Sobre el trapero, vagabundo y prostituta en Walter Benjamin

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Notas sobre las figuras del trapero, vagabundo y la prostituta en Walter Benjamín. Esto es una reflexión exploratoria, desde la perspectiva de género y masculinidades, a las figuras del vagabundo, trapero y prostituta en la escritura de Walter Benjamí. Devanir da silva Concha, Antropologo y estudiante del programa de doctorado en estudios latinoamericanos.

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Notas sobre las figuras del trapero, vagabundo y la prostituta en Walter Benjamín.

Esto es una reflexión exploratoria, desdela perspectiva de género ymasculinidades, a las figuras delvagabundo, trapero y prostituta en laescritura de Walter Benjamí.

Devanir da silva Concha, Antropologo y estudiante del programa de doctorado en estudios latinoamericanos.

Introducción

La intención del presente trabajo será el de abordar, desde la

perspectiva de género, a ciertas figuras y nociones de género y

masculinidad en la escritura modernista y fragmentaria de

Walter Benjamin, considerando los textos: Iluminaciones II Un poeta

en el esplendor del capitalismo y Cuadros de un pensamiento. El trapero,

vagabundo y la prostituta son tres personajes que reflejarían

no solo su visión particular de su momento histórico, y sus

vivencias en él, sino también nos permite acercar a la noción

de sujeto y escenario social en que escribe y narra Walter

Benjamín. Esta narración está fuertemente influenciada, dado el

contexto histórico y autores que considera, por las nociones de

fetichismo, mercancía y enajenación. Y, además, las dimensiones

fundamentales donde se mueve esta reflexión son: Modernidad,

sujeto y experiencia y ciudad son los fundamentales, pero

también otras no menores son: la revolución y la miseria.

Prólogo

Antes de empezar haremos un pausa para señalar algunos puntos

de partida para nuestro acercamiento a las figuras marginales

en Walter Benjamín. Primero, desde la disciplina antropológica,

se habla en la actualidad de que hay una conciencia crítica, en

la contingencia epistemológica y literaria, que Walter Benjamín

ya abordó en su tiempo.

“En efecto, ¿Qué es la antropología sino una especie de traducción tanto más

honesta, tanto más verdadera y tanto más interesante porque muestra el mostrar,

1

es decir, mostrando los medios de su producción? La tarea que se nos presenta,

entonces, es ver lo que la antropología ha sido, desde el comienzo, es decir, narrar

los relatos de otras gentes y, en el proceso, generalmente arruinarlos por no ser

sensible a la tarea del narrador. No tenemos 'informantes'. Vivimos con narradores a

los que frecuentemente hemos traicionado en aras de una ciencia ilusoria”.

Taussig, M. 2013 [2005] Mi Museo de la Cocaína. Popayán:

Universidad del Cauca, p. 309 .

Ciertamente lo último apunta entonces a un elemento quizás no

es tan “propio” de la antropología. La tarea es aquí de narrar

los relatos de otros, relatos que quizás ni siquiera son

conscientes en ellos mismos. Se podría decir que estamos

condicionados desde una configuración reflexiva terciaria, Yo-

Walter Benjamin-Sujeto marginal.

En la misma línea, Clifford Geertz, nos dice que: “En suma, los

escritos antropológicos son ellos mismos interpretaciones y por añadidura

interpretaciones de segundo y tercer orden (por definición, sólo un nativo hace

interpretaciones del primer orden)”. La representación de otro respecto

a un tercero, en el contexto de la modernidad primaria en

Europa la primera mitad de siglo XX, puede ser una distancia

considerable para sacar algún elemento comprensivo pero que a

la vez es una ventana privilegiada para conocer esa otra

experiencia. Esta experiencia no debe ser considerada como

neutra sino que particulariza su vivencia. En este ensayo

quisiéramos también hacer una lectura de género a los escritos

de nuestro autor de interés.

2

En este sentido, el planteamiento general de Rita Felski, con

su libro Gender of Modernity, señala que la modernidad, expresada

en estructuras sociales e instituciones concretas, es una forma

política fundamentalmente androcéntrica. Las personas reflejan,

viven e incluso crean instituciones sociales de las cuales son

parte. Aunque se desprecie socialmente el vagabundeo, la

recolección y el pago por sexo se constituyen en instituciones

sociales a medida que son espacios de significación de los

sujetos que la viven. Y la intención sería aquí, con el relato

de Walter Benjamín como sujeto de esa modernidad a principios

de siglo XX, las luces que nos puede arrojar sobre cómo fue o

es la modernidad, y de paso revelar su posición socio-

literaria, que configura - en la ciudad – el vagabundo,

prostituta y el trapero.

