Acontecimiento político
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Acontecimento político
Raúl Prada Alcoreza
Índice:
Política, democracia y crisis
¿Qué es la política?
¿Qué es la política? I
Plan de trabajo 4
¿Qué es la política? II
Nacimientos de la política 27
¿Qué es la política? III
Las ficciones del realismo político 84
Crítica al esquematismo maniqueo 91
Defensa crítica de los “procesos de cambio”
Defensa crítica del proceso 93
2
Reflexiones sobre el “proceso” de cambio 107
La convocatoria del mito 128
Defensa de la revolución bolivariana 159
Paradojas de la “revolución”
Conservadurismos recalcitrantes
El concepto de modernidad 190
Crítica al esquematismo maniqueo 214
El meandro de los gobiernos progresistas
Conservadurismo de los intelectuales 276
Potencia y trama política
Intuición subversiva
Los tejidos y nudos de los entramados sociales 321
Drama y retórica de un gobierno reformista
Umbral y horizonte político 334
Trama política y potencia social
Balance y perspectivas del gobierno “progresista 339
Ceremonialidad y comedia política 360
Retórica y realidad del discurso gubernamental 367
Incertidumbres y vicisitudes políticas 373
La política como campo de fuerzas 378
3
Dedicado a los y las nuevas combatientes, heterodoxos,
iconoclastas, destructores de imperios y de estados, quienes
inventan los nuevos horizontes de emancipaciones y
liberaciones múltiples.
4
Política, democracia y crisis
¿Qué es la política?
¿Qué es la política? I
Plan de trabajo
Esta pregunta parece reiterativa y en los distintos contextos desde que
Nicolás Maquiavelo escribiera El príncipe y los Discorsi. Cuatro siglos
después se publica un libro de Hannah Arendt que lleva el título
interrogativo de ¿Qué es la política? Se trata de un libro armado por
Ursula Ludz, socióloga alemana, recompilando los trabajos de Hannah
Arendt destinados a un proyecto que titularía Introducción a la política.
Libro que nunca va a concluirse. El libro armado sale a luz en 1993
bajo el título en alemán Was ist Politik? Ahora volvemos hacer la misma
pregunta ante los contradictorios y complicados acontecimientos que
se dan en el proceso boliviano, ecuatoriano y venezolano. Vale la pena
hacerse la misma pregunta y tratar de responderla a partir de estas
últimas experiencias en Sud América. Algo nos acerca a los escritos de
Maquiavelo, ese algo es que el escritor florentino parte de la
experiencia que tuvo en los ámbitos de poder y decisión, así como en
su experiencia en el manejo de los asuntos públicos, también en los
temas militares. Esta experiencia lo llevó a hacer una profunda
reflexión sobre los alcances de estos temas, abriendo definitivamente
la visibilización y el conocimiento de ese ámbito que se llamará
modernamente política. En pocas palabras Maquiavelo parte de la
experiencia turbulenta de los principados, de la naciente razón de
Estado, de los manejos y procedimientos de los poderosos, de su
relación con el pueblo; es decir, enfrenta los problemas de su tiempo.
Algo que tenemos que hacer ahora, enfrentar los problemas políticos
de nuestro tiempo.
Podríamos decir que Maquiavelo abre un campo de análisis y reflexión,
sobre todo abre una problemática, descubre una problemática; esta es
la del manejo de la gente, que hoy podríamos llamar el del gobierno
de los hombres, mejor de los humanos, pero también la problemática
asociada a las relaciones de dominación o de dominio, que hoy
5
claramente podríamos llamar, las relaciones de poder. Relacionada a
estas problemáticas abre también la temática de la relación con el
pueblo, del consenso, que hoy podríamos identificar con la
problemática de la legitimidad. A Maquiavelo se lo conoce por
relacionar la política como el arte de del juego entre el consenso y la
fuerza, entre la legitimidad y la coerción. Sin embargo, lo que importa
es comprender que estos campos del gobierno de la gente, del dominio,
del gobierno, de la legitimidad y la fuerza tiene su historia, su larga
historia, que este ámbito de la política tiene su genealogía, que debe
ser analizada de acuerdo a los contextos y los periodos históricos. Esto
quiere decir también que el perfil de las problemáticas cambia, no es
el mismo en un tiempo y en otro. Es muy aleccionador evaluar las
distintas formas como se han acercado a los campos problemáticos de
la política distintos autores y corrientes, la forma que lo abordan es
ilustrativa del perfil y el horizonte político en cuestión. No podemos
hacer un repaso exhaustivo y una comparación minuciosa de los
distintos desplazamientos, empero si podemos seleccionar algunas
miradas y enfoques característicos de las épocas, logrando vislumbrar
sus cambios, sus contrastes y transformaciones. Empero lo más
importante no es esto; no se busca una exposición académica, lo que
se quiere es conseguir dibujar el perfil, el contenido, la composición de
las problemáticas políticas que hoy se enfrentan en las experiencias de
los procesos boliviano, ecuatoriano y venezolano. Averiguar qué
enseñanzas nos dan para la comprensión histórica de la política y de lo
político.
Entonces el ensayo tiene dos partes; una que tiene que ver con un
análisis comparativo de los enfoques políticos, de acuerdo a los
contextos y periodos; la otra, la más importante, que tiene que ver con
las enseñanzas de los procesos en curso en Bolivia, Ecuador y
Venezuela. En la primera parte se ha escogido el propio enfoque de
Maquiavelo como fundador de una manera de ver, de comprender, de
analizar los campos problemáticos de lo que se va a llamar
modernamente la política, a diferencia de lo que los clásicos
denominaban con este nombre1. Por razones de tiempo y de espacio,
vamos a saltar a los teóricos de la razón de Estado como Juan Bodino,
Tomas Hobbes y otros que trabajan el tema del Estado como razón,
pero también como necesidad. Vamos a intentar tocar este tema en la
discusión, pero en este momento no nos vamos a detener en la
1 Cuando hablamos de los clásicos nos referimos a la tradición tanto latina como medieval que trabaja los escritos de Platón y Aristóteles sobre el concepto de política.
6
evolución de este enfoque. Nos interesa contrastar el enfoque de
Maquiavelo con enfoques dinámicos de la política, con aquellos
enfoques que están imperiosamente necesitados de vislumbrar lo
nuevo, de construir lo nuevo, con los enfoques que podemos llamarlos
revolucionarios, que persiguen abolir el viejo régimen e inaugurar uno
nuevo. Estos son importantes pues nos muestra un aspecto que el
mismo Maquiavelo había contemplado, la relación con el pueblo, la
participación del pueblo, no sólo en el logro del consenso y de la
legitimación sino en cuanto despliegue de la fuerza necesaria popular,
en la comprensión de la democracia como pueblo armado.
El otro enfoque abordado es el marxismo, sus distintas corrientes,
sobre todo atender la versión leninista; esto por sus vinculaciones y
preocupaciones relacionadas a la acción, sus esfuerzos de articular
teoría y práctica. Los problemas que plantea Vladimir Ilich Lenin son
nuevos, el desafío de una revolución proletaria en un país periférico,
de mayoría campesina. Los problemas que plantea una transición como
la dictadura del proletariado, las tareas que debe asumir un gobierno
obrero y campesino, cumpliendo tanto con temas pendientes como por
tópicos relativos a la transformación y la construcción del socialismo.
¿Cómo se enfrenta la cuestión agraria y la problemática campesina?
¿Cómo se enfrenta la guerra imperialista y sobre todo la guerra
desatada por los llamados rusos blancos, apoyados por los países
imperialistas? ¿Qué se hace cuando fracasa la revolución obrera en
Europa? Estos problemas tienen que ver con las dinámicas de la
política, las dinámicas relacionadas con las tareas de transformación y
de construcción. No son los mismos problemas, empero hay una
analogía sobresaliente con la problemática que aborda Maquiavelo,
esto es la construcción de la nación, incluso tendríamos que decir,
desde la perspectiva actual, la construcción del Estado-nación. Aunque
éste, específicamente, no es un problema de los bolcheviques, pues
ellos tienen la tarea de la construcción de la patria socialista, del Estado
socialista, en las condiciones problemáticas que se dan en la flamante
Unión Soviética. La analogía está en la construcción de lo nuevo. Por
eso mismo, el problema se convierte en un problema de convocatoria,
o lo que los mismos bolcheviques van a llamar de hegemonía, aunque
la hegemonía se restrinja, en ese momento a la alianza obrero
campesina, a la hegemonía proletaria respecto a las clases explotadas.
Todavía no se trata del concepto de hegemonía que ha de elaborar
Antonio Gramsci en los Cuadernos de la Cárcel. Este acento en la
política como espacio y tiempo, como experiencia, como ámbito de
dispositivos para la transformación viene dado en estos enfoques.
7
No nos apresuremos a señalar que los enfoques relativos a la razón de
Estado son conservadores, comparados a los enfoques revolucionarios.
Sencillamente se trata de otros problemas, de otra problemática y por
lo tanto de otro análisis y otra forma de interpretación, así como otra
manera de resolver teóricamente estos problemas. Reduciendo
esquemáticamente nuestra interpretación, podemos decir que el
problema de Hobbes es cómo lograr la paz en ambiente de guerra
permanente, sobre todo de una guerra de todos contra todos. Por lo
tanto, cómo elevar un poder sobre todos que garantice la paz; un poder
que a la vez los represente, pero a la vez exprese la ley y el orden ante
los cuales deben subordinarse todos. En esta tesis se supone que para
lograr la paz se requiere de un poder, de un poder supremo y superior,
de un poder que exprese la voluntad de todos, que sea como síntesis
y delegación de la voluntad de todos. En cambio, en los bolcheviques
el problema era cómo destruir un Estado burgués y cómo construir un
Estado en transición hacia el socialismo. A propósito, es
tremendamente ilustrativo la forma cómo Lenin se plantea el problema
y como propone resolverlo, por lo menos teóricamente. Esta es la
discusión que emprende en el Estado y la Revolución.
Después del enfoque de Lenin sobre esta problemática política de la
revolución, hemos seleccionado abordar el enfoque que desarrollo
Hannah Arendt. En este caso no por su vinculación con la problemática
política revolucionaria, con el eje problemático de la dinámica política
transformadora, sino por el balance que hace de las dramáticas
experiencias políticas del siglo XX, por sus reflexiones sobre la
violencia, la condición humana y la temporalidad. Sobre todo por su
pregunta: ¿Qué es la política? Pregunta que es abordada desde la
mirada fenomenológica y existencial. Quizás podríamos decir desde la
problemáticas que plantea una contemporaneidad incierta, la misma
que goza, sin embargo, de una acumulación de experiencias, de una
extensión enorme de las interpretaciones teóricas, y sobre todo de un
horizonte de mundo, el mundo moderno, el mundo moderno en su
propio acabamiento, que significa tanto consolidación como clausura.
Nos interesa este balance porque hace la evaluación desde otro lugar,
distinto a los lugares y territorios de la comprensión política como
revolución, aunque su reflexión y análisis también busque abarcar
estas experiencias y problemas. No nos interesa Hannah Arendt como
lugar final desde dónde se valoriza la historia política; no compartimos
la posición de esta filósofa y política, sino interesa sobre todo por el
contraste que se hace evidente entre enfoques, además de mostrar
claramente una de las tendencias más eruditas del mundo moderno,
8
de la academia, de la filosofía. Mostrando también los alcances de la
preocupación filosófica y política de un mundo logrado en su
dominación y ordenamiento institucional.
En el transcurso, desde el enfoque de Lenin hasta el enfoque de
Hannah Arendt, se han dado, como en el caso de las teorías de la razón
de Estado, algunos desplazamientos teóricos en los marxismos, como
es el caso de Antonio Gramsci. También hay incidencias y
desplazamientos teóricos de la forma de asumir el marxismo en
América Latina. No hablamos, a propósito, de un marxismo
latinoamericano, esta denominación resultaría polémica ante la
variedad de corrientes marxistas. Interesan los escritos que tienen que
ver con la acción política, pues es este el punto de vista que hemos
privilegiado en el análisis de la política como experiencia histórica, pero
también como expresión y pensamiento.
Sin embargo, por lo que hemos anunciado, la evaluación crítica de
procesos políticos en Sud América, nos interesa detenernos en el
análisis de los planteamientos políticos que se desarrollan desde los
movimientos indígenas y los movimientos sociales contemporáneos.
Desde la guerrilla zapatista hasta el proceso constituyente boliviano se
han desplegado nuevas hipótesis sobre la condición política. Hay como
un replanteamiento de lo que es la política, a partir de consideraciones
que tienen que ver con las tareas de descolonización y con la exigencia
básica de la participación, la autogestión y el autogobierno. La
democracia deja de ser concebida homogéneamente como un ejercicio
de la conquista y ampliación de derechos para llegar a ser pensada
como condición plural y el ejercicio plural de la democracia. Por lo
tanto, los problemas del poder, de la mantención en el poder, de la
conservación del poder, del uso del poder para la transformación,
cambian. Ya no estamos ante el problema de la institucionalidad sino
ante el problema de constitución plural de subjetividades. En
resumidas cuentas se trata de un problema civilizatorio.
Indudablemente los discursos críticos desde la descolonización, desde
la interpelación descolonizadora, ayudan a establecer perspectivas de
evaluación de los procesos en cuestión. Aunque no sólo, pues también
se requiere de otros parámetros evaluadores, por ejemplo los relativos
a la propia genealogía política, reviviendo los problemas de
legitimación, consenso, hegemonía, también razón de Estado, así como
los problemas de transición. Sin embargo, no hay que olvidar que estos
recursos, el relativo a la arqueología de los enfoques, es un ámbito del
análisis. Interesa pasar a la evaluación de las prácticas, de las
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experiencias fácticas, de la materialidad histórica y política, de la
historia efectiva de los procesos en cuestión. Eso corresponde a una
segunda parte de este ensayo.
La historia efectiva de los procesos políticos y sociales
¿Qué hay de nuevo en los procesos desatados en Bolivia, Ecuador y
Venezuela? ¿Qué los distinguen de otros procesos? Algo que llama la
atención es que son procesos vinculados a sus procesos constituyentes,
procesos que terminan elaborando sus constituciones como un acto
multitudinario de participación. Intentan con esto inaugurar un nuevo
tiempo, abren un nuevo horizonte histórico y cultural. Otro rasgo de
estos procesos que emergen de la crisis profundas de sus Estado-
nación. Esto en el caso boliviano de una manera evidente, también en
el caso ecuatoriano, con sus propias particularidades, aunque no
podemos decir lo mismo con el proyecto bolivariano, pues este refunda
el Estado-nación, con una perspectiva más propia, más popular,
recuperando el proyecto bolivariano de integración. Se caracteriza a
los tres procesos como los más radicales, en comparación con lo que
sucede en Brasil y en Argentina, que tienen ribetes más reformistas,
sobre todo en Argentina, que no termina de salir de “eterno retorno
del peronismo”.
Los procesos boliviano, ecuatoriano y venezolano, obviamente son
diferentes, responden a sus historias y contextos, aunque hay
analogías fuertes en el caso boliviano y ecuatoriano, por el tema
indígena, la descolonización y el Estado plurinacional, además de sus
concepciones civilizatorias alternativas del suma qamaña y el suma
kausay, traducidos como el vivir bien y el buen vivir. ¿Cómo podemos
apreciar estas diferencias, aunque también sus analogías? Podemos
recurrir a la comparación de sus constituciones, pero esto no es
suficiente. Es importante evaluar la dinámica molecular de sus
procesos y de sus crisis de Estado para poder encontrar las
singularidades de los procesos y las formas políticas que adquieren sus
diferencias. Es indispensable comprender la composición de los sujetos
sociales, actores y protagonistas de los procesos, sus relaciones en el
campo político, su confrontación con las instituciones y el Estado, pero
también sus vínculos con estas estructuras. Es primordial dimensionar
las posibilidades, las potencialidades, las capacidades, que entran en
juego en la dinámica de la movilización y el conflicto. También es
importante contar con las figuras de las formas de organización
10
desplegadas, compararlas con organizaciones tradicionales, distinguir
sus transformaciones, pero también la forma como se politizan las
multitudes. ¿Cómo entra en conflicto este magma candente con el
Estado? Y en este sentido, ¿cómo se plasman y se expresan las
vivencias colectivas en las constituciones?
Por lo tanto es indispensable efectuar un análisis comparativo de los
procesos boliviano, ecuatoriano y venezolano. En este análisis
comparativo se incluye no solamente lo fáctico, la dinámica molecular
de los procesos, la materialidad política de los mismos, sino también lo
imaginario, la institución imaginaria de la sociedad y del poder.
Partimos del supuesto de que el ser humano no solamente es racional,
político, lingüístico, simbólico, como se lo ha definido en distintas
circunstancias, a partir de la perspectiva de diferentes teóricos y
teorías, sino que es también y sobre todo un ser imaginario, que está
constituido primordialmente por esta facultad, la facultad imaginaria.
Hablamos de un ser que se constituye en la dimensión imaginaria,
gracias a esta dimensión se constituye subjetivamente, constituye su
subjetividad. Es esta facultad humana la que sostiene la facultad
racional, la acción política, las estructuras lingüísticas, los sistemas
simbólicos, también las instituciones, la sociedad y el Estado. Las
experiencias humanas son profundamente imaginarias; están no
solamente atravesadas por lo imaginario, sino también que son
interpretadas en el sentido de la pre-comprensión por la facultad
imaginaria. La vivencia humana no solo que es somatizada sino
también semantizada por ese articulador que es la imaginación2.
Particularmente interesa esta facultad por las connotaciones en las
relaciones de poder. Haciendo paráfrasis a Cornelius Castoriadis
podemos hablar de la institución imaginaria del poder3. Por eso es
importante comprender los imaginarios sociales y colectivos inherentes
a los procesos en cuestión.
A estas alturas de los acontecimientos, nos preguntarnos por los
procesos en cuestión, pero también por la comprensión que tenemos
de lo que llamamos proceso. ¿Es posible preguntarse por la estructura
del proceso? ¿Cómo puede haber una estructura en un proceso que
siempre está cambiando, fluyendo, desplegando, desenvolviéndose? A
veces la teoría y la metodología de investigación son sorprendentes por
los usos conceptuales que hace; estructura, sistema, combinando
estos términos con historia y movimiento. No dejan empero de ser
2 Revisar de Raúl Prada Alcoreza La subversión de la praxis. Episteme 1988. La Paz. 3 Revisar de Cornelius Castoriadis La institución imaginaria de la sociedad. Siglo XXI. México.
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atinadas y hasta ordenadores estos usos, nos obligan a auscultar la
composición de los procesos, también la diferencia de los procesos en
el tiempo y en el espacio, dependiendo de los contextos. Es muy
posible que no podamos sostener lo de estructura y lo de sistema, pues
el flujo de los procesos exige más bien figuras plásticas y mutantes;
empero podemos usarlas como referentes metodológicos para
aproximaciones interpretativas y de enfoque de los procesos, sobre
todo en determinadas coyunturas que llamaremos críticas. Las crisis
ponen en cuestión las estructuras, los sistemas y las instituciones;
sería complicado sostener la figura de la estructura de la crisis, menos
pretender encontrar un sistema en la crisis, aunque se puede tener un
enfoque sistémico de la crisis. Mucho más complicado pretender
encontrar la institucionalidad de la crisis; empíricamente las crisis son
crisis institucionales. Empero para no embarcarnos en una tarea
filosófica y epistemológica de buscar la figura plástica apropiada para
hablar del proceso y de la crisis, usamos críticamente esos conceptos
de estructura y de sistema como conceptos metodológicos de
aproximación, bajo las condicionalidades histórica, transformadoras,
de que las estructuras y los sistemas cambian en el proceso mismo.
Entonces volvamos a la pregunta general, ¿cuál es la composición de
los procesos en cuestión? De esta pregunta podemos hacer una
aproximación: ¿Cuáles son las estructuras de los procesos,
dependiendo de las coyunturas? De aquí podemos pasar a otras
preguntas: ¿Hay una diferencia estructural de los procesos o hay una
diferencia histórica, dependiendo de sus contextos? ¿Cuáles son las
características de sus movimientos sociales y de las relaciones de estos
movimientos con el Estado y la sociedad? ¿En qué consiste su
interpelación al capitalismo? Y quizás las preguntas más importantes
se centren en las preguntas sobre los desenlaces de los procesos: ¿Qué
pasa con los procesos? ¿Cuál es su ruta? ¿Dónde van? ¿Qué significan
las contradicciones inherentes al proceso? ¿Qué pasa con el Estado?
¿Por qué no se puede desmantelar esta fabulosa maquinaria?
El análisis comparativo de los procesos nos permite mirar la
interioridad de los procesos también desde una perspectiva externa,
desde la perspectiva de otros procesos. Este procedimiento se puede
diseñar de la siguiente manera, haciendo una paráfrasis a la
metodología sistémica de Niklas Luhmann: un proceso le presta su
complejidad a otro proceso para ser interpretado4. Y obviamente, estos
tres procesos no pueden comprenderse aislados de los que pasa en el
4 Revisar de Niklas Luhmann La ciencia de la sociedad. Antrhropos 1996; México.
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mundo, en el contexto de la crisis mundial del capitalismo, de la crisis
de dominación mundial, de la crisis de la modernidad.
Hipótesis interpretativa sobre la política
Antes de terminar el plan de trabajo, debemos hacer conocer nuestras
interpretaciones sobre la política, respondiendo a la pregunta inicial:
¿Qué es la política?
A propósito quisiéramos colocarnos en el momento de ruptura
epistemológica, que suponemos que se da con los escritos de
Maquiavelo, principalmente El príncipe y Los Discorsi. ¿Por qué ruptura
epistemológica? Porque hay un cambio de problemática y de
comprensión del problema, un horizonte de visibilidad y de decibilidad
distinto. Partimos del estudio de Claude Lefort, quien nos dice, en su
monumental obra sobre Maquiavelo, que el escritor florentino se coloca
en un punto de desplazamiento, de quiebre, de inflexión, entre dos
grandes comprensiones de lo político, la tradicional, que se debe a los
clásicos griegos, y la moderna, la que se va construir precisamente a
partir del desplazamiento teórico que produce Mauiqvelo5. Con este
apego o punto de partida, nos separamos de la interpretación de Michel
Foucault, quien considera a Maquiavelo todavía un escritor atrapado en
las concepciones tradicionales de la política, profusas en su época, que
Maquiavelo no puede considerarse un teórico del Estado, como son los
autores que van a trabajar la razón de Estado. Creemos que esta
interpretación, esta lectura, fuertemente vinculada a las teorías del
poder que el propio Foucault desarrolla, se concentra mucho en los
diagramas de poder que encuentra, de alguna manera
correspondientes a las grandes teorías sobre el Estado y la
gubernamentalidad, la monarquía patrimonial, la monarquía absoluta,
obsesionadas por la territorialidad; la República, preocupada por la
seguridad; y el bio-poder, que se corresponde con las teorías
neoliberales, que tiene como referente a la población, las políticas de
población6. Ciertamente si evaluamos desde la perspectiva de la
genealogía del Estado y de las formas de gubernamentalidad, es
complicado situar a Maquiavelo como teórico del Estado. Pero, si
5 Claude Lefort: Le travail de l’oeuvre machiavel. Gallimard 1986 ; París. Hay una traducción al castellano, empero sin la primera parte mas bien antológica de varios autores. El título es Maquiavelo. Lecturas de lo político. Trotta 2010; Madrid. 6 Revisar de Michel Foucault Seguridad, territorio, población. Fondo de Cultura Económica 2004; Buenos Aires.
13
entendemos que los ámbitos de lo político abarcan mucho más que la
cuestión estatal y la cuestión gubernamental, que llevan más allá las
propias relaciones de poder, que le dan precisamente una plasticidad
y flexibilidad asombrosa, podemos comprender bien que lo que se
produce en Maquiavelo es precisamente una ruptura con las
concepciones filosóficas, morales y éticas sobre la política, que
formaban parte de una tradición, alimentada durante lo que se llama
el Medioevo. Que es precisamente esta concepción nueva, moderna de
la política, la que va liberar una reflexión y análisis más propio sobre
el Estado. Entonces vemos meridianamente la razón por la que el
escritor florentino causa un torbellino de pasiones durante siete siglos.
Nuestro punto de partida se resume a lo siguiente: Maquiavelo
inaugura la comprensión moderna de la política.
¿En qué consiste esta comprensión moderna de la política? La política
ya no puede ser deducida de la justicia, tampoco de la ética y de la
moral. La política no está vinculada al bien común. Si bien la política
no se reduce a un juego de fuerzas, la correlación de fuerzas termina
siendo una condición de posibilidad del desenlace político. La política
no se reduce al juego de fuerzas porque también juega un papel
importante la astucia; es decir, un cierto saber, un cierto conocimiento,
de la gente, de los entornos, de las armas, del territorio, de los pueblos,
de la relación con los otros estados. De lo que se trata es de
comprender los métodos y procedimientos desplegados por los que
tienen el mando, pero también de comprender las coyunturas de su
utilidad y alcance. No hay recetas, sino complejidades, también
singularidades, que terminan incidiendo de una determinada manera
sobre las fuerzas, pero también sobre el territorio y sobre todo el
pueblo. De lo que se trata es de contar con la experiencia de la política
y elevarla a comprensión práctica para la acción. En este sentido El
príncipe es un manifiesto político, según la interpretación de Luis
Althusser7. Empero, los escritos de Maquiavelo no pueden reducirse
sólo al valor candente de un manifiesto, pues comprenden varias
dimensiones, varios tejidos entrelazados. No se renuncia a la
interpretación teórica; al contrario se busca comprender las situaciones
concretas donde las articulaciones de la acción derivan en desenlaces
de alcance, como por ejemplo la conservación del poder. Althusser
decía que Maquiavelo, antes que Antonio Gramsci, es un pensador de
la relación concomitante entre coerción y hegemonía, de su
combinación dialéctica. Pues vemos en los últimos capítulos de El
7 Revisar de Louis Althusser Maquiavelo entre nosotros. AKAL; Madrid.
14
príncipe una evidente preocupación de Maquiavelo de la relación entre
el príncipe y el pueblo, apostando por la legitimidad del nuevo príncipe,
no sólo sobre las armas y las fuerzas, sino sobre una composición
potenciada del pueblo con las armas, convirtiéndose en la más
importante de las fuerzas de defensa. Entonces la política no se reduce
a las fuerzas, sino que define un campo de acciones y de saberes, de
prácticas y de conocimientos, íntimamente vinculadas a la participación
del pueblo, a su relación con el príncipe en la fundación del Estado. Lo
que hoy podríamos decir lucha de clases.
Desde esta perspectiva la política no es la teoría del Estado sino la
lucha que funda el Estado, es la acción que compromete la expresión
de la voluntad popular y pueblo en acción. Algunos intérpretes de
Maquiavelo han encontrado en esta vinculación el llamado a la nación,
sobre todo cuando Maquiavelo llama a luchar contra los “barbaros”
extranjeros que dominan y subyugan Italia. La nación aparece como el
reconocimiento dramático del nosotros frente al invasor. La política
entonces es asumida como espacio-tiempo de acciones y prácticas que
ponen en juego saberes y conocimientos en la perspectiva de una
fundación. Antonio Gramsci interpretaba esta característica de los
escritos del escritor florentino convirtiéndolo en un teórico de la praxis.
No vamos a discutir esta interpretación como de un marxismo antelado
de Maquiavelo, sin embargo, queda claro que el escritor florentino
elabora una teoría práctica de la política en tanto teoría de la acción.
Esta característica no deja de ser ilustrativa de uno de los rasgos
sobresalientes del escritor florentino, entre múltiples rasgos develados
por sus intérpretes. Esto nos lleva comprender que estamos ante una
textura literaria de varias capas entrelazadas, nos lleva ante un autor
que tiene múltiples propósitos en sus escritos principales, propósitos
que vienen dados desde la minuciosa detallada critica que realiza frente
a los prejuicios de su tiempo sobre el poder y la política. Por lo tanto
asume una posición crítica a las concepciones, ideologías y teorías en
boga. El procedimiento de esta crítica puede ser sumamente sinuoso
por los contradictorios ejemplos que utiliza a lo largo de los primeros
capítulos de El príncipe. Según Claude Lefort es el método que emplea
para mostrar lo insostenible de las creencias y prejuicios de su tiempo
sobre el poder, para descartar tesis asumidas en su tiempo, incluso
comportamientos cristalizados, casi reiterativos en los gobernantes. Se
trata de un método pedagógico que ha confundido a muchas
generaciones de intérpretes, analistas y detractores. El asombro de los
siglos de interpretaciones de los escritos en cuestión se evidencia en
las dicotómicas caracterizaciones del escritor florentino por parte de
15
generaciones de intérpretes; se ha calificado a Maquiavelo de todo,
desde la encarnación del demonio hasta de continuador de la corriente
filosófica cínica. Estas interpretaciones exacerbadas y apresuradas han
sido las que han derivado en esa reducción pragmática y utilitarista de
que la política se restringe lograr el fin por cualquier medio posible. El
fin justifica los medios. Tesis que ciertamente no se encuentra en el
escrito florentino sino en esa corriente detractora, reduccionista y
utilitarista del maquiavelismo, que puede entenderse como un uso
perverso de la fama y no de los escritos de Maquiavelo. A propósito
de este equívoco, hay que decirlo de una buena vez, el maquiavelismo
no pertenece a la órbita de Maquiavelo.
Hablando del tejido de los escritos de Maquiavelo, de las capas
entrelazadas, podemos encontrar, en una lectura deconstructiva,
varias dimensiones posibles. Haciendo una recapitulación, podemos
decir que entonces hay una dimensión pedagógica en los escritos; es
esta sedimentación la que sostiene el desplazamiento, la ruptura, con
el horizonte de comprensión tradicional. Hay una dimensión descriptiva
de todo lo que hace a la política; no solamente los métodos, los
instrumentos, los procedimientos empleados, sino los contextos, los
escenarios, los entornos involucrados, los problemas que se enfrenta,
las formas cómo se logra el poder, las formas de conservarlo, las
formas de perderlo. También los tipos de principado, los tipos de
Estado; los que se fundan en la violencia, los que se fundan en la ley,
los que se fundan en la fe, los que se apoyan en el pueblo, los que se
apoyan en las armas. Los perfiles individuales de los príncipes,
inclinados a la virtu o a la fortuna. La flexibilidad o dureza de
adecuación de los príncipes a las nuevas circunstancias. Las
remembranzas históricas, las innovaciones. También las relaciones con
los estados extranjeros, las relaciones con los mercenarios, con los
Condonttieri, la relación con el pueblo armado. Cómo se puede ver el
ámbito de la política no se reduce a un plano, el que se pueda escoger
o privilegiar según la perspectiva, sino que la política comprende una
pluralidad de planos condicionantes en el momento de la acción.
Hay una dimensión teórica de la política, cuando Maquiavelo lanza sus
propias interpretaciones y tesis sobre la política, como comprensión
práctica de las relaciones de poder, de dominación, pero también de
emancipación, de fundación de lo nuevo. Esta dimensión se encuentra
un poco dispersa en los escritos, pero aparecen como conclusiones
ilustrativas de arduas exposiciones. Son importantes retomarlas pues
16
ayudan a comprender el alcance de la irrupción de Maquiavelo en la
concepción moderna de la política.
También hay una dimensión referida a la acción innovadora, a la acción
transformadora, a la convocatoria, una dimensión donde se manifiesta
el proyecto político convocando al nuevo príncipe, a la nación y al
nuevo Estado. Podríamos llamar a esta dimensión propiamente política,
en el sentido pleno del desplazamiento de las acciones
transformadoras, lo que el propio Lefort, también más tarde Jacques
Rancière, llama lucha de clases.
Esta apertura de la teoría política moderna se caracteriza por develar
los rasgos dinámicos de la política, problemáticos, cambiantes, las
características explosivas de la política, distanciándose de la
comprensión tradicional de la política como equilibrio. Que algunas
corrientes características de la ciencia política hayan reducido la teórica
política a la ciencia del Estado y busquen recetas de equilibrio,
postulando el orden, es precisamente un retorno a los prejuicios
clásicos de la comprensión de la política, empero buscando mas bien
satisfacer un interés denostado, la conservación de las instituciones.
Se trata de una posición conservadora, mas bien “policial” que política,
como dice Jacques Rancière8. De todas maneras el desplazamiento
teórico producido por Maquiavelo también comprende estas
comprensiones y conocimientos de las dinámicas institucionales. Lo
que importa es visualizar el alcance de la apertura política y la
comprensión de la política moderna.
Se ha dicho desde el enfoque weberiano que la modernidad produce
no sólo la desacralización y el desencanto, sino también la
autonomización de la política y la autonomización de la economía.
Habría que discutir estas tesis, pues lo que se ve también es una
politización de ámbitos sociales y económicos, ahora, una politización
de los ámbitos culturales, territoriales y ecológicos, así como también
una irradiación de la economía a los distintos ámbitos del
desenvolvimiento social, político, cultural, territorial y ecológico. No es
posible separar estos mapas, así como lo han pretendido las ciencias
clásicas de la modernidad, pues se encuentran intersectados y
entrelazados. Por lo tanto, podemos decir que, la política es una
perspectiva transversal de la modernidad, así como la economía es otra
perspectiva transversal de la modernidad.
8 Revisar de Jacques Ranciére El desacuerdo. Política y filosofía. Nueva Visión 1996. Buenos Aires.
17
La experiencia social de la política y la experiencia social de la economía
han constituido memorias contradictorias, que en todo nos muestra el
recorrido convulso de la política y el recorrido no menos problemático
de la economía; es decir, hablamos de la marcha despiadada a la
acumulación y a concentración. La mundialización capitalista habla de
ello, también las convulsas vivencias políticas de las sociedades
modernas. La historia de las luchas sociales, de las luchas económicas
y de las luchas políticas nos muestra la imbricación profunda de estas
experiencias. Hay una gran conquista de la modernidad que resume
estas imbricaciones, la conquista democrática, basada en el pre-juicio
de la igualdad, en la pre-comprensión de la igualdad, que se convierte
en juicio y en comprensión de la igualdad, en conquista de derechos y
en transformaciones políticas. La democracia y la profundización de la
democracia es producto de las luchas y conquistas sociales. La
democracia tiene que ser leída políticamente, económicamente y
socialmente. Claro que se expresa en sus logros jurídicos como
derechos y garantías constitucionales, pero indudablemente se trata
de un acontecimiento político y social.
No pude confundirse la democracia con el liberalismo; el liberalismo
comprende teorías liberales, pero sobre todo un posicionamiento
institucional, una forma gubernamental de administrar el Estado y
liberar el mercado, basándose en los derechos fundamentales del
individuo. Claro que el liberalismo supone la democracia, pero se trata
de una manera de reducir la democracia al equilibrio institucional y a
la garantía de los derechos individuales. El liberalismo se convierte en
una contención institucional, jurídica y gubernamental de la
democracia, de las posibilidades y potencialidades de la democracia. El
liberalismo es una forma de atomizar el pueblo.
Volviendo a la pregunta ¿qué es la política? Debemos resolver un
problema planteado por Rancière. Él diferencia entre política y policía;
la política es asimilada a la democracia, que pone en suspenso los
mecanismos de dominación, y por lo tanto tiene que ver con lucha de
clases; la policía es la represión de la política, es la apuesta institucional
del orden; la tarea de la policía es mantener y conservar el orden. El
estudio de Claude Lefort sobre Maquiavelo nos muestra que la
comprensión política que abre el escritor florentino es incluir ambos
espacios de acciones y prácticas, de procedimientos y normas, al
campo político. La política contendría una contradicción y dualidad
inherentes, la política supone tanto las actitudes y acciones
encaminadas a conservar el poder, así como también comprende las
18
actitudes, las acciones y prácticas encaminadas a desmontar el poder,
construir un nuevo Estado, incluso conformar un contrapoder y
trascender las relaciones de poder. La política comprende los pequeños
detalles, las decisiones coyunturales, los acuerdos, incluso secretos,
los convenios formales e informales, las movidas de pasillo y las firmar
públicas, los perfiles de los gobernantes, los entornos, los movimientos
y los posicionamientos milimétricos. La política comprende el poder y
el contra-poder, la hegemonía y la contra-hegemonía, el espacio de
acciones conservadoras, así como el espacio de acciones
revolucionarias. La política es una experiencia y vivencia intensa de las
sociedades modernas, de las masas, de las clases y de las
comunidades. La experiencia política también ha mostrado contrastes
y paradojas; cuando los que se situaban en el espacio de acciones
interpeladoras y revolucionarias toman el poder se ven impelidos al
pragmatismo o el realismo politico ante la tarea de conservar el poder,
de defender su gobierno y terminan ingresando al espacio conservador.
Estos temas son sobresalientes por las contradicciones inherentes y
por los dilemas que plantea: transformar o conservar, cambiar o
dilatar, institucionalizar o abrirse a la participación. La política entonces
supone ambas disposiciones, ambos agenciamientos. La política
plantea de fondo la cuestión del poder, concebida como mapas de
relaciones de fuerza, tanto desde la perspectiva de las dominaciones,
como desde la perspectiva de las resistencias y emancipaciones. La
política se mueve en esa contradicción que la desgarra, la cuestión que
sitúa a los pueblos, las comunidades, las clases, las multitudes ante
dilemas que comprenden contrastes profundos, selecciones y
elecciones diferentes, conservar o cambiar. Los mismos sujetos
sociales están constituidos por ambas inclinaciones, son conservadores
y son revolucionarios, están atravesados por imaginarios
contradictorios. Pueden comportarse de una determinada manera en
un escenario y pueden comportarse de otra manera en otro escenario.
Esto nos lleva a la comprensión de sujetos múltiples, de distintos
posicionamientos del sujeto; una cosa es el sujeto de la movilización,
otra cosa es el sujeto de la organización, otra cosa es el sujeto
individual, por ejemplo, los dirigentes. La política comprende tanto la
reproducción del poder así como la transformación del poder,
incluyendo la utopía de liberarse de las relaciones de poder como
dominación.
Desde Maquiavelo varios teóricos coincidieron en el juego político y la
combinación específica y singular de la coerción y el consenso; Gramsci
y Althusser recogen este aporte del escritor florentino. No parece
19
reducirse la política a esta composición contradictoria, parece más bien
que hay una matriz más compleja que sostiene ese juego de la coerción
y el consenso, es la matriz contradictoria y convulsa de la dominación
y la emancipación. El ser humano moderno parece desgarrado por esa
contradicción constitutiva de su subjetividad, deseo de dominar y
deseo de emanciparse; pulsiones, si podemos hablar así, que tienen
que ver también con otras, deseo del amo y deseo de ser libre. ¿Cómo
se resuelve esta convulsión? Si revisamos la historia de las crisis
políticas, sociales y económicas, esta contradicción parece no
resolverse. En los momentos más intensos las crisis empujan a las
masas, las multitudes, las clases explotadas, los pueblos colonizados a
emanciparse de sus cadenas; empero, este mismo flujo magmático
arrastra composiciones que cuando cristalizan reproducen la pulsión de
dominación. Esto se ve más claramente cuando el proceso conduce a
la toma del poder, cuando los revolucionarios se transforman en
funcionarios y se ven ante la tarea imperiosa de defenderse. Incluso
cuando el gobierno revolucionario despliega su programa de
transformaciones se encuentra como obligado a recurrir a la violencia
para imponer su programa de transformaciones. El recurso a la
violencia, aunque esta sea revolucionaria es complicada pues arrastra
rápidamente hacia la necesidad de dominación. Lo paradójico de todo
esto es que la violencia no solamente se aplica a los enemigos de la
revolución, a las viejas clase dominantes, sino también y sobre todo a
los estratos más comprometidos con el proceso y el programa
revolucionario, que reclaman consecuencia y transformaciones
radicales. Entonces el gobierno revolucionario se ve obligado a reprimir
a los sectores de avanzada porque exigen la continuidad, la
permanencia, el carácter interrumpido de la revolución. Este es uno de
los síntomas característicos en todos los procesos revolucionarios, que
podemos seguirlos, sobre todo los que son más ilustrativos desde la
revolución francesa hasta los procesos contemporáneos, pasando por
las llamadas revoluciones socialistas. Ocurre como cuando después de
la explosión volcánica el magma tiende a solidificarse.
¿Se puede salir de este círculo? ¿Se puede escapar de estos avances y
retornos? ¿De estas transgresiones y después restauraciones? Es algo
que no se puede responder sino auscultando la matriz misma de la
política a partir de una mirada acuciosa de las experiencias políticas
más intensas vividas. Es indispensable un saber y conocimiento, una
comprensión de esta convulsión intima del ser humano moderno, de
su constitución subjetiva íntima. Pero también es indispensable un
saber y un conocimiento, una comprensión descriptiva de las dinámicas
20
de las relaciones de poder especificas que entran en juego en
coyunturas y contextos determinados. No se puede seguir caminando
a ciegas respecto a estos problemas, embarcándose en procesos,
atrapados por los ritmos indetenibles de los mismos, arrastrados por
condicionamientos y estructuras incontrolables. Sorprendiéndose
después de los desenlaces de los resultados paradójicos producidos.
La política entonces es una de las experiencias primordiales
constitutivas del ser humano moderno cuyas condiciones y causas
profundas desconocemos. Ante los desafíos del presente, ante la
magnitud de la crisis civilizatoria, de la modernidad, del capitalismo,
ante la envergadura de la crisis ecológica, estamos obligados a escapar
de esta aparente condena de dejar la suerte de los procesos al juego
del azar y de la necesidad. No se trata de ninguna manera de controlar
el azar sino de comprender la determinación de ciertas condiciones
subjetivas y la dinámica molecular de las relaciones de poder. Esta
comprensión, cocimiento y saber puede ayudar a incidir en el curso
mismo de los procesos.
Apuntes para una introducción a la política de Hannah Arendt
Reflexiones de fragmento 1
Como clausura de este plan de trabajo y haciendo un círculo,
retomando la pregunta filosófica con la que comenzamos, vamos a
discutir las interpretaciones y tesis que despliega Hannah Arendt ante
la pregunta de ¿qué es la política? Hannh Arendt escribe en su primer
fragmento que:
1. La política se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres. Dios
ha creado al hombre [Mensch.], los hombres son un producto
humano, terrenal, el producto de la naturaleza humana. Puesto que la filosofía y la teología se ocupan siempre del hombre, puesto que
todos sus enunciados serían correctos incluso si sólo hubiera un hombre, o dos hombres, o únicamente hombres idénticos, no han
encontrado ninguna respuesta filosóficamente válida a la pregunta: ¿Qué es la política? Peor todavía: para todo pensamiento científico
sólo hay el hombre —tanto en la biología o la psicología como en la filosofía y la teología, así como para la zoología sólo hay el león. Los
leones serían una cuestión que sólo concerniría a los leones. En todos los grandes pensadores —incluido Platón— es llamativa la
diferencia de rango entre sus filosofías políticas y el resto de su obra. La política nunca alcanza la misma profundidad. La ausencia
21
de profundidad de sentido no es otra cosa que la falta de sentido
para la profundidad en la que la política está anclada.
¿Qué significa decir que la política se basa en la pluralidad de los
hombres? Un poco más adelante Hannah Arendt nos va a decir que la política no es algo constitutivo del hombre, no es como la esencia del
hombre, pues el hombre es a-político. La política acontece entre-los hombres. En esa interrelación, en esa intersubjetividad es donde se da
la política. Es en el espacio de los ámbitos de relaciones entre los hombres que se produce ese acontecimiento que es la política. La
política supone relaciones, siendo además la política un mapa de relaciones, relaciones que adquieren una significación propia de la
política, que según la filósofa tiene que ver con la diversidad, pero también con el reconocimiento de la igualdad, valor que sustenta a la
democracia misma.
La filosofía no sabe lo qué es la política, la representación universal del hombre no le ayuda, la concepción de una naturaleza humana no le
ayuda, la representación del hombre hecho a la imagen de la soledad
de Dios no le ayuda. Todo esto aleja a la filosofía de la comprensión de la política. No hay hombre, lo que hay es una pluralidad de humanos
que entran en relación y es en esa interrelación dónde se constituyen como sujetos y subjetividades. Es esa pluralidad existencial y esa
pluralidad de relaciones la que da lugar al acontecimiento político, entendido como revelación de la pluralidad misma. En relación a la
comprensión de la política, la filosofía nos muestra la falta de sentido para la profundidad en la que la política está anclada. Los enunciados
de la filosofía política son superficiales, no logran penetrar en la insondable matriz donde se construye la política. A propósito, la
pregunta que debemos hacernos es: ¿si lo que se requiere, lo que reclama Hannah Arendt, es un pensamiento pluralista que logre pensar
la pluralidad del acotamiento?
En el siguiente apartado continúa:
2. La política trata del estar juntos y los unos con los otros de los
diversos. Los hombres se organizan políticamente según determinadas comunidades esenciales en un caos absoluto, o a
partir de un caos absoluto de las diferencias. En la medida en que se construyen cuerpos políticos sobre la familia y se los entiende a
imagen de ésta, se considera que los parentescos pueden, por un lado, unir a los más diversos y, por otro, permitir que figuras
similares a individuos se distingan las unas de las otras.
En esta forma de organización, efectivamente, tanto se disuelve la variedad originaria, como se destruye la igualdad esencial de todos
los hombres. En ambos casos, la ruina de la política resulta del desarrollo de cuerpos políticos a partir de la familia. Con esto ya se
22
da a entender lo que en la imagen de la Sagrada Familia es
simbólico, la opinión de que Dios ha creado no tanto al hombre como a la familia.
Este párrafo es más claro: La política trata del estar juntos. Esta conjunción hace a la política. ¿Es entonces la multitud la condición
manifiesta de la política? La respuesta parece afirmativa cuando se añade a la condición del estar juntos la figura de y los unos con los
otros diversos. Hay pues un caos constitutivo de la política; empero la ruina de la política comienza cuando se organizan los cuerpos políticos
a partir de la familia. Es cuando se juega a ser Dios y se persigue crear al hombre. El arquetipo de la sagrada familia inaugura un imaginario
circunscrito al orden patriarcal. Aunque esto último no escribe Arendt, da entender que los cuerpos políticos que se conforman a partir de la
familia se alejan de la pluralidad e instituyen una homogeneidad desigual.
3. Cuando se ve en la familia más que la participación, esto es, la
participación activa, en la pluralidad, se empieza a jugar a ser Dios, es decir, a hacer como si naturaliter se pudiera escapar del
principio de la diversidad. En vez de engendrar a un hombre, se intenta, a imagen fiel de sí mismo, crear al hombre.
Desde un punto de vista práctico–político, sin embargo, la familia
adquiere su arraigado significado por el hecho de que el mundo está organizado de tal modo que en él no hay ningún refugio para el
individuo, para el más diverso. Las familias se fundan como albergue y fortificación en un mundo inhóspito y extraño en el que
uno desea establecer parentescos. Este deseo conduce a la perversión fundamental de lo político, porque, a través de la
introducción del concepto de parentesco, suprime, o más bien pierde, la cualidad fundamental de la pluralidad.
Otra cosa que queda claro en este párrafo es que Hannah Arendt concibe al individuo como átomo de esta diversidad y este caos
constitutivo; lo que niega el cuerpo político es precisamente es esta individualidad. Se concibe al mundo como inhóspito donde no hay
refugio para el individuo, lo que lleva a establecer parentescos. Este arcaísmo disuelve al individuo y lo integra en cuerpos, en comunidades.
Integración que suprime la cualidad fundamental de la pluralidad. En esta apreciación se nota la perspectiva liberal de Hannah Arendt, el
punto de partida de la política en el individuo, en la individualidad. Sin embargo, lo inquietante de esta perspectiva es que conecta a la
individualidad con la pluralidad y la diversidad, no con el espacio homogéneo de la concurrencia, como en el caso del liberalismo clásico.
23
4. El hombre, tal como filosofía y teología lo entienden, sólo existe —
o se realiza— en la política con los mismos derechos que los más diversos se garantizan. En esta garantía voluntaria y en la concesión
de una exigencia de igualdad jurídica, se reconoce que la pluralidad
de los hombres, que deben su pluralidad únicamente a sí mismos, tiene que agradecer su existencia a la creación del hombre.
El desafío del acontecimiento político a la filosofía es grande, cuestiona
su representación mayúscula, el hombre, quién existe en la política con los mismos derechos, sujeto que exige la igualdad jurídica. Desde este
punto de vista, la multiplicidad singular de los hombres debe agradecer a la creación de la universalidad homogénea del hombre; naturaleza
abstracta que los hace existir. Empero, a pesar de este salto de lo singular a lo abstracto, al concepto de hombre, la política no puede ser
atrapada. El acontecimiento plural de la política demuele el mito de la soledad del hombre al hacer evidente la proliferación de formas
humanas, concretas y culturales. La política asoma en esa elocuencia magnífica de los diversos.
5. La filosofía tiene dos buenos motivos para no encontrar nunca el lugar donde surge la política. El primero es:
a) Zoon politikon.: como si hubiera en el hombre algo político que
perteneciera a su esencia. Pero esto no es así; el hombre es a–político. La política nace en el Entre–los–hombres, por lo tanto
completamente fuera del hombre. De ahí que no haya ninguna substancia propiamente política. La política surge en el entre y se
establece como relación. Así lo entendió Hobbes.
b) La representación monoteísta de Dios, a cuya imagen y semejanza debe haber sido creado el hombre. A partir de aquí, ciertamente,
sólo pueda haber el hombre, los hombres son una repetición más o menos afortunada del mismo. El hombre creado a semejanza de la
soledad de Dios es la base del hobbesiano state of nature as a
war of all against all. Es la guerra de uno contra todos los otros, que son odiados porque existen sin sentido — sin sentido para el
hombre creado a imagen de la soledad de Dios.
La solución de Occidente a esta imposibilidad de la política dentro del mito occidental de la creación es la transformación de la política
en historia o su sustitución por ésta. A través de la representación de una historia universal la pluralidad de los hombres se diluye en
un individuo humano que también se denomina humanidad. De ahí lo monstruoso e inhumano de la historia, que al fin se impone plena
y brutalmente a la política.
No hay un animal político, no se trata de una propiedad esencial del ser humano. La política aparece como relación, acontece en la relación
24
entre la pluralidad de seres humanos. El no mirar esta manifestación
relacional, esta experiencia política estructurada en los ámbitos de las relaciones humanas, entre humanos, ha alejado a la filosofía de la
posibilidad de encontrar el lugar de la política.
Otra cosa que ha alejado la comprensión de la política es la imagen
monoteísta de Dios. El hombre al ser hijo de Dios hereda su soledad inmensa. Bajo esta condición no pude sino entrar en guerra con los
demás hombres, que no pueden ser vistos sino como enemigos. La relación con los demás hombres es concebida entonces como guerra,
en tanto se parte de un antagonismo primordial. Para esta comprensión bélica de las relaciones humanas la política viene a ser la continuación
de la guerra por otros medios. Llama la atención que Michel Foucault haya caído también en esta tradición, que no es otra cosa que la tesis
invertida de Carl von Clausewitz, que dice que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Ambas tesis se
complementan, pues ya la política es percibida como disputa, como polémica. En cambio la política pensada desde el pensamiento
pluralista, pensada como acontecimiento plural, se abre a la
comprensión de relaciones no antagónicas y no hay necesidad de suponer una guerra inicial. En el nacimiento de la política se dan
pluralidad de relaciones, que han tenido que ser de apoyo, de solidaridad, de cohesión, de colaboración, para poder permitir la
existencia, la continuidad y la reproducción social. No se descartan de ninguna manera relaciones conflictivas, polémicas, contradictorias y
hasta antagónicas, sino que estas se dan en un conjunto múltiple de relaciones, que plantean precisamente la complejidad de la política.
6. Es tan difícil darse cuenta de que debemos ser realmente libres en
un territorio delimitado, es decir, ni empujados por nosotros mismos ni dependientes de material dado alguno. Sólo hay libertad en el
particular ámbito del entre de la política. Ante esta libertad nos refugiamos en la «necesidad» de la historia. Una absurdidad
espantosa.
La política requiere de la condición de posibilidad de la libertad, de la existencia de humanos libres, humanos con derecho a la palabra y que
no se encuentren sometidos a nadie. Humanos que puedan hablar y actuar, deliberar y aventurarse. Este acontecimiento de la palabra y de
la acción entre hombres iguales es primordial en la práctica política. Empero frente a esta irrupción creativa de la política, la angustia del
hombre solitario, que no asume la contingencia y el azar de la libertad, lo lleva a resolver el problema por la tesis de la necesidad, sobre todo
por la necesidad histórica, por la interpretación teleológica, que exige encaminar las acciones a la realización de fines supremos. Esta
interpretación concibe a la política como medio.
25
7. Podría ser que la misión de la política fuera elaborar un mundo tan transparente para la verdad como la creación de Dios. En el sentido
del mito judeo–cristiano esto significaría: el hombre, creado a
imagen de Dios, ha recibido una fuerza generadora para organizar al hombre a semejanza de la creación divina. Esto probablemente
es un disparate. Pero sería la única demostración y justificación posible de la idea de una ley natural.
En la absoluta diversidad de todos los hombres entre sí, que es
mayor que la diversidad relativa de pueblos, naciones o razas; en la pluralidad, está contenida la creación del hombre por Dios. Ahí,
sin embargo, la política no tiene nada que hacer. Pues la política organiza de antemano a los absolutamente diversos en
consideración a una igualdad relativa y para diferenciarlos de los relativamente diversos.
Dos ideas fundamentales hay que rescatar de este parágrafo; una, que
la historia, lo que llamamos modernamente la historia, en tanto razón
inherente a la temporalidad de los acontecimientos y sentido de los mismos, también entendido como memoria y espíritu, es decir, cultura
y comunidad, está íntimamente imbuida por el mito judeo-cristiano de la creación, de la imagen divina y de la realización de la verdad. De
alguna manera, la historia moderna reproduce la figura providencial del mito judeo-cristiano, ciertamente desacralizado, convirtiendo el
designio de la escritura en astucia de la razón. Esta interpretación nos lleva a comprender que la filosofía de la historia, incluyendo al
materialismo histórico, no hace otra cosa que seguir el significado de la providencia concebida ahora como sentido de la historia. La historia
vendría a ser no solamente otro mito, un mito moderno, sino una hermenéutica teleológica, donde una “religión” desacralizada
sustituiría a la política, al negar la libertad y el azar a nombre de la necesidad.
La otra idea es que la mayor diversidad, la absoluta diversidad, se encuentra entre los individuos, que son absolutamente singulares,
únicos. Que esta absoluta diversidad es organizada por la política teniendo en cuenta su igualdad relativa, en tanto su condición humana,
distinguiéndolos de la relativa diversidad como pueblos y naciones. La democracia se funda entre los absolutamente diversos y no entre lo
relativamente diverso. Este segundo caso no corresponde a la política sino a las relaciones entre Estados.
Hannah Arendt comprende la política como acción libre, de seres
humanos libres, que ponen en actividad la palabra, la reflexión y la deliberación, que desencadenan acciones consensuadas que ejecutan
decisiones y voluntades plurales. La política en el sentido moderno es el ejercicio de la democracia, es la democracia misma, la realización
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elocuente de la pluralidad. Cuando no hay palabra, cuando no se
permite el despliegue libre, la realización de la libertad, no hay política. Lo que se dan son formas de despotismo, de tiranía y de autoritarismo,
encaminándose en los casos más extremos al totalitarismo.
¿Qué es la política? II
Nacimientos de la política
Una nota necesaria sobre descolonización
Ciertamente la problemática de este ensayo trata de la política, en
sentido moderno, tiene como tarea responder a la pregunta qué es la
política después de la experiencia de los movimientos sociales anti-
sistémicos contemporáneos y los movimientos indígenas, sobre todo
teniendo las experiencias de Sudamérica, la boliviana, la ecuatoriana y
a venezolana, respondiendo también a la pregunta implícita de qué es
el poder en estas latitudes, cómo funciona, cuál es la lógica y la forma
de las estructuras y relaciones de poder, además de qué es el Estado,
por qué no puede desmantelarse y por qué se traga a los gobiernos
progresistas, contrastando con los alcances y los horizontes que abren
los movimientos sociales antisistémicos, con vocación autogestionaria,
con capacidad de autoconvocatoria y autogobierno. La tesis de este
ensayo supone que la política, en sentido moderno, en la periferia del
27
sistema-mundo capitalista nace con las luchas anticoloniales. Se
constituyen sujetos políticos en la experiencia de las resistencias a la
dominación colonial, durante las crisis coloniales, abriendo el espacio
histórico de las emancipaciones de las estructuras coloniales y
diagramas de poder colonial. Estas luchas se hacen evidentes a lo largo
del siglo XVIII, en cuanto guerra indígena anticolonial en la región pan-
andina; esta guerra anticolonial es retomada por los criollos y los
mestizos del continente en guerra por la independencia con un
contenido liberal y en los códigos republicanos. En el intervalo la
revolución francesa hace emerger el contenido social de la revolución
política, planteando de manera universal los derechos del hombre. El
iluminismo y la ilustración asociados a las ideologías que acompañan a
la convulsión política y discursiva de la revolución se irradian y es
retomado tanto por los insurrectos afros, esclavizados por el
descomunal capitalismo en expansión, como por los criollos y mestizos
americanos. La política adquiere las dimensiones de las
transformaciones sociales, incluyendo la conquista de los derechos
civiles y políticos, sin dejar su matriz anticolonial. Esto condiciona la
experiencia y el ejercicio político en las periferias pero también abre la
posibilidad de la conexión de las luchas emancipatorias entre el centro
y en las periferias, entre el norte y el sur, del sistema-mundo
capitalista.
Ante la crisis estructural del capitalismo, ante la crisis civilizatoria de
la modernidad, ante la crisis ecológica, no se puede sino pensar en una
articulación integral y global de las luchas anticapitalistas. También es
importante comprender que en las periferias se cuentan con densos
contingentes demográficos urbanos, directamente afectados por las
condicionantes de la modernidad, aunque esta sea una modernidad
barroca o abigarrada. Esta situación exige construir alternativas de
transición integrales, diferenciales y complementarias. Esta es la razón
por la que se requiere una discusión integral entre descolonización,
crisis del capitalismo y crítica de la modernidad.
Este el contexto histórico del presente en el que se mueve nuestro
debate sobre las experiencias políticas. Estas condiciones históricas
van a ser retomadas en la reflexión y análisis de la política a partir de
las experiencias mencionadas, los discursos políticos emancipatorios y
de lucha, además de considerar las reflexiones teóricas sobre la
política.
Antes de comenzar queremos dejar en claro nuestra posición sobre la
tarea primordial de la descolonización. En tanto el mundo
28
contemporáneo ha sido construido por la expansión capitalista, a partir
del procedimiento violento de la colonización, las emancipaciones de
las dominaciones polimorfas capitalistas y modernas pasan
necesariamente por la descolonización. No cabe duda que esta es la
tarea fundamental de la política contemporánea. Entendemos por
descolonización la deconstrucción y la destrucción de los mecanismos
de dominación heredados de la colonia, basados en la geopolítica de la
racialización, de la subordinación, el sometimiento y el despojamiento
de territorios y recursos natrales. La colonización y la colonialidad
implican colonialismos internos, modulación de los cuerpos,
internalización del poder en los sujetos, fragmentación de los
imaginarios y subordinación a la comunicación mediática. La
descolonización exige una subversión múltiple contra modernidad y el
capitalismo, para eso se requiere una deconstrucción y destrucción de
la modernidad, de sus mitos, relaciones y estructuras. Esto exige una
crítica demoledora de la modernidad, por eso mismo un conocimiento
de sus lógicas, de sus funcionamientos, de sus irradiaciones, sobre
todo de sus formas de totalización y universalización. Estas tareas
deconstructivas no se pueden efectuar adecuadamente si se da una
actitud de reclusión local, buscando un refugio en la exaltación propia
de lo local, tampoco si se persigue una desconexión absoluta con el
debate sobre la crisis de la modernidad. Decimos esto porque en el
presente emergen movimientos populares de descolonización,
entonces la crítica deja de ser meramente teórica y adquiere
características políticas, es decir de acción multitudinaria. Se da
entonces un escenario de luchas descolonizadoras contemporáneas. El
desemboque de la acción exige la revisión de los discursos de la
descolonización, sobre todo de los discursos teóricos. Al respecto
podemos identificar tres tendencias sugerentes, en todo un panorama
de variaciones discursivas más o menos locales; estas tendencias han
aportado al debate de-colonial y postcolonial, sin embargo, a la luz de
las experiencias de la movilización, incluso de gobiernos que cuentan
con constituciones que se reclaman descolonizadoras, estas tendencias
descolonizadoras teóricas puede convertirse en posicionamientos
limitativos de la lucha descolonizadora. Una de estas tendencias tiene
que ver la invención de un localismo puro, no contaminado, como si la
modernidad no la hubiera atravesado. La otra tiene que ver con el
retiro del debate sobre la modernidad, en algunos casos, también el
retiro de las discusiones sobre la crisis del capitalismo, pretendiendo la
fundación de otro saber y otra epistemología sobre las bases del olvido
del presente. A lo mucho que ha llegado esta tendencia es a ofrecernos
29
una versión racionalista de la teología de la liberación. Una tercera
tendencia tiene que ver con el desplazamiento de la reflexión crítica
hacia los proyectos diseñados en encuentros alternativos regionales.
Hay una riqueza propositiva y una apertura epistemológica a pensar
desde el sur en este trabajo descolonizador; sin embargo, su
irradiación y repercusión no ha trascendido de las organizaciones,
academias y dirigencias vinculada a los foros sociales; no se ha logrado
afectar el ámbito de las costumbres y los habitus, de las prácticas y de
las relaciones. Una cuarta tendencia tiene que ver con el ámbito
académico, en el cual se ha logrado abrir un espacio sobre los estudios
poscoloniales; estas investigaciones han permitido recuperar las
problemáticas identitarias de las sociedades poscoloniales y la
pervivencia de relaciones coloniales; también su búsqueda de saberes
testimoniales han ayudado a hacer otras lecturas de la realidad social,
incorporando la voz y el comportamiento de sujetos afectados y en
lucha por sus derechos. Lo complicado de estos estudios es que se
quiere construir un conocimiento de la colonialidad desentendiéndose
de la modernidad y el capitalismo, lo que contrae limitaciones en el
develamiento de la problemática.
Sin desmerecer los aportes que pueden haberse dado en estas
expresiones críticas descolonizadoras, creemos que son todavía
incompletas y limitativas para la acción política, pues conducen a una
suerte de desarme frente a la conflagración con la herencia colonial y
de las formas de colonialidad, frente a las propias condicionantes,
mutaciones y transformaciones de la modernidad. Resulta difícil
admitir que las interpretaciones de un localismo puro, de la teología de
la liberación, de los desplazamientos investigativos y conceptuales
regionales hacia una perspectiva desde el sur, así como los aportes
hacia una epistemología propia, además de la investigaciones
académicas que se concentran el fenómeno de la colonialidad como si
fuese un fenómeno único, independiente de la modernidad y el
capitalismo, sean la ultima palabra ni abarquen toda la complejidad
concomitante entre colonialidad, modernidad y capitalismo. La
apertura a un horizonte epistemológico emancipado de la modernidad,
de la colonialidad y del capitalismo, va ser un producto colectivo y de
múltiples acontecimientos liberadores. Los aportes intelectuales son
eso, aportes a una discusión necesaria.
Lo que importa en todo caso es retomar el debate abierto por estas
tendencias descolonizadoras en el contexto del debate abierto contra
la modernidad y el capitalismo. Es importante no perder de vista no
30
solo la perspectiva anticapitalista y de crítica de la modernidad, sino
también abordar la crítica desde las experiencias de la interculturalidad
y de las modernidades heterogéneas. Al respecto la corriente de la
subalternidad hindú enseñan un abordaje de consecuencias políticas,
aportando con saberes de contraculturas y contra-hegemonías de las
resistencias heterogéneas de sujetos sociales atravesados por la
modernidad múltiple, resistiendo a las formas de dominación. Esto se
lo hace tocando los nudos problemáticos de la subalternidad, las
dominaciones polimorfas y las modernidades abigarradas. Por otra
parte es urgente actualizar la discusión comprendiendo el aporte y los
desplazamientos que producen los movimientos sociales antisistémicos
y los movimientos indígenas recientes.
En Bolivia, el gran tema transversal a la Constitución es la voluntad y
la tarea de descolonización. ¿Qué se entiende por descolonización?
Literalmente significa desandar el camino de la colonización y de la
colonialidad, des-construir lo que ha conformado el colonialismo y la
colonialidad, por lo tanto emanciparse de las relaciones y estructuras
de dominación colonial. El camino de la descolonización parece ser
largo, pasa por varias etapas; además la colonialidad sobrevive y
continua incluso después de la independencia. La interpelación
indígena a los Estado-nación y a las sociedades nacionales devela la
subsistencia de complejas relaciones coloniales, cristalizadas en las
mismas instituciones nacionales. Las repúblicas desconocerían los
derechos de las naciones y pueblos indígenas. Estos derechos han sido
logrados después de una larga lucha en los organismos internacionales
y en el espacio nacional, como el dado en los procesos constituyentes.
Ahora se trata de institucionalizar estos derechos, de convertirlos en
ley, en práctica, en hábitos y en habitus. Esto requiere
transformaciones institucionales, construir el pluralismo institucional
que sostenga la propia construcción del Estado plurinacional
comunitario y autonómico, que es el camino de transición optado por
la Constitución y el recorrido descolonizador diseñado por este
instrumento matriz de las normas, las leyes y las instituciones del
nuevo Estado.
La descolonización también significa una lucha anticapitalista, pues la
colonización se explica como procedimiento violento de la expansión
capitalista. Colonización y capitalismo forman parte del mismo proceso
de conformación del sistema-mundo capitalista y de la geopolítica de
dominación mundial. Una lucha anticolonial tiene que ser
consecuentemente anticapitalista y una lucha anticapitalista tiene que
31
ser consecuentemente anticolonial. No se pueden separar estas luchas
ni estos conceptos, forman parte de lo que se conoce mundialmente
como modernidad. Por lo tanto la descolonización significa también una
crítica de la modernidad y una orientación civilizatoria que atraviese la
modernidad y abra un horizonte más allá de la modernidad misma.
Arqueología de la política
El problema es el lenguaje, pues nacemos en los lenguajes y desde
ellos nombramos el mundo. Eso decía Emile Benveniste9. También
podríamos decir que se trata de lenguajes y de mundos; hay que
entender que los leguajes sufren las transformaciones temporales, hay
historia de los lenguajes. Los lenguajes se transforman y con ellos
también los conceptos. Entenderemos los conceptos no tanto como
estructuras categoriales, como pretendía KarelKosik10, sino como
estructuras ideacionales, estructuras imaginarias que responden al
conocimiento de estructuras experimentadas, estructuras fácticas, que
corresponden a los referentes del mundo, de la naturaleza, de la ética,
de la estética, de la historia, de la política. Todos estos referentes
obviamente son discutibles, pues también son ideas de lo que
llamamos realidad, también filosóficamente ser. Parece que no es
posible separar lo imaginario de la realidad, pues vivimos esa realidad
y la experimentamos recurriendo a las imágenes que obtenemos de
ella. Empero, en este caso, no interesa una discusión ontológica sobre
las condiciones del conocimiento; lo que interesa mas bien es una
comprensión arqueológica del saber político.
Hemos distinguido el sentido moderno de la política de sus sentidos y
significados medievales y antiguos, sobre todo para resaltar las
experiencias y la problemática política en la modernidad, experiencias
y problemática que se sostienen en la experiencia de la mundialización,
de la vertiginosidad y de las transformaciones de las propias
experiencias y de las instituciones. Sobre todo interesa esa inmediata
concomitancia entre política, democracia, revolución y crisis. No se
están negando otras experiencias de las relaciones y estructuras de
poder, del gobierno de la gente y de las cosas, sino que se entiende
9 Los trabajos más conocidos en castellano de Emile Benveniste son Problemas de lingüística
general, t. I (1966). Tr.: México, Siglo XXI, 1974.Problemas de lingüística general, t. II (1974). Tr.: México,
Siglo XXI, 1979.Vocabulario de las instituciones indoeuropeas (1969). Tr.: Madrid, Taurus, 1983. 10 Ver de KarelKosikDialéctica de lo concreto.
32
que los códigos, los valores, las concepciones de estas experiencias
son diferentes; son comprensibles en sus propios horizontes histórico-
culturales. Estas significaciones de los órdenes de poder deben
abordarse a partir de sus propias problemáticas; no se trata de
exportar, de ninguna manera, problemáticas modernas a otros
horizontes histórico-culturales, reduciendo sus particularidades a único
horizonte-cultural, que es el moderno. De esa manera terminamos por
no comprender nada, ni el presente, ni la modernidad, tampoco su
crisis, ni menos los sentidos y significados de las problemáticas de
poder de la antigüedad.
Por otra parte el término de política (polis) es heredado de la Grecia
antigua. De alguna manera cuando usamos la palabra política traemos
a colación los sentidos iniciales, los sedimentos más arcaicos, empero
lo hacemos cuando ya el uso práctico del término ha sufrido
transformaciones lingüísticas y conceptuales. Las experiencias
romanas, de la república y del imperio, las experiencias de la
cristianización de Europa y posteriormente de parte del mundo
colonizado, transforman los sentidos y significados del manejo del
poder y de su legitimación. El renacimiento, el humanismo y sobre todo
las crisis de las instituciones medievales y de las sociedades
tradicionales, la emergencia de la modernidad sobre las ruinas de la
antigüedad, las luchas emancipatorias anticoloniales, la rebeliones
sociales y políticas, el nacimiento de la democracia moderna, vuelven
a transformar los sentidos y las significaciones de las relaciones y
estructuras de poder, con una fuerte interpelación a las formas de
dominación, abriendo causes a nuevas subjetividades que reclaman
libertades y derechos colectivos e individuales. Por eso los intérpretes
radicales van a concebir la política como lucha de clases,
profundización de la democracia, revolución y crisis de las instituciones
que sostienen las dominaciones polimorfas. Sin embargo, también hay
otras consideraciones sobre la política; una muy conocida tiene que ver
con el Estado, con la estructura e institucionalidad de un orden que se
separa de la lucha de clases y se plantea el problema de la
conservación del poder y del equilibrio. Empero hay una concepción de
la política, que comparten sorprendentemente derechas e izquierdas,
es la concepción de la política como hostilidad contra el enemigo
público. Habría política en tanto este identificado el enemigo y se
plantee un combate con éste. Carl Smith expresa sistemáticamente
esta tendencia al comprender la política como hostilidad; comparten
esta comprensión de la política las corrientes marxistas leninistas. Al
respecto se puede hacer todo un recorrido de Lenin a Mao. Por lo tanto,
33
en sentido moderno estamos ante toda una arqueología de la política
que por lo menos tiene que ver con tres ejes paradigmáticos de la
política; el principal despliega toda una concepción emancipatoria de
la política; otro eje importante, desde el punto de visto de la acción,
es la comprensión de la política como hostilidad a partir de la
identificación del enemigo; un tercer eje de fuerte influencia es el que
tiene que ver con el Estado. Este último eje político se ha desarrollado
como ciencia política, también es retomada como filosofía política.
Ante la crisis de la modernidad, la constatación de modernidades
heterogéneas, la crisis estructural del capitalismo, sobre todo en sus
graves síntomas de crisis ecológica, ante la emergencia de nuevos
movimientos sociales antisistémicos, indígenas, ecologistas, feministas
y diversos, vale la pena preguntarse sobre las posibilidades de la
emergencia de otra experiencia de la política y por lo tanto otro sentido
alternativo y alterativo de la política. Por eso es indispensable auscultar
en la experiencia de los movimientos sociales antisistémicos
contemporáneos, en los movimientos indígenas, en los movimientos
ecologistas, en los movimientos feministas y en los movimientos
diversos, la existencia de una nueva posibilidad política. También y en
la misma perspectiva es menester revisar la elaboración crítica al
respecto. Interesa la crítica deconstructiva de Jacques Derrida, sobre
todo sus reflexiones sobre lo político. Esta hermenéutica
deconstructiva desteje los entramados inherentes a la textura de la
escritura política.
La auscultación de los movimientos indígenas contemporáneos pasan
necesariamente por el viaje interpretativo de sus memorias largas,
este viaje nos lleva necesariamente a revisar los acontecimientos
históricos inaugurales de las luchas y levantamientos anticoloniales.
Esta genealogía de los movimientos indígenas nos plantea uno de los
desafíos más importantes de la contemporaneidad y de la crisis de la
modernidad, esto es encontrar y descifrar las otras subjetividades
constituyentes e instituyentes alternativas al sujeto moderno por
excelencia, el individuo. La comprensión de los significados histórico-
políticos e histórico-culturales de las comunidades va permitirnos otra
perspectiva de interpretación de la crisis del capitalismo y de la
modernidad, va permitirnos visualizar las potencialidades y
posibilidades de emancipación y de proyección civilizatoria alternativa
para el mundo.
34
La política, más allá del amigo y enemigo
El concepto de lo político se ha estructurado a partir de esa dicotomía
del amigo y enemigo, primordialmente a partir de la identificación del
enemigo. Como si se hubiera hecho política contra el enemigo, de la
misma manera como se le ha hecho la guerra. Desde esta perspectiva
habría pues un continuo entre guerra y política, política y guerra.
Izquierdas y derechas parecen compartir este arquetipo. Empero, este
modelo es el único posible para la política, en todas sus versiones,
incluyendo a la política en sentido pleno, lo que comprende la lucha de
clases y las luchas por las emancipaciones. Jacques Derrida pone en
cuestión esta estructura en Políticas de la amistad, hace una
interpretación crítica, deconstructiva, de los sedimentos discursivos
que sostienen la historia de la política pensada a partir de la
diferenciación amigo/enemigo. En esta deconstrucción se abre a otras
posibilidades de concebir la política, ya no desde la dicotomía
amigo/enemigo, poniendo en consideración también la interpretación
crítica de las políticas de la amistad. Ahí aparece la figura alterativa de
la mujer como absoluta alteridad, también aparecen consideraciones
criticas de las éticas, alumbrando otras posibilidades de las
experiencias humanas, afectivas, lúdicas, estéticas, éticas y lúcidas. Es
conveniente un repaso por estas perspectivas que posibilitan la
comprensión de la política ya no como la continuación de la guerra por
otros medios, ya no como identificación del enemigo, sino en términos
de las políticas de la amistad11.
El primer capítulo lleva el sugestivo título de Oligarquías: Nombrar,
enumerar, contar. Comienza con una frase, atribuida a Aristóteles, que
la recoge Montaigne, la frase dice:
Oh, amigos míos, no hay ningún amigo.
A lo largo del texto, para no entrar en la discusión del origen de esta
frase, pues se convierte en rumor, que atraviesa los tiempos, Derrida
figura un cuadro donde el sabio moribundo reúne a los amigos para
decirles eso, que no hay ningún amigo. La discusión sobre los
significados de esta frase forma parte de las reflexiones del texto. Esta
frase es contrastada con la de Nietzsche, quien se expresa de manera
opuesta, empero con la misma lógica:
Oh, enemigos, no ha ningún enemigo.
11Jacques Derrida: Políticas de la amistad. Trotta 1998; Madrid.
35
Esta frase también tiene su cuadro y su personaje, se trata del loco
viviente. Ambas frases nos dicen que no hay amigo, que no hay
enemigo. Haciendo con esto desaparecer la política como
confrontación. Las significaciones de las implicaciones de que no haya
enemigo también son expuestas y reflexionadas a lo largo de la
interpretación crítica. En ambos casos lo que llama la atención es que
no se tenga en cuenta a la mujer, en a consideraciones de la amistad.
¿Es que la mujer no pude ser amigo? ¿Tampoco enemigo? Lo que pone
en juego las estrategias de la fraternidad, las formas de la amistad
entre hombres. ¿Por qué la mujer es tan difícil de asumir por la
filosofía?
Este es el tema, ¿cuáles son los límites de la amistad? Cuando entra la
mujer, más allá del erotismo y la religión, ¿qué espacio abre? ¿Qué
clase de relación? No hablamos sólo de la amistan entre mujeres, la
sororidad, sino lo que políticamente propone su presencia activa, su
interpelación. ¿Qué forma de política se libera? ¿Más allá del amigo y
enemigo? ¿Más allá de la confrontación? No parece tratarse del retorno
al matriarcado, como utopía buscada en el pasado más remoto, sino
otra forma de relación, construida como contrapoder. ¿Más allá de los
constructos histórico-culturales de género, de sexo? ¿A qué clase de
subjetividades ingresaríamos? Al respecto, también debemos
preguntarnos sobre los alcances demoledores de la des-
patriarcalización, demoledores en cuanto a la historia de la
institucionalidad, la institucionalidad como agenciamientos concretos
de poder. Entra también en juego la familia, las figuras de la familia.
La liberación femenina da lugar a otro comienzo, pues demuele no sólo
las estructuras institucionales, sino los arquetipos sobre los que se han
basado estas estructuras y estas instituciones. Hablamos de la
posibilidad de la construcción de otras relaciones, practicas y
concepciones de la política, hablamos de la política no patriarcal,
tampoco conformada en base a la identificación del enemigo y la
dicotomía amigo/enemigo. Esta posibilidad, la posibilidad de esta
experiencia también tiene que ver con otra atmósfera de sensaciones
y sensibilidades, también otra ética. La pregunta es pertinente: ¿Cómo
sería el mundo sin las instituciones patriarcales, fundadas en esta
matriz y arquetipo del poder que es el patriarcalismo? Esta pregunta
induce a otra: ¿Cómo serían los sujetos y las intersubjetividades en
este mundo des-patriarcalizado? Estos temas son fuertes e
importantes en lo que respecta al horizonte abierto por el debate de la
descolonización, por las exigencias políticas de la descolonización. Las
36
formas de la dominación colonial, formas múltiples, son relaciones de
poder que atraviesan los cuerpos e inscriben en ellos historias
políticas, también modelaciones e identidades, constructos culturales.
La dominación masculina sobre las mujeres, el cuerpo de las mujeres,
pasa por estas construcciones culturales y modelaciones. ¿Qué pasa
cuando las mujeres se liberen de estas representaciones sociales, de
estos constructos culturales, de estas identidades, qué potencialidades
se liberan, no sólo en las mujeres sino también en los hombres.
Estos problemas nos llevan a volver a la cuestión de la genealogía del
Estado. Esta institución macro-política, que también corresponde al
imaginario del poder, que es el gran cartógrafo y la instrumentalización
compleja de las tecnologías de poder que atraviesan los cuerpos. No
sólo entendido como un instrumento separado de la lucha de clases,
para mejor servir a la burguesía dominante. Sino una maquinaria
fabulosa construida sobre la experiencia política de la modulación y
modelación de los cuerpos, podríamos decir colonización de los
cuerpos. Con estos tópicos la problemática de la colonización se
agranda enormemente, pues se encuentra íntimamente vinculada con
la expansión y proliferación de las tecnologías de poder, tecnologías de
poder que tenían que atender a las tareas de domesticación de los
cuerpos en los extensos territorios conquistados y colonizados. Ya no
se trata solamente de disciplinar los cuerpos, sino inscribir en ellos
formas de comportamiento de subordinación, sometimiento,
supeditación, convertirlos en cuerpos marcados, pero también aptos
no solo para el trabajo y la producción sino también como flujos de
energía, como recursos biológicos, de los que se puede absorber
información genética y prácticas útiles a la acumulación y
concentración del poder.
Entonces se trata de pensar la posibilidad de una práctica y concepción
política sobre la base de la descolonización radical, que pone en
suspenso los múltiples mecanismos de dominación que atraviesen los
cuerpos. La liberación entonces de las potencialidades corporales,
estéticas, éticas, creativas, de nuevos ámbitos de relación, de nuevos
espacios de prácticas, de nuevos imaginarios, universos simbólicos,
lingüísticos y figurativos. Un nuevo horizonte político, de la política y
de lo político, de las prácticas, de las fuerzas y de las relaciones, un
mundo alternativo, otra alternativa civilizatoria y cultural, ya no
estructurados en la dicotomía amigo/enemigo, sino más allá. ¿Qué es
el más allá del amigo/enemigo? Esta es una pregunta primordial
37
cuando nos preguntamos sobre los umbrales y horizontes de la política.
Será una pregunta latente a lo largo del análisis.
Nacimientos y emergencias
No vamos a buscar el momento histórico del nacimiento de la política,
política en sentido moderno, pues este momento tiene que ver mas
bien con acontecimientos un tanto dispersos y otro tanto
concomitantes. Hablamos entonces de un conjunto de condiciones que
se dan en ese proceso constitutivo e instituyente de la modernidad. Por
lo tanto se trata de momentos. ¿Cómo se articulan estos momentos?
¿De qué depende? ¿Un tejido invisible que anuda los eventos o se trata
de la manera cómo se asumen los hechos en la memoria, en la
imaginación, en el discurso y en lastransformaciones institucionales?Se
trata de desplazamientos institucionales como los dados en las
monarquías patrimoniales (siglos XI-XIII), acontece la formación de los
Estados territoriales, la formación de las monarquías absolutas (siglos
XIV-XVII), el desplazamiento del peso del comercio del Mediterráneo
al Atlántico, el descubrimiento y la Conquista del quinto continente
(1492). También el logro de la circunnavegación con la expedición de
Magallanes-Elcano y el dominio de los océanos y mares del mundo
(siglo XVI). Las guerras civiles inglesas que llevaron a constituir la
república (1642-1646, 1648-1649). La crisis de las monarquías
absolutas (siglos XVII-XVIII), la crisis de las administraciones
coloniales españolas y portuguesas (siglos XVII-XVIII), la
independencia de las trece coloniasde norte américa del Imperio
británico (1775-1783), la rebelión indígena en los Andes (1781), la
revolución francesa (1789), la independencia de Haití del dominio
francés (1795), las independencias de las colonias españolas de
América (siglo XIX).Todos estos entontecimientos tienen que también
interpretarse a partir del acontecimiento cultural que se da en el norte
de Italia, conocido como el renacimiento, entendido como un retorno a
los clásicos griegos y latinos (siglos XV-XVI). No se trata sólo de
múltiples desplazamientos y transformaciones en distintos planos y
niveles sociales, políticos y económicos, sino también de movimientos
culturales que se abren a un nuevo clasicismo y al humanismo.Ahora
bien, el caso del renacimiento y de la reforma (1517) tiene que
evaluarse también a partir de las resistencias que provocan, sobre todo
la reforma que provoca una reacción de la Iglesia Católica que se
conoce como contrarreforma. Aunque la contrarreforma comienza un
poco antes que la reforma luterana, en realidad se trata de una
38
reacción de la Iglesia Católica contra los movimientos protestantes, un
tema que lo tenía pendiente ante las corrientes que consideraba
herejes y de interpretación de la Biblia no autorizadas por el papado.
Lo que interesa es comprender la marcha de procesos contradictorios,
que expresan ciertamente la lucha de intereses, la lucha de clases, las
luchas institucionales y contra-institucionales, la aparición profusa,
multitudinaria e interpeladora del pueblo.
También conveniente comprender cómo estos acontecimientos son
asumidos por unos y por otros, cómo ingresan a las memorias y a los
imaginarios, cómo impactan en las representaciones y
comportamientos colectivos. ¿De qué manera van adquiriendo una
textura, una composición? ¿De qué manera llegan a ser una narrativa?
Es de esperar que estos tejidos no se den en el momento mismo de los
acontecimientos, sino que ocurren subjetivamente, en la conformación
de las memorias, en la construcción de los significados y de las
interpretaciones sociales. Seguramente, entrado el siglo XIX se tiene
ya una certeza de una experiencia vivida, sobre todo ante la evidente
configuración de las ciudades modernas, la experiencia vertiginosa que
se vive, la transformación de las sensibilidades estéticas, la vivencia
de las transformaciones y los trastrocamientos de las viejas
instituciones, el peso de la imprenta, de la comunicación, del arte, de
las universidades, de la académica moderna, que tienen la capacidad
de acumular conocimientos, distribuir saberes, desarrollar
investigaciones, abrir perspectivas teóricas, poner en conflicto a las
facultades y responder, a través de los filósofos, teóricos, ideólogos,
escritores y artistas a los desafíos de la experiencia dramática de los
cambios y de la velocidad de los ritmos. En ese abigarrado contexto
bullente se constituyen los sujetos modernos, las subjetividades
modernas, las intersubjetividades correspondientes a las experiencias
y a las relaciones dadas en la modernidad. Este fenómeno no acontece
solamente en Europa, sino en el mundo entero.
Ocurre que se forman múltiples certezas sobre el mundo, se conforman
múltiples memorias sobre el mundo, se construyen concepciones sobre
el mundo y la mundanidad. Es de esperar que estas certezas, estas
memorias, estas concepciones, sean contradictorias, pues pugnan por
el sentido legítimo del mundo, empero, a pesar de esta compulsa, se
tiene como el mismo referente. Se tiene consciencia del mundo y que
habitamos y vivimos dentro del mismo. Hay que relacionar entonces
la modernidad y la mundanidad, aunque no son lo mismo se
correlacionan, uno es un fenómeno transcultural, el otro es un
39
fenómeno geopolítico y de representación compartida. Aunque
vivamos de una manera singular el mundo, a partir de nuestros
particularismos, nuestros contextos, nuestras coyunturas, nuestros
localismos, lo cierto es que vivimos el mundo a nuestra manera; el
mundo se realiza a partir de nuestras actividades y nuestras prácticas,
de nuestras manipulaciones, laburos, producciones, relaciones y
circuitos. Somos seres en el mundo, aunque también somos sujetos en
la modernidad, es decir sujetos modernos, a pesar de todos los
contrastes que se den y puedan dar. A estos contrastes la corriente de
la subalternidad hindú le llama modernidades heterogéneas.
Modernidades heterogéneas en América Latina
Bolívar Echeverría define la múltiple modernidad de América Latina.
Expone que:
Para desarrollar esta idea se puede decir que son tres los estratos principales de determinación identitaria que entran en juego desde el
pasado en la realidad histórica actual de la América Latina, tres estratos que corresponden a también tres distintos momentos de
configuración histórica de la modernidad latinoamericana. La primera modernidad que está allí y que constituye el estrato tal vez más
determinante, el que con más frecuencia domina en la identificación de las formas reproducidas por la cultura latinoamericana, sería la
modernidad barroca, la que proviene de la época que se extiende desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII y cuya función
fundante de identidad no ha podido serle arrebatada hasta ahora. También está allí el estrato de otra modernidad que fue muy
importante en la historia de la América Latina y que determina todavía el modo como se vive hoy en ella; se trata de la que vino con el
segundo shock de modernización, el impuesto por el Despotismo
Ilustrado y que corresponde a la época en que la España borbónica intentó dar un trato propiamente colonial al continente. Es una
modernidad de otro tipo que reorganizó a la sociedad latinoamericana ya desde la primera mitad del siglo XVIII y que se continuó hasta
después de las guerras de Independencia. Tendríamos después una tercera modernidad, que determina también como un estrato histórico
vigente la auto-identificación de los latinoamericanos y que vino con el siguiente shock de modernización en los tiempos de la instauración de
los múltiples Estados latinoamericanos; es la modernidad republicana o nacional, que ha prevalecido durante el siglo que va de mediados del
siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Estas serían las tres modernidades históricas que pueden reconocerse hoy, con su
40
gravitación histórica inconfundible, sobre la modernidad actual de la
América Latina12.
Bolivar Echeverría reconoce tres formas de modernidades básicas en
América Latina, la modernidad marroca, la modernidad de la ilustración y la modernidad republicana. Estas modernidades se asientan sobre
civilizaciones tradicionales construidas en base al cultivo y las identidades conformadas en estas culturas agrícolas. Recurriendo a
Fernad Braudel habla de la civilización del maíz, la civilización del trigo, la civilización del arroz; nosotros también podríamos hablar de la
civilización de la papa. Claro que ninguna de estas civilizaciones es sólo de estos cultivos, al contrario estos cultivos sostienen una diversidad
de cultivos, con lo que se abren ordenes de relaciones en torno a los productos agrícolas. Ahora bien, con la conquista, la colonización, la
expansión del capitalismo, la modernidad, estas civilizaciones son destruidas, en tanto sistemas-mundoreginales, arrinconadas,
fragmentadas y mantenidas como fijaciones. La modernidad capitalista no va dar ninguna oportunidad para la regeneración de estos proyectos
civilizatorios, ni permitir su actualización, su dinamismo intercultural.
Sin embargo, la multiplicidad y heterogeneidad de las modernidades en América Latina va recrear espacios de articulación de estos
proyectos civilizatorios en términos interculturales y como irradiaciones políticas emancipatorias. A estas multiplicidades modernas las
caracteriza Bolívar Echeverría como estrategias alternativas de sobrevivencia en la modernidad capitalista, estrategias que dan lugar
a formas de mestizaje. Abría que matizar esta afirmación de Bolívar Echeverría puesto que paralelamente a los procesos de mestización se
da en algunas regiones y países proyectos políticos descolonizadores estrechamente vinculados a la reivindicación de las identidades
indígenas.
Empero de lo que se trata en nuestro análisis es comprender la función de estas condicionantes de posibilidad histórica en la formación de los
sujetos de las luchas sociales, de las luchas emancipatorias y las luchas
descolonizadoras. Estas luchas son los ámbitos de desenvolvimiento de la política, de la lucha plural de la política, de la lucha plural
democrática, por los derechos múltiples y por la incidencia popular en las formas políticas. El nacimiento de la política, en sentido moderno,
esta asociada con la constitución de estos sujetos y estas subjetividades combativas. Hay una invención de la política, como dice
Marie Danielle Démelas13. Las experiencias de la modernidad y de la mundanidad son asumidas en tanto acciones de interpelación, como
12Bolivar Echeverría: Crítica de la modernidad capitalista. Vicepresidencia del Estado. Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional 2011; La Paz. Pág. 251-252. 13 Revisar de Marie Danielle Démelas La invención política: Bolivia, Ecuador, Perú en el siglo XIX. Instituto Francés de Estudios Andinos e Instituto de Estudios Peruanos.
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posibilidades de construcción alternativas. La vivencia de la
modernidad es requerida como crisis y da lugar a la crítica.
Las historias en América Latina parecen las de una crisis permanente,
sus formas estatales, administrativas e institucionales no parecen consolidarse, parecen vivir una constante interpelación de los sujetos
sociales que ponen en cuestión precisamente su legitimidad. ¿A qué se debe esta temporalidad problemática? ¿Resistencia a ser incorporada
plenamente a la modernidad capitalista, por lo tanto a la búsqueda insaciable de alternativas, como parece sugerir Bolívar Echeverría? ¿O
mas bien se debe a la estructura de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, precisamente a la forma de estar incorporada, como
periferia? A propósito es conveniente comprender la constitución de los sujetos que van a colocarse precisamente como cuestionadores de las
formas modernas que pretenden la dominación y la hegemonía. El perfil de estos sujetos nos muestra las formas de experimentar la
política. Un tema que debe ser analizado con detenimiento es el que precisamente toca Bolívar Echeverría al mostrar el cambio de la
modernidad barroca a la modernidad de la ilustración; las políticas
borbónicas ocasionan una modificación considerable en las formas de administración colonial, ocasionando levantamientos y movilizaciones.
Quisiéramos detenernos en este punto y auscultar los tempranos levantamientos indígenas del siglo XVIII en los Andes.
¿Qué es lo que se produce a lo largo de los siglos XVI y XVII coloniales?
¿Lo qué llama Bolívar Echeverría modernidades barrocas? ¿Lo que llama Serge Gruzinski la otra modernidad articulada por españoles y
portugueses? ¿El mestizaje profuso de las comunidades indígenas sobrevivientes al etnocidio y genocidio? ¿El replanteo de la cuestión
nativa en la perspectiva de un renacimiento indígena y un nuevo humanismo, ya no solamente europeo sino ahora mundial? ¿Un pacto
colonial, que comprende autonomías indígenas y la participación de la nobleza indígena en las estructuras de poder y en la administración
colonial? ¿La incorporación del trabajo indígena a la extracción minera,
principalmente de la plata y el oro, lo que significa la incorporación de la explotación colonial a las órbitas del capital? ¿Qué crisis se gesta en
estos siglos? ¿La crisis viene por la crisis de la minería de la plata? ¿La crisis viene por la crisis económica del Imperio Español? ¿La crisis viene
por la toma de España por el ejército francés y los virajes hacia una modernización de la ilustración? Estas preguntas son importantes para
comprender la crisis desatada a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, para comprender los levantamientos indígenas panandinos y
comprender la constitución del sujeto político indígena. Si este sujeto estaba vinculado a un proyecto de reconstitución, a un proyecto
milenarista, por lo tanto ya afectado por el imaginario cristiano, mesiánico, a un proyecto convocativo como el de Tupac Amaru o a un
proyecto de nuevo tipo, es una discusión aparte, que se la puede tener en cuenta; empero lo importante es obtener el perfil del campo político
42
abierto y de la constitución subjetiva que abre la posibilidad a la
politización de los temas relativos a la crisis colonial.
Uno de los sujetos mencionados en los levantamientos indígenas es la
comuna, el común, que se refiere a la comunidad, a la asamblea comunitaria, a las decisiones consensuadas entre parcialidades de los
ayllus. Son las comunidades las que se rebelan a las mediaciones entre las autonomías coloniales indígenas y la administración colonial, que
se rebelan contra las exacciones y los tributos, los diezmos, contra los párrocos, los caciques y los funcionarios locales. Este es un sujeto
colectivo, que no muestra ciertamente el perfil de la subjetividad individual liberal. ¿Habrá que esperar lo que ocasiona la modernidad
de la ilustración despótica borbónica para que se den lugar estas subjetividades individuales? Esta subjetividad individual va a ser
patente en los levantamientos criollos del siglo XIX, cuando el discurso de la ilustración forme parte de la interpelación independentista. Los
perfiles singulares que aparecen son el de los líderes y dirigentes, que más que ser un perfil del individuo, del sujeto individual de derechos,
son perfiles que encarnan, por decirlo así, las voluntades colectivas.
Sus nombres cambian, ya no son nombres cristianos, sino nombres autóctonos, nombres de guerra. Son la serpiente luminosa, que
anuncia el pachakuti, el retorno del ciclo. Estas subjetividades son asombrosas por el juego afectivo que connotan y el movimiento de las
identidades. Se trata de pliegues afectivos comunitarios, pero también de proyectos políticos, que tienen que ver con el discurso de que ahora
nos toca gobernarnos, ahora nos corresponde, ahora es cuando, ahora es nuestro tiempo, nuestro ciclo. ¿Este es un proyecto que corresponde
a un nacionalismo indígena? ¿Es un proyecto que corresponde a la utopía de reconstitución que transita una modernidad barroca? El
historiador Sinclair Thomson deja pendiente las respuestas, pues es muy difícil descifrar el significado político de los levantamientos
indígenas del siglo XVIII. Lo más probable, como el mismo historiador aprecia, es que se hayan dando tendencias concurrentes en los
levantamientos, sin que ninguna de ellas se imponga
hegemónicamente14. Lo que si se puede decir es que se trata de subjetividades que se conforman en la crisis colonial, que corresponde
a la invención política indígena que comprende un imaginario anticolonial, a la lucha contra las dominaciones coloniales, a la lucha
por el reconocimiento de los derechos colectivos y territoriales de comunidades y pueblos nativos. La totalización de este proyecto se
mueve en un intervalo incierto que se configura como retorno del Inka y como reacomodo de las relaciones en términos igualitarios15. Quizás
lo de la comunidad imaginada como nación esté más cerca del proyecto
14Revisar de Sinclair Thomson Cuando sólo reinasen los indios. La política aymara en la era de la insurgencia. Muela del Diablo 2006; La paz. 15Revisar de Sinclair Thomson el capítulo Proyectos de emancipación y dinámica de la insurrección indígena (I). Ob. Cit.
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de Tupac Amaru, pero estos perfiles no pueden ser definidos en las
construcciones políticas de los levantamientos del siglo XVIII. En todo caso debemos aclarar que la cuestión nacional también corresponde a
una proyección mas bien liberal que comunitaria.
En todo caso, hablando en lenguaje político, se puede decir que el
pueblo en los levantamientos indígenas son las comunidades rurales enfrentando a los vecinos de los pueblos y de las ciudades. Como dije
alguna vez, se trata del enfrentamiento de dos espacios tiempos, dos concepciones espaciales, las territorialidades indígenas enfrentando a
la cartografía colonial16. La guerra indígena anticolonial es una lucha política en pleno sentido de la palabra pues es una lucha contra formas
de dominación, en este caso coloniales. El nacimiento de la política, en sentido moderno, en las periferias del sistema-mundo capitalista, en
sus periodos tempranos, corresponde a una lucha anticolonial. La demanda de libertad se refiere a desmontar estos mecanismos de
dominio colonial. No se trata por cierto de demanda de libertades individuales como en caso de la modernidad de la ilustración, sino de
libertades colectivas, de libertades comunitarias, de libertad de
autogobierno, de libertades territoriales. Las subjetividades colectivas y comunitarias son la matriz de la política y la lucha anticolonial. Este
es el referente que no puede olvidarse, incluso para entender las contradicciones de la guerra de la independencia y de la genealogía de
los Estado-nación subalternos.
¿Qué nos enseñan los levantamientos indígenas pan-andinos del siglo
XVIII? Primero que hay una serie de pronunciamientos y después de levantamientos, en el contexto de formaciones enunciativas que
articulan tanto las profecías milenaristas, derivadas de una forma de asumir el cristianismo, sincretizado con las cosmovisiones
precolombinas, con proyectos políticos que van desarrollándose hacia el planteamiento del retorno del Inka, que podemos llamar de
reconstitución. Esos proyectos políticos pueden comprenderse e
interpretarse en el contexto de lo que llama Bolívar Echeverría modernidad barroca. Los sublevados tenían pleno conocimiento de su
relación de vasallaje con la corona española, también se entiende su pertenencia al mundo de entonces. Las obligaciones impuestas a las
comunidades a través de la encomienda, la mita y otras tributaciones e impuestos, además de servicios, tenían que ver con la formación de
relaciones integradas al mercado, principalmente la mita minera, que tenía que ver con el mercado de minerales. Pero también nos muestra
la historia de estas relaciones el funcionamiento pervertido de la administración local, sobre todo por el papel que cumplen las
autoridades locales y regionales. La corrosión de las instituciones y su permeabilidad a la corrupción hablan de las tempranas concomitancias
16Ver de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del poder. Episteme. La Paz.
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entre poder y las relaciones perversas que llamamos genéricamente
como corrupción. Lo primero que denuncian los dirigentes sublevados son estas anomalías y el incumplimiento de las normas establecidas.
En principio los levantamientos se dan a nombre del rey contra las
autoridades locales. También al principio se da una suerte de alianza con los criollos, que también tenían contradicciones con los españoles
peninsulares, empero esta alianza es altamente compleja y generalmente va tender a su ruptura, en la medida que los propios
movimientos se van radicalizando. Esto se observa sobre todo en la segunda etapa de los levantamientos, particularmente en el cerco a La
Paz, aunque también se anuncia con los sucesos en Oruro, con cierta antelación. En este caso la guerra anticolonial asume las características
de lo que se puede llamar una guerra de razas, apreciando las significaciones histórico-políticas de esta confrontación. Sin embargo
también hay que anotar las grandes ambivalencias discursivas de la revuelta, cuando los líderes del levantamiento se preocupaban por la
legitimidad de su posición y por su relación con el cristianismo. También se observa las diferencias de tendencias si venían de líderes
vinculados a la nobleza indígena o si se constituían como expresión de
las comunidades de base, los ayllus. En este segundo caso los comunarios estaban propiamente interesados en recuperar la tierra y
los territorios, entrando tempranamente en confrontación con los hacendados criollos. Se puede notar la diferencia de tendencias y de
proyectos si comparamos el proyecto integracionista de Tupac Amaru y el proyecto radical de separación y escisión de Tupac Katari, aunque
también Tupac Katari tiene un comportamiento ambivalente con los curas. También se pueden notar contrastes entre los planteamientos
de Tomas Katari y Tupac Katari, sobre todo porque en el primero se observa su predisposición a corregir las anomalías de la administración
colonial, levantando la propia legalidad y legitimidad del rey. Sin embargo estos contrastes no se los puede descifrar si es que no se
abarca el despliegue de todo el proceso del levantamiento, incluyendo sus distinciones temporales, regionales y locales, además de la misma
evolución del enfrentamiento de los levantamientos. Esto es
precisamente lo que vamos a tratar de hacer apuntando a develar el campo político que se abre con esta rebelión indígena.
Sinclair Thomson en su revisión de los proyectos de emancipación pan-
andinos escribe:
Los proyectos anticoloniales, tal como los concebimos aquí, son aquellos que desafían explícita y conscientemente los fundamentos del
orden político colonial: la soberanía española y la subordinación política de los indios. El desafío a ambas condiciones podía implicar cualquiera
de los siguientes elementos: (1) el repudio o desplazamiento del rey de España (al remplazarlo, por ejemplo, por un rey Inka); (2) el
rechazo de la subordinación política indígena (sea a través de la subordinación de los españoles o de la equivalencia entre los dos
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pueblos); y (3) la afirmación de la autonomía indígena (a través del
rechazo a la corona y a las autoridades españolas en territorio americano, y en este caso, en territorio andino). Es importante señalar
que, según estos criterios, los proyectos anticoloniales no siempre
implicaban un repudio directo al monarca español. La agenda de eliminar o dominar a los colonos españoles y de dotar a los indios de
una condición de igualdad, o bien de rechazo a las autoridades coloniales regionales, no siempre fue acompañada de un antagonismo
explícito o de referencias directas a la corona17.
El proyecto del retorno del Inka, el rechazo a la subordinación política indígena y la afirmación de la autonomía indígena dibujan las
tendencias en el campo político pan-andino. Lo que importa es comprender la formación del campo político pan-anadino como
respuesta a la dominación colonial, la estructuración de la rebelión a lo largo del siglo XVIII, la constitución de sujetos y subjetividades que
van alimentar a la rebelión con voluntades, imaginarios y acciones. Ciertamente el desarrollo de los levantamientos indígenas comprenden
un proceso complejo y hasta contradictorio; la relación con el rey, al
que no se lo veía nunca y de quién se tenía una idea tan vaga y vivía tan lejos, que parecía más bien un fantasma, es obviamente ambigua.
Podía en un momento ser sustituido por un rey real y legitimo, el Inka. El hablar a nombre del rey contra las autoridades locales no niega el
carácter anticolonial de las luchas; el problema de la totalización de la rebelión, de las consecuencias políticas en lo que respecta a la
organización del Estado y de la sociedad, en lo que respecta a la legitimidad última, va estar pendiente. Empero, se va configurando la
solución en la medida que se radicaliza el movimiento. Lo que importa de las insurrecciones indígenas del siglo XVIII es que tocan las matrices
de poder del capitalismo y la modernidad, el colonialismo. Podemos decir que el la lucha anticolonial es la base de la política en las periferias
del sistema-mundo capitalista, es el sustrato más profundo, que le da una perspectiva a las luchas sociales. No se podrían vislumbrar los
límites y los alcancesde las corrientes políticas y las luchas que se dan
posteriormente si no comprendemos la apertura históricade los levantamientos indígenas del siglo XVII. El carácter problemático de la
política moderna asoma con toda la complejidad de la lucha contra las dominaciones y la exigencia de libertades, derechos, además de la
constitución de las subjetividades y sujetos rebeldes.
Respecto a la importancia de los levantamientos indígenas del siglo XVIII,importancia en la configuración de la política, por lo tanto de las
luchas descolonizadoras, de las luchas sociales, de las luchas nacional-populares de los países andinos, vamos adelantar una interpretación
genealógica de la historia política de Bolivia. Recogemos esta interpretación en una hipótesis sobre el acontecimiento político.
17Sinclair Thomson; Ob. Cit.; pág. 174.
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Hipótesis
El nacimiento de la política en la región andina se da con las
insurrecciones indígenas del siglo XVIII, la matriz de la política en esta región se encuentra en este substrato de la historia moderna. Política
en tanto cuestión de poder y de emancipaciones, política como espesor dinámico de las luchas sociales, por lo tanto que comprende en su
geología sedimentada varias capas, las mismas que recoge la memoria larga de los levantamientos, delas rebeliones y las insurrecciones.
Después de la insurrección indígena anticolonial del siglo XVIII se van a dar otros campos políticos en el contexto de otra modernidad, la
relativa a la ilustración, fuertemente vinculada a un programa liberal, basada en el principio de individualización ciudadana, apuntando a la
independencia a la conformación de la república. Nos encontramos
ante otro imaginario y a un replanteamiento de la política, configurada en el espacio de las comunidades imaginadas, las naciones. La guerrilla
de los 15 años y la guerra de la independencia se mueven en esta formación discursiva liberal. Se trata ciertamente de una lucha por la
emancipación de la corona española, por lo tanto de una guerra anticolonial, empero lo que llama la atención es que esta guerra de la
independencia criolla ignore la insurrección indígena el siglo anterior, como si lo que ocurriese en el siglo XIX y lo que ocurrió en el siglo
XVIII no tuvieran conexión. Era difícil para los criollos y mestizos liberales comprender la insurrección comunitaria indígena. El
desencuentro no solamente político sino también epistemológico se ahondó con la llegada de la ilustración.
Un tercer campo político se abre con la guerra del Chaco y sus
consecuencias traumáticas. Podemos hablar de la formación de un
campo político correspondiente a las luchas sociales ya la lucha nacional-popular. Es cuando se da se dan las formaciones de grandes
organizaciones sindicales, de los partidos marxistas y también del partido nacionalista, se desatan luchas sociales, económicas y políticas
de envergadura, que cuestionan el Estado oligárquico, es decir la forma del Estado-nación liberal dominado por la oligarquía minera. Este
periodo de luchas sociales, que expresan un discurso marxistas, como la escrita en la Tesis de Pulacayo, que también expresan un discurso
nacionalista que persigue recuperar la soberanía y los recursos naturales, soberanía enajenada por el llamado super-Estado de los
“barones del estaño”, culmina en la revolución nacional de 1952 y en los 12 años que dura el periodo de los gobiernos nacionalistas
revolucionarios. Tenemos aquí otro imaginario, de clase y nacionalista, tenemos también otra formación discursiva, marxista, mejor dicho
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obrerista, y nacional-popular. Por lo tanto también nos encontramos
ante un nuevo replanteamiento de la política. En alguna la literatura política e histórica contemporánea se considera esta temporalidad
histórica como si fuese el único intento de modernización del Estado y
la sociedad. Empero podemos decir con Bolívar Echeverría que se trata de la modernidad de los Estado-nación; se trata de una modernidad
institucional que intenta encaminarse por la industrialización para escapar de la dependencia económica, basando su gestión política en
medidas de nacionalización. La política es marcada por la lucha de clases, el proyecto socialista, pero también por la convocatoria popular
a la defensa de la nación y sus recursos naturales. Se trata de otra “episteme” en tanto circulación de saberes, una “episteme” que llamo
boliviana, pues se pone como en el centro del debate la pregunta de ¿qué es ser boliviano? Ante esta pregunta se responde con el desafío
de atrevamos a ser bolivianos18. En este caso también llama la atención la desconexión con la insurrección indígena des siglo XVIII,
con la lucha anticolonial indígena. Cómo si quedara resuelta la cuestión colonial con la interpretación del problema del poder y de las
dominaciones desde la lucha de clases, por lo tanto subsumiendo la
cuestión indígena en la figura del proletariado o de la alianza obrero campesina. No sólo los marxistas ignoraron la insurrección del siglo
XVIII, las exigencias históricas del levantamiento, el profundo carácter anticolonial de las luchas políticas, sino también los nacionalistas; el
discurso del nacionalismo revolucionario supuso que la cuestión indígena se resolvía con el proceso de mestización que acompañaba a
la formación de la consciencia nacional.
Como se puede ver estos tres campos políticos no se logran conectar, salvo que se entienda que hay alguna conexión con las interpretaciones
que se hacen en el discurso nacionalista de los 15 años de la guerrilla y de la guerra de la independencia, así también salvo se entienda como
alguna conexión el indigenismo que incorpora el nacionalismo en su proyecto de mestización. Se puede hablar de una desconexión de
imaginarios, no se da un diálogo entre horizontes históricos culturales.
Para que ocurra esto habrá que esperar la crisis de la década de los setenta, cuando irrumpe el discurso katarista interpelando al Estado y
a la nación boliviana, retornando a la memoria larga indígena. Empero el dialogo intercultural se comienza a dar en la década de los noventa,
después de la marcha indígena de tierras bajas por el territorio y la dignidad. A lo largo de los noventa se produce como una reflexión
popular sobre el fracaso de los proyectos políticos y la necesidad de abrir un nuevo horizonte; esta reflexión también es asumida
teóricamente y termina formando parte del debate en las organizaciones sociales, sobre todo indígenas y campesinas. La
apertura y vivencias intensas de un nuevo horizonte político se despliegan durante las luchas y los movimientos sociales anti-
18Revisar de Sergio Almaraz Paz Obra completa. Plural. La Paz.
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sistémicos de 2000 al 2005, horizonte político ciertamente
intercultural, a diferencia de los otros campos políticos anteriores. Se toma plena consciencia del significado histórico político de la
insurrección indígena del siglo XVIII, de la exigencia profunda del
proyecto descolonizador, de la necesaria articulación de la descolonización y de la mirada indígena a las otras luchas, sobre todo
nacional-populares.
La política en este cuarto campo político, en este horizonte descolonizador, asume la pluralidad de las luchas, incorporando la
lucha primordial por la madre tierra, en plena crisis estructural del capitalismo, crisis que tiene connotaciones destructivas ecológicas. La
política se mueve en un pensamiento pluralista que piensa precisamente la pluralidad de los acontecimientos, la multiplicidad de
singularidades, las conexiones interculturales, por eso mismo busca realizar las luchas en un mapa de transformaciones pluralistas del
Estado y la sociedad. Estas son las razones de la complejidad de la Constitución Política del Estado Boliviana, lugar donde se logra
transcribir los mandatos de los movimientos sociales y de las naciones
y pueblos indígenas originarios, incluyendo temas pendientes de transición, tareas que tienen que ver con concepciones nacional-
populares. Se trata de una Constitución intercultural y de transición, una Constitución que establece las características de las
transformaciones en la transición. Hablamos de una transición pluralista, la invención de una nueva forma de Estado plurinacional
comunitario y autonómico, también los referimos a una transición que conecta el modelo productivo con el vivir bien, como alternativa
civilizatoria a la modernidad, al capitalismo y al desarrollo. Los ejes de la transformación política plurinacional, territorial, autonómica,
comunitaria y productiva, también se halla contrastados por temas no superados, que tienen que ver mas bien con normativas conservadoras
en el terreno del órgano ejecutivo, del órgano legislativo, órgano judicial y órgano electoral, copiando estructuras parecidas a la anterior
Constitución y de otras constituciones liberales, como lo de la
Procuraduría. Sin embargo, también es una Constitución que avanza en el sistema político, entendido como democracia participativa, como
ejercicio plural de la democracia, directa, representativa y comunitaria. Se trata de una Constitución que exige la construcción colectiva de la
decisión política, de la ley y de la gestión pública.
Esta complejidad del campo político y del horizonte político abierto quizás también pueda explicarnos las razones de las profundas
contradicciones del proceso de cambio, también las razones del retroceso del gobierno ante las tareas que exige la Constitución. Ante
la episteme intercultural abierta retrocede al folklore y reduce la emancipación cultural al simbolismo y la escenificación. En otras
palabras, retorna al mestizaje, descartando la posibilidad de un gran diálogo intercultural y a la gran tarea de construir una institucionalidad
49
intercultural. Ante la tarea de las transformaciones pluralistas,
renuncia a la construcción de un pluralismo institucional y opta por restaurar el Estado-nación. Ante la tarea de la transformación
comunitaria, se desliga de esta responsabilidad y prefiere optar por la
defensa de la propiedad privada de la tierra, particularmente de la que siguen siendo latifundios. Ante la tarea de la descentralización
administrativa política y la construcción de las autonomías, retrocede en todo prefiriendo anclarse en un centralismo obsoleto e ineficiente.
Respecto a la tarea del modelo productivo, que tiene también que ver con la industrialización, empero conectada a la soberanía alimentaria,
retrocede a la repetición devastadora del modelo extractivista. Respecto al modelo alternativo del vivir bien, lo usa como discurso en
las presentaciones internacionales, sin tener ninguna repercusión en las políticas públicas nacionales. Frente a este problemática, en vez de
debatir y discutir, de hacer participes a los movimientos sociales de las dificultades, prefiere retroceder a una solución “técnica”, a un
empobrecido pragmatismo y realismo político, que les da una tranquilidad momentánea, empero termina colocándolos frente al
proceso, en contra del mismo proceso.
Estas contradicciones y estos desenlaces conservadores forman parte
de la cuestión política, de la problemática política, de la política en tanto relaciones de poder, estructura y diagramas de fuerza, que no sólo
corresponden al ámbito del país sino también a las relaciones internacionales y con orden de dominación mundial. Una de las
preguntas que tenemos que responder en relación a esta problemática de los retrocesos es ¿qué es el poder?, acompañada por otras
preguntas, ¿cómo funciona?, ¿por qué no se puede desmantelar e Estado-nación y construir el Estado plurinacional comunitario y
autonómico? ¿Por qué el Estado se traga a los gobernantes, conductores, a los que deberían transformar, en cambio los transforma
y los convierte en los engranajes de estructuras y de relaciones de poder que parecen incontrolables? Estos temas tienen que ver con el
tópico político que llamamos en la introducción, en el plan de trabajo
de ¿Qué es la política?, la parte de la política que tiene que ver con la conservación del poder. Cómo dijimos, la política esta desgarrada por
dos tendencias dicotómicas, la conservación del poder y la destrucción del poder, la administración de los humanos y de las cosas o el camino
de las emancipaciones múltiples.
