El concepto filosófico de persona

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EL CONCEPTO FILOSÓFICO DE PERSONA Por: Carlos Enrique Pettoruti “Los seres racionales llámanse personas porque su naturaleza los distingue ya como fines en sí mismos” (Kant 1 ) 1.- Introducción: “La persona es un bebé” Muchos años atrás recuerdo haber leído un libro cuyo título era “El bebé es una persona”. Reflexionando ahora acerca del concepto de “persona” se me ocurre invertir los términos del título: “La persona es un bebé”. Claro es que esto lo expreso no precisamente fundado en la convicción de que todos nosotros andamos gateando con chupete y balbuceando palabras. Somos bebés en el sentido de cómo personas vivimos en proceso de construcción, de cambio, de modificación permanente, tanto desde el ámbito físico, como el psíquico y el social. Pero este cambio permanente, que también, como veremos se ve reflejado por el cambio permanente de las concepciones filosóficas acerca de la “persona” a través del tiempo, no debe ser entendido o confundido con un “caos permanente”. Cambio no necesariamente significa caos o desorden. Tal vez por eso es posible afirmar que en el concepto de El autor es Abogado, Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales (UNLP), Profesor Titular Ordinario de Introducción al Derecho en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP y miembro de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba. 1 KANT, Emmanuel: “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”, Ed. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1946, pág.83 1

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EL CONCEPTO FILOSÓFICO DE PERSONA

Por: Carlos Enrique Pettoruti

“Los seres racionales llámanse personas porque su naturaleza

los distingue ya como fines en sí mismos” (Kant1)

1.- Introducción: “La persona es un bebé”

Muchos años atrás recuerdo haber leído un libro cuyo

título era “El bebé es una persona”. Reflexionando ahora

acerca del concepto de “persona” se me ocurre invertir los

términos del título: “La persona es un bebé”.

Claro es que esto lo expreso no precisamente fundado

en la convicción de que todos nosotros andamos gateando con

chupete y balbuceando palabras. Somos bebés en el sentido

de cómo personas vivimos en proceso de construcción, de

cambio, de modificación permanente, tanto desde el ámbito

físico, como el psíquico y el social.

Pero este cambio permanente, que también, como veremos

se ve reflejado por el cambio permanente de las

concepciones filosóficas acerca de la “persona” a través

del tiempo, no debe ser entendido o confundido con un “caos

permanente”.

Cambio no necesariamente significa caos o desorden.

Tal vez por eso es posible afirmar que en el concepto de

El autor es Abogado, Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales (UNLP), Profesor Titular Ordinariode Introducción al Derecho en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP y miembrode la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba.1 KANT, Emmanuel: “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”,Ed. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1946, pág.83

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persona convergen múltiples proporciones y perspectivas

equilibradas. Elijo por ello la tradicional imagen del

“Hombre de Vitrubio” dibujada por el genial Leonardo como

punto de partida de este desarrollo que no pretende otra

cosa que reflexionar acerca de las distintas visiones que

desde antes y hasta hoy han existido en torno al complejo

término “persona.

Para seguir este recorrido propongo analizar los

distintos sentidos que se atribuyen a esta palabra, para lo

cual también es necesario establecer los variados ámbitos

de referencia en los cuales se utiliza, pero nunca dejando

de tener en cuenta que el concepto “persona” se inserta en

una perspectiva culturalista, tras la cual siempre subyacen

elementos éticos y humanistas.

2.- Una persona, muchas personas.

Sabido es que toda palabra puede ser ambigua y vaga.

Ambigua porque con ella podemos referirnos a cosas muy

diversas y vaga porque muchas veces no se halla

adecuadamente limitado su ámbito de referencia.

Las palabras de uso corriente no suelen cargarnos con

grandes inquietudes en cuanto a su sentido o ámbito de

referencia: “libro”, “lápiz” o “manzana” no suelen ser

términos que generen encendidos debates. Claro es que no

ocurre lo mismo con palabras como “justicia”, “libertad”,

“dignidad”, “derecho” o, como en el caso que nos ocupa

especialmente “persona”. Se tratan todas ellas de vocablos

2

que poseen una gran carga emotiva, lo cual esencialmente no

es incorrecto, por el contrario, forma parte de las

funciones del lenguaje no solamente transmitir información

objetiva, sino también emociones, sentimientos u opiniones.

Claro es que la carga emotiva siempre dificulta la

univocidad del término.

También sabemos que toda palabra posee una designación

y una denotación. La designación está constituida por el

conjunto de propiedades de la cosa referida, y la

denotación comprende a todas aquellas cosas u objetos que

son nombrados por una palabra.

