梦 幻 快 递30-066

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范范范范范范范范范范范 一一, ,,,,,一。 范范范范范范范范 ,,一,一,,。 Envío Soñado / Onírico Fan Xiaoqing Un día llevaba un paquete a casa de una joven, de esas aficionadas a las compras en línea. Salió de casa y, al tomar su paquete, me pidió la pluma para firmar de recibido. “Mejor abramos el paquete y revisemos la mercancia un momento” le recordé. No es que yo fuera alguien responsable, más bien eran las normativas de la empresa las que dictaban firmar el paquete después de abierto. De lo contrario, la responsabilidad caia sobre nosotros. Para que iba a querer yo problemas de más? Por eso insistí en que firmara después de verificar el paquete. 范范范范范范范范范 ——范范范范范范范范范范范范范范范范范范 ,,,,,。,, ,?,。,,, ,一,。,,,,,,。 Se mostró un poco impaciente, con un tono indiferente y como si no le importara el paquete, balbuceó: - Ay.. no lo abramos, es que estoy muy ocupada. - No se puede… si no abre el paquete, no puede recibirlo. A menos que… - ¿A menos que qué? - apresuradamente preguntó. - A menos que lo deje por escrito con una nota explicatoria. - ¿Qué necesita por escrito? - El destinatario decide no abrir el paquete y elimino culaquier responsabilidad del mensajero. Si el destinatario no desea abrir la caja, lo hace bajo su propio riesgo y el mensajero queda liberado de cualquier responsabilidad. Si acepta, porfavor firme con su nombre.

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梦  梦  梦  梦

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Envío Soñado / OníricoFan Xiaoqing

Un   día   llevaba   un   paquete   a   casa   de   una   joven,   de   esasaficionadas a las compras en línea.  Salió de casa y, al tomarsu paquete, me pidió la pluma para firmar de recibido. “Mejorabramos el paquete y revisemos la mercancia un momento” – lerecordé. No es que yo fuera alguien responsable, más bien eran lasnormativas de la empresa las que dictaban firmar el paquetedespués de abierto. De lo contrario, la responsabilidad caiasobre nosotros. Para que iba a querer yo problemas de más? Poreso insistí en que firmara después de  verificar el paquete. 

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Se mostró un poco impaciente, con un tono indiferente y comosi no le importara el paquete, balbuceó: - Ay.. no lo abramos,  es que estoy muy ocupada. - No se puede… si no abre el paquete, no puede recibirlo.A menos que…  - ¿A menos que qué?  -  apresuradamente preguntó. - A   menos   que   lo   deje   por   escrito   con   una   notaexplicatoria. - ¿Qué necesita por escrito?  - El  destinatario   decide  no   abrir  el   paquete  y   eliminoculaquier responsabilidad del mensajero. Si el destinatario nodesea abrir la caja, lo hace bajo su propio riesgo    y elmensajero   queda   liberado   de   cualquier   responsabilidad.   Siacepta, porfavor firme con su nombre. 

- ¡Ay!, no… que molestia escribir tanto – dijo un pocomolesta. Mejor abramos el paquete.  

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Sin embargo, la envoltura estaba muy apretada.  Ella fruncióel   ceño,   queriendo   terminar   de   una   vez   con   todo   esto.Afortunadamente,   llevaba   conmigo   un   pequeño   cuchillo   paracortar   la   cinta,   el   cual   tenía   como   función   lidiar   conclientes   molestos   y   descuidados   que   firmaban   el   recibodirectamente a la fuerza, con el pretexto de no tener lasherramientas para abrir los paquetes. Esto claro, yo no lo ibaa permitir…  

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Claro, como ustedes saben, en realidad, no todos los clientesson   así.   La   actitud   de   otros   clientes   era   justamente   laopuesta, y simplemente insoportable. Por ejemplo, había unamujer que cada vez que compraba ropa en línea, la revisaba dearriba  abajo, de adelante a atrás,  de dentro hacia fuera,pasando por las costuras. Me quedé mirándola y me reí pordentro: ¿Acaso creía que era yo quien cosía aquella ropa?Digamos que hubiera un problema con las costuras… ¿qué sentidotenía echarme la culpa?  O con que pretexto me reclamaría? 

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Otra mujer, que también solía comprar en línea, percibió unolor a hule cuando  verificó la caja. Ella insistió en que eraun producto falso, y que ahora quería devolverlo. También dijoen un tono lugubre que ese tipo de ropa causaba cáncer. Sinembargo, incluso si el producto no fuese auténtico, ese no erami problema. 范范范范范范范. Le expliqué pacientemente las reglas:durante la verificación sólo   cuando   los bienes estuvieran

dañados, la talla fuera incorrecta, o el color no fuese eladecuado, se podía rechazar el recibo. No había disposiciónque permitiera el rechazo del pedido por un olor en particular(sea cual fuere...) Después de haber perdido mucho tiempo, lamujer entró en razón y aceptó la despreciada prenda, y decidióllamar a servicio al cliente para devolverla. Lo que pasódespués no tengo como saberlo, ni me incumbe. 

