Rev Prolet nº 2

12
¡Proletarios de todos los países, uníos! REVOLUCIÓN PROLETARIA SEPTIEMBRE 2012, NÚMERO 2 Órgano de expresión marxista-leninista Reestructurar el sistema o derribarlo (p. 2) Algunos apuntes en torno al PCE y la Guerra Civil en España (p. 3-6) La tarea de la Constitución Partidaria del Proletariado (p. 7-10) Extractos de la Revolución: V.I. Lenin (p. 11-12) sanidad. No obstante este pulso es fácilmente soportable por el capitalismo, pues por si mismo no entraña ninguna contradicción de fondo. Mientras se sostiene el pulso que discute cuanto es legitimo robar al obrero, la contradicción solo es cuantitativa, de forma (de cuanto se permite explo- tar) y no de fondo. La clave para avanzar cualitativamente en este dilema, hasta alzarlo a algo no asumible por la burguesía y que su- ponga su destrucción como clase, es la conciencia para si en el proletariado, que la clase comprenda que su lugar en la historia no es la de mantener eternas batallas de corto alcan- ce por vender la fuerza de trabajo centavo arriba, centavo abajo, comparado con la situación anterior; si no desterrar al vertedero de la historia un régimen social, político y eco- nómico: el capitalismo, el cual es antagónico con el desarro- llo de los medios de producción y de la propia sociedad. Esta conciencia, verdaderamente de clase solo se puede obtener mediante la praxis revolucionaria, es decir, la fusión de la teoría y la práctica revolucionaria, la disputa directa del poder entre una clase y otra guiado por los principios del Socialismo Científico. Para alcanzar esta fase, la clase obrera debe de ser consciente de su papel en la historia, para lo cual de poco sirve la lucha cotidiana y gris sindicalista. Solo podrá ser consciente experimentando en sus propias carnes lo que supone la lucha contra la dictadura burguesa para implementar su propia dictadura, la del proletariado. Para alcanzar tal nivel de conciencia que permita a la clase lanzarse a la toma del poder, nuestros comunistas del KKE proponen lo que se lleva intentando hasta la saciedad en el MCI, siempre obteniéndose resultados nulos: la acu- mulación de fuerzas por medio del sindicalismo y la partici- pación en los entramados electorales, lo cual tiene mucho que ver con la estrategia insurrecionalista, hegemónica en nuestro movimiento (sobre la cual profundizamos más en nuestro artículo “Sindicalismo e insurrecionalismo”). Dicha estrategia tiene, como resultado habitual, la disminución del nivel de conciencia de los comunistas hasta el de las masas, para de esta forma no sentirse apartados de ellas, llegando a estar por debajo de muchas, como tristemente se vio cuan- do el KKE denominaba provocadores fascistas a quienes comenzaban a atacar al estado (aunque dichos ataques fue- sen completamente de carácter espontáneos), en vez de saber canalizar y organizar dicha violencia, elevándola en violencia revolucionaria. REVOLUCIÓN PROLETARIA. Septiembre 2012 EDITORIAL: KKE, la bancarrota del sindicalismo. El KKE, uno de los Partidos Comunistas, con más forofos; hace relativamente poco, en mayo y junio, sufrió dos batacazos electorales que le situaron con un apoyo inferior al de los nazis de Amanecer Dorado. Esta situa- ción que pilló de imprevisto a los hooligans del KKE en nuestro país, y a sus militantes en Grecia sirvió para que mucha gente se plantease lo correcto o no de las tácticas llevada por esta organización, en su trabajo diario o al pre- sentarse a las elecciones (si no, principio estratégico como parece demostrar dicho partido, al presentarse sistemática- mente a los distintos comicios electorales). Lo cierto es que dicha organización ha perdido en torno a la mitad de sus electores, mientras que en la calle sus cortejos no solo no descendían de número, si no incluso aumentaron, lle- vándose a cabo decenas de Huelgas Generales, en las cua- les se presentaban como vanguardia al poder organizarlas y dirigirlas, en buena parte, los cuadros de esta organiza- ción, con su referente sindical, el PAME. Todo esto indi- ca que el KKE solo es referente en las luchas por las re- formas en general y en la lucha económica en particular, se han profesionalizado en estas luchas, convirtiéndolas en sistemáticas, pero esto no se ha visto reflejado en un au- mento de votos, por que una nueva organización reformis- ta emergió con fuerza y con posibilidades de convertirse en el vencedor del circo electoral, Syriza, desbancando al KKE como tradicional partido reformista radical. Aun cuando en sus escritos no dejan de fijar su ob- jetivo en el socialismo; el KKE, no ha conseguido que dicho objetivo sea compartido por cada vez más obreros, por muchas Huelgas Generales en las que se encabecen como sector radical. En efecto, el sindicalismo solo genera conciencia en sí en el proletariado; es capaz de mostrar que si se consigue coordinar a la clase, ésta puede arrancar alguna que otra dádiva al sistema, aunque esta sea fácil de perder cuando no le interese al capital, tal y como estamos viendo con el salario diferido en forma de educación o

Transcript of Rev Prolet nº 2

¡Proletarios de todos los países, uníos!

REVOLUCIÓN PROLETARIA

SEPTIEMBRE 2012, NÚMERO 2

Órgano de expresión marxista-leninista

Reestructurar el sistema o derribarlo (p. 2)

Algunos apuntes en torno al PCE y la Guerra Civil en España (p. 3-6)

La tarea de la Constitución Partidaria del Proletariado (p. 7-10)

Extractos de la Revolución: V.I. Lenin (p. 11-12)

sanidad. No obstante este pulso es fácilmente soportable

por el capitalismo, pues por si mismo no entraña ninguna

contradicción de fondo. Mientras se sostiene el pulso que

discute cuanto es legitimo robar al obrero, la contradicción

solo es cuantitativa, de forma (de cuanto se permite explo-

tar) y no de fondo.

La clave para avanzar cualitativamente en este dilema,

hasta alzarlo a algo no asumible por la burguesía y que su-

ponga su destrucción como clase, es la conciencia para si en

el proletariado, que la clase comprenda que su lugar en la

historia no es la de mantener eternas batallas de corto alcan-

ce por vender la fuerza de trabajo centavo arriba, centavo

abajo, comparado con la situación anterior; si no desterrar

al vertedero de la historia un régimen social, político y eco-

nómico: el capitalismo, el cual es antagónico con el desarro-

llo de los medios de producción y de la propia sociedad.

Esta conciencia, verdaderamente de clase solo se puede

obtener mediante la praxis revolucionaria, es decir, la fusión

de la teoría y la práctica revolucionaria, la disputa directa del

poder entre una clase y otra guiado por los principios del

Socialismo Científico. Para alcanzar esta fase, la clase obrera

debe de ser consciente de su papel en la historia, para lo

cual de poco sirve la lucha cotidiana y gris sindicalista. Solo

podrá ser consciente experimentando en sus propias carnes

lo que supone la lucha contra la dictadura burguesa para

implementar su propia dictadura, la del proletariado.

Para alcanzar tal nivel de conciencia que permita a la

clase lanzarse a la toma del poder, nuestros comunistas del

KKE proponen lo que se lleva intentando hasta la saciedad

en el MCI, siempre obteniéndose resultados nulos: la acu-

mulación de fuerzas por medio del sindicalismo y la partici-

pación en los entramados electorales, lo cual tiene mucho

que ver con la estrategia insurrecionalista, hegemónica en

nuestro movimiento (sobre la cual profundizamos más en

nuestro artículo “Sindicalismo e insurrecionalismo”). Dicha

estrategia tiene, como resultado habitual, la disminución del

nivel de conciencia de los comunistas hasta el de las masas,

para de esta forma no sentirse apartados de ellas, llegando a

estar por debajo de muchas, como tristemente se vio cuan-

do el KKE denominaba provocadores fascistas a quienes

comenzaban a atacar al estado (aunque dichos ataques fue-

sen completamente de carácter espontáneos), en vez de

saber canalizar y organizar dicha violencia, elevándola en

violencia revolucionaria.

REVOLUCIÓN PROLETARIA. Septiembre 2012

EDITORIAL: KKE, la bancarrota del sindicalismo.

