Acontecimiento político

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1 Acontecimento político Raúl Prada Alcoreza Índice: Política, democracia y crisis ¿Qué es la política? ¿Qué es la política? I Plan de trabajo 4 ¿Qué es la política? II Nacimientos de la política 27 ¿Qué es la política? III Las ficciones del realismo político 84 Crítica al esquematismo maniqueo 91 Defensa crítica de los “procesos de cambio” Defensa crítica del proceso 93

Transcript of Acontecimiento político

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Acontecimento político

Raúl Prada Alcoreza

Índice:

Política, democracia y crisis

¿Qué es la política?

¿Qué es la política? I

Plan de trabajo 4

¿Qué es la política? II

Nacimientos de la política 27

¿Qué es la política? III

Las ficciones del realismo político 84

Crítica al esquematismo maniqueo 91

Defensa crítica de los “procesos de cambio”

Defensa crítica del proceso 93

2

Reflexiones sobre el “proceso” de cambio 107

La convocatoria del mito 128

Defensa de la revolución bolivariana 159

Paradojas de la “revolución”

Conservadurismos recalcitrantes

El concepto de modernidad 190

Crítica al esquematismo maniqueo 214

El meandro de los gobiernos progresistas

Conservadurismo de los intelectuales 276

Potencia y trama política

Intuición subversiva

Los tejidos y nudos de los entramados sociales 321

Drama y retórica de un gobierno reformista

Umbral y horizonte político 334

Trama política y potencia social

Balance y perspectivas del gobierno “progresista 339

Ceremonialidad y comedia política 360

Retórica y realidad del discurso gubernamental 367

Incertidumbres y vicisitudes políticas 373

La política como campo de fuerzas 378

3

Dedicado a los y las nuevas combatientes, heterodoxos,

iconoclastas, destructores de imperios y de estados, quienes

inventan los nuevos horizontes de emancipaciones y

liberaciones múltiples.

4

Política, democracia y crisis

¿Qué es la política?

¿Qué es la política? I

Plan de trabajo

Esta pregunta parece reiterativa y en los distintos contextos desde que

Nicolás Maquiavelo escribiera El príncipe y los Discorsi. Cuatro siglos

después se publica un libro de Hannah Arendt que lleva el título

interrogativo de ¿Qué es la política? Se trata de un libro armado por

Ursula Ludz, socióloga alemana, recompilando los trabajos de Hannah

Arendt destinados a un proyecto que titularía Introducción a la política.

Libro que nunca va a concluirse. El libro armado sale a luz en 1993

bajo el título en alemán Was ist Politik? Ahora volvemos hacer la misma

pregunta ante los contradictorios y complicados acontecimientos que

se dan en el proceso boliviano, ecuatoriano y venezolano. Vale la pena

hacerse la misma pregunta y tratar de responderla a partir de estas

últimas experiencias en Sud América. Algo nos acerca a los escritos de

Maquiavelo, ese algo es que el escritor florentino parte de la

experiencia que tuvo en los ámbitos de poder y decisión, así como en

su experiencia en el manejo de los asuntos públicos, también en los

temas militares. Esta experiencia lo llevó a hacer una profunda

reflexión sobre los alcances de estos temas, abriendo definitivamente

la visibilización y el conocimiento de ese ámbito que se llamará

modernamente política. En pocas palabras Maquiavelo parte de la

experiencia turbulenta de los principados, de la naciente razón de

Estado, de los manejos y procedimientos de los poderosos, de su

relación con el pueblo; es decir, enfrenta los problemas de su tiempo.

Algo que tenemos que hacer ahora, enfrentar los problemas políticos

de nuestro tiempo.

Podríamos decir que Maquiavelo abre un campo de análisis y reflexión,

sobre todo abre una problemática, descubre una problemática; esta es

la del manejo de la gente, que hoy podríamos llamar el del gobierno

de los hombres, mejor de los humanos, pero también la problemática

asociada a las relaciones de dominación o de dominio, que hoy

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claramente podríamos llamar, las relaciones de poder. Relacionada a

estas problemáticas abre también la temática de la relación con el

pueblo, del consenso, que hoy podríamos identificar con la

problemática de la legitimidad. A Maquiavelo se lo conoce por

relacionar la política como el arte de del juego entre el consenso y la

fuerza, entre la legitimidad y la coerción. Sin embargo, lo que importa

es comprender que estos campos del gobierno de la gente, del dominio,

del gobierno, de la legitimidad y la fuerza tiene su historia, su larga

historia, que este ámbito de la política tiene su genealogía, que debe

ser analizada de acuerdo a los contextos y los periodos históricos. Esto

quiere decir también que el perfil de las problemáticas cambia, no es

el mismo en un tiempo y en otro. Es muy aleccionador evaluar las

distintas formas como se han acercado a los campos problemáticos de

la política distintos autores y corrientes, la forma que lo abordan es

ilustrativa del perfil y el horizonte político en cuestión. No podemos

hacer un repaso exhaustivo y una comparación minuciosa de los

distintos desplazamientos, empero si podemos seleccionar algunas

miradas y enfoques característicos de las épocas, logrando vislumbrar

sus cambios, sus contrastes y transformaciones. Empero lo más

importante no es esto; no se busca una exposición académica, lo que

se quiere es conseguir dibujar el perfil, el contenido, la composición de

las problemáticas políticas que hoy se enfrentan en las experiencias de

los procesos boliviano, ecuatoriano y venezolano. Averiguar qué

enseñanzas nos dan para la comprensión histórica de la política y de lo

político.

Entonces el ensayo tiene dos partes; una que tiene que ver con un

análisis comparativo de los enfoques políticos, de acuerdo a los

contextos y periodos; la otra, la más importante, que tiene que ver con

las enseñanzas de los procesos en curso en Bolivia, Ecuador y

Venezuela. En la primera parte se ha escogido el propio enfoque de

Maquiavelo como fundador de una manera de ver, de comprender, de

analizar los campos problemáticos de lo que se va a llamar

modernamente la política, a diferencia de lo que los clásicos

denominaban con este nombre1. Por razones de tiempo y de espacio,

vamos a saltar a los teóricos de la razón de Estado como Juan Bodino,

Tomas Hobbes y otros que trabajan el tema del Estado como razón,

pero también como necesidad. Vamos a intentar tocar este tema en la

discusión, pero en este momento no nos vamos a detener en la

1 Cuando hablamos de los clásicos nos referimos a la tradición tanto latina como medieval que trabaja los escritos de Platón y Aristóteles sobre el concepto de política.

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evolución de este enfoque. Nos interesa contrastar el enfoque de

Maquiavelo con enfoques dinámicos de la política, con aquellos

enfoques que están imperiosamente necesitados de vislumbrar lo

nuevo, de construir lo nuevo, con los enfoques que podemos llamarlos

revolucionarios, que persiguen abolir el viejo régimen e inaugurar uno

nuevo. Estos son importantes pues nos muestra un aspecto que el

mismo Maquiavelo había contemplado, la relación con el pueblo, la

participación del pueblo, no sólo en el logro del consenso y de la

legitimación sino en cuanto despliegue de la fuerza necesaria popular,

en la comprensión de la democracia como pueblo armado.

El otro enfoque abordado es el marxismo, sus distintas corrientes,

sobre todo atender la versión leninista; esto por sus vinculaciones y

preocupaciones relacionadas a la acción, sus esfuerzos de articular

teoría y práctica. Los problemas que plantea Vladimir Ilich Lenin son

nuevos, el desafío de una revolución proletaria en un país periférico,

de mayoría campesina. Los problemas que plantea una transición como

la dictadura del proletariado, las tareas que debe asumir un gobierno

obrero y campesino, cumpliendo tanto con temas pendientes como por

tópicos relativos a la transformación y la construcción del socialismo.

¿Cómo se enfrenta la cuestión agraria y la problemática campesina?

¿Cómo se enfrenta la guerra imperialista y sobre todo la guerra

desatada por los llamados rusos blancos, apoyados por los países

imperialistas? ¿Qué se hace cuando fracasa la revolución obrera en

Europa? Estos problemas tienen que ver con las dinámicas de la

política, las dinámicas relacionadas con las tareas de transformación y

de construcción. No son los mismos problemas, empero hay una

analogía sobresaliente con la problemática que aborda Maquiavelo,

esto es la construcción de la nación, incluso tendríamos que decir,

desde la perspectiva actual, la construcción del Estado-nación. Aunque

éste, específicamente, no es un problema de los bolcheviques, pues

ellos tienen la tarea de la construcción de la patria socialista, del Estado

socialista, en las condiciones problemáticas que se dan en la flamante

Unión Soviética. La analogía está en la construcción de lo nuevo. Por

eso mismo, el problema se convierte en un problema de convocatoria,

o lo que los mismos bolcheviques van a llamar de hegemonía, aunque

la hegemonía se restrinja, en ese momento a la alianza obrero

campesina, a la hegemonía proletaria respecto a las clases explotadas.

Todavía no se trata del concepto de hegemonía que ha de elaborar

Antonio Gramsci en los Cuadernos de la Cárcel. Este acento en la

política como espacio y tiempo, como experiencia, como ámbito de

dispositivos para la transformación viene dado en estos enfoques.

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No nos apresuremos a señalar que los enfoques relativos a la razón de

Estado son conservadores, comparados a los enfoques revolucionarios.

Sencillamente se trata de otros problemas, de otra problemática y por

lo tanto de otro análisis y otra forma de interpretación, así como otra

manera de resolver teóricamente estos problemas. Reduciendo

esquemáticamente nuestra interpretación, podemos decir que el

problema de Hobbes es cómo lograr la paz en ambiente de guerra

permanente, sobre todo de una guerra de todos contra todos. Por lo

tanto, cómo elevar un poder sobre todos que garantice la paz; un poder

que a la vez los represente, pero a la vez exprese la ley y el orden ante

los cuales deben subordinarse todos. En esta tesis se supone que para

lograr la paz se requiere de un poder, de un poder supremo y superior,

de un poder que exprese la voluntad de todos, que sea como síntesis

y delegación de la voluntad de todos. En cambio, en los bolcheviques

el problema era cómo destruir un Estado burgués y cómo construir un

Estado en transición hacia el socialismo. A propósito, es

tremendamente ilustrativo la forma cómo Lenin se plantea el problema

y como propone resolverlo, por lo menos teóricamente. Esta es la

discusión que emprende en el Estado y la Revolución.

Después del enfoque de Lenin sobre esta problemática política de la

revolución, hemos seleccionado abordar el enfoque que desarrollo

Hannah Arendt. En este caso no por su vinculación con la problemática

política revolucionaria, con el eje problemático de la dinámica política

transformadora, sino por el balance que hace de las dramáticas

experiencias políticas del siglo XX, por sus reflexiones sobre la

violencia, la condición humana y la temporalidad. Sobre todo por su

pregunta: ¿Qué es la política? Pregunta que es abordada desde la

mirada fenomenológica y existencial. Quizás podríamos decir desde la

problemáticas que plantea una contemporaneidad incierta, la misma

que goza, sin embargo, de una acumulación de experiencias, de una

extensión enorme de las interpretaciones teóricas, y sobre todo de un

horizonte de mundo, el mundo moderno, el mundo moderno en su

propio acabamiento, que significa tanto consolidación como clausura.

Nos interesa este balance porque hace la evaluación desde otro lugar,

distinto a los lugares y territorios de la comprensión política como

revolución, aunque su reflexión y análisis también busque abarcar

estas experiencias y problemas. No nos interesa Hannah Arendt como

lugar final desde dónde se valoriza la historia política; no compartimos

la posición de esta filósofa y política, sino interesa sobre todo por el

contraste que se hace evidente entre enfoques, además de mostrar

claramente una de las tendencias más eruditas del mundo moderno,

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de la academia, de la filosofía. Mostrando también los alcances de la

preocupación filosófica y política de un mundo logrado en su

dominación y ordenamiento institucional.

En el transcurso, desde el enfoque de Lenin hasta el enfoque de

Hannah Arendt, se han dado, como en el caso de las teorías de la razón

de Estado, algunos desplazamientos teóricos en los marxismos, como

es el caso de Antonio Gramsci. También hay incidencias y

desplazamientos teóricos de la forma de asumir el marxismo en

América Latina. No hablamos, a propósito, de un marxismo

latinoamericano, esta denominación resultaría polémica ante la

variedad de corrientes marxistas. Interesan los escritos que tienen que

ver con la acción política, pues es este el punto de vista que hemos

privilegiado en el análisis de la política como experiencia histórica, pero

también como expresión y pensamiento.

Sin embargo, por lo que hemos anunciado, la evaluación crítica de

procesos políticos en Sud América, nos interesa detenernos en el

análisis de los planteamientos políticos que se desarrollan desde los

movimientos indígenas y los movimientos sociales contemporáneos.

Desde la guerrilla zapatista hasta el proceso constituyente boliviano se

han desplegado nuevas hipótesis sobre la condición política. Hay como

un replanteamiento de lo que es la política, a partir de consideraciones

que tienen que ver con las tareas de descolonización y con la exigencia

básica de la participación, la autogestión y el autogobierno. La

democracia deja de ser concebida homogéneamente como un ejercicio

de la conquista y ampliación de derechos para llegar a ser pensada

como condición plural y el ejercicio plural de la democracia. Por lo

tanto, los problemas del poder, de la mantención en el poder, de la

conservación del poder, del uso del poder para la transformación,

cambian. Ya no estamos ante el problema de la institucionalidad sino

ante el problema de constitución plural de subjetividades. En

resumidas cuentas se trata de un problema civilizatorio.

Indudablemente los discursos críticos desde la descolonización, desde

la interpelación descolonizadora, ayudan a establecer perspectivas de

evaluación de los procesos en cuestión. Aunque no sólo, pues también

se requiere de otros parámetros evaluadores, por ejemplo los relativos

a la propia genealogía política, reviviendo los problemas de

legitimación, consenso, hegemonía, también razón de Estado, así como

los problemas de transición. Sin embargo, no hay que olvidar que estos

recursos, el relativo a la arqueología de los enfoques, es un ámbito del

análisis. Interesa pasar a la evaluación de las prácticas, de las

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experiencias fácticas, de la materialidad histórica y política, de la

historia efectiva de los procesos en cuestión. Eso corresponde a una

segunda parte de este ensayo.

La historia efectiva de los procesos políticos y sociales

¿Qué hay de nuevo en los procesos desatados en Bolivia, Ecuador y

Venezuela? ¿Qué los distinguen de otros procesos? Algo que llama la

atención es que son procesos vinculados a sus procesos constituyentes,

procesos que terminan elaborando sus constituciones como un acto

multitudinario de participación. Intentan con esto inaugurar un nuevo

tiempo, abren un nuevo horizonte histórico y cultural. Otro rasgo de

estos procesos que emergen de la crisis profundas de sus Estado-

nación. Esto en el caso boliviano de una manera evidente, también en

el caso ecuatoriano, con sus propias particularidades, aunque no

podemos decir lo mismo con el proyecto bolivariano, pues este refunda

el Estado-nación, con una perspectiva más propia, más popular,

recuperando el proyecto bolivariano de integración. Se caracteriza a

los tres procesos como los más radicales, en comparación con lo que

sucede en Brasil y en Argentina, que tienen ribetes más reformistas,

sobre todo en Argentina, que no termina de salir de “eterno retorno

del peronismo”.

Los procesos boliviano, ecuatoriano y venezolano, obviamente son

diferentes, responden a sus historias y contextos, aunque hay

analogías fuertes en el caso boliviano y ecuatoriano, por el tema

indígena, la descolonización y el Estado plurinacional, además de sus

concepciones civilizatorias alternativas del suma qamaña y el suma

kausay, traducidos como el vivir bien y el buen vivir. ¿Cómo podemos

apreciar estas diferencias, aunque también sus analogías? Podemos

recurrir a la comparación de sus constituciones, pero esto no es

suficiente. Es importante evaluar la dinámica molecular de sus

procesos y de sus crisis de Estado para poder encontrar las

singularidades de los procesos y las formas políticas que adquieren sus

diferencias. Es indispensable comprender la composición de los sujetos

sociales, actores y protagonistas de los procesos, sus relaciones en el

campo político, su confrontación con las instituciones y el Estado, pero

también sus vínculos con estas estructuras. Es primordial dimensionar

las posibilidades, las potencialidades, las capacidades, que entran en

juego en la dinámica de la movilización y el conflicto. También es

importante contar con las figuras de las formas de organización

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desplegadas, compararlas con organizaciones tradicionales, distinguir

sus transformaciones, pero también la forma como se politizan las

multitudes. ¿Cómo entra en conflicto este magma candente con el

Estado? Y en este sentido, ¿cómo se plasman y se expresan las

vivencias colectivas en las constituciones?

Por lo tanto es indispensable efectuar un análisis comparativo de los

procesos boliviano, ecuatoriano y venezolano. En este análisis

comparativo se incluye no solamente lo fáctico, la dinámica molecular

de los procesos, la materialidad política de los mismos, sino también lo

imaginario, la institución imaginaria de la sociedad y del poder.

Partimos del supuesto de que el ser humano no solamente es racional,

político, lingüístico, simbólico, como se lo ha definido en distintas

circunstancias, a partir de la perspectiva de diferentes teóricos y

teorías, sino que es también y sobre todo un ser imaginario, que está

constituido primordialmente por esta facultad, la facultad imaginaria.

Hablamos de un ser que se constituye en la dimensión imaginaria,

gracias a esta dimensión se constituye subjetivamente, constituye su

subjetividad. Es esta facultad humana la que sostiene la facultad

racional, la acción política, las estructuras lingüísticas, los sistemas

simbólicos, también las instituciones, la sociedad y el Estado. Las

experiencias humanas son profundamente imaginarias; están no

solamente atravesadas por lo imaginario, sino también que son

interpretadas en el sentido de la pre-comprensión por la facultad

imaginaria. La vivencia humana no solo que es somatizada sino

también semantizada por ese articulador que es la imaginación2.

Particularmente interesa esta facultad por las connotaciones en las

relaciones de poder. Haciendo paráfrasis a Cornelius Castoriadis

podemos hablar de la institución imaginaria del poder3. Por eso es

importante comprender los imaginarios sociales y colectivos inherentes

a los procesos en cuestión.

A estas alturas de los acontecimientos, nos preguntarnos por los

procesos en cuestión, pero también por la comprensión que tenemos

de lo que llamamos proceso. ¿Es posible preguntarse por la estructura

del proceso? ¿Cómo puede haber una estructura en un proceso que

siempre está cambiando, fluyendo, desplegando, desenvolviéndose? A

veces la teoría y la metodología de investigación son sorprendentes por

los usos conceptuales que hace; estructura, sistema, combinando

estos términos con historia y movimiento. No dejan empero de ser

2 Revisar de Raúl Prada Alcoreza La subversión de la praxis. Episteme 1988. La Paz. 3 Revisar de Cornelius Castoriadis La institución imaginaria de la sociedad. Siglo XXI. México.

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atinadas y hasta ordenadores estos usos, nos obligan a auscultar la

composición de los procesos, también la diferencia de los procesos en

el tiempo y en el espacio, dependiendo de los contextos. Es muy

posible que no podamos sostener lo de estructura y lo de sistema, pues

el flujo de los procesos exige más bien figuras plásticas y mutantes;

empero podemos usarlas como referentes metodológicos para

aproximaciones interpretativas y de enfoque de los procesos, sobre

todo en determinadas coyunturas que llamaremos críticas. Las crisis

ponen en cuestión las estructuras, los sistemas y las instituciones;

sería complicado sostener la figura de la estructura de la crisis, menos

pretender encontrar un sistema en la crisis, aunque se puede tener un

enfoque sistémico de la crisis. Mucho más complicado pretender

encontrar la institucionalidad de la crisis; empíricamente las crisis son

crisis institucionales. Empero para no embarcarnos en una tarea

filosófica y epistemológica de buscar la figura plástica apropiada para

hablar del proceso y de la crisis, usamos críticamente esos conceptos

de estructura y de sistema como conceptos metodológicos de

aproximación, bajo las condicionalidades histórica, transformadoras,

de que las estructuras y los sistemas cambian en el proceso mismo.

Entonces volvamos a la pregunta general, ¿cuál es la composición de

los procesos en cuestión? De esta pregunta podemos hacer una

aproximación: ¿Cuáles son las estructuras de los procesos,

dependiendo de las coyunturas? De aquí podemos pasar a otras

preguntas: ¿Hay una diferencia estructural de los procesos o hay una

diferencia histórica, dependiendo de sus contextos? ¿Cuáles son las

características de sus movimientos sociales y de las relaciones de estos

movimientos con el Estado y la sociedad? ¿En qué consiste su

interpelación al capitalismo? Y quizás las preguntas más importantes

se centren en las preguntas sobre los desenlaces de los procesos: ¿Qué

pasa con los procesos? ¿Cuál es su ruta? ¿Dónde van? ¿Qué significan

las contradicciones inherentes al proceso? ¿Qué pasa con el Estado?

¿Por qué no se puede desmantelar esta fabulosa maquinaria?

El análisis comparativo de los procesos nos permite mirar la

interioridad de los procesos también desde una perspectiva externa,

desde la perspectiva de otros procesos. Este procedimiento se puede

diseñar de la siguiente manera, haciendo una paráfrasis a la

metodología sistémica de Niklas Luhmann: un proceso le presta su

complejidad a otro proceso para ser interpretado4. Y obviamente, estos

tres procesos no pueden comprenderse aislados de los que pasa en el

4 Revisar de Niklas Luhmann La ciencia de la sociedad. Antrhropos 1996; México.

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mundo, en el contexto de la crisis mundial del capitalismo, de la crisis

de dominación mundial, de la crisis de la modernidad.

Hipótesis interpretativa sobre la política

Antes de terminar el plan de trabajo, debemos hacer conocer nuestras

interpretaciones sobre la política, respondiendo a la pregunta inicial:

¿Qué es la política?

A propósito quisiéramos colocarnos en el momento de ruptura

epistemológica, que suponemos que se da con los escritos de

Maquiavelo, principalmente El príncipe y Los Discorsi. ¿Por qué ruptura

epistemológica? Porque hay un cambio de problemática y de

comprensión del problema, un horizonte de visibilidad y de decibilidad

distinto. Partimos del estudio de Claude Lefort, quien nos dice, en su

monumental obra sobre Maquiavelo, que el escritor florentino se coloca

en un punto de desplazamiento, de quiebre, de inflexión, entre dos

grandes comprensiones de lo político, la tradicional, que se debe a los

clásicos griegos, y la moderna, la que se va construir precisamente a

partir del desplazamiento teórico que produce Mauiqvelo5. Con este

apego o punto de partida, nos separamos de la interpretación de Michel

Foucault, quien considera a Maquiavelo todavía un escritor atrapado en

las concepciones tradicionales de la política, profusas en su época, que

Maquiavelo no puede considerarse un teórico del Estado, como son los

autores que van a trabajar la razón de Estado. Creemos que esta

interpretación, esta lectura, fuertemente vinculada a las teorías del

poder que el propio Foucault desarrolla, se concentra mucho en los

diagramas de poder que encuentra, de alguna manera

correspondientes a las grandes teorías sobre el Estado y la

gubernamentalidad, la monarquía patrimonial, la monarquía absoluta,

obsesionadas por la territorialidad; la República, preocupada por la

seguridad; y el bio-poder, que se corresponde con las teorías

neoliberales, que tiene como referente a la población, las políticas de

población6. Ciertamente si evaluamos desde la perspectiva de la

genealogía del Estado y de las formas de gubernamentalidad, es

complicado situar a Maquiavelo como teórico del Estado. Pero, si

5 Claude Lefort: Le travail de l’oeuvre machiavel. Gallimard 1986 ; París. Hay una traducción al castellano, empero sin la primera parte mas bien antológica de varios autores. El título es Maquiavelo. Lecturas de lo político. Trotta 2010; Madrid. 6 Revisar de Michel Foucault Seguridad, territorio, población. Fondo de Cultura Económica 2004; Buenos Aires.

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entendemos que los ámbitos de lo político abarcan mucho más que la

cuestión estatal y la cuestión gubernamental, que llevan más allá las

propias relaciones de poder, que le dan precisamente una plasticidad

y flexibilidad asombrosa, podemos comprender bien que lo que se

produce en Maquiavelo es precisamente una ruptura con las

concepciones filosóficas, morales y éticas sobre la política, que

formaban parte de una tradición, alimentada durante lo que se llama

el Medioevo. Que es precisamente esta concepción nueva, moderna de

la política, la que va liberar una reflexión y análisis más propio sobre

el Estado. Entonces vemos meridianamente la razón por la que el

escritor florentino causa un torbellino de pasiones durante siete siglos.

Nuestro punto de partida se resume a lo siguiente: Maquiavelo

inaugura la comprensión moderna de la política.

¿En qué consiste esta comprensión moderna de la política? La política

ya no puede ser deducida de la justicia, tampoco de la ética y de la

moral. La política no está vinculada al bien común. Si bien la política

no se reduce a un juego de fuerzas, la correlación de fuerzas termina

siendo una condición de posibilidad del desenlace político. La política

no se reduce al juego de fuerzas porque también juega un papel

importante la astucia; es decir, un cierto saber, un cierto conocimiento,

de la gente, de los entornos, de las armas, del territorio, de los pueblos,

de la relación con los otros estados. De lo que se trata es de

comprender los métodos y procedimientos desplegados por los que

tienen el mando, pero también de comprender las coyunturas de su

utilidad y alcance. No hay recetas, sino complejidades, también

singularidades, que terminan incidiendo de una determinada manera

sobre las fuerzas, pero también sobre el territorio y sobre todo el

pueblo. De lo que se trata es de contar con la experiencia de la política

y elevarla a comprensión práctica para la acción. En este sentido El

príncipe es un manifiesto político, según la interpretación de Luis

Althusser7. Empero, los escritos de Maquiavelo no pueden reducirse

sólo al valor candente de un manifiesto, pues comprenden varias

dimensiones, varios tejidos entrelazados. No se renuncia a la

interpretación teórica; al contrario se busca comprender las situaciones

concretas donde las articulaciones de la acción derivan en desenlaces

de alcance, como por ejemplo la conservación del poder. Althusser

decía que Maquiavelo, antes que Antonio Gramsci, es un pensador de

la relación concomitante entre coerción y hegemonía, de su

combinación dialéctica. Pues vemos en los últimos capítulos de El

7 Revisar de Louis Althusser Maquiavelo entre nosotros. AKAL; Madrid.

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príncipe una evidente preocupación de Maquiavelo de la relación entre

el príncipe y el pueblo, apostando por la legitimidad del nuevo príncipe,

no sólo sobre las armas y las fuerzas, sino sobre una composición

potenciada del pueblo con las armas, convirtiéndose en la más

importante de las fuerzas de defensa. Entonces la política no se reduce

a las fuerzas, sino que define un campo de acciones y de saberes, de

prácticas y de conocimientos, íntimamente vinculadas a la participación

del pueblo, a su relación con el príncipe en la fundación del Estado. Lo

que hoy podríamos decir lucha de clases.

Desde esta perspectiva la política no es la teoría del Estado sino la

lucha que funda el Estado, es la acción que compromete la expresión

de la voluntad popular y pueblo en acción. Algunos intérpretes de

Maquiavelo han encontrado en esta vinculación el llamado a la nación,

sobre todo cuando Maquiavelo llama a luchar contra los “barbaros”

extranjeros que dominan y subyugan Italia. La nación aparece como el

reconocimiento dramático del nosotros frente al invasor. La política

entonces es asumida como espacio-tiempo de acciones y prácticas que

ponen en juego saberes y conocimientos en la perspectiva de una

fundación. Antonio Gramsci interpretaba esta característica de los

escritos del escritor florentino convirtiéndolo en un teórico de la praxis.

No vamos a discutir esta interpretación como de un marxismo antelado

de Maquiavelo, sin embargo, queda claro que el escritor florentino

elabora una teoría práctica de la política en tanto teoría de la acción.

Esta característica no deja de ser ilustrativa de uno de los rasgos

sobresalientes del escritor florentino, entre múltiples rasgos develados

por sus intérpretes. Esto nos lleva comprender que estamos ante una

textura literaria de varias capas entrelazadas, nos lleva ante un autor

que tiene múltiples propósitos en sus escritos principales, propósitos

que vienen dados desde la minuciosa detallada critica que realiza frente

a los prejuicios de su tiempo sobre el poder y la política. Por lo tanto

asume una posición crítica a las concepciones, ideologías y teorías en

boga. El procedimiento de esta crítica puede ser sumamente sinuoso

por los contradictorios ejemplos que utiliza a lo largo de los primeros

capítulos de El príncipe. Según Claude Lefort es el método que emplea

para mostrar lo insostenible de las creencias y prejuicios de su tiempo

sobre el poder, para descartar tesis asumidas en su tiempo, incluso

comportamientos cristalizados, casi reiterativos en los gobernantes. Se

trata de un método pedagógico que ha confundido a muchas

generaciones de intérpretes, analistas y detractores. El asombro de los

siglos de interpretaciones de los escritos en cuestión se evidencia en

las dicotómicas caracterizaciones del escritor florentino por parte de

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generaciones de intérpretes; se ha calificado a Maquiavelo de todo,

desde la encarnación del demonio hasta de continuador de la corriente

filosófica cínica. Estas interpretaciones exacerbadas y apresuradas han

sido las que han derivado en esa reducción pragmática y utilitarista de

que la política se restringe lograr el fin por cualquier medio posible. El

fin justifica los medios. Tesis que ciertamente no se encuentra en el

escrito florentino sino en esa corriente detractora, reduccionista y

utilitarista del maquiavelismo, que puede entenderse como un uso

perverso de la fama y no de los escritos de Maquiavelo. A propósito

de este equívoco, hay que decirlo de una buena vez, el maquiavelismo

no pertenece a la órbita de Maquiavelo.

Hablando del tejido de los escritos de Maquiavelo, de las capas

entrelazadas, podemos encontrar, en una lectura deconstructiva,

varias dimensiones posibles. Haciendo una recapitulación, podemos

decir que entonces hay una dimensión pedagógica en los escritos; es

esta sedimentación la que sostiene el desplazamiento, la ruptura, con

el horizonte de comprensión tradicional. Hay una dimensión descriptiva

de todo lo que hace a la política; no solamente los métodos, los

instrumentos, los procedimientos empleados, sino los contextos, los

escenarios, los entornos involucrados, los problemas que se enfrenta,

las formas cómo se logra el poder, las formas de conservarlo, las

formas de perderlo. También los tipos de principado, los tipos de

Estado; los que se fundan en la violencia, los que se fundan en la ley,

los que se fundan en la fe, los que se apoyan en el pueblo, los que se

apoyan en las armas. Los perfiles individuales de los príncipes,

inclinados a la virtu o a la fortuna. La flexibilidad o dureza de

adecuación de los príncipes a las nuevas circunstancias. Las

remembranzas históricas, las innovaciones. También las relaciones con

los estados extranjeros, las relaciones con los mercenarios, con los

Condonttieri, la relación con el pueblo armado. Cómo se puede ver el

ámbito de la política no se reduce a un plano, el que se pueda escoger

o privilegiar según la perspectiva, sino que la política comprende una

pluralidad de planos condicionantes en el momento de la acción.

Hay una dimensión teórica de la política, cuando Maquiavelo lanza sus

propias interpretaciones y tesis sobre la política, como comprensión

práctica de las relaciones de poder, de dominación, pero también de

emancipación, de fundación de lo nuevo. Esta dimensión se encuentra

un poco dispersa en los escritos, pero aparecen como conclusiones

ilustrativas de arduas exposiciones. Son importantes retomarlas pues

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ayudan a comprender el alcance de la irrupción de Maquiavelo en la

concepción moderna de la política.

También hay una dimensión referida a la acción innovadora, a la acción

transformadora, a la convocatoria, una dimensión donde se manifiesta

el proyecto político convocando al nuevo príncipe, a la nación y al

nuevo Estado. Podríamos llamar a esta dimensión propiamente política,

en el sentido pleno del desplazamiento de las acciones

transformadoras, lo que el propio Lefort, también más tarde Jacques

Rancière, llama lucha de clases.

Esta apertura de la teoría política moderna se caracteriza por develar

los rasgos dinámicos de la política, problemáticos, cambiantes, las

características explosivas de la política, distanciándose de la

comprensión tradicional de la política como equilibrio. Que algunas

corrientes características de la ciencia política hayan reducido la teórica

política a la ciencia del Estado y busquen recetas de equilibrio,

postulando el orden, es precisamente un retorno a los prejuicios

clásicos de la comprensión de la política, empero buscando mas bien

satisfacer un interés denostado, la conservación de las instituciones.

Se trata de una posición conservadora, mas bien “policial” que política,

como dice Jacques Rancière8. De todas maneras el desplazamiento

teórico producido por Maquiavelo también comprende estas

comprensiones y conocimientos de las dinámicas institucionales. Lo

que importa es visualizar el alcance de la apertura política y la

comprensión de la política moderna.

Se ha dicho desde el enfoque weberiano que la modernidad produce

no sólo la desacralización y el desencanto, sino también la

autonomización de la política y la autonomización de la economía.

Habría que discutir estas tesis, pues lo que se ve también es una

politización de ámbitos sociales y económicos, ahora, una politización

de los ámbitos culturales, territoriales y ecológicos, así como también

una irradiación de la economía a los distintos ámbitos del

desenvolvimiento social, político, cultural, territorial y ecológico. No es

posible separar estos mapas, así como lo han pretendido las ciencias

clásicas de la modernidad, pues se encuentran intersectados y

entrelazados. Por lo tanto, podemos decir que, la política es una

perspectiva transversal de la modernidad, así como la economía es otra

perspectiva transversal de la modernidad.

8 Revisar de Jacques Ranciére El desacuerdo. Política y filosofía. Nueva Visión 1996. Buenos Aires.

17

La experiencia social de la política y la experiencia social de la economía

han constituido memorias contradictorias, que en todo nos muestra el

recorrido convulso de la política y el recorrido no menos problemático

de la economía; es decir, hablamos de la marcha despiadada a la

acumulación y a concentración. La mundialización capitalista habla de

ello, también las convulsas vivencias políticas de las sociedades

modernas. La historia de las luchas sociales, de las luchas económicas

y de las luchas políticas nos muestra la imbricación profunda de estas

experiencias. Hay una gran conquista de la modernidad que resume

estas imbricaciones, la conquista democrática, basada en el pre-juicio

de la igualdad, en la pre-comprensión de la igualdad, que se convierte

en juicio y en comprensión de la igualdad, en conquista de derechos y

en transformaciones políticas. La democracia y la profundización de la

democracia es producto de las luchas y conquistas sociales. La

democracia tiene que ser leída políticamente, económicamente y

socialmente. Claro que se expresa en sus logros jurídicos como

derechos y garantías constitucionales, pero indudablemente se trata

de un acontecimiento político y social.

No pude confundirse la democracia con el liberalismo; el liberalismo

comprende teorías liberales, pero sobre todo un posicionamiento

institucional, una forma gubernamental de administrar el Estado y

liberar el mercado, basándose en los derechos fundamentales del

individuo. Claro que el liberalismo supone la democracia, pero se trata

de una manera de reducir la democracia al equilibrio institucional y a

la garantía de los derechos individuales. El liberalismo se convierte en

una contención institucional, jurídica y gubernamental de la

democracia, de las posibilidades y potencialidades de la democracia. El

liberalismo es una forma de atomizar el pueblo.

Volviendo a la pregunta ¿qué es la política? Debemos resolver un

problema planteado por Rancière. Él diferencia entre política y policía;

la política es asimilada a la democracia, que pone en suspenso los

mecanismos de dominación, y por lo tanto tiene que ver con lucha de

clases; la policía es la represión de la política, es la apuesta institucional

del orden; la tarea de la policía es mantener y conservar el orden. El

estudio de Claude Lefort sobre Maquiavelo nos muestra que la

comprensión política que abre el escritor florentino es incluir ambos

espacios de acciones y prácticas, de procedimientos y normas, al

campo político. La política contendría una contradicción y dualidad

inherentes, la política supone tanto las actitudes y acciones

encaminadas a conservar el poder, así como también comprende las

18

actitudes, las acciones y prácticas encaminadas a desmontar el poder,

construir un nuevo Estado, incluso conformar un contrapoder y

trascender las relaciones de poder. La política comprende los pequeños

detalles, las decisiones coyunturales, los acuerdos, incluso secretos,

los convenios formales e informales, las movidas de pasillo y las firmar

públicas, los perfiles de los gobernantes, los entornos, los movimientos

y los posicionamientos milimétricos. La política comprende el poder y

el contra-poder, la hegemonía y la contra-hegemonía, el espacio de

acciones conservadoras, así como el espacio de acciones

revolucionarias. La política es una experiencia y vivencia intensa de las

sociedades modernas, de las masas, de las clases y de las

comunidades. La experiencia política también ha mostrado contrastes

y paradojas; cuando los que se situaban en el espacio de acciones

interpeladoras y revolucionarias toman el poder se ven impelidos al

pragmatismo o el realismo politico ante la tarea de conservar el poder,

de defender su gobierno y terminan ingresando al espacio conservador.

Estos temas son sobresalientes por las contradicciones inherentes y

por los dilemas que plantea: transformar o conservar, cambiar o

dilatar, institucionalizar o abrirse a la participación. La política entonces

supone ambas disposiciones, ambos agenciamientos. La política

plantea de fondo la cuestión del poder, concebida como mapas de

relaciones de fuerza, tanto desde la perspectiva de las dominaciones,

como desde la perspectiva de las resistencias y emancipaciones. La

política se mueve en esa contradicción que la desgarra, la cuestión que

sitúa a los pueblos, las comunidades, las clases, las multitudes ante

dilemas que comprenden contrastes profundos, selecciones y

elecciones diferentes, conservar o cambiar. Los mismos sujetos

sociales están constituidos por ambas inclinaciones, son conservadores

y son revolucionarios, están atravesados por imaginarios

contradictorios. Pueden comportarse de una determinada manera en

un escenario y pueden comportarse de otra manera en otro escenario.

Esto nos lleva a la comprensión de sujetos múltiples, de distintos

posicionamientos del sujeto; una cosa es el sujeto de la movilización,

otra cosa es el sujeto de la organización, otra cosa es el sujeto

individual, por ejemplo, los dirigentes. La política comprende tanto la

reproducción del poder así como la transformación del poder,

incluyendo la utopía de liberarse de las relaciones de poder como

dominación.

Desde Maquiavelo varios teóricos coincidieron en el juego político y la

combinación específica y singular de la coerción y el consenso; Gramsci

y Althusser recogen este aporte del escritor florentino. No parece

19

reducirse la política a esta composición contradictoria, parece más bien

que hay una matriz más compleja que sostiene ese juego de la coerción

y el consenso, es la matriz contradictoria y convulsa de la dominación

y la emancipación. El ser humano moderno parece desgarrado por esa

contradicción constitutiva de su subjetividad, deseo de dominar y

deseo de emanciparse; pulsiones, si podemos hablar así, que tienen

que ver también con otras, deseo del amo y deseo de ser libre. ¿Cómo

se resuelve esta convulsión? Si revisamos la historia de las crisis

políticas, sociales y económicas, esta contradicción parece no

resolverse. En los momentos más intensos las crisis empujan a las

masas, las multitudes, las clases explotadas, los pueblos colonizados a

emanciparse de sus cadenas; empero, este mismo flujo magmático

arrastra composiciones que cuando cristalizan reproducen la pulsión de

dominación. Esto se ve más claramente cuando el proceso conduce a

la toma del poder, cuando los revolucionarios se transforman en

funcionarios y se ven ante la tarea imperiosa de defenderse. Incluso

cuando el gobierno revolucionario despliega su programa de

transformaciones se encuentra como obligado a recurrir a la violencia

para imponer su programa de transformaciones. El recurso a la

violencia, aunque esta sea revolucionaria es complicada pues arrastra

rápidamente hacia la necesidad de dominación. Lo paradójico de todo

esto es que la violencia no solamente se aplica a los enemigos de la

revolución, a las viejas clase dominantes, sino también y sobre todo a

los estratos más comprometidos con el proceso y el programa

revolucionario, que reclaman consecuencia y transformaciones

radicales. Entonces el gobierno revolucionario se ve obligado a reprimir

a los sectores de avanzada porque exigen la continuidad, la

permanencia, el carácter interrumpido de la revolución. Este es uno de

los síntomas característicos en todos los procesos revolucionarios, que

podemos seguirlos, sobre todo los que son más ilustrativos desde la

revolución francesa hasta los procesos contemporáneos, pasando por

las llamadas revoluciones socialistas. Ocurre como cuando después de

la explosión volcánica el magma tiende a solidificarse.

¿Se puede salir de este círculo? ¿Se puede escapar de estos avances y

retornos? ¿De estas transgresiones y después restauraciones? Es algo

que no se puede responder sino auscultando la matriz misma de la

política a partir de una mirada acuciosa de las experiencias políticas

más intensas vividas. Es indispensable un saber y conocimiento, una

comprensión de esta convulsión intima del ser humano moderno, de

su constitución subjetiva íntima. Pero también es indispensable un

saber y un conocimiento, una comprensión descriptiva de las dinámicas

20

de las relaciones de poder especificas que entran en juego en

coyunturas y contextos determinados. No se puede seguir caminando

a ciegas respecto a estos problemas, embarcándose en procesos,

atrapados por los ritmos indetenibles de los mismos, arrastrados por

condicionamientos y estructuras incontrolables. Sorprendiéndose

después de los desenlaces de los resultados paradójicos producidos.

La política entonces es una de las experiencias primordiales

constitutivas del ser humano moderno cuyas condiciones y causas

profundas desconocemos. Ante los desafíos del presente, ante la

magnitud de la crisis civilizatoria, de la modernidad, del capitalismo,

ante la envergadura de la crisis ecológica, estamos obligados a escapar

de esta aparente condena de dejar la suerte de los procesos al juego

del azar y de la necesidad. No se trata de ninguna manera de controlar

el azar sino de comprender la determinación de ciertas condiciones

subjetivas y la dinámica molecular de las relaciones de poder. Esta

comprensión, cocimiento y saber puede ayudar a incidir en el curso

mismo de los procesos.

Apuntes para una introducción a la política de Hannah Arendt

Reflexiones de fragmento 1

Como clausura de este plan de trabajo y haciendo un círculo,

retomando la pregunta filosófica con la que comenzamos, vamos a

discutir las interpretaciones y tesis que despliega Hannah Arendt ante

la pregunta de ¿qué es la política? Hannh Arendt escribe en su primer

fragmento que:

1. La política se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres. Dios

ha creado al hombre [Mensch.], los hombres son un producto

humano, terrenal, el producto de la naturaleza humana. Puesto que la filosofía y la teología se ocupan siempre del hombre, puesto que

todos sus enunciados serían correctos incluso si sólo hubiera un hombre, o dos hombres, o únicamente hombres idénticos, no han

encontrado ninguna respuesta filosóficamente válida a la pregunta: ¿Qué es la política? Peor todavía: para todo pensamiento científico

sólo hay el hombre —tanto en la biología o la psicología como en la filosofía y la teología, así como para la zoología sólo hay el león. Los

leones serían una cuestión que sólo concerniría a los leones. En todos los grandes pensadores —incluido Platón— es llamativa la

diferencia de rango entre sus filosofías políticas y el resto de su obra. La política nunca alcanza la misma profundidad. La ausencia

21

de profundidad de sentido no es otra cosa que la falta de sentido

para la profundidad en la que la política está anclada.

¿Qué significa decir que la política se basa en la pluralidad de los

hombres? Un poco más adelante Hannah Arendt nos va a decir que la política no es algo constitutivo del hombre, no es como la esencia del

hombre, pues el hombre es a-político. La política acontece entre-los hombres. En esa interrelación, en esa intersubjetividad es donde se da

la política. Es en el espacio de los ámbitos de relaciones entre los hombres que se produce ese acontecimiento que es la política. La

política supone relaciones, siendo además la política un mapa de relaciones, relaciones que adquieren una significación propia de la

política, que según la filósofa tiene que ver con la diversidad, pero también con el reconocimiento de la igualdad, valor que sustenta a la

democracia misma.

La filosofía no sabe lo qué es la política, la representación universal del hombre no le ayuda, la concepción de una naturaleza humana no le

ayuda, la representación del hombre hecho a la imagen de la soledad

de Dios no le ayuda. Todo esto aleja a la filosofía de la comprensión de la política. No hay hombre, lo que hay es una pluralidad de humanos

que entran en relación y es en esa interrelación dónde se constituyen como sujetos y subjetividades. Es esa pluralidad existencial y esa

pluralidad de relaciones la que da lugar al acontecimiento político, entendido como revelación de la pluralidad misma. En relación a la

comprensión de la política, la filosofía nos muestra la falta de sentido para la profundidad en la que la política está anclada. Los enunciados

de la filosofía política son superficiales, no logran penetrar en la insondable matriz donde se construye la política. A propósito, la

pregunta que debemos hacernos es: ¿si lo que se requiere, lo que reclama Hannah Arendt, es un pensamiento pluralista que logre pensar

la pluralidad del acotamiento?

En el siguiente apartado continúa:

2. La política trata del estar juntos y los unos con los otros de los

diversos. Los hombres se organizan políticamente según determinadas comunidades esenciales en un caos absoluto, o a

partir de un caos absoluto de las diferencias. En la medida en que se construyen cuerpos políticos sobre la familia y se los entiende a

imagen de ésta, se considera que los parentescos pueden, por un lado, unir a los más diversos y, por otro, permitir que figuras

similares a individuos se distingan las unas de las otras.

En esta forma de organización, efectivamente, tanto se disuelve la variedad originaria, como se destruye la igualdad esencial de todos

los hombres. En ambos casos, la ruina de la política resulta del desarrollo de cuerpos políticos a partir de la familia. Con esto ya se

22

da a entender lo que en la imagen de la Sagrada Familia es

simbólico, la opinión de que Dios ha creado no tanto al hombre como a la familia.

Este párrafo es más claro: La política trata del estar juntos. Esta conjunción hace a la política. ¿Es entonces la multitud la condición

manifiesta de la política? La respuesta parece afirmativa cuando se añade a la condición del estar juntos la figura de y los unos con los

otros diversos. Hay pues un caos constitutivo de la política; empero la ruina de la política comienza cuando se organizan los cuerpos políticos

a partir de la familia. Es cuando se juega a ser Dios y se persigue crear al hombre. El arquetipo de la sagrada familia inaugura un imaginario

circunscrito al orden patriarcal. Aunque esto último no escribe Arendt, da entender que los cuerpos políticos que se conforman a partir de la

familia se alejan de la pluralidad e instituyen una homogeneidad desigual.

3. Cuando se ve en la familia más que la participación, esto es, la

participación activa, en la pluralidad, se empieza a jugar a ser Dios, es decir, a hacer como si naturaliter se pudiera escapar del

principio de la diversidad. En vez de engendrar a un hombre, se intenta, a imagen fiel de sí mismo, crear al hombre.

Desde un punto de vista práctico–político, sin embargo, la familia

adquiere su arraigado significado por el hecho de que el mundo está organizado de tal modo que en él no hay ningún refugio para el

individuo, para el más diverso. Las familias se fundan como albergue y fortificación en un mundo inhóspito y extraño en el que

uno desea establecer parentescos. Este deseo conduce a la perversión fundamental de lo político, porque, a través de la

introducción del concepto de parentesco, suprime, o más bien pierde, la cualidad fundamental de la pluralidad.

Otra cosa que queda claro en este párrafo es que Hannah Arendt concibe al individuo como átomo de esta diversidad y este caos

constitutivo; lo que niega el cuerpo político es precisamente es esta individualidad. Se concibe al mundo como inhóspito donde no hay

refugio para el individuo, lo que lleva a establecer parentescos. Este arcaísmo disuelve al individuo y lo integra en cuerpos, en comunidades.

Integración que suprime la cualidad fundamental de la pluralidad. En esta apreciación se nota la perspectiva liberal de Hannah Arendt, el

punto de partida de la política en el individuo, en la individualidad. Sin embargo, lo inquietante de esta perspectiva es que conecta a la

individualidad con la pluralidad y la diversidad, no con el espacio homogéneo de la concurrencia, como en el caso del liberalismo clásico.

23

4. El hombre, tal como filosofía y teología lo entienden, sólo existe —

o se realiza— en la política con los mismos derechos que los más diversos se garantizan. En esta garantía voluntaria y en la concesión

de una exigencia de igualdad jurídica, se reconoce que la pluralidad

de los hombres, que deben su pluralidad únicamente a sí mismos, tiene que agradecer su existencia a la creación del hombre.

El desafío del acontecimiento político a la filosofía es grande, cuestiona

su representación mayúscula, el hombre, quién existe en la política con los mismos derechos, sujeto que exige la igualdad jurídica. Desde este

punto de vista, la multiplicidad singular de los hombres debe agradecer a la creación de la universalidad homogénea del hombre; naturaleza

abstracta que los hace existir. Empero, a pesar de este salto de lo singular a lo abstracto, al concepto de hombre, la política no puede ser

atrapada. El acontecimiento plural de la política demuele el mito de la soledad del hombre al hacer evidente la proliferación de formas

humanas, concretas y culturales. La política asoma en esa elocuencia magnífica de los diversos.

5. La filosofía tiene dos buenos motivos para no encontrar nunca el lugar donde surge la política. El primero es:

a) Zoon politikon.: como si hubiera en el hombre algo político que

perteneciera a su esencia. Pero esto no es así; el hombre es a–político. La política nace en el Entre–los–hombres, por lo tanto

completamente fuera del hombre. De ahí que no haya ninguna substancia propiamente política. La política surge en el entre y se

establece como relación. Así lo entendió Hobbes.

b) La representación monoteísta de Dios, a cuya imagen y semejanza debe haber sido creado el hombre. A partir de aquí, ciertamente,

sólo pueda haber el hombre, los hombres son una repetición más o menos afortunada del mismo. El hombre creado a semejanza de la

soledad de Dios es la base del hobbesiano state of nature as a

war of all against all. Es la guerra de uno contra todos los otros, que son odiados porque existen sin sentido — sin sentido para el

hombre creado a imagen de la soledad de Dios.

La solución de Occidente a esta imposibilidad de la política dentro del mito occidental de la creación es la transformación de la política

en historia o su sustitución por ésta. A través de la representación de una historia universal la pluralidad de los hombres se diluye en

un individuo humano que también se denomina humanidad. De ahí lo monstruoso e inhumano de la historia, que al fin se impone plena

y brutalmente a la política.

No hay un animal político, no se trata de una propiedad esencial del ser humano. La política aparece como relación, acontece en la relación

24

entre la pluralidad de seres humanos. El no mirar esta manifestación

relacional, esta experiencia política estructurada en los ámbitos de las relaciones humanas, entre humanos, ha alejado a la filosofía de la

posibilidad de encontrar el lugar de la política.

Otra cosa que ha alejado la comprensión de la política es la imagen

monoteísta de Dios. El hombre al ser hijo de Dios hereda su soledad inmensa. Bajo esta condición no pude sino entrar en guerra con los

demás hombres, que no pueden ser vistos sino como enemigos. La relación con los demás hombres es concebida entonces como guerra,

en tanto se parte de un antagonismo primordial. Para esta comprensión bélica de las relaciones humanas la política viene a ser la continuación

de la guerra por otros medios. Llama la atención que Michel Foucault haya caído también en esta tradición, que no es otra cosa que la tesis

invertida de Carl von Clausewitz, que dice que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Ambas tesis se

complementan, pues ya la política es percibida como disputa, como polémica. En cambio la política pensada desde el pensamiento

pluralista, pensada como acontecimiento plural, se abre a la

comprensión de relaciones no antagónicas y no hay necesidad de suponer una guerra inicial. En el nacimiento de la política se dan

pluralidad de relaciones, que han tenido que ser de apoyo, de solidaridad, de cohesión, de colaboración, para poder permitir la

existencia, la continuidad y la reproducción social. No se descartan de ninguna manera relaciones conflictivas, polémicas, contradictorias y

hasta antagónicas, sino que estas se dan en un conjunto múltiple de relaciones, que plantean precisamente la complejidad de la política.

6. Es tan difícil darse cuenta de que debemos ser realmente libres en

un territorio delimitado, es decir, ni empujados por nosotros mismos ni dependientes de material dado alguno. Sólo hay libertad en el

particular ámbito del entre de la política. Ante esta libertad nos refugiamos en la «necesidad» de la historia. Una absurdidad

espantosa.

La política requiere de la condición de posibilidad de la libertad, de la existencia de humanos libres, humanos con derecho a la palabra y que

no se encuentren sometidos a nadie. Humanos que puedan hablar y actuar, deliberar y aventurarse. Este acontecimiento de la palabra y de

la acción entre hombres iguales es primordial en la práctica política. Empero frente a esta irrupción creativa de la política, la angustia del

hombre solitario, que no asume la contingencia y el azar de la libertad, lo lleva a resolver el problema por la tesis de la necesidad, sobre todo

por la necesidad histórica, por la interpretación teleológica, que exige encaminar las acciones a la realización de fines supremos. Esta

interpretación concibe a la política como medio.

25

7. Podría ser que la misión de la política fuera elaborar un mundo tan transparente para la verdad como la creación de Dios. En el sentido

del mito judeo–cristiano esto significaría: el hombre, creado a

imagen de Dios, ha recibido una fuerza generadora para organizar al hombre a semejanza de la creación divina. Esto probablemente

es un disparate. Pero sería la única demostración y justificación posible de la idea de una ley natural.

En la absoluta diversidad de todos los hombres entre sí, que es

mayor que la diversidad relativa de pueblos, naciones o razas; en la pluralidad, está contenida la creación del hombre por Dios. Ahí,

sin embargo, la política no tiene nada que hacer. Pues la política organiza de antemano a los absolutamente diversos en

consideración a una igualdad relativa y para diferenciarlos de los relativamente diversos.

Dos ideas fundamentales hay que rescatar de este parágrafo; una, que

la historia, lo que llamamos modernamente la historia, en tanto razón

inherente a la temporalidad de los acontecimientos y sentido de los mismos, también entendido como memoria y espíritu, es decir, cultura

y comunidad, está íntimamente imbuida por el mito judeo-cristiano de la creación, de la imagen divina y de la realización de la verdad. De

alguna manera, la historia moderna reproduce la figura providencial del mito judeo-cristiano, ciertamente desacralizado, convirtiendo el

designio de la escritura en astucia de la razón. Esta interpretación nos lleva a comprender que la filosofía de la historia, incluyendo al

materialismo histórico, no hace otra cosa que seguir el significado de la providencia concebida ahora como sentido de la historia. La historia

vendría a ser no solamente otro mito, un mito moderno, sino una hermenéutica teleológica, donde una “religión” desacralizada

sustituiría a la política, al negar la libertad y el azar a nombre de la necesidad.

La otra idea es que la mayor diversidad, la absoluta diversidad, se encuentra entre los individuos, que son absolutamente singulares,

únicos. Que esta absoluta diversidad es organizada por la política teniendo en cuenta su igualdad relativa, en tanto su condición humana,

distinguiéndolos de la relativa diversidad como pueblos y naciones. La democracia se funda entre los absolutamente diversos y no entre lo

relativamente diverso. Este segundo caso no corresponde a la política sino a las relaciones entre Estados.

Hannah Arendt comprende la política como acción libre, de seres

humanos libres, que ponen en actividad la palabra, la reflexión y la deliberación, que desencadenan acciones consensuadas que ejecutan

decisiones y voluntades plurales. La política en el sentido moderno es el ejercicio de la democracia, es la democracia misma, la realización

26

elocuente de la pluralidad. Cuando no hay palabra, cuando no se

permite el despliegue libre, la realización de la libertad, no hay política. Lo que se dan son formas de despotismo, de tiranía y de autoritarismo,

encaminándose en los casos más extremos al totalitarismo.

¿Qué es la política? II

Nacimientos de la política

Una nota necesaria sobre descolonización

Ciertamente la problemática de este ensayo trata de la política, en

sentido moderno, tiene como tarea responder a la pregunta qué es la

política después de la experiencia de los movimientos sociales anti-

sistémicos contemporáneos y los movimientos indígenas, sobre todo

teniendo las experiencias de Sudamérica, la boliviana, la ecuatoriana y

a venezolana, respondiendo también a la pregunta implícita de qué es

el poder en estas latitudes, cómo funciona, cuál es la lógica y la forma

de las estructuras y relaciones de poder, además de qué es el Estado,

por qué no puede desmantelarse y por qué se traga a los gobiernos

progresistas, contrastando con los alcances y los horizontes que abren

los movimientos sociales antisistémicos, con vocación autogestionaria,

con capacidad de autoconvocatoria y autogobierno. La tesis de este

ensayo supone que la política, en sentido moderno, en la periferia del

27

sistema-mundo capitalista nace con las luchas anticoloniales. Se

constituyen sujetos políticos en la experiencia de las resistencias a la

dominación colonial, durante las crisis coloniales, abriendo el espacio

histórico de las emancipaciones de las estructuras coloniales y

diagramas de poder colonial. Estas luchas se hacen evidentes a lo largo

del siglo XVIII, en cuanto guerra indígena anticolonial en la región pan-

andina; esta guerra anticolonial es retomada por los criollos y los

mestizos del continente en guerra por la independencia con un

contenido liberal y en los códigos republicanos. En el intervalo la

revolución francesa hace emerger el contenido social de la revolución

política, planteando de manera universal los derechos del hombre. El

iluminismo y la ilustración asociados a las ideologías que acompañan a

la convulsión política y discursiva de la revolución se irradian y es

retomado tanto por los insurrectos afros, esclavizados por el

descomunal capitalismo en expansión, como por los criollos y mestizos

americanos. La política adquiere las dimensiones de las

transformaciones sociales, incluyendo la conquista de los derechos

civiles y políticos, sin dejar su matriz anticolonial. Esto condiciona la

experiencia y el ejercicio político en las periferias pero también abre la

posibilidad de la conexión de las luchas emancipatorias entre el centro

y en las periferias, entre el norte y el sur, del sistema-mundo

capitalista.

Ante la crisis estructural del capitalismo, ante la crisis civilizatoria de

la modernidad, ante la crisis ecológica, no se puede sino pensar en una

articulación integral y global de las luchas anticapitalistas. También es

importante comprender que en las periferias se cuentan con densos

contingentes demográficos urbanos, directamente afectados por las

condicionantes de la modernidad, aunque esta sea una modernidad

barroca o abigarrada. Esta situación exige construir alternativas de

transición integrales, diferenciales y complementarias. Esta es la razón

por la que se requiere una discusión integral entre descolonización,

crisis del capitalismo y crítica de la modernidad.

Este el contexto histórico del presente en el que se mueve nuestro

debate sobre las experiencias políticas. Estas condiciones históricas

van a ser retomadas en la reflexión y análisis de la política a partir de

las experiencias mencionadas, los discursos políticos emancipatorios y

de lucha, además de considerar las reflexiones teóricas sobre la

política.

Antes de comenzar queremos dejar en claro nuestra posición sobre la

tarea primordial de la descolonización. En tanto el mundo

28

contemporáneo ha sido construido por la expansión capitalista, a partir

del procedimiento violento de la colonización, las emancipaciones de

las dominaciones polimorfas capitalistas y modernas pasan

necesariamente por la descolonización. No cabe duda que esta es la

tarea fundamental de la política contemporánea. Entendemos por

descolonización la deconstrucción y la destrucción de los mecanismos

de dominación heredados de la colonia, basados en la geopolítica de la

racialización, de la subordinación, el sometimiento y el despojamiento

de territorios y recursos natrales. La colonización y la colonialidad

implican colonialismos internos, modulación de los cuerpos,

internalización del poder en los sujetos, fragmentación de los

imaginarios y subordinación a la comunicación mediática. La

descolonización exige una subversión múltiple contra modernidad y el

capitalismo, para eso se requiere una deconstrucción y destrucción de

la modernidad, de sus mitos, relaciones y estructuras. Esto exige una

crítica demoledora de la modernidad, por eso mismo un conocimiento

de sus lógicas, de sus funcionamientos, de sus irradiaciones, sobre

todo de sus formas de totalización y universalización. Estas tareas

deconstructivas no se pueden efectuar adecuadamente si se da una

actitud de reclusión local, buscando un refugio en la exaltación propia

de lo local, tampoco si se persigue una desconexión absoluta con el

debate sobre la crisis de la modernidad. Decimos esto porque en el

presente emergen movimientos populares de descolonización,

entonces la crítica deja de ser meramente teórica y adquiere

características políticas, es decir de acción multitudinaria. Se da

entonces un escenario de luchas descolonizadoras contemporáneas. El

desemboque de la acción exige la revisión de los discursos de la

descolonización, sobre todo de los discursos teóricos. Al respecto

podemos identificar tres tendencias sugerentes, en todo un panorama

de variaciones discursivas más o menos locales; estas tendencias han

aportado al debate de-colonial y postcolonial, sin embargo, a la luz de

las experiencias de la movilización, incluso de gobiernos que cuentan

con constituciones que se reclaman descolonizadoras, estas tendencias

descolonizadoras teóricas puede convertirse en posicionamientos

limitativos de la lucha descolonizadora. Una de estas tendencias tiene

que ver la invención de un localismo puro, no contaminado, como si la

modernidad no la hubiera atravesado. La otra tiene que ver con el

retiro del debate sobre la modernidad, en algunos casos, también el

retiro de las discusiones sobre la crisis del capitalismo, pretendiendo la

fundación de otro saber y otra epistemología sobre las bases del olvido

del presente. A lo mucho que ha llegado esta tendencia es a ofrecernos

29

una versión racionalista de la teología de la liberación. Una tercera

tendencia tiene que ver con el desplazamiento de la reflexión crítica

hacia los proyectos diseñados en encuentros alternativos regionales.

Hay una riqueza propositiva y una apertura epistemológica a pensar

desde el sur en este trabajo descolonizador; sin embargo, su

irradiación y repercusión no ha trascendido de las organizaciones,

academias y dirigencias vinculada a los foros sociales; no se ha logrado

afectar el ámbito de las costumbres y los habitus, de las prácticas y de

las relaciones. Una cuarta tendencia tiene que ver con el ámbito

académico, en el cual se ha logrado abrir un espacio sobre los estudios

poscoloniales; estas investigaciones han permitido recuperar las

problemáticas identitarias de las sociedades poscoloniales y la

pervivencia de relaciones coloniales; también su búsqueda de saberes

testimoniales han ayudado a hacer otras lecturas de la realidad social,

incorporando la voz y el comportamiento de sujetos afectados y en

lucha por sus derechos. Lo complicado de estos estudios es que se

quiere construir un conocimiento de la colonialidad desentendiéndose

de la modernidad y el capitalismo, lo que contrae limitaciones en el

develamiento de la problemática.

Sin desmerecer los aportes que pueden haberse dado en estas

expresiones críticas descolonizadoras, creemos que son todavía

incompletas y limitativas para la acción política, pues conducen a una

suerte de desarme frente a la conflagración con la herencia colonial y

de las formas de colonialidad, frente a las propias condicionantes,

mutaciones y transformaciones de la modernidad. Resulta difícil

admitir que las interpretaciones de un localismo puro, de la teología de

la liberación, de los desplazamientos investigativos y conceptuales

regionales hacia una perspectiva desde el sur, así como los aportes

hacia una epistemología propia, además de la investigaciones

académicas que se concentran el fenómeno de la colonialidad como si

fuese un fenómeno único, independiente de la modernidad y el

capitalismo, sean la ultima palabra ni abarquen toda la complejidad

concomitante entre colonialidad, modernidad y capitalismo. La

apertura a un horizonte epistemológico emancipado de la modernidad,

de la colonialidad y del capitalismo, va ser un producto colectivo y de

múltiples acontecimientos liberadores. Los aportes intelectuales son

eso, aportes a una discusión necesaria.

Lo que importa en todo caso es retomar el debate abierto por estas

tendencias descolonizadoras en el contexto del debate abierto contra

la modernidad y el capitalismo. Es importante no perder de vista no

30

solo la perspectiva anticapitalista y de crítica de la modernidad, sino

también abordar la crítica desde las experiencias de la interculturalidad

y de las modernidades heterogéneas. Al respecto la corriente de la

subalternidad hindú enseñan un abordaje de consecuencias políticas,

aportando con saberes de contraculturas y contra-hegemonías de las

resistencias heterogéneas de sujetos sociales atravesados por la

modernidad múltiple, resistiendo a las formas de dominación. Esto se

lo hace tocando los nudos problemáticos de la subalternidad, las

dominaciones polimorfas y las modernidades abigarradas. Por otra

parte es urgente actualizar la discusión comprendiendo el aporte y los

desplazamientos que producen los movimientos sociales antisistémicos

y los movimientos indígenas recientes.

En Bolivia, el gran tema transversal a la Constitución es la voluntad y

la tarea de descolonización. ¿Qué se entiende por descolonización?

Literalmente significa desandar el camino de la colonización y de la

colonialidad, des-construir lo que ha conformado el colonialismo y la

colonialidad, por lo tanto emanciparse de las relaciones y estructuras

de dominación colonial. El camino de la descolonización parece ser

largo, pasa por varias etapas; además la colonialidad sobrevive y

continua incluso después de la independencia. La interpelación

indígena a los Estado-nación y a las sociedades nacionales devela la

subsistencia de complejas relaciones coloniales, cristalizadas en las

mismas instituciones nacionales. Las repúblicas desconocerían los

derechos de las naciones y pueblos indígenas. Estos derechos han sido

logrados después de una larga lucha en los organismos internacionales

y en el espacio nacional, como el dado en los procesos constituyentes.

Ahora se trata de institucionalizar estos derechos, de convertirlos en

ley, en práctica, en hábitos y en habitus. Esto requiere

transformaciones institucionales, construir el pluralismo institucional

que sostenga la propia construcción del Estado plurinacional

comunitario y autonómico, que es el camino de transición optado por

la Constitución y el recorrido descolonizador diseñado por este

instrumento matriz de las normas, las leyes y las instituciones del

nuevo Estado.

La descolonización también significa una lucha anticapitalista, pues la

colonización se explica como procedimiento violento de la expansión

capitalista. Colonización y capitalismo forman parte del mismo proceso

de conformación del sistema-mundo capitalista y de la geopolítica de

dominación mundial. Una lucha anticolonial tiene que ser

consecuentemente anticapitalista y una lucha anticapitalista tiene que

31

ser consecuentemente anticolonial. No se pueden separar estas luchas

ni estos conceptos, forman parte de lo que se conoce mundialmente

como modernidad. Por lo tanto la descolonización significa también una

crítica de la modernidad y una orientación civilizatoria que atraviese la

modernidad y abra un horizonte más allá de la modernidad misma.

Arqueología de la política

El problema es el lenguaje, pues nacemos en los lenguajes y desde

ellos nombramos el mundo. Eso decía Emile Benveniste9. También

podríamos decir que se trata de lenguajes y de mundos; hay que

entender que los leguajes sufren las transformaciones temporales, hay

historia de los lenguajes. Los lenguajes se transforman y con ellos

también los conceptos. Entenderemos los conceptos no tanto como

estructuras categoriales, como pretendía KarelKosik10, sino como

estructuras ideacionales, estructuras imaginarias que responden al

conocimiento de estructuras experimentadas, estructuras fácticas, que

corresponden a los referentes del mundo, de la naturaleza, de la ética,

de la estética, de la historia, de la política. Todos estos referentes

obviamente son discutibles, pues también son ideas de lo que

llamamos realidad, también filosóficamente ser. Parece que no es

posible separar lo imaginario de la realidad, pues vivimos esa realidad

y la experimentamos recurriendo a las imágenes que obtenemos de

ella. Empero, en este caso, no interesa una discusión ontológica sobre

las condiciones del conocimiento; lo que interesa mas bien es una

comprensión arqueológica del saber político.

Hemos distinguido el sentido moderno de la política de sus sentidos y

significados medievales y antiguos, sobre todo para resaltar las

experiencias y la problemática política en la modernidad, experiencias

y problemática que se sostienen en la experiencia de la mundialización,

de la vertiginosidad y de las transformaciones de las propias

experiencias y de las instituciones. Sobre todo interesa esa inmediata

concomitancia entre política, democracia, revolución y crisis. No se

están negando otras experiencias de las relaciones y estructuras de

poder, del gobierno de la gente y de las cosas, sino que se entiende

9 Los trabajos más conocidos en castellano de Emile Benveniste son Problemas de lingüística

general, t. I (1966). Tr.: México, Siglo XXI, 1974.Problemas de lingüística general, t. II (1974). Tr.: México,

Siglo XXI, 1979.Vocabulario de las instituciones indoeuropeas (1969). Tr.: Madrid, Taurus, 1983. 10 Ver de KarelKosikDialéctica de lo concreto.

32

que los códigos, los valores, las concepciones de estas experiencias

son diferentes; son comprensibles en sus propios horizontes histórico-

culturales. Estas significaciones de los órdenes de poder deben

abordarse a partir de sus propias problemáticas; no se trata de

exportar, de ninguna manera, problemáticas modernas a otros

horizontes histórico-culturales, reduciendo sus particularidades a único

horizonte-cultural, que es el moderno. De esa manera terminamos por

no comprender nada, ni el presente, ni la modernidad, tampoco su

crisis, ni menos los sentidos y significados de las problemáticas de

poder de la antigüedad.

Por otra parte el término de política (polis) es heredado de la Grecia

antigua. De alguna manera cuando usamos la palabra política traemos

a colación los sentidos iniciales, los sedimentos más arcaicos, empero

lo hacemos cuando ya el uso práctico del término ha sufrido

transformaciones lingüísticas y conceptuales. Las experiencias

romanas, de la república y del imperio, las experiencias de la

cristianización de Europa y posteriormente de parte del mundo

colonizado, transforman los sentidos y significados del manejo del

poder y de su legitimación. El renacimiento, el humanismo y sobre todo

las crisis de las instituciones medievales y de las sociedades

tradicionales, la emergencia de la modernidad sobre las ruinas de la

antigüedad, las luchas emancipatorias anticoloniales, la rebeliones

sociales y políticas, el nacimiento de la democracia moderna, vuelven

a transformar los sentidos y las significaciones de las relaciones y

estructuras de poder, con una fuerte interpelación a las formas de

dominación, abriendo causes a nuevas subjetividades que reclaman

libertades y derechos colectivos e individuales. Por eso los intérpretes

radicales van a concebir la política como lucha de clases,

profundización de la democracia, revolución y crisis de las instituciones

que sostienen las dominaciones polimorfas. Sin embargo, también hay

otras consideraciones sobre la política; una muy conocida tiene que ver

con el Estado, con la estructura e institucionalidad de un orden que se

separa de la lucha de clases y se plantea el problema de la

conservación del poder y del equilibrio. Empero hay una concepción de

la política, que comparten sorprendentemente derechas e izquierdas,

es la concepción de la política como hostilidad contra el enemigo

público. Habría política en tanto este identificado el enemigo y se

plantee un combate con éste. Carl Smith expresa sistemáticamente

esta tendencia al comprender la política como hostilidad; comparten

esta comprensión de la política las corrientes marxistas leninistas. Al

respecto se puede hacer todo un recorrido de Lenin a Mao. Por lo tanto,

33

en sentido moderno estamos ante toda una arqueología de la política

que por lo menos tiene que ver con tres ejes paradigmáticos de la

política; el principal despliega toda una concepción emancipatoria de

la política; otro eje importante, desde el punto de visto de la acción,

es la comprensión de la política como hostilidad a partir de la

identificación del enemigo; un tercer eje de fuerte influencia es el que

tiene que ver con el Estado. Este último eje político se ha desarrollado

como ciencia política, también es retomada como filosofía política.

Ante la crisis de la modernidad, la constatación de modernidades

heterogéneas, la crisis estructural del capitalismo, sobre todo en sus

graves síntomas de crisis ecológica, ante la emergencia de nuevos

movimientos sociales antisistémicos, indígenas, ecologistas, feministas

y diversos, vale la pena preguntarse sobre las posibilidades de la

emergencia de otra experiencia de la política y por lo tanto otro sentido

alternativo y alterativo de la política. Por eso es indispensable auscultar

en la experiencia de los movimientos sociales antisistémicos

contemporáneos, en los movimientos indígenas, en los movimientos

ecologistas, en los movimientos feministas y en los movimientos

diversos, la existencia de una nueva posibilidad política. También y en

la misma perspectiva es menester revisar la elaboración crítica al

respecto. Interesa la crítica deconstructiva de Jacques Derrida, sobre

todo sus reflexiones sobre lo político. Esta hermenéutica

deconstructiva desteje los entramados inherentes a la textura de la

escritura política.

La auscultación de los movimientos indígenas contemporáneos pasan

necesariamente por el viaje interpretativo de sus memorias largas,

este viaje nos lleva necesariamente a revisar los acontecimientos

históricos inaugurales de las luchas y levantamientos anticoloniales.

Esta genealogía de los movimientos indígenas nos plantea uno de los

desafíos más importantes de la contemporaneidad y de la crisis de la

modernidad, esto es encontrar y descifrar las otras subjetividades

constituyentes e instituyentes alternativas al sujeto moderno por

excelencia, el individuo. La comprensión de los significados histórico-

políticos e histórico-culturales de las comunidades va permitirnos otra

perspectiva de interpretación de la crisis del capitalismo y de la

modernidad, va permitirnos visualizar las potencialidades y

posibilidades de emancipación y de proyección civilizatoria alternativa

para el mundo.

34

La política, más allá del amigo y enemigo

El concepto de lo político se ha estructurado a partir de esa dicotomía

del amigo y enemigo, primordialmente a partir de la identificación del

enemigo. Como si se hubiera hecho política contra el enemigo, de la

misma manera como se le ha hecho la guerra. Desde esta perspectiva

habría pues un continuo entre guerra y política, política y guerra.

Izquierdas y derechas parecen compartir este arquetipo. Empero, este

modelo es el único posible para la política, en todas sus versiones,

incluyendo a la política en sentido pleno, lo que comprende la lucha de

clases y las luchas por las emancipaciones. Jacques Derrida pone en

cuestión esta estructura en Políticas de la amistad, hace una

interpretación crítica, deconstructiva, de los sedimentos discursivos

que sostienen la historia de la política pensada a partir de la

diferenciación amigo/enemigo. En esta deconstrucción se abre a otras

posibilidades de concebir la política, ya no desde la dicotomía

amigo/enemigo, poniendo en consideración también la interpretación

crítica de las políticas de la amistad. Ahí aparece la figura alterativa de

la mujer como absoluta alteridad, también aparecen consideraciones

criticas de las éticas, alumbrando otras posibilidades de las

experiencias humanas, afectivas, lúdicas, estéticas, éticas y lúcidas. Es

conveniente un repaso por estas perspectivas que posibilitan la

comprensión de la política ya no como la continuación de la guerra por

otros medios, ya no como identificación del enemigo, sino en términos

de las políticas de la amistad11.

El primer capítulo lleva el sugestivo título de Oligarquías: Nombrar,

enumerar, contar. Comienza con una frase, atribuida a Aristóteles, que

la recoge Montaigne, la frase dice:

Oh, amigos míos, no hay ningún amigo.

A lo largo del texto, para no entrar en la discusión del origen de esta

frase, pues se convierte en rumor, que atraviesa los tiempos, Derrida

figura un cuadro donde el sabio moribundo reúne a los amigos para

decirles eso, que no hay ningún amigo. La discusión sobre los

significados de esta frase forma parte de las reflexiones del texto. Esta

frase es contrastada con la de Nietzsche, quien se expresa de manera

opuesta, empero con la misma lógica:

Oh, enemigos, no ha ningún enemigo.

11Jacques Derrida: Políticas de la amistad. Trotta 1998; Madrid.

35

Esta frase también tiene su cuadro y su personaje, se trata del loco

viviente. Ambas frases nos dicen que no hay amigo, que no hay

enemigo. Haciendo con esto desaparecer la política como

confrontación. Las significaciones de las implicaciones de que no haya

enemigo también son expuestas y reflexionadas a lo largo de la

interpretación crítica. En ambos casos lo que llama la atención es que

no se tenga en cuenta a la mujer, en a consideraciones de la amistad.

¿Es que la mujer no pude ser amigo? ¿Tampoco enemigo? Lo que pone

en juego las estrategias de la fraternidad, las formas de la amistad

entre hombres. ¿Por qué la mujer es tan difícil de asumir por la

filosofía?

Este es el tema, ¿cuáles son los límites de la amistad? Cuando entra la

mujer, más allá del erotismo y la religión, ¿qué espacio abre? ¿Qué

clase de relación? No hablamos sólo de la amistan entre mujeres, la

sororidad, sino lo que políticamente propone su presencia activa, su

interpelación. ¿Qué forma de política se libera? ¿Más allá del amigo y

enemigo? ¿Más allá de la confrontación? No parece tratarse del retorno

al matriarcado, como utopía buscada en el pasado más remoto, sino

otra forma de relación, construida como contrapoder. ¿Más allá de los

constructos histórico-culturales de género, de sexo? ¿A qué clase de

subjetividades ingresaríamos? Al respecto, también debemos

preguntarnos sobre los alcances demoledores de la des-

patriarcalización, demoledores en cuanto a la historia de la

institucionalidad, la institucionalidad como agenciamientos concretos

de poder. Entra también en juego la familia, las figuras de la familia.

La liberación femenina da lugar a otro comienzo, pues demuele no sólo

las estructuras institucionales, sino los arquetipos sobre los que se han

basado estas estructuras y estas instituciones. Hablamos de la

posibilidad de la construcción de otras relaciones, practicas y

concepciones de la política, hablamos de la política no patriarcal,

tampoco conformada en base a la identificación del enemigo y la

dicotomía amigo/enemigo. Esta posibilidad, la posibilidad de esta

experiencia también tiene que ver con otra atmósfera de sensaciones

y sensibilidades, también otra ética. La pregunta es pertinente: ¿Cómo

sería el mundo sin las instituciones patriarcales, fundadas en esta

matriz y arquetipo del poder que es el patriarcalismo? Esta pregunta

induce a otra: ¿Cómo serían los sujetos y las intersubjetividades en

este mundo des-patriarcalizado? Estos temas son fuertes e

importantes en lo que respecta al horizonte abierto por el debate de la

descolonización, por las exigencias políticas de la descolonización. Las

36

formas de la dominación colonial, formas múltiples, son relaciones de

poder que atraviesan los cuerpos e inscriben en ellos historias

políticas, también modelaciones e identidades, constructos culturales.

La dominación masculina sobre las mujeres, el cuerpo de las mujeres,

pasa por estas construcciones culturales y modelaciones. ¿Qué pasa

cuando las mujeres se liberen de estas representaciones sociales, de

estos constructos culturales, de estas identidades, qué potencialidades

se liberan, no sólo en las mujeres sino también en los hombres.

Estos problemas nos llevan a volver a la cuestión de la genealogía del

Estado. Esta institución macro-política, que también corresponde al

imaginario del poder, que es el gran cartógrafo y la instrumentalización

compleja de las tecnologías de poder que atraviesan los cuerpos. No

sólo entendido como un instrumento separado de la lucha de clases,

para mejor servir a la burguesía dominante. Sino una maquinaria

fabulosa construida sobre la experiencia política de la modulación y

modelación de los cuerpos, podríamos decir colonización de los

cuerpos. Con estos tópicos la problemática de la colonización se

agranda enormemente, pues se encuentra íntimamente vinculada con

la expansión y proliferación de las tecnologías de poder, tecnologías de

poder que tenían que atender a las tareas de domesticación de los

cuerpos en los extensos territorios conquistados y colonizados. Ya no

se trata solamente de disciplinar los cuerpos, sino inscribir en ellos

formas de comportamiento de subordinación, sometimiento,

supeditación, convertirlos en cuerpos marcados, pero también aptos

no solo para el trabajo y la producción sino también como flujos de

energía, como recursos biológicos, de los que se puede absorber

información genética y prácticas útiles a la acumulación y

concentración del poder.

Entonces se trata de pensar la posibilidad de una práctica y concepción

política sobre la base de la descolonización radical, que pone en

suspenso los múltiples mecanismos de dominación que atraviesen los

cuerpos. La liberación entonces de las potencialidades corporales,

estéticas, éticas, creativas, de nuevos ámbitos de relación, de nuevos

espacios de prácticas, de nuevos imaginarios, universos simbólicos,

lingüísticos y figurativos. Un nuevo horizonte político, de la política y

de lo político, de las prácticas, de las fuerzas y de las relaciones, un

mundo alternativo, otra alternativa civilizatoria y cultural, ya no

estructurados en la dicotomía amigo/enemigo, sino más allá. ¿Qué es

el más allá del amigo/enemigo? Esta es una pregunta primordial

37

cuando nos preguntamos sobre los umbrales y horizontes de la política.

Será una pregunta latente a lo largo del análisis.

Nacimientos y emergencias

No vamos a buscar el momento histórico del nacimiento de la política,

política en sentido moderno, pues este momento tiene que ver mas

bien con acontecimientos un tanto dispersos y otro tanto

concomitantes. Hablamos entonces de un conjunto de condiciones que

se dan en ese proceso constitutivo e instituyente de la modernidad. Por

lo tanto se trata de momentos. ¿Cómo se articulan estos momentos?

¿De qué depende? ¿Un tejido invisible que anuda los eventos o se trata

de la manera cómo se asumen los hechos en la memoria, en la

imaginación, en el discurso y en lastransformaciones institucionales?Se

trata de desplazamientos institucionales como los dados en las

monarquías patrimoniales (siglos XI-XIII), acontece la formación de los

Estados territoriales, la formación de las monarquías absolutas (siglos

XIV-XVII), el desplazamiento del peso del comercio del Mediterráneo

al Atlántico, el descubrimiento y la Conquista del quinto continente

(1492). También el logro de la circunnavegación con la expedición de

Magallanes-Elcano y el dominio de los océanos y mares del mundo

(siglo XVI). Las guerras civiles inglesas que llevaron a constituir la

república (1642-1646, 1648-1649). La crisis de las monarquías

absolutas (siglos XVII-XVIII), la crisis de las administraciones

coloniales españolas y portuguesas (siglos XVII-XVIII), la

independencia de las trece coloniasde norte américa del Imperio

británico (1775-1783), la rebelión indígena en los Andes (1781), la

revolución francesa (1789), la independencia de Haití del dominio

francés (1795), las independencias de las colonias españolas de

América (siglo XIX).Todos estos entontecimientos tienen que también

interpretarse a partir del acontecimiento cultural que se da en el norte

de Italia, conocido como el renacimiento, entendido como un retorno a

los clásicos griegos y latinos (siglos XV-XVI). No se trata sólo de

múltiples desplazamientos y transformaciones en distintos planos y

niveles sociales, políticos y económicos, sino también de movimientos

culturales que se abren a un nuevo clasicismo y al humanismo.Ahora

bien, el caso del renacimiento y de la reforma (1517) tiene que

evaluarse también a partir de las resistencias que provocan, sobre todo

la reforma que provoca una reacción de la Iglesia Católica que se

conoce como contrarreforma. Aunque la contrarreforma comienza un

poco antes que la reforma luterana, en realidad se trata de una

38

reacción de la Iglesia Católica contra los movimientos protestantes, un

tema que lo tenía pendiente ante las corrientes que consideraba

herejes y de interpretación de la Biblia no autorizadas por el papado.

Lo que interesa es comprender la marcha de procesos contradictorios,

que expresan ciertamente la lucha de intereses, la lucha de clases, las

luchas institucionales y contra-institucionales, la aparición profusa,

multitudinaria e interpeladora del pueblo.

También conveniente comprender cómo estos acontecimientos son

asumidos por unos y por otros, cómo ingresan a las memorias y a los

imaginarios, cómo impactan en las representaciones y

comportamientos colectivos. ¿De qué manera van adquiriendo una

textura, una composición? ¿De qué manera llegan a ser una narrativa?

Es de esperar que estos tejidos no se den en el momento mismo de los

acontecimientos, sino que ocurren subjetivamente, en la conformación

de las memorias, en la construcción de los significados y de las

interpretaciones sociales. Seguramente, entrado el siglo XIX se tiene

ya una certeza de una experiencia vivida, sobre todo ante la evidente

configuración de las ciudades modernas, la experiencia vertiginosa que

se vive, la transformación de las sensibilidades estéticas, la vivencia

de las transformaciones y los trastrocamientos de las viejas

instituciones, el peso de la imprenta, de la comunicación, del arte, de

las universidades, de la académica moderna, que tienen la capacidad

de acumular conocimientos, distribuir saberes, desarrollar

investigaciones, abrir perspectivas teóricas, poner en conflicto a las

facultades y responder, a través de los filósofos, teóricos, ideólogos,

escritores y artistas a los desafíos de la experiencia dramática de los

cambios y de la velocidad de los ritmos. En ese abigarrado contexto

bullente se constituyen los sujetos modernos, las subjetividades

modernas, las intersubjetividades correspondientes a las experiencias

y a las relaciones dadas en la modernidad. Este fenómeno no acontece

solamente en Europa, sino en el mundo entero.

Ocurre que se forman múltiples certezas sobre el mundo, se conforman

múltiples memorias sobre el mundo, se construyen concepciones sobre

el mundo y la mundanidad. Es de esperar que estas certezas, estas

memorias, estas concepciones, sean contradictorias, pues pugnan por

el sentido legítimo del mundo, empero, a pesar de esta compulsa, se

tiene como el mismo referente. Se tiene consciencia del mundo y que

habitamos y vivimos dentro del mismo. Hay que relacionar entonces

la modernidad y la mundanidad, aunque no son lo mismo se

correlacionan, uno es un fenómeno transcultural, el otro es un

39

fenómeno geopolítico y de representación compartida. Aunque

vivamos de una manera singular el mundo, a partir de nuestros

particularismos, nuestros contextos, nuestras coyunturas, nuestros

localismos, lo cierto es que vivimos el mundo a nuestra manera; el

mundo se realiza a partir de nuestras actividades y nuestras prácticas,

de nuestras manipulaciones, laburos, producciones, relaciones y

circuitos. Somos seres en el mundo, aunque también somos sujetos en

la modernidad, es decir sujetos modernos, a pesar de todos los

contrastes que se den y puedan dar. A estos contrastes la corriente de

la subalternidad hindú le llama modernidades heterogéneas.

Modernidades heterogéneas en América Latina

Bolívar Echeverría define la múltiple modernidad de América Latina.

Expone que:

Para desarrollar esta idea se puede decir que son tres los estratos principales de determinación identitaria que entran en juego desde el

pasado en la realidad histórica actual de la América Latina, tres estratos que corresponden a también tres distintos momentos de

configuración histórica de la modernidad latinoamericana. La primera modernidad que está allí y que constituye el estrato tal vez más

determinante, el que con más frecuencia domina en la identificación de las formas reproducidas por la cultura latinoamericana, sería la

modernidad barroca, la que proviene de la época que se extiende desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII y cuya función

fundante de identidad no ha podido serle arrebatada hasta ahora. También está allí el estrato de otra modernidad que fue muy

importante en la historia de la América Latina y que determina todavía el modo como se vive hoy en ella; se trata de la que vino con el

segundo shock de modernización, el impuesto por el Despotismo

Ilustrado y que corresponde a la época en que la España borbónica intentó dar un trato propiamente colonial al continente. Es una

modernidad de otro tipo que reorganizó a la sociedad latinoamericana ya desde la primera mitad del siglo XVIII y que se continuó hasta

después de las guerras de Independencia. Tendríamos después una tercera modernidad, que determina también como un estrato histórico

vigente la auto-identificación de los latinoamericanos y que vino con el siguiente shock de modernización en los tiempos de la instauración de

los múltiples Estados latinoamericanos; es la modernidad republicana o nacional, que ha prevalecido durante el siglo que va de mediados del

siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Estas serían las tres modernidades históricas que pueden reconocerse hoy, con su

40

gravitación histórica inconfundible, sobre la modernidad actual de la

América Latina12.

Bolivar Echeverría reconoce tres formas de modernidades básicas en

América Latina, la modernidad marroca, la modernidad de la ilustración y la modernidad republicana. Estas modernidades se asientan sobre

civilizaciones tradicionales construidas en base al cultivo y las identidades conformadas en estas culturas agrícolas. Recurriendo a

Fernad Braudel habla de la civilización del maíz, la civilización del trigo, la civilización del arroz; nosotros también podríamos hablar de la

civilización de la papa. Claro que ninguna de estas civilizaciones es sólo de estos cultivos, al contrario estos cultivos sostienen una diversidad

de cultivos, con lo que se abren ordenes de relaciones en torno a los productos agrícolas. Ahora bien, con la conquista, la colonización, la

expansión del capitalismo, la modernidad, estas civilizaciones son destruidas, en tanto sistemas-mundoreginales, arrinconadas,

fragmentadas y mantenidas como fijaciones. La modernidad capitalista no va dar ninguna oportunidad para la regeneración de estos proyectos

civilizatorios, ni permitir su actualización, su dinamismo intercultural.

Sin embargo, la multiplicidad y heterogeneidad de las modernidades en América Latina va recrear espacios de articulación de estos

proyectos civilizatorios en términos interculturales y como irradiaciones políticas emancipatorias. A estas multiplicidades modernas las

caracteriza Bolívar Echeverría como estrategias alternativas de sobrevivencia en la modernidad capitalista, estrategias que dan lugar

a formas de mestizaje. Abría que matizar esta afirmación de Bolívar Echeverría puesto que paralelamente a los procesos de mestización se

da en algunas regiones y países proyectos políticos descolonizadores estrechamente vinculados a la reivindicación de las identidades

indígenas.

Empero de lo que se trata en nuestro análisis es comprender la función de estas condicionantes de posibilidad histórica en la formación de los

sujetos de las luchas sociales, de las luchas emancipatorias y las luchas

descolonizadoras. Estas luchas son los ámbitos de desenvolvimiento de la política, de la lucha plural de la política, de la lucha plural

democrática, por los derechos múltiples y por la incidencia popular en las formas políticas. El nacimiento de la política, en sentido moderno,

esta asociada con la constitución de estos sujetos y estas subjetividades combativas. Hay una invención de la política, como dice

Marie Danielle Démelas13. Las experiencias de la modernidad y de la mundanidad son asumidas en tanto acciones de interpelación, como

12Bolivar Echeverría: Crítica de la modernidad capitalista. Vicepresidencia del Estado. Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional 2011; La Paz. Pág. 251-252. 13 Revisar de Marie Danielle Démelas La invención política: Bolivia, Ecuador, Perú en el siglo XIX. Instituto Francés de Estudios Andinos e Instituto de Estudios Peruanos.

41

posibilidades de construcción alternativas. La vivencia de la

modernidad es requerida como crisis y da lugar a la crítica.

Las historias en América Latina parecen las de una crisis permanente,

sus formas estatales, administrativas e institucionales no parecen consolidarse, parecen vivir una constante interpelación de los sujetos

sociales que ponen en cuestión precisamente su legitimidad. ¿A qué se debe esta temporalidad problemática? ¿Resistencia a ser incorporada

plenamente a la modernidad capitalista, por lo tanto a la búsqueda insaciable de alternativas, como parece sugerir Bolívar Echeverría? ¿O

mas bien se debe a la estructura de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, precisamente a la forma de estar incorporada, como

periferia? A propósito es conveniente comprender la constitución de los sujetos que van a colocarse precisamente como cuestionadores de las

formas modernas que pretenden la dominación y la hegemonía. El perfil de estos sujetos nos muestra las formas de experimentar la

política. Un tema que debe ser analizado con detenimiento es el que precisamente toca Bolívar Echeverría al mostrar el cambio de la

modernidad barroca a la modernidad de la ilustración; las políticas

borbónicas ocasionan una modificación considerable en las formas de administración colonial, ocasionando levantamientos y movilizaciones.

Quisiéramos detenernos en este punto y auscultar los tempranos levantamientos indígenas del siglo XVIII en los Andes.

¿Qué es lo que se produce a lo largo de los siglos XVI y XVII coloniales?

¿Lo qué llama Bolívar Echeverría modernidades barrocas? ¿Lo que llama Serge Gruzinski la otra modernidad articulada por españoles y

portugueses? ¿El mestizaje profuso de las comunidades indígenas sobrevivientes al etnocidio y genocidio? ¿El replanteo de la cuestión

nativa en la perspectiva de un renacimiento indígena y un nuevo humanismo, ya no solamente europeo sino ahora mundial? ¿Un pacto

colonial, que comprende autonomías indígenas y la participación de la nobleza indígena en las estructuras de poder y en la administración

colonial? ¿La incorporación del trabajo indígena a la extracción minera,

principalmente de la plata y el oro, lo que significa la incorporación de la explotación colonial a las órbitas del capital? ¿Qué crisis se gesta en

estos siglos? ¿La crisis viene por la crisis de la minería de la plata? ¿La crisis viene por la crisis económica del Imperio Español? ¿La crisis viene

por la toma de España por el ejército francés y los virajes hacia una modernización de la ilustración? Estas preguntas son importantes para

comprender la crisis desatada a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, para comprender los levantamientos indígenas panandinos y

comprender la constitución del sujeto político indígena. Si este sujeto estaba vinculado a un proyecto de reconstitución, a un proyecto

milenarista, por lo tanto ya afectado por el imaginario cristiano, mesiánico, a un proyecto convocativo como el de Tupac Amaru o a un

proyecto de nuevo tipo, es una discusión aparte, que se la puede tener en cuenta; empero lo importante es obtener el perfil del campo político

42

abierto y de la constitución subjetiva que abre la posibilidad a la

politización de los temas relativos a la crisis colonial.

Uno de los sujetos mencionados en los levantamientos indígenas es la

comuna, el común, que se refiere a la comunidad, a la asamblea comunitaria, a las decisiones consensuadas entre parcialidades de los

ayllus. Son las comunidades las que se rebelan a las mediaciones entre las autonomías coloniales indígenas y la administración colonial, que

se rebelan contra las exacciones y los tributos, los diezmos, contra los párrocos, los caciques y los funcionarios locales. Este es un sujeto

colectivo, que no muestra ciertamente el perfil de la subjetividad individual liberal. ¿Habrá que esperar lo que ocasiona la modernidad

de la ilustración despótica borbónica para que se den lugar estas subjetividades individuales? Esta subjetividad individual va a ser

patente en los levantamientos criollos del siglo XIX, cuando el discurso de la ilustración forme parte de la interpelación independentista. Los

perfiles singulares que aparecen son el de los líderes y dirigentes, que más que ser un perfil del individuo, del sujeto individual de derechos,

son perfiles que encarnan, por decirlo así, las voluntades colectivas.

Sus nombres cambian, ya no son nombres cristianos, sino nombres autóctonos, nombres de guerra. Son la serpiente luminosa, que

anuncia el pachakuti, el retorno del ciclo. Estas subjetividades son asombrosas por el juego afectivo que connotan y el movimiento de las

identidades. Se trata de pliegues afectivos comunitarios, pero también de proyectos políticos, que tienen que ver con el discurso de que ahora

nos toca gobernarnos, ahora nos corresponde, ahora es cuando, ahora es nuestro tiempo, nuestro ciclo. ¿Este es un proyecto que corresponde

a un nacionalismo indígena? ¿Es un proyecto que corresponde a la utopía de reconstitución que transita una modernidad barroca? El

historiador Sinclair Thomson deja pendiente las respuestas, pues es muy difícil descifrar el significado político de los levantamientos

indígenas del siglo XVIII. Lo más probable, como el mismo historiador aprecia, es que se hayan dando tendencias concurrentes en los

levantamientos, sin que ninguna de ellas se imponga

hegemónicamente14. Lo que si se puede decir es que se trata de subjetividades que se conforman en la crisis colonial, que corresponde

a la invención política indígena que comprende un imaginario anticolonial, a la lucha contra las dominaciones coloniales, a la lucha

por el reconocimiento de los derechos colectivos y territoriales de comunidades y pueblos nativos. La totalización de este proyecto se

mueve en un intervalo incierto que se configura como retorno del Inka y como reacomodo de las relaciones en términos igualitarios15. Quizás

lo de la comunidad imaginada como nación esté más cerca del proyecto

14Revisar de Sinclair Thomson Cuando sólo reinasen los indios. La política aymara en la era de la insurgencia. Muela del Diablo 2006; La paz. 15Revisar de Sinclair Thomson el capítulo Proyectos de emancipación y dinámica de la insurrección indígena (I). Ob. Cit.

43

de Tupac Amaru, pero estos perfiles no pueden ser definidos en las

construcciones políticas de los levantamientos del siglo XVIII. En todo caso debemos aclarar que la cuestión nacional también corresponde a

una proyección mas bien liberal que comunitaria.

En todo caso, hablando en lenguaje político, se puede decir que el

pueblo en los levantamientos indígenas son las comunidades rurales enfrentando a los vecinos de los pueblos y de las ciudades. Como dije

alguna vez, se trata del enfrentamiento de dos espacios tiempos, dos concepciones espaciales, las territorialidades indígenas enfrentando a

la cartografía colonial16. La guerra indígena anticolonial es una lucha política en pleno sentido de la palabra pues es una lucha contra formas

de dominación, en este caso coloniales. El nacimiento de la política, en sentido moderno, en las periferias del sistema-mundo capitalista, en

sus periodos tempranos, corresponde a una lucha anticolonial. La demanda de libertad se refiere a desmontar estos mecanismos de

dominio colonial. No se trata por cierto de demanda de libertades individuales como en caso de la modernidad de la ilustración, sino de

libertades colectivas, de libertades comunitarias, de libertad de

autogobierno, de libertades territoriales. Las subjetividades colectivas y comunitarias son la matriz de la política y la lucha anticolonial. Este

es el referente que no puede olvidarse, incluso para entender las contradicciones de la guerra de la independencia y de la genealogía de

los Estado-nación subalternos.

¿Qué nos enseñan los levantamientos indígenas pan-andinos del siglo

XVIII? Primero que hay una serie de pronunciamientos y después de levantamientos, en el contexto de formaciones enunciativas que

articulan tanto las profecías milenaristas, derivadas de una forma de asumir el cristianismo, sincretizado con las cosmovisiones

precolombinas, con proyectos políticos que van desarrollándose hacia el planteamiento del retorno del Inka, que podemos llamar de

reconstitución. Esos proyectos políticos pueden comprenderse e

interpretarse en el contexto de lo que llama Bolívar Echeverría modernidad barroca. Los sublevados tenían pleno conocimiento de su

relación de vasallaje con la corona española, también se entiende su pertenencia al mundo de entonces. Las obligaciones impuestas a las

comunidades a través de la encomienda, la mita y otras tributaciones e impuestos, además de servicios, tenían que ver con la formación de

relaciones integradas al mercado, principalmente la mita minera, que tenía que ver con el mercado de minerales. Pero también nos muestra

la historia de estas relaciones el funcionamiento pervertido de la administración local, sobre todo por el papel que cumplen las

autoridades locales y regionales. La corrosión de las instituciones y su permeabilidad a la corrupción hablan de las tempranas concomitancias

16Ver de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del poder. Episteme. La Paz.

44

entre poder y las relaciones perversas que llamamos genéricamente

como corrupción. Lo primero que denuncian los dirigentes sublevados son estas anomalías y el incumplimiento de las normas establecidas.

En principio los levantamientos se dan a nombre del rey contra las

autoridades locales. También al principio se da una suerte de alianza con los criollos, que también tenían contradicciones con los españoles

peninsulares, empero esta alianza es altamente compleja y generalmente va tender a su ruptura, en la medida que los propios

movimientos se van radicalizando. Esto se observa sobre todo en la segunda etapa de los levantamientos, particularmente en el cerco a La

Paz, aunque también se anuncia con los sucesos en Oruro, con cierta antelación. En este caso la guerra anticolonial asume las características

de lo que se puede llamar una guerra de razas, apreciando las significaciones histórico-políticas de esta confrontación. Sin embargo

también hay que anotar las grandes ambivalencias discursivas de la revuelta, cuando los líderes del levantamiento se preocupaban por la

legitimidad de su posición y por su relación con el cristianismo. También se observa las diferencias de tendencias si venían de líderes

vinculados a la nobleza indígena o si se constituían como expresión de

las comunidades de base, los ayllus. En este segundo caso los comunarios estaban propiamente interesados en recuperar la tierra y

los territorios, entrando tempranamente en confrontación con los hacendados criollos. Se puede notar la diferencia de tendencias y de

proyectos si comparamos el proyecto integracionista de Tupac Amaru y el proyecto radical de separación y escisión de Tupac Katari, aunque

también Tupac Katari tiene un comportamiento ambivalente con los curas. También se pueden notar contrastes entre los planteamientos

de Tomas Katari y Tupac Katari, sobre todo porque en el primero se observa su predisposición a corregir las anomalías de la administración

colonial, levantando la propia legalidad y legitimidad del rey. Sin embargo estos contrastes no se los puede descifrar si es que no se

abarca el despliegue de todo el proceso del levantamiento, incluyendo sus distinciones temporales, regionales y locales, además de la misma

evolución del enfrentamiento de los levantamientos. Esto es

precisamente lo que vamos a tratar de hacer apuntando a develar el campo político que se abre con esta rebelión indígena.

Sinclair Thomson en su revisión de los proyectos de emancipación pan-

andinos escribe:

Los proyectos anticoloniales, tal como los concebimos aquí, son aquellos que desafían explícita y conscientemente los fundamentos del

orden político colonial: la soberanía española y la subordinación política de los indios. El desafío a ambas condiciones podía implicar cualquiera

de los siguientes elementos: (1) el repudio o desplazamiento del rey de España (al remplazarlo, por ejemplo, por un rey Inka); (2) el

rechazo de la subordinación política indígena (sea a través de la subordinación de los españoles o de la equivalencia entre los dos

45

pueblos); y (3) la afirmación de la autonomía indígena (a través del

rechazo a la corona y a las autoridades españolas en territorio americano, y en este caso, en territorio andino). Es importante señalar

que, según estos criterios, los proyectos anticoloniales no siempre

implicaban un repudio directo al monarca español. La agenda de eliminar o dominar a los colonos españoles y de dotar a los indios de

una condición de igualdad, o bien de rechazo a las autoridades coloniales regionales, no siempre fue acompañada de un antagonismo

explícito o de referencias directas a la corona17.

El proyecto del retorno del Inka, el rechazo a la subordinación política indígena y la afirmación de la autonomía indígena dibujan las

tendencias en el campo político pan-andino. Lo que importa es comprender la formación del campo político pan-anadino como

respuesta a la dominación colonial, la estructuración de la rebelión a lo largo del siglo XVIII, la constitución de sujetos y subjetividades que

van alimentar a la rebelión con voluntades, imaginarios y acciones. Ciertamente el desarrollo de los levantamientos indígenas comprenden

un proceso complejo y hasta contradictorio; la relación con el rey, al

que no se lo veía nunca y de quién se tenía una idea tan vaga y vivía tan lejos, que parecía más bien un fantasma, es obviamente ambigua.

Podía en un momento ser sustituido por un rey real y legitimo, el Inka. El hablar a nombre del rey contra las autoridades locales no niega el

carácter anticolonial de las luchas; el problema de la totalización de la rebelión, de las consecuencias políticas en lo que respecta a la

organización del Estado y de la sociedad, en lo que respecta a la legitimidad última, va estar pendiente. Empero, se va configurando la

solución en la medida que se radicaliza el movimiento. Lo que importa de las insurrecciones indígenas del siglo XVIII es que tocan las matrices

de poder del capitalismo y la modernidad, el colonialismo. Podemos decir que el la lucha anticolonial es la base de la política en las periferias

del sistema-mundo capitalista, es el sustrato más profundo, que le da una perspectiva a las luchas sociales. No se podrían vislumbrar los

límites y los alcancesde las corrientes políticas y las luchas que se dan

posteriormente si no comprendemos la apertura históricade los levantamientos indígenas del siglo XVII. El carácter problemático de la

política moderna asoma con toda la complejidad de la lucha contra las dominaciones y la exigencia de libertades, derechos, además de la

constitución de las subjetividades y sujetos rebeldes.

Respecto a la importancia de los levantamientos indígenas del siglo XVIII,importancia en la configuración de la política, por lo tanto de las

luchas descolonizadoras, de las luchas sociales, de las luchas nacional-populares de los países andinos, vamos adelantar una interpretación

genealógica de la historia política de Bolivia. Recogemos esta interpretación en una hipótesis sobre el acontecimiento político.

17Sinclair Thomson; Ob. Cit.; pág. 174.

46

Hipótesis

El nacimiento de la política en la región andina se da con las

insurrecciones indígenas del siglo XVIII, la matriz de la política en esta región se encuentra en este substrato de la historia moderna. Política

en tanto cuestión de poder y de emancipaciones, política como espesor dinámico de las luchas sociales, por lo tanto que comprende en su

geología sedimentada varias capas, las mismas que recoge la memoria larga de los levantamientos, delas rebeliones y las insurrecciones.

Después de la insurrección indígena anticolonial del siglo XVIII se van a dar otros campos políticos en el contexto de otra modernidad, la

relativa a la ilustración, fuertemente vinculada a un programa liberal, basada en el principio de individualización ciudadana, apuntando a la

independencia a la conformación de la república. Nos encontramos

ante otro imaginario y a un replanteamiento de la política, configurada en el espacio de las comunidades imaginadas, las naciones. La guerrilla

de los 15 años y la guerra de la independencia se mueven en esta formación discursiva liberal. Se trata ciertamente de una lucha por la

emancipación de la corona española, por lo tanto de una guerra anticolonial, empero lo que llama la atención es que esta guerra de la

independencia criolla ignore la insurrección indígena el siglo anterior, como si lo que ocurriese en el siglo XIX y lo que ocurrió en el siglo

XVIII no tuvieran conexión. Era difícil para los criollos y mestizos liberales comprender la insurrección comunitaria indígena. El

desencuentro no solamente político sino también epistemológico se ahondó con la llegada de la ilustración.

Un tercer campo político se abre con la guerra del Chaco y sus

consecuencias traumáticas. Podemos hablar de la formación de un

campo político correspondiente a las luchas sociales ya la lucha nacional-popular. Es cuando se da se dan las formaciones de grandes

organizaciones sindicales, de los partidos marxistas y también del partido nacionalista, se desatan luchas sociales, económicas y políticas

de envergadura, que cuestionan el Estado oligárquico, es decir la forma del Estado-nación liberal dominado por la oligarquía minera. Este

periodo de luchas sociales, que expresan un discurso marxistas, como la escrita en la Tesis de Pulacayo, que también expresan un discurso

nacionalista que persigue recuperar la soberanía y los recursos naturales, soberanía enajenada por el llamado super-Estado de los

“barones del estaño”, culmina en la revolución nacional de 1952 y en los 12 años que dura el periodo de los gobiernos nacionalistas

revolucionarios. Tenemos aquí otro imaginario, de clase y nacionalista, tenemos también otra formación discursiva, marxista, mejor dicho

47

obrerista, y nacional-popular. Por lo tanto también nos encontramos

ante un nuevo replanteamiento de la política. En alguna la literatura política e histórica contemporánea se considera esta temporalidad

histórica como si fuese el único intento de modernización del Estado y

la sociedad. Empero podemos decir con Bolívar Echeverría que se trata de la modernidad de los Estado-nación; se trata de una modernidad

institucional que intenta encaminarse por la industrialización para escapar de la dependencia económica, basando su gestión política en

medidas de nacionalización. La política es marcada por la lucha de clases, el proyecto socialista, pero también por la convocatoria popular

a la defensa de la nación y sus recursos naturales. Se trata de otra “episteme” en tanto circulación de saberes, una “episteme” que llamo

boliviana, pues se pone como en el centro del debate la pregunta de ¿qué es ser boliviano? Ante esta pregunta se responde con el desafío

de atrevamos a ser bolivianos18. En este caso también llama la atención la desconexión con la insurrección indígena des siglo XVIII,

con la lucha anticolonial indígena. Cómo si quedara resuelta la cuestión colonial con la interpretación del problema del poder y de las

dominaciones desde la lucha de clases, por lo tanto subsumiendo la

cuestión indígena en la figura del proletariado o de la alianza obrero campesina. No sólo los marxistas ignoraron la insurrección del siglo

XVIII, las exigencias históricas del levantamiento, el profundo carácter anticolonial de las luchas políticas, sino también los nacionalistas; el

discurso del nacionalismo revolucionario supuso que la cuestión indígena se resolvía con el proceso de mestización que acompañaba a

la formación de la consciencia nacional.

Como se puede ver estos tres campos políticos no se logran conectar, salvo que se entienda que hay alguna conexión con las interpretaciones

que se hacen en el discurso nacionalista de los 15 años de la guerrilla y de la guerra de la independencia, así también salvo se entienda como

alguna conexión el indigenismo que incorpora el nacionalismo en su proyecto de mestización. Se puede hablar de una desconexión de

imaginarios, no se da un diálogo entre horizontes históricos culturales.

Para que ocurra esto habrá que esperar la crisis de la década de los setenta, cuando irrumpe el discurso katarista interpelando al Estado y

a la nación boliviana, retornando a la memoria larga indígena. Empero el dialogo intercultural se comienza a dar en la década de los noventa,

después de la marcha indígena de tierras bajas por el territorio y la dignidad. A lo largo de los noventa se produce como una reflexión

popular sobre el fracaso de los proyectos políticos y la necesidad de abrir un nuevo horizonte; esta reflexión también es asumida

teóricamente y termina formando parte del debate en las organizaciones sociales, sobre todo indígenas y campesinas. La

apertura y vivencias intensas de un nuevo horizonte político se despliegan durante las luchas y los movimientos sociales anti-

18Revisar de Sergio Almaraz Paz Obra completa. Plural. La Paz.

48

sistémicos de 2000 al 2005, horizonte político ciertamente

intercultural, a diferencia de los otros campos políticos anteriores. Se toma plena consciencia del significado histórico político de la

insurrección indígena del siglo XVIII, de la exigencia profunda del

proyecto descolonizador, de la necesaria articulación de la descolonización y de la mirada indígena a las otras luchas, sobre todo

nacional-populares.

La política en este cuarto campo político, en este horizonte descolonizador, asume la pluralidad de las luchas, incorporando la

lucha primordial por la madre tierra, en plena crisis estructural del capitalismo, crisis que tiene connotaciones destructivas ecológicas. La

política se mueve en un pensamiento pluralista que piensa precisamente la pluralidad de los acontecimientos, la multiplicidad de

singularidades, las conexiones interculturales, por eso mismo busca realizar las luchas en un mapa de transformaciones pluralistas del

Estado y la sociedad. Estas son las razones de la complejidad de la Constitución Política del Estado Boliviana, lugar donde se logra

transcribir los mandatos de los movimientos sociales y de las naciones

y pueblos indígenas originarios, incluyendo temas pendientes de transición, tareas que tienen que ver con concepciones nacional-

populares. Se trata de una Constitución intercultural y de transición, una Constitución que establece las características de las

transformaciones en la transición. Hablamos de una transición pluralista, la invención de una nueva forma de Estado plurinacional

comunitario y autonómico, también los referimos a una transición que conecta el modelo productivo con el vivir bien, como alternativa

civilizatoria a la modernidad, al capitalismo y al desarrollo. Los ejes de la transformación política plurinacional, territorial, autonómica,

comunitaria y productiva, también se halla contrastados por temas no superados, que tienen que ver mas bien con normativas conservadoras

en el terreno del órgano ejecutivo, del órgano legislativo, órgano judicial y órgano electoral, copiando estructuras parecidas a la anterior

Constitución y de otras constituciones liberales, como lo de la

Procuraduría. Sin embargo, también es una Constitución que avanza en el sistema político, entendido como democracia participativa, como

ejercicio plural de la democracia, directa, representativa y comunitaria. Se trata de una Constitución que exige la construcción colectiva de la

decisión política, de la ley y de la gestión pública.

Esta complejidad del campo político y del horizonte político abierto quizás también pueda explicarnos las razones de las profundas

contradicciones del proceso de cambio, también las razones del retroceso del gobierno ante las tareas que exige la Constitución. Ante

la episteme intercultural abierta retrocede al folklore y reduce la emancipación cultural al simbolismo y la escenificación. En otras

palabras, retorna al mestizaje, descartando la posibilidad de un gran diálogo intercultural y a la gran tarea de construir una institucionalidad

49

intercultural. Ante la tarea de las transformaciones pluralistas,

renuncia a la construcción de un pluralismo institucional y opta por restaurar el Estado-nación. Ante la tarea de la transformación

comunitaria, se desliga de esta responsabilidad y prefiere optar por la

defensa de la propiedad privada de la tierra, particularmente de la que siguen siendo latifundios. Ante la tarea de la descentralización

administrativa política y la construcción de las autonomías, retrocede en todo prefiriendo anclarse en un centralismo obsoleto e ineficiente.

Respecto a la tarea del modelo productivo, que tiene también que ver con la industrialización, empero conectada a la soberanía alimentaria,

retrocede a la repetición devastadora del modelo extractivista. Respecto al modelo alternativo del vivir bien, lo usa como discurso en

las presentaciones internacionales, sin tener ninguna repercusión en las políticas públicas nacionales. Frente a este problemática, en vez de

debatir y discutir, de hacer participes a los movimientos sociales de las dificultades, prefiere retroceder a una solución “técnica”, a un

empobrecido pragmatismo y realismo político, que les da una tranquilidad momentánea, empero termina colocándolos frente al

proceso, en contra del mismo proceso.

Estas contradicciones y estos desenlaces conservadores forman parte

de la cuestión política, de la problemática política, de la política en tanto relaciones de poder, estructura y diagramas de fuerza, que no sólo

corresponden al ámbito del país sino también a las relaciones internacionales y con orden de dominación mundial. Una de las

preguntas que tenemos que responder en relación a esta problemática de los retrocesos es ¿qué es el poder?, acompañada por otras

preguntas, ¿cómo funciona?, ¿por qué no se puede desmantelar e Estado-nación y construir el Estado plurinacional comunitario y

autonómico? ¿Por qué el Estado se traga a los gobernantes, conductores, a los que deberían transformar, en cambio los transforma

y los convierte en los engranajes de estructuras y de relaciones de poder que parecen incontrolables? Estos temas tienen que ver con el

tópico político que llamamos en la introducción, en el plan de trabajo

de ¿Qué es la política?, la parte de la política que tiene que ver con la conservación del poder. Cómo dijimos, la política esta desgarrada por

dos tendencias dicotómicas, la conservación del poder y la destrucción del poder, la administración de los humanos y de las cosas o el camino

de las emancipaciones múltiples.

