El Bronce Medio y la transición al Bronce Tardío en Teruel

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GALA, 3-5, 1994/96

EL BRONCE MEDIO Y LA TRANSICIÓN AL BRONCE , TARDIO EN TERUEL

Introducción

Para alguno de los territorios insertos en el valle del Ebro se ha señalado que la división entre Bron­ce Medio y Bronce Tardío es puramente convencio­nal, pues no hay elementos claros que permitan su diferenciación (RODANÉS 1992; MAYA 1992). Sin embargo, en otros territorios peninsulares, funda­mentalmente del ámbito mediterráneo, el Bronce Tar­dío viene a representar el final del Bronce Medio, el colapso de las sociedades desarrolladas hasta el momento y la aparición de nuevas tendencias en los diversos componentes del sistema sociocultural (MOLINA 1978; GIL MASCARELL 1981 ).

La provincia de Teruel, por su posición geográfi­ca a caballo entre los referidos ámbitos, es un buen laboratorio para investigar la incidencia de uno u otro proceso, y ello es lo que vamos a intentar plas­mar en las siguientes líneas.

La hipótesis de partida, como otros fenómenos que iremos analizando, se ajusta al modelo medite­rráneo de ruptura. Aparentemente, en una fecha al­rededor del 1300-1250 a.c. (c. 1400-1500 cal BC) se produce el final de las formaciones sociales de­sarrolladas durante buena parte del 2º milenio, para dar paso a un período de crisis generalizada que

•facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Teruel, Ciu­dad Escolar, s/n, 44003 Teruel. .. Departamento de Ciencias de la Antigüedad-Prehistoria, Fa­cultad de Filosofía y Letras, Universidad de Zaragoza, 50009 Zaragoza.

Francisco Burillo Mozota* Jesús V. Picazo Millán**

denominamos Bronce Tardío (BURILLO Y PICAZO 1991-92). Las manifiestaciones que vamos a en­contrar durante este momento y con posterioridad responden a nuevos impulsos en los que será dificil reconocer las pervivencias o influencias del Bronce Antiguo-Medio local.

No va a ser nuestro objetivo explicar las causas de este proceso de desintegración acelerada, en las que probablemente confluyen factores múltiples y comunes que afectan a un extenso terri torio, sino identificar el fenómeno a través del registro arqueo­lógico provincial.

Para ello estudiaremos en primer lugar el com­portamiento del sistema sociocu ltural durante el Bronce Medio, especialmente en lo que concierne a materiales, sistemas de hábitat, poblamiento y territorio, según la propuesta de este congreso, para, a continuación, analizar las transformaciones ocu­rridas en cada uno de esos subsistemas.

No obstante, debemos señalar que ante las limi­taciones que presenta el registro arqueológico pro­vincial, buena parte de las ideas y planteamientos que exponemos han surgido a partir de nuestras investigaciones centradas en el sur de la provincia, en el área comprendida por las cuencas del Alfambra-Turia y del Mijares, por lo que determina­dos aspectos, especialmente los relacionados con el poblamiento y el territorio, están referidos a estas zonas .

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El Bronce Medio: materiales, economía, poblamiento y territorio

Los fenómenos y manifestaciones que caracteri­zan el Bronce Antiguo y Medio en Teruel aparecen estrechamente ligados al ámbito mediterráneo. Des­de fechas muy tempranas (c. 1950 a.c. I 2400 cal BC) encontramos un poblamiento consolidado y es­table de similar categoría al existente en Levante o en sectores centro-meridionales del Sistema Ibéri­co, territorios englobados por algunos autores bajo la denominación genérica de Bronce Ibérico (ALMAGRO GORBEA 1988. 168). Asimismo, pode­mos hablar de una ocupación relativamente densa durante buena parte del segundo milenio (Fig. 1 ), aun a pesar de las deficiencias de investigación re­gistradas en parte de la provincia y del intervalo temporal (600-700 años) relativamente amplio cu­bierto por ambos períodos(1 ).

En concreto, la etapa que nos ocupa se extiende aproximadamente entre el 1600 y el 1300-1250 a.c. {1900-1400 cal BC), según se desprende de las dataciones absolutas aportadas por yacimientos como la Hoya Quemada de Mora de Rubielos o el Cabezo del Cuervo de Alcañiz (BURILLO Y PICAZO 1991-92). En este momento se van a producir una serie de transformaciones más o menos percepti­bles en los distintos subsistemas culturales que, sin llegar a representar una ruptura neta con las mani­festaciones registradas durante el Bronce Antiguo, sí reflejan una tendencia progresiva hacia la estrati­ficación social y fragmentación territorial, en un marco de intensificación económica (PICAZO 1990).

Este proceso se percibe al analizar los sistemas de poblamiento y es acompañado por una serie de elementos de cultura material, fundamentalmente cerámicos. que contribuyen al diagnóstico del pe­ríodo y a su reconocimiento.

Materiales.

Los productos metálicos. aunque debieron jugar un papel relevante entre estas comunidades, son elementos muy escasos en el registro arqueológico provincial y, en su mayor parte, se trata de hallaz­gos aislados que proceden de contextos poco cla­ros o ajenos a la Edad del Bronce (cfr. ATRIÁN et al. 1980).

Por su parte, las industrias líticas y óseas tampo­co proporcionan datos relevantes, constituyendo conjuntos poco expresivos dominados por los ele-

(1) La última actualización de la Carta Arqueológica de Aragon publicada en 1991 recoge unos 120 yacimientos con entidad.

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mentos de hoz y molinos barquiformes entre las primeras, y punzones sobre porción de diáfisis las segundas.

Las cerámicas, objeto de un reciente estudio por nuestra parte (PICAZO 1993), sí que vienen a cons­tituir conjuntos relevantes que ayudan a caracteri­zar el período.

Desde el punto de vista técnico, aunque las tem­peraturas de cocción son relativamente bajas ( < 800 C), las pastas, dentro de una buena calidad gene­ral, muestran distintos tratamientos según la fun­ción del vaso y las superficies, bastante cuidadas. soportan acabados espatulados o bruñidos.