Ahora bien, de qué depende lo que pueda ocurrir con el proceso. El horizonte pluralista e intercultural de la política se ha abierto, el
recorrer esta distancia hacia el horizonte depende vivir plenamente la política, las luchas y transformaciones abiertas por la política en su
sentido pluralista intercultural, en su sentido de transición hacia otro modelo civilizatorio. Se trata de asumir las tareas comprometidas, la
descolonización, el desmantelamiento del Estado-nación, la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, el
50
modelo productivo, la soberanía alimentaria, la armonía con los ciclos
vitales de la madre tierra. Empero para esto es menester desarticular las prácticas y habitusde las formas de hacer gestión tradicionales, por
así decirlo, desmontar las estructuras y relaciones de poder que
sostienen estas prácticas y este habitus. Esto significa la crítica radical al discurso justificativo del gobierno y de los gobernantes, la crítica al
pragmatismo y realismo político optado, que encubre la restauración del Estado-nación y la subordinación a las empresas trasnacionales
extractivistas.
Con esta interpretación marcamos una diferencia radical con la tesis de la conspiración, que considera un lugar primordial a las
conspiraciones, a los grupos de conspiración, incluso a los secretos pactos. Esta tesis también deriva en la explicación de la decadencia de
las revoluciones a través de factores subjetivos como la traición. Con esto se les atribuye un papel preponderante y determinante a los
conspiradores, como si tuvieran en sus manos las riendas de la historia. Nada más desesperado y fácil que estas interpretaciones para explicar
las contradicciones de los procesos. Los conspiradores son uno de los
factores en la multiplicidad de factores que intervienen en los desenlaces de los procesos, no son de ninguna manera de los factores
determinantes. La complejidad de los procesos se explica a partir de sus condiciones de posibilidad histórica, de las estructuras inherentes,
los ámbitos de relaciones, las prácticas y claro también la constitución de sujetos y subjetividades. En el caso de los procesos revolucionarios
y los que se proponen transformaciones, sus contradicciones, incluso sus retrocesos y decadencias, estos desenlaces deben explicarse a
partir de la estructuras, relaciones, diagramas de poder, que juegan un papel no solamente en las resistencias institucionales al cambio,
sino también la cooptación e integración de los revolucionarios precisamente a estas estructuras, relaciones y diagramas efectivos. La
crisis, en este caso la crisis del Estado, tiene que llegar a ser tan profunda que desmantele estas estructuras, relaciones y diagramas.
Parece que para efectuar esta tarea se requiere de saberes que sean
capaces de descifrar la lógica inherente de estas estructuras, relaciones y diagramas de poder, un nuevo saber que circule y sea producto de
la participación colectiva y comunitaria. No se puede seguir actuando a ciegas ante acontecimientos políticos estructurados por diagramas
de poder y relaciones de fuerza que se ocultan en la maquinaria de las instituciones y en la profusión de las prácticas.
51
Acontecimientos políticos inaugurales de la política
La insurrección pan-andina
El historiador Sinclair Thomson describe las características del proceso
insurreccional anticolonial del siglo XVIII de una manera sobresaliente por su manejo de las fases, estructuras e imaginarios involucrados; en
su evaluación de los proyectos de emancipación y dinámica de la insurrección indígena comienza con la experiencia política de la
comunidad Chuani de Ambaná, en la actual provincia de Larecaja. Escribe:
En la comunidad Chuani de Ambaná (Larecaja), entre fines de los años
1740 y principios de los años 1750, salió a la luz un proyecto radical inspirado en la conspiración de Azángaro en los años 1730. Bajo el
liderazgo de los Palli, los indios de Chuani rechazaron a la autoridad local tanto civil como eclesiástica, y difundieron sus mensajes de
“redención” por todo el distrito. El objetivo del movimiento era de
“acabar o dominar los viracochas”, para restituir la libertad a los indios. Creían que eran los redentores, “ellos son redentores del pueblo y a
fuerza de rigor harán vencimiento a todos y aún los de la provincia, por que a ellos les toca el mandar”19.
Los levantamientos y pronunciamientos son anticipados por la crisis de
dominación, manifestada primero por los conflictos institucionales e intra-comunales, después por las consecuencias del reparto tributario
y el fin de las mediaciones. La crisis de la dominación viene acompañada por una crisis de legitimidad; se cuestiona la perversión
de las representaciones de mediación entre las autonomías indígenas coloniales y la administración colonial. Se incrustan en estas
mediaciones personajes que venían de la nobleza indígena, también mestizos que aprovechan a través de matrimonios para habilitarse
como caciques. También se cuestiona a caciques que se aprovechaban
de su representación para esquilmar a las comunidades y enriquecerse a costa de ellas. Después el cuestionamiento se extiende a los párrocos
y a las autoridades civiles coloniales. Son las comunidades las que se encargan de interpelar y juzgar la los caciques, los representantes, las
autoridades civiles y eclesiásticas. Se produce una difusión de los pronunciamientos, que poco a poco se convierten en convocatorias al
levantamiento.
El segundo momento excepcional en que surgió un proyecto identificable como anticolonial fue el cerco de Chulumani en 1771.
Menos de dos años antes, el levantamiento del pueblo de Sicasica fue también provocado por la explotación del Corregidor Villahermosa y
19Sinclair Thomson: Ob. Cit.; pág. 175.
52
sus agentes en el sistema de repartos, y sin embargo no hay evidencias
de que su dirigente, Alejandro Chuquiguaman, buscara el derrocamiento de la dominación colonial o la eliminación de los
españoles como metas de la movilización de los ayllus20.
En cambio:
El liderazgo y la insurrección de Chulumani adquirieron una naturaleza
aún más radical. La movilización de Yungas había sido premeditada, y
dio lugar al surgimiento de un grupo de dirigentes comunales – que no
eran caciques y en su mayoría no habían sido antes autoridades
comunales – que se lanzaron a organizarla y dirigirla21.
Fueron las comunidades la base de la movilización, también entregaron
su perspectiva a los levantamientos, una perspectiva radical en
relación a lo que había que hacer, la perspectiva del autogobierno. La
rebelión de yungueña fue abiertamente anticolonial, las comunidades
se organizaron para gobernar el territorio liberado.
El tercer momento excepcional de naturaleza radical y anticolonial se
dio a principios de noviembre del mismo año (1771), cuando los
comunarios de Pacajes se levantaron atacando a su Corregidor Josef
del Castillo y tomando el poder en la capital provincial de Caquiaviri.
La muerte del corregidor y de varios de sus lacayos en Jesús de
Machaca fue una reacción espontánea, en ocasión de las festividades
de Todos Santos, en contra del trato violento que había dispensado a
los comunarios reunidos en el pueblo. Aunque sin duda esta
confrontación estuvo llena de significación política, no hubo un
proyecto político comunal que animara o dirigiera el ataque. Un
compromiso más explícito con opciones y programas políticos claros
habría de emerger después de la matanza, cuando los comunarios de
Caquiaviri se vieron de pronto con el poder en sus manos, y tuvieron
que enfrentar el inesperado desafío de gobernar22.
Se dan rebeliones locales como núcleos profundos de la crisis y focos
de irradiación, se trata de eventos que muestran los alcances de la
crisis de la administración colonial, empero todavía eventos de
convocatoria restringida. Aunque se dan intensas experiencia de la
inversión de valores. Es el caso de la indemnización de españoles y
20Ibídem: Pág. 177. 21Ibídem: Pág. 177. 22Ibídem: Pág. 181.
53
mestizos que son obligados a formar parte de la comunidad, de las
parcialidades del ayllu, a vestir con vestimenta autóctona, vistiendo
mantas, camisetas y monteras, en tanta las mujeres de axsu.
El movimiento de Tomas Katari en Chayanta podría haber añadido leña
al fuego de la visión de que una nueva era estaba comenzando. Las
batallas de Katari contra los funcionarios regionales y locales abusivos
comenzaron en 17777, cuando luego de regresar de un notable viaje a
pie hasta las cortes de Buenos Aires, proclamo: “Ahora traigo nuevo
mando del señor virrey, que ya no ha de ser como antes todo
landroncio”. Bajo la conducción de Katari, la autonomía indígena
parecía estar volviéndose una realidad hacia 1780: las comunidades
obligaron a renunciar a los caciques ilegítimos que actuaban en
complicidad con el corregidor; depusieron al propio Corregidor Joaquín
Alós y actuaron con el fin de impedir que los sucesores designados por
las autoridades asumieran el cargo; en ausencia del control colonial
efectivo, Katari llego a gobernar la provincia prácticamente por sí
mismo23.
La rebelión en Chayanta y la dirección de Tomas Katari nos muestra
una fase intermedia del proceso de la rebelión indígena. Se recurre a
la autoridad del virrey para deponer a las autoridades locales y cambiar
la situación de los abusos en la región; se convierte en la autoridad en
toda la región por el lapso que dura la ocupación indígena, llevando a
cabo una especie de autogobierno. Sin embargo, no está cuestionada
la autoridad del virrey tampoco la colonia. Estos hechos nos muestran
las ambivalencias de la rebelión; en principio son rebeliones locales,
llegan a ser incluso regionales, empero en esta etapa no prospera un
cuestionamiento a la totalidad de la dominación colonial.
El 4 de noviembre de 1780, José Gabriel Tupac Amaru capturó al
corregidor de la provincia de Tinta, Antonio de Arriaga, e inició su
movimiento como heredero de la corona de los reyes nativos del Perú.
Aunque no anunciará públicamente su separación de la corona de
España, se comportó como un solo monarca lo haría, y la población
reconoció de inmediato sus aspiraciones reales. TupacAmarú comenzó
asegurándose victorias militares y la adhesión de los indios, mestizos
y criollos en el distrito sur de la ciudad del Cuzco. Un inicial momento
23Ibídem: Pág. 198.
54
culminante. En el que al parecer se confirmó la abrumadora
superioridad de las fuerzas indígenas y la naturaleza providencial de su
movimiento, llegó a ser tan intenso que quizás infundió en los
participantes una cierta complacencia acerca de la continuación de la
guerra. No fue capaz de capturar la estratégica ciudad capital; pero las
provincias del sur se entregaron a las tropas indígenas leales al Inka.
A lo largo de la lucha, su arraigo político se extendería hasta Arica,
Tarapacá y Atacama en la costa; los valles de Charcas como Larecaja,
Yungas y parte de Cochabamba hacia el este; y hacia el sur hasta Jujuy
y Salta, con ecos en Mendoza en el nuevo Virreinato de Río de la Plata.
El movimiento también cosechó simpatías en la sierra central y norte
del Perú, y sus repercusiones se sintieron incluso hasta el Virreinato de
Granada de Nueva Granada en el extremo norte24.
Con la dirección de Tupac Amaru y ciertamente la rebelión propiamente
pan-andina que dirigió, se llega al nivel de mayor convocatoria y
proyección de los levantamientos indígenas, también se llega a la
proyección política mayor cuando se convierte en la figura de retorno
del Inka, sustituyendo prácticamente al mismo res, y anuncia la
conformación de un inmenso Estado que abarcaría desde las costas del
pacífico hasta la el Paititi, es decir la Amazonia. La convocatoria a todos
los nacidos en el continente, indios, criollos, mestizos,
afrodescendientes, mulatos para conformar una unidad en contra de
los españoles peninsulares puede entenderse como el proyecto político
de mayor alcance durante el siglo de la rebelión indígena.
La violencia estalló en Oruro el 10 de febrero, en medio del pánico por
una oleada de rumores de que el corregidor y su facción de europeos
iban a atacar a los miembros de la milicia criolla y acabar con sus
adversarios. Luego de un confuso incidente, una revuelta plebeya de
criollos, mestizos y cholos se amotinó e incendió la casa de un
comerciante peninsular en la que se habían refugiado muchos europeos
con sus caudales. A la mañana siguiente, once españoles y cinco
esclavos habían perecido como resultado de las quemaduras y golpes.
En una asamblea improvisada, la multitud proclamó su voluntad de que
el prominente criollo Jacinto Rodríguez sea el nuevo corregidor y que
los europeos abandonen la ciudad de inmediato o se los mate. A
medida que transcurrió el día, miles de comunarios convergieron en la
ciudad, en apoyo a sus camaradas o “hermanos”, en el lenguaje de
24Ibídem: Pág. 200-201.
55
Tupac Amaru, y en defensa del nuevo corregidor. Se veían indios y
criollos abrazándose en las calles25.
Lo que se observa en la toma de Oruro es la inmediata alianza entre
indios, criollos y mestizos contra los europeos. Sin embargo, una
alianza frágil, que no llega a durar, debido a las diferentes percepciones
sobre los desenlaces del conflicto. Los indígenas de las comunidades
no van a tardar de entrar en contradicciones con criollos y mestizos;
estos últimos toman la decisión de sacar a los indígenas de la ciudad
cuanto antes. Uno de los temas en conflictos es el de la tierra; las
comunidades exigían la devolución de tierras, esto afectaba también a
propietarios terratenientes criollos y mestizos. Para los criollos y
mestizos estaba bien sacar a los españoles, pero no veían con buenos
ojos las pretensiones comunitarias sobre la tenencia de la tierra. Estas
contradicciones terminaron rompiendo la alianza inicial.
Si bien la rebelión con Tupac Amaru fue la más extensa y comprometió
al mundo pan-andino, además fue la que contó con un proyecto político
en pleno sentido de la palabra, apuntando a la totalización de la
rebelión y la conformación de otro Estado, la rebelión dirigida por Tupac
Katari, más concentrada en la región del Altiplano norte y sitiando a la
ciudad de La Paz, correspondió a la etapa más radical del proceso de
la rebelión indígena. También fue como el momento de clausura de la
insurrección indígena en el siglo XVIII, aunque siguieron los
levantamientos esporádicos y locales después de la muerte del líder.
Las características de esta última etapa del proceso de la rebelión
indígena del siglo XVIII son sintomáticas, muestran elocuentemente la
fuerza del levantamiento indígena, pero también, al mismo tiempo
profundos contrastes, debido a comportamientos ambiguos del propio
líder, además de evidenciar una composición de alianzas que no
terminó de solidificarse.
El historiador al que seguimos, Sinclair Thomson, escribe sobre Julián
Apaza, en un apartado sugestivo que titula Manifestaciones de la
“Serpiente Resplandeciente”, lo siguiente:
Hacia principios de 1781, podemos imaginar que Julián Apaza, a la
madura edad de 30 años, era un hombre curtido por años de
25Ibídem: Pág. 207.
56
dificultades personales y dotado de una larga experiencia. Como
forastero comunario de un ayllu rural del altiplano, fue criado y vivió
en las circunstancias más exigentes y empobrecidas. Sufría de una
enfermedad física, quizás una poliomielitis infantil, que dejó algo
retorcidas sus piernas y brazos. Sin embargo, su energía física no
parece haber disminuido con ello, y siempre estuvo a la altura de su
intensidad de carácter. Sin duda, había desarrollado desde temprana
edad un sentido de autoconfianza. Si trabajó en un ingenio de
minerales, como rumoreaba, habría conocido de primera mano el
poder económico criollo y los rigores de una proto-industria colonial.
Como comerciante itinerante, habría sido expuesto a las duras
condiciones de los caminos. Sin duda estaba acostumbrado a tratos
bruscos con los otros indios, cholos y mestizos que llevaban sus
caravanas de llamas o recuas de mulas por las mismas rutas, y a través
de sus encuentros habría escuchado historias acerca de los rincones
más distantes del reino. En sus viajes, ha debido conocer mucho sobre
la vida de la gente que residía en el altiplano y en los valles
interandinos, y ha debido visitar otras ciudades coloniales además de
La Paz. Habría adquirido un amplio conocimiento de los modos de
dominación colonial cotidianos y sutiles, así como de los sufrimientos
comunes de los indios, sus miedos y resentimientos, y su aspiración
liberarse del “pesado yugo”26.
El dibujo de este semblante es un buen comienzo para comprender el
protagonismo que va jugar Julián Apaza en la etapa más radical del
proceso de la rebelión indígena, sido oriundo comunario, es decir
plebeyo y no descendiente de la nobleza indígena. Adquiere el nombre
de Tupac de Tupac Amaru y el de Katari de Tomas Katari, los otros
líderes de la rebelión que le antecedieron. Es el encargado de llevar
adelante la continuación de la rebelión, quizás en momentos difíciles
debido la derrota de Tupac Amaru. La tarea más complicada, a
unprincipio, ha debido ser convencer a las comunidades, a sus
jilakatas y malkus, de que era el encargado de continuar la rebelión.
Para eso contaba con una carta interceptada de TomasKatari dirigida a
TupacAmaru. Seguramente que no fue fácil ganarse el liderato, fue un
trabajo arduo, incluso mantener la unidad de la confederación que
sitiaba la ciudad de La Paz. Empero el hecho que un liderato haya
surgido desde las bases expresa el carácter de esta etapa de la rebelión
y las razones de su radicalización. A propósito Sinclair Thomson anota
que:
26 Siclair Thomson; Ob. Cit.; págs. 224-225.
57
La formación política de Julián Apaza deriva claramente de la fase
aguda de las luchas comunales (ocurrida cuando él era adolescente),
que culminó en los levantamientos de los pueblos de SicaSica en 1769
y de Yungas y Pacajes en 1771. En 1781, la mujer de Apaza, Barolina
Sisa, declaró que él había estado preparando el movimiento durante
diez años27.
A lo largo del proceso de la rebelión la misma había combinado dos
interpelaciones, la de las comunidades y la de las estructuras y redes
donde se asentaban los lideres. Se ha visto que los comunarios tendían
a la radicalización del proceso, en tanto que los líderes tendían a
mantener las alianzas. Esta vez tanto la interpelación de las
comunidades como la interpelación del líder coincidieron. Fue
indudablemente la etapa más radical del proceso de la rebelión
indígena durante el siglo XVIII, pero también no dejó de mostrar sus
propias ambigüedades. Como en el caso de la rebelión de Tupac Amaru
no se tomó la ciudad del Cuco, Tupac Katari tampoco llegó a tomar la
ciudad de La Paz. Ambas tomas eran indispensables en la estrategia
militar, prácticamente se dejó pasar el tiempo, dándole la oportunidad
al ejército español que llegó del sur a socorrer a la ciudad sitiada. Este
es un tema que quedó pendiente en el análisis y en la historia; se debe
abordar la respuesta a esta cuestionante de manera abierta y analítica.
Puede ser que haya habido desacuerdos internos en la confederación
de mandos que situaban a las dos ciudades; sin embargo, este hecho
forma parte de la complejidad del proceso de la rebelión pan-andina.
Otro tema complicado es la relación con la religión católica; las
rebeliones no se desprendieron de los imaginarios cristianos,
recurrieron a éstos tanto en forma sincrética como directa. Esto se ve
en la relación que tenía Tupac Katari con los curas que asistieron en el
campamento militar indígena. Sin embargo, estas ambivalencias no
opacan de ninguna manera la conducción de la rebelión indígena y del
sitio a la ciudad de La Paz, sino que muestran el desarrollo del proceso
en esta etapa, su desenvolvimiento molecular, avanzando,
emancipándose de las ataduras coloniales. Todo esto forma parte de la
complejidad y riqueza del levantamiento indígena del siglo XVIII.
27Ibídem: Pág. 225.
58
La revolución negra
¿Qué es el colonialismo? Esta pregunta es grave, sobre todo cuando se
tiene que responderla ante los abominables hechos de la esclavización,
del comercio de esclavos y la trata de humanos reducidos a las
condiciones de la mayor bestialidad inimaginables. La realidad supera
a la imaginación. Por otra parte hablamos de bestialidad, no de
animalidad, pues los animales son otra cosa; la bestia es la invención
59
humana más atroz. Quizás es la realización de sus más terribles
pesadillas. La pregunta también es: ¿de qué es capaz el hombre? No
estamos hablando de la mujer, pues ellas, la pluralidad, han sido
reducidas también por la dominación masculina a distintas condiciones
de subalternidad, de sumisión y de goce. ¿Cómo llegaron a inventarse
un régimen tan espantoso como el comercio de esclavos y la cruel
esclavización de la modernidad y de los orígenes del capitalismo? ¿Qué
los empujo a cometer semejantes crímenes en tan gigantesca escala?
¿El dinero? ¿La ganancia? ¿La abismal diferencia de poder, es decir de
dominio, basado en la superioridad en los mares y en la tecnología
militar?
Con la conquista del quinto continente, Abya Ayala, se generaron
transformaciones en la estructura y correlación de fuerzas en el
mundo; Europa salió de su aislamiento por el Atlántico, convirtiéndose
la península de Eurasia en el centro y el eje de los nuevos circuitos
mercantiles. Abya Ayala fue desbastada de norte a sud, de este a
oeste, generando el despoblamiento a consecuencia del genocidio y
etnocidio sumados. Esto fue francamente problemático incluso para los
regímenes coloniales pues ya no contaban con mano de obra servil en
vastos espacios geográficos, tanto para el trabajo de las minas como
para el trabajo de las plantaciones. El dominico Bartolomé de las Casas
preocupado por la desaparición de la población indígena, y ante la
descomedida y reiterativa violencia de los conquistadores, quienes no
cumplían ni con las leyes coloniales, que protegían a los indígenas
como vasallos del rey, leyes de indias; el dominico, quién había logrado
convencer a los reyes de que los indígenas eran humanos y tenían
alma, propuso para salvar a la población indígena ante los atropellos
que no parecían detenerse, que se trajesen esclavos del África para
realizar las duras tareas a que eran sometidos los indígenas.
Comenzaron los españoles, después les siguieron los portugueses,
continuaron los holandeses, franceses e ingleses. Se convirtió el tráfico
de esclavos en el negocio más rentable, además de traer efectos
multiplicadores con el trabajo esclavo, energía productiva no-pagada,
sobre todo en las plantaciones.
El vaciamiento del África negra, el traslado de grandes contingentes de
hombre, mujeres y niños, arrancados de sus aldeas, hacia el nuevo
continente y sus islas del caribe, fue producto de una gigantesca
empresa descomunal, que involucraba a la marina de varios países
europeos, en mutua competencia. Muchísimos murieronprimero en el
transcurro del viaje por tierra; después en los calamitosos depósitos
60
de humanos, donde los hacinaban; seguidamente, en las estructura
de los barcos, donde prácticamente los tapiaban en estrechos espacios.
Esta iniquidad fue cambiada por subidas temporales a la cubierta, para
elevar la moral depresiva de los esclavos. Este era el momento que
algunos aprovechaban de liberarse de este infierno; muchos esclavos
transportados, para escapar de esta condena inaudita, se arrojaban al
mar a la menor oportunidad. El costo de muertes fue muy alto en este
comercio de esclavos, compensado, según los cálculos mercantiles de
los esclavistas negreros, con la venta de los cargamentos. Este crimen
de lesa humanidad, esta deuda irremediable nunca fue pagada por
Europa y los otros países involucrados en el comercio de esclavos,
como Estados Unidos de Norte América. Tuvieron los propios esclavos
que revelarse para conquistar su libertad.
La historia de la revolución negra de Haití es una de las más profundas
y reveladoras del nacimiento de la política moderna, del alcance de las
conquistas democráticas y de las conquistas de los derechos humanos,
del sentido histórico que adquirieron, para no ser meras abstracciones
en los discursos y en las constituciones. En cierto sentido, en términos
de la concreción de la significación histórica, el significado de la
emancipación alcanzó con a revolución negra mayor profundidad que
la revolución francesa debido al carácter descolonizador de la
revolución, a la elevada liberación que lograba la rebelión de los
esclavos, al admirable gesto liberador de los humanos más destruidos
y condenados de la tierra, reducidos a propiedad absoluta de los amos
esclavistas, reducidos a la condición deshumanizada de meros
instrumentos de trabajo, a la condición más inhumana y brutal que se
puede imaginar. El grito de la revolución negra viene desde la herida
más profunda, más desgarrada, desde el abismo más oscuro del ser
humano. Acompañando a las conquistas más democráticas de la
revolución francesa, los derechos del hombre, la igualdad, la
fraternidad y la solidaridad, la abolición de la monarquía y las
aristocracias, entre ellas la aristocracia de sangre, se levantaron los
esclavos de la isla la Española, del lado de la posesión francesa.
Quemaron las plantaciones de caña de los colonos blancos,
expulsándolos de sus propiedades, haciéndolos huir, devolviéndoles la
violencia que ellos cristalizaron en sus huesos, arrinconándolos a las
ciudades y a los puertos, tomando territorios y hasta poblados. Así
comenzó la larga guerra civil de Haití que duraría como una docena de
años.
61
Hay que aprender de estos conmovedores acontecimientos, que son
como los dolores de parto de la modernidad, hay que penetrar hasta
la raíz de la convulsión misma, de la potencia social de la revolución
negra, para comprender la capacidad creativa de los explotados de la
tierra, convertidos en insurrectos. La lucha por la igualdad nunca se
hubiera entendido a cabalidad si no hubiera sido por estos hombres y
mujeres de color que exigieron este reconocimiento de igualdad, en
sentido pleno y concreto, en el sentido profundo de la conmovedora
condición humana, con la abolición de la esclavitud. Tocaron lo más
irracional de los prejuicios humanos de entonces, el prejuicio racial,
por el color de la piel. Interpelaron incluso a los revolucionarios de
París, a la Convención, a la Constituyente, al Directorio, pero sobre
todo a los revolucionarios de París, los san culottes, al pueblo
trabajador parisino, que empujó a la Asamblea a apoyar a los
insurrectos negros, a sus demandas por la abolición y el
reconocimiento a la igualdad. Esta alianza entre explotados fue clave
para extender la fuerza de combate del ejercito negro de Toussaint
L’Overture, que venció al ejército monárquico francés, al ejercito
colonial inglés, al ejército español y, por último, con la continuidad de
la lucha al mando de Dessalines, al ejército napoleónico invasor.
Esta historia de la revolución negra ha sido ocultada o disminuida a
acontecimiento local por la llamada historia universal, historia oficial
de la legitimación del orden mundial, del orden imperialista, por el
intencional ocultamiento de los historiadores de la modernidad. Son
pocos los historiadores que han sacado a luz las grandiosas
dimensiones de esta revolución, entre ellos el conocido historiador
marxista C.L.R. James, quien en su famoso libro Los jacobinos
negros28 devela el papel crucial de la revolución negra en la
configuración de un mundo post-esclavista, en el transcurso de la
transformación de la re-configuración europea y posteriormente
americana. ¿Cuánto se les debe a estos revolucionarios de color en la
historia de las conquistas democráticas? Es indudable su gran aporte
en la lucha anticolonial y descolonizadora, incluso en la arqueología de
las teorías de la descolonización. Esto es importante decirlo pues hay
algunas corrientes académicas y algunos intelectuales contemporáneos
que se creen los portadores de las teorías de la descolonización. No
solamente esta es una muestra desproporcionada de falta de humildad
sino una manifestación de desprecio académico por los movimientos,
28C.L.R. James: Los jacobinos negros. Toussaint L’Ouverture y la revolución de Haití. Fondo de CulturaEconómica 2003; México.
62
procesos y discursos descolonizadores, íntimamente arraigados con
estos acontecimientos transgresores de órdenes de dominación
colonial, con estas insurrecciones y guerras anticoloniales. Uno de los
creadores del discurso descolonizador y de las bases de la teoría
descolonizadora es pues Toussaint L’Overture. En su correspondencia
se encuentra expuesta con suma claridad las tesis más caras de la
descolonización. Esto se debe sobre todo a la lucidez crítica contra el
régimen esclavista, basada precisamente en la experiencia
desgarradora y destructiva de la esclavitud. Experiencia que permite
abrir a la mirada los lugares y las escenas más degradantes donde
puede ser arrojado el ser humano. La convicción por la emancipación
de los esclavos, no sólo de la isla, sino incluso de los que se
encontraban en América, era en él una convicción por la emancipación
humana. No podía separar la lucha de los esclavos de la lucha por las
emancipaciones de la humanidad de las cadenas de sus dominaciones,
impuestas por los amos, patrones y burgueses. No era pues el
proletariado obrero la última de las clases, los que nada tenían que
perder, sino estos proletarios esclavos, convertidos en propiedad,
susceptible de destrucción, reducidos a la condición de meros
instrumentos de trabajo, despreciados y maltratados, como no se lo
hace con las máquinas; oprimidos bestializados por la violencia colonial
y esclavista. Eran los esclavos los que debían liberar al mundo de las
dominaciones que se asientan sobre la matriz colonial. No podía haber
paz mientras no se reconociese la plena libertad y por lo tanto la
igualdad entre los humanos, cobre todo el reconocimiento de esta
condición a los humanos reducidos a esclavos. No puede haber una
sociedad libre basada en el régimen esclavista, base del sistema
colonial. Como republicano fincó sus esperanzas en la república
francesa; empero cuando el proceso revolucionario derivó en una curva
regresiva, cuando los jacobinos llegaron a su límite con el laberinto del
terror, sin atreverse a seguir a los comunistas, a lossan culottes, por
lo tanto quedando solos, aislados de las masas revolucionarias,
comenzó la etapa reaccionaria del proceso.Esta etapa fue conducida
por la nueva burguesía, que apartó a las masas de toda influencia en
el Congreso, llevando al proceso al termidor y después al régimen
bonapartista. Toussaint vio el peligro de una intervención napoleónica
y el retorno a la esclavitud de sus compatriotas liberados, seres
humanos ya en armas y trabajadores libres. Esta situación lo obligó a
tomar toda la isla, la parte española de Santo Domingo, para evitar o
contener el desembarco de las tropas napoleónicas.
63
Esta sensibilidad ante las variaciones de las coyunturas de un proceso
dramático lo llevó a entender que la garantía de la abolición de la
esclavitud no se logra sólo con la ley abolicionista, el reconocimiento
de libertad para los esclavos, por parte de la república francesa, sino
que era necesario garantizar la abolición en el tiempo. Esto significaba
la independencia y la construcción de una república negra. A esta
conclusión no llegó Toussaint L’Ouverture, pues se mantuvo fiel hasta
el final a la república francesa; fue su comandando Dessalines quién
comprendió más radicalmente la situación y supo sacar las
consecuencias de las enseñanzas de la guerra anticolonial que llevaron
a cabo.
Historia y emancipación
C.R.L. James condensa la historia de la revolución de los esclavos de
Haití en las primeraspáginas de su libro de la siguiente manera:
En 1879, la colonia de Santo Domingo de las indias occidentales
francesas representaba las dos terceras partes del comercio de Francia
con el exterior y era la isla comercial más importante para el tráfico de
esclavos europeo. Era parte integrante de la vida económica de la
época: la mejor colonia del mundo, el orgullo de Francia y la envidia
de todas las demás naciones imperialistas. Toda su estructura
reposaba sobre el trabajo de medio millón de esclavos29.
En agosto de 1791, a dos años de la revolución francesa, los esclavos
se revelaron. El combate duró 12 años, hasta la declaración de
Independencia. El ejército de esclavos derrotó paulatinamente,
primero a los blancos colonos de la isla y propietarios de plantaciones,
después al ejército monárquico francés, resistieron a la invasión
española, a la armada británica que lanzó sobre la isla, en plena crisis,
una expedición de 60 000 hombres; por último vencieron a la
expedición napoleónica de tamaño similar a la británica, comandada
por el cuñado de Napoleón Bonaparte. La derrota del ejército de
Bonaparte desembocó en 1803 en la creación del Estado negro de Haití.
Se trata de la única revuelta de esclavos en la historia que salió con
éxito. Los problemas que tuvo que enfrentar la revolución muestran
patentemente los grandes intereses que estaban en juego. Lo que
29 C.R.L. James: Ob. Cit.; pág. 17.
64
llama la atención es la potencia de transformación de la energía
emancipatoria liberada; de esclavos temerosos ante la sólo presencia
de un hombre blanco, se convirtieron en una fuerza revolucionaria
capaz de derrotar a las potencias europeas dominantes de entonces30.
La expedición de Cristóbal Colón fue primera que desembarcó en estas
islas paradisiacas del Caribe, primero en la isla de San Salvador,
después en la Isla que será bautizada como la Española, donde se
encuentra Haití. Los españoles preguntaron dónde había oro y los
nativos le señalaron la gran isla donde se encontraba el precioso metal,
isla donde ahora se encuentran Haití y Santo Domingo, bautizada en
el desembarco de los conquistadores como la Hispaniola. Se trata de
una de las islas grandes del Caribe, en comparación se puede decir que
es de un tamaño equivalente a la isla de Irlanda31.
Refiriéndose a este momento el autor de los Jacobinos negros escribe:
Los españoles, los europeos más adelantados de la época, se
anexionaron la isla, la llamaron la Hispaniola, y asumieron la protección
de los atrasados nativos. Introdujeron el cristianismo, el trabajo
forzado en las minas, el crimen, la violación, los perros asesinos, las
enfermedades desconocidas y la hambruna planificada (mediante la
destrucción de los cultivos para que los rebeldes murieran de hambre).
Estos y otros requisitos de la civilización superior redujeron la población
nativa de entre medio a un millón de habitantes a 60 000 en 15 años32.
Bartolomé de las Casas, un sacerdote dominico, contando con la
experiencia dramática de la población nativa en la colonia, viajo a
España para defender la abolición de la esclavitud de los nativos. La
pregunta que les hizo a los monarcas es: ¿cómo iba a perdurar la
colonia sin los nativos? Todo lo que recibían como paga los nativos era
la cristianización y se encontraban obligados a trabajar en las minas.
Los monarcas accedieron al pedido. La corona abolió los
repartimientos, el trabajo forzado; empero esto quedó en los papeles,
pues los encargados de los trabajos y a economía siguieron practicando
el trabajo forzado, a pesar de las disposiciones de la corona. Bartolomé
de las Casas abrumado por la contundente realidad, donde veía la
desaparición de la población nativa, sugirió la idea de importar
robustos esclavos del continente africano. En 1517 Carlos V autorizó la
exportación de 15 000 esclavos a la isla de Santo Domingo. De esta
30Ibídem: Pág. 17. 31Ibídem: Pág. 21. 32Ibídem: Pág. 21.
65
manera el sacerdote y el rey trajeron a esta parte del mundo el
comercio de esclavos33.
Llegaron a las islas del Caribe toda clase de forasteros y aventureros,
venían a la Española desde las islas cercanas; eran cazadores,
cultivadores de café y algunos ganaderos. Los españoles decidieron dar
guerra sin cuartel a estos advenedizos, optaron por matar a las cabezas
de ganado. Ingleses, francés y españoles se entrabaron en una lucha
despiadada que desgarró a la isla, hasta que en 1695 el Tratado de
Ryswick, suscrito entre España y Francia,otorgó a Francia la posesión
legal de la parte occidental de la isla. Una vez que se asentaron los
colonos se necesitó cada vez más cuerpos y brazos para descargar su
energía en los duros trabajos requeridos; se decidió traer contingentes
de esclavos del África. Vinieron por centenares de miles a poblar la isla,
transformando su composición demográfica34.
Un cuadro devastador de este comercio de esclavos dibuja C.L.R.
James:
Los traficantes de esclavos saquearon las costas del golfo de Guinea.
Devastaban una zona y a continuación proseguían su marcha hacia
occidente, y a continuación hacia el sur, década tras década, desde el
Niger hasta las riberas del Congo, desde Loango y Ángola hasta el cabo
de Buena Esperanza, y en 1789 habían llegado incluso a Mozambique,
en la costa oriental del África35.
Los traficantes de esclavos se abalanzaron sobre aldeas campesinas,
que tenían una mejor organización que los pueblos de campesinos
europeos para la agricultura. Destrozaron estos sistemas de cultivos,
empujando a poblaciones a la hambruna y a la degradación. Los
humanos eran cazados en el interior, atados los unos a los otros en
columnas, cargados con pesadas piedras para evitar tentativas de
fuga, obligados después a emprender el largo camino hasta el mar,
incluso de cientos de kilómetros en muchos casos. La parte despiadada
la cargaban los enfermos y los débiles, se desplomaban para morir en
la selva. Una vez sufrido estos dramáticos percances, eran
transportados hasta la costa en canoa, tendidos en el fondo de las
embarcaciones durante días que parecíanimperecederos, con las
manos atadas, los rostros expuestos al sol y a la lluvia tropical, las
espaldas sobre el agua acumulada en la concavidad de las canoas.
33Ibídem: Pág. 22. 34Ibídem: Pág. 22. 35Ibídem: Pág. 23.
66
Cuando por fin se llegaba a los puertos de embarque, se los encerraba
en “empalizadas” para ser inspeccionados por tratantes de esclavos.
De este modo millares de seres humanos se aglomeraban en estos
“antros de putrefactos”, en los que se dice que ningún europeo podía
mantenerse de pie por más de un cuarto de hora sin desmayarse. Los
africanos también se desmayaban, pero se recuperaban o morían. El
número de bajas en las “empalizadas” llego a rondar por el 20%36.
Cuando se emprendía el viaje por mar, en los barcos, se comprimía
literalmente a los esclavos en galerías escalonadas. A cada esclavo de
le asignaba un espacio reducido apenas de un metro y medio de largo
por un metro de alto. Se puede comprender que las revueltas en los
puertos y a bordo de los navíos eran incesantes. Por eso se tomaron
medidas; se encadenaba a los esclavos, la mano derecha a la pierna
derecha, la mano izquierda a la pierna izquierda, enganchándolos en
fila a largas vigas de hierro. Puede uno imaginarse el infierno vivido en
esas embarcaciones, donde los esclavos prácticamente tapiados,
apenas podían moverse. Se los sacaba para limpiar los cubículos y
volverlos a meter37. Cuando se llegaba a destino del mercado de
esclavos, eran subidos a cubierta donde eran minuciosamente
examinados, antes de ser comprados.
Podemos decir que el infierno volvía a comenzar en el nuevo mundo
donde fueron vendidos los esclavos. Ahora comenzaba la faena del
trabajo forzado, plagado de múltiples violencias. El trabajo en las
plantaciones era extenuante, la noche era relativamente un sosiego,
empero cuando amanecía maldecía el comienzo del día que los
condenaba al tormento rutinario del trabajo esclavo. Eran castigados
por cualquier falta con azotes de látigo que restañaban en sus
espaldas, que no solamente los dejaba mal trechos sino a veces los
mataba. El Código Negro de Luis XIV trató de corregir este martirio,
disminuyendo los castigos, los azotes, y determinando horas de comida
y descanso. Empero fue un saludo a la bandera, pues los que deberían
llevarlo a cabo no cumplían, siguieron con sus prácticas de violencia
descarnada. In embargo, a pesar de esta destrucción sistemática de
toda humanidad, los esclavos recurrieron para escapar de esta
condena a la danza y a los cantos. No se pudo aplacar el sueño de
emancipación, este sueño reapareció en el culto del vudú, cuando
bailaban y cantaban su letra favorita:
36Ibídem. Pág. 24. 37Ibídem: Pág. 25.
67
Eh! Eh! Bomba! Heu! Heu!
Canga, bafio té!
Canga, mouné de lé!
Canga, do ki la!
Canga, li!
Canción que quiere decir en la traducción: Juramos destruir a los
blancos y todas sus posesiones; mejor morir, que faltar a este
juramento.
Estratificación social en la colonia esclavista
En las colonias es importante tener en cuenta la estratificación racial,
pero también la estratificación social, estratificaciones que
conformaban estas sociedades de profundos contrastes, construidas al
calor de violencias desmedidas y avances intensos del capitalismo y
sus mercados. En el caso de Haití, el contraste mayor se daba entre
blancos europeos y esclavos africanos; empero, en ambos conjuntos el
cuadro no era homogéneo. Estaban los colonos propietarios de
plantaciones, empero, como encima de ellos se encontraban los
funcionarios y los militares de la monarquía; no todos del mismo rango.
Entre los colonos había grandes, mediano y pequeños propietarios.
Debajo de los colonos blancos, había otros blancos que no eran
propietarios y vivían en las ciudades; algunos de ellos funcionarios de
bajos puestos, comerciantes, artesanos, incluso marginales. Entre
blancos y esclavos africanos, había quienes no eran ni blancos ni
negros, estos son las diversas tonalidades de los mestizos. Algunos
llegaron a ser propietarios de plantaciones y ricos comerciantes,
incluso se formaron profesionalmente en París; había abogados.
Empero la masa de mestizos se encontraba también en las ciudades
cumpliendo labores en los intersticios del mercado, incluso llegaban a
puestos de funcionarios o de empresas comerciales. El mestizo adquiría
un código racial mas o menos positivo en la medida que se acercaba
su tonalidad de piel al blanco, en tanto que adquiría un código racial
negativo en la medida que su tonalidad de piel se acercaba al negro.
Se llegó al colmo de hacer una clasificación detallada de estas diversas
tonalidades. En el conjunto de los negros, tampoco había
68
homogeneidad; aunque la masa se encontraba en los esclavos
africanos trabajadores de las plantaciones y del campo, había esclavos
privilegiados, si se puede hablar así, que tenían tareas domésticas en
casa de los patrones. Con el tiempo también aparecieron los esclavos
libertos, así como los que escaparon al monte en busca de su libertad,
los cimarrones. Algunos de los esclavos con ciertos privilegios y tiempo
se llegaron a formar, aprovechando el aprendizaje de la lectura y de la
escritura. Uno de ellos fue Toussaint L’Ouverture.
Hay que interpretar el desafío de la composición social de las
sociedades coloniales. Estamos hablando de islas donde prácticamente
han desaparecido las poblaciones nativas; entonces sobre los
cementerios indígenas se estructuraron estas sociedades. Bartolomé
de as Casas no pudo salvarlos en estos lugares tropicales, fueron
sustituidos por las poblaciones africanas y los afrodescendientes. En
estas sociedades coloniales lo que nunca hay que perder de vista es
que es la energía expropiada de los cuerpos de los esclavos la que dado
lugar a la dinámica económica, social, política y cultural de las
estructuras e instituciones coloniales. El dominio colonial se inscribe en
estos cuerpos y los engancha o todo el circuito económico y comercial
del Atlántico, a todo el proceso de acumulación de capital, por lo tanto
a la formación de las burguesías europeas comerciales, mercantes y
marítimas, también a la burguesía financiera.
Los colonos eran la clase dominante en Haití, empero no eran la clase
dominante en Francia. La clase dominante en Francia era la burguesía
configurada en todos sus estratos. Desde la comercial hasta la
industrial, pasando por la marítima y comenzando a traspasar los
propios limites de la burguesía industrial, la formación de la burguesía
financiera, en el marco de las nuevas finanzas del sistema capitalista.
Son las burguesías marítima y la comercial las que van a incidir en el
curso de los acontecimientos de la guerra anticolonial de Haití; sus
decisiones, en una etapa avanzada de la guerra y en una etapa
regresiva de la revolución francesa, van a provocar la caída de
Toussaint L’Ouverture y el curso a la independencia de Haití, conducido
por Dessalines, que se va a entronar como rey de la nación
independiente. Los colonos blancos fueron la causa inmediata del
levantamiento de los esclavos, la explotación desmedida de estos
colonos sobre sus propiedades humanas es la causa de esta
acumulación de odio y deseo de venganza, base pasional de la
acumulación de fuerzas en tal intensidad que van a estallar convertidas
en una rebelión imparable.
69
¿Cómo explicar esta estructura racial y social colonial? Los colonos no
son bien vistos en Francia, ni en la Francia monárquica, ni en la Francia
republicana, aunque van a ser los que aparen y sostengan a la
decrépita nobleza francesa, en sus últimos días. Son como los nuevos
ricos, que, cuando contaban con suficiente dinero, se iban a París o al
interior, vivían de sus rentas, dejando administradores de sus
plantaciones en la isla. Otros, que no gozaban de este atesoramiento,
se quedaban administrando directamente sus plantaciones, optando
por viajar de vez en cuando, también mandando a sus hijos a estudiar
en París. Empero, la presencia de estos colonos dependía de la
ocupación militar y de la burocracia gobernante, quienes estaban
directamente vinculados con las estructuras de poder de la monarquía,
después de a república. Los funcionarios y militares de alto rango se
sentían estar por encima de los colonos, aunque dependieran de sus
sueldos. Es posible, que algunos de ellos hayan cruzado la línea y se
hayan convertido también en propietarios de plantaciones y de
esclavos. Sin embargo, administraban, en todo caso un régimen
esclavista.
Como dice C.R.L. James, las dos terceras partes del comercio francés
dependían de la isla. Podemos entonces decir que se trata de una
economía capitalista asentada en la explotación de los esclavos. La
economía capitalista tiene en sus cimientos las cavernas de la
esclavización. Se sostiene en este despojamiento. Esta es la razón de
la manera desesperada con la que se aferraron a la colonia y se
embargaron en una guerra desgastante. Lo que ocurre con Francia
monárquica, también ocurre con Gran Bretaña y Holanda, aunque con
sus diferencias y contextos propios. También ocurría con España y
Portugal, sólo que en este caso, hablamos de estados territoriales
coloniales, empero con menor desarrollo capitalista, quizás estancados
en un capitalismo comercial con incipiente desarrollo industrial, por lo
tanto no pudiendo ser suelos del centro de la acumulación ampliada de
capital.
Lo que interesa en estas anotaciones es observar que no se puede
comprender a estas sociedades coloniales y sus estratificaciones
independientemente de lo que ocurre en el mundo de los circuitos
donde están integradas. Se trata de flujos y circuitos, flujos de muerte,
cuando se trata de la desaparición de las poblaciones nativas; flujos
del tráfico humano, cuando se trata del transporte y asentamiento de
contingentes de esclavos en las plantaciones y en las minas; flujos de
colonizadores, cuando se trata de la llegada de los blancos a las islas.
70
También se trata de circuitos, circuitos dinerarios y de mercancías;
circuitos de navegación, que articulan las islas al continente
dominador;circuitos militares, cuando se trata de las expediciones
punitivas. En el curso de la guerra anticolonial, se va a tratar también
de alianzas; alianzas entre esclavos y cimarrones, al principio; alianzas
de esclavos con negros libertos, alianzas de esclavos con mestizos;
aunque también, en ciertos momentos de la guerra, alianza de esclavos
con republicanos blancos, que eran en gran parte habitantes urbanos.
En el caso de los delegados enviados por la república, en su momento
de mayor radicalidad, incluso alianzas entre el ejercito negro y altos
funcionarios y oficiales del ejército francés, sobre todo en la lucha
contra los británicos.
¿Cómo se forman las clases sociales? ¿Cómo se forman las
estratificaciones? ¿Cómo se forma la estratificación y la estructura
social racial? Estos fenómenos no pueden explicarse a partir de la tesis
del determinismo económico; no es el modo de producción el que
explica la formación de clases sociales, sobre todo tratándose del modo
de producción capitalista. El modo de producción puede consolidar y
petrificar a las clases sociales, pero no las inventa. Este es un
fenómeno que tiene que comprenderse a partir de sus actos
constitutivos. Ya lo decía Thomson cuando ventilaba su interpretación
de que la lucha de clases es la que crea a las clases sociales. Es pues
una acción violenta y de dominación la que funda a la clase dominante
y a la clase dominada. Es la conquista de las islas del caribe, el
genocidio y el etnocidio sobre las poblaciones nativas, el despojamiento
de sus tierras y recursos, el tráfico de esclavos, el asentamiento de
propietarios de plantaciones, acompañados de las instituciones
administrativas, como acontecimientos de irrupción, los que se colocan
como condicionantes históricas y políticas en la constitución de las
clases, de las razas, en la formación de las estructura sociales
coloniales.
La colonización no solamente debe verse como la expansión del
capitalismo, como procedimiento violento de conquista y
despojamiento, no solo debe entenderse como forma de dominación
basada en la inscripción y marca de los cuerpos, codificados en la
diferencia jerarquizada del color de piel, legitimando el mismo acto de
conquista y dominio, sino también debe comprenderse como
acontecimiento avasallante de formación de sociedades nuevas,
asentadas en suelos conquistados. Sociedades que pueden
caracterizarse de barrocas por el tipo de composiciones sociales
71
estratificadas que conforma, por las mezclas que ocasiona, por la
yuxtaposición de flujos, de circuitos, de alianzas, incluso de
instituciones complejas. A la luz de la experiencia de las islas del caribe,
podemos ver que se trata de una sociedad totalmente nueva, debido a
la desaparición de los pueblos nativos; una sociedad compuesta por
esclavos, en la base, por colonos, en la cúspide, pasando por libertos,
cimarrones, mestizos, estratificaciones de blancos. No se ve aquí
yuxtaposición de temporalidades, como en el caso de las colonias en
Mesoamérica y en los Andes. Se trata de una colonización en sentido
pleno de la palabra; adaptación al paisaje y adecuación del medio a los
requerimientos del mercado capitalista. Transformación del medio y
también transformación de las mismas poblaciones migrantes, de las
mismas clases.
Con la colonización observamos un fenómeno peculiar. Se forman
sociedades nuevas, que no son pre-capitalistas, como se las ha
calificado en cierta literatura marxista, sino todo lo contrario, son la
plena consecuencia de la expansión capitalista; se forma sociedades
nuevas, limítrofes, de avanzada, con estas combinaciones y
composiciones arrojadas por los requerimientos del mercado. Son
sociedades como un espejo del futuro en los horizontes del mismo
capitalismo. Esto es lo que arma el capitalismo; arrasa la tierra
conquistada e instala sus artefactos, sus flujos, sus migraciones, sus
circuitos. Instala su propia historia desentendiéndose de las historias
pasadas, de sus herencias, de las que no puede escapar en Europa y
en las regiones donde perduran las sociedades antiguas. El modo de
producción capitalista no hay que verlo en los talleres de las fábricas,
como se ha acostumbrado a hacerlo, sino en estas colonias, donde se
ofrece de manera descarnada. La misma proliferación de las fabricas y
talleres, su mismo desarrollo, la revolución industrial, no podrían
explicarse sin esta expansión violenta de la colonización.
El capitalismo es eso, despojamiento, no solo explotación, migración y
flujos, asentamientos coloniales, utilización extrema de los cuerpos en
la forma de trabajo esclava, implantación de una maquinaria social
adecuada plenamente al mercado, a los requerimientos del mercado y
del capital. Marx se equivocó en este tema al focalizar su análisis en
Europa y creer que el origen del capitalismo se generó en la península
de Eurasia. No, el capitalismo sólo es explicable como sistema-mundo.
La extrema forma del capitalismo es el colonialismo y la colonización
modernos. En las experiencias coloniales se alojan los secretos del
capitalismo, sus orígenes y su fin.
72
A estas alturas hay que hacer una anotación. La experiencia mundial
de la expansión del capitalismo y la modernidad a través de los
procedimientos de la colonización, la experiencia desbocada del
capitalismo en su plenitud, destilando sus distintas formas, abriéndose
camino con las armadas, las conquistas, los despojamientos, las
migraciones, los tráficos de esclavos, los circuitos mercantiles, las
transferencias de recursos naturales, nos muestra que de lo que se
trata en el fondo no es de apropiación de tiempo no pagado a los
obreros empleados. Esta medida no hace otra cosa que ratificar la
mirada aritmética de la economía política clásica. El tiempo es una
medida; esta medida oculta lo que está ocurriendo realmente. Aunque
clasifiquemos el tiempo a partir de la diferencia en tiempo excedente y
tiempo necesario, no se resuelve el problema. No es de tiempo de lo
que se apropia la máquina capitalista, sino de energía, de energía
humana y de energía en todas sus formas encontradas en la
naturaleza. La esclavización, el comercio de esclavos, la incorporación
del trabajo esclavo, muestra patentemente a cuerpos humanos
reducidos a meros portadores de energía, la misma que se transfiere
a través del trabajo. Humanos sin derechos, convertidos en propiedad
de los patrones, se articulan como recursos energéticos, recursos
vivos, en este caso, a los flujos y circuitos del capitalismo. Lo mismo
ocurre con los obreros; aunque obtengan un salario, son convertidos
mientras se emplean sus cuerpos en el taller de la fábrica en meros
portadores de energía, la que es apropiada, privatizada, usada en el
proceso de producción.
La metafísica de la economía política, de la contabilidad económica, ha
borrado esta evidencia indudable al obviar este acontecimiento
material, reduciendo el acontecimiento a una contabilidad del tiempo,
a una medida. Marx cayó también en esta metafísica. Por eso su critica
de la economía política no pudo romper los propios marcos de la
legitimación de la producción basada en la explotación del proletariado,
también, como hemos vistos, la violenta explotación desmesurada de
los esclavos. Cuando basamos la crítica al sistema mundo-mundo
capitalista, al modo de producción capitalista, inherente al sistema-
mundo, quizás su núcleo orgánico, en la apropiación de la energía
humana y de la naturaleza podemos destrozar los límites del marco de
legitimación de la explotación capitalista. Recién la crítica adquiere su
plenitud materialista, en cuanto lectura de la potencia inherente a los
cuerpos humanos y a los seres naturales.
73
El capitalismo se apropia de la vida y de la energía. Privatiza los ciclos
vitales y se apropia de la energía, de los flujos energéticos, de las
distintas formas de energía, las introduce a sus múltiples procesos de
producción y transformación de la materia. Se apropia de la potencia
humana en el trabajo, de las capacidades que expresan esa potencia.
Transfiere la potencia humana al ciclo de producción, esta potencia
forma parte inherente de este proceso; las transformaciones
producidas en el proceso, las realizaciones de estas transformaciones
y cristalizadas en productos, son apropiadas, se privatizan, son
propiedad de empresarios y de empresas. Pero esto no detiene la
circulación y los flujos, la energía circula en todas las formas. La
energía circula y la materia se transforma. Si dejara de circular energía
el capitalismo caería de por si como un castillo de naipes.
La energía es la clave en el proceso de producción, empero no se
concibe este hecho, menos se lo contabiliza, a no ser reducido a
medidas de volúmenes o de fuerzas. También, como hemos visto, la
economía política clásica, reduce la contabilidad a otra medida, la del
tiempo. La economía monetarista es más pragmática, asume la medida
del dinero, como equivalente general. La medida suprema del
capitalismo. El tiempo ya es una medida, se mide el tiempo
aritméticamente, y se valora el tiempo en dinero. Toda esta
contabilidad esta sostenida en la metafísica de la economía política.
Esta es la manera de borrar la dinámica material de la energía y de la
vida. Pues si se pusiera al descubierto, se pondría en evidencia los
costos materiales del capitalismo. Este sistema de producción no puede
desarrollarse sin destruir la vida, la naturaleza, para apropiarse de la
energía que contienen.
La energía circula en la tierra en forma de ciclos, se reproduce. Cuando
se trata de lo que se identifica en la jerga de recursos no renovables,
cuando se habla de yacimientos, nos referimos a largos procesos de
formación, de consolidación, de sedimentación, de formación de
bolsones y vetas, de distribución geológica. En todas sus formas
hablamos de energía. La energía que contiene y desprende el ser
humano tiene su propia modalidad, sobre todo por las características
de este ser colectivo y social. No sólo se trata de desgaste psíquico y
físico, de acuerdo a la caracterización del trabajo de la economía
política, hablamos de saberes, conocimientos, destrezas, habilidades,
culturas, hablamos del intelecto general, también de formas de
asociación y acumulación de energía. El problema es que cuando esta
energía es desviada de sus ciclos vitales, de la reproducción de la vida,
74
se está afectando a los mismos, ocasionando entropía, pérdida
irremediable de energía, destrucción de sus ciclos. El capitalismo crea
entropía, desperdicia energía con el objeto de acumular una ilusión, la
medida de una medida, el dinero. Claro que se produce
transformaciones materiales, como las de la revolución industrial y la
revolución cibernética, empero estas transformaciones son como
dispositivos tecnológicos para seguir efectuando los mismo, la
apropiación de energía con fines privados, sacándola de sus ciclos
vitales, produciendo entropía y ocasionando desequilibrios que son
como las condiciones de posibilidad de la muerte, la desaparición de la
vida y de la energía.
Visto desde este punto de vista, el capitalismo es no sólo un modo de
producción sino también una maquinaria contable, una maquinaria
contable que hace desaparecer la misma materialidad de la producción,
la convierte en un presupuesto de lo único que interesa, la contabilidad
de la acumulación dineraria. ¿Cómo ha podido caer el ser humano en
tan extraña sociedad de la contabilidad dineraria? Todo se convierte en
un presupuesto de esta metafísica aritmética, incluso las propias
satisfacciones de necesidades, el bienestar; todo esta destinado a
valorizar el dinero. Hay dos caminos complementarios que se pueden
tomar en este momento; el de la critica a la metafísica de la economía
política; también el de la critica materialista al des-potenciamiento de
la vida y de los ciclos vitales, a partir de la destrucción de la energía y
sus condiciones de reproducción que ocasiona el capitalismo.
Optamos, en principio por lo segundo. Esta critica la retomaremos más
tarde, pues debemos volver a nuestro asunto.
Estos problemas son muy pertinentes para entender lo que pasó en
Haití. Primero entender que estamos ante una sociedad nueva, armada
a partir de flujos migratorios, por o tanto estamos ante una
composición barroca, que responde a las transformaciones globales
del capitalismo, a sus productos sociales más liminares y también a
sus deshechos. Este tema estuvo en la cabeza de Toussaint
L’Ouverture, sobre todo cuando vencieron a la armada británica,
cuando enfrentaban la preparación de la expedición napoleónica. Había
preguntas que lo atormentaban, un a de estas era: ¿Es posible
mantener las alianzas conformadas durante la guerra? Con mulatos,
con mestizos, con negros libertos, con blancos, a los que se respetó su
propiedad en las plantaciones; hablamos de los que volvieron y se
mantuvieron bajo el gobierno afro. Hasta el final se mantuvo firme
intentando mantener las alianzas, escribiendo a Napoleón Bonaparte
75
en este sentido, explicándole que era la única manera de que la isla se
mantenga vinculada a la república. Napoleón o entendió nada, ya se
encontraba embarcado en una etapa regresiva de la revolución, optó
por la estrategia de la burguesía mercante, sentar la mano a los
esclavos alzados, volverlos a someter a la esclavización, después de
una guerra de exterminio. ¿Tenía razón Toussaint? La otra pregunta,
entre tantas, era: ¿Ha llegado el momento re romper las alianzas y
conformar un Estado negro? ¿Romper con los mestizos y los blancos;
contraponer a la guerra de exterminio del imperialismo con otra guerra
de exterminio de los blancos?Es Dessalines quien tomó esta
determinación; en cambio Toussaint fue apresado y deportado,
encarcelado hasta su muerte.
El otro tema, el de la lectura del capitalismo desde el des-
potenciamiento de los cuerpos, desde la destrucción de la energía y de
los ciclos vitales, también es importante. Sobre todo para encarar la
experiencia global del capitalismo, su expansión mundial, la formación
del sistema-mundo, basados en la materialidad de la destrucción de la
vida y de la energía.
Las sociedades coloniales nos muestran temprano la violencia
desmesurada de esta destrucción, en los lugares donde se plasma el
capitalismo en su forma descarnada. La tesis es la siguiente: El
colonialismo no solamente es la avanzada del capitalismo, también la
matriz en la que el capitalismo encuentra la fuerza de su expansión,
sino también es el futuro del capitalismo. El capitalismo lleva a esto, a
la explotación por despojamiento; esto lo ha hecho en la inmensa
llamada periferia del sistema-mundo, que en realidad es su tierra
nueva, su tierra prometida, su verdadero territorio. También lo esta
haciendo ahora en los espacios del llamado centro del sistema-mundo,
que en realidad no es otra cosa que centro de acumulación. Descarga
su furia financiera en las sociedades europeas y norteamericanas,
castigando a las llamadas clases medias, además de los trabajadores.
El capitalismo no subsistir puede sin crecer y para crecer tiene que
destruir, incluso en los lugares donde afinca su acumulación y
atesoramiento. El futuro del capitalismo es la recolonización global del
planeta.
La revolución de los esclavos
76
Del libro de referencia, Los jacobinos negros, la parte más intensa
corresponde al relato de los acontecimientos de la larga guerra
anticolonial de los esclavos. C.R.L. James comienza así este relato:
Los esclavos trabajan en la agricultura y su objetivo, como el de los
campesinos revolucionarios en todas las latitudes, era el exterminio de
sus opresores. Pero sus condiciones de vida y de trabajo, hacinados
por centenares en las inmensas factorías que se extendían por la
Llanura del Norte, los aproximaba al proletariado moderno más que a
cualquier grupo de trabajadores de la época, y el levantamiento fue,
por tanto, un movimiento de masas metódicamente preparado y
orquestado. Sabían por amarga experiencia que las tentativas aisladas
estaban condenadas al fracaso, y en los primeros meses de 1791 se
preparaban para la revolución en Le Cap y sus alrededores. El vudú era
la herramienta de la conspiración38.
Boukman, un papaloi o alto sacerdote, era el líder de la insurrección.
Boukman era capataz de una plantación,por sus contactos tanto con
blancos como mulatos se encontraba informadosobre la situación
política de la isla. La atmósfera era como de espera de un
levantamiento; por eso, a fines de junio de 1791, los blancos de Le Cap
y alrededores se encontraban preparados y a la expectativa. El plan
subversivo había sido forjado con antelación y convocando a una gran
mayoría de los esclavos; el plan contemplaba la exterminar de los
blancos y apoderados de la colonia39.
El relato del estallido del levantamiento que hace C.R.L. James es
elocuente:
En la noche del 22 de agosto estalló una tormenta tropical,
acompañada de relámpagos, ráfagas de viento y densos chaparrones.
Valiéndose de antorchas para alumbrar su camino, los líderes de la
revolución accedieron a un claro de los densos bosques de Mourne
rouge, una montaña que rodeaba Le Cap. Boukman impartió allí las
últimas instrucciones y, tras el conjuro del vudú, tras sorber sangre de
cerdo sacrificado, sugestionó a sus seguidores por medio de una
plegaria en criollo que, como de tanto de cuanto se dice en ocasiones
semejantes, ha llegado hasta nosotros. “El dios que creó el sol que nos
alumbra, que riza las olas y gobierna las tormentas, aunque oculto tras
las nubes, nos contempla. Ve todos los actos de los blancos. El dios de
los blancos incita al crimen, pero el dios de los negros inspira la
38Ibídem: Pág. 91. 39Ibídem: Pág. 91.
77
bondad. Nuestro buen dios nos ordena vengar nuestras ofensas. El
dirigirá nuestras armas y nos ayudará. Derribemos el símbolo del dios
blanco que tan a menudo nos ha obligado a llorar, escuchemos la voz
de la libertad, que habla en el corazón de todos nosotros”.
El símbolo del dios de los blancos era la cruz que todos ellos, católicos,
llevaban alrededor del cuello40.
Las tropas que defendían las inmediaciones de las plantaciones
cercanas se retiraron a Le Cap para defender más bien la ciudad, donde
la gente andaba asustada y temerosa. Muchos propietarios huyeron
hacia la ciudad dejando a la suerte a las plantaciones. Una vez que se
vio que la revuelta prosperaba, Toussaint, que tenía contactos con los
líderes, decidió unirse, aconsejo a su propietaria, Bayou de Libertas,
que se retirara a Le Cap para protegerse y refujiarse, mandó a su
propia familia a un lugar seguro, y se integró a la rebelión. Hasta ese
momento se había quedado a cuidar la plantación y a madame De
Libertas. Desde ese instante la vida de Toussaint cambiará
radicalmente, convirtiéndose en el estratega indiscutible de la guerra
anticolonial. C.R.L. James dibuja el semblante de Toussaint de una
manera ejemplar:
La persona que tan metódicamente había decidido unirse a la
revolución era un hombre de 45 años, edad avanzada para aquellos
tiempos, el pelo ya gris, al que todos conocían como Old Toussaint, el
viejo Toussaint. Sobre el caos de Santo Domingo de aquel momento y
de años posteriores sentaría las bases de un Estado negro que
perdurará hasta hoy en día. Desde el momento que se unió a la
revolución se convirtió en líder, y progresó, sin encontrar gran
rivalidad, hasta desempeñar un papel protagonista41.
La guerra se desató, las masacres de un lado y otro se sumaban; eran
más despiadados los blancos, que incluso asesinaban a los esclavos de
las plantaciones que se acercaron asustados, encontrándose ante las
plantaciones devastadas. El líder de entonces, Boukman cayó peleando
valerosamente; como trofeo la asamblea exhibió en Le Cap su cabeza
decapitada. Los blancos en guerra incluso la emprendieron contra los
mulatos, a quienes asesinaban en las ciudades. Los mulatos, que no
habían visto con buenos ojos la revuelta de los esclavos, terminaron
revelándose en el oeste. Se concentraron en Croix-des-Bouquets, un
distrito ubicado a cinco kilómetros de la capital. Rápidamente formaron
40Ibídem: Pág. 95. 41Ibídem: Pág. 96.
78
un núcleo organizativo de dirigentes, de los cuales el más sobresaliente
era Rigaud, hijo de un hombre blancoy una mujer negra. Educado en
Burdeos, aprendió el oficio de orfebre, además de contar con
instrucción militar. Sirvió como voluntario en el ejército francés
combatiendo en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos.
Llegó a ser oficial interino y prestó servicios en Guadalupe42.
La guerra anticolonial, su largo proceso, muestra distintas fases, así
como sus inherentes complejidades. El levantamiento mulato no se
sumó de manera inmediata a la rebelión de los esclavos; al contrario,
en principio se aliaron a los monárquicos contra los republicanos,
además de defenderse también de la insurrección negra. Las
contradicciones entre esclavos y mestizos, comprendiendo a los
mulatos, eran evidentes. Fue un lento proceso de maduración hasta
reconocer al enemigo principal, por así decirlo. En una etapa avanzada
de la guerra, sobre todo cuando la lucha estaba bajo la dirección de
Toussaint, se articuló la alianza entre esclavos, negros libertos,
mestizos y mulatos, además de blancos republicanos. El movimiento
de las alianzas a lo largo del proceso muestra el carácter de la fase de
la guerra anticolonial, la intensidad de la lucha, además del avance del
mismo proceso. Toussaint era muy consciente de este devenir y fue
cuidadoso en el manejo de las alianzas. Cuando la república declaró la
abolición de la esclavitud, en una coyuntura de radicalización de la
propia revolución francesa, empujada por los san culottes, por la
multitud plebeya de París, que reconoció en los propietarios a los
mismos aristócratas, enemigos de la revolución, a los aristócratas de
sangre, los mestizos y mulatos se dieron cuenta que su alianza con los
monárquicos no era otra cosa que extender la discriminación racial, a
pesar de los acuerdo desesperados a que llegaron los blancos
monárquicos con ellos, a un principio. El ejército mestizo jugó un papel
preponderante en la lucha y expulsión de los británicos de la isla.
El itinerario de las alianzas es como el de una curva que comprende la
acumulación de fuerzas, en los momentos más intensos de la lucha y
la disociación de fuerzas, en los momentos dónde se ponía en mesa los
intereses particulares. Sólo al final de la guerra anticolonial, cuando
Toussaint va a ser apresado y exilado, cuando Dessalines se convierte
en el conductor de esta etapa contra la expedición napoleónica, se
toma la decisión de la exterminación de los blancos y su expulsión
definitiva de Haití. Esta experiencia tan intensa nos muestra la
complejidad del proceso y los recorridos laberínticos de la política. Los
42Ibídem: Pág. 101.
79
cambios se producen tanto en Haití como en Francia, también en el
contante europeo. La derrota de los jacobinos, por lo menos de los
radicales, así como el aislamiento de las masas por la política regresiva
de la nueva burguesía, va incidir en el destino del decurso de la guerra
anticolonial y en la suerte de la propia nación de Haití.
Las preguntas al respecto son: ¿Tenía razón Toussaint al insistir en las
alianzas o Dessalines que opta por un Estado negro en alianza con los
afrodescendientes? ¿Depende sólo de su intuición o de las coyunturas
y contextos internacionales? Para entender lo que ha ocurrido debemos
introducir el factor de la geopolítica británica, que quería perjudicar a
Francia quitando de su dominio y control a la isla de Santo Domingo.
Una vez derrotados los británicos por ejército de esclavos y mulatos,
van a proponer primero a Toussaint el apoyo si se independizan,
después a Dessalines. El primero se niega, pues no confiaba para nada
en los imperialistas, el segundo, a pesar de sus primeras reticencias,
termina aceptándola al final. A los británicos no les interesaba la
prosperidad de la isla, buscaban el dominio de los mares y del comercio
mundial. Una vez independizada Haití y convertido en emperador
Dessalines, Haití queda aislada de los circuitos del mercado. Las
potencias europeas no iban a apoyar a un Estado negro.
En este contexto lo que llama la atención es lo que pasa después
respecto a las independencias americanas. En principio, británicos y
estadounidenses contraen acuerdos comerciales con Haití; en cambio,
cuando se producen las independencias del resto de países americanos,
sobre todo en lo que respecta a Bolívar que tiene contactos con
Dessalines y es apoyado por él, las repúblicas latinoamericanas no
establecen una alianza estratégica con Haití. Es más, los acuerdos
comerciales van a prosperar con el imperialismo británico, en pleno
auge de la revolución industrial. Estos hechos nos muestran también
el carácter de las independencias latinoamericanas; en estos casos no
se produce una radicalización de los procesos inherentes a las guerras
de independencia, sino mas bien, el control cae en manos de los criollos
y mestizos, quienes no tenían interés en resolver la independencia por
la vía de la radicalización, es decir, en unos casos por la vía de la
emancipación indígena, en otros, por la vía combinada con la
emancipación de los afrodescendientes. Incluso la mantención de la
esclavitud siguió en los propios periodos republicanos en algunos de
los casos más notorios.
En el caso pan-andino la rebelión indígena había sido derrotada a
finales del siglo XVIII, cerrándose de esta manera la vía radical de los
80
procesos. Fueron las burguesías comerciales, sobre todo portuarias,
además de las oligarquías criollas las que tomaron la iniciativa y las
riendas de la guerra de la independencia. Por eso también se explica
por qué no estaban interesadas en proyectos como la gran Colombia
de Bolívar, que les parecía un proyecto utópico y quizás atentatorio a
sus intereses. En el caso boliviano, tampoco se puede decir que los
quince años de guerrillas y de las llamadas republiquetas, sobre todo
la de Ayopaya, encarna un proyecto radical. Los guerrilleros estaban
ligados al ejército argentino de Belgrano y del gaucho Guemes, así
como a intereses profundamente locales en el combate con la
administración colonial y el ejército español. De los comandantes, el
más radical era el llamado comandante Tambor Vargas, pero tampoco
expresaba él un proyecto radical, aunque si tenía en mente la lucha
por la patria.
Tampoco se puede decir que los liberales independentistas eran los
jacobinos criollos o mestizos del continente americano. Tenían mas
bien una idea general de la república, quizás mas bien normativa,
contando con una ideología liberal matizada. No se les puede pedir una
reflexión profunda sobre la cuestión indígena y el problema de la
colonialidad. El tutor y mentor de Simón Bolívar, Simón Rodríguez,
tenía una idea más elaborada de las reformas liberales, empero las
mismas no se llevaron a cabo, sobre todo por resistencias de las
oligarquías regionales, cuya base económica se sustentaba en la
propiedad latifudinaria y en la explotación de las poblaciones y
campesinos indígenas.
A estas alturas debemos decir que no toda crisis deriva en un proceso
revolucionario, tampoco no todo proceso revolucionario deriva en una
independencia o, dicho de manera general, en una victoria política,
llegando a la situación de Estado o disolución del Estado. Parece que
los procesos revolucionarios son mas bien escasos; muchas crisis se
resuelven de otra manera, a través de pactos. En la región pan-andina
a finales del siglo XVIII se vivió un proceso revolucionario, se abrió la
lucha y el levantamiento indígena a una guerra anticolonial, empero
esta no culminó con la victoria indígena, tampoco con la independencia.
Durante en el siglo XIX se dio lugar la guerra de guerrillas y prosperó
esta crisis y contienda bélica en la guerra de la independencia. Empero
es difícil hablar en este caso de un proceso revolucionario. Los pueblos
y naciones conquistadas no estaban involucrados en la contienda
anticolonial, tampoco las clases explotadas. Fue una guerra contra la
corona española conducida por las clases pudientes de criollos,
81
acompañados por los mestizos, comunidades indígenas formaron parte
esporádicamente del apoyo a la guerrilla, también grupos indígenas
formaron parte del ejército independentista, como también formaron
parte del apoyo al ejército realista. Las naciones y pueblos indígenas
no estuvieron involucradas como proyecto político. Empero la guerra
de la independencia derivo en la formación de repúblicas criollas. Estas
repúblicas criollas se sostuvieron sobre pactos.
Los procesos revolucionarios emergen desde lo más profundo de las
matrices sociales, ocasionadas por desgarradoras contradicciones,
encontradas diferencias, explotaciones y dominaciones de unas clases
sobre otras, de una nación sobre otras, de Estado sobre los pueblos y
las sociedades. Son las clases explotadas y pueblos dominados los que
se levantan y empujan el proceso que emerge de la crisis en una
temporalidad intensa. Cuando no ocurre esto, cuando no solamente las
clases explotadas son dominadas sino sometidas a la disgregación y
silencio, las clases dominantes logran capear el vendaval y dirigir el
decurso de los acontecimientos de acuerdo a sus intereses. Las clases
logran formar pactos entre ellas y con ciertos estratos y grupos de las
clases dominadas; en este caso, la crisis no deriva en un proceso
revolucionario sino en un conflicto de otras proporciones, susceptible
de ser manejado mediante acuerdos. Las contradicciones entre criollos
y españoles no responden a un antagonismo irreconciliable sino a
competencias y concurrencias en relación al monopolio del mercado,
así como al control de la tierra y del gobierno. La contradicción
antagónica se hizo sentir en el siglo XVIII entre pueblos indígenas y
españoles, incluso, en momentos radicales de la conflagración, entre
indígenas y criollos, así como entre indígenas y mestizos. En el siglo
XIX estas contradicciones no fueron el eje de la guerra de la
independencia. No hubo clases explotadas y pueblos dominados que
empujaran el proceso adelante. Las republicas criollas fueron, como
hemos dicho, producto de pactos. Se apresaron a entablar relaciones
comerciales con la potencia industrial dominante, Gran Bretaña, y
desecharon toda lucha anticolonial y antimperialista. En este contexto,
se puede ver que no les podía interesar una alianza estratégica con
Haití, las islas del caribe, incluso no podía interesales una integración
una integración de las repúblicas nacientes, menos aún un alianza con
el continente martirizado del África. La consciencia antimperialista de
Toussaint L’Ouverture no estaba presente en la cabeza de los caudillos
liberales de estas repúblicas criolla, salvo quizás, en determinados
momentos, en Simón Bolívar.
82
¿Qué es la política? III
Las ficciones del realismo político
Dedicado a Rebeca Delgado
El realismo político
Vamos a hablar de los límites del realismo político. El realismo político
más que una teoría es una perspectiva, una manera de apreciar la
llamada “realidad”, que no es otra cosa que una representación; en
este caso una representación disminuida a lo que se considera
“realidad”, es decir, la percepción conformista de las condiciones
dadas. Las condiciones objetivas y subjetivas dadas, aparecen
entonces como límite impuesto por la “realidad”. Esta tesis es un poco
como el complemento simétrico de la tesis del fin de la historia; esta
última tesis propone el fin, el acabamiento, la realización plena de la
historia; no hay un más allá. La anterior tesis, la del realismo político,
propone el fin de las posibilidades, de las potencialidades, de las
capacidades creativas. Las condiciones están dadas como una regla
eterna impuesta por la providencia de la historia, que para los realistas
es una especie de fatalidad. Entonces la tesis conservadora del fin de
la historia tiene su complemento en la tesis del realismo político del fin
del comienzo, la inmovilidad de las condiciones. Ambas tesis son
conservadoras.
Ahora bien, el realismo político tiene varios modos de expresión; uno
de los más conocidos es la onda descriptiva, que se esmera en hacer
descripciones de lo que hay, de lo que se cuenta, de los recursos. La
onda descriptiva llega al extremo de reducir las descripciones a las
cifras; adquiere una forma de exposición aparentemente estadística,
pues usa cuadros e indicadores; pero esto no es más que forma
descriptiva reducida a lo conmensurable. Está muy lejos de usar las
teorías estadísticas, sobre todo el tratamiento de los problemas de
medida y las exigencias en la construcción de indicadores. Es pues una
pose de legitimación esta pedantería de las exposiciones oficiales,
llenas de cifras, para cubrir sus vacíos cualitativos. Pero, bien, resulta
que uno de los modos del realismo politico es esta forma descriptiva
de la “realidad”. Otro modo es el formalismo, defensor del
institucionalismo y seducido por las apariencias; la apariencia de
seriedad, por ejemplo. Esta es quizás la posición más conservadora del
realismo político, pues considera a las instituciones como eternas y
garantizadoras del orden. De aquí al prejuicio jurídico, como núcleo de
83
la “realidad” social no hay más que un paso; este modo jurídico, que
se presenta, en principio como respetuoso de las leyes y las reglas,
termina, en la forma de su adulteración, en la manipulación mañosa
de las leyes y las reglas. También hay otros modos de expresión del
realismo político; daremos el ejemplo de uno más, con pretensiones
teóricas; se trata de la perspectiva lineal de la historia. En este caso se
concibe un tiempo lineal y sucesivo; sobre este presupuesto se
construye la teoría la “revolución” por etapas. Ésta también es una
posición conservadora, pues aplasta la potencia social, desconociendo
la complejidad del espacio-tiempo concreto de lo histórico social.
En la contemporaneidad, también durante gran parte del siglo XX,
sobre todo durante las experiencias “revolucionarias”, el realismo
político sirve y ha servido, para limitar las posibilidades de las
“revoluciones”. En Bolivia, durante la experiencia del llamado “proceso”
de cambio, que todavía vivimos, el realismo político ha detenido la
fuerza social de las movilizaciones anti-sistémicas y ha limitado al
máximo las posibilidades de las transformaciones institucionales. El
realismo político, después de haber sido apoyado y promovido en todas
las instancias institucionales, en todas las políticas públicas, después
de siete años de gestión, se encuentra en crisis, interpelado, ante la
imposibilidad de explicar la “realidad” de los conflictos y
contradicciones, sobre todo la evidencia de sus propias imposibilidades,
al no poder reducir lo que llama “realidad” al prejuicio de sus
representaciones conservadoras.
El conflicto de los “libres pensantes”
El planteamiento de reconducción ha causado no solo zozobra en los y
las llunk’u, aduladores y apologistas, sino también hilaridad y
desesperación. Ya perdieron los estribos. El ataque se dirige a Rebeca
Delgado, cuya actitud digna y valiente no sólo les molesta sino les
cuestiona, pues desmorona su máscara de “disciplina”, al descubrir no
sólo el más indigno servilismo, sino haberse entregado al más
descarado prebendalismo y clientelismo, impulsado por la cúpula
gobernante, particularmente por el vicepresidente. La desesperación
del vicepresidente y candidato a su reelección inconstitucional es
notoria, hasta turbadora; ha dicho que las “bartolinas”, las mujeres
84
campesinas afiliadas a la CNMCIOB “BS”, así conocidas, que se oponen
a su candidatura, son de derecha. En su imaginario frenético se ha
convertido en el referente de lo que es izquierda y lo que es derecha;
en esto, en estas clasificaciones insólitas, en esta exaltadas
definiciones del enemigo, ha ido más lejos que George Busch, cuando
en la declaración de la guerra infinita contra el terrorismo, después del
11 de septiembre, ha dicho que el que no está con nosotros,
refiriéndose al gobierno estadounidense, es enemigo. El vicepresidente
dice prácticamente lo mismo, sólo que con el aditamento de decir que
las y los que no están con su candidatura son de derecha. En su
imaginario se ha convertido en el referente supremo de lo que es
izquierda y lo que es derecha. Nadie antes, ni el más alucinado
fanático, se le ha ocurrido semejante clasificación e identificación
política.
¿Por qué se hace esto? No basta decir que es extravagante esta
definición de izquierda y derecha; es menester comprender por qué se
llega a este extremo, sin guardar las apariencias ni recato alguno. ¿Qué
hay detrás? ¿Por qué el vicepresidente se ha vuelto tan indispensable,
que el mismo llega al extremo de afirmar que los y las que están en
contra de su candidatura son de derecha, sin que nadie del gobierno,
del MAS, tampoco el mismo presidente, digan nada; mas bien parecen
apoyarlo y defender esta insólita postura? ¿Depende tanto el
presidente del vicepresidente? ¿Depende tanto el gobierno del
vicepresidente? Incluso el Congreso y los demás órganos de poder del
Estado. ¿Ocurre lo mismo con el MAS?
Ante semejantes preguntas sólo podemos proponer una hipótesis de
interpretación.
Hipótesis
Ante la premura de gobernar y administrar el aparato público desde el
2006, se tuvo que tomar decisiones sobre la base de dos alternativas:
1) El camino de la utopía; es decir, de la construcción alterativa y
alternativa; o 2) el camino del realismo político; es decir, la
modificación paulatina y diferida de lo que hay. La decisión no era fácil,
por lo menos en el sentido de aceptar lo que parecía más plausible a
los ojos de los conductores. Se requería una argumentación que
justificase la decisión. La construcción de esta argumentación estuvo
en gran parte a cargo del vicepresidente; esto debido a su formación
85
académica y el manejo de teorías, que se pueden considerar
“revolucionarias”. No es que se inclinase por las consecuencias de estas
teorías, sino que las teorías sirvieron de premisas para sacar otras
consecuencias, sobre todo introduciendo el supuesto de que las
condiciones objetivas y subjetivas no estaban dadas. La conclusión
realista fue que se tiene el Estado para transformar; esta es la
“realidad”, lo demás es “utopía”, en el sentido de irrealizable. A partir
de esta conclusión se podía considerar una estrategia “pragmática”,
que se basa primordialmente en un camino de reformas, que preparen
el camino para cambios, más radicales, más adelante. Entonces las
transformaciones se podían diferir; lo que importaba, por el momento,
era administrar bien lo que se había tomado, el Estado.
Empero, como se está en el tiempo “real” de la historia concreta, no
en el tiempo imaginario de la teoría, había que enfrentar mandatos de
los movimientos sociales; estos mandatos se encontraban en la Agenda
de Octubre; que puede resumirse a dos consignas, la nacionalización
de los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente.
Estas tareas encomendadas por el pueblo no se podían eludir; exigían
desde ya ir un poco más allá del realismo político. Las tareas fueron
asumidas por el gobierno; empero, acompañadas con la dosis de
“pragmatismo”. El resultado fue una combinación extraña de invención
y realismo político. Las dos medidas, la nacionalización de los
hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente, tuvieron
que ser corregidas constantemente desde la perspectiva del realismo
político. Por eso se llegó a los contratos de operaciones que
disminuyeron los alcances del Decreto “Héroes del Chaco”, por lo tanto,
restricción de la misma nacionalización. También por eso se limitaron
los alcances de la Asamblea Constituyente, después, se limitaron los
alcances de la misma Constitución.
Hay que anotar que hay por lo menos como dos planos que hay que
distinguir; una cosa es lo que se planea y otra cosa es la práctica. Las
“lógicas” de las prácticas no responden a la lógica de la teoría, a la
lógica de la estrategia planeada. Las prácticas despiertan otros juegos,
otros sentidos, otras consecuencias. El “pragmatismo” desencadenó
otros decursos no-planeados. En poco tiempo el gobierno se encontró
atrapado en “contradicciones” no predichas, antagonismos dramáticos,
difíciles y hasta imposibles de solucionar por la vía del realismo político.
Ante semejantes desafíos el ideólogo del realismo elaboró una teoría,
86
expuesta en Las tensiones creativas de la Revolución43. Nuevamente
se tranquilizó a los gobernantes, autoridades, representantes y
dirigentes; estamos ante tensiones creativas en el seno del pueblo. Sin
embargo, si bien el discurso era tranquilizador, no podía, no tenía los
recursos, para domesticar la dinámica incontrolable de los conflictos.
Sin embargo, se siguió adelante con esta tranquilizante y adormecente
explicación.
Se puede observar entonces que el teórico del realismo político juega
un papel importante, no sólo en la “ideología” pragmática del gobierno
y del MAS, sino también como premisas para las políticas públicas que
se implementaron, así como para el desarrollo legislativo desplegado.
También jugó un papel importante en el enfrentamiento de los
conflictos; se encontraron los argumentos para justificar la represión y
los deslindes con sectores populares y con pueblos indígenas. El
problema radica en que el contraste es cada vez mayor entre lo que se
esperaba y lo que resultó como consecuencia de las políticas públicas
y el desarrollo legislativo aplicados. A tal punto que podemos decir, sin
temor a equivocarnos, que asistimos a una crisis política del llamado
“proceso” de cambio. A estas alturas, vale preguntarse: ¿es
conveniente seguir manteniendo este realismo político y el
“pragmatismo”? ¿No es más bien aconsejable hacer una evaluación
crítica del “proceso” en curso, y quizás buscar otra perspectiva teórica
y política, que abra el decurso de otras alternativas prácticas? ¿Por qué
insistir en la misma perspectiva, que parece que lleva a un desastre
político? ¿Por qué hay tanta resistencia a deliberar y reflexionar sobre
estos temas?
La teoría del realismo político fue indispensable para un gobierno que
había optado por el “pragmatismo”, la cautela política, el reformismo.
Si la opción hubiera sido otra, seguramente esta teoría hubiese sido
inútil, hasta peligrosa. Después de dos gestiones de gobierno el uso
del realismo político no parece lograr los resultados esperados, fuera
de haber ayudado a administrar el aparato de Estado tomado. Este uso
ha desatado problemas no contemplados por la estrategia
“pragmática”. Sin embargo, para el gobierno sigue siendo
indispensable este realismo político; ahora por razones justificadoras,
pues se ha decidido seguir adelante, a pesar de todo, con la continuidad
de la misma estrategia “pragmática”. Esta es quizás la razón por lo que
43 Álvaro García Linera: Las tensiones creativas de la Revolución. La quinta fase del proceso. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia.
87
la presencia del vicepresidente se vuelve obsesivamente indispensable
para los gobernantes, sobre todo para el presidente.
Ahora bien, ¿en el conflicto interno reciente, calificado como el de los
“libre pensantes”, por qué se ataca, por parte del gobierno y los
voceros oficiales del Congreso, con tanta vehemencia, a la diputada
Rebeca Delgado? ¿Por qué causó tanto malestar la revisión del
Proyecto de Ley de Extinción de Bienes, efectuada por parte de Rebeca
Delgado, cuando fungía de presidenta de la cámara baja? ¿Por qué
provoca semejantes ataques desproporcionadas cuando observa el
procedimiento inconstitucional de la reelección del presidente y del
vicepresidente? ¿Por qué se le acusa de todo, hasta de la incoherente
y desvariada acusación de “golpista”, cuando la diputada promueve
reuniones de reflexión, de análisis y de deliberación sobre el “proceso”
de cambio? ¿Qué representa Rebeca Delgado para el imaginario
adormecido de los defensores fanáticos de la estrategia del realismo
político, defensores, mas bien, de una práctica política reducida al
clientelismo y prebendalismo? Rebeca Delgado es una amenaza para
esta práctica prebendal y clientelar, para este conformismo cómodo,
para este “pragmatismo”, que adquiere ribetes corrosivos en su
ejercicio oportunista. No se puede perdonar a alguien que desde las
propias filas no es cómplice de lo que acontece. Se entiende entonces
la conmoción que provoca en espíritus conformes, que ya se habían
acostumbrado al usufructúo de su mayoría absoluta aplastante, la que
no les exigía mayor esfuerzos en las aprobaciones legislativas. El
ataque es despiadado, sin miramientos, se opta por la guerra sucia; a
esta labor descomedida se presta incluso la ejecutiva del Ministerio de
Transparencia y Lucha contra la Corrupción. Se habla de delito de
influencias, cuando se olvidan de toda la corrosión prebendal y
clientelar practicada extensamente en el Congreso, en el gobierno y el
toda la institucionalidad del Estado. Esta práctica es conocida y
experimentada por los y las que ahora denuncian, como gran cosa, el
supuesto delito de influencias, exigiendo auditoría a la gestión de
Rebeca Delgado, cuando ésta prácticamente se la hizo cuando entregó
la presidencia de diputados. Sin embargo, no se hace auditoria de las
gestiones del Congreso; la Contraloría brilla por su ausencia. No hay
resquemor en acusar sin mirarse a sí mismos; no hay pudor de hablar
de inconducta sin atender a las propias conductas. Estamos ante un
mundo cambalache, problemático y febril.
¿Cuáles son los escenarios hipotéticos en el futuro inmediato?
Empezaremos con lo probable. Dadas las circunstancias, que las
88
expresaremos en términos de correlación de fuerzas, es probable que
el gobierno y la mayoría congresal impongan la continuidad del
realismo político, acompañado con su consecuente “pragmatismo”, ya
maleado, convertido en oportunismo, prebendalismo y clientelismo.
Seguiremos con lo menos probable. El otro escenario, menos esperado,
es que se llegue a un acuerdo por efectuar una evaluación crítica del
“proceso”, se logre la deliberación colectiva de las organizaciones
sociales, del MAS, y de las instancias estatales, buscando salidas a la
crisis política. Ahora continuamos con lo improbable. El tercer
escenario no parece posible, por el momento; hablamos de la
reconducción del “proceso”, contando con una movilización general que
nos saque del adormecimiento, del conformismo y de las complicidades
múltiples. Logrando operar intervenciones democráticas participativas
en transformaciones institucionales, apuntando a la transición
transformadora y la construcción del Estado plurinacional comunitario
y autonómico.
Como no somos partidarios del realismo político, apostamos; en primer
lugar, por la reconducción del “proceso”; en segundo lugar, por la
posibilidad de un consenso. En cambio, luchamos consecuentemente
contra la continuidad del realismo político, que consideramos nos lleva
al derrumbe de lo que queda del “proceso” de cambio.
89
Crítica al esquematismo maniqueo
Asistimos desde hace un buen tiempo a una reducción juzgadora que
llamaremos maniqueísmo. Decimos que se juzga, pues se ha sustituido
el análisis por el “juicio”, en el sentido jurídico, incluso de condena, no
en el sentido racional. Para este maniqueísmo el mundo se divide entre
buenos y malos, entre justos e injustos, entre realistas y utopistas,
entre amigos y enemigos; en fin, la lista puede ser larga. Entonces los
maniqueos se colocan del lado de los buenos, de los justos, de los
realistas, de los amigos; los demás son condenados. El gobierno ha
hecho gala de este maniqueísmo, llevándolo al extremo de la
vulgarización; la llamada oposición de derecha también lo hace,
reclamándose de institucionalista y defensora del Estado de Derecho;
incluso las izquierdas, sobre todo tradicionales, son maniqueas cuando
anteponen su proyecto “revolucionario” como valedero, descalificando
lo que ocurre efectivamente. Una de las formas de expresión del
maniqueísmo se muestra en la simple hipótesis de la teoría de la
conspiración; el supuesto es que hay grupos de conspiradores que
dirigen la historia; de aquí se deduce la conclusión de que hay
traidores; en nuestro caso se dice que hay traidores del “proceso” de
cambio. Entonces toda la explicación histórica se reduce a personas, al
problema de las personas, de lo que son y de lo que no lo son. Esta
explicación maniquea de la teoría de la conspiración se parece al guión
de una novela, pero sin los atributos literarios e intuitivos de la novela.
El acontecimiento político es complejo, supone multiplicidades de
singularidades, por lo tanto de posibilidades; no puede reducirse a la
perspectiva insuficiente del realismo político, menos al cuento
sospechoso de la teoría de la conspiración. El decurso de un “proceso”
no depende de personas, de lo que hagan o dejen de hacer, sino que
se encuentra “producido”, por así decirlo, por múltiples composiciones,
juegos, interrelaciones, que podemos identificar hipotéticamente como
“estructuras”, puestas en práctica, puestas en escena, alianzas,
relaciones, intereses, conflictos, lucha de clases, guerra anti-colonial.
Dicho en términos resumidos, no aconsejables para tratar la
complejidad, en relación a la incidencia en el “proceso” nos
enfrentamos a “estructuras” y mapas institucionales, a subjetividades
constituidas, a relaciones enquistadas y dominaciones internalizadas.
De lo que se trata, con el objeto de incidir en el acontecimiento, es de
desmantelar estas estructuras, estas instituciones, de suspender las
relaciones enquistadas, estas relaciones de dominación internalizadas.
Ahora bien, estas tareas no se efectúan solas, como vanguardias
90
incomprendidas, insufladas de gran voluntad. Las incidencias son
posibles si se logra compartir perspectivas críticas y voluntades de
cambio con los colectivos sociales, si se participa en las dinámicas
moleculares sociales, que son como la materialidad social e histórica
de la alteratividad y de la creación de alternativas. De lo que se trata
entonces es de compartir, convivir, con las dinámicas moleculares,
buscando que su alteratividad micro-social, se convierta, en un
momento, en alteratividad molar, transformando las instituciones y las
“estructuras”.
¿Qué queremos decir con todo esto? Que los llamados “procesos”
políticos y sociales, encaminados a transformar, no se dan por los
buenos deseos de las vanguardias, ni tampoco como resultado de una
estrategia “revolucionaria”, se dan como acontecimientos en
momentos de crisis múltiple del Estado, de las representaciones, de los
valores institucionalizados, obviamente en el contexto de la crisis
orgánica del capitalismo, dependiendo de su ciclo vigente. Lo que se
experimenta como “proceso” es lo que compartimos como
acontecimiento; no se trata de que sea una condición dada, como en
el caso de las hipótesis del realismo político, sino de una complejidad,
la misma que hay que comprender y entender en sus dinámicas
moleculares y molares. Por lo tanto, no es, de ninguna manera,
pertinente, desentenderse del “proceso” experimentado, sino de vivirlo
plenamente buscando romper las resistencias y los obstáculos
históricos. Parafraseando nuevamente a Albert Camus44, si los
“procesos” de cambio caen en la decadencia, debemos sufrir con el
“proceso”, no alegrarse de su decadencia, sacando lecciones de esta
experiencia dramática. En otras palabras, de lo que se trata es de
prolongar su decurso buscando la oportunidad de realizar sus
posibilidades y potencialidades.
44 Albert Camus: El hombre rebelde. La frase completa es: Lo difícil es asistir a los extravíos de una revolución sin perder la fe en la necesidad de ésta. Para sacar de la decadencia de las revoluciones lecciones necesarias, es preciso sufrir con ellas, no alegrarse de esta decadencia. Esta reflexión de Camus aparece también como cita en el libro Réquiem para una republica de Sergio Almaraz Paz, al inicio del capítulo El tiempo de las cosas pequeñas.
91
Defensa crítica de los “procesos de cambio”
Defensa crítica del proceso
La vida no es esquemática, menos se nos presenta como una película
en blanco y en negro; incluso, en este caso, hay tonalidades entre el
blanco y el negro. Cuando intervienen los colores como señales, no
sólo hay un intervalo de tonalidades, sino muchos intervalos posibles,
una gama abierta de posibilidades, de juegos, de combinaciones y
composiciones. Si a todo esto le añadimos espesores e intensidades,
la proliferación creativa de las variedades posibles es, por decir algo,
infinita. En política es insostenible moverse esquemáticamente, mucho
peor si se ofrece como alternativa la polaridad pura del blanco o el
negro. Sin embargo, lo que decimos no puede usarse como argumento
para apoyar el oportunismo y el “pragmatismo” vulgar de los políticos.
Hablamos de cosas distintas; el primer tópico tiene que ver con la
complejidad, en tanto el segundo tópico tiene que ver con la
inconsecuencia, el aprovechamiento del momento en beneficio de
objetivos pedestres, el uso de la ocasión para lograr ventajas
“tácticas”. De lo que estamos hablando ahora es del primer tópico, de
la complejidad que hay que enfrentar como desafío, de las exigencias
de esta complejidad a políticas comprometidas con emancipaciones y
liberaciones.
En relación a estos desafíos de la complejidad como realidad, en
coyunturas determinadas y en periodos dados, descartamos, de
entrada, dos posiciones, que parecen contrarias, empero se
complementan. Hablamos, por un lado, del esquematismo político, del
contraste polarizado, de lo uno o lo otro, ambos opciones puras; y
hablamos, por el otro lado, del oportunismo, que considera que todos
los movimientos son posibles, como en una simulación contante, todos
los medios son válidos, con tal de conseguir los fines perseguidos. En
el último caso, el oportunismo se combina con un maquiavelismo
vulgar. Aparentemente ambas opciones son opuestas, el
esquematismo y el oportunismo, empero extrañamente se
complementan. El esquematismo político, que tiende a polarizar, que
muchas veces se combina con el ultimatismo, anula la posibilidad de la
acción, del movimiento y del desplazamiento político; fija el dilema en
una estática abstracta, como si se tuviera que esperar que se cumplan
las condiciones para decidir entre lo uno o lo otro. Muchas veces esta
posición se convierte en una espera eterna. El oportunismo, en cambio,
92
acepta cualquier situación para intervenir, se camufla con mucha
facilidad, se mueve en un permanente simulacro, todas las opciones
son válidas, se puede juntar lo uno y lo otro, por más contrastadas que
se encuentren. Si bien el esquematismo estanca la acción política, el
oportunismo disemina la política en múltiples puntos de
aprovechamientos y astucias, puntos que se conectan por curvas
sinuosas. En ambos casos, la política como emancipación, como
suspensión se los mecanismos de dominación, como efectuación
radical de la democracia, no se realiza. O queda fijada en una
suspensión eterna de un dilema irresoluble o se diluye en la nada
mediante la efectuación compulsiva de conductas puntuales, de
“tácticas” singulares, de astucias momentáneas.
El ejercicio de las políticas emancipatorias requiere responder a la
complejidad del momento, de la coyuntura, del periodo, del proceso.
Obviamente que no se puede perder de vista los campos encontrados,
los frentes de lucha, la diferencia de los proyectos de sociedad; por lo
tanto, no se puede dejar de distinguir las opciones enfrentadas. Todas
las acciones tácticas están íntimamente vinculadas a las estrategias,
todos sus movimientos se despliegan de acuerdo a los proyectos
emancipatorios; no hay en ningún momento una renuncia a la
emancipación, a la liberación. No se parece en nada al “pragmatismo”
vulgar, al llamado realismo político. A diferencia del esquematismo
político y el ultimatismo, no se inmoviliza, sino que se desplaza
actuando sobre las condiciones histórico-políticas concretas,
adecuando sus recorridos sin perder la perspectiva contra-hegemónica
y de contra-poder. No se renuncia a la política, sino que se la realiza
en el espacio-tiempo en el que se mueve, no disemina la política, sino
que articula sus pasos y movimientos en función de los proyectos
sociales. Su perspectiva es crítica y su actitud contestataria, no cede a
las veleidades del poder, ni se apacigua en los momentos de transición;
al contrario, se mantiene vigilante ante la posibilidad de quedarse
atrapada en las redes institucionales del poder. De lo que se trata no
es de reproducir el poder, sino de destruirlo, de liberar la potencia
social, de la que se alimenta el mismo poder.
Las políticas emancipatorias tienen que responder a la estructura de la
complejidad de la coyuntura, tiene que asumir las condiciones de
posibilidad histórica en las que se mueve, lo que equivale a reconocer
el “principio de realidad”, y, al mismo tiempo, tiene que buscar
desplazar, cambiar, las condiciones de posibilidad, incidiendo en la
creación de las condiciones apropiadas. Comprender la estructura de
93
la coyuntura es como tener una memoria del periodo, tener un mapa,
una cartografía, del contexto, a los que pertenece la coyuntura, en
tanto secuencia de coyunturas, también en tanto territorios y espacios
más o menos amplios que contienen al contexto. De la misma manera,
se debe tener en cuenta no sólo lo que comúnmente se llama
“realidad”, sino también la “realidad” efectiva, el campo de
posibilidades abierto. En este sentido, se entiende que las políticas
emancipatorias requieren una comprensión, así como también el
entendimiento, del proceso, es decir, del desplazamiento del espacio-
tiempo político, de las dinámicas inherentes al espaciamiento mismo
del proceso, a sus ritmos, intensidades, expansión, alcances y cambios.
El proceso como producción histórica. Por lo tanto, el proceso
entendido como acontecimiento y el acontecimiento como espacio-
tiempo de múltiples singularidades. En esta perspectiva y desde este
enfoque es menester una mirada teórica del proceso, la
conceptualización de su desplazamiento, de su espaciamiento, de sus
dinámicas, concibiendo también sus contradicciones, los obstáculos
históricos, las resistencias y las posibilidades abiertas.
Al respecto quizás sea conveniente contar con una genealogía de las
políticas emancipatorias, así como una genealogía específica del
proceso político en cuestión, el que toca entender, el que se vive como
“realidad” empírica y “realidad “efectiva. Comprendemos genealogía
como acoplamiento de los conocimientos eruditos y las memorias
locales, acoplamiento que permite la constitución de un saber histórico
de las luchas y la utilización de ese saber en las tácticas actuales45.
Entonces un enfoque adecuado, entre otros que pueden haber y
asumirse, es el genealógico.
El proceso en cuestión es de por sí complejo y problemático, pertenece
a varias historias, por así decirlo, el ciclo de larga duración, el ciclo de
mediana duración y el ciclo de corta duración; en el mismo sentido,
forma parte de interpretaciones sedimentadas de larga y reciente data.
Hablamos de la memoria larga, la memoria mediana y la memoria
corta. Nos referimos en otros textos a estas memorias como memoria
indígena, memoria nacional-popular y memoria reciente de los
movimientos sociales46. El proceso nombrado como de cambio se
mueve en distintos planos y temporalidades; recoge los ciclos de larga
duración, los ciclos de mediana duración y los ciclos de corta duración,
45 Esta definición se encuentra en Defender la sociedad. Curso del Collège de Fance (1975-1976) de Michel Foucault. Fondo de Cultura Económica 2000. Buenos Aires. Pág. 22. 46 Raúl Prada Alcoreza: Horizontes de la descolonización. Plural 2013; La Paz.
94
que lo atraviesan como condicionamientos de múltiples
temporalidades, interpretadas desde distintas memorias y
subjetividades. Usando los conceptos propuestos por Boaventura de
Sousa Santos, el proceso se vive y se experimenta abiertamente desde
una ecología de los saberes y desde una ecología de las
temporalidades47. La experiencia plural del proceso dibuja su propia
complejidad dinámica. Las políticas emancipatorias requieren
comprender y reconocer estas dinámicas moleculares, actuar en los
distintos planos y temporalidades, incidir en la pluralidad de
subjetividades, encarar la comunicación con ellas de tal forma que
haga posible su participación plural, la construcción de consensos y
composiciones dinámicas, el ejercicio plural de la democracia.
Ahora bien, el proceso de referencia es el que experimentamos a partir
de sus propios devenires y acontecimientos, de sus propias
contradicciones inherentes; proceso abierto por las formas de
movilizaciones prolongadas de los diferentes sectores sociales del
campo popular. Proceso en el que también se enfrenta el desafío de
gobernar, mejor dicho de construir una gubernamentalidad de las
multitudes, una democracia plural. Desafío al que no se ha respondido
adecuadamente, pues el curso de los eventos políticos derivó en la
reproducción de la forma liberal de gobernar, en los marcos del Estado-
nación. Quizás sea esta la dificultad mayor que enfrentan los
movimientos sociales; ¿cómo cruzar ese límite impuesto por las
condiciones estructurales del poder? ¿Cómo cruzar el límite que se
comporta como una barrera donde se rebota y se repite la reproducción
del poder y la reproducción del Estado? Todas las revoluciones se han
estrellado con esta barrera, al llegar al límite, no pudieron cruzarlo,
rebotaron. Ante esta historia de las revoluciones, ¿hay que renunciar
al proyecto emancipador, al proyecto de liberación? ¿Es esta una
utopía, que aparece como horizonte lejano, pero que no puede
alcanzarse? ¿Tiene razón el realismo político y el “pragmatismo” de
sentido común cuando dice que lo único real es el Estado y hay que
usarlo para transformar, aunque esta transformación se efectúe de una
manera diferida y contradictoria? ¿O, al final, cuando se opta por el
realismo político ya se experimenta el rebote, el retroceso, por no
haberse atrevido a cruzar el límite y entrar a otro espacio-tiempo de
agenciamientos? Estas preguntas son cruciales, deben ser tratadas en
toda su extensión y consecuencias. Por otra parte, es importante
comprender que si bien los procesos son productos de composiciones
47 El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política. Trotta 2005; Madrid.
95
intensas de dinámicas sociales moleculares, éstos se convierten, en su
periodización, en condicionamiento histórico y político, en un
desplazamiento espacial y temporal que articula de una determinada
manera sus componentes, sus ciclos, sus memorias, sus
subjetividades, sus dinámicas moleculares. Las políticas
emancipatorias tienen que actuar reconociendo las singularidades del
proceso; actuar en el proceso, desentendiéndose del mapa de sus
singularidades, como si el proceso fuese homogéneo, parecido a otros,
interpretado desde universales, es preparar errores y derrotas. Tanto
el realismo político como la perspectiva opuesta, la perspectiva
esquemática, perspectiva polarizante, que empuja al ultimatismo, a
escoger entre lo uno o lo otro, toman el proceso en el sentido
homogéneo, compuesto por tendencias y figuras universales. Ambas
son interpretaciones que anulan la pluralidad del acontecimiento.
Mientras se vive y se experimenta un proceso político es indispensable
actuar en su complejidad singular, no ignorar tanto su complejidad y
su singularidad cuando entra en contradicciones y tiende a deshacerse,
suponiendo que se puede inventar procesos con sólo imaginarlos. La
incursión en los procesos, el activismo político, equivale a entender que
su defensa sólo es posible mediante su profundización. La defensa de
un proceso exige entonces una actitud crítica, la defensa no es posible
de una manera acrítica, reduciendo la defensa a la apología del
gobierno. Esta no es una defensa del proceso, sino que se ha reducido
la defensa del proceso a la defensa de un gobierno entrabado en sus
propias contradicciones; cuando de lo que se trata es desmontar los
obstáculos, desmontar las resistencias institucionales y estructurales,
desmontar las estructuras de poder heredadas y sus habitus
concomitantes. La crítica permite enfrentar los obstáculos y las
herencias estructurales de las dominaciones polimorfas; en cambio, la
apología del gobierno supone que la llegada al Estado es el fin del
proceso, el logro supremo del proceso, su realización. La apología es
una manera de terminar con el proceso, es la expresión del Termidor48.
Por eso, la apología es no solamente conservadora y termina siendo
restauradora, sino que acaba con el proceso mismo, lo termina. Es una
renuncia a las transformaciones.
Por otro lado, abandonar el proceso, porque se lo considera acabado
por sus contradicciones proliferantes, en la perspectiva de abrir otro
proceso, es también terminar con el proceso a cambio de una ilusión.
48 Termidor, término relativo a la Revolución francesa, término referido a la actitud política de terminar con la revolución.
96
El otro proceso no aparece por arte de magia, ni por un deseo recóndito
que ocurra, ni por el ejercicio voluntario. El proceso político de
transformación ha sido gestado largamente, como por acumulación de
crisis múltiples, en distintos niveles, acumulación de experiencias y
formas de organización, formas de interpelación, de movilizaciones
prolongadas. Mientras otro proceso no se dé efectivamente, y esto
puede durar un dilatado tiempo, no se puede abandonar el proceso que
se vive, por más contradictorio y deteriorado que se encuentre. Esto
también significa terminar con el proceso. Es como dice Albert Camus:
Lo difícil es asistir a los extravíos de una revolución sin perder la fe en
la necesidad de ésta. Para sacar de la decadencia de las revoluciones
lecciones necesarias, es preciso sufrir con ellas, no alegrarse de esta
decadencia49.
El activismo político emancipatorio es crítico y contestatario, enfrenta
a los apologistas y a los ultimatistas, ambos termidorianos del proceso,
ambos universalistas. Cuando se trata de reconocer la singularidad del
proceso a partir de su pluralidad componente, buscar su prolongación
creativa profundizando sus posibilidades emancipatorias. La defensa
del proceso no es la defensa del gobierno ni del Estado; es esta la
reducción institucional de los apologistas. La defensa del proceso no es
la defensa de una ida no realizada, de una utopía traicionada; esta es
la reducción abstracta de los ultimatistas. La defensa del proceso es la
defensa de las posibilidades de transformación inherentes todavía al
devenir intenso y contradictorio del proceso, la defensa de las
posibilidades del cambio social, defensa de las posibilidades creativas
en la perspectiva de las emancipaciones y liberaciones múltiples. La
defensa del proceso es la defensa de las praxis comunitarias,
colectivas, sociales, feministas, diversas. La defensa del proceso es, en
cierto sentido, contra-gubernamental y contra-estatal; es la defensa
de la apertura y el desplazamiento a otras formas de composiciones
de cohesión social, de articulación “política” o post-política, más allá
del Estado moderno y del Estado-nación. Esta transición posmoderna,
pos-capitalista y de-colonial es la perspectiva subversiva del Estado
plurinacional comunitario y autonómico, reducido por los apologistas a
la representación folklórica del mismo Estado-nación; Estado
plurinacional descartado por los ultimatistas en la búsqueda del Estado
socialista traicionado, a pesar de qué este fue experimentado, se
49 Albert Camus: El hombre rebelde.
97
hundió en el drama sus contradicciones por no haber salido del circulo
vicioso de la reproducción del Estado.
Los apologistas y ultimatistas se mueven en la misma episteme
universalista, historicista, moderna; su diferencia radica en que son
dos expresiones, aparentemente opuestas, del mismo suelo
epistemológico. El desplazamiento del Estado plurinacional no puede
decodificarse ni comprenderse desde la episteme moderna, forma
parte de otra modo de pensar, es una representación política que forma
parte de la epistemología pluralista50. Es difícil que apologistas y
ultimatistas comprendan el desplazamiento teórico y político del Estado
plurinacional, pues ellos piensan el Estado como unidad homogénea,
universal, como síntesis social; no pueden pensar las unidades
heterogéneas, plurales, singulares, como composiciones creativas de
las dinámicas sociales moleculares. Apologistas y ultimatistas son
modernistas, creen que son anticapitalistas, sin embargo, reviven
alguna de las formas consumadas del capitalismo, por la vía de la
reforma o la vía “revolucionaria”, reducida ésta también al telos
socialista, que no es otra cosa que el mismo modo de producción
capitalista donde la burguesía es sustituida por la burocracia del
Estado.
Entonces las políticas emancipatorias están lejos del dilema ultimatista
del todo o nada, también lejos del “pragmatismo” del sentido común
de todo vale, el juego de las pequeñas tácticas y las puntuales astucias,
pues el fin justifica los medios, enunciado del maquiavelismo vulgar.
Las políticas emancipatorias hacen estallar las pluralidades y
singularidades, ocultadas por la represión universal y homogeneizante
del pensamiento moderno. Las políticas emancipatorias requieren
moverse en el devenir del acontecimiento, comprendido como
desplazamiento de múltiples singularidades. Requiere actuar en la
variación de ritmos y de los intervalos de las ondas de los procesos,
buscando sus desplazamientos, sus transformaciones y
trastrocamientos, las rupturas iniciales que cruzan las líneas e inician
otros agenciamientos. Cuando se habla de defensa crítica del proceso
se habla de esta actitud abierta a las posibilidades, a las fuerzas de la
potencia social.
En el proceso político boliviano, la defensa del proceso pasa por la
defensa del germen del Estado plurinacional comunitario y autonómico,
50 Ver de Raúl Prada Alcoreza Epistemología pluralista y descolonización. Para su publicación en Bolpress; La Paz.
98
que se encuentra en la Constitución, en los territorios indígenas, en las
resistencias comunitarias, en la defensa de los derechos de los seres
de la madre tierra, en la defensa de la democracia participativa y
pluralista, en la defensa del ejercicio de la democracia directa, de la
democracia comunitaria y la democracia participativa. La defensa
entonces de la participación social en la construcción de la decisión
política, en la construcción de la ley, en la construcción de la gestión
pública. La defensa de los derechos fundamentales, de los derechos de
las naciones y pueblos indígenas originarios, de los derechos de las
mujeres, de los derechos de las diversidades, de los derechos de los
trabajadores y el proletariado nómada, de los derechos de los seres de
la madre tierra. La defensa de las dinámicas asambleístas,
deliberativas, colectivas, de la construcción de consensos, defensa de
las movilizaciones, de los ejercicios participativos y democráticos en el
despliegue de las transformaciones especificas y singulares. La defensa
crítica del proceso es la defensa de la potencia social contra las
usurpaciones y suplantaciones de representantes y funcionarios, de
políticos que hablan a nombre del pueblo, a nombre de los movimientos
sociales, a nombre de la sociedad. Es defensa de la potencia social
contra las estructuras de poder y relaciones de dominación heredadas,
contra las prácticas burocráticas de gobierno, contra las prácticas
despóticas de los jefes, contra la dominación masculina, contra la
política beligerante de definición del enemigo externo e interno, que
corresponde al enunciado de la política como hostilidad, política
experimentada en sentido moderno, enunciado vanguardista y
estatalista, a la vez. Este enunciado ha sido compartido tanto por
Nicolás Maquiavelo como por K. von Clauzewitz, tanto por Lenin como
por Carl Smith, tanto por bolcheviques como por los nazis, tanto por
liberales como por “revolucionarios”. Esta forma de política tiene como
matriz la fraternidad masculina, la dominación patriarcal, donde la
guerra es el recurso inicial y final de la concurrencia de las fuerzas.
