Post on 16-Jan-2023
L estudio del proceso de la romanización en lo que
es Ia actual Extremaclura, a pesar de los avances pro-
ducidos en los írltimos años, duraute los que se han abor-
dado cuestiones importantes referentes a la viabilidacl,
tetitoria, a la vida rural e incluso a las ciudades propia-
mente dichas, no nos permite todavía ofrecer un pano-
rama completo del fenómeno.
La investigación hasta hace pocos años se había ce-
ñido casi en exclusividad al caso de Augusta Emeríta, en
verdad la ciudad que mejor proyectaba la imagen oflcial
romanal y la que aglutinaba en torno a ella una buena
porción de las tierras extremeñas, al constituirse en ca-
becera de un extenso territorio que algunos (G,+rsrnnnn,
Ig7l, B) cifran en 20.000 km2. De Ios demás núcleos de
población apenas alcanzábamos a conocer ciertas noti-
cias históricas proporcionadas por las fuentes, por el feliz
descubrimiento de un epígrafe signiflcativo, o bien por la
existencia de algún relevante monumento objeto de es-
tudios esporádicos,
Así las cosas, a partir de la década de los setenta, de
acuerdo con los medios entonces disponibles, la inci-
piente Universidad de Extremadura y los Museos de Ba-
dajozy Cáceres comenzaron a elaborar proyectos enca-
minados a procurar un mejor conocimiento, entre otros
aspectos, de nuestra realidad romana, Con ello, pudieron
comenzar las excavaciones arqueológicas de Regina (Ca-
sas de Reina), importante núcleo urbano de Ia Baeturia
turdulorum y adscrito aI conventus cordubensis, Metellinum,
la colonia heredera de la fundación de Quinto Cecilio
Metelo, Jerez de los Caballeros (seriaFamalulia?), donde
se pudo descubrir una casa romana, Nertobriga Concotdia
Iulia, enlas inmediaciones de Fregenal de la Sierra, en la
Baeturia celtica, Mirobriga y Capera, esta última en el con-
ventus emeritensis, iunfo a Plasencia. Por otra parte , desde
la Universidad de Extremadura y el Museo de Cáceres se
emprendieron estudios sobre los territoriø de estos nú-
cleos de población y su viabilidad con Ia consecución de
notables resultados como veremos.
El Museo Nacional de Arte Romano primero y la Jun-
ta de Extremadura con posterioridad se ocuparon de
continuar las investigaciones en Augusta Emerita, donde
se avanzó considerablemente en el conocimiento del ur-
banismo augustano, con la delimitación de diversas áreas
públicas hasta entonces poco valoradas.
CIUDADES ROMANASDEEXTREMADURA I29
Por fln, desde la Universidad se abordó uno de los as-
pectos peor conocidos por la investigación extremeña
como es el del paso de Ia realiclad prerromana a la plena
ron'ranización tras el impacto que la presencia itálica pro-
vocó en nuestras tierras.
Todo ello, que no es poco, no es sin embargo sufl-
ciente como para trazar un panorama completo del pro-
ceso romanizador de Extremadura, donde además, Ia si-
tuación se ve algo complicada, porque referirse al mismo
tiempo, y sobre todo al principio, a tierras de nuestro ac-
tual ámbito geográflco que en su día pertenecieron a rea-
Iidades administrativas y territoriales bien dispares, con
connotaciones sociales y económicas muy diferentes,
plantea problemas.
Por un lado, dentro de la diversidad de pueblos y tra-
diciones perpetuadas sin solución de continuidad hasta
bien entrado el Bajo Imperio en algunos casos, y alejadas
un tanto de la "órbita oflcial", estaban las tierras lusita-
nas que tuvieron en la capital de la provincia, Augusta
Emerita, el aglutinante necesario como para emprender
al unísono ese camino común; por otro, los teüitorios
que ocupan Ia franja sur de la actual provincia de Ba-
dajoz que se adscribieron al conventus cordubensis al hß-
palensis, ya estuvieran comprendidos dentro de la Bae'
turia turdula, ya dentro de Ia Baeturia celtica2 .
Pero, con todo, sí podemos expresar no pocas reali-
dades de aquella situación que comenzó con la presencia
romana en nuestra zona, efectiva desde los comedios del
siglo II a.C., y que concluyó a la raya del V d.C., bien que
en muchos aspectos la vida tradicional "romana" con-
tinuó sin problemas con posterioridad.
EL IMPACTO DE tA PRESENCIA ROMANA EN
EXTREMADURA
Hasta el comienzo de las guerras lusitanas la actual
zona extremeña era poco menos que desconocida y for-
maba parte de una entidad territorial a la que se prestaba
poca atención por estar desplazado a otras zonas el in-
terés oflcial romano.
Los lusitanos, el pueblo principal de esta área geográr'
flca, se extendían hasta el océano desde el Duero y el
Tajo, en los límites de Extremadura por el oeste y norte;
I3O LA CIUDAD HISPANoRRoMANA
vivían de acuerdo con su manera tradicional y sólo da-
ban muestras de su existencia en efímeras "Íazzias" qLre
llevaban a cabo contra las tierras del sur.
Los túrdulos, ubicados alsur de| Ana.ç, en contacto con
la nueva potencia dominadora, no iban a ofrecer proble-
mas de consideración; sóÌo permanecerían atentos a llo-sibles acciones provocadas por sus belicosos vecinos del
norte. Otro tanto podríamos decir de ìos grupos de rai-
gambre celta establecidos en la Beturia occidental (Gan
cí¡. Icr¡sns, I971, 104-108).
Por fin, los vettonesl, asentados en la Meseta y en la
provincia de Cáceres, quizá hasta Mérida, se ocupaban
de llevar un modo de vida que a nadie molestaba y sólo
en ciertas ocasiones, aliados con los lusitanos, ofrecieron
problemas.
La rebelión de los lusitanos (Str, III,3,6; Diod. Sic. V,
3)-38; Liv., XXXV, I y XXXVI, 57; App. Iber, passim)4,
como decíamos, va a provocar la efectiva presencia ro-
mana en nuestra zona y así entre los años 155 a.C. y l38el territorio se verá atravesado una y otra vez por los ejér-
citos itálicos. La acción concluiría con la derrota del cau-
dillo Tautalos o Tautamos, sucesor de Viriato, y con la
deportación en m.asa de los lusitanos y su asentamiento
en Vnlentia, Valencia del Cicl a lo que parece, aunque
otros como Callejo (1981) y Blanco (1977,21-22) sos-
pechan que su reducción puede corresponder a la cace-
reña Valencia de Alcántara, que con ello se constituiría
en el primer caso del establecimiento de una ciudad por
los romanos en nuestro territorio.Lo que aquí encuentran los romanos, en líneas ge-
nerales, son asentamientos que, en muchos casos, ni si-
quiera merecen el nombre de ciudades, fuertemente ïor-
tif,cados, junto a pasos naturales y que surgen entre los
siglos IV y II a.C. (FnnNÁNnEz ConRarrs, 1988,264). Con
todo, en algunos se atisba ya una cierta estructura ur-
bana, aunque todavía, merced a lo poco avanzando del
proceso de investigación, poco conocida.
No eran, por tanto, ciudades en el más amplio sentido
de la palabra, aunqlre alguno de Ìos establecimientos
pudo capitalizar un territorio bien definido.
La presencia romana, o mejor, la tona cle contacto
con la nueva potencia, se detecta por la aparición de ce-
rán-lica cle barniz negro, hallada, entre otros, en los ya-
cimientos de La Coraja, Villasviejas cle Botija y Los Cas-
tillejos, de la mitad del siglo II a.C, Con ello se inicia un
proceso que va a cambiar toda Ia estructura del pobla-
miento y va a propiciar la aparición de las primeras ciu-
dades en sentido estricto,
A esta fase corresponderían varios núcleos conside-
r'ables. Serían el de Los Castillejos5 (Fnnufuilrz ConnAtns,
Seucnre Prz¡nno y RornÍcurz Dirz, 1988, 69 ss.), Villas-
viejas del Tamuja en Botija (Oxcrr Ve.rnNrÍr't, I99I, 247
ss.; Hrnxfuil¡z HnnNÁ¡nnz, 199I,255 ss.) y La Coraja en
Aldeacentenera (RmoNoo RolnÍcu¡2, EsrrseN Onrnce y
Seres M¡nrÍN, I99I, 283 ss,).