El problema de la designación y de la denotación no es

poca cosa, especialmente en lo que al término “persona” se

refiere. En efecto, auguro un problemático capo de

interminables discusiones cuando se intente establecer

cuáles son las propiedades o características que debe

cumplir alguien, un ser, para que nos refiramos a él como

persona. Como veremos mas adelante, el problema de la

denotación de la personalidad es un punto crucial para el

derecho. Pensemos tan sólo como ejemplo en un par de

preguntas con consecuencias jurídicas: ¿es un embrión

humano congelado una persona? ¿podemos afirmar que una

sociedad comercial sea realmente una persona, es decir,

posea personería jurídica, como suele decirse?. Por

supuesto, cuanto mayores o más amplias sean las propiedades

de la personalidad que admitamos, más restringida será la

denotación del término (haciendo un juego de palabras sería

algo así como: “a más persona, menos personas”). Por eso se

3

dice que entre designación y denotación existe una relación

inversamente proporcional.

Pensemos un poco en las múltiples alternativas en las

que utilizamos término “persona”: como sinónimo de

individuo, de hombre o mujer, para referirnos a la

presencia física de alguien (“en persona”), para referirnos

a la intimidad (“personal”), para mencionar a un individuo

que nos desagrada (“persona no grata”), para referirnos a

la unidad de ejercicio de los derechos (“persona jurídica”)

y hasta para hacer mención a los accidentes gramaticales

propios del verbo (“primera, segunda o tercera persona”),

entre tantísimas otras acepciones

De algo podemos hallarnos seguros, por constituir algo

evidente, y es que el concepto de persona que tanto nos

ocupa ha ido cambiando según el contexto histórico y social

en el cual ha sido considerado, aunque siempre ha mantenido

un sustrato común: su vinculación esencial con el concepto

de “hombre”. Los términos “persona” y “hombre” se hallan

intrínsecamente co-implicadas, aunque no se traten

específicamente de lo mismo: la palabra “persona” suele

hallarse vinculada al mundo de la cultura y a los valores

éticos y jurídicos, por lo que parece ser un término

agregado al concepto de “hombre”: el término griego

“prosopon” como máscara sobrepuesta, o bien el verbo latino

“personare”, es decir, sonar a través de algo. Por ello

existe un refrán jurídico que afirma “homo pluses personas

sustinet” (el hombre desempeña muchos papeles).

4

Pero no menos dificultades semánticas hallamos también

con la palabra “hombre”: ser racional (varón o mujer),

grupo determinado del género humano (el hombre americano),

individuo con cualidades varoniles (“todo un hombre”),

marido, cobarde (“poco hombre”), individuo indeterminado

(“hombre al agua”) y hasta una interjección mas propia de

los españoles (“¡hombre!”).

3.- Los diversos ámbitos de referencia.-

De acuerdo con lo antedicho, se presenta, entonces, la

necesidad de establecer las perspectivas del concepto

“persona” según los distintos ámbitos de referencia del

término. La sociología, el derecho, la psicología, la

historia, la antropología y esencialmente la filosofía han

tratado de brindar una explicación al respecto.

La sociología ha considerado a la persona en el

contexto de los diversos vínculos que se construyen en la

sociedad los procesos, es decir, visualiza a la persona en

el marco de la vida en sociedad, es decir, de las

sociedades humanas.

El derecho enmarca a la persona en el contexto de sus

capacidades, derechos, deberes y responsabilidades.

La psicología enfoca el concepto de persona desde la

perspectiva de esta disciplina que estudia los procesos

mentales, incluyendo procesos cognitivos de los individuos

y las estructuras de razonamiento y racionalidad cultural.

5

La historia se ocupa de un análisis de la persona

desde la perspectiva del desarrollo de los acontecimientos

de la humanidad.

La antropología abarca el estudio del ser humano desde

diversas esferas, casi diríamos “holístico”, pero siempre

considerándolo parte de una sociedad.

Todas estas son legítimas visiones que elaboran una

noción de “persona” en el ámbito de las ciencias sociales,

pero que en su última instancia convergen en ese saber

totalizador, crítico y omnicomprensivo que es la filosofía,

y precisamente como dice Balbino Zubiri2 tratar este tema

filosóficamente no implica eliminar los otros aspectos de

la cuestión, sino justamente al revés, se le da su

verdadero centro de gravedad y se lo fundamenta en una

noción clara y precisa de lo que es ser “persona”.

4.- Filosofía de la persona y filosofía del hombre.

Si partimos de la base que una de las características

del conocimiento filosófico es su reflexividad, hallaremos

necesariamente una estrecha vinculación entre el hombre y

la filosofía, al punto tal de reconocer, juntamente con

Francisco Romero3, que el hombre es “filosofía en acción”,

precisamente por el señalado carácter de reflexividad del

pensamiento. Esto lleva a afirmad que la filosofía de la

persona no es otra cosa que la filosofía misma.

2 ZUBIRI, Balbino: “El hombre, realidad personal”, Revista deOccidente, Madrid, 1963.3 ROMERO, Francisco: “Filosofía de la persona”, Ed. Losada, BuenosAires, 1944.

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Es importante aquí que dediquemos un breve espacio de

reflexión a tres conceptos estrechamente vinculados:

“persona”, “hombre” e “individuo”.

