Archaeological Research & Ethnographic Studies, nº 3. 2015

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Archaeological Research & Ethnographic Studies Número/Number 3 Abril/April 2015 Agadir Id Ayssa (Amtoudi, Goulimine). Marruecos/Morocco

Transcript of Archaeological Research & Ethnographic Studies, nº 3. 2015

A r c h a e o l o g i c a l R e s e a r c h & E t h n o g r a p h i c S t u d i e s P á g i n a / P a g e | 1

elp

Revista de investigación arqueológica y estudios etnográficos

Archaeological Research

&

Ethnographic Studies

Número/Number 3

Abril/April 2015

Agadir Id Ayssa (Amtoudi, Goulimine). Marruecos/Morocco

A r c h a e o l o g i c a l R e s e a r c h & E t h n o g r a p h i c S t u d i e s P á g i n a / P a g e | 2

Edita/Edit:

Arqueored.blogspot.com

Dirección/Directors:

Álvaro Sánchez Climent

Eduardo Corrochano Labrador

Secretario/Secretary:

Javier Díaz Bravo

Edición/Desktop publishing:

Álvaro Sánchez Climent

Javier Díaz Bravo

Consejo Editor/Editorial Board:

Dr. María Luisa Cerdeño Serrano

(University Complutense of Madrid)

Dr. David Rodríguez González

(University of Castilla-la Mancha)

Dr. Víctor Manuel López-Menchero Bendicho

(Sociedad Española de Arqueología Virtual)

Dr. Pedro R. Moya Maleno

(Research director “ Entorno Jamila”)

Dr. Edward Swenson

(University of Toronto)

Dr. Heather M.-L. Miller

(University of Toronto at Mississauga)

Bsc. Yulianne Pérez Escalona

(Univertsity of Granma)

Bsc. Marta Chordá Pérez

(Centro de Estudios Celtibéricos de Segeda)

Responsable de edición/editorial

managing:

Álvaro Sánchez Climent.

Lugar/Place:

Ciudad Real. Spain.

ISSN-e: 2340-0420

Número/Number 3

Abril/April 2015

Colaboran en este número/Contributors in this issue:

Michel Muñoz & Santiago David Domínguez-Solera.

ARES Arqueología y Patrimonio Cultural C.B.

Álvaro Sánchez Climent.

Dpt. Prehistory. University Complutense of Madrid.

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Preliminary report on the excavation of the Alcázar del Rey windmill (Cuenca, Spain) .............5

Michel Muñoz & Santiago David Domínguez-Solera.

Deconstructing the panel: brief methodological reflection of analysis for studying of the rock

art from the perspective of the Landscape Archaeology ...............................................................41

Álvaro Sánchez Climent.

ÍNDICE/SUMMARY

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Preliminary report on the excavation of the Alcázar del Rey windmill

(Cuenca, Spain)

Míchel Muñoz1

Santiago David Domínguez-Solera1

1ARES Arqueología y Patrimonio Cultural C. B.

Abstract:

This paper contains the results of the first archaeological campaign at the Alcázar del Rey

Windmill (Cuenca, Spain). The windmill dates from the XIX century, later turned into a

dovecote. We made an archaeological dig inside and outside and a stratigraphic analysis too,

using methodology of Archaeology of Architecture. It has also been documented that the building

is fortuitously situated on a Roman "lapis specularis" pit mine.

Keywords: Windmill, dovecote, Archaeology of Architecture, Roman mining.

Informe preliminar sobre la excavación del molino de viento de

Alcázar del Rey (Cuenca, España)

Míchel Muñoz1

Santiago David Domínguez-Solera1

1ARES Arqueología y Patrimonio Cultural C. B.

Resumen:

Este artículo contiene los resultados de la primera campaña arqueológica en el Molino de Viento

de Alcázar del Rey (Cuenca, España). El molino data del S. XIX, convirtiéndose posteriormente

en un palomar. Hemos realizado una excavación en su interior y en su exterior y un análisis

estratigráfico mediante metodología de Arqueología de la arquitectura. Se ha documentando

también que el edificio está fortuitamente ubicado sobre un pozo de mina romana de “lapis

specularis”.

Palabras clave: Molino de viento, palomar, Arqueología de la Arquitectura, minería romana.

MUÑOZ, M. & DOMÍNGUEZ-SOLERA, S.D. (2015): “Preliminary report on the excavation of the Alcázar del

Rey windmill (Cuenca, Spain). Archaeological Research & Ethnographic Studies, nº 3: 5-39.

Recibido/Received: 13-03-2015

Aceptado/Accepted: 27-03-2015 ISSN-e: 2340-0420.

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1. Introducción:

El presente texto lo constituye el informe redactado para informar sobre el resultado de la

campaña de excavación arqueológica y de lectura estratigráfica muraria en el Molino de Alcázar

del Rey (Polígono 506, Parcela 5020) en el verano de 2014, propiedad de la Asociación de

Amigos del Paisaje de Alcázar del Rey, promovida por su Presidente José Yunta.

El Molino de Alcázar del Rey está definido en diferentes inventarios patrimoniales -ficha

de Carta Arqueológica actualizada por nosotros tras este trabajo- y recibe la protección genérica

que la normativa vigente (Ley 4/2013 de Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha) concede a

este tipo de bienes por definición.

Aquí se tratan los trabajos arqueológicos previos requeridos por la Oficina Técnica de

Patrimonio de los Servicios Periféricos en Cuenca de la Junta de Castilla-La Mancha, para

autorizar la restauración del bien inmueble, en la actualidad en estado de ruina relativamente

estable. La intención última, según el promotor, es la de darle el trato adecuado que este bien

patrimonial, símbolo e hito en el Paisaje urbano de Alcazar del Rey, necesita y merece (Yunta,

2012 a).

Alcázar es un municipio ubicado en la actual carretera y autovía de Cuenca a Madrid

pasando por Tarancón, nuevos ejes que mantienen viva la tradicional vía de comunicación entre

ambas ciudades. Se conocen restos puntuales de la Protohistoria en su entorno –por ejemplo

hachas pulimentadas-, pero son más abundantes los vestigios documentados en el término

municipal de época Romana y de la Tardoantigüedad, destacando minas de lapis specularis o

espejuelo y el sitio de enterramiento de Arbolete y Ballestera (Yunta, 2012 c). El Arbolete y la

Ballestera se han definido como sitios arqueológicos de época romana, con materiales destacados

–terra sigillata, por ejemplo- e incluso expuestos en el Museo Arqueológico de Cuenca en los

años setenta (Osuna y Suay, 1975). Preexistente en época musulmana, en el S. XII se conquista y

puebla este lugar por parte de cristianos, pasando a depender del Alfoz de Huete y

denominándose al pueblo “Alcázar del Huete” hasta que a partir del S. XVI pase a llamarse

“Alcázar del Rey” al pasar a depender de la Corona (Romero, 2011: 38-39), como toda la tierra

de Huete desde finales del XV. No obstante, el topónimo antiguo de “Alcázar de Huete”

permanece vigente en mapas posteriores tales como el de mapa de Tomás López de 1785. En

cualquier caso, en el “Diccionario de Madoz” se denomina al pueblo como su nombre actual

(Madoz, 1848). Es dato conocido que ésta, como otras poblaciones de Cuenca y españolas –

Olmeda del Rey/República, por ejemplo, o Ciudad Real/Libre- pasaría a denominarse “Alcázar

de la República” en los años treinta del S. XX.

Su nombre aludiría a alguna fortaleza existente en este punto entre Uclés y Huete,

generada en el contexto de la conquista y repoblación medieval de estas tierras en época

musulmana y cristiana, siendo una ubicación de interés estratégico como paso entonces y en las

rutas ganaderas y de cualquier otro tipo posteriores (Romero, 2011: 39). Dejando al margen el

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tema de las denominaciones, destacan como monumentos la Iglesia Parroquial de Santo

Domingo de Silos, las ermitas aún existentes de la Virgen del Carmen y de la Virgen de la

Portería y las desaparecidas de San Sebastián, de la Magdalena, San Juan, del Niño Jesús, de

Santa Ana y de la Concepción (ibidem). La iglesia parroquial recibe en la bibliografía y la

documentación divulgativa de otro tipo la denominación de “fortificada” por su torre almenada y

su solidez volumétrica, que nosotros aquí matizamos que ha de entenderse metafóricamente y no

en relación a la realidad de la fortificación que daría nombre de “alcázar” a la población.

Sobre las minas de lapis specularis, con abundantes restos de espejuelo cortado y serrado

en sus bocas, se han hecho múltiples reivindicaciones para su conservación y estudio (Yunta,

2010). También se habla de una necrópolis de tumbas antropomorfas excavadas en la roca, con

restos humanos descubiertos hace décadas en su interior y en paradero desconocido (Yunta, 2012

C), de grabados rupestres y de unos poblados de difícil adscripción cronológica (Yunta, 2012 b).

Se ha afirmado que los muros de aterrazamiento que sirven de base a la iglesia parroquial,

metafóricamente definida como fortaleza, eran la muralla (Yunta, 2009). Nosotros no vemos en

sus fábricas ni el módulo, ni la técnica, ni las proporciones requeridas para una estructura

defensiva tipo.

Además del molino que aquí nos ocupa, han sido defendidos como parte del patrimonio

etnográfico del municipio, los diversos chozos manchegos que contiene el término municipal

(Yunta, 2010 a y Osorio, 2010). También se han ponderado por los vecinos y miembros de la

asociación que promueve el presente trabajo las pilas de piedra de la Fuente del Concejo. En este

informe vamos a llamar la atención sobre tres aspectos arqueológicos/etnográficos distintos: Una

era, un molino y un palomar.

2. Desarrollo de los trabajos:

El molino fue objeto de un estudio estratigráfico previo, mediante metodología de

Arqueología de la Arquitectura. Tras él y con él, se redactó un proyecto de intervención,

consistente en la matización y corrección de tal estudio previo y la excavación de su suelo al

interior y al exterior.

Una vez trazada la retícula, de cuadros de 2 x 2 m. se han excavado 14 cuadros (ver

plano), en un total de 56 m.². En el exterior se han liberado las primeras hiladas del molino y el

arranque de los cimientos, además de la roca caliza que en algunos puntos sirve de base

geológica a la estructura. Además hemos encontrado piedras de trillar, coherentes con la función

de era, y dos casquillos de bala de pistola de difícil interpretación, pero muy posteriores a la

G.C.E. (1936-1939). Aquí se ha despejado también una losa de piedra tallada como bebedero de

ganado, que pertenece al paraje, pero que fue traída aquí por la propiedad dentro de la valla

protectora provisional dispuesta hace apenas diez años para dificultar su robo o rotura. Tal

vallado provisional fue dispuesto para evitar la caída de piedras a gente que se acercase o entrase

al molino.

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En el interior se ha limpiado en primer lugar el suelo, con basuras recientes mezcladas

con el aún remanente estrato de excrementos de paloma. Apareciendo el corte de la cimentación

y negativos de estructuras desaparecidas de poca entidad (apenas -5 cm.), en el cuadro C2

comenzaba un pozo, con basuras y cadáveres de palomas y conejos criados en el edificio hasta su

abandono total en los primeros -50 cm. Hay madrigueras de conejo que, penetrando en este

hueco, pasarían bajo los cimientos del molino (de apenas 30 cm. dado que la estructura apoya en

la roca caliza geológica menos en este punto). Continuamos excavando el relleno compacto de

tierra que rellenaba el pozo, apareciendo materiales totalmente distintos a los mezclados con las

carcasas de conejo y paloma, adscribibles a cronología antigua y tardoantigua, siendo

característicos los fragmentos de espejuelo procesados con sierra. Excavamos el pozo hasta

superar los tres metros de profundidad. Es rectangular, con unas medidas aproximadas de 2 x 1,5

m. Está tallado directamente a pico en la roca geológica, reforzándose un lateral con cal y

mampuestos para su regularización. No excavamos la tierra que hay bajo los cimientos,

aconsejados por el arquitecto que acometerá la obra de restauración, por no debilitar la estructura

en este punto. Queda como testigo para futuras campañas. Tampoco seguimos excavando por

debajo de los 3 metros, por seguridad, al empezar a comprender por su entidad que podría

tratarse de la entrada a una mina de espejuelo taponada y que podría bajar muchos más metros,

estando los inferiores vacíos. Sí clavamos un hierro guía hasta un metro más (-4 m. en total,

entonces), comprobando que aún seguía penetrando en la caliza el pozo hasta tal cota.

El siguiente paso fue el nuevo análisis estratigráfico murario, integrando la información

de la excavación, corrigiéndose sustancialmente la interpretación previa, tal y como veremos.

Fases

Fase I (Edad Antigua): Mina de espejuelo.

Fase II (S. XIX): Molino de Viento y era.

Fase III (finales del S. XIX-principios del XX): Palomar y era.