En cuanto a las formas y tipos representados, globalmente no difieren de los habituales en la fran­ja oriental peninsular:

Cuencos preferentemente abiertos con perfiles hemisféricos y troncocónicos.

Vasijas globulares con bordes abiertos, perfiles en 'S' y tamaños variables entre las que son frecuen­tes las grandes tinajas destinadas al almacenaje de diferentes productos.

Vasijas carenadas con formas proporcionadas, bordes abiertos, carena media con diámetro igual o ligeramente inferior al de la boca. Suelen presentar asociado un pequeño pezón o botón en la carena.

Menos frecuentes pero constantes en casi todos los yacimientos son los vasos perforados o 'quese­ras'.

Por último, elementos como los vasos geminados, carretes, etc. son bastante raros y solamente apa­recen de forma ocasional en alguno de los yaci­mientos excavados (Hoya Quemada).

Las decoraciones son escasas, limitadas a las típicas impresiones en los bordes de vasos globula­res y a apliques plásticos. fundamentalmente cor­dones. No obstante, en el sur de la provincia hemos comprobado la existencia de diferencias 'comarca­les' en las prácticas decorativas que parecen indicar diferentes vínculos culturales e, incluso, territoriales. En este sentido, es de destacar la proliferación de decoraciones elaboradas mediante cordones múlti­ples sobre grandes tinajas con cuerpos ovoides y perfiles sinuosos. Estas decoraciones, distribuidas por amplios sectores del Valle del Ebro y Sistema Ibérico, aparecen especialmente concentradas en el entorno del Mijares y en las sierras de Gúdar­Maestrazgo, señalando claras conexiones con ya­cimientos del norte de Valencia y Castellón (PICAZO 1991) y ciertas afinidades con grandes vasos atri­buidos al Bronce Medio recuperados en yacimien­tos tarraconenses como la Cova de la Vila (la Febró) o la Cova de Vallmajor {Albinyana) (VILASECA 1973).

BRONCE ANTIGUO - MEDIO

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Fig. 1: La provincia de Teruel durante el Bronce Antiguo-Medio. Se han numerado los yacimientos citados en el texto: 1) Cabezo Sellado, Alcañiz; 2) Cabezo del Cuervo, Alcañiz; 3) Puntal de la Planilla, Segura de Baños; 4) Cueva de las Baticambras. Molinos; 5) El Castillo, Alfambra; 6) Peña Dorada, Alfambra; 7) Muela del Sabucar. Alfambra; 8) Las Para­das, Tortajada; 9) La Escondilla, Vi/lastar; 10) El Castillo, Frías deAlbarracín; 11) Las Costeras, Formiche Bajo; 12) Puntal Fino. Sarrión; 13) Puntal de Casa Mora, Mora de Rubielos; 14) Hoya Quemada. Mora de Rubielos.

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Estructura económica.

El conocimiento que tenemos actualmente sobre la estructura económica de las comunidades que poblaron el ámbito turolense durante la Edad del Bronce es sumamente parcial, lo cual no es óbice para apuntar algunas líneas de interés.

En el ámbito de la subsistencia, las actividades de caza (ciervo) y recolección (bellotas) siguen vi­gentes y puntualmente pudieron tener cierta rele­vancia, como se desprende de la localización de un depósito con bellotas en el poblado del Bronce An­tiguo de Las Costeras.

De cualquier forma, las bases subsistenciales descansan sobre actividades agrícolas y ganade­ras, cuya importancia relativa puede variar de unos asentamientos a otros en función de las condicio­nes del medio o de otros factores.

En cuanto a las prácticas agrícolas parecen cons­tantes en todos los yacimientos, pudiendo intuirse a partir de la frecuente aparición de artefactos como dientes de hoz y molinos barquiformes. Por otra par­te, incluso en las zonas más abruptas y a pesar de encontrarnos en un área con elevada altitud media, los yacimientos siempre se sitúan en las proximida­des de suelos susceptibles de aprovechamiento agrícola, siendo uno de los factores decisivos en la ubicación de los poblados(2). De hecho, los análi­sis realizados en el sur de la provincia sobre el con­junto de los yacimientos de la Edad del Bronce indi­can la existencia de una correlación significativa y pos it iva entre la extensión estimada de los asentamientos y la superficie de suelo potencialmen­te cultivable dentro de un radio de 3 km., circuns­tancia que parece lógica entre sociedades en las que predomina el componente agrícola. Precisamente, dentro de ese proceso de intensificación que he­mos comentado anteriormente, uno de los rasgos que caracteriza a los asentamientos del Bronce Medio con relación a los de momentos anteriores es una mayor aproximación a las áreas de cultivo, que ahora se situarán dentro del radio de 1 km .. y la búsqueda de suelos de mayor potencial producti­vo(3).

(2) Aunque de cronología ligeramente anterior a la que nos ocu­pa, uno de los ejemplos más significativos es el del Castillo de Fr ias de Albarracin. ubicado a 1500 m. s.n.m .. donde las excavaciones realizadas han exhumado gran cantidad de cereal carbonizado (Atrián 1974: Andrés, Harrison y Moreno 1991}. (3) Por lo general se trata de suelos aluviales cuya puesta en cultivo es más compleja desde el punto de vista técnico pero cu­yos rendimientos son mayores fundamentalmente por las posibi­lidades de regadío que incorporan.

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En cuanto a los cultivos, tipos de explotación, etc. no tenemos datos relevantes. Por las característi­cas ambientales de la zona es previsible un predo­minio del cultivo del cereal en secano, acompañado de las habituales prácticas de rotación y barbechos, sin que por ello descartemos la posible existencia de pequeños 'regadíos'.

