TESIS AUTOLATRIA EN BLONDEL version abril 2012 para entregar Alberto

116
FACULTAD DE FILOSOFÍA La versión autólatra y narcisista del hombre: Un análisis a la luz de “La Acción” de Blondel José Alberto Garza del Río

Transcript of TESIS AUTOLATRIA EN BLONDEL version abril 2012 para entregar Alberto

FACULTAD DE FILOSOFÍA

La versión autólatra y narcisista del

hombre:Un análisis a la luz de “La Acción” de

Blondel

José Alberto Garza del Río

Mayo de 2012

ÍNDICE

1.INTRODUCCIÓN.............................................2

2. MARCO TEÓRICO.........................................72.1 Vida y obra.........................................72.2 Influencias........................................102.3 Hipótesis..........................................102.4 Justificación......................................112.5 Aportaciones.......................................13

3. “LA AUTOLATRÍA O NARCISIMO” EN LA ACCIÓN DE BLONDEL. .143.1 El Diletantismo y el Esteticismo...................173.1.1 En la filosofía..................................183.1.2 En la psicología.................................203.2 La crítica de La Acción...........................23

4. EL NARCISISMO EN EL POSTMODERNISMO...................264.1 Las variantes del narcisismo.......................294.2 Características del narcisismo.....................304.2.1 Su pensamiento...................................314.2.2 Su voluntad......................................344.2.3 Su acción........................................364.3 Conclusión.........................................38

5. LA DIMENSIÓN FUNDAMENTAL DE LA GRATUIDAD.............395.1 El cerrarse del esteta y el abrirse del narcisista. 445.1.1 El despliegue de la libertad.....................535.1.2 La administración de los determinismos...........565.1.3 La necesidad del otro............................59

1

5.1.4 De la relación idolátrica al descubrimiento del tú.......................................................615.2 Conclusión.........................................64

CONCLUSIÓN..............................................66

BIBLIOGRAFÍA............................................72

GLOSARIO................................................74

INTRODUCCIÓN

Hoy en nuestros días donde somos testigos y

protagonistas de un mundo donde se habla mucho de

globalización y se trabaja por ella, donde las redes

comerciales se crean no tanto para solucionar las

necesidades del hombre sino para explotarlo, donde los

avances de la cultura se miden por las ganancias

económicas que a su vez crean necesidades desde la

superficialidad y donde nos dan escalas de valores

“prefabricadas”, nos podemos preguntar ¿qué pretende el

hombre de hoy con tantas ofertas materiales y con tan

inconsistente autoposesión y olvido de su dignidad?

2

El ejercicio del conocimiento se detiene en la

tecnología, los grandes centros de estudio en el mundo han

“canonizado” aquellas profesiones que, prometiendo un

porvenir donde las altas economías equivalen a felicidad,

nos proponen una antropología en donde la sabiduría

verdadera y la sensatez no tienen cabida.

Al hombre de hoy se le educa más en el pragmatismo que

en la ciencia de la práctica, en donde el pensar profundo

está devaluado. Las ideologías del consumo, del poder y de

la mentira antropológica dominan el pensamiento, modelan la

conducta y despojan al hombre de lo más noble y verdadero

en sí mismo, como es su autoconocimiento, el contacto con

su interioridad y su espiritualidad. Las conquistas en el

mundo de la materia son una de las características de

nuestro siglo, aunque el hombre no se interese por

conquistar su propio corazón, ese que según Pascal, “tiene

sus propias razones que la razón no entiende”1. Puede hacer

transplantes de órganos vitales, puede llegar a los

planetas, ha creado armas de tremendo poder aniquilador,

pero, en esta absorción entre el poder y el tener se ha

olvidado a si mismo y ha ignorado lo que ya muchas veces se

nos presenta como el nudo del problema. Lo que importa es

el ser. La ciencia ha avanzado hacia logros inimaginables

de tal manera que el hombre, como en pocas épocas se siente

el más alto señor de un mundo que puede manejar a su

1 PASCAL, B., Oeuvres complètes, Éditions du Seuil, 1963, pp. 1629-1633

3

antojo, creyéndose “más allá del bien y del mal”,

inclusive para destruirlo.

