LA FORMACION DEL ESTADO Y LA NACION EN COLOMBIA

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RESUMEN El artículo explora la construcción del Estado nacional en Colombia a finales del siglo XIX. En el se muestra cómo durante el período comprendido entre 1886-1910 –conocido como la Regeneración- se inició la consolidación del Estado moderno en Colombia. Este proceso de construcción del Estado implicó también un intento de recoger las características más destacadas de la identidad nacional para fundamentar en ellas el nuevo sistema político. La manera en que el proyecto nacional adelantado por la Regeneración recogió –y produjo- las identidades, está en la base de lo que diversos analista han llamado la particularidad colombiana. El autor concluye que el énfasis puesto en los componentes nacionalitarios marcará el proceso político durante, al menos, la primera mitad del siglo XX. ABSTRACT The article explores the construction of the national state in Colombia by the end of the 19 th century. It is argued that the consolidation of the modern state in Colombia began during La Regeneración (1886-1910). The process of constructing the state included the most fundamental characteristics of national identity in order to build up the new political system. The way by which this national project produced identities is at the core of what many analysts call the “Colombian peculiarity”. The author concludes that the emphasis made on nationalitarian components will define the political process in Colombia, at least during the first half of the 20 th century. 1

Transcript of LA FORMACION DEL ESTADO Y LA NACION EN COLOMBIA

RESUMEN

El artículo explora la construcción del Estado nacional enColombia a finales del siglo XIX. En el se muestra cómodurante el período comprendido entre 1886-1910 –conocidocomo la Regeneración- se inició la consolidación del Estadomoderno en Colombia. Este proceso de construcción del Estadoimplicó también un intento de recoger las características másdestacadas de la identidad nacional para fundamentar en ellasel nuevo sistema político. La manera en que el proyectonacional adelantado por la Regeneración recogió –y produjo-las identidades, está en la base de lo que diversos analistahan llamado la particularidad colombiana. El autor concluyeque el énfasis puesto en los componentes nacionalitariosmarcará el proceso político durante, al menos, la primeramitad del siglo XX.

ABSTRACT

The article explores the construction of the national state in Colombia by the end of the 19th century. It is argued that the consolidation of the modern state in Colombia began during La Regeneración (1886-1910). The process of constructing the state included the most fundamental characteristics of national identity in order to build up the new political system. The way by which this national project produced identities is at the core of what many analysts call the “Colombian peculiarity”. The author concludes that the emphasis made on nationalitarian components will define the political process in Colombia, at least during the first halfof the 20th century.

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LA FORMACION DEL ESTADO Y LA NACION EN COLOMBIA

Arturo Claudio Laguado Duca1

En este ensayo se explorará la forma en que el Estado y la

nacionalidad coinciden durante un período específico de la

historia colombiana –la Regeneración-, dando lugar al inicio

de la construcción del Estado nacional. Este punto de partida

clama por una reinterpretación del proceso político nacional

que, abandonando acercamientos teóricos voluntaristas,

comprenda el desarrollo del Estado nacional colombiano

durante el siglo XX con base en las peculiaridades de su

formación y en los límites reales que imponía la situación

histórica.

Para ello se comienza por desarrollar el concepto de nación

entendido como un grupo humano que se define por su relación

con una cultura en común sobre lo público. Este bosquejo

teórico se aplica al caso colombiano para ver cómo en el

largo proceso de dominación colonial está la clave de los

elementos nacionales que luego serán recogidos por el Estado

nacional diseñado por los regeneradores durante el período

1 Profesor del Departamento de Sociología. Universidad Nacional de Colombia.

2

1886-1910. Se mostrará entonces cómo el proyecto de estatal

que orienta el período recoge las peculiaridades nacionales

del país.

Por último, se afirma que las características del Estado

colombiano durante el siglo XX están relacionadas con las

condiciones socio-históricas que determinaron el proyecto de

la Regeneración. Se termina proponiendo unas hipótesis de

investigación que podrían permitir entender lo que se ha

llamado la particularidad colombiana en relación con el

proyecto de construcción del Estado nacional en el país.

El concepto de nación

La afirmación inicial que sostiene que durante la

Regeneración se sentaron las bases del Estado nacional

colombiano como resultado de un proceso histórico

caracterizado por la coincidencia del fenómeno estatal con el

nacional, requiere aclaraciones conceptuales. Es Weber quien

nos advierte que nación y Estado no son sinónimos, aunque,

como veremos más adelante, la nación implica potencialmente

al Estado. Para este autor el Estado es una asociación de

dominación que detenta el monopolio de la violencia legítima

en un territorio por medio de un cuadro administrativo y un

ordenamiento jurídico, mientras que la nación refiere a un

grupo humano unido por un sentimiento de comunidad política2.2 Cfr. Weber, Max. Economía y Sociedad T.I México, FCE, 1977.

3

Siguiendo los desarrollos de Weber podemos precisar el

concepto de nación diferenciándolo del de nacionalidad y del

de etnia. Si la comunidad étnica está basada en una unidad de

lenguaje, creencias religiosas, memoria y costumbres (lo que

se suele llamar ‘cultural’), la orientación hacia la unión

política particular estará en la base de la idea de nación3.

Por tanto, nacionalidad será la creencia de participar en una

unidad nacional. Los motivos que sustentan esta creencia son

variados, siendo la unidad lingüística uno de los más

usuales, más no suficiente pues la unión política particular

será fundamental para pasar de la comunidad étnica al

sentimiento nacional. Al respecto señala Weber:

“Siempre el concepto de nación nos refiere al poder político,

y lo nacional {...} es un tipo de "pathos" que, en un grupo

humano unido por comunidad de lenguaje, religión, costumbres

o destino, se vincula a la idea de una organización política

propia, ya existente o a la que se aspira y cuanto más se

carga el acento sobre la idea de poder, tanto más específico

resulta ese sentimiento patético”4.