No se trata de descartar la posibilidad del enfrentamiento, que siempre
está presente, tampoco de descartar una guerra emancipatoria, que
puede desatarse como defensa contra la violencia de las dominaciones,
sino de interpelar al paradigma de la política, que toma a la guerra
como inicio o final de la misma, convirtiendo la beligerancia en el
procedimiento primordial, por medio del cual se depura a enemigos
internos y se ataca a enemigos externos, buscando conservar el
monopolio y el control del poder. Este sentido de la política es
conservador, conserva el Estado, y anti-emancipatorio. Incluso puede
llegar a simular que emplea los procedimientos de la depuración y de
99
la destrucción para lograr la emancipación buscada, cuando
efectivamente descarta las emancipaciones al apropiarse de su
representación. Por lo tanto, se trata de buscar la “política” más allá
de la política, la política más allá de la fraternidad masculina, la política
más allá de las estructuras patriarcales. La política ya no como
representación y delegación sino la “política” como participación plural,
como construcción colectiva, la “política” como autonomía, en el
sentido de autodeterminación.
La degradación de la política, como definición, identificación y combate
con el enemigo, ha llegado a tal punto que es usada en el sentido más
pedestre y policial del término, no sólo depuración del enemigo interno
y destrucción del enemigo externo, sino la extorsión del enemigo
indefinido, que puede variar desde el catalogado como delincuente,
hasta el demandante de democracia interna, pasando por los
supuestos conspiradores, incluyendo a los defensores críticos del
proceso, desde los catalogados como resentidos, hasta las mujeres
indomables. La degradación de la política es notoria cuando se
incorpora a abogados extorsionadores en los mecanismos represivos,
quienes se convierten en “defensores del proceso”. Estos “defensores”,
calificados por un ex-ministro de gobierno como “profesionales”, se dan
el tupe, desde las celdas, donde se encuentra recluidos, de denunciar
al ministro de gobierno, que los llevó a la cárcel y les inició un juicio,
de ser agente de la embajada estadounidense. Ellos dicen que
cumplieron órdenes, acusan al ministro y no dan nombres de quienes
les dieron las órdenes. Esta gente “profesional” está disponible al
servicio de cualquier gobierno, son incorporadas por su perfil osado,
por su subjetividad sin escrúpulos, a los aparatos represivos. Son como
los torturadores que han seguido sirviendo a distintos gobiernos. No se
hacen problema de que los gobiernos sean diferentes y hasta opuestos,
lo importante es ejercer la “profesión” represora y extorsionadora al
servicio de celosos y paranoicos gobernantes. Se ha llegado muy lejos
en el deterioro y la degradación de la política en tanto definición del
enemigo, se han borrado las fronteras de lo lícito y lo ilícito, de lo legal
y lo ilegal; se ha llegado lejos cuando vemos que estos personajes
inescrupulosos y estas “profesiones” coercitivas se han convertido en
“defensores del proceso”. De la usurpación e impostura de políticos
astutos, de funcionarios, burócratas, jefes, que sustituyeron a los
movimientos sociales y simulan la escena “revolucionaria”, pasamos a
la usurpación e impostura grotesca de los “profesionales” de la
extorsión, convertidos en paladines de la “defensa del proceso”. La
100
política de la hostilidad se ha convertido en el mejor instrumento del
diagrama de poder de la corrupción y la economía política del chantaje.
Los que pueden hablar con propiedad de la defensa del proceso son las
y los movilizados, las y los insurrectos, las y los interpeladores, las y
los que resisten a la distorsión de la política y la usurpación del proceso
por “profesionales” de la extorsión y astutos políticos. Son las
comunidades indígenas que resisten a la destrucción de su territorio,
son las mujeres más pobres del mundo51, reducidas a la subalternidad
más oprobiosa, son el proletariado nómada, que hacen un recorrido
itinerante en la oferta del trabajo del capitalismo salvaje, son el pueblo
que se levanta contra medidas monetaristas como las del “gasolinazo”,
son las y los que abrieron este proceso usurpado, luchando y
entregando su gasto heroico. Todas ellas y ellos son el contenido ético
y la potencia del proceso, la posibilidad de la re-conducción del
proceso.
La defensa crítica del proceso enfrenta la problemática del poder, de
las relaciones de dominación, de las estructuras y diagramas de fuerza,
que atraviesan los cuerpos modulándolos en adecuación a las
estrategias de domesticación, disciplinamiento, control, simulación. En
lo que respecta al Estado-nación y a la sociedad moderna, estas
estructuras y diagramas de poder parecen tan inscritas en los cuerpos,
tan internalizadas en las subjetividades, en los habitus y prácticas, en
los imaginarios sociales, que parecen forman parte de la “realidad
natural”, de condiciones históricas fosilizadas, que parecen hacer
imposible sus transformaciones. El mensaje del realismo político
respecto a esta constatación es que hay que aceptar lo que hay y
actuar bajo la determinación de sus condiciones. Acompaña al realismo
político una suerte de mentalidad oportunista, que se presta a apoyar
esta versión “ideológica” del fetichismo del poder; una de las consignas
de este oportunismo es que todo tiene que cambiar para que nada
cambie; la política del gato pardo. Se trata de la adecuación a la fuerza
dominante del momento. Otra versión, menos relevante del
oportunismo, empero, de efectos masivos, es la actitud servil a los
nuevos amos; cuyas expresiones son la sumisión, la adulación, el
servilismo. Estas dos formas de respuesta a la irrupción de la plebe, de
la insurrección de las multitudes y de la movilización prolongada, son
no solo conservadoras, pues se adaptan a los cambios para detener
sus alcances, sino son formas destructivas e inhibidoras del impulso
51 Las mujeres más pobres del mundo, descripción usada por Gayatri Spivak. Crítica de la razón postcolonial. Akal; Valencia.
101
popular, por lo tanto son formas demoledoras del proceso. La primera
forma, la relativa a la simulación y adaptación, termina mimetizándose
a tal punto que convierten a la política de gobierno en una constante
puesta en escena, en una teatralización donde todo cambia en la
escena, pero no pasa nada en la “realidad”. La segunda forma, llamada
popularmente “llunkerio”, termina creando atmósferas de pleitesía,
climas de alabanza, espacios de propaganda, que desconectan al
gobierno de la “realidad”. Se puede comprender que ambas formas
oportunistas forman parte de la gama de posicionamientos apologistas.
Aunque el oportunismo no cuente necesariamente con un discurso
explicativo y auto-justificativo, dejando este papel a la apología con
pretensiones teóricas, es de las prácticas más difundidas en el campo
burocrático y en el campo político. En los gatos pardos y en los
“llunkus” encuentra la posición apologista a la masa de seguidores, que
aplauden y actúan en consecuencia de lo que entienden, a su modo, la
“defensa del proceso”.
Fuera del consabido enfrentamiento con las clases dominantes, las
oligarquías regionales, y sus expresiones políticas, hay que considerar
seriamente el enfrentamiento constante, permanente, minucioso y
detallado, con la masa difundida de las formas del oportunismo, pues
estas masivas prácticas de mimetismo y de adulación se han
convertido en el principal obstáculo a las transformaciones que empuja
el proceso de cambio. El apologismo, en general, y el oportunismo, en
particular, consideran que el proceso está en ascenso, se encuentra
como en una quinta o sexta fase ascendente, que el punto de inflexión
ya se ha dado, se ha dado la bifurcación, se pasó por la consolidación
del proceso, ahora se avanza en la resolución de las tensiones
creativas. Que el Estado plurinacional se ha conformado, por lo tanto
se ha cumplido la revolución democrática y cultural. Ahora compete
cumplir con tareas económicas y administrativas que aprovechen el
crecimiento y redistribuyan adecuadamente los ingresos, cumpliendo
con los derechos establecidos en la Constitución. Si esta es la situación,
los que critican, los que interpelan, los que resisten, están fuera de
escena; son llamados conspiradores, resentidos, infiltrados, agentes
del imperialismo, libres pensadores. Como puede verse este
posicionamiento, que combina el apologismo, el realismo político, el
“pragmatismo” de sentido común, con el oportunismo de simulación y
el oportunismo adulador, es un Termidor, una manera de terminar con
el proceso. La “defensa del proceso” por parte de este apologismo
político es una terminación del proceso mismo. La “defensa del
proceso” los lleva a la represión, a la descalificación, a la persecución,
102
a emplear métodos de coerción y de cooptación. Procedimientos
justificados por la “defensa del proceso”. Nada se tiene que cambiar,
nada se tiene que corregir, nada se tiene que re-conducir. Los
problemas que se enfrentan son tensiones creativas. De esta forma la
“defensa del proceso” se convierte en la culminación del proceso
mismo.
El discurso apologista y la masa de comportamientos de simulación y
de pleitesía institucionalizados, con los que se cruza, terminan
reforzando las estructuras de poder establecidas, termina
reproduciendo el Estado en sus formas más teatrales, en la
ceremonialidad del poder, tanto espectacular así como minuciosa y
detallada, tanto como escenificación gigantesca así como drama
cotidiano, detallado, puntual. A los apologistas y oportunistas lo que
les interesa es convencer y convencerse que las cosas son como dicen
que son. Este es el efecto de la representación; el efecto práctico es el
reforzamiento del Estado y de las estructuras de poder y dominación.
Por una parte se construye una ilusión, por otra parte se construye un
aparato represivo, tan grande como el tamaño de la propia ilusión. El
aparato represivo no solamente sirve para el enemigo externo, sino
sobre todo para el enemigo interno, para el control, la vigilancia, la
persuasión de los propios, y cuando las cosas van más lejos, para la
depuración. Entonces las tareas de transformación son sustituidas por
las tareas policiales, represivas, de espionaje, de control y vigilancia.
El Estado en cuestión se convierte en un Estado paranoico, una
fortaleza rodeada por la proliferación de conspiraciones externas e
internas.
Ahora bien, la aparición del discurso apologista y de las prácticas
oportunistas se han dado, a partir de un determinado momento, en
todos los procesos revolucionarios. El impulso de las luchas que abren
el proceso irradia su fuerza y su espíritu a un principio; empero, a partir
de un punto de inflexión, como que se tiende mas bien a restaurar el
Estado, a reforzar las estructuras de poder y dominación, a conservar
lo que se tiene y no arriesgarlo, a optar por la defensa del Estado, ha
reproducir las mismas tácticas represivas que otros gobiernos, que los
gobiernos depuestos, aunque se lo haga en otro contexto. ¿Por qué
sucede esto? Las “vanguardias”, usemos esta palabra aunque no nos
guste, para ejemplificar, son desplazadas, son sustituidas por camadas
de obedientes, por funcionarios burocratizados, por perfiles represivos,
por personajes sin escrúpulos, por serviles y oportunistas. Esto puede
suceder desde un principio, al día siguiente de la toma o la llegada al
103
poder, o puede tardar un tiempo previo, donde se vive la primavera
del entusiasmo. Cada proceso tiene su propia historia singular.
¿Después de la tormenta viene la calma y las aguas vuelven a su sitio?
¿Después del entusiasmo vuelve el apaciguamiento y la “racionalidad”?
¿Por qué ocurre esto, de tal forma que no se pueda escapar a esta
trama dramática, donde no se tiene un final feliz? Para responder a
estas preguntas no caigamos en la ingenua hipótesis de que si hubieran
sido otros hombres hubiera sido otra cosa. Las personas le dan su
carisma, inciden en las características subjetivas, producen ciertos
desplazamientos, que hacen distintos a los procesos, empero la trama
parece sucederse de todas maneras. No es un problema de personas,
otras hubieran quizás dado otro carisma, incidir en otras características
subjetivas, ocasionar otros desplazamientos, empero, en algún
momento se enfrentan al mismo problema, la reproducción del Estado
y de las estructuras de poder y dominación. El problema no es de
personas, sino de mapas institucionales mantenidos, estructuras y
diagramas de poder conservados, Estado restaurado. Si una
revolución, si un proceso de transformación, no desmonta estas
estructuras de poder, termina tragada y subsumida a la lógica de la
reproducción de poder.
La defensa crítica del proceso lucha en los lugares, los territorios, los
espacio-tiempo con los que se cuenta, enfrenta los problemas
singulares que emergen en el desplazamiento del proceso; comparte
las desilusiones y desencanto popular ante la experiencia de un proceso
contradictorio y un gobierno teatral, perdido en el laberinto de su
soledad52; también se anima cuando las organizaciones sociales salen
a las calles, denuncia, resiste, interpela, cuando las comunidades
indígenas defiende sus territorios, cuando el pueblo defiende la
Constitución contra la impostura de un gobierno que promueve leyes
inconstitucionales, cuando el pueblo defiende nuevamente los recursos
naturales contra parciales y mediáticas nacionalizaciones. La defensa
crítica del proceso no renuncia a la utopía, no deja de concebir la lucha
por las emancipaciones múltiples, por las liberaciones heterogéneas,
por la descolonización radical. Respecto al proceso que se vive, aunque
las evidencias muestran el declive y desmoronamiento del proceso,
quizás hasta su propia muerte anunciada, no acepta esta evidencia
como fatalidad, sino como desafío, como una convocatoria al gasto
heroico. El “realismo” de la defensa crítica del proceso es el de la
52 Alusión al Ensayo de Octavio Paz: El laberinto de la soledad.
104
consigna de 1968 heroico: Seamos realistas, pidamos lo imposible53.
Aunque parezca imposible la reconducción del proceso, la defensa
crítica del proceso apuesta a este imposible. La realidad se realiza a
veces por el lugar de lo improbable y por lo inesperado de lo imposible.
53 Seamos realistas, pidamos lo imposible; consigna de los estudiantes parisinos movilizados del mayo de 1968.
105
Reflexiones sobre el “proceso” de cambio54
Supongo que lo que interesa a la carrera de filosofía de la UMSA,
que es la auspiciadora de este seminario, que precisamente pretende
reflexionar sobre el proceso político. No tanto así como efectuar
reflexiones políticas, sino teóricas, aunque, como dice Françoise
Lyotard, la filosofía hace política. Intentaremos entonces una reflexión
teórica sobre el llamado proceso de cambio. ¿Qué es entonces lo
primero que tenemos que poner sobre la mesa de reflexión acerca del
proceso? ¿La caracterización del proceso? ¿Las contradicciones del
proceso? ¿Un análisis comparativo con otros procesos políticos? ¿Cómo
caracterizar el proceso? ¿A partir de cómo la definen sus protagonistas?
¿A partir de la crisis de dónde emergió? Comenzaremos por definir la
crisis de donde emergió el proceso; entonces comenzaremos por la
caracterización de la crisis.
Como estamos en un seminario de filosofía, que se propone
reflexionar sobre el proceso político, debemos priorizar, se supone, la
reflexión teórica; entonces es conveniente definir dos conceptos
iniciales de la reflexión, crisis y proceso. Etimológicamente crisis quiere
decir momento decisivo, situación inestable; viene del latín crisis y del
griego krísis, que significa punto decisivo, viene de krínein, que quiere
decir separar, decidir55. Desde la perspectiva médica se ha hecho
hincapié en el sentido de descompensación fisiológica; una ruptura del
equilibrio fisiológico. De ahí al concepto de crisis en la teoría de
sistemas no hay mucho trecho; la teoría de sistemas habla de crisis
cuando el sistema, los subsistemas componentes, los intercambios
entre ellos, la retroalimentación con el entorno, ya no puede darse; ya
no hay posibilidades de reproducción del sistema. El sistema entra en
crisis. Ciertamente es un concepto abstracto, tiene el sentido de crisis
estructural y sistémica. Jürgen Habermas la ha usado en este sentido,
dándole también la tonalidad de problemas de legitimación. El
marxismo se ha referido a la crisis haciendo referencia a la crisis
estructural y orgánica del capitalismo, crisis descifrada a partir de la
contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción,
interpretada a partir de las dificultades para mantener la tendencias
ascendentes de las tasas de ganancia; crisis que también es entendida,
54 Esta es la ponencia para el seminario sobre Reflexiones del proceso de cambio, organizado por la Carrera de Filosofía de la UMSA, el 16 de mes de Mayo de 2013, y realizado en el salón de la Vicepresidencia. Se puede considerar este documento como el segundo autocrítico; el primero es Epistemología, pluralismo y descolonización. 55 Ver de Guido Gómez de Silva Breve diccionario etimológico de la lengua española. El Colegio de México.
106
en un marco general, como crisis de acumulación, crisis de sobre-
producción, también crisis de la reproducción del modo de producción
capitalista. De aquí, se pasa a las consecuencias políticas y a las crisis
sociales; las crisis políticas son entendidas como crisis del Estado, las
crisis sociales son interpretadas desde la intensidad de la lucha de
clases. Los análisis políticos, casi en general, hablan de crisis
refiriéndose a hechos diferentes; crisis de gobierno, crisis de
representación, crisis del sistema de partidos políticos, crisis
coyunturales específicas. Como se podrá ver, el término crisis se presta
a un abanico polisémico amplio; empero, de todas maneras, no pierde
su raíz; momento decisivo, situación inestable, incluso momento de
ruptura, de separación.
En Bolivia se ha hablado de crisis de una manera connotativa
más o menos amplia; se ha hecho alusión a una crisis múltiple del
Estado, caracterizando al Estado como Estado colonial, aunque la
referencia se la hacía al Estado-nación. En este contexto connotativo,
la referencias más puntuales se dirigían a la crisis del modelo
neoliberal, a la crisis de los gobiernos neoliberales, a la crisis de
representación, a la crisis del sistema de partidos; aunque también las
connotaciones alcanzaban a la crisis de la sociedad y el Estado
boliviano. Interesa detenerse en estas lecturas de la crisis o, mas bien,
en esta lectura del acontecer político desde la crisis.
Como se trata de reflexiones teóricas, que también llamaremos
problemas filosóficos, relativas a la experiencia del proceso de cambio,
vamos a tratar de identificar problemas teóricos en los análisis, las
interpretaciones y los discursos referidos a la contingencia política,
social, económica y cultural del proceso. En adelante haremos un
repaso a lo que consideramos los principales problemas teóricos del
análisis y de la crítica de la política.
Un primer problema aparece con el atributo mismo de las teorías;
se trata de cuerpos hipotéticos y de tesis que arman explicaciones
lógicas de los acontecimientos que observan, convertidos, si se quiere,
en “objetos” de estudios. El problema no se encuentra en que los
acontecimientos se conviertan en “objetos” de estudio, sino en la forma
como lo hace y lo logra esta mirada, que es la teoría. La teoría forma
parte del mundo como representación. Para que se entienda bien, no
se desecha la teoría, el servicio de la teoría en la construcción de
explicaciones y en la formación del conocimiento; el problema radica
en el uso que se hace de la teoría. Los usos teóricos, al otorgarle una
significación estructurada a los acontecimientos que estudian,
107
terminan no sólo representando estos acontecimientos, en forma de
recortes de realidad, sino que son concebidos como si funcionaran
desde la lógica preformada por los cuerpos teóricos. Las analogías
encontradas entre lógicas teóricas y las “secuencias” de los procesos
inherentes a los acontecimientos ayudan a esta sustitución de los
procesos por las lógicas. Indudablemente estas “reducciones” ayudan
a explicar los hechos, los sucesos, los eventos y los acontecimientos,
a través de la comprensión de relaciones, de estructuras, de sistemas,
de composiciones más o menos complejas. Sin embargo, no hay que
olvidar nunca que, el acontecimiento no es representación, no es
“realidad”, que es otra representación, sino la diferencia absoluta
irreductible. Por otra parte, la misma teoría experimenta su propia
transformación; las teorías concurren mejorando, adecuando,
desplazando, renovando e inventando nuevas explicaciones. Ciertas
teorías quedan rezagadas en relación a la aparición de nuevas
problemáticas, que son el resultado del desplazamiento de los
horizontes de visibilidad y decibilidad de la experiencia. Otro problema
radica entonces en las resistencias de las teorías a quedar descartadas;
se empecinan por mantenerse, creando, como dice Karl Popper,
hipótesis ad doc56. Al respecto de este empecinamiento, obviamente
no se trata del empecinamiento de las teorías, pues éstas no son
sujetos, como suelen convertirlas, por una especie de fetichismo
teórico, sino del empecinamiento de los sujetos que usan las teorías.
Cuando esto ocurre, se da lugar como a por lo menos tres desfases;
primero, en relación a la que identificamos anteriormente, el desfase
entre representación y acontecimiento; segundo, el desfase entre
teoría y problemática; tercero, el desfase entre la problemática misma
y otras problemáticas posibles, que se encuentran opacas o invisibles
a la mirada teórica.
En relación a estos desfases, los mejores “instrumentos” para
recorrer estas distancias y re-articular los desfases son: en primer
lugar, la intensidad y la expansión de la experiencia social; en segundo
lugar, la crítica. La virtud de la crítica es que hace visible las
problemáticas, identifica los límites de las teorías y busca
replanteamientos estructurales. La vitalidad de la experiencia social es
que extiende, desplaza, los horizontes de visibilidad y decibilidad, por
un lado, y profundiza los espesores de la subjetividad. Ambas, la crítica
y la experiencia, nos permiten, posibilitan, no solamente desplazar los
horizontes epistemológicos, sino también y sobre todo, replantear las
56 Ver de Karl Popper Lógica de la Investigación científica. Taurus; Madrid.
108
relaciones y articulaciones entre teoría, experiencia, subjetividad y la
experiencia de los acontecimientos.
Como dijimos a un principio, la discusión que nos trae es política;
entonces también hablamos de la pasión política, de la pasión como
substrato de la política. El discurso político es mucho menos cuidadoso
que el discurso teórico; no se hace problema si se trata de
representaciones, si estas representaciones son cuestionables y
contraen problemas de configuración. Usa el discurso como si éste
hablara directamente de “realidades”; no hay ni siquiera una
pretensión de verdad, sino, mas bien, una pretensión de “realidad”. El
discurso político está directamente vinculado con la fuerza que se
emplea respecto a las materias y objetos de poder. El discurso político
acompaña a la fuerza; no está para demostrar su verdad, sino está
para legitimar la fuerza que se emplea. Entonces, cuando tratamos con
el discurso político, no solamente respecto al horizonte de las
representaciones, sus límites, en relación a la complejidad del
acontecimiento, sino cuando estamos ante los límites mismos de una
“ideología”, en pleno sentido de la palabra, como fetichismo del poder,
estamos ante un discurso que se considera la expresión misma de la
“realidad”, produce “realidades”.
El discurso político es un dispositivo para la acción, no se plantea
problemas de verdad, no tiene exactamente pretensiones de verdad,
sino que, le interesa directamente incidir en los hechos. Si el discurso
político alude a teorías, no lo hace tanto para manifestar su pretensión
de verdad, tampoco para reflexionar sobre su propia actuación, sino
que usa los fragmentos teóricos como herramientas en su disposición
para la acción. Ahora bien, el discurso político puede entrar a la acción
con pretensiones emancipatorias o, en su caso, de manera opuesta,
puede hacerlo con pretensiones institucionales, buscando el apoyo a
las políticas públicas. En ambos casos, el discurso político forma parte
de la acción; en un caso, contestataria, o, de lo contrario, reforzando
la institucionalidad del Estado. Lo que hay que tener en cuenta es esta
característica del discurso político; desde esta perspectiva parece vano
entrar en debate teórico o, si se quiere, científico con el discurso
político. Aunque se dé una especie de comunicación, incluso se den
respuestas por parte del discurso político, esto no quiere decir que
asistimos a un debate teórico o científico, sino a un intercambio
discursivo donde no se modifica el funcionamiento de la política, que
produce “realidades”, tampoco el funcionamiento y las lógicas teóricas,
que produce verdades. Las prácticas políticas se fortalecen, por la
109
manera cómo manejan las teorías; las fragmentan y las usan para
apoyar los propios objetivos, que son mas bien posicionamientos. Las
teorías terminan vulgarizadas y de alguna manera devaluadas por este
uso político; rara vez ocurre que el uso de las teorías, en los escenarios
políticos, derivan en una interpelación con efectos políticos
demoledores, obligando a modificaciones en las prácticas políticas.
Cuando esto ocurre es que las prácticas políticas, el estilo coyuntural y
periódico, correspondiente a una época, se encuentran en crisis.
Por eso, cuando nos invitan hablar del proceso de cambio, es
decir, del proceso político que se vive en Bolivia desde inicios del siglo
XXI, debemos contextualizar los ámbitos de la reflexión y la discusión.
Preferimos, en principio, separar, metodológicamente, el ámbito
teórico del ámbito político, para después enfocar sus zonas de
yuxtaposición.
Una mirada teórica sobre el llamado proceso de cambio
De entrada tenemos un problema teórico; proceso es un
concepto teleológico, supone una finalidad, a la que se llega
precisamente mediante un proceso, que pasa por etapas de
aproximación. El proceso procesa, por así decirlo, las condiciones de
posibilidad histórica, los medios, las fuerzas involucradas, llevándolas
hacia el fin propuesto. Se trata de una producción histórica. A
propósito, el concepto de proceso es concomitante con el concepto de
producción. Si estas son las características del concepto proceso, se
entiende que se tienda a evaluar el proceso de acuerdo a las finalidades
propuestas. No es esta valorización de ninguna manera un contra-
sentido, sino mas bien algo coherente con el concepto mismo de
proceso. El problema no radica ahí, sino en llamar proceso al
acontecimiento político experimentado. La ventaja del concepto de
acontecimiento es que no es teleológico; no supone ningún propósito,
ni de la providencia ni de la historia. El concepto de acontecimiento,
como multiplicidad y pluralidad de singularidades, está abierto a
distintas contingencias, a diferentes posibilidades, a la aleatoriedad
misma de múltiples juegos de fuerzas.
Si queremos salir del acto de juzgar el proceso, juzgar en el
sentido jurídico del término, como tarea de jueces, ya sea para bien o
para mal, negativamente o positivamente, observando sus
desviaciones o, en su caso, haciendo apología de su consecuencia,
110
debemos, en primer lugar dejar de hablar de proceso. Debemos decir
categóricamente que no hay proceso; lo que hay, es ciertamente un
acontecimiento político, en el que estamos insertos, lo que hay es una
lucha entre tendencias encontradas, además de una lucha de estas
tendencias en relación a las condiciones de posibilidad histórica, que
casi todas ellas llaman “realidad”. Condiciones de posibilidad que las
tendencias tratan de controlar o inducir para lograr sus propósitos. Lo
que ocurra no depende de sus voluntades sino del juego azaroso de las
fuerzas, de las contingencias, y, ciertamente, de la dosis de
consecuencia que se imprime en las acciones, dependiendo de una
suerte de acumulación y disponibilidad de fuerzas.
Es preferible entonces tratar de comprender la complejidad del
acontecimiento político, que se vive desde el 2000, que buscar
juzgarlo, de una u otra manera. Con este propósito intentaremos
proponer algunas hipótesis interpretativas del acontecimiento político.
Hipótesis
1. Lo que se experimenta como acontecimiento político es una lucha
no sólo de tendencias voluntarias y conscientes, inherentes a los
partidos, las organizaciones, los movimientos sociales, las clases
sociales, naciones y pueblos, sino la lucha de estas tendencias con
las condiciones de posibilidad, los desplazamientos materiales y
subjetivos, que no controlan. Entonces se da como una concurrencia
de desplazamientos materiales y subjetivos no controlados y
tampoco suficientemente visibilizados, desplazamientos que inciden
en el decurso de la actualización concreta de la complejidad en las
coyunturas sucesivas.
2. En la interpretación del acontecimiento político es imprescindible
identificar las tendencias en juego y la disponibilidad de fuerzas con
las que cuentan; además es indispensable identificar algunas de las
condiciones de posibilidad histórica y de los desplazamientos
materiales y subjetivos en curso, por lo menos los que parecen de
mayor condicionalidad e incidencia.
3. De las tendencias concurrentes, la que cuenta con mayor
disponibilidad de fuerzas, por lo menos hasta ahora, es la tendencia
oficial, la gubernamental y la estatal; tendencia dominante en el
111
escenario. Sin embargo, esto no quiere decir que controle las
condiciones de posibilidad y los desplazamientos materiales y
subjetivos concurrentes. Tampoco que logre vencer y dominar a las
otras tendencias en juego. Por eso la tendencia dominante está
sujeta a contingencias, así como a sus propias pugnas internas.
Muchas de sus acciones desatan consecuencias inesperadas para los
propios actores oficiales.
4. Por lo menos desde el 2009, desde la segunda gestión del gobierno
popular, la otra tendencia, con disponibilidad de fuerza, si se puede
hablar en singular y no en plural, como corresponde, no es, desde
nuestro punto de vista, la llamada “derecha”, que comprende a los
partidos conservadores, ligados a las oligarquías regionales, a la
burguesía y a los terratenientes, aunque como clases sociales sigan
contando con un dominio económico apreciable. La tendencia con
disponibilidad de fuerza, por lo tanto, con capacidad de incidencia,
corresponde a las organizaciones sociales que se ha colocado en
posición crítica y demandante respecto al gobierno. De entre estas
organizaciones hay que destacar a las organizaciones indígenas y la
las organizaciones sindicales, aglutinadas en la COB. Fuera de estas
organizaciones sociales, han tenido incidencia intermitente y
coyuntural, otras organizaciones como los comités cívicos y
gremialistas. Estas incidencias en los acontecimientos se comprueba
en determinadas coyunturas intensas, como la que corresponde al
levantamiento popular contra el “gasolinazo”, que obligó al gobierno
a retirar la medida; también en el Conflicto del TIPNIS, sobre todo
con la llegada de la VIII marcha indígena, que obligó al presidente
a promulgar una ley en defensa del TIPNIS; así como la actual
movilización y huelga indefinida de la COB, que obliga al gobierno a
revisar y discutir su promulgada ley de pensiones.
5. La otra tendencia con disponibilidad de fuerza y capacidad de
incidencia son las clases económicamente dominantes, como la
burguesía, los agro-industriales, los banqueros. La burguesía
recompuesta, que no necesariamente se confronta con el gobierno,
al contrario, ha optado por incidir en sus políticas públicas, sobre
todo económicas; tiene una comprobada incidencia en el decurso de
los acontecimientos.
112
6. En el contexto internacional, del cual Bolivia forma parte ineludible,
las empresas trasnacionales, el sistema financiero internacional y el
contexto del orden mundial, conforman lo que podemos llamar las
estructuras condicionantes en el mercado mundial y en el orden
mundial y regional. Estas estructuras condicionantes llegan a
convertirse en tendencias en juego, en el contexto del país, a través
de los agentes y agenciamientos operativos.
7. En el mismo contexto internacional, mas bien regional, debemos
citar a otras estructuras condicionantes, cuya presencia trata de
compensar la influencia y la incidencia de las estructuras
condicionantes internacionales, dominantes y hegemónicas. Estas
estructuras de compensación son los gobiernos afines de la región,
los organismos de integración, como el ALBA, el UNASUR y el
CELAC, además del MERCOSUR y la Comunidad Andina.
8. Ciertamente también se encuentran como tendencia de incidencia,
en este contexto de tendencias en juego, la que comúnmente se ha
identificado políticamente como “derecha”; hablamos de partidos
políticos conservadores. Aunque debilitados desde el 2008, tienen
representación en el Congreso, en menos de 1/3, además de
controlar dos gobernaciones, fuera de la vocería que adquieren en
los medios de comunicación.
9. Otra tendencia, cuya disponibilidad de fuerza es mas bien local que
“nacional”, con cierto impacto regional, es la relativa a un
posicionamiento de centro, con variantes de centro-izquierda y
variantes de centro-derecha, por las últimas alianzas electorales
logradas.
10. En lo que respecta a las condiciones de posibilidad histórica,
podemos nombrar a la condición estructural de Bolivia en la
geopolítica del sistema-mundo capitalista. Como parte de las
periferias y su condicionamiento histórico como país condenado al
extractivismo, al modelo primario exportador, y al Estado rentista,
la dependencia ha llegado formas extremas, limitantes,
obstaculizadoras y generando un circulo vicioso gravitante.
113
11. Otra condición de posibilidad histórica tiene que ver con lo que
llamaremos la historia de las estructuras subjetivas de las
sociedades, de las naciones y de los pueblos. Estas estructuras
subjetivas son como las memorias de estas sociedades, de estas
naciones y de estos pueblos; pero, también sus estados de ánimo.
Como dijimos en otro texto57, cuando hablamos de estructura lo
hacemos metafóricamente, mucho más cuando nos referimos a
estructuras subjetivas. No podrían darse tales estructuras, ni como
una macro-estructura que comprenda la memoria y el estado de
ánimo de un pueblo, ni como micro-estructuras que se hallaran
inscritas en cada uno de los individuos. Sencillamente se trata de
una manera de organizar la explicación y el análisis, corriendo el
riesgo de convertir a la estructura en un sustituto del sujeto, sujeto
de la filosofía o de la psicología, convirtiéndola en algo así como la
combinatoria inherente al funcionamiento de una composición dada;
en este caso de una multiplicidad de subjetividades. Recurrimos
auxiliarmente y provisionalmente a este concepto de estructura
para usarlo como nombre comodín, como nombre de algo, en este
caso de experiencias, memorias y ánimos de pueblos. Lo que
interesa es esto último, pues, suponemos, que las experiencias, las
memorias y los ánimos, de las sociedades y de los pueblos, se
sedimentan y estratifican en sus imaginarios, de tal suerte que se
convierten como en condiciones de posibilidad subjetivas.
12. Otra condición de posibilidad histórica tiene que ver con el mapa
institucional, en otras palabras, la cobertura institucional en relación
a la extensión de la misma sociedad. El mapa institucional puede
abarcar más o menos la extensión misma de la sociedad, puede
capturar torrentes constantes de las dinámicas moleculares
sociales, en zonas más o menos extensas de la reproducción social;
en este sentido incide preponderantemente en la orientación de la
reproducción social, convirtiéndola en el substrato primordial del
Estado. Cuando el mapa institucional tiene una cobertura tan grande
como la extensión misma de la sociedad, el Estado habría integrado
a la sociedad a la reproducción misma del Estado; hablaríamos de
un Estado realizado y consolidado. Este es el objetivo de los que
propugna la consolidación del Estado-nación. En todo caso, un mapa
institucional extenso y articulado, un Estado-nación integrado,
hacen de maquinarias abstractas de poder lo suficientemente
57 Este texto es Hacia una teoría de la sociedad alterativa. Todavía no publicado, se encuentra en elaboración y revisión. Será difundido en Horizontes nómadas, también en Bolpress.
114
gravitantes como para incidir en el decurso de los acontecimientos,
sin necesidad de controlarlos.
13. Otra condición de posibilidad histórica puede ser nombrada como
mapa de las organizaciones sociales, que hacen como contraste del
mapa institucional. El accionar de las organizaciones sociales, su
convocatoria, sus demandas, sus movilizaciones y luchas, puede
oponerse a los agenciamientos concretos de poder de las
instituciones, por lo tanto, puede desordenar la consistencia del
mapa institucional, o, en su caso, de manera distinta, en por lo
menos, algunos casos, puede reforzar los efectos de poder del mapa
institucional.
¿Cuál es el problema de este cuadro de hipótesis? En primer lugar
que es un cuadro, por lo tanto una pintura y un punteo de
tendencias y de condiciones de posibilidad histórica, a las que se ha
llegado analíticamente, diferenciando, líneas, aspectos y tópicos,
incluso temporalidades. Una vez hecho esto, son como fichas de un
rompecabezas, a las que hay que volver a reunir encajando, para
armar el cuadro. El problema es que se le atribuye “vida” propia a
cada una de estas fichas separadas, como si estuvieran animadas y
fuesen autónomas, cuando esto no ocurre en absoluto. En “realidad”
estas fichas separadas ni tienen vida propia, ni son autónomas, ni
funcionan separadas. No hay fichas separadas, todo ha funcionado
efectivamente como conjunciones complejas y articuladas; no hay
tal separación analítica. Esto es parte del fetichismo teórico, del que
hablamos al principio. Por lo tanto, si asumimos el acontecimiento
como configuración espacio-temporal, como matriz múltiple y
compleja, en la cual nos encontramos insertos, no es posible pensar
analíticamente, separando piezas, para estudiar sus relaciones y
causalidades. Es menester pensar pluralmente el acontecimiento
como multiplicidad de singularidades.
Con esta aclaración y esta advertencia, podemos aproximarnos a
éstos propósitos del pensamiento pluralista, usando las hipótesis,
en hipotéticos movimientos, flujos, torrentes singulares, en
constante composición y re-composición.
115
Aproximaciones al acontecimiento político
Quiero retomar esta aproximación al acontecimiento político
recordando una apreciación altamente, sugerente y esclarecedora,
que pronuncio Vicky Ayllón en la presentación de un libro de Luis
Tapia sobre los grupos roqueros de la ciudad de el Alto y la Ciudad
de la Paz58. Vicky Ayllón dijo que el problema de dar nombres a los
58 El libro fue editado y publicado por Autodeterminación.
116
grupos, de nombrarlos, no sólo cómo se nombran a sí mismos, de
acuerdo a la identificación de su banda, sino el nombre que les
atribuye el autor, al calificarlos de underground, es hacerlos existir
de esa manera, atribuirles un sentido, el valorado por el
investigador; además el nombrar a unos y no nombrar a otros, es
como hacerlos existir a unos y condenar a la in-existencia a otros,
por lo menos a aquella existencia documentada por los libros59. Por
lo demás, el libro de Luis Tapia es el resultado de una investigación
vivencial, pues el investigador era amigo de los grupos roqueros y
los visitaba donde tocaban. Además de mostrarnos otra de las
facetas de este teórico e investigador, el libro tiene la virtud de
alumbrar en la oscuridad refugiada del underground de los jóvenes
rebeldes. Volviendo a Viky Ayllón, quiero tener en cuenta esta
observación, pues cuando escribimos sobre el acontecimiento
político, también nombramos y terminamos dando existencia escrita
a lo que nombramos, atribuyéndole un sentido, el del analista,
teórico, intérprete, escritor y activista. Se produce entonces una
“captura” de las experiencias múltiples y singulares en el sentido
teórico asignado. De alguna manera esta significación se convierte
en código de intercambio, en sentido compartido, en la medida que
los textos se difunden y son apropiados. Puede ocurrir, a su vez,
que los textos difundidos sean usados por otros portadores de
discursos, entonces los sentidos que circulan vuelvan a ser
“capturados” por otras composiciones discursivas. Pero, lo que
interesa, en este caso, es que las singularidades del acontecimiento
son “capturadas” por otras singularidades, conformando
composiciones, de sentido, que llegan a ser políticas, debido al uso
en el tráfago de las fuerzas. ¿A dónde apuntamos con esto? No es
posible decir la verdad del acontecimiento político, pues tal verdad
no existe; lo que se dan son distintas perspectivas, dependiendo de
los referentes. Algunas perspectivas son más compartidas que
otras, en la medida que su uso sea más difundido, además de lograr
mayor “captura” que otras perspectivas.
Al respecto, no estoy seguro del alcance de la difusión de los
análisis críticos del colectivo Comuna respecto al seguimiento de los
movimientos sociales del 2000 al 2005, tampoco de la expansión de
las “capturas” logradas de las singularidades de los
59 He recurrido a mi memoria, tratando de rescatar, no literalmente lo que dijo Viky Ayllón, sino interpretando lo que dijo, el significado de sus comentarios y observaciones. Es difícil recordar los términos literales de su exposición.
117
acontecimientos; empero, de alguna manera, sus libros fueron
referencia para la academia y la discusión política. En este sentido,
es conveniente revisar los sentidos y significaciones teóricas y
políticas asignadas por Comuna al acontecimiento político de las
movilizaciones sociales de ese periodo. Algo que se compartió con
otros colectivos y activistas, además de los voceros de las
organizaciones sociales involucradas, además de organizaciones
políticas, es haber nombrado esta experiencia multitudinaria como
proceso. Entonces ya este concepto conducía la interpretación y el
análisis en una dirección teleológica; el proceso semi-insurreccional,
pues así se hablaba y se escribía, conduce los levantamientos, las
rebeliones, las resistencias, las luchas, las movilizaciones, hacia
finalidades inscritas en la memoria indígena y en la memoria
popular. Estas finalidades no podían ser otra cosa que la
descolonización y la nacionalización de los recursos naturales; de
estas finalidades, compartidas por las organizaciones sociales, se
encontraron otras finalidades más definidas y de efecto estatal.
Hablamos de las figuras concebidas de la transformación estatal. Al
principio estas figuras tenían que ver con las distintas perspectivas
de lo que se entendía por descolonización, por una parte, y
nacionalización, por otra parte. Por ejemplo, el CONAMAQ entendía
por descolonización la reconstitución del Collasuyu y del
Tawantinsuyu; el CIDOB ya había trabajado la idea del Estado
plurinacional; las organizaciones campesinas hacían hincapié en la
reforma agraria, aunque compartían distintas propuestas sobre la
transformación del Estado, desde las propuestas por las
organizaciones indígenas hasta las propuestas socialistas, pasando
por la consolidación del Estado-nación. Las organizaciones
sindicales de los trabajadores no abandonaron el horizonte definido
por sus tesis legendarias, el socialismo, aunque también compartían
fuertemente la idea de la consolidación del Estado-nación,
recurriendo a su memoria nacional-popular.
La forma como se llega a definir la finalidad del Estado
plurinacional social-comunitario, fue lograda en reuniones,
seminarios, talleres, conferencias y “congresos” del Pacto de
Unidad. A esta significación del proceso se llega por el camino de
“capturas” de singularidades. Son las organizaciones sociales, las
dirigencias de estas organizaciones, los asesores de las
organizaciones, las ONGs de apoyo, los dispositivos de “captura”,
que coadyuvan a componer una interpretación más o menos
118
compartida. Es así como la finalidad del Estado plurinacional social-
comunitario fue asumida orgánicamente. Es así también como el
proceso fue interpretado como una producción política del Estado
plurinacional social-comunitario. Empero, que la finalidad
compartida orgánicamente por el Pacto de Unidad sea la del Estado-
plurinacional social-comunitario no quiere decir que el Pacto de
Unidad controlaba todas las variables en juego en el contexto de las
fuerzas; era la voluntad del Pacto de Unidad, que de ninguna
manera garantiza per se que el decurso de los acontecimientos
desatados conduzca a tal finalidad. Este decurso no depende de la
voluntad orgánica, incluso si llegara a comprometer y convencer a
otras fuerzas, como ocurrió en la Asamblea Constituyente, sino del
juego y del peso de las fuerzas puestas en juego, de las tendencias,
su gravitación, y de las condiciones de posibilidad histórica, la
condicionalidad e incidencia de las mismas. Por eso, podemos decir
que lo que hacen el Pacto de Unidad y, después, la Asamblea
Constituyente, en este recorrido, también Comuna, es estructurar
una voluntad, interpretando el acontecimiento político como
proceso. El MAS, como “partido” político, va terminar de asumir, en
su generalidad, este discurso, “capturando” también sentidos y
singularidades. No vamos a detenernos en cómo haya entendido el
MAS la finalidad Estado plurinacional comunitario autonómico, que
corresponde a los desplazamientos logrados en la Constitución
respecto del Estado social comunitario del Pacto de Unidad. La
interpretación oficial más se parece a la “captura” del símbolo
caudillo de la gama de significaciones del proceso, que ya era una
interpretación teleológica del acontecimiento político experimentado
multitudinariamente. Lo que interesa, por el momento, es que se
construye un sentido común sobre el acontecimiento experimentado
colectivamente, se le llama proceso, al que se le asigna una
finalidad, el Estado plurinacional comunitario y autonómico.
Los límites de este sentido común, de esta interpretación
compartida, de esta lectura del acontecimiento como proceso,
aparecen prontamente ante las dificultades evidentes de construir
un Estado plurinacional comunitario y autonómico. Lo sugerente,
ante la constatación de los problemas de la interpretación, son las
hipótesis ad hoc que se crean, para conservar a la interpretación
construida. El gobierno dice que ya se ha logrado el Estado
plurinacional comunitario y autonómico; la crítica, que llamaremos
de “izquierda”, dice que no se ha alcanzado este objetivo, que más
119
bien nos mantenemos en el Estado-nación, restaurado y
consolidado. La derecha asume que eso que tiene ante los ojos es
el Estado plurinacional, aprovechando sus resultados para criticarlo,
buscando, mas bien, restaurar el Estado de derecho. En otras
palabras, todos asumen la finalidad enunciada como referente
suficiente para evaluar el proceso. De esta manera, todos terminan
juzgando el proceso desde la perspectiva de su finalidad.
Como dijimos, el acontecimiento no se reduce al proceso; hay un
campo de posibilidades abierto. Por donde vaya el decurso, depende
de las contingencias, la disponibilidad de fuerzas de las tendencias
y de la gravitación de las condiciones de posibilidad históricas. Esto
no quiere decir que no se tengan objetivitos, que no se tengan
finalidades, tampoco, mucho menos, que haya que renunciar a la
voluntad. Lo que no se puede hacer es reducir la complejidad del
acontecimiento a la idea de una secuencia preformada, la de
proceso por ejemplo, y confiar, que como estamos en un proceso,
la secuencia de los eventos seguirá la lógica de una producción
planificada. Como no ocurre esto, cuando los hechos contrastan con
la idea de proceso, sobre todo con sus finalidades no logradas, las
tendencias en pugna generalmente recurren a explicaciones fáciles.
La tendencia radical tiende a explicarse la no realización plena del
proceso debido a inconsecuencias, incluso a traiciones; la tendencia
conservadora, ya acomodada en el gobierno, tiende a explicar la
incomprensión de la crítica debido a una conspiración interna, que
termina apoyando a la derecha derrocada. Las pugnas internas al
bloque “revolucionario” arrecian, a pesar de los esfuerzos por
acallarla y ocultar la presencia de tendencias. Lo que comúnmente
se llama “derecha”, se explica lo que ocurre como si hubiera
esperado que pase; dice que no podía ser de otra manera, cuando
el Estado se hace cargo de la economía, vuelve a comprobarse que
es un mal administrador. A la “derecha” todo le parece el fracaso
del socialismo; entonces cree volver a ratificar sus aseveraciones
sedimentadas en su concepción de fin de la historia; el mundo no
puede llegar a ser otra cosa de lo que es.
Se trata de distintos planos, por así decirlo. Un plano o plano-
meno, plano de intensidad, es el del acontecimiento; otro plano,
mas bien de representación, el que corresponde a la idea que se
tiene del acontecimiento, que en este caso es la idea de proceso,
donde se presenta la voluntad estructurada como programa,
120
finalidad, constitución. Pretender mantener la idea que se tiene, en
este caso, la de proceso, a pesar de las contrastaciones, es un
suicidio. Lo aconsejable es conocer mejor la complejidad del
acontecimiento, mejorar las representaciones que se tienen,
adecuar la voluntad estructurada y la estructura de la voluntad a la
complejidad puesta en juego, adecuar las finalidades, mejorando
también las formas de intervención y los agenciamientos de
transformación. Lo que importa es comprender mejor cómo
funcionan las fuerzas puestas en juego, cómo funcionan las
dinámicas moleculares, cómo funcionan las composiciones
moleculares, también cómo funcionan las composiciones molares.
En una coyuntura concreta, un periodo y contexto específicos, qué
efectos institucionales se dan, qué efectos transformadores
provocan las movilizaciones, cuáles son las consecuencias del
forcejeo entre el mapa institucional y el mapa de las organizaciones.
Ahora bien, este saber del acontecimiento no es deducción
teórica, sino efecto de la acumulación de la experiencia activista y
de los movimientos sociales. Este saber colectivo puede convertirse
en teoría; esto ayuda a tener una comprensión novedosa del
acontecimiento y de la experiencia social de las recientes
movilizaciones y luchas. Esta dinámica interpretativa forma parte
del aprendizaje social y colectivo, del desplazamiento de los
horizontes de visibilidad y decibilidad, de la acumulación de
experiencia. Ante esta exigencia, esta vertiginosidad y volatilidad
de la imaginación social, inducida por los desplazamientos de la
experiencia, se oponen desesperadamente resistencias
representativas, que se adhieren a lo que pretenden que son
cuerpos fijos teóricos, verdades eternas. Es de estas posiciones
conservadoras, de esta ilusión de verdad, de las que se alimentan
los “aparatos ideológicos” del Estado, ahora tomados por los
“revolucionarios”. Esta es una negativa al aprendizaje y una clara
muestra de la convicción de que se trata de defender el poder
tomado, por lo tanto una renuncia a las transformaciones.
Sin embargo, el mismo peligro la experimenta el ala radical del
proceso; al mantenerse en esta representación teleológica del
acontecimiento politico. Tampoco quiere aprender de la experiencia
al explicar lo que acontece por las inconsecuencias y traiciones. Hay
que abandonar definitivamente la teoría de la conspiración. No
sirve, es pueril y simple, como para ayudar a comprender la
121
complejidad, el juego de las fuerzas, las dinámicas moleculares y
molares, las relaciones y las estructuras de poder en juego.
En relación a lo que acabamos de escribir, es menester proponer
un segundo grupo de hipótesis; ahora de carácter dinámico, ya no
como cuadro.
Hipótesis dinámicas
1. El acontecimiento politico que vivimos, cuya referencia inicial
acordada es fines del siglo XX y principios del siglo XXI,
acontecimiento múltiple en cuanto a la proliferación de hechos,
eventos, sucesos y desplazamientos diversos, acontecimiento
registrado en la experiencia plural de las multitudes, sociedades,
pueblos, clases sociales, se mueve en un espacio-tiempo curvo, no-
lineal, que no se reduce tampoco a un solo plano, sino mas bien
comprende múltiples planos en un espesor magmático.
2. Cuando estalló la guerra del agua, entre fines de 1999 y principios
de 2000, había distintas posibilidades de secuencias contenidas;
una de ellas, es la experimentada. La experiencia vivida se resume
en la siguiente secuencia: La primera victoria del bloque popular,
de la Coordinadora del Agua y por la Defensa de la Vida; la renuncia
122
del gobierno de coalición a la Ley de Agua; la aceptación, a
regañadientes, de la salida de la empresa trasnacional del agua,
Aguas del Tunari, subsidiaria de la Bechtel; la continuidad de la
movilización general hasta la segunda guerra del gas, mayo y junio
del 2005, pasando por la primera guerra del gas, en octubre del
2003, la caída del gobierno de Sánchez de Lozada, la primera
sucesión constitucional, la renuncia de Carlos Mesa, la segunda
sucesión constitucional; la victoria electoral del MAS, la asunción del
gobierno por el primer presidente indígena. Como otros decursos
posibles, se podría dibujar, por ejemplo, el siguiente: el gobierno de
coalición podía no sólo aceptar lo que aceptó, sino podía revisar su
política privatizadora, amortiguando sus impactos, buscando
resolver el conflicto social. ¿Qué hubiera pasado si los gobiernos de
coalición hubieran aprendido la lección de la derrota, en vez de
insistir en el proyecto, de una forma represiva, acusando a los
dirigentes de las movilizaciones como terroristas, incluso
narcotraficantes? Por otra parte, ¿qué hubiera ocurrido si no se
daban las movilizaciones, bloqueos y sitio de ciudades, indígenas y
campesinos de septiembre de 2000? Decimos eso, pues en la
CSUTCB se dio al respecto una discusión; no todos estaban de
acuerdo con la movilización y el sitio. En la discusión se impuso la
tendencia radical, que terminó conduciendo la movilización, los
bloqueos y el sitio a las ciudades. La proximidad entre uno y otro
evento, la guerra del agua y el sitio a las ciudades, terminó
impregnando a los acontecimientos, a los movimientos sociales
involucrados, un halo de corriente incontenible, de rebelión
desbordante indetenible. Lo que vino después contó con este
impulso de continuidad semi-insurreccional. Lo que queremos decir
es que, si se dio lugar la secuencia de eventos que se sucedieron no
fue porque había una lógica inscrita en un proceso desenvuelto en
la historia reciente, sino porque en el contexto de las fuerzas en
pugna, de las tendencias evidenciadas, de las condiciones de
posibilidad histórica y las condiciones de posibilidad subjetivas
constatadas, las fuerzas insubordinadas, rebeldes, movilizadas,
lograron mantener la convocatoria abierta de la movilización,
radicalizando sus objetivos. Ante este desafío popular, las fuerzas
que defendían a los gobiernos de coalición recurrieron a la represión
ascendente, llegando, de este modo, a la masacre en la ciudad de
El Alto, en octubre de 2003. Este fue un momento no sólo de alta
intensidad de las luchas, quizás el de más alto nivel, sino también
una coyuntura de encrucijadas, además de punto neurálgico de
123
decisiones. ¿Qué hubiera pasado si la toma de la ciudad de La Paz
por medio millón de movilizados y movilizadas, que bajaron de la
ciudad de El Alto, hubiera tomado el Palacio Quemado? Lo que
querían algunos grupos radicalizados. ¿Qué hubiera pasado si el alto
mando del ejército hubiera decidido defender al gobierno de
Sánchez de Lozada, intervenir, generando una escalada de violencia
ascendente de la represión? ¿En ambos casos, guerra civil? ¿Si esto
ocurría, cuál hubiera sido el desenlace? En todo caso, es de prever
que cualquier modificación en los hechos ocasionaba
desplazamientos en los sucesos, aunque sean estos
desplazamientos próximos a los hechos acaecidos. Lo que
finalmente sucede no acaece por el decurso o la implicación de una
lógica histórica implacable, sino por la combinatoria de
singularidades, que al moverse, ocasionan distintos desenlaces.
3. Con esto no se quiere decir que todo es azar y aleatoriedad, que
estamos ante potencias ciegas e incontrolables; no, de ninguna
manera. El acontecimiento conjuga, combina, contiene, múltiples
singularidades en juego y en constante composición, desprendidas
de sus dinámicas moleculares; esto es contingente. Empero, en el
contexto de estas combinaciones, juegos de fuerza y
composiciones, entre la voluntad organizada y estructurada de
movimientos sociales, organizaciones y pueblos, las acciones
múltiples de la movilización general intervienen afectando al
conjunto de las combinaciones, empujando a su incidencia en un
determinado sentido. En la medida que esta voluntad organizada
tiene una amplia y profunda convocatoria, cuenta con una
acumulada disponibilidad de fuerzas, entonces su participación e
incidencia en el decurso de los acontecimientos es preponderante.
4. El desenlace de los acontecimientos no es controlable; no es posible
una ingeniería social que controle todas las variables intervinientes
y pueda producir los hechos planificadamente. Lo que se puede es,
de alguna manera, prever una banda de probables y posibles
resultados, como una curva contingente de eventualidades
efectivas.
Conclusiones
124
Ahora bien, dónde nos conducen los dos grupos de hipótesis que
presentamos. En primer lugar, que hay que renunciar a la
teleología; dejar de proponerse finalidades, a partir de las cuales
juzgamos y evaluamos el proceso, que es la metáfora teleológica,
que sustituye al acontecimiento, reduciéndolo a la lógica histórica
preformada. Este fue el error del socialismo, llamado científico, que
no abandonó la concepción del socialismo utópico, que el mismo
criticó. También puede ser el error del proyecto de construcción del
Estado plurinacional comunitario y autonómico, como otra
alternativa, más completa y compleja, pos-capitalista, que la
diseñada por la dictadura del proletariado. Hay que aprender de las
revoluciones llamadas democráticas de los siglos XVIII y XIX; ante
la complejidad del acontecimiento político, social, económico,
cultural, ecológico, es preferible establecer el punto de partida, con
las reglas del juego bien establecidas; lo que venga después,
dependerá de el ejercicio democrático, del juego de fuerzas, de los
consensos que se formen. Las reglas del juego democráticas fueron
la igualdad política y jurídica, con la ampliación al voto universal,
incluso el pluralismo liberal. Entre las reglas del juego de un
proyecto descolonizador y pluralista, además de social y ecológico,
deben plantearse la igualdad y equivalencia de las mismas
condiciones de posibilidad para las culturas, las lenguas, las
instituciones propias, las naciones y los pueblos; además de
plantearse la igualdad económica y social para todos, como garantía
de las mismas condiciones de posibilidad. Por otra parte, es
indispensable reconocer y garantizar los derechos de los seres de la
madre tierra, comprendiendo a los ciclos vitales. En cuanto respecta
al mapa institucional, se debe conformar una cartografía de nuevas
instituciones, de organizaciones sociales, de organizaciones
populares y de pueblos, de organizaciones de las diversidades
subjetivas, que garantice el ejercicio de la democracia participativa,
directa, comunitaria, representativa de todos.
125
La convocatoria del mito
Aproximaciones a la figura del caudillo y a la revolución
bolivariana
De acuerdo a la etimología, mito es el relato tradicional relativo a seres
sobrenaturales, o a los antepasados o héroes de un pueblo. Mythos,
del latín tardío, quiere decir cuento; y mýthos, del griego antiguo,
significa fábula60. Como se puede ver, la raíz de la palabra mito nos
lleva a la significación del relato imaginario sobre los orígenes del
cosmos o sobre los orígenes de los pueblos, también relato de la
epopeya de los héroes primordiales. Paul Ricoeur entiende que se trata
de una trama, de una narración, que articula el principio, la mediación
y el desenlace de un texto, en la configuración de una totalidad; es un
modelo de concordancia. Emile Durkheim encuentra en el mito la
estructura que sostiene valores y la cohesión social61. Para George
60 Guido Gómez de Silva: Breve diccionario etimológico de la lengua española. Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México; México. 61 Ver de Emile Durkheim: Las reglas del método sociológico. Fondo de Cultura Económica 2001; México.
126
Sorel el mito es como una intuición social que convoca a la acción62.
Claude Levi-Strauss estudia los mitos como estructuras de
racionalizaciones que diferencian y encuentran analogías, que
clasifican plantas y animales, que construyen calendarios, usando la
fuerte narrativa de imágenes y figuras arquetípicas, las que sufren
metamorfosis y cambios63. Para una de las corrientes hermenéuticas,
dedicadas al estudio e interpretación de los mitos, el mito es la matriz
de la cultura, de la narrativa, del imaginario, que es como la totalidad
de sentidos de la que nunca salimos64. Como se puede ver, estamos
ante una gama de interpretaciones del mito; empero, en todas ellas,
el mito cobra relevancia; ya sea como relato primordial; ya sea como
estructura cultural subyacente; ya sea como imaginario total, que es
como decir que nacemos en lo imaginario, que nacemos en el mito; ya
sea como intuición convocativa a la acción. Nosotros usaremos la figura
del mito en este último sentido, empero, sin descartar los otros usos e
interpretaciones del mito.
¿Por qué es importante analizar los acontecimientos desde esta
perspectiva? Se acostumbra a analizar la experiencia política desde una
perspectiva que llamaremos objetiva, tomando en cuenta la
descripción de los hechos, eventos, secuencias, contextos y coyunturas
políticas; usando modelos analíticos y teorías explicativas, que orientan
el análisis a dar cuenta causalidades, de estructuras subyacentes, de
contradicciones dialécticas, de enfrentamientos de bloques. No
desechamos la utilidad de estos análisis; sin embargo, notamos que
muchas veces se quedan sorprendidos y sobrepasados por el desborde
de acontecimientos políticos inéditos. Sobre todo estos análisis se
quedan un tanto atónitos ante la presencia de figuras políticas
carismáticas, que subjetivan los enfrentamientos políticos, las luchas
sociales, sintetizando densamente el acontecer político en el
dramatismo de sus personalidades.
La política, en tanto campo de prácticas y de acciones, y lo político, en
tanto campo de distribución de fuerzas, posiciones, dispositivos y
agenciamientos, además de instituciones, no son acontecimientos
políticos que solamente pueden describirse y explicarse desde una
exterioridad académica. La política es una experiencia fuertemente
subjetiva; se vive la política pasionalmente, se figura la experiencia
política en los imaginarios sociales. Determinados acontecimientos
62 George Sorel: Reflexiones sobre la violencia. Alianza Editorial 1976; Madrid. 63 Claude Levi-Strauss: Mitológicas, cuatro tomos. Siglo XXI; 1976; México. 64 Ver de Gilbert Durand De la mitocrítica al mitoanalisis. Anthropos 1993; Barcelona.
127
políticos, como las rebeliones, las movilizaciones, las revoluciones,
despiertan entusiasmo; otros acontecimientos políticos, como la crisis,
el desgaste y el deterioro de los referentes de las expectativas,
incluyendo la inercia misma en la que cae la rutina política,
desencantan. Estas experiencias no se hacen inteligibles si es que no
se consideran la constitución y des-constitución de subjetividades, si
es que no se comprende el espesor de la experiencia política. Claro que
es indispensable estudiar las políticas públicas, las prácticas, las
relaciones y las estructuras en su manifestación objetiva; empero esto
no basta. Nos quedaríamos en una descripción que trata a la política
como una exterioridad o en una explicación abstracta, que no deja, en
todo caso de ser pedante.
La figura del caudillo es indudablemente un acontecimiento político, es
un lugar de condensación de la experiencia política, una subjetivación
concentrada de de las tensiones y contradicciones políticas, a tal punto
que todos sus actos, incluso los más insignificantes, no solamente se
convierten en actos públicos, esto ya lo sabíamos, sino se convierten
en signos políticos. Adquieren significación, connotación, irradian en el
ámbito social, apropiándose del sentido y de los significados de los
fenómenos políticos no personalizados. El carisma es seductor y
atrayente, se concierte en un núcleo gravitatorio, que captura los
entornos, haciéndolos circular alrededor. Lo que importa, en el análisis
de estos acontecimientos políticos, centrados en la emergencia
carismática, no es, obviamente, descartarlos o reducirlos,
menospreciando el caudal emotivo y afectivo de las vivencias políticas,
sino, al contrario, tomarlos en cuenta como fenómenos integrales, que
logran develar el juego intenso de las fuerzas, sus composiciones y
relaciones, sobre todo sus pliegues subjetivos. Los acontecimientos
políticos, centrados en el carisma, deberían ser mas bien privilegiados
en el análisis.
Ahora bien, el mito no es algo que está en nuestras cabezas, tampoco
es una estructura abstracta; el mito es producido y reproducido en la
dinámica de las relaciones lingüísticas, discursivas, imaginarias,
afectivas, pasionales de la gente. Se figura, configura y refigura en la
dinámica de estas relaciones. Son los sujetos sociales los que crean y
recrean el mito, así también son los que terminan atrapados en sus
redes. Creen que nacen en el mito, que se mueven en el interior de su
esfera, y que lo que les ocurre se explica por la trama del mito.
Entonces el mito tiene que ser entendido como una estructura
imaginaria, construida y reconstruida en las dinámicas relacionales de
128
los sujetos sociales. Hay pues como una “economía política” del mito,
si nos excusan de hablar así; donde el mito pretende diferenciarse,
separarse, autonomizarse, respecto a sus productores, a sus
imaginadores, sobre quienes terminan actuando como una
“ideología”65. De lo que se trata es de efectuar una crítica de la
“economía política” del mito, como de toda economía política, en el
contexto de su generalización. Empero, esto no significa decir que el
mito es un fantasma; al contrario, es una estructura y un ámbito de
relaciones dinámicas, que actúan en el cuerpo, induciendo
comportamientos y conductas. De lo que se trata es de comprender
estas dinámicas relacionales que sintonizan subjetividades, la del
caudillo y la del pueblo.
El mito del caudillo
El mito es una trama y un entramado; una trama pues es un tejido,
una narrativa, una textura de hilos sensibles e imaginarios, hilos que
se encuentran en los filamentos más recónditos del cuerpo; un
entramado pues en el mito también se entrelazan tramas. Quizás por
eso, el mito se remonta al origen, explica el cosmos por este origen,
pero también nuestra tragedia en el acontecer del mundo. El mito
avizora entonces, descifrando en las convulsiones de esa matriz, el
anuncio de nuestra emancipación. El mito es poderoso pues es la
captura de la totalidad por medio del inmediato e intenso
procedimiento de la intuición. Sólo la estética y el arte podrían
acercarse a una experiencia parecida. El mito remueve nuestras fibras,
conmueve nuestro cuerpo, lo empuja al abismo de la nada, otorgándole
la plenitud del sentido en su propia caída, en la experiencia de la caída,
vivida como una resurrección.
El mito cohesiona, sostiene la consistencia perdurable de la comunidad,
al otorgarle una identidad descomunal, a la altura de los dioses o de
las fuerzas creativas. El mito comunica en la iniciación al hombre, a la
mujer, al guerrero, a la tejedora, con las fuerzas inmanentes del
devenir, devenir animal, devenir planta, devenir agua, devenir fuego.
El mito es un torbellino pasional sublime, es una hermenéutica sensible
del acontecer. Si clasifica es porque todo se conecta, no se divide; no
es pues una analítica, sino más bien una “síntesis”; empero una
65 Ver de Raúl Prada Alcoreza La colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista. Horizontes nómadas, Bolpress, 2012; La Paz.
129
“síntesis” en tanto “experiencia” de la metamorfosis o la metamorfosis
hecha “síntesis” mutante.
El mito es memoria, pero, se trata de una memoria simbólica, de una
memoria alegórica, cuya narrativa figurativa concibe el tiempo, el
transcurrir del tiempo, como una actualidad pura, un acontecimiento
fabuloso que repite el eterno retorno del origen. Hay toda clase de
mitos experimentados por los pueblos; mitos cósmicos, pero también
mitos históricos; mitos del origen del fuego, de la caza, de la
agricultura, de la civilización, pero también mitos mesiánicos. El padre
y la madre, después de muertos, se convierten en mitos; los padres y
madres vivos son vistos como mitos vivientes. Los guerreros se
convierten en héroes, los héroes condensan la historia en su epopeya.
Los conductores de la guerra anticolonial son nombrados como
libertadores; sus nombres y sus perfiles se convierten en la razón de
ser las naciones liberadas. Los libertadores se institucionalizan, sus
fantasmas acompañan los actos cívicos y adornan las paredes de las
oficinas públicas. De alguna manera sus fantasmas han sido
domesticados. Sin embargo, pueden reaparecer cuando son
convocados nuevamente en la actualización de antiguas luchas.
El mito que revive Hugo Chávez Frías es el del libertador Simón Bolívar.
La tarea del libertador ha quedado inconclusa, no hay integración, la
constitución de la Patria Grande no se ha realizado. Los pueblos
liberados enfrentan ahora otra guerra anti-colonial o, si se quiere, la
continuidad de la guerra de la independencia; se trata de la guerra
contra la dominación imperialista y el control hegemónico del capital.
El golpe del oficial Hugo Chávez es contra la oligarquía entreguista de
los recursos naturales, la partidocracias y la corrupción de la clase
política. Este gesto es un acto heroico, que convoca a la guerra a las
clases populares, gesto que reclama su despertar ente la crisis y
decadencia de la república. Años después, la victoria electoral de Hugo
Chávez se explica tanto por la convocatoria del mito, así como por la
crisis política de Venezuela. Las clases populares respondieron al gesto,
a la irradiación del gesto, al golpe de cabeza, efectuada por oficiales
intrépidos y grupos de izquierda radicales. La figura del libertador se
convirtió en un proyecto: La República Bolivariana de Venezuela. Este
proyecto se plasma en la Constitución, que da nacimiento a la quinta
república, que ya no ansia una institucionalidad liberal, como en el caso
del libertador, sino que busca una transformación socialista. La
Constitución es integradora, es participativa, profundiza la democracia,
la soberanía adquiere connotaciones omnipresente, recupera los
130
recursos naturales para los venezolanos, se plantea la redistribución
del ingreso y la inversión social, enfrentando de cara la estructura de
las desigualdades, además de proponerse la integración
Latinoamericana y del Caribe. Después de promulgada la Constitución,
el gobierno, el partido, los intelectuales comprometidos, las
organizaciones sociales, se dan la tarea de definir el nuevo proyecto
socialista, nombrado como socialismo del siglo XXI. Las tareas de
construcción socialista, las definiciones de este socialismo del siglo XXI
aparecen en los planes de desarrollo. En la segunda victoria electoral
de Chávez se define el carácter socialista de la revolución bolivariana.
El mito ha removido el suelo y la geología de la formación histórica,
social, económica y política venezolana. Después de Chávez Venezuela
ya no será la misma; es otra, bolivariana y socialista, tiene como tarea
la integración y la igualdad social. Se ha dado una sintonía armoniosa
y pasional entre el que encarna el mito y las multitudes, el pueblo, las
clases populares. Esta sintonía ha sido acompañada por la organización
de movimientos sociales de magnitud, las comunidades, las misiones,
la formación masiva de líderes, la inversión social. El golpe militar
reaccionario del 2002 se enfrentó a un pueblo organizado,
empoderado, convocado, consciente de la certidumbre de los tiempos
de cambio y de su responsabilidad histórica. La gigantesca movilización
popular derrotó al golpe reaccionario de la oligarquía rentista. Esta
victoria popular y el retorno al poder de Hugo Chávez le dio un impulso
inmenso a los ritmos del proceso politico y social. El mito se convirtió
en el entrañable sentido del proceso, en el intérprete de los
acontecimientos, incluso en la significación de la compleja búsqueda
de un nuevo horizonte socialista.
No creo que la experiencia del proceso revolucionario bolivariano se
pueda explicar por interpretaciones “racionalistas” que desprenden las
tesis del partido de vanguardia, tampoco creo que cubra la complejidad
del proceso explicaciones economicistas, del tipo contradicción entre
fuerzas productivas y relaciones de producción, así mismo, son
insuficientes tesis como las de la autonomía relativa de la
superestructura. Del mismo modo, del otro lado, debemos descartar
las tesis simplistas de los apologistas del culto de la personalidad, que
convierten al caudillo en el protagonista absoluto de la historia. El
caudillo, como veremos más adelante, es una relación entre el mito, la
memoria intuitiva, y lo popular, relación afectiva y pasional; relación
que emerge de una sintonía entre el flujo figurativo del caudillo, sus
discursos, sus acciones, sus gestos, que conforman una narrativa
131
carismática, y los imaginarios populares, las pasiones y expectativas
populares, prácticas y habitus populares, que interpretan la narrativa
carismática como una convocatoria y una anunciación. El secreto
entonces se encuentra en la alteridad popular, que despierta ante el
sonido y el simbolismo irradiante del mito.
Los apologistas del caudillo
En este texto no está en cuestión el caudillo; él vive su vida, de una
manera propia o impropia, auténtica o inauténtica, lo hace
apasionadamente y hasta dramáticamente. Él es, queriéndolo o no, el
caudillo; éste imaginario patriarcal cristalizado en los huesos de los
humanos desde épocas antiguas. El problema son los apologistas,
quienes apuestan con todas sus fuerzas y sus argumentos al caudillo;
el caudillo se convierte en sentido de sus vidas, en anhelo encarnecido.
Lo invocan y convocan. Para los apologistas el caudillo se convierte una
figura explicativa histórica, una figura que hace inteligible el conflicto
social y el conflicto político. El caudillo es la razón de ser de los
apologistas. A sus ojos el caudillo se convierte en la síntesis suprema
histórica, política, social, cultural, psicológica, de las masas, del pueblo.
Le otorgan una materialidad vital omnipresente en los acontecimientos,
de tal forma que lo convierten en el motor de todo, casi como Dios
maquinizado, Deus machina. Para las tesis de los apologistas el caudillo
es como el núcleo de un sistema de órbitas; somatizan, simbolizan,
subjetivaban, al extremo la historia, que ésta se resume a las
compulsiones, pulsiones, afectos del caudillo.
En las tesis de los apologistas del caudillo han desaparecido las
dinámicas sociales, las dinámicas políticas, las dinámicas económicas,
las dinámicas culturales, los ciclos del capitalismo, las contradicciones
histórico-políticas. Todo se resume a una épica, a la epopeya colosal
de un enfrentamiento entre el héroe supra-histórico, el caudillo, que
es como el bien supremo, contra la monstruosidad de la maquina
descomunal y despiadada de la opresión forastera. Los apologistas han
construido un nuevo mito fabuloso, el mito de una guerra cósmica
entre el caudillo y el fantasma del imperio; otra vez, el bien absoluto
en guerra contra el mal absoluto. No vamos a criticar el maniqueísmo
inscrito en esta suerte de teoremas mitológicos, sino vamos a anotar
lo que hacen desaparecer.
132
Con estas tesis sobre el caudillo heliocéntrico desaparece la política. Ya
no hay política sino “religión”, o un sustituto de la religión. Ha
desaparecido la política como campo de fuerzas, como dinámicas
moleculares de cohesión y descohesión, como “concentración”, si se
puede usar esta palabra, de enfrentamientos económicos, sociales,
culturales, territoriales; por lo tanto como diferencias, aunque también
como contradicciones. Ha desaparecido la política como dinámica
histórica especifica, en su contexto y singularidad. Ha sido convertida,
como dijimos, en una epopeya, en una épica, en un mito. Si algo nos
dejó el marxismo es precisamente el análisis de las relaciones; el
capital como relación, el Estado como relación, la política como proceso
de relaciones mutantes. Esta herencia es significativa, a pesar de que
los marxistas partidarios hayan vuelto a convertir al marxismo en una
“religión”, terminando de endiosar a los teóricos de esta formación
enunciativa dialéctica, sobre todo a los conductores de las
revoluciones. Tal parece que la mitificación y el maniqueísmo forman
parte de los recursos imaginarios más a la mano, muy afines a la
reproducción de las estructuras de poder interpeladas. Pues bien, se
trata de desplegar este análisis relacional; se trata de analizar, de
desmenuzar, los procesos políticos en la composición de sus dinámicas
moleculares, en los ámbitos de relaciones en curso, en las coyunturas
y contextos específicos, en las singularidades de sus contradicciones.
Desde esta perspectiva, desde el análisis relacional, el caudillo aparece
no como el núcleo, el centro, de un sistema de órbitas, sino también
como una relación. Relación entre una conformación popular y el mito
que anida en su memoria, mito patriarcal, milenarista, ancestral,
mesiánico. Cuando se produce la sintonía entre esta memoria y la
presencia carismática de un personaje público, cuyo accionar
discursivo y práctico, deriva en interpelación, entonces el mito retorna,
se encarna, adquiere nombre, perfil propio, se actualiza en una figura.
El caudillo es un invento del imaginario popular y el pueblo es el
referente de caudillo, el interlocutor, el espacio de irradiación
discursiva y afectiva. No se crea que el caudillo haya buscado estos
efectos; los caudillos son como las casualidades creativas; aparecen
como meteoritos que atraviesan el cielo e impactan en las aguas
estancadas de la rutina política de las clases dominantes. Los caudillos
no se crean por programa, como proyectos planificados, ni por el deseo
de políticos, sino aparecen como lo que son, como acontecimientos
políticos. Son vanos los esfuerzos por sustituirlos cuando desaparecen.
No hay otros. No porque son sustanciales, únicos, sino porque su
acontecer, que responde a la sintonía con las masas, a la relación de
133
lo popular con su mito, como memoria, se da, ocurre, en determinadas
circunstancias y bajo determinadas condiciones de crisis. No porque
alguien es parecido al caudillo, comparte su ideal, deviene de su etnia,
va poder sustituirlo, tiene la posibilidad de ser un caudillo. Este
supuesto es la base de la pretensión de muchos; empero se equivocan.
No han comprendido el ámbito relacional, la singularidad del momento
del campo de fuerzas, que han dado lugar a ese acontecimiento político
que llamamos caudillo.
Entonces de lo que se trata es de comprender las dinámicas, las
relaciones, las contradicciones, la singularidad de la crisis, que ha
hecho aparecer esa relación de lo popular con su memoria. Ahora bien,
esta relación carismática, expresa, de una determinada manera, las
otras relaciones de sus contextos; las relaciones de poder, las
relaciones económicas, las relaciones sociales, las relaciones
culturales. La explicación no se encuentra en el caudillo, convertido en
una figura que hace inteligible la realidad, como hace el discurso de los
apologistas, sino en estos ámbitos de relaciones, en el momento de
sus contradicciones y diferencias, además de sus conexiones y
entrelazamientos. El caudillo es una figura más, una relación más, en
este ámbito de relaciones; es una figura que debe ser también
explicada, no es la explicación misma.
El problema no es el caudillo, que vive su vida, como dijimos, sino los
apologistas, quienes reinventan el mito sobre la base de la invención
del imaginario popular. Lo reinventan “teóricamente” para sostener
tesis épicas. Al contrario de lo que creen, esta narrativa no enaltece,
no enriquece, la figura del caudillo, sino la simplifica, la convierte en
una figura estereotipada, algo así como ocurre con las caricaturas de
los dibujos animados respecto a lo que representan, características
abstractas y aisladas de valores; bueno, malo, o de sentimientos,
orgullo, odio, egoísmo, ambición. Le quitan lo humano que tiene, sus
dilemas, sus contrastes y contradicciones, sus debilidades y sus
fortalezas, sus experiencias dramáticas de cargar en su cuerpo una
compulsa de fuerzas que lo excede. Un análisis de estas figuras
carismáticas, más apegadas a la descripción que al mito, ayudaría a
comprender mejor las contradicciones en las que se embarcan y
avizorar potencialidades emancipadoras de las multitudes, de lo
popular, de las clases “subalternas”, que no dependan de la vida
dramática del caudillo.
134
Recorridos y desafíos de la revolución bolivariana
Vamos a intentar abordar una aproximación al proceso revolucionario
bolivariano de Venezuela. No es fácil, pues, a pesar de la información
con la que se cuenta, no solamente de fuentes primarias y secundarias,
sino de encuentros de análisis, de debate y reflexión, falta una
experiencia directa en el lugar de los acontecimientos66. Por eso
considero que es un riesgo atreverme a desplegar una aproximación al
proceso bolivariano; sin embargo, dadas las circunstancias y el avance
de la polémica en Bolivia, me siento obligado a decir algo, sobre todo
después del fallecimiento del líder y el símbolo de la revolución
bolivariana, Hugo Chávez Frías. Para tal efecto, cuento con textos de
análisis, además de la colaboración y las correcciones de mis
66 Conocedor de esta queja, mi amigo y compañero de lucha por la emancipación de los pueblos de Abya Ayala - el quinto continente, que comprende tanto a llamada Norteamérica como a la llamada Latino América y el Caribe, toponimia que se refiere en realidad a la geografía de parte de Norteamérica, México, Centro América, Sud América y las islas del Caribe -, Edgardo Lander, me invitó a visitar Venezuela, hacer una escala en Caracas y visitar experiencias populares como las de las Comunidades, conocer algunas de las Misiones, además de asistir a foros y seminarios. Esto hubiera suplido, en parte, la falencia mencionada arriba, falencia por la que no me atrevía a opinar sobre la experiencia de la revolución bolivariana. No puede asistir a tan gentil invitación, indispensable por cierto, pues se me cruzó el apoyo a elaborar colectivamente con las organizaciones indígenas de la región andina, agrupadas en la CAOI, un Proyecto de Ley de la Madre Tierra para seis países. Este proyecto de ley todavía está inconcluso; es ciertamente indispensable culminarlo. Me arrepiento entonces no haber aprovechado esa valiosa oportunidad. Ahora hubiera contado con esta aproximación empírica.
135
amigos/amigas y compañeros/compañeras de lucha, Edgardo Lander,
Víctor Álvarez y Alexandra Martínez; los tres venezolanos y ciudadanos
de la Patria Grande.
Dibujo del contexto en la historia reciente
Víctor Álvarez escribe en La transición al socialismo de la revolución
bolivariana67 lo siguiente:
Hugo Chávez ganó las elecciones de 1998 con la promesa de convocar
una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva
Constitución, refundar la República y derrotar los flagelos de la
pobreza, la desigualdad y la exclusión social. Aunque en las elecciones
presidenciales de 1998 se escuchan algunos planteamientos en torno
al “nuevo socialismo” y al “socialismo del siglo XXI”, el discurso
electoral de Chávez se concentra en el “Poder Constituyente”. Las
primeras ideas68 de la Revolución Bolivariana se encuentran en los
documentos la “Agenda Alternativa Bolivariana” y “Una Revolución
Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a
Venezuela”69.
Los fundamentos de la revolución bolivariana serán desarrollados en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, aprobada en
1999, así como en los lineamientos del Plan de Desarrollo Nacional
2001-2007. En ese momento, la convocatoria al pueblo radicaba en
impulsar la “democracia participativa y protagónica”70.
Siguiendo el diagnóstico Víctor Álvarez anota:
A partir de la crisis e inestabilidad políticas que comienzan con el Golpe
de Estado de 2002, se recrudecen con el paro patronal y el sabotaje
petrolero de 2003 y terminan con el Referéndum Revocatorio de 2004,
el proceso se radicaliza y aparecen las primeras críticas directas al
imperialismo y al capitalismo. Es en el Taller de Alto Nivel de Gobierno,
realizado el 12 y 13 de noviembre de 2004 en Caracas, cuando se
67 Víctor Álvarez R.: La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Texto digital, en circulación en la Fundación Rosa Luxemburgo. 68Véase al respecto: Movimiento Revolucionario 200. “Agenda Alternativa Bolivariana. Una propuesta patriótica para salir del laberinto. Julio 1996. Analitica.com. “Una Revolución Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela” 1998. En: http://www.analitica.com/bitblio/hchavez/programa.asp. 69 Ibídem. Pág. 3. 70 Ibídem. Pág. 3.
136
presenta el “Nuevo Mapa Estratégico”, en cuyo contenido se comienzan
a perfilar cambios significativos en relación con la orientación de la
Revolución Bolivariana (Chávez, 2004). En esa oportunidad Chávez
esboza una primera idea del socialismo que en las próximas elecciones
presentaría como opción: “(…) el tema del control social, es básico
para la nueva sociedad que tenemos que construir, porque
siempre el socialismo ha tenido el problema de que el Estado
maneja recursos, pero nunca la población ha tenido el control
de esos recursos” 71.
El balance de Víctor Álvarez continúa:
En la Conferencia de la Red de Intelectuales en Defensa de la
Humanidad, a finales de 2004, y en el acto de instalación de la IV
Cumbre de la Deuda Social, el 25 de febrero del año 2005, Chávez hizo
un llamado más explícito a inventar el socialismo del siglo XXI, sin que
se llegará a avanzar más allá de estas referencias aisladas en el
contenido de esos discursos. Lo cierto es que desde la aprobación de
la Constitución de 1999, hasta la presentación del Primer Plan
Socialista de la Nación en 2007, no se plantea formalmente la
transformación del capitalismo rentístico en una nueva sociedad
socialista. El énfasis se pone en la recuperación de los precios del
petróleo y el control de la empresa estatal petrolera (PDVSA) en manos
de la tecnocracia, con el fin de financiar la inversión social y reactivar
la economía. En el primer período gubernamental de Chávez, la
prioridad fue reducir los altos niveles de desempleo, pobreza y
exclusión social72.
La identificación del momento de definición es importante:
Pero es en las elecciones presidenciales de diciembre 2006 cuando
surge el planteamiento de declarar el carácter socialista de la
Revolución Bolivariana. Luego de siete años en el poder, Chávez
planteó abiertamente la orientación socialista que en adelante le daría
a su gobierno y, al calor de la campaña electoral como candidato a la
reelección presidencial, el líder de la Revolución Bolivariana planteó
claramente que “quien vote por Chávez estará votando por el
socialismo”.
71 (Nuevo Mapa estratégico, 2004, 62). Ibídem. Pág. 3. 72 Ibídem: Págs. 3-4.
137
La demoledora consagración electoral puede ser descifrada como un
apabullante respaldo a la orientación socialista del gobierno. La
declaración del carácter socialista de la revolución Bolivariana se
formalizó en el segundo período presidencial, cuando la Asamblea
Nacional aprobó con rango de Ley el “Primer Plan Socialista de la
Nación 2007-2013”. Es en este documento donde se destacan los
lineamientos generales que guían la construcción del Socialismo del
Siglo XXI: nueva ética socialista; suprema felicidad social; democracia
protagónica revolucionaria y modelo productivo socialista. También, en
este documento se forjan los lineamientos generales de las políticas y
estrategias que en adelante serán diseñadas y ejecutadas para avanzar
en la construcción del socialismo venezolano73.
Víctor Álvarez dice que:
La definición de socialismo se desarrolla posteriormente y se encuentra
plasmada en el parágrafo 14 del artículo 4 de la Ley de Comunas:
“Socialismo: Es un modo de relaciones sociales de producción
centrado en la convivencia solidaria y la satisfacción de
necesidades materiales e intangibles de toda la sociedad, que
tiene como base fundamental la recuperación del valor del
trabajo como productor de bienes y servicios para satisfacer las
necesidades humanas y lograr la suprema felicidad social y el
desarrollo humano integral. Para ello es necesario el desarrollo
de la propiedad social sobre los factores y medios de producción
básicos y estratégicos que permita que todas las familias y los
ciudadanos y ciudadanas venezolanos/venezolanas posean,
usen y disfruten de su patrimonio o propiedad individual o
familiar, y ejerzan el pleno goce de sus derechos económicos,
sociales, políticos y culturales. Con la creación del Sistema
Económico Comunal se plantea avanzar en la transformación
del capitalismo rentístico en un modelo productivo socialista,
con base en nuevas formas de propiedad social en manos de los
trabajadores directos y las comunidades organizadas”74.
Hugo Chávez, para su tercer mandato, como resultado de las
elecciones presidenciales de octubre de 2012, expuso su propuesta
“Para la Gestión Bolivariana Socialista 2013-2019”. Propuesta en la que
se proyecta una nueva etapa para la Revolución Bolivariana,
caracterizada por el fin a las concesiones al sector capitalista,
73 Ibídem. Pág. 4. 74 Ibídem. Págs. 4-5.
138
apoyándose en el nuevo marco legal y entorno institucional que se
aprobó a los largo del segundo mandato para diseño y ejecutar
medidas realmente revolucionarias que permitan la creación de nuevas
formas de propiedad social que sean la base para la organización y
empoderamiento de los productores directos y la comunidad
organizada. En la exposición de su Programa de Gobierno 2013-2019,
Chávez plantea claramente lo siguiente:
“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía
prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista.
Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio
dinamismo entre nosotros. Este es un programa precisamente para
afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de
la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin
aminorar el ritmo de avance del socialismo”75.
El problema de estas tareas es la transición, la forma como se lleva a
cabo la transición, cómo se conduce la misma, de qué manera se
identifican las áreas de transformación, sus ritmos y sus diferencias. A
propósito, Víctor Álvarez anota lo siguiente:
Ahora bien, en el período de transición de la economía capitalista a la
economía socialista será necesario delimitar los sectores económicos
que el Estado se reserva por razones estratégicas, tales como petróleo,
gas, industrias básicas, electricidad, telecomunicaciones, ferrocarriles,
metros, puertos y aeropuertos, etc. Al mismo tiempo, será necesario
dejar claro en cuáles sectores se permitirá y fomentará la inversión
privada nacional y extranjera. Pero lo más importante es identificar los
sectores, ramas y productos, comenzando por la producción de las
materias primas, bienes intermedios y demás insumos que se
requieren para fabricar los componentes de las canastas alimentaria y
básica, cuya producción debe quedar bajo el control de los trabajadores
directos, los consumidores y la comunidad. En palabras del propio
Chávez: “Debemos crear un nuevo modelo productivo, un nuevo
modelo de relaciones de propiedad social, directa o indirecta,
colectiva y comunal, fundamentados en proyectos
eminentemente socialistas”.76
75 Ibídem. Pág. 5. (Chávez, 2012: 2). 76 Hugo Rafael Chávez Frías. Acto de Firma de Compromiso Socialista de los candidatos del
PSUV [en línea] www.abn.info.ve/noticias.php?articulo.
139
La conclusión de esta parte inicial del balance plantea el problema de
la transición:
Pero estas definiciones no son precisamente las que han guiado a la
Revolución Bolivariana desde su origen. Los triunfos en las elecciones
presidenciales de 1998, 2000 o 2006 no constituyen la toma del poder
por un partido nítidamente proletario o campesino, con un programa
de gobierno que responda a sus intereses de clase. Más bien, fueron el
triunfo de una coalición de fuerzas políticas, sociales y económicas en
las que coexisten campesinos, obreros y empleados públicos;
profesionales y técnicos de la clase media; pequeños, medianos y hasta
grandes empresarios conformados por terratenientes, industriales,
comerciantes y banqueros que, una vez ganadas las elecciones,
comenzaron a pugnar por lograr mayores espacios de poder e instaurar
o mantener su dominio a nivel nacional, estatal o municipal; pero que,
en la medida que la Revolución se fue radicalizando comenzaron a
desmarcarse hasta declararse abiertamente de oposición. En esa
coalición de fuerzas políticas favorables al gobierno que ha logrado la
mayoría en el parlamento venezolano, las organizaciones obreras,
campesinas o sociales no han sido las fundamentales, ni las de mayor
fuerza y autonomía como para imponer su programa o agenda por
encima de la de otras organizaciones políticas, grupos económicos u
organizaciones de base. Por el contrario, las organizaciones obreras y
campesinas y los movimientos sociales han sido apenas un apoyo
complementario, nada imprescindibles para asegurar la toma del poder
político por la vía electoral. Esta realidad se expresa en el debate sobre
los diferentes modelos para construir el socialismo venezolano. Se
enfrentan las tesis que defienden el viejo dogma de la propiedad estatal
sobre todos los medios de producción, hasta las que justifican el apoyo
público al capital privado, pasado por las propuestas de priorizar una
nueva economía social y popular en manos de los trabajadores directos
y de la comunidad organizada77.
Es ilustrativo el balance que hace Víctor Álvarez de parte del proceso
de la revolución bolivariana. Tomando nota y registrando nuestras
impresiones, diremos que:
1. Al parecer la revolución bolivariana aparece como proceso
constituyente, como desborde del poder constituyente, como
77 Ibídem. Pág. 6.
140
interpelación al estado de cosas, a las estructuras de poder, a la
desigualdad social, a la oligarquía parásita, a la economía
extractivista y el Estado rentista.
2. Se gesta entonces una nueva Constitución, ideando una nueva
república, la quinta, cuya composición y contenido responda a la
“ideología” bolivariana, basada en el pensamiento de Simón Bolívar,
pensamiento actualizado al siglo XXI, transformando su horizonte
liberal en un horizonte socialista.
3. La oligarquía y la burguesía rentista venezolana reaccionan ante el
avance político popular con un golpe de Estado y boicot a la
producción del petróleo. Las tensiones y contradicciones sociales y
políticas llegan a un punto máximo. El intento de restauración de la
oligarquía y la burguesía es desbaratado por la movilización popular
en defensa del presidente Hugo Chávez y por el contragolpe de las
Fuerzas Armadas.
4. A partir de esta victoria política y militar popular el proceso se
radicaliza. Claramente se propone la transición al socialismo. Se
piensa en un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo del siglo
XXI. Lo sugerente de este socialismo no está tanto en nombrarse
como del siglo XXI, donde una mayoría de comentaristas hacen
hincapié, sino en las formulaciones concretas; en la propiedad social
sobre los factores y medios de producción básicos y estratégicos
que permita que todas las familias y los ciudadanos y ciudadanas
venezolanos/venezolanas posean, usen y disfruten de su patrimonio
o propiedad individual o familiar, y ejerzan el pleno goce de sus
derechos económicos, sociales, políticos y culturales. También con
la creación del Sistema Económico Comunal se plantea avanzar en
la transformación del capitalismo rentístico en un modelo productivo
socialista, con base en nuevas formas de propiedad social en manos
de los trabajadores directos y las comunidades organizadas.
5. En este transcurso y ante estas tareas aparecen las dificultades y
obstáculos de la transición. Las alianzas políticas en el poder no son
las más adecuadas para esta transición y la profundización del
proceso. Los sectores que tienen mayor incidencia en el gobierno y
en la institucionalidad estatal no son las clases sociales que pueden
sostener la construcción del socialismo, el proletariado y los
campesinos, tampoco los sectores más populares de las urbes. Se
da entonces como una limitación de los alcances y una disminución
de los ritmos del proceso, a pesar de los beneficios obtenidos por la
inversión social.
141
6. Hablando de los alcances cualitativos del proceso y de las
transformaciones estructurales, se constata que no se ha salido de
la economía extractivista y del Estado rentista, que todavía está
pendiente la conformación del modelo productivo, orientado a la
soberanía alimentaria, basado en gran parte en la propiedad social
y la organización comunitaria. Esta constatación fue compartida por
el mismo Hugo Chávez.
Devenir revolucionario
A estas alturas del partido, como dice el refrán popular, aludiendo a la
experiencia vivida, en este caso experiencia de la humanidad, si
podemos hablar así, no es conveniente insistir en la repetición acrítica
las formaciones enunciativas y discursivas que dieron lugar a las
revoluciones del siglo XX. Mucho menos caer en la apología de estas
revoluciones y las que se están dando a fines del siglo XX y principios
del siglo XXI. De lo que se trata, indudablemente, es aprender de la
experiencia. Replantearse los antiguos problemas heredados y avizorar
la nueva problemática. De nada nos sirve el fundamentalismo
racionalista78, menos el fundamentalismo investido de místico;
tampoco nos sirve la apología y la defensa propagandística, inútil para
abordar los problemas del presente. Estas composturas se convierten
mas bien en obstáculos para encarar los problemas y encontrar salidas;
se trata ciertamente, en el mejor de los casos, de obstáculos
epistemológicos, en el peor de los casos, de obstáculos políticos, pues
optan por el autoritarismo secante y formas verticales de centralización
de la decisión política, pasando por obstáculos que llamaremos
“ideológicos”, debido a las reiterada fetichización de los objetos de
poder. Dejemos, entonces, todo esto a un lado. Encaremos los
problemas y desafíos desde perspectivas móviles y dinámicas,
perspectivas críticas, que se esfuercen por encontrar las estructuras de
los problemas, las resistencias de las estructuras de poder
subyacentes, los anacronismos insertos en los procesos críticos y de
transformación.
78 Está en preparación un ensayo sobre los fundamentalismo racionalistas, dedicados en gran parte a las corrientes y fracciones marxistas.
142
De principio, no es ciertamente el fundamentalismo racionalista el que
puede ayudarnos en este abordaje crítico e integral, pues el “pecado”
de este fundamentalismo racionalista es que parte de un modelo ideal;
todo lo que se separa de este modelo es objeto de “crítica”, es errado,
es desviación, distorsión, incluso traición. El fundamentalismo
racionalista ha reducido los ámbitos de “realidad” al plano racional,
haciendo gala, de una manera vulgar, de la tesis hegeliana de que todo
lo real es racional y de que todo lo racional es real. Los distintos
ámbitos y planos, sedimentaciones, complejidades de la “realidad”, no
pueden reducirse al plano racional, independiente de qué racionalidad
estemos hablando, ni de qué paradigma y episteme se trate. La
complejidad, que tomaremos como sinónimo de “realidad”, excede en
mucho, desborda cuantitativa y cualitativamente, si podemos hablar
así, a los esquemas de la racionalidad, por más ricos y dinámicos que
sean.
Para los casos que nos ocupan, las revoluciones del siglo XX y principios
del siglo XXI, ya no es posible juzgarlas a partir de modelos
preformados. Las revoluciones son lo que fueron y son lo que son.
Responden a acontecimientos compuestos por multiplicidad de
singularidades, procesos singulares, dinámicas moleculares, campos,
correlaciones, diagramas de fuerzas, que devienen composiciones
históricas, políticas, sociales, económicas y culturales, también
singulares. La pregunta, respecto a estos acontecimientos, no es ¿por
qué se desviaron del modelo?, sino ¿cómo llegaron a ser lo que fueron
y lo que son?, también ¿qué dinámicas, qué estructuras, qué campos
de relaciones, qué correlación de fuerzas, derivaron en la resultante,
en la formación revolucionaria, con todas las aberraciones que pueda
contener? Se pueden extender estas preguntas a otras más
específicas: ¿por qué se impusieron y no fracasaron, como en otros
muchos casos? ¿Por qué perduraron en el tiempo que pudieron
mantenerse? ¿Por qué otras siguen perdurando, a pesar de los grandes
obstáculos y bloqueos? ¿Por qué las llamadas revoluciones del siglo
XXI adquieren un perfil ambiguo, abigarrado y cómo de búsqueda?
En relación a la primera parte de estas preguntas mantendremos, en
principio, una hipótesis de trabajo: Las revoluciones socialistas no
podían ser sino lo que han sido, el “modelo” real, singular, en cada
caso: no podían ser lo que deberían ser según el modelo ideal. La
correlación de fuerzas, la composición de las dinámicas moleculares y
molares experimentadas, los alcances de la crisis del capitalismo, del
Estado, del imperialismo, del colonialismo, los alcances de las propias
143
organizaciones revolucionarias involucradas, derivaron en lo que
lograron sus fuerzas. La hipótesis de la conspiración no es aconsejable
para explicar estos resultados, la hipótesis de la traición no ayuda a
comprender la complejidad de las dinámicas y de los procesos insertos
en estos acontecimientos revolucionarios. Aunque hubiera habido
mejores conductores, una mejor dirección, lo más probable es que los
resultados se hubieran aproximado a lo ocurrido, aunque posiblemente
de una mejor manera, con una experiencia más auténtica. Lo mismo
podemos decir de las revoluciones del siglo XXI, sobre todo de las que
se proponen un horizonte plurinacional. Como por ejemplo, la
revolución indígena - es esta la que se experimenta en Bolivia -, es lo
que puede ser de acuerdo a la correlación y composición de fuerzas, a
pesar del grotesco enfrentamiento paradójico con las naciones y
pueblos indígenas en el conflicto del TIPNIS y en los conflictos en
tierras altas, sobre todo con el tema de la minería. En lo que respecta
a Venezuela, la revolución bolivariana, que se propone un socialismo
del siglo XXI, que supere los límites del socialismo real del siglo XX,
también se ha topado con contradicciones y dilemas, aunque se nota
el alcance mayor, más extenso, del impacto social de la revolución,
sobre todo por el empoderamiento, la participación popular y la
formación masiva de líderes, en las comunidades y misiones. Al
respecto, la pregunta es: ¿cómo estas revoluciones llegaron a ser lo
que son? También: ¿Cuáles son las dinámicas moleculares y molares,
los procesos singulares, las estructuras, los diagramas de poder, las
limitaciones inherentes, que llevaron a las resultantes histórico-
políticas que se experimentan?
Sabemos que esta hipótesis es cruda, no permite otras posibilidades,
las deja en la virtualidad de la posibilidad, sólo toma como “real” lo que
definitivamente se ha realizado. Sin embargo, como hipótesis de
trabajo nos ayuda a enfocar el análisis de las formaciones
revolucionarias concretas respecto a la composición de sus dinámicas
y procesos singulares, no en contraste con los modelos ideales.
En relación al segundo grupos de preguntas, más específicas,
dejaremos que el análisis de este ensayo pueda decir algo, tocando los
problemas concretos con los que se enfrentan los procesos
revolucionarios, además de hurgar en las descripciones más detalladas
de algunos aspectos del proceso mismo.
Recogiendo, ahora, el balance que hace Víctor Álvarez de la revolución
bolivariana, la primera hipótesis interpretativa que planteamos es: La
formación de la consciencia política, de la voluntad política, social y
144
popular, transferida a la Constitución, al desarrollo legislativo y a las
transformaciones institucionales, aunque sean parciales, incluyendo la
nacionalización del petróleo, el control de PDVSA, la redistribución del
ingreso, encarando en gran escala la inversión social, se desenvolvió
más rápidamente que las transformaciones estructurales del modelo
extractivista y rentista de la economía, también de la política, por
cuanto esto afecta al mismo perfil del Estado.
Una de las explicaciones, hipotéticas por cierto, es que las estructuras
del modelo extractivista y rentista y del modelo de Estado, burocrático
y subalterno, tienen una más larga duración; su ritmo de
transformación es más lento y más difícil. Las estructuras del modelo
extractivista y rentista resisten los cambios, también las estructuras
del modelo de Estado burocrático y subalterno resisten a las reformas
y transformaciones institucionales. Hay como hábitos cristalizados en
las prácticas de los funcionarios, también, por esto mismos, habiutus
internalizados en funcionarios y ciudadanos, subjetividades
conservadoras reproducidas en el campo burocrático, en el campo
político, pero, también, en el campo escolar. Así mismo se dice que, no
es posible cambiar, de la noche a la mañana, la división del trabajo
internacional, la división del mercado internacional, asignada por la
geopolítica del sistema-mundo capitalista. Qué estos cambios sólo se
pueden dar mundialmente. Esta tesis entra en contradicción con la
tesis de soberanía, que al mismo tiempo se sostiene. ¿Cómo puede
haber soberanía si se mantiene incólume la dependencia de las
llamadas periferias a los centros del sistema-mundo capitalista? La
soberanía no puede ser solamente política y jurídica, también requiere
ser económica. Se descartan propuestas como las de conformar una
economía endógena, aunque no lo hagan de manera directa, sino se
diga que corresponde para una siguiente fase. Se dilata una efectiva
transformación productiva y a gran escala, experimentando proyectos
locales y dispersos, fragmentados, no realizados de manera integral.
No se hacen los esfuerzos de impacto extensivo de lograr la soberanía
alimentaria; estos proyectos también son locales y dispersos. El grueso
de la estructura económica sigue en la inercia reproductiva de la
economía extractivista y rentista. ¿Es qué es imposible, por de pronto,
en el momento presente, lograr su modificación y transformación?
Víctor Álvarez nos describe una característica problemática en lo que
respecta a las alianzas políticas y al peso político de las alianzas. No
son los sectores populares, el proletariado y el campesinado, los que
tienen una participación decisiva en el gobierno, sino los sectores
145
empresariales que, en principio, se han acercado al gobierno e
incorporado a sus políticas, aunque algunos de estos sectores hayan
abandonado después el gobierno y se hayan pasado a la oposición,
cuando el proceso se ha venido radicalizando. No es que sólo las
estructuras extractivistas y rentistas, las estructuras del Estado
burocrático, se resisten a cambiar, sino que el perfil de las alianzas
políticas es todavía conservadora en relación a las tareas de
transformación de estas estructuras. Esto nos traslada directamente a
los problemas de la herencia burocrática, de los estilo de
gubernamentalidad heredada, de gestión centralizada y administración
pesada. Nos encontramos todavía lejos del ejercicio de una democracia
participativa, de la gestión social y comunitaria. ¿Es que estos
ejercicios y prácticas son difíciles de implementar? ¿Se requiere más
tiempo? ¿Se requiere formación de la gente que se involucraría en la
gestión participativa? Los conflictos puntuales entre comunidades y
burocracia se han dado en relación a los proyectos, a la ejecución de
proyectos, a la asignación de recursos, al mismo control de los
proyectos.
Tal parece que estas alianzas perdurables con las reminiscencias de
las viejas élites, esta reincorporación de los especialistas y técnicos de
las burocracias perecederas, terminan reforzando las resistencias, la
inercia, la reproducción, la sedimentación geológica, de la estructuras
del modelo extractivista y rentista, así como las estructuras fosilizadas
el Estado burocrático. Estas formas de gobierno o, mas bien, estas
composiciones inherentes a estas formas liberales heredadas, no
condicen con la necesidad de trastrocar estas prácticas, estos habitus,
estas relaciones burocráticas, esa pesada maquinaria administrativa;
no condicen con la necesidad de inventar nuevas formas de gestión,
formas dinámicas y participativas, formas donde la administración de
las ejecuciones sea una experiencia colectiva y de control social. La
gestión burocrática y liberal no condice con la autogestión, la
cogestión, la gestión comunitaria y la gestión participativa. Por lo tanto,
lo que ponen en mesa estas cuestiones de gestión, de dilemas de la
gestión, que pueden ser resumidas al dilema de reproducir una gestión
burocrática heredada, especializada en la administración de normas, o
inventar una gestión dinámica movilizadora de colectivos y
comunidades, las que se apoderen de la gestión, de la administración,
de la ejecución, así como de la corrección y retroalimentación, de una
manera social, como aprendizaje social, como dinámica social, que
compromete al conjunto con la obra, sin delegar la responsabilidad y
el control a los especialistas. No se trata de descartar a los especialistas
146
y técnicos; la diferencia radica en que éstos no son los encargados de
dirigir, de hacer, de ejecutar, de informar, sino son dispositivos
requeridos bajo el control y la participación social.
Desde esta perspectiva, no es que las estructuras del modelo
extractivista y rentista, del Estado burocrático, tengan más larga
duración, en tanto que la formación de la consciencia interpeladora, la
formación de la consciencia histórica, situada en el momento crítico y
de emergencia popular, es más bien de corta y de mediana duración,
sino que las estructuras del modelo extractivista y rentista, del modelo
de Estado burocrático, se reproducen precisamente por la
concomitancia de estas alianzas conservadoras, de estas
conservaciones del trajín del viejo aparato de Estado, de estas
prácticas y habitus del campo burocrático. Por lo tanto, el conflicto ya
no se sitúa sólo en el enfrentamiento de clase, en el enfrentamiento
político con el bloque de la derecha, sino en los espacios de los
engranajes del Estado. Este enfrentamiento es crucial, pues se trata
de modificar el contenido, la composición y la ingeniería de los
engranajes institucionales, en el caso que se requiera una intervención
de desplazamiento más dilatada, o se trata de trastrocar los mismos
mecanismos, la arquitectura, la estructura, la ingeniería misma del
mapa institucional. El destino del proceso revolucionario se traslada a
estos escenarios. Es inútil responder a estos desafíos con propaganda
y apologías; esto sólo sirve para convencer a los convencidos y a los
no completamente convencidos de los avances efectuados, empero no
inciden en lo mínimo en los avances que hay que efectuar.
Los que desdeñan estas tareas urgentes, los que incluso consideran
peligroso cualquier observación al respecto, cualquier crítica, develan
que se han colocado en la posición conservadora de mantener la inercia
del Estado, de contentarse con lo logrado, aunque éste sea sólo el
principio de una agenda de transformaciones imprescindibles. No se
puede confundir el análisis de una coyuntura del proceso con otro, de
una fase del proceso con otra; esto equivale a considerar que los
problemas siguen siendo los mismos, que el cuadro no ha cambiado,
que la lucha con el bloque de la derecha es la misma que antes. Esto
equivale a situarse en la trama de una narrativa estereotipada donde
se ungen como héroes incontestables, caballeros de triste figura,
entrabados en una batalla interminable contra los monstruos del mal.
No ven su propia quimera, no ven que las herencias conservadoras se
encuentran en ellos mismos, que el combate entonces es también
147
contra esta quimera, que acompaña los habitus y prácticas
burocráticas.
Este es quizás el tema más importante de la experiencia de los
procesos revolucionarios, aquí se encuentra la raíz de su propia crisis,
cuando se topan con las resistencias estructurales de las formas
institucionalizadas del Estado que se quiere demoler. En estas
situaciones, aparece una tendencia “pragmática” de sentido común,
que considera que hay que defender lo avanzado, defender la colina
tomada, no arriesgarse en pasos audaces, no tomar todavía otras
colinas, utilizar los instrumentos estatales para transformar, aunque
estos instrumentos formen parte de la “caja de herramientas” del viejo
Estado. No ven que estos instrumentos, cuando funcionan, reproducen
el viejo Estado, no construyen el nuevo. La tendencia de seguir
transformando, que se basa en la tesis que la mejor defensa es
transformar, es más bien minoritaria, sujeta a sospecha, acusada de
que termina favoreciendo a la conspiración de la derecha. La tendencia
“pragmática” mayoritaria termina imprimiendo su sello al curso del
proceso, termina reforzando una posición ambigua a mitad del camino,
a mitad del puente. Las políticas públicas terminan siendo una mezcla
entre lo nuevo y lo antiguo, los espacios institucionales son espacios
de tensión entre la administración normada y las innovaciones
incorporadas. Los esfuerzos ya no se los dedica a las transformaciones
institucionales, sino a la propaganda, a la publicidad, a la lucha
“ideológica”.
A mediano y largo plazo, estas ambigüedades deterioran, confunden,
merman y carcomen las fuerzas de la transformación, que detenidas
en una inmovilidad expectante o distraídas en campañas electorales,
terminan relegando la oportunidad de transformaciones institucionales
para otro momento, de un futuro incierto. No se puede pues soslayar,
en el análisis de coyuntura, la caracterización de las contradicciones en
el momento, el cuadro cambiante de las contradicciones de las fases
del proceso. Los que se quedan con una fotografía anterior se quedaron
con la imagen de un corte anterior, rumiando el recuerdo de ese
presente anterior, sin lograr experimentar plenamente el presente
efectivo que se vive.
La base social de la revolución bolivariana
148
Alexandra Martínez caracteriza la procedencia de los migrantes rurales
a las urbes de Venezuela, en Horizontes de transformación del movimiento urbano popular79, de la siguiente manera:
Venezuela, como país dependiente de la renta petrolera, vivió en el siglo pasado un gran éxodo campesino que recompuso la distribución
de su población, actualmente urbana en 90%. Los pobladores que llegaron a las ciudades, se ubicaron en asentamientos improvisados,
no planificados, en los alrededores de la zona plana de la ciudad, en las montañas que la bordean (las periferias en las zonas
geográficamente mas riesgosas, menos estables y menos accesibles). El éxodo masivo del campo a la ciudad ocurrió en el marco del auge,
construcción y hegemonización del imaginario desarrollista, en el cual la renta petrolera y las promesas de la redistribución del ingreso
construyeron un discurso de bonanza, riqueza y progreso; de definitiva entrada a la “modernidad”80.
Le sigue un dibujo genealógico de la relación entre estos pobladores
migrantes y la génesis de la ciudad misma:
En estos “márgenes” de las ciudades se conformaron las amplias zonas
populares. Allí, los habitantes comenzaron a construir algo más que viviendas o ranchos; comenzaron a construir ciudad. Por un lado,
levantaban la ciudad “moderna”, en calidad de mano de obra; esa ciudad de la riqueza proveniente de la renta petrolera. Pero, por otro
lado, montaban la ciudad informal, la ciudad “otra”, la que hasta hace algunos años no aparecía en los mapas, la de los márgenes; la ciudad
de la exclusión, pero también la ciudad cantera para posibles transformaciones81.
Se conformaron las Asambleas Barriales de Caracas como
organizaciones sociales de defensa popular frente a las políticas neoliberales que se venían implementando. Estas formas de
organización participativas, auto-gestionarías y deliberativas
desplazaron las formas de ejercicio de la política, cambiando radicalmente el perfil de la intervención social. Alexandra Martínez nos
dice que estos cambios se manifiestan en “el caracazo”:
El 27 de febrero de 1989, ocurre “el caracazo”; un levantamiento popular sin direccionamiento politico clásico de ninguna organización,
que cuestiono profundamente los cimientos de lo que se suponía era el modelo de “democracia liberal” latinoamericano, en el que se
promulgaba la coexistencia, complementariedad y cooperación entre
79 Alexandra Martínez: Horizontes de transformación del movimiento urbano popular. En Alternativas al capitalismo, colonialismo, del siglo XXI. Fundación Rosa Luxemburgo, Abya Yala, 2013; Quito. 80 Ibídem: Págs. 259-260. 81 Ibídem: Pág. 260.
149
las clases sociales, como mito pacificador y encubridor de las profundas
desigualdades existentes. Fueron los pobladores y pobladoras urbanas quienes protagonizaron esta revuelta82.
“El caracazo” es quizás el antecedente más importante de la historia reciente, de la historia de la revolución bolivariana. Aquí se gesta la
base social de la revolución bolivariana, esta experiencia de la revuelta popular es constructiva de la nueva subjetividad popular. Una
subjetividad que deja de ser subalterna y tiende a forjar su propia autonomía. Desde esta perspectiva, no se puede decir, como se
acostumbra, que los movimientos sociales en Venezuela fueron formados desde arriba, desde el Estado, como si fueran promovidos
estatalmente. Esto no es cierto; en esta tesis hay como un intento de sobrevalorar el papel del gobierno popular, el papel del presidente
bolivariano. Los movimientos populares no pueden formarse desde arriba, nacen del propio enfrentamiento con las estructuras de
dominación, con los aparatos burocráticos que subordinan y marginan a los estratos sociales populares. Nacen en la consecución de sus
demandas por mejorar sus condiciones de vida, demandas de vivienda,
de tierra, de servicios, de educación, de salud, de trabajo, de medio ambiente sano. Los movimientos populares nacen en la experiencia de
las luchas concretas, de luchas por derechos específicos democráticos y humanos. Lo que ocurrió es que estos movimientos populares se
encontraron en el camino con la interpelación carismática, con la convocatoria del mito, produciéndose la sintonía explosiva entre lo
popular y la interpelación carismática. ¿Se puede decir que el movimiento bolivariano es como la síntesis de estos dos
desplazamientos, la constitución del movimiento popular y la emergencia de la figura y el discurso carismático? Depende que
queramos decir con síntesis; preferimos hablar de conexión, de sintonía, de articulación, de relación dinámica y complementaria.
Estos movimientos populares urbanos son territoriales, se forjan en los
barrios. Alexandra Martínez da una descripción de estas
territorialidades urbanas organizativas:
Los barrios se han conformado en el contexto de procesos de ocupación, cuya característica fundamental es la autoconstrucción
progresiva a partir de ocupaciones de terreno que no pertenecen, de derecho, a sus pobladores. Estos asentamientos urbanos populares
han sido la respuesta desde la gente; la solución habitacional, al margen del financiamiento de planes públicos y privados83.
82 Ibídem: Págs. 260-261. 83 Ibídem: Pág. 262.
150
Los barrios se conforman tanto en la lucha por la inclusión social como
en la lucha por la identidad, por el reconocimiento de una cultura urbana popular:
En gran medida, desde los barrios, las luchas por la democratización de la ciudad surgen con fuerza, en un doble movimiento. Por un lado,
exigen el acceso a la ciudad: a la tenencia de la tierra, al acceso a la vivienda, a los servicios básicos (luz, agua, transporte). Son luchas por
la inclusión (en algunos casos, en términos de acceso a la redistribución de la renta, para tener la posibilidad de tener un nivel de consumo que
nunca han experimentado). Por otro lado, las luchas apuntan al reconocimiento y la identidad: el reconocimiento del barrio como
espacio territorial, generado desde sus pobladores y pobladoras, con construcciones culturales, saberes, formas de organización, de
resistencia y de vida. Es la pelea por la existencia de un modo de vida distinto al impuesto por el imaginario desarrollista, capitalista y
neoliberal84.