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Otra cliente también muy extraña, insistía en preguntar minombre... Yo le decía que la empresa no tenía ninguna reglarespecto   a   dar   nombres,   y   que   no   tenía   la   obligación   dedecirselo, pero al verla preguntarme tan insistentemente, ahímimo se lo dije. Incluso me sentí  afortunado pues pensé queigual y me podía presentar alguna novia. La siguiente vez,inesperadamente,   pasó lo mismo. Al responderle que ya lehabía dicho mi nombre la última vez, ella replicó que se lehabia olvido por su mala memoria. Yo se lo dije una y otravez,  pero me llegó la duda y le expliqué:- Señora, de hecho mi nombre no tiene nada que ver con el

envio exprés. 

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- ¿cómo   qué   no?   ¡Yo   incluso   les   pido   su   nombre   a   losrepartidores de agua! 

-     Quizás quería prevenir algún mal, quizás le daba miedotener un problema y no tener quien a quien acudir – pensé.

  En realidad, ella no sabía que segun las regulaciones delas empresas de paquetería, cada región tenía su mensajeroespecifico, y punto. Simplemente con decir su dirección, ya laempresa sería capaz de saber quién lo había llevado. A menosque fuera una empresa informal. En ese caso, no serviría denada saber el nombre del cartero, o incluso del jefe, igual nopodrían resolver nada. 

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Es verdad que crece toda clase de aves en el bosque. (Paragustos hay colores?) ¡Tienes que  tratarlos con cuidado parapoder   llamarte   un   mensajero!   Incluso   si   hay   errores,   noimporta de quien es la culpa, al final la caca cae sobrenuestras cabezas! Solo podemos proteger nuestras cabezas comosi caminasemos sobre una ligera capa de hielo para no recibirel ataque de los pajaros! 

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Dejemos de hablar de aves para enfocarnos en el cliente. Unavez abierta la caja, sacó la mercancía.  Aunque dentro de lacaja hubiese un ser vivo, yo no tenía ganas de saber de qué setrataba.  Ella igual me lo restregó en la cara. Dijo, ya loviste no?  Eché un vistazo. Al parecer eran mayones/pantalonesde licra de color magenta. La desprecié dentro de mi corazón.Acaso creía que yo no sabía que el precio en línea de unalicra no podía subir de unas decenas de pesos, y los másbaratos estaban en diez. Ella no sentía ninguna vergüenza porsus   mayones/pantalones   de   licra   baratos.   Después   deenseñármelos, dijo: está bien, lo he chequeado, vamos a firmarde recibido. 

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Claro   que   se   puede,   le   dije.   No   teniendo   la   intención   decausarle problemas y solo queriendo que se apegara   a lasreglas, le pedí que firmara en la lista y quité el papelcarbón de la parte de arriba.   Así yo podía partir, y ellaentrar a su casa.  Apenas dándonos la vuelta, inesperadamentela   escuché   gritar,   y   pensando   que   había   habido   un   error,rápidamente volteé, pero ella ya estaba encorvada matada de larisa, gritando: 范范范 范范范,  (Ay mi madre) No sé qué estaba gritando,pero como ella no estaba buscando problemas, decidí   mejor

retirarme rápido de ahí. Cuando me vio retirarme, se levantó ydijo: 

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“¡me compré el mismo! Como se me pudo haber olvidado! Al verlame acordé, que hace unos días la había comprado.” Como esto notenía nada que ver conmigo, me disponía a retirarme cuandoella dijo: “¿No puede ser que me esté volviendo senil, siapenas tengo 25 años…!”  Tampoco tenía nada que ver conmigo,así que de nuevo emprendí la retirada.Por fin me retiré.

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Cuando empecé a trabajar en este negocio, todo se sentía muyfresco, pero con el pasar del tiempo, esa frescura se perdió.Todo era lo mismo: los clientes, quizás un séptimo o un octavode   los   cuales   eran   mujeres   como   aquellas   mencionadasanteriormente que, con poco dinero, no mucho, recorrían elinternet para comprar algunas cosas sin valor, cachivaches sinmayor   utilidad.   Realmente   no   podía   entenderlo:   sus   manosparecían tener hormigas dentro , y el día en que no agarraranel mouse para hacer clic aquí o allá parecía no llegar. 

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Claro, era justamente por su cliqueo diario que las empresasde mensajería se habían multiplicado como hongos después de lalluvia, y cada vez más   pululaban con mayor rapidez. Habíaescuchado   que   hasta   ahora   había   más   de   mil   empresas   demensajería.   Mi   colega   dijo:   ¿más   de   mil?   ¿Según   lasestadísticas de quién? Y todas esas empresas en el mercadoinformal,   ¿también   las   han   contado?     Mi   colega   la   habíapensado más que yo: según las cifras estadísticas eran más de

mil empresas de mensajería, pero según él no se podía sabercuántas eran, y no era extraño que la competencia fuera tanferoz.

