Fiesta, tradición y cambio [García Castaño, F. J. (2000). Fiesta, tradición y cambio (p. 185)....

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1 Fiesta,Tradición y Cambio F.JAVIER GARCIA CASTAÑO PROYECTO SUR DE EDICIONES

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1 Fiesta, Tradición y Cambio

F.JAVIER GARCIA CASTAÑO

PROYECTO SUR DE EDICIONES

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1 F. JAVIER GARCÍA CASTAÑO

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PRESENTACIÓN . . .. . . . . .. . . .. . . . . .. . . .. . . . .. .. .. . . .. .. . .. .. . . .. .. . . .. . . . .. .. . . .. . 7

INTRODUCCIÓN ................................................................ 17

FIESTA Y "MEMORIA'': ENTRE HISTORIA POLfTICA E

HISTORIA CULTURAL............................................................ 35 Elena Hernández Sandoica

SIMBOLOGfA Y CEREMONIAL EN LA CULTURA DE

LOS NACIONALISMOS .......................................................... 49 Agustí Colomines i Companys

lA CIUDAD Y LA FIESTA: AFIRMACIÓN Y DISOLUCIÓN

DE LA IDENTIDAD .............................................................. 73 Manuel Delgado Ruiz

TIEMPOS MODERNOS PARA FIESTAS TRADICIONALES .. .... .... .. .... .. 97 Honorio M. Ve/asco Maillo

lOS RITUALES: ESTRUCTURAS Y ESCENIFICACIONES .................... 129 }osé Luis Carda García

ANEXO

Decálogo de funcionamiento Foro de las Culturas acordado en el plenario celebrado el 1 O de febrero de 2000 .. .. .... .. ...... .... .. .... .... 155

Plan de actuaciones del Foro de las Culturas acordado en la reunión celebrada el 1 O de febrero de 2000............ 1 57

Informe que emite el Foro de las Culturas de la ciudad de Granada en relación con la propuesta de celebrar próximamente la festividad de Mariana Pineda, tras su reunión plenaria del día 24 de abril del año 2000 .......... 159

Primer informe que realiza el Foro de las Culturas de la ciudad de Granada sobre la celebración de la fiesta del 2 de Enero tras la reunión celebrada el 24 de mayo de 2000 .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 1 65

Segundo informe que realiza el Foro de las Culturas de la ciudad de Granada sobre la celebración de la fiesta del 2 de Enero tras la reunión celebrada el 7 de junio de 2000 .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 1 69

Propuestas que realizan diferentes colectivos pertenecientes al Foro de las Culturas sobre la forma de celebrar la fiesta del 2 de Enero .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 1 73

Propuesta del Colectivo "Manifiesto 2 de Enero" para transformar el día ele La Toma en Fiesta ele las Culturas .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .... .. .... .. .. 1 73 Propuesta de la Asociación Cultural y Solidaria "Granada siempre" sobre la fiesta del 2 ele Enero ........ 1 76 Opciones y reflexiones que Garnata 2000 presenta en e/ debate ciuclaclano del Foro ele las Culturas sobre el día de "La Toma// ........................................ 1 78 Comunicado ele la Asociación ''Granada Traclicionar sobre la celebración del día ele La Toma ele Granada ante el Foro ele las Culturas .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .... .. .. .. .. .. .. .. 1 79 Propuesta ele! Colectivo "Nación Andaluza!' para transformar la fiesta ele/ 2 ele Enero............................ 1 80

Propuestas definitivas que realiza el Foro de las Culturas para la modificación de la fiesta del 2 de Enero a partir

de la reunión celebrada el día 1 de diciembre de 2000 .. .. 1 83

INTRODUCCIÓN

Con el tí tu lo de este 1 ibro se desarrolló en Granada, en los últimos días del mes de junio de 2000, el primer seminario que organiza el Foro de las Culturas. A pesar de la polémica que rodeó a este Foro, tanto en su creación como en su pues­ta en marcha, en la actualidad funciona con normalidad y prueba de ello es la organización de este seminario sobre Fiesta, Tradición y Cambio.