El KKE, uno de los Partidos Comunistas, con más

forofos; hace relativamente poco, en mayo y junio, sufrió

dos batacazos electorales que le situaron con un apoyo

inferior al de los nazis de Amanecer Dorado. Esta situa-

ción que pilló de imprevisto a los hooligans del KKE en

nuestro país, y a sus militantes en Grecia sirvió para que

mucha gente se plantease lo correcto o no de las tácticas

llevada por esta organización, en su trabajo diario o al pre-

sentarse a las elecciones (si no, principio estratégico como

parece demostrar dicho partido, al presentarse sistemática-

mente a los distintos comicios electorales). Lo cierto es

que dicha organización ha perdido en torno a la mitad de

sus electores, mientras que en la calle sus cortejos no solo

no descendían de número, si no incluso aumentaron, lle-

vándose a cabo decenas de Huelgas Generales, en las cua-

les se presentaban como vanguardia al poder organizarlas

y dirigirlas, en buena parte, los cuadros de esta organiza-

ción, con su referente sindical, el PAME. Todo esto indi-

ca que el KKE solo es referente en las luchas por las re-

formas en general y en la lucha económica en particular,

se han profesionalizado en estas luchas, convirtiéndolas en

sistemáticas, pero esto no se ha visto reflejado en un au-

mento de votos, por que una nueva organización reformis-

ta emergió con fuerza y con posibilidades de convertirse

en el vencedor del circo electoral, Syriza, desbancando al

KKE como tradicional partido reformista radical.

Aun cuando en sus escritos no dejan de fijar su ob-

jetivo en el socialismo; el KKE, no ha conseguido que

dicho objetivo sea compartido por cada vez más obreros,

por muchas Huelgas Generales en las que se encabecen

como sector radical. En efecto, el sindicalismo solo genera

conciencia en sí en el proletariado; es capaz de mostrar

que si se consigue coordinar a la clase, ésta puede arrancar

alguna que otra dádiva al sistema, aunque esta sea fácil de

perder cuando no le interese al capital, tal y como estamos

viendo con el salario diferido en forma de educación o

2

Hace un año, en la previa de unas elecciones mu-

nicipales, las plazas se abarrotaron de indignados. Asam-

bleas, acampadas y manifestaciones obligaron a trastocar

los mensajes de todos los partícipes del circo de las urnas,

cuya misión era, desde el 15 de Mayo, transformar la in-

dignación callejera en una responsable papeleta de voto.

El signo característico del indignado, su señal

como movimiento sui generis en la política de los últimos

años, residía en que se alzó como expresión de la crisis de

representatividad del parlamentarismo (nacido en la

Transición reformadora del corporativismo fascista), así

como de los organismos sociales que lo han gestionado o

han aspirado a ello: partidos, sindicatos…, representantes,

todos ellos, de las clases sociales que disfrutan de derechos

propios bajo este régimen político y que se han visto des-

bordados por un buen pedazo de su base social, pequeña

burguesía y aristocracia obrera, condenada a la prole-

tarización y pauperización de sus vidas en este contexto

de crisis cíclica de la economía capitalista y reestruc-

turación social, abanderada por el capital financiero y

que, de momento, se nos presenta a través de los recortes

con que desayunamos casi a diario.

Como ocurre con todos los movimientos espon-

táneos de masas, faltos de un referente y una cons-

ciencia revolucionarias, éste enseguida quiso ser recon-

ducido hacia la política real por todas las fracciones de la

clase dominante, empezando por una mezcolanza de

“apolíticos” y ultras liberales, y siguiendo por los

“representantes tradicionales” del espontaneísmo de las

masas, es decir, por los sectores de la izquierda del Parla-

mento o de todo tipo de reformistas que esperan a sus

puertas, con el fin de ser gestores de los derechos “del pue-

blo” en las bancadas institucionales o ante las sedes patro-

nales. Y es que, aunque heterogéneo, el programa político

que impulsó los primeros pasos de la Indignación era, pun-

to por punto, un reflejo de las organizaciones existentes.

De esas empeñadas en salvar la “democracia” del mal hacer

de los “mercados” o dispuestas a hacer que “la crisis” la

paguen “los ricos”. Memorando político, por tanto, de la

mencionada aristocracia obrera y pequeña burguesía, que

ven en el interclasismo y el reformismo, el puente para

sortear la realidad, determinada por las contradicciones

del sistema capitalista que, como democracia burguesa, es

decir, de los mercados, solo puede ser, para millones de

proletarios mileuristas, parados o migrantes, la peor de las

dictaduras; la dictadura de la burguesía que planta mi-

seria allá por donde pisa y cuyo rumbo se presenta

invariable, con indiferencia de las siglas o personajes

que se sitúen en su dirección.

El panorama actual es similar al de hace un año, si

bien la burguesía ya se ha quitado de encima cualquier tipo

de complejo a la hora de llevar a término su reestructu-

ración política: el estado del Bienestar, el pacto que imbricaba

al conjunto de la burguesía, acompañada de sus trabajado-

res mejor acomodados (desde el fin de la II Guerra Mundial a

nivel europeo y desde el 78 en el Estado español) está siendo

barrido del mapa. El capital desplaza a amplios sectores de la

población hacia las filas del proletariado que, hasta ahora, pudo

retener algunos derechos derivados del pacto social pero que, en

un futuro cercano, va a ser expuesto, famélico y sin derechos,

como tributo de los burócratas del gobierno a la CEOE y la

Unión Europea.

Porque ese, al menos, es el plan de la burguesía, que

engrasa su maquinaria para la guerra social, llamando

“algaradas” a protestas pacíficas, encarcelando a huelguistas,

apaleando a estudiantes de secundaria e infestando las calles de

policías. Echo éste que debe ponernos en alerta a todos los tra-

bajadores, que debe animar a la clase proletaria a organizarse

contra el capital y que debe además espolearnos para que no

nos conformemos con volver a un pasado, el del bienestar, que

pronto será pasto de la historia.

Más aún, ante ésta tesitura los trabajadores hemos de

echar un vistazo a nuestra historia, a la historia de la lucha

de clases, para así poder comprender que todos esos

“derechos” que hoy nos deciden quitar, no fueron fruto de un

“contrato social”, sino que fueron la contrapartida que la bur-

guesía se vio obligada a realizar ante su miedo a perderlo todo,

ante su miedo al avance de la Revolución Proletaria

Mundial ligada a un Movimiento Comunista que conjugó

revolucionariamente las luchas de todos los sectores sociales

oprimidos por el capital, unificando en un todo organizado a

la teoría revolucionaria con los movimientos de masas.

Hoy, ante este capitalismo que pretende reestructurar-

se, debemos retomar nuestra consciencia de clase para, frente a

la codicia de los industriales y la usura de los banqueros, vol-

ver a luchar por la socialización de los medios de produc-

ción. Frente a la farsa de la división de poderes a que juega la

democracia burguesa, expresar sin temor la necesidad de un

poder legislativo y ejecutivo basado en la dictadura revolu-

cionaria del proletariado, es decir, en la democracia del

pueblo trabajador. Y para ello, para enfrentar la larga y dura

batalla que ya está aquí, hemos de retomar, sin complejo al-

guno, la bandera de la Revolución Socialista, emprendiendo

la reconstitución del Comunismo, como ideología de van-

guardia que nos nutra de consciencia y como movimiento

político organizado. Que sea el referente cierto que necesitan

el conjunto de los oprimidos y enfrente los intereses de nuestra

clase, de la mayoría social, con los de un capital que hay que

derribar y que se prepara, por enésima vez, para masacrar a los

pueblos del Mundo, mediante la guerra imperialista, y para

devolvernos a la mísera barbarie del laissez faire laboral y

social.

REESTRUCTURAR EL SISTEMA O DERRIBARLO*

“La emancipación de la clase obrera debe ser obra de la misma clase obrera” Karl Marx

*Octavilla repartida por REVOLUCIÓN PROLETARIA durante las movilizaciones del aniversario del Movimiento 15M

3

ALGUNOS APUNTES EN TORNO AL PCE Y LA GUERRA CIVIL EN ESPAÑA

“En lo que se refiere a la milicia, deberíamos decir: no somos partidarios de la milicia burguesa, sino únicamente de

una milicia proletaria (...) La revolución rusa ha demostrado que todo éxito, incluso un éxito parcial, del movimiento

revolucionario -- por ejemplo, la conquista de una ciudad, un poblado fabril, una parte del ejército -- obligará inevitable-

mente al proletariado vencedor a poner en práctica precisamente ese programa.”