La ganadería parece ajustarse al patrón medite­rráneo, en cuya composición predomina de forma absoluta el ganado ovicaprino, complementado por bóvidos y suidos. Aunque para este período no te­nemos datos contrastados, las primeras impresio­nes derivadas de la colección de fauna recuperada en el poblado de La Hoya Quemada así como la colección estudiada en el yacimiento del Bronce An­tiguo de Las Costeras, apuntan en esta línea. Por el momento, no es posible profundizar más en tanto no concluyan los estudios iniciados en varios yaci­mientos.

Fuera ya del ámbito meramente subsistencia!, cabe reseñar algunas actividades de carácter artesanal. Además de la producción cerámica, emi­nentemente local, se ha registrado la elaboración de productos metálicos en algunos poblados a par­tir de la aparición de moldes de fundición y crisoles (Hoya Quemada, Puntal de Casa Mora, Cabezo del Cuervo). En general esta actividad parece vincula­da a un artesanado a tiempo parcial sin excesiva especialización. Sin embargo, en este contexto lla­ma poderosamente la atención la existencia de un pequeño yacimiento como la Escondilla en Villastar, cerca de Teruel, donde se recuperó un conjunto de materiales bastante reducido pero en el que desta­can 4 moldes para fundir hachas planas y un frag­mento de crisol (ATRIÁN 1961. 144). Este empla­zamiento, a diferencia de lo que es habitual, está situado en una posición baja, completamente acce­sible y con escasa visibilidad, circunstancias que junto a los materiales señalados apuntan la posibili­dad de que estemos ante un yacimiento indicativo de una incipiente especialización, relacionada, en este caso, con actividades metalúrgicas.

Por último, habría que señalar algunas cuestio­nes que conciernen al abastecimiento de determi­nados productos a través de sistemas de intercam­bio extraterritoriales o de relaciones de tipo 'comer­cial', que parece afectaron con relativa intensidad a algunas zonas de la provincia. Concretamente, en yacimientos como El Castillo, Peña Dorada o Las Paradas dentro de la cuenca del río Alfambra, des­de el Bronce Antiguo se registra la presencia de molinos de mano o útiles pulimentados fabricados en materiales claramente alóctonos como granitos

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Fig. 2: Repertorio de cerámicas del Bronce Medio procedentes de La Hoya Quemada (Mora de Rubielos).

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y pizarras mosqueadas que indudablemente debie­ron ser importados desde largas distancias. Los puntos de origen más próximos para estas rocas se encuentran en las terrazas del Ebro y afluentes de la margen izquierda, entre los cantos de proceden­cia pirenáica, o en la sierra tarraconense del Montsant, donde existen metamorfismos de con­tacto asociados a los afloramientos graníticos, siem­pre a distancias que en línea recta oscilan entre los 150 y 200 km. Los largos desplazamientos, las difi­cultades orográficas que es necesario salvar así como los artefactos objeto de importación, funda­mentalmente los molinos, indican la necesidad de rutas más o menos estables y del uso de tracción animal para faci litar el transporte. Por otra parte, junto a los materiales señalados, cabe suponer la llegada de otros productos metálicos -bronce- o cerámicos. En este sentido, algunas vasijas con decoraciones inciso-impresas, entre ellas boquique, recuperadas en yacimientos del Bronce Antiguo como La Muela del Sabucar (Alfambra) muestran claras vinculaciones catalanas, remitiendo tanto en formas como en decoraciones a los modelos del llamado grupo del Nordeste (MAYA Y PETIT 1986) o a las cerámicas de 'tipo Arbolí'(4).

Hábitat y poblamiento.

Al igual que otros componentes del sistema cul­tural los asentamientos de la provincia responden a un modelo semiurbano de corte mediterráneo. Son poblados estables de tipo aglomerat1vo situados en posiciones elevadas y dotados de sistemas defen­sivos tanto naturales como artificiales, si bien estos últimos no parecen de gran entidad. Las extensio­nes son bastante reducidas, alrededor de 800-1.000 m2, habiendo casos excepcionales que alcanzan los 3.000-3.500 m2.

Los yacimientos excavados como el Cabezo del Cuervo de Alcañiz y, fundamentalmente, la Hoya Quemada de Mora de Rubielos muestran las carac­te rí st 1cas internas y organización de estos asentamientos.

En La Hoya Quemada se han detectado tres áreas ocupadas por viviendas, todas ellas muy uni­formes, que se agrupan formando manzanas y utili-

(4) Entre estos materiales también muestran ciertas semejanzas con el mundo catalán las cerámicas con superf1c1es rugosas por aplicación de pasta arcillosa. relativamente frecuentes en los ya· c1m1entos del Bronce Antiguo de Ja cuenca del Alfambra. así como un pequeno cuenco que presenta dos lenguetas superpuestas en el borde procedente de la Muela del Sabucar (Alfambra) que recuerda vagamente los modelos verac1enses.

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zan sistemas de aterrazam1ento para adaptarse a la pendiente. En la zona nuclear del poblado, inte­grada por dos manzanas de 4 y 3 casas, las unida­des domésticas -viviendas- tienen planta rectangu­lar o trapezoidal y una superficie de unos 35 m2.

Están adosadas a la muralla o muro de cierre, sien­do accesibles desde un espacio central comunita­rio. Los muros son de piedra y/o manteado de ba­rro, presentan postes embutidos o exentos y están enlucidos en el interior mediante una capa de arci­lla con un encalado final. Los suelos son igualmente de arcilla y presentan en el centro un resalte con el núcleo de piedras y recubrimiento de arcilla de unos 2 m. de longitud por 15 cm. de altura y 15 cm. an­chura. Estos espacios se completan con bancos corridos, donde a su vez se reconocen soportes anulares para vasijas, y, en algunas ocasiones, tam­bién se encuentran pequeños cubículos y/o pozos excavados en el suelo a modo de silos. Aunque no se aprecian compartimentaciones internas, los es­tudios realizados a nivel micro sobre la dispersión de los artefactos indican la existencia de áreas fun­cionales diferenciadas articuladas en torno al resal­te arcilloso señalado.