De esta manera, sin desconocer los factores culturales, un

factor decisivo para la nacionalidad será la existencia de

una comunidad basada en la memoria colectiva que permite la

construcción de la creencia en un destino político común, lo

3 Ibid.4 Ibid, p.237.

4

que implica considerar el papel desempeñado por la comunidad

política en estos procesos de integración, para identificar

la confluencia de lo político y lo cultural en los Estados

nacionales.

Con lo expuesto hasta ahora podemos precisar mejor el alcance

del hecho nacional que, a nuestro juicio, tiene que ver con

aspectos culturales y políticos que confluyen en una forma de

conciencia colectiva o sentido de pertenencia que se denomina

identidad nacional.

Los aspectos culturales son de diverso tipo: pueden ser

basados en una identidad étnica forjada durante un largo

período histórico que precede a la nación, o pueden ser

resultado de un largo dominio de un Estado territorial que,

así, terminará constituyéndose en un Estado nacional. Este

componente del hecho nacional es lo que Torres Rivas denominó

nacionalitario para aludir a la existencia de estos rasgos

que preceden a la nación5. Este aspecto de lo nacional

coincide con la definición weberiana de comunidad nacional.

En segundo lugar, el concepto de nación tiene un referente

espacial y político.

5 Cfr. Torres Rivas, Edilberto. “La Nación: problemas teóricos e históricos” en Estado y Política en América Latina. México: SXXI ed. 1881, 3ed pp 101-2.

5

“Nación es sinónimo de comunidad territorializada, espacio

interior concebido como límite de carácter político-

administrativo. No se trata simplemente de la geografía, sino

de la delimitación de un 'interior' donde se desarrollan y

reproducen las diversas instancias de la vida comunal por

referencia a una dimensión externa. Nacional es en ese

sentido lo opuesto a lo externo, que es extranjero” 6.

Esta dimensión nos lleva al territorio y a la delimitación,

no solo consuetudinaria, sino también político administrativa

de éste y, por ende, como espacio donde se materializan

relaciones económicas bajo la forma del mercado nacional. En

este caso el territorio alude a la idea de dominación y, en

su forma moderna, al Estado-nación.

Por último, la existencia de unos elementos étnicos o

históricos comunes en un espacio territorial y con unas

formas de dominación específicas, producen un sentimiento de

identificación común que actúa como integrador: es la

identidad nacional o, simplemente, la idea de nacionalidad

cuando un grupo humano se reconoce como comunidad política en

un territorio (en oposición a comunidad étnica). Esta

conciencia colectiva actúa como un mecanismo integrador y

puede entenderse como

“la idea de un sujeto colectivo y soberano que además otorga

un sentido de pertenencia transclasista y una capacidad de

6 Ibid p. 102.

6

autoidentificación defensiva, por rechazo o como fuerza de

dominación, expansiva, justificadora de los poderes de una

clase”7.

Esta fuerza integradora no funciona sólo con base en

elementos étnicos, sino también con la idea de pertenencia a

la comunidad política y, sobre todo, como comunidad de

obligación en el tiempo8.

La identidad nacional se resuelve en una cultura pública que,

según palabras de Miller “requiere que la gente que la

comparta tenga algo en común, un conjunto de características

que en el pasado se referían con frecuencia como «carácter

nacional», pero que yo prefiero describir como una cultura

pública común”9. El concepto de cultura pública preservaría el

problema de la identidad nacional de la discusión

homogenización-fragmentación cultural en la medida en que la

cultura pública se relaciona, principalmente, con nociones

7 Íbid. p. 1028 “En el modelo occidental de identidad nacional se consideraba que lasnaciones eran comunidades culturales, cuyos miembros estaban unidos,cuando no homogeneizados, por recuerdos históricos, mitos, tradiciones ysímbolos colectivos”, para agregar más adelante: “La identidad culturalcolectiva no alude a la uniformidad de elementos a través de lasgeneraciones sino al sentido de continuidad que tienen las sucesivasgeneraciones de una «unidad cultural de población», a los recuerdoscompartidos de acontecimientos y épocas anteriores de la historia de esegrupo, y a las nociones que abriga cada generación sobre el destinocolectivo de dicho grupo y su cultura”. Smith, Anthony. La identidadNacional. Madrid: Trama Editorial, 1997. Para un acercamiento similarvéase Miller, David. Sobre la nacionalidad. Autodeterminación ypluralismo cultural. Barcelona: Paidós, 1997.9 Miller, David. Sobre la nacionalidad. Autodeterminación y pluralismo cultural. Barcelona: Paidós, 1997, p .42.

7

formadas en torno a la comunidad política -que Anderson llamó

comunidad imaginada10- y no con los patrones culturales de los

distintos subgrupos sociales o, incluso, con las grandes

conformaciones culturales (por ej. la caribeña o la andina).

Estos elementos nos permiten ahora proponer una definición

enriquecida de nación, entendida como grupo humano que

comparte un territorio, unos recuerdos históricos colectivos,

una orientación hacia la comunidad política y que tiene una

cultura pública común.

El caso colombiano

Con estas precisiones se puede entender a la nación moderna

como historicidad de un territorio. Así, en el caso

colombiano (y latinoamericano), los elementos

nacionalitarios, territoriales e identitarios, se articulan

para la formación del poder estatal, no sólo por la

delimitación de un territorio heredado de las divisiones

políticas administrativas coloniales, sino también por un

aparato jurídico-administrativo que implicó una organización

del espacio y de la vida en dicho territorio. Al tiempo la

organización de la vida bajo un mismo centro de dominación

llevó a la homegeneización de los elementos étnicos bajo la

10 Anderson, Benedict. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origeny la difusión del nacionalismo. México: FCE, 1993.

8

identidad mestiza y, por ende, a fortalecer formas de

identidad en relación con el Estado11.