V. I. Lenin, El programa militar de la Revolución Proletaria

Al abordar la cuestión de la Guerra Civil, hemos in-

tentado desprendernos de prejuicios, de sectarismos y, en defi-

nitiva, hemos procurado no empantanarnos en debates super-

fluos que poco o nada aportan al estudio de la experiencia his-

tórica de la Revolución Proletaria Mundial (RPM) y que solo

sirven, a aquellos que los abordan, para acabar pensando exac-

tamente lo mismo que antes de iniciar su estudio. Nos centra-

mos en el PCE porque, como militantes comunistas, entende-

mos que, por ser la organización que portaba el legado de la

Revolución de Octubre y la Internacional Comunista, era el

destacamento revolucionario lla-

mado a encabezar la Revolución

Socialista en el Estado español.

Entendemos que los comunistas

tenemos que realizar balance, au-

tocrítica si se prefiere, de nuestro

movimiento y es en esta tarea,

fundamental para reconstituir al

comunismo como una teoría de

vanguardia, como podremos

avanzar en la actual etapa política

que atraviesa nuestra clase, des-

provista de los instrumentos de la

Revolución.

Un proletariado forjado en la lucha de clases

A comienzos del siglo XX España es ya un país don-

de la burguesía ejerce su dictadura de clase. Si bien el desarro-

llo de las fuerzas productivas está por debajo del de las poten-

cias de primer orden, la concentración de capitales es ya la

propia de una economía de capitalismo monopolista. Las con-

tradicciones de clase de la sociedad española se agudizan entre

las clases dominantes y, principalmente, entre éstas y el prole-

tariado, cuya forja como clase en sí queda más que resuel-

ta, en esos primeros decenios de la pasada centuria: en

1909 el proletariado protagoniza en Catalunya la Semana Trá-

gica y tras ésta, el movimiento sindical asciende velozmente

de tal modo que la CNT y la UGT contarán con cientos de

miles de obreros afiliados. La Huelga Revolucionaria de 1917,

la Huelga de la Canadiense en 1919, el Trienio Bolchevique a

inicios de los años 20, con numerosas huelgas fabriles y ocu-

paciones de tierras para colectivizarlas, dan prueba de la capa-

cidad organizativa y del carácter combativo del proletariado

español. El constante ambiente insurreccional en España, im-

puesto por las luchas del proletariado y las contradicciones en

el seno de la clase dominante, detona finalmente en 1936.

La clase obrera en España cuenta, en los prolegóme-

nos de la Guerra Civil, con una alta organización y con una

rica experiencia política, elementos que serán determinantes

para que se frene el golpe fascista en gran parte del país.

Las principales líneas políticas que atraviesan la

construcción del movimiento obrero en España son la social-

democracia (PSOE, UGT) y el anarquismo (CNT, FAI), fuer-

zas cuya hegemonía mantiene al Partido Comunista de Es-

paña como un pequeño núcleo, cuya calidad de organiza-

ción de vanguardia vendrá determinada, hasta bien entra-

dos los años 30, más que por su incidencia entre las masas,

por su constitución en el Estado

español como sección de la Inter-

nacional Comunista, en ese tiem-

po, incontestable referente de la

Revolución para el proletariado

internacional y garante de los prin-

cipios ideológicos y políticos del

Movimiento Comunista Internacio-

nal (MCI).

El PCE es fruto de la lucha de dos

líneas a nivel internacional, que se

reproduce en el PSOE, entre la

socialdemocracia reformista y la revolucionaria, que se torna-

rá en comunista, escindiendo al movimiento obrero en dos

bloques irreconciliables, que se corresponden con los dos

grandes sectores que conforman la clase asalariada de los

países imperialistas: el reformismo socialdemócrata en el

cual se depositaron los intereses de la aristocracia obrera,

como sector de la clase dispuesto a gestionar el Estado bur-

gués, que aquí encarnaba perfectamente un PSOE integrado

con Primo de Rivera y fundamental en la reestructuración

republicana del capitalismo español; y el comunismo, conec-

tado con las masas hondas de la clase obrera, cuya princi-

pal característica era el reconocimiento de la dictadura del

proletariado como fase ineludible de la Revolución Socialis-

ta y como elemento, junto al Partido obrero de nuevo tipo,

en torno al cual la clase obrera debía organizarse para destruir

al capital, determinando todo esto las tareas políticas y las

formas organizativas que debía adquirir la organización

revolucionaria. Bajo estas premisas el PCE intentará confor-

marse como vanguardia revolucionaria efectiva de la clase,

desde su constitución en 1921 hasta el viraje del VII Congre-

so de la IC, que aprobó las tesis del Frente Popular.

El camino hacia el Frente Popular Antifascista

En sus primeros pasos, el PCE apenas tendrá inci-

dencia en algunas áreas obreras de Bizkaia y Sevilla. En el

4

resto del estado los núcleos comunistas se hayan disgregados

y aislados, sobre todo tras el duro golpe que el sector anar-

quista de la CNT acomete contra el grupo sindicalista, que

pretendía integrar la central sindical en la Internacional Sindi-

cal Roja (Profintern), creada por la IC, y en la cual estuvo

representada el sindicato durante algún tiempo. Esto, unido a

la llegada de Primo de Rivera al poder, cercena las previsio-

nes de crecimiento del PCE en sus primeros años.

El Partido intenta aplicar desde sus inicios la línea de

la Comintern, a inicios de los años 20, ligada al Frente Úni-

co, como frente en donde el P.C. debía unir las luchas espon-

táneas de las masas obreras, con el objetivo de organizar a los

elementos que llevarían todas esas luchas hacia un proceso

insurreccional, que debía golpear al gobierno reaccionario y

permitir la instauración de la dictadura conjunta del proleta-

riado y el campesinado.

Como la construcción del movimiento político revo-

lucionario se observa, tal y como establecía la propia IC, des-

de el esquema “partido/vanguardia; sindicato/frente; Revolu-

ción”, el PCE se enfrasca en la cuestión de garantizar que el

partido tenga un referente sindical claro desde el cual promo-

ver ese frente único por la base. En 1931 el PCE impulsa el

Comité de Reconstrucción de la CNT y, fracasado el intento,

se constituye la Confederación General de Trabajadores Uni-

taria, la CGTU, que en el año 35 se integró en la UGT. En

1934 el PCE aún mantiene las distancias con el resto de orga-

nizaciones. Deshecha formar las Alianzas Obreras y no es

hasta Octubre, con la insurrección que solo triunfa en As-

turies, cuando el PCE comienza el camino hacia la formación

del Frente Popular, línea impulsada por el VII Congreso de la

Internacional y que ponía fin al período del frente único por

la base y el consabido “clase contra clase”.

Los bolcheviques construyeron el movimiento

obrero revolucionario desarrollando una fuerte lucha

ideológica a nivel de la vanguardia, que permitió al marxis-

mo erigirse en el programa que guiase a los obreros rusos. La

teoría la sintetizaron con la práctica y la desarrollaron así co-

mo praxis revolucionaria, cuya tarea consistía en preparar

las condiciones para que las masas pudiesen ejercer su dicta-

dura de clase, a través de los Soviets, y así, adquirir

experiencia revolucionaria con la dictadura proletaria, de

la mano del Partido obrero de nuevo tipo y sus organiza-

ciones armadas.