Los patrones de ubicación de los asentamientos están regidos por los factores fundamentales de es­trategia y subsistencia. El primero determina el lu­gar concreto donde se instala el asentamiento en función de la existencia de puntos elevados que sean facilmente defendibles y tengan buena visibiliad, a pesar de lo cual, raramente se ocupan las cotas máximas, buscando siempre aquellos lugares que presentan condiciones defensivas suficientes. El factor subsistencia determina el área a ocupar en función de la disponibilidad de agua y suelos sus­ceptibles de aprovechamiento agrícola. La conver­gencia de ambos es constante en la práctica totali­dad de los asentamientos, si bien el peso relativo de uno u otro puede variar en cada caso.

Este modelo tan génerico es válido para el Bron­ce Antiguo y Medio, si bien en este último, además de establecimientos que responden a las pautas enunciadas hay yacimientos en los que el factor estrategia está completamente ausente o, por con­tra, sobredimensionado, lo que unido a otros carac­teres (extensión, materiales) puede ser indicativo de especializaciones funcionales.

En lo que concierne a la distribución del pobla­miento y estructuración del territorio. las aprecia­ciones generales de carácter provincial no son váli­das debido a la diferente intensidad de las investi­gaciones llevadas a cabo en las distintas comar­cas. De cualquier forma se observan algunas áreas

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Fig. 3: Planimetría de La Hoya Quemada (Mora de Rubielos, Teruel).

HOYA QUEMADA, 1992

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que parecen mostrar un especial atractivo desde el punto de vista ambiental, como sucede con los cur­sos fluviales encajados, las áreas endorreicas (BENAVENTE et al. 1991) y las estribaciones de las sierras en contacto con las depresiones intraibéricas miocenas, fenómeno comprensible pues en estas zonas confluyen los factores claves: relie­ve contrastado, suelos cultivables y relativa abun­dancia de agua. Por el contrario, existen otras áreas donde el poblamiento es escaso o nulo, como su­cede en el interior de las depresiones citadas, debi­do a las carencias hídricas y al predominio de ex­tensiones llanas, o en las zonas elevadas de las sierras, donde hasta la fecha no hay registrado nin­gún asentamiento por encima de los 1500 m. sobre el nivel del mar.

Por otra parte, ya hemos comentado que aun­que se observa una gran uniformidad en cuanto a patrones de ocupación y extensión de los asentamientos, existen algunos núcleos que esca­pan del modelo general definiendo una estructura 'jerarquizada', no de tipo piramidal en la que se in­tegrarían diversos niveles de dependencia, sino que se ajusta al modelo de una distribución primada (HAGGETT 1975. 135), puesto que presenta un in­tervalo muy marcado entre dos núcleos de rango superior y el resto de los asentamientos. Se trata de los yacimientos de El Castillo (Alfambra) y El Puntal Fino (Sarrión), situados en las cuencas del Alfambra y del Mijares respectivamente, cuyo tama­ño (c. 3.500 m2) sobrepasa netamente las dimen­siones 'normales' de los asentamientos de esta épo­ca (1.200 m2) , si bien su potencial demográfico con­tinuaría siendo bastante limitado. Por otra parte, estos asentamientos se encuentran en las zonas que cuentan con mayores recursos potenciales desde el punto de vista agrario a la vez que representan lu­gares clave en la red de comunicaciones regiona­les. Por estas razones creemos que aunque pudie­ran asumir funciones específicas en el entramado social, no estamos ante auténticos centros de do­minación y control 'político', sino más bien ante asentamientos privilegiados desde el punto de vis­ta económico que, en todo caso, pueden ejercer de 'cabeceras' a nivel comarcal(5).

(5) Hagget (1976. 138) recoge varias hipótesis que pueden ayudar a explicar la existencia de distribuciones primadas en la actuali­dad, decantándose por el modelo estocástico de Simon. según el cual las pautas de cabecera son el producto del desarrollo urbano en paises más pequeños que el promedio, tienen una historia de urbanización corta y/o son económica y politicamente simples. Salvando las distancias, estas dos últimas subhipótesis se ajusta­rían a la casuística que estamos comentando, donde la «tradición urbana» es una incorporación reciente en comparación con otros ámbitos peninsulares y las estructuras económicas y sociales no han adquirido un desarrollo o complejidad excesiva.

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Desde el punto de vista territorial, estos dos cen­tros o cabeceras comarcales, vinculados al Alfambra y al Mijares, tienen una clara correlación con siste­mas decorativos diferentes constatados en las ce­rámicas distribuidas en ambas cuencas y su entor­no, lo que podemos interpretar como la existencia de ámbitos territoriales distintos (PI CAZO 1991 ). El grupo del Alfambra estaría caracterizado por deco­raciones muy simples y más bien escasas, mien­tras que en el grupo del Mijares se dan con profu­sión las decoraciones plásticas múltiples a base de cordones junto con sistemas de suspensión y prensión elaborados mediante series de 3 ó 5 apli­ques en disposición triangular. Abundando en estas cuestiones también habría que señalar la existen­cia de un vacío de yacimientos indicativo de una 'frontera-desierto', - más bien de límites netos entre ambos grupos -, superpuesta a una 'frontera ecológica' representada por el alineamiento forma­do por las sierras de Javalambre y El Pobo que separa ambas cuencas (6).

Por último, indicar que las características deco­rativas señaladas para los referidos grupos no son restrictivas de las cuencas donde se han estudiado. Las tendencias observadas en el valle del Alfambra se constatan en otros ámbitos del occidente provin­cial, como en el Jiloca o en la Sierra de Albarracín. Por su parte, los modelos decorativos característi­cos de la cuenca del Mijares se registran también con cierta profusión en el entorno de Gúdar­Maestrazgo, tanto en yacimientos situados más al norte, como el Puntal de la Planil la (Segura de Ba­ños) o la cueva de las Baticambras (Molinos), como hacia el sur en asentamientos del norte de Valencia (Pie deis Corbs, La Atalayuela) o de Castellón (Ereta del Castellar, Les Planetes, Oropesa la Vella).