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Por supuesto, no todos estos miles de clientes y sus paqueteseran comprados por éstos. También había otras personas, comonovios,   familiares   u   otras   personas   que   compraban   y   lesregalaban a sus seres queridos, pero esta proporción  era muypequeña.

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En realidad, no debería quejarme de ellas ni despreciarlas. Esgracias a ellas que hay negocios de mensajería exprés y pan ennuestras mesas. De hecho, entre ellas también había muchaschicas que no estaban nada mal y, si no fuese adictas a lascompras, en realidad muy gustosamente me casaría con  ellas. 

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Una vez cuando envié un paquete, la chica abrió la puerta y,cordialmente, me invitó a entrar.  Prudentemente, lo rechacé.Pero estaba tan entusiasta que incluso me tiró y me dijo:“¡pásate! ¡No te preocupes!” Aun así, me quedé bajo la puertade su casa y, de paso, eché un vistazo dentro: ¡Madre mía! Unamontaña   de   paquetería,   la   mayoría   sin   abrir,   y   firmementesellada.  No sabía cuál era la compañía de mensajería que leexpidió. ¿Cómo podía darle la mercancía sin abrir la caja?Pero   tampoco   tenía   nada   que   ver   conmigo.   Sólo   tenía   quecumplir con mis deberes sin meterme en los asuntos de otrasempresas, puesto que cada una tenía sus propias reglas. Sólo

pensé que no valía la pena casarse con una mujer así, que noestaba haciendo compras sino jugando. Siendo un cartero, notenía tanto dinero para que lo derroche de esa manera.

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Me pregunté ¿si me podía considerar humillado o no? ¿Esta ideade   casarme   acaso   era   solo   mía?   (¿Esta   idea   del   amor   eracorrespondido o no?) Esto fue todo sobre los numerosos destinatarios. Si hablamosde los remitentes, aunque no pudiera verlos, sabía que, detodos   modos,   eran   variados.   No   me   molesto   en   mencionarlospuesto que no podía verlos.

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Prefería preocuparme de mí mismo. A veces cuando iba a una comunidad, tenía la sensación deestar   en   un   sueño.   ¿Por   qué   digo   sueño?   Porque   estascomunidades me resultaban bastante familiares y todas eran muyparecidas. Cada día   que iba a diferentes comunidades,   meparecían la misma y no era capaz de distinguirlas. Pero todosparecían lo mismo. No sólo soñaba con ellas sino que, mientrasdespierto, me llevaban a la tierra de ensueño.

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De   hecho,   aunque   no   entres   en   estas   comunidades   y   aunquecierres los ojos ¿no es cierto que estas residencias reciénconstruidas son casi iguales? Como cajas de cerillos erigidasuna al lado de otra. La única diferencia entre ellas es quealgunas   se   acercan   mucho,   algunas   no.   La   primera   se   le

denominaba   zona   general   y   la   última   era   la   comunidad   másprivilegiada.   A   pesar   de   estas   diferencias   entre   formas   ycolores   de   los   edificios,   estos   eran   solo   fenómenossuperficiales,   nada   muy   importante.   Somos   adultos   y   nocerramos los ojos ante fenómenos superficiales. 

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Después   encuentras   de   nuevo   otro   edificio   y   vas   al   númeroXXXX. Si es en un piso muy alto, usas el ascensor; si no, usasla escalera.   Luego, llamas a la puerta o tocas el timbre:“¿Quién?” – preguntan desde adentro…  Tú dices: “el cartero”.Luego,   la   puerta   se   abre   y   miras   adentro:   no   solo   losedificios   se   parecen,   las   decoraciones   dentro   también   sonrelativamente pocas.

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Si viajas por el mismo espacio y el mismo tiempo todos losdías, no podrás distinguir claramente cuando es un sueño, ycuando estás despierto. Bueno, no soñemos…  Me había salido de la casa de la mujer delos mayones y me dirigia hacia otra comunidad similar. Entré aotro edificio que se parecía, donde había las ya acostumbradasescaleras. Luego, el acostumbrado discurso. La puerta se abrióde golpe sin que el dueño mirara por el ojal de la puerta. Nosabía si era por qué no tenían vigilancia especializada o másbien,   era   que   ellos   se   preocupan   mucho   y   le   daban   muchaimportancia a la paquetería. 

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Hacía unos días hubo una noticia de que una mujer que vivíasola fue asesinada por un mensajero. Después de la difusión dela noticia, nuestro jefe, mis colega y yo estábamos un pocofrustrados,   con   malos   augurios   sobre   la   industria   de   lamensajería:   ésta   podía   ser   destruida   y   la   cantidad   demensajería   se   reduciría   considerablemente,   pero   comoresultado, el nivel no fue menor, sino que fue aumentando y ledio motivos al jefe para mejorar su estado de ánimo. En lamadrugada del 11 de noviembre de ese año, durante la compraelectrónica, o más bien, durante las ventas de remate,  todala gente se apresuró a comprar en plena oscuridad.