Fase IV (segunda mitad del S. XX y principios del XXI): Deterioro, ruina y

reparaciones puntuales y provisionales para evitar el colapso parcial o total de la estructura.

Relación de unidades estratigráficas de la excavación

Continúan a partir de la lectura estratigráfica muraria previa.

Fase I:

- UE 0: Roca caliza geológica.

- UE 40 I: Cubeta tallada en la roca caliza geológica a pico. Huellas de tal instrumento en

la pared. 150 x 200 cm. de planta, cuadrada con las esquinas redondeadas.

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- UEM 41: mampuestos de refuerzo, tomados con cal y sobre arcilla y roca geológicas.

Piezas de más de 30 cm.

- UEM 34: Base de cal y canto alrededor de la boca de la mina. Potencia aproximada de

20-30 cm.

Fase II:

- UE 42: Relleno de tierra con materiales antiguos y tardoantiguos. Espejuelo, tégula,

ladrillos y cerámica. Potencia de -50 en adelante (nosotros excavamos hasta superar los

tres metros).

- UE 45 I: Zanja de cimentación del molino, que corta UEM 34 y se solapa a UE 42 antes

de su alteración por conejeras (UE 443 I) al conformarse la UE 44. Al vertirse los

cimientos de mampostería y pasta de cal, quedaron moldeados con la forma de la zanja.

Fase III:

- UE 43 I: Conejeras excavadas por los animales bajo la cimentación.

- UE 31: “Costra” de disolución de los excrementos de paloma y la tierra del deterioro de

los nidales. Potencia estratigráfica de 3 cm. Toda la UE 44 estaría afectada por ellas,

rehundiéndose y quedando enterrado su contenido.

- UE 44: Relleno de tierra del la boca de la mina alterado por palomas y madrigueras. Con

excrementos de paloma, huevos, huesos de pichones caídos, conejos, revuelto traído por

éstos a sus madrigueras, materiales cerámicos de revuelto, materiales metálicos, plástico

en el interior de la madriguera, escombros del molino y los nidales, etc. Potencia

estratigráfica de -1 a -50 cm.

- UE 100: Nivel superficial exterior, sobre la explanación de la era.

- UE 101: Capa vegetal superficial.

Nueva lectura estratigráfica muraria del lado E

UEM DESCRIPCIÓN. Fase

1 Fábrica de sillería escuadrada en tres hiladas, aunque no lo aparenta debido al desgaste del material constructivo. La

piedra de toba es una materia prima fácil de trabajar, pero por el contrario también acusa más el paso del tiempo. Las

medidas de sus piezas oscilan entre 71 x 35, 60 x 35, 47 x 35, 40 x 24 y 50 x 24 cm. La junta es de 4 cm. Es muy posible que se trate de material reaprovechado.

II

2 Unidad de sillería no tan cuidada. Sus piezas apiconadas están más cerca del concepto de mampuesto, de ahí el uso de ripias. El hecho de emplearse el mismo mortero de yeso con intrusiones de yeso y caliza certifican su pertenencia a un mismo momento constructivo. También dispone de tres hiladas y algunas de sus piezas miden 58 x 17, 41 x 24, 24 x 25 y 34 x 17 cm.

II

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5 Fábrica principal del molino en mampostería concertada con ripias, siendo la toba el material principal y el mortero de yeso su ligante. Algunas de sus piezas: 22 x 17, 20 x 25, 18 x 17 y 25 x 14 cm.

II

22 Núcleo interior de la fábrica del molino que no ha podido ser estudiado con detalle, dada la integridad de las fábricas exteriores. Paramento y núcleo tendrían un ancho de 1,5 m.

II

EA 12 Puerta de acceso al interior del molino. Dibuja un rectángulo vertical que mide 1,15 x 1,95 m. Es posible que en tiempos se rematase en un arco plano, como presentan muchos edificios de su clase y como afirma la propiedad. Sin embargo, no lo podemos saber con certeza, ya que esta parte fue afectada por la interfaz UEM 16 I de reparación.

II

EA 18 Ventanal, que mide 0,8 x 1,1 m. Fue reformado en la fase siguiente. II

EA 19 Antiguo ventanuco superior del molino para observar los vientos. Tendría una luz aproximada de 51 x 21 cm. En total había ocho de estas aperturas por todo el molino.

II

EA 38 Unidad invisible desaparecida que representa el ventanuco para observar la dirección del viento. Estaría situada entre el EA 19 y EA 30, siendo su fisonomía análoga a éstas. Desapareció con la reforma del molino para palomar, al aplicarse en esta zona la mampostería de cascajo UEM 9, que sostenía un tejado a dos aguas.

II

EA 30 Antiguo ventanuco superior del molino para observar los vientos. Tendría una luz aproximada de 51 x 21 cm, conservándose menos de la mitad. En total había ocho de estas aperturas por todo el molino.

II

15 Revestimiento de yeso del molino conservado desigualmente. II

8 I Interfaz de destrucción que sobre todo afecta a la parte alta del molino (fábrica UEM 5 y ventanucos para medir la dirección del viento).

III

9 Fábrica de mampostería de cascajo dispuesta, con mortero de yeso, para sostener la nueva cubierta a dos aguas.

III

21 Capa de yeso desigual extendida sobre la fábrica UEM 9, quizá extendida con motivo de alguna reparación del propio tejado.

III

20 Tejado con teja árabe. III

13 Capa de revestimiento en yeso sobre todo el edificio y que cubría tanto a las fábricas como al revestimiento del Molino UEM 15.

III

14 Enlucido exterior monócromo y grisáceo del palomar. III

17 Reformas con yeso y carpinterías del vano EA 18. III

11 I Interfaces contemporáneas que marcan el deterioro sufrido por el edificio tras su abandono de uso como palomar.

IV

16 I Deterioro de la parte superior de la puerta EA 12. IV

23 Reparación con cemento y vigas metálicas de la puerta EA 12. IV

Inventario de materiales

- Superficie, UE 100.

AA14-7-6. Hierro. Clavo, Lámina y fragmento hoja cuchillo. Contemporáneo.

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AA14-7-8. Hierro. Herraje de puerta.

AA14-7-9. Casquillos de pistola 9mm corto, 1978, Fábrica Santa Bárbara. 2 identicos.

AA14-7-10. Galbos de cerámica torneada contemporánea y un fragmento de teja contemporánea.

AA14-7-11. Fragmentos de silex de hoja de trilla y otros de herramientas.

AA14-7-72. Galbo torneada anaranjada. Engobe Exterior marrón. Contemporánea.

AA14-7-73. Galbo torneada beige. Engobe interior gris. Contemporánea.

AA14-7-74. Galbo de torneada rojiza. Perfil globular. Paredes finas. Contemporánea.

AA14-7-75. Galbo de torneada anaranjada. Contemporánea.

- Cuadro C3, UE 44.

AA14-7-1. Conjunto de fauna. Paloma (Columbus columbus), conejo (Ortolagus cuniculus) y

pequeños roedores indeterminados. Todas las edades y sexos. Fragmentos de cáscara de huevo.

Todos los elementos están completos, sin fracturas. Las marcas más abundantes son de

trampling, pero no por pisoteo sino por la propia acción de enterramiento y precipitación de

escombros sobre el hueso. Menos numerosas, pero presentes en algunos restos, aparecen marcas

de raíces. No se aprecian marcas de diente u otro tipo que diagnostiquen alguna forma diferente

de alteración o porceso tafonómico distinto al de la muerte y descomposición de los animales por

causas naturales.

AA-14-7-2. Muestras de carbón vegetal.

AA14-7-3. Lapis specularis. Cuatro fragmentos laminados de distintos tamaños.

AA14-7-4. Hoja de trilla de silex blanco.

AA14-7-5. Fragmentos de cerámica torneada. Galbos de torneada beige, con carena (1) y con asa

(1). Galbo torneada anaranjada melada en el interior. Galbo torneada anaranjada con engobe

marrón exterior. Galbo celtibérica beige paredes finas con bandas concéntricas ocres.

AA14-7-7. Hoja de hoz de hierro. Contemporánea.

- Cuadro C3, UE 42.

Pozo mina lapis specularis. Materiales de relleno. Cerámica celtibérica (decorada y lisa), común

romana, de almacén de gran tamaño torneada (tipo dolium). Cerámica modelada lisa y decorada.

Lapis specualris. Hierro.

AA14-7-12. Herramienta de silex marrón oscuro. Lasca Levallois.

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AA14-7-13. Herramienta de silex blanco. Lasca Levallois.

AA14-7-14. Herramienta de silex blanco. Punta Levallois.

AA14-7-15. Herramienta de silex marrón oscuro. Lasca Levallois.

AA14-7-16. Silex. Conjunto de debrige, hojas de trilla y amorfos.

AA14-7-17. Lapis specularis. Conjunto de fragmentos laminados de distintos tamaños.

AA14-7-18. Hierro. Fragmentos de hoja de cuchillo (2).

AA14-7-19. Hierro. Fragmentos de hoja de cuchillo (3).

AA14-7-20. Hierro. Fragmentos de caña de sección circular (3).

AA14-7-21. Fragmento de loseta romboidal romana.

AA14-7-22. Loseta romboidal romana.

AA14-7-23. Fragmento de loseta romboidal romana.

AA14-7-24. Fragmento de loseta romboidal romana.

AA14-7-25. Fragmento de loseta romboidal romana.

AA14-7-26. Loseta romboidal romana.

AA14-7-27. Fragmento de loseta romboidal romana.

AA14-7-28. Fragmento de loseta romboidal romana.

AA14-7-29. Loseta romboidal romana.

AA14-7-30. Loseta romboidal romana.

AA14-7-31. Conjunto fragmentos de tegula e imbrice.

AA14-7-32. Borde torneada anaranjada con engobe marrón. Tardoantigua.

AA14-7-33. Borde torneada rojiza con carenas y recorte. Tipología indeterminada. Tardoantigua.

AA14-7-34. Galbo torneada gris. Tardoantigua.

AA14-7-35. Galbo torneada marrón. Tardoantigua.

AA14-7-36. Asa de torneada marrón. Fragmento. Tardoantigua.

AA14-7-37. Galbo de torneada marrón oscura. Fragmento arranque borde. Tardoantigua.

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AA14-7-38. Galbo de torneada negra, paredes finas. Tardoantigua.

AA14-7-39. Galbo de torneada gris oscura con carena. Arranque cuello. Tardoantigua.

AA14-7-40. Galbo de torneada gris oscura. Interior negro. Tardoantigua.

AA14-7-41. Galbo de celtibérica beige pulida con restos de bandas rosadas.

AA14-7-42. Galbo común romana rojiza con engobe exterior anaranjado, recipiente de gran

tamaño.

AA14-7-43. Galbo celtibérica anaranjada. Pulida y con engobe marrón.

AA14-7-44. Galbo celtibérica marrón con engobe oscuro. Con perforación (¿laña?). Reductora

AA14-7-45. Galbo celtibérica beige pintada bandas ocres.

AA14-7-46. Galbo celtibérica beige pintada bandas ocres.

AA14-7-47. Galbo celtibérica anaranjada pintada banda de “SSS”.

AA14-7-48. Galbo celtibérica anaranjada pulida y con engobe marrón

AA14-7-49. Galbo común romana marrón pulida y con engobe anaranjado.

AA14-7-50. Galbo común romana anaranjada recipiente de gran tamaño .

AA14-7-51. Galbo celtibérica marrón clara pulida.

AA14-7-52. Galbo celtibérica anaranjada con engobe marrón. Reductora.

AA14-7-53. Galbo celtibérica beige recipiente de gran tamaño. Pulida.

AA14-7-54. Galbo celtibérica beige recipiente de gran tamaño. Pulida.

AA14-7-55. Galbo celtibérica beige recipiente de gran tamaño. Pulida.

AA14-7-55 (Bis). Galbo celtibérica marrón anaranjada paredes finas. Pulida.

AA14-7-56. Galbo celtibérica beige recipiente de gran tamaño. Pulida.

AA14-7-56 (Bis). Galbo celtibérica anaranjada. Pulida.

AA14-7-57. Galbo común romana anaranjada. Con engobe marrón.

AA14-7-58. Galbo celtibérica de gran tamaño beige. Engobe interior gris. Moldura cuello.

AA14-7-59. Galbo celtibérica de gran tamaño beige. Engobe interior gris.

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AA14-7-60. Galbo celtibérica de gran tamaño beige. Engobe interior gris.

AA14-7-61. Galbo celtibérica de gran tamaño beige. Engobe interior gris.

AA14-7-62. Borde celtibérica anaranjada. Reductora.

AA14-7-63. Galbo celtibérica marrón pulida. Con engobe interior gris.

AA14-7-64. Borde celtibérica beige.

AA14-7-65. Galbo celtibérica beige. Engobe exterior marrón con decoración de banda ocre.