La segunda fase tiene lugar cuando nuesfto territorio
se convierte igualmente en escenario de las luchas civiles
que se suceden en Roma durante iargo tiempo. Es el mo-
mento de la llegada del procónsul Q. Caecilius Metellus
Pius, que viene a combatir a Sertorio. Para controlar el
espacio, el procónsul procede a establecer una serie de
enclaves, Ios propugnacula imperii, entre los que se en-
cuentran Metellinutn (80-79 a.C.) en la línea del Guadia-
na y en el paso de una importante calzada que une las
zonas meridional y oriental de Hispaniø con la Beira y
que más tarde se convertiría en colonia (GencÍr. B¡rrno,1958, 13-I4) y Cøstra Caecilía, junto a Cáceres (Urrnnr,
1984), por citar los más señalados,
La poÌítica de los enclaves es continuada posterior-
mente en época de César. Es entonces cuando se produce
Ìa fundación de Norba Caesarina, entre los aitos 36 y 34
a.C., obra del procónsuI C. Norbanus Flaccus, y a la que se
añaden, en un claro caso de sinecismo, solución frecuen-
te en la organización romana del territorio, las entidades
de Castra Caecilia y Castra Servilia.
Como expresa Blanco (I977, 22-D) en estas funda-
ciones queda patente el estilo de época republicana: ve-
teranos y auxiliares en posesión de ciudadanía romana
forman la guarnición permanente de estos centros que
dominan las vías terrestres y fluviales. Las poblaciones
inclígenas se vieron obligadas a bajar al llano desde sus
castella y se van romanizando poco a poco en contacto
con los colonos, quienes a su vez se identiflcan con ellos
cada vez más.
Este proceso concluye con la fundación de Ia colonia
Ar.Lgustn Eurcrita en el año 25 a.C., a raíz del flnal de una
de las fases, no la deflnitiva, cle las Guerras Cántabras, y
debido a Ia necesidacl de ejercer un mejor control de la
vía que unía las tierras del sur con Las toclavía conflictivas
del norte y noroeste (Árvennz SÁ¡Nz t¡ Bunu¡.cl, 1976,
19-28). Eì centro de atención, fijado en la línea Metelli-
nutn-Castra Caecilia, vital en la guerra sertoriana, se des-
plaza ahora aI eje Eruerita-Norba Caesarina.
Poco a poco, el territorio va a ir transformándose de
acuerdo con la nueva realidad, y así se procluce el caso
del abandono de ciertos asentamientos prerromanos
como el del Castillejo del Guadiloba en Cáceres (Fnnnell-
r¡z ConR¡,r¡s, 1988, 264), d' de la transformación de
otros en conjuntos urbanos, como señala el ejemplo de
"Cogolludo" que pasa a ser Lacimurga Constantia Iulia, o
los de Mirobriga, Capera, Caurium, Augustobriga, Turgtt-
lium, N ertob r i g a, Re gina, Municip ium Iulium. . .
Otra pecuÌiaridad es la del sinecismo, ya apuntada
para Norba CaesarÌna, cuya nueva población se vería
completada, como bien señala Fernández Corrales
(t 9BB, 2651, con los contingentes llegados de los recintos
fortificados de La Coraja y Villasviejas dei Tamuja, que
se abandonan en tomo a los años 40-35 a.C., precisa-
mente cuando tiene lugar la fundación de Norba. Sería,
también, el caso de Regina (Turris Regina?) (GencÍe y Br
rr-no, 1991, 60-621, donde se concentró una población
procedente de yacimientos cercanos bien constatados, o
el de Contributa h.tlia, que englobó a la población de Cu'
riga y dos pagi adscritos a la misma, con su independen-
cia, peto dentro de su territorio (RolnÍcurz Bonlarro y
RÍos Gn¡.ñe, 1975,147 ss. y Fn.+n, 1991, l5l ss.).
CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA I3I
Al tiempo que se iba perfilando el fenómeno ciuda-
clano, co[renzaron a surgir en Ios nuevos territorin esta-
blecimientos rurales de carácter minero )¡ agtícola fun-
damentalmente.
Con este proceso de absorción de los asentamientos
preffomanos, culminado deflnitivamente, a lo que pa-
rece, en época flavia, y cuya ubicación no encajaba en la
nlreva concepción del territorio, comienza una nlleva
etapa de reestructuración del espacio,
LA FUNDACIóN DE LA COLONIA AUGUSTA
EMERITA Y LA ORGANIZACIÓN DEL
TERRITORIO DE LA LUSITANIA EXTREMEÑA,
LAS CIUDADES DE LOS CONVENTUS
HISPALENSIS Y CORDUBENSIS
La fundación de la colonia Augusta Emerita supuso,
como adelantábamos, el comienzo de la organización sis-
temática clel territorio en la Lusitania extremeña8. Se
constituyó la nueva población en el perfecto intermedia-
rio entre la oficialidad romarla y el medio inclígena, con
la asunción de un papel preeminente muy claro en la je-
rarquización del territorio (LnRoux, 1990, )16-)17) y en
encrucijada de caminos del suroeste peninsular,
Efectivamente, Ia naciente colonia pasaba a ser un en-
clave estratégico en medio de tienas no bien organiza'
das. Su valor venía señalado por el paso del Guadiana en
Iugar Tavorable, sobre el que se pudieron establecer los
apeos de un puente que constituía la llave de las co-
municaciones enÍe las tierras del sur y las del norte y
noroeste, vitales para el erario público romano. La nueva
colonia, que heredaba el papel que ejerció Metellinum en
un principio como base de Metelo en sus luchas con Ser-
torio y los lusitanos, se alzaba como epicentro de la si-
tuación romana araíz de las nuevas conquistas. Con su
extenso territorio, además, venía a dar la mano a las otras
dos provincias, Citerior y Bética, a las que la unÍan viejos
caminos naturales que Augusto convirtió en flrmes cal-
zadas; EmerÌta, con su envidiable posición, se conflguraba
así como un importante nudo de comunicaciones (Ár-
v¡nEz M^tnrÍunz, l9ï6a, l0 I - 102).
La futura capital de Lusitania, designación que hubo
de suceder en tomo al año t5 a,C,e, fue una colonia conDetalle de los puentes emeritenses sobre el Guadiana,
r32 LA CIUDAD HISPANORROMANA
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[/APA NUI\4. 15
VIAS DE COMUNICACIÔN
I caprrat oe Frovrncra -
t Mansión citada por el'ltinerario de Anlonino'
A Mansiòn citada unicamartepor et 'Anónimo de Rävena"
IDUA \
PI-AGIARIA
í"iJ:'l
Ciudades y vías de comunicación romanas de Extremadura (según Fernández Corrales)
un claro componente militar, aunque no con el carácter
e strictamente defensivo que se ha venido reiterando, po-
blacla con los veteranos de las legiones V Alnudae y X Ge-
mina, y probablemente Ia XX Victt'ix. Pero, cono apun-
tábamos, no fue sólo el estamento militar el que habitó
la colonia, pues paulatinamente familias itálicas vinieron
a engrosar ìos primeros efectivosl0, así como otras pro-
ceclentes de diversos puntos del Mediterráneorr, No sa-
bemos qué sucedería con los naturales que poblaban Ia
zonalt. Es posible que se buscara un entendimiento, e
incluso una consideración, como nos haría pensar el he-
cho de que armas lusitanas estén reflejadas en las mo-
nedas de la ceca emeritense, lo que Blanco (I971,2)l)interpreta como un emblema étnico o un signo de re-
conocimiento hacia los lusitanos que sirvieron a las ór-
denes de Carisio.
Ciudad situada en un punto estratégico de primer or-
den, bien valorado en el período anterior (Árvennz Mer.-
tivlz, 1984, IOt ss.), debe su origen al Puente sobre el
Guadiana, el verdadero genitor (Jrbis (/+Lvnnnz MenrÍN¡2,
1981, passim), en el que confluían las calzadas del su-
roeste peninsular, que se establecen en época de Augusto
(ÁrvennzManrÍu¡2, 1981, 57 ss.).
Estas calzadas se proyectan de acuerdo con cuatro
principios fundamentalesrr :
Una segura comunicación con los distritos mineros del
noroeste.
Una salida al mar por sus puefios naturales de la costa
atlántica. EI Anas no era navegable, sino desde Aþrtilß.
Un rápido acceso aÌ Guadaiquivir y al Mediterráneo,
Una salida a la Meseta.
Las principales calzadas eran las siguientes:
Iter ab Emerita Caesaraugustam,llrn. Ani',, 433, l-4)4,6;
Roldán Hervás (Ig7 l), Llv urrrMartínez ( I 98 I a, 5 B- 6 1 ),
Fernández Corrales (1987,46-52)1, que enlazaba con,4s-
turica Augusta.
Alio itinere ab Emerita Caesaraugustam,lIIin. Ãnl 438,2-
439, 4, iIv arez Marlínez ( t 9 B I a, 6I - 6+), Fernández C o -
rrales (1987, 68-72)1, que iba por Titulcia.
CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA 13)
Per Lusitaniam ab Emerita Caesaraugustam, fIlin. Ant.,
444-3 - 446,3, Llu are, Martínez ( I 98 1 a, 64- 65), Fernán-
clez Corrales (1987, 60-63)1, que coincide en su primer
tramo, el de la salida de Emerita, con el camino de Cor-
dtún.
Iter ab Corduba Emeritam Utin. Ant. 4I53-416,3, Aluare,
Martínez (I98Ia, 65-67ì, Fernández Corrales (1987,63'
ó5)1.
Iter ab Hßpali Emeritam lltin, Ant. 4I4,1-+I5,2, Âlvare,
Martínez (1981a, 67-68), Fernández Corrales (1987,65-
68)1.
Iter ab ostio fluminß Anae Emeritam usque lIfin. Ant, 431,8-
432,8, ilvarrrMartínez (I98ta, 68-70), Fernández Co-
rrales (i987,39-46)1.
Iter ab )lisÌpone Emeritam [Itin. Ant. 416,4-418,5, ilvure,Martínez (t9Bla, 70-n), Fernández Corrales (1987,52-
55)1.
Alio itinere ab )lßipone Emeritam [Itin. Ant. 418,7-419,6,
Áluarer Martínez (1981a, 73-75), Fernández Corrales
(1987 , 55-58)1.
Item alio itinere ab )lisipone Emeritam lltin' Ant' 419,7'
)20,7, ÂlvarezMarfínez (l98la, 74-751, Fernández Co-
rrales (I987,58-59)1,
Otras calzadas, en el apartado de secundarias, unían
ciefios puntos de consideración, bien desde la capital,
bien desde otros lugares del conventus, de suerte que toda
esta circunscripción estaba perfectamente comunicada,
Entre ellas (Frnner.urz CoRRÄIES, 1987 ,72 ss.), citamos el
camino que unía Metellinum con Norba, el Puente de Al-
cânlaray Ia Beira; el que partía de ad Sorores (mansio del
iter ab Emerita Caesaraugustam)hasta Metellinum; el que lo
hacía de Norba con destino ala zona de Badaioz (terri'
torium emeritense) para enlazar con la calzada de Olisipo;
el que iba de Norba a Turgalium (cabeza de una praefectura
del territorium emeritense\, o los que enlazaban Caurium
con el valle del Tiétar. Otro Io hacía desde Emeritahasla
la sierra de Hornachos en los conflnes de la Bética para
enlazar bien con el camino de Hßpnlß, bien con el de Cor-
duba, etc.
Con este sistema de comunicaciones que confluían en
Ar.tgtrsta Enrcrita, se organizó el territorio colonial, sin
cuya consideración nal podríamos comprender el cle-
venir de la propia ciudad augustana'
Fue tan extenso eI territotium emerÌtenseta que IIamó
poderosamente la atención de Ios gromáticos. Frontino
(De contr. agr.,9 ed. de Thulin) es uno de ellos y habla de
los repartos realizados y de que nunca fue ocupado en
su totalidad, Contaba con un bosque, posiblemente de-
dicado a la diosa itélica Feroni4, de unas 250 hectáreas
(FnoNrw, De contr. agr., 37, I 3), que recientemente se ubi-
ca en Ia zona de Montánchez-Alcuéscar (GmcÍe Bntttlo,
lggl,73-751. Las tierras situadas junto al rí0, que cons-
tituían Ia pertica de| territorium, lueron cleclaradas libres
y públicas (Agen. De contr. agt., 46).
Por Hygino conocemos la extensión de las parcelas
asignadas (400 ir'Lgera), superiores a las de otras entidades
territoriales de Ia época (Hyg, De limit' cottst', 135). De las
recientes observaci.ones de Sillières (1982,44t) en los
términos de Almendralejo, Arroyo de San Serván y To-
rremegia, se infiere que las centuriaciones tenían un mó-
dulo cle 710 metros y que la perticameridiohal de la co-
lonia pudo comprender entre J00 y 400 centurias' Son
interesantes también los datos señaìados por Corzo para
las zonas de Trujillanos y Alange ll97 6, 219 y 225).
Para la administración de tan vasto territorio se crea-
ron tres praefecturae (Hyg. De limit. const', I36), de las que
conocemos los nombres de dos, la turgaliensis, enTurga-
lium (TrujilIol,yIaMullicensis, qts'e Canto (1989, 176) si-
túa cerca de la actual Montemolín.
En cuanto a los límites, cuestión controvertida, varios
documentos nos aclaran algo. Son los mojones termi-
nales hallados en Valdecaballeros, donde se menciona el
enclave dela colonia Claritas Iulia Ucubi, del conventus cor'
dubensß y las tierras de Augusta Emerita y Lacinimurga
Constantia lulial', el de Montemoiín16 y el de los Altos de
Solaparza en Valencia del VentosoIT, que permiten, estos
dos últimos, deflnir un enclave augustano entre las tie-
rras del clnventus hispalensß, territorios de Contributa Cu'
riga, por mediodía, los de Nertobrigay Seria por occidente
y el propio de Augusta Emerita por oriente y septentrión.
CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA I35
Del misno moclo, la consideración de los epígrafes que
contienen miembros de la tribu Papiria viene a nuestro
auxilio (FonNr, 197 6, 36 ss. Y 41).
Con ello, y teniendo en cllenta ei carácter discontinuo
delos territoria de las ciudades romanas, podríamos se-
ñalar como fronteras de este extenso ager colonial las si-
guientes: por el sur, Ios territorios de las civitates de |os
conventtts cordubensis e hispalensß, a saber: Lacintmurga
Constantia h,LlÌa, Iulipa l?1, Municipium lulium (Azuaga),
Regina, Ariga-Contributa, Nertobriga y Seria; por el norte,
el campo norbense; por la zona oriental, Valdecaballeros
y por el occidente Borba Estremoz, en confluencia con el
territorium de Ebora.
Esta entidad territorial emeritense, base de Ia orga-
nización rotnana en la actual Extremadura, incluso algo
más extensa, se conservó prácticamente, con la excep-
ción de la zona de Badajoz, la posible inclusión de la de
Cáceres y Ia más que segura de Medellín, hasta el siglo
X como refiere Hernández Giménez (1960, 313 ss.)'
Dentro del territoriunt existían ciertos núcleos de po-
blación importantes, unidos por calzadas, oflciales y se-
cunclarias, a la colonia. Entre ellos destacamos: Lacipea,
Ro dacß, G er trc û, Contosolia, Caspiana, P erceÌana, Cauliana,
Evandriana, Dipo, Plagiaria, Budua, Aquae, Fornacis, Rev-
vean, Leuciana, Turgalium, ad Sorores, efc.t8
En toda el área territorial emeritense, las huellas del
asentamiento rural romano son continuasre y las villae
con entidad muy considerables, sobre todo las que están
cerca de Mérida2o,
La colonia Augusta Emerita, por tanto, con su posición
estratégica y su extenso territodo, favorecida por la ad-
ministración romana que deseó desde un primer mo-
mento proyectar su imagen oflcial en Ia nueva colonia
(speculum populi romani), fue cobrando cada vez más im-
portancia, Se construyeron nuevas áreas urbanas y se de-
sarrollaron otras que vinieron a completar un excepcio-
nal conjunto urbano, dentro de un perímetto, eso sí,
fljado desde el principio,
A ella acudierolì gentes procedentes de diversos lu-
gares de Lusitania, de otras provincias hispanas y de dis-
tintas zonas del Mediterráneo: Galia, Italia y el área gre-
coparlante fundamentalmente (FonNr, 1982, 69 ss.).
El período julio-clauclio y el advenimiento de la di-
nastía flavia marcan un momento de gran importancia
T}6 LA CIUDAD HISPANoRRoMANA
en el devenir de la ciudad. Será la ocasión en que la co-
Ìonia vea transformada su ïaz con eì desarrollo de pro-
yectos oficiales marcados por el interés de Roma de po-
tenciar aquí su imagen; entre esos planes no podemos
silenciar los que afectaron al teatro y al foro (TRnrucr,
1990a,299 ss.).
Esta reactivación monumental impulsada por Ia ofl-
cialidad romana tuvo un paralelo claro en Ia iliciativaparticular que, al amparo del desarrollo económico,
construyó sus moradas con un lujo y una magnificencia
que en nada tenían que envidiar a sus congéneres de las
zonas más privilegiadas del Imperio.
