FORMACION DEL ESTAADO MODERNO: EL ESTADO ABSOLUTO Y LEYES FUNDAMENTALES EN FRANCIA

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FORMACION DEL ESTADO MODERNO : EL ESTADO ABSOLUTO Y LEYES FUNDAMENTALES EN FRANC IA BERNARDI NU BRAVO LffiA INTRODUCCION Un elemento decisivo en la formación del Estado moderno es la distinción entre una especie de ley que está por encima del monarca y las leyes ordinarias. Este proceso se verifica tempranamente en Francia. Allí l as guerras de religión dan ocasión a que a partir de Jos años 70 del siglo XVI se hable de leyes fundamentales y de leyes del reino en contraposición a las leyes ordinarias o leyes del rey. La expresión leyes fundamentales es una novedad del siglo XVI. Pero no es fruto de una especulación teórica. Antes bien, está basada en una realidad institucional ant rior, cuyos orígenes se remontan al siglo XIV. Su formula- ción no es sino un paso más dentro de un largo proceso institucional. Así , por ejemplo, lnnoccnt Gentillet, el primer autor que habla de leyes fundamentales en una obra aparecida en 1571, seña la como tales: ' la loy salique, la loy des Estats generaux et la loi de non aliener les terres et provinces de la El autor agradece al Max-Planck-Institut rur europ3ische Rechts- gcschi c hte de Frankfurt su acogida para renlizar esta investiga- ción y a la AlexaDder von Humboldt-Stiftung su apoyo durante la estadía en Frankfurt. II

Transcript of FORMACION DEL ESTAADO MODERNO: EL ESTADO ABSOLUTO Y LEYES FUNDAMENTALES EN FRANCIA

FORMACION DEL ESTADO MODERNO : EL ESTADO ABSOLUTO Y LEYES FUNDAMENTALES EN FRANC IA

BERNARDI NU BRAVO LffiA

INTRODUCCION

Un elemento decisivo en la formación del Estado moderno es la distinción entre una especie de ley que está por encima del monarca y las leyes ordinarias.

Este proceso se verifica tempranamente en Francia. Allí las guerras de religión dan ocasión a que a partir de Jos años 70 del siglo XVI se hable de leyes fundamentales y de leyes del reino en contraposición a las leyes ordinarias o leyes del rey.

La expresión leyes fundamentales es una novedad del siglo XVI. Pero no es fruto de una especulación teórica. Antes bien, está basada en una realidad institucional ante· rior, cuyos orígenes se remontan al siglo XIV. Su formula-ción no es sino un paso más dentro de un largo proceso institucional.

Así , por ejemplo, lnnoccnt Gentillet, el primer autor que habla de leyes fundamentales en una obra aparecida en 1571, señala como tales: 'la loy salique, la loy des Estats generaux et la loi de non aliener les terres et provinces de la

El autor agradece al Max-Planck-Institut rur europ3ische Rechts-gcschichte de Frankfurt su acogida para renlizar esta investiga-ción y a la AlexaDder von Humboldt-Stiftung su apoyo durante la estadía en Frankfurt.

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couronnc . .. " 1, es decir: la ley sálica, la ley de los Estados generales y la ley de no alienar las tierras y provincias de la corona ...

Esas leyes teruan entonces considerable antigüedad. La exclusión de las mujeres y de su descendencia de la suce· sión al trono, la llamada ley sálica data de comienzos del siglo XIV. En cuanto a la inalienabilidad del dominio real se consagra en el siglo XV.

LA LEY SALlCA

El primer caso de exclusión de las mujeres de la sucesión a la corona se produjo en 1316, a la muerte de Luis X. El rey no dejó sino una hija de su primer matrimonio. Pero la reina estaba encinta. Entonces se resolvió que el mayor de los hermanos del difunto rey, Felipe conde de Poitiers, asu-miera la regencia que conservaría hasta la mayoría de edad del príncipe que estaba por nacer, si era hombre. De lo contrario sería proclamado rey.

La reina dio a luz un varón, que fue Juan 1 y que murió a los cinco días. Entonces Felipe de Poitiers fue proclamado rey bajo el nombre de Felipe V2.

Es de notar que aquf se hizo una diferencia entre 1 ... sucesión del reino de Francia y la de] reino de Navarra y del condado de Champaña. La hija de Luis X sucedió sin obstáculo a su medio hermano Juan 1 en Navarra y Cham-paña. Así, pues, estamos ante una regla sucesoria propia del reino de Francia.

GENTlLLJ:."'T, Innoccnt, Discollrs sur les Moyens de Bien Gouvemer et maintenir en honne pnix nn Royaume 011 autle Principuuté ... 1576, reimpresión Ginebra 1968, p. 83 ss. Esta edición fue prece-dida de otra latina en 1571, LEMAmE, André, Les lois fondamenta-les de la monarchie fran!<aise d'apres les théoriciens de rancien régime, Pans, 1907, p. 103, nota 1.

2 PANCE, Jean de, Le Roi Tres Chrétien, Pnris 1949, p. 392.

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No interesan aquí las causas de la exclusión de las mu-jeres, entre las que sc cuenta la incapacidad que se les atri -buyó para recibir la unción real, por entenderse que ella estaba reservada a los varones, corno la de los obispos y presbíteros. Al igual que el Sumo Pontífice y el emperador, el rey de Francia debía ser varón 3.

El precedente sentado en 1316 se convirtió muy pronto en regla. Felipe V murió en 1322 y no dejó sino hijas. En consecuencia, fue aceptado sin discusión como sucesor su hennano, que reinó bajo el nombre de Carlos IV.

A la muerte de éste en 1328, se planteó un nuevo proble-ma. El rey no dejó sino descendencia femenina. Como no tenía más hermanos, la corona debía recaer en un colateral. Este podía ser o bien un sobrino del difunto monarca, hijo de su hermana y, pOI' tanto, pariente suyo en tercer grado, el rey de Inglaterra Eduardo 111, o bien un primo del mo-narca fallecido, hijo de un tío paterno y, por tanto, pariente suyo en cuarto grado, Felipe de Valois. En este caso, se pre-firió a Felipe y se sentó el principio de que la mujer no sólo no hereda la corona de Francia, sino que tampoco transmite derecho alguno a ella".

Este precedente fue aplicado sin objeciones a la muerte sin descendencia masculina de Carlos VIII en 1498 y Luis XII en 1515. En ambos casos, el sucesor fue el pariente más próximo por línea masculina, a pesar de que había parientes varones más cercanos por línea femenina 11.

:s Id., p. 395-96. " CARRlSON, F., Histoire du droit e des institutions, 2 vols., Paris.

1984, 1, p. 154 ss. 5 Así lo hace ver en 1515 D E SF.YSSEL, Claude, de Monarchia Fran-

ciae sive De republica Galliae et resum Officiis Hbri duo, Paris 1519, versión francesa: La Crand Monarchie de France, Paris 1541, cito esta edición 1, p. 10.