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A veces como me aburría, imaginaba que algún día conseguiríaencontrar a un destinatario diferente, pero no fue el caso,enserio que no…   La persona que estaba frente a mí, de lamisma manera, abrió la caja con sus ojos recorriéndola dearriba a abajo y dijo: “estoy mareada” y firmó. 

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No comprendí  qué le dio mareo, de todos modos, no sabía loque llevaba el paquete. Sobre la mercancía que entregamos, encada recibo, fuese la última entrega en mi mano o estuviesepegada   a la caja para el receptor, se señalaba de qué setrataba, pero no tenía tanto tiempo ni el estado de ánimo pararevisar los envíos de cada día. Yo solo era un funcionariopostal, no era de mi interés saber, ni mucho menos ver laexpresión de los destinatarios cuando recibían su mercancía.Por lo tanto, no me importaba si le daba mareo o no. Yo habíacumplido mis deberes con su firma.  Al menos, esta chica eramás directa en comparación con la que no quería verificar losmayones/licra. 

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Inesperadamente, su mareo más tarde llegó a marear mi cabeza.A los tres días después de enviar las mercancías, es decir, enel intervalo de dos días, recibí la llamada de una mujer, queme preguntó ¿por qué todavía no llegaba el envío? Esto no eranada   raro   y   venía   por   montones,   así   que   no   me   preocupé.Primero le pregunté qué le pasaba. Dijo que antier por lamañana, le llamé diciendo que inmediatamente se lo enviaría.Sin embargo, había esperado dos días sin resultados. 

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¡Esta si era un personaje!   Solo después de dos días, llamónada preocupada.   Recordé lo que hice antier y creí que nofaltaba nada y había llevado a cabo todas las tareas. Aunquetodavía no me preocupaba, le pregunté: ¿estás segura que fuiyo la persona que te llamó antier? 

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No obstante, la entendía: una mujer como ella, no sabía cómoera   la   empresa   de   mensajería,   ni   había   visto   losprocedimientos operativos, por lo tanto no podía imaginarsecómo eran nuestro almacén ni nuestro centro de clasificación.Lo que ella podía ver eran los carteros. Si no me preguntaba a

mí, ¿a quién? por no hablar de mi número de teléfono que ellaya tenía en sus manos. 

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Fui muy paciente al hablar con ella de nuevo para confirmar:¿estás diciendo que antier me puse en contacto contigo y tedije que de inmediato te entregaría el envió exprés? Ella dijoque sí. Como tenía mucha experiencia, para comprobar le pedísu dirección y el nombre del destinatario. 

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Rápidamente tomé nota y le prometí su respuesta a la brevedadposible. En el caso de que el receptor sea paciente y amablecomo esta mujer, por supuesto, tenía que resolver el problemalo antes posible. En otros casos en los que la persona eraimpaciente   algunas   personas   impacientes,   acudiendo   a   laempresa, le echarían toda la culpa como un daltónico que nosabe   si   está   en   lo   correcto   o   no.   Si   bien   algún   día   seaclarará la situación, en la mente de tu jefe, ya no seríasperfecta   con   tu   reputación   ya   manchada   y   perdida     -suspiros…?? 

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La lista de envío del día anterior ya estaba en la empresa,así   que   me   apresuré   a   ir   a   la   empresa   para   revisarlacuidadosamente. No faltaba ninguna firma.   ¿Qué significabaesto? Pues que no me había equivocado.  Le regresé la llamadaa la mujer, diciéndole que si había envió para su dirección,que de hecho ya se había entregado, pues ya habían firmado derecibido.     Ella   inmediatamente   gritó   diciendo:   ¡ah!,   ¿sefirmó?

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 Imposible, durante el día en mi casa no hay nadie menos yo.Le   dije:   aquí   está   su   firma,   así   que   no   lo   puede   negar.Añadió: ¡qué extraño! ¿Entonces quién firmó? Miré el nombre, ysu firma era tan extravagante, que me costaba distinguirla. Ledije que era fulano. 

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Se quedó aturdida: ¿fulano, zutano, mengano? ¿Quién es fulano?Le dije que firmó alguien de su casa. Como tenía miedo de queno entendiera, le aclaré de nuevo, es decir, cuando envié elpaquete a su casa, como no estaba, otra persona firmó en sulugar. Esa mujer dijo: es imposible. Para empezar, ese fulanono es familiar mío, ni lo conozco. Te has equivocado. 

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Siempre mantenía un tono tranquilo y cortés, pero ¿para quéservía tanta cortesía? Fuese cortés o no, tenía que entregarleel envío, pero ¿dónde estaba el envío? De repente mi mente seofuscó pero rápidamente me calmé. Recobrando el conocimiento,hice   una   cuidadosa   reflexión   sobre   las   posibilidades   deerrores. Sobre todo, pensé en la dirección, ya que el nombreestaba incorrecto. 

