruel le arrebató la muerte ingrata..,

Mas dulce espanto a contener no acierto? al ver cuál de la tumba se rescata y feliz vuela hacia el celeste puerto.

(Ocioso de Faenza, XSL 95)

Original italiano:

Che sentó oimé! Dei bronsi '1 mesto suono, i gerniti, i sospir e quel pallore che nei volíi s'osserva, segni sonó d'un eccessivo insólito dolore.

Pianto, lutto, silencio, flébil tuono e quei lumi íunesti e quel orrore e quel eccelso, ma lúgubre trono m'avvisano la morte del Pastor©.

Veggio funérea tomba gih innalzata, e ahi! díco allor, il caro Padre é morto, crudel ci lo rapi la morte ingrata.

Rivolgo il guardo attonito ed assorto, e miro allor quell'anima beata lieta volar verso V celeste porto.

P, AMBROSIO LAUREA 601

HABIENDO CEGADO LOS DOS SEÑORES COSTA, HERMANOS

Sonetos

I

Oh luz, ¿por qué has huido cruelmente lejos de esas pupilas tan modestas, donde dejó Natura manifiestas las luces y las gracias de que es fuente?

¿No eran allí de verse en suave ambiente las virtudes unidas y compuestas? ¿De esas limpias pupilas nunca expuestas al ciego Amor, te vas tan de repente?

¡Ay preguntas ociosas! Hacia el cielo va huyendo, y a esos ojos entretanto cubiertos deja de un oscuro velo.

Sumidos ellos en un mar de llanto, mirarte, oh luz, ansian... ¡Vano anhelo: cegó tu dardo cuanto fue su encanto!

Original italiano:

Perché, luce crudel, perché íuggite da quelle modestissime pupille, ove lasció Natura a mille a mille gli splendori e le grazie ivi scolpite?

Ivi non si vedevan tutt 'unite le virtude regnar Hete e tranquille? D'occhi ove mai s'accesser le faville del cieco fanciullin, perche parüte?

Inuíüe dimanda! verso il cielo fugge veloce, e le pupille in tanto lascia coperte d'un oscuro velo,

GH occhi allora sommersí ín mar di pianto si sforzano a veder; ma acuto telo vibra, sen'fugge, ne si trattiene alquanto.

602 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

II

Grandes almas, con fúlgida mirada visteis la tierra toda, y no es extraño que al verla, así exclamara el desengaño: Todo no es más que un punto, todo es nada.

Mas viendo vuestra mente iluminada que un destierro es el mundo, en gesto huraño a él cerrasteis los ojos. Vuestro daño fue que al punto la luz quedó apagada.

¡Luz! ¿adonde te fuiste? ¿a las estrellas, o tal vez a juntar nuevos fulgores que a esos ojos devuelvan sus centellas?

— Sí, tan llena la tierra vi de horrores que al descubrir esas pupilas bellas quedé prendada de sus resplandores.

(Ocioso de Faenzcr, HL, 96)

Original italiano:

Anime grandi; vedest' attentamente la ierra tutta, e non mi maraviglio s'al vederla, con alto sopraciglio, questo (diceste) é un punto, queste niente.

Poi comprendendo con la vasta mente ch'il mondo altro n e se non esiglio, gli occhi chiudeste con ottimo consiglio e allor la luce se ne íuggi repente.

Ferma luce, ove vai? Forse alie stelle, o íorse aggiunger vuoi nuevo fulgore a quelle lucentíssime íavelle?

Si, risponde, guardai con tant'orrore la térra; ma le íaci cosi belle che rápita restai dal suo splendore.

P. JOAQUÍN LARREA

Riobamba, 30 de Noviembre de 1743

Faenza {?) después de 1796

CONTRA HERODES

(fragmento juvenil)

En hacer coplas he dado, por ser esto lo que se usa, aunque veo que mi musa

ha quebrado.

Soy un poeta al revés, que, por decir agudezas, si otros quiebran sus cabezas,

yo los pies.

Mas dirán ya los malvados que parezco curandero, pues sólo componer quiero

pies quebrados.

Pero, en tan grande zozobra, aún más se alienta mi vena y luego pone y ordena

pies a la obra.

El asunto que hoy se toma es de Herodes un asunto: asunto ha de ser con punto

y con coma.

606 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Herodes, pues, según leo, érase un rey muy avieso, y es testimonio, confieso,

de Mateo.

Todos sienten a este intento que Herodes se condenó; mas sepan todos que yo

no lo siento.

De solo una cuchidada alegan que hizo mil muertes, mas todo esto, si lo adviertes,

fue niñada...

(Antología de prosistas ecuatorianos Tomo I# pp. XXXn-XXXm, por D, Pablo Herrera)

CARTA DE PEDRO LUCAS LARREA AL DOR. FRANCISCO

JAVIER EUGENIO DE SANTA CRUZ Y ESPEJO, EN QUE

TRANSCRIBE UNA DE SU HERMANO JESUÍTA

Sr. Dr. Dn. Eugenio de Espejo

Muy Sr. mío y dueño de mi singular estimación:

La complacencia con que he leído siempre las bellas producciones de su admirable ingenio, me hizo que tras­lade el discurso dirigido a Quito, con el pensamiento ven­tajoso de la erección de una Sociedad Patriótica. Esta copia la remití a mis hermanos los ex-Jesuitas, quienes pie responden las cláusulas siguientes;

"Ahora estamos ambos traduciendo en italiano la be­lla historia de Quito, que en tres tomos ha escrito en es­pañol nuestro paisano Dn. Juan Velasco. Ambrosia tra­duce la parte de la historia natural, de plantas, anima­les* pájaros, minerales, etc. Y yo la parte de la historia civil y política; y no pensamos en el día sino en impri-

608 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

nrir dicha historia en italiano, si se puede, que será muy celebrada: pensamos dedicarla o a algún Cardenal, o a algún otro personaje de la Italia, e ingerir en nuestra traducción el bello discurso del Dr. Espejo, dirigido a los socios de la nueva Sociedad Patriótica, que nos has hecho el favor de trasladar con tanto trabajo en tu car­ta. Verdaderamente es pieza admirable y digna de que la vea todo el mundo: su autor muestra en ella su gran talento, su vasta erudición y sus grandes y ventajosas ideas en beneficio de la Patria: pensamos enviarlo a Roma a Ayllón; a Faenza a Velasco, para que lo inser­ten en la admirable historia que escribe de Quito, en español, y a otras partes, dicho discurso, para que hagan concepto del sobresaliente ingenio de nuestro compatrio­ta Espejo. Ojalá se pongan en práctica sus útilísimas ideas, para hacer renacer esa infeliz provincia, que ha llegado a la última decadencia y a su total ruina. Todos los autores que cita Espejo los hemos leído acá con ho­rror, por las enormes imposturas, falsedades y denigran-tísimos dibujos de toda la América y los americanos; principalmente el maligno y fanático prusiano Monsieur Paw, que dice tantas bestialidades de los americanos. Contra todos éstos han escrito admirablemente don Fran­cisco Javier Clavigero, en su excelente Historia de Mé­jico, un chileno Molina, en la Historia de Chile y nues­tro Don Juan Velasco, en la citada de Quito. ¡Oh que mayores luces adquiriría el Dr. Espejo si viniese a la cultísima Italia"

Este discurso de mis hermanos, me ha hecho pensar que si Ud. escribiese alguna obra de los principios, pro­gresos y causas de la espantosa pobreza que padecemos en esta infeliz provincia, y sugiriera juntamente algu­nos remedios proporcionados a ella, pudiera ser que se hallase camino a su reparo, si yo les incluyese a mis hermanos dicho escrito, y si éstos lo hiciesen ingerir en la obra de nuestro paisano Velasco, como en su traducción italiana. Me parece que siendo dicha historia tan céle­bre (como la figuran mis hermanos) llegaría en España a manos de todos, y pudiera ser que a la de los princi­pales Ministros, y quizá a las del Rey, quienes viendo en

P. JOAQUÍN LARREA 60í>

ella el mísero estado de esta provincia, pudieran apia­darse de su desdicha, y dar algún remedio para que se restablezca. Entonces Ud. tendrá la gloria de ser el res­taurador de su Patria, y yo el consuelo de ser un leve instrumento de tanta dicha.

El amor a mi provincia me hace pensar de esta suer­te: si a Ud. no le parece medio adecuado el propuesto, deséchelo, y mande al que desea ser su más fiel amigo y servidor Q. S. M. B.

PEDRO LUCAS LARREA

Octubre 14 de 91

(Primicias de la cultura de Quito, n- 2, 19 de enero de 1792)

HABIENDO CEGADO LOS DOS SEÑORES COSTA, HERMANOS

Sonetos

I

¿Qué consuelo, exclamaba el buen Tobías le queda al triste a quien un negro velo roba la luz del sol y esconde el cielo, fuente única en la tierra de alegrías?

Al ansia de sus lentas agonías un término buscaba con anhelo, las blancas canas en constante duelo bañando en su dolor noches y días.

Nobles hermanos, de aquel santo ciego en vosotros admiro la constancia, vuestro mal al sufrir con tal sosiego.

Mas perfecta será la consonancia cuando esta luz troquéis por aquel fuego que es lumbre eterna en la celeste estancia.

Original italiano:

Che conforto, sclamava il buon Tobía, un meschino aver puó, s'un negro velo agli occhi invoca il sol, nasconde il cielo? Oimé! in térra per me non v'allegria.

Cosi sclamava, cercando alia agonía termine, e íxn al interotto anelo; cosi i giorni e le notti divertía di lagrima bagnando il blanco pelo.

In voi fratelli illustri, la costanza di questo santo cieco io discerno nei soportar dei lumi la privanza.

Ma spero ch'il terren con il superno lume cangiato, in voi la somiglianza sará períetta un di, e il lume eterno.

P. JOAQUÍN LARREA 611

I I

Llega Himeneo y junto a él Cupido mudos por la vergüenza» derrotados, los brazos libres con bochorno aspados, extinguida la antorcha, el arco hendido.

¿Quién fue el héroe de triunfo tan lucido? ¿de laurel quiénes se alzan coronados? — Dos guerreros, que muestran empapados acero y diestra en sangre que han vertido.

Mas al soltarse al fin de sus prisiones, los dos númenes se arman sin tardanza encendidos en rábidas pasiones.

A nuevos arcos cada cual se lanza, y apuntando a los ojos sus arpones, matan la luz en ellos por venganza.

(Ocioso de Faenzcr, III, 97)

Original italiano:

frneneo coll fratel Cupido accanto vergognosi venir io veggo e vinii: fraíti in catene di riíoríe avviníi, la face spenta ha quel, quel l'arco iníranto.

Chi il prode fu che riportó tal vanto? d'alloro chi son quei che miro cinti? Son due guerrieri che di sangae tinti han l'acciaro, la destra e il nobil manto.

Ma dai nodi tenací i numi schiolti allarmansi di nuovo tutt'in íretta, awampando di sdegno i rosei volti.

Nuovo arco piglia ognun, nuova saetía e agli occhi dirigendo i teli colti i lumi lor saettaron per vendetta.

A SEBASTIAN CARVALLO, EX-MINISTRO BE PORTUGAL

EN BOCA DE LA REINA FIDELÍSIMA

No es de maravillar que haya pasado impune de esta vida al otro mundo aquel cruel Carvallo, furibundo mostruo de iniquidad, el más osado.

No hubo castigo aquí proporcionado para quien agotó el caudal fecundo de todo vicio, y aun lo más inmundo de la infernal malicia ha superado.

Por las leyes humanas ni debía ni podía sufrir condigna pena mientras viviese. Soberana justa,

dejo a Dios que castigue a esa alma impía. Mas, ni abrumada de eternal condena, la pena al crimen con rigor se ajusta.

(Ocioso de Faenza, XII, pp. 46-47)

Original italiano:

Maraviglia non é, sía traspassato impuniío, da quest' al aliro mondo quel Carvaglio crudele e furibondo mostró d'iniquitá si scelerato.

Ni un supplizio terren proporzionato íü a costui, che l'erario piü fecondo dissec' egli de'vizzi, e ü piü profondo d'Averno col suo Duce ha superaío.

Quindi per leggi umane ancor vívente ne doveva soffrir, ne inen potea pene quaggiü. Sovrana ond'io potente,

lascio puniré Iddio quell'alma rea; benché il punisca lui immensamente oltra l'immenso ancor patir do vea, i1)

(1) Este soneto es traducción de los disticos latinos del P. Joaquín Ayllón, en la p. 46 del tomo III de El Ocioso de Faenza.

A LA HEROICA VOCACIÓN A LA COMPAÑÍA DE JESÜS EN LA RUSIA, DE DON IGNACIO TENORIO, JOVEN AMERICANO DE U

CIUDAD DE POPAYAN

I

Sonetos

Apareció en los reinos de la aurora fúlgida estrella que en su luz ardiente mensaje es a los Magos del Oriente de que el divino Sol ya el cielo dora.

Dejando sus palacios sin demora se parten, cada cual con su presente. De igual modo los reinos de Occidente con toda su opulencia seductora

un noble joven abandona, en cuanto mira a Jesús en la Polar estrella* Desde el trópico al norte sin espanto,

cruzando mares lánzase en pos de ella; y junto ya a Jesús, su único encanto, le hace de sí la ofrenda la más bella.

Original italiano:

Mostrosi giá ne'regni dell' aurora fulgida stella o fiaccola lucente, ch' annunzid lieta a' Magi dell" Oriente esser el Sol divin comparso allora.

In Iraccia vangli que' recando ancora doni, e reggie lasciando ímmantínente. Cosí a di nostri, i regni d'Occidente di dovizie e piacer íecond' ognora,

abbandona in veder Polare stella addrtarli Gesü, nobil garzone, chi vaheando mari dietro a quella

dal Ostro corre íin'al Settentrione, e in tre mistici doni la piu bella offre di sé a Gesü pura obblazíone.

614 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

II

Quien de la vida el mar cruza rugiente, sin rumbo hacia la paz de una ensenada ni estrella que dirija su bogada, no escapará al furor de la onda hirviente.

Quien se arriesga a vadear río o torrente hinchado por furiosa turbonada, si en la orilla no clava la mirada barrido se verá por la corriente.

Con luz de arriba esto pensó Tenorio, joven feliz que heroico se despega de cuanto el mundo le brindó ilusorio:

¡Loco quien por el cielo no suspira! Mar o río es el mundo, y aquel llega que sólo al puerto o a la margen mira.

(Ocioso de Faenzcr, III, 238-239)

Original italiano:

Chi della vita al torbido e fremente mar s'abbandona, ed in noncale rada pone, o Stella Polar nonglí íá strada, tardi tra Tonde naufrago si pente,

Chi prende a valicar fiume o torrente che goníio e rapidissimo sen'vada, s'alla sponda non mira, e all'acqua bada, transportato sará dalla corren te;

COSÍ pensava con sovrano lume l'eroe Tenorio, chi ad un traüo schiva padre, mondo, ricchezze e il lor barlume.

Fatto é í'-uomo peí ciel, (dicea) vi arriva chi del mondo in varear il mare, o fiume il porto sol, o sol miro la riva.

AL P. CAYETANO ANGIOLINI Y A SU HERMANO

Soneto

El peregrino al fin de la jornada por yermo valle y enselvado monte se apresura, mirando al horizonte donde ya el sol declina en retirada.

Empieza a vacilar la lumbrarada, ya mustia, ya vivaz: astro bifronte entre el día y la noche, en el transmonte llora su ambigua luz amortiguada.

Sois vosotros el sol, yo el peregrino que aprieta el paso al ver al sol romano abajarse al ocaso ya vecino.

La clara lumbre sois, que, aunque lejano, ya nos quiere robar fatal destino, dulce Francisco, amable Cayetano.