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EL DOMINIO DE LA CORONA

El principio de la inalienabilidad del dominio real está tam-bién ligado en su origen a situaciones históricas concretas. Representa una reacción contra la práctica de los reyes de enajenar territorios y prerrogativas de la corona, que deja-ban a sus sucesores un poder real disminuido en su conte-nido y en sus medios de acción. Un reinado particularmente costoso en este sentido fue el de Juan II ( 1350-1364). De ahí que su hijo Carlos V, el Prudente (1364-1380) , hiciese agregar una nueva cláusula al juramento que cada nuevo rey pronunciaba en su consagración: "conservaré inviola-blemente la superioridad y prerrogativas de la corona de Francia y no las enajenaré ni las cederé nunca" 6 .

Pero esta cláusula no impidió a Carlos VI (1380-1422) , o más bien a sus consejeros, pues el rey se haUaha demente, ajustar en 1420 el tratado de Troyes con el rey de Inglaterra, que menoscababa gravemente el poder real. Ante Cl.ta si· tuación los legistas construyeron una doctrina sobre la in-alienabilidad de los atributos de la corona. Entre ellos se destaca Jean de la Terre Vermeille 7.

Según ellos, el rey no es propietario de los poderes reales y del propio reino, ni puede, por tanto, disponer a su arbi-trio de ellos. Antes bien, es un usufructuario o gerente. Como tal, debe transmitir intactos los atributos de la corona a su sucesor, sin abandonar ni menoscabar nada de ellos. De este modo se establece una limitación general al ejercicio del poder en favor del patrimonio y prerrogativas de la rorona.

Dentro de esta limitación no se entiende comprendida la facultad real para constituir dotaciones - apanages- en fa· vor de sus hijos, nacidos después del primogénito, con cargo a revertir a la corona en ca.SO de extinción de la des-

ti CAlUUSON, nota 4, p. 159. 7 LDíAIRE, nota 1, CAruuSON, nota 4.

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cendencia del agraciado. Pero 105 sucesores de Carlos V usaron con moderación de esta facultad, a fin de no debi-litar por esta vía el poder real. Por otra parte, casi todos los agraciados murieron sin dejar posteridad y sus dotaciones se revirtieron a la corona.

El surgimiento del principio de devolución de la corona se relaciona también con el tratado de Troyes. En virtud de él, Carlos VI había consentido en reconocer al rey de Inglaterra, Enrique V, a quien dio en matrimonio a su hija Catalina, corno su verdadero hijo y heredero.

Esta cláusula fue impugnada por Jean de la TeITe Ver-meille, quien sostuvo que el rey no podía alterar las reglas de sucesión de la corona de Francia ni por estipulación ni por testamento. En consecuencia, Carlos VI no podía ju-rídicamente apartarse de lo que él llamaba estatuto de la devolución de la corona, según el cual la misma correspon-día a su hijo, el delfín Carlos, que fue Carlos VII. En rigor, éste más que heredero era el sucesor de su padre, es decir, el llamado a ocupar el lugar que queda vacío cuando muere el reys.

Esta doctrina adquirió pronto valor oficial y así las re-glas de la devolución de la corona pasaron a considerarse entre las reglas intangibles que ningún rey podía alterar.

De este modo, en el siglo XV se configura en Francia un estatuto especial para la corona, cuyo contenido está por encinla del monarca y no puede ser alterado por él. La mo-narquía se convierte, así, en una institución reglada y, por lo mismo, sustraída al arbibio del rey. En este sentido, cons-tituye una realidad superior de derecho público en la que se reconocen los rasgos de lo que en el siglo XVI se llamará el Estado.

8 GARRlSON, Dota 4, p. 158.

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LA MONARQUlA REGLADA

Así, por ejemplo, Claude de Seyssel (1450-1520) en su obra La Grand monarchie de France, compuesta en 1515, sos-tiene que la monarquía de Francia es el mejor reglado de los "royaulmes et estatz m.onarchiques" 9, reinos y estados monárquicos. Se basa para afirmarlo princip..1lmente en la ley sálica y la inalienabilidad del dominio. Así, dice:

"La primera singularidad que allí encuentro bue-na es que este reino va por sucesi6n masculina, sin poder caer en manos de mujer, según la ley que los franceses llaman sálica" 10,

En confirmación de ello recuerda lo sucedido por esos mismos años a la muerte de Carlos VIlr y de Luis XII.

Entonces los súbditos no vacilaron en dirigirse al más próximo pariente por línea de varón, "aunque lo fuera en grado lejano y hubiera hijas del difunto, sin que se produ-jera ninguna mutación ni dificultad, como se ha visto a la muerte del rey Carlos VIII y del rey Luis XII, recientemen-te fallecidos" 11.

La otra excelencia que según De Seyssel distingue a la monarquía francesa radica en '1os frenos por los cuales el poder absoluto de los Reyes de Francia está reglado. De los cuales encuentro tres principales: el primero es la reli-gión, el segundo ]a justicia y el tercero la policía" 12.

La policía consiste nada menos que en las leyes que es-tán por encima del monarca, como la de inalienabilidad del dominio:

"El tercer freno es el de la poUda, o sea de múl-tiples ordenanzas que han sido hechas por los

11 DE SEYSSEL, notas S, 6, p. 9. 10 Id., 7, 10. 11 Ver Dota 5. 12 DE SETSSEL, notas 5 , 8, p. 12.

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mismos reyes y después conservadas y aprobadas de tiempo en tiempo, las cuales tienden a la conservación del reino en general y en particular. Si han sido guardadas por tanto tiempo, los príncipes no intentan en modo alguno derogarlas y si lo quisieran hacer, no se obedece a sus man-datos, mayormente cuando se trata de su dominio que no pueden alienar sin necesidad" la.

En seguida, con su experiencia gubernativa H, explica De Seyssel el mecanismo institucional que protegía la inalie-nabilidad:

"Ya que es necesario que ellos sean conocidos y aprobados por las cortes soberanas de los parla-mentos y de los eomptos, que proceden a ello maduramente y con tan grande diiicultad y dis-cusión que se encontraría poca gente que com-prara tales posesiones, sabiendo que ellas no se-rán válidas ni aseguradas y podrian ser obligados a devolver lo que por virtud de eUas habían to-mado" 15.

En consecuencia, L"Oncluye:

"Esta ley y ordenanza es muy útil a la cosa -pú-blica para la conservación del dominio real" 18,

La monarquía absoluta de Francia es para De Seyssel un poder reglado, limitado por ciertos frenos, entre los que

la Id., 11, pp. 15-12. U LEWIN, Wera-Rahel. De Seyssel, Claude. Ein Beitrag zur poli-

tischen Ideengeschichte des XVI Jahrhunderts, Heidelberg 1933. GALLET, Leon, La monarchie d'apees Claude de Seyssel, en Hevue historique du droit et étranger, ser. 4, 23, Fa-ris 1944, p. 155. KELI.EY, Donald R., Introduction a De Seyssel Claude, The Monarchy of Franee, New Haven, Londres, 1970.

lS DE SEYSSKL, notas 5, U , p. 16. 1"6 Ibid.

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se cuentan las leyes que "tienden a la conservación del rei-no" 17 que el monarca no podría abrogar aunque quisiera.

Su obra, La Grond monorchie de Fmoce, constituye, pues, un temprano testimonio de la conjunción entre dos instituciones: monarquía absoluta y leyes que estén por encima del monarca.