Enfoque de género en la lectura de Walter Benjamín

Daremos aquí una breve pero aclaratoria revisión de la

perspectiva de género que no pretende dar el panorama completo,

muy difícil tarea por cierto, sino que sea un aporte al

lector/a una ventana en cómo se hizo la lectura del texto y el

análisis del mismo.

El concepto de género se ha entendido, en su primera acepción,

como la definición que entrega Gayle Rubin en 1975 cuando dice

que el sistema sexo/género es aquel subsistema cultural que

ordena la percepción y prácticas sociales en dos esferas,

socialmente construidas, de lo masculino y femenino. Esta

3

primera acepción del término hizo que en gran medida,

históricamente se asociara – desde el binarismo de género – los

estudios de género a las mujeres porque ellas efectivamente

fueron mayoritarias, por lejos, en el campo por mucho tiempo.

Sin embargo, paralelamente muchas feministas también resaltaban

la necesidad de configurar una mirada sobre lo masculino y esto

se ha logrado, mayoritariamente, primero con el debate post-

estructuralista de los ´90 y posterior al año 2000. Desde la

emergencia del feminismo la llamada diversidad sexual ha

también tensionado el debate y fundamentalmente la teoría

Queer, y e post-estructuralismo en el feminismo, ha criticado

el binarismo de género y que la sexualidad sea solamente el

sustento biológico del género, y se argumenta que también la

sexualidad ha sido socialmente construida. Esto último, de

manera fulminante, hace que el concepto o perspectiva de género

sufra cambios en su conceptualización y no se perciba de la

misma manera que señalo en su momento inicial Gayle Rubin. Uno

de los elementos de esta crítica que nos interesa aquí es la

masculinidad considerada en una pluralidad, de sujetos co-

existentes en un contexto social que se van interrelacionando,

co-accionado y construyendo una noción de lo masculino como un

producto de su época.

Escenario de los marginales: la ciudad moderna

4

La ciudad se ve, según Walter Benjamín, como la materialización

máxima del capitalismo pero también, en este caso, la

entendemos como una expresión cualitativa de la modernidad y

que esta sería un registro, explícito o no, de cómo un sistema

social que jerarquiza (por uso, acceso y desplazamiento de

espacio) los sujetos masculinos y/o femeninos. Obviamente la

escala social ubica al trapero, vagabundo y prostituta queda al

final de la lista y los indica como aquellos socialmente

rechazables, los intocables de la sociedad occidental1. Incluso

dentro de “su” espacio se vuelve a re-estructura el espacio de

acuerdo a una nueva jerarquización interna de ese grupo social.

¿Por qué la ciudad? Nos invita a mirar el patio de la

modernidad, los confines oscuros y los pliegues donde se

despliega la respuesta a una otra modernidad. La ciudad

concentra los productos de la modernidad y también concentra

una emergente forma de ordenar y vivir la vida. La miseria es

un fenómeno que toma la ciudad que concentra un modo de

expresión del capitalismo que también, paradojalmente,

posibilita su comprensión.

La ciudad es ese campo en donde se mueven estos nuevos sujetos

urbanos. ¿Pero en qué contexto histórico? En un París revuelto

por la Revuelta de 1871 con Blanqui como ideólogo, y es ese

escenario que Walter Benjamín está mirando a través de los ojos

de Baudelaire. Dentro de esta ciudad la primera figura que

aparece es: el provocador. Es seguido de la miseria como1 Aunque veremos que no necesariamente no es así en el análisis de las mismas figuras mencionadas.

5

contraposición a la noción de

civilización de la cual la ciudad

oficialmente trata de mostrar2. Y

es este marco, de la comprensión de

lo urbano, donde aparecen los

restantes sujetos urbanos que nos

interesa mirar en este texto. La

miseria contrasta con la belleza de la Belle Époque, la modernidad

que lleva las luces y los espejos a la conciencia del sujeto

citadino.

“La ciudad se refleja en miles de ojos, en miles de objetivos. Porque no

solamente el cielo y el ambiente, no sólo las propagandas luminosas en los

bulevares nocturnos hicieron de París la Ville Lumiére". París es la ciudad-

espejo: liso como un espejo el asfalto de sus calles. Vidrieras delante de

todos los bistrós: aquí las mujeres se ven más que en otras partes. De estos

espejos salió la belleza de la mujer parisina”. (pág 75, Cuadros de un

pensamiento)

Podemos ver, en la última parte, que aparece la mujer fruto de

la intrínseca hermosura de la ciudad. La figura de la bella

mujer parisina se contrasta posteriormente con la prostituta.

Esta mujer está incluso ubicada en otra ciudad, en la ciudad de

Marsella.

Dado que Walter Benjamín le interesa lo particular, nos lleva a

considerar los sujetos dentro de la ciudad como el aspecto más2 Considerese que està la exposición de París de la feria mundial y su proyección como ciudad de la modernidad.