La idea de persona y la idea de individuo convergen en

la noción de hombre (o ser humano), pero desde perspectivas

distintas.

La “personalidad” está determinada por todas aquellas

posibilidades que el hombre ejerce en el ámbito de su

libertad. Se define entonces como una característica

positiva: una adición de cualidades.

La “individualidad” se establece por defecto, es

decir, cuando se es un individuo, no se es otro.

De lo anteriormente expresado, es posible concluir que

el concepto filosófico de “persona” dependerá del

posicionamiento del hombre frente a la filosofía. Y, como

es sabido, este posicionamiento no ha sido siempre el

mismo. Ha transcurrido por varios momentos y etapas.

Podríamos ensayar una sistematización (que, como toda

clasificación puede ser criticable o arbitraria, pero

intento clasificatorio al fin) de seis momentos o

perspectivas filosóficas sucesivas que a través de una

especie de “túnel del tiempo” nos muestran cómo ha sido

considerada la persona dentro de un sistema filosófico, y

porqué: la Antigua Grecia, la Edad Media, la “revolución”

del Idealismo como paso de ingreso a la modernidad, la

contemporaneidad y el hoy, es decir, la actualidad.

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5.- El concepto de “persona” en la filosofía griega.

Si algo ha caracterizado al pensamiento filosófico

griego es su visión ontológica “realista”, lo cual permitió

una clara distinción entre la naturaleza (physis) y la

sociedad (polis). Si bien el hombre formaba parte de la

naturaleza, se caracterizaba también por compartir su vida

con sus semejantes sobre la base de una organización social

y normativa en la “polis”.

Uno de los puntos máximos de la revalorización

filosófica del hombre como tal en los verdaderos principios

de antropología filosófica que surgen de la obra del genial

Sócrates (no en vano en honor a su natalicio ha sido fijado

el “día de la filosofía”), quien se alzó frente al

relativismo escéptico de los sofistas, realzando las

características éticas del hombre, su capacidad y

posibilidades de conocimiento de la verdad, y su esencia

individual única e irrepetible.

Fue precisamente esta forma de percepción y

explicación de la realidad que elaboraron los filósofos lo

que permitió desarrollar las ideas de “hypóstasis” y

“prosopon”.

El término griego “hypóstasis” fue utilizado para

referirse al ser o a la sustancia, puede ser entendido como

substrato y también puede explicar aquello que esta

“sotopuesto” o puesto por debajo, como soporte, como

naturaleza.

Frente a lo “sotopuesto” está lo “sobrepuesto”, lo

puesto por arriba, lo que se ve o exhibe. Ésa es la

8

“prosopon”, nombre con el cual además los griegos hacían

referencia a las máscaras propias del teatro clásico, en

virtud de las cuales cada actor representaba un

“personaje”. La personalidad era así entendida como una

proyección del individuo hacia la sociedad. Nuestro

carácter de hombres, en tanto seres biológicos, es nuestra

hypóstasis o sustrato, y el cómo esa racionalidad e

individualidad se proyecta socialmente es nuestra prosopon

o personalidad.

Mucho se ha debatido acerca de si los griegos

elaboraron una idea de persona en el sentido de “persona

humana” en el sentido que luego fue desarrollado por los

pensadores cristianos. Tal vez no ha sido así, pero lo

cierto es que podemos concluir que elaboraron un concepto

de que la personalidad del hombre que le permite trascender

su ser como parte del cosmos y también como parte de la

polis4.

Ésta ha sido uno de los importantes legados del

pensamiento griego: el hombre tiene una naturaleza

biológica, pero también una dimensión social.

6.- La “persona” en la Edad Media.

Si bien es cierto que la introducción cultural del

cristianismo no ocurrió propiamente durante la Edad Media,

sino durante los últimos tiempos del Imperio Romano en la

antigüedad, durante esta época se consolidó la noción del

hombre como ser creado por Dios, y como tal, dotado de

4 Conf. en tal sentido FERRATER MORA, José: “Diccionario de Filosofía”,voz “Persona”, Ed. Alianza, Madrid, 1979.

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dignidad y racionalidad. Una racionalidad que le permitía

acceder al conocimiento de los fundamentos del derecho

divino y comprender así el llamado derecho natural

(definido por Santo Tomás de Aquino como la participación

racional del hombre en el conocimiento de la ley divina).

Los términos griegos “prosopon” e “hypóstasis” fueron

utilizados además para explicar los misterios de la

religión cristiana: según el Concilio de Nicea (año 325)

Jesucristo posee dos naturalezas (humana y divina) pero una

sola persona divina subsistente, y la Santísima Trinidad

posee una sola naturaleza divina, pero está integrada por

tres personas (Padre Hijo y Espíritu Santo).

Todos estos fundamentos permitieron a autores como

Boecio sostener que “la persona es una sustancia individual

de naturaleza racional”.