Esta amalgama refleja fielmente el verdadero carácter de la monarquía absoluta. Después de todo, absoluto no se refiere a la mayor o menor extensión del poder, sino al hecho de residir ese poder -cualquiera que sea su amplitud- ínte-gramente en el monarca, sin que éste tenga que compartirlo con otro, como sería una asamblea de tipo estamental l8•

17 Id., 11, p . 15. 18 WflTRA"M, Reinhard, Formen und Wandlungen des europilischen

Absolutismus en: Festschrift f. Friedrich Cogarten, Ciessen 1948, ahora en: H UIlATSCH, Walther, Absolutismus, Wege der Forschung 314, Darmstadt 1973. SKALWEIT, Stefan, Das Zeitalter des Ahsolu-tismus als Forschungsproblem, en: Archiv f. KuIturgeschichte 35, 1953. HAnTUNG, Franz y MOUSNIER, Roland, Quelques problcmes concernant a la Monarchie Absolue, en: comitato internazionale du scienze storiche, X Congresso di Roma, Relazioni, vol. 4, Flo-rencia 1955. JUST, Leo, Stufen und Fonnen des Absolutismus. Ein Uberbliclc, en; Historisches Jahrbuch 80, 1961, ahora en:

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HUBATSCH ut. supra. MARAVALL, José Antonio, The Origins of Modern State en : Cahiers d'histoire mondiale 1961, hora en : Rotelli, E . y Schiera P. Lo Stato moderno, 4 vol., Bolonia 1971, 1, p . 69 ss. LEW1S, P.S., The Failure of the French Medieval Es-tates, en ; Past and Present 23, 1962. MORONGIU, Antonio, Sobe-ranía e instituciones parlamentarias en la polémica política de los siglos XVI y XV II en Revista de Estudios Políticos 129-130, Ma· drid, 1963, p. 175 ss. OESTREICH, Cerhard, StrulcturpTobleme des europilischen Absolutismus, en : Viertel jahrschrift f. Sozial und Wirtschaftsgeschichte 1969, ahora en; El mismo, Ceist und Ces· talt des Frühmodemen Staates, Berlín 1969, MOUSNlEJ\, Roland, Les concepts d' "ordres" d' "etats", de "fidelité" et de "monarchie absolue" en France de la fin du XVe siecle a la fin du XVIUe en: Revue historique 502, Paris, 1972. 5c:mEvER, Theodor, Wand-lungen des Staats in der Neuzeit en: Historische Zeitschrift 2l6, München, 1973. MOUSNIER, Roland, Les institutions de la France

Por eso, la doctrina de la monarquía reglada y de los frenos del poder absoluto no es exclusiva de De Seyssel, sino común entre los autores del siglo XVI. Más aún, tam· bién la hace suya el parlamento, cuya facultad de registrar los edictos y ordenanzas reales destacó con razón De Seyssel.

El parlamento de París, dice en 1556, en unas represen· taciones (remontrances) dirigidas a Enrique II:

"Los dos lazos del remo son la Ley Sálica y la Conservación del Dominio" 19.

Pero, sin duda, el más conocido representante de esta doctrina es Bernard Girard, Sieur du Haillan. Su obra De rEtat et Succez des affaires de France, aparecida en 1571 y reeditada quince veces en menos de un siglo, lo coloca en primera fila entre los teóricos de la monarquía absoluta reglada :

"Aunque (el rey) tenga todo el poder y la auto-ridad de mandar y hacer lo que quiera, esta gran· de y soberana libertad está reglada, limitada y fremlda por las buenas leyes y ordenanzas ... no siéndole permitido todo, sino solamente lo que es justo y razonable y prescrito por las or· denanzas y por el parecer de su Consejo ... ":xI.

sous la monarehie absolue 1598-1789, 2 vol., Paris 1974--80. SKALWEIT, SteIan, Der modeme Staat, OpL'\den 1975. Ktu:Bs, Ri· cardo, La monarquia absoluta en Europa. El desarrol1o del Es· tado moderno en los siglos XVI, XVII y XVIII, Santiago, 1979. VJI..LEl\S, Robert, Le déclin des Assemblés d'Etats en Europe du XVle au XVIIIe siecle en Bernier, Robert, Hommage A Fans 1980. GoNZÁLEz Alonso, Beniamín, Las comunidades de Castilla y la formaci6n del Estado absoluto, en : El mismo, Sobre el Estado )' la Administraci6n de Castilla en el Antiguo Régimen, Madrid, 1981.

19 ZEr..u:n, Gastón, Les institutions de la France au XVIe siecle, Pans 1948, p. 82.

20 Du HAlLLAN, Bemnrd Cirurd, Síeur De L'Etat et succez des al· faires de France, 1571, p. 79.

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LAS LEYES FUNDAMENTALES DEL ESTADO

El mismo año encontramos por primera vez la expre-sión leyes fundamentales, como se dijo, en una obra latina de Innocent Gentillet, cuya traducción francesa apareció en 1576, bajo el nombre de Discours sur le Moyens de Bien Gouverner et maintenir en bonne paix un Royaume ou amre principauté. Está dedicada al duque de Alen900 "hijo y hermano del rey", entonces heredero presuntivo de la co-rona, y consta de tres partes, en las que se trata del Consejo, de la Religión y de la (alta) Policía, que dehe tener un príndpe. Allí presenta a Francia como una monarquía regla-da, pues el rey está ligado no s6lo por las leyes divinas y la ley natural, sino también "por las que son el fundamento de su principado y estado" 21,

En otro escrito de 1575, refiere Gentillet las leyes fun-damentales a la religión, la justicia y la policía, es decir, a la misma trilogía en que De Seyssel compendiaba los frenos del poder absoluto, mediante los cuales está éste reglado 22.

Además, explica lo qué debe entenderse por ley funda-mental:

" ... los que dicen como por común proverbio que el príncipe está por encima de la ley, dicen bien, pero lo entienden mal, porque ellos entien-den que está por encima de la ley para anular y abolir a su arbitrio. Antes bien, está por encima de la ley como el edificio está pOI encima de su fundamento, el que no puede ser suprimido sin que caiga el edificio. Así, cuando se suprimen las leyes fundamentales del reino, caen también el reino, el rey y la realeza que es-

21 GENTll.LET, nota 1, p. 74. 22 GENTn.LET, Innocent, BriilVe Remonstrance a la noblesse de Fran-

ce sur le fuict de la Declaration de Monseigneur le due d' Alen-s. l. 1575.

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tán construidos sobre ellas. Hasta tal punto es cierto que hay en un reino algunas leyes (a sao ber muchas) que se pueden cambiar, corregir o abolir según las circunstancias del tiempo y de las personas y la calidad de los asuntos, pero las leyes fundamentales de un reino no se pucdf:n abolir jamás, sin que el reino caiga muy poco después" 23.