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Ya habiendo tenido este tipo de experiencias, confirmé otravez   la   dirección.   Efectivamente,   el   remitente   se   habíaequivocado de carácter en la dirección, Jardín Hongfu en vezde   Jardín   Honghu.   De   pronto,   era   un   problema   de   dialectodebido a la confusión entre el sonido de una h y el de una f.

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Me   sentí   más   relajado.   Primero   pensé   que   no   era   miresponsabilidad, sino la del remitente y entonces no podríaecharme   la   culpa,   por   supuesto,   tampoco   al   destinatario.Inmediatamente la consolé: bueno, no te preocupes. Sé dóndeestá el problema: envié la mercancía a la dirección incorrectaproporcionada por el emisor. Es fácil resolverlo. Iré allí, lorecogeré, y luego se lo enviaré. Dijo que el remitente era tannegligente que se había equivocado de dirección. Por supuesto,no   se   refería   a   mí.     Me   tranquilicé   y   me   apresuré   haciaaquella dirección equivocada.

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En ese momento todavía no tenía apuro, puesto que esto dedirecciones y remitentes equivocados y ocasionaba muchos malosentendidos, con tantas causas como se pudiesen imaginar, nohabía   error   que   no   pudiese   acaecer.     Una   vez   llamé   aldestinatario   preguntándole   si   conocía   un   cierto   número   encierto piso de un barrio en cierta calle. Dijo que sí, que yaestaba en casa esperando el envío. Entonces   le envié y lorecibió satisfecho. 

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Pero de pronto otra persona me llamó pidiendo el envío. Ledije que se lo había entregado exactamente y que él lo habíafirmado. Este, a su vez, negó la recepción y firma.   Erarealmente  extraño. Este  enredado asunto  estuvo en  cuestióndurante mucho tiempo, nos extrañaba mucho y finalmente, seencontró   que   simplemente   se   confundió   de   ciudad.   Las   dosciudades tenían   comunidades del mismo nombre, incluso lascalles y número de casa. Si crees que esas cosas no suceden,en realidad ocurren más de lo habitual. 

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El error más común era el teléfono del destinario, en esoscasos, las personas amables sólo te dicen que te equivocaste ylas malhumoradas te mandan al carajo o a chingar a tu madre. Yclaro no les puedes devolver la gracia, claro que no...De todos modos, las cosas eran así: estuvieran en lo correcto,remitente o destinatario, ellos eran tus dioses, pero estosdioses   visibles   no   tenían   nada   que   ver   con   los   diosesinvisibles verdaderos. 

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Una vez que mi teléfono se arruinó, y sabía que la situaciónera de emergencia, me apresuré a repararlo, pero al cabo deuna hora, un cliente ya se había quejado con la compañía,diciendo que se apagó mi celular y ¿cómo era posible que loapagara en plena entrega urgente? Lógica de ladrón. ¿Acaso notenían los carteros circunstancias especiales? ¿Qué tal si yotuviera un accidente y perdiera el conocimiento en el camino?–Retiro lo dicho…  Mejor no sufrir ningún accidente. Era mejorque no tuviera ningún accidente. No importaba los accidentesque sufrieras, ellos eran los dioses, y tú su sirviente.  

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En ese momento estaba en el edificio de Jardín Hongfu, lleguéal departamento XXXX, toqué la puerta y se abrió. Salió unamujer extraña frente a mí y me miró desconcertada. Si bien lavi antier, seguía siendo extraña para mí, ya que era imposiblerecordar la cara de cada destinatario. Si tuviera esa memoriaextraordinaria, no tendría que enviar mensajería lloviese orelampaguéese,   y   pudiera   ofrecerme   para   ser   espía   en   lasagencias de inteligencia.

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Sin embargo, su cara me era indiferente. No iba por ella, sinoa recoger las cosas mal enviadas. Le expliqué la situación sinrodeos, al tiempo que negaba con la cabeza. Al final, me dijoque me equivoqué y que no había recibido ningún envío. Ledije:   se   lo   entregué   antier   a   usted   y   firmó…     Aunque   meparecía extraña, debía imponerme sobre ella, sino, no habíatal sino,  la realidad era así y punto. 

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¿me entregaste el envío y lo recibí? ¿Me viste? ¿Por qué no teconozco? 

No   le   dije   que   la   había   visto,   pero   tampoco   me   atreví   adecirle que no lo había hecho. Y tú, ¿sueles comprar en líneao por televisión?” cambiando el tema, pregunté.  sí,   a   menudo,   con   frecuencia   recibo   envíos   exprés.   Sinembargo, no me los enviaste tú. Al solo admitir el recibo del envío, saqué la lista y se laentregué, diciéndole: mire, ¿es su dirección? 

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La miró un rato, y habló con extrañeza…em, en realidad si esmia, pero el destinatario no soy yo. Antes de que tomara yo lainiciativa, vio la realidad de la situación y me dijo que nosólo el destinatario no era ella, sino que también no era ellaquien lo había firmado. 