Claro que esta visión filosófica ha sido por momentos

más teórica que real. De otra manera no resulta

comprensible que bajo estos principios y fundamentos la

sociedad medieval continuara con prácticas tales como la

esclavitud y las muertes infamantes. En síntesis: la

persona tenía, por esencia, dignidad, pero ¿Quiénes estaban

alcanzados por el término “persona”?

Otro aspecto que debe remarcarse en esta época es que,

más allá de las distintas teorías y sistemas filosóficos

que se elaboraron, la mayoría de las líneas del pensamiento

asignaron a la persona una suerte de “dependencia

teológica”.

10

A diferencia de la filosofía griega, según la cual la

persona y su sustrato (prosopon e hipóstasis) convergían en

un individuo que se vinculaba en sociedad, obviamente,

según diversos niveles, perspectivas o posibilidades, pero

siempre bajo la libertad que brinda el ejercicio de la

razón, durante la Edad Media el obrar humano, nuestra

personalidad, estaba delineada, preestablecida por quien

nos había creado (quien, después de todo, se había tomado

el trabajo de hacerlo a su imagen y semejanza).

El libre albedrío humano se hallaba condicionado.

7.- El impacto del idealismo filosófico.

Hasta el siglo XV y principios del siglo XVI los

sistemas filosóficos vigentes en el continente europeo

presentaban la característica marca de realismo griego, es

decir, un pensamiento que daba por sentada la existencia de

las cosas, de realidades exteriores al sujeto pensante (ya

se trates de realidades cosmológicas o teológicas).

Pero cierto es que los grandes cambios de todo tipo

acaecidos en esa época, pusieron en crisis toda la

estructura de conocimientos adquiridos: la redondez de la

tierra, las verdades religiosas, la estructura del universo

y, fundamentalmente, las bases filosóficas del pensamiento.

Aunque no el único, aunque sí tal vez el pensador mas

destacado de la época, fue Renée Descartes quien propuso un

replanteo epistemológico según el cual más importante que

conocer era hallar un camino apropiado y certero para ello.

Esa idea lo impulsó a reconstruir la realidad y el universo

11

pero ya no con apoyo en una teoría cosmológica (como los

griegos) o teológica (como lo eran mayoritariamente las

concepciones medievales), sino con estricto apoyo en la

razón humana.

La razón humana es la que provoca la duda, la duda

evidencia el pensamiento, y, finalmente, el pensamiento

justifica mi existencia.

A partir del pensamiento cartesiano se desató en

Europa una controversia filosófica acerca de los orígenes o

esencia del conocimiento que se proyecta hasta nuestros

días y en distintas disciplinas: el dilema entre razón y

experiencia, o, dicho de otra forma, la confrontación entre

el racionalismo y el empirismo.

Paradójicamente, estas dos posiciones antitéticas

tenían un sustrato común: se a través de su razón o sea a

través de la captación empírica, lo cierto es que el hombre

vuelve a posicionarse como centro de la reflexión

filosófica. Sólo se discute (y no es poca cosa) cuál es el

camino para acceder al conocimiento.

El racionalismo filosófico tuvo más arraigo que el

empirismo en la Europa continental (no así en Gran

Bretaña), y llevó a pensadores como Gottfried Leibnitz a

concluir que es persona todo ser pensante e inteligente,

capaz de razón y reflexión, que tiene la capacidad de

considerarse a sí mismo como la misma cosa y que piensa en

distintos tiempos y en diferentes lugares, lo cual es

12

posible ya que posee el sentimiento de sus propias

acciones5.

Pero ¿qué es lo que debe prevalecer en la

conceptualización de la persona? ¿la razón o la

experiencia? ¿es que somos solamente una mera “sustancia

pensante” como afirmaba Descartes?. En el marco de esta

disputa producida entre el racionalismo y el empirismo, se

introduce el concepto de “yo” o “conciencia”, y será un

genial filósofo posterior quien intentará encontrar una

respuesta apropiada a estos interrogantes.

8.- La modernidad: influencia de la filosofía kantiana.

Durante el siglo XVII surge en Europa la llamada

Ilustración. Este período que también fue llamado “siglo

de las luces”, se caracterizó por tratar de descubrir los

más intrincados secretos del universo a través de la razón.

Uno de sus más destacados expositores desde la perspectiva

filosófica, y particularmente en el campo de la ética ha

sido Emmanuel Kant.

Resulta particularmente esclarecedor tener presente el

concepto kantiano de “ilustración”, que se halla expuesto

en el texto “¿Qué es la Ilustración?” (escrito en el año

1784) publicado en la obra “Filosofía de la Historia”: “la

ilustración es la liberación del hombre de su culpable

incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de

servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta

incapacidad es culpable porque su causa no reside en la

5 LEIBNITZ, Gottfied: “Nouveaux Essais”, citado por FERRATER MORA,José, “Diccionario de Filosofía”, ob.cit.

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falta de inteligencia sino de decisión y valor para

servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro.