Este esplendor continuó sin menoscabo durante el pe-
ríodo antoniniano, durante el que se conocen otros pro-
yectos y casos de evergetismo como eI de Domitia Vettilla,
mujer de Lucius Roscius Paculus, que levantó a sus expen-
sas un armilustrium a Marte, o el del Mitreo sito en el ce-
rro de San Albín, que fue potenciado por la floreciente
comunidad emeritense, bajo la atenta mirada del gran
sacerdote Gaius Accius Hedychrus,
Que la vicla en Emerita era floreciente y que se había
formado una clase social pudiente e imbuida de cultura,
lo pone de manifiesto elhecho de que los talleres de es-
cultura no dieran abasto a las continuas demandas de los
emeritenses a lo largo de los siglos I y II d.C. Fue la es-
cuela popular emeritense de escultura una palmaria ma-
nifestación del genio popular hispanorromano, bien
equipada en cuanto a técnica y en cuya formación no es
difícil atisbar la presencia de buenos artistas peregrini (deIárea griega fundamentalmente) (Nocerns Bes¿.nn¿.r¡,
1992, passint). Igualmente podríamos decir de Ia produc-
ción pictórica y musivaria, que vive un momento de
auge entre el comienzo del siglo II y la primera mitad del
siglo III d.C, Gracias a Ia preparación de estos artistas y
artesanos se pudieron acometer con solvencia tanto pro-
yectos oflciales como una serie innumerable de encargos
de particulares, deseosos de contar en sus casas con ricas
decoraciones que elevaran su prestigio social.
Son parcas las noticias que tenemos a nuestra dispo-
sición para historiar la Mérida del siglo III d,C. No parece,
sin embargo, que la ciudad sufriera en demasía la crisis
que sí se aprecia en los decenios centrales cle la centnria.
Con Diocleciano es cuando verdaderamente se iniciala ascensión irresistible de la ciuclad, que sería citada en-
tre las urbes más populosas de su tiempo (Aus. )rdo ur-
bium nobìlium, XIX, B3). No hay duda de que Emerita se
erigió en la capital efectiva de las Hispanias, al ser la sede
delvicarius de la diócesis Hispaniarunt (ÉrrrnNn, 1982,201
ss.) y en un centro administrativo y poiítico de primer
orden. Hnbo un renacimiento urbano importante,
Efectivamente, la investigación arqueológica habla
claramente de estos momentos de bonanza vividos por
la ciudad. Se detecta una clara eclosión urbana, con la
creación de nuevos espacios suburbanos, fundamental-
mente a la salida de las calzadas de la ciudad (Árvannz
ManrÍn¡2, 198I, 224-228).
Este buen momento vivido por la colonia expÌica eì
hecho de que varios ediflcios fueran construidos en este
tiempo y que sus más señalados espacios públicos fueran
remodelados y "restituidos a su prístinafaz" , Son los ca-
sos del circo y del teatro, sin olvidar la construcción de
nuevas casas que los particulares levantan en varias zo-
nas de la urbe como la de Ia Alcazaba, Anfiteatro, Suárez
Somonte, Holguin, etc. Todo ello deflne un momento ál-
gido para la ciudad que alcanzó a contemplar un movi-miento intelectual de primer orden por la presencia de
cualiflcados políticos en su administración2r.
Dejanclo a un lado viejas teorías que propugnaban un
recinto de tipo castramental22 clelimitado por las puertas
del Puente y cle la Villa y los arcos de Trajano y Cimbrón,
con una superflcie de 700 x 350 metros, hay que aceptar
la idea de Richmond 119J0,99 ss.) que concibe la ciudad
en toda su dimensión desde el principio y con su cerca
murada bien delimitada, englobando ya los edif,cios de
espectáculos, el teatro y el anfiteatro2). Emerìta, por tan-
to, como otras ciudades augusteas, fue objeto de una pla-
nificación propagandística, con amplia idea de futuro y
conf,anza en el porvenir, con espacios "vacíos" que se-
rían ocupados a medida que las necesidades de la ciudad
así lo demandasen.
El puente sobre eÌ Guadiana, ya destacado en su papel
de genitor Urbìs, lue el determinante claro del urbanismo
colonial, pues slr prolongación lue eI decumnnus nnxinuts,
mientras qlue eI kardo ntaximus venía a salir ai puente so-
bre el Albarregas.
ResuÌta revelador pensar en qué grado de conoci-
miento tenían los ronanos de las irregularidacìes del cur-
so del Anas y así hubieron cle establecer, conlo caso poco
CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA t37
Dos portentosas 1ábricas de
puentes romanos de la
región extremeña: arriba,
eÌ impar puente de
Alcántara (Cáceres),
paladigma de puente de
curso alto; abajo, detalle
del que cruza el Guadiana
en Mérida, con sus
robustas y numerosas pilas,
adecuadas al curso bajo del
rí0,
repetido en el Imperio, unos muros de defensa conÍa el
río, bien conseryados en la zona de la alcazaba árabe (Ar
vAREZMARTÍNEz,I9BI,l63-t63) y cómo, también, el pro-
pio puente tuvo que adoptar una estructura idónea para
prevenir las fuertes avenidas del río: dos tramos de ar-
cuationes con un malecón entre ambos protegido por un
tajamar o aleta de encauzamiento del río (ArvennzMen-
rÍu¡2, 1983, 65-70), en un caso similar al ofrecido por los
puentes Fabricius y Cestius de la Isla Tiberina.
La cerca murada data igualmente de los primeros
tiempos cle la colonia y su construcción fue difundida por
las emisiones de la ceca colonial con un evidente carácter
propagandístico (TmnmrcH, 1990, 30I), Dibujaba un pe-
dmetro de forma trapecial y de trecho en trecho los lien-
zos se veían flanqueados por torres de planta circular
(Cnrano CAnn¡uRo, 1992). Cuatro pueilas se situaban en
Ios extremos de sus ejes principales, además de otras
secundarias y portillos, sobre todo en la zona del rí0.
La tipología de las puertas la muesfian claramente las
I38 IA CIUDAD HISPANORROMANA
monedas y recientemente se podía comprobar su estruc-
tura con el descubrimiento de los restos de ìa Puerta del
Puente.
Entre los proyectos de infraestructura ìlevados a cabo
con la fundación de la colonia, el de las conducciones hi-
dráulicas merece nuestra consideración, Fueron tres los
acueductos realizados2a.
La primera conducción lAqua Auguslø), la actual Cor-
nalvo, se originaba en el embalse de su nombre, donde
se conserua un dique paramentado con sillarejo, de 220
metros de longitud y una torre de captación de agua, des-
de la que, a través de 1B kilómetros, recibiendo el aporte
de varios arroyos, llega a Ìa ciudad, donde penetra por
las inmediaciones del teatro hasta concluir enelcastellum
aquae,
La segunda fue la denominada de SanLázaro y se ori-ginaba a unos 5 kilómetros al norte de la ciudad, Por me-
dio de unas galerías subterráneas en excepcional estado
de conservación, el conducto llegaba a la depresión deÌ
valle del río Albarregas, que salvaba por medio de unas
altas arquerías de cerca cle un kilómetro de longitud y
hoy reducidas a varios pilares y arcos, Se conserva el cas-
tellum en el recinto de la Casa del Anflteatro,
Por fln, la tercera, y Ia más espectacular de todas ellas
es Ia que parte del embalse de Proserpina, con un dique
de 500 metros de longitud, que sufrió una importante
restauración en los albores del siglo XVII y, a través de
varias vaguadas, salvadas por excelentes obras de fábrica,
llega a la ciudad a la altura del cementerio municipal,
donde se conservan las ruinas de stl.pßcina limaria.Nue-
vamente, el obstáculo del valle del Albarregas hubo de
ser salvado con la construcción de las arquerías elevadas,
en este caso mucho mejor conservadas que las del ejem-
plo anterior, El conducto concluía en el depósito deÌ ce-
rro de El Calvario.
La imagen que ofrecían las conducciones hidráulicas
emeritenses contribuyó a reafirmar el carácter oficial ypropagandístico de la nueva colonia (Pn.awnnn, I990, 103
SS,),
La red urbana de Augusta Emerita también coadyuvó
a configurar una gran ciudad desde el principio, con ca-
lles regularmente establecidas, flanqueadas por pórticos
(Árve,nnz MmrÍN¡2, 198 l, 229 -236).
El mismo espíritu, y bien acentuado en este caso, se
aprecia en la planificación de las áreas públicas de la ciu-
dad, los foros.
Así en eì que consideramos foro de la colonia, desde
el principio existió una área presidida por Ia airosa co-
lumnata del liamado tempio de Diana, consagrado alcul-
to imperial (ÁrvennzManriNnz, ).976,43 ss.). Era un foro
provinciano, similar a otros presentes en ciudades im-portantes de las provincias occidentales del Imperio, Más
Particular de las airosas arcualiones del acuedncto romano de Mérida
conocido como de "Los Milagros", en el paso del río Albarregas.
CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA I39
Relieve del pórtico del Foro
de Augusta Emerita, conunlaurel asociable al venerado
Augusto, fundador de la
ciudad fcrrÁloco, zz].