Con este seminario, el Foro pretendía tener maypr informa­ción especializada y estar mejor asesorado. Para ello, se reu­nió a especialistas de diversos campos (en este caso de la his­toria y de la antropología), para, en primer lugar, escuchar cómo se resuelven los conflictos en otras culturas y en otros tiempos y, en segundo lugar, debatir sobre cómo podemos resolver los conflictos que nosotros mismos tenemos.

Con ello hemos logrando alcanzar uno de los primeros objetivos del Foro: escuchar y escucharnos. El sencillo hecho de presentar en un Foro posiciones tan contrapuestas como las que defienden aquéllos que desean hacer desaparecer la fies­ta del 2 ele Enero y las que defienden aquéllos que no están dispuestos a cambiar ni una sola coma de su protocolo, es con mucho un gran logro de diálogo e intento ele convivencia. Algunos seguirán pensando que es bien poco, pero a los que vivimos desde dentro el Foro y sus debates, nos ha parecido enormemente enriquecedor. Cada cual puede decir lo que piensa, a veces en radical oposición a lo que otro defiende,

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pero todas las palabras son escuchadas y todas son aceptadas, aunque no todas se compartan. Pero sería bueno que además de contar "las formas" con las que discutimos en el Foro, rela­temos algo sobre "los fondos".

Dada la polémica existente en su tiempo y ahora en letar­go temporal, sería bueno que utilizáramos como ejemplo los debates actuales sobre la celebración de la fiesta del 2 de Enero. Durante varias reuniones el Foro se ha centrado en la discusión sobre la forma de celebrar dicha fiesta y lo ha hecho distanciándose de la polémica inmediata que dificul­ta siempre los análisis más racionales y las soluciones más consensuadas. Sin prisa y sin presión hemos discutido sobre cómo podría ser la celebración de una fiesta "tradicional" en la que todos puedan encontrar un espacio de reconocimien­to y nadie pueda decir que hay algo en la mísma con lo que no se siente identificado. No se trata de estar todos de acuer­do con todo, sino de tener un espacio festivo y de ocio en ese día, aunque sea mínimo, para cualquier granadino o grana­dina.

Los que vienen defendiendo el mantenimiento de la fiesta resaltan la imposibilidad de renovar su protocolo que es reflejo de un hecho histórico que no puede modificarse, aunque desde la perspectiva actual se produzca una lectura diferente a la que el hecho que se conmemora tuvo en su momento ("la historia es la historia, la celebración tradicional no es denigrante, sólo conmemora un hecho que ocurrió y que no puede modificar­se", "no estamos juzgando ahora si lo ocurrido fue bueno o malo", "la fiesta no insulta a nadie, sólo recuerda lo ocurrido"). Junto a ello se defiende que se trata de una tradición muy arrai­gada en Granada y es deseo de la mayoría de los granadinos mantenerla, por lo que se plantea como una cuestión de tole­rancia por parte de las minorías que pretenden la renovación

INTRODUCCIÓN

del protocolo tradicional. Lo que se propone es que tales mino­rías respeten dicho protocolo en los términos en los que se celebra actualmente ("¿por qué hay que ser tolerante con los vencidos de hace 500 años? También hay que respetar el sentir de Granada", "más del 80% de la población granadina desea que se respete la tradición, no por cuestiones ideológicas, sino como celebración lúdica y jocosa"). Desde estas posiciones las propuestas concretas pasan por la introducción de nuevos ele­mentos paralelos al protocolo tradicional, sin realizar en éste modificación alguna, aunque se muestran abiertos a debatir aspectos tales como la disminución de la presencia militar en el acto ("a pesar de que desluciría la fiesta y eliminaría la pre­sencia del que es al fin y al cabo un órgano del Estado espa­ñol"), retomando, eso sí, el manifiesto utilizado en anteriores años que ya tenía ciertas modificaciones menos bruscas que las del manifiesto utilizado este año y que han provocado tanta polémica. Por esta razón, se recomienda que los cambios que se produzcan sean graduales y respetuosos con el deseo de la mayoría de los granadinos, evitando así que se generen más disensiones y desacuerdos.

