Post on 13-Mar-2023
Notas sobre las figuras del trapero, vagabundo y la prostituta en Walter Benjamín.
Esto es una reflexión exploratoria, desdela perspectiva de género ymasculinidades, a las figuras delvagabundo, trapero y prostituta en laescritura de Walter Benjamí.
Devanir da silva Concha, Antropologo y estudiante del programa de doctorado en estudios latinoamericanos.
Introducción
La intención del presente trabajo será el de abordar, desde la
perspectiva de género, a ciertas figuras y nociones de género y
masculinidad en la escritura modernista y fragmentaria de
Walter Benjamin, considerando los textos: Iluminaciones II Un poeta
en el esplendor del capitalismo y Cuadros de un pensamiento. El trapero,
vagabundo y la prostituta son tres personajes que reflejarían
no solo su visión particular de su momento histórico, y sus
vivencias en él, sino también nos permite acercar a la noción
de sujeto y escenario social en que escribe y narra Walter
Benjamín. Esta narración está fuertemente influenciada, dado el
contexto histórico y autores que considera, por las nociones de
fetichismo, mercancía y enajenación. Y, además, las dimensiones
fundamentales donde se mueve esta reflexión son: Modernidad,
sujeto y experiencia y ciudad son los fundamentales, pero
también otras no menores son: la revolución y la miseria.
Prólogo
Antes de empezar haremos un pausa para señalar algunos puntos
de partida para nuestro acercamiento a las figuras marginales
en Walter Benjamín. Primero, desde la disciplina antropológica,
se habla en la actualidad de que hay una conciencia crítica, en
la contingencia epistemológica y literaria, que Walter Benjamín
ya abordó en su tiempo.
“En efecto, ¿Qué es la antropología sino una especie de traducción tanto más
honesta, tanto más verdadera y tanto más interesante porque muestra el mostrar,
1
es decir, mostrando los medios de su producción? La tarea que se nos presenta,
entonces, es ver lo que la antropología ha sido, desde el comienzo, es decir, narrar
los relatos de otras gentes y, en el proceso, generalmente arruinarlos por no ser
sensible a la tarea del narrador. No tenemos 'informantes'. Vivimos con narradores a
los que frecuentemente hemos traicionado en aras de una ciencia ilusoria”.
Taussig, M. 2013 [2005] Mi Museo de la Cocaína. Popayán:
Universidad del Cauca, p. 309 .
Ciertamente lo último apunta entonces a un elemento quizás no
es tan “propio” de la antropología. La tarea es aquí de narrar
los relatos de otros, relatos que quizás ni siquiera son
conscientes en ellos mismos. Se podría decir que estamos
condicionados desde una configuración reflexiva terciaria, Yo-
Walter Benjamin-Sujeto marginal.
En la misma línea, Clifford Geertz, nos dice que: “En suma, los
escritos antropológicos son ellos mismos interpretaciones y por añadidura
interpretaciones de segundo y tercer orden (por definición, sólo un nativo hace
interpretaciones del primer orden)”. La representación de otro respecto
a un tercero, en el contexto de la modernidad primaria en
Europa la primera mitad de siglo XX, puede ser una distancia
considerable para sacar algún elemento comprensivo pero que a
la vez es una ventana privilegiada para conocer esa otra
experiencia. Esta experiencia no debe ser considerada como
neutra sino que particulariza su vivencia. En este ensayo
quisiéramos también hacer una lectura de género a los escritos
de nuestro autor de interés.
2
En este sentido, el planteamiento general de Rita Felski, con
su libro Gender of Modernity, señala que la modernidad, expresada
en estructuras sociales e instituciones concretas, es una forma
política fundamentalmente androcéntrica. Las personas reflejan,
viven e incluso crean instituciones sociales de las cuales son
parte. Aunque se desprecie socialmente el vagabundeo, la
recolección y el pago por sexo se constituyen en instituciones
sociales a medida que son espacios de significación de los
sujetos que la viven. Y la intención sería aquí, con el relato
de Walter Benjamín como sujeto de esa modernidad a principios
de siglo XX, las luces que nos puede arrojar sobre cómo fue o
es la modernidad, y de paso revelar su posición socio-
literaria, que configura - en la ciudad – el vagabundo,
prostituta y el trapero.
Enfoque de género en la lectura de Walter Benjamín
Daremos aquí una breve pero aclaratoria revisión de la
perspectiva de género que no pretende dar el panorama completo,
muy difícil tarea por cierto, sino que sea un aporte al
lector/a una ventana en cómo se hizo la lectura del texto y el
análisis del mismo.