Los sistemas de gobierno, lejos de preocuparse de

verdad por el servicio a favor de la totalidad del hombre,

crean ideologías engañosas a las que salvaguardan para

protegerse, justificar y utilizar al pueblo, piénsese en la

ideología de género por ejemplo. Hemos asistido a guerras

fratricidas y descubrimos que los líderes del mundo se

enrolan en modos de vivir que nos llenan de interrogantes.

Aunque las monarquías han pasado de moda, siguen de hecho

los monarcas disfrazados de salvadores y de héroes. Basta

pensar en Castro, Gadafi, Obama o, sobre todo en estos

momentos, Peña Nieto quienes, propuestos ellos mismos como

iconos que reclaman culto, dejan mucho que desear como

personas sanas con vocación de servicio y de entrega por

los otros ya que llevan a cabo al pie de la letra el

itinerario marcado hace tiempo por “El príncipe” de

Maquiavelo. A favor de sus propios intereses no les ha

importado sacrificar la vida de propios y lejanos, de

víctimas desprotegidas e inocentes. ¿A qué clasificación de

personalidad pertenecen estos hombres que se dan el lujo de

decidir el destino de los hombres moldeando la mentalidad

colectiva a su propia conveniencia?

El mundo de la moda ha creado su propio imperio y sus

propios valores en él. El Cine a sus estrellas a quienes les

rinde culto. Las grandes masas del género humano moldean

bajo la sombra de estos ídolos sus ambiciones, anhelos y

esperanzas. El carácter, el pensamiento, la sensibilidad,

4

la acción, se adecúa a lo que imponen los otros. En el

mundo del pensamiento el lugar que ocupa la filosofía que

le da al hombre su propia importancia y su propio valor es

bastante reducido. La sociología, la economía, la política,

la técnica, son los grandes bloques sobre los que se

asienta el patrimonio cultural que se crea en nuestros

días. La psicología más que trabajar sobre lo trascendente

en el hombre se detiene en sus desequilibrios, en sus

deficiencias, en todo aquello que de maltrecho encuentra en

la personalidad. El arte ya no es tanto un medio para

buscar lo divino, sino que se ha convertido en medio de

proyección de nuestros traumas.

Las ciencias positivas, especialmente el psicoanálisis,

han querido poner en tela de juicio la libertad. La

voluntad, debilitada por desconocerse a sí misma, se ha

engañado con apariencias de bien. La conciencia no se educa

como el gran objetivo para la madurez. Hoy, más que buscar

a Dios se busca descargar la conciencia que se experimenta

transgresora y frágil, se buscan los consultorios

psiquiátricos para justificar o minimizar nuestros traumas.

Se teme la verdad, se avergüenzan de Dios. Da pena

constatar que no somos los que debemos ser. El sentimiento

del absurdo y “la era del vacío” de Lipovetsky se hacen

oir, porque el mundo de la droga y del ejercicio

irresponsable de la sexualidad nos lleva hasta la náusea de

Sartre. ¿Qué tipo de hombre es el común en nuestro tiempo?

El hombre de todas las épocas se puede individuar y

conocer por sus características. El hombre buscador de la

5

verdad del florecimiento de la cultura griega, el

legislador de la cultura romana, el fervoroso y constructor

del medioevo, el humanista del renacimiento, el inventor de

la era moderna etc., pero ¿qué tipo de hombre es el de

nuestros días?

En el plano cultural podemos ver una obsesiva búsqueda

de placeres superfluos. El sentido último del sufrimiento,

la metafísica del dolor y de la condición humana no aparece

en la plataforma de nuestra cultura actual. La pérdida de

los valores humanos, la apatía o desinterés por el ambiente

y por el hombre en calidad de prójimo, dejan sentir su

profundo vacío. La explotación irracional de la naturaleza

en aras de la ganancia y del poder, hacen que el

sufrimiento humano se agudice y la sensibilidad ante el

dolor del otro no es la primera respuesta de nuestra

sociedad banal.

La filosofía de nuestro tiempo también deja ver la

superficialidad con la que ha sido herida por los hombres

que fueron del preludio del hombre postmoderno, la

abdicación metafísica ha convertido a la filosofía en

“tercermundista” volcada a lo proyectivo psicológicamente

hablando, más al rigor de la lucha por la verdad y el amor.