El Bronce Tardío: los síntomas de la crisis

Una vez establecida la coyuntura que caracteri­za el Bronce Medio, vamos a pasar a comentar las transformaciones operadas en cada uno de los subsistemas analizados durante el período siguien­te, en lo que llamamos Bronce Tardío.

(6) En los términos relativos a la frontera seguimos la propuesta sintética de Auiz y Molinos (1989. 123-124). No obstante para este ámbito cronológico y espacial, coincidiendo con los plantea­mientos de Diaz-Andreu ( 1989), nos parece que el concepto de «límites" es mucho menos restrictivo en su aplicación y más ade­cuado para las formaciones sociales que tratamos dado que la .. frontera», en sentido estricto, exige de la existencia de un esta­do, lo cual no queda en absoluto contrastado en el registro y aná­lisis llevados a cabo.

En primer lugar, llama poderosamente la aten­ción que en buena parte del ámbito mediterráneo, coincidiendo en líneas generales con una fecha al­rededor del 1350-1250 a.c. se producen una serie de destrucciones que afectan a los asentamientos del Bronce Medio (cfr. BURILLO Y PICAZO 1991-92). En algunos casos, estos yacimientos no vuel­ven a ocuparse y en otros se observan una serie de transformaciones en las que se ven igualmente inmersos los asentamientos turolenses.

El número de yacimientos atribuido a esta época es mucho más reducido. Sin embargo se han reali­zado excavaciones en cuatro de ellos que cuentan con ocupaciones de este momento: Cueva de la Ubriga en El Vallecillo (ATRIAN 1963. 216), La Sima del Ruidor de Aldehuela (PICAZO 1991 ), La Cueva del Coscojar de Mora de Rubieles (BURlLLO 1981; Juste 1990. 41-46) y El Cabezo Sellado de Alcañiz (ANDRÉS Y BENAVENTE 1992).

Su cronología (BURILLO Y PICAZO 1991-92), viene marcada por el final de yacimientos como La Hoya Quemada (1310±100 a.C.) o El Cabezo del Cuervo (1270±90 y 1280±80 a.C.) y por las dataciones tardías obtenidas en La Sima del Ruidor de Aldehuela (entre 1230 ± 50 y 1090 ± 50 a.C.) y Cabezo Sellado de Alcañiz ( 1155 ± 35 y 1204 ± 17 a.C. en ANDRÉS Y BENAVENTE 1992). Aproxima­damente se extendería entre el 1300-1250 a.c. para sus inicios y una fecha alrededor del 1100 a.c. para su final (1500-1150 cal BC), momento a partir del cual comienzan a hacer su aparición las primeras cerámicas de Campos de Urnas en el Bajo Aragón (ALVAREZ 1990. 102).

Las transformaciones que vamos a examinar son de distinto rango y si para algunos componentes del sistema la continuidad es el carácter dominante, en otras esferas se van a producir importantes cam­bios indicativos de una crisis generalizada.

Continuidad y cambio en los elementos de cultura material.

Tal vez sea este uno de los aspectos más con­servadores. Globalmente los cambios son escasos si bien cuando se producen irrumpen con notable relevancia.

En el utillaje lítico, óseo e, incluso, metálico, no parece que haya variaciones importantes. En los yacimientos excavados continúan apareciendo ele­mentos de hoz, punzones de hueso, hachas pla­nas, punzones biapuntados en metal, etc.

Algunas formas cerámicas como cuencos y glo­bu lares conservan similares características que en

el Bronce Medio, con sutiles variaciones en los per­files únicamente detectables al estudiar vasos com­pletos. Por el contrario, las vasijas carenadas expe­rimentan una transformación notable. Los tipos pro­porcionados dominantes en el Bronce Medio serán sustituidos por cazuelas aplanadas con estructura muy abierta y excelentes acabados bruñidos que remiten a modelos formales del Bronce Medio y Tardío de la Meseta y rebordes del Sistema Ibérico (PICAZO 1993), sin llegar a incorporar las decora­ciones incisas e impresas típicas de esos territorios (Fig. 4).

Al igual que en otros ámbitos peninsulares, en este contexto harían su aparición las cerámicas de tradición Cogotas, tanto en lo que se refiere a las formas como a las decoraciones (RUIZ ZAPATERO 1982. 81 ). Sin embargo, su presencia en los yaci­mientos turolenses es desigual en intensidad y va­rían los contextos culturales en los que aparecen, sugiriendo una llegada a través de diversos meca­nismos desde los núcleos originales, una desigual asimilación por parte de los grupos locales(?) y la posterior perduración en momentos avanzados del Bronce Final y Primera Edad del Hierro (Fig. 5).

De momento, el registro que tenemos de estas cerámicas es prácticamente superficial y por lo tan­to las asociaciones que podamos formular no pa­san de hipotéticas. No obstante, un grupo de estos hallazgos se da en yacimientos donde existen con­juntos cerámicos indicativos de ocupaciones del Bronce Medio o de pervivencias de los mismos en el Bronce Tardío (8) (Fig. 6). Entre ellos destaca el yacimiento del Castillo de Piedrahita (SIMÓN,

(7) La mayor concentración de estas decoraciones se da en asentamientos al aire libre de la mitad nor-occidental. alcanzan­do hasta el eje formado por los ríos Guadalope-Alfambra­Guadalav1ar. Por el contrano. llama poderosamente la atencion que en las cuevas del sur de la provincia, entre ellas La Sima del Ruidor de Aldehuela con un contingente importante de materia­les y dataciones en este momento, no haya aparecido ni un solo fragmento con este tipo de decoraciones, carácter que puede hacerse extensivo a toda la mitad sur-oriental de la provincia, a partir de la referida línea. (8) Posteriormente. sobre algunos de estos yacimientos volverán a superponerse elementos cerámicos vinculados a los Campos de Urnas del Bronce Final y de la Primera Edad del Hierro, si bien los primeros apenas alcanzan la porción occidental de la provin­cia posiblemente por el electo barrera que representan las sie­rras 1bericas (Fig. 7) Tal vez uno de los pocos trayectos permeables para estas influencias que llegan desde el valle del Ebro y occidente catalán está representado por el eje Guadalope­Alfambra. Ya hemos comentado como durante el Bronce Anti­guo-Medio llegan productos siguiendo probablemente esta ruta. Asimismo, durante el Bronce Final, el río Alfambra vuelve a con­vertirse en un lugar por el que transitan y donde quedan testimo­nios relativamente abundantes de los influ1os vinculados a los Campos de Urnas que apenas afectarán a otros sectores. como la cuenca del Jiloca y serranías del entorno.