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Pensé   que   era   un   pequeño   error,   solo   había   que   ir   a   ladirección   equivocada,   y   enmendar   lo   ocurrido,   y   asíresolverlo. Al saber que la situación se complicaba, así mimente se ofuscaba. Ella, pareciendo muy considerada, me dijo:sí, ahora es muy complicado enviar los mensajes exprés. Esfácil confundirse y ahora la gente es muy descuidada. 

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Parecía que ella era muy consciente de mi dificultad y tomó lainiciativa sugiriéndome: si no me crees, dame un papel paraque te firme. Puedes comparar la firma para asegurarte. Notenía otro remedio, así que  pedí firmar su nombre.  Parecíaque   no   creía   en   nadie   y   me   preocupaba   por   las   cosasinsignificantes, pero lo que no saben es que los carteros comonosotros, tenemos que hacerlo. De lo contrario, por cualquierdescuido te toca pagar con  todos tus bienes. Incluso en eltipo de entrega   contra reembolso, aunque no sufrirías lapérdida   de   dinero,   tendrías   que   perder   tiempo,   energía   yreputación, en definitiva, tendrías que perder algo.

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Ella me firmó su nombre en el papel. Sólo con un vistazo, losupe. La carta en mis manos sin duda no la firmó ella. Vio queno   hablaba,   y   pensando   que   no   lo   había   identificado,cuidadosamente   apunto   su   firma,   y   dijo:   mira,   son   firmascompletamente  diferentes. Si  lo hubiese  firmado, ¿para  quénegarlo? No hace falta. 

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Aunque identifiqué de una vez que no era su firma, tod avía noestaba   tranquilo.   No   podía   estarlo,   una   vez   estuviesetranquilo,   no habría retorno. No había salida. Cambié lasideas de nuevo, preguntándole: ¿no estabas en casa, puede queotra persona de tu familia haya firmado el recibo? Ella dijoque su familia no estaba en casa durante el día. Además, nadiede su familia se llamaba así. 

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Ella vio mi mirada de confusión y dijo: ¿de qué se trata elenvío? ¿Objetos de valor? le dije: creo que no. Es uno de esostrapeadores que uno compra por internet, sin ningún seguro deenvío.   Dijo que no era muy probable que alguien afirmarafalsamente, como queriendo engañarlos y no merecía la penahacer esto. ¿Pero… adonde se había ido ese trapeador entonces?– le respondí.

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Su actitud siempre era buena, pero todavía sospechaba de ella.Finalmente estaba un poco molesta y   comenzó a criticarme:usted mismo tiene algo de culpa. Obviamente en la lista, elnombre del destinatario es fulano, y dejaste firmar a mengano,sin siquiera un “en nombre de”. No estaba de acuerdo con ellaen absoluto, puesto que  la empresa tampoco obligaba la firmaen   persona,   la   familia   podía   firmar   en   nombre   deldestinatario.   Además,   si   alguien   lo   recibieramalintencionadamente, el "en nombre de" serviría menos que ungas maloliente.

Realmente me parecía bastante raro. Aunque habláramos, parecíahaber gato encerrado con tantas cosas extrañas, pero debido ami naturaleza prudente, también sabía que llevar la cena a lamesa no es fácil, así que por lo general no me equivocaba.Pero esta vez ¿dónde estaba el problema? Repasé mis ideas.Primero, el remitente se equivocó de nombre de la comunidad, yciertamente lo envié de acuerdo a la dirección del remitente.En   este   primer   paso,   no   estaba   equivocado.   Segundo,   elteléfono no estaba mal. Había conectado con el receptor porteléfono y el receptor esperaba el envió. Tampoco me equivoquéen   este   paso.   En   el   tercer   paso,   fui   a   la   direcciónequivocada,   donde   la   gente   de   hecho   estaba     esperando   la

entrega y se firmó. Aunque no era el nombre del destinatario,en   fin,   estaban   bajo   un   mismo   techo,   no   debía   estarequivocado, todavía no estaba equivocado en este tercer paso.Si no me equivoqué, no habría trapeador equivocado, pero ¿alfinal dónde estaba el trapeador correcto?  Me puse a recordar las lecciones y experiencias del pasado conuna   cuidadosa   reflexión   por   un   momento.   ¿Acaso   me   habíaequivocado de piso? Debería ir a la quinta planta. ¿Siendoinconscientemente perezoso, será que me faltó un piso? O bien,fui a otro edificio y confundí el 2 con el 3, esto también eraposible.     O   ¿Era   posible     que   no   hubiese   venido   a   estacomunidad,  sino a otra?De todas maneras, como saben, las comunidades, edificios ypisos eran realmente similares.  Una vez se me ocurrió esta idea, ésta me sorprendió mucho,tanto que me imaginé en un sueño: los edificios y comunidadeseran iguales, que vi en un sueño, los edificios, comunidadeseran   iguales,   pero   siempre   fui   a   los   lugares   según   ladirección en mi mano. ¿Acaso la dirección a la que fui no erala de mi mano? Si yo no hubiese estado en esa zona, ¿cómo meacordaría de la comunidad? ¿Fue acaso todo un sueño?¿Acaso en el sueño las cosas eran más claras que la realidad?No me atrevía a decir - "imposible".Todo era posible.Pero ahora no tenía ninguna prueba para demostrar que al finalcometí un error. Recordé el caso de la entrega de correo exprés antier. Derepente   recordé   que   en   esta   comunidad   me   encontré   con   unconocido y charlamos en el camino por un momento.Si solo encontrase a esta persona, las cosas se resolveríanmuy rápido.Pero en realidad, todavía estaba muy lejos de hacerlo.Originalmente no tenía prisa cuando trabajaba, así que raravez cometía errores. Una persona que casi no cometía ningúnerror, una vez lo cometiera, sin duda estaría más preocupadaque la persona quien a menudo se equivocaba. Pertenecía a estetipo de personas.Estaba   un   poco   ansioso,   no   porque   hubiese   perdido   untrapeador, sino por mi sentido de la responsabilidad y mi