Una combinación de lucha contra las desigualdades, por lo tanto lucha
por la igualdad social, lucha democrática por excelencia, y lucha por la identidad, la cultura propia, por lo tanto, lucha por un proyecto
civilizatorio alternativo a la modernidad y al desarrollismo. La identificación, que hace Alexandra Martínez, de estas tendencias y
composiciones en el movimiento popular urbano, nos ayuda a comprender mejor las dinámicas sociales que sostienen a la revolución
bolivariana. Podríamos decir que sería prácticamente imposible un acontecimiento político como el de Hugo Chávez sin la experiencia y la
emergencia de movimientos sociales que interpelan el orden institucional existente, particularmente estos movimientos urbanos
que jugaron y juegan un papel primordial en la defensa y la continuidad del proceso. Se trata de movimientos que tienen un carácter más de
base, tiene que ver con la organización territorial de los barrios. Por lo tanto también se trata de una gestión territorial, de una gestión
comunitaria, de la generación de formas de participación y control
social. De acuerdo a las formulaciones específicas del socialismo del siglo XXI, de índole más bien práctica que teórica, en esta experiencia
de base territorial se encuentra el sostenimiento de un nuevo proyecto socialista, basado en la propiedad social y en la propiedad comunitaria.
Las posibilidades de este socialismo del siglo XXI no están pues en la retórica oficial y de los apologistas, quienes, a pesar de sus esfuerzos,
no terminan de explicar cuál es la diferencia entre el socialismo real del siglo XX y el socialismo del siglo XXI, sino en la construcción
colectiva de la igualdad social y la identidad cultural, construcción que se hace efectiva cuando la participación, la formación, la propiedad
social y comunitaria, el control social son los ejes cardinales de esta edificación.
84 Ibídem: Pág. 263.
151
Relación con el Estado: posibilidades y tensiones
El problema en esta transición es entonces la relación con el Estado.
Alexandra Martínez nos dice a propósito:
Teniendo como marco el proceso político venezolano, la relación con la institucionalidad forma parte del campo de tensiones en el que se
desarrolla la organización urbana y la apuesta por la construcción de otra ciudad; pero, al mismo tiempo, constituye una disputa
permanente a la gestión única estatal. Por una parte, es innegable que distintas políticas y propuestas organizativas promovidas desde el
gobierno, han generado y permitido amplios espacios de movilización y participación, antes inexistentes. No obstante, estas mismas
propuestas pueden llegar a institucionalizar y burocratizar la expresión popular. En la experiencia del movimiento de pobladores, el desafío ha
sido pasar de la organización promovida desde el Estado a la
construcción de movimiento social, con espacios de autonomía, de construcción y orientación colectiva y propia, donde la relación con el
Estado sea desde el dialogo entre sujetos políticos. Por ello, para las organizaciones urbanas las ideas de autogestión, cogestión y
cogobierno pasan a ser apuestas fundamentales para pensar cualquier transformación85.
Este es el lugar problemático de las transformaciones en las
transiciones, el lugar o la zona de los relacionamientos con la institucionalidad. Los movimientos sociales se enfrentan a estructuras
normadas y administradas de acuerdo a las lógicas de gestión establecida. Estas estructuras no soportan otras formas de gestión,
sobre todo aquellas que requieren una amplia democratización de las decisiones, la participación y deliberación colectiva, la agilización no
burocrática de las asignaciones y los recursos. La centralización de las
órdenes y la relación vertical del manejo administrativo choca con la descentralización y horizontalidad de voluntad colectiva, con la
deliberación asambleísta, la gestión comunitaria y el control social. Hay pues una clara necesidad de transformaciones institucionales, de
construir otro mapa institucional, adecuado a las dinámicas sociales moleculares autogestionarias. En esta zona de tensiones y
contradicciones micro-políticas se encuentra el secreto de la transformación, de la continuidad y profundización del proceso. Si no
se llega a cambiar la maquinaria institucional se detiene la iniciativa y creatividad popular, delegando la iniciativa a las burocracias. Es el
momento, el punto de inflexión, donde se estataliza el proceso revolucionario, reproduciéndose un mapa institucional parecido al
85 Ibídem: Pág. 268.
152
anterior, sólo que con más inclusión social. Cuando de lo que se
trataba es de las transformaciones institucionales, de la emancipación y liberación social, de la emergencia de la sociedad alternativa,
integrando en sus dinámicas sociales formas políticas democráticas y
participativas. Evitando la autonomización de lo político y la consecuente subordinación de la sociedad al Estado.
Alexandra Martínez identifica tres ejes del activismo y gestión de lo
urbano-popular:
Tres son las líneas claves para impulsar las políticas populares en materia urbana:
• Lucha contra el latifundio urbano y la especulación inmobiliaria.
Democratización de la ciudad.
• Transformación de barrios y ciudad: poder popular, justicia territorial y reivindicación del hábitat popular.
• Producción popular del hábitat: producción socialista de la ciudad86.
86 Aportes al Programa de la Patria, 2012. Ibídem: Pág. 270.
153
Conclusiones
Hugo Chávez forma parte de América Latina y el Caribe, del espacio-
tiempo del quinto continente, del espesor histórico-político del
continente de los mestizajes barrocos y de la ancestral identidad
indígena. Nuestra historia abigarrada, exuberante y heterogénea,
historia que se condensa en el dramático recorrido de nuestros héroes
y heroínas, mayormente incomprendidos, empero intrépidos y
temidos, incluso en su tiempo, que es otro, diferente al nuestro, desde
donde los rememoramos. El caudillo que nos ha abandonado y, a la
vez, se ha cobijado en la interioridad misma de nuestra memoria y
nuestro reconocimiento, es parte de esta historia intempestiva, donde
se mezcla la aventura y la resistencia indomable indígena. Es también
la migración obligada africana, la otra manifestación morena, que
denuncia los orígenes violentos del capitalismo, el comercio sin
precedentes de esclavos, y la reiteración de estos orígenes, de esta
desposesión y despojamiento, en el despliegue compulsivo de la
acumulación de capital. Hugo Chávez es la memoria actualizada de las
gestas audaces por emancipaciones y liberaciones soñadas. En este
sentido, América Latina y el Caribe es la utopía, el territorio de la
utopía. No en vano, el quinto continente, Abya Yala para los pueblos
indígenas, América para los modernos, se convierte en el referente de
la utopía; este es el lugar del no-lugar, del ninguna parte. Aquí ocurre
lo imposible. Por eso Macondo de los Cien años de soledad87, por eso
también la escritura pasional y ética de un Ché Guevara, escritura
como gramática de la guerrilla permanente. Hugo Chávez, este oficial
latinoamericano se rebela, como otros oficiales nacionalistas y anti-
imperialistas, como es el caso de Lázaro Cárdenas, y buscan expresar
abiertamente su descontento, la rebelión recóndita que les viene de la
87 Novela de Gabriel García Marques.
154
tierra, de la experiencia de sus pueblos, donde nacieron. Todos los
latinoamericanos y caribeños somos, de alguna manera, así, aunque
algunos, la minorías privilegiadas no quieran reconocerlo, pues
pretenden imitar lo que no son, la imagen consumista de la burguesía
euro-céntrica y norteamericana hegemónica. Las mayorías lo son,
quizás de una manera espontanea y hasta “inconsciente”, viven esta
mezcla de una manera apasionada, sin entender completamente lo que
pasa. Empero lo primordial es que se trata de una experiencia histórica
turbulenta, de una aventura interminable, de una búsqueda insaciable
de utopías, de proyectos libertarios, de sueños despiertos, de fábulas
de ciudades perdidas, de leyendas de riqueza como la del dorado.
Sobre todo, en esta historia de múltiples recorridos, en esta
multiplicidad temporal, que a veces se presenta como simultaneidad,
en vez de sucesiva, lo que late, si se puede hablar así, como duración,
como desplazamiento de la memoria, como intuición del tiempo vivido,
es lo que llama Georges Bataille el gasto heroico88. La entrega pasional
sin retorno. Esta es la razón por la que quizás fue a buscar el Che
Guevara la muerte en le Higuera. En el caso de Chávez la muerte lo
encontró a él en los momentos cruciales de la revolución bolivariana.
No deja de ser una tragedia a pesar de que se diga que Chávez vive
en nosotros, pues se trata de la continuidad de la convocatoria del
mito, de la relación entre memoria y presente popular, de la
decodificación multitudinaria de los signos carismáticos. ¿Quién va a
seguir con esta comunidad simbólica? ¿O se trata mas bien de
continuar sin el mito, continuar por caminos más “racionales”, cuya
convocatoria no sea carismática, sino organizacional? Sin embargo, no
podemos olvidar que no solamente hay el mito del caudillo o el caudillo
como reverberación del mito, sino otros mitos; Sorel consideraba, en
sus tiempos, el mito de la huelga general como una gran convocatoria
proletaria en lucha contra la burguesía y el capital. Para este autor
polémico el mito es voluntad social, convocatoria ética a la movilización
general. ¿Cuál es el mito que va a continuar como convocatoria
popular? ¿El mito del caudillo sin el cuerpo del caudillo, el caudillo mas
bien diseminado en todos, internalizado por los cuerpos de las
multitudes? ¿El mito como mandato, en el mejor de los casos, como
Constitución, como tarea, la construcción socialista?
Lo que está pendiente no es simple. Fuera de ganar la elecciones, la
principal tarea es transformar el modelo económico extractivista y
cambiar el modelo de Estado rentista. La consecuencia de esta tarea
88 Ver de Georges Bataille La Parte Maldita. La cuarentena 2007; Buenos Aires.
155
primordial es la transformación estructural e institucional, conformar
un nuevo mapa institucional, donde la institucionalidad sea más bien
dinámica, promueva la participación, la gestión y el control social. La
otra tarea imprescindible es la transformación de las ciudades, la
construcción de urbes del vivir bien, que tienen que ver con las líneas
que anotamos anteriormente: Lucha contra el latifundio urbano y la
especulación inmobiliaria; democratización de la ciudad;
transformación de barrios y ciudad, poder popular, justicia territorial y
reivindicación del hábitat popular; producción popular del hábitat:
producción socialista de la ciudad. Por otra parte se tienen las tareas
de la integración. Materializar el proyecto del sucre, la contra-monea,
y el Banco del Sur, la alternativa financiera al sistema financiero
mundial. Ambos proyectos no han sido asumidos en su plenitud, ni de
acuerdo a cómo fueron concebidos. Su manejo burocrático ha repetido
las formas del sistema financiero tradicional y siguen subordinándose
al sistema financiero internacional. El ALBA todavía sigue circunscrita
a un área de intercambios, de complementariedades, de actividades
menores, que no sustituyen al extensivo espacio del mercado mundial.
La economía sigue regida por los circuitos monetarios y de circulación,
condicionados por la división mundial del trabajo, el comercio mundial
y el sistema financiero internacional. UNASUR no debe repetir la
historia de las instituciones de integración burocratizadas, donde la
integración termina en las oficinas de integración. La integración no es
nada sino es integración de los pueblos, no de los estados, menos de
sus organismos burocráticos. Lo mismo podemos decir del CELAC. Al
respecto, no cabe duda; América Latina y el Caribe deben integrarse,
formar un bloque, que no sea sólo un bloque económico alternativo,
tampoco sólo un bloque politico alternativo; debe convertirse en un
bloque civilizatorio alternativo, convocando a la integración de los
pueblos del sur del mundo, apuntando a conformar una organización
de naciones unidas del sur, como había pensado Hugo Chávez, empero
convocando a los pueblos del norte, que también se encuentran
sometidos por el imperialismo financiero, para conformar un mundo
alternativo al capitalista.
156
Defensa de la revolución bolivariana
Ya van a ser quince años de la revolución, la misma que comienza en
1998, cuando Hugo Chávez gana las elecciones por primera vez. Se
trata de una revolución que ha venido profundizándose, en la medida
que ha venido avanzando y sorteando dificultades, desafíos y
amenazas. La contingencia de la lucha, de las contradicciones, de las
resistencias de las clases dominantes, vinculadas a las estructuras de
poder dominante mundial, le ha dado ritmo y su propia velocidad a la
revolución. La Asamblea Constituyente y la aprobación de la
Constitución bolivariana (1999) fue un paso decisivo para inaugurar un
nuevo horizonte constitucional, en la consecución de una autentica
soberanía e independencia, en la perspectiva de una democracia
participativa, abriendo los primeros senderos a las transformaciones
sociales. Ante esta transformación constitucional y normativa, seguida
por la recuperación del recurso petrolero, rescatando PDVSA de las
manos y el control de una tecnocracia al servicio de las empresas
trasnacionales, la burguesía venezolana y los dispositivos de
intervención del imperialismo efectuaron un golpe de Estado el 2002.
El fracaso del golpe frente la movilización popular y la respuesta de las
fuerzas armadas en defensa del presidente constitucional, apresado
por los golpistas, radicalizó el proceso revolucionario. La derecha
intento continuar con la vía escogida de violencia boicoteando la
producción petrolera (2003). Su derrota, como consecuencia del
fracaso del saboteo efectuado, que duró varios meses, radicalizó la
nacionalización de los hidrocarburos y apresuró el control de la
empresa estatal del petróleo. Sobre todo después del referéndum
revocatorio (2004), de la cual sale fortalecido Chávez, se toma la
iniciativa de encaminarse al socialismo. A partir de entonces se crearon
las condiciones para definir la ruta socialista, que pretende ser
diferente a la experiencia del socialismo real del siglo XX. Se
comenzaron con definiciones de este nuevo socialismo, llamado del
157
siglo XXI. Empero los pasos más certeros fueron los efectos masivos
de la inversión social, la conformación de las comunas y de las
misiones, además de la formación de líderes en gran escala, abriendo
espacios de formación y de universidades populares.
Ciertamente, el proceso de la revolución bolivariana tropieza con
problemas y contradicciones. Uno de los problemas principales es salir
del modelo extractivista y del Estado rentista; otro problema es
avanzar efectivamente en el ejercicio de la democracia participativa, el
control social y la autogestión comunitaria. Una de las contradicciones
tiene que ver con la preservación de formas de Estado burocrático, en
contraste de la necesidad de gestión social y comunitaria. Empero, no
por estos problemas y esta contradicción, la revolución se ha detenido.
Al contrario, la experiencia de la revolución ha adquirido intensidad,
sobre todo por el replanteamiento de la estrategia de la derecha, que
ha mantenido, en las últimas dos elecciones, unidad, un solo candidato,
apoyada por la intervención indisimulada de la burguesía internacional.
El fallecimiento de Chávez ha dado un nuevo ímpetu al frente de
derecha, creyendo que sin el caudillo podía tener mejor chance; sin
embargo, la respuesta compacta del pueblo venezolano, consciente,
organizado y movilizado, ha podido conservar la victoria electoral
anterior, cuando Chávez todavía vivía. Esto no lo ha podido aceptar el
frente de derecha, tampoco la burguesía internacional. Sospechando
que esto podía ocurrir, el frente conservador no firmó el compromiso
de aceptar los resultados de las votaciones; ahora los impugna,
exigiendo una auditoria voto a voto, además de tener el tupe de exigir
al poder electoral de que no posesione al candidato ganador como
presidente, poniendo en cuestión el mismo sistema electoral, que es el
más moderno del mundo y, según las instituciones y organismos que
la evaluaron, entre ellos Jimmy Carter, confiable y satisfactorio.
A muchos llama la atención que las distancias se hayan acortado; la
diferencia de más del 10% se acortó a menos del 2%. Sin embargo,
hay que anotar que el candidato victorioso obtuvo la mayoría absoluta,
es decir, más del 50%. Además esta victoria se logró con Chávez
ausente, lo que ya era de por sí difícil, a pesar de la delegación a
Maduro de continuar con la revolución, transfiriendo la candidatura a
la presidencia en su persona. Sin embargo, no se puede descuidar, no
se puede obviar que el margen de diferencia es pequeño, lo que habla
de una polarización en el seno de la sociedad. La pregunta entonces
es: ¿Qué pasó? ¿Por qué una parte del pueblo, porque es así, pues la
burguesía no es tan numerosa, votó por el candidato opositor? Este
158
dato exige evaluar aspectos del proceso que no convencen, que no
seducen, que inducen a ponerse en contra, que mantienen y conservan
formas y prácticas políticas anteriores. Esta evaluación es
indispensable, sobre todo aceptar la crítica y autocrítica. Estos
mecanismos son los mejores dispositivos de la profundización del
proceso, de la defensa del proceso, buscando corregir los errores y las
contradicciones. Ahora bien, la crítica debe venir acompañada por
profundización de la democracia, por el ejercicio de la democracia
participativa, además por el cambio de formas de gestión, pasando a
la autogestión y a la cogestión. En este contexto, quizás la tarea más
difícil es efectuar las transformaciones institucionales y estructurales
que ayuden a salir del modelo extractivista y del Estado rentista,
encaminando un modelo productivo, eco-industrial y de soberanía
alimentaria.
¿Si hay una victoria electoral, como resultado de las últimas elecciones,
por qué hablar de la defensa de la revolución bolivariana? Se ha puesto
en evidencia la guerra declarada de la burguesía internacional a la
revolución bolivariana. Por otra parte, para el orden de dominación
mundial imperial, para el sistema financiero mundial, para el control
monopólico de las empresas trasnacionales, es un objetivo estratégico
el despojamiento y desposesión de los preciados recursos y la reserva
de petróleo más grande del mundo. En contraste, un objetivo claro de
la revolución bolivariana es la integración continental por la
construcción de la Patria Grande. Este objetivo no es de ninguna
manera bien visto por el imperialismo, el orden mundial imperial, la
dominación del sistema financiero mundial, que azota con sus medidas
a Europa e irrumpe en el mundo con la forma de acumulación
especulativa. Estas son ya tres razones para defender la revolución
bolivariana. Los pueblos latinoamericanos y del Caribe debemos
defender la revolución bolivariana. Debemos defenderla haciendo la
revolución en nuestros países, que es la mejor manera de defensa de
la revolución, debemos defenderla movilizándonos, impidiendo,
interpelando, denunciando, las maniobras del imperialismo, de la
burguesía mundial y del orden de dominación internacional.
La defensa no puede convertirnos en apologista. Este sería un error,
una muestra de debilidad, creyendo que la apología ayuda a la defensa.
Nada más equivocado. La revolución de por sí es crítica, crítica del
poder, crítica de la dominación; la revolución sólo puede alimentarse
de la crítica, de la autocrítica, pues eso ayuda a develar, visibilizar
contradicciones y errores, a corregirlos, a tomar conciencia de la
159
complejidad del proceso y de las tareas transformadoras. Cuando un
proceso, que se dice revolucionario, descarta la crítica, es un síntoma
de regresión, de una clausura de la voluntad seguir adelante, creyendo
que a lo que se ha llegado ya es el fin. Confundiendo que la defensa
del proceso es la defensa ciega de todo lo que hace el gobierno. Nada
más equivocado, el proceso es un proceso transformador, que
transforma instituciones, estructuras, prácticas, incluso debe
transformar al mismo gobierno. La defensa del proceso es la defensa
del cambio permanente, defensa de la crítica y de la democracia
participativa.
Un objetivo primordial de la revolución bolivariana es el socialismo.
Independientemente de nuestra discusión, la discusión en los
movimientos sociales anti-sistémicos, sobre la experiencia del
socialismo real, sobre si el socialismo no es nada más que la otra cara
de la misma medalla, la otra cara del modo de producción capitalista,
un capitalismo sin burgueses, un capitalismo de Estado, lo que importa
son los objetivos prácticos de la revolución; control social, empresas
comunitarias, autogestión y autodeterminación comunitaria, igualación
de las condiciones de posibilidad social. Este socialismo práctico o
efectivo es lo que importa. Esta transformación social en curso, esta
posibilidad de transformaciones sociales, tiene que ser defendida por
todos, frente a la expoliación del capitalismo financiero y del
capitalismo trasnacional que se enriquece por despojamiento y
desposesión.
Hay que apoyar a las comunas, que son las formas organizativas
sociales más avanzadas de la revolución. Hay que apoyar al poder
social, que es la institución y la instancia diseñada precisamente para
dar poder efectivo a las organizaciones sociales, empero tiene que
pasar necesariamente por su desburocratización. Hay que apoyar
ciertamente al Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), al
presidente Maduro; empero, este apoyo no puede dejar de ser crítico.
El apoyo efectivo y solidario de los y las activistas del mundo es no sólo
movilizar la defensa de la revolución bolivariana en cada uno de los
países, sino también canalizar apoyos políticos y técnicos, participando
en debates sobre la construcción del socialismo y la profundización del
proceso, proponiendo proyectos, coadyuvando con apoyo concreto en
todos los terrenos. Veámoslo así, la revolución bolivariana tiene que
ser vista como la posibilidad del recomienzo de la revolución mundial
contra la dominación y el control del capital, contra el dominio de la
especulación financiera internacional, contra el orden de la dominación
160
imperial. Nadie puede ser ajeno de lo que pasa en Venezuela, el destino
de la revolución bolivariana está ligada al destino de las revoluciones
en nuestros países y la posibilidad de una confederación de los pueblos
del mundo.
En el ojo de la tormenta
Después de las elecciones en Venezuela se vive una ofensiva del frente
conservador liderado por Henrique Capriles Radonski. Aprovechando el
estrecho margen de cercanía respecto al candidato ganador,
reconocido por el poder electoral, se ha animado a impugnar los
resultados, desconociendo el mismo veredicto de la Corte Nacional
Electoral (CNE), a la que reconocieron los mismos opositores en
variadas elecciones, nacionales, municipales y parlamentarias. La CNE
ha sido reconocida por distintos organismos internacionales y ONGs,
los cuales han validado la modernidad tecnológica del mecanismo
electoral venezolano, su idoneidad y transparencia. El desconocer a la
CNE apunta a destruir la legitimidad no solamente de la última elección,
sino del conjunto de elecciones que ha administrado este órgano de
poder. Haciendo un recuento de los eventos que se han venido
sucediendo desde la penúltima elección hasta la reciente, se puede
entrever la preparación de un desconocimiento del ordenamiento
jurídico y de la Constitución, pertrechado por la burguesía venezolana,
los grupos de poder, nacional, regional e internacional. Desde su
derrota en el golpe de 2002 y el fracaso del sabotaje petrolero
organizado por la derecha, no se ha descansado por tratar de detener
el avance de la revolución bolivariana. Después de un tiempo, hay que
reconocer que el frente conservador ha aprendido a hacer bloque
único; en las dos últimas elecciones le ha dado resultado esta cohesión.
En la última, frente a Nicolás Maduro, ha aprendido a desenvolverse
en el juego de espejos, buscando parecerse a aspectos del programa
bolivariano, formas de expresión y símbolos del movimiento
bolivariano. Sin embargo, esta simulación no es más que una
estratagema electoral, pues el programa efectivo entre manos es
revertir los logros sociales, políticos y económicos de la revolución.
Además, la simulación se muestra como lo que es, discurso fofo y
vacío. El ex-candidato del frente conservador hace gala de aspavientos,
hasta de enojos, empero, su discurso no deja de ser un discurso lleno
de generalidades sin contenido. ¿De qué Venezuela habla cuando habla
del país? Se nota que de la Venezuela de la que habla es un esqueleto
que está en su imaginación; no puede darle cuerpo, pues no conoce la
161
Venezuela concreta, de carne y hueso, de ritmo y musicalidad, no
conoce lo nacional-popular. Por eso sus críticas a la revolución no
pasan de lugares comunes, corrupción, autoritarismo, dictadura,
inseguridad; no puede darle un referente concreto a su crítica. Si lo
hiciera, si fuese sincero, si diría lo que piensa, seguramente saldría una
concepción antipopular y racial, pero, sobre todo, una concepción que
considera que lo único real es el capitalismo y que hay que seguir las
reglas del juego de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, bajo
el dominio del sistema financiero internacional y el monopolio de las
empresas trasnacionales. Empero, el discurso real no puede ser
emitido, pues no es electoral; se perderían votos. Si bien se ganaría en
concreción y estaríamos ante un discurso que dice algo, pues cree en
algo y lo transmite, no sería convocativo. La derecha ha optado por el
discurso de la simulación; este discurso es electoral, pero no dice nada.
Sólo queda en la memoria un conjunto de expresiones acaloradas y
comportamientos en forma de aspavientos, que no dicen nada, salvo
el desacuerdo con los resultados electorales, la desesperación de no
haber logrado ganar al adversario.
Se entiende entonces la jugada exasperada del todo o nada. No es fácil
mantener un frente unido de derecha, debido a los intereses en juego,
los grupos de poder, que no coinciden en todos los temas, que tienen
sus perspectivas propias. Al final son 14 años de gobiernos
bolivarianos, que, a pesar de las dificultades y las contradicciones, han
venido avanzando en la transformación de la sociedad y del Estado en
Venezuela, aunque en este último aspecto sea más de forma que de
contenido, igualando las condiciones sociales, ampliando la inversión
social, la organización y la formación popular. Se trata del perfil de una
burguesía, como muchas burguesías latinoamericanas, acostumbradas
a gobernar impunemente a favor de sus intereses oligárquicos y sobre
todo a favor de los intereses de las empresas trasnacionales; esta
burguesía no puede aceptar, que la plebe impoluta irradie, se abra
espacio, influencia, se articule con expresiones políticas populares,
irrumpa en los palacios del poder.
Toda revolución es difícil y complicada, sobre todo cuando se asume el
poder. Pues ahí comienzan las contradicciones más profundas; es muy
difícil deshacerse de las viejas prácticas políticas, del aparato y las
costumbres burocráticas, de las mediaciones representativas e
institucionales. Se hace evidente la dificultad de construir la
autogestión, la cogestión, la autodeterminación, el autogobierno local
comunitario. Se cometen muchos errores en el camino, es difícil lidiar
162
con los propios, sobre todo cuando están en función de gobierno. Hay
como una tendencia a dilatar y diferir las transformaciones; cosa que
parece adecuado a un sentido común “pragmático” y del realismo
político. Empero, esta actitud es la más peligrosa en el curso de un
proceso de transformaciones, pues no solamente lo atenúa, sino que
termina jugando en contra, pues crea insatisfacciones populares,
además de perder tiempo, no aprovecharlo, creando las condiciones
para una contraofensiva conservadora.
Es posible que una serie de factores de este tipo se haya acumulado y
de lugar a desavenencias, como para explicar la disminución de la
votación bolivariana, poniendo en peligro la propia continuidad del
proceso. Estos factores negativos, estos factores conservadores dentro
del proceso mismo, tienen que ser puestos a luz. Es menester la crítica
y la autocrítica, para corregir los errores, para retirar del camino los
obstáculos conservadores, dentro el propio proceso. Es urgente
entender que una revolución no avanza sino por la constante y
permanente manifestación de la voluntad de cambio, que se enfrenta
al mundo, a la realidad dada, a las estructuras de poder locales,
regionales y mundiales. La revolución no espera, hay que hacerla en el
momento, a cada momento; no se puede dejar para mañana nada.
Mañana puede ser tarde. Sólo la entrega y el sacrificio de todos los
comprometidos con la revolución pueden impulsarla adelante, hacia su
propia profundización. Por eso, es peligrosa la actitud de los celosos
apologistas, que no quieren ninguna crítica; solo defensa, sólo
propaganda, sólo canto a los logros. Sin crítica una revolución no
avanza, retrocede y termina debilitada cuando hay que enfrentar a la
contraofensiva de la derecha.
163
Diagnósticos de la coyuntura
Salim Lamrani hace un balance de lo sucedido en la última elección. Nos presenta 25 verdades sobre las elecciones presidenciales en
Venezuela89. Estas son expuestas de la manera siguiente:
1. Nicolás Maduro consiguió 7.505.338 votos, o sea el 50,66% de los sufragios.
2. Henrique Capriles consiguió 7.270.403 votos, o sea el 49,07%.
3. 38.756 electores votaron blanco o nulo, o sea el 0,26%.
4. La participación electoral fue de un 78,71%.
5. Sólo 234.935 votos, es decir un porcentaje de 1,59%, separa a ambos candidatos.
6. Todas las encuestas de opinión que daban a Maduro vencedor con un margen de 10 a 20 puntos resultaron erróneas.
7. El estrecho margen no pone en tela de juicio la legitimidad de Nicolás
Maduro. A guisa de comparación en Francia, en las últimas elecciones presidenciales de mayo de 2012, la diferencia entre François Hollande
y Nicolas Sarkozy sólo fue de un 3,28%.
8. Maduro triunfó en 16 Estados de los 24.
9. Capriles consiguió la victoria en 8 Estados.
10. Los observadores internacionales, entre ellos la Unión Europea y la Unión de Naciones Suramericanas, reconocieron la transparencia de los
escrutinios.
11. Henrique Capriles se niega a reconocer la victoria de su rival hasta que haya un recuento de votos.
12. Nicolás Maduro aceptó el recuento de votos.
89 Ver Rebelión; Venezuela. Página web. Abril 2013.
164
13. Max Lesnik, director de Radio Miami, donde vive una fuerte
comunidad venezolana favorable a Capriles, declara que el estrecho margen confirma la validez de las elecciones. Según él “nadie asaltaría
un banco para robar mil dólares cuando tiene la posibilidad de robar
un millón. Nadie organizaría un fraude para conseguir menos de 300.000 votos”.
14. A guisa de comparación, en octubre de 2012 Hugo Chávez derrotó
a su rival Henrique Capriles con 8.191.132 votos, o sea un total de un 55,07%.
15. Capriles obtuvo 6.591.304 votos, o sea un 44,31%.
16. 1.599.828 votos separaban a ambos candidatos, o sea un porcentaje de un 10,76%.
17. La participación electoral fue de un 80,48%.
18. Chávez consiguió la victoria en 21 Estados.
19. Capriles sólo ganó en tres Estados.
20. Así, en el espacio de seis meses, el campo chavista perdió 685.784
votos.
21. Por su parte, Capriles ganó 679.099 votos.
22. La inmensa mayoría de los 685.784 electores que votaron por
Chávez en octubre de 2012 eligieron a Henrique Capriles el 14 de abril de 2013.
23. A pesar de las impresionantes políticas sociales a favor de las
categorías más desfavorecidas que permitieron reducir la pobreza y elevar el nivel de vida de los más desheredados de modo sustancial,
resulta evidente que un número importante de ellos eligieron votar al candidato de derecha.
24. La campaña electoral de 2013 del candidato, mucho más agresiva que la de 2012, fue todo un éxito.
25. En cambio, la campaña electoral del nuevo Presidente de la
República Bolivariana de Venezuela fue un estrepitoso fracaso.
Este diagnóstico sucinto de los resultados electorales deja claro lo que
implican los mismos, también deja claro que el chavismo perdió votos; se dieron desplazamientos del propio campo al otro frente. Este hecho
no puede explicarse sólo con sorpresa y delegación de la culpabilidad a los sectores que abandonaron el campo popular, como lo ha hecho
165
Diosdado, presidente de la Asamblea legislativa, pues, lo que ha
ocurrido no se explica si no se toman en cuenta errores y contradicciones en el gobierno, en el PSUV y en el bloque popular.
Tampoco explica que la derecha tenga una convocatoria tan amplia,
que es prácticamente la mitad del electorado. No basta acusar a la campaña mediática, nacional e internacional, ni a las manipulaciones y
simulaciones de la derecha. Estos argumentos no explican por qué una parte del pueblo no se convence ni se deja seducir por la revolución
bolivariana. Al respecto, si bien una etapa de la conformación y de la consolidación del bloque popular está generada por la experiencia de
las confrontaciones; es cuando se cohesiona, se identifica y se forma el núcleo del bloque popular. Sin embargo, la confrontación no puede
seguir siendo el procedimiento más usado en etapas posteriores del proceso, cuando se requiere ganar a sectores populares, que todavía
están atrapados en las redes de las estructuras de poder y dominación de la burguesía. Sobre todo cuando hablamos de profundización
democrática, del ejercicio de la democracia participativa, cuando entendemos que no puede haber construcción del socialismo, la
transición al socialismo, sino mediante el ejercicio dinámico de la
democracia, como dice Samir Amin, entonces es indispensable concentrarse en el diálogo, en el debate, en el convencimiento, de
sectores populares no persuadidos. Parece que estos procedimientos de apertura no son los usuales; generalmente los procedimientos de
confrontación, de la fase de formación y consolidación, son los que adquieren raigambre y perduran imponiendo una conducta política mas
bien hostil. No se trata de bajar la guardia, sino de combinar formas de comunicación, intercambiar experiencias, perspectivas y
concepciones, buscando construir nuevos horizontes de saber compartidos. La transición al socialismo no es posible confrontando a
la otra mitad de la población, a no ser que se quiera repetir las amargas experiencias del socialismo del siglo XX. Si bien la confrontación es con
la burguesía, quizás no con toda, como ocurría en la revolución china, que concibió una alianza estratégica con parte de lo que llamaba
burguesía nacional, la confrontación no es conveniente con sectores
populares, incluyendo lo que se viene en llamar “clases medias”, además de estratos sociales pobres.
Por otra parte, el aprendizaje de la experiencia de las revoluciones
socialistas del siglo XX, nos debería haber enseñado que la burocracia se convierte prácticamente en una clase dominante. Cuando se afirma
en el poder, se afinca en el mismo, y termina orientando las políticas hacia la conservación del poder y sus privilegios. Esta es una de las
contradicciones más fuertes en las experiencias de las construcciones del socialismo real. Estas configuraciones políticas y de re-clasificación
social no pueden repetirse en las revoluciones llamadas del socialismo del siglo XXI, a no ser que se quiera repetir los escenarios y desenlaces
conocidos. La orientación de conservar el poder, de proteger los
166
intereses burocráticos, lleva a tomar medidas antipopulares, que
empujan a sectores populares a abandonar el bloque popular.
En relación a estos temas y problemas, algo que llamó la atención
Víctor Álvarez90, es la débil incidencia en el partido de gobierno de las organizaciones de los trabajadores y de los campesinos. El socialismo,
como se entiende, de acuerdo a la teoría, es una perspectiva proletaria y de los campesinos pobres, quienes hegemonizan el frente popular.
No se trata de descartar la presencia de otros sectores populares, al contrario, se trata de conformar una composición que garantice el
contenido de las transformaciones. La presencia irradiante e influyente del proletariado y de los campesinos pobres es como un requisito
histórico-político de la transición al socialismo.
Yendo a otro diagnóstico, Carlos Meneses Reyes, en Se impone la autocrítica Bolivariana, artículo de Rebelión, plantea, además de la
autocrítica, algunos desplazamientos en las políticas públicas. El diagnóstico económico del autor señala los nudos gordianos del
problema latente y desenvuelto:
Resulta agobiante lo de una deuda pública (sea en bolívares o en dólares) venezolana de doscientos diez mil millones, con pagos
vencidos de diecisiete mil millones. Lo de un déficit fiscal de del 12% del PIB; con inflación del 28% y devaluación del 45.6%.
Estos últimos datos son alumbradores respecto de la crisis económica nacional, los alcances de la crisis y sus repercusiones. ¿Cómo se ha
podido llegar a semejante deuda, al tamaño del déficit fiscal, a la proporción de la inflación, y, en consecuencia a la devaluación, que
terminó impactando negativamente en el poder adquisitivo de las familias populares?
En lo que respecta a los desplazamientos en políticas públicas,
propone:
En el plano político (el desplazamiento) va a la consolidación de la
organización política popular y de masas; primando la erradicación del clientelismo burocrático y la corrupción.
En el plano económico, a la consolidación de los instrumentos
constitucionales.
Un poco más abajo, dice que:
90 Ver de Víctor Álvarez R.: La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Texto digital, en circulación en la Fundación Rosa Luxemburgo.
167
Se impone la racional expropiación y cierre de empresas privadas de
capital nacional e internacional, que no comulguen con el servicio público esencial popular. La carta constitucional bolivariana supera lo
del clásico bien común, liberal manchesteriano.
Se impone la consolidación del sistema de economía mixta (capital
privado y estatal), con miras al servicio público esencial popular. Esta re-inmersión garantizará el tope o control a la fuga de capitales
privados. Aunque las exportaciones no petroleras han sido bajas; la dependencia económica y fiscal, cuyos ingresos dependen en un 97%
de exportación del petróleo; no es una calamidad, es un vehículo de aprovechamiento revolucionario circunstancial. Lo de “vehículo” es
profano, pero grafica movilidad, cambio, sustitución. Proyecta en la dinámica que genera la autocrítica, la corrección a que cambie el actual
panorama de un 70% de productos agrícolas importados.
Estas medidas son puntuales. Ayudan a definir ciertas rutas de
corrección y re-conducción; empero no son suficientes, sino se tiene una estrategia integral respecto a los procesos involucrados en la
transición, los distintos planos de intervención que configuran la complejidad dinámica de la “realidad”. En relación a este
requerimiento, la pregunta es: ¿Se cuenta con esta estrategia integral? Teniendo en cuenta lo que se tiene como dispositivos políticos, la
Constitución y el programa de gobierno, la otra pregunta es: ¿Son suficientes? Para responder a estas preguntas haremos una evaluación
del programa de gobierno, en el marco de la Constitución;
entendiendo, además, que la Constitución define un horizonte. Es en ese horizonte de transición donde es necesaria la radicalización del
proceso, que en el decurso del cumplimiento constitucional, donde la lucha de clases arreció, ha empujado al bloque popular a definir la ruta
socialista.
Pero, antes de aventurarnos en esta tarea, nos detendremos en reflexiones con la izquierda sobre la crisis política, particularmente en
reflexiones con la izquierda radical, aquella que mantiene una perspectiva crítica del proceso. Hablamos de radical en pleno sentido
de la palabra, no solamente por el radicalismo de las posiciones, sino
porque se exige tocar los problemas de raíz. Esta izquierda tiene la virtud de concentrarse en los problemas que detienen la marcha de la
revolución, en las contradicciones inherentes y denuncia la preservación de formas de poder y de la dominación capitalista.
Muchas veces lo hace de una manera esquemática y abstracta, empero estas falencias no le quitan su virtud.
168
Reflexiones con la izquierda
Hablamos de esa manera, refiriéndonos a la izquierda, a todas las
formas y características de izquierda, incluyendo, sobre todo, a las
posiciones radicales; a estas posiciones contundentes, pues son las que
empujan adelante, exigen consecuencia y denuncian las debilidades de
todo proceso de transformación. Hablamos a las organizaciones
sociales, ejes articuladores de los movimientos sociales, sobre todo a
las organizaciones más profundas, más consecuentes, más críticas,
que ponen en evidencia las contradicciones recónditas del proceso.
Ya tenemos en la memoria, debido a la experiencia histórica de las
luchas sociales y políticas, la experiencia de desenlaces desfavorables
a la profundización de procesos populares y sociales. Teniendo en
cuenta esta memoria y esta experiencia, debemos saber que, frente a
la derecha no podemos actuar sino como un frente único de izquierdas,
de los movimientos sociales anti-sistémicos. Ahora bien, esto no quiere
decir, de ninguna manera, rebajar y disminuir la critica al gobierno
popular; al contrario, frente a los errores, a las ambivalencias, hasta
retrocesos, incluyendo restauraciones, posiciones conservadoras,
prácticas prebéndales, clientelares, y hasta corruptas, hay que ser
intransigentes. No se pueden tolerar estas debilidades de los procesos,
estas posiciones contrarias al mismo proceso, pues estas carcomen las
fuerzas, las fortalezas, del proceso, de las organizaciones y de los
movimientos sociales. Ciertamente, es como estar en dos frentes.
Pero, no se puede hacer otra cosa que pelear en ambos.
Lo que no se puede hacer es caer en el fundamentalismo intelectual;
creer que por que se tiene razón se puede actuar independientemente
de la mayoría, que puede todavía estar convencida por un populismo
ambivalente, por un “pragmatismo” de sentido común. No se puede
sustituir el campo de la correlación de fuerzas, que es el campo político,
con el mapa abstracto de los principios de la razón. Este camino lleva
a convertirnos en un grupo radical de convencidos, con fuerza del
entendimiento, empero sin fuerza política. Si la responsabilidad es
prolongar el proceso de transformaciones, profundizar la revolución,
liberarla de sus contradicciones profundas, estas tareas no se las puede
efectuar sin la mayoría, sin la actuación, sin el desenvolvimiento de la
mayoría. La tarea es convencer a la mayoría, interactuar con las
mayorías, aprender con las mayorías, de que la continuidad de la
169
revolución sólo es posible con las trasformaciones estructurales e
institucionales del proceso.
Esta apreciación política, que todavía es general, ciertamente solo
puede contrastarse en los contextos y coyunturas concretos. Esta tarea
es de los que viven y experimentan esas condiciones, esas situaciones,
la intensidad de las luchas, en contextos concretos. Son los grupos más
críticos, son las organizaciones más críticas, son las tendencias más
radicales, las que están en mejor condición de interpretar la coyuntura
y el contexto concreto, de actuar de manera específica, si es que no se
mantienen en los esquematismos reduccionistas.
Pasando al tema en cuestión. En Venezuela se vive una situación
beligerante; pues el frente conservador a decidido una contraofensiva
violenta y descalificadora de la democracia efectiva, la que se ha venido
configurando desde 1999, después de promulgada la Constitución. La
fuerza de esta contra-ofensiva radica en que cuenta con un caudal de
votos importante, casi la mitad del electorado. Empero, en la medida
que no ha logrado ganar las elecciones, no puede impugnar los
resultados, salvo bajo el supuesto de fraude electoral. Esto es
precisamente lo que conjetura que ha pasado; empero esta conjetura
no ha sido verificada. No parece serlo por las características del sistema
electoral venezolano, por la tecnología de conteo y de comprobación.
Mientras no pueda comprobar el frente conservador que esto ha
ocurrido, sus actuaciones terminan siendo inconstitucionales y
antidemocráticas. Sus actuaciones forman parte de una campaña de
descalificación del sistema democrático logrado. Y obviamente forma
parte de una campaña contra-revolucionaria. Estas actitudes quieren
terminar con la revolución.
Ante esta situación evidenciada, la izquierda no puede equivocarse.
Actuar contra la contra-ofensiva de la derecha, contra la contra-
revolución en marcha, es una tarea primordial. Esto no quiere decir
que se deja la crítica a las posiciones titubeantes, dilatadoras,
restauradoras, contradictorias, burocráticas; de ninguna manera. De lo
que se trata es de luchar por mantener la posibilidad de continuar, de
prologar la profundización del proceso. La defensa del proceso no es la
defensa del gobierno, la defensa del proceso es la defensa de la
posibilidad de seguir transformando, de hacer las transformaciones que
no se han hecho, de reencausar el proceso que se encuentra en el
decurso de sus propias contradicciones.
170
La Liga de los Trabajadores por el Socialismo de Venezuela (LTS) ha
hecho una declaración, a propósito de la coyuntura intensa que vive
Venezuela. Esta declaración se titula: Ante el ajustado triunfo de
Maduro: No permitamos que la crisis del chavismo la capitalice el
imperialismo. En la declaración se caracteriza a la coyuntura como
tensión política; se dice que:
El cimbronazo político se transformó en crisis abierta con el
desconocimiento del resultado electoral por Capriles Radonski,
exigiendo el conteo de la totalidad de las urnas con el argumento de
que hubo anormalidades en las votaciones y hasta arguyendo que han
ganado las
elecciones. En esto cuenta con el apoyo del imperialismo
norteamericano.
Ante los hechos de violencia desatada por la derecha, la declaración es
categórica:
Desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) rechazamos
categóricamente estos ataques reaccionarios y completamente
antipopulares, incluso con ribetes de xenofobia hacia los
médicos cubanos que allí laboran. ¡Hay que hacerle frente! El pueblo
organizado en los barrios, llamando a asambleas, mediante discusiones
públicas y abiertas, ha de definir los métodos para pararle la mano a
estas acciones. Los módulos de barrio adentro –y demás instalaciones
deportivas o educativas, si fuese el caso– son una conquista social del
conjunto del pueblo trabajador y pobre, y como tal deben ser
defendidos.
La declaración de la LTS dice que esto no es defender al gobierno de
Maduro, sino defender la conquista de los trabajadores y del pueblo.
Esta posición se expresa distinguiendo una y otra cosa:
La defensa de los centros de salud públicos no significa en modo alguno
el apoyo político
al gobierno nacional, no hay que estar con Maduro para hacerle frente
a estos ataques, se trata de una posición clara de defensa de lo que
constituyen conquistas sociales del pueblo trabajador y pobre, por lo
que llamamos en estos casos específicos a un frente único de clase,
obrero y
popular, para pararle la mano a estos ataques, con los métodos de los
trabajadores y el pueblo, con base en la democracia obrera y popular
para definir la orientación política y las acciones a tomar, sin que
171
implique necesariamente una subordinación al esquema de
movilizaciones ordenadas por el gobierno de Maduro.
El diagnóstico de las elecciones se resume en el subtítulo: La derecha
capitalizó electoralmente la crisis del chavismo. La explicación de esta
capitalización tiene que ver con las medidas antipopulares que se vio
obligado a tomar Maduro, en su interinato, dada la inflación y la crisis
económica:
La crítica situación de la economía llevó al gobierno a tomar medidas
antipopulares y
anti-obreras en pleno período electoral: en menos de cien días a cargo
del gobierno interino, Maduró aplicó dos fuertes devaluaciones de la
moneda, lo que se hizo sentir rápidamente con el aumento directo de
los precios de bienes de consumo masivo. El gobierno se equivocó en
que estas medidas antipopulares no iban a tener consecuencias
electorales.
Una descripción más detallada es la siguiente:
Si bien el chavismo ganó en las grandes barriadas populares de las
principales ciudades, –como por ejemplo en la populosa Catia y en las
partes más pobres de Petare de la gran Caracas- se hizo notar la baja
de votos en estas regiones, y el mismo fenómeno se observó en
importantes
concentraciones obreras, como en los estados de Aragua y Carabobo,
y ciudades como Guayana centro de las grandes industrias básicas,
pero no precisamente por abstención sino que casi en la misma medida
que caían los votos de Maduro crecían los de Capriles, comparado con
las elecciones presidenciales de 2012.
Esta explicación y esta descripción son sumamente importantes, pues
ilustran sobre las condiciones económicas sobre las que se
desenvuelven los acontecimientos en cuestión; la inflación y la crisis
económica. La pregunta que viene de golpe es: ¿Por qué hay crisis
económica en Venezuela, teniendo en cuenta los grandes ingresos del
Estado, debido a los elevadísimos precios del petróleo? Ciertamente lo
que ocurre en Venezuela se da en el contexto de la crisis mundial
financiera y de la crisis estructural del capitalismo. Empero se podían
tomar medidas anti-crisis de carácter popular y no caer en las recetas
monetaristas, de impacto impopular. ¿Por qué se tomó la medida de
devaluación sabiendo que esto iba a incidir en los precios de los
productos de la canasta familiar? ¿No había otra salida? ¿Se confió en
172
el prestigio del líder desaparecido? ¿Por qué no se discutieron las
medidas con el pueblo, primordialmente con los trabajadores? ¿Acaso
la Constitución no establece el ejercicio de la democracia participativa
y protagónica? ¿Por qué no se es consecuente con la Constitución?
Estas son de las contradicciones del gobierno popular.
El discurso de defensa gubernamental no habla de estas causales. La
acusación de golpista a la derecha no resuelve estos problemas; puede
encubrirlos, pero no hacerlos desaparecer. Llamemos a esta crisis
estructural local, que es parte de la crisis general del capitalismo, crisis
del modelo extractivista y del Estado rentista. No se puede escapar de
la crisis a pesar de los altos precios de las materias primas. El hecho
de que la mayor parte de la estructura económica recaiga en el modelo
primario exportador, es una condición material y latente de la
posibilidad de la crisis económica con características locales. La forma
rentista de administrar el excedente es una condición política y latente
de la posibilidad de la crisis. La búsqueda de soluciones monetaristas
no hace otra cosa que agudizar y desatar esta posibilidad. Las
soluciones monetaristas descargan sobre el pueblo el peso de la crisis
y de la inflación. Este análisis va más lejos que solamente explicar las
razones de la disminución de votos para Maduro, comparando con la
última elección con Chávez presente. El análisis habla de los límites
estructurales del Estado rentista y el modelo extractivista, también
habla de los límites políticos de un gobierno que se debate en el
intervalo ambivalente de populismo y construcción del socialismo. La
crisis entonces es más profunda que una asonada provocada por la
derecha, como segunda fuerza electoral. Lo que haga la burguesía
venezolana, la oligarquía local, en concomitancia con el imperialismo,
tiene que ver con su papel en la lucha de clases y su desempeño
reaccionario en la lucha anti-imperialista. Este comportamiento como
que es, de alguna manera, esperado. Lo que está en cuestión es el
papel del gobierno popular y del bloque popular. No solo por lo que
tiene que ver con haber empujado a parte del electorado afín a la
convocatoria del contrincante, sino por haber mantenido, durante
catorce años, sobre todo los que vienen después de la Constitución, la
inercia del Estado rentista y el modelo extractivista, estructuras
políticas y económicas de la dependencia. No se trata de salir de la
noche a la mañana del modelo extractivista, sino de definir una
transición sostenible, tanto en lo que respecta al mismo modelo
extractivista, así como al propio Estado rentista. Transición que no
puede dejar de estar acompañada por la efectiva democracia
participativa, la autogestión y la cogestión social.
173
No se trata solamente de errores políticos, sino que en el proceso no
se está pudiendo resolver temas como la conducción colectiva y social
del proceso, que sigue en manos de la burocracia. Esta conducción
colectiva tiene sus formas de organización: las comunas, los sindicatos
de trabajadores, las organizaciones campesinas, el poder territorial de
los barrios. Estas son las fuerzas profundas de una revolución, que
además dice que se encamina a un socialismo, cuya base se encuentra
en la propiedad social y en la gestión comunitaria. A estas alturas, no
se pueden repetir las formas de conducción dadas en la experiencia del
llamado socialismo real, más aún, cuando el socialismo que se busca
es el socialismo del siglo XXI. La defensa de una revolución se
encuentra en la potencia social; entonces, se trata de liberar esta
potencia, de desatar su creatividad. Para que esto se dé es
indispensable su empoderamiento efectivo en la conducción colectiva
del proceso.
Estos son los problemas que han sido constantes en todas las
revoluciones del siglo XX; ahora reaparecen en las revoluciones del
siglo XXI. Si no se logran resolver, es probable que se repitan
desenlaces parecidos a los acaecidos en la historia. Lo que está
ocurriendo en Venezuela no es solamente un fenómeno coyuntural y
local; es un problema estructural de las revoluciones. En Venezuela
también se juega con el decurso de las revoluciones en ciernes en el
mundo, particularmente en América Latina y el Caribe. Esta tarea
involucra a todos, incluyendo, sobre todo, a las posiciones radicales.
Pues si estas posiciones no logran incidir en los acontecimientos, no
logran salir de los límites grupales, del discurso iluminista, entonces,
esta inhibición es parte del drama, de la irresolución del problema. No
basta tener razón o creer que se la tiene, la política es una correlación
de fuerzas; es importante entonces incidir en la acumulación de fuerzas
y en la resultante de las mismas.
La política no se restringe, ni mucho menos, a los principios de la razón.
La política se mueve, como hemos dicho, en un campo de distribución
de fuerzas, de dispositivos y agenciamientos de poder, así como de
resistencias. La política se alimenta, por así decirlo, de pasiones, de
imaginarios, de esperanzas, expectativas, de convocatorias, de
simbolismos, mitos y alegorías. Las dinámicas políticas, moleculares y
molares, articulan, por así decirlo, distintos planos, distintos ámbitos,
distintos campos; juegan, casi aleatoriamente, con diferentes
composiciones y combinaciones, dependiendo de los contextos y las
coyunturas. La comunicación política con los pueblos, con los sectores
174
populares, con el proletariado, no puede reducirse a una interpelación
racional. Por eso nunca es suficiente la denuncia, la diferenciación, la
distinción de los programas y de las tendencias. El fundamentalismo
racional no convoca, salvo en los ámbitos académicos. Incluso para
comprender la complejidad de la “realidad” que toca analizar, no es
suficiente el entendimiento y el uso de la razón. El uso crítico de la
razón ayuda a contextuar y des-contextuar las teorías en uso, ayuda
también a abrirse a otras formas de comprensión de la “realidad”,
incorpora las formas intuitivas, las memorias, los saberes, las
relaciones con lo popular, además de incorporar la dinámica misma
primordial de la experiencia. La mayoría de los grupos radicales, de los
cuales no hay que dudar sobre su dedicación, consecuencia y
compromiso, pecan, por así decirlo, de fundamentalismo racionalista;
terminan siendo grupos de convencidos, sin incidencia en la lucha
efectiva política. Terminan aislados, en los márgenes o en los rincones
del campo político, por más lúcidas que sean sus intervenciones.
Precisamente por el valor ético y moral, por el coraje, la consecuencia
y el compromiso, es indispensable que estos activistas, además de
hacer uso de la razón, es imprescindible que pasen al uso crítico de la
razón, abriéndose a la experiencia de los distintos planos de
comprensión de la “realidad”, así como abriéndose a las diferentes
“facultades” en juego en los sujetos sociales.
En todo caso, es importante detenerse en los análisis de la izquierda
radical, que además de crítica, tiene el valor de aportar con
apreciaciones más reveladoras que las descripciones de los discursos
apologistas, que sólo ven el problema en la derecha. La Liga de
Trabajadores por el Socialismo hace apreciaciones sobre las tendencias
encontradas en el chavismo, contradicciones agudizadas después del
fallecimiento del caudillo. Esta descripción de la pugna interna, aunada
a las contradicciones en el seno del pueblo, en el bloque popular, da
un panorama de lo que está puesto en juego en la coyuntura. El
documento citado dice:
Cínicamente Diosdado se pregunta cómo es posible que el pueblo
explotado vote por los explotadores, cuando se trata de uno de las
conspicuas figuras que más se han enriquecido en todo este período.
Como ha sostenido un analista “La herencia electoral que Chávez le
dejó a Nicolás Maduro y la dirigencia del Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV) quedó sensiblemente mermada y sin su valor para
contener a una masa que puede presionar peligrosamente ante
ingentes requerimientos de la economía popular” (El Mundo, 16/04).
175
Pero las tensiones internas que se puedan desarrollar dentro del PSUV
no solo vendrán entre las distintas fracciones
existentes, sino también de las propias bases del chavismo que,
cansadas de seguir siendo furgón de cola de los altos burócratas,
puedan salir con más fuerza a protestar por lo que se les ha venido
negando, y exijan que se tomen medidas por izquierda frente a la
nueva situación económica y
política.
Del diagnóstico que hace la declaración, saca una conclusión de los
posibles desenlaces:
Los acontecimientos muestran que la transición a una etapa post-
chavista será traumática. El resultado electoral está actuando como un
gran catalizador de la crisis política que significa para el régimen
bonapartista, centrado en la figura presidencial, la desaparición física
de Chávez, mostrando que este no puede ser reemplazado. El
bonapartismo no es solo un proyecto político sino también y
fundamentalmente de liderazgo.
El triunfo pírrico de Maduro implica que el suyo será un gobierno débil,
pues tendrá que lidiar no sólo con una oposición envalentonada y que
busque jaquearlo permanentemente con el apoyo de Estados Unidos,
sino también con las peleas dentro del propio chavismo. Pero
fundamentalmente estará sometido, sin lugar a dudas, a la resistencia
de sectores de la clase trabajadora que saldrá con más fuerza a pelear
por sus demandas y por mejores condiciones de vida. Más aún si, como
todo indica, Maduro se verá gobierno obligado a aplicar medidas de
ajuste por la grave situación
económica que atraviesa el país, sin contar ni de lejos con la
legitimidad y autoridad de Chávez, que a la vez que concentraba las
expectativas de una resolución de las demandas de los explotados a
través de la acción del gobierno, era capaz de derrotar y “disciplinar”
a los sectores en lucha que
quisieran ir más allá. Es muy probable que vayamos a una liberación
de energías e iniciativas para lucha de clases, de parte de los
explotados y pobres.
Tomando en cuenta este análisis y la conclusión a la que deriva,
podemos, a su vez, sacar algunas otras conclusiones. No es pues
suficiente unir y cohesionar al bloque popular en defensa de la
revolución bolivariana, no es suficiente lograr un frente único de
izquierda que enfrente la asonada de la derecha. Pues allí, en el poder
176
de las oligarquías, de la burguesía, de la estructuras de poder y
dominación mundial, se encuentra parte del problema y de los desafíos
que afrontar. La otra parte del problema se encuentra en la
composición se fuerzas, de tendencias, de posiciones, dentro del
bloque popular; el problema es complicado cuando la hegemonía del
bloque popular la tienen posiciones que consideran que lo que se ha
logrado como avances y transformaciones es casi como el fin del
proceso; lo que queda es defenderlo. Se trata de sectores que tienen
una concepción de la política, como dice el documento de la LTS,
“bonapartista”; por lo tanto fuertemente ligados al prejuicio
burocrático y de la mediación institucional. Estos sectores están muy
lejos de comprender el carácter emancipador de la autogestión, la
auto-determinación, el ejercicio efectivo, no discursivo, de la
democracia participativa y el control social. Están también lejos de
comprender que la lucha contra el capitalismo no es discursiva y de
declaraciones anti-imperialistas, que se rasgan las vestiduras, empero
no son efectivas en la de-construcción del imperialismo, sino que se
trata de trastrocar las relaciones de producción capitalistas, las
relaciones sociales que se mueven en el imaginario del desarrollo y el
progreso, ilusiones del capital. Se comprende pues que la lucha interna
es mucho más difícil y compleja; sobre todo porque está llena de
incomprensiones, de incomunicaciones y desinformación, además de
los ataques de la nomenclatura y de los apologistas a los y las activistas
críticas. Pero, también, sobre todo, por lo que dijimos, que muchas
veces el activismo radical peca de fundamentalismo racional. Sin
embargo, esta tarea no deja de ser indispensable cuando está en juego
el destino del proceso, es decir, el curso y desenlace del proceso.
¿De qué depende entonces modificar el mapa de la correlación de
fuerzas, el mapa del juego de las posibilidades más probables? ¿De qué
depende la realización de la posibilidad de prolongar el proceso de
transformaciones hacia su ruptura radical, transformando
estructuralmente el mapa institucional? ¿De qué depende pasar del
empoderamiento popular, del comienzo emancipatorio, a la liberación
efectuada? La composición de creencias, de sentidos comunes, de
certezas, en el campo popular, requiere de una revolución cultural,
usando un concepto tan caro de Mao Zedung, a la vez tan claro, de las
tareas a seguir. Mao Zedung buscaba con la revolución cultural
transferir el poder en manos de la burocracia a los consejos de
trabajadores, campesinos y estudiantes; también se enfrentó a las
herencias culturales y filosóficas de los confusionistas, incrustadas en
las formas de pensar y en las costumbres, además de combatir el
177
pragmatismo y el diletantismo. Es indispensable la emancipación de
los mitos, que aunque convoquen a las masas, terminan atrapándola
en una red de dependencia paternal. Es indispensable liberar las
potencialidades creativas populares, abriendo las experiencias sociales
no solamente al uso crítico de la razón, de las teorías, sino también de
los saberes, de las culturas locales, de las memorias. Esta revolución
cultural, cuyas consecuencias políticas son de largo alcance, no puede
dejar de estar acompañada por la conformación efectiva de lo que se
llama el poder social; es decir, la autonomía, la autogestión, la
autodeterminación, territoriales de las comunas, de las organizaciones
sociales y de las organizaciones barriales. La construcción de la gestión
colectiva de la política es como la condición de posibilidad histórica-
política para salir del Estado rentista y del modelo extractivista, para
transitar hacia una forma de gestión y administración que deje de ser
Estado y comience a ser asociación libre de productores, como había
soñado Marx un día.
Programa de Gobierno para el período 2013-2019
El programa de gobierno dejado por Hugo Chávez para la gestión 2013-
2019 se concibe como:
178
Un programa de transición al socialismo y de radicalización de la
democracia participativa y protagónica. Partimos del principio de que
acelerar la transición pasa necesariamente por, valga la redundancia,
acelerar el proceso de restitución del poder al pueblo. El vivo, efectivo
y pleno ejercicio del poder popular protagónico es insustituible
condición de posibilidad para el socialismo bolivariano del siglo XXI.
Seguidamente hace una advertencia:
No nos llamemos a engaño: la formación socio-económica que todavía
prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista.
Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio
dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente
para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical
supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso,
pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo.
En lo que respeta al Estado el diagnóstico es claro:
Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular
capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación
que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una
nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la
solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos
modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Esto
pasa por pulverizar completamente la forma Estado burguesa que
heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas
prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de
gestión política.
Estas apreciaciones objetivas del programa contrastan con el discurso
de los apologistas de toda laña, quienes no ven problemas y consideran
que hay que hacer la propaganda de los logros de la revolución. Les
molesta la crítica y la atacan, descalificándola como debilitadora y
hasta favorable a la derecha. Este comportamiento apologista es
francamente una de las más grandes debilidades de la revolución; este
comportamiento aparece en todas las revoluciones, cuando estas han
decidido defender lo logrando, clausurando la prolongación de las
transformaciones. Es una debilidad pues no defiende la revolución, lo
179
que defiende es el estado de cosas alcanzado, defiende entonces al
Estado que debe ser transformando y sigue siendo un obstáculo para
la revolución. Se pone en contra del avance y la profundización de la
revolución. Los apologistas son la contra-revolución dentro de la
revolución, cuando se trata de hacer una revolución dentro de la
revolución.
Los objetivos históricos del programa son los siguientes:
I. Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos
reconquistado después de 200 años: la Independencia Nacional.
II. Continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI,
en Venezuela, como alternativa al sistema destructivo y salvaje
del capitalismo y con ello asegurar la “mayor suma de seguridad
social, mayor suma de estabilidad política y la mayor suma de
felicidad” para nuestro pueblo.
III. Convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, lo
económico y lo político dentro de la Gran Potencia Naciente de
América Latina y el Caribe, que garanticen la conformación de
una zona de paz en Nuestra América.
IV. Contribuir al desarrollo de una nueva Geopolítica Internacional
en la cual tome cuerpo un mundo multicéntrico y pluripolar que
permita lograr el equilibrio del Universo y garantizar la paz
planetaria.
V. Preservar la vida en el planeta y salvar a la especie humana.
El desglose del primer objetivo se plantea de la siguiente manera:
1.1 Garantizar la continuidad y consolidación de la Revolución
Bolivariana en el poder.
180
1.2. Preservar y consolidar la soberanía sobre los recursos petroleros
y demás recursos naturales estratégicos.
1.3 Garantizar el manejo soberano del ingreso nacional.
1.4. Lograr la soberanía alimentaria para garantizar el sagrado derecho
a la alimentación de nuestro pueblo.
1.5. Desarrollar nuestras capacidades científico-tecnológicas
vinculadas a las necesidades del pueblo.
1.6. Fortalecer el poder defensivo nacional para proteger la
Independencia y la soberanía nacional, asegurando los recursos y
riquezas de nuestro país para las futuras generaciones.
El desglose del segundo objetivo viene planteado de la siguiente
manera:
2.1. Propulsar la transformación del sistema económico, en función de
la transición al socialismo bolivariano, trascendiendo el modelo rentista
petrolero capitalista hacia el modelo económico productivo socialista,
basado en el desarrollo de las fuerzas productivas.
2.2. Construir una sociedad igualitaria y justa.
2.3. Consolidar y expandir el poder popular y la democracia socialista.
2.4. Convocar y promover una nueva orientación ética, moral y
espiritual de la sociedad, basada en los valores liberadores del
socialismo.
2.5. Lograr la irrupción definitiva del Nuevo Estado Social y
Democrático, de Derecho y de Justicia.
El desglose del tercer objetivo viene planteado de la siguiente manera:
3.1. Consolidar el papel de Venezuela como Potencia Energética
Mundial.
181
3.2. Desarrollar el poderío económico de la Nación en base al
aprovechamiento óptimo de las potencialidades que ofrecen nuestros
recursos para la generación de la máxima felicidad de nuestro pueblo,
así como de las bases materiales para la construcción de nuestro
socialismo bolivariano.
3.3. Conformar y ampliar el poderío militar para la defensa de la Patria.
3.4 Profundizar el desarrollo de la nueva geopolítica nacional y
regional, latinoamericana y caribeña.
El desglose del cuarto objetivo viene planteado de la siguiente manera:
4.1. Continuar desempeñando un papel protagónico en la construcción
de la unión latinoamericana y caribeña.
4.2. Afianzar la Identidad Nacional y Nuestroamericana.
4.3. Continuar impulsando el desarrollo de un Mundo pluripolar sin
dominación imperial y con respeto a la autodeterminación de los
pueblos.
4.4. Contribuir con el desmontaje del anti-histórico y nefasto sistema
imperial y neocolonial.
El desglose del quinto objetivo viene planteado de la siguiente manera:
5.1. Construir e impulsar el modelo económico productivo eco-
socialista, basado en una relación armónica entre el hombre y la
naturaleza, que garantice el uso y aprovechamiento racional, óptimo y
sostenible de los recursos naturales, respetando los procesos y ciclos
de la naturaleza.
5.2. Proteger y defender la soberanía permanente del Estado sobre los
recursos naturales para el beneficio supremo de nuestro Pueblo, que
será su principal garante.
5.3. Defender y proteger el patrimonio histórico y cultural venezolano
y nuestroamericano.
182
5.4. Contribuir a la conformación de un gran movimiento mundial para
contener las causas y reparar los efectos del cambio climático que
ocurren como consecuencia del modelo capitalista depredador.
Estamos ante un programa de transición, de una transición
transformadora, en la ruta de la profundización del proceso de la
revolución. El primer objetivo se plantea la independencia nacional, el
segundo objetivo se propone la construcción del socialismo del siglo
XXI, el tercer objetivo tiene que ver con ser un país potencia, el cuarto
objetivo busca una nueva geopolítica que sea pluri-polar, y el quinto
objetivo persigue salvar la vida en el planeta y a la humanidad. Los
objetivos del programa son eso, objetivos, que, en general, se plantean
la continuidad del proceso y alcanzar metas trazadas. Queda claro que
en el lapso de la gestión no se va alcanzar el socialismo, empero se va
avanzar en su construcción y transición, construyendo las condiciones
de posibilidad históricas para lograrlo. Sin embargo, lo que importa es
el cómo se van a alcanzar estos objetivos; bajo qué prácticas, qué
procedimientos, qué acciones, qué dispositivos y mecanismos. ¿Con
plena incorporación participativa de las organizaciones sociales o
todavía con mediaciones burocráticas e institucionales? Sobre todo
importa el contar con una predisposición adecuada de los dispositivos
de participación colectiva, comunitaria y social, con escenarios eficaces
de participación social, con prácticas efectivas de democracia
participativa. Estas tareas no son ciertamente nada fáciles. No se está
ante un espacio de actividades similar y homogéneo; al contrario, es
un espacio fracturado, disperso, diferenciado, donde cada territorio
tiene su propia especificidad, sus propios actores y sedimentaciones
institucionales, además de costumbres incorporadas, heredadas como
tradiciones, que atan a la gente a la reproducción del viejo mapa
institucional y de penurias. Así parece que se tiene que promover
diferenciales actividades transformadoras, mejor si disputan el detalle,
palmo a palmo, el instante intensivo, buscando modificar los
fragmentos, hasta infinitesimales, de las cartografías del campo social,
del campo político y del campo burocrático. La articulación del control
social y de delegación popular, en el marco de los temas, seguramente
dependerá de la proximidad a las preocupaciones sociales más
sentidas; como la alimentación, la vivienda, los servicios, la educación,
el trabajo, la salud. Sin embargo, no se pueden descuidar los temas y
las áreas más especializadas; se tiene que participar en el diseño de
las políticas públicas; en la transformación de la estructura económica,
183
de la estructura política, de la estructura cultural, de la estructura
jurídica, repercutiendo en las transformaciones de las estructuras
sociales. Además la política internacional y la integración de los pueblos
no puede ser ajena al a la participación social.
La independencia, no solamente entendida como independencia
nacional, sino como lo entendía la teoría de la dependencia, que es
salir del circulo vicioso de la dependencia, está íntimamente vinculada
a salir de la reproducción del modelo extractivista y del Estado rentista.
Esta es quizás la tarea más importante de todas, que, incluso
condiciona la posibilidad de las otras tareas. ¿Cómo se sale de las
estructuras de la dependencia, que son el Estado rentista y el modelo
extractivista? Parece ser que estamos ante la tarea de encarar varios
proyectos combinados; industrialización de las materias primas,
utilización de la energía para la industrialización del país, inversión
productiva del excedente en la revolución tecnológica, que permita el
paso a una eco-industrialización. Encaminando el aparato productivo a
la soberanía alimentaria. Todo esto viene acompañado con la formación
de la masa crítica de científicos y técnicos, de la apropiación de las
ciencias y de las técnicas, por parte de los productores directo,
transformando el uso especializado de la tecnología a un uso
combinado de tecnologías, apropiadas colectivamente.
Ahora bien, no se parte de la nada ni de cero, sino de una herencia
estratificada, diferencial, que ha dejado a la mayoría fuera de la
formación especializada. El avance de la revolución bolivariana en la
formación y profesionalización de amplios sectores populares es
notorio. Pero, no termina de ser suficiente ante las tareas que hay que
emprender. Se requiere inversiones mayores, de mayor alcance, en la
educación y formación, apuntando a la apropiación social de la
revolución científica y tecnológica, actualizando las mallas curriculares
y dinamizando las formas de enseñanza y trasmisión de conocimientos.
Haciendo hincapié en el eje de la investigación, como eje articulador
de la enseñanza-aprendizaje-invención.
Al respecto, en relación a la conformación de una dinámica económica
endógena, que antes llamaban el mercado interno, es complementario
tomar en serio dos conformaciones institucionales, que pretendían ser
alternativas; el ALBA y el Banco del Sur, con el consecuente circuito
monetario del sucre. El ALBA no puede terminar siendo una entidad
burocrática de buenas intensiones. Para que se convierta en una
alternativa al libre mercado es menester que los países integrantes
184
orienten gravitatoriamente sus economías a la construcción de una
economía continental integrada, que, obviamente, no funcione desde
la lógica del libre cambio, sino de los recorridos de las
complementariedades. Los países integrantes no tienen al ALBA como
el principal espacio de realización de sus economías, sino, como antes,
se encuentran atrapadas en la lógica de la economía de la dependencia,
en el mercado internacional mundial. El ALBA no puede ser una
bandera de foros internacionales y de encuentros grandilocuentes de
funcionarios, sino debe ser apropiada por los productores directos y los
consumidores de los países integrantes.
El Banco del Sur fue pensado por los diseñadores como un contra-
sistema alternativo al sistema financiero internacional. Esto no ha
ocurrido; en parte por que los gobernantes firmantes no
comprendieron la filosofía y la lógica del diseño del Banco de Sur;
pensaron que era otro banco, parecido a los otros, vinculado al
desarrollo de los pueblos, quizás más grande por su alcance
internacional. El Banco del Sur no solamente fue concebido como un
sistema alternativo de financiamiento productivo y de otras
actividades, sino que su lógica reproductiva no es el de la acumulación
y la especulación, inherentes a la lógica financiera, sino de la
distribución y redistribución de los recursos a los sectores productivos,
sobre todo de los pequeños productores. La moneda de circulación del
Banco del Sur, el sucre, no fue pensada tampoco como una moneda,
en tanto equivalente general, sino como contra-moneda. Se trata de
una “moneda” virtual, cuya circulación, no se basa en la oferta y la
demanda, sino en las complementariedades regionales y territoriales,
promoviendo la valorización de la producción local y la retención en la
localidad de la valorización generada. El cálculo y la cuantificación se
dan en base a contrapesos y compensaciones. Su importancia es
promover y financiar a los productores directos, localizados, quienes
casi nunca tienen acceso al crédito de la banca. Bueno pues, este
proyecto ha quedado en el diseño, debido a la mala comprensión del
proyecto aprobado, que ciertamente se encuentra en curso y está
institucionalizado, interpretándolo de la manera acostumbrada por los
especialistas y ministros del área, de una manera monetarista91.
91 Entre los diseñadores del Sucre y del Banco del Sur estaba Pedro Páez, economista ecuatoriano. Una vez terminado el proyecto, él y su equipo, quedaron prácticamente sin presupuesto. Parece que a los gobernantes sólo les interesaba contar con el proyecto, con el documento acabado, firmarlo por el protocolo.
185
Los otros objetivos; el que tiene que ver con el de país potencia
económica, social y política; el que se plantea la geopolítica de un
mundo plural y multi-céntrico; además de el objetivo de defender la
vida del planeta; dependen del logro de los anteriores objetivos y de
la manera cómo se busque realizarlos. Lo mismo pasa con la capacidad
de defensa del país y de la revolución. No se trata de priorizar los
primeros objetivos, ni descuidar los siguientes, sino de combinar la
realización y el logro de los mismos, tomando en cuenta la interrelación
de sus ritmos y condicionalidades. Por eso, parece indispensable darle
mucho impulso la transformación del modelo extractivista y del Estado
rentista. Así como es menester darle impulso a la integración
económica y política de América Latina y el Caribe, basada en la
complementariedad y solidaridad de los pueblos, avanzando hacia una
confederación de los pueblos. Esta tarea viene acompañada por la
conformación efectiva, no formal, burocrática y discursiva, de una
economía integrada alternativa del continente, alternativa al mercado
internacional capitalista, basado en la geopolítica del sistema-mundo
capitalista. Los dispositivos como el Banco del Sur y el sucre deben
funcionar como contra-sistema financiero internacional y como contra-
moneda, generando relaciones de complementariedad e intercambio,
apoyadas por la cuantificación de las compensaciones, del trabajo
colectivo y la valorización local. Los otros dispositivos de integración
como UNASUR, incluso los anteriores como el MERCOSUR y la
Comunidad Andina, deben ser trasformados de acuerdo a la lógica
complementaria y de reciprocidades del Banco del sur y del Sucre. De
esta forma podremos salir de las experiencias frustrantes y limitadas,
por su subordinación al orden de dominación mundial, de los llamados
organismos de integración.
Sin embargo, no hay que olvidar que estas tareas no son de
funcionarios, sino que se trata de involucrar la participación abierta de
los pueblos, de su ejercicio democrático directo. No se pueden hacer
transformaciones estructurales e institucionales sin el pleno
desenvolvimiento de la potencia social. El secreto de las
transformaciones se encuentra en la profundización y expansión del
ejercicio democrático y la participación social. Hay que romper con las
mediaciones burocráticas e institucionales, generar, mas bien,
conexiones, entrelazamientos, co-gestiones, entre especialistas y
colectivos sociales. El aprendizaje en estas experiencias compartidas
va formar a los pueblos y capacitarlos en la autogestión. Una
confederación de pueblos autogestionarios es invencible.
186
Una anotación más, sobre la defensa del país y de la revolución.
Ciertamente, no se puede descuidar la defensa, pero no se trata de
caer en el armamentismo y destinar un gran presupuesto para este
cumplimiento. Se trata de lograr la movilización general para la
defensa, bajo la concepción revolucionaria del pueblo armado;
obviamente esta defensa debe estar bien equipada, mejor contando
con tecnología militar avanzada. Esta concepción de la defensa armada
es parte del concepto de defensa de la revolución, que vamos a tocar
después. Al respecto, comenzando a elucidar el concepto, no podemos
olvidar que la revolución socialista mundial ha sido concebida en
consonancia del internacionalismo proletario; ahora tendríamos que
hablar, como lo hace Samir Amin, del internacionalismo de los pueblos,
tomando en cuenta las transformaciones en la composición del
proletariado, además de comprender que la proletarización se ha
extendido a gran parte de la población, fuera de retomar la tesis de
que son los pueblos los que están sometidos por el imperialismo. Los
pueblos no son enemigos, los son sus estados, bajo el dominio de sus
burguesías. Sobre todo tienen esta concepción hostil y beligerante los
estados imperialistas, pues ellos no conciben otra cosa que el control
militar como parte del control de sus monopolios, monopolio de los
mercados, monopolio tecnológico, monopolio militar, monopolio
financiero, como parte de la geopolítica del sistema mundo-capitalista.
Frente a esta geopolítica imperialista los pueblos, la confraternidad y
la alianza de los pueblos, tienen la alternativa de oponer una contra-
geopolítica, una geografía emancipadora92.
Desde la perspectiva de la revolución socialista, cuya realización
integral es mundial, la opción no es la guerra sino la revolución
socialista en los países. Desde esta perspectiva, tampoco se trató de
destruir el país donde se cobija el imperialismo, sino de convocar y
aliarse con el pueblo de ese país para destruir la estructura de poder
imperial, el aparato de la misma dominación universal que nos somete
a todos. La URSS y la Republica Popular China se vieron obligadas al
armamentismo y a la producción de tecnología militar avanzada para
defenderse de la descomunal agresión de los imperialismos. La guerra
de Corea, acaecida en los primeros años de la década de los cincuenta
(1950-1953), fue defensiva contra la ocupación norteamericana al sur
de la península; ocupación militar estadounidense, dada después de
finalizada la guerra contra el imperio nipón. El gobierno de los Estados
92 Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerra periférica y geopolítica regional. En torno a la guerra del pacífico. Bolpress 2013; La Paz.
187
Unidos de Norte América se negó a retirar sus tropas ante el pedido de
la Republica Democrática Popular de Corea (RDPC) a hacerlo, cuando
ya las tropas soviéticas acataron este pedido. La RDPC se constituyó
después de una larga lucha de liberación nacional; la independencia se
logró cuando se dio la derrota de Japón en la segunda guerra mundial,
aprovechando los revolucionarios coreanos la proximidad de las tropas
soviéticas que ocuparon la Manchuria, también en guerra contra el
Japón. La guerra de Vietnam fue defensiva y de liberación nacional
contra la ocupación francesa, primero, y norteamericana, después. La
batalla de Bahía Cochinos en Cuba fue defensiva ante el desembarco
del ejército invasor armado, organizado y pertrechado por el
imperialismo estadounidense. La participación del las fuerzas armadas
cubanas en Angola fue defensiva y solidaria; se trataba de defender la
revolución angoleña de la invasión del ejército blanco de Sud África, de
la guerra de frentes armados por el imperialismo y apoyados por el
régimen racista de Sud África, en aquel entonces. Las guerras de
guerrillas desatadas en varios países periféricos del sistema-mundo
fueron de liberación nacional. Como se puede ver, nunca fue el objetivo
desencadenar una guerra destructiva y devastadora, menos una
guerra nuclear, para destruir al enemigo imperialista. La guerra
revolucionaria es de defensa; las armas atómicas son defensivas; la
estrategia activa es la revolución mundial. En una guerra nuclear no
hay ganadores, salvo la muerte, todos resultan perdedores. Después
de la guerra nuclear ya no tendría sentido nada, menos el socialismo,
ya no sería posible la construcción del socialismo, incluso la
reconstrucción de cualquier forma de sociedad; sobre las cenizas de la
destrucción de la “fuerzas productivas”, tal como habla la corriente
marxista del determinismo económico, no podría construirse un modo
de producción socialista. El plantearse como objetivo la guerra total,
en los términos de la guerra nuclear, es una aberración. A estos
absurdos de guerra total se llega por fundamentalismos políticos
esquemáticos, que se olvidaron de los objetivos, principios, valores y
la ética socialista. En contraste, como opción consecuente, es
indispensable convocar a la internacional de los pueblos en defensa de
la madre tierra, de la vida y por un mundo que garantice los ciclos
vitales de todos los seres, garantizando las mejores condiciones de
reproducción de sus potencias vitales. La confraternidad de los
pueblos, su solidaridad y complementariedad, configurada como
confederación de los pueblos, es la base material histórica y política
del socialismo.
188
El concepto de defensa de la revolución
El concepto de defensa de la revolución es diferente a las nociones
usuales de defensa, mas bien entendidas como protección, resguardo,
cuidado, control y vigilancia. El concepto de defensa de la revolución,
si bien comprende también estas connotaciones, va más lejos que
estas definiciones. Se trata de un concepto activo, forma parte del
desenvolvimiento de la revolución misma; la defensa está involucrada
con el desarrollo mismo de la revolución. El concepto mismo de defensa
se transforma. La defensa de la revolución es posible si la defensa es
concebida como crítica y se vincula con la potencia de la revolución. La
defensa defiende la marcha de la revolución, su profundización,
defiende la dinámica de las transformaciones; por esto, requiere ser
crítica con lo que obstaculiza la marcha de la revolución, lo que se
resiste a las transformaciones; sobre todo requiere ser crítica con las
herencias institucionales del pasado, las practicas burocráticas
heredadas, las estructuras de poder preservadas. La defensa de la
revolución defiende la potencia inherente, busca liberar la plenitud de
la potencia, liberar todas las capacidades transformadoras, abrirse a
las “facultades” creativas de las multitudes; por eso se enfrenta a lo
189
que inhibe la potencia, a lo que restringe las capacidades
transformadoras, a lo que anula las “facultades” creativas. La defensa
de la revolución se mueve en todos los planos de la sociedad, convierte
a la sociedad en la maquinaria primordial de la defensa, mediante la
movilización general. Se trata de una defensa integral, que abarca todo
los planos involucrados en las transformaciones múltiples; comprende
la defensa del territorio.
El concepto de defensa de la revolución nada tiene que ver con el vulgar
uso de defensa del proceso de cambio reducido a la defensa del
gobierno, a la defensa del estado de cosas logrado, haciendo caso
omiso de las contradicciones y los errores. Ciertos apologistas llegan
incluso al colmo de concebir que la defensa del proceso absuelve de
los errores y contradicciones al gobierno. Esta actitud es
extremadamente peligrosa para la revolución, pues carcome por
dentro el proceso, debilita, inhibe y anula las fuerzas sociales,
desmonta la capacidad organizativa y autónoma del pueblo. En el
momento que el proceso se encuentra amenazado, ya no se cuenta
con la fortaleza para enfrentar la amenaza; la madera de la estructura
que se construye está carcomida por las termitas. Tomando en cuenta
esta situación, la defensa de la revolución requiere descargar parte de
la crítica contra los apologistas, quienes se convierten en los ideólogos
de un tipo de Termidor, de una manera de terminar la revolución,
aproximándose a la tesis del fin de la historia, pues suponen que la
revolución concluyó y hay que defenderla.
190
Paradojas de la “revolución”
Conservadurismos recalcitrantes
El concepto de modernidad
Dedicado a Karin Monasterios, marxista y feminista. Por su
pasión por la crítica de la economía política, por su lucha contra la
dominación masculina.
Cuando todo lo sólido se desvanece en el aire
Habíamos dicho, en otro texto, que la modernidad es un concepto
estético, que corresponde a la experiencia de la vertiginosidad y de los
trastrocamientos de las sociedades capitalistas. Estético porque fue
ideado por los poetas malditos, pensado como expresión lúdica de la
experiencia bochornosa de las urbes. Fue Baudelaire quien le dedicó al
lodo un poema, donde resaltaba el tumultuoso barullo de la velocidad
y la muchedumbre. A propósito, en Subversiones indígenas escribimos:
La modernidad fuera de ser una experiencia intensiva de la
vertiginosidad, de la versatilidad y de la frugalidad del acontecer, es
191
también una representación colectiva, una creencia social, es decir un
prejuicio compartido. La representación más luminosa de la
modernidad se la debe al arte; son los poetas malditos los que
elaboraron la idea de la modernidad desde un posicionamiento de
asombro y reverencia, de perplejidad y resistencia vencida. Para
volverse acercar a esta elocuencia perdida es menester acudir a
Baudelaire93.
Lo que se captaba de esta experiencia es la movilidad crucial, la
migración, las transformaciones, manifestando la plasticidad de los
cuerpos. William Shakespeare, en La tempestad, expresa
elocuentemente esta idea, dibujando la imagen de levedad, de
desvanecimiento. El escritor británico, poniendo en boca de Prospero,
el legítimo Duque de Milán, escribe:
Te veo preocupado, hijo mío, y como abatido. Recobra el ánimo. Nuestra fiesta ha terminado. Los actores, como ya te dije, eran
espíritus y se han disuelto en aire, en aire leve, y, cual la obra sin cimientos de esta fantasía, las torres con sus nubes, los regios palacios,
los templos solemnes, el inmenso mundo y cuantos lo hereden, todo
se disipará e, igual que se ha esfumado mi etérea función, no quedará ni polvo. Somos de la misma sustancia que los sueños, y nuestra breve
vida culmina en un dormir. Estoy turbado. Disculpa mi flaqueza; mi mente está agitada. No te inquiete mi dolencia. Si gustas, retírate a mi
celda y reposa. Pasearé un momento por calmar mi ánimo excitado94.
Marx retomó esta imagen de disolución para definir el carácter
diseminador de la modernidad, define la modernidad como cuando
todo lo sólido se desvanece en el aire95. En la contemporaneidad se ha
recurrido a este concepto plástico de modernidad, sobre todo a la
certeza de su vertiginosidad, para configurar las nuevas experiencias
desprendidas de las nuevas formas de diseminación capitalista. Para
ahondar las consecuencias del concepto se llegó a hablar de
“posmodernidad”.
93 Ver de Raúl Prada Alcoreza Subversiones indígenas. Comuna, La muela del Diablo; La Paz 2008. Pág. 32. 94 William Shakespeare: La tempestad. Libros Tauro. 95 Revisar de Marshall Berman All That Is Solid Melts Into Air. The Experience of Modernity. Penguin Books. Middlesex, England 1982-1988.
192
La “posmodernidad” no es un concepto extraño a la modernidad,
es más bien su continuidad o, si se quiere, el mismo concepto, sólo
que dicho y pronunciado en una etapa tardía, crepuscular, del
capitalismo. Lo que quieren decir a los que se moteja de
“posmodernos” es lo mismo que quiso decir Marx, en su tiempo;
apuntar sobre la precipitación de los trastrocamientos y
transformaciones habidas, por el desencadenamiento de fuerzas
incontrolables, que empujan como al vacío o la evaporación. Esta otra
imagen análoga, de desencadenamiento de fuerzas incontrolables, se
encuentra en el Fausto de Goethe. Que esta experiencia de
vertiginosidad, de desvanecimiento y disolución se haya radicalizado,
se debe a la marcha incontrolable de la modernidad;
desencadenamiento desbocado empujado por las revoluciones
científicas y tecnológicas, comunicacionales y cibernéticas, que han
llevado al extremo la compulsión por el consumo desorbitado,
acompañadas por la explosión de los hedonismos multifacéticos.
Extraña pues, encontrar que haya gente, que se autocalifica de
“marxista”, que se desgarren las vestiduras ante corrientes teóricas
que hacen hincapié en los mismo que hizo Marx, en su tiempo, sólo
que ahora se experimenta en formas más radicales.
Podemos llamar a esta muestra de recalcitrante conservadurismo
un síntoma del carácter no sólo conservador de estas posiciones, sino
hasta reaccionario y represivo. Investidos por los oropeles de
revoluciones pasadas, se ungen como jueces de las instituciones
consagradas y de la verdad demostrada96. No se pueden aceptar
veleidades, que les suenan, a estos defensores de las tradiciones
institucionalizadas, como bohemias y vacías. Reclaman seriedad, que
no es otra cosa que repetir el sermón de la montaña. Estos sacerdotes
se escandalizan de las proposiciones de las nuevas críticas, pues no
pueden aceptar lo que consideran un juego aventurero de escandalosas
tesis, que hace hincapié en el desvanecimiento de lo real y la realidad.
El “realismo” siempre fue una postura conservadora, que busca frenar
la dinámica transformadora del tiempo. El “realismo” y el sentido
común siempre fueron buenos aliados para defenderse de la
incertidumbre y de la interpelación subversiva de la praxis. Que antes
lo hayan hecho a nombre del orden y ahora lo hagan a nombre de la
“revolución” o del paradigma teórico consagrado, no es más que la
96 Ver de Raúl Prada Alcoreza Deslindes históricos y políticos. Diferencias con la izquierda tradicional.
Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, Bolpress; La Paz 2011, 2012, 2013.
193
muestra de que el orden tiene varios nombres, también de que la
“revolución” puede ser ordenada, asimilada al orden.
Estos jueces, supuestos marxistas, se proponen defender la
teoría ante las desventuradas osadías de la nueva crítica y las nuevas
corrientes teóricas, que las llaman, metiéndolas en la misma bolsa a
todas, sin mayor consideración, como “posmodernas”. Nada más
insensato como esto, nada más insostenible. De entrada muestran su
más desconcertante desconocimiento del tema y de los problemas
abordados. Una manifiesta y patética demostración de la improvisación
de sus juicios y descalificaciones. Se observa claramente que actúan
como en una competencia; quién es el mejor, quién es el más
“revolucionario”, que para ellos es el que más defiende la teoría
institucionalizada. No se inmutan de que los tiempos han cambiado,
de que los contextos y coyunturas son otros, de que ha pasado mucha
agua bajo el puente, de que ha habido fracasos, dramas y tragedias,
con las experiencias “revolucionarias”, que es indispensable responder
a las nuevas experiencias, construyendo conceptos sobre las nuevas
certezas. Consideran que la teoría consagrada es como las sagradas
escrituras; hay que preservarlas y repetirlas, buscando
desesperadamente en el texto claves para entender un presente que
los ha abandonado.
La teoría, el corpus conceptual de la teoría, es la construcción
racional, interpretativa, explicativa, de la experiencia histórica de un
momento, de un periodo; de la experimentación intensa de los
fenómenos sociales que se inscribieron en la memoria y en las
subjetividades. El valor de la teoría, sobre todo crítica, radica en este
testimonio reflexivo de la experiencia crucial de las sociedades. Usando
a Alain Badiou diremos que es el testimonio conceptual de la verdad
del acontecimiento vivido. De ninguna manera se puede entender que
esta verdad detiene la historia, que se convierte en una “verdad”
supra-histórica, absoluta, y que la teoría que la acompaña sea
indiscutible en los venideros tiempos. Las teorías son percepciones
racionales, los conceptos son dispositivos racionales, que ayudan no
sólo a hacer inteligible la experiencia y la “realidad”, sino ayudan a
intervenir en los medios, en los entornos, en los mundos, adecuándolos
a los ciclos de la vida. Si las teorías emergen de la experiencia histórica,
es comprensible que las teorías experimenten su propia historicidad.
En los nuevos contextos de las experiencias sociales emergerán nuevas
teorías, sobre todo importan las críticas.
194
Con esto no se dice que lo nuevo es mejor que lo antiguo, de
ninguna manera, tampoco en lo que respecta a las teorías. Las teorías
tendrán que contrastarse con la experiencia y la “realidad” histórica.
Como apreciaba una de las tesis de Marx sobre Feuerbach, que la
“verdad” es un problema de la práctica; es en la práctica donde se
puede comprobar la validez de una teoría. Sin embargo, hay gente que
cree que la “verdad” es un tema de prestigio institucional. Los
advenedizos no pueden disputar ninguna validez, ni cuestionar ninguna
verdad. Lo que se ve claramente, que lo que está en juego es otra vez
el prestigio institucional y el poder de los grupos, los círculos, las redes.
Lo que se ha aprendido no puede ser cuestionado. Lo que se repite en
libros, lo que se comenta en seminarios, congresos y foros, no puede
ser interpelado. La “verdad” está ahí, en los salones académicos, en
los comentarios reiterados, en los prestigios adquiridos, mejor si este
prestigio está ligado a una buena causa, y no hay mejor que la
“revolución”. Sólo que esta “revolución” ya fue hecha, ya aconteció. No
se tienen que pasar el trabajo de hacerla. Esto no se les ocurre, salvo
en infladas declaraciones o esmeradas denuncias. Ya se conocen los
resultados de las “revoluciones”; experiencias que ayudan a
comprender los límites, los desafíos, lo que no hay que repetir, lo que
hay que cambiar. Sin embargo, esta tarea no es la de los jueces
defensores de la “verdad” de la teoría. Tocar estos temas es como
cuestionar la teoría, el prestigio de las revoluciones, servir al enemigo,
al imperialismo. Esta comodidad intelectual es asombrosa. Se ha
resuelto el problema; el fracaso de las “revoluciones” se debe a
traiciones, a las campañas y boicot imperialista, a la falta de disciplina,
a problemas “ideológicos”. Lo que hay que hacer es hacerlo mejor,
repitiendo el guión. O, si se quiere, introduciendo variaciones del nuevo
siglo; pero, la convicción sobre lo mismo, la convicción de la justeza
de la teoría y la estrategia, no puede cambiar. Frente a nuevas
corrientes críticas, a nuevos movimientos sociales anti-sistémicos, la
tarea es de descalificarlos, denunciarlos de inconsistentes, de
dispersos, de incompletos, incluso de desvariados. A sus expresiones
teóricas descalificarlas, denunciarlas como “posmodernas”, queriendo
usar el término como calificativo de desvarío, de excedencia juvenil.
Si revisamos la historia de las corrientes marxistas, sobre todo
teóricas, vemos que estas nuevas percepciones teóricas se han dado,
precisamente en la episteme marxista; sin embargo, han sido
rápidamente aisladas. Las corrientes teóricas que prosperaron
migraron a la academia. Allí encontraron refugio para desarrollarse;
sin embargo, se desconectaron de las masas, sobre todo del
195
proletariado. De las corrientes teóricas más sugerentes es
indudablemente la Escuela de Frankfurt, que incluso es el referente de
arranque y de irradiación a otras corrientes críticas no marxistas, como
lo que ocurre con las corrientes del pensamiento crítico francés
contemporáneo. Muchos de los temas que trabaja la filosofía crítica
francesa se encuentran en las investigaciones teóricas y trabajos de
Walter Benjamin, Teodoro Adorno y Max Horkheimer. Aunque las
teorías sobre la arqueología del saber, la genealogía del poder, la
hermenéutica de la subjetividad, las teorías nómadas, la teoría de la
deconstrucción, la teoría de la crítica de la economía política
generalizada, cobren autonomía y desplieguen sus propios recorridos,
desligados, aunque no del todo, del marxismo, no se puede olvidar que
la intuición del desplazamiento histórico y epistemológico se encuentra
en la Escuela de Frankfurt.
¿Cuál es la discusión?
Como se dice popularmente, antes de iniciar el debate, hay que
rayar la cancha. Más que poner las reglas del juego, es indispensable
saber qué se está discutiendo. Por un lado, cuáles son los referentes
de la discusión; por otro lado, cuáles son los argumentos que se
emplean. Para comenzar diremos que la primera pregunta que hay que
hacer es ¿si se acepta o no el referente o el conjunto de referentes que
sostienen o pueden sostener el concepto de modernidad? En palabras
más simples, pero, que no distinguen referentes de discurso, la
pregunta sería: ¿existe la modernidad? Una cosa es la discusión entre
los que aceptan que existe, que se da, esta experiencia social que
llamamos modernidad; otra cosa distinta es la discusión entre los que
la aceptan y los que no la aceptan. El debate con los primeros es sobre
la interpretación de esta experiencia histórica y social llamada
modernidad; el debate con los segundos es sobre la condición o
condiciones de la experiencia o las experiencias sociales vividas
históricamente, sobre si es o no modernidad u otra cosa distinta.
Cuando el referente del debate está claro, la discusión puede
comenzar; empero, cuando no lo está, la discusión nunca comienza;
es como una in-comunicación entre sordos y mudos. Sus discursos sólo
dan vuelta sobre sí mismos. Se encaracolan, encontrando refugio en
su propia concha, que les sirve de refugio contra los peligros no sólo
del mundo, sino del referente primordial, llamado “realidad”.
196
Ahora bien, si se acepta este referente, que existe una
experiencia que da cuenta de la vertiginosidad de los trastrocamientos
y transformaciones, desatados por una forma de sociedad o, si se
quiere, modo de producción, entonces no hay por qué no aceptar que
esta modernidad cambie, dado que su dinámica inherente es
precisamente el cambio. La modernidad no puede dejar de cambiar,
pues precisamente es eso, cambio contante, permanente. Sería un
contrasentido pretender hablar de modernidad y quitarle su condición
fundamental, que cambia, que es cambio, que se trasforma y se
trastoca. Empero, parece, que hay quienes postulan esta clase de
contrasentidos, que pretenden sostenerlos y repetirlos, a pesar de ello
mantenerse en la discusión, pretendiendo sostener que hay
modernidad, empero ésta no ha cambiado desde que se ha iniciado,
que sus características siguen siendo las mismas que en la época de
Marx.
La supuesta discusión sobre “posmodernidad” tiene que ver con
esta in-comunicación, esta confusión. Quienes acusan de
“posmodernistas” a corrientes teóricas distintas, que dan cuenta de los
cambios habidos en la modernidad, lo que en el fondo dicen es que la
modernidad no ha cambiado. Esta posición insostenible, salvo por sus
pretensiones, se hace mucho más vulnerable cuando se trata de atacar
a la crítica de la modernidad, comprendiendo todos sus cambios, todos
sus ciclos, sobre todo los contemporáneos. Esta conducta muestra que
no se acepta la crítica. Llama la atención que lo hagan quienes se
autonombran como “marxistas” o defensores del “marxismo”. No se
dan cuenta que esta conducta los aleja de Marx y los acerca a los que
crítica Marx, al objeto de la crítica de Marx, que es precisamente un
orden dado, un estado de cosas, una institucionalidad, una estructura
de dominación, un modo de explotación, que no es otra cosa el modo
de producción capitalista.
Si se acepta que hay algo llamado modernidad, podemos partir,
más o menos, de que la modernidad ha abarcado el mundo o, si se
quiere, el mundo ha sido construido por esta expansión de la
modernidad. Entonces todos somos modernos desde un determinado
momento o lapso, ya sea el siglo XVI o después. En ese sentido Marx
era moderno, empero no modernista; al contrario, se lo puede
considerar crítico de la modernidad, soslayando su apego a cierta
apología del desarrollo de las fuerzas productivas. De la misma
manera, a quienes llaman “posmodernos”, los que pretenden sostener
que la modernidad no cambia, que es algo como decir que la
197
modernidad no es moderna, son, en su mayoría, críticos de la
modernidad, críticos de las formas cambiantes de la modernidad,
incluyendo, si se quiere, aquella forma que se llama “posmodernidad”.
Tengan o no razón estos críticos de la modernidad, que también
pueden considerarse como críticos de la “posmodernidad”, que sería la
condición actual de la modernidad, no pueden ser llamados
“posmodernistas”, de la misma manera que Marx no podría ser llamado
modernista, aunque sea un hombre moderno.
Los descalificadores de los llamados “posmodernos” no tienen el
cuidado de distinguir estas notorias diferencias; una cosa es ser
moderno y otra cosa crítico de la modernidad; una cosa es ser
“posmoderno” y otra cosa crítico de la “posmodernidad”. Todo está
metido en una misma bolsa y revuelto. Esta confusión es la que permite
la efectuación de una diatriba descalificadora, que no es otra cosa que
regresión “ideológica”, que no es tampoco otra cosa que represión
política, como también defensa del orden y de la institucionalidad.
Ahora hecha a nombre de la teoría consagrada y de la “revolución”
institucionalizada. No hay pues ningún debate, ninguna discusión. Lo
que hay es un ataque institucional usando todos los medios
burocráticos, institucionales, comunicativos, todos los prejuicios al
alcance de la mano. Arengando contra el público a la caza de brujas97.
Una vez que se tenga claro el referente y la relación con el
referente. En el primer caso, que existe la modernidad, entonces, de
lo que se trata es debatir las interpretaciones de la modernidad; en el
segundo caso, que una cosa es ser moderno y otra crítica de la
modernidad, entonces, se trata de debatir el alcance de la crítica. Si
ambos puntos de partida están claros, se puede iniciar el debate.
El debate
La pregunta es: ¿si hubo un desplazamiento “estructural” en la
contemporaneidad como para hablar de un cambio sustancial de la
modernidad? Que no es lo mismo que preguntarse sobre la pertinencia
de las corrientes teóricas de la nueva crítica, pues hay varias y
distintas. No se trata tanto de concentrarse, aunque esto también haya
que hacerlo, en el cambio discursivo, en la transformación de la
formación discursiva y de la formación enunciativa, en el cambio
97 Ver de Silvia Federici Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Tinta Limón; Buenos Aires 2010.
198
teórico, como en el cambio y la transformación del referente, en la
experiencia misma de la modernidad. Primero hay que dar cuenta de
esta materialidad histórica y social, después de las expresiones que
ocasiona, de las formaciones expresivas. Los descalificadores de estas
nuevas corrientes críticas se obsesionan en los cambios de discurso,
en las nuevas tesis, descuidando lo más importante, las
transformaciones estructurales de la modernidad. Sobre todo se han
mostrado patéticamente conmovidos ante la tesis de Françoise Lyotard
sobre la muerte de las grandes narrativas98. ¿Qué entienden por esto?
¿Son defensores de las grandes narrativas? ¿De cuáles? ¿Están en
contra de las nuevas narrativas, que supuestamente son mas bien
fragmentadas y con menores pretensiones, no-universales? ¿Qué es lo
que defienden, fuera de su declarada pretensión de defender el
“marxismo”? ¿Qué entienden por “marxismo”? Son estas preguntas las
que hay que abordar antes de tratar con la argumentación vertida por
los defensores de la “modernidad”.
Los acontecimientos dados después de la segunda guerra
mundial, teniendo en cuenta la dramática experiencia de esta guerra,
nos muestran la conformación de otro mundo, que si bien es parte de
la continuidad del capitalismo monopólico y financiero, llamado
imperialismo, que desencadenó la primera y la segunda guerras
mundiales, configura una discontinuidad notoria: la aparición de dos
súper-potencias, que Mao Zedong llamó imperialismos, el
imperialismo capitalista y el social-imperialismo. La bipolaridad de la
dominación del mundo. Estamos hablando de un mundo cuya
virtualidad de la tercera guerra es nuclear, comprometiendo la
supervivencia humana. Estamos también hablando de un mundo que
experimenta una revolución científica-tecnológica-comunicacional-
cibernética continua. Un mundo unificado por las organizaciones
internacionales, comenzando por Naciones Unidas, donde el grupo de
98 Ver de Françoise Lyotard ¿Qué era la posmodernidad? En El debate, modernidad, posmodernidad. Compilación de Nicolás Casullo. Ediciones El Cielo por Asalto; Buenos Aires 1993. También ver la Posmodernidad, donde escriben Hal Foster, Jürgen Habermas, Jean Baudrillard, Douglas Krim, Kenneth Frampton, Frederic Jameson, Rosalind Krauss, Craig Oens, Edward W. Said, Gregory L. Ulmer. Libro compilado, seleccionado y prologado por Hal Foster. Kairos; México 1988. El título original en inglés es sugerente: The Anti-aesthetic: Essays on Postmodern Culture. También revisar de Françoise Lyotard El Entusiasmo. Crítica kanteana de la historia. Gedisa; Barcelona 1987. Título original: L’enthousiasme. Éditions Galilée; París 1986. Ver también del mismo autor Lo inhumano donde se deslinda del concepto de “posmodernidad”. Manantial; Buenos Aires 1998. Así también el libro de Gianni Vattimo El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna; texto de carácter más filosófico. Gedisa; Barcelona 1986. Sobre la experiencia misma de la hiper-realidad, ver de Jean Baudrillard De la seducción. Cátedra; Madrid 1989.
199
decisión quedó a cargo de los aliados, los vencedores de la segunda
guerra mundial, incluyendo a China, otra potencia nuclear. Hablamos
también de un mundo conformado por las nuevas naciones y los
nuevos estados liberados del colonialismo, aunque no de la
colonialidad. Hablamos de un planeta descrito como conformado por
tres mundos; el primero, de los llamados países desarrollados; el
segundo, de los países que no habrían completado todavía su
desarrollo; el tercero, por países en desarrollo. Un mundo, entonces
tripartito, donde se cuenta con la experiencia del socialismo real. Un
mundo donde las empresas trasnacionales adquieren dimensiones
monstruosas, oligopólicas, articuladas con el sistema financiero
internacional, unificado y dominante.
Pretender que este mundo es el mismo que el anterior a la
segunda guerra mundial es no otra cosa que un anacronismo
desatinado. Si bien no todos los “modernistas” comparten este criterio,
débil e insostenible por cierto, pues hay los que asumen las
consecuencias de esta historia de la segunda mitad del siglo XX. Estos
últimos observarían la narrativa “posmoderna”, la explicación
“posmoderna” de estos eventos cruciales. Consideran que hay que
defender los logros de la modernidad, además de mantener las
explicaciones y teorías universales. Sin embargo, si se acepta las
transformaciones habidas en la segunda mitad del siglo XX, por lo
menos habría que aceptar también cambios en las explicaciones, en
las teorías universales, aunque se mantengan las “grandes narrativas”.
En este caso, lo que llama la atención es la escasa incidencia y
preocupación por revisar las “grandes narrativas”, las teorías
universales. En ambos casos se nota inclinaciones conservadoras,
aunque en el primer caso este conservadurismo sea patético.
En la segunda mitad del siglo XX se dan la guerra de Corea
(1950-1953), la guerra de la independencia de Argelia, la revolución
cubana (1959-1960) y la guerra del Vietnam, se da también la
ocupación del Soviet de Hungría por el ejército rojo soviético de Moscú,
así mismo se da la ocupación militar por parte del Pacto de Varsovia
de Checoslovaquia, donde resurgía el entusiasmo revolucionario,
recuperando las iniciativas sociales, juveniles, críticas, intelectuales y
artísticas. Otra vez una revolución cultural. Estas experiencias y estos
acontecimientos son, como dice Badiou, las verdades que acontecen
en esta etapa de la historia, forman parte de la memoria del ser, son
verdades existenciales que constituyen al ser. Estos sucesos y eventos
cruciales no sólo muestran un mundo cambiado, una modernidad
200
diferente, sino que la “revolución” no ha concluido; sigue siendo una
tarea pendiente. Este es el sentir de la revolución cultural china (1966-
1976) y de la revolución cultural mundial (1968), de acuerdo a
Immanuel Wallerstein. Vamos a detenernos en la revolución cultural,
pues este parece ser el acontecimiento que marca el desplazamiento
epistemológico dado en la modernidad, en la segunda mitad del siglo
veinte.
La revolución cultural
Como dijimos en otros escritos, la revolución cultural es una
revolución en la revolución99. Se trata de iniciativas críticas movilizadas
para desbloquear los obstáculos que impiden al avance de la
revolución, sobre todo enfrentándose al esclerotizado partido-Estado,
convertido en el principal freno. Partido-Estado burocratizado, que se
arroga la representación de las masas, del proletariado, de los
campesinos y de los estudiantes, del pueblo emancipado. Partido-
Estado, en parte comprometido con la continuidad del capitalismo por
otras vías, las vías burocráticas, las vías del capitalismo de Estado. En
la revolución cultural están comprometidos los estudiantes, los
guardias rojos, parte del proletariado, una parte minoritaria del
partido-Estado, incluyendo al mismo Mao Zedong. Se lleva el debate a
las calles y a las plazas, se toma instituciones públicas, se presenta a
los burócratas al escarnio, invistiéndolos de bonetes y orejas de burro.
Se usa el mural como medio de expresión, comunicación, denuncia,
también como medio estético popular. El debate, la movilización, los
problemas de la revolución se hacen conocer públicamente; se abren
espacios para la participación y el involucramiento; están convocados
el proletariado, los campesinos, el ejército, el mismo partido-Estado.
El enfrentamiento con los conservadores llega al extremo de la
posibilidad de la guerra civil; es cuando, el partido decide la
reunificación de las fuerzas encontradas, cuando Mao Zedong busca a
la vez mantener el partido-Estado, aunque cambiarlo hasta dónde se
pueda, logrando, hasta donde se pueda, la profundización de la
revolución, sobre todo en los términos de la revolución cultural. Sin
embargo, en la convulsionada China Popular, Mao Zedong no logra
alcanzar estos objetivos; el preponderante sector conservador del
partido-Estado termina de imponerse. Esperando la ocasión, en plena
99 Ver de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de la descolonización. Abya Yala; Quito 2013. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2012, 2013.
201
revuelta, moviliza al ejercito que controla, a las milicias rurales, a parte
del proletariado que controla, logra aislar a los rebeldes, tomando
presos a los líderes de los guardias rojos; por último decide tomar las
universidades, ocupándolas con contingentes del proletariado
convocado. La revolución cultural, la revolución en la revolución, es un
intenso intento movilizado de cambiar el curso burocrático y
conservador que tomó la revolución.
La vinculación entre esta revolución cultural china y la revolución
cultural mundial de 1968 es grande. A propósito Badiou escribe:
La “Revolución cultural” tiene por imagen oficial, tanto en China como en Francia, diez años (1965/1976) de caos sangriento
ocasionados por feroces luchas por el poder. Las violencias,
especialmente ejercidas por una juventud liberada a la pasión de la Historia, fueron en efecto anárquicas y extremas. Pero lo que nos
interesa es el enigma de una “revolución” en donde todo un Partido-Estado por entero se expone, en suma voluntariamente, a una suerte
de destitución popular. Tentativa que, desde el interior de un pensamiento del Partido, propone fragmentariamente un modo de
existencia de la política, singularmente obrera, librada del Partido. Revolución en suma a la vez “del” Partido y “contra” el Partido.
Empleemos la palabra de Lacan: éxtima. Exterior e íntima, simultáneamente. Y sin duda, fracasando en el ser, apertura de la
época de las políticas “sin partido”100.
Las movilizaciones estudiantiles y obreras de 1968 en Francia, las estudiantiles en el resto del mundo, abarcando universidades
norteamericanas y a la gigantesca movilización estudiantil mexicana,
masacrada sangrientamente en la plaza de Tlatelolco, configuran el mapa de la revolución mundial, de la revolución cultural mundial,
interpretada como tal por Wallerstein. Que esta revolución haya fracasado o, si se quiere, haya sido interrumpida, no quiere decir, de
ninguna manera, que no ha existido. Se ha dado y al darse, como acontecimiento, es una verdad, en el sentido de Badiou. Esta
revolución cultural se convierte en el referente del desplazamiento político y epistemológico de la contemporaneidad. En relación a esta
experiencia se reordenan conmociones teóricas que se dieron con cierta anterioridad, convergen al espesor de las nuevas emergencias
teóricas críticas. La episteme de la modernidad se conmueve, no solamente se fisura, sino que se quiebra, dándose lugar a una episteme
plural, heterogénea, que reconoce heterogéneas modernidades, dándose lugar a una episteme de la complejidad, que concibe y
conceptualiza las simultaneidades, las yuxtaposiciones, los
abigarramientos, las mezclas, que comprende lo diverso y diferencial.
100 Alain Badiou: La revolución cultural. ¿La última revolución? Les conférences du Rouge-Gorge.
202
Una episteme de la subversión de los saberes y de los cuerpos, donde
lo ancestral se actualiza, lo colectivo se revela como substrato condicionante, donde el intelecto general evidencia su omnipresencia,
donde la física devela la dinámica del espacio-tiempo curvo y las otras
gravitaciones, la de la relatividad y la de la cuántica, donde la biología destaca la vida como inteligencia y memoria.
Negar estos desplazamientos históricos, políticos, culturales y
epistemológicos, es develar los más recalcitrantes conservadurismos. Es como comportarse de la misma manera que los inquisidores
juzgaban a Copérnico, defendiendo la cuestionable teoría de Tolomeo. En definitiva, es defender la institucionalidad, es decir, el poder, contra
las nuevas interpelaciones, contra las nuevas formaciones del contra-poder. La ironía de la historia juega malas pasadas; los autonombrados
“marxistas” se han convertido en los mejores defensores del poder y del capitalismo. Estos “marxistas” que se invisten del ropaje de las
revoluciones pasadas, sin conllevar las pasiones que las desató, usan esta investidura para reprimir, descalificar, contener o, mejor destruir,
las nuevas versiones de la crítica, de la movilización y de las rebeliones
contra el poder, contra la colonialidad, la modernidad y el capitalismo. Estos “marxistas” están muy lejos del perfil de Karl Marx, quien, en su
tiempo fue irreverente, transgresor, crítico radical, ocasiono un desplazamiento filosófico, politico y epistémico, en relación a la ciencia
de su momento.
En Bolivia se puede anotar, por lo menos dos acontecimientos de
importancia, entre otros; la guerrilla del Che, que se da a los fines de
la década de los sesenta; la emergencia del movimiento katarista, que
se da en la segunda mitad de la década de los setenta. Ambos
acontecimientos modifican el panorama político boliviano, cada uno de
estos eventos irradiando y afectando a su manera. Sobre todo la
emergencia del movimiento político y cultural katarista va inaugurar
un nuevo ciclo de luchas anticoloniales en Bolivia. Estas irrupciones
histórico-políticas requieren ser analizadas, se debe atender su
impacto y sus repercusiones en las transformaciones subjetivas y del
periodo. Con la guerrilla del Che lo que ha hecho el “marxismo”
burocrático es apología y publicidad; empero, no se ha detenido a
analizar críticamente y reflexionar sobre este acontecimiento, sobre
todo sobre la huella y escritura geográfica de la guerrilla101. En relación
al acontecimiento de la emergencia katarista, Javier Hurtado Mercado
hace una exhaustiva investigación, donde describe la generación, la
conformación, la consolidación y despliegue del katarismo102. En
101 Ver De Raúl Prada Alcoreza Huella y escritura de la guerrilla del Che. Revista de Ciencia y Cultura; Universidad católica Boliviana. 102 Ver de Javier Hurtado Mercado El Katarismo. Hisbol; La Paz 1986.
203
relación a esta irrupción indígena, el “marxismo” burocrático quedó
mudo, no dice nada, como si no hubiera existido, salvo algunas
murmuraciones. Son estos acontecimientos, entre otros, los que
configuran el espacio-tiempo de una formación social, en este caso, la
boliviana; tienen que ser tomadas como verdades, en el sentido de
Badiou, que efectúan pliegues en el ser, en la memoria y la
inteligibilidad del ser, usando este concepto ontológico, empero
críticamente. Son las transformaciones en las estructuras y
composiciones de la formación social, lo que provoca desplazamientos
epistemológicos en las formaciones discursivas y en las formaciones
enunciativas, que buscan interpretar la experiencia histórico-política
vivida. No atender estos cambios es como quedarse a rumiar
anacrónicamente textos sagrados, que no tienen incidencia en los
acontecimientos políticos, sociales, económicos y culturales, que el
sentido común llama “realidad”.