Ese mismo arlo aparecieron Les six livres de la republique de Jean Dodin, de los cuales se hizo una edición latina en 1586 24 . Bodin no emplea la expresión leyes fundamentales. Pero sí recurre a la de lois qui concement a l' etat du Royau-me - leyes del reino- que en latín traduce por leges imperii. Así, escribe:

"En cuanto a las leyes que conciernen al Estado del reino y .a los establecimientos de él, en cuanto están anexadas y unidas a la corona, el príncipe no las puede derogar, como es la ley sálica: y haga lo que haga el sucesor podrá siempre anu-lar lo que se haya hecho en perjuicio de las leyes reales, sobre las cuales está apoyada y fundada la majestad soberana" 25.

Como reconoció Lemaire, "la fórmula de Sodin parece bien estrecha: sólo entran dentro de esta categoría (de le-yes que escapan al poder del príncipe) las "que conciernen al Estado del reino y a los establecimientos de él ... sobre las cuales está apoyada y fundada la majestad soberana". O sea, "el Estado monárquico, la ley de sucesión al trono y las diversas reglas referentes a ella, la inalienabilidad del

23 Id. cfr. L EMAlRE, nota 1, p. 7. 2' BooIN, Jean, Le six livres de la rep\,blique, 1575, cito 3' ed. Pa-

ris 1578. Bodinus, De republica libri sex, 1586, cito oo. Franc-fort 1622. Id., 2, 1, ed. francesa p. 100, cd. latina p. 139.

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dominio y de la propia soberanía, en fin, las famosas liber· tades galicanas, que no mencionaremos aquí sino para re· cuerdo". Así, concluye Lemaire: "no sería verdaderamente fundamental a los ojos de BOOin sino lo que funde b ma· jestad soberana, lo que asegura su estabilidad y su per· petuidad" 26.

Esta observación coincide con la hecha últimamente por Mobnhaupt. Según él, Bodin se refiere ciertamente a leyes de más alto carácter, que tienen un valor constitucional, pero dentro de su sistema ellas no pueden equipararse a las leyes fundamentales aunque tengan en parte un contenido i una función parecida a la de estas últimas. Es lo que ocmre con la ley sálica. Bodin coincide con otros autores que la señalan (.'omo la primera de las leyes fundamentales, al indicarla tam bién como la primera de las leges imperii. Pero para Bodin la ley sálica en cuanto lex imperii no es tanto un elemento relativo al Estado como a la "majcsté souvcraine" o "maiestas". En consecuencia, sostiene Moho· haupt, "aquí hay también una diferencia cualitativa entre las leges imperii de Bodin y las lois fOlldam entales, que describe, por ejemplo, Gentillet"

LEYES DEL REINO

Las leyes fundamentales pasaron a primer plano en los úl· timos años del reinado de Enrique III (1574.1589). Tras la muerte de su hermano y heredero el duque de y de Aojou en 1584, a quien hemos nombrado, la sucesión recayó en un príncipe protestante, Enrique de Navarra. Frente a

26 LEMAlRE, nota 1, p. 115. 27 M OJlNHAUPT, Heinz, Die Lehre von der "Iex ftmdamentalis" und

die Hausgesetzgebung europiiischen Dynastien, en: KUNISH Jo-hannes (editor ) Der dynastische Fürstenstaat, Berlin 1982, p. 3 ss. La cita pp. 17-18.

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esta situación se sostuvo primero que desde Jos comienzos de la monarquía era ley del reino que el monarca debía profesar la fe católic.'l. Luego se cambió de posición y se intentó introducir una nueva ley fundamental que viera esa exigencia.

En enero de 1577 se había enviado una embajada a En-rique de Navarra para exigirle que concurriera a los dos Generales e hiciera profesión de fe católica en razón de su condición de sucesor eventual de la corona de Francia. En las Instrucciones de 4 de enero entregadas a los emba-jadores se distingue d aramente entre leyes del rey y leyes del reino:

"Hay diferencia cntre las leyes d el rey y las leyes del reino. Estas últimas del mismo modo que no pueden ser hechas sino en asamblea general de todo el reino y con el común acuerdo de la gente de los tres estados, tampoco pueden ser cambiadas o modificadas sin el acuerdo y común consentimiento de los tres estados" 28.

Luego se señala que en Francia en tiempos de Clodoveo y de Carlomagno la Religión Católica "no fue recibida por la sola voluntad de los reyes, sino con el consentimiento y aprobación general de los tres estados, con juramento y promesa recíprocamente hechas, tanto por los reyes como por los súbditos, de no autorizar, ni permitir otra ... ". De suerte que "es ciertísimo que no pueden apartarse más de ella por ninguna causa, ocasión o pretexto ni aunque sea de la ley sálica" 29,

Más aún, se afirma que la citada ley de religión "no es solamente una antigua costumbre, sino la principal y fun-

28 LEMAutE, nota 1, p . 105. 29 Id. p . lOB.

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damental ley del reino, la forma esencial que da el nombre y el título de cristiano a nuestros reyes" 30.

La ley del reino de que aquí se trata exige, a diferencia de la ley del rey, el consentimiento de los tres estados. Más aún, parece tener el carácter de un pacto entre el monarca y los estados. Y se pone por encima de la ley sálica en virtud de la cual Enrique de Navarra era llamado a suceder en la corona 81.

Pero la noción de ley fundamental se impone. En 1583, el Parlamento de París invoca las leyes fundamentales de] Estado para negarse a registrar un edicto real. Textualmente dice: "atendido que el edicto es contrario a las leyes fun-damentales del Estado, las cuales no pueden ser deroga-das . .. vuestro parlamento no puede proceder a su verifi-cación" 3'2.

Muerto el duque de y de Anjou, la Liga acude a una expresi6n análoga, en su propósito de apartar de la sucesión a Enrique de Navarra. En un manifiesto de 31 de marzo de 1585, después de protestar que "en este reino cris-tianísimo no se sufrirá nunca que reine un hereje", afirma su respeto a las "reglas fundamentales del Estado'" 33.

Es de notar que aquí nos encontramos con una expre-si6n análoga a la de Gentillet. No se habla simplemente de leyes del reino o leyes fundamentales del reino, sino pre-cisamente de reglas o leyes fundamentales del Estado.

:lO Id. p. 137. Sl Id. p. 106 Y 137. s.2 lsAMIlERT, DECRUSY y JOURDAN, Recuel General des Anciennes

lois franr;ajses, depuis l'an 420 jusqu'a la revolution de 1789, 28 vol., Paris 1821-1833, 11, pp. 502-503.

33 LEMAIRE, Dota 1, p. 134.

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LAS LEYES FUNDAMENTALES AL ADVENIMIENTO DE LOS BORBONES

Sobre la exigencia de que el rey deba ser católico, Cele-bró Enrique In en 1588 una transacción con los príncipes y señores católicos, que fue elevada por él mismo a la ca-tegoría de ley fundamental del reino y sancionada como tal por los Estados Generales.

En el edicto, llamado de unión, de julio de 1588, el rey recuerda "aquello a lo cual le obliga su deber de buen rey cristianísimo y de primer hijo de la Iglesia" y solemnemente determina, después de haber oído "el buen y prudentísimo consejo de la reina, nuestra honradísima señora y madre, de los príncipes y señores de nuestro Consejo: hemos querido, estatuido y ordenado, queremos, estatuimos y ordenamos y nos place que los artículos siguientes sean tenidos por ley inviolable y fundamental de este nuestro reino" 3<1.