AA14-7-66. Galbo celtibérica anaranjada con bandas rojas. Engobe interior marrón.

AA14-7-67. Asa celtibérica beige. Fragmento.

AA14-7-68. Borde celtibérica anaranjada de gran tamaño. Decorada con incisiones en labio.

AA14-7-69. Galbo celtibérica beige con bandas ocres.

AA14-7-70. Galbo celtibérica anaranjada con engobe beige. Paredes finas.

AA14-7-70 (Bis). Loseta romana suelo marrón clara. Fragmento. Estriado en reverso y restos de

caementum.

AA14-7-71. Loseta romana suelo marrón clara. Fragmento. Estriado en reverso y restos de

caementum.

AA14-7-76. Galbo terracota modelada beige, recipiente gran tamaño almacén.

AA14-7-77. Galbo celtibérica marrón. Reductora.

AA14-7-78. Galbo modelada marrón. Engobe interior gris oscuro.

AA14-7-79. Galbo modelada marrón. Interior pulido.

AA14-7-80. Galbo terracota modelada negra, recipiente gran tamaño almacén. Con carena.

AA14-7-81. Galbo modelada marrón pulida. Paredes finas.

AA14-7-82. Galbo modelada marrón con mamelón. Interior negro.

AA14-7-83. Galbo modelada marrón con interior negro.

AA14-7-84. Galbo modelada marrón con interior negro.

AA14-7-85. Galbo modelada marrón pulida. Interior negro.

A r c h a e o l o g i c a l R e s e a r c h & E t h n o g r a p h i c S t u d i e s P á g i n a / P a g e | 15

Encuestas

También se ha desarrollado una serie de entrevistas al promotor y a la gente mayor del

pueblo. Con ella se han generado tanto la interpretación de este informe como las conclusiones.

Pero destacamos, entre la información general, los principales datos que condicionan la

cronología atribuida a las dos últimas fases:

- Emilio del Saz, de Alcázar del Rey y nacido en 1938, nos cuenta que Víctor Gómez tuvo el

palomar desde antes de la Guerra Civil. Tenía el palomar unos cuantos palos más en el techo y

que se habían ido cayendo.

- Pedro Gómez, de unos 5 años menos que Emilio, nos cuenta el hijo de Víctor Gómez, que

su abuelo compró el molino en el año 50 o así. Él nace exactamente en el 44 y los pichones ya

estaban. Otro vecino, anónimo, nos explica que él nació en el 38 y siempre recuerda que allí

hubo palomas. También se criaban conejos en la parte baja del edificio.

3. Contextualización.

Rectificación

Ante las consultas previas dirigidas al Servicio de Patrimonio de la correspondiente

delegación en Cuenca de la Junta de Castilla-La Mancha que hizo el promotor (José Yunta), se

le prescribió la conveniencia de elaborar una memoria arqueológica sobre el edificio, con el fin

de acompañar el proyecto de arquitectura de José Chavarri y Colon de Carbajal. La memoria

arqueológica requerida se convertirlo en estudio previo, pero se empleó ya metodología de

Arqueología de la Arquitectura. Este primer trabajo sirvió a su vez como proyecto arqueológico

de una campaña a ejecutar durante la obra de restauración.

Las razones para el uso de este método de Arqueología de la Arquitectura en el dicho

estudio previo se justifican porque: Ofrece un conocimiento del edificio a estudiar que pocos

métodos pueden igualar. De esto se aprovecha tanto el arquitecto superior o el arquitecto técnico

como el arqueólogo. Este último puede afinar mucho más para definir los objetivos de la

intervención arqueológica, que realizará en fase de obra, del mismo modo que ofrece ese mismo

conocimiento a la dirección facultativa. Sin embargo, no sólo le da conocimientos de tipo

histórico y formal para formular criterios generales de restauración, sino que la Arqueología de

la Arquitectura también permite definir muchas de las patologías que sufre el hecho construido a

restaurar. De hecho las UEM (Unidad Estratigráfica Muraria) que se derivan pueden marcar

determinantemente el mismo proceso de restauración, llegando incluso a convertir a la

individualización resultante en partidas de obra (Mileto y Vegas, 2004), como hemos hecho

nosotros mismos en la obra de restauración del paño de muralla de Santa Catalina en Cuenca

(Villar, Muñoz y Domínguez-Solera: 2013).

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En este caso del Molino de Alcázar del Rey, se definieron originalmente cinco fases

constructivas. Fase I: Atalaya islámica desde el S. X al XII. Fase II: Torre de Juan Gómez, S.

XIII hasta Época Moderna. Fase III: Época Moderna hasta el S. XIX. Fase IV: Palomar, S. XX.

Fase V: Deterioro reciente contemporáneo.

La primera fase se determinó por la fisonomía de las primeras hiladas, el topónimo de

Torre de Juan Gómez -que según el MTN se localiza en la Era sobre la que se encuentra el

propio molino- y el contexto histórico del territorio inmediato de Alcázar del Rey. Por supuesto,

en ningún momento vimos -ni hemos visto hasta ahora- ningún documento escrito que nos

hablase de una atalaya islámica o una torre cristiana posterior. Sin embargo, Alcázar del Rey está

situado en el corazón de los caminos que conectaban Uclés con Huete, plazas musulmanas que

en los últimos años del S. IX y primeros del S. X, conformaron la frontera de la Cora de Santaver

-dominio del linaje de los Banu Zennun- frente a la Medina de Toledo y los dominios de los

Banu Abdus, con capitalidad en Zorita de los Canes.

La sillería escuadrada era el aparejo con que se realizaron esas tres primeras hiladas

objeto de sospecha. Se ejecutaron en piedra de toba con un curioso mortero, que nos recordaba al

que apareja las fases islámicas del Castillo de Cuenca. En ningún momento, realizamos análisis

de morteros, pero el color blanquecino de ambos ligantes no era nuestra única pista, sino también

las intrusiones comunes como cristales de yeso y cuarzos lechosos. Por supuesto, todo esto tan

sólo eran indicios muy elocuentes y, por eso, en todo momento, expresamos que se trataba una

hipótesis de trabajo, a confirmar o negar durante la intervención.

Así, en el estudio previo considerábamos la opción de que el molino pudiese ser el

resultado del reaprovechamiento de una torre árabe, una atalaya, dentro del contexto medieval

más arriba mencionado (Yunta, 2012, Muñoz y Domínguez-Solera, 2014: 352). Pero estas torres

tienen otras dimensiones y morfología: una puerta elevada, menos diámetro y decreciendo éste

en la altura, mayor elevación, sillarejos verticales… tal y como ilustran los diversos casos de los

siglos X y XI en la Frontera del Duero (Carnicero, 2003). El estudio pormenorizado

estratigráfico y el análisis global de las características del edificio (no habiendo encontrado

tampoco materiales arqueológicos muebles de tal cronología) hacen que descartemos finalmente

tal hipótesis y a la que tal vez le dimos más relevancia de la que merecía, por no existir indicios

más allá de ideas especulativas en el campo de la “erudición” sobre el tema.

En cambio, tras el trabajo de documentación arqueológica, hemos obtenido datos

sólidos que dejan sin fundamento nuestras anteriores afirmaciones apriorísticas y que, como

veremos, definen la esencia de la estructura como el cuerpo de un molino de viento tipo en

cuanto a dimensiones, materiales, estructura y en la totalidad de sus elementos conservados. La

única peculiaridad es la fase de palomar que se le añade cuando este tipo de tecnología de

molienda queda obsoleta.

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En el exterior incluso se exhumo una zarpa de una solo hilera como tienen algunas

torres de vigilancia musulmanas. Sin embargo, el registro arqueológico es claro, no había indicio

estratigráfico de deposición terrestre ni de material fuera de contexto, que remitiera a cronologías

altomedievales. Es más el trazado de unidades de excavación en el exterior determinó el carácter

del hueco UEM 28. El mismo no se pudo evaluar bien durante el estudio previo, dada la

vegetación y el hecho de que fue roto en su contorno derecho por la interfaz contemporánea

UEM 27 I. El mismo se encontraba en la primera hilada Ahora bien limpio, se advirtió que era

coetáneo a la fábrica UEM 1, en que se integraba, pero también se comprobó que esta unidad

muraria 28 era en realidad el “mechinal” por el que pasa el “muerto” que fija el eje interior del

molino de viento. Dicho de otro modo, desde sus primeras UEM hasta las de la fase en que se

convierte en Palomar, todas ellas integraban parte de un antiguo molino de viento sin posibilidad

de duda.

A nivel instrumental ya hemos expuesto las ventajas de utilizar los análisis

estratigráficos murarios en el proyecto de restauración. Aunque nos equivocamos en su

interpretación, la lectura propiamente dicha, ha servido ya para llamar la atención sobre las

fábricas y su tratamiento a la dirección facultativa. Ahora es menester que lo examinemos como

proceso de investigación científico.

Es evidente, que en este caso la hipótesis inicial de una posible atalaya islámica del S.

IX o X, no la resultado por la evaluación preliminar inexacta de la UEM 1. Sin embargo, no

debemos identificarlo como un fallo, ya que la lectura de paramentos no era el ensayo en sí, sino

un instrumento para construir una hipótesis. En realidad, la verdadera prueba ha sido la

excavación arqueológica, que es la que ha revelado las evidencias del pasado y sobre la que

hemos reconstruido la secuencia estratigráfica final -en este caso expresada también en una

matriz de Harris-.

Ahora bien, esto no quita para que la experiencia nos sirva para advertirnos en el futuro

de los límites de las “hipótesis construidas estratigráficamente”. En todo momento, la

Arqueología nos recuerda que los materiales de construcción pueden ser reaprovechados y que

hay componentes geológicos más fácil de trabajar que otros, como esta piedra de toba, de la que

se puede obtener un sillar sin tantos conocimientos y el esfuerzo que se necesitaría para elaborar

otro de granito.

Era algo que tuvo presente la dirección técnica arqueológica, sin embargo, la principal

lección que hay que sacar a nuestro juicio, es que medios naturales similares -en este caso el

campo circundante de Cuenca y el de Alcázar del Rey- pueden producir también ligantes

semejantes, con márgenes cronológicos tan amplios como el que va desde el S. X al S. XIX.

Tengamos presente que ambos se aprovechan de yesos e intrusiones que se producen en los dos

ambientes geográficos. Aunque hubiéramos hecho análisis químicos sólo identificarían una

similitud de componentes no una cronología. Los morteros son indicios que debemos calificar

A r c h a e o l o g i c a l R e s e a r c h & E t h n o g r a p h i c S t u d i e s P á g i n a / P a g e | 18

metafóricamente como “resbaladizos” y que sólo pueden ser tomados en cuenta en el marco de

pruebas más firmes.

Sobre el topónimo de “Torre de Juan Gómez”: Es cierto, que a todas luces nos indica la

existencia un elemento turriforme medieval, pero que podamos identificarlo con el edificio del

molino es una cuestión diferente.

Pero la gran sorpresa ha sido el descubrimiento de un profundo pozo excavado en la roca

geológica (UE 40 I) y sin relación directa con el molino, dado que el molino lo pisa y lo corta,

siendo su cimentación y fábrica original (UEM 1) claramente excavada y dispuesta sobre él

cuando ya estaba colapsado de tierra y materiales (UE 33). La morfología y los materiales

arqueológicos que en su interior aparecen (sobre fragmentos de lapis specularis procesados)

hacen pensar en que se trata de la entrada a una mina de espejuelo cegada. Este tipo de minas son

especialmente comunes en esta parte de la meseta. Sobre estos temas vamos a tratar en los

subsiguientes apartados.

Respecto a la secuencia final estratigráfica quedó fijada del siguiente modo: Fase I (Edad

Antigua): Mina de espejuelo. Fase II (S. XIX): Molino de Viento. Fase III (finales del S. XIX-

principios del XX): Palomar. Fase IV (segunda mitad del S. XX y principios del XXI):

Deterioro, ruina y reparaciones puntuales y provisionales para evitar el colapso parcial o total de

la estructura.

Fase I: Mina de lapis specularis

El lapis specularis o espejuelo es un mineral compuesto de yeso que conforma grandes

masas transparentes. Se presenta en una estructura laminar que puede ser objeto de exfoliación.

De este modo, es fácil cortar planos con unas medidas y grosores variables. Pero, sobre todo, son

sus propiedades traslucidas las que hicieron que se convirtiera en un material aprovechado por la

industria de la construcción romana, concretamente como ventanas que se exportaban a todo el

Imperio (Bernárdez y Guisado, 2006 a: 38-39). Forman parte del inventario del presente estudio

(AA14-7-3 o AA14-7-17) tales piezas de espejuelo, rescatadas en el nivel de revuelto que

cerraba y aún cierra parcialmente el pozo de la mina (UE 33).