I40 LA CIUDAD HISPANORROMANA
Restos del "Templo de
Diana" de Mérida, en ungrabado del xrx de A. de
Laborde y en su estado
actual,
tarde, cuando se produce el proceso de "marmorización"
cle Ìa colonia y el engrandecimiento de Ia misma, en
tiempos de los últimos emperadores de la dinastía julio-
cìaudia, al viejo foro se añadió otro más monumental
que vino a Íelorzar el carácter simbólico de la ciudad
como trasunto de la metrópolis, hasta el punto que se
copió íntegramente el programa iconográflco presente
enelForum Augusti de Roma, con Ìa decoración en el áti-
co del pórtico de clípeos con flguraciones de Jírpiter Am-
mon y Medusa separadas por cariátides y con grupos es-
cultóricos presentes ya en el conocido foro romano. El
programa iconográfico dei nuevo foro de Augustø Enterita
supuso un notable esfuerzo para dotar a la ciudad de una
área relacionada con el recuerdo de la casa imperial y fue
obra de notables escultores25.
Otra área pública, probablemente un foro de carácter
provincial26, existió en los aledaños cle la actual plaza cìel
Parador de Turismo. Fue Almagro (I979,157 ss,) quien
llamó la atención sobre la zona, por la buena canticlad cle
hallazgos relacionados con ediflcios of,ciales registrados
y, trrás tarde, cot-l la aparición de las ruinas de un gtan
tenplo, a 1o que parece de culto imperial, en 1o alto de
la calle HolgLrin, todo qr-recló claro (Ár-vmnz M,qnrÍN¡2,
1986, 155 ss., fìg. p. 135),
Por f,n, en esta rápida sittopsis que hacemos de la ciu-
dad augustana, los edificios cle espectáctLlos, teatro, an-
flteatro y circo, conf,guraron la presencia de la gran ciu-
dad. Ubicado en la periferia, en el extremo sutorientaL,
el conjunto teatro-anfiteatro, de los años I6-15 a.C. y 8
.IUDADESR.MANASDEEXTREMADURA
M I4I
a.c. respectivamente suponen, sobre todo el primelo, un
caso cle gloriflcación de la casa inperral, tanto por la re-
Ierencia continua al posible patru'Lus coloniae, Marco Vip-
sanio Agripa, como por lo que tuvo cle narco cle propa-
ganda dinástica bier-r desarrollada en el interior del
recinto. Igualnente, con el proceso de monumentaliza-
ción cle la ciudad, se vio reformado en gran manera a
partir de los últimos julio-clar-rdios (TnnrlucH, 1989-
1990, 87 ss.).
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o 100 200 s0 {00 flo#
CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA r4)
Reconstrucción ideal, a la izquielda, del hermoso pórlico descubielto junto
al Foro de,4rgrts la Eilrcrita (segírn R lvtesa) y, en ésta página, uno de los
sobe¡bios togados tle su progralna iconográfico y reslos de los clípeos que Io
aclornaban a imitación del' Forum,4irgrrsli de Roma.
144 LA CIUDAD HISPANORROMANA
Vista aérea del gran conjunto monumental constituido por el teatro y el anfiteatro de Augusla Emerila y, debajo, un aspec[o de ]a colorÌsta lachada exterior del
anfiteatro,
CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA
Fachada exterior del teatro romano de Mérida, con su valiente composición en sillares de granito, y, debajo, un detalle del frente que mira al pórtico del
mlsmo,
145
I48 LA CIUDAD HISPANORROMANA
Detaìle de Oriens, el Sol naciente, el el mosaico cósmico que adorna una
cstancia de la lamada Casa del À4itreo, de llérida; y, a la derccha, unaspecto de las tuinas clcl portico del leatro romano de la misma ciudad,
tor.nado desde el aLrla de culto imperial situada al fondo, torlavía con las
estatuas de los mienbros de la fanjlia rmperial, hoy en el Museo.
I5O LA cIUDAD HISPANORROMANA
Visra del circo roruano de i\,iéLida, a las afr.reras de ìa ciudad, toÌnada desde el exterior de la fachada occidenral
CIUDADF]S ROi\,IANAS DT EXTREMADURA I5l
A ia derecha, la Lunlra de los \/oconios, coll el tejado añadid0
rloclelnanrenle para la conservación del interior, y, arliba, la lápida
dedjcatoria y, en relieve, las cotldecoraciones tllljtares de quiel ìa
constr-rl/ó [c,rrÁr-oco, zs],
I52 LA CIUDAD HISPANORROI\,IANA
OTRAS COLONIAS Y CIVITATES DEL
CONVENTUS EMERITENSIS
Conocemos los demás núrcleos cle población del con-
ventus emeriteøsrs que afectan al ârea geogrâflca que tra-
tamos merced a diversos testimonios, uno de ellos el co-
nocido de Plinio (Nat. Hßt.IV, I17-ll8), quien llega a
enumerar las colonias de la provincia Ìusitana y otras ciu-
dades. En nuestra zona extreneña, las otras dos colonias
eran Metellínzrr (Medellín) y Norbn (Cáceres) y e ntre las
civitates destacaríamo s Augustobrig a (Talav era la Viej a),
Capera (Cáparra) y Caurium (Coria), que eran estipendia-
rias y, luego, con los flavios, se organizaron como mu-nicipios,
Metellmum, fundada por Metelo como base en sus
guerras sertorianas, perdió su protagonismo de los pri-
meros tiempos a raíz de la Tundación de Augusta Emerita,
al pasar los intereses oflciales romanos al eje Emerita-Nor-
ba, en el camino que unía la Bética con el noroeste.
No obstante, su importancia fue considerable. Contó
el cerro, en parte del cual se asentó la colonia, con unpoblado de interés en Ia época prenomana (Arr,recno
Gonera, 1977, l0 ss.), por lo que la ciudacl continuó sus
estructuras. Probablemente alcanzó el carácter cle colo-
nia con Augusto, o quizá antes con César como opinan
GarcíaBelliclo (1958, L3I4), Galsterer (I97I,Iay 69)yTovar (I97 6, nI). Era mansio común a varios itinera.
De las vicisitudes por las que pasó la colonia, en espera
de algunos trabajos que sobre ella se realizan en la ac-
tualidad, estamos muy md informados, Se fomentó, de
acuerdo con los datos que nos proporciona la epigraÏía,
una actividad religiosa importante, clestacando las ma-
nifestaciones del culto imperial y las relacionadas con el
panteón clásico (CIL,II, 607).
Los restos de su pasado romano no dejan de ser elo-
cuentes, Entre ellos podemos citar las ruinas de un for-
midabÌe puente augusteo que lue destruido por una fu-riosa avenida del Guadiana en el siglo XVII, hasta el
punto de que fue más rentable la construcción cle una
nueva fábrica en el lugar que antes ocupó la romana
(Gancír BErrrno, 1953, 407 ss.). Por otra parte, se con-
serva una porción cle su recinto murado y unas sttbstruc-
tiones qtte,abogan por un urbanismo, en La zona de la ìa-
dera, en terLazas (MÉrnir, 1925,I, )67 -368, nútrn. 1.539).
Lâ más importante reliquia de su pasado es, sin duda,
el teatro, aún por excavar en su totalidad, pero conocido
en buena parte después de los trabajos de Del Amo
(1983,317 ss.).
De su territorio conocemos muy poco, pero sí se de-
tecta en los alrecledores de la población una fuerte im-
plantación rural con numerosas villae de cierta impor-
tancia (DrrAtto, 197 4, 53 ss.).
De la otra colonia, Norba Caesarina,podemos decir po-
cas cosas, pr-ìesto c¡ue cie su pasado romano, aunque exìs-
ten datos signiflcativos, no es mucho lo que se sabe27,
Acerca de su fundación se han barajado fechas que
van desde el 75 a,C. hasta el 20 a.C, A nuestro modo de
ver, lo más acertado es lo expresado por García Bellido
(I966b, 279 ss,), quien, contra la creencia de una fecha
cesariana para la creación, aboga por un período poste-
rior entre los años 36-34 a,C., ya que fue obra de Gaius
Norbanus Flttccus, qLte gobernó Hispania en ese espacio de
tiempo. El carácter de la fundación fue militar, como
asiento de veteranos y a ella contribuyeron, como ade-
lantál¡amos, los contingentes cle Castra Caecilia y Castra
Servilia (Tovnn, 197 6, 237 -238).
Sus habitantes estaban adscritos a la tlibu Sergia como
indica cierta inscripción (Sar,rs, 1982, I49\ y tuvieroncomo protector a un singular patrono, Lucio Cornelio
Balbo (GmcÍ¡ B¡rrno, 1960, 18, I86). Diversos epígrafes
nos ilustran sobre la vida municipal de la colonia, entre
ellos un pedestal dedicado al emperador Septimio Severo
(Saras, 1982, 154), en el que además se mencionan los
duoviri Iulius Cekus y Lr,tcîus Petronius Nþar. Nos son co-
nocidos igualmente varios soldaclos, cuyo origo era Norba
y que prestaron servicio en Ìugares alejados como Roma
y Argentoraturø (Sar.a.s, 1982, I 52-15)).