En Europa los partidos que toman el nombre de co-

munista lo hacen en condiciones dispares a las del bolchevis-

mo y, más que partidos ya constituidos (que unificasen ya a

vanguardia y masas en un movimiento político), eran destaca-

mentos de vanguardia, que impulsados por las circunstancias

a lanzarse a emular a los rusos (aunque sin el mismo nivel de

experiencia teórica y partidaria) acabaron siendo derrotados

por la reacción (Alemania, Finlandia, Hungría…). El estanca-

miento de la Revolución en Europa Occidental tras la primera

oleada de insurrecciones que siguieron al Octubre ruso, hizo a

la IC tomar en consideración la necesidad de constituir el

mentado Frente Único, en el que debía fructificar la unidad de

la vanguardia comunista con las bases proletarias del resto

de organizaciones. Esta política debía llevar a la vanguardia

a desenmascarar a las direcciones oportunistas de la social-

democracia y así hacerse con sus masas, educadas ya en

gran parte en las luchas parciales y el reformismo, para lle-

varlas por el sendero de la Revolución. La cuestión de los

Soviets, como órganos de Nuevo Poder desde los que se

tenía que conquistar a la clase proletaria y combatir al

capital mediante la acción misma de las masas, se va rele-

gando o se queda, el “sovietismo”, más como un referente

discursivo o de acción espontánea de las masas, que como

una construcción consciente del Partido Comunista. Aun-

que esta problemática venía determinada por las limitacio-

nes de la RPM en aquel momento, ya que serían los comu-

nistas chinos, con Mao a la cabeza, quienes recogerían el

bagaje de la experiencia soviética de Octubre. No obstante,

el enemigo de la Revolución sigue siendo, bajo el Frente

Único, el reformismo y la socialdemocracia y, en ese senti-

do, las 21 condiciones que sellaron la constitución de la In-

ternacional Comunista, seguían siendo validadas por la prác-

tica de sus secciones nacionales.

Pero en los años 30 empieza a tomar fuerza la idea

que es necesario cambiar la táctica y que, frente al ascenso

del fascismo, los comunistas han de abanderar la unidad con

la socialdemocracia y la “burguesía progresista”, como fuer-

zas que coadyuven a frenar al fascismo y, al menos en la

teoría, al progreso político en el camino al socialismo. La IC

sienta entonces las bases teóricas, con las tesis de Giorgi

Dimitrov, para realizar la unidad por arriba (entre las direc-

ciones, sin lucha ideológica) con la socialdemocracia. La

consigna de unificar al proletariado en un solo partido se

convierte, en vez de para concebir que ese partido solo pue-

de ser tal si es revolucionario, en la fundamentación teóri-

ca de la necesidad de unir todas las siglas obreras bajo un

mismo paraguas, algo ya muy contrario a las bases sobre la

que se constituye el MCI 20 años antes y que iban encami-

nadas, no a unir a los obreros a cualquier precio, sino a unir

a la clase revolucionariamente, como clase para sí. El

mejor ejemplo lo tenemos en el Estado español con la cons-

titución de la Juventudes Socialistas Unificadas cuyos miles

de militantes jugaron un papel fundamental en la lucha con-

tra el fascismo. Y su combatividad y sacrificio en defensa de

la clase obrera, nadie puede poner en duda. Pero su estructu-

ra política no nacía sobre la base de un programa revolucio-

nario y la unificación, más que el desarrollo del movimiento

comunista entre la juventud, era el correlato de la asunción

de la democracia burguesa como propia por un amplio sec-

tor del movimiento comunista. Y era, también, dejar de lado

las tesis leninistas sobre el Partido obrero de nuevo tipo en

cuanto que éste había de ser el garante de la independencia

ideológica y política de la clase obrera.

La Guerra y la política del PCE

Para 1936 el PCE ya contaba con una fuerza arma-

da, las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas. No

5

era el único partido que se preparaba para la batalla decisiva,

todas las fuerzas políticas contaban con su milicia. El Frente

Popular vence en las elecciones en febrero y, enseguida, la

maquinaria golpista se pone a funcionar. El Gobierno, man-

dado por republicanos, titubea y pretende frenar a los fascis-

tas vía administrativa, parlamentando con los oficiales que,

se sabe, están por el golpe militar. Cualquier cosa menos

armar al proletariado piensan aquellos que sostienen su

Gobierno sobre el trabajo de las organizaciones obreras del

Frente Popular. Y en estas llega el 18 de Julio. Tienen que

pasar tres presidentes de gobierno en apenas dos días para

que a las organizaciones obreras se le entreguen las armas

con que frenar a los militares fascistas. Las MAOC empren-

den una de las más duras batallas en los decisivos días de

julio y toman en Madrid el Cuartel de la Montaña. Acaba de

nacer el Quinto Regimiento. Este se destaca por su discipli-

na y su combatividad, pero sobretodo, por ser un destaca-

mento armado del proletariado.

Decenas de miles de obreros y campesinos, comu-

nistas en su mayoría, nutren las

filas del Quinto Regimiento y son

comunistas sus principales oficia-

les, algunos de ellos formados

militarmente en las academias de

la Unión Soviética. Se establece

en su seno el Comisariado Políti-

co y se gana la simpatía de las

masas proletarias. Incluso algunos

mandos son elegidos democráti-

camente por los soldados. El

Quinto Regimiento reúne los ele-

mentos para ser el embrión de un

Ejército proletario, de un Ejército Rojo. En China, en la gue-

rra de liberación nacional contra los japoneses, los comunis-

tas forman un frente con los nacionalistas del Kuomintang.

Los comunistas chinos, que ya han sido duramente reprimi-

dos por su burguesía nacional, combaten al mismo enemigo,

los japoneses, pero el Ejército Rojo mantiene su estructura

independiente con respecto a la burguesía (cuyo Estado está

en gran parte desestructurado), y sigue siendo el instrumento

armado con el que el Partido Comunista ejecuta su programa

revolucionario en medio de la Guerra Popular con que sienta

las Bases de Apoyo de la Revolución. Es la consecución de

la independencia política del proletariado aplicada al terreno

militar.

El PCE se encuentra, en la España republicana pos-

terior al 18-J, con una burguesía incapaz de gestionar su

Estado y en donde los vacíos de poder son una constante

rellenada en muchos casos por las organizaciones sindicales,

por los trabajadores. La industria en muchos lugares pasa a

control obrero y las tierras empiezan a ser colectivizadas por

los jornaleros. En suma, en la España republicana hay una

poderosa fuerza proletaria que necesita ser organizada,

orientada y a la que se le ha de marcar claramente el Progra-

ma de la Revolución que está buscando. Azaña y sus secuaces

tienen el poder nominal de la República, pero quienes tienen

las armas y organizan la administración de las cosas son los

obreros. Y también las obreras, que han roto las cadenas que

las ataban y se han puesto en la primera línea de combate. Las

masas necesitan de su vanguardia, primero para que le dote de

la conciencia revolucionaria que permita convertir los vacíos

de poder en auténtico Nuevo Poder, realizado por un prole-

tariado ya en armas. Y segundo para dotar de dirección a la

clase y unificar todos los esfuerzos revolucionarios en un

mando único proletario.

Pero ante esta situación el PCE empuja hacia la cons-

titución del Ejército Popular Republicano, en el cual se dilu-

yen las milicias obreras, incluido el Quinto Regimiento. Se

sostiene la alianza total con la burguesía republicana y se

rehace su Ejército y, con éste, su Estado. Se impone el orden,

pero el orden burgués. Poco a poco al comisariado político se

le van sustrayendo sus funciones de agitación política y de

enlazar el frente con el pueblo trabajador. La mujer es devuel-

ta a la retaguardia y la estructura-

ción del EP se lleva como en cual-

quier otro ejército burgués. No se

concibe la lucha partisana como

táctica fundamental en una guerra

en que un ejército reaccionario lu-

cha contra un pueblo en armas. Los

militares profesionales imponen su

criterio y separarán al Ejército de su

pueblo de tal modo, que los fascis-

tas acabarán entrando en Madrid sin

necesidad de combatir.