La apropiación del territorio no se refiere únicamente a esta

naciente comunidad política que serían después los Estados

latinoamericanos; sino también a ritos y símbolos que

construyeron esa conciencia de pasado común que se fortaleció

con el Estado nacional, en la medida en que éste vaya

haciendo coincidir la jurisdicción política con la frontera

en la conquista del hinterland. O, como señala Torres Rivas:

“Antes de que se planteara el problema de las relaciones de

producción, de la división social del trabajo y de la

búsqueda de un espacio económico, es decir antes de la

constitución del mercado capitalista interior, el problema de

la territorialidad nacional se resuelve en un movimiento

político/militar desde adentro y desde afuera. Desde dentro,

al resolverse a favor de los factores cohesivos con la

centralización del poder y la expansión político-

administrativa. El idioma y la religión común y la larga

tradición colonial son factores que estuvieron presentes;

11 De hecho todo proceso de homegenización cultural –más aún todo proceso de identidad- implica unas relaciones de poder específicas que se salen del tema de este trabajo. De todas maneras, la “identidad mestiza” no implica una referencia a mezcla racial “objetiva” –aunque tuvo ese componente en el discurso hegemónico-, sino a la inexistencia de un referente racial diferenciador como sucedió en países con alta densidad de población indígena (v. gr. Perú) o, por el contrario inmigrante (caso argentino). Quedaría por discutir el caso de la población de origen africano que aún no ha sido reconocida como un componente importante del fenómeno nacional.

9

estaban ahí, dados como elementos nacionales a la espera de

un Estado 'coagulante'” 12.

De hecho, el proceso de formación de la nacionalidad en

Colombia llevaba ya un largo período en el momento de la

construcción del Estado nacional durante la Regeneración. Si

nos remitimos someramente a las características arriba

mencionadas, con la definición jurídica de la actual Colombia

comienza a perfilarse, bajo la Administración Colonial, la

nacionalidad. La Real Audiencia de Santa Fe comienza a tener

potestad administrativa sobre lo que actualmente es el

territorio colombiano más las provincias venezolanas, en el

siglo XVI -exceptuando a Panamá que se separará a inicios del

siglo XX-. A partir de 1717, el territorio administrado por

el Virreynato de la Nueva Granada, corresponderá al

territorio que reclamará Colombia en 188613.

El importante papel integrador que tuvieron la Real

Audiencia, la Presidencia y el Virreynato desde su sede en

Santa Fe, tanto en lo físico como en lo político, será

fundamental para sentar las bases de esa “comunidad

imaginada” que es la nación, pues la dependencia de un poder

central14 es un elemento básico en la constitución de la12 Torres Rivas, E. Op. cit. p. 113.13 Pérez, Hésper Eduardo. “Aspectos sociológicos del régimen político-administrativo en la época colonial” en Rev. Colombiana de Sociología N° 2, agosto 1982. Departamento de Sociología. Universidad Nacional.14 Aunque el poder central nominalmente residía en España, el poder de hecho, y con inmensas prerrogativas en todos los órdenes de la vida cotidiana, funcionaba en Santa Fé. Este proceso de centralización es,

10

comunidad política nacional y en la ruptura de las relaciones

étnicas de parentesco. De esta forma comienza a fijarse la

imagen de territorio común y, junto con ésta, el pathos que

caracteriza a la nacionalidad.

Este proceso estuvo acompañado también por la consolidación

de elementos nacionalitarios, siendo los más destacables la

lengua, la religión y el mestizaje. La imposición de una

lengua única y de la religión católica fue favorecida, sin

duda, por la baja densidad demográfica comparativa de las

poblaciones aborígenes colombianas y por las características

de la colonización que coadyuvaron a un activo mestizaje. De

los 3 o 4 millones de habitantes nativos (contra 25 millones

en Méjico y 10 millones en Perú), sólo pervivían 600 mil a

principios del S. XVII y 130 mil a finales del XVIII. En

1789, en la Descripción del Reino de Santa Fé de Bogotá , Francisco

Silvestre calculaba la población del territorio en 826.550

almas; entre ellas contaba 277.068 blancos y 368.098

mestizos15.

A finales del siglo XVIII, el muisca, la lengua indígena que

tenía más hablantes en el Virreynato, había desaparecido16.

Paralelamente, un activo proceso de mestizaje que redundó en

para Elías típico del proceso de constitución de los Estados nacionales. Cfr. Elias, Norbert. El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. México: FCE, 1993.15 Jaramillo Uribe, Jaime. “Etapas y sentido de la historia de Colombia” en Colombia Hoy. Bogotá: S XXI ed., 1981.16 Íbid.

11

el aumento demográfico de esta población, aportó el otro

ingrediente a la formación de la nacionalidad en el país,

hasta el extremo que la composición étnica y cultural

homogénea – i. e. mestiza- son destacadas por varios autores

como las peculiaridades más importantes del proceso colonial

colombiano17.

Los incipientes elementos nacionales tejidos durante el

período colonial, permitirán a las élites criollas, que con

las reformas borbónicas habían perdido parte de su poder,

sentirse maduras para desplazar a los españoles del control

del Estado.

Sin embargo, la Independencia y el consecuente reemplazo del

Estado colonial por uno republicano no implicó que los

elementos decantados de la nacionalidad se hayan consolidado

inmediatamente en un Estado nacional. Más aún, todo el siglo

XIX puede ser considerado un largo intento por cristalizar

los elementos de la nacionalidad en un Estado nacional o, si

se prefiere, construir instituciones adecuadas que recogieran

los elementos nacionales preexistentes. Y, como en otras

partes de América Latina, las élites se propusieron

17 Además de los ya citados Jaramillo Uribe y Hésper Eduardo Pérez, esta posición es adoptada también por Bergquist y Pécaut. Cfr. Bergquist, Charles. Los trabajadores en la historia latinoamericana. Bogotá: S. XXI Ed., 1988; Pécaut, Daniel. Orden y Violencia. Bogotá: S. XXI, 1987. Tomo I.