Desplazamientos epistemológicos
Ahora nos ocuparemos de las formaciones enunciativas, de las formaciones discursivas, de las formaciones expresivas que se cruzan
con los movimientos histórico-políticos antes mencionados. No decimos que son las expresiones teóricas de estos movimientos, sino que, en
otro ámbito, diremos teórico y filosófico, para facilitarnos la descripción, también se producen desplazamientos de la época. Parte
de estos desplazamientos teóricos no están directamente involucrados
con los sucesos comentados, aunque sí con la conmoción general de los periodos; otra parte de los desplazamientos teóricos se siente
involucrada con estos sucesos y trata de responder al desafío de interpretarlos. Uno de los teóricos más connotados de la Escuela de
Frankfurt, Jürgen Habermas, de las siguientes generaciones, posteriores a Horkheimer y Adorno, hace un balance de estos
movimientos teóricos, en un libro que titula El pensamiento pos-metafísico. Es una de las pocas conexiones entre “escuelas” europeas
contemporáneas del pensamiento crítico, la Escuela de Frankfurt y el pensamiento crítico francés, además del pensamiento analítico anglo-
sajón. La descripción exhaustiva, que ofrece de las corrientes teóricas contemporáneas, ayuda a contar con un panorama adecuado para la
discusión y balance sobre estos movimientos teóricos y filosóficos. Sobre todo contando con la posición crítica en la que se coloca
Habermas respecto del pronunciamiento crítico francés. Nosotros no
nos vamos a poner a defender las corrientes críticas, de las que se puede decir que somos afines, pues ellas se defienden por sí solas. Los
detractores de estas corrientes no las han estudiado, tampoco las conocen; empero, se han apresurado llevarse por sus prejuicios,
asustados por sus propios fantasmas, descalificando con tono de jueces
204
a estas novedosas críticas. No formamos parte de estas corrientes
teóricas; sin embargo su estudio nos ha servido para replantearnos la crítica en el continente de Abya Yala, remover actualizando la crítica
de-colonial a las formas de dominación y dependencia imperantes.
Consideramos que, lo que se llamó, en su momento, la construcción de un pensamiento propio, de un pensamiento crítico en el continente,
pasa por el uso crítico de estas teorías críticas, sobre la base de la propia arqueología de los saberes continentales, la propia genealogía
de los poderes locales y la propia hermenéutica de la subjetividad. La compenetración con las luchas indígenas, el estudio de los saberes
ancestrales, el colocar como referente histórico las luchas sociales de los pueblos del continente, las luchas populares anti-imperialistas, las
luchas proletarias anticapitalistas, ha situado el suelo donde se fermenta y se forma nuestra crítica. Reconocemos el valor instrumental
e “ideológico” del marxismo vital, del marxismo combativo, del marxismo crítico reelaborado en nuestras tierras, que se encarnó en
las luchas sociales y produjo expresiones propias. Por el momento mencionaremos dos; lo que David Sobrevilla llama marxismo de
Mariátegui103; lo que nosotros nombramos como marxismo de
guardatojo104. En este sentido, desconocemos el “marxismo” burocrático de los partidos, también de las instituciones académicas,
de toda una casta intelectual que se inviste de “marxismo” en un claro y evidente juego de poder.
Comenzando el balance, Habermas escribe:
Pese a todas las diferencias que enseguida se advierten cuando
se miran las cosas de cerca. Del flujo de pensamientos destacan cuatro complejos que presentan perfiles bien diferenciados: la filosofía
analítica, la fenomenología, el marxismo occidental y el estructuralismo. Hegel hablaba de «figuras del espíritu». Y esta
expresión parece imponerse también aquí. Pues en cuanto a una figura del espíritu, se la logra reconocer en su incanjeabilidad y carácter único
y se la nombra como tal; ha sido ya también puesta a distancia y
condenada a perecer. Por este lado, esos «post» no son sólo denominaciones oportunistas cortadas al uso de quienes a toda costa
quieren mantenerse a la última: como sismógrafos del espíritu de la época hay que tomarlos también en serio105.
Al respecto, comenzando con las distinciones, debemos anotar
que Habermas habla de pos-metafísica, no de “posmodernidad”. Los cuatro movimientos del pensamiento que señala Habermas son
marcadamente diferentes; no forman parte de un mismo
103 Ver de David Sobrevilla El marxismo de Mariátegui y su aplicación en los siete ensayos. Fondo de Desarrollo Editorial; Universidad de Lima. Lima 2005. 104 Ver de Raúl Prada Alcoreza Subversión comunitaria. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. 105 Jürgen Habermas: El pensamiento pos-metafísico. Taurus, Alfaguara; México 1990. Pág. 14.
205
desplazamiento teórico. Según él la fenomenología y la filosofía
analítica son los que habrían dejado las huellas más profundas. Estos movimientos teóricos arrancan de sus propias tradiciones, de sus
propias matrices teóricas:
Algunos títulos han cobrado el rango de documentos
fundacionales: los Principia Ethica de G. E. Moore y los Principia Mathematica de Russell y Whitehead, por un lado, y las
Investigaciones Lógicas de Husserl, por otro. Los trechos entre el Tractatus de Wittgenstein y sus Investigaciones Filosóficas, o
entre Ser y Tiempo de Heidegger y su Carta sobre el Humanismo marcan puntos de inflexión. Los movimientos de pensamiento se
ramifican: la filosofía analítica del lenguaje, por las sendas de una teoría de la ciencia y de una teoría del lenguaje ordinario. La
fenomenología cobra latitud en sus corrientes antropologizantes y profundidad en sus corrientes ontologizantes, a la vez que por ambas
vías absorbe y mantiene actualidad existencialista. Mientras que la fenomenología - tras su última jornada productiva en Francia (Sartre,
Merleau-Ponty) -, por así decirlo, se dispersa, en los decenios
siguientes a la Segunda Guerra mundial cuando la filosofía analítica cobra su posición imperial que sigue afirmando hasta hoy con Quime y
Davidson106.
Esta tradición desemboca en el historicismo de la filosofía
empirista de la ciencia con Kuhn y en el contextualismo de una filosofía
pos-analítica del lenguaje con Rorty. En cambio concurren otras
transformaciones con las otras vetas del pensamiento crítico
contemporáneo. Habermas dice que:
Un tipo muy distinto de pensamiento es el que encarnan el estructuralismo y el marxismo occidental. Mientras que el primero
recibió sus impulsos totalmente de fuera (de la lingüística de Saussure y de la psicología de Piaget), el marxismo occidental (con Lukács, Bloch
y Gramsci) desliga el pensamiento de Marx de la economía política y, en términos hegelianizantes, lo devuelve a la reflexión filosófica. Pero
ambos movimientos emprenden un camino qué los conduce por las
ciencias del espíritu y las ciencias sociales antes de que la semilla de las ideas especulativas con que se iniciaron acabara fructificando en el
arriate de la teoría de la sociedad107.
Habermas considera que se produce una simbiosis entre marxismo y psicoanálisis, simbiosis propugnada por el Instituto de
Investigación Social de Frankfurt. El estructuralismo se difunde, de una
106 Ibídem: Pág. 14. 107 Ibídem: Pág. 15.
206
manera radial, con la crítica de la ciencia de Bachelard, de la
antropología de Lévi-Strauss y el psicoanálisis de Lacan.
Mientras que la teoría marxista de la sociedad, en la forma que
cobra en la Dialéctica Negativa de Adornó, acaba reconvirtiéndose en filosofía pura, el estructuralismo sólo desemboca de lleno en el
pensamiento filosófico en aquellos autores que pretenden superarlo: en Foucault y Derrida108.
Habermas encuentra que son cuatro los motivos que caracterizan
la ruptura con la tradición, de la que vienen estos movimientos
teóricos: el primer motivos es el pensamiento pos-metafísico, el
segundo motivo es el giro lingüístico, el tercer motivo es el carácter
situado de la razón, y el cuarto motivo es la inversión del primado de
la teoría sobre la praxis, que también nombra como superación del
logo-centrismo. Considera que el pensamiento pos-metafísico
desmorona el concepto enfático de teoría, que pretendía hacer
inteligible no solamente el mundo de los humanos, sino, así mismo las
estructuras inherentes de la naturaleza. La racionalidad procedimental
de la ciencia será la encargada de atribuir sentido a una proposición
discursiva. La filosofía deja de ser de la consciencia para ser del
lenguaje. El lenguaje cobra primacía, autonomía y define una
problemática propia, dejando ser un mero instrumento. Las relaciones
entre lenguaje y mundo, entre discurso y estado de cosas disuelven
las relaciones sujeto-objeto. Las operaciones constituidoras de mundo
pasan de la subjetividad trascendental a ser estructuras gramaticales.
El trabajo reconstructivo de los lingüistas sustituye al método filosófico
introspectivo.
Así, no solamente la filosofía analítica y el estructuralismo se crean una nueva base metodológica, sino que también desde la teoría
del significado de Husserl se tienden puentes hacia la semántica formal, e incluso la Teoría Crítica de la Sociedad se ve, finalmente
alcanzada por el giró lingüístico109.
Recurriendo a la finitud, a la temporalidad y a la historicidad, la fenomenología de orientación ontológica acaba también desposeyendo
a la razón de sus atributos clásicos. El sujeto trascendental ha de realizarse en la práctica del mundo de vida, ha de encarnarse en las
materializaciones históricas. En tanto que la fenomenología de orientación antropológica incorpora el cuerpo, la acción y el lenguaje
como contenidos primordiales de su reflexión. Todos estos 108 Ibídem: Pág. 15. 109 Ibídem: Pág. 17.
207
movimientos teóricos desmitifican a la razón colocándola en los
procesos operativos donde efectivamente se realiza.
En el balance Habermas encuentra nuevas verdades, pero
también nuevas limitaciones. La filosofía baja del escenario, deja su privilegio cognitivo, convirtiéndose en una disciplina especializada.
Empero se ha caído en un exacerbado cientificismo. El giro lingüístico ha colocado a la filosofía en un suelo más firme y la ha liberado de las
aporías de la filosofía de la consciencia. Empero, ha autonomizado al lenguaje otorgándole una condición ontológica, transfigurando las
mudanzas lingüísticas en poiético acontecer esencial protagonizado por un incierto poder originario. La radicalización de la crítica de la
razón le ha quitado su aureola mística, liberando sus potencialidades múltiples, efectivas y operativas, retomando su papel de guardiana de
la racionalidad. Convierte al entendimiento en racionalidad instrumental; sin embargo, equipara a la razón a la represión,
buscando refugio en figuraciones fatalistas o extáticas, como en lo absolutamente otro. Al restablecer la relación entre teoría y praxis, ha
mostrado claramente que la teoría no es independiente, que las
pretensiones de validez dependen de una correspondencia, que se encuentra más allá de las oraciones asertóricas; empero, ha reducido
la praxis al concepto de trabajo, ocultando las conexiones que se dan entre el mundo de vida, simbólicamente estructurado, acción
comunicativa y discurso.
Hoy, en una situación que se ha vuelto inabarcable, se perfilan nuevas convergencias. Sólo que todo ello no debería hacernos olvidar
que la disputa sigue siendo en torno a temas que no envejecen: la disputa en torno a la unidad de la razón en la pluralidad de sus voces;
la disputa acerca de la posición del pensamiento filosófico en el concierto de las ciencias; la disputa acerca de esoterismo y exoterismo,
de ciencia especializada e ilustración; la disputa, en fin, en torno a los límites entre filosofía y literatura. La ola de restauración que viene
arrollando al mundo occidental desde hace más de un decenio, incluso
ha vuelto a sacar a flote un viejo tema que ha venido acompañando desde siempre a la Modernidad: el del remedo de sustancialidad que
representaría la tentativa que hoy se registra de renovar una vez más la metafísica110.
Este balance parece apropiado como punto de partida, sin
necesidad de compartir en todo con el mismo. Sobre todo interesa la
valoración que hace, de estos desplazamientos teóricos
contemporáneos, el pensador de la teoría de la acción comunicativa,
además de definir los límites que encuentra en estas corrientes teóricas
110 Ibídem: Pág. 19.
208
actuales. Como se puede ver no es un texto apologético, mas bien, es
crítico con estas corrientes. De entrada se nota las grandes diferencia
con el discurso de los descalificadores, que a lo que se han inclinado
es a la diatriba, no al debate, menos a la reflexión. Del balance hecho
por Habermas podemos sacar algunas conclusiones iniciales. Primero,
no se trata de una corriente aislada, a la que puede encapsularse bajo
el seudónimo de “posmodernismo”; se trata de un conjunto de
desplazamientos teóricos que concurren en la segunda mitad del siglo
XX, aunque puedan haber emergido antes. No son corrientes
asimilables a ninguna homogeneidad teórica, al contrario, se trata de
disímiles elaboraciones críticas, que, empero, comparten su desligue
de la metafísica, por lo menos de lo que fue tradicionalmente la
metafísica. No se oponen a la razón, sino que encuentran múltiples
racionalidades operativas. Ya no se trata del sujeto, sea este
trascendental o no, no se trata de consciencia, sino de efectos
discursivos, de efectos prácticos, de posicionamientos en los espacios
de las luchas. También podemos obtener conclusiones críticas.
Exagerando un poco, buscando figuras contrastantes, diríamos que, el
pensamiento pos-metafísico habría sustituido a la filosofía por la
ciencia, usando a la ciencia como referente de un nuevo discurso
especulativo, donde desaparece la unidad del mito y se obtiene la
diseminación de la pluralidad. O, en otro estilo, obteniendo la figura
hermética e inalcanzable de lo alterativamente otro. Así como habría
reducido la complejidad de la praxis a la simplicidad del trabajo,
convirtiendo al mundo en un mundo del trabajo. Esta última conclusión
no sería compartida por nosotros, pues precisamente una de las
corrientes o movimientos de este pensamiento, apunta su crítica a este
reduccionismo. Hablamos de Jean Baudrillard111. En todo caso,
dejaremos así las primeras conclusiones relativas al balance de este
pensamiento crítico de la modernidad.
La competencia intelectual
111 Jean Baudrillard en el Espejo de la producción hace esta crítica al marxismo, concretamente a la crítica de la economía política. Gedisa 1996; Barcelona.
209
Antes de seguir, algo que habría que dejar en claro es tratar de
ubicar el escenario de dónde se da esta discusión sobre
“posmodernidad”. De principio a fin, esta discusión es un debate
académico. Más que eso, concretamente, aparece como debate entre
sectores de influencia de las universidades. Hablamos de esas
gigantescas universidades europeas y norteamericanas, que cuentan
con más presupuesto, cada una de ellas, que la mayoría de los países
de la periferia del sistema-mundo capitalista. Allí, sobre todo en
Norteamérica, se da como una guerra soterrada entre corrientes
teóricas, en el campo de las llamadas ciencias sociales y ciencias
humanas. En parte, puede describirse esta pugna, entre “marxistas” y
“de-constructores”, llamados también “posmodernos”. La pelea es no
solamente en el sentido de las pretensiones de validez, como diría
Habermas, sino por espacios de influencia y control; es decir, por
espacios de poder. Se puede decir que la pelea es implacable; se
juegan presupuestos de investigación, de publicación y de cátedra.
Desde América Latina y el Caribe, sobre todo desde un país tan pobre
de recursos académicos como Bolivia, resulta un tanto incomprensible
entender esta pelea académica. Uno se pregunta: ¿Por qué la
deconstrucción, que para nosotros, por lo menos para los que usamos
a Jacques Derrida, que es un método hermenéutico, propuesto por el
filósofo francés, judío argelino, puede llegar a ser un oponente del
marxismo, que es, en todo caso una teoría crítica del capitalismo, y se
mueve en las dimensiones histórico-política-económicas? No se puede
comprender esta guerra soterrada de profesores, más aún cuando el
mismo Jacques Derrida se declara anti-imperialista, anti-capitalista,
llegando al extremo de ser anti-moderno. Se entendería el debate
teórico sobre la lengua, el lenguaje y la escritura, entre distintos
cuerpos teóricos, que se ocupan precisamente de estos temas, la
lingüística, la filología, la crítica literaria. Esto no ocurre, la mayoría de
los lingüistas toma en serio las interpretaciones de Derrida, estén o no
de acuerdo, salvo Noam Chomsky, que vierte calificativos duros sobre
este autor, sin llegar a discutir con sus textos, solo de pasada y
contando con versiones de otros. Al respecto, lo primero que hay que
diferenciar es eso que se llama en Norteamérica “deconstrucción”, “de-
constructivismo”, “posmodernismo”, de lo que hace el autor de
referencia o lo que hacen los autores de referencia, franceses. Es muy
difícil clasificar a Derrida de “deconstructivista”, pues la deconstrucción
es uno de los métodos hermenéuticos que utiliza en sus
interpretaciones y análisis de textos. Las tesis sobre la escritura, que
210
se encuentran en De la gramatología112, no son propiamente de la
“deconstrucción”, abordan un tema que interesa en Abya Yala, la
escritura más allá de la escritura fonológica, más allá de la concepción
imperante en “occidente” sobre escritura. La escritura como huella,
como marca, como inscripción, como espaciamiento, como cuerpo.
Esta tesis rescataría a la escritura como inscripción, rescataría la
escritura de los pueblos llamados, por la Europa de la ilustración,
“pueblos sin escritura”, por lo tanto “pueblos sin historia”. La crítica al
fono-centrismo, al logo-centrismo y al falo-centrismo se coloca como
crítica a la colonialidad del saber eurocéntrico y machista. Obviar estos
temas es colocarse del lado del imperialismo del saber “occidental”,
que no es otra cosa que la reiteración de lo que se ha llamado la
colonialidad del saber113, sustentada sobre la colonialidad del poder114.
Algunos intelectuales “progresistas” del norte manifiestan su posición
colonial cuando se tocan estos temas. No basta ser anti-imperialista
para llegar a ser anti-colonial. No basta apoyar las luchas sociales para
dejar de formar parte de la fraternidad de los machos, la dominación
masculina. Estos son temas políticos candentes en Abya Yala y en la
inmensa geografía de la periferia del sistema-mundo capitalista.
Ciertos llamados “marxistas” buscan utilizar esta entreverada
disputa de profesores norteamericanos, buscando llevar agua a su
molino. Buscan defender posturas conservadoras, tanto por su
positivismo decimonónico, como por su “marxismo” burocrático de
partido, como su manifiesta colonialidad respecto a las luchas de las
naciones y pueblos indígenas, a las luchas de-coloniales, así como a
las luchas feministas. Equivocan el camino. Habría que leer, en todo
caso, la obra de Noam Chomsky, y averiguar si comparten con sus
interpretaciones, tanto en el campo lingüístico como en el campo
histórico y político. Se encontraran con muchas sorpresas, pues Noam
Chomsky no es asimilable al “marxismo” burocrático.
Independientemente de sus comentarios sobre la teoría francesa, que
no es agrupable a una sola composición, que parece no conocer,
tampoco comprenderla, como el mismo Chomsky reconoce, las
investigaciones lingüísticas de Chomsky pueden situarse en el contexto
de las corrientes investigativas y teóricas de las que hablamos más
arriba. La crítica al imperialismo que ha desplegado consecuentemente
a lo largo de varios años no se parece en nada a la interpretación del
imperialismo del “marxismo” burocrático. Lo mismo podemos decir de
112 Ver de Jacques Derrida De la gramatología. Siglo XXI; México 1998. 113 Concepto elaborado por Estudios Poscoloniales, en los que se encuentra Walter Mignolo. 114 Concepto trabajado por Aníbal Quijano.
211
su crítica al neoliberalismo; mucho más de sus tesis sobre el Estado.
Sus apreciaciones sobre el levantamiento zapatista no podrían ser
compartidas por los “marxistas” burocráticos de partido.
Entonces, hay que entender el conflicto académico de las
universidades norteamericanas para poder situar este debate entre
“marxistas” y “deconstructivistas”. Podríamos estar más cerca de los
profesores marxistas, debido a sus posiciones anticapitalistas y anti-
imperialistas, además de su apoyo a las luchas de los pueblos de Abya
Yala. Podríamos estar más lejos de los llamados profesores “de-
constructivistas” por su alejamiento de las luchas concretas sociales,
incluyendo a las de los pueblos norteamericanos, a pesar de que
usemos a Derrida, no solo en el tema de la deconstrucción, sino en el
tópico de la escritura y en el penetrante análisis de las subjetividades
políticas. Tampoco reconocemos en los trabajos de los profesores “de-
constructores” norteamericanos al Derrida que conocemos, estudiamos
y usamos. No nos interesó, ni tampoco nos interesa, declararnos “de-
constructores” o “derridianos”; entendimos que se trataba de usar
críticamente ciertas teorías críticas, con el objeto de construir un
pensamiento propio, cuya matriz se encuentra en la experiencia de
lucha de nuestros pueblos.
Dicho esto, es indispensable situar también qué se debate en
Bolivia y en América Latina y el Caribe, entre quienes se debate. El
debate en Bolivia es sobre el proceso social, político y cultural,
desatado el 2000, cuya movilización prolongada llega al 2005. Los
desemboques de esta movilización fueron salidas electorales, el 2002
y el 2005, con su prolongación en el 2009. Entonces la movilización se
interrumpe y se conforman dos gestiones de gobierno. Por lo tanto el
proceso político abarca, además de la movilización social, dos gestiones
gubernamentales. Lo que está en debate es la interpretación de este
proceso, que por cierto no es reconocido como tal por el “marxismo”
burocrático, salvo por los “marxistas” burocráticos asimilados al
gobierno. Para el “marxismo” burocrático, que se opone al gobierno, el
proceso no existe o las luchas sociales han sido traicionadas por el
gobierno. Hay por lo menos dos posiciones claras, encontradas, en su
propia discusión y diferencias. Algo que, empero, comparten, es que
esto de luchas indígenas y descolonizadoras divide al proletariado, al
pueblo explotado; en todo caso, es una influencia de ONGs o invento
212
de “posmodernistas”, en este caso, de bolivianos; compartiendo
entonces el mismo prejuicio del vicepresidente115.
Esta es la discusión real, no la de “posmodernismo” y
“modernismo”, como entiende una versión de los conservadurismos
recalcitrantes, autonombrado “marxismo”. No es la discusión Foucault
o Marx; en todo caso, habría que averiguar de qué Foucault hablan,
¿de la imagen que tienen sin haberlo leído?, también de qué Marx
hablan, sin haber estudiado toda su obra, tampoco la rica historia del
debate marxista y sus corrientes teóricas. Para nosotros la discusión
es colonialidad o descolonización; capitalismo o alternativa al
capitalismo; modernidad, entendida como la cultura global del
capitalismo, o alternativa a la modernidad; desarrollismo, como ilusión
extractivista de las élites, gobernantes y, por cierto, del “marxismo”
burocrático, o alternativa al desarrollo. Para nosotros lo imperativo es
continuar las luchas emancipatorias y de liberación de nuestros
pueblos, el proletariado, las mujeres, las subjetividades diversas;
continuar la lucha contra el imperialismo de carne y hueso, no con la
imagen que comparten el vicepresidente y los “marxistas”, que es el
fantasma del imperialismo de mitad del siglo XX. Para esto se requiere
reconocer las transformaciones experimentadas por el sistema
capitalista, el modo de producción capitalista, la economía-mundo
capitalista, el sistema-mundo capitalista. No quedarse con la imagen
del capitalismo del principio del siglo XX. Para nosotros la lucha contra
el capitalismo es también contra toda prolongación del modo de
producción capitalista, que se ha dado en forma de capitalismo de
Estado, en su versión nacionalista o en su versión del socialismo real.
La lucha contra el capitalismo es también una lucha contra la ilusión
desarrollista; ilusión que legitima el modelo extractivista colonial del
capitalismo dependiente, destructor ecológico por excelencia. Este es
el debate.
Nuestra crítica al gobierno y al MAS es conocida. Este no es el
lugar donde la vamos a repetirla116. Lo que llama la atención del
“marxismo” burocrático, que se opone al gobierno, es la reiteración de
115 Revisar el libro de Álvaro García Linera Geopolítica de la Amazonia. Publicado por la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia; La paz 2013. También como crítica a la geopolítica extractivista mi libro Miseria de la geopolítica; Autodeterminación; La Paz 2013. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, Bolpress; La Paz 2013. También revisar el mismo autor Potencia social o poder; Dinámicas moleculares; La Paz 2013. 116 Ver de Raúl Prada Alcoreza Descolonización y Transición. También Defensa del “proceso” de cambio. Así mismo, Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Bolopress, Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
213
un mismo discurso que no ha cambiado desde 1946. Aquí también hay
dos versiones; una, la que dice que es un gobierno neo-liberal; la otra,
la que reconoce las diferencias con el gobierno neo-liberal, empero
considera que hay traición a la lucha social de parte de gobierno
populista, o identifica los límites del gobierno popular para cumplir con
las tareas “revolucionarias”. Como se puede observar, hay ausencia de
un análisis histórico y político de la coyuntura y del periodo, así como
del contexto de la formación social boliviana en el momento actual.
Esta ausencia es llamativa cuando estamos ante personas que se
reclaman formar parte de la perspectiva del materialismo histórico. El
análisis de la realidad específica o el encuentro de lo concreto, en tanto
síntesis de múltiples determinaciones, como definía Marx a lo concreto,
los llevaría a identificar las relaciones coloniales, las relaciones relativas
a la colonialidad, sosteniendo éstas las relaciones capitalistas. Lo que
a su vez los llevaría a valorizar la prioridad de las luchas de los pueblos
indígenas, junto a la lucha del proletariado. Este análisis específico lo
hizo José Carlos Mariátegui, en su tiempo. Empero, Mariátegui es casi
un marxista solitario, pues el “marxismo” burocrático prefirió ignorarlo,
en cambio repetir esquemas generales de interpretación, que valen
para todos los lugares, por lo tanto, también para ninguno. Este
análisis lo hizo el marxismo de guardatojo, marxismo minero
combativo, precisamente en 1946; empero, este aporte quedó ahí,
varado en el tiempo, sin que la militancia se encargue de dinamizarlo,
actualizarlo, enriquecerlo, logrando la especificidad requerida en las
nuevas coyunturas y periodos, logrando comprender lo concreto
histórico, develando la variación de las múltiples determinaciones.
Mucho menos se hizo la autocrítica después de la derrota de la
Asamblea Popular (1971).
Cerrando esta parte, diremos que, Marx, en su tiempo, uso a los
autores y corrientes teóricas, que parecieron indispensables en la
elaboración de su crítica a la economía política. ¿Por qué no podemos
nosotros usar críticamente a autores y corrientes contemporáneas, que
parecen apropiadas en la reelaboración de la crítica a la colonialidad,
del capitalismo, de la modernidad, en sus formas concretas actuales?
Esto es precisamente lo que le falta al llamado “marxismo” de partido.
Su militancia se ha encaracolado y se atiene a rumiar los viejos textos
sagrados, que lastimosamente lo hace en fragmentos seleccionados en
manuales. Hay excepciones, por cierto, como en todo; empero, más
que en otros caso, aquí, la excepción confirma la regla.
214
Crítica al esquematismo maniqueo
Dedicado a Raquel Gutiérrez Aguilar, guerrillera
y combatiente comunitarista, feminista y
descolonizadora. Inventora de Comuna, que fue
producto de su pasión, su dedicación, su
convocatoria, así como de sus jaladas de oreja.
A esta luchadora indomable y escritora
desbordante.
215
“Jucio” maniqueo
Asistimos desde hace un buen tiempo a una reducción juzgadora
que llamaremos maniqueísmo. Decimos que se juzga, pues se ha
sustituido el análisis por el juicio, en el sentido de condena, no en el
sentido racional. Para este maniqueísmo el mundo se divide entre
buenos y malos, entre justos e injustos, entre realistas y utopistas,
entre amigos y enemigos; en fin, la lista puede ser larga. Entonces los
maniqueos se colocan del lado de los buenos, de los justos, de los
realistas, de los amigos; los demás son condenados. El gobierno ha
hecho gala de este maniqueísmo, llevándolo al extremo de la
vulgarización; la llamada oposición de derecha también lo hace,
reclamándose de institucionalista y defensora del Estado de Derecho;
incluso las izquierdas, sobre todo tradicionales, son maniqueas, cuando
anteponen su proyecto “revolucionario” como valedero, desconociendo
y desechando lo que ocurre efectivamente, descalificando la crítica.
Una de las formas de expresión del maniqueísmo se muestra en la
simple hipótesis de la teoría de la conspiración; el supuesto es que hay
grupos de conspiradores que dirigen la historia; de aquí se deduce la
conclusión de que hay traidores; en nuestro caso se dice que hay
traidores del “proceso” de cambio. Entonces toda la explicación
216
histórica se reduce a personas, al problema de las personas, de lo que
son y de lo que no lo son. Esta explicación maniquea de la teoría de la
conspiración se parece al guión de una novela, pero sin los atributos
literarios e intuitivos de la novela.
El acontecimiento político es complejo, supone multiplicidades de
singularidades, por lo tanto de posibilidades; no puede reducirse a la
perspectiva insuficiente del realismo político, menos al cuento
sospechoso de la teoría de la conspiración. El decurso de un “proceso”
no depende de personas, de lo que hagan o dejen de hacer, sino que
se encuentra “producido”, por así decirlo, por múltiples composiciones,
juegos, interrelaciones, que podemos identificar hipotéticamente como
“estructuras”, puestas en práctica, puestas en escena, alianzas,
relaciones, intereses, conflictos. Dicho en términos resumidos, no
aconsejables para tratar la complejidad, en relación a la incidencia en
el “proceso”, nos enfrentamos a “estructuras” y mapas institucionales,
a subjetividades constituidas, a relaciones enquistadas y dominaciones
internalizadas. De lo que se trata, con el objeto de incidir en el
acontecimiento, es de desmantelar estas composiciones, estas
“estructuras”, estas instituciones, de suspender las relaciones
enquistadas, estas relaciones de dominación internalizadas. Ahora
bien, estas tareas no se efectúan solas, como vanguardias
incomprendidas, insufladas de gran voluntad. Las incidencias son
posibles si se logra compartir perspectivas críticas y voluntades de
cambio con los colectivos sociales, si se participa en las dinámicas
moleculares sociales, que son como la materialidad social e histórica
de la alteratividad y de creación de alternativas. De lo que se trata
entonces es de compartir, convivir, con las dinámicas moleculares,
buscando que su alteratividad micro-social, se convierta, en un
momento, en alteratividad molar, transformando las instituciones y las
“estructuras”, ocasionando nuevas composiciones a escala molar.
¿Qué queremos decir con todo esto? Que los llamados “procesos”
políticos y sociales, encaminados a transformar, no se dan por los
buenos deseos de las vanguardias, ni tampoco como resultado de una
estrategia “revolucionaria”, se dan como acontecimientos en
momentos de crisis múltiple del Estado, de las representaciones, de los
valores institucionalizados, obviamente en el contexto de la crisis
orgánica del capitalismo, dependiendo de su ciclo vigente. Lo que se
experimenta como “proceso” es lo que compartimos como
acontecimiento; no se trata de que sea una condición dada, como en
el caso de las hipótesis del realismo político, sino de una complejidad,
217
la misma que hay que comprender y entender en sus dinámicas
moleculares y molares. Por lo tanto, no es, de ninguna manera,
pertinente, desentenderse del “proceso” experimentado, sino de vivirlo
plenamente buscando romper las resistencias y los obstáculos
históricos. Parafraseando nuevamente a Albert Camus, si las
“revoluciones” caen en la decadencia, sufrir con ellas, sufrir el
“proceso”, no alegrarse de su decadencia, sacando lecciones de esta
experiencia dramática. En otras palabras, de lo que se trata es de
prolongar su decurso, buscando la oportunidad de realizar sus
posibilidades y potencialidades.
El esquematismo “leninista”
Hay un maniqueísmo heredado en la izquierda tradicional, se
reclame leninista, trotskista, maoísta, hasta estalinista; este
maniqueísmo parte de dos reduccionismo evidentes. Uno de ellos es
reducir la historia a las leyes económicas, lo que hemos llamado
determinismo económico; considerar que la historia puede ser
interpretada “dialécticamente”; esto quiere decir, interpretar la historia
hegelianamente, como superación ininterrumpida de contradicciones;
en la hermenéutica marxista, “dialéctica” entre fuerzas productivas y
relaciones de producción. El otro reduccionismo es reducir la historia a
un mito moderno, el mito del partido; el de que el partido
“revolucionario” representa al proletariado, que es su consciencia para
sí realizada. Este mito supone una imagen “metafísica” del
proletariado; su referente no es el proletariado real, diverso, disperso
o concentrado, articulado a su devenir clase, por lo tanto conectado
por el tejido social de sus procedencias. Como dice Antoni Gramsci,
proletariado vinculado a su fragmento territorial de clase. Este mito
moderno supone que la historia está escrita; de alguna manera hay
que esperar o mejor ayudar a que se cumpla el destino. La astucia de
la historia cosiste en lo siguiente: la lucha de clases, concepto que
corresponde al conflicto social, a los enfrentamientos y contradicciones
sociales, desatadas desde la víspera, la alborada y su época inaugurada
y extendida de la modernidad, es pensada como “dialéctica”, donde la
superación de la contradicción de clases se resuelve en el socialismo.
Es decir, la superación “dialéctica” (Aufhebung) de la contradicción de
clase principal, proletariado-burguesía, es el socialismo. La “dialéctica”
de la historia marcha a ese decurso. Lo que hace el partido es hacer
de partero.
218
La tesis leninista expresa claramente esta concepción de la
historia y del papel protagónico, de vanguardia, del partido. Como dice
Vladimir Ilich Lenin en el ¿Qué hacer?, la “ideología” revolucionaria, es
decir, la consciencia de clase, se introduce desde el exterior de la clase,
desde el partido, a una clase, el proletariado, que, en su lucha
espontánea, encuentra sus límites en las reivindicaciones económicas.
No accede a la lucha política, a la consciencia política, sino a través
del partido. El partido es para Lenin la organización de los militantes
profesionales, de los conspiradores revolucionarios, de los intelectuales
imbuidos de la “ideología” revolucionaria. Ocurre como si el partido
conociera la astucia racional de la historia y empujara su decurso,
ayudando a hacer emerger la “revolución”. Este es el mito de Prometeo
actualizado, modernizado. Prometeo roba el fuego a los dioses para
entregárselos a los hombres. El partido bolchevique “roba” a la
providencia de la historia, que es la razón, su secreto, para
entregárselo al proletariado. Sobre este mito moderno, el del partido
revolucionario, se ha dado lugar una de las manifestaciones más
patentes de lo que puede la voluntad, la condensación de la voluntad,
la organización de la voluntad enfocada a la realización de un ideal. Al
contrario de lo que los bolcheviques creen, en el determinismo
económico, en la astucia de la historia, lo que ha mostrado la
revolución de octubre es la capacidad de la voluntad, la fuerza de la
voluntad, además de mostrar que la historia es una invención de la
creatividad humana. Lo grandioso de este acontecimiento, la
revolución rusa, comprendiendo su largo, mediano y corto ciclo, es
mostrarnos de lo que es capaz la intrepidez humana. Contra todo
pronóstico marxista, por lo menos del marxismo hasta la segunda
internacional, del marxismo “occidental”, la revolución proletaria se da
en un país atrasado, como llamaba Lenin, semi-colonial, de aplastante
mayoría campesina. En un territorio inmenso, conformado por las
conquistas del imperio zarista; geografía que corresponde al eslabón
más débil de la cadena de dominación capitalista, en su etapa
imperialista. En otras palabras, la revolución socialista se da a pesar
de la ausencia de las condiciones objetivas; débil composición
industrial, herencia de lo que se nombra como “despotismo” asiático,
incumplimiento de tareas democráticas, nacionalidades incorporadas al
imperio. Como dijimos en otro texto, la revolución se da contra la
historia y contra la realidad, como gasto heroico117.
117 Ver de Raúl Prada Alcoreza La subversión comunitaria. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
219
Es difícil sostener que la revolución de octubre verifica las tesis
marxistas; en primer lugar, por qué estas tesis son variadas y distintas.
Empero, sólo quedándonos con las tesis leninistas; es difícil sostener
que la revolución de octubre es el resultado del asenso del proletariado,
asenso que corresponde a la “evolución” subjetiva de la consciencia de
clase, que implica pasar de la conciencia en sí a la conciencia para sí,
inoculada por el partido. La socialdemocracia, de ese entonces,
marxista, no tiene incidencia en la revolución de 1905, que no deja de
ser una revolución constitucional, una revolución democrática, que,
empero, no logra realizarse completamente; se tiene que pactar con el
zarismo y conformar una combinación política abigarrada. Las crisis
vuelven a estallar con las huelgas obreras de 1914; hasta entonces el
proletariado había crecido en las ciudades industriales, dónde el capital
extranjero invertió cuantiosamente; sin embargo, el proletariado
seguía siendo una minoría en un país demográficamente campesino.
En estas condiciones no era concebible todavía una revolución
socialista. Las condiciones históricas se pueden resumir, simplificando,
en sus configuraciones política y económica panorámicas.
Políticamente, la condición corresponde, en primer lugar, a un Estado
monárquico, casi como una monarquía absoluta, Estado de un imperio
zarista. Esta forma de Estado es reconocido, por cierta historiografía,
como del “despotismo” asiático, asentado sobre un constitucionalismo
abigarrado y pactado. Estado sustentado sobre un enorme ejército;
empero ineficiente, en los contextos de la guerra moderna; contando
con el gobierno de partidos liberales y monárquicos condescendientes;
teniendo en frente a una gama de partidos socialistas, que dejaron en
el recuerdo a la lucha heroica campesinista de los populistas rusos.
Económicamente, usando el concepto de las tesis orientales (Lenin,
Trotsky y Mao), la condición histórica de la economía, su
caracterización, corresponde a la de un país cuyo perfil configura la
composición de un capitalismo atrasado, de desarrollo desigual y
combinado.
Es la primera guerra mundial la que va cambiar radicalmente la
situación; la institucionalidad del imperio zarista se desmorona, la
combinación democrática y monárquica se derrumba, un gigantesco
ejército, por el número de soldados en combate, mayormente
campesinos, se estanca en un frente también gigantesco. Cuando la
crisis llega lejos, cuando el vacío político es evidente, en febrero de
1917, se conforman soviets, es decir consejos de soldados, campesinos
y obreros. La coyuntura es la del poder dual, el doble poder; el
institucional, que prácticamente no tenía fuerza, y el de los soviets,
220
que conjunciona a las fuerzas reales y armadas del proletariado, los
campesinos y los soldados. En los soviets no eran mayoría los
bolcheviques, sino las otras conformaciones socialistas, los socialistas
revolucionarios, entre ellos. En ese contexto, los kadetes, demócratas
liberales, con sus alianzas circunstanciales, instauran un gobierno
provisional revolucionario y convocan a la Asamblea Constituyente.
De abril a octubre de 1917 el proceso es dramático e intenso. Los
aliados piden al nuevo gobierno continuar la guerra, los soldados
querían paz, los campesinos tierras y el pueblo en general pan. El
nuevo gobierno intenta con el general Kornilov una estrategia militar
en el frente, empero fracasa. Ante el claro intento de continuar la
guerra, el gobierno provisional se queda sin apoyo; la situación ya es
prácticamente insostenible. Los alemanes, por su parte, pedían el
retiro de Rusia de la guerra, para facilitarles la movilización y
concentración de fuerzas en el frente occidental. Lenin lanza la
consigna conocida de paz, pan y tierra, ganándose la simpatía de la
mayoría de los soviets. Sin embargo, había que resolver un problema
en el partido bolchevique, que siendo minoría en los soviets, deben
ganar la convocatoria de la mayoría de estos consejos de obreros,
soldados y campesinos; por otra parte, el partido no estaba convencido
con la tesis de abril de todo el poder a los soviets, para resolver el
dilema del poder dual. Lenin, si se quiere, se convierte en la vanguardia
de la vanguardia. Trotsky, menchevique, asimilado a los bolcheviques,
tiene el mandato de Lenin de preparar la toma del poder; tampoco está
muy convencido. Casi todos los bolcheviques consideran que hay que
esperar la maduración de las contradicciones. En octubre ya no hay
movilizaciones de masas como en febrero, cuando efectivamente se
derrumba la institucionalidad del imperio, como si fuese un castillo de
naipes, tampoco hubo movilizaciones obreras como en julio, cuando
cayeron 1700 obreros; las calles prácticamente están vacías, lo que se
da es un golpe de Estado, como lo reconoce el mismo León Trostky e
Historia de la revolución rusa118.
Viendo en perspectiva, retrospectivamente, y de una manera
crítica, podemos decir que, en realidad, octubre es el momento donde
se produce el evento cuando concluye la revolución de febrero. A
principios de año, los barrios obreros de San Petersburgo toman la
ciudad y los palacios, enfrentándose a la policía, contando con la
simpatía o la neutralidad de los cosacos, después ganándose a los
soldados, incluso a algunos oficiales. Es cuando se evidencia
118 León Trotsky: Historia de la revolución rusa. Editorial Tilcara, Buenos Aires.
221
categóricamente el desmoronamiento del régimen y la institucionalidad
zarista, cuando el zar Nicolás, perdido en su tren, es detenido en varias
estaciones y se ve obligado a retroceder, hasta que es arrestado y
obligado a abdicar al trono. Se instaura un gobierno provisional
revolucionario, que tampoco cuenta con la aquiescencia de las fuerzas
sublevadas, que se organizan en los soviets. Los soviets están
representados por las distintas tendencias socialistas de obreros y
soldados radicalizados. La revolución como tal se da en febrero, de
febrero a octubre se vive el intenso dilema y contraste del poder dual.
La habilidad de Lenin y Trotsky, no de todos los bolcheviques, es
preparar el golpe de Estado para concluir definitivamente en quién
queda el poder; en la institucionalidad ficticia representada en el
Palacio de Invierno o en el partido bolchevique, que termina asumiendo
la representación del proletariado, desplazando a los soviets,
desplazando incluso a la coalición de partidos socialistas sobre las que
se apoyó la revolución y los soviets.
Por eso, se puede decir, desde una perspectiva histórica,
haciendo un análisis retrospectivo, que octubre también es el momento
cuando se clausura la revolución, para ingresar a una etapa de la
dictadura del partido, que habla a nombre de la dictadura del
proletariado. Se trata del paso a la construcción de un Estado, no de
transición, como el concebido por la dictadura del proletariado, sino
permanente, rígido, militarizado, en constante defensa; primero,
contra la guerra civil, cuando la intervención imperialista apoya a los
“rusos blancos”; después, contra la amenaza imperialista constante,
defendiendo la “patria socialista”, aislada en un gigantesco territorio,
heredado del imperio zarista. Sin embargo, la guerra civil permite
llevar la “revolución” institucionalizada al resto de lo que van a ser las
repúblicas socialistas de la Unión Soviética. La historia del “socialismo
en un solo país” es la historia dramática de un mal entendido119.
Mientras el proletariado real se sumerge en la expansión de la
producción, la representación del proletariado emerge
apoteósicamente como mito, el mito de la universalización de la misión
del proletariado de la emancipación mundial del capitalismo, cuando es
un partido de intrépidos el que se ha hecho cargo de las
transformaciones, bajo la imposición de una férrea disciplina, que lleva
más lejos el diagrama disciplinario de los estados occidentales del
119 Revisar el libro de Martin Malia La tragédie soviétique. Histoire du socialisme en Russie 1917-1991. Éditions du Seuil; Paris 1994.
222
capitalismo y la modernidad. Se trata de un Estado policial absoluto
que emprende la más rápida revolución industrial militarizada.
A fines de 1917, después de la toma del palacio de invierno, se
dan las elecciones por la Asamblea Constituyente. Los resultados son
ilustrativos de la composición de fuerzas elegidas, aunque no de la
correlación de fuerzas en el campo político; los bolcheviques obtienen
el 24% de la votación y de los escaños; la victoria corresponde al
socialismo revolucionario, que obtiene el 40% del sufragio; los
mencheviques obtienen el 2% de los escaños, el mismo porcentaje
consiguen los Kadetes. Martin Malia dice que el 85% de los asientos
electorales corresponde a las distintas corrientes socialistas; también
dice que en la Asamblea Constituyente no hay preponderancia
bolchevique, tampoco un claro reconocimiento del gobierno de los
soviets. El 6 de enero de 1918 se dispone la dispersión de la Asamblea
Constituyente; para tal efecto intervienen los marinos de la flota del
báltico120. El argumento de Lenin es que la democracia de los soviets
es superior a la democracia burguesa. Por este camino se termina
optando por abandonar la democracia constitucional a nombre de la
democracia de los consejos de obreros, soldados y campesinos;
empero, el problema va a ser, que incluso, después, se abandona la
democracia de los soviets por el comunismo de guerra, con la
emergencia de la guerra civil. Cuando acaba ésta no se deja el
comunismo de guerra, que concentraba y centralizaba el poder en el
gobierno; los soviets no recuperan su potestad democrática proletaria;
lo que ocurre es que el poder se transfiere al partido, del partido al
comité central, del comité central a la dictadura de un hombre.
Haciendo una digresión, en la misma perspectiva histórica, de
análisis retrospectivo, vemos que las proximidades de Lenin, Trotsky y
Stalin, son grandes, a diferencia de lo que las corrientes polémicas
posrevolucionarias lo creen. La base “ideológica” compartida es el
leninismo de antes de la toma de decisión por la Nueva Política
Económica (NEP); esta base “ideológica” puede resumirse a la tesis del
partido y a la tesis teleológica de la confluencia histórica en la
revolución socialista. Ambas tesis llevan a atribuir plenos poderes al
partido en el gobierno; ambas tesis sostienen el comunismo de guerra,
que va a ser la estrategia y política privilegiada a lo largo de la
dramática historia de la Unión Soviética, intercambiando, por etapas,
por distintas versiones de la NEP, que es la del capitalismo de Estado
y de la convivencia con los compañeros de ruta, los campesinos, sobre
120 Ibídem: Pág. 168.
223
todo los kulak, abriéndose al mercado, empero sosteniendo la
industrialización forzada. Durante la NEP, Trotsky va ser opositor de
izquierda a esta política, decidida por Lenin, en tanto que Bukharin,
apoyado por Stalin, en ese entonces, va apoyar esta ruta, además de
teorizar sobre ella, concibiendo la tesis, basada en la tesis de
Preobrazenski, de la acumulación originaria del socialismo. Trostky
propone una revolución industrial militarizada; es decir, la
radicalización del comunismo de guerra. Cuando en 1929, Stalin asume
la dirección del partido, decide retomar la ruta del comunismo de
guerra y de la industrialización militarizada. Desde esta perspectiva, se
puede decir que Stalin es un trotskista consumado; también se puede
decir que el trotskismo, como corriente posrevolucionaria, es un
leninismo consumado, llevándolo hasta sus últimas consecuencias, por
lo menos imaginarias. En este periodo dramático de la revolución rusa,
dos, hasta tres, expresiones, se desplazan desde bolchevismo o
leninismo. Primero, son los obreros y marineros de Kronstadt,
vanguardia de la revolución, que, una vez que termina la guerra civil
(1921), una vez que son derrotados los “rusos blancos”, piden devolver
el poder a los soviets, demandan la democracia obrera, dejando el
comunismo de guerra, que era comprendido como recurso provisional
y de emergencia para afrontar la guerra civil. La respuesta va a ser
represiva; el ejército rojo, comandado por Trotsky, masacra a los
sublevados, considerados aliados del imperialismo. Segundo, es
Bukharin, que del otro lado, en contraste con los marineros y obreros
de Kronstadt, participa y teoriza sobre la ruta de la NEP. Tercero, es el
mismísimo Lenin, que en su testamento, propone una revisión de la
estrategia del comunismo de guerra y de la concepción del socialismo,
apegada esta estrategia, concibe un socialismo basado en
cooperativas. Esta apreciación puede parecer sorprendente; empero,
no debería serlo, forma parte de las paradojas en la historia.
Corrientes, que se enfrentan, se contrastan, se contradicen, corrientes
“enemigas”, comparten un mismo suelo “ideológico” y epistemológico,
constituyen la misma tendencia histórica, aunque los protagonistas no
lo consideren así y se esmeren por diferenciarse.
A propósito, Lezek Kolakowski, en Las grandes corrientes del
marxismo, dice que si entendemos por bolchevique a alguien que
acepta todos los principios del nuevo orden; vale decir, poder ilimitado
de un partido único, unidad granítica en el seno del partido, ideología
excluyente de las otras ideologías, dictadura económica del Estado,
considerando que todo esto es posible, en un determinado sistema,
evitando el despotismo de una oligarquía o de un individuo, de
224
gobernar sin recurrir al terror, preservando los valores bolcheviques,
sostenidos a lo largo de la lucha por el poder. Poder definido como
gobierno de los trabajadores o del proletariado, comprendiendo la
libertad del desarrollo cultural, en relación al arte, a la ciencia y a las
tradiciones nacionales. Si bolchevique significa todo esto, la palabra
designa simplemente a un hombre incapaz de llegar a sus propias
conclusiones a partir de sus propias premisas. Por otra parte, si la
ideología bolchevique no es solamente un conjunto de ideas generales,
sino que implica la aceptación de sus consecuencias inevitables,
derivadas de los propios principios, entonces Stalin es, con todo
derecho, de ser proclamado el más consecuente de todos los
bolcheviques y de todos los leninistas121. Kolakowski concluye que
Stalin es Trotsky e acción.
Esquematismos y maniqueísmos en Bolivia
Comencemos con los esquematismos y maniqueísmo de la
izquierda tradicional. El mito del partido es el imaginario compartido
en los partidos de la izquierda tradicional; en los que se clasifica por
“estalinistas” por los grupos trotskistas, así como en los mismos grupos
trotskistas, descalificados como “ultras” por los “estalinistas”, incluso
acusado por parte de los “estalinistas”, así como por el vicepresidente,
por terminar de coadyuvar a la “derecha”. Mito del partido compartido
innegablemente por el vicepresidente, quien parece haberse
desplazado momentáneamente, por un lapso, a posiciones
comunitaristas, cuando formaba parte de Comuna; sin embargo, ha
vuelto al redil del mismo imaginario esquemático de la izquierda
tradicional. Es sintomático observar que esta izquierda se esmera
celosamente por ser la portadora del mito; son anecdóticamente
controversiales las pugnas y guerras intestinas en esta izquierda. No
es pues sorprendente que se acusen mutuamente de traición, de
desviación, de revisionismo, incluso, como es el caso delirante del
vicepresidente, de “derechismo”, cuando creen que los otros no
responden a la figura esquemática del imaginario maniqueo. Lo cierto,
es que a pesar de sus diferencias, comparten celosamente el mito del
partido y el esquematismo leninista, lo hagan de una manera o de otra,
incluso solitaria, como lo hace el vicepresidente, sin contar con un
partido bolchevique, sino con un partido populista, que él mismo llama
gelatinoso. El vicepresidente sintetizaría, imaginariamente claro, en su
121 Leszek Kolakowski: Las grandes corrientes del marxismo.
225
persona el partido, la teoría leninista, la representación del
proletariado, aunque también pretende, en vinculación con el
presidente, representar a los pueblos indígenas, y el centralismo
democrático. Los demás, el resto, el partido gelatinoso del MAS, los
retrasados en la consciencia en sí, gremial, deben obedecer. No nos
interesa entonces escuchar quién es el portador del fuego santo, el
iluminador, si los residuos de la izquierda tradicional o el
vicepresidente, sino detenernos a describir la incidencia del mito del
partido y del esquematismo leninista en la dramática historia política
de la izquierda en Bolivia.
Hemos visto, en la historia inicial de la Unión Soviética, como los
bolcheviques descartan a los demás partidos socialistas, componentes
de los soviets y partícipes de la revolución de 1917, desde comienzos
del año; después asistiremos cómo un miembro del comité central del
Partido Comunista, Joseph Stalin, hace asesinar a los demás miembros
del comité central, quedando como único digno representante del
comité central, del partido, de la Unión Soviética y del proletariado
universal. Sorprende, que en los demás países, después de la
revolución rusa, sean los mismos bolcheviques los que se descarten,
incluso antes de la toma del poder, a la que no llegan, a pesar de todo,
salvo excepciones, que comienzan la revolución fuera del
esquematismo leninista.
En Bolivia, a partir de una coyuntura crítica, el golpe del general
Banzer Suárez (1971), la derrota de la Asamblea Popular, la caída del
gobierno nacionalista del general Juan José Torres, el trotskismo,
aglutinado y organizado principalmente en el POR, se hace trizas,
diseminándose en pedazos dispersos, cada uno de los cuales se
reclama de partido de vanguardia. Si ya antes había ocurrido un
desplazamiento, no necesariamente parecido, con el “entrismo” de
militantes trotskistas al MNR, también con la formación del POR
Combate, influenciados por el trotskismo de la cuarta internacional de
Nahuel Moreno122, lo insólito acaece después de la Asamblea Popular.
Lo mismo pasa con el PC, fundado por Sergio Almaraz Paz, después de
la crisis del PIR, que se alía a la “rosca minera” para derrocar a
Gualberto Villarroel. El PC expulsa a Sergio Almaraz por sus
“veleidades” nacionalistas y por leer más a Albert Camus que
122122 Nahuel Moreno (1924-1987). Teórico trotskista argentino. Organizador del Secretariado
Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo (SLATO) y luego de la Liga Internacional de los Trabajadores -
Cuarta Internacional (LIT-CI).
226
Konstantinov. Más tarde, en pleno conflicto Chino-Soviético, después
de la muerte de Stalin, los PCs se dividen; unos definidos según su
tendencia moscovita, los otros definidos según su tendencia pequinesa.
Cada uno se reclama más marxista leninista que el otro, es decir más
bolchevique. Con la revolución cubana, va a aparecer, en América
Latina, también en Bolivia, una tendencia clasificada, por los otros
partidos “bolcheviques”, de “foquista”, refiriéndose a la estrategia
guerrillera que devino en la revolución cubana. Esta tendencia se
reclamará de guevarista, asumiendo la concepción y el recorrido del
insigne guerrillero Ernesto “Che” Guevara. No olvidemos que es el PC
de Cuba el que se constituye en el poder y el que imprime su
concepción bolchevique a las transformaciones realizadas en la isla del
Caribe, claro que combinadas con la tradición guerrillera recogida,
asumida y teorizada por el propio partido. De todas maneras, lo que
llama la atención son tantos bolchevismos que, en vez de unirse, por
lo menos para efectuar la “revolución”, se esmeran por diferenciarse
como vanguardia respecto de los otros, calificados de revisionistas o
“ultras”.
Como dijimos, esta actitud insólita, no está exenta del
vicepresidente; al contrario, esta expresada de una manera arrebatada
y extrema, cuando se considera el “último bolchevique”, solitario
perdido en el desierto de la incomprensión. Estamos entonces ante un
síntoma alarmante del imaginario esquemático y maniqueo “leninista”.
¿Cómo explicar este fenómeno? ¿Cuáles fueron sus incidencias y
repercusiones en las luchas sociales?
El imaginario bolchevique ruso se basa en la confianza
racionalista del materialismo histórico, confianza sustentada en el
supuesto de la astucia de la historia y apoyada en las tesis orientales,
así como en la tesis del imperialismo. Esta confianza explica la gran
voluntad acumulada, concentrada, intensificada, en la formación del
partido revolucionario, partero de la historia. Hay como una
sobreestimación de las fuerzas, supuestamente acrecentadas por la
fuerza inmanente de la “dialéctica” histórica. La coyuntura de la
primera guerra mundial, el desmoronamiento del imperio zarista, les
otorga la oportunidad de efectuar la utopía marxista, en el contexto de
una demoledora crisis del capitalismo, en su fase imperialista. La
pregunta es: ¿sobre qué se sostiene la confianza de los bolcheviques
bolivianos, fuera de heredar el mito del partido y el fundamentalismo
racionalista de la astucia de la historia? Se puede decir que los
bolcheviques bolivianos, así como los latinoamericanos, basan también
227
su confianza en hecho de la revolución rusa y en la existencia de la
Unión Soviética. Son atrapados por este pasado inmediato, se sienten
apoyados por el peso del acontecimiento de la revolución rusa, después
por el peso de la revolución china, más tarde por el peso de la
revolución cubana. Son las imágenes de estas revoluciones las que
sostienen su confianza y su incursión en la lucha política. Hay como un
doble juego imaginario; primero, la de la astucia de la historia;
segundo, el imaginario reforzado por irradiación de estas revoluciones.
Hay también una doble sobrevaloración de las fuerzas; no importa que
no se llegue a la escala organizacional de los bolcheviques rusos, basta
con formar células, reconocerse como partido leninista, como para
adquirir la fuerza histórica de los bolcheviques rusos. A cada partido
bolchevique, por más pequeño que sea, por poco organizado que sea,
le es suficiente imitar a los bolcheviques rusos como para seguir el
mismo curso. Incluso se repite imaginariamente las mismas facetas;
eclosión espontanea, gobierno provisional revolucionario, alguien que
se parezca a Kerenski, después la revolución de octubre repetida. Cada
bolchevique es portador del “espíritu” de la historia. La creencia de ser
portadores de este poder mesiánico explica la excesiva confianza,
además, también explica los insuflados egos, así como explica el
desperdicio de tiempo en micro-guerras intestinas, divisiones,
separaciones, defenestración de revisionistas o “ultras”, llegando al
extremo de minúsculos partidos, que no han perdido la certidumbre en
ser los portadores de la gran revolución mundial. Este estilo de
“bolchevismo” ha debilitado las fuerzas, ha ocasionado también
divisiones en el proletariado, ha empujado a fracasos políticos, a pesar
de los grandes esfuerzos de las masas, de las multitudes, del
proletariado, de los pueblos. Por otra parte, este estilo “leninista” los
ha aproximado al imaginario frenético de la revolución inminente, en
cualquier circunstancia, más o menos conflictiva, alejándolos de una
información y comprensión adecuada de la historia efectiva, las
coyunturas y contextos concretos.
Estamos ante ejemplos de la alucinación intelectual radical. Estar
atados al pasado, aunque sea el pasado inmediato, es una condena,
como lo había descrito Marx en el 18 de Brumario de Luis Bonaparte.
Los “revolucionarios” se invisten de los trajes y glorias de los fantasmas
del pasado, creyendo que con esto se insuflan del espíritu acumulado
de los héroes. Era preferible, como dice también Marx, aconsejando a
los revolucionarios del presente, que no tengan nada que ver con el
pasado, que comiencen una nueva historia, inventando sus propias
interpretaciones y sus propios métodos. Con todo, los bolcheviques
228
rusos tuvieron que inventarse una revolución sui generis, un
capitalismo de Estado y un socialismo de guerra, propuestos por Lenin,
como columna vertebral de un socialismo estatal, es decir, policial. En
cambio, en la mayoría de los casos, en América Latina, los
“bolcheviques” latinos quedaron atrapados en la telaraña tejida por los
fantasmas del pasado. No son más que “bolcheviques” nostálgicos y
melancólicos, arrepentidos de lo que pudo haber sido y no fue.
Ahora bien, con el “último bolchevique” hay una variante, quizás
abrumado por su propia soledad buscada; el “último bolchevique”
considera que el proceso boliviano, de 2000 al 2013, es ya la
realización de la gran revolución, con el aditamento, que también sería
una revolución indígena. Imaginariamente ha resuelto el problema de
los “bolcheviques” andino-amazónicos; la “revolución” no hay que
efectuarla en el futuro, sino que ésta ya se ha hecho, aunque nadie se
dé cuenta de este acaecimiento. Ahora hay que consolidarla, aunque
nadie sepa qué es lo que hay que consolidar.
Lo que hay que evaluar es la incidencia y repercusiones de este
estilo de política y práctica “revolucionaria” en el decurso de las luchas
emancipatorias y de liberación anticapitalistas, antiimperialistas y
anticoloniales. Lo primero que hay que anotar al respecto es que se
opta por la fuerza, por la violencia “revolucionaria”, que no hay que
confundir con la dictadura del proletariado, que más bien propone una
transición en la desaparición del Estado; transición que se basa en la
participación y la construcción colectiva del socialismo123. Al respecto,
se puede considerar, incluso comprender, sin necesariamente aceptar,
que la opción por la fuerza y la violencia responde, no sólo a las
amenazantes circunstancias en las que nace el Estado Soviético, sino
al entendimiento de que, en el fondo, incluso en democracia, la pugna
se resuelve por la correlación de fuerzas. En el substrato político se
mueven las fuerzas descarnadas. Nadie puede hacerse ilusiones de los
buenos oficios de los contendientes, ni de que van a acatar las reglas
del juego, al pie de la letra. Como se dice popularmente, esta es la
cruda realidad. Sin embargo, el problema es la perspectiva
emancipadora y liberadora, si se quiere, revolucionaria; ¿se puede
emancipar, liberar, trasformar radicalmente la sociedad, mediante el
uso privilegiado de la fuerza y de la violencia? ¿Imitar el uso del poder
de las clases dominantes no es convertirse en clase dominante? Este
es el tema crucial. La emancipación, la liberación, el socialismo, la
descolonización, no se impone, se construye colectivamente. Si no se
123 Revisar de Etiene Balibar Dictadura del Proletariado.
229
puede hacer esto, construir el socialismo con la sociedad, construir la
alternativa social de-colonial, construir el comunismo, construir el
comunitarismo, con la participación democrática de la sociedad, se
termina construyendo una sociedad a imagen y semejanza del Estado,
una sociedad disciplinada. La potencia social es reducida, inhibida,
domesticada, capturada, obligándola a seguir los moldes diseñados por
la ingeniera social burocrática. Sólo el autoengaño puede llamar a esta
conformación socialismo, comunitarismo, comunismo, descolonización.
Aunque se avancen en la resolución de los problemas de desigualdad,
discriminación y marginamiento, con programas y ejecuciones
gigantescas en lo que respecta a la salud y la educación, logrando,
además el pleno empleo, como ocurrió en los países del los estados del
socialismo real, el problema es que se ha convertido a la sociedad en
rehén del Estado, inhibiendo sus capacidades creativas. Una sociedad
disciplinada no es una sociedad liberada, aunque si se puede aceptar,
con mucha reticencia, que pueda ser una sociedad emancipada. En
otras palabras, este camino de la violencia “revolucionaria”,
condicionado por la cruda realidad, no resuelve el problema mayúsculo,
que se encuentra en la matriz del problema; no resuelve el problema
del poder.
A estas alturas de las historias políticas, debemos hacer memoria
y evaluar críticamente las experiencias “revolucionarias”. Contando
con la caída de los estados socialistas de la Europa oriental, con el
decurso contradictorio del “socialismo de mercado”, optado por la
Republica Popular de China, quizás también por Vietnam. Contando
con la tremenda discusión en Cuba, respecto de la apertura dirigida y
controlada hacia el mercado, que muy pocos “bolcheviques”, fuera de
Cuba, se han interesado e informado. La mayoría ha descalificado esta
discusión y ha condenado a la revolución Cubana, en el momento
crítico que le asiste asumir y resolver. A estas alturas de las
temporalidades políticas acumuladas, no sólo se deben discutir las
estrategias, las tácticas, los métodos de emancipación y liberación,
sino que la discusión debe llevar a transformar las estrategias y las
tácticas, las concepciones “revolucionarias”, que parecen cuestionadas
y contrastadas por la misma historia efectiva. Insistir en los mismos
procedimientos, en las mismas concepciones, que acompañaron a las
revoluciones pasadas, que ciertamente forman parte de la memoria de
las luchas sociales, que hay que valorarlas y recordar, es creer en la
eterna repetición de lo mismo. Ahora, hacer esto, repetir lo mismo, en
las condiciones histórico-sociales-económicas-culturales del siglo XXI,
las trasformaciones del capitalismo, del orden mundial de dominación,
230
de la combinación y composición de los diagramas de poder, es apostar
al fracaso, por más que se prologue por un lapso de tiempo la ilusión
del cambio.
A estas alturas de la experiencia histórica-política de los pueblos,
es indispensable evaluaciones críticas de esta experiencia, es urgente
hacer otras rutas, que sean efectivas en la destrucción del poder y del
Estado, que son los problemas, los límites, los obstáculos, que no han
podido cruzar ni resolver las “revoluciones”. Una de las rutas
sugerentes y propositivas se encuentra en la experiencia zapatista en
la selva lacandona. Experiencia maya y experiencia de resistencia
social popular, combinada y compuesta de comunidades indígenas.
Experiencia conformada por la confluencia guerrillera, así como de
marxismos, puestos en cuestión en el escenario comunitario, también
de prácticas y discursos de la teología de liberación, de los mismos
modos puestos a prueba. Experiencia texturada por la emergencia
colectiva, donde comienzan a desaparecer los perfiles individuales y
protagónicos; lugar donde nace el enunciado de mandar obedeciendo,
apropiado y usado por otros de manera demagógica, sin comprender
que el sostén del enunciado es un conjunto de prácticas participativas
y éticas. El zapatismo enseña a romper las jerarquías, las
representaciones y delegaciones consabidas, los egos inflamados,
aceptar humildemente y pacientemente la construcción deliberada de
la decisión comunitaria. El logro de las autonomías indígenas, la
realización integral de estas autonomías, sobre todo en la constitución
de sujetos comunitarios, solidarios, complementarios, recíprocos, es ya
una victoria sobre el Estado y el poder.
Si bien el zapatismo no se extendió a toda la formación social
mexicana, a los Estados Unidos Federales de México, a la sociedad
abigarrada mexicana, se debe a condicionamientos y factores que
podemos considerar como de cristalizaciones conservadoras,
coagulaciones institucionales, todavía ancladas en el imaginario
recurrente y proliferante del poder. Tanto “izquierdas” como
“derechas” han mostrado descarnadamente sus conservadurismos
recalcitrantes124. La sociedad, el grueso popular de la sociedad, que en
principio recibió con entusiasmo la emergencia, la guerrilla territorial
y comunicacional zapatista (1994), empujada a reflexionar a partir de
su propia memoria, de su propia matriz, la de la revolución mexicana
(1910-1940), la revolución agraria, la movilización guerrillera de
124 Ver de Raúl Prada Alcoreza Conservadurismo recalcitrantes. Bolpress, La Paz 2013; Rebelión, Madrid 2013; Dinámicas Moleculares, Horizontes nómadas; La Paz 2013.
231
indígenas y campesinos de principios del siglo XXI, se vio en
dificultades cuando el zapatismo preguntó a la sociedad qué se pone
en el programa colectivo hacia una Asamblea Constituyente. Lejos de
la predisposición a la participación, acostumbrados, los miembros de
la sociedad, a seguir un programa, a un líder, a un partido, se vieron
interpelados, empujados a ser responsables inmediatos de la
construcción colectiva de la política. Este desafío no fue respondido o,
mas bien, la respuesta fue optar por lo conocido, por seguir haciendo
lo que antes se hizo, buscar opciones electorales de “izquierda”.
Cuando se ganó las elecciones, no se defendió a muerte la victoria,
como corresponde, dejando escatimar los resultados con fraudes
escandalosos, empero institucionalizados. Se puede decir, entre otras
cosas, entre otras atribuciones, que el zapatismo es una pedagogía
política.
Hay que aprender de esta experiencia, que ya se acerca a las dos
décadas, cuyos resultados son altamente apreciables, cuando las
comunidades zapatistas lograron no solo ejercer la autonomía y el
autogobierno, la gestión territorial, la gestión social y la gestión
comunitaria, de manera ejemplar, conformado sus entramados
sociales comunitarios, su “economía” complementaria, su educación
desescolarizada, su política de mandos rotativos y asambleístas, la
constitución de subjetividades auto-determinantes. Hay que aprender
del zapatismo a liberar la potencia social de-construyendo
sistemáticamente las formas y los perfiles del poder.
La re-insurrección zapatista
Nicté Fabiola Escárzaga, en su tesis de doctorado La comunidad indígena en las estrategias insurgentes de fin del siglo XX en Perú,
Bolivia y México, hace el análisis comparativo de tres insurgencias dadas en el continente, en su contemporaneidad intensa y crítica. Las
tres experiencias subversivas tienen una vinculación importante con las comunidades indígenas mayas, en México, aymara y quechua, en
Perú y Bolivia. La investigación de Fabiola Escárzaga es un gran aporte por su análisis comparativo, lo que falta hacer en América Latina y el
Caribe, así también por los temas complejos e intensos que toca, porque aporta luces a la comprensión de estos movimientos
insurgentes y, a través de estos movimientos, hacer inteligibles el presente de las formaciones sociales de Mesoamérica y los Andes. En
lo que respecta a la emergencia zapatista escribe:
232
En la experiencia mexicana, un grupo de guerrilleros mestizos
provenientes del norte capitalista y próspero del país, Nuevo León y de otras ciudades de provincia, las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN)
se instalan en forma clandestina en territorio chiapaneco en 1969, que
consideran el espacio más atrasado del país y por ello suponen que es el más propicio para organizar una insurrección campesina. Los
campesinos se enfrentan al despojo de sus tierras por los terratenientes para el cultivo de café y por el propio gobierno para la
extracción de petróleo, gas y la construcción de hidroeléctricas, en beneficio de los intereses del gran capital y de las trasnacionales. La
única salida dejada por el gobierno federal a los campesinos sin tierras es la colonización de la selva lacandona.
Para afrontar la tarea de colonizar una tierra virgen, la población
campesina mayoritariamente indígena, desarrolla un complejo proceso de reconstitución comunitaria, que es apoyado por la diócesis de San
Cristóbal a cargo del obispo Samuel Ruiz, que aporta recursos materiales, promueve la organización comunal y estimula el desarrollo
de la conciencia de su identidad étnica entre los campesinos y más
tarde, reconociendo las limitaciones de sus recursos técnicos y políticos, convoca a trabajar en la diócesis a grupos militantes maoístas
Unión del Pueblo y Línea Proletaria que ofrecen los recursos técnicos y políticos necesarios para la organización campesina de carácter
regional y para la negociación con el estado. La forma de organización ejidal impuesta por el gobierno, es asumida por grupos de
colonizadores indígenas y mestizos organizados como el soporte jurídico oficial que permite una organización comunal recreada. Los
protozapatistas mestizos de las FLN se incorporan a esta dinámica y establecen, luego de un prolongado trabajo clandestino de infiltración,
una alianza con los dirigentes indígenas formados en ese proceso, de su conjunción se constituye en 1983 el EZLN.
La insurgencia indígena zapatista hace visibles las fisuras del
desgastado proyecto nacionalista revolucionario y del sistema de
partido de estado construido por él, que han sido profundizadas por el neoliberalismo y pone en evidencia la fragilidad del proceso de
democratización del país. El zapatismo saca a la luz y denuncia las grandes contradicciones del país: la no integración de los indígenas
mexicanos a la nación mestiza que los excluye; la persistencia de mecanismos de opresión precapitalista en algunas regiones periféricas
del país, particularmente en aquellas de predominio demográfico indígena, donde los mecanismos del racismo viabilizan la persistencia
y legitimidad de tales relaciones productivas. Visibiliza también la recurrente apuesta por la lucha armada por grupos campesinos
indígenas y mestizos y urbanos descontentos durante la segunda mitad del siglo XX, negada por el gobierno mexicano.
233
El zapatismo en su discurso juzga y condena desde la conciencia
del México moderno el atraso de la periferia y la marginación de los indígenas que es solapado y aprovechado por los políticos del centro
del país y por los grandes intereses económicos, nacionales y
trasnacionales. El zapatismo se mueve en ambos mundos, el atrasado y el moderno, en ambos terrenos, en Chiapas y en el centro político
del país, cuyas lógicas conoce gracias a la conformación heterogénea de sus cuadros. Aprovecha también el contexto internacional favorable
a las reivindicaciones étnicas e inscribe parcialmente en él su propio proyecto. La estrategia zapatista desplaza desde lo militar hacia lo
mediático gran parte de sus fuerzas y coloca el conflicto en distintos niveles: el local, el regional, el nacional y el internacional125.
En lo que respecta a la caracterización de las condiciones
histórico-sociales-económicas y culturales donde va emerger la re-insurrección zapatista, Escarza las describe da la siguiente manera:
El caso de Chiapas no corresponde al patrón productivo
dominante en la mayor parte del territorio mexicano (centro y norte),
en donde las relaciones de producción capitalistas fueron dominantes desde las últimas décadas del siglo XIX, a través de la hacienda en la
que no obstante persistieron mecanismos de explotación precapitalista, hasta el triunfo de la burguesía en la revolución de 1910-
1920. En Chiapas, su vinculación al mercado mundial a pesar de su atraso fue la constante, mientras que permaneció prácticamente ajena
al mercado nacional y a la intermediación de las élites económicas y políticas del centro del país, hasta muy avanzado el siglo XX, allí, a
diferencia de lo que ocurrió en los países andinos, los grandes o medianos propietarios, los finqueros, tomaron en sus manos la
dirección del proceso productivo en las tierras susceptibles de producir para esa demanda externa o para el mercado interno, para ello fueron
despojando de la tierra a las comunidades indígenas e incorporaron a la fuerza de trabajo bajo el mecanismo del peonaje por deudas,
permanentemente en algunas regiones del estado y temporalmente en
otras, de acuerdo a las necesidades de la producción.
Este mecanismo permitió la sobrevivencia marginal de las comunidades indígenas en los Altos, que reproducen a muy bajo costo
la fuerza de trabajo temporal que requerían otras zonas del estado, que eran contratados como peones por los enganchadores y retenidos
mediante el endeudamiento. La cultura del desalojo como la denomina García de León, que vuelve a los indios dependientes de los finqueros,
sometidos bajo mecanismos precapitalistas que se legitiman mediante relaciones paternalistas del patrón sobre los peones. Paradójicamente,
125 Nicté Fabiola Escárzaga: La comunidad indígena en las estrategias insurgentes de fin del siglo XX en
Perú, Bolivia y México. Tesis de Doctorado en Estudios Latinoamericanos Facultad de Ciencias Políticas y Sociales Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM.
234
este proceso de desintegración comunitaria convierte a la comunidad
indígena autónoma, prácticamente inexistente, en la máxima aspiración de la población indígena, autonomía campesina que sólo
podría ser alcanzada recuperando la tierra126.
Una primera pregunta debemos hacernos: ¿dónde está la matriz
de la re-insurrección zapatista? Ciertamente, por el mismo nombre
dado y asumido, nos trasladamos a la revolución mexicana de
principios del siglo XX, desde la segunda década, cuando estalla.
Emiliano Zapata es el símbolo de la revolución agraria; su fantasma es
constitutivo de la memoria mexicana; sobre su cadáver, sobre su
asesinato y traición, se erige el Estado mexicano. La institucionalidad
del Estado-nación va poner la primera piedra imaginaria en este
general campesino, enterrado para construir precisamente el Estado.
Los muertos sirven para eso, para ocupar el lugar del origen de los que
vienen. Sin muertos no hay nación, no hay sociedad, no hay Estado.
Cuando los zapatistas de la selva lacandona retomaron el nombre del
origen, removieron los cimientos imaginarios del Estado. Cuestionaron
su legitimad, la del Estado; esta legitimidad estatal se encuentra
cuestionada por otra interpretación del origen; nacimiento convocado
para continuar la guerra, no sólo agraria, sino también indígena,
descolonizadora.
Los zapatistas vencieron al invencible Partido de la Revolución
Institucional (PRI), al partido-Estado, que también es Estado-partido.
Después de los acontecimientos de 1994, cuando estalla la guerrilla,
en pleno momento de la firma del Tratado de Libre Comercio con
Estados Unidos y Canadá, queda interpelado este tratado, el acuerdo
multinacional neoliberal, la globalización privatizadora, así como
también la política, la estrategia económica y la legitimidad del PRI.
Una vez acaecido el contra-suceso, el contra-poder, el contra-tratado,
enunciado como rebelión indígena, el PRI no va tener nunca más la
consistencia aparente y coercitiva que tenía. Va a ser fácil vencerlo,
incluso en las elecciones, como se ha evidenciado esto después. Pero,
los zapatistas no estaban interesados en tomar el poder; la guerrilla se
efectuó para obligar al Estado a dialogar con los hombres y mujeres
invisibles o invisibilizados, los indígenas. Se trataba de una guerrilla
distinta o de un uso distinto de la guerrilla, una guerrilla que reclama
dignidad, reconocimiento por parte del Estado; poner en la mesa la
126 Ídem.
235
cuestión olvidada, la cuestión colonial y de la colonialidad; colocar en
la mesa, no como convidados de piedra, sino con voz propia, lengua
propia, presencia propia, a los olvidados, a los indígenas. La guerrilla
zapatista removió los cimientos del Estado y conmocionó al ser mismo
mexicano.
Ciertamente esta es la matriz histórica, pero, ¿cuál es la matriz
efectiva? El referente próximo. Indudablemente es Tlatelolco, la
movilización estudiantil y concentración en la plaza donde se masacró
y asesino a las multitudes estudiantiles congregadas (1968). Ante la
revolución cultural estudiantil, que pedía autogestión,
autodeterminación, los jerarcas del Estado vieron en esta movilización
una afrenta a la nación y una fuga de la institucionalidad estatal
coagulada. La respuesta fue de una violencia descomunal; se optó por
el asesinato masivo, así como se había optado por la traición y el
asesinato de Emiliano Zapata, para acabar con la revolución agraria y
reducirla a una reforma agraria institucionalizada y controlada.
Algunos sobrevivientes de la masacre de Tlatelolco huyeron a la
selva lacandona. Después de un tiempo, el grupo guerrillero, que huía
del norte, perseguido, fue a buscar a sus compañeros, aquellos
sobrevivientes de la masacre. La matriz entonces efectiva de la re-
insurrección zapatista es este acontecimiento intenso y dramático de
la revolución cultural estudiantil de 1968. Este acontecimiento es el
referente de la guerrilla, la sublevación indígena zapatista. Se entiende
entonces que sobre la base de esta revolución cultural, de esta nueva
constitución subjetiva, se produzca ese desplazamiento de la formación
enunciativa zapatista. Un nuevo discurso de-constructivo,
autogestionario, auto-determinante y comunitario. Fueron las
comunidades mayas, donde se insertaron estos guerrilleros, las que los
re-educaron, interpelados por los saberes indígenas, por la fortaleza
ética y cultural de las comunidades mayas. El marxismo de los
guerrilleros tuvo que ser revisado.
Ahora bien, si hablamos de matrices, es la estructura de larga
duración, es el ciclo largo, es la memoria larga, lo que entra en juego.
Es la relación de las comunidades mayas con la tierra, el territorio, los
ciclos del suelo, los ciclos del agua, los ciclos del aire, los ciclos de los
bosques; es en definitiva, la relación con la vida, lo que está en el
comienzo, diremos, metafóricamente, eterno de la vida. Lo que en
lengua colonial se llama indígena es esto, lo común, las formas de dar
curso a lo común, de efectuar lo común, de convivir en lo común. Es
236
también la cultura de los cultivos, la cultura del maíz, la cultura de la
milpa y los tejidos.
Los guerrilleros mestizos que llegaron a la selva lacando tienen
en la constitución de su ser al “indígena”; no podía ser de otra manera.
No hablamos biológicamente, pues todos lo somos, todos somos
mestizos, sino de subjetividades, de mestizajes subjetivos; es decir,
de afectividades, de sensibilidades, de imaginaciones e imaginarios, de
reflexiones y memorias. Los y las mestizas son como espesores de
intensidades en torbellinos encontrados, contrastados. Nunca saben
quiénes son, aunque este dilema sea también de los no mestizos;
empero, en los mestizos es un dilema desgarrador. Creyeron encontrar
la realización en el padre blanco; pero, esta imitación los llevó a
perderse en el laberinto del reconocimiento. Solo pueden encontrar la
paz volviendo al vientre de la madre indígena. Por eso, cuando los
mestizos se encuentran sinceramente, honestamente, abiertamente,
humildemente, con los indígenas, se reeducan, aprenden, se des-
constituyen para reconstituirse de otra manera. Es esta una enseñanza
que se debe aprender de los mestizos zapatistas, que, a su vez,
asimilaron de los zapatistas indígenas.
La primera enseñanza es no ser vanguardia, mejor dicho, no
creerse vanguardia. Al contrario, ser “retaguardia”, si podemos usar
eta palabra, metafóricamente. Mucho mejor, ser parte de la
comunidad, de las formas de organización de la comunidad. En
principio, sobre todo en el momento militar, cuando estalla la guerrilla,
había subcomandantes, los comandantes eran las autoridades de la
comunidad. El EZLN contaba con ciertas atribuciones de decisión
independiente; los subcomandantes, eran como las autoridades
militares, el subcomandante Marcos era como el vocero del EZLN. Con
el transcurrir del tiempo, sobre todo con la acumulación de experiencia,
se han diluido estas jerarquías; todo queda a cargo de la comunidad.
La educación, la “escuela”, el ejército, la defensa, la vocería, la política,
la economía, las relaciones, etc. Los últimos rangos individualizados se
han diluido. Los que atienden a los visitantes, a los que van a recibir
un poco de enseñanza comunitaria, son recibidos por los y las
custodias, una familia se hace cargo de la visita, quien participa de las
actividades cotidianas de la comunidad.
Ciertamente, el territorio zapatista es pequeño, en comparación
con la geografía mexicana, además de estar rodeado por el ejército
mexicano, las empresas capitalistas, y estar atravesados por
comunidades no zapatistas. Empero, donde las comunidades
237
zapatistas se encuentran, ejercen su autonomía, su autogobierno y su
autodeterminación. Las diferencias se han dado entre las comunidades
zapatistas y las comunidades no zapatistas; sobre todo son notorias
las diferencias sociales, en lo que respecta a la salud, a la educación,
a la cohesión social, a la soberanía alimentaria, a la formación y
constitución de sujetos y subjetividades. El territorio y la sociedad
zapatista, compuesta por comunidades autónomas, se ha
transformado profundamente. Hablamos de territorios liberados,
donde se ejerce una ruta distinta, alternativa. Estas transformaciones
en las subjetividades, en el desenvolvimiento comunitario, en distintos
planos, hablan de la fortaleza de la “estrategia” zapatista.
La segunda enseñanza es que no se debe tomar el poder, sino
desmontarlo, des-construirlo; es decir, destruirlo, entendiendo que
esto implica desarmarmarlo, desacoplarlo, en sus distintas formas
polimorfas de manifestación. Tomar el poder implica tomar el lugar del
poder, el espacio del poder, por lo tanto reproducirlo con sus nuevos
ocupantes. Este es el error de todos los “bolcheviques”, también de los
nacionalistas revolucionarios y de los populistas. Cuando se toma el
poder, el poder transfiere sus estructuras y sus funcionamientos a los
nuevos detentores del poder, aunque estos hayan cambiado su
institucionalidad, como en el caso de los socialismos reales, peor aún
si esta institucionalidad no ha sido cambiada, sino tan solo barnizada,
como en el caso de los nacionalismo y los populismo.
La tercera enseñanza es que no hay una “teoría revolucionaria”,
por lo tanto, tampoco hay iluminados. Lo que se tiene son saberes
colectivos; en el caso de la sublevación comunitaria, saberes
subversivos, saberes y prácticas alterativas, que tejen otras
composiciones sociales, creando mundos alterativos. Las teorías
críticas pueden ser incorporadas en las hermenéuticas e
interpretaciones colectivas; empero, como parte de los tejidos, de las
texturas, de las composiciones comunitarias. Todo entra en devenir,
forma parte de la constante creación de la potencia social.
La cuarta enseñanza es ética. Hablamos no sólo del sentido
comunitario, las sensaciones, los afectos, los valores compartidos
comunitarios, sino de la renuncia a las jerarquías y a los
protagonismos, que es una de las formas veleidosas del ejercicio del
poder.
La quinta enseñanza es estratégica. No se renuncia a la defensa,
por lo tanto a la organización militar; sin embargo, lo militar no se
238
convierte en la preocupación principal, no se convierte en el plano
principal de las actividades, como en el caso de los proyectos y
experiencias guerrilleras dadas en el continente y todavía efectuadas.
Lo militar no puede superponerse a la autonomía comunitaria, al
ejercicio común de lo comunitario, al ejercicio comunitario de lo común,
a la deliberación y decisión colectiva. Lo principal no es lo militar; es
apenas una herramienta, un recurso, en el curso de la lucha, que ocupa
múltiples planos. Lo principal está en la autodeterminación,
autogestión y autonomía comunitarias. Lo principal son las
transformaciones constantes, aunque sean imperceptibles, a veces.
La sexta enseñanza es política o, si se quiere, de pedagogía
política. Se trata de enseñar con el ejemplo, de convertirse en
referente, de irradiar por difusión, en el sentido del difusionismo
cultural. No se pierde la comunicación con el pueblo y la sociedad
mexicana abigarrada; al contrario, se mantiene un contacto
permanente, mediante la interpelación a su ser. ¿Quiénes somos? No
podemos seguir haciendo lo que nos ha convertido en subalternos, hay
que escapar de esas prácticas reproductivas de lo mismo. Hay que
crear otros mudos, mediante otras prácticas, emancipadoras, hay que
constituir subjetividades libres y creativas, mediante la estética de
otros imaginarios. Hay que hacer política, pero, no la política que quiere
que se haga el poder, incluso con la invitación perversa y seductora de
que se lo tome, de una u otra manera, violentamente o electoralmente.
Pues esto es caer en la trampa de la reproducción.
No vamos seguir con la lista. Estas parecen las enseñanzas
principales. Lo importante es señalar que otra estrategia revolucionaria
es posible, que no sea la eterna reproducción del poder.
239
Subversiones en las periferias del sistema-mundo capitalista
El siglo XX se inaugura con la subversión de los “bóxer”,
calificados así, en inglés, por los británicos, quienes se llamaban a sí
mismos los guerreros del cielo celeste (Tai-ping). Los guerreros del
cielo celeste estaban inspirados en una combinación hermenéutica, que
hoy podríamos llamar intercultural; eran taoístas y cristianos. Esto, si
se quiere, en lo que respecta a la “ideología”. En lo que respecta a la
historia efectiva, que obviamente no se desentiende de la “ideología”,
ni de los imaginarios, sino haciendo hincapié, a pesar de las
composiciones materiales e imaginarias, en las prácticas y en las
relaciones, los guerreros del cielo celeste son monjes, relacionados
también, con una parte de la burocracia monárquica, que decidió
enfrentar a la ocupación colonial e imperialista de los puertos chinos.
Este levantamiento es una de las insurrecciones más sugerentes del
siglo XX, que quizás haga inteligible las insurrecciones desatadas en
240
este siglo, que Alain Badiou llama ultimatista, en las periferias del
sistema-mundo capitalista.
Los monjes taoístas son “intelectuales” dedicados a prácticas
espirituales, de meditación, de auscultación íntima; intérpretes del
devenir inherente a la vida y al cosmos, el ying yang. También son
monjes maestros en las artes marciales, por lo tanto guerreros, en
momentos de emergencia. La ocupación imperialista en los puertos
chinos, sobre todo británica, que es el imperialismo que más han
ganado con el usufructo comercial de los puertos, fuera de la ocupación
francesa, alemana, japonesa, incluso rusa, remueve los cimientos
legendarios y milenarios del gran imperio manchú. No son las
mercancías británicas las que derrumban la muralla china, como
metaforiza Marx; el capitalismo “moderno”, es decir, europeo, ingresa
por los puertos. Fueron los mongoles los que ya atravesaron la muralla
china, siglos atrás, antes que Marx naciera. Los monjes, sobre todo
taoístas, comprenden los alcances de la amenaza, pues destruía el
devenir del curso de la vida. Una parte de la burocracia monárquica,
que podríamos llamar “nacionalista”, usando términos “modernos”,
también no corrupta, como la parte burocrática comprometida y
cómplice de la ocupación, no solamente se opone, sino que prepara la
resistencia y, después, la ofensiva contra los ocupantes extranjeros. La
sublevación de los “bóxer” sorprende a las embajadas ocupantes, que
eran territorios sojuzgados militarmente, que, además instauraron
formas de vida occidentales. El ejercicio diplomático no era otra cosa
que la decorosa forma “coctelera”, mediante la que se ponían de
acuerdo las potencias imperialistas, fuera de ser el mecanismo de
coerción y de presión frente a la monarquía china y la burocracia.
Después de los enfrentamientos con los ejércitos imperialistas en
las ciudades portuarias, los guerreros del cielo celeste realizan una
larga marcha, que va a ser el antecedente matricial de la larga marcha
del ejército rojo chino, bajo la conducción de Mao Zetung. Hay pues un
substrato cultural que conecta las dos largas marchas, aunque este
substrato sea negado por la “ideología” bolchevique del PC chino. No
se trata de recurrir a la tesis del inconsciente colectivo del psicoanálisis
de Jung, sino de comprender una conexión histórica entre las dos
marchas. De visibilizar las estructuras de larga duración que explican
ciclos largos y memorias largas, que terminan sosteniendo las
rebeliones anti-imperialistas. Ciertamente el marxismo en China, el uso
y la adecuación del marxismo a las condiciones chinas, va a ser un
instrumento de análisis y de interpretación apreciable para descifrar
241
las claves del mundo de los ocupantes, el llamado modo de producción
capitalista. Arma con la que no contaban los guerreros del cielo celeste.
Empero, llama la atención la represión consciente, en sentido
psicoanalítico, de los marxistas chinos, de este substrato cultural, de
la memoria larga china, a pesar que será el mismo ejército rojo que
recorra casi el mismo decurso de la larga marcha de los Tai-ping,
recogiendo simbólicamente las armas enterradas en aquella época
inicial. Estos contrastes, estas contradicciones, nos muestran los
intensos síntomas de las experiencias acumuladas en las memorias de
los pueblos, en este caso de las periferias de este sistema-mundo
capitalista.
Desde la perspectiva de las estructuras de larga duración, los guerreros
del cielo celeste son los precursores del ejército rojo chino, y el taoísmo
cristianizado es el precursor de la interpretación china del marxismo,
de las tesis orientales. Que esto no sea consciente es otro problema.
El marxismo es un acontecimiento imaginario e “ideológico”, si se
quiere, también teórico, transversal, en tanto que el substrato cultural
sobre el que se asienta el taoísmo es un acontecimiento, por así decirlo,
longitudinal. No es que el taoísmo sea un acontecimiento longitudinal,
pues puede ser también transversal, aunque de un ciclo de más larga
duración, sino el substrato cultural, el magma imaginario, usando la
figura propuesta por Cornelius Castoriadis, sobre el que se asienta el
taoísmo. Entonces, a partir de esta apreciación, podemos concluir en
una hipótesis: La historia no es lineal, sino un espacio-tiempo curvo,
que se curva por efecto de la masa gravitatoria de los acontecimientos
intensos. Las dos largas marchas están más próximas de lo que creen,
que están alejadas, los historiadores de la historiografía, de la historia
universal y el propio materialismo histórico.
No estamos de acuerdo con la tesis de Martín Malia, que supone
que la “ideología” marxista, en su versión bolchevique, explica el
descomunal derroche de voluntad, que trasforma el ex-imperio zarista,
en las condiciones experimentadas en la Unión Soviética, aboliendo la
sociedad civil vulnerable y estatalizándola, creando una nueva
“realidad” social. La “ideología” tomada como totalidad, como dice
Malia, no puede convertirse en la “explicación” última de la revolución
rusa y de su tragedia, incluso si se añaden condiciones catastróficas
como las de la primera guerra mundial, sus efectos destructivos de la
institucionalidad de la monarquía constitucional rusa. Pues faltaría
explicar la fuerza de irradiación de la “ideología”, que no puede hacerse
sino por su propia arqueología. El marxismo ruso también ha escondido
242
una de sus matrices culturales, el populismo ruso, si se quiere la
concepción política y teórica de la vía campesina, diríamos hoy, rusa.
Se produce la misma represión consciente, como en el caso chino, de
este substrato politico-cultural, sobre todo en los bolcheviques, que
son los que más van a develar esta proximidad.
El mujik, el campesino, es la alteridad de la vía occidental, de la
vía capitalista, pero también de la vía marxista, sobre todo en la
versión de los mencheviques. Estos temas ya habían sido planteados
por Maksim Kovalevsky127 a Marx, quién los retoma en sus cuadernos,
haciendo anotaciones asombrosas. La comuna campesina, MIR, como
vía alternativa hacia el comunismo, saltando el capitalismo. No son los
bolcheviques los que replantean esta posibilidad abiertamente, sino el
mismísimo Lenin, hermano de un populista revolucionario fusilado por
la represión zarista. Aunque lo hace de una manera matizada, a partir
de su interpretación del reparto negro, la reforma agraria, cuando
todavía tenía apreciaciones positivas sobre la comunidad campesina
rusa.
La lucha larga contra el zarismo la dan las distintas corrientes
populistas; ellos son los que merman la legitimidad “ideológica” del
imperio zarista. No se puede comenzar la historia de la revolución rusa
sólo a partir de 1917 o, ampliando un poco más, sólo desde 1905,
obviando la larga tradición de luchas de los populistas, sus teorías
políticas y sus interpretaciones de esta conformación histórica-social-
cultural euroasiática, de aplastante mayoría campesina. Que hayan
triunfado los bolcheviques y no los populistas no es razón para
obviarlos, desconociendo el substrato histórico-cultural del que forman
parte. La caída de los bolcheviques, después de setenta y cuatro años,
no habla precisamente de un triunfo de largo plazo. Los campesinos no
desaparecieron, a pesar de los Koljoz, de la colectivización y
mecanización obligada. Dieron varios dolores de cabeza, desde el
comienzo, al flamante Estado Soviético, después al propio gobierno
todopoderoso de Stalin. Los campesinos, la presencia abrumadora de
los campesinos, no sólo expresaba la otra vía al comunismo, como
creían los populistas radicales, sino que fueron la corporeidad social
que contiene el substrato cultural de la alteridad a la vía occidental, en
esa transición dramática del comunismo de guerra, después de la ruta
contrastante de la NEP, para volver a un comunismo militarizado, que
no era otra cosa que la concentración de fuerzas y voluntades para la
127 Maksim Kovalevsky: ‘Obshchinnoe Zemlevladenie’ (Posesión comunal de
la tierra).
243
realización de la revolución industrial militarizada, idea compartida
tanto por Lenin, Trotsky y Stalin.
La matriz del populismo ruso es anarquista, con lo que quiere
decir esta clasificación y conceptualización en toda su variedad y
diferencias. Como notoria influencia en los populistas del periodo
“Tierra y Libertad” (Zemelia y Volia) se encuentra el teórico y activista
anarquista Mijail Bakunin, quien tiene fuertes discusiones con Karl
Marx. Este periodo se caracteriza por la “ida al pueblo”; en principio
la ida al campo, a convivir, aprender y organizar la lucha con los mujik,
los campesinos; después por el recurso al terror, al comienzo como
defensa y respuesta a la represión, seguidamente como propaganda y
publicidad, como agitación y convocatoria al pueblo a luchar; para
concluir, difícilmente y con desacuerdos, en la lucha política por los
derechos y la Constitución, sin abandonar el objetivo socialista, que los
había acompañado en toda su historia a los populismos rusos. En esta
última etapa ya se produce el retorno de la lucha a las ciudades,
convocando principalmente en las universidades. El periodo de
“Voluntad del Pueblo” (Narodnaia Volia) ocupa a los populistas en
desentrañar el fenómeno del capitalismo y sus consecuencias en el
trastrocamiento de la formación y estructura social rusa,
particularmente en el campo, donde el impacto del capitalismo era
devastador. Consideran, en parte, al capitalismo ruso una promoción
artificial del Estado y de la autocracia, un invento suspendido, al
margen de la vitalidad del pueblo ruso, primordialmente campesino.
Son muy sensibles al detectar la formación de clase de una burguesía
rural, conformada por los kulak, aunque consideraban el fenómeno de
la proletarización campesina como arbitraria e innecesaria, llenando las
ciudades de desocupados, que no eran completamente empleados en
las fábricas. El periodo de la “Voluntad del Pueblo” corresponde a la
lucha populista contra el capitalismo; sin dejar de afincar el proyecto
socialista en los campesinos, como lo habían hecho los anteriores
populismos.
El populismo ruso atraviesa el siglo XIX, particularmente es
importante su participación y difusión durante la segunda mitad, llega
al siglo XX influenciando a las nuevas versiones socialistas, incluso a
las corrientes marxistas. A pesar de la celosa demarcación de los
bolcheviques, principalmente de Lenin, respecto de la herencia
populista, en relación a sus interpretaciones sobre el particularismo
ruso, diferenciándose de su opción campesinista, los bolcheviques, en
la práctica, manifestaron efectivamente portar esta herencia. Las tesis
244
orientales que postulan la alianza obrero campesina como articulación
revolucionaria en la transición al socialismo, combinando tareas
democráticas y socialistas, basados en la teoría del desarrollo desigual
y combinado, hablan de ello, confirman compartir “inconscientemente”
esta herencia. Mucho más cuando en la práctica se impone el
comunismo de guerra, en plena guerra civil, se convoca a los
campesinos pobres a combatir a los campesinos ricos. Si terminan
instalando koljoz, que no tiene nada de campesino, sino es la
“revolución industrial” llevada al campo, es porque la emergencia de la
crisis alimentaria en las ciudades les obliga ello, adelantándose,
aunque hubieran tenido en mente hacerlo en algún momento del
“desarrollo de las fuerzas productivas”.
La historia efectiva no es la historia imaginada, la reconstrucción
teórica o “ideológica”; la historia efectiva despliega todos sus tejidos,
texturas, redes, nudos conexiones, constantemente, en distintas
composiciones y combinaciones coyunturales, periódicas, epócales. La
historia efectiva es material, usando esta palabra tan conocida y
problemática, es molecular, se mueve en un espesor de intensidades,
que comprende distintos planos, que se curvan ante la gravitación de
los acontecimientos. La historia imaginada, teórica o “ideológica”, es
una reducción, una interpretación reducida, usada políticamente, para
legitimar las acciones en un presente. No se puede asumir como
“verdad” lo que los protagonistas dicen de sí mismos, cómo se
conciben, cómo narran su propia historia; esta es una apreciación
ocasionada por una perspectiva, que privilegia una referencia como si
fuese absoluta. Esta perspectiva no reconoce la relatividad de la
perspectiva, la relatividad de la referencia; por lo tanto, no reconoce
la complejidad del acontecimiento. No se trata de pedirles a los
protagonistas que lo hagan, sino decir que, en un presente como el
nuestro, no se puede seguir reconstruyendo historias lineales, historias
teleológicas, historias a partir de la preocupación de la legitimación,
sino que estamos empujados a comprender la complejidad de los
acontecimientos históricos.
En este sentido, decimos que el ejército rojo chino está más
cerca, de lo que cree, de los guerreros del cielo celeste, así como los
bolcheviques están más próximos, de los que consideran, de los
populistas rusos. Lo mismo ocurre con la historia de las otras
revoluciones dadas en la modernidad, temprana, media y tardía. Las
teorías no son “verdades”, en su sentido absoluto, son instrumentos
provisorios para resolver problemas, no solo de interpretación y
245
explicación, sino, sobre todo, para la acción y las prácticas. Que se
haya autonomizado la teoría y se la haya convertido en la mirada
privilegiada, lugar desde donde se ordenan los hechos, como si tuviese
vida propia, es un fenómeno, por así decirlo “ideológico”, un fetichismo
de la teoría. Esto ocurre particularmente en las teorías llamadas
“revolucionarias”. Llama la atención que ocurra patentemente,
fehacientemente y excesivamente, en el marxismo, que es donde se
ha desarrollado la teoría de la “ideología”, aunque esta se haya
circunscrito al fetichismo de la mercancía y no haya expandido su
acierto a la economía política generalizada.
La recurrente insurrección mexicana
La primera sublevación zapatista
Hay una imagen de México, entre otras, empero quizás
recurrente, explotada cinematográficamente, fuera de otros
estereotipos de la pantalla; esta es la imagen de México insurgente.
No es una imagen desacertada; al contrario, se acerca a una veta
perdurable en la historia política de México. Empero, habría que
contextuar esta imagen en un campo configurante mayor, que es más
pertinente, la de México intenso. Se puede decir que los mexicanos y
las mexicanas viven todo de manera intensa y hasta desbordante. Hay
como una inclinación pasional al momento de experimentar las
vivencias, cualquiera sean éstas. En este sentido, las insurgencias se
las vive con una intensidad mayúscula, sobre todo campesinas. La
“cuestión agraria” forma parte inherente de la problemática histórica y
246
social, la lucha por la tierra hace inteligible la formación social
mexicana. La reforma agraria fue el tema de fondo de la revolución
mexicana. La forma como se resolvió la “cuestión agraria” marca la
historia posrevolucionaria. Sin embargo, el Plan de Ayala, la reforma
agraria propuesta por el ejército campesino del sur, por el ejército
zapatista, plantea el contraste, que forma parte del substrato del
periodo revolucionario.
El Plan de Ayala dispone la devolución inmediata de las tierras a
las comunidades, usurpadas por los hacendados en los gobiernos de
Porfirio Díaz. La devolución se la arrancaba con las armas en la mano
y ocupando tierras. Se planteaba la indemnización de las tierras con la
tercera parte del valor, colocando al hacendado en la situación de que
él debería demostrar ante los tribunales que la tierra les pertenecía,
pues ya eran reconocidas de hecho como propiedad de las
comunidades por el Plan de Ayala, validando la toma de tierra. La
aplicación del Plan de Ayala significaba la conformación de lo que hoy
llamaríamos territorios liberados; el establecimiento de milicias, es
decir, un ejército popular, inmediatamente ligado a las comunidades;
la construcción desde “abajo” de una forma política, si se quiere, de
una forma de Estado. ¿Un Estado campesino? Es esto lo que hay que
discutir. Es problemático aceptar la tesis de Adolfo Gilly, de que los
zapatistas, de entonces, estaban entre el Estado burgués o el Estado
proletario; en el periodo, ausente como propuesta política, pues el
proletariado no estaba organizado como partido. Esta, obviamente, es
una tesis bolchevique128. No por tal incorrecta, sino que, a luz de las
teorías críticas del Estado, desprendidas de las dramáticas experiencias
“revolucionarias” y de las experiencias restauradoras pos-
revolucionarias, es difícil sostener este dilema simple entre dos
opciones contrastadas, sostenidas en el papel histórico, atribuido a dos
clases “fundamentales” del modo de producción capitalista.
Hay que hacerse algunas preguntas. ¿Los campesinos tienen en
su imaginario al Estado, es propio de ellos? ¿Se plantean, de alguna
manera, el dilema del Estado burgués o Estado proletario? Claro, que
en la medida que el Estado les entrega tierras con una forma de
reforma agraria, tienen en mente al Estado; también, cuando es el
Estado el que les quita las tierras, conciben al Estado negativamente.
Cuando el Estado participa en programas agrarios, el referente es el
Estado. Pero, ¿es éste un imaginario propio, emergido del mudo
campesino o es un imaginario compartido y asimilado, en sus
128 Ver de Adolfo Gilly La revolución interrumpida. Ediciones El caballito, México 1980. Págs. 65-66.
247
relaciones con el resto de la sociedad y el Estado? ¿En la insurgencia
campesina es este el imaginario radical campesino, usando este
concepto de Castoriadis? ¿Puede darse una vía campesina? ¿Tiene que
ser necesariamente Estado?
El problema de una buena parte de los historiadores de la
revolución mexicana es que suponen un modelo histórico de
antemano; es decir, suponen una direccionalidad dominante, una
especie de fatalidad histórica; por otra parte, bastante reducida,
bastante simple. Esta concepción de la historia no solamente es lineal,
no solo es racionalista, en el sentido de la astucia de la razón, sino que
ya tiene resuelto de antemano los problemas que debe resolver. No se
trabaja la historia como espesor de posibilidades, menos como
combinación abierta y composición desenvuelta de singularidades. No
se responden a las preguntas cruciales: ¿Qué significaciones, qué
implicaciones, tienen las insurrecciones campesinas? ¿Cómo explicar
que las llamadas revoluciones socialistas proletarias se hayan dado en
países de mayoría campesina? ¿Qué clase de formación social es la
campesina? ¿Cuál es su racionalidad, ahora si racionalidad en el
sentido de estrategias, inherente, en su relación con otras formaciones
de las sociedades, con el mercado, con el capital, con el Estado? Tratar
de comprender la insurgencia campesina desde el telos proletario ya
es un sesgo grande, acallando al “sujeto” en cuestión, el campesino.
También situar al campesinado como un bloque, más o menos
homogéneo, siempre subordinado, al la nobleza, a los terratenientes,
al mercado, al capital, a las ciudades, al Estado, es mirar al
campesinado panorámicamente, desde las cumbres de la sociedad
compacta. Llama la atención que no se haya considerado las
formaciones campesinas desde sus articulaciones internas, desde sus
potencialidades y posibilidades129. Entre los pocos que lo hicieron, se
encuentran los populistas rusos.
Quizás los términos “cuestión agraria”, “cuestión campesina”, no
sean términos lo suficientemente apropiados como para expresar el
conjunto y los alcances de la problemática en cuestión. Recurriendo
todavía al concepto marxista de capital como relación, diremos que se
trata del capital, de la valorización del capital, de la acumulación del
capital; cuando se expande, cuando se desarrolla, todo lo que toca lo
convierte en capital, en sus distintas formas, en sus distintos grados
129 Ver de Raúl Prada Alcoreza Fragmentos territoriales. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
248
de desvanecimiento. En lo que respecta a la tierra, la valorización a
través de la renta, renta absoluta y renta diferencial.
Las tierras de comunidades, reconocidas desde la colonia, son
expropiadas por los hacendados, por los latifundistas, por los
agroindustriales, como los empresarios del azúcar en Morelos. La tierra
se ha convertido en mercancía para el capital, aunque para los
campesinos sea su herencia de la comunidad, su medio de subsistencia
y, quizás, de un excédete que se lleva al mercado; es el ámbito de sus
relaciones sociales, culturales y de reproducción. Los hacendados y
empresarios, que, a vez, se afincan sobre la tierra comunal,
expropiándola, que consideran que así se enriquecen, lo que es cierto,
despojado a la gente que califican de improductiva, no dejan de ser
también mediaciones en el decurso de la acumulación del capital. El
Estado también, de alguna manera, lo es, una medición. El capitalismo
requiere de azúcar para llevarlo al mercado internacional, en tanto que
el mercado nacional requiere bienes alimenticios para nutrir a la
población de las ciudades. Desde esta perspectiva, la propiedad
comunitaria es desdeñable; la vulneración de derechos comunitarios
se puede interpretar de otra manera, se puede establecer otras leyes
que lo permitan. Esta legitimación de la violencia expropiadora es tarea
fácil en un Estado, en gobiernos, al servicio del capital.
El problema aparece cuando se sublevan los campesinos y
retoman sus tierras, expropiadas indebidamente por los hacendados,
empresarios y el Estado, pues cortan el flujo de la acumulación de
capital, hacen visible las otras caras de la tierra no-mercantiles,
develan otras “realidades”, que no son productos del poder ni del
capital; cuestionan el Estado, el orden impuesto, la propiedad
latifundista y empresarial, y abren rutas, en los nudos de posibilidad
de un presente, a otros mundos. Por eso, el problema no concluye con
la reforma agraria. Continúa, dependiendo de cómo se materializa la
reforma agraria, de cómo se pacta, de cómo se constituye el Estado,
que renace de la crisis revolucionaria, además de depender de cuáles
son las demandas del sistema-mundo capitalista en otro presente.
En contraste y dualidad con los ciclos del capital, la revolución
mexicana, que se prolonga desde 1910 a 1940, es una de las formas
singulares y concretas de la insurrección permanente, de lo que
llamaremos, provisionalmente, contra-capital. En otras palabras, de las
resistencias sociales que se oponen a la reducción abstracta de la
tierra, de los territorios, de los cuerpos, de la vida, a esta desposesión,
a este despojamiento, a esta explotación y subsunción que se mide y
249
significa como valorización del valor. Las insurrecciones, las
sublevaciones, las rebeliones, de los campesinos, proletarios y pueblos,
no pueden concluir mientras las formas del capitalismo los amenacen
con subordinarlos y subsumirlos como formas mercantilizables.
Ahora bien, como dijimos en Devenir y dinámicas moleculares,
no es que el Estado y el capital existan como tales, no tienen vida
propia, no son “sujetos” que actúan, cuentan con autonomías
aparentes130. Son imaginarios, son instituciones imaginarias. Lo que
les anima, les insufla una aparente “vida”, lo que ocasiona su
reproducción institucional, son las dinámicas moleculares sociales
capturadas. Son efectos de masa, son efectos estadísticos, de las
dinámicas moleculares sociales. En este sentido, estas
representaciones del poder, el Estado y el capital, son los fantasmas
de diagramas de poder establecidos en el territorio.
Desde esta perspectiva, las haciendas, las empresas, su
expansión, la burocracia local y nacional, la iglesia, el ejército federal,
no son mediaciones, son, mas bien, dispositivos de poder, son
dispositivos de diagramas de poder. En el texto mencionado, también
dijimos que todo diagrama de poder, es decir, el poder, en general,
tiene como obsesión, el control de la vida; en este sentido, es un
biopoder. El sistema-mundo capitalista es como conjuntos de mallas,
de redes, de tecnologías, de dispositivos, que desencadenan, en su
funcionamiento integral, el control y el pretendido dominio de la vida,
en sus variados ciclos, en sus distintas formas y dimensiones; este
control y pretendido dominio tiene un alcance planetario. Las formas
locales, nacionales, regionales y mundiales de la articulación del
control y pretendido dominio de la vida, se complementan y
coadyuvan, generando impactos a distintas escalas. Una pregunta,
no adecuada, pero pertinente, es: ¿Para qué se quiere controlar y
dominar la vida si una vez que se lo logre la vida muere, se detiene?
Es una ilusión estatal el creer que con el pacto posrevolucionario,
que sirvió de cimiento al Estado institucional, al Estado-partido
institucionalizado, se resolvió el problema de la convulsión y el conflicto
social. En México no desaparecieron nunca las formas de expresión
insurgente de la guerrilla, aunque se den de una manera diseminada,
proliferante y micro. La estabilidad política aparente, institucionalizada,
se dio desde 1940 hasta 1994, sin olvidar remesones ocasionales y
circunstanciales. Y obviamente, sacando a luz, la crisis cultural de
130 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
250
1968, que interpeló, desde los estudiantes concentrados en la plaza de
Tlatelolco, las bases imaginarias del Estado del pacto institucional. La
guerrilla zapatista de 1994 volvió a poner en evidencia los vulnerables
cimientos imaginarios sobre los que se sostienen el Estado-nación.
Dibujando un mapa de la distribución de fuerzas y tendencias en
el campo configurante de la revolución mexicana, en sus etapas
iniciales, vemos que por el norte campesinos y pequeños propietarios
se levantan contra el Presidente Madero por el incumplimiento de
promesas y acuerdos, denunciando patentemente su alianza con las
familias porfiristas derrocadas. El levantamiento campesino en el
norte, particularmente en Chihuahua, tiende a un reconocimiento de
la propiedad privada familiar. En el sur, en cambio, las comunidades
campesinas levadas en armas, al principio en Morelos, después
extendiéndose a los estados vecinos, exigían el reconocimiento de las
propiedades comunitarias, lo que implicaba el reconocimiento de
formas de propiedad combinadas, comunes y privadas. En el centro,
no sólo geográfico, sino político, no sólo en la capital federal, México
distrito Federal, sede del gobierno federal, sino en el centro del campo
burocrático, institucional y militar, los caudillos se disputan la
representación presidencial, la silla de gobierno, el matiz y el perfil
personal. Huerta, general de Madero, hace un golpe al presidente que
lo acababa de designar para defender el gobierno y atacar a los
golpistas que habían tomado el edificio de la Ciudadela, cuartel y
almacén de la zona central de la Ciudad de México131. Cuando el
gobierno es derrocado, da la orden de fusilamiento del derrotado
presidente y de su vicepresidente. Con la llegada al poder de Huerta,
la sublevación campesina no se detiene sino que se extiende, ahora
contando con el legendario Francisco Villa como jefe de la insurgencia
en el norte. El gobierno de Estados Unidos, preocupado por la
extensión de la sublevación en el país vecino del sur, apoya el golpe
de Huerta buscando, el retoro institucional y del comercio. En este
panorama del campo social y del campo político en crisis, la
composición de fuerzas que escapa redituar lo mismo, el círculo vicioso
del poder, es la que corresponde la insurgencia campesina bajo el
liderato de Emilio Zapata.
131 Ver de Adolfo Gilly La revolución ininterrumpida. Ob. Cit.; pág. 84.
251
Bolivia: 1952, ¿revolución inconclusa o revolución nacional-
popular?
Agustín P. Justo, conocido como Liborio Justo, así como por su
nombre de guerra, “Quebracho”, escribió La revolución derrotada132,
refiriéndose a la revolución boliviana de 1952. De acuerdo a la teoría
de la revolución permanente, las revoluciones proletarias y donde
interviene el proletariado, deben concluir en una revolución socialista.
Entonces, desde la perspectiva de la teoría, la revolución de 1952 es
una revolución inconclusa, pues no ha devenido socialista. El
“paradigma” para hacer esta interpretación de lo acaecido con la
insurrección de abril de 1952 es la revolución rusa de 1917. El
paradigma, no solamente contempla la transición, la conversión de la
132 Ver de Liborio Justo Bolivia: La revolución derrotada. También, del mismo autor, Estrategia
Revolucionaria; Buenos Aires, 1957. Entre otras obras tenemos a Nuestra patria vasalla y Pampas y lanzas.