(Ocioso de Faertza, II, 106)

Original italiano:

Quel pellegrin, che doppo lung'errare per erma valle o inospita foresta, affretta il passo e il piede non arresta, il solé giá vedendo tramontare:

La chiara face che giá per srnorzare tremolo lume stá, vibra funesta OT vivace la fiamma ed ora mesta ch'ambiguo lume par, giá par fumare.

II solé siete voi: io il pellegrino ch'il passo raddopiai, da ciel romano vedendo a tramontar íl sol vícíno:

Voi la fiaccola chiara, che lontano agli oechi invola o mai fatal destino, dolce Francesco, amabüe Gaetano.

P. PEDRO BERKOETA

Cuenca, 29 de Junio de 1737

Sevilla, 15 de Julio de 1821

COPLONES DE VIEIO,

o poesías mal digeridas/ que a diversos asuntos y en diversos tiempos he compuesto, regularmente requerido, siendo la mayor parte de ellos partos de la vejez; pues de cuanto compuse en la Juventud ya en los Certámenes de Navidad ya en otros asuntos*

no me ha quedado papel alguno.

DÉCIMA

Las siguientes poesías, parto de mi indocta Palas, por lo mismo que son malas, diciendo están que son mías. De tal cual copla podrías dudar si es mía o ajena; pero a mí no me da pena que sea ajena en tu juicio, pues me haces a mí el servicio de reputarla por buena.

a l)

OCTAVAS

(INÉDITAS)

Si del gran Marañón a las riberas dejé mi plectro a un tronco suspendido, cuando arrojado a playas extranjeras fui triste objeto al cielo enfurecido, si en acentos y voces forasteras se halla mi propio idioma confundido, ¿cómo puedo cantar, y quién me inspira sin acentos, sin voces y sin lira?

620 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

¿Aspiraré de Dafne al ramo hermoso, que de Apolo las sienes condecora? Mas él ni una hoja del laurel frondoso dará de gracia a quien su auxilio implora; aun las Musas con ojo desdeñoso al peregrino ven que entre ellas mora. Cantar no puedo en tierra tan extraña, donde Apolo es venal, la Musa huraña.

(t 82)

SONETOS MORALES

(INÉDITOS)

PALINODIA

I

Viles objetos, vanos argumentos ocuparon hasta hoy mi pluma y mente, perdiendo horas del tiempo inútilmente, preciosísimo en todos sus momentos.

De hoy más ocupará mis pensamientos, mi débil pluma y lengua balbuciente, la alabanza de un Dios omnipotente, que dar puede a mi voz dulces acentos.

No las aguas codicio del Parnaso, que no da el Pimpla sino a escasas gotas, y darme puede Dios bien lleno el vaso.

Si mis canciones han de ser devotas, las fuentes que mejor me harán al caso serán del Hombre Dios las venas rotas.

II

Si, del estro poético agitada, alguna vez mi ruda fantasía, quiere acordar a métrica armonía las cuerdas de mi lira destemplada,

de aquel poco de son. que da sonada no se puede gloriar la vena mía, pues toda es tuya, oh Dios, la melodía, que más o menos das a quien te agrada.

Mi plectro que hasta aquí desconcertado sólo al temple sonó de mis pasiones, del cielo a la armonía hoy acordado,

a ti tributará sacras canciones, y cantaré, mi Dios, de ti ayudado, tu grandeza, hermosura y perfecciones.

(H, 48)

622 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

JARDÍN DEL ALMA

III

\Oh cuánto he descuidado en la cultura del inculto jardín del alma mía, bien que brotar y renacer veía tanta vil hierba, venenosa, impura!

Según las leyes de la agricultura, exterminar de cuajo yo debía todas las malas hierbas que allí había, poniendo eterno fin a su verdura.

Mas por esta mi incuria o mi pereza, toda flor de virtud está marchita y a los divinos ojos sin belleza.

Que si mi Dios en mi jardín habita, aun cuando encuentra en él tanta maleza, es porque su bondad es infinita.

IV

Aunque es tarde a enmender mi negligencia, porque ya estoy muy cerca de la fosa, quizá pueda yo hacer alguna cosa, de mi Dios con la ayuda y la asistencia.

Plantar procuraré con diligencia de gran pureza una Azucena hermosa, de mortificación la hirsuta Rosa, cuyas espinas fruten penitencia.

Con atención mayor y fe sencilla, cultivaré la flor preciosa y pía, llamada de Pasión o Maravilla.

Gastaré en esto una hora cada día, y hallaré aquí de toda flor semilla, a hermosear el jardín del alma mía.

<n, 53)

P. PEDRO BERROETA 623

DESPERTADOR

V

Es nuestra humana vida una milicia donde por sí cada uno es combatiente: desgraciado de aquel que no presiente del astuto enemigo la malicia.

El precipicio le arma en la caricia con que le induce al mal astutamente, pintándole en un bien sólo aparente, verdadero placer, gozo y delicia.

Si el alma, de estos bienes atraída, vive de los eternos olvidada, cuando a la puerta está de la otra vida,

por más que bate, no le dan entrada, oyéndose decir: ¡Ya estás perdida! ¡es tarde ya, la puerta está cerrada!

VI

Continuamente vivo deseando, y obro contra lo mismo que deseo; y en la continua lucha en que peleo la vida a toda prisa va pasando.

Al principio del día voy notando, que comienzo a obrar bien, y me recreo; mas a la noche claramente veo que, con el bien, el mal se ha ido mezclando.

No puede esto por menos que abatirme; mas yo espero, mi Dios, por más que intente el astuto enemigo persuadirme.

que te habré de perder eternamente, que a tu gracia podré restituirme, siempre que te buscare penitente.

a 15-16)

624 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

AL AVARO

VII Melius est daré quam accipere Mejor es dar que recibir

Fuera de ti, privado de sentidos es forzoso que quedes, vil avaro, al oír de los cielos el disparo de tan horrendo trueno a tus oídos!

Si en esos tus tesoros escondidos pan halla el pobre, el desvalido amparo, y a su miseria el mísero, reparo, tesoros son al cielo transferidos.

Pero si los conserva tu avaricia de una caja en el fondo sepultados, poniendo en no gastarlos tu delicia,

en hacerte infeliz son empleados, y tu suerte sería más propicia, si en el fondo del mar fuesen echados.

AL SOBERBIO

VIII

Nunca tanto el soberbio devanea como cuando, vestido ricamente, por sus galas y joyas, neciamente, buena opinión de sí granjear desea.

Rica su ropa y muy preciosa sea, brille el rubí en sus manos más luciente, lleve tras sí gran séquito de gente que el oro haga brillar en su librea.

¿Qué lustre da al soberbio este aparato, si cuanto luce en él todo es ajeno, ni le da esplendor propio ese boato?

De propio honor y gloria él será lleno y en ambos globos él será beato, si sus propias hazañas le hacen bueno.

a w)

P. PEDRO BERROETA

A UN ARROYO

IX

Oh bello arroyo cristalino y claro, a quien da el mar origen y corriente, que hacia el mar vuelves presurosamente por oculto camino oblicuo y raro,

en parte de tus aguas yo reparo, que, separadas del común torrente, van a parar en agua pestilente sin que a su corrupción haya reparo.

Murmurando el arroyo a esto me dice: De Dios tienes tú el ser, e ir a Él debías, pues ¿por qué de Él te apartas infelice?

Si de Dios te separas y extravías, será, lo que ninguno contradice, mayor tu mal que el de las aguas mías.

A UNA AZUCENA

X

Di, azucena gentil, bella, olorosa, ¿quién te dio olor, ropaje y gran belleza? tú, no por negligencia o por pereza, sin hilar, ni tejer te estás ociosa;

mas no obstante te vistes más pomposa que el rico Salomón con su riqueza: él no pudo vestirse, en su grandeza, de una ropa real tan majestuosa.

Ya responderme, oh santa fe, te siento que fue Dios quien la dio tanta hermosura, para adornar del prado el pavimento;

y que a mi alma, más bella criatura, crió para adornar el firmamento, si la conservo inmaculada y pura.

a lo

626 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

A UNAS AVECILLAS

XI

Oh ejército canoro de avecillas, que jugueteando vais de rama en rama, ya al olmo, ya al ciprés, ya a la retama, buscando vuestro pasto en las semillas.

No por el pasto hagáis mutuas rencillas, que el Criador de todo, a todos ama, y cuida de la mosca, hormiga y gama, sin excluir ni a las sabandijillas.

Que no sembráis, ni que segáis es cierto; pues ¿quién os dio hasta aquí pasto abundante al monte, al llano, a la floresta, al huerto?

Ya en vuestro canto entiendo yo bastante que respondéis diciendo de concierto, que el que os provee es Dios, que es Padre amante.

A UN PAJARILLO CANTOR

XII

Oh paj arillo que con alas bellas de rama en rama vas revoloteando, y que tan dulcemente vas cantando, que de mis penas borras aun las huellas»

Para que contra mí no vuelvan ellas, ni contra quien tu canto esté escuchando, no ceses de cantar; canta hasta cuando caer vieres del cielo las estrellas.

Canta pues, paj arillo, sin recelo que de un halcón las garras y asechanzas a hacer presa de ti vengan de vuelo.

Tus gorjeos, requiebros y mudanzas, matarán su hambre, estorbarán su anhelo, y sólo anhelará tus alabanzas.

OL 81)

P. PEDRO BERROETA 627

A UN MIRLO

XIII O

¿Por qué has enmudecido, oh pajarillo, desde que entraste al claustro religioso, cuando antes emulabas orgulloso al cisne, al ruiseñor y al jilguerillo?

¿Acaso enfermo estás de garrotillo, que tan triste te has puesto y silencioso? No es falta, no, de pasto delicioso, que aquí puedes llenarte hasta el galillo.

¿Por qué no me consuelas con tu canto? Pero no inquiero más; que ya te entiendo: Tú al verte en el Jesús, lugar tan santo,

me estás de mi tibieza reprendiendo, y el silencio, que siempre yo quebranto, tú quieres enseñarme, enmudeciendo.

XIV (2)

Ya me empieza a cantar mi dulce mirlo, que me dio del silencio larga escuela; ya por la jaula muy alegre vuela, cuanto puede su cárcel permitirlo.

Me lleno de placer con solo oirlo, ya no hallo cosa que me aflija o duela, y tanto su armonía me consuela, que aunque pruebo el placer, no sé decirlo.

Yo imitarte deseo desde hoy día, en el silencio, oh pájaro inocente, para imitar después tu melodía.

Callando aquí, yo espero firmemente que, con mayor dulzura y armonía, le cantaré a mi Dios eternamente.

(II, 81-82)

(1) Al pájaro de D. Mariano Velasco, que, siendo tan buen cantor allá afuera, entrando en el Jesús ha enmudecido.

12) Pasado largo tiempo de silencio, empezó finalmente a cantar el pájaro, y se rae dio aviso para que hiciese otro soneto.

628 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

AL SOL

XV Hermoso sol, oh gran farol del cielo,

que a un tiempo con tus rayos y esplendores derrites de los hielos los rigores y das calor y luz a todo el suelo.

De mi pecho también derrite el hielo y disipa sus míseros amores; sólo de amor de Dios enciende ardores, haciéndome mirar su faz sin velo.

¡Ah dime! ¿dónde está mi Dios oculto? que aun a los brillos de tu luz más pura, descubrir su belleza dificulto.

Tu bella luz me muestra su hermosura; mas me dices que a Dios le hago un insulto, que eres de Dios sólo una sombra obscura.

(L 17)

VOZ DE LA CREACIÓN

XVI Ama amcmtem Creatorem Ama a tu amoroso Criador

Cuanto veo de bello y de galante, cuanto de pulcro y de precioso admiro de este universo en el inmenso giro, ¡ama, me dice, al Criador amante!

¡Ama, me dice, a Dios! el sol brillante, cuando hacia el cielo con los ojos giro; cuanto planeta allí descubro y miro: ¡ama, me dice, a Dios en todo instante!

En la tierra también con mil clamores, esto clamando están en monte y prado brutos y hierbas, pájaros y flores.

Cuantos objetos hay en lo criado son del amor de Dios despertadores, y en mí este amor aún no ha despertado.

a 38)

P. PEDRO BERKOETA 629

PENSANDO EN LA CUENTA

xvn (l) Cuando la serie de mi vida veo

pintada como en lienzo allá en mi idea, ¡oh qué pintura tan funesta y fea, cuyas líneas tiró mi devaneo!

Es del cuadro un borrón cada deseo, cada acción mía es mancha que lo afea: no hay allí pincelada que no sea colorida en los tintes de Asmodeo.

Pasé mis verdes años sin cordura; llegado a adulta edad creció el reato, sin que enmiende mi error la edad madura.

Perdonad, oh gran Dios, a este hombre ingrato, borrad en mí tan hórrida pintura y en mi alma renovad vuestro retrato.

xvni De mi vida ¿cuál época es aquella

que con mil devaneos no manchase? ¿Cuál senda holló mi pie que no dejase vestigios de mi culpa en cada huella?

Que si yo numerar pudiese de ella los errores que yo hice en toda clase, su número, no dudo, que pasase al número de pasos que el pie sella.

La multitud de tanto desvarío temo que contra mí venganza clame; mas yo clamo antes por perdón, Dios mío,

borra las manchas de mi vida infame, que en adelante, con tu gracia fío no habrá tiempo o lugar en que no te ame.

(i, 38)

<1) Hallándome indispuesto en la cama, por dar algún útil pasto a mi inquieta fantasía, compuse los siguientes sonetos.

630 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

PODANDO EL ALMA

XEX

En vano en su jardín suda y se afana el jardinero por quitar la ortiga, si en destrozar sus ramas se fatiga, dejando en su raíz la planta sana.

Luego la ve reverdecer lozana, armada de aguijón en su acre espiga contra la mano que le fue enemiga, destrozando sus ramas inhumana,

íOh mísero jardín del alma mía! yo he sido el negligente jardinero, que a tanta ortiga, que estirpar debía,

dejé brotar con su verdor primero, pudiendo yo impedir su lozanía, con dar a su raíz golpe certero.

(L 20)

XX Hic ure, hic seca, hic non parcas, ut m aetemum parcas. Aquí quema, aquí corta aquí no perdones, para que perdones en

(la eternidad-Mil veces, oh Dios mío, te he pedido,

y persisto en pedirte humildemente, me castigues aquí, no eternamente; y, según me parece, me has oído.

No es nuevo en Ti que el ruego y el gemido oigas del pecador benignamente; nuevo sería a Ti si prontamente no oyeses el clamor del desvalido.

Pero me maravilla el instrumento de que te has prevalido a castigarme, que no es fiero enemigo ni sangriento.

Son los amigos que quisiste darme: que, en darme unidos un martirio lento, quieres que ellos me ayuden a salvarme.

(I. 23)

P, PEDRO BERROETA 631

EL PECADO MORTAL

XXI

Infeliz suerte, sumo mal sería la de aquel hombre que de toda gente, del noble, del plebeyo y del pariente, buscado a muerte fuese noche y día,

siempre a muerte inquirido, en casa, en vía, en la ciudad, en villa, en gruta algente, de un asesino vil o un Cid valiente, o de un león al bosque o de una harpía.

Tanto enemigo hallar, tanto contrario, difícil es: parece ello imposible en nuestro mundo tan diverso y vario.

¡Ay, pero es cierto, es cosa indefectible que a Dios lo haces, pecando, tu contrario, y no se halla enemigo más terrible.

XXII

Si una mañana, alzado de tu lecho, te vieses en un monstruo convertido: de basilisco un ojo, otro perdido, corcovado de espaldas y de pecho,

verde o negra la piel de trecho en trecha, de gigante el un brazo, otro encogido, al asno en las orejas parecido, en pies, manos y cara contrahecho,

con nariz y colmillos de elefante, la frente de Medusa o de Megera, horrible, en fin, en cuerpo y en semblante,

tal fealdad ¡oh cuánto horror te dieraí Pues la tuya, si pecas arrogante, es fealdad más espantable y fiera.

a 22)

632 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

REMORDIMIENTOS Y RUEGO

WTTT

¡Qué infeliz es el hombre que, asaltado de la pasión que astuta le combate, después de haber luchado, al fin se abate, y cae miserable en el pecado!