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Fig. 4: Cerámicas del Bronce Tardío procedentes de La Sima del Ruidor.

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LEYENDA

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BRONCE TARDIO - FINAL

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RELACION DE YACIMIENTOS

1. El Cullllejo (Lec/Jego)

2. El Ca.sllllo (Piedra/Jita)

3. San Jorge (P/ou)

4. Cabelo Redondo (La Puebla da Hljar)

S. Las Talayas (SaJT'f)er da Ca/anda)

6. Cabezo Selado (A/cañlz)

7. Sfrguarach {AlcañlZ)

8. Cabezo del CUGNO (AJcaf¡¡zJ

9. El Casleillo (Aloza)

10. Mu del Hambre (Los OffflOs)

11. Fuen del Perro (Escuc/Ja)

12. La Muela (UrrtJIBs)

13. El Hocino (Las Petras de Msr1/n)

14. La Muela (Ga/Ve)

1 S. El Casmo (Peracense)

16. Cabezo de fa Clslerna (Aba)

17. Cueva de la Ubrlga (El Vs/IBcl#o)

18. Las Tajadas (Bazas) 19. Muola Pequel\a del Rajo (T91ueQ

20. Los Caslilejos (Torta}acJa)

21 . Sima del Ruldor (AlcJelluo/a)

22. Cueva del Coscojar (Mora cJ6 RU0/6/os)

23. Sima del Rant>lazo (Sarrf<ln)

Fig. 5: Yacimientos en cueva del Bronce Tardío y asentamientos al aire libre donde se registran decoraciones inciso­impresas con indicación de sus contextos.

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LOSCOS Y MARTINEZ 1991 ), situado a 1.220 m. de altitud en las sierras de Cucalón-Oriche. En este lugar priman los factores estratégico-defensivos a la vez que se da una proporción inusual de cerámi­cas con decoraciones de boquique, incisas y excisas para el escaso número de fragmentos recuperados en superficie.

Las rutas de penetración de las cerámicas inci­so-impresas, con boquique y excisión, están direc­tamente relacionadas con el área de origen de es­tas producciones que, recientemente, hemos vin­culado a grupos del Bronce Medio localizados en la mitad norte del Sistema Ibérico y sus proyecciones hacia la Meseta y valle del Ebro (BURILLO 1992. 206)(9).

En función de estos planteamientos, las vías de penetración en el ámbito turolense quedan marca­das fundamentalmente por el Ebro y el Jiloca. En la trayectoria que sigue el curso del primero hay hitos tan significativos como el yacimiento de La Mina Real en Zaragoza (AGUILERA Y ALVAREZ 1991), alcan­zando el Bajo Aragón turolense en yacimientos como el Cabezo Sellado (BENAVENTE 1985-86) o el Ca­bezo del Cuervo (SANMARTI 1980; AGUILERA 1984; BENAVENTE 1985). La ruta del Jiloca enlaza con los yacimientos de las estribaciones meridiona­les del Moncayo y la cuenca del Jalón, donde se registra cierta concentración de hallazgos entre los que destaca el Cementerio de Los Moros en el en­torno del Castillo de Armantes (MARTIN BUENO 1980; HERNÁNDEZ, MILLAN Y NUÑEZ 1990. 57). A lo largo de esta ruta y sus derivaciones se locali­zan yacimientos como La Piedra de Lanza de Daroca (ARAN DA, 1986. 176-191) o San Bartolomé de Villadoz (DELGADO 1986) y ya en la provincia de Teruel el referido Castillo de Piedrahita, El Castillejo de Lechago (BURILLO 1979) y tal vez los conjuntos situados en las estribaciones de la sierra de Albarracín como El Castillo de Peracense o Las Tajadas de Bezas (ORTEGO 1950). Queda un ter­cer grupo en el centro de la provincia con los yaci­mientos de La Muela (Utrillas), El Hocino (Las Pa­rras de Martín) y, tal vez, Fuen del Perro en Escu­cha (SIMON et al. 1987-88), donde han podido con­verger las dos rutas señaladas.

La cronología que jalona este proceso está bien

(9) En estos territorios parece haberse producido una evolución directa del campaniforme, cuya perduración alcanza fechas en torno al 1450-1500 a.c. en yacimientos como el dolmen de Peña Guerra (Pérez Arrondo 1985. 18), a la vez que se registran altas c ronologías en yacimientos pre-Cogotas como Los Tolmos (Jimeno 1984) o Moncín. tras la corrección de las dataciones co­rrespondientes a estos horizontes (Harrison 1993).

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definida por las dataciones del Cabezo Sellado en los siglos XIII-XII a.c. en el extremo nororiental. Es­tas fechas quedan perfectamente encuadradas en­tre las dataciones extremas proporcionadas por dos yacimientos situados en los rebordes occidentales del Sistema Ibérico hacia la Submeseta sur: el 1040±70 a.c. de Ecce Horno y el 1300±70 a.c. de Las Hoyas del Castillo en la serranía conquense(10).

Por último, señalar que en el contexto de la irrup­ción de nuevos materiales, durante el Bronce Tardío también hacen su aparición las asas con apéndice de botón, de las que hay constatado un ejemplar en el Cabezo Sellado de Alcañiz, con datación proba­ble en esta época(11 ). La presencia de este elemento nuevamente nos indica puntos de contacto, cierta­mente tímidos, con los territorios situados al norte del Ebro en el entorno de los ríos Cinca y Segre.