Se ha convertido muchas veces en bandera orgullosamente

ondeante de soberbia, más que en la humildad del corazón

que se inclina delante del Ser. Las contemporáneas

filosofías “latinoamericanas” son muchas veces un reflejo

de ello.

6

¿Qué es lo que está bajo esta forma de vivir? Después

de esta investigación podemos responder: el narcisismo

psicológicamente hablando y la autolatría filosóficamente

entendida. ¿Por qué? Porque sólo una cultura que se endiosa

a sí misma puede tener esta calidad de existencia. Los

líderes políticos, los dictadores son un ejemplo acabado

del narcisista de hoy. Debe bastarnos ver en las grandes

ciudades la propagación de imágenes de quienes ostentan el

poder que se proponen a un culto de hecho, para enarbolar

un orgullo y vanidad que oculta tras de sí, una vida que se

desmenuza en el ansia de consumir para satisfacción propia,

todo lo que la inconsistencia de la política, del poder, y

la economía ofrecen, al prometer una felicidad sui generis. El

hombre de hoy, vive ya no sólo lejano de sí, sino

desconociéndose en aquello que lo constituye como persona,

capaz de sobrepasar los límites de los determinismos tanto

individuales como sociales, donde se pierde la

originalidad.

El tema del narcisismo es un tema de actualidad

evidente, más después del modernismo. Porque no sólo se da

en las grandes esferas de la sociedad y de la cultura, sino

porque azota sobre todo a la juventud, que desorientada y

no teniendo elementos de crítica, se amolda a lo que le

propone el cine, la moda, la costumbre, y la compulsión del

placer; que hace de la genitalidad “la cumbre de la

felicidad humana”, ignorando que hay otros niveles, otras

fuentes de donde el hombre puede recibir el gozo, otras

fuentes que pueden colmar sus anhelos.

7

Se ha elegido el tema del narcisismo también, porque

nos descubre las equivocaciones a que se presta el concepto

de amor propio; pero sobre todo porque nos desvela el

profundo desconocimiento de la interioridad humana y en

ella, las grandes instancias metafísicas, como son: la libertad,

la voluntad, el amor como don y como necesidad, la búsqueda de eternidad y

de belleza, que si bien son constitutivos personales, no por

eso son lo que más se cuida como aquello en donde se

encuentra el valor y el sentido a la vida. Nuestra cultura

suplanta estos constitutivos de la persona por sucedáneos, por

costumbres donde el hombre mismo es el ídolo y el

idólatra, donde es más medio y menos fin, más epidermis que

corazón, más cuerpo y menos alma dividiendo lo que de por

sí es una unidad y devaluando como consecuencia su dignidad

que, desde el punto de vista de la filosofía, radica en su

racionalidad que lo hace capaz de autodeterminarse y de

inquirir hacia donde le conducen estos modos de vivir. La

vida no se toma como un don que nos viene por pura

gratuidad. Se pretende apriorísticamente como una propiedad

en donde predominan los caprichos, que van desde la

concesión de supuestos derechos -homosexualismo, aborto

etc.- hasta una tergiversada autonomía, desde la que se

vive la indiferencia ante la moralidad.

Está búsqueda nace de la motivación surgida por el

estudio de La Acción de M. Blondel, con el deseo profundo de

conocer mejor al hombre en medio del cual nos ha tocado

vivir, y con la pretensión de sugerir caminos hacia una

posible autodeterminación, hemos tomado como columna

8

vertebral de este trabajo la primera parte de esta obra;

allí donde Blondel afronta la autolatría hasta descubrir

sus efectos y contradicciones, dejando al descubierto un

estilo de vida que hoy se identifica con el narcisismo. A

lo largo de la investigación recurrimos con frecuencia a La

Acción para buscar luz y clarificar nuestras intuiciones e

inquietudes. Frente a esta búsqueda filosófica hemos

seguido de cerca el estudio que desde la psicología

profunda propone principalmente A. Lowen sobre el problema

actual del narcisismo2. Más allá las últimas casusas se

encuentran filosóficamente en el desconocimiento de la

metafísica de la persona, con la ayuda de Blondel, en quien

intentamos fundamentar una propuesta de renovación, porque

la radicalidad del proyecto moral del hombre, el problema

del sentido de su vida, lo coloca en un lugar y en una

situación que no puede evadir sin destruirse, explícita o

implícitamente, y porque el desafío entre lo que es y lo

que debe ser, lo ponen siempre ante una opción: la de su

autotrascendencia.