252
revolución democrática en una revolución socialista, sino también, el
papel protagónico del partido del proletariado. Basándonos en lo que
dijimos más arriba, esta interpretación corresponde a la exégesis de la
voluntad revolucionaria. No vamos a caer en la discusión, también
maniquea, de si esta interpretación es “subjetiva” u “objetiva”, realista
o utópica, pues, ¿en qué teoría, en qué ciencia, en qué interpretación,
en qué “representación”, no interviene el “sujeto”? La “objetividad”,
como dice Karl Popper, es un acuerdo intersubjetivo133. La
interpretación por la voluntad revolucionaria es una forma de saber,
una de las formas del saber activista. El activismo accede a la
“objetividad”, mejor dicho, construye la “objetividad, hegelianamente
hablando; es decir, la construcción del concepto, por intervención de
la acción. Se trata de un saber que logra un conocimiento de mayor
profundidad, que el conocimiento pretendidamente alejado del
compromiso, hablamos de la pose de “neutralidad”, pues accede a
palpar, a la sensibilidad, de las dinámicas sociales. Si bien este saber
activista emplea la teoría voluntariamente o, si se quiere, produce una
teoría voluntarista, la acción que desprende no está exenta de teoría.
El problema no es éste, sino, que determinado tipo de saber activista,
teleológico, ha transferido la voluntad, el deseo, proyectándola en la
conjetura de la astucia de la razón, de las leyes de la historia,
ocasionando, paradójicamente, algo inverso a lo que se buscaba. Se
anula o inhibe la capacidad creativa de la voluntad, pues se actúa
según las leyes “objetivas” de la historia.
Liborio Justo forma parte de los entusiastas intelectuales
bolcheviques, en su caso, viniendo del PC y después convertido al
trotskismo, que se impresionan con la insurrección armada boliviana,
con la destrucción del ejército y con la existencia de las milicias obreras
y campesinas. Por lo tanto, desde su punto de vista las condiciones
“objetivas” de la revolución socialista estaban dadas. Lo que ha fallado
son las condiciones “subjetivas”; el partido revolucionario, no ha
podido ayudar a pasar al proletariado de la consciencia en sí a la
consciencia para sí. Se trata no sólo de un discurso teleológico, sino de
un una evaluación voluntarista que busca las fallas en la “ingeniería”
insurreccional, en la “ingeniería” bolchevique. De ninguna manera se
trata de descalificar estos discursos, ingresando, por otro lado, al
esquematismo maniqueo, sino de comprender su episteme, su
formación enunciativa, así como también, sus prácticas de poder.
133 Ver de Karl Popper Lógica de la investigación científica. Tecnos; Madrid.
253
El antecedente de la revolución de 1952 es la guerra civil de
1949; cuando en Chuquisaca, Potosí y en Oruro, sobre todo en estos
últimos departamentos, se organiza una insurrección contra el
gobierno del pacto oligárquico y del PIR, que había derrotado al general
nacionalista Gualberto Villarroel, que gobierna desde 1943 hasta 1946.
Participan en la guerra civil militantes del POR, la parte de izquierda y
obrera del PIR y el MNR, que había sido desplazado del poder, con la
caída del gobierno nacionalista que apoyaba. La insurrección termina
en una represión incruenta; se dice popularmente, que en Potosí
faltaban los faroles para colgar a los insurrectos.
En 1951 se dan las elecciones nacionales, donde votaban sólo
hombres; propietarios privados e ilustrados; incluyendo a “clases”
medias y artesanos. El MNR gana las elecciones. Como respuesta a
esta victoria electoral, la oligarquía responde con un golpe militar,
instaurando una junta, a la cabeza del general Ballivián, que desconoce
los resultados electorales, impidiendo que el MNR asuma el gobierno.
Ante esta violación de derechos y vulneración de la democracia, el MNR
decide conspirar y preparar un golpe militar, involucrando al ministro
de gobierno, general Antonio Seleme. Cuando estalla el golpe, el 9 de
abril, que involucra a la policía, la reacción del gobierno es inmediata,
moviliza al ejército, y el golpe comienza a ser derrotado. En su
desesperación el gobierno convoca a los sindicatos, los que responden
inmediatamente, salen a las calles a luchar. Los obreros en Villa
Victoria combaten heroicamente al ejército, los mineros de Milluni se
descuelgan de la ceja de El Alto y toman la ciudad de La Paz. Los
mineros de Oruro toman los caminos, así como la ciudad, cortando la
posibilidad de la llegada de refuerzos a la sede de gobierno desde el
sur. En tres días de combate se vence al ejército. Varios cuarteles se
rinden; por último, los cadetes del Colegio Militar de Irpavi terminan
rindiéndose a los comandos de Juan Lechín Oquendo. El golpe militar
se transformó en una insurrección victoriosa.
En Historia y lecciones de la revolución boliviana, Tinta Roja
escribe:
Se llega a una situación donde la rosca se ve obligada a llamar a elecciones y gana el MNR el 14 de Mayo de 1951. Sin embargo,
el presidente, Gral. Ballivián, las declaró nulas y continuó su gobierno hasta el 9 de Abril de 1952. Víctor Paz Estensoro, el presidente electo,
se ve obligado a exiliarse en la Argentina de Perón, hasta el estallido de la revolución.
254
Sucede que uno de los hombres del gabinete de Ballivián, el Gral.
Antonio Seleme, en una conspiración conjunta con el MNR, planean un golpe de Estado. Previamente -el 6 de Abril-, en una reunión secreta
entre la elite del partido y el general, éste hace un juramento de lealtad
al mismo. Todo era parte del plan que terminaría por llevar al poder a Seleme apoyado por el MNR, las tropas bajo su mando directo y la
policía paceña que debía aportar armas para abastecer las milicias del partido. El plan debía ser un golpe rápido aunque, conociendo lo
conflictivo del país, los implicados temían que la situación escape de su control.
Hacia el 8 de Abril, Seleme entregó algunas armas para
miembros del MNR y preparó los aspectos técnicos del levantamiento. Por esas horas, el Gral. Ballivián, con serias sospechas, por los
movimientos de Seleme, lo cuestiona para saber qué estaba tramando y éste le jura lealtad por enésima vez.
Desde tempranas horas de la madrugada del día 9 de Abril, el
MNR se encontraba literalmente listo para la acción, esto es, esperar el llamado para copar las calles y los espacios públicos del Estado,
llevando a cabo el plan predeterminado. El líder del partido era Paz
Estensoro, pero al hallarse en Buenos Aires exiliado, la dirección política del levantamiento recae en manos de Hernán Siles Zuazo. En
una acción coordinada, los carabineros y las milicias del MNR, se apoderan de los lugares estratégicos del Estado y tras el
aparente éxito de los rebeldes, se proclama por radio a las 6 de la mañana el triunfo. Pero desde entonces, las tropas leales se lanzan a
reprimir la insurrección y empieza el combate cuerpo a cuerpo por toda la capital. El presidente Ballivián, dirige las operaciones junto a su
Estado Mayor, desde el Colegio Militar de La Paz.
La capital del país se hallaba dividida en dos partes. De un lado, colmada de militares leales al gobierno y por otro las milicias del MNR
que a cada instante se empiezan a sumar masivamente las clases más humildes, los pobres de la ciudad, estudiantes y trabajadores. Se
levantan barricadas en cada esquina que se nutren de cada vez más y
más trabajadores.
Se amplifican las milicias, de a poco van dejando de ser exclusivas del MNR. Las patrullas revolucionarias -que se
improvisan en el mismo instante de la lucha-, prácticamente van al combate sin disciplina y mal armadas, contra el ejército. Pero se
combate con heroísmo y alta moral revolucionaria y de querer acabar con el gobierno, de años de represión, censuras y mentiras.
Las milicias se organizan para asaltar las armerías y con éxito
saquean la plaza militar de Antofagasta. Se combate incesantemente, se derrama sangre y hay muertos de ambos bandos, pero ni siquiera
hay tiempo de recoger los cadáveres. El Gral. Ballivián, desesperado,
255
llama a todas las tropas más cercanas a la capital a sofocar el
levantamiento que pronto llegarían al rescate.
A través de las radios la noticia de los acontecimientos en la
capital, se expande como un rayo por todo el país. Mientras tanto, empiezan los preparativos en los campamentos mineros que acuden al
socorro del levantamiento y pronto lo harán suyo. Dunkerley nos comenta que:
“En términos netamente militares, los rebeldes estuvieron en
franca desventaja en abril de 1952. Empero, conviene no olvidar que un ejército de conscriptos, solamente tiene ventaja marginal ante un
grupo de civiles armados cuando muchos de éstos tienen entrenamiento militar y mayor decisión que los jóvenes y nerviosos
reclutas estrictamente comandados. Este factor indudablemente fue esencial la noche del 10 de abril, cuando una luna llena anuló
totalmente la superioridad lograda por el ejército al ordenar un corte de energía eléctrica en toda la capital. A medida que descendían las
columnas de El Alto y subían desde Miraflores y San Jorge, las tropas tomaron conciencia de que los trabajadores fabriles organizados en
grupos guerrilleros maniobraban mejor que ellos por su mayor
conocimiento del terreno y porque en su mayoría, obraban por iniciativa propia134.”
La decisión y valentía de los obreros fabriles, influye en el
enemigo: muchos reclutas se rinden voluntariamente, otros se pasan del lado de la revolución, pero la gran mayoría empieza a
desmoralizarse.
A la mañana siguiente, el 10 de Abril, los combates no cesan, las patrullas revolucionarias van por todo y por todos sus enemigos. Es ahí
cuando hacen su entrada los mineros de Milluni, armados de fusiles y cartuchos de dinamita, atacan sorpresivamente a la retaguardia del
ejército. El pánico se apodera de los soldados. Mientras tanto en Oruro las jornadas de abril son realmente violentas. Los regimientos Ingavi,
Camacho y Loa, fueron derrotados por las milicias mineras y el pueblo luego de intensos combates.
Lo auténticamente heroico se da cuando los mineros de Milluni, vencen a las fuerzas del Regimiento ‘Camacho’, toman la estación
de tren de El Alto, se apoderan del mismo y se siguen repartiendo armas y municiones entre los pobladores. Arrojan dinamita a lo que
queda del ejército, ya sin mando militar, en franca retirada. En La Paz se reinician el avance hacia La Ceja, pegados al cerro, reptando, desde
cuya cima los soldados aún disparan135.
134 Dunkerley James (2003). Rebelión en las venas. La Paz; Plural. 135 http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/19/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-parte-2/ http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/08/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-parte-1/
256
Una de las conclusiones descriptivas del texto expresa los
resultados:
Para el 11 de Abril, siete regimientos profesionales de las FFAA
son vencidos. Queda claro, que el gran vencedor de las jornadas de Abril: es la clase obrera, que con su intervención, logró
quebrar en dos al ejército, ganando a un sector del mismo para la revolución.
Siguiendo con la narración, se continúa con una cita:
Veamos como caracteriza Guillermo Lora a la clase obrera en este
periodo:
“La combatividad explosiva del proletariado boliviano es excepcional y denuncia la influencia campesina (cuya historia está llena
de actos de heroicidad incomparable y de actos sanguinarios). Su extremada juventud (no solamente por haber aparecido
recientemente, sino por la excepcional juventud física de sus miembros, cuyo promedio de vida no alcanza los 30 años) es otra de
las causas de esa combatividad. Nuestros sindicatos no presentan capas aristocráticas, formadas por el pago de salarios preferenciales y
por la concesión de una serie de privilegios, lo que hay es una especie
de nivelación en la miseria136.”
Y mas adelante caracterizando el proceso abierto y el lugar que le toca al MNR en el poder dice:
“El MNR se vio a la cabeza de un movimiento motorizado por el
programa que le era totalmente extraño (…) Dos eran, pues, los objetivos inconfundibles de la revolución, desde el primer día, y se
puede decir que sintetizaban las aspiraciones nacionales y toda la historia del movimiento revolucionario: la liquidación del latifundio
(vale decir del gamonalismo como sistema) y la nacionalización de las minas137.”
El día 15 de abril Víctor Paz Estensoro vuelve del exilio en Buenos
Aires y asume como presidente “prisionero de las masas”, dependiendo del apoyo de los sindicatos y “ministros obreros”. Las milicias obreras
armadas, todavía son dueñas de la ciudad de La Paz y en varios centros
mineros como Oruro, los trabajadores, también permanecen armados. Todos los sindicatos en las grandes minas asumen elementos de
“control obrero” de la producción y se da una situación de “doble poder”. Decimos doble poder, porque el 17 de abril se funda la Central
Obrera Boliviana, a lo que como Liborio Justo, la caracteriza como un “soviet” (que en ruso, significa “consejo”).
136 Lora Guillermo (1978). Contribución a la historia política de Bolivia. La Paz; ISLA. 137 Ibídem. También ver, del mismo autor, Historia del movimiento obrero. La Paz; Amigos del Libro.
257
Veamos con que mecanismos el MNR en el poder, que sube con
“traje prestado”, es decir con un léxico político “revolucionario” y “progresista” cuyo verdadero objetivo es reconstruir el Estado burgués,
las FFAA y la policía para volver a la normalidad burguesa, o sea, a la
explotación cotidiana de la clase obrera, y por ende, a frenar la revolución. Justo nos comenta que:
“A las pocas semanas del 9 de abril, el “prisionero del Palacio
Quemado”, se dio maña para postergar la nacionalización de las minas, principal demanda del pueblo de Bolivia, apelando al subterfugio de
designar una comisión que estudiara el paso y dictaminara al efecto, paso en el que tuvo la colaboración de la burocracia del Lechín, y este
hecho, capital en el propósito de frenar la revolución, produjo un detenimiento del ritmo con el que se manifestaba el fervor de la masa,
siendo aprovechado por el oficialismo para tomar medidas que señalan el comienzo de la contrarrevolución. Y tales medidas se orientaron,
desde el primer momento, hacia la destrucción de la democracia sindical y la burocratización del poder adversario: la COB, y para eso
contó con la activa colaboración del estalinismo138.”
Mientras los obreros desfilaban en las calles de la capital, y
hacían gigantescas asambleas, con el fusil al hombro, querían convertir a cada fábrica, mina y unidad productiva en una trinchera de la
revolución. El MNR, empieza a transformar a las milicias en exclusivas de su partido y bajo su dirección y disciplina. En este sentido Liborio
Justo, plantea otro mecanismo para desactivar la revolución en lo que respecta al sufragio universal:
“La concesión del voto universal, establecido por decreto el 21
de julio de 1952, con lo que se ponía fin al voto calificado que había existido hasta entonces, el que dejaba al margen de las urnas a los
analfabetos. La concesión del voto universal , que en otras circunstancias hubiera significado una medida altamente progresiva,
tenía un sentido muy distinto en el momento en que se decreto, primero, por ya existía en los hechos una voluntad universal que se
expresaba por conducto más efectivo de los sindicatos y de las armas,
y para manifestar la cual ya se había dejado sin efecto la discriminación alfabética , y el llamado a las urnas en estas circunstancias solo trataba
de distraer al pueblo del camino que llevaba e ilusionarlo para que obtuviera con los votos lo que ya había obtenido con las balas; y ,
segundo , porque con el camino electoral se trataba de ahogar al proletariado bajo la masa del campesinado139.”
Otra de las cuestiones, que el MNR hace para frenar el
movimiento iniciado el 9 de Abril es, el desmantelamiento del control obrero de la producción. Aquí también lentamente se vuelve a la
138 Justo Liborio (2007. Bolivia: La revolución derrotada. Razón y Revolución; Buenos Aires. 139 Ibídem.
258
“normalidad” del trabajo a reglamento convencional. Finalmente
Liborio Justo da cuenta de la medida más importante de esta política:
“La medida contrarrevolucionaria mas importante tomada por el
gobierno del MNR fue la reorganización del Ejército, que había sido disuelto y desarmado por el pueblo, decretada el 24 de julio del 1953,
y la reapertura del Colegio Militar. El pretexto fue la necesidad de crear el Ejército de la Revolución Nacional, embebido en el espíritu de la
misma, cuyas filas estarían abiertas a la clase obrera, y a pesar de la decidida animadversión del proletariado a la adopción de tal medida,
manifestada en numerosas decisiones al respecto, la propia dirección de la COB, con Lechín al frente, coadyuvó en dicha tarea140.”
Será recién el 31 de Octubre de 1952 el día donde Víctor Paz
decreta la nacionalización de las minas, en términos burgueses y pactando con los “barones del estaño” garantizándoles una suculenta
indemnización.
Nótese como se tarda tanto tiempo, con una dirección burguesa como la del MNR en tomar medidas urgentes por las que se derramó
tanta sangre. Es muy grande la diferencia si comparamos los decretos
firmados por Lenin ni bien se hacen cargo del poder en Octubre de 1917: el decreto de la Paz y el de la reforma agraria. Tardo menos de
una hora en proponer la firma de ambos decretos en el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, irradiado por el calor mismo que generó
haber tomado el poder para los trabajadores, soldados y campesinos el 25 de Octubre de 1917.
Y el 2 de Agosto de 1953 el gobierno dicta la reforma Agraria
para canalizar en los marcos legales burgueses la insurgencia rural, que desde hacía un año antes, se expandía por todo el altiplano y el
valle cochabambino. Ya para los años 1954-55 el gobierno se estabiliza, asume rasgos más de derecha, abandona
progresivamente el léxico “revolucionario” y “progresista”. Con este giro a la derecha, va desapareciendo el poder dual en el movimiento
obrero y campesino.
Hacia Junio de 1956 hay elecciones generales, gana el MNR y
asume el nuevo presidente Siles Suazo, con Ñuflo Chávez como vicepresidente. El nuevo gobierno profundiza el acercamiento a EE.UU.
y lanza una ofensiva contra la COB y los obreros. Esta situación represiva, caracterizada por la ausencia cada vez más marcada de las
grandes movilizaciones armadas de los trabajadores, se lleva a cabo con la cooptación de los dirigentes de los sindicatos campesinos.
Para despejar dudas de este giro represivo, ya en 1960, entre el
22 y 24 de enero, se produce la masacre de Huanuni: el combate entre los mineros y los comandos movimientistas duró tres horas y cayeron
140 Ibídem.
259
12 muertos y 32 heridos (entre ellos mueren tres militantes del POR).
En este mismo año se inicia la segunda presidencia de Paz Estensoro, con Juan Lechín como vicepresidente141.
La pregunta que atormenta a los bolcheviques, sobre todo
trotskistas, no sólo del POR, sino también los voluntarios que llegan a
Bolivia a apoyar a la COB, principalmente argentinos, es: ¿Por qué los
proletarios no tomaron el poder si el ejército estaba destrozado, la
policía era extremadamente débil como para contener a las milicias
obreras y campesinas, además de que eran los milicianos mineros los
que cuidaban las puertas del palacio quemado? ¿Qué les costaba subir
un piso, de la puerta, del primer piso, donde se encontraban armados,
al segundo piso, donde se encontraba la silla presidencial? Esta
pregunta ha sido respondida de varias maneras; dos son sintomáticas.
La que dice que la revolución ha sido derrotada, que es lo mismo que
decir que ha quedado inconclusa o ininterrumpida. La que dice que la
consciencia del proletariado está retrasada, era solamente
economicista y no política. La primer es la hipótesis de Liborio justo, la
segunda es la hipótesis de Guillermo Lora.
Respecto a estas hipótesis las preguntas son: ¿Una revolución,
cuando estalla está predestinada a convertirse en revolución socialista?
¿No hay otras vías posibles? ¿No es que la revolución es la
manifestación catártica de la crisis del poder, estructura de
dominaciones que renace, como el ave fénix de sus cenizas,
resolviendo su crisis, incorporado a los “revolucionarios” a su seno?
Si comparamos la magnitud del trabajo organizativo y de
formación de los bolcheviques rusos y lo desempeñado por los
bolcheviques bolivianos, vemos que hay grandes diferencias. Los
bolcheviques bolivianos se contentaron con aprobar la Tesis de
Pulacayo, exagerado un poco, para ilustrar, y esperar que, después de
esta gran “verdad”, de esta revelación histórica, los acontecimientos
se sucedan, de acuerdo a la dialéctica de la historia. Empero, aunque
lo que acabamos de decir, sea una constatación descriptiva, un tanto
anecdótica, no explica ni resuelve el problema planteado. Desde una
perspectiva mayor de los saberes activistas, de lo que se trata no es
de subsumir la “realidad”, es decir, el acontecimiento, a la teoría, sino
de reconocer, en la pluralidad de singularidades del acontecimiento, el
141 http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/19/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-parte-2/ http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/08/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-parte-1/
260
campo de posibilidades y actuar en el juego de las mismas como una
posibilidad más. Esto equivale, en lenguaje marxista, al conocimiento
de lo concreto, como síntesis de múltiples determinaciones; a
comprender la lógica específica del “objeto” especifico. Por lo tanto,
idear estrategias adecuadas, no solamente al momento histórico, sino
a la composición singular de fuerzas y procesos que hacen a una
coyuntura, a un contexto, a una formación social dada, en un espacio-
tiempo determinados. Los bolcheviques terminaron atrapados en su
“verdad”, la cual debería verificarse en el decurso de la historia. Lo
increíble es que, cuando no se verifica esta “verdad”, tampoco la
revisan, no hay autocrítica, al contrario, la mantienen incólume,
inventando hipótesis ad hoc para explicar las anomalías.
En adelante, optaremos por una interpretación que concibe el
acontecimiento como diferencia radical, recurriendo a la mirada desde
las dinámicas moleculares, con apoyo de la genealogía del poder y las
metáforas geológicas142.
Bolivia: ciclo político, entre el gasto heroico y el conformismo
Al momento de interpretar, desde el presente que nos toca, tanto
el contradictorio decurso político de un gobierno popular, como la
historia política, que hace como de memoria sedimentada y
estratificada, en constante recomposición y combinaciones, jugando
con la comprensión variable de los acontecimientos, estamos
empujados a la crítica, no solo de los actores del presente, no solo de
sus discursos de legitimación, no sólo se sus pretendidas teorías, que
los amparan, sino también toda pretensión teórica, que se situé como
si estuviera fuera del acontecimiento, como si no formara parte de él.
Lo importante es comprender que la teoría no es más que una
herramienta; como una linterna, alumbra, enfoca, saca de la
“oscuridad” la plural diferencia radical oculta. Lo importante de esta
iluminación es tanto lo que muestra como lo que no logra mostrar, lo
importante es la “relación” que se establece con “aquello”, que se
ilumina y no se ilumina, que se muestra y se oculta. Esta relación es la
experiencia. La condición de posibilidad misma de la iluminación, de la
mirada lograda, se encuentra en la experiencia. Lo que hay que
descifrar no es la teoría, que es una herramienta para descifrar, sino
los nudos, los hilos, las redes, los tejidos, las tramas, de la experiencia.
142 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares, La Paz 2013.
261
Sorprende tanta discusión y debate sobre las teorías, cuando lo
que está en cuestión es lo que devela, percibe, sobre todo, comprende
y contiene la experiencia, plegándose en la memoria. Ahora bien, la
experiencia no es individual, aunque los individuos intervienen en su
conformación, como receptores, sensores, de la misma; la experiencia
es trans-individual, además de ser infra-individual, incluso individual,
en tanto experiencia de vida o historias de vida. La experiencia es social
y colectiva. Más allá y más acá de la teoría está la experiencia, como
espesor de intensidades y como planos de constitución
interconectados. La experiencia no solo muestra, como la teoría, sino
que da lugar a la constatación de la vida, que es predisposición sensible
y ciclo reproductivo de un constante desciframiento de la existencia.
No se trata de negar la teoría, sino comprender que es parte de los
recursos de la experiencia. Teorías particulares pueden ser
desechables, la experiencia no. Tampoco es desechable la teoría como
mirada elaborada de la experiencia.
La experiencia acumulada de los pueblos ayuda a comprender y
a interpretar mejor que las teorías, el acontecimiento experimentado,
sin necesidad de desechar la teorías, sino haciendo uso crítico de ellas,
como decía Hugo Zemelman Merino. Intentaremos acercarnos a esta
búsqueda de la experiencia de la memoria social con la intención de
desentrañar algo de las complejidades del acontecimiento presente.
Nuestro primer movimiento no deja de ser teórico, empero, en el
sentido de uso crítico de la teoría, para orillar el umbral de la
experiencia social, de la que formamos parte, pues somos una
minúscula parte de ese proliferante saber práctico de la experiencia
social. Todas las mónadas de la experiencia reciben, como en un
holograma, la información no decodificada de la “modalidad” dinámica
de la experiencia. De lo que se trata es de descifrar esa información,
que no nos llega por signos, ni símbolos, sino por formas de la
experiencia, lo que llamaremos expemas, palabra que combina
experiencia y forma. Dejaremos la exposición de las tesis sobre estas
formas de la experiencia para un ensayo temático, para una exposición
teórica sobre el tema. Por el momento, nos basta señalar la diferencia
de la memoria, constituida por la experiencia, y las expresiones
discursivas y simbólicas. Nos concentraremos, en lo que dijimos, en un
acercamiento al umbral de la memoria de la experiencia social.
Primera aproximación
262
Lo que está en juego es la experimentación en curso de lo que
unos y otros, casi un sentido común, llama “proceso de cambio”; unos,
para valorizarlo, otros, para descalificarlo. Término, que sin embargo,
tiene referente; se trata del lapso histórico inmediato, que viene del
2000 y alcanza, hasta ahora, al 2013. La experimentación social tiene
millones de entradas y de capturas de información, de retención
seleccionada de la información, de constituciones singulares de
“memorias” individuales. Estas millones de entradas y trayectorias, de
mónadas, si se quiere, se comunican por el lenguaje; pero, no lo hacen
entre todas y simultáneamente, sino con los próximos, los vecinos, los
familiares, los amigos, los del barrio, la escuela, el taller, la comunidad,
el trabajo, el tránsito, etc. También lo hacen masivamente mediante
los medios de comunicación. Entonces, en este caso, reciben
información organizada, elaborada, seleccionada, de una manera
simultánea. Esta información no es la misma que la vivida, que la
experimentada propiamente, es información trasmitida por las formas
del lenguaje audiovisual. Sin embargo, estas transmisiones también
forman parte de la experiencia, pues se produce una afectación en los
cuerpos de la recepción. Desde el lugar de la experiencia es desde
donde se asume la información trasmitida decodificada. En la medida
que la memoria de la experiencia está activada, es decir, la memoria
actualiza sus “recuerdos”, los sedimentos de la memoria acumulada, la
persona que recibe la transmisión puede mantener cierta distancia en
relación a la transmisión, incluso puede llegar a ser crítica; sin
embargo, en la medida que la memoria “duerme”, por así decirlo,
guarda la experiencia, no la actualiza, la persona es vulnerable ante la
transmisión.
El anterior apunte es importante para dejar claro que no se trata
sólo de contar con la experiencia, de tener memoria, pues si la
memoria no se activa, concurre el olvido, y se asume, no sólo lo que
se transmite, sino lo que ocurre, en un ámbito relacional estrecho y
circunscrito a la fugacidad de los hechos, a la imposición inmediata de
los significados e imágenes transmitidos. En otras palabras, se asume
lo que acaece de una manera conformista.
La memoria se activa en momentos de emergencia, de
convocatoria dramática, de crisis evidente, cuando la afectividad se
hace intensa y expansiva, cuando la sensibilidad conecta a masas
compactas, los discursos interpeladores se vuelven efectivos, son
atendidos, y se motivan acciones colectivas.
263
Descripción de un plano de intensidades
La movilización prolongada, de 2000 a 2005, emerge después de
una larga cadena de resistencias a las políticas neoliberales; primero,
de shock, después, de ajuste estructural, luego de privatización del
agua. Estas resistencias, focalizadas o de sectores, estallan de una
manera desesperada, buscando detener el desmantelamiento de las
empresas públicas, la perdida de los derechos sociales, el pretendido
nuevo régimen de la tierra, orientado al mercado de tierras, contra las
micro-deudas acumuladas, del micro-crédito inventado, convertidas en
impagables. También se generaron movilizaciones por el territorio;
esta vez, los pueblos indígenas de tierras bajas desplegaron las
marchas indígenas por el territorio y la dignidad; la primera marcha
indígena es la de 1990. Desde 1985 hasta 1999 se efectuaron múltiples
resistencias, marchas, manifestaciones, protestas, demandas,
incluyendo la marcha por la defensa de la vida del proletariado minero
(1986), que intenta evitar el cierre de las minas y la privatización de
COMIBOL. Desde mediados de la década de los noventa, también se
despliegan marchas por la defensa de la hoja de coca, de parte de los
productores de coca, tanto del Chapare como de Yungas143. En este
conjunto de movilizaciones, que hemos llamado focalizadas y
sectoriales, no todas son locales y circunscritas. La marcha de los
mineros, la marcha indígena de tierras bajas y las marchas cocaleras
son de magnitud, podríamos decir de impacto nacional.
En Movimientos sociales y Estado, escrito antes de las elecciones
de 2005, como parte de un balance de la movilización prolongada, se
escribe:
Al iniciar el nuevo milenio de la era cristiana, en Bolivia estalla
una de las más grades crisis de su historia, crisis múltiple, que
atraviesa distintos planos de su composición estructural. Hablamos de
una crisis económica galopante, en parte, por lo que tiene que ver con
la crisis que arrastra el capitalismo desde la década de los setenta, en
parte por los efectos destructivos de la aplicación de medidas
neoliberales, llamadas del ajuste estructural, en pleno contexto de la
143 A propósito de las marchas cocaleras, en Movimientos sociales y Estado escribimos lo siguiente: Sobresale en estas marchas, por su dramatismo, el recorrido de las mujeres del Chapare a la sede de gobierno; las coraleras burlan los puestos del ejército y llegan a la ciudad de La Paz, desplegando un magistral juego de tácticas territoriales. Comuna; La Paz. Dinámicas moleculares; La Paz 2003.
264
globalización. Crisis política, que podemos caracterizar como crisis de
la democracia formal, instaurada en 1982 como conquista popular,
después de la huelga de hambre de las mujeres mineras (diciembre de
1978). Esta democracia sufre su primer colapso cuando el Congreso,
copado en su mayoría por las representaciones de la derecha, termina
haciendo imposible el gobierno de la Unidad Democrática (UDP) y
popular. La conspiración de los sectores empresariales y de los
parlamentarios conservadores termina creando una situación
insostenible, desde el punto de vista de la ejecución y legalización de
políticas de Estado. El gobierno de Hernán Siles Suazo se ve obligado
a renunciar un año antes de cumplida su gestión. A esta situación
colabora la oposición de los sindicatos obreros y de organizaciones de
izquierda opuestas a la UDP, que demandan el cumplimiento de
medidas concretas a favor de las clases explotadas y la nación
dependiente. La caída de la UDP va traer como consecuencia la llegada
al poder, después de las elecciones de 1985, de una coalición de
derecha, llevando a la presidencia a nada menos que a Víctor Paz
Estensoro, quien comienza el ciclo de políticas neoliberales, con un
paquete de medidas de shock, conocido como el decreto 21060, para
detener la hiperinflación. Este gesto político borra con el codo lo que
se había escrito con la mano. El hombre que había firmado la ley de
nacionalización de las minas en 1952 y la ley de reforma agraria en
1953, termina conculcando las medidas revolucionarias de aquel
entonces, entregando en su última gestión los recursos naturales y la
economía del país a las trasnacionales, en pleno desencadenamiento
de la mundialización capitalista.
Los efectos de las políticas neoliberales se hacen sentir en la
cuarta gestión de lo que se ha venido a conocer como el periodo de la
democracia pactada (1985-2003), pactada entre los llamados partidos
tradicionales de la derecha neoliberal. Los efectos perversos de las
265
políticas de privatización se hacen sentir en la segunda gestión de la
secuencia de los gobiernos intercalados de Gonzalo Sánchez de Lozada,
esto es, en el lapso de la segunda mitad de la década de los noventa.
Sin embargo, hay un anticipo en el pronóstico social, los efectos
demoledores sobre la economía nacional y el bienestar social
comienzan a desprenderse ya desde las primeras medidas de ajuste
estructural aplicadas. Empero, la acumulación de los efectos es
calamitosa después de doce años de políticas neoliberales. La
pauperización alarmante de todas las clases, incluyendo a las clases
medias, es una de las señales del deterioro extendido en la sociedad,
salvo, claro está, con lo que ocurre con el pequeño sector oligárquico
y la casta política, que terminan beneficiándose con la crisis y en la
crisis. La desaparición del aparato productivo, el paro, la desocupación,
la virtualización de la economía, son otras señales de los efectos
destructivos del lapso neoliberal en los escenarios nacionales. Estos
efectos negativos en las condiciones de vida de la población forman
parte del caldo de cultivo de los movimientos sociales recientes en
Bolivia y en América Latina.
Si bien es cierto que los movimientos sociales se gestan en una
historia más larga, se enganchan con los ciclos largos de las luchas
sociales, los recientes movimientos sociales comienzan, de manera
determinada, al inicio mismo del periodo neoliberal, con la marcha por
la vida de los mineros (1986), en un intento desesperado de revertir el
curso de los acontecimientos que se venían encima. Este periodo de
gestación forma parte de la etapa de resistencia de las organizaciones
sociales a las políticas económicas. Indudablemente debemos contar
en esta narrativa con le emergencia de los movimientos indígenas de
la Amazonia y el Chaco. La marcha por la dignidad y el territorio marca
un hito importante en la historia de los movimientos sociales (1990-
1992). Se incorporan a las luchas sociales contingentes indígenas que
266
habían sido ignorados por el Estado y sometidos a la sombra por los
terratenientes y las oligarquías del oriente del país. Hasta el año 2000
se desarrollan una gama de movilizaciones de sectores afectados por
las políticas privatizadoras y las políticas de interdicción de la hoja de
coca y desarrollo alternativo. Todas estas movilizaciones son
significativas por las formas de resistencia que desatan contra los
gobiernos de los partidos de la coalición de derecha, contra el marco
aplastante de privatización y transnacionalización, contra la espiral de
corrosión y corrupción social, contra la desvalorización y deterioro de
la política que acompañan al descarnado neoliberalismo. Empero,
todos estos procesos son todavía de resistencia. Los movimientos
sociales inician su ofensiva durante la guerra del agua, en abril del
2000, en Cochabamba.
A partir de la guerra del agua el mapa político de Bolivia se
modifica sustantivamente. Quedan en suspenso los partidos
tradicionales, quedan suspendidos los poderes tradicionales del Estado,
el poder legislativo, el poder judicial y el poder ejecutivo. La iniciativa
se encuentra en manos de las organizaciones sociales y de los
instrumentos políticos de los sindicatos y comunidades. Después de la
guerra del agua, en septiembre del 2000 se da lugar a un gigantesco
bloqueo de caminos que paraliza el país. Es un bloqueo de campesinos
e indígenas. Quizás el antecedente inmediato a este bloqueo se
encuentre en el bloqueo nacional de caminos de 1979, cuando la
Confederación Sindical Única de Campesinos de Bolivia (CSUTCB) de
aquel entonces, bajo la dirección del legendario Genaro Flores, toma el
control de los caminos, haciendo conocer una serie de demandas
campesinas, además de oponerse a los fraudes electorales de los
militares, que todavía se encontraban en el poder. La diferencia con
aquel bloqueo de caminos es que el de septiembre del 2000 se genera
en un contexto distinto y sin presencia de los partidos de izquierda,
267
tampoco se encuentra presente el katarismo, la ideología indianista y
las organizaciones políticas indígenas, conformadas en la década de los
setenta. Es otro indianismo, más radical, vinculado a un marxismo
crítico al izquierdismo, expresión de un marxismo indianista, expresión
política que juega un papel importante en el desenvolvimiento de las
acciones de masa. Las distintas marchas cocaleras cruzan el lapso de
la ofensiva de los movimientos sociales. Sobresale en estas marchas,
por su dramatismo, el recorrido de las mujeres del Chapare a la sede
de gobierno; las coraleras burlan los puestos del ejército y llegan a la
ciudad de La Paz, desplegando un magistral juego de tácticas
territoriales. Se suman las marchas de prestatarios, jubilados y
rentistas, además de los gremialistas y maestros. Reaparece la figura
esporádica de los épicos mineros con sus guardatojos y dinamitas,
después del motín policial de febrero del 2003. Llegamos así a una de
las cumbres de la curva de los movimientos sociales, que se sucede en
octubre del 2003. Acontecimiento conocido como la guerra del gas. Se
expulsa al gobierno neoliberal de Sánchez de Lozada y se transita hacia
una incierta transición política, después de una sustitución
constitucional. Los movimientos sociales viven una especie de reflujo,
expectando y esperando el cumplimiento de medidas favorables,
durante el gobierno de transición de Carlos Mesa, quien fuera
vicepresidente del anterior presidente expulsado por una insurrección
urbano-rural. Se abre un nuevo horizonte político. Los movimientos
sociales imponen una agenda, la llamada agenda de octubre, que de
manera sintética se expresa en la exigencia de la nacionalización de
los hidrocarburos y la convocatoria a una Asamblea Constituyente.
La transición resulta siendo sinuosa además de incierta. El
gobierno de Carlos Mesa y el Congreso no cumplen con la demanda de
los sectores sociales. Prefieren oscilar hacia la derecha, dejándose
presionar por las oligarquías regionales y por las empresas
trasnacionales. Durante esta etapa de vacío político, vacío creado en
268
parte por el reflujo de los movimientos sociales y por otra parte por la
propia levitación del gobierno de transición, la derecha conspira con
todos sus recursos, con el monopolio de los medios de comunicación,
con el Congreso, con los organismos multilaterales, con las
trasnacionales, y hasta con el mismo gobierno, al que le imponen su
propia agenda, la llamada agenda de enero, a través de
concentraciones y cabildos. A propósito de estas concentraciones, por
lo menos dos son importantes, el cabildo de junio del 2004 y el de
enero del 2005. Ambos efectuados en la ciudad de Santa Cruz. El
gobierno de transición, en medio de dos agendas, las de los
movimientos sociales y la de las oligarquías regionales, en medio de
dos fuerzas encontradas, termina colapsando. El presidente renuncia.
Este hueco en la presidencia obliga a una segunda sustitución
constitucional, que trata de ser aprovechada por la derecha para
imponer un gobierno de acuerdo a sus intereses. Conspira para
imponer una sustitución constitucional que llegue al presidente del
Congreso, Hormando Vaca Diez, hombre plenamente afín a los
intereses de la oligarquía y de las trasnacionales. Empero, como
saliendo de su letargo, los sectores populares reaccionan ante esta
embestida, vuelven a tomar el territorio nacional y las ciudades
importantes del país. La lucha esta vez se sucede en todo el territorio,
trasladándose gran parte del conflicto al oriente, a Santa Cruz de la
Sierra, donde concentraciones multitudinarias de colonos, campesinos
e indígenas, bloquean por el norte y el sur a la ciudad de la sierra. Sin
embargo, el desenlace de este conflicto, que parecía prosperar hacia
una guerra civil es la capital del país, Sucre. El Congreso se traslada a
Sucre para poder sesionar, escapando de la sede de gobierno, la ciudad
de La Paz, que se encontraba completamente convulsionada. Una vez
arribados los parlamentarios a Sucre, la capital es tomada por los
movimientos sociales. Los ayllus, los sindicatos campesinos, los
maestros, organizaciones cívicas y de estudiantes toman Sucre en la
mañana, llegan en la tarde los mineros, quienes dan un ambiente de
269
mayor beligerancia, enfrentándose con dinamitas a la policía. Llegan
con un muerto en el haber, después de un enfrentamiento con el
ejército, en las cercanías de la ciudad. El ambiente se encuentra
completamente caldeado. En estas circunstancias, ante una gigantesca
expansión del movimiento social, ante la evolución intensiva de los
eventos, el desenlace no se deja esperar. El movimiento social detiene
en seco la conspiración de la derecha. El resultado es otra sustitución
constitucional, esta vez en la persona del presidente de la Corte
Judicial, Eduardo Rodríguez Velzé. Ingresando con esto a una nueva
coyuntura electoral, plagada de la huella de seis años de luchas
sociales. Se llega a un acuerdo político, las elecciones deben garantizar
la Asamblea Constituyente y el referéndum autonómico.
El panorama de los movimientos sociales, en lo que llamaremos
la historia reciente, muestra ciertas tendencias, que es conveniente
analizarlas. Una de ellas es la sorprendente acumulación de fuerzas
que se ha dado lugar a lo largo de seis años de luchas sociales, desde
la guerra del agua, abril del 2000, a la segunda guerra del gas, pasando
de octubre del 2003 a mayo y junio del 2005. Este asenso constante
de los movimientos sociales exige una ruptura política trascendental.
Esta ruptura política es trascendental porque ocasiona el quiebre
respecto a los horizontes históricos heredados, horizontes históricos y
culturales heredados por la República criolla. Hablamos de los
horizontes coloniales, pero también de los horizontes neo-coloniales,
como los relativos a los periodos liberales, incluyendo el último periodo
neoliberal, el modelo capitalista, en su cuarto ciclo, bajo la égida del
ciclo norteamericano, particularmente en su versión dependiente, en
lo que respecta a los países periféricos. Una Asamblea Constituyente,
verdaderamente constitutiva, pensada como instrumento democrático
del poder constituyente de las multitudes, parece ser una de las
tendencias del proceso beligerante de las luchas sociales. Otra
270
tendencia, que puede ser característica en esta historia reciente, es la
preeminencia de las bases sociales, del control social, de la gestión
asambleísta, impuesta por los actuales movimientos sociales. Esta
situación nos muestra la emergencia de modalidades de la democracia
radical. Estas prácticas pueden repercutir en las nuevas formas de
Estado que emerjan de la crisis. Otra tendencia, compartida por los
países de la región, tiene que ver con la inclinación electoral hacia las
nuevas versiones de la izquierda. En Bolivia esto tiene que ver con el
crecimiento del Movimiento hacia el Socialismo (MAS). Otra
característica, que parece ser particular de los países con presencia
demográfica indígena, es el condicionamiento de la complexión cultural
multinacional. Esto exige pensar la democracia en el contexto de las
demandas de las nacionalidades, identidades colectivas y pueblos
indígenas. Tomando en cuenta, por el momento, estas tendencias y
estas características de los movimientos sociales, se observa también,
que quizás debido a la rápida evolución de los acontecimientos, el
desplazamiento de las luchas sociales no termina dibujando el perfil de
los sujetos sociales, no termina de conformar un contenido político, no
se culmina en un proyecto político. Se viven las circunstancias como
vienen, improvisando y con propuestas inacabadas. Por esta razón es
indispensable, construir espacios de deliberación y reflexión colectivos,
que permitan consolidar lo ganado en términos de un intelecto general
autonomizado, en el diseño de un proyecto político compartido144.
Tomando en cuenta la primera anotación, que hicimos en la
descripción del plano de intensidades, y la larga cita, que corresponde
a una evaluación de la movilización prolongada, efectuada desde la
perspectiva de fines del 2005, podemos observar algunos planos de
yuxtaposición en el espacio-tiempo social y político. El plano de
intensidades de la movilización prolongada se asienta, por así decirlo,
en el plano de intensidades de las resistencias. Ambos planos de
intensidades se colocan “sobre” el plano de intensidades de la crisis de
la democracia conquistada, después de una larga lucha contra las
144 Raúl Prada Alcoreza: Movimientos sociales y Estado. Ob. Cit.; págs. 1-6.
271
dictaduras militares. Esta larga lucha, que corresponde a los años
1964-1982, conforma otro plano de intensidades, el de las resistencias,
las luchas, la reorganización política del bloque popular, que
comprende a sindicatos, obreros y campesinos, a estudiantes,
principalmente de las universidades, así como a los llamados partidos
de izquierda. Los anteriores planos de intensidad se “asientan”, por así
decirlo, “sobre” este plano de intensidades, que corresponde a la lucha
contra las dictaduras militares.
Desde esta perspectiva “geológica”, usando la metáfora como
“geología” social-política, vemos que todos los planos de intensidad
comprenden un espesor de planos de intensidad. El plano de
intensidades de la movilización prolongada se pliega y despliega sobre
ese espesor histórico-social-político. Un plano de intensidad no se da
solo, aisladamente, como si no tuviera nada que ver con los otros
planos de sedimentación y des-sedimentación. Esto no podría tener
lugar. Al respecto llama la atención las interpretaciones que hacen un
corte, sólo retoman la temporalidad de este plano de intensidades de
la movilización prolongada, como si la historia hubiera comenzado
recién. Este mismo corte se produce tanto en quienes hacen apología
del gobierno, así como en quienes descalifican al gobierno como a todo
el “proceso de cambio”. Desde la izquierda tradicional opuesta al
gobierno y al “proceso” se considera que este plano de intensidades no
forma parte de la historia política y social del proletariado boliviano. El
plano de intensidades de la movilización prolongada no existe sin el
espesor de planos de intensidad histórico-social-político; tampoco el
espesor de planos de intensidades existiría sin la actualización de sus
memorias en el plano de intensidades de la movilización prolongada.
Si las luchas legendarias del proletariado minero existen, si las luchas
del proletariado y de los movimientos campesinos existen, si las luchas
indígenas existen, si las luchas nacional-populares existen, es porque
han sido actualizadas por las luchas de la movilización prolongada. El
pasado no existe como tal, como una materialidad a la que se la puede
encontrar, “viajando” en el tiempo. El pasado existe como memoria,
constantemente actualizado en un presente, que si existe como
materialidad histórica. El pasado se pliega en el espesor del presente
y se despliega en el plano de intensidades del presente.
Ahora bien, el problema cosiste en comprender cómo el espesor
de intensidades histórico-social-político se actualiza en el plano de
intensidades, cómo se da la dinámica de los planos de intensidad y
yuxtapuestos, sedimentados. Por lo tanto, también el problema radica
272
en comprender cómo se constituye la memoria social, que corresponde
a la experiencia social, que corresponde, a su vez, a las dinámicas de
la vida.
Ahora bien, antes de seguir, debemos anotar que, obviamente el
espesor de intensidades descrito, que corresponde a las
temporalidades que se dan desde 1964 hasta 2005, no se da sólo; se
“asienta” sobre otro espesor de intensidades, el que corresponde a la
experiencia nacional-popular, cuyos planos de intensidad, se pliegan y
se despliegan desde la guerra del Chaco (1932-1935) hasta 1964,
pasando por la irrupción de la revolución de 1952. A su vez, este
espesor de intensidades relativo a la experiencia nacional-popular, se
asienta sobre el espesor de intensidades de la crisis del liberalismo,
interpelado por resistencias y luchas de las comunidades indígenas, de
las organizaciones gremiales y de las primeras organizaciones
sindicales. El espesor de intensidades, que está por “debajo” del
espesor de intensidades que corresponde a la experiencia de la crisis
del régimen liberal, es el espesor de intensidades del siglo corto
inaugural de la República de Bolívar, llamada después Bolivia;
corresponde entonces al primer ciclo de crisis del Estado-nación. En
este mapa “geológico” político, debemos seguir con los espesores y los
planos de intensidad de la época colonial, sobre todo concentrarnos en
el plano de intensidades del levamiento indígena pan-andino del siglo
XVIII, por la conexión que tiene con las resistencias y luchas indígenas
en los primeros periodos de la república, en los periodos liberales, en
los periodos de las dictaduras militares, desembocado en las
resistencias anti-neoliberales y en la movilización prolongada.
Siguiendo con las metáforas geológicas, definiremos como
“corteza” del Estado-nación boliviano al conjunto de espesores de
intensidades que comprenden la época que viene desde la
independencia (1825) hasta nuestros días, primera y segunda décadas
del siglo XXI. La “corteza” de intensidades sobre la que se asienta esta
“corteza” de intensidades del Estado-nación, es la que corresponde a
los periodos coloniales; llamémosla “corteza” colonial. Ahora bien, la
conquista del Perú, efectuada como campaña del virreinato de Nuevo
México, por lo tanto, también comprendiendo la conquista de
Tenochtitlán, por lo tanto de México, ocasionan un quiebre, un
cataclismo, en las formaciones histórico-sociales, en los sistema-
mundo, del continente de Abya Yala. En este sentido, desde el
entendido de una ruptura y un quiebre, distinguiremos dos “placas”,
otra metáfora geológica; la “placa” moderna, con toda su arqueología,
273
los distintos ciclos de la modernidad, que comprende tanto a la
“corteza” colonial como a la “corteza” del Estado-nación; y la placa
autóctona, que comprende las “cortezas”, los espesores, los planos de
intensidades, de las genealogías, las arqueologías, las constituciones e
intuiciones, en sentido constituyente y de constituido, en sentido
instituyente y de instituido, los mapas institucionales y culturales, de
las sociedades conformadas en el continente.
Entonces tenemos dos “placas” históricas que se friccionan,
chocan, produciendo sismos y alteraciones en la geografía histórica-
social-política de los planos de consistencia y de los planos de
intensidad. De los sismos de mayor escala, que se convirtió en
terremoto, se encuentra el registrado como rebelión indígena pan-
andina, en el siglo XVIII, prolongada como irradiación en la guerra
federal (1898-1899), por la intervención del ejército aymara, dirigido
por Zarate Willka; el otro “sismo” de gran escala es el lo que llamamos
la movilización prolongada, cuando la movilización indígena se articula
a la movilización nacional-popular, otorgándole a la movilización un
contenido anti-colonial y descolonizador; este “sismo”, que también se
convirtió en terremoto, fue anunciado por la movilización katarista
durante la segunda mitad de la década de los setenta.
La revolución de 1952 corresponde a la crisis política y de
legitimidad, además de crisis social y económica, del Estado-nación.
Se podría decir que incumbe a una conmoción ocasionada por la
presión irresistible de los espesores de intensidad de la “corteza” del
Estado-nación; el espesor liberal y el espesor nacional-popular, de
manera más específica, el plano de intensidad de la crisis liberal y el
plano de intensidad de la emergencia nacional-popular, “chocan”,
ocasionando un quiebre en la continuidad liberal, abriendo o, mejor
dicho, articulando lo que venía formándose, el ciclo del nacionalismo-
revolucionario, comprendiendo su fase ascendente, desde 1952 hasta
1956, y su fase descendente, desde 1956 hasta 1964. Proyectando
rayos moribundos en los celajes de 1969-1971, en 1982-1984, y
anunciando una alborada barroca desde el 2006; empero, alborada
nublada y gris, cuyo día parece corto. Ciertamente esta convulsión de
los espesores de intensidad en la “corteza” del Estado-nación, tienen
como substrato el movimiento de las “placas”, la fricción de las
“placas”, colonial y autóctona, que terminan ocasionando volcanes. La
toma de tierras por parte de las comunidades campesinas, de los
“pongos”, al servicio de las haciendas, en el Altiplano y los valles, es
la manifestación de la emergencia indígena en la revolución nacional.
274
Teniendo en cuenta las perspectivas “geológicas”, genealógicas,
arqueológicas, territoriales, dinámicas moleculares, dinámicas molares
y dinámicas tectónicas, trataremos de elaborar una interpretación de
dos planos de intensidades, el de la movilización prolongada y el de la
crisis de las gestiones de gobierno popular. Dos planos de intensidades,
que en conjunto forman el ciclo del “proceso de cambio”, con su etapa
ascendente, relativa a la movilización, y su etapa descendente,
relativa las gestiones de gobierno.
Antes de seguir debemos hacer algunas anotaciones. Como
dijimos antes, no es que el pasado existe como materialidad, que nos
estuviera esperando, a la que llegaríamos medite un “viaje” en el
tiempo. Ese pasado no existe. Lo que ha quedado del pasado son sus
huellas, sus monumentos, sus registros, sus fuentes, sus archivos;
también, y sobre todo, su memoria, la constitución de la memoria, a
partir de la experiencia social acumulada. El pasado sólo puede existir
actualizándose en el presente. Puede darse una actualización más
integral o, de lo contrario, fragmentada, dispersa, circunscrita. Todo
depende de la capacidad de activar la memoria, lo que, a su vez,
significa remover los sedimentos de la experiencia. Ciertamente, la
actualización del pasado, no sólo implica activar la memoria, sino
también efectuar prácticas, acciones, que irrumpan en la superficie del
presente, configurando el plano de intensidades. La actualización es
virtual y efectiva.
Hipótesis interpretativa
La movilización prolongada comprende la confluencia de la
experiencia social; es decir, de experiencias sociales concurrentes.
Actualizando planos de intensidad y planos de consistencia, renovando
espesores de intensidad, restableciendo “cortezas” históricas, siendo
afectada por el movimiento tectónico de “placas” de formaciones
históricas-sociales-políticas-culturales; es decir, de matrices
culturales. La movilización prolongada fue el resultado, no sólo de la
crisis múltiple del Estado-nación, sino también de la activación de la
memoria social; es decir, de las memorias. Reminiscencias largas,
medianas y cortas; haciendo presente los planos de intensidad, los
planos de consistencia, los estratos de intensidades, las “cortezas”
históricas, la fricción de las “placas” civilizadoras y las consecuencias
275
de estos choques, que ocasionan emergencias volcánicas. Esta
actualización, este hacerse presentes, este choque civilizatorio, que
responde a la condición virtual de la memoria, se hace efectiva en la
gramática de las movilizaciones. Esta escritura corporal, fáctica,
pasional, desbordante, multitudinaria, escribe una trama no resuelta.
Las multitudes se conmueven y se desplazan, abigarradamente, entre
la entrega, el gasto heroico, y la el retorno expreso del conformismo.
276
El meandro de los gobiernos progresistas Conservadurismo de los intelectuales
Dedicado a Víctor Hugo Quintanilla Coro, a José
Luis Saavedra, intelectuales quechas, a Pablo
Mamani Ramírez, Lucía Choque, a María Eugenia
Choque, a Esteban Ticona, a Carlos Mamani Condori,
al Inka Waskar Choquehuanca, a Félix Patzi,
intelectuales aymaras. También dedicado al
historiador aymara Roberto Choque. De quienes
277
aprendí y aprendo de la densa perspectiva anti-
colonial y descolonizadora encarnada.
Intencionalidad
Esta es una crítica al conservadurismo intelectual y a la apología
de los gobiernos progresistas. Dos actitudes que debilitan la potencia
social, que debilitan las fuerzas de las luchas emancipatorias,
liberadoras y de-coloniales, que transfieren la potencia y la fuerza a la
captura institucional, por lo tanto a la usurpación representada de las
conquistas sociales.
De la intelectualidad
Hay una imagen, un tanto difundida, de que los “intelectuales”
son, por lo general críticos; esta imagen compartida compite con otra
más popular; de que los “intelectuales” habitan en la estratosfera, que
deambulan en los aires, con los pies suspendidos, sin pisar la tierra.
Ambas imágenes son equivocadas; en primer lugar, porque es un
grupo muy reducido de los “intelectuales” que es crítico; la aplastante
mayoría es, en realidad, conservadora. Legitiman el régimen
cuestionado por las y los críticos. La gran mayoría de los “intelectuales”
es realista, “pragmática”, funcional al sistema. En segundo lugar, la
gran mayoría de los “intelectuales” pisa tierra, pisa tierra firme,
conocen muy bien las reglas del juego y los intereses vigentes. Aunque
hay, entre ellos, una zona de incertidumbre, cuando se aproximan a
una cierta forma de “crítica”, que no deja de ser formal, a pesar de los
escenarios que se montan, permitidos. Estos “intelectuales”, de cierta
postura “crítica”, saben distinguir lo “viable” de lo “imposible”, lo
aconsejable de lo extremo. La dosis “crítica” no puede comprometer
ciertos márgenes de movimiento, ciertos intervalos de
desplazamientos, no se pueden cruzar ciertos límites. Estos márgenes,
estos límites tienen que ver con el Estado. No se puede tirar por la
borda al Estado; en manos de los gobiernos progresistas es un
instrumento de ampliaciones democráticas, de mejoras sociales, de
redistribuciones del excedente. Hay que distinguir gobiernos
progresistas de gobiernos claramente de “derecha”. Este punto de vista
es plenamente realista; por lo tanto, conservador.
278
Lo que elude esta “crítica” realista es la cuestión estatal; es decir,
la cuestión del poder. El Estado es esencialmente violencia
concentrada, el Estado es el aparato privilegiado de las estructuras de
poder, de los diagramas de poder, el Estado es la macro-institución
primordial de los agenciamientos de poder. Hablar del uso del Estado
es casi una ilusión; pues es precisamente el Estado, como campo
institucional, como campo burocrático, como campo politico, el que
termina usando a los “revolucionarios” y a los progresistas145. Se puede
decir que, estando en el Estado, a la larga, “derechas” e “izquierdas”
terminan pareciéndose, pues usan la violencia física y simbólica del
Estado como aparato de represión, pues terminan expropiando la
voluntad general, las voluntades colectivas y sociales. La dramática
historia de las revoluciones nos muestra esta ruta sinuosa. Las
revoluciones cambian el mundo, el mundo no va ser lo que era antes;
empero, todas las revoluciones se hunden en sus contradicciones. No
pueden resolver el problema del Estado y del poder146.
No es que digamos que esta “critica” sensata no tenga validez.
Obviamente que la tiene, pues no se puede confundir tipos de
gobiernos, gobiernos, con pretensiones socialistas, gobiernos
progresistas, gobiernos nacionalistas, con gobiernos declaradamente
pro-capitalistas, gobiernos reaccionarios, gobiernos neo-liberales. Esta
es una premisa histórica política; empero, de aquí no se puede concluir
que es mejor no criticar a los gobiernos progresistas, pues favorece a
la “derecha”. Tampoco se puede concluir, incluso criticándolos, que,
por esta razón, es mejor que se queden en el Estado a entregar el
Estado a la “derecha”. Pues, qué es el Estado sino aquel instrumento
construido por las clases dominantes, que termina invistiendo a los
ocupantes de turno como funcionarios, como técnicos del ejercicio de
las dominaciones polimorfas. El problema no es tanto quién ocupa el
Estado, sino que el Estado no haya sido desmantelado para instaurar,
en su lugar, formas participativas de gestión.
Cuando los gobiernos progresistas terminan haciendo lo mismo
que los gobiernos liberales y neoliberales, el problema del poder, de la
recurrente reiteración de las formas de poder, se manifiesta
patentemente. No sólo en lo que respecta a la represión, al uso de la
violencia concentrada del Estado, a la criminalización de la protesta, a
la persecución de los dirigentes indígenas, como ocurre en Ecuador y
145 Ver de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del Estado. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. 146 Ver de Raúl Prada Alcoreza Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Bolpress, Dinámicas moleculares; La Paz 2013; Rebelión, Madrid 2013.
279
en Bolivia, sino en lo que respecta al modelo colonial del capitalismo
dependiente, que es la economía extractivista y el Estado rentista. Las
diferencias que marcaban a los gobiernos progresistas, diferencias que
tienen que ver con ampliaciones democráticas, beneficios sociales,
redistribución del ingreso, terminan haciéndose difusas, sobre todo, si
consideramos, que el multiculturalismo liberal llegó a reconocer la
interculturalidad. También se hacen difusas las fronteras cuando son
los gobiernos neo-liberales los que inventaron el microcrédito y los
famosos bonos, además del uso accionario de las AFPs; medidas que
han mantenido los gobiernos progresistas.
La tarea no es mantener a los gobiernos progresistas, sino
transformar la sociedad y demoler al Estado, aunque sea en una larga
transición. Los gobiernos progresistas se proponen mantenerse en el
poder, púes gozan de la legitimidad histórica de que son
“revolucionarios”. Eso basta. Los “intelectuales” de la “crítica” sensata,
también creen que la tarea es sostener a los gobiernos progresistas, a
pesar de sus crasos errores. Esto es caer en el mito de los caudillos,
como también caer en el mito del Estado como instrumento, que antes
estuvo al servicio de las clases dominantes, y ahora puede estar al
servicio de las clases dominadas, de las naciones y pueblos
colonizados.
El Estado no va dejar de ser lo que es, sencillamente porque sus
ocupantes sean otros; los nuevos ocupantes son simplemente los
nuevos funcionarios del mismo sistema de poder. Tampoco se puede
disociar la relación del Estado con el capital; el Estado es una
estructura fundamental en la acumulación de capital, por lo tanto, en
la realización del capital. Se podría decir que el Estado es el capital
porque garantiza su desenvolvimiento acumulativo. De la misma
manera no se puede disociar el Estado del orden mundial de
dominación y control; es un dispositivo de este orden de dominación y
control. Los Estado-nación son útiles para la transferencia de los
recursos naturales, de las periferias al centro del sistema-mundo
capitalista. Lo que tarden en manifestarse estas evidencias, depende
de contextos, coyunturas, relación de los gobernantes con las clases
explotadas y colonizadas, con las naciones y pueblos subordinados.
Depende de la vulnerabilidad de los nuevos ocupantes; cuánto más
retóricos más pronto caen en la lógica de una maquinaria de poder,
aunque chirriante y aparatosa. En contraste, cuánto más convicción
tengan en lo que llaman la transición, más se prolonga la ilusión de
usar al Estado. Empero, más tarde o más temprano, termina
280
imponiéndose el peso gravitatorio de un fabuloso instrumento de
dominación, vigilancia, disciplinamiento y control.
Apostar por mantener en el Estado a los gobiernos progresistas,
es volver a repetir el error del apoyo incondicional, que se le otorgó a
la Unión Soviética, suponiendo que era la patria socialista que había
que defender, que era la representación del proletariado universal;
cuando al no criticar, al no poner en evidencia el camino “despótico”
optado, usurpando a los consejos (soviets) la democracia obrera y
campesina, lo que se hacía, al final de cuentas, es contribuir,
paradójicamente a su caída. Esto acaecía con todo su dramatismo,
pues el burocratismo, el centralismo, el autoritarismo, el verticalismo,
terminaron minando las defensas del proceso de transformación. Lo
que menos requieren los procesos de cambio es el apologismo,
tampoco requieren sólo de “crítica” sensata, sino se advierte de la
necesidad de crítica radical; tocar de raíz los problemas. Se requiere
que la crítica radical acompañe y sea acompañada de participaciones y
movilizaciones sociales, que cuestionen la vía burocrática de “cambio”;
movilizaciones sociales que impongan de manera activa la participación
colectiva, comunitaria y social. Requieren transferir las decisiones a la
construcción colectiva y participativa.
No es sostenible el argumento de que, lo que acabamos de decir,
favorece a la “derecha”. Lo que favorece a la “derecha” es que los
gobiernos progresistas vuelvan a recorrer las rutas conocidas de
reproducción del poder, pues terminan en el laberinto politico, que lleva
a los gobiernos a su propia caída. La “revolución” no culmina con la
toma del poder, la “revolución” sólo puede continuar profundizándose
como “revolución” dentro de la “revolución”, transformando las
prácticas “revolucionarias”; sino ocurre esto, lo más probable es que
concurra la contra-revolución dentro de la “revolución”, efectuada por
los mismos “revolucionarios” en el poder.
Las crisis de los “procesos” de cambio, puestas en evidencia en
Bolivia, Ecuador y en Brasil por las movilizaciones sociales, las
movilizaciones indígenas, los conflictos reivindicativos, las
interpelaciones comunitarias, muestran claramente los límites de los
gobiernos progresistas, sus innegables contradicciones, su peligrosa
orientación hacia un Estado policial. No se puede cerrar los ojos ante
semejantes manifestaciones interpeladoras, no se puede seguir
sosteniendo que es mejor el mal menor, que es mejor preservar al
gobierno progresista que volver a los gobiernos neo-liberales. El
problema no es éste, mantener o no mantener al gobierno progresista;
281
el problema es continuar con el “proceso” de cambio, que no puede
darse sino cambiando, transformando. Esta continuidad, esta
profundización, esta transformación, no puede darse sin la
participación colectiva, comunitaria y social. Esta no es tarea de
burócratas; estos sólo saben repetir la gestión pública establecida, la
administración de las normas. Apostar por mantener al gobierno
progresista es apostar a detener el proceso, a congelarlo en el punto
de la toma del poder, por una vía u otra, por vía electoral o
“revolucionaria”; equilibrarlo en el momento mismo de la ilusión,
cuando la historia sigue su curso. Aquí se expresa patentemente el
conservadurismo de los “intelectuales” de la crítica sensata.
Marx decía que no hay peor derrota que no haber intentado. De
la manera sensata, entonces, se apuesta a la peor derrota; contentarse
con lo poco conquistado, el gobierno, sin haber demolido el poder, las
estructuras de poder, los diagramas de poder disciplinarios, los
diagramas de poder coloniales, constituidos en la modernidad. Esta
tarea de demolición no necesariamente se tiene que efectuar de la
noche a la mañana, puede darse en una transición, que incluso puede
ser larga, dependiendo de la correlación de fuerzas y de las condiciones
de posibilidad histórica; empero, una cosa es esto, demoler el Estado,
desmantelar el poder, aunque sea en una transición larga, y otra cosa
es preservar el Estado, preservar el poder, preservar al gobierno
progresista en el Estado.
El conservadurismo intelectual radica en renunciar efectivamente
a construir mundos alternativos, aunque se lo diga discursivamente.
La construcción de mundos alternativos se lo hace alterativamente;
alterando la reproducción del poder, en sus formas polimorfas,
alterando la reproducción del capital, en las formas concretas de
acumulación. Siendo dos de ellas las preponderantes en la
contemporaneidad; una, el extractivismo expansivo; otra, la
especulación financiera. Dos formas a las que apuestan los gobiernos
progresistas.
Defensa crítica de los procesos de cambio
Cuando hablamos de defensa crítica de los procesos de cambio
no hablamos, indudablemente de la defensa de los gobiernos
progresistas, que son composiciones burocráticas, que son la parte, en
todo caso, más conservadora de los procesos. Los apologistas han
282
confundido la defensa de los procesos, defensa, que debería
corresponder a la profundización de los cambios, con la defensa de los
gobiernos progresista. Esta confusión es conservadora y hasta
peligrosa para los procesos mismos. Los procesos de cambio de los que
hablamos se han inscrito en sus constituciones políticas; los gobiernos
progresistas han vulnerado sistemáticamente sus constituciones, sobre
todo en el caso de Bolivia y Ecuador, que cuentan con constituciones
que establecen el Estado plurinacional. La defensa de las
constituciones, en estos casos, significa defenderlos contra sus
gobiernos que vulneran las constituciones. Aquí no hay donde
perderse; no se puede hablar de distinguir a gobiernos progresistas de
gobiernos de “derecha”. Usando este término tan discutible, heredado
del imaginario de la revolución francesa, es “derecha” violar la
Constitución y los derechos colectivos consagrados en la Constitución.
Frente a la continuidad expansiva del modelo extractivista, que
es la opción seguida por los gobiernos progresistas, no queda otra cosa
que defender la madre tierra, los derechos de los seres de la madre
tierra, defender los derechos comunitarios, los derechos colectivos, los
derechos de las naciones y pueblos indígenas, defender el derecho de
los pueblos a modelos alternativos al extractivismo, al capitalismo, a
la modernidad y al desarrollo. Esta defensa es contra los gobiernos
progresistas, pues ellos son los que llevan adelante la expansión
extractivista a nombre del “desarrollo”.
Frente a la centralización desmesurada de los mandos, el
verticalismo autoritario, que reproduce cristalizados burocratismos y
autoritarismo, heredados del Estado liberal, no queda otra cosa que
defender la democracia participativa, establecida por la Constitución.
Esta defensa del ejercicio plural de la democracia se lo hace también
contra los gobiernos progresistas, que descartan, en la práctica,
cualquier participación y control social, salvo si es demagógica y
teatral.
Frente a la decisión gubernamental de solventar la expansión del
uso de los transgénicos, que según el presidente de Bolivia, son una
solución para la soberanía alimentaria, apoyando taxativamente a los
empresarios involucrados en la producción de soya, no queda otra
cosa, que defender la producción y los cultivos orgánicos. Esta defensa
también se lo hace contra los gobiernos que introducen normas de
apoyo al empleo de los transgénicos y la ampliación de la frontera
agrícola.
283
Frente a la entrega de las reservas fiscales mineras a las
empresas trasnacionales, mediante leyes mineras de promoción al
capital extranjero, que en Bolivia también tiene un aditamento, la
entrega de reservas a la vorágine de las llamadas cooperativas
mineras, que de cooperativas sociales no tienen nada, sino son
instancias que encubren formas salvajes de propiedad privada, no
queda otra cosa que defender las reservas fiscales, que son propiedad
de los pueblos. Esta defensa también es contra los gobiernos que
orientan una política minera de extractivismo depredador.
Frente a la escalada de corrupción descomunal que se efectúa,
en unos casos, a nombre de la formación de una nueva burguesía, de
una burguesía nativa, término tan inapropiado para ocultar el robo al
erario del país, otras veces se oculta bajo teatrales orquestaciones
institucionales, que dicen luchar contra la corrupción y la
transparencia, que, sin embargo, se ciegan ante evidentes y conocidas
proliferantes prácticas de corrupción institucionalizada, no queda otra
cosa que enfrentarse a la impostura de los gobiernos progresistas. En
este caso, es más criminal desatar prácticas paralelas perversas
institucionalizadas, pues corroen las propias bases éticas y morales de
legitimación del proceso de cambio.
Frente a políticas monetaristas, que entregan el ahorro nacional
al sistema financiero internacional, dispositivo hegemónico y
dominante del ciclo del capitalismo vigente, evitando generar espacios
alternativos de contra-moneda y contra sistema financiero147, no queda
otra cosa que defender la valorización concreta de los productores
locales frente a estas políticas monetaristas de los gobiernos
progresistas.
En todos estos casos la defensa del gobierno, confundir la
defensa del proceso con la defensa del gobierno, es pues
contraproducente, pues debilita a las posibilidades, las potencialidades
y las fuerzas del proceso. Esta posición conservadora es debilitante,
desactiva la vigilancia, el control, la interpelación, de los movimientos
sociales, de los pueblos y las comunidades. Esta perspectiva
conservadora tiene una visión esquemática inmóvil. Hay “derecha” e
147 El proyecto de la moneda de integración sucre y del Banco del Sud, diseñado por un grupo de economistas ecuatorianos, dirigidos por Pedro Páez Perez, concibe, en realidad, una contra-moneda y un “banco” alternativo al sistema financiero internacional, basado en complementariedades y compensaciones, estructurado en una lógica que retiene la valorización local, evitando su pérdida centralizada. Este proyecto fue aprobado y firmado por los gobiernos del ALBA, empero, ninguno de ellos entendió el proyecto, siguiendo en cambio, políticas monetaristas que los subordinan al sistema financiero internacional.
284
“izquierda”; dos campos estáticos, definidos por siempre, como
entidades eternas, como sustancias a-históricas, olvidando las
dinámicas políticas y sociales, fluidas y complejas. Los gobiernos, por
más que se proclamen populares, progresistas, socialistas,
“revolucionarios”, pueden devenir en gobiernos reaccionarios si es que
toman medidas represivas, antidemocráticas, inconstitucionales,
aunque lo hagan a nombre de la defensa de la “revolución”. Mucho más
aún si las medidas reproducen las mismas estructuras de dominación
polimorfas, aunque se lo haga a nombre de los indígenas, sin
consultarles, como corresponde. Lo que es un uso simbólico de la
víctima de la colonización y colonialidad. Al ocupar el lugar el lugar del
otro, en la estructura colonial mantenida, se termina siendo el otro, el
“blanco”, el dominador, el colonizador, pues al mantenerse la
estructura colonial, se hace lo que hacía el “blanco”. No se trata,
obviamente, como lo anotó Frantz Fanón, de sólo cambio de color, en
el puesto de mando, sino de ocupar el lugar, que debería haber sido
destruido y no tomado.
El problema de esta etapa de los procesos políticos, llamados de
cambio, etapa de gestión de gobierno, es el dilema planteado de qué
hacer con el Estado. El problema es creer que el Estado puede ser
usado, como si fuese un instrumento neutral, el problema es creer que
basta que el instrumento cambie de mano, para que tenga otros fines,
como si el Estado no estuviera constituido por relaciones
históricamente cristalizadas. El problema del Estado es antiguo en la
historia de los movimientos sociales anti-sistémicos, en la historia de
las “revoluciones”, en la historia política, así como también es antigua
la reiteración del fetichismo estatal.
El conservadurismo de esta posición intelectual radica en la
apuesta por los gobiernos progresistas y no en la potencia social, no
en la capacidad y potencialidad de las comunidades, no en la capacidad
de la dinámica molecular de las sociedades. Este no sólo es un
fetichismo estatal, sino un fetichismo institucional, que considera que
la fuerza social, producente y productiva, está en las instituciones, y
no en la capacidad producente y productiva de la gente. Las
instituciones son el efecto molar, el efecto de masa, el efecto
estadístico de las dinámicas moleculares148. En esta etapa, la de las
gestiones gubernamentales, es cuando se pierde el rumbo del proceso,
cuando se escabulle la posibilidad del proceso, pues, en vez de orientar
148 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2013; Rebelión; Madrid 2013.
285
las políticas a una deconstrucción del Estado, se orienta a una
consolidación mayúscula del Estado.
A estas alturas de las historias políticas de la humanidad, ya
deberíamos haber aprendido las grandes lecciones. La ruta de la
institucionalización de la “revolución”, la ruta de la estatalización de la
“revolución”, es destructiva de la misma “revolución”. Es la clausura
misma de la “revolución”. Ciertamente, no se puede negar, que hacer
otra cosa, que la que se hizo en el pasado, es difícil, requiere de
invención, creatividad, imaginación e imaginario radicales. Este es el
desafío, para no repetir la dramática historia de las “revoluciones”
hundidas en sus contradicciones.
Ahora bien, la defensa crítica de los procesos de cambio debe ser
contextuada en cada uno de los países en cuestión. No es la misma
situación, la complexión de las fuerzas, en Bolivia, Ecuador, Venezuela
y Brasil. Se trata no sólo de contextos distintos, sino de historias
sociales y políticas diferenciales. El campo politico es variado en los
países; la distribución de las fuerzas es diferente. No se puede
proponer sólo una defensa crítica general del proceso; las
características de la defensa crítica del proceso son también variadas.
La lucha tenaz en Venezuela contra una “derecha” y burguesía fuerte,
que goza de convocatoria, además del apoyo de la Casa Blanca de
Estado Unidos de Norteamérica, a pesar de las fuerzas, disponibilidad,
y convocatoria popular del gobierno bolivariano, obliga a considerar la
distinción planteada por la “crítica” sensata, la distinción entre
“derecha” e “izquierda”, recurriendo a estos términos esquemáticos.
Incluso a pesar de los graves problemas burocráticos y de corrosión
del propio gobierno. No ocurre lo mismo ni en Ecuador, ni en Bolivia,
donde la “derecha” política se encuentra disminuida y sin convocatoria
apreciable, en tanto la “derecha” económica, que es de clase, que
corresponde a la reproducción de la burguesía, se halla aliada al
gobierno, gozando de sus beneficios, que corresponden, por ejemplo,
a las políticas monetaristas, a las políticas agrarias, a la suspensión de
la función económica y social, a la suspensión del saneamiento de
tierras, a la suspensión del control sobre tala de bosques. En estos
casos no aparece tanto el peligro de que la “derecha” tome el gobierno,
sino que el gobierno progresista se siga derechizando.
El caso brasilero es notoriamente diferente; hablamos de un
gobierno que claramente ha optado por una alianza con la burguesía,
incorporada al propio gobierno, un gobierno que ha optado por el
aburguesamiento de la casta dirigente del PT, un gobierno que tiene
286
un claro diseño de geopolítica regional149. Por último hablamos de un
gobierno que no ha hecho la reforma agraria esperada por el
movimiento campesino más grande del mundo, el movimiento sin
tierras (MST). Más bien defiende a los latifundios y a las empresas
monopólicas de los transgénicos, como la Monsanto. No es pues una
sorpresa que en este país continental, cuyo Estado ha concebido una
geopolítica regional y continental, que abarca también al África, por lo
menos sud-sahariana, se hayan dado las gigantescas protestas contra
el gobierno de Dilma Rouseff, que ha destinado una cuantiosa y
fabulosa inversión en la infraestructura del mundial de futbol,
beneficiando a las empresas constructoras, descuidando el bien estar
social. También, no es pues de ninguna manera desconocido, la
legendaria lucha de los pueblos indígenas contra el avasallamiento de
sus tierras, avasallamiento ahora efectuado con los mega-proyectos de
las macro-hidroeléctricas, como es el caso del proyecto faraónico de
Belo Monte.
Por otra parte, no se puede decir, pues tampoco es sostenible,
que la crítica radical a los gobiernos progresistas debilita la lucha
antiimperialista. Al contrario, le otorga actualidad, pues pone en el
tapete las transformaciones dadas en la forma imperialista; propone
una lucha contra el imperialismo, de carne y hueso, tal como es hoy;
descarta seguir dibujando una figura obsoleta del imperialismo, que
corresponde las condiciones histórico-políticas-económicas de
mediados del siglo XX. Mantener la imagen de esta figura y lanzarse
discursivamente a la lucha antiimperialista, no es otra cosa que pelear
contra un fantasma, cuando en los hechos se mantienen buenas
relaciones con el imperialismo de carne y hueso. El imperialismo de
hoy es el orden mundial de dominación global e integral, conformado
por los organismos internacionales, el sistema financiero internacional,
el entramado de redes de las empresas multinacionales y
trasnacionales, el centro dinámico y cambiante del sistema-mundo
capitalista, que ha incorporado a las llamadas potencias
emergentes(BRICs), que tiene como gendarme a la híper-potencia del
complejo económico-industrial-tecnológico-cibernético-mediático de
los Estados Unidos de Norteamérica. Un orden mundial de dominación
global e integral, que articula distintos planos y atraviesa ocupando
todos los espacios posibles e imaginables de la existencia social, así
como de la vida, los ciclos de la vida, la información genética. Estamos
149 Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerra periférica y geopolítica regional. En torno a la guerra del Pacífico. Bolpress, Dinámicas moleculares, Horizontes de la razón; La Paz 2013.
287
ante un sistema global e integral de dominación mundial, que avanza
a su unificación, comprometiendo a estados, por más diferentes que
sean y pretendan cierta soberanía, comprometiendo todos los recursos
naturales, por más pretendidamente nacionales que aparezcan; la
subsunción formal, real y virtual de los procesos de explotación de los
recursos naturales ha llegado a formas concomitantes y de
dependencia agudas, por más propios que se declaren los recursos
naturales. La acumulación ampliada de capital, en las condiciones de
este capitalismo financiero-trasnacional-posindustrial-cibernético-
mediático, ha llegado a espeluznantes dimensiones cuantitativas, a
impresionante eficacia cualitativa, además de la asombrosa rapidez y
velocidad de desplazamientos logradas. Nadie puede decir, en estas
condiciones, que es independiente, que escapa a estas formas de
dominación y explotación del capitalismo tardío, nadie puede decir que
puede lograr un desarrollo capitalista autónomo, local, regional, propio,
sea “andino-amazónico” u otro específico. Esto no sólo es una ilusión
desdichada sino una insensatez descomedida. Por eso, pretender una
acumulación originaria local, mediante la expansión del extractivismo,
para pasar a la industrialización y de ahí a formas de soberanía
alimentaria, no es más que una ilusión al servicio de la acumulación
ampliada desbordante y especulativa del capitalismo tardío,
políticamente conformado como imperio.
Esta es otra razón por la que no se puede apoyar a la orientación
económica escogida por los gobiernos progresistas, pues se basan en
esta ilusión descomedida y en esta “estrategia” de “desarrollo”, que
termina, precisamente, impulsando las formas de acumulación
combinadas del sistema-mundo capitalista; reiteradas y recurrentes
formas de acumulación originarias, por despojamiento y desposesión;
acompañando a desplegadas y dinámicas formas de acumulación
ampliada. Esta ruta es la de la reproducción de la dependencia, del
colonialismo y del capitalismo, en las condiciones vertiginosas del
presente. Esta ruta también es la destrucción de la “naturaleza”, de la
madre tierra, de la vida, de sus ciclos vitales, comprometiendo la
sobrevivencia humana.
Los gobiernos progresistas en su laberinto
En adelante haremos descripciones de los contextos y
coyunturas, diferenciales y análogas, en los que se encuentran los
gobiernos progresistas.
288
En Genealogía de la dependencia escribimos:
En lo que corresponde al balance de las rutas desarrollistas
contemporáneas, sobre todo en lo que respecta a las llamadas
potencias emergentes, es aleccionador leer a Francisco de Oliveira
cuando hace un análisis ilustrativo de lo que ocurre con la potencia
emergente de Brasil150. El autor de El neo-atraso brasileño propone
dos hipótesis interpretativas; una, que por un lado fueron las
actividades rurales de subsistencia, el trabajo informal y la
precarización de los salarios los que subsidiaron el crecimiento de la
industria y los servicios. La segunda hipótesis se refiere a la
emergencia de una nueva burguesía compuesta por técnicos,
economistas y banqueros, núcleo duro del Partido de los Trabajadores
(PT). Ambas condiciones determinan la identidad paradójica que
adquiere el capitalismo periférico en esta parte del mundo, aquí el
capitalismo se financia con la explotación de los trabajadores, en tanto
que el progreso sucede siempre en otro lugar, allí donde se produce la
ciencia y la tecnología de punta, en el centro del sistema-mundo
capitalista.
Este balance es contundente, no hay desarrollo en las potencias
emergentes, por lo menos entendiendo a este fenómeno de una
manera integral, sino neo-atraso, repitiendo las condiciones perversas
de este rezago. El desarrollo de las fuerzas productivas deja en la ruina
a una parte de la humanidad, el subdesarrollo aparentemente deja de
existir, no así sus calamidades, el trabajo informal, el mismo que se
transforma en un indicador de la desagregación social. Lo que se
produce son modernidades heterogéneas y de contrastes. Por un lado,
centros urbanos que imitan el iluminismo edificado de las urbes del
norte, burguesías articuladas a las redes del capital financiero, por lo
tanto que forman parte de la misma burguesía globalizada; por otro
lado, incluso en las mismas ciudades, cordones, espacios, amplias
zonas de marginamiento y economía informal, incluso ilícita. Grandes
mayorías discriminadas. En las potencias emergentes se ha dado lugar
a la emergencia industrial, que no es otra cosa que el desplazamiento
de la desindustrialización del centro del sistema-mundo capitalista, que
ha optado por tecnología de punta, transfiriendo tecnología obsoleta a
las llamadas potencias emergentes. En estos lugares se ha dado lugar
150 Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasilero. Siglo XXI-CLACSO.
289
a la formación de nuevas burguesías, que no tendrían nada que
envidiar a las burguesías del norte, sobre todo en lo que respecta a su
opulencia; empero este esplendor se construye sobre la base del
marginamiento, la informalización de las grandes mayorías explotadas
y dominadas, que habitan las zonas, los espacios del neo-atraso y la
pobreza repetida descomunalmente. La emergencia de las potencias
se basa en la destrucción devastadora de la naturaleza, la ampliación
de la frontera agrícola, el uso de los transgénicos. De esta manera los
costos de este progreso son demasiado altos como para hacerlo
sostenibles.
No hay pues destino con el desarrollismo, tampoco con el neo-
nacionalismo. Lo que hacen, en el mejor de los casos, en el caso de
las potencias emergentes, es volver a modificar los términos de
intercambio en las lógicas de acumulación del capital, modificar su
participación en la estructura mundial de dominación capitalista. Por
eso, podemos volver a decir, que los nacionalismo están mucho más
cerca de las ilusiones liberales criollas y gamonales que de los
proyectos emancipatorios y libertarios de los movimientos sociales,
naciones y pueblos indígenas originarios. Están más cerca de repetir
las formas coloniales, las del colonialismo interno, también las
reiteradas cadenas de la dependencia, que de lograr construir las
soberanías plurales que requiere un mundo alternativo de
autodeterminaciones, auto-convocatorias, de participaciones sociales y
ejercicios plurales de la democracia. Si bien los nacionalismos heroicos
forman parte de la historia de las luchas, pretender repetirlos en los
ciclos contemporáneos del capitalismo es apostar en una repetición
burda y cómplice de las formas de acumulación mundial capitalista por
despojamiento151.
Brasil
Lo que acabamos de recoger, comentando el sugerente e
iluminador libro de Francisco de Oliveira, titulado El neo-atraso
brasilero, y cuya metáfora interior es la figura aglomerada del
ornitorrinco, es la caracterización que vamos a manejar para
referirnos, en general, a los países de los gobiernos progresistas,
151 Raúl Prada Alcoreza: Genealogía de la dependencia. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, Bolpress. La Paz 2011-2012.
290
aunque esta caracterización no solamente sea válida para estos países
sino para el conjunto de los países del continente, que forman parte de
la geografía móvil periférica, semi-periférica y central, incluso en las
condiciones de BRICs, como es el caso de Brasil. Francisco de Oliveira
usa la metáfora del ornitorrinco para configurar el llamado desarrollo
brasilero; el autor escribe:
Altamente urbanizado, con poca fuerza de trabajo y población en
el campo, aunque sin ningún residuo pre-capitalista; por el contrario,
con presencia de un fuerte agrobusiness. A esto se suma un sector
completo de la segunda revolución industrial, avanzando titubeante por
la tercera revolución, la molecular-digital o informática. Por un lado,
una estructura de servicios muy diversificada – sobre todo cuando está
ligada a los estratos de altos ingresos que, en rigor, son más
ostensiblemente perdularios que sofisticados - . En el otro extremo,
una estructura muy primitiva, ligada directamente al consumo de los
estratos pobres. Posee también un sistema financiero todavía
atrofiado pero que, precisamente por la financiarización y el aumento
de la deuda interna, acapara una gran proporción del PIB152.
Comentando el análisis y la caracterización que hace Francisco
de Oliveira, en el libro citado, escribimos:
Francisco de Oliveira visualiza la recreación y expansión de la
informalidad, la mantención del crónico desempleo, el encubrimiento
del subempleo, como formas de articulación y subvención a la
acumulación de capital, formas completamente articuladas y
funcionales a los sistemas de industrialización e incursión en la
tecnología molecular-digital. Combinaciones que forman parte de esa
complementariedad y recreación violenta entre la forma de
acumulación ampliada y la forma de acumulación originaria por
despojamiento. Todo esto atravesado por un sistema financiero que
cubre el funcionamiento económico, succionando las esferas y los
circuitos económicos a la lógica de la financiarización, que empuja al
uso especulativo del capital financiero. Produciendo entonces un
endeudamiento externo e interno que caracterizan a las actuales
economías dependientes, llamadas emergentes. Este ornitorrinco
económico y social se sostiene sobre la extensa base de la
diferenciación social excluyente y marginada de la distribución de la
riqueza y el excedente, que se concentran desproporcionalmente en la
152 Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasileño. Los procesos de modernización conservadora, de Getúlio Vargas a Lula. Siglo XXI, CLACSO, 2009. Buenos Aires. Pág. 144.
291
minoría poblacional de empresarios privilegiados por el monopolio y el
apoyo estatal, a la que se suman las clases medias beneficiadas por la
expansión de los servicios e impulsadas al consumo. La gran mayoría
de la población está condenada a vivir en los márgenes de esta
modernidad, pasando de ser el ejército industrial de reserva a la masa
gigantesca de trabajadores informales, proletariado nómada y
habitante de los barrios prohibidos.
Se trata del reino de la informalidad, el desvanecimiento del
salario, del adelanto del costo de producción.
“La tendencia moderna del capital es suprimir el adelanto: el
pago a los trabajadores pasa a depender de los resultados de las ventas
de los productos-mercancía. En las formas de tercerización del trabajo
precario, y en lo que – entre nosotros – se continúa denominando
“trabajo informal”, éste es un cambio radical en la determinación del
capital variable. Así, aunque parezca extraño, los rendimientos de los
trabajadores pasan a depender de la realización del valor de las
mercancías, lo que antes no ocurría. En los sectores todavía dominados
por la forma salario, sigue en pie la anterior modalidad, tanto es así
que la reacción de los capitalistas es des-emplear la fuerza de trabajo.
El conjunto de los trabajadores es transformado en la suma
independiente de un ejército de activos y de reserva, que se
intercambia no de acuerdo con los ciclos de negocios, sino
diariamente”153.
Esto es, se produce la suspensión de la producción, de la
valorización de la producción, por lo tanto de la valorización del tiempo
socialmente necesario del trabajo. Lo que se hace, sobre la base de su
ocultamiento, es abrir nuevamente las temporalidades de la súper-
explotación, así como del dominio absoluto de la circulación y el
mercado, obligando a la gente al sacrificio y a la donación de sus vidas
en aras de la realización de la ganancia. Suspendiéndose con esto los
derechos conquistados en la historia de las largas luchas sociales.
Desde entonces ya no se trata de los derechos, tampoco del sujeto de
los derechos, sino de la realización descarnada de las ventas y de los
resultados del sistema. Se vive entonces la dramática experiencia de
la precarización, de la fragmentación, de la dispersión y la diseminación
de las formas de vida y de las formas de organización. La realización
de las súper-ganancias, la construcción deslumbrante de las grande
urbes metropolitanas, la conformación de barrios de ensoñación y oasis
153 Ibídem: Pág. 148.
292
paradisiacos, contando también con los moles comerciales y de
consumo para las clases medias, sólo se pueden dar si al mismo
tiempos se transfieren los costos de la magnificencia a extensas zonas
suburbanas, a expansivos entornos de miseria, a favelas interiores o
ruralidades vaciadas y detenidas en el tiempo. El costo no sólo se
materializa en los perfiles de la marginación y la exclusión, sino
también en la conformación de mundos paralelos y periféricos154.
En relación a las últimas movilizaciones dadas en Brasil (junio-
octubre 2013), de usuarios, de jóvenes y estudiantes, contra el
incremento de los pasajes, el mal servicio y las descomunales
inversiones en la infraestructura del mundial de futbol, Pablo
Ortellado, en Os protestos de junho entre o processo e o resultado155,
escribe:
Las protestas de junio dejan dos legados opuestos: por un lado,
a la explosión de manifestaciones con reivindicaciones difusas y sin contar con orientación en la consecución de resultados; por otro lado,
la lucha contra el incremento de tarifas del pasaje de transporte, lucha efectuada por el Movimento Passe Livre (MPL), lucha que expresa un
profundo sentido de táctica y estrategia.
Durante los momentos finales de la campaña contra el incremento de los pasajes, la lucha fue tomada por asalto por la
proliferación de reivindicaciones. Cuando el incremento fue derogado, la agitación quedó como desprovista y la difusión de reivindicaciones
proliferantes se apoderó, a la vez, del proceso. Estableciéndose un activismo procesual muy poco orientado a conseguir resultados. En
relación a fenómenos semejantes en otros países, lo acontecido fue más lejos: no se trata de la dificultad de encontrar un objetivo viable
común, como ocurrió en la ocupación de Wall Street o como aconteció
con el 15M español, sino de la incapacidad de encontrar un horizonte ideológico común, aunque éste sea vago. La ausencia de orientación
política, donde el movimiento se consumió en problemas procesales, principalmente en los relativos a los modos de lucha. Es por esta razón
que los debates que se dieron a finales de 1990 en torno de Black Bloc resurgieron con toda fuerza, ahora en la forma de discusiones sobre
los límites entre una respetable y cívica movilización ciudadana y una criminalizada acción de vándalos. Sin objetivos claros, los procesos
fueron discutidos en clave principista y sin referencia a sus resultados. En relación a este aspecto, junio fue el mes en el cual explotó una
indignación difusa, que es un enigma a ser descifrado por la gran narrativa y sus analistas.
154 Raúl Prada Alcoreza: Ibídem; Ob. Cit. 155 Esse texto é o capítulo final do livro 20 centavos: a luta contra o aumento (Editora
Veneta, 2013).
293
La estrategia del Movimento Passe Livre (MPL) es el resultado de una acumulación de experiencias y aprendizajes de las luchas sociales
demandantes.
En el año 2003, los estudiantes de Salvador bloquearon las calles
de la ciudad para protestar contra el aumento de los pasajes de ómnibus. La movilización fue espontanea y horizontal, sin embargo,
carecía de personas o grupos de referencia legitimados por el movimiento para hacer de interlocutores con el poder público. En
ausencia de esas referencias, la UNE hizo este papel y terminó subordinando, a la manera leninista, las reivindicaciones de los
estudiantes por la reducción del precio de los pasajes en su agenda partidista. El MPL aprendió de esta experiencia, tomó conciencia que
era preciso que el movimiento tuviese una expresión política propia, al mismo tiempo horizontal y contraria al aumento – en otras palabras,
que estuviese de acuerdo con su proceso y su propia meta.
El MPL aprendió de la experiencia y se desenvolvió en la lógica
inmanente de las lucha de los jóvenes y estudiantes contra el incremento del costo de los pasajes. La evolución de la lucha por rebaja
de los pasajes, durante los años 1980, a la lucha por el “passe livre estudantil”, durante los años 1990, y desde aquí, hacia la lucha contra
el incremento del precio de los pasajes, durante los primeros años del siglo XXI, revelan una lógica de lucha orientada a la ampliación de
derechos que, debidamente interpretada, apunta a la tarifa cero y a la des-mercantilización del transporte para todos. Esta concepción no fue
impuesta por un programa leninista externo, sino que fue extraído de la propia lucha autónoma de los estudiantes.
Las lecciones aprendidas, en lo que van diez años del movimiento
social, permitieron al MPL una notable combinación estratégica y táctica entre valorización del proceso y orientación al logro de
resultados. Por un lado, el movimiento supo preservar y cultivar la
lógica horizontal y contracultural, que se dio tanto en la lucha de los estudiantes contra el incremento, como en el movimiento contra la
liberalización económica, de donde proceden muchos de los militantes. Por otro lado, el MPL supo establecer, de manera táctica, una meta
objetiva factible: la derogación del incremento. Esta meta parece “corta”, sin embargo, no lo es, en la medida, que se encuentra ligada
a la meta más ambiciosa de transformar un servicio mercantil en derecho social universal.
El antecedente de la derogación del incremento o de reducir el
precio de los pasajes por la primera vez aconteció en Florianópolis en el 2004 y en São Paulo en el 2013. El objetivo de la reducción se re-
direccionó de la lógica de la tarifa, ampliándose hacia una reducción creciente, tendiendo al límite lógico de la tarifa cero. Al conquistar la
294
derogación del incremento, la reivindicación de la tarifa cero fue
inmediatamente lanzada en el corazón del debate político. La doble victoria de reducir el costo de los pasajes y llevar al centro del debate
político la reivindicación de la tarifa cero, por medio de una acción
autónoma, contando con una estrategia clara, es el más importante legado de las protestas de junio. Este legado no llega a ser un nuevo
paradigma de las luchas sociales del Brasil, sin embargo, es ya un modelo de acción que combina la forma política horizontal y
contracultural de los nuevos movimientos, contando con un maduro sentido de estrategia156.
¿Cómo podemos desentrañar las jornadas que desde junio de
2013 conmueven Brasil? ¿Son revueltas contra el capitalismo de
Estado, contra la burguesía sindical formada por el PT en el poder,
contra esta renuncia expresa a la política de la luchas de clases,
optando por la administración de los fondos de pensiones157, la
participación como sindicalistas en los puestos claves directivos, no
solo del gobierno, sino de los fondos, de los bancos, de las empresas,
impulsando a las gigantes empresas brasileras a competir en el mundo
con sus homologas? ¿Es una rebelión de los jóvenes, de los
estudiantes, de los usuarios y consumidores, es decir, de una parte de
las mayorías del pueblo y de la población, una parte que no participa
de los entornos e irradiaciones ondulatorias de esta élite sindical? ¿Se
trata del levantamiento de los nuevos marginados de estas grandes
urbes y metrópolis, completamente articuladas a los flujos y
retroalimentaciones del capital financiero? Nuevos marginados
decimos, pues se trata de clases medias afectadas, en contraposición
del proletariado beneficiado por la política de democratización y
moralización del capital, orientado por Luiz Inácio Lula da Silva; un
proletariado beneficiado por el “desarrollo”, el crecimiento económico,
por su participación en la dirección y beneficios de las empresas, por
su participación en la estrategia de los fondos de pensiones. ¿Se trata
de una nueva contradicción, como fenómeno del capitalismo tardío,
donde se enfrentan sectores sindicalizados, organizados, con influencia
e intervinientes en el poder, aburguesados, contra sectores sociales
atomizados, fragmentados, diseminados, sin influencia, alejados del
poder, restringidos a los avatares de las exigencias de la cotidianidad,
como la del transporte y sus costos? ¿O son problemas del propio
crecimiento de una potencia emergente, que no puede llevar a todos
156 Ibídem: Ob. Cit. 157 Revisar de Raúl Zibechi Brasil potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo. Ediciones de abajo. Bogotá 2012.
295
sus habitantes, a todos sus pobladores, a todos sus estratos sociales,
de la misma manera, otorgándoles beneficios similares, y al mismo
tiempo? Por último, ¿se trata de una nueva generación de luchas, de
movimientos sociales anti-sistémicos, que se caracterizan por su
compacidad horizontal, sin estructuras jerárquicas, sin considerarse
vanguardias, que ejercen resistencias contra-culturales y contra-
hegemónicas, como interpreta Pablo Ortellado? Estas son las preguntas
que colocan en la mesa estas jornadas de movilización de los
indignados brasileros.
El 2010 las llamadas clases medias engrosaron ampulosamente
la estructura social, con la entrada al estrato social de 30 millones de
personas, en movilidad social, constituyendo ya el 50% de la población.
Se estima que para el 2014 las clases medias lleguen a conformar el
56% de la población, sumando 113 millones de personas158. A
propósito de esta movilidad social, Raúl Zibechi anota que: en tanto
los sectores más pobres llegarían a ser por primera vez en la historia
del Brasil menos de un tercio de la población. Sólo estos datos nos
muestran transformaciones de la sociedad, de su estructura social, de
su perfil, de su contenido de clase. No se puede negar, con estas
descripciones, que los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva
impactaron positivamente en estas transformaciones sociales, no se
puede negar los efectos del gobierno progresista en la redistribución
del ingreso, como afirma Boaventura de Sousa Santos159. Ciertamente;
empero, en contraste, tenemos la elocuencia cualitativa de la
movilización social en las ciudades. A esta situación contrastante,
debemos añadirle la resistencia de los pueblos indígenas a las macro-
hidroeléctricas, que destruyen sus territorios, que dañan el medio
ambiente, que contaminan y depredan los ecosistemas, que afectan
las cuencas de los ríos.
Partamos coincidiendo con Pablo Ortellado, que estamos ante un
modelo de acción que combina la forma política horizontal y
contracultural de los nuevos movimientos, contando con un maduro
sentido de estrategia. Se trata de la manifestación, el despliegue y la
expresión de los nuevos movimientos sociales anti-sistémicos, sobre
todo de aquellos que se han caracterizado como de los “indignados”,
158 Revisar de Raúl Zibechi Brasil Potencia; Ob. Cit. Capítulo 2; La ampliación de la élite en el poder, La trayectoria sindical, Sindicalistas en cargos estatales, El papel de los fondos de pensiones, ¿Nueva clase o capitalismo sindical? 159 Boaventura de Sousa Santos: Las revueltas mundiales de indignación. Conferencia en La Paz; CIDES-UMSA; 17 de octubre de 2013.
296
aunque los mismos sean variados y distintos, no sólo debido a sus
contextos, la razón por la que estallan, así como por sus historias
políticas propias. Las movilizaciones brasileras no estallan exactamente
debido a las consecuencias dramáticas de la crisis financiera, como en
Europa, sino que estallan como parte de una lucha, que ya cuenta con
su propia historia, por la ampliación de derechos, que podemos
llamarla profundización de la democracia. Estalla como parte de las
contradicciones de una potencia emergente, así como también como
parte de las contradicciones de los procesos de cambio, de los que
forman los gobiernos progresistas de Sud América.
La ruta escogida, la del desarrollo, la ruta ya transmontada por
los llamados países desarrollados, la ruta de la revolución industrial, la
ruta de la modernidad, la ruta por la que los gobiernos progresistas
logran transformar la estructura social, sobre todo en Brasil y también
en Venezuela, aunque también ha ocurrido, con menor intensidad en
Ecuador, así como en Bolivia, es una ruta, en todo caso, problemática.
Ciertamente esta ruta ha ocasionado el engrosamiento notable de la
participación proporcional de las clases medias, aburguesando al
sostén social de la nueva conducción estatal, sea sindicalista, como en
Brasil, sea partidista, como en el caso de Venezuela, sea profesional,
como en el caso de Ecuador, sea campesino, como en el caso de
Bolivia; sin embargo, esta ruta desarrollista no parece ser la ruta
apropiada, en la etapa actual del ciclo del capitalismo vigente. Lo que
estas “revoluciones” han conseguido es, en el mejor de los casos, la
modernización de la estructura social, apta ahora para el insaciable
consumo. En esto se parecen, aunque considerando distintas escalas;
se diferencian en sus nombres. Se nombran como “revolución” por la
democratización y moralización del capital, en el caso de Brasil, como
socialismo del siglo XXI, en el caso de Venezuela, como “revolución”
ciudadana, en el caso de Ecuador, como “revolución” democrática y
cultural, en el caso de Bolivia.
Los jóvenes que salieron a las calles, en el fondo, lanzando el
mensaje implícito, dicen: por esa ruta no queremos ir, no estamos de
acuerdo, queremos otros mundos alternativos posibles. Es mil veces
más importante leer este mensaje que escuchar el discurso
demagógico de los gobiernos progresistas, discurso, de por sí trillado
y harto conocido. Ellos, los gobiernos progresistas, dicen: somos los
representantes genuinos del pueblo, somos los libertadores del siglo
XXI, somos la conquista, en el poder, de una historia de largas luchas
sostenidas; no dejaremos que la “derecha” retorne. Cumpliremos con
297
la estrategia definida, con la planificación del desarrollo. Este discurso
patriarcal, fuera de dejar de lado la democracia participativa,
atribuyéndose el monopolio de las decisiones, otorgándose el
monopolio de la representación, de la legitimidad y de la violencia
legítima, supone que ellos, los gobiernos progresistas, son de
“izquierda”.
Sin embargo, todo depende de la perspectiva y el referente. Si
hipotéticamente vemos de otro modo; por ejemplo definir qué
“derecha” es el usufructuó del poder, el monopolio de la violencia y de
la representación, el aburguesamiento por procedimientos burocráticos
o financieros, entonces los gobiernos progresistas son la “derecha”,
pues la “derecha” es un lugar en la estructura de poder, estructura
espacial y temporal bio-social-económica-cultural. Entonces podemos
concluir, que la “derecha”, mas bien, se ha mantenido, se ha
preservado, cambiando de ocupantes, incluso metamorfoseándose,
modernizándose, tecnificándose, democratizándose. Entonces lo que
hace “derecha”, la función de “derecha”, es el lugar que se ocupa y el
ejercicio que se cumple. El capitalismo contemporáneo no requiere de
los perfiles de la vieja burguesía, personal, familiar, propietaria
privada; de manera distinta, requiere de perfiles técnicos, altamente
calificados, que se mueven por redes, que no requieren ser propietarios
de empresas, sino gozar de grandes sueldos y jugosos beneficios,
además de acceder a circuitos financieros y puestos de decisión
estratégica. Como muestra el caso brasilero, la burguesía hoy, requiere
de amplia base social organizada, para esto son buenos los sindicatos.
Por lo tanto, se puede formar una burguesía sindical, cuando los
sindicatos participan en el control de fondos, bancos y empresas160.
Ciertamente, con esta experiencia se cae la teoría leninista; el
proletariado, por lo menos la aristocracia obrera, puede llegar a
conformar una burguesía o un estrato importante de la burguesía. Los
explotados de hoy ya nos son los proletarios, por lo menos los
proletarios sindicalizados, sino lo que llamaba Frantz Fanón, los
condenados de la tierra. Por eso, seguir hablando de “derecha” e
“izquierda”, no tiene mucho sentido, pues se deviene “derecha”,
cuando se tiene el control del Estado.
La lucha de los indignados brasileros se hilvana, a su manera,
con la lucha de los indignados del mundo, forma parte de las nuevas
formas de protesta, de las nuevas causas de protesta, de las nuevas
modalidades de protesta. Como dice Pablo Ortellado, estos
160 Revisar el libro citado de Raúl Zibechi; Ob. Cit.
298
movimientos no son del todo espontáneos, tienen sus estrategias,
vienen de una acumulación de experiencias. Quizás la más cercana son
las jornadas de Seattle, cuando grupos de activistas y movimientos
anti-sistémicos se juntaron para boicotear la reunión del grupo que
controla el mundo. Algunas de sus tácticas son reconocidas como
anarquistas, sobre todo las calificadas de violentas, otras de sus
tácticas corresponden a proyectos autogestionarios, auto-
determinantes y autonomistas. La proximidad con los anarquistas es
grande; se diferencian en los métodos de acción. Sobre todo se
parecen en las formas organizativas horizontales, no representativas,
no delegativas, contra-culturales y contra-hegemónicas. Lo que
quieren impedir es que organizaciones de la izquierda tradicional,
leninistas, usurpen las reivindicaciones de los movimientos, y terminen
imponiendo mediaciones vanguardistas. Son ciertamente nuevos
movimientos, nuevos modelos de movilización, cuyos objetivos no es
la toma del poder, sino el desmantelamiento del poder, su
deconstrucción y destrucción, creando formas autonomistas de gestión
social, colectiva y comunitaria.
La tarifa cero, el concebir el transporte como un derecho, es
reclamar lo común, frente a lo público y lo privado. El enfrentamiento
entonces es claro. Las formas privadas y las formas públicas, aunque
sean estas progresistas, socialistas, nacionalistas, populares, son
formas del sistema-mundo capitalista, de la acumulación originaria y
de la acumulación ampliada de capital. Todas estas formas, por más
democráticas que sean, en sentido formal, reproducen la acumulación
de capital, llamado eufemísticamente desarrollo. Si se quiere un
mundo, o mundos, alternativo al capitalismo, cualquiera sea su forma,
la forma Estado y la forma gobierno, se tiene que salir de la ruta del
desarrollo. Desde esta perspectiva se hace indispensable la crítica
radical a los gobiernos progresistas, el combate contra la ilusión del
desarrollo.
El titubeo de los intelectuales de la “critica” sensata, que termina
apoyando a los gobiernos progresistas, es manifiesto en este dilema.
Se hallan más apegados al esquematismo maniqueo de “derechas” e
“izquierdas”161, se hallan atrapados en el mito institucional de que el
referente privilegiado es el Estado y no la dinámica molecular social.
La “crítica” sensata termina alimentando el imaginario estatal, el
imaginario institucional, termina alimentando el fetichismo del Estado
161 Revisar de Raúl Prada Crítica al esquematismo maniqueo. Bolpress, Dinámicas moleculares, Horizontes nómadas; La Paz 2013; Rebelión; Madrid 2013.
299
y el fetichismo institucional. Esta posición es conservadora pues se
mantiene en el mismo campo político, en el mismo mapa político, que
hay que desdibujar.
Bolivia
Bolivia parece una continuidad del Perú, tanto por la historia
precolombina. Historia que tiene que ver con la conformación del
Tawantinsuyo; lo que los estudiosos y los historiadores que derivan de
los cronistas, conocen como incanato. Unos llamaron al Tawantinsuyo
el “Imperio Inca”, sin nunca aclarar qué entienden por imperio,
asimilando el término analógicamente a lo que la historiografía y
ensayística consideró imperio, ateniéndose a la historia euroasiática.
Historia que tiene que ver también con la historia del Virreinato del
Perú, que administraba las tierras del interior, las sierras del Alto Perú.
Bolivia también parece una continuidad de la Argentina, sobre todo por
lo que acontece con el Virreinato del La Plata, así también con las
vinculaciones de los guerrilleros charqueños con el ejército
independentista de Belgrano, así como con el legendario caudillo
gaucho Güemes. En la intersección de ambas geografías
administrativas virreinales se encuentra lo que se denominó
institucionalmente la Audiencia de Charcas, base geográfica y
geopolítica de lo que va venir a ser Bolivia. Por último, también
podemos decir, que Bolivia parece una continuidad del Paraguay, sobre
todo por la historia de las misiones, principalmente jesuíticas, que son
las que dieron un carácter propio, religioso, a la colonización del Chaco
y la Amazonia; podemos hablar de esta continuidad a partir también
de las continuidades geográficas y ecológicas, los parecidos de los
asentamientos, remarcando la continuidad guaraní.
Ciertamente también, invirtiendo la perspectiva, viendo desde
una mirada interior, se puede decir que, mas bien, el Perú parece una
continuidad de Bolivia, sobre todo por las prolongaciones serranas y
los condicionamientos geográficos de la Cordillera de los Andes; lo
mismo podemos decir en lo que respecta a la Argentina, que es como
una continuidad de Bolivia, remontándonos al acontecimiento
constitutivo del entorno potosino y su irradiación económica y social,
debido a los circuitos de la plata, los circuitos de la coca y los circuitos
de los ponchos. De la misma manera podemos hablar de Paraguay,
pues la inmensa geografía de las misiones abarcaba desde la Amazonia
peruana hasta el Chaco paraguayo, pasando por Apolobamba, Moxos,
300
Guarayos, los llanos, la Chiquitanía y el Chaco boliviano. No se trata
de privilegiar ninguna de las perspectivas, en la interpretación de los
parecidos y las analogías, sino de lograr una hermenéutica dinámica,
de las dinámicas ecológicas, geográficas, poblacionales, sociales,
económicas, políticas y culturales. Esta hermenéutica integral y
dinámica es indispensable sobre todo con vistas a la integración
continental.
Ahora bien, ¿se puede decir lo mismo respecto a Brasil? ¿La
barrera lingüística se convierte en una barrera inexpugnable? ¿No
podemos hablar de continuidad histórica, social, económica y política,
a pesar de la evidente continuidad ecológica amazónica? Sería
sorprendente afirmar esto cuando hablamos de la frontera más extensa
que comparte Bolivia con Brasil. Para comenzar, descartemos la
hipótesis de la barrera lingüística, pues la fluida actividad en la frontera
nos muestra lo contrario, el “portoñol” y el bilingüismo se han
convertido en los códigos transfronterizos. Sorprende que se diga esto
contando también con una historia precolombina abundante en la
proliferación de pueblos amazónicos, cuya estrategia comunitaria,
social y espacial era, que a partir de un límite demográfico, el pueblo
se divide, y siguen su curso en los recorridos acuáticos y terrestres de
la Amazonia. Muchos pueblos nativos amazónicos y chaqueños se
refugiaron en lo que hoy es Bolivia, pues correspondían a territorios
del interior, de más adentro, ante el avance de los colonizadores
portugueses. Sorprende también no aceptar continuidades entre
Bolivia y Brasil, si contamos, de la misma manera, con las historias
compartidas de las llamadas misiones, después por características
similares de los asentamientos hacendados. El auge del caucho va
provocar, en ambos países, la economía de la goma, además de la
disputa por el control territorial de la siringa, llegándose así a la guerra
del Acre, cuando Bolivia perdió el más grande desgajamiento
geográfico. Hay pues continuidades entre Bolivia y Brasil, se vea desde
una perspectiva u otra, interna o externa. Lo que pasa es que se ha
investigado y escrito muy poco sobre estas continuidades. Es hora de
hacerlo.
¿Qué se puede decir respecto a Chile? País con la que Bolivia
tiene una frontera traumática, desde la guerra del Pacífico;
conflagración perdida, que derivó en el desgajamiento más traumático
de su historia, la pérdida de Atacama y de la costa del Pacífico. Claro
que hay continuidades. Atacama fue territorio complementario
aymara, fue parte de la geografía política de la República de Bolívar,
301
que se cambió de nombre por Bolivia. La guerra del Pacífico enemistó
a sus estados, pero no así, a sus pueblos. La exportación minera, la
exportación petrolera, además de las otras exportaciones diversas,
pasan por los puertos del norte de Chile; lo mismo ocurre con gran
parte de las importaciones. Por otra parte, saltándonos a los escenarios
culturales, últimamente hay una invasión folklórica boliviana a las
ciudades del norte de Chile, donde las bandas orureñas son altamente
cotizadas, acompañando las mimesis de la morenada, la diablada y la
saya; jóvenes chilenos bailan entusiasmadamente estas danzas.
Incluso en una interpelación de los estudiante movilizados, en las
resientes revueltas estudiantiles, que luchan por una educación fiscal,
des-privatizada y de calidad, han bailado frente a la policía la danza
guerrera del tinku. Son estas continuidades las que deben preponderar
sobre el recuerdo traumático de la guerra del Pacífico.
Bolivia, a pesar del imaginario institucionalizado, no está aislada;
al contrario forma parte de bloques subcontinentales, de ecologías, de
desplazamientos poblacionales, de características demográficas, de
composiciones sociales, económicas, políticas y culturales, diversas,
que, confluyen, en este interior íntimo, que son las territorialidades de
adentro, donde el diablo perdió el poncho o el ángel perdió su
virginidad. Ese lugar, que es como el “inconsciente” geográfico, si
podemos hablar así, abusando de los términos, tanto relativos al
psicoanálisis como a la ciencia del espacio. Este interior, estas tierras
de adentro, es el lugar de archivo de la memoria social. Lugar también,
donde los problemas no se resuelven, sino se guarecen, ante
tempestades, esperando eternamente su resolución. Lugar, por último,
donde la historia se encuentra en suspenso.
Se puede decir que Bolivia ha tenido de todo, compartiendo estas
continuidades; señoríos aymaras, suyos, territorialidades y espesores
culturales, ligados al incanato, pueblos itinerantes amazónicos y
chaqueños, reducciones y fundaciones, intendencias, de la época de
las reformas borbónicas, levantamientos indígenas, constitutivas de su
historia, mestizajes variados, recuperación de las poblaciones
indígenas, economías mineras, la de la plata y la del estaño,
principalmente, economía del petróleo, economía de las haciendas,
economía de la goma, sin olvidar la fugaz economía del guano y del
salitre, que no supo retener en sus manos. Se conformó una burguesía
minera, después una burguesía agroindustrial, fue asolada por
caudillos militares, después sostuvo el peso de las burocracias liberales
y de las burocracias nacionalistas. Bolivia es andina, amazónica y
302
chaqueña, además de haber sido atacameña, por el desierto de
Atacama y la costa, que perdió en la guerra del Pacífico.