6

importante en su recorrido para comprender y posteriormente

intentar armar una filosofía de la contemporaneidad. Aquello

particular y único pero que también constituye, paradojalmente,

en una masa que es elaborada, y moldeada, por el capitalismo en

sujetos enajenados de su propia vivencia de/en la ciudad

De la ciudad y sus habitantes (de)géner@(dos)

Los espejos son elementos mágicos de la ciudad, de París

específicamente, y que devuelve al transeúnte parte de su

encanto pero también tiene la potencialidad de mostrar

elementos que rompen esa imagen idealizada en los múltiples

espejos invasores de todo espacio: La miseria.

Se señala, en la primera parte del texto Iluminaciones II, que

la miseria produce sujetos marginales pero también potenciales

sujetos revolucionarios porque en última instancia la

modernidad niega y fagocita en sus entrañas citadinas y así los

somete mediante la negación u omisión de lo humano. El autor

señala una posibilidad de fuga y sería el sujeto artista que

los entiende, así mismo los marginales en las barricadas y los

provocadores, la revolución por otros medios (la pluma). Estos

serían los encargados de transportar, mediante la narración, el

horror en la ciudad y provocando así un choque al lector/a que

no vive, de primera mano, la miseria humana retratando así la

paradoja de la modernidad en esperanza que el/la lector/a sea

haga participe de la revolución. Revertir la situación de la

modernidad, (enajenación) esa es la dimensión política que

7

tiene la escritura de Walter Benjamín, que podemos ver a modo

de ejemplo en el cuento de “Los nadie” de Eduardo Galeano.

Al moverse a la ciudad de Marsella cambia totalmente la

fisonomía de género y ahora estamos en una ciudad, y en el

puerto específicamente, de desechos.

“Dentadura amarilla y criada de lobo marino, a la que el agua salada le

chorrea entre los dientes. Y cuando su garganta se apodera de los cuerpos

negros y morenos de 1os proletarios con que las compañías naviras la

alimentan siguiendo su horario, exhala olio de aceite, de orina y de tinta de

impresión que vierte sarro que se le pega a los maxilares impetuosos,

puestos de diario, baños y puestos de mariscos. Los habitantes del puerto

parecen un cultivo de bacilos; changados, prostitutas, productos de la

podredumbre que serían hombres”. (Ídem pág. 76)

Y dentro de este (los desechos de orden mercantilista) espacio

urbano hay un barrio destinado para otra actividad humana: la

prostitución. De esta Imagen-Ciudad que se retrata,

contrastándola con París, algo se sigue repitiendo en el día de

hoy. Lo pudimos apreciar con el caso del Mundial de Futbol a

medida que a los visitantes se les ofrece una imagen - país o

ciudad - y la miseria es “escondida” mediante desplazamiento

forzado de personas. Y la subdivisión y jerarquización del

espacio (en barrios) es una de esas “labores” que se ha visto

desde el inicio del fenómeno urbano.

"Les bricks es el barrio de las prostitutas cuyo nombre proviene de las

lanchas que están amarradas a cien pasos de allí en el muelle del puerto

8

viejo. Un inventario infinito de escalones, arcos, puentes, balcones y

sótanos que parece estar esperando todavía que se le encuentre una

aplicación acorde, un uso adecuado. Aunque en realidad lo tiene. Porque

este depósito de callejuelas gastadas es el barrio de las prostitutas”. (Ídem

pág. 77)

Los marginales – o como en Les miserables de Victor Hugo – son

los desheredados de los beneficios de la modernidad, pero

justamente en calidad de esto es que les interesa a Walter

Benjamin porque permitiría conocer y entender las entrañas de

la modernidad y su carácter. O sea mediante la inmersión

experiencial, compartida en su narración fragmentaria - en los

pliegues de la ciudad - se conoce la modernidad y su

perversidad. Trata de extender, mediante un medio de privilegio

como es el libro, la miseria a los que no la viven para

provocarles un choque vivencial. Es posible acceder a la

vivencia, a la humanidad detrás de los sujetos que son desechos

del capitalismo. No está garantizado pero es posible,

sacudiéndose de la enajenación, acceder al sujeto y entender,

en última instancia, el capitalismo galopante.

La marginalidad, en su expresión femenina, serían las

prostitutas, escondidas en las entrañas de espacios marcados

por la estigmatización mercantil del cuerpo.

Las prostitutas están ubicadas estratégicamente, dispuestas a cercar a los

indecisos a la menor insinuación, a pasarse a los reacios de una vereda a

la otra como a una pelota. Lo menos que perderá el involucrado este

9

juego será su sombrero. ¿Ya habrá logrado alguno penetrar tan

profundamente en este basural de casas como para llegar a lo más

íntimo, al gineceo, a la habitación donde, colocado sobre estantes o

colgado de percheros, se exhibe el botín de los emblemas de la

masculinidad: sombreros de paja, sombreros hongo, sombreros de

cazadores, borsalinos y gorros de jockey?