Continuidad y cambio en la estructura económica.

Al igual que para la fase anterior, tenemos esca­sos datos sobre los cuales reconstruir la coyuntura económica de estos momentos. La poca informa­ción disponible procede de las prospecciones y excavaciones realizadas en La Sima del Ruidor y no ofrece variaciones significativas respecto al pe­riodo precedente.

La colección de fauna y de restos vegetales re­cuperados en este complejo yacimiento, muestran unas bases subsistenciales similares que descan­san sobre ganadería de ovicaprinos y agricultura de cereal en secano, complementadas por peque­ños aportes debidos a la caza (ciervo, conejo, lie­bre) y a la recolección (bellotas)(12). La compara­ción de la fauna con e l yacimiento de Las Costeras(13) indica un ligero retroceso de la caba­ña de ovejas-cabras y de suidos en beneficio de los

(10) Las dataciones proporcionadas por Ecce Horno se circunscriben a los siglos XII-XI a.c. (Almagro Gorbea 1976), mien­tras que la serie de las Hoyas del Castillo es más antigua, 1300±70 a.c. para el nivel 6 y 1100 ± 50 a.c . para el nivel 9 (Ulreich. Negrete y Puch 1993), cuyos materiales guardan una notable sintonía con los procedentes del Castillo de Piedrahita. (11) En el poblado de San Jorge de Plou. con datación absoluta en la primera mitad del siglo V a.c., se han registrado varias pie­zas con apéndices de botón así como un fragmento con decora­ción de boquique (Lorenzo 1985-86 y 1991 ) , que indican la per­duración de estos elementos durante la Edad del Hierro. (12) Los estudios de la fauna han sido realizados por P.Mi Casta­ños y los de semillas por R. Buxó. (1 3) Los estudios de fauna del yacimiento de las Costeras fueron realizados por L. Serrano y M~.A . de la Torre y financiados por el Instituto de Estudios Turolenses a través de su prograrna de ayu­das a la investigación.

bóvidos, si bien sigue vigente un modelo ganadero mediterráneo frente a otras estrategias económi­cas detectadas en yacimientos del interior como Los Tolmos (SOTO en JIMENO 1984) o Monc ín (HARRISON, MORENO y LEGGE 1987). donde bóvidos y équidos aparecen en porcentajes impor­tantes. En lo que concierne a las prácticas agríco­las, La Sima del Ruidor ha aportado una acumula­ción de grano que corresponde, probablemente, a un depósito de cebada vestida preparada y selec­cionada para la siembra entre la que se encuentran algunos granos de trigo. Según Buxó, este depósi­to nos informa de la existencia de una agricultura 'desarrollada', similar a la que hemos supuesto para el periodo precedente, con selección de semillas, siembra por separado de las distintas especies y rotación de cultivos cada dos o tres años.

Hábitat y poblamiento

La situaciones de cambio se hacen realmente patentes al abordar las cuestiones relacionadas con los sistemas de hábitat y el poblamiento.

Estructura y organización de los asentamientos.

El problema ha sido objeto de atención por nues­tra parte en otras ocasiones (BURILLO Y PICAZO 1992-93) y aunque los datos disponibles son es­cuetos parecen suficientes para anotar transforma­ciones importantes en la línea de las descritas para el SE peninsular (ARRIBAS 1976).

Se percibe cierto empobrecimiento en las técni­cas constructivas y la substitución de las estructu­ras sólidas, rectangulares, con muros de piedra y manteado de barro, por cabañas de menor consis­tencia. Los sondeos realizados por el equipo del Museo Provincial de Teruel en el Cabezo del Cuer­vo (VICENTE 1982), mostraron una interesante se­cuencia del Bronce Medio con varios suelos super­puestos y muros de piedra que se cruzan en ángulo recto. En la última ocupación serán substituidos por un muro de barro y paja con una serie de postes incrustados. Esta nueva técnica podría relacionar­se con algunas estructuras del yacimiento de Moncín (MORENO Y ANDRÉS 1985) y con los indicios de cabañas de Los Tolmos (JI MENO 1984). Asimismo, en Monte Aguilar, en las Bárdenas Reales de Nava­rra, se han señalado transformaciones de similar entidad en los niveles posteriores al Bronce Medio, si bien no parece que sea un fenómeno generaliza­ble para todos los yacimientos de ese área (SESMA

Y GARCIA 1994. 150).

Crisis del poblamiento.

El aparente retroceso que parecen experimentar las técnicas constructivas así como la organización interna de los asentamientos tras las destruccio­nes-abandonos del final del Bronce Medio, tiene su paralelismo en la profunda crisis que se produce a nivel de poblamiento general y que viene definida por varios factores:

Despoblación generalizada. Ocupación de cuevas con difícil acceso y locali­

zación. Ruptura de las tendencias jerarquizadas y la ar­

ticulación territorial. Uno de los fenómenos más llamativos es la apa­

rente despoblación que se produce en estos mo­mentos. El número de yacimientos, especialmente poblados en altura, atribuidos al Bronce Tardío dis­minuye de forma rad ical. Concretamente, en las cuencas del Alfambra-Turia y Mijares, sólo registra­mos un asentamiento al aire libre de esta época (Los Castillejos de Tortajada) frente a la veintena del Bronce Medio. A nivel provincial el porcentaje es similar, pues no se conocen más allá de una docena de lugares. Lógicamente estos recuentos no son completos y la densidad de ocupación debió ser bastante mayor de lo que indican las cifras se­ñaladas, pero el parámetro verdaderamente intere­sante es la desproporción existente, la drástica dis­minución de asentamientos con relación a las fases precedentes del Bronce Antiguo y Medio. También somos conscientes de que puede haber deficien­cias de investigación en el reconocimiento de estos lugares y de hecho deben existir casos de clasifica­ción incorrecta. Sin embargo, hay elementos deco­rativos (boquique, excisión) y tipológicos (vasos carenados abiertos y aplanados, ciertas vasijas glo­bulares) en los conjuntos cerámicos suficientemen­te significativos como para poder realizar diagnósti­cos bastante aproximados, por lo que, independien­temente de algún caso particular discutible, las apre­ciaciones generales de retraimiento poblacional no deben verse afectadas.