Desde las posiciones que promueven el cambio en la fies­ta, se entiende que la línea actual de celebración perpetúa el enfrentamiento y que la historia que actualmente se conme­mora es la escrita y manipulada por los vencedores ("el día 1 debe ser eliminado y el día 2 debe modificarse sin ceñirnos a la historia que está manipulada", "es vergonzoso celebrar lo que fue una limpieza étnica", "hay que cambiar la óptica y no hablar de vencedores y vencidos sino de una ciudad multicul­tural", "la fiesta reafirma y respalda lo ocurrido y perpetúa el enfrentamiento", "celebrar la victoria de unos sobre otros es provocador y ofensivo"). En esta línea argumental, se propo­nen modificaciones de la fiesta en diversos sentidos y, sobre todo, añadiendo al protocolo ya existente otras actividades

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que reflejen las diferentes posturas que conviven en la ciudad, haciendo así una fiesta con escenario múltiple, más enrique­cedora y sin imposiciones; o bien, redefiniendo el significado de la fiesta, hasta convertirla en un reencuentro entre culturas que ensalzan la paz ("puede respetarse el protocolo habitual pero añadiendo otros actos complementarios en marcos igual­mente importantes que reflejen las posturas diferentes", "hay que superar el anacrónico culto a la guerra en una etapa de florecimiento de la tolerancia y aprovechar la oportunidad para unirnos al culto a la paz", "celebrar el 2 de Enero como un reencuentro entre culturas, no como instrumento para fomentar el odio").

Ambas posturas, que seguramente tienen muchos más mati­ces que los que aquí estamos reflejando, tienen la "obligación" de encontrarse en algún lugar. Para "forzar" ese entendimien­to consideramos que sería muy útil pensarnos a nosotros mis­mos mucho más allá de "nuestras" polémicas cercanas y en la distancia, resolver nuestra forma de convivencia. Pensemos en la distancia y alejados de la polémica.

Para ello nos resultará muy C1til que reflexionemos sobre cómo la tradición supone un intento, basado en la invención, de aunarnos a todos juntos frente a algo o frente a alguien. Pero la tradición es siempre parte de la cultura y por ello en constante cambio y modificación. La cultura, frente a la idea de que puede tratarse de un objeto, se entiende y comprende mejor como un proceso en constante construcción por parte de aquellos que la crean: todos nosotros sin excepción. Por ello resultará Lltil reflexionar sobre cómo distanciarnos del etnocentrismo que pueda excluir cualquier sensibilización.

Como ya nos han enseñado muchos historiadores, lo que hoy conocemos como Europa se compone de una pluralidad

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de culturas cuyos orígenes han sido sistemáticamente reinven­tados frente al bárbaro, al infiel, al salvaje, al pobre, al incul­to, etc., en una construcción lineal de la historia, desde Grecia hasta el modo de vida típicamente occidental de finales del Siglo XX, en la que la mejor parte se la llevan aquellas cu !tu­ras -grupos socialmente dominantes- que han tenido poder y privilegio para definirse y distanciarse de los diferentes. De este modo, podemos percibir la imagen tópica de la historia de Europa desde una perspectiva que permite apreciar los detalles juzgados «insignificantes», «vulgares», «bárbaros», «primiti­vos)) «heréticos», etc., por una estética oficial que tiene, entre sus objetivos más profundos, el establecer las distancias a par­tir ele las diferencias. La norma y el objetivo ha sido el inven­tar y construir al "otro" para mejor definir al "nosotros". Y es cierto que el rechazo al otro, al distinto, al diferente ha sido una constante en la historia de las relaciones entre los pueblos. Pero el desconocimiento, la ignorancia, la superstición y la religión han desempeñado un papel muy importante en las distintas formas en que se puede clasificar la aversión hacia lo desconocido y lo diferente. En esta dinámica de identidad, la nación es una ele las categorías importantes, construida como categoría política tras la Revolución Francesa, siendo en la época moderna cuando la nación es introducida en Europa. Lo que posiblemente sirvió en otros tiempos para divisiones entre estratos sociales, a finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX permitió construir una distinción más territorial y más étni­ca. De lo que se trataba, y aún hoy se trata, es ele generar for­mas de diferenciación -similar a como funciona en el caso del racismo-, estableciendo como valores universales los valores particulares ele la sociedad a la que se pertenece y que, nor­malmente, son valores nacionales.