En los últimos pasajes de este extracto se desdibuja la figura

masculina pública, el sujeto masculino

preso de una voraz mujer que exhibe

desde su espacio, ante el cliente, el

destino del cliente anterior. Así nos

aparece la figura masculina, en

relación a la prostituta, en el texto

de Walter Benjamín. Ciertamente son

sujetos igualmente excluidos y

marginados, que no representan las

clases altas. Si bien hay una

masculinidad que sigue el patrón

(hegemónico) en realidad existen otras,

una masculinidad rechazada, tal como lo plantea Kelly Comfort3,

eliminadas del imaginario social pero que nuestro autor las

rastrea en los distintos pasajes de la ciudad. Son en cierta

medida invisibilizadas y Cuvardic García4 muestra la línea de

3 En Peluffo, Ana; Sánchez Prado, Ignacio M. (eds.) (2010)Entre hombres: masculinidades del siglo XIX en América Latina. Madrid/Frankfurt. 4 Dorde Cuvardic García “El trapero: El otro marginal en la historia de la literatura y de la cultura popular” en Rev. Artes y Letras, Univ. Costa Rica. XXXI (1): 217-227, Año 2007 / ISSN: 0378-0473

10

argumentación desde la cual se toma usualmente la noción del

trapero o vagabundo en la literatura y/u otras ciencias humanas

y sociales. Se aborda desde las nociones de pobreza, o en su

defecto desde lo popular, y marginalidad pero no necesariamente

una perspectiva de género y masculinidades, ni menos desde una

apreciación contracultural de esos sujetos marginales.

Las dos figuras masculinas que nos interesan aquí exponer, en

una primera instancia, son: el trapero y vagabundos y además

contraponerlos con las figuras del intelectual o banquero,

figuras masculinas que no aparecen en el texto pero que nos

permite configurar una comprensión de la dimensión de los

sujetos masculinos en la escritura de Walter Benjamín. Lo que

nos importa, como punto de reflexión, es señalar que no

solamente viven en distintos estamentos sociales sino que co-

existen con la conflictividad social (por la aglomeración) con

otros sujetos masculinos. Y queremos entonces ver esa

expresión, en tanto interacción y representación de la figura

marginal, irrupción del artista vagabundo, en la relación

conflictiva con los sujetos masculinos privilegiados.

El conflicto social, de la época de Walter Benjamín, es algo

central y esto se expresa en disposición al choque, como modo

de experiencia sensitiva intencionada del autor, para producir

material de la narración. El suejto de este conflicto social es

el lumpenproletariat, un sujeto masculino que, dentro del debate

público marxista, podría ser el sujeto que sustenta la

11

revolución y transformación de la sociedad desde abajo. ¿El

sujeto masculino es útil o no para la revolución? Esa es la

cuestión central si tiene efectivamente una conciencia de clase

que le permita pujar hacia un cambio y por tanto ser útil a un

movimiento o no. Ahora, efectivamente no ser útil también es,

conscientemente o no, una postura contracultural. Indagaremos,

a continuación, en los sujetos masculinos que nos interesa esta

dimensión de utilidad.

La primera figura es el flaneur5 está caracterizado como el que

vagabundo solitario por placer egoísta. Este sujeto moderno

ávido por vivir experiencias, micro choques, porque la

modernidad misma lo empuja hacia la homogenización,

estandarización o “achateamiento” de la experiencia sensitiva

humana. El dandismo, como lo expone Juan Pablo Sutherland,

expone tanto una dimensión de clase como de masculinidad. Clase

social en tanto un sujeto que dispone del tiempo para

vagabundear por placer los distintos recovecos de la ciudad,

desde su egoísmo, desde su provocación auto-infligida. Y esta

figura, como sujeto, no se expone como la masculinidad

tradicional sino incluso es feminizada porque la disposición

corporal no es “masculina”. El masculino es insensible a

placeres, es duro y está hecho para aspectos “duros” de la

vida: la resistencia y persistencia. Son otros los referentes

simbólicos para ese sujeto. La devoción al transitar sin rumbo

o en función de su propio placer es lo que resulta disruptivo5 Véase "Physiologie du flâneur" del periodista y escritor francés Adrien Huart (1813-1865)

12

en este personaje con el modelo masculino hegemónico. Tiene

similitudes del vagabundo a medida que es un vagabundeo de

placer y el vagabundo que lo hace por necesidad y tiene una

organicidad propia y en colectivo.

El trapero aparece como una figura moderna, de la ciudad, que

da valor a los desechos, aquello despreciado por otros, los

restos de la civilización que queda para “los de abajo”. Es

aquel que “su bigote le cuelga hacia abajo como una bandera”. Recolecta

retazos de trapos y pone en circulación elementos (mercancías)

desechadas por el sistema económico formal. El trapero aparece

como un sujeto de la flora y fauna urbana, junto con los

ladrones, provocadores profesionales, soplones, bohemios etc.