El concepto de género se ha entendido, en su primera acepción,
como la definición que entrega Gayle Rubin en 1975 cuando dice
que el sistema sexo/género es aquel subsistema cultural que
ordena la percepción y prácticas sociales en dos esferas,
socialmente construidas, de lo masculino y femenino. Esta
3
primera acepción del término hizo que en gran medida,
históricamente se asociara – desde el binarismo de género – los
estudios de género a las mujeres porque ellas efectivamente
fueron mayoritarias, por lejos, en el campo por mucho tiempo.
Sin embargo, paralelamente muchas feministas también resaltaban
la necesidad de configurar una mirada sobre lo masculino y esto
se ha logrado, mayoritariamente, primero con el debate post-
estructuralista de los ´90 y posterior al año 2000. Desde la
emergencia del feminismo la llamada diversidad sexual ha
también tensionado el debate y fundamentalmente la teoría
Queer, y e post-estructuralismo en el feminismo, ha criticado
el binarismo de género y que la sexualidad sea solamente el
sustento biológico del género, y se argumenta que también la
sexualidad ha sido socialmente construida. Esto último, de
manera fulminante, hace que el concepto o perspectiva de género
sufra cambios en su conceptualización y no se perciba de la
misma manera que señalo en su momento inicial Gayle Rubin. Uno
de los elementos de esta crítica que nos interesa aquí es la
masculinidad considerada en una pluralidad, de sujetos co-
existentes en un contexto social que se van interrelacionando,
co-accionado y construyendo una noción de lo masculino como un
producto de su época.
Escenario de los marginales: la ciudad moderna
4
La ciudad se ve, según Walter Benjamín, como la materialización
máxima del capitalismo pero también, en este caso, la
entendemos como una expresión cualitativa de la modernidad y
que esta sería un registro, explícito o no, de cómo un sistema
social que jerarquiza (por uso, acceso y desplazamiento de
espacio) los sujetos masculinos y/o femeninos. Obviamente la
escala social ubica al trapero, vagabundo y prostituta queda al
final de la lista y los indica como aquellos socialmente
rechazables, los intocables de la sociedad occidental1. Incluso
dentro de “su” espacio se vuelve a re-estructura el espacio de
acuerdo a una nueva jerarquización interna de ese grupo social.
¿Por qué la ciudad? Nos invita a mirar el patio de la
modernidad, los confines oscuros y los pliegues donde se
despliega la respuesta a una otra modernidad. La ciudad
concentra los productos de la modernidad y también concentra
una emergente forma de ordenar y vivir la vida. La miseria es
un fenómeno que toma la ciudad que concentra un modo de
expresión del capitalismo que también, paradojalmente,
posibilita su comprensión.
La ciudad es ese campo en donde se mueven estos nuevos sujetos
urbanos. ¿Pero en qué contexto histórico? En un París revuelto
por la Revuelta de 1871 con Blanqui como ideólogo, y es ese
escenario que Walter Benjamín está mirando a través de los ojos
de Baudelaire. Dentro de esta ciudad la primera figura que
aparece es: el provocador. Es seguido de la miseria como1 Aunque veremos que no necesariamente no es así en el análisis de las mismas figuras mencionadas.
5
contraposición a la noción de
civilización de la cual la ciudad
oficialmente trata de mostrar2. Y
es este marco, de la comprensión de
lo urbano, donde aparecen los
restantes sujetos urbanos que nos
interesa mirar en este texto. La
miseria contrasta con la belleza de la Belle Époque, la modernidad
que lleva las luces y los espejos a la conciencia del sujeto
citadino.
“La ciudad se refleja en miles de ojos, en miles de objetivos. Porque no
solamente el cielo y el ambiente, no sólo las propagandas luminosas en los
bulevares nocturnos hicieron de París la Ville Lumiére". París es la ciudad-
espejo: liso como un espejo el asfalto de sus calles. Vidrieras delante de
todos los bistrós: aquí las mujeres se ven más que en otras partes. De estos
espejos salió la belleza de la mujer parisina”. (pág 75, Cuadros de un
pensamiento)
Podemos ver, en la última parte, que aparece la mujer fruto de
la intrínseca hermosura de la ciudad. La figura de la bella
mujer parisina se contrasta posteriormente con la prostituta.
Esta mujer está incluso ubicada en otra ciudad, en la ciudad de
Marsella.
Dado que Walter Benjamín le interesa lo particular, nos lleva a
considerar los sujetos dentro de la ciudad como el aspecto más2 Considerese que està la exposición de París de la feria mundial y su proyección como ciudad de la modernidad.
6
importante en su recorrido para comprender y posteriormente
intentar armar una filosofía de la contemporaneidad. Aquello
particular y único pero que también constituye, paradojalmente,
en una masa que es elaborada, y moldeada, por el capitalismo en
sujetos enajenados de su propia vivencia de/en la ciudad
De la ciudad y sus habitantes (de)géner@(dos)
Los espejos son elementos mágicos de la ciudad, de París
específicamente, y que devuelve al transeúnte parte de su
encanto pero también tiene la potencialidad de mostrar
elementos que rompen esa imagen idealizada en los múltiples
espejos invasores de todo espacio: La miseria.