12

expresamente desarrollar los elementos nacionales pues, como

señala Smith

“[...] a medida que avanzaba la formación de naciones se

comprendió la necesidad de forjar una cultura

característicamente mejicana, chilena, boliviana, etc., y de

hacer hincapié en las características específicas (en

términos de símbolos, valores, recuerdos, etc., distintos) de

cada uno de los aspirantes a convertirse en nación”18

Con la simbología asociada a las guerras de independencia y,

posteriormente, con la conquista del hinterland, se irá

consolidando ese pasado común al tiempo que el Estado

contribuirá a fijarlo por medio de mitos laicos19, símbolos

nacionales, idealización del territorio, etc. Así, en un

primer momento, la generación de la Independencia apeló a la

valoración del pasado indígena buscando la identificación de

amplios sectores de la sociedad. Igualmente recurrió, en un

recurso importado de Francia, al símbolo representado por el

Arbol de la Libertad y al igualitarismo verbal reflejado en

la noción de ciudadano20.

18 Smith, Antony. La identidad nacional. Op. cit. p. 36.19 El concepto de mito laico es desarrollado por Marienstras para referirse a aquellos mitos que se asocian a la fundación de los Estados como las grandes batallas o las acciones heroicas de los padres de la patria. Cfr. Marienstras, Elise. Nous le peuple. Les origines del nationalisme américain. Paris: Gallimard, 1988.20 Cfr. Koning, Hans-Joachim. El camino hacia la nación. Nacionalismo en el proceso de formación del Estado y de la nación de la Nueva Granada, 1750-1856. Santafé de Bogotá: Ed. Banco de la República, 1994.

13

Al tiempo que se intentaba producir un nuevo mito civil en

busca de construir una cultura pública –que paradójicamente,

era ajena a los elementos nacionales históricamente

decantados- se producía un proceso de fragmentación del

Estado que, en lugar de tender hacia la unidad nacional,

permitió el fortalecimiento de los poderes locales. La

precariedad de las economías regionales, las dificultades en

las comunicaciones, el desmantelamiento del aparato

burocrático regional, las prolongadas luchas civiles que

reflejaban la ausencia del predominio de una región o una

clase sobre las otras, demoraron mucho tiempo la construcción

del Estado nacional. O, como lo expresa “La existencia del

Estado nacional se fundaba, de hecho, en uno solo de sus

atributos: el reconocimiento externo de su soberanía

política”21.

Así la Constitución de Rionegro debilitó la capacidad de

injerencia del Estado central hasta impedirle controlar las

guerras civiles locales o siquiera tener un pie de fuerza

mayor que el de cualquier Estado soberano e intervenir en la

legislación electoral de éstos, a la vez que menguaba las

rentas nacionales. Las atribuciones del poder ejecutivo

nacional se limitaron en la práctica a la política

internacional y a las obras de navegación que afectaran a

varios Estados, previo consentimiento de los afectados. Esta

21 Oszlak, Oscar. La formación del Estado Argentino. Bs As.: Ed. de Belgrano, 1985.

14

laxa federación sancionaba así, no un proceso de maduración

de identidades construidas en el seno de la sociedad civil,

sino los intereses de las élites regionales. Al minimizar al

Estado nacional hasta su casi extinción, los radicales de

Rionegro abolieron la institución que a finales de siglo jugó

un papel protagónico en la construcción de la nación en toda

América Latina22.

Por otra parte, al enfrentarse los radicales con la Iglesia

Católica, prescindieron de la única institución que podía

garantizar la integración, no sólo por su arraigo a nivel

popular, sino también por su organización nacional. Incluso,

su defensa de la universalidad de la educación pública en

esas condiciones de debilidad institucional, no pasó de ser

un gesto declamativo, pues no hay datos que muestren para esa

época un incremento significativo de la matrícula escolar.

Según los historiadores, pero también los analistas de la

época, había únicamente dos instituciones organizadas en

Colombia en la segunda mitad del siglo XIX: la Iglesia y los

Partidos23. Desechada la Iglesia, con partidos organizados

para la guerra y siempre dispuestos a la confrontación22 Cfr. Pécaut, Daniel. Orden y Violencia. Op. cit. 23 “A pesar de la endeblez de su estructura a lo largo del siglo XIX, debesubrayarse que el partido liberal, como su contraparte el conservador,fueron con la Iglesia, las únicas instituciones que traspasaron laslíneas regionales y de clase social. Además, como la identificación conel partido era, por norma, intensa y permanente, otras instituciones comolas fuerzas armadas o nuevos partidos no pudieron disputarles, en formaseria y sostenida, la lealtad de los colombianos activos en política”Delpar, Helen. Rojos contra azules. El partido liberal en la políticacolombiana. 1863-1899. Bogotá: Procultura, 1994; p. xxvi

15

militar, fuerte autonomía de las unidades políticas

regionales y el Estado reducido a su mínima expresión, los

radicales de Rionegro –y las constituciones liberales en

general- parecen haber sido incapaces de resolver el problema

de la integración nacional.

Hasta la Guerra de los Mil Días, el siglo XIX estuvo marcado

por guerras civiles atadas al problema religioso –aunque no

únicamente-. Guerras que buscaron motivar a la población con

apelaciones más tradicionalistas que racionales y que

representaban los intereses localistas de sus caudillos (el

levantamiento del Estado Soberano de Santander o de Mosquera

en Cauca son un ejemplo de ello), en medio de una sociedad

profundamente dividida. Los odios resultantes de estas

guerras estuvieron en la base de la conformación de los dos

partidos como subculturas que lograron una adscripción

popular anterior a la formación de la nación, fenómeno que

seguirá pesando durante el siglo XX.

Además de la temprana gestación de las subculturas políticas

representadas en los partidos, el proyecto nacional se

enfrentó con otros formidables obstáculos. El estancamiento

de las obras públicas necesarias para lograr la vinculación

del país al mercado mundial y la constitución de un mercado

interno en medio de una topografía hostil, hacia necesario un

Estado fuerte capaz de realizar no sólo la integración

16

simbólica, sino también la integración física del país; pero

la Constitución de Rionegro –que era casi imposible de

modificar- sancionaba un movimiento contrario. Como lo señala

Pécaut:

“Treinta años después, en 1880, llegará la hora de un nuevo

balance: el del fracaso de una modernización que no ha

suscitado la cohesión nacional prometida, sino una mayor

fragmentación y mayor rigidez en la estructura social”,

[pues] “el debilitamiento del poder del Estado, la falta de

profesionalismo en el ejército, la fragilidad de la burguesía

comercial, todo ello conduce a acentuar el efecto de los

factores geográficos desfavorables a la unidad nacional”24.