Ahora bien, de qué depende lo que pueda ocurrir con el proceso. El horizonte pluralista e intercultural de la política se ha abierto, el

recorrer esta distancia hacia el horizonte depende vivir plenamente la política, las luchas y transformaciones abiertas por la política en su

sentido pluralista intercultural, en su sentido de transición hacia otro modelo civilizatorio. Se trata de asumir las tareas comprometidas, la

descolonización, el desmantelamiento del Estado-nación, la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, el

50

modelo productivo, la soberanía alimentaria, la armonía con los ciclos

vitales de la madre tierra. Empero para esto es menester desarticular las prácticas y habitusde las formas de hacer gestión tradicionales, por

así decirlo, desmontar las estructuras y relaciones de poder que

sostienen estas prácticas y este habitus. Esto significa la crítica radical al discurso justificativo del gobierno y de los gobernantes, la crítica al

pragmatismo y realismo político optado, que encubre la restauración del Estado-nación y la subordinación a las empresas trasnacionales

extractivistas.

Con esta interpretación marcamos una diferencia radical con la tesis de la conspiración, que considera un lugar primordial a las

conspiraciones, a los grupos de conspiración, incluso a los secretos pactos. Esta tesis también deriva en la explicación de la decadencia de

las revoluciones a través de factores subjetivos como la traición. Con esto se les atribuye un papel preponderante y determinante a los

conspiradores, como si tuvieran en sus manos las riendas de la historia. Nada más desesperado y fácil que estas interpretaciones para explicar

las contradicciones de los procesos. Los conspiradores son uno de los

factores en la multiplicidad de factores que intervienen en los desenlaces de los procesos, no son de ninguna manera de los factores

determinantes. La complejidad de los procesos se explica a partir de sus condiciones de posibilidad histórica, de las estructuras inherentes,

los ámbitos de relaciones, las prácticas y claro también la constitución de sujetos y subjetividades. En el caso de los procesos revolucionarios

y los que se proponen transformaciones, sus contradicciones, incluso sus retrocesos y decadencias, estos desenlaces deben explicarse a

partir de la estructuras, relaciones, diagramas de poder, que juegan un papel no solamente en las resistencias institucionales al cambio,

sino también la cooptación e integración de los revolucionarios precisamente a estas estructuras, relaciones y diagramas efectivos. La

crisis, en este caso la crisis del Estado, tiene que llegar a ser tan profunda que desmantele estas estructuras, relaciones y diagramas.

Parece que para efectuar esta tarea se requiere de saberes que sean

capaces de descifrar la lógica inherente de estas estructuras, relaciones y diagramas de poder, un nuevo saber que circule y sea producto de

la participación colectiva y comunitaria. No se puede seguir actuando a ciegas ante acontecimientos políticos estructurados por diagramas

de poder y relaciones de fuerza que se ocultan en la maquinaria de las instituciones y en la profusión de las prácticas.

51

Acontecimientos políticos inaugurales de la política

La insurrección pan-andina

El historiador Sinclair Thomson describe las características del proceso

insurreccional anticolonial del siglo XVIII de una manera sobresaliente por su manejo de las fases, estructuras e imaginarios involucrados; en

su evaluación de los proyectos de emancipación y dinámica de la insurrección indígena comienza con la experiencia política de la

comunidad Chuani de Ambaná, en la actual provincia de Larecaja. Escribe:

En la comunidad Chuani de Ambaná (Larecaja), entre fines de los años

1740 y principios de los años 1750, salió a la luz un proyecto radical inspirado en la conspiración de Azángaro en los años 1730. Bajo el

liderazgo de los Palli, los indios de Chuani rechazaron a la autoridad local tanto civil como eclesiástica, y difundieron sus mensajes de

“redención” por todo el distrito. El objetivo del movimiento era de

“acabar o dominar los viracochas”, para restituir la libertad a los indios. Creían que eran los redentores, “ellos son redentores del pueblo y a

fuerza de rigor harán vencimiento a todos y aún los de la provincia, por que a ellos les toca el mandar”19.

Los levantamientos y pronunciamientos son anticipados por la crisis de

dominación, manifestada primero por los conflictos institucionales e intra-comunales, después por las consecuencias del reparto tributario

y el fin de las mediaciones. La crisis de la dominación viene acompañada por una crisis de legitimidad; se cuestiona la perversión

de las representaciones de mediación entre las autonomías indígenas coloniales y la administración colonial. Se incrustan en estas

mediaciones personajes que venían de la nobleza indígena, también mestizos que aprovechan a través de matrimonios para habilitarse

como caciques. También se cuestiona a caciques que se aprovechaban

de su representación para esquilmar a las comunidades y enriquecerse a costa de ellas. Después el cuestionamiento se extiende a los párrocos

y a las autoridades civiles coloniales. Son las comunidades las que se encargan de interpelar y juzgar la los caciques, los representantes, las

autoridades civiles y eclesiásticas. Se produce una difusión de los pronunciamientos, que poco a poco se convierten en convocatorias al

levantamiento.

El segundo momento excepcional en que surgió un proyecto identificable como anticolonial fue el cerco de Chulumani en 1771.

Menos de dos años antes, el levantamiento del pueblo de Sicasica fue también provocado por la explotación del Corregidor Villahermosa y

19Sinclair Thomson: Ob. Cit.; pág. 175.

52

sus agentes en el sistema de repartos, y sin embargo no hay evidencias

de que su dirigente, Alejandro Chuquiguaman, buscara el derrocamiento de la dominación colonial o la eliminación de los

españoles como metas de la movilización de los ayllus20.

En cambio:

El liderazgo y la insurrección de Chulumani adquirieron una naturaleza

aún más radical. La movilización de Yungas había sido premeditada, y

dio lugar al surgimiento de un grupo de dirigentes comunales – que no

eran caciques y en su mayoría no habían sido antes autoridades

comunales – que se lanzaron a organizarla y dirigirla21.

Fueron las comunidades la base de la movilización, también entregaron

su perspectiva a los levantamientos, una perspectiva radical en

relación a lo que había que hacer, la perspectiva del autogobierno. La

rebelión de yungueña fue abiertamente anticolonial, las comunidades

se organizaron para gobernar el territorio liberado.

El tercer momento excepcional de naturaleza radical y anticolonial se

dio a principios de noviembre del mismo año (1771), cuando los

comunarios de Pacajes se levantaron atacando a su Corregidor Josef

del Castillo y tomando el poder en la capital provincial de Caquiaviri.

La muerte del corregidor y de varios de sus lacayos en Jesús de

Machaca fue una reacción espontánea, en ocasión de las festividades

de Todos Santos, en contra del trato violento que había dispensado a

los comunarios reunidos en el pueblo. Aunque sin duda esta

confrontación estuvo llena de significación política, no hubo un

proyecto político comunal que animara o dirigiera el ataque. Un

compromiso más explícito con opciones y programas políticos claros

habría de emerger después de la matanza, cuando los comunarios de

Caquiaviri se vieron de pronto con el poder en sus manos, y tuvieron

que enfrentar el inesperado desafío de gobernar22.

Se dan rebeliones locales como núcleos profundos de la crisis y focos

de irradiación, se trata de eventos que muestran los alcances de la

crisis de la administración colonial, empero todavía eventos de

convocatoria restringida. Aunque se dan intensas experiencia de la

inversión de valores. Es el caso de la indemnización de españoles y

20Ibídem: Pág. 177. 21Ibídem: Pág. 177. 22Ibídem: Pág. 181.

53

mestizos que son obligados a formar parte de la comunidad, de las

parcialidades del ayllu, a vestir con vestimenta autóctona, vistiendo

mantas, camisetas y monteras, en tanta las mujeres de axsu.

El movimiento de Tomas Katari en Chayanta podría haber añadido leña

al fuego de la visión de que una nueva era estaba comenzando. Las

batallas de Katari contra los funcionarios regionales y locales abusivos

comenzaron en 17777, cuando luego de regresar de un notable viaje a

pie hasta las cortes de Buenos Aires, proclamo: “Ahora traigo nuevo

mando del señor virrey, que ya no ha de ser como antes todo

landroncio”. Bajo la conducción de Katari, la autonomía indígena

parecía estar volviéndose una realidad hacia 1780: las comunidades

obligaron a renunciar a los caciques ilegítimos que actuaban en

complicidad con el corregidor; depusieron al propio Corregidor Joaquín

Alós y actuaron con el fin de impedir que los sucesores designados por

las autoridades asumieran el cargo; en ausencia del control colonial

efectivo, Katari llego a gobernar la provincia prácticamente por sí

mismo23.

La rebelión en Chayanta y la dirección de Tomas Katari nos muestra

una fase intermedia del proceso de la rebelión indígena. Se recurre a

la autoridad del virrey para deponer a las autoridades locales y cambiar

la situación de los abusos en la región; se convierte en la autoridad en

toda la región por el lapso que dura la ocupación indígena, llevando a

cabo una especie de autogobierno. Sin embargo, no está cuestionada

la autoridad del virrey tampoco la colonia. Estos hechos nos muestran

las ambivalencias de la rebelión; en principio son rebeliones locales,

llegan a ser incluso regionales, empero en esta etapa no prospera un

cuestionamiento a la totalidad de la dominación colonial.

El 4 de noviembre de 1780, José Gabriel Tupac Amaru capturó al

corregidor de la provincia de Tinta, Antonio de Arriaga, e inició su

movimiento como heredero de la corona de los reyes nativos del Perú.

Aunque no anunciará públicamente su separación de la corona de

España, se comportó como un solo monarca lo haría, y la población

reconoció de inmediato sus aspiraciones reales. TupacAmarú comenzó

asegurándose victorias militares y la adhesión de los indios, mestizos

y criollos en el distrito sur de la ciudad del Cuzco. Un inicial momento

23Ibídem: Pág. 198.

54

culminante. En el que al parecer se confirmó la abrumadora

superioridad de las fuerzas indígenas y la naturaleza providencial de su

movimiento, llegó a ser tan intenso que quizás infundió en los

participantes una cierta complacencia acerca de la continuación de la

guerra. No fue capaz de capturar la estratégica ciudad capital; pero las

provincias del sur se entregaron a las tropas indígenas leales al Inka.

A lo largo de la lucha, su arraigo político se extendería hasta Arica,

Tarapacá y Atacama en la costa; los valles de Charcas como Larecaja,

Yungas y parte de Cochabamba hacia el este; y hacia el sur hasta Jujuy

y Salta, con ecos en Mendoza en el nuevo Virreinato de Río de la Plata.

El movimiento también cosechó simpatías en la sierra central y norte

del Perú, y sus repercusiones se sintieron incluso hasta el Virreinato de

Granada de Nueva Granada en el extremo norte24.

Con la dirección de Tupac Amaru y ciertamente la rebelión propiamente

pan-andina que dirigió, se llega al nivel de mayor convocatoria y

proyección de los levantamientos indígenas, también se llega a la

proyección política mayor cuando se convierte en la figura de retorno

del Inka, sustituyendo prácticamente al mismo res, y anuncia la

conformación de un inmenso Estado que abarcaría desde las costas del

pacífico hasta la el Paititi, es decir la Amazonia. La convocatoria a todos

los nacidos en el continente, indios, criollos, mestizos,

afrodescendientes, mulatos para conformar una unidad en contra de

los españoles peninsulares puede entenderse como el proyecto político

de mayor alcance durante el siglo de la rebelión indígena.

La violencia estalló en Oruro el 10 de febrero, en medio del pánico por

una oleada de rumores de que el corregidor y su facción de europeos

iban a atacar a los miembros de la milicia criolla y acabar con sus

adversarios. Luego de un confuso incidente, una revuelta plebeya de

criollos, mestizos y cholos se amotinó e incendió la casa de un

comerciante peninsular en la que se habían refugiado muchos europeos

con sus caudales. A la mañana siguiente, once españoles y cinco

esclavos habían perecido como resultado de las quemaduras y golpes.

En una asamblea improvisada, la multitud proclamó su voluntad de que

el prominente criollo Jacinto Rodríguez sea el nuevo corregidor y que

los europeos abandonen la ciudad de inmediato o se los mate. A

medida que transcurrió el día, miles de comunarios convergieron en la

ciudad, en apoyo a sus camaradas o “hermanos”, en el lenguaje de

24Ibídem: Pág. 200-201.

55

Tupac Amaru, y en defensa del nuevo corregidor. Se veían indios y

criollos abrazándose en las calles25.

Lo que se observa en la toma de Oruro es la inmediata alianza entre

indios, criollos y mestizos contra los europeos. Sin embargo, una

alianza frágil, que no llega a durar, debido a las diferentes percepciones

sobre los desenlaces del conflicto. Los indígenas de las comunidades

no van a tardar de entrar en contradicciones con criollos y mestizos;

estos últimos toman la decisión de sacar a los indígenas de la ciudad

cuanto antes. Uno de los temas en conflictos es el de la tierra; las

comunidades exigían la devolución de tierras, esto afectaba también a

propietarios terratenientes criollos y mestizos. Para los criollos y

mestizos estaba bien sacar a los españoles, pero no veían con buenos

ojos las pretensiones comunitarias sobre la tenencia de la tierra. Estas

contradicciones terminaron rompiendo la alianza inicial.

Si bien la rebelión con Tupac Amaru fue la más extensa y comprometió

al mundo pan-andino, además fue la que contó con un proyecto político

en pleno sentido de la palabra, apuntando a la totalización de la

rebelión y la conformación de otro Estado, la rebelión dirigida por Tupac

Katari, más concentrada en la región del Altiplano norte y sitiando a la

ciudad de La Paz, correspondió a la etapa más radical del proceso de

la rebelión indígena. También fue como el momento de clausura de la

insurrección indígena en el siglo XVIII, aunque siguieron los

levantamientos esporádicos y locales después de la muerte del líder.

Las características de esta última etapa del proceso de la rebelión

indígena del siglo XVIII son sintomáticas, muestran elocuentemente la

fuerza del levantamiento indígena, pero también, al mismo tiempo

profundos contrastes, debido a comportamientos ambiguos del propio

líder, además de evidenciar una composición de alianzas que no

terminó de solidificarse.

El historiador al que seguimos, Sinclair Thomson, escribe sobre Julián

Apaza, en un apartado sugestivo que titula Manifestaciones de la

“Serpiente Resplandeciente”, lo siguiente:

Hacia principios de 1781, podemos imaginar que Julián Apaza, a la

madura edad de 30 años, era un hombre curtido por años de

25Ibídem: Pág. 207.

56

dificultades personales y dotado de una larga experiencia. Como

forastero comunario de un ayllu rural del altiplano, fue criado y vivió

en las circunstancias más exigentes y empobrecidas. Sufría de una

enfermedad física, quizás una poliomielitis infantil, que dejó algo

retorcidas sus piernas y brazos. Sin embargo, su energía física no

parece haber disminuido con ello, y siempre estuvo a la altura de su

intensidad de carácter. Sin duda, había desarrollado desde temprana

edad un sentido de autoconfianza. Si trabajó en un ingenio de

minerales, como rumoreaba, habría conocido de primera mano el

poder económico criollo y los rigores de una proto-industria colonial.

Como comerciante itinerante, habría sido expuesto a las duras

condiciones de los caminos. Sin duda estaba acostumbrado a tratos

bruscos con los otros indios, cholos y mestizos que llevaban sus

caravanas de llamas o recuas de mulas por las mismas rutas, y a través

de sus encuentros habría escuchado historias acerca de los rincones

más distantes del reino. En sus viajes, ha debido conocer mucho sobre

la vida de la gente que residía en el altiplano y en los valles

interandinos, y ha debido visitar otras ciudades coloniales además de

La Paz. Habría adquirido un amplio conocimiento de los modos de

dominación colonial cotidianos y sutiles, así como de los sufrimientos

comunes de los indios, sus miedos y resentimientos, y su aspiración

liberarse del “pesado yugo”26.

El dibujo de este semblante es un buen comienzo para comprender el

protagonismo que va jugar Julián Apaza en la etapa más radical del

proceso de la rebelión indígena, sido oriundo comunario, es decir

plebeyo y no descendiente de la nobleza indígena. Adquiere el nombre

de Tupac de Tupac Amaru y el de Katari de Tomas Katari, los otros

líderes de la rebelión que le antecedieron. Es el encargado de llevar

adelante la continuación de la rebelión, quizás en momentos difíciles

debido la derrota de Tupac Amaru. La tarea más complicada, a

unprincipio, ha debido ser convencer a las comunidades, a sus

jilakatas y malkus, de que era el encargado de continuar la rebelión.

Para eso contaba con una carta interceptada de TomasKatari dirigida a

TupacAmaru. Seguramente que no fue fácil ganarse el liderato, fue un

trabajo arduo, incluso mantener la unidad de la confederación que

sitiaba la ciudad de La Paz. Empero el hecho que un liderato haya

surgido desde las bases expresa el carácter de esta etapa de la rebelión

y las razones de su radicalización. A propósito Sinclair Thomson anota

que:

26 Siclair Thomson; Ob. Cit.; págs. 224-225.

57

La formación política de Julián Apaza deriva claramente de la fase

aguda de las luchas comunales (ocurrida cuando él era adolescente),

que culminó en los levantamientos de los pueblos de SicaSica en 1769

y de Yungas y Pacajes en 1771. En 1781, la mujer de Apaza, Barolina

Sisa, declaró que él había estado preparando el movimiento durante

diez años27.

A lo largo del proceso de la rebelión la misma había combinado dos

interpelaciones, la de las comunidades y la de las estructuras y redes

donde se asentaban los lideres. Se ha visto que los comunarios tendían

a la radicalización del proceso, en tanto que los líderes tendían a

mantener las alianzas. Esta vez tanto la interpelación de las

comunidades como la interpelación del líder coincidieron. Fue

indudablemente la etapa más radical del proceso de la rebelión

indígena durante el siglo XVIII, pero también no dejó de mostrar sus

propias ambigüedades. Como en el caso de la rebelión de Tupac Amaru

no se tomó la ciudad del Cuco, Tupac Katari tampoco llegó a tomar la

ciudad de La Paz. Ambas tomas eran indispensables en la estrategia

militar, prácticamente se dejó pasar el tiempo, dándole la oportunidad

al ejército español que llegó del sur a socorrer a la ciudad sitiada. Este

es un tema que quedó pendiente en el análisis y en la historia; se debe

abordar la respuesta a esta cuestionante de manera abierta y analítica.

Puede ser que haya habido desacuerdos internos en la confederación

de mandos que situaban a las dos ciudades; sin embargo, este hecho

forma parte de la complejidad del proceso de la rebelión pan-andina.

Otro tema complicado es la relación con la religión católica; las

rebeliones no se desprendieron de los imaginarios cristianos,

recurrieron a éstos tanto en forma sincrética como directa. Esto se ve

en la relación que tenía Tupac Katari con los curas que asistieron en el

campamento militar indígena. Sin embargo, estas ambivalencias no

opacan de ninguna manera la conducción de la rebelión indígena y del

sitio a la ciudad de La Paz, sino que muestran el desarrollo del proceso

en esta etapa, su desenvolvimiento molecular, avanzando,

emancipándose de las ataduras coloniales. Todo esto forma parte de la

complejidad y riqueza del levantamiento indígena del siglo XVIII.

27Ibídem: Pág. 225.

58

La revolución negra

¿Qué es el colonialismo? Esta pregunta es grave, sobre todo cuando se

tiene que responderla ante los abominables hechos de la esclavización,

del comercio de esclavos y la trata de humanos reducidos a las

condiciones de la mayor bestialidad inimaginables. La realidad supera

a la imaginación. Por otra parte hablamos de bestialidad, no de

animalidad, pues los animales son otra cosa; la bestia es la invención

59

humana más atroz. Quizás es la realización de sus más terribles

pesadillas. La pregunta también es: ¿de qué es capaz el hombre? No

estamos hablando de la mujer, pues ellas, la pluralidad, han sido

reducidas también por la dominación masculina a distintas condiciones

de subalternidad, de sumisión y de goce. ¿Cómo llegaron a inventarse

un régimen tan espantoso como el comercio de esclavos y la cruel

esclavización de la modernidad y de los orígenes del capitalismo? ¿Qué

los empujo a cometer semejantes crímenes en tan gigantesca escala?

¿El dinero? ¿La ganancia? ¿La abismal diferencia de poder, es decir de

dominio, basado en la superioridad en los mares y en la tecnología

militar?

Con la conquista del quinto continente, Abya Ayala, se generaron

transformaciones en la estructura y correlación de fuerzas en el

mundo; Europa salió de su aislamiento por el Atlántico, convirtiéndose

la península de Eurasia en el centro y el eje de los nuevos circuitos

mercantiles. Abya Ayala fue desbastada de norte a sud, de este a

oeste, generando el despoblamiento a consecuencia del genocidio y

etnocidio sumados. Esto fue francamente problemático incluso para los

regímenes coloniales pues ya no contaban con mano de obra servil en

vastos espacios geográficos, tanto para el trabajo de las minas como

para el trabajo de las plantaciones. El dominico Bartolomé de las Casas

preocupado por la desaparición de la población indígena, y ante la

descomedida y reiterativa violencia de los conquistadores, quienes no

cumplían ni con las leyes coloniales, que protegían a los indígenas

como vasallos del rey, leyes de indias; el dominico, quién había logrado

convencer a los reyes de que los indígenas eran humanos y tenían

alma, propuso para salvar a la población indígena ante los atropellos

que no parecían detenerse, que se trajesen esclavos del África para

realizar las duras tareas a que eran sometidos los indígenas.

Comenzaron los españoles, después les siguieron los portugueses,

continuaron los holandeses, franceses e ingleses. Se convirtió el tráfico

de esclavos en el negocio más rentable, además de traer efectos

multiplicadores con el trabajo esclavo, energía productiva no-pagada,

sobre todo en las plantaciones.

El vaciamiento del África negra, el traslado de grandes contingentes de

hombre, mujeres y niños, arrancados de sus aldeas, hacia el nuevo

continente y sus islas del caribe, fue producto de una gigantesca

empresa descomunal, que involucraba a la marina de varios países

europeos, en mutua competencia. Muchísimos murieronprimero en el

transcurro del viaje por tierra; después en los calamitosos depósitos

60

de humanos, donde los hacinaban; seguidamente, en las estructura

de los barcos, donde prácticamente los tapiaban en estrechos espacios.

Esta iniquidad fue cambiada por subidas temporales a la cubierta, para

elevar la moral depresiva de los esclavos. Este era el momento que

algunos aprovechaban de liberarse de este infierno; muchos esclavos

transportados, para escapar de esta condena inaudita, se arrojaban al

mar a la menor oportunidad. El costo de muertes fue muy alto en este

comercio de esclavos, compensado, según los cálculos mercantiles de

los esclavistas negreros, con la venta de los cargamentos. Este crimen

de lesa humanidad, esta deuda irremediable nunca fue pagada por

Europa y los otros países involucrados en el comercio de esclavos,

como Estados Unidos de Norte América. Tuvieron los propios esclavos

que revelarse para conquistar su libertad.

La historia de la revolución negra de Haití es una de las más profundas

y reveladoras del nacimiento de la política moderna, del alcance de las

conquistas democráticas y de las conquistas de los derechos humanos,

del sentido histórico que adquirieron, para no ser meras abstracciones

en los discursos y en las constituciones. En cierto sentido, en términos

de la concreción de la significación histórica, el significado de la

emancipación alcanzó con a revolución negra mayor profundidad que

la revolución francesa debido al carácter descolonizador de la

revolución, a la elevada liberación que lograba la rebelión de los

esclavos, al admirable gesto liberador de los humanos más destruidos

y condenados de la tierra, reducidos a propiedad absoluta de los amos

esclavistas, reducidos a la condición deshumanizada de meros

instrumentos de trabajo, a la condición más inhumana y brutal que se

puede imaginar. El grito de la revolución negra viene desde la herida

más profunda, más desgarrada, desde el abismo más oscuro del ser

humano. Acompañando a las conquistas más democráticas de la

revolución francesa, los derechos del hombre, la igualdad, la

fraternidad y la solidaridad, la abolición de la monarquía y las

aristocracias, entre ellas la aristocracia de sangre, se levantaron los

esclavos de la isla la Española, del lado de la posesión francesa.

Quemaron las plantaciones de caña de los colonos blancos,

expulsándolos de sus propiedades, haciéndolos huir, devolviéndoles la

violencia que ellos cristalizaron en sus huesos, arrinconándolos a las

ciudades y a los puertos, tomando territorios y hasta poblados. Así

comenzó la larga guerra civil de Haití que duraría como una docena de

años.

61

Hay que aprender de estos conmovedores acontecimientos, que son

como los dolores de parto de la modernidad, hay que penetrar hasta

la raíz de la convulsión misma, de la potencia social de la revolución

negra, para comprender la capacidad creativa de los explotados de la

tierra, convertidos en insurrectos. La lucha por la igualdad nunca se

hubiera entendido a cabalidad si no hubiera sido por estos hombres y

mujeres de color que exigieron este reconocimiento de igualdad, en

sentido pleno y concreto, en el sentido profundo de la conmovedora

condición humana, con la abolición de la esclavitud. Tocaron lo más

irracional de los prejuicios humanos de entonces, el prejuicio racial,

por el color de la piel. Interpelaron incluso a los revolucionarios de

París, a la Convención, a la Constituyente, al Directorio, pero sobre

todo a los revolucionarios de París, los san culottes, al pueblo

trabajador parisino, que empujó a la Asamblea a apoyar a los

insurrectos negros, a sus demandas por la abolición y el

reconocimiento a la igualdad. Esta alianza entre explotados fue clave

para extender la fuerza de combate del ejercito negro de Toussaint

L’Overture, que venció al ejército monárquico francés, al ejercito

colonial inglés, al ejército español y, por último, con la continuidad de

la lucha al mando de Dessalines, al ejército napoleónico invasor.

Esta historia de la revolución negra ha sido ocultada o disminuida a

acontecimiento local por la llamada historia universal, historia oficial

de la legitimación del orden mundial, del orden imperialista, por el

intencional ocultamiento de los historiadores de la modernidad. Son

pocos los historiadores que han sacado a luz las grandiosas

dimensiones de esta revolución, entre ellos el conocido historiador

marxista C.L.R. James, quien en su famoso libro Los jacobinos

negros28 devela el papel crucial de la revolución negra en la

configuración de un mundo post-esclavista, en el transcurso de la

transformación de la re-configuración europea y posteriormente

americana. ¿Cuánto se les debe a estos revolucionarios de color en la

historia de las conquistas democráticas? Es indudable su gran aporte

en la lucha anticolonial y descolonizadora, incluso en la arqueología de

las teorías de la descolonización. Esto es importante decirlo pues hay

algunas corrientes académicas y algunos intelectuales contemporáneos

que se creen los portadores de las teorías de la descolonización. No

solamente esta es una muestra desproporcionada de falta de humildad

sino una manifestación de desprecio académico por los movimientos,

28C.L.R. James: Los jacobinos negros. Toussaint L’Ouverture y la revolución de Haití. Fondo de CulturaEconómica 2003; México.

62

procesos y discursos descolonizadores, íntimamente arraigados con

estos acontecimientos transgresores de órdenes de dominación

colonial, con estas insurrecciones y guerras anticoloniales. Uno de los

creadores del discurso descolonizador y de las bases de la teoría

descolonizadora es pues Toussaint L’Overture. En su correspondencia

se encuentra expuesta con suma claridad las tesis más caras de la

descolonización. Esto se debe sobre todo a la lucidez crítica contra el

régimen esclavista, basada precisamente en la experiencia

desgarradora y destructiva de la esclavitud. Experiencia que permite

abrir a la mirada los lugares y las escenas más degradantes donde

puede ser arrojado el ser humano. La convicción por la emancipación

de los esclavos, no sólo de la isla, sino incluso de los que se

encontraban en América, era en él una convicción por la emancipación

humana. No podía separar la lucha de los esclavos de la lucha por las

emancipaciones de la humanidad de las cadenas de sus dominaciones,

impuestas por los amos, patrones y burgueses. No era pues el

proletariado obrero la última de las clases, los que nada tenían que

perder, sino estos proletarios esclavos, convertidos en propiedad,

susceptible de destrucción, reducidos a la condición de meros

instrumentos de trabajo, despreciados y maltratados, como no se lo

hace con las máquinas; oprimidos bestializados por la violencia colonial

y esclavista. Eran los esclavos los que debían liberar al mundo de las

dominaciones que se asientan sobre la matriz colonial. No podía haber

paz mientras no se reconociese la plena libertad y por lo tanto la

igualdad entre los humanos, cobre todo el reconocimiento de esta

condición a los humanos reducidos a esclavos. No puede haber una

sociedad libre basada en el régimen esclavista, base del sistema

colonial. Como republicano fincó sus esperanzas en la república

francesa; empero cuando el proceso revolucionario derivó en una curva

regresiva, cuando los jacobinos llegaron a su límite con el laberinto del

terror, sin atreverse a seguir a los comunistas, a lossan culottes, por

lo tanto quedando solos, aislados de las masas revolucionarias,

comenzó la etapa reaccionaria del proceso.Esta etapa fue conducida

por la nueva burguesía, que apartó a las masas de toda influencia en

el Congreso, llevando al proceso al termidor y después al régimen

bonapartista. Toussaint vio el peligro de una intervención napoleónica

y el retorno a la esclavitud de sus compatriotas liberados, seres

humanos ya en armas y trabajadores libres. Esta situación lo obligó a

tomar toda la isla, la parte española de Santo Domingo, para evitar o

contener el desembarco de las tropas napoleónicas.

63

Esta sensibilidad ante las variaciones de las coyunturas de un proceso

dramático lo llevó a entender que la garantía de la abolición de la

esclavitud no se logra sólo con la ley abolicionista, el reconocimiento

de libertad para los esclavos, por parte de la república francesa, sino

que era necesario garantizar la abolición en el tiempo. Esto significaba

la independencia y la construcción de una república negra. A esta

conclusión no llegó Toussaint L’Ouverture, pues se mantuvo fiel hasta

el final a la república francesa; fue su comandando Dessalines quién

comprendió más radicalmente la situación y supo sacar las

consecuencias de las enseñanzas de la guerra anticolonial que llevaron

a cabo.

Historia y emancipación

C.R.L. James condensa la historia de la revolución de los esclavos de

Haití en las primeraspáginas de su libro de la siguiente manera:

En 1879, la colonia de Santo Domingo de las indias occidentales

francesas representaba las dos terceras partes del comercio de Francia

con el exterior y era la isla comercial más importante para el tráfico de

esclavos europeo. Era parte integrante de la vida económica de la

época: la mejor colonia del mundo, el orgullo de Francia y la envidia

de todas las demás naciones imperialistas. Toda su estructura

reposaba sobre el trabajo de medio millón de esclavos29.

En agosto de 1791, a dos años de la revolución francesa, los esclavos

se revelaron. El combate duró 12 años, hasta la declaración de

Independencia. El ejército de esclavos derrotó paulatinamente,

primero a los blancos colonos de la isla y propietarios de plantaciones,

después al ejército monárquico francés, resistieron a la invasión

española, a la armada británica que lanzó sobre la isla, en plena crisis,

una expedición de 60 000 hombres; por último vencieron a la

expedición napoleónica de tamaño similar a la británica, comandada

por el cuñado de Napoleón Bonaparte. La derrota del ejército de

Bonaparte desembocó en 1803 en la creación del Estado negro de Haití.

Se trata de la única revuelta de esclavos en la historia que salió con

éxito. Los problemas que tuvo que enfrentar la revolución muestran

patentemente los grandes intereses que estaban en juego. Lo que

29 C.R.L. James: Ob. Cit.; pág. 17.

64

llama la atención es la potencia de transformación de la energía

emancipatoria liberada; de esclavos temerosos ante la sólo presencia

de un hombre blanco, se convirtieron en una fuerza revolucionaria

capaz de derrotar a las potencias europeas dominantes de entonces30.

La expedición de Cristóbal Colón fue primera que desembarcó en estas

islas paradisiacas del Caribe, primero en la isla de San Salvador,

después en la Isla que será bautizada como la Española, donde se

encuentra Haití. Los españoles preguntaron dónde había oro y los

nativos le señalaron la gran isla donde se encontraba el precioso metal,

isla donde ahora se encuentran Haití y Santo Domingo, bautizada en

el desembarco de los conquistadores como la Hispaniola. Se trata de

una de las islas grandes del Caribe, en comparación se puede decir que

es de un tamaño equivalente a la isla de Irlanda31.

Refiriéndose a este momento el autor de los Jacobinos negros escribe:

Los españoles, los europeos más adelantados de la época, se

anexionaron la isla, la llamaron la Hispaniola, y asumieron la protección

de los atrasados nativos. Introdujeron el cristianismo, el trabajo

forzado en las minas, el crimen, la violación, los perros asesinos, las

enfermedades desconocidas y la hambruna planificada (mediante la

destrucción de los cultivos para que los rebeldes murieran de hambre).

Estos y otros requisitos de la civilización superior redujeron la población

nativa de entre medio a un millón de habitantes a 60 000 en 15 años32.

Bartolomé de las Casas, un sacerdote dominico, contando con la

experiencia dramática de la población nativa en la colonia, viajo a

España para defender la abolición de la esclavitud de los nativos. La

pregunta que les hizo a los monarcas es: ¿cómo iba a perdurar la

colonia sin los nativos? Todo lo que recibían como paga los nativos era

la cristianización y se encontraban obligados a trabajar en las minas.

Los monarcas accedieron al pedido. La corona abolió los

repartimientos, el trabajo forzado; empero esto quedó en los papeles,

pues los encargados de los trabajos y a economía siguieron practicando

el trabajo forzado, a pesar de las disposiciones de la corona. Bartolomé

de las Casas abrumado por la contundente realidad, donde veía la

desaparición de la población nativa, sugirió la idea de importar

robustos esclavos del continente africano. En 1517 Carlos V autorizó la

exportación de 15 000 esclavos a la isla de Santo Domingo. De esta

30Ibídem: Pág. 17. 31Ibídem: Pág. 21. 32Ibídem: Pág. 21.

65

manera el sacerdote y el rey trajeron a esta parte del mundo el

comercio de esclavos33.

Llegaron a las islas del Caribe toda clase de forasteros y aventureros,

venían a la Española desde las islas cercanas; eran cazadores,

cultivadores de café y algunos ganaderos. Los españoles decidieron dar

guerra sin cuartel a estos advenedizos, optaron por matar a las cabezas

de ganado. Ingleses, francés y españoles se entrabaron en una lucha

despiadada que desgarró a la isla, hasta que en 1695 el Tratado de

Ryswick, suscrito entre España y Francia,otorgó a Francia la posesión

legal de la parte occidental de la isla. Una vez que se asentaron los

colonos se necesitó cada vez más cuerpos y brazos para descargar su

energía en los duros trabajos requeridos; se decidió traer contingentes

de esclavos del África. Vinieron por centenares de miles a poblar la isla,

transformando su composición demográfica34.

Un cuadro devastador de este comercio de esclavos dibuja C.L.R.

James:

Los traficantes de esclavos saquearon las costas del golfo de Guinea.

Devastaban una zona y a continuación proseguían su marcha hacia

occidente, y a continuación hacia el sur, década tras década, desde el

Niger hasta las riberas del Congo, desde Loango y Ángola hasta el cabo

de Buena Esperanza, y en 1789 habían llegado incluso a Mozambique,

en la costa oriental del África35.

Los traficantes de esclavos se abalanzaron sobre aldeas campesinas,

que tenían una mejor organización que los pueblos de campesinos

europeos para la agricultura. Destrozaron estos sistemas de cultivos,

empujando a poblaciones a la hambruna y a la degradación. Los

humanos eran cazados en el interior, atados los unos a los otros en

columnas, cargados con pesadas piedras para evitar tentativas de

fuga, obligados después a emprender el largo camino hasta el mar,

incluso de cientos de kilómetros en muchos casos. La parte despiadada

la cargaban los enfermos y los débiles, se desplomaban para morir en

la selva. Una vez sufrido estos dramáticos percances, eran

transportados hasta la costa en canoa, tendidos en el fondo de las

embarcaciones durante días que parecíanimperecederos, con las

manos atadas, los rostros expuestos al sol y a la lluvia tropical, las

espaldas sobre el agua acumulada en la concavidad de las canoas.

33Ibídem: Pág. 22. 34Ibídem: Pág. 22. 35Ibídem: Pág. 23.

66

Cuando por fin se llegaba a los puertos de embarque, se los encerraba

en “empalizadas” para ser inspeccionados por tratantes de esclavos.

De este modo millares de seres humanos se aglomeraban en estos

“antros de putrefactos”, en los que se dice que ningún europeo podía

mantenerse de pie por más de un cuarto de hora sin desmayarse. Los

africanos también se desmayaban, pero se recuperaban o morían. El

número de bajas en las “empalizadas” llego a rondar por el 20%36.

Cuando se emprendía el viaje por mar, en los barcos, se comprimía

literalmente a los esclavos en galerías escalonadas. A cada esclavo de

le asignaba un espacio reducido apenas de un metro y medio de largo

por un metro de alto. Se puede comprender que las revueltas en los

puertos y a bordo de los navíos eran incesantes. Por eso se tomaron

medidas; se encadenaba a los esclavos, la mano derecha a la pierna

derecha, la mano izquierda a la pierna izquierda, enganchándolos en

fila a largas vigas de hierro. Puede uno imaginarse el infierno vivido en

esas embarcaciones, donde los esclavos prácticamente tapiados,

apenas podían moverse. Se los sacaba para limpiar los cubículos y

volverlos a meter37. Cuando se llegaba a destino del mercado de

esclavos, eran subidos a cubierta donde eran minuciosamente

examinados, antes de ser comprados.

Podemos decir que el infierno volvía a comenzar en el nuevo mundo

donde fueron vendidos los esclavos. Ahora comenzaba la faena del

trabajo forzado, plagado de múltiples violencias. El trabajo en las

plantaciones era extenuante, la noche era relativamente un sosiego,

empero cuando amanecía maldecía el comienzo del día que los

condenaba al tormento rutinario del trabajo esclavo. Eran castigados

por cualquier falta con azotes de látigo que restañaban en sus

espaldas, que no solamente los dejaba mal trechos sino a veces los

mataba. El Código Negro de Luis XIV trató de corregir este martirio,

disminuyendo los castigos, los azotes, y determinando horas de comida

y descanso. Empero fue un saludo a la bandera, pues los que deberían

llevarlo a cabo no cumplían, siguieron con sus prácticas de violencia

descarnada. In embargo, a pesar de esta destrucción sistemática de

toda humanidad, los esclavos recurrieron para escapar de esta

condena a la danza y a los cantos. No se pudo aplacar el sueño de

emancipación, este sueño reapareció en el culto del vudú, cuando

bailaban y cantaban su letra favorita:

36Ibídem. Pág. 24. 37Ibídem: Pág. 25.

67

Eh! Eh! Bomba! Heu! Heu!

Canga, bafio té!

Canga, mouné de lé!

Canga, do ki la!

Canga, li!

Canción que quiere decir en la traducción: Juramos destruir a los

blancos y todas sus posesiones; mejor morir, que faltar a este

juramento.

Estratificación social en la colonia esclavista

En las colonias es importante tener en cuenta la estratificación racial,

pero también la estratificación social, estratificaciones que

conformaban estas sociedades de profundos contrastes, construidas al

calor de violencias desmedidas y avances intensos del capitalismo y

sus mercados. En el caso de Haití, el contraste mayor se daba entre

blancos europeos y esclavos africanos; empero, en ambos conjuntos el

cuadro no era homogéneo. Estaban los colonos propietarios de

plantaciones, empero, como encima de ellos se encontraban los

funcionarios y los militares de la monarquía; no todos del mismo rango.

Entre los colonos había grandes, mediano y pequeños propietarios.

Debajo de los colonos blancos, había otros blancos que no eran

propietarios y vivían en las ciudades; algunos de ellos funcionarios de

bajos puestos, comerciantes, artesanos, incluso marginales. Entre

blancos y esclavos africanos, había quienes no eran ni blancos ni

negros, estos son las diversas tonalidades de los mestizos. Algunos

llegaron a ser propietarios de plantaciones y ricos comerciantes,

incluso se formaron profesionalmente en París; había abogados.

Empero la masa de mestizos se encontraba también en las ciudades

cumpliendo labores en los intersticios del mercado, incluso llegaban a

puestos de funcionarios o de empresas comerciales. El mestizo adquiría

un código racial mas o menos positivo en la medida que se acercaba

su tonalidad de piel al blanco, en tanto que adquiría un código racial

negativo en la medida que su tonalidad de piel se acercaba al negro.

Se llegó al colmo de hacer una clasificación detallada de estas diversas

tonalidades. En el conjunto de los negros, tampoco había

68

homogeneidad; aunque la masa se encontraba en los esclavos

africanos trabajadores de las plantaciones y del campo, había esclavos

privilegiados, si se puede hablar así, que tenían tareas domésticas en

casa de los patrones. Con el tiempo también aparecieron los esclavos

libertos, así como los que escaparon al monte en busca de su libertad,

los cimarrones. Algunos de los esclavos con ciertos privilegios y tiempo

se llegaron a formar, aprovechando el aprendizaje de la lectura y de la

escritura. Uno de ellos fue Toussaint L’Ouverture.

Hay que interpretar el desafío de la composición social de las

sociedades coloniales. Estamos hablando de islas donde prácticamente

han desaparecido las poblaciones nativas; entonces sobre los

cementerios indígenas se estructuraron estas sociedades. Bartolomé

de as Casas no pudo salvarlos en estos lugares tropicales, fueron

sustituidos por las poblaciones africanas y los afrodescendientes. En

estas sociedades coloniales lo que nunca hay que perder de vista es

que es la energía expropiada de los cuerpos de los esclavos la que dado

lugar a la dinámica económica, social, política y cultural de las

estructuras e instituciones coloniales. El dominio colonial se inscribe en

estos cuerpos y los engancha o todo el circuito económico y comercial

del Atlántico, a todo el proceso de acumulación de capital, por lo tanto

a la formación de las burguesías europeas comerciales, mercantes y

marítimas, también a la burguesía financiera.

Los colonos eran la clase dominante en Haití, empero no eran la clase

dominante en Francia. La clase dominante en Francia era la burguesía

configurada en todos sus estratos. Desde la comercial hasta la

industrial, pasando por la marítima y comenzando a traspasar los

propios limites de la burguesía industrial, la formación de la burguesía

financiera, en el marco de las nuevas finanzas del sistema capitalista.

Son las burguesías marítima y la comercial las que van a incidir en el

curso de los acontecimientos de la guerra anticolonial de Haití; sus

decisiones, en una etapa avanzada de la guerra y en una etapa

regresiva de la revolución francesa, van a provocar la caída de

Toussaint L’Ouverture y el curso a la independencia de Haití, conducido

por Dessalines, que se va a entronar como rey de la nación

independiente. Los colonos blancos fueron la causa inmediata del

levantamiento de los esclavos, la explotación desmedida de estos

colonos sobre sus propiedades humanas es la causa de esta

acumulación de odio y deseo de venganza, base pasional de la

acumulación de fuerzas en tal intensidad que van a estallar convertidas

en una rebelión imparable.

69

¿Cómo explicar esta estructura racial y social colonial? Los colonos no

son bien vistos en Francia, ni en la Francia monárquica, ni en la Francia

republicana, aunque van a ser los que aparen y sostengan a la

decrépita nobleza francesa, en sus últimos días. Son como los nuevos

ricos, que, cuando contaban con suficiente dinero, se iban a París o al

interior, vivían de sus rentas, dejando administradores de sus

plantaciones en la isla. Otros, que no gozaban de este atesoramiento,

se quedaban administrando directamente sus plantaciones, optando

por viajar de vez en cuando, también mandando a sus hijos a estudiar

en París. Empero, la presencia de estos colonos dependía de la

ocupación militar y de la burocracia gobernante, quienes estaban

directamente vinculados con las estructuras de poder de la monarquía,

después de a república. Los funcionarios y militares de alto rango se

sentían estar por encima de los colonos, aunque dependieran de sus

sueldos. Es posible, que algunos de ellos hayan cruzado la línea y se

hayan convertido también en propietarios de plantaciones y de

esclavos. Sin embargo, administraban, en todo caso un régimen

esclavista.

Como dice C.R.L. James, las dos terceras partes del comercio francés

dependían de la isla. Podemos entonces decir que se trata de una

economía capitalista asentada en la explotación de los esclavos. La

economía capitalista tiene en sus cimientos las cavernas de la

esclavización. Se sostiene en este despojamiento. Esta es la razón de

la manera desesperada con la que se aferraron a la colonia y se

embargaron en una guerra desgastante. Lo que ocurre con Francia

monárquica, también ocurre con Gran Bretaña y Holanda, aunque con

sus diferencias y contextos propios. También ocurría con España y

Portugal, sólo que en este caso, hablamos de estados territoriales

coloniales, empero con menor desarrollo capitalista, quizás estancados

en un capitalismo comercial con incipiente desarrollo industrial, por lo

tanto no pudiendo ser suelos del centro de la acumulación ampliada de

capital.

Lo que interesa en estas anotaciones es observar que no se puede

comprender a estas sociedades coloniales y sus estratificaciones

independientemente de lo que ocurre en el mundo de los circuitos

donde están integradas. Se trata de flujos y circuitos, flujos de muerte,

cuando se trata de la desaparición de las poblaciones nativas; flujos

del tráfico humano, cuando se trata del transporte y asentamiento de

contingentes de esclavos en las plantaciones y en las minas; flujos de

colonizadores, cuando se trata de la llegada de los blancos a las islas.

70

También se trata de circuitos, circuitos dinerarios y de mercancías;

circuitos de navegación, que articulan las islas al continente

dominador;circuitos militares, cuando se trata de las expediciones

punitivas. En el curso de la guerra anticolonial, se va a tratar también

de alianzas; alianzas entre esclavos y cimarrones, al principio; alianzas

de esclavos con negros libertos, alianzas de esclavos con mestizos;

aunque también, en ciertos momentos de la guerra, alianza de esclavos

con republicanos blancos, que eran en gran parte habitantes urbanos.

En el caso de los delegados enviados por la república, en su momento

de mayor radicalidad, incluso alianzas entre el ejercito negro y altos

funcionarios y oficiales del ejército francés, sobre todo en la lucha

contra los británicos.

¿Cómo se forman las clases sociales? ¿Cómo se forman las

estratificaciones? ¿Cómo se forma la estratificación y la estructura

social racial? Estos fenómenos no pueden explicarse a partir de la tesis

del determinismo económico; no es el modo de producción el que

explica la formación de clases sociales, sobre todo tratándose del modo

de producción capitalista. El modo de producción puede consolidar y

petrificar a las clases sociales, pero no las inventa. Este es un

fenómeno que tiene que comprenderse a partir de sus actos

constitutivos. Ya lo decía Thomson cuando ventilaba su interpretación

de que la lucha de clases es la que crea a las clases sociales. Es pues

una acción violenta y de dominación la que funda a la clase dominante

y a la clase dominada. Es la conquista de las islas del caribe, el

genocidio y el etnocidio sobre las poblaciones nativas, el despojamiento

de sus tierras y recursos, el tráfico de esclavos, el asentamiento de

propietarios de plantaciones, acompañados de las instituciones

administrativas, como acontecimientos de irrupción, los que se colocan

como condicionantes históricas y políticas en la constitución de las

clases, de las razas, en la formación de las estructura sociales

coloniales.

La colonización no solamente debe verse como la expansión del

capitalismo, como procedimiento violento de conquista y

despojamiento, no solo debe entenderse como forma de dominación

basada en la inscripción y marca de los cuerpos, codificados en la

diferencia jerarquizada del color de piel, legitimando el mismo acto de

conquista y dominio, sino también debe comprenderse como

acontecimiento avasallante de formación de sociedades nuevas,

asentadas en suelos conquistados. Sociedades que pueden

caracterizarse de barrocas por el tipo de composiciones sociales

71

estratificadas que conforma, por las mezclas que ocasiona, por la

yuxtaposición de flujos, de circuitos, de alianzas, incluso de

instituciones complejas. A la luz de la experiencia de las islas del caribe,

podemos ver que se trata de una sociedad totalmente nueva, debido a

la desaparición de los pueblos nativos; una sociedad compuesta por

esclavos, en la base, por colonos, en la cúspide, pasando por libertos,

cimarrones, mestizos, estratificaciones de blancos. No se ve aquí

yuxtaposición de temporalidades, como en el caso de las colonias en

Mesoamérica y en los Andes. Se trata de una colonización en sentido

pleno de la palabra; adaptación al paisaje y adecuación del medio a los

requerimientos del mercado capitalista. Transformación del medio y

también transformación de las mismas poblaciones migrantes, de las

mismas clases.

Con la colonización observamos un fenómeno peculiar. Se forman

sociedades nuevas, que no son pre-capitalistas, como se las ha

calificado en cierta literatura marxista, sino todo lo contrario, son la

plena consecuencia de la expansión capitalista; se forma sociedades

nuevas, limítrofes, de avanzada, con estas combinaciones y

composiciones arrojadas por los requerimientos del mercado. Son

sociedades como un espejo del futuro en los horizontes del mismo

capitalismo. Esto es lo que arma el capitalismo; arrasa la tierra

conquistada e instala sus artefactos, sus flujos, sus migraciones, sus

circuitos. Instala su propia historia desentendiéndose de las historias

pasadas, de sus herencias, de las que no puede escapar en Europa y

en las regiones donde perduran las sociedades antiguas. El modo de

producción capitalista no hay que verlo en los talleres de las fábricas,

como se ha acostumbrado a hacerlo, sino en estas colonias, donde se

ofrece de manera descarnada. La misma proliferación de las fabricas y

talleres, su mismo desarrollo, la revolución industrial, no podrían

explicarse sin esta expansión violenta de la colonización.

El capitalismo es eso, despojamiento, no solo explotación, migración y

flujos, asentamientos coloniales, utilización extrema de los cuerpos en

la forma de trabajo esclava, implantación de una maquinaria social

adecuada plenamente al mercado, a los requerimientos del mercado y

del capital. Marx se equivocó en este tema al focalizar su análisis en

Europa y creer que el origen del capitalismo se generó en la península

de Eurasia. No, el capitalismo sólo es explicable como sistema-mundo.

La extrema forma del capitalismo es el colonialismo y la colonización

modernos. En las experiencias coloniales se alojan los secretos del

capitalismo, sus orígenes y su fin.

72

A estas alturas hay que hacer una anotación. La experiencia mundial

de la expansión del capitalismo y la modernidad a través de los

procedimientos de la colonización, la experiencia desbocada del

capitalismo en su plenitud, destilando sus distintas formas, abriéndose

camino con las armadas, las conquistas, los despojamientos, las

migraciones, los tráficos de esclavos, los circuitos mercantiles, las

transferencias de recursos naturales, nos muestra que de lo que se

trata en el fondo no es de apropiación de tiempo no pagado a los

obreros empleados. Esta medida no hace otra cosa que ratificar la

mirada aritmética de la economía política clásica. El tiempo es una

medida; esta medida oculta lo que está ocurriendo realmente. Aunque

clasifiquemos el tiempo a partir de la diferencia en tiempo excedente y

tiempo necesario, no se resuelve el problema. No es de tiempo de lo

que se apropia la máquina capitalista, sino de energía, de energía

humana y de energía en todas sus formas encontradas en la

naturaleza. La esclavización, el comercio de esclavos, la incorporación

del trabajo esclavo, muestra patentemente a cuerpos humanos

reducidos a meros portadores de energía, la misma que se transfiere

a través del trabajo. Humanos sin derechos, convertidos en propiedad

de los patrones, se articulan como recursos energéticos, recursos

vivos, en este caso, a los flujos y circuitos del capitalismo. Lo mismo

ocurre con los obreros; aunque obtengan un salario, son convertidos

mientras se emplean sus cuerpos en el taller de la fábrica en meros

portadores de energía, la que es apropiada, privatizada, usada en el

proceso de producción.

La metafísica de la economía política, de la contabilidad económica, ha

borrado esta evidencia indudable al obviar este acontecimiento

material, reduciendo el acontecimiento a una contabilidad del tiempo,

a una medida. Marx cayó también en esta metafísica. Por eso su critica

de la economía política no pudo romper los propios marcos de la

legitimación de la producción basada en la explotación del proletariado,

también, como hemos vistos, la violenta explotación desmesurada de

los esclavos. Cuando basamos la crítica al sistema mundo-mundo

capitalista, al modo de producción capitalista, inherente al sistema-

mundo, quizás su núcleo orgánico, en la apropiación de la energía

humana y de la naturaleza podemos destrozar los límites del marco de

legitimación de la explotación capitalista. Recién la crítica adquiere su

plenitud materialista, en cuanto lectura de la potencia inherente a los

cuerpos humanos y a los seres naturales.

73

El capitalismo se apropia de la vida y de la energía. Privatiza los ciclos

vitales y se apropia de la energía, de los flujos energéticos, de las

distintas formas de energía, las introduce a sus múltiples procesos de

producción y transformación de la materia. Se apropia de la potencia

humana en el trabajo, de las capacidades que expresan esa potencia.

Transfiere la potencia humana al ciclo de producción, esta potencia

forma parte inherente de este proceso; las transformaciones

producidas en el proceso, las realizaciones de estas transformaciones

y cristalizadas en productos, son apropiadas, se privatizan, son

propiedad de empresarios y de empresas. Pero esto no detiene la

circulación y los flujos, la energía circula en todas las formas. La

energía circula y la materia se transforma. Si dejara de circular energía

el capitalismo caería de por si como un castillo de naipes.

La energía es la clave en el proceso de producción, empero no se

concibe este hecho, menos se lo contabiliza, a no ser reducido a

medidas de volúmenes o de fuerzas. También, como hemos visto, la

economía política clásica, reduce la contabilidad a otra medida, la del

tiempo. La economía monetarista es más pragmática, asume la medida

del dinero, como equivalente general. La medida suprema del

capitalismo. El tiempo ya es una medida, se mide el tiempo

aritméticamente, y se valora el tiempo en dinero. Toda esta

contabilidad esta sostenida en la metafísica de la economía política.

Esta es la manera de borrar la dinámica material de la energía y de la

vida. Pues si se pusiera al descubierto, se pondría en evidencia los

costos materiales del capitalismo. Este sistema de producción no puede

desarrollarse sin destruir la vida, la naturaleza, para apropiarse de la

energía que contienen.

La energía circula en la tierra en forma de ciclos, se reproduce. Cuando

se trata de lo que se identifica en la jerga de recursos no renovables,

cuando se habla de yacimientos, nos referimos a largos procesos de

formación, de consolidación, de sedimentación, de formación de

bolsones y vetas, de distribución geológica. En todas sus formas

hablamos de energía. La energía que contiene y desprende el ser

humano tiene su propia modalidad, sobre todo por las características

de este ser colectivo y social. No sólo se trata de desgaste psíquico y

físico, de acuerdo a la caracterización del trabajo de la economía

política, hablamos de saberes, conocimientos, destrezas, habilidades,

culturas, hablamos del intelecto general, también de formas de

asociación y acumulación de energía. El problema es que cuando esta

energía es desviada de sus ciclos vitales, de la reproducción de la vida,

74

se está afectando a los mismos, ocasionando entropía, pérdida

irremediable de energía, destrucción de sus ciclos. El capitalismo crea

entropía, desperdicia energía con el objeto de acumular una ilusión, la

medida de una medida, el dinero. Claro que se produce

transformaciones materiales, como las de la revolución industrial y la

revolución cibernética, empero estas transformaciones son como

dispositivos tecnológicos para seguir efectuando los mismo, la

apropiación de energía con fines privados, sacándola de sus ciclos

vitales, produciendo entropía y ocasionando desequilibrios que son

como las condiciones de posibilidad de la muerte, la desaparición de la

vida y de la energía.

Visto desde este punto de vista, el capitalismo es no sólo un modo de

producción sino también una maquinaria contable, una maquinaria

contable que hace desaparecer la misma materialidad de la producción,

la convierte en un presupuesto de lo único que interesa, la contabilidad

de la acumulación dineraria. ¿Cómo ha podido caer el ser humano en

tan extraña sociedad de la contabilidad dineraria? Todo se convierte en

un presupuesto de esta metafísica aritmética, incluso las propias

satisfacciones de necesidades, el bienestar; todo esta destinado a

valorizar el dinero. Hay dos caminos complementarios que se pueden

tomar en este momento; el de la critica a la metafísica de la economía

política; también el de la critica materialista al des-potenciamiento de

la vida y de los ciclos vitales, a partir de la destrucción de la energía y

sus condiciones de reproducción que ocasiona el capitalismo.

Optamos, en principio por lo segundo. Esta critica la retomaremos más

tarde, pues debemos volver a nuestro asunto.

Estos problemas son muy pertinentes para entender lo que pasó en

Haití. Primero entender que estamos ante una sociedad nueva, armada

a partir de flujos migratorios, por o tanto estamos ante una

composición barroca, que responde a las transformaciones globales

del capitalismo, a sus productos sociales más liminares y también a

sus deshechos. Este tema estuvo en la cabeza de Toussaint

L’Ouverture, sobre todo cuando vencieron a la armada británica,

cuando enfrentaban la preparación de la expedición napoleónica. Había

preguntas que lo atormentaban, un a de estas era: ¿Es posible

mantener las alianzas conformadas durante la guerra? Con mulatos,

con mestizos, con negros libertos, con blancos, a los que se respetó su

propiedad en las plantaciones; hablamos de los que volvieron y se

mantuvieron bajo el gobierno afro. Hasta el final se mantuvo firme

intentando mantener las alianzas, escribiendo a Napoleón Bonaparte

75

en este sentido, explicándole que era la única manera de que la isla se

mantenga vinculada a la república. Napoleón o entendió nada, ya se

encontraba embarcado en una etapa regresiva de la revolución, optó

por la estrategia de la burguesía mercante, sentar la mano a los

esclavos alzados, volverlos a someter a la esclavización, después de

una guerra de exterminio. ¿Tenía razón Toussaint? La otra pregunta,

entre tantas, era: ¿Ha llegado el momento re romper las alianzas y

conformar un Estado negro? ¿Romper con los mestizos y los blancos;

contraponer a la guerra de exterminio del imperialismo con otra guerra

de exterminio de los blancos?Es Dessalines quien tomó esta

determinación; en cambio Toussaint fue apresado y deportado,

encarcelado hasta su muerte.

El otro tema, el de la lectura del capitalismo desde el des-

potenciamiento de los cuerpos, desde la destrucción de la energía y de

los ciclos vitales, también es importante. Sobre todo para encarar la

experiencia global del capitalismo, su expansión mundial, la formación

del sistema-mundo, basados en la materialidad de la destrucción de la

vida y de la energía.

Las sociedades coloniales nos muestran temprano la violencia

desmesurada de esta destrucción, en los lugares donde se plasma el

capitalismo en su forma descarnada. La tesis es la siguiente: El

colonialismo no solamente es la avanzada del capitalismo, también la

matriz en la que el capitalismo encuentra la fuerza de su expansión,

sino también es el futuro del capitalismo. El capitalismo lleva a esto, a

la explotación por despojamiento; esto lo ha hecho en la inmensa

llamada periferia del sistema-mundo, que en realidad es su tierra

nueva, su tierra prometida, su verdadero territorio. También lo esta

haciendo ahora en los espacios del llamado centro del sistema-mundo,

que en realidad no es otra cosa que centro de acumulación. Descarga

su furia financiera en las sociedades europeas y norteamericanas,

castigando a las llamadas clases medias, además de los trabajadores.

El capitalismo no subsistir puede sin crecer y para crecer tiene que

destruir, incluso en los lugares donde afinca su acumulación y

atesoramiento. El futuro del capitalismo es la recolonización global del

planeta.

La revolución de los esclavos

76

Del libro de referencia, Los jacobinos negros, la parte más intensa

corresponde al relato de los acontecimientos de la larga guerra

anticolonial de los esclavos. C.R.L. James comienza así este relato:

Los esclavos trabajan en la agricultura y su objetivo, como el de los

campesinos revolucionarios en todas las latitudes, era el exterminio de

sus opresores. Pero sus condiciones de vida y de trabajo, hacinados

por centenares en las inmensas factorías que se extendían por la

Llanura del Norte, los aproximaba al proletariado moderno más que a

cualquier grupo de trabajadores de la época, y el levantamiento fue,

por tanto, un movimiento de masas metódicamente preparado y

orquestado. Sabían por amarga experiencia que las tentativas aisladas

estaban condenadas al fracaso, y en los primeros meses de 1791 se

preparaban para la revolución en Le Cap y sus alrededores. El vudú era

la herramienta de la conspiración38.

Boukman, un papaloi o alto sacerdote, era el líder de la insurrección.

Boukman era capataz de una plantación,por sus contactos tanto con

blancos como mulatos se encontraba informadosobre la situación

política de la isla. La atmósfera era como de espera de un

levantamiento; por eso, a fines de junio de 1791, los blancos de Le Cap

y alrededores se encontraban preparados y a la expectativa. El plan

subversivo había sido forjado con antelación y convocando a una gran

mayoría de los esclavos; el plan contemplaba la exterminar de los

blancos y apoderados de la colonia39.

El relato del estallido del levantamiento que hace C.R.L. James es

elocuente:

En la noche del 22 de agosto estalló una tormenta tropical,

acompañada de relámpagos, ráfagas de viento y densos chaparrones.

Valiéndose de antorchas para alumbrar su camino, los líderes de la

revolución accedieron a un claro de los densos bosques de Mourne

rouge, una montaña que rodeaba Le Cap. Boukman impartió allí las

últimas instrucciones y, tras el conjuro del vudú, tras sorber sangre de

cerdo sacrificado, sugestionó a sus seguidores por medio de una

plegaria en criollo que, como de tanto de cuanto se dice en ocasiones

semejantes, ha llegado hasta nosotros. “El dios que creó el sol que nos

alumbra, que riza las olas y gobierna las tormentas, aunque oculto tras

las nubes, nos contempla. Ve todos los actos de los blancos. El dios de

los blancos incita al crimen, pero el dios de los negros inspira la

38Ibídem: Pág. 91. 39Ibídem: Pág. 91.

77

bondad. Nuestro buen dios nos ordena vengar nuestras ofensas. El

dirigirá nuestras armas y nos ayudará. Derribemos el símbolo del dios

blanco que tan a menudo nos ha obligado a llorar, escuchemos la voz

de la libertad, que habla en el corazón de todos nosotros”.

El símbolo del dios de los blancos era la cruz que todos ellos, católicos,

llevaban alrededor del cuello40.

Las tropas que defendían las inmediaciones de las plantaciones

cercanas se retiraron a Le Cap para defender más bien la ciudad, donde

la gente andaba asustada y temerosa. Muchos propietarios huyeron

hacia la ciudad dejando a la suerte a las plantaciones. Una vez que se

vio que la revuelta prosperaba, Toussaint, que tenía contactos con los

líderes, decidió unirse, aconsejo a su propietaria, Bayou de Libertas,

que se retirara a Le Cap para protegerse y refujiarse, mandó a su

propia familia a un lugar seguro, y se integró a la rebelión. Hasta ese

momento se había quedado a cuidar la plantación y a madame De

Libertas. Desde ese instante la vida de Toussaint cambiará

radicalmente, convirtiéndose en el estratega indiscutible de la guerra

anticolonial. C.R.L. James dibuja el semblante de Toussaint de una

manera ejemplar:

La persona que tan metódicamente había decidido unirse a la

revolución era un hombre de 45 años, edad avanzada para aquellos

tiempos, el pelo ya gris, al que todos conocían como Old Toussaint, el

viejo Toussaint. Sobre el caos de Santo Domingo de aquel momento y

de años posteriores sentaría las bases de un Estado negro que

perdurará hasta hoy en día. Desde el momento que se unió a la

revolución se convirtió en líder, y progresó, sin encontrar gran

rivalidad, hasta desempeñar un papel protagonista41.

La guerra se desató, las masacres de un lado y otro se sumaban; eran

más despiadados los blancos, que incluso asesinaban a los esclavos de

las plantaciones que se acercaron asustados, encontrándose ante las

plantaciones devastadas. El líder de entonces, Boukman cayó peleando

valerosamente; como trofeo la asamblea exhibió en Le Cap su cabeza

decapitada. Los blancos en guerra incluso la emprendieron contra los

mulatos, a quienes asesinaban en las ciudades. Los mulatos, que no

habían visto con buenos ojos la revuelta de los esclavos, terminaron

revelándose en el oeste. Se concentraron en Croix-des-Bouquets, un

distrito ubicado a cinco kilómetros de la capital. Rápidamente formaron

40Ibídem: Pág. 95. 41Ibídem: Pág. 96.

78

un núcleo organizativo de dirigentes, de los cuales el más sobresaliente

era Rigaud, hijo de un hombre blancoy una mujer negra. Educado en

Burdeos, aprendió el oficio de orfebre, además de contar con

instrucción militar. Sirvió como voluntario en el ejército francés

combatiendo en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos.

Llegó a ser oficial interino y prestó servicios en Guadalupe42.

La guerra anticolonial, su largo proceso, muestra distintas fases, así

como sus inherentes complejidades. El levantamiento mulato no se

sumó de manera inmediata a la rebelión de los esclavos; al contrario,

en principio se aliaron a los monárquicos contra los republicanos,

además de defenderse también de la insurrección negra. Las

contradicciones entre esclavos y mestizos, comprendiendo a los

mulatos, eran evidentes. Fue un lento proceso de maduración hasta

reconocer al enemigo principal, por así decirlo. En una etapa avanzada

de la guerra, sobre todo cuando la lucha estaba bajo la dirección de

Toussaint, se articuló la alianza entre esclavos, negros libertos,

mestizos y mulatos, además de blancos republicanos. El movimiento

de las alianzas a lo largo del proceso muestra el carácter de la fase de

la guerra anticolonial, la intensidad de la lucha, además del avance del

mismo proceso. Toussaint era muy consciente de este devenir y fue

cuidadoso en el manejo de las alianzas. Cuando la república declaró la

abolición de la esclavitud, en una coyuntura de radicalización de la

propia revolución francesa, empujada por los san culottes, por la

multitud plebeya de París, que reconoció en los propietarios a los

mismos aristócratas, enemigos de la revolución, a los aristócratas de

sangre, los mestizos y mulatos se dieron cuenta que su alianza con los

monárquicos no era otra cosa que extender la discriminación racial, a

pesar de los acuerdo desesperados a que llegaron los blancos

monárquicos con ellos, a un principio. El ejército mestizo jugó un papel

preponderante en la lucha y expulsión de los británicos de la isla.

El itinerario de las alianzas es como el de una curva que comprende la

acumulación de fuerzas, en los momentos más intensos de la lucha y

la disociación de fuerzas, en los momentos dónde se ponía en mesa los

intereses particulares. Sólo al final de la guerra anticolonial, cuando

Toussaint va a ser apresado y exilado, cuando Dessalines se convierte

en el conductor de esta etapa contra la expedición napoleónica, se

toma la decisión de la exterminación de los blancos y su expulsión

definitiva de Haití. Esta experiencia tan intensa nos muestra la

complejidad del proceso y los recorridos laberínticos de la política. Los

42Ibídem: Pág. 101.

79

cambios se producen tanto en Haití como en Francia, también en el

contante europeo. La derrota de los jacobinos, por lo menos de los

radicales, así como el aislamiento de las masas por la política regresiva

de la nueva burguesía, va incidir en el destino del decurso de la guerra

anticolonial y en la suerte de la propia nación de Haití.

Las preguntas al respecto son: ¿Tenía razón Toussaint al insistir en las

alianzas o Dessalines que opta por un Estado negro en alianza con los

afrodescendientes? ¿Depende sólo de su intuición o de las coyunturas

y contextos internacionales? Para entender lo que ha ocurrido debemos

introducir el factor de la geopolítica británica, que quería perjudicar a

Francia quitando de su dominio y control a la isla de Santo Domingo.

Una vez derrotados los británicos por ejército de esclavos y mulatos,

van a proponer primero a Toussaint el apoyo si se independizan,

después a Dessalines. El primero se niega, pues no confiaba para nada

en los imperialistas, el segundo, a pesar de sus primeras reticencias,

termina aceptándola al final. A los británicos no les interesaba la

prosperidad de la isla, buscaban el dominio de los mares y del comercio

mundial. Una vez independizada Haití y convertido en emperador

Dessalines, Haití queda aislada de los circuitos del mercado. Las

potencias europeas no iban a apoyar a un Estado negro.

En este contexto lo que llama la atención es lo que pasa después

respecto a las independencias americanas. En principio, británicos y

estadounidenses contraen acuerdos comerciales con Haití; en cambio,

cuando se producen las independencias del resto de países americanos,

sobre todo en lo que respecta a Bolívar que tiene contactos con

Dessalines y es apoyado por él, las repúblicas latinoamericanas no

establecen una alianza estratégica con Haití. Es más, los acuerdos

comerciales van a prosperar con el imperialismo británico, en pleno

auge de la revolución industrial. Estos hechos nos muestran también

el carácter de las independencias latinoamericanas; en estos casos no

se produce una radicalización de los procesos inherentes a las guerras

de independencia, sino mas bien, el control cae en manos de los criollos

y mestizos, quienes no tenían interés en resolver la independencia por

la vía de la radicalización, es decir, en unos casos por la vía de la

emancipación indígena, en otros, por la vía combinada con la

emancipación de los afrodescendientes. Incluso la mantención de la

esclavitud siguió en los propios periodos republicanos en algunos de

los casos más notorios.

En el caso pan-andino la rebelión indígena había sido derrotada a

finales del siglo XVIII, cerrándose de esta manera la vía radical de los

80

procesos. Fueron las burguesías comerciales, sobre todo portuarias,

además de las oligarquías criollas las que tomaron la iniciativa y las

riendas de la guerra de la independencia. Por eso también se explica

por qué no estaban interesadas en proyectos como la gran Colombia

de Bolívar, que les parecía un proyecto utópico y quizás atentatorio a

sus intereses. En el caso boliviano, tampoco se puede decir que los

quince años de guerrillas y de las llamadas republiquetas, sobre todo

la de Ayopaya, encarna un proyecto radical. Los guerrilleros estaban

ligados al ejército argentino de Belgrano y del gaucho Guemes, así

como a intereses profundamente locales en el combate con la

administración colonial y el ejército español. De los comandantes, el

más radical era el llamado comandante Tambor Vargas, pero tampoco

expresaba él un proyecto radical, aunque si tenía en mente la lucha

por la patria.

Tampoco se puede decir que los liberales independentistas eran los

jacobinos criollos o mestizos del continente americano. Tenían mas

bien una idea general de la república, quizás mas bien normativa,

contando con una ideología liberal matizada. No se les puede pedir una

reflexión profunda sobre la cuestión indígena y el problema de la

colonialidad. El tutor y mentor de Simón Bolívar, Simón Rodríguez,

tenía una idea más elaborada de las reformas liberales, empero las

mismas no se llevaron a cabo, sobre todo por resistencias de las

oligarquías regionales, cuya base económica se sustentaba en la

propiedad latifudinaria y en la explotación de las poblaciones y

campesinos indígenas.

A estas alturas debemos decir que no toda crisis deriva en un proceso

revolucionario, tampoco no todo proceso revolucionario deriva en una

independencia o, dicho de manera general, en una victoria política,

llegando a la situación de Estado o disolución del Estado. Parece que

los procesos revolucionarios son mas bien escasos; muchas crisis se

resuelven de otra manera, a través de pactos. En la región pan-andina

a finales del siglo XVIII se vivió un proceso revolucionario, se abrió la

lucha y el levantamiento indígena a una guerra anticolonial, empero

esta no culminó con la victoria indígena, tampoco con la independencia.

Durante en el siglo XIX se dio lugar la guerra de guerrillas y prosperó

esta crisis y contienda bélica en la guerra de la independencia. Empero

es difícil hablar en este caso de un proceso revolucionario. Los pueblos

y naciones conquistadas no estaban involucrados en la contienda

anticolonial, tampoco las clases explotadas. Fue una guerra contra la

corona española conducida por las clases pudientes de criollos,

81

acompañados por los mestizos, comunidades indígenas formaron parte

esporádicamente del apoyo a la guerrilla, también grupos indígenas

formaron parte del ejército independentista, como también formaron

parte del apoyo al ejército realista. Las naciones y pueblos indígenas

no estuvieron involucradas como proyecto político. Empero la guerra

de la independencia derivo en la formación de repúblicas criollas. Estas

repúblicas criollas se sostuvieron sobre pactos.

Los procesos revolucionarios emergen desde lo más profundo de las

matrices sociales, ocasionadas por desgarradoras contradicciones,

encontradas diferencias, explotaciones y dominaciones de unas clases

sobre otras, de una nación sobre otras, de Estado sobre los pueblos y

las sociedades. Son las clases explotadas y pueblos dominados los que

se levantan y empujan el proceso que emerge de la crisis en una

temporalidad intensa. Cuando no ocurre esto, cuando no solamente las

clases explotadas son dominadas sino sometidas a la disgregación y

silencio, las clases dominantes logran capear el vendaval y dirigir el

decurso de los acontecimientos de acuerdo a sus intereses. Las clases

logran formar pactos entre ellas y con ciertos estratos y grupos de las

clases dominadas; en este caso, la crisis no deriva en un proceso

revolucionario sino en un conflicto de otras proporciones, susceptible

de ser manejado mediante acuerdos. Las contradicciones entre criollos

y españoles no responden a un antagonismo irreconciliable sino a

competencias y concurrencias en relación al monopolio del mercado,

así como al control de la tierra y del gobierno. La contradicción

antagónica se hizo sentir en el siglo XVIII entre pueblos indígenas y

españoles, incluso, en momentos radicales de la conflagración, entre

indígenas y criollos, así como entre indígenas y mestizos. En el siglo

XIX estas contradicciones no fueron el eje de la guerra de la

independencia. No hubo clases explotadas y pueblos dominados que

empujaran el proceso adelante. Las republicas criollas fueron, como

hemos dicho, producto de pactos. Se apresaron a entablar relaciones

comerciales con la potencia industrial dominante, Gran Bretaña, y

desecharon toda lucha anticolonial y antimperialista. En este contexto,

se puede ver que no les podía interesar una alianza estratégica con

Haití, las islas del caribe, incluso no podía interesales una integración

una integración de las repúblicas nacientes, menos aún un alianza con

el continente martirizado del África. La consciencia antimperialista de

Toussaint L’Ouverture no estaba presente en la cabeza de los caudillos

liberales de estas repúblicas criolla, salvo quizás, en determinados

momentos, en Simón Bolívar.

82

¿Qué es la política? III

Las ficciones del realismo político

Dedicado a Rebeca Delgado

El realismo político

Vamos a hablar de los límites del realismo político. El realismo político

más que una teoría es una perspectiva, una manera de apreciar la

llamada “realidad”, que no es otra cosa que una representación; en

este caso una representación disminuida a lo que se considera

“realidad”, es decir, la percepción conformista de las condiciones

dadas. Las condiciones objetivas y subjetivas dadas, aparecen

entonces como límite impuesto por la “realidad”. Esta tesis es un poco

como el complemento simétrico de la tesis del fin de la historia; esta

última tesis propone el fin, el acabamiento, la realización plena de la

historia; no hay un más allá. La anterior tesis, la del realismo político,

propone el fin de las posibilidades, de las potencialidades, de las

capacidades creativas. Las condiciones están dadas como una regla

eterna impuesta por la providencia de la historia, que para los realistas

es una especie de fatalidad. Entonces la tesis conservadora del fin de

la historia tiene su complemento en la tesis del realismo político del fin

del comienzo, la inmovilidad de las condiciones. Ambas tesis son

conservadoras.

Ahora bien, el realismo político tiene varios modos de expresión; uno

de los más conocidos es la onda descriptiva, que se esmera en hacer

descripciones de lo que hay, de lo que se cuenta, de los recursos. La

onda descriptiva llega al extremo de reducir las descripciones a las

cifras; adquiere una forma de exposición aparentemente estadística,

pues usa cuadros e indicadores; pero esto no es más que forma

descriptiva reducida a lo conmensurable. Está muy lejos de usar las

teorías estadísticas, sobre todo el tratamiento de los problemas de

medida y las exigencias en la construcción de indicadores. Es pues una

pose de legitimación esta pedantería de las exposiciones oficiales,

llenas de cifras, para cubrir sus vacíos cualitativos. Pero, bien, resulta

que uno de los modos del realismo politico es esta forma descriptiva

de la “realidad”. Otro modo es el formalismo, defensor del

institucionalismo y seducido por las apariencias; la apariencia de

seriedad, por ejemplo. Esta es quizás la posición más conservadora del

realismo político, pues considera a las instituciones como eternas y

garantizadoras del orden. De aquí al prejuicio jurídico, como núcleo de

83

la “realidad” social no hay más que un paso; este modo jurídico, que

se presenta, en principio como respetuoso de las leyes y las reglas,

termina, en la forma de su adulteración, en la manipulación mañosa

de las leyes y las reglas. También hay otros modos de expresión del

realismo político; daremos el ejemplo de uno más, con pretensiones

teóricas; se trata de la perspectiva lineal de la historia. En este caso se

concibe un tiempo lineal y sucesivo; sobre este presupuesto se

construye la teoría la “revolución” por etapas. Ésta también es una

posición conservadora, pues aplasta la potencia social, desconociendo

la complejidad del espacio-tiempo concreto de lo histórico social.

En la contemporaneidad, también durante gran parte del siglo XX,

sobre todo durante las experiencias “revolucionarias”, el realismo

político sirve y ha servido, para limitar las posibilidades de las

“revoluciones”. En Bolivia, durante la experiencia del llamado “proceso”

de cambio, que todavía vivimos, el realismo político ha detenido la

fuerza social de las movilizaciones anti-sistémicas y ha limitado al

máximo las posibilidades de las transformaciones institucionales. El

realismo político, después de haber sido apoyado y promovido en todas

las instancias institucionales, en todas las políticas públicas, después

de siete años de gestión, se encuentra en crisis, interpelado, ante la

imposibilidad de explicar la “realidad” de los conflictos y

contradicciones, sobre todo la evidencia de sus propias imposibilidades,

al no poder reducir lo que llama “realidad” al prejuicio de sus

representaciones conservadoras.

El conflicto de los “libres pensantes”

El planteamiento de reconducción ha causado no solo zozobra en los y

las llunk’u, aduladores y apologistas, sino también hilaridad y

desesperación. Ya perdieron los estribos. El ataque se dirige a Rebeca

Delgado, cuya actitud digna y valiente no sólo les molesta sino les

cuestiona, pues desmorona su máscara de “disciplina”, al descubrir no

sólo el más indigno servilismo, sino haberse entregado al más

descarado prebendalismo y clientelismo, impulsado por la cúpula

gobernante, particularmente por el vicepresidente. La desesperación

del vicepresidente y candidato a su reelección inconstitucional es

notoria, hasta turbadora; ha dicho que las “bartolinas”, las mujeres

84

campesinas afiliadas a la CNMCIOB “BS”, así conocidas, que se oponen

a su candidatura, son de derecha. En su imaginario frenético se ha

convertido en el referente de lo que es izquierda y lo que es derecha;

en esto, en estas clasificaciones insólitas, en esta exaltadas

definiciones del enemigo, ha ido más lejos que George Busch, cuando

en la declaración de la guerra infinita contra el terrorismo, después del

11 de septiembre, ha dicho que el que no está con nosotros,

refiriéndose al gobierno estadounidense, es enemigo. El vicepresidente

dice prácticamente lo mismo, sólo que con el aditamento de decir que

las y los que no están con su candidatura son de derecha. En su

imaginario se ha convertido en el referente supremo de lo que es

izquierda y lo que es derecha. Nadie antes, ni el más alucinado

fanático, se le ha ocurrido semejante clasificación e identificación

política.

¿Por qué se hace esto? No basta decir que es extravagante esta

definición de izquierda y derecha; es menester comprender por qué se

llega a este extremo, sin guardar las apariencias ni recato alguno. ¿Qué

hay detrás? ¿Por qué el vicepresidente se ha vuelto tan indispensable,

que el mismo llega al extremo de afirmar que los y las que están en

contra de su candidatura son de derecha, sin que nadie del gobierno,

del MAS, tampoco el mismo presidente, digan nada; mas bien parecen

apoyarlo y defender esta insólita postura? ¿Depende tanto el

presidente del vicepresidente? ¿Depende tanto el gobierno del

vicepresidente? Incluso el Congreso y los demás órganos de poder del

Estado. ¿Ocurre lo mismo con el MAS?

Ante semejantes preguntas sólo podemos proponer una hipótesis de

interpretación.

Hipótesis

Ante la premura de gobernar y administrar el aparato público desde el

2006, se tuvo que tomar decisiones sobre la base de dos alternativas:

1) El camino de la utopía; es decir, de la construcción alterativa y

alternativa; o 2) el camino del realismo político; es decir, la

modificación paulatina y diferida de lo que hay. La decisión no era fácil,

por lo menos en el sentido de aceptar lo que parecía más plausible a

los ojos de los conductores. Se requería una argumentación que

justificase la decisión. La construcción de esta argumentación estuvo

en gran parte a cargo del vicepresidente; esto debido a su formación

85

académica y el manejo de teorías, que se pueden considerar

“revolucionarias”. No es que se inclinase por las consecuencias de estas

teorías, sino que las teorías sirvieron de premisas para sacar otras

consecuencias, sobre todo introduciendo el supuesto de que las

condiciones objetivas y subjetivas no estaban dadas. La conclusión

realista fue que se tiene el Estado para transformar; esta es la

“realidad”, lo demás es “utopía”, en el sentido de irrealizable. A partir

de esta conclusión se podía considerar una estrategia “pragmática”,

que se basa primordialmente en un camino de reformas, que preparen

el camino para cambios, más radicales, más adelante. Entonces las

transformaciones se podían diferir; lo que importaba, por el momento,

era administrar bien lo que se había tomado, el Estado.

Empero, como se está en el tiempo “real” de la historia concreta, no

en el tiempo imaginario de la teoría, había que enfrentar mandatos de

los movimientos sociales; estos mandatos se encontraban en la Agenda

de Octubre; que puede resumirse a dos consignas, la nacionalización

de los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente.

Estas tareas encomendadas por el pueblo no se podían eludir; exigían

desde ya ir un poco más allá del realismo político. Las tareas fueron

asumidas por el gobierno; empero, acompañadas con la dosis de

“pragmatismo”. El resultado fue una combinación extraña de invención

y realismo político. Las dos medidas, la nacionalización de los

hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente, tuvieron

que ser corregidas constantemente desde la perspectiva del realismo

político. Por eso se llegó a los contratos de operaciones que

disminuyeron los alcances del Decreto “Héroes del Chaco”, por lo tanto,

restricción de la misma nacionalización. También por eso se limitaron

los alcances de la Asamblea Constituyente, después, se limitaron los

alcances de la misma Constitución.

Hay que anotar que hay por lo menos como dos planos que hay que

distinguir; una cosa es lo que se planea y otra cosa es la práctica. Las

“lógicas” de las prácticas no responden a la lógica de la teoría, a la

lógica de la estrategia planeada. Las prácticas despiertan otros juegos,

otros sentidos, otras consecuencias. El “pragmatismo” desencadenó

otros decursos no-planeados. En poco tiempo el gobierno se encontró

atrapado en “contradicciones” no predichas, antagonismos dramáticos,

difíciles y hasta imposibles de solucionar por la vía del realismo político.

Ante semejantes desafíos el ideólogo del realismo elaboró una teoría,

86

expuesta en Las tensiones creativas de la Revolución43. Nuevamente

se tranquilizó a los gobernantes, autoridades, representantes y

dirigentes; estamos ante tensiones creativas en el seno del pueblo. Sin

embargo, si bien el discurso era tranquilizador, no podía, no tenía los

recursos, para domesticar la dinámica incontrolable de los conflictos.

Sin embargo, se siguió adelante con esta tranquilizante y adormecente

explicación.

Se puede observar entonces que el teórico del realismo político juega

un papel importante, no sólo en la “ideología” pragmática del gobierno

y del MAS, sino también como premisas para las políticas públicas que

se implementaron, así como para el desarrollo legislativo desplegado.

También jugó un papel importante en el enfrentamiento de los

conflictos; se encontraron los argumentos para justificar la represión y

los deslindes con sectores populares y con pueblos indígenas. El

problema radica en que el contraste es cada vez mayor entre lo que se

esperaba y lo que resultó como consecuencia de las políticas públicas

y el desarrollo legislativo aplicados. A tal punto que podemos decir, sin

temor a equivocarnos, que asistimos a una crisis política del llamado

“proceso” de cambio. A estas alturas, vale preguntarse: ¿es

conveniente seguir manteniendo este realismo político y el

“pragmatismo”? ¿No es más bien aconsejable hacer una evaluación

crítica del “proceso” en curso, y quizás buscar otra perspectiva teórica

y política, que abra el decurso de otras alternativas prácticas? ¿Por qué

insistir en la misma perspectiva, que parece que lleva a un desastre

político? ¿Por qué hay tanta resistencia a deliberar y reflexionar sobre

estos temas?

La teoría del realismo político fue indispensable para un gobierno que

había optado por el “pragmatismo”, la cautela política, el reformismo.

Si la opción hubiera sido otra, seguramente esta teoría hubiese sido

inútil, hasta peligrosa. Después de dos gestiones de gobierno el uso

del realismo político no parece lograr los resultados esperados, fuera

de haber ayudado a administrar el aparato de Estado tomado. Este uso

ha desatado problemas no contemplados por la estrategia

“pragmática”. Sin embargo, para el gobierno sigue siendo

indispensable este realismo político; ahora por razones justificadoras,

pues se ha decidido seguir adelante, a pesar de todo, con la continuidad

de la misma estrategia “pragmática”. Esta es quizás la razón por lo que

43 Álvaro García Linera: Las tensiones creativas de la Revolución. La quinta fase del proceso. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia.

87

la presencia del vicepresidente se vuelve obsesivamente indispensable

para los gobernantes, sobre todo para el presidente.

Ahora bien, ¿en el conflicto interno reciente, calificado como el de los

“libre pensantes”, por qué se ataca, por parte del gobierno y los

voceros oficiales del Congreso, con tanta vehemencia, a la diputada

Rebeca Delgado? ¿Por qué causó tanto malestar la revisión del

Proyecto de Ley de Extinción de Bienes, efectuada por parte de Rebeca

Delgado, cuando fungía de presidenta de la cámara baja? ¿Por qué

provoca semejantes ataques desproporcionadas cuando observa el

procedimiento inconstitucional de la reelección del presidente y del

vicepresidente? ¿Por qué se le acusa de todo, hasta de la incoherente

y desvariada acusación de “golpista”, cuando la diputada promueve

reuniones de reflexión, de análisis y de deliberación sobre el “proceso”

de cambio? ¿Qué representa Rebeca Delgado para el imaginario

adormecido de los defensores fanáticos de la estrategia del realismo

político, defensores, mas bien, de una práctica política reducida al

clientelismo y prebendalismo? Rebeca Delgado es una amenaza para

esta práctica prebendal y clientelar, para este conformismo cómodo,

para este “pragmatismo”, que adquiere ribetes corrosivos en su

ejercicio oportunista. No se puede perdonar a alguien que desde las

propias filas no es cómplice de lo que acontece. Se entiende entonces

la conmoción que provoca en espíritus conformes, que ya se habían

acostumbrado al usufructúo de su mayoría absoluta aplastante, la que

no les exigía mayor esfuerzos en las aprobaciones legislativas. El

ataque es despiadado, sin miramientos, se opta por la guerra sucia; a

esta labor descomedida se presta incluso la ejecutiva del Ministerio de

Transparencia y Lucha contra la Corrupción. Se habla de delito de

influencias, cuando se olvidan de toda la corrosión prebendal y

clientelar practicada extensamente en el Congreso, en el gobierno y el

toda la institucionalidad del Estado. Esta práctica es conocida y

experimentada por los y las que ahora denuncian, como gran cosa, el

supuesto delito de influencias, exigiendo auditoría a la gestión de

Rebeca Delgado, cuando ésta prácticamente se la hizo cuando entregó

la presidencia de diputados. Sin embargo, no se hace auditoria de las

gestiones del Congreso; la Contraloría brilla por su ausencia. No hay

resquemor en acusar sin mirarse a sí mismos; no hay pudor de hablar

de inconducta sin atender a las propias conductas. Estamos ante un

mundo cambalache, problemático y febril.

¿Cuáles son los escenarios hipotéticos en el futuro inmediato?

Empezaremos con lo probable. Dadas las circunstancias, que las

88

expresaremos en términos de correlación de fuerzas, es probable que

el gobierno y la mayoría congresal impongan la continuidad del

realismo político, acompañado con su consecuente “pragmatismo”, ya

maleado, convertido en oportunismo, prebendalismo y clientelismo.

Seguiremos con lo menos probable. El otro escenario, menos esperado,

es que se llegue a un acuerdo por efectuar una evaluación crítica del

“proceso”, se logre la deliberación colectiva de las organizaciones

sociales, del MAS, y de las instancias estatales, buscando salidas a la

crisis política. Ahora continuamos con lo improbable. El tercer

escenario no parece posible, por el momento; hablamos de la

reconducción del “proceso”, contando con una movilización general que

nos saque del adormecimiento, del conformismo y de las complicidades

múltiples. Logrando operar intervenciones democráticas participativas

en transformaciones institucionales, apuntando a la transición

transformadora y la construcción del Estado plurinacional comunitario

y autonómico.

Como no somos partidarios del realismo político, apostamos; en primer

lugar, por la reconducción del “proceso”; en segundo lugar, por la

posibilidad de un consenso. En cambio, luchamos consecuentemente

contra la continuidad del realismo político, que consideramos nos lleva

al derrumbe de lo que queda del “proceso” de cambio.

89

Crítica al esquematismo maniqueo

Asistimos desde hace un buen tiempo a una reducción juzgadora que

llamaremos maniqueísmo. Decimos que se juzga, pues se ha sustituido

el análisis por el “juicio”, en el sentido jurídico, incluso de condena, no

en el sentido racional. Para este maniqueísmo el mundo se divide entre

buenos y malos, entre justos e injustos, entre realistas y utopistas,

entre amigos y enemigos; en fin, la lista puede ser larga. Entonces los

maniqueos se colocan del lado de los buenos, de los justos, de los

realistas, de los amigos; los demás son condenados. El gobierno ha

hecho gala de este maniqueísmo, llevándolo al extremo de la

vulgarización; la llamada oposición de derecha también lo hace,

reclamándose de institucionalista y defensora del Estado de Derecho;

incluso las izquierdas, sobre todo tradicionales, son maniqueas cuando

anteponen su proyecto “revolucionario” como valedero, descalificando

lo que ocurre efectivamente. Una de las formas de expresión del

maniqueísmo se muestra en la simple hipótesis de la teoría de la

conspiración; el supuesto es que hay grupos de conspiradores que

dirigen la historia; de aquí se deduce la conclusión de que hay

traidores; en nuestro caso se dice que hay traidores del “proceso” de

cambio. Entonces toda la explicación histórica se reduce a personas, al

problema de las personas, de lo que son y de lo que no lo son. Esta

explicación maniquea de la teoría de la conspiración se parece al guión

de una novela, pero sin los atributos literarios e intuitivos de la novela.

El acontecimiento político es complejo, supone multiplicidades de

singularidades, por lo tanto de posibilidades; no puede reducirse a la

perspectiva insuficiente del realismo político, menos al cuento

sospechoso de la teoría de la conspiración. El decurso de un “proceso”

no depende de personas, de lo que hagan o dejen de hacer, sino que

se encuentra “producido”, por así decirlo, por múltiples composiciones,

juegos, interrelaciones, que podemos identificar hipotéticamente como

“estructuras”, puestas en práctica, puestas en escena, alianzas,

relaciones, intereses, conflictos, lucha de clases, guerra anti-colonial.

Dicho en términos resumidos, no aconsejables para tratar la

complejidad, en relación a la incidencia en el “proceso” nos

enfrentamos a “estructuras” y mapas institucionales, a subjetividades

constituidas, a relaciones enquistadas y dominaciones internalizadas.

De lo que se trata, con el objeto de incidir en el acontecimiento, es de

desmantelar estas estructuras, estas instituciones, de suspender las

relaciones enquistadas, estas relaciones de dominación internalizadas.

Ahora bien, estas tareas no se efectúan solas, como vanguardias

90

incomprendidas, insufladas de gran voluntad. Las incidencias son

posibles si se logra compartir perspectivas críticas y voluntades de

cambio con los colectivos sociales, si se participa en las dinámicas

moleculares sociales, que son como la materialidad social e histórica

de la alteratividad y de la creación de alternativas. De lo que se trata

entonces es de compartir, convivir, con las dinámicas moleculares,

buscando que su alteratividad micro-social, se convierta, en un

momento, en alteratividad molar, transformando las instituciones y las

“estructuras”.

¿Qué queremos decir con todo esto? Que los llamados “procesos”

políticos y sociales, encaminados a transformar, no se dan por los

buenos deseos de las vanguardias, ni tampoco como resultado de una

estrategia “revolucionaria”, se dan como acontecimientos en

momentos de crisis múltiple del Estado, de las representaciones, de los

valores institucionalizados, obviamente en el contexto de la crisis

orgánica del capitalismo, dependiendo de su ciclo vigente. Lo que se

experimenta como “proceso” es lo que compartimos como

acontecimiento; no se trata de que sea una condición dada, como en

el caso de las hipótesis del realismo político, sino de una complejidad,

la misma que hay que comprender y entender en sus dinámicas

moleculares y molares. Por lo tanto, no es, de ninguna manera,

pertinente, desentenderse del “proceso” experimentado, sino de vivirlo

plenamente buscando romper las resistencias y los obstáculos

históricos. Parafraseando nuevamente a Albert Camus44, si los

“procesos” de cambio caen en la decadencia, debemos sufrir con el

“proceso”, no alegrarse de su decadencia, sacando lecciones de esta

experiencia dramática. En otras palabras, de lo que se trata es de

prolongar su decurso buscando la oportunidad de realizar sus

posibilidades y potencialidades.

44 Albert Camus: El hombre rebelde. La frase completa es: Lo difícil es asistir a los extravíos de una revolución sin perder la fe en la necesidad de ésta. Para sacar de la decadencia de las revoluciones lecciones necesarias, es preciso sufrir con ellas, no alegrarse de esta decadencia. Esta reflexión de Camus aparece también como cita en el libro Réquiem para una republica de Sergio Almaraz Paz, al inicio del capítulo El tiempo de las cosas pequeñas.

91

Defensa crítica de los “procesos de cambio”

Defensa crítica del proceso

La vida no es esquemática, menos se nos presenta como una película

en blanco y en negro; incluso, en este caso, hay tonalidades entre el

blanco y el negro. Cuando intervienen los colores como señales, no

sólo hay un intervalo de tonalidades, sino muchos intervalos posibles,

una gama abierta de posibilidades, de juegos, de combinaciones y

composiciones. Si a todo esto le añadimos espesores e intensidades,

la proliferación creativa de las variedades posibles es, por decir algo,

infinita. En política es insostenible moverse esquemáticamente, mucho

peor si se ofrece como alternativa la polaridad pura del blanco o el

negro. Sin embargo, lo que decimos no puede usarse como argumento

para apoyar el oportunismo y el “pragmatismo” vulgar de los políticos.

Hablamos de cosas distintas; el primer tópico tiene que ver con la

complejidad, en tanto el segundo tópico tiene que ver con la

inconsecuencia, el aprovechamiento del momento en beneficio de

objetivos pedestres, el uso de la ocasión para lograr ventajas

“tácticas”. De lo que estamos hablando ahora es del primer tópico, de

la complejidad que hay que enfrentar como desafío, de las exigencias

de esta complejidad a políticas comprometidas con emancipaciones y

liberaciones.

En relación a estos desafíos de la complejidad como realidad, en

coyunturas determinadas y en periodos dados, descartamos, de

entrada, dos posiciones, que parecen contrarias, empero se

complementan. Hablamos, por un lado, del esquematismo político, del

contraste polarizado, de lo uno o lo otro, ambos opciones puras; y

hablamos, por el otro lado, del oportunismo, que considera que todos

los movimientos son posibles, como en una simulación contante, todos

los medios son válidos, con tal de conseguir los fines perseguidos. En

el último caso, el oportunismo se combina con un maquiavelismo

vulgar. Aparentemente ambas opciones son opuestas, el

esquematismo y el oportunismo, empero extrañamente se

complementan. El esquematismo político, que tiende a polarizar, que

muchas veces se combina con el ultimatismo, anula la posibilidad de la

acción, del movimiento y del desplazamiento político; fija el dilema en

una estática abstracta, como si se tuviera que esperar que se cumplan

las condiciones para decidir entre lo uno o lo otro. Muchas veces esta

posición se convierte en una espera eterna. El oportunismo, en cambio,

92

acepta cualquier situación para intervenir, se camufla con mucha

facilidad, se mueve en un permanente simulacro, todas las opciones

son válidas, se puede juntar lo uno y lo otro, por más contrastadas que

se encuentren. Si bien el esquematismo estanca la acción política, el

oportunismo disemina la política en múltiples puntos de

aprovechamientos y astucias, puntos que se conectan por curvas

sinuosas. En ambos casos, la política como emancipación, como

suspensión se los mecanismos de dominación, como efectuación

radical de la democracia, no se realiza. O queda fijada en una

suspensión eterna de un dilema irresoluble o se diluye en la nada

mediante la efectuación compulsiva de conductas puntuales, de

“tácticas” singulares, de astucias momentáneas.

El ejercicio de las políticas emancipatorias requiere responder a la

complejidad del momento, de la coyuntura, del periodo, del proceso.

Obviamente que no se puede perder de vista los campos encontrados,

los frentes de lucha, la diferencia de los proyectos de sociedad; por lo

tanto, no se puede dejar de distinguir las opciones enfrentadas. Todas

las acciones tácticas están íntimamente vinculadas a las estrategias,

todos sus movimientos se despliegan de acuerdo a los proyectos

emancipatorios; no hay en ningún momento una renuncia a la

emancipación, a la liberación. No se parece en nada al “pragmatismo”

vulgar, al llamado realismo político. A diferencia del esquematismo

político y el ultimatismo, no se inmoviliza, sino que se desplaza

actuando sobre las condiciones histórico-políticas concretas,

adecuando sus recorridos sin perder la perspectiva contra-hegemónica

y de contra-poder. No se renuncia a la política, sino que se la realiza

en el espacio-tiempo en el que se mueve, no disemina la política, sino

que articula sus pasos y movimientos en función de los proyectos

sociales. Su perspectiva es crítica y su actitud contestataria, no cede a

las veleidades del poder, ni se apacigua en los momentos de transición;

al contrario, se mantiene vigilante ante la posibilidad de quedarse

atrapada en las redes institucionales del poder. De lo que se trata no

es de reproducir el poder, sino de destruirlo, de liberar la potencia

social, de la que se alimenta el mismo poder.

Las políticas emancipatorias tienen que responder a la estructura de la

complejidad de la coyuntura, tiene que asumir las condiciones de

posibilidad histórica en las que se mueve, lo que equivale a reconocer

el “principio de realidad”, y, al mismo tiempo, tiene que buscar

desplazar, cambiar, las condiciones de posibilidad, incidiendo en la

creación de las condiciones apropiadas. Comprender la estructura de

93

la coyuntura es como tener una memoria del periodo, tener un mapa,

una cartografía, del contexto, a los que pertenece la coyuntura, en

tanto secuencia de coyunturas, también en tanto territorios y espacios

más o menos amplios que contienen al contexto. De la misma manera,

se debe tener en cuenta no sólo lo que comúnmente se llama

“realidad”, sino también la “realidad” efectiva, el campo de

posibilidades abierto. En este sentido, se entiende que las políticas

emancipatorias requieren una comprensión, así como también el

entendimiento, del proceso, es decir, del desplazamiento del espacio-

tiempo político, de las dinámicas inherentes al espaciamiento mismo

del proceso, a sus ritmos, intensidades, expansión, alcances y cambios.

El proceso como producción histórica. Por lo tanto, el proceso

entendido como acontecimiento y el acontecimiento como espacio-

tiempo de múltiples singularidades. En esta perspectiva y desde este

enfoque es menester una mirada teórica del proceso, la

conceptualización de su desplazamiento, de su espaciamiento, de sus

dinámicas, concibiendo también sus contradicciones, los obstáculos

históricos, las resistencias y las posibilidades abiertas.

Al respecto quizás sea conveniente contar con una genealogía de las

políticas emancipatorias, así como una genealogía específica del

proceso político en cuestión, el que toca entender, el que se vive como

“realidad” empírica y “realidad “efectiva. Comprendemos genealogía

como acoplamiento de los conocimientos eruditos y las memorias

locales, acoplamiento que permite la constitución de un saber histórico

de las luchas y la utilización de ese saber en las tácticas actuales45.

Entonces un enfoque adecuado, entre otros que pueden haber y

asumirse, es el genealógico.

El proceso en cuestión es de por sí complejo y problemático, pertenece

a varias historias, por así decirlo, el ciclo de larga duración, el ciclo de

mediana duración y el ciclo de corta duración; en el mismo sentido,

forma parte de interpretaciones sedimentadas de larga y reciente data.

Hablamos de la memoria larga, la memoria mediana y la memoria

corta. Nos referimos en otros textos a estas memorias como memoria

indígena, memoria nacional-popular y memoria reciente de los

movimientos sociales46. El proceso nombrado como de cambio se

mueve en distintos planos y temporalidades; recoge los ciclos de larga

duración, los ciclos de mediana duración y los ciclos de corta duración,

45 Esta definición se encuentra en Defender la sociedad. Curso del Collège de Fance (1975-1976) de Michel Foucault. Fondo de Cultura Económica 2000. Buenos Aires. Pág. 22. 46 Raúl Prada Alcoreza: Horizontes de la descolonización. Plural 2013; La Paz.

94

que lo atraviesan como condicionamientos de múltiples

temporalidades, interpretadas desde distintas memorias y

subjetividades. Usando los conceptos propuestos por Boaventura de

Sousa Santos, el proceso se vive y se experimenta abiertamente desde

una ecología de los saberes y desde una ecología de las

temporalidades47. La experiencia plural del proceso dibuja su propia

complejidad dinámica. Las políticas emancipatorias requieren

comprender y reconocer estas dinámicas moleculares, actuar en los

distintos planos y temporalidades, incidir en la pluralidad de

subjetividades, encarar la comunicación con ellas de tal forma que

haga posible su participación plural, la construcción de consensos y

composiciones dinámicas, el ejercicio plural de la democracia.

Ahora bien, el proceso de referencia es el que experimentamos a partir

de sus propios devenires y acontecimientos, de sus propias

contradicciones inherentes; proceso abierto por las formas de

movilizaciones prolongadas de los diferentes sectores sociales del

campo popular. Proceso en el que también se enfrenta el desafío de

gobernar, mejor dicho de construir una gubernamentalidad de las

multitudes, una democracia plural. Desafío al que no se ha respondido

adecuadamente, pues el curso de los eventos políticos derivó en la

reproducción de la forma liberal de gobernar, en los marcos del Estado-

nación. Quizás sea esta la dificultad mayor que enfrentan los

movimientos sociales; ¿cómo cruzar ese límite impuesto por las

condiciones estructurales del poder? ¿Cómo cruzar el límite que se

comporta como una barrera donde se rebota y se repite la reproducción

del poder y la reproducción del Estado? Todas las revoluciones se han

estrellado con esta barrera, al llegar al límite, no pudieron cruzarlo,

rebotaron. Ante esta historia de las revoluciones, ¿hay que renunciar

al proyecto emancipador, al proyecto de liberación? ¿Es esta una

utopía, que aparece como horizonte lejano, pero que no puede

alcanzarse? ¿Tiene razón el realismo político y el “pragmatismo” de

sentido común cuando dice que lo único real es el Estado y hay que

usarlo para transformar, aunque esta transformación se efectúe de una

manera diferida y contradictoria? ¿O, al final, cuando se opta por el

realismo político ya se experimenta el rebote, el retroceso, por no

haberse atrevido a cruzar el límite y entrar a otro espacio-tiempo de

agenciamientos? Estas preguntas son cruciales, deben ser tratadas en

toda su extensión y consecuencias. Por otra parte, es importante

comprender que si bien los procesos son productos de composiciones

47 El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política. Trotta 2005; Madrid.

95

intensas de dinámicas sociales moleculares, éstos se convierten, en su

periodización, en condicionamiento histórico y político, en un

desplazamiento espacial y temporal que articula de una determinada

manera sus componentes, sus ciclos, sus memorias, sus

subjetividades, sus dinámicas moleculares. Las políticas

emancipatorias tienen que actuar reconociendo las singularidades del

proceso; actuar en el proceso, desentendiéndose del mapa de sus

singularidades, como si el proceso fuese homogéneo, parecido a otros,

interpretado desde universales, es preparar errores y derrotas. Tanto

el realismo político como la perspectiva opuesta, la perspectiva

esquemática, perspectiva polarizante, que empuja al ultimatismo, a

escoger entre lo uno o lo otro, toman el proceso en el sentido

homogéneo, compuesto por tendencias y figuras universales. Ambas

son interpretaciones que anulan la pluralidad del acontecimiento.

Mientras se vive y se experimenta un proceso político es indispensable

actuar en su complejidad singular, no ignorar tanto su complejidad y

su singularidad cuando entra en contradicciones y tiende a deshacerse,

suponiendo que se puede inventar procesos con sólo imaginarlos. La

incursión en los procesos, el activismo político, equivale a entender que

su defensa sólo es posible mediante su profundización. La defensa de

un proceso exige entonces una actitud crítica, la defensa no es posible

de una manera acrítica, reduciendo la defensa a la apología del

gobierno. Esta no es una defensa del proceso, sino que se ha reducido

la defensa del proceso a la defensa de un gobierno entrabado en sus

propias contradicciones; cuando de lo que se trata es desmontar los

obstáculos, desmontar las resistencias institucionales y estructurales,

desmontar las estructuras de poder heredadas y sus habitus

concomitantes. La crítica permite enfrentar los obstáculos y las

herencias estructurales de las dominaciones polimorfas; en cambio, la

apología del gobierno supone que la llegada al Estado es el fin del

proceso, el logro supremo del proceso, su realización. La apología es

una manera de terminar con el proceso, es la expresión del Termidor48.

Por eso, la apología es no solamente conservadora y termina siendo

restauradora, sino que acaba con el proceso mismo, lo termina. Es una

renuncia a las transformaciones.

Por otro lado, abandonar el proceso, porque se lo considera acabado

por sus contradicciones proliferantes, en la perspectiva de abrir otro

proceso, es también terminar con el proceso a cambio de una ilusión.

48 Termidor, término relativo a la Revolución francesa, término referido a la actitud política de terminar con la revolución.

96

El otro proceso no aparece por arte de magia, ni por un deseo recóndito

que ocurra, ni por el ejercicio voluntario. El proceso político de

transformación ha sido gestado largamente, como por acumulación de

crisis múltiples, en distintos niveles, acumulación de experiencias y

formas de organización, formas de interpelación, de movilizaciones

prolongadas. Mientras otro proceso no se dé efectivamente, y esto

puede durar un dilatado tiempo, no se puede abandonar el proceso que

se vive, por más contradictorio y deteriorado que se encuentre. Esto

también significa terminar con el proceso. Es como dice Albert Camus:

Lo difícil es asistir a los extravíos de una revolución sin perder la fe en

la necesidad de ésta. Para sacar de la decadencia de las revoluciones

lecciones necesarias, es preciso sufrir con ellas, no alegrarse de esta

decadencia49.

El activismo político emancipatorio es crítico y contestatario, enfrenta

a los apologistas y a los ultimatistas, ambos termidorianos del proceso,

ambos universalistas. Cuando se trata de reconocer la singularidad del

proceso a partir de su pluralidad componente, buscar su prolongación

creativa profundizando sus posibilidades emancipatorias. La defensa

del proceso no es la defensa del gobierno ni del Estado; es esta la

reducción institucional de los apologistas. La defensa del proceso no es

la defensa de una ida no realizada, de una utopía traicionada; esta es

la reducción abstracta de los ultimatistas. La defensa del proceso es la

defensa de las posibilidades de transformación inherentes todavía al

devenir intenso y contradictorio del proceso, la defensa de las

posibilidades del cambio social, defensa de las posibilidades creativas

en la perspectiva de las emancipaciones y liberaciones múltiples. La

defensa del proceso es la defensa de las praxis comunitarias,

colectivas, sociales, feministas, diversas. La defensa del proceso es, en

cierto sentido, contra-gubernamental y contra-estatal; es la defensa

de la apertura y el desplazamiento a otras formas de composiciones

de cohesión social, de articulación “política” o post-política, más allá

del Estado moderno y del Estado-nación. Esta transición posmoderna,

pos-capitalista y de-colonial es la perspectiva subversiva del Estado

plurinacional comunitario y autonómico, reducido por los apologistas a

la representación folklórica del mismo Estado-nación; Estado

plurinacional descartado por los ultimatistas en la búsqueda del Estado

socialista traicionado, a pesar de qué este fue experimentado, se

49 Albert Camus: El hombre rebelde.

97

hundió en el drama sus contradicciones por no haber salido del circulo

vicioso de la reproducción del Estado.

Los apologistas y ultimatistas se mueven en la misma episteme

universalista, historicista, moderna; su diferencia radica en que son

dos expresiones, aparentemente opuestas, del mismo suelo

epistemológico. El desplazamiento del Estado plurinacional no puede

decodificarse ni comprenderse desde la episteme moderna, forma

parte de otra modo de pensar, es una representación política que forma

parte de la epistemología pluralista50. Es difícil que apologistas y

ultimatistas comprendan el desplazamiento teórico y político del Estado

plurinacional, pues ellos piensan el Estado como unidad homogénea,

universal, como síntesis social; no pueden pensar las unidades

heterogéneas, plurales, singulares, como composiciones creativas de

las dinámicas sociales moleculares. Apologistas y ultimatistas son

modernistas, creen que son anticapitalistas, sin embargo, reviven

alguna de las formas consumadas del capitalismo, por la vía de la

reforma o la vía “revolucionaria”, reducida ésta también al telos

socialista, que no es otra cosa que el mismo modo de producción

capitalista donde la burguesía es sustituida por la burocracia del

Estado.

Entonces las políticas emancipatorias están lejos del dilema ultimatista

del todo o nada, también lejos del “pragmatismo” del sentido común

de todo vale, el juego de las pequeñas tácticas y las puntuales astucias,

pues el fin justifica los medios, enunciado del maquiavelismo vulgar.

Las políticas emancipatorias hacen estallar las pluralidades y

singularidades, ocultadas por la represión universal y homogeneizante

del pensamiento moderno. Las políticas emancipatorias requieren

moverse en el devenir del acontecimiento, comprendido como

desplazamiento de múltiples singularidades. Requiere actuar en la

variación de ritmos y de los intervalos de las ondas de los procesos,

buscando sus desplazamientos, sus transformaciones y

trastrocamientos, las rupturas iniciales que cruzan las líneas e inician

otros agenciamientos. Cuando se habla de defensa crítica del proceso

se habla de esta actitud abierta a las posibilidades, a las fuerzas de la

potencia social.

En el proceso político boliviano, la defensa del proceso pasa por la

defensa del germen del Estado plurinacional comunitario y autonómico,

50 Ver de Raúl Prada Alcoreza Epistemología pluralista y descolonización. Para su publicación en Bolpress; La Paz.

98

que se encuentra en la Constitución, en los territorios indígenas, en las

resistencias comunitarias, en la defensa de los derechos de los seres

de la madre tierra, en la defensa de la democracia participativa y

pluralista, en la defensa del ejercicio de la democracia directa, de la

democracia comunitaria y la democracia participativa. La defensa

entonces de la participación social en la construcción de la decisión

política, en la construcción de la ley, en la construcción de la gestión

pública. La defensa de los derechos fundamentales, de los derechos de

las naciones y pueblos indígenas originarios, de los derechos de las

mujeres, de los derechos de las diversidades, de los derechos de los

trabajadores y el proletariado nómada, de los derechos de los seres de

la madre tierra. La defensa de las dinámicas asambleístas,

deliberativas, colectivas, de la construcción de consensos, defensa de

las movilizaciones, de los ejercicios participativos y democráticos en el

despliegue de las transformaciones especificas y singulares. La defensa

crítica del proceso es la defensa de la potencia social contra las

usurpaciones y suplantaciones de representantes y funcionarios, de

políticos que hablan a nombre del pueblo, a nombre de los movimientos

sociales, a nombre de la sociedad. Es defensa de la potencia social

contra las estructuras de poder y relaciones de dominación heredadas,

contra las prácticas burocráticas de gobierno, contra las prácticas

despóticas de los jefes, contra la dominación masculina, contra la

política beligerante de definición del enemigo externo e interno, que

corresponde al enunciado de la política como hostilidad, política

experimentada en sentido moderno, enunciado vanguardista y

estatalista, a la vez. Este enunciado ha sido compartido tanto por

Nicolás Maquiavelo como por K. von Clauzewitz, tanto por Lenin como

por Carl Smith, tanto por bolcheviques como por los nazis, tanto por

liberales como por “revolucionarios”. Esta forma de política tiene como

matriz la fraternidad masculina, la dominación patriarcal, donde la

guerra es el recurso inicial y final de la concurrencia de las fuerzas.