Se señala, en la primera parte del texto Iluminaciones II, que
la miseria produce sujetos marginales pero también potenciales
sujetos revolucionarios porque en última instancia la
modernidad niega y fagocita en sus entrañas citadinas y así los
somete mediante la negación u omisión de lo humano. El autor
señala una posibilidad de fuga y sería el sujeto artista que
los entiende, así mismo los marginales en las barricadas y los
provocadores, la revolución por otros medios (la pluma). Estos
serían los encargados de transportar, mediante la narración, el
horror en la ciudad y provocando así un choque al lector/a que
no vive, de primera mano, la miseria humana retratando así la
paradoja de la modernidad en esperanza que el/la lector/a sea
haga participe de la revolución. Revertir la situación de la
modernidad, (enajenación) esa es la dimensión política que
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tiene la escritura de Walter Benjamín, que podemos ver a modo
de ejemplo en el cuento de “Los nadie” de Eduardo Galeano.
Al moverse a la ciudad de Marsella cambia totalmente la
fisonomía de género y ahora estamos en una ciudad, y en el
puerto específicamente, de desechos.
“Dentadura amarilla y criada de lobo marino, a la que el agua salada le
chorrea entre los dientes. Y cuando su garganta se apodera de los cuerpos
negros y morenos de 1os proletarios con que las compañías naviras la
alimentan siguiendo su horario, exhala olio de aceite, de orina y de tinta de
impresión que vierte sarro que se le pega a los maxilares impetuosos,
puestos de diario, baños y puestos de mariscos. Los habitantes del puerto
parecen un cultivo de bacilos; changados, prostitutas, productos de la
podredumbre que serían hombres”. (Ídem pág. 76)
Y dentro de este (los desechos de orden mercantilista) espacio
urbano hay un barrio destinado para otra actividad humana: la
prostitución. De esta Imagen-Ciudad que se retrata,
contrastándola con París, algo se sigue repitiendo en el día de
hoy. Lo pudimos apreciar con el caso del Mundial de Futbol a
medida que a los visitantes se les ofrece una imagen - país o
ciudad - y la miseria es “escondida” mediante desplazamiento
forzado de personas. Y la subdivisión y jerarquización del
espacio (en barrios) es una de esas “labores” que se ha visto
desde el inicio del fenómeno urbano.
"Les bricks es el barrio de las prostitutas cuyo nombre proviene de las
lanchas que están amarradas a cien pasos de allí en el muelle del puerto
8
viejo. Un inventario infinito de escalones, arcos, puentes, balcones y
sótanos que parece estar esperando todavía que se le encuentre una
aplicación acorde, un uso adecuado. Aunque en realidad lo tiene. Porque
este depósito de callejuelas gastadas es el barrio de las prostitutas”. (Ídem
pág. 77)
Los marginales – o como en Les miserables de Victor Hugo – son
los desheredados de los beneficios de la modernidad, pero
justamente en calidad de esto es que les interesa a Walter
Benjamin porque permitiría conocer y entender las entrañas de
la modernidad y su carácter. O sea mediante la inmersión
experiencial, compartida en su narración fragmentaria - en los
pliegues de la ciudad - se conoce la modernidad y su
perversidad. Trata de extender, mediante un medio de privilegio
como es el libro, la miseria a los que no la viven para
provocarles un choque vivencial. Es posible acceder a la
vivencia, a la humanidad detrás de los sujetos que son desechos
del capitalismo. No está garantizado pero es posible,
sacudiéndose de la enajenación, acceder al sujeto y entender,
en última instancia, el capitalismo galopante.
La marginalidad, en su expresión femenina, serían las
prostitutas, escondidas en las entrañas de espacios marcados
por la estigmatización mercantil del cuerpo.
Las prostitutas están ubicadas estratégicamente, dispuestas a cercar a los
indecisos a la menor insinuación, a pasarse a los reacios de una vereda a
la otra como a una pelota. Lo menos que perderá el involucrado este
9
juego será su sombrero. ¿Ya habrá logrado alguno penetrar tan
profundamente en este basural de casas como para llegar a lo más
íntimo, al gineceo, a la habitación donde, colocado sobre estantes o
colgado de percheros, se exhibe el botín de los emblemas de la
masculinidad: sombreros de paja, sombreros hongo, sombreros de
cazadores, borsalinos y gorros de jockey?