En los artículos se renueva el juramento del rey en la coronaci6n de vivir y morir en la Religión católica, apostóli-ca y romana y se establece, entre otros puntos, que los súb-ditos no recibirán como rey, no prestarán obediencia a nin-gún príncipe que sea hereje o fautor de herejía 3S.

Reunidos los Estados Generales en BIois, en octubre si-guiente, Enrique 111 les propuso que para dar mayor fuerza a este edicto se lo convirtiera en una de las leyes funda -mentales del reino o en una ley del reino, expresiones que aquí se hacen sinónimas.

Al respecto, expres6 el rey en la segunda sesión:

"Seíiores, os he dicho aquí y testimoniado . .. el deseo que siempre he tenido de ver bajo mi rei-nado a todos mis buenos y leales súbditos unidos

34 ISAM BEnT, notn 32, 14, p. 616 SS., la cita p. 61B. ss Id. , artículos 1 y 3, pp. 618-619.

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en la verdadera religión católica, apostólica y ro-mana, bajo la obediencia y la autoridad que pIugo a Dios darme sobre vosotros, Habiendo ordenado para este efecto mi edicto de julio último para que sea y tenga lugar de ley fundamental de este reino para obligarnos a todos nosotros y a la posteridad aunque la mayor parte de vosotros lo haya jurado y prometido. No obstante, para que este eructo permanezca firme y estable para siempre, como hecho con el parecer y el consentimiento de todos los estados del reino y para que ninguno pretenda ignorancia, de la esencia y la cualidad del mismo y que está señalado con la marca de ley del reino para siempre, quiero que este eructo tan santo sea leído en alta voz en estos momentos, oído de todos y luego jurado por todos vosotros en cuerpo de es-tados, , ,"36,

En su párrafo principal, el edicto reza:

"Por consejo de la reina nuestra honradísima se-ñora y madre, de los príncipes de nuestra sangre, cardenales y otros príncipes y señores de nuestro consejo y con el parecer y consentimiento de nues-tros tres estados reunidos por orden nuestra en esta ciudad de Blois, hemos estatuido y ordenado, estatuímos y ordenamos por las presentes firma-das de nuestra mano que nuestro edicto de unión aquí agregado bajo el contrasello de nuesh'a Can-cillería, sea y permanezca para siempre ley funda-mental e irrevocable de este reino y como tal que-remos que sea guardada por todos nuestros súbdi-tos presentes y futuros" ,'" 37,

En estos textos no se parte del supuesto que servía de base a las instrucciones para la embajada de 1577, de que

36 Id., p, 628. 37 Id., p. 630.

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la profesión de la fe católica por el monarca sea una ley del reino. Antes bien, se pretende introducir una nueva ley fundamental con objeto de establecer ese principio. Pero no es clara la forma de hacerlo, si bastaba con un edicto real como se desprende del de julio de 1588 o si hacía falta, además, -la intervención de los Estados Generales, cuyo pa-recer y consentimiento se invocan en el edicto de 18 de octubre.

Muerto Enrique III, en 1589, el parlamento de París invocó para anular todo tratado que Hamara al trono de Francia a un príncipe o una princesa extranjeros las leyes fundamentales del reino o leyes del reino, a las que llamó también leyes fundamentales del Estado.

En sus representaciones al duque de Mayena, lugarte-niente general del Estado y de la corona de Francia, dijo:

"Que sean guardadas las leyes fundamentales de este reino y ejecutadas las resoluciones libradas por la dicha corte para la declaración de un rey católico y francés; y que haya de emplear la au-toridad que le ha sido cometida para impedir que bajo pretexto de religión, no sea transferida a mano extranjera contra las leyes del reino; y para proveer lo más prontamente que hacerse pueda al reposo y alivio del pueblo, por la extrema necesi-dad a que está reducido; y sin perjuicio de ello, la dicha corte declara desde el presente que todos los tratados hechos y por hacer en adelante para el establecimiento de un príncipe o una princesa ex-tranjera (son) nulos y de ningún efecto y valor, como hechos en perjuicio de la ley sálica y de otras leyes fundamentales del Estado" ss.

La cuestión sucesoria se resolvió ese mismo año 1593. Enrique de Navarra abjuró del calvinismo e hizo profesión

311 Id. , 15, p. 71.

de fe católica, y fue reconocido como rey bajo el nombre de Enrique IV.

MONARQUIA REGLADA Y LEYES FUNDAMENTALES

Con su advenimiento puede decirse que tennina el largo proceso dc configuraci6n de las leyes fundamentales. Ya no se discute que ellas pertenecen al Estado, como lo afir-maron De Seyssel y Gentillet, del que son un elemento pri-mordia1. Ellas constituyen un marco jurídico inviolable al cual debe ceñirse el rey en el ejercicio de su poder .\b-soluto.

Así lo explica unos años después Charles Loyseau, quien hace suya y formula con singular rigor y belleza la doctrina de Gentillet sobre los tres tipos de leyes que ligan al rey de Francia: las divinas, las naturales y las que son el fun-damento de su principado y Estado:

"Como el único omnipotente es Dios y el poder de los hombres no puede ser completamente ab-soluto: hay tres tipos de leyes que limitan el poder del soberano, sin afectar a ]a soberanía. Son, a saber, las leyes de Dios, porque el príncipe no es menos soberano por ser súbdito de Dios; las reglas de justicia naturales y no positivas, porque se dijo más arriba, que lo propio del señorío pú-blico es ser ejercido por justicia y. no por discre-ción; y, finalmente, las leyes fundamentales del Estado, porque el prÍncipe debe usar de la sobe-rania según la naturaleza propia de ella y en la forma y condiciones que eUa está establecida" 39.

LOYSEAU, Charles, De Seigneuries 2, 9, primera edición 1608, ahora en El mismo, Les Oevres du maistre ... , Paris 1660, p. 12. Sobre Loyseau, MASTELLONE, Salvo, Introduzione al pensiero poli-tico di Charles Loyseau, en: Critica hist6rica 4, 1965, p. 446 ss. El mismo, Venalitá e machiavelismo in Francia (1572-1610), Flo-rencia 1972.

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Las nociones de la monarquía reglada y de leyes funda-mentales persisten en Francia durante los siglos XVJI y XVIII, hasta la revolución. En diversas oportunidades pa-san a primer plano. Así sucede en los Estados Generales de 1614, en los agitados tiempos de la minada de Luis XIII y luego bajo Richelieu, a l consolidarse el absohttismo. Du-rante el reinado de Luis XIV, fueron raramente invocadas, pero cobraron nueva actualidad a su muerte, con motivo de la anulación del edicto de 1714 que reconocía derechos sucesorios a los príncipes legitimados. Bajo Luis XV .'salic'(ln a relucir en su conflicto con los parlamentos y ha jo Luis XVI con ocasión de la asamblea de notables de 1788.