Este recoge basura, desperdicios y restos de otros sujetos. Los

registra, organiza y guarda para un nuevo uso. Y lo hace de

manera disruptiva con el normal transitar por la ciudad.

Una sola casta recorre estas calles con ruido, se trata de los traperos con

su bolsa en la espalda; su grito melancólico impregna todos los barrios

una o varias veces por semana (Cuadros de un pensamiento,

página 32)

Es el sujeto que irrumpe, fuera de la circulación de bienes

transables, con ruido en la vida de la calle en Moscú. Pero

además el autor los llama, a los traperos, como una corporación

de moribundos que no deja de tener un carácter paradojal. Son

los únicos inmutables en escenario, pero a quienes raramente se

les ve recibiendo dinero, pero son los primeros en ser con

13

quienes se tiene compasión al causa del clima en Moscú. Tienen

un modo de recolectar, las sobras de dineros mediante

actividades diversas en distintos puntos de la ciudad,

estratégicamente y de todas las instituciones en la ciudad, la

mendicidad, es la única confiable y que permanece inmutable en

el tiempo.

“La mendicidad no es agresiva como en el sur, donde la insistencia del

harapiento aún revela un resto de vitalidad. Aquí es una corporación de

moribundos. Las esquinas de algunos barrios están cubiertas de atados

de trapos - camas en el enorme lazareto "Moscú" que yace allí al aire

libre. Largos discursos implorantes asaltan a la gente”.... “Tiene que haber

un acuerdo detrás de esto, porque no pueden querer hacerse de veras

una competencia tan estéril. Probablemente en su patria el invierno sea

igual de riguroso y sus pieles harapientas no son peores que las pieles de

los nativos. Sin embargo, son los únicos a quienes se tiene compasión en

Moscú a causa del clima. Incluso todavía existen curas que salen a

mendigar para su iglesia. Pero es raro ver a alguien dando. La

mendicidad ha perdido su fundamento más sólido, el remordimiento de

conciencia social, que abre tanto más los bolsillos que la compasión”.

(Cuadros de pensamiento, páginas 36-37)

Pero fundamentalmente tiene, según Walter Benjamín, una

cualidad que quizás el resto de la fauna no tiene:

confiabilidad. Un lugar de consistencia mientras todo lo demás

muta y se transforma.

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“Por lo demás, parece una expresión de la miseria inmutable de estos

mendigantes, o tal vez sea sólo la consecuencia de una organización

inteligente, que, entre todas las instituciones de Moscu, la mendicidad sea

la única confiable, la única que mantiene su lugar sin cambios, mientras a

su alrededor todo se desplaza”.(ídem)

Hay como una naturalización de su presencia, pero que también

puede obedecer a la insensibilización que produce el mismo

capitalismo frente a la miseria como producto de su propia

perversión de lo humano en los sujetos. A estas aturas podemos

decir que hay una analogía que hace el autor entre la noción de

trapero, vagabundo (sujeto sin rumbo prefijado) y el narrador.

Hace una ecuación de equivalencia entre estos sujetos. El

narrador, valga la redundancia, narra las experiencias de

otros/as y finalmente también hace propia aquella dimensión que

son los trapos de la modernidad: la miseria (material) humana

que produce el capitalismo. Los narradores/as son recolectores

de estos desechos, en sentido metafórico – mediante el texto –

de las consecuencias de la experiencia humana en toda su

diversidad. Los sistematiza, ordena y guarda para su exposición

en un medio que sostiene ese acto: el libro. Específicamente,

Walter Benjamín es un fiel representante e hijo de la época en

sentido que relata – y delata - las consecuencias de la

modernidad en la subjetividad humana, y no solo la propia.

El vagabundo, él mismo incluso, es un sujeto superfluo; es

ocio; es un ser no productivo y provechoso para el capitalismo,

y es finalmente un desecho que si bien lo permite la15

modernidad, en las clases altas o privilegiadas, paradojalmente

esta misma condición menospreciada por una característica

fundamental a su posición: permite tener tiempo para pensar y

hacer. Ambas actividades están estructuradas en la modernidad

emergente. El pensar y hacer están predeterminados por otro. El

transitar en la ciudad en silencio y sin mucho escándalo es lo

que impuso también la modernidad en tanto el modo de transitar

por la ciudad. Y ese elemento no es posible transar ni

mercantilizar sino es algo que permanece en la dimensión de lo

humano y que no ha sido puesto en el mercado para ser transado

porque el capitalismo no le ha otorgado un valor de cambio, no

lo ha cuantificado. Algo que no ha sido pervertido y modificado

por el capitalismo tiene un valor, según Walter Benjamín, más

allá de lo monetario.