Este material era especialmente abundante en la Provincia Tarraconense, ámbito en el que

se encuentra nuestro área de estudio, y jugaría un importante papel en los dos primeros siglos del

Principado (Guisado y Bernárdez, 2004), ya que el impulso en la reforma de viejas ciudades y la

construcción de otras nuevas conformó parte de la política de Augusto y otros emperadores.

Pero, el emperador también era artífice de estímulos como la promoción de oppidum a

municipium, con la que se instaba a los poderes locales a construir nuevos edificios públicos.

Aparte, también se daba la competición entre las propias civitates, por tener un complejo

monumental mayor que el de su vecina (ibidem).

A r c h a e o l o g i c a l R e s e a r c h & E t h n o g r a p h i c S t u d i e s P á g i n a / P a g e | 19

Aunque se hicieron pruebas con otros elementos inorgánicos y lapídeos -así como otros

orgánicos como vejigas curtidas de animales- el material más versátil y productivo se demostró

que era el lapis specularis (Guisado y Bernárdez, 2004). Decíamos que el yeso translúcido era

principalmente usado como sistema de acristalamiento, montado en bastidores de madera,

aunque también conocemos los cerámicos y los metálicos, que se disponían con un aspecto muy

similar a las vidrieras enrejadas que todavía hoy se utilizan. El efecto conseguido no sólo daba

una amplia iluminación a los interiores, sino que este material tenía además la ventaja de

constituir un buen aislante térmico y, por si fuera poco, era también aislante acústico y tenía

propiedades cortafuegos frente a incendios. Todo esto hace que autores como Juan Carlos

Guisado di Monti y María José Bernárdez (2004) se planteen que los edificios romanos

supusieron una cualitativa mejora en el confort de los servicios, que facilitaba el abaratamiento

de los costes del funcionamiento del edificio.

Ello se vio favorecido por una industria de construcción muy versátil que hacía del uso

del caementum u hormigón de cal el instrumento que le permitía alcanzar la mayor

monumentalidad. Así, el diseño de cúpulas y bóvedas permitía dejar abiertas grandes espacios

vacíos cubiertos y grandes vanos en paredes y cubiertas. A esto se une, el buen oficio de los

arquitectos romanos, que investigaron sobre las posibilidades de aprovechar la energía solar,

tanto desde el punto de vista calorífico como lumínico, especialmente en complejos como termas

o baños públicos (Guisado y Bernárdez, 2004).

El corte de las piezas se realizaba en el contexto de la mina -por eso entendemos que hay

piezas remanentes en los alrededores y en el interior del pozo de la mina del Molino de Alcázar

del Rey- y producía irremediablemente una enorme cantidad de desechos que, no obstante,

también eran aprovechados por la cadena de producción romana. El brillo de los pequeños yesos

cristalinos decoraba la arena de los anfiteatros y circos del imperio, provocando efectos

escénicos con el brillo que destilaban los rayos de sol en él reflejados (Guisado y Bernárdez,

2004). También se empleaba directamente para hacer yeso de construcción, ya sea fundiendo

directamente el desecho o haciendo polvo que sería empleado en otro lugar (Ibidem).

Había explotaciones de yeso de espejuelo en Chipre, Capadocia, África, Sicilia y Bolonia,

pero Plinio el Viejo testimonia que el mejor se obtenía en la Tarraconense, en una tierra que

estaba en torno a 100 pasos alrededor de Segóbriga (Regúlez y Navares, 2006). Estos 100.000

pasos romanos equivalen a 147 Km. actuales. La gran cantidad y magnitud de las explotaciones

mineras halladas en el proyecto de investigación, Cien Mil Pasos Alrededor de Segóbriga,

difícilmente podrían entenderse si estuvieran dedicadas únicamente al consumo local (ibidem).

Por eso reiteramos y ponderamos que se trata de una industria minera en toda regla, que tiene

como fin un mercado de exportación que abarcaba todo el Imperio. Para el caso de la mina de

Alcázar del Rey que estamos estudiando, hay que asumir entonces la existencia de una serie de

caminería que conectaría con el resto del viario principal conocido en la Provincia de Cuenca

(Palomero, 1987).

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No sólo facilitaron la explotación, el contar con una serie de vías romanas adecuadas para

el tráfico rodado de carga, sino también que estimularon la mejora y construcción de otras

nuevas en torno al eje de Ercávica, Segóbriga y Cartago Nova. Este último lugar era el puerto

por donde se distribuía por todo el Mediterráneo. Las naves que embarcaban el material eran

conocidas como naves lapidariae y se caracterizaban por su robustez, siendo su velocidad mucho

más lenta (Guisado y Bernárdez, 2004). Las legiones eran el garante del funcionamiento de ésta

y otras actividades económicas (Balbás, 2006: 35-36). Comentábamos que el mineral traslucido

no era lo único que circulaba por las calzadas, sino que, además, estimuló el resto de la actividad

económica, explicando el desarrollo de una potente cultura urbana en lo que hoy es la Provincia

de Cuenca (Bernárdez y Guisado, 2009). De este modo, conocemos los casos de las ciudades de

Ercávica, Valeria y Segóbriga, desconociendo la ubicación de Ergasta. Las mentadas Ercávica y

Segóbriga fueron las más beneficiadas de la explotación minera y, prueba de ello, es que fueran

ciudades autorizadas a emitir moneda, sin duda consecuencia del intenso tráfico comercial que la

minería provocaba (Guisado y Bernárdez, 2004). En Segóbriga residía un procurator augusti,

funcionario dedicado exclusivamente a la explotación minera. En otros rincones del Imperio, la

minería iba asociada a establecimientos militares, puesto que dependían de la administración

imperial ¿Tenemos que ver como tal el yacimiento de la Muela del Pulpón en el término

municipal de Carrascosa de Arriba? No conocemos su función exacta (Córdoba, 2015).

Sin embargo, el hecho de sea una actividad dependiente del emperador, no quita para su

explotación física estuviera en manos de agentes privados, a los que se arrendaban los pozos o se

les contrataba directamente, si nos atenemos a lo que sabemos de la actividad minera de Aljustrel

y Río Tinto (Gisado y Bernárdez, 2004). No podemos saber exactamente cómo se gestionaba la

mina que estamos analizando, pero sirvan los anteriores apuntes para comprender cómo se

administraban genéricamente.

Sea como sea, la actividad extractiva del espejuelo en esta parte concreta de la Provincia

de Cuenca se fundamenta en explotaciones mineras en galerías que se excavaban a pico

siguiendo los filones y a las que se accedía por pozos cuadrangulares o rectangulares de varios

metros de profundidad según los casos y que servían no sólo para extraer el material, sino

también para que entrasen los operarios, para dar luz al interior y para permitir una ventilación

natural (Bernárdez y Guisado, 2006 b). Ésta sería la función múltiple del pozo de mina que

hemos excavado y que se encuentra tallado directamente en la caliza (UE 0 UE 40 I). En las

minas de lapis specularis los pozos eran estructuras muy frecuentes, pues se estima que solía

haber uno cuadrangular cada 20 o 30 metros y algunos conectaban varios pisos (Guisado y

Bernárdez, 2004). Pese a las múltiples funciones que se les podían dar, la respectiva de cada uno

no es unitaria: unos aparejaban tornos por los que se elevaba el material extraído, del mismo

modo que de descenso para los propios mineros, mientras que otros tenían función de

iluminación y aireación (Bernárdez y Guisado, 2006). Los complejos mineros, como la Mora

Encantada en Torrejoncillo del Rey o los de Osa de la Vega, podían llegar a extenderse

A r c h a e o l o g i c a l R e s e a r c h & E t h n o g r a p h i c S t u d i e s P á g i n a / P a g e | 21

kilómetros lineales en superficie. El pozo normalmente da una cámara más o menos amplia, a

partir de la cual se suceden las diferentes ramificaciones (ibidem).

Lo que más nos interesa aquí es el hecho de que era común cegar una galería que había

quedado estéril con el material sobrante de otra que se estaba extrayendo. Sería el caso de la UE

33 que rellena el pozo bajo el Molino de Alcázar del Rey. En estas galerías se aprecian pequeños

nichos que se han interpretado como huecos para depositar lucernas de iluminación (Bernárdez y

Guisado, 2006 c). Del mismo modo se detectan oquedades en las paredes de los pozos, que

servirían para apoyar infraestructuras de ascenso y elevación. Ya en el exterior, la infraestructura

se define como calzadas, centros de procesamiento de mineral, escombreras, hornos o tomas de

agua (Guisado y Bernárdez, 2004). Aunque no hemos encontrado tales infraestructuras exteriores

en la presente campaña, ha de entenderse que existieron y, por ello, se requiere un especial

cuidado ante obras y acciones en el cerro sobre el que se alza el molino. Los materiales de

recipientes cerámicos y latericios obtenidos en la UE 33 serían testimonio de la existencia de

tales infraestructuras y, quizá de yacimientos y/o actividades precedentes (cerámica pintada, por

ejemplo). Restaría una campaña de sondeos o una excavación en mayor extensión para localizar

nuevos indicios que resolvieran esta cuestión.

Fase II: Molino de viento

Antonio Ponz, en su “Viag(j)e de España”, (1772 en adelante) describe en el tomo III

que en el camino de Cuenca, Madrid, Arganda, Uclés, Huete, Requena, Valencia, Chelva se

veían varios molinos en el tramo de Cuenca a Madrid. Se trata de los mismos parajes que aquí

estamos describiendo. Aunque el molino que protagoniza este estudio, como veremos más abajo,

no estaba aún construido, dado que en el “Catastro de Ensenada” (www.pares.mcu.es) no se

menciona molino alguno en el cuestionario realizado a Alcázar del Rey hacia 1750.

Juan Jiménez Ballesta (2001) explica que, aunque la tecnología de los molinos

mecánicos se conoce en el Mediterráneo desde la Antigüedad y son ya empleados los de viento

en la Edad Media para la molienda convencional del cereal, no será hasta el inicio de la Edad

Moderna (finales del XV-principios del XVI) cuando se empiezan a emplear y a generalizarse

progresivamente hasta el S. XIX, momento en el que alcanzan su mayor número en lo que hoy es

Castilla-La Mancha, continuando su actividad hasta el principio del S. XX en una España

subdesarrollada tecnológicamente en comparación con otros países de Europa (inbidem: 28).

El autor anterior emplea las “Relaciones Topográficas” encargadas por Felipe II (1575),

el “Catastro de Ensenada” (1752), en el “Diccionario de Madoz” (1845-1850), el “Nomenclator”

(1860) y en otras fuentes documentales e inventarios entre épocas. Hace un listado de los

molinos de las cinco provincias castellanomanchegas. El documento en el que primero encuentra

información sobre molinos de viento en Alcázar del Rey es el “Nomenclator” de 1860 (Jiménez,

2001: 142-143), concretamente mencionándose un molino harinero en “Peñas de la Puerta” a 1,5

km. distancia del pueblo. Jiménez explica que, de tratarse este molino del que conocemos y aquí

A r c h a e o l o g i c a l R e s e a r c h & E t h n o g r a p h i c S t u d i e s P á g i n a / P a g e | 22

estamos analizando, podríamos fecharlo a mediados del XIX y que, de no ser así, se podría

fechar su origen a finales del S. XX (ibidem: 143).

Estamos de acuerdo con Jiménez Ballesta y, añadimos, en el “Diccionario Geográfico-

Estadístico de España y Portugal”, de Sebastián Miñano (1826) tampoco se habla de la existencia

de molinos en Alcázar del Rey, por lo que la fecha del último tercio del XIX nos parece la más

adecuada. El molino citado en Peñas de la Puerta, paraje próximo al Río Riansares, sería

hidráulico. Sanchez Mazas comentó en su “Diccionario Geográfico de España” (1956: 507) que

el molino harinero del Río Riansares sólo molía dos meses al año cebada para los animales

domésticos por su escaso caudal.

José Torres Mena (1878: 554) menciona un “molino harinero” en su obra “Noticias

Conquenses”, dato que iría en la línea de la anterior reflexión. Pero, en cualquier caso, el molino

hidráulico de

Sea como sea, los molinos de viento de torre en su morfología tradicional se conocen

desde el comienzo del XVI y, aunque se fomenta su construcción y proliferarían hasta su

máximo auge en el XIX, nunca serían tan abundantes como los de agua en el centro de la

Península Ibérica, pese a ser más baratos y fáciles de montar que cualquier otro tipo de molino

(Jiménez, 2001: 191).