En los últimos pasajes de este extracto se desdibuja la figura
masculina pública, el sujeto masculino
preso de una voraz mujer que exhibe
desde su espacio, ante el cliente, el
destino del cliente anterior. Así nos
aparece la figura masculina, en
relación a la prostituta, en el texto
de Walter Benjamín. Ciertamente son
sujetos igualmente excluidos y
marginados, que no representan las
clases altas. Si bien hay una
masculinidad que sigue el patrón
(hegemónico) en realidad existen otras,
una masculinidad rechazada, tal como lo plantea Kelly Comfort3,
eliminadas del imaginario social pero que nuestro autor las
rastrea en los distintos pasajes de la ciudad. Son en cierta
medida invisibilizadas y Cuvardic García4 muestra la línea de
3 En Peluffo, Ana; Sánchez Prado, Ignacio M. (eds.) (2010)Entre hombres: masculinidades del siglo XIX en América Latina. Madrid/Frankfurt. 4 Dorde Cuvardic García “El trapero: El otro marginal en la historia de la literatura y de la cultura popular” en Rev. Artes y Letras, Univ. Costa Rica. XXXI (1): 217-227, Año 2007 / ISSN: 0378-0473
10
argumentación desde la cual se toma usualmente la noción del
trapero o vagabundo en la literatura y/u otras ciencias humanas
y sociales. Se aborda desde las nociones de pobreza, o en su
defecto desde lo popular, y marginalidad pero no necesariamente
una perspectiva de género y masculinidades, ni menos desde una
apreciación contracultural de esos sujetos marginales.
Las dos figuras masculinas que nos interesan aquí exponer, en
una primera instancia, son: el trapero y vagabundos y además
contraponerlos con las figuras del intelectual o banquero,
figuras masculinas que no aparecen en el texto pero que nos
permite configurar una comprensión de la dimensión de los
sujetos masculinos en la escritura de Walter Benjamín. Lo que
nos importa, como punto de reflexión, es señalar que no
solamente viven en distintos estamentos sociales sino que co-
existen con la conflictividad social (por la aglomeración) con
otros sujetos masculinos. Y queremos entonces ver esa
expresión, en tanto interacción y representación de la figura
marginal, irrupción del artista vagabundo, en la relación
conflictiva con los sujetos masculinos privilegiados.
El conflicto social, de la época de Walter Benjamín, es algo
central y esto se expresa en disposición al choque, como modo
de experiencia sensitiva intencionada del autor, para producir
material de la narración. El suejto de este conflicto social es
el lumpenproletariat, un sujeto masculino que, dentro del debate
público marxista, podría ser el sujeto que sustenta la
11
revolución y transformación de la sociedad desde abajo. ¿El
sujeto masculino es útil o no para la revolución? Esa es la
cuestión central si tiene efectivamente una conciencia de clase
que le permita pujar hacia un cambio y por tanto ser útil a un
movimiento o no. Ahora, efectivamente no ser útil también es,
conscientemente o no, una postura contracultural. Indagaremos,
a continuación, en los sujetos masculinos que nos interesa esta
dimensión de utilidad.
La primera figura es el flaneur5 está caracterizado como el que
vagabundo solitario por placer egoísta. Este sujeto moderno
ávido por vivir experiencias, micro choques, porque la
modernidad misma lo empuja hacia la homogenización,
estandarización o “achateamiento” de la experiencia sensitiva
humana. El dandismo, como lo expone Juan Pablo Sutherland,
expone tanto una dimensión de clase como de masculinidad. Clase
social en tanto un sujeto que dispone del tiempo para
vagabundear por placer los distintos recovecos de la ciudad,
desde su egoísmo, desde su provocación auto-infligida. Y esta
figura, como sujeto, no se expone como la masculinidad
tradicional sino incluso es feminizada porque la disposición
corporal no es “masculina”. El masculino es insensible a
placeres, es duro y está hecho para aspectos “duros” de la
vida: la resistencia y persistencia. Son otros los referentes
simbólicos para ese sujeto. La devoción al transitar sin rumbo
o en función de su propio placer es lo que resulta disruptivo5 Véase "Physiologie du flâneur" del periodista y escritor francés Adrien Huart (1813-1865)
12
en este personaje con el modelo masculino hegemónico. Tiene
similitudes del vagabundo a medida que es un vagabundeo de
placer y el vagabundo que lo hace por necesidad y tiene una
organicidad propia y en colectivo.
El trapero aparece como una figura moderna, de la ciudad, que
da valor a los desechos, aquello despreciado por otros, los
restos de la civilización que queda para “los de abajo”. Es
aquel que “su bigote le cuelga hacia abajo como una bandera”. Recolecta
retazos de trapos y pone en circulación elementos (mercancías)
desechadas por el sistema económico formal. El trapero aparece
como un sujeto de la flora y fauna urbana, junto con los
ladrones, provocadores profesionales, soplones, bohemios etc.