“Para vivir en la modernidad hay que tener la constitución heroica” señala

nuestro autor y esto está en directa referencia a las figuras

mencionadas y el escritor como una masculinidad no hegemónica.

¿Hay entonces una re-masculinización de las figuras masculinas,

incluyendo al vagabundo, dentro de un escenario urbano?

Obviamente se puede ver como una extensión de su propia

vivencia, pero podemos entender este llamado de heroísmo en

tanto una arrenga para que el sujeto tenga valor para remar

contra corriente, en el sentido profundo de la palabra. Y

finalmente también lo vincula con la labor del escritor y

narrador a medida que “en sus calles encuentran los poetas la basura de la

sociedad y en ésta su reproche heroico”. (Iluminaciones, Página 98)

16

Walter Benjamín trata entonces de investir al artista de héroe

para re-significar el rol del artista en el contexto está

siendo menospreciado por la estructura capitalista y por eso

Walter Benjamín escribe, creo, para contrarrestar el movimiento

hacia la muerte de la narración y/ contemplación artística que

contempla en la modernidad por medio de la enajenación del

lenguaje narrativo. De ahí la importancia del concepto de

replicabilidad. Walter Benjamín está inmerso en un mar de

autores – tales como E. Alan Poe, Víctor Hugo, George Simmel,

Balsac, Marx etc - que también relatan la experiencia en la

modernidad primaria y que esta finalmente está diciendo algo

mucho más sustancial a la vida misma más allá del mero hecho

económico como tal.

Retomando, la figura de la prostituta aparece, al citar a

Garnier de Cassagnac en conjunto con la reflexión del

proletariado de Marx, cuando se habla del origen del

proletariado. Este nace del matrimonio con el ladrón. Ella, la

prostituta, queda en el sitial de engendradora de la masa de

sujetos marginales. Esto tiene, por cierto, una connotación

negativa pero además un lugar problematizable por cuanto

representa el binomio madre-prostituta, ahí en frente del

observador. Que no permite distinguir (labor de externalización

y deshumanización) la línea entre lo sagrado y profano; entre

la madre y la prostituta.

Esa había sido la famosa prostituta de pueblo de Capri, ahora madre de

sesenta años del pequeñito Gennaro, a quien pegaba cuando estaba ebria.

17

Vivía en una casa color ocre sobre la ladera escarpada de una montaña en

medio de un viñedo. Yo llegué allí para buscar a la amiga a la que ella le

había alquilado. Desde allí arriba, desde Capri, tocaron las doce. No se veía

a nadie; el jardín estaba vacío. Volví a subir los escalones por los que

acababa de venir. Sentí entonces la voz de la vieja pegada a mi espalda.

Estaba parada en el umbral de la cocina en pollera y blusa, ropa desteñida

en la que hubiera sido vano el intento de buscar las manchas, porque se

había ensuciado de modo uniforme y parejo. "Voi cercate la sigora. E

partita colla piccola." Y tendría que volver en seguida. Pero ese fue sólo el

comienzo a partir del cual su voz estridente, aguda, desembocó en un

torrente de palabras seductoras mientras su cabeza altiva se movía a un

ritmo que décadas atrás debía haber tenido un significado excitante. Habría

que haber sido un galantuomo perfecto para poder rehusarse a ella y yo ni

siquiera dominaba el italiano. Por lo menos entendí que se trataba de una

invitación a participar de su almuerzo. En ese momento vi dentro de la casa

al famélico cónyuge comiendo a cucharadas de una fuente en la cocina, a la

que ella se acercó para aparecer inmediatamente de nuevo en el umbral

ante mí con un plato que me puso delante sin parar de parlotear. Pero a mí

me abandonaron los últimos vestigios de mi capacidad de comprensión del

italiano. Momentáneamente sentí que era demasiado tarde para irse. La

mano imperativa de la que tomé la cuchara de estaño me pareció envuelta

con un vaho de ajo, chauchas, grasa de carnero, tomates, cebollas y aceite.

¿Ustedes creerán probablemente que al tragar esto me debió haber

sofocado la repugnancia y que el cuerpo no habrá tenido otra urgencia que

la dc devolver este puré? Qué poco saben ustedes de la magia de la comida y

que poco sabía yo mismo hasta el momento al que me estoy refiriendo. El

18

comer esto no fue nada, fue sólo la transición decisiva, mínima, entre esas

dos sensaciones: primero, la de olerlo, pero luego, la de ser agarrado,

abatanado totalmente, conmocionado de pies a cabeza por esta comida,

capturado, comprimido por ella como por las manos de esta prostituta vieja

y frotado con cl jugo, ya no sabría decir si con el jugo de la comida o con el

de la mujer. Había cumplido con los requisitos de la amabilidad, pero

también con el deseo de la bruja”. (Cuadros de pensamiento pág. 92-93)

La incertidumbre, por parte del varón, invade al momento de

enfrentarse a un ser casi mítico, que lo deja en la duda ¿Con

que me relacioné? ¿Con quién hable? Las dos figuras en una sola

confunden: la amabilidad y la seducción.