En la actualidad se conservan restos y/o noticias de molinos de viento en esta parte de la

Mancha Alta, además de en Alcázar del Rey, en Carrascosa del Campo, Zafra de Záncara, Uclés

o Villarejo de Fuentes entre otros (García, 2005). Hemos visitado los molinos de la Mancha Alta

Conquense y los de otras partes de La Mancha fuera de la provincia para tener experiencia

vivencial sobre este tipo de arquitectura a la hora de compararla y valorarla. Los de Carrascosa y

Zafra de Záncara se encuentran rehechos y dotados de agua, al igual que ocurre con los más

famosos de Belmonte, que están explotados turisticamente y se hacen funcionar. Los de Alcázar

del Rey, Uclés y Villarejo de Fuentes se encuentran arruinados y en un estado de conservación

similar. También es ilustrativo y análogo el caso de Atalaya del Cañavate. En la Provincia de

Toledo hemos visitado los molinos de Tembleque y los Yébenes.

Pese a sus diferencias puntuales y respectivas y su relativamente distinta cronología

(finales de la Edad Moderna hasta el S. XX) todos los molinos manchegos repiten un mismo

patrón y unas mismas técnicas constructivas. La maquinaria es también similar, pero en ello no

vamos a entrar aquí, dado que en el de Alcázar del Rey no hemos encontrado piezas de tal.

Se trata de estructuras cilíndricas de obra de cuatro a seis metros de diámetro. La altura

también varía entre los 6 y los 8 metros, contando con tres alturas divididas por forjados de

madera. Su fábrica esencial es la mampostería y/o los sillarejos, siendo siempre más gruesos los

muros en la parte baja que en las alturas superiores. El muro es continuo en la parte exterior, pero

se escalona según pierde grosor en el interior, sirviendo los escalonamientos de apoyo a los

forjados internos. Cuenta en la parte inferior siempre los molinos con una puerta (en Tembleque,

A r c h a e o l o g i c a l R e s e a r c h & E t h n o g r a p h i c S t u d i e s P á g i n a / P a g e | 23

por ejemplo, el caso de un molino de 2 puertas opuestas), rematada en arco plano. El otro orificio

típico en la parte baja es el agujero para el “muerto” (la pieza de madera horizontal que entra

desde el exterior al interior). A la segunda planta se asciende por una escalera circular o rampa

escalonada progresiva, dotada de ventanas para iluminarla. Estas escaleras son parcialmente de

obra y se complementaban con piezas leñosas. El espacio superior, o tercer piso, estaba

reservado para la maquinaria y la piedra de moler, que conectaba con las aspas del tejado. Estaba

dotado de unas ventanitas perimetrales y repartidas en el perímetro superior a intervalos

regulares. Además de servir de iluminación a la maquinaria y dar servicio así a la hora de moler

el cereal, estas ventanitas tenían la función de determinar la dirección en la que soplaba el viento.

Según los vientos que se definían en cada región, más o menos ventanas se hacían. Así y por

ejemplo, los molinos con doce ventanas se correspondían con doce vientos desde el N y

siguiendo la dirección de las agujas del reloj: Cierzo, Barrenero, Matacabras, Solano Fijo, Solano

Hondo, Mediodía, Ábrego Hondo, Ábrego Fijo, Ábrego Alto, Toledano y Mariscote; en

Consuegra siete eran los vientos en cambio -Ábrego, Ábrego Hondo, Cierzo, Solano,

Matacabras, Villacañero y Toledano- (Jiménez, 2001: 181-182). Según soplase el viento, se

giraba la capota con las aspas mediante un palo llamado “palo de gobierno”, movido por un

sistema de polea y palanca denominado “borriquillo”, que se fijaba a una de las piedras fijas que,

a modo de reloj, había en el suelo y que se denominaban “hitos” porque servían de diferencia. De

la parte alta del molino, de la piedra de moler, caía a la parte baja la harina por un conducto,

lugar donde se acopiaba en sacos y almacenaba.

La parte exterior del molino, para evitar la resistencia al aire, debía enlucirse

completamente. Los molinos en ruinas aparecen prácticamente descarnados de este paramento,

pero lo tuvieron.

Está claro que los molinos debían ubicarse obligatoriamente en el punto más propicio

para la captación del viento, pero también solían estar en relación con las eras (Grinda, 2005).

El caso del molino que aquí nos ocupa encaja perfectamente en el modelo

estadísticamente más típico de molino manchego y es uno de los ejemplos ubicados más al Norte

de la región manchega. Estaba enlucido, quedando sólo restos parciales (UEM 15). La fábrica,

siempre tomada con cal, es de sillarejo en la parte inferior y de mampostería en tamaño

decreciente según crece la estructura en altura (se trata de las unidades 1, 2 o 5), como ocurre en

otros molinos, para facilitar el manejo de la piedra a cada vez más altura. Ello nos informa sobre

detalles de la cadena operativa de construcción y se puede entender que los medios constructivos

con los que se generaban estos molinos se enmarcaban en el contexto de los medios de

producción propios del campo. En nuestra opinión los medios de producción no son simples,

como demuestra la complejidad del ingenio de la maquinaria de molienda, pero sí limitados con

respecto a las fuerzas de producción típicas de la poliorcética, la edilicia pública o la

construcción de monumentos religiosos por ejemplo. Tal conclusión, alcanzada desde

metodología analítica de Arqueología de la Arquitectura, ayuda a comprender mejor el contexto

A r c h a e o l o g i c a l R e s e a r c h & E t h n o g r a p h i c S t u d i e s P á g i n a / P a g e | 24

socioeconómico de los agentes o gentes que intervinieron en la construcción de éste y otros

molinos.

Su diámetro exterior es de unos cinco metros, tiene también tres alturas con muros de

grosor en decrecimiento progresivo que se insinúan tras los nidales del palomar que sobre ellos

se apoyan. Tendría una sola puerta (EA 12) que, según la propiedad, estaba dotada de un arco

plano en su parte superior (el cual se aprecia en una de las fotos antiguas) que se repararía y

sustituiría por materiales contemporáneos recientemente (UEM 16 I). También en el caso del

Molino de Alcázar del Rey existe el hueco para el “muerto”, en el lado diametralmente opuesto a

la puerta. Además, tiene la huella de la típica escalera en rampa a partir del segundo piso, no

habiéndose encontrado testimonios de ésta en la parte baja durante la excavación. En la parte

intermedia se abrían las típicas ventanas de iluminación del tiro de escalera, condenadas por los

nidales algunas, además de una mayor también modificada en las fases subsiguientes (EA 18 y

UEM 17). Sólo el hecho de que esta ventana esté descentrada con respecto a la puerta es una

peculiaridad característica.

En la parte superior, el molino hubo de tener ocho ventanas (unidades EA 23, 19, 38, 30,

37, 36, 39, 33). Se conserva huella o testimonio fotográfico de seis, haciendo desaparecer otras

dos ventanas la construcción de la fábrica de cascajo que servía para readaptar el tejado cónico

del molino al de dos aguas del palomar (UEM 9). Las ventanas, por su función y significado en

relación con los vientos, denotan (como en cualquier otro molino de viento) un patrón

estrictamente regular. Además, llamamos la atención de que en este caso son 8 y por la

consabida relación material que tiene este hecho con la percepción o distinción de vientos,

podemos deducir que en Alcázar del Rey 8 era el número de vientos reconocidos por sus

habitantes. Se trata el último de un interesante dato que arroja luces sobre aspectos perceptivos

de la mentalidad campesina de este municipio y de la relación espacial con el medio de una

forma de vida casi extinta.

Su ubicación coincide con la premisa funcional obligada de ocupar el lugar más propicio

para recibir la mayor fuerza y multiplicidad de vientos posible. Además está en relación con una

de las eras empedradas del pueblo.

Fase III: Palomar

Según los testimonios y los materiales esqueléticos obtenidos en el estrato UE 44,

además de criarse palomas en el edificio en la primera mitad del S. XX., también se empleó el

edificio para la cría de conejos. Estos animales fueron responsables de la remoción del relleno

del pozo minero hasta unos -50 cm., dado que aquí podían excavar fácilmente el suelo para la

construcción de las madrigueras observadas y de otras anteriores rehundidas en las que se

mezclarían también los huesos de los pichones caídos.

Sobre los palomares manchegos hace descripción José Luis García Grinda (2005),

quien explica que los casos en un edificio exento y exclusivo van adscritos a casas de labor y

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caseríos donde hay disponibilidad de espacio. De este tipo hemos analizado un palomar

recientemente frente a la Casa del Cabalgador en Villaescusa de Haro (Muñoz y Domínguez-

Solera, informe), pero o es el caso que aquí nos ocupa. También comenta García Grinda

(ibídem: 24-27) ejemplos en toda la Provincia de Cuenca de palomares del S. XIX y principios

del XX en el interior o en la cercanía de los cascos urbanos, reaprovechando o acomodándose a

estructuras preexistentes tales como las cámaras de las casas en Horcajo de Santiago, en caseríos

y fortificaciones en ruinas como el caso de la Torre del Monje, anejos a corrales u otras

edificaciones agropecuarias o sobre ellas, como en el caso inmediato a Alcázar del Rey de

Carrascosa del Campo. Sería, por lo tanto, un uso habitual el de reaprovechar arquitecturas que

quedan sin función para esta actividad económica avícola. En los palomares exentos y

construidos ex profeso las formas más comunes son las de planta rectangular o cuadrada, con

cubierta a un agua. En los casos que se adecuan a o reaprovechan estructuras preexistentes, los

palomares adquieren, lógicamente, formas muy diversas. Pero queremos hacer notar que en

todos los ejemplos, generados los edificios como palomar originalmente o no y del XIX y del

XX, los nidales son continuos, formando colmenas, con unas medidas de 20-40 x 20-40 x 20-40

cm. y hechos en yeso o barro, apoyándose sobre los muros de la caja del edificio directamente.

Otra parte esencial de cualquier palomar serían las ventanitas abiertas en las partes altas de los

muros, dotadas de repisas, para que las palomas se posen, entren y salgan. Suelen ser

triangulares y poco más grandes de la altura de los animales.

En el caso del palomar construido dentro del Molino de Alcázar del Rey, aunque la

estructura reaprovechada sea excepcional, los materiales, la técnica y el funcionamiento del

criadero de palomas es el típico de la zona y de la época. Las ventanas superiores para la

detección de la dirección del viento del antiguo molino serían reaprovechadas como los orificios

típicos por los que entrarían las palomas. Así como la ventana grande sobre la puerta se

mantendría con tal fin, el resto de ventanitas intermedias que darían luz a las distintas plantas y

alturas del molino se verían condenadas por la disposición de las estructuras de nidales.

Dada la importancia del molino como hito y símbolo del municipio, ha sido objeto

lógico de distintas instantáneas a lo largo de las últimas décadas. Gracias a ellas podemos

conocer la evolución de su ruina y deterioro, acelerado en los últimos 10 años, una vez perdió el

tejado en los últimos años del S. XX.

4. Conclusiones.

Ya hemos explicado que el molino se ubicó en el lugar más propicio para la recepción de

vientos. Resulta, además, que este punto tiene una gran visibilidad desde la carretera actual del

pueblo y la tendría desde los caminos antiguos que surcaban estas tierras. Por ello se ha

convertido en un hito en el Paisaje municipal y en símbolo del pueblo, sólo superado por el

campanario de la iglesia por ser más destacado visualmente y por su superior cota. Ello

explicaría, en nuestra opinión, el cariño que como símbolo despierta entre la mayoría de sus

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vecinos (Yunta, obras citadas) y el interés o la relevancia que puede suscitar la reparación de las

severas patologías que lo amenazan (Fase IV).

Este estudio ha servido, además de para conocer en detalle el molino y el palomar (Fases

II y III), para identificar una fase de uso y/o ocupación muy anterior del cerro sobre el que se

levanta la estructura: un túnel datado en la Antigüedad-Tardoantigüedad (Fase I) por los

materiales que dentro de él se hallan. Quizá, la prospección de sus alrededores obtengamos pistas

que informen de otras fases de ocupación, funciones u horizontes además de los documentados

en el punto concreto que se ha excavado. En cualquier caso, es necesario continuar interviniendo

arqueológicamente en el propio molino:

- A) Durante la consolidación del mismo, a modo de control arqueológico.

- B) Terminando con los medios de seguridad necesarios (estructura y arneses) la

excavación del mencionado pozo.

- C) Prospectando sus alrededores con la finalidad de comprender el contexto inmediato.

Aún faltan muchas acciones arqueológicas para completar los objetivos de nuestro

proyecto: una pormenorizada recopilación de fotografías antiguas, una excavación de más

entidad del pozo y, por supuesto, la musealización del bien que ha de rubricar la intención de

puesta en valor. Emprenderemos tales en las subsiguientes fases. Sirva el presente escrito para

dar cuenta de los resultados de la primera.

Futuras obras en el cerro, en esta parcela o en las anejas, requieren labores de control

arqueológico que, además de evitar daños sobre el Patrimonio por descubrir, ayuden a

comprender mejor la evolución de éste espacio concreto en cada época, las funciones respectivas

(productivas o habitacionales) desempeñadas en él y su significado, en definitiva, dentro del

funcionamiento económico, político, social y cultural general de esta parte del la Península.