¡Sapere aude!6 ¡Ten el valor de servirte de tu propia

razón!: he aquí el lema de la ilustración. La pereza y la

cobardía son causa de que una tan grande parte de los

hombres continúe a gusto en su estado de pupilo, a pesar de

que hace tiempo la Naturaleza los liberó de ajena tutela”7.

Esta frase kantiana encierra en sí misma la base de

toda su propuesta ética: la moral depende de cada uno de

nosotros, no es necesaria una autoridad sobrehumana para

encontrar la moralidad, y nosotros dependemos sólo de

nosotros mismos, esto es, de nuestra razón. Solamente en el

marco de la razón es posible el ejercicio de la libertad.

Fue realmente un gran esfuerzo intelectual el

realizado por Kant: bajo la influencia de los grandes

avances de las ciencias positivas, y particularmente las

teorías newtonianas, Kant también intentó establecer una

realidad moral de la misma forma que Newton descubrió la

realidad física. Es así como concluye que el ser se halla

sometido a leyes propias, leyes puras prácticas,

establecidas por la razón.

Conmueve pensar en las palabras finales de la Crítica

de la Razón Pura, cuando el autor remarca que dos son las

cosas que mueven a la mente: el cielo estrellado sobre

nuestras cabezas, y la ley moral en nuestro interior.

6 “Sapere aude” expresión latina que significa “Atrévete a saber”.7 KANT, Emmanuel: “Filosofía de la Historia”, Ed. Fondo de CulturaEconómica, México, 1941, página 25.-

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Es posible aventurar entonces que, desde la

perspectiva de la filosofía kantiana la persona no es

solamente una abstracción racional, una “cosa que piensa”,

sino que actúa en relación con la naturaleza, pero a su vez

distinguiéndose de ella. Según Kant la personalidad es la

libertad e independencia frente a la necesidad de la

naturaleza. El hombre debe ser considerado como un fin en

sí mismo en todas sus acciones: en las que se dirigen a sí

y en las que están dirigidas hacia los demás seres. Los

seres cuya existencia descansa solamente en la naturaleza

(es decir, seres irracionales) tienen un valor relativo

como medios, y por eso se llaman “cosas”, en cambio los

seres racionales se denominan personas porque su naturaleza

los distingue precisamente como fines en si mismos.

De allí surge el imperativo práctico kantiano “obra de

modo tal que uses a la humanidad, tanto en tu persona como

en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al

mismo tiempo y nunca solamente como un medio”8

9.- El positivismo cientificista y su visión sobre la

persona.

Dentro del ámbito de la historia de las ideas

filosóficas, merece una especial atención el positivismo

filosófico del sigo XIX, bajo el impulso de las ideas de

autores como Augusto Comte y Emil Durkheim, y también

influenciado por el pensamiento cientificista de Charles

Darwin.

8 KANT, Emmanuel: “Fundamentación metafísica de las costumbres”, ob.cit.

15

En realidad, el positivismo filosófico surgió como un

movimiento de reacción contra los excesos cometidos por el

idealismo poskantiano. Por este motivo postuló un rechazo

hacia todo planteo o teoría de carácter metafísicos,

partiendo de la base de que el único método posible es el

de la observación de los fenómenos en el tiempo y en el

espacio.

Los avances ocurridos en el ámbito de las ciencias

empíricas difundieron el concepto de que en ellas y no en

otras disciplinas se hallaba la base de todo el

conocimiento. Toda postura de carácter filosófico y

metafísico era desechada: se rechazaba toa construcción

conceptual que trascendiese de la observación empírica y se

entendía que la filosofía debía limitarse a los resultados

de las ciencias9

Autores como H. Spencer se basaron en la teoría

biológica evolucionista de Charles Darwin aplicándolo al

campo ético al considerar que la moral es un conjunto de

normas que hacen posible la convivencia en sociedad, pero

también constituye una necesidad biológica porque es un

instrumento de adaptación al ambiente que tiene su punto de

partida en la experiencia, perro no en la experiencia del

individuo, sino en la experiencia de la especie: las normas

cambian a través del tiempo en su adaptación a las

circunstancias ambientales.

9 Ver en tal sentido: SMITH, Juan Carlos, “El desarrollo de lasconcepciones iusfilosóficas”, Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1999,pág.138.

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A pesar de su negación filosófica y metafísica, el

positivismo constituyó una particular visión del mundo, del

hombre y del conocimiento, es por ello que,

paradójicamente, ha quedado inscripto su nombre dentro de

la historia de la filosofía que tanto ha rechazado.

Las ideas del positivismo influyeron también en la

dogmática del siglo XIX que halló inspiración en las

grandes conquistas científicas que se produjeron a partir

del siglo XVII, que vincularon a la ciencia en forma casi

exclusiva con un modelo de conocimiento positivista y

racional (de hecho muchas corrientes de la filosofía

moderna poseen una actitud despreciativa para todo aquello

que no se presente como formal y científico).