Estas dificultades, percibidas por los actores

contemporáneos, originaron la creación de un nuevo consenso

alrededor de la frase de Núñez: “Regeneración administrativa

fundamental o desastre”.

El Estado nacional

Con base en el consenso tejido alrededor de Núñez a partir de

1880 comienza la construcción del Estado nacional colombiano;

proceso que en su primera etapa se extendió hasta 1910,

cuando el país logró al fin una vinculación sostenida al

mercado mundial y los trágicos resultados de la Guerra de los

24 Pécaut, Daniel. Orden y violencia. Op. cit. p. 31 y 49.

17

Mil Días desestimularon, hacia el futuro, nuevas aventuras

guerreras25.

La fluctuación de la economía exportadora -que apenas en 1905

comenzará su crecimiento sostenido26 luego de la interrupción

producida desde 1896- y la fragilidad del consenso tejido en

torno a los presupuestos de la Regeneración -fragilidad que

se manifestó en las guerras de 1895 y, especialmente, en la

de los Mil Días-, dilatarán el inicio del proceso de

construcción del Estado nacional durante casi 30 años. Sólo

con el quinquenio del Gral. Reyes, luego del intermedio de

Sanclemente y Marroquín, el proyecto de Núñez se

materializará.

Pero desde la década de 1880 comenzaron a sentarse las bases

de consolidación del Estado nacional. Al menos, se dieron los

elementos típico-ideales que lo caracterizan: centralización

política bajo un liderazgo carismático; eliminación de las

barreras comerciales locales en aras de construir un mercado

nacional; vinculación sostenida al mercado mundial; monopolio

de la fuerza por el Estado; fortalecimiento del Estado

central por la importancia de los ingresos fiscales; control

25 Son conocidas las catastróficas consecuencias de ésta guerra: la quiebra de la economía nacional y la secesión de Panamá, además de cerca de 100.000 muertos fueron su saldo.26 Cfr. Bergqist, Charles. Los trabajadores en la historia latinoamericana. Op. cit.

18

jurídico y político del territorio; formación de una

burocracia estatal27.

Todos estos factores formativos de los Estados modernos se

manifiestan en la centralización del poder que se expresa en

tres instituciones, a saber:

“a) La formación de un ejército profesional permanente28. b)

La consolidación de un cuadro administrativo profesional que,

en el caso de los Estados modernos, da lugar al ‘aparato

burocrático’ encabezado por el gobierno. c) El desarrollo de

un sistema institucional encargado de administrar la

justicia”29.

Sin este soporte institucional y sin un grupo humano que

aspire a autodeterminarse políticamente, no se puede hablar

de Estado nacional.

27 Pérez, Hésper Eduardo. De la fragmentación a la centralización de poder. Bases para un tipo ideal de formación del Estado nacional en una sociedad preindustrial. Dpto de Sociología. Universidad Nacional. Santaféde Bogotá, 1996.28 El debate contemporáneo colombiano, por razones obvias de la coyunturanacional, enfatiza en el monopolio legítimo de la fuerza apoyándose enWeber y Elías. “Mientras las disposiciones sobre los instrumentos de laviolencia física, sobre las armas y las tropas, sigue sin estar muycentralizada, se da una serie de tensiones sociales que conducen decontinuo a acciones regulares de carácter bélico” Elias, Norbet.; Op.cit., p.508. Sin embargo, en tanto organización institucional, no sonmenos importantes los otros dos elementos mencionados por Serrano.29 Serrano Gómez, Enrique. Lo político y la política en la formación de las naciones. Medellín: Ed. Pontificia Universidad Bolivariana, 1988.

19

Con la vinculación permanente de la economía colombiana al

mercado mundial por la producción de café –a pesar del

interregno entre 1896-1904- y la centralización del Estado

sancionada en la Constitución de 1886, comenzó el proceso de

organización institucional que Pécaut ha llamado

modernización conservadora. Se fortalece el poder

presidencial –limitado hasta entonces a dos años- y el

estatal, reduciendo definitivamente el poder de los caudillos

locales. Se crea un Banco Nacional que permite al Estado

cierto control sobre la economía, se fortalece el fisco por

la imposición de tarifas aduaneras y se suprimen la aduanas

internas; se instituye la unidad jurídica del país

(desmembrada por la Constitución de Rionegro) y se decreta el

monopolio de las armas en manos del gobierno central al

tiempo que se comienza la profesionalización del ejército que

en 1891 será entrenado por la misión Lemly. El

fortalecimiento económico que permitió la imposición de

aranceles más el auge de la exportación de café, permitirá

adelantar obras de infraestructura tendientes a vincular al

país con los puertos, para lo cual se necesitaba un Estado

central fuerte. También se intenta la organización universal

de la educación en manos de la Iglesia Católica, la cual, en

adelante, asumirá el papel de garante de la unidad nacional.

Si bien estas iniciativas que guiaron a la Regeneración en su

primera etapa sufrirán un largo receso durante lo que

20

Bergquist llama “la degeneración de la Regeneración”, hasta

que Reyes las impulse vigorosamente durante su “quinquenio”,

no hay duda de que ellas fueron el plan de constitución del

Estado nacional y la entrada de Colombia en el siglo XX.

El proyecto nacional 30

La consolidación de las nuevas instituciones nacionales no

podían implicar únicamente la administración de un

territorio. Para que el proyecto fuera realmente nacional, se

hacía necesario el fortalecimiento de la identidad nacional

por la construcción de una cultura pública común. Y a ello se

abocaron los regeneradores tratando de rescatar lo que

consideraron los elementos de la nacionalidad, al tiempo que

buscaban superar los principales obstáculos con que debía

enfrentarse el proyecto nacional.

Aunque influido por distintas vertientes del pensamiento

europeo, el proyecto regenerador es, sobre todo, un intento

de interpretación del contexto socio-histórico o, como dijera

Núñez31, “un resultado de la realidad sociológica colombiana”.