Pero hoy sabemos que las sociedades se configuran sobre todo por la presencia ele diversidad de personas y de grupos

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que comparten espacios sociales y culturales. Los distintos modos en que es percibida su pertenencia a grupos o las múltiples formas por las que manifiestan su identidad de género, de edad, de etnia, etc., ponen en evidencia la diver­sidad de culturas a las que representan. Más aún, dentro de una misma cultura se presentan diversas maneras de enten­der los mismos aspectos de esa cultura a la que se dice per­tenecer. Se hace cada vez más evidente la necesidad de esta­blecer, proponer, articular e implementar medidas por las que se puedan encauzar las condiciones de convivencia necesarias para que los miembros de una sociedad, compar­tiendo o no una cultura, puedan convivir en los conflictos sin desigualdades.

Por todo ello, y pese a que frecuentemente nos empeñamos en pensar que las culturas son grupos cerrados y constituidos por tradiciones y costumbres que los miembros de las mismas tienen en común, hoy se tiende a asumir con relativa facilidad que aquéllas son más bien la organización de las diversas sen­sibilidades que las constituyen, de las diversas formas de enten­der y comprender el mundo. Así, se hace cada vez más evi­dente la idea de que las sociedades complejas se configuran sobre todo por la presencia de diversas culturas que obligan a proponer, establecer, articular e implementar medidas por las que se puedan encauzar las condiciones de convivencia nece­sarias para su desarrollo, en igualdad de condiciones para todas ellas.

Para eso, la cultura ha de ser entendida no como un con­junto de conocimientos y saberes cerrados, sino como una serie de habilidades, acciones y formas de comprensión del mundo que un determinado grupo humano comparte, en constante proceso de cambio y de transformación. En la medida en que todos participamos de varias culturas y que

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también somos competentes en varias culturas, deberíamos reivindicar nuestro derecho a desplegarlas todas y nuestro deber de respetar las de los otros. De ahí que, en adelante, convenga entender la cultura en términos de "las culturas".

Pero, además de lo dicho, se debe pensar en que la cul­tura es, tal vez, lo más específicamente propio de lo huma­no, que nos diferencia y nos distancia irremisiblemente de lo animal (aunque también se habla de cultura y proto-cul­tura para algunas especies animales). Más allá -y también más acá- de los instintos o de la inteligencia, la cultura pro­vee al ser humano de los saberes, destrezas y habilidades necesarios para ser humano; esto es, comunicarse, produ­cirse y reproducirse con otros seres humanos con vistas a asegurar su pervivencia adaptándose lo más adecuadamen­te posible al contexto y al entorno físico. La idea de con­junto, implícita en el concepto de cultura, hace pensar en ésta como una serie de características inmutables que se suman y se atribuyen a grupos diferentes de personas para identificarlas y, a menudo, para producir estereotipos. Es en esta dimensión del concepto en la que se equipara cultura con lo que un grupo hereda y lega: historia, tradiciones, len­gua, artes, costumbres religiosas y valores. De este modo, la cultura aparece como un todo estructurado de maneras de actuar, de pensar y de creer, que proporciona a los grupos humanos respuestas a los problemas que presenta el entor­no, a la vez que asegura la cohesión entre sus miembros. El concepto así expresado dista mucho, sin embargo, de con­ciliar consenso. Frente a él, frente a la idea de que la cultu­ra es un legado, fijo y definitivo, que el individuo recibe en el grupo en el que nace, se yergue la cultura como una ela­boración colectiva, en constante transformación: la cultura no es sólo lo que se da, sino lo que se tiene y se está dis­puesto a mantener.