Ahora eso también hace tomar, potencialmente, un lugar de poder

y disputa en su rol o en torno a este. Lo reproductivo y el

placer también se vislumbran, aunque no con tanta claridad, en

algo político de su escritura. Y ella, la prostituta, aparece

en tanto un producto del capitalismo mismo, como parte de la

fauna observable por el flaneur en la ciudad emergente, y como

un producto fiel del capitalismo productora/negadora de choques

vivenciales. Ella es un peligro para la moral burguesa pero, a

la vez, una gran verdad en su vivencia en la modernidad y que

refleja las consecuencias del capitalismo.

Nuestro autor comienza mirar a la mujer, en su escritura a

través de Baudelaire, también a la lesbiana, para

posteriormente, en nuestro parecer, vincularla con la

19

prostituta. Esa figura aparece en un contexto donde está

pensando el spleen6, como modo de vinculación con el mundo.

El motivo de la andrógina, de la lesbiana, de la mujer estéril, debe ser

tratado en relación con la violencia destructiva de la intención alegórica.

La renuncia a lo natural" deberá tratarse antes, en relación con la

metrópoli como sujeto del poeta. (pág. 179 Apéndix, Cuadros de

un pensamiento)

Ambas, prostituta y lesbiana, son diferentes en su

configuración histórica y sociocultural pero tienen en común su

lugar marginalizado en la sociedad oficial, una por configurar

otro objeto de deseo y, la segunda, por su doble configuración

maternidad/placer. Una por ser una fagocitadora de hombres y

hacerse mercancía, y la otra por renunciar a desear lo

masculino y derrocador simbólica y materialmente el modelo

hegemónico. Una por la renuncia a lo reproductivo y otra a la

maternidad. El, a estas alturas, clásico binomio – o imagen

hibrida - de la puta (pagano)-virgen (sagrada) queda así puesta

en escena aquí. Ambas son fetiches de los varones, desde sus

simbolizaciones, y so objetos deseados y transados por otros en

un eterno tránsito sin fin.

Intermedio

6 El catástrofe en permanencia y es la que pone siglos entre el presente y lo recién vivido. (Apendix 173-176)

20

La mercancía, fetichismo y enajenación son conceptos que

usaremos en esta lectura intermedia de los sujetos marginales

revisados en los dos textos de Walter Benjamín.

Al hablar de mercancía se habla casi inevitablemente del

fetiche. Es el objeto deseado por otro. Es acción que genera la

actitud, en el capitalismo, para sujetar los individuos (y

enajenarlos) deseando cosas que el mismo capitalismo produce.

La ecuación parece ser bastante simple pero su expresividad

social concreta se complejiza. Es tal grado la instalación de

este proceso doble (mercancía, objeto deseable y sujetos que

desean tal objeto) que los mismos sujetos se objetivizan y por

tanto también entran en circulación como objetos deseables

dentro del mercado. La prostituta es la materialización de este

deseo en la sociedad capitalista del inicio del siglo XX. En

palabras de Felix Guattarí, hay en la modernidad una des-

singularización que ocurre mediante los medios de comunicación

que establece nuevos valores: dinero como medio de vinculación

con todo(s). Lo humano se mercantiliza y eso trastocaría a

nuestro narrador. La modernidad tiene un carácter perverso a

medida que transforma incluso a los sujetos en mercancía, en

objetos transables e intercambiables para finalmente ser

convertidos en desechables. Para ser desechos que se relacionan

con otros desechos, doblemente perverso el mecanismo.

Los trapos, la prostituta y los desechos están entonces

vinculados mediante la noción de la mercancía y el valor de uso

y de cambio. Primero, los desechos, es una realidad objetiva21

que empieza inundar, y esto ocurre hoy en una versión más

radicalizada, no solo las calles de la ciudad sino también de

los artistas y escritores/as de la época. Los desechos son

objetos que la sociedad moderna ya no considera como dignos de

ser usados o intercambiados, y por lo mismo quedan relegados a

un espacio (urbano) re-significado para tal propósito. Es una

mercancía obsoleta y que por el trapero es vuelto a darle vida

social a un objeto obsoleto. Los objetos son desechos pero

también los mismos sujetos son o se convierten en desechos de

la sociedad. El capitalismo hace vendible no solo los objetos

sino transforma los cuerpos en vendibles bajo la misma lógica

valor-mercancía. La prostituta vende el placer – desde su

cuerpo - a otro cuerpo sometido por/en el dinero, el varón.