Podríamos decir entonces que, bajo la influencia de

las ideas positivistas, para el hombre dejó de tener

relevancia su “prosopon” o “personalidad” entendida como

expresión del ejercicio su libertad, ya que la misma se

hallaba condicionada por el determinismo natural de la

“especie”.

Esto trajo consecuencias en la forma en que el

positivismo jurídico habrá de conceptualizar a la “persona”

o a la “personalidad”.

10.- El positivismo jurídico y la persona.

El positivismo jurídico de principios del siglo XX se

halló fuertemente influenciado por el afán cientificista y

antimetafísico del positivismo filosófico, también

desarrollado por el Círculo de Viena, y asimismo por la

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concepción de pureza lógica impulsada por el Neokantismo de

Marburgo y por la Escuela Histórica del Derecho, en tanto

ontologiza al derecho positivo como dato de la experiencia

histórica y como objeto de la investigación científica.

Hans Kelsen es el más destacado representante de esta

teoría, según la cual el estudio del fenómeno jurídico debe

limitarse a las normas jurídicas, tanto en su faz estática

(elementos que las componen) como su faz dinámica (relación

de fundamentación y derivación que se presenta entre

ellas).

El aporte teórico más importante y más conocido de la

teoría kelseniana es el que surge del libro “Teoría Pura

del Derecho”, que a pesar de sus distintas ediciones y

modificaciones ha exhibido tal relevancia que pasó a ser el

nombre con el cual se rotula en general toda la amplísima

obra de Kelsen.

Con marcada influencia kantiana, la Teoría Pura del

Derecho establece, entre muchas cosas, una propuesta de

purificación metódica del objeto de la ciencia jurídica,

distinguiéndola de las ciencias causales (ciencias del

“ser”), pero a su vez estableciendo un lugar especial entre

las ciencias normativas (ciencias del “deber”).

Como concusión de este proceso, Kelsen afirma que una

de las características esenciales del derecho es su

neutralidad valorativa, con lo cual el problema de la

justicia le resulta ajeno.

Claro es que tal conclusión ha hecho que Kelsen se

hiciera acreedor a duras críticas, las cuales, más allá de

18

su valía, considero por momentos injustas. Y sostengo esto

especialmente por la circunstancia de que la obra

kelseniana (cuyo análisis exhaustivo no es materia del

presente trabajo) debe ser considerada en una perspectiva

general, interrelacionada u holística. Efectivamente no es

difícil a través de este camino establecer que la

rigurosidad metódica kelseniana no es más (ni menos) que

una consecuencia de la necesidad de establecer pautas de

seguridad jurídica y de criterios objetivos de justicia

frente a una sociedad careciente de ellos: paradójicamente

su purificación de valores se funda en valores puros, lo

cual no está mal, él mismo debió entenderlo así. De otra

manera no sería comprensible su preocupación no sólo por la

organización del orden jurídico, sino también por la paz,

por la tolerancia, por la democracia y por la misma

justicia.

. Para fundamentar esta teoría según la cual una norma

no puede ser un mero capricho sujeto a los vaivenes

políticos de quien ejerza el gobierno de turno, Kelsen

consideró que el “deber” del derecho era un imperativo

despsicologizado, lo cual suponía que el derecho objetivo,

como querer del estado, no podía ser caracterizado como una

realidad física atribuida al querer de los individuos desde

una perspectiva antropomórfica.

Y es precisamente en este punto en el cual la Teoría

Pura del Derecho elabora su concepción de “persona”

desvinculándola de una noción meramente antropomórfica.

Para él la noción de “persona” es una noción estrictamente

19

determinada por la normativdad. No es posible establecer –

según el autor- una dualidad entre la persona “física” y la

persona “jurídica” (ficción que ha sido impuesta por las

diversas teorías jurídicas) pues toda persona es necesaria

y solamente un concepto jurídico.

Para Kelsen, lo que llamamos “persona” no es más que

un “centro de imputación normativa” en el cual convergen

deberes, derechos y responsabilidades. En sus palabras,

“definir a la persona física (o natural) como un ser

humano, es incorrecto, porque el hombre y la persona no son

solamente dos conceptos heterogéneos, sino también el

resultado de puntos de vista enteramente distintos. Hombre

es un concepto de la biología y de la fisiología, en una

palabra, de las ciencias naturales. Persona es un concepto

de la jurisprudencia, una noción derivada del análisis de

las normas jurídicas”10. Y también “El concepto de persona

física o natural no es otra cosa que la personificación de

un complejo de normas jurídicas. El hombre, como hombre

individualmente determinado, es sólo el elemento que

constituye la unidad en la pluralidad de esas normas”11.

Este particular enfoque, si bien es coherente con el

espíritu cientificista de la obra kelseniana, suscita

algunas reflexiones críticas, ya que si bien por un lado es

cierto que establece derechos, obligaciones y

responsabilidades para los sujetos son independencia de que

sean individuos de carne y hueso (piénsese en las

10 KELSEN, Hans: “Teoría general del derecho y del estado”, Ed. UNAM,México, 1979, pág.111.11 KELSEN, Hans: ob.cit, pág.112.