La política en el bando republicano

la realizan, durante toda la guerra, las clases con menos fuer-

za. La burguesía y pequeña burguesía imponen su modelo

político y social. Se frenan las aspiraciones del campo, dejan-

do de lado a los campesinos sin tierra, para defender la peque-

ña propiedad. La cuestión colonial africana, contra la cual el

proletariado se había levantado en innumerables ocasiones,

nunca se pone en el centro del debate, ni antes ni durante la

Guerra. Y eso que la autodeterminación de Marruecos podría

haber supuesto un duro golpe para el complejo militar fascista

que se nutría de mercenarios y, sobretodo, de africanos a los

que se les impuso combatir. Pero esa contingencia habría su-

puesto azuzar el mapa del África invadida y, con ello, el des-

crédito de la burguesía republicana ante los imperialistas fran-

ceses y británicos de los cuales esperaba inútilmente, todo el

Frente Popular, su socorro democrático. En este sentido, al

igual que se tiró por la borda todo avance revolucionario a

nivel interno para mantener el statu quo que permitía el equili-

brio de la alianza interclasista (a pesar de que la correlación de

fuerzas había variado tras el 18-J), se abstuvo, a nivel externo,

de fomentar cualquier cambio en el reparto imperialista del

Mundo, para sostener el débil equilibrio de una comunidad

internacional que estaba ultimando los preparativos de guerra.

6

En definitiva, el PCE pone su capacidad organizati-

va y a sus cientos de miles de militantes a disposición de los

intereses de la burguesía. Una burguesía traidora, la republi-

cana, que asistió a la guerra como espectadora, que en mu-

chas ocasiones preparó su paz por separado (están los reac-

cionarios del PNV con la Paz de Santoña. Pero también están

los sectores que apoyaron a Casado para que entregase Ma-

drid, donde pululaban por igual republicanos, anarquistas y

socialistas; o quienes desde las filas del Gobierno, como el

propio presidente Indalecio Prieto, propagaban el derrotismo

en la retaguardia mientras los obreros morían en el frente.)

Unas notas cara al debate revolucionario

La línea del PCE y su política en

la Guerra Civil solo puede enmarcarse en

las condiciones políticas de aquella época.

Los comunistas debemos extraer en el estu-

dio conclusiones de tipo universal, entresa-

car que elementos de lo concreto son ex-

presión de la lucha de clases general, para

así poder afrontar del mejor modo posible

las batallas del futuro. Con lo que hemos

expuesto hasta ahora creemos que el pro-

blema fundamental del PCE (que acabó por

reproducirse en el resto de partidos de la IC

y que tuvo como trágico epílogo el eurco-

munismo) fue que en el noble afán por

derrotar al fascismo no se supo garantizar la independen-

cia del proyecto emancipador del comunismo, lo que

transparenta tanto en el modo de concebir la lucha mili-

tar (integración total del Quinto Regimiento en el Ejército

Republicano), como la política (búsqueda de unión con la

socialdemocracia, rigidez en cuanto a las alianzas de clase

desde febrero del 36).

Y era el PCE, como referente marxista-leninista de

aquel tiempo, el encargado de garantizar esa independencia

de programa. No podemos buscar, en este aspecto, responsa-

bilidades entre el anarquismo, y tampoco en la socialdemo-

cracia, ya que aquellas organizaciones eran incapaces de

comprender las tareas políticas indispensables de desarrollar

(Partido de nuevo tipo y dictadura proletaria) para el triunfo

de la Revolución. La CNT contaba en sus filas desde anar-

quistas que renegaban de toda estructura militar, hasta secto-

res que se integraron en los distintos gobiernos de Frente Po-

pular. Y los socialistas, igualmente, aunaban a líneas políticas

totalmente enfrentadas, desde la sinceramente frentepopulista

de Negrín hasta los anti-comunistas recalcitrantes de Besteiro

o Prieto, y todos ellos estaban caracterizados por su cretinis-

mo parlamentario y su afán sindicalista.

En torno al debate clásico entre ¿guerra o

revolución?, entendemos que la disyuntiva

no era tal. No hay un antagonismo inexpug-

nable entre la Revolución y la Guerra por-

que la primera sólo puede desarrollarse a

través de la guerra total entre clases. La

disyuntiva no estaba en “militarizar”, en

abstracto, como dirían algunos anarquis-

tas, sino en el contenido de clase que se le

daría a la militarización. El proletariado se

debía haber militarizado al estilo de los co-

munistas chinos, que solo comprendieron

aquellas enseñanza del bolchevismo tras ser

aplastados por el Kuomintang durante la década de los 20.

¿En España aquello se podía haber llevado a cabo? Es difícil

responder a ello y plantearse sus resultados sería adentrarse

por el peligroso camino de la política-ficción. Pero renunciar

al debate en torno a ello sería aún más pernicioso para el

Movimiento Comunista porque sería renegar de la autocrítica

y de aplicarnos el marxismo a nosotros mismos.

REVOLUCIÓN PROLETARIA. Junio 2012

“REVOLUCIÓN PROLETARIA” es un órgano de expresión elaborado por jóvenes militantes marxista-leninistas.

Este proyecto tiene por objeto desarrollar el debate teórico y político en el seno del movimiento comunista, pues en la situación en que se haya el pro-letariado en el Estado español, la lucha por recomponer la ideología revolucio-naria y reconstituir el Partido Comunista de nuevo tipo son tareas de primer orden, e inequívocamente ligadas entre sí, que hemos de enfrentar cara a la construcción de los instrumentos políticos y sociales que son necesarios para realizar la Revolución Socialista.

Si deseas recibir información de nuestras publicaciones, colaborar, desa-rrollar una crítica, etc. contacta a través de nuestro correo:

[email protected]

7

La tarea de la Constitución Partidaria del Proletariado

¿Existe Partido Comunista en el actual Estado Español?

Aunque parezca una pregunta con obvia res-puesta, esta pregunta no está lo suficientemente re-flexionada y meditada en nuestra época y en nuestro Estado. Todos los que se hacen llamar a sí mismos marxistas-leninistas, pensán-dolo rápidamente contestarán no. Pero, y aunque su intui-ción no les falle, responder rápidamente no les acercará ni un ápice a la realidad, y me-nos a su objetivo final: la su-peración de la existencia de clases y división social del tra-bajo dentro de la Humanidad. No sólo basta con res-ponder con preguntas senci-llas, como si de un examen tipo test se tratará. Un verdadero revolucionario ten-drá que ir más allá, tendrá que buscar de entre esas preguntas sencillas, otras más complejas y aprender a resolverlas sin miedo a quedar atrapado en los es-quemas que le impone su pensamiento, esquemas burgueses por otra parte. Muchos camaradas sabrán ir más allá, cogerán de verdad lo que otros ya expusieron, pero no sa-brán aplicarlo a la realidad actual. Otros simplemen-te no sabrán comprender bien que significa ese aprendizaje legado que llamamos teoría y otros ha-biéndolo comprendido no habrán analizado todavía las experiencias del proletariado aún sin sintetizar para mejorar y hacer verdaderamente revoluciona-ria esta teoría de emancipación. E s t o ocurr e cuando los camaradas exponen que para crear las condiciones de la existencia del Partido Comunista hace falta desarrollar destacamentos de vanguardia del proletariado. Tesis que en sí es correcta, pero que puede ser manipulada de todas todas. Porque en-tonces las preguntas siguientes que se hace el cama-rada son: ¿qué es ser vanguardia? y ¿cómo se es vanguardia? Y efectivamente la primera pregunta suele tener una fácil respuesta, vanguardia es todo aquel destacamento que consigue guiar en la lucha al pro-letariado debido a su demostrada capacidad para ello, y por tanto, el proletariado sabiendo que está siendo guiado por ellos conseguirá mejores resulta-dos. La segunda pregunta puede no ser tan efecti-va como una tercera no siempre formulada, pero que contiene el matiz de la segunda y otros muchos

más matices. Esta pregunta sería: ¿hacia dónde? O sea, ¿vale con ser vanguardia en cualquier dirección? Si se es vanguardia se debe guiar al proletariado en alguna dirección, y aunque todos puedan tener en su voluntad la de guiarlo hacia la emancipación, no todos han me-ditado sobre el camino hacia ella. Algunos destacamentos actuales guiaron efecti-vamente a sectores estudiantiles en las luchas de Bolo-

nia, otros incluso en la lucha del 15-M, en la lucha de los mineros, o en cualquier otro ejemplo de lucha sindicalista. Podemos exponer que cons-ciente o inconscientemente fueron luchas para conseguir que los objetivos de estos mo-vimientos fueran más efecti-vos o incluso más radicales para poder tener una mayor acumulación de fuerzas. Estos destacamentos son lo que lla-