LAS LEYES FUNDAMENTALES EN EL SIGLO XVII

En los Estados Generales de 1614, el tercer estado abogó porque se reconociera como ley fundam ental el principio de que el rey no tiene la corona sino de Dios:

"Se suplicará al rey que haga reconocer en la asam-blea de sus estados, por ley fundamental del reino, que sea inviolable y notoria a todos que puesto que él es reconocido soberano en su estado, esto es, que no tiene su corona sino únicamente de Dios, no hay poder en la tierra, de ninguna clase, ni espiritual ni temporaJ, que tenga ningún de-recho sobre su reino para privar de él a las per-sonas sagradas de nuestros reyes ni dispensar o absolver por ninguna causa o pretexto a sus súbditos la fidelidad y obediencia que les de-ben"'Io.

Esa proposiciÓn apunta principalmente a las relaciones entre los dos poderes, espiritual y temporal. Fue enérgica-

40 LEMA .HE, Ilota 1, pp. 161-162, nota 3.

29

mente rechazada por los otros dos órdenes, la nobleza y el clero. Pero es interesante la argumentación del Cardenal Du Perron, portavoz del clero. quien. entre otras razones. adujo que proposición significaba un abuso del concepto de ley fundamental:

"¿Cómo se hará pasar por ley fundamental del Estado -se preguntó- una proposición que ha surgido en Francia más de once siglos después de la fundación del EstadoP" ,(1.

De su lado. el rey no dejó tampoco de invocar las leyes fundamentales para desaprobar las actuaciones del parla-mento de París en materia de gobierno. En un edicto de febrero de 1641. que prohíbe en adelante a los parlamentos y otras cortes de jll'iticia tornar conocimiento de los asuntos de estado y administración, se lee:

"Nuestra corte de parlamento de París, aWlque llevada de un buen movimiento, llegó, por una acción que no tiene ejemplo y que viola las le-yes fundamentales de esta monarquía, a ordenar sobre el gobierno de nuestro reino y de nuestra persona y las circunstancias del tiempo impidie-ron que se pusiera remedio a un mal tan gran-d .. 42 e .

Esta infracción de las leyes fundamentales comprometió gravemente a la monarquía, de la cual se hace, por lo demás, una apología, que en cierto modo lo es de la obra de Ri-chelieu.

41 Du PElUl.ON (cardinal ), Harengue faite de la part de la chambre écclésiastique en celle du tiers état sur l'article du serment, en: El mismo, Diverses Oeuvres, Pans 1622, p. 595 ss.

42 Edicto de febrero de 1641, en: I SAMBERT nota 32, 16, p. 529 ss, La cita p . 530.

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"En seguida comenzaron a formarse facciones en el Estado y podemos decir que ellas no han sido disipadas sino que desde que hemos devuel-to a la autoridad real la fuerza y majestad que debe haber en un Estado monárquico que no puede sufrir que se ponga mano sobre el cetro del soberano y que se comparta su autoridad. Así, después que hubimos fortalecido la auto-ridad real, Francia recuperó su antiguo vigor y en lugar de debilitarse por sus divisiones, se ha hecho tan poderosa que sus acciones han causado la admiración a toda

LAS LEYES FUNDAMENTALES EN EL SIGLO XVIII

Durante el reinado de Luis XIV, las leyes fundamenta-les fueron raramente invocadas. Pero pasaron a primer plano después de su muerte cuando se pidió la anulación del edicto de julio de 1714, por el cual Luis XlV había de-clarado a sus bastardos legitimados hábiles para suceder a la corona en defecto de los príncipes de la sangre.

Estos últimos invocaron cl precedente de la cláusula del Tratado de Troyes, que llamó al rey de Inglaterra a la su-cesión de la corona.

"Esta disposición -argumentaron- suponía en Id rey un poder que no tenía", de suerte que "no subsistió sino mien-tras la violencia prevaleció sobre la justicia. No fue necesa-rio ni un edicto ni cartas patentes para revocarla: la ley del Estado fue por sí sola suficiente para fortalecer el derecho del heredero legítimo sin ninguna revocación"'(4.

Es interesante el hecho de que a comienzos del siglo XVIII se invoque un precedente de comienzos del siglo XV,

.. 3 Id. pp. 530-531. H Mémoire des princcs du sang pour répondre au Mémoue instruc.

tif des princes legitimés .. . s. L, 1717. Lemaue, nota 1, p. 198.

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casi tres siglos anterior, como es lo sucedido con el Tratado de Troyes. Esto muestra la continuidad de las leyes funda-mentales 1:1.

Por su parte, el consejo de regencia revocó expresamen-te el cdicto de Luis XIV, fundándose en que el rey no podía atentar contra las leyes fundamentales del reino:

"ya que las leyes fundamentales de nuestro reino nos colocan en una feliz imposibilidad de aliena! el dominio de la corona. nos gloriamos de re-conocer que nos es aún menos posible disponer de nue!;tra corona misma ... " ....

Con motivo del conflicto entre Luis XV y los parlamen-tos, volvieron a salir a relucir las leyes fundamentales del reino. Fueron invocadas por los parlamentarios en apoyo de su facultad de registrar las disposiciones reales y de formu-lar representaciones al monarca. En el lecho de justicia de diciembre de 1770, el primer presidente del parlamento de París deploró:

"estas tristes circunstancias que amenazan con peligroso!; atentados a las leyes del reino y la Constitución del Estado"17.

y recordó la negativa del mismo parlamento a registrar un edicto el 1 () de marzo de 1583 por ser contrario a las leyes fundamentales del Estado 48.

Algunos años después, en sus Maximes du Droit public Franfois, publicadas en 1775, Claude Mey hace una enu-

f.S U1timamente, SAcuez-LoVlSt, Claire, Les lois fondnmentales au XVIII siécle. Recherches sur la loi de dévolution de la conronne, Paris, 1984. Edicto de julio de 1717, en: IsAMBERT, notl1S 32, 21 , p. 547.

17 Acta del lecho de justicia de diciembre de 1770, en: IsAM:BERT notas 32, 22. p. 502.

48 Ver nota 32.

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meración de las leyes fundamentales, en términos b'adicio-naJes, que se remontan al siglo XIV:

", .. la corona de Francia no es en absoluto he· reditaria, sino sucesiva agnaticia, es decir de va-rón en varón, por el lado paterno; así, pues, las mujeres están excluidas. Esta exclusión se apoya sobre la primera ley fundamental del Estado a la que llama ley sálica, que ha sido siempre exactamente observada en las tres dinastías de reyes. Una segunda ley fundamental, excluye los hijos naturales del trono y una luego tercera. más prudente que las p recedentes, ha abrogado la partidÓll de la monarquía que la destrozó bajo las dos primeras dinastías y la ha reunido en la persona del mayor de la Casa Real. En fin, una cuarta ley fundamental hace inalienable el dominio de la corona ... " 49.

La doctrina del siglo XVIII sistematiza las leyes funda-mentales. Pero también amplía su contenido bajo el influjo de la Ilustraci6n hasta incluir los derechos de los ciudadanos. Así lo hace, por ejemplo, el Dictionnaire de iurisprudence et des arrets, editado por Prost de Royer en 1781:

"Las leyes fundamentales o escritas o atestigua-das por una tradición constante tienen por objeto la sucesión al Trono, los derechos del Rey, la constitución del Estado, la esencia de los Tribu-nales, la forma de la legislación, la libertad, la seguridad y la felicidad de los Pueblos" .

• V MEY, Claude, Maximes du droit public fmnr;ois. Amsterdam 1775, 2, p . 234.