¿Cuáles han sido los resultados? Después del cuarto

capítulo nos encontramos con que el narcisismo es una

característica enfermiza de la sociedad actual que se

extiende como una epidemia, en donde el egocentrismo es el

común denominador. Descubrimos el narcisismo como

determinismo que define la variedad de formas de vida, pero

que impide trágicamente la libertad. Que el narcisista, si

2 Se ha recurrido a otros estudios serios de psiquiatría que nos hanayudado en la individuación del problema y nos han remitido a buscarsiempre sus causas últimas.

9

no se abre al otro al encerrarse se condena a la

esterilidad y al suicidio.

El resultado de la reflexión en el quinto capítulo

consiste en ver que existe la necesidad intrínseca y

apremiante de una apertura hacia los otros y en ellos hacia

la trascendencia. Que el descubrimiento del tú nos lleva a

la dinámica de la gratuidad desde donde se fundan las

relaciones que conducen al amor maduro; que el hombre es por

esencia intimidad, y que cuando se olvida de esta dimensión se

banaliza o se pierde.

Podemos decir que dada la ontología de la persona, las

aspiraciones narcisistas son legítimas, pero que se

equivoca la vivencia, se elaboran mal las ambiciones, y

administra todavía peor las necesidades, especialmente la

necesidad de amar y ser amado; ya que su finalidad última

no está en la felicidad que dará el amor y el conocimiento,

sino que está inmanentemente en los placeres superfluos del

ego. Que sus pretensiones de ensimismarse en otro lo

cierran, lo esterilizan y matan; y que cuando exige respeto

a sus diferencias, como son entre otras, el homosexualismo

que pretende justificar, sólo se contempla en el espejo de

su semejanza, cerrándose sobre todo al Totalmente Otro que,

“sólo se puede donar allí donde se le ha hecho un sitio”3.

Sabemos que no es una investigación exhaustiva, pero tiene

la finalidad de conocer algo más de la antropología de

3 M. Blondel, LA ACCION (1983), Ensayo de una crítica de la vida y de una ciencia de lapráctica, BAC, Madrid, 1996, 435.

10

nuestra actualidad, desde los datos psicológicos vistos a

la luz y la penetración de la filosofía.

2. MARCO TEÓRICO

2.1 Vida y obra

Maurice Blondel, nacido en Dijon en 1861, es conocido como

“el filósofo de la Acción” o bien como el filósofo de Aix-

en-Provence donde enseño de 1896 hasta que quedó ciego en

1927 y donde vivió hasta su muerte, en 1949. La vida y la

obra de Blondel, más que otra cosa, son inseparables.

Blondel fue un niño inquieto y de espíritu católico

profundo desde entonces, sensible ante la vida. Su obra

filosófica lo refleja, además la agudeza de su inteligencia

en muchos casos erudita. Son muy pocos los datos que se han

divulgado sobre su vida dado las pocas traducciones al

español que se tienen de sus obras y la todavía no

aparición en español de su diario intimo (Carnets intimes),

sin olvidar el desinterés por el cual, extrañamente se ha

visto envuelto, tal vez, debido a la dificultad de su obra.

Algunos datos personales que podemos mencionar sobre

Blondel es que fue influido por la espiritualidad jesuita,

y con los años desearía hacerse sacerdote pero su director

espiritual manipularía su consciencia para decirle que

hiciera de su cátedra su altar. Después en sus treintas

11

tímido y constantemente metido en sus reflexiones

metafísicas se desposa.

En su diario íntimo se describen algunas experiencias

que denotan su carácter místico. Actualmente se encuentra

su caso en la Congregación de la Causa de los Santos que

postula el P. Sante Babolin, filósofo blondeliano.