memoria, en comparación, el último es más importante. Si nopudiera   recordar   lo   que   sucedió   hace   dos   o   tres   días,   mecausaría sudores fríos por el miedo.Sí, estaba muy preocupado, y por la preocupación se me olvidóel nombre del conocido que había visto en aquella comunidad.Con esfuerzo traté de recordar, mi propia mente caótica seesforzó por determinar su identidad.¿Quién era en realidad?¿Familia? ¿Compañero? ¿Amigo? ¿Colega? ¿Pariente? ¿Vecino?Afortunadamente,   como   el   hombre   pordiosero   que   soy,   no   sepodría decir que mis amigos cercanos fueran muchos. Primero,busqué en los contactos  de mi celular para que sus nombres merecordaran   la   cara   de   aquella   persona.   Al   principio,   meparecía que todos eran aquel nombre   pero, al mirarlos otravez, me pareció que todos no eran.Luego, de nuevo y sin miedo a molestarme, uno por uno, a todoslos posibles candidatos llamé. Algunos no me entendían y meignoraban.   Los   que   si   me   entendían   que   eran   especialmenteextraños:   -¿qué   comunidad?   –   decían.   -   Nunca   la   he   oídomencionar… ¿Qué fui a hacer ahí? ¿Acaso sospechan que tengo amante? Otrosdijeron: “¿Qué quieres decir? Hoy no es día de los inocentes,y aunque lo fuera,  tu broma no me parece nada divertida. Loque   es   más,   ¿me   estás   siguiendo?   ¿Quién   te   dijo   que   lohicieras? Aunque no me digas ya lo sé, a ver quién carajos tehizo que llamaras. Al escuchar esto, y como nadie iba a morirpor esto,  rápidamente colgué. Ante este panorama, mi corazón aún más se preocupó. De nuevocon prisa, la situación se volvía peor, e incluso se me olvidóel aspecto de la persona con quien hablé, e incluso ni teníala impresión de lo que habíamos hablado. Me preocupé mucho:temía que este aparecido se desvaneciera de nuevo sin rastro,como si nunca hubiese existido.   Al verme enloquecido, mi colega me recordó: “ve a ver lascámaras de seguridad de la comunidad. Siempre y cuando suposición fuese la adecuada, más oportunidades de que estuvierala grabación de ustedes hablando. Estaba tan alegre que corría la comunidad rápidamente, pero la administración   de lacomunidad no me dejó verlo sino hasta que llegara la policía,

o   por   lo   menos   que   trajera   un   certificado   emitido   por   lapolicía. Eso tampoco se me dificultó. Acudí a un amigo que meayudara en contactar a la policía. La policía me preguntó larazón por la que quería ver el vídeo y les respondí que yo eraun cartero y que había perdido un trapeador. La policía pensóque estaba bromeando con ellos y me lo echaron en cara. Notenía miedo de su reproche ni siquiera me importaba que megolpearan. Les pedí otra vez que habláramos en detalle delasunto  del trapeador,  el cual  aunque insignificante,  podíacausar   que   perdiera   el   trabajo.   Como   resultado   einesperadamente,   me   gané   su   empatía.   Entre   ellos   uno   mecomprendió especialmente y   dijo: ustedes tampoco la tienenfácil. Ahora la gente envía tantos paquetes, y de hecho, mimujer está adicta a las compras en líneas: todos los díascompra y ni siquiera le da chance de abrirlos todos, y si losabre los tira para comprarlos de nuevo, 范范范. Confiando en la solidaridad de la policía, finalmente pude  ver el video de la comunidad. La  administración de la comunidad también fue muy entusiasta, ayudándome en avanzar y regresar el video para encontrar momento justo.  Entonces lo observé con minuciosidad. Ay por Dios, tal y como se esperaba,estaba yo entrando en esta comunidad. Me sorprendió mucho ver mi bicicleta eléctrica cargada de tantos paquetes. Si fuera otra persona, sin duda me preocuparía por él. ¿Cómo podía llevar tantas cargas una bicicleta tan ligera?Pero realmente era lo que hice. La cosa era que cuando yomontaba la bici, no podía ver los paquetes porque estabandetrás de mí.¡Madre   mía!   Siguiendo   viendo   mi   silueta,   realmente   logréobservar al conocido que me encontré en la comunidad.Ese hombre era mi abuelo.No   tengan   miedo.   Mi   abuelo   murió   hace   tres   años.   Lo   queencontré era mi abuelo que murió hace tres años pero yo no mepreocupé, así que ustedes tampoco tienen porqué preocuparse.Todos dicen que en el mundo de hoy, todo puede suceder. ¿Acasola resurrección no podría suceder?  Vistiendo   un   uniforme   de   correos   verde   y   empujando   subicicleta,   también   cargada   de   grandes   y   pequeñas   cajas   decartón. Esto, sin embargo, no era nada extraño, porque mi