La verdad es qlle los clatos sobre la vida ciudadana
norbense escasean. Su abandono lo cilra Callejo a partir
del año 414 (1980, 62-63) con motivo de las invasiones
de alanos y vándalos, que tuvieron sus efectos también
sobre otras ciudades del Camino de Ìa Plata.
Sobre la topogralía colonial conocenÌos pocos clocu-
mentos. Parece que habría que situar a Norba en el pe-
rímetro ocupaclo por el bar-rio monumental y que sus
nurallas alnohades siguen el trazaclo de las lonanas(Sara.s, 1984, l4I ss,). Otras reliquias desperdigadas por
la topografía ronìana cacereña son el puente de la Ribera,
CIUDADES ROÀ,IANAS DE EXTREMADURA I 5 ]
Fragmentos de un gran relieve dedicado a Agripa oficiante de ltn sacrificio,
realizado en época de Claudio, qtre lormaba parte de la soberbia decoracióu
del pórtico del Foro de Auguslt Emeita [cerÁr,oco, +s]
romano en opinión de Callejo, tJrIsacellum o monumento
funerario ubicado en la misma zona (MÉuD A, 1924 I,
226, 268) y diversas trazas de e diflcios diserninados por
el centro de la ciudad,
EI territorio colonial, no tan anplio como el eÌneri-
tense, sí debió de ser considerable2s.
La lista de Plinio es parca en mención de ciuclades lu-
sitanas, ya que, como deudora de la calta de Agripa, re-
fleja una situación muy antigua. Con el tiempo, estas en-
tidades de población alcanzan la categoría de municipios
y algunas llegan a ocupar una posición importante en el
contexto del conventu* No fueron, eso sí, grandes ciu-
dades y casi todas no sobrepasaron su períme tro murado,
pero se observa en ellas una vida floreciente, con vitali-
dad hasta el ocaso del Imperio.
Cnurium, ciudad estipendiaria en la lista de Plinio, al-
canzó mâs tarde el rango de mr.rnicipio, y, andando el
tiempo, se convirtió en sede episcopal. Se le asignó la tri-
bu Quirina (Toven, I97 6l.La ciudad se desarrolló dentro
de un recinto murado bien conservado (MÉlne, 1924,I,
I04 ss,; Dí.qzMenros, 1956) con puertas como las del Sol,
San Pedro y El Rollo, flanqueadas por tones, La epigrafía
154 LA CIUDAD HISPANORROMANA
nos muestra una población bien abigarrada con gentes
venidas de otros lugares. Han aparecido igualmente di-
versos monumentos funerarios, un columbario entre
ellos y una estatuita de mármol, posible divinidad fluvial.
Capera (Ventas de Cáparra) es una ciudad cada vez
mejor conocida y clonde han comenzado unas excava-
ciones sistemáticas dirigidas por el profesor Cerrillo (Cn
nnrrro et al,, L990,373 ss.). Posiblemente alcanzó el rango
de municipio en época flavia y se adscribió también a la
tribu Quirina. Resultó ser una urhe de poca extensión,
en torno a las I6 hectáreas, pero con una vida ciudadana
muy intensa como muestra la epigraÏía con menciones
constantes alordo decurionum (CIL,II,810-813), y donde
los ciudadanos se agruparon en collegia para resolver sus
asuntos2e.
Las excavaciones de Floriano y B\ázquez, así como las
actuales de Cerrillo, van poniendo al clescubierto impor-tantes monumentos cle la ciudad, entre ellos un posible
ninfeo y un templo. Al parecer, contó con un anflteatro
(Crnnnro, 19931. Con todo, su ediflcio más importante
es el conocido tetrapylott estudiado por García Bellido
(1972-1974,45 ss,), liberalidad de Fidius Macer, dtum-vÍo caperelLse,
Ftre Capera mansio de la vía de la Plata y a la salida de
la ciudad, sobre el Almonte, se construyó un puente asig-
nado comúnmente al período trajaneo, pero del mismo
tiempo que el de Albarregas de Mérida y, por tanto, de
época augustea (Álvarez Martínez, 1983, 81).
En el Bajo hnperio la ciudad se amuralló fuertemente.
Se conocen también las necrópolis sudeste y noroeste.
Dentro del posible territorio de la población no de-
bemos olvidar la localidad cle Baños de Montemayor(Aquae cnperenses?), donde se conserva uno de los com-
plejos termales más considerables de la España romana
(MÉrne, 1924,I,152 ss. y 359-373), muy parecido al de
Alange, junto a Mérida, pero de nenores proporciones.
Augustobriga, por fln, dentro de las comunidades más
destacadas del conventus referentes a la zona extremeña,
se reduce a Ìa desaparecida población, bajo las aguas del
embalse de Valclecañas, de Talavera la Viejaro. Ciudad es-
tipendiaria, en tiempos de los flavios recibió la olgani-
zación poìítica romana como mueslra un epígrafe en el
que se menciona aI senatus populusqtrc Augutobrigensts
(UL, il, ,46¡. La consideración del nonbre hace su-
poner a Tovar que fue convertida en ciuclad durante el
imperio de Augusto.
Destacan las ruinas de su templo, tradicionalmente
identificado con una curia y del que los eruditos y via-
jeros de los siglos pasados nos describen sus restos, en
verclad imponentes y hoy trasladados a un altozano que
domina el embalse de Valdecañas. Se trata de un ediflcio
tetrástilo, todo en granito con revestimiento de estuco.
Contiene un largo vestíbulo y una espaciosa cella, sobre
basamento muy þ¡.ua enmarcado por zócalo erL molclula
recta. A señalar su arco de descarga, similar al que pre-
sentaba el emeritense templo de Diana. Otros ediflcios
existían en su foro.
LAS CIVITATES DE LOS CONVENTUS
CORDUBENSIS E HISPALENSIS
La zona sur de la provincia de Badajoz, como decía-
mos, perteneció a la Bética. Correspondiente a la antigua
área geográfrca de la Baeturia, en época romana fue di-
vidida en dos partes perfectamente diferenciadas, la oc-
cidental, que se adscribió al cotwenttts hispalensis, y Ia
oriental, que se mantuvo bajo Ia acìministración de Cor-
duba (GmcitlcrEsns, 1971, 86 ss.).
En la zona occidental, entre las ciudades, de acuerdo
con los datos plinianos (Nal. hßt,ilI,I4), destacaban: S¿-
ria Fnma h,úia, Nertobriga Concordia lulia, Segida Restittlta
Iilia, Contributa Iulia Ugultuniacunt y Curiga.
Seria se identiflca ûadicionalmente con Jerezll, cono
indica una inscripción en Ia que es referido ttn seriensis,
de la tribu Galeria. Su cognomen parece cesariano (Gnn-
cÍa lcrnsras, 197 l, 89 -90).
De los restos de la ciudad es poco lo qr-ie conocenos,
aunque sospechamos que su emplazamiento no es otro
que la zona alta, Ìa ocupada por el castillo. Sí es clara la
situación de su necrópolis, al oriente de Ìa población
(MÉrrr,r, 1925.I,428 ss,). Una inscripción nos mu€stra
un culto inlperial bien organizado. Se ha conservado una
casa, una domus suburbana, de fines clel siglo III o co-
mienzos del sigÌo IV cl.C. con interesantes pavimentos
mttsivos (Álvenrz SÁ¡Nz ¡¡ BuRu,rc,¡., Á,,to'.ot À4,tnrÍNlz 1,
Rornícu¡zManrÍN, \992\.
En época visigocla la zona estuvo bien poblada y es
importante constatar la existencia de una coÌumna con
epígrafe que conmemora la cledicación cle una l¡asílica a
Sanla María en la Navidacl delaño 556 (NtÉt-n,r, 1925,I,
2.t66).De Nertobriga Concordia Iulia, cerca de Fregenal de la
Sierra, en eÌ despoblado de Valera la Vieja, conocemos
rlás clatos, Fue un lugar de encttentlo entt'e las arnas de
Roma y las tropas lusitanas (Polyb. 35, 2; Plin. Nnt. hßt'
III, 14; PIoL 2,40; THouvnNor 1940, l2l). Su nombre
contiene igualmente \rr cltnlmen cesariano' Alcanzó la
categoría de municipio posiblemente, como todas las citt-
dades del área geográflca que comentamos, con los fla-
vios y así encontramos una inscripción que menciona al
genius MtmicipÌi (MÉunt,1925,1,395-396)' De la ciuclad
romana se conserva todo su perímetro murado, donde se
observan cle trecho en trecho tottes defensivas que al-
canzan cierta nonumentalidad en las zonas de las puer-
tas. En su recinto se aprecia una pequeña acrópolis lugar
de asiento de un sencillo templo, así como ruinas de ca-
sas y ciertos edificios púrblicos, entre ellos tlnas termas.