Con una mirada retrospectiva, se puede decir que Bolivia es, de
alguna manera, inconclusa; no llega a consolidar el Estado-nación;
hay, al respecto, notoriamente y lamentablemente, una palpable
ausencia de estrategia política. No consolidó una burguesía minera, no
culminó las tareas democrático-burguesas de la revolución nacional de
1952, no terminó de integrar a sus diversos territorios; tampoco,
ahora, da curso a la continuidad de la “revolución” indígena, pachacuti,
no da curso a la continuidad de la descolonización. Todo queda a
medias, como en una extraña suspensión fatal.
¿Qué es entonces lo que cohesiona a Bolivia, fuera de su acto
constitutivo y la reproducción de sus instituciones? Por más paradójico
que parezca, lo que cohesiona a Bolivia es su propia diversidad
diferencial, la confluencia de las continuidades mencionadas, de estos
bloques histórico-geográficos distintos, la complementariedad de estos
bloques, su interculturalidad e intraculturalidad efectivas, aunque no
asumidas institucionalmente. En definitiva, se puede decir que, lo que
cohesiona a Bolivia es la voluntad, las voluntades plurales, que quieren
mantener las alianzas, que los ciclos estatales han confundido con
pactos. Los pactos son institucionales, representativos, poco efectivos
en la cohesión “real”, empero altamente efectivos en la cohesión
“ideológica”. Bolivia se ha convertido en el lugar de la articulación de
lo diverso. Todas las formaciones lo son, pues todas las formaciones
sociales son abigarradas, unas más saturadas que otras; las
formaciones más homogenizadas, de todas maneras, tienen como
substrato lo abigarrado, en las condiciones dadas ancestralmente. Sin
embargo, en Bolivia, el abigarramiento adquiere una cualidad
permanente, que comparte con la característica histórica de suspender
todo, de dejarlo pendiente todo. Por lo tanto, la articulación de lo
diverso también adquiere una cualidad dramática. La cohesión pasa
por la crisis y la catarsis, para lograr emergencias masivas,
experiencias intensas de interpelación.
Desde la guerra anticolonial pan-andina del siglo XVIII, cuando,
en los territorios del Alto Perú, la insurrección de Tupac Amaru se
radicalizó bajo el comando de Tupac Katari, experimentando
intensidades mayores, hasta la movilización prolongada de 2000 al
2005, cuyo dramatismo e intensidades, manifiestan la capacidad de
gasto heroico, pasando por la insurrección de abril de 1952, sin
olvidarnos de la historia de los levantamientos indígenas, donde
303
sobresale la intervención del ejército aymara de Zarate Willka en la
guerra federal de fines del siglo XIX, ni de las resistencias mineras, las
transgresiones populares, las multitudinarias marchas proletarias e
indígenas, estas resistencias, levantamientos, rebeliones, manifiestan
claramente la apuesta por la voluntad arronjada.
No pasa, como dice René Zavaleta Mercado, que la crisis hace
inteligible la formación social abigarrada, sino es la forma intensa como
se asume la crisis, es la voluntad “plebeya” que apuesta a un nuevo
nacimiento lo que hace inteligible las dinámicas de la formación
abigarrada. De este modo, se puede decir que el levantamiento
indígena del siglo XVIII, que la intervención aymara en la guerra
federal, que la insurrección proletaria y nacional-popular de 1952, que
la movilización prolongada descolonizadora del primer quinquenio del
siglo XXI, son actos de conocimiento. Abren horizontes de visibilidad.
El problema vuelve después de estos gastos heroicos, cuando
hay que cuidar de este nacimiento; ocurre como si no se pudiera dar
lugar a una resolución estructural; se vuelven a dejar en suspenso las
tareas, la construcción de lo nuevo, manteniendo abigarradamente las
viejas estructuras e instituciones, combinadas con las nuevas
estructuras e instituciones que se haya podido crear. Entonces se
vuelve al juego del eterno retorno de la suspensión, de lo
indeterminado y de indefinición. Esta característica, esta combinatoria
de condiciones de posibilidad históricas, sin resolverse, quizás sea su
potencia y posibilidad, de mantener también abierta la puerta de lo
alternativo. Quizás por esta razón sea desde Bolivia desde dónde hay
que lanzar la convocatoria para la integración continental. Cuando
hablamos de integración lo hacemos pensando en la integración
“plebeya”, en la integración por procedimientos de los pueblos, de
ninguna manera, en la integración burocrática, teatral y demagógica
de los estados y gobiernos.
Una pregunta es indispensable, a propósito de la caracterización
marxista: ¿Bolivia es un país capitalista, atrasado y dependiente, de
desarrollo desigual y combinado? Bueno, muchos países lo son, de la
inmensa geografía periférica del sistema-mundo capitalista. Eso no
dice mucho de su especificidad, de su singularidad, lo que hace que
sea lo que es, su particularidad. Otra pregunta, del mismo estilo:
¿Bolivia es una formación social abigarrada? También muchos países
lo son, no sólo periféricos. ¿Dónde está entonces su característica
propia? Quizás se encuentre en esa manera inacabada de constituirse,
de avecindar sus construcciones inconclusas, formando “barrios”
304
barrocos históricos, donde conviven en la simultaneidad del presente
los distintos proyectos inconclusos. En parte se parece a la figura del
niño de Heráclito, que construye castillos de arena, para deshacerlos y
volver a construirlos, siempre de distinta forma. La diferencia radica
en que se trata de un niño u niña, o ambos, una criatura hermafrodita,
que no termina de construir lo que hace jugando, tampoco destruye
sus semi-productos completamente, sino los deja, para construir, sin
terminar, otros, al lado. ¿Cuándo escogerá los que le gustan, para
terminarlos? ¿Cuándo hará una amalgama de todos? ¿O, mas bien, se
perderá en el laberinto que ha construido?
Bueno, Bolivia no es un sujeto, es un país, también un Estado-
nación, es una representación, un imaginario, sostenido en una
“realidad” institucional. Son los y las bolivianas los y las que “juegan”
con la historia de esta manera. Ahora bien, ¿esta “inconstancia” forma
parte de su ser, de su manera de ser? Ciertamente no todos son así, y
quizás ninguno, sino que es el efecto masivo de los desacuerdos,
pequeños y grandes. Se podría decir que los bolivianos no nos ponemos
de acuerdo, pero, tampoco nos dejamos imponer un acuerdo de pocos
o, incluso, de muchos. ¿Podremos llegar a un consenso? El método de
la fuerza no parece ser una buena solución. Como cantaba Benjo
Cruz162, ¿cuándo podremos bolivianos tomar juntos, un vaso de chicha
o de cerveza, y hablar? Aunque, tomar chicha y cerveza, lo hacemos
casi a diario, sin embargo, no juntos, sino solo con los nuestros, los
allegados, de lo que se trata, en definitiva, es de ejercer la democracia
participativa. Buscar el consenso, aunque su construcción colectiva
tarde. El consenso no se logra sin sacar todo lo guardado, sin poner
todas las “huacaychas” en la mesa. Lo qué preguntaba Benjo Cruz es
cuándo nos sincerábamos. No es de ninguna manera mala esta idea.
Quizás sea un buen comienzo. Sin embargo, para que pueda darse este
sinceramiento, se requiere una condición de posibilidad histórica
básica; suspender las simulaciones, las representaciones, las
pretensiones de legitimidad, los juegos de poder. Se trata del ejercicio
de una democracia directa, también del ejercicio de la democracia
comunitaria. ¿Esta condición de posibilidad es viable? No se trata de
contar o no con una estrategia, con una geopolítica, que tal parece, no
se la tiene; no se trata de contar o no con un proyecto, que sí se lo
tiene; este proyecto es la Constitución. Empero, el gobierno cree que
es un documento de propaganda, que en la práctica no se puede
cumplir; el partido de gobierno, si es que lo hay, pues el MAS parece
162 Trovador y guerrillero, muerto en la guerrilla de Teoponte.
305
un partido electoral, de apoyo a los eternos candidatos, considera que
la interpretación de la Constitución es la oficial, aunque esté plagada
de contradicciones insostenibles. Se trata de otra cosa, se trata, de lo
que establece la Constitución, de la construcción colectiva de la
decisión política, de la construcción colectiva de la ley, de la
construcción colectiva de la gestión pública. En pocas palabras, se trata
del sistema de gobierno, que establece la Constitución; la democracia
plural y participativa.
El problema crucial es ciertamente ¿qué hacemos con el
capitalismo? Ya sabemos lo que el capitalismo hace con nosotros. No
vamos a repetir lo que ha elucidado la crítica de la economía capitalista,
desde Marx hasta nuestros días. Estos análisis son contundentes, sobre
todo aquéllos que estudian la expansión de las relaciones capitalistas
al campo, al área rural. Al respecto, hemos expresado nuestras
diferencias con estos análisis; pero, por el momento,
independientemente de estas diferencias, queremos resaltar la
pregunta ¿qué hacemos con el capitalismo? La respuesta a esta
pregunta marca la ruta que sigue, de acuerdo a la modalidad de la
respuesta.
El modelo soviético buscado abolir el capitalismo, aboliendo las
relaciones de producción capitalistas, inclusive en el campo. Al
embarcarse en la revolución industrial, requerida, indudablemente, ha
construido un capitalismo de Estado, basado en la teoría del valor; por
lo tanto, en la subsunción de la fuerza de trabajo al excedente
apropiado burocráticamente. Los nacionalismo, de la liberación
nacional, vale decir, los que postulaban salir de la órbita de la
dependencia mediante la sustitución de importaciones, también
revolución industrial, que, sin embargo, aceptaban mantenerse
transitoriamente en el capitalismo, reprodujeron formas combinadas
de capitalismo; capitalismo de Estado, capitalismo empresarial
privado, “capitalismo” mixto, capitalismo bajo el control de empresas
trasnacionales, capitalismo financiero, capitalismo comercial, formas
de acumulación incipientes en un disperso universo de talleres, pero
también de propiedades familiares de la tierra. Los actuales gobiernos
progresistas de Sud América también aceptan mantenerse dentro del
capitalismo, de la misma manera, transitoriamente, empero,
pretendiendo iniciar un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo
del siglo XXI, en unos casos, y socialismo comunitario, en el caso de
Bolivia. En estos proyectos progresistas también se da una
combinación abigarrada de formas de capitalismo; casi los mismos
306
mencionados anteriormente, con el aditamento de formas de
capitalismo cooperativo y “capitalismo” comunitario163, como en el caso
de Bolivia. También hay que añadir la peculiaridad brasilera, que
combina el abigarramiento o, lo que llama Francisco de Oliveira, el
modelo del “ornitorrinco”, con un capitalismo trasnacional propio,
contando con empresas, supuestamente estatales monopólicas,
capaces de competir con las empresas trasnacionales del tradicional
centro del sistema-mundo capitalista. Parce una condena; las rutas
no-capitalistas o transitorias terminan re-articuladas a la reproducción
del capital a escala mundial, también a escala nacional. ¿Dónde está la
clave para salir del capitalismo? ¿Si no es el cambio de la forma de
propiedad, expropiando a los expropiadores, si tampoco lo es, como
dicen Enrique Ormachea y Nilton Ramírez164, una barrera al capitalismo
la propiedad comunitaria de la tierra, pues en la medida que su
inserción en el mercado, en el caso de la quinua, el mercado
internacional, la comunidad termina formando parte de los ciclos de
acumulación de capital, cuál es la clave para escapar a la vorágine
capitalista? ¿Se puede escapar a este condicionamiento mientras exista
un sistema-mundo capitalista?
Depende desde qué teoría se responda. Sin ocuparnos de las
teorías “burguesas”, que ciertamente se han desarrollado
técnicamente mucho, desde los tiempos de Marx hasta ahora, sino
quedándonos con la teoría marxista; vemos que las tesis apuntan a la
transición. De lo que se trata es de crear las condiciones objetivas y
subjetivas, mediante la revolución industrial y mediante la lucha
“ideológica”, para dar el salto al socialismo en pleno sentido de la
palabra. Esta transición ha resultado dramática, se tome una
modalidad u otra. El problema del marxismo es su filosofía de la
historia y su creencia en la providencia racional de la historia. No hay
tal cosa, salvo en la cabeza hegeliana de los marxistas. Lo que se pueda
hacer depende de la decisión consensuada de los pueblos, ahora, más
que nunca, afectados, en su sobrevivencia, por la descomunal
productividad y dominación financiera capitalista. Lo privado y lo
público son formas de propiedad, pero también son formas
institucionales, formas estructurales de relaciones sociales, que existen
y se reproducen porque expropian lo común, forma de acceso directo
a los recursos, a los saberes, a las ciencias, al intelecto general, a las
tecnologías. Lo común no requiere esperar nada, ninguna transición,
163 Revisar de Enrique Ormachea S. y Nilton Ramírez F. Propiedad colectiva de la tierra y producción
agrícola capitalista. El caso de la quinua en el Altiplano sur de Bolivia. CEDLA; La Paz, 2013. 164 Ibídem.
307
ningún regalo de la providencia de la historia; sólo requiere recuperar
lo común de sus expropiadores, los propietarios capitalistas y el
Estado. Y eso es posible ahora y aquí. El problema es la decisión
colectiva, la construcción del consenso. El problema es político, no
económico.
¿Esta dificultad tiene que ver con lo que llama el marxismo
“ideología”, ahora extendiendo este concepto más allá del fetichismo
de la mercancía, comprendiendo el fetichismo del Estado, el fetichismo
de las instituciones, el fetichismo del poder? Es posible, si ampliamos
el concepto. Pero, también tiene que ver con la capacidad de captura
que tienen las instituciones; el Estado, el mercado, el sistema
financiero, los organismos internacionales. La lucha no solo es
“ideológica”, sino también contra estas mallas de captura; por eso es
indispensable fortalecer los flujos de las líneas de fuga, las prácticas
alterativas, los desplazamientos, las resistencias, creando espacios
liberados de estas capturas, que se muevan bajo las “lógicas” de la
reproducción de lo común. La lucha es “ideológica”, política y material,
en el sentido de la subversión de la praxis165. Hay que arrancarle a la
dominación y control del capitalismo espacios-tiempos liberados, que
recuperen lo común, reproduzcan lo común, garantizando los ciclos de
la vida.
La lucha es descomunal; la lucha contra el capitalismo es
mundial. La convocatoria se la dio en la Conferencia Mundial de los
Pueblos contra el Cambio Climático, en Tiquipaya-Cochabamba, la
convocatoria es a conformar una Internacional de los Pueblos contra el
capitalismo y en defensa de la madre tierra. De esta resolución
podemos concluir que se trata de avanzar a una gobernanza mundial
de los pueblos, sin Estado y sin capital. Una asociación mundial de
productores/ras, consumidores/ras y creadores/ras.
No podemos sorprendernos entonces que, durante las dos
gestiones del gobierno popular, no sólo se hayan combinado
abigarradamente distintas formas capitalistas, sino que se estén
formando nuevos estratos de la burguesía, incorporando a campesinos
ricos, colonizadores ricos, cocaleros ricos, comerciantes ricos y
contrabandistas ricos. Hay pues una recomposición de la burguesía, sin
que haya desaparecido la antigua burguesía. La defensa del gobierno,
que no es, obviamente, la defensa del proceso, sino todo lo contrario,
165 Ver de Raúl Prada Alcoreza La Subversión de la praxis. EPISTEME. Número 3. La Paz 1988.
308
conduce, lo quieran o no los “defensores” a-críticos o de la crítica
sensata, al apoyo a esta recomposición burguesa, sobre la base de la
expansión del modelo extractivista del capitalismo dependiente y el
paradigma del Estado rentista.
Ecuador
En la entrevista que hace Marta Harnecker a Alberto acosta,
cuando le pregunta sobre si ¿el gobierno está contra la Constitución?
Alberto Acosta responde:
Me ha costado mucho tiempo llegar a aceptar que hay una suerte de proceso impulsado desde el gobierno contra la Constitución de
Montecristi, en contra de su propia Constitución. Hay una Ley de minería que está en contra de la Constitución, hay una Ley de
Soberanía Alimentaria que además no aborda nada de lo de fondo y que también está en contra de la Constitución y ahora la Ley de Aguas
... ¡Es dramático!166
La siguiente pregunta es: “Tú estabas planteando que la Ley de aguas no respetaba la Constitución, ¿podrías argumentar más sobre
éste tema?” Acosta responde:
La Constitución es muy clara en relación al tema del agua. El
agua fue declarada en la Asamblea Constituyente de Montecristi como un derecho humano fundamental. El agua, entonces, no puede ser
vista como un negocio. Por eso, al inicio del texto constitucional se estableció, en el artículo 12, que “el derecho humano al agua es
fundamental e irrenunciable. El agua constituye un patrimonio nacional estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible, inembargable
y esencial para la vida”.
La trascendencia de estas disposiciones constitucionales es múltiple. En tanto derecho humano se superó la visión mercantil del
agua y se recuperó la del “usuario”, es decir, la del ciudadano y de la ciudadana, en lugar del “cliente”, que se refiere solo a quien puede
pagar. En tanto bien nacional estratégico, se rescató el papel del Estado en el otorgamiento de los servicios de agua; papel en el que el
Estado puede ser muy eficiente, tal como se ha demostrado en la
práctica. En tanto patrimonio se pensó en el largo plazo, es decir, en las futuras generaciones, liberando al agua de las presiones
cortoplacistas del mercado y la especulación. Y en tanto componente de la Naturaleza, se reconoció en la Constitución de Montecristi la
166 Ver de Marta Harnecker Tiempos políticos y procesos democráticos. Entrevista de Marta Harnecker
a Alberto Acosta, ex presidente de la asamblea constituyente de ecuador.
309
importancia de agua como esencial para la vida de todas las especies,
que hacia allá apuntan los Derechos de la Naturaleza.
Ésta constituyó una posición de avanzada a nivel mundial. Dos
años después de la incorporación de este mandato constituyente referido al agua, el 28 de julio del 2010, la Asamblea General de
Naciones Unidas aprobó la propuesta del gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia declarando “el derecho al agua segura y al
saneamiento como un derecho humano”.
El actual proyecto de ley de aguas no es privatizador, lo reconozco paladinamente, pero tampoco es des-privatizador. ¿Qué
quiere decir esto? Que está bien que no se abra la puerta a la privatización, pero tienes que dar paso, como manda la Constitución,
hacia una profunda redistribución de la tierra y del agua167.
La explicación de Alberto Acosta al respecto es la siguiente:
La tendencia monopolizadora del agua en el agro es notoria. La
población campesina, sobre todo indígena, con sistemas comunales de riego, representa el 86% de los usuarios. Sin embargo, este grupo
apenas tiene el 22% de la superficie regada y accede apenas al 13% del caudal. Mientras que los grandes consumidores, que no
representan el 1% de unidades productivas, concentran el 67% del caudal.
Para un indígena es muy difícil acceder al agua, para un
terrateniente es muy fácil. Los terratenientes tienen agua incluso para sus piscinas o lagos artificiales para su diversión, cuando los
campesinos no tienen agua para cultivar sus parcelas, que son pequeñas o de tierras poco fértiles, ¡esa es la cruda realidad! Por eso
tiene que redistribuirse el agua, como tendrá que redistribuirse la tierra, si realmente estamos construyendo un proyecto
revolucionario168.
La aclaración de Acosta sobre el carácter de la ley de aguas del
gobierno, precisa que la misma: no reconoce eso. Y peor aún, ahora el presidente Correa ha dicho que esta ley no es fundamental ni
prioritaria. Esto es algo más grave todavía169.
En la comparación con la ley de aguas anterior, relativa al régimen liberal, dice:
167 Ibídem. 168 Ibídem. 169 Ibídem.
310
La ley anterior neoliberal era privatizadora, establecía la
posibilidad de privatizar el agua, de hacer del agua un producto mercantilizado. Los artículos sobre el agua de la Constitución del 2008
revierten lo establecido en la Constitución de 1998. En esa carta
magna, una Constitución neoliberal, se establecía que el agua potable y de riego así como los servicios relacionados con su utilización “podrá
prestarlos directamente o por delegación a empresas mixtas o privadas, mediante concesión, asociación, capitalización, traspaso de
la propiedad accionaría o cualquier otra forma contractual”. No puedo aceptar con que se mantenga la ley de los neoliberales, esa ley tiene
que cambiar. Ese es un tema de fondo170.
La entrevistadora, después toca temas concomitantes, como la relación de la Ley de aguas y las concesiones del gobierno. El análisis
del que presidió la Asamblea Constituyente de Montecristi se desenvuelve así:
El ejercicio democrático, de construcción colectiva de la nueva
Constitución ecuatoriana, se enmarca en la recuperación de espacios
de soberanía nacional y local. La disputa por el agua, recordémoslo, fue intensa en el país. Varios fueron los actos privatizadores. El más
notable fue el de Interagua, en Guayaquil. Esta empresa sencillamente suspendió el acceso a quienes no pagan unas tarifas colocadas al
antojo de los intereses privados, en función de la rentabilidad que define dónde y cómo invertir, dónde y cómo dar servicios y en dónde
no.
Habría que anotar, por ejemplo, en este recuento de incongruencias, que resulta una violación constitucional la ampliación
de la concesión a Interagua autorizada por el gobierno del presidente Correa. Me preguntó si el gobierno se ha propuesto pactar con Jaime
Nebot, el alcalde de Guayaquil, el gran líder local de las fuerzas de la derecha. Sorprende también el mantenimiento de las concesiones para
las embotelladoras de agua y las aguas termales, marginando a las
comunidades de su aprovechamiento. ¿Cómo podemos hablar entonces de un proceso revolucionario? Esas son cosas que van
debilitando el proceso de reforma y van desgastando lo que tenía de espíritu revolucionario este gobierno, que apenas se perfila como
reformista171.
El otro tema crucial, donde se hace patente el comportamiento del gobierno, es la Ley de Minería. La pregunta de Marta Harnecker es:
“¿Y qué pasa con la Ley de minería que tantas críticas tiene?” Alberto Acosta responde:
170 Ibídem. 171 Ibídem.
311
La Ley de minería tiene muchos errores, muchos problemas. Por
ejemplo, no se respetaron los derechos colectivos establecidos en la Constitución. En el artículo 57 de ésta se establece que tiene que haber
una consulta pre-legislativa cuando se trate de derechos colectivos:
hay que consultar a las comunidades para recoger sus criterios e incorporarlos. “Es cierto—dirá alguien—, ya esa gente nombró a sus
asambleístas, ellos tienen todo el poder”. Pero lo que nosotros queremos no es eso, sino que haya una activa participación de la
sociedad y que se escuche a todas las voces. Lamentablemente esto no está ocurriendo172.
La posición del ex-presidente de la Asamblea Constituyente
frente al tema de la minería, en sus distintas formas de explotación, particularmente en lo que respecta a la explotación a cielo abierto, se
expresa de la siguiente manera:
Yo estoy en contra de la minería metálica a gran escala a cielo abierto. Aquí en el Ecuador no debe haber este tipo de minería por una
razón muy simple: tenemos en esos territorios una enorme
biodiversidad y comunidades cuya vida puede estar en riesgo, además tenemos muchas alternativas más interesantes que la minería.
Conozco un estudio de las empresas mineras —como de unas 900 páginas— que, en sus conclusiones, recomienda que los países que
tengan alternativas a la minería a gran escala deben desarrollar esas alternativas y no dar paso a esa minería. Ecuador no es Chile, donde
se explota mineral en un desierto. No, aquí hay una enorme biodiversidad que va a estar en riesgo. Esa es mi posición. Ahora, eso
no quiere decir que no haya que poner en orden la minería existente, la minería a pequeña escala, artesanal y de subsistencia, en donde
reina el caos173.
A la entrevistadora le hace recuerdo que: yo fui ministro de Energía y Minas y no cabe duda que hay que poner en orden esa
minería existente, y allí si hay que trabajar mucho, muchísimo, para ir
cambiando las cosas. Siguiendo con la exposición, Acosta dice:
En Montecristi aprobamos un mandato minero para empezar a organizar el sector. Trabajé intensamente en este tema. Estaba
consciente de los problemas existentes y sabía que cuando fui ministro no pude avanzar mucho en arreglar la situación. Lamentablemente el
gobierno luego no cumplió la totalidad de dicho mandato. Las consecuencias de incumplimiento están a la vista: el caos se mantiene
y la violencia crece174.
172 Ibídem. 173 Ibídem. 174 Ibídem.
312
Después se toca un tema importante, que está en boca de los
gobernantes progresistas, la ampliación considerable del excedente, en relación a la posibilidad de financiar el desarrollo nacional por otras
vías. Alberto Acosta dice:
Ahora, si no explotamos los recursos minerales, ¿de dónde
vamos a sacar la plata para financiar el desarrollo nacional? Ese es el tema que está a la orden del día. La solución existe si hay el
conocimiento y la voluntad política para enfrentar el reto. Existen múltiples fuentes de financiamiento de la economía al margen de
extractivismo. Empecemos por corregir las mayores disfuncionalidades existentes. Ecuador extrae petróleo, Ecuador exporta petróleo, pero
Ecuador importa derivados del petróleo porque no tiene la suficiente capacidad de refinación. Y esos costosos derivados del petróleo, como
el diesel, los quema para generar electricidad en plantas térmicas contaminantes. No aprovechamos energías alternativas y renovables,
como la hidráulica, la solar, la eólica, la geotermia, recuérdese que nosotros literalmente dormimos sobre volcanes activos. Esa es una
gran tarea, transformar la matriz energética reduciendo la dependencia
del petróleo y sus derivados.
Ahora, por ejemplo, ¿por qué no discutimos y encontramos respuestas a una serie de subsidios a los combustibles, mucho de los
cuales no están beneficiando a los sectores populares, sino a los sectores más acomodados de la población? En el año 2008, los
subsidios bordearon los 3 mil millones de dólares. No se trata de quitar los subsidios a la bruto, es decir a lo neoliberal. No, de ninguna manera.
Hay que hacerlo con creatividad, de manera selectiva. Los subsidios deben mantenerse para los grupos empobrecidos y marginados, no
para los acomodados.
Adicionalmente, en el Ecuador, y en prácticamente todos los países del mundo empobrecido, se precisa una adecuada política
tributaria. Los que más ganan y más tienen deben contribuir en mayor
medida al financiamiento del Estado. Con el gobierno del presidente Rafael Correa se registra una cierta mejoría en la presión fiscal. Esta
se acerca al 13% en relación con el Producto Interno Bruto. Pero todavía estamos lejos de lo que debería ser una meta aceptable. El
promedio en América Latina es del 24%, el promedio del mundo desarrollado es del 44%, el promedio de Europa es del 46%. En Bolivia,
para no irnos tan lejos, la presión fiscal bordea el 20%. Nuestra meta debería ser un 35%. Por lo pronto, si duplicamos la presión fiscal, con
impuestos directos progresivos —impuestos a la renta, a la herencia y al patrimonio, especialmente— habríamos resuelto por mucho tiempo
el tema del financiamiento sin poner en riesgo nuestras verdaderas riquezas: la vida de muchos compatriotas y de la Naturaleza. Pero
además, hay que avanzar en el combate a la evasión y la elusión. Por
313
ahí también hay que avanzar, es decir en la honestidad y conciencia
fiscal de la ciudadanía y en el sector empresarial.
Por último, cuando estamos enumerando una serie de opciones
para conseguir el financiamiento que requiere la economía ecuatoriana sin destrozar más la Naturaleza, recordemos que las actividades
petroleras y también las mineras provocan elevados costos ambientales. Costos que, por lo demás, no entran nunca en los cálculos
de rentabilidad que hacen las empresas e incluso el gobierno. Costos que luego, de una u otra manera, se los traslada de manera brutal a la
sociedad. La Texaco, para recordar, había dejado pasivos ambientales superiores a los 27 mil millones de dólares, incluso hay estimaciones
que duplican o triplican dicha cifra. Además, hay que maximizar el ingreso del Estado por cada barril de petróleo que se extrae. Allí hay
un enorme potencial para ingresos adicionales.
De todas maneras, tenemos que desmontar la creencia de que la renta de la Naturaleza es lo que va a resolver nuestros problemas.
Nosotros hemos sido el principal productor y exportador de cacao y
banano en el mundo, pero no nos desarrollamos. Exportamos todo tipo de frutas, espárragos, flores, exportamos camarones, exportamos
petróleo, pero no nos desarrollamos ¿Hasta cuándo vamos a seguir siendo país-producto? ¿Cuándo vamos a ser país-inteligencia, país
conocimiento? ¿Cuándo vamos a aprovechar las capacidades de los seres humanos, individual y colectivamente hablando? ¿Cuándo vamos
a hacer eso? Mientras no hagamos eso, vamos a seguir presos de lo que yo llamo “la maldición de la abundancia”. Mientras tanto
seguiremos siendo pobres porque somos ricos en recursos naturales. Y esas sociedades, sobre todo las petroleras y las mineras, tienen
características perversas: economías rentistas, prácticas sociales clientelares y gobiernos autoritarios con una democracia endeble.
Por la vía del “desarrollismo senil”, como dice Joan Martínez Alier,
no se encontrará la salida a este complejo dilema. El reto radica en
encontrar una estrategia que permita construir el Buen Vivir aprovechando los recursos naturales no renovables, transformándolos
en “una bendición” como recomienda el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, pero sin depender exageradamente de ellos. Sólo así
saldremos de la trampa de la pobreza y del subdesarrollo.
Sólo un ignorante o un mal intencionado podrían sostener que la crítica al extractivismo implica la negación total de la utilización de los
recursos naturales. No se trata de cerrar los actuales campos petroleros en explotación, pero sí de discutir seriamente sobre si
conviene seguir ampliando la frontera petrolera con todos los impactos devastadores que eso significa175.
175 Ibídem.
314
El gobierno de Correa promulgó una ley de aguas inconstitucional, afectando los derechos colectivos, consagrados en la
constitución, y apunta a una política minera devastadora, expandiendo
el modelo extractivista a la minería, beneficiando a la acumulación originaria y ampliada capitalista. Las protestas de las organizaciones
indígenas y del pueblo ecuatoriano se han hecho sentir; sin embargo, el gobierno ha seguido impávido, imponiendo la decisión autoritaria y
vertical del mandatario.
Como se podrá ver, son notorias las analogías de los gobiernos progresistas, sobre todo, en este caso, entre el gobierno boliviano y el
gobierno ecuatoriano. Son similares sus contradicciones respecto a la Constitución. ¿Por qué sus gobernantes creen que las constituciones
de sus países no son de utilidad práctica, por eso, lo práctico es vulnerarlas? Por otra parte, ¿por qué, al final de cuentas, los pueblos
dejan que esto ocurra, sin defender la Constitución y los derechos múltiples consagrados; salvo, es cierto, de honradas excepciones,
como la resistencia y la lucha de las organizaciones indígenas, además
de las intermitentes asonadas populares, cuando la conducta del gobierno llega al escándalo, como en el caso, en Bolivia, de la
suspensión neoliberal a la subvención de los carburantes y la descongelación de los precios en el mercado interno, favoreciendo
palpablemente a las empresas trasnacionales del petróleo, así como las protestas, marchas y bloqueos contra la Ley de aguas
gubernamental, en el Ecuador? Este es el asunto.
La respuesta parece evidente. Los gobiernos progresistas no pueden salir del modelo extractivista del capitalismo dependiente.
Creen, como sus antecesores neo-liberales, que esta es la base del desarrollo; a diferencia de éstos, los nacionalistas y progresistas lo
hacen nacionalizando, aunque sea a medias, no como los nacionalistas del periodo heroico, de mediados del siglo XX, cuando la
nacionalización significaba expropiación de los expropiadores.
Respecto a la diferencia entre estos gobiernos progresistas y lo que ocurrió en la Unión Soviética y la República Popular China, es que el
capitalismo de Estado en estos últimos realizó la revolución industrial, aunque de una manera forzada y militarizada, en tanto que los
gobiernos nacionalistas, después, los progresistas, sólo atinan a ampliar el modelo extractivista.
Ciertamente, es diferente, como hemos anotado, el caso
Brasilero; sin embargo, no hay que olvidar las observaciones de Francisco de Oliveira, al respecto. El modelo brasilero se parece al
ornitorrinco; se trata de una combinación donde, si bien están presentes la segunda y la tercera revoluciones, industrial y tecnológica,
se alcanza el desplazamiento a la cibernética, esta ultra-modernidad, que comprende también la industrialización, de la modernidad clásica,
315
se encuentra enlazada a la tercerización de la economía, a la base
extractivista, en constante expansión, a la ampliación de la frontera agrícola, en detrimento ecológico, al crecimiento desmesurado de las
ciudades, atravesadas por extensas zonas marginales, empujando a
una explotación salvaje del proletariado nómada. Toda esta combinación no evita caracterizar al modelo del ornitorrinco como
extractivista y neo-extractivista, pues a pesar de la industrialización, la segunda revolución tecnológica y la tercera cibernética, la estructura
de esta composición se basa en el modelo extractivista y en las exportaciones primarias de Brasil.
Los gobiernos progresistas no pueden salir del modelo
extractivista porque no tienen voluntad para hacerlo, porque están atrapados en un imaginario desarrollista. Para ellos, la historia tiene
que continuar, de la misma manera, que en el pasado, salvo bajo el control del Estado, que redistribuye los ingresos, bajo el criterio de
políticas rentistas. Esta opción, esta ruta tomada, los convierte en dispositivos del orden mundial de dominación y control capitalista, por
más estridente que sea su retórica anti-imperialista. Este es el tema,
ante el cual no se puede cerrar los ojos, bajo el argumento que se trata de gobiernos de “izquierda” y que no se debe dejar este lugar a la
“derecha”.
Venezuela
Basándonos en el diagnóstico que hace Víctor Álvarez176 de la
revolución bolivariana y del socialismo del siglo XXI, en La
Convocatoria del mito177, escribimos:
Es ilustrativo el balance que hace Víctor Álvarez de parte del proceso
de la revolución bolivariana. Tomando nota y registrando nuestras
impresiones, diremos que:
7. Al parecer la revolución bolivariana aparece como proceso
constituyente, como desborde del poder constituyente, como
interpelación al estado de cosas, a las estructuras de poder, a la
176 Revisar de Víctor Álvarez La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Transiciones logradas y transiciones pendientes. CEDLA, Instituto de estudios Ecuatorianos, Centro Internacional Miranda; La Paz, 2013. 177 Ver de Raúl Prada Alcoreza La convocatoria del mito. Bolpress, Dinámicas moleculares, Horizontes nómadas; La Paz, 2013.
316
desigualdad social, a la oligarquía parásita, a la economía
extractivista y el Estado rentista.
8. Se gesta entonces una nueva Constitución, ideando una nueva
república, la quinta, cuya composición y contenido responda a la
“ideología” bolivariana, basada en el pensamiento de Simón Bolívar,
pensamiento actualizado al siglo XXI, transformando su horizonte
liberal en un horizonte socialista.
9. La oligarquía y la burguesía rentista venezolana reaccionan ante el
avance político popular con un golpe de Estado y boicot a la
producción del petróleo. Las tensiones y contradicciones sociales y
políticas llegan a un punto máximo. El intento de restauración de la
oligarquía y la burguesía es desbaratado por la movilización popular
en defensa del presidente Hugo Chávez y por el contragolpe de las
Fuerzas Armadas.
10. A partir de esta victoria política y militar popular el proceso se
radicaliza. Claramente se propone la transición al socialismo. Se
piensa en un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo del siglo
XXI. Lo sugerente de este socialismo no está tanto en nombrarse
como del siglo XXI, donde una mayoría de comentaristas hacen
hincapié, sino en las formulaciones concretas; en la propiedad social
sobre los factores y medios de producción básicos y estratégicos
que permita que todas las familias y los ciudadanos y ciudadanas
venezolanos/venezolanas posean, usen y disfruten de su patrimonio
o propiedad individual o familiar, y ejerzan el pleno goce de sus
derechos económicos, sociales, políticos y culturales. También con
la creación del Sistema Económico Comunal se plantea avanzar en
la transformación del capitalismo rentístico en un modelo productivo
socialista, con base en nuevas formas de propiedad social en manos
de los trabajadores directos y las comunidades organizadas.
11. En este transcurso y ante estas tareas aparecen las dificultades
y obstáculos de la transición. Las alianzas políticas en el poder no
son las más adecuadas para esta transición y la profundización del
proceso. Los sectores que tienen mayor incidencia en el gobierno y
en la institucionalidad estatal no son las clases sociales que pueden
sostener la construcción del socialismo, el proletariado y los
campesinos, tampoco los sectores más populares de las urbes. Se
da entonces como una limitación de los alcances y una disminución
de los ritmos del proceso, a pesar de los beneficios obtenidos por la
inversión social.
317
12. Hablando de los alcances cualitativos del proceso y de las
transformaciones estructurales, se constata que no se ha salido de
la economía extractivista y del Estado rentista, que todavía está
pendiente la conformación del modelo productivo, orientado a la
soberanía alimentaria, basado en gran parte en la propiedad social
y la organización comunitaria. Esta constatación fue compartida por
el mismo Hugo Chávez178.
Da la impresión que en Venezuela se combate una descomunal
batalla, entre dos bloques históricos confrontados; entre el boque
histórico conservador y elitista, compuesto por la burguesía, los
terratenientes, es decir, la oligarquía, que, además, incorpora a una
tecnocracia que estuvo al servicio de las empresas petroleras
trasnacionales, a la antigua burocracia, a los grandes comerciantes,
a una clase media alta, beneficiada por el renta liberal y neoliberal,
a la iglesia y otras instituciones de influencia, como los medios de
comunicación empresariales, por un lado; y el bloque histórico
nacional-popular, compuesto por el proletariado nómada migrante,
el proletariado sindicalizado, los distintos estratos campesinos, las
clases populares urbanas, las clases medias bajas, las
organizaciones de base, las comunas, las misiones, por otro lado.
Es una lucha de clases, por cierto; empero mediada por aparatos
“ideológicos”; en el primer caso, del bloque histórico conservador
elitista, hablamos no solamente de los medios de comunicación
coaligados a este bloque, sino de toda una atmósfera “ideológica”
conformada, por lo menos en el último siglo XX, de toda una
“ideología” hecha carne, convertida en comportamientos y en
conductas, en prejuicios, en imaginarios. Una “ideología” que
considera al capitalismo como “realidad” natural, incluso la forma
de capitalismo dependiente en el subcontinente sudamericano. En
el otro caso, del bloque nacional-popular, también se cuenta con
aparatos “ideológicos”; uno de los principales es el partido, ahora
llamado PSUV, que cuenta también con el dominio de influyentes
medios de comunicación masivos estatales, además de contar con
influencia incluso en medios privados, fuera del apoyo de los medios
populares, que gozan de cierta autonomía, que incluso les permite
llegar a hacer críticas, en algunos casos. El bloque conservador
cuenta con un frente amplio de coalición; sin embargo, no se puede
hablar de partido, en pleno sentido de la palabra. Se trata de un
178 Ibídem.
318
frente inestable, que reúne variados intereses, perspectivas,
discursos y proyectos. El “partido”, en este caso, es todo el bloque,
tal como lo teoriza Antonio Gramsci.
Estas mediaciones no son las que distorsionan la lucha de clases,
sino que la llevan, precisamente al terreno “ideológico”. En este
espacio-tiempo las “cosas” no son como lo que se dice o, usando a
Michel Foucault, no del todo adecuadamente, mas bien figurando,
las palabras no son las cosas. La mediación del partido, en el bloque
nacional-popular, interpreta la lucha a su manera, de una manera
bolivariana, por así decirlo, en los términos de la consolidación del
Estado-nación bolivariano y la transición al socialismo del siglo XXI.
Sin embargo, podríamos decir, que el problema no es este, el de la
interpretación, del proyecto, del programa político y, obviamente,
de la Constitución. Esto nos llevaría trasladar la discusión a la
validez de las interpretaciones, de los proyectos y los programas
políticos. Al final se trata del programa político y de la interpretación
política que goza de gran convocatoria masiva y organizada. No es
pues una discusión teórica la que va definir el curso de los
acontecimientos. Tampoco podemos inclinarnos por una
interpretación más “ortodoxa” o, si se quiere, más “radical”, que no
goza de convocatoria popular, formando parte de las alucinatorias
iluminaciones de un pequeño grupo vanguardista. La política, la
acción política, no se resuelve racionalmente, sino por el juego y
correlación de las fuerzas. El problema es otro; el problema es que
el partido se convierte en la representación legítima de las
colectividades del bloque popular, que el partido en el poder
conforma una casta burocrática, que monopoliza las decisiones, y
termina llevando el proceso de transición por los caminos conocidos
de la expropiación de las voluntades colectivas por la voluntad
centralizada del partido. Por último concurre el aburguesamiento de
la jerarquía del partido, que lleva a la repetición del guión, harto
conocido, de la sustitución de la antigua burguesía por la burguesía
burocrática. Las contradicciones, tensiones, conflictos y
confrontaciones, perturban la cohesión del bloque, aunque todavía
no estallen, debido a la confrontación con el bloque conservador. El
problema es la reproducción de viejas prácticas políticas,
jerárquicas, centralistas, autoritarias, “vanguardistas”, en el mejor
de los casos, demagógicas, en el peor de los casos.
La “verdad” del partido prepondera y se impone, descartándose
la construcción colectiva del saber social de la transformación, que
319
sólo se puede construir participativamente. La opción realista y
“pragmática” del partido, que, además, exige disciplina, termina
reforzando los condicionamientos aceptados efectivamente, la
dependencia del modelo extractivista y el círculo vicioso de la
dependencia por reiteración y recurrencia del modelo extractivista.
La matriz de la crisis política y económica, que afronta el partido en
el poder y el bloque popular, se encuentra en estos
condicionamientos aceptados, como regla “pragmática”. Es,
obviamente, pedir peras al olmo, que el partido atribuya el
desenvolvimiento de la crisis a la propia práctica partidaria, a la
burocratización, a la mediación partidaria, que en muchos casos
termina siendo prebendal y clientelar. La culpabilidad se la atribuye
a la “derecha” y al imperialismo. Si bien la “derecha” tiene que ver
con el boicot, como ocurrió el 2003, si bien el imperialismo conspira,
como lo hizo contra el gobierno de Salvador Allende en Chile; esto
ya se sabe que es así, en distintos contextos, variando en formas y
estilos. También se sabe que hay que luchar contra el boicot y
contrala conspiración; pero, lo que es inconcebible es que se
contribuya a este boicot y a esta conspiración con errores, que se
buscan ocultar con propaganda. Es como una crónica anunciada; los
personajes se apegan a su papel, a pesar, de que tienen la libertad,
de decidir otro rumbo.
La crítica radical a los gobiernos progresistas no es, para qué se
caigan, como creen los apologistas del partido; este es un tema de
las decisiones colectivas, no de “vanguardias”. ¿Cómo se puede
plantear tal cosa si no se puede sustituir este vacío político con una
alternativa constatable, vigente, dinámica, emergente? No se trata
de que no hay que dejar este lugar a la “derecha”, sino de que si la
invención social no puede todavía sustituir el lugar vacío, lo
indispensable es evitar que el proceso se rife por la propia gestión
del partido.
320
Conclusiones
Tres conclusiones son indispensables:
1. La necesidad de la interpelación de la crítica, entendida como tal,
radical, pues no puede haber crítica sin tocar los problemas en sus
raíces, sin tocar las condiciones de posibilidad histórica de los
problemas, como también de la misma crítica.
2. Los gobiernos progresistas, los gobiernos “revolucionarios”, son
dispositivos provisionales, en la bisagra de las épocas, la pasada y
la nueva que nace; son productos institucionales ligados a la
herencia institucional y burocrática del Estado. Lo urgente se
encuentra en la liberación de la potencia social, la invención y
creatividad colectiva, que desmantelan estos aparatos para
construir composiciones dinámicas y participativas.
321
3. La defensa de los procesos de cambio no puede confundirse con la
defensa de los gobiernos; hacerlo es un suicidio. Se confunden las
transformaciones, lo que posibilita las transformaciones, la
participación movilizada, con la representación conservadora e
institucionalizada de la conquista del poder. Es cuando las criaturas
se convierten en los buitres que comen las entrañas del pueblo.
Potencia y trama política
Intuición subversiva
Los tejidos y nudos de los entramados sociales
Para salir de la enajenación, déjenme utilizar esta palabra tan
pretensiosa, tan discutible, tan próxima al concepto dramático de
extrañamiento, elaborada por Hegel. No se trata del término, tampoco
del concepto, sino de la constelación de significados que puede abarcar
la connotación del uso de esta palabra. Entonces para salir de la
enajenación de las representaciones, para escapar de esta red lógica,
cuya relación con el mundo es de despojamiento, reduciendo al mundo
a la representación del mundo. El mundo como representación, donde
se pierde la riqueza de las múltiples experiencias que lo constituyen.
322
Para salir de esta enajenación es menester recuperar el substrato de
las experiencias sociales, desentrañar a partir de este substrato de
percepciones, interpretar a partir de estos espesores el mundo en su
vitalidad, dejando el referente lógico de representaciones como
esqueleto de museo. Museo de una época que redujo el conocimiento
a la narrativa teórica de conceptos, vaciados de contenidos, puras
formas lógicas, olvidando que incluso sus bocetos lógicos derivan de
los espesores de las experiencias. Fue una época de pretendido
dominio instrumental sobre la naturaleza, de pretendido dominio de la
razón sobre la complejidad integrada, reduciendo la misma razón al
juicio deductivo. La razón no es pura, se hace posible, se realiza en
concomitancia con la percepción; la misma razón es una combinación
de sensaciones e imaginaciones; es decir, percepciones, dadas en la
experiencia, articuladas de tal manera que confeccionan la explicación,
el cálculo, la cognición, la predicción, en la perspectiva de adecuaciones
efectivas respecto al mundo, de intervenciones efectivas en el mundo,
de composiciones; es decir, de creaciones de mundos. Fue una época
de reduccionismos instrumentales con objetivos operativos. Esta época
se enredó en sus propios laberintos, no pudo resolver la contradicción
que desató, entre la lógica abstracta de sus maquinarias
instrumentales y las complejidades concretas de la vida. Sus sistemas
instrumentales terminaron convirtiéndose en un peligro para la vida,
los ciclos creativos de la vida.
Retomar los substratos de la experiencia social, los espesores de las
percepciones sociales, buscando interpretar el mundo a partir de sus
complejidades, equivale a descentrarse de las teorías racionalistas de
la modernidad. Equivale a desechar sus centros, sus referentes
privilegiados, sus tesis causalistas y, al final, linealistas. Equivale a
vislumbrar la relatividad de los centramientos y descentramientos,
comprendiendo la simultaneidad de la pluralidad, la multiplicidad de las
composiciones y variaciones de los movimientos y procesos inherentes
a los acontecimientos.
Voy a retomar una aseveración sugerente que hace Tomás Ibáñez en
su exposición titulada ¿Es actual el anarquismo?, publicada en Página
abierta179. El militante y activista anarquista, refiriéndose a la intuición
subversiva ácrata, dice:
179 Tomás Ibáñez: ¿Es actual el anarquismo? Página abierta, 2002. Biblioteca nomadAnt. http://nomadant.wordpress.com/biblioteca/textos/actual-anarquismo/. También se puede encontrar la exposición en http://pradaraul.wordpress.com/anarquismo/es-actual-el-anarquismo/.
323
Las intuiciones básicas del anarquismo están enraizadas en un denso
fondo de experiencias multiseculares y de saberes más o menos
soterrados, que constituyen el legado depositado por infinitas luchas
contra la dominación y contra la explotación.
Nos interesa esta interpretación histórica y del presente de lo que
llamamos los saberes activistas, compartiendo con el expositor, que no
hay porque llamarles anarquistas, por la sencilla razón de que no se
trata de ponerles etiquetas, pues al hacerlo, el comportamiento es,
mas bien, conducta heredada, respondiendo a esquemas instituidos.
En todo caso, este no es el debate, el que mantenemos en esta
exposición, no en la de Tomás Ibáñez; el debate que compartimos está
relacionado al substrato de saberes, correspondientes a las matrices
de las experiencias sociales, conformados a partir de las percepciones
sociales, espesores de vivencias colectivas, que se sedimentan y se
estratifican en la memoria social. Estos saberes activistas, de lucha,
subversivos, que aunque no se lleguen a formular en lenguaje teórico,
en unos casos sí lo hacen, comprenden la integral articulación de
sensaciones, imaginaciones, reflexiones dispersas, por lo tanto, de
percepciones constituidas, compuestas, en su complejidad, en su
emergencia, desplazamiento e inscripción en el cuerpo. En realidad, el
saber, como intuición perceptual, como conocimiento denso,
construido en el espesor de la experiencia, se da como acontecimiento
de la experiencia y percepción social. Lo que ha institucionalizado la
modernidad como conocimiento, ciencia, filosofía, también tiene su
matriz en este substrato de experiencias; empero, las ciencias y las
filosofías modernas han negado, como principio esta procedencia.
Como origen se construyeron dos mitos; uno, relativo al conocimiento
objetivo; el otro, relativo al conocimiento subjetivo. El primer mito
supone relaciones neutrales e instrumentales con una exterioridad
controlada. El segundo mito supone la inmanencia intuitiva de la razón,
inscrita en la consciencia.
Ambos mitos, que responden a las tradiciones ejes de la modernidad,
conocidas como positivismo y racionalismo, se han desentendido, como
principio, axioma de partida, del cuerpo. El cuerpo no existe, salvo
como objeto de estudio o como causa de anomalías. Ambas tradiciones
modernas se han hecho la imagen de un mundo desértico, habitado
por cosas, en un caso, o de un mundo vacío, llenado por los conceptos,
enunciados y significados elaborados por el sujeto. En ambos casos
desaparece el mundo efectivo, mundo constituido por la actividad vital
de los cuerpos. Retomar la matriz, el substrato, que sostiene las formas
324
de conocimientos y de saberes, sean teóricos, estéticos, culturales,
técnicos, artesanales, es volver al espesor de intensidades de la vida,
a las dinámicas creativas, componentes de saberes perceptuales,
intuitivos, en sentido de la combinación y articulación de distintos
planos, campos, núcleos de la experiencia. De entrada descartamos el
sentido que le dio la filosofía moderna a la intuición, tanto en su
vertiente racionalista como en su vertiente mística. Para nosotros la
intuición no es una síntesis racionalista, tampoco una revelación
inmanentista. La intuición es la comprensión inmediata dada como la
integración perceptual de la experiencia. Para ponerle un nombre, con
todo el riesgo que esto conlleva, pero para tener un referente de
contraste, llamemos a esta comprensión de la intuición como una de
las formas de expresión de la memoria sensible.
Los saberes subversivos responden a esta memoria social, podemos
llamarlos intuiciones subversivas, al estilo de Tomás Ibáñez; lo que
importa es que se trata de formas intensas de conocimiento colectivo,
emergidos en coyunturas de crisis, en el despliegue del dramatismo
social. En adelante vamos a formular algunas hipótesis sobre estos
saberes activistas, sobre esta intuición subversiva.
Antes de las hipótesis nos haremos algunas preguntas, sobre todo para
establecer los campos y los espesores en los que se mueve la
problemática planteada, desde la perspectiva de la percepción y
experiencia social.
¿A qué llamamos saber activista, a que llamamos conocimiento
subversivo? ¿Cuál es la relación de este saber subversivo con el
espesor de la percepción y la experiencia social? Hemos compartido la
definición dada por Georges Canguilhem de saber en el sentido de
atributo biológico que comprende la composición de capacidad de
adquirir información, retener la información, es decir, constituir una
memoria, de anticiparse, es decir, de actuar180. Esto se entiende
cuando nos referimos a organismos individualizados; empero, qué
pasa cuando nos encontramos ante las multiplicidades proliferantes de
organismos, entrelazados y en conexión. ¿Se puede mantener la
misma concepción de saber? Cuando sabemos que lo que configura su
morfología, su composición orgánica, sus capacidades, incluso su
teleonomía, es el genoma, vemos que el saber del genoma no es el
mismo que el saber del organismo, por más que el segundo suponga
180 Ver de Georges Canguilhem Lo normal y lo patológico. Siglo XXI; México 1986.
325
al primero181. Georges Canguilhem, cuando se refiere al saber humano,
incorpora a esa composición dinámica entre información, memoria y
anticipación, la capacidad evocativa. Si bien, es más difícil distinguir el
funcionamiento individual del funcionamiento social, colectivo, en el
caso de el fenómeno evocativo, así como también es difícil distinguirlo
en el caso del saber de los organismos, pues estos suponen
asociaciones; es decir, sociedades orgánicas. De todas maneras, se
puede decir que el saber individual tiene determinadas características,
en tanto que el saber social, compartido, que hace de contexto del
saber individual, tiene otras características, quizás más complejas. Por
lo tanto, no es lo mismo hablar de saber en los distintos casos; su
connotación varía.
Hay pues una distinción grande entre el saber del genoma y el saber
de los organismos; en éstos, una distinción entre el saber social de los
conglomerados orgánicos y el saber de cada organismo. Lo mismo con
las sociedades humanas, añadiendo el componente evocativo, que
supone una dinámica propia entre la herencia y el substrato social con
la autonomía individual. El saber del genoma es más que saber, en el
sentido dado por Canguilhem, supone una capacidad propia
programadora. Su devenir, sus largos ciclos, está relacionado con la
información transmitida por los organismos; el genoma no está
directamente involucrado con la experiencia y el aprendizaje de los
organismos, son los organismos los que experimentan y aprenden. El
genoma acumula la información y la procesa; en largos ciclos la
reprogramación del genoma tiene repercusiones en el perfil y la
composición de los organismos. Hay una parte virtual del genoma, que
tiene que ver con la programación; de esta manera, podemos decir,
que el genoma no se encuentra ni el tiempo ni en el espacio percibido
y experimentado por los organismos. El genoma está más acá y más
allá de los organismos, aunque forme también parte de ellos.
El saber de los organismos es complejo, tanto en su dimensión
asociativa, conglomerada, social, así como en su dimensión individual;
también, claro está, en su composición dinámica entre la dimensión
asociativa y la dimensión individual. Cuando hablamos de saber, esta
figura es más adecuada a la composición individual, a la autonomía
orgánica; esta figura es menos adecuada cuando nos referimos a
conglomerados, a asociaciones, a colectividades. Se trata más bien de
181 Ver de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares, La Paz 2013. Se puede también encontrar en http://pradaraul.wordpress.com/2013/12/04/devenir-y-dinamicas-moleculares/.
326
nichos, usando la metáfora ecológica, comunicativos, de intercambio,
de redes, de campos; usando las memorias, el reconocimiento del
terreno, del clima, como fenómenos vitales, íntimos. Logrando, de este
modo, generar un torbellino de circulaciones de información,
aprendizajes, acumulaciones, desprendiendo actividades, en
consecuencia. Estamos ante el acontecimiento de la vida, ahora visto
desde la perspectiva de la realización de saberes. En la dimensión
asociativa, social, no es exactamente saber el que se da, sino campos
de posibilidad de los saberes; campos de circulaciones de información,
campos de memorias, campos de circulación de actividades; es decir,
un torbellino creativo de experiencias y conocimientos.
Ciertamente, no se puede disociar el acontecimiento vital de esta
turbulencia asociativa, comunicativa, cognitiva, fáctica, de la
realización singular del saber en los individuos. Acontecimiento y
singularidad no es descomponible. La complejidad y articulación de
ambas dimensiones nos muestra que hablar de la dimensión colectiva
y de la dimensión individual es, más bien, una distinción abstracta, no
“real”, por así decirlo. Lo social está inscrito en lo individual, con su
propia peculiaridad, con su propia singularidad, en cada caso; las
singularidades componen dinámicamente lo social. Hablando, en
propiedad, tendríamos que decir que el saber se realiza
individualmente, empero deviene del conglomerado social, de su
memoria dinámica.
Uno de los problemas relativos a las representaciones es el haber
transferido características propias de los perfiles individuales a las
configuraciones sociales, a las composiciones colectivas. Incluso se
llega a concebir la idea de un “sujeto social”, de un “sujeto colectivo”,
como si fuese un individuo macro. Obviamente es esta una
deformación, una transferencia representativa, que en vez de ayudar
a comprender los fenómenos del acontecimiento, lo oscurecen, pues
atribuyen a lo social y colectivo composiciones relativas a los
organismos, en este caso, al cuerpo humano. Los conglomerados
asociativos no tienen porque parecerse al perfil singular; al contrario,
es de esperar que no se parezcan, pues se trata de fenómenos
masivos, plurales, que requieren se los tome en sus conformaciones
complejas, bullentes, como constelaciones activas. Menos se puede
hablar de una “consciencia social”, refiriéndose a ésta como fenómeno
colectivo; en todo caso, la consciencia también corresponde a la
autonomía singular del individuo. El acontecimiento social, como
pluralidad de singularidades, supone, para usar como metáfora un
327
concepto filosófico, lo que llamaba Hegel autoconsciencia, dialéctica del
reconocimiento, en otras palabras, supone la interacción de las
consciencias, de los sujetos, de las subjetividades, de los cuerpos182.
Lo que se da es esta proliferante dinámica de entrelazamientos,
asociaciones, composiciones, interacciones, entre múltiples
singularidades, donde cada singularidad cobra consciencia, si se puede
hablar así, de lo que acontece. Empero, no se puede hablar con
propiedad de una “consciencia colectiva”, salvo metafóricamente.
Cada singularidad comprende a su manera lo que pasa, de una manera
singular. No es de esperar que su comprensión sea iguala a otra
comprensión, al contrario, es de esperar que, las comprensiones, las
consciencias, mas bien, sean diferentes y variadas. ¿Cómo es que se
entienden entonces las singularidades? ¿Cómo es que asumen que se
comparte la misma comprensión del fenómeno? Cada quien imagina
que esto ocurre, aunque cada quien imagina a su manera lo que ocurre.
¿Por qué entonces se da el acuerdo, la asociación, la comunicación?
Porque se comparte un mundo, que aunque cada quien lo asuma a su
manera, es el mundo de nuestras experiencias; es el mundo el que
hace de referente en tanto acontecimiento primordial, aunque puede
ser interpretado, incluso percibido de manera singular.
Cada singularidad tiene al mundo como percepción, es el mundo como
experiencia el que conecta los cuerpos, los contiene como
acontecimientos singulares, se realiza en cada experiencia singular, se
fija en cada memoria singular. No importa que las vivencias sean
singulares, propias, lo que importa es que el mundo las constituye, así
como ellas constituyen al mundo. Este común, si se puede hablar así,
sitúa a las singularidades en el mundo. Este compartir el mundo las
hace coexistentes, convivientes, colectivas, sociales. No importa que
esta coexistencia sea asumida de una manera singular, por lo tanto,
distinta en cada quien, lo que importa es son en el mundo. Eso las hace
presentes, que compartan el presente, a su manera;
indiscutiblemente, indudablemente, comparten el presente, que es lo
que se tiene a mano, actualizando los pasados.
Más que la codificación y decodificación, más que el lenguaje, lo que
conecta a las singularidades es la experiencia del mundo y en el
mundo, experiencia y mundo que hacen posible el lenguaje, la
codificación y la decodificación, la comunicación, los saberes. Hasta
personas de diferente leguaje y de diferente cultura se pueden
182 Revisar el concepto de autoconciencia en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Siglo XXI. México.
328
comprender porque comparten el mundo, aunque lo hagan a su
manera.
Es el mundo el que nos constituye, son las singularidades las que
constituyen al mundo. El mundo me constituye al mismo tiempo que
lo constituyo para mi, en interacción y contraste con los demás. El
mundo forma parte de la fenomenología de la experiencia, de la
fenomenología de la percepción, aunque suponga la diferencia
absoluta, la existencia sin mundo, antes de que se conforme183. El
mundo es una construcción mía, en interacción con las demás
construcciones de mundos, al mismo tiempo que el mundo me
constituye, constituyendo también a los demás, con los que interactuó,
de manera próxima o de manera lejana, en distancias cortas o en
distancias largas, en el presente o en el pasado, inmediato o largo. El
Mundo está conformado por múltiples mundos, entornos de las
singularidades, aunque distintos y variados, al formar parte del Mundo
se conectan y cohabitan un presente. Y el Mundo es porque forma
parte de la diferencia absoluta, de la existencia sin mundo, si se quiere,
de la existencia sin la mirada humana.
Esta certeza es certeza de la percepción, es certeza sin representación,
inmediata, vivencial, aunque bien puede ser interpretada por el
lenguaje, como en la poesía. Es certeza del acontecimiento184. Se
sabe, de antemano, en los umbrales de la experiencia, de esta
totalidad, usando un concepto permeable, totalidad des-totalizable y
re-totalizable. Lo único que hacen las ciencias y las filosofías, es
trabajar sobre estas certezas, aunque vaciándolas de sus contenidos.
Salvo, hay que decirlo, lo que pasa con las percepciones abiertas por
la física relativista y la física cuántica, que han cruzado los umbrales
anteriores de la experiencia, han cruzado los horizontes anteriores de
la experiencia, han abierto nuevos umbrales y nuevos horizontes de la
experiencia humana, ampliando el Mundo en espacio-tiempos curvos,
relativos, dependiendo de los referentes, ampliando el mundo hasta los
lugares de la propia desaparición del universo y de la materia; los
confines del universo, los agujeros negros, la infinitesimal nada en la
que se sostiene todo.
Asistimos al despliegue de la experiencia humana más allá y más acá
de lo que conocía; es una experiencia que incorpora en su memoria
183 Ver de Merleau-Ponty Fenomenología de la percepción. Editorial Planeta; Buenos Aires 1993. 184 Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento poético. http://pradaraul.wordpress.com/que-es-la-poesia/acontecimiento-poetico/; La Paz 2014.
329
presente lo infinitesimal inacabado, en su nada, pero una nada
creativa; que incorpora las gigantescas extensiones y distancias más
allá de lo imaginable; que incorpora la velocidad más allá de la
vertiginosidad; que incorpora la creación y dinámica de la energía más
allá de la materia. No es que se desecha la anterior experiencia, ésta
queda como sedimento de la memoria del presente.
Después de estos apuntes podemos volver a reflexionar sobre el
llamado saber activista, saber subversivo. Como saber se realiza
singularmente, individualmente; son las personas que padecen la
historia, la viven intensamente, intervienen en la historia, las que
contienen el saber, lo usan como parte de las acciones. Este saber no
es igual en las personas involucradas en las acciones; sin embargo, en
la medida que sus saberes forman parte del acontecimiento de la crisis
y de la rebelión, se conectan, se comunican, comparten y participan.
Cada quien asume a su manera esta vivencia, la interpreta a su
manera, suponiendo que los demás la interpretan del mismo modo.
Esta suposición hace como si se actuara en el mismo sentido. No
importa tanto si este sentido es igual, homogéneo, en todos; al
contrario, es de esperar variaciones. Lo que importa es el compromiso,
la concomitancia, la complicidad, en el consenso logrado, compartir la
lucha.
Lo que se llama saber activista, saber subversivo, en tanto se refiere
al conglomerado social movilizado, es, en realidad, una constelación
dinámica de saberes, de voluntades, de cuerpos, de deseos, de
esperanzas, de prácticas alterativas. Al compartir esta experiencia el
aprendizaje es colectivo, en el sentido que es singular en cada quién.
Desde una perspectiva estructuralista se podría decir que hay la
subversión, como una estructura subyacente; decir que es la
estructura la que se pronuncia, actúa, habla. Esto es una aproximación
abstracta. El estructuralismo olvida que no es la estructura la que
habla, actúa, se pronuncia, son los cuerpos los que lo hacen, cuerpos
vivos, pasionales, perceptivos, reflexivos. La estructura es un fantasma
de los estructuralistas. Son estos cuerpos singulares los que se
asocian, componen, acuerdan, emiten discursos, se movilizan; en su
dinámica generan acontecimientos, acontecimientos, que a su vez los
constituye como subjetividades y sujetos, usando estos términos
vulnerables.
La subversión existe como acto de creación de los y las movilizadas, el
activismo existe como acción de los y las activistas. Los y las
subversivas lo son porque generaron el acontecimiento de la
330
subversión, acontecimiento que los contiene, los envuelve, los
atraviesa y los constituye. Lo mismo pasa con los y las activistas, el
activismo como acontecimiento; también como historia, los contiene,
envuelve, atraviesa y constituye.
Se puede decir entonces que hay como constelaciones dinámicas,
bullentes, de desfases, de desacuerdos, de descentramientos, de
conflictos, de rupturas mínimas, que se convierten en campos de
posibilidad de saberes subversivos, de saberes activistas. Son los
cuerpos singulares, las subjetividades singulares, las que realizan estas
posibilidades como saber, a su modo, de una manera singular,
compartiendo con las demás singularidades. Es esta interacción, es
esta dinámica, es esta circulación, acumulación, alimentación y
retroalimentación, el referente de lo que se nombró como saber
subversivo, saber activista o, si se quiere, intuición subversiva,
intuición activista.
Hablaremos como de cuatro niveles de lectura del acontecimiento
subversivo. El primordial, es la emergencia del acontecimiento, como
crisis del Mundo, dada en el Mundo. No ahondaremos ahora al
respecto. El nivel singular, la forma singular vivida de esta crisis, la
forma como se elabora el conocimiento de esta crisis, el saber de la
crisis, que se convierte en saber activo, en saber para la acción. El
tercer nivel es el orgánico, la forma de organización que adquiere la
subversión, que adquiere el activismo. Tampoco vamos a ahondar en
este tema. Por último, la dirección o el desenlace del proceso
resultante. Puede continuar la ruta instituyente, constituyente,
creativa, de una subversión permanente; desenlace menos probable,
basándonos en la historia de las llamadas “revoluciones”. Puede
detener la marcha instituyente y constituyente, optar por consolidar lo
instituido, lo constituido, entonces hacer del desenlace una
recurrencia, una repetición cambiada o modificada, de la historia
repetida del poder; que es lo más probable, basándonos en la historia
de las “revoluciones”.
Queremos hacer hincapié en lo siguiente: En la medida que esta
experiencia subversiva, activista, se mantiene próxima, ligada, a los
espesores de la percepción, a los espesores de la experiencia, al saber
de los cuerpos, la potencia subversiva, activista, fluye creativamente.
Empero, en la medida que se da un alejamiento, un desligamiento, de
los espesores de la percepción, de la experiencia, del saber de los
cuerpos, en la medida que el distanciamiento implica vaciamiento de
contenidos, formulación de un discurso instrumental, de un discurso
331
oficial, del partido lo que se llame, la potencia subversiva es sustituida
por relaciones de poder, por estructuras de poder, legitimadas por un
discurso oficial, el discurso de la verdad. Este debilitamiento de la
potencia puede comenzar antes de lo que comúnmente se llama la
toma del poder, la serpiente puede incubarse antes, en el preludio
mismo de las acciones.
Hipótesis
1. A diferencia de lo que dice Émile Benveniste, cuando enuncia
que nacemos en el lenguaje y desde el lenguaje nombramos el
mundo, nosotros decimos que nacemos en el Mundo y desde la
experiencia del Mundo damos contenido, sentido, significado,
al lenguaje.
2. El lenguaje sólo es posible en el Mundo, como acontecimiento
en el Mundo de los acontecimientos.
3. De la misma manera, los saberes son posibles en el Mundo,
como acontecimientos en el Mundo.
4. Un saber es saber del Mundo, deviene saber de la experiencia
del Mundo.
5. El saber subversivo, el saber activista, es el conocimiento del
Mundo en crisis, también de la crisis del Mundo. Este saber es
una disposición volitiva, es decir, una intención, así como un
dispositivo en pleno ejercicio de las acciones alterativas,
encaminadas a transformar el Mundo.
6. El saber subversivo, como tal, como realización, es singular, es
una composición singular, en un cuerpo concreto, es una
subjetividad anidada en el cuerpo. Se da este saber subversivo
singular en los ámbitos de la constelación de actividades, de
memorias singulares, de manifestación de saberes singulares,
constelación que también contiene acumulación y circulación de
información, de transmisiones orales, escritas, estéticas, de las
experiencias de luchas.
332
7. Lo que se da es una participación, un compartir, en esta
constelación social, donde la experiencia social de las luchas se
transmite en interpretaciones, narraciones, leyendas, mitos,
también en aprendizajes colectivos o, más bien, socializados, en
transformaciones de esquemas de comportamientos y
conductas. Sobre todo adquiere cuerpo en movilizaciones.
8. La movilización es una de las formas desplegadas y
desenvueltas del saber activista, del saber subversivo en acción.
La movilización comprende varios desplazamientos, no solo de
las multitudes, de las organizaciones y estructuras involucradas,
sino también de los valores, de las subjetividades, de la misma
potencia social.
9. Las movilizaciones pueden convertirse en cruces de umbrales,
cruces de horizontes, cruces de límites, generando rupturas en
los horizontes mismos de la experiencia, abriendo horizontes
nómadas de la experiencia, iniciando nuevas épocas, que en la
interpretación teórica se nombra como nuevos horizontes
históricos-culturales.
10. Empero, si estas rupturas no logran trastrocar la estructura
sedimentada del poder, las estratificaciones sedimentadas en el
cuerpo de las formas múltiples de dominación, si no logra crear
un nuevo substrato, una nueva matriz, algo así como inventar
un nuevo origen o procedencia, los cambios terminan siendo
epidérmicos, por así decirlo, sin llegar a transformar la misma
base reproductiva del poder.
11. A esta altura de las historias políticas y de las luchas
sociales, emancipatorias y de liberación, es indispensable un
activismo integral, radical, autopoiética, capaz de crear un
nuevo substrato y matriz histórico-cultural, es decir, substrato
y matriz civilizatoria, que libere la potencia social de las capturas
de las redes institucionales del poder.
333
Conclusiones
1. Los saberes subversivos, los saberes activistas, las
intuiciones subversivas y activistas, son percepciones
sociales, conocimientos colectivos, de la crisis del sistema-
mundo, son, por eso, conocimientos y percepciones
creativos, de ruptura con un presente y un pasado de
dominaciones, de apertura hacia un futuro que actualiza las
luchas libertarias del pasado y la potencia del presente.
2. Hay que diferenciar la constelación dinámica de las
asociaciones, composiciones, circulaciones, realizaciones de
memorias, de informaciones, de aprendizajes, de
experiencias, de deliberaciones, de consensos, de circulación
de saberes singulares, respecto del saber, como tal, que es
como la materialización, la expresión, la realización singular
de esta constelación.
3. Se ha usado la metáfora del tejido social, de la trama social,
de los entramados sociales y colectivos, para referirse a las
asociaciones y composiciones sociales, en nuestro caso, de la
rebelión. Empero, no hay que olvidar que esta es una
334
metáfora. Figura en la que hay que develar la complejidad de
las relaciones, ligazones, comunicaciones, conexiones,
transmisiones, complicidades, compromisos, consensos, que
se dan en la constelación de los movimientos emancipatorios.
Drama y retórica de un gobierno reformista
Umbral y horizonte político
Referencia histórica y ubicación política
Lo que define la relación con el imperio, el imperialismo de ahora,
en el siglo XXI, el imperio del sistema financiero mundial y del modelo
extractivista colonial, expansivo e intensivo, es la posición respecto al
extractivismo. Los gobiernos “progresistas” apuestan a expandirlo
intensamente, siguiendo la misma ruta colonial de las oligarquías
criollas. El imperio de hoy se encuentra bastante cómodo con
gobiernos, que discursivamente, siguen la radicalidad “izquierdista” de
mediados del siglo pasado, empero favorecen concesiones a las
grandes empresas trasnacionales depredadoras. Esta situación no
cambia porque estos gobiernos mejoren los términos de intercambio
con el imperio, mientras siguen aceptando la división del mercado
335
internacional y de la geopolítica del sistema-mundo capitalista: ser
países exportadores de materias primas. Lo que no se puede dejar de
tener en cuenta es lo siguiente: que nuestros Estado-nación periféricos
forman parte del orden mundial de dominación, su papel asignado es
el de garantizar la transferencia de recursos naturales a los centros del
sistema-mundo. No ver esto, es aplaudir la restauración del Estado-
nación, el incumplimiento de la Constitución, que establece la muerte
del Estado nación y la construcción del Estado plurinacional
comunitario y autonómico. No ver esto es no tener en cuenta que
“derecha” e “izquierda” son términos relativos e históricos; todo
depende de la relación que se tenga con la lucha efectiva de los
pueblos. En el caso de Bolivia, el gobierno ha preservado toda la
institucionalidad colonial del Estado, ha convertido en un folklore la
condición plurinacional y comunitaria, ha renunciado a la reforma
agraria, favoreciendo a los latifundistas, ha decidido ampliar la frontera
agrícola afectando a los territorios indígenas. La caracterización del
gobierno “progresista” de Evo Morales Ayma es la siguiente: Se trata
de un gobierno que administra los intereses de la burguesía
recompuesta, que aglutina a la burguesía tradicional, a los
terratenientes, a los nuevos ricos, apoyados por una dirigencia
campesina cooptada prebendalmente y clientelarmente. Un gobierno
que se enfrenta a las naciones y pueblos indígenas a nombre del
“desarrollo” y del progreso, como lo hacían las élites criollas. El caso
ejemplar e ilustrativo es el conflicto del TIPNIS.
Desde esta perspectiva, cuando se habla de defensa del “proceso
de cambio”, la mejor defensa del “proceso” es la crítica y la
profundización efectiva del mismo, de la emancipación y la
descolonización.
Interpretación y acontecer político
Las interpretaciones críticas del “proceso de cambio” están
verificadas empíricamente. Eso es lo que ha ocurrido, no ha habido
demolición del Estado-nación colonial. No se ha construido el Estado
plurinacional, a pesar que se trabajó con propuestas concretas, y se
elaboraron instrumentos, para hacerlo: El anteproyecto de ley de
gestión pública plurinacional comunitaria e intercultural. Dejaron que
336
se trabaje durante casi un año, que se presenten informes, que se
incorporen personas como Boaventura de Sousa Santos y Alberto
Acosta. Que se incorporen alcaldes cuya experiencia venía de la
gestión en comunidades. Empero, cuando se tenía que discutir el
proyecto de ley de gestión pública plurinacional en el gabinete, no
quisieron hacerlo. Pues no quieren cambios. Ahora, este
comportamiento se explica: llegar al gobierno, no para transformar,
sino para hacer uso del monopolio de la concentración de fuerzas,
repitiendo las mismas prácticas de todos los gobiernos, aunque
acompañadas por una retórica populista y pretendidamente indígena,
aunque vacua y forzada. Esto, que pasa, no debería sorprender, pues
la historia se repite; es como una condena. El problema es el poder.
Como dice el MST de Brasil, no se toma el poder, el poder te toma. Por
lo tanto, te convierte en un engranaje de las lógicas de dominación
cristalizadas en las instituciones.
Cuando dicen que se lanzan críticas alegremente, respondemos:
en lo que no se puede ser alegre es en decir que lo que se dice, sobre
el balance de los gobiernos “progresistas”, son apreciaciones alegres.
Pues no lo son. Son experiencias dramáticas de los pueblos. Hacer
propaganda de un gobierno que vive el drama de su propio laberinto,
entrabado en contradicciones profundas, sin una menor consideración
en lo que pasa, en la sucesión de hechos, que dibujan el perfil de una
tendencia recurrente, es no sólo alegre, sino un flaco favor al propio
gobierno “progresista”. Nosotros criticamos a los que llamamos llunk’u,
los consideramos las termitas que se comen la madera con la que hay
que construir el Estado plurinacional, la materialidad política con la que
hay que defender el “proceso”. Estos llunk’u son los otros sepultureros
del ”proceso”, los que alaban los errores de un gobierno “progresista”,
en vez de criticarlo.
Sobre las diferencias en la caracterización política
En varios documentos y posicionamientos, sobre todo en nuestro
debate con la izquierda tradicional, se dejó claro que, no se pueden
confundir los gobiernos “progresistas” con los gobiernos neoliberales.
Son distintos; emergen del bloque popular, se vinculan con lo nacional-
popular, entran en contradicciones limitadas con el imperio. Esta
diferencia, hace ver que no es lo mismo luchar contra los gobiernos
neoliberales que luchar en el marco de los gobiernos “progresistas”.
Además, dijimos que es diferente un contexto de otro, una coyuntura
337
de otra. Que lo que ocurre en Venezuela es un descomunal
enfrentamiento con una “derecha” fuerte, con convocatoria, apoyada
por el imperio. En cambio, lo que ocurre en Bolivia y Ecuador se puede
resumir de la manera siguiente: Una derecha derrotada,
electoralmente, en Bolivia y Ecuador; en Bolivia, política y
militarmente, después de los acontecimientos del Porvenir-Pando. Una
clase burguesa, económicamente dominante, desplazada al bando del
gobierno de Evo Morales, del cual consiguieron grandes ventajas. En el
panorama político pervive una minúscula derecha política en el
Congreso; bastante descolocada, sin ligazón efectiva y concreta con la
clase social que supuestamente representa, pues no tiene apoyo de la
burguesía, a la que aparentemente encarna. Por lo tanto, podemos
concluir, que los gobiernos son diferenciables; empero, en la medida
que expresa la cualidad operativa de la forma Estado-nación,
responden a la lógica de poder, estructurada en la modernidad. En esa
misma medida, reproducen la institucionalidad homogénea, la mono-
cultura dominante, la condición mono-nacional heredada. Los
gobiernos populares, por más vestidura o disfraz “progresista” que
usen, forman parte de la reproducción colonial y capitalista del poder.
No es un problema de personas, como pretende la teoría de la
conspiración, como si la explicación de las contradicciones históricas se
resolviera con suponer que hay “traidores” de la “revolución”. Los
caudillos son mitos, son imaginarios construidos por los pueblos, viven
también un drama, pues son arrastrados por las contradicciones de un
proceso histórico, que requiere, para salir de sus trampas reiterativas,
de movilización, de democracia participativa, de transferir las
decisiones a los pueblos, a las naciones y pueblos indígenas, a las
comunidades, a las organizaciones sociales. Esto es justamente lo que
no se hace, es de esto de lo que se alejan los gobiernos “progresistas”,
que prefieren optar por acrecentar la burocracia, recurrir al
autoritarismo, desprender despotismo, descalificar la crítica y dividir,
sino pueden destruir, a las organizaciones indígenas. Estos gobiernos
contribuyen de esta manera a su propia descomposición. Cayendo en
este itinerario a una ruptura ética y moral en todas las líneas.
Umbral de las “revoluciones”
A estas alturas de las historias políticas de las sociedades
humanas, sobre todo de las desplegadas durante la modernidad,
creemos que debemos tener claro que, el gran problema histórico de
338
las llamadas “revoluciones” es el poder, en tanto economía política del
poder. Mapa institucional que captura la potencia social, la fuerza
social, la dinámica molecular social; diagrama de fuerzas que diferencia
poder de potencia, usando la potencia capturada para la reproducción
del poder; es decir, de las dominaciones polimorfas. No creemos que
sea problema de velocidades, tampoco de aceleraciones o
desaceleraciones, de los “procesos” políticos, sino de la capacidad de
desmantelar el poder y liberar la potencia social.
Para nosotros es evidente que se deben concebir y desplegar
transiciones, transiciones del Estado-nación al Estado plurinacional;
estas transiciones pueden ser largas, medianas o cortas. Incluso,
mejor dicho, estas transiciones pueden concebirse diferencialmente;
en unos casos de una manera radical, en otros casos de una manera
reformista. Todo depende del contexto, la correlación de fuerzas, de la
institución en cuestión, también depende del tema y tópico de la
problemática de referencia. Les dijimos a los oficialistas, “pragmáticos”
y supuestamente partidarios del realismo político, que no se trata de
renunciar a las reformas, a las transiciones largas, sino de que había
que dar pasos, aunque cortos, de tal manera que impliquen avances,
aunque mínimos, incluso imperceptibles. Después de A viene B,
después de B viene C, y así sucesivamente. Aunque nosotros somos
partidarios y creemos, como establece la Constitución, en la
transformación pluralista, comunitaria, participativa e intercultural del
Estado; es decir, consideramos preferible transformaciones radicales
que reformas, se puede lograr, en todo caso, el consenso en reformas.
El problema es que tampoco quieren esto; no quieren transformaciones
radicales, que consideran utópicas; no quieren reformas
conscientemente ejecutadas. Se contentan, cómplices de la
representación teatral de la época, con la simulación, con el montaje,
con la publicidad, con los escenarios del teatro político. Se prefiere
apostar a la ficción, inclinándose a procedimientos ilusorios, a lograr
hacer creer a la gente, mediante la propaganda y la publicidad, que se
dan cambios, renunciando a ejecutar efectivamente las
transformaciones. Este es el problema, que el gobierno “progresista”
ha caído en la ilusión de su propaganda, mientras se embarca en la
ruta destructiva del extractivismo; acompañando, esta entrega colonial
a las empresas trasnacionales, con prácticas prebendales y
clientelares, embarcándose en el derrumbe político de todo gobierno,
de toda gestión, que da vueltas en un círculo vicioso, cayendo
degradantemente en la práctica compulsiva de la corrupción. Este es
el problema de fondo. Volver a repetir, en otro contexto, en otro
339
periodo, y en otra coyuntura, la triste historia de la paradoja de las
“revoluciones”. Las “revoluciones” cambian el mundo; el mundo no va
a volver a ser lo que era antes; empero, las “revoluciones” se hunden
en sus contradicciones.
Este no es solamente un tema boliviano, tampoco sudamericano,
ha pasado con todas las “revoluciones”. Por eso es indispensable
intentar cruzar este umbral de las “revoluciones”, cruzar el límite e
ingresar a otro horizonte posible. Esta eventualidad se logra con la
crítica, aprendiendo de las contradicciones, de los problemas, de los
errores, no ocultándolas con apologías. Lo que menos se requiere es
de estos cantos al fracaso, edulcorándolas, como si fuese victoria, lo
que menos necesitamos son estas apologías, que lo único que hacen
es debilitar las fuerzas vitales de los “procesos” emancipadores.
Trama política y potencia social
Balance y perspectivas del gobierno “progresista
¿Se puede abordar el tema distinguiendo clasificatoriamente lo
positivo y negativo? ¿Así como se aborda la metodología conocida del
FODA, diferenciando fortalezas, debilidades y potencialidades? El
balance político no es necesariamente de planificación institucional;
aunque ésta tenga que ver, de alguna manera, en algún lugar, con el
balance político. Tampoco, mucho menos, con la disquisición de lo
positivo y negativo de un gobierno. El proceso político no puede
comprenderse como un cuadro en un plano, sin perspectiva ni
profundidad; la del tiempo político. El proceso político requiere ser
analizado en sus temporalidades mezcladas, en la diferenciación de sus
ritmos, en sus espacios fragmentados, en movimiento y combinación,
en los espesores de sus territorios; en las composiciones complejas
que se forman y transcurren. De lo que se trata es de comprender el
340
juego de las tendencias inherentes del proceso, la resultante, si se
puede hablar así, de esta concurrencia de tendencias. Comprender
cómo se da lugar el funcionamiento de esta mecánica de las
tendencias, cómo se da lugar la resultante, la conformación de la
tendencia dominante, quizás no buscada por ninguna de las tendencias
concurrentes. Las consecuencias de las acciones no son controladas
por los actores. En definitiva, de lo que se trata es de entender la
mecánica del despliegue del proceso político. Desde esta perspectiva,
vamos a tratar de dibujar el boceto de la mecánica de las tendencias
del proceso político.
Mecánica de las tendencias del proceso político
1. Tendencia es la inclinación de los sucesos, su encadenamiento, la
dirección que toman. La tendencia, en el análisis político, se
diferencia grandemente, conceptualmente, de la noción de
tendencia en economía, que viene definida, mas bien, por el
comportamiento zigzagueante de los precios. En el análisis
económico se define de esta manera el concepto de tendencia:
En un sentido general, es un patrón de comportamiento de los elementos de un entorno particular durante un período. En términos
del análisis técnico, la tendencia es simplemente la dirección o
rumbo del mercado185.
En el análisis politico, la tendencia no puede venir definida de esa manera, obviamente. Incluso por aquello de “patrón de
comportamiento de los elementos de un entorno”, que parece ser una definición general aceptable. Pues, en el acontecer político, es
difícil hablar de patrón de comportamiento, menos aún cuando se trata de identificar los “elementos de un entorno”. Es mejor
comprender la tendencia política como una resultante de fuerzas concurrentes. Ahora bien, hay tendencias dadas en micro-espacios,
en lugares, concretos; así como hay tendencias en macro-espacios, en regiones, naciones, mundo. No es que las tendencias del micro-
espacio sostienen las tendencias de los macro-espacios. No necesariamente ocurre de esta manera; las tendencias del macro-
espacio requieren definirse a partir de la concurrencia de fuerza en
los macro-espacios correspondientes. No es que las tendencias, resultantes de fuerzas, del micro-espacio, sostienen, como en una
construcción, las tendencias del macro-espacio. Esto también puede
185 Murphy, John (1999) Technical analysis of the Financial Markets. Revisar también Wikipedia, Enciclopedia libre.
341
darse, dependiendo de los contextos, de los problemas tratados, así
como del análisis político.
Lo importante de la propuesta es la idea de mecánica de las
tendencias, sobre la definición de la tendencia como resultante de fuerzas concurrentes, así como también de despliegue de sucesos.
Ahora estamos en condiciones de proponer una hipótesis teórica
sobre la mecánica de las tendencias, en política.
2. Ciertamente, hablamos de mecánica, en el análisis político metafóricamente, haciendo alusión a la mecánica en física, que
comprende la mecánica clásica, la mecánica relativista, la mecánica cuántica y la teoría cuántica de los campos. La mecánica en política
debería atender al movimiento de los “cuerpos”, su desplazamiento en el tiempo, bajo la acción de las “fuerzas”. Esta es una definición
análoga a la dada en física, solo que habla de otros “cuerpos” y otras “fuerzas”, además de referirse a otro “tiempo”, entendiendo que se
trata del tiempo histórico. De todas maneras, esta definición
análoga o prestada no es conveniente ni suficiente en el análisis político. Intentaremos una definición más prolija, más propia, que
parta de las problemáticas y contingencias del acontecer político.
3. ¿Cómo explicar un periodo político? Lo acaecido, sus desenlace, las clausuras de ciertas posibilidades, sus contradicciones,
contingencias, incluyendo a los discursos emitidos, las medidas y acciones tomadas. ¿Es válido hacer una mirada retrospectiva,
contando con los desenlaces, explicar, a partir de ellos, la “lógica” inherente al proceso? Es ciertamente esta una ventaja; empero, ¿se
pueden obviar las posibilidades clausuradas, las tendencias opacadas? ¿No es al final suponer el decurso de una tendencia
dominante, que finalmente se realiza en el desenlace? ¿Es así o sólo se trata de una interpretación privilegiada, el discurso de los
vencedores? ¿Cuál fue la mecánica del conjunto de las
singularidades, inherentes al acontecimiento? ¿Se puede hablar, en este caso, en la configuración del acontecimiento, de mecánica,
aunque sea metafóricamente?
Estos son los problemas referenciales, anticipados, a la definición conceptual de una comprensión integral del acontecimiento político.
Cuando hablamos de mecánica, en el análisis político, suponemos
que las dinámicas singulares se afectan, que sus composiciones afectan a otras composiciones, que tanto singularidades como sus
composiciones pueden ser pensadas como fuerzas, que estas fuerzas afectan “cuerpos” y subjetividades, que afectan
instituciones y estructuras sociales. Esta conjetura permite hablar de mecánica de fuerzas, a través de estas aproximaciones. Analizar,
342
desde esta perspectiva, nos ayuda a construir una explicación
mecánica, del acontecer político. Lo que, a su vez, implica, una explicación del conjunto del movimiento de fuerzas, así como una
interpretación integral del acontecer político. Lo que de por sí es
bueno, pues deja de lado el análisis contable de la política; el balance de lo bueno y lo malo, de lo positivo y negativo. El balance,
que utiliza la balanza que pesa, si se ha dado más de bueno que de malo, más positivo que negativo. Esta contabilidad de cajero es muy
infortunada para responder a la problemática política.
La mecánica de las tendencias, que comprende, a su vez, la mecánica de las fuerzas, corresponde al funcionamiento de las
propensiones, a su concurrencia, sus efectos múltiples; aditivos, en unos casos, destructivos, en otros casos. Ciertamente, como
dijimos, las tendencias son abstractas, son resultantes, son efectos de los campos de fuerzas. Por eso, hay que considerar, en el juego
de las fuerzas un tipo de “gravitación”, por así decirlo, una “gravitación” política. ¿Cómo definir esta “gravitación” política? ¿Las
fuerzas se atraen o se repelen? Ambas cosas pueden ocurrir,
dependiendo de las fuerzas, de los contextos, de las coyunturas. Pero, también las fuerzas se acumulan, se refuerzan, por así decirlo;
así como se debilitan mutuamente, se vacían, por así decirlo. Las fuerzas, en política, son energía social, son potencia social. Es la
dinámica de estas fuerzas las que crea la “gravitación” política. Este espacio-tiempo social de campos de fuerzas conforma elipses, por
así decirlo, de dos polos; uno “real”, el otro ficticio. El polo “real” es el que tiene que ver con la asociación de composiciones de la
potencia social, su facultad cooperativa, colectiva, comunitaria; el polo ficticio tiene que ver con el efecto institucional y simbólico del
polo “real”, con su efecto de espejo. Aparece, como institución imaginaria, el polo ficticio, como poder; es decir, como formas
institucionales de poder. Las elipses “orbitan” atraídas por estos dos polos, el polo “real”, el polo ficticio. Orbitan por la “gravitación” del
polo de la potencia social y la atracción simbólica del polo del poder.
Ocurre como si en estas órbitas elípticas se ganara energía en el
polo “real” de la potencia social para perderlo en el polo simbólico del poder. ¿Qué es lo que “orbita” estas elipses alrededor de los dos
polos? La energía social. Energía social convertida en prácticas, en relaciones, en actividades, en acciones. Energía social capturada por
instituciones, convertida en ciclos de reproducción institucional. Energía social que escapa a las capturas de la maquinaria estatal,
creando líneas de fuga. Energía social que hace de la sociedad una sociedad alterativa, dinámica, cambiante, vital, creativa. Energía
social entonces que emerge pujante en el polo de la potencia social, que pierde parte de su energía en el polo del poder, para volver a
alimentarse de vigor en el polo de la potencia social.
343
Este croquis nos puede servir para aproximarnos a la
contradictoria y contrastante relación entre potencia social y poder, entre sociedad y Estado. Sobre todo, puede ayudarnos a usarla
como herramienta gráfica de un balance del llamado “proceso de
cambio”. A propósito, las preguntas son las siguientes: ¿En el “proceso de cambio” cuál es la relación entre potencia social y
poder, entre sociedad y Estado? ¿En la pérdida de energía social, al pasar del polo de la potencia social al polo del poder, en su retorno
a la órbita de la potencia social, por qué la energía social no ha podido vigorizarse orientando su energía a la autogestión, a la
autodeterminación, a la participación, dejando que, más bien el poder adquiera proporciones inhibidoras de la potencia social?
Mapa de la potencia social
La potencia social no es la organización, tampoco el movimiento; es lo que se expresa en el movimiento, en la movilización, en las
composiciones de sus dinámicas. La organización es una creación
de la potencia social, en el movimiento y la movilización se manifiesta la potencia como fluido gigantesco de la energía social.
Los saberes puestos en juego al momento de la movilización son composiciones cognitivas e interpretativas del colectivo social. Los
objetivos que se plantea, en el momento del movimiento, el conjunto o el conglomerado social involucrado, es consensuado por
las singularidades y composiciones de la potencia social. La potencia es la capacidad inventiva social, es la capacidad asociación, de
articulación, de participación social.
La potencia social es capacidad de asociación, así como la fuerza y la acumulación de la fuerza social, fuerza inmediatamente
vinculada con la capacidad intelectiva de crear. La potencia social es posibilidad, también condición de posibilidad histórica; deviene
fuerza social, fuerza histórica, cuando las asociaciones múltiples
acumulan una disponibilidad de fuerzas capaces de afectar en el curso de los acontecimientos.
La potencia social efectiva se da cuando las múltiples
asociaciones, las múltiples composiciones, se orientan a cruzar los umbrales del mapa institucional dado. Esto equivale no sólo a una
integración de fuerzas, sino también de voluntades, así como de apreciaciones e interpretaciones compartidas, de saberes activistas,
que inciden, a través de las acciones, en las coyunturas de procesos.
Potencia social en Bolivia
344
La potencia social efectiva en Bolivia tiene que visualizarse
teniendo en cuenta distintos periodos, distintos contextos, escenarios y coyunturas. Podríamos hablar de la genealogía de la
potencia social; empero, esta tesis supone un nacimiento, una
emergencia, un momento constitutivo, además de su desplazamiento en el tiempo histórico. ¿Es así? ¿Hay continuidad?
¿No es más bien discreto? Distintos nacimientos, distintas emergencias, distintos momentos constitutivos, manteniendo
todavía este concepto zavaleteano186.
Los hombres y mujeres que hicieron la revolución de 1952 no son los hombres y mujeres que se movilizaron de 2000 al 2005, durante
la movilización prolongada. Hay una memoria social, es cierto; pero la memoria social tampoco es continua, no se da en un sujeto,
llamado pueblo, como si fuese el mismo, además de suponer un sujeto. El supuesto de sujeto es una pretensión insostenible, aunque
lo nombremos como sujeto social. No hay tal persona, salvo en el imaginario político. Se trata de multitudes, conformadas por
singularidades subjetivas y corporales. La memoria social se
reconstruye colectivamente, mediante la recuperación de lo acontecido, recurriendo a remembranzas, orales o escritas, incluso
ahora, audiovisuales. La memoria social se reconstruye en el debate, en la interpelación, retomando el pasado como referente.
Se trata de un pasado representado, de la representación del pasado. Es imposible sostener que se habla del pasado, como una
entidad ontológica perdurable. Ese acontecimiento, que tuvo su presente, ya no está. Lo que se trae a escena es su representación,
cuyo valor es servir no sólo como argumento, no sólo como ejemplo y referente, sino como artefacto representativo en las luchas del
presente.
Si esto pasa con dos acontecimientos modernos, la revolución de 1952 y la movilización prolongada de 2000 a 2005, lo mismo pasa,
con mayor relevancia, cuando nos remontamos a un pasado más
lejano; por ejemplo, la guerra federal, así como los levantamientos indígenas del siglo XVIII. No son, con toda certeza, ni los mismos
hombres ni las mismas mujeres. La memoria social de estos acontecimientos se reconstruye en otras luchas, acudiendo a las
representaciones forjadas de estos pasados, para comprender mejor las luchas del presente en cuestión. Hay pues una invención
del pasado; invención en pleno sentido, como recreación representativa, como constitución de una memoria social, selectiva
y creativa. Esto significa que lo que tienen a mano, por así decirlo, los y las combatientes, es el presente. Lo que hacen es dilatar este
presente en el espesor rescatado por la memoria social.
186 Nos referimos al concepto usado por René Zavaleta Mercado de momento constitutivo. Leer Lo nacional-popular en Bolivia; Plural, La Paz.
345
No hay pues, precisamente, una genealogía de la potencia social. Lo que hay es una constante reproducción de la potencia social, la
que recurre a la invención y recreación del tiempo histórico, del
pasado. Lo que hace la memoria social es construir un pasado constitutivo para lograr dilatar un presente, haciendo de este
momento el lugar y la perspectiva desde donde se abre un nuevo horizonte.
El asenso
El análisis de la movilización prolongada de 2000 al 2005 debe efectuarse a partir de su propio estallido, su campo de
singularidades, de sus propios mecanismos y engranajes conformados. En relación a la historia, lo que interesa es
comprender cómo los movilizados se reinventan el pasado, como espesor representado de su propio presente, como imaginario social
y como recurso en la formación discursiva de la movilización.
Los insurrectos son los que defienden el bien común del agua,
los que defienden la tierra, los que defienden los recursos naturales, los que defienden los hidrocarburos, los que se levantan en defensa
de los derechos de los pueblos indígenas, los que se levantan contra el proyecto y el modelo neoliberal, cuyo costo social destruyó parte
de la cohesión social y parte del aparato productivo. Este conglomerado social, de organizaciones, de multitudes, de masas,
de pueblos, articuló un bloque popular e indígena capaz de lograr la secuencia de victorias políticas durante los seis años de luchas187.
La potencia social derrotó al modelo neoliberal, si se quiere, al
Estado neoliberal, expresado en la mega-coalición conservadora; derrotó la forma de dependencia extrema ocasionada por el
neoliberalismo. Abriendo el camino a un “proceso” politico, llamado
“proceso de cambio”. ¿Qué viene después? La potencia social es capturada por el Estado-nación. ¿Cómo ocurre esto? Para responder
esta pregunta requerimos de una digresión sobre el Estado188.
Límites del Estado y transición
El Estado-nación es el Estado moderno. Bolivia es este Estado-
nación, desde la independencia. Hablar de Estado aparente, para distinguir la condición de más Estado de la condición de menos
187 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de la descolonización. En publicación Abya Yala; Quito 2014. Horizontes Nómadas, Dinámicas moleculares, pradawordpress.com; La Paz 2012, 2013, 2014. 188 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del Estado. Dinámicas Moleculares; La Paz 2013.
346
Estado, no es otra cosa que diferenciar, si se quiere, grados y
formas del mismo Estado. En todo caso, lo aparente, la condición de aparente, es el mismo Estado. El Estado como tal, como sujeto,
como unidad, como entidad trascendente, no existe; lo que existe
es el campo institucional, el campo burocrático, el campo político, el campo social, el campo escolar, que reinventan la institución
imaginaria del Estado.
Una tesis sugerente es la que define el Estado como campo de luchas. Como si distintas formas de Estado se disputaran la
hegemonía, la definición del perfil. Esta tesis es ilustrativa; empero, de ahí a creer que una de las formas de Estado es la que va a liberar
al pueblo, a la sociedad, a los pueblos indígenas, no es más que “ideología”. Pueden, algunas formas de Estado, mejorar las
condiciones sociales, mejorar las condiciones de las relaciones de intercambio del país con el sistema-mundo capitalista; empero, de
ninguna manera puede quebrar los límites del Estado, la estructura nuclear del Estado; no puede modificar la función estatal. El Estado,
como campo institucional, como campo burocrático, como campo
político, no puede sino reproducir su mapa institucional, que no es otra cosa que la reproducción de los diagramas de fuerzas, de las
relaciones de dominación y de las estructuras de poder, inscritas en el programa de esta fabulosa maquinaria. El problema en las
sociedades periféricas, en los Estado-nación subalternos, es que están, en el marco del orden mundial, en el contexto del sistema-
mundo capitalista, para administrar la transferencia de recursos naturales a los centros y potencias emergentes del sistema-mundo.
Aún cuando sean más progresistas los gobiernos de los Estado-nación, no pueden romper los límites impuestos por la dependencia.
Para hacerlo, están obligados a trastrocar no sólo los perfiles de los términos de intercambio, sino las mismas estructuras y la
geopolítica del sistema-mundo capitalista. Este trastrocamiento no puede efectuarse en las condiciones de Estado-nación. Se requiere
de una transición política que vaya más allá del Estado-nación.
La potencia social, desplegada en la movilización prolongada, no
pudo atravesar los umbrales del Estado-nación. El gobierno progresista preservó el Estado-nación como defensa; usó el Estado
para efectuar reformas, logró mejorar los términos de las relaciones de intercambio, al nacionalizar los hidrocarburos, a su modo.
Empero, al ser una forma “progresista” del Estado-nación, no podía cumplir con la Constitución, que establece tres condiciones de
transición: las condiciones de plurinacional, comunitaria y autonómica. En términos de transformaciones institucionales, esto
equivale a la destrucción del Estado-nación y a la construcción del Estado plurinacional. El gobierno progresista hizo lo que estaba en
su “instinto” político, preservar el Estado-nación, optando por el camino de las reformas.
347
Esta es la contradicción del gobierno progresista con la
Constitución. Para los movimientos sociales, la Constitución es un
ideal plasmado, que debe realizarse. Para el gobierno la Constitución es un texto de propaganda. Esta es la contradicción del
gobierno con los movimientos sociales, por lo menos con los movimientos sociales efectivos, que se dieron desde el 2000 hasta
el 2005. Estas dos contradicciones son como generadoras, por así decirlo, del resto de contradicciones, que se dan proliferantemente
en las dos gestiones de gobierno.
La potencia social, mejor dicho, la composición lograda por la potencia social, tal como se plasmó, de acuerdo al alcance de su
irradiación, al no atravesar los umbrales del Estado-nación, fue capturada por este mismo Estado. Sus fuerzas sirvieron para
reproducir la nueva forma de Estado-nación. Una forma populista investida con simbología indígena. Se puede decir, con cierta
aproximación, que la composición histórico-política plasmada de la
potencia social, las fuerzas de los movimientos sociales, fueron capturadas por su propio “producto”. Fueron capturadas por el
Estado-nación, por mediación, de un gobierno progresista, que también fue un “producto” de los movimientos sociales, aunque
también lo haya sido del mayoritario voto electoral.
Ciertamente, la potencia social no desaparece, aunque parte de sus fuerzas sean capturadas y sirvan para la reproducción del poder.
La potencia social sigue generando su energía vital, sólo que ahora se encuentra en otra parte, generando resistencias a la política
económica del gobierno, que optó por el modelo extractivista. Generando alteratividades minuciosas, detalladas, en la filigrana del
campo politico y del campo social. Desplegando nuevas fuerzas, todavía no articuladas, en la consecución de alternativas.
Resistiendo desde lo comunitario, lo común, a la expropiación
privada y pública. ¿Cuándo se dará lugar una nueva articulación, un nuevo bloque popular, aprendiendo de esta experiencia dramática,
que repite la trama política? No lo sabemos. Lo que se sabe, no se puede perder de vista, es que las tareas del momento corresponden
a articular las nuevas resistencias, buscando una nueva composición de la potencia social, capaz de atravesar los umbrales del Estado-
nación.
Las gestiones de gobierno
En el polo del poder, el gobierno es la acción política del Estado.
El gobierno es la ejecución, es el ejercicio de poder como institucionalidad concentrada. El gobierno es la administración y la
348
conducción de la nave del Estado. Es el lugar donde se definen las
políticas públicas. Se toman las decisiones sobre la coyuntura y el periodo; se enfrentan los problemas, los conflictos, de una u otra
manera. Aunque la política económica se encuentra condicionada por
el sistema financiero internacional, de todas maneras, el gobierno, puede definir márgenes de maniobra o entregarse de brazos llenos a
las determinaciones del sistema financiero mundial. Hablamos no del gobierno de sí mismo, no del gobierno del hogar, tampoco del gobierno
de la ciudad, sino del gobierno del país, del gobierno del Estado.
La primera gestión de Evo Morales Ayma se hizo cargo de un Estado en crisis. Seis años de luchas sociales desnudaron la crisis
múltiple del Estado-nación. El gobierno, resultado de una victoria electoral contundente, al asumir el lugar vacío del ejercicio institucional
del poder, se vio ante el dilema inicial. ¿Qué hacer? ¿Qué clase de gestión efectuar? ¿Administrar el Estado? ¿Efectuar cambios radicales,
desde el inicio? Seguramente la decisión ha sido difícil, incluso si no había mucha “conciencia” respecto a la implicación de las opciones. De
todas maneras, la cúpula adivinaba lo que se jugaba, desde las
primeras decisiones de gobierno. Sabemos que la opción se inclino por el realismo político. Se entiende que había más argumentos a favor de
esta alternativa; se corría menos riesgos y se ganaba tiempo.
Esa primera decisión ya muestra la psicología de los gobernantes. Hombres cautos, excluyendo de antemano toda audacia. La audacia
quedó para el discurso, no para la acción. En un ambiente de alta legitimidad social, con movimientos sociales que salían victoriosos de
una lucha de seis años, contando con una movilización que ya había ventilado la autogestión, que había mostrado vigorosos movimientos,
capaces de sitiar y tomar ciudades, la cautela de los gobernantes, es un síntoma de debilidad, no de firmeza. Seguramente el temor de
gobernar sin tener experiencia en la administración pública influyó también en la decisión.
Digan lo que digan al respecto los voceros, sobre todo el ideólogo del gobierno, no se puede ocultar esta primera ambigüedad. Todo lo
que se pueda decir a favor del realismo político, se lo hace argumentando a favor de esta tesis; pero, no explica, de ninguna
manera, el por qué se optó por continuar con un forma de administración liberal, continuando la gestión institucional del Estado,
en un momento favorable de correlación de fuerzas. Este primer paso, direcciona los siguientes.
Ciertamente no se puede explicar la primera gestión de gobierno
sólo a partir de las estructuras de poder heredadas, haciendo abstracción de los individuos que conforman el gobierno. Como
tampoco se puede explicar de manera inversa, sólo atendiendo a los perfiles individuales de los gobernantes. Ambas perspectivas pecan de
349
sesgo; la primera, porque convierte al gobierno en la ejecución
antelada de lo establecido en las estructuras de poder; la segunda, porque convierte al gobierno en una comedia de conspiraciones
banales. Aunque la primera perspectiva tenga, sin lugar a dudas, más
peso, sea más consistente analíticamente, no se puede obviar la incidencia de las personas influyentes. En este sentido, vamos a
intentar interpretar la secuencia de la primera gestión a partir del la visualización del periodo desde ambas perspectivas.
Evo Morales Ayma es el caudillo, el mito, la convocatoria del mito.
El constructo del imaginario colectivo. El símbolo carnal del gobierno, convertido por la propaganda gubernamental en el símbolo del
“proceso de cambio”. De máximo dirigente de la Federación del Trópico de Cochabamba pasó a ser el primer presidente indígena de la
Republica de Bolivia, después del Estado plurinacional de Bolivia, que de plurinacional sólo tiene el nombre. Las decisiones políticas las toma
el presidente, en primera o en última instancia. Su carácter imperativo, su carisma, influyen mucho en el comportamiento de su gabinete,
incluyendo al mismo vicepresidente. Es difícil hablar de él como un
estratega, más es la espontaneidad, muchas veces improvisada, y la intuición, algunas veces equivocada, acaecida erróneamente cada vez
más seguido en el segundo periodo de su gestión. Como en todo caudillo, su imagen atrayente no es perdurable, se desgasta; es
mantenida con desesperación con publicidad y propaganda, como si estos medios restituyeran el ánimo de la gente.
La persona de más influencia en el gobierno, después del propio
presidente, es Álvaro García Linera. Por su formación política y académica, por venir de la experiencia de una organización que se
propuso la guerrilla como medio para resolver la cuestión del poder189, por venir de un colectivo de interpelación radical, de investigación y
activista190, tenía plena “consciencia” de lo que estaba en juego en la decisión inicial del gobierno. El vicepresidente se convirtió de radical
en el ideólogo del realismo político. Es muy probable que haya sido él
quien más haya influenciado en la inclinación por la decisión inicial, fuera de ser el responsable de la argumentación y justificación de la
opción tomada. Vamos a dejar las conjeturas sobre por qué lo hizo, por qué se convirtió en un “pragmático”, pues esto nos llevaría a la
especulación. A partir de este momento, el vicepresidente asume el rol de ideólogo del gobierno, pretendiendo también ser el teórico del
“proceso”, que es otra cuestión. Sus discursos, sus libros, publicados por la Vicepresidencia, sus intervenciones, son la más clara expresión
de una ideología “pragmática”, que persigue sostener la justificación del decurso de un gobierno, que optó, desde un principio por el
reformismo y no por la transformación.
189 Hablamos del Ejército Guerrillero Tupac Katari (EGTK). 190 Hablamos del colectivo Comuna.
350
Los ministros fueron un resultado de la composición de las fuerzas, aunque el presidente sea el que tome la primera y la última
palabra al respecto. No se puede decir que había una pugna de
tendencias, como el apresuramiento de los medios de comunicación hicieron entender, recurriendo a esquemas acostumbrados. En un
ambiente confuso, donde había primero que orientarse, es difícil hablar de pugna de tendencias. Menos decir que había una tendencia
“alvarista” y otra tendencia “evista”. Estas hipótesis hablan de la carencia del periodismo y de los medios de comunicación. El consenso
sobre el realismo político fue compartido por todos.
Los celos individuales y mezquinos que pudiera haber habido no pueden tomarse en cuenta para explicar el decurso de este gobierno
popular. Eso queda en los pasillos y nada más. La autoridad del presidente era indiscutible; se acataba por consenso compartido o por
decisión del presidente. La relación de los hombres más influyentes con el presidente ciertamente no es la misma, hay variedad y jerarquías.
Empero, todos, sin excepción, anteponían, en primer lugar, su voluntad
para satisfacer las demandas del presidente. No había, entonces tendencias, lo que había es una adecuación de todos en el escenario
institucional. Además de la necesidad de aprendizaje y ganar experiencia.
En relación a la medida más importante de las dos gestiones de
gobierno, que es la nacionalización de los hidrocarburos, se puede decir que el hombre de influencia en la formulación del Decreto “Héroes del
Chaco” fue Andrés Solíz Rada. Sobre todo por su formación en la izquierda nacional, viniendo de un grupo político de características
marxistas nacionalistas, que tenía como estrategia y convicción política la defensa de los recursos naturales, la recuperación soberana de los
mismos a través de las nacionalizaciones191. El ministro de la nacionalización salió del gabinete, cuando se tuvo que tomar nuevas
decisiones “pragmáticas”, en relación a PETROBAS. En una coyuntura
cuando se comenzó a ceder ante esta empresa trasnacional del país vecino, el ministro nacionalizador estaba demás.
Un paso dado condujo a otros. Del no cobro, como corresponde,
a PETROBRAS, por el excedente calorífero del gas húmedo, se llegó a contratos de operaciones desnacionalizadores, entregando el control
técnico de la producción de hidrocarburos a las empresas trasnacionales. La ventaja del gobierno, al nacionalizar fue mejorar los
términos de las relaciones de intercambio, mejorar notoriamente los ingresos del Estado, por concepto de la explotación de los
hidrocarburos. Este incremento repercutió en la disponibilidad del Tesoro y de las instituciones involucradas en el reparto. El problema es
191 Hablamos del Grupo Octubre.
351
que esta mejora no puede ser el fin de una nacionalización, que debería
continuar dando pasos urgentes hacia la industrialización. Sin embargo, el gobierno prácticamente se contentó con este logro. Las
plantas separadoras no pueden considerarse como el inicio de la
industrialización, son sencillamente plantas separadoras de la composición de los hidrocarburos.
La convocatoria a la Asamblea Constituyente fue la otra medida
crucial de la primera gestión del gobierno. Esta convocatoria fue planteada, en primer lugar por las organizaciones indígenas, CIDOB y
CONAMAQ, apoyadas por el Pacto de Unidad, que incluye a las tres organizaciones campesinas, CSUTCB, CNMCIOB “BS”, CSCIB. Aunque
una versión de los dirigentes de las juntas de vecinos de El Alto dicen que la convocatoria a la Asamblea Constituyente no estaba incluida en
la Agenda de Octubre, la verdad es que la Agenda de los movimientos sociales del país si la incluyeron. Por lo tanto, llegar a la Asamblea
Constituyente recogía el anhelo de las mayorías por fundar o refundar el Estado.
No vamos a entrar al detalle de la dramática historia de la Asamblea Constituyente. Nos remitimos a los textos que han tratado
el tema192. Lo que interesa, en este balance, es anotar que cuando por fin se promulga la Constitución Política del Estado (2009), la segunda
gestión de gobierno no la cumple. No aplica la Constitución. Prefiere continuar por el camino optado en la primera gestión, el camino de las
reformas, ocultando la distancia de sus políticas con la Constitución con una abrumadora propaganda. ¿Por qué ocurre esto?
192 Revisar de Raúl Prada Alcoreza El espesor de la Asamblea Constituyente; Bolpress, La Paz, 2012. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. También, del mismo autor, Descolonización y transición; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
352
Hipótesis
La Constitución es lo que constituye normativamente, legalmente, jurídicamente; es la composición jurídica y política de un
Estado. Son los cimientos jurídicos y políticos, si se puede hablar así, del Estado. El que se haya elaborado una nueva Constitución, después
de la de 1826, considerando todas sus reformas constitucionales, es la manifestación clara y la voluntad determinante de construir un Estado
en transición sobre nuevas bases. La principal inquietud constituyente tiene que ver con la colonialidad, la herencia colonial, el haber dejado
de lado a las naciones y pueblos nativos al momento de la primera Constitución. En la república no se incluyeron a las mayorías nativas.
Ahora se trataba que las mayorías plasmen su voluntad en la
Constitución y en la construcción del nuevo Estado.
El Estado que establece la Constitución de 2009 es un Estado plurinacional comunitario y autonómico, integrado por la
interculturalidad, en la perspectiva del sumak Kausay/sumaj qamaña193. Para construir este Estado plurinacional se tiene que
demoler lo que sostiene al Estado-nación y al Estado-nación mismo: la institucionalidad moderna, homogénea, única. Un Estado plurinacional
se construye sobre el pluralismo institucional. Frente a este requerimiento, el gobierno progresista retrocedió, “consciente” o
“inconscientemente”. Vaya a saber cuántos del gobierno entendían la
193 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Potencia, existencia y plenitud. Rebelión; Madrid 2013. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
353
significación histórica y política del Estado plurinacional, las
implicaciones y consecuencias de asumirlo y construirlo. Lo cierto es que prefirieron desgañitarse en la publicidad y propaganda de que ya
somos un Estado plurinacional, como arte de magia de la promulgación
de la Constitución. Era muy cómodo cambiar el vestido a la misma persona, que cambiar de persona, que dejar nacer a otra persona.