No se trata de descartar la posibilidad del enfrentamiento, que siempre

está presente, tampoco de descartar una guerra emancipatoria, que

puede desatarse como defensa contra la violencia de las dominaciones,

sino de interpelar al paradigma de la política, que toma a la guerra

como inicio o final de la misma, convirtiendo la beligerancia en el

procedimiento primordial, por medio del cual se depura a enemigos

internos y se ataca a enemigos externos, buscando conservar el

monopolio y el control del poder. Este sentido de la política es

conservador, conserva el Estado, y anti-emancipatorio. Incluso puede

llegar a simular que emplea los procedimientos de la depuración y de

99

la destrucción para lograr la emancipación buscada, cuando

efectivamente descarta las emancipaciones al apropiarse de su

representación. Por lo tanto, se trata de buscar la “política” más allá

de la política, la política más allá de la fraternidad masculina, la política

más allá de las estructuras patriarcales. La política ya no como

representación y delegación sino la “política” como participación plural,

como construcción colectiva, la “política” como autonomía, en el

sentido de autodeterminación.

La degradación de la política, como definición, identificación y combate

con el enemigo, ha llegado a tal punto que es usada en el sentido más

pedestre y policial del término, no sólo depuración del enemigo interno

y destrucción del enemigo externo, sino la extorsión del enemigo

indefinido, que puede variar desde el catalogado como delincuente,

hasta el demandante de democracia interna, pasando por los

supuestos conspiradores, incluyendo a los defensores críticos del

proceso, desde los catalogados como resentidos, hasta las mujeres

indomables. La degradación de la política es notoria cuando se

incorpora a abogados extorsionadores en los mecanismos represivos,

quienes se convierten en “defensores del proceso”. Estos “defensores”,

calificados por un ex-ministro de gobierno como “profesionales”, se dan

el tupe, desde las celdas, donde se encuentra recluidos, de denunciar

al ministro de gobierno, que los llevó a la cárcel y les inició un juicio,

de ser agente de la embajada estadounidense. Ellos dicen que

cumplieron órdenes, acusan al ministro y no dan nombres de quienes

les dieron las órdenes. Esta gente “profesional” está disponible al

servicio de cualquier gobierno, son incorporadas por su perfil osado,

por su subjetividad sin escrúpulos, a los aparatos represivos. Son como

los torturadores que han seguido sirviendo a distintos gobiernos. No se

hacen problema de que los gobiernos sean diferentes y hasta opuestos,

lo importante es ejercer la “profesión” represora y extorsionadora al

servicio de celosos y paranoicos gobernantes. Se ha llegado muy lejos

en el deterioro y la degradación de la política en tanto definición del

enemigo, se han borrado las fronteras de lo lícito y lo ilícito, de lo legal

y lo ilegal; se ha llegado lejos cuando vemos que estos personajes

inescrupulosos y estas “profesiones” coercitivas se han convertido en

“defensores del proceso”. De la usurpación e impostura de políticos

astutos, de funcionarios, burócratas, jefes, que sustituyeron a los

movimientos sociales y simulan la escena “revolucionaria”, pasamos a

la usurpación e impostura grotesca de los “profesionales” de la

extorsión, convertidos en paladines de la “defensa del proceso”. La

100

política de la hostilidad se ha convertido en el mejor instrumento del

diagrama de poder de la corrupción y la economía política del chantaje.

Los que pueden hablar con propiedad de la defensa del proceso son las

y los movilizados, las y los insurrectos, las y los interpeladores, las y

los que resisten a la distorsión de la política y la usurpación del proceso

por “profesionales” de la extorsión y astutos políticos. Son las

comunidades indígenas que resisten a la destrucción de su territorio,

son las mujeres más pobres del mundo51, reducidas a la subalternidad

más oprobiosa, son el proletariado nómada, que hacen un recorrido

itinerante en la oferta del trabajo del capitalismo salvaje, son el pueblo

que se levanta contra medidas monetaristas como las del “gasolinazo”,

son las y los que abrieron este proceso usurpado, luchando y

entregando su gasto heroico. Todas ellas y ellos son el contenido ético

y la potencia del proceso, la posibilidad de la re-conducción del

proceso.

La defensa crítica del proceso enfrenta la problemática del poder, de

las relaciones de dominación, de las estructuras y diagramas de fuerza,

que atraviesan los cuerpos modulándolos en adecuación a las

estrategias de domesticación, disciplinamiento, control, simulación. En

lo que respecta al Estado-nación y a la sociedad moderna, estas

estructuras y diagramas de poder parecen tan inscritas en los cuerpos,

tan internalizadas en las subjetividades, en los habitus y prácticas, en

los imaginarios sociales, que parecen forman parte de la “realidad

natural”, de condiciones históricas fosilizadas, que parecen hacer

imposible sus transformaciones. El mensaje del realismo político

respecto a esta constatación es que hay que aceptar lo que hay y

actuar bajo la determinación de sus condiciones. Acompaña al realismo

político una suerte de mentalidad oportunista, que se presta a apoyar

esta versión “ideológica” del fetichismo del poder; una de las consignas

de este oportunismo es que todo tiene que cambiar para que nada

cambie; la política del gato pardo. Se trata de la adecuación a la fuerza

dominante del momento. Otra versión, menos relevante del

oportunismo, empero, de efectos masivos, es la actitud servil a los

nuevos amos; cuyas expresiones son la sumisión, la adulación, el

servilismo. Estas dos formas de respuesta a la irrupción de la plebe, de

la insurrección de las multitudes y de la movilización prolongada, son

no solo conservadoras, pues se adaptan a los cambios para detener

sus alcances, sino son formas destructivas e inhibidoras del impulso

51 Las mujeres más pobres del mundo, descripción usada por Gayatri Spivak. Crítica de la razón postcolonial. Akal; Valencia.

101

popular, por lo tanto son formas demoledoras del proceso. La primera

forma, la relativa a la simulación y adaptación, termina mimetizándose

a tal punto que convierten a la política de gobierno en una constante

puesta en escena, en una teatralización donde todo cambia en la

escena, pero no pasa nada en la “realidad”. La segunda forma, llamada

popularmente “llunkerio”, termina creando atmósferas de pleitesía,

climas de alabanza, espacios de propaganda, que desconectan al

gobierno de la “realidad”. Se puede comprender que ambas formas

oportunistas forman parte de la gama de posicionamientos apologistas.

Aunque el oportunismo no cuente necesariamente con un discurso

explicativo y auto-justificativo, dejando este papel a la apología con

pretensiones teóricas, es de las prácticas más difundidas en el campo

burocrático y en el campo político. En los gatos pardos y en los

“llunkus” encuentra la posición apologista a la masa de seguidores, que

aplauden y actúan en consecuencia de lo que entienden, a su modo, la

“defensa del proceso”.

Fuera del consabido enfrentamiento con las clases dominantes, las

oligarquías regionales, y sus expresiones políticas, hay que considerar

seriamente el enfrentamiento constante, permanente, minucioso y

detallado, con la masa difundida de las formas del oportunismo, pues

estas masivas prácticas de mimetismo y de adulación se han

convertido en el principal obstáculo a las transformaciones que empuja

el proceso de cambio. El apologismo, en general, y el oportunismo, en

particular, consideran que el proceso está en ascenso, se encuentra

como en una quinta o sexta fase ascendente, que el punto de inflexión

ya se ha dado, se ha dado la bifurcación, se pasó por la consolidación

del proceso, ahora se avanza en la resolución de las tensiones

creativas. Que el Estado plurinacional se ha conformado, por lo tanto

se ha cumplido la revolución democrática y cultural. Ahora compete

cumplir con tareas económicas y administrativas que aprovechen el

crecimiento y redistribuyan adecuadamente los ingresos, cumpliendo

con los derechos establecidos en la Constitución. Si esta es la situación,

los que critican, los que interpelan, los que resisten, están fuera de

escena; son llamados conspiradores, resentidos, infiltrados, agentes

del imperialismo, libres pensadores. Como puede verse este

posicionamiento, que combina el apologismo, el realismo político, el

“pragmatismo” de sentido común, con el oportunismo de simulación y

el oportunismo adulador, es un Termidor, una manera de terminar con

el proceso. La “defensa del proceso” por parte de este apologismo

político es una terminación del proceso mismo. La “defensa del

proceso” los lleva a la represión, a la descalificación, a la persecución,

102

a emplear métodos de coerción y de cooptación. Procedimientos

justificados por la “defensa del proceso”. Nada se tiene que cambiar,

nada se tiene que corregir, nada se tiene que re-conducir. Los

problemas que se enfrentan son tensiones creativas. De esta forma la

“defensa del proceso” se convierte en la culminación del proceso

mismo.

El discurso apologista y la masa de comportamientos de simulación y

de pleitesía institucionalizados, con los que se cruza, terminan

reforzando las estructuras de poder establecidas, termina

reproduciendo el Estado en sus formas más teatrales, en la

ceremonialidad del poder, tanto espectacular así como minuciosa y

detallada, tanto como escenificación gigantesca así como drama

cotidiano, detallado, puntual. A los apologistas y oportunistas lo que

les interesa es convencer y convencerse que las cosas son como dicen

que son. Este es el efecto de la representación; el efecto práctico es el

reforzamiento del Estado y de las estructuras de poder y dominación.

Por una parte se construye una ilusión, por otra parte se construye un

aparato represivo, tan grande como el tamaño de la propia ilusión. El

aparato represivo no solamente sirve para el enemigo externo, sino

sobre todo para el enemigo interno, para el control, la vigilancia, la

persuasión de los propios, y cuando las cosas van más lejos, para la

depuración. Entonces las tareas de transformación son sustituidas por

las tareas policiales, represivas, de espionaje, de control y vigilancia.

El Estado en cuestión se convierte en un Estado paranoico, una

fortaleza rodeada por la proliferación de conspiraciones externas e

internas.

Ahora bien, la aparición del discurso apologista y de las prácticas

oportunistas se han dado, a partir de un determinado momento, en

todos los procesos revolucionarios. El impulso de las luchas que abren

el proceso irradia su fuerza y su espíritu a un principio; empero, a partir

de un punto de inflexión, como que se tiende mas bien a restaurar el

Estado, a reforzar las estructuras de poder y dominación, a conservar

lo que se tiene y no arriesgarlo, a optar por la defensa del Estado, ha

reproducir las mismas tácticas represivas que otros gobiernos, que los

gobiernos depuestos, aunque se lo haga en otro contexto. ¿Por qué

sucede esto? Las “vanguardias”, usemos esta palabra aunque no nos

guste, para ejemplificar, son desplazadas, son sustituidas por camadas

de obedientes, por funcionarios burocratizados, por perfiles represivos,

por personajes sin escrúpulos, por serviles y oportunistas. Esto puede

suceder desde un principio, al día siguiente de la toma o la llegada al

103

poder, o puede tardar un tiempo previo, donde se vive la primavera

del entusiasmo. Cada proceso tiene su propia historia singular.

¿Después de la tormenta viene la calma y las aguas vuelven a su sitio?

¿Después del entusiasmo vuelve el apaciguamiento y la “racionalidad”?

¿Por qué ocurre esto, de tal forma que no se pueda escapar a esta

trama dramática, donde no se tiene un final feliz? Para responder a

estas preguntas no caigamos en la ingenua hipótesis de que si hubieran

sido otros hombres hubiera sido otra cosa. Las personas le dan su

carisma, inciden en las características subjetivas, producen ciertos

desplazamientos, que hacen distintos a los procesos, empero la trama

parece sucederse de todas maneras. No es un problema de personas,

otras hubieran quizás dado otro carisma, incidir en otras características

subjetivas, ocasionar otros desplazamientos, empero, en algún

momento se enfrentan al mismo problema, la reproducción del Estado

y de las estructuras de poder y dominación. El problema no es de

personas, sino de mapas institucionales mantenidos, estructuras y

diagramas de poder conservados, Estado restaurado. Si una

revolución, si un proceso de transformación, no desmonta estas

estructuras de poder, termina tragada y subsumida a la lógica de la

reproducción de poder.

La defensa crítica del proceso lucha en los lugares, los territorios, los

espacio-tiempo con los que se cuenta, enfrenta los problemas

singulares que emergen en el desplazamiento del proceso; comparte

las desilusiones y desencanto popular ante la experiencia de un proceso

contradictorio y un gobierno teatral, perdido en el laberinto de su

soledad52; también se anima cuando las organizaciones sociales salen

a las calles, denuncia, resiste, interpela, cuando las comunidades

indígenas defiende sus territorios, cuando el pueblo defiende la

Constitución contra la impostura de un gobierno que promueve leyes

inconstitucionales, cuando el pueblo defiende nuevamente los recursos

naturales contra parciales y mediáticas nacionalizaciones. La defensa

crítica del proceso no renuncia a la utopía, no deja de concebir la lucha

por las emancipaciones múltiples, por las liberaciones heterogéneas,

por la descolonización radical. Respecto al proceso que se vive, aunque

las evidencias muestran el declive y desmoronamiento del proceso,

quizás hasta su propia muerte anunciada, no acepta esta evidencia

como fatalidad, sino como desafío, como una convocatoria al gasto

heroico. El “realismo” de la defensa crítica del proceso es el de la

52 Alusión al Ensayo de Octavio Paz: El laberinto de la soledad.

104

consigna de 1968 heroico: Seamos realistas, pidamos lo imposible53.

Aunque parezca imposible la reconducción del proceso, la defensa

crítica del proceso apuesta a este imposible. La realidad se realiza a

veces por el lugar de lo improbable y por lo inesperado de lo imposible.

53 Seamos realistas, pidamos lo imposible; consigna de los estudiantes parisinos movilizados del mayo de 1968.

105

Reflexiones sobre el “proceso” de cambio54

Supongo que lo que interesa a la carrera de filosofía de la UMSA,

que es la auspiciadora de este seminario, que precisamente pretende

reflexionar sobre el proceso político. No tanto así como efectuar

reflexiones políticas, sino teóricas, aunque, como dice Françoise

Lyotard, la filosofía hace política. Intentaremos entonces una reflexión

teórica sobre el llamado proceso de cambio. ¿Qué es entonces lo

primero que tenemos que poner sobre la mesa de reflexión acerca del

proceso? ¿La caracterización del proceso? ¿Las contradicciones del

proceso? ¿Un análisis comparativo con otros procesos políticos? ¿Cómo

caracterizar el proceso? ¿A partir de cómo la definen sus protagonistas?

¿A partir de la crisis de dónde emergió? Comenzaremos por definir la

crisis de donde emergió el proceso; entonces comenzaremos por la

caracterización de la crisis.

Como estamos en un seminario de filosofía, que se propone

reflexionar sobre el proceso político, debemos priorizar, se supone, la

reflexión teórica; entonces es conveniente definir dos conceptos

iniciales de la reflexión, crisis y proceso. Etimológicamente crisis quiere

decir momento decisivo, situación inestable; viene del latín crisis y del

griego krísis, que significa punto decisivo, viene de krínein, que quiere

decir separar, decidir55. Desde la perspectiva médica se ha hecho

hincapié en el sentido de descompensación fisiológica; una ruptura del

equilibrio fisiológico. De ahí al concepto de crisis en la teoría de

sistemas no hay mucho trecho; la teoría de sistemas habla de crisis

cuando el sistema, los subsistemas componentes, los intercambios

entre ellos, la retroalimentación con el entorno, ya no puede darse; ya

no hay posibilidades de reproducción del sistema. El sistema entra en

crisis. Ciertamente es un concepto abstracto, tiene el sentido de crisis

estructural y sistémica. Jürgen Habermas la ha usado en este sentido,

dándole también la tonalidad de problemas de legitimación. El

marxismo se ha referido a la crisis haciendo referencia a la crisis

estructural y orgánica del capitalismo, crisis descifrada a partir de la

contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción,

interpretada a partir de las dificultades para mantener la tendencias

ascendentes de las tasas de ganancia; crisis que también es entendida,

54 Esta es la ponencia para el seminario sobre Reflexiones del proceso de cambio, organizado por la Carrera de Filosofía de la UMSA, el 16 de mes de Mayo de 2013, y realizado en el salón de la Vicepresidencia. Se puede considerar este documento como el segundo autocrítico; el primero es Epistemología, pluralismo y descolonización. 55 Ver de Guido Gómez de Silva Breve diccionario etimológico de la lengua española. El Colegio de México.

106

en un marco general, como crisis de acumulación, crisis de sobre-

producción, también crisis de la reproducción del modo de producción

capitalista. De aquí, se pasa a las consecuencias políticas y a las crisis

sociales; las crisis políticas son entendidas como crisis del Estado, las

crisis sociales son interpretadas desde la intensidad de la lucha de

clases. Los análisis políticos, casi en general, hablan de crisis

refiriéndose a hechos diferentes; crisis de gobierno, crisis de

representación, crisis del sistema de partidos políticos, crisis

coyunturales específicas. Como se podrá ver, el término crisis se presta

a un abanico polisémico amplio; empero, de todas maneras, no pierde

su raíz; momento decisivo, situación inestable, incluso momento de

ruptura, de separación.

En Bolivia se ha hablado de crisis de una manera connotativa

más o menos amplia; se ha hecho alusión a una crisis múltiple del

Estado, caracterizando al Estado como Estado colonial, aunque la

referencia se la hacía al Estado-nación. En este contexto connotativo,

la referencias más puntuales se dirigían a la crisis del modelo

neoliberal, a la crisis de los gobiernos neoliberales, a la crisis de

representación, a la crisis del sistema de partidos; aunque también las

connotaciones alcanzaban a la crisis de la sociedad y el Estado

boliviano. Interesa detenerse en estas lecturas de la crisis o, mas bien,

en esta lectura del acontecer político desde la crisis.

Como se trata de reflexiones teóricas, que también llamaremos

problemas filosóficos, relativas a la experiencia del proceso de cambio,

vamos a tratar de identificar problemas teóricos en los análisis, las

interpretaciones y los discursos referidos a la contingencia política,

social, económica y cultural del proceso. En adelante haremos un

repaso a lo que consideramos los principales problemas teóricos del

análisis y de la crítica de la política.

Un primer problema aparece con el atributo mismo de las teorías;

se trata de cuerpos hipotéticos y de tesis que arman explicaciones

lógicas de los acontecimientos que observan, convertidos, si se quiere,

en “objetos” de estudios. El problema no se encuentra en que los

acontecimientos se conviertan en “objetos” de estudio, sino en la forma

como lo hace y lo logra esta mirada, que es la teoría. La teoría forma

parte del mundo como representación. Para que se entienda bien, no

se desecha la teoría, el servicio de la teoría en la construcción de

explicaciones y en la formación del conocimiento; el problema radica

en el uso que se hace de la teoría. Los usos teóricos, al otorgarle una

significación estructurada a los acontecimientos que estudian,

107

terminan no sólo representando estos acontecimientos, en forma de

recortes de realidad, sino que son concebidos como si funcionaran

desde la lógica preformada por los cuerpos teóricos. Las analogías

encontradas entre lógicas teóricas y las “secuencias” de los procesos

inherentes a los acontecimientos ayudan a esta sustitución de los

procesos por las lógicas. Indudablemente estas “reducciones” ayudan

a explicar los hechos, los sucesos, los eventos y los acontecimientos,

a través de la comprensión de relaciones, de estructuras, de sistemas,

de composiciones más o menos complejas. Sin embargo, no hay que

olvidar nunca que, el acontecimiento no es representación, no es

“realidad”, que es otra representación, sino la diferencia absoluta

irreductible. Por otra parte, la misma teoría experimenta su propia

transformación; las teorías concurren mejorando, adecuando,

desplazando, renovando e inventando nuevas explicaciones. Ciertas

teorías quedan rezagadas en relación a la aparición de nuevas

problemáticas, que son el resultado del desplazamiento de los

horizontes de visibilidad y decibilidad de la experiencia. Otro problema

radica entonces en las resistencias de las teorías a quedar descartadas;

se empecinan por mantenerse, creando, como dice Karl Popper,

hipótesis ad doc56. Al respecto de este empecinamiento, obviamente

no se trata del empecinamiento de las teorías, pues éstas no son

sujetos, como suelen convertirlas, por una especie de fetichismo

teórico, sino del empecinamiento de los sujetos que usan las teorías.

Cuando esto ocurre, se da lugar como a por lo menos tres desfases;

primero, en relación a la que identificamos anteriormente, el desfase

entre representación y acontecimiento; segundo, el desfase entre

teoría y problemática; tercero, el desfase entre la problemática misma

y otras problemáticas posibles, que se encuentran opacas o invisibles

a la mirada teórica.

En relación a estos desfases, los mejores “instrumentos” para

recorrer estas distancias y re-articular los desfases son: en primer

lugar, la intensidad y la expansión de la experiencia social; en segundo

lugar, la crítica. La virtud de la crítica es que hace visible las

problemáticas, identifica los límites de las teorías y busca

replanteamientos estructurales. La vitalidad de la experiencia social es

que extiende, desplaza, los horizontes de visibilidad y decibilidad, por

un lado, y profundiza los espesores de la subjetividad. Ambas, la crítica

y la experiencia, nos permiten, posibilitan, no solamente desplazar los

horizontes epistemológicos, sino también y sobre todo, replantear las

56 Ver de Karl Popper Lógica de la Investigación científica. Taurus; Madrid.

108

relaciones y articulaciones entre teoría, experiencia, subjetividad y la

experiencia de los acontecimientos.

Como dijimos a un principio, la discusión que nos trae es política;

entonces también hablamos de la pasión política, de la pasión como

substrato de la política. El discurso político es mucho menos cuidadoso

que el discurso teórico; no se hace problema si se trata de

representaciones, si estas representaciones son cuestionables y

contraen problemas de configuración. Usa el discurso como si éste

hablara directamente de “realidades”; no hay ni siquiera una

pretensión de verdad, sino, mas bien, una pretensión de “realidad”. El

discurso político está directamente vinculado con la fuerza que se

emplea respecto a las materias y objetos de poder. El discurso político

acompaña a la fuerza; no está para demostrar su verdad, sino está

para legitimar la fuerza que se emplea. Entonces, cuando tratamos con

el discurso político, no solamente respecto al horizonte de las

representaciones, sus límites, en relación a la complejidad del

acontecimiento, sino cuando estamos ante los límites mismos de una

“ideología”, en pleno sentido de la palabra, como fetichismo del poder,

estamos ante un discurso que se considera la expresión misma de la

“realidad”, produce “realidades”.

El discurso político es un dispositivo para la acción, no se plantea

problemas de verdad, no tiene exactamente pretensiones de verdad,

sino que, le interesa directamente incidir en los hechos. Si el discurso

político alude a teorías, no lo hace tanto para manifestar su pretensión

de verdad, tampoco para reflexionar sobre su propia actuación, sino

que usa los fragmentos teóricos como herramientas en su disposición

para la acción. Ahora bien, el discurso político puede entrar a la acción

con pretensiones emancipatorias o, en su caso, de manera opuesta,

puede hacerlo con pretensiones institucionales, buscando el apoyo a

las políticas públicas. En ambos casos, el discurso político forma parte

de la acción; en un caso, contestataria, o, de lo contrario, reforzando

la institucionalidad del Estado. Lo que hay que tener en cuenta es esta

característica del discurso político; desde esta perspectiva parece vano

entrar en debate teórico o, si se quiere, científico con el discurso

político. Aunque se dé una especie de comunicación, incluso se den

respuestas por parte del discurso político, esto no quiere decir que

asistimos a un debate teórico o científico, sino a un intercambio

discursivo donde no se modifica el funcionamiento de la política, que

produce “realidades”, tampoco el funcionamiento y las lógicas teóricas,

que produce verdades. Las prácticas políticas se fortalecen, por la

109

manera cómo manejan las teorías; las fragmentan y las usan para

apoyar los propios objetivos, que son mas bien posicionamientos. Las

teorías terminan vulgarizadas y de alguna manera devaluadas por este

uso político; rara vez ocurre que el uso de las teorías, en los escenarios

políticos, derivan en una interpelación con efectos políticos

demoledores, obligando a modificaciones en las prácticas políticas.

Cuando esto ocurre es que las prácticas políticas, el estilo coyuntural y

periódico, correspondiente a una época, se encuentran en crisis.

Por eso, cuando nos invitan hablar del proceso de cambio, es

decir, del proceso político que se vive en Bolivia desde inicios del siglo

XXI, debemos contextualizar los ámbitos de la reflexión y la discusión.

Preferimos, en principio, separar, metodológicamente, el ámbito

teórico del ámbito político, para después enfocar sus zonas de

yuxtaposición.

Una mirada teórica sobre el llamado proceso de cambio

De entrada tenemos un problema teórico; proceso es un

concepto teleológico, supone una finalidad, a la que se llega

precisamente mediante un proceso, que pasa por etapas de

aproximación. El proceso procesa, por así decirlo, las condiciones de

posibilidad histórica, los medios, las fuerzas involucradas, llevándolas

hacia el fin propuesto. Se trata de una producción histórica. A

propósito, el concepto de proceso es concomitante con el concepto de

producción. Si estas son las características del concepto proceso, se

entiende que se tienda a evaluar el proceso de acuerdo a las finalidades

propuestas. No es esta valorización de ninguna manera un contra-

sentido, sino mas bien algo coherente con el concepto mismo de

proceso. El problema no radica ahí, sino en llamar proceso al

acontecimiento político experimentado. La ventaja del concepto de

acontecimiento es que no es teleológico; no supone ningún propósito,

ni de la providencia ni de la historia. El concepto de acontecimiento,

como multiplicidad y pluralidad de singularidades, está abierto a

distintas contingencias, a diferentes posibilidades, a la aleatoriedad

misma de múltiples juegos de fuerzas.

Si queremos salir del acto de juzgar el proceso, juzgar en el

sentido jurídico del término, como tarea de jueces, ya sea para bien o

para mal, negativamente o positivamente, observando sus

desviaciones o, en su caso, haciendo apología de su consecuencia,

110

debemos, en primer lugar dejar de hablar de proceso. Debemos decir

categóricamente que no hay proceso; lo que hay, es ciertamente un

acontecimiento político, en el que estamos insertos, lo que hay es una

lucha entre tendencias encontradas, además de una lucha de estas

tendencias en relación a las condiciones de posibilidad histórica, que

casi todas ellas llaman “realidad”. Condiciones de posibilidad que las

tendencias tratan de controlar o inducir para lograr sus propósitos. Lo

que ocurra no depende de sus voluntades sino del juego azaroso de las

fuerzas, de las contingencias, y, ciertamente, de la dosis de

consecuencia que se imprime en las acciones, dependiendo de una

suerte de acumulación y disponibilidad de fuerzas.

Es preferible entonces tratar de comprender la complejidad del

acontecimiento político, que se vive desde el 2000, que buscar

juzgarlo, de una u otra manera. Con este propósito intentaremos

proponer algunas hipótesis interpretativas del acontecimiento político.

Hipótesis

1. Lo que se experimenta como acontecimiento político es una lucha

no sólo de tendencias voluntarias y conscientes, inherentes a los

partidos, las organizaciones, los movimientos sociales, las clases

sociales, naciones y pueblos, sino la lucha de estas tendencias con

las condiciones de posibilidad, los desplazamientos materiales y

subjetivos, que no controlan. Entonces se da como una concurrencia

de desplazamientos materiales y subjetivos no controlados y

tampoco suficientemente visibilizados, desplazamientos que inciden

en el decurso de la actualización concreta de la complejidad en las

coyunturas sucesivas.

2. En la interpretación del acontecimiento político es imprescindible

identificar las tendencias en juego y la disponibilidad de fuerzas con

las que cuentan; además es indispensable identificar algunas de las

condiciones de posibilidad histórica y de los desplazamientos

materiales y subjetivos en curso, por lo menos los que parecen de

mayor condicionalidad e incidencia.

3. De las tendencias concurrentes, la que cuenta con mayor

disponibilidad de fuerzas, por lo menos hasta ahora, es la tendencia

oficial, la gubernamental y la estatal; tendencia dominante en el

111

escenario. Sin embargo, esto no quiere decir que controle las

condiciones de posibilidad y los desplazamientos materiales y

subjetivos concurrentes. Tampoco que logre vencer y dominar a las

otras tendencias en juego. Por eso la tendencia dominante está

sujeta a contingencias, así como a sus propias pugnas internas.

Muchas de sus acciones desatan consecuencias inesperadas para los

propios actores oficiales.

4. Por lo menos desde el 2009, desde la segunda gestión del gobierno

popular, la otra tendencia, con disponibilidad de fuerza, si se puede

hablar en singular y no en plural, como corresponde, no es, desde

nuestro punto de vista, la llamada “derecha”, que comprende a los

partidos conservadores, ligados a las oligarquías regionales, a la

burguesía y a los terratenientes, aunque como clases sociales sigan

contando con un dominio económico apreciable. La tendencia con

disponibilidad de fuerza, por lo tanto, con capacidad de incidencia,

corresponde a las organizaciones sociales que se ha colocado en

posición crítica y demandante respecto al gobierno. De entre estas

organizaciones hay que destacar a las organizaciones indígenas y la

las organizaciones sindicales, aglutinadas en la COB. Fuera de estas

organizaciones sociales, han tenido incidencia intermitente y

coyuntural, otras organizaciones como los comités cívicos y

gremialistas. Estas incidencias en los acontecimientos se comprueba

en determinadas coyunturas intensas, como la que corresponde al

levantamiento popular contra el “gasolinazo”, que obligó al gobierno

a retirar la medida; también en el Conflicto del TIPNIS, sobre todo

con la llegada de la VIII marcha indígena, que obligó al presidente

a promulgar una ley en defensa del TIPNIS; así como la actual

movilización y huelga indefinida de la COB, que obliga al gobierno a

revisar y discutir su promulgada ley de pensiones.

5. La otra tendencia con disponibilidad de fuerza y capacidad de

incidencia son las clases económicamente dominantes, como la

burguesía, los agro-industriales, los banqueros. La burguesía

recompuesta, que no necesariamente se confronta con el gobierno,

al contrario, ha optado por incidir en sus políticas públicas, sobre

todo económicas; tiene una comprobada incidencia en el decurso de

los acontecimientos.

112

6. En el contexto internacional, del cual Bolivia forma parte ineludible,

las empresas trasnacionales, el sistema financiero internacional y el

contexto del orden mundial, conforman lo que podemos llamar las

estructuras condicionantes en el mercado mundial y en el orden

mundial y regional. Estas estructuras condicionantes llegan a

convertirse en tendencias en juego, en el contexto del país, a través

de los agentes y agenciamientos operativos.

7. En el mismo contexto internacional, mas bien regional, debemos

citar a otras estructuras condicionantes, cuya presencia trata de

compensar la influencia y la incidencia de las estructuras

condicionantes internacionales, dominantes y hegemónicas. Estas

estructuras de compensación son los gobiernos afines de la región,

los organismos de integración, como el ALBA, el UNASUR y el

CELAC, además del MERCOSUR y la Comunidad Andina.

8. Ciertamente también se encuentran como tendencia de incidencia,

en este contexto de tendencias en juego, la que comúnmente se ha

identificado políticamente como “derecha”; hablamos de partidos

políticos conservadores. Aunque debilitados desde el 2008, tienen

representación en el Congreso, en menos de 1/3, además de

controlar dos gobernaciones, fuera de la vocería que adquieren en

los medios de comunicación.

9. Otra tendencia, cuya disponibilidad de fuerza es mas bien local que

“nacional”, con cierto impacto regional, es la relativa a un

posicionamiento de centro, con variantes de centro-izquierda y

variantes de centro-derecha, por las últimas alianzas electorales

logradas.

10. En lo que respecta a las condiciones de posibilidad histórica,

podemos nombrar a la condición estructural de Bolivia en la

geopolítica del sistema-mundo capitalista. Como parte de las

periferias y su condicionamiento histórico como país condenado al

extractivismo, al modelo primario exportador, y al Estado rentista,

la dependencia ha llegado formas extremas, limitantes,

obstaculizadoras y generando un circulo vicioso gravitante.

113

11. Otra condición de posibilidad histórica tiene que ver con lo que

llamaremos la historia de las estructuras subjetivas de las

sociedades, de las naciones y de los pueblos. Estas estructuras

subjetivas son como las memorias de estas sociedades, de estas

naciones y de estos pueblos; pero, también sus estados de ánimo.

Como dijimos en otro texto57, cuando hablamos de estructura lo

hacemos metafóricamente, mucho más cuando nos referimos a

estructuras subjetivas. No podrían darse tales estructuras, ni como

una macro-estructura que comprenda la memoria y el estado de

ánimo de un pueblo, ni como micro-estructuras que se hallaran

inscritas en cada uno de los individuos. Sencillamente se trata de

una manera de organizar la explicación y el análisis, corriendo el

riesgo de convertir a la estructura en un sustituto del sujeto, sujeto

de la filosofía o de la psicología, convirtiéndola en algo así como la

combinatoria inherente al funcionamiento de una composición dada;

en este caso de una multiplicidad de subjetividades. Recurrimos

auxiliarmente y provisionalmente a este concepto de estructura

para usarlo como nombre comodín, como nombre de algo, en este

caso de experiencias, memorias y ánimos de pueblos. Lo que

interesa es esto último, pues, suponemos, que las experiencias, las

memorias y los ánimos, de las sociedades y de los pueblos, se

sedimentan y estratifican en sus imaginarios, de tal suerte que se

convierten como en condiciones de posibilidad subjetivas.

12. Otra condición de posibilidad histórica tiene que ver con el mapa

institucional, en otras palabras, la cobertura institucional en relación

a la extensión de la misma sociedad. El mapa institucional puede

abarcar más o menos la extensión misma de la sociedad, puede

capturar torrentes constantes de las dinámicas moleculares

sociales, en zonas más o menos extensas de la reproducción social;

en este sentido incide preponderantemente en la orientación de la

reproducción social, convirtiéndola en el substrato primordial del

Estado. Cuando el mapa institucional tiene una cobertura tan grande

como la extensión misma de la sociedad, el Estado habría integrado

a la sociedad a la reproducción misma del Estado; hablaríamos de

un Estado realizado y consolidado. Este es el objetivo de los que

propugna la consolidación del Estado-nación. En todo caso, un mapa

institucional extenso y articulado, un Estado-nación integrado,

hacen de maquinarias abstractas de poder lo suficientemente

57 Este texto es Hacia una teoría de la sociedad alterativa. Todavía no publicado, se encuentra en elaboración y revisión. Será difundido en Horizontes nómadas, también en Bolpress.

114

gravitantes como para incidir en el decurso de los acontecimientos,

sin necesidad de controlarlos.

13. Otra condición de posibilidad histórica puede ser nombrada como

mapa de las organizaciones sociales, que hacen como contraste del

mapa institucional. El accionar de las organizaciones sociales, su

convocatoria, sus demandas, sus movilizaciones y luchas, puede

oponerse a los agenciamientos concretos de poder de las

instituciones, por lo tanto, puede desordenar la consistencia del

mapa institucional, o, en su caso, de manera distinta, en por lo

menos, algunos casos, puede reforzar los efectos de poder del mapa

institucional.

¿Cuál es el problema de este cuadro de hipótesis? En primer lugar

que es un cuadro, por lo tanto una pintura y un punteo de

tendencias y de condiciones de posibilidad histórica, a las que se ha

llegado analíticamente, diferenciando, líneas, aspectos y tópicos,

incluso temporalidades. Una vez hecho esto, son como fichas de un

rompecabezas, a las que hay que volver a reunir encajando, para

armar el cuadro. El problema es que se le atribuye “vida” propia a

cada una de estas fichas separadas, como si estuvieran animadas y

fuesen autónomas, cuando esto no ocurre en absoluto. En “realidad”

estas fichas separadas ni tienen vida propia, ni son autónomas, ni

funcionan separadas. No hay fichas separadas, todo ha funcionado

efectivamente como conjunciones complejas y articuladas; no hay

tal separación analítica. Esto es parte del fetichismo teórico, del que

hablamos al principio. Por lo tanto, si asumimos el acontecimiento

como configuración espacio-temporal, como matriz múltiple y

compleja, en la cual nos encontramos insertos, no es posible pensar

analíticamente, separando piezas, para estudiar sus relaciones y

causalidades. Es menester pensar pluralmente el acontecimiento

como multiplicidad de singularidades.

Con esta aclaración y esta advertencia, podemos aproximarnos a

éstos propósitos del pensamiento pluralista, usando las hipótesis,

en hipotéticos movimientos, flujos, torrentes singulares, en

constante composición y re-composición.

115

Aproximaciones al acontecimiento político

Quiero retomar esta aproximación al acontecimiento político

recordando una apreciación altamente, sugerente y esclarecedora,

que pronuncio Vicky Ayllón en la presentación de un libro de Luis

Tapia sobre los grupos roqueros de la ciudad de el Alto y la Ciudad

de la Paz58. Vicky Ayllón dijo que el problema de dar nombres a los

58 El libro fue editado y publicado por Autodeterminación.

116

grupos, de nombrarlos, no sólo cómo se nombran a sí mismos, de

acuerdo a la identificación de su banda, sino el nombre que les

atribuye el autor, al calificarlos de underground, es hacerlos existir

de esa manera, atribuirles un sentido, el valorado por el

investigador; además el nombrar a unos y no nombrar a otros, es

como hacerlos existir a unos y condenar a la in-existencia a otros,

por lo menos a aquella existencia documentada por los libros59. Por

lo demás, el libro de Luis Tapia es el resultado de una investigación

vivencial, pues el investigador era amigo de los grupos roqueros y

los visitaba donde tocaban. Además de mostrarnos otra de las

facetas de este teórico e investigador, el libro tiene la virtud de

alumbrar en la oscuridad refugiada del underground de los jóvenes

rebeldes. Volviendo a Viky Ayllón, quiero tener en cuenta esta

observación, pues cuando escribimos sobre el acontecimiento

político, también nombramos y terminamos dando existencia escrita

a lo que nombramos, atribuyéndole un sentido, el del analista,

teórico, intérprete, escritor y activista. Se produce entonces una

“captura” de las experiencias múltiples y singulares en el sentido

teórico asignado. De alguna manera esta significación se convierte

en código de intercambio, en sentido compartido, en la medida que

los textos se difunden y son apropiados. Puede ocurrir, a su vez,

que los textos difundidos sean usados por otros portadores de

discursos, entonces los sentidos que circulan vuelvan a ser

“capturados” por otras composiciones discursivas. Pero, lo que

interesa, en este caso, es que las singularidades del acontecimiento

son “capturadas” por otras singularidades, conformando

composiciones, de sentido, que llegan a ser políticas, debido al uso

en el tráfago de las fuerzas. ¿A dónde apuntamos con esto? No es

posible decir la verdad del acontecimiento político, pues tal verdad

no existe; lo que se dan son distintas perspectivas, dependiendo de

los referentes. Algunas perspectivas son más compartidas que

otras, en la medida que su uso sea más difundido, además de lograr

mayor “captura” que otras perspectivas.

Al respecto, no estoy seguro del alcance de la difusión de los

análisis críticos del colectivo Comuna respecto al seguimiento de los

movimientos sociales del 2000 al 2005, tampoco de la expansión de

las “capturas” logradas de las singularidades de los

59 He recurrido a mi memoria, tratando de rescatar, no literalmente lo que dijo Viky Ayllón, sino interpretando lo que dijo, el significado de sus comentarios y observaciones. Es difícil recordar los términos literales de su exposición.

117

acontecimientos; empero, de alguna manera, sus libros fueron

referencia para la academia y la discusión política. En este sentido,

es conveniente revisar los sentidos y significaciones teóricas y

políticas asignadas por Comuna al acontecimiento político de las

movilizaciones sociales de ese periodo. Algo que se compartió con

otros colectivos y activistas, además de los voceros de las

organizaciones sociales involucradas, además de organizaciones

políticas, es haber nombrado esta experiencia multitudinaria como

proceso. Entonces ya este concepto conducía la interpretación y el

análisis en una dirección teleológica; el proceso semi-insurreccional,

pues así se hablaba y se escribía, conduce los levantamientos, las

rebeliones, las resistencias, las luchas, las movilizaciones, hacia

finalidades inscritas en la memoria indígena y en la memoria

popular. Estas finalidades no podían ser otra cosa que la

descolonización y la nacionalización de los recursos naturales; de

estas finalidades, compartidas por las organizaciones sociales, se

encontraron otras finalidades más definidas y de efecto estatal.

Hablamos de las figuras concebidas de la transformación estatal. Al

principio estas figuras tenían que ver con las distintas perspectivas

de lo que se entendía por descolonización, por una parte, y

nacionalización, por otra parte. Por ejemplo, el CONAMAQ entendía

por descolonización la reconstitución del Collasuyu y del

Tawantinsuyu; el CIDOB ya había trabajado la idea del Estado

plurinacional; las organizaciones campesinas hacían hincapié en la

reforma agraria, aunque compartían distintas propuestas sobre la

transformación del Estado, desde las propuestas por las

organizaciones indígenas hasta las propuestas socialistas, pasando

por la consolidación del Estado-nación. Las organizaciones

sindicales de los trabajadores no abandonaron el horizonte definido

por sus tesis legendarias, el socialismo, aunque también compartían

fuertemente la idea de la consolidación del Estado-nación,

recurriendo a su memoria nacional-popular.

La forma como se llega a definir la finalidad del Estado

plurinacional social-comunitario, fue lograda en reuniones,

seminarios, talleres, conferencias y “congresos” del Pacto de

Unidad. A esta significación del proceso se llega por el camino de

“capturas” de singularidades. Son las organizaciones sociales, las

dirigencias de estas organizaciones, los asesores de las

organizaciones, las ONGs de apoyo, los dispositivos de “captura”,

que coadyuvan a componer una interpretación más o menos

118

compartida. Es así como la finalidad del Estado plurinacional social-

comunitario fue asumida orgánicamente. Es así también como el

proceso fue interpretado como una producción política del Estado

plurinacional social-comunitario. Empero, que la finalidad

compartida orgánicamente por el Pacto de Unidad sea la del Estado-

plurinacional social-comunitario no quiere decir que el Pacto de

Unidad controlaba todas las variables en juego en el contexto de las

fuerzas; era la voluntad del Pacto de Unidad, que de ninguna

manera garantiza per se que el decurso de los acontecimientos

desatados conduzca a tal finalidad. Este decurso no depende de la

voluntad orgánica, incluso si llegara a comprometer y convencer a

otras fuerzas, como ocurrió en la Asamblea Constituyente, sino del

juego y del peso de las fuerzas puestas en juego, de las tendencias,

su gravitación, y de las condiciones de posibilidad histórica, la

condicionalidad e incidencia de las mismas. Por eso, podemos decir

que lo que hacen el Pacto de Unidad y, después, la Asamblea

Constituyente, en este recorrido, también Comuna, es estructurar

una voluntad, interpretando el acontecimiento político como

proceso. El MAS, como “partido” político, va terminar de asumir, en

su generalidad, este discurso, “capturando” también sentidos y

singularidades. No vamos a detenernos en cómo haya entendido el

MAS la finalidad Estado plurinacional comunitario autonómico, que

corresponde a los desplazamientos logrados en la Constitución

respecto del Estado social comunitario del Pacto de Unidad. La

interpretación oficial más se parece a la “captura” del símbolo

caudillo de la gama de significaciones del proceso, que ya era una

interpretación teleológica del acontecimiento político experimentado

multitudinariamente. Lo que interesa, por el momento, es que se

construye un sentido común sobre el acontecimiento experimentado

colectivamente, se le llama proceso, al que se le asigna una

finalidad, el Estado plurinacional comunitario y autonómico.

Los límites de este sentido común, de esta interpretación

compartida, de esta lectura del acontecimiento como proceso,

aparecen prontamente ante las dificultades evidentes de construir

un Estado plurinacional comunitario y autonómico. Lo sugerente,

ante la constatación de los problemas de la interpretación, son las

hipótesis ad hoc que se crean, para conservar a la interpretación

construida. El gobierno dice que ya se ha logrado el Estado

plurinacional comunitario y autonómico; la crítica, que llamaremos

de “izquierda”, dice que no se ha alcanzado este objetivo, que más

119

bien nos mantenemos en el Estado-nación, restaurado y

consolidado. La derecha asume que eso que tiene ante los ojos es

el Estado plurinacional, aprovechando sus resultados para criticarlo,

buscando, mas bien, restaurar el Estado de derecho. En otras

palabras, todos asumen la finalidad enunciada como referente

suficiente para evaluar el proceso. De esta manera, todos terminan

juzgando el proceso desde la perspectiva de su finalidad.

Como dijimos, el acontecimiento no se reduce al proceso; hay un

campo de posibilidades abierto. Por donde vaya el decurso, depende

de las contingencias, la disponibilidad de fuerzas de las tendencias

y de la gravitación de las condiciones de posibilidad históricas. Esto

no quiere decir que no se tengan objetivitos, que no se tengan

finalidades, tampoco, mucho menos, que haya que renunciar a la

voluntad. Lo que no se puede hacer es reducir la complejidad del

acontecimiento a la idea de una secuencia preformada, la de

proceso por ejemplo, y confiar, que como estamos en un proceso,

la secuencia de los eventos seguirá la lógica de una producción

planificada. Como no ocurre esto, cuando los hechos contrastan con

la idea de proceso, sobre todo con sus finalidades no logradas, las

tendencias en pugna generalmente recurren a explicaciones fáciles.

La tendencia radical tiende a explicarse la no realización plena del

proceso debido a inconsecuencias, incluso a traiciones; la tendencia

conservadora, ya acomodada en el gobierno, tiende a explicar la

incomprensión de la crítica debido a una conspiración interna, que

termina apoyando a la derecha derrocada. Las pugnas internas al

bloque “revolucionario” arrecian, a pesar de los esfuerzos por

acallarla y ocultar la presencia de tendencias. Lo que comúnmente

se llama “derecha”, se explica lo que ocurre como si hubiera

esperado que pase; dice que no podía ser de otra manera, cuando

el Estado se hace cargo de la economía, vuelve a comprobarse que

es un mal administrador. A la “derecha” todo le parece el fracaso

del socialismo; entonces cree volver a ratificar sus aseveraciones

sedimentadas en su concepción de fin de la historia; el mundo no

puede llegar a ser otra cosa de lo que es.

Se trata de distintos planos, por así decirlo. Un plano o plano-

meno, plano de intensidad, es el del acontecimiento; otro plano,

mas bien de representación, el que corresponde a la idea que se

tiene del acontecimiento, que en este caso es la idea de proceso,

donde se presenta la voluntad estructurada como programa,

120

finalidad, constitución. Pretender mantener la idea que se tiene, en

este caso, la de proceso, a pesar de las contrastaciones, es un

suicidio. Lo aconsejable es conocer mejor la complejidad del

acontecimiento, mejorar las representaciones que se tienen,

adecuar la voluntad estructurada y la estructura de la voluntad a la

complejidad puesta en juego, adecuar las finalidades, mejorando

también las formas de intervención y los agenciamientos de

transformación. Lo que importa es comprender mejor cómo

funcionan las fuerzas puestas en juego, cómo funcionan las

dinámicas moleculares, cómo funcionan las composiciones

moleculares, también cómo funcionan las composiciones molares.

En una coyuntura concreta, un periodo y contexto específicos, qué

efectos institucionales se dan, qué efectos transformadores

provocan las movilizaciones, cuáles son las consecuencias del

forcejeo entre el mapa institucional y el mapa de las organizaciones.

Ahora bien, este saber del acontecimiento no es deducción

teórica, sino efecto de la acumulación de la experiencia activista y

de los movimientos sociales. Este saber colectivo puede convertirse

en teoría; esto ayuda a tener una comprensión novedosa del

acontecimiento y de la experiencia social de las recientes

movilizaciones y luchas. Esta dinámica interpretativa forma parte

del aprendizaje social y colectivo, del desplazamiento de los

horizontes de visibilidad y decibilidad, de la acumulación de

experiencia. Ante esta exigencia, esta vertiginosidad y volatilidad

de la imaginación social, inducida por los desplazamientos de la

experiencia, se oponen desesperadamente resistencias

representativas, que se adhieren a lo que pretenden que son

cuerpos fijos teóricos, verdades eternas. Es de estas posiciones

conservadoras, de esta ilusión de verdad, de las que se alimentan

los “aparatos ideológicos” del Estado, ahora tomados por los

“revolucionarios”. Esta es una negativa al aprendizaje y una clara

muestra de la convicción de que se trata de defender el poder

tomado, por lo tanto una renuncia a las transformaciones.

Sin embargo, el mismo peligro la experimenta el ala radical del

proceso; al mantenerse en esta representación teleológica del

acontecimiento politico. Tampoco quiere aprender de la experiencia

al explicar lo que acontece por las inconsecuencias y traiciones. Hay

que abandonar definitivamente la teoría de la conspiración. No

sirve, es pueril y simple, como para ayudar a comprender la

121

complejidad, el juego de las fuerzas, las dinámicas moleculares y

molares, las relaciones y las estructuras de poder en juego.

En relación a lo que acabamos de escribir, es menester proponer

un segundo grupo de hipótesis; ahora de carácter dinámico, ya no

como cuadro.

Hipótesis dinámicas

1. El acontecimiento politico que vivimos, cuya referencia inicial

acordada es fines del siglo XX y principios del siglo XXI,

acontecimiento múltiple en cuanto a la proliferación de hechos,

eventos, sucesos y desplazamientos diversos, acontecimiento

registrado en la experiencia plural de las multitudes, sociedades,

pueblos, clases sociales, se mueve en un espacio-tiempo curvo, no-

lineal, que no se reduce tampoco a un solo plano, sino mas bien

comprende múltiples planos en un espesor magmático.

2. Cuando estalló la guerra del agua, entre fines de 1999 y principios

de 2000, había distintas posibilidades de secuencias contenidas;

una de ellas, es la experimentada. La experiencia vivida se resume

en la siguiente secuencia: La primera victoria del bloque popular,

de la Coordinadora del Agua y por la Defensa de la Vida; la renuncia

122

del gobierno de coalición a la Ley de Agua; la aceptación, a

regañadientes, de la salida de la empresa trasnacional del agua,

Aguas del Tunari, subsidiaria de la Bechtel; la continuidad de la

movilización general hasta la segunda guerra del gas, mayo y junio

del 2005, pasando por la primera guerra del gas, en octubre del

2003, la caída del gobierno de Sánchez de Lozada, la primera

sucesión constitucional, la renuncia de Carlos Mesa, la segunda

sucesión constitucional; la victoria electoral del MAS, la asunción del

gobierno por el primer presidente indígena. Como otros decursos

posibles, se podría dibujar, por ejemplo, el siguiente: el gobierno de

coalición podía no sólo aceptar lo que aceptó, sino podía revisar su

política privatizadora, amortiguando sus impactos, buscando

resolver el conflicto social. ¿Qué hubiera pasado si los gobiernos de

coalición hubieran aprendido la lección de la derrota, en vez de

insistir en el proyecto, de una forma represiva, acusando a los

dirigentes de las movilizaciones como terroristas, incluso

narcotraficantes? Por otra parte, ¿qué hubiera ocurrido si no se

daban las movilizaciones, bloqueos y sitio de ciudades, indígenas y

campesinos de septiembre de 2000? Decimos eso, pues en la

CSUTCB se dio al respecto una discusión; no todos estaban de

acuerdo con la movilización y el sitio. En la discusión se impuso la

tendencia radical, que terminó conduciendo la movilización, los

bloqueos y el sitio a las ciudades. La proximidad entre uno y otro

evento, la guerra del agua y el sitio a las ciudades, terminó

impregnando a los acontecimientos, a los movimientos sociales

involucrados, un halo de corriente incontenible, de rebelión

desbordante indetenible. Lo que vino después contó con este

impulso de continuidad semi-insurreccional. Lo que queremos decir

es que, si se dio lugar la secuencia de eventos que se sucedieron no

fue porque había una lógica inscrita en un proceso desenvuelto en

la historia reciente, sino porque en el contexto de las fuerzas en

pugna, de las tendencias evidenciadas, de las condiciones de

posibilidad histórica y las condiciones de posibilidad subjetivas

constatadas, las fuerzas insubordinadas, rebeldes, movilizadas,

lograron mantener la convocatoria abierta de la movilización,

radicalizando sus objetivos. Ante este desafío popular, las fuerzas

que defendían a los gobiernos de coalición recurrieron a la represión

ascendente, llegando, de este modo, a la masacre en la ciudad de

El Alto, en octubre de 2003. Este fue un momento no sólo de alta

intensidad de las luchas, quizás el de más alto nivel, sino también

una coyuntura de encrucijadas, además de punto neurálgico de

123

decisiones. ¿Qué hubiera pasado si la toma de la ciudad de La Paz

por medio millón de movilizados y movilizadas, que bajaron de la

ciudad de El Alto, hubiera tomado el Palacio Quemado? Lo que

querían algunos grupos radicalizados. ¿Qué hubiera pasado si el alto

mando del ejército hubiera decidido defender al gobierno de

Sánchez de Lozada, intervenir, generando una escalada de violencia

ascendente de la represión? ¿En ambos casos, guerra civil? ¿Si esto

ocurría, cuál hubiera sido el desenlace? En todo caso, es de prever

que cualquier modificación en los hechos ocasionaba

desplazamientos en los sucesos, aunque sean estos

desplazamientos próximos a los hechos acaecidos. Lo que

finalmente sucede no acaece por el decurso o la implicación de una

lógica histórica implacable, sino por la combinatoria de

singularidades, que al moverse, ocasionan distintos desenlaces.

3. Con esto no se quiere decir que todo es azar y aleatoriedad, que

estamos ante potencias ciegas e incontrolables; no, de ninguna

manera. El acontecimiento conjuga, combina, contiene, múltiples

singularidades en juego y en constante composición, desprendidas

de sus dinámicas moleculares; esto es contingente. Empero, en el

contexto de estas combinaciones, juegos de fuerza y

composiciones, entre la voluntad organizada y estructurada de

movimientos sociales, organizaciones y pueblos, las acciones

múltiples de la movilización general intervienen afectando al

conjunto de las combinaciones, empujando a su incidencia en un

determinado sentido. En la medida que esta voluntad organizada

tiene una amplia y profunda convocatoria, cuenta con una

acumulada disponibilidad de fuerzas, entonces su participación e

incidencia en el decurso de los acontecimientos es preponderante.

4. El desenlace de los acontecimientos no es controlable; no es posible

una ingeniería social que controle todas las variables intervinientes

y pueda producir los hechos planificadamente. Lo que se puede es,

de alguna manera, prever una banda de probables y posibles

resultados, como una curva contingente de eventualidades

efectivas.

Conclusiones

124

Ahora bien, dónde nos conducen los dos grupos de hipótesis que

presentamos. En primer lugar, que hay que renunciar a la

teleología; dejar de proponerse finalidades, a partir de las cuales

juzgamos y evaluamos el proceso, que es la metáfora teleológica,

que sustituye al acontecimiento, reduciéndolo a la lógica histórica

preformada. Este fue el error del socialismo, llamado científico, que

no abandonó la concepción del socialismo utópico, que el mismo

criticó. También puede ser el error del proyecto de construcción del

Estado plurinacional comunitario y autonómico, como otra

alternativa, más completa y compleja, pos-capitalista, que la

diseñada por la dictadura del proletariado. Hay que aprender de las

revoluciones llamadas democráticas de los siglos XVIII y XIX; ante

la complejidad del acontecimiento político, social, económico,

cultural, ecológico, es preferible establecer el punto de partida, con

las reglas del juego bien establecidas; lo que venga después,

dependerá de el ejercicio democrático, del juego de fuerzas, de los

consensos que se formen. Las reglas del juego democráticas fueron

la igualdad política y jurídica, con la ampliación al voto universal,

incluso el pluralismo liberal. Entre las reglas del juego de un

proyecto descolonizador y pluralista, además de social y ecológico,

deben plantearse la igualdad y equivalencia de las mismas

condiciones de posibilidad para las culturas, las lenguas, las

instituciones propias, las naciones y los pueblos; además de

plantearse la igualdad económica y social para todos, como garantía

de las mismas condiciones de posibilidad. Por otra parte, es

indispensable reconocer y garantizar los derechos de los seres de la

madre tierra, comprendiendo a los ciclos vitales. En cuanto respecta

al mapa institucional, se debe conformar una cartografía de nuevas

instituciones, de organizaciones sociales, de organizaciones

populares y de pueblos, de organizaciones de las diversidades

subjetivas, que garantice el ejercicio de la democracia participativa,

directa, comunitaria, representativa de todos.

125

La convocatoria del mito

Aproximaciones a la figura del caudillo y a la revolución

bolivariana

De acuerdo a la etimología, mito es el relato tradicional relativo a seres

sobrenaturales, o a los antepasados o héroes de un pueblo. Mythos,

del latín tardío, quiere decir cuento; y mýthos, del griego antiguo,

significa fábula60. Como se puede ver, la raíz de la palabra mito nos

lleva a la significación del relato imaginario sobre los orígenes del

cosmos o sobre los orígenes de los pueblos, también relato de la

epopeya de los héroes primordiales. Paul Ricoeur entiende que se trata

de una trama, de una narración, que articula el principio, la mediación

y el desenlace de un texto, en la configuración de una totalidad; es un

modelo de concordancia. Emile Durkheim encuentra en el mito la

estructura que sostiene valores y la cohesión social61. Para George

60 Guido Gómez de Silva: Breve diccionario etimológico de la lengua española. Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México; México. 61 Ver de Emile Durkheim: Las reglas del método sociológico. Fondo de Cultura Económica 2001; México.

126

Sorel el mito es como una intuición social que convoca a la acción62.

Claude Levi-Strauss estudia los mitos como estructuras de

racionalizaciones que diferencian y encuentran analogías, que

clasifican plantas y animales, que construyen calendarios, usando la

fuerte narrativa de imágenes y figuras arquetípicas, las que sufren

metamorfosis y cambios63. Para una de las corrientes hermenéuticas,

dedicadas al estudio e interpretación de los mitos, el mito es la matriz

de la cultura, de la narrativa, del imaginario, que es como la totalidad

de sentidos de la que nunca salimos64. Como se puede ver, estamos

ante una gama de interpretaciones del mito; empero, en todas ellas,

el mito cobra relevancia; ya sea como relato primordial; ya sea como

estructura cultural subyacente; ya sea como imaginario total, que es

como decir que nacemos en lo imaginario, que nacemos en el mito; ya

sea como intuición convocativa a la acción. Nosotros usaremos la figura

del mito en este último sentido, empero, sin descartar los otros usos e

interpretaciones del mito.

¿Por qué es importante analizar los acontecimientos desde esta

perspectiva? Se acostumbra a analizar la experiencia política desde una

perspectiva que llamaremos objetiva, tomando en cuenta la

descripción de los hechos, eventos, secuencias, contextos y coyunturas

políticas; usando modelos analíticos y teorías explicativas, que orientan

el análisis a dar cuenta causalidades, de estructuras subyacentes, de

contradicciones dialécticas, de enfrentamientos de bloques. No

desechamos la utilidad de estos análisis; sin embargo, notamos que

muchas veces se quedan sorprendidos y sobrepasados por el desborde

de acontecimientos políticos inéditos. Sobre todo estos análisis se

quedan un tanto atónitos ante la presencia de figuras políticas

carismáticas, que subjetivan los enfrentamientos políticos, las luchas

sociales, sintetizando densamente el acontecer político en el

dramatismo de sus personalidades.

La política, en tanto campo de prácticas y de acciones, y lo político, en

tanto campo de distribución de fuerzas, posiciones, dispositivos y

agenciamientos, además de instituciones, no son acontecimientos

políticos que solamente pueden describirse y explicarse desde una

exterioridad académica. La política es una experiencia fuertemente

subjetiva; se vive la política pasionalmente, se figura la experiencia

política en los imaginarios sociales. Determinados acontecimientos

62 George Sorel: Reflexiones sobre la violencia. Alianza Editorial 1976; Madrid. 63 Claude Levi-Strauss: Mitológicas, cuatro tomos. Siglo XXI; 1976; México. 64 Ver de Gilbert Durand De la mitocrítica al mitoanalisis. Anthropos 1993; Barcelona.

127

políticos, como las rebeliones, las movilizaciones, las revoluciones,

despiertan entusiasmo; otros acontecimientos políticos, como la crisis,

el desgaste y el deterioro de los referentes de las expectativas,

incluyendo la inercia misma en la que cae la rutina política,

desencantan. Estas experiencias no se hacen inteligibles si es que no

se consideran la constitución y des-constitución de subjetividades, si

es que no se comprende el espesor de la experiencia política. Claro que

es indispensable estudiar las políticas públicas, las prácticas, las

relaciones y las estructuras en su manifestación objetiva; empero esto

no basta. Nos quedaríamos en una descripción que trata a la política

como una exterioridad o en una explicación abstracta, que no deja, en

todo caso de ser pedante.

La figura del caudillo es indudablemente un acontecimiento político, es

un lugar de condensación de la experiencia política, una subjetivación

concentrada de de las tensiones y contradicciones políticas, a tal punto

que todos sus actos, incluso los más insignificantes, no solamente se

convierten en actos públicos, esto ya lo sabíamos, sino se convierten

en signos políticos. Adquieren significación, connotación, irradian en el

ámbito social, apropiándose del sentido y de los significados de los

fenómenos políticos no personalizados. El carisma es seductor y

atrayente, se concierte en un núcleo gravitatorio, que captura los

entornos, haciéndolos circular alrededor. Lo que importa, en el análisis

de estos acontecimientos políticos, centrados en la emergencia

carismática, no es, obviamente, descartarlos o reducirlos,

menospreciando el caudal emotivo y afectivo de las vivencias políticas,

sino, al contrario, tomarlos en cuenta como fenómenos integrales, que

logran develar el juego intenso de las fuerzas, sus composiciones y

relaciones, sobre todo sus pliegues subjetivos. Los acontecimientos

políticos, centrados en el carisma, deberían ser mas bien privilegiados

en el análisis.

Ahora bien, el mito no es algo que está en nuestras cabezas, tampoco

es una estructura abstracta; el mito es producido y reproducido en la

dinámica de las relaciones lingüísticas, discursivas, imaginarias,

afectivas, pasionales de la gente. Se figura, configura y refigura en la

dinámica de estas relaciones. Son los sujetos sociales los que crean y

recrean el mito, así también son los que terminan atrapados en sus

redes. Creen que nacen en el mito, que se mueven en el interior de su

esfera, y que lo que les ocurre se explica por la trama del mito.

Entonces el mito tiene que ser entendido como una estructura

imaginaria, construida y reconstruida en las dinámicas relacionales de

128

los sujetos sociales. Hay pues como una “economía política” del mito,

si nos excusan de hablar así; donde el mito pretende diferenciarse,

separarse, autonomizarse, respecto a sus productores, a sus

imaginadores, sobre quienes terminan actuando como una

“ideología”65. De lo que se trata es de efectuar una crítica de la

“economía política” del mito, como de toda economía política, en el

contexto de su generalización. Empero, esto no significa decir que el

mito es un fantasma; al contrario, es una estructura y un ámbito de

relaciones dinámicas, que actúan en el cuerpo, induciendo

comportamientos y conductas. De lo que se trata es de comprender

estas dinámicas relacionales que sintonizan subjetividades, la del

caudillo y la del pueblo.

El mito del caudillo

El mito es una trama y un entramado; una trama pues es un tejido,

una narrativa, una textura de hilos sensibles e imaginarios, hilos que

se encuentran en los filamentos más recónditos del cuerpo; un

entramado pues en el mito también se entrelazan tramas. Quizás por

eso, el mito se remonta al origen, explica el cosmos por este origen,

pero también nuestra tragedia en el acontecer del mundo. El mito

avizora entonces, descifrando en las convulsiones de esa matriz, el

anuncio de nuestra emancipación. El mito es poderoso pues es la

captura de la totalidad por medio del inmediato e intenso

procedimiento de la intuición. Sólo la estética y el arte podrían

acercarse a una experiencia parecida. El mito remueve nuestras fibras,

conmueve nuestro cuerpo, lo empuja al abismo de la nada, otorgándole

la plenitud del sentido en su propia caída, en la experiencia de la caída,

vivida como una resurrección.

El mito cohesiona, sostiene la consistencia perdurable de la comunidad,

al otorgarle una identidad descomunal, a la altura de los dioses o de

las fuerzas creativas. El mito comunica en la iniciación al hombre, a la

mujer, al guerrero, a la tejedora, con las fuerzas inmanentes del

devenir, devenir animal, devenir planta, devenir agua, devenir fuego.

El mito es un torbellino pasional sublime, es una hermenéutica sensible

del acontecer. Si clasifica es porque todo se conecta, no se divide; no

es pues una analítica, sino más bien una “síntesis”; empero una

65 Ver de Raúl Prada Alcoreza La colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista. Horizontes nómadas, Bolpress, 2012; La Paz.

129

“síntesis” en tanto “experiencia” de la metamorfosis o la metamorfosis

hecha “síntesis” mutante.

El mito es memoria, pero, se trata de una memoria simbólica, de una

memoria alegórica, cuya narrativa figurativa concibe el tiempo, el

transcurrir del tiempo, como una actualidad pura, un acontecimiento

fabuloso que repite el eterno retorno del origen. Hay toda clase de

mitos experimentados por los pueblos; mitos cósmicos, pero también

mitos históricos; mitos del origen del fuego, de la caza, de la

agricultura, de la civilización, pero también mitos mesiánicos. El padre

y la madre, después de muertos, se convierten en mitos; los padres y

madres vivos son vistos como mitos vivientes. Los guerreros se

convierten en héroes, los héroes condensan la historia en su epopeya.

Los conductores de la guerra anticolonial son nombrados como

libertadores; sus nombres y sus perfiles se convierten en la razón de

ser las naciones liberadas. Los libertadores se institucionalizan, sus

fantasmas acompañan los actos cívicos y adornan las paredes de las

oficinas públicas. De alguna manera sus fantasmas han sido

domesticados. Sin embargo, pueden reaparecer cuando son

convocados nuevamente en la actualización de antiguas luchas.

El mito que revive Hugo Chávez Frías es el del libertador Simón Bolívar.

La tarea del libertador ha quedado inconclusa, no hay integración, la

constitución de la Patria Grande no se ha realizado. Los pueblos

liberados enfrentan ahora otra guerra anti-colonial o, si se quiere, la

continuidad de la guerra de la independencia; se trata de la guerra

contra la dominación imperialista y el control hegemónico del capital.

El golpe del oficial Hugo Chávez es contra la oligarquía entreguista de

los recursos naturales, la partidocracias y la corrupción de la clase

política. Este gesto es un acto heroico, que convoca a la guerra a las

clases populares, gesto que reclama su despertar ente la crisis y

decadencia de la república. Años después, la victoria electoral de Hugo

Chávez se explica tanto por la convocatoria del mito, así como por la

crisis política de Venezuela. Las clases populares respondieron al gesto,

a la irradiación del gesto, al golpe de cabeza, efectuada por oficiales

intrépidos y grupos de izquierda radicales. La figura del libertador se

convirtió en un proyecto: La República Bolivariana de Venezuela. Este

proyecto se plasma en la Constitución, que da nacimiento a la quinta

república, que ya no ansia una institucionalidad liberal, como en el caso

del libertador, sino que busca una transformación socialista. La

Constitución es integradora, es participativa, profundiza la democracia,

la soberanía adquiere connotaciones omnipresente, recupera los

130

recursos naturales para los venezolanos, se plantea la redistribución

del ingreso y la inversión social, enfrentando de cara la estructura de

las desigualdades, además de proponerse la integración

Latinoamericana y del Caribe. Después de promulgada la Constitución,

el gobierno, el partido, los intelectuales comprometidos, las

organizaciones sociales, se dan la tarea de definir el nuevo proyecto

socialista, nombrado como socialismo del siglo XXI. Las tareas de

construcción socialista, las definiciones de este socialismo del siglo XXI

aparecen en los planes de desarrollo. En la segunda victoria electoral

de Chávez se define el carácter socialista de la revolución bolivariana.

El mito ha removido el suelo y la geología de la formación histórica,

social, económica y política venezolana. Después de Chávez Venezuela

ya no será la misma; es otra, bolivariana y socialista, tiene como tarea

la integración y la igualdad social. Se ha dado una sintonía armoniosa

y pasional entre el que encarna el mito y las multitudes, el pueblo, las

clases populares. Esta sintonía ha sido acompañada por la organización

de movimientos sociales de magnitud, las comunidades, las misiones,

la formación masiva de líderes, la inversión social. El golpe militar

reaccionario del 2002 se enfrentó a un pueblo organizado,

empoderado, convocado, consciente de la certidumbre de los tiempos

de cambio y de su responsabilidad histórica. La gigantesca movilización

popular derrotó al golpe reaccionario de la oligarquía rentista. Esta

victoria popular y el retorno al poder de Hugo Chávez le dio un impulso

inmenso a los ritmos del proceso politico y social. El mito se convirtió

en el entrañable sentido del proceso, en el intérprete de los

acontecimientos, incluso en la significación de la compleja búsqueda

de un nuevo horizonte socialista.

No creo que la experiencia del proceso revolucionario bolivariano se

pueda explicar por interpretaciones “racionalistas” que desprenden las

tesis del partido de vanguardia, tampoco creo que cubra la complejidad

del proceso explicaciones economicistas, del tipo contradicción entre

fuerzas productivas y relaciones de producción, así mismo, son

insuficientes tesis como las de la autonomía relativa de la

superestructura. Del mismo modo, del otro lado, debemos descartar

las tesis simplistas de los apologistas del culto de la personalidad, que

convierten al caudillo en el protagonista absoluto de la historia. El

caudillo, como veremos más adelante, es una relación entre el mito, la

memoria intuitiva, y lo popular, relación afectiva y pasional; relación

que emerge de una sintonía entre el flujo figurativo del caudillo, sus

discursos, sus acciones, sus gestos, que conforman una narrativa

131

carismática, y los imaginarios populares, las pasiones y expectativas

populares, prácticas y habitus populares, que interpretan la narrativa

carismática como una convocatoria y una anunciación. El secreto

entonces se encuentra en la alteridad popular, que despierta ante el

sonido y el simbolismo irradiante del mito.

Los apologistas del caudillo

En este texto no está en cuestión el caudillo; él vive su vida, de una

manera propia o impropia, auténtica o inauténtica, lo hace

apasionadamente y hasta dramáticamente. Él es, queriéndolo o no, el

caudillo; éste imaginario patriarcal cristalizado en los huesos de los

humanos desde épocas antiguas. El problema son los apologistas,

quienes apuestan con todas sus fuerzas y sus argumentos al caudillo;

el caudillo se convierte en sentido de sus vidas, en anhelo encarnecido.

Lo invocan y convocan. Para los apologistas el caudillo se convierte una

figura explicativa histórica, una figura que hace inteligible el conflicto

social y el conflicto político. El caudillo es la razón de ser de los

apologistas. A sus ojos el caudillo se convierte en la síntesis suprema

histórica, política, social, cultural, psicológica, de las masas, del pueblo.

Le otorgan una materialidad vital omnipresente en los acontecimientos,

de tal forma que lo convierten en el motor de todo, casi como Dios

maquinizado, Deus machina. Para las tesis de los apologistas el caudillo

es como el núcleo de un sistema de órbitas; somatizan, simbolizan,

subjetivaban, al extremo la historia, que ésta se resume a las

compulsiones, pulsiones, afectos del caudillo.

En las tesis de los apologistas del caudillo han desaparecido las

dinámicas sociales, las dinámicas políticas, las dinámicas económicas,

las dinámicas culturales, los ciclos del capitalismo, las contradicciones

histórico-políticas. Todo se resume a una épica, a la epopeya colosal

de un enfrentamiento entre el héroe supra-histórico, el caudillo, que

es como el bien supremo, contra la monstruosidad de la maquina

descomunal y despiadada de la opresión forastera. Los apologistas han

construido un nuevo mito fabuloso, el mito de una guerra cósmica

entre el caudillo y el fantasma del imperio; otra vez, el bien absoluto

en guerra contra el mal absoluto. No vamos a criticar el maniqueísmo

inscrito en esta suerte de teoremas mitológicos, sino vamos a anotar

lo que hacen desaparecer.

132

Con estas tesis sobre el caudillo heliocéntrico desaparece la política. Ya

no hay política sino “religión”, o un sustituto de la religión. Ha

desaparecido la política como campo de fuerzas, como dinámicas

moleculares de cohesión y descohesión, como “concentración”, si se

puede usar esta palabra, de enfrentamientos económicos, sociales,

culturales, territoriales; por lo tanto como diferencias, aunque también

como contradicciones. Ha desaparecido la política como dinámica

histórica especifica, en su contexto y singularidad. Ha sido convertida,

como dijimos, en una epopeya, en una épica, en un mito. Si algo nos

dejó el marxismo es precisamente el análisis de las relaciones; el

capital como relación, el Estado como relación, la política como proceso

de relaciones mutantes. Esta herencia es significativa, a pesar de que

los marxistas partidarios hayan vuelto a convertir al marxismo en una

“religión”, terminando de endiosar a los teóricos de esta formación

enunciativa dialéctica, sobre todo a los conductores de las

revoluciones. Tal parece que la mitificación y el maniqueísmo forman

parte de los recursos imaginarios más a la mano, muy afines a la

reproducción de las estructuras de poder interpeladas. Pues bien, se

trata de desplegar este análisis relacional; se trata de analizar, de

desmenuzar, los procesos políticos en la composición de sus dinámicas

moleculares, en los ámbitos de relaciones en curso, en las coyunturas

y contextos específicos, en las singularidades de sus contradicciones.

Desde esta perspectiva, desde el análisis relacional, el caudillo aparece

no como el núcleo, el centro, de un sistema de órbitas, sino también

como una relación. Relación entre una conformación popular y el mito

que anida en su memoria, mito patriarcal, milenarista, ancestral,

mesiánico. Cuando se produce la sintonía entre esta memoria y la

presencia carismática de un personaje público, cuyo accionar

discursivo y práctico, deriva en interpelación, entonces el mito retorna,

se encarna, adquiere nombre, perfil propio, se actualiza en una figura.

El caudillo es un invento del imaginario popular y el pueblo es el

referente de caudillo, el interlocutor, el espacio de irradiación

discursiva y afectiva. No se crea que el caudillo haya buscado estos

efectos; los caudillos son como las casualidades creativas; aparecen

como meteoritos que atraviesan el cielo e impactan en las aguas

estancadas de la rutina política de las clases dominantes. Los caudillos

no se crean por programa, como proyectos planificados, ni por el deseo

de políticos, sino aparecen como lo que son, como acontecimientos

políticos. Son vanos los esfuerzos por sustituirlos cuando desaparecen.

No hay otros. No porque son sustanciales, únicos, sino porque su

acontecer, que responde a la sintonía con las masas, a la relación de

133

lo popular con su mito, como memoria, se da, ocurre, en determinadas

circunstancias y bajo determinadas condiciones de crisis. No porque

alguien es parecido al caudillo, comparte su ideal, deviene de su etnia,

va poder sustituirlo, tiene la posibilidad de ser un caudillo. Este

supuesto es la base de la pretensión de muchos; empero se equivocan.

No han comprendido el ámbito relacional, la singularidad del momento

del campo de fuerzas, que han dado lugar a ese acontecimiento político

que llamamos caudillo.

Entonces de lo que se trata es de comprender las dinámicas, las

relaciones, las contradicciones, la singularidad de la crisis, que ha

hecho aparecer esa relación de lo popular con su memoria. Ahora bien,

esta relación carismática, expresa, de una determinada manera, las

otras relaciones de sus contextos; las relaciones de poder, las

relaciones económicas, las relaciones sociales, las relaciones

culturales. La explicación no se encuentra en el caudillo, convertido en

una figura que hace inteligible la realidad, como hace el discurso de los

apologistas, sino en estos ámbitos de relaciones, en el momento de

sus contradicciones y diferencias, además de sus conexiones y

entrelazamientos. El caudillo es una figura más, una relación más, en

este ámbito de relaciones; es una figura que debe ser también

explicada, no es la explicación misma.

El problema no es el caudillo, que vive su vida, como dijimos, sino los

apologistas, quienes reinventan el mito sobre la base de la invención

del imaginario popular. Lo reinventan “teóricamente” para sostener

tesis épicas. Al contrario de lo que creen, esta narrativa no enaltece,

no enriquece, la figura del caudillo, sino la simplifica, la convierte en

una figura estereotipada, algo así como ocurre con las caricaturas de

los dibujos animados respecto a lo que representan, características

abstractas y aisladas de valores; bueno, malo, o de sentimientos,

orgullo, odio, egoísmo, ambición. Le quitan lo humano que tiene, sus

dilemas, sus contrastes y contradicciones, sus debilidades y sus

fortalezas, sus experiencias dramáticas de cargar en su cuerpo una

compulsa de fuerzas que lo excede. Un análisis de estas figuras

carismáticas, más apegadas a la descripción que al mito, ayudaría a

comprender mejor las contradicciones en las que se embarcan y

avizorar potencialidades emancipadoras de las multitudes, de lo

popular, de las clases “subalternas”, que no dependan de la vida

dramática del caudillo.

134

Recorridos y desafíos de la revolución bolivariana

Vamos a intentar abordar una aproximación al proceso revolucionario

bolivariano de Venezuela. No es fácil, pues, a pesar de la información

con la que se cuenta, no solamente de fuentes primarias y secundarias,

sino de encuentros de análisis, de debate y reflexión, falta una

experiencia directa en el lugar de los acontecimientos66. Por eso

considero que es un riesgo atreverme a desplegar una aproximación al

proceso bolivariano; sin embargo, dadas las circunstancias y el avance

de la polémica en Bolivia, me siento obligado a decir algo, sobre todo

después del fallecimiento del líder y el símbolo de la revolución

bolivariana, Hugo Chávez Frías. Para tal efecto, cuento con textos de

análisis, además de la colaboración y las correcciones de mis

66 Conocedor de esta queja, mi amigo y compañero de lucha por la emancipación de los pueblos de Abya Ayala - el quinto continente, que comprende tanto a llamada Norteamérica como a la llamada Latino América y el Caribe, toponimia que se refiere en realidad a la geografía de parte de Norteamérica, México, Centro América, Sud América y las islas del Caribe -, Edgardo Lander, me invitó a visitar Venezuela, hacer una escala en Caracas y visitar experiencias populares como las de las Comunidades, conocer algunas de las Misiones, además de asistir a foros y seminarios. Esto hubiera suplido, en parte, la falencia mencionada arriba, falencia por la que no me atrevía a opinar sobre la experiencia de la revolución bolivariana. No puede asistir a tan gentil invitación, indispensable por cierto, pues se me cruzó el apoyo a elaborar colectivamente con las organizaciones indígenas de la región andina, agrupadas en la CAOI, un Proyecto de Ley de la Madre Tierra para seis países. Este proyecto de ley todavía está inconcluso; es ciertamente indispensable culminarlo. Me arrepiento entonces no haber aprovechado esa valiosa oportunidad. Ahora hubiera contado con esta aproximación empírica.

135

amigos/amigas y compañeros/compañeras de lucha, Edgardo Lander,

Víctor Álvarez y Alexandra Martínez; los tres venezolanos y ciudadanos

de la Patria Grande.

Dibujo del contexto en la historia reciente

Víctor Álvarez escribe en La transición al socialismo de la revolución

bolivariana67 lo siguiente:

Hugo Chávez ganó las elecciones de 1998 con la promesa de convocar

una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva

Constitución, refundar la República y derrotar los flagelos de la

pobreza, la desigualdad y la exclusión social. Aunque en las elecciones

presidenciales de 1998 se escuchan algunos planteamientos en torno

al “nuevo socialismo” y al “socialismo del siglo XXI”, el discurso

electoral de Chávez se concentra en el “Poder Constituyente”. Las

primeras ideas68 de la Revolución Bolivariana se encuentran en los

documentos la “Agenda Alternativa Bolivariana” y “Una Revolución

Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a

Venezuela”69.

Los fundamentos de la revolución bolivariana serán desarrollados en la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, aprobada en

1999, así como en los lineamientos del Plan de Desarrollo Nacional

2001-2007. En ese momento, la convocatoria al pueblo radicaba en

impulsar la “democracia participativa y protagónica”70.

Siguiendo el diagnóstico Víctor Álvarez anota:

A partir de la crisis e inestabilidad políticas que comienzan con el Golpe

de Estado de 2002, se recrudecen con el paro patronal y el sabotaje

petrolero de 2003 y terminan con el Referéndum Revocatorio de 2004,

el proceso se radicaliza y aparecen las primeras críticas directas al

imperialismo y al capitalismo. Es en el Taller de Alto Nivel de Gobierno,

realizado el 12 y 13 de noviembre de 2004 en Caracas, cuando se

67 Víctor Álvarez R.: La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Texto digital, en circulación en la Fundación Rosa Luxemburgo. 68Véase al respecto: Movimiento Revolucionario 200. “Agenda Alternativa Bolivariana. Una propuesta patriótica para salir del laberinto. Julio 1996. Analitica.com. “Una Revolución Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela” 1998. En: http://www.analitica.com/bitblio/hchavez/programa.asp. 69 Ibídem. Pág. 3. 70 Ibídem. Pág. 3.

136

presenta el “Nuevo Mapa Estratégico”, en cuyo contenido se comienzan

a perfilar cambios significativos en relación con la orientación de la

Revolución Bolivariana (Chávez, 2004). En esa oportunidad Chávez

esboza una primera idea del socialismo que en las próximas elecciones

presentaría como opción: “(…) el tema del control social, es básico

para la nueva sociedad que tenemos que construir, porque

siempre el socialismo ha tenido el problema de que el Estado

maneja recursos, pero nunca la población ha tenido el control

de esos recursos” 71.

El balance de Víctor Álvarez continúa:

En la Conferencia de la Red de Intelectuales en Defensa de la

Humanidad, a finales de 2004, y en el acto de instalación de la IV

Cumbre de la Deuda Social, el 25 de febrero del año 2005, Chávez hizo

un llamado más explícito a inventar el socialismo del siglo XXI, sin que

se llegará a avanzar más allá de estas referencias aisladas en el

contenido de esos discursos. Lo cierto es que desde la aprobación de

la Constitución de 1999, hasta la presentación del Primer Plan

Socialista de la Nación en 2007, no se plantea formalmente la

transformación del capitalismo rentístico en una nueva sociedad

socialista. El énfasis se pone en la recuperación de los precios del

petróleo y el control de la empresa estatal petrolera (PDVSA) en manos

de la tecnocracia, con el fin de financiar la inversión social y reactivar

la economía. En el primer período gubernamental de Chávez, la

prioridad fue reducir los altos niveles de desempleo, pobreza y

exclusión social72.

La identificación del momento de definición es importante:

Pero es en las elecciones presidenciales de diciembre 2006 cuando

surge el planteamiento de declarar el carácter socialista de la

Revolución Bolivariana. Luego de siete años en el poder, Chávez

planteó abiertamente la orientación socialista que en adelante le daría

a su gobierno y, al calor de la campaña electoral como candidato a la

reelección presidencial, el líder de la Revolución Bolivariana planteó

claramente que “quien vote por Chávez estará votando por el

socialismo”.

71 (Nuevo Mapa estratégico, 2004, 62). Ibídem. Pág. 3. 72 Ibídem: Págs. 3-4.

137

La demoledora consagración electoral puede ser descifrada como un

apabullante respaldo a la orientación socialista del gobierno. La

declaración del carácter socialista de la revolución Bolivariana se

formalizó en el segundo período presidencial, cuando la Asamblea

Nacional aprobó con rango de Ley el “Primer Plan Socialista de la

Nación 2007-2013”. Es en este documento donde se destacan los

lineamientos generales que guían la construcción del Socialismo del

Siglo XXI: nueva ética socialista; suprema felicidad social; democracia

protagónica revolucionaria y modelo productivo socialista. También, en

este documento se forjan los lineamientos generales de las políticas y

estrategias que en adelante serán diseñadas y ejecutadas para avanzar

en la construcción del socialismo venezolano73.

Víctor Álvarez dice que:

La definición de socialismo se desarrolla posteriormente y se encuentra

plasmada en el parágrafo 14 del artículo 4 de la Ley de Comunas:

“Socialismo: Es un modo de relaciones sociales de producción

centrado en la convivencia solidaria y la satisfacción de

necesidades materiales e intangibles de toda la sociedad, que

tiene como base fundamental la recuperación del valor del

trabajo como productor de bienes y servicios para satisfacer las

necesidades humanas y lograr la suprema felicidad social y el

desarrollo humano integral. Para ello es necesario el desarrollo

de la propiedad social sobre los factores y medios de producción

básicos y estratégicos que permita que todas las familias y los

ciudadanos y ciudadanas venezolanos/venezolanas posean,

usen y disfruten de su patrimonio o propiedad individual o

familiar, y ejerzan el pleno goce de sus derechos económicos,

sociales, políticos y culturales. Con la creación del Sistema

Económico Comunal se plantea avanzar en la transformación

del capitalismo rentístico en un modelo productivo socialista,

con base en nuevas formas de propiedad social en manos de los

trabajadores directos y las comunidades organizadas”74.

Hugo Chávez, para su tercer mandato, como resultado de las

elecciones presidenciales de octubre de 2012, expuso su propuesta

“Para la Gestión Bolivariana Socialista 2013-2019”. Propuesta en la que

se proyecta una nueva etapa para la Revolución Bolivariana,

caracterizada por el fin a las concesiones al sector capitalista,

73 Ibídem. Pág. 4. 74 Ibídem. Págs. 4-5.

138

apoyándose en el nuevo marco legal y entorno institucional que se

aprobó a los largo del segundo mandato para diseño y ejecutar

medidas realmente revolucionarias que permitan la creación de nuevas

formas de propiedad social que sean la base para la organización y

empoderamiento de los productores directos y la comunidad

organizada. En la exposición de su Programa de Gobierno 2013-2019,

Chávez plantea claramente lo siguiente:

“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía

prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista.

Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio

dinamismo entre nosotros. Este es un programa precisamente para

afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de

la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin

aminorar el ritmo de avance del socialismo”75.

El problema de estas tareas es la transición, la forma como se lleva a

cabo la transición, cómo se conduce la misma, de qué manera se

identifican las áreas de transformación, sus ritmos y sus diferencias. A

propósito, Víctor Álvarez anota lo siguiente:

Ahora bien, en el período de transición de la economía capitalista a la

economía socialista será necesario delimitar los sectores económicos

que el Estado se reserva por razones estratégicas, tales como petróleo,

gas, industrias básicas, electricidad, telecomunicaciones, ferrocarriles,

metros, puertos y aeropuertos, etc. Al mismo tiempo, será necesario

dejar claro en cuáles sectores se permitirá y fomentará la inversión

privada nacional y extranjera. Pero lo más importante es identificar los

sectores, ramas y productos, comenzando por la producción de las

materias primas, bienes intermedios y demás insumos que se

requieren para fabricar los componentes de las canastas alimentaria y

básica, cuya producción debe quedar bajo el control de los trabajadores

directos, los consumidores y la comunidad. En palabras del propio

Chávez: “Debemos crear un nuevo modelo productivo, un nuevo

modelo de relaciones de propiedad social, directa o indirecta,

colectiva y comunal, fundamentados en proyectos

eminentemente socialistas”.76

75 Ibídem. Pág. 5. (Chávez, 2012: 2). 76 Hugo Rafael Chávez Frías. Acto de Firma de Compromiso Socialista de los candidatos del

PSUV [en línea] www.abn.info.ve/noticias.php?articulo.

139

La conclusión de esta parte inicial del balance plantea el problema de

la transición:

Pero estas definiciones no son precisamente las que han guiado a la

Revolución Bolivariana desde su origen. Los triunfos en las elecciones

presidenciales de 1998, 2000 o 2006 no constituyen la toma del poder

por un partido nítidamente proletario o campesino, con un programa

de gobierno que responda a sus intereses de clase. Más bien, fueron el

triunfo de una coalición de fuerzas políticas, sociales y económicas en

las que coexisten campesinos, obreros y empleados públicos;

profesionales y técnicos de la clase media; pequeños, medianos y hasta

grandes empresarios conformados por terratenientes, industriales,

comerciantes y banqueros que, una vez ganadas las elecciones,

comenzaron a pugnar por lograr mayores espacios de poder e instaurar

o mantener su dominio a nivel nacional, estatal o municipal; pero que,

en la medida que la Revolución se fue radicalizando comenzaron a

desmarcarse hasta declararse abiertamente de oposición. En esa

coalición de fuerzas políticas favorables al gobierno que ha logrado la

mayoría en el parlamento venezolano, las organizaciones obreras,

campesinas o sociales no han sido las fundamentales, ni las de mayor

fuerza y autonomía como para imponer su programa o agenda por

encima de la de otras organizaciones políticas, grupos económicos u

organizaciones de base. Por el contrario, las organizaciones obreras y

campesinas y los movimientos sociales han sido apenas un apoyo

complementario, nada imprescindibles para asegurar la toma del poder

político por la vía electoral. Esta realidad se expresa en el debate sobre

los diferentes modelos para construir el socialismo venezolano. Se

enfrentan las tesis que defienden el viejo dogma de la propiedad estatal

sobre todos los medios de producción, hasta las que justifican el apoyo

público al capital privado, pasado por las propuestas de priorizar una

nueva economía social y popular en manos de los trabajadores directos

y de la comunidad organizada77.

Es ilustrativo el balance que hace Víctor Álvarez de parte del proceso

de la revolución bolivariana. Tomando nota y registrando nuestras

impresiones, diremos que:

1. Al parecer la revolución bolivariana aparece como proceso

constituyente, como desborde del poder constituyente, como

77 Ibídem. Pág. 6.

140

interpelación al estado de cosas, a las estructuras de poder, a la

desigualdad social, a la oligarquía parásita, a la economía

extractivista y el Estado rentista.

2. Se gesta entonces una nueva Constitución, ideando una nueva

república, la quinta, cuya composición y contenido responda a la

“ideología” bolivariana, basada en el pensamiento de Simón Bolívar,

pensamiento actualizado al siglo XXI, transformando su horizonte

liberal en un horizonte socialista.

3. La oligarquía y la burguesía rentista venezolana reaccionan ante el

avance político popular con un golpe de Estado y boicot a la

producción del petróleo. Las tensiones y contradicciones sociales y

políticas llegan a un punto máximo. El intento de restauración de la

oligarquía y la burguesía es desbaratado por la movilización popular

en defensa del presidente Hugo Chávez y por el contragolpe de las

Fuerzas Armadas.

4. A partir de esta victoria política y militar popular el proceso se

radicaliza. Claramente se propone la transición al socialismo. Se

piensa en un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo del siglo

XXI. Lo sugerente de este socialismo no está tanto en nombrarse

como del siglo XXI, donde una mayoría de comentaristas hacen

hincapié, sino en las formulaciones concretas; en la propiedad social

sobre los factores y medios de producción básicos y estratégicos

que permita que todas las familias y los ciudadanos y ciudadanas

venezolanos/venezolanas posean, usen y disfruten de su patrimonio

o propiedad individual o familiar, y ejerzan el pleno goce de sus

derechos económicos, sociales, políticos y culturales. También con

la creación del Sistema Económico Comunal se plantea avanzar en

la transformación del capitalismo rentístico en un modelo productivo

socialista, con base en nuevas formas de propiedad social en manos

de los trabajadores directos y las comunidades organizadas.

5. En este transcurso y ante estas tareas aparecen las dificultades y

obstáculos de la transición. Las alianzas políticas en el poder no son

las más adecuadas para esta transición y la profundización del

proceso. Los sectores que tienen mayor incidencia en el gobierno y

en la institucionalidad estatal no son las clases sociales que pueden

sostener la construcción del socialismo, el proletariado y los

campesinos, tampoco los sectores más populares de las urbes. Se

da entonces como una limitación de los alcances y una disminución

de los ritmos del proceso, a pesar de los beneficios obtenidos por la

inversión social.

141

6. Hablando de los alcances cualitativos del proceso y de las

transformaciones estructurales, se constata que no se ha salido de

la economía extractivista y del Estado rentista, que todavía está

pendiente la conformación del modelo productivo, orientado a la

soberanía alimentaria, basado en gran parte en la propiedad social

y la organización comunitaria. Esta constatación fue compartida por

el mismo Hugo Chávez.

Devenir revolucionario

A estas alturas del partido, como dice el refrán popular, aludiendo a la

experiencia vivida, en este caso experiencia de la humanidad, si

podemos hablar así, no es conveniente insistir en la repetición acrítica

las formaciones enunciativas y discursivas que dieron lugar a las

revoluciones del siglo XX. Mucho menos caer en la apología de estas

revoluciones y las que se están dando a fines del siglo XX y principios

del siglo XXI. De lo que se trata, indudablemente, es aprender de la

experiencia. Replantearse los antiguos problemas heredados y avizorar

la nueva problemática. De nada nos sirve el fundamentalismo

racionalista78, menos el fundamentalismo investido de místico;

tampoco nos sirve la apología y la defensa propagandística, inútil para

abordar los problemas del presente. Estas composturas se convierten

mas bien en obstáculos para encarar los problemas y encontrar salidas;

se trata ciertamente, en el mejor de los casos, de obstáculos

epistemológicos, en el peor de los casos, de obstáculos políticos, pues

optan por el autoritarismo secante y formas verticales de centralización

de la decisión política, pasando por obstáculos que llamaremos

“ideológicos”, debido a las reiterada fetichización de los objetos de

poder. Dejemos, entonces, todo esto a un lado. Encaremos los

problemas y desafíos desde perspectivas móviles y dinámicas,

perspectivas críticas, que se esfuercen por encontrar las estructuras de

los problemas, las resistencias de las estructuras de poder

subyacentes, los anacronismos insertos en los procesos críticos y de

transformación.

78 Está en preparación un ensayo sobre los fundamentalismo racionalistas, dedicados en gran parte a las corrientes y fracciones marxistas.

142

De principio, no es ciertamente el fundamentalismo racionalista el que

puede ayudarnos en este abordaje crítico e integral, pues el “pecado”

de este fundamentalismo racionalista es que parte de un modelo ideal;

todo lo que se separa de este modelo es objeto de “crítica”, es errado,

es desviación, distorsión, incluso traición. El fundamentalismo

racionalista ha reducido los ámbitos de “realidad” al plano racional,

haciendo gala, de una manera vulgar, de la tesis hegeliana de que todo

lo real es racional y de que todo lo racional es real. Los distintos

ámbitos y planos, sedimentaciones, complejidades de la “realidad”, no

pueden reducirse al plano racional, independiente de qué racionalidad

estemos hablando, ni de qué paradigma y episteme se trate. La

complejidad, que tomaremos como sinónimo de “realidad”, excede en

mucho, desborda cuantitativa y cualitativamente, si podemos hablar

así, a los esquemas de la racionalidad, por más ricos y dinámicos que

sean.

Para los casos que nos ocupan, las revoluciones del siglo XX y principios

del siglo XXI, ya no es posible juzgarlas a partir de modelos

preformados. Las revoluciones son lo que fueron y son lo que son.

Responden a acontecimientos compuestos por multiplicidad de

singularidades, procesos singulares, dinámicas moleculares, campos,

correlaciones, diagramas de fuerzas, que devienen composiciones

históricas, políticas, sociales, económicas y culturales, también

singulares. La pregunta, respecto a estos acontecimientos, no es ¿por

qué se desviaron del modelo?, sino ¿cómo llegaron a ser lo que fueron

y lo que son?, también ¿qué dinámicas, qué estructuras, qué campos

de relaciones, qué correlación de fuerzas, derivaron en la resultante,

en la formación revolucionaria, con todas las aberraciones que pueda

contener? Se pueden extender estas preguntas a otras más

específicas: ¿por qué se impusieron y no fracasaron, como en otros

muchos casos? ¿Por qué perduraron en el tiempo que pudieron

mantenerse? ¿Por qué otras siguen perdurando, a pesar de los grandes

obstáculos y bloqueos? ¿Por qué las llamadas revoluciones del siglo

XXI adquieren un perfil ambiguo, abigarrado y cómo de búsqueda?

En relación a la primera parte de estas preguntas mantendremos, en

principio, una hipótesis de trabajo: Las revoluciones socialistas no

podían ser sino lo que han sido, el “modelo” real, singular, en cada

caso: no podían ser lo que deberían ser según el modelo ideal. La

correlación de fuerzas, la composición de las dinámicas moleculares y

molares experimentadas, los alcances de la crisis del capitalismo, del

Estado, del imperialismo, del colonialismo, los alcances de las propias

143

organizaciones revolucionarias involucradas, derivaron en lo que

lograron sus fuerzas. La hipótesis de la conspiración no es aconsejable

para explicar estos resultados, la hipótesis de la traición no ayuda a

comprender la complejidad de las dinámicas y de los procesos insertos

en estos acontecimientos revolucionarios. Aunque hubiera habido

mejores conductores, una mejor dirección, lo más probable es que los

resultados se hubieran aproximado a lo ocurrido, aunque posiblemente

de una mejor manera, con una experiencia más auténtica. Lo mismo

podemos decir de las revoluciones del siglo XXI, sobre todo de las que

se proponen un horizonte plurinacional. Como por ejemplo, la

revolución indígena - es esta la que se experimenta en Bolivia -, es lo

que puede ser de acuerdo a la correlación y composición de fuerzas, a

pesar del grotesco enfrentamiento paradójico con las naciones y

pueblos indígenas en el conflicto del TIPNIS y en los conflictos en

tierras altas, sobre todo con el tema de la minería. En lo que respecta

a Venezuela, la revolución bolivariana, que se propone un socialismo

del siglo XXI, que supere los límites del socialismo real del siglo XX,

también se ha topado con contradicciones y dilemas, aunque se nota

el alcance mayor, más extenso, del impacto social de la revolución,

sobre todo por el empoderamiento, la participación popular y la

formación masiva de líderes, en las comunidades y misiones. Al

respecto, la pregunta es: ¿cómo estas revoluciones llegaron a ser lo

que son? También: ¿Cuáles son las dinámicas moleculares y molares,

los procesos singulares, las estructuras, los diagramas de poder, las

limitaciones inherentes, que llevaron a las resultantes histórico-

políticas que se experimentan?

Sabemos que esta hipótesis es cruda, no permite otras posibilidades,

las deja en la virtualidad de la posibilidad, sólo toma como “real” lo que

definitivamente se ha realizado. Sin embargo, como hipótesis de

trabajo nos ayuda a enfocar el análisis de las formaciones

revolucionarias concretas respecto a la composición de sus dinámicas

y procesos singulares, no en contraste con los modelos ideales.

En relación al segundo grupos de preguntas, más específicas,

dejaremos que el análisis de este ensayo pueda decir algo, tocando los

problemas concretos con los que se enfrentan los procesos

revolucionarios, además de hurgar en las descripciones más detalladas

de algunos aspectos del proceso mismo.

Recogiendo, ahora, el balance que hace Víctor Álvarez de la revolución

bolivariana, la primera hipótesis interpretativa que planteamos es: La

formación de la consciencia política, de la voluntad política, social y

144

popular, transferida a la Constitución, al desarrollo legislativo y a las

transformaciones institucionales, aunque sean parciales, incluyendo la

nacionalización del petróleo, el control de PDVSA, la redistribución del

ingreso, encarando en gran escala la inversión social, se desenvolvió

más rápidamente que las transformaciones estructurales del modelo

extractivista y rentista de la economía, también de la política, por

cuanto esto afecta al mismo perfil del Estado.

Una de las explicaciones, hipotéticas por cierto, es que las estructuras

del modelo extractivista y rentista y del modelo de Estado, burocrático

y subalterno, tienen una más larga duración; su ritmo de

transformación es más lento y más difícil. Las estructuras del modelo

extractivista y rentista resisten los cambios, también las estructuras

del modelo de Estado burocrático y subalterno resisten a las reformas

y transformaciones institucionales. Hay como hábitos cristalizados en

las prácticas de los funcionarios, también, por esto mismos, habiutus

internalizados en funcionarios y ciudadanos, subjetividades

conservadoras reproducidas en el campo burocrático, en el campo

político, pero, también, en el campo escolar. Así mismo se dice que, no

es posible cambiar, de la noche a la mañana, la división del trabajo

internacional, la división del mercado internacional, asignada por la

geopolítica del sistema-mundo capitalista. Qué estos cambios sólo se

pueden dar mundialmente. Esta tesis entra en contradicción con la

tesis de soberanía, que al mismo tiempo se sostiene. ¿Cómo puede

haber soberanía si se mantiene incólume la dependencia de las

llamadas periferias a los centros del sistema-mundo capitalista? La

soberanía no puede ser solamente política y jurídica, también requiere

ser económica. Se descartan propuestas como las de conformar una

economía endógena, aunque no lo hagan de manera directa, sino se

diga que corresponde para una siguiente fase. Se dilata una efectiva

transformación productiva y a gran escala, experimentando proyectos

locales y dispersos, fragmentados, no realizados de manera integral.

No se hacen los esfuerzos de impacto extensivo de lograr la soberanía

alimentaria; estos proyectos también son locales y dispersos. El grueso

de la estructura económica sigue en la inercia reproductiva de la

economía extractivista y rentista. ¿Es qué es imposible, por de pronto,

en el momento presente, lograr su modificación y transformación?

Víctor Álvarez nos describe una característica problemática en lo que

respecta a las alianzas políticas y al peso político de las alianzas. No

son los sectores populares, el proletariado y el campesinado, los que

tienen una participación decisiva en el gobierno, sino los sectores

145

empresariales que, en principio, se han acercado al gobierno e

incorporado a sus políticas, aunque algunos de estos sectores hayan

abandonado después el gobierno y se hayan pasado a la oposición,

cuando el proceso se ha venido radicalizando. No es que sólo las

estructuras extractivistas y rentistas, las estructuras del Estado

burocrático, se resisten a cambiar, sino que el perfil de las alianzas

políticas es todavía conservadora en relación a las tareas de

transformación de estas estructuras. Esto nos traslada directamente a

los problemas de la herencia burocrática, de los estilo de

gubernamentalidad heredada, de gestión centralizada y administración

pesada. Nos encontramos todavía lejos del ejercicio de una democracia

participativa, de la gestión social y comunitaria. ¿Es que estos

ejercicios y prácticas son difíciles de implementar? ¿Se requiere más

tiempo? ¿Se requiere formación de la gente que se involucraría en la

gestión participativa? Los conflictos puntuales entre comunidades y

burocracia se han dado en relación a los proyectos, a la ejecución de

proyectos, a la asignación de recursos, al mismo control de los

proyectos.

Tal parece que estas alianzas perdurables con las reminiscencias de

las viejas élites, esta reincorporación de los especialistas y técnicos de

las burocracias perecederas, terminan reforzando las resistencias, la

inercia, la reproducción, la sedimentación geológica, de la estructuras

del modelo extractivista y rentista, así como las estructuras fosilizadas

el Estado burocrático. Estas formas de gobierno o, mas bien, estas

composiciones inherentes a estas formas liberales heredadas, no

condicen con la necesidad de trastrocar estas prácticas, estos habitus,

estas relaciones burocráticas, esa pesada maquinaria administrativa;

no condicen con la necesidad de inventar nuevas formas de gestión,

formas dinámicas y participativas, formas donde la administración de

las ejecuciones sea una experiencia colectiva y de control social. La

gestión burocrática y liberal no condice con la autogestión, la

cogestión, la gestión comunitaria y la gestión participativa. Por lo tanto,

lo que ponen en mesa estas cuestiones de gestión, de dilemas de la

gestión, que pueden ser resumidas al dilema de reproducir una gestión

burocrática heredada, especializada en la administración de normas, o

inventar una gestión dinámica movilizadora de colectivos y

comunidades, las que se apoderen de la gestión, de la administración,

de la ejecución, así como de la corrección y retroalimentación, de una

manera social, como aprendizaje social, como dinámica social, que

compromete al conjunto con la obra, sin delegar la responsabilidad y

el control a los especialistas. No se trata de descartar a los especialistas

146

y técnicos; la diferencia radica en que éstos no son los encargados de

dirigir, de hacer, de ejecutar, de informar, sino son dispositivos

requeridos bajo el control y la participación social.

Desde esta perspectiva, no es que las estructuras del modelo

extractivista y rentista, del Estado burocrático, tengan más larga

duración, en tanto que la formación de la consciencia interpeladora, la

formación de la consciencia histórica, situada en el momento crítico y

de emergencia popular, es más bien de corta y de mediana duración,

sino que las estructuras del modelo extractivista y rentista, del modelo

de Estado burocrático, se reproducen precisamente por la

concomitancia de estas alianzas conservadoras, de estas

conservaciones del trajín del viejo aparato de Estado, de estas

prácticas y habitus del campo burocrático. Por lo tanto, el conflicto ya

no se sitúa sólo en el enfrentamiento de clase, en el enfrentamiento

político con el bloque de la derecha, sino en los espacios de los

engranajes del Estado. Este enfrentamiento es crucial, pues se trata

de modificar el contenido, la composición y la ingeniería de los

engranajes institucionales, en el caso que se requiera una intervención

de desplazamiento más dilatada, o se trata de trastrocar los mismos

mecanismos, la arquitectura, la estructura, la ingeniería misma del

mapa institucional. El destino del proceso revolucionario se traslada a

estos escenarios. Es inútil responder a estos desafíos con propaganda

y apologías; esto sólo sirve para convencer a los convencidos y a los

no completamente convencidos de los avances efectuados, empero no

inciden en lo mínimo en los avances que hay que efectuar.

Los que desdeñan estas tareas urgentes, los que incluso consideran

peligroso cualquier observación al respecto, cualquier crítica, develan

que se han colocado en la posición conservadora de mantener la inercia

del Estado, de contentarse con lo logrado, aunque éste sea sólo el

principio de una agenda de transformaciones imprescindibles. No se

puede confundir el análisis de una coyuntura del proceso con otro, de

una fase del proceso con otra; esto equivale a considerar que los

problemas siguen siendo los mismos, que el cuadro no ha cambiado,

que la lucha con el bloque de la derecha es la misma que antes. Esto

equivale a situarse en la trama de una narrativa estereotipada donde

se ungen como héroes incontestables, caballeros de triste figura,

entrabados en una batalla interminable contra los monstruos del mal.

No ven su propia quimera, no ven que las herencias conservadoras se

encuentran en ellos mismos, que el combate entonces es también

147

contra esta quimera, que acompaña los habitus y prácticas

burocráticas.

Este es quizás el tema más importante de la experiencia de los

procesos revolucionarios, aquí se encuentra la raíz de su propia crisis,

cuando se topan con las resistencias estructurales de las formas

institucionalizadas del Estado que se quiere demoler. En estas

situaciones, aparece una tendencia “pragmática” de sentido común,

que considera que hay que defender lo avanzado, defender la colina

tomada, no arriesgarse en pasos audaces, no tomar todavía otras

colinas, utilizar los instrumentos estatales para transformar, aunque

estos instrumentos formen parte de la “caja de herramientas” del viejo

Estado. No ven que estos instrumentos, cuando funcionan, reproducen

el viejo Estado, no construyen el nuevo. La tendencia de seguir

transformando, que se basa en la tesis que la mejor defensa es

transformar, es más bien minoritaria, sujeta a sospecha, acusada de

que termina favoreciendo a la conspiración de la derecha. La tendencia

“pragmática” mayoritaria termina imprimiendo su sello al curso del

proceso, termina reforzando una posición ambigua a mitad del camino,

a mitad del puente. Las políticas públicas terminan siendo una mezcla

entre lo nuevo y lo antiguo, los espacios institucionales son espacios

de tensión entre la administración normada y las innovaciones

incorporadas. Los esfuerzos ya no se los dedica a las transformaciones

institucionales, sino a la propaganda, a la publicidad, a la lucha

“ideológica”.

A mediano y largo plazo, estas ambigüedades deterioran, confunden,

merman y carcomen las fuerzas de la transformación, que detenidas

en una inmovilidad expectante o distraídas en campañas electorales,

terminan relegando la oportunidad de transformaciones institucionales

para otro momento, de un futuro incierto. No se puede pues soslayar,

en el análisis de coyuntura, la caracterización de las contradicciones en

el momento, el cuadro cambiante de las contradicciones de las fases

del proceso. Los que se quedan con una fotografía anterior se quedaron

con la imagen de un corte anterior, rumiando el recuerdo de ese

presente anterior, sin lograr experimentar plenamente el presente

efectivo que se vive.

La base social de la revolución bolivariana

148

Alexandra Martínez caracteriza la procedencia de los migrantes rurales

a las urbes de Venezuela, en Horizontes de transformación del movimiento urbano popular79, de la siguiente manera:

Venezuela, como país dependiente de la renta petrolera, vivió en el siglo pasado un gran éxodo campesino que recompuso la distribución

de su población, actualmente urbana en 90%. Los pobladores que llegaron a las ciudades, se ubicaron en asentamientos improvisados,

no planificados, en los alrededores de la zona plana de la ciudad, en las montañas que la bordean (las periferias en las zonas

geográficamente mas riesgosas, menos estables y menos accesibles). El éxodo masivo del campo a la ciudad ocurrió en el marco del auge,

construcción y hegemonización del imaginario desarrollista, en el cual la renta petrolera y las promesas de la redistribución del ingreso

construyeron un discurso de bonanza, riqueza y progreso; de definitiva entrada a la “modernidad”80.

Le sigue un dibujo genealógico de la relación entre estos pobladores

migrantes y la génesis de la ciudad misma:

En estos “márgenes” de las ciudades se conformaron las amplias zonas

populares. Allí, los habitantes comenzaron a construir algo más que viviendas o ranchos; comenzaron a construir ciudad. Por un lado,

levantaban la ciudad “moderna”, en calidad de mano de obra; esa ciudad de la riqueza proveniente de la renta petrolera. Pero, por otro

lado, montaban la ciudad informal, la ciudad “otra”, la que hasta hace algunos años no aparecía en los mapas, la de los márgenes; la ciudad

de la exclusión, pero también la ciudad cantera para posibles transformaciones81.

Se conformaron las Asambleas Barriales de Caracas como

organizaciones sociales de defensa popular frente a las políticas neoliberales que se venían implementando. Estas formas de

organización participativas, auto-gestionarías y deliberativas

desplazaron las formas de ejercicio de la política, cambiando radicalmente el perfil de la intervención social. Alexandra Martínez nos

dice que estos cambios se manifiestan en “el caracazo”:

El 27 de febrero de 1989, ocurre “el caracazo”; un levantamiento popular sin direccionamiento politico clásico de ninguna organización,

que cuestiono profundamente los cimientos de lo que se suponía era el modelo de “democracia liberal” latinoamericano, en el que se

promulgaba la coexistencia, complementariedad y cooperación entre

79 Alexandra Martínez: Horizontes de transformación del movimiento urbano popular. En Alternativas al capitalismo, colonialismo, del siglo XXI. Fundación Rosa Luxemburgo, Abya Yala, 2013; Quito. 80 Ibídem: Págs. 259-260. 81 Ibídem: Pág. 260.

149

las clases sociales, como mito pacificador y encubridor de las profundas

desigualdades existentes. Fueron los pobladores y pobladoras urbanas quienes protagonizaron esta revuelta82.

“El caracazo” es quizás el antecedente más importante de la historia reciente, de la historia de la revolución bolivariana. Aquí se gesta la

base social de la revolución bolivariana, esta experiencia de la revuelta popular es constructiva de la nueva subjetividad popular. Una

subjetividad que deja de ser subalterna y tiende a forjar su propia autonomía. Desde esta perspectiva, no se puede decir, como se

acostumbra, que los movimientos sociales en Venezuela fueron formados desde arriba, desde el Estado, como si fueran promovidos

estatalmente. Esto no es cierto; en esta tesis hay como un intento de sobrevalorar el papel del gobierno popular, el papel del presidente

bolivariano. Los movimientos populares no pueden formarse desde arriba, nacen del propio enfrentamiento con las estructuras de

dominación, con los aparatos burocráticos que subordinan y marginan a los estratos sociales populares. Nacen en la consecución de sus

demandas por mejorar sus condiciones de vida, demandas de vivienda,

de tierra, de servicios, de educación, de salud, de trabajo, de medio ambiente sano. Los movimientos populares nacen en la experiencia de

las luchas concretas, de luchas por derechos específicos democráticos y humanos. Lo que ocurrió es que estos movimientos populares se

encontraron en el camino con la interpelación carismática, con la convocatoria del mito, produciéndose la sintonía explosiva entre lo

popular y la interpelación carismática. ¿Se puede decir que el movimiento bolivariano es como la síntesis de estos dos

desplazamientos, la constitución del movimiento popular y la emergencia de la figura y el discurso carismático? Depende que

queramos decir con síntesis; preferimos hablar de conexión, de sintonía, de articulación, de relación dinámica y complementaria.

Estos movimientos populares urbanos son territoriales, se forjan en los

barrios. Alexandra Martínez da una descripción de estas

territorialidades urbanas organizativas:

Los barrios se han conformado en el contexto de procesos de ocupación, cuya característica fundamental es la autoconstrucción

progresiva a partir de ocupaciones de terreno que no pertenecen, de derecho, a sus pobladores. Estos asentamientos urbanos populares

han sido la respuesta desde la gente; la solución habitacional, al margen del financiamiento de planes públicos y privados83.

82 Ibídem: Págs. 260-261. 83 Ibídem: Pág. 262.

150

Los barrios se conforman tanto en la lucha por la inclusión social como

en la lucha por la identidad, por el reconocimiento de una cultura urbana popular:

En gran medida, desde los barrios, las luchas por la democratización de la ciudad surgen con fuerza, en un doble movimiento. Por un lado,

exigen el acceso a la ciudad: a la tenencia de la tierra, al acceso a la vivienda, a los servicios básicos (luz, agua, transporte). Son luchas por

la inclusión (en algunos casos, en términos de acceso a la redistribución de la renta, para tener la posibilidad de tener un nivel de consumo que

nunca han experimentado). Por otro lado, las luchas apuntan al reconocimiento y la identidad: el reconocimiento del barrio como

espacio territorial, generado desde sus pobladores y pobladoras, con construcciones culturales, saberes, formas de organización, de

resistencia y de vida. Es la pelea por la existencia de un modo de vida distinto al impuesto por el imaginario desarrollista, capitalista y

neoliberal84.