Realidad sociológica que era vista como el producto de la30 Para un desarrollo más extenso de este tema y una amplia presentación bibliográfica véase Laguado Duca, Arturo Claudio. “La idea de nación en Colombia y Argentina. Los proyectos ideológicos que orientaron la construcción del Estado nacional” en Memoria y Sociedad. Rev. del Dpto deHistoria y Geografía. Pontificia Universidad Javeriana, Vol 4, N°8, sept.2000. 31 Núñez, Rafael. La reforma política. Cartagena: Ed. Universidad de Cartagena, 1994.

21

historia compartida, la cultura, la organización política y

la convivencia en un territorio que, todos unidos,

configuraban un carácter y unas tradiciones sostenidas por la

lengua y la religión32. De esta forma, estos elementos

aportados por la herencia española, tomaban su forma

particular por la influencia del mestizaje conjugándose, para

los regeneradores, en una síntesis positiva del componente

español y el indígena. La educación moral, la instrucción

pública, las vías de comunicación, en un marco de

centralización política y unidad religiosa, también ocuparon

un lugar central en el proyecto.

Sobre estos elementos cohesivos, se intentó construir la

identidad y no sobre las “ficciones de los radicales “ o,

incluso, las de los padres fundadores. Entre todos ellos,

jugó un papel fundamental la religión católica. Aunque

existen diferencias entre las distintas vertientes de la

Regeneración33, todos están de acuerdo en que el catolicismo

es “lo único que ha podido hermanar las tres razas del

continente”. En esta lógica, la educación –instrumento que

tradicionalmente han usado las naciones para construir la

cultura pública y la cohesión social34- fue encargada a la32 En el lenguaje de la época las tradiciones remiten a lo que hemos llamado el elemento nacionalitario y el carácter a la identidad nacional.33 Cfr. Caro, Miguel Antonio. Escritos políticos. Bogotá: Ed. Instituto Caro y Cuervo, 1990; Arboleda, Sergio. La República en la América Española. Bogotá: Ed. Biblioteca Popular de Cultura Hispanica, 1951; Núñez, Rafael. La reforma política. Op. cit; y Samper, José María. Derecho Público Interno. Bogotá: Temis, 1982.34 Smith, Anthony. La identidad nacional. Op. cit.

22

Iglesia Católica mediante el Concordato de 1887. La educación

religiosa se constituyó así en un elemento de disciplina

sobre el cual fundar la ciudadanía, pues la Iglesia era

considerada una institución disciplinadora además de

democratizadora: la religión estaba al alcance de todas las

razas y, al cohesionarlas, se evitaban los peligros que

pudieran derivarse de su variedad.

También la centralización política fue justificada con

referencia a esta unidad de tradiciones, religión y lengua

que están en la base de la unidad nacional. En esta lógica,

existiendo una unidad previa, las instituciones deberían

recogerla, pues la federación es una agregación de naciones

preexistente y para los hombres de la Regeneración, la nación

colombiana siempre fue una sola. Aunque la topografía

quebrada, tema recurrente, conspiraba contra un centralismo

total, la unidad previa de la nacionalidad llevó a que se

planteara como solución la centralización política con amplia

descentralización administrativa.

Núñez, con su pragmatismo habitual, ilustra el papel

modernizador en el cual se inscribe esta opción

nacionalitaria35: 35Tomamos este concepto de Touraine quien lo usa para referirse al Estadoque se presenta como “agente político de una comunidad en términosculturales, étnicos, religiosos y en primer lugar territoriales”. Másespecífico, Torres Rivas define lo nacionalitario “como conjunto derasgos culturales e históricos que, por lo general, se unifican a partirde una base étnica o lingüística común”. Cfr. Touraine, Alain. ¿Podremos

23

“En todas partes se procura por los hombres sensatos amoldar

las instituciones a la voluntad general, a efecto de que los

partidos políticos no luchen, como en Inglaterra y los

Estados Unidos, sino por asuntos de administración

pública”36.

La búsqueda de elementos cohesivos sobre la cual fundar una

cultura pública, está íntimamente relacionada con la

preocupación por garantizar el orden social que, superando

los enfrentamientos militares entre los partidos, permitiera

al fin alcanzar el anhelado progreso37.

En un país dividido por la cuestión religiosa, con partidos

que fácilmente pasaban a la acción militar y con una

adscripción tan poderosa que podía competir con éxito con la

vivir juntos?. Bs. As.: FCE, 1997, pp 206-7 y Torres Rivas. “La nación.Problemas...”. Op. cit., pp.101-102.36 Citado por Martínez, Fréderic. “En los orígenes del nacionalismo colombiano: europeísmo e ideología nacional en Samper, Núñez y Holguín (1861-1894)” en Boletín Cultural y Bibliogáfico. Vol XXXII, N° 39, 1995. Banco de la República. p. 46.37En ese sentido, aunque limitada por su interpretación perversa –pues nose puede reducir un proyecto nacional a la contención de las masas-, laafirmación de Martínez sobre el sesgo moderno del proyecto nacionalitariode la Regeneración es acertada: “Esta empresa de catequización nacional ynacionalista emprendida a finales de siglo por un Estadoconsiderablemente ayudado por la Iglesia revela una incontestablemodernidad: de cierta forma, la Regeneración constituye, después de losintentos fracasados del medio siglo, uno de los primeros dispositivospolíticos que, en Colombia, se dirigió hacia las masas, y quisoincluirlas en la vida nacional, aunque haya sido de forma autoritaria,dirigista y paternalista. La Regeneración responde, entre otras cosas, auna especie de anticipación, por parte de las elites, de la entrada delas masas en la política”. Martínez, Fréderic. “En los orígenes delnacionalismo colombiano...” Op. cit., p.58.

24

idea de nación, es lógico que la cuestión de la unidad y la

cohesión ocupara un lugar central en la Regeneración. Pero

¿en qué fundar esa unidad? Justo es reconocer que los

regeneradores no tuvieron muchas opciones, lo que no

significa desconocer que la elección del cemento de esa

unidad, además de las mencionadas razones “sociológicas”,

tuvo también motivos ideológicos.