Si un poco más hubiera continuado en rebatir tan pérfido dislate, su victoria tuviera por remate ser al cielo de todos celebrado.

Mas ¡ay!, que el áspid del pecado ahora le derrama en el alma su veneno, lo atosiga, lo mata y lo devora.

De infernal inquietud le llena el seno, y el cruel remordimiento que en él mora no le deja un instante estar sereno.

a 27)

xxrv La única cosa, oh Dios, que a mi alma aterra,

y la única desgracia que recelo es pecar. Mas si peco, como suelo, castígame, Señor, acá en la tierra.

Quema, destruye, en fin, hazme la guerra, haz que purgue mi culpa en este suelo, para que bien purgado vaya al cielo, donde ya no se peca ni se yerra.

Como una gracia encarecida pido que, si debo caer en el pecado, me saques de este mundo fementido.

El morir en tu gracia es mi cuidado, y prefiero la más penosa muerte a la horrible desgracia de ofenderte.

a 39)

P. PEDRO BERROETA 633

EL PECADO VENIAL

XXV

Nadie porque es virtuoso es impecable: si al día siete veces cae el santo, ¿cuántas veces caerá el que no es tanto? Ciento y más veces, como miserable.

El hombre es siempre barro deleznable; mas no me debe dar terror y espanto si caigo aún después que me levanto, pues soy, por ser de barro, disculpable.

Si a Dios con leves faltas he ofendido, y yo me humillo y lloro haberlas hecho, queda más agradado que ofendido.

Quizá por verme en lágrimas deshecho, que cometa la culpa ha permitido para su mayor gloria y mi provecho.

XXVI

Las mismas culpas mías que deploro bien podrán afligirme y humillarme, mas no podrán, mi Dios, desalentarme, pues que por tu bondad triste las lloro.

Yo temo tu ira y tu bondad adoro; mas esa tu ira no podrá quitarme la esperanza de que has de perdonarme, cuando el perdón por tu bondad imploro.

Esta esperanza y el temor unidos, ambos a dos estando de concierto, tendrán a mis afectos bien regidos.

Mi proceder con ambos tendrá acierto: siendo mis pasos de ambos dirigidos con gran felicidad llegaré al puerto.

(I, 127)

634 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

DESEO DE LA MUERTE

xxvn Tales mis culpas son que yo, al pensarlas,

con el temor, mi Dios, de repetirlas, llanto pido me des para extinguirlas, y que venga la muerte a embarazarlas.

No quiero vida si he de continuarlas, y a falta de dolor para gemirlas, en tu sangre pretendo sumergirlas, y en tu abierto costado sepultarlas.

Huyendo de miraros Juez airado, viéndome a vuestras leyes delincuente, acogerme procuro a tal sagrado.

Ni es ya temeridad que yo esto intente» pues sé que halló piedad en tu costado, el mismo que lo hirió bárbaramente.

XXVIII

Es una antorcha nuestra vida humana, que empieza a arder al empezar la vida, y está, mientras vivimos, encendida, con bienhechora luz, mucha o mediana.

No es muerte, no, traidora ni temprana la de aquel que en edad muere florida: porque, cuando la antorcha es consumida, ninguna edad es verde ni lozana.

Quien a la vida dio su primer paso con el mismo a la muerte se encamina, del oriente acercándose al ocaso.

Si rico de virtud allá camina, el Padre de las luces en tal caso dará a su antorcha nueva luz divina.

a i9)

P. PEDRO BERROETA 635

LUZ DE ESPERANZA

XXIX

Mas sobre todo, oh Dios, en ti yo espero que, cuando veas mi alma combatida con los temores de su mala vida en el triste momento ya postrero,

la asistirás con tan divino esmero, que endulces el horror de la salida con la dulce esperanza de elegida para ir al gozo y bodas del Cordero.

Cuando sin voz el corazón te implore, socórreme, oh Señor, y no permitas que el infernal león mi alma devore.

Entre las manos de aquel can malditas no consientas que mi alma gima y llore, y al cielo gracias te daré infinitas.

XXX

Haz, oh Dios, que a esperanza tan segura nada jamás consiga titubearla, que ni los hombres puedan desquiciarla, ni el mundo, ni el placer, ni la amargura;

que no haya cruz ni horrible desventura que pueda en su firmeza aminorarla, ni el mismo infierno pueda perturbarla, ni en fin nada, si todo se conjura.

Haz Señor que también constante sea, y me acompañe cuando mi alma expira y cuando el cuerpo, al expirar, boquea;

cuando el último aliento éste respira, de mi alma en la esperanza bien se vea que el ir a ti y al cielo sólo aspira.

(L 127-128)

636 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

SUPLICA A DIOS NUESTRO SEÑOR

XXXI

Oh Dios, todo bondad, todo clemencia, yo imploro tus piedades y favores; no contra mí fulminen tus furores de un eterno suplicio la sentencia.

Haz que haga yo en la vida penitencia, envíale a mi cuerpo mil dolores. a mi alma aflijan cruces interiores, y a sufrir más y más dame paciencia.

Dame humildad profunda y mansedumbre, dame tranquilidad, paz y alegría para arrostrar a toda pesadumbre.

Sobre mí toda cruz y mal envía, aunque muerte me dé su muchedumbre, y a cualquier costa salva el alma mía.

XXXII

En medio de mis penas y pesares haz, Dios mío, que mi alma te bendiga, y a bendecirte más ella se obliga mientras más aflicciones le causares.

Entre otros amarguísimos pesares no me falta un Saúl que me persiga, ni tampoco un Semey que me maldiga, y muchas otras cruces a millares.

Yo bendigo, Señor, tus altos juicios, adoro y beso esa tu amante mano que castiga mis culpas y mis vicios.

Tus castigos aquí, Dios soberano, •como los más preciosos beneficios, Jos debe agradecer el pecho humano.

a 130)

P, PEDRO BERROETA 637

ALIENTOS EN EL DOLOR

xxxin ¿Por qué, alma mía, tanto te contristas?

¿por qué tanto te afliges y acobardas? No son tus cruces bélicas bombardas, son solamente débiles aristas.

Si a ser secuaz del Salvador te alistas, ¿por qué de padecer tanto te guardas? ¿no te es mejor que aquí padezcas y ardas, si el cielo padeciendo te conquistas?

Padecer en el mundo es necesario, purgar aquí las culpas es preciso, y ay de quien pretendiere lo contrario.

Para tu salvación, alma, es tu aviso que sólo por la senda del Calvario, el alma va de vuelo al paraíso.

XXXIV

Como el ardiente ciervo a quien devora de la insaciable sed la rabia activa, arrebatado corre al agua viva, que desea beber hora tras hora,

así, mi Dios, mi corazón ahora arde por ti de sed tan excesiva, que sediento estará mientras yo viva y llegue al fin la sempiterna aurora.

De aguas vivas, Señor, tú eres la fuente: ¿cuándo vendrá mi venturoso instante en que pueda saciar mi sed ardiente?

Pero espera, alma mía, sé constante, que llegará el momento finalmente en que sacie tu sed su faz radiante.

(I, 131-130)

638 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

CRISTO CONSUELO DEL PERSEGUIDO

XXXV C1)

Al verme hasta los suelos abatido, del sabio y del idiota despreciado, aun con hechos tal vez vilipendiado, y de todos mal visto y perseguido,

aun los que en algún tiempo me han querido ya vueltos contra mí, me han maltratado, como Eliphaz tal vez me han visitado, añadiendo aflicción al afligido.

Al verme, pues, en tanta turbulencia, yo gimo y lloro y aun morir deseo, porque temo me falte la paciencia.

Mas si en la Cruz a Cristo penar veo y que se usa con él tanta inclemencia, en mis cruces y penas me recreo.

(ir, 25)

XXXVI

Espero, oh Dios, que me darás paciencia para sufrir cualquiera pena dura, para beber el cáliz de amargura que me quisiere dar tu Providencia.

Me sostendrá la certidumbre y ciencia de que siempre castigas con blandura, mezclando en el acíbar la dulzura de tu amor, tu bondad y tu clemencia.

Sabiendo que es piedad todo castigo, que si a nuevos azotes me condenas, esos golpes me vienen de un amigo;

que es por librarme de mayores penas que en el averno mi hórrido enemigo me daría sujeto a las cadenas.

(n, 89)

(1) Este soneto pudiera haberlo renovado por todos los años que han seguido hasta el Agosto de 1820, en que aún vivo.

P. PEDRO BERROETA

AMARGURA Y RESIGNACIÓN

XXXVII

Mis amigos han sido los primeros que han asestado contra mí los tiros; enemigos me han sido verdaderos, que han dado mayor causa a mis suspiros.

Han sido como lobos carniceros que, al rededor de mí dando mil giros, con garra y dientes me han herido fieros, aun estando escondido en mis retiros...

Pero ¡válgame el cielo! ¿estoy yo loco? mi balbuciente lengua ¿qué es lo que hace? ¿así la cruz desprecia y tiene en poco?

Si sólo entre las penas tu amor nace, ¡oh mi Dios! cuanto he dicho yo revoco, ya el padecer por Ti sólo me place.

xxxvni Si de Dios el amor nace entre penas,

si entre las cruces crece y se hace adulto, padecer mucho más no dificulto: vengan grillos y cepos y cadenas.

Vengan las cruces sobre mí a centenas, venga todo desprecio y todo insulto, y mi amor crezca a gigantesco bulto; sólo el amor de Dios arda en mis venas.

Mi bienaventuranza transitoria sea imitar a mi Jesús paciente, lograr sobre mis vicios la victoria;

mi bienaventuranza permanente será mirar la sempiterna gloria y gozar de Jesús eternamente.

(E, 30)

640 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

DESAMPARO

XXXIX

Si en mi vida, Jesús, no te he imitado, si llevando mi cruz no te he seguido, bien que a llevarla tanto me has movido con mil inspiraciones que me has dado,

de esta mi ingratitud avergonzado, perdón, oh Jesús mío, yo te pido, ya que antes de morir también he sido, como tú de tu Padre abandonado.

Razón es que en la muerte yo te imite, para borrar los yerros de mi vida, y que con voces clamorosas grite:

¡Oh Padre, ya se acerca mi partida, conmigo tu piedad no se limite: en tu seno, Señor, dame acogida!

XL

No te aflija, alma mía, el desamparo que te toca sufrir por un momento, porque Dios premiará tu sufrimiento con su divino y celestial amparo.

Con muy glorioso fin tendrá reparo tu presente abandono al firmamento, cuando de Dios en el acatamiento de tu Señor el rostro verás claro.

¡Oh qué júbilo entonces! ¡qué alborozo será el tuyo al mirarte ya acogida en el seno del Padre ¡Oh con qué gozo

le dirás, hacia el Padre convertida: No cayó mi esperanza, no, en el pozo; en ti, oh Padre, esperé, y hallé la vida!

(n, 32)

P. PEDRO BERROETA 641

PIDIENDO AMOR

XLI

En Ti creo, mi Dios, y en Ti yo espero, y con perfecto amor deseo amarte: si imperfecto es mi amor, dame Tú el arte de amarte con amor puro y sincero.

De hoy más, Dios mío, Te prometo y quiero sobre todas las cosas estimarte, sin que haya cosa que de Ti me aparte ni que impida a mi amor ser verdadero.

Si hasta aquí no te amé como debiera, de esta incuria me duelo y me arrepiento y de tu puro amor morir quisiera.

Si tuve de ofenderte atrevimiento, para mostrar mi contrición sincera, morir deseo de arrepentimiento.

XLn

Me parece que vivo, y estoy muerto; me persuado estar muerto, pero aún vivo. Cómo a un tiempo estar puedo muerto y vivo,, no lo sabré decir, pero ello es cierto.

¿De dónde nace en mí tal desconcierto? Sé que Te amo, Señor: por ello vivo; mas no siendo mi amor de ardor activo» de allí concluyo: soy cadáver yerto.

Si quieres, pues, Dios mío, que yo viva, haz que en mi corazón helado y frío arda la llama de tu amor activa.

Que, cuando yo haya de morir, confío será la llama de tu amor tan viva que con su ardor me hará morir, Dios mío.

<n 26)

642 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

PIDIENDO AYUDA

XLin

Horas e instantes de la noche y día, afano con tesón, sudo y fatigo, sin hallar nunca en una espiga el trigo que busca con afán la mano mía.

Porque seas, oh Dios, mi luz y guía, sin metáfora hablar quiero contigo. Luchando de continuo voy conmigo, pero no sé vencerme todavía.

Si me venciere, evitaré tu ofensa, y tuya será siempre la victoria, aunque la logre con fatiga inmensa.

Mas ya que mi flaqueza a Ti es notoria, dame auxilio eficaz y gracia intensa, que, aun venciéndome yo, tuya es la gloria.

XLIV

Ea, no te acobardes alma mía, si en pescar las virtudes afanada, para el cielo pescar no puedes nada y ves tu pobre red siempre vacía.

En la bondad de tu Señor confía, y a la derecha ten la red echada, sin que a intención siniestra esté ladeada, y harás pesca abundante cada día.

No hay pez mejor ni de mayor grandeza ni que le agrade más a Jesucristo, que el de sufrir por Él con entereza

una injuria, un desprecio no previsto... Si yo en mi red hiciere una tal presa, con ella sola el cielo me conquisto.

a 23-24)

P. PEDRO BERROETA 643

A CRISTO CRUCIFICADO ENTRE DOS LADRONES

XLV

Mira, alma mía, al Sol, que, aunque difunto, rayos de luz al pecador previene; quizá cerca de sí por eso tiene a cada lado un malhechor adjunto.

De tan brillantes luces al conjunto a iluminarse el mal ladrón no viene, y sólo Dimas, que su fe mantiene, al golpe cede de la gracia al punto.

Ésta es de Dios la Providencia en suma, que, de misterios y de arcanos llena, así al soberbio pecador abruma,

como al que espera humilde lo serena. Porque uno fíe, y otro no presuma, uno se salva, el otro se condena.

A DIMAS

XLVI

¡Oh mil veces dichoso y bienhadado! ¡oh Dimas, felicísimo tú has sido! ¡oh pecador, que a Dios te has convertido! ¡oh Buen Ladrón, que el cielo te has robado!

Seas un malhechor, seas malvado, horrendo sea el mal que has cometido, a tu pecado envidia yo he tenido, y ser yo el reo de él casi he deseado.

En vez del mal ladrón impenitente, yo gustoso te hiciera compañía, si estar lograra de su cruz pendiente.

Aun más que Andrés la cruz yo besaría, y sólo al ver a mi Jesús paciente, antes que tú, de amor expiraría.

tt 29)

644 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

APARICIÓN A SAN PEDRO

XLVn Dicite discipulis eius et Pe tro quia surrexit. Decid a sus discípulos y a Pedro que ha resucitado.

De tus ojos, ¡oh Pedro! enjuga el llanto: tu culpa de Jesús ya está olvidada, y no es mucho si digo que aun premiada con las pruebas que da de amarte tanto.

Al verte sumergido en tu quebranto, de Jesús la bondad, en ti ocupada, con una alegre, insólita embajada tus lágrimas convierte en dulce canto.

La nueva de haber ya resucitado, que a nadie da, ni a Juan la participa, sólo a ti expresamente te la ha dado.

Tan feliz nuncio tu amargor disipa, y al ver glorioso al Sol, no ya eclipsado, tu gloria acá en la tierra se anticipa.

XLVHI

Surrexit Dominus veré et apparuit Simoni. Resucitó en verdad el Señor y se apareción a Simóru

Aquel nuncio feliz fue sólo aurora, que tus pupilas, Pedro, a ver ensaya la gran copia de luz, con que el Sol raya más brillador en perigeo ahora.

Ya contigo Jesús conversa y mora; mas Juan, que fue a su cruz fiel atalaya, que de dolor y afán allí desmaya, aún su resurrección casi la ignora.