Lógicamente, la aparente despoblación tiene otras consecuencias como la desarticulación terri­torial y la desaparición de las incipientes estructu­ras jerárquicas en el poblamiento. Los grupos que habíamos diferenciado durante el Bronce Medio no tienen traslación en el Bronce Tardío, volviendo a observar un panorama bastante uniforme en toda la provincia y en su periferia, tanto en los patrones de

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asentamiento como en las tendencias decorativas de las cerámicas. Los centros primados desapare­cen, o al menos no tenemos constancia de que per­duren. Por el contrario, parece que a este momento se pueden atribuir algunos yacimientos en posicio­nes bajas con indicios de cabañas y con los carac­terísticos pozos, generalizados en el ámbito meseteño y en el Alto Ebro. Yacimientos de este tipo podrían ser los localizados en las serranías del cen­tro de la provincia, como Fuen del Perro de Escu­cha o el Barranco de la Terolana en Hinojosa de Jarque, si bien la datación de ambos no está re­suelta (SIMÓN et al. 1987-88).

De forma paralela a este proceso de despoblación y desarticulación territorial se obseNa un especial interés por ocupar cuevas, en algunos casos de di­fícil acceso y localización, lo que representa un nue­vo indicador de la crisis generalizada que existe en este momento y del retraimiento que sufre la pobla· ción.

La utilización de cavidades como lugares de habitat no es un fenómeno generalizado en la pro­vincia, si bien se registran casos durante toda la Edad del Bronce. Buena prueba de ello es la cueva de Las Baticambras de Molinos, donde P. Atrián (1963) localizó y excavó un posible habita! además de varios enterramientos, o la Cueva del Coscojar en Mora de Rubielos (JUSTE 1990), con una larga ocupación.

Sin embargo, el carácter novedoso de este fenó­meno en el Bronce Tardío está relacionado igual­mente con la alta proporción de asentamientos en cueva frente a poblados al aire libre, así como con las características que presentan algunas de ellas. Un ejemplo es la referida Sima del Ruidor en Alde­huela (PICAZO 1991 b), donde se registra un con­junto de materiales (abundante fauna con huellas de carnicería y consumo, depósitos de grano, va­sos relacionados con procesos de transformación y consumo, dientes de hoz) y una serie de acondicio­na-mientos en las galerías (indicios de compartimen­taciones, taponado de grietas, posibles escaleras) que indican la existencia de un hábitat en su inte­rior, independientemente de otras utilizaciones. En la actualidad presenta un acceso difícil y un tránsito complicado a través de las galerías por el despren­dimiento de bloques con posterioridad a la ocupa­ción del Bronce.

Características muy similares y materiales idénti­cos presenta La Sima del Roleche de Sarrión y posi­blemente haya otros ejemplos en la provincia según testimonios proporcionados por espeleólogos que, por el momento, no han podido ser contrastados.

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Las otras dos cavidades donde se han registra­do ocupaciones de esta época, Cueva de la Ubriga en el Vallecillo (ATRIÁN 1963) y Cueva del Coscojar en Mora de Rubielos (JUSTE 1990), gozan de unas mejores condiciones de habitabilidad, si bien pre­sentan conjuntos materiales similares a las anterio­res.

Cambios en la dinámica regional.

Los focos de relación tradicionales también su­fren un desplazamiento significativo, común a bue­na parte de la Península. El predominio de las rela· ciones mediterráneas y levantinas durante el Bron­ce Antiguo y Medio, es sustituido en gran parte del territorio turolense por una importante penetración de elementos vinculados a la Meseta o al Sistema Ibérico, como se ha puesto de manifiesto al comen­tar los distintos componentes del sistema socio-cul· tura l.

También es posible que la dinámica de intercam­bios con los sectores del occidente y sur catalán se interrumpa de forma momentánea, pues aunque si· guen llegando algunos elementos como las asas de apéndice de botón, lo hacen de forma absoluta­mente excepcional.

Estas tendencias volverán a cambiar durante el Bronce Final y Primera Edad del Hierro con las pe­netraciones de los Campos de Urnas, pero buena parte de la provincia se hará refractaria a las mis­mas, manteniendo en vigor los vínculos occidenta­les surgidos durante estos momentos.

Conclusiones

Tras el repaso llevado a cabo sobre las forma­ciones sociales que se desarrollan entre el 1600 y el 1100 a.c. en la provincia de Teruel, se constata el desarrollo de grupos bastante estructurados social y territorialmente que presentan importantes víncu­los con Levante y otras líneas de contacto, a través de relaciones de tipo comercial, con el sur y occi­dente catalán.

Estos grupos parece que entran en una crisis acelerada cuyas causas quedan fuera de nuestro análisis, pero cuyas consecuencias se perciben en el despoblamiento, desarticulación territorial y 'polí­tica', el debilitamiento de las líneas de relación e intercambio tradicionales, etc. Todo ello supone en definitiva el colapso de los grupos que se habían venido desarrollando durante el Bronce Antiguo­Medio y el abandono, al menos de forma momentá·

nea, de un modelo económico y social tendente a la intensificación y progresivo incremento de la com­plejidad.

Como consecuencia de esta crisis, antes que como causa. el vacío dejado es ocupado por otros rasgos que indican nuevas líneas de relación vincu­ladas a los ámbitos meseteño e ibérico, donde se habían estado gestando grupos aparentemente más simples desde el punto de vista social.

La ruptura es clara. Durante el Bronce Tardío las tradiciones precedentes se diluyen y desaparecen casi por completo del registro arqueológico. Las nuevas sociedades que surgen responderán a un modelo cultural distinto que se prolongará y termi­nará de conformar durante el Bronce Final y Prime­ra Edad del Hierro.

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