W PnOST DE R OCER. Dictionnaire de jurisprudence et des arréts ou novelle édition du Dictionnuire de Brillan, Lyon 1781, discouflJ prélirnminare p. 6, Mohohaupt, nota 27, p. 17.

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MONARQUIA REGLADA Y LEYES FUNDAMENTALES BAJO LUIS XVI

Sobre el alcance que se da a las leyes fundamentales la vÍs· pera de la revolución, es muy ilustrativa una declaración del parlamento de París, de 3 de mayo de 1788. Allí se re-cogen al lado de las antiguas reglas de sucesión a la corona, tradicionales reivindicaciones de los parlamentos, como el derecho a verificar las disposiciones reales y a negar libre-mente su registro si se oponen a las leyes fundamentales. Además, se incluye una reclamación no menos tradicional como es la de que los subsidios sean aprobados por los Es-tados Generales y otras inspiradas en la Ilustración relativas a la libertad persona] de los ciudadanos yana ser juzgado sino por los tribunales naturales.

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Así, pues, se declara:

"que Francia es una monarquía gobernada por el rey siguiendo las leyes; que de estas leyes muchas son fundamentales, comprenden y con-sagran el derecho de la casa reinante al trono, de varón en varÓn, por orden de primogenitura. con exclusión de sus hijas y los descendientes de eUas; el derecho de la naciÓn a acordar libre-mente los subsidios por órgano de los Estados Ce-nerales regularmente convocados y compuestos; las costumbres y capitulaciones de las provincias, la inamovilidad de los magistrados; el derecho de las cortes a verificar, en cada provincia, las voluntades del rey y a no ordenar su registro sino en tanto que ellas sean conformes con las leyes constitutivas de la provincia así como con las leyes fundamentales; el derecho de cada ciudadano de no ser entregado, en la misma materia, a otros que los jueces naturales, que son Jos que la ley designa; y el derecho, sin el cual todos los otros son inútiles, de no ser arrestado.

sea por orden de quien sea, sino para ser puesto sin demora en manos de los jueces competen-tes" 51.

Es de notar que la base de esta exposición es el con-cepto de monarquía reglada, que se remonta al siglo XVI. u obras como las de De Seyssel y Du Haillan.

En cuanto al contenido de las leyes fundamentales se remonta más lejos aún, a la regulación sucesoria de comien-zos del siglo XIV y al principio de inalienabilidad del do-minio enunciado en el siglo XV.

Pero, por otra parte, acoge la ampliación del contenido de las leyes fundamentales realizada por la doctrina bajo el influjo de la Ilustración. Esto es también muy significa-tivo, porque muestra una concepción progresiva de las leyes fundamentales.

Para valorar esta actitud frente a la Ilustración, hay que re(;()rdar brevemente lo que sostienen sus principales re-presentantes.

LA ILUSTRACION y LAS LEYES FUNDAMENTALES

Aproximadamente desde mediados del siglo XVIJI cobra forma un nuevo concepto de leyes fundamentales. Hitos señalados en su surgimiento son L'Esprit des Lois de Mon-tesquieu, aparecida en 1748,';2, los Principes de droit noturel de Burlamaqui, publicados en 1751 53, y Le droit des gens de Vattd, impreso en 1756 Si.

51 lsAMnEnT, notas 32, 28, p. 533. &2 MONT¡::SQUlliU, Charles de Secondat bar6n de, Dc L'Esprit des

lOis, Ginebra (1748). BUIU.A.MAQUI, Jean Jacques, Principes de droit naturel, Ginebra 175l.

M VATTEL, Emer, Le Droit des gens, 1756, cito edición, 2 vol., Lon-dres 1758.

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Con Montesquieu la noción de leyes fundamentales ex-perimenta un vuelco. Ya no se trata de leyes consuetudina-rias o escritas, pero positivas, de un Estado, sino de princi-pios abstractos que él supone derivados de las distintas formas de gobierno.

Después de descubrir lo que llama naturaleza de las tres especies de gobierno -republicano, monárquico y despó-tico- añade:

"Es necesario ver cuáles son las leyes que se si-guen directamente de esta naturaleza y que, por consiguiente, son las primeras leyes fundamen-tales" 6li.

Por su parte, Burlamaqui sostiene que la soberanía es confiada por el pueblo a los gobernantes y reduce las leyes fundamentales a meros pactos entre el pueblo y el o los depositarios de la soberanía. En las monarquías limitadas -escribc-:

"las leyes fundamentales del Estado son no sola-mente ordenanzas por las cuales el cuerpo en-tero de la nación determina cuál debe ser la for-ma de gobierno y cómo se sucederá en la coro-na, sino que son también las convenciones entre el pueblo y aquel o aquellos a los cuales se les defiere la soberanía, que reglan -la manera en qlle se ha de gobernar y por las cuales se pone límite a la autoridad soberana.

Estos reglamentos son llamados leyes funda-mentales, porque son como la base y fundamento del Estado, sobre las cuales se ha levantado el edificio del gobierno y son consideradas por los pueblos como lo que hace toda la fuerza y se-guridad" (del mismo gobierno) 1ifI •

.'>5 MONTESQUJEO, notas 51, 2, L 306 B URLAM .... QI.JI. notas 52. 36.

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Burlamaqui insiste en que son propiamente convenciones o pactos entre el pueblo y el o los detentadores de la sobe-ranía y no leyes:

"No es sino de una manera impropia y abusiva que se le da el nombre de leyes, porque hablando propiamente, son vercUu:1eras convcndon.es; pero siendo éstas obligatorias entre las partes contra-yen tes. tienen 1.3 fuerza de las mismas leyes .. :' 57 .

Vattel refiere las leyes fundamentales a la constitución del Estado. La novedad no está en el término constitución, aplicado a la organización política de un Estado, que era conocido por la doctrina y por la práctica jurídica francesa. Entre los autores, el primero en hablar de constitución en este sentido parece haber sido el Tolosano en el siglo XVI, en su De repub/ica 58. Por su parte, los parlamentos ha-bían asociado en múltiples ocasiones, por lo menos desde el siglo XVII , los conceptos de {"Qnstitución y de leyes fun-damentales. Así , en unas representaciones de 14 de mayo de 1610 el Parlamento de París afinnó que él "tiene el de-ber ... dc guardar la constitución del Estado" 59.

Vattel sostiene que las leyes fundamentales sao :

57 Id., 4L

"las que conciernen al cuerpo mismo y esencia de la sociedad, a la forma de gobierno, a la ma-nera en que debe ser ejercida la autoridad pú-

58 TlIOI...OSANUS, Gregorius, De Republica libri sex et viginti in duos tomus distincti ... Lyon 1596, LEMAmE nota 1, como otros autores de comienzos de siglo tiene esta obra por contem-poránea de Les six liOTes de la republiqlle de nodin, pero es veinte años posterior. GAM"Srno, Luigi, De Republica di Pierre Grégoire, ordine político e monarquia nella Francia di fine cinqucccnto, Roma 1978. ISAMBEIlT, notas 32, 15, p. 64.

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bUca, las que, en una palabra, en su conjunto forman la constitución del Estado" oo.