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Es necesario, igualmente, contemplar el principio de diversi­dad del que se constituye toda cultura. Cada individuo posee una versión propia, personal y subjetiva, de la cultura que los demás (entre ellos el científico social) le atribuyen, así como del modo en que funcionan las cosas en su grupo. Esa versión no es por tanto coincidente con la de otros miembros componentes del grupo. Así, lo que se presenta como la cultura de un grupo no es más que la organización de la diversidad propia de toda sociedad humana, versiones diferentes pero equivalentes o «CO­

validables» del mundo y de la vida que no inhiben ni impiden la identificación y el reconocimiento entre individuos que pose­en esquemas mutuamente inteligibles. En este sentido, la cultu­ra tiene una uniformidad hablada más que una unidad real. Pero, además, el individuo no pertenece sólo y exclusivamente a un grupo. Incluso en las sociedades más simples, su pertenen­cia a distintos grupos viene marcada fundamentalmente por la edad y el sexo. En las sociedades más complejas la multiplici­dad de pertenencias se hace casi infinita -a un partido político y/o a una iglesia y/o a un club de fútbol y/o a una cofradía y/o a una asociación de excombatientes y ... así ad nauseam-, aunque siempre predominen unas sobre otras marcando el territorio, real o simbólico, de valores compartidos, normas a seguir y comportamientos esperados. La pertenencia a un grupo suele ir acompañada de algCm rito de pasaje que consagra al nuevo miembro. El reconocimiento es, quizás, el grado máximo de aceptación, la expresión última de una identidad finalmente asumida y compartida. Todo ello se hace generalmente median­te la coerción, la coacción o la imposición -con todo un cuer­po de conocimientos seleccionados, registrados y transmitidos en la familia, en la escuela o en los medios de comunicación­en un marco de relaciones, de dependencia, de subordinación, de explotación, de dominación y de poder, donde prevalece la desigual posición de unos individuos frente a otros y de unos grupos frente a otros. Por ejemplo, el nacimiento, el sexo, la

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edad, la religión o la etnia determinan el juego de relaciones entre individuos y entre grupos. Esto quiere decir que unos y otros ven limitadas sus posibilidades de acción al marco de rela­ciones que les impone su reconocimiento y su pertenencia a grupos, colectivos, comunidades, naciones: varones/mujeres, niños/adultos, españoles/marroquíes, creyentes/agnósticos, etc.

Finalmente, la cultura es un concepto dinámico que tiene en cuenta los elementos comunes que definen a una colectivi­dad, pero también los que la hacen plural, diversa, abierta y receptiva a la innovación y al cambio, a la revisión y actuali­zación de valores, normas y tradiciones que incorporen e inte­gren nuevos elementos que la renueven adaptándola a un mundo en continua transformación. Las culturas que se resis­ten al cambio tienen muchas más probabilidades de desapare­cer que aquéllas que saben evolucionar al ritmo de los tiem­pos. Llevada la reflexión al caso concreto de la ciudad de Granada, el respaldo institucional que hasta ahora su Ayuntamiento ha prestado a celebraciones como la ofrenda floral a la Virgen de las Angustias o la fiesta del 2 de Enero, por ejemplo, puede ser sentido por una parte de sus ciudadanos como un gesto de reconocimiento hacia determinados aspec­tos de la historia de Granada (en estos casos, fundamen­talmente de tipo religioso y bélico, por muy «objetivos» que se presenten) frente a otros muchos posibles que, por no ser obje­to de un mismo tratamiento, excluyen a quienes gustarían de verse representados en ellos, en tanto que granadinos. De ahí, la necesidad de un Foro en el que sus miembros no se limiten a seguir las definiciones de la Real Academia acerca de la cul­tura, sino que la definan y re-definan permanentemente, en un esfuerzo por mantener el diálogo abierto con el pasado y la esperanza de una ciudad diversa, plural y multicultural.

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Sobre este conjunto de premisas se construyó la idea del Foro de las Culturas para la ciudad de Granada que pretendía convertirse en un referente para el debate y la discusión sobre el derecho de todas las culturas a contar con espacios de reco­nocimiento. Según este principio, dos serían los objetivos bási­cos del Foro de las Culturas:

Promover el estudio y el debate en torno a las formas de convivencia de las diversas culturas, con objeto de ase­sorar a las administraciones públicas, en general, y al Ayuntamiento de Granada, en particular, para que se desarrollen acciones políticas y de intervención que favorezcan la mejora de la convivencia intercultural y la consoliden. Situar a la Ciudad de Granada como punto de referen­cia para todo el Estado en el que se muestre el modo en que es posible asegurar un trato igualitario y un recono­cimiento a las minorías culturales.

Así, sobre el debate y la acción sensibilizadora, este Foro de las Culturas ha intentado servir de guía al Ayuntamiento de Granada para que encuentre la pluralidad de discursos que le permitan orientar sus múltiples políticas de atención a la diver­sidad cultural y, al mismo tiempo, un espacio de proyección de la ciudad de Granada hacia el exterior, a modo de embaja­da para la promoción de la convivencia intercultural. De esta manera, Granada podrá entrar en el Siglo XXI construyéndose sobre la base de una ciudad multicultural, recuperando parte de su pasado, a la vez que se apunta a las dinámicas que en el mismo sentido se dan en otras ciudades del mundo.

Unánimemente acogido por los grupos políticos represen­tados en el Ayuntamiento de Granada, el Foro comenzó su andadura abordando un primer conjunto de temas que se han

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convertido en patrimonio cultural de la ciudad de Granada: sus celebraciones y fiestas. En este primer año hemos solicita­do la "recuperación" de la fiesta de Mariana Pineda y nos hemos puesto a trabajar sobre la fiesta del 2 de Enero. Ante las distintas posiciones encontradas y enfrentadas respecto a su conmemoración, el Foro ha intentado contribuir a acercarlas con el rigor histórico correspondiente y con el respeto hacia los colectivos que representan y defienden unas y otras. Este texto que presentamos es un paso más en la búsqueda del conocimiento que nos permita encontrar ese consenso.

**************************** Como decimos, en este volumen se recogen, fundamen­

talmente, los trabajos presentados al Seminario Fiesta, Tradición y Cambio que se celebró en junio de 2000 en la ciu­dad de Granada e impulsado por el Foro de las Culturas.

El primero de los trabajos es firmado por la profesora Elena Hernández Sandoica. Ella es Catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense y entre sus preocupaciones científicas están la historia cultural y la escritu­ra de la historia, sus corrientes y problemas principales. En el cruce de ambas preocupaciones se sitúa su libro Los términos de la historia. Cuestiones de historiografía y método (1995). Ha sido profesora visitante en la Universidad de la Habana y en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, en París.

Su trabajo en este volumen se centra, en primer lugar, en situar los conceptos principales ("fiesta" y "memoria históri­ca") en el marco de la nueva historiografía de orientación social y antropológica; y, en segundo lugar, en abordar una serie de cuestiones polémicas sobre el uso (o los usos) políti­cos de la conmemoración, tratando de poner de relieve aque­llos aspectos que más interesantes resultan actualmente, a jui­cio de la ponente, en el debate de los historiadores.

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El segundo de los trabajos es el firmado por el historiador y escritor Agustí Colomines i Companys. Él es doctor en Historia y profesor titular del Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat de Barcelona. Ha sido profesor visitante en la University of East Anglia (Reino Unido) y es miembro del Centre d'Estudis Histories lnternacionals-Pavelló de la República de la Universitat de Barcelona y, desde 1996, de la Association for the Study of Ethnicity and Nationalism (ASEN) de la London School of Economics. Es, además, coeditor de las revistas Afers. Fu lis de recerca i pensament y El Contemporani. Ha publicado los libros: Catarroja 1936/1939: insurgent i admi­nistrada, Ajuntament de Catarroja, 1987; El Catalanisme i I'Estat. La 1/uita parlamentaria per /'autonomía, 1898-191 7, Publicacions de 1' Abadía de Montserrat, 1993, prologado por Miquel Roca i Junyent; Les Bases de Manresa de 1892 i els orí­gens del catalanisme, Generalitat de Catalunya, 1992, conjun­tamente con Josep Termes, y, junto a Vicent S. Olmos, L'Espai Local. Bibliografía de I'Horta-Sud. lndagacions i Propostes, ldeco, 1990 y Les raons del passat. Tendencies historiografiques actua/s, Editorial Afers, 1998. Ha coordinado el libro colectivo La resposta catalana a la crisi i la perdua colonial de 1898. Asimismo ha publicado artículos especializados en L'Avenc;:, Historia Contemporánea o L'Espi/1 y es, también, colaborador habitual de la prensa diaria catalana. Como escritor ha publi­cado los poemarios Poemes de la néta del general (1993), De formes i 1/egendes o la desproporcíó deis somnis (1997) y La ira deis dies (2000). Es responsable de la selección de poesía del programa radiofónico "Catalunya Nit" de Catalunya Radio.

En el trabajo que recogemos en esta obra, tras una intro­ducción sobre la importancia de la "historia pequeña" frente a la llamada "gran historia", desarrolla su particular posición a partir de tres enunciados: la simbología y el nacionalismo banal, la historiografía y la construcción del ceremonial

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nacionalista y la revisión de los mitos. Siguiendo a veces las tesis de Billig sobre la nacionalización cotidiana de la simbo­logía, en otras ocasiones los trabajos de Quintana sobre la transformación de la Fiesta del Estandarte y de la figura del Rey Jaime 1 en Mallorca después de la conquista y del"genocidio" de los musulmanes o, en otras, las de Fabregas sobre las raíces legendarias de los pueblos y la construcción del imaginario de la patria, intenta reflexionar, por un lado, acerca de los Estados-nación y las minorías nacionales y, por otro, sobre la transformación de los mitos a través de la historia como resul­tado de las luchas sociales.

El tercero de los trabajos esta firmado por el antropólogo Manuel Delgado Ruiz. Él es profesor titular de Antropología en la Universidad de Barcelona y ha trabajado sobre los procesos de producción de la identidad en contextos urbanos. Es autor entre otros libros de: De la muerte de un dios (1986}¡ La ira sagrada (1991 ), Las palabras de otro hombre (1992) y El ani­mal público (Premio Anagrama de Ensayo 1999).

En su trabajo nos explica como en las sociedades comple­jas, los estados de excepción festivos pueden ser mecanismos al servicio bien de la afirmación de una imaginaria identidad común, bien de la disolución de cualquier identidad individual o compartida, en una apropiación masiva e indiferenciada de los espacios públicos. Si en el primer caso, la fiesta se conduce como un dispositivo de exclusión, puesto que sólo admite a quienes pueden ser reconocidos como "uno de los nuestros", en la segunda lleva hasta las últimas consecuencias la capaci­dad integradora del anonimato. De ahí que la fiesta se consti­tuya en instrumento central tanto de los procesos al servicio de la imposible coherencia cultural de un territorio, como de aquellos otros que tienen la cohesión social como meta. La fies­ta es, en este Ciltimo uso, herramienta y metáfora de la convi-

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vencia entre quienes, siendo y sabiéndose distintos, entienden la diferencia que encarnan como superable.

El cuarto de los trabajos es el del profesor Honorio Velasco Maillo. Él es catedrático de Antropología Social UNED y entre sus publicaciones principales destacan las siguientes: Tiempo de fiesta. Ensayos antropológicos sobre las fiestas en España; La Cultura y las Culturas. Lecturas de Antropología Social y Cultural; Lecturas de Antropología para educadores; La Lógica de la investigación etnográfica. Rituales y proceso social y Es un voto. Ha sido también profesor invitado y conferenciante en: University of Chicago, University of lllinois at Chicago Circle, University of California Berkeley, Indiana University Bloomington, Cornell University, ... y las universidades españo­las: Complutense, Santiago, Granada, Valladolid, Murcia, Huelva, Sevilla, Menéndez y Pelayo, Burgos, Zaragoza, Rovira i Virgili ....

En el trabajo que nos presenta nos indica cómo en muchas poblaciones rurales que mantenían un sistema de fiestas articu­lado, la entrada en los tiempos modernos ha conllevado cam­bios sustantivos. Se han dejado de celebrar no pocas fiestas o se abandonado algunas prácticas festivas, pero algCtn tiempo después han comenzado a recuperarse, a revitalizarse y a insti­tuirse "tradiciones" de un modo un tanto imprevisto por los teó­ricos de la modernización. Las recuperaciones o el manteni­miento de la continuidad tradicional no se ha hecho sin cam­bios. No pocas fiestas se han desplazado hacia fechas más oportunas, aunque tales desplazamientos han provocado reac­ciones de resistencia pues afectaban al orden del tiempo de la vida tradicional. Los conflictos entre sectores partidarios o no de los cambios se han resuelto de forma variada. Por otra parte, la fiestas "tradicionales" han sido reelaboradas en los tiempos modernos en varias direcciones: por un lado, se han tomado

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como escenarios de expresión y de ejercicio y activación de las identidades colectivas territoriales; por otro lado, se han ido configurando como espectáculos ofrecidos más o menos inten­cionadamente a visitantes y turistas. Con todo, se nos indica como éstos son algunos de los modos de la pervivencia de las tradiciones en los tiempos modernos.

Por último, el profesor José Luis García García firma el quin­to trabajo. Él es catedrático de Antropología Social y en la actua­lidad Director del Departamento de Antropología Social de la Universidad Complutense. Ha realizado trabajo de campo en Asturias, en la Comarca de Los Oseas y en la Cuenca Minera Central. Su interés teórico se mueve dentro del ámbito de la Antropología cognitiva y simbólica, y dirige en la actualidad una investigación sobre seis zonas mineras españolas. Entre sus publi­caciones destacan Antropología del Territorio, Prácticas Paternalistas y Rituales y Proceso Social.

Él nos explica como a los rituales se les suele atribuir un papel fundamental en la organización social y en la construc­ción de las identidades colectivas. Ello implicaría también que los rituales poseen una fuerte capacidad de exclusión: se con­textualizan con frecuencia dentro de fronteras físicas y marcan fronteras sociales. Pero no todos los rituales operan de la misma manera. Se tratará de analizar las características de los rituales de frontera y valorar su realidad cultural y sus conse­cuencias sociales. Para poder realizar tal análisis, el autor dis­tingue dos tipos de rituales festivos: las conmemoraciones y la celebraciones. Las primeras están directa o indirectamente ancladas en el pasado, las segundas se justifican en su misma realización. Las celebraciones admiten siempre una mayor fle­xibilidad, incluyen actuaciones más espontáneas y modifica­bles, y los sujetos participan en ellas de forma más individual que en las conmemoraciones. Bajo esta argumentación, en el

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trabajo se trata de reflexionar sobre el acontecimiento festivo del 2 de Enero en Granada y trata de responder, desde la Antropología, a acontecimientos de esta naturaleza. Se plantea la necesidad de ser capaces de explicar las reacciones antagó­nicas de los participantes ante las propuestas de transforma­ción. Para ello, defiende que es necesario partir de una visión conjunta de los acontecimientos festivos y de una tipología que explique por qué ante algunos de ellos los actores recha­zan cualquier modificación y, ante otros, esos mismos actores parecen no darle importancia a los cambios.

Hasta aquí los diferentes textos que se corresponden con los trabajos presentados por los ci neo ponentes en el Seminario Fiesta, Tradición y Cambio. Junto a estos textos hemos creído oportuno incluir diferentes materiales produci­dos por el Foro de las Culturas que permitirán, sin lugar a dudas, no sólo conocer el trabajo desarrollado por el citado Foro, sino, además, ayudar a conocer con más detalle la plu­ralidad de opiniones y visiones que se muestran a la hora de reflexionar sobre las formas de organizar nuestra convivencia. Con todo ello, creemos haber contribuido a uno de los objeti­vos que nos marcamos cuando nos pusimos en marcha: esta­blecer espacios ciudadanos para el diálogo y el debate que pudieran mostrar las diferentes versiones del mundo que pose­emos aquellos que compartimos un mismo espacio social. Tales versiones diversas, lejos de ser un impedimento para la vida en común, terminarán descubriéndose como una parte condicionante de las relaciones sociales.

Esperamos y deseamos que estos Papeles del Foro de las Culturas nos ayuden en la construcción de esas sociedades en las que todos tengan su espacio de convivencia en común.