mamos vanguardia práctica del proletariado. Pero aparte de las efímeras y escasas victorias de estos movimientos, que nos llenan el corazón pero no siempre la razón, ¿qué consiguieron estos movimien-tos y, por tanto, estos destacamentos que iban guian-do? ¿Es el proletariado actual, más revolucionario que antes? ¿Tiene en su cabeza la necesidad inminente del asalto al poder? ¿Tiene la necesidad de implantar su dictadura revolucionaria? O incluso, ¿se mantuvo esa acumulación de fuerzas con el tiempo o se perdió rápidamente? Estas preguntas tienen respuestas obvias cuyo tiempo no merece gastar en una respuesta simple. Es, por tanto, que iremos más allá. Analicemos. ¿Tenemos una respuesta meditada que dar al proletariado para demostrar que nuestro objetivo es realmente efectivo y que siguiendo nuestro plan llega-rá al lugar prometido? Y lo más importante ¿tenemos nosotros un plan detallado que corrija las insuficiencias (cada vez menos grandes conforme avanza nuestra capacidad de análisis y que proceden de la siempre limitada capacidad del conocimiento del ser humano) del comunismo a lo largo de su historia y nos lleve a un lugar donde no podamos ser otra vez derrotados de la manera en que ya lo hizo la burguesía? ¿tenemos un plan que nos haga escapar de esta rutina sindicalista y que no llega a enlazar al proletariado en la vía revolu-cionaria en la que se ha colocado el comunismo y se de-muestra ineficaz? Las derrotas son siempre internas, son muestra de la debilidad interna de un movimiento. Pueden, efectivamente, ser catalizadas externamente. Pero toda

8

derrota reside en la incapacidad de enfrentamiento frente al enemigo debido a una incapacidad interna. La lucha del ser humano, el único ser con ca-pacidad de raciocinio, es la lucha por conocer la realidad, por conocer la naturaleza y por conocerse a sí mismo como ser social. El conocimiento evolu-ciona, la acumulación de experiencias que nos per-mitan un avance y la acumulación de síntesis de

tales experiencias enriquece cada vez más nuestra lucha y nos da mayores herramientas de enfrenta-miento. Hoy somos mejores que ayer, pero somos incapaces frente al nosotros del mañana. Con el comunismo, como teoría social de emancipación de la Humanidad, ocurre lo mismo. Siempre será limitado, pues no se escapa de la capa-cidad de conocimiento del ser humano, no viene dada por ningún ente divino que nos expone la Ver-dad Absoluta. Y está visto que el comunismo actual ha falla-do como ideología, pues no ha sabido dar respuesta estable (debido a la siempre limitación de nuestro conocimiento) y no la sabe dar ahora (más cuando se encuentra en el callejón sin salida del sindicalis-mo que no mira más allá de sus pies) a las tareas del proletariado para la consecución de esa nueva etapa social llamada Comunismo.

¿Qué nos toca hacer ahora? Nos toca revitalizar nuestro ideario, actuali-zarlo, darle nueva forma para que consiga superar lo que de falso se ha demostrado en él. Nos toca repasar la gran y rica experiencia que surge desde que el proletariado toma las riendas del Estado por primera vez hasta que el proletariado es vencido, no sólo políticamente sino ideológicamente, y ver los éxitos y los fracasos de nuestra concepción del mundo. Analizar cualquier matiz que nos permita en el futuro no caer en la misma piedra. Nos toca ahora poner énfasis en el estudio de la teoría, para poder reelaborarla de manera que con las experiencias pasadas, no tomadas en consi-deración de una manera efectivamente científica, podamos dar una respuesta, con las herramientas

actuales, al proletariado para la comprensión de la necesidad de su emancipación y que le garantice po-der avanzar de una manera certera con el conocimien-to que actualmente acumula o puede acumular la Hu-manidad. No hace falta estrellarse mil veces para darse cuenta de la necesidad de frenar antes de una curva, con una vez que ocurra y la suficiente meditación so-bre el hecho seremos capaces de no estrellarnos. Pode-mos después de haber efectuado este conocimiento darnos cuenta de que si se acelera mientras se sale de la curva el coche reaccionará mejor y, además de evi-tarnos un eventual accidente, nos proporcionará una mayor velocidad al salir de la curva. Y no hace falta que tengamos que experimentarlo personalmente, con que nos avise alguien de lo que ocurre, sabremos más o menos manejar la situación. Pero hay quien se obsti-na en no tomar ninguna advertencia y no frena en la curva nunca, a la espera de salir airoso alguna vez. Otros, sin embargo, toman advertencias que se han demostrado como erróneas o peligrosas, pero no quie-ren ver tal peligro, achacándolo a factores externos, como que había demasiada agua en la carretera. Pues bien señores, se trata de analizar bien nuestra conduc-ción y nuestros factores externos para que no haya ningún accidente, o haya los mínimos posibles. Se trata de reconstituir toda nuestra visión del mundo para dirigir al proletariado hacia un movimien-to de masas verdaderamente revolucionario. ¿Cómo llegamos a este movimiento revolucionario?

La pregunta también puede ser formulada así ¿cómo llegamos a la constitución efectiva del Partido Comunista? Si entendemos al Partido Comunista como la

suma de organizaciones de todo tipo que actúan como un Partido Comunista de Nuevo Tipo, es decir, de una manera efectivamente revolucionaria, y que, por tanto, apliquen en la realidad la dictadura del proletariado o estén en capacidad real e inminente para su aplica-ción, y además, entendemos al Movimiento Comunis-ta como la unidad dialéctica entre el movimiento obre-ro y la vanguardia proletaria, entonces ¿debe la crisis económica del capital generar la lucha de clases revo-lucionaria entre el proletariado y la burguesía o es la

9

lucha de clases del proletariado quien deba generar la crisis política del capital? La respuesta que responda como válida a la primera pregunta no tendrá en cuenta las innume-

rables crisis económicas del capital a lo largo de la historia en todos los países y la ineficacia del prole-tariado en todas esas ocasiones para generar su to-ma del poder. Sin embargo, la historia demuestra que sólo cuando el proletariado es capaz de generar crisis políticas al capital, cuando verdaderamente está pertrechado con las herramientas necesarias para acometer la revolución, entonces es cuando puede ejercer su dictadura revolucionaria de clase a través de sus bases de apoyo, incluso cuando el ca-pital no se encuentra en una de sus crisis económi-cas, aunque este caso es más favorable, porque ge-nera mayor inestabilidad política a la burguesía, tampoco es condición indispensable. Sólo cuando hablamos de esta capacidad real es cuando habla-mos de una efectiva praxis revolucionaria. Entonces, ¿qué herramientas necesita el prole-tariado para poder acometer sus labores revolucio-narias? El proletariado necesita estar convencido de su emancipación como clase y de las tareas concre-tas para su realización. Pero sólo cuando exista un Programa verdaderamente revolucionario este le empujará a entender cual es su vocación histórica. Pero, ¿quién elabora su programa? Su programa es elaborado por todo un movi-miento de líderes del proletariado capaces de con-vertir la cosmovisión total del comunismo en una serie de consignas revolucionarias que enlacen en la práctica al proletariado con estos destacamentos de vanguardia práctica. Pero, ¿quién elabora esa nueva cosmovisión? ¿Proviene del cielo? ¿Es la cosmovi-sión legada de los grandes líderes teóricos del co-munismo o necesita una reelaboración que elimine todo lo que hay de falso debido a sus limitaciones históricas y nos permita comprender mejor las con-clusiones universales y desechar las prácticas que llevan a "salirnos de la curva"?