Así Jesús al pecador contrito, que prefiere parece aun al más justo, premiando, en cierto modo, su delito.

Sea yo pecador, inicuo, injusto, si yo en la contrición a Pedro imito, mayor le daré a Dios placer y gusto.

(I, 18)

P. PEDRO B E R R O E T A 645

A LA MAGDALENA XLDC

Domine/ si tu sustulisti eum, dicito mihi, Señor, si tú lo has llevado, dímelo a mí.

Advierte a lo que dices, Magdalena, ¿al hombre, que tú tienes por villano, en vil arnés de rústico hortelano, tú le llamas Señor a boca llena?

Sea un grande Señor enhorabuena: ¿Cómo Señor y tú? ¿Y un Eum vano, cuando buscas al Maestro soberano? ¿quién te lo entenderá sino con pena?

Quien del fuego de amor está encendida, a lo que dice no es posible atienda, creyendo ser de todos entendida.

Un tal fuego de amor en mí se encienda, y de sus llamas mi alma poseída, ni yo al mundo, ni el mundo a mí me entienda.

a 20)

A LOS APÓSTOLES L

Videte manus meas et pedes meos quia ego ipse sum. Mirad mis manos y pies, que soy yo mismo.

Oh incrédulos, mirad mis manos bellas, que dieron luz al sol, ser a la aurora, flores y mies en la campaña a Flora, y el cielo tachonaron con estrellas.

Mis plantas ved, que son las mismas ellas, que salvaron a Pedro en aquella hora en que iba a sumergirlo onda traidora, calmando yo sus olas con mis huellas.

Ése mismo soy Yo, que en el desierto con dos peces sacié turba infinita; Yo el que os di en la borrasca asilo y puerto.

Yo el mismo sobre quien, voz inaudita, se oyó del cielo, a gloria mía abierto; y a que me oigáis, aún esa voz os grita.

a 26)

646 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

A LOS DISCÍPULOS DE ENMAÜS

U

¿Qué esperabais, discípulos ingratos de un Maestro y Redentor manso y paciente? ¿que alarmase un ejército potente y guerra hiciese a Herodes y a Pilatos?

¿que con armas vengase los maltratos de audaz escriba y fariseo ardiente? Guerra intima, es verdad, y alista gente que venza de sus vicios los conatos.

¿No lo habéis visto en cruz ya moribundo que entre penas y ultrajes ha sabido con mar de sangre redimir al mundo?

¡Oh necios! que hasta aquí no habéis creído que no irá al cielo el pecador inmundo, si con Cristo a la cruz no haya subido.

Ln

Si aún no advertís que es vuestro maestro amante el que de peregrino os acompaña, ¡mirad! que él mismo con belleza extraña se está manifestando en su semblante.

A su mesa sentaos, que al instante la nube pasará que al Sol empaña; destrozarase el velo que os engaña, y al Sol descubriréis claro y brillante.

Sólo al partir del pan, ya finalmente rotas las negras vendas de sus ojos, conocen a su Sol resplandeciente.

Si un Cleofás me causa mil enojos, yo el Cleofás he sido delincuente que no miré a Jesús en los abrojos.

(I, 25)

P. PEDRO BERROETA 647

AMISTAD DIVINA

Luí

Oh amoroso Señor, Dios soberano, ¿no era sobrado honor, gloria abundante, al hombre no era galardón bastante, hacer esclavo tuyo a un vil gusano?

Ser criado de un vuestro cortesano, que Arcángel fuese o Serafín amante, para servirle atento y vigilante, sería honor al gran orgullo humano.

¿Y Tü al hombre lo exaltas de tal suerte que lo quieres, no esclavo ni mendigo, sino que amigo de él quieres hacerte?

¿Al que te fue contrario y enemigo, al que te puso en cruz y te dio muerte, a ser lo elevas tu más fino amigo?

LIV

Si conoce y confiesa el mundo entero que es dichoso y feliz y aventurado aquel a quien la suerte le ha tocado de encontrar un amigo verdadero,

i oh cuanta vigilancia! ¡oh cuanto esmero de conservar debo tener cuidado, la amistad que conmigo ha Dios trabado, si mi felicidad perder no quiero!

Tu amistad sola, oh Dios, es verdadera, sin ficciones, dolor y sin dobleces, muy ventajosa, santa y sin quimera.

Das infaliblemente lo que ofreces; y aunque nada me dieses yo perdiera la vida antes que a Ti, una y mil veces.

(I, 20-21)

lx>s JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

CON DIOS Y SIN DIOS

LV

Gran gloría, gran honor, suma grandeza, ser de Dios el amigo, el confidente, hablar con Él y oír que dulcemente, me acaricia y me trata con terneza.

A todo amigo excede en la fineza: Él combate por mí y Él hace frente a mi enemigo fiero e insolente; me sostiene, me ayuda y da firmeza.

De todo mal me aparta, al bien me excita, en mis mismos desprecios, en mis cruces, busca mi honor, mi dicha solicita.

Me das, oh Dios, en mis tinieblas luces, y por tu caridad suma, infinita, a tu reino de gloria me conduces.

LVI

Si quieres concebir lo que has perdido, mira el cielo de estrellas tachonado, de nueve coros de ángeles poblado, de María su Reina ennoblecido.

Mira los reinos que en el mundo ha habido, mira de tanto pez el mar cargado, lleno el campo de mies, de flor el prado, mira de aves el aire abastecido.

Todo cuanto hay en lo criado mira, mira el león feroz, la tigre fiera que por el bosque o por la selva gira.

Señor de todo y rey te considera; que si lo pierdes por un acto de ira, ¡cuánto dolor tal pérdida te diera!

(L 21)

P. PEDRO BERROETA 649

DIVINA SED LVII

Domine/ da mihi heme aquam, ut non sitiam nec veniam huc (haurire.

Señor, dame de esta agua, para que no tenga sed ni venga acá (a sacar agua.

Tan dulcemente habló, tanto le dijo Jesús a la mujer vana y perdida, que en amor suyo la dejó encendida y un dardo al corazón clavóle fijo.

Éste un ardor le causa tan prolijo que la pone de sed enardecida; mas no busca ni quiere otra bebida que la que le anunció de Dios el Hijo.

Le pide que su dicho la mantenga, dándole de aquella agua soberana para que nunca sed de otra agua tenga,

ni en adelante, con fatiga insana, a sacar agua de aquel pozo venga, y vivir pueda eternamente sana.

Lvni Sitio Tengo sed

Si tú apagas la sed, Salvador mío, al que se halla de tu agua sitibundo, ¿cómo padeces tanta sed al mundo, sin que apaguen tu sed mar, fuente o río?

Siempre adquiere tu sed un mayor brío, aunque en un mar te veo furibundo, y aun estando en la cruz ya moribundo, un sitio entonas lastimoso y pío.

Que en mí nazca te pido y que en mí crezca una sed semejante a la que sientes, y por tu sed, yo una tal sed merezca;

sean tus llagas, oh Jesús, mis fuentes, y pido, sí, que mientras más padezca, de padecer aun más, la sed me aumentes.

(n, 49)

650 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

A LA SANTÍSIMA CRUZ

LIX Oh, más que el oro del Ofir, precioso

madero celestial, leño sagrado, donde la angular piedra se ha engastado, digna joya del Todopoderoso.

Con tal joya ya el cielo es más hermoso; por ti ya queda el hombre remediado, por ti con gran exceso ha ya pagado el que tenía débito afrentoso.

Al ver por ti ya rotas sus cadenas, el corazón del hombre en toda parte buscar debe la cruz y amar las penas:

que si de ella tú quieres libertarte, infeliz, por ti mismo te condenas, cuando Dios con la cruz quiere salvarte.

(I, 30)

ASPIRACIÓN A CRISTO

.Li-A.

Mientras estoy, Dios mío, en esta vida de Ti apartado, yo me considero cual pajarillo en jaula prisionero que busca ansiosamente la salida.

Bien que me das tu cuerpo por comida, y cuando estoy sediento y beber quiero Tú me aparejas con divino esmero tu misma sacra sangre por bebida,

no obstante el gran placer que en esto encuentro, por salir de mi jaula yo suspiro, para volar a Ti, que eres mi centro.

¡Oh, haga la muerte en mí presto su tiro, que el divino manjar que albergo dentro no me basta, oh Jesús, si no te miro!

a 13)

P. PEDRO BERROETA

SENTENCIAS

(INÉDITAS

QUASI FLOS EGREDITUR

Brota como flor

Nace el hombre como flor en la mañana de mayo, cuando luego con desmayo se marchita su candor. Al primer lozano albor del ser y vida que adquiere, cae a un soplo que le hiere: ¿quién pues tu vida asegura, si es flor que tan poco dura que apenas nace ya muere.

DORMIENTES MORIMUR

Durmiendo morimos

¿Que es la vida, sino un sueño? Y el sueño, si bien se advierte, ¿que es más sino de la muerte una imagen y un diseño? Luego no vivo si sueño; pero ¿para qué he nacido, si es muerte lo que he vivido? ¡Ay de mí, si no despierto, que para siempre habré muerto, pues siempre vivo dormido!

652 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

UT FUR VENIET

Vendrá como ladrón

Este rostro y estas manos, que adornas con tanta joya, vendrán a ser en la hoya comida de los gusanos. Con estos adornos vanos en que el lascivo tropieza, de la muerte serás presa, que vendrá como ladrón a robarnos con traición lo que más nos embelesa.

SEQUETUR MORS CORPORIS UMBRA

Te seguirá la muerte, sombra de tu cuerpo

¿Cómo puede ser durable esta que tú llamas vida, si está siempre perseguida de la muerte inevitable? De tu cuerpo inseparable (que es tu enemigo más fuerte) está para sorprenderte: ¿quién, pues, di, podrá librarte, si te sigue en cualquier parte, como la sombra, la muerte?

QUASI SAGITTA

Como saeta

Disparando va una flecha la muerte con dura mano; su tiro no será en vano porque siempre lo aprovecha. No se sabe a quien acecha, pero es cierto que ha de herir: y ¿quién te sabrá decir si ese dardo que ha vibrado no te coja de impensado sin poderte prevenir?

P. PEDRO BERROETA 653

VOLAT IRRFVOCABILE TEMPUS

Vuela irrevocable el tiempo

Vuelan con alas ligeras de tu vida los instantes, y te has de ver cuanto antes en el trance en que tú mueras. Este día que numeras en breve se pasará; el de ayer no volverá, el de mañana es incierto; y si mañana has ya muerto, dime, de ti ¿qué será?

QUA HORA NON PUTATIS

A la hora en que no penséis

De esta rueda que camina sin detenerse un momento te avisa su movimiento que tu muerte se avecina. Mira que el reloj declina, y que tal vez es ahora la hora en que la traidora Parca dará el estallido, ¿Y tú vives divertido, no sabiendo si es tu hora?

SOLUM SUPEREST SEPULCRUM

Sólo queda ya el sepulcro

Eres viejo, mas de suerte de ti vives descuidado como si libre del Hado para ti no hubiese muerte. Hora es ya de contenerte, y tal vez es la postrera, pues la muerte se apodera de ti con tropel de males; y es preciso, que resbales al sepulcro que te espera.

654 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

NON OMNIS MORÍ

No morir todo entero

No muere el que en gracia muere, porque pasa a mejor vida, y la muerte le convida al bien eterno que adquiere. Que no has de temer se infiere muerte, que al alma arrebata del cuerpo y no la maltrata; teme, sí, y ve con cuidado de no morir en pecado, que es muerte que al alma mata.

PERIIT MEMORIA CUM SONITU

Junto con el ruido se acaba el recuerdo

Tu nombre y fama resuena por el orbe mientras vives, pero, si bien lo concibes, tanto dura cuanto suena. Tu vida de aplausos llena acaba, sí, con ruido; pero mañana es ya olvido, pues, dando fin a tu historia, ya no queda más memoria de tu ser y del que has sido.

(L 62-63)

AFECTOS A CRISTO PACIENTE

(INÉDITOS)

Admiración: Quis satis hoc capiat? pro me ver vulnera millo et potuisse Deum, nec dubitasse morí!

¿Quien puede entender esto: que, por mil heridas, haya podido morir Dios por mí, y no haya dudado hacerlo?.. .

¡Oh inescrutable arcano, a todo entendimiento incomprensible! ¡El Señor soberano, el Dios omnipotente, el impasible, y pudo, y no dudó, por tanta herida que mis culpas le abrieron, dar la vida!

Compasión: Si speclo siccís oculís tua vulnera, Christe, sum cruce, sum clavas durior ipse tuis.

Compasión: Si specto siccis oculis tua vulnera, Christe, sum cruce, sum clavis durior ipse tuis.

Oh Jesús, si mis ojos, al ver tus llagas, no se precipitan en líquidos despojos, de que soy aun más duro me acreditan que los clavos y cruz que te maltratan, que tu cuerpo destrozan y te matan.

656 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Contrición: Poenitet! ef mérito. Lacrimis non illa pietur qui tibí, magne Deus, sanguino culpa stetit?

I Pésame! Con cuanta razón. . . ¿No se expiará con lágrimas una culpa, oh gran Dios, que a ti te costó sangre?

¡Oh cuánto, Dios, oh cuánto, mis culpas lloro y de ellas me arrepiento! Mas ¿qué mucho que el llanto así intente lavar mi atrevimiento, si tú, mi Dios, para lavarlo ordenas, que se vierta aun la sangre de tus venas?

Gratitud: Ut iuso tibí, Christe, feram pro sanguino grates, nulla satis longum saecula tempus erunt.

Para agradecerte, oh Cristo, la sangre que derra­maste, no serán todos los siglos tiempo suficiente­mente largo.

Yo, mi Dios, el tesoro de tanta sangre por mi amor vertida, le agradezco y adoro; y en darte gracias gastaré mi vida, bien que a mostrarte mi agradecimiento, hasta la eternidad es un momento.

Esperanza: Spes fugit, ante oculos mea dum mihi crimina pono; cum tua respício vulnera, Christe, redit.

Cuando pongo ante mis ojos aquello de que puedo ser acusado, huye la esperanza; vuelve, oh Cristo, cuando miro tus llagas.

Cuando el discurso mío de mis culpas el mar cruzar alcanza, pierdo en cada bajío el áncora feliz de la esperanza; mas si el mar rojo de tu sangre advierto, hallo el ancla, doy fondo, y tomo puerto.

P. PEDRO BERROETA 657

Amor: Me pete. Amor, setis in Christi sanguino tinctis: quem laesi ioties, sic ego laesus amem.

Hiéreme, oh amor, con dardos ungidos en la sangre de Crisío: así herido amaré yo al que tantas veces herí.

Jesús su Sangre vierte; teñid, oh amor, en ella vuestras flechas, y arrojadlas de suerte que a herirme eí corazón vengan derechas, y, de este modo herido, ame constante al que herí tantas veces arrogante.

Imitación: Chrisíe, mihi dux es. Quem belli praemia sperexn, si qua dux íueris non ego miles eam?

Cristo, eres tú mi capitán. ¿Qué premio puedo yo esperar de esta guerra, si, adonde vas tú como jefe» no te sigo yo como soldado?

¡Oh capitán sagrado, si de tu siempre amada Compañía soy mínimo soldado, ¿qué premio esperar puede el alma mía, si contigo no fuere a toda parte, llevando de tu cruz el estandarte?

(II, 39-40)

MEDITACIONES

EN PALERMO. RECUERDOS PARA RENOVAR LA MEMORIA DE

LAS VERDADES ETERNAS MEDITADAS EN LOS

EJERCICIOS ESPIRITUALES

( I N É D I T A S )

Convite de Dios al alma para el retiro

Oh ánima disipada en el bullicio, deja del mundo los rumores vanos, busca en la soledad un quieto hospicio, que allí te mostraré grandes arcanos. Vanamente mis voces desperdicio parlándote entre estrépitos mundanos: ven a la soledad, ven a la calma, que al corazón yo te hablaré y al alma.