Este recoge basura, desperdicios y restos de otros sujetos. Los
registra, organiza y guarda para un nuevo uso. Y lo hace de
manera disruptiva con el normal transitar por la ciudad.
Una sola casta recorre estas calles con ruido, se trata de los traperos con
su bolsa en la espalda; su grito melancólico impregna todos los barrios
una o varias veces por semana (Cuadros de un pensamiento,
página 32)
Es el sujeto que irrumpe, fuera de la circulación de bienes
transables, con ruido en la vida de la calle en Moscú. Pero
además el autor los llama, a los traperos, como una corporación
de moribundos que no deja de tener un carácter paradojal. Son
los únicos inmutables en escenario, pero a quienes raramente se
les ve recibiendo dinero, pero son los primeros en ser con
13
quienes se tiene compasión al causa del clima en Moscú. Tienen
un modo de recolectar, las sobras de dineros mediante
actividades diversas en distintos puntos de la ciudad,
estratégicamente y de todas las instituciones en la ciudad, la
mendicidad, es la única confiable y que permanece inmutable en
el tiempo.
“La mendicidad no es agresiva como en el sur, donde la insistencia del
harapiento aún revela un resto de vitalidad. Aquí es una corporación de
moribundos. Las esquinas de algunos barrios están cubiertas de atados
de trapos - camas en el enorme lazareto "Moscú" que yace allí al aire
libre. Largos discursos implorantes asaltan a la gente”.... “Tiene que haber
un acuerdo detrás de esto, porque no pueden querer hacerse de veras
una competencia tan estéril. Probablemente en su patria el invierno sea
igual de riguroso y sus pieles harapientas no son peores que las pieles de
los nativos. Sin embargo, son los únicos a quienes se tiene compasión en
Moscú a causa del clima. Incluso todavía existen curas que salen a
mendigar para su iglesia. Pero es raro ver a alguien dando. La
mendicidad ha perdido su fundamento más sólido, el remordimiento de
conciencia social, que abre tanto más los bolsillos que la compasión”.
(Cuadros de pensamiento, páginas 36-37)
Pero fundamentalmente tiene, según Walter Benjamín, una
cualidad que quizás el resto de la fauna no tiene:
confiabilidad. Un lugar de consistencia mientras todo lo demás
muta y se transforma.
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“Por lo demás, parece una expresión de la miseria inmutable de estos
mendigantes, o tal vez sea sólo la consecuencia de una organización
inteligente, que, entre todas las instituciones de Moscu, la mendicidad sea
la única confiable, la única que mantiene su lugar sin cambios, mientras a
su alrededor todo se desplaza”.(ídem)
Hay como una naturalización de su presencia, pero que también
puede obedecer a la insensibilización que produce el mismo
capitalismo frente a la miseria como producto de su propia
perversión de lo humano en los sujetos. A estas aturas podemos
decir que hay una analogía que hace el autor entre la noción de
trapero, vagabundo (sujeto sin rumbo prefijado) y el narrador.
Hace una ecuación de equivalencia entre estos sujetos. El
narrador, valga la redundancia, narra las experiencias de
otros/as y finalmente también hace propia aquella dimensión que
son los trapos de la modernidad: la miseria (material) humana
que produce el capitalismo. Los narradores/as son recolectores
de estos desechos, en sentido metafórico – mediante el texto –
de las consecuencias de la experiencia humana en toda su
diversidad. Los sistematiza, ordena y guarda para su exposición
en un medio que sostiene ese acto: el libro. Específicamente,
Walter Benjamín es un fiel representante e hijo de la época en
sentido que relata – y delata - las consecuencias de la
modernidad en la subjetividad humana, y no solo la propia.
El vagabundo, él mismo incluso, es un sujeto superfluo; es
ocio; es un ser no productivo y provechoso para el capitalismo,
y es finalmente un desecho que si bien lo permite la15
modernidad, en las clases altas o privilegiadas, paradojalmente
esta misma condición menospreciada por una característica
fundamental a su posición: permite tener tiempo para pensar y
hacer. Ambas actividades están estructuradas en la modernidad
emergente. El pensar y hacer están predeterminados por otro. El
transitar en la ciudad en silencio y sin mucho escándalo es lo
que impuso también la modernidad en tanto el modo de transitar
por la ciudad. Y ese elemento no es posible transar ni
mercantilizar sino es algo que permanece en la dimensión de lo
humano y que no ha sido puesto en el mercado para ser transado
porque el capitalismo no le ha otorgado un valor de cambio, no
lo ha cuantificado. Algo que no ha sido pervertido y modificado
por el capitalismo tiene un valor, según Walter Benjamín, más
allá de lo monetario.