Como dijimos en otros escritos, el gobierno progresista cayó en el mal de la época: la inclinación desesperada por la simulación194.
Para el gobierno, cuyo contenido “ideológico” es el nacionalismo,
cuya composición redefine populistamente el perfil reformista, cuya retorica izquierdista repite el discurso de un anti-imperialismo del siglo
pasado, es inaplicable la Constitución, pues su aplicación implica la destrucción del Estado-nación. En otras palabras, dejar de ser gobierno
bajo los códigos liberales y la gestión pública institucionalizada. Ser otra clase de “gobierno”, como establece la Constitución, en el marco
del sistema de gobierno de la democracia participativa y pluralista, era también la desaparición de los privilegios, de las jerarquías, de la
burocracia. Después de conquistar el poder, lo menos que quería era
perderlo. Al optar por conservar el poder, en vez de destruirlo, decidió por el camino de la reproducción del Estado-nación, optó por la misma
trama de todas las “revoluciones”, que cambian el mundo; empero, se hunden en sus contradicciones.
194194 Revisar de Raúl Prada Alcoreza El meandro de los gobiernos progresistas; Rebelión; Madrid 2013; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
354
Segunda gestión
La primera gestión de gobierno tuvo como referente la Agenda
de Octubre, la segunda gestión de Gobierno tiene como referente la Constitución. En la primera gestión se cumple parcialmente la Agenda
de Octubre; en la segunda gestión no se cumple con la Constitución. Este decurso nos muestra que el gobierno progresista se aleja cada vez
más de los objetivos plasmados por los movimientos sociales, las naciones y pueblos indígenas. El gobierno llega a situarse en una
posición contrastante en el decurso del “proceso de cambio”, se coloca como contra-proceso195.
Dos son los conflictos que sitúan el lugar de alejamiento del gobierno, su distanciamiento respecto de la Constitución; uno es el
conflicto del llamado “gasolinazo”; el otro es el conflicto del TIPNIS. El conflicto del “gasolinazo” devela la relación concomitante del gobierno
con las empresas trasnacionales de los hidrocarburos. El pedido conocido de estas empresas era de que no invertirían en exploración,
tampoco lo hicieron en la producción de carburantes, si no se modifican los precios congelados del mercado interno; lo que equivale a revisar
la Constitución. El gobierno, con el argumento de la insostenible subvención a los carburantes llega a subir los precios en un incremento
insostenible para el pueblo, alcanzando subidas hasta de un 80% y
195 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Rebelión; Madrid 2013. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
355
más. El levantamiento popular contra la medida del gobierno lo obligó
a retroceder. En otro texto dijimos, parafraseando a Sergio Almaraz Paz, que el gobierno había cruzado la línea, sin darse cuenta, se
encontraba del otro lado de la vereda enfrentando a su pueblo196.
El conflicto del TIPNIS fue más grave. Retomando la misma
figura, el gobierno cruzó una segunda línea, esta vez con plena “consciencia” nacionalista, ahora se encuentra del lado de la vereda del
modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, enfrentándose a las naciones y pueblos indígenas, enfrentándose a las
comunidades indígenas. No vamos a narrar aquí el dramático conflicto del TIPNIS; nos remitimos a los textos que han tratado, de manera
más pormenorizada el conflicto197. En este balance nos interesa apuntar este hito en la conmensuración del desplazamiento del
gobierno, alejándose cada vez más de la Constitución y de los objetivos del “proceso de cambio”.
El camino sinuoso de las reformas
Tres bonos marcan la política social del gobierno; el Bono Juancito Pinto, La Renta Dignidad, El Bono Juan Azurduy. El primero,
como un estipendio provisional para los estudiantes de primaria, con el objeto de evitar la deserción escolar; el segundo, como un bono a
los adultos mayores; el tercero, como una atención a las madres embarazadas, con el objetivo de incidir en los altos niveles de
mortalidad materno infantil. Tres bonos, cuyas características son de alcance coyuntural. Para lograr efectos estratégicos se requiere
inversión logística, de largo plazo, que impacte estructuralmente en las condiciones y causas de los problemas que se quieren atender.
Tres logros económicos distinguen la política económica del
gobierno; la acumulación de las reservas internacionales, la estabilidad
económica y el mantenido crecimiento económico.
En el campo político ha mantenido su hegemonía y preponderancia desde las elecciones de 2005. Con las elecciones del
2008 ha logrado controlar los 2/3 del Congreso; con esta mayoría plena tenía las manos libres para cumplir con la Constitución.
En los demás terrenos son inciertos sus logros, hasta discutibles.
196 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Monopolio y desposesión. Horizontes nómadas; La Paz 2012. 197 Revisar de Raúl Prada Alcoreza La guerra de la madre tierra. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2011, 2012, 2013. Rebelión; Madrid 2013. Autodeterminación; La Paz 2012. También revisar Madre tierra y vivir bien; Dinámicas moleculares; La paz 2013.
356
Una nueva reforma educativa definida por la Ley Avelino Siñani
y Elizardo Pérez, con enunciados recogidos de la Constitución; empero, contrastando en los artículos operativos. Una reforma educativa
consensuada corporativamente con el gremio de los maestros; uno de
los estamentos más conservadores de la sociedad, inclinados a la demanda economicista, aposentados en el privilegio de contar con
trabajo y sueldo garantizados. Una reforma educativa, que como en el resto de la administración estatal, mantiene la misma institucionalidad
escolar y educativa, teniendo como núcleo el aula, médula del diagrama disciplinario de la modernidad, no tiene perspectiva de
impacto en la tarea de descolonización. Esto a pesar de la retórica del modelo social comunitario productivo.
La movilidad social se ha debido al impacto del incremento
presupuestario en los gobiernos, del país, de los departamentos, de los municipios, incluyendo a las universidades. También se puede decir
que se ha debido al impacto del crecimiento económico, sin entrar en detalles que representa este indicador estadístico. Nos remitimos a los
textos que analizan el tema198.
El proyecto de industrialización es un soberano fracaso. Las
empresas públicas implementadas por el gobierno o no se ponen en marcha, o son deficitarias, o son un reverendo bluff. La Empresa de
Apoyo a la Producción de Alimentos (EMAPA), se ha convertido en una agencia comercializadora; está muy lejos de haber dado un primer
paso en la consecución de la soberanía alimentaria. Lo grave es que esta dedicación comercializadora, justificada para evitar la escalonada
de precios de los bienes alimentarios, ha comenzado a afectar a la producción del país; por ejemplo, a los pequeños y medianos
productores de arroz, quienes no pueden competir con los precios del arroz importado de Paquistán. No hablamos aquí de las empresas
estatales ya establecidas desde antes y después de la revolución de 1952; YPFB y COMIBOL.
El programa Evo Cumple ha desatado una escalada sin precedentes de corrupción. No se rinden cuentas, no aparecen las
obras, cuando aparecen están muy mal construidas, mostrando papablemente que disminuyeron los costos reales, aunque se
mantuvieron los costos ficticios en los presupuestos. Lo peor ocurrió en el programa de vivienda; empresas fantasmas que se llevaron la
plata, dejando sin casas a los supuestos beneficiarios. Cuando se terminan de construir las viviendas, aunque sea en parte, suben los
costos, y terminan acabados con materiales baratos. Si recientemente ha habido un esmero en corregir este desastre, de ninguna manera
compensa el desfalco al erario del país. Sorprende que la Contraloría
198 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Extractivismo colonial y política monetarista. Rebelión; Madrid 2013. Bolpress; La Paz 2013; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
357
tenga los ojos vendados ante estos lamentables sucesos conocidos por
todos, sobre todos los involucrados, de las zonas y regiones referenciales de los proyectos.
La decantada lucha contra la corrupción ha terminado siendo un instrumento de persecución de los opositores. Un ministerio, el
Ministerio de Transparencia Institucional y Lucha contra la Corrupción, se encarga de investigar más sobre las corrupciones pasadas, de los
anteriores gobiernos, que la expandida corrupción desatada en el presente, el habido en las gestiones del gobierno progresista. Este
programa de lucha contra la corrupción y por la transparencia más parece una capa estridente que cubre la efectiva corrupción
proliferante.
Lo que notablemente ha avanzado es la construcción de carreteras. Podríamos decir que la vertebración caminera del país ha
sido de los proyectos mejor ejecutados, sin descontar los problemas relativos a los acabados de algunos tramos, sin tomar en cuenta la
repetida inclinación a los sobreprecios.
En el plano internacional, el principal emblema del gobierno fue
la defensa de la madre tierra. Este postulado cayo a los suelos por el doble discurso, como dice James Petras, discurso radical afuera y
ortodoxo en la implementación de políticas monetaristas dentro; pero, sobre todo ortodoxo en el modelo extractivista. El último discurso
creíble del presidente fue en Copenhague, Cumbre del Clima de Copenhague 2009 (COP15), cuando habló ante cien mil activistas del
mundo, declarando la guerra al capitalismo en defensa de la madre tierra. En Cancún, (COP 16), la posición boliviana quedó solitaria,
mientras los aliados del ALBA se apresuraban a aceptar la ilusión y la dependencia del capitalismo verde. El presidente ya no gozaba de
credibilidad, sobre todo después del conflicto del TIPNIS.
Como dijimos en otros textos, las políticas, los programas, las
alianzas de integración continental, son más una ocupación burocrática, de encuentros altisonantes de presidentes y cancilleres,
con efectos comunicativos; empero, ocurre, paradójicamente, que esta pose integracionista contrasta con efectivas realizaciones hacia la
integración de la Patria Grande. Es como calmar la consciencias con escenarios grandilocuentes, mientras nuestros pueblos padecen la
separación199.
Como podemos ver, el camino de las reformas, escogido por el gobierno, es sinuoso y contradictorio. No se puede decir, de ninguna
manera, que no ha mejorado ciertas condiciones de vida de las mayorías, sobre todo de los sectores organizados y corporativizados.
199 Revisar de Raúl Prada Alcoreza La lucha por el porvenir. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
358
Sin embargo, no hace otra cosa que repetir, en menor escala, y de una
manera inacabada, la experiencia del Estado de Bienestar. Sus políticas están muy lejos de lo que exige la perspectiva del sumak kausay/sumaj
qamaña. Ya lo dijimos, no es el camino de la Constitución, sino se trata
de un recorrido contrastante.
Una pregunta es pertinente: ¿Estaba en manos de los gobernantes hacer algo distinto? Se puede decir que dentro de
determinados márgenes sí; pero, el problema son los márgenes de los que no podía salir. Su límite ineludible. Al optar por el camino de las
reformas y no por las transformaciones estructurales e institucionales, se embarcó en la trama política ya tejida e inscrita en la geopolítica del
sistema-mundo capitalista. Los márgenes de lo posible en los ciclos del capitalismo excluyen transformaciones que puedan afectar las
estructuras de poder y la reproducción ampliada de capital. Todo lo demás, al interior de estos márgenes, puede estar permitido, incluso
si se logra en pugna con las políticas vigentes del orden mundial y del sistema financiero internacional. Lo que está permitido es la querella
por los términos de relaciones de intercambio; de ninguna manera, el
cuestionamiento a las estructuras de poder definidos.
En parte, se puede decir, que asistimos a la reiteración del drama de las “revoluciones”, particularmente de los gobiernos reformistas,
ahora llamados progresistas. En principio pueden tener buenas intensiones, creer en la certeza de su realismo político, encaminarse
en reformas de impacto; empero, en la medida que forman parte de una maquinaria chirriante, acoplada, del Estado, cuyas lógicas
inherentes escapan a los ocupantes de turno; ellos terminan convertidos en engranajes de esta instrumentalidad estatal. Los
márgenes de maniobra dejan de ser tales, se convierten en los márgenes de lo ilícito en el marco de lo lícito. Los individuos terminan
optando por salidas privadas. Quizás nunca lleguen a saber en qué momento dieron el primer traspié que los arrastró a la vorágine de la
estafa. Enmascarados, llenos de escudos, tienden a usar retoricas con
pretensiones de radicalismo, creyendo, en el fondo, que lo que hacen, puede estar permitido, mientras se siga sosteniendo la lealtad al
“proceso”, compartiendo una figura desvencijada del “proceso”, como fatalidad o como finalidad.
359
Conclusiones
1. No se sale de la trama política, inscrita como formato, si no se teje otra trama.
2. Para que las composiciones de las dinámicas moleculares de la
potencia social, para que las fuerzas constituidas por la potencia social, no sean capturadas por las redes institucionales del poder,
es menester la desmesura y la proliferación abundante de las líneas de fuga.
3. La organizaciones sociales no son, de por sí una garantía, para
resistir a la atracción del poder, del polo ficticio del poder, que se alimenta de potencia social. Es menester que la movilización
pueda atravesar los límites de las representaciones, que son otras prácticas, delegadas, de las formas polimorfas de poder.
4. Para mantener la permanente creación de la potencia social, es menester mantener abierta, de manera permanente, la
capacidad inventiva, la flexibilidad de las composiciones y organizaciones sociales, haciendo recaer el condicionamiento en
la facultad dinámica y participativa, no en los efectos molares, estadísticos, orgánicos e institucionales.
360
5. El polo ficticio del poder, las instituciones imaginarias, deben ser
absorbidas por el polo “real”, la potencia social. Esto puede ocurrir en transiciones continuas emancipadoras y liberadoras.
6. La caída de la potencia social, de las fuerzas y composiciones de la potencia social, de la movilización prolongada boliviana, en las
redes institucionales del Estado-nación, se debió a que las anteriores condiciones de posibilidad no se cumplieron.
Ceremonialidad y comedia política
De aquí a un tiempo atrás la práctica política se ha convertido en
una comedia. Sólo que el teatro donde se efectúa es grande, todo un
país. La comedia se nombra como la trágica historia del Estado
plurinacional comunitario y autonómico. Es la increíble y triste historia
de un proyecto no realizado, cercenado antes de nacer; este crimen se
comete a nombre de la misma semilla que se impide germinar. Es una
tragedia digna de Sófocles; no es el hijo que mata al padre; son los
encargados de hacer germinar la semilla los que la matan, en sus
inicios. ¿Por qué lo hacen? ¿Valga a saber? Los asesinos no reconocen
su crimen; dicen más bien, que dejaron que crezca la planta, la
presentan señalando que está ahí, gozando de la luz del sol. Lo que
muestran es el viejo árbol del Estado-nación, una anciana señorona
vestida con traje nativo, adecuado para una adolescente. El cuadro no
podía ser más grotesco.
El 22 de enero se festeja el “nacimiento” del Estado plurinacional.
Toda una ceremonialidad del poder, todo un regocijo por casi el
quinquenio de vida del “Estado plurinacional”. Este festejo coincide con
un golpe certero y mortal a la organización indígena de tierras altas, el
361
CONAMAQ. ¿Se celebrará también la intervención desdichada a la sede
de CONAMAQ y la usurpación de su representación por unos
comediantes, prebendalistas vendidos al mejor postor, ex sindicaleros,
que ungen de nada menos autoridades originarias. Ambos festejos
coinciden; la “victoria” inescrupulosa y artera en contra de una
organización, que supo defender la Constitución, los derechos de las
naciones y pueblos, los territorios indígenas. Una comedia repetida
cada año, sobre el cadáver del germen del Estado plurinacional.
Este es el guión de una trama refrendada en las “revoluciones”, tanto
nacional-populares como socialistas, con contadas excepciones;
excepciones que confirman la regla. El poder, si podemos hablar así,
con el gran peligro de convertirlo en un sujeto, que no es, es
despiadado. Después de victimar a la potencia social, se vanagloria a
su nombre. La historia política es dramática. Los pueblos parecen no
aprender, se ilusionan con sus propias criaturas; los mitos, los
caudillos, los políticos que dicen representarlos. Hay pues una
concomitancia entre usurpadores y usurpados. No podría sino
explicarse la reiteración de esta trama política, repetida tantas veces.
¿Esta es la condena? ¿No se puede salir de ella, como de una fatalidad
inscrita?
Es difícil saberlo. Empero, no se puede renunciar a romper con
esta trama, a desafiar la “fatalidad”. Ese es el acto heroico. Es posible,
que de tanto insistir, se quiebre el tejido antiguo de la trama del poder.
Cuando desaparece esta voluntad creativa, desaparece también la
posibilidad concreta de desafiar al entramado político. La voluntad
desafiante muta en una voluntad de sumisión, renunciando a la
creación, optando por el “pragmatismo” de las pequeñas cosas. Esto
parece preponderar en el ambiente. Este es el secreto de gobiernos
demagógicos; los gobernantes saben jugar con la miseria humana.
Alison Spedding una vez, tiempo atrás, cuando se daba lugar la
movilización prolongada, criticó a Comuna, diciendo que las
vanguardias de hoy se convierten en los amos de mañana. No sé si
esta apreciación es de todo acertada respecto de Comuna; empero,
este no es el tema. Es una apreciación lúcida. Alison Spedding tenía
razón. ¿Dónde lleva este enunciado? ¿No hay vanguardias? ¿Toda
vanguardia incuba la serpiente? ¿Todos, al final luchan por lo mismo,
el poder? Hay que sacar las consecuencias de este enunciado.
Las “revoluciones”, hablando en general, buscando en la figura
de las experiencias extremas, sin hurgar en las gradaciones, son
362
paradójicas; están preñadas de pasado. El pasado es gravitatorio,
atrapa. Las “revoluciones” cambian el estado de cosas, la situación de
las estructuras de poder, la correlación de fuerzas; empero, cuando lo
hacen, es para edificar una nueva estructura de poder, nuevas formas
de los viejos dominios. Nuevos aditamentos de la máquina fabulosa del
Estado. Las “revoluciones” no son puras, como sus propagandas
pretenden hacerlas parecer. Las “revoluciones” son mezclas
pavorosas; los sueños emancipadores se cruzan con los proyectos de
poder. Para los más sagaces todo se resume a cambiar la élite, a
sustituirla por otra élite. De lo que se trata es de gozar de los privilegios
que otros tuvieron. ¿Tienen razón, no tienen razón? ¿La “verdad” es
tan cruda, que a eso se reduce la lucha social?
Este cinismo, pues no es otra cosa, supone lo que los teóricos
burgueses políticos del Estado conjeturan: que el hombre es el lobo del
hombre. En otras palabras parten de la tesis del mal. Aunque este
cinismo no tenga el alcance teórico de estos cientistas políticos, dicen,
al final, lo mismo. Una conclusión de esta tesis es que nunca saldremos
del círculo vicioso del poder. La trama se repetirá en distintos
escenarios, en distintos contextos, con distintos personajes, con otras
indumentarias y más tecnología.
El gran error de esta tesis es no solamente suponer el mal, como
esencia explicativa de la historia política; supuesto moralista, basado
en la discriminación de los condenados de la tierra, los explotados, los
pobres. Esta tesis no toma en cuenta, la raíz del poder, la violencia
usurpadora, que instaura la legitimidad institucionalizada de la
dominación. El gran error de esta tesis es obviar la energía y la fuerza
de la que se alimenta el poder, la potencia social. Los poderosos no
son nada sin la fuerza derivada de la potencia social; no existirían. Los
poderosos están donde están, usufructuando del poder, por que los y
las que contienen la potencia social y la despliegan creen que son
indispensables. ¿Indispensables para qué? ¿Para gobernar? Este es el
imaginario social conservador, que sustenta esta subordinación.
¿Cómo destruir este imaginario social? ¿Cómo sustituirlo por un
imaginario radical? Este es el quid pro quo. Los imaginarios no son
solamente ilusiones, constelaciones de ideas; se sostienen en
materialidades institucionales, en prácticas reiterativas, en relaciones
repetidas. No es un problema de convencimiento, no es un problema
de demostración racional, como creen ciertas “vanguardias”; es un
problema integral. Si no se demuele la materialidad institucional, si no
se abolen las prácticas, si no se desplazan las relaciones, sobre las que
363
se sostiene el imaginario conservador de la subordinación, es imposible
transformar el imaginario conservador por un imaginario radical. El
problema es que las “revoluciones” no quieren cambiar el mapa
institucional; quieren modificarlo, pero no abolirlo. En el mejor de los
casos, el de las “revoluciones socialistas”, trastrocaron el mapa
institucional; empero, para edificar otro mapa institucional de poder.
Nadie dice que no se ha “avanzado”, usando esta palabra tan
discutible; las “revoluciones” cambian el mundo, el mundo no será lo
que fue antes; pero, las “revoluciones” se hunden en sus
contradicciones. No está en discusión la incidencia de la “revoluciones”
en la historia; lo que está en discusión es su decurso sinuoso,
contradictorio, ambiguo y, finalmente contra-revolucionario.
Como dijimos antes, no se puede renunciar a la utopía; no
solamente entendida como el no-lugar, en ninguna parte, sino como el
lugar que hay que crear. En la revisión histórica, no sólo nos
encontramos con la repetición de la trama política, sino también con
los nacimientos de las nuevas rebeliones. La historia - el peligro de
hablar así, es convertirla en un sujeto, que no es - parece jugar a los
dos lados, a la condena y a la esperanza. No hay fatalidad. Lo que
reaparece es una constante lucha entre poder y potencia social, entre
“pragmatismo” oportunista y sueño utópico.
Las nuevas generaciones de combatientes parecen aprender de
la historia. Ya no quieren ser “vanguardias”, pues observan que allí se
incuba la serpiente. Buscan nuevas formas de convocatoria, formas
colectivas y participativas de orientación de las prácticas políticas.
Cuestionan las representaciones y las delegaciones, como
usurpaciones de la voz y la palabra. Tal parece, que en el nuevo
horizonte de luchas, la perspectiva es una guerra prolongada contra
las formas polimorfas de reproducción del poder, la creación de
matrices sociales, políticas, culturales, de formas de consenso y
participación.
Lo acaecido, el desenlace político de la movilización prolongada,
su salida populista y nacionalista, que no es otra cosa que
conservadurismo estatal, no es el fin; como creen graciosamente los
voceros del gobierno, sobre todo su ideólogo, considerando a lo que
está más allá de ellos es nuevamente derecha. Lo que denota una falta
de imaginación. No hay fin, ninguna “revolución” es el fin; que es la
misma tesis, usada por otros, que la del teórico conservador Francis
Fukuyama. Hay recomienzo, nuevos nacimientos; la vida no deja de
364
fluir. Son estos jóvenes rebeldes que se levantan en las ciudades en
defensa de la educación, derecho común; son los jóvenes y pueblo que
se levantan por el pasaje libre, el uso del transporte gratuito, pues se
trata de un bien común; son los pueblos indígenas que defienden sus
territorios contra las trasnacionales extractivistas, defensa de la madre
tierra; son los pueblos del mundo que se levantan contra la opresión
inaudita del sistema financiero internacional. Una nueva revolución
mundial se abre en el horizonte, esta vez de todos los pueblos del
mundo contra sus gobiernos y estados, contra el imperio, la opresión
mundial, que forman parte del mismo orden mundial de dominaciones.
Un discurso anacrónico
De alguna manera un discurso tiene que ver con su contexto,
donde se lo emite, con la coyuntura, a la que se responde; pero, ¿qué
decir, de un discurso que parece encontrarse el 2006, cuando el
gobierno popular asumía el mandato, cuando tenía sentido distinguir
dos periodos, diferenciados, por la movilización prolongada? El
vicepresidente, el 22 de enero de 2014, expone un discurso, en la
apertura del Congreso; como si estuviera al inicio de la primera gestión
de gobierno, como si no hubiera trascurrido ocho años, como si nada
hubiera pasado, como si no hubiera corrido agua bajo el puente. Toda
su exposición se ha dirigido a distinguir entre las fases
correspondientes al gobierno de Evo Morales Ayma y las fases de los
gobiernos neoliberales. Una verdad trillada. Todos o casi todos, si se
quiere, la gran mayoría, saben, hay una evidente diferencia entre
ambos lapsos de periodos. Eso no está en discusión. El tema es otro,
la pregunta de la gran mayoría es: ¿Qué pasó?
A esta pregunta no responde el discurso del vicepresidente,
aunque lo pueda hacer, para explicar afirmativamente lo acontecido.
Habla como si no hubiera problemas, como si no hubiera preguntas a
las que responder, como si no hubiera un desplazamiento de sucesos
que hay que tomar en cuenta, de una u otra manera, para observar su
contingencia, ya sea para defender las hipótesis del gobierno o para
descartar las observaciones críticas. Nada, esto no existe. El
vicepresidente vive otro mundo, está en otra parte.
Este ha sido una conducta repetida por el presidente nato del
Congreso, este es un síntoma constante en sus discursos. Un desprecio
desenvuelto a los hechos, a los conflictos, a las preocupaciones de los
365
mortales. Sencillamente eso no existe; lo único digno de tomar en
cuenta son sus certezas, que sabe dios dónde se sustentan; lo único
valido son los conceptos que maneja; lo único importante es el
esquema abstracto, un esqueleto deductivo, al que recurre una y otra
vez. Un esquema elemental, maniqueo, de buenos y malos, de víctimas
y de patrones. Llama la atención una exposición tan simple en una
persona que se reclama de teórico marxista; las clases sociales, la
lucha de clases, la dinámica de la lucha de clases ha desaparecido.
Otra cosa notoria, en el discurso anacrónico, es su constante
alabanza al presidente del Estado, que, en verdad, no necesita de esos
halagos, ¿o sí?; requiere más bien de crítica, para corregir los
garrafales errores que hunden al proceso en profundas
contradicciones. ¿Por qué lo hace? ¿Una estrategia de poder? Es cierto,
que ninguno de los que están en el gabinete sería algo sin la
popularidad que todavía goza el presidente. ¿Esta aseveración lo
incluye al vicepresidente? Se puede decir que no, pues ya tenía ganado
un prestigio por arriesgar su vida en la lucha aniti-colonial. ¿Pero,
entonces? El problema es si el vicepresidente se mantendría donde está
si fuese consecuente con el perfil construido en sus años de lucha. No,
no podría estar ahí, pues es incompatible con la guerra anti-colonial.
El vicepresidente ha escogido en su dilema: ¿O continúa la lucha o se
inclina por el “pragmatismo”? Lo que al final es una renuncia a la lucha
anti-colonial. No hay que dar muchas vueltas sobre este asunto, tal
como lo ha hecho la vocería de la derecha, durante el periodo de
conflictos (2006-2009), convirtiéndolo en un monstruo; tal como lo
hace una vieja izquierda que ve en él un traidor. Ninguna de las dos
cosas, eso es reducir la explicación de los comportamientos y de los
procesos a un moralismo de cura de provincia o a al esquematismo de
principiante en su militancia.
Lo que ha pasado le ha ocurrido a León Trotsky cuando comandó
el ataque y la masacre a la vanguardia de la revolución rusa en
Kronstadt, contra los marineros revolucionarios; yendo un poco atrás,
eso es lo que le ocurrió a Vladimir Lenin, cuando decidió la ruta de la
Nueva Política Económica. Le ocurrió a Mao Zetung cuando abandonó
a su suerte a los guardias rojos en su lucha contra la burocracia.
Estando en el poder, llega un momento donde hay que escoger: seguir
conservándolo o intentar destruirlo. Este “pragmatismo” no es sólo
atributo del vicepresidente de Bolivia, es un síndrome compartido por
los líderes progresistas populares. Lo que es propio del vicepresidente
es su inclinación por sustituir los hechos por anti-hechos, para usar
366
esta palabra contrastante, para sustituir la “realidad” por un mapa de
representaciones, como lo hacía Daniel Salamanca, durante la guerra
del Chaco. Se ganaba la guerra en el mapa y en la mente de Salamanca
y se la perdía en el campo de batalla.
¿Es esta una defensa psicológica? Sobre todo cuando se puede
conjeturar, que en el fondo, sabe lo que ocurre. ¿Una manera inaudita
de concentrar la voluntad para continuar adelante, a pesar de todas
las contingencias, todas las debilidades, todas las contradicciones,
todas las miserias? Puede ser; entonces estamos ante un ser
desgarrado, escindido, entre el deber ser y lo que se es. Terrible. Hay
un drama solitario que sufren los caudillos, los líderes, los personajes
públicos, quienes se ven obligados a aparentar lo que representan, la
figura que creen que son los demás. Luchan denodadamente por
parecerse a una imagen construida, que no es más que eso, una
imagen pura, imposible. Son personajes que pierden la poca
humanidad que nos queda en un mundo corroído por la compulsión
comercial.
El drama no solamente es de las mayorías, que confiaron en un
gobierno llamado “su gobierno”, “nuestro gobierno”, que se encuentran
desencantados y sorprendidos, que no saben qué ocurrió, cuando ven
repetirse las mismas práctica de los anteriores gobiernos. El drama es
también de estos personajes, embarcados en cumplir con la demanda
de su imagen, estos personajes públicos que se pierden en su propio
laberinto.
La política no ha dejado de ser, digan lo que digan los cientistas
sociales, digan lo que digan los llamados “analistas políticos”, lucha por
las emancipaciones y liberaciones múltiples. Lo otro, lo que hacen los
“políticos”, es policía, defensa del orden establecido. No se trata de
convertir en monstruos a estos hombres públicos de la política, a estos
encargados de hacer cumplir la Constitución, cuando lo que hacen es
todo lo contrario, haciendo de esta manera una catarsis; se trata de
comprender las dinámicas complejas y entrelazadas, que se tejen en
las entrañas mismas de los procesos. Es menester la crítica constante,
mirando en el presente la oportunidad y la ocasión de influir en los
acontecimientos, con la participación colectiva, por más imposible que
parezca. Es indispensable la continuidad de las luchas; separarse
radicalmente de esa conjetura de que este es el fin, la realización de
un desenlace definitivo; de decir que así no más son las cosas, es mejor
desentenderse; optar por salidas desesperadas o por salidas
“pragmáticas” electorales.
367
Poniendo los puntos sobre las íes
Retórica y realidad del discurso gubernamental
¿Cuál es el problema? ¿En qué consiste? ¿Cuál es su
composición? El debate que no se da, empero, se plantea, con los
voceros del gobierno, con el gobierno mismo, con su ideólogo, se da
en torno al desistimiento de la Constitución, al incumplimiento de las
trasformaciones estructurales e institucionales que deberían darse, por
las que se peleo en la movilización prolongada (2000-2005). No se da
el debate porque los voceros, el gobierno y su ideólogo no quieren
debate. Les basta, seguros del control absoluto que ejercen del Estado,
con acudir a la propaganda, a la publicidad y a elementales
interpretaciones oficiales, que reducen la narrativa del proceso a los
contrastes con los gobiernos anteriores. No dicen nada respecto a los
contrastes de lo que hacen respecto de lo que establece la
Constitución, salvo justificaciones espantosamente estrambóticas, que
no explican sino embrollan. El gobierno cree que debate con una
“derecha” tradicional, prácticamente insignificante como convocatoria
política; en realidad discute con el fantasma de una “derecha”
desaparecida con su derrota política en El porvenir-Pando. Lo hace
368
pues necesita de esa “derecha” para parecer “izquierda”. Es la
búsqueda de un contraste comunicacional lo que busca como parte de
la imagen electoral perseguida. Esa discusión con una “derecha”
insignificante no es más que pantalla; no asume la interpelación de los
hechos, no ve, se enceguece, ante las evidentes contradicciones; no
quiere responder a la crítica desde la “izquierda”, usando también este
término tan discutible, desde la perspectiva histórica y desde la
complejidad de los procesos.
No está en discusión el contraste positivo con los gobierno
neoliberales, no está en discusión los beneficios de la nacionalización,
en los límites que el propio gobierno la ha dejado, no está en discusión
lo que ha habido de redistribución del ingreso, a partir de la política
de los bonos, de alcance de impacto coyuntural; también como efecto
del crecimiento económico. No está en discusión la expansión de la
infraestructura de carreteras, que es notorio, a pesar de los síntomas
de corrupción. Tampoco está en discusión que, a pesar de todo, a pesar
de que sólo se ocupa el lugar del otro, se ha dado un empoderamiento
indígena y popular, ciertamente sin transformar la misma arquitectura
estatal y manteniendo las mismas prácticas de gestión. Esto no está
en discusión. Lo que está en discusión es que no se dieron las
transformaciones estructurales e institucionales que establece la
Constitución. No hay Estado plurinacional comunitario y autonómico,
por más que se desgañite el sistema de propaganda y comunicación
del gobierno. La publicidad no sustituye a la “realidad”. La discusión
está en que a pesar de la nacionalización, el gobierno no la continuó;
prefirió entregar el control técnico de la producción a las
trasnacionales, el problema es que el gobierno tiene una política
minera muy parecida, sino equivalente, a la política minera neoliberal,
salvo la demagógica extensión de concesiones a las cooperativas
mineras. El problema es que el gobierno no ha realizado una segunda
reforma agraria, preservando a los grandes latifundistas. El problema
es que el gobierno, debido a su “pragmatismo”, ha preferido pactar con
la burguesía, por lo menos con los sectores que se inclinaron por la
política económica del gobierno, convirtiéndose, poco a poco, en un
gobierno que administra los intereses de la burguesía recompuesta, la
anterior y los nuevos ricos. El problema es que el gobierno,
contentándose con haber mejorado las condiciones de las relaciones
de intercambio, por medio de la nacionalización, ha renunciado a una
lucha sostenida y efectiva por la independencia económica, por la
soberanía alimentaria, convirtiéndose en un Estado que vuelve a
administrar la transferencia de los recursos naturales a los centros del
369
sistema-mundo capitalista, como la hacen casi todos los Estado-nación
subalternos. Estos son algunos de los problemas, puestos en la mesa,
tanto por la crítica como por la evidencia de los hechos.
No vamos a entrar, ahora, en otros problemas, que tienen que
ver con la consistencia misma del llamado “proceso de cambio”, no en
lo relacionado a las contradicciones histórico-políticas, sino a la
“materia”, a la corporeidad, a las subjetividades, inherentes a las
prácticas y estructuras ético-morales que acompañan al propio
proceso. Estos problemas son importantes, pues, al final de cuentas,
son “sujetos” sobre los que se sostiene la voluntad política, la
posibilidad de mantener, continuar e incluso profundizar el “proceso”.
Si no hay condiciones ético-morales para sostener el desafío, el
“proceso” puede hundirse en el marasmo de la corrosión y las prácticas
paralelas. Estos temas los tratamos en otro escrito, nos remitimos al
mismo200.
Tampoco vamos a tocar los conflictos sociales, políticos y
territoriales que han desenmascarado al gobierno. Lo hicimos en otros
escritos, también nos remitimos a estos201. Lo que importa ahora es
concentrarse en un perfil ilustrativo del problema, el relativo a la
retorica del gobierno, a su excedente especulativo, a su desborde irreal
respecto a lo que acontece. Este es el tema, que aunque no sea de
fondo es importante. Si el gobierno, sobre todo su ideólogo,
mantuvieran el discurso sólo en lo que efectivamente hacen, en el
reformismo, si no se embarcarían en la especulación, que también es
una mentira, diciendo que ya estamos en el Estado plurinacional,
comunitario y autonómico, que se ejerce la democracia participativa y
comunitaria, que se consolida el bien común, pretendiendo que se tiene
una base comunitaria como núcleo de las políticas públicas, cambiaría
el lugar de la discusión. Quizás esto sería más saludable.
Un argumento sostenible, aunque no estemos de acuerdo,
empero, con el que se tiene que tener una consideración a partir de la
exigencia de objetividad, es el que sostiene que no es posible ni viable
una radicalización del proceso, que lo importante es sostener
modificaciones paulatinas, graduales, para prolongar el “proceso de
cambio”. Que lo que se hace es lo que se puede. Que para comenzar a
200 Ver de Raúl Prada Alcoreza Diagrama de poder de la corrupción. Bolpress; La Paz 2012. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2012-2013. 201 Ver de Raúl Prada Alcoreza La guerra de la madre tierra; Autodeterminación, La Paz 2013. Bolpress; La Paz 2012. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, http://pradaraul.wordpress.com/, La Paz 2011-2014.
370
construir el Estado plurinacional, primero, tenemos que concluir lo
pendiente, lo faltante en el Estado nación. Este es un argumento
fuerte, aunque no estemos de acuerdo. La discusión se traslada a otro
terreno, al terreno de lo posible. Ya no se discute lo que dice hacer el
gobierno y, en verdad, no ocurre eso, pues esa pretensión no es más
que una grotesca impostura.
Hipotéticamente, si fuera este el caso, si la discusión fuera esta,
hagamos un ejercicio: Supongamos que este argumento realista es
válido, tiene razón. No se puede ir más lejos ni más rápido, las
condiciones de posibilidad histórica lo impiden. ¿Cómo respondemos
ante semejante argumento?
Respuesta
¿Qué es lo posible? ¿Es lo que se puede hacer, considerando las
circunstancias? ¿Es lo que considera el realismo que es posible como
“realmente” posible? Esto no es hablar de lo posible, sino de la
continuidad de lo real, en los cánones del tiempo-cronograma, del
tiempo institucionalizado. Lo posible es lo que anida en el espesor del
momento, dependiendo de la voluntad para hacerlo emerger. Lo
posible, por más paradójico que parezca, es la utopía. Utopía realizable
por el gasto heroico, que se enfrenta a la realidad y a la historia. Lo
posible es la creación de la potencia social.
Ahora bien, esto puede parecer teórico y hasta romántico,
doblemente utópico. Es cierto; empero, la cuestión es que, en
determinadas circunstancias, esta utopía se hace posible, emerge de
la matriz de la “realidad” efectiva. Esto ocurre cuando acontece
masivamente el gasto heroico, la rebelión contra la realidad y la
historia, la rebelión contra el destino, contra la fatalidad. Con esto
llegamos a un núcleo, si podemos hablar así, del problema. La
“realidad” no es real, es una construcción institucional. No conocemos
lo que es, eso que la filosofía ha reducido al concepto esencialista de
ser. Lo que si podemos comprender es que cuando nos proponemos
colectivamente a cambiar, a crear, la llamada “realidad” cambia. A esto
se ha llamado, en la modernidad, “revolución”.
Entonces el problema está en lo que quieren hacer las
colectividades. El mundo cambia cuando quieren las colectividades
cambiarlo. Es demasiado restringido, demasiado conservador, decir
que lo que es se reduce a lo que conocemos, a lo que parece seguro,
371
desechando la audacia y los riesgos. Lo que es hay que crearlo, lo que
es, es lo que creamos. No se puede renunciar a crear, a inventar, sin
renunciar a la vida misma, que es precisamente eso, potencia,
creación, invención. El Estado, entendiendo que es la sociedad,
conformada en todo su conservadurismo, en toda su vulnerabilidad, en
todo su anhelo de seguridad y de estabilidad, es el mecanismo, el
procedimiento, la estrategia y el aparato descomunal para inhibir la
capacidad creativa de la sociedad, manteniéndola en los reductos
conocidos.
Bajando, como se dice popularmente, es decir, ubicándonos en
el objeto de la discusión, lo posible en el “proceso de cambio” boliviano
es lo se puede crear, lo que se puede inventar, teniendo en cuenta el
horizonte abierto por la Constitución, que no es otra cosa que el
horizonte abierto por el poder constituyente, los movimientos sociales.
Empero, lo posible se hace posible cuando la colectividad, como
integración de voluntades, lo quiere. Tal parece que la colectividad lo
quiso durante las jornadas del 2000 al 2005; pero, ahora, no parece
quererlo. El conservadurismo de gobierno, en parte responde, al
conservadurismo actual de las y los que podrían formar parte de los
movimientos sociales presentes.
Nuestra respuesta, hay que reconocerlo, tiene sus condiciones y
sus límites. Teóricamente puede ser sugerente, aperturante,
adecuado; empero, si la mayoría, usando este término democrático,
no quiere y prefiere la seguridad del momento, lo posible no es posible.
Eso es lo que parece pasar ahora.
En estas condiciones, si fuesen ciertas, pues no se sabe, pues el
pueblo actúa pasionalmente en los momentos de congregación de
voluntades heroicas, qué es lo que queda. ¿Hacer lo mismo, es decir
renunciar? Esto sería grave, pues sería una aceptación general,
absoluta, de la impotencia. En la historia, se ha mostrado que ocurre
algo interesante, inquietante, cuando se da una depresión generalizada
o un conservadurismo generalizado, si se quiere, un conformismo
generalizado; cuando ocurre esto, siempre se da, por otro lado un
radicalismo, un inconformismo, el germen de una nueva subversión.
Hoy asistimos a una nueva subversión de la nueva generación de
luchas sociales; los zapatistas continúan con su utopía autonómica,
implementada en las comunidades de la selva lacandona. El germen
de la subversión de la praxis renace en los jóvenes heterodoxos, que
reclaman el derecho a una educación de calidad, como bien común; en
los jóvenes y pueblo indignado, que exige un transporte gratuito; en
372
los pueblos despojados, que se levantan contra la dominación del
sistema financiero internacional; en los pueblos indígenas que se
oponen a los proyectos extractivistas, defendiendo sus territorios y la
madre tierra. Estos contrastes alientan, pues nos muestran los ciclos
de las luchas sociales. Es indispensable seguir, decir, ¡La lucha
continua!
El mapa, usando esta metáfora cartográfica, del acontecimiento,
configuración adecuada para expresar lo que vivimos en términos de
espacio-tiempo, es amplio. Supone distintos estratos y
sedimentaciones. Nada es homogéneo ni puro, el acontecimiento es
plural y profuso; hay momentos o lapsos del acontecimiento que
pueden estar compuestos por una candente efusión que empuja a
transformaciones generalizada; empero, también se dan situaciones
donde prepondera un clima más templado, cuando se prefiere el ritmo
de la calma. En este mapa, siguiendo con la representación
cartográfica, la distribución de la configuración contiene de todo; es
decir, se da lugar a una conjunción no solamente de diferentes
tendencias, sino también de diferentes funciones. La tendencia radical,
usando una expresión conocida y popularizada, sin discutir si es o no
adecuada, cumple una función, dejar abiertas las puertas de la utopía,
de la creación, de lo imposible en la matriz de lo posible. Esta es la
razón, que en los momentos más grises, que no corresponden al
nuestro, al vivido por los bolivianos, aparece siempre el anuncio de de
un nuevo día, de un nuevo horizonte, por más delirante que parezca.
Bajo estas consideraciones, en esta perspectiva, no se puede
aceptar el papel de jueces. Los que juzgan a los “pecadores” por haber
roto los mandamientos. Esta perspectiva moralista es la expresión más
extrema del poder y la violencia contra la condición humana. El juez es
la manifestación del terror que se siente ante lo desconocido, es un
acto de castigo y disciplinamiento en contra de lo que se considera es
una desmesura de la misma humanidad compartida.
¿Cuál es el papel? La crítica, la saludable y necesaria crítica, que
forma parte de los campos de luchas, en las entrañas mismas del
“proceso”. No juzgar, sino interpelar, convocando al ajayu, a la
qamasa, de las singularidades subjetivas, de las composiciones
comunitarias y colectivas. Si la convocatoria no es escuchada en el
momento, si no es viable la asamblea, la deliberación y el consenso,
no es señal que no es posible, sino que no hay condiciones “objetivas”
y “subjetivas”, como antes se decía, para que esto acontezca ahora.
Sin embargo, la tarea de la crítica es mantener el fuego encendido para
373
cuando haya que incendiar la pradera, recurriendo a la metáfora de
Mao, tan conocida.
Incertidumbres y vicisitudes políticas
El dilema para el tipo generalizado de político es ¿cómo conservar
el poder? El problema para una coyuntura política, en un periodo
descendente, si se puede hablar así, conservando la analogía con el
comportamiento de los ciclos medios económicos, propuestos por
Kondrantieff, es como volver a encontrar un punto de inflexión que
convierta la curva descendente en una curva ascendente. El tema
crucial de un partido gobernante, más si es un gobierno progresista,
es ¿cómo evitar quedar atrapado en la mirada del espejo del poder?
Mirada que lo desconecta de la “realidad”, le hace creer que la
“realidad” es la imagen que tiene de ella el poder, que no es otra cosa
que una perspectiva vista desde el palacio. Si no se resuelven estos
problemas, incluyendo la obsesión del político por preservarse en el
poder, el decurso probable es el del desgaste cada vez mayor, mayor
vulnerabilidad ante las contingencias, sobre todo por asentarse en
fuerzas internas cada vez más corroídas.
La coyuntura política por la que pasa Bolivia es particularmente
complicada. Un proceso de cambo en crisis, plagado de
contradicciones, a pesar de sus reformas. Una segunda gestión de
gobierno de carácter, mas bien, regresivo, en contraste con la primera
gestión de gobierno. La paradoja es que la primera gestión no contaba
con la Constitución, en cambio la segunda gestión sí. En la primera
374
gestión se convoca a la Asamblea Constituyente y se nacionalizan los
hidrocarburos; en la segunda gestión se incumple con la Constitución,
a pesar de contar con los 2/3 del Congreso. Gobernantes, cuya
psicología narcisa y engreída los enajena, cada vez más alejados de
una lectura adecuada de la “realidad”, cada vez más apegados a la
ilusión de su propia propaganda. Una segunda gestión donde
preponderan errores crasos, como la medida del “gasolinazo”, el
conflicto del TIPNIS, la represión en Chaparina, cooptación
indiscriminada, sin institucionalidad, de los Órganos del Estado,
cooptación descomedida de todas las dirigencias sociales, sin darles
espacio para su propia autonomía, autogestión y deliberación. Una
política exterior sin rumbo, salvo los conocidos chauvinismos de todos
los gobiernos. Lo de la defensa de la madre tierra quedó atrás; el último
gesto, en esta perspectiva, fue la contra-cubre de Tiquipaya. Entrega
cada vez más notoria a la dependencia de las empresas trasnacionales,
en minería y en hidrocarburos, a pesar, que en este último caso, se los
nacionalizaron. Un desborde de excesos electoralistas, que imprimen
un sello artificial al llamado proceso de cambio, dejando de lado la
evaluación “objetiva” de lo que ha acontecido y de lo que acontece.
Todo esto, errores garrafales, en política, encubiertos por una
compulsiva y descomunal propaganda y publicidad, como si estos
recursos comunicacionales pudieran cambiar los hechos, los eventos y
los sucesos.
La particularidad de la coyuntura radica no tanto en que está
teñida por el ambiente electoralista, sino que el gobierno ya comienza
a enfrentar un cierto reagrupamiento de la llamada “derecha”, además
de un “centro”, y sobre todo de una ofensiva retomada por los
dispositivos de intervención del orden de dominación mundial. Esto
último no tiene nada que ver con el esquematismo repetido del
“antiimperialismo” del siglo pasado, discurso mecánico con el que
pretenden legitimarse los regímenes progresistas, a pesar de sus
contradicciones, ungiéndose con el fantasma de antiguas luchas
heroicas contra el imperialismo real de entonces. Esto último, la
intervención de los dispositivos de dominación, tiene, mas bien, que
ver con el aprendizaje de los dispositivos mencionados, de las lecciones
aprendidas por éstos, de las revueltas, rebeliones, levantamientos y
movilizaciones populares contra el proyecto de despojamiento y
desposesión neo-liberal. Las convocatorias de las resistencias a los
gobiernos progresistas, como en el caso de Venezuela, tienden a ser
masivas, debido, no tanto a la conspiración, como a las
contradicciones de los gobiernos progresistas y sus inconsecuencias.
375
Las convocatorias de las resistencias a los gobiernos autoritarios, como
en el caso de la “primavera árabe”, han sido multitudinarias. No se
puede explicar estas movilizaciones, de ninguna manera, por la
intervención foránea, aunque la haya habido. Ocultar los núcleos de las
crisis no ayuda en nada a comprender la mecánica de las fuerzas en
juego en estas crisis políticas.
En cierto sentido, la geopolítica de dominación del orden mundial
es nueva, debido a este aprendizaje. La simulación de revoluciones, de
revueltas y movilizaciones, otorgándoles un carácter anti-autoritario,
por lo tanto “democrático”; revueltas, revoluciones y movilizaciones
que no se inventan, pues son generadas por el descontento de la
gente y por las contradicciones de los procesos en cuestión. La
intervención no está en inventar estos sucesos, no podrían hacerlo,
está en participar en ellos, buscando un desenlace propicio a sus
intereses. Para enfrentar este tipo de intervención no sirve para nada
recurrir al viejo discurso “anti-imperialista”, de un “imperialismo” que
ya no está, aunque haya dejado su fantasma. Lo importante es
visualizar las transformaciones del imperialismo, su nueva estructura
de funcionamiento, su carácter histórico en el presente, su relación
categórica con el sistema financiero internacional y las trece mega-
empresas trasnacionales extractivistas. Lo indispensable es
comprender su fisonomía política actual, el proyecto de poder
inherente, la participación en este orden mundial del capital de las
nuevas potencias emergentes, sin caer en el ingenuo discurso de que
son las nuevas potencias que disputan al “imperialismo” la hegemonía,
sin ver que forman parte del imperio, cuya estructura se fortalece con
su participación.
La intervención de estos dispositivos no se la combate negando
la “realidad”, negando que hay descontento, que hay contradicciones,
que hay movilizaciones, sino aceptando estas manifestaciones como
expresiones sociales de la crisis política. La habilidad consiste en
separar lo que corresponde al descontento social de lo que corresponde
a la intervención, que puede ser mediática o adquirir un tono más
directo. El reconocimiento de que hay problemas ayuda a avanzar en
su resolución. Los conflictos sociales no se resuelven con represión, ni
con la estigmatización de la movilización; se los resuelve buscando
desvanecer las causas del conflicto, buscando soluciones de consenso.
El aprendizaje político es permanente, la adecuación a la coyuntura y
nuevas circunstancias debe ser continua; cerrarse a esta flexibilidad es
como decir lo que sé ya es todo, eso basta; las verdades que manejo
376
son las últimas, definitivas. Todo lo que contradice estas verdades es
reaccionario y debe ser descartado. Cuando se tiene este tipo de
actitudes es como anunciar el comienzo del fin. Se anuncia el
crepúsculo de un régimen que ya no quiere aprender nada, tampoco
quiere adaptarse a las exigencias de la coyuntura.
La aparición de Gonzalo Sánchez de Lozada en la televisión,
respondiendo a una entrevista, reconociendo errores, confesando
presiones, concluyendo que él prefirió renunciar a enfrentar una guerra
civil, es sintomática, en esta coyuntura. Una coyuntura signada
además por las denuncias del ex-fiscal Soza, del oficial Ormachea, por
la fuga de ciudadano estadounidense Jacob Ostreicher y del senador
Roger Pinto. En un momento cuando sale a relucir que la operación en
el Hotel de las Américas en Santa Cruz de la Sierra, contra el supuesto
grupo terrorista y separatista, fue un montaje sangriento.
Independientemente de las conexiones de este grupo con los
empresarios cruceños o, en su defecto, con el gobierno. A esta
situación pavorosa hay que añadirle la extensión dramática de la
economía política de la cocaína. No es pues casual esta aparición,
teniendo en cuenta la proximidad de las elecciones.
Las hipótesis de los escenarios pueden ser variadas; empero, interesa,
especulativamente, hurgar en alguna. Desde la caída del ex-
comandante de Policía René Sanabria hasta la detención del oficial ex
jefe anticorrupción de la Policía boliviana Fabricio Ormachea, los
dispositivos de inteligencia cuentan con información, que sea de un
tipo o de otro, sea o no verificada, puede ser usada en contra de un
gobierno progresista. ¿Qué hay entre manos? ¿Qué es lo que saben?
¿Cómo usaran esta información antes de las elecciones? En otras
palabras, el problema no son los frentes que contiende el MAS, para
las elecciones, fuera de ser el MAS también parte del problema, sino
esta ofensiva de los dispositivos de dominación del orden mundial.
Para dibujar una figura ilustrativa, el proceso de cambio, que no
es ninguna persona, ni sujeto, como suele confundirse, sino un
acontecimiento, se encuentra abandonado a su propia suerte; vagando
entre las corrientes de la turbulencia política, en la composición de una
trama ya contada. Un proceso de cambio no asumido por el gobierno
progresista, salvo demagógicamente o en el festejo simbólico de
transformaciones ausentes; un proceso de cambio en crisis, que si no
ha muerto ya, enfrenta la ofensiva de los dispositivos internacionales
frente a los gobiernos progresistas de Sud América.
377
Obviamente, la defensa de estos procesos de cambio no se
encuentra en la estridente retórica de gobiernos progresistas, que
dicen enfrentar el “imperialismo”, cuando no pueden ocultar sus
contradicciones ni sus alarmantes corrosiones y corrupciones. Menos
en la opción violenta de la represión. La defensa de estos procesos se
encuentra en la crítica, en la movilización crítica, en la lucha contra
esta ofensiva internacional, acompañándola con la lucha contra la
burocracia, la demagogia, la impostura, la suplantación del proceso de
cambio por un gobierno que usa su nombre para limitar los alcances
del mismo, sino es para hacerlo desaparecer, convertido en figura
retórica.
La defensa del proceso de cambio no radica en descalificar a los
frentes de oposición como “derecha”, aunque lo sean, teniendo en
cuenta que la nueva “derecha” ya es el gobierno. La defensa del
proceso de cambio requiere resolver, en la encrucijada, los problemas,
las contradicciones y los obstáculos que lo afligen. La defensa del
proceso de cambio es su profundización. Esto requiere del desmontaje
del poder, del Estado, de los aparatos de poder y la maquinaria estatal,
aunque sea en forma de transiciones desiguales y combinadas; en unos
casos más rápido, en otros casos más lento. Lo que no se puede
aceptar es seguir en la trampa, entrampados en la demagogia, en
prácticas políticas sin escrúpulos, en costumbres políticas bochornosas
reiteradas, además efectuadas a nombre del mismo proceso de
cambio. Esta manera de actuar es la de sepultureros dentro de casa.
378
La política como campo de fuerzas
El llamado análisis político, sobre todo el relativo al comentario
político, ha reducido el análisis al comentario; comentario de lo que
hace o deja de hacer el gobierno, de sus contradicciones, de sus faltas.
Incluso pueden pretender un balance y sopesar lo positivo en contraste
con lo negativo. Este análisis supone que la política se concentra y
resume en el gobierno. Este es un punto de vista nucleado en la
gestión de gobierno. Esta perspectiva no alcanza a ver el contexto en
el que se mueve el mando y la autoridad política, perdiendo de vista la
interacción del gobierno, si se quiere, usando una metáfora sistémica,
con su entorno. Las claves para entender lo que hace o no hace la
jurisdicción y administración gubernamental, sus contradicciones, sus
faltas, sus aciertos, sus balances, se encuentran precisamente en esta
interacción. Por lo tanto este tipo de análisis se queda sin explicación
o deja muchas preguntas pendientes.
Sin embargo, tampoco es suficiente con abrirse al contexto,
manteniendo la perspectiva, que llamaremos “sistémica”, sin mayor
discusión, por razones ilustrativa, pues el concebir un centro y un
entorno, si se quiere una periferia, es establecer, como conjetura
espacial, la predominancia del centro, la iniciativa del centro, respecto
de una subordinación y de una pasividad del entorno. Eso tendría que
demostrarse primero, antes de sólo suponerlo. Sin embargo, el
suponer el centro es desde ya tener una pre-concepción de la política,
379
reducida a gestión de gobierno, reducida a gestión pública, a
administración de conflictos, en torno al ejecutivo, aunque se tome en
cuenta a los demás poderes del Estado. En el mejor de los casos, es el
Estado, el que se convierte en el centro y la sociedad en el entorno.
¿Cómo explicar el Estado sin la interacción con la sociedad?
Ahora bien, tampoco se trata sólo de interacción, manteniendo la
perspectiva que hemos llamado “sistémica”, pues queda por demostrar
que, para explicar las dinámicas políticas es necesario colocar al Estado
en el centro del campo de fuerzas de la política. Esta centralidad forma
parte del imaginario estatal. Al respecto, no basta decir que se trata
de diferentes perspectivas, que se puede tener una perspectiva estatal,
como se puede tener una perspectiva societal, en la cual la
preponderancia radica en las dinámicas sociales. De lo que se trata es
de comprender cómo funciona el campo de fuerzas de la política,
independientemente de estas perspectivas.
Partamos, de manera diferente, del juego horizontal202 de
perspectivas, tratando de percibir el acontecimiento político desde su
multiplicidad de singularidades. Este es un cambio, no de perspectiva,
sino de construcción de la mirada y de constitución de la comprensión,
retomando la experiencia de la percepción social, es decir, retomando
la experiencia social como matriz de la memoria social. Desde esta
manera de articular perspectivas, horizontalmente, el gobierno es una
de las fuerzas en el juego, en la dinámica y la correlación de fuerzas
en el campo político. El Estado es una maraña de fuerzas, más o menos
afines, que también juegan, con sus pesos, sus direccionalidades, sus
tendencias, en el campo de fuerzas de la política. Las otras fuerzas no
es que sean sociales, a diferencia de las fuerzas del Estado, pues las
fuerzas del Estado son también sociales; sólo que son fuerzas sociales
capturadas en la malla institucional del Estado. En lo que respecta a
las otras fuerzas, hablamos de fuerzas sociales no capturadas por las
mallas institucionales; en unos casos, no del todo; en otros casos,
preservando su autonomía creativa.
La política concebida como campo de fuerzas, donde las fuerzas
actúan en la horizontalidad del despliegue de sus dinámicas físicas, nos
exige comprender la mecánica de las fuerzas en su mutua y plural
afectación. La fuerza del gobierno no actúa en espacio vacío, sino en
un espesor habitado por fuerzas convulsionadas. De lo que se trata es
de explicarse la actuación del gobierno no sólo por voluntad de sus
202 Usamos el término horizontal como metáfora. La espacialidad y el espaciamiento es más complejo.
380
gobernantes, que es lo que se acostumbra, sino a partir de la
interacción con las fuerzas del campo político. Lo que hace el gobierno
también depende de lo que dejan hacer o impiden hacerlo las otras
fuerzas. Con esta tesis salimos de la casilla jurídica-política, que evalúa
la actuación del gobierno a partir del cumplimiento o incumplimiento
de las leyes. También marcamos la diferencia con las teorías que se
explican el comportamiento gubernamental por la voluntad o falta de
voluntad de los gobernantes.
Sin hablar de corresponsabilidad de todas las fuerzas del campo
político en el comportamiento del gobierno, pues lo de
corresponsabilidad tiene una connotación moral, sino hablando de la
incidencia de todas las fuerzas, podemos sugerir que todas las fuerzas
inciden en el comportamiento del gobierno, dejando hacer o impidiendo
hacerlo. Contando, claro está con el peso de las fuerzas concurrentes.
Al respecto es ilustrativo y aleccionador observar, que cuando las
fuerzas, que se movilizaron para dar apertura un proceso de cambio,
se conforman con lo conseguido, que puede ser la llegada al gobierno
de la opción considerada propia, el gobierno considera este
conformismo como un permiso para actuar como vea conveniente. Este
conformismo es un dejar hacer, permitiendo que la fuerza del gobierno
se explaye en las consecuencias de sus incursiones políticas. Estas
incursiones políticas y sus consecuencias cuentan no solamente con el
aval de las fuerzas sociales, sino que estas fuerzas sociales se limitan
a una función pasiva. Al hacerlo, su conformismo y pasividad afecta a
la fuerza gubernamental, dejando que las tendencias inherentes se
desplieguen libremente, por así decirlo. Si estas tendencias son
conservadoras, que es lo más probable, pues se trata de funcionarios
interesados en administrar, no en transformar, las tendencias
gubernamentales van a limitar los alcances abiertos y posibles del
proceso de cambio.
Entonces debemos explicarnos la crisis de un proceso de cambio
no solamente por los errores de los gobernantes, tampoco por sus
perfiles personales, sus caprichos, sino, sobre todo, por el conformismo
generalizado en los que se movilizaron por la apertura del proceso de
cambio.
Ciertamente las fuerzas sociales que se movilizaron no son las
únicas otras fuerzas del campo político, sino parte de estas fuerzas.
Hay otras que también intervienen en el decurso de los sucesos e
inciden en el comportamiento del gobierno.
381
De estas otras fuerzas, visibles, podemos identificar a las que se
reconocen como de oposición, que visto, como fuerzas, no como
reducidas expresiones partidarias, corresponden a fuerzas sociales. Se
trata, en primer lugar, de fuerzas sociales vinculadas a dominios
económicos, culturales, monopolio de relaciones y de influencias; se
trata de fuerzas sociales nucleadas, acostumbradas al mando y a la
administración.
En el contexto, también están otras fuerzas, de magnitud más
amplia, vinculadas a dominios profesionales, también a dominios
técnicos, también a saberes urbanos específicos, como el conocimiento
y desplazamiento en los recorridos de lugares de entretenimiento, en
el recorrido del manejo de redes urbanas de amistades, en el manejo
de las técnicas de impacto comunicativo. Estas fuerzas sociales, más
numerosas y dispersas, que las nucleadas, inciden en las selecciones
de opciones, también en los cómputos electorales. Aunque no se puede
generalizar una amalgama de tendencias, en este caso, se puede decir,
con cierta incertidumbre, que estas fuerzas tienden a lograr la
estabilidad, el equilibrio, las pausas, ya sea en coyunturas de cambio
o, al contrario, en coyunturas regresivas.
Las fuerzas populares, las vamos a llamar así, por razones de
simplificación ilustrativa, contienen una pluralidad de estratificaciones
sociales, perfiles, transiciones, incluyendo a las variaciones del
proletariado, a las variaciones migratorias a las ciudades, no sólo por
antigüedad, sino por procedencia, además de las polifacéticas
formaciones sociales “rurales”. De ninguna manera se descarta la
participación en el espesor de lo popular de los estratos profesionales,
técnicos, de redes urbanas afincadas en sus dominios de la ciudad
visible. Todo depende de las características de los periodos, de las
perspectivas que tejen los discursos ideológicos. Ciertamente, lo
popular es cuantitativamente más numeroso, son fuerzas que cuentan,
además de las cualidades que contienen, con la “fuerza” de la cantidad.
Estas fuerzas identificadas no son todas las fuerzas del campo
político. Hay otras, menos visibles, opacas que, sin embargo, pueden
incidir con mayor influencia en el comportamiento del gobierno.
¿Cuáles son estas fuerzas? ¿Qué clase de fuerzas son estas? ¿Dónde
se encuentran? Cuando hablamos de campo político no se crea que el
campo, que es una representación abstracta de los espesores donde
se desplazan las fuerzas, se circunscribe dentro las fronteras de la
geografía política del país; de ninguna manera. Estamos en un mundo
no solamente globalizado, sino integrado, en el sentido de su
382
concomitante articulación; un mundo compenetrado. Un mundo de
espacios entrelazados. No hay afuera, ni exactamente adentro. Todo
está entrelazado. Estas certezas, que devienen de la experiencia social
contemporánea, adquieren mayor connotación cuando nos referimos
al campo económico.
Las fuerzas de las que hablamos son como los nervios del cuerpo
del sistema-mundo capitalista. Una economía-mundo integrada por el
sistema financiero mundial; sistema financiero hegemónico y
dominante, que ha desplazado la valorización del capital, de su
subsunciones formales y reales, a la valorización especulativa.
Sistema-mundo, que en la actualidad, conforma dos dimensiones
reproductivas del capital. Una aparente, la que podemos llamar ficticia,
pues se basa en la especulación y en la inflación; la otra, “real”, en el
sentido material, que definitivamente sostiene la valorización
especulativa, que no tendría ninguna consistencia, si no fuera por la
valorización material. Esta valorización material tiene su base
primordial en el expansivo modelo extractivista, cada vez más
destructivo, debido a las tecnologías de efectos desbastadores en uso.
La valorización real se efectúa por despojamiento y desposesión, la
valorización ficticia es matemática.
Estas fuerzas actúan no solamente en el campo económico, sino
también en el campo político. En el campo político se conectan con el
Estado y los gobiernos a través de contratos, convenios, concesiones,
proyectos, programas y leyes. Estos contratos se aplican, se realizan,
se ejecutan técnicamente, haciéndose posibles a través de los canales
financieros. Los congresos, los poderes legislativos, son los que
ratifican estos contratos, convenios, concesiones, proyectos,
programas y leyes. El cuadro de la participación de estas fuerzas del
sistema-mundo capitalista, de la economía-mundo capitalista, en el
campo político especifico del país, es como de una malla envolvente.
Están las representaciones, las oficinas de las representaciones, los
personeros de las empresas, localizados en lugares identificados. Pero
también están las reuniones, los lobby’s, los acuerdos, las unidades
técnicas, como movimientos crono-gramados y agenda-dos. En los
espacios concretos, están la geografía de las concesiones, así como la
geología de las concesiones, son los territorios donde funcionan los
enclaves trasnacionales. Los vínculos con altos personeros de gobierno
y presidentes, gerentes y directores de empresas públicas son los
nudos de influencias y complicidades. También deberíamos nombrar,
en este espaciamiento, a los pasillos de tránsito; abogados o directores
383
técnicos de las empresas públicas terminan contratados en las
empresas trasnacionales. Toda esta malla, tejida de meollos, es como
parte de la topología del sistema-mundo capitalista en el campo
político. Esta parte topológica es ciertamente estratégica.
La influencia de las fuerzas “trasnacionales”, las llamaremos así,
para no buscar un término teórico adecuado, sobre todo teniendo en
cuenta la mirada genética de la teoría de los campos, es determinante,
sobre todo cuando los gobernantes son vulnerables a sus encantos.
Entonces, la tesis es la siguiente:
La dinámica de las fuerzas en el campo político, entendiendo
como una de esas fuerzas al gobierno, no solamente da lugar a una
especie de resultante, en la geometría de estas fuerzas, sino afecta
diferencialmente a todas las fuerzas involucradas. El comportamiento
de la fuerza gubernamental se explica por la mecánica de estas
fuerzas, por la geometría de estas fuerzas, también por la afectación
de esta mecánica, de esta geometría, de estas dinámicas, en periodos
y coyunturas determinadas.
Al respecto, es caricaturesco pretender explicar el
comportamiento gubernamental a partir de la conjetura moral de la
culpa. Esta interpretación es sugerentemente compartida por
“derechas” e “izquierdas”; ambas parten del paradigma de la
culpabilidad. Ambas son profundamente cristianas. Esta crítica, de
ninguna manera, sostiene tampoco la interpretación gubernamental;
una interpretación, que también usa la teoría de la culpabilidad para
defenderse y para explicar sus propios dramas y contradicciones. Sólo
que, en este caso, la culpa la tienen los otros, los de la oposición, los
conspiradores, el “imperialismo”. La culpa circula como discurso, en
unos y en otros. Este discurso devela el conservadurismo encarnado
en unos y otros.
La crítica activista recorre su mirada por el campo político, busca
develar, a través de las contradicciones, los síntomas, la sucesión de
hechos, el mapa de los eventos, las formas complejas de la
reproducción del poder y de las dominaciones polimorfas. De ninguna
manera busca culpables, sino busca comprender las relaciones, las
estructuras, los diagramas y las cartografías de fuerzas en las que
están insertos los personajes, ilusionándose que controlan y deciden,
cuando son apenas engranajes de formas de poder.
384
La hipótesis interpretativa que hemos manejado, a propósito de
la segunda etapa del proceso de cambio, la que corresponde a las
gestiones de gobierno, es que el gobierno progresista ha repetido el
guión de la trama del poder, con otros personajes, en escenarios
retocados con otros coloridos203. Sin embargo, los desenlaces son
conocidos. Los cambios se dan como acontecimientos políticos,
empero, en la medida que los “revolucionarios” no desmontan el
Estado, no desmantelan los diagramas de poder, terminan convertidos
en los nuevos “contra-revolucionarios”, que reprimen al pueblo a
nombre de la “revolución”. El desenlace sucinto es que la “revolución”
por este decurso termina tragada por la restauración descomunal del
Estado, termina formando parte de la reproducción inaudita del poder.
203 Ver de Raúl Prada Alcoreza Retórica y drama de un gobierno reformista. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.
385
Crisis militar y colonialidad
En la Asamblea Constituyente no se tocó el régimen de las Fuerzas
Armadas y de la Policía, se mantuvo tal cual la anterior Constitución,
por orden del Presidente. La demanda de los suboficiales es legítima
interpretando la integralidad de la Constitución. No puede avanzarse
en la construcción del Estado Plurinacional comunitario y autonómico
sino se efectúan transformaciones estructurales e institucionales,
fundamentalmente en aquellas instituciones que son los lugares de
emergencia, es decir, de defensa, del viejo Estado, que no desaparece,
mas bien, se lo restaura. Las Fuerzas Armadas y la Policía siguen
siendo las mismas instituciones, fiel derivación de las centralidades y
burocracias del Estado-Nación. Ni siquiera se dieron transformaciones
que tienen que ver con la defensa del “proceso de cambio”; el mismo
cuoteo político, la misma obediencia y subordinación disciplinaria de
los ejércitos del siglo XIX y XX. En el continente, particularmente en
Bolivia, las mismas discriminaciones institucionalizadas. Lo grave es
que nadie se sorprenda de estas conductas continuistas y
perseverantes en los códigos coloniales de estas instituciones; desde
el presidente hasta los oficiales de alto rango, pasando por el
vicepresidente. Todos toman como algo natural la estructura colonial,
discriminadora, burocrática, e ineficaz militarmente. Todos ocultan
estas graves falencias con seminarios, talleres y foros sobre la
descolonización. ¿Cómo se puede entender estas contradicciones
evidentes?
Los oficiales de alto rango, los gobernantes, los funcionarios y políticos
oficialistas, creen que es suficiente con estas ceremonias, estas
reuniones, estos seminarios, sobre descolonización. Es como un culto;
repetir de memoria frases y consignas que se pretenden
descolonizadoras; incluso las mesas que pueden haber puesto en
consideración requeridas transformaciones, por más mínimas que
sean, son escamoteadas a la hora de las conclusiones o de las
386
memorias. El discurso descolonizador en el gobierno es un canto a la
bandera; en la práctica, perduran habitus discriminadores, raciales,
patriarcales, acompañados por violencias conocidas, desatadas por los
mandos sobre los soldados, suboficiales y hasta oficiales. Ahora
también sobre la mujeres, las que no dejan de sufrir vejámenes de
parte de sus camaradas.
Los medios de comunicación al comentar las marchas de los
suboficiales ponen adjetivos como “insólito”, “increíble”,
“desacostumbrado”, para intentar describir y comprender lo que pasa.
Para estos medios también es normal que en las instituciones de
defensa y del orden se mantenga la disciplina heredada, acompañada
por jerarquías y estratificaciones. Si bien no apoyan la demanda de los
suboficiales, los medios hablan de violencias orgánicas. De todas
maneras, sorprende que no se ponga en mesa la gran diferencia, la
gran distancia, de estas arquitecturas armadas y de estos dispositivos
de defensa y del orden, con las transformaciones estructurales e
institucionales que establece la Constitución. Cuando los suboficiales
dicen que no puede haber oficiales de primera y oficiales de segunda,
ponen en el tapete no sólo el problema de las jerarquías heredadas, no
sólo, algo que es importante, la estructura racial y las relaciones
raciales inherentes a estas instituciones, sino también la misma
organización de un ejército, una armada, una policía, que mantienen
formas burocráticas, que en el mundo contemporáneo no son, de
ninguna manera efectivas, ni en la movilización y desempeño militar,
ni en el cuidado de las ciudades.
Este gobierno se ha pasado de lado sobre cuestiones estratégicas, de
defensa, incluso de orden, orden dinámico, por cierto. Se trata de un
gobierno apegado a la demagogia, creyendo que con esta locución se
solucionan los problemas. La verdad es que estamos ante un gobierno
que no cuenta con una estrategia de defensa del “proceso de cambio”,
por lo tanto del país donde debería darse este “proceso”. Estamos ante
instituciones armadas y del orden donde los oficiales se contentan con
recibir su sueldo cada mes y contar con los beneficios que les otorga la
institución. Son otros funcionarios más. La preparación militar queda
en generalidades geográficas, en una distribución espacial de
cuarteles, que deja vacíos, en las fronteras; más preocupados por
controlar las ciudades, los centros del conflicto, incluso a los
contrincantes policías. El servicio militar, fuera de seis meses de cierta
preparación en armas, terminan el resto del tiempo en
“chocolateadas”. La formación de oficiales deja mucho que desear, en
387
cuanto a la actualización de contenidos, tecnologías, información.
Están muy lejos de haber estudiado seriamente las guerras, la
experiencia en las guerras de los ejércitos, incluso las guerras que
están cercanas, las que nos ha tocado sufrir. Si esta es la formación de
los oficiales, qué se puede esperar de la formación de suboficiales. En
el Colegio Militar se han introducido materias universitarias, como si
esto mejorara la formación. La formación de un militar, mucho más si
se trata de un militar de un Estado en transición, embarcado
supuestamente en un “proceso de cambio”, no puede ser un colaje de
materias. Es indispensable tener en cuenta los perfiles apropiados de
un ejército que debería contar con la capacidad de la movilización
general de un pueblo armado, para la defensa del “proceso”. Estos
temas pasan desapercibidos. No se van a resolver con cambios de
símbolos, con nuevos saludos, con nuevos estribillos, con discursos
superficiales sobre la descolonización. El servicio militar de la cual se
sienten tan orgullosos los militantes de base del MAS no es más que
un dispositivo colonial, un dispositivo de articulación estatal, de
estatalización, es decir, de institución imaginaria de la nación, aunque
el mismo servicio pueda servir para el juego de prestigio en las
comunidades.
La descolonización es el desmontaje de los aparatos del Estado-nación,
de su arquitectura institucional, de sus códigos coloniales, así como de
sus códigos pretendidamente modernos. La descolonización implica la
des-constitución de sujetos subalternos y la constitución de sujetos
emancipados. La descolonización es liberar potencialidades,
capacidades, creatividades, memorias sociales. Estas tareas no son
atendibles demagógicamente, requieren subversiones de las praxis,
desmontaje de habitus, de jerarquías instituidas; requieren
destrabarse de las mallas institucionales que capturan y atrapan
cuerpos. Los recorridos de la descolonización comienzan por tomar en
serio la condición intercultural, retoman prácticas participativas,
profundizan el ejercicio de la democracia en su sentido pluralista. En lo
que compete a las transformaciones pluralistas, comunitarias,
interculturales, que atañen a las necesarias mutaciones de las
instituciones de defensa y del orden en cuestión, es indispensable su
territorialización, las gestiones territoriales de defensa y de cuidado de
la población.
La asonada de los suboficiales es una buena oportunidad para leer los
signos de la crisis, no solamente del “proceso de cambio”, sino también
del Estado. Es un buen momento para aprender, analizar sin tapujos,
388
evaluar críticamente el “proceso” que naufraga. Así como es una gran
oportunidad para efectuar cambios. Sin embargo, es de más probable
que el gobierno actué como siempre, como lo ha hecho en distintas
crisis, la de los cooperativistas y mineros, la relativa a las de la
demanda de autonomías regionales, como las dadas en Potosí, como
las del “gasolinazo” y el conflicto del TIPNIS. Es de esperar que el
gobierno recurra a la justificación de lo que hay, volviendo a cubrirse
con su ilusoria propaganda, cerrando los ojos y los oídos a lo que
ocurre, optando por la represión. El gobierno habría perdido la
oportunidad de reconducir, de retomar cursos abandonados, desde la
primera gestión, encaminándose a un hundimiento, lento o más rápido,
dependiendo de las circunstancias.
389
Estado-nación versus Estado plurinacional
¿Qué es lo que está en juego en la asonada de los suboficiales y en la
respuesta represiva del gobierno? Como en otros casos, como en el
conflicto del TPIPNIS, lo que se enfrentan es el Estado-nación y el
Estado plurinacional; aunque el primero es la institucionalidad de la
colonialidad que se niega a desaparecer, aferrándose con todo, para
persistir y continuar; en tanto que el segundo, es apenas un germen,
un proyecto, que anida en la Constitución y en los colectivos sociales
que luchan por que se den las transformaciones estructurales e
institucionales establecidas en la carta magna. En el TIPNIS el Estado-
nación declaró la guerra al Estado plurinacional, al germen del Estado
plurinacional, declarando también la guerra al proyecto constitucional.
¿A qué se opone el Estado-nación? A la descolonización.
El Estado-nación, dispositivo político de la colonialidad, se opone a la
descolonización, pues esta deconstrucción implica la desaparición del
Estado-nación. Las bases del Estado-nación radican precisamente en
la homogeneización, en el equivalente general del ciudadano, individuo
abstracto, que cuenta con derechos individuales, civiles y políticos; sin
embargo, esta equivalencia general hace desaparecer a las naciones y
pueblos indígenas, a las culturas resistentes, a la heterogeneidad
lingüística y social. El equivalente general, el ciudadano, se estructura
en la economía política colonial, economía política que diferencia
hombre negro de hombre blanco, hombre indio de hombre blanco,
hombre de color de hombre blanco, diferencia efectuada sobre la
matriz de género, la diferenciación hombre de mujer. La dominación
colonial es también, al mismo tiempo, dominación patriarcal. El
equivalente general, el individuo abstracto, el ciudadano universal, es
pues el hombre blanco. La modernización consiste en parecerse a este
arquetipo colonial.
390
Los derechos conquistados en la historia del Estado-nación, derechos
sociales, derechos de trabajo, derechos democráticos, no terminan de
efectuarse, pues se pronuncian en el espacio indeterminado del
equivalente general, el individuo, el ciudadano; no se dan en los
espesores abigarrados, plurales, heterogéneos, de las territorialidades
sociales y formaciones sociales concretas. La herencia colonial se
transfiere de las administraciones coloniales a los Estado-nación,
después de las independencias. Hablamos de estados que se
construyen sobre cementerios indígenas. Hablamos de estados que
tienen como proyecto democrático la mestización; es decir, la
desaparición de los pueblos indígenas, y aunque parezca paradójico, la
desaparición de las mezclas dinámicas dadas, pues el mestizaje de los
Estado-nación es un mestizaje abstracto, el perfil del individuo y
ciudadano concebido como síntesis de las culturas, culturas también
sometidas a la estatalización, sintetizadas en la cultura moderna.
La Constitución interpela la composición colonial del Estado-nación,
cuestiona el mito de la modernidad, cuestiona el mito del mestizaje
abstracto, develando la composición plural efectiva de las formaciones
sociales, de la sociedad heterogénea. La Constitución deja en claro que
la profundización democrática, la realización efectiva de los derechos
democráticos, sólo pueden materializarse mediante la descolonización.
Esta deconstrucción histórico-política emancipa la pluralidad frente a la
representación homogénea, liberal la potencia social, la riqueza
heterogénea de lo diverso. La descolonización restituyen los derechos
conculcados de las naciones y pueblos colonizados, dando lugar a
integraciones efectivas, opuestas a la institución imaginaria de la
nación, haciendo evidente las naciones posibles. El Estado-
plurinacional es la transición descolonizadora hacia sociedades
autogestionarias y auto- determinantes; a sociedades compuestas e
incrementadas, que se integran a través de complementariedades y
solidaridades. En Bolivia el Estado plurinacional se constituye sobre las
matrices culturales y civilizatorias de las naciones y pueblos
componentes de la sociedad heterogénea, incluyendo los mestizajes
concretos. Esto equivale a pasar de la institucionalidad homogénea,
disciplinaria, moderna, al pluralismo institucional, abierto a
composiciones creativas; pasar al pluralismo jurídico, pluralismo
administrativo, pluralismo de gestiones.
Uno de los lugares neurálgicos de la activación de la condición
plurinacional del Estado en transición es la institución defensa del
Estado-nación, las Fuerzas Armadas. Esta institución de emergencia
391
del Estado es el crisol del diagrama disciplinario, de la inscripción en
los cuerpos de la dócilización de las conductas y comportamientos. En
Bolivia, como en los países andinos y amazónicos, es el aparato
disciplinario por excelencia de la colonización interna, modulando los
cuerpos su incorporación al Estado en condiciones de ciudadanos de la
nación mestiza. El cuartel modula los cuerpos haciéndolos aptos a los
requerimientos del mercado, de la producción capitalista, a los fetiches
de la modernidad universal, de-culturizando, decodificando, por lo
tanto, borrando la memoria larga de los pueblos, sustituyéndola por la
memoria corta de la institución imaginaria del Estado-nación.
Sin embargo, a pesar del proyecto disciplinario del cuartel, los
espesores corporales no desaparecen, se ocultan, se los destierra a las
sombras; mostrando, en contraste, los perfiles modulados,
uniformados, pretendidamente modernos. El ejercicio de poder
disciplinario se tropieza con la manifestación de los cuerpos; cuando
esto ocurre, se opta por la ejecución de discriminaciones, por la
estratificación racial institucionalizada, por jerarquizaciones
patriarcales. La asonada de los suboficiales pone en evidencia estos
procedimientos coloniales en el dispositivo por excelencia disciplinario,
el cuartel. Acudiendo al pliego petitorio de los suboficiales, en realidad,
el pedido explicito es modesto; que no haya oficiales de primera y de
segunda, que se los considere oficiales técnicos, que puedan acceder a
equivalentes beneficios y servicios. Sin embargo, incluso ante esta
demanda modesta el gobierno y la jerarquía institucional de las Fuerzas
Armadas han reaccionado represivamente, dando de baja a más de
setecientos suboficiales.
De todas maneras, a pesar de la demanda modesta explícita, la misma
pone en evidencia la crisis profunda de las Fuerzas Armadas y del
Estado-nación, que se niega a desaparecer. Las fuerzas armadas son
un dispositivo de la colonialidad reiterativa. Es un aparato de la
colonización interna, que no solamente modula los cuerpos, sino
también, marca, hendiendo en ellos la historia política colonial,
inscribiendo en ellos discriminaciones, violencias minuciosas,
detalladas, raciales. ¿Cómo se puede construir un Estado plurinacional
a partir de la permanencia de la malla institucionalidad de la
colonialidad?
Nuevamente estamos ante la manifestación elocuente de las
contradicciones profundas del llamado “proceso de cambio”, ante los
contrastes evidenciados entre el discurso gubernamental y las
prácticas efectivas, ante grotescas simulaciones de un gobierno y los
392
órganos de poder del Estado, que se nombran como plurinacionales,
en tanto que en la práctica niegan la condición plurinacional de la
formación social.
La respuesta oficial del gobierno es recurrir a la Ley de las Fuerzas
Armadas cuestionada, puesta en duda, deslegitimada por la
Constitución. La medida represiva gubernamental de las centenas de
bajas de suboficiales se sostiene sobre la argumentación de la
subordinación y la obediencia disciplinaria, clausulas que corresponden
a la institución armada del Estado-nación. Este discurso se invalida
inmediatamente ante la estructura normativa y conceptual de la
Constitución. En todo caso, los suboficiales hablan desde el proyecto
de una nueva institucionalidad, aquella que establece la Constitución.
Las bajas dadas por la jerarquía del ejército y por el gobierno no son
legítimas desde la composición jurídico-política de la Constitución. La
demanda de los suboficiales es legítima.
393
Dirigencia de llunk’us
La dirigencia de lo que un día fue el Pacto de Unidad, es decir, las tres
organizaciones campesinas y las dos organizaciones indígenas
originarias, estas últimas divididas por la intervención gubernamental,
se ha apresurado, sin consultar a sus bases, sin previas asambleas,
simplemente por comedida, a apoyar al gobierno y a la jerarquía
castrense en la crisis militar, puesta en evidencia por la asonada de los
suboficiales. Los argumentos son de libreto: defensa del “proceso”
contra el golpe militar en ciernes. Se nota en esta alocución no
solamente una repetida mecánica discursiva, pronunciada con falta de
ingenio, pues no se les ocurre otra cosa que acusar de sedición, sino
también la asombrosa desconexión con lo que ocurre. Incluso si
quisieran defender al gobierno en su diletantismo, en su regresivo
comportamiento, se debe tener, de alguna manera, una conexión con
lo que acaece. Empero, parece que la dirigencia cooptada, que ya no
responde a las bases sino a las instrucciones del ejecutivo, levita en
las nubes de la propaganda, cumpliendo un papel patético de
subordinación y llunk’iriu.
Esta dirigencia cooptada habla de defender la Constitución. ¿Qué clase
de defensa es esa? La Constitución establece como sistema de gobierno
la democracia participativa, el ejercicio plural de la democracia, directa,
comunitaria y representativa. La Constitución establece la construcción
colectiva de la ley, de la decisión política y de la gestión pública. Lo que
piden los suboficiales es que mínimamente, aunque sea por
aproximación, se den pasos hacia este cumplimiento y mandato
constitucional. La reacción del gobierno, de la jerarquía militar y del
Estado-nación es represiva, se ha dado de baja a más de setecientos
suboficiales. ¿Esta es una defensa de la Constitución? ¿La dirigencia
sabe de lo que habla, ha leído la Constitución, la ha entendido?
El Estado plurinacional supone la muerte del Estado-nación, las
transformaciones pluralistas, comunitarias, interculturales y
participativas; implica el pluralismo institucional, administrativo,
394
normativo y de gestiones. En lo que respecta a las Fuerzas Armadas,
la transformación plurinacional, intercultural y comunitaria configura
un ejército popular, cuya matriz es el pueblo armado. Ciertamente en
este ejército popular desaparecen las jerarquías y estratificaciones
raciales. No comprender esto es hablar de la Constitución sin ton ni
son, en la práctica aniquilar el nacimiento de la mariposa, la
construcción del Estado plurinacional. Esta dirigencia es la expresión
más patética de la colonialidad cristalizada en los huesos. Su sumisión
al poder, su apego y obediencia a la institucionalidad colonial vigente
en el Estado-nación restaurado, su inclinación por el beneficio personal,
su corrosión moral y prácticas prebendales, comprometida por
corrupciones, desvío de fondos, hablan elocuentemente de la
reiteración del comportamiento colonial del colonizado; el deseo del
amo, de ocupar su lugar. Esta dirigencia es el brazo social de un
gobierno entrabado en su crisis, un gobierno que recurre a la represión
en su desesperación; que recurre a la demagogia buscando convencer,
pero solo lo hace con los convencidos. Esta dirigencia, en plena crisis
de representación, pues no responde a la representación orgánica,
conformada por una democracia comunitaria, por la selección
consensuada y en asambleas, sino al dedo digitado desde el gobierno,
es la que se lanza contra la rebelión de los suboficiales. Es la misma
dirigencia que se estrelló contra las comunidades indígenas del TIPNIS,
es la misma dirigencia que avaló las leyes inconstitucionales
promulgadas por el gobierno; seguramente también va avalar la Ley
Minera, que ha sido declarada por el propio presidente como una
traición a la patria, aunque después el mismo presidente reculó,
dejando que sólo se discuta el artículo 151 y otros más, cuando toda
la Ley vulnera la Constitución y atenta contra la propiedad de los
recursos naturales de los y las bolivianas.
¿Qué valor tiene lo que dice esta dirigencia? Sólo el valor de toda
amenaza, blandiendo el chicote contra toda crítica al gobierno y a los
que han usurpado el “proceso de cambio”. El contenido de lo que
expresan no puede ser más colonial. Su apego a la institucionalidad
colonial es manifiesto. Tendrían que mover camiones de gente,
pagados por el gobierno, de una manera no orgánica, pues saltarían
toda la estructura orgánica de las organizaciones sociales; traerlos a la
sede de gobierno y enfrentarlos a los hermanos suboficiales y sus
esposas. ¿Qué sentido tiene esta amenaza? Es de todo reaccionaria;
se coloca del lado de los que se oponen a la descolonización, a las
transformaciones estructurales e institucionales. La dirigencia es parte
del contra-proceso y de la vulneración sistemática a la Constitución.
395
Ante este panorama lamentable de las representaciones sociales, es
indispensable exigir congresos orgánicos, abrir el debate y la
evaluación del “proceso” en las comunidades, en las subcentrales, en
las centrales, en las federaciones y en las confederaciones. Esta
dirigencia es un peligro para la “defensa del proceso”; corroe la fuerza
social, la cohesión de las organizaciones, evita la formación y el
aprendizaje colectivo de la experiencia del periodo y de las coyunturas,
desarma de la crítica a las comunidades y a los sindicatos. En el
momento de exigencias, de peligro, las fuerzas sociales estarán tan
carcomidas que no habrá oportunidad de defender lo que queda del
“proceso”. Los y las llun’kus se esfuerzan por mostrarse tan serviles y
obedientes, creen que con esto, con decir que defienden el “proceso”,
lo hacen, cuando ocasionan todo lo contrario. Son las termitas que se
comen la madera con la que hay que construir el Estado plurinacional
comunitario y autonómico. Usando el viejo lenguaje de la política, que
se define identificando al enemigo, podemos decir, como metáfora, que
esta dirigencia, sumada al llunk’iriu de los funcionarios y militantes, de
los asambleístas legislativos, es el enemigo dentro de casa. Son los
sepultureros internos del “proceso de cambio”.
396
El dedo en la llaga
Yendo a las trayectorias de vida, al detalle secuencial del evento
presente, en este caso, de la asonada de suboficiales, es menester
detenerse en la mecánica de la reproducción de clases sociales, no
solamente en la estructura de reproducción, sino en las historias
concretas. ¿Qué es lo que pasa? ¿Quiénes son los suboficiales que se
revelaron al régimen colonial de las Fuerzas Armadas? Ciertamente no
se puede generalizar; sin embargo, es indispensable contar con
algunos itinerarios, para poder comprender, de manera específica lo
que ocurre. La mayoría de nuestros jóvenes no se encuentran en
condiciones de competir en el ingreso de las universidades, así como
resulta difícil responder a los exámenes de las normales, tampoco es
fácil ingresar al Colegio Militar; entonces recurren a otras alternativas.
Escuelas técnicas, que deberían ser, más bien, las más valoradas y
apoyadas, sin embargo, no es así, escuela de suboficiales, otras
opciones de formación, para afrontar las exigencias de la vida204. Por
otra parte, tampoco, en el caso de que todos podrían competir, en
equivalentes condiciones, tampoco habría cupos suficientes para que
accedan los que cumplan con las condiciones institucionales. ¿Dónde
radica el problema, la génesis del problema?
Yendo directo a uno de los factores generadores del problema, se
puede decir que es el sistema educativo el generador de esta
deficiencia y falencia de la mayoría de los bachilleres. El sistema
educativo, no solo por las inequidades en las opciones, sino por la
lamentable formación fiscal, tanto urbana como rural, mucho más en
este último caso205. No se resuelve esta diferencia con la unificación
artificial de la educación en un solo sistema, descartando la división
administrativa y rural. Menos se puede reducir la cuestión a un
problema administrativo; es un problema estructural. El sistema
educativo se ha convertido en un espacio que garantiza trabajo seguro,
sueldo garantizado y beneficios, por más bajos que sean, pues
tampoco los y las maestras ganan como corresponde. Lo que no se
tiene es garantizada la vocación de los y las maestras. Tampoco se les
dio la oportunidad de una formación adecuada, para afrontar, en su
debido momento, la pedagogía requerida, la transmisión de
204 Conversación con Víctor Hugo Quintanilla. 205 No mejora mucho esta situación en la mayoría de los colegios privados.
397
conocimientos, la educación integral y especializada. La
responsabilidad educativa, los desafíos contemporáneos de la
formación, no son las preocupaciones relevantes ni del gobierno ni del
magisterio. El gobierno busca controlar el magisterio, el magisterio
busca resolver y lograr materializar las demandas gremiales, que
ciertamente son justas. Sin embargo, por más justas que sean, la
educción y la formación no se circunscriben a las demandas laborales.
Estamos ante un círculo vicioso. No hay estrategia educativa y
formativa de parte del Estado, a no ser que se crea que la manipulada
Ley Avelino Siñani y Elizardo Perez y su reglamentación derivada sea
una estrategia. La Ley ha quedado en enunciados descolonizadores e
interculturales, contradichos en los artículos operativos; peor aún, en
la práctica educativa implementada, que es sustancialmente la misma
que la anterior, salvo el cambio de nombres. El cambio de la malla
curricular habla de ello; más que un cambio de contenidos se trata de
un cambio de nombres. Fuera de esta falencia, lo que se da
efectivamente es la preservación de una herencia educativa carente de
presupuesto, de infraestructura, de logística, de actualización y de
interculturalidad. Lo que prepondera es la provisionalidad en la
aplicación de la Ley Educativa. No se han resuelto los problemas
heredados, no se atienden a los desafíos de la Constitución; se opta
por la demagogia, ocultando con la propaganda las graves falencias.
En contraste, las expectativas de los jóvenes crecen, más aún cuando
se sienten en un periodo prometedor. Cuando no pueden acceder a las
opciones seleccionadas, recurren a todos los medios, incluyendo la
protesta, las marchas y los bloqueos para lograrlo. Están en su derecho
pues el Estado debe garantizar su educación y formación, tal como
establece la Constitución. El tema es cumplir con estos derechos,
efectivizar el mandato constitucional; obviamente no hacerlo de
manera demagógica, como lo hace el Ministerio de Educación,
prebendalizando la relación con el magisterio. Acudiendo al montaje de
la actualización, al escamoteo en formación docente, y al teatro de la
pretendida descolonización, entregando títulos “nobiliarios”, que
avalan licenciaturas y posgrados en los papeles, cuando los cursos
dejan mucho que desear. Este autoengaño complica la situación; las
supuestas transformaciones se dan en los papeles; empero, se
mantienen las viejas prácticas de aula y la enseñanza deficiente. Muy
lejos de la descolonización efectiva.
Es en este panorama donde se da la rebelión de los suboficiales. Este
panorama sumado a las estructura institucionales mantenidas, hacen
398
de contexto y clima a la asonada de los suboficiales. El problema
entonces no atinge sólo a la institución de defensa del Estado, las
Fuerzas Armadas, sino al mapa institucional del Estado,
particularmente al mapa institucional del campo escolar, educativo y
formativo. Las transformaciones institucionales requeridas y
establecidas por la Constitución deben darse integralmente en el
espacio de la malla institucional del Estado. En lo que respecta a la
descolonización en el campo escolar, la transformación estructural
exige la conformación de un sistema educativo integral, transversal a
todo el campo social; un sistema integral que opere técnicamente en
la des-constitución de sujetos subalternos y en la constitución de
sujetos emancipados. Esta perspectiva constitutiva de subjetividades
y de sujetos comprende el cometido fundamental en la descolonización
del sistema educativo.
Entonces si partimos del sistema educativo integral, como sistema de
apoyo constitutivo de las subjetividades emancipadas, no se puede
mantener la estructura y la composición del campo escolar; esta
integralidad educativa requiere del desplazamiento hacia articulaciones
dinámicas de los campos sociales. Articulaciones que restituyan, en las
sociedades humanas, las condicionantes iniciales de los ciclos de la
vida. En pocas palabras se trata de integrarse a la vida, a si como
valorar la vida, dejando la “ideología”, la institución imaginaria y los
fetichismos que la acompañan. El sistema educativo se convierte en el
gran activador de las memorias sociales. El sistema educativo aporta
en la formación continua en todas las composiciones sociales, en todas
las organizaciones sociales, en todas las estructuras de la sociedad.
Apoya en la resolución de problemas y en las decisiones políticas. El
sistema educativo integral convierte a la sociedad no en un sistema
productivo, sino en un sistema de vida, en sistema de aprendizajes de
las experiencias sociales, de sistematización de las experiencias, de
sistematización de las memorias sensibles, apuntando a la creatividad
constante. La producción es parte de las respuestas en los contextos
de las reproducciones vitales.
Pasando a temas técnicos, esto quiere decir que, la inversión
primordial, tomando en cuenta el presupuesto del Estado en transición,
es la inversión educativa, no así, la inversión productiva, mucho
menos, el gasto rentista, asistencial. En otras palabras, la inversión
educativa es la mejor inversión productiva, en el mediano y largo
plazo. Visto de esta manera, la tarea primordial de un gobierno
“revolucionario” es la inversión educativa. Esto exige la extensión
399
completa del sistema educativo integral en la configuración de la
formación social y del Estado en transición. Exige también la
transformación estructural, institucional y conceptual del sistema
educativo heredado; sistema disciplinario y moderno. No solo de las
prácticas educativas, de las mallas curriculares, sino también de la
arquitectura misma del sistema educativo. Lo que implica también la
transformación de las tradicionales formaciones de maestros y
docentes, acudiendo a formaciones que liberen capacidades creativas
y vocacionales. Quizás la selección de maestros y maestras deba ser
la más cuidadosa, pues requiere de entrega y vocación. Esta demás
decir que este estrato social no puede verse ante la contingencia de
necesidades económicas y la obligación de reivindicaciones gremiales.
La tarea que les compete es estratégica. Este es un tema que debe ser
tratado como cuestión de Estado en transición; es uno de los temas
que debe estar resuelto, independientemente de las contingencias
coyunturales, periódicas, políticas.
Hay temas de Estado en transición que deberían estar definidas,
acordadas, consensuadas, independientemente de los gobiernos de
turno. Ente estos temas estratégicos se encuentran las políticas sobre
los recursos naturales. La Constitución establece que los recursos
naturales no pueden ser mercantilizables y están destinados al vivir
bien. Los recursos naturales no pueden ser reducidos a materias
primas, no pueden ser cosificados como objetos de producción, menos
de la acumulación capitalista. La relación con los recursos naturales
debe formar parte de la eco-producción, de la eco-industrialización y
de la eco-tecnología. Esta es la manera de cortar con la condena de la
dependencia, condena que reitera la colonialidad económica a partir
del modelo extractivista. Ningún gobierno tiene el permiso de afectar
esta política de Estado en transición.
El sistema educativo integral debe, entonces, preparar profesionales y
técnicos, para su desempeño en la eco-producción, eco-
industrialización y eco-tecnología, fuera de científicos en estos campos,
fuera de administradores en estos espacios, fuera de teóricos que
agudicen en la interpretación de estas experiencias y sus vinculaciones
con los ciclos vitales.
Otro tópico estratégico tiene que ver con la construcción del sistema
de gobierno de la democracia participativa. Ciertamente no es fácil
pasar a este sistema de gobierno participativo; se requiere de
transiciones transformadoras de las condiciones socio-políticas
heredadas. La única manera de construir este sistema participativo es
400
de manera participativa. Haciendo participar a la gente, a las
comunidades, a las organizaciones sociales, a las poblaciones
territoriales, a los pueblos, a los individuos. No se puede construir un
sistema de gobierno de la democracia participativa sin la participación
de la gente.
El sistema educativo integral puede colaborar en el apoyo a la gente,
a los grupos sociales, a los individuos, a las comunidades, a las
organizaciones sociales, a las poblaciones territoriales, en la
preparación en temas que debe manejar la participación. Temas
diversos, pues atingen a las políticas públicas, a los problemas sociales,
a los problemas políticos, a los problemas económicos, a los problemas
culturales.
Otro tópico estratégico es la integración continental. El Estado
plurinacional es tal no sólo respondiendo a una transición que toma en
cuenta las condiciones plurales de naciones, pueblos y culturas del
país, sino también porque se proyecta a la integración de los pueblos
del continente, por lo tanto a la constitución de la patria grande. Los
problemas de las emancipaciones y las liberaciones múltiples no se
resuelven en un país, sino en el conjunto de países del continente, por
lo menos partiendo del subcontinente, Sur América. La transición del
Estado plurinacional empuja a la Confederación de pueblos del
continente. Hay que hablar pues del Estado plurinacional también
continentalmente, efectuando la geografía emancipadora de Milton
Santos.
Hay pues, como se puede ver, grandes diferencias histórico-políticas y
geográficas entre El Estado-nación y el Estado plurinacional. No es
pues la comunidad imaginada de la nación la que se recrea en las
condiciones del Estado plurinacional. Estamos ante el despliegue de
otro imaginario. Como no tenemos la experiencia del Estado
plurinacional, pues nos mantenemos en la institucionalidad del Estado-
nación, podemos conjeturar que se trataría de un imaginario que
valoriza no la homogeneidad ni unicidad, sino la complementariedad
articulada de lo múltiple, la confederación conjugada de los pueblos.
El sistema educativo integrado tiene que encarar el proceso
instituyente de este imaginario del juego de las complementariedades
y de la confederación conjugada de los pueblos; no de la nación.
Quedándonos, por de pronto, con estos temas, el de la concepción no-
mercantil de los recursos naturales, que suponen relaciones no
401
cosificante de los recursos, el de la eco-producción, de la eco-
industrialización, de la eco-tecnología, el de la democracia
participativa y el de la integración, vemos que las transformaciones del
campo escolar, del sistema educativo heredado, exige contenidos
concretos, no generales. La descolonización como desmontaje de los
dispositivos de poder que se encarnan en los cuerpos, no es una tarea
discursiva, ni de cambio de nombres; la descolonización no es una
tarea abstracta ni general. La descolonización se efectúa desmontando
diagramas de poder concretos, instituciones de la colonialidad
heredadas, actuando sobre órdenes de relación, trastrocando estos
órdenes y relaciones, desplegando prácticas. Estos tópicos no son los
temas ni la preocupación de la reforma educativa del gobierno popular.
La asonada de los suboficiales devela nuevamente que nada ha
cambiado, que la malla institucional del Estado-nación sigue intacta,
que el sistema educativo, incluyendo a universidades, colegios
militares, de policías, escuela de suboficiales, no ha cambado. Se trata
de la misma reproducción del poder, sólo que acompañada de otro
discurso; se trata de la misma ceremonialidad de poder, sólo que
efectuada con otros símbolos y colores. Se trata de la misma
colonialidad, sólo que ahora efectuada por “indígenas” y
“revolucionarios”.
Las crisis son al mismo tiempo una gran oportunidad para resolverlas,
pues hacen visible los nudos problemáticos que la generan. Sin
embargo, esta oportunidad es aprovechable si se da una condición
fundamental, la voluntad o el conglomerado de voluntades para
hacerlo. Esto es precisamente lo que falta en el gobierno reformista. A
preferido llenar este vacío con el fácil recurso de la propaganda y
publicidad, como si este recurso pudiera sustituir la ausencia de esta
condición de posibilidad histórica de carácter subjetivo; no puede
hacerlo. Sencillamente se trata de un autoengaño institucionalizado.
La opción gubernamental es la opción de la época, la simulación.
¿Qué sentido tienen las elecciones?
402
A estas alturas del partido esta pregunta es pertinente: ¿qué sentido
tienen las elecciones? Fuera de ser el mecanismo democrático
periódico de la evaluación cuantitativa de las fuerzas, la crisis del
“proceso de cambio”, la crisis del Estado, no se resuelve
electoralmente. Menos cuando asistimos a la tercera elección general,
después de la crisis y las movilizaciones sociales del 2000 al 2005,
elección que viene acompañada por apatía, desencanto, falta de
entusiasmo y muchas dudas. Elecciones donde tanto el oficialismo
como la oposición se parecen cada vez más. Ambos se refieren a la
Constitución de una manera referencial, ambos se acusan de no
cumplirla, ambos reducen la Constitución a una interpretación jurídica,
eludiendo su evidencia histórica como acontecimiento político. La
oposición acusa al gobierno de ser responsable de actos de corrupción,
de alterar inapropiadamente la institucionalidad, de atentar contra los
derechos, así como lo acusa de autoritarismo; en algunos casos, de
terrorismo de Estado. El gobierno acusa a la oposición de conspiración,
de no contar con un programa o propuesta de país, de representar a
una minoría de la minoría. También ha sido acusada de actos de
corrupción, sobre todo pasados. Como se puede ver, su debate es
intrascendente. No toca los problemas fundamentales de la coyuntura
y del periodo político.
Un problema fundamental tiene que ver con la Constitución, con las
propuestas transformadoras de la Constitución. Tiene que ver con la
condición plurinacional, comunitaria, autonómica, intercultural y
participativa del Estado en transición. Ni la oposición ni el gobierno
tocan estos tópicos; el gobierno, porque considera que estas
condiciones se cumplen en la segunda gestión de gobierno. La
oposición porque ha decidido no tocarlos, quizás porque se ha dado
cuenta que como no hay cambios al respecto, si el Estado plurinacional
es tan parecido al Estado-nación, que lo único que cambia son los
nombres, entonces es mejor aceptar este Estado plurinacional
“realizado” por el gobierno, que pelear contra el proyecto de Estado
plurinacional, como lo hizo en el inmediato pasado, cuando se lanzó a
la ofensiva contra el proceso constituyente y contra la aprobación de
la Constitución. El debate en el que se han entrampado oposición y
gobierno los aproxima más que alejarlos. Lo único que disputan son
caudales de votos. Nada más.
Entonces estas elecciones que vienen no tienen el valor histórico que
tuvieron las elecciones de 2005, tampoco las del 2009, cuando se
aprueba la Constitución y se le otorga al MAS los 2/3 de la votación,
403
transfiriéndole el control de todo el Estado, de todos los órganos de
poder, el control del Congreso. Las elecciones del 2014 son grises,
opacas, sin gracia, sin transcendencia. ¿Tiene importancia quién salga
cuando oficialismo y oposición se parecen en sus prácticas políticas, en
sus discursos, en sus imaginarios nacionalistas? Quizás sólo como
símbolo, el recuerdo de un presidente al que se llamó el primer
presidente indígena. Quizás por nostalgia; no por política, pues la
práctica política es parecida en ambos bandos.
Es triste y gris el panorama. El MAS se solaza restregando en los
rostros de la oposición que no cuentan con un candidato que le haga
frente a Evo Morales Ayma. Esta afirmación es casi aceptada por la
oposición, que se esfuerza por conformar un solo frente para
enfrentarse al MAS. Pero, ¿Qué tiene el MAS? Apenas un símbolo
carcomido por sus dudas y vacilaciones, por la cantidad de errores que
arrastra. Su candidato a la presidencia ya no cuenta con la vitalidad
que desplegó el 2006-2009, tampoco al principio de la segunda gestión
2009-2014. Es un candidato que dice algo sobre un tema conflictivo,
para después decir lo contrario. Es un candidato plagado de
contradicciones, una imagen deteriorada. Ya no es el líder internacional
de la izquierda, de los pueblos, de los indígenas; de alguna manera
todos descubrieron el doble discurso puesto en marcha, salvo esa
“izquierda” oficial, gubernamental, que se empeña por mantener el
mito con los recursos retóricos de la propaganda. Si la gente popular
va votar de nuevo por el candidato oficial lo hará sin entusiasmo, más
por persistir en una creencia, puesta en duda, más por evitar que
vuelvan contra los que luchó y derrotó. Ya no por convicción, como
antes, cuando sentía que al hacerlo lanzaba piedras contra las
edificaciones del poder. Ahora el poder es el MAS, es Evo Morales
Ayma, pero ese poder no es tan distinto al poder de la derecha
derrotada.
Las elecciones que vienen serán como una constatación ordinaria,
tanto como repetición, orden y letargo. Se constata que el poder, como
dominaciones, se reproduce, ya estén unos o estén otros en el
gobierno; que al poder, en cierto sentido, le es indiferente quienes
estén. Lo importante es que el poder, las estructuras de dominaciones,
funcione, dentro de determinados márgenes de maniobra, intervalo en
el cual se pueden distinguir los matices. Cuando se den los resultados
electorales, se podrá decir: “el proceso de cambio ha concluido”, ha
terminado. El oficialismo entenderá que es así porque continúa, porque
ha sido ratificado, porque ha cumplido. Pero esto no es más que
404
imaginario. En realidad el “proceso” muere en manos de los que lo
condujeron a ese final; decrépito, sin fuerzas para continuar; otoñal,
vejestorio; empero, investido de oropeles. Casi un cadáver vestido de
traje de gala para disimular.
Esto parce confirmar la curva biológica de los organismos, en este caso
de las instituciones; se nace, se crece, se llega a una cúspide; cumbre
desde la cual se desciende, en unos casos estrepitosamente, en otros
de una manera más lenta. Sin embargo, hay que decirlo; esto ocurre
cuando un “proceso de cambio”, cuando una “revolución”, se
institucionaliza; entonces va sufrir del deterioro de los organismos y de
las instituciones. Otro es el cantar cuando un “proceso”, una
“revolución”, no se institucionalizan, cuando mantienen el ímpetu y la
intensidad desbocada de la potencia social, de la potencia de la vida, y
se mantienen permanentes, renovadas, en la bullente composición
creativa de la alteratividad social. Sin embargo, esto de la potencia
instituyente y constituyente abierta, permanente, bullente, no suele
ocurrir. Lo regular es que el “proceso”, la revolución”, se
institucionalice. Condenando a la potencia social, atrapada en las
mallas institucionales, a recorrer la curva de su ciclo, de asenso y
descenso.
Este panorama interpretado desde la hipótesis de las capturas del
mapa institucional y de las consecuencias que conlleva esta captura al
atrapar la potencia social, condenando a la energía social, que es
energía de vida, a la entropía y desgaste de las singularidades. Energía
social manifestada en cuerpos, potencia social realizada en
composiciones, ciclos sociales entrelazados, que son como las
ecologías, biodiversidades y nichos, donde anidan las interrelaciones y
entrelazamientos de los ciclos vitales; por tanto, vida social, en cierto
sentido, “eterna”. En otras palabras, los ciclos de la vida, sus
entrelazamientos, la perspectiva del Oikos, no se puede figurar,
configurar y refigurar, desde la perspectiva individual de los
organismos; estos nacen, crecen, llegan a su cúspide, para luego
descender hasta morir. En cambio, la vida como integralidad, no
funciona ni se despliega de esa manera. La vida, en su forma,
contenido, expresión, mecánica, dinámica, integral, como memoria
sensible, como genoma y la proliferación de sus formas, no muere, es
si se quiere metafóricamente, “eterna”. La vida se mueve en los
espesores del espacio-tiempo curvo; el genoma, en sí, no se mueve en
el tiempo; en su dimensión virtual, sustentada en la materialidad
energética de las dinámicas moleculares, no hay tiempo, aunque el
405
tiempo aparezca, como espacio-tiempo, en la proliferación plural de las
formas de vida y sus ciclos.
Por lo tanto, no se puede reducir la vida a la vida de los organismos
singulares; así como tampoco se reduce la potencia social a sus
capturas institucionales. La potencia social, en su forma libre, de fuga,
de creación y composiciones posibles, sigue sus propios recorridos
alterativos. Si no fuese así, las instituciones no tendría potencia que
atrapar. Si bien parte de la potencia social atrapada en la malla
institucional sigue el curso institucional, la otra parte de la potencia
social, en verdad, gran parte de la potencia social, aunque dispersa,
sigue sus propios cursos proliferantes. El “proceso de cambio”, la
“revolución”, atrapado en su institucionalización, va a encaminarse por
la vía ordinaria de su propio deterioro; de modo diferente, la potencia
social no atrapada, autónoma, desata y teje, a partir de sus dinámicas
moleculares, otras composiciones. Este es el secreto, si se quiere, de
que la historia no termine, no tenga fin.
Hay dos formas con que la potencia social abre horizontes; una es por
la irradiación misma de su propia potencia; otra es cuando choca en
los bordes del espacio estriado con las mallas institucionales. Cuando
ocurre esto último, las estructuras institucionales son afectadas,
impugnadas, exigidas, interpeladas, buscando sus transformaciones.
Volviendo al caso que nos ocupa; el “proceso de cambio” puede
haberse institucionalizado; empero, la potencia social, de donde
proviene el “proceso” no se institucionaliza, se mantiene como
alteridad. La potencia social que produjo el “proceso de cambio” se
mantiene como alteratividad, con capacidad de ocasionar alternativas.
Los choques entre potencia social y “proceso de cambio”
institucionalizado se dan lugar, develando la impotencia de la
institucionalidad de capturar totalmente la potencia, de controlar
absolutamente la potencia, de llegar a la “utopía” reaccionaria del
poder, el fin de la historia.
En lo que respecta al “proceso de cambio” boliviano, estos choques se
han dado varias veces, en lo que va del periodo de las dos gestiones
de gobierno. Nombraremos tres importantes, la crisis del “gasolinazo”,
el conflicto del TIPNIS y la asonada de los suboficiales. En los tres
casos, en los bordes institucionales, las composiciones de la potencia
social chocaron, en sus formas concretas de demandas, de protestas e
interpelaciones, con la institucionalidad del poder, con sus pretensiones
representativas del “proceso de cambio” institucionalizado, afectando
a los objetivos propuestos por el gobierno. El pueblo movilizado paró
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el gasolinazo, deteniendo las pretensiones de las empresas
trasnacionales de descongelar los precios de los carburantes en el
mercado interno, parando en seco los compromisos del gobierno con
estas empresas. En el conflicto del TIPNIS las comunidades indígenas
del Isiboro-Sécuré, las organizaciones indígenas, todavía no divididas,
el pueblo que apoyo las marchas indígenas, sobre todo en la VIII
marcha, lograron detener la construcción de la carretera extractivista,
que atenta contra el núcleo del Territorio Indígena y Parque Nacional
Isiboro-Séure. La asonada de los suboficiales, denunciando las
discriminaciones, el régimen racial, de las Fuerzas Armadas, vuelven a
develar la permanencia de la colonialidad en el Estado-nación, que se
nombra rimbombantemente Estado plurinacional.
Estos choques de la potencia social, mas bien, de sus composiciones
concretas, afectan el decurso institucional optado, alteran su recorrido,
obligan a modificaciones. La historia efectiva no es el curso
programado por el diseño político de los gobernantes, por el delirio
“metafísico” de algún clarividente, sino, mas bien, el efecto múltiple de
las fuerzas intervinientes. La capacidad del “proceso de cambio” no se
encuentra en el gobierno, en los órganos de poder del Estado, en los
usurpadores del “proceso”, sino en los y las que interpelan la
institucionalidad del “proceso de cambio”. Son las y los movilizados
contra el “gasolinazo”, las comunidades y pueblo movilizado contra la
carretera extractivista, los suboficiales rebelados contra el régimen
colonial del ejército, los que abren la posibilidad de que el proceso no
esté concluido, no termine en el imaginario fin de la historia de
gobernantes, políticos y apologistas.