Para parlar Moisés con Dios al Sina, dejó abajo la turba de la gente, y cubierto de lóbrega neblina, a Dios que habita allí le habla y le siente: en el silencio oyó la voz divina, lo vio en la lobreguez más claramente, y en esa obscuridad iluminada toda aprendió de Dios la Ley sagrada.

P. PEDRO BERROETA 659

Quien de la perfección al monte asciende, los ojos cierra a toda luz del suelo, entre nubes de fe sumido entiende lo que de Dios no entiende sin tal velo. Allí en su incomprensible lo comprende, a la contemplación alzando el vuelo, y, mientras más incomprensible lo halla, más lo cree, más lo ama, espera y calla.

Ves aquí a tu pastor, oveja errante, que solícito al verte descarriada, cansado en busca tuya viene amante, a hacerte hoy día la última llamada. Si lo quieres seguir, sea al instante; que irás sobre sus hombros descansada; mas si a seguirlo tardas un momento, ya no habrá para ti más llamamiento.

Córtese luego esa infructuosa higuera, dése su tronco a las voraces llamas, que solamente es digno de la hoguera si otro fruto no da que hojas y ramas. Contigo se habla aquí, oh alma altanera, si a tu Dios no le sirves, si no le amas, si no haces frutos de la vida eterna, serás echada en la infernal caverna.

Princio y fin del hombre

¿De dónde vengo yo? ¿Quién me ha criado? Fue, Dios, que cria todo de la nada. ¿Dónde estoy, dónde vivo desterrado? En el mundo, que es tierra desdichada. ¿A dó voy? ¿a dó Dios me ha destinado? Al cielo, que es de Dios feliz morada. Mas si peco, ¡ay de mi! voy al infierno, bien que Dios me destine al gozo eterno.

Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Que nací para el cielo es cosa cierta: éste es el fin para que fui criado; pero que yo me salve, es cosa incierta, pues puede condenarme mi pecado. Para obtener mi fin es bien que advierta cuántos medios y ayudas Dios me ha dado: si abuso de ellos, no tendré disculpa, que si al infierno voy, voy por mi culpa.

De los caducos bienes de este suelo, sólo te has de servir en cuanto fueren proporcionados medios para el cielo, y su consecución no te impidieren. Si de salvarte tienes gran anhelo, odia a los que embarazo te pusieren odiando a padre y madre, si es preciso, y a ti mismo, para ir al paraíso.

De estos bienes que Dios en abundancia a fin que le sirvamos nos ha dado, del demonio la astucia y petulancia tantas redes y lazos ha forjado: con ellos hace de almas gran ganancia, si el uso de esos bienes no es reglado. De ellos debes usar con gran cautela, ya que en ellos cazarte el diablo anhela.

Cual sagaz cazador, que hacer pretende de incautas avecillas presa inmensa, liga en las ramas pone, o redes tiende donde encontrar más rica caza él piensa. Les pone el pasto que más apto entiende a provocar su gula o su hambre intensa; luego con silbos sin cesar las llama, hasta que hallen su muerte en esa trama;

así el demonio más sagaz y astuto al avaro, al carnal y al ambicioso, a cada uno lo tienta, y no sin fruto, con el oro, el placer o el puesto honroso.

P . PEDRO BERROETA

Pero el carnal con su placer de bruto, con el oro logrado el codicioso, y puesto el ambicioso en candeleros, hechos quedan del diablo prisioneros.

Si eres un peregrino, un pasajero, cuya vida en un soplo se termina, mira no salgas fuera del sendero que al reino de los cielos te encamina: de este reino el camino verdadero, es de Jesús la celestial doctrina; si te apartares de ella, oh peregrino, vas totalmente fuera de camino.

¡Oh cuántos infelices han errado, la senda que a los cielos los conduce, y en la espaciosa senda se han entrado, que a su última ruina los reduce! El tesoro del cielo lo han trocado por el vil oropel que acá reluce. Si esta senda hasta aquí tu la has seguido, echa pies atrás, no quedes, no, perdido.

No quedes, no, perdido, entra en la vía estrecha, angosta y poco frecuentada, que en pocas horas puedes todavía, recobrar lo perdido en la jornada. Pero no puedes ir, oh anima pía, de honor, pompa y riqueza acompañada, que la senda es estrecha y escabrosa, sin carruaje se ha de ir y sin carroza.

Meditación de los pecados

Por la culpa de un solo pensamiento que en los ángeles vio la ira divina, los arroja del cielo en un momento y a tizones de averno los destina.

662 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Allí será perpetuo su tormento, eterna, irremediable su ruina; mas ¿qué será de mí, oh Dios eterno, que con mil culpas merecí el infierno?

Fue Adán del paraíso desterrado, porque incauto comió el vedado fruto; a una vida infeliz fue sentenciado y a pagar de la muerte el vil tributo. De mil dones y gracias fue privado, por la pasión se vio trocado en bruto, y a sus hijos tocó, por consecuencia, de inmensos males la infeliz herencia.

Pecados propios

Si pecó Adán, con lágrimas y llanto la culpa corrigió, borró el delito. Mas ¡ay, pobre de mí! que peco tanto y con mil culpas a mi Dios irrito. Llorar pues me conviene, ¡oh cuánto, cuánto! si el perdón de mis culpas solicito. Ojos míos, llorad enhorabuena más que Adán y que Pedro y Magdalena.

¡Oh! ¿quién soy yo? y ¿quién sois Vos, Dios mío? Vos Rey Supremo sois, yo vil gusano. Y, siendo un vil gusano, tengo brío de ofenderos a Vos, mi Soberano? Vos me disteis el ser y el albedrío, y hechura en todo soy de vuestra mano. Mas ¡ay de mí! que cuanto me habéis dado en pecar y ofenderos lo he empleado.

¿Dónde y cuándo, mi Dios, puedo ofenderte, si, aun cuando huya al abismo, tú me miras? si allá puede llegar tu brazo fuerte, y consumirme allá pueden tus iras?

P, PEDRO BERROETA 663

De hoy más quiero, Dios mío, obedecerte, pondré en servirte mi conato y miras; y nunca pecaré, aunque al holgarme, tú no me puedas ver ni castigarme.

Si cuando otro me ve no pecaría, ¿cómo peco de Dios a la presencia? Si al más fuerte que yo no irritaría, ¿cómo irrito de Dios la omnipotencia? Si al que me hace algún bien no injuriaría, ¿por qué de Dios injurio la clemencia? Soy aun más insensato que los brutos, si así ultrajo de Dios los atributos.

Fue Natán a David, de Dios enviado, para que reprendiese su insolencia. No lo reprende, no, del gran pecado de su homicidio o de su incontinencia. Lo que Dios le da en cara más airado es de haber hecho el mal en su presencia. Y David, por calmarle sus enojos, perdón pide del mal hecho a sus ojos.

Daños del pecado

¡Oh, qué grandes tesoros he perdido, que con fatiga y con afán sobrado, virtuosamente obrando había adquirido, y de todo me veo despojado! De santas obras quedo destituido, de la gracia de Dios también privado: un ruin capricho mío, un vil antojo, en mí causó tan sin igual despojo.

¿Qué hago ¡ay de mí! cuando a pecar yo llego, cuando de amor, o de ira, o de venganza, yo fomento la llama, atizo el fuego que apagarlo debiera sin tardanza?

664 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

En manos de un tirano yo me entrego, me privo de la paz y la bonanza, pierdo tu gracia oh Dios, y aun a ti mismo, y de males me arrojo en un abismo.

Si los rigores de esta lid no siento, si a mi conciencia ya no la molesta, ningún temor, ningún remordimiento, es mi suerte más hórrida y funesta. Privada mi alma de arrepentimiento para poder en gracia ser repuesta, me hago más infeliz sin el gusano, que antes al pecho me roía insano.

La presencia de Dios, gran reparo contra las tentaciones

Bastó este freno a una Susana casta para pelear con varonil firmeza: ella a peligro de morir contrasta contra quien manchar quiere su pureza. Pensar que Dios la ve, a ella le basta, para no consentir una torpeza. Vence asi tu pasión de amor, o de ira, pensando, oh pecador, que Dios te mira.

Mira al Hijo de Dios crucificado, míralo atentamente, oh alma mía, mira sus pies, sus manos, su costado, rotos de la barbarie y tiranía; mira su cuerpo todo destrozado, míralo finalmente en agonía. Al fin muere Jesús. ]Oh ánima, advierte que es el pecado el que le da ia muerte!

Meditación de la muerte

Seas rey o monarca poderoso, seas de fresca edad, robusto y fuerte, noble o plebeyo, pobre o facultoso, siempre estás asediado de la muerte.

P . PEDHO BERROETA 665

Al sepulcro caminas presuroso, sin saber cuál será tu eterna suerte, y puede ser, que en este mismo punto de vivo te conviertas en difunto.

No sé cuando será la muerte mía. Puedo morir en este instante y hora, y aunque el fin llegue a ver de aqueste día, no veré acaso la siguiente aurora. Que me hallaré, estoy cierto, en agonía, mas ¿cuándo? ¿cómo? ¿dónde? esto se ignora, esto se ignora... ¡y vivo descuidado! esto se ignora.. . , ¡y vivo en el pecado!

De la muerte la vida es el modelo, ella es la que te salva y te condena; y si al infierno has de ir, o has de ir al cielo, lo ha de decir tu vida, o mala o buena. Si a tus pasiones sirves sin recelo, sin romper de las culpas la cadena, ten por seguro que serás precito, porque habrás de morir en tu delito.

La muerte es una sombra de la vida, que los pasos le sigue y los remeda; en toda le es igual y parecida, y van tirando de una misma rueda. A infeliz vida, en culpas consumida, fuerza es que muerte infanda le suceda. Si Epulón en la vida se divierte, no puede ser de un Lázaro su muerte.

Si quieres ver la vanidad del mundo, ecba los ojos a esa sepultura, allí verás entre ese polvo inmundo lo que es la majestad y la hermosura. De esa Dama o Monarca sin segundo, ya se desvaneció la gran figura; ilie su esplendor de débil llamarada, que se trocó ya en humo, en sombra, en nada.

666 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO^

Muerte del pecador y del justo

Como un rayo pasó la vida mía, ya de todos estoy abandonado, reducido me veo a la agonía, y por mil culpas me hallo encadenado. No espero de Jesús ni de María el ser en mis angustias ayudado: no hay perdón para mí; ya no hay más gracia, ya condenado soy por mi desgracia.

¡Adiós bienes del mundo mentirosos, que con pena y afán había adquirido! ¡Adiós amigos falsos y engañosos, con cuyo trato yo me he pervertido! ¡Adiós placeres viles y asquerosos, por quienes ¡ay de mí! todo he perdido: el alma, el cielo, y todo un Dios eterno, que será mi castigo en el infierno!.,.

Sal ya de aqueste mundo, alma cristiana, no temas, no, perderte: ¡al cielo, al cielo! Al paraíso, sin lisonja vana, te conducen tus méritos de vuelo. Serviste a Dios desde tu edad temprana, de su gloria tuviste ardiente celo, veneraste a los ángeles y santos: ya vienen ellos a enjugar tus llantos.

Oh mi dulce Jesús, que en cruz te mito, lloro, mi Dios, mas no porque me muero; porque te veo en cruz, gimo y suspiro, porque has muerto por mí, morir yo quiero. De tu amor, más que de mi mal, yo expiro; en tus manos mi espíritu, yo espero, que recibas, Señor, luego que parte el alma al cielo a mucho más amarte..,

(H, 12-19)

P. PEDRO BERBOETA 667

Meditación sobre la parábola del hijo pródigo

¿Cómo tienes valor? ¿cómo es posible que a mi amor correspondas de esta suerte? Para mí tu partida es tan sensible, que me pone en los brazos de la muerte. Y si a mis penas eres insensible, piensa en tus daños y tu mal advierte. Quédate acá, hijo mío, y asegura de este modo mi vida y tu ventura.

¡Para! ¡espera! ¡detente! ¡aguarda un poco! ¿Adonde vas, oh joven sin consejo? ¡Te ciega la pasión! te ha vuelto loco! Que vuelvas sobre ti yo te aconsejo. Veo tu perdición, tu ruina toco; cree a tu padre como a padre y viejo: Al fin ¿te vas? Me aflijo de tu daño; te dolerás al cabo de tu engaño.

Los suspiros del padre y su clemencia, ser no pudieron remora bastante para atajar del hijo la insolencia de abandonar a padre tan amante. Recibida la parte de su herencia, va a disiparla en un país distante, donde viviendo lujuriosamente consumió el capital enteramente.

La herencia se gastó, se acabó el oro, ya no hay quien le haga más puente de plata, ya se halla sin honor y sin decoro, nadie hace caso de él ni con él trata. Se pone a cuidar cerdos con desdoro, porque el hambre insufrible lo maltrata: llega por fin, en pena de sus vicios, de su casa a envidiar los desperdicios.

Tuyo es, oh pecador, este retrato, que el tesoro de gracias has perdido. Tú eres el hijo pródigo e ingrato, que del celestial Padre te has huido.

66$ Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

De tan buen Padre al amoroso trato el maltrato del mundo has preferido. Si al pródigo imitaste en su insolencia imítale también su penitencia.

De su mala fortuna fastidiado, que a ser juguete suyo lo destina, ya de la mendiguez y hambre cansado, hacer retorno al Padre determina. De su buen Padre en la bondad confiado, prontamente a su casa se encamina; compungido y lloroso va hacia ella, bañando con su llanto cada huella.

Ves aquí, amado Padre, a tu hijo impío.. . No lloro haber perdido la substancia, no el abuso fatal de mi albedrío, no haber trocado en hambre la abundancia. Lloro porque a tus ojos, Padre mío, pequé con insolente petulancia: esto agrava mi culpa, y no soy digno de ser hijo de padre tan benigno.

Sobrecogido el padre de alegría, noble festín al hijo le apareja; y es grande el regocijo de aquel día con música y banquete lo festeja. Hace en su obsequio cuanto hacer podía, aunque el hijo mayor de esto se queja: pero el prudente padre de cuanto hace, al hijo fiel aplaca y satisface.

Esta suma bondad, esta clemencia, contigo, oh pecador, Dios la ejercita: con esa adversidad o esa indigencia, para que vuelvas a él te mueve e incita. Si tornas a él haciendo penitencia, estrecharte a su seno solicita: y en el cielo con sumo regocijo, de tan buen Padre vuelves a ser hijo.

(L 93-94)

A LA INMACULADA CONCEPCIÓN

(INÉDITAS)

Ave, María, graíia plena, Dominus íecum

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor (es) contigo es anagrama perfecto de

Deipara inventa sum; ergo inmaculata

Fui hallada Madre de Dios; luego (soy) inmaculada.

Décima

¡Oh salutación sagrada, llena de jugo y de miel, con que asegura Gabriel ser María inmaculada! Sin quitar ni añadir nada, sus letras diciendo van, cuando en anagrama están, que, cuando fue concebida, ella no fue comprendida en el pecado de Adán.

Gloría nalorum illustrat de iure párenles: Immaculata ergo iure parentis ero

La gloria de los hijos en derecho ilustra a sus padres. Por derecho de maternidad seré, pues, yo inmaculada.

Décima

Cuanto de los hijos crece el lustre, gloria y honor, tanto la gloria, en rigor, de los padres se engrandece. Si al mundo mi Hijo aparece con carne de mí tomada sin ser de culpa manchada, luego en rigor de derecho, ya que su Madre me ha hecho, debo ser inmaculada.

a 37)

DOS DÉCIMAS A CRISTO SEÑOR NUESTRO CRUCIFICADO

( INÉDITAS)

A vuestros pies, Cristo amado, Dios y hombre verdadero, que estáis en ese madero por mis culpas enclavado, rendido, humilde y postrado, vengo a llorar vuestra muerte: ¡ay Dios, qué dolor tan fuerte siente el alma arrepentida, al ver que mi mala vida os ha puesto de esa suerte!