“Para vivir en la modernidad hay que tener la constitución heroica” señala
nuestro autor y esto está en directa referencia a las figuras
mencionadas y el escritor como una masculinidad no hegemónica.
¿Hay entonces una re-masculinización de las figuras masculinas,
incluyendo al vagabundo, dentro de un escenario urbano?
Obviamente se puede ver como una extensión de su propia
vivencia, pero podemos entender este llamado de heroísmo en
tanto una arrenga para que el sujeto tenga valor para remar
contra corriente, en el sentido profundo de la palabra. Y
finalmente también lo vincula con la labor del escritor y
narrador a medida que “en sus calles encuentran los poetas la basura de la
sociedad y en ésta su reproche heroico”. (Iluminaciones, Página 98)
16
Walter Benjamín trata entonces de investir al artista de héroe
para re-significar el rol del artista en el contexto está
siendo menospreciado por la estructura capitalista y por eso
Walter Benjamín escribe, creo, para contrarrestar el movimiento
hacia la muerte de la narración y/ contemplación artística que
contempla en la modernidad por medio de la enajenación del
lenguaje narrativo. De ahí la importancia del concepto de
replicabilidad. Walter Benjamín está inmerso en un mar de
autores – tales como E. Alan Poe, Víctor Hugo, George Simmel,
Balsac, Marx etc - que también relatan la experiencia en la
modernidad primaria y que esta finalmente está diciendo algo
mucho más sustancial a la vida misma más allá del mero hecho
económico como tal.
Retomando, la figura de la prostituta aparece, al citar a
Garnier de Cassagnac en conjunto con la reflexión del
proletariado de Marx, cuando se habla del origen del
proletariado. Este nace del matrimonio con el ladrón. Ella, la
prostituta, queda en el sitial de engendradora de la masa de
sujetos marginales. Esto tiene, por cierto, una connotación
negativa pero además un lugar problematizable por cuanto
representa el binomio madre-prostituta, ahí en frente del
observador. Que no permite distinguir (labor de externalización
y deshumanización) la línea entre lo sagrado y profano; entre
la madre y la prostituta.
Esa había sido la famosa prostituta de pueblo de Capri, ahora madre de
sesenta años del pequeñito Gennaro, a quien pegaba cuando estaba ebria.
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Vivía en una casa color ocre sobre la ladera escarpada de una montaña en
medio de un viñedo. Yo llegué allí para buscar a la amiga a la que ella le
había alquilado. Desde allí arriba, desde Capri, tocaron las doce. No se veía
a nadie; el jardín estaba vacío. Volví a subir los escalones por los que
acababa de venir. Sentí entonces la voz de la vieja pegada a mi espalda.
Estaba parada en el umbral de la cocina en pollera y blusa, ropa desteñida
en la que hubiera sido vano el intento de buscar las manchas, porque se
había ensuciado de modo uniforme y parejo. "Voi cercate la sigora. E
partita colla piccola." Y tendría que volver en seguida. Pero ese fue sólo el
comienzo a partir del cual su voz estridente, aguda, desembocó en un
torrente de palabras seductoras mientras su cabeza altiva se movía a un
ritmo que décadas atrás debía haber tenido un significado excitante. Habría
que haber sido un galantuomo perfecto para poder rehusarse a ella y yo ni
siquiera dominaba el italiano. Por lo menos entendí que se trataba de una
invitación a participar de su almuerzo. En ese momento vi dentro de la casa
al famélico cónyuge comiendo a cucharadas de una fuente en la cocina, a la
que ella se acercó para aparecer inmediatamente de nuevo en el umbral
ante mí con un plato que me puso delante sin parar de parlotear. Pero a mí
me abandonaron los últimos vestigios de mi capacidad de comprensión del
italiano. Momentáneamente sentí que era demasiado tarde para irse. La
mano imperativa de la que tomé la cuchara de estaño me pareció envuelta
con un vaho de ajo, chauchas, grasa de carnero, tomates, cebollas y aceite.
¿Ustedes creerán probablemente que al tragar esto me debió haber
sofocado la repugnancia y que el cuerpo no habrá tenido otra urgencia que
la dc devolver este puré? Qué poco saben ustedes de la magia de la comida y
que poco sabía yo mismo hasta el momento al que me estoy refiriendo. El
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comer esto no fue nada, fue sólo la transición decisiva, mínima, entre esas
dos sensaciones: primero, la de olerlo, pero luego, la de ser agarrado,
abatanado totalmente, conmocionado de pies a cabeza por esta comida,
capturado, comprimido por ella como por las manos de esta prostituta vieja
y frotado con cl jugo, ya no sabría decir si con el jugo de la comida o con el
de la mujer. Había cumplido con los requisitos de la amabilidad, pero
también con el deseo de la bruja”. (Cuadros de pensamiento pág. 92-93)
La incertidumbre, por parte del varón, invade al momento de
enfrentarse a un ser casi mítico, que lo deja en la duda ¿Con
que me relacioné? ¿Con quién hable? Las dos figuras en una sola
confunden: la amabilidad y la seducción.