Agradecimientos.

En primer lugar (y sobre todo) a José Yunta, adalid cultural del Molino y del devenir de

su pueblo, por el extremo interés que ha puesto durante años en la recuperación y puesta en valor

de este bien arqueológico/etnográfico tan relevante. A Jesús Francisco Torres Martínez (Ketxu),

técnico de la excavación, por su implicación y buen hacer en éste y otros muchos proyectos de la

empresa ARES. En último lugar: a Sonia Rodríguez y Fernando León (estudiantes de fotografía

en prácticas) por ayudarnos en el complicado trabajo de documentación gráfica de este informe.

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6. Archivo fotográfico:

Figura 1. A) Exterior del molino antes de su excavación. B) Nidales del palomar interior. C) Estructura del

molino/palomar pisando el pozo de mina romana anterior. (Fotos: Santiago David Domínguez-Solera.)

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Figura 2. Proceso de excavación del pozo de mina. A) Cuadro C3 antes de ser excavado. B) Detalle de la

cimentación del molino sobre el pozo. C) Conclusión provisional de la excavación a más de tres metros

de cota para evitar derrumbes. (Fotos A y B: Santiago David Domínguez-Solera. Foto C: Fernando

León.)

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Figura 3. Detalles de las paredes del pozo durante su excavación. A) Bajo el cimiento del molino se mantiene un

testigo de las unidades 44 y 42 por razones de seguridad. Madrigueras de conejo en el testigo. B) Detalle de las

huellas de pico en la roca caliza UEM 40 I. (Fotos: Santiago David Domínguez-Solera.)

Figura 4. Lectura estratigráfica de la parte E del molino. (Alzado: Míchel Muñoz.)

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Figura. 5. Resto de lados del edificio. (Fotos: Sonia Rodríguez.)

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Figura 6. Restos esqueléticos de paloma, conejo y ratón y cerámica común de la UE 44. (Lámina: Santiago David

Domínguez-Solera.)

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Figura 7. UE 42: Piezas de lapis specularis, algunas con las huellas del serrado característico de su explotación

para cristal de ventana. (Lámina: Santiago David Domínguez-Solera.)

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Figura 8. Material latericio de la UE 42. Ladrillos romboidales y fragmentos de tegula. (Lámina: Santiago David

Domínguez-Solera.)

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Figura 9. Cerámica de la UE 42. (Lámina: Santiago David Domínguez-Solera.)

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Figura 10. A) Esquema del área excavada. B) Ubicación regular en el perímetro de las ventanas superiores del

molino. (Esquemas: Santiago David Domínguez-Solera.)

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Figura 11. A) Sección del pozo. B) Planta del pozo hasta los -100 cm., con los materiales obtenidos hasta agotarse

la UE 44 a unos -50 cm. (Planos: Santiago David Domínguez-Solera.)

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Figura. 12. Lascas de sílex de trilla en la superficie de la era tradicional donde está ubicado el molino. (Lámina:

Santiago David Domínguez-Solera.)

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Deconstructing the panel: a brief methodological reflection for

studying the rock art from the perspective of the Landscape

Archaeology.

Álvaro Sánchez Climent.1

PhD. Candidate. Department of Prehistoric studies. University Complutense of Madrid.

[email protected]

Abstract:

This paper pretends to provide a brief methodological reflection about the Landscape

Archaeology and its application to the rock art. This discipline includes the study of the

construction a socialized space from the visibility analysis related with funerary monuments

and rock art to build a socialized symbolic space. The analysis of the Landscape Archaeology

in rock art, is the study from the most particular (the panel) to the most general (the landscape)

in order to find how the rock art is articulated in a constructed landscape.

Keywords: Landscape Archaeology, rock art, methodology of analysis.

Deconstruyendo el panel: breve reflexión metodológica para un

estudio del arte rupestre desde una perspectiva de la Arqueología del

Paisaje.

Álvaro Sánchez Climent.1

Alumno de doctorado. Dpto. de Prehistoria. Universidad Complutense de Madrid.

[email protected]

Resumen:

En este trabajo se pretende ofrecer una breve reflexión metodológica sobre la Arqueología del

Paisaje y su aplicación en el arte rupestre. Dicha disciplina abarca el estudio de la construcción

de un espacio socializado a partir de una serie de hitos de visibilidad relacionados con los

monumentos funerarios y el arte rupestre para construir un espacio socializado de carácter

simbólico. El análisis de la Arqueología del Paisaje en el arte rupestre, se encarga del estudio

desde lo más particular (el panel) a lo más general (el paisaje) con el objetivo de averiguar

cómo se articula el arte rupestre en un paisaje construido.

Palabras clave: Arqueología del Paisaje, arte rupestre, metodología de análisis.

SÁNCHEZ CLIMENT, A. (2015): “Deconstructing the panel: brief methodological reflection for studying the

rock art from the perspective of the Landscape Archaeology.” Archaeological Research & Ethnographic Studies,

nº 3: 41-56.

Recibido/Received: 12-02-2015

Aceptado/Accepted: 25-02-2015 ISSN-e: 2340-0420.

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1. Introducción: La Arqueología del Paisaje: ¿espacio percibido o espacio construido?

La Arqueología del Paisaje parte de la concepción del paisaje como algo más que una

realidad física. Para el investigador, un paisaje es el producto de los procesos históricos que ha

sufrido, por lo cual, tiene tanto una serie de elementos y estructuras físicas, como unas cargas

simbólicas e ideológicas que pueden cambiar a lo largo del tiempo.

Esta disciplina goza de una larga tradición en países anglosajones y escandinavos,

mientras que en la Península Ibérica es relativamente reciente. Uno de los objetivos de esta

estrategia de investigación es el estudio de las estructuras funerarias y su interrelación con otras

evidencias arqueológicas: arte rupestre, yacimientos habitacionales, etc. Estos elementos se

consideran como hitos espaciales o referentes visuales, de tal manera que deben “observar”, pero

a la vez “ser observados” constituyendo de esa manera un espacio socializado o “domesticado”.

“Los monumentos megalíticos se presentan como un producto del entramado ideológico de la

sociedad encargado de aplicar a buena parte del orden infraestructural y estructural de la

misma” (López-Romero, 2007: 74). Estos referentes visuales siguen toda una serie de patrones

de localización que se pueden resumir en cuatro puntos (Criado, 1984-85: 11):

- Geografía de la movilidad: estos monumentos se localizan en vías de comunicación

frecuentados por personas o animales, de tal manera que puedan indicar el camino a

seguir.

- Los signos naturales: Los monumentos se localizan próximos a promontorios como son

las cresterías rocosas. Se trata de una manera de monumentalizar el túmulo funerario.

- Referencias sociales: espacio y hábitat. Proximidad a lugares o espacios de habitación de

tal manera que se produce un juego visual y simbólico entre el espacio social (hábitat) y

el espacio simbólico (túmulos, arte rupestre).

- Los signos culturales: la tradición. Estos referentes visuales indican un acto de

pertenencia a la tierra. Son zonas donde ya existían monumentos anteriormente y que con

la continuidad remarca la idea de la propiedad hacia un territorio.

El elemento articulador de este tipo de arqueología es el paisaje, pero el paisaje entendido

en su variante social o cultural; “resultado de tecnologías de construcción del entorno social

que, por lo tanto, operan en todos los niveles de la especialidad humana, desde el espacio

natural exterior hasta el espacio del propio cuerpo” (Santos y Criado, 1999: 580). El paisaje es

un elemento articulador de las propiedades visuales asociado a una configuración espacial

específica. Las sociedades generan pautas de territorialidad diversas que conllevan a estructuras

visuales (García Sanjuán et al., 2006: 181).

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Pero, ¿qué es la Arqueología del Paisaje?

Este término no implica una teoría, ni tampoco una metodología concreta, el paisaje es

tan solo un ámbito de estudio o de trabajo que puede ser abordado por los investigadores de

distintas maneras.

Juan Vicent define la Arqueología del Paisaje como un “conjunto de enfoques

metodológicos cuyo rasgo común es la investigación de la articulación de las sociedades con su

entorno” (Vicent y otros, 2000). Para Felipe Criado (1989) el paisaje es un “espacio percibido”

por las sociedades que se articulan en torno a ese espacio, de tal manera que el paisaje es

modelado por esas sociedades produciéndose lo que él domina como “domesticación del

paisaje”. El objetivo último de la Arqueología del Paisaje es “deconstruir los paisajes sociales”:

descomponer los mecanismos mediante los cuales las tecnologías espaciales y arquitectónicas

producen el espacio doméstico reproduciendo el sistema de poder; mostrar, de este modo, que el

espacio construido es una especie de mecanismo de reproducción que, en principio, no es

aparente para el observador ni para el participante, y, al final, cuestionar esas tecnologías de

domesticación del espacio, que son dispositivos conceptuales antes que efectivos, discursivos

antes que materiales, que configuran el espacio en el sistema de saber para permitir que éste sea

compatible con el sistema de poder (Criado, 1999).

Para Manuel Santos (2008: 23-24) el espacio comienza a ser creado cuando éste es

pensado. Por ejemplo, el análisis de un espacio megalítico y su vinculación con ciertos elementos

de la propia naturaleza, o incluso de toda una serie de representaciones rupestres, la toponimia,

algunos actos y hechos míticos son una manera de construcción del espacio por parte de unas

sociedades. Antes de la construcción de dicho espacio éste es pensado y percibido por la

sociedad de tal manera que vamos a obtener como resultado un espacio ordenado. Este

ordenamiento espacial va a ser resultado de varios procesos sociales, de tal manera que el

espacio es fruto de un grupo social ocupante o bien impuesto por un sector dominante y

permitido por el sector dominado.

Pero la transformación de un espacio por un grupo social no es una suma de hechos

aislados o fortuitos, sino que es algo pensado a priori. Por ello nos vamos a encontrar con un

conjunto de hechos y actos que son el resultado del pensamiento (percepción) de un grupo

colectivo o una cultura determinada, por eso la manera de organizar el espacio va a depender de

la mentalidad de ese grupo social en concreto a la hora de construir una tumba, un asentamiento,

etc. Esto es lo que se ha denominado en los últimos años “Arqueología de la Percepción”

(Criado y Villoch, 1998: 64). Dicha Arqueología de la Percepción pretende construir cómo era

percibido el medio y el espacio social por las sociedades pretéritas: esto es, intentar descubrir el

impacto de los elementos naturales y artificiales del paisaje sobre los seres humanos que los

observan.

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Sin embargo el estudio de la Arqueología de la Percepción puede presentar varios

problemas que hay que tener en consideración (Ibidem):

En primer lugar, la subjetividad: podemos estar tentados de llevar a cabo análisis a partir

de nuestras propias reacciones.

Para hablar de percepción hace falta un individuo-que-percibe. Éste, sin embargo, no es

cualquier ser humano, sino un determinado tipo de sujeto concebido y que concibe como

único observador de este mundo.

Podemos decir que la Arqueología de la Percepción consiste en estudiar la percepción en

su objetividad. Se trata de no estudiar la percepción a una escala individual (lo que el sujeto

prehistórico sentía) sino a una escala social (cómo se dirigían y controlaban aquellas sensaciones,

como se imponía un cierto tipo de percepción, etc.) (Ibidem: 65). Estos modelos de pensamiento

(o cómo es percibido el medio) son lo que van a regir posteriormente toda una serie de modelos

de ocupación en función de cómo esos grupos sociales percibirían el espacio a la hora de

asentarse en un lugar determinado. Esos grupos humanos por medio de toda una serie de códigos

y valores elegirían el lugar que mejor se adapte a su forma de pensar o de percibir el medio. Será

este tipo de pensamiento el primer acto de ordenación del espacio resumiendo la realidad en dos

contrarios: territorios habitables y territorios no habitables (Santos, 2008: 24).

La principal cuestión a plantearse es ¿cómo podemos conocer el espacio percibido de

toda una serie de grupos sociales o comunidades que ya han desaparecido? Manuel Santos

(2008) considera que la manera de poder entender cómo percibían el espacio estas sociedades es

por medio de los modelos antropológicos, es decir, por medio de toda una serie de hipótesis que

ponen en relación las evidencias arqueológicas con su manera de entender el espacio cultural y

socialmente. En el caso de los grabados y pinturas rupestres es la iconografía la que nos da pistas

sobre la cultura que ha desarrollado ese tipo de arte rupestre. Por ejemplo, la representación de

bóvidos y otros animales domésticos hace pensar a los investigadores en que los grupos que han

realizado ese tipo de arte sean ya agricultores y ganaderos.