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disposiciones dirigidas a las llamadas personas

colectivas), a nuestro sentido común le resulta muy difícil

imaginar que algo diferente a un hombre pueda ser una

persona susceptible de adquirir derechos y tener

obligaciones y responsabilidades.

Dentro de la línea positivista, pero más orientada a

la perspectiva del análisis del lenguaje, autores como

Herbert Hart han sostenido que no debemos insistir en

tratar de definir la expresión “persona” en sentido

jurídico, de modo que la palabra denote algún tipo de

entidad (sean seres humanos u organismos) ya que la

expresión es un término teórico que no tiene denotación

alguna, es decir, que no hace referencia a ningún hecho u

objeto observable (al igual que las palabras “dólar”,

“intención” o “promesa”). En opinión de este autor,

solamente debemos limitarnos a analizar las funciones que

la expresión “persona” posee en los distintos contextos en

los que aparezca en frases que hagan referencia a hechos

observables.

Evidentemente la identificación del concepto “persona”

con la normatividad implica una limitación demasiado

estricta, pero no por eso debemos dejar de considerar un

importante aporte del positivismo jurídico: establecer una

estrecha vinculación entre persona y derecho, pero no

porque ambos sean normas positivas, sino porque ambas son

“actuar humano”, forman parte del ámbito de la “praxis”, lo

cual nos lleva necesariamente a considerar a la persona y a

sus finalidades en el marco de la filosofía de la cultura.

21

11.- La persona en el mundo de la cultura.

El pensamiento filosófico neokantiano, especialmente

en la orientación generada por la Escuela de Baden,

constituye uno de los movimientos que permitirá conformar a

la axiología moderna o teoría de los valores.

Uno de los más destacados expositores de esta

dirección es Heinrich Rickert, quien introduce el concepto

de valor en el ámbito de las llamadas “ciencias

culturales”, caracterizando especialmente a la cultura como

todo aquello que es creado por el hombre de acuerdo a fines

valorados.

El Neokantismo de Baden permitió reconducir el

pensamiento filosófico y particularmente la visión del

hombre y de la persona en el originario sentido que

desarrollaron los filósofos griegos: el hombre no es

solamente su naturaleza, sino también su vínculo con la

sociedad, su cultura y los valores.

Si bien este movimiento comienza a consolidarse a

fines del siglo XIX, sus mas importantes aportes surgirán a

mediados del siglo XX, especialmente luego de finalizada la

Segunda Guerra Mundial, alzándose como una de las

principales concepciones críticas del positivismo jurídico

imperante hasta ese momento.

El jurista y filósofo alemán Gustav Radbruch se opuso

al positivismo precisamente por el empeño de esta teoría en

relegar los valores del ámbito jurídico, ya que

precisamente la distinción entre el “ser” y el “deber”

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radica precisamente en el valor. En otras palabras, la

justicia es la que determina el ámbito de lo jurídico. Por

este motivo, la consideración filosófica sobre el derecho

es necesariamente una consideración sobre la justicia y, en

definitiva, una doctrina de las ideas políticas. Y el

sentido de la “personalidad” posee fundamental importancia

en la caracterización de estos idearios políticos.

Distingue así a las posiciones individualistas, las

supraindiviudalistas y las transpersonalistas. Las primeras

son aquellas posiciones que afirman la prevalencia de los

valores de la personalidad humana, a cuyo servicio deben

estar los valores colectivos. Se identifican con las

doctrinas clásicas que sostienen a ultranza la

individualidad y los derechos de ella derivada como base

fundamental. Las posiciones supraindividualistas, en

cambio, sostienen que los valores de la personalidad están

al servicio de los valores colectivos, por tal motivo,

anteponen al Estado por sobre el individuo, casi podríamos

decir sacrificando al individuo por el Estado. Esto fue

evidenciado y también sufrido por Radbruch en épocas de la

Alemania nacionalsocialista. Finalmente los idearios

transpersonalistas (nótese que ya el autor no usa la

palabra “individuo”, sino “persona”) son aquellos en los

que si bien no se sacrifican las libertades y los derechos

individuales, los mismos se consideran en relación con las

demás personas que integran la comunidad y se hallan al

servicio de la cultura. Estas tres orientaciones presenta,

según Radbruch tienen distintas metas: las individualistas

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afirman la libertad del hombre, las supraindividualistas

exaltan la nacionalidad, y las transpersonalistas integran

a la cultura misma12.

Si bien no dentro del Neokantismo axiológico, pero sí

dentro de las corrientes culturalistas, también debemos

referirnos al existencialismo, particularmente en el marco

de la obra del filósofo español José Ortega y Gasset.

Ortega se ocupa en trazar un paralelismo, pero también

distinguir la realidad humana con la realidad animal: ambos

son seres vivientes, pero merced a la habitud intelectiva

el hombre posee una sustantividad muy distinta de la

sustantividad animal: la habitud radical del hombre es su

inteligencia, por la cual las cosas no quedan

específicamente prefijadas sino que constituyen lo que se

llama “mundo”. El animal tiene medio, pero no tiene mundo.