Ni las condiciones económicas en un país que aún no había

logrado una vinculación sólida al mercado mundial38, ni las

condiciones políticas, ni el desarrollo institucional del

país, ni la misma integración física del territorio39,

tornaban viable la construcción de una cultura pública basada

en la participación política de los ciudadanos en tanto

individuos que actúan guiados por sus intereses, como

proponía el modelo liberal europeo. Las condiciones de

estancamiento del país no permitían confiar en el progreso

como poderoso mecanismo de integración; al contrario, la

integración y el Estado fuerte, eran requisitos para el

progreso.

38 Desde finales del siglo XVIII hasta comienzos del XX –afirma Bergquist- “el valor total del comercio exterior de Colombia creció a una tasaapenas superior (si es que lo fue) al crecimiento demográfico de lanación en el mismo período”. Bergqist, Charles. Los trabajadores en lahistoria de América Latina. Op. cit. p. 343.39 Una carga de café tardaba más en llegar a los puertos nacionales que a Londres y eran aún peores las comunicaciones interregionales. Cfr. Mesa, Darío. “La vida cotidiana después de Panamá” en Manual de Historia de Colombia. T. III. Bogotá: Procultura, 1982.

25

En esas condiciones, con la Iglesia como única institución

organizada –además de los partidos que, por los motivos ya

mencionados no podían ser la base de la Regeneración- el

proyecto nacional no tuvo mucha más alternativa que recurrir

al clero para cimentar su proyecto40.

A modo de conclusión

El proceso histórico de consolidación de la nación y el tipo

de consenso que se produjo alrededor de ella, sin lugar a

dudas marca la “personalidad histórica” de un país. Con esta

premisa presentaremos a modo de hipótesis tres aspectos –

aunque probablemente se podrían mencionar otros, v. gr. el

manejo de la economía- fuertemente interrelacionados que

jugaron un rol importante en el siglo XX. A saber: la

temprana conformación de los partidos políticos y su

definición con referencia al problema religioso; la solución

transaccional que caracterizó al proyecto nacional de la

Regeneración y el elemento nacionalitario como base de la

40 “La amalgama del proyecto económico y político fue la religión. Núñez,escéptico en estas materias, comprendió la función que podía jugar laideología religiosa y el papel del clero como fuerza organizada.Aludiendo a los proyectos de consolidación napoleónica, que en Romaconfluyeron también en Concordato, Núñez escribió: ‘A principio de estesiglo se palpó también en Francia la necesidad de recurrir al sentimientoreligioso allí predominante, para dar nueva savia moral a aquella nación,hondamente turbada por el jacobinismo’’ [...] Al efecto escribió: ‘A otroministro americano le hemos oído recientemente estas otras palabras: EnColombia sólo hay dos cosas organizadas: el ejército y el clero’ [...]”Tirado Mejía, Alvaro. “El Estado y la política en el siglo XIX” en Manualde Historia de Colombia T. II. Bogotá, Colcultura, 1979. p.378-82.

26

construcción de una cultura pública. Por motivos de espacio

estos aspectos quedarán apenas enunciados.

Durante el siglo XIX predominaba en el país la población

mestiza libre que, en medio de la fragmentación

institucional, encontró en los dos partidos tradicionales un

poderoso medio de encuadramiento que los vinculó a las

dinámicas nacionales41. La adscripción partidaria sólo

excepcionalmente se fundamentó en elecciones personales:

notoriamente en las zonas rurales ésta se basó en tradiciones

familiares y locales que terminaron conformando una geografía

política que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX. En la

medida en que las guerras civiles facilitaron su

transformación en subculturas, éstos proporcionaron una

identidad colectiva que dificultó la afirmación del Estado

como unidad simbólica de la sociedad42.

Incluso los mitos fundadores relacionados con la

Independencia quedaron presos de esta dinámica: los liberales

se apropiaron de la figura de Santander y los conservadores

de la de Bolívar. Por otra parte, la adscripción partidaria

no fue superada por la modernización de los años ’30, así

41 Sobre el bipartidismo se pueden consultar a Pérez, Hésper Eduardo. El proceso del bipartidismo colombiano y el Frente Nacional; Bogotá,, Universidad Nacional, 1989; Delpar, Helen. Rojos contra azules, op. cit; Bergquist,, Charles, Los trabajadores en la historia latinoamericana, op.cit.; Pécaut, Daniel, Orden y violencia, op. cit., entre otros.42 Pécaut, Daniel. Íbid.

27

como las connotaciones religiosas que la acompañaban43. Esta

pervivencia militante del fenómeno religioso puede, así

mismo, haber dificultado la emergencia de mitos laicos que

fortalecieran la idea de nación y de ciudadano44 y que tan

importante papel jugaron en varios países de América Latina.

Si bien la perennidad de los partidos y su amplio arraigo

popular están en la base de la estabilidad política del

país45, actuando como freno a las soluciones autoritarias –

como las dictaduras militares o los populismos- que

pretendieran erigirse en representantes de la unidad

nacional, la primacía simbólica de los partidos sobre el

Estado puede asociarse a las dificultades de legitimación

estatal que aún hoy aquejan al país. A estos problemas de

legitimación puede añadirse el poco alcance de las reformas

sociales inclusivas que acompañaron el proceso de

modernización en otras repúblicas de América Latina

El segundo aspecto está íntimamente ligado con el anterior.

Es el espíritu transaccional que inspiró al proyecto

regenerador a causa de la fragilidad del consenso tejido a su

alrededor y que, a la postre, no logró suplantar las43 En 1930, en plena crisis económica, las vacilaciones del arzobispo de Bogotá dan origen a dos candidatos conservadores. Cfr. Pécaut, Daniel. Orden y Violencia. Op. cit., p. 86.44 Cfr. Pérez, Hésper Eduardo. El proceso del bipartidismo colombiano y elFrente Nacional. Bogotá: Universidad Nacional, 1989. Pécaut, Daniel. “Populismo y violencia: el caso colombiano” en Rev. Estudios Políticos N°16, enero-junio, 2000.45 Cfr. Delpar, Helen. Rojos contra azules. Op. cit.