abuelo, cuando joven, era cartero. Cuando empecé a trabajar enla   paquetería,   mi   madre   me   regañaba   diciéndome:   “de   taldragón, tal dragón (nota?)” (o de tal palo tal astilla), losniños del ratón sabían excavar agujeros en la pared (¿??).范范范 范范范范范一 Ono trabajo o no descanso, le hice una broma de mal gusto a mimamá: ¿me dio a Luz mi abuelo?  Esto la llevó del enojo a larisa.  Si bien la aparición de mi abuelo no me hizo sentir extraño,pero todavía estaba un poco asombrado. Bajo la cámara, lepregunté   a   mi   abuelo:   Eres   tan   viejo,   ¿cómo   no   te   hasjubilado? El abuelo dijo que en realidad tendría que estardescansando,   pero dijeron que no había suficiente mano deobra, así que nos pidieron a los que hace mucho descansábamos,que viniéramos a ayudar. Pensé que eso era comprensible. Poreso,   no   crean   que   pueden   ver   a   todos   los   carteros   demensajería pasar por las calles, de hecho, hay algunos deellos que ustedes no pueden ver. Mientras estaba pensando, medijo: ahora es muy conveniente, incluso si compras algo de losEstados Unidos, lo recibirás dentro de unos días, no comoantes, cuando por una carta normal tendrías que esperar diezdías o un medio mes. Dije: claro que sí. Ahora la velocidad nose   puede   llamarse   simplemente   velocidad,   eso   era   más   comoviajar a través del tiempo. Cuando estaba a punto de elogiarsu modernidad, mi abuelo dijo: el Año Nuevo se acerca. Quierocomprar un regalo del Año Nuevo para tu abuela. Yo estabasorprendido, y le dije: ¿a mi abuela? ¿Es capaz de recibiresto puesto que murió hace veinte años? Me dijo: “mijo, correndías muy buenos. ¿Qué cosas no se pueden lograr hoy en día?Mi   abuelo   se   fue   empujando   la   bicicleta   a   entregar   lamensajería,   después   de   decir   unas   pocas   palabras.   Yo   locomprendí, con su edad avanzada y tantos paquetes, no le eraposible montar la bici, solo podía empujarla.  Regresé a casa, diciéndole a mi madre que me había encontradocon mi abuelo hace tres días en una determinada comunidad. Mimadre me regañó: “¡Bah! ¡Vete a soñar con pájaros preñados ycerdos que vuelan!Aquel “¡bah!” de mi madre me dejó confuso, o mejor dicho, medespertó.   ¿Acaso   había   soñado   todo   lo   que   ocurrió   en   lacomunidad?

 Hasta que sonó mi celular, me di cuenta que en este momentoestaba   despierto.   Pero   pensé   de   nuevo:   ¿Cómo   podía   estarrealmente seguro? La gente también puede recibir llamadas enun sueño. Yo mismo ya había soñado con llamadas muchas veces,sueños   muy   vividos   donde   apretaba   botones,   contestaba,respondía, tal y como si estuviese despierto. La llamada era de la mujer que debía recibir el trapeador,agradeciéndome que ya lo había recibido. Me sorprendió que,aún no habiendo encontrado el trapeador, ella ya lo habíarecibido. Realmente era difícil de entender. ¿Este trapeadoral   final   era   aquél   o   no?   Tal   vez   alguna   persona   de   buencorazón que supiera que estaba enredado, había recuperado eltrapeador por mí. O un remitente descuidado también se habíaconfundido de dirección, y  por lo tanto, había enviado otrotrapeador a su casa. ¿O era que mi abuelo que me quería tanto,a escondidas había realizado su truco de magia?  Quién sabe qué pasó… De todos modos, el hecho que el trapeadorhaya sido recibido no tenía nada que ver conmigo. Rápidamentedejé el trapeador fuera de mi mente.  Siempre y cuando no seade mi responsabilidad, todo está bien.Volví a la empresa y recibí otra vez un montón de tareas. Miréhacia abajo, y en la parte superior de la lista, se podíaleer: jardín Menghuan (Menghuan significa sueños).Entonces partí hacia el jardín de sueños.

Originalmente publicado en la revista " Beijing Literatura "2013 

5to número.