Hoy, el movimiento ecologista retoma esto mediante la

comprensión del desecho y la revalorización de uso de los

objetos y plantea e interpela a la sociedad a repensar sobre el

valor de los objetos y que los que consideramos como desechos

siguen siendo, en realidad, objetos re-utilizables. Reciclaje

es volver a poner en circulación (volver a valorar, ponerle

valor) a objetos que anteriormente fueron considerados

obsoletos. La literatura infantil está tomando la tarea de re-

educar en este sentido. Y las intervenciones culturales en la

ciudad también están apuntando a re-significar los objetos y

sujetos puestos como desechos por la sociedad. Estos objetos

sin valor, así señalados por la sociedad moderna o

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modernizante, es lo que le interesa a nuestro autor como lugar

para entender la sociedad que los produce.

Epílogo

La lectura del vínculo de género y masculinidades con las

figuras marginales, en Walter Benjamín, está íntimamente

relacionado con dos acepciones previas. Primero, como una

realidad objetiva que nuestro escritor observa en la modernidad

y, segundo, como una apreciación desde su acto escritural. O

sea, una cosa es el registro histórico de la existencia de ese

sujeto urbano, y otra cosa es la apreciación y dimensión

entregada por el autor del personaje urbano.

En términos de género y masculinidades, estos personajes son la

contracara y la antítesis de lo masculino de la época e incluso

sigue siéndolo hoy. Fuera de lo racional y cercano lo

emocional, alejado de la pureza y revolcándose en lo

contaminado (conceptualización de Mary Douglas). Todo esto los

sitúa desde el margen no solo de clase social sino también en

términos de género. Es un macho degradado, un animal urbano, y

finalmente una suerte de Gollum o un Calibán (José Enriqué Rodó

y su obra Ariel)

Entonces, en la dimensión subjetiva de la noción de

masculinidad del autor, a través de estas dos figuras, nos

lleva a la pregunta: ¿Cómo sitúa Walter Benjamin a estas figuras en su

cuadro de la modernidad? ¿Marginales, subordinados, cómplices u otra

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figura?7 El autor ciertamente se mueve en el campo de la

miseria que produce la modernidad pero viéndolo como una

posibilidad y fango desde el cual puede producir narración dado

que esa miseria es un lugar re-significable y de choque a

través su escritura tanto en el sentido literal como

metafórico; de corto y largo plazo. Y en eso está justamente,

tal como lo planteamos al inicio, su postura política

entretejida en sus palabras.

Cada artista, diríamos entonces, es o se configura con la

noción de trapero, vagabundo y/o prostituta porque recoge la

basura, recorre las entrañas de la ciudad y se convierte él

mismo en la mercancía - sus experiencias, memorias y lenguaje –

y se vende para Otros/as.

“todos los que formaban parte de esta (la bohemia), desde el literato

hasta el conspirador profesional, podrían reencontrar en el trapero en

algo de sí mismos”. (Página 32 Cuadros de un pensamiento)

Nuestro autor no solo se refiere a algo externo sino como algo

que está viviendo en carne propia, tratando de re-valorar el

lugar social del artista en el contexto de la modernidad. El

primero se refiere a aglutinación archivística, la segunda

figura se refiere el modo de tránsito, y el tercero el sujeto

mismo viviéndolo.

7 Nomenclatura acuñados por RW Connell que se refiera a la relación de poderentre hombres y mecanismo de establecer jerarquía social de género.

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Busca revolcarse y develar la ironía de la modernidad: en sus

desechos se encuentre la explicación de la misma, y no en los

elementos públicos (Torre Eiffel) a las cuales habría que

acercarse con sospecha. Y comunicarlo entendiendo que el

lenguaje es para provocar una pausa en el lector para que este

se ponga a pensar, en cómo de sujetos vinculados en el pensar

pueden generar una comunidad (nacional) y colectividad

aglutinante dentro de una modernidad alienante.

Walter Benjamín, considerando la conceptualización de Felix

Guattarí al mismo, apunta entonces a pensar la modernidad como

un proceso de molecularización y gigantismo productivo, y que genera

una subjetividad enajenada y que no visibiliza sus propias

falencias y fisuras. Crea procesos complejos de homogenización

mediante una omisión a la cual los escritores y narradores

pueden o tienen facilidad para oponerse ya que comprenden de

primera mano las contradicciones del sistema capitalista. Esto,

en los albores de la modernidad, es donde nuestro autor observa

esos males llamados restos, trapos y desechos que la misma

modernidad está produciendo. Es ahí en las calles, en el seno

del capitalismo, donde se visualiza el material para entender y

denunciar al capitalismo que fagocita a los humanos,

despojándolos de la humanidad pero que cada uno de ellos se

aferra a cada retazo de humanidad, cada uno a su manera.

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