Ahora eso también hace tomar, potencialmente, un lugar de poder
y disputa en su rol o en torno a este. Lo reproductivo y el
placer también se vislumbran, aunque no con tanta claridad, en
algo político de su escritura. Y ella, la prostituta, aparece
en tanto un producto del capitalismo mismo, como parte de la
fauna observable por el flaneur en la ciudad emergente, y como
un producto fiel del capitalismo productora/negadora de choques
vivenciales. Ella es un peligro para la moral burguesa pero, a
la vez, una gran verdad en su vivencia en la modernidad y que
refleja las consecuencias del capitalismo.
Nuestro autor comienza mirar a la mujer, en su escritura a
través de Baudelaire, también a la lesbiana, para
posteriormente, en nuestro parecer, vincularla con la
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prostituta. Esa figura aparece en un contexto donde está
pensando el spleen6, como modo de vinculación con el mundo.
El motivo de la andrógina, de la lesbiana, de la mujer estéril, debe ser
tratado en relación con la violencia destructiva de la intención alegórica.
La renuncia a lo natural" deberá tratarse antes, en relación con la
metrópoli como sujeto del poeta. (pág. 179 Apéndix, Cuadros de
un pensamiento)
Ambas, prostituta y lesbiana, son diferentes en su
configuración histórica y sociocultural pero tienen en común su
lugar marginalizado en la sociedad oficial, una por configurar
otro objeto de deseo y, la segunda, por su doble configuración
maternidad/placer. Una por ser una fagocitadora de hombres y
hacerse mercancía, y la otra por renunciar a desear lo
masculino y derrocador simbólica y materialmente el modelo
hegemónico. Una por la renuncia a lo reproductivo y otra a la
maternidad. El, a estas alturas, clásico binomio – o imagen
hibrida - de la puta (pagano)-virgen (sagrada) queda así puesta
en escena aquí. Ambas son fetiches de los varones, desde sus
simbolizaciones, y so objetos deseados y transados por otros en
un eterno tránsito sin fin.
Intermedio
6 El catástrofe en permanencia y es la que pone siglos entre el presente y lo recién vivido. (Apendix 173-176)
20
La mercancía, fetichismo y enajenación son conceptos que
usaremos en esta lectura intermedia de los sujetos marginales
revisados en los dos textos de Walter Benjamín.
Al hablar de mercancía se habla casi inevitablemente del
fetiche. Es el objeto deseado por otro. Es acción que genera la
actitud, en el capitalismo, para sujetar los individuos (y
enajenarlos) deseando cosas que el mismo capitalismo produce.
La ecuación parece ser bastante simple pero su expresividad
social concreta se complejiza. Es tal grado la instalación de
este proceso doble (mercancía, objeto deseable y sujetos que
desean tal objeto) que los mismos sujetos se objetivizan y por
tanto también entran en circulación como objetos deseables
dentro del mercado. La prostituta es la materialización de este
deseo en la sociedad capitalista del inicio del siglo XX. En
palabras de Felix Guattarí, hay en la modernidad una des-
singularización que ocurre mediante los medios de comunicación
que establece nuevos valores: dinero como medio de vinculación
con todo(s). Lo humano se mercantiliza y eso trastocaría a
nuestro narrador. La modernidad tiene un carácter perverso a
medida que transforma incluso a los sujetos en mercancía, en
objetos transables e intercambiables para finalmente ser
convertidos en desechables. Para ser desechos que se relacionan
con otros desechos, doblemente perverso el mecanismo.
Los trapos, la prostituta y los desechos están entonces
vinculados mediante la noción de la mercancía y el valor de uso
y de cambio. Primero, los desechos, es una realidad objetiva21
que empieza inundar, y esto ocurre hoy en una versión más
radicalizada, no solo las calles de la ciudad sino también de
los artistas y escritores/as de la época. Los desechos son
objetos que la sociedad moderna ya no considera como dignos de
ser usados o intercambiados, y por lo mismo quedan relegados a
un espacio (urbano) re-significado para tal propósito. Es una
mercancía obsoleta y que por el trapero es vuelto a darle vida
social a un objeto obsoleto. Los objetos son desechos pero
también los mismos sujetos son o se convierten en desechos de
la sociedad. El capitalismo hace vendible no solo los objetos
sino transforma los cuerpos en vendibles bajo la misma lógica
valor-mercancía. La prostituta vende el placer – desde su
cuerpo - a otro cuerpo sometido por/en el dinero, el varón.