Los grandes fallos del pasado provienen de las causas internas de esa cosmovisión que se fueron pro-pagando por todo el Movimiento Comunista y lo fue-ron descomponiendo debido a la incapacidad de repa-rar sobre ellos. Por tanto, lo que parece necesario desarrollar actualmente es la actualización revolucionaria de la ideología comunista. Lo cual parece posible sólo entre los destacamentos de la vanguardia ideológica del pro-letariado, aquellos que han comprendido esta necesi-dad y priorizan su trabajo en el desarrollo ideológico del proletariado para pertrecharlo y conseguir explicar los errores en la aplicación del Comunismo. Errores que sólo pueden surgir de esta concepción del mundo. Mientras desarrollan esta lucha, deben también mantener esfuerzos en ganarse para esta causa a los líderes o sectores de vanguardia práctica del proleta-riado, convencerlos de esta necesidad actual. En este primer período necesitarán establecer el armazón, el corpus teórico, del Comunismo, compren-der las Leyes Generales de la sociedad. Y sólo cuando haya acabado esta labor inconmensurable, necesaria e inevitable, entonces podremos pasar a otra nueva eta-pa. La gran labor de Lenin, y todo el conjunto de grandes teóricos de su época, en este sentido en el pe-ríodo de finales de siglo XIX y principios del XX es un ejemplo de la capacidad del proletariado, y de sus sec-tores más avanzados en este caso, para acometer esta labor. Sin esta tarea no hubiera sido posible la gran ofensiva que realizó el proletariado desde 1914. Una vez alcanzado esto, la siguiente etapa que se nos vendrá encima será la de generar una cosmovisión totalizadora del Comunismo, darle al armazón forma de edificio. Hacer que el comunismo inunde todos los aspectos de un nuevo pensamiento liberalizador, eli-

minándolo de toda influencia burguesa, tanto como nuestro período nos lo permite. Ahora se podrá empezar a desarrollar una línea de masas revolucionaria, que permita ir creciendo a esa suma de organizaciones e ir elevando las organiza-ciones más atrasadas a niveles cada vez más conscien-tes. Es cuando se empieza a forjar una unidad dialécti-

10

ca entre la vanguardia ideológica y la vanguardia práctica del proletariado. Unidad que sólo se pue-de desarrollar a través de la lucha ideológica y política más encarnizada. La organización que dará lugar al Partido Comunista, movimiento revolucionario, será cada vez más tangible, más presente en la sociedad, aunque todavía será incapaz de convencer a las masas proletarias hacia una respuesta revolucio-naria porque todavía no se está en la capacidad de darles las consignas necesarias para ello. Y es cuando toda la vi-sión de ese sector cada vez más grande se hace más neta-mente revolucionaria, cuando se desarrolla una visión clara de como realizar la revolución en el aquí y en ahora, y cuan-do los sectores de vanguardia práctica, por tanto, terminan de entender la grandísima fuerza de los nuevos conoci-mientos revolucionarios desa-rrollados, cuando se puede pasar a la última etapa de constitución partidaria. Cuando la unión entre la vanguardia práctica y la vanguardia ideológica se ha generado, entonces se es capaz de desarrollar consignas a las masas capaces de convencer-las de la inevitabilidad real de la revolución y de cómo y cuando efectuarla. Aquí es cuando se desarrolla el Programa Revolucionario. Las masas, cada vez más revolucionarias, se van encuadrando en aquella suma de organizacio-nes que dará lugar al Partido Comunista. Y cuan-do esta suma de organizaciones sea tan fuerte que sea capaz de tomar en sus manos el poder políti-co, cuando el proletariado ejerza su dictadura re-volucionaria a través de las bases de apoyo del proletariado, entones es cuando podremos decir que existe efectivamente un Partido Comunista. La aplicación de esta nueva forma política de Estado, la del proletariado, convencerá progre-sivamente a aquellos sectores de las masas que aún no comprendían bien que era eso del comu-nismo y se acercarán más y más a cualquiera de los niveles que comprende el Partido Comunista. Entonces el movimiento ideológico y políti-co del Comunismo será una realidad y el proleta-riado podrá pasar a la ofensiva de nuevo.

¿Qué ocurre actualmente? Actualmente nos encontramos todavía con otro panorama. La dispersión de lo que llamamos Movimiento Comunista Español no es sino producto de la diversidad ideológica de los distintos destaca-mentos prácticos o teóricos del proletariado. Estas visiones antagónicas hacen que las fortuitas uniones políticas u organizativas den al traste al cabo de los meses, y con suerte, de los años. No vale con apren-

der frases adquiridas en un estudio liviano basado en la lectura de algunos libros de los clásicos marxistas, de lo que otros camaradas nos han ense-ñado en conversaciones de Congresos o de lo que esta-blezcan los documentos de una u otra organización autodeno-minada comunista. Es hora de desarrollar un estudio concienzudo que vaya más allá del actual encorseta-miento de lo que conocemos como actual ideología comu-nista, estudiando no sólo los textos de los clásicos, compren-derlos en su contexto histórico, sino además desarrollar el es-tudio de las grandes experien-cias del proletariado aún sin analizar. Este estudio debe es-tar lo más ampliamente gene-ralizado, no siendo cercado por un puñado de personas

que expongan su verdad, porque sólo de esta manera se puede generar una lucha de posiciones, lucha de dos líneas, que desarrolle lo más rápidamente posi-ble la capacidad de análisis de aquellos sectores que quieren poner a punto la ideología proletaria, los destacamentos de vanguardia teórica. La unión del MCE sólo es posible conforme la necesidad de la Constitución Partidaria entre los distintos destaca-mentos vaya generando una ideología comunista mucho más solida y homogénea, que no puede estar más que basada en el debate más profundo. Parece, por tanto, que la tarea actual consiste en la necesidad de actualización y depuración de todo lo que hay de burgués en lo que actualmente se conoce como comunismo. Y esto necesita del esfuerzo de los camaradas en cuanto al desarrollo teórico del Comunismo en la actualidad para comprender las Leyes Generales de la Sociedad (o sea, la realidad material) que nos toca redescubrir con nuestras he-rramientas (la capacidad siempre subjetiva del análi-sis humano).

REVOLUCIÓN PROLETARIA. SEPTIEMBRE 2012

11

EXTRACTOS DE LA REVOLUCIÓN: V.I. LENIN

“CARTA A UN CAMARADA SOBRE NUESTRAS TAREAS DE ORGANIZACIÓN” (1902)

Querido camarada: Con todo gusto satisfago su pedido de enviarle una crítica de su proyecto de “Organización del Partido Revolucio-nario de San Petersburgo” (quizás ha querido referirse a la organización del trabajo del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia en San Petersburgo). El problema que plantea es tan importante, que todos los miembros del comi-té de San Petersburgo, y aun todos los social-demócratas rusos en general, debieran parti-cipar en su discusión. Deseo expresa, ante todo, mi total solidaridad con su explicación acerca de que la anterior organización de la “Unión” (los “unionistas”, como usted la llama) ya no sirve. Se refiere usted a que los obreros más avan-zados carecían de una preparación seria y de una educación revolucionaria, al denominado sistema electivo, que tan orgullosa y tenaz-mente defienden los partidarios de “Rabócheie Dielo” al amparo de los principios “democráticos”, al apartamento de los obreros de todo trabajo activo. Está en lo cierto: 1) la falta de una preparación seria y de una educación revolucionaria (no sólo entre los obreros, sino también entre los intelectuales), 2) la aplicación inoportu-na y sin restricciones del principio electivo, y 3) el apartamien-to de los obreros del trabajo revolucionario activo, son los prin-cipales defectos de la organización de San Petersburgo, y de muchas otras organizaciones de nuestro partido. Comparto plenamente el punto de vista básico sobre las tareas organizativas y por lo que puedo deducir de su car-ta, me adhiero a su plan de organización. Para precisar, estoy por completo de acuerdo con us-ted en que es necesario subrayar en especial las tareas para toda Rusia y para todo el partido en general; usted lo expresa en el punto primero de su proyecto de la siguiente manera: “El periódico Iskra, que cuenta con corresponsales permanentes entre los obreros y se halla en estrecho contacto con el trabajo interno de organización será el centro dirigente del partido(y no sólo de un comité o distrito)”. Yo desearía señalar tan sólo que el periódico puede y debe ser el dirigente ideológico del partido, exponer las verdades teóricas, los principios tácticos, las ideas generales de organización y las tareas generales de todo el partido en un momento dado. Pero sólo un grupo cen-tral especial (llamémoslo, por ejemplo, Comité Central), vincu-lado personalmente con todos los comités, que reúna en su seno las mejores fuerzas revolucionarias de todos los social-demócratas rusos y que tenga facultades para manejar todos los asuntos generales del partido, tales como distribución de literatura, edición de volantes, distribución de fuerzas, desig-

nación de personas y grupos para llevar a cabo determinadas empresas, preparación de manifestaciones e insurrecciones en toda Rusia, etc. Puede dirigir en la práctica el movimiento. Ante la necedad de mantener el más riguroso carácter conspirativo y de asegurar la continuidad del movimiento, nuestro partido puede y debe tener dos centros dirigentes: el