Una combinación de lucha contra las desigualdades, por lo tanto lucha

por la igualdad social, lucha democrática por excelencia, y lucha por la identidad, la cultura propia, por lo tanto, lucha por un proyecto

civilizatorio alternativo a la modernidad y al desarrollismo. La identificación, que hace Alexandra Martínez, de estas tendencias y

composiciones en el movimiento popular urbano, nos ayuda a comprender mejor las dinámicas sociales que sostienen a la revolución

bolivariana. Podríamos decir que sería prácticamente imposible un acontecimiento político como el de Hugo Chávez sin la experiencia y la

emergencia de movimientos sociales que interpelan el orden institucional existente, particularmente estos movimientos urbanos

que jugaron y juegan un papel primordial en la defensa y la continuidad del proceso. Se trata de movimientos que tienen un carácter más de

base, tiene que ver con la organización territorial de los barrios. Por lo tanto también se trata de una gestión territorial, de una gestión

comunitaria, de la generación de formas de participación y control

social. De acuerdo a las formulaciones específicas del socialismo del siglo XXI, de índole más bien práctica que teórica, en esta experiencia

de base territorial se encuentra el sostenimiento de un nuevo proyecto socialista, basado en la propiedad social y en la propiedad comunitaria.

Las posibilidades de este socialismo del siglo XXI no están pues en la retórica oficial y de los apologistas, quienes, a pesar de sus esfuerzos,

no terminan de explicar cuál es la diferencia entre el socialismo real del siglo XX y el socialismo del siglo XXI, sino en la construcción

colectiva de la igualdad social y la identidad cultural, construcción que se hace efectiva cuando la participación, la formación, la propiedad

social y comunitaria, el control social son los ejes cardinales de esta edificación.

84 Ibídem: Pág. 263.

151

Relación con el Estado: posibilidades y tensiones

El problema en esta transición es entonces la relación con el Estado.

Alexandra Martínez nos dice a propósito:

Teniendo como marco el proceso político venezolano, la relación con la institucionalidad forma parte del campo de tensiones en el que se

desarrolla la organización urbana y la apuesta por la construcción de otra ciudad; pero, al mismo tiempo, constituye una disputa

permanente a la gestión única estatal. Por una parte, es innegable que distintas políticas y propuestas organizativas promovidas desde el

gobierno, han generado y permitido amplios espacios de movilización y participación, antes inexistentes. No obstante, estas mismas

propuestas pueden llegar a institucionalizar y burocratizar la expresión popular. En la experiencia del movimiento de pobladores, el desafío ha

sido pasar de la organización promovida desde el Estado a la

construcción de movimiento social, con espacios de autonomía, de construcción y orientación colectiva y propia, donde la relación con el

Estado sea desde el dialogo entre sujetos políticos. Por ello, para las organizaciones urbanas las ideas de autogestión, cogestión y

cogobierno pasan a ser apuestas fundamentales para pensar cualquier transformación85.

Este es el lugar problemático de las transformaciones en las

transiciones, el lugar o la zona de los relacionamientos con la institucionalidad. Los movimientos sociales se enfrentan a estructuras

normadas y administradas de acuerdo a las lógicas de gestión establecida. Estas estructuras no soportan otras formas de gestión,

sobre todo aquellas que requieren una amplia democratización de las decisiones, la participación y deliberación colectiva, la agilización no

burocrática de las asignaciones y los recursos. La centralización de las

órdenes y la relación vertical del manejo administrativo choca con la descentralización y horizontalidad de voluntad colectiva, con la

deliberación asambleísta, la gestión comunitaria y el control social. Hay pues una clara necesidad de transformaciones institucionales, de

construir otro mapa institucional, adecuado a las dinámicas sociales moleculares autogestionarias. En esta zona de tensiones y

contradicciones micro-políticas se encuentra el secreto de la transformación, de la continuidad y profundización del proceso. Si no

se llega a cambiar la maquinaria institucional se detiene la iniciativa y creatividad popular, delegando la iniciativa a las burocracias. Es el

momento, el punto de inflexión, donde se estataliza el proceso revolucionario, reproduciéndose un mapa institucional parecido al

85 Ibídem: Pág. 268.

152

anterior, sólo que con más inclusión social. Cuando de lo que se

trataba es de las transformaciones institucionales, de la emancipación y liberación social, de la emergencia de la sociedad alternativa,

integrando en sus dinámicas sociales formas políticas democráticas y

participativas. Evitando la autonomización de lo político y la consecuente subordinación de la sociedad al Estado.

Alexandra Martínez identifica tres ejes del activismo y gestión de lo

urbano-popular:

Tres son las líneas claves para impulsar las políticas populares en materia urbana:

• Lucha contra el latifundio urbano y la especulación inmobiliaria.

Democratización de la ciudad.

• Transformación de barrios y ciudad: poder popular, justicia territorial y reivindicación del hábitat popular.

• Producción popular del hábitat: producción socialista de la ciudad86.

86 Aportes al Programa de la Patria, 2012. Ibídem: Pág. 270.

153

Conclusiones

Hugo Chávez forma parte de América Latina y el Caribe, del espacio-

tiempo del quinto continente, del espesor histórico-político del

continente de los mestizajes barrocos y de la ancestral identidad

indígena. Nuestra historia abigarrada, exuberante y heterogénea,

historia que se condensa en el dramático recorrido de nuestros héroes

y heroínas, mayormente incomprendidos, empero intrépidos y

temidos, incluso en su tiempo, que es otro, diferente al nuestro, desde

donde los rememoramos. El caudillo que nos ha abandonado y, a la

vez, se ha cobijado en la interioridad misma de nuestra memoria y

nuestro reconocimiento, es parte de esta historia intempestiva, donde

se mezcla la aventura y la resistencia indomable indígena. Es también

la migración obligada africana, la otra manifestación morena, que

denuncia los orígenes violentos del capitalismo, el comercio sin

precedentes de esclavos, y la reiteración de estos orígenes, de esta

desposesión y despojamiento, en el despliegue compulsivo de la

acumulación de capital. Hugo Chávez es la memoria actualizada de las

gestas audaces por emancipaciones y liberaciones soñadas. En este

sentido, América Latina y el Caribe es la utopía, el territorio de la

utopía. No en vano, el quinto continente, Abya Yala para los pueblos

indígenas, América para los modernos, se convierte en el referente de

la utopía; este es el lugar del no-lugar, del ninguna parte. Aquí ocurre

lo imposible. Por eso Macondo de los Cien años de soledad87, por eso

también la escritura pasional y ética de un Ché Guevara, escritura

como gramática de la guerrilla permanente. Hugo Chávez, este oficial

latinoamericano se rebela, como otros oficiales nacionalistas y anti-

imperialistas, como es el caso de Lázaro Cárdenas, y buscan expresar

abiertamente su descontento, la rebelión recóndita que les viene de la

87 Novela de Gabriel García Marques.

154

tierra, de la experiencia de sus pueblos, donde nacieron. Todos los

latinoamericanos y caribeños somos, de alguna manera, así, aunque

algunos, la minorías privilegiadas no quieran reconocerlo, pues

pretenden imitar lo que no son, la imagen consumista de la burguesía

euro-céntrica y norteamericana hegemónica. Las mayorías lo son,

quizás de una manera espontanea y hasta “inconsciente”, viven esta

mezcla de una manera apasionada, sin entender completamente lo que

pasa. Empero lo primordial es que se trata de una experiencia histórica

turbulenta, de una aventura interminable, de una búsqueda insaciable

de utopías, de proyectos libertarios, de sueños despiertos, de fábulas

de ciudades perdidas, de leyendas de riqueza como la del dorado.

Sobre todo, en esta historia de múltiples recorridos, en esta

multiplicidad temporal, que a veces se presenta como simultaneidad,

en vez de sucesiva, lo que late, si se puede hablar así, como duración,

como desplazamiento de la memoria, como intuición del tiempo vivido,

es lo que llama Georges Bataille el gasto heroico88. La entrega pasional

sin retorno. Esta es la razón por la que quizás fue a buscar el Che

Guevara la muerte en le Higuera. En el caso de Chávez la muerte lo

encontró a él en los momentos cruciales de la revolución bolivariana.

No deja de ser una tragedia a pesar de que se diga que Chávez vive

en nosotros, pues se trata de la continuidad de la convocatoria del

mito, de la relación entre memoria y presente popular, de la

decodificación multitudinaria de los signos carismáticos. ¿Quién va a

seguir con esta comunidad simbólica? ¿O se trata mas bien de

continuar sin el mito, continuar por caminos más “racionales”, cuya

convocatoria no sea carismática, sino organizacional? Sin embargo, no

podemos olvidar que no solamente hay el mito del caudillo o el caudillo

como reverberación del mito, sino otros mitos; Sorel consideraba, en

sus tiempos, el mito de la huelga general como una gran convocatoria

proletaria en lucha contra la burguesía y el capital. Para este autor

polémico el mito es voluntad social, convocatoria ética a la movilización

general. ¿Cuál es el mito que va a continuar como convocatoria

popular? ¿El mito del caudillo sin el cuerpo del caudillo, el caudillo mas

bien diseminado en todos, internalizado por los cuerpos de las

multitudes? ¿El mito como mandato, en el mejor de los casos, como

Constitución, como tarea, la construcción socialista?

Lo que está pendiente no es simple. Fuera de ganar la elecciones, la

principal tarea es transformar el modelo económico extractivista y

cambiar el modelo de Estado rentista. La consecuencia de esta tarea

88 Ver de Georges Bataille La Parte Maldita. La cuarentena 2007; Buenos Aires.

155

primordial es la transformación estructural e institucional, conformar

un nuevo mapa institucional, donde la institucionalidad sea más bien

dinámica, promueva la participación, la gestión y el control social. La

otra tarea imprescindible es la transformación de las ciudades, la

construcción de urbes del vivir bien, que tienen que ver con las líneas

que anotamos anteriormente: Lucha contra el latifundio urbano y la

especulación inmobiliaria; democratización de la ciudad;

transformación de barrios y ciudad, poder popular, justicia territorial y

reivindicación del hábitat popular; producción popular del hábitat:

producción socialista de la ciudad. Por otra parte se tienen las tareas

de la integración. Materializar el proyecto del sucre, la contra-monea,

y el Banco del Sur, la alternativa financiera al sistema financiero

mundial. Ambos proyectos no han sido asumidos en su plenitud, ni de

acuerdo a cómo fueron concebidos. Su manejo burocrático ha repetido

las formas del sistema financiero tradicional y siguen subordinándose

al sistema financiero internacional. El ALBA todavía sigue circunscrita

a un área de intercambios, de complementariedades, de actividades

menores, que no sustituyen al extensivo espacio del mercado mundial.

La economía sigue regida por los circuitos monetarios y de circulación,

condicionados por la división mundial del trabajo, el comercio mundial

y el sistema financiero internacional. UNASUR no debe repetir la

historia de las instituciones de integración burocratizadas, donde la

integración termina en las oficinas de integración. La integración no es

nada sino es integración de los pueblos, no de los estados, menos de

sus organismos burocráticos. Lo mismo podemos decir del CELAC. Al

respecto, no cabe duda; América Latina y el Caribe deben integrarse,

formar un bloque, que no sea sólo un bloque económico alternativo,

tampoco sólo un bloque politico alternativo; debe convertirse en un

bloque civilizatorio alternativo, convocando a la integración de los

pueblos del sur del mundo, apuntando a conformar una organización

de naciones unidas del sur, como había pensado Hugo Chávez, empero

convocando a los pueblos del norte, que también se encuentran

sometidos por el imperialismo financiero, para conformar un mundo

alternativo al capitalista.

156

Defensa de la revolución bolivariana

Ya van a ser quince años de la revolución, la misma que comienza en

1998, cuando Hugo Chávez gana las elecciones por primera vez. Se

trata de una revolución que ha venido profundizándose, en la medida

que ha venido avanzando y sorteando dificultades, desafíos y

amenazas. La contingencia de la lucha, de las contradicciones, de las

resistencias de las clases dominantes, vinculadas a las estructuras de

poder dominante mundial, le ha dado ritmo y su propia velocidad a la

revolución. La Asamblea Constituyente y la aprobación de la

Constitución bolivariana (1999) fue un paso decisivo para inaugurar un

nuevo horizonte constitucional, en la consecución de una autentica

soberanía e independencia, en la perspectiva de una democracia

participativa, abriendo los primeros senderos a las transformaciones

sociales. Ante esta transformación constitucional y normativa, seguida

por la recuperación del recurso petrolero, rescatando PDVSA de las

manos y el control de una tecnocracia al servicio de las empresas

trasnacionales, la burguesía venezolana y los dispositivos de

intervención del imperialismo efectuaron un golpe de Estado el 2002.

El fracaso del golpe frente la movilización popular y la respuesta de las

fuerzas armadas en defensa del presidente constitucional, apresado

por los golpistas, radicalizó el proceso revolucionario. La derecha

intento continuar con la vía escogida de violencia boicoteando la

producción petrolera (2003). Su derrota, como consecuencia del

fracaso del saboteo efectuado, que duró varios meses, radicalizó la

nacionalización de los hidrocarburos y apresuró el control de la

empresa estatal del petróleo. Sobre todo después del referéndum

revocatorio (2004), de la cual sale fortalecido Chávez, se toma la

iniciativa de encaminarse al socialismo. A partir de entonces se crearon

las condiciones para definir la ruta socialista, que pretende ser

diferente a la experiencia del socialismo real del siglo XX. Se

comenzaron con definiciones de este nuevo socialismo, llamado del

157

siglo XXI. Empero los pasos más certeros fueron los efectos masivos

de la inversión social, la conformación de las comunas y de las

misiones, además de la formación de líderes en gran escala, abriendo

espacios de formación y de universidades populares.

Ciertamente, el proceso de la revolución bolivariana tropieza con

problemas y contradicciones. Uno de los problemas principales es salir

del modelo extractivista y del Estado rentista; otro problema es

avanzar efectivamente en el ejercicio de la democracia participativa, el

control social y la autogestión comunitaria. Una de las contradicciones

tiene que ver con la preservación de formas de Estado burocrático, en

contraste de la necesidad de gestión social y comunitaria. Empero, no

por estos problemas y esta contradicción, la revolución se ha detenido.

Al contrario, la experiencia de la revolución ha adquirido intensidad,

sobre todo por el replanteamiento de la estrategia de la derecha, que

ha mantenido, en las últimas dos elecciones, unidad, un solo candidato,

apoyada por la intervención indisimulada de la burguesía internacional.

El fallecimiento de Chávez ha dado un nuevo ímpetu al frente de

derecha, creyendo que sin el caudillo podía tener mejor chance; sin

embargo, la respuesta compacta del pueblo venezolano, consciente,

organizado y movilizado, ha podido conservar la victoria electoral

anterior, cuando Chávez todavía vivía. Esto no lo ha podido aceptar el

frente de derecha, tampoco la burguesía internacional. Sospechando

que esto podía ocurrir, el frente conservador no firmó el compromiso

de aceptar los resultados de las votaciones; ahora los impugna,

exigiendo una auditoria voto a voto, además de tener el tupe de exigir

al poder electoral de que no posesione al candidato ganador como

presidente, poniendo en cuestión el mismo sistema electoral, que es el

más moderno del mundo y, según las instituciones y organismos que

la evaluaron, entre ellos Jimmy Carter, confiable y satisfactorio.

A muchos llama la atención que las distancias se hayan acortado; la

diferencia de más del 10% se acortó a menos del 2%. Sin embargo,

hay que anotar que el candidato victorioso obtuvo la mayoría absoluta,

es decir, más del 50%. Además esta victoria se logró con Chávez

ausente, lo que ya era de por sí difícil, a pesar de la delegación a

Maduro de continuar con la revolución, transfiriendo la candidatura a

la presidencia en su persona. Sin embargo, no se puede descuidar, no

se puede obviar que el margen de diferencia es pequeño, lo que habla

de una polarización en el seno de la sociedad. La pregunta entonces

es: ¿Qué pasó? ¿Por qué una parte del pueblo, porque es así, pues la

burguesía no es tan numerosa, votó por el candidato opositor? Este

158

dato exige evaluar aspectos del proceso que no convencen, que no

seducen, que inducen a ponerse en contra, que mantienen y conservan

formas y prácticas políticas anteriores. Esta evaluación es

indispensable, sobre todo aceptar la crítica y autocrítica. Estos

mecanismos son los mejores dispositivos de la profundización del

proceso, de la defensa del proceso, buscando corregir los errores y las

contradicciones. Ahora bien, la crítica debe venir acompañada por

profundización de la democracia, por el ejercicio de la democracia

participativa, además por el cambio de formas de gestión, pasando a

la autogestión y a la cogestión. En este contexto, quizás la tarea más

difícil es efectuar las transformaciones institucionales y estructurales

que ayuden a salir del modelo extractivista y del Estado rentista,

encaminando un modelo productivo, eco-industrial y de soberanía

alimentaria.

¿Si hay una victoria electoral, como resultado de las últimas elecciones,

por qué hablar de la defensa de la revolución bolivariana? Se ha puesto

en evidencia la guerra declarada de la burguesía internacional a la

revolución bolivariana. Por otra parte, para el orden de dominación

mundial imperial, para el sistema financiero mundial, para el control

monopólico de las empresas trasnacionales, es un objetivo estratégico

el despojamiento y desposesión de los preciados recursos y la reserva

de petróleo más grande del mundo. En contraste, un objetivo claro de

la revolución bolivariana es la integración continental por la

construcción de la Patria Grande. Este objetivo no es de ninguna

manera bien visto por el imperialismo, el orden mundial imperial, la

dominación del sistema financiero mundial, que azota con sus medidas

a Europa e irrumpe en el mundo con la forma de acumulación

especulativa. Estas son ya tres razones para defender la revolución

bolivariana. Los pueblos latinoamericanos y del Caribe debemos

defender la revolución bolivariana. Debemos defenderla haciendo la

revolución en nuestros países, que es la mejor manera de defensa de

la revolución, debemos defenderla movilizándonos, impidiendo,

interpelando, denunciando, las maniobras del imperialismo, de la

burguesía mundial y del orden de dominación internacional.

La defensa no puede convertirnos en apologista. Este sería un error,

una muestra de debilidad, creyendo que la apología ayuda a la defensa.

Nada más equivocado. La revolución de por sí es crítica, crítica del

poder, crítica de la dominación; la revolución sólo puede alimentarse

de la crítica, de la autocrítica, pues eso ayuda a develar, visibilizar

contradicciones y errores, a corregirlos, a tomar conciencia de la

159

complejidad del proceso y de las tareas transformadoras. Cuando un

proceso, que se dice revolucionario, descarta la crítica, es un síntoma

de regresión, de una clausura de la voluntad seguir adelante, creyendo

que a lo que se ha llegado ya es el fin. Confundiendo que la defensa

del proceso es la defensa ciega de todo lo que hace el gobierno. Nada

más equivocado, el proceso es un proceso transformador, que

transforma instituciones, estructuras, prácticas, incluso debe

transformar al mismo gobierno. La defensa del proceso es la defensa

del cambio permanente, defensa de la crítica y de la democracia

participativa.

Un objetivo primordial de la revolución bolivariana es el socialismo.

Independientemente de nuestra discusión, la discusión en los

movimientos sociales anti-sistémicos, sobre la experiencia del

socialismo real, sobre si el socialismo no es nada más que la otra cara

de la misma medalla, la otra cara del modo de producción capitalista,

un capitalismo sin burgueses, un capitalismo de Estado, lo que importa

son los objetivos prácticos de la revolución; control social, empresas

comunitarias, autogestión y autodeterminación comunitaria, igualación

de las condiciones de posibilidad social. Este socialismo práctico o

efectivo es lo que importa. Esta transformación social en curso, esta

posibilidad de transformaciones sociales, tiene que ser defendida por

todos, frente a la expoliación del capitalismo financiero y del

capitalismo trasnacional que se enriquece por despojamiento y

desposesión.

Hay que apoyar a las comunas, que son las formas organizativas

sociales más avanzadas de la revolución. Hay que apoyar al poder

social, que es la institución y la instancia diseñada precisamente para

dar poder efectivo a las organizaciones sociales, empero tiene que

pasar necesariamente por su desburocratización. Hay que apoyar

ciertamente al Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), al

presidente Maduro; empero, este apoyo no puede dejar de ser crítico.

El apoyo efectivo y solidario de los y las activistas del mundo es no sólo

movilizar la defensa de la revolución bolivariana en cada uno de los

países, sino también canalizar apoyos políticos y técnicos, participando

en debates sobre la construcción del socialismo y la profundización del

proceso, proponiendo proyectos, coadyuvando con apoyo concreto en

todos los terrenos. Veámoslo así, la revolución bolivariana tiene que

ser vista como la posibilidad del recomienzo de la revolución mundial

contra la dominación y el control del capital, contra el dominio de la

especulación financiera internacional, contra el orden de la dominación

160

imperial. Nadie puede ser ajeno de lo que pasa en Venezuela, el destino

de la revolución bolivariana está ligada al destino de las revoluciones

en nuestros países y la posibilidad de una confederación de los pueblos

del mundo.

En el ojo de la tormenta

Después de las elecciones en Venezuela se vive una ofensiva del frente

conservador liderado por Henrique Capriles Radonski. Aprovechando el

estrecho margen de cercanía respecto al candidato ganador,

reconocido por el poder electoral, se ha animado a impugnar los

resultados, desconociendo el mismo veredicto de la Corte Nacional

Electoral (CNE), a la que reconocieron los mismos opositores en

variadas elecciones, nacionales, municipales y parlamentarias. La CNE

ha sido reconocida por distintos organismos internacionales y ONGs,

los cuales han validado la modernidad tecnológica del mecanismo

electoral venezolano, su idoneidad y transparencia. El desconocer a la

CNE apunta a destruir la legitimidad no solamente de la última elección,

sino del conjunto de elecciones que ha administrado este órgano de

poder. Haciendo un recuento de los eventos que se han venido

sucediendo desde la penúltima elección hasta la reciente, se puede

entrever la preparación de un desconocimiento del ordenamiento

jurídico y de la Constitución, pertrechado por la burguesía venezolana,

los grupos de poder, nacional, regional e internacional. Desde su

derrota en el golpe de 2002 y el fracaso del sabotaje petrolero

organizado por la derecha, no se ha descansado por tratar de detener

el avance de la revolución bolivariana. Después de un tiempo, hay que

reconocer que el frente conservador ha aprendido a hacer bloque

único; en las dos últimas elecciones le ha dado resultado esta cohesión.

En la última, frente a Nicolás Maduro, ha aprendido a desenvolverse

en el juego de espejos, buscando parecerse a aspectos del programa

bolivariano, formas de expresión y símbolos del movimiento

bolivariano. Sin embargo, esta simulación no es más que una

estratagema electoral, pues el programa efectivo entre manos es

revertir los logros sociales, políticos y económicos de la revolución.

Además, la simulación se muestra como lo que es, discurso fofo y

vacío. El ex-candidato del frente conservador hace gala de aspavientos,

hasta de enojos, empero, su discurso no deja de ser un discurso lleno

de generalidades sin contenido. ¿De qué Venezuela habla cuando habla

del país? Se nota que de la Venezuela de la que habla es un esqueleto

que está en su imaginación; no puede darle cuerpo, pues no conoce la

161

Venezuela concreta, de carne y hueso, de ritmo y musicalidad, no

conoce lo nacional-popular. Por eso sus críticas a la revolución no

pasan de lugares comunes, corrupción, autoritarismo, dictadura,

inseguridad; no puede darle un referente concreto a su crítica. Si lo

hiciera, si fuese sincero, si diría lo que piensa, seguramente saldría una

concepción antipopular y racial, pero, sobre todo, una concepción que

considera que lo único real es el capitalismo y que hay que seguir las

reglas del juego de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, bajo

el dominio del sistema financiero internacional y el monopolio de las

empresas trasnacionales. Empero, el discurso real no puede ser

emitido, pues no es electoral; se perderían votos. Si bien se ganaría en

concreción y estaríamos ante un discurso que dice algo, pues cree en

algo y lo transmite, no sería convocativo. La derecha ha optado por el

discurso de la simulación; este discurso es electoral, pero no dice nada.

Sólo queda en la memoria un conjunto de expresiones acaloradas y

comportamientos en forma de aspavientos, que no dicen nada, salvo

el desacuerdo con los resultados electorales, la desesperación de no

haber logrado ganar al adversario.

Se entiende entonces la jugada exasperada del todo o nada. No es fácil

mantener un frente unido de derecha, debido a los intereses en juego,

los grupos de poder, que no coinciden en todos los temas, que tienen

sus perspectivas propias. Al final son 14 años de gobiernos

bolivarianos, que, a pesar de las dificultades y las contradicciones, han

venido avanzando en la transformación de la sociedad y del Estado en

Venezuela, aunque en este último aspecto sea más de forma que de

contenido, igualando las condiciones sociales, ampliando la inversión

social, la organización y la formación popular. Se trata del perfil de una

burguesía, como muchas burguesías latinoamericanas, acostumbradas

a gobernar impunemente a favor de sus intereses oligárquicos y sobre

todo a favor de los intereses de las empresas trasnacionales; esta

burguesía no puede aceptar, que la plebe impoluta irradie, se abra

espacio, influencia, se articule con expresiones políticas populares,

irrumpa en los palacios del poder.

Toda revolución es difícil y complicada, sobre todo cuando se asume el

poder. Pues ahí comienzan las contradicciones más profundas; es muy

difícil deshacerse de las viejas prácticas políticas, del aparato y las

costumbres burocráticas, de las mediaciones representativas e

institucionales. Se hace evidente la dificultad de construir la

autogestión, la cogestión, la autodeterminación, el autogobierno local

comunitario. Se cometen muchos errores en el camino, es difícil lidiar

162

con los propios, sobre todo cuando están en función de gobierno. Hay

como una tendencia a dilatar y diferir las transformaciones; cosa que

parece adecuado a un sentido común “pragmático” y del realismo

político. Empero, esta actitud es la más peligrosa en el curso de un

proceso de transformaciones, pues no solamente lo atenúa, sino que

termina jugando en contra, pues crea insatisfacciones populares,

además de perder tiempo, no aprovecharlo, creando las condiciones

para una contraofensiva conservadora.

Es posible que una serie de factores de este tipo se haya acumulado y

de lugar a desavenencias, como para explicar la disminución de la

votación bolivariana, poniendo en peligro la propia continuidad del

proceso. Estos factores negativos, estos factores conservadores dentro

del proceso mismo, tienen que ser puestos a luz. Es menester la crítica

y la autocrítica, para corregir los errores, para retirar del camino los

obstáculos conservadores, dentro el propio proceso. Es urgente

entender que una revolución no avanza sino por la constante y

permanente manifestación de la voluntad de cambio, que se enfrenta

al mundo, a la realidad dada, a las estructuras de poder locales,

regionales y mundiales. La revolución no espera, hay que hacerla en el

momento, a cada momento; no se puede dejar para mañana nada.

Mañana puede ser tarde. Sólo la entrega y el sacrificio de todos los

comprometidos con la revolución pueden impulsarla adelante, hacia su

propia profundización. Por eso, es peligrosa la actitud de los celosos

apologistas, que no quieren ninguna crítica; solo defensa, sólo

propaganda, sólo canto a los logros. Sin crítica una revolución no

avanza, retrocede y termina debilitada cuando hay que enfrentar a la

contraofensiva de la derecha.

163

Diagnósticos de la coyuntura

Salim Lamrani hace un balance de lo sucedido en la última elección. Nos presenta 25 verdades sobre las elecciones presidenciales en

Venezuela89. Estas son expuestas de la manera siguiente:

1. Nicolás Maduro consiguió 7.505.338 votos, o sea el 50,66% de los sufragios.

2. Henrique Capriles consiguió 7.270.403 votos, o sea el 49,07%.

3. 38.756 electores votaron blanco o nulo, o sea el 0,26%.

4. La participación electoral fue de un 78,71%.

5. Sólo 234.935 votos, es decir un porcentaje de 1,59%, separa a ambos candidatos.

6. Todas las encuestas de opinión que daban a Maduro vencedor con un margen de 10 a 20 puntos resultaron erróneas.

7. El estrecho margen no pone en tela de juicio la legitimidad de Nicolás

Maduro. A guisa de comparación en Francia, en las últimas elecciones presidenciales de mayo de 2012, la diferencia entre François Hollande

y Nicolas Sarkozy sólo fue de un 3,28%.

8. Maduro triunfó en 16 Estados de los 24.

9. Capriles consiguió la victoria en 8 Estados.

10. Los observadores internacionales, entre ellos la Unión Europea y la Unión de Naciones Suramericanas, reconocieron la transparencia de los

escrutinios.

11. Henrique Capriles se niega a reconocer la victoria de su rival hasta que haya un recuento de votos.

12. Nicolás Maduro aceptó el recuento de votos.

89 Ver Rebelión; Venezuela. Página web. Abril 2013.

164

13. Max Lesnik, director de Radio Miami, donde vive una fuerte

comunidad venezolana favorable a Capriles, declara que el estrecho margen confirma la validez de las elecciones. Según él “nadie asaltaría

un banco para robar mil dólares cuando tiene la posibilidad de robar

un millón. Nadie organizaría un fraude para conseguir menos de 300.000 votos”.

14. A guisa de comparación, en octubre de 2012 Hugo Chávez derrotó

a su rival Henrique Capriles con 8.191.132 votos, o sea un total de un 55,07%.

15. Capriles obtuvo 6.591.304 votos, o sea un 44,31%.

16. 1.599.828 votos separaban a ambos candidatos, o sea un porcentaje de un 10,76%.

17. La participación electoral fue de un 80,48%.

18. Chávez consiguió la victoria en 21 Estados.

19. Capriles sólo ganó en tres Estados.

20. Así, en el espacio de seis meses, el campo chavista perdió 685.784

votos.

21. Por su parte, Capriles ganó 679.099 votos.

22. La inmensa mayoría de los 685.784 electores que votaron por

Chávez en octubre de 2012 eligieron a Henrique Capriles el 14 de abril de 2013.

23. A pesar de las impresionantes políticas sociales a favor de las

categorías más desfavorecidas que permitieron reducir la pobreza y elevar el nivel de vida de los más desheredados de modo sustancial,

resulta evidente que un número importante de ellos eligieron votar al candidato de derecha.

24. La campaña electoral de 2013 del candidato, mucho más agresiva que la de 2012, fue todo un éxito.

25. En cambio, la campaña electoral del nuevo Presidente de la

República Bolivariana de Venezuela fue un estrepitoso fracaso.

Este diagnóstico sucinto de los resultados electorales deja claro lo que

implican los mismos, también deja claro que el chavismo perdió votos; se dieron desplazamientos del propio campo al otro frente. Este hecho

no puede explicarse sólo con sorpresa y delegación de la culpabilidad a los sectores que abandonaron el campo popular, como lo ha hecho

165

Diosdado, presidente de la Asamblea legislativa, pues, lo que ha

ocurrido no se explica si no se toman en cuenta errores y contradicciones en el gobierno, en el PSUV y en el bloque popular.

Tampoco explica que la derecha tenga una convocatoria tan amplia,

que es prácticamente la mitad del electorado. No basta acusar a la campaña mediática, nacional e internacional, ni a las manipulaciones y

simulaciones de la derecha. Estos argumentos no explican por qué una parte del pueblo no se convence ni se deja seducir por la revolución

bolivariana. Al respecto, si bien una etapa de la conformación y de la consolidación del bloque popular está generada por la experiencia de

las confrontaciones; es cuando se cohesiona, se identifica y se forma el núcleo del bloque popular. Sin embargo, la confrontación no puede

seguir siendo el procedimiento más usado en etapas posteriores del proceso, cuando se requiere ganar a sectores populares, que todavía

están atrapados en las redes de las estructuras de poder y dominación de la burguesía. Sobre todo cuando hablamos de profundización

democrática, del ejercicio de la democracia participativa, cuando entendemos que no puede haber construcción del socialismo, la

transición al socialismo, sino mediante el ejercicio dinámico de la

democracia, como dice Samir Amin, entonces es indispensable concentrarse en el diálogo, en el debate, en el convencimiento, de

sectores populares no persuadidos. Parece que estos procedimientos de apertura no son los usuales; generalmente los procedimientos de

confrontación, de la fase de formación y consolidación, son los que adquieren raigambre y perduran imponiendo una conducta política mas

bien hostil. No se trata de bajar la guardia, sino de combinar formas de comunicación, intercambiar experiencias, perspectivas y

concepciones, buscando construir nuevos horizontes de saber compartidos. La transición al socialismo no es posible confrontando a

la otra mitad de la población, a no ser que se quiera repetir las amargas experiencias del socialismo del siglo XX. Si bien la confrontación es con

la burguesía, quizás no con toda, como ocurría en la revolución china, que concibió una alianza estratégica con parte de lo que llamaba

burguesía nacional, la confrontación no es conveniente con sectores

populares, incluyendo lo que se viene en llamar “clases medias”, además de estratos sociales pobres.

Por otra parte, el aprendizaje de la experiencia de las revoluciones

socialistas del siglo XX, nos debería haber enseñado que la burocracia se convierte prácticamente en una clase dominante. Cuando se afirma

en el poder, se afinca en el mismo, y termina orientando las políticas hacia la conservación del poder y sus privilegios. Esta es una de las

contradicciones más fuertes en las experiencias de las construcciones del socialismo real. Estas configuraciones políticas y de re-clasificación

social no pueden repetirse en las revoluciones llamadas del socialismo del siglo XXI, a no ser que se quiera repetir los escenarios y desenlaces

conocidos. La orientación de conservar el poder, de proteger los

166

intereses burocráticos, lleva a tomar medidas antipopulares, que

empujan a sectores populares a abandonar el bloque popular.

En relación a estos temas y problemas, algo que llamó la atención

Víctor Álvarez90, es la débil incidencia en el partido de gobierno de las organizaciones de los trabajadores y de los campesinos. El socialismo,

como se entiende, de acuerdo a la teoría, es una perspectiva proletaria y de los campesinos pobres, quienes hegemonizan el frente popular.

No se trata de descartar la presencia de otros sectores populares, al contrario, se trata de conformar una composición que garantice el

contenido de las transformaciones. La presencia irradiante e influyente del proletariado y de los campesinos pobres es como un requisito

histórico-político de la transición al socialismo.

Yendo a otro diagnóstico, Carlos Meneses Reyes, en Se impone la autocrítica Bolivariana, artículo de Rebelión, plantea, además de la

autocrítica, algunos desplazamientos en las políticas públicas. El diagnóstico económico del autor señala los nudos gordianos del

problema latente y desenvuelto:

Resulta agobiante lo de una deuda pública (sea en bolívares o en dólares) venezolana de doscientos diez mil millones, con pagos

vencidos de diecisiete mil millones. Lo de un déficit fiscal de del 12% del PIB; con inflación del 28% y devaluación del 45.6%.

Estos últimos datos son alumbradores respecto de la crisis económica nacional, los alcances de la crisis y sus repercusiones. ¿Cómo se ha

podido llegar a semejante deuda, al tamaño del déficit fiscal, a la proporción de la inflación, y, en consecuencia a la devaluación, que

terminó impactando negativamente en el poder adquisitivo de las familias populares?

En lo que respecta a los desplazamientos en políticas públicas,

propone:

En el plano político (el desplazamiento) va a la consolidación de la

organización política popular y de masas; primando la erradicación del clientelismo burocrático y la corrupción.

En el plano económico, a la consolidación de los instrumentos

constitucionales.

Un poco más abajo, dice que:

90 Ver de Víctor Álvarez R.: La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Texto digital, en circulación en la Fundación Rosa Luxemburgo.

167

Se impone la racional expropiación y cierre de empresas privadas de

capital nacional e internacional, que no comulguen con el servicio público esencial popular. La carta constitucional bolivariana supera lo

del clásico bien común, liberal manchesteriano.

Se impone la consolidación del sistema de economía mixta (capital

privado y estatal), con miras al servicio público esencial popular. Esta re-inmersión garantizará el tope o control a la fuga de capitales

privados. Aunque las exportaciones no petroleras han sido bajas; la dependencia económica y fiscal, cuyos ingresos dependen en un 97%

de exportación del petróleo; no es una calamidad, es un vehículo de aprovechamiento revolucionario circunstancial. Lo de “vehículo” es

profano, pero grafica movilidad, cambio, sustitución. Proyecta en la dinámica que genera la autocrítica, la corrección a que cambie el actual

panorama de un 70% de productos agrícolas importados.

Estas medidas son puntuales. Ayudan a definir ciertas rutas de

corrección y re-conducción; empero no son suficientes, sino se tiene una estrategia integral respecto a los procesos involucrados en la

transición, los distintos planos de intervención que configuran la complejidad dinámica de la “realidad”. En relación a este

requerimiento, la pregunta es: ¿Se cuenta con esta estrategia integral? Teniendo en cuenta lo que se tiene como dispositivos políticos, la

Constitución y el programa de gobierno, la otra pregunta es: ¿Son suficientes? Para responder a estas preguntas haremos una evaluación

del programa de gobierno, en el marco de la Constitución;

entendiendo, además, que la Constitución define un horizonte. Es en ese horizonte de transición donde es necesaria la radicalización del

proceso, que en el decurso del cumplimiento constitucional, donde la lucha de clases arreció, ha empujado al bloque popular a definir la ruta

socialista.

Pero, antes de aventurarnos en esta tarea, nos detendremos en reflexiones con la izquierda sobre la crisis política, particularmente en

reflexiones con la izquierda radical, aquella que mantiene una perspectiva crítica del proceso. Hablamos de radical en pleno sentido

de la palabra, no solamente por el radicalismo de las posiciones, sino

porque se exige tocar los problemas de raíz. Esta izquierda tiene la virtud de concentrarse en los problemas que detienen la marcha de la

revolución, en las contradicciones inherentes y denuncia la preservación de formas de poder y de la dominación capitalista.

Muchas veces lo hace de una manera esquemática y abstracta, empero estas falencias no le quitan su virtud.

168

Reflexiones con la izquierda

Hablamos de esa manera, refiriéndonos a la izquierda, a todas las

formas y características de izquierda, incluyendo, sobre todo, a las

posiciones radicales; a estas posiciones contundentes, pues son las que

empujan adelante, exigen consecuencia y denuncian las debilidades de

todo proceso de transformación. Hablamos a las organizaciones

sociales, ejes articuladores de los movimientos sociales, sobre todo a

las organizaciones más profundas, más consecuentes, más críticas,

que ponen en evidencia las contradicciones recónditas del proceso.

Ya tenemos en la memoria, debido a la experiencia histórica de las

luchas sociales y políticas, la experiencia de desenlaces desfavorables

a la profundización de procesos populares y sociales. Teniendo en

cuenta esta memoria y esta experiencia, debemos saber que, frente a

la derecha no podemos actuar sino como un frente único de izquierdas,

de los movimientos sociales anti-sistémicos. Ahora bien, esto no quiere

decir, de ninguna manera, rebajar y disminuir la critica al gobierno

popular; al contrario, frente a los errores, a las ambivalencias, hasta

retrocesos, incluyendo restauraciones, posiciones conservadoras,

prácticas prebéndales, clientelares, y hasta corruptas, hay que ser

intransigentes. No se pueden tolerar estas debilidades de los procesos,

estas posiciones contrarias al mismo proceso, pues estas carcomen las

fuerzas, las fortalezas, del proceso, de las organizaciones y de los

movimientos sociales. Ciertamente, es como estar en dos frentes.

Pero, no se puede hacer otra cosa que pelear en ambos.

Lo que no se puede hacer es caer en el fundamentalismo intelectual;

creer que por que se tiene razón se puede actuar independientemente

de la mayoría, que puede todavía estar convencida por un populismo

ambivalente, por un “pragmatismo” de sentido común. No se puede

sustituir el campo de la correlación de fuerzas, que es el campo político,

con el mapa abstracto de los principios de la razón. Este camino lleva

a convertirnos en un grupo radical de convencidos, con fuerza del

entendimiento, empero sin fuerza política. Si la responsabilidad es

prolongar el proceso de transformaciones, profundizar la revolución,

liberarla de sus contradicciones profundas, estas tareas no se las puede

efectuar sin la mayoría, sin la actuación, sin el desenvolvimiento de la

mayoría. La tarea es convencer a la mayoría, interactuar con las

mayorías, aprender con las mayorías, de que la continuidad de la

169

revolución sólo es posible con las trasformaciones estructurales e

institucionales del proceso.

Esta apreciación política, que todavía es general, ciertamente solo

puede contrastarse en los contextos y coyunturas concretos. Esta tarea

es de los que viven y experimentan esas condiciones, esas situaciones,

la intensidad de las luchas, en contextos concretos. Son los grupos más

críticos, son las organizaciones más críticas, son las tendencias más

radicales, las que están en mejor condición de interpretar la coyuntura

y el contexto concreto, de actuar de manera específica, si es que no se

mantienen en los esquematismos reduccionistas.

Pasando al tema en cuestión. En Venezuela se vive una situación

beligerante; pues el frente conservador a decidido una contraofensiva

violenta y descalificadora de la democracia efectiva, la que se ha venido

configurando desde 1999, después de promulgada la Constitución. La

fuerza de esta contra-ofensiva radica en que cuenta con un caudal de

votos importante, casi la mitad del electorado. Empero, en la medida

que no ha logrado ganar las elecciones, no puede impugnar los

resultados, salvo bajo el supuesto de fraude electoral. Esto es

precisamente lo que conjetura que ha pasado; empero esta conjetura

no ha sido verificada. No parece serlo por las características del sistema

electoral venezolano, por la tecnología de conteo y de comprobación.

Mientras no pueda comprobar el frente conservador que esto ha

ocurrido, sus actuaciones terminan siendo inconstitucionales y

antidemocráticas. Sus actuaciones forman parte de una campaña de

descalificación del sistema democrático logrado. Y obviamente forma

parte de una campaña contra-revolucionaria. Estas actitudes quieren

terminar con la revolución.

Ante esta situación evidenciada, la izquierda no puede equivocarse.

Actuar contra la contra-ofensiva de la derecha, contra la contra-

revolución en marcha, es una tarea primordial. Esto no quiere decir

que se deja la crítica a las posiciones titubeantes, dilatadoras,

restauradoras, contradictorias, burocráticas; de ninguna manera. De lo

que se trata es de luchar por mantener la posibilidad de continuar, de

prologar la profundización del proceso. La defensa del proceso no es la

defensa del gobierno, la defensa del proceso es la defensa de la

posibilidad de seguir transformando, de hacer las transformaciones que

no se han hecho, de reencausar el proceso que se encuentra en el

decurso de sus propias contradicciones.

170

La Liga de los Trabajadores por el Socialismo de Venezuela (LTS) ha

hecho una declaración, a propósito de la coyuntura intensa que vive

Venezuela. Esta declaración se titula: Ante el ajustado triunfo de

Maduro: No permitamos que la crisis del chavismo la capitalice el

imperialismo. En la declaración se caracteriza a la coyuntura como

tensión política; se dice que:

El cimbronazo político se transformó en crisis abierta con el

desconocimiento del resultado electoral por Capriles Radonski,

exigiendo el conteo de la totalidad de las urnas con el argumento de

que hubo anormalidades en las votaciones y hasta arguyendo que han

ganado las

elecciones. En esto cuenta con el apoyo del imperialismo

norteamericano.

Ante los hechos de violencia desatada por la derecha, la declaración es

categórica:

Desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) rechazamos

categóricamente estos ataques reaccionarios y completamente

antipopulares, incluso con ribetes de xenofobia hacia los

médicos cubanos que allí laboran. ¡Hay que hacerle frente! El pueblo

organizado en los barrios, llamando a asambleas, mediante discusiones

públicas y abiertas, ha de definir los métodos para pararle la mano a

estas acciones. Los módulos de barrio adentro –y demás instalaciones

deportivas o educativas, si fuese el caso– son una conquista social del

conjunto del pueblo trabajador y pobre, y como tal deben ser

defendidos.

La declaración de la LTS dice que esto no es defender al gobierno de

Maduro, sino defender la conquista de los trabajadores y del pueblo.

Esta posición se expresa distinguiendo una y otra cosa:

La defensa de los centros de salud públicos no significa en modo alguno

el apoyo político

al gobierno nacional, no hay que estar con Maduro para hacerle frente

a estos ataques, se trata de una posición clara de defensa de lo que

constituyen conquistas sociales del pueblo trabajador y pobre, por lo

que llamamos en estos casos específicos a un frente único de clase,

obrero y

popular, para pararle la mano a estos ataques, con los métodos de los

trabajadores y el pueblo, con base en la democracia obrera y popular

para definir la orientación política y las acciones a tomar, sin que

171

implique necesariamente una subordinación al esquema de

movilizaciones ordenadas por el gobierno de Maduro.

El diagnóstico de las elecciones se resume en el subtítulo: La derecha

capitalizó electoralmente la crisis del chavismo. La explicación de esta

capitalización tiene que ver con las medidas antipopulares que se vio

obligado a tomar Maduro, en su interinato, dada la inflación y la crisis

económica:

La crítica situación de la economía llevó al gobierno a tomar medidas

antipopulares y

anti-obreras en pleno período electoral: en menos de cien días a cargo

del gobierno interino, Maduró aplicó dos fuertes devaluaciones de la

moneda, lo que se hizo sentir rápidamente con el aumento directo de

los precios de bienes de consumo masivo. El gobierno se equivocó en

que estas medidas antipopulares no iban a tener consecuencias

electorales.

Una descripción más detallada es la siguiente:

Si bien el chavismo ganó en las grandes barriadas populares de las

principales ciudades, –como por ejemplo en la populosa Catia y en las

partes más pobres de Petare de la gran Caracas- se hizo notar la baja

de votos en estas regiones, y el mismo fenómeno se observó en

importantes

concentraciones obreras, como en los estados de Aragua y Carabobo,

y ciudades como Guayana centro de las grandes industrias básicas,

pero no precisamente por abstención sino que casi en la misma medida

que caían los votos de Maduro crecían los de Capriles, comparado con

las elecciones presidenciales de 2012.

Esta explicación y esta descripción son sumamente importantes, pues

ilustran sobre las condiciones económicas sobre las que se

desenvuelven los acontecimientos en cuestión; la inflación y la crisis

económica. La pregunta que viene de golpe es: ¿Por qué hay crisis

económica en Venezuela, teniendo en cuenta los grandes ingresos del

Estado, debido a los elevadísimos precios del petróleo? Ciertamente lo

que ocurre en Venezuela se da en el contexto de la crisis mundial

financiera y de la crisis estructural del capitalismo. Empero se podían

tomar medidas anti-crisis de carácter popular y no caer en las recetas

monetaristas, de impacto impopular. ¿Por qué se tomó la medida de

devaluación sabiendo que esto iba a incidir en los precios de los

productos de la canasta familiar? ¿No había otra salida? ¿Se confió en

172

el prestigio del líder desaparecido? ¿Por qué no se discutieron las

medidas con el pueblo, primordialmente con los trabajadores? ¿Acaso

la Constitución no establece el ejercicio de la democracia participativa

y protagónica? ¿Por qué no se es consecuente con la Constitución?

Estas son de las contradicciones del gobierno popular.

El discurso de defensa gubernamental no habla de estas causales. La

acusación de golpista a la derecha no resuelve estos problemas; puede

encubrirlos, pero no hacerlos desaparecer. Llamemos a esta crisis

estructural local, que es parte de la crisis general del capitalismo, crisis

del modelo extractivista y del Estado rentista. No se puede escapar de

la crisis a pesar de los altos precios de las materias primas. El hecho

de que la mayor parte de la estructura económica recaiga en el modelo

primario exportador, es una condición material y latente de la

posibilidad de la crisis económica con características locales. La forma

rentista de administrar el excedente es una condición política y latente

de la posibilidad de la crisis. La búsqueda de soluciones monetaristas

no hace otra cosa que agudizar y desatar esta posibilidad. Las

soluciones monetaristas descargan sobre el pueblo el peso de la crisis

y de la inflación. Este análisis va más lejos que solamente explicar las

razones de la disminución de votos para Maduro, comparando con la

última elección con Chávez presente. El análisis habla de los límites

estructurales del Estado rentista y el modelo extractivista, también

habla de los límites políticos de un gobierno que se debate en el

intervalo ambivalente de populismo y construcción del socialismo. La

crisis entonces es más profunda que una asonada provocada por la

derecha, como segunda fuerza electoral. Lo que haga la burguesía

venezolana, la oligarquía local, en concomitancia con el imperialismo,

tiene que ver con su papel en la lucha de clases y su desempeño

reaccionario en la lucha anti-imperialista. Este comportamiento como

que es, de alguna manera, esperado. Lo que está en cuestión es el

papel del gobierno popular y del bloque popular. No solo por lo que

tiene que ver con haber empujado a parte del electorado afín a la

convocatoria del contrincante, sino por haber mantenido, durante

catorce años, sobre todo los que vienen después de la Constitución, la

inercia del Estado rentista y el modelo extractivista, estructuras

políticas y económicas de la dependencia. No se trata de salir de la

noche a la mañana del modelo extractivista, sino de definir una

transición sostenible, tanto en lo que respecta al mismo modelo

extractivista, así como al propio Estado rentista. Transición que no

puede dejar de estar acompañada por la efectiva democracia

participativa, la autogestión y la cogestión social.

173

No se trata solamente de errores políticos, sino que en el proceso no

se está pudiendo resolver temas como la conducción colectiva y social

del proceso, que sigue en manos de la burocracia. Esta conducción

colectiva tiene sus formas de organización: las comunas, los sindicatos

de trabajadores, las organizaciones campesinas, el poder territorial de

los barrios. Estas son las fuerzas profundas de una revolución, que

además dice que se encamina a un socialismo, cuya base se encuentra

en la propiedad social y en la gestión comunitaria. A estas alturas, no

se pueden repetir las formas de conducción dadas en la experiencia del

llamado socialismo real, más aún, cuando el socialismo que se busca

es el socialismo del siglo XXI. La defensa de una revolución se

encuentra en la potencia social; entonces, se trata de liberar esta

potencia, de desatar su creatividad. Para que esto se dé es

indispensable su empoderamiento efectivo en la conducción colectiva

del proceso.

Estos son los problemas que han sido constantes en todas las

revoluciones del siglo XX; ahora reaparecen en las revoluciones del

siglo XXI. Si no se logran resolver, es probable que se repitan

desenlaces parecidos a los acaecidos en la historia. Lo que está

ocurriendo en Venezuela no es solamente un fenómeno coyuntural y

local; es un problema estructural de las revoluciones. En Venezuela

también se juega con el decurso de las revoluciones en ciernes en el

mundo, particularmente en América Latina y el Caribe. Esta tarea

involucra a todos, incluyendo, sobre todo, a las posiciones radicales.

Pues si estas posiciones no logran incidir en los acontecimientos, no

logran salir de los límites grupales, del discurso iluminista, entonces,

esta inhibición es parte del drama, de la irresolución del problema. No

basta tener razón o creer que se la tiene, la política es una correlación

de fuerzas; es importante entonces incidir en la acumulación de fuerzas

y en la resultante de las mismas.

La política no se restringe, ni mucho menos, a los principios de la razón.

La política se mueve, como hemos dicho, en un campo de distribución

de fuerzas, de dispositivos y agenciamientos de poder, así como de

resistencias. La política se alimenta, por así decirlo, de pasiones, de

imaginarios, de esperanzas, expectativas, de convocatorias, de

simbolismos, mitos y alegorías. Las dinámicas políticas, moleculares y

molares, articulan, por así decirlo, distintos planos, distintos ámbitos,

distintos campos; juegan, casi aleatoriamente, con diferentes

composiciones y combinaciones, dependiendo de los contextos y las

coyunturas. La comunicación política con los pueblos, con los sectores

174

populares, con el proletariado, no puede reducirse a una interpelación

racional. Por eso nunca es suficiente la denuncia, la diferenciación, la

distinción de los programas y de las tendencias. El fundamentalismo

racional no convoca, salvo en los ámbitos académicos. Incluso para

comprender la complejidad de la “realidad” que toca analizar, no es

suficiente el entendimiento y el uso de la razón. El uso crítico de la

razón ayuda a contextuar y des-contextuar las teorías en uso, ayuda

también a abrirse a otras formas de comprensión de la “realidad”,

incorpora las formas intuitivas, las memorias, los saberes, las

relaciones con lo popular, además de incorporar la dinámica misma

primordial de la experiencia. La mayoría de los grupos radicales, de los

cuales no hay que dudar sobre su dedicación, consecuencia y

compromiso, pecan, por así decirlo, de fundamentalismo racionalista;

terminan siendo grupos de convencidos, sin incidencia en la lucha

efectiva política. Terminan aislados, en los márgenes o en los rincones

del campo político, por más lúcidas que sean sus intervenciones.

Precisamente por el valor ético y moral, por el coraje, la consecuencia

y el compromiso, es indispensable que estos activistas, además de

hacer uso de la razón, es imprescindible que pasen al uso crítico de la

razón, abriéndose a la experiencia de los distintos planos de

comprensión de la “realidad”, así como abriéndose a las diferentes

“facultades” en juego en los sujetos sociales.

En todo caso, es importante detenerse en los análisis de la izquierda

radical, que además de crítica, tiene el valor de aportar con

apreciaciones más reveladoras que las descripciones de los discursos

apologistas, que sólo ven el problema en la derecha. La Liga de

Trabajadores por el Socialismo hace apreciaciones sobre las tendencias

encontradas en el chavismo, contradicciones agudizadas después del

fallecimiento del caudillo. Esta descripción de la pugna interna, aunada

a las contradicciones en el seno del pueblo, en el bloque popular, da

un panorama de lo que está puesto en juego en la coyuntura. El

documento citado dice:

Cínicamente Diosdado se pregunta cómo es posible que el pueblo

explotado vote por los explotadores, cuando se trata de uno de las

conspicuas figuras que más se han enriquecido en todo este período.

Como ha sostenido un analista “La herencia electoral que Chávez le

dejó a Nicolás Maduro y la dirigencia del Partido Socialista Unido de

Venezuela (PSUV) quedó sensiblemente mermada y sin su valor para

contener a una masa que puede presionar peligrosamente ante

ingentes requerimientos de la economía popular” (El Mundo, 16/04).

175

Pero las tensiones internas que se puedan desarrollar dentro del PSUV

no solo vendrán entre las distintas fracciones

existentes, sino también de las propias bases del chavismo que,

cansadas de seguir siendo furgón de cola de los altos burócratas,

puedan salir con más fuerza a protestar por lo que se les ha venido

negando, y exijan que se tomen medidas por izquierda frente a la

nueva situación económica y

política.

Del diagnóstico que hace la declaración, saca una conclusión de los

posibles desenlaces:

Los acontecimientos muestran que la transición a una etapa post-

chavista será traumática. El resultado electoral está actuando como un

gran catalizador de la crisis política que significa para el régimen

bonapartista, centrado en la figura presidencial, la desaparición física

de Chávez, mostrando que este no puede ser reemplazado. El

bonapartismo no es solo un proyecto político sino también y

fundamentalmente de liderazgo.

El triunfo pírrico de Maduro implica que el suyo será un gobierno débil,

pues tendrá que lidiar no sólo con una oposición envalentonada y que

busque jaquearlo permanentemente con el apoyo de Estados Unidos,

sino también con las peleas dentro del propio chavismo. Pero

fundamentalmente estará sometido, sin lugar a dudas, a la resistencia

de sectores de la clase trabajadora que saldrá con más fuerza a pelear

por sus demandas y por mejores condiciones de vida. Más aún si, como

todo indica, Maduro se verá gobierno obligado a aplicar medidas de

ajuste por la grave situación

económica que atraviesa el país, sin contar ni de lejos con la

legitimidad y autoridad de Chávez, que a la vez que concentraba las

expectativas de una resolución de las demandas de los explotados a

través de la acción del gobierno, era capaz de derrotar y “disciplinar”

a los sectores en lucha que

quisieran ir más allá. Es muy probable que vayamos a una liberación

de energías e iniciativas para lucha de clases, de parte de los

explotados y pobres.

Tomando en cuenta este análisis y la conclusión a la que deriva,

podemos, a su vez, sacar algunas otras conclusiones. No es pues

suficiente unir y cohesionar al bloque popular en defensa de la

revolución bolivariana, no es suficiente lograr un frente único de

izquierda que enfrente la asonada de la derecha. Pues allí, en el poder

176

de las oligarquías, de la burguesía, de la estructuras de poder y

dominación mundial, se encuentra parte del problema y de los desafíos

que afrontar. La otra parte del problema se encuentra en la

composición se fuerzas, de tendencias, de posiciones, dentro del

bloque popular; el problema es complicado cuando la hegemonía del

bloque popular la tienen posiciones que consideran que lo que se ha

logrado como avances y transformaciones es casi como el fin del

proceso; lo que queda es defenderlo. Se trata de sectores que tienen

una concepción de la política, como dice el documento de la LTS,

“bonapartista”; por lo tanto fuertemente ligados al prejuicio

burocrático y de la mediación institucional. Estos sectores están muy

lejos de comprender el carácter emancipador de la autogestión, la

auto-determinación, el ejercicio efectivo, no discursivo, de la

democracia participativa y el control social. Están también lejos de

comprender que la lucha contra el capitalismo no es discursiva y de

declaraciones anti-imperialistas, que se rasgan las vestiduras, empero

no son efectivas en la de-construcción del imperialismo, sino que se

trata de trastrocar las relaciones de producción capitalistas, las

relaciones sociales que se mueven en el imaginario del desarrollo y el

progreso, ilusiones del capital. Se comprende pues que la lucha interna

es mucho más difícil y compleja; sobre todo porque está llena de

incomprensiones, de incomunicaciones y desinformación, además de

los ataques de la nomenclatura y de los apologistas a los y las activistas

críticas. Pero, también, sobre todo, por lo que dijimos, que muchas

veces el activismo radical peca de fundamentalismo racional. Sin

embargo, esta tarea no deja de ser indispensable cuando está en juego

el destino del proceso, es decir, el curso y desenlace del proceso.

¿De qué depende entonces modificar el mapa de la correlación de

fuerzas, el mapa del juego de las posibilidades más probables? ¿De qué

depende la realización de la posibilidad de prolongar el proceso de

transformaciones hacia su ruptura radical, transformando

estructuralmente el mapa institucional? ¿De qué depende pasar del

empoderamiento popular, del comienzo emancipatorio, a la liberación

efectuada? La composición de creencias, de sentidos comunes, de

certezas, en el campo popular, requiere de una revolución cultural,

usando un concepto tan caro de Mao Zedung, a la vez tan claro, de las

tareas a seguir. Mao Zedung buscaba con la revolución cultural

transferir el poder en manos de la burocracia a los consejos de

trabajadores, campesinos y estudiantes; también se enfrentó a las

herencias culturales y filosóficas de los confusionistas, incrustadas en

las formas de pensar y en las costumbres, además de combatir el

177

pragmatismo y el diletantismo. Es indispensable la emancipación de

los mitos, que aunque convoquen a las masas, terminan atrapándola

en una red de dependencia paternal. Es indispensable liberar las

potencialidades creativas populares, abriendo las experiencias sociales

no solamente al uso crítico de la razón, de las teorías, sino también de

los saberes, de las culturas locales, de las memorias. Esta revolución

cultural, cuyas consecuencias políticas son de largo alcance, no puede

dejar de estar acompañada por la conformación efectiva de lo que se

llama el poder social; es decir, la autonomía, la autogestión, la

autodeterminación, territoriales de las comunas, de las organizaciones

sociales y de las organizaciones barriales. La construcción de la gestión

colectiva de la política es como la condición de posibilidad histórica-

política para salir del Estado rentista y del modelo extractivista, para

transitar hacia una forma de gestión y administración que deje de ser

Estado y comience a ser asociación libre de productores, como había

soñado Marx un día.

Programa de Gobierno para el período 2013-2019

El programa de gobierno dejado por Hugo Chávez para la gestión 2013-

2019 se concibe como:

178

Un programa de transición al socialismo y de radicalización de la

democracia participativa y protagónica. Partimos del principio de que

acelerar la transición pasa necesariamente por, valga la redundancia,

acelerar el proceso de restitución del poder al pueblo. El vivo, efectivo

y pleno ejercicio del poder popular protagónico es insustituible

condición de posibilidad para el socialismo bolivariano del siglo XXI.

Seguidamente hace una advertencia:

No nos llamemos a engaño: la formación socio-económica que todavía

prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista.

Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio

dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente

para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical

supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso,

pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo.

En lo que respeta al Estado el diagnóstico es claro:

Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular

capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación

que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una

nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la

solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos

modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Esto

pasa por pulverizar completamente la forma Estado burguesa que

heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas

prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de

gestión política.

Estas apreciaciones objetivas del programa contrastan con el discurso

de los apologistas de toda laña, quienes no ven problemas y consideran

que hay que hacer la propaganda de los logros de la revolución. Les

molesta la crítica y la atacan, descalificándola como debilitadora y

hasta favorable a la derecha. Este comportamiento apologista es

francamente una de las más grandes debilidades de la revolución; este

comportamiento aparece en todas las revoluciones, cuando estas han

decidido defender lo logrando, clausurando la prolongación de las

transformaciones. Es una debilidad pues no defiende la revolución, lo

179

que defiende es el estado de cosas alcanzado, defiende entonces al

Estado que debe ser transformando y sigue siendo un obstáculo para

la revolución. Se pone en contra del avance y la profundización de la

revolución. Los apologistas son la contra-revolución dentro de la

revolución, cuando se trata de hacer una revolución dentro de la

revolución.

Los objetivos históricos del programa son los siguientes:

I. Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos

reconquistado después de 200 años: la Independencia Nacional.

II. Continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI,

en Venezuela, como alternativa al sistema destructivo y salvaje

del capitalismo y con ello asegurar la “mayor suma de seguridad

social, mayor suma de estabilidad política y la mayor suma de

felicidad” para nuestro pueblo.

III. Convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, lo

económico y lo político dentro de la Gran Potencia Naciente de

América Latina y el Caribe, que garanticen la conformación de

una zona de paz en Nuestra América.

IV. Contribuir al desarrollo de una nueva Geopolítica Internacional

en la cual tome cuerpo un mundo multicéntrico y pluripolar que

permita lograr el equilibrio del Universo y garantizar la paz

planetaria.

V. Preservar la vida en el planeta y salvar a la especie humana.

El desglose del primer objetivo se plantea de la siguiente manera:

1.1 Garantizar la continuidad y consolidación de la Revolución

Bolivariana en el poder.

180

1.2. Preservar y consolidar la soberanía sobre los recursos petroleros

y demás recursos naturales estratégicos.

1.3 Garantizar el manejo soberano del ingreso nacional.

1.4. Lograr la soberanía alimentaria para garantizar el sagrado derecho

a la alimentación de nuestro pueblo.

1.5. Desarrollar nuestras capacidades científico-tecnológicas

vinculadas a las necesidades del pueblo.

1.6. Fortalecer el poder defensivo nacional para proteger la

Independencia y la soberanía nacional, asegurando los recursos y

riquezas de nuestro país para las futuras generaciones.

El desglose del segundo objetivo viene planteado de la siguiente

manera:

2.1. Propulsar la transformación del sistema económico, en función de

la transición al socialismo bolivariano, trascendiendo el modelo rentista

petrolero capitalista hacia el modelo económico productivo socialista,

basado en el desarrollo de las fuerzas productivas.

2.2. Construir una sociedad igualitaria y justa.

2.3. Consolidar y expandir el poder popular y la democracia socialista.

2.4. Convocar y promover una nueva orientación ética, moral y

espiritual de la sociedad, basada en los valores liberadores del

socialismo.

2.5. Lograr la irrupción definitiva del Nuevo Estado Social y

Democrático, de Derecho y de Justicia.

El desglose del tercer objetivo viene planteado de la siguiente manera:

3.1. Consolidar el papel de Venezuela como Potencia Energética

Mundial.

181

3.2. Desarrollar el poderío económico de la Nación en base al

aprovechamiento óptimo de las potencialidades que ofrecen nuestros

recursos para la generación de la máxima felicidad de nuestro pueblo,

así como de las bases materiales para la construcción de nuestro

socialismo bolivariano.

3.3. Conformar y ampliar el poderío militar para la defensa de la Patria.

3.4 Profundizar el desarrollo de la nueva geopolítica nacional y

regional, latinoamericana y caribeña.

El desglose del cuarto objetivo viene planteado de la siguiente manera:

4.1. Continuar desempeñando un papel protagónico en la construcción

de la unión latinoamericana y caribeña.

4.2. Afianzar la Identidad Nacional y Nuestroamericana.

4.3. Continuar impulsando el desarrollo de un Mundo pluripolar sin

dominación imperial y con respeto a la autodeterminación de los

pueblos.

4.4. Contribuir con el desmontaje del anti-histórico y nefasto sistema

imperial y neocolonial.

El desglose del quinto objetivo viene planteado de la siguiente manera:

5.1. Construir e impulsar el modelo económico productivo eco-

socialista, basado en una relación armónica entre el hombre y la

naturaleza, que garantice el uso y aprovechamiento racional, óptimo y

sostenible de los recursos naturales, respetando los procesos y ciclos

de la naturaleza.

5.2. Proteger y defender la soberanía permanente del Estado sobre los

recursos naturales para el beneficio supremo de nuestro Pueblo, que

será su principal garante.

5.3. Defender y proteger el patrimonio histórico y cultural venezolano

y nuestroamericano.

182

5.4. Contribuir a la conformación de un gran movimiento mundial para

contener las causas y reparar los efectos del cambio climático que

ocurren como consecuencia del modelo capitalista depredador.

Estamos ante un programa de transición, de una transición

transformadora, en la ruta de la profundización del proceso de la

revolución. El primer objetivo se plantea la independencia nacional, el

segundo objetivo se propone la construcción del socialismo del siglo

XXI, el tercer objetivo tiene que ver con ser un país potencia, el cuarto

objetivo busca una nueva geopolítica que sea pluri-polar, y el quinto

objetivo persigue salvar la vida en el planeta y a la humanidad. Los

objetivos del programa son eso, objetivos, que, en general, se plantean

la continuidad del proceso y alcanzar metas trazadas. Queda claro que

en el lapso de la gestión no se va alcanzar el socialismo, empero se va

avanzar en su construcción y transición, construyendo las condiciones

de posibilidad históricas para lograrlo. Sin embargo, lo que importa es

el cómo se van a alcanzar estos objetivos; bajo qué prácticas, qué

procedimientos, qué acciones, qué dispositivos y mecanismos. ¿Con

plena incorporación participativa de las organizaciones sociales o

todavía con mediaciones burocráticas e institucionales? Sobre todo

importa el contar con una predisposición adecuada de los dispositivos

de participación colectiva, comunitaria y social, con escenarios eficaces

de participación social, con prácticas efectivas de democracia

participativa. Estas tareas no son ciertamente nada fáciles. No se está

ante un espacio de actividades similar y homogéneo; al contrario, es

un espacio fracturado, disperso, diferenciado, donde cada territorio

tiene su propia especificidad, sus propios actores y sedimentaciones

institucionales, además de costumbres incorporadas, heredadas como

tradiciones, que atan a la gente a la reproducción del viejo mapa

institucional y de penurias. Así parece que se tiene que promover

diferenciales actividades transformadoras, mejor si disputan el detalle,

palmo a palmo, el instante intensivo, buscando modificar los

fragmentos, hasta infinitesimales, de las cartografías del campo social,

del campo político y del campo burocrático. La articulación del control

social y de delegación popular, en el marco de los temas, seguramente

dependerá de la proximidad a las preocupaciones sociales más

sentidas; como la alimentación, la vivienda, los servicios, la educación,

el trabajo, la salud. Sin embargo, no se pueden descuidar los temas y

las áreas más especializadas; se tiene que participar en el diseño de

las políticas públicas; en la transformación de la estructura económica,

183

de la estructura política, de la estructura cultural, de la estructura

jurídica, repercutiendo en las transformaciones de las estructuras

sociales. Además la política internacional y la integración de los pueblos

no puede ser ajena al a la participación social.

La independencia, no solamente entendida como independencia

nacional, sino como lo entendía la teoría de la dependencia, que es

salir del circulo vicioso de la dependencia, está íntimamente vinculada

a salir de la reproducción del modelo extractivista y del Estado rentista.

Esta es quizás la tarea más importante de todas, que, incluso

condiciona la posibilidad de las otras tareas. ¿Cómo se sale de las

estructuras de la dependencia, que son el Estado rentista y el modelo

extractivista? Parece ser que estamos ante la tarea de encarar varios

proyectos combinados; industrialización de las materias primas,

utilización de la energía para la industrialización del país, inversión

productiva del excedente en la revolución tecnológica, que permita el

paso a una eco-industrialización. Encaminando el aparato productivo a

la soberanía alimentaria. Todo esto viene acompañado con la formación

de la masa crítica de científicos y técnicos, de la apropiación de las

ciencias y de las técnicas, por parte de los productores directo,

transformando el uso especializado de la tecnología a un uso

combinado de tecnologías, apropiadas colectivamente.

Ahora bien, no se parte de la nada ni de cero, sino de una herencia

estratificada, diferencial, que ha dejado a la mayoría fuera de la

formación especializada. El avance de la revolución bolivariana en la

formación y profesionalización de amplios sectores populares es

notorio. Pero, no termina de ser suficiente ante las tareas que hay que

emprender. Se requiere inversiones mayores, de mayor alcance, en la

educación y formación, apuntando a la apropiación social de la

revolución científica y tecnológica, actualizando las mallas curriculares

y dinamizando las formas de enseñanza y trasmisión de conocimientos.

Haciendo hincapié en el eje de la investigación, como eje articulador

de la enseñanza-aprendizaje-invención.

Al respecto, en relación a la conformación de una dinámica económica

endógena, que antes llamaban el mercado interno, es complementario

tomar en serio dos conformaciones institucionales, que pretendían ser

alternativas; el ALBA y el Banco del Sur, con el consecuente circuito

monetario del sucre. El ALBA no puede terminar siendo una entidad

burocrática de buenas intensiones. Para que se convierta en una

alternativa al libre mercado es menester que los países integrantes

184

orienten gravitatoriamente sus economías a la construcción de una

economía continental integrada, que, obviamente, no funcione desde

la lógica del libre cambio, sino de los recorridos de las

complementariedades. Los países integrantes no tienen al ALBA como

el principal espacio de realización de sus economías, sino, como antes,

se encuentran atrapadas en la lógica de la economía de la dependencia,

en el mercado internacional mundial. El ALBA no puede ser una

bandera de foros internacionales y de encuentros grandilocuentes de

funcionarios, sino debe ser apropiada por los productores directos y los

consumidores de los países integrantes.

El Banco del Sur fue pensado por los diseñadores como un contra-

sistema alternativo al sistema financiero internacional. Esto no ha

ocurrido; en parte por que los gobernantes firmantes no

comprendieron la filosofía y la lógica del diseño del Banco de Sur;

pensaron que era otro banco, parecido a los otros, vinculado al

desarrollo de los pueblos, quizás más grande por su alcance

internacional. El Banco del Sur no solamente fue concebido como un

sistema alternativo de financiamiento productivo y de otras

actividades, sino que su lógica reproductiva no es el de la acumulación

y la especulación, inherentes a la lógica financiera, sino de la

distribución y redistribución de los recursos a los sectores productivos,

sobre todo de los pequeños productores. La moneda de circulación del

Banco del Sur, el sucre, no fue pensada tampoco como una moneda,

en tanto equivalente general, sino como contra-moneda. Se trata de

una “moneda” virtual, cuya circulación, no se basa en la oferta y la

demanda, sino en las complementariedades regionales y territoriales,

promoviendo la valorización de la producción local y la retención en la

localidad de la valorización generada. El cálculo y la cuantificación se

dan en base a contrapesos y compensaciones. Su importancia es

promover y financiar a los productores directos, localizados, quienes

casi nunca tienen acceso al crédito de la banca. Bueno pues, este

proyecto ha quedado en el diseño, debido a la mala comprensión del

proyecto aprobado, que ciertamente se encuentra en curso y está

institucionalizado, interpretándolo de la manera acostumbrada por los

especialistas y ministros del área, de una manera monetarista91.

91 Entre los diseñadores del Sucre y del Banco del Sur estaba Pedro Páez, economista ecuatoriano. Una vez terminado el proyecto, él y su equipo, quedaron prácticamente sin presupuesto. Parece que a los gobernantes sólo les interesaba contar con el proyecto, con el documento acabado, firmarlo por el protocolo.

185

Los otros objetivos; el que tiene que ver con el de país potencia

económica, social y política; el que se plantea la geopolítica de un

mundo plural y multi-céntrico; además de el objetivo de defender la

vida del planeta; dependen del logro de los anteriores objetivos y de

la manera cómo se busque realizarlos. Lo mismo pasa con la capacidad

de defensa del país y de la revolución. No se trata de priorizar los

primeros objetivos, ni descuidar los siguientes, sino de combinar la

realización y el logro de los mismos, tomando en cuenta la interrelación

de sus ritmos y condicionalidades. Por eso, parece indispensable darle

mucho impulso la transformación del modelo extractivista y del Estado

rentista. Así como es menester darle impulso a la integración

económica y política de América Latina y el Caribe, basada en la

complementariedad y solidaridad de los pueblos, avanzando hacia una

confederación de los pueblos. Esta tarea viene acompañada por la

conformación efectiva, no formal, burocrática y discursiva, de una

economía integrada alternativa del continente, alternativa al mercado

internacional capitalista, basado en la geopolítica del sistema-mundo

capitalista. Los dispositivos como el Banco del Sur y el sucre deben

funcionar como contra-sistema financiero internacional y como contra-

moneda, generando relaciones de complementariedad e intercambio,

apoyadas por la cuantificación de las compensaciones, del trabajo

colectivo y la valorización local. Los otros dispositivos de integración

como UNASUR, incluso los anteriores como el MERCOSUR y la

Comunidad Andina, deben ser trasformados de acuerdo a la lógica

complementaria y de reciprocidades del Banco del sur y del Sucre. De

esta forma podremos salir de las experiencias frustrantes y limitadas,

por su subordinación al orden de dominación mundial, de los llamados

organismos de integración.

Sin embargo, no hay que olvidar que estas tareas no son de

funcionarios, sino que se trata de involucrar la participación abierta de

los pueblos, de su ejercicio democrático directo. No se pueden hacer

transformaciones estructurales e institucionales sin el pleno

desenvolvimiento de la potencia social. El secreto de las

transformaciones se encuentra en la profundización y expansión del

ejercicio democrático y la participación social. Hay que romper con las

mediaciones burocráticas e institucionales, generar, mas bien,

conexiones, entrelazamientos, co-gestiones, entre especialistas y

colectivos sociales. El aprendizaje en estas experiencias compartidas

va formar a los pueblos y capacitarlos en la autogestión. Una

confederación de pueblos autogestionarios es invencible.

186

Una anotación más, sobre la defensa del país y de la revolución.

Ciertamente, no se puede descuidar la defensa, pero no se trata de

caer en el armamentismo y destinar un gran presupuesto para este

cumplimiento. Se trata de lograr la movilización general para la

defensa, bajo la concepción revolucionaria del pueblo armado;

obviamente esta defensa debe estar bien equipada, mejor contando

con tecnología militar avanzada. Esta concepción de la defensa armada

es parte del concepto de defensa de la revolución, que vamos a tocar

después. Al respecto, comenzando a elucidar el concepto, no podemos

olvidar que la revolución socialista mundial ha sido concebida en

consonancia del internacionalismo proletario; ahora tendríamos que

hablar, como lo hace Samir Amin, del internacionalismo de los pueblos,

tomando en cuenta las transformaciones en la composición del

proletariado, además de comprender que la proletarización se ha

extendido a gran parte de la población, fuera de retomar la tesis de

que son los pueblos los que están sometidos por el imperialismo. Los

pueblos no son enemigos, los son sus estados, bajo el dominio de sus

burguesías. Sobre todo tienen esta concepción hostil y beligerante los

estados imperialistas, pues ellos no conciben otra cosa que el control

militar como parte del control de sus monopolios, monopolio de los

mercados, monopolio tecnológico, monopolio militar, monopolio

financiero, como parte de la geopolítica del sistema mundo-capitalista.

Frente a esta geopolítica imperialista los pueblos, la confraternidad y

la alianza de los pueblos, tienen la alternativa de oponer una contra-

geopolítica, una geografía emancipadora92.

Desde la perspectiva de la revolución socialista, cuya realización

integral es mundial, la opción no es la guerra sino la revolución

socialista en los países. Desde esta perspectiva, tampoco se trató de

destruir el país donde se cobija el imperialismo, sino de convocar y

aliarse con el pueblo de ese país para destruir la estructura de poder

imperial, el aparato de la misma dominación universal que nos somete

a todos. La URSS y la Republica Popular China se vieron obligadas al

armamentismo y a la producción de tecnología militar avanzada para

defenderse de la descomunal agresión de los imperialismos. La guerra

de Corea, acaecida en los primeros años de la década de los cincuenta

(1950-1953), fue defensiva contra la ocupación norteamericana al sur

de la península; ocupación militar estadounidense, dada después de

finalizada la guerra contra el imperio nipón. El gobierno de los Estados

92 Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerra periférica y geopolítica regional. En torno a la guerra del pacífico. Bolpress 2013; La Paz.

187

Unidos de Norte América se negó a retirar sus tropas ante el pedido de

la Republica Democrática Popular de Corea (RDPC) a hacerlo, cuando

ya las tropas soviéticas acataron este pedido. La RDPC se constituyó

después de una larga lucha de liberación nacional; la independencia se

logró cuando se dio la derrota de Japón en la segunda guerra mundial,

aprovechando los revolucionarios coreanos la proximidad de las tropas

soviéticas que ocuparon la Manchuria, también en guerra contra el

Japón. La guerra de Vietnam fue defensiva y de liberación nacional

contra la ocupación francesa, primero, y norteamericana, después. La

batalla de Bahía Cochinos en Cuba fue defensiva ante el desembarco

del ejército invasor armado, organizado y pertrechado por el

imperialismo estadounidense. La participación del las fuerzas armadas

cubanas en Angola fue defensiva y solidaria; se trataba de defender la

revolución angoleña de la invasión del ejército blanco de Sud África, de

la guerra de frentes armados por el imperialismo y apoyados por el

régimen racista de Sud África, en aquel entonces. Las guerras de

guerrillas desatadas en varios países periféricos del sistema-mundo

fueron de liberación nacional. Como se puede ver, nunca fue el objetivo

desencadenar una guerra destructiva y devastadora, menos una

guerra nuclear, para destruir al enemigo imperialista. La guerra

revolucionaria es de defensa; las armas atómicas son defensivas; la

estrategia activa es la revolución mundial. En una guerra nuclear no

hay ganadores, salvo la muerte, todos resultan perdedores. Después

de la guerra nuclear ya no tendría sentido nada, menos el socialismo,

ya no sería posible la construcción del socialismo, incluso la

reconstrucción de cualquier forma de sociedad; sobre las cenizas de la

destrucción de la “fuerzas productivas”, tal como habla la corriente

marxista del determinismo económico, no podría construirse un modo

de producción socialista. El plantearse como objetivo la guerra total,

en los términos de la guerra nuclear, es una aberración. A estos

absurdos de guerra total se llega por fundamentalismos políticos

esquemáticos, que se olvidaron de los objetivos, principios, valores y

la ética socialista. En contraste, como opción consecuente, es

indispensable convocar a la internacional de los pueblos en defensa de

la madre tierra, de la vida y por un mundo que garantice los ciclos

vitales de todos los seres, garantizando las mejores condiciones de

reproducción de sus potencias vitales. La confraternidad de los

pueblos, su solidaridad y complementariedad, configurada como

confederación de los pueblos, es la base material histórica y política

del socialismo.

188

El concepto de defensa de la revolución

El concepto de defensa de la revolución es diferente a las nociones

usuales de defensa, mas bien entendidas como protección, resguardo,

cuidado, control y vigilancia. El concepto de defensa de la revolución,

si bien comprende también estas connotaciones, va más lejos que

estas definiciones. Se trata de un concepto activo, forma parte del

desenvolvimiento de la revolución misma; la defensa está involucrada

con el desarrollo mismo de la revolución. El concepto mismo de defensa

se transforma. La defensa de la revolución es posible si la defensa es

concebida como crítica y se vincula con la potencia de la revolución. La

defensa defiende la marcha de la revolución, su profundización,

defiende la dinámica de las transformaciones; por esto, requiere ser

crítica con lo que obstaculiza la marcha de la revolución, lo que se

resiste a las transformaciones; sobre todo requiere ser crítica con las

herencias institucionales del pasado, las practicas burocráticas

heredadas, las estructuras de poder preservadas. La defensa de la

revolución defiende la potencia inherente, busca liberar la plenitud de

la potencia, liberar todas las capacidades transformadoras, abrirse a

las “facultades” creativas de las multitudes; por eso se enfrenta a lo

189

que inhibe la potencia, a lo que restringe las capacidades

transformadoras, a lo que anula las “facultades” creativas. La defensa

de la revolución se mueve en todos los planos de la sociedad, convierte

a la sociedad en la maquinaria primordial de la defensa, mediante la

movilización general. Se trata de una defensa integral, que abarca todo

los planos involucrados en las transformaciones múltiples; comprende

la defensa del territorio.

El concepto de defensa de la revolución nada tiene que ver con el vulgar

uso de defensa del proceso de cambio reducido a la defensa del

gobierno, a la defensa del estado de cosas logrado, haciendo caso

omiso de las contradicciones y los errores. Ciertos apologistas llegan

incluso al colmo de concebir que la defensa del proceso absuelve de

los errores y contradicciones al gobierno. Esta actitud es

extremadamente peligrosa para la revolución, pues carcome por

dentro el proceso, debilita, inhibe y anula las fuerzas sociales,

desmonta la capacidad organizativa y autónoma del pueblo. En el

momento que el proceso se encuentra amenazado, ya no se cuenta

con la fortaleza para enfrentar la amenaza; la madera de la estructura

que se construye está carcomida por las termitas. Tomando en cuenta

esta situación, la defensa de la revolución requiere descargar parte de

la crítica contra los apologistas, quienes se convierten en los ideólogos

de un tipo de Termidor, de una manera de terminar la revolución,

aproximándose a la tesis del fin de la historia, pues suponen que la

revolución concluyó y hay que defenderla.

190

Paradojas de la “revolución”

Conservadurismos recalcitrantes

El concepto de modernidad

Dedicado a Karin Monasterios, marxista y feminista. Por su

pasión por la crítica de la economía política, por su lucha contra la

dominación masculina.

Cuando todo lo sólido se desvanece en el aire

Habíamos dicho, en otro texto, que la modernidad es un concepto

estético, que corresponde a la experiencia de la vertiginosidad y de los

trastrocamientos de las sociedades capitalistas. Estético porque fue

ideado por los poetas malditos, pensado como expresión lúdica de la

experiencia bochornosa de las urbes. Fue Baudelaire quien le dedicó al

lodo un poema, donde resaltaba el tumultuoso barullo de la velocidad

y la muchedumbre. A propósito, en Subversiones indígenas escribimos:

La modernidad fuera de ser una experiencia intensiva de la

vertiginosidad, de la versatilidad y de la frugalidad del acontecer, es

191

también una representación colectiva, una creencia social, es decir un

prejuicio compartido. La representación más luminosa de la

modernidad se la debe al arte; son los poetas malditos los que

elaboraron la idea de la modernidad desde un posicionamiento de

asombro y reverencia, de perplejidad y resistencia vencida. Para

volverse acercar a esta elocuencia perdida es menester acudir a

Baudelaire93.

Lo que se captaba de esta experiencia es la movilidad crucial, la

migración, las transformaciones, manifestando la plasticidad de los

cuerpos. William Shakespeare, en La tempestad, expresa

elocuentemente esta idea, dibujando la imagen de levedad, de

desvanecimiento. El escritor británico, poniendo en boca de Prospero,

el legítimo Duque de Milán, escribe:

Te veo preocupado, hijo mío, y como abatido. Recobra el ánimo. Nuestra fiesta ha terminado. Los actores, como ya te dije, eran

espíritus y se han disuelto en aire, en aire leve, y, cual la obra sin cimientos de esta fantasía, las torres con sus nubes, los regios palacios,

los templos solemnes, el inmenso mundo y cuantos lo hereden, todo

se disipará e, igual que se ha esfumado mi etérea función, no quedará ni polvo. Somos de la misma sustancia que los sueños, y nuestra breve

vida culmina en un dormir. Estoy turbado. Disculpa mi flaqueza; mi mente está agitada. No te inquiete mi dolencia. Si gustas, retírate a mi

celda y reposa. Pasearé un momento por calmar mi ánimo excitado94.

Marx retomó esta imagen de disolución para definir el carácter

diseminador de la modernidad, define la modernidad como cuando

todo lo sólido se desvanece en el aire95. En la contemporaneidad se ha

recurrido a este concepto plástico de modernidad, sobre todo a la

certeza de su vertiginosidad, para configurar las nuevas experiencias

desprendidas de las nuevas formas de diseminación capitalista. Para

ahondar las consecuencias del concepto se llegó a hablar de

“posmodernidad”.

93 Ver de Raúl Prada Alcoreza Subversiones indígenas. Comuna, La muela del Diablo; La Paz 2008. Pág. 32. 94 William Shakespeare: La tempestad. Libros Tauro. 95 Revisar de Marshall Berman All That Is Solid Melts Into Air. The Experience of Modernity. Penguin Books. Middlesex, England 1982-1988.

192

La “posmodernidad” no es un concepto extraño a la modernidad,

es más bien su continuidad o, si se quiere, el mismo concepto, sólo

que dicho y pronunciado en una etapa tardía, crepuscular, del

capitalismo. Lo que quieren decir a los que se moteja de

“posmodernos” es lo mismo que quiso decir Marx, en su tiempo;

apuntar sobre la precipitación de los trastrocamientos y

transformaciones habidas, por el desencadenamiento de fuerzas

incontrolables, que empujan como al vacío o la evaporación. Esta otra

imagen análoga, de desencadenamiento de fuerzas incontrolables, se

encuentra en el Fausto de Goethe. Que esta experiencia de

vertiginosidad, de desvanecimiento y disolución se haya radicalizado,

se debe a la marcha incontrolable de la modernidad;

desencadenamiento desbocado empujado por las revoluciones

científicas y tecnológicas, comunicacionales y cibernéticas, que han

llevado al extremo la compulsión por el consumo desorbitado,

acompañadas por la explosión de los hedonismos multifacéticos.

Extraña pues, encontrar que haya gente, que se autocalifica de

“marxista”, que se desgarren las vestiduras ante corrientes teóricas

que hacen hincapié en los mismo que hizo Marx, en su tiempo, sólo

que ahora se experimenta en formas más radicales.

Podemos llamar a esta muestra de recalcitrante conservadurismo

un síntoma del carácter no sólo conservador de estas posiciones, sino

hasta reaccionario y represivo. Investidos por los oropeles de

revoluciones pasadas, se ungen como jueces de las instituciones

consagradas y de la verdad demostrada96. No se pueden aceptar

veleidades, que les suenan, a estos defensores de las tradiciones

institucionalizadas, como bohemias y vacías. Reclaman seriedad, que

no es otra cosa que repetir el sermón de la montaña. Estos sacerdotes

se escandalizan de las proposiciones de las nuevas críticas, pues no

pueden aceptar lo que consideran un juego aventurero de escandalosas

tesis, que hace hincapié en el desvanecimiento de lo real y la realidad.

El “realismo” siempre fue una postura conservadora, que busca frenar

la dinámica transformadora del tiempo. El “realismo” y el sentido

común siempre fueron buenos aliados para defenderse de la

incertidumbre y de la interpelación subversiva de la praxis. Que antes

lo hayan hecho a nombre del orden y ahora lo hagan a nombre de la

“revolución” o del paradigma teórico consagrado, no es más que la

96 Ver de Raúl Prada Alcoreza Deslindes históricos y políticos. Diferencias con la izquierda tradicional.

Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, Bolpress; La Paz 2011, 2012, 2013.

193

muestra de que el orden tiene varios nombres, también de que la

“revolución” puede ser ordenada, asimilada al orden.

Estos jueces, supuestos marxistas, se proponen defender la

teoría ante las desventuradas osadías de la nueva crítica y las nuevas

corrientes teóricas, que las llaman, metiéndolas en la misma bolsa a

todas, sin mayor consideración, como “posmodernas”. Nada más

insensato como esto, nada más insostenible. De entrada muestran su

más desconcertante desconocimiento del tema y de los problemas

abordados. Una manifiesta y patética demostración de la improvisación

de sus juicios y descalificaciones. Se observa claramente que actúan

como en una competencia; quién es el mejor, quién es el más

“revolucionario”, que para ellos es el que más defiende la teoría

institucionalizada. No se inmutan de que los tiempos han cambiado,

de que los contextos y coyunturas son otros, de que ha pasado mucha

agua bajo el puente, de que ha habido fracasos, dramas y tragedias,

con las experiencias “revolucionarias”, que es indispensable responder

a las nuevas experiencias, construyendo conceptos sobre las nuevas

certezas. Consideran que la teoría consagrada es como las sagradas

escrituras; hay que preservarlas y repetirlas, buscando

desesperadamente en el texto claves para entender un presente que

los ha abandonado.

La teoría, el corpus conceptual de la teoría, es la construcción

racional, interpretativa, explicativa, de la experiencia histórica de un

momento, de un periodo; de la experimentación intensa de los

fenómenos sociales que se inscribieron en la memoria y en las

subjetividades. El valor de la teoría, sobre todo crítica, radica en este

testimonio reflexivo de la experiencia crucial de las sociedades. Usando

a Alain Badiou diremos que es el testimonio conceptual de la verdad

del acontecimiento vivido. De ninguna manera se puede entender que

esta verdad detiene la historia, que se convierte en una “verdad”

supra-histórica, absoluta, y que la teoría que la acompaña sea

indiscutible en los venideros tiempos. Las teorías son percepciones

racionales, los conceptos son dispositivos racionales, que ayudan no

sólo a hacer inteligible la experiencia y la “realidad”, sino ayudan a

intervenir en los medios, en los entornos, en los mundos, adecuándolos

a los ciclos de la vida. Si las teorías emergen de la experiencia histórica,

es comprensible que las teorías experimenten su propia historicidad.

En los nuevos contextos de las experiencias sociales emergerán nuevas

teorías, sobre todo importan las críticas.

194

Con esto no se dice que lo nuevo es mejor que lo antiguo, de

ninguna manera, tampoco en lo que respecta a las teorías. Las teorías

tendrán que contrastarse con la experiencia y la “realidad” histórica.

Como apreciaba una de las tesis de Marx sobre Feuerbach, que la

“verdad” es un problema de la práctica; es en la práctica donde se

puede comprobar la validez de una teoría. Sin embargo, hay gente que

cree que la “verdad” es un tema de prestigio institucional. Los

advenedizos no pueden disputar ninguna validez, ni cuestionar ninguna

verdad. Lo que se ve claramente, que lo que está en juego es otra vez

el prestigio institucional y el poder de los grupos, los círculos, las redes.

Lo que se ha aprendido no puede ser cuestionado. Lo que se repite en

libros, lo que se comenta en seminarios, congresos y foros, no puede

ser interpelado. La “verdad” está ahí, en los salones académicos, en

los comentarios reiterados, en los prestigios adquiridos, mejor si este

prestigio está ligado a una buena causa, y no hay mejor que la

“revolución”. Sólo que esta “revolución” ya fue hecha, ya aconteció. No

se tienen que pasar el trabajo de hacerla. Esto no se les ocurre, salvo

en infladas declaraciones o esmeradas denuncias. Ya se conocen los

resultados de las “revoluciones”; experiencias que ayudan a

comprender los límites, los desafíos, lo que no hay que repetir, lo que

hay que cambiar. Sin embargo, esta tarea no es la de los jueces

defensores de la “verdad” de la teoría. Tocar estos temas es como

cuestionar la teoría, el prestigio de las revoluciones, servir al enemigo,

al imperialismo. Esta comodidad intelectual es asombrosa. Se ha

resuelto el problema; el fracaso de las “revoluciones” se debe a

traiciones, a las campañas y boicot imperialista, a la falta de disciplina,

a problemas “ideológicos”. Lo que hay que hacer es hacerlo mejor,

repitiendo el guión. O, si se quiere, introduciendo variaciones del nuevo

siglo; pero, la convicción sobre lo mismo, la convicción de la justeza

de la teoría y la estrategia, no puede cambiar. Frente a nuevas

corrientes críticas, a nuevos movimientos sociales anti-sistémicos, la

tarea es de descalificarlos, denunciarlos de inconsistentes, de

dispersos, de incompletos, incluso de desvariados. A sus expresiones

teóricas descalificarlas, denunciarlas como “posmodernas”, queriendo

usar el término como calificativo de desvarío, de excedencia juvenil.

Si revisamos la historia de las corrientes marxistas, sobre todo

teóricas, vemos que estas nuevas percepciones teóricas se han dado,

precisamente en la episteme marxista; sin embargo, han sido

rápidamente aisladas. Las corrientes teóricas que prosperaron

migraron a la academia. Allí encontraron refugio para desarrollarse;

sin embargo, se desconectaron de las masas, sobre todo del

195

proletariado. De las corrientes teóricas más sugerentes es

indudablemente la Escuela de Frankfurt, que incluso es el referente de

arranque y de irradiación a otras corrientes críticas no marxistas, como

lo que ocurre con las corrientes del pensamiento crítico francés

contemporáneo. Muchos de los temas que trabaja la filosofía crítica

francesa se encuentran en las investigaciones teóricas y trabajos de

Walter Benjamin, Teodoro Adorno y Max Horkheimer. Aunque las

teorías sobre la arqueología del saber, la genealogía del poder, la

hermenéutica de la subjetividad, las teorías nómadas, la teoría de la

deconstrucción, la teoría de la crítica de la economía política

generalizada, cobren autonomía y desplieguen sus propios recorridos,

desligados, aunque no del todo, del marxismo, no se puede olvidar que

la intuición del desplazamiento histórico y epistemológico se encuentra

en la Escuela de Frankfurt.

¿Cuál es la discusión?

Como se dice popularmente, antes de iniciar el debate, hay que

rayar la cancha. Más que poner las reglas del juego, es indispensable

saber qué se está discutiendo. Por un lado, cuáles son los referentes

de la discusión; por otro lado, cuáles son los argumentos que se

emplean. Para comenzar diremos que la primera pregunta que hay que

hacer es ¿si se acepta o no el referente o el conjunto de referentes que

sostienen o pueden sostener el concepto de modernidad? En palabras

más simples, pero, que no distinguen referentes de discurso, la

pregunta sería: ¿existe la modernidad? Una cosa es la discusión entre

los que aceptan que existe, que se da, esta experiencia social que

llamamos modernidad; otra cosa distinta es la discusión entre los que

la aceptan y los que no la aceptan. El debate con los primeros es sobre

la interpretación de esta experiencia histórica y social llamada

modernidad; el debate con los segundos es sobre la condición o

condiciones de la experiencia o las experiencias sociales vividas

históricamente, sobre si es o no modernidad u otra cosa distinta.

Cuando el referente del debate está claro, la discusión puede

comenzar; empero, cuando no lo está, la discusión nunca comienza;

es como una in-comunicación entre sordos y mudos. Sus discursos sólo

dan vuelta sobre sí mismos. Se encaracolan, encontrando refugio en

su propia concha, que les sirve de refugio contra los peligros no sólo

del mundo, sino del referente primordial, llamado “realidad”.

196

Ahora bien, si se acepta este referente, que existe una

experiencia que da cuenta de la vertiginosidad de los trastrocamientos

y transformaciones, desatados por una forma de sociedad o, si se

quiere, modo de producción, entonces no hay por qué no aceptar que

esta modernidad cambie, dado que su dinámica inherente es

precisamente el cambio. La modernidad no puede dejar de cambiar,

pues precisamente es eso, cambio contante, permanente. Sería un

contrasentido pretender hablar de modernidad y quitarle su condición

fundamental, que cambia, que es cambio, que se trasforma y se

trastoca. Empero, parece, que hay quienes postulan esta clase de

contrasentidos, que pretenden sostenerlos y repetirlos, a pesar de ello

mantenerse en la discusión, pretendiendo sostener que hay

modernidad, empero ésta no ha cambiado desde que se ha iniciado,

que sus características siguen siendo las mismas que en la época de

Marx.

La supuesta discusión sobre “posmodernidad” tiene que ver con

esta in-comunicación, esta confusión. Quienes acusan de

“posmodernistas” a corrientes teóricas distintas, que dan cuenta de los

cambios habidos en la modernidad, lo que en el fondo dicen es que la

modernidad no ha cambiado. Esta posición insostenible, salvo por sus

pretensiones, se hace mucho más vulnerable cuando se trata de atacar

a la crítica de la modernidad, comprendiendo todos sus cambios, todos

sus ciclos, sobre todo los contemporáneos. Esta conducta muestra que

no se acepta la crítica. Llama la atención que lo hagan quienes se

autonombran como “marxistas” o defensores del “marxismo”. No se

dan cuenta que esta conducta los aleja de Marx y los acerca a los que

crítica Marx, al objeto de la crítica de Marx, que es precisamente un

orden dado, un estado de cosas, una institucionalidad, una estructura

de dominación, un modo de explotación, que no es otra cosa el modo

de producción capitalista.

Si se acepta que hay algo llamado modernidad, podemos partir,

más o menos, de que la modernidad ha abarcado el mundo o, si se

quiere, el mundo ha sido construido por esta expansión de la

modernidad. Entonces todos somos modernos desde un determinado

momento o lapso, ya sea el siglo XVI o después. En ese sentido Marx

era moderno, empero no modernista; al contrario, se lo puede

considerar crítico de la modernidad, soslayando su apego a cierta

apología del desarrollo de las fuerzas productivas. De la misma

manera, a quienes llaman “posmodernos”, los que pretenden sostener

que la modernidad no cambia, que es algo como decir que la

197

modernidad no es moderna, son, en su mayoría, críticos de la

modernidad, críticos de las formas cambiantes de la modernidad,

incluyendo, si se quiere, aquella forma que se llama “posmodernidad”.

Tengan o no razón estos críticos de la modernidad, que también

pueden considerarse como críticos de la “posmodernidad”, que sería la

condición actual de la modernidad, no pueden ser llamados

“posmodernistas”, de la misma manera que Marx no podría ser llamado

modernista, aunque sea un hombre moderno.

Los descalificadores de los llamados “posmodernos” no tienen el

cuidado de distinguir estas notorias diferencias; una cosa es ser

moderno y otra cosa crítico de la modernidad; una cosa es ser

“posmoderno” y otra cosa crítico de la “posmodernidad”. Todo está

metido en una misma bolsa y revuelto. Esta confusión es la que permite

la efectuación de una diatriba descalificadora, que no es otra cosa que

regresión “ideológica”, que no es tampoco otra cosa que represión

política, como también defensa del orden y de la institucionalidad.

Ahora hecha a nombre de la teoría consagrada y de la “revolución”

institucionalizada. No hay pues ningún debate, ninguna discusión. Lo

que hay es un ataque institucional usando todos los medios

burocráticos, institucionales, comunicativos, todos los prejuicios al

alcance de la mano. Arengando contra el público a la caza de brujas97.

Una vez que se tenga claro el referente y la relación con el

referente. En el primer caso, que existe la modernidad, entonces, de

lo que se trata es debatir las interpretaciones de la modernidad; en el

segundo caso, que una cosa es ser moderno y otra crítica de la

modernidad, entonces, se trata de debatir el alcance de la crítica. Si

ambos puntos de partida están claros, se puede iniciar el debate.

El debate

La pregunta es: ¿si hubo un desplazamiento “estructural” en la

contemporaneidad como para hablar de un cambio sustancial de la

modernidad? Que no es lo mismo que preguntarse sobre la pertinencia

de las corrientes teóricas de la nueva crítica, pues hay varias y

distintas. No se trata tanto de concentrarse, aunque esto también haya

que hacerlo, en el cambio discursivo, en la transformación de la

formación discursiva y de la formación enunciativa, en el cambio

97 Ver de Silvia Federici Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Tinta Limón; Buenos Aires 2010.

198

teórico, como en el cambio y la transformación del referente, en la

experiencia misma de la modernidad. Primero hay que dar cuenta de

esta materialidad histórica y social, después de las expresiones que

ocasiona, de las formaciones expresivas. Los descalificadores de estas

nuevas corrientes críticas se obsesionan en los cambios de discurso,

en las nuevas tesis, descuidando lo más importante, las

transformaciones estructurales de la modernidad. Sobre todo se han

mostrado patéticamente conmovidos ante la tesis de Françoise Lyotard

sobre la muerte de las grandes narrativas98. ¿Qué entienden por esto?

¿Son defensores de las grandes narrativas? ¿De cuáles? ¿Están en

contra de las nuevas narrativas, que supuestamente son mas bien

fragmentadas y con menores pretensiones, no-universales? ¿Qué es lo

que defienden, fuera de su declarada pretensión de defender el

“marxismo”? ¿Qué entienden por “marxismo”? Son estas preguntas las

que hay que abordar antes de tratar con la argumentación vertida por

los defensores de la “modernidad”.

Los acontecimientos dados después de la segunda guerra

mundial, teniendo en cuenta la dramática experiencia de esta guerra,

nos muestran la conformación de otro mundo, que si bien es parte de

la continuidad del capitalismo monopólico y financiero, llamado

imperialismo, que desencadenó la primera y la segunda guerras

mundiales, configura una discontinuidad notoria: la aparición de dos

súper-potencias, que Mao Zedong llamó imperialismos, el

imperialismo capitalista y el social-imperialismo. La bipolaridad de la

dominación del mundo. Estamos hablando de un mundo cuya

virtualidad de la tercera guerra es nuclear, comprometiendo la

supervivencia humana. Estamos también hablando de un mundo que

experimenta una revolución científica-tecnológica-comunicacional-

cibernética continua. Un mundo unificado por las organizaciones

internacionales, comenzando por Naciones Unidas, donde el grupo de

98 Ver de Françoise Lyotard ¿Qué era la posmodernidad? En El debate, modernidad, posmodernidad. Compilación de Nicolás Casullo. Ediciones El Cielo por Asalto; Buenos Aires 1993. También ver la Posmodernidad, donde escriben Hal Foster, Jürgen Habermas, Jean Baudrillard, Douglas Krim, Kenneth Frampton, Frederic Jameson, Rosalind Krauss, Craig Oens, Edward W. Said, Gregory L. Ulmer. Libro compilado, seleccionado y prologado por Hal Foster. Kairos; México 1988. El título original en inglés es sugerente: The Anti-aesthetic: Essays on Postmodern Culture. También revisar de Françoise Lyotard El Entusiasmo. Crítica kanteana de la historia. Gedisa; Barcelona 1987. Título original: L’enthousiasme. Éditions Galilée; París 1986. Ver también del mismo autor Lo inhumano donde se deslinda del concepto de “posmodernidad”. Manantial; Buenos Aires 1998. Así también el libro de Gianni Vattimo El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna; texto de carácter más filosófico. Gedisa; Barcelona 1986. Sobre la experiencia misma de la hiper-realidad, ver de Jean Baudrillard De la seducción. Cátedra; Madrid 1989.

199

decisión quedó a cargo de los aliados, los vencedores de la segunda

guerra mundial, incluyendo a China, otra potencia nuclear. Hablamos

también de un mundo conformado por las nuevas naciones y los

nuevos estados liberados del colonialismo, aunque no de la

colonialidad. Hablamos de un planeta descrito como conformado por

tres mundos; el primero, de los llamados países desarrollados; el

segundo, de los países que no habrían completado todavía su

desarrollo; el tercero, por países en desarrollo. Un mundo, entonces

tripartito, donde se cuenta con la experiencia del socialismo real. Un

mundo donde las empresas trasnacionales adquieren dimensiones

monstruosas, oligopólicas, articuladas con el sistema financiero

internacional, unificado y dominante.

Pretender que este mundo es el mismo que el anterior a la

segunda guerra mundial es no otra cosa que un anacronismo

desatinado. Si bien no todos los “modernistas” comparten este criterio,

débil e insostenible por cierto, pues hay los que asumen las

consecuencias de esta historia de la segunda mitad del siglo XX. Estos

últimos observarían la narrativa “posmoderna”, la explicación

“posmoderna” de estos eventos cruciales. Consideran que hay que

defender los logros de la modernidad, además de mantener las

explicaciones y teorías universales. Sin embargo, si se acepta las

transformaciones habidas en la segunda mitad del siglo XX, por lo

menos habría que aceptar también cambios en las explicaciones, en

las teorías universales, aunque se mantengan las “grandes narrativas”.

En este caso, lo que llama la atención es la escasa incidencia y

preocupación por revisar las “grandes narrativas”, las teorías

universales. En ambos casos se nota inclinaciones conservadoras,

aunque en el primer caso este conservadurismo sea patético.

En la segunda mitad del siglo XX se dan la guerra de Corea

(1950-1953), la guerra de la independencia de Argelia, la revolución

cubana (1959-1960) y la guerra del Vietnam, se da también la

ocupación del Soviet de Hungría por el ejército rojo soviético de Moscú,

así mismo se da la ocupación militar por parte del Pacto de Varsovia

de Checoslovaquia, donde resurgía el entusiasmo revolucionario,

recuperando las iniciativas sociales, juveniles, críticas, intelectuales y

artísticas. Otra vez una revolución cultural. Estas experiencias y estos

acontecimientos son, como dice Badiou, las verdades que acontecen

en esta etapa de la historia, forman parte de la memoria del ser, son

verdades existenciales que constituyen al ser. Estos sucesos y eventos

cruciales no sólo muestran un mundo cambiado, una modernidad

200

diferente, sino que la “revolución” no ha concluido; sigue siendo una

tarea pendiente. Este es el sentir de la revolución cultural china (1966-

1976) y de la revolución cultural mundial (1968), de acuerdo a

Immanuel Wallerstein. Vamos a detenernos en la revolución cultural,

pues este parece ser el acontecimiento que marca el desplazamiento

epistemológico dado en la modernidad, en la segunda mitad del siglo

veinte.

La revolución cultural

Como dijimos en otros escritos, la revolución cultural es una

revolución en la revolución99. Se trata de iniciativas críticas movilizadas

para desbloquear los obstáculos que impiden al avance de la

revolución, sobre todo enfrentándose al esclerotizado partido-Estado,

convertido en el principal freno. Partido-Estado burocratizado, que se

arroga la representación de las masas, del proletariado, de los

campesinos y de los estudiantes, del pueblo emancipado. Partido-

Estado, en parte comprometido con la continuidad del capitalismo por

otras vías, las vías burocráticas, las vías del capitalismo de Estado. En

la revolución cultural están comprometidos los estudiantes, los

guardias rojos, parte del proletariado, una parte minoritaria del

partido-Estado, incluyendo al mismo Mao Zedong. Se lleva el debate a

las calles y a las plazas, se toma instituciones públicas, se presenta a

los burócratas al escarnio, invistiéndolos de bonetes y orejas de burro.

Se usa el mural como medio de expresión, comunicación, denuncia,

también como medio estético popular. El debate, la movilización, los

problemas de la revolución se hacen conocer públicamente; se abren

espacios para la participación y el involucramiento; están convocados

el proletariado, los campesinos, el ejército, el mismo partido-Estado.

El enfrentamiento con los conservadores llega al extremo de la

posibilidad de la guerra civil; es cuando, el partido decide la

reunificación de las fuerzas encontradas, cuando Mao Zedong busca a

la vez mantener el partido-Estado, aunque cambiarlo hasta dónde se

pueda, logrando, hasta donde se pueda, la profundización de la

revolución, sobre todo en los términos de la revolución cultural. Sin

embargo, en la convulsionada China Popular, Mao Zedong no logra

alcanzar estos objetivos; el preponderante sector conservador del

partido-Estado termina de imponerse. Esperando la ocasión, en plena

99 Ver de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de la descolonización. Abya Yala; Quito 2013. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2012, 2013.

201

revuelta, moviliza al ejercito que controla, a las milicias rurales, a parte

del proletariado que controla, logra aislar a los rebeldes, tomando

presos a los líderes de los guardias rojos; por último decide tomar las

universidades, ocupándolas con contingentes del proletariado

convocado. La revolución cultural, la revolución en la revolución, es un

intenso intento movilizado de cambiar el curso burocrático y

conservador que tomó la revolución.

La vinculación entre esta revolución cultural china y la revolución

cultural mundial de 1968 es grande. A propósito Badiou escribe:

La “Revolución cultural” tiene por imagen oficial, tanto en China como en Francia, diez años (1965/1976) de caos sangriento

ocasionados por feroces luchas por el poder. Las violencias,

especialmente ejercidas por una juventud liberada a la pasión de la Historia, fueron en efecto anárquicas y extremas. Pero lo que nos

interesa es el enigma de una “revolución” en donde todo un Partido-Estado por entero se expone, en suma voluntariamente, a una suerte

de destitución popular. Tentativa que, desde el interior de un pensamiento del Partido, propone fragmentariamente un modo de

existencia de la política, singularmente obrera, librada del Partido. Revolución en suma a la vez “del” Partido y “contra” el Partido.

Empleemos la palabra de Lacan: éxtima. Exterior e íntima, simultáneamente. Y sin duda, fracasando en el ser, apertura de la

época de las políticas “sin partido”100.

Las movilizaciones estudiantiles y obreras de 1968 en Francia, las estudiantiles en el resto del mundo, abarcando universidades

norteamericanas y a la gigantesca movilización estudiantil mexicana,

masacrada sangrientamente en la plaza de Tlatelolco, configuran el mapa de la revolución mundial, de la revolución cultural mundial,

interpretada como tal por Wallerstein. Que esta revolución haya fracasado o, si se quiere, haya sido interrumpida, no quiere decir, de

ninguna manera, que no ha existido. Se ha dado y al darse, como acontecimiento, es una verdad, en el sentido de Badiou. Esta

revolución cultural se convierte en el referente del desplazamiento político y epistemológico de la contemporaneidad. En relación a esta

experiencia se reordenan conmociones teóricas que se dieron con cierta anterioridad, convergen al espesor de las nuevas emergencias

teóricas críticas. La episteme de la modernidad se conmueve, no solamente se fisura, sino que se quiebra, dándose lugar a una episteme

plural, heterogénea, que reconoce heterogéneas modernidades, dándose lugar a una episteme de la complejidad, que concibe y

conceptualiza las simultaneidades, las yuxtaposiciones, los

abigarramientos, las mezclas, que comprende lo diverso y diferencial.

100 Alain Badiou: La revolución cultural. ¿La última revolución? Les conférences du Rouge-Gorge.

202

Una episteme de la subversión de los saberes y de los cuerpos, donde

lo ancestral se actualiza, lo colectivo se revela como substrato condicionante, donde el intelecto general evidencia su omnipresencia,

donde la física devela la dinámica del espacio-tiempo curvo y las otras

gravitaciones, la de la relatividad y la de la cuántica, donde la biología destaca la vida como inteligencia y memoria.

Negar estos desplazamientos históricos, políticos, culturales y

epistemológicos, es develar los más recalcitrantes conservadurismos. Es como comportarse de la misma manera que los inquisidores

juzgaban a Copérnico, defendiendo la cuestionable teoría de Tolomeo. En definitiva, es defender la institucionalidad, es decir, el poder, contra

las nuevas interpelaciones, contra las nuevas formaciones del contra-poder. La ironía de la historia juega malas pasadas; los autonombrados

“marxistas” se han convertido en los mejores defensores del poder y del capitalismo. Estos “marxistas” que se invisten del ropaje de las

revoluciones pasadas, sin conllevar las pasiones que las desató, usan esta investidura para reprimir, descalificar, contener o, mejor destruir,

las nuevas versiones de la crítica, de la movilización y de las rebeliones

contra el poder, contra la colonialidad, la modernidad y el capitalismo. Estos “marxistas” están muy lejos del perfil de Karl Marx, quien, en su

tiempo fue irreverente, transgresor, crítico radical, ocasiono un desplazamiento filosófico, politico y epistémico, en relación a la ciencia

de su momento.

En Bolivia se puede anotar, por lo menos dos acontecimientos de

importancia, entre otros; la guerrilla del Che, que se da a los fines de

la década de los sesenta; la emergencia del movimiento katarista, que

se da en la segunda mitad de la década de los setenta. Ambos

acontecimientos modifican el panorama político boliviano, cada uno de

estos eventos irradiando y afectando a su manera. Sobre todo la

emergencia del movimiento político y cultural katarista va inaugurar

un nuevo ciclo de luchas anticoloniales en Bolivia. Estas irrupciones

histórico-políticas requieren ser analizadas, se debe atender su

impacto y sus repercusiones en las transformaciones subjetivas y del

periodo. Con la guerrilla del Che lo que ha hecho el “marxismo”

burocrático es apología y publicidad; empero, no se ha detenido a

analizar críticamente y reflexionar sobre este acontecimiento, sobre

todo sobre la huella y escritura geográfica de la guerrilla101. En relación

al acontecimiento de la emergencia katarista, Javier Hurtado Mercado

hace una exhaustiva investigación, donde describe la generación, la

conformación, la consolidación y despliegue del katarismo102. En

101 Ver De Raúl Prada Alcoreza Huella y escritura de la guerrilla del Che. Revista de Ciencia y Cultura; Universidad católica Boliviana. 102 Ver de Javier Hurtado Mercado El Katarismo. Hisbol; La Paz 1986.