Hoy, el movimiento ecologista retoma esto mediante la
comprensión del desecho y la revalorización de uso de los
objetos y plantea e interpela a la sociedad a repensar sobre el
valor de los objetos y que los que consideramos como desechos
siguen siendo, en realidad, objetos re-utilizables. Reciclaje
es volver a poner en circulación (volver a valorar, ponerle
valor) a objetos que anteriormente fueron considerados
obsoletos. La literatura infantil está tomando la tarea de re-
educar en este sentido. Y las intervenciones culturales en la
ciudad también están apuntando a re-significar los objetos y
sujetos puestos como desechos por la sociedad. Estos objetos
sin valor, así señalados por la sociedad moderna o
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modernizante, es lo que le interesa a nuestro autor como lugar
para entender la sociedad que los produce.
Epílogo
La lectura del vínculo de género y masculinidades con las
figuras marginales, en Walter Benjamín, está íntimamente
relacionado con dos acepciones previas. Primero, como una
realidad objetiva que nuestro escritor observa en la modernidad
y, segundo, como una apreciación desde su acto escritural. O
sea, una cosa es el registro histórico de la existencia de ese
sujeto urbano, y otra cosa es la apreciación y dimensión
entregada por el autor del personaje urbano.
En términos de género y masculinidades, estos personajes son la
contracara y la antítesis de lo masculino de la época e incluso
sigue siéndolo hoy. Fuera de lo racional y cercano lo
emocional, alejado de la pureza y revolcándose en lo
contaminado (conceptualización de Mary Douglas). Todo esto los
sitúa desde el margen no solo de clase social sino también en
términos de género. Es un macho degradado, un animal urbano, y
finalmente una suerte de Gollum o un Calibán (José Enriqué Rodó
y su obra Ariel)
Entonces, en la dimensión subjetiva de la noción de
masculinidad del autor, a través de estas dos figuras, nos
lleva a la pregunta: ¿Cómo sitúa Walter Benjamin a estas figuras en su
cuadro de la modernidad? ¿Marginales, subordinados, cómplices u otra
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figura?7 El autor ciertamente se mueve en el campo de la
miseria que produce la modernidad pero viéndolo como una
posibilidad y fango desde el cual puede producir narración dado
que esa miseria es un lugar re-significable y de choque a
través su escritura tanto en el sentido literal como
metafórico; de corto y largo plazo. Y en eso está justamente,
tal como lo planteamos al inicio, su postura política
entretejida en sus palabras.
Cada artista, diríamos entonces, es o se configura con la
noción de trapero, vagabundo y/o prostituta porque recoge la
basura, recorre las entrañas de la ciudad y se convierte él
mismo en la mercancía - sus experiencias, memorias y lenguaje –
y se vende para Otros/as.
“todos los que formaban parte de esta (la bohemia), desde el literato
hasta el conspirador profesional, podrían reencontrar en el trapero en
algo de sí mismos”. (Página 32 Cuadros de un pensamiento)
Nuestro autor no solo se refiere a algo externo sino como algo
que está viviendo en carne propia, tratando de re-valorar el
lugar social del artista en el contexto de la modernidad. El
primero se refiere a aglutinación archivística, la segunda
figura se refiere el modo de tránsito, y el tercero el sujeto
mismo viviéndolo.
7 Nomenclatura acuñados por RW Connell que se refiera a la relación de poderentre hombres y mecanismo de establecer jerarquía social de género.
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Busca revolcarse y develar la ironía de la modernidad: en sus
desechos se encuentre la explicación de la misma, y no en los
elementos públicos (Torre Eiffel) a las cuales habría que
acercarse con sospecha. Y comunicarlo entendiendo que el
lenguaje es para provocar una pausa en el lector para que este
se ponga a pensar, en cómo de sujetos vinculados en el pensar
pueden generar una comunidad (nacional) y colectividad
aglutinante dentro de una modernidad alienante.
Walter Benjamín, considerando la conceptualización de Felix
Guattarí al mismo, apunta entonces a pensar la modernidad como
un proceso de molecularización y gigantismo productivo, y que genera
una subjetividad enajenada y que no visibiliza sus propias
falencias y fisuras. Crea procesos complejos de homogenización
mediante una omisión a la cual los escritores y narradores
pueden o tienen facilidad para oponerse ya que comprenden de
primera mano las contradicciones del sistema capitalista. Esto,
en los albores de la modernidad, es donde nuestro autor observa
esos males llamados restos, trapos y desechos que la misma
modernidad está produciendo. Es ahí en las calles, en el seno
del capitalismo, donde se visualiza el material para entender y
denunciar al capitalismo que fagocita a los humanos,
despojándolos de la humanidad pero que cada uno de ellos se
aferra a cada retazo de humanidad, cada uno a su manera.
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