Por doquier aparecen ruinas cle aljibes,
Desconocida resulta hasta el momento la ubicación de
Segida Restituta Iulia.
Sí, en cambio, es conocida la de Contributa lulia Ugtl-
tuniacum, en el cerro de Los Cercos, iunto a Medina de
las Torres, con un importante campo de ruinas.
Era un oppidum, que más tarde, con los flavios, se con-
virtió en municipio. Una inscripción nos da a conocer a
tn contributensis, Quintus Mønlius Autus, qlue alcanzó el
cargo de duumvir en dos ocasiones y otra, procedente
también cle Los Cercos, en el Museo de Badajoz, ref,ere
a tn sevir augurtalß. Todo ello avala el rango de muni-
cipio para Contributa. Otras piezas importantes descu-
biertas en Los Cercos son un torso corespondiente a un
emperador divinizado y un togado, también en el Museo
badajocense.
A eila estuvo adscrita Curiga, reducida a los alrede-
dores cìe Monesterio, como ya hemos referido al princi-
pio, a1 considerar los casos de sinecismo,
AI conventus cordubensis, al decir cle Plinio (Nat hßt'ltrI,
l4), pertene cían oppida non ignobilia, entre ellos, en la
zona que nos ocupa, Arsa, Mit obriga, Regina, La lista pue-
de completarse.
Dentro de estas ciudades Ia más interesante es la
CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA I55
de Reginn, en el térnino municipal de Casas de Reina.
El municipio romano de Regina, ruansio deI itet ab Enrc-
ritnHßpalirtt, a tlar'és de Astigi (Itin. Ant.4I5,l, Rav.,IV,
44), puclo ser funclación cesaliana o augtlstea, aunqlle
hay quien se inclina a considerar su origen en un períoclo
anteriorr2. Por dos inscripciones, una referida de antigr"ro
en la ermita de la Virgen del Monte en Cazalla (CIL, \1.037) y otra que recuperamos en el pueblo cle Casas de
Reina, sabemos que recibió la organización política ro-
mana, probablemente a partir de Vespasiano, que es
cuando se nota en la ciudad una notable activiclad. Su
fundación se debió, además de al paso cle la referida cal-
zada, ala abundancia de recursos económicos cle la zona,
con yacimientos metalíferos de consideración (Árvennz
MenrÍN¡2, 1983, 7 4-7 5).
Fue una comunidad floreciente con habitantes pro-
Tundamente romanizados y con presencia de gentes pro-
ceclentes cle la propia Italia y clel área oriental del Me-
diterráneo,
EI culto imperial estllvo perfectamente organizado,
con la presencia de un templo declicaclo ala Pietas AtL'
gusta, que fue levantado probablemente en época de Do-
miciano, a la que corresponde el epígrafe,antes referido
ofrendado a la memoria de| Dittus Tiløs (Arvennz Menrí
Nnz, 1982, l0), y que fue restaurado, porque se hallaba
ttetustae conlapsum, hacia flnes del II o comienzos del III
d.C, (Árvannz M¡nrÍ¡,t¡z y Mosqunna MÜnsn, 1991, )70-
371). También existen testimonios relacionados con los
dioses del panteón clásico, Iuno enrte ellos y de las divi-
nidades orientales, puesto que se halló una eflgie de Isis'
Entre los monumentos de la ciudad destacaríamos, sin
lugar a dudas, el teatro, excelente ejemplar de la arqui-
tectura flavia, en magníflco estado de conservación (Ar
veRnz ManrÍnlz, I982b, 267 ss') y un probable macellum
en el área del foro, que actualmente excavamos y donde
aparecen otros ediflcios públicos aún pol identiflcar (Ár
v¡.nnz M¡nrÍunz y MosquanAMulrnn, 199I, 3$-371ìr.
Conocemos igualmente algunas particuiaridades del
urbanismo reginense, con una infraestructura sanitaria
bien conservada que nos permite delimitar el trazado de
varias calÌes en el centro de la ciudad, También se ha de-
tectado la presencia de un acueducto que surtía de agua
a la población,
Su abandono hubo de producirse hacia Ia época ára-
156 IA CIUDAD HISPANORROMÀNA
be, ya que en la etapa visigoda el municipio seguía exis-
tiendo como así lo especiflcan las Actas del II Concilio
Hispalense, que presidió San Isidoro, donde se dirimió unlitigio entre la población de Celti (Peñaflor) y Regina porla jurisdicción de una basílica (Tovan, 197 4, 93-94).
Arsa es conocida no sólo por la mención de Plinio, sino
también por la noticia que nos transmite Appiano a pro-
pósito de las luchas de Viriato y Cepión (App., Iber, 70).
Para Thouvenot (1940, 196) Arsapudo recibir el derecho
de ciudad al flnal del reinado dc Claudìo o comienzos del
de Nerón. Está atestiguada la presencia de tn duumvir
(Tovan, 1974, 92-%). Se ha pensado que la ciudad pudo
estar ubicada en los alrededores de \etamal de Llerena,
pero no es seguro. A la que no corresponde es a Aztaga,
como tradicionalmente se había venido diciendo, donde
hay que situar el Municipium lulium,Esta entidad la conocemos por varios epígrafes (CIL,
II, Suppl. 5543-5546y 5549) que se conservan en Azua-
ga. Sus habitantes formaron parte de la tribu Galeria.Las
ruinas se aprecian en el cerro del castillo, donde los ha-
llazgos han sido considerables (MÉrrn.a., 1925,I, 1.924-
r.e3 5 ).
De MÌrobriga se conocían hasta hace pocos años al-
gunas noticias: qlre había alcanzado la organización ro-
mana (CII, Il, 2365), que había formado parte de Ia Ci-
terior, aunque fue adscrita deflnitivamenre aI conventus
cordubensis y, además, su identiflcación con la flnca Las
Yuntas en los aledaños de Capilla, Recientemente ìos da-
tos han sido ampliados merced a ìos trabajos de Mauricio
Pastor y su equipo (Pesron Muñoz y Pncuór.r Ropinno,
I99ì, 347-360). Se sabe que era un asentamiento que
controlaba la ruta ab Enrcrita Caesaraugustant, cerca de Si-
sapl y qre ïuc un e stablecimiento oficiaì, con Lrn templo,
al que perteneció una escultura de Tiberio hoy en el Mu-seo de Badajoz.
Finalmente, las ruinas de Lacinimurga Constantia lulia,
ya referida, se ubican en el embalse de Orellana, en el
paraje denominado "Cogolluclo", aunque PÌinio la situó
erróneamente en el conventus hkpalensis, probablemente
por confusión con Lacunis (GancÍa Icrnstls, I97I, 93-94).
Para Thouvenot (1940, 194) era un municipio de clere-
cho latino y de acuerdo con su c0gt'1011'Let'L pudo sel una
fundación cesariana. Las ruinas de Lacinimut'ga (Tovrx,
1974, 17)) se conservan en buen estado y destacan di-
versas construcciones de tipo hidráulico. Sus necrópolis
fueron afectadas por la construcción del embalse.
NOTAS
L La biblìogralía sobre Arigtisla Ërrtrrlta es nlul'
abunclante {J¡ þrLen rc¡ettorìo actttalìzado dc la
nisr¡.r clr Vclázqlrcz Jilììénez (l992)
2, El análisis de la dcmarcación geográfìca dc la
Baelr¡¡ìa es utì Letna rle investigacióLr que acluaì
rìcn1e se va lLet'aLrdo a cabo por- clivetsos int'esLi-
gadores ellre ellos StyJorv, para cl caso de la zoua
turtlula y Canlo Ga¡cía para el de la céltica Un le-
sumen del estarlo dc la cuesrión auterior a eslos
trabajos clr Gar cía Iglcsias ( I 97 I ¡
L Sobre los veltones existc una alrlplia biblio-
gra{ía RecienLeurenLe se celeb¡aba en el Musco
Nacional de Arte Romano de N{é¡ida un coloquio
sobre esta població[ estudiada eulre otros pol Sa-
Iinas cle F¡ías
4 Sobre las guctras lrtsita¡as, atlellás de las
Tuentes recogidas en F.H,A, IV, véase: Simon.