OC (Órgano Central) y el CC (Comité Cen-tral). El primero ejercerá la dirección ideoló-gica y el segundo asumirá la dirección direc-ta y práctica. La unidad de acción y la debi-da identificación entre estos grupos se ase-gurará no sólo por el programa único del partido, sino también por la composición de ambos grupos (es preciso que los dos, tanto el OC como el CC, incluyan personas que trabajen en completa armonía) y por la orga-nización de reuniones conjuntas, regulares y constantes. Sólo entones se logrará por una parte, colocar al OC fuera del alcance de los gendarmes rusos, asegurarle estabilidad y

continuidad, y por otra, que el CC se identifique siempre con el OC en todos los asuntos esenciales y tenga suficiente liber-tad para la dirección inmediata de todos los aspectos prácti-cos del movimiento. Por este motivo, sería deseable que el punto primero de los estatutos (según su proyecto) no sólo señalara a qué órgano del partido se reconoce como órgano dirigente (lo que, evidentemente, debe señalarse), sino también que la organi-zación local de que se trata se asigna como tarea trabajar activamente en la creación, apoyo y consolidación de los or-ganismos centrales sin los cuales nuestro partido no puede existir como tal.[…] […] Paso ahora al problema de los círculos de propa-gandistas. Dada la escasez de fuerzas para realizar la propa-ganda, es difícil poder organizarlas por separado en cada distrito y no es conveniente. La propaganda será realizada con un espíritu único por todo el comité, y debe estar riguro-samente centralizada. Mi idea sobre el particular es la si-guiente: el comité encargará a algunos de sus miembros que organicen un grupo de propagandistas (que actuará como sección del comité, o como uno de los organismos de éste). Este grupo, valiéndose, por razones conspirativas, de los ser-vicios de los grupos de distrito, realizará la propaganda en toda la ciudad, y en todas las localidades donde se encuen-tren dentro de la “jurisdicción” del comité. Si fuera necesario, este grupo podrá crear otros subgrupos y por así decirlo con-fiarles algunas de sus funciones, pero todo ello siempre que tales medidas sean ratificadas por el comité, el cual deberá tener siempre, incondicionalmente, el derecho de enviar un delegado suyo a cada grupo, subgrupo o círculo que de un

A continuación presentamos varios extractos de una Carta escrita por Lenin en 1902 y que posteriormente sería editada por el Comité Central del

POSDR en Ginebra, debido a la clarividencia del texto en cuanto a la cuestión de las tareas organizativas del proletariado ruso. Lenin adelanta en

esta Carta el complejo de organismos que forman el Partido Obrero de nuevo tipo, en donde se entrelazan organizaciones de distinto grado y con

tareas muy diversas como sistema social de mediaciones entre vanguardia y masas, es decir, como Partido Comunista.

12

Últimamente las palabras "dictadura del proletariado" han vuelto a sumir en santo terror al filisteo socialdemócrata. Pues

bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París:

¡he ahí la dictadura del proletariado!

[email protected]

revolucionprolet.blogspot.com

modo u otro esté vinculado con el movimiento. El mismo tipo de organización, el mismo tipo de seccio-nes del comité o de las instituciones dependiente del mismo deberá regir también para los diversos grupos puestos al servi-cio del movimiento: los de la juventud estudiantil y escuelas secundarias; los grupos, digamos que trabajan entre los fun-cionarios del gobierno; del transporte, de imprenta, de pasa-portes; los dedicados a conseguir lugares de reunión ilegales; los grupos encargados de vigilar a los espías; los grupos orga-nizados en el ejercito; los encarga-dos del abastecimiento de armas; los creados, por ejemplo, para orga-nizar “empresas financieras renta-bles”, etc. Todo el arte de la organi-zación conspirativa debe consistir en saber utilizar a todos y todo, en “dar trabajo a todos”, y al mismo tiempo mantener la dirección de todo el movimiento, no por la fuerza del poder, se entiende, sino por la autoridad, de la energía, por la ma-yor experiencia, variedad de conoci-miento y talento. Esta observación sale al paso de la posible y común objeción de que una centralización estricta puede echarlo todo a perder con suma facilidad si por casualidad el cargo principal es ocupado por una persona que no se halla a la altura del enorme poder con-centrado en sus manos. Claro está que esto puede ocurrir, pero el remedio no puede ser la efectividad y la descentraliza-ción, en absoluto inadmisibles en proporciones de cierta ampli-tud e inclusive directamente perjudicial para el trabajo revolu-cionario que se realiza bajo la autocracia. Ningún tipo de esta-tutos dará la solución para paliar este mal; sólo puede reme-diarse con la “influencia de camaradas”, comenzando por las resoluciones de cada subgrupo, siguiendo con la apelación al OC y al CC hasta llegar (en el peor de los casos) a la destitu-ción de las autoridades totalmente ineptas. El comité se esfor-zará por establecer la división del trabajo más completa posi-ble, sin olvidar que los diversos aspectos de la labor revolucio-naria requieren aptitudes distintas, y que a veces una persona nada idónea como organizadora puedes ser invalorable como agitadora; que quienes no son capaces de cumplir una tarea rigurosamente conspirativa, pueden ser excelentes propagan-distas, etc. Y a propósito de los propagandistas quisiera decir unas cuantas palabras contra la habitual tendencia de abarrotar esta profesión con gente poco capaz, con lo cual desciende el nivel de la propaganda. Es muy común que cualquier estudiante se considere propagandista, y cualquier joven pide que se “asigne un círculo”, etc. Hay que luchar contra esta práctica pues los

daños que acarrea suelen ser muy grandes. Hay muy pocos propagandistas verdaderamente firmes en el terreno de los principios y capaces (y para llegar a serlo hace falta aprender mucho y acumular experiencia); por consiguiente hay que especializarlos, darles trabajo y prestarles la máxima aten-ción. Las personas así dotadas deberían asistir a varias con-ferencias por semana, ser enviadas a otras ciudades cuando fuese necesario y, en general, organizar giras por diversas localidades con los propagandistas más hábiles. Pero a la

masa de la juventud que se inicia se la debe destinar más bien a empre-sas de orden práctico, que se en-cuentren bastantes descuidadas en comparación con la atención que se presta a los estudiantes que quieren dirigir círculos, y que con tanto opti-mismo se denomina “propaganda”. Claro está que también para encar-garse de serias empresas prácticas se requiere una preparación concien-zuda, pero a pesar de todo resulta más fácil encontrar tareas en ella también para los “principiantes”. […] […] Allí donde se halla consti-tuido el subcomité de fábrica, éste procederá formar numerosos grupos y círculos de fábrica, a los que se asignará diversas tareas con distin-

tos grados de clandestinidad y de forma orgánica; por ejem-plo, círculos para la entrega y distribución y distribución de literatura (una de las funciones más importantes, que deberá organizarse de tal modo que dispongamos de un verdadero servicio postal propio, que se pruebe y verifique, no sólo los métodos de distribución, sino también los de entrega por ca-sa, a fin de que conozcamos de manera definida los domici-lios de todos los obreros y la forma de vincularnos con ellos); círculos para la lectura clandestina, para vigilar a los espías*; círculos especiales para dirigir el movimiento sindical y la lu-cha económica; círculos de agitadores y propagandistas que sepan iniciar y mantener largas conversaciones en un plano totalmente legal (sobre máquinas, inspectores, etc.), para hablar en público y sin peligro, para conocer a la gente, son-dear el terreno, etc.* El subcomité de fábrica procurará abar-car toda la fábrica y al mayor número posible de obreros, con la mayor red posible de círculos (y de representantes). El éxi-to logrado en la actuación del subcomité se medirá por la abundancia de estos círculos, por el acceso a ellos de un propagandista volante y, sobre todo, por el acierto del trabajo regular que se realice para la distribución de literatura y del volumen de informes y correspondencia que se reciba.. […]

V. Lenin, 1902