203

relación a esta irrupción indígena, el “marxismo” burocrático quedó

mudo, no dice nada, como si no hubiera existido, salvo algunas

murmuraciones. Son estos acontecimientos, entre otros, los que

configuran el espacio-tiempo de una formación social, en este caso, la

boliviana; tienen que ser tomadas como verdades, en el sentido de

Badiou, que efectúan pliegues en el ser, en la memoria y la

inteligibilidad del ser, usando este concepto ontológico, empero

críticamente. Son las transformaciones en las estructuras y

composiciones de la formación social, lo que provoca desplazamientos

epistemológicos en las formaciones discursivas y en las formaciones

enunciativas, que buscan interpretar la experiencia histórico-política

vivida. No atender estos cambios es como quedarse a rumiar

anacrónicamente textos sagrados, que no tienen incidencia en los

acontecimientos políticos, sociales, económicos y culturales, que el

sentido común llama “realidad”.

Desplazamientos epistemológicos

Ahora nos ocuparemos de las formaciones enunciativas, de las formaciones discursivas, de las formaciones expresivas que se cruzan

con los movimientos histórico-políticos antes mencionados. No decimos que son las expresiones teóricas de estos movimientos, sino que, en

otro ámbito, diremos teórico y filosófico, para facilitarnos la descripción, también se producen desplazamientos de la época. Parte

de estos desplazamientos teóricos no están directamente involucrados

con los sucesos comentados, aunque sí con la conmoción general de los periodos; otra parte de los desplazamientos teóricos se siente

involucrada con estos sucesos y trata de responder al desafío de interpretarlos. Uno de los teóricos más connotados de la Escuela de

Frankfurt, Jürgen Habermas, de las siguientes generaciones, posteriores a Horkheimer y Adorno, hace un balance de estos

movimientos teóricos, en un libro que titula El pensamiento pos-metafísico. Es una de las pocas conexiones entre “escuelas” europeas

contemporáneas del pensamiento crítico, la Escuela de Frankfurt y el pensamiento crítico francés, además del pensamiento analítico anglo-

sajón. La descripción exhaustiva, que ofrece de las corrientes teóricas contemporáneas, ayuda a contar con un panorama adecuado para la

discusión y balance sobre estos movimientos teóricos y filosóficos. Sobre todo contando con la posición crítica en la que se coloca

Habermas respecto del pronunciamiento crítico francés. Nosotros no

nos vamos a poner a defender las corrientes críticas, de las que se puede decir que somos afines, pues ellas se defienden por sí solas. Los

detractores de estas corrientes no las han estudiado, tampoco las conocen; empero, se han apresurado llevarse por sus prejuicios,

asustados por sus propios fantasmas, descalificando con tono de jueces

204

a estas novedosas críticas. No formamos parte de estas corrientes

teóricas; sin embargo su estudio nos ha servido para replantearnos la crítica en el continente de Abya Yala, remover actualizando la crítica

de-colonial a las formas de dominación y dependencia imperantes.

Consideramos que, lo que se llamó, en su momento, la construcción de un pensamiento propio, de un pensamiento crítico en el continente,

pasa por el uso crítico de estas teorías críticas, sobre la base de la propia arqueología de los saberes continentales, la propia genealogía

de los poderes locales y la propia hermenéutica de la subjetividad. La compenetración con las luchas indígenas, el estudio de los saberes

ancestrales, el colocar como referente histórico las luchas sociales de los pueblos del continente, las luchas populares anti-imperialistas, las

luchas proletarias anticapitalistas, ha situado el suelo donde se fermenta y se forma nuestra crítica. Reconocemos el valor instrumental

e “ideológico” del marxismo vital, del marxismo combativo, del marxismo crítico reelaborado en nuestras tierras, que se encarnó en

las luchas sociales y produjo expresiones propias. Por el momento mencionaremos dos; lo que David Sobrevilla llama marxismo de

Mariátegui103; lo que nosotros nombramos como marxismo de

guardatojo104. En este sentido, desconocemos el “marxismo” burocrático de los partidos, también de las instituciones académicas,

de toda una casta intelectual que se inviste de “marxismo” en un claro y evidente juego de poder.

Comenzando el balance, Habermas escribe:

Pese a todas las diferencias que enseguida se advierten cuando

se miran las cosas de cerca. Del flujo de pensamientos destacan cuatro complejos que presentan perfiles bien diferenciados: la filosofía

analítica, la fenomenología, el marxismo occidental y el estructuralismo. Hegel hablaba de «figuras del espíritu». Y esta

expresión parece imponerse también aquí. Pues en cuanto a una figura del espíritu, se la logra reconocer en su incanjeabilidad y carácter único

y se la nombra como tal; ha sido ya también puesta a distancia y

condenada a perecer. Por este lado, esos «post» no son sólo denominaciones oportunistas cortadas al uso de quienes a toda costa

quieren mantenerse a la última: como sismógrafos del espíritu de la época hay que tomarlos también en serio105.

Al respecto, comenzando con las distinciones, debemos anotar

que Habermas habla de pos-metafísica, no de “posmodernidad”. Los cuatro movimientos del pensamiento que señala Habermas son

marcadamente diferentes; no forman parte de un mismo

103 Ver de David Sobrevilla El marxismo de Mariátegui y su aplicación en los siete ensayos. Fondo de Desarrollo Editorial; Universidad de Lima. Lima 2005. 104 Ver de Raúl Prada Alcoreza Subversión comunitaria. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. 105 Jürgen Habermas: El pensamiento pos-metafísico. Taurus, Alfaguara; México 1990. Pág. 14.

205

desplazamiento teórico. Según él la fenomenología y la filosofía

analítica son los que habrían dejado las huellas más profundas. Estos movimientos teóricos arrancan de sus propias tradiciones, de sus

propias matrices teóricas:

Algunos títulos han cobrado el rango de documentos

fundacionales: los Principia Ethica de G. E. Moore y los Principia Mathematica de Russell y Whitehead, por un lado, y las

Investigaciones Lógicas de Husserl, por otro. Los trechos entre el Tractatus de Wittgenstein y sus Investigaciones Filosóficas, o

entre Ser y Tiempo de Heidegger y su Carta sobre el Humanismo marcan puntos de inflexión. Los movimientos de pensamiento se

ramifican: la filosofía analítica del lenguaje, por las sendas de una teoría de la ciencia y de una teoría del lenguaje ordinario. La

fenomenología cobra latitud en sus corrientes antropologizantes y profundidad en sus corrientes ontologizantes, a la vez que por ambas

vías absorbe y mantiene actualidad existencialista. Mientras que la fenomenología - tras su última jornada productiva en Francia (Sartre,

Merleau-Ponty) -, por así decirlo, se dispersa, en los decenios

siguientes a la Segunda Guerra mundial cuando la filosofía analítica cobra su posición imperial que sigue afirmando hasta hoy con Quime y

Davidson106.

Esta tradición desemboca en el historicismo de la filosofía

empirista de la ciencia con Kuhn y en el contextualismo de una filosofía

pos-analítica del lenguaje con Rorty. En cambio concurren otras

transformaciones con las otras vetas del pensamiento crítico

contemporáneo. Habermas dice que:

Un tipo muy distinto de pensamiento es el que encarnan el estructuralismo y el marxismo occidental. Mientras que el primero

recibió sus impulsos totalmente de fuera (de la lingüística de Saussure y de la psicología de Piaget), el marxismo occidental (con Lukács, Bloch

y Gramsci) desliga el pensamiento de Marx de la economía política y, en términos hegelianizantes, lo devuelve a la reflexión filosófica. Pero

ambos movimientos emprenden un camino qué los conduce por las

ciencias del espíritu y las ciencias sociales antes de que la semilla de las ideas especulativas con que se iniciaron acabara fructificando en el

arriate de la teoría de la sociedad107.

Habermas considera que se produce una simbiosis entre marxismo y psicoanálisis, simbiosis propugnada por el Instituto de

Investigación Social de Frankfurt. El estructuralismo se difunde, de una

106 Ibídem: Pág. 14. 107 Ibídem: Pág. 15.

206

manera radial, con la crítica de la ciencia de Bachelard, de la

antropología de Lévi-Strauss y el psicoanálisis de Lacan.

Mientras que la teoría marxista de la sociedad, en la forma que

cobra en la Dialéctica Negativa de Adornó, acaba reconvirtiéndose en filosofía pura, el estructuralismo sólo desemboca de lleno en el

pensamiento filosófico en aquellos autores que pretenden superarlo: en Foucault y Derrida108.

Habermas encuentra que son cuatro los motivos que caracterizan

la ruptura con la tradición, de la que vienen estos movimientos

teóricos: el primer motivos es el pensamiento pos-metafísico, el

segundo motivo es el giro lingüístico, el tercer motivo es el carácter

situado de la razón, y el cuarto motivo es la inversión del primado de

la teoría sobre la praxis, que también nombra como superación del

logo-centrismo. Considera que el pensamiento pos-metafísico

desmorona el concepto enfático de teoría, que pretendía hacer

inteligible no solamente el mundo de los humanos, sino, así mismo las

estructuras inherentes de la naturaleza. La racionalidad procedimental

de la ciencia será la encargada de atribuir sentido a una proposición

discursiva. La filosofía deja de ser de la consciencia para ser del

lenguaje. El lenguaje cobra primacía, autonomía y define una

problemática propia, dejando ser un mero instrumento. Las relaciones

entre lenguaje y mundo, entre discurso y estado de cosas disuelven

las relaciones sujeto-objeto. Las operaciones constituidoras de mundo

pasan de la subjetividad trascendental a ser estructuras gramaticales.

El trabajo reconstructivo de los lingüistas sustituye al método filosófico

introspectivo.

Así, no solamente la filosofía analítica y el estructuralismo se crean una nueva base metodológica, sino que también desde la teoría

del significado de Husserl se tienden puentes hacia la semántica formal, e incluso la Teoría Crítica de la Sociedad se ve, finalmente

alcanzada por el giró lingüístico109.

Recurriendo a la finitud, a la temporalidad y a la historicidad, la fenomenología de orientación ontológica acaba también desposeyendo

a la razón de sus atributos clásicos. El sujeto trascendental ha de realizarse en la práctica del mundo de vida, ha de encarnarse en las

materializaciones históricas. En tanto que la fenomenología de orientación antropológica incorpora el cuerpo, la acción y el lenguaje

como contenidos primordiales de su reflexión. Todos estos 108 Ibídem: Pág. 15. 109 Ibídem: Pág. 17.

207

movimientos teóricos desmitifican a la razón colocándola en los

procesos operativos donde efectivamente se realiza.

En el balance Habermas encuentra nuevas verdades, pero

también nuevas limitaciones. La filosofía baja del escenario, deja su privilegio cognitivo, convirtiéndose en una disciplina especializada.

Empero se ha caído en un exacerbado cientificismo. El giro lingüístico ha colocado a la filosofía en un suelo más firme y la ha liberado de las

aporías de la filosofía de la consciencia. Empero, ha autonomizado al lenguaje otorgándole una condición ontológica, transfigurando las

mudanzas lingüísticas en poiético acontecer esencial protagonizado por un incierto poder originario. La radicalización de la crítica de la

razón le ha quitado su aureola mística, liberando sus potencialidades múltiples, efectivas y operativas, retomando su papel de guardiana de

la racionalidad. Convierte al entendimiento en racionalidad instrumental; sin embargo, equipara a la razón a la represión,

buscando refugio en figuraciones fatalistas o extáticas, como en lo absolutamente otro. Al restablecer la relación entre teoría y praxis, ha

mostrado claramente que la teoría no es independiente, que las

pretensiones de validez dependen de una correspondencia, que se encuentra más allá de las oraciones asertóricas; empero, ha reducido

la praxis al concepto de trabajo, ocultando las conexiones que se dan entre el mundo de vida, simbólicamente estructurado, acción

comunicativa y discurso.

Hoy, en una situación que se ha vuelto inabarcable, se perfilan nuevas convergencias. Sólo que todo ello no debería hacernos olvidar

que la disputa sigue siendo en torno a temas que no envejecen: la disputa en torno a la unidad de la razón en la pluralidad de sus voces;

la disputa acerca de la posición del pensamiento filosófico en el concierto de las ciencias; la disputa acerca de esoterismo y exoterismo,

de ciencia especializada e ilustración; la disputa, en fin, en torno a los límites entre filosofía y literatura. La ola de restauración que viene

arrollando al mundo occidental desde hace más de un decenio, incluso

ha vuelto a sacar a flote un viejo tema que ha venido acompañando desde siempre a la Modernidad: el del remedo de sustancialidad que

representaría la tentativa que hoy se registra de renovar una vez más la metafísica110.

Este balance parece apropiado como punto de partida, sin

necesidad de compartir en todo con el mismo. Sobre todo interesa la

valoración que hace, de estos desplazamientos teóricos

contemporáneos, el pensador de la teoría de la acción comunicativa,

además de definir los límites que encuentra en estas corrientes teóricas

110 Ibídem: Pág. 19.

208

actuales. Como se puede ver no es un texto apologético, mas bien, es

crítico con estas corrientes. De entrada se nota las grandes diferencia

con el discurso de los descalificadores, que a lo que se han inclinado

es a la diatriba, no al debate, menos a la reflexión. Del balance hecho

por Habermas podemos sacar algunas conclusiones iniciales. Primero,

no se trata de una corriente aislada, a la que puede encapsularse bajo

el seudónimo de “posmodernismo”; se trata de un conjunto de

desplazamientos teóricos que concurren en la segunda mitad del siglo

XX, aunque puedan haber emergido antes. No son corrientes

asimilables a ninguna homogeneidad teórica, al contrario, se trata de

disímiles elaboraciones críticas, que, empero, comparten su desligue

de la metafísica, por lo menos de lo que fue tradicionalmente la

metafísica. No se oponen a la razón, sino que encuentran múltiples

racionalidades operativas. Ya no se trata del sujeto, sea este

trascendental o no, no se trata de consciencia, sino de efectos

discursivos, de efectos prácticos, de posicionamientos en los espacios

de las luchas. También podemos obtener conclusiones críticas.

Exagerando un poco, buscando figuras contrastantes, diríamos que, el

pensamiento pos-metafísico habría sustituido a la filosofía por la

ciencia, usando a la ciencia como referente de un nuevo discurso

especulativo, donde desaparece la unidad del mito y se obtiene la

diseminación de la pluralidad. O, en otro estilo, obteniendo la figura

hermética e inalcanzable de lo alterativamente otro. Así como habría

reducido la complejidad de la praxis a la simplicidad del trabajo,

convirtiendo al mundo en un mundo del trabajo. Esta última conclusión

no sería compartida por nosotros, pues precisamente una de las

corrientes o movimientos de este pensamiento, apunta su crítica a este

reduccionismo. Hablamos de Jean Baudrillard111. En todo caso,

dejaremos así las primeras conclusiones relativas al balance de este

pensamiento crítico de la modernidad.

La competencia intelectual

111 Jean Baudrillard en el Espejo de la producción hace esta crítica al marxismo, concretamente a la crítica de la economía política. Gedisa 1996; Barcelona.

209

Antes de seguir, algo que habría que dejar en claro es tratar de

ubicar el escenario de dónde se da esta discusión sobre

“posmodernidad”. De principio a fin, esta discusión es un debate

académico. Más que eso, concretamente, aparece como debate entre

sectores de influencia de las universidades. Hablamos de esas

gigantescas universidades europeas y norteamericanas, que cuentan

con más presupuesto, cada una de ellas, que la mayoría de los países

de la periferia del sistema-mundo capitalista. Allí, sobre todo en

Norteamérica, se da como una guerra soterrada entre corrientes

teóricas, en el campo de las llamadas ciencias sociales y ciencias

humanas. En parte, puede describirse esta pugna, entre “marxistas” y

“de-constructores”, llamados también “posmodernos”. La pelea es no

solamente en el sentido de las pretensiones de validez, como diría

Habermas, sino por espacios de influencia y control; es decir, por

espacios de poder. Se puede decir que la pelea es implacable; se

juegan presupuestos de investigación, de publicación y de cátedra.

Desde América Latina y el Caribe, sobre todo desde un país tan pobre

de recursos académicos como Bolivia, resulta un tanto incomprensible

entender esta pelea académica. Uno se pregunta: ¿Por qué la

deconstrucción, que para nosotros, por lo menos para los que usamos

a Jacques Derrida, que es un método hermenéutico, propuesto por el

filósofo francés, judío argelino, puede llegar a ser un oponente del

marxismo, que es, en todo caso una teoría crítica del capitalismo, y se

mueve en las dimensiones histórico-política-económicas? No se puede

comprender esta guerra soterrada de profesores, más aún cuando el

mismo Jacques Derrida se declara anti-imperialista, anti-capitalista,

llegando al extremo de ser anti-moderno. Se entendería el debate

teórico sobre la lengua, el lenguaje y la escritura, entre distintos

cuerpos teóricos, que se ocupan precisamente de estos temas, la

lingüística, la filología, la crítica literaria. Esto no ocurre, la mayoría de

los lingüistas toma en serio las interpretaciones de Derrida, estén o no

de acuerdo, salvo Noam Chomsky, que vierte calificativos duros sobre

este autor, sin llegar a discutir con sus textos, solo de pasada y

contando con versiones de otros. Al respecto, lo primero que hay que

diferenciar es eso que se llama en Norteamérica “deconstrucción”, “de-

constructivismo”, “posmodernismo”, de lo que hace el autor de

referencia o lo que hacen los autores de referencia, franceses. Es muy

difícil clasificar a Derrida de “deconstructivista”, pues la deconstrucción

es uno de los métodos hermenéuticos que utiliza en sus

interpretaciones y análisis de textos. Las tesis sobre la escritura, que

210

se encuentran en De la gramatología112, no son propiamente de la

“deconstrucción”, abordan un tema que interesa en Abya Yala, la

escritura más allá de la escritura fonológica, más allá de la concepción

imperante en “occidente” sobre escritura. La escritura como huella,

como marca, como inscripción, como espaciamiento, como cuerpo.

Esta tesis rescataría a la escritura como inscripción, rescataría la

escritura de los pueblos llamados, por la Europa de la ilustración,

“pueblos sin escritura”, por lo tanto “pueblos sin historia”. La crítica al

fono-centrismo, al logo-centrismo y al falo-centrismo se coloca como

crítica a la colonialidad del saber eurocéntrico y machista. Obviar estos

temas es colocarse del lado del imperialismo del saber “occidental”,

que no es otra cosa que la reiteración de lo que se ha llamado la

colonialidad del saber113, sustentada sobre la colonialidad del poder114.

Algunos intelectuales “progresistas” del norte manifiestan su posición

colonial cuando se tocan estos temas. No basta ser anti-imperialista

para llegar a ser anti-colonial. No basta apoyar las luchas sociales para

dejar de formar parte de la fraternidad de los machos, la dominación

masculina. Estos son temas políticos candentes en Abya Yala y en la

inmensa geografía de la periferia del sistema-mundo capitalista.

Ciertos llamados “marxistas” buscan utilizar esta entreverada

disputa de profesores norteamericanos, buscando llevar agua a su

molino. Buscan defender posturas conservadoras, tanto por su

positivismo decimonónico, como por su “marxismo” burocrático de

partido, como su manifiesta colonialidad respecto a las luchas de las

naciones y pueblos indígenas, a las luchas de-coloniales, así como a

las luchas feministas. Equivocan el camino. Habría que leer, en todo

caso, la obra de Noam Chomsky, y averiguar si comparten con sus

interpretaciones, tanto en el campo lingüístico como en el campo

histórico y político. Se encontraran con muchas sorpresas, pues Noam

Chomsky no es asimilable al “marxismo” burocrático.

Independientemente de sus comentarios sobre la teoría francesa, que

no es agrupable a una sola composición, que parece no conocer,

tampoco comprenderla, como el mismo Chomsky reconoce, las

investigaciones lingüísticas de Chomsky pueden situarse en el contexto

de las corrientes investigativas y teóricas de las que hablamos más

arriba. La crítica al imperialismo que ha desplegado consecuentemente

a lo largo de varios años no se parece en nada a la interpretación del

imperialismo del “marxismo” burocrático. Lo mismo podemos decir de

112 Ver de Jacques Derrida De la gramatología. Siglo XXI; México 1998. 113 Concepto elaborado por Estudios Poscoloniales, en los que se encuentra Walter Mignolo. 114 Concepto trabajado por Aníbal Quijano.

211

su crítica al neoliberalismo; mucho más de sus tesis sobre el Estado.

Sus apreciaciones sobre el levantamiento zapatista no podrían ser

compartidas por los “marxistas” burocráticos de partido.

Entonces, hay que entender el conflicto académico de las

universidades norteamericanas para poder situar este debate entre

“marxistas” y “deconstructivistas”. Podríamos estar más cerca de los

profesores marxistas, debido a sus posiciones anticapitalistas y anti-

imperialistas, además de su apoyo a las luchas de los pueblos de Abya

Yala. Podríamos estar más lejos de los llamados profesores “de-

constructivistas” por su alejamiento de las luchas concretas sociales,

incluyendo a las de los pueblos norteamericanos, a pesar de que

usemos a Derrida, no solo en el tema de la deconstrucción, sino en el

tópico de la escritura y en el penetrante análisis de las subjetividades

políticas. Tampoco reconocemos en los trabajos de los profesores “de-

constructores” norteamericanos al Derrida que conocemos, estudiamos

y usamos. No nos interesó, ni tampoco nos interesa, declararnos “de-

constructores” o “derridianos”; entendimos que se trataba de usar

críticamente ciertas teorías críticas, con el objeto de construir un

pensamiento propio, cuya matriz se encuentra en la experiencia de

lucha de nuestros pueblos.

Dicho esto, es indispensable situar también qué se debate en

Bolivia y en América Latina y el Caribe, entre quienes se debate. El

debate en Bolivia es sobre el proceso social, político y cultural,

desatado el 2000, cuya movilización prolongada llega al 2005. Los

desemboques de esta movilización fueron salidas electorales, el 2002

y el 2005, con su prolongación en el 2009. Entonces la movilización se

interrumpe y se conforman dos gestiones de gobierno. Por lo tanto el

proceso político abarca, además de la movilización social, dos gestiones

gubernamentales. Lo que está en debate es la interpretación de este

proceso, que por cierto no es reconocido como tal por el “marxismo”

burocrático, salvo por los “marxistas” burocráticos asimilados al

gobierno. Para el “marxismo” burocrático, que se opone al gobierno, el

proceso no existe o las luchas sociales han sido traicionadas por el

gobierno. Hay por lo menos dos posiciones claras, encontradas, en su

propia discusión y diferencias. Algo que, empero, comparten, es que

esto de luchas indígenas y descolonizadoras divide al proletariado, al

pueblo explotado; en todo caso, es una influencia de ONGs o invento

212

de “posmodernistas”, en este caso, de bolivianos; compartiendo

entonces el mismo prejuicio del vicepresidente115.

Esta es la discusión real, no la de “posmodernismo” y

“modernismo”, como entiende una versión de los conservadurismos

recalcitrantes, autonombrado “marxismo”. No es la discusión Foucault

o Marx; en todo caso, habría que averiguar de qué Foucault hablan,

¿de la imagen que tienen sin haberlo leído?, también de qué Marx

hablan, sin haber estudiado toda su obra, tampoco la rica historia del

debate marxista y sus corrientes teóricas. Para nosotros la discusión

es colonialidad o descolonización; capitalismo o alternativa al

capitalismo; modernidad, entendida como la cultura global del

capitalismo, o alternativa a la modernidad; desarrollismo, como ilusión

extractivista de las élites, gobernantes y, por cierto, del “marxismo”

burocrático, o alternativa al desarrollo. Para nosotros lo imperativo es

continuar las luchas emancipatorias y de liberación de nuestros

pueblos, el proletariado, las mujeres, las subjetividades diversas;

continuar la lucha contra el imperialismo de carne y hueso, no con la

imagen que comparten el vicepresidente y los “marxistas”, que es el

fantasma del imperialismo de mitad del siglo XX. Para esto se requiere

reconocer las transformaciones experimentadas por el sistema

capitalista, el modo de producción capitalista, la economía-mundo

capitalista, el sistema-mundo capitalista. No quedarse con la imagen

del capitalismo del principio del siglo XX. Para nosotros la lucha contra

el capitalismo es también contra toda prolongación del modo de

producción capitalista, que se ha dado en forma de capitalismo de

Estado, en su versión nacionalista o en su versión del socialismo real.

La lucha contra el capitalismo es también una lucha contra la ilusión

desarrollista; ilusión que legitima el modelo extractivista colonial del

capitalismo dependiente, destructor ecológico por excelencia. Este es

el debate.

Nuestra crítica al gobierno y al MAS es conocida. Este no es el

lugar donde la vamos a repetirla116. Lo que llama la atención del

“marxismo” burocrático, que se opone al gobierno, es la reiteración de

115 Revisar el libro de Álvaro García Linera Geopolítica de la Amazonia. Publicado por la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia; La paz 2013. También como crítica a la geopolítica extractivista mi libro Miseria de la geopolítica; Autodeterminación; La Paz 2013. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, Bolpress; La Paz 2013. También revisar el mismo autor Potencia social o poder; Dinámicas moleculares; La Paz 2013. 116 Ver de Raúl Prada Alcoreza Descolonización y Transición. También Defensa del “proceso” de cambio. Así mismo, Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Bolopress, Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

213

un mismo discurso que no ha cambiado desde 1946. Aquí también hay

dos versiones; una, la que dice que es un gobierno neo-liberal; la otra,

la que reconoce las diferencias con el gobierno neo-liberal, empero

considera que hay traición a la lucha social de parte de gobierno

populista, o identifica los límites del gobierno popular para cumplir con

las tareas “revolucionarias”. Como se puede observar, hay ausencia de

un análisis histórico y político de la coyuntura y del periodo, así como

del contexto de la formación social boliviana en el momento actual.

Esta ausencia es llamativa cuando estamos ante personas que se

reclaman formar parte de la perspectiva del materialismo histórico. El

análisis de la realidad específica o el encuentro de lo concreto, en tanto

síntesis de múltiples determinaciones, como definía Marx a lo concreto,

los llevaría a identificar las relaciones coloniales, las relaciones relativas

a la colonialidad, sosteniendo éstas las relaciones capitalistas. Lo que

a su vez los llevaría a valorizar la prioridad de las luchas de los pueblos

indígenas, junto a la lucha del proletariado. Este análisis específico lo

hizo José Carlos Mariátegui, en su tiempo. Empero, Mariátegui es casi

un marxista solitario, pues el “marxismo” burocrático prefirió ignorarlo,

en cambio repetir esquemas generales de interpretación, que valen

para todos los lugares, por lo tanto, también para ninguno. Este

análisis lo hizo el marxismo de guardatojo, marxismo minero

combativo, precisamente en 1946; empero, este aporte quedó ahí,

varado en el tiempo, sin que la militancia se encargue de dinamizarlo,

actualizarlo, enriquecerlo, logrando la especificidad requerida en las

nuevas coyunturas y periodos, logrando comprender lo concreto

histórico, develando la variación de las múltiples determinaciones.

Mucho menos se hizo la autocrítica después de la derrota de la

Asamblea Popular (1971).

Cerrando esta parte, diremos que, Marx, en su tiempo, uso a los

autores y corrientes teóricas, que parecieron indispensables en la

elaboración de su crítica a la economía política. ¿Por qué no podemos

nosotros usar críticamente a autores y corrientes contemporáneas, que

parecen apropiadas en la reelaboración de la crítica a la colonialidad,

del capitalismo, de la modernidad, en sus formas concretas actuales?

Esto es precisamente lo que le falta al llamado “marxismo” de partido.

Su militancia se ha encaracolado y se atiene a rumiar los viejos textos

sagrados, que lastimosamente lo hace en fragmentos seleccionados en

manuales. Hay excepciones, por cierto, como en todo; empero, más

que en otros caso, aquí, la excepción confirma la regla.

214

Crítica al esquematismo maniqueo

Dedicado a Raquel Gutiérrez Aguilar, guerrillera

y combatiente comunitarista, feminista y

descolonizadora. Inventora de Comuna, que fue

producto de su pasión, su dedicación, su

convocatoria, así como de sus jaladas de oreja.

A esta luchadora indomable y escritora

desbordante.

215

“Jucio” maniqueo

Asistimos desde hace un buen tiempo a una reducción juzgadora

que llamaremos maniqueísmo. Decimos que se juzga, pues se ha

sustituido el análisis por el juicio, en el sentido de condena, no en el

sentido racional. Para este maniqueísmo el mundo se divide entre

buenos y malos, entre justos e injustos, entre realistas y utopistas,

entre amigos y enemigos; en fin, la lista puede ser larga. Entonces los

maniqueos se colocan del lado de los buenos, de los justos, de los

realistas, de los amigos; los demás son condenados. El gobierno ha

hecho gala de este maniqueísmo, llevándolo al extremo de la

vulgarización; la llamada oposición de derecha también lo hace,

reclamándose de institucionalista y defensora del Estado de Derecho;

incluso las izquierdas, sobre todo tradicionales, son maniqueas, cuando

anteponen su proyecto “revolucionario” como valedero, desconociendo

y desechando lo que ocurre efectivamente, descalificando la crítica.

Una de las formas de expresión del maniqueísmo se muestra en la

simple hipótesis de la teoría de la conspiración; el supuesto es que hay

grupos de conspiradores que dirigen la historia; de aquí se deduce la

conclusión de que hay traidores; en nuestro caso se dice que hay

traidores del “proceso” de cambio. Entonces toda la explicación

216

histórica se reduce a personas, al problema de las personas, de lo que

son y de lo que no lo son. Esta explicación maniquea de la teoría de la

conspiración se parece al guión de una novela, pero sin los atributos

literarios e intuitivos de la novela.

El acontecimiento político es complejo, supone multiplicidades de

singularidades, por lo tanto de posibilidades; no puede reducirse a la

perspectiva insuficiente del realismo político, menos al cuento

sospechoso de la teoría de la conspiración. El decurso de un “proceso”

no depende de personas, de lo que hagan o dejen de hacer, sino que

se encuentra “producido”, por así decirlo, por múltiples composiciones,

juegos, interrelaciones, que podemos identificar hipotéticamente como

“estructuras”, puestas en práctica, puestas en escena, alianzas,

relaciones, intereses, conflictos. Dicho en términos resumidos, no

aconsejables para tratar la complejidad, en relación a la incidencia en

el “proceso”, nos enfrentamos a “estructuras” y mapas institucionales,

a subjetividades constituidas, a relaciones enquistadas y dominaciones

internalizadas. De lo que se trata, con el objeto de incidir en el

acontecimiento, es de desmantelar estas composiciones, estas

“estructuras”, estas instituciones, de suspender las relaciones

enquistadas, estas relaciones de dominación internalizadas. Ahora

bien, estas tareas no se efectúan solas, como vanguardias

incomprendidas, insufladas de gran voluntad. Las incidencias son

posibles si se logra compartir perspectivas críticas y voluntades de

cambio con los colectivos sociales, si se participa en las dinámicas

moleculares sociales, que son como la materialidad social e histórica

de la alteratividad y de creación de alternativas. De lo que se trata

entonces es de compartir, convivir, con las dinámicas moleculares,

buscando que su alteratividad micro-social, se convierta, en un

momento, en alteratividad molar, transformando las instituciones y las

“estructuras”, ocasionando nuevas composiciones a escala molar.

¿Qué queremos decir con todo esto? Que los llamados “procesos”

políticos y sociales, encaminados a transformar, no se dan por los

buenos deseos de las vanguardias, ni tampoco como resultado de una

estrategia “revolucionaria”, se dan como acontecimientos en

momentos de crisis múltiple del Estado, de las representaciones, de los

valores institucionalizados, obviamente en el contexto de la crisis

orgánica del capitalismo, dependiendo de su ciclo vigente. Lo que se

experimenta como “proceso” es lo que compartimos como

acontecimiento; no se trata de que sea una condición dada, como en

el caso de las hipótesis del realismo político, sino de una complejidad,

217

la misma que hay que comprender y entender en sus dinámicas

moleculares y molares. Por lo tanto, no es, de ninguna manera,

pertinente, desentenderse del “proceso” experimentado, sino de vivirlo

plenamente buscando romper las resistencias y los obstáculos

históricos. Parafraseando nuevamente a Albert Camus, si las

“revoluciones” caen en la decadencia, sufrir con ellas, sufrir el

“proceso”, no alegrarse de su decadencia, sacando lecciones de esta

experiencia dramática. En otras palabras, de lo que se trata es de

prolongar su decurso, buscando la oportunidad de realizar sus

posibilidades y potencialidades.

El esquematismo “leninista”

Hay un maniqueísmo heredado en la izquierda tradicional, se

reclame leninista, trotskista, maoísta, hasta estalinista; este

maniqueísmo parte de dos reduccionismo evidentes. Uno de ellos es

reducir la historia a las leyes económicas, lo que hemos llamado

determinismo económico; considerar que la historia puede ser

interpretada “dialécticamente”; esto quiere decir, interpretar la historia

hegelianamente, como superación ininterrumpida de contradicciones;

en la hermenéutica marxista, “dialéctica” entre fuerzas productivas y

relaciones de producción. El otro reduccionismo es reducir la historia a

un mito moderno, el mito del partido; el de que el partido

“revolucionario” representa al proletariado, que es su consciencia para

sí realizada. Este mito supone una imagen “metafísica” del

proletariado; su referente no es el proletariado real, diverso, disperso

o concentrado, articulado a su devenir clase, por lo tanto conectado

por el tejido social de sus procedencias. Como dice Antoni Gramsci,

proletariado vinculado a su fragmento territorial de clase. Este mito

moderno supone que la historia está escrita; de alguna manera hay

que esperar o mejor ayudar a que se cumpla el destino. La astucia de

la historia cosiste en lo siguiente: la lucha de clases, concepto que

corresponde al conflicto social, a los enfrentamientos y contradicciones

sociales, desatadas desde la víspera, la alborada y su época inaugurada

y extendida de la modernidad, es pensada como “dialéctica”, donde la

superación de la contradicción de clases se resuelve en el socialismo.

Es decir, la superación “dialéctica” (Aufhebung) de la contradicción de

clase principal, proletariado-burguesía, es el socialismo. La “dialéctica”

de la historia marcha a ese decurso. Lo que hace el partido es hacer

de partero.

218

La tesis leninista expresa claramente esta concepción de la

historia y del papel protagónico, de vanguardia, del partido. Como dice

Vladimir Ilich Lenin en el ¿Qué hacer?, la “ideología” revolucionaria, es

decir, la consciencia de clase, se introduce desde el exterior de la clase,

desde el partido, a una clase, el proletariado, que, en su lucha

espontánea, encuentra sus límites en las reivindicaciones económicas.

No accede a la lucha política, a la consciencia política, sino a través

del partido. El partido es para Lenin la organización de los militantes

profesionales, de los conspiradores revolucionarios, de los intelectuales

imbuidos de la “ideología” revolucionaria. Ocurre como si el partido

conociera la astucia racional de la historia y empujara su decurso,

ayudando a hacer emerger la “revolución”. Este es el mito de Prometeo

actualizado, modernizado. Prometeo roba el fuego a los dioses para

entregárselos a los hombres. El partido bolchevique “roba” a la

providencia de la historia, que es la razón, su secreto, para

entregárselo al proletariado. Sobre este mito moderno, el del partido

revolucionario, se ha dado lugar una de las manifestaciones más

patentes de lo que puede la voluntad, la condensación de la voluntad,

la organización de la voluntad enfocada a la realización de un ideal. Al

contrario de lo que los bolcheviques creen, en el determinismo

económico, en la astucia de la historia, lo que ha mostrado la

revolución de octubre es la capacidad de la voluntad, la fuerza de la

voluntad, además de mostrar que la historia es una invención de la

creatividad humana. Lo grandioso de este acontecimiento, la

revolución rusa, comprendiendo su largo, mediano y corto ciclo, es

mostrarnos de lo que es capaz la intrepidez humana. Contra todo

pronóstico marxista, por lo menos del marxismo hasta la segunda

internacional, del marxismo “occidental”, la revolución proletaria se da

en un país atrasado, como llamaba Lenin, semi-colonial, de aplastante

mayoría campesina. En un territorio inmenso, conformado por las

conquistas del imperio zarista; geografía que corresponde al eslabón

más débil de la cadena de dominación capitalista, en su etapa

imperialista. En otras palabras, la revolución socialista se da a pesar

de la ausencia de las condiciones objetivas; débil composición

industrial, herencia de lo que se nombra como “despotismo” asiático,

incumplimiento de tareas democráticas, nacionalidades incorporadas al

imperio. Como dijimos en otro texto, la revolución se da contra la

historia y contra la realidad, como gasto heroico117.

117 Ver de Raúl Prada Alcoreza La subversión comunitaria. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

219

Es difícil sostener que la revolución de octubre verifica las tesis

marxistas; en primer lugar, por qué estas tesis son variadas y distintas.

Empero, sólo quedándonos con las tesis leninistas; es difícil sostener

que la revolución de octubre es el resultado del asenso del proletariado,

asenso que corresponde a la “evolución” subjetiva de la consciencia de

clase, que implica pasar de la conciencia en sí a la conciencia para sí,

inoculada por el partido. La socialdemocracia, de ese entonces,

marxista, no tiene incidencia en la revolución de 1905, que no deja de

ser una revolución constitucional, una revolución democrática, que,

empero, no logra realizarse completamente; se tiene que pactar con el

zarismo y conformar una combinación política abigarrada. Las crisis

vuelven a estallar con las huelgas obreras de 1914; hasta entonces el

proletariado había crecido en las ciudades industriales, dónde el capital

extranjero invertió cuantiosamente; sin embargo, el proletariado

seguía siendo una minoría en un país demográficamente campesino.

En estas condiciones no era concebible todavía una revolución

socialista. Las condiciones históricas se pueden resumir, simplificando,

en sus configuraciones política y económica panorámicas.

Políticamente, la condición corresponde, en primer lugar, a un Estado

monárquico, casi como una monarquía absoluta, Estado de un imperio

zarista. Esta forma de Estado es reconocido, por cierta historiografía,

como del “despotismo” asiático, asentado sobre un constitucionalismo

abigarrado y pactado. Estado sustentado sobre un enorme ejército;

empero ineficiente, en los contextos de la guerra moderna; contando

con el gobierno de partidos liberales y monárquicos condescendientes;

teniendo en frente a una gama de partidos socialistas, que dejaron en

el recuerdo a la lucha heroica campesinista de los populistas rusos.

Económicamente, usando el concepto de las tesis orientales (Lenin,

Trotsky y Mao), la condición histórica de la economía, su

caracterización, corresponde a la de un país cuyo perfil configura la

composición de un capitalismo atrasado, de desarrollo desigual y

combinado.

Es la primera guerra mundial la que va cambiar radicalmente la

situación; la institucionalidad del imperio zarista se desmorona, la

combinación democrática y monárquica se derrumba, un gigantesco

ejército, por el número de soldados en combate, mayormente

campesinos, se estanca en un frente también gigantesco. Cuando la

crisis llega lejos, cuando el vacío político es evidente, en febrero de

1917, se conforman soviets, es decir consejos de soldados, campesinos

y obreros. La coyuntura es la del poder dual, el doble poder; el

institucional, que prácticamente no tenía fuerza, y el de los soviets,

220

que conjunciona a las fuerzas reales y armadas del proletariado, los

campesinos y los soldados. En los soviets no eran mayoría los

bolcheviques, sino las otras conformaciones socialistas, los socialistas

revolucionarios, entre ellos. En ese contexto, los kadetes, demócratas

liberales, con sus alianzas circunstanciales, instauran un gobierno

provisional revolucionario y convocan a la Asamblea Constituyente.

De abril a octubre de 1917 el proceso es dramático e intenso. Los

aliados piden al nuevo gobierno continuar la guerra, los soldados

querían paz, los campesinos tierras y el pueblo en general pan. El

nuevo gobierno intenta con el general Kornilov una estrategia militar

en el frente, empero fracasa. Ante el claro intento de continuar la

guerra, el gobierno provisional se queda sin apoyo; la situación ya es

prácticamente insostenible. Los alemanes, por su parte, pedían el

retiro de Rusia de la guerra, para facilitarles la movilización y

concentración de fuerzas en el frente occidental. Lenin lanza la

consigna conocida de paz, pan y tierra, ganándose la simpatía de la

mayoría de los soviets. Sin embargo, había que resolver un problema

en el partido bolchevique, que siendo minoría en los soviets, deben

ganar la convocatoria de la mayoría de estos consejos de obreros,

soldados y campesinos; por otra parte, el partido no estaba convencido

con la tesis de abril de todo el poder a los soviets, para resolver el

dilema del poder dual. Lenin, si se quiere, se convierte en la vanguardia

de la vanguardia. Trotsky, menchevique, asimilado a los bolcheviques,

tiene el mandato de Lenin de preparar la toma del poder; tampoco está

muy convencido. Casi todos los bolcheviques consideran que hay que

esperar la maduración de las contradicciones. En octubre ya no hay

movilizaciones de masas como en febrero, cuando efectivamente se

derrumba la institucionalidad del imperio, como si fuese un castillo de

naipes, tampoco hubo movilizaciones obreras como en julio, cuando

cayeron 1700 obreros; las calles prácticamente están vacías, lo que se

da es un golpe de Estado, como lo reconoce el mismo León Trostky e

Historia de la revolución rusa118.

Viendo en perspectiva, retrospectivamente, y de una manera

crítica, podemos decir que, en realidad, octubre es el momento donde

se produce el evento cuando concluye la revolución de febrero. A

principios de año, los barrios obreros de San Petersburgo toman la

ciudad y los palacios, enfrentándose a la policía, contando con la

simpatía o la neutralidad de los cosacos, después ganándose a los

soldados, incluso a algunos oficiales. Es cuando se evidencia

118 León Trotsky: Historia de la revolución rusa. Editorial Tilcara, Buenos Aires.

221

categóricamente el desmoronamiento del régimen y la institucionalidad

zarista, cuando el zar Nicolás, perdido en su tren, es detenido en varias

estaciones y se ve obligado a retroceder, hasta que es arrestado y

obligado a abdicar al trono. Se instaura un gobierno provisional

revolucionario, que tampoco cuenta con la aquiescencia de las fuerzas

sublevadas, que se organizan en los soviets. Los soviets están

representados por las distintas tendencias socialistas de obreros y

soldados radicalizados. La revolución como tal se da en febrero, de

febrero a octubre se vive el intenso dilema y contraste del poder dual.

La habilidad de Lenin y Trotsky, no de todos los bolcheviques, es

preparar el golpe de Estado para concluir definitivamente en quién

queda el poder; en la institucionalidad ficticia representada en el

Palacio de Invierno o en el partido bolchevique, que termina asumiendo

la representación del proletariado, desplazando a los soviets,

desplazando incluso a la coalición de partidos socialistas sobre las que

se apoyó la revolución y los soviets.

Por eso, se puede decir, desde una perspectiva histórica,

haciendo un análisis retrospectivo, que octubre también es el momento

cuando se clausura la revolución, para ingresar a una etapa de la

dictadura del partido, que habla a nombre de la dictadura del

proletariado. Se trata del paso a la construcción de un Estado, no de

transición, como el concebido por la dictadura del proletariado, sino

permanente, rígido, militarizado, en constante defensa; primero,

contra la guerra civil, cuando la intervención imperialista apoya a los

“rusos blancos”; después, contra la amenaza imperialista constante,

defendiendo la “patria socialista”, aislada en un gigantesco territorio,

heredado del imperio zarista. Sin embargo, la guerra civil permite

llevar la “revolución” institucionalizada al resto de lo que van a ser las

repúblicas socialistas de la Unión Soviética. La historia del “socialismo

en un solo país” es la historia dramática de un mal entendido119.

Mientras el proletariado real se sumerge en la expansión de la

producción, la representación del proletariado emerge

apoteósicamente como mito, el mito de la universalización de la misión

del proletariado de la emancipación mundial del capitalismo, cuando es

un partido de intrépidos el que se ha hecho cargo de las

transformaciones, bajo la imposición de una férrea disciplina, que lleva

más lejos el diagrama disciplinario de los estados occidentales del

119 Revisar el libro de Martin Malia La tragédie soviétique. Histoire du socialisme en Russie 1917-1991. Éditions du Seuil; Paris 1994.

222

capitalismo y la modernidad. Se trata de un Estado policial absoluto

que emprende la más rápida revolución industrial militarizada.

A fines de 1917, después de la toma del palacio de invierno, se

dan las elecciones por la Asamblea Constituyente. Los resultados son

ilustrativos de la composición de fuerzas elegidas, aunque no de la

correlación de fuerzas en el campo político; los bolcheviques obtienen

el 24% de la votación y de los escaños; la victoria corresponde al

socialismo revolucionario, que obtiene el 40% del sufragio; los

mencheviques obtienen el 2% de los escaños, el mismo porcentaje

consiguen los Kadetes. Martin Malia dice que el 85% de los asientos

electorales corresponde a las distintas corrientes socialistas; también

dice que en la Asamblea Constituyente no hay preponderancia

bolchevique, tampoco un claro reconocimiento del gobierno de los

soviets. El 6 de enero de 1918 se dispone la dispersión de la Asamblea

Constituyente; para tal efecto intervienen los marinos de la flota del

báltico120. El argumento de Lenin es que la democracia de los soviets

es superior a la democracia burguesa. Por este camino se termina

optando por abandonar la democracia constitucional a nombre de la

democracia de los consejos de obreros, soldados y campesinos;

empero, el problema va a ser, que incluso, después, se abandona la

democracia de los soviets por el comunismo de guerra, con la

emergencia de la guerra civil. Cuando acaba ésta no se deja el

comunismo de guerra, que concentraba y centralizaba el poder en el

gobierno; los soviets no recuperan su potestad democrática proletaria;

lo que ocurre es que el poder se transfiere al partido, del partido al

comité central, del comité central a la dictadura de un hombre.

Haciendo una digresión, en la misma perspectiva histórica, de

análisis retrospectivo, vemos que las proximidades de Lenin, Trotsky y

Stalin, son grandes, a diferencia de lo que las corrientes polémicas

posrevolucionarias lo creen. La base “ideológica” compartida es el

leninismo de antes de la toma de decisión por la Nueva Política

Económica (NEP); esta base “ideológica” puede resumirse a la tesis del

partido y a la tesis teleológica de la confluencia histórica en la

revolución socialista. Ambas tesis llevan a atribuir plenos poderes al

partido en el gobierno; ambas tesis sostienen el comunismo de guerra,

que va a ser la estrategia y política privilegiada a lo largo de la

dramática historia de la Unión Soviética, intercambiando, por etapas,

por distintas versiones de la NEP, que es la del capitalismo de Estado

y de la convivencia con los compañeros de ruta, los campesinos, sobre

120 Ibídem: Pág. 168.

223

todo los kulak, abriéndose al mercado, empero sosteniendo la

industrialización forzada. Durante la NEP, Trotsky va ser opositor de

izquierda a esta política, decidida por Lenin, en tanto que Bukharin,

apoyado por Stalin, en ese entonces, va apoyar esta ruta, además de

teorizar sobre ella, concibiendo la tesis, basada en la tesis de

Preobrazenski, de la acumulación originaria del socialismo. Trostky

propone una revolución industrial militarizada; es decir, la

radicalización del comunismo de guerra. Cuando en 1929, Stalin asume

la dirección del partido, decide retomar la ruta del comunismo de

guerra y de la industrialización militarizada. Desde esta perspectiva, se

puede decir que Stalin es un trotskista consumado; también se puede

decir que el trotskismo, como corriente posrevolucionaria, es un

leninismo consumado, llevándolo hasta sus últimas consecuencias, por

lo menos imaginarias. En este periodo dramático de la revolución rusa,

dos, hasta tres, expresiones, se desplazan desde bolchevismo o

leninismo. Primero, son los obreros y marineros de Kronstadt,

vanguardia de la revolución, que, una vez que termina la guerra civil

(1921), una vez que son derrotados los “rusos blancos”, piden devolver

el poder a los soviets, demandan la democracia obrera, dejando el

comunismo de guerra, que era comprendido como recurso provisional

y de emergencia para afrontar la guerra civil. La respuesta va a ser

represiva; el ejército rojo, comandado por Trotsky, masacra a los

sublevados, considerados aliados del imperialismo. Segundo, es

Bukharin, que del otro lado, en contraste con los marineros y obreros

de Kronstadt, participa y teoriza sobre la ruta de la NEP. Tercero, es el

mismísimo Lenin, que en su testamento, propone una revisión de la

estrategia del comunismo de guerra y de la concepción del socialismo,

apegada esta estrategia, concibe un socialismo basado en

cooperativas. Esta apreciación puede parecer sorprendente; empero,

no debería serlo, forma parte de las paradojas en la historia.

Corrientes, que se enfrentan, se contrastan, se contradicen, corrientes

“enemigas”, comparten un mismo suelo “ideológico” y epistemológico,

constituyen la misma tendencia histórica, aunque los protagonistas no

lo consideren así y se esmeren por diferenciarse.

A propósito, Lezek Kolakowski, en Las grandes corrientes del

marxismo, dice que si entendemos por bolchevique a alguien que

acepta todos los principios del nuevo orden; vale decir, poder ilimitado

de un partido único, unidad granítica en el seno del partido, ideología

excluyente de las otras ideologías, dictadura económica del Estado,

considerando que todo esto es posible, en un determinado sistema,

evitando el despotismo de una oligarquía o de un individuo, de

224

gobernar sin recurrir al terror, preservando los valores bolcheviques,

sostenidos a lo largo de la lucha por el poder. Poder definido como

gobierno de los trabajadores o del proletariado, comprendiendo la

libertad del desarrollo cultural, en relación al arte, a la ciencia y a las

tradiciones nacionales. Si bolchevique significa todo esto, la palabra

designa simplemente a un hombre incapaz de llegar a sus propias

conclusiones a partir de sus propias premisas. Por otra parte, si la

ideología bolchevique no es solamente un conjunto de ideas generales,

sino que implica la aceptación de sus consecuencias inevitables,

derivadas de los propios principios, entonces Stalin es, con todo

derecho, de ser proclamado el más consecuente de todos los

bolcheviques y de todos los leninistas121. Kolakowski concluye que

Stalin es Trotsky e acción.

Esquematismos y maniqueísmos en Bolivia

Comencemos con los esquematismos y maniqueísmo de la

izquierda tradicional. El mito del partido es el imaginario compartido

en los partidos de la izquierda tradicional; en los que se clasifica por

“estalinistas” por los grupos trotskistas, así como en los mismos grupos

trotskistas, descalificados como “ultras” por los “estalinistas”, incluso

acusado por parte de los “estalinistas”, así como por el vicepresidente,

por terminar de coadyuvar a la “derecha”. Mito del partido compartido

innegablemente por el vicepresidente, quien parece haberse

desplazado momentáneamente, por un lapso, a posiciones

comunitaristas, cuando formaba parte de Comuna; sin embargo, ha

vuelto al redil del mismo imaginario esquemático de la izquierda

tradicional. Es sintomático observar que esta izquierda se esmera

celosamente por ser la portadora del mito; son anecdóticamente

controversiales las pugnas y guerras intestinas en esta izquierda. No

es pues sorprendente que se acusen mutuamente de traición, de

desviación, de revisionismo, incluso, como es el caso delirante del

vicepresidente, de “derechismo”, cuando creen que los otros no

responden a la figura esquemática del imaginario maniqueo. Lo cierto,

es que a pesar de sus diferencias, comparten celosamente el mito del

partido y el esquematismo leninista, lo hagan de una manera o de otra,

incluso solitaria, como lo hace el vicepresidente, sin contar con un

partido bolchevique, sino con un partido populista, que él mismo llama

gelatinoso. El vicepresidente sintetizaría, imaginariamente claro, en su

121 Leszek Kolakowski: Las grandes corrientes del marxismo.

225

persona el partido, la teoría leninista, la representación del

proletariado, aunque también pretende, en vinculación con el

presidente, representar a los pueblos indígenas, y el centralismo

democrático. Los demás, el resto, el partido gelatinoso del MAS, los

retrasados en la consciencia en sí, gremial, deben obedecer. No nos

interesa entonces escuchar quién es el portador del fuego santo, el

iluminador, si los residuos de la izquierda tradicional o el

vicepresidente, sino detenernos a describir la incidencia del mito del

partido y del esquematismo leninista en la dramática historia política

de la izquierda en Bolivia.

Hemos visto, en la historia inicial de la Unión Soviética, como los

bolcheviques descartan a los demás partidos socialistas, componentes

de los soviets y partícipes de la revolución de 1917, desde comienzos

del año; después asistiremos cómo un miembro del comité central del

Partido Comunista, Joseph Stalin, hace asesinar a los demás miembros

del comité central, quedando como único digno representante del

comité central, del partido, de la Unión Soviética y del proletariado

universal. Sorprende, que en los demás países, después de la

revolución rusa, sean los mismos bolcheviques los que se descarten,

incluso antes de la toma del poder, a la que no llegan, a pesar de todo,

salvo excepciones, que comienzan la revolución fuera del

esquematismo leninista.

En Bolivia, a partir de una coyuntura crítica, el golpe del general

Banzer Suárez (1971), la derrota de la Asamblea Popular, la caída del

gobierno nacionalista del general Juan José Torres, el trotskismo,

aglutinado y organizado principalmente en el POR, se hace trizas,

diseminándose en pedazos dispersos, cada uno de los cuales se

reclama de partido de vanguardia. Si ya antes había ocurrido un

desplazamiento, no necesariamente parecido, con el “entrismo” de

militantes trotskistas al MNR, también con la formación del POR

Combate, influenciados por el trotskismo de la cuarta internacional de

Nahuel Moreno122, lo insólito acaece después de la Asamblea Popular.

Lo mismo pasa con el PC, fundado por Sergio Almaraz Paz, después de

la crisis del PIR, que se alía a la “rosca minera” para derrocar a

Gualberto Villarroel. El PC expulsa a Sergio Almaraz por sus

“veleidades” nacionalistas y por leer más a Albert Camus que

122122 Nahuel Moreno (1924-1987). Teórico trotskista argentino. Organizador del Secretariado

Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo (SLATO) y luego de la Liga Internacional de los Trabajadores -

Cuarta Internacional (LIT-CI).

226

Konstantinov. Más tarde, en pleno conflicto Chino-Soviético, después

de la muerte de Stalin, los PCs se dividen; unos definidos según su

tendencia moscovita, los otros definidos según su tendencia pequinesa.

Cada uno se reclama más marxista leninista que el otro, es decir más

bolchevique. Con la revolución cubana, va a aparecer, en América

Latina, también en Bolivia, una tendencia clasificada, por los otros

partidos “bolcheviques”, de “foquista”, refiriéndose a la estrategia

guerrillera que devino en la revolución cubana. Esta tendencia se

reclamará de guevarista, asumiendo la concepción y el recorrido del

insigne guerrillero Ernesto “Che” Guevara. No olvidemos que es el PC

de Cuba el que se constituye en el poder y el que imprime su

concepción bolchevique a las transformaciones realizadas en la isla del

Caribe, claro que combinadas con la tradición guerrillera recogida,

asumida y teorizada por el propio partido. De todas maneras, lo que

llama la atención son tantos bolchevismos que, en vez de unirse, por

lo menos para efectuar la “revolución”, se esmeran por diferenciarse

como vanguardia respecto de los otros, calificados de revisionistas o

“ultras”.

Como dijimos, esta actitud insólita, no está exenta del

vicepresidente; al contrario, esta expresada de una manera arrebatada

y extrema, cuando se considera el “último bolchevique”, solitario

perdido en el desierto de la incomprensión. Estamos entonces ante un

síntoma alarmante del imaginario esquemático y maniqueo “leninista”.

¿Cómo explicar este fenómeno? ¿Cuáles fueron sus incidencias y

repercusiones en las luchas sociales?

El imaginario bolchevique ruso se basa en la confianza

racionalista del materialismo histórico, confianza sustentada en el

supuesto de la astucia de la historia y apoyada en las tesis orientales,

así como en la tesis del imperialismo. Esta confianza explica la gran

voluntad acumulada, concentrada, intensificada, en la formación del

partido revolucionario, partero de la historia. Hay como una

sobreestimación de las fuerzas, supuestamente acrecentadas por la

fuerza inmanente de la “dialéctica” histórica. La coyuntura de la

primera guerra mundial, el desmoronamiento del imperio zarista, les

otorga la oportunidad de efectuar la utopía marxista, en el contexto de

una demoledora crisis del capitalismo, en su fase imperialista. La

pregunta es: ¿sobre qué se sostiene la confianza de los bolcheviques

bolivianos, fuera de heredar el mito del partido y el fundamentalismo

racionalista de la astucia de la historia? Se puede decir que los

bolcheviques bolivianos, así como los latinoamericanos, basan también

227

su confianza en hecho de la revolución rusa y en la existencia de la

Unión Soviética. Son atrapados por este pasado inmediato, se sienten

apoyados por el peso del acontecimiento de la revolución rusa, después

por el peso de la revolución china, más tarde por el peso de la

revolución cubana. Son las imágenes de estas revoluciones las que

sostienen su confianza y su incursión en la lucha política. Hay como un

doble juego imaginario; primero, la de la astucia de la historia;

segundo, el imaginario reforzado por irradiación de estas revoluciones.

Hay también una doble sobrevaloración de las fuerzas; no importa que

no se llegue a la escala organizacional de los bolcheviques rusos, basta

con formar células, reconocerse como partido leninista, como para

adquirir la fuerza histórica de los bolcheviques rusos. A cada partido

bolchevique, por más pequeño que sea, por poco organizado que sea,

le es suficiente imitar a los bolcheviques rusos como para seguir el

mismo curso. Incluso se repite imaginariamente las mismas facetas;

eclosión espontanea, gobierno provisional revolucionario, alguien que

se parezca a Kerenski, después la revolución de octubre repetida. Cada

bolchevique es portador del “espíritu” de la historia. La creencia de ser

portadores de este poder mesiánico explica la excesiva confianza,

además, también explica los insuflados egos, así como explica el

desperdicio de tiempo en micro-guerras intestinas, divisiones,

separaciones, defenestración de revisionistas o “ultras”, llegando al

extremo de minúsculos partidos, que no han perdido la certidumbre en

ser los portadores de la gran revolución mundial. Este estilo de

“bolchevismo” ha debilitado las fuerzas, ha ocasionado también

divisiones en el proletariado, ha empujado a fracasos políticos, a pesar

de los grandes esfuerzos de las masas, de las multitudes, del

proletariado, de los pueblos. Por otra parte, este estilo “leninista” los

ha aproximado al imaginario frenético de la revolución inminente, en

cualquier circunstancia, más o menos conflictiva, alejándolos de una

información y comprensión adecuada de la historia efectiva, las

coyunturas y contextos concretos.

Estamos ante ejemplos de la alucinación intelectual radical. Estar

atados al pasado, aunque sea el pasado inmediato, es una condena,

como lo había descrito Marx en el 18 de Brumario de Luis Bonaparte.

Los “revolucionarios” se invisten de los trajes y glorias de los fantasmas

del pasado, creyendo que con esto se insuflan del espíritu acumulado

de los héroes. Era preferible, como dice también Marx, aconsejando a

los revolucionarios del presente, que no tengan nada que ver con el

pasado, que comiencen una nueva historia, inventando sus propias

interpretaciones y sus propios métodos. Con todo, los bolcheviques

228

rusos tuvieron que inventarse una revolución sui generis, un

capitalismo de Estado y un socialismo de guerra, propuestos por Lenin,

como columna vertebral de un socialismo estatal, es decir, policial. En

cambio, en la mayoría de los casos, en América Latina, los

“bolcheviques” latinos quedaron atrapados en la telaraña tejida por los

fantasmas del pasado. No son más que “bolcheviques” nostálgicos y

melancólicos, arrepentidos de lo que pudo haber sido y no fue.

Ahora bien, con el “último bolchevique” hay una variante, quizás

abrumado por su propia soledad buscada; el “último bolchevique”

considera que el proceso boliviano, de 2000 al 2013, es ya la

realización de la gran revolución, con el aditamento, que también sería

una revolución indígena. Imaginariamente ha resuelto el problema de

los “bolcheviques” andino-amazónicos; la “revolución” no hay que

efectuarla en el futuro, sino que ésta ya se ha hecho, aunque nadie se

dé cuenta de este acaecimiento. Ahora hay que consolidarla, aunque

nadie sepa qué es lo que hay que consolidar.

Lo que hay que evaluar es la incidencia y repercusiones de este

estilo de política y práctica “revolucionaria” en el decurso de las luchas

emancipatorias y de liberación anticapitalistas, antiimperialistas y

anticoloniales. Lo primero que hay que anotar al respecto es que se

opta por la fuerza, por la violencia “revolucionaria”, que no hay que

confundir con la dictadura del proletariado, que más bien propone una

transición en la desaparición del Estado; transición que se basa en la

participación y la construcción colectiva del socialismo123. Al respecto,

se puede considerar, incluso comprender, sin necesariamente aceptar,

que la opción por la fuerza y la violencia responde, no sólo a las

amenazantes circunstancias en las que nace el Estado Soviético, sino

al entendimiento de que, en el fondo, incluso en democracia, la pugna

se resuelve por la correlación de fuerzas. En el substrato político se

mueven las fuerzas descarnadas. Nadie puede hacerse ilusiones de los

buenos oficios de los contendientes, ni de que van a acatar las reglas

del juego, al pie de la letra. Como se dice popularmente, esta es la

cruda realidad. Sin embargo, el problema es la perspectiva

emancipadora y liberadora, si se quiere, revolucionaria; ¿se puede

emancipar, liberar, trasformar radicalmente la sociedad, mediante el

uso privilegiado de la fuerza y de la violencia? ¿Imitar el uso del poder

de las clases dominantes no es convertirse en clase dominante? Este

es el tema crucial. La emancipación, la liberación, el socialismo, la

descolonización, no se impone, se construye colectivamente. Si no se

123 Revisar de Etiene Balibar Dictadura del Proletariado.

229

puede hacer esto, construir el socialismo con la sociedad, construir la

alternativa social de-colonial, construir el comunismo, construir el

comunitarismo, con la participación democrática de la sociedad, se

termina construyendo una sociedad a imagen y semejanza del Estado,

una sociedad disciplinada. La potencia social es reducida, inhibida,

domesticada, capturada, obligándola a seguir los moldes diseñados por

la ingeniera social burocrática. Sólo el autoengaño puede llamar a esta

conformación socialismo, comunitarismo, comunismo, descolonización.

Aunque se avancen en la resolución de los problemas de desigualdad,

discriminación y marginamiento, con programas y ejecuciones

gigantescas en lo que respecta a la salud y la educación, logrando,

además el pleno empleo, como ocurrió en los países del los estados del

socialismo real, el problema es que se ha convertido a la sociedad en

rehén del Estado, inhibiendo sus capacidades creativas. Una sociedad

disciplinada no es una sociedad liberada, aunque si se puede aceptar,

con mucha reticencia, que pueda ser una sociedad emancipada. En

otras palabras, este camino de la violencia “revolucionaria”,

condicionado por la cruda realidad, no resuelve el problema mayúsculo,

que se encuentra en la matriz del problema; no resuelve el problema

del poder.

A estas alturas de las historias políticas, debemos hacer memoria

y evaluar críticamente las experiencias “revolucionarias”. Contando

con la caída de los estados socialistas de la Europa oriental, con el

decurso contradictorio del “socialismo de mercado”, optado por la

Republica Popular de China, quizás también por Vietnam. Contando

con la tremenda discusión en Cuba, respecto de la apertura dirigida y

controlada hacia el mercado, que muy pocos “bolcheviques”, fuera de

Cuba, se han interesado e informado. La mayoría ha descalificado esta

discusión y ha condenado a la revolución Cubana, en el momento

crítico que le asiste asumir y resolver. A estas alturas de las

temporalidades políticas acumuladas, no sólo se deben discutir las

estrategias, las tácticas, los métodos de emancipación y liberación,

sino que la discusión debe llevar a transformar las estrategias y las

tácticas, las concepciones “revolucionarias”, que parecen cuestionadas

y contrastadas por la misma historia efectiva. Insistir en los mismos

procedimientos, en las mismas concepciones, que acompañaron a las

revoluciones pasadas, que ciertamente forman parte de la memoria de

las luchas sociales, que hay que valorarlas y recordar, es creer en la

eterna repetición de lo mismo. Ahora, hacer esto, repetir lo mismo, en

las condiciones histórico-sociales-económicas-culturales del siglo XXI,

las trasformaciones del capitalismo, del orden mundial de dominación,

230

de la combinación y composición de los diagramas de poder, es apostar

al fracaso, por más que se prologue por un lapso de tiempo la ilusión

del cambio.

A estas alturas de la experiencia histórica-política de los pueblos,

es indispensable evaluaciones críticas de esta experiencia, es urgente

hacer otras rutas, que sean efectivas en la destrucción del poder y del

Estado, que son los problemas, los límites, los obstáculos, que no han

podido cruzar ni resolver las “revoluciones”. Una de las rutas

sugerentes y propositivas se encuentra en la experiencia zapatista en

la selva lacandona. Experiencia maya y experiencia de resistencia

social popular, combinada y compuesta de comunidades indígenas.

Experiencia conformada por la confluencia guerrillera, así como de

marxismos, puestos en cuestión en el escenario comunitario, también

de prácticas y discursos de la teología de liberación, de los mismos

modos puestos a prueba. Experiencia texturada por la emergencia

colectiva, donde comienzan a desaparecer los perfiles individuales y

protagónicos; lugar donde nace el enunciado de mandar obedeciendo,

apropiado y usado por otros de manera demagógica, sin comprender

que el sostén del enunciado es un conjunto de prácticas participativas

y éticas. El zapatismo enseña a romper las jerarquías, las

representaciones y delegaciones consabidas, los egos inflamados,

aceptar humildemente y pacientemente la construcción deliberada de

la decisión comunitaria. El logro de las autonomías indígenas, la

realización integral de estas autonomías, sobre todo en la constitución

de sujetos comunitarios, solidarios, complementarios, recíprocos, es ya

una victoria sobre el Estado y el poder.

Si bien el zapatismo no se extendió a toda la formación social

mexicana, a los Estados Unidos Federales de México, a la sociedad

abigarrada mexicana, se debe a condicionamientos y factores que

podemos considerar como de cristalizaciones conservadoras,

coagulaciones institucionales, todavía ancladas en el imaginario

recurrente y proliferante del poder. Tanto “izquierdas” como

“derechas” han mostrado descarnadamente sus conservadurismos

recalcitrantes124. La sociedad, el grueso popular de la sociedad, que en

principio recibió con entusiasmo la emergencia, la guerrilla territorial

y comunicacional zapatista (1994), empujada a reflexionar a partir de

su propia memoria, de su propia matriz, la de la revolución mexicana

(1910-1940), la revolución agraria, la movilización guerrillera de

124 Ver de Raúl Prada Alcoreza Conservadurismo recalcitrantes. Bolpress, La Paz 2013; Rebelión, Madrid 2013; Dinámicas Moleculares, Horizontes nómadas; La Paz 2013.

231

indígenas y campesinos de principios del siglo XXI, se vio en

dificultades cuando el zapatismo preguntó a la sociedad qué se pone

en el programa colectivo hacia una Asamblea Constituyente. Lejos de

la predisposición a la participación, acostumbrados, los miembros de

la sociedad, a seguir un programa, a un líder, a un partido, se vieron

interpelados, empujados a ser responsables inmediatos de la

construcción colectiva de la política. Este desafío no fue respondido o,

mas bien, la respuesta fue optar por lo conocido, por seguir haciendo

lo que antes se hizo, buscar opciones electorales de “izquierda”.

Cuando se ganó las elecciones, no se defendió a muerte la victoria,

como corresponde, dejando escatimar los resultados con fraudes

escandalosos, empero institucionalizados. Se puede decir, entre otras

cosas, entre otras atribuciones, que el zapatismo es una pedagogía

política.

Hay que aprender de esta experiencia, que ya se acerca a las dos

décadas, cuyos resultados son altamente apreciables, cuando las

comunidades zapatistas lograron no solo ejercer la autonomía y el

autogobierno, la gestión territorial, la gestión social y la gestión

comunitaria, de manera ejemplar, conformado sus entramados

sociales comunitarios, su “economía” complementaria, su educación

desescolarizada, su política de mandos rotativos y asambleístas, la

constitución de subjetividades auto-determinantes. Hay que aprender

del zapatismo a liberar la potencia social de-construyendo

sistemáticamente las formas y los perfiles del poder.

La re-insurrección zapatista

Nicté Fabiola Escárzaga, en su tesis de doctorado La comunidad indígena en las estrategias insurgentes de fin del siglo XX en Perú,

Bolivia y México, hace el análisis comparativo de tres insurgencias dadas en el continente, en su contemporaneidad intensa y crítica. Las

tres experiencias subversivas tienen una vinculación importante con las comunidades indígenas mayas, en México, aymara y quechua, en

Perú y Bolivia. La investigación de Fabiola Escárzaga es un gran aporte por su análisis comparativo, lo que falta hacer en América Latina y el

Caribe, así también por los temas complejos e intensos que toca, porque aporta luces a la comprensión de estos movimientos

insurgentes y, a través de estos movimientos, hacer inteligibles el presente de las formaciones sociales de Mesoamérica y los Andes. En

lo que respecta a la emergencia zapatista escribe:

232

En la experiencia mexicana, un grupo de guerrilleros mestizos

provenientes del norte capitalista y próspero del país, Nuevo León y de otras ciudades de provincia, las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN)

se instalan en forma clandestina en territorio chiapaneco en 1969, que

consideran el espacio más atrasado del país y por ello suponen que es el más propicio para organizar una insurrección campesina. Los

campesinos se enfrentan al despojo de sus tierras por los terratenientes para el cultivo de café y por el propio gobierno para la

extracción de petróleo, gas y la construcción de hidroeléctricas, en beneficio de los intereses del gran capital y de las trasnacionales. La

única salida dejada por el gobierno federal a los campesinos sin tierras es la colonización de la selva lacandona.

Para afrontar la tarea de colonizar una tierra virgen, la población

campesina mayoritariamente indígena, desarrolla un complejo proceso de reconstitución comunitaria, que es apoyado por la diócesis de San

Cristóbal a cargo del obispo Samuel Ruiz, que aporta recursos materiales, promueve la organización comunal y estimula el desarrollo

de la conciencia de su identidad étnica entre los campesinos y más

tarde, reconociendo las limitaciones de sus recursos técnicos y políticos, convoca a trabajar en la diócesis a grupos militantes maoístas

Unión del Pueblo y Línea Proletaria que ofrecen los recursos técnicos y políticos necesarios para la organización campesina de carácter

regional y para la negociación con el estado. La forma de organización ejidal impuesta por el gobierno, es asumida por grupos de

colonizadores indígenas y mestizos organizados como el soporte jurídico oficial que permite una organización comunal recreada. Los

protozapatistas mestizos de las FLN se incorporan a esta dinámica y establecen, luego de un prolongado trabajo clandestino de infiltración,

una alianza con los dirigentes indígenas formados en ese proceso, de su conjunción se constituye en 1983 el EZLN.

La insurgencia indígena zapatista hace visibles las fisuras del

desgastado proyecto nacionalista revolucionario y del sistema de

partido de estado construido por él, que han sido profundizadas por el neoliberalismo y pone en evidencia la fragilidad del proceso de

democratización del país. El zapatismo saca a la luz y denuncia las grandes contradicciones del país: la no integración de los indígenas

mexicanos a la nación mestiza que los excluye; la persistencia de mecanismos de opresión precapitalista en algunas regiones periféricas

del país, particularmente en aquellas de predominio demográfico indígena, donde los mecanismos del racismo viabilizan la persistencia

y legitimidad de tales relaciones productivas. Visibiliza también la recurrente apuesta por la lucha armada por grupos campesinos

indígenas y mestizos y urbanos descontentos durante la segunda mitad del siglo XX, negada por el gobierno mexicano.

233

El zapatismo en su discurso juzga y condena desde la conciencia

del México moderno el atraso de la periferia y la marginación de los indígenas que es solapado y aprovechado por los políticos del centro

del país y por los grandes intereses económicos, nacionales y

trasnacionales. El zapatismo se mueve en ambos mundos, el atrasado y el moderno, en ambos terrenos, en Chiapas y en el centro político

del país, cuyas lógicas conoce gracias a la conformación heterogénea de sus cuadros. Aprovecha también el contexto internacional favorable

a las reivindicaciones étnicas e inscribe parcialmente en él su propio proyecto. La estrategia zapatista desplaza desde lo militar hacia lo

mediático gran parte de sus fuerzas y coloca el conflicto en distintos niveles: el local, el regional, el nacional y el internacional125.

En lo que respecta a la caracterización de las condiciones

histórico-sociales-económicas y culturales donde va emerger la re-insurrección zapatista, Escarza las describe da la siguiente manera:

El caso de Chiapas no corresponde al patrón productivo

dominante en la mayor parte del territorio mexicano (centro y norte),

en donde las relaciones de producción capitalistas fueron dominantes desde las últimas décadas del siglo XIX, a través de la hacienda en la

que no obstante persistieron mecanismos de explotación precapitalista, hasta el triunfo de la burguesía en la revolución de 1910-

1920. En Chiapas, su vinculación al mercado mundial a pesar de su atraso fue la constante, mientras que permaneció prácticamente ajena

al mercado nacional y a la intermediación de las élites económicas y políticas del centro del país, hasta muy avanzado el siglo XX, allí, a

diferencia de lo que ocurrió en los países andinos, los grandes o medianos propietarios, los finqueros, tomaron en sus manos la

dirección del proceso productivo en las tierras susceptibles de producir para esa demanda externa o para el mercado interno, para ello fueron

despojando de la tierra a las comunidades indígenas e incorporaron a la fuerza de trabajo bajo el mecanismo del peonaje por deudas,

permanentemente en algunas regiones del estado y temporalmente en

otras, de acuerdo a las necesidades de la producción.

Este mecanismo permitió la sobrevivencia marginal de las comunidades indígenas en los Altos, que reproducen a muy bajo costo

la fuerza de trabajo temporal que requerían otras zonas del estado, que eran contratados como peones por los enganchadores y retenidos

mediante el endeudamiento. La cultura del desalojo como la denomina García de León, que vuelve a los indios dependientes de los finqueros,

sometidos bajo mecanismos precapitalistas que se legitiman mediante relaciones paternalistas del patrón sobre los peones. Paradójicamente,

125 Nicté Fabiola Escárzaga: La comunidad indígena en las estrategias insurgentes de fin del siglo XX en

Perú, Bolivia y México. Tesis de Doctorado en Estudios Latinoamericanos Facultad de Ciencias Políticas y Sociales Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM.

234

este proceso de desintegración comunitaria convierte a la comunidad

indígena autónoma, prácticamente inexistente, en la máxima aspiración de la población indígena, autonomía campesina que sólo

podría ser alcanzada recuperando la tierra126.

Una primera pregunta debemos hacernos: ¿dónde está la matriz

de la re-insurrección zapatista? Ciertamente, por el mismo nombre

dado y asumido, nos trasladamos a la revolución mexicana de

principios del siglo XX, desde la segunda década, cuando estalla.

Emiliano Zapata es el símbolo de la revolución agraria; su fantasma es

constitutivo de la memoria mexicana; sobre su cadáver, sobre su

asesinato y traición, se erige el Estado mexicano. La institucionalidad

del Estado-nación va poner la primera piedra imaginaria en este

general campesino, enterrado para construir precisamente el Estado.

Los muertos sirven para eso, para ocupar el lugar del origen de los que

vienen. Sin muertos no hay nación, no hay sociedad, no hay Estado.

Cuando los zapatistas de la selva lacandona retomaron el nombre del

origen, removieron los cimientos imaginarios del Estado. Cuestionaron

su legitimad, la del Estado; esta legitimidad estatal se encuentra

cuestionada por otra interpretación del origen; nacimiento convocado

para continuar la guerra, no sólo agraria, sino también indígena,

descolonizadora.

Los zapatistas vencieron al invencible Partido de la Revolución

Institucional (PRI), al partido-Estado, que también es Estado-partido.

Después de los acontecimientos de 1994, cuando estalla la guerrilla,

en pleno momento de la firma del Tratado de Libre Comercio con

Estados Unidos y Canadá, queda interpelado este tratado, el acuerdo

multinacional neoliberal, la globalización privatizadora, así como

también la política, la estrategia económica y la legitimidad del PRI.

Una vez acaecido el contra-suceso, el contra-poder, el contra-tratado,

enunciado como rebelión indígena, el PRI no va tener nunca más la

consistencia aparente y coercitiva que tenía. Va a ser fácil vencerlo,

incluso en las elecciones, como se ha evidenciado esto después. Pero,

los zapatistas no estaban interesados en tomar el poder; la guerrilla se

efectuó para obligar al Estado a dialogar con los hombres y mujeres

invisibles o invisibilizados, los indígenas. Se trataba de una guerrilla

distinta o de un uso distinto de la guerrilla, una guerrilla que reclama

dignidad, reconocimiento por parte del Estado; poner en la mesa la

126 Ídem.

235

cuestión olvidada, la cuestión colonial y de la colonialidad; colocar en

la mesa, no como convidados de piedra, sino con voz propia, lengua

propia, presencia propia, a los olvidados, a los indígenas. La guerrilla

zapatista removió los cimientos del Estado y conmocionó al ser mismo

mexicano.

Ciertamente esta es la matriz histórica, pero, ¿cuál es la matriz

efectiva? El referente próximo. Indudablemente es Tlatelolco, la

movilización estudiantil y concentración en la plaza donde se masacró

y asesino a las multitudes estudiantiles congregadas (1968). Ante la

revolución cultural estudiantil, que pedía autogestión,

autodeterminación, los jerarcas del Estado vieron en esta movilización

una afrenta a la nación y una fuga de la institucionalidad estatal

coagulada. La respuesta fue de una violencia descomunal; se optó por

el asesinato masivo, así como se había optado por la traición y el

asesinato de Emiliano Zapata, para acabar con la revolución agraria y

reducirla a una reforma agraria institucionalizada y controlada.

Algunos sobrevivientes de la masacre de Tlatelolco huyeron a la

selva lacandona. Después de un tiempo, el grupo guerrillero, que huía

del norte, perseguido, fue a buscar a sus compañeros, aquellos

sobrevivientes de la masacre. La matriz entonces efectiva de la re-

insurrección zapatista es este acontecimiento intenso y dramático de

la revolución cultural estudiantil de 1968. Este acontecimiento es el

referente de la guerrilla, la sublevación indígena zapatista. Se entiende

entonces que sobre la base de esta revolución cultural, de esta nueva

constitución subjetiva, se produzca ese desplazamiento de la formación

enunciativa zapatista. Un nuevo discurso de-constructivo,

autogestionario, auto-determinante y comunitario. Fueron las

comunidades mayas, donde se insertaron estos guerrilleros, las que los

re-educaron, interpelados por los saberes indígenas, por la fortaleza

ética y cultural de las comunidades mayas. El marxismo de los

guerrilleros tuvo que ser revisado.

Ahora bien, si hablamos de matrices, es la estructura de larga

duración, es el ciclo largo, es la memoria larga, lo que entra en juego.

Es la relación de las comunidades mayas con la tierra, el territorio, los

ciclos del suelo, los ciclos del agua, los ciclos del aire, los ciclos de los

bosques; es en definitiva, la relación con la vida, lo que está en el

comienzo, diremos, metafóricamente, eterno de la vida. Lo que en

lengua colonial se llama indígena es esto, lo común, las formas de dar

curso a lo común, de efectuar lo común, de convivir en lo común. Es

236

también la cultura de los cultivos, la cultura del maíz, la cultura de la

milpa y los tejidos.

Los guerrilleros mestizos que llegaron a la selva lacando tienen

en la constitución de su ser al “indígena”; no podía ser de otra manera.

No hablamos biológicamente, pues todos lo somos, todos somos

mestizos, sino de subjetividades, de mestizajes subjetivos; es decir,

de afectividades, de sensibilidades, de imaginaciones e imaginarios, de

reflexiones y memorias. Los y las mestizas son como espesores de

intensidades en torbellinos encontrados, contrastados. Nunca saben

quiénes son, aunque este dilema sea también de los no mestizos;

empero, en los mestizos es un dilema desgarrador. Creyeron encontrar

la realización en el padre blanco; pero, esta imitación los llevó a

perderse en el laberinto del reconocimiento. Solo pueden encontrar la

paz volviendo al vientre de la madre indígena. Por eso, cuando los

mestizos se encuentran sinceramente, honestamente, abiertamente,

humildemente, con los indígenas, se reeducan, aprenden, se des-

constituyen para reconstituirse de otra manera. Es esta una enseñanza

que se debe aprender de los mestizos zapatistas, que, a su vez,

asimilaron de los zapatistas indígenas.

La primera enseñanza es no ser vanguardia, mejor dicho, no

creerse vanguardia. Al contrario, ser “retaguardia”, si podemos usar

eta palabra, metafóricamente. Mucho mejor, ser parte de la

comunidad, de las formas de organización de la comunidad. En

principio, sobre todo en el momento militar, cuando estalla la guerrilla,

había subcomandantes, los comandantes eran las autoridades de la

comunidad. El EZLN contaba con ciertas atribuciones de decisión

independiente; los subcomandantes, eran como las autoridades

militares, el subcomandante Marcos era como el vocero del EZLN. Con

el transcurrir del tiempo, sobre todo con la acumulación de experiencia,

se han diluido estas jerarquías; todo queda a cargo de la comunidad.

La educación, la “escuela”, el ejército, la defensa, la vocería, la política,

la economía, las relaciones, etc. Los últimos rangos individualizados se

han diluido. Los que atienden a los visitantes, a los que van a recibir

un poco de enseñanza comunitaria, son recibidos por los y las

custodias, una familia se hace cargo de la visita, quien participa de las

actividades cotidianas de la comunidad.

Ciertamente, el territorio zapatista es pequeño, en comparación

con la geografía mexicana, además de estar rodeado por el ejército

mexicano, las empresas capitalistas, y estar atravesados por

comunidades no zapatistas. Empero, donde las comunidades

237

zapatistas se encuentran, ejercen su autonomía, su autogobierno y su

autodeterminación. Las diferencias se han dado entre las comunidades

zapatistas y las comunidades no zapatistas; sobre todo son notorias

las diferencias sociales, en lo que respecta a la salud, a la educación,

a la cohesión social, a la soberanía alimentaria, a la formación y

constitución de sujetos y subjetividades. El territorio y la sociedad

zapatista, compuesta por comunidades autónomas, se ha

transformado profundamente. Hablamos de territorios liberados,

donde se ejerce una ruta distinta, alternativa. Estas transformaciones

en las subjetividades, en el desenvolvimiento comunitario, en distintos

planos, hablan de la fortaleza de la “estrategia” zapatista.

La segunda enseñanza es que no se debe tomar el poder, sino

desmontarlo, des-construirlo; es decir, destruirlo, entendiendo que

esto implica desarmarmarlo, desacoplarlo, en sus distintas formas

polimorfas de manifestación. Tomar el poder implica tomar el lugar del

poder, el espacio del poder, por lo tanto reproducirlo con sus nuevos

ocupantes. Este es el error de todos los “bolcheviques”, también de los

nacionalistas revolucionarios y de los populistas. Cuando se toma el

poder, el poder transfiere sus estructuras y sus funcionamientos a los

nuevos detentores del poder, aunque estos hayan cambiado su

institucionalidad, como en el caso de los socialismos reales, peor aún

si esta institucionalidad no ha sido cambiada, sino tan solo barnizada,

como en el caso de los nacionalismo y los populismo.

La tercera enseñanza es que no hay una “teoría revolucionaria”,

por lo tanto, tampoco hay iluminados. Lo que se tiene son saberes

colectivos; en el caso de la sublevación comunitaria, saberes

subversivos, saberes y prácticas alterativas, que tejen otras

composiciones sociales, creando mundos alterativos. Las teorías

críticas pueden ser incorporadas en las hermenéuticas e

interpretaciones colectivas; empero, como parte de los tejidos, de las

texturas, de las composiciones comunitarias. Todo entra en devenir,

forma parte de la constante creación de la potencia social.

La cuarta enseñanza es ética. Hablamos no sólo del sentido

comunitario, las sensaciones, los afectos, los valores compartidos

comunitarios, sino de la renuncia a las jerarquías y a los

protagonismos, que es una de las formas veleidosas del ejercicio del

poder.

La quinta enseñanza es estratégica. No se renuncia a la defensa,

por lo tanto a la organización militar; sin embargo, lo militar no se

238

convierte en la preocupación principal, no se convierte en el plano

principal de las actividades, como en el caso de los proyectos y

experiencias guerrilleras dadas en el continente y todavía efectuadas.

Lo militar no puede superponerse a la autonomía comunitaria, al

ejercicio común de lo comunitario, al ejercicio comunitario de lo común,

a la deliberación y decisión colectiva. Lo principal no es lo militar; es

apenas una herramienta, un recurso, en el curso de la lucha, que ocupa

múltiples planos. Lo principal está en la autodeterminación,

autogestión y autonomía comunitarias. Lo principal son las

transformaciones constantes, aunque sean imperceptibles, a veces.

La sexta enseñanza es política o, si se quiere, de pedagogía

política. Se trata de enseñar con el ejemplo, de convertirse en

referente, de irradiar por difusión, en el sentido del difusionismo

cultural. No se pierde la comunicación con el pueblo y la sociedad

mexicana abigarrada; al contrario, se mantiene un contacto

permanente, mediante la interpelación a su ser. ¿Quiénes somos? No

podemos seguir haciendo lo que nos ha convertido en subalternos, hay

que escapar de esas prácticas reproductivas de lo mismo. Hay que

crear otros mudos, mediante otras prácticas, emancipadoras, hay que

constituir subjetividades libres y creativas, mediante la estética de

otros imaginarios. Hay que hacer política, pero, no la política que quiere

que se haga el poder, incluso con la invitación perversa y seductora de

que se lo tome, de una u otra manera, violentamente o electoralmente.

Pues esto es caer en la trampa de la reproducción.

No vamos seguir con la lista. Estas parecen las enseñanzas

principales. Lo importante es señalar que otra estrategia revolucionaria

es posible, que no sea la eterna reproducción del poder.

239

Subversiones en las periferias del sistema-mundo capitalista

El siglo XX se inaugura con la subversión de los “bóxer”,

calificados así, en inglés, por los británicos, quienes se llamaban a sí

mismos los guerreros del cielo celeste (Tai-ping). Los guerreros del

cielo celeste estaban inspirados en una combinación hermenéutica, que

hoy podríamos llamar intercultural; eran taoístas y cristianos. Esto, si

se quiere, en lo que respecta a la “ideología”. En lo que respecta a la

historia efectiva, que obviamente no se desentiende de la “ideología”,

ni de los imaginarios, sino haciendo hincapié, a pesar de las

composiciones materiales e imaginarias, en las prácticas y en las

relaciones, los guerreros del cielo celeste son monjes, relacionados

también, con una parte de la burocracia monárquica, que decidió

enfrentar a la ocupación colonial e imperialista de los puertos chinos.

Este levantamiento es una de las insurrecciones más sugerentes del

siglo XX, que quizás haga inteligible las insurrecciones desatadas en

240

este siglo, que Alain Badiou llama ultimatista, en las periferias del

sistema-mundo capitalista.

Los monjes taoístas son “intelectuales” dedicados a prácticas

espirituales, de meditación, de auscultación íntima; intérpretes del

devenir inherente a la vida y al cosmos, el ying yang. También son

monjes maestros en las artes marciales, por lo tanto guerreros, en

momentos de emergencia. La ocupación imperialista en los puertos

chinos, sobre todo británica, que es el imperialismo que más han

ganado con el usufructo comercial de los puertos, fuera de la ocupación

francesa, alemana, japonesa, incluso rusa, remueve los cimientos

legendarios y milenarios del gran imperio manchú. No son las

mercancías británicas las que derrumban la muralla china, como

metaforiza Marx; el capitalismo “moderno”, es decir, europeo, ingresa

por los puertos. Fueron los mongoles los que ya atravesaron la muralla

china, siglos atrás, antes que Marx naciera. Los monjes, sobre todo

taoístas, comprenden los alcances de la amenaza, pues destruía el

devenir del curso de la vida. Una parte de la burocracia monárquica,

que podríamos llamar “nacionalista”, usando términos “modernos”,

también no corrupta, como la parte burocrática comprometida y

cómplice de la ocupación, no solamente se opone, sino que prepara la

resistencia y, después, la ofensiva contra los ocupantes extranjeros. La

sublevación de los “bóxer” sorprende a las embajadas ocupantes, que

eran territorios sojuzgados militarmente, que, además instauraron

formas de vida occidentales. El ejercicio diplomático no era otra cosa

que la decorosa forma “coctelera”, mediante la que se ponían de

acuerdo las potencias imperialistas, fuera de ser el mecanismo de

coerción y de presión frente a la monarquía china y la burocracia.

Después de los enfrentamientos con los ejércitos imperialistas en

las ciudades portuarias, los guerreros del cielo celeste realizan una

larga marcha, que va a ser el antecedente matricial de la larga marcha

del ejército rojo chino, bajo la conducción de Mao Zetung. Hay pues un

substrato cultural que conecta las dos largas marchas, aunque este

substrato sea negado por la “ideología” bolchevique del PC chino. No

se trata de recurrir a la tesis del inconsciente colectivo del psicoanálisis

de Jung, sino de comprender una conexión histórica entre las dos

marchas. De visibilizar las estructuras de larga duración que explican

ciclos largos y memorias largas, que terminan sosteniendo las

rebeliones anti-imperialistas. Ciertamente el marxismo en China, el uso

y la adecuación del marxismo a las condiciones chinas, va a ser un

instrumento de análisis y de interpretación apreciable para descifrar

241

las claves del mundo de los ocupantes, el llamado modo de producción

capitalista. Arma con la que no contaban los guerreros del cielo celeste.

Empero, llama la atención la represión consciente, en sentido

psicoanalítico, de los marxistas chinos, de este substrato cultural, de

la memoria larga china, a pesar que será el mismo ejército rojo que

recorra casi el mismo decurso de la larga marcha de los Tai-ping,

recogiendo simbólicamente las armas enterradas en aquella época

inicial. Estos contrastes, estas contradicciones, nos muestran los

intensos síntomas de las experiencias acumuladas en las memorias de

los pueblos, en este caso de las periferias de este sistema-mundo

capitalista.

Desde la perspectiva de las estructuras de larga duración, los guerreros

del cielo celeste son los precursores del ejército rojo chino, y el taoísmo

cristianizado es el precursor de la interpretación china del marxismo,

de las tesis orientales. Que esto no sea consciente es otro problema.

El marxismo es un acontecimiento imaginario e “ideológico”, si se

quiere, también teórico, transversal, en tanto que el substrato cultural

sobre el que se asienta el taoísmo es un acontecimiento, por así decirlo,

longitudinal. No es que el taoísmo sea un acontecimiento longitudinal,

pues puede ser también transversal, aunque de un ciclo de más larga

duración, sino el substrato cultural, el magma imaginario, usando la

figura propuesta por Cornelius Castoriadis, sobre el que se asienta el

taoísmo. Entonces, a partir de esta apreciación, podemos concluir en

una hipótesis: La historia no es lineal, sino un espacio-tiempo curvo,

que se curva por efecto de la masa gravitatoria de los acontecimientos

intensos. Las dos largas marchas están más próximas de lo que creen,

que están alejadas, los historiadores de la historiografía, de la historia

universal y el propio materialismo histórico.

No estamos de acuerdo con la tesis de Martín Malia, que supone

que la “ideología” marxista, en su versión bolchevique, explica el

descomunal derroche de voluntad, que trasforma el ex-imperio zarista,

en las condiciones experimentadas en la Unión Soviética, aboliendo la

sociedad civil vulnerable y estatalizándola, creando una nueva

“realidad” social. La “ideología” tomada como totalidad, como dice

Malia, no puede convertirse en la “explicación” última de la revolución

rusa y de su tragedia, incluso si se añaden condiciones catastróficas

como las de la primera guerra mundial, sus efectos destructivos de la

institucionalidad de la monarquía constitucional rusa. Pues faltaría

explicar la fuerza de irradiación de la “ideología”, que no puede hacerse

sino por su propia arqueología. El marxismo ruso también ha escondido

242

una de sus matrices culturales, el populismo ruso, si se quiere la

concepción política y teórica de la vía campesina, diríamos hoy, rusa.

Se produce la misma represión consciente, como en el caso chino, de

este substrato politico-cultural, sobre todo en los bolcheviques, que

son los que más van a develar esta proximidad.

El mujik, el campesino, es la alteridad de la vía occidental, de la

vía capitalista, pero también de la vía marxista, sobre todo en la

versión de los mencheviques. Estos temas ya habían sido planteados

por Maksim Kovalevsky127 a Marx, quién los retoma en sus cuadernos,

haciendo anotaciones asombrosas. La comuna campesina, MIR, como

vía alternativa hacia el comunismo, saltando el capitalismo. No son los

bolcheviques los que replantean esta posibilidad abiertamente, sino el

mismísimo Lenin, hermano de un populista revolucionario fusilado por

la represión zarista. Aunque lo hace de una manera matizada, a partir

de su interpretación del reparto negro, la reforma agraria, cuando

todavía tenía apreciaciones positivas sobre la comunidad campesina

rusa.

La lucha larga contra el zarismo la dan las distintas corrientes

populistas; ellos son los que merman la legitimidad “ideológica” del

imperio zarista. No se puede comenzar la historia de la revolución rusa

sólo a partir de 1917 o, ampliando un poco más, sólo desde 1905,

obviando la larga tradición de luchas de los populistas, sus teorías

políticas y sus interpretaciones de esta conformación histórica-social-

cultural euroasiática, de aplastante mayoría campesina. Que hayan

triunfado los bolcheviques y no los populistas no es razón para

obviarlos, desconociendo el substrato histórico-cultural del que forman

parte. La caída de los bolcheviques, después de setenta y cuatro años,

no habla precisamente de un triunfo de largo plazo. Los campesinos no

desaparecieron, a pesar de los Koljoz, de la colectivización y

mecanización obligada. Dieron varios dolores de cabeza, desde el

comienzo, al flamante Estado Soviético, después al propio gobierno

todopoderoso de Stalin. Los campesinos, la presencia abrumadora de

los campesinos, no sólo expresaba la otra vía al comunismo, como

creían los populistas radicales, sino que fueron la corporeidad social

que contiene el substrato cultural de la alteridad a la vía occidental, en

esa transición dramática del comunismo de guerra, después de la ruta

contrastante de la NEP, para volver a un comunismo militarizado, que

no era otra cosa que la concentración de fuerzas y voluntades para la

127 Maksim Kovalevsky: ‘Obshchinnoe Zemlevladenie’ (Posesión comunal de

la tierra).

243

realización de la revolución industrial militarizada, idea compartida

tanto por Lenin, Trotsky y Stalin.

La matriz del populismo ruso es anarquista, con lo que quiere

decir esta clasificación y conceptualización en toda su variedad y

diferencias. Como notoria influencia en los populistas del periodo

“Tierra y Libertad” (Zemelia y Volia) se encuentra el teórico y activista

anarquista Mijail Bakunin, quien tiene fuertes discusiones con Karl

Marx. Este periodo se caracteriza por la “ida al pueblo”; en principio

la ida al campo, a convivir, aprender y organizar la lucha con los mujik,

los campesinos; después por el recurso al terror, al comienzo como

defensa y respuesta a la represión, seguidamente como propaganda y

publicidad, como agitación y convocatoria al pueblo a luchar; para

concluir, difícilmente y con desacuerdos, en la lucha política por los

derechos y la Constitución, sin abandonar el objetivo socialista, que los

había acompañado en toda su historia a los populismos rusos. En esta

última etapa ya se produce el retorno de la lucha a las ciudades,

convocando principalmente en las universidades. El periodo de

“Voluntad del Pueblo” (Narodnaia Volia) ocupa a los populistas en

desentrañar el fenómeno del capitalismo y sus consecuencias en el

trastrocamiento de la formación y estructura social rusa,

particularmente en el campo, donde el impacto del capitalismo era

devastador. Consideran, en parte, al capitalismo ruso una promoción

artificial del Estado y de la autocracia, un invento suspendido, al

margen de la vitalidad del pueblo ruso, primordialmente campesino.

Son muy sensibles al detectar la formación de clase de una burguesía

rural, conformada por los kulak, aunque consideraban el fenómeno de

la proletarización campesina como arbitraria e innecesaria, llenando las

ciudades de desocupados, que no eran completamente empleados en

las fábricas. El periodo de la “Voluntad del Pueblo” corresponde a la

lucha populista contra el capitalismo; sin dejar de afincar el proyecto

socialista en los campesinos, como lo habían hecho los anteriores

populismos.

El populismo ruso atraviesa el siglo XIX, particularmente es

importante su participación y difusión durante la segunda mitad, llega

al siglo XX influenciando a las nuevas versiones socialistas, incluso a

las corrientes marxistas. A pesar de la celosa demarcación de los

bolcheviques, principalmente de Lenin, respecto de la herencia

populista, en relación a sus interpretaciones sobre el particularismo

ruso, diferenciándose de su opción campesinista, los bolcheviques, en

la práctica, manifestaron efectivamente portar esta herencia. Las tesis

244

orientales que postulan la alianza obrero campesina como articulación

revolucionaria en la transición al socialismo, combinando tareas

democráticas y socialistas, basados en la teoría del desarrollo desigual

y combinado, hablan de ello, confirman compartir “inconscientemente”

esta herencia. Mucho más cuando en la práctica se impone el

comunismo de guerra, en plena guerra civil, se convoca a los

campesinos pobres a combatir a los campesinos ricos. Si terminan

instalando koljoz, que no tiene nada de campesino, sino es la

“revolución industrial” llevada al campo, es porque la emergencia de la

crisis alimentaria en las ciudades les obliga ello, adelantándose,

aunque hubieran tenido en mente hacerlo en algún momento del

“desarrollo de las fuerzas productivas”.

La historia efectiva no es la historia imaginada, la reconstrucción

teórica o “ideológica”; la historia efectiva despliega todos sus tejidos,

texturas, redes, nudos conexiones, constantemente, en distintas

composiciones y combinaciones coyunturales, periódicas, epócales. La

historia efectiva es material, usando esta palabra tan conocida y

problemática, es molecular, se mueve en un espesor de intensidades,

que comprende distintos planos, que se curvan ante la gravitación de

los acontecimientos. La historia imaginada, teórica o “ideológica”, es

una reducción, una interpretación reducida, usada políticamente, para

legitimar las acciones en un presente. No se puede asumir como

“verdad” lo que los protagonistas dicen de sí mismos, cómo se

conciben, cómo narran su propia historia; esta es una apreciación

ocasionada por una perspectiva, que privilegia una referencia como si

fuese absoluta. Esta perspectiva no reconoce la relatividad de la

perspectiva, la relatividad de la referencia; por lo tanto, no reconoce

la complejidad del acontecimiento. No se trata de pedirles a los

protagonistas que lo hagan, sino decir que, en un presente como el

nuestro, no se puede seguir reconstruyendo historias lineales, historias

teleológicas, historias a partir de la preocupación de la legitimación,

sino que estamos empujados a comprender la complejidad de los

acontecimientos históricos.

En este sentido, decimos que el ejército rojo chino está más

cerca, de lo que cree, de los guerreros del cielo celeste, así como los

bolcheviques están más próximos, de los que consideran, de los

populistas rusos. Lo mismo ocurre con la historia de las otras

revoluciones dadas en la modernidad, temprana, media y tardía. Las

teorías no son “verdades”, en su sentido absoluto, son instrumentos

provisorios para resolver problemas, no solo de interpretación y

245

explicación, sino, sobre todo, para la acción y las prácticas. Que se

haya autonomizado la teoría y se la haya convertido en la mirada

privilegiada, lugar desde donde se ordenan los hechos, como si tuviese

vida propia, es un fenómeno, por así decirlo “ideológico”, un fetichismo

de la teoría. Esto ocurre particularmente en las teorías llamadas

“revolucionarias”. Llama la atención que ocurra patentemente,

fehacientemente y excesivamente, en el marxismo, que es donde se

ha desarrollado la teoría de la “ideología”, aunque esta se haya

circunscrito al fetichismo de la mercancía y no haya expandido su

acierto a la economía política generalizada.

La recurrente insurrección mexicana

La primera sublevación zapatista

Hay una imagen de México, entre otras, empero quizás

recurrente, explotada cinematográficamente, fuera de otros

estereotipos de la pantalla; esta es la imagen de México insurgente.

No es una imagen desacertada; al contrario, se acerca a una veta

perdurable en la historia política de México. Empero, habría que

contextuar esta imagen en un campo configurante mayor, que es más

pertinente, la de México intenso. Se puede decir que los mexicanos y

las mexicanas viven todo de manera intensa y hasta desbordante. Hay

como una inclinación pasional al momento de experimentar las

vivencias, cualquiera sean éstas. En este sentido, las insurgencias se

las vive con una intensidad mayúscula, sobre todo campesinas. La

“cuestión agraria” forma parte inherente de la problemática histórica y

246

social, la lucha por la tierra hace inteligible la formación social

mexicana. La reforma agraria fue el tema de fondo de la revolución

mexicana. La forma como se resolvió la “cuestión agraria” marca la

historia posrevolucionaria. Sin embargo, el Plan de Ayala, la reforma

agraria propuesta por el ejército campesino del sur, por el ejército

zapatista, plantea el contraste, que forma parte del substrato del

periodo revolucionario.

El Plan de Ayala dispone la devolución inmediata de las tierras a

las comunidades, usurpadas por los hacendados en los gobiernos de

Porfirio Díaz. La devolución se la arrancaba con las armas en la mano

y ocupando tierras. Se planteaba la indemnización de las tierras con la

tercera parte del valor, colocando al hacendado en la situación de que

él debería demostrar ante los tribunales que la tierra les pertenecía,

pues ya eran reconocidas de hecho como propiedad de las

comunidades por el Plan de Ayala, validando la toma de tierra. La

aplicación del Plan de Ayala significaba la conformación de lo que hoy

llamaríamos territorios liberados; el establecimiento de milicias, es

decir, un ejército popular, inmediatamente ligado a las comunidades;

la construcción desde “abajo” de una forma política, si se quiere, de

una forma de Estado. ¿Un Estado campesino? Es esto lo que hay que

discutir. Es problemático aceptar la tesis de Adolfo Gilly, de que los

zapatistas, de entonces, estaban entre el Estado burgués o el Estado

proletario; en el periodo, ausente como propuesta política, pues el

proletariado no estaba organizado como partido. Esta, obviamente, es

una tesis bolchevique128. No por tal incorrecta, sino que, a luz de las

teorías críticas del Estado, desprendidas de las dramáticas experiencias

“revolucionarias” y de las experiencias restauradoras pos-

revolucionarias, es difícil sostener este dilema simple entre dos

opciones contrastadas, sostenidas en el papel histórico, atribuido a dos

clases “fundamentales” del modo de producción capitalista.

Hay que hacerse algunas preguntas. ¿Los campesinos tienen en

su imaginario al Estado, es propio de ellos? ¿Se plantean, de alguna

manera, el dilema del Estado burgués o Estado proletario? Claro, que

en la medida que el Estado les entrega tierras con una forma de

reforma agraria, tienen en mente al Estado; también, cuando es el

Estado el que les quita las tierras, conciben al Estado negativamente.

Cuando el Estado participa en programas agrarios, el referente es el

Estado. Pero, ¿es éste un imaginario propio, emergido del mudo

campesino o es un imaginario compartido y asimilado, en sus

128 Ver de Adolfo Gilly La revolución interrumpida. Ediciones El caballito, México 1980. Págs. 65-66.

247

relaciones con el resto de la sociedad y el Estado? ¿En la insurgencia

campesina es este el imaginario radical campesino, usando este

concepto de Castoriadis? ¿Puede darse una vía campesina? ¿Tiene que

ser necesariamente Estado?

El problema de una buena parte de los historiadores de la

revolución mexicana es que suponen un modelo histórico de

antemano; es decir, suponen una direccionalidad dominante, una

especie de fatalidad histórica; por otra parte, bastante reducida,

bastante simple. Esta concepción de la historia no solamente es lineal,

no solo es racionalista, en el sentido de la astucia de la razón, sino que

ya tiene resuelto de antemano los problemas que debe resolver. No se

trabaja la historia como espesor de posibilidades, menos como

combinación abierta y composición desenvuelta de singularidades. No

se responden a las preguntas cruciales: ¿Qué significaciones, qué

implicaciones, tienen las insurrecciones campesinas? ¿Cómo explicar

que las llamadas revoluciones socialistas proletarias se hayan dado en

países de mayoría campesina? ¿Qué clase de formación social es la

campesina? ¿Cuál es su racionalidad, ahora si racionalidad en el

sentido de estrategias, inherente, en su relación con otras formaciones

de las sociedades, con el mercado, con el capital, con el Estado? Tratar

de comprender la insurgencia campesina desde el telos proletario ya

es un sesgo grande, acallando al “sujeto” en cuestión, el campesino.

También situar al campesinado como un bloque, más o menos

homogéneo, siempre subordinado, al la nobleza, a los terratenientes,

al mercado, al capital, a las ciudades, al Estado, es mirar al

campesinado panorámicamente, desde las cumbres de la sociedad

compacta. Llama la atención que no se haya considerado las

formaciones campesinas desde sus articulaciones internas, desde sus

potencialidades y posibilidades129. Entre los pocos que lo hicieron, se

encuentran los populistas rusos.

Quizás los términos “cuestión agraria”, “cuestión campesina”, no

sean términos lo suficientemente apropiados como para expresar el

conjunto y los alcances de la problemática en cuestión. Recurriendo

todavía al concepto marxista de capital como relación, diremos que se

trata del capital, de la valorización del capital, de la acumulación del

capital; cuando se expande, cuando se desarrolla, todo lo que toca lo

convierte en capital, en sus distintas formas, en sus distintos grados

129 Ver de Raúl Prada Alcoreza Fragmentos territoriales. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

248

de desvanecimiento. En lo que respecta a la tierra, la valorización a

través de la renta, renta absoluta y renta diferencial.

Las tierras de comunidades, reconocidas desde la colonia, son

expropiadas por los hacendados, por los latifundistas, por los

agroindustriales, como los empresarios del azúcar en Morelos. La tierra

se ha convertido en mercancía para el capital, aunque para los

campesinos sea su herencia de la comunidad, su medio de subsistencia

y, quizás, de un excédete que se lleva al mercado; es el ámbito de sus

relaciones sociales, culturales y de reproducción. Los hacendados y

empresarios, que, a vez, se afincan sobre la tierra comunal,

expropiándola, que consideran que así se enriquecen, lo que es cierto,

despojado a la gente que califican de improductiva, no dejan de ser

también mediaciones en el decurso de la acumulación del capital. El

Estado también, de alguna manera, lo es, una medición. El capitalismo

requiere de azúcar para llevarlo al mercado internacional, en tanto que

el mercado nacional requiere bienes alimenticios para nutrir a la

población de las ciudades. Desde esta perspectiva, la propiedad

comunitaria es desdeñable; la vulneración de derechos comunitarios

se puede interpretar de otra manera, se puede establecer otras leyes

que lo permitan. Esta legitimación de la violencia expropiadora es tarea

fácil en un Estado, en gobiernos, al servicio del capital.

El problema aparece cuando se sublevan los campesinos y

retoman sus tierras, expropiadas indebidamente por los hacendados,

empresarios y el Estado, pues cortan el flujo de la acumulación de

capital, hacen visible las otras caras de la tierra no-mercantiles,

develan otras “realidades”, que no son productos del poder ni del

capital; cuestionan el Estado, el orden impuesto, la propiedad

latifundista y empresarial, y abren rutas, en los nudos de posibilidad

de un presente, a otros mundos. Por eso, el problema no concluye con

la reforma agraria. Continúa, dependiendo de cómo se materializa la

reforma agraria, de cómo se pacta, de cómo se constituye el Estado,

que renace de la crisis revolucionaria, además de depender de cuáles

son las demandas del sistema-mundo capitalista en otro presente.

En contraste y dualidad con los ciclos del capital, la revolución

mexicana, que se prolonga desde 1910 a 1940, es una de las formas

singulares y concretas de la insurrección permanente, de lo que

llamaremos, provisionalmente, contra-capital. En otras palabras, de las

resistencias sociales que se oponen a la reducción abstracta de la

tierra, de los territorios, de los cuerpos, de la vida, a esta desposesión,

a este despojamiento, a esta explotación y subsunción que se mide y

249

significa como valorización del valor. Las insurrecciones, las

sublevaciones, las rebeliones, de los campesinos, proletarios y pueblos,

no pueden concluir mientras las formas del capitalismo los amenacen

con subordinarlos y subsumirlos como formas mercantilizables.

Ahora bien, como dijimos en Devenir y dinámicas moleculares,

no es que el Estado y el capital existan como tales, no tienen vida

propia, no son “sujetos” que actúan, cuentan con autonomías

aparentes130. Son imaginarios, son instituciones imaginarias. Lo que

les anima, les insufla una aparente “vida”, lo que ocasiona su

reproducción institucional, son las dinámicas moleculares sociales

capturadas. Son efectos de masa, son efectos estadísticos, de las

dinámicas moleculares sociales. En este sentido, estas

representaciones del poder, el Estado y el capital, son los fantasmas

de diagramas de poder establecidos en el territorio.

Desde esta perspectiva, las haciendas, las empresas, su

expansión, la burocracia local y nacional, la iglesia, el ejército federal,

no son mediaciones, son, mas bien, dispositivos de poder, son

dispositivos de diagramas de poder. En el texto mencionado, también

dijimos que todo diagrama de poder, es decir, el poder, en general,

tiene como obsesión, el control de la vida; en este sentido, es un

biopoder. El sistema-mundo capitalista es como conjuntos de mallas,

de redes, de tecnologías, de dispositivos, que desencadenan, en su

funcionamiento integral, el control y el pretendido dominio de la vida,

en sus variados ciclos, en sus distintas formas y dimensiones; este

control y pretendido dominio tiene un alcance planetario. Las formas

locales, nacionales, regionales y mundiales de la articulación del

control y pretendido dominio de la vida, se complementan y

coadyuvan, generando impactos a distintas escalas. Una pregunta,

no adecuada, pero pertinente, es: ¿Para qué se quiere controlar y

dominar la vida si una vez que se lo logre la vida muere, se detiene?

Es una ilusión estatal el creer que con el pacto posrevolucionario,

que sirvió de cimiento al Estado institucional, al Estado-partido

institucionalizado, se resolvió el problema de la convulsión y el conflicto

social. En México no desaparecieron nunca las formas de expresión

insurgente de la guerrilla, aunque se den de una manera diseminada,

proliferante y micro. La estabilidad política aparente, institucionalizada,

se dio desde 1940 hasta 1994, sin olvidar remesones ocasionales y

circunstanciales. Y obviamente, sacando a luz, la crisis cultural de

130 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

250

1968, que interpeló, desde los estudiantes concentrados en la plaza de

Tlatelolco, las bases imaginarias del Estado del pacto institucional. La

guerrilla zapatista de 1994 volvió a poner en evidencia los vulnerables

cimientos imaginarios sobre los que se sostienen el Estado-nación.

Dibujando un mapa de la distribución de fuerzas y tendencias en

el campo configurante de la revolución mexicana, en sus etapas

iniciales, vemos que por el norte campesinos y pequeños propietarios

se levantan contra el Presidente Madero por el incumplimiento de

promesas y acuerdos, denunciando patentemente su alianza con las

familias porfiristas derrocadas. El levantamiento campesino en el

norte, particularmente en Chihuahua, tiende a un reconocimiento de

la propiedad privada familiar. En el sur, en cambio, las comunidades

campesinas levadas en armas, al principio en Morelos, después

extendiéndose a los estados vecinos, exigían el reconocimiento de las

propiedades comunitarias, lo que implicaba el reconocimiento de

formas de propiedad combinadas, comunes y privadas. En el centro,

no sólo geográfico, sino político, no sólo en la capital federal, México

distrito Federal, sede del gobierno federal, sino en el centro del campo

burocrático, institucional y militar, los caudillos se disputan la

representación presidencial, la silla de gobierno, el matiz y el perfil

personal. Huerta, general de Madero, hace un golpe al presidente que

lo acababa de designar para defender el gobierno y atacar a los

golpistas que habían tomado el edificio de la Ciudadela, cuartel y

almacén de la zona central de la Ciudad de México131. Cuando el

gobierno es derrocado, da la orden de fusilamiento del derrotado

presidente y de su vicepresidente. Con la llegada al poder de Huerta,

la sublevación campesina no se detiene sino que se extiende, ahora

contando con el legendario Francisco Villa como jefe de la insurgencia

en el norte. El gobierno de Estados Unidos, preocupado por la

extensión de la sublevación en el país vecino del sur, apoya el golpe

de Huerta buscando, el retoro institucional y del comercio. En este

panorama del campo social y del campo político en crisis, la

composición de fuerzas que escapa redituar lo mismo, el círculo vicioso

del poder, es la que corresponde la insurgencia campesina bajo el

liderato de Emilio Zapata.

131 Ver de Adolfo Gilly La revolución ininterrumpida. Ob. Cit.; pág. 84.

251

Bolivia: 1952, ¿revolución inconclusa o revolución nacional-

popular?

Agustín P. Justo, conocido como Liborio Justo, así como por su

nombre de guerra, “Quebracho”, escribió La revolución derrotada132,

refiriéndose a la revolución boliviana de 1952. De acuerdo a la teoría

de la revolución permanente, las revoluciones proletarias y donde

interviene el proletariado, deben concluir en una revolución socialista.

Entonces, desde la perspectiva de la teoría, la revolución de 1952 es

una revolución inconclusa, pues no ha devenido socialista. El

“paradigma” para hacer esta interpretación de lo acaecido con la

insurrección de abril de 1952 es la revolución rusa de 1917. El

paradigma, no solamente contempla la transición, la conversión de la

132 Ver de Liborio Justo Bolivia: La revolución derrotada. También, del mismo autor, Estrategia

Revolucionaria; Buenos Aires, 1957. Entre otras obras tenemos a Nuestra patria vasalla y Pampas y lanzas.