Para Felipe Criado (1988: 66) el espacio no sólo es un hecho físico y visible, una entidad

material o una instancia de orden infraestructural, sino que además aporta una segunda y

complementaria dimensión que comprende, en este caso, una dimensión imaginaria o mental. Es

lo que él mismo denomina “Bidimensionalidad del Paisaje”, en el cual “el paisaje cultural tan

solo es una conjunción de esa construcción simbólica del espacio con la construcción efectiva o

material del mismo.” Dicho autor (1993) aclara que existen tres maneras de entender el paisaje:

Una primera manera empirista en la que el paisaje aparece ya como una realidad dada.

Una segunda manera sociológica, medio y producto de los procesos sociales.

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Una tercera manera sociocultural que incide en toda una serie de técnicas que se han

empleado para la construcción de un determinado tipo de espacio para construir una

sociedad concreta.

A partir de estas concepciones se pueden derivar las siguientes consecuencias:

1. Existe una íntima relación entre espacio, pensamiento y sociedad. Un tipo de concepción

que se da en cualquier tipo de sociedad y cultura.

2. El espacio en lugar de ser algo estático y natural está sometido a continuos cambios en

función de los procesos sociales y culturales.

3. El concepto de espacio es algo inherente a la sociedad. Debemos entender el espacio

como algo socialmente complejo. El espacio es resultado de un proceso de mentalidades a

lo largo del tiempo, y no podemos entender el espacio actual sin estudiar el espacio o el

paisaje de sociedades pretéritas.

4. El paisaje no es solamente un producto del tiempo, es decir, no se trata de pensar en el

paisaje como un punto de llegada, sino que debemos entender el paisaje como un proceso

acumulativo de transformaciones sociales.

5. Para poder estudiar el paisaje se deben aplicar toda una serie de modelos antropológicos

no de carácter particularista, sino más bien generalizado, de tal manera que sean

aplicables a distintos modelos sociales independientemente de su ubicación geográfica o

cultural.

2. Paisajes rupestres: la aplicación de la Arqueología del Paisaje al arte rupestre.

2.1. La Arqueología del Paisaje al arte rupestre.

Los últimos años han surgido diversos estudios sobre el análisis de los petroglifos desde

un punto de vista de la Arqueología del Paisaje. Estos estudios han permitido conocer una nueva

dimensión del arte rupestre, en el que éste emerge, no ya como una representación artística, sino

que se contextualiza sobre el espacio y se convierte en una tecnología de apropiación y

ordenación del entorno natural y que revierte, de este modo, en la concepción de un paisaje

social (Santos y Criado, 1999: 580-581).

Las relaciones de los petroglifos o paneles entre sí dentro de una estación o conjunto de

grabados deben ser compatibles en relación con el paisaje o el entorno que integra dicha estación

o conjunto de paneles. Manuel Santos y Felipe Criado (1999) proponen un “modelo de

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descripción y análisis formal” del arte rupestre en Galicia y de sus propias relaciones con el

entorno. Este modelo se puede organizar en cuatro fases:

Comprensión y estudio de las relaciones entre los petroglifos y su entorno, es decir,

caracterización del patrón de emplazamiento de los grabados rupestres.

Revisión formal a diferentes escalas en las que se puede conocer el arte rupestre. Se trata

de “Descomponer las líneas de fuerza y reglas constitutivas fundamentales del sistema de

representación del espacio en el arte rupestre y establecer así un modelo concreto de ese

sistema”.

Análisis de algunos aspectos genéricos arqueológicos existentes: estilos cerámicos, arte

funerario, etc. Esto permite establecer códigos y patrones de representación.

Interpretación del sentido simbólico-social del periodo histórico que estamos tratando.

Gracias a la aplicación de estas fases se puede establecer horizontes socioculturales

genéricos y permite las relaciones entre formas y sociedades culturales próximas pudiendo

observar las semejanzas y diferencias entre ellos y poder formular toda una serie de patrones

culturales y sociales en distintos grupos humanos que están próximos entre ellos. A partir de este

estudio, Manuel Santos y Felipe Criado (Ibídem: 582-583) han deducido cuatro niveles o escalas

dentro del arte rupestre gallego:

El panel: podríamos decir que se trata del aspecto “micro” del análisis de los grabados

rupestres. En dicho primer nivel o escala debemos fijarnos en la iconografía que compone el

grabado, así como en las relaciones entre otros motivos iconográficos, y la relación de éstos

con la roca.

La estación: en este nivel es preciso mirar las relaciones existentes entre los distintos

grabados o “rocas de grabados” que conforman la estación de grabados rupestres.

La zona: trata de analizar los petroglifos en su entorno, observar el patrón de emplazamiento

de las rocas en el espacio natural.

El paisaje: este último aspecto es el aspecto “macro” de los diferentes niveles de análisis. En

él se debe estudiar la relación de los grabados con su contexto arqueológico y físico. Esto

supone analizar su patrón de distribución, y nos permite acceder a la forma del paisaje cultural

en la que los grabados se integraban.

La concepción del espacio social es diferente conforme cambia el tiempo, los patrones

culturales son distintos y la mejora de las posibilidades tecnológicas provoca que se asista a un

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cambio en la manera de entender el paisaje: desde el momento en el cual la naturaleza conforma

un espacio socializado hasta que ésta es transformada. Existen cuatro recursos que indican los

cambios en la manera de entender el paisaje (Santos, 2008: 25):

Elementos de la naturaleza sin cambiarlos: son los llamados “monumentos salvajes”. Este

tipo de recurso es característico de las sociedades cazadoras recolectoras primitivas donde apenas

se produce una transformación del paisaje. Estos elementos naturales sirven de apoyo para llevar

a cabo sus construcciones.

Alteración parcial de los soportes naturales: lo representativo del propio paisaje continúa

siendo el “monumento salvaje”. Apenas existe transformación del paisaje. El arte rupestre se

sitúa en cuevas y abrigos.

Transformación parcial del soporte, pero buscando rocas más señeras. Son puntos que no

son muy destacados, aunque sí son más frecuentados por los seres humanos. Será en dicho

momento cuando se produce la “domesticación del paisaje”, un cambio en la manera de percibir

el paisaje para el beneficio de los seres humanos. Dicho aspecto puede observarse en el arte

rupestre y en las estructuras megalíticas; se hacen notar en el paisaje imitando las formas

naturales.

A través de la arquitectura permanente con materiales imperecederos. Es un momento

característico de las sociedades jerarquizadas y estatales. El arte rupestre comienza su decadencia

y práctica desaparición.

2.2. Aspectos metodológicos del estudio del arte rupestre: de lo particular a lo

general.

Cuando nos enfrentamos al estudio del arte rupestre al aire libre, podemos encontrarnos

con un problema evidente: la falta de contexto arqueológico. Dicho problema lo podemos

resumir en tres aspectos fundamentalmente:

1. La ausencia de una relación estratigráfica directa entre el arte rupestre y las entidades

arqueológicas datables.

2. Necesidad de conocer la definición del contexto arqueológico y espacial del

petroglifo, averiguar dónde se encontraba éste en el momento de su ejecución, si ha

permanecido en el mismo lugar desde que fue confeccionado, etc. Para llevar a cabo todo

este análisis es conveniente la reconstrucción del paisaje.

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3. Delimitación del registro arqueológico a analizar. Si analizamos una estación de

grabados rupestres conjuntamente tendremos resultados poco esclarecedores; para ello

entra el juego el análisis del estilo (entendiéndose como estilo, conjunto de características

formales) del grabado. Si un conjunto de grabados rupestres posee un estilo poco definido

o difuso entonces conforma un grupo heterogéneo y no presenta un grupo a analizar

válido; en cambio si el estilo se presenta bien definido vamos por el camino correcto.

No podemos hacer identificaciones

de algunos símbolos asociándolos a una

cultura concreta o un periodo cronológico

concreto, ya que nos encontramos algunos

elementos que conforman esos grabados

que están íntimamente relacionados y no

podemos identificar culturas por medio de

la iconografía, a no ser que sea un símbolo

abstracto cuya ejecución sea exclusiva de

un lugar y nos permita establecer dicha

asociación. No podemos establecer

cronologías claras por medio de la

iconografía, ya que son motivos que

pueden elaborarse durante años o siglos.

Por ejemplo, en los grabados rupestres de Marruecos, la aparición de animales

domésticos nos indica que ese motivo comenzó a elaborarse a partir del Neolítico, pero no

podemos especificar si un conjunto de grabados con esa iconografía pertenece al Neolítico,

Protohistoria u otro periodo histórico (fig. 1).

El análisis de los grabados rupestres debe realizarse sobre la base de dos niveles distintos

(Santos, 2008: 29):

- Un primer nivel es el espacio interno de la roca; este análisis nos lleva a la definición de

estilo, estudio de los Elementos Formales Básicos (EFB) entendiéndose éstos como las

“formas mínimas a partir de las cuales se construyen los diseños”. Estos elementos

constituyen, en combinación con el soporte, los paneles que dan lugar a los contenidos

temáticos y a los grupos iconográficos.

- El segundo nivel lo constituye el entorno de la roca, lo que significa que debemos llevar a

cabo un análisis del paisaje, es decir un análisis de la contribución del arte rupestre a la

construcción de un paisaje determinado.

Manuel Santos en su estudio Petroglifos y paisaje social en la Prehistoria Reciente de

noroeste de la Península Ibérica (2008) ofrece toda una serie de aspectos metodológicos de

Figura 1: grabado de un ovicáprido. Conjunto

rupestre de Taourirt-n-Tislatine (Marruecos).

Fotografía: Álvaro Sánchez Climent,

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cómo estudiar los grabados rupestres de tal manera que podemos llevar a cabo análisis desde lo

particular, es decir, desde el motivo iconográfico en sí, hasta lo general, el paisaje, pasando por

diversos niveles o estadios de estudio: el soporte, el panel, la estación de grabados, etc. El

método de análisis es el que se expone a continuación.

2.2.1. El análisis de lo particular: el espacio interno de la roca:

2.2.1.1. Los motivos:

Los motivos iconográficos son las distintas figuraciones que componen los grabados.

Existen motivos de muy diversa índole, aunque los podemos clasificar globalmente en dos tipos:

Motivos simples: compuestos básicamente por solo un elemento formal.

Motivos compuestos: formados por más de un elemento formal.

Pero, ¿cómo diferenciamos un motivo? Podemos diferenciar un motivo si lo podemos

aislar, es decir, si el motivo iconográfico forma parte de un “todo” con cada uno de sus

elementos. Otra manera de poder identificar un motivo es ver si se repite en el resto del panel o

de la estación de grabados.

Podemos analizar estos motivos o el espacio interior de la roca por medio de toda una

serie de preceptos formales que nos eviten sacar conclusiones intuitivas y precipitadas que nos

puedan inducir a error, y es que aunque varios motivos tengan una misma técnica de ejecución

no quiere decir que pertenezcan a un mismo periodo o cultura. Para ello podemos llevar a cabo

análisis en su forma de representación; siendo ésta la relación existente entre el elemento

representado y su forma material o real. Podemos distinguir entre:

Motivos no figurativos: son aquellos motivos en los que no es posible identificar el

referente al que alude, aunque no se considera que la persona que ha confeccionado dicho

grabado no tenga la intención de crear algo que sea identificable.

Motivos figurativos: son aquellos motivos en los que es posible su identificación, de

manera intuitiva, con el elemento o realidad material que representa.

También es muy importante el análisis del tamaño y de la proporción. Cada estilo posee

un tamaño máximo y mínimo para cada diseño. Se puede usar un tamaño determinado cuando se

quiere resaltar alguno de los elementos del grabado, así como para mostrar algún tipo de

jerarquización a la hora de representar los grabados.

Muy en consonancia con el tamaño y la proporción de los grabados está el

aprovechamiento de algunos elementos que constituyen la roca, como son los contrastes de luz y

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sombra, el relieve y las irregularidades de la propia roca para dar al grabado un cierto aire de

realismo y expresividad a la representación, etc. Éste último puede tratarse de un elemento

determinante en la elección de ese soporte en particular y no de otro. Así entramos en el análisis

del soporte.

2.2.1.2. El soporte:

El principal objetivo del análisis del soporte es estudiar la relación existente entre soporte

(material donde ha sido elaborado el grabado) y la representación o el grabado en sí.

El soporte nos puede aportar mucha información para el estudio de los grabados, ya que

algunos estilos poseen una intención en cuanto a la elección de un determinado soporte. Por

ejemplo en el caso del material de la roca, algunos grabados pueden presentar preferencias sobre

un tipo de roca específico. También es importante el análisis de la horizontalidad, la verticalidad,

el tamaño de la roca, el lugar de la roca (si es visible el grabado, o por el contrario está oculto),

su situación (zonas destacadas, en partes superiores o inferiores), etc. Todas éstas son una serie

de características que pueden determinar un patrón en la ejecución de los grabados. El soporte,

además, puede condicionar o determinar la forma en la que su composición ha de ser vista.