La razón de ser de estas leyes fundamentales es para Vattel determinar la extensión y los límites de la autoridad concedida al príncipe por la nación. La novedad de este planteamiento no está eo la afirmación de que "el príncipe tiene su autoridad de la nación" que coincide con Burlama-qui. Está en la tesis de que las leyes fundamentales sao las limitaciones impuestas por ]a nación al príncipe:

"Cuando el poder soberano está limitado por las leyes fundamentales del Estado, estas leyes se-ñalan al príncipe la extensión y los límites de su poder y la manera en que debe ejercerlo. El príncipe está, pues, estrechamente obligado no solamente a respetarlas sino a mantenerlas.

La constitución y las leyes fundamentales son el plan conforme al cual la nación ha resuelto trabajar para su felicidad; su ejecución está con-fiada al prlncipe. Debe seguir religiosamente este plan; debe mirar las leyes fundamentales como inviolables y sagradas y debe saber que desde el momento en que se aparta de ellas su man-datos se toman injustos y no son sino un abuso criminal del poder que le ha sido confiado" 61.

LA DOCTI\INA y LA PRACTICA FRENTE A LA ILUSTRACION

El concepto de leyes fundamentales de Montesquieu, corno principios abstractos; el de Burlamaqui, como pactos entre el pueblo y el gobernante, y el de Vattcl, como limitaciones

60 VATIEL, notas 53, 1, Z. 29. tU Id., 1, 4, 46.

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impuestas al gol¡ernante por la nación, son componentes bá-sicos del político de la Ilustración.

Pero sor:. más bien extraños a los juristas y a la práctica francesa de los últimos tiempos del Antiguo Régimen. Am-bos permanecen fieles a la idea de poder absoluto reglado, según la clásica exposición de Loyseau, por tres tipos de leyes: divina, natural y fundamental.

En cambio, tanto los juristas como la práctica se abren J. la inclusión dentro de las leyes fundamentales de ia liber-tad, la seguridad y la felicidad de los pueblos" 62, "derecho de cada ciudadano de no ser entregado ... a otros que los jueces naturales; de no ser arrestado ... sino para ser puesto

demora en manos de los jueces competentes" 63.

Así se incorporan dentro de la antigua noción de leyes fundamentales nuevos elementos tomados de la Ilustración.

CONCLUSION

En resumen, las leyes fundamentales no surgen como una categoría teórica, elaborada por los juristas. En su origen no son sino soluciones prácticas frente a problemas concre-tos de orden sucesorio. Así cobran forma, a comienzos del siglo XlV, la exclusión de las mujeres y de su descendencia de la sucesión a la corona y a comienzos del siglo XV la inalienahilidad del dominio y la devolución de la corona. Es cierto, que los juristas contribuyen desde temprano a la formulación de estas leyes, si pueden llamarse así. Basta recordar el caso de lean de Terre Verrneille. Pero estas le-yes no son fruto de la especulación teórica.

Desde principios del siglo XVI estas instituciones pasap a ser un componente del Estado absoluto, a través de la

62 PnOST DE ROYER, nota 49, p. 17. 63 Declaraci6n de 3 marzo de 1788, del Parlamento de París, nota

!lO.

39

doctrina de la monarquía reglada y de los frenos al poder absoluto, sintetizados por De Seyssel en la religión, la jus-ticia y la policía.

Dentro de esta perspectiva acuña GentiJIct la expresión leyes fundamentales. Según él, éstas se refieren precisamen-te a la religión, la justicia y la policía:

"No se pueden abolir jamás, sin que el reino cai-ga muy poco después".

Lo que le lleva a afirmar que el rey de Francia está ligado por tres tipos de leyes: divina, natural y

"por las que son fundamento de su principado y estado" 64.

Otros autores contemporáneos, como Jean Bodin, rt .. "CO-

nocen también la existencia de leyes que están por encima del monarca, pero a diferencia de Centillet, las refieren a la majestad soberana o al fundamento del principado, más biell que al Estado.

Las leyes fundamentales terminan de configurarse a fi-Iles del siglo XVI. Se plantea entonces una cuestión suce-soria inédita: la de que el heredero presuntivo de la corona sea un príncipe c.1.1vinista. Se intenta introducir una nueva ley fundamental en virtud de la cual el rey deba ser cató-lico. El problema se resuelve con la abjuración de Enrique de Navarra, que es reconocido como Enrique IV.

La doctrina de la monarquía reglada y de las leyes fundamentales del Estado alcanza su formulación definitiva con Loyscau a comienzos del siglo XVII. En cuanto a las leyes mismas, mantienen su vigencia en todas las alternati-vas de debilidad y forta lecimiento, porque atraviesa la narquía absoluta desde el reinado de Enrique IV hasta la

&l Ve r nota 22.

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revolución: minoridad de Luis XIII y gobierno de Riehelieu, la Fronda y el gobierno personal de Luis XIV, la regencia y el gobierno de Luis XV con el conflicto con los parla-mentos y, finalmente, el reinado de Luis XVI.

La continuidad de las leyes fundamentales resalta del ht!cho de que a comienzos del siglo XVIII se invoque el pre-cedente de lo sucedido con el Tratado de Troyes, a comien-zos del siglo XV. Pero, más aún, del hecho de que en 1788 el Parlamento de París declare solemnemente que Francia es una monarquía reglada "gobernada por el rey siguiendo las leyes" y "que de estas leyes muchas son fundamenta-les" 6.'\.

Esta monarquía reglada y estas leyes fundamentales per-viven hasta el fin del Antiguo Régimen en la práctica y en las obras de los juristas. Aproximadamente desde mediados del siglo XVIII coexisten, sin confundirse, con otras con-cepciones distintas elaboradas por autores como Montes-quieu, Burlamaqui y Vattel. Lo cual no obsta para que la práctica y los juristas se abran a la incorporación de nuevos elementos tomados de la Ilustración dentro del antiguo con-cepto de leyes fundamentales.

Pero el contraste es muy marcado. Para Montesquieu, Burlamaqui y Vattel las leyes fundamentales son más bien construcciones teóricas: principios, pactos, limitaciones del poder, discurridos por eJlos mismos sin mayor observaci6n de la rcalidad. Nada más opuesto a ello que las leyes fun-damentales de que hablan un GentilIet, en la segunda mitad del siglo XVI, o un Loyseau, a principios del siglo XVII, los Estados Cenerales de 1588 6 1614, el parJamento de París en 1583 o en 1788. Aqui estamos ante elementos reales, his-t6ricos, operantes, cuyos orígenes se remontan a problemas concretos que se plantearon en el siglo XIV y XV. Así se explica, sin ir más lejos, la rara unanimidad con que ellos

6:i Ver nota 50.

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coinciden, al enumerarlas, en señalar la ley sálica como pri-mera y principal de ellas y con que rara vez dejan de men-cionar la inalienabilidad del dominio.

Esta diferencia nos ayuda a comprender, también, el papel histórico que jugaron las leyes fundamentales bajo la monarquía absoluta en Francia. No fueron categorías teó-ricas, sino elementos constitutivos de la monarquía reglada, sin los cuales es imposible entender la realidad institucional del Estado absoluto.

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