252

revolución democrática en una revolución socialista, sino también, el

papel protagónico del partido del proletariado. Basándonos en lo que

dijimos más arriba, esta interpretación corresponde a la exégesis de la

voluntad revolucionaria. No vamos a caer en la discusión, también

maniquea, de si esta interpretación es “subjetiva” u “objetiva”, realista

o utópica, pues, ¿en qué teoría, en qué ciencia, en qué interpretación,

en qué “representación”, no interviene el “sujeto”? La “objetividad”,

como dice Karl Popper, es un acuerdo intersubjetivo133. La

interpretación por la voluntad revolucionaria es una forma de saber,

una de las formas del saber activista. El activismo accede a la

“objetividad”, mejor dicho, construye la “objetividad, hegelianamente

hablando; es decir, la construcción del concepto, por intervención de

la acción. Se trata de un saber que logra un conocimiento de mayor

profundidad, que el conocimiento pretendidamente alejado del

compromiso, hablamos de la pose de “neutralidad”, pues accede a

palpar, a la sensibilidad, de las dinámicas sociales. Si bien este saber

activista emplea la teoría voluntariamente o, si se quiere, produce una

teoría voluntarista, la acción que desprende no está exenta de teoría.

El problema no es éste, sino, que determinado tipo de saber activista,

teleológico, ha transferido la voluntad, el deseo, proyectándola en la

conjetura de la astucia de la razón, de las leyes de la historia,

ocasionando, paradójicamente, algo inverso a lo que se buscaba. Se

anula o inhibe la capacidad creativa de la voluntad, pues se actúa

según las leyes “objetivas” de la historia.

Liborio Justo forma parte de los entusiastas intelectuales

bolcheviques, en su caso, viniendo del PC y después convertido al

trotskismo, que se impresionan con la insurrección armada boliviana,

con la destrucción del ejército y con la existencia de las milicias obreras

y campesinas. Por lo tanto, desde su punto de vista las condiciones

“objetivas” de la revolución socialista estaban dadas. Lo que ha fallado

son las condiciones “subjetivas”; el partido revolucionario, no ha

podido ayudar a pasar al proletariado de la consciencia en sí a la

consciencia para sí. Se trata no sólo de un discurso teleológico, sino de

un una evaluación voluntarista que busca las fallas en la “ingeniería”

insurreccional, en la “ingeniería” bolchevique. De ninguna manera se

trata de descalificar estos discursos, ingresando, por otro lado, al

esquematismo maniqueo, sino de comprender su episteme, su

formación enunciativa, así como también, sus prácticas de poder.

133 Ver de Karl Popper Lógica de la investigación científica. Tecnos; Madrid.

253

El antecedente de la revolución de 1952 es la guerra civil de

1949; cuando en Chuquisaca, Potosí y en Oruro, sobre todo en estos

últimos departamentos, se organiza una insurrección contra el

gobierno del pacto oligárquico y del PIR, que había derrotado al general

nacionalista Gualberto Villarroel, que gobierna desde 1943 hasta 1946.

Participan en la guerra civil militantes del POR, la parte de izquierda y

obrera del PIR y el MNR, que había sido desplazado del poder, con la

caída del gobierno nacionalista que apoyaba. La insurrección termina

en una represión incruenta; se dice popularmente, que en Potosí

faltaban los faroles para colgar a los insurrectos.

En 1951 se dan las elecciones nacionales, donde votaban sólo

hombres; propietarios privados e ilustrados; incluyendo a “clases”

medias y artesanos. El MNR gana las elecciones. Como respuesta a

esta victoria electoral, la oligarquía responde con un golpe militar,

instaurando una junta, a la cabeza del general Ballivián, que desconoce

los resultados electorales, impidiendo que el MNR asuma el gobierno.

Ante esta violación de derechos y vulneración de la democracia, el MNR

decide conspirar y preparar un golpe militar, involucrando al ministro

de gobierno, general Antonio Seleme. Cuando estalla el golpe, el 9 de

abril, que involucra a la policía, la reacción del gobierno es inmediata,

moviliza al ejército, y el golpe comienza a ser derrotado. En su

desesperación el gobierno convoca a los sindicatos, los que responden

inmediatamente, salen a las calles a luchar. Los obreros en Villa

Victoria combaten heroicamente al ejército, los mineros de Milluni se

descuelgan de la ceja de El Alto y toman la ciudad de La Paz. Los

mineros de Oruro toman los caminos, así como la ciudad, cortando la

posibilidad de la llegada de refuerzos a la sede de gobierno desde el

sur. En tres días de combate se vence al ejército. Varios cuarteles se

rinden; por último, los cadetes del Colegio Militar de Irpavi terminan

rindiéndose a los comandos de Juan Lechín Oquendo. El golpe militar

se transformó en una insurrección victoriosa.

En Historia y lecciones de la revolución boliviana, Tinta Roja

escribe:

Se llega a una situación donde la rosca se ve obligada a llamar a elecciones y gana el MNR el 14 de Mayo de 1951. Sin embargo,

el presidente, Gral. Ballivián, las declaró nulas y continuó su gobierno hasta el 9 de Abril de 1952. Víctor Paz Estensoro, el presidente electo,

se ve obligado a exiliarse en la Argentina de Perón, hasta el estallido de la revolución.

254

Sucede que uno de los hombres del gabinete de Ballivián, el Gral.

Antonio Seleme, en una conspiración conjunta con el MNR, planean un golpe de Estado. Previamente -el 6 de Abril-, en una reunión secreta

entre la elite del partido y el general, éste hace un juramento de lealtad

al mismo. Todo era parte del plan que terminaría por llevar al poder a Seleme apoyado por el MNR, las tropas bajo su mando directo y la

policía paceña que debía aportar armas para abastecer las milicias del partido. El plan debía ser un golpe rápido aunque, conociendo lo

conflictivo del país, los implicados temían que la situación escape de su control.

Hacia el 8 de Abril, Seleme entregó algunas armas para

miembros del MNR y preparó los aspectos técnicos del levantamiento. Por esas horas, el Gral. Ballivián, con serias sospechas, por los

movimientos de Seleme, lo cuestiona para saber qué estaba tramando y éste le jura lealtad por enésima vez.

Desde tempranas horas de la madrugada del día 9 de Abril, el

MNR se encontraba literalmente listo para la acción, esto es, esperar el llamado para copar las calles y los espacios públicos del Estado,

llevando a cabo el plan predeterminado. El líder del partido era Paz

Estensoro, pero al hallarse en Buenos Aires exiliado, la dirección política del levantamiento recae en manos de Hernán Siles Zuazo. En

una acción coordinada, los carabineros y las milicias del MNR, se apoderan de los lugares estratégicos del Estado y tras el

aparente éxito de los rebeldes, se proclama por radio a las 6 de la mañana el triunfo. Pero desde entonces, las tropas leales se lanzan a

reprimir la insurrección y empieza el combate cuerpo a cuerpo por toda la capital. El presidente Ballivián, dirige las operaciones junto a su

Estado Mayor, desde el Colegio Militar de La Paz.

La capital del país se hallaba dividida en dos partes. De un lado, colmada de militares leales al gobierno y por otro las milicias del MNR

que a cada instante se empiezan a sumar masivamente las clases más humildes, los pobres de la ciudad, estudiantes y trabajadores. Se

levantan barricadas en cada esquina que se nutren de cada vez más y

más trabajadores.

Se amplifican las milicias, de a poco van dejando de ser exclusivas del MNR. Las patrullas revolucionarias -que se

improvisan en el mismo instante de la lucha-, prácticamente van al combate sin disciplina y mal armadas, contra el ejército. Pero se

combate con heroísmo y alta moral revolucionaria y de querer acabar con el gobierno, de años de represión, censuras y mentiras.

Las milicias se organizan para asaltar las armerías y con éxito

saquean la plaza militar de Antofagasta. Se combate incesantemente, se derrama sangre y hay muertos de ambos bandos, pero ni siquiera

hay tiempo de recoger los cadáveres. El Gral. Ballivián, desesperado,

255

llama a todas las tropas más cercanas a la capital a sofocar el

levantamiento que pronto llegarían al rescate.

A través de las radios la noticia de los acontecimientos en la

capital, se expande como un rayo por todo el país. Mientras tanto, empiezan los preparativos en los campamentos mineros que acuden al

socorro del levantamiento y pronto lo harán suyo. Dunkerley nos comenta que:

“En términos netamente militares, los rebeldes estuvieron en

franca desventaja en abril de 1952. Empero, conviene no olvidar que un ejército de conscriptos, solamente tiene ventaja marginal ante un

grupo de civiles armados cuando muchos de éstos tienen entrenamiento militar y mayor decisión que los jóvenes y nerviosos

reclutas estrictamente comandados. Este factor indudablemente fue esencial la noche del 10 de abril, cuando una luna llena anuló

totalmente la superioridad lograda por el ejército al ordenar un corte de energía eléctrica en toda la capital. A medida que descendían las

columnas de El Alto y subían desde Miraflores y San Jorge, las tropas tomaron conciencia de que los trabajadores fabriles organizados en

grupos guerrilleros maniobraban mejor que ellos por su mayor

conocimiento del terreno y porque en su mayoría, obraban por iniciativa propia134.”

La decisión y valentía de los obreros fabriles, influye en el

enemigo: muchos reclutas se rinden voluntariamente, otros se pasan del lado de la revolución, pero la gran mayoría empieza a

desmoralizarse.

A la mañana siguiente, el 10 de Abril, los combates no cesan, las patrullas revolucionarias van por todo y por todos sus enemigos. Es ahí

cuando hacen su entrada los mineros de Milluni, armados de fusiles y cartuchos de dinamita, atacan sorpresivamente a la retaguardia del

ejército. El pánico se apodera de los soldados. Mientras tanto en Oruro las jornadas de abril son realmente violentas. Los regimientos Ingavi,

Camacho y Loa, fueron derrotados por las milicias mineras y el pueblo luego de intensos combates.

Lo auténticamente heroico se da cuando los mineros de Milluni, vencen a las fuerzas del Regimiento ‘Camacho’, toman la estación

de tren de El Alto, se apoderan del mismo y se siguen repartiendo armas y municiones entre los pobladores. Arrojan dinamita a lo que

queda del ejército, ya sin mando militar, en franca retirada. En La Paz se reinician el avance hacia La Ceja, pegados al cerro, reptando, desde

cuya cima los soldados aún disparan135.

134 Dunkerley James (2003). Rebelión en las venas. La Paz; Plural. 135 http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/19/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-parte-2/ http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/08/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-parte-1/

256

Una de las conclusiones descriptivas del texto expresa los

resultados:

Para el 11 de Abril, siete regimientos profesionales de las FFAA

son vencidos. Queda claro, que el gran vencedor de las jornadas de Abril: es la clase obrera, que con su intervención, logró

quebrar en dos al ejército, ganando a un sector del mismo para la revolución.

Siguiendo con la narración, se continúa con una cita:

Veamos como caracteriza Guillermo Lora a la clase obrera en este

periodo:

“La combatividad explosiva del proletariado boliviano es excepcional y denuncia la influencia campesina (cuya historia está llena

de actos de heroicidad incomparable y de actos sanguinarios). Su extremada juventud (no solamente por haber aparecido

recientemente, sino por la excepcional juventud física de sus miembros, cuyo promedio de vida no alcanza los 30 años) es otra de

las causas de esa combatividad. Nuestros sindicatos no presentan capas aristocráticas, formadas por el pago de salarios preferenciales y

por la concesión de una serie de privilegios, lo que hay es una especie

de nivelación en la miseria136.”

Y mas adelante caracterizando el proceso abierto y el lugar que le toca al MNR en el poder dice:

“El MNR se vio a la cabeza de un movimiento motorizado por el

programa que le era totalmente extraño (…) Dos eran, pues, los objetivos inconfundibles de la revolución, desde el primer día, y se

puede decir que sintetizaban las aspiraciones nacionales y toda la historia del movimiento revolucionario: la liquidación del latifundio

(vale decir del gamonalismo como sistema) y la nacionalización de las minas137.”

El día 15 de abril Víctor Paz Estensoro vuelve del exilio en Buenos

Aires y asume como presidente “prisionero de las masas”, dependiendo del apoyo de los sindicatos y “ministros obreros”. Las milicias obreras

armadas, todavía son dueñas de la ciudad de La Paz y en varios centros

mineros como Oruro, los trabajadores, también permanecen armados. Todos los sindicatos en las grandes minas asumen elementos de

“control obrero” de la producción y se da una situación de “doble poder”. Decimos doble poder, porque el 17 de abril se funda la Central

Obrera Boliviana, a lo que como Liborio Justo, la caracteriza como un “soviet” (que en ruso, significa “consejo”).

136 Lora Guillermo (1978). Contribución a la historia política de Bolivia. La Paz; ISLA. 137 Ibídem. También ver, del mismo autor, Historia del movimiento obrero. La Paz; Amigos del Libro.

257

Veamos con que mecanismos el MNR en el poder, que sube con

“traje prestado”, es decir con un léxico político “revolucionario” y “progresista” cuyo verdadero objetivo es reconstruir el Estado burgués,

las FFAA y la policía para volver a la normalidad burguesa, o sea, a la

explotación cotidiana de la clase obrera, y por ende, a frenar la revolución. Justo nos comenta que:

“A las pocas semanas del 9 de abril, el “prisionero del Palacio

Quemado”, se dio maña para postergar la nacionalización de las minas, principal demanda del pueblo de Bolivia, apelando al subterfugio de

designar una comisión que estudiara el paso y dictaminara al efecto, paso en el que tuvo la colaboración de la burocracia del Lechín, y este

hecho, capital en el propósito de frenar la revolución, produjo un detenimiento del ritmo con el que se manifestaba el fervor de la masa,

siendo aprovechado por el oficialismo para tomar medidas que señalan el comienzo de la contrarrevolución. Y tales medidas se orientaron,

desde el primer momento, hacia la destrucción de la democracia sindical y la burocratización del poder adversario: la COB, y para eso

contó con la activa colaboración del estalinismo138.”

Mientras los obreros desfilaban en las calles de la capital, y

hacían gigantescas asambleas, con el fusil al hombro, querían convertir a cada fábrica, mina y unidad productiva en una trinchera de la

revolución. El MNR, empieza a transformar a las milicias en exclusivas de su partido y bajo su dirección y disciplina. En este sentido Liborio

Justo, plantea otro mecanismo para desactivar la revolución en lo que respecta al sufragio universal:

“La concesión del voto universal, establecido por decreto el 21

de julio de 1952, con lo que se ponía fin al voto calificado que había existido hasta entonces, el que dejaba al margen de las urnas a los

analfabetos. La concesión del voto universal , que en otras circunstancias hubiera significado una medida altamente progresiva,

tenía un sentido muy distinto en el momento en que se decreto, primero, por ya existía en los hechos una voluntad universal que se

expresaba por conducto más efectivo de los sindicatos y de las armas,

y para manifestar la cual ya se había dejado sin efecto la discriminación alfabética , y el llamado a las urnas en estas circunstancias solo trataba

de distraer al pueblo del camino que llevaba e ilusionarlo para que obtuviera con los votos lo que ya había obtenido con las balas; y ,

segundo , porque con el camino electoral se trataba de ahogar al proletariado bajo la masa del campesinado139.”

Otra de las cuestiones, que el MNR hace para frenar el

movimiento iniciado el 9 de Abril es, el desmantelamiento del control obrero de la producción. Aquí también lentamente se vuelve a la

138 Justo Liborio (2007. Bolivia: La revolución derrotada. Razón y Revolución; Buenos Aires. 139 Ibídem.

258

“normalidad” del trabajo a reglamento convencional. Finalmente

Liborio Justo da cuenta de la medida más importante de esta política:

“La medida contrarrevolucionaria mas importante tomada por el

gobierno del MNR fue la reorganización del Ejército, que había sido disuelto y desarmado por el pueblo, decretada el 24 de julio del 1953,

y la reapertura del Colegio Militar. El pretexto fue la necesidad de crear el Ejército de la Revolución Nacional, embebido en el espíritu de la

misma, cuyas filas estarían abiertas a la clase obrera, y a pesar de la decidida animadversión del proletariado a la adopción de tal medida,

manifestada en numerosas decisiones al respecto, la propia dirección de la COB, con Lechín al frente, coadyuvó en dicha tarea140.”

Será recién el 31 de Octubre de 1952 el día donde Víctor Paz

decreta la nacionalización de las minas, en términos burgueses y pactando con los “barones del estaño” garantizándoles una suculenta

indemnización.

Nótese como se tarda tanto tiempo, con una dirección burguesa como la del MNR en tomar medidas urgentes por las que se derramó

tanta sangre. Es muy grande la diferencia si comparamos los decretos

firmados por Lenin ni bien se hacen cargo del poder en Octubre de 1917: el decreto de la Paz y el de la reforma agraria. Tardo menos de

una hora en proponer la firma de ambos decretos en el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, irradiado por el calor mismo que generó

haber tomado el poder para los trabajadores, soldados y campesinos el 25 de Octubre de 1917.

Y el 2 de Agosto de 1953 el gobierno dicta la reforma Agraria

para canalizar en los marcos legales burgueses la insurgencia rural, que desde hacía un año antes, se expandía por todo el altiplano y el

valle cochabambino. Ya para los años 1954-55 el gobierno se estabiliza, asume rasgos más de derecha, abandona

progresivamente el léxico “revolucionario” y “progresista”. Con este giro a la derecha, va desapareciendo el poder dual en el movimiento

obrero y campesino.

Hacia Junio de 1956 hay elecciones generales, gana el MNR y

asume el nuevo presidente Siles Suazo, con Ñuflo Chávez como vicepresidente. El nuevo gobierno profundiza el acercamiento a EE.UU.

y lanza una ofensiva contra la COB y los obreros. Esta situación represiva, caracterizada por la ausencia cada vez más marcada de las

grandes movilizaciones armadas de los trabajadores, se lleva a cabo con la cooptación de los dirigentes de los sindicatos campesinos.

Para despejar dudas de este giro represivo, ya en 1960, entre el

22 y 24 de enero, se produce la masacre de Huanuni: el combate entre los mineros y los comandos movimientistas duró tres horas y cayeron

140 Ibídem.

259

12 muertos y 32 heridos (entre ellos mueren tres militantes del POR).

En este mismo año se inicia la segunda presidencia de Paz Estensoro, con Juan Lechín como vicepresidente141.

La pregunta que atormenta a los bolcheviques, sobre todo

trotskistas, no sólo del POR, sino también los voluntarios que llegan a

Bolivia a apoyar a la COB, principalmente argentinos, es: ¿Por qué los

proletarios no tomaron el poder si el ejército estaba destrozado, la

policía era extremadamente débil como para contener a las milicias

obreras y campesinas, además de que eran los milicianos mineros los

que cuidaban las puertas del palacio quemado? ¿Qué les costaba subir

un piso, de la puerta, del primer piso, donde se encontraban armados,

al segundo piso, donde se encontraba la silla presidencial? Esta

pregunta ha sido respondida de varias maneras; dos son sintomáticas.

La que dice que la revolución ha sido derrotada, que es lo mismo que

decir que ha quedado inconclusa o ininterrumpida. La que dice que la

consciencia del proletariado está retrasada, era solamente

economicista y no política. La primer es la hipótesis de Liborio justo, la

segunda es la hipótesis de Guillermo Lora.

Respecto a estas hipótesis las preguntas son: ¿Una revolución,

cuando estalla está predestinada a convertirse en revolución socialista?

¿No hay otras vías posibles? ¿No es que la revolución es la

manifestación catártica de la crisis del poder, estructura de

dominaciones que renace, como el ave fénix de sus cenizas,

resolviendo su crisis, incorporado a los “revolucionarios” a su seno?

Si comparamos la magnitud del trabajo organizativo y de

formación de los bolcheviques rusos y lo desempeñado por los

bolcheviques bolivianos, vemos que hay grandes diferencias. Los

bolcheviques bolivianos se contentaron con aprobar la Tesis de

Pulacayo, exagerado un poco, para ilustrar, y esperar que, después de

esta gran “verdad”, de esta revelación histórica, los acontecimientos

se sucedan, de acuerdo a la dialéctica de la historia. Empero, aunque

lo que acabamos de decir, sea una constatación descriptiva, un tanto

anecdótica, no explica ni resuelve el problema planteado. Desde una

perspectiva mayor de los saberes activistas, de lo que se trata no es

de subsumir la “realidad”, es decir, el acontecimiento, a la teoría, sino

de reconocer, en la pluralidad de singularidades del acontecimiento, el

141 http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/19/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-parte-2/ http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/08/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-parte-1/

260

campo de posibilidades y actuar en el juego de las mismas como una

posibilidad más. Esto equivale, en lenguaje marxista, al conocimiento

de lo concreto, como síntesis de múltiples determinaciones; a

comprender la lógica específica del “objeto” especifico. Por lo tanto,

idear estrategias adecuadas, no solamente al momento histórico, sino

a la composición singular de fuerzas y procesos que hacen a una

coyuntura, a un contexto, a una formación social dada, en un espacio-

tiempo determinados. Los bolcheviques terminaron atrapados en su

“verdad”, la cual debería verificarse en el decurso de la historia. Lo

increíble es que, cuando no se verifica esta “verdad”, tampoco la

revisan, no hay autocrítica, al contrario, la mantienen incólume,

inventando hipótesis ad hoc para explicar las anomalías.

En adelante, optaremos por una interpretación que concibe el

acontecimiento como diferencia radical, recurriendo a la mirada desde

las dinámicas moleculares, con apoyo de la genealogía del poder y las

metáforas geológicas142.

Bolivia: ciclo político, entre el gasto heroico y el conformismo

Al momento de interpretar, desde el presente que nos toca, tanto

el contradictorio decurso político de un gobierno popular, como la

historia política, que hace como de memoria sedimentada y

estratificada, en constante recomposición y combinaciones, jugando

con la comprensión variable de los acontecimientos, estamos

empujados a la crítica, no solo de los actores del presente, no solo de

sus discursos de legitimación, no sólo se sus pretendidas teorías, que

los amparan, sino también toda pretensión teórica, que se situé como

si estuviera fuera del acontecimiento, como si no formara parte de él.

Lo importante es comprender que la teoría no es más que una

herramienta; como una linterna, alumbra, enfoca, saca de la

“oscuridad” la plural diferencia radical oculta. Lo importante de esta

iluminación es tanto lo que muestra como lo que no logra mostrar, lo

importante es la “relación” que se establece con “aquello”, que se

ilumina y no se ilumina, que se muestra y se oculta. Esta relación es la

experiencia. La condición de posibilidad misma de la iluminación, de la

mirada lograda, se encuentra en la experiencia. Lo que hay que

descifrar no es la teoría, que es una herramienta para descifrar, sino

los nudos, los hilos, las redes, los tejidos, las tramas, de la experiencia.

142 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares, La Paz 2013.

261

Sorprende tanta discusión y debate sobre las teorías, cuando lo

que está en cuestión es lo que devela, percibe, sobre todo, comprende

y contiene la experiencia, plegándose en la memoria. Ahora bien, la

experiencia no es individual, aunque los individuos intervienen en su

conformación, como receptores, sensores, de la misma; la experiencia

es trans-individual, además de ser infra-individual, incluso individual,

en tanto experiencia de vida o historias de vida. La experiencia es social

y colectiva. Más allá y más acá de la teoría está la experiencia, como

espesor de intensidades y como planos de constitución

interconectados. La experiencia no solo muestra, como la teoría, sino

que da lugar a la constatación de la vida, que es predisposición sensible

y ciclo reproductivo de un constante desciframiento de la existencia.

No se trata de negar la teoría, sino comprender que es parte de los

recursos de la experiencia. Teorías particulares pueden ser

desechables, la experiencia no. Tampoco es desechable la teoría como

mirada elaborada de la experiencia.

La experiencia acumulada de los pueblos ayuda a comprender y

a interpretar mejor que las teorías, el acontecimiento experimentado,

sin necesidad de desechar la teorías, sino haciendo uso crítico de ellas,

como decía Hugo Zemelman Merino. Intentaremos acercarnos a esta

búsqueda de la experiencia de la memoria social con la intención de

desentrañar algo de las complejidades del acontecimiento presente.

Nuestro primer movimiento no deja de ser teórico, empero, en el

sentido de uso crítico de la teoría, para orillar el umbral de la

experiencia social, de la que formamos parte, pues somos una

minúscula parte de ese proliferante saber práctico de la experiencia

social. Todas las mónadas de la experiencia reciben, como en un

holograma, la información no decodificada de la “modalidad” dinámica

de la experiencia. De lo que se trata es de descifrar esa información,

que no nos llega por signos, ni símbolos, sino por formas de la

experiencia, lo que llamaremos expemas, palabra que combina

experiencia y forma. Dejaremos la exposición de las tesis sobre estas

formas de la experiencia para un ensayo temático, para una exposición

teórica sobre el tema. Por el momento, nos basta señalar la diferencia

de la memoria, constituida por la experiencia, y las expresiones

discursivas y simbólicas. Nos concentraremos, en lo que dijimos, en un

acercamiento al umbral de la memoria de la experiencia social.

Primera aproximación

262

Lo que está en juego es la experimentación en curso de lo que

unos y otros, casi un sentido común, llama “proceso de cambio”; unos,

para valorizarlo, otros, para descalificarlo. Término, que sin embargo,

tiene referente; se trata del lapso histórico inmediato, que viene del

2000 y alcanza, hasta ahora, al 2013. La experimentación social tiene

millones de entradas y de capturas de información, de retención

seleccionada de la información, de constituciones singulares de

“memorias” individuales. Estas millones de entradas y trayectorias, de

mónadas, si se quiere, se comunican por el lenguaje; pero, no lo hacen

entre todas y simultáneamente, sino con los próximos, los vecinos, los

familiares, los amigos, los del barrio, la escuela, el taller, la comunidad,

el trabajo, el tránsito, etc. También lo hacen masivamente mediante

los medios de comunicación. Entonces, en este caso, reciben

información organizada, elaborada, seleccionada, de una manera

simultánea. Esta información no es la misma que la vivida, que la

experimentada propiamente, es información trasmitida por las formas

del lenguaje audiovisual. Sin embargo, estas transmisiones también

forman parte de la experiencia, pues se produce una afectación en los

cuerpos de la recepción. Desde el lugar de la experiencia es desde

donde se asume la información trasmitida decodificada. En la medida

que la memoria de la experiencia está activada, es decir, la memoria

actualiza sus “recuerdos”, los sedimentos de la memoria acumulada, la

persona que recibe la transmisión puede mantener cierta distancia en

relación a la transmisión, incluso puede llegar a ser crítica; sin

embargo, en la medida que la memoria “duerme”, por así decirlo,

guarda la experiencia, no la actualiza, la persona es vulnerable ante la

transmisión.

El anterior apunte es importante para dejar claro que no se trata

sólo de contar con la experiencia, de tener memoria, pues si la

memoria no se activa, concurre el olvido, y se asume, no sólo lo que

se transmite, sino lo que ocurre, en un ámbito relacional estrecho y

circunscrito a la fugacidad de los hechos, a la imposición inmediata de

los significados e imágenes transmitidos. En otras palabras, se asume

lo que acaece de una manera conformista.

La memoria se activa en momentos de emergencia, de

convocatoria dramática, de crisis evidente, cuando la afectividad se

hace intensa y expansiva, cuando la sensibilidad conecta a masas

compactas, los discursos interpeladores se vuelven efectivos, son

atendidos, y se motivan acciones colectivas.

263

Descripción de un plano de intensidades

La movilización prolongada, de 2000 a 2005, emerge después de

una larga cadena de resistencias a las políticas neoliberales; primero,

de shock, después, de ajuste estructural, luego de privatización del

agua. Estas resistencias, focalizadas o de sectores, estallan de una

manera desesperada, buscando detener el desmantelamiento de las

empresas públicas, la perdida de los derechos sociales, el pretendido

nuevo régimen de la tierra, orientado al mercado de tierras, contra las

micro-deudas acumuladas, del micro-crédito inventado, convertidas en

impagables. También se generaron movilizaciones por el territorio;

esta vez, los pueblos indígenas de tierras bajas desplegaron las

marchas indígenas por el territorio y la dignidad; la primera marcha

indígena es la de 1990. Desde 1985 hasta 1999 se efectuaron múltiples

resistencias, marchas, manifestaciones, protestas, demandas,

incluyendo la marcha por la defensa de la vida del proletariado minero

(1986), que intenta evitar el cierre de las minas y la privatización de

COMIBOL. Desde mediados de la década de los noventa, también se

despliegan marchas por la defensa de la hoja de coca, de parte de los

productores de coca, tanto del Chapare como de Yungas143. En este

conjunto de movilizaciones, que hemos llamado focalizadas y

sectoriales, no todas son locales y circunscritas. La marcha de los

mineros, la marcha indígena de tierras bajas y las marchas cocaleras

son de magnitud, podríamos decir de impacto nacional.

En Movimientos sociales y Estado, escrito antes de las elecciones

de 2005, como parte de un balance de la movilización prolongada, se

escribe:

Al iniciar el nuevo milenio de la era cristiana, en Bolivia estalla

una de las más grades crisis de su historia, crisis múltiple, que

atraviesa distintos planos de su composición estructural. Hablamos de

una crisis económica galopante, en parte, por lo que tiene que ver con

la crisis que arrastra el capitalismo desde la década de los setenta, en

parte por los efectos destructivos de la aplicación de medidas

neoliberales, llamadas del ajuste estructural, en pleno contexto de la

143 A propósito de las marchas cocaleras, en Movimientos sociales y Estado escribimos lo siguiente: Sobresale en estas marchas, por su dramatismo, el recorrido de las mujeres del Chapare a la sede de gobierno; las coraleras burlan los puestos del ejército y llegan a la ciudad de La Paz, desplegando un magistral juego de tácticas territoriales. Comuna; La Paz. Dinámicas moleculares; La Paz 2003.

264

globalización. Crisis política, que podemos caracterizar como crisis de

la democracia formal, instaurada en 1982 como conquista popular,

después de la huelga de hambre de las mujeres mineras (diciembre de

1978). Esta democracia sufre su primer colapso cuando el Congreso,

copado en su mayoría por las representaciones de la derecha, termina

haciendo imposible el gobierno de la Unidad Democrática (UDP) y

popular. La conspiración de los sectores empresariales y de los

parlamentarios conservadores termina creando una situación

insostenible, desde el punto de vista de la ejecución y legalización de

políticas de Estado. El gobierno de Hernán Siles Suazo se ve obligado

a renunciar un año antes de cumplida su gestión. A esta situación

colabora la oposición de los sindicatos obreros y de organizaciones de

izquierda opuestas a la UDP, que demandan el cumplimiento de

medidas concretas a favor de las clases explotadas y la nación

dependiente. La caída de la UDP va traer como consecuencia la llegada

al poder, después de las elecciones de 1985, de una coalición de

derecha, llevando a la presidencia a nada menos que a Víctor Paz

Estensoro, quien comienza el ciclo de políticas neoliberales, con un

paquete de medidas de shock, conocido como el decreto 21060, para

detener la hiperinflación. Este gesto político borra con el codo lo que

se había escrito con la mano. El hombre que había firmado la ley de

nacionalización de las minas en 1952 y la ley de reforma agraria en

1953, termina conculcando las medidas revolucionarias de aquel

entonces, entregando en su última gestión los recursos naturales y la

economía del país a las trasnacionales, en pleno desencadenamiento

de la mundialización capitalista.

Los efectos de las políticas neoliberales se hacen sentir en la

cuarta gestión de lo que se ha venido a conocer como el periodo de la

democracia pactada (1985-2003), pactada entre los llamados partidos

tradicionales de la derecha neoliberal. Los efectos perversos de las

265

políticas de privatización se hacen sentir en la segunda gestión de la

secuencia de los gobiernos intercalados de Gonzalo Sánchez de Lozada,

esto es, en el lapso de la segunda mitad de la década de los noventa.

Sin embargo, hay un anticipo en el pronóstico social, los efectos

demoledores sobre la economía nacional y el bienestar social

comienzan a desprenderse ya desde las primeras medidas de ajuste

estructural aplicadas. Empero, la acumulación de los efectos es

calamitosa después de doce años de políticas neoliberales. La

pauperización alarmante de todas las clases, incluyendo a las clases

medias, es una de las señales del deterioro extendido en la sociedad,

salvo, claro está, con lo que ocurre con el pequeño sector oligárquico

y la casta política, que terminan beneficiándose con la crisis y en la

crisis. La desaparición del aparato productivo, el paro, la desocupación,

la virtualización de la economía, son otras señales de los efectos

destructivos del lapso neoliberal en los escenarios nacionales. Estos

efectos negativos en las condiciones de vida de la población forman

parte del caldo de cultivo de los movimientos sociales recientes en

Bolivia y en América Latina.

Si bien es cierto que los movimientos sociales se gestan en una

historia más larga, se enganchan con los ciclos largos de las luchas

sociales, los recientes movimientos sociales comienzan, de manera

determinada, al inicio mismo del periodo neoliberal, con la marcha por

la vida de los mineros (1986), en un intento desesperado de revertir el

curso de los acontecimientos que se venían encima. Este periodo de

gestación forma parte de la etapa de resistencia de las organizaciones

sociales a las políticas económicas. Indudablemente debemos contar

en esta narrativa con le emergencia de los movimientos indígenas de

la Amazonia y el Chaco. La marcha por la dignidad y el territorio marca

un hito importante en la historia de los movimientos sociales (1990-

1992). Se incorporan a las luchas sociales contingentes indígenas que

266

habían sido ignorados por el Estado y sometidos a la sombra por los

terratenientes y las oligarquías del oriente del país. Hasta el año 2000

se desarrollan una gama de movilizaciones de sectores afectados por

las políticas privatizadoras y las políticas de interdicción de la hoja de

coca y desarrollo alternativo. Todas estas movilizaciones son

significativas por las formas de resistencia que desatan contra los

gobiernos de los partidos de la coalición de derecha, contra el marco

aplastante de privatización y transnacionalización, contra la espiral de

corrosión y corrupción social, contra la desvalorización y deterioro de

la política que acompañan al descarnado neoliberalismo. Empero,

todos estos procesos son todavía de resistencia. Los movimientos

sociales inician su ofensiva durante la guerra del agua, en abril del

2000, en Cochabamba.

A partir de la guerra del agua el mapa político de Bolivia se

modifica sustantivamente. Quedan en suspenso los partidos

tradicionales, quedan suspendidos los poderes tradicionales del Estado,

el poder legislativo, el poder judicial y el poder ejecutivo. La iniciativa

se encuentra en manos de las organizaciones sociales y de los

instrumentos políticos de los sindicatos y comunidades. Después de la

guerra del agua, en septiembre del 2000 se da lugar a un gigantesco

bloqueo de caminos que paraliza el país. Es un bloqueo de campesinos

e indígenas. Quizás el antecedente inmediato a este bloqueo se

encuentre en el bloqueo nacional de caminos de 1979, cuando la

Confederación Sindical Única de Campesinos de Bolivia (CSUTCB) de

aquel entonces, bajo la dirección del legendario Genaro Flores, toma el

control de los caminos, haciendo conocer una serie de demandas

campesinas, además de oponerse a los fraudes electorales de los

militares, que todavía se encontraban en el poder. La diferencia con

aquel bloqueo de caminos es que el de septiembre del 2000 se genera

en un contexto distinto y sin presencia de los partidos de izquierda,

267

tampoco se encuentra presente el katarismo, la ideología indianista y

las organizaciones políticas indígenas, conformadas en la década de los

setenta. Es otro indianismo, más radical, vinculado a un marxismo

crítico al izquierdismo, expresión de un marxismo indianista, expresión

política que juega un papel importante en el desenvolvimiento de las

acciones de masa. Las distintas marchas cocaleras cruzan el lapso de

la ofensiva de los movimientos sociales. Sobresale en estas marchas,

por su dramatismo, el recorrido de las mujeres del Chapare a la sede

de gobierno; las coraleras burlan los puestos del ejército y llegan a la

ciudad de La Paz, desplegando un magistral juego de tácticas

territoriales. Se suman las marchas de prestatarios, jubilados y

rentistas, además de los gremialistas y maestros. Reaparece la figura

esporádica de los épicos mineros con sus guardatojos y dinamitas,

después del motín policial de febrero del 2003. Llegamos así a una de

las cumbres de la curva de los movimientos sociales, que se sucede en

octubre del 2003. Acontecimiento conocido como la guerra del gas. Se

expulsa al gobierno neoliberal de Sánchez de Lozada y se transita hacia

una incierta transición política, después de una sustitución

constitucional. Los movimientos sociales viven una especie de reflujo,

expectando y esperando el cumplimiento de medidas favorables,

durante el gobierno de transición de Carlos Mesa, quien fuera

vicepresidente del anterior presidente expulsado por una insurrección

urbano-rural. Se abre un nuevo horizonte político. Los movimientos

sociales imponen una agenda, la llamada agenda de octubre, que de

manera sintética se expresa en la exigencia de la nacionalización de

los hidrocarburos y la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

La transición resulta siendo sinuosa además de incierta. El

gobierno de Carlos Mesa y el Congreso no cumplen con la demanda de

los sectores sociales. Prefieren oscilar hacia la derecha, dejándose

presionar por las oligarquías regionales y por las empresas

trasnacionales. Durante esta etapa de vacío político, vacío creado en

268

parte por el reflujo de los movimientos sociales y por otra parte por la

propia levitación del gobierno de transición, la derecha conspira con

todos sus recursos, con el monopolio de los medios de comunicación,

con el Congreso, con los organismos multilaterales, con las

trasnacionales, y hasta con el mismo gobierno, al que le imponen su

propia agenda, la llamada agenda de enero, a través de

concentraciones y cabildos. A propósito de estas concentraciones, por

lo menos dos son importantes, el cabildo de junio del 2004 y el de

enero del 2005. Ambos efectuados en la ciudad de Santa Cruz. El

gobierno de transición, en medio de dos agendas, las de los

movimientos sociales y la de las oligarquías regionales, en medio de

dos fuerzas encontradas, termina colapsando. El presidente renuncia.

Este hueco en la presidencia obliga a una segunda sustitución

constitucional, que trata de ser aprovechada por la derecha para

imponer un gobierno de acuerdo a sus intereses. Conspira para

imponer una sustitución constitucional que llegue al presidente del

Congreso, Hormando Vaca Diez, hombre plenamente afín a los

intereses de la oligarquía y de las trasnacionales. Empero, como

saliendo de su letargo, los sectores populares reaccionan ante esta

embestida, vuelven a tomar el territorio nacional y las ciudades

importantes del país. La lucha esta vez se sucede en todo el territorio,

trasladándose gran parte del conflicto al oriente, a Santa Cruz de la

Sierra, donde concentraciones multitudinarias de colonos, campesinos

e indígenas, bloquean por el norte y el sur a la ciudad de la sierra. Sin

embargo, el desenlace de este conflicto, que parecía prosperar hacia

una guerra civil es la capital del país, Sucre. El Congreso se traslada a

Sucre para poder sesionar, escapando de la sede de gobierno, la ciudad

de La Paz, que se encontraba completamente convulsionada. Una vez

arribados los parlamentarios a Sucre, la capital es tomada por los

movimientos sociales. Los ayllus, los sindicatos campesinos, los

maestros, organizaciones cívicas y de estudiantes toman Sucre en la

mañana, llegan en la tarde los mineros, quienes dan un ambiente de

269

mayor beligerancia, enfrentándose con dinamitas a la policía. Llegan

con un muerto en el haber, después de un enfrentamiento con el

ejército, en las cercanías de la ciudad. El ambiente se encuentra

completamente caldeado. En estas circunstancias, ante una gigantesca

expansión del movimiento social, ante la evolución intensiva de los

eventos, el desenlace no se deja esperar. El movimiento social detiene

en seco la conspiración de la derecha. El resultado es otra sustitución

constitucional, esta vez en la persona del presidente de la Corte

Judicial, Eduardo Rodríguez Velzé. Ingresando con esto a una nueva

coyuntura electoral, plagada de la huella de seis años de luchas

sociales. Se llega a un acuerdo político, las elecciones deben garantizar

la Asamblea Constituyente y el referéndum autonómico.

El panorama de los movimientos sociales, en lo que llamaremos

la historia reciente, muestra ciertas tendencias, que es conveniente

analizarlas. Una de ellas es la sorprendente acumulación de fuerzas

que se ha dado lugar a lo largo de seis años de luchas sociales, desde

la guerra del agua, abril del 2000, a la segunda guerra del gas, pasando

de octubre del 2003 a mayo y junio del 2005. Este asenso constante

de los movimientos sociales exige una ruptura política trascendental.

Esta ruptura política es trascendental porque ocasiona el quiebre

respecto a los horizontes históricos heredados, horizontes históricos y

culturales heredados por la República criolla. Hablamos de los

horizontes coloniales, pero también de los horizontes neo-coloniales,

como los relativos a los periodos liberales, incluyendo el último periodo

neoliberal, el modelo capitalista, en su cuarto ciclo, bajo la égida del

ciclo norteamericano, particularmente en su versión dependiente, en

lo que respecta a los países periféricos. Una Asamblea Constituyente,

verdaderamente constitutiva, pensada como instrumento democrático

del poder constituyente de las multitudes, parece ser una de las

tendencias del proceso beligerante de las luchas sociales. Otra

270

tendencia, que puede ser característica en esta historia reciente, es la

preeminencia de las bases sociales, del control social, de la gestión

asambleísta, impuesta por los actuales movimientos sociales. Esta

situación nos muestra la emergencia de modalidades de la democracia

radical. Estas prácticas pueden repercutir en las nuevas formas de

Estado que emerjan de la crisis. Otra tendencia, compartida por los

países de la región, tiene que ver con la inclinación electoral hacia las

nuevas versiones de la izquierda. En Bolivia esto tiene que ver con el

crecimiento del Movimiento hacia el Socialismo (MAS). Otra

característica, que parece ser particular de los países con presencia

demográfica indígena, es el condicionamiento de la complexión cultural

multinacional. Esto exige pensar la democracia en el contexto de las

demandas de las nacionalidades, identidades colectivas y pueblos

indígenas. Tomando en cuenta, por el momento, estas tendencias y

estas características de los movimientos sociales, se observa también,

que quizás debido a la rápida evolución de los acontecimientos, el

desplazamiento de las luchas sociales no termina dibujando el perfil de

los sujetos sociales, no termina de conformar un contenido político, no

se culmina en un proyecto político. Se viven las circunstancias como

vienen, improvisando y con propuestas inacabadas. Por esta razón es

indispensable, construir espacios de deliberación y reflexión colectivos,

que permitan consolidar lo ganado en términos de un intelecto general

autonomizado, en el diseño de un proyecto político compartido144.

Tomando en cuenta la primera anotación, que hicimos en la

descripción del plano de intensidades, y la larga cita, que corresponde

a una evaluación de la movilización prolongada, efectuada desde la

perspectiva de fines del 2005, podemos observar algunos planos de

yuxtaposición en el espacio-tiempo social y político. El plano de

intensidades de la movilización prolongada se asienta, por así decirlo,

en el plano de intensidades de las resistencias. Ambos planos de

intensidades se colocan “sobre” el plano de intensidades de la crisis de

la democracia conquistada, después de una larga lucha contra las

144 Raúl Prada Alcoreza: Movimientos sociales y Estado. Ob. Cit.; págs. 1-6.

271

dictaduras militares. Esta larga lucha, que corresponde a los años

1964-1982, conforma otro plano de intensidades, el de las resistencias,

las luchas, la reorganización política del bloque popular, que

comprende a sindicatos, obreros y campesinos, a estudiantes,

principalmente de las universidades, así como a los llamados partidos

de izquierda. Los anteriores planos de intensidad se “asientan”, por así

decirlo, “sobre” este plano de intensidades, que corresponde a la lucha

contra las dictaduras militares.

Desde esta perspectiva “geológica”, usando la metáfora como

“geología” social-política, vemos que todos los planos de intensidad

comprenden un espesor de planos de intensidad. El plano de

intensidades de la movilización prolongada se pliega y despliega sobre

ese espesor histórico-social-político. Un plano de intensidad no se da

solo, aisladamente, como si no tuviera nada que ver con los otros

planos de sedimentación y des-sedimentación. Esto no podría tener

lugar. Al respecto llama la atención las interpretaciones que hacen un

corte, sólo retoman la temporalidad de este plano de intensidades de

la movilización prolongada, como si la historia hubiera comenzado

recién. Este mismo corte se produce tanto en quienes hacen apología

del gobierno, así como en quienes descalifican al gobierno como a todo

el “proceso de cambio”. Desde la izquierda tradicional opuesta al

gobierno y al “proceso” se considera que este plano de intensidades no

forma parte de la historia política y social del proletariado boliviano. El

plano de intensidades de la movilización prolongada no existe sin el

espesor de planos de intensidad histórico-social-político; tampoco el

espesor de planos de intensidades existiría sin la actualización de sus

memorias en el plano de intensidades de la movilización prolongada.

Si las luchas legendarias del proletariado minero existen, si las luchas

del proletariado y de los movimientos campesinos existen, si las luchas

indígenas existen, si las luchas nacional-populares existen, es porque

han sido actualizadas por las luchas de la movilización prolongada. El

pasado no existe como tal, como una materialidad a la que se la puede

encontrar, “viajando” en el tiempo. El pasado existe como memoria,

constantemente actualizado en un presente, que si existe como

materialidad histórica. El pasado se pliega en el espesor del presente

y se despliega en el plano de intensidades del presente.

Ahora bien, el problema cosiste en comprender cómo el espesor

de intensidades histórico-social-político se actualiza en el plano de

intensidades, cómo se da la dinámica de los planos de intensidad y

yuxtapuestos, sedimentados. Por lo tanto, también el problema radica

272

en comprender cómo se constituye la memoria social, que corresponde

a la experiencia social, que corresponde, a su vez, a las dinámicas de

la vida.

Ahora bien, antes de seguir, debemos anotar que, obviamente el

espesor de intensidades descrito, que corresponde a las

temporalidades que se dan desde 1964 hasta 2005, no se da sólo; se

“asienta” sobre otro espesor de intensidades, el que corresponde a la

experiencia nacional-popular, cuyos planos de intensidad, se pliegan y

se despliegan desde la guerra del Chaco (1932-1935) hasta 1964,

pasando por la irrupción de la revolución de 1952. A su vez, este

espesor de intensidades relativo a la experiencia nacional-popular, se

asienta sobre el espesor de intensidades de la crisis del liberalismo,

interpelado por resistencias y luchas de las comunidades indígenas, de

las organizaciones gremiales y de las primeras organizaciones

sindicales. El espesor de intensidades, que está por “debajo” del

espesor de intensidades que corresponde a la experiencia de la crisis

del régimen liberal, es el espesor de intensidades del siglo corto

inaugural de la República de Bolívar, llamada después Bolivia;

corresponde entonces al primer ciclo de crisis del Estado-nación. En

este mapa “geológico” político, debemos seguir con los espesores y los

planos de intensidad de la época colonial, sobre todo concentrarnos en

el plano de intensidades del levamiento indígena pan-andino del siglo

XVIII, por la conexión que tiene con las resistencias y luchas indígenas

en los primeros periodos de la república, en los periodos liberales, en

los periodos de las dictaduras militares, desembocado en las

resistencias anti-neoliberales y en la movilización prolongada.

Siguiendo con las metáforas geológicas, definiremos como

“corteza” del Estado-nación boliviano al conjunto de espesores de

intensidades que comprenden la época que viene desde la

independencia (1825) hasta nuestros días, primera y segunda décadas

del siglo XXI. La “corteza” de intensidades sobre la que se asienta esta

“corteza” de intensidades del Estado-nación, es la que corresponde a

los periodos coloniales; llamémosla “corteza” colonial. Ahora bien, la

conquista del Perú, efectuada como campaña del virreinato de Nuevo

México, por lo tanto, también comprendiendo la conquista de

Tenochtitlán, por lo tanto de México, ocasionan un quiebre, un

cataclismo, en las formaciones histórico-sociales, en los sistema-

mundo, del continente de Abya Yala. En este sentido, desde el

entendido de una ruptura y un quiebre, distinguiremos dos “placas”,

otra metáfora geológica; la “placa” moderna, con toda su arqueología,

273

los distintos ciclos de la modernidad, que comprende tanto a la

“corteza” colonial como a la “corteza” del Estado-nación; y la placa

autóctona, que comprende las “cortezas”, los espesores, los planos de

intensidades, de las genealogías, las arqueologías, las constituciones e

intuiciones, en sentido constituyente y de constituido, en sentido

instituyente y de instituido, los mapas institucionales y culturales, de

las sociedades conformadas en el continente.

Entonces tenemos dos “placas” históricas que se friccionan,

chocan, produciendo sismos y alteraciones en la geografía histórica-

social-política de los planos de consistencia y de los planos de

intensidad. De los sismos de mayor escala, que se convirtió en

terremoto, se encuentra el registrado como rebelión indígena pan-

andina, en el siglo XVIII, prolongada como irradiación en la guerra

federal (1898-1899), por la intervención del ejército aymara, dirigido

por Zarate Willka; el otro “sismo” de gran escala es el lo que llamamos

la movilización prolongada, cuando la movilización indígena se articula

a la movilización nacional-popular, otorgándole a la movilización un

contenido anti-colonial y descolonizador; este “sismo”, que también se

convirtió en terremoto, fue anunciado por la movilización katarista

durante la segunda mitad de la década de los setenta.

La revolución de 1952 corresponde a la crisis política y de

legitimidad, además de crisis social y económica, del Estado-nación.

Se podría decir que incumbe a una conmoción ocasionada por la

presión irresistible de los espesores de intensidad de la “corteza” del

Estado-nación; el espesor liberal y el espesor nacional-popular, de

manera más específica, el plano de intensidad de la crisis liberal y el

plano de intensidad de la emergencia nacional-popular, “chocan”,

ocasionando un quiebre en la continuidad liberal, abriendo o, mejor

dicho, articulando lo que venía formándose, el ciclo del nacionalismo-

revolucionario, comprendiendo su fase ascendente, desde 1952 hasta

1956, y su fase descendente, desde 1956 hasta 1964. Proyectando

rayos moribundos en los celajes de 1969-1971, en 1982-1984, y

anunciando una alborada barroca desde el 2006; empero, alborada

nublada y gris, cuyo día parece corto. Ciertamente esta convulsión de

los espesores de intensidad en la “corteza” del Estado-nación, tienen

como substrato el movimiento de las “placas”, la fricción de las

“placas”, colonial y autóctona, que terminan ocasionando volcanes. La

toma de tierras por parte de las comunidades campesinas, de los

“pongos”, al servicio de las haciendas, en el Altiplano y los valles, es

la manifestación de la emergencia indígena en la revolución nacional.

274

Teniendo en cuenta las perspectivas “geológicas”, genealógicas,

arqueológicas, territoriales, dinámicas moleculares, dinámicas molares

y dinámicas tectónicas, trataremos de elaborar una interpretación de

dos planos de intensidades, el de la movilización prolongada y el de la

crisis de las gestiones de gobierno popular. Dos planos de intensidades,

que en conjunto forman el ciclo del “proceso de cambio”, con su etapa

ascendente, relativa a la movilización, y su etapa descendente,

relativa las gestiones de gobierno.

Antes de seguir debemos hacer algunas anotaciones. Como

dijimos antes, no es que el pasado existe como materialidad, que nos

estuviera esperando, a la que llegaríamos medite un “viaje” en el

tiempo. Ese pasado no existe. Lo que ha quedado del pasado son sus

huellas, sus monumentos, sus registros, sus fuentes, sus archivos;

también, y sobre todo, su memoria, la constitución de la memoria, a

partir de la experiencia social acumulada. El pasado sólo puede existir

actualizándose en el presente. Puede darse una actualización más

integral o, de lo contrario, fragmentada, dispersa, circunscrita. Todo

depende de la capacidad de activar la memoria, lo que, a su vez,

significa remover los sedimentos de la experiencia. Ciertamente, la

actualización del pasado, no sólo implica activar la memoria, sino

también efectuar prácticas, acciones, que irrumpan en la superficie del

presente, configurando el plano de intensidades. La actualización es

virtual y efectiva.

Hipótesis interpretativa

La movilización prolongada comprende la confluencia de la

experiencia social; es decir, de experiencias sociales concurrentes.

Actualizando planos de intensidad y planos de consistencia, renovando

espesores de intensidad, restableciendo “cortezas” históricas, siendo

afectada por el movimiento tectónico de “placas” de formaciones

históricas-sociales-políticas-culturales; es decir, de matrices

culturales. La movilización prolongada fue el resultado, no sólo de la

crisis múltiple del Estado-nación, sino también de la activación de la

memoria social; es decir, de las memorias. Reminiscencias largas,

medianas y cortas; haciendo presente los planos de intensidad, los

planos de consistencia, los estratos de intensidades, las “cortezas”

históricas, la fricción de las “placas” civilizadoras y las consecuencias

275

de estos choques, que ocasionan emergencias volcánicas. Esta

actualización, este hacerse presentes, este choque civilizatorio, que

responde a la condición virtual de la memoria, se hace efectiva en la

gramática de las movilizaciones. Esta escritura corporal, fáctica,

pasional, desbordante, multitudinaria, escribe una trama no resuelta.

Las multitudes se conmueven y se desplazan, abigarradamente, entre

la entrega, el gasto heroico, y la el retorno expreso del conformismo.

276

El meandro de los gobiernos progresistas Conservadurismo de los intelectuales

Dedicado a Víctor Hugo Quintanilla Coro, a José

Luis Saavedra, intelectuales quechas, a Pablo

Mamani Ramírez, Lucía Choque, a María Eugenia

Choque, a Esteban Ticona, a Carlos Mamani Condori,

al Inka Waskar Choquehuanca, a Félix Patzi,

intelectuales aymaras. También dedicado al

historiador aymara Roberto Choque. De quienes

277

aprendí y aprendo de la densa perspectiva anti-

colonial y descolonizadora encarnada.

Intencionalidad

Esta es una crítica al conservadurismo intelectual y a la apología

de los gobiernos progresistas. Dos actitudes que debilitan la potencia

social, que debilitan las fuerzas de las luchas emancipatorias,

liberadoras y de-coloniales, que transfieren la potencia y la fuerza a la

captura institucional, por lo tanto a la usurpación representada de las

conquistas sociales.

De la intelectualidad

Hay una imagen, un tanto difundida, de que los “intelectuales”

son, por lo general críticos; esta imagen compartida compite con otra

más popular; de que los “intelectuales” habitan en la estratosfera, que

deambulan en los aires, con los pies suspendidos, sin pisar la tierra.

Ambas imágenes son equivocadas; en primer lugar, porque es un

grupo muy reducido de los “intelectuales” que es crítico; la aplastante

mayoría es, en realidad, conservadora. Legitiman el régimen

cuestionado por las y los críticos. La gran mayoría de los “intelectuales”

es realista, “pragmática”, funcional al sistema. En segundo lugar, la

gran mayoría de los “intelectuales” pisa tierra, pisa tierra firme,

conocen muy bien las reglas del juego y los intereses vigentes. Aunque

hay, entre ellos, una zona de incertidumbre, cuando se aproximan a

una cierta forma de “crítica”, que no deja de ser formal, a pesar de los

escenarios que se montan, permitidos. Estos “intelectuales”, de cierta

postura “crítica”, saben distinguir lo “viable” de lo “imposible”, lo

aconsejable de lo extremo. La dosis “crítica” no puede comprometer

ciertos márgenes de movimiento, ciertos intervalos de

desplazamientos, no se pueden cruzar ciertos límites. Estos márgenes,

estos límites tienen que ver con el Estado. No se puede tirar por la

borda al Estado; en manos de los gobiernos progresistas es un

instrumento de ampliaciones democráticas, de mejoras sociales, de

redistribuciones del excedente. Hay que distinguir gobiernos

progresistas de gobiernos claramente de “derecha”. Este punto de vista

es plenamente realista; por lo tanto, conservador.

278

Lo que elude esta “crítica” realista es la cuestión estatal; es decir,

la cuestión del poder. El Estado es esencialmente violencia

concentrada, el Estado es el aparato privilegiado de las estructuras de

poder, de los diagramas de poder, el Estado es la macro-institución

primordial de los agenciamientos de poder. Hablar del uso del Estado

es casi una ilusión; pues es precisamente el Estado, como campo

institucional, como campo burocrático, como campo politico, el que

termina usando a los “revolucionarios” y a los progresistas145. Se puede

decir que, estando en el Estado, a la larga, “derechas” e “izquierdas”

terminan pareciéndose, pues usan la violencia física y simbólica del

Estado como aparato de represión, pues terminan expropiando la

voluntad general, las voluntades colectivas y sociales. La dramática

historia de las revoluciones nos muestra esta ruta sinuosa. Las

revoluciones cambian el mundo, el mundo no va ser lo que era antes;

empero, todas las revoluciones se hunden en sus contradicciones. No

pueden resolver el problema del Estado y del poder146.

No es que digamos que esta “critica” sensata no tenga validez.

Obviamente que la tiene, pues no se puede confundir tipos de

gobiernos, gobiernos, con pretensiones socialistas, gobiernos

progresistas, gobiernos nacionalistas, con gobiernos declaradamente

pro-capitalistas, gobiernos reaccionarios, gobiernos neo-liberales. Esta

es una premisa histórica política; empero, de aquí no se puede concluir

que es mejor no criticar a los gobiernos progresistas, pues favorece a

la “derecha”. Tampoco se puede concluir, incluso criticándolos, que,

por esta razón, es mejor que se queden en el Estado a entregar el

Estado a la “derecha”. Pues, qué es el Estado sino aquel instrumento

construido por las clases dominantes, que termina invistiendo a los

ocupantes de turno como funcionarios, como técnicos del ejercicio de

las dominaciones polimorfas. El problema no es tanto quién ocupa el

Estado, sino que el Estado no haya sido desmantelado para instaurar,

en su lugar, formas participativas de gestión.

Cuando los gobiernos progresistas terminan haciendo lo mismo

que los gobiernos liberales y neoliberales, el problema del poder, de la

recurrente reiteración de las formas de poder, se manifiesta

patentemente. No sólo en lo que respecta a la represión, al uso de la

violencia concentrada del Estado, a la criminalización de la protesta, a

la persecución de los dirigentes indígenas, como ocurre en Ecuador y

145 Ver de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del Estado. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. 146 Ver de Raúl Prada Alcoreza Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Bolpress, Dinámicas moleculares; La Paz 2013; Rebelión, Madrid 2013.

279

en Bolivia, sino en lo que respecta al modelo colonial del capitalismo

dependiente, que es la economía extractivista y el Estado rentista. Las

diferencias que marcaban a los gobiernos progresistas, diferencias que

tienen que ver con ampliaciones democráticas, beneficios sociales,

redistribución del ingreso, terminan haciéndose difusas, sobre todo, si

consideramos, que el multiculturalismo liberal llegó a reconocer la

interculturalidad. También se hacen difusas las fronteras cuando son

los gobiernos neo-liberales los que inventaron el microcrédito y los

famosos bonos, además del uso accionario de las AFPs; medidas que

han mantenido los gobiernos progresistas.

La tarea no es mantener a los gobiernos progresistas, sino

transformar la sociedad y demoler al Estado, aunque sea en una larga

transición. Los gobiernos progresistas se proponen mantenerse en el

poder, púes gozan de la legitimidad histórica de que son

“revolucionarios”. Eso basta. Los “intelectuales” de la “crítica” sensata,

también creen que la tarea es sostener a los gobiernos progresistas, a

pesar de sus crasos errores. Esto es caer en el mito de los caudillos,

como también caer en el mito del Estado como instrumento, que antes

estuvo al servicio de las clases dominantes, y ahora puede estar al

servicio de las clases dominadas, de las naciones y pueblos

colonizados.

El Estado no va dejar de ser lo que es, sencillamente porque sus

ocupantes sean otros; los nuevos ocupantes son simplemente los

nuevos funcionarios del mismo sistema de poder. Tampoco se puede

disociar la relación del Estado con el capital; el Estado es una

estructura fundamental en la acumulación de capital, por lo tanto, en

la realización del capital. Se podría decir que el Estado es el capital

porque garantiza su desenvolvimiento acumulativo. De la misma

manera no se puede disociar el Estado del orden mundial de

dominación y control; es un dispositivo de este orden de dominación y

control. Los Estado-nación son útiles para la transferencia de los

recursos naturales, de las periferias al centro del sistema-mundo

capitalista. Lo que tarden en manifestarse estas evidencias, depende

de contextos, coyunturas, relación de los gobernantes con las clases

explotadas y colonizadas, con las naciones y pueblos subordinados.

Depende de la vulnerabilidad de los nuevos ocupantes; cuánto más

retóricos más pronto caen en la lógica de una maquinaria de poder,

aunque chirriante y aparatosa. En contraste, cuánto más convicción

tengan en lo que llaman la transición, más se prolonga la ilusión de

usar al Estado. Empero, más tarde o más temprano, termina

280

imponiéndose el peso gravitatorio de un fabuloso instrumento de

dominación, vigilancia, disciplinamiento y control.

Apostar por mantener en el Estado a los gobiernos progresistas,

es volver a repetir el error del apoyo incondicional, que se le otorgó a

la Unión Soviética, suponiendo que era la patria socialista que había

que defender, que era la representación del proletariado universal;

cuando al no criticar, al no poner en evidencia el camino “despótico”

optado, usurpando a los consejos (soviets) la democracia obrera y

campesina, lo que se hacía, al final de cuentas, es contribuir,

paradójicamente a su caída. Esto acaecía con todo su dramatismo,

pues el burocratismo, el centralismo, el autoritarismo, el verticalismo,

terminaron minando las defensas del proceso de transformación. Lo

que menos requieren los procesos de cambio es el apologismo,

tampoco requieren sólo de “crítica” sensata, sino se advierte de la

necesidad de crítica radical; tocar de raíz los problemas. Se requiere

que la crítica radical acompañe y sea acompañada de participaciones y

movilizaciones sociales, que cuestionen la vía burocrática de “cambio”;

movilizaciones sociales que impongan de manera activa la participación

colectiva, comunitaria y social. Requieren transferir las decisiones a la

construcción colectiva y participativa.

No es sostenible el argumento de que, lo que acabamos de decir,

favorece a la “derecha”. Lo que favorece a la “derecha” es que los

gobiernos progresistas vuelvan a recorrer las rutas conocidas de

reproducción del poder, pues terminan en el laberinto politico, que lleva

a los gobiernos a su propia caída. La “revolución” no culmina con la

toma del poder, la “revolución” sólo puede continuar profundizándose

como “revolución” dentro de la “revolución”, transformando las

prácticas “revolucionarias”; sino ocurre esto, lo más probable es que

concurra la contra-revolución dentro de la “revolución”, efectuada por

los mismos “revolucionarios” en el poder.

Las crisis de los “procesos” de cambio, puestas en evidencia en

Bolivia, Ecuador y en Brasil por las movilizaciones sociales, las

movilizaciones indígenas, los conflictos reivindicativos, las

interpelaciones comunitarias, muestran claramente los límites de los

gobiernos progresistas, sus innegables contradicciones, su peligrosa

orientación hacia un Estado policial. No se puede cerrar los ojos ante

semejantes manifestaciones interpeladoras, no se puede seguir

sosteniendo que es mejor el mal menor, que es mejor preservar al

gobierno progresista que volver a los gobiernos neo-liberales. El

problema no es éste, mantener o no mantener al gobierno progresista;

281

el problema es continuar con el “proceso” de cambio, que no puede

darse sino cambiando, transformando. Esta continuidad, esta

profundización, esta transformación, no puede darse sin la

participación colectiva, comunitaria y social. Esta no es tarea de

burócratas; estos sólo saben repetir la gestión pública establecida, la

administración de las normas. Apostar por mantener al gobierno

progresista es apostar a detener el proceso, a congelarlo en el punto

de la toma del poder, por una vía u otra, por vía electoral o

“revolucionaria”; equilibrarlo en el momento mismo de la ilusión,

cuando la historia sigue su curso. Aquí se expresa patentemente el

conservadurismo de los “intelectuales” de la crítica sensata.

Marx decía que no hay peor derrota que no haber intentado. De

la manera sensata, entonces, se apuesta a la peor derrota; contentarse

con lo poco conquistado, el gobierno, sin haber demolido el poder, las

estructuras de poder, los diagramas de poder disciplinarios, los

diagramas de poder coloniales, constituidos en la modernidad. Esta

tarea de demolición no necesariamente se tiene que efectuar de la

noche a la mañana, puede darse en una transición, que incluso puede

ser larga, dependiendo de la correlación de fuerzas y de las condiciones

de posibilidad histórica; empero, una cosa es esto, demoler el Estado,

desmantelar el poder, aunque sea en una transición larga, y otra cosa

es preservar el Estado, preservar el poder, preservar al gobierno

progresista en el Estado.

El conservadurismo intelectual radica en renunciar efectivamente

a construir mundos alternativos, aunque se lo diga discursivamente.

La construcción de mundos alternativos se lo hace alterativamente;

alterando la reproducción del poder, en sus formas polimorfas,

alterando la reproducción del capital, en las formas concretas de

acumulación. Siendo dos de ellas las preponderantes en la

contemporaneidad; una, el extractivismo expansivo; otra, la

especulación financiera. Dos formas a las que apuestan los gobiernos

progresistas.

Defensa crítica de los procesos de cambio

Cuando hablamos de defensa crítica de los procesos de cambio

no hablamos, indudablemente de la defensa de los gobiernos

progresistas, que son composiciones burocráticas, que son la parte, en

todo caso, más conservadora de los procesos. Los apologistas han

282

confundido la defensa de los procesos, defensa, que debería

corresponder a la profundización de los cambios, con la defensa de los

gobiernos progresista. Esta confusión es conservadora y hasta

peligrosa para los procesos mismos. Los procesos de cambio de los que

hablamos se han inscrito en sus constituciones políticas; los gobiernos

progresistas han vulnerado sistemáticamente sus constituciones, sobre

todo en el caso de Bolivia y Ecuador, que cuentan con constituciones

que establecen el Estado plurinacional. La defensa de las

constituciones, en estos casos, significa defenderlos contra sus

gobiernos que vulneran las constituciones. Aquí no hay donde

perderse; no se puede hablar de distinguir a gobiernos progresistas de

gobiernos de “derecha”. Usando este término tan discutible, heredado

del imaginario de la revolución francesa, es “derecha” violar la

Constitución y los derechos colectivos consagrados en la Constitución.

Frente a la continuidad expansiva del modelo extractivista, que

es la opción seguida por los gobiernos progresistas, no queda otra cosa

que defender la madre tierra, los derechos de los seres de la madre

tierra, defender los derechos comunitarios, los derechos colectivos, los

derechos de las naciones y pueblos indígenas, defender el derecho de

los pueblos a modelos alternativos al extractivismo, al capitalismo, a

la modernidad y al desarrollo. Esta defensa es contra los gobiernos

progresistas, pues ellos son los que llevan adelante la expansión

extractivista a nombre del “desarrollo”.

Frente a la centralización desmesurada de los mandos, el

verticalismo autoritario, que reproduce cristalizados burocratismos y

autoritarismo, heredados del Estado liberal, no queda otra cosa que

defender la democracia participativa, establecida por la Constitución.

Esta defensa del ejercicio plural de la democracia se lo hace también

contra los gobiernos progresistas, que descartan, en la práctica,

cualquier participación y control social, salvo si es demagógica y

teatral.

Frente a la decisión gubernamental de solventar la expansión del

uso de los transgénicos, que según el presidente de Bolivia, son una

solución para la soberanía alimentaria, apoyando taxativamente a los

empresarios involucrados en la producción de soya, no queda otra

cosa, que defender la producción y los cultivos orgánicos. Esta defensa

también se lo hace contra los gobiernos que introducen normas de

apoyo al empleo de los transgénicos y la ampliación de la frontera

agrícola.

283

Frente a la entrega de las reservas fiscales mineras a las

empresas trasnacionales, mediante leyes mineras de promoción al

capital extranjero, que en Bolivia también tiene un aditamento, la

entrega de reservas a la vorágine de las llamadas cooperativas

mineras, que de cooperativas sociales no tienen nada, sino son

instancias que encubren formas salvajes de propiedad privada, no

queda otra cosa que defender las reservas fiscales, que son propiedad

de los pueblos. Esta defensa también es contra los gobiernos que

orientan una política minera de extractivismo depredador.

Frente a la escalada de corrupción descomunal que se efectúa,

en unos casos, a nombre de la formación de una nueva burguesía, de

una burguesía nativa, término tan inapropiado para ocultar el robo al

erario del país, otras veces se oculta bajo teatrales orquestaciones

institucionales, que dicen luchar contra la corrupción y la

transparencia, que, sin embargo, se ciegan ante evidentes y conocidas

proliferantes prácticas de corrupción institucionalizada, no queda otra

cosa que enfrentarse a la impostura de los gobiernos progresistas. En

este caso, es más criminal desatar prácticas paralelas perversas

institucionalizadas, pues corroen las propias bases éticas y morales de

legitimación del proceso de cambio.

Frente a políticas monetaristas, que entregan el ahorro nacional

al sistema financiero internacional, dispositivo hegemónico y

dominante del ciclo del capitalismo vigente, evitando generar espacios

alternativos de contra-moneda y contra sistema financiero147, no queda

otra cosa que defender la valorización concreta de los productores

locales frente a estas políticas monetaristas de los gobiernos

progresistas.

En todos estos casos la defensa del gobierno, confundir la

defensa del proceso con la defensa del gobierno, es pues

contraproducente, pues debilita a las posibilidades, las potencialidades

y las fuerzas del proceso. Esta posición conservadora es debilitante,

desactiva la vigilancia, el control, la interpelación, de los movimientos

sociales, de los pueblos y las comunidades. Esta perspectiva

conservadora tiene una visión esquemática inmóvil. Hay “derecha” e

147 El proyecto de la moneda de integración sucre y del Banco del Sud, diseñado por un grupo de economistas ecuatorianos, dirigidos por Pedro Páez Perez, concibe, en realidad, una contra-moneda y un “banco” alternativo al sistema financiero internacional, basado en complementariedades y compensaciones, estructurado en una lógica que retiene la valorización local, evitando su pérdida centralizada. Este proyecto fue aprobado y firmado por los gobiernos del ALBA, empero, ninguno de ellos entendió el proyecto, siguiendo en cambio, políticas monetaristas que los subordinan al sistema financiero internacional.

284

“izquierda”; dos campos estáticos, definidos por siempre, como

entidades eternas, como sustancias a-históricas, olvidando las

dinámicas políticas y sociales, fluidas y complejas. Los gobiernos, por

más que se proclamen populares, progresistas, socialistas,

“revolucionarios”, pueden devenir en gobiernos reaccionarios si es que

toman medidas represivas, antidemocráticas, inconstitucionales,

aunque lo hagan a nombre de la defensa de la “revolución”. Mucho más

aún si las medidas reproducen las mismas estructuras de dominación

polimorfas, aunque se lo haga a nombre de los indígenas, sin

consultarles, como corresponde. Lo que es un uso simbólico de la

víctima de la colonización y colonialidad. Al ocupar el lugar el lugar del

otro, en la estructura colonial mantenida, se termina siendo el otro, el

“blanco”, el dominador, el colonizador, pues al mantenerse la

estructura colonial, se hace lo que hacía el “blanco”. No se trata,

obviamente, como lo anotó Frantz Fanón, de sólo cambio de color, en

el puesto de mando, sino de ocupar el lugar, que debería haber sido

destruido y no tomado.

El problema de esta etapa de los procesos políticos, llamados de

cambio, etapa de gestión de gobierno, es el dilema planteado de qué

hacer con el Estado. El problema es creer que el Estado puede ser

usado, como si fuese un instrumento neutral, el problema es creer que

basta que el instrumento cambie de mano, para que tenga otros fines,

como si el Estado no estuviera constituido por relaciones

históricamente cristalizadas. El problema del Estado es antiguo en la

historia de los movimientos sociales anti-sistémicos, en la historia de

las “revoluciones”, en la historia política, así como también es antigua

la reiteración del fetichismo estatal.

El conservadurismo de esta posición intelectual radica en la

apuesta por los gobiernos progresistas y no en la potencia social, no

en la capacidad y potencialidad de las comunidades, no en la capacidad

de la dinámica molecular de las sociedades. Este no sólo es un

fetichismo estatal, sino un fetichismo institucional, que considera que

la fuerza social, producente y productiva, está en las instituciones, y

no en la capacidad producente y productiva de la gente. Las

instituciones son el efecto molar, el efecto de masa, el efecto

estadístico de las dinámicas moleculares148. En esta etapa, la de las

gestiones gubernamentales, es cuando se pierde el rumbo del proceso,

cuando se escabulle la posibilidad del proceso, pues, en vez de orientar

148 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2013; Rebelión; Madrid 2013.

285

las políticas a una deconstrucción del Estado, se orienta a una

consolidación mayúscula del Estado.

A estas alturas de las historias políticas de la humanidad, ya

deberíamos haber aprendido las grandes lecciones. La ruta de la

institucionalización de la “revolución”, la ruta de la estatalización de la

“revolución”, es destructiva de la misma “revolución”. Es la clausura

misma de la “revolución”. Ciertamente, no se puede negar, que hacer

otra cosa, que la que se hizo en el pasado, es difícil, requiere de

invención, creatividad, imaginación e imaginario radicales. Este es el

desafío, para no repetir la dramática historia de las “revoluciones”

hundidas en sus contradicciones.

Ahora bien, la defensa crítica de los procesos de cambio debe ser

contextuada en cada uno de los países en cuestión. No es la misma

situación, la complexión de las fuerzas, en Bolivia, Ecuador, Venezuela

y Brasil. Se trata no sólo de contextos distintos, sino de historias

sociales y políticas diferenciales. El campo politico es variado en los

países; la distribución de las fuerzas es diferente. No se puede

proponer sólo una defensa crítica general del proceso; las

características de la defensa crítica del proceso son también variadas.

La lucha tenaz en Venezuela contra una “derecha” y burguesía fuerte,

que goza de convocatoria, además del apoyo de la Casa Blanca de

Estado Unidos de Norteamérica, a pesar de las fuerzas, disponibilidad,

y convocatoria popular del gobierno bolivariano, obliga a considerar la

distinción planteada por la “crítica” sensata, la distinción entre

“derecha” e “izquierda”, recurriendo a estos términos esquemáticos.

Incluso a pesar de los graves problemas burocráticos y de corrosión

del propio gobierno. No ocurre lo mismo ni en Ecuador, ni en Bolivia,

donde la “derecha” política se encuentra disminuida y sin convocatoria

apreciable, en tanto la “derecha” económica, que es de clase, que

corresponde a la reproducción de la burguesía, se halla aliada al

gobierno, gozando de sus beneficios, que corresponden, por ejemplo,

a las políticas monetaristas, a las políticas agrarias, a la suspensión de

la función económica y social, a la suspensión del saneamiento de

tierras, a la suspensión del control sobre tala de bosques. En estos

casos no aparece tanto el peligro de que la “derecha” tome el gobierno,

sino que el gobierno progresista se siga derechizando.

El caso brasilero es notoriamente diferente; hablamos de un

gobierno que claramente ha optado por una alianza con la burguesía,

incorporada al propio gobierno, un gobierno que ha optado por el

aburguesamiento de la casta dirigente del PT, un gobierno que tiene

286

un claro diseño de geopolítica regional149. Por último hablamos de un

gobierno que no ha hecho la reforma agraria esperada por el

movimiento campesino más grande del mundo, el movimiento sin

tierras (MST). Más bien defiende a los latifundios y a las empresas

monopólicas de los transgénicos, como la Monsanto. No es pues una

sorpresa que en este país continental, cuyo Estado ha concebido una

geopolítica regional y continental, que abarca también al África, por lo

menos sud-sahariana, se hayan dado las gigantescas protestas contra

el gobierno de Dilma Rouseff, que ha destinado una cuantiosa y

fabulosa inversión en la infraestructura del mundial de futbol,

beneficiando a las empresas constructoras, descuidando el bien estar

social. También, no es pues de ninguna manera desconocido, la

legendaria lucha de los pueblos indígenas contra el avasallamiento de

sus tierras, avasallamiento ahora efectuado con los mega-proyectos de

las macro-hidroeléctricas, como es el caso del proyecto faraónico de

Belo Monte.

Por otra parte, no se puede decir, pues tampoco es sostenible,

que la crítica radical a los gobiernos progresistas debilita la lucha

antiimperialista. Al contrario, le otorga actualidad, pues pone en el

tapete las transformaciones dadas en la forma imperialista; propone

una lucha contra el imperialismo, de carne y hueso, tal como es hoy;

descarta seguir dibujando una figura obsoleta del imperialismo, que

corresponde las condiciones histórico-políticas-económicas de

mediados del siglo XX. Mantener la imagen de esta figura y lanzarse

discursivamente a la lucha antiimperialista, no es otra cosa que pelear

contra un fantasma, cuando en los hechos se mantienen buenas

relaciones con el imperialismo de carne y hueso. El imperialismo de

hoy es el orden mundial de dominación global e integral, conformado

por los organismos internacionales, el sistema financiero internacional,

el entramado de redes de las empresas multinacionales y

trasnacionales, el centro dinámico y cambiante del sistema-mundo

capitalista, que ha incorporado a las llamadas potencias

emergentes(BRICs), que tiene como gendarme a la híper-potencia del

complejo económico-industrial-tecnológico-cibernético-mediático de

los Estados Unidos de Norteamérica. Un orden mundial de dominación

global e integral, que articula distintos planos y atraviesa ocupando

todos los espacios posibles e imaginables de la existencia social, así

como de la vida, los ciclos de la vida, la información genética. Estamos

149 Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerra periférica y geopolítica regional. En torno a la guerra del Pacífico. Bolpress, Dinámicas moleculares, Horizontes de la razón; La Paz 2013.

287

ante un sistema global e integral de dominación mundial, que avanza

a su unificación, comprometiendo a estados, por más diferentes que

sean y pretendan cierta soberanía, comprometiendo todos los recursos

naturales, por más pretendidamente nacionales que aparezcan; la

subsunción formal, real y virtual de los procesos de explotación de los

recursos naturales ha llegado a formas concomitantes y de

dependencia agudas, por más propios que se declaren los recursos

naturales. La acumulación ampliada de capital, en las condiciones de

este capitalismo financiero-trasnacional-posindustrial-cibernético-

mediático, ha llegado a espeluznantes dimensiones cuantitativas, a

impresionante eficacia cualitativa, además de la asombrosa rapidez y

velocidad de desplazamientos logradas. Nadie puede decir, en estas

condiciones, que es independiente, que escapa a estas formas de

dominación y explotación del capitalismo tardío, nadie puede decir que

puede lograr un desarrollo capitalista autónomo, local, regional, propio,

sea “andino-amazónico” u otro específico. Esto no sólo es una ilusión

desdichada sino una insensatez descomedida. Por eso, pretender una

acumulación originaria local, mediante la expansión del extractivismo,

para pasar a la industrialización y de ahí a formas de soberanía

alimentaria, no es más que una ilusión al servicio de la acumulación

ampliada desbordante y especulativa del capitalismo tardío,

políticamente conformado como imperio.

Esta es otra razón por la que no se puede apoyar a la orientación

económica escogida por los gobiernos progresistas, pues se basan en

esta ilusión descomedida y en esta “estrategia” de “desarrollo”, que

termina, precisamente, impulsando las formas de acumulación

combinadas del sistema-mundo capitalista; reiteradas y recurrentes

formas de acumulación originarias, por despojamiento y desposesión;

acompañando a desplegadas y dinámicas formas de acumulación

ampliada. Esta ruta es la de la reproducción de la dependencia, del

colonialismo y del capitalismo, en las condiciones vertiginosas del

presente. Esta ruta también es la destrucción de la “naturaleza”, de la

madre tierra, de la vida, de sus ciclos vitales, comprometiendo la

sobrevivencia humana.

Los gobiernos progresistas en su laberinto

En adelante haremos descripciones de los contextos y

coyunturas, diferenciales y análogas, en los que se encuentran los

gobiernos progresistas.

288

En Genealogía de la dependencia escribimos:

En lo que corresponde al balance de las rutas desarrollistas

contemporáneas, sobre todo en lo que respecta a las llamadas

potencias emergentes, es aleccionador leer a Francisco de Oliveira

cuando hace un análisis ilustrativo de lo que ocurre con la potencia

emergente de Brasil150. El autor de El neo-atraso brasileño propone

dos hipótesis interpretativas; una, que por un lado fueron las

actividades rurales de subsistencia, el trabajo informal y la

precarización de los salarios los que subsidiaron el crecimiento de la

industria y los servicios. La segunda hipótesis se refiere a la

emergencia de una nueva burguesía compuesta por técnicos,

economistas y banqueros, núcleo duro del Partido de los Trabajadores

(PT). Ambas condiciones determinan la identidad paradójica que

adquiere el capitalismo periférico en esta parte del mundo, aquí el

capitalismo se financia con la explotación de los trabajadores, en tanto

que el progreso sucede siempre en otro lugar, allí donde se produce la

ciencia y la tecnología de punta, en el centro del sistema-mundo

capitalista.

Este balance es contundente, no hay desarrollo en las potencias

emergentes, por lo menos entendiendo a este fenómeno de una

manera integral, sino neo-atraso, repitiendo las condiciones perversas

de este rezago. El desarrollo de las fuerzas productivas deja en la ruina

a una parte de la humanidad, el subdesarrollo aparentemente deja de

existir, no así sus calamidades, el trabajo informal, el mismo que se

transforma en un indicador de la desagregación social. Lo que se

produce son modernidades heterogéneas y de contrastes. Por un lado,

centros urbanos que imitan el iluminismo edificado de las urbes del

norte, burguesías articuladas a las redes del capital financiero, por lo

tanto que forman parte de la misma burguesía globalizada; por otro

lado, incluso en las mismas ciudades, cordones, espacios, amplias

zonas de marginamiento y economía informal, incluso ilícita. Grandes

mayorías discriminadas. En las potencias emergentes se ha dado lugar

a la emergencia industrial, que no es otra cosa que el desplazamiento

de la desindustrialización del centro del sistema-mundo capitalista, que

ha optado por tecnología de punta, transfiriendo tecnología obsoleta a

las llamadas potencias emergentes. En estos lugares se ha dado lugar

150 Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasilero. Siglo XXI-CLACSO.

289

a la formación de nuevas burguesías, que no tendrían nada que

envidiar a las burguesías del norte, sobre todo en lo que respecta a su

opulencia; empero este esplendor se construye sobre la base del

marginamiento, la informalización de las grandes mayorías explotadas

y dominadas, que habitan las zonas, los espacios del neo-atraso y la

pobreza repetida descomunalmente. La emergencia de las potencias

se basa en la destrucción devastadora de la naturaleza, la ampliación

de la frontera agrícola, el uso de los transgénicos. De esta manera los

costos de este progreso son demasiado altos como para hacerlo

sostenibles.

No hay pues destino con el desarrollismo, tampoco con el neo-

nacionalismo. Lo que hacen, en el mejor de los casos, en el caso de

las potencias emergentes, es volver a modificar los términos de

intercambio en las lógicas de acumulación del capital, modificar su

participación en la estructura mundial de dominación capitalista. Por

eso, podemos volver a decir, que los nacionalismo están mucho más

cerca de las ilusiones liberales criollas y gamonales que de los

proyectos emancipatorios y libertarios de los movimientos sociales,

naciones y pueblos indígenas originarios. Están más cerca de repetir

las formas coloniales, las del colonialismo interno, también las

reiteradas cadenas de la dependencia, que de lograr construir las

soberanías plurales que requiere un mundo alternativo de

autodeterminaciones, auto-convocatorias, de participaciones sociales y

ejercicios plurales de la democracia. Si bien los nacionalismos heroicos

forman parte de la historia de las luchas, pretender repetirlos en los

ciclos contemporáneos del capitalismo es apostar en una repetición

burda y cómplice de las formas de acumulación mundial capitalista por

despojamiento151.

Brasil

Lo que acabamos de recoger, comentando el sugerente e

iluminador libro de Francisco de Oliveira, titulado El neo-atraso

brasilero, y cuya metáfora interior es la figura aglomerada del

ornitorrinco, es la caracterización que vamos a manejar para

referirnos, en general, a los países de los gobiernos progresistas,

151 Raúl Prada Alcoreza: Genealogía de la dependencia. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, Bolpress. La Paz 2011-2012.

290

aunque esta caracterización no solamente sea válida para estos países

sino para el conjunto de los países del continente, que forman parte de

la geografía móvil periférica, semi-periférica y central, incluso en las

condiciones de BRICs, como es el caso de Brasil. Francisco de Oliveira

usa la metáfora del ornitorrinco para configurar el llamado desarrollo

brasilero; el autor escribe:

Altamente urbanizado, con poca fuerza de trabajo y población en

el campo, aunque sin ningún residuo pre-capitalista; por el contrario,

con presencia de un fuerte agrobusiness. A esto se suma un sector

completo de la segunda revolución industrial, avanzando titubeante por

la tercera revolución, la molecular-digital o informática. Por un lado,

una estructura de servicios muy diversificada – sobre todo cuando está

ligada a los estratos de altos ingresos que, en rigor, son más

ostensiblemente perdularios que sofisticados - . En el otro extremo,

una estructura muy primitiva, ligada directamente al consumo de los

estratos pobres. Posee también un sistema financiero todavía

atrofiado pero que, precisamente por la financiarización y el aumento

de la deuda interna, acapara una gran proporción del PIB152.

Comentando el análisis y la caracterización que hace Francisco

de Oliveira, en el libro citado, escribimos:

Francisco de Oliveira visualiza la recreación y expansión de la

informalidad, la mantención del crónico desempleo, el encubrimiento

del subempleo, como formas de articulación y subvención a la

acumulación de capital, formas completamente articuladas y

funcionales a los sistemas de industrialización e incursión en la

tecnología molecular-digital. Combinaciones que forman parte de esa

complementariedad y recreación violenta entre la forma de

acumulación ampliada y la forma de acumulación originaria por

despojamiento. Todo esto atravesado por un sistema financiero que

cubre el funcionamiento económico, succionando las esferas y los

circuitos económicos a la lógica de la financiarización, que empuja al

uso especulativo del capital financiero. Produciendo entonces un

endeudamiento externo e interno que caracterizan a las actuales

economías dependientes, llamadas emergentes. Este ornitorrinco

económico y social se sostiene sobre la extensa base de la

diferenciación social excluyente y marginada de la distribución de la

riqueza y el excedente, que se concentran desproporcionalmente en la

152 Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasileño. Los procesos de modernización conservadora, de Getúlio Vargas a Lula. Siglo XXI, CLACSO, 2009. Buenos Aires. Pág. 144.

291

minoría poblacional de empresarios privilegiados por el monopolio y el

apoyo estatal, a la que se suman las clases medias beneficiadas por la

expansión de los servicios e impulsadas al consumo. La gran mayoría

de la población está condenada a vivir en los márgenes de esta

modernidad, pasando de ser el ejército industrial de reserva a la masa

gigantesca de trabajadores informales, proletariado nómada y

habitante de los barrios prohibidos.

Se trata del reino de la informalidad, el desvanecimiento del

salario, del adelanto del costo de producción.

“La tendencia moderna del capital es suprimir el adelanto: el

pago a los trabajadores pasa a depender de los resultados de las ventas

de los productos-mercancía. En las formas de tercerización del trabajo

precario, y en lo que – entre nosotros – se continúa denominando

“trabajo informal”, éste es un cambio radical en la determinación del

capital variable. Así, aunque parezca extraño, los rendimientos de los

trabajadores pasan a depender de la realización del valor de las

mercancías, lo que antes no ocurría. En los sectores todavía dominados

por la forma salario, sigue en pie la anterior modalidad, tanto es así

que la reacción de los capitalistas es des-emplear la fuerza de trabajo.

El conjunto de los trabajadores es transformado en la suma

independiente de un ejército de activos y de reserva, que se

intercambia no de acuerdo con los ciclos de negocios, sino

diariamente”153.

Esto es, se produce la suspensión de la producción, de la

valorización de la producción, por lo tanto de la valorización del tiempo

socialmente necesario del trabajo. Lo que se hace, sobre la base de su

ocultamiento, es abrir nuevamente las temporalidades de la súper-

explotación, así como del dominio absoluto de la circulación y el

mercado, obligando a la gente al sacrificio y a la donación de sus vidas

en aras de la realización de la ganancia. Suspendiéndose con esto los

derechos conquistados en la historia de las largas luchas sociales.

Desde entonces ya no se trata de los derechos, tampoco del sujeto de

los derechos, sino de la realización descarnada de las ventas y de los

resultados del sistema. Se vive entonces la dramática experiencia de

la precarización, de la fragmentación, de la dispersión y la diseminación

de las formas de vida y de las formas de organización. La realización

de las súper-ganancias, la construcción deslumbrante de las grande

urbes metropolitanas, la conformación de barrios de ensoñación y oasis

153 Ibídem: Pág. 148.

292

paradisiacos, contando también con los moles comerciales y de

consumo para las clases medias, sólo se pueden dar si al mismo

tiempos se transfieren los costos de la magnificencia a extensas zonas

suburbanas, a expansivos entornos de miseria, a favelas interiores o

ruralidades vaciadas y detenidas en el tiempo. El costo no sólo se

materializa en los perfiles de la marginación y la exclusión, sino

también en la conformación de mundos paralelos y periféricos154.

En relación a las últimas movilizaciones dadas en Brasil (junio-

octubre 2013), de usuarios, de jóvenes y estudiantes, contra el

incremento de los pasajes, el mal servicio y las descomunales

inversiones en la infraestructura del mundial de futbol, Pablo

Ortellado, en Os protestos de junho entre o processo e o resultado155,

escribe:

Las protestas de junio dejan dos legados opuestos: por un lado,

a la explosión de manifestaciones con reivindicaciones difusas y sin contar con orientación en la consecución de resultados; por otro lado,

la lucha contra el incremento de tarifas del pasaje de transporte, lucha efectuada por el Movimento Passe Livre (MPL), lucha que expresa un

profundo sentido de táctica y estrategia.

Durante los momentos finales de la campaña contra el incremento de los pasajes, la lucha fue tomada por asalto por la

proliferación de reivindicaciones. Cuando el incremento fue derogado, la agitación quedó como desprovista y la difusión de reivindicaciones

proliferantes se apoderó, a la vez, del proceso. Estableciéndose un activismo procesual muy poco orientado a conseguir resultados. En

relación a fenómenos semejantes en otros países, lo acontecido fue más lejos: no se trata de la dificultad de encontrar un objetivo viable

común, como ocurrió en la ocupación de Wall Street o como aconteció

con el 15M español, sino de la incapacidad de encontrar un horizonte ideológico común, aunque éste sea vago. La ausencia de orientación

política, donde el movimiento se consumió en problemas procesales, principalmente en los relativos a los modos de lucha. Es por esta razón

que los debates que se dieron a finales de 1990 en torno de Black Bloc resurgieron con toda fuerza, ahora en la forma de discusiones sobre

los límites entre una respetable y cívica movilización ciudadana y una criminalizada acción de vándalos. Sin objetivos claros, los procesos

fueron discutidos en clave principista y sin referencia a sus resultados. En relación a este aspecto, junio fue el mes en el cual explotó una

indignación difusa, que es un enigma a ser descifrado por la gran narrativa y sus analistas.

154 Raúl Prada Alcoreza: Ibídem; Ob. Cit. 155 Esse texto é o capítulo final do livro 20 centavos: a luta contra o aumento (Editora

Veneta, 2013).

293

La estrategia del Movimento Passe Livre (MPL) es el resultado de una acumulación de experiencias y aprendizajes de las luchas sociales

demandantes.

En el año 2003, los estudiantes de Salvador bloquearon las calles

de la ciudad para protestar contra el aumento de los pasajes de ómnibus. La movilización fue espontanea y horizontal, sin embargo,

carecía de personas o grupos de referencia legitimados por el movimiento para hacer de interlocutores con el poder público. En

ausencia de esas referencias, la UNE hizo este papel y terminó subordinando, a la manera leninista, las reivindicaciones de los

estudiantes por la reducción del precio de los pasajes en su agenda partidista. El MPL aprendió de esta experiencia, tomó conciencia que

era preciso que el movimiento tuviese una expresión política propia, al mismo tiempo horizontal y contraria al aumento – en otras palabras,

que estuviese de acuerdo con su proceso y su propia meta.

El MPL aprendió de la experiencia y se desenvolvió en la lógica

inmanente de las lucha de los jóvenes y estudiantes contra el incremento del costo de los pasajes. La evolución de la lucha por rebaja

de los pasajes, durante los años 1980, a la lucha por el “passe livre estudantil”, durante los años 1990, y desde aquí, hacia la lucha contra

el incremento del precio de los pasajes, durante los primeros años del siglo XXI, revelan una lógica de lucha orientada a la ampliación de

derechos que, debidamente interpretada, apunta a la tarifa cero y a la des-mercantilización del transporte para todos. Esta concepción no fue

impuesta por un programa leninista externo, sino que fue extraído de la propia lucha autónoma de los estudiantes.

Las lecciones aprendidas, en lo que van diez años del movimiento

social, permitieron al MPL una notable combinación estratégica y táctica entre valorización del proceso y orientación al logro de

resultados. Por un lado, el movimiento supo preservar y cultivar la

lógica horizontal y contracultural, que se dio tanto en la lucha de los estudiantes contra el incremento, como en el movimiento contra la

liberalización económica, de donde proceden muchos de los militantes. Por otro lado, el MPL supo establecer, de manera táctica, una meta

objetiva factible: la derogación del incremento. Esta meta parece “corta”, sin embargo, no lo es, en la medida, que se encuentra ligada

a la meta más ambiciosa de transformar un servicio mercantil en derecho social universal.

El antecedente de la derogación del incremento o de reducir el

precio de los pasajes por la primera vez aconteció en Florianópolis en el 2004 y en São Paulo en el 2013. El objetivo de la reducción se re-

direccionó de la lógica de la tarifa, ampliándose hacia una reducción creciente, tendiendo al límite lógico de la tarifa cero. Al conquistar la

294

derogación del incremento, la reivindicación de la tarifa cero fue

inmediatamente lanzada en el corazón del debate político. La doble victoria de reducir el costo de los pasajes y llevar al centro del debate

político la reivindicación de la tarifa cero, por medio de una acción

autónoma, contando con una estrategia clara, es el más importante legado de las protestas de junio. Este legado no llega a ser un nuevo

paradigma de las luchas sociales del Brasil, sin embargo, es ya un modelo de acción que combina la forma política horizontal y

contracultural de los nuevos movimientos, contando con un maduro sentido de estrategia156.

¿Cómo podemos desentrañar las jornadas que desde junio de

2013 conmueven Brasil? ¿Son revueltas contra el capitalismo de

Estado, contra la burguesía sindical formada por el PT en el poder,

contra esta renuncia expresa a la política de la luchas de clases,

optando por la administración de los fondos de pensiones157, la

participación como sindicalistas en los puestos claves directivos, no

solo del gobierno, sino de los fondos, de los bancos, de las empresas,

impulsando a las gigantes empresas brasileras a competir en el mundo

con sus homologas? ¿Es una rebelión de los jóvenes, de los

estudiantes, de los usuarios y consumidores, es decir, de una parte de

las mayorías del pueblo y de la población, una parte que no participa

de los entornos e irradiaciones ondulatorias de esta élite sindical? ¿Se

trata del levantamiento de los nuevos marginados de estas grandes

urbes y metrópolis, completamente articuladas a los flujos y

retroalimentaciones del capital financiero? Nuevos marginados

decimos, pues se trata de clases medias afectadas, en contraposición

del proletariado beneficiado por la política de democratización y

moralización del capital, orientado por Luiz Inácio Lula da Silva; un

proletariado beneficiado por el “desarrollo”, el crecimiento económico,

por su participación en la dirección y beneficios de las empresas, por

su participación en la estrategia de los fondos de pensiones. ¿Se trata

de una nueva contradicción, como fenómeno del capitalismo tardío,

donde se enfrentan sectores sindicalizados, organizados, con influencia

e intervinientes en el poder, aburguesados, contra sectores sociales

atomizados, fragmentados, diseminados, sin influencia, alejados del

poder, restringidos a los avatares de las exigencias de la cotidianidad,

como la del transporte y sus costos? ¿O son problemas del propio

crecimiento de una potencia emergente, que no puede llevar a todos

156 Ibídem: Ob. Cit. 157 Revisar de Raúl Zibechi Brasil potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo. Ediciones de abajo. Bogotá 2012.

295

sus habitantes, a todos sus pobladores, a todos sus estratos sociales,

de la misma manera, otorgándoles beneficios similares, y al mismo

tiempo? Por último, ¿se trata de una nueva generación de luchas, de

movimientos sociales anti-sistémicos, que se caracterizan por su

compacidad horizontal, sin estructuras jerárquicas, sin considerarse

vanguardias, que ejercen resistencias contra-culturales y contra-

hegemónicas, como interpreta Pablo Ortellado? Estas son las preguntas

que colocan en la mesa estas jornadas de movilización de los

indignados brasileros.

El 2010 las llamadas clases medias engrosaron ampulosamente

la estructura social, con la entrada al estrato social de 30 millones de

personas, en movilidad social, constituyendo ya el 50% de la población.

Se estima que para el 2014 las clases medias lleguen a conformar el

56% de la población, sumando 113 millones de personas158. A

propósito de esta movilidad social, Raúl Zibechi anota que: en tanto

los sectores más pobres llegarían a ser por primera vez en la historia

del Brasil menos de un tercio de la población. Sólo estos datos nos

muestran transformaciones de la sociedad, de su estructura social, de

su perfil, de su contenido de clase. No se puede negar, con estas

descripciones, que los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva

impactaron positivamente en estas transformaciones sociales, no se

puede negar los efectos del gobierno progresista en la redistribución

del ingreso, como afirma Boaventura de Sousa Santos159. Ciertamente;

empero, en contraste, tenemos la elocuencia cualitativa de la

movilización social en las ciudades. A esta situación contrastante,

debemos añadirle la resistencia de los pueblos indígenas a las macro-

hidroeléctricas, que destruyen sus territorios, que dañan el medio

ambiente, que contaminan y depredan los ecosistemas, que afectan

las cuencas de los ríos.

Partamos coincidiendo con Pablo Ortellado, que estamos ante un

modelo de acción que combina la forma política horizontal y

contracultural de los nuevos movimientos, contando con un maduro

sentido de estrategia. Se trata de la manifestación, el despliegue y la

expresión de los nuevos movimientos sociales anti-sistémicos, sobre

todo de aquellos que se han caracterizado como de los “indignados”,

158 Revisar de Raúl Zibechi Brasil Potencia; Ob. Cit. Capítulo 2; La ampliación de la élite en el poder, La trayectoria sindical, Sindicalistas en cargos estatales, El papel de los fondos de pensiones, ¿Nueva clase o capitalismo sindical? 159 Boaventura de Sousa Santos: Las revueltas mundiales de indignación. Conferencia en La Paz; CIDES-UMSA; 17 de octubre de 2013.

296

aunque los mismos sean variados y distintos, no sólo debido a sus

contextos, la razón por la que estallan, así como por sus historias

políticas propias. Las movilizaciones brasileras no estallan exactamente

debido a las consecuencias dramáticas de la crisis financiera, como en

Europa, sino que estallan como parte de una lucha, que ya cuenta con

su propia historia, por la ampliación de derechos, que podemos

llamarla profundización de la democracia. Estalla como parte de las

contradicciones de una potencia emergente, así como también como

parte de las contradicciones de los procesos de cambio, de los que

forman los gobiernos progresistas de Sud América.

La ruta escogida, la del desarrollo, la ruta ya transmontada por

los llamados países desarrollados, la ruta de la revolución industrial, la

ruta de la modernidad, la ruta por la que los gobiernos progresistas

logran transformar la estructura social, sobre todo en Brasil y también

en Venezuela, aunque también ha ocurrido, con menor intensidad en

Ecuador, así como en Bolivia, es una ruta, en todo caso, problemática.

Ciertamente esta ruta ha ocasionado el engrosamiento notable de la

participación proporcional de las clases medias, aburguesando al

sostén social de la nueva conducción estatal, sea sindicalista, como en

Brasil, sea partidista, como en el caso de Venezuela, sea profesional,

como en el caso de Ecuador, sea campesino, como en el caso de

Bolivia; sin embargo, esta ruta desarrollista no parece ser la ruta

apropiada, en la etapa actual del ciclo del capitalismo vigente. Lo que

estas “revoluciones” han conseguido es, en el mejor de los casos, la

modernización de la estructura social, apta ahora para el insaciable

consumo. En esto se parecen, aunque considerando distintas escalas;

se diferencian en sus nombres. Se nombran como “revolución” por la

democratización y moralización del capital, en el caso de Brasil, como

socialismo del siglo XXI, en el caso de Venezuela, como “revolución”

ciudadana, en el caso de Ecuador, como “revolución” democrática y

cultural, en el caso de Bolivia.

Los jóvenes que salieron a las calles, en el fondo, lanzando el

mensaje implícito, dicen: por esa ruta no queremos ir, no estamos de

acuerdo, queremos otros mundos alternativos posibles. Es mil veces

más importante leer este mensaje que escuchar el discurso

demagógico de los gobiernos progresistas, discurso, de por sí trillado

y harto conocido. Ellos, los gobiernos progresistas, dicen: somos los

representantes genuinos del pueblo, somos los libertadores del siglo

XXI, somos la conquista, en el poder, de una historia de largas luchas

sostenidas; no dejaremos que la “derecha” retorne. Cumpliremos con

297

la estrategia definida, con la planificación del desarrollo. Este discurso

patriarcal, fuera de dejar de lado la democracia participativa,

atribuyéndose el monopolio de las decisiones, otorgándose el

monopolio de la representación, de la legitimidad y de la violencia

legítima, supone que ellos, los gobiernos progresistas, son de

“izquierda”.

Sin embargo, todo depende de la perspectiva y el referente. Si

hipotéticamente vemos de otro modo; por ejemplo definir qué

“derecha” es el usufructuó del poder, el monopolio de la violencia y de

la representación, el aburguesamiento por procedimientos burocráticos

o financieros, entonces los gobiernos progresistas son la “derecha”,

pues la “derecha” es un lugar en la estructura de poder, estructura

espacial y temporal bio-social-económica-cultural. Entonces podemos

concluir, que la “derecha”, mas bien, se ha mantenido, se ha

preservado, cambiando de ocupantes, incluso metamorfoseándose,

modernizándose, tecnificándose, democratizándose. Entonces lo que

hace “derecha”, la función de “derecha”, es el lugar que se ocupa y el

ejercicio que se cumple. El capitalismo contemporáneo no requiere de

los perfiles de la vieja burguesía, personal, familiar, propietaria

privada; de manera distinta, requiere de perfiles técnicos, altamente

calificados, que se mueven por redes, que no requieren ser propietarios

de empresas, sino gozar de grandes sueldos y jugosos beneficios,

además de acceder a circuitos financieros y puestos de decisión

estratégica. Como muestra el caso brasilero, la burguesía hoy, requiere

de amplia base social organizada, para esto son buenos los sindicatos.

Por lo tanto, se puede formar una burguesía sindical, cuando los

sindicatos participan en el control de fondos, bancos y empresas160.

Ciertamente, con esta experiencia se cae la teoría leninista; el

proletariado, por lo menos la aristocracia obrera, puede llegar a

conformar una burguesía o un estrato importante de la burguesía. Los

explotados de hoy ya nos son los proletarios, por lo menos los

proletarios sindicalizados, sino lo que llamaba Frantz Fanón, los

condenados de la tierra. Por eso, seguir hablando de “derecha” e

“izquierda”, no tiene mucho sentido, pues se deviene “derecha”,

cuando se tiene el control del Estado.

La lucha de los indignados brasileros se hilvana, a su manera,

con la lucha de los indignados del mundo, forma parte de las nuevas

formas de protesta, de las nuevas causas de protesta, de las nuevas

modalidades de protesta. Como dice Pablo Ortellado, estos

160 Revisar el libro citado de Raúl Zibechi; Ob. Cit.

298

movimientos no son del todo espontáneos, tienen sus estrategias,

vienen de una acumulación de experiencias. Quizás la más cercana son

las jornadas de Seattle, cuando grupos de activistas y movimientos

anti-sistémicos se juntaron para boicotear la reunión del grupo que

controla el mundo. Algunas de sus tácticas son reconocidas como

anarquistas, sobre todo las calificadas de violentas, otras de sus

tácticas corresponden a proyectos autogestionarios, auto-

determinantes y autonomistas. La proximidad con los anarquistas es

grande; se diferencian en los métodos de acción. Sobre todo se

parecen en las formas organizativas horizontales, no representativas,

no delegativas, contra-culturales y contra-hegemónicas. Lo que

quieren impedir es que organizaciones de la izquierda tradicional,

leninistas, usurpen las reivindicaciones de los movimientos, y terminen

imponiendo mediaciones vanguardistas. Son ciertamente nuevos

movimientos, nuevos modelos de movilización, cuyos objetivos no es

la toma del poder, sino el desmantelamiento del poder, su

deconstrucción y destrucción, creando formas autonomistas de gestión

social, colectiva y comunitaria.

La tarifa cero, el concebir el transporte como un derecho, es

reclamar lo común, frente a lo público y lo privado. El enfrentamiento

entonces es claro. Las formas privadas y las formas públicas, aunque

sean estas progresistas, socialistas, nacionalistas, populares, son

formas del sistema-mundo capitalista, de la acumulación originaria y

de la acumulación ampliada de capital. Todas estas formas, por más

democráticas que sean, en sentido formal, reproducen la acumulación

de capital, llamado eufemísticamente desarrollo. Si se quiere un

mundo, o mundos, alternativo al capitalismo, cualquiera sea su forma,

la forma Estado y la forma gobierno, se tiene que salir de la ruta del

desarrollo. Desde esta perspectiva se hace indispensable la crítica

radical a los gobiernos progresistas, el combate contra la ilusión del

desarrollo.

El titubeo de los intelectuales de la “critica” sensata, que termina

apoyando a los gobiernos progresistas, es manifiesto en este dilema.

Se hallan más apegados al esquematismo maniqueo de “derechas” e

“izquierdas”161, se hallan atrapados en el mito institucional de que el

referente privilegiado es el Estado y no la dinámica molecular social.

La “crítica” sensata termina alimentando el imaginario estatal, el

imaginario institucional, termina alimentando el fetichismo del Estado

161 Revisar de Raúl Prada Crítica al esquematismo maniqueo. Bolpress, Dinámicas moleculares, Horizontes nómadas; La Paz 2013; Rebelión; Madrid 2013.

299

y el fetichismo institucional. Esta posición es conservadora pues se

mantiene en el mismo campo político, en el mismo mapa político, que

hay que desdibujar.

Bolivia

Bolivia parece una continuidad del Perú, tanto por la historia

precolombina. Historia que tiene que ver con la conformación del

Tawantinsuyo; lo que los estudiosos y los historiadores que derivan de

los cronistas, conocen como incanato. Unos llamaron al Tawantinsuyo

el “Imperio Inca”, sin nunca aclarar qué entienden por imperio,

asimilando el término analógicamente a lo que la historiografía y

ensayística consideró imperio, ateniéndose a la historia euroasiática.

Historia que tiene que ver también con la historia del Virreinato del

Perú, que administraba las tierras del interior, las sierras del Alto Perú.

Bolivia también parece una continuidad de la Argentina, sobre todo por

lo que acontece con el Virreinato del La Plata, así también con las

vinculaciones de los guerrilleros charqueños con el ejército

independentista de Belgrano, así como con el legendario caudillo

gaucho Güemes. En la intersección de ambas geografías

administrativas virreinales se encuentra lo que se denominó

institucionalmente la Audiencia de Charcas, base geográfica y

geopolítica de lo que va venir a ser Bolivia. Por último, también

podemos decir, que Bolivia parece una continuidad del Paraguay, sobre

todo por la historia de las misiones, principalmente jesuíticas, que son

las que dieron un carácter propio, religioso, a la colonización del Chaco

y la Amazonia; podemos hablar de esta continuidad a partir también

de las continuidades geográficas y ecológicas, los parecidos de los

asentamientos, remarcando la continuidad guaraní.

Ciertamente también, invirtiendo la perspectiva, viendo desde

una mirada interior, se puede decir que, mas bien, el Perú parece una

continuidad de Bolivia, sobre todo por las prolongaciones serranas y

los condicionamientos geográficos de la Cordillera de los Andes; lo

mismo podemos decir en lo que respecta a la Argentina, que es como

una continuidad de Bolivia, remontándonos al acontecimiento

constitutivo del entorno potosino y su irradiación económica y social,

debido a los circuitos de la plata, los circuitos de la coca y los circuitos

de los ponchos. De la misma manera podemos hablar de Paraguay,

pues la inmensa geografía de las misiones abarcaba desde la Amazonia

peruana hasta el Chaco paraguayo, pasando por Apolobamba, Moxos,

300

Guarayos, los llanos, la Chiquitanía y el Chaco boliviano. No se trata

de privilegiar ninguna de las perspectivas, en la interpretación de los

parecidos y las analogías, sino de lograr una hermenéutica dinámica,

de las dinámicas ecológicas, geográficas, poblacionales, sociales,

económicas, políticas y culturales. Esta hermenéutica integral y

dinámica es indispensable sobre todo con vistas a la integración

continental.

Ahora bien, ¿se puede decir lo mismo respecto a Brasil? ¿La

barrera lingüística se convierte en una barrera inexpugnable? ¿No

podemos hablar de continuidad histórica, social, económica y política,

a pesar de la evidente continuidad ecológica amazónica? Sería

sorprendente afirmar esto cuando hablamos de la frontera más extensa

que comparte Bolivia con Brasil. Para comenzar, descartemos la

hipótesis de la barrera lingüística, pues la fluida actividad en la frontera

nos muestra lo contrario, el “portoñol” y el bilingüismo se han

convertido en los códigos transfronterizos. Sorprende que se diga esto

contando también con una historia precolombina abundante en la

proliferación de pueblos amazónicos, cuya estrategia comunitaria,

social y espacial era, que a partir de un límite demográfico, el pueblo

se divide, y siguen su curso en los recorridos acuáticos y terrestres de

la Amazonia. Muchos pueblos nativos amazónicos y chaqueños se

refugiaron en lo que hoy es Bolivia, pues correspondían a territorios

del interior, de más adentro, ante el avance de los colonizadores

portugueses. Sorprende también no aceptar continuidades entre

Bolivia y Brasil, si contamos, de la misma manera, con las historias

compartidas de las llamadas misiones, después por características

similares de los asentamientos hacendados. El auge del caucho va

provocar, en ambos países, la economía de la goma, además de la

disputa por el control territorial de la siringa, llegándose así a la guerra

del Acre, cuando Bolivia perdió el más grande desgajamiento

geográfico. Hay pues continuidades entre Bolivia y Brasil, se vea desde

una perspectiva u otra, interna o externa. Lo que pasa es que se ha

investigado y escrito muy poco sobre estas continuidades. Es hora de

hacerlo.

¿Qué se puede decir respecto a Chile? País con la que Bolivia

tiene una frontera traumática, desde la guerra del Pacífico;

conflagración perdida, que derivó en el desgajamiento más traumático

de su historia, la pérdida de Atacama y de la costa del Pacífico. Claro

que hay continuidades. Atacama fue territorio complementario

aymara, fue parte de la geografía política de la República de Bolívar,

301

que se cambió de nombre por Bolivia. La guerra del Pacífico enemistó

a sus estados, pero no así, a sus pueblos. La exportación minera, la

exportación petrolera, además de las otras exportaciones diversas,

pasan por los puertos del norte de Chile; lo mismo ocurre con gran

parte de las importaciones. Por otra parte, saltándonos a los escenarios

culturales, últimamente hay una invasión folklórica boliviana a las

ciudades del norte de Chile, donde las bandas orureñas son altamente

cotizadas, acompañando las mimesis de la morenada, la diablada y la

saya; jóvenes chilenos bailan entusiasmadamente estas danzas.

Incluso en una interpelación de los estudiante movilizados, en las

resientes revueltas estudiantiles, que luchan por una educación fiscal,

des-privatizada y de calidad, han bailado frente a la policía la danza

guerrera del tinku. Son estas continuidades las que deben preponderar

sobre el recuerdo traumático de la guerra del Pacífico.

Bolivia, a pesar del imaginario institucionalizado, no está aislada;

al contrario forma parte de bloques subcontinentales, de ecologías, de

desplazamientos poblacionales, de características demográficas, de

composiciones sociales, económicas, políticas y culturales, diversas,

que, confluyen, en este interior íntimo, que son las territorialidades de

adentro, donde el diablo perdió el poncho o el ángel perdió su

virginidad. Ese lugar, que es como el “inconsciente” geográfico, si

podemos hablar así, abusando de los términos, tanto relativos al

psicoanálisis como a la ciencia del espacio. Este interior, estas tierras

de adentro, es el lugar de archivo de la memoria social. Lugar también,

donde los problemas no se resuelven, sino se guarecen, ante

tempestades, esperando eternamente su resolución. Lugar, por último,

donde la historia se encuentra en suspenso.