2.2.1.3. Técnica de ejecución:

La técnica de ejecución de los grabados rupestres puede ser muy variada:

Técnica: incisión, abrasión, picado, etc. Conjunto de técnicas con las que se

confecciona el grabado.

Profundidad del surco. Por ella podemos averiguar el material empleado para la

confección del grabado (metal, materiales pétreos, etc.)

Perfección del dibujo. Permite averiguar si se ha empleado algún sistema de

medición (compás, dibujo previo, etc.)

En cuanto al análisis de la ejecución, podemos destacar varios ámbitos de estudio:

El panel: El panel es el grupo de motivos en los cuales puede existir una especial

discontinuidad significativa en su distribución. En el panel puede existir un conjunto de

grabados, ya sea por asociación, superposición, yuxtaposición, etc. Lo que significa que estos

grabados comparten un mismo espacio y, por tanto, pueden estar relacionados o no son

incompatibles entre ellos. En un mismo panel podemos encontrar dos tipos de asociación:

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Asociación articulada: dos diseños se asocian con la finalidad de formar un

motivo nuevo.

Asociación no articulada: aquella asociación que no forma un motivo nuevo.

Disposición de los motivos: Podemos definir la disposición de los motivos como la

forma de colocación de los motivos en relación a los de su mismo tipo. Para poder analizar la

disposición de los motivos debemos llevar a cabo toda una serie de análisis en función de unos

criterios: forma de representar (geométricos, abstractos, naturalistas, etc.), tema de

representación (zoomorfos, antropomorfos, etc.). Otra manera de estudiar la disposición de los

motivos es analizar como aparecen en el soporte (superpuestos, yuxtapuestos, etc.)

Punto de vista dominante o preferencial: En la mayoría de arte rupestre pueden existir

uno o varios puntos de vista preferentes o principales. El punto de vista lo puede revelar la

inclinación del propio soporte, otras veces la posición de los diseños figurativos, en otras puede

determinarlo la configuración del entorno, etc. Por ejemplo, en las superficies verticales o

inclinadas el punto de vista preferente se sitúa normalmente en el lugar del suelo más cercano a

la parte inferior del soporte. Cuando los grabados se sitúan en superficie horizontales, como una

cueva o el suelo, el lugar desde el que ha de ser visto es más complicado de identificar cuando no

existen diseños figurativos. En último lugar el entorno puede ayudar a establecer puntos de

visión preferencial, ya que en ciertas zonas con obstáculos o visibilidad limitada en algunos

puntos pueden definir esa visibilidad. También es posible que en algunos tipos de arte rupestre

no exista una preferencia visual, o incluso que existan varios de ellos.

Perspectiva: en algunos paneles rupestres, sobre todo en aquellos que contienen motivos

figurativos, es posible conocer la perspectiva así como la profundidad de los grabados en

numerosas asociaciones (Vázquez, 1997). Los recursos empleados son los siguientes: la forma

inclinada del soporte que sitúa en la zona más próxima al observador las figuras que se quiere

que aparezcan en un primer plano de representación; y más alejadas las que se quiere que

aparezcan en el fondo. Otro recurso empleado es la yuxtaposición de los elementos de tal

manera que los motivos iconográficos aparecen más juntos en la parte inferior de la roca y más

separados en la parte superior dando así una sensación de perspectiva.

2.2.1.4. Temática e iconografía:

La temática es el conjunto de temas representados en un panel. La iconografía, por su

parte, engloba los motivos y figuraciones que expresan esos temas. La iconografía y la temática

pueden expresar toda una serie de ideas que por sí solas tendrían un menor significado, de tal

manera que podemos encontrar toda una serie de asociaciones de elementos figurativos que nos

puede manifestar un concepto. Por ejemplo, en cuanto a las representaciones de animales

domésticos, un bóvido por sí solo representa la idea del animal en sí (buey, vacas, etc.), mientras

que una temática o una asociación de una determinada iconografía puede representar una idea;

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por ejemplo la importancia de la ganadería para las poblaciones que realizaron ese panel de

grabados. Lo importante a la hora de estudiar la iconografía es descomponer cada uno de los

elementos que conforman esa composición de una forma independiente y observar la posición

que ocupa cada uno de sus elementos en relación con el resto.

2.2.2. El análisis de lo general: el espacio de la estación.

En los siguientes apartados se lleva a cabo el análisis del espacio que ocupa la estación de

grabados rupestres, y como ésta se convierte en un elemento característico en la construcción de

un determinado paisaje.

2.2.2.1. Emplazamiento de los grabados rupestres:

El emplazamiento es lugar concreto en el que se encuentra la roca grabada. Se refiere al

conjunto de relaciones que se establecen entre los petroglifos y su contexto. Es muy importante

analizar el emplazamiento del petroglifo porque nos permite poder conocer con detalle el paisaje

que construyen esos grabados rupestres. El emplazamiento puede ser variado en función del

interés que se quiera dar a la estación de grabados rupestres. Estos grabados pueden estar

situados en una forma prominente y muy visible (en promontorios rocosos, vías de

comunicación, proximidad a ríos, etc.) de tal manera que se produzcan juegos visuales entre el

espectador y el petroglifo en sí. Por ejemplo es común la elaboración de grabados rupestres

próximos a túmulos funerarios. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esto no quiere decir

que los grabados sean coetáneos en el tiempo con estas estructuras, aunque lo que sí parece claro

es que ambos elementos están relacionados porque forman un paisaje determinado.

2.2.2.2. Las estaciones de grabados y su modelo de emplazamiento.

Una vez que hemos podido delimitar el conjunto de grabados rupestres con su entorno,

debemos poder buscar las relaciones existentes entre las distintas estaciones de grabados que

conforman ese emplazamiento. ¿Pero qué es una estación rupestre? Una estación rupestre es un

conjunto de paneles de grabados que se ubican a una escasa distancia entre ellos, aunque pueden

existir espacios vacíos entre los paneles. Podemos analizar la estación de grabados rupestres

como si fueran paneles independientes, es decir, analizar la inclinación del soporte, su

visibilidad, los motivos iconográficos que contienen, etc. Solamente que ahora hay que tener en

cuenta el espacio circundante. Para ello es posible analizarlo asociando la estación de grabados

con otros elementos. Para poder llevar a cabo el análisis de la estación de los grabados, podemos

tratarla como si se tratara de una estructura arquitectónica con una funcionalidad específica. Para

ello podemos analizar algunos elementos esenciales:

Límite del espacio.

Entrada al mismo.

Lugar central

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Por medio del análisis de estos elementos podemos averiguar si los grabados rupestres

siguen un patrón o un sistema de representación prefijado resultado de las características

culturales de un grupo determinado, o si por el contrario, estos grabados rupestres se

confeccionaron de una manera aleatoria. Esto lo podemos ver con claridad cuanto mayor sea la

escala con que analizamos el arte rupestre. En dicho sentido los Sistemas de Información

Geográfica juegan un papel importante en la medida que un SIG nos permite conocer los

patrones de distribución en el emplazamiento de los grabados por medio de una serie de

operaciones que trabajan con coordenadas espaciales.

2.2.3. El análisis de lo global: el espacio regional.

Este tipo de análisis tiene lugar una vez que hemos analizado el espacio de la estación. Es

posible analizar los grabados rupestres a una mayor escala, es decir, a una escala regional porque

de esta manera se pueden establecer toda una serie de regularidades en un ámbito espacial mucho

mayor, como es el caso de una región etc. De dicho modo podemos observar si se sigue un

patrón en la confección de los grabados rupestres a la hora de elegir el emplazamiento, ya que es

que es posible que existan toda una serie de premisas que determinen la distribución de los

grabados: por ejemplo, porque se elige un emplazamiento en concreto y no otro, como alguna

cadena montañosa, o porque las estaciones de grabados se concentran en determinada zona de un

determinado río, etc. Este tipo de análisis macroespacial es el que podemos elaborar por medio

de herramientas anteriormente descritas.

2.3. El procedimiento: cómo analizar un conjunto de grabados rupestres.

A la hora de llevar a cabo un análisis de los grabados rupestres podemos realizarlo por

medio de una serie de pasos que se pueden resumir en los siguientes (Santos, 2008: 35-38).

Elección de la muestra a analizar. Para ello se deben seleccionar aquellos paneles que

presenten una mayor complejidad, ya que será en estas composiciones donde concurran más

factores determinantes para la configuración final de los paneles rupestres. Para ello debemos

elegir el panel que tenga un mayor grado de frecuencia asociativa, es decir, aquellos motivos que

aparecen con mayor frecuencia, si aparecen asociados en un mismo panel, etc.

Análisis de conjunto con el fin de definir el diseño y los elementos formales básicos. Se

trata de analizar todos aquellos motivos que presentan un esquema de grabados similar, de tal

manera que se intenten descartar todos aquellos motivos o grabados de carácter intrusivo. Para

poder llevar a cabo dicho análisis debemos averiguar con qué frecuencia aparece un motivo en

concreto en los paneles rupestres. Una vez que tenemos los motivos podemos dividirlos en las

unidades más simples que componen los diseños (los Elementos Formales Básicos). Para llevar a

cabo dicha disociación con éxito es recomendable escoger aquellos motivos que se repiten con

mayor frecuencia en los paneles rupestres.

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Definición de la forma o forma de representación. Este paso de análisis es muy

interesante ya que debemos analizar la forma de representación de los motivos en su

comparación con la forma real de lo representado de tal manera que podemos establecer toda una

serie de conclusiones: normalmente las sociedades o culturas cazadoras-recolectoras llevan a

cabo figuraciones más naturalistas y realistas, ya que poseen una actitud más pasiva hacia la

naturaleza, mientras que aquellas culturas con capacidad para transformar la naturaleza poseen

un concepto de abstracción distinto, quizás por ello sus motivos presentan un mayor

esquematismo.

Análisis del tamaño relativo. Debemos analizar el tamaño de los motivos en función no

sólo de su representación acorde con la realidad, es decir, comparándolo con el objeto

representado, sino también el tamaño que presenta con respecto a otros motivos representados,

ya que se puede establecer algún tipo de jerarquización en la representación.

Análisis de ejecución del grabado y aspecto del surco. En ocasiones es difícil poder

averiguar la técnica de ejecución de los grabados rupestres. Esto es debido en ocasiones al

material de la roca, o incluso a la meteorización al encontrarse los grabados rupestres al aire

libre. Estudiando la profundidad del surco es posible conocer el material y utillaje empleado para

la realización del grabado.

Construcción del panel. Se trata de poder conocer la manera de distribución de los

distintos motivos que componen el grabado rupestre, si siguen un determinado orden o una

distribución prefijada de antemano o si, sin embargo, los motivos se ordenan aleatoriamente, es

decir, no hay ningún patrón de distribución a la hora de confeccionar los grabados. El tipo de

distribución de los grabados puede variar según la cultura material que los elabore.

Análisis del soporte. El análisis de la roca puede ser importante, ya que a la hora de

confeccionar un grabado se puede elegir un tipo de roca característico. Muy interesante para el

estudio del soporte es el lugar que ocupa el panel, es decir, si es visible desde distintos puntos, si

no lo es, si está orientado hacia algún lado, si prima la horizontalidad, la verticalidad, si se ha

elegido un soporte liso, rugoso, con relieve, etc. Son toda una serie de detalles que debemos tener

en cuenta ya que pueden darnos mucha información.

Forma de construcción del paisaje: modelos de emplazamiento, estaciones, territorio,

etc. Este tipo de construcción del paisaje es variable según la cultura que confeccione los

grabados. Los grabados se pueden situar en puntos visibles desde los poblados u otros lugares de

habitación; asociados a distintas estructuras, como por ejemplo es el caso de los túmulos

funerarios, formando parte de promontorios visibles desde grandes distancias, próximos a vías de

tránsito, cerca de valles o ríos, etc. Como podemos observar los grabados son un tipo de

monumento con una función determinada en un paisaje construido por seres humanos.

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En definitiva, los grabados rupestres pueden ser analizados como si de estructuras

arquitectónicas se tratase. Para analizar los petroglifos siempre debemos seguir un orden o una

secuencia lógica de análisis. Esta secuencia de análisis debe ir de lo particular a lo general, es

decir, del motivo iconográfico al paisaje ordenado que conforman, pasando por varios estadios:

ubicación, soporte, conjunto de grabados, asociación, técnica de ejecución, etc. Solamente de

esta manera es posible acercarnos a la forma de construir ese paisaje.

Agradecimientos:

Este artículo es un resumen de la metodología empleada en el trabajo de investigación para la

obtención del Diploma de Estudios Avanzados (DEA) Arqueología de la Roca Grabada:

Paisajes Rupestres de la Cuenca del Ued Nun, presentado en la Universidad de Castilla-La

Mancha en Diciembre de 2009 y dirigido por el Dr. Jorge Onrubia Pintado, profesor de

Prehistoria de dicha universidad, al cual presento mi respeto y admiración.

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