Pésame, mi Redentor, de haberos tanto ofendido; que me perdonéis os pido por vuestro infinito amor: yo he sido el vil pecador que ofendí vuestra grandeza; por ser Vos quien sois me pesa, vuelvo a repetir lloroso perdonad, Padre amoroso los yerros de mi bajeza.

(i, 42)

A LOS IMPUGNADORES DE LA DEVOCIÓN AL

CORAZÓN DE JESÚS

La sangre que de la fuente de mi corazón salió esta cruz santa regó que tú adoras reverente. Y si tú tan santamente das a un leño adoración, ¿por qué sigues la opinión con tan obstinado empeño que, adorándome en un leño, no adoras mi corazón?

(L 65)

PARÁFRASIS DEL DIES IRAE

(INÉDITA)

Cristo, Juez constituido de los vivos y los muertos, a juzgar mis desaciertos vendrá recto y ofendido. Y al llegar sin ser sentido, dies irae, dies illa solvet saeclum in favilla, siendo todo horror y llanto, todo terror, todo espanto, teste David cum Sibylla.

Fui concebido en pecado y en pecados he vivido, ciego, torpe, empedernido y de Dios muy olvidado; por tanto a mí desdichado quantus tremor est futuras quanto ludex est venturas, mis ocultos pensamientos, obras, palabras e intentos, cuneta stricte discussurus.

Tiémblanme las carnes ya, cuando atento considero que de juicio tan severo nadie librarme podrá.

672 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

¡Oh! qué horror me causará tuba mirum spargens sonum per sepiliera- regionum, cuando en un breve momento con su impetuoso viento coget omnes ante throiram.

Por más que esté convertido después de muerte en ceniza, recobraré muy aprisa el alma, vida y sentido. Y en lance tan nunca oído mors stupebit, et natura cum resurget creatura, que al infierno se entraría, por no verse en aquel día iudicanti responsura.

El temor de mi conciencia será mi mayor fiscal, publicando bien y mal, en la divina presencia; y para más evidencia liber scriptus proferetur in quo totum continetur, sin faltar culpa por leve ni el pensamiento más breve, unde mundus iudicetur.

Es Cristo, Sol de justicia, cuyo inmenso resplandor descubre del pecador, la más oculta malicia. De edad mayor y pericia Iudex ergo cum sedebit, quidquld latet apparebit; y aunque son innumerables mis excesos detestables, nil inultum remanebit.

P. PEDRO BERROETA

Formó Dios por su recreo, en mi alma su retrato, poniéndole por ornato de mil gracias el floreo; si lo hallare borrón feo, quid sum miser tune dicturus? quem patronum rogaturus, que disculpe mi delito en tan terrible conflicto, cum vix iustus sit securas?

Bien sé que me he forjado con mis yerros la cadena, instrumento de mi pena, y pena de mi pecado. Mas ya rendido y postrado, rex tremendae maiestatis, qui salvandos salvas gratis» conturbado de dolor, exclamo con gran fervor: Salva me, fons pietatis.

No limites, no, tus dones Sol de influjos soberanos, pues, con sólo abrir las manos, nos llenas de bendiciones; y si obstaren mis pasiones recordare, lesu pie, quod sum causa tuae viae, y que mucho necesito del favor que solicito, ne me perdas illa die.

Siguiendo el camino errado del deleite prohibido, vil esclavo siempre he sido del demonio y del pecado. Pero Vos, dueño adorado, quaerens me sedisti lassus, redemisti crucem passus. Mas ya los vicios dejé, a Vos vengo, a fin de que tantus labor non sit cassus.

674* Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Cuantas heridas os dio el bárbaro judaismo, tantas fuentes en Vos mismo por nuestra salud abrió. Ya que a ellas vengo yo, inste iudex ultionis, donum fac remissiosiis, y que tengan eficacia esas aguas de la gracia ante cliem rationis.

Verdad es, Padre querido, que vilmente os he dejado, y que cuanto me habéis dado en vicios he consumido. Pródigo reconocido, ingemisco tamquam reus, culpa rnbet vultus meus. Ser tu hijo no merezco, pero, pues la enmienda ofrezco, suplicanti parce, Deus.

Vuestra clemencia, Señor, es alivio de mi pena, cuando en mis oídos suena de tu justicia el rigor. A Ti clamo con dolor, qui Mariam absohisti et latronem exaudisti, viendo que con tal piedad del perdón de mi maldad mihi quoque spem dedisti.

De Cristo, vid escogida, indigno sarmiento soy, que en vez de racimos doy, espinas de mala vida. De hallar mi Dios acogida, preces meae non sunt dignae, sed tu boims fac benigne que, aunque sarmiento podrido, me quede con Cristo unido ne perenni cremer igne.

P. PEDRO BERROETA 675

Si fuisteis sacrificado, manso Cordero Jesús, en el ara de la cruz para borrar mi pecado, en vuestro redil sagrado ínter oves locum praesta, et ab haedis me sequestra, y aumentando los favores, templad mis justos temores statuens in parte dextra.

jAy Dios! y qué desventura fuera el no veros jamás y penar de más a más en una eterna clausura. Tratadme, pues, con blandura, confutatis maletüctis, flammis acribus addictis, y con un rostro halagüeño, templado el rigor y ceño, voca me cnm benedictis. Sé que en tus manos, Señor, mis suertes tienen de estar, aunque las hayan de echar la justicia y el rigor. Que me guardéis la mejor oro supplex et acclinis, cor contritum quasi cinis; y pues gustáis, Dueño amado, que arroje en Vos mi cuidado, gere curam mei ñnis. Para el varón humillado, lacrimosa dies illa qua resurget ex favilla, será de gusto doblado. Y pues ha de ser premiado por vencedor del certamen si contrito va al examen iudicandus homo reus, huic ergo parce, Deus: Dona ei réquiem. Amen.

(I, 40-41)

LOS CELOS

(INÉDITOS)

El B. Francisco de Jerónimo, haciendo hablar a una criatura de dos meses, libra a su madre de la inminente muerte.

Sonetos

I

Ardiendo de ira el genitor celoso, al mirar, que en su ausencia le ha nacido de su Venus hermosa otro Cupido, matar la madre intenta riguroso.

Hace el cielo a Francisco noticioso del designio del padre enloquecido; al encuentro le sale sorprendido para impedir el golpe lastimoso.

Francisco que hace hablar a una difunta, que infunde voz al mudo, al balbuciente, "¿Quién, di, es tu padre?" al niño le pregunta.

Éste responde: "Veslo aquí presente". Y con el dedo al genitor apunta, a su madre mostrándola inocente.

P. PEDRO BERROETA 677

Moralidad que se saca de esta historia.

Soneto

H

Pasajero, que ves esta pintura (que de un celoso el cuadro te presenta), si la pasión de celos te atormenta, mayor no puede ser tu desventura.

Hallar podrás en el león dulzura, mansedumbre en el tigre más sangriento, las furias calmarás de una tormenta, mas sanar no podrás de tu locura.

Mártir serás de la más cruda pena, si el remedio no viene de los cielos, si Francisco tu mente no serena:

Con un milagro él calme tus recelos, que sólo por milagro se refrena, esa pasión tirana de los celos.

tt 9)

A DOS CIUDADES DE ITALIA

( INÉDITOS)

Cesena

Est Cesena potens vino et est canapé dives; hospes, abi: menteni et caput utrumque ligat.

Cecesa es poderosa en vinos y rica en cáñamo. Huye, huésped, que uno y otro atan la mente y la cabeza.

Versión mía del distico en el siguiente soneto

Escapa de Cesena, oh peregrino, que allí no encontrarás otro recado, ni en las casas, ni en calles, ni en mercado, que abundancia de cáñamo y de vino.

El cáñamo, sin duda, es el más fino, que en gran parte a cordel es destinado; generoso es el vino y delicado: peligra en uno y otro tu destino.

Allí uno y otro tiene gran despacho, el uno y otro la cabeza liga, por uno y otro encontrarás empacho.

Si quieres, que más claro te lo diga, o vivirás allí siempre borracho, o morirás colgado de una viga.

(H, 82)

P. PEDRO BERROETA 679

Álcamo (x)

¡Oh mil veces feliz, claro horizonte, del Alcamese triunfante suelo!, que María destina por su cielo desde un vil valle al más crecido monte.

De vuestras glorias, oh Álcamo, el remonte suspender me hace el proyectado vuelo: que tengáis en María me consuelo quien con milagros vuestra dicha apronte.

Reducida del monte a lo más alto, ¿no será centinela vigilante a precaver todo enemigo asalto?

Del valle en el retiro, al suplicante, si de confianza y fe no fuere falto, cuanto le pide, otorgará al instante.

a 122)

(1) Hay en Álcamo dos célebres santuarios de la Virgen de los Milagros, uno situado en un profundo valle, que antes era un

espinar impenetrable al paso humano, el otro colocado en la cima, de uno de los más altos montes de Sicilia.

PARÁFRASIS DEL EPODO 2? DE HORACIO,

Beatus ille qui procul negotíis

"Dichoso aquel que ajeno de cuidados como la antigua gente, con sus bueyes labra por sí los campos heredados;

observador celoso de las leyes, libre de toda deuda, usura o treta, aun más tranquilo vive que los reyes.

Ni del soldado la marcial trompeta, ni el mar airado turban su reposo, ni de la suerte algún revés le inquieta;

de litigios y pleitos temeroso, tribunales y plazas abomina; huye el umbral del rico poderoso.

A caseros afanes se confina: de la vid los sarmientos más crecidos al maridaje de álamos destina;

o endereza los vastagos torcidos, o bien los poda y en su vez los frutos injiere más felices y escogidos;

o de sus cabras y cornudos brutos hecho atalaya, tiene el ojo alerta no lleguen al redil lobos astutos.

P. PEDRO BEKROETA

De panales y miel la dulce oferta que las abejas le hacen industriosas recoge y guarda en olla bien cubierta;

trasquila las ovejas achacosas; y, cuando alza el otoño su cabeza de frutos coronado en vez de rosas,

¡oh, qué gusto al mirar tanta riqueza! i qué placer al probar tanta dulzura del injertado pero con destreza!

De los racimos de uva ya madura, que a la púrpura emula en sus colores, Príapo, para ti coger procura;

y a ti, padre Silvano, y los mejores, oh tutor de las selvas y sembrados, regala el labrador de mil amores.

Echa después sus miembros fatigados bajo la sombra de una antigua encina, o entre la tosca grama recostados.

Su agua en tanto descarga la colina, y las aves pipiando en la floresta, se acogen a la rama más vecina;

ni el murmullo de fuentes le molesta, que a sus ojos más bien concilia y llama el dulcísimo sueño de una siesta.

Mas cuando invierno entre mil truenos brama y cubre con sus nieves monte y llano blanqueando cada río y cada rama,

con copia de lebreles gira ufano, siguiendo el rastro al jabalí furioso, que al fin víctima cae de su mano.

682 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

De las redes el dolo artificioso arma contra las aves, y al instante cae primero el tordo por goloso;

grulla venida de país distante, y la liebre fugaz dan en el lazo, premio del cazador perseverante.

De estos placeres en el dulce plazo ¿quién del amor no olvidará los males que dan al corazón tanto embarazo?

aunque honesta consorte a los umbrales de la casa por sí bien regulada, lo recibe de amor con mil señales,

como hace rsuele la Sabina honrada o bien la esposa del Pullés ligero, de los solares rayos requemada.

Al cansado marido con esmero le enciende en el hogar la seca leña, que a calentar le pone en el brasero.

Encerrando después su grey pequeña en el redil de zarzas bien tejido, sus alegres ovejas las ordeña.

Vino dulce de un año no cumplido del barril saca, y sin gastar dinero la comida apareja al buen marido".

Y dicho esto añadió: "Yo no prefiero ni los ostrones del lucrino lago, ni son rombos y escaros lo que quiero,

aunque alguno salvado del estrago con que le amenazaba el mar de Oriente viniere a nuestro mar, prófugo o vago.

P. PEDRO BERROETA

No entrarán en mi vientre fácilmente ave africana o francolín asiano, pues no gusto comer tan lautamente:

la aceituna cogida por mi mano, el lapazo y las malvas lubricantes a mí me gustan, pues me tienen sano;

y son manjares para mí bastantes, o el cabrito quitado al voraz diente de los lobos que huyendo iban distantes,

o la inmolada, víctima paciente, al dios de los confines y linderos, la corderilla mansa e inocente.

Entre estos sabrosísimos pucheros, ¡qué gusto es ver venir ya bien pastados hacia la propia casa los corderos!

¡mirar los mansos bueyes que, cansados de la labor, la reja ya volteada traen sobre sus cuellos trabajados,

y de la rica casa en la morada ver de sirvientes, un enjambre vario gozando en el hogar su llamarada!"

Todo esto nos dijo Alfio el usurario, que, a hacerse labrador casi resuelto, volvió a seguir su método ordinario:

a su banco se sienta desenvuelto y de todos pagado ser procura; pero el dinero por los idus vuelto por las calendas pone a nueva usura.

a 59-6J)

AL MAESTRO CELAURO

(INÉDITO)

En ocasión en que fui yo a Caltcmissetta, el Maestro Celauro me regaló un par d© chinelas, que a mi vuelta le agradecí con el

siguiente soneto:

De ofrecerte un soneto tuve ganas por las lindas chinelas que me has dado; mas para hacerlo aquí no hallé a mi lado a las dueñas del Pindó soberanas.

Fueron a dicha mis angustias vanas, pues, durmiéndome triste, en un dorado sueño a las nueve Musas vi admirado bajar a saludarme muy galanas.

Y una me dijo, la de más encanto: Celauro es mi poeta más querido; cual de ninguno es límpido su canto.

Si por brindarle el tuyo estás inquieto, cálzate sus chinelas, y . . . servido. Pásemelas, y ves, ya está el soneto.

Original italiano:

In occasione d'andarmene in Caltanissetta, il Maestro Celauro mi favorí d'un paio di pianelle; in ringraziamento delle quali gil mandai dopo il mió arrivo il seguente sonetto:

Mandarle un bel sonetto avrei voíuto per ringraziarla delle sue pianelle, ma le nove del Pindó Muse belle qui non le trovo a darme un pó d'aiuto.

Di ció il pensier aíílito ed abbatuto m'adormentai: ed ecco le Sorelle tutte nove apparirmi alegre e snelle e farmi un compitissimo saluto.

Mi disse una di lor, ch'é la piu bella: II poeta Celauro é il mió diletto; nessun meglio di lui canta o íavella.

Se tu vuoi far a Lui qualche versetto prendí e mettetí al pie la sua pianella. La prendo, metto il piede, e fó il sonetto.

(L46)

HABIENDO QUERIDO LOS EXJESUITAS EMPELUCADOS VOLVEB

A VESTIRSE LA SOTANA JUESUÍTICA, SE LES HA INTIMADO

QUE DEJEN LAS PELUCAS

( INÉDITAS)

Décimas

Sopla, oh Musa, sin recelo, coplas, aunque mal peinadas, que las más descabelladas, aquí me vienen a pelo. Un Superior de gran celo, y de una virtud tan rara que aun en pelillos repara, ordena que éstos se quiten, pues las reglas no permiten, pelillos, que dan en cara-Fuera pelucas, nos dice, fuera fingidos cabellos, que un Jesuíta con ellos de su profesión desdice. Ningún viejo contradice, aunque calvo o resfriado, que antes bien con desenfado echa a tierra su peluca, la arrastra, pisa y machuca, quedando alegre y pelado.

686 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Quítate tu cabellera, Musa mía, aunque estés calva, y haz con ella una gran salva, a los de calva mollera. La virtud de éstos pondera: ve a Parnaso, ve a Elicona, y en todas partes pregona, que su peluca han dejado los calvos, con más agrado que toma un rey la corona.