Se puede decir que Bolivia ha tenido de todo, compartiendo estas

continuidades; señoríos aymaras, suyos, territorialidades y espesores

culturales, ligados al incanato, pueblos itinerantes amazónicos y

chaqueños, reducciones y fundaciones, intendencias, de la época de

las reformas borbónicas, levantamientos indígenas, constitutivas de su

historia, mestizajes variados, recuperación de las poblaciones

indígenas, economías mineras, la de la plata y la del estaño,

principalmente, economía del petróleo, economía de las haciendas,

economía de la goma, sin olvidar la fugaz economía del guano y del

salitre, que no supo retener en sus manos. Se conformó una burguesía

minera, después una burguesía agroindustrial, fue asolada por

caudillos militares, después sostuvo el peso de las burocracias liberales

y de las burocracias nacionalistas. Bolivia es andina, amazónica y

302

chaqueña, además de haber sido atacameña, por el desierto de

Atacama y la costa, que perdió en la guerra del Pacífico.

Con una mirada retrospectiva, se puede decir que Bolivia es, de

alguna manera, inconclusa; no llega a consolidar el Estado-nación;

hay, al respecto, notoriamente y lamentablemente, una palpable

ausencia de estrategia política. No consolidó una burguesía minera, no

culminó las tareas democrático-burguesas de la revolución nacional de

1952, no terminó de integrar a sus diversos territorios; tampoco,

ahora, da curso a la continuidad de la “revolución” indígena, pachacuti,

no da curso a la continuidad de la descolonización. Todo queda a

medias, como en una extraña suspensión fatal.

¿Qué es entonces lo que cohesiona a Bolivia, fuera de su acto

constitutivo y la reproducción de sus instituciones? Por más paradójico

que parezca, lo que cohesiona a Bolivia es su propia diversidad

diferencial, la confluencia de las continuidades mencionadas, de estos

bloques histórico-geográficos distintos, la complementariedad de estos

bloques, su interculturalidad e intraculturalidad efectivas, aunque no

asumidas institucionalmente. En definitiva, se puede decir que, lo que

cohesiona a Bolivia es la voluntad, las voluntades plurales, que quieren

mantener las alianzas, que los ciclos estatales han confundido con

pactos. Los pactos son institucionales, representativos, poco efectivos

en la cohesión “real”, empero altamente efectivos en la cohesión

“ideológica”. Bolivia se ha convertido en el lugar de la articulación de

lo diverso. Todas las formaciones lo son, pues todas las formaciones

sociales son abigarradas, unas más saturadas que otras; las

formaciones más homogenizadas, de todas maneras, tienen como

substrato lo abigarrado, en las condiciones dadas ancestralmente. Sin

embargo, en Bolivia, el abigarramiento adquiere una cualidad

permanente, que comparte con la característica histórica de suspender

todo, de dejarlo pendiente todo. Por lo tanto, la articulación de lo

diverso también adquiere una cualidad dramática. La cohesión pasa

por la crisis y la catarsis, para lograr emergencias masivas,

experiencias intensas de interpelación.

Desde la guerra anticolonial pan-andina del siglo XVIII, cuando,

en los territorios del Alto Perú, la insurrección de Tupac Amaru se

radicalizó bajo el comando de Tupac Katari, experimentando

intensidades mayores, hasta la movilización prolongada de 2000 al

2005, cuyo dramatismo e intensidades, manifiestan la capacidad de

gasto heroico, pasando por la insurrección de abril de 1952, sin

olvidarnos de la historia de los levantamientos indígenas, donde

303

sobresale la intervención del ejército aymara de Zarate Willka en la

guerra federal de fines del siglo XIX, ni de las resistencias mineras, las

transgresiones populares, las multitudinarias marchas proletarias e

indígenas, estas resistencias, levantamientos, rebeliones, manifiestan

claramente la apuesta por la voluntad arronjada.

No pasa, como dice René Zavaleta Mercado, que la crisis hace

inteligible la formación social abigarrada, sino es la forma intensa como

se asume la crisis, es la voluntad “plebeya” que apuesta a un nuevo

nacimiento lo que hace inteligible las dinámicas de la formación

abigarrada. De este modo, se puede decir que el levantamiento

indígena del siglo XVIII, que la intervención aymara en la guerra

federal, que la insurrección proletaria y nacional-popular de 1952, que

la movilización prolongada descolonizadora del primer quinquenio del

siglo XXI, son actos de conocimiento. Abren horizontes de visibilidad.

El problema vuelve después de estos gastos heroicos, cuando

hay que cuidar de este nacimiento; ocurre como si no se pudiera dar

lugar a una resolución estructural; se vuelven a dejar en suspenso las

tareas, la construcción de lo nuevo, manteniendo abigarradamente las

viejas estructuras e instituciones, combinadas con las nuevas

estructuras e instituciones que se haya podido crear. Entonces se

vuelve al juego del eterno retorno de la suspensión, de lo

indeterminado y de indefinición. Esta característica, esta combinatoria

de condiciones de posibilidad históricas, sin resolverse, quizás sea su

potencia y posibilidad, de mantener también abierta la puerta de lo

alternativo. Quizás por esta razón sea desde Bolivia desde dónde hay

que lanzar la convocatoria para la integración continental. Cuando

hablamos de integración lo hacemos pensando en la integración

“plebeya”, en la integración por procedimientos de los pueblos, de

ninguna manera, en la integración burocrática, teatral y demagógica

de los estados y gobiernos.

Una pregunta es indispensable, a propósito de la caracterización

marxista: ¿Bolivia es un país capitalista, atrasado y dependiente, de

desarrollo desigual y combinado? Bueno, muchos países lo son, de la

inmensa geografía periférica del sistema-mundo capitalista. Eso no

dice mucho de su especificidad, de su singularidad, lo que hace que

sea lo que es, su particularidad. Otra pregunta, del mismo estilo:

¿Bolivia es una formación social abigarrada? También muchos países

lo son, no sólo periféricos. ¿Dónde está entonces su característica

propia? Quizás se encuentre en esa manera inacabada de constituirse,

de avecindar sus construcciones inconclusas, formando “barrios”

304

barrocos históricos, donde conviven en la simultaneidad del presente

los distintos proyectos inconclusos. En parte se parece a la figura del

niño de Heráclito, que construye castillos de arena, para deshacerlos y

volver a construirlos, siempre de distinta forma. La diferencia radica

en que se trata de un niño u niña, o ambos, una criatura hermafrodita,

que no termina de construir lo que hace jugando, tampoco destruye

sus semi-productos completamente, sino los deja, para construir, sin

terminar, otros, al lado. ¿Cuándo escogerá los que le gustan, para

terminarlos? ¿Cuándo hará una amalgama de todos? ¿O, mas bien, se

perderá en el laberinto que ha construido?

Bueno, Bolivia no es un sujeto, es un país, también un Estado-

nación, es una representación, un imaginario, sostenido en una

“realidad” institucional. Son los y las bolivianas los y las que “juegan”

con la historia de esta manera. Ahora bien, ¿esta “inconstancia” forma

parte de su ser, de su manera de ser? Ciertamente no todos son así, y

quizás ninguno, sino que es el efecto masivo de los desacuerdos,

pequeños y grandes. Se podría decir que los bolivianos no nos ponemos

de acuerdo, pero, tampoco nos dejamos imponer un acuerdo de pocos

o, incluso, de muchos. ¿Podremos llegar a un consenso? El método de

la fuerza no parece ser una buena solución. Como cantaba Benjo

Cruz162, ¿cuándo podremos bolivianos tomar juntos, un vaso de chicha

o de cerveza, y hablar? Aunque, tomar chicha y cerveza, lo hacemos

casi a diario, sin embargo, no juntos, sino solo con los nuestros, los

allegados, de lo que se trata, en definitiva, es de ejercer la democracia

participativa. Buscar el consenso, aunque su construcción colectiva

tarde. El consenso no se logra sin sacar todo lo guardado, sin poner

todas las “huacaychas” en la mesa. Lo qué preguntaba Benjo Cruz es

cuándo nos sincerábamos. No es de ninguna manera mala esta idea.

Quizás sea un buen comienzo. Sin embargo, para que pueda darse este

sinceramiento, se requiere una condición de posibilidad histórica

básica; suspender las simulaciones, las representaciones, las

pretensiones de legitimidad, los juegos de poder. Se trata del ejercicio

de una democracia directa, también del ejercicio de la democracia

comunitaria. ¿Esta condición de posibilidad es viable? No se trata de

contar o no con una estrategia, con una geopolítica, que tal parece, no

se la tiene; no se trata de contar o no con un proyecto, que sí se lo

tiene; este proyecto es la Constitución. Empero, el gobierno cree que

es un documento de propaganda, que en la práctica no se puede

cumplir; el partido de gobierno, si es que lo hay, pues el MAS parece

162 Trovador y guerrillero, muerto en la guerrilla de Teoponte.

305

un partido electoral, de apoyo a los eternos candidatos, considera que

la interpretación de la Constitución es la oficial, aunque esté plagada

de contradicciones insostenibles. Se trata de otra cosa, se trata, de lo

que establece la Constitución, de la construcción colectiva de la

decisión política, de la construcción colectiva de la ley, de la

construcción colectiva de la gestión pública. En pocas palabras, se trata

del sistema de gobierno, que establece la Constitución; la democracia

plural y participativa.

El problema crucial es ciertamente ¿qué hacemos con el

capitalismo? Ya sabemos lo que el capitalismo hace con nosotros. No

vamos a repetir lo que ha elucidado la crítica de la economía capitalista,

desde Marx hasta nuestros días. Estos análisis son contundentes, sobre

todo aquéllos que estudian la expansión de las relaciones capitalistas

al campo, al área rural. Al respecto, hemos expresado nuestras

diferencias con estos análisis; pero, por el momento,

independientemente de estas diferencias, queremos resaltar la

pregunta ¿qué hacemos con el capitalismo? La respuesta a esta

pregunta marca la ruta que sigue, de acuerdo a la modalidad de la

respuesta.

El modelo soviético buscado abolir el capitalismo, aboliendo las

relaciones de producción capitalistas, inclusive en el campo. Al

embarcarse en la revolución industrial, requerida, indudablemente, ha

construido un capitalismo de Estado, basado en la teoría del valor; por

lo tanto, en la subsunción de la fuerza de trabajo al excedente

apropiado burocráticamente. Los nacionalismo, de la liberación

nacional, vale decir, los que postulaban salir de la órbita de la

dependencia mediante la sustitución de importaciones, también

revolución industrial, que, sin embargo, aceptaban mantenerse

transitoriamente en el capitalismo, reprodujeron formas combinadas

de capitalismo; capitalismo de Estado, capitalismo empresarial

privado, “capitalismo” mixto, capitalismo bajo el control de empresas

trasnacionales, capitalismo financiero, capitalismo comercial, formas

de acumulación incipientes en un disperso universo de talleres, pero

también de propiedades familiares de la tierra. Los actuales gobiernos

progresistas de Sud América también aceptan mantenerse dentro del

capitalismo, de la misma manera, transitoriamente, empero,

pretendiendo iniciar un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo

del siglo XXI, en unos casos, y socialismo comunitario, en el caso de

Bolivia. En estos proyectos progresistas también se da una

combinación abigarrada de formas de capitalismo; casi los mismos

306

mencionados anteriormente, con el aditamento de formas de

capitalismo cooperativo y “capitalismo” comunitario163, como en el caso

de Bolivia. También hay que añadir la peculiaridad brasilera, que

combina el abigarramiento o, lo que llama Francisco de Oliveira, el

modelo del “ornitorrinco”, con un capitalismo trasnacional propio,

contando con empresas, supuestamente estatales monopólicas,

capaces de competir con las empresas trasnacionales del tradicional

centro del sistema-mundo capitalista. Parce una condena; las rutas

no-capitalistas o transitorias terminan re-articuladas a la reproducción

del capital a escala mundial, también a escala nacional. ¿Dónde está la

clave para salir del capitalismo? ¿Si no es el cambio de la forma de

propiedad, expropiando a los expropiadores, si tampoco lo es, como

dicen Enrique Ormachea y Nilton Ramírez164, una barrera al capitalismo

la propiedad comunitaria de la tierra, pues en la medida que su

inserción en el mercado, en el caso de la quinua, el mercado

internacional, la comunidad termina formando parte de los ciclos de

acumulación de capital, cuál es la clave para escapar a la vorágine

capitalista? ¿Se puede escapar a este condicionamiento mientras exista

un sistema-mundo capitalista?

Depende desde qué teoría se responda. Sin ocuparnos de las

teorías “burguesas”, que ciertamente se han desarrollado

técnicamente mucho, desde los tiempos de Marx hasta ahora, sino

quedándonos con la teoría marxista; vemos que las tesis apuntan a la

transición. De lo que se trata es de crear las condiciones objetivas y

subjetivas, mediante la revolución industrial y mediante la lucha

“ideológica”, para dar el salto al socialismo en pleno sentido de la

palabra. Esta transición ha resultado dramática, se tome una

modalidad u otra. El problema del marxismo es su filosofía de la

historia y su creencia en la providencia racional de la historia. No hay

tal cosa, salvo en la cabeza hegeliana de los marxistas. Lo que se pueda

hacer depende de la decisión consensuada de los pueblos, ahora, más

que nunca, afectados, en su sobrevivencia, por la descomunal

productividad y dominación financiera capitalista. Lo privado y lo

público son formas de propiedad, pero también son formas

institucionales, formas estructurales de relaciones sociales, que existen

y se reproducen porque expropian lo común, forma de acceso directo

a los recursos, a los saberes, a las ciencias, al intelecto general, a las

tecnologías. Lo común no requiere esperar nada, ninguna transición,

163 Revisar de Enrique Ormachea S. y Nilton Ramírez F. Propiedad colectiva de la tierra y producción

agrícola capitalista. El caso de la quinua en el Altiplano sur de Bolivia. CEDLA; La Paz, 2013. 164 Ibídem.

307

ningún regalo de la providencia de la historia; sólo requiere recuperar

lo común de sus expropiadores, los propietarios capitalistas y el

Estado. Y eso es posible ahora y aquí. El problema es la decisión

colectiva, la construcción del consenso. El problema es político, no

económico.

¿Esta dificultad tiene que ver con lo que llama el marxismo

“ideología”, ahora extendiendo este concepto más allá del fetichismo

de la mercancía, comprendiendo el fetichismo del Estado, el fetichismo

de las instituciones, el fetichismo del poder? Es posible, si ampliamos

el concepto. Pero, también tiene que ver con la capacidad de captura

que tienen las instituciones; el Estado, el mercado, el sistema

financiero, los organismos internacionales. La lucha no solo es

“ideológica”, sino también contra estas mallas de captura; por eso es

indispensable fortalecer los flujos de las líneas de fuga, las prácticas

alterativas, los desplazamientos, las resistencias, creando espacios

liberados de estas capturas, que se muevan bajo las “lógicas” de la

reproducción de lo común. La lucha es “ideológica”, política y material,

en el sentido de la subversión de la praxis165. Hay que arrancarle a la

dominación y control del capitalismo espacios-tiempos liberados, que

recuperen lo común, reproduzcan lo común, garantizando los ciclos de

la vida.

La lucha es descomunal; la lucha contra el capitalismo es

mundial. La convocatoria se la dio en la Conferencia Mundial de los

Pueblos contra el Cambio Climático, en Tiquipaya-Cochabamba, la

convocatoria es a conformar una Internacional de los Pueblos contra el

capitalismo y en defensa de la madre tierra. De esta resolución

podemos concluir que se trata de avanzar a una gobernanza mundial

de los pueblos, sin Estado y sin capital. Una asociación mundial de

productores/ras, consumidores/ras y creadores/ras.

No podemos sorprendernos entonces que, durante las dos

gestiones del gobierno popular, no sólo se hayan combinado

abigarradamente distintas formas capitalistas, sino que se estén

formando nuevos estratos de la burguesía, incorporando a campesinos

ricos, colonizadores ricos, cocaleros ricos, comerciantes ricos y

contrabandistas ricos. Hay pues una recomposición de la burguesía, sin

que haya desaparecido la antigua burguesía. La defensa del gobierno,

que no es, obviamente, la defensa del proceso, sino todo lo contrario,

165 Ver de Raúl Prada Alcoreza La Subversión de la praxis. EPISTEME. Número 3. La Paz 1988.

308

conduce, lo quieran o no los “defensores” a-críticos o de la crítica

sensata, al apoyo a esta recomposición burguesa, sobre la base de la

expansión del modelo extractivista del capitalismo dependiente y el

paradigma del Estado rentista.

Ecuador

En la entrevista que hace Marta Harnecker a Alberto acosta,

cuando le pregunta sobre si ¿el gobierno está contra la Constitución?

Alberto Acosta responde:

Me ha costado mucho tiempo llegar a aceptar que hay una suerte de proceso impulsado desde el gobierno contra la Constitución de

Montecristi, en contra de su propia Constitución. Hay una Ley de minería que está en contra de la Constitución, hay una Ley de

Soberanía Alimentaria que además no aborda nada de lo de fondo y que también está en contra de la Constitución y ahora la Ley de Aguas

... ¡Es dramático!166

La siguiente pregunta es: “Tú estabas planteando que la Ley de aguas no respetaba la Constitución, ¿podrías argumentar más sobre

éste tema?” Acosta responde:

La Constitución es muy clara en relación al tema del agua. El

agua fue declarada en la Asamblea Constituyente de Montecristi como un derecho humano fundamental. El agua, entonces, no puede ser

vista como un negocio. Por eso, al inicio del texto constitucional se estableció, en el artículo 12, que “el derecho humano al agua es

fundamental e irrenunciable. El agua constituye un patrimonio nacional estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible, inembargable

y esencial para la vida”.

La trascendencia de estas disposiciones constitucionales es múltiple. En tanto derecho humano se superó la visión mercantil del

agua y se recuperó la del “usuario”, es decir, la del ciudadano y de la ciudadana, en lugar del “cliente”, que se refiere solo a quien puede

pagar. En tanto bien nacional estratégico, se rescató el papel del Estado en el otorgamiento de los servicios de agua; papel en el que el

Estado puede ser muy eficiente, tal como se ha demostrado en la

práctica. En tanto patrimonio se pensó en el largo plazo, es decir, en las futuras generaciones, liberando al agua de las presiones

cortoplacistas del mercado y la especulación. Y en tanto componente de la Naturaleza, se reconoció en la Constitución de Montecristi la

166 Ver de Marta Harnecker Tiempos políticos y procesos democráticos. Entrevista de Marta Harnecker

a Alberto Acosta, ex presidente de la asamblea constituyente de ecuador.

309

importancia de agua como esencial para la vida de todas las especies,

que hacia allá apuntan los Derechos de la Naturaleza.

Ésta constituyó una posición de avanzada a nivel mundial. Dos

años después de la incorporación de este mandato constituyente referido al agua, el 28 de julio del 2010, la Asamblea General de

Naciones Unidas aprobó la propuesta del gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia declarando “el derecho al agua segura y al

saneamiento como un derecho humano”.

El actual proyecto de ley de aguas no es privatizador, lo reconozco paladinamente, pero tampoco es des-privatizador. ¿Qué

quiere decir esto? Que está bien que no se abra la puerta a la privatización, pero tienes que dar paso, como manda la Constitución,

hacia una profunda redistribución de la tierra y del agua167.

La explicación de Alberto Acosta al respecto es la siguiente:

La tendencia monopolizadora del agua en el agro es notoria. La

población campesina, sobre todo indígena, con sistemas comunales de riego, representa el 86% de los usuarios. Sin embargo, este grupo

apenas tiene el 22% de la superficie regada y accede apenas al 13% del caudal. Mientras que los grandes consumidores, que no

representan el 1% de unidades productivas, concentran el 67% del caudal.

Para un indígena es muy difícil acceder al agua, para un

terrateniente es muy fácil. Los terratenientes tienen agua incluso para sus piscinas o lagos artificiales para su diversión, cuando los

campesinos no tienen agua para cultivar sus parcelas, que son pequeñas o de tierras poco fértiles, ¡esa es la cruda realidad! Por eso

tiene que redistribuirse el agua, como tendrá que redistribuirse la tierra, si realmente estamos construyendo un proyecto

revolucionario168.

La aclaración de Acosta sobre el carácter de la ley de aguas del

gobierno, precisa que la misma: no reconoce eso. Y peor aún, ahora el presidente Correa ha dicho que esta ley no es fundamental ni

prioritaria. Esto es algo más grave todavía169.

En la comparación con la ley de aguas anterior, relativa al régimen liberal, dice:

167 Ibídem. 168 Ibídem. 169 Ibídem.

310

La ley anterior neoliberal era privatizadora, establecía la

posibilidad de privatizar el agua, de hacer del agua un producto mercantilizado. Los artículos sobre el agua de la Constitución del 2008

revierten lo establecido en la Constitución de 1998. En esa carta

magna, una Constitución neoliberal, se establecía que el agua potable y de riego así como los servicios relacionados con su utilización “podrá

prestarlos directamente o por delegación a empresas mixtas o privadas, mediante concesión, asociación, capitalización, traspaso de

la propiedad accionaría o cualquier otra forma contractual”. No puedo aceptar con que se mantenga la ley de los neoliberales, esa ley tiene

que cambiar. Ese es un tema de fondo170.

La entrevistadora, después toca temas concomitantes, como la relación de la Ley de aguas y las concesiones del gobierno. El análisis

del que presidió la Asamblea Constituyente de Montecristi se desenvuelve así:

El ejercicio democrático, de construcción colectiva de la nueva

Constitución ecuatoriana, se enmarca en la recuperación de espacios

de soberanía nacional y local. La disputa por el agua, recordémoslo, fue intensa en el país. Varios fueron los actos privatizadores. El más

notable fue el de Interagua, en Guayaquil. Esta empresa sencillamente suspendió el acceso a quienes no pagan unas tarifas colocadas al

antojo de los intereses privados, en función de la rentabilidad que define dónde y cómo invertir, dónde y cómo dar servicios y en dónde

no.

Habría que anotar, por ejemplo, en este recuento de incongruencias, que resulta una violación constitucional la ampliación

de la concesión a Interagua autorizada por el gobierno del presidente Correa. Me preguntó si el gobierno se ha propuesto pactar con Jaime

Nebot, el alcalde de Guayaquil, el gran líder local de las fuerzas de la derecha. Sorprende también el mantenimiento de las concesiones para

las embotelladoras de agua y las aguas termales, marginando a las

comunidades de su aprovechamiento. ¿Cómo podemos hablar entonces de un proceso revolucionario? Esas son cosas que van

debilitando el proceso de reforma y van desgastando lo que tenía de espíritu revolucionario este gobierno, que apenas se perfila como

reformista171.

El otro tema crucial, donde se hace patente el comportamiento del gobierno, es la Ley de Minería. La pregunta de Marta Harnecker es:

“¿Y qué pasa con la Ley de minería que tantas críticas tiene?” Alberto Acosta responde:

170 Ibídem. 171 Ibídem.

311

La Ley de minería tiene muchos errores, muchos problemas. Por

ejemplo, no se respetaron los derechos colectivos establecidos en la Constitución. En el artículo 57 de ésta se establece que tiene que haber

una consulta pre-legislativa cuando se trate de derechos colectivos:

hay que consultar a las comunidades para recoger sus criterios e incorporarlos. “Es cierto—dirá alguien—, ya esa gente nombró a sus

asambleístas, ellos tienen todo el poder”. Pero lo que nosotros queremos no es eso, sino que haya una activa participación de la

sociedad y que se escuche a todas las voces. Lamentablemente esto no está ocurriendo172.

La posición del ex-presidente de la Asamblea Constituyente

frente al tema de la minería, en sus distintas formas de explotación, particularmente en lo que respecta a la explotación a cielo abierto, se

expresa de la siguiente manera:

Yo estoy en contra de la minería metálica a gran escala a cielo abierto. Aquí en el Ecuador no debe haber este tipo de minería por una

razón muy simple: tenemos en esos territorios una enorme

biodiversidad y comunidades cuya vida puede estar en riesgo, además tenemos muchas alternativas más interesantes que la minería.

Conozco un estudio de las empresas mineras —como de unas 900 páginas— que, en sus conclusiones, recomienda que los países que

tengan alternativas a la minería a gran escala deben desarrollar esas alternativas y no dar paso a esa minería. Ecuador no es Chile, donde

se explota mineral en un desierto. No, aquí hay una enorme biodiversidad que va a estar en riesgo. Esa es mi posición. Ahora, eso

no quiere decir que no haya que poner en orden la minería existente, la minería a pequeña escala, artesanal y de subsistencia, en donde

reina el caos173.

A la entrevistadora le hace recuerdo que: yo fui ministro de Energía y Minas y no cabe duda que hay que poner en orden esa

minería existente, y allí si hay que trabajar mucho, muchísimo, para ir

cambiando las cosas. Siguiendo con la exposición, Acosta dice:

En Montecristi aprobamos un mandato minero para empezar a organizar el sector. Trabajé intensamente en este tema. Estaba

consciente de los problemas existentes y sabía que cuando fui ministro no pude avanzar mucho en arreglar la situación. Lamentablemente el

gobierno luego no cumplió la totalidad de dicho mandato. Las consecuencias de incumplimiento están a la vista: el caos se mantiene

y la violencia crece174.

172 Ibídem. 173 Ibídem. 174 Ibídem.

312

Después se toca un tema importante, que está en boca de los

gobernantes progresistas, la ampliación considerable del excedente, en relación a la posibilidad de financiar el desarrollo nacional por otras

vías. Alberto Acosta dice:

Ahora, si no explotamos los recursos minerales, ¿de dónde

vamos a sacar la plata para financiar el desarrollo nacional? Ese es el tema que está a la orden del día. La solución existe si hay el

conocimiento y la voluntad política para enfrentar el reto. Existen múltiples fuentes de financiamiento de la economía al margen de

extractivismo. Empecemos por corregir las mayores disfuncionalidades existentes. Ecuador extrae petróleo, Ecuador exporta petróleo, pero

Ecuador importa derivados del petróleo porque no tiene la suficiente capacidad de refinación. Y esos costosos derivados del petróleo, como

el diesel, los quema para generar electricidad en plantas térmicas contaminantes. No aprovechamos energías alternativas y renovables,

como la hidráulica, la solar, la eólica, la geotermia, recuérdese que nosotros literalmente dormimos sobre volcanes activos. Esa es una

gran tarea, transformar la matriz energética reduciendo la dependencia

del petróleo y sus derivados.

Ahora, por ejemplo, ¿por qué no discutimos y encontramos respuestas a una serie de subsidios a los combustibles, mucho de los

cuales no están beneficiando a los sectores populares, sino a los sectores más acomodados de la población? En el año 2008, los

subsidios bordearon los 3 mil millones de dólares. No se trata de quitar los subsidios a la bruto, es decir a lo neoliberal. No, de ninguna manera.

Hay que hacerlo con creatividad, de manera selectiva. Los subsidios deben mantenerse para los grupos empobrecidos y marginados, no

para los acomodados.

Adicionalmente, en el Ecuador, y en prácticamente todos los países del mundo empobrecido, se precisa una adecuada política

tributaria. Los que más ganan y más tienen deben contribuir en mayor

medida al financiamiento del Estado. Con el gobierno del presidente Rafael Correa se registra una cierta mejoría en la presión fiscal. Esta

se acerca al 13% en relación con el Producto Interno Bruto. Pero todavía estamos lejos de lo que debería ser una meta aceptable. El

promedio en América Latina es del 24%, el promedio del mundo desarrollado es del 44%, el promedio de Europa es del 46%. En Bolivia,

para no irnos tan lejos, la presión fiscal bordea el 20%. Nuestra meta debería ser un 35%. Por lo pronto, si duplicamos la presión fiscal, con

impuestos directos progresivos —impuestos a la renta, a la herencia y al patrimonio, especialmente— habríamos resuelto por mucho tiempo

el tema del financiamiento sin poner en riesgo nuestras verdaderas riquezas: la vida de muchos compatriotas y de la Naturaleza. Pero

además, hay que avanzar en el combate a la evasión y la elusión. Por

313

ahí también hay que avanzar, es decir en la honestidad y conciencia

fiscal de la ciudadanía y en el sector empresarial.

Por último, cuando estamos enumerando una serie de opciones

para conseguir el financiamiento que requiere la economía ecuatoriana sin destrozar más la Naturaleza, recordemos que las actividades

petroleras y también las mineras provocan elevados costos ambientales. Costos que, por lo demás, no entran nunca en los cálculos

de rentabilidad que hacen las empresas e incluso el gobierno. Costos que luego, de una u otra manera, se los traslada de manera brutal a la

sociedad. La Texaco, para recordar, había dejado pasivos ambientales superiores a los 27 mil millones de dólares, incluso hay estimaciones

que duplican o triplican dicha cifra. Además, hay que maximizar el ingreso del Estado por cada barril de petróleo que se extrae. Allí hay

un enorme potencial para ingresos adicionales.

De todas maneras, tenemos que desmontar la creencia de que la renta de la Naturaleza es lo que va a resolver nuestros problemas.

Nosotros hemos sido el principal productor y exportador de cacao y

banano en el mundo, pero no nos desarrollamos. Exportamos todo tipo de frutas, espárragos, flores, exportamos camarones, exportamos

petróleo, pero no nos desarrollamos ¿Hasta cuándo vamos a seguir siendo país-producto? ¿Cuándo vamos a ser país-inteligencia, país

conocimiento? ¿Cuándo vamos a aprovechar las capacidades de los seres humanos, individual y colectivamente hablando? ¿Cuándo vamos

a hacer eso? Mientras no hagamos eso, vamos a seguir presos de lo que yo llamo “la maldición de la abundancia”. Mientras tanto

seguiremos siendo pobres porque somos ricos en recursos naturales. Y esas sociedades, sobre todo las petroleras y las mineras, tienen

características perversas: economías rentistas, prácticas sociales clientelares y gobiernos autoritarios con una democracia endeble.

Por la vía del “desarrollismo senil”, como dice Joan Martínez Alier,

no se encontrará la salida a este complejo dilema. El reto radica en

encontrar una estrategia que permita construir el Buen Vivir aprovechando los recursos naturales no renovables, transformándolos

en “una bendición” como recomienda el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, pero sin depender exageradamente de ellos. Sólo así

saldremos de la trampa de la pobreza y del subdesarrollo.

Sólo un ignorante o un mal intencionado podrían sostener que la crítica al extractivismo implica la negación total de la utilización de los

recursos naturales. No se trata de cerrar los actuales campos petroleros en explotación, pero sí de discutir seriamente sobre si

conviene seguir ampliando la frontera petrolera con todos los impactos devastadores que eso significa175.

175 Ibídem.

314

El gobierno de Correa promulgó una ley de aguas inconstitucional, afectando los derechos colectivos, consagrados en la

constitución, y apunta a una política minera devastadora, expandiendo

el modelo extractivista a la minería, beneficiando a la acumulación originaria y ampliada capitalista. Las protestas de las organizaciones

indígenas y del pueblo ecuatoriano se han hecho sentir; sin embargo, el gobierno ha seguido impávido, imponiendo la decisión autoritaria y

vertical del mandatario.

Como se podrá ver, son notorias las analogías de los gobiernos progresistas, sobre todo, en este caso, entre el gobierno boliviano y el

gobierno ecuatoriano. Son similares sus contradicciones respecto a la Constitución. ¿Por qué sus gobernantes creen que las constituciones

de sus países no son de utilidad práctica, por eso, lo práctico es vulnerarlas? Por otra parte, ¿por qué, al final de cuentas, los pueblos

dejan que esto ocurra, sin defender la Constitución y los derechos múltiples consagrados; salvo, es cierto, de honradas excepciones,

como la resistencia y la lucha de las organizaciones indígenas, además

de las intermitentes asonadas populares, cuando la conducta del gobierno llega al escándalo, como en el caso, en Bolivia, de la

suspensión neoliberal a la subvención de los carburantes y la descongelación de los precios en el mercado interno, favoreciendo

palpablemente a las empresas trasnacionales del petróleo, así como las protestas, marchas y bloqueos contra la Ley de aguas

gubernamental, en el Ecuador? Este es el asunto.

La respuesta parece evidente. Los gobiernos progresistas no pueden salir del modelo extractivista del capitalismo dependiente.

Creen, como sus antecesores neo-liberales, que esta es la base del desarrollo; a diferencia de éstos, los nacionalistas y progresistas lo

hacen nacionalizando, aunque sea a medias, no como los nacionalistas del periodo heroico, de mediados del siglo XX, cuando la

nacionalización significaba expropiación de los expropiadores.

Respecto a la diferencia entre estos gobiernos progresistas y lo que ocurrió en la Unión Soviética y la República Popular China, es que el

capitalismo de Estado en estos últimos realizó la revolución industrial, aunque de una manera forzada y militarizada, en tanto que los

gobiernos nacionalistas, después, los progresistas, sólo atinan a ampliar el modelo extractivista.

Ciertamente, es diferente, como hemos anotado, el caso

Brasilero; sin embargo, no hay que olvidar las observaciones de Francisco de Oliveira, al respecto. El modelo brasilero se parece al

ornitorrinco; se trata de una combinación donde, si bien están presentes la segunda y la tercera revoluciones, industrial y tecnológica,

se alcanza el desplazamiento a la cibernética, esta ultra-modernidad, que comprende también la industrialización, de la modernidad clásica,

315

se encuentra enlazada a la tercerización de la economía, a la base

extractivista, en constante expansión, a la ampliación de la frontera agrícola, en detrimento ecológico, al crecimiento desmesurado de las

ciudades, atravesadas por extensas zonas marginales, empujando a

una explotación salvaje del proletariado nómada. Toda esta combinación no evita caracterizar al modelo del ornitorrinco como

extractivista y neo-extractivista, pues a pesar de la industrialización, la segunda revolución tecnológica y la tercera cibernética, la estructura

de esta composición se basa en el modelo extractivista y en las exportaciones primarias de Brasil.

Los gobiernos progresistas no pueden salir del modelo

extractivista porque no tienen voluntad para hacerlo, porque están atrapados en un imaginario desarrollista. Para ellos, la historia tiene

que continuar, de la misma manera, que en el pasado, salvo bajo el control del Estado, que redistribuye los ingresos, bajo el criterio de

políticas rentistas. Esta opción, esta ruta tomada, los convierte en dispositivos del orden mundial de dominación y control capitalista, por

más estridente que sea su retórica anti-imperialista. Este es el tema,

ante el cual no se puede cerrar los ojos, bajo el argumento que se trata de gobiernos de “izquierda” y que no se debe dejar este lugar a la

“derecha”.

Venezuela

Basándonos en el diagnóstico que hace Víctor Álvarez176 de la

revolución bolivariana y del socialismo del siglo XXI, en La

Convocatoria del mito177, escribimos:

Es ilustrativo el balance que hace Víctor Álvarez de parte del proceso

de la revolución bolivariana. Tomando nota y registrando nuestras

impresiones, diremos que:

7. Al parecer la revolución bolivariana aparece como proceso

constituyente, como desborde del poder constituyente, como

interpelación al estado de cosas, a las estructuras de poder, a la

176 Revisar de Víctor Álvarez La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Transiciones logradas y transiciones pendientes. CEDLA, Instituto de estudios Ecuatorianos, Centro Internacional Miranda; La Paz, 2013. 177 Ver de Raúl Prada Alcoreza La convocatoria del mito. Bolpress, Dinámicas moleculares, Horizontes nómadas; La Paz, 2013.

316

desigualdad social, a la oligarquía parásita, a la economía

extractivista y el Estado rentista.

8. Se gesta entonces una nueva Constitución, ideando una nueva

república, la quinta, cuya composición y contenido responda a la

“ideología” bolivariana, basada en el pensamiento de Simón Bolívar,

pensamiento actualizado al siglo XXI, transformando su horizonte

liberal en un horizonte socialista.

9. La oligarquía y la burguesía rentista venezolana reaccionan ante el

avance político popular con un golpe de Estado y boicot a la

producción del petróleo. Las tensiones y contradicciones sociales y

políticas llegan a un punto máximo. El intento de restauración de la

oligarquía y la burguesía es desbaratado por la movilización popular

en defensa del presidente Hugo Chávez y por el contragolpe de las

Fuerzas Armadas.

10. A partir de esta victoria política y militar popular el proceso se

radicaliza. Claramente se propone la transición al socialismo. Se

piensa en un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo del siglo

XXI. Lo sugerente de este socialismo no está tanto en nombrarse

como del siglo XXI, donde una mayoría de comentaristas hacen

hincapié, sino en las formulaciones concretas; en la propiedad social

sobre los factores y medios de producción básicos y estratégicos

que permita que todas las familias y los ciudadanos y ciudadanas

venezolanos/venezolanas posean, usen y disfruten de su patrimonio

o propiedad individual o familiar, y ejerzan el pleno goce de sus

derechos económicos, sociales, políticos y culturales. También con

la creación del Sistema Económico Comunal se plantea avanzar en

la transformación del capitalismo rentístico en un modelo productivo

socialista, con base en nuevas formas de propiedad social en manos

de los trabajadores directos y las comunidades organizadas.

11. En este transcurso y ante estas tareas aparecen las dificultades

y obstáculos de la transición. Las alianzas políticas en el poder no

son las más adecuadas para esta transición y la profundización del

proceso. Los sectores que tienen mayor incidencia en el gobierno y

en la institucionalidad estatal no son las clases sociales que pueden

sostener la construcción del socialismo, el proletariado y los

campesinos, tampoco los sectores más populares de las urbes. Se

da entonces como una limitación de los alcances y una disminución

de los ritmos del proceso, a pesar de los beneficios obtenidos por la

inversión social.

317

12. Hablando de los alcances cualitativos del proceso y de las

transformaciones estructurales, se constata que no se ha salido de

la economía extractivista y del Estado rentista, que todavía está

pendiente la conformación del modelo productivo, orientado a la

soberanía alimentaria, basado en gran parte en la propiedad social

y la organización comunitaria. Esta constatación fue compartida por

el mismo Hugo Chávez178.

Da la impresión que en Venezuela se combate una descomunal

batalla, entre dos bloques históricos confrontados; entre el boque

histórico conservador y elitista, compuesto por la burguesía, los

terratenientes, es decir, la oligarquía, que, además, incorpora a una

tecnocracia que estuvo al servicio de las empresas petroleras

trasnacionales, a la antigua burocracia, a los grandes comerciantes,

a una clase media alta, beneficiada por el renta liberal y neoliberal,

a la iglesia y otras instituciones de influencia, como los medios de

comunicación empresariales, por un lado; y el bloque histórico

nacional-popular, compuesto por el proletariado nómada migrante,

el proletariado sindicalizado, los distintos estratos campesinos, las

clases populares urbanas, las clases medias bajas, las

organizaciones de base, las comunas, las misiones, por otro lado.

Es una lucha de clases, por cierto; empero mediada por aparatos

“ideológicos”; en el primer caso, del bloque histórico conservador

elitista, hablamos no solamente de los medios de comunicación

coaligados a este bloque, sino de toda una atmósfera “ideológica”

conformada, por lo menos en el último siglo XX, de toda una

“ideología” hecha carne, convertida en comportamientos y en

conductas, en prejuicios, en imaginarios. Una “ideología” que

considera al capitalismo como “realidad” natural, incluso la forma

de capitalismo dependiente en el subcontinente sudamericano. En

el otro caso, del bloque nacional-popular, también se cuenta con

aparatos “ideológicos”; uno de los principales es el partido, ahora

llamado PSUV, que cuenta también con el dominio de influyentes

medios de comunicación masivos estatales, además de contar con

influencia incluso en medios privados, fuera del apoyo de los medios

populares, que gozan de cierta autonomía, que incluso les permite

llegar a hacer críticas, en algunos casos. El bloque conservador

cuenta con un frente amplio de coalición; sin embargo, no se puede

hablar de partido, en pleno sentido de la palabra. Se trata de un

178 Ibídem.

318

frente inestable, que reúne variados intereses, perspectivas,

discursos y proyectos. El “partido”, en este caso, es todo el bloque,

tal como lo teoriza Antonio Gramsci.

Estas mediaciones no son las que distorsionan la lucha de clases,

sino que la llevan, precisamente al terreno “ideológico”. En este

espacio-tiempo las “cosas” no son como lo que se dice o, usando a

Michel Foucault, no del todo adecuadamente, mas bien figurando,

las palabras no son las cosas. La mediación del partido, en el bloque

nacional-popular, interpreta la lucha a su manera, de una manera

bolivariana, por así decirlo, en los términos de la consolidación del

Estado-nación bolivariano y la transición al socialismo del siglo XXI.

Sin embargo, podríamos decir, que el problema no es este, el de la

interpretación, del proyecto, del programa político y, obviamente,

de la Constitución. Esto nos llevaría trasladar la discusión a la

validez de las interpretaciones, de los proyectos y los programas

políticos. Al final se trata del programa político y de la interpretación

política que goza de gran convocatoria masiva y organizada. No es

pues una discusión teórica la que va definir el curso de los

acontecimientos. Tampoco podemos inclinarnos por una

interpretación más “ortodoxa” o, si se quiere, más “radical”, que no

goza de convocatoria popular, formando parte de las alucinatorias

iluminaciones de un pequeño grupo vanguardista. La política, la

acción política, no se resuelve racionalmente, sino por el juego y

correlación de las fuerzas. El problema es otro; el problema es que

el partido se convierte en la representación legítima de las

colectividades del bloque popular, que el partido en el poder

conforma una casta burocrática, que monopoliza las decisiones, y

termina llevando el proceso de transición por los caminos conocidos

de la expropiación de las voluntades colectivas por la voluntad

centralizada del partido. Por último concurre el aburguesamiento de

la jerarquía del partido, que lleva a la repetición del guión, harto

conocido, de la sustitución de la antigua burguesía por la burguesía

burocrática. Las contradicciones, tensiones, conflictos y

confrontaciones, perturban la cohesión del bloque, aunque todavía

no estallen, debido a la confrontación con el bloque conservador. El

problema es la reproducción de viejas prácticas políticas,

jerárquicas, centralistas, autoritarias, “vanguardistas”, en el mejor

de los casos, demagógicas, en el peor de los casos.

La “verdad” del partido prepondera y se impone, descartándose

la construcción colectiva del saber social de la transformación, que

319

sólo se puede construir participativamente. La opción realista y

“pragmática” del partido, que, además, exige disciplina, termina

reforzando los condicionamientos aceptados efectivamente, la

dependencia del modelo extractivista y el círculo vicioso de la

dependencia por reiteración y recurrencia del modelo extractivista.

La matriz de la crisis política y económica, que afronta el partido en

el poder y el bloque popular, se encuentra en estos

condicionamientos aceptados, como regla “pragmática”. Es,

obviamente, pedir peras al olmo, que el partido atribuya el

desenvolvimiento de la crisis a la propia práctica partidaria, a la

burocratización, a la mediación partidaria, que en muchos casos

termina siendo prebendal y clientelar. La culpabilidad se la atribuye

a la “derecha” y al imperialismo. Si bien la “derecha” tiene que ver

con el boicot, como ocurrió el 2003, si bien el imperialismo conspira,

como lo hizo contra el gobierno de Salvador Allende en Chile; esto

ya se sabe que es así, en distintos contextos, variando en formas y

estilos. También se sabe que hay que luchar contra el boicot y

contrala conspiración; pero, lo que es inconcebible es que se

contribuya a este boicot y a esta conspiración con errores, que se

buscan ocultar con propaganda. Es como una crónica anunciada; los

personajes se apegan a su papel, a pesar, de que tienen la libertad,

de decidir otro rumbo.

La crítica radical a los gobiernos progresistas no es, para qué se

caigan, como creen los apologistas del partido; este es un tema de

las decisiones colectivas, no de “vanguardias”. ¿Cómo se puede

plantear tal cosa si no se puede sustituir este vacío político con una

alternativa constatable, vigente, dinámica, emergente? No se trata

de que no hay que dejar este lugar a la “derecha”, sino de que si la

invención social no puede todavía sustituir el lugar vacío, lo

indispensable es evitar que el proceso se rife por la propia gestión

del partido.

320

Conclusiones

Tres conclusiones son indispensables:

1. La necesidad de la interpelación de la crítica, entendida como tal,

radical, pues no puede haber crítica sin tocar los problemas en sus

raíces, sin tocar las condiciones de posibilidad histórica de los

problemas, como también de la misma crítica.

2. Los gobiernos progresistas, los gobiernos “revolucionarios”, son

dispositivos provisionales, en la bisagra de las épocas, la pasada y

la nueva que nace; son productos institucionales ligados a la

herencia institucional y burocrática del Estado. Lo urgente se

encuentra en la liberación de la potencia social, la invención y

creatividad colectiva, que desmantelan estos aparatos para

construir composiciones dinámicas y participativas.

321

3. La defensa de los procesos de cambio no puede confundirse con la

defensa de los gobiernos; hacerlo es un suicidio. Se confunden las

transformaciones, lo que posibilita las transformaciones, la

participación movilizada, con la representación conservadora e

institucionalizada de la conquista del poder. Es cuando las criaturas

se convierten en los buitres que comen las entrañas del pueblo.

Potencia y trama política

Intuición subversiva

Los tejidos y nudos de los entramados sociales

Para salir de la enajenación, déjenme utilizar esta palabra tan

pretensiosa, tan discutible, tan próxima al concepto dramático de

extrañamiento, elaborada por Hegel. No se trata del término, tampoco

del concepto, sino de la constelación de significados que puede abarcar

la connotación del uso de esta palabra. Entonces para salir de la

enajenación de las representaciones, para escapar de esta red lógica,

cuya relación con el mundo es de despojamiento, reduciendo al mundo

a la representación del mundo. El mundo como representación, donde

se pierde la riqueza de las múltiples experiencias que lo constituyen.

322

Para salir de esta enajenación es menester recuperar el substrato de

las experiencias sociales, desentrañar a partir de este substrato de

percepciones, interpretar a partir de estos espesores el mundo en su

vitalidad, dejando el referente lógico de representaciones como

esqueleto de museo. Museo de una época que redujo el conocimiento

a la narrativa teórica de conceptos, vaciados de contenidos, puras

formas lógicas, olvidando que incluso sus bocetos lógicos derivan de

los espesores de las experiencias. Fue una época de pretendido

dominio instrumental sobre la naturaleza, de pretendido dominio de la

razón sobre la complejidad integrada, reduciendo la misma razón al

juicio deductivo. La razón no es pura, se hace posible, se realiza en

concomitancia con la percepción; la misma razón es una combinación

de sensaciones e imaginaciones; es decir, percepciones, dadas en la

experiencia, articuladas de tal manera que confeccionan la explicación,

el cálculo, la cognición, la predicción, en la perspectiva de adecuaciones

efectivas respecto al mundo, de intervenciones efectivas en el mundo,

de composiciones; es decir, de creaciones de mundos. Fue una época

de reduccionismos instrumentales con objetivos operativos. Esta época

se enredó en sus propios laberintos, no pudo resolver la contradicción

que desató, entre la lógica abstracta de sus maquinarias

instrumentales y las complejidades concretas de la vida. Sus sistemas

instrumentales terminaron convirtiéndose en un peligro para la vida,

los ciclos creativos de la vida.

Retomar los substratos de la experiencia social, los espesores de las

percepciones sociales, buscando interpretar el mundo a partir de sus

complejidades, equivale a descentrarse de las teorías racionalistas de

la modernidad. Equivale a desechar sus centros, sus referentes

privilegiados, sus tesis causalistas y, al final, linealistas. Equivale a

vislumbrar la relatividad de los centramientos y descentramientos,

comprendiendo la simultaneidad de la pluralidad, la multiplicidad de las

composiciones y variaciones de los movimientos y procesos inherentes

a los acontecimientos.

Voy a retomar una aseveración sugerente que hace Tomás Ibáñez en

su exposición titulada ¿Es actual el anarquismo?, publicada en Página

abierta179. El militante y activista anarquista, refiriéndose a la intuición

subversiva ácrata, dice:

179 Tomás Ibáñez: ¿Es actual el anarquismo? Página abierta, 2002. Biblioteca nomadAnt. http://nomadant.wordpress.com/biblioteca/textos/actual-anarquismo/. También se puede encontrar la exposición en http://pradaraul.wordpress.com/anarquismo/es-actual-el-anarquismo/.

323

Las intuiciones básicas del anarquismo están enraizadas en un denso

fondo de experiencias multiseculares y de saberes más o menos

soterrados, que constituyen el legado depositado por infinitas luchas

contra la dominación y contra la explotación.

Nos interesa esta interpretación histórica y del presente de lo que

llamamos los saberes activistas, compartiendo con el expositor, que no

hay porque llamarles anarquistas, por la sencilla razón de que no se

trata de ponerles etiquetas, pues al hacerlo, el comportamiento es,

mas bien, conducta heredada, respondiendo a esquemas instituidos.

En todo caso, este no es el debate, el que mantenemos en esta

exposición, no en la de Tomás Ibáñez; el debate que compartimos está

relacionado al substrato de saberes, correspondientes a las matrices

de las experiencias sociales, conformados a partir de las percepciones

sociales, espesores de vivencias colectivas, que se sedimentan y se

estratifican en la memoria social. Estos saberes activistas, de lucha,

subversivos, que aunque no se lleguen a formular en lenguaje teórico,

en unos casos sí lo hacen, comprenden la integral articulación de

sensaciones, imaginaciones, reflexiones dispersas, por lo tanto, de

percepciones constituidas, compuestas, en su complejidad, en su

emergencia, desplazamiento e inscripción en el cuerpo. En realidad, el

saber, como intuición perceptual, como conocimiento denso,

construido en el espesor de la experiencia, se da como acontecimiento

de la experiencia y percepción social. Lo que ha institucionalizado la

modernidad como conocimiento, ciencia, filosofía, también tiene su

matriz en este substrato de experiencias; empero, las ciencias y las

filosofías modernas han negado, como principio esta procedencia.

Como origen se construyeron dos mitos; uno, relativo al conocimiento

objetivo; el otro, relativo al conocimiento subjetivo. El primer mito

supone relaciones neutrales e instrumentales con una exterioridad

controlada. El segundo mito supone la inmanencia intuitiva de la razón,

inscrita en la consciencia.

Ambos mitos, que responden a las tradiciones ejes de la modernidad,

conocidas como positivismo y racionalismo, se han desentendido, como

principio, axioma de partida, del cuerpo. El cuerpo no existe, salvo

como objeto de estudio o como causa de anomalías. Ambas tradiciones

modernas se han hecho la imagen de un mundo desértico, habitado

por cosas, en un caso, o de un mundo vacío, llenado por los conceptos,

enunciados y significados elaborados por el sujeto. En ambos casos

desaparece el mundo efectivo, mundo constituido por la actividad vital

de los cuerpos. Retomar la matriz, el substrato, que sostiene las formas

324

de conocimientos y de saberes, sean teóricos, estéticos, culturales,

técnicos, artesanales, es volver al espesor de intensidades de la vida,

a las dinámicas creativas, componentes de saberes perceptuales,

intuitivos, en sentido de la combinación y articulación de distintos

planos, campos, núcleos de la experiencia. De entrada descartamos el

sentido que le dio la filosofía moderna a la intuición, tanto en su

vertiente racionalista como en su vertiente mística. Para nosotros la

intuición no es una síntesis racionalista, tampoco una revelación

inmanentista. La intuición es la comprensión inmediata dada como la

integración perceptual de la experiencia. Para ponerle un nombre, con

todo el riesgo que esto conlleva, pero para tener un referente de

contraste, llamemos a esta comprensión de la intuición como una de

las formas de expresión de la memoria sensible.

Los saberes subversivos responden a esta memoria social, podemos

llamarlos intuiciones subversivas, al estilo de Tomás Ibáñez; lo que

importa es que se trata de formas intensas de conocimiento colectivo,

emergidos en coyunturas de crisis, en el despliegue del dramatismo

social. En adelante vamos a formular algunas hipótesis sobre estos

saberes activistas, sobre esta intuición subversiva.

Antes de las hipótesis nos haremos algunas preguntas, sobre todo para

establecer los campos y los espesores en los que se mueve la

problemática planteada, desde la perspectiva de la percepción y

experiencia social.

¿A qué llamamos saber activista, a que llamamos conocimiento

subversivo? ¿Cuál es la relación de este saber subversivo con el

espesor de la percepción y la experiencia social? Hemos compartido la

definición dada por Georges Canguilhem de saber en el sentido de

atributo biológico que comprende la composición de capacidad de

adquirir información, retener la información, es decir, constituir una

memoria, de anticiparse, es decir, de actuar180. Esto se entiende

cuando nos referimos a organismos individualizados; empero, qué

pasa cuando nos encontramos ante las multiplicidades proliferantes de

organismos, entrelazados y en conexión. ¿Se puede mantener la

misma concepción de saber? Cuando sabemos que lo que configura su

morfología, su composición orgánica, sus capacidades, incluso su

teleonomía, es el genoma, vemos que el saber del genoma no es el

mismo que el saber del organismo, por más que el segundo suponga

180 Ver de Georges Canguilhem Lo normal y lo patológico. Siglo XXI; México 1986.

325

al primero181. Georges Canguilhem, cuando se refiere al saber humano,

incorpora a esa composición dinámica entre información, memoria y

anticipación, la capacidad evocativa. Si bien, es más difícil distinguir el

funcionamiento individual del funcionamiento social, colectivo, en el

caso de el fenómeno evocativo, así como también es difícil distinguirlo

en el caso del saber de los organismos, pues estos suponen

asociaciones; es decir, sociedades orgánicas. De todas maneras, se

puede decir que el saber individual tiene determinadas características,

en tanto que el saber social, compartido, que hace de contexto del

saber individual, tiene otras características, quizás más complejas. Por

lo tanto, no es lo mismo hablar de saber en los distintos casos; su

connotación varía.

Hay pues una distinción grande entre el saber del genoma y el saber

de los organismos; en éstos, una distinción entre el saber social de los

conglomerados orgánicos y el saber de cada organismo. Lo mismo con

las sociedades humanas, añadiendo el componente evocativo, que

supone una dinámica propia entre la herencia y el substrato social con

la autonomía individual. El saber del genoma es más que saber, en el

sentido dado por Canguilhem, supone una capacidad propia

programadora. Su devenir, sus largos ciclos, está relacionado con la

información transmitida por los organismos; el genoma no está

directamente involucrado con la experiencia y el aprendizaje de los

organismos, son los organismos los que experimentan y aprenden. El

genoma acumula la información y la procesa; en largos ciclos la

reprogramación del genoma tiene repercusiones en el perfil y la

composición de los organismos. Hay una parte virtual del genoma, que

tiene que ver con la programación; de esta manera, podemos decir,

que el genoma no se encuentra ni el tiempo ni en el espacio percibido

y experimentado por los organismos. El genoma está más acá y más

allá de los organismos, aunque forme también parte de ellos.

El saber de los organismos es complejo, tanto en su dimensión

asociativa, conglomerada, social, así como en su dimensión individual;

también, claro está, en su composición dinámica entre la dimensión

asociativa y la dimensión individual. Cuando hablamos de saber, esta

figura es más adecuada a la composición individual, a la autonomía

orgánica; esta figura es menos adecuada cuando nos referimos a

conglomerados, a asociaciones, a colectividades. Se trata más bien de

181 Ver de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares, La Paz 2013. Se puede también encontrar en http://pradaraul.wordpress.com/2013/12/04/devenir-y-dinamicas-moleculares/.

326

nichos, usando la metáfora ecológica, comunicativos, de intercambio,

de redes, de campos; usando las memorias, el reconocimiento del

terreno, del clima, como fenómenos vitales, íntimos. Logrando, de este

modo, generar un torbellino de circulaciones de información,

aprendizajes, acumulaciones, desprendiendo actividades, en

consecuencia. Estamos ante el acontecimiento de la vida, ahora visto

desde la perspectiva de la realización de saberes. En la dimensión

asociativa, social, no es exactamente saber el que se da, sino campos

de posibilidad de los saberes; campos de circulaciones de información,

campos de memorias, campos de circulación de actividades; es decir,

un torbellino creativo de experiencias y conocimientos.

Ciertamente, no se puede disociar el acontecimiento vital de esta

turbulencia asociativa, comunicativa, cognitiva, fáctica, de la

realización singular del saber en los individuos. Acontecimiento y

singularidad no es descomponible. La complejidad y articulación de

ambas dimensiones nos muestra que hablar de la dimensión colectiva

y de la dimensión individual es, más bien, una distinción abstracta, no

“real”, por así decirlo. Lo social está inscrito en lo individual, con su

propia peculiaridad, con su propia singularidad, en cada caso; las

singularidades componen dinámicamente lo social. Hablando, en

propiedad, tendríamos que decir que el saber se realiza

individualmente, empero deviene del conglomerado social, de su

memoria dinámica.

Uno de los problemas relativos a las representaciones es el haber

transferido características propias de los perfiles individuales a las

configuraciones sociales, a las composiciones colectivas. Incluso se

llega a concebir la idea de un “sujeto social”, de un “sujeto colectivo”,

como si fuese un individuo macro. Obviamente es esta una

deformación, una transferencia representativa, que en vez de ayudar

a comprender los fenómenos del acontecimiento, lo oscurecen, pues

atribuyen a lo social y colectivo composiciones relativas a los

organismos, en este caso, al cuerpo humano. Los conglomerados

asociativos no tienen porque parecerse al perfil singular; al contrario,

es de esperar que no se parezcan, pues se trata de fenómenos

masivos, plurales, que requieren se los tome en sus conformaciones

complejas, bullentes, como constelaciones activas. Menos se puede

hablar de una “consciencia social”, refiriéndose a ésta como fenómeno

colectivo; en todo caso, la consciencia también corresponde a la

autonomía singular del individuo. El acontecimiento social, como

pluralidad de singularidades, supone, para usar como metáfora un

327

concepto filosófico, lo que llamaba Hegel autoconsciencia, dialéctica del

reconocimiento, en otras palabras, supone la interacción de las

consciencias, de los sujetos, de las subjetividades, de los cuerpos182.

Lo que se da es esta proliferante dinámica de entrelazamientos,

asociaciones, composiciones, interacciones, entre múltiples

singularidades, donde cada singularidad cobra consciencia, si se puede

hablar así, de lo que acontece. Empero, no se puede hablar con

propiedad de una “consciencia colectiva”, salvo metafóricamente.

Cada singularidad comprende a su manera lo que pasa, de una manera

singular. No es de esperar que su comprensión sea iguala a otra

comprensión, al contrario, es de esperar que, las comprensiones, las

consciencias, mas bien, sean diferentes y variadas. ¿Cómo es que se

entienden entonces las singularidades? ¿Cómo es que asumen que se

comparte la misma comprensión del fenómeno? Cada quien imagina

que esto ocurre, aunque cada quien imagina a su manera lo que ocurre.

¿Por qué entonces se da el acuerdo, la asociación, la comunicación?

Porque se comparte un mundo, que aunque cada quien lo asuma a su

manera, es el mundo de nuestras experiencias; es el mundo el que

hace de referente en tanto acontecimiento primordial, aunque puede

ser interpretado, incluso percibido de manera singular.

Cada singularidad tiene al mundo como percepción, es el mundo como

experiencia el que conecta los cuerpos, los contiene como

acontecimientos singulares, se realiza en cada experiencia singular, se

fija en cada memoria singular. No importa que las vivencias sean

singulares, propias, lo que importa es que el mundo las constituye, así

como ellas constituyen al mundo. Este común, si se puede hablar así,

sitúa a las singularidades en el mundo. Este compartir el mundo las

hace coexistentes, convivientes, colectivas, sociales. No importa que

esta coexistencia sea asumida de una manera singular, por lo tanto,

distinta en cada quien, lo que importa es son en el mundo. Eso las hace

presentes, que compartan el presente, a su manera;

indiscutiblemente, indudablemente, comparten el presente, que es lo

que se tiene a mano, actualizando los pasados.

Más que la codificación y decodificación, más que el lenguaje, lo que

conecta a las singularidades es la experiencia del mundo y en el

mundo, experiencia y mundo que hacen posible el lenguaje, la

codificación y la decodificación, la comunicación, los saberes. Hasta

personas de diferente leguaje y de diferente cultura se pueden

182 Revisar el concepto de autoconciencia en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Siglo XXI. México.

328

comprender porque comparten el mundo, aunque lo hagan a su

manera.

Es el mundo el que nos constituye, son las singularidades las que

constituyen al mundo. El mundo me constituye al mismo tiempo que

lo constituyo para mi, en interacción y contraste con los demás. El

mundo forma parte de la fenomenología de la experiencia, de la

fenomenología de la percepción, aunque suponga la diferencia

absoluta, la existencia sin mundo, antes de que se conforme183. El

mundo es una construcción mía, en interacción con las demás

construcciones de mundos, al mismo tiempo que el mundo me

constituye, constituyendo también a los demás, con los que interactuó,

de manera próxima o de manera lejana, en distancias cortas o en

distancias largas, en el presente o en el pasado, inmediato o largo. El

Mundo está conformado por múltiples mundos, entornos de las

singularidades, aunque distintos y variados, al formar parte del Mundo

se conectan y cohabitan un presente. Y el Mundo es porque forma

parte de la diferencia absoluta, de la existencia sin mundo, si se quiere,

de la existencia sin la mirada humana.

Esta certeza es certeza de la percepción, es certeza sin representación,

inmediata, vivencial, aunque bien puede ser interpretada por el

lenguaje, como en la poesía. Es certeza del acontecimiento184. Se

sabe, de antemano, en los umbrales de la experiencia, de esta

totalidad, usando un concepto permeable, totalidad des-totalizable y

re-totalizable. Lo único que hacen las ciencias y las filosofías, es

trabajar sobre estas certezas, aunque vaciándolas de sus contenidos.

Salvo, hay que decirlo, lo que pasa con las percepciones abiertas por

la física relativista y la física cuántica, que han cruzado los umbrales

anteriores de la experiencia, han cruzado los horizontes anteriores de

la experiencia, han abierto nuevos umbrales y nuevos horizontes de la

experiencia humana, ampliando el Mundo en espacio-tiempos curvos,

relativos, dependiendo de los referentes, ampliando el mundo hasta los

lugares de la propia desaparición del universo y de la materia; los

confines del universo, los agujeros negros, la infinitesimal nada en la

que se sostiene todo.

Asistimos al despliegue de la experiencia humana más allá y más acá

de lo que conocía; es una experiencia que incorpora en su memoria

183 Ver de Merleau-Ponty Fenomenología de la percepción. Editorial Planeta; Buenos Aires 1993. 184 Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento poético. http://pradaraul.wordpress.com/que-es-la-poesia/acontecimiento-poetico/; La Paz 2014.

329

presente lo infinitesimal inacabado, en su nada, pero una nada

creativa; que incorpora las gigantescas extensiones y distancias más

allá de lo imaginable; que incorpora la velocidad más allá de la

vertiginosidad; que incorpora la creación y dinámica de la energía más

allá de la materia. No es que se desecha la anterior experiencia, ésta

queda como sedimento de la memoria del presente.

Después de estos apuntes podemos volver a reflexionar sobre el

llamado saber activista, saber subversivo. Como saber se realiza

singularmente, individualmente; son las personas que padecen la

historia, la viven intensamente, intervienen en la historia, las que

contienen el saber, lo usan como parte de las acciones. Este saber no

es igual en las personas involucradas en las acciones; sin embargo, en

la medida que sus saberes forman parte del acontecimiento de la crisis

y de la rebelión, se conectan, se comunican, comparten y participan.

Cada quien asume a su manera esta vivencia, la interpreta a su

manera, suponiendo que los demás la interpretan del mismo modo.

Esta suposición hace como si se actuara en el mismo sentido. No

importa tanto si este sentido es igual, homogéneo, en todos; al

contrario, es de esperar variaciones. Lo que importa es el compromiso,

la concomitancia, la complicidad, en el consenso logrado, compartir la

lucha.

Lo que se llama saber activista, saber subversivo, en tanto se refiere

al conglomerado social movilizado, es, en realidad, una constelación

dinámica de saberes, de voluntades, de cuerpos, de deseos, de

esperanzas, de prácticas alterativas. Al compartir esta experiencia el

aprendizaje es colectivo, en el sentido que es singular en cada quién.

Desde una perspectiva estructuralista se podría decir que hay la

subversión, como una estructura subyacente; decir que es la

estructura la que se pronuncia, actúa, habla. Esto es una aproximación

abstracta. El estructuralismo olvida que no es la estructura la que

habla, actúa, se pronuncia, son los cuerpos los que lo hacen, cuerpos

vivos, pasionales, perceptivos, reflexivos. La estructura es un fantasma

de los estructuralistas. Son estos cuerpos singulares los que se

asocian, componen, acuerdan, emiten discursos, se movilizan; en su

dinámica generan acontecimientos, acontecimientos, que a su vez los

constituye como subjetividades y sujetos, usando estos términos

vulnerables.

La subversión existe como acto de creación de los y las movilizadas, el

activismo existe como acción de los y las activistas. Los y las

subversivas lo son porque generaron el acontecimiento de la

330

subversión, acontecimiento que los contiene, los envuelve, los

atraviesa y los constituye. Lo mismo pasa con los y las activistas, el

activismo como acontecimiento; también como historia, los contiene,

envuelve, atraviesa y constituye.

Se puede decir entonces que hay como constelaciones dinámicas,

bullentes, de desfases, de desacuerdos, de descentramientos, de

conflictos, de rupturas mínimas, que se convierten en campos de

posibilidad de saberes subversivos, de saberes activistas. Son los

cuerpos singulares, las subjetividades singulares, las que realizan estas

posibilidades como saber, a su modo, de una manera singular,

compartiendo con las demás singularidades. Es esta interacción, es

esta dinámica, es esta circulación, acumulación, alimentación y

retroalimentación, el referente de lo que se nombró como saber

subversivo, saber activista o, si se quiere, intuición subversiva,

intuición activista.

Hablaremos como de cuatro niveles de lectura del acontecimiento

subversivo. El primordial, es la emergencia del acontecimiento, como

crisis del Mundo, dada en el Mundo. No ahondaremos ahora al

respecto. El nivel singular, la forma singular vivida de esta crisis, la

forma como se elabora el conocimiento de esta crisis, el saber de la

crisis, que se convierte en saber activo, en saber para la acción. El

tercer nivel es el orgánico, la forma de organización que adquiere la

subversión, que adquiere el activismo. Tampoco vamos a ahondar en

este tema. Por último, la dirección o el desenlace del proceso

resultante. Puede continuar la ruta instituyente, constituyente,

creativa, de una subversión permanente; desenlace menos probable,

basándonos en la historia de las llamadas “revoluciones”. Puede

detener la marcha instituyente y constituyente, optar por consolidar lo

instituido, lo constituido, entonces hacer del desenlace una

recurrencia, una repetición cambiada o modificada, de la historia

repetida del poder; que es lo más probable, basándonos en la historia

de las “revoluciones”.

Queremos hacer hincapié en lo siguiente: En la medida que esta

experiencia subversiva, activista, se mantiene próxima, ligada, a los

espesores de la percepción, a los espesores de la experiencia, al saber

de los cuerpos, la potencia subversiva, activista, fluye creativamente.

Empero, en la medida que se da un alejamiento, un desligamiento, de

los espesores de la percepción, de la experiencia, del saber de los

cuerpos, en la medida que el distanciamiento implica vaciamiento de

contenidos, formulación de un discurso instrumental, de un discurso

331

oficial, del partido lo que se llame, la potencia subversiva es sustituida

por relaciones de poder, por estructuras de poder, legitimadas por un

discurso oficial, el discurso de la verdad. Este debilitamiento de la

potencia puede comenzar antes de lo que comúnmente se llama la

toma del poder, la serpiente puede incubarse antes, en el preludio

mismo de las acciones.

Hipótesis

1. A diferencia de lo que dice Émile Benveniste, cuando enuncia

que nacemos en el lenguaje y desde el lenguaje nombramos el

mundo, nosotros decimos que nacemos en el Mundo y desde la

experiencia del Mundo damos contenido, sentido, significado,

al lenguaje.

2. El lenguaje sólo es posible en el Mundo, como acontecimiento

en el Mundo de los acontecimientos.

3. De la misma manera, los saberes son posibles en el Mundo,

como acontecimientos en el Mundo.

4. Un saber es saber del Mundo, deviene saber de la experiencia

del Mundo.

5. El saber subversivo, el saber activista, es el conocimiento del

Mundo en crisis, también de la crisis del Mundo. Este saber es

una disposición volitiva, es decir, una intención, así como un

dispositivo en pleno ejercicio de las acciones alterativas,

encaminadas a transformar el Mundo.

6. El saber subversivo, como tal, como realización, es singular, es

una composición singular, en un cuerpo concreto, es una

subjetividad anidada en el cuerpo. Se da este saber subversivo

singular en los ámbitos de la constelación de actividades, de

memorias singulares, de manifestación de saberes singulares,

constelación que también contiene acumulación y circulación de

información, de transmisiones orales, escritas, estéticas, de las

experiencias de luchas.

332

7. Lo que se da es una participación, un compartir, en esta

constelación social, donde la experiencia social de las luchas se

transmite en interpretaciones, narraciones, leyendas, mitos,

también en aprendizajes colectivos o, más bien, socializados, en

transformaciones de esquemas de comportamientos y

conductas. Sobre todo adquiere cuerpo en movilizaciones.

8. La movilización es una de las formas desplegadas y

desenvueltas del saber activista, del saber subversivo en acción.

La movilización comprende varios desplazamientos, no solo de

las multitudes, de las organizaciones y estructuras involucradas,

sino también de los valores, de las subjetividades, de la misma

potencia social.

9. Las movilizaciones pueden convertirse en cruces de umbrales,

cruces de horizontes, cruces de límites, generando rupturas en

los horizontes mismos de la experiencia, abriendo horizontes

nómadas de la experiencia, iniciando nuevas épocas, que en la

interpretación teórica se nombra como nuevos horizontes

históricos-culturales.

10. Empero, si estas rupturas no logran trastrocar la estructura

sedimentada del poder, las estratificaciones sedimentadas en el

cuerpo de las formas múltiples de dominación, si no logra crear

un nuevo substrato, una nueva matriz, algo así como inventar

un nuevo origen o procedencia, los cambios terminan siendo

epidérmicos, por así decirlo, sin llegar a transformar la misma

base reproductiva del poder.

11. A esta altura de las historias políticas y de las luchas

sociales, emancipatorias y de liberación, es indispensable un

activismo integral, radical, autopoiética, capaz de crear un

nuevo substrato y matriz histórico-cultural, es decir, substrato

y matriz civilizatoria, que libere la potencia social de las capturas

de las redes institucionales del poder.

333

Conclusiones

1. Los saberes subversivos, los saberes activistas, las

intuiciones subversivas y activistas, son percepciones

sociales, conocimientos colectivos, de la crisis del sistema-

mundo, son, por eso, conocimientos y percepciones

creativos, de ruptura con un presente y un pasado de

dominaciones, de apertura hacia un futuro que actualiza las

luchas libertarias del pasado y la potencia del presente.

2. Hay que diferenciar la constelación dinámica de las

asociaciones, composiciones, circulaciones, realizaciones de

memorias, de informaciones, de aprendizajes, de

experiencias, de deliberaciones, de consensos, de circulación

de saberes singulares, respecto del saber, como tal, que es

como la materialización, la expresión, la realización singular

de esta constelación.

3. Se ha usado la metáfora del tejido social, de la trama social,

de los entramados sociales y colectivos, para referirse a las

asociaciones y composiciones sociales, en nuestro caso, de la

rebelión. Empero, no hay que olvidar que esta es una

334

metáfora. Figura en la que hay que develar la complejidad de

las relaciones, ligazones, comunicaciones, conexiones,

transmisiones, complicidades, compromisos, consensos, que

se dan en la constelación de los movimientos emancipatorios.

Drama y retórica de un gobierno reformista

Umbral y horizonte político

Referencia histórica y ubicación política

Lo que define la relación con el imperio, el imperialismo de ahora,

en el siglo XXI, el imperio del sistema financiero mundial y del modelo

extractivista colonial, expansivo e intensivo, es la posición respecto al

extractivismo. Los gobiernos “progresistas” apuestan a expandirlo

intensamente, siguiendo la misma ruta colonial de las oligarquías

criollas. El imperio de hoy se encuentra bastante cómodo con

gobiernos, que discursivamente, siguen la radicalidad “izquierdista” de

mediados del siglo pasado, empero favorecen concesiones a las

grandes empresas trasnacionales depredadoras. Esta situación no

cambia porque estos gobiernos mejoren los términos de intercambio

con el imperio, mientras siguen aceptando la división del mercado

335

internacional y de la geopolítica del sistema-mundo capitalista: ser

países exportadores de materias primas. Lo que no se puede dejar de

tener en cuenta es lo siguiente: que nuestros Estado-nación periféricos

forman parte del orden mundial de dominación, su papel asignado es

el de garantizar la transferencia de recursos naturales a los centros del

sistema-mundo. No ver esto, es aplaudir la restauración del Estado-

nación, el incumplimiento de la Constitución, que establece la muerte

del Estado nación y la construcción del Estado plurinacional

comunitario y autonómico. No ver esto es no tener en cuenta que

“derecha” e “izquierda” son términos relativos e históricos; todo

depende de la relación que se tenga con la lucha efectiva de los

pueblos. En el caso de Bolivia, el gobierno ha preservado toda la

institucionalidad colonial del Estado, ha convertido en un folklore la

condición plurinacional y comunitaria, ha renunciado a la reforma

agraria, favoreciendo a los latifundistas, ha decidido ampliar la frontera

agrícola afectando a los territorios indígenas. La caracterización del

gobierno “progresista” de Evo Morales Ayma es la siguiente: Se trata

de un gobierno que administra los intereses de la burguesía

recompuesta, que aglutina a la burguesía tradicional, a los

terratenientes, a los nuevos ricos, apoyados por una dirigencia

campesina cooptada prebendalmente y clientelarmente. Un gobierno

que se enfrenta a las naciones y pueblos indígenas a nombre del

“desarrollo” y del progreso, como lo hacían las élites criollas. El caso

ejemplar e ilustrativo es el conflicto del TIPNIS.

Desde esta perspectiva, cuando se habla de defensa del “proceso

de cambio”, la mejor defensa del “proceso” es la crítica y la

profundización efectiva del mismo, de la emancipación y la

descolonización.

Interpretación y acontecer político

Las interpretaciones críticas del “proceso de cambio” están

verificadas empíricamente. Eso es lo que ha ocurrido, no ha habido

demolición del Estado-nación colonial. No se ha construido el Estado

plurinacional, a pesar que se trabajó con propuestas concretas, y se

elaboraron instrumentos, para hacerlo: El anteproyecto de ley de

gestión pública plurinacional comunitaria e intercultural. Dejaron que

336

se trabaje durante casi un año, que se presenten informes, que se

incorporen personas como Boaventura de Sousa Santos y Alberto

Acosta. Que se incorporen alcaldes cuya experiencia venía de la

gestión en comunidades. Empero, cuando se tenía que discutir el

proyecto de ley de gestión pública plurinacional en el gabinete, no

quisieron hacerlo. Pues no quieren cambios. Ahora, este

comportamiento se explica: llegar al gobierno, no para transformar,

sino para hacer uso del monopolio de la concentración de fuerzas,

repitiendo las mismas prácticas de todos los gobiernos, aunque

acompañadas por una retórica populista y pretendidamente indígena,

aunque vacua y forzada. Esto, que pasa, no debería sorprender, pues

la historia se repite; es como una condena. El problema es el poder.

Como dice el MST de Brasil, no se toma el poder, el poder te toma. Por

lo tanto, te convierte en un engranaje de las lógicas de dominación

cristalizadas en las instituciones.

Cuando dicen que se lanzan críticas alegremente, respondemos:

en lo que no se puede ser alegre es en decir que lo que se dice, sobre

el balance de los gobiernos “progresistas”, son apreciaciones alegres.

Pues no lo son. Son experiencias dramáticas de los pueblos. Hacer

propaganda de un gobierno que vive el drama de su propio laberinto,

entrabado en contradicciones profundas, sin una menor consideración

en lo que pasa, en la sucesión de hechos, que dibujan el perfil de una

tendencia recurrente, es no sólo alegre, sino un flaco favor al propio

gobierno “progresista”. Nosotros criticamos a los que llamamos llunk’u,

los consideramos las termitas que se comen la madera con la que hay

que construir el Estado plurinacional, la materialidad política con la que

hay que defender el “proceso”. Estos llunk’u son los otros sepultureros

del ”proceso”, los que alaban los errores de un gobierno “progresista”,

en vez de criticarlo.

Sobre las diferencias en la caracterización política

En varios documentos y posicionamientos, sobre todo en nuestro

debate con la izquierda tradicional, se dejó claro que, no se pueden

confundir los gobiernos “progresistas” con los gobiernos neoliberales.

Son distintos; emergen del bloque popular, se vinculan con lo nacional-

popular, entran en contradicciones limitadas con el imperio. Esta

diferencia, hace ver que no es lo mismo luchar contra los gobiernos

neoliberales que luchar en el marco de los gobiernos “progresistas”.

Además, dijimos que es diferente un contexto de otro, una coyuntura

337

de otra. Que lo que ocurre en Venezuela es un descomunal

enfrentamiento con una “derecha” fuerte, con convocatoria, apoyada

por el imperio. En cambio, lo que ocurre en Bolivia y Ecuador se puede

resumir de la manera siguiente: Una derecha derrotada,

electoralmente, en Bolivia y Ecuador; en Bolivia, política y

militarmente, después de los acontecimientos del Porvenir-Pando. Una

clase burguesa, económicamente dominante, desplazada al bando del

gobierno de Evo Morales, del cual consiguieron grandes ventajas. En el

panorama político pervive una minúscula derecha política en el

Congreso; bastante descolocada, sin ligazón efectiva y concreta con la

clase social que supuestamente representa, pues no tiene apoyo de la

burguesía, a la que aparentemente encarna. Por lo tanto, podemos

concluir, que los gobiernos son diferenciables; empero, en la medida

que expresa la cualidad operativa de la forma Estado-nación,

responden a la lógica de poder, estructurada en la modernidad. En esa

misma medida, reproducen la institucionalidad homogénea, la mono-

cultura dominante, la condición mono-nacional heredada. Los

gobiernos populares, por más vestidura o disfraz “progresista” que

usen, forman parte de la reproducción colonial y capitalista del poder.

No es un problema de personas, como pretende la teoría de la

conspiración, como si la explicación de las contradicciones históricas se

resolviera con suponer que hay “traidores” de la “revolución”. Los

caudillos son mitos, son imaginarios construidos por los pueblos, viven

también un drama, pues son arrastrados por las contradicciones de un

proceso histórico, que requiere, para salir de sus trampas reiterativas,

de movilización, de democracia participativa, de transferir las

decisiones a los pueblos, a las naciones y pueblos indígenas, a las

comunidades, a las organizaciones sociales. Esto es justamente lo que

no se hace, es de esto de lo que se alejan los gobiernos “progresistas”,

que prefieren optar por acrecentar la burocracia, recurrir al

autoritarismo, desprender despotismo, descalificar la crítica y dividir,

sino pueden destruir, a las organizaciones indígenas. Estos gobiernos

contribuyen de esta manera a su propia descomposición. Cayendo en

este itinerario a una ruptura ética y moral en todas las líneas.

Umbral de las “revoluciones”

A estas alturas de las historias políticas de las sociedades

humanas, sobre todo de las desplegadas durante la modernidad,

creemos que debemos tener claro que, el gran problema histórico de

338

las llamadas “revoluciones” es el poder, en tanto economía política del

poder. Mapa institucional que captura la potencia social, la fuerza

social, la dinámica molecular social; diagrama de fuerzas que diferencia

poder de potencia, usando la potencia capturada para la reproducción

del poder; es decir, de las dominaciones polimorfas. No creemos que

sea problema de velocidades, tampoco de aceleraciones o

desaceleraciones, de los “procesos” políticos, sino de la capacidad de

desmantelar el poder y liberar la potencia social.

Para nosotros es evidente que se deben concebir y desplegar

transiciones, transiciones del Estado-nación al Estado plurinacional;

estas transiciones pueden ser largas, medianas o cortas. Incluso,

mejor dicho, estas transiciones pueden concebirse diferencialmente;

en unos casos de una manera radical, en otros casos de una manera

reformista. Todo depende del contexto, la correlación de fuerzas, de la

institución en cuestión, también depende del tema y tópico de la

problemática de referencia. Les dijimos a los oficialistas, “pragmáticos”

y supuestamente partidarios del realismo político, que no se trata de

renunciar a las reformas, a las transiciones largas, sino de que había

que dar pasos, aunque cortos, de tal manera que impliquen avances,

aunque mínimos, incluso imperceptibles. Después de A viene B,

después de B viene C, y así sucesivamente. Aunque nosotros somos

partidarios y creemos, como establece la Constitución, en la

transformación pluralista, comunitaria, participativa e intercultural del

Estado; es decir, consideramos preferible transformaciones radicales

que reformas, se puede lograr, en todo caso, el consenso en reformas.

El problema es que tampoco quieren esto; no quieren transformaciones

radicales, que consideran utópicas; no quieren reformas

conscientemente ejecutadas. Se contentan, cómplices de la

representación teatral de la época, con la simulación, con el montaje,

con la publicidad, con los escenarios del teatro político. Se prefiere

apostar a la ficción, inclinándose a procedimientos ilusorios, a lograr

hacer creer a la gente, mediante la propaganda y la publicidad, que se

dan cambios, renunciando a ejecutar efectivamente las

transformaciones. Este es el problema, que el gobierno “progresista”

ha caído en la ilusión de su propaganda, mientras se embarca en la

ruta destructiva del extractivismo; acompañando, esta entrega colonial

a las empresas trasnacionales, con prácticas prebendales y

clientelares, embarcándose en el derrumbe político de todo gobierno,

de toda gestión, que da vueltas en un círculo vicioso, cayendo

degradantemente en la práctica compulsiva de la corrupción. Este es

el problema de fondo. Volver a repetir, en otro contexto, en otro

339

periodo, y en otra coyuntura, la triste historia de la paradoja de las

“revoluciones”. Las “revoluciones” cambian el mundo; el mundo no va

a volver a ser lo que era antes; empero, las “revoluciones” se hunden

en sus contradicciones.

Este no es solamente un tema boliviano, tampoco sudamericano,

ha pasado con todas las “revoluciones”. Por eso es indispensable

intentar cruzar este umbral de las “revoluciones”, cruzar el límite e

ingresar a otro horizonte posible. Esta eventualidad se logra con la

crítica, aprendiendo de las contradicciones, de los problemas, de los

errores, no ocultándolas con apologías. Lo que menos se requiere es

de estos cantos al fracaso, edulcorándolas, como si fuese victoria, lo

que menos necesitamos son estas apologías, que lo único que hacen

es debilitar las fuerzas vitales de los “procesos” emancipadores.

Trama política y potencia social

Balance y perspectivas del gobierno “progresista

¿Se puede abordar el tema distinguiendo clasificatoriamente lo

positivo y negativo? ¿Así como se aborda la metodología conocida del

FODA, diferenciando fortalezas, debilidades y potencialidades? El

balance político no es necesariamente de planificación institucional;

aunque ésta tenga que ver, de alguna manera, en algún lugar, con el

balance político. Tampoco, mucho menos, con la disquisición de lo

positivo y negativo de un gobierno. El proceso político no puede

comprenderse como un cuadro en un plano, sin perspectiva ni

profundidad; la del tiempo político. El proceso político requiere ser

analizado en sus temporalidades mezcladas, en la diferenciación de sus

ritmos, en sus espacios fragmentados, en movimiento y combinación,

en los espesores de sus territorios; en las composiciones complejas

que se forman y transcurren. De lo que se trata es de comprender el

340

juego de las tendencias inherentes del proceso, la resultante, si se

puede hablar así, de esta concurrencia de tendencias. Comprender

cómo se da lugar el funcionamiento de esta mecánica de las

tendencias, cómo se da lugar la resultante, la conformación de la

tendencia dominante, quizás no buscada por ninguna de las tendencias

concurrentes. Las consecuencias de las acciones no son controladas

por los actores. En definitiva, de lo que se trata es de entender la

mecánica del despliegue del proceso político. Desde esta perspectiva,

vamos a tratar de dibujar el boceto de la mecánica de las tendencias

del proceso político.

Mecánica de las tendencias del proceso político

1. Tendencia es la inclinación de los sucesos, su encadenamiento, la

dirección que toman. La tendencia, en el análisis político, se

diferencia grandemente, conceptualmente, de la noción de

tendencia en economía, que viene definida, mas bien, por el

comportamiento zigzagueante de los precios. En el análisis

económico se define de esta manera el concepto de tendencia:

En un sentido general, es un patrón de comportamiento de los elementos de un entorno particular durante un período. En términos

del análisis técnico, la tendencia es simplemente la dirección o

rumbo del mercado185.

En el análisis politico, la tendencia no puede venir definida de esa manera, obviamente. Incluso por aquello de “patrón de

comportamiento de los elementos de un entorno”, que parece ser una definición general aceptable. Pues, en el acontecer político, es

difícil hablar de patrón de comportamiento, menos aún cuando se trata de identificar los “elementos de un entorno”. Es mejor

comprender la tendencia política como una resultante de fuerzas concurrentes. Ahora bien, hay tendencias dadas en micro-espacios,

en lugares, concretos; así como hay tendencias en macro-espacios, en regiones, naciones, mundo. No es que las tendencias del micro-

espacio sostienen las tendencias de los macro-espacios. No necesariamente ocurre de esta manera; las tendencias del macro-

espacio requieren definirse a partir de la concurrencia de fuerza en

los macro-espacios correspondientes. No es que las tendencias, resultantes de fuerzas, del micro-espacio, sostienen, como en una

construcción, las tendencias del macro-espacio. Esto también puede

185 Murphy, John (1999) Technical analysis of the Financial Markets. Revisar también Wikipedia, Enciclopedia libre.

341

darse, dependiendo de los contextos, de los problemas tratados, así

como del análisis político.

Lo importante de la propuesta es la idea de mecánica de las

tendencias, sobre la definición de la tendencia como resultante de fuerzas concurrentes, así como también de despliegue de sucesos.

Ahora estamos en condiciones de proponer una hipótesis teórica

sobre la mecánica de las tendencias, en política.

2. Ciertamente, hablamos de mecánica, en el análisis político metafóricamente, haciendo alusión a la mecánica en física, que

comprende la mecánica clásica, la mecánica relativista, la mecánica cuántica y la teoría cuántica de los campos. La mecánica en política

debería atender al movimiento de los “cuerpos”, su desplazamiento en el tiempo, bajo la acción de las “fuerzas”. Esta es una definición

análoga a la dada en física, solo que habla de otros “cuerpos” y otras “fuerzas”, además de referirse a otro “tiempo”, entendiendo que se

trata del tiempo histórico. De todas maneras, esta definición

análoga o prestada no es conveniente ni suficiente en el análisis político. Intentaremos una definición más prolija, más propia, que

parta de las problemáticas y contingencias del acontecer político.

3. ¿Cómo explicar un periodo político? Lo acaecido, sus desenlace, las clausuras de ciertas posibilidades, sus contradicciones,

contingencias, incluyendo a los discursos emitidos, las medidas y acciones tomadas. ¿Es válido hacer una mirada retrospectiva,

contando con los desenlaces, explicar, a partir de ellos, la “lógica” inherente al proceso? Es ciertamente esta una ventaja; empero, ¿se

pueden obviar las posibilidades clausuradas, las tendencias opacadas? ¿No es al final suponer el decurso de una tendencia

dominante, que finalmente se realiza en el desenlace? ¿Es así o sólo se trata de una interpretación privilegiada, el discurso de los

vencedores? ¿Cuál fue la mecánica del conjunto de las

singularidades, inherentes al acontecimiento? ¿Se puede hablar, en este caso, en la configuración del acontecimiento, de mecánica,

aunque sea metafóricamente?

Estos son los problemas referenciales, anticipados, a la definición conceptual de una comprensión integral del acontecimiento político.

Cuando hablamos de mecánica, en el análisis político, suponemos

que las dinámicas singulares se afectan, que sus composiciones afectan a otras composiciones, que tanto singularidades como sus

composiciones pueden ser pensadas como fuerzas, que estas fuerzas afectan “cuerpos” y subjetividades, que afectan

instituciones y estructuras sociales. Esta conjetura permite hablar de mecánica de fuerzas, a través de estas aproximaciones. Analizar,

342

desde esta perspectiva, nos ayuda a construir una explicación

mecánica, del acontecer político. Lo que, a su vez, implica, una explicación del conjunto del movimiento de fuerzas, así como una

interpretación integral del acontecer político. Lo que de por sí es

bueno, pues deja de lado el análisis contable de la política; el balance de lo bueno y lo malo, de lo positivo y negativo. El balance,

que utiliza la balanza que pesa, si se ha dado más de bueno que de malo, más positivo que negativo. Esta contabilidad de cajero es muy

infortunada para responder a la problemática política.

La mecánica de las tendencias, que comprende, a su vez, la mecánica de las fuerzas, corresponde al funcionamiento de las

propensiones, a su concurrencia, sus efectos múltiples; aditivos, en unos casos, destructivos, en otros casos. Ciertamente, como

dijimos, las tendencias son abstractas, son resultantes, son efectos de los campos de fuerzas. Por eso, hay que considerar, en el juego

de las fuerzas un tipo de “gravitación”, por así decirlo, una “gravitación” política. ¿Cómo definir esta “gravitación” política? ¿Las

fuerzas se atraen o se repelen? Ambas cosas pueden ocurrir,

dependiendo de las fuerzas, de los contextos, de las coyunturas. Pero, también las fuerzas se acumulan, se refuerzan, por así decirlo;

así como se debilitan mutuamente, se vacían, por así decirlo. Las fuerzas, en política, son energía social, son potencia social. Es la

dinámica de estas fuerzas las que crea la “gravitación” política. Este espacio-tiempo social de campos de fuerzas conforma elipses, por

así decirlo, de dos polos; uno “real”, el otro ficticio. El polo “real” es el que tiene que ver con la asociación de composiciones de la

potencia social, su facultad cooperativa, colectiva, comunitaria; el polo ficticio tiene que ver con el efecto institucional y simbólico del

polo “real”, con su efecto de espejo. Aparece, como institución imaginaria, el polo ficticio, como poder; es decir, como formas

institucionales de poder. Las elipses “orbitan” atraídas por estos dos polos, el polo “real”, el polo ficticio. Orbitan por la “gravitación” del

polo de la potencia social y la atracción simbólica del polo del poder.

Ocurre como si en estas órbitas elípticas se ganara energía en el

polo “real” de la potencia social para perderlo en el polo simbólico del poder. ¿Qué es lo que “orbita” estas elipses alrededor de los dos

polos? La energía social. Energía social convertida en prácticas, en relaciones, en actividades, en acciones. Energía social capturada por

instituciones, convertida en ciclos de reproducción institucional. Energía social que escapa a las capturas de la maquinaria estatal,

creando líneas de fuga. Energía social que hace de la sociedad una sociedad alterativa, dinámica, cambiante, vital, creativa. Energía

social entonces que emerge pujante en el polo de la potencia social, que pierde parte de su energía en el polo del poder, para volver a

alimentarse de vigor en el polo de la potencia social.

343

Este croquis nos puede servir para aproximarnos a la

contradictoria y contrastante relación entre potencia social y poder, entre sociedad y Estado. Sobre todo, puede ayudarnos a usarla

como herramienta gráfica de un balance del llamado “proceso de

cambio”. A propósito, las preguntas son las siguientes: ¿En el “proceso de cambio” cuál es la relación entre potencia social y

poder, entre sociedad y Estado? ¿En la pérdida de energía social, al pasar del polo de la potencia social al polo del poder, en su retorno

a la órbita de la potencia social, por qué la energía social no ha podido vigorizarse orientando su energía a la autogestión, a la

autodeterminación, a la participación, dejando que, más bien el poder adquiera proporciones inhibidoras de la potencia social?

Mapa de la potencia social

La potencia social no es la organización, tampoco el movimiento; es lo que se expresa en el movimiento, en la movilización, en las

composiciones de sus dinámicas. La organización es una creación

de la potencia social, en el movimiento y la movilización se manifiesta la potencia como fluido gigantesco de la energía social.

Los saberes puestos en juego al momento de la movilización son composiciones cognitivas e interpretativas del colectivo social. Los

objetivos que se plantea, en el momento del movimiento, el conjunto o el conglomerado social involucrado, es consensuado por

las singularidades y composiciones de la potencia social. La potencia es la capacidad inventiva social, es la capacidad asociación, de

articulación, de participación social.

La potencia social es capacidad de asociación, así como la fuerza y la acumulación de la fuerza social, fuerza inmediatamente

vinculada con la capacidad intelectiva de crear. La potencia social es posibilidad, también condición de posibilidad histórica; deviene

fuerza social, fuerza histórica, cuando las asociaciones múltiples

acumulan una disponibilidad de fuerzas capaces de afectar en el curso de los acontecimientos.

La potencia social efectiva se da cuando las múltiples

asociaciones, las múltiples composiciones, se orientan a cruzar los umbrales del mapa institucional dado. Esto equivale no sólo a una

integración de fuerzas, sino también de voluntades, así como de apreciaciones e interpretaciones compartidas, de saberes activistas,

que inciden, a través de las acciones, en las coyunturas de procesos.

Potencia social en Bolivia

344

La potencia social efectiva en Bolivia tiene que visualizarse

teniendo en cuenta distintos periodos, distintos contextos, escenarios y coyunturas. Podríamos hablar de la genealogía de la

potencia social; empero, esta tesis supone un nacimiento, una

emergencia, un momento constitutivo, además de su desplazamiento en el tiempo histórico. ¿Es así? ¿Hay continuidad?

¿No es más bien discreto? Distintos nacimientos, distintas emergencias, distintos momentos constitutivos, manteniendo

todavía este concepto zavaleteano186.

Los hombres y mujeres que hicieron la revolución de 1952 no son los hombres y mujeres que se movilizaron de 2000 al 2005, durante

la movilización prolongada. Hay una memoria social, es cierto; pero la memoria social tampoco es continua, no se da en un sujeto,

llamado pueblo, como si fuese el mismo, además de suponer un sujeto. El supuesto de sujeto es una pretensión insostenible, aunque

lo nombremos como sujeto social. No hay tal persona, salvo en el imaginario político. Se trata de multitudes, conformadas por

singularidades subjetivas y corporales. La memoria social se

reconstruye colectivamente, mediante la recuperación de lo acontecido, recurriendo a remembranzas, orales o escritas, incluso

ahora, audiovisuales. La memoria social se reconstruye en el debate, en la interpelación, retomando el pasado como referente.

Se trata de un pasado representado, de la representación del pasado. Es imposible sostener que se habla del pasado, como una

entidad ontológica perdurable. Ese acontecimiento, que tuvo su presente, ya no está. Lo que se trae a escena es su representación,

cuyo valor es servir no sólo como argumento, no sólo como ejemplo y referente, sino como artefacto representativo en las luchas del

presente.

Si esto pasa con dos acontecimientos modernos, la revolución de 1952 y la movilización prolongada de 2000 a 2005, lo mismo pasa,

con mayor relevancia, cuando nos remontamos a un pasado más

lejano; por ejemplo, la guerra federal, así como los levantamientos indígenas del siglo XVIII. No son, con toda certeza, ni los mismos

hombres ni las mismas mujeres. La memoria social de estos acontecimientos se reconstruye en otras luchas, acudiendo a las

representaciones forjadas de estos pasados, para comprender mejor las luchas del presente en cuestión. Hay pues una invención

del pasado; invención en pleno sentido, como recreación representativa, como constitución de una memoria social, selectiva

y creativa. Esto significa que lo que tienen a mano, por así decirlo, los y las combatientes, es el presente. Lo que hacen es dilatar este

presente en el espesor rescatado por la memoria social.

186 Nos referimos al concepto usado por René Zavaleta Mercado de momento constitutivo. Leer Lo nacional-popular en Bolivia; Plural, La Paz.

345

No hay pues, precisamente, una genealogía de la potencia social. Lo que hay es una constante reproducción de la potencia social, la

que recurre a la invención y recreación del tiempo histórico, del

pasado. Lo que hace la memoria social es construir un pasado constitutivo para lograr dilatar un presente, haciendo de este

momento el lugar y la perspectiva desde donde se abre un nuevo horizonte.

El asenso

El análisis de la movilización prolongada de 2000 al 2005 debe efectuarse a partir de su propio estallido, su campo de

singularidades, de sus propios mecanismos y engranajes conformados. En relación a la historia, lo que interesa es

comprender cómo los movilizados se reinventan el pasado, como espesor representado de su propio presente, como imaginario social

y como recurso en la formación discursiva de la movilización.

Los insurrectos son los que defienden el bien común del agua,

los que defienden la tierra, los que defienden los recursos naturales, los que defienden los hidrocarburos, los que se levantan en defensa

de los derechos de los pueblos indígenas, los que se levantan contra el proyecto y el modelo neoliberal, cuyo costo social destruyó parte

de la cohesión social y parte del aparato productivo. Este conglomerado social, de organizaciones, de multitudes, de masas,

de pueblos, articuló un bloque popular e indígena capaz de lograr la secuencia de victorias políticas durante los seis años de luchas187.

La potencia social derrotó al modelo neoliberal, si se quiere, al

Estado neoliberal, expresado en la mega-coalición conservadora; derrotó la forma de dependencia extrema ocasionada por el

neoliberalismo. Abriendo el camino a un “proceso” politico, llamado

“proceso de cambio”. ¿Qué viene después? La potencia social es capturada por el Estado-nación. ¿Cómo ocurre esto? Para responder

esta pregunta requerimos de una digresión sobre el Estado188.

Límites del Estado y transición

El Estado-nación es el Estado moderno. Bolivia es este Estado-

nación, desde la independencia. Hablar de Estado aparente, para distinguir la condición de más Estado de la condición de menos

187 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de la descolonización. En publicación Abya Yala; Quito 2014. Horizontes Nómadas, Dinámicas moleculares, pradawordpress.com; La Paz 2012, 2013, 2014. 188 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del Estado. Dinámicas Moleculares; La Paz 2013.

346

Estado, no es otra cosa que diferenciar, si se quiere, grados y

formas del mismo Estado. En todo caso, lo aparente, la condición de aparente, es el mismo Estado. El Estado como tal, como sujeto,

como unidad, como entidad trascendente, no existe; lo que existe

es el campo institucional, el campo burocrático, el campo político, el campo social, el campo escolar, que reinventan la institución

imaginaria del Estado.

Una tesis sugerente es la que define el Estado como campo de luchas. Como si distintas formas de Estado se disputaran la

hegemonía, la definición del perfil. Esta tesis es ilustrativa; empero, de ahí a creer que una de las formas de Estado es la que va a liberar

al pueblo, a la sociedad, a los pueblos indígenas, no es más que “ideología”. Pueden, algunas formas de Estado, mejorar las

condiciones sociales, mejorar las condiciones de las relaciones de intercambio del país con el sistema-mundo capitalista; empero, de

ninguna manera puede quebrar los límites del Estado, la estructura nuclear del Estado; no puede modificar la función estatal. El Estado,

como campo institucional, como campo burocrático, como campo

político, no puede sino reproducir su mapa institucional, que no es otra cosa que la reproducción de los diagramas de fuerzas, de las

relaciones de dominación y de las estructuras de poder, inscritas en el programa de esta fabulosa maquinaria. El problema en las

sociedades periféricas, en los Estado-nación subalternos, es que están, en el marco del orden mundial, en el contexto del sistema-

mundo capitalista, para administrar la transferencia de recursos naturales a los centros y potencias emergentes del sistema-mundo.

Aún cuando sean más progresistas los gobiernos de los Estado-nación, no pueden romper los límites impuestos por la dependencia.

Para hacerlo, están obligados a trastrocar no sólo los perfiles de los términos de intercambio, sino las mismas estructuras y la

geopolítica del sistema-mundo capitalista. Este trastrocamiento no puede efectuarse en las condiciones de Estado-nación. Se requiere

de una transición política que vaya más allá del Estado-nación.

La potencia social, desplegada en la movilización prolongada, no

pudo atravesar los umbrales del Estado-nación. El gobierno progresista preservó el Estado-nación como defensa; usó el Estado

para efectuar reformas, logró mejorar los términos de las relaciones de intercambio, al nacionalizar los hidrocarburos, a su modo.

Empero, al ser una forma “progresista” del Estado-nación, no podía cumplir con la Constitución, que establece tres condiciones de

transición: las condiciones de plurinacional, comunitaria y autonómica. En términos de transformaciones institucionales, esto

equivale a la destrucción del Estado-nación y a la construcción del Estado plurinacional. El gobierno progresista hizo lo que estaba en

su “instinto” político, preservar el Estado-nación, optando por el camino de las reformas.

347

Esta es la contradicción del gobierno progresista con la

Constitución. Para los movimientos sociales, la Constitución es un

ideal plasmado, que debe realizarse. Para el gobierno la Constitución es un texto de propaganda. Esta es la contradicción del

gobierno con los movimientos sociales, por lo menos con los movimientos sociales efectivos, que se dieron desde el 2000 hasta

el 2005. Estas dos contradicciones son como generadoras, por así decirlo, del resto de contradicciones, que se dan proliferantemente

en las dos gestiones de gobierno.

La potencia social, mejor dicho, la composición lograda por la potencia social, tal como se plasmó, de acuerdo al alcance de su

irradiación, al no atravesar los umbrales del Estado-nación, fue capturada por este mismo Estado. Sus fuerzas sirvieron para

reproducir la nueva forma de Estado-nación. Una forma populista investida con simbología indígena. Se puede decir, con cierta

aproximación, que la composición histórico-política plasmada de la

potencia social, las fuerzas de los movimientos sociales, fueron capturadas por su propio “producto”. Fueron capturadas por el

Estado-nación, por mediación, de un gobierno progresista, que también fue un “producto” de los movimientos sociales, aunque

también lo haya sido del mayoritario voto electoral.

Ciertamente, la potencia social no desaparece, aunque parte de sus fuerzas sean capturadas y sirvan para la reproducción del poder.

La potencia social sigue generando su energía vital, sólo que ahora se encuentra en otra parte, generando resistencias a la política

económica del gobierno, que optó por el modelo extractivista. Generando alteratividades minuciosas, detalladas, en la filigrana del

campo politico y del campo social. Desplegando nuevas fuerzas, todavía no articuladas, en la consecución de alternativas.

Resistiendo desde lo comunitario, lo común, a la expropiación

privada y pública. ¿Cuándo se dará lugar una nueva articulación, un nuevo bloque popular, aprendiendo de esta experiencia dramática,

que repite la trama política? No lo sabemos. Lo que se sabe, no se puede perder de vista, es que las tareas del momento corresponden

a articular las nuevas resistencias, buscando una nueva composición de la potencia social, capaz de atravesar los umbrales del Estado-

nación.

Las gestiones de gobierno

En el polo del poder, el gobierno es la acción política del Estado.

El gobierno es la ejecución, es el ejercicio de poder como institucionalidad concentrada. El gobierno es la administración y la

348

conducción de la nave del Estado. Es el lugar donde se definen las

políticas públicas. Se toman las decisiones sobre la coyuntura y el periodo; se enfrentan los problemas, los conflictos, de una u otra

manera. Aunque la política económica se encuentra condicionada por

el sistema financiero internacional, de todas maneras, el gobierno, puede definir márgenes de maniobra o entregarse de brazos llenos a

las determinaciones del sistema financiero mundial. Hablamos no del gobierno de sí mismo, no del gobierno del hogar, tampoco del gobierno

de la ciudad, sino del gobierno del país, del gobierno del Estado.

La primera gestión de Evo Morales Ayma se hizo cargo de un Estado en crisis. Seis años de luchas sociales desnudaron la crisis

múltiple del Estado-nación. El gobierno, resultado de una victoria electoral contundente, al asumir el lugar vacío del ejercicio institucional

del poder, se vio ante el dilema inicial. ¿Qué hacer? ¿Qué clase de gestión efectuar? ¿Administrar el Estado? ¿Efectuar cambios radicales,

desde el inicio? Seguramente la decisión ha sido difícil, incluso si no había mucha “conciencia” respecto a la implicación de las opciones. De

todas maneras, la cúpula adivinaba lo que se jugaba, desde las

primeras decisiones de gobierno. Sabemos que la opción se inclino por el realismo político. Se entiende que había más argumentos a favor de

esta alternativa; se corría menos riesgos y se ganaba tiempo.

Esa primera decisión ya muestra la psicología de los gobernantes. Hombres cautos, excluyendo de antemano toda audacia. La audacia

quedó para el discurso, no para la acción. En un ambiente de alta legitimidad social, con movimientos sociales que salían victoriosos de

una lucha de seis años, contando con una movilización que ya había ventilado la autogestión, que había mostrado vigorosos movimientos,

capaces de sitiar y tomar ciudades, la cautela de los gobernantes, es un síntoma de debilidad, no de firmeza. Seguramente el temor de

gobernar sin tener experiencia en la administración pública influyó también en la decisión.

Digan lo que digan al respecto los voceros, sobre todo el ideólogo del gobierno, no se puede ocultar esta primera ambigüedad. Todo lo

que se pueda decir a favor del realismo político, se lo hace argumentando a favor de esta tesis; pero, no explica, de ninguna

manera, el por qué se optó por continuar con un forma de administración liberal, continuando la gestión institucional del Estado,

en un momento favorable de correlación de fuerzas. Este primer paso, direcciona los siguientes.

Ciertamente no se puede explicar la primera gestión de gobierno

sólo a partir de las estructuras de poder heredadas, haciendo abstracción de los individuos que conforman el gobierno. Como

tampoco se puede explicar de manera inversa, sólo atendiendo a los perfiles individuales de los gobernantes. Ambas perspectivas pecan de

349

sesgo; la primera, porque convierte al gobierno en la ejecución

antelada de lo establecido en las estructuras de poder; la segunda, porque convierte al gobierno en una comedia de conspiraciones

banales. Aunque la primera perspectiva tenga, sin lugar a dudas, más

peso, sea más consistente analíticamente, no se puede obviar la incidencia de las personas influyentes. En este sentido, vamos a

intentar interpretar la secuencia de la primera gestión a partir del la visualización del periodo desde ambas perspectivas.

Evo Morales Ayma es el caudillo, el mito, la convocatoria del mito.

El constructo del imaginario colectivo. El símbolo carnal del gobierno, convertido por la propaganda gubernamental en el símbolo del

“proceso de cambio”. De máximo dirigente de la Federación del Trópico de Cochabamba pasó a ser el primer presidente indígena de la

Republica de Bolivia, después del Estado plurinacional de Bolivia, que de plurinacional sólo tiene el nombre. Las decisiones políticas las toma

el presidente, en primera o en última instancia. Su carácter imperativo, su carisma, influyen mucho en el comportamiento de su gabinete,

incluyendo al mismo vicepresidente. Es difícil hablar de él como un

estratega, más es la espontaneidad, muchas veces improvisada, y la intuición, algunas veces equivocada, acaecida erróneamente cada vez

más seguido en el segundo periodo de su gestión. Como en todo caudillo, su imagen atrayente no es perdurable, se desgasta; es

mantenida con desesperación con publicidad y propaganda, como si estos medios restituyeran el ánimo de la gente.

La persona de más influencia en el gobierno, después del propio

presidente, es Álvaro García Linera. Por su formación política y académica, por venir de la experiencia de una organización que se

propuso la guerrilla como medio para resolver la cuestión del poder189, por venir de un colectivo de interpelación radical, de investigación y

activista190, tenía plena “consciencia” de lo que estaba en juego en la decisión inicial del gobierno. El vicepresidente se convirtió de radical

en el ideólogo del realismo político. Es muy probable que haya sido él

quien más haya influenciado en la inclinación por la decisión inicial, fuera de ser el responsable de la argumentación y justificación de la

opción tomada. Vamos a dejar las conjeturas sobre por qué lo hizo, por qué se convirtió en un “pragmático”, pues esto nos llevaría a la

especulación. A partir de este momento, el vicepresidente asume el rol de ideólogo del gobierno, pretendiendo también ser el teórico del

“proceso”, que es otra cuestión. Sus discursos, sus libros, publicados por la Vicepresidencia, sus intervenciones, son la más clara expresión

de una ideología “pragmática”, que persigue sostener la justificación del decurso de un gobierno, que optó, desde un principio por el

reformismo y no por la transformación.

189 Hablamos del Ejército Guerrillero Tupac Katari (EGTK). 190 Hablamos del colectivo Comuna.

350

Los ministros fueron un resultado de la composición de las fuerzas, aunque el presidente sea el que tome la primera y la última

palabra al respecto. No se puede decir que había una pugna de

tendencias, como el apresuramiento de los medios de comunicación hicieron entender, recurriendo a esquemas acostumbrados. En un

ambiente confuso, donde había primero que orientarse, es difícil hablar de pugna de tendencias. Menos decir que había una tendencia

“alvarista” y otra tendencia “evista”. Estas hipótesis hablan de la carencia del periodismo y de los medios de comunicación. El consenso

sobre el realismo político fue compartido por todos.

Los celos individuales y mezquinos que pudiera haber habido no pueden tomarse en cuenta para explicar el decurso de este gobierno

popular. Eso queda en los pasillos y nada más. La autoridad del presidente era indiscutible; se acataba por consenso compartido o por

decisión del presidente. La relación de los hombres más influyentes con el presidente ciertamente no es la misma, hay variedad y jerarquías.

Empero, todos, sin excepción, anteponían, en primer lugar, su voluntad

para satisfacer las demandas del presidente. No había, entonces tendencias, lo que había es una adecuación de todos en el escenario

institucional. Además de la necesidad de aprendizaje y ganar experiencia.

En relación a la medida más importante de las dos gestiones de

gobierno, que es la nacionalización de los hidrocarburos, se puede decir que el hombre de influencia en la formulación del Decreto “Héroes del

Chaco” fue Andrés Solíz Rada. Sobre todo por su formación en la izquierda nacional, viniendo de un grupo político de características

marxistas nacionalistas, que tenía como estrategia y convicción política la defensa de los recursos naturales, la recuperación soberana de los

mismos a través de las nacionalizaciones191. El ministro de la nacionalización salió del gabinete, cuando se tuvo que tomar nuevas

decisiones “pragmáticas”, en relación a PETROBAS. En una coyuntura

cuando se comenzó a ceder ante esta empresa trasnacional del país vecino, el ministro nacionalizador estaba demás.

Un paso dado condujo a otros. Del no cobro, como corresponde,

a PETROBRAS, por el excedente calorífero del gas húmedo, se llegó a contratos de operaciones desnacionalizadores, entregando el control

técnico de la producción de hidrocarburos a las empresas trasnacionales. La ventaja del gobierno, al nacionalizar fue mejorar los

términos de las relaciones de intercambio, mejorar notoriamente los ingresos del Estado, por concepto de la explotación de los

hidrocarburos. Este incremento repercutió en la disponibilidad del Tesoro y de las instituciones involucradas en el reparto. El problema es

191 Hablamos del Grupo Octubre.

351

que esta mejora no puede ser el fin de una nacionalización, que debería

continuar dando pasos urgentes hacia la industrialización. Sin embargo, el gobierno prácticamente se contentó con este logro. Las

plantas separadoras no pueden considerarse como el inicio de la

industrialización, son sencillamente plantas separadoras de la composición de los hidrocarburos.

La convocatoria a la Asamblea Constituyente fue la otra medida

crucial de la primera gestión del gobierno. Esta convocatoria fue planteada, en primer lugar por las organizaciones indígenas, CIDOB y

CONAMAQ, apoyadas por el Pacto de Unidad, que incluye a las tres organizaciones campesinas, CSUTCB, CNMCIOB “BS”, CSCIB. Aunque

una versión de los dirigentes de las juntas de vecinos de El Alto dicen que la convocatoria a la Asamblea Constituyente no estaba incluida en

la Agenda de Octubre, la verdad es que la Agenda de los movimientos sociales del país si la incluyeron. Por lo tanto, llegar a la Asamblea

Constituyente recogía el anhelo de las mayorías por fundar o refundar el Estado.

No vamos a entrar al detalle de la dramática historia de la Asamblea Constituyente. Nos remitimos a los textos que han tratado

el tema192. Lo que interesa, en este balance, es anotar que cuando por fin se promulga la Constitución Política del Estado (2009), la segunda

gestión de gobierno no la cumple. No aplica la Constitución. Prefiere continuar por el camino optado en la primera gestión, el camino de las

reformas, ocultando la distancia de sus políticas con la Constitución con una abrumadora propaganda. ¿Por qué ocurre esto?

192 Revisar de Raúl Prada Alcoreza El espesor de la Asamblea Constituyente; Bolpress, La Paz, 2012. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. También, del mismo autor, Descolonización y transición; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

352

Hipótesis

La Constitución es lo que constituye normativamente, legalmente, jurídicamente; es la composición jurídica y política de un

Estado. Son los cimientos jurídicos y políticos, si se puede hablar así, del Estado. El que se haya elaborado una nueva Constitución, después

de la de 1826, considerando todas sus reformas constitucionales, es la manifestación clara y la voluntad determinante de construir un Estado

en transición sobre nuevas bases. La principal inquietud constituyente tiene que ver con la colonialidad, la herencia colonial, el haber dejado

de lado a las naciones y pueblos nativos al momento de la primera Constitución. En la república no se incluyeron a las mayorías nativas.

Ahora se trataba que las mayorías plasmen su voluntad en la

Constitución y en la construcción del nuevo Estado.

El Estado que establece la Constitución de 2009 es un Estado plurinacional comunitario y autonómico, integrado por la

interculturalidad, en la perspectiva del sumak Kausay/sumaj qamaña193. Para construir este Estado plurinacional se tiene que

demoler lo que sostiene al Estado-nación y al Estado-nación mismo: la institucionalidad moderna, homogénea, única. Un Estado plurinacional

se construye sobre el pluralismo institucional. Frente a este requerimiento, el gobierno progresista retrocedió, “consciente” o

“inconscientemente”. Vaya a saber cuántos del gobierno entendían la

193 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Potencia, existencia y plenitud. Rebelión; Madrid 2013. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

353

significación histórica y política del Estado plurinacional, las

implicaciones y consecuencias de asumirlo y construirlo. Lo cierto es que prefirieron desgañitarse en la publicidad y propaganda de que ya

somos un Estado plurinacional, como arte de magia de la promulgación

de la Constitución. Era muy cómodo cambiar el vestido a la misma persona, que cambiar de persona, que dejar nacer a otra persona.