28

adscripciones partidarias anteriores a la nación. Pero, al

mismo tiempo, la flexibilidad de la idea de nación que

orientó el intento de construcción del Estado nacional entre

1880 y 1910, permitió que el péndulo se inclinara hacia uno u

otro extremo –autoritario durante Caro, tradicional con

Marroquín, y hacia el retorno a las ideas modernizadoras de

Nuñez durante el quinquenio de Reyes-, sin romper nunca con

los principios que informaron la Constitución de 1886. Al

fin, tras la guerra de los Mil Días, se alcanzaba, por fin,

el consenso elitista:

“La amarga y prolongada transición del siglo XIX al consenso

elitista y al desarrollo económico exportador dejó, no

obstante, un poderoso legado político. Dio a los colombianos

un sistema político único que ha perdurado para influenciar

todos los aspectos de la sociedad hasta el presente”46.

La característica más importante de ese sistema político

único en América Latina, es el acuerdo de las élites para

preservarlo; además de las restricciones al Estado en el

manejo de la economía con base en pactos consocionalistas47.

46 Bergqusit, Charles. Los trabajadores en la historia de latinoamerica.Op. cit., p. 348. Pécaut también resalta el papel funcional que tuvo esteproyecto durante las primeras décadas del siglo XX: “Ciertamente, laburguesía puede acomodarse a ese estado de hecho. Ocupada en la ‘danza delos millones’, deja que la Iglesia se encargue del orden social. UnaIglesia poderosa permite mantener mejor un Estado débil. Incluso en suala liberal, no se la ve apenas tentada de reanudar las polémicasanticlericales, si no es en sordina”. Pécaut, Daniel. Orden y Violencia.Op. cit. p. 47 Pécaut, Daniel, Íbid.

29

No es gratuito que los líderes que apelaron a la unidad del

pueblo por encima de los partidos hayan sido, también,

quienes desataron los procesos de violencia más importantes

durante del siglo XX: Laureano Gómez y Jorge Eliécer Gaitán.

El último aspecto que queremos mencionar, es el peso que

pudieron haber tenido las características nacionalitarias del

proyecto de la Regeneración – junto con el retraso de la

vinculación de Colombia al mercado mundial- en la

conformación de lo que ha sido llamado la particularidad

colombiana.

Los regeneradores apostaron a construir la identidad nacional

con base en la “realidad sociológica del país”, evitando las

“especulaciones aéreas”. No hay investigaciones sistemáticas

sobre el pensamiento de las élites del poder48durante el siglo

XX, pero sí sobre el movimiento obrero49. Así, Pécaut resalta

el desinterés que en los años ’20 manifestaba el movimiento

obrero por las preocupaciones doctrinales debido a la

convicción de que las características muy peculiares del país

tornaban inútiles los análisis internacionales50. Por otro

lado, Bergquist enfatiza que la homogeneidad étnica y

cultural era tan grande durante la primera mitad del siglo XX48Hay biografías sobre los dirigentes más connotados del siglo XX, pero notrabajos sistemáticos como los de Jaime Jaramillo Uribe.49 Cfr. Bergquist, Charles. Los trabajadores en la historia de latinoamerica. Op. cit. Pécaut, Daniel. Política y sindicalismo en Colombia. Bogotá: La Carreta, 1977.50 Pécaut, Daniel. Orden y Violencia. Op. cit.

30

–producto de la historia pero, como podemos constatar hoy con

la emergencia de nuevas étnicidades, también de un discurso

que la sanciona y fortalece- que las fuerzas populares “[...]

no gozaron de una base colectiva étnica o cultural sobre la

cual construir una identidad separada y una concepción

independiente del mundo”51.

Con esto queremos enfatizar, no sólo el acertado diagnóstico

de los hombres de la Regeneración, sino también la influencia

que tuvo su proyecto en la construcción de una identidad

caracterizada por una fuerte sensación de diferencia con el

resto del continente. No sólo las características geográficas

llevaron a bautizar al país como el “Tíbet de Sudamérica”.

Este proyecto se mantuvo vigente hasta que en la segunda

mitad de siglo XX -como subproducto de la modernización

acelerada- el monopolio político de los partidos

tradicionales y el ideológico de la Iglesia Católica se

debilitaran junto con sus lazos de solidaridad –todos los

lazos de solidaridad tradicionales- y sus mecanismos de

legitimación cultural52, sin que ningún otro proyecto viniera

a reemplazarlos, produciendo la crisis de legitimidad del

Estado. Pero ese es otro problema.

51 Bergquist, Charles. Los trabajadores en la historia de latinoamerica. Op. cit., p. 346.52 Gonzáles, Fernán. “La violencia política y las dificultades de la construcción de lo público en Colombia: una mirada de larga duración” en Las Violencias: Inclusión creciente. Santafé de Bogotá: CES, 1998.

31

Lo que hemos querido destacar con éstas hipótesis –que están

a la espera de un programa de investigación que supere la

aproximación ensayística- es que la manera en que nación y

Estado se encuentran durante la Regeneración condicionó el

proyecto nacional que estos hombres impulsaron. Pero, así

mismo, que la forma que tomó este proyecto marcó fuertemente

la identidad nacional en el siglo XX. La temprana adscripción

partidaria que debilitó la hegemonía simbólica del Estado –y

que a pesar de sus intentos los regeneradores no pudieron

superar con la constitución del efímero Partido Nacional-; la

tendencia a soluciones transaccionales entre las élites

producto de la debilidad del consenso en el momento en que se

construyó el Estado nacional; y el fuerte énfasis puesto en

los aspectos nacionalitarios que a larga fundaron la

representación colectiva de la particularidad colombiana son,

a nuestro juicio, elementos fundamentales en la constitución

de la identidad nacional entendida en el sentido de cultura

de lo público, tal lo proponen Smith y Miller.

32

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