Digno es de elogio aun mayor, el Superior que esto ordena, a quien, si el frío lo pena, en sufrirlo es superior. En tanto, por dar vigor, a ley tan justa (aunque dura, según un calvo asegura) su pobre peluca ha sido, la primera, que ha admitido, el orden de la tonsura.

Los demás luego al momento en obedecer no dudan, y sus cabezas desnudan de su peloso ornamento. A sólo un calvo entre ciento le remuerde la conciencia; y acusando la insolencia de su calvicie maluca, ha ganado su peluca una plenaria indulgencia.

Bien que a este hombre no conozca mi Musa, ya ha sospechado que es Kirker quien lo ha pelado dándole peluca tosca. Ya es tiempo que él reconozca que, si ha hecho estudios tan bellos,

P. PEDKO BERROETA

por aficionado a ellos, no obstante, según sospecho, todo este su estudio lo ha hecho, tirado de los cabellos.

Entre sí unidos los viejos en conversación chistosa quién una, quién otra cosa, todos dicen sus gracejos. Con inocentes festejos esto celebrar anhelan, y a equivoquillos apelan para echar mil carcajadas de sus pelucas quitadas riendo, que se las pelan.

Hacia a mí un calvo venía, y tuve por cosa cierta que en su calva descubierta algún espejo traía. Cuando acercádose había y puéstose en mi presencia, conocí con evidencia la calidad del espejo. Y era el luciente pellejo, que era. espejo de obediencia.

A otro Hermano vi venir descubierta su mollera y una librería entera en su calva vi lucir. Mas cuando llegué a advertir que toda la librería, que en su calva relucía, estaba detrás de mí, dije: oh necio! que creí, docto a quien nada sabía.

Dígnate, oh Musa, inspirarme, otra vez, ya que reparas que no hallo en calvas tan raras ni un pelo de que agarrarme.

688 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Ya hilados debieras darme los conceptos que yo anhelo; pues, si he de hilarlos recelo, que nada yo hilar podré, porque esta lana bien se, que toda es lana sin pelo.

Y si en tantas calvas no hallo ni un cabello de que asirme, vanamente, por lucirme, con mi estro y musa batallo. Callaré pues; mas no callo, que mis conceptos, o bellos o malos que sean ellos, nadie, con justa razón, podrá decirme que son traídos por los cabellos.

Aquí alzando voz en cuello a mis calvos quiero hablarles; pero ha de ser sin tocarles ni en la punta de un cabello. Y pues me he metido en ello, de voces sin batahola en una palabra sola yo les digo y aconsejo que elijan para su espejo la cabeza de Loyola.

Señores, quien los vio a ustedes con su rizada melena mas vanos que Magdalena más pulcros que un Ganimedes; si hoy viere a vuesas mercedes tan pelados de mollera, creerá que Cloto o Megera han cortado sus cabellos, o acaso Dalila en ellos ha metido su tijera.

P. PEDRO BERROETA 689

Mas nadie esté persuadido que de mano filistea este despojo hecho sea: que de Dios la mano ha sido. Ignacio es el que ha metido la tijera en sus campeones, porque ve que asi pelones, haciendo a los vicios guerra, para triunfar en la tierra, serán más fuertes Sansones.

Sí, serán muy esforzados y valerosos campeones: pues ya en vencer las pasiones son veteranos soldados. De sólo el Jesús armados, su virtud harán notoria, y ganando en la victoria para Dios millares de almas, subirán llenos de palmas con el trofeo a la gloria.

Yo el poeta, oh santo mío, aunque pelado no soy, bien empelucado estoy por repararme del frío. Pero con denuedo y brío, oh Ignacio, a tus pies pondré, mi peluca, si seré vestido de tu librea, y si necesario sea el pelo y la piel daré.

Si para nada soy bueno, según veo en mi conciencia, si de virtud y de ciencia estoy calvo y calvatrueno; si toda mi hacienda es heno, que Ignacio no necesita,

690 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

pues no hay peligro que admita caballos que mantener, ¿cómo puedo pretender vestirme de Jesuíta?

El náufrago que ha perdido en el mar toda su hacienda, no es mucho, no, que pretenda salvar siquiera el vestido. Ese náufrago yo he sido, que en un mar alborotado, perdí aun mi sayal sagrado: por tanto nadie se admire que por mi vestido aspire después de haber naufragado.

Cuando a tanto vejancón de conseguir esta suerte, mucho temo que mi muerte halle acceso en la tardanza. Y si mi dulce esperanza, me ofrece mil días bellos, el temor me priva de ellos: así esperanza y temor, me tienen con gran rigor, colgado de los cabellos..

Cuando a tanto vejancón veo que. a vestirse parte sin que yo entre en ello a parte, se me parte el corazón. Quisiera sin dilación vestir mi sayal amado, aunque me sea intimado de quien me dé la sotana que si voy' por esa lana debo quedar : trasquilado)

(I, 31-35)

CARTA A D. JOAQUÍN AYLLÓN, REFIRIÉNDOLE EL MAL ALO­

JAMIENTO Y MAL TRATO QUE TENGO EN EL HOSPICIO DE

SANTA MARTA

(INÉDITA)

I>écimas

Recibí, amigo, su carta, y si en responder tardé, por lo que en esto pequé, ya me tiene en Santa Marta. (x) Téngame compasión harta, y perdone mi delito, rogando al cielo bendito me saque de esta prisión, peor sin comparación que el Santa Marta de Quito.

Que antediluviana sea esta Casa yo sospecho, pues por paredes y techo el agua se nos chorrea. Noe, que fue el albacea de cuanto en el mundo había, por Hospicio la daría de ranas y renacuajos; y en colmo de mis trabajos entre ellos me contaría.

(1) Se alude a la cárcel de Quito con el título de Santa Marta.

692 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

El pequeño aposentillo que por morada me dan es un infeliz desván que apenas vale un cuartillo. Aquí, como un pajarillo que en su jaula o su prisión canta su dulce canción, yo estoy el día y la noche, bien que mal y a trochemoche, cantando sin son ni ton.

Si saber usted desea, los muebles, he aquí la nota: una mesita que trota y un banco que corcobea. Sobre unas tablas campea un jergón roto y manchado por mucho que lo han mojado, y un colchón, que tuvo gana de ir al obraje por lana, y se volvió trasquilado.

De media pared abajo, se ve toda mi celdita pintada de una exquisita miniatura de gargajo. Mis ojos los alzo y bajo por todo el caramanchel, para ver si encuentro en él la pintura de algún santo; pero no lo hallo entre tanto ni siquiera de papel.

Si acá Elíseo viniera en busca de alojamiento, al verse en este aposento yo no sé lo que dijera. Pero con buena manera que le diría yo infiero

P. PEDRO BERROETA 693

al bueno de su hospedero que a lo menos le trajese un candil, y le pusiese por la noche un candelera.

No estoy solo en mi rincón, pues también está conmigo tanto fatal enemigo con quien lucho con tesón. De pulgas un turbillón y de chinches un enjambre en mi sangre sacian su hambre, por lo cual mi cuerpo está más seco que un bacalá, más delgado que un alambre.

En mil batallas sangrientas de pulgas mato un millón, aunque todas ellas son mis más cercanas parientas. Luego otras aun más hambrientas, contra mí haciendo pandilla, llenas de rabia y rencilla se me suben por la falda, para comer a mi espalda y vivir a mi costilla.

Cuando me han comido una anca, la otra me quieren comer, que en mi cuerpo a su placer tienen la comida franca. Por eso mi ropa blanca, que en mi sangre se ha teñido, color purpureo ha adquirido; de que jactándome voy que, aunque Cardenal no soy, de púrpura estoy vestido.

En esta cárcel opaca para mí es cosa precisa mudar mil veces camisa mientras no mudo casaca.

694 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Mi lavandera bellaca, por ganar más cada mes, quisiera que dos o tres camisas mudase al día, pues tiene a mi porquería por blanco de su interés.

Paso los días enteros con un escaso comer, aunque abunda la mujer en hacerme mil pucheros. Por sacarme los dineros de mi lado no se aparta; mas nunca llega a estar harta; y ya tengo mí bolsillo muy desangrado y sencillo con el mal de Santa Marta.

La mesa siempre frugal en todo el año es la mesma; y tanto cuanto en cuaresma se ayuna en tiempo pascual. Ni en fiestas ni en carnaval algún bocadillo asoma que por platillo se coma; y aunque nos venga entre tanto todo el Espíritu Santo, no nos viene la paloma.

Sólo en el día dichoso del Santo, que es abogado de lo perdido o robado, se nos da un platillo soso: (A ti, oh Antonio glorioso, tus siervos favorecidos quedamos agradecidos, pues por un milagro tuyo logramos, según arguyo, comer los huevos perdidos).

P, PEDRO BERROETA 695

Aquí el comer tan escaso mil cosas me hace idear; por fin pienso ir a buscar mi Docena en el Parnaso. No dudo que en este caso Apolo me pasaría buena dosis de ambrosía para mi comida y cena, y andaría mi Docena siempre con buena armonía.

Una Musa muy discreta con mucha razón decía que toda Musa tenía parentesco con la dieta. (*)' Yo que nunca fui poeta, ya empiezo a poetizar en fuerza de mi ayunar, y es mi ayuno tan severo que dentro de breve espero con Apolo emparentar.

Fue pensamiento opurtuno de aquel autor nada bobo hermanar, aunque era un Lobo, la Musa con el ayuno: por lo mucho que aquí ayuno aun con mi edad ya senil, voy logrando elogios mil de consumado poeta, porque me ha hecho ser la dieta el poeta más sutil.

Cuando a mi antojo comía tanto exquisito manjar, nunca me quiso soplar ni una copla de Talía.

(1) Gerardo Lobo en un romance suyo tiene una cuarteta que acaba así

Ya que tiene parentesco la Musa con la abstinencia.

696 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Mas del ayuno hoy en día tantas sutilezas saco, que del bueno y del bellaco, aunque Poeta no soy, aquí reputado estoy por más que un Horacio Flaco.

Sufriré, pues, con paciencia las hambres que aquí padezco, ya que tiene parentesco la Musa con la abstinencia. Mas estos pies en conciencia confieso que son un robo. Yo me los soplé hecho el bobo, porque es tanta la hambre mía que entero me soplaría, tras sus pies, también al Lobo.

Usted sí, que en su Manresa con gente que no es tan parca, está como un patriarca, regalado a buena mesa. Su Ignacia no es mi Teresa, ni su Ignacio es mi Ramón: los suyos ángeles son; mas los míos hasta aquí sólo sé que, más que a mí, aprecian a mi doblón.

Yo me alegro sumamente de que usted sea tratado con tan buen modo y agrado de esa bonísima gente. Coma usted alegremente de aquello a que más se inclina; y si la carne porcina a su salud no conviene, sé que en casa siempre tiene de milagro una gallina, i1)

(1) En esta casa está el pozo donde pescó San Ignacio la galUna-

P. PEDRO BERROETA 697

Si el peje por sus espinas le fuere a usted fastidioso, ¿qué importa?, cuando en su pozo se pescan también gallinas. Aunque mis ganas son finas y pungente el apetito de algún platillo exquisito, nunca me lo dan a mí, porque no se pesca aquí ni por milagro un pollito.

Yo le doy la enhorabuena que, aun cuando su edad declina, teniendo allá esa gallina tiene una memoria buena. Para mí, mi mayor pena es, entre tantas que callo, ver que sin memoria me hallo, aun sin ser tan viejo, pues mi memoria apenas es una memoria de gallo.

Saludo a casa Soler a Pujol, Peix y Gallí, Boet, Arañó y Martí con sus hijos y mujer; y no pudiendo poner entera la letanía, en común la Musa mía saluda a los Manresanos, que fueron buenos cristianos y anhelan mi compañía.

Dios guarde por muchos años su vida, salud y paz, sin que permita jamás que usted padezca los daños, que yo sufro entre tacaños.

698 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

De Febrero dieciocho, de esta casa en que trasnocho, entre enemigos sangrientos, año de mil y ochocientos, su siervo, Berroeta el chocho.

A D. Joaquín Ayllón, que por estas coplas me en­vió de regalo un escudo de oro

Aunque mis coplas celebre aquel mi amigo estimado, yo digo que se ha engañado, tomando gato por liebre. Ño hay peligro que yo quiebre con amigo tan cumplido que, aun cuando engañado ha sido, yo mi fortuna mejoro, puesto que un escudo de oro su engaño me ha producido.

Si mis coplas otra cosa, no son que un vil oropel, yo he de recibir por él moneda, que es tan preciosa? Esto es cosa escrupulosa que me causa algún temor; mas si Dios lo da, en rigor, San Pedro me la bendiga. Basta que a usted yo le diga: Dios se la pague, Señor.

(I, 67-69)

A D. IGNACIO HOMO, DÁNDOLE, AVISO DE HABER DEJADO

EL EMPLEO DE MAESTRO Y PASADO AL HOSPICIO DE SANTA

MARTA, DONDE ÉL ESTUVO

(INÉDITAS)

Décimas

Ya gracias a Dios, amigo, de maestro dejé el empleo; sin muchachos ya me veo, solo con Dios y conmigo. Yo a su Majestad bendigo que del bullicio me aparta, a tener oración harta con Magdalena; y, si puedo, a trabajar con denuedo en este Hospicio, con Marta.

Vivo en el mismo aposento, estrecho frío y opaco, en que usted chupó tabaco y economizó el talento. Si aquí usted vivió contento y pasó alegre su vida, yo también, si no lo impida la ciática tal vez, espero en esta estrechez, dormir a pierna tendida.

700 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Mas si empiezo a consultar con mi almohada y mi colchón sobre la escasa pensión, me echan el sueño a rodar. Me dicen que debo estar con la mano algo cerrada y aun con la pierna encorvada, ni extenderla tanto que se haya de escapar el pie mas allá de la frazada.

Si mi colchón y almohada, me hablan en este tenor, es todavía peor lo que dice mi frazada. Como quien no dice nada, dice que tenga por cierto que estaré de frío yerto sin poderme calentar, mientras no consiga estar con el riñon bien cubierto.

A una gran economía es forzoso sujetarnos, y entre tanto contentarnos con el pan de cada día. A la vil glotonería, la hemos aquí desterrado: por eso, aunque hemos pensado imitar los santos todos, de imitar no hallamos modos a un San Pedro Regalado.

Usted sí, que noche y día regalado en su campaña, haciendo vida ermitaña, ha hecho buena granjeria. Fije allí su Romería, mientras no haya de irse a Quito, haciéndose el tamañito;

P. PEDRO BERROETA

pues, según mi parecer, le tiene a usted cuenta el ser más bien que Romo, Romito. (*)

Ermitaño como usted también yo hacerme supiera, si acaso otro cuervo hubiera que me mantenga a merced. Mas ya que el hambre y la sed, mientras aquí me conservo, hacen mi vivir acerbo, imitar desde hoy entablo, las asperezas de un Pablo, por ver si me llega el cuervo.

Yo en este pobre cuartel, de usted no puedo olvidarme, pues me precisa acordarme todo cuanto miro en él. Me acuerdo constante y fiel, cuando el vino aguado tomo, y mucho más cuando como, pues si he de tajar el pan, me acuerdo con más afán, porque aun el cuchillo es romo.

a

(1) Al ermitaño se dice en italiano Romito.

RESPUESTA AL AMIGO RASCA-RABIAS, D. SANTIAGO HERRÉ-

RÍA, QUE ME NOTA DE HABER MUDADO MI NATURAL DULCE

EN COLÉRICO, Y POR ESO EN SU CARTA ME EXCLUYE DE

SALUDOS

(INÉDITA)

Décimas

Es verdad que era indulgente y dulce mi natural, ni había en el mundo mal que no sufriese paciente. Hoy mi natural ardiente es más fuerte, ¡voto a crispas! que el de las mismas avispas; ni en el Monte Siciliano la oficina de Vulcano creo tenga tantas chispas.