Por otro lado dentro de los datos comunes que se

conocen de Blondel es que perteneció a una vieja familia

de la Borgoña que dio muchos juristas. Después de los

estudios de la secundaria en el Liceo de Dijon donde Alexis

Bertrand lo hace conocer a Leibniz, obtuvo la licenciatura

en letras y su bachillerato en derecho. Después hizo la

Escuela Normal Superior de París, de 1881 al 1885. Después

de obtener el grado da clases en diversos liceos, en

particular en Aix. En 1889 se retira para preparar su tesis

doctoral, o sea, L’Action. Ensayo sobre una crítica de la

vida y una ciencia de la práctica, que defendió y publicó

en 1893. Es su obra más famosa, considerada, en general, su

“obra maestra”. Mientras publicaba su pequeña tesis

histórica, en latín, sobre la hipótesis del vínculo

substancial en Leibniz: De Vinculo Substantiali e de

Substantia Composita apud Leibnitium. Ahora, el ligamen

entre las dos tesis es esencial: Blondel escribirá en 1927

que la acción es el “vínculo substancial” buscado por

Leibniz; es la acción que tiene “ensamblados y en sinergia

los elementos más dispares, incluso los más rebeldes, ab

imis ad summa. Y es en este espíritu que mi tesis grande se

12

convertía en el complemento, la prolongación, la tentativa

de solución del problema propuesto por la pequeña”.

Estas tesis sobre la acción y el vínculo no fueron

bien recibidas y por dos años (a causa de las conclusiones

“cristianas” a la cuales llegó) no logró encontrar un cargo

universitario. Se “manchó” de un “crimen contra la

filosofía separada” nacida de Descartes. Sin embargo en

1895 será nombrado maestro en Lille, gracias a su maestro

Emile Boutroux, y un año y medio después en Aix-en-

Provence.

Algunos años después de estas dos tesis, Blondel

publica otras dos obras importantes, directamente ligadas

al problema religioso: la Carta sobre las exigencias del

pensamiento contemporáneo en materia de apologética y sobre

el método de la filosofía en el estudio del problema

religioso del 1896, después Historia y Dogma en 1904 .

Estos dos escritos, relativamente breves, tendrán un eco

notable y señalarán, junto con La Acción, el pensamiento

cristiano del siglo XX. Rápidamente entre los primeros

escritos y las futuras obras, hay dos artículos decisivos,

publicados en 1906 bajo el título de: Le point de départ de

la recherche philosophique. Es de algún modo el escrito de

la reflexión blondeliana al final de este primer periodo.

Sin embargo, Blondel será atacado y criticado por

todas partes por parte de los filósofos, no cristianos

primero, y luego por los teólogos católicos después; por lo

cual decide el camino del silencio. Por más de veinte años,

aunque escribiendo un número notable de artículos y

13

teniendo una densa correspondencia epistolar (parcialmente

publicada), no publicará ya alguna obra importante. A pesar

de ello, medita y prepara largamente sus futuros libros.

Blondel sale de su silencio en 1928 con la publicación

de “L’itinéraire philosophique de Maurice Blondel. Propos

recueilles par Frédéric Lefèvre. Es una especie de

autobiografía intelectual bajo la forma de entrevista,

donde explica los primeros escritos y anuncia las

principales obras de la madurez. Retoma sus publicaciones

de fondo en 1930 y con un nuevo comentario (en francés esta

vez) sobre el ligamen substancial de Leibniz: Une énigme

historique: le “Vinculum Subtantiale” d’après Leibniz et

l’ébauche d’un réalisme supérieur. Propone así el nuevo

problema metafísico, mucho muy amplio, que las obras

siguientes se encargaran de resolver, en la medida de lo

posible. En 1932 dará unas preciosas indicaciones sobre el

método adecuado a la cuestión, que supone un retomar, con

algunas modificaciones, la Carta de 1896, además de un

estudio del “método de la Providencia” del Cardenal Víctor

Deschamps.

Viene luego la “Trilogía”, publicada de 1934 a 1937:

en 1934, La Pensée, en dos volúmenes; en 1935 L’Etre et les

êtres. Essai d’ontologie concrète et intégrale; en el 1936

L’Action, I, Le problème de causes secondes et le pur agir

(totalmente metafísico), y en 1937 el II volumen, que

retoma con una nueva forma