1962; Gunclel, 1.968, 175 ss; Da Veiga Fctreita,
1969; Sayas Abengoechea, 1984, pp 188 ss. etc
5. En La dema¡caciót de la Beruria célrìca y en
las inmediacjones de la actual poblaciól de Fueute
de Cantos
6 Cerca del auteLìor, q.utzála Fornacis qrte cìtan
tas fuentes, en la divisoria de las provincias de Bé-
tica )' LrLsjtania ¡' en eì térlriuo nltrlrìcìpal tle Rì-
bera del Fresno,
7, En el embalse de Orellana, en el término de
Puebla de Alcocer
8. Sobre el ptoceso de la fuldación de Augusta
Enerila: Ricìlnord (1910, 98 ss,), García y Bellido
(1958, I ss.), Áìvarez Sáerrz de Bnruaga \1976, 19
ss.), Álvarez lvlartínez (19St, 155 ss,), Canto de
Gregorio 11989,149 ss. y 1990, 289 ss )
9 Sob¡e eì origen y formación de la provincia Ul-
terior Lusitania hay oprniones encontradas Así,
l(ornemann (1906, 221-2211 la silúa entre los
años ì5 1, 6 a,C, lo qüe tatlbién cornparte Waìì-
rafen (1910, I6 ss,), Aì1öldi, por su parte, sugiere
una feclra cercana al año 13 a C.11969,221). Sólo
Albertini 11923,26 y 34) y algún olro se mantie-
nen en la fecha tradicional del ario 27 a.C , mien-
tras que Le Roux (I982, 55) itzga como probable
el año 25 a.C como el de su inicio Un buen re-
sumen de la cuestión cfr, Tovar (1976, 187) y es
tarnbién válido en este sentido lo expresado por
Sayas (I979,743 ss.).
l0 El territorio lue repartido con prodigalidad 1'
hubo varias asignaciones como refieren los gro-
máticos Una repoblación se efectrtó en época del
gobernador Othon, cn eì reinado de Neról, cfr.
Tac. (Hisl. I, LXXVIII).
l L Sobre el poblamiento de la colo:nta Augusla
Enrerila nohanproliferado los trabajos No obstan-
te, es muy válido el de Forni (1982,69 ss,).
12, Sobre la cousicletacitin de ìos pobladores de
ìa zona: Áha¡ez Àlarlhìez (19E4, l0l ss ) 1'sobre
cl lettínriult i/ sus aspectos jurídicos: Lópcz i\le
lero, 1984, 75 ss )
ì3 Sob¡e ìas calzadas, tema insuficienteulente
tratado en nneslro ár.nbiLo geográfico hasla ahora,
rccomcndamos cl útil lcsLrme n de Fe rn;ildcz Co-
rraLes (1987)
14. Sobre cl lertilotio cle la coJonia,4rtgtLsla Eme-
rll¿ reciclLemente han prolilerado ìos estudios y
poco a poco se van conociendo mejor slls pal:li-
cularidades y sr.rs linites. Entre los trabajos ciLa-
mos: García Iglesias \1972,72 ss,), lViegels (1976,
258 ss ), Corzo 11.976, Il7 ss,), Forni \1916,41]t,Siìlières (1982, 437 ss,), Gorges (1983, 413 ss ),
Lopez r\lelero {1q84.7s ss,), Álr¿rcz Ñlartínez
(1988, 185 ss ) y CatrLo de Gregorio (1989, 119
ss,).
l5 Sobre los hitos, r,éase: C,l,l , ll, 656, Mélida
(1925,1, no 1.590), García y Belliclo ( 1 958, I 7), Ál-
varez Sáenz de Bttruaga (1976,23), Wiegels
(1976, 264), Forlr (1976, 42), Caballos Ruf,no
(1918,286 ss ), St),lo\{, (1986, 107-311), Canro de
Glegorio (1989, lSl ss,). Sobre el nuevo hi¡o de
Valdecaballeros realizam.os en su día una erróuea
IeclLrra que correginros, cou la at'Ltda de un esti-
mado cotnpairero, )/ que nos fue imposible cant-
biar, a pesar de qlte mattdatros el oporlltno lexto,
en nuesl¡a publicación, cfr Álvarez Martínez
( r988, r86-187).
ló, Soble el hito de Mortemolín: Fita (1918,
155), lüélida (1925,1,3.108), Áìr'arez Sáenz de
Buruaga (1.91 6, 23), AlvarezÀ{atlínez (1988, 187-
ì88) y Canto de Gregorio (Ì989, Ì88, 190)
17. Hoy en el Museo Arqneológico Provincial de
Badajoz Sobre cl mismo, r,éase: Álvarez Sáenz de
B uruaga (197 6, Dì, Alvarez Mat tínez ( 1988, I 88)
y Canto de Gregorio (1989, 188-190).
l8 Sobre la reducción de esos nÍtcleos a los ac-
tuales lugares y sus fuentes docutneutales: Álvarez
Martínez (1986, 106-108),
19. Sobre la vida rutal romana en Extremadura:
Cerrillo (1984, pasim) y Fernández Corrales
(1988, passim).
20. Sería rruy prolijo y quedaría fuera de los lí-
mites de este ûabaio la enumeración de cada una
de ellas Un hue¡ resLtmelr cfl Gorges (1979, 189
ss. y 1990,91 ss,).
2I Sobre la lvlé¡ida Lardotromana, cada vez me-
jor conocida, además de Etienne (1982, 201 ss.),
véase el interesanle resumen de Arce (1982,209
ss,),
22. Eslo expresado por Schulten (1922,9-10), a
los que signierou Mélida (1925, I, 118-120), Git
CIUDADES ROMANAS DE EXTREMADURA r57
FarLés (194ó, )61362) 1'García y Bellido (1966,
178-I79).
23. No pocÌcLnos oliitlat la recicule teotía dc
Be nrìala 1, Durán, que cottsiclerau qLrc el Anfitea-
Llo pudo lraber csLado fLrcra cle ]os muros etl Ltn
primer morrento, cft. Coloquto utlernaciottaL "El
ilnfitealro en lo Hkpania tonmna", Nléricla, 1993 (en
pr cnsa)
24 Sobre las conduccioues hidráulicas lomatlas:
Fernández Casado i1972, paginación sin tlumc-
rar), Jiménez NlaLtín (1976a, I I I ss, y 1976b, 27Ì
ss.), Álvarez Nla¡tfuez (1977, 49 ss,¡, Álr,arez
Sáerz de Buruaga \'1,979,71ss.), Almagro Basch
(1979, \49-l5l.l, Canto cle Gregorio 11982, 157
SS. )
25. Sobre el foro de la colonia ALLgusta Emerila:
Álvarez Martínez (1982, 53 ss ) y TLlllmich ( 1990,
ll0 ss,),
26 Así ìo indican los epígrafes relacionados con
eÌ culto inperial de carácler provincial, cfr. Álva-
rez Ntartûrez (1982, 58 ss )
27 Enl¡e los cstudios rccientes sobre Mor üa Cac-
sarina cab,e destacar los de Callejo Serrano ( I 980)
y Salas Nlartir 11982, I45 ss.), Un resumen de lo
qlre se conoce del Cáceres rotnano cfr Toval
11976,236-237)
28. Sobre el ¡erritorio: Hurtado de San AnLolio
11979, 409 ss.), Cerrillo Martín de Cáceres y Fer-
nández Colrales (1980, ló7 ss ) y Cerrillo, Fernán-
dez Corrales )/Herrera \1990, 62-64)
29. Sobre Capera existe uua amplia bibliografía
que resurnimos en los siguientes títnlos: Mélida
(1924, I, 9 6-97, n" 268 -289), Floriano lI9 44, 27 0 -
286J, Blázquez 11965, 1966 y l9ó8), Etienne y
iúayet ( I 97 l, 382 ss ), Tovar ( 1 97 6, 242-243), Fer-
nández Corrales (1989,)2-T), Cerrillo (1990, 109
SS, )
30, Sobre Augustobrig¿: Mélida (1924, I, 88-90,
no 259 -2 67 ), T ovar \I97 6, 23 5 -D 6), Salas Martír(1935, 5l ss,), Fernández Corrales (1989, 37 ss.)
ll. Sobre Jerez hay poca bibliografía, si excep-
tuamos el libro de Ramón Martínez, que no nos ha
sido posible cousultar. Un resnmen de la atqueo-
logía jerezana cfr. Áìvarez Sáenz de Buruaga, Ál-
varez Martínez y Rodríguez Martín (1992).
T. Tal es ìa hipótcsis cottsiderada por ÀLaría Paz
García y Bellido \199 l, 60' 62¡ que piensa en la po-
sibilidad de que correspondiera a Turirecjna co-
nocida por las emisiones de la ceca homónima Si
tal fue esta posibilidad, habría que pensal, c0mo ya
lo hicimos en su día (Alvarcz Martínez, 1979,7 4\,
en el cerro doncle se asienta la Alcazaba de Reina
para el eslablecirniento anterior a la fundación de
la ciudad, que, por lo menos es augustea.
I58 LA CIUDAD HISPANORROMANA
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