Éstos son forzosos daños que siente la humanidad llegando a madura edad con el curso de los años. Por eso somos extraños los viejos en toda parte: ni ya las flechas, ni el arte nos punzan del dios Cupido, porque nos hemos vestido de los furores de Marte.

P. PEDRO BERROETA 703

Si no ríe siempre el prado, ni siempre va manso el Nilo, si el cielo no es tan tranquilo que a veces no esté nublado, ¿qué mucho se haya mudado mi natural en el día? Ni es dulce como querría un Rasca-rabias amigo, que también tiene consigo las chispas de una herrería.

Dándose por ofendido de mi natural avieso, metiéndose a bravo y tieso, de saludes me ha excluido. Pero quedo persuadido que cuando a mí me excluía, sólo por reír lo hacía, con sus burlescas chufletas, pues verdaderas saetas no se hacen en su herrería.

Pero por lo mismo que él no me quiere saludar, yo le saludo a pesar de su corazón crueL He de ser su amigo fiel a cualquiera condición; y desde aquesta ocasión para serle su Pedrito, seré manso corderito, aunque él me sea un león.

A estas Décimas respondió (en ocasión de hallarse afligido por malas noticias que le habían dado) que las circunstancias del tiempo no le permitían respon­der sino en Endechas: pero que no sabiéndolas ha­cer, respondería en pie quebrado,

704 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

A lo que respondí con estas dos

Décimas

¿Quién turbó sus alegrías oh Don Santiago, mi dueño? En Italia tan risueño ¿y en España un Jeremías? Deje usted melancolías, no tema futuras flechas ni tempestades deshechas que quizá no han de llegar, y mudando de cantar, deje de cantar endechas.

Dejando endechas a un lado, ya sé que usted se ha resuelto, por cantar más libre y suelto, a cantar en pie quebrado. Pero si así lo ha pensado, será usted por esta vez poeta muy al revés, pues por decir agudezas, si otros quiebran sus cabezas, usted quebrará los pies.

(I, 65-66)

LA PASIÓN DE CRISTO

AVISO

Hallándome en nuestro Colegio Máximo de Palermo, con el empleo de segundo Bibliotecario, y con el cargo de hacer un nuevo Catálogo de cuantos libros contiene aquella pública, real y riquísima Librería, me ocurrió el pensamiento de escribir un Resumen de la Pasión de Cristo, ilustrando con notas aquellos puntos o materias, que necesitasen de ellas, ya que la copia de libros me facilitaba la empresa; y considerando que la gente vul­gar e indocta, para quien solamente yo intentaba escri­bir, gusta más de una poesía trivial que de una elevada prosa, me resolví a escribir dicho Resumen en octavas adaptadas al vulgo, para atraer con este incitamento a cebo mayor número de lectores, que renovando la me­moria de las penas que Cristo padeció por ellos, se apro­vechasen en su espíritu, actuándose en actos de compa­sión, de agradecimiento y de amor a Jesús, de arrepen­timiento por haberle ofendido, de contrición y de odio a sus propios pecados, de firme esperanza de conseguir por la sangre de Cristo el perdón de ellos, etc.

Empecé, pues, a escribir en aquellos ratos que me permitía libres la ocupación principal de escribir por or­den alfabético el Catálogo: esta ocupación me hizo lle­nar tres tomos en folio hasta llegar solamente a la letra O. De estos mismos tiempos que tenía libres, el menor era el que gastaba en componer las octavas; pues no me

706 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

empeñaba en hacerlas con los adornos y hermosura que requiere la poesía, lisonjeándome que, después de aca­bada la obra, tendría tiempo de reverla y corregirla; ya enmendando algunos versos poco cadentes al oído, ya expurgándola de las voces y frases italianas que podían habérseme escapado, ya mudando algunas locuciones im­propias, ya descartando algunas octavas inútiles y final­mente quitando de la obra la mucha broza que hay en ella.

Tengo dicho arriba, que de los mismos tiempos que tenía libres, el menor era el que empleaba en hacer las octavas, porque el mayor me ocupaba en registrar y leer libros sobre las materias y puntos que requerían notas: éstas me han costado más trabajo y llevado casi todo el tiempo. No obstante concluí mi mal digerida obra al año y medio de haberla comenzado; pero, como mi mayor ocupación en dicho año y medio era la de escribir el Catálogo, a éste se le puede dar entero el año, y cuando más a mi obra el medio año, compuesto de aquellos re­tazos de tiempo libre de que me valía para nacerla.

La lisonja que tuve de que, después de acabada la obra, tendría tiempo de componerla, me ha salido muy vana: porque, observando que la parte poética está muy defectuosa, y que para componerla sería necesario un trastorno casi total de la obra, y de un trabajo superior a mis fuerzas, y al estado infeliz en que se halla mi de­bilitada, flaquísima y aturdida cabeza, que ciertamente no podría resistir a tanta fatiga, resolví dar al fuego to­dos esos papeles; de que siendo sabedor el Padre Comisa­rio (quien antes había tenido la paciencia de leerlos) me ordenó que los conserve y no los queme, mostrán­dose benigno y piadoso aun con mis ruines y desprecia­bles papeles, libertándolos de las llamas a que estaban destinados con mucha razón y mérito; pero confío que después otro Superior, o no Superior, les dé su merecido destino.

(pp. 283-284)

COBONACIÓN DE ESPINAS Y ECCE HOMO

Porque fuese más pública la afrenta, y pueda la cohorte toda junta divertirse con Él y estar contenta, a batido tambor ella se junta; un entremés o farsa hacer se intenta, donde burlar a Cristo se barrunta; y el Rey de cielo y tierra, desde luego, hace el papel de Rey de burla y juego.

Y porque general concurso sea, el atrio, amplio y mayor del Presidente, destinan por teatro a esta asamblea, donde puede asistir inmensa gente. Mas tú también, entre la gente hebrea, esta farsa entra a ver, alma inocente; y mientras ella a Cristo lo escarnece, adóralo por Rey y compadece.

Porque sirva de clámide, echan mano de un sucio trapo, ya descolorido, que en los años o siglos de antemano fue en coscoja o en púrpura teñido: como a su rey, como a su soberano, éste le dan riquísimo vestido, que aunque está sin galones y sin faldas, se lo echan cual es a sus espaldas.

708 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEIL EXTRAÑAMIENTO

De capacete en forma es la corona que las sienes ceñir debe divinas; donde un junco con otro se eslabona, hacia adentro quedando las espinas. Lo agudo de sus puntas no perdona ni al duro casco, ni a membranas finas: tal corona tejida con fiereza se la ponen a plomo en la cabeza.

Los deshonestos pensamientos míos fueron, sí, los abrojos, las espinas; de mi mente los locos desvarios tus sienes, oh Jesús, hieren divinas; mis tanto vanos y orgullosos bríos más agudas hicieron y más finas a las puntas de aquellos tus abrojos que te hieren cabeza, sienes y ojos.

Tus espinas, de hoy más, oh Jesús mío, el coto pongan a mis pensamientos, que a mi mente le impida algún desvío, y sólo piense siempre en tus tormentos. Ellos pongan el freno a mi albedrío, a que no ame del mundo los contentos; y de dolor me llene y de sonrojos, a Ti, oh dulce Jesús, ver entre abrojos.

A clámide y corona, es muy conforme el que por cetro ponen en su mano, para que los gobierne y los reforme con aquel cetro ignominioso y vano: es una caña hueca, bronca, informe, que la cortó por ruin el hortelano; mas en tan buen Pastor no es cosa extraña, que a sus ovejas rija con tal caña.

Ya de la vieja púrpura vestido, coronado de espinas fieramente, de un afrentoso cetro proveído, le hacen que suba al trono y que se siente;

P. PEDRO BERROETA 709

con irrisoria pompa es conducido, entre mil mofas de esa infame gente, que al rededor del trono se coloca, a darle el honor todo que le toca.

De uno en uno, le pasan por delante, y cada uno le dobla la rodilla; le escupe, por escarnio, en el semblante, y con su esputo vil se lo amancilla. Salve — le dice — ¡oh Rey!, y al mismo instante, lo echa a rodar, con todo el trono y silla; y al trono lo coloca nuevamente, porque otro tanto hacer pueda el siguiente.

Pero de los siguientes cada uno a estas befas, injurias y baldones, según su humor, de nuevo añade alguno: quién puñadas le da, quién bofetones; entre esta vil canalla, no hay ninguno que no venga con nuevas irrisiones: por más hábil y sabio se reputa quien a Jesús más befas le tributa.

La que tiene, por cetro, bronca caña, cada uno se la quita: mas con ella, en la cabeza, con crueldad extraña, a golpes las espinas más le empella: de nueva sangre el rostro se le baña, que mancha y amancilla su faz bella; pues han hecho mayores las heridas las espinas, más dentro introducidas.

La sangre, que chorrea del cabello, por frente, ojos y rostro ella se extiende, va en líquidos corales por el cuello, y hasta bañar la clámide desciende; con su rojo, purpúreo color bello en espléndida púrpura se enciende: y adquiere mayor gloria y más honores que no un manto de rey o emperadores.

710 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Mas de Jesús la divinal cabeza a la violencia del dolor se inclina: bajándola Él, a alzarse el hombre empieza a la gloria a que Cristo le destina. Bien, pues, decirle puedo, a tal fineza, cuando Él su frente a la abyección inclina: por mi gloria, oh Señor, ¡cuánto trabajas! porque yo alce cabeza, ¡Tú la bajas!

Jamás ni un rey ni emperador augusto, al darle las insignias de sus glorias, las pudo recibir con tanto gusto, cuanto aceptó Jesús las irrisorias. Él llama al pecador, convida al justo, sus ansias a Sión le hace notorias; que lo vengan a ver con tal diadema, en grande oprobio e ignominia extrema.

Porque gloriosa y más solemne fuese esta coronación del Rey del cielo, y más aplauso en tierra ella tuviese, y causase más gozo y más consuelo; era justo y debido se expusiese el coronado Rey de cielo y suelo a la vista de un pueblo innumerable, que lo viese cuánto es dulce y amable.

Por eso Dios dispuso que Pilatos por el patio pasase y que lo viese, con los burlescos, míseros ornatos, y que al mirarlo, lo compadeciese. De los autores de estos desacatos, no hubo alguno que allí permaneciese: todos se disiparon desde luego, solos dejando al Juez y al Rey de juego.

Excitó de Pilatos en el pecho la vista de Jesús todo llagado, triste retablo de dolores hecho, una gran compasión, sumo cuidado.

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Mira su cuerpo ya casi deshecho, capaz de conmover al más malvado: mostrando al pueblo este hombre medio muerto, que lo mueva a piedad tiene por cierto.

En la gran sala del Pretorio había una puerta, que ingreso y paso daba a una hermosa azotea, que salía sobre la plaza, a quien la dominaba. Pilatos con Jesús, por esta vía, salió con fin de hacer lo que intentaba, no dudando que al cabo a aquella farsa fin glorioso pondría esta comparsa.

Salió Jesús siguiendo al Presidente, de su ropa y su piel casi desnudo, pues desollado lo ha bárbaramente tanto inicuo sayón fiero y sañudo. Bañada en sangre su divina frente, traspasada de tanto abrojo agudo, de un trapo sus espaldas arropadas, y entre el cetro sus manos bien ligadas.

"¡He aquí el hombre! — les dice el Presidente — I ved aquí de las iras el objeto! Que al corazón más duro eficazmente excita a compasión, si no a respeto: i ved aquí al hombre mísero, impotente, sólo al desprecio y a penar sujeto! Si una tal vista a la piedad no os mueve, ¡pida su muerte el que a gritar se atreve!

"Mirad, mirad a este hombre, pueblo ingrato, miradlo atentamente y de hito en hito; ved el injusto y pérfido maltrato que dado habéis a un hombre sin delito. Baste ya el hecho agravio y desacato, cálmese ya el furor, cese el prurito, que aun al furor de toda fiera excede el dar la muerte a quien vivir no puede.

712 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

"Rendido está este hombre maltratado, que vivirá como una flor apenas que tiene ya su tallo destrozado, que así mueren las rosas y azucenas. De los pies a cabeza está llagado, tiene rotos los nervios y las venas: miradle bien, y si esto no os conmueve, ¡seréis más fieras que una fiera aleve!

"Os lo he traído aquí, para deciros que no encuentro yo en M causa de muerte, que ha sacado de mi alma los suspiros el que lo hayáis tratado de esta suerte; ni ha sido intención mía el consentiros, un castigo tan hórrido y tan fuerte; mas, si lo ordené yo, por contentaros, de contentarme a mí podéis gloriaros."

i Oh Juez, el más inicuo, el más injusto! que confesando, por la vez tercera, que es inocente el Salvador, que es justo, no obstante lo ha tratado de manera -que le da un argumento bien robusto a que de tal maltratamiento infiera que su maltrato moverá horroroso a una arpía, a un león, a un tigre, a un oso.

¡Oh pueblo, el más ruin, vil e inhumano! ya que la causa de Jesús has puesto, en manos de un gentil, de un Juez profano, ¿por qué a lo que él pretende estás opuesto? Si él por dar gusto a tu capricho insano, le ha hechn a Jesús agravio manifiesto, ¿por qué a su pretensión e intento justo, ni en esto poco quieres darle gusto?

¡Oh Padre Interno! ¿es este acaso el Hijo, el Rey de cielo y tierra poderoso, de quien vuestra verdad protestó y dijo, que entre los hombres era el más hermoso?

P . PEDRO BERROETA 713

Yo así lo creo; mas de aquí colijo, que lo que le hace parecer leproso, sangre, llagas y tanta escupidura, dan el mayor realce a su hermosura.

¿Es éste tu Hijo, ¡oh Madre dolorosa! de los valles es éste el lirio bello? ¿Es la flor de los campos más hermosa? ¿Esta la estrella de mayor destello? Pues ¡cómo está su faz tan asquerosa! ¿por qué está ensangrentado en rostro y cuello? Si me dices que éste es, oh Virgen Madre, vas en todo de acuerdo con su Padre.

¿Es éste vuestro Dios, oh Serafines, a quien asiento dais en vuestras frentes, y en ellas le aprontáis blandos cojines, bien que del fuego de su amor ardientes? ¿Cómo se ha reducido a estos confines a ser burlado de malvadas gentes? ¿Y por qué, lleno de rubor y afrenta, está de pie parado y no se sienta?

¡Oh cielos!, me decid, si acaso es éste, vuestro Dios y Señor, que con mil astros tachonó vuestra bóveda celeste, dando de su poder tan bellos rastros? Sin que fatiga ni que afán le cueste, os contornó de eternos alabastros. Si Él de la luz más pura fue vestido, ¿por qué hoy está de un trapo escarnecido?

¡Oh criaturas! ¿conocéis acaso, que es vuestro Criador este hombrezuelo? Que Él regula el Oriente y el Ocaso, y que.Él formó de nada tierra y cielo? Que todo viene de Él y no del caso? Que Él le da al pez el curso, al ave el vuelo? Si Él es el Criador, ¿por qué Él se halla, hecho el juguete de una vil canalla?

714 Los JESUÍTAS QUITEÑOS DEL EXTRAÑAMIENTO

Tú, pues lo reconoces, oh alma mía, y aunque Él parezca el nombre más pequeño, tú lo ames, y confieses desde hoy día, por tu Rey, Criador, Señor y Dueño; su reino en humildad fundar quería, y en Sí mismo nos da plan y diseño: A quien su reino busca, son precisas de la Humildad las cruces y divisas.

(pp, 174-185)

SE DIO TERMINO A LA IMPRESIÓN

DE ESTE LIBRO, EL DÍA 20 DE

MAYO. DE 1960, EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE

LA EDITORIAL JOSÉ M.

CAJICA JR., S. A.,

EN LA 14 ORIEN­

TE 3007, APAR­

TADO 336.

PUEBLA,

PUE.,

MEX.

Número de Ejemplares: 3000

Número de Edición: 60

Número de Impresión: 6Q