Como dijimos en otros escritos, el gobierno progresista cayó en el mal de la época: la inclinación desesperada por la simulación194.

Para el gobierno, cuyo contenido “ideológico” es el nacionalismo,

cuya composición redefine populistamente el perfil reformista, cuya retorica izquierdista repite el discurso de un anti-imperialismo del siglo

pasado, es inaplicable la Constitución, pues su aplicación implica la destrucción del Estado-nación. En otras palabras, dejar de ser gobierno

bajo los códigos liberales y la gestión pública institucionalizada. Ser otra clase de “gobierno”, como establece la Constitución, en el marco

del sistema de gobierno de la democracia participativa y pluralista, era también la desaparición de los privilegios, de las jerarquías, de la

burocracia. Después de conquistar el poder, lo menos que quería era

perderlo. Al optar por conservar el poder, en vez de destruirlo, decidió por el camino de la reproducción del Estado-nación, optó por la misma

trama de todas las “revoluciones”, que cambian el mundo; empero, se hunden en sus contradicciones.

194194 Revisar de Raúl Prada Alcoreza El meandro de los gobiernos progresistas; Rebelión; Madrid 2013; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

354

Segunda gestión

La primera gestión de gobierno tuvo como referente la Agenda

de Octubre, la segunda gestión de Gobierno tiene como referente la Constitución. En la primera gestión se cumple parcialmente la Agenda

de Octubre; en la segunda gestión no se cumple con la Constitución. Este decurso nos muestra que el gobierno progresista se aleja cada vez

más de los objetivos plasmados por los movimientos sociales, las naciones y pueblos indígenas. El gobierno llega a situarse en una

posición contrastante en el decurso del “proceso de cambio”, se coloca como contra-proceso195.

Dos son los conflictos que sitúan el lugar de alejamiento del gobierno, su distanciamiento respecto de la Constitución; uno es el

conflicto del llamado “gasolinazo”; el otro es el conflicto del TIPNIS. El conflicto del “gasolinazo” devela la relación concomitante del gobierno

con las empresas trasnacionales de los hidrocarburos. El pedido conocido de estas empresas era de que no invertirían en exploración,

tampoco lo hicieron en la producción de carburantes, si no se modifican los precios congelados del mercado interno; lo que equivale a revisar

la Constitución. El gobierno, con el argumento de la insostenible subvención a los carburantes llega a subir los precios en un incremento

insostenible para el pueblo, alcanzando subidas hasta de un 80% y

195 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Rebelión; Madrid 2013. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

355

más. El levantamiento popular contra la medida del gobierno lo obligó

a retroceder. En otro texto dijimos, parafraseando a Sergio Almaraz Paz, que el gobierno había cruzado la línea, sin darse cuenta, se

encontraba del otro lado de la vereda enfrentando a su pueblo196.

El conflicto del TIPNIS fue más grave. Retomando la misma

figura, el gobierno cruzó una segunda línea, esta vez con plena “consciencia” nacionalista, ahora se encuentra del lado de la vereda del

modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, enfrentándose a las naciones y pueblos indígenas, enfrentándose a las

comunidades indígenas. No vamos a narrar aquí el dramático conflicto del TIPNIS; nos remitimos a los textos que han tratado, de manera

más pormenorizada el conflicto197. En este balance nos interesa apuntar este hito en la conmensuración del desplazamiento del

gobierno, alejándose cada vez más de la Constitución y de los objetivos del “proceso de cambio”.

El camino sinuoso de las reformas

Tres bonos marcan la política social del gobierno; el Bono Juancito Pinto, La Renta Dignidad, El Bono Juan Azurduy. El primero,

como un estipendio provisional para los estudiantes de primaria, con el objeto de evitar la deserción escolar; el segundo, como un bono a

los adultos mayores; el tercero, como una atención a las madres embarazadas, con el objetivo de incidir en los altos niveles de

mortalidad materno infantil. Tres bonos, cuyas características son de alcance coyuntural. Para lograr efectos estratégicos se requiere

inversión logística, de largo plazo, que impacte estructuralmente en las condiciones y causas de los problemas que se quieren atender.

Tres logros económicos distinguen la política económica del

gobierno; la acumulación de las reservas internacionales, la estabilidad

económica y el mantenido crecimiento económico.

En el campo político ha mantenido su hegemonía y preponderancia desde las elecciones de 2005. Con las elecciones del

2008 ha logrado controlar los 2/3 del Congreso; con esta mayoría plena tenía las manos libres para cumplir con la Constitución.

En los demás terrenos son inciertos sus logros, hasta discutibles.

196 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Monopolio y desposesión. Horizontes nómadas; La Paz 2012. 197 Revisar de Raúl Prada Alcoreza La guerra de la madre tierra. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2011, 2012, 2013. Rebelión; Madrid 2013. Autodeterminación; La Paz 2012. También revisar Madre tierra y vivir bien; Dinámicas moleculares; La paz 2013.

356

Una nueva reforma educativa definida por la Ley Avelino Siñani

y Elizardo Pérez, con enunciados recogidos de la Constitución; empero, contrastando en los artículos operativos. Una reforma educativa

consensuada corporativamente con el gremio de los maestros; uno de

los estamentos más conservadores de la sociedad, inclinados a la demanda economicista, aposentados en el privilegio de contar con

trabajo y sueldo garantizados. Una reforma educativa, que como en el resto de la administración estatal, mantiene la misma institucionalidad

escolar y educativa, teniendo como núcleo el aula, médula del diagrama disciplinario de la modernidad, no tiene perspectiva de

impacto en la tarea de descolonización. Esto a pesar de la retórica del modelo social comunitario productivo.

La movilidad social se ha debido al impacto del incremento

presupuestario en los gobiernos, del país, de los departamentos, de los municipios, incluyendo a las universidades. También se puede decir

que se ha debido al impacto del crecimiento económico, sin entrar en detalles que representa este indicador estadístico. Nos remitimos a los

textos que analizan el tema198.

El proyecto de industrialización es un soberano fracaso. Las

empresas públicas implementadas por el gobierno o no se ponen en marcha, o son deficitarias, o son un reverendo bluff. La Empresa de

Apoyo a la Producción de Alimentos (EMAPA), se ha convertido en una agencia comercializadora; está muy lejos de haber dado un primer

paso en la consecución de la soberanía alimentaria. Lo grave es que esta dedicación comercializadora, justificada para evitar la escalonada

de precios de los bienes alimentarios, ha comenzado a afectar a la producción del país; por ejemplo, a los pequeños y medianos

productores de arroz, quienes no pueden competir con los precios del arroz importado de Paquistán. No hablamos aquí de las empresas

estatales ya establecidas desde antes y después de la revolución de 1952; YPFB y COMIBOL.

El programa Evo Cumple ha desatado una escalada sin precedentes de corrupción. No se rinden cuentas, no aparecen las

obras, cuando aparecen están muy mal construidas, mostrando papablemente que disminuyeron los costos reales, aunque se

mantuvieron los costos ficticios en los presupuestos. Lo peor ocurrió en el programa de vivienda; empresas fantasmas que se llevaron la

plata, dejando sin casas a los supuestos beneficiarios. Cuando se terminan de construir las viviendas, aunque sea en parte, suben los

costos, y terminan acabados con materiales baratos. Si recientemente ha habido un esmero en corregir este desastre, de ninguna manera

compensa el desfalco al erario del país. Sorprende que la Contraloría

198 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Extractivismo colonial y política monetarista. Rebelión; Madrid 2013. Bolpress; La Paz 2013; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

357

tenga los ojos vendados ante estos lamentables sucesos conocidos por

todos, sobre todos los involucrados, de las zonas y regiones referenciales de los proyectos.

La decantada lucha contra la corrupción ha terminado siendo un instrumento de persecución de los opositores. Un ministerio, el

Ministerio de Transparencia Institucional y Lucha contra la Corrupción, se encarga de investigar más sobre las corrupciones pasadas, de los

anteriores gobiernos, que la expandida corrupción desatada en el presente, el habido en las gestiones del gobierno progresista. Este

programa de lucha contra la corrupción y por la transparencia más parece una capa estridente que cubre la efectiva corrupción

proliferante.

Lo que notablemente ha avanzado es la construcción de carreteras. Podríamos decir que la vertebración caminera del país ha

sido de los proyectos mejor ejecutados, sin descontar los problemas relativos a los acabados de algunos tramos, sin tomar en cuenta la

repetida inclinación a los sobreprecios.

En el plano internacional, el principal emblema del gobierno fue

la defensa de la madre tierra. Este postulado cayo a los suelos por el doble discurso, como dice James Petras, discurso radical afuera y

ortodoxo en la implementación de políticas monetaristas dentro; pero, sobre todo ortodoxo en el modelo extractivista. El último discurso

creíble del presidente fue en Copenhague, Cumbre del Clima de Copenhague 2009 (COP15), cuando habló ante cien mil activistas del

mundo, declarando la guerra al capitalismo en defensa de la madre tierra. En Cancún, (COP 16), la posición boliviana quedó solitaria,

mientras los aliados del ALBA se apresuraban a aceptar la ilusión y la dependencia del capitalismo verde. El presidente ya no gozaba de

credibilidad, sobre todo después del conflicto del TIPNIS.

Como dijimos en otros textos, las políticas, los programas, las

alianzas de integración continental, son más una ocupación burocrática, de encuentros altisonantes de presidentes y cancilleres,

con efectos comunicativos; empero, ocurre, paradójicamente, que esta pose integracionista contrasta con efectivas realizaciones hacia la

integración de la Patria Grande. Es como calmar la consciencias con escenarios grandilocuentes, mientras nuestros pueblos padecen la

separación199.

Como podemos ver, el camino de las reformas, escogido por el gobierno, es sinuoso y contradictorio. No se puede decir, de ninguna

manera, que no ha mejorado ciertas condiciones de vida de las mayorías, sobre todo de los sectores organizados y corporativizados.

199 Revisar de Raúl Prada Alcoreza La lucha por el porvenir. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

358

Sin embargo, no hace otra cosa que repetir, en menor escala, y de una

manera inacabada, la experiencia del Estado de Bienestar. Sus políticas están muy lejos de lo que exige la perspectiva del sumak kausay/sumaj

qamaña. Ya lo dijimos, no es el camino de la Constitución, sino se trata

de un recorrido contrastante.

Una pregunta es pertinente: ¿Estaba en manos de los gobernantes hacer algo distinto? Se puede decir que dentro de

determinados márgenes sí; pero, el problema son los márgenes de los que no podía salir. Su límite ineludible. Al optar por el camino de las

reformas y no por las transformaciones estructurales e institucionales, se embarcó en la trama política ya tejida e inscrita en la geopolítica del

sistema-mundo capitalista. Los márgenes de lo posible en los ciclos del capitalismo excluyen transformaciones que puedan afectar las

estructuras de poder y la reproducción ampliada de capital. Todo lo demás, al interior de estos márgenes, puede estar permitido, incluso

si se logra en pugna con las políticas vigentes del orden mundial y del sistema financiero internacional. Lo que está permitido es la querella

por los términos de relaciones de intercambio; de ninguna manera, el

cuestionamiento a las estructuras de poder definidos.

En parte, se puede decir, que asistimos a la reiteración del drama de las “revoluciones”, particularmente de los gobiernos reformistas,

ahora llamados progresistas. En principio pueden tener buenas intensiones, creer en la certeza de su realismo político, encaminarse

en reformas de impacto; empero, en la medida que forman parte de una maquinaria chirriante, acoplada, del Estado, cuyas lógicas

inherentes escapan a los ocupantes de turno; ellos terminan convertidos en engranajes de esta instrumentalidad estatal. Los

márgenes de maniobra dejan de ser tales, se convierten en los márgenes de lo ilícito en el marco de lo lícito. Los individuos terminan

optando por salidas privadas. Quizás nunca lleguen a saber en qué momento dieron el primer traspié que los arrastró a la vorágine de la

estafa. Enmascarados, llenos de escudos, tienden a usar retoricas con

pretensiones de radicalismo, creyendo, en el fondo, que lo que hacen, puede estar permitido, mientras se siga sosteniendo la lealtad al

“proceso”, compartiendo una figura desvencijada del “proceso”, como fatalidad o como finalidad.

359

Conclusiones

1. No se sale de la trama política, inscrita como formato, si no se teje otra trama.

2. Para que las composiciones de las dinámicas moleculares de la

potencia social, para que las fuerzas constituidas por la potencia social, no sean capturadas por las redes institucionales del poder,

es menester la desmesura y la proliferación abundante de las líneas de fuga.

3. La organizaciones sociales no son, de por sí una garantía, para

resistir a la atracción del poder, del polo ficticio del poder, que se alimenta de potencia social. Es menester que la movilización

pueda atravesar los límites de las representaciones, que son otras prácticas, delegadas, de las formas polimorfas de poder.

4. Para mantener la permanente creación de la potencia social, es menester mantener abierta, de manera permanente, la

capacidad inventiva, la flexibilidad de las composiciones y organizaciones sociales, haciendo recaer el condicionamiento en

la facultad dinámica y participativa, no en los efectos molares, estadísticos, orgánicos e institucionales.

360

5. El polo ficticio del poder, las instituciones imaginarias, deben ser

absorbidas por el polo “real”, la potencia social. Esto puede ocurrir en transiciones continuas emancipadoras y liberadoras.

6. La caída de la potencia social, de las fuerzas y composiciones de la potencia social, de la movilización prolongada boliviana, en las

redes institucionales del Estado-nación, se debió a que las anteriores condiciones de posibilidad no se cumplieron.

Ceremonialidad y comedia política

De aquí a un tiempo atrás la práctica política se ha convertido en

una comedia. Sólo que el teatro donde se efectúa es grande, todo un

país. La comedia se nombra como la trágica historia del Estado

plurinacional comunitario y autonómico. Es la increíble y triste historia

de un proyecto no realizado, cercenado antes de nacer; este crimen se

comete a nombre de la misma semilla que se impide germinar. Es una

tragedia digna de Sófocles; no es el hijo que mata al padre; son los

encargados de hacer germinar la semilla los que la matan, en sus

inicios. ¿Por qué lo hacen? ¿Valga a saber? Los asesinos no reconocen

su crimen; dicen más bien, que dejaron que crezca la planta, la

presentan señalando que está ahí, gozando de la luz del sol. Lo que

muestran es el viejo árbol del Estado-nación, una anciana señorona

vestida con traje nativo, adecuado para una adolescente. El cuadro no

podía ser más grotesco.

El 22 de enero se festeja el “nacimiento” del Estado plurinacional.

Toda una ceremonialidad del poder, todo un regocijo por casi el

quinquenio de vida del “Estado plurinacional”. Este festejo coincide con

un golpe certero y mortal a la organización indígena de tierras altas, el

361

CONAMAQ. ¿Se celebrará también la intervención desdichada a la sede

de CONAMAQ y la usurpación de su representación por unos

comediantes, prebendalistas vendidos al mejor postor, ex sindicaleros,

que ungen de nada menos autoridades originarias. Ambos festejos

coinciden; la “victoria” inescrupulosa y artera en contra de una

organización, que supo defender la Constitución, los derechos de las

naciones y pueblos, los territorios indígenas. Una comedia repetida

cada año, sobre el cadáver del germen del Estado plurinacional.

Este es el guión de una trama refrendada en las “revoluciones”, tanto

nacional-populares como socialistas, con contadas excepciones;

excepciones que confirman la regla. El poder, si podemos hablar así,

con el gran peligro de convertirlo en un sujeto, que no es, es

despiadado. Después de victimar a la potencia social, se vanagloria a

su nombre. La historia política es dramática. Los pueblos parecen no

aprender, se ilusionan con sus propias criaturas; los mitos, los

caudillos, los políticos que dicen representarlos. Hay pues una

concomitancia entre usurpadores y usurpados. No podría sino

explicarse la reiteración de esta trama política, repetida tantas veces.

¿Esta es la condena? ¿No se puede salir de ella, como de una fatalidad

inscrita?

Es difícil saberlo. Empero, no se puede renunciar a romper con

esta trama, a desafiar la “fatalidad”. Ese es el acto heroico. Es posible,

que de tanto insistir, se quiebre el tejido antiguo de la trama del poder.

Cuando desaparece esta voluntad creativa, desaparece también la

posibilidad concreta de desafiar al entramado político. La voluntad

desafiante muta en una voluntad de sumisión, renunciando a la

creación, optando por el “pragmatismo” de las pequeñas cosas. Esto

parece preponderar en el ambiente. Este es el secreto de gobiernos

demagógicos; los gobernantes saben jugar con la miseria humana.

Alison Spedding una vez, tiempo atrás, cuando se daba lugar la

movilización prolongada, criticó a Comuna, diciendo que las

vanguardias de hoy se convierten en los amos de mañana. No sé si

esta apreciación es de todo acertada respecto de Comuna; empero,

este no es el tema. Es una apreciación lúcida. Alison Spedding tenía

razón. ¿Dónde lleva este enunciado? ¿No hay vanguardias? ¿Toda

vanguardia incuba la serpiente? ¿Todos, al final luchan por lo mismo,

el poder? Hay que sacar las consecuencias de este enunciado.

Las “revoluciones”, hablando en general, buscando en la figura

de las experiencias extremas, sin hurgar en las gradaciones, son

362

paradójicas; están preñadas de pasado. El pasado es gravitatorio,

atrapa. Las “revoluciones” cambian el estado de cosas, la situación de

las estructuras de poder, la correlación de fuerzas; empero, cuando lo

hacen, es para edificar una nueva estructura de poder, nuevas formas

de los viejos dominios. Nuevos aditamentos de la máquina fabulosa del

Estado. Las “revoluciones” no son puras, como sus propagandas

pretenden hacerlas parecer. Las “revoluciones” son mezclas

pavorosas; los sueños emancipadores se cruzan con los proyectos de

poder. Para los más sagaces todo se resume a cambiar la élite, a

sustituirla por otra élite. De lo que se trata es de gozar de los privilegios

que otros tuvieron. ¿Tienen razón, no tienen razón? ¿La “verdad” es

tan cruda, que a eso se reduce la lucha social?

Este cinismo, pues no es otra cosa, supone lo que los teóricos

burgueses políticos del Estado conjeturan: que el hombre es el lobo del

hombre. En otras palabras parten de la tesis del mal. Aunque este

cinismo no tenga el alcance teórico de estos cientistas políticos, dicen,

al final, lo mismo. Una conclusión de esta tesis es que nunca saldremos

del círculo vicioso del poder. La trama se repetirá en distintos

escenarios, en distintos contextos, con distintos personajes, con otras

indumentarias y más tecnología.

El gran error de esta tesis es no solamente suponer el mal, como

esencia explicativa de la historia política; supuesto moralista, basado

en la discriminación de los condenados de la tierra, los explotados, los

pobres. Esta tesis no toma en cuenta, la raíz del poder, la violencia

usurpadora, que instaura la legitimidad institucionalizada de la

dominación. El gran error de esta tesis es obviar la energía y la fuerza

de la que se alimenta el poder, la potencia social. Los poderosos no

son nada sin la fuerza derivada de la potencia social; no existirían. Los

poderosos están donde están, usufructuando del poder, por que los y

las que contienen la potencia social y la despliegan creen que son

indispensables. ¿Indispensables para qué? ¿Para gobernar? Este es el

imaginario social conservador, que sustenta esta subordinación.

¿Cómo destruir este imaginario social? ¿Cómo sustituirlo por un

imaginario radical? Este es el quid pro quo. Los imaginarios no son

solamente ilusiones, constelaciones de ideas; se sostienen en

materialidades institucionales, en prácticas reiterativas, en relaciones

repetidas. No es un problema de convencimiento, no es un problema

de demostración racional, como creen ciertas “vanguardias”; es un

problema integral. Si no se demuele la materialidad institucional, si no

se abolen las prácticas, si no se desplazan las relaciones, sobre las que

363

se sostiene el imaginario conservador de la subordinación, es imposible

transformar el imaginario conservador por un imaginario radical. El

problema es que las “revoluciones” no quieren cambiar el mapa

institucional; quieren modificarlo, pero no abolirlo. En el mejor de los

casos, el de las “revoluciones socialistas”, trastrocaron el mapa

institucional; empero, para edificar otro mapa institucional de poder.

Nadie dice que no se ha “avanzado”, usando esta palabra tan

discutible; las “revoluciones” cambian el mundo, el mundo no será lo

que fue antes; pero, las “revoluciones” se hunden en sus

contradicciones. No está en discusión la incidencia de la “revoluciones”

en la historia; lo que está en discusión es su decurso sinuoso,

contradictorio, ambiguo y, finalmente contra-revolucionario.

Como dijimos antes, no se puede renunciar a la utopía; no

solamente entendida como el no-lugar, en ninguna parte, sino como el

lugar que hay que crear. En la revisión histórica, no sólo nos

encontramos con la repetición de la trama política, sino también con

los nacimientos de las nuevas rebeliones. La historia - el peligro de

hablar así, es convertirla en un sujeto, que no es - parece jugar a los

dos lados, a la condena y a la esperanza. No hay fatalidad. Lo que

reaparece es una constante lucha entre poder y potencia social, entre

“pragmatismo” oportunista y sueño utópico.

Las nuevas generaciones de combatientes parecen aprender de

la historia. Ya no quieren ser “vanguardias”, pues observan que allí se

incuba la serpiente. Buscan nuevas formas de convocatoria, formas

colectivas y participativas de orientación de las prácticas políticas.

Cuestionan las representaciones y las delegaciones, como

usurpaciones de la voz y la palabra. Tal parece, que en el nuevo

horizonte de luchas, la perspectiva es una guerra prolongada contra

las formas polimorfas de reproducción del poder, la creación de

matrices sociales, políticas, culturales, de formas de consenso y

participación.

Lo acaecido, el desenlace político de la movilización prolongada,

su salida populista y nacionalista, que no es otra cosa que

conservadurismo estatal, no es el fin; como creen graciosamente los

voceros del gobierno, sobre todo su ideólogo, considerando a lo que

está más allá de ellos es nuevamente derecha. Lo que denota una falta

de imaginación. No hay fin, ninguna “revolución” es el fin; que es la

misma tesis, usada por otros, que la del teórico conservador Francis

Fukuyama. Hay recomienzo, nuevos nacimientos; la vida no deja de

364

fluir. Son estos jóvenes rebeldes que se levantan en las ciudades en

defensa de la educación, derecho común; son los jóvenes y pueblo que

se levantan por el pasaje libre, el uso del transporte gratuito, pues se

trata de un bien común; son los pueblos indígenas que defienden sus

territorios contra las trasnacionales extractivistas, defensa de la madre

tierra; son los pueblos del mundo que se levantan contra la opresión

inaudita del sistema financiero internacional. Una nueva revolución

mundial se abre en el horizonte, esta vez de todos los pueblos del

mundo contra sus gobiernos y estados, contra el imperio, la opresión

mundial, que forman parte del mismo orden mundial de dominaciones.

Un discurso anacrónico

De alguna manera un discurso tiene que ver con su contexto,

donde se lo emite, con la coyuntura, a la que se responde; pero, ¿qué

decir, de un discurso que parece encontrarse el 2006, cuando el

gobierno popular asumía el mandato, cuando tenía sentido distinguir

dos periodos, diferenciados, por la movilización prolongada? El

vicepresidente, el 22 de enero de 2014, expone un discurso, en la

apertura del Congreso; como si estuviera al inicio de la primera gestión

de gobierno, como si no hubiera trascurrido ocho años, como si nada

hubiera pasado, como si no hubiera corrido agua bajo el puente. Toda

su exposición se ha dirigido a distinguir entre las fases

correspondientes al gobierno de Evo Morales Ayma y las fases de los

gobiernos neoliberales. Una verdad trillada. Todos o casi todos, si se

quiere, la gran mayoría, saben, hay una evidente diferencia entre

ambos lapsos de periodos. Eso no está en discusión. El tema es otro,

la pregunta de la gran mayoría es: ¿Qué pasó?

A esta pregunta no responde el discurso del vicepresidente,

aunque lo pueda hacer, para explicar afirmativamente lo acontecido.

Habla como si no hubiera problemas, como si no hubiera preguntas a

las que responder, como si no hubiera un desplazamiento de sucesos

que hay que tomar en cuenta, de una u otra manera, para observar su

contingencia, ya sea para defender las hipótesis del gobierno o para

descartar las observaciones críticas. Nada, esto no existe. El

vicepresidente vive otro mundo, está en otra parte.

Este ha sido una conducta repetida por el presidente nato del

Congreso, este es un síntoma constante en sus discursos. Un desprecio

desenvuelto a los hechos, a los conflictos, a las preocupaciones de los

365

mortales. Sencillamente eso no existe; lo único digno de tomar en

cuenta son sus certezas, que sabe dios dónde se sustentan; lo único

valido son los conceptos que maneja; lo único importante es el

esquema abstracto, un esqueleto deductivo, al que recurre una y otra

vez. Un esquema elemental, maniqueo, de buenos y malos, de víctimas

y de patrones. Llama la atención una exposición tan simple en una

persona que se reclama de teórico marxista; las clases sociales, la

lucha de clases, la dinámica de la lucha de clases ha desaparecido.

Otra cosa notoria, en el discurso anacrónico, es su constante

alabanza al presidente del Estado, que, en verdad, no necesita de esos

halagos, ¿o sí?; requiere más bien de crítica, para corregir los

garrafales errores que hunden al proceso en profundas

contradicciones. ¿Por qué lo hace? ¿Una estrategia de poder? Es cierto,

que ninguno de los que están en el gabinete sería algo sin la

popularidad que todavía goza el presidente. ¿Esta aseveración lo

incluye al vicepresidente? Se puede decir que no, pues ya tenía ganado

un prestigio por arriesgar su vida en la lucha aniti-colonial. ¿Pero,

entonces? El problema es si el vicepresidente se mantendría donde está

si fuese consecuente con el perfil construido en sus años de lucha. No,

no podría estar ahí, pues es incompatible con la guerra anti-colonial.

El vicepresidente ha escogido en su dilema: ¿O continúa la lucha o se

inclina por el “pragmatismo”? Lo que al final es una renuncia a la lucha

anti-colonial. No hay que dar muchas vueltas sobre este asunto, tal

como lo ha hecho la vocería de la derecha, durante el periodo de

conflictos (2006-2009), convirtiéndolo en un monstruo; tal como lo

hace una vieja izquierda que ve en él un traidor. Ninguna de las dos

cosas, eso es reducir la explicación de los comportamientos y de los

procesos a un moralismo de cura de provincia o a al esquematismo de

principiante en su militancia.

Lo que ha pasado le ha ocurrido a León Trotsky cuando comandó

el ataque y la masacre a la vanguardia de la revolución rusa en

Kronstadt, contra los marineros revolucionarios; yendo un poco atrás,

eso es lo que le ocurrió a Vladimir Lenin, cuando decidió la ruta de la

Nueva Política Económica. Le ocurrió a Mao Zetung cuando abandonó

a su suerte a los guardias rojos en su lucha contra la burocracia.

Estando en el poder, llega un momento donde hay que escoger: seguir

conservándolo o intentar destruirlo. Este “pragmatismo” no es sólo

atributo del vicepresidente de Bolivia, es un síndrome compartido por

los líderes progresistas populares. Lo que es propio del vicepresidente

es su inclinación por sustituir los hechos por anti-hechos, para usar

366

esta palabra contrastante, para sustituir la “realidad” por un mapa de

representaciones, como lo hacía Daniel Salamanca, durante la guerra

del Chaco. Se ganaba la guerra en el mapa y en la mente de Salamanca

y se la perdía en el campo de batalla.

¿Es esta una defensa psicológica? Sobre todo cuando se puede

conjeturar, que en el fondo, sabe lo que ocurre. ¿Una manera inaudita

de concentrar la voluntad para continuar adelante, a pesar de todas

las contingencias, todas las debilidades, todas las contradicciones,

todas las miserias? Puede ser; entonces estamos ante un ser

desgarrado, escindido, entre el deber ser y lo que se es. Terrible. Hay

un drama solitario que sufren los caudillos, los líderes, los personajes

públicos, quienes se ven obligados a aparentar lo que representan, la

figura que creen que son los demás. Luchan denodadamente por

parecerse a una imagen construida, que no es más que eso, una

imagen pura, imposible. Son personajes que pierden la poca

humanidad que nos queda en un mundo corroído por la compulsión

comercial.

El drama no solamente es de las mayorías, que confiaron en un

gobierno llamado “su gobierno”, “nuestro gobierno”, que se encuentran

desencantados y sorprendidos, que no saben qué ocurrió, cuando ven

repetirse las mismas práctica de los anteriores gobiernos. El drama es

también de estos personajes, embarcados en cumplir con la demanda

de su imagen, estos personajes públicos que se pierden en su propio

laberinto.

La política no ha dejado de ser, digan lo que digan los cientistas

sociales, digan lo que digan los llamados “analistas políticos”, lucha por

las emancipaciones y liberaciones múltiples. Lo otro, lo que hacen los

“políticos”, es policía, defensa del orden establecido. No se trata de

convertir en monstruos a estos hombres públicos de la política, a estos

encargados de hacer cumplir la Constitución, cuando lo que hacen es

todo lo contrario, haciendo de esta manera una catarsis; se trata de

comprender las dinámicas complejas y entrelazadas, que se tejen en

las entrañas mismas de los procesos. Es menester la crítica constante,

mirando en el presente la oportunidad y la ocasión de influir en los

acontecimientos, con la participación colectiva, por más imposible que

parezca. Es indispensable la continuidad de las luchas; separarse

radicalmente de esa conjetura de que este es el fin, la realización de

un desenlace definitivo; de decir que así no más son las cosas, es mejor

desentenderse; optar por salidas desesperadas o por salidas

“pragmáticas” electorales.

367

Poniendo los puntos sobre las íes

Retórica y realidad del discurso gubernamental

¿Cuál es el problema? ¿En qué consiste? ¿Cuál es su

composición? El debate que no se da, empero, se plantea, con los

voceros del gobierno, con el gobierno mismo, con su ideólogo, se da

en torno al desistimiento de la Constitución, al incumplimiento de las

trasformaciones estructurales e institucionales que deberían darse, por

las que se peleo en la movilización prolongada (2000-2005). No se da

el debate porque los voceros, el gobierno y su ideólogo no quieren

debate. Les basta, seguros del control absoluto que ejercen del Estado,

con acudir a la propaganda, a la publicidad y a elementales

interpretaciones oficiales, que reducen la narrativa del proceso a los

contrastes con los gobiernos anteriores. No dicen nada respecto a los

contrastes de lo que hacen respecto de lo que establece la

Constitución, salvo justificaciones espantosamente estrambóticas, que

no explican sino embrollan. El gobierno cree que debate con una

“derecha” tradicional, prácticamente insignificante como convocatoria

política; en realidad discute con el fantasma de una “derecha”

desaparecida con su derrota política en El porvenir-Pando. Lo hace

368

pues necesita de esa “derecha” para parecer “izquierda”. Es la

búsqueda de un contraste comunicacional lo que busca como parte de

la imagen electoral perseguida. Esa discusión con una “derecha”

insignificante no es más que pantalla; no asume la interpelación de los

hechos, no ve, se enceguece, ante las evidentes contradicciones; no

quiere responder a la crítica desde la “izquierda”, usando también este

término tan discutible, desde la perspectiva histórica y desde la

complejidad de los procesos.

No está en discusión el contraste positivo con los gobierno

neoliberales, no está en discusión los beneficios de la nacionalización,

en los límites que el propio gobierno la ha dejado, no está en discusión

lo que ha habido de redistribución del ingreso, a partir de la política

de los bonos, de alcance de impacto coyuntural; también como efecto

del crecimiento económico. No está en discusión la expansión de la

infraestructura de carreteras, que es notorio, a pesar de los síntomas

de corrupción. Tampoco está en discusión que, a pesar de todo, a pesar

de que sólo se ocupa el lugar del otro, se ha dado un empoderamiento

indígena y popular, ciertamente sin transformar la misma arquitectura

estatal y manteniendo las mismas prácticas de gestión. Esto no está

en discusión. Lo que está en discusión es que no se dieron las

transformaciones estructurales e institucionales que establece la

Constitución. No hay Estado plurinacional comunitario y autonómico,

por más que se desgañite el sistema de propaganda y comunicación

del gobierno. La publicidad no sustituye a la “realidad”. La discusión

está en que a pesar de la nacionalización, el gobierno no la continuó;

prefirió entregar el control técnico de la producción a las

trasnacionales, el problema es que el gobierno tiene una política

minera muy parecida, sino equivalente, a la política minera neoliberal,

salvo la demagógica extensión de concesiones a las cooperativas

mineras. El problema es que el gobierno no ha realizado una segunda

reforma agraria, preservando a los grandes latifundistas. El problema

es que el gobierno, debido a su “pragmatismo”, ha preferido pactar con

la burguesía, por lo menos con los sectores que se inclinaron por la

política económica del gobierno, convirtiéndose, poco a poco, en un

gobierno que administra los intereses de la burguesía recompuesta, la

anterior y los nuevos ricos. El problema es que el gobierno,

contentándose con haber mejorado las condiciones de las relaciones

de intercambio, por medio de la nacionalización, ha renunciado a una

lucha sostenida y efectiva por la independencia económica, por la

soberanía alimentaria, convirtiéndose en un Estado que vuelve a

administrar la transferencia de los recursos naturales a los centros del

369

sistema-mundo capitalista, como la hacen casi todos los Estado-nación

subalternos. Estos son algunos de los problemas, puestos en la mesa,

tanto por la crítica como por la evidencia de los hechos.

No vamos a entrar, ahora, en otros problemas, que tienen que

ver con la consistencia misma del llamado “proceso de cambio”, no en

lo relacionado a las contradicciones histórico-políticas, sino a la

“materia”, a la corporeidad, a las subjetividades, inherentes a las

prácticas y estructuras ético-morales que acompañan al propio

proceso. Estos problemas son importantes, pues, al final de cuentas,

son “sujetos” sobre los que se sostiene la voluntad política, la

posibilidad de mantener, continuar e incluso profundizar el “proceso”.

Si no hay condiciones ético-morales para sostener el desafío, el

“proceso” puede hundirse en el marasmo de la corrosión y las prácticas

paralelas. Estos temas los tratamos en otro escrito, nos remitimos al

mismo200.

Tampoco vamos a tocar los conflictos sociales, políticos y

territoriales que han desenmascarado al gobierno. Lo hicimos en otros

escritos, también nos remitimos a estos201. Lo que importa ahora es

concentrarse en un perfil ilustrativo del problema, el relativo a la

retorica del gobierno, a su excedente especulativo, a su desborde irreal

respecto a lo que acontece. Este es el tema, que aunque no sea de

fondo es importante. Si el gobierno, sobre todo su ideólogo,

mantuvieran el discurso sólo en lo que efectivamente hacen, en el

reformismo, si no se embarcarían en la especulación, que también es

una mentira, diciendo que ya estamos en el Estado plurinacional,

comunitario y autonómico, que se ejerce la democracia participativa y

comunitaria, que se consolida el bien común, pretendiendo que se tiene

una base comunitaria como núcleo de las políticas públicas, cambiaría

el lugar de la discusión. Quizás esto sería más saludable.

Un argumento sostenible, aunque no estemos de acuerdo,

empero, con el que se tiene que tener una consideración a partir de la

exigencia de objetividad, es el que sostiene que no es posible ni viable

una radicalización del proceso, que lo importante es sostener

modificaciones paulatinas, graduales, para prolongar el “proceso de

cambio”. Que lo que se hace es lo que se puede. Que para comenzar a

200 Ver de Raúl Prada Alcoreza Diagrama de poder de la corrupción. Bolpress; La Paz 2012. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2012-2013. 201 Ver de Raúl Prada Alcoreza La guerra de la madre tierra; Autodeterminación, La Paz 2013. Bolpress; La Paz 2012. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, http://pradaraul.wordpress.com/, La Paz 2011-2014.

370

construir el Estado plurinacional, primero, tenemos que concluir lo

pendiente, lo faltante en el Estado nación. Este es un argumento

fuerte, aunque no estemos de acuerdo. La discusión se traslada a otro

terreno, al terreno de lo posible. Ya no se discute lo que dice hacer el

gobierno y, en verdad, no ocurre eso, pues esa pretensión no es más

que una grotesca impostura.

Hipotéticamente, si fuera este el caso, si la discusión fuera esta,

hagamos un ejercicio: Supongamos que este argumento realista es

válido, tiene razón. No se puede ir más lejos ni más rápido, las

condiciones de posibilidad histórica lo impiden. ¿Cómo respondemos

ante semejante argumento?

Respuesta

¿Qué es lo posible? ¿Es lo que se puede hacer, considerando las

circunstancias? ¿Es lo que considera el realismo que es posible como

“realmente” posible? Esto no es hablar de lo posible, sino de la

continuidad de lo real, en los cánones del tiempo-cronograma, del

tiempo institucionalizado. Lo posible es lo que anida en el espesor del

momento, dependiendo de la voluntad para hacerlo emerger. Lo

posible, por más paradójico que parezca, es la utopía. Utopía realizable

por el gasto heroico, que se enfrenta a la realidad y a la historia. Lo

posible es la creación de la potencia social.

Ahora bien, esto puede parecer teórico y hasta romántico,

doblemente utópico. Es cierto; empero, la cuestión es que, en

determinadas circunstancias, esta utopía se hace posible, emerge de

la matriz de la “realidad” efectiva. Esto ocurre cuando acontece

masivamente el gasto heroico, la rebelión contra la realidad y la

historia, la rebelión contra el destino, contra la fatalidad. Con esto

llegamos a un núcleo, si podemos hablar así, del problema. La

“realidad” no es real, es una construcción institucional. No conocemos

lo que es, eso que la filosofía ha reducido al concepto esencialista de

ser. Lo que si podemos comprender es que cuando nos proponemos

colectivamente a cambiar, a crear, la llamada “realidad” cambia. A esto

se ha llamado, en la modernidad, “revolución”.

Entonces el problema está en lo que quieren hacer las

colectividades. El mundo cambia cuando quieren las colectividades

cambiarlo. Es demasiado restringido, demasiado conservador, decir

que lo que es se reduce a lo que conocemos, a lo que parece seguro,

371

desechando la audacia y los riesgos. Lo que es hay que crearlo, lo que

es, es lo que creamos. No se puede renunciar a crear, a inventar, sin

renunciar a la vida misma, que es precisamente eso, potencia,

creación, invención. El Estado, entendiendo que es la sociedad,

conformada en todo su conservadurismo, en toda su vulnerabilidad, en

todo su anhelo de seguridad y de estabilidad, es el mecanismo, el

procedimiento, la estrategia y el aparato descomunal para inhibir la

capacidad creativa de la sociedad, manteniéndola en los reductos

conocidos.

Bajando, como se dice popularmente, es decir, ubicándonos en

el objeto de la discusión, lo posible en el “proceso de cambio” boliviano

es lo se puede crear, lo que se puede inventar, teniendo en cuenta el

horizonte abierto por la Constitución, que no es otra cosa que el

horizonte abierto por el poder constituyente, los movimientos sociales.

Empero, lo posible se hace posible cuando la colectividad, como

integración de voluntades, lo quiere. Tal parece que la colectividad lo

quiso durante las jornadas del 2000 al 2005; pero, ahora, no parece

quererlo. El conservadurismo de gobierno, en parte responde, al

conservadurismo actual de las y los que podrían formar parte de los

movimientos sociales presentes.

Nuestra respuesta, hay que reconocerlo, tiene sus condiciones y

sus límites. Teóricamente puede ser sugerente, aperturante,

adecuado; empero, si la mayoría, usando este término democrático,

no quiere y prefiere la seguridad del momento, lo posible no es posible.

Eso es lo que parece pasar ahora.

En estas condiciones, si fuesen ciertas, pues no se sabe, pues el

pueblo actúa pasionalmente en los momentos de congregación de

voluntades heroicas, qué es lo que queda. ¿Hacer lo mismo, es decir

renunciar? Esto sería grave, pues sería una aceptación general,

absoluta, de la impotencia. En la historia, se ha mostrado que ocurre

algo interesante, inquietante, cuando se da una depresión generalizada

o un conservadurismo generalizado, si se quiere, un conformismo

generalizado; cuando ocurre esto, siempre se da, por otro lado un

radicalismo, un inconformismo, el germen de una nueva subversión.

Hoy asistimos a una nueva subversión de la nueva generación de

luchas sociales; los zapatistas continúan con su utopía autonómica,

implementada en las comunidades de la selva lacandona. El germen

de la subversión de la praxis renace en los jóvenes heterodoxos, que

reclaman el derecho a una educación de calidad, como bien común; en

los jóvenes y pueblo indignado, que exige un transporte gratuito; en

372

los pueblos despojados, que se levantan contra la dominación del

sistema financiero internacional; en los pueblos indígenas que se

oponen a los proyectos extractivistas, defendiendo sus territorios y la

madre tierra. Estos contrastes alientan, pues nos muestran los ciclos

de las luchas sociales. Es indispensable seguir, decir, ¡La lucha

continua!

El mapa, usando esta metáfora cartográfica, del acontecimiento,

configuración adecuada para expresar lo que vivimos en términos de

espacio-tiempo, es amplio. Supone distintos estratos y

sedimentaciones. Nada es homogéneo ni puro, el acontecimiento es

plural y profuso; hay momentos o lapsos del acontecimiento que

pueden estar compuestos por una candente efusión que empuja a

transformaciones generalizada; empero, también se dan situaciones

donde prepondera un clima más templado, cuando se prefiere el ritmo

de la calma. En este mapa, siguiendo con la representación

cartográfica, la distribución de la configuración contiene de todo; es

decir, se da lugar a una conjunción no solamente de diferentes

tendencias, sino también de diferentes funciones. La tendencia radical,

usando una expresión conocida y popularizada, sin discutir si es o no

adecuada, cumple una función, dejar abiertas las puertas de la utopía,

de la creación, de lo imposible en la matriz de lo posible. Esta es la

razón, que en los momentos más grises, que no corresponden al

nuestro, al vivido por los bolivianos, aparece siempre el anuncio de de

un nuevo día, de un nuevo horizonte, por más delirante que parezca.

Bajo estas consideraciones, en esta perspectiva, no se puede

aceptar el papel de jueces. Los que juzgan a los “pecadores” por haber

roto los mandamientos. Esta perspectiva moralista es la expresión más

extrema del poder y la violencia contra la condición humana. El juez es

la manifestación del terror que se siente ante lo desconocido, es un

acto de castigo y disciplinamiento en contra de lo que se considera es

una desmesura de la misma humanidad compartida.

¿Cuál es el papel? La crítica, la saludable y necesaria crítica, que

forma parte de los campos de luchas, en las entrañas mismas del

“proceso”. No juzgar, sino interpelar, convocando al ajayu, a la

qamasa, de las singularidades subjetivas, de las composiciones

comunitarias y colectivas. Si la convocatoria no es escuchada en el

momento, si no es viable la asamblea, la deliberación y el consenso,

no es señal que no es posible, sino que no hay condiciones “objetivas”

y “subjetivas”, como antes se decía, para que esto acontezca ahora.

Sin embargo, la tarea de la crítica es mantener el fuego encendido para

373

cuando haya que incendiar la pradera, recurriendo a la metáfora de

Mao, tan conocida.

Incertidumbres y vicisitudes políticas

El dilema para el tipo generalizado de político es ¿cómo conservar

el poder? El problema para una coyuntura política, en un periodo

descendente, si se puede hablar así, conservando la analogía con el

comportamiento de los ciclos medios económicos, propuestos por

Kondrantieff, es como volver a encontrar un punto de inflexión que

convierta la curva descendente en una curva ascendente. El tema

crucial de un partido gobernante, más si es un gobierno progresista,

es ¿cómo evitar quedar atrapado en la mirada del espejo del poder?

Mirada que lo desconecta de la “realidad”, le hace creer que la

“realidad” es la imagen que tiene de ella el poder, que no es otra cosa

que una perspectiva vista desde el palacio. Si no se resuelven estos

problemas, incluyendo la obsesión del político por preservarse en el

poder, el decurso probable es el del desgaste cada vez mayor, mayor

vulnerabilidad ante las contingencias, sobre todo por asentarse en

fuerzas internas cada vez más corroídas.

La coyuntura política por la que pasa Bolivia es particularmente

complicada. Un proceso de cambo en crisis, plagado de

contradicciones, a pesar de sus reformas. Una segunda gestión de

gobierno de carácter, mas bien, regresivo, en contraste con la primera

gestión de gobierno. La paradoja es que la primera gestión no contaba

con la Constitución, en cambio la segunda gestión sí. En la primera

374

gestión se convoca a la Asamblea Constituyente y se nacionalizan los

hidrocarburos; en la segunda gestión se incumple con la Constitución,

a pesar de contar con los 2/3 del Congreso. Gobernantes, cuya

psicología narcisa y engreída los enajena, cada vez más alejados de

una lectura adecuada de la “realidad”, cada vez más apegados a la

ilusión de su propia propaganda. Una segunda gestión donde

preponderan errores crasos, como la medida del “gasolinazo”, el

conflicto del TIPNIS, la represión en Chaparina, cooptación

indiscriminada, sin institucionalidad, de los Órganos del Estado,

cooptación descomedida de todas las dirigencias sociales, sin darles

espacio para su propia autonomía, autogestión y deliberación. Una

política exterior sin rumbo, salvo los conocidos chauvinismos de todos

los gobiernos. Lo de la defensa de la madre tierra quedó atrás; el último

gesto, en esta perspectiva, fue la contra-cubre de Tiquipaya. Entrega

cada vez más notoria a la dependencia de las empresas trasnacionales,

en minería y en hidrocarburos, a pesar, que en este último caso, se los

nacionalizaron. Un desborde de excesos electoralistas, que imprimen

un sello artificial al llamado proceso de cambio, dejando de lado la

evaluación “objetiva” de lo que ha acontecido y de lo que acontece.

Todo esto, errores garrafales, en política, encubiertos por una

compulsiva y descomunal propaganda y publicidad, como si estos

recursos comunicacionales pudieran cambiar los hechos, los eventos y

los sucesos.

La particularidad de la coyuntura radica no tanto en que está

teñida por el ambiente electoralista, sino que el gobierno ya comienza

a enfrentar un cierto reagrupamiento de la llamada “derecha”, además

de un “centro”, y sobre todo de una ofensiva retomada por los

dispositivos de intervención del orden de dominación mundial. Esto

último no tiene nada que ver con el esquematismo repetido del

“antiimperialismo” del siglo pasado, discurso mecánico con el que

pretenden legitimarse los regímenes progresistas, a pesar de sus

contradicciones, ungiéndose con el fantasma de antiguas luchas

heroicas contra el imperialismo real de entonces. Esto último, la

intervención de los dispositivos de dominación, tiene, mas bien, que

ver con el aprendizaje de los dispositivos mencionados, de las lecciones

aprendidas por éstos, de las revueltas, rebeliones, levantamientos y

movilizaciones populares contra el proyecto de despojamiento y

desposesión neo-liberal. Las convocatorias de las resistencias a los

gobiernos progresistas, como en el caso de Venezuela, tienden a ser

masivas, debido, no tanto a la conspiración, como a las

contradicciones de los gobiernos progresistas y sus inconsecuencias.

375

Las convocatorias de las resistencias a los gobiernos autoritarios, como

en el caso de la “primavera árabe”, han sido multitudinarias. No se

puede explicar estas movilizaciones, de ninguna manera, por la

intervención foránea, aunque la haya habido. Ocultar los núcleos de las

crisis no ayuda en nada a comprender la mecánica de las fuerzas en

juego en estas crisis políticas.

En cierto sentido, la geopolítica de dominación del orden mundial

es nueva, debido a este aprendizaje. La simulación de revoluciones, de

revueltas y movilizaciones, otorgándoles un carácter anti-autoritario,

por lo tanto “democrático”; revueltas, revoluciones y movilizaciones

que no se inventan, pues son generadas por el descontento de la

gente y por las contradicciones de los procesos en cuestión. La

intervención no está en inventar estos sucesos, no podrían hacerlo,

está en participar en ellos, buscando un desenlace propicio a sus

intereses. Para enfrentar este tipo de intervención no sirve para nada

recurrir al viejo discurso “anti-imperialista”, de un “imperialismo” que

ya no está, aunque haya dejado su fantasma. Lo importante es

visualizar las transformaciones del imperialismo, su nueva estructura

de funcionamiento, su carácter histórico en el presente, su relación

categórica con el sistema financiero internacional y las trece mega-

empresas trasnacionales extractivistas. Lo indispensable es

comprender su fisonomía política actual, el proyecto de poder

inherente, la participación en este orden mundial del capital de las

nuevas potencias emergentes, sin caer en el ingenuo discurso de que

son las nuevas potencias que disputan al “imperialismo” la hegemonía,

sin ver que forman parte del imperio, cuya estructura se fortalece con

su participación.

La intervención de estos dispositivos no se la combate negando

la “realidad”, negando que hay descontento, que hay contradicciones,

que hay movilizaciones, sino aceptando estas manifestaciones como

expresiones sociales de la crisis política. La habilidad consiste en

separar lo que corresponde al descontento social de lo que corresponde

a la intervención, que puede ser mediática o adquirir un tono más

directo. El reconocimiento de que hay problemas ayuda a avanzar en

su resolución. Los conflictos sociales no se resuelven con represión, ni

con la estigmatización de la movilización; se los resuelve buscando

desvanecer las causas del conflicto, buscando soluciones de consenso.

El aprendizaje político es permanente, la adecuación a la coyuntura y

nuevas circunstancias debe ser continua; cerrarse a esta flexibilidad es

como decir lo que sé ya es todo, eso basta; las verdades que manejo

376

son las últimas, definitivas. Todo lo que contradice estas verdades es

reaccionario y debe ser descartado. Cuando se tiene este tipo de

actitudes es como anunciar el comienzo del fin. Se anuncia el

crepúsculo de un régimen que ya no quiere aprender nada, tampoco

quiere adaptarse a las exigencias de la coyuntura.

La aparición de Gonzalo Sánchez de Lozada en la televisión,

respondiendo a una entrevista, reconociendo errores, confesando

presiones, concluyendo que él prefirió renunciar a enfrentar una guerra

civil, es sintomática, en esta coyuntura. Una coyuntura signada

además por las denuncias del ex-fiscal Soza, del oficial Ormachea, por

la fuga de ciudadano estadounidense Jacob Ostreicher y del senador

Roger Pinto. En un momento cuando sale a relucir que la operación en

el Hotel de las Américas en Santa Cruz de la Sierra, contra el supuesto

grupo terrorista y separatista, fue un montaje sangriento.

Independientemente de las conexiones de este grupo con los

empresarios cruceños o, en su defecto, con el gobierno. A esta

situación pavorosa hay que añadirle la extensión dramática de la

economía política de la cocaína. No es pues casual esta aparición,

teniendo en cuenta la proximidad de las elecciones.

Las hipótesis de los escenarios pueden ser variadas; empero, interesa,

especulativamente, hurgar en alguna. Desde la caída del ex-

comandante de Policía René Sanabria hasta la detención del oficial ex

jefe anticorrupción de la Policía boliviana Fabricio Ormachea, los

dispositivos de inteligencia cuentan con información, que sea de un

tipo o de otro, sea o no verificada, puede ser usada en contra de un

gobierno progresista. ¿Qué hay entre manos? ¿Qué es lo que saben?

¿Cómo usaran esta información antes de las elecciones? En otras

palabras, el problema no son los frentes que contiende el MAS, para

las elecciones, fuera de ser el MAS también parte del problema, sino

esta ofensiva de los dispositivos de dominación del orden mundial.

Para dibujar una figura ilustrativa, el proceso de cambio, que no

es ninguna persona, ni sujeto, como suele confundirse, sino un

acontecimiento, se encuentra abandonado a su propia suerte; vagando

entre las corrientes de la turbulencia política, en la composición de una

trama ya contada. Un proceso de cambio no asumido por el gobierno

progresista, salvo demagógicamente o en el festejo simbólico de

transformaciones ausentes; un proceso de cambio en crisis, que si no

ha muerto ya, enfrenta la ofensiva de los dispositivos internacionales

frente a los gobiernos progresistas de Sud América.

377

Obviamente, la defensa de estos procesos de cambio no se

encuentra en la estridente retórica de gobiernos progresistas, que

dicen enfrentar el “imperialismo”, cuando no pueden ocultar sus

contradicciones ni sus alarmantes corrosiones y corrupciones. Menos

en la opción violenta de la represión. La defensa de estos procesos se

encuentra en la crítica, en la movilización crítica, en la lucha contra

esta ofensiva internacional, acompañándola con la lucha contra la

burocracia, la demagogia, la impostura, la suplantación del proceso de

cambio por un gobierno que usa su nombre para limitar los alcances

del mismo, sino es para hacerlo desaparecer, convertido en figura

retórica.

La defensa del proceso de cambio no radica en descalificar a los

frentes de oposición como “derecha”, aunque lo sean, teniendo en

cuenta que la nueva “derecha” ya es el gobierno. La defensa del

proceso de cambio requiere resolver, en la encrucijada, los problemas,

las contradicciones y los obstáculos que lo afligen. La defensa del

proceso de cambio es su profundización. Esto requiere del desmontaje

del poder, del Estado, de los aparatos de poder y la maquinaria estatal,

aunque sea en forma de transiciones desiguales y combinadas; en unos

casos más rápido, en otros casos más lento. Lo que no se puede

aceptar es seguir en la trampa, entrampados en la demagogia, en

prácticas políticas sin escrúpulos, en costumbres políticas bochornosas

reiteradas, además efectuadas a nombre del mismo proceso de

cambio. Esta manera de actuar es la de sepultureros dentro de casa.

378

La política como campo de fuerzas

El llamado análisis político, sobre todo el relativo al comentario

político, ha reducido el análisis al comentario; comentario de lo que

hace o deja de hacer el gobierno, de sus contradicciones, de sus faltas.

Incluso pueden pretender un balance y sopesar lo positivo en contraste

con lo negativo. Este análisis supone que la política se concentra y

resume en el gobierno. Este es un punto de vista nucleado en la

gestión de gobierno. Esta perspectiva no alcanza a ver el contexto en

el que se mueve el mando y la autoridad política, perdiendo de vista la

interacción del gobierno, si se quiere, usando una metáfora sistémica,

con su entorno. Las claves para entender lo que hace o no hace la

jurisdicción y administración gubernamental, sus contradicciones, sus

faltas, sus aciertos, sus balances, se encuentran precisamente en esta

interacción. Por lo tanto este tipo de análisis se queda sin explicación

o deja muchas preguntas pendientes.

Sin embargo, tampoco es suficiente con abrirse al contexto,

manteniendo la perspectiva, que llamaremos “sistémica”, sin mayor

discusión, por razones ilustrativa, pues el concebir un centro y un

entorno, si se quiere una periferia, es establecer, como conjetura

espacial, la predominancia del centro, la iniciativa del centro, respecto

de una subordinación y de una pasividad del entorno. Eso tendría que

demostrarse primero, antes de sólo suponerlo. Sin embargo, el

suponer el centro es desde ya tener una pre-concepción de la política,

379

reducida a gestión de gobierno, reducida a gestión pública, a

administración de conflictos, en torno al ejecutivo, aunque se tome en

cuenta a los demás poderes del Estado. En el mejor de los casos, es el

Estado, el que se convierte en el centro y la sociedad en el entorno.

¿Cómo explicar el Estado sin la interacción con la sociedad?

Ahora bien, tampoco se trata sólo de interacción, manteniendo la

perspectiva que hemos llamado “sistémica”, pues queda por demostrar

que, para explicar las dinámicas políticas es necesario colocar al Estado

en el centro del campo de fuerzas de la política. Esta centralidad forma

parte del imaginario estatal. Al respecto, no basta decir que se trata

de diferentes perspectivas, que se puede tener una perspectiva estatal,

como se puede tener una perspectiva societal, en la cual la

preponderancia radica en las dinámicas sociales. De lo que se trata es

de comprender cómo funciona el campo de fuerzas de la política,

independientemente de estas perspectivas.

Partamos, de manera diferente, del juego horizontal202 de

perspectivas, tratando de percibir el acontecimiento político desde su

multiplicidad de singularidades. Este es un cambio, no de perspectiva,

sino de construcción de la mirada y de constitución de la comprensión,

retomando la experiencia de la percepción social, es decir, retomando

la experiencia social como matriz de la memoria social. Desde esta

manera de articular perspectivas, horizontalmente, el gobierno es una

de las fuerzas en el juego, en la dinámica y la correlación de fuerzas

en el campo político. El Estado es una maraña de fuerzas, más o menos

afines, que también juegan, con sus pesos, sus direccionalidades, sus

tendencias, en el campo de fuerzas de la política. Las otras fuerzas no

es que sean sociales, a diferencia de las fuerzas del Estado, pues las

fuerzas del Estado son también sociales; sólo que son fuerzas sociales

capturadas en la malla institucional del Estado. En lo que respecta a

las otras fuerzas, hablamos de fuerzas sociales no capturadas por las

mallas institucionales; en unos casos, no del todo; en otros casos,

preservando su autonomía creativa.

La política concebida como campo de fuerzas, donde las fuerzas

actúan en la horizontalidad del despliegue de sus dinámicas físicas, nos

exige comprender la mecánica de las fuerzas en su mutua y plural

afectación. La fuerza del gobierno no actúa en espacio vacío, sino en

un espesor habitado por fuerzas convulsionadas. De lo que se trata es

de explicarse la actuación del gobierno no sólo por voluntad de sus

202 Usamos el término horizontal como metáfora. La espacialidad y el espaciamiento es más complejo.

380

gobernantes, que es lo que se acostumbra, sino a partir de la

interacción con las fuerzas del campo político. Lo que hace el gobierno

también depende de lo que dejan hacer o impiden hacerlo las otras

fuerzas. Con esta tesis salimos de la casilla jurídica-política, que evalúa

la actuación del gobierno a partir del cumplimiento o incumplimiento

de las leyes. También marcamos la diferencia con las teorías que se

explican el comportamiento gubernamental por la voluntad o falta de

voluntad de los gobernantes.

Sin hablar de corresponsabilidad de todas las fuerzas del campo

político en el comportamiento del gobierno, pues lo de

corresponsabilidad tiene una connotación moral, sino hablando de la

incidencia de todas las fuerzas, podemos sugerir que todas las fuerzas

inciden en el comportamiento del gobierno, dejando hacer o impidiendo

hacerlo. Contando, claro está con el peso de las fuerzas concurrentes.

Al respecto es ilustrativo y aleccionador observar, que cuando las

fuerzas, que se movilizaron para dar apertura un proceso de cambio,

se conforman con lo conseguido, que puede ser la llegada al gobierno

de la opción considerada propia, el gobierno considera este

conformismo como un permiso para actuar como vea conveniente. Este

conformismo es un dejar hacer, permitiendo que la fuerza del gobierno

se explaye en las consecuencias de sus incursiones políticas. Estas

incursiones políticas y sus consecuencias cuentan no solamente con el

aval de las fuerzas sociales, sino que estas fuerzas sociales se limitan

a una función pasiva. Al hacerlo, su conformismo y pasividad afecta a

la fuerza gubernamental, dejando que las tendencias inherentes se

desplieguen libremente, por así decirlo. Si estas tendencias son

conservadoras, que es lo más probable, pues se trata de funcionarios

interesados en administrar, no en transformar, las tendencias

gubernamentales van a limitar los alcances abiertos y posibles del

proceso de cambio.

Entonces debemos explicarnos la crisis de un proceso de cambio

no solamente por los errores de los gobernantes, tampoco por sus

perfiles personales, sus caprichos, sino, sobre todo, por el conformismo

generalizado en los que se movilizaron por la apertura del proceso de

cambio.

Ciertamente las fuerzas sociales que se movilizaron no son las

únicas otras fuerzas del campo político, sino parte de estas fuerzas.

Hay otras que también intervienen en el decurso de los sucesos e

inciden en el comportamiento del gobierno.

381

De estas otras fuerzas, visibles, podemos identificar a las que se

reconocen como de oposición, que visto, como fuerzas, no como

reducidas expresiones partidarias, corresponden a fuerzas sociales. Se

trata, en primer lugar, de fuerzas sociales vinculadas a dominios

económicos, culturales, monopolio de relaciones y de influencias; se

trata de fuerzas sociales nucleadas, acostumbradas al mando y a la

administración.

En el contexto, también están otras fuerzas, de magnitud más

amplia, vinculadas a dominios profesionales, también a dominios

técnicos, también a saberes urbanos específicos, como el conocimiento

y desplazamiento en los recorridos de lugares de entretenimiento, en

el recorrido del manejo de redes urbanas de amistades, en el manejo

de las técnicas de impacto comunicativo. Estas fuerzas sociales, más

numerosas y dispersas, que las nucleadas, inciden en las selecciones

de opciones, también en los cómputos electorales. Aunque no se puede

generalizar una amalgama de tendencias, en este caso, se puede decir,

con cierta incertidumbre, que estas fuerzas tienden a lograr la

estabilidad, el equilibrio, las pausas, ya sea en coyunturas de cambio

o, al contrario, en coyunturas regresivas.

Las fuerzas populares, las vamos a llamar así, por razones de

simplificación ilustrativa, contienen una pluralidad de estratificaciones

sociales, perfiles, transiciones, incluyendo a las variaciones del

proletariado, a las variaciones migratorias a las ciudades, no sólo por

antigüedad, sino por procedencia, además de las polifacéticas

formaciones sociales “rurales”. De ninguna manera se descarta la

participación en el espesor de lo popular de los estratos profesionales,

técnicos, de redes urbanas afincadas en sus dominios de la ciudad

visible. Todo depende de las características de los periodos, de las

perspectivas que tejen los discursos ideológicos. Ciertamente, lo

popular es cuantitativamente más numeroso, son fuerzas que cuentan,

además de las cualidades que contienen, con la “fuerza” de la cantidad.

Estas fuerzas identificadas no son todas las fuerzas del campo

político. Hay otras, menos visibles, opacas que, sin embargo, pueden

incidir con mayor influencia en el comportamiento del gobierno.

¿Cuáles son estas fuerzas? ¿Qué clase de fuerzas son estas? ¿Dónde

se encuentran? Cuando hablamos de campo político no se crea que el

campo, que es una representación abstracta de los espesores donde

se desplazan las fuerzas, se circunscribe dentro las fronteras de la

geografía política del país; de ninguna manera. Estamos en un mundo

no solamente globalizado, sino integrado, en el sentido de su

382

concomitante articulación; un mundo compenetrado. Un mundo de

espacios entrelazados. No hay afuera, ni exactamente adentro. Todo

está entrelazado. Estas certezas, que devienen de la experiencia social

contemporánea, adquieren mayor connotación cuando nos referimos

al campo económico.

Las fuerzas de las que hablamos son como los nervios del cuerpo

del sistema-mundo capitalista. Una economía-mundo integrada por el

sistema financiero mundial; sistema financiero hegemónico y

dominante, que ha desplazado la valorización del capital, de su

subsunciones formales y reales, a la valorización especulativa.

Sistema-mundo, que en la actualidad, conforma dos dimensiones

reproductivas del capital. Una aparente, la que podemos llamar ficticia,

pues se basa en la especulación y en la inflación; la otra, “real”, en el

sentido material, que definitivamente sostiene la valorización

especulativa, que no tendría ninguna consistencia, si no fuera por la

valorización material. Esta valorización material tiene su base

primordial en el expansivo modelo extractivista, cada vez más

destructivo, debido a las tecnologías de efectos desbastadores en uso.

La valorización real se efectúa por despojamiento y desposesión, la

valorización ficticia es matemática.

Estas fuerzas actúan no solamente en el campo económico, sino

también en el campo político. En el campo político se conectan con el

Estado y los gobiernos a través de contratos, convenios, concesiones,

proyectos, programas y leyes. Estos contratos se aplican, se realizan,

se ejecutan técnicamente, haciéndose posibles a través de los canales

financieros. Los congresos, los poderes legislativos, son los que

ratifican estos contratos, convenios, concesiones, proyectos,

programas y leyes. El cuadro de la participación de estas fuerzas del

sistema-mundo capitalista, de la economía-mundo capitalista, en el

campo político especifico del país, es como de una malla envolvente.

Están las representaciones, las oficinas de las representaciones, los

personeros de las empresas, localizados en lugares identificados. Pero

también están las reuniones, los lobby’s, los acuerdos, las unidades

técnicas, como movimientos crono-gramados y agenda-dos. En los

espacios concretos, están la geografía de las concesiones, así como la

geología de las concesiones, son los territorios donde funcionan los

enclaves trasnacionales. Los vínculos con altos personeros de gobierno

y presidentes, gerentes y directores de empresas públicas son los

nudos de influencias y complicidades. También deberíamos nombrar,

en este espaciamiento, a los pasillos de tránsito; abogados o directores

383

técnicos de las empresas públicas terminan contratados en las

empresas trasnacionales. Toda esta malla, tejida de meollos, es como

parte de la topología del sistema-mundo capitalista en el campo

político. Esta parte topológica es ciertamente estratégica.

La influencia de las fuerzas “trasnacionales”, las llamaremos así,

para no buscar un término teórico adecuado, sobre todo teniendo en

cuenta la mirada genética de la teoría de los campos, es determinante,

sobre todo cuando los gobernantes son vulnerables a sus encantos.

Entonces, la tesis es la siguiente:

La dinámica de las fuerzas en el campo político, entendiendo

como una de esas fuerzas al gobierno, no solamente da lugar a una

especie de resultante, en la geometría de estas fuerzas, sino afecta

diferencialmente a todas las fuerzas involucradas. El comportamiento

de la fuerza gubernamental se explica por la mecánica de estas

fuerzas, por la geometría de estas fuerzas, también por la afectación

de esta mecánica, de esta geometría, de estas dinámicas, en periodos

y coyunturas determinadas.

Al respecto, es caricaturesco pretender explicar el

comportamiento gubernamental a partir de la conjetura moral de la

culpa. Esta interpretación es sugerentemente compartida por

“derechas” e “izquierdas”; ambas parten del paradigma de la

culpabilidad. Ambas son profundamente cristianas. Esta crítica, de

ninguna manera, sostiene tampoco la interpretación gubernamental;

una interpretación, que también usa la teoría de la culpabilidad para

defenderse y para explicar sus propios dramas y contradicciones. Sólo

que, en este caso, la culpa la tienen los otros, los de la oposición, los

conspiradores, el “imperialismo”. La culpa circula como discurso, en

unos y en otros. Este discurso devela el conservadurismo encarnado

en unos y otros.

La crítica activista recorre su mirada por el campo político, busca

develar, a través de las contradicciones, los síntomas, la sucesión de

hechos, el mapa de los eventos, las formas complejas de la

reproducción del poder y de las dominaciones polimorfas. De ninguna

manera busca culpables, sino busca comprender las relaciones, las

estructuras, los diagramas y las cartografías de fuerzas en las que

están insertos los personajes, ilusionándose que controlan y deciden,

cuando son apenas engranajes de formas de poder.

384

La hipótesis interpretativa que hemos manejado, a propósito de

la segunda etapa del proceso de cambio, la que corresponde a las

gestiones de gobierno, es que el gobierno progresista ha repetido el

guión de la trama del poder, con otros personajes, en escenarios

retocados con otros coloridos203. Sin embargo, los desenlaces son

conocidos. Los cambios se dan como acontecimientos políticos,

empero, en la medida que los “revolucionarios” no desmontan el

Estado, no desmantelan los diagramas de poder, terminan convertidos

en los nuevos “contra-revolucionarios”, que reprimen al pueblo a

nombre de la “revolución”. El desenlace sucinto es que la “revolución”

por este decurso termina tragada por la restauración descomunal del

Estado, termina formando parte de la reproducción inaudita del poder.

203 Ver de Raúl Prada Alcoreza Retórica y drama de un gobierno reformista. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.

385

Crisis militar y colonialidad

En la Asamblea Constituyente no se tocó el régimen de las Fuerzas

Armadas y de la Policía, se mantuvo tal cual la anterior Constitución,

por orden del Presidente. La demanda de los suboficiales es legítima

interpretando la integralidad de la Constitución. No puede avanzarse

en la construcción del Estado Plurinacional comunitario y autonómico

sino se efectúan transformaciones estructurales e institucionales,

fundamentalmente en aquellas instituciones que son los lugares de

emergencia, es decir, de defensa, del viejo Estado, que no desaparece,

mas bien, se lo restaura. Las Fuerzas Armadas y la Policía siguen

siendo las mismas instituciones, fiel derivación de las centralidades y

burocracias del Estado-Nación. Ni siquiera se dieron transformaciones

que tienen que ver con la defensa del “proceso de cambio”; el mismo

cuoteo político, la misma obediencia y subordinación disciplinaria de

los ejércitos del siglo XIX y XX. En el continente, particularmente en

Bolivia, las mismas discriminaciones institucionalizadas. Lo grave es

que nadie se sorprenda de estas conductas continuistas y

perseverantes en los códigos coloniales de estas instituciones; desde

el presidente hasta los oficiales de alto rango, pasando por el

vicepresidente. Todos toman como algo natural la estructura colonial,

discriminadora, burocrática, e ineficaz militarmente. Todos ocultan

estas graves falencias con seminarios, talleres y foros sobre la

descolonización. ¿Cómo se puede entender estas contradicciones

evidentes?

Los oficiales de alto rango, los gobernantes, los funcionarios y políticos

oficialistas, creen que es suficiente con estas ceremonias, estas

reuniones, estos seminarios, sobre descolonización. Es como un culto;

repetir de memoria frases y consignas que se pretenden

descolonizadoras; incluso las mesas que pueden haber puesto en

consideración requeridas transformaciones, por más mínimas que

sean, son escamoteadas a la hora de las conclusiones o de las

386

memorias. El discurso descolonizador en el gobierno es un canto a la

bandera; en la práctica, perduran habitus discriminadores, raciales,

patriarcales, acompañados por violencias conocidas, desatadas por los

mandos sobre los soldados, suboficiales y hasta oficiales. Ahora

también sobre la mujeres, las que no dejan de sufrir vejámenes de

parte de sus camaradas.

Los medios de comunicación al comentar las marchas de los

suboficiales ponen adjetivos como “insólito”, “increíble”,

“desacostumbrado”, para intentar describir y comprender lo que pasa.

Para estos medios también es normal que en las instituciones de

defensa y del orden se mantenga la disciplina heredada, acompañada

por jerarquías y estratificaciones. Si bien no apoyan la demanda de los

suboficiales, los medios hablan de violencias orgánicas. De todas

maneras, sorprende que no se ponga en mesa la gran diferencia, la

gran distancia, de estas arquitecturas armadas y de estos dispositivos

de defensa y del orden, con las transformaciones estructurales e

institucionales que establece la Constitución. Cuando los suboficiales

dicen que no puede haber oficiales de primera y oficiales de segunda,

ponen en el tapete no sólo el problema de las jerarquías heredadas, no

sólo, algo que es importante, la estructura racial y las relaciones

raciales inherentes a estas instituciones, sino también la misma

organización de un ejército, una armada, una policía, que mantienen

formas burocráticas, que en el mundo contemporáneo no son, de

ninguna manera efectivas, ni en la movilización y desempeño militar,

ni en el cuidado de las ciudades.

Este gobierno se ha pasado de lado sobre cuestiones estratégicas, de

defensa, incluso de orden, orden dinámico, por cierto. Se trata de un

gobierno apegado a la demagogia, creyendo que con esta locución se

solucionan los problemas. La verdad es que estamos ante un gobierno

que no cuenta con una estrategia de defensa del “proceso de cambio”,

por lo tanto del país donde debería darse este “proceso”. Estamos ante

instituciones armadas y del orden donde los oficiales se contentan con

recibir su sueldo cada mes y contar con los beneficios que les otorga la

institución. Son otros funcionarios más. La preparación militar queda

en generalidades geográficas, en una distribución espacial de

cuarteles, que deja vacíos, en las fronteras; más preocupados por

controlar las ciudades, los centros del conflicto, incluso a los

contrincantes policías. El servicio militar, fuera de seis meses de cierta

preparación en armas, terminan el resto del tiempo en

“chocolateadas”. La formación de oficiales deja mucho que desear, en

387

cuanto a la actualización de contenidos, tecnologías, información.

Están muy lejos de haber estudiado seriamente las guerras, la

experiencia en las guerras de los ejércitos, incluso las guerras que

están cercanas, las que nos ha tocado sufrir. Si esta es la formación de

los oficiales, qué se puede esperar de la formación de suboficiales. En

el Colegio Militar se han introducido materias universitarias, como si

esto mejorara la formación. La formación de un militar, mucho más si

se trata de un militar de un Estado en transición, embarcado

supuestamente en un “proceso de cambio”, no puede ser un colaje de

materias. Es indispensable tener en cuenta los perfiles apropiados de

un ejército que debería contar con la capacidad de la movilización

general de un pueblo armado, para la defensa del “proceso”. Estos

temas pasan desapercibidos. No se van a resolver con cambios de

símbolos, con nuevos saludos, con nuevos estribillos, con discursos

superficiales sobre la descolonización. El servicio militar de la cual se

sienten tan orgullosos los militantes de base del MAS no es más que

un dispositivo colonial, un dispositivo de articulación estatal, de

estatalización, es decir, de institución imaginaria de la nación, aunque

el mismo servicio pueda servir para el juego de prestigio en las

comunidades.

La descolonización es el desmontaje de los aparatos del Estado-nación,

de su arquitectura institucional, de sus códigos coloniales, así como de

sus códigos pretendidamente modernos. La descolonización implica la

des-constitución de sujetos subalternos y la constitución de sujetos

emancipados. La descolonización es liberar potencialidades,

capacidades, creatividades, memorias sociales. Estas tareas no son

atendibles demagógicamente, requieren subversiones de las praxis,

desmontaje de habitus, de jerarquías instituidas; requieren

destrabarse de las mallas institucionales que capturan y atrapan

cuerpos. Los recorridos de la descolonización comienzan por tomar en

serio la condición intercultural, retoman prácticas participativas,

profundizan el ejercicio de la democracia en su sentido pluralista. En lo

que compete a las transformaciones pluralistas, comunitarias,

interculturales, que atañen a las necesarias mutaciones de las

instituciones de defensa y del orden en cuestión, es indispensable su

territorialización, las gestiones territoriales de defensa y de cuidado de

la población.

La asonada de los suboficiales es una buena oportunidad para leer los

signos de la crisis, no solamente del “proceso de cambio”, sino también

del Estado. Es un buen momento para aprender, analizar sin tapujos,

388

evaluar críticamente el “proceso” que naufraga. Así como es una gran

oportunidad para efectuar cambios. Sin embargo, es de más probable

que el gobierno actué como siempre, como lo ha hecho en distintas

crisis, la de los cooperativistas y mineros, la relativa a las de la

demanda de autonomías regionales, como las dadas en Potosí, como

las del “gasolinazo” y el conflicto del TIPNIS. Es de esperar que el

gobierno recurra a la justificación de lo que hay, volviendo a cubrirse

con su ilusoria propaganda, cerrando los ojos y los oídos a lo que

ocurre, optando por la represión. El gobierno habría perdido la

oportunidad de reconducir, de retomar cursos abandonados, desde la

primera gestión, encaminándose a un hundimiento, lento o más rápido,

dependiendo de las circunstancias.

389

Estado-nación versus Estado plurinacional

¿Qué es lo que está en juego en la asonada de los suboficiales y en la

respuesta represiva del gobierno? Como en otros casos, como en el

conflicto del TPIPNIS, lo que se enfrentan es el Estado-nación y el

Estado plurinacional; aunque el primero es la institucionalidad de la

colonialidad que se niega a desaparecer, aferrándose con todo, para

persistir y continuar; en tanto que el segundo, es apenas un germen,

un proyecto, que anida en la Constitución y en los colectivos sociales

que luchan por que se den las transformaciones estructurales e

institucionales establecidas en la carta magna. En el TIPNIS el Estado-

nación declaró la guerra al Estado plurinacional, al germen del Estado

plurinacional, declarando también la guerra al proyecto constitucional.

¿A qué se opone el Estado-nación? A la descolonización.

El Estado-nación, dispositivo político de la colonialidad, se opone a la

descolonización, pues esta deconstrucción implica la desaparición del

Estado-nación. Las bases del Estado-nación radican precisamente en

la homogeneización, en el equivalente general del ciudadano, individuo

abstracto, que cuenta con derechos individuales, civiles y políticos; sin

embargo, esta equivalencia general hace desaparecer a las naciones y

pueblos indígenas, a las culturas resistentes, a la heterogeneidad

lingüística y social. El equivalente general, el ciudadano, se estructura

en la economía política colonial, economía política que diferencia

hombre negro de hombre blanco, hombre indio de hombre blanco,

hombre de color de hombre blanco, diferencia efectuada sobre la

matriz de género, la diferenciación hombre de mujer. La dominación

colonial es también, al mismo tiempo, dominación patriarcal. El

equivalente general, el individuo abstracto, el ciudadano universal, es

pues el hombre blanco. La modernización consiste en parecerse a este

arquetipo colonial.

390

Los derechos conquistados en la historia del Estado-nación, derechos

sociales, derechos de trabajo, derechos democráticos, no terminan de

efectuarse, pues se pronuncian en el espacio indeterminado del

equivalente general, el individuo, el ciudadano; no se dan en los

espesores abigarrados, plurales, heterogéneos, de las territorialidades

sociales y formaciones sociales concretas. La herencia colonial se

transfiere de las administraciones coloniales a los Estado-nación,

después de las independencias. Hablamos de estados que se

construyen sobre cementerios indígenas. Hablamos de estados que

tienen como proyecto democrático la mestización; es decir, la

desaparición de los pueblos indígenas, y aunque parezca paradójico, la

desaparición de las mezclas dinámicas dadas, pues el mestizaje de los

Estado-nación es un mestizaje abstracto, el perfil del individuo y

ciudadano concebido como síntesis de las culturas, culturas también

sometidas a la estatalización, sintetizadas en la cultura moderna.

La Constitución interpela la composición colonial del Estado-nación,

cuestiona el mito de la modernidad, cuestiona el mito del mestizaje

abstracto, develando la composición plural efectiva de las formaciones

sociales, de la sociedad heterogénea. La Constitución deja en claro que

la profundización democrática, la realización efectiva de los derechos

democráticos, sólo pueden materializarse mediante la descolonización.

Esta deconstrucción histórico-política emancipa la pluralidad frente a la

representación homogénea, liberal la potencia social, la riqueza

heterogénea de lo diverso. La descolonización restituyen los derechos

conculcados de las naciones y pueblos colonizados, dando lugar a

integraciones efectivas, opuestas a la institución imaginaria de la

nación, haciendo evidente las naciones posibles. El Estado-

plurinacional es la transición descolonizadora hacia sociedades

autogestionarias y auto- determinantes; a sociedades compuestas e

incrementadas, que se integran a través de complementariedades y

solidaridades. En Bolivia el Estado plurinacional se constituye sobre las

matrices culturales y civilizatorias de las naciones y pueblos

componentes de la sociedad heterogénea, incluyendo los mestizajes

concretos. Esto equivale a pasar de la institucionalidad homogénea,

disciplinaria, moderna, al pluralismo institucional, abierto a

composiciones creativas; pasar al pluralismo jurídico, pluralismo

administrativo, pluralismo de gestiones.

Uno de los lugares neurálgicos de la activación de la condición

plurinacional del Estado en transición es la institución defensa del

Estado-nación, las Fuerzas Armadas. Esta institución de emergencia

391

del Estado es el crisol del diagrama disciplinario, de la inscripción en

los cuerpos de la dócilización de las conductas y comportamientos. En

Bolivia, como en los países andinos y amazónicos, es el aparato

disciplinario por excelencia de la colonización interna, modulando los

cuerpos su incorporación al Estado en condiciones de ciudadanos de la

nación mestiza. El cuartel modula los cuerpos haciéndolos aptos a los

requerimientos del mercado, de la producción capitalista, a los fetiches

de la modernidad universal, de-culturizando, decodificando, por lo

tanto, borrando la memoria larga de los pueblos, sustituyéndola por la

memoria corta de la institución imaginaria del Estado-nación.

Sin embargo, a pesar del proyecto disciplinario del cuartel, los

espesores corporales no desaparecen, se ocultan, se los destierra a las

sombras; mostrando, en contraste, los perfiles modulados,

uniformados, pretendidamente modernos. El ejercicio de poder

disciplinario se tropieza con la manifestación de los cuerpos; cuando

esto ocurre, se opta por la ejecución de discriminaciones, por la

estratificación racial institucionalizada, por jerarquizaciones

patriarcales. La asonada de los suboficiales pone en evidencia estos

procedimientos coloniales en el dispositivo por excelencia disciplinario,

el cuartel. Acudiendo al pliego petitorio de los suboficiales, en realidad,

el pedido explicito es modesto; que no haya oficiales de primera y de

segunda, que se los considere oficiales técnicos, que puedan acceder a

equivalentes beneficios y servicios. Sin embargo, incluso ante esta

demanda modesta el gobierno y la jerarquía institucional de las Fuerzas

Armadas han reaccionado represivamente, dando de baja a más de

setecientos suboficiales.

De todas maneras, a pesar de la demanda modesta explícita, la misma

pone en evidencia la crisis profunda de las Fuerzas Armadas y del

Estado-nación, que se niega a desaparecer. Las fuerzas armadas son

un dispositivo de la colonialidad reiterativa. Es un aparato de la

colonización interna, que no solamente modula los cuerpos, sino

también, marca, hendiendo en ellos la historia política colonial,

inscribiendo en ellos discriminaciones, violencias minuciosas,

detalladas, raciales. ¿Cómo se puede construir un Estado plurinacional

a partir de la permanencia de la malla institucionalidad de la

colonialidad?

Nuevamente estamos ante la manifestación elocuente de las

contradicciones profundas del llamado “proceso de cambio”, ante los

contrastes evidenciados entre el discurso gubernamental y las

prácticas efectivas, ante grotescas simulaciones de un gobierno y los

392

órganos de poder del Estado, que se nombran como plurinacionales,

en tanto que en la práctica niegan la condición plurinacional de la

formación social.

La respuesta oficial del gobierno es recurrir a la Ley de las Fuerzas

Armadas cuestionada, puesta en duda, deslegitimada por la

Constitución. La medida represiva gubernamental de las centenas de

bajas de suboficiales se sostiene sobre la argumentación de la

subordinación y la obediencia disciplinaria, clausulas que corresponden

a la institución armada del Estado-nación. Este discurso se invalida

inmediatamente ante la estructura normativa y conceptual de la

Constitución. En todo caso, los suboficiales hablan desde el proyecto

de una nueva institucionalidad, aquella que establece la Constitución.

Las bajas dadas por la jerarquía del ejército y por el gobierno no son

legítimas desde la composición jurídico-política de la Constitución. La

demanda de los suboficiales es legítima.

393

Dirigencia de llunk’us

La dirigencia de lo que un día fue el Pacto de Unidad, es decir, las tres

organizaciones campesinas y las dos organizaciones indígenas

originarias, estas últimas divididas por la intervención gubernamental,

se ha apresurado, sin consultar a sus bases, sin previas asambleas,

simplemente por comedida, a apoyar al gobierno y a la jerarquía

castrense en la crisis militar, puesta en evidencia por la asonada de los

suboficiales. Los argumentos son de libreto: defensa del “proceso”

contra el golpe militar en ciernes. Se nota en esta alocución no

solamente una repetida mecánica discursiva, pronunciada con falta de

ingenio, pues no se les ocurre otra cosa que acusar de sedición, sino

también la asombrosa desconexión con lo que ocurre. Incluso si

quisieran defender al gobierno en su diletantismo, en su regresivo

comportamiento, se debe tener, de alguna manera, una conexión con

lo que acaece. Empero, parece que la dirigencia cooptada, que ya no

responde a las bases sino a las instrucciones del ejecutivo, levita en

las nubes de la propaganda, cumpliendo un papel patético de

subordinación y llunk’iriu.

Esta dirigencia cooptada habla de defender la Constitución. ¿Qué clase

de defensa es esa? La Constitución establece como sistema de gobierno

la democracia participativa, el ejercicio plural de la democracia, directa,

comunitaria y representativa. La Constitución establece la construcción

colectiva de la ley, de la decisión política y de la gestión pública. Lo que

piden los suboficiales es que mínimamente, aunque sea por

aproximación, se den pasos hacia este cumplimiento y mandato

constitucional. La reacción del gobierno, de la jerarquía militar y del

Estado-nación es represiva, se ha dado de baja a más de setecientos

suboficiales. ¿Esta es una defensa de la Constitución? ¿La dirigencia

sabe de lo que habla, ha leído la Constitución, la ha entendido?

El Estado plurinacional supone la muerte del Estado-nación, las

transformaciones pluralistas, comunitarias, interculturales y

participativas; implica el pluralismo institucional, administrativo,

394

normativo y de gestiones. En lo que respecta a las Fuerzas Armadas,

la transformación plurinacional, intercultural y comunitaria configura

un ejército popular, cuya matriz es el pueblo armado. Ciertamente en

este ejército popular desaparecen las jerarquías y estratificaciones

raciales. No comprender esto es hablar de la Constitución sin ton ni

son, en la práctica aniquilar el nacimiento de la mariposa, la

construcción del Estado plurinacional. Esta dirigencia es la expresión

más patética de la colonialidad cristalizada en los huesos. Su sumisión

al poder, su apego y obediencia a la institucionalidad colonial vigente

en el Estado-nación restaurado, su inclinación por el beneficio personal,

su corrosión moral y prácticas prebendales, comprometida por

corrupciones, desvío de fondos, hablan elocuentemente de la

reiteración del comportamiento colonial del colonizado; el deseo del

amo, de ocupar su lugar. Esta dirigencia es el brazo social de un

gobierno entrabado en su crisis, un gobierno que recurre a la represión

en su desesperación; que recurre a la demagogia buscando convencer,

pero solo lo hace con los convencidos. Esta dirigencia, en plena crisis

de representación, pues no responde a la representación orgánica,

conformada por una democracia comunitaria, por la selección

consensuada y en asambleas, sino al dedo digitado desde el gobierno,

es la que se lanza contra la rebelión de los suboficiales. Es la misma

dirigencia que se estrelló contra las comunidades indígenas del TIPNIS,

es la misma dirigencia que avaló las leyes inconstitucionales

promulgadas por el gobierno; seguramente también va avalar la Ley

Minera, que ha sido declarada por el propio presidente como una

traición a la patria, aunque después el mismo presidente reculó,

dejando que sólo se discuta el artículo 151 y otros más, cuando toda

la Ley vulnera la Constitución y atenta contra la propiedad de los

recursos naturales de los y las bolivianas.

¿Qué valor tiene lo que dice esta dirigencia? Sólo el valor de toda

amenaza, blandiendo el chicote contra toda crítica al gobierno y a los

que han usurpado el “proceso de cambio”. El contenido de lo que

expresan no puede ser más colonial. Su apego a la institucionalidad

colonial es manifiesto. Tendrían que mover camiones de gente,

pagados por el gobierno, de una manera no orgánica, pues saltarían

toda la estructura orgánica de las organizaciones sociales; traerlos a la

sede de gobierno y enfrentarlos a los hermanos suboficiales y sus

esposas. ¿Qué sentido tiene esta amenaza? Es de todo reaccionaria;

se coloca del lado de los que se oponen a la descolonización, a las

transformaciones estructurales e institucionales. La dirigencia es parte

del contra-proceso y de la vulneración sistemática a la Constitución.

395

Ante este panorama lamentable de las representaciones sociales, es

indispensable exigir congresos orgánicos, abrir el debate y la

evaluación del “proceso” en las comunidades, en las subcentrales, en

las centrales, en las federaciones y en las confederaciones. Esta

dirigencia es un peligro para la “defensa del proceso”; corroe la fuerza

social, la cohesión de las organizaciones, evita la formación y el

aprendizaje colectivo de la experiencia del periodo y de las coyunturas,

desarma de la crítica a las comunidades y a los sindicatos. En el

momento de exigencias, de peligro, las fuerzas sociales estarán tan

carcomidas que no habrá oportunidad de defender lo que queda del

“proceso”. Los y las llun’kus se esfuerzan por mostrarse tan serviles y

obedientes, creen que con esto, con decir que defienden el “proceso”,

lo hacen, cuando ocasionan todo lo contrario. Son las termitas que se

comen la madera con la que hay que construir el Estado plurinacional

comunitario y autonómico. Usando el viejo lenguaje de la política, que

se define identificando al enemigo, podemos decir, como metáfora, que

esta dirigencia, sumada al llunk’iriu de los funcionarios y militantes, de

los asambleístas legislativos, es el enemigo dentro de casa. Son los

sepultureros internos del “proceso de cambio”.

396

El dedo en la llaga

Yendo a las trayectorias de vida, al detalle secuencial del evento

presente, en este caso, de la asonada de suboficiales, es menester

detenerse en la mecánica de la reproducción de clases sociales, no

solamente en la estructura de reproducción, sino en las historias

concretas. ¿Qué es lo que pasa? ¿Quiénes son los suboficiales que se

revelaron al régimen colonial de las Fuerzas Armadas? Ciertamente no

se puede generalizar; sin embargo, es indispensable contar con

algunos itinerarios, para poder comprender, de manera específica lo

que ocurre. La mayoría de nuestros jóvenes no se encuentran en

condiciones de competir en el ingreso de las universidades, así como

resulta difícil responder a los exámenes de las normales, tampoco es

fácil ingresar al Colegio Militar; entonces recurren a otras alternativas.

Escuelas técnicas, que deberían ser, más bien, las más valoradas y

apoyadas, sin embargo, no es así, escuela de suboficiales, otras

opciones de formación, para afrontar las exigencias de la vida204. Por

otra parte, tampoco, en el caso de que todos podrían competir, en

equivalentes condiciones, tampoco habría cupos suficientes para que

accedan los que cumplan con las condiciones institucionales. ¿Dónde

radica el problema, la génesis del problema?

Yendo directo a uno de los factores generadores del problema, se

puede decir que es el sistema educativo el generador de esta

deficiencia y falencia de la mayoría de los bachilleres. El sistema

educativo, no solo por las inequidades en las opciones, sino por la

lamentable formación fiscal, tanto urbana como rural, mucho más en

este último caso205. No se resuelve esta diferencia con la unificación

artificial de la educación en un solo sistema, descartando la división

administrativa y rural. Menos se puede reducir la cuestión a un

problema administrativo; es un problema estructural. El sistema

educativo se ha convertido en un espacio que garantiza trabajo seguro,

sueldo garantizado y beneficios, por más bajos que sean, pues

tampoco los y las maestras ganan como corresponde. Lo que no se

tiene es garantizada la vocación de los y las maestras. Tampoco se les

dio la oportunidad de una formación adecuada, para afrontar, en su

debido momento, la pedagogía requerida, la transmisión de

204 Conversación con Víctor Hugo Quintanilla. 205 No mejora mucho esta situación en la mayoría de los colegios privados.

397

conocimientos, la educación integral y especializada. La

responsabilidad educativa, los desafíos contemporáneos de la

formación, no son las preocupaciones relevantes ni del gobierno ni del

magisterio. El gobierno busca controlar el magisterio, el magisterio

busca resolver y lograr materializar las demandas gremiales, que

ciertamente son justas. Sin embargo, por más justas que sean, la

educción y la formación no se circunscriben a las demandas laborales.

Estamos ante un círculo vicioso. No hay estrategia educativa y

formativa de parte del Estado, a no ser que se crea que la manipulada

Ley Avelino Siñani y Elizardo Perez y su reglamentación derivada sea

una estrategia. La Ley ha quedado en enunciados descolonizadores e

interculturales, contradichos en los artículos operativos; peor aún, en

la práctica educativa implementada, que es sustancialmente la misma

que la anterior, salvo el cambio de nombres. El cambio de la malla

curricular habla de ello; más que un cambio de contenidos se trata de

un cambio de nombres. Fuera de esta falencia, lo que se da

efectivamente es la preservación de una herencia educativa carente de

presupuesto, de infraestructura, de logística, de actualización y de

interculturalidad. Lo que prepondera es la provisionalidad en la

aplicación de la Ley Educativa. No se han resuelto los problemas

heredados, no se atienden a los desafíos de la Constitución; se opta

por la demagogia, ocultando con la propaganda las graves falencias.

En contraste, las expectativas de los jóvenes crecen, más aún cuando

se sienten en un periodo prometedor. Cuando no pueden acceder a las

opciones seleccionadas, recurren a todos los medios, incluyendo la

protesta, las marchas y los bloqueos para lograrlo. Están en su derecho

pues el Estado debe garantizar su educación y formación, tal como

establece la Constitución. El tema es cumplir con estos derechos,

efectivizar el mandato constitucional; obviamente no hacerlo de

manera demagógica, como lo hace el Ministerio de Educación,

prebendalizando la relación con el magisterio. Acudiendo al montaje de

la actualización, al escamoteo en formación docente, y al teatro de la

pretendida descolonización, entregando títulos “nobiliarios”, que

avalan licenciaturas y posgrados en los papeles, cuando los cursos

dejan mucho que desear. Este autoengaño complica la situación; las

supuestas transformaciones se dan en los papeles; empero, se

mantienen las viejas prácticas de aula y la enseñanza deficiente. Muy

lejos de la descolonización efectiva.

Es en este panorama donde se da la rebelión de los suboficiales. Este

panorama sumado a las estructura institucionales mantenidas, hacen

398

de contexto y clima a la asonada de los suboficiales. El problema

entonces no atinge sólo a la institución de defensa del Estado, las

Fuerzas Armadas, sino al mapa institucional del Estado,

particularmente al mapa institucional del campo escolar, educativo y

formativo. Las transformaciones institucionales requeridas y

establecidas por la Constitución deben darse integralmente en el

espacio de la malla institucional del Estado. En lo que respecta a la

descolonización en el campo escolar, la transformación estructural

exige la conformación de un sistema educativo integral, transversal a

todo el campo social; un sistema integral que opere técnicamente en

la des-constitución de sujetos subalternos y en la constitución de

sujetos emancipados. Esta perspectiva constitutiva de subjetividades

y de sujetos comprende el cometido fundamental en la descolonización

del sistema educativo.

Entonces si partimos del sistema educativo integral, como sistema de

apoyo constitutivo de las subjetividades emancipadas, no se puede

mantener la estructura y la composición del campo escolar; esta

integralidad educativa requiere del desplazamiento hacia articulaciones

dinámicas de los campos sociales. Articulaciones que restituyan, en las

sociedades humanas, las condicionantes iniciales de los ciclos de la

vida. En pocas palabras se trata de integrarse a la vida, a si como

valorar la vida, dejando la “ideología”, la institución imaginaria y los

fetichismos que la acompañan. El sistema educativo se convierte en el

gran activador de las memorias sociales. El sistema educativo aporta

en la formación continua en todas las composiciones sociales, en todas

las organizaciones sociales, en todas las estructuras de la sociedad.

Apoya en la resolución de problemas y en las decisiones políticas. El

sistema educativo integral convierte a la sociedad no en un sistema

productivo, sino en un sistema de vida, en sistema de aprendizajes de

las experiencias sociales, de sistematización de las experiencias, de

sistematización de las memorias sensibles, apuntando a la creatividad

constante. La producción es parte de las respuestas en los contextos

de las reproducciones vitales.

Pasando a temas técnicos, esto quiere decir que, la inversión

primordial, tomando en cuenta el presupuesto del Estado en transición,

es la inversión educativa, no así, la inversión productiva, mucho

menos, el gasto rentista, asistencial. En otras palabras, la inversión

educativa es la mejor inversión productiva, en el mediano y largo

plazo. Visto de esta manera, la tarea primordial de un gobierno

“revolucionario” es la inversión educativa. Esto exige la extensión

399

completa del sistema educativo integral en la configuración de la

formación social y del Estado en transición. Exige también la

transformación estructural, institucional y conceptual del sistema

educativo heredado; sistema disciplinario y moderno. No solo de las

prácticas educativas, de las mallas curriculares, sino también de la

arquitectura misma del sistema educativo. Lo que implica también la

transformación de las tradicionales formaciones de maestros y

docentes, acudiendo a formaciones que liberen capacidades creativas

y vocacionales. Quizás la selección de maestros y maestras deba ser

la más cuidadosa, pues requiere de entrega y vocación. Esta demás

decir que este estrato social no puede verse ante la contingencia de

necesidades económicas y la obligación de reivindicaciones gremiales.

La tarea que les compete es estratégica. Este es un tema que debe ser

tratado como cuestión de Estado en transición; es uno de los temas

que debe estar resuelto, independientemente de las contingencias

coyunturales, periódicas, políticas.

Hay temas de Estado en transición que deberían estar definidas,

acordadas, consensuadas, independientemente de los gobiernos de

turno. Ente estos temas estratégicos se encuentran las políticas sobre

los recursos naturales. La Constitución establece que los recursos

naturales no pueden ser mercantilizables y están destinados al vivir

bien. Los recursos naturales no pueden ser reducidos a materias

primas, no pueden ser cosificados como objetos de producción, menos

de la acumulación capitalista. La relación con los recursos naturales

debe formar parte de la eco-producción, de la eco-industrialización y

de la eco-tecnología. Esta es la manera de cortar con la condena de la

dependencia, condena que reitera la colonialidad económica a partir

del modelo extractivista. Ningún gobierno tiene el permiso de afectar

esta política de Estado en transición.

El sistema educativo integral debe, entonces, preparar profesionales y

técnicos, para su desempeño en la eco-producción, eco-

industrialización y eco-tecnología, fuera de científicos en estos campos,

fuera de administradores en estos espacios, fuera de teóricos que

agudicen en la interpretación de estas experiencias y sus vinculaciones

con los ciclos vitales.

Otro tópico estratégico tiene que ver con la construcción del sistema

de gobierno de la democracia participativa. Ciertamente no es fácil

pasar a este sistema de gobierno participativo; se requiere de

transiciones transformadoras de las condiciones socio-políticas

heredadas. La única manera de construir este sistema participativo es

400

de manera participativa. Haciendo participar a la gente, a las

comunidades, a las organizaciones sociales, a las poblaciones

territoriales, a los pueblos, a los individuos. No se puede construir un

sistema de gobierno de la democracia participativa sin la participación

de la gente.

El sistema educativo integral puede colaborar en el apoyo a la gente,

a los grupos sociales, a los individuos, a las comunidades, a las

organizaciones sociales, a las poblaciones territoriales, en la

preparación en temas que debe manejar la participación. Temas

diversos, pues atingen a las políticas públicas, a los problemas sociales,

a los problemas políticos, a los problemas económicos, a los problemas

culturales.

Otro tópico estratégico es la integración continental. El Estado

plurinacional es tal no sólo respondiendo a una transición que toma en

cuenta las condiciones plurales de naciones, pueblos y culturas del

país, sino también porque se proyecta a la integración de los pueblos

del continente, por lo tanto a la constitución de la patria grande. Los

problemas de las emancipaciones y las liberaciones múltiples no se

resuelven en un país, sino en el conjunto de países del continente, por

lo menos partiendo del subcontinente, Sur América. La transición del

Estado plurinacional empuja a la Confederación de pueblos del

continente. Hay que hablar pues del Estado plurinacional también

continentalmente, efectuando la geografía emancipadora de Milton

Santos.

Hay pues, como se puede ver, grandes diferencias histórico-políticas y

geográficas entre El Estado-nación y el Estado plurinacional. No es

pues la comunidad imaginada de la nación la que se recrea en las

condiciones del Estado plurinacional. Estamos ante el despliegue de

otro imaginario. Como no tenemos la experiencia del Estado

plurinacional, pues nos mantenemos en la institucionalidad del Estado-

nación, podemos conjeturar que se trataría de un imaginario que

valoriza no la homogeneidad ni unicidad, sino la complementariedad

articulada de lo múltiple, la confederación conjugada de los pueblos.

El sistema educativo integrado tiene que encarar el proceso

instituyente de este imaginario del juego de las complementariedades

y de la confederación conjugada de los pueblos; no de la nación.

Quedándonos, por de pronto, con estos temas, el de la concepción no-

mercantil de los recursos naturales, que suponen relaciones no

401

cosificante de los recursos, el de la eco-producción, de la eco-

industrialización, de la eco-tecnología, el de la democracia

participativa y el de la integración, vemos que las transformaciones del

campo escolar, del sistema educativo heredado, exige contenidos

concretos, no generales. La descolonización como desmontaje de los

dispositivos de poder que se encarnan en los cuerpos, no es una tarea

discursiva, ni de cambio de nombres; la descolonización no es una

tarea abstracta ni general. La descolonización se efectúa desmontando

diagramas de poder concretos, instituciones de la colonialidad

heredadas, actuando sobre órdenes de relación, trastrocando estos

órdenes y relaciones, desplegando prácticas. Estos tópicos no son los

temas ni la preocupación de la reforma educativa del gobierno popular.

La asonada de los suboficiales devela nuevamente que nada ha

cambiado, que la malla institucional del Estado-nación sigue intacta,

que el sistema educativo, incluyendo a universidades, colegios

militares, de policías, escuela de suboficiales, no ha cambado. Se trata

de la misma reproducción del poder, sólo que acompañada de otro

discurso; se trata de la misma ceremonialidad de poder, sólo que

efectuada con otros símbolos y colores. Se trata de la misma

colonialidad, sólo que ahora efectuada por “indígenas” y

“revolucionarios”.

Las crisis son al mismo tiempo una gran oportunidad para resolverlas,

pues hacen visible los nudos problemáticos que la generan. Sin

embargo, esta oportunidad es aprovechable si se da una condición

fundamental, la voluntad o el conglomerado de voluntades para

hacerlo. Esto es precisamente lo que falta en el gobierno reformista. A

preferido llenar este vacío con el fácil recurso de la propaganda y

publicidad, como si este recurso pudiera sustituir la ausencia de esta

condición de posibilidad histórica de carácter subjetivo; no puede

hacerlo. Sencillamente se trata de un autoengaño institucionalizado.

La opción gubernamental es la opción de la época, la simulación.

¿Qué sentido tienen las elecciones?

402

A estas alturas del partido esta pregunta es pertinente: ¿qué sentido

tienen las elecciones? Fuera de ser el mecanismo democrático

periódico de la evaluación cuantitativa de las fuerzas, la crisis del

“proceso de cambio”, la crisis del Estado, no se resuelve

electoralmente. Menos cuando asistimos a la tercera elección general,

después de la crisis y las movilizaciones sociales del 2000 al 2005,

elección que viene acompañada por apatía, desencanto, falta de

entusiasmo y muchas dudas. Elecciones donde tanto el oficialismo

como la oposición se parecen cada vez más. Ambos se refieren a la

Constitución de una manera referencial, ambos se acusan de no

cumplirla, ambos reducen la Constitución a una interpretación jurídica,

eludiendo su evidencia histórica como acontecimiento político. La

oposición acusa al gobierno de ser responsable de actos de corrupción,

de alterar inapropiadamente la institucionalidad, de atentar contra los

derechos, así como lo acusa de autoritarismo; en algunos casos, de

terrorismo de Estado. El gobierno acusa a la oposición de conspiración,

de no contar con un programa o propuesta de país, de representar a

una minoría de la minoría. También ha sido acusada de actos de

corrupción, sobre todo pasados. Como se puede ver, su debate es

intrascendente. No toca los problemas fundamentales de la coyuntura

y del periodo político.

Un problema fundamental tiene que ver con la Constitución, con las

propuestas transformadoras de la Constitución. Tiene que ver con la

condición plurinacional, comunitaria, autonómica, intercultural y

participativa del Estado en transición. Ni la oposición ni el gobierno

tocan estos tópicos; el gobierno, porque considera que estas

condiciones se cumplen en la segunda gestión de gobierno. La

oposición porque ha decidido no tocarlos, quizás porque se ha dado

cuenta que como no hay cambios al respecto, si el Estado plurinacional

es tan parecido al Estado-nación, que lo único que cambia son los

nombres, entonces es mejor aceptar este Estado plurinacional

“realizado” por el gobierno, que pelear contra el proyecto de Estado

plurinacional, como lo hizo en el inmediato pasado, cuando se lanzó a

la ofensiva contra el proceso constituyente y contra la aprobación de

la Constitución. El debate en el que se han entrampado oposición y

gobierno los aproxima más que alejarlos. Lo único que disputan son

caudales de votos. Nada más.

Entonces estas elecciones que vienen no tienen el valor histórico que

tuvieron las elecciones de 2005, tampoco las del 2009, cuando se

aprueba la Constitución y se le otorga al MAS los 2/3 de la votación,

403

transfiriéndole el control de todo el Estado, de todos los órganos de

poder, el control del Congreso. Las elecciones del 2014 son grises,

opacas, sin gracia, sin transcendencia. ¿Tiene importancia quién salga

cuando oficialismo y oposición se parecen en sus prácticas políticas, en

sus discursos, en sus imaginarios nacionalistas? Quizás sólo como

símbolo, el recuerdo de un presidente al que se llamó el primer

presidente indígena. Quizás por nostalgia; no por política, pues la

práctica política es parecida en ambos bandos.

Es triste y gris el panorama. El MAS se solaza restregando en los

rostros de la oposición que no cuentan con un candidato que le haga

frente a Evo Morales Ayma. Esta afirmación es casi aceptada por la

oposición, que se esfuerza por conformar un solo frente para

enfrentarse al MAS. Pero, ¿Qué tiene el MAS? Apenas un símbolo

carcomido por sus dudas y vacilaciones, por la cantidad de errores que

arrastra. Su candidato a la presidencia ya no cuenta con la vitalidad

que desplegó el 2006-2009, tampoco al principio de la segunda gestión

2009-2014. Es un candidato que dice algo sobre un tema conflictivo,

para después decir lo contrario. Es un candidato plagado de

contradicciones, una imagen deteriorada. Ya no es el líder internacional

de la izquierda, de los pueblos, de los indígenas; de alguna manera

todos descubrieron el doble discurso puesto en marcha, salvo esa

“izquierda” oficial, gubernamental, que se empeña por mantener el

mito con los recursos retóricos de la propaganda. Si la gente popular

va votar de nuevo por el candidato oficial lo hará sin entusiasmo, más

por persistir en una creencia, puesta en duda, más por evitar que

vuelvan contra los que luchó y derrotó. Ya no por convicción, como

antes, cuando sentía que al hacerlo lanzaba piedras contra las

edificaciones del poder. Ahora el poder es el MAS, es Evo Morales

Ayma, pero ese poder no es tan distinto al poder de la derecha

derrotada.

Las elecciones que vienen serán como una constatación ordinaria,

tanto como repetición, orden y letargo. Se constata que el poder, como

dominaciones, se reproduce, ya estén unos o estén otros en el

gobierno; que al poder, en cierto sentido, le es indiferente quienes

estén. Lo importante es que el poder, las estructuras de dominaciones,

funcione, dentro de determinados márgenes de maniobra, intervalo en

el cual se pueden distinguir los matices. Cuando se den los resultados

electorales, se podrá decir: “el proceso de cambio ha concluido”, ha

terminado. El oficialismo entenderá que es así porque continúa, porque

ha sido ratificado, porque ha cumplido. Pero esto no es más que

404

imaginario. En realidad el “proceso” muere en manos de los que lo

condujeron a ese final; decrépito, sin fuerzas para continuar; otoñal,

vejestorio; empero, investido de oropeles. Casi un cadáver vestido de

traje de gala para disimular.

Esto parce confirmar la curva biológica de los organismos, en este caso

de las instituciones; se nace, se crece, se llega a una cúspide; cumbre

desde la cual se desciende, en unos casos estrepitosamente, en otros

de una manera más lenta. Sin embargo, hay que decirlo; esto ocurre

cuando un “proceso de cambio”, cuando una “revolución”, se

institucionaliza; entonces va sufrir del deterioro de los organismos y de

las instituciones. Otro es el cantar cuando un “proceso”, una

“revolución”, no se institucionalizan, cuando mantienen el ímpetu y la

intensidad desbocada de la potencia social, de la potencia de la vida, y

se mantienen permanentes, renovadas, en la bullente composición

creativa de la alteratividad social. Sin embargo, esto de la potencia

instituyente y constituyente abierta, permanente, bullente, no suele

ocurrir. Lo regular es que el “proceso”, la revolución”, se

institucionalice. Condenando a la potencia social, atrapada en las

mallas institucionales, a recorrer la curva de su ciclo, de asenso y

descenso.

Este panorama interpretado desde la hipótesis de las capturas del

mapa institucional y de las consecuencias que conlleva esta captura al

atrapar la potencia social, condenando a la energía social, que es

energía de vida, a la entropía y desgaste de las singularidades. Energía

social manifestada en cuerpos, potencia social realizada en

composiciones, ciclos sociales entrelazados, que son como las

ecologías, biodiversidades y nichos, donde anidan las interrelaciones y

entrelazamientos de los ciclos vitales; por tanto, vida social, en cierto

sentido, “eterna”. En otras palabras, los ciclos de la vida, sus

entrelazamientos, la perspectiva del Oikos, no se puede figurar,

configurar y refigurar, desde la perspectiva individual de los

organismos; estos nacen, crecen, llegan a su cúspide, para luego

descender hasta morir. En cambio, la vida como integralidad, no

funciona ni se despliega de esa manera. La vida, en su forma,

contenido, expresión, mecánica, dinámica, integral, como memoria

sensible, como genoma y la proliferación de sus formas, no muere, es

si se quiere metafóricamente, “eterna”. La vida se mueve en los

espesores del espacio-tiempo curvo; el genoma, en sí, no se mueve en

el tiempo; en su dimensión virtual, sustentada en la materialidad

energética de las dinámicas moleculares, no hay tiempo, aunque el

405

tiempo aparezca, como espacio-tiempo, en la proliferación plural de las

formas de vida y sus ciclos.

Por lo tanto, no se puede reducir la vida a la vida de los organismos

singulares; así como tampoco se reduce la potencia social a sus

capturas institucionales. La potencia social, en su forma libre, de fuga,

de creación y composiciones posibles, sigue sus propios recorridos

alterativos. Si no fuese así, las instituciones no tendría potencia que

atrapar. Si bien parte de la potencia social atrapada en la malla

institucional sigue el curso institucional, la otra parte de la potencia

social, en verdad, gran parte de la potencia social, aunque dispersa,

sigue sus propios cursos proliferantes. El “proceso de cambio”, la

“revolución”, atrapado en su institucionalización, va a encaminarse por

la vía ordinaria de su propio deterioro; de modo diferente, la potencia

social no atrapada, autónoma, desata y teje, a partir de sus dinámicas

moleculares, otras composiciones. Este es el secreto, si se quiere, de

que la historia no termine, no tenga fin.

Hay dos formas con que la potencia social abre horizontes; una es por

la irradiación misma de su propia potencia; otra es cuando choca en

los bordes del espacio estriado con las mallas institucionales. Cuando

ocurre esto último, las estructuras institucionales son afectadas,

impugnadas, exigidas, interpeladas, buscando sus transformaciones.

Volviendo al caso que nos ocupa; el “proceso de cambio” puede

haberse institucionalizado; empero, la potencia social, de donde

proviene el “proceso” no se institucionaliza, se mantiene como

alteridad. La potencia social que produjo el “proceso de cambio” se

mantiene como alteratividad, con capacidad de ocasionar alternativas.

Los choques entre potencia social y “proceso de cambio”

institucionalizado se dan lugar, develando la impotencia de la

institucionalidad de capturar totalmente la potencia, de controlar

absolutamente la potencia, de llegar a la “utopía” reaccionaria del

poder, el fin de la historia.

En lo que respecta al “proceso de cambio” boliviano, estos choques se

han dado varias veces, en lo que va del periodo de las dos gestiones

de gobierno. Nombraremos tres importantes, la crisis del “gasolinazo”,

el conflicto del TIPNIS y la asonada de los suboficiales. En los tres

casos, en los bordes institucionales, las composiciones de la potencia

social chocaron, en sus formas concretas de demandas, de protestas e

interpelaciones, con la institucionalidad del poder, con sus pretensiones

representativas del “proceso de cambio” institucionalizado, afectando

a los objetivos propuestos por el gobierno. El pueblo movilizado paró

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el gasolinazo, deteniendo las pretensiones de las empresas

trasnacionales de descongelar los precios de los carburantes en el

mercado interno, parando en seco los compromisos del gobierno con

estas empresas. En el conflicto del TIPNIS las comunidades indígenas

del Isiboro-Sécuré, las organizaciones indígenas, todavía no divididas,

el pueblo que apoyo las marchas indígenas, sobre todo en la VIII

marcha, lograron detener la construcción de la carretera extractivista,

que atenta contra el núcleo del Territorio Indígena y Parque Nacional

Isiboro-Séure. La asonada de los suboficiales, denunciando las

discriminaciones, el régimen racial, de las Fuerzas Armadas, vuelven a

develar la permanencia de la colonialidad en el Estado-nación, que se

nombra rimbombantemente Estado plurinacional.

Estos choques de la potencia social, mas bien, de sus composiciones

concretas, afectan el decurso institucional optado, alteran su recorrido,

obligan a modificaciones. La historia efectiva no es el curso

programado por el diseño político de los gobernantes, por el delirio

“metafísico” de algún clarividente, sino, mas bien, el efecto múltiple de

las fuerzas intervinientes. La capacidad del “proceso de cambio” no se

encuentra en el gobierno, en los órganos de poder del Estado, en los

usurpadores del “proceso”, sino en los y las que interpelan la

institucionalidad del “proceso de cambio”. Son las y los movilizados

contra el “gasolinazo”, las comunidades y pueblo movilizado contra la

carretera extractivista, los suboficiales rebelados contra el régimen

colonial del ejército, los que abren la posibilidad de que el proceso no

esté concluido, no termine en el imaginario fin de la historia de

gobernantes, políticos y apologistas.