El mundo es el conjunto de todas las cosas que el hombre se

representa, por eso es algo formalmente abierto y en

permanente creación. Cuando el hombre, como persona

determina con un acto de razón la realidad del mundo,

estamos frente a lo que se llama la libertad13. La libertad

como posibilidad de determinación hace a la esencia de la

persona.

En similar sentido. Luis Recaséns Siches sostiene que

la vida del hombre como hecho biológico no sería diferente

a la de las plantas o a la de los animales de no ser po la

12 Ver en tal sentido: SMITH, Juan Carlos: “El desarrollo de las concepciones iusfilosóficas”, ob.cit., pág.198.13 Conf. en tal sentido ZUBIRI, Balbino: “El hombre, realidad personal”, Revista de Occidente, 1963, pág. 5 a 29.

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concepción de “dignidad de la persona”, es decir, de su

concepción como un sujeto con una misión moral.

Por su parte, la Teoría Egológica de Carlos Cossio

recibió la impronta del positivismo kelseniano, del

neokantismo y también de la fenomenología existencial. Ello

se percibe por cuanto no constituye solamente una propuesta

ontológica sobre el derecho, sino que también implica una

verdadera concepción de la acción humana en la cual subyace

una verdadera antropología filosófica.

Según Cossio14 el objeto cultural egológico está

constituido por vida humana viviente, cuyo sustrato

material es la propia conducta del sujeto actuante. Por

ello, la vida humana siempre es una vida en situación, o,

en términos de Heidegger, es un estar siendo en el mundo.

La persona está implicada en los juicios de valor, pero no

como mera espectadora, sino como quien toma posición,

decide y distingue tratando de hallar la mejor posibilidad

situacional. La vida misma está relacionada con los

valores.

De esta manera, cabe sostener que el hombre posee una

dimensión física y una dimensión social o política que es

un “ser”, pero también un “poder ser” que se ejercita a

través de la fenomenalización de la libertad metafísica.

12.- Conclusión.

A lo largo de este desarrollo hemos podido observar la

estrecha relación del concepto filosófico de persona con

14 COSSIO, Carlos: “La teoría egológica del derecho y el concepto jurídico de libertad”, Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1964.

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las características del hombre y su naturaleza. Esto se

evidencia también en una serie de dualismos conceptuales

que se presentan como diversas caras de una misma moneda:

physis y logos, determinismo y libertad, experiencia y

razón, hypóstasis y prosopon, individuo y persona.

Fines, potencialidades y razones son los planos por

los que transita la personalidad. Planos que no siempre se

presentan simultáneamente sino uno por vez, según la

situación, como un juego de telones.

El derecho se encuentra también esencialmente

relacionado con la persona por cuanto se refiere siempre al

obrar, bajo la influencia instrumental de la razón y las

metas finalistas de los valores.

Entonces, y más allá de las diversidades conceptuales,

es evidente que la perspectiva filosófica del concepto

“persona”, vinculada al obrar, a la ética, a la

normatividad y, fundamentalmente a la potencialidad y

capacidad de auto-consciencia (ese “conócete a ti mismo”

que imponía el oráculo de Delfos y también la filosofía

socrática) que se apoya en el sentir e inteligir, debe

partir de la base de una filosofía humanista, es decir,

esta pregunta por el hombre que se halla presente en todos

los saberes particulares que parten de una “preconcepción

de la hominidad”15.

Vemos así como diversas disciplinas como la biología,

la medicina, el derecho, la psicología o la psicología no

15 ALVAREZ GARDIOL, Ariel: “La esencia de la hominidad”, Boletín Nro. 24 de la Asociación Argentina de Filosofía del Derecho, La Plata, junio de 1985.

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esperan, en realidad, hallar una respuesta a esta pregunta,

sino que es precisamente la pregunta por el hombre la que

les sirve para ordenar sus conocimientos.

Como bien señala Álvarez Gardiol: “Ese es un poco el

fracaso del cientificismo. Hemos prestado tanta atención a

la parte, a la porción de totalidad que recorta los límites

del saber científico, que hemos olvidado la totalidad que

esas proporciones integran y que recortan la esencia

absoluta del hombre”.

Desde el humanismo se propone ver a la persona en un

contexto omnicomprensivo y pluridimensional ya que el

encerramiento en posiciones dogmáticas y parciales ha

evidenciado su fracaso.

Tal vez sea ésta la clave para entender la esencia de

la persona: una complementación metodológica que abarque

aspectos que, aunque distintos, son inseparables: la

naturaleza física, racional, emotiva y social de la que

estamos constituidos todos nosotros: no sólo de la tierra

venimos y a la tierra vamos, sino que somos seres

trascendentes con la capacidad de reconocernos a nosotros

mismos y la capacidad de reconocer en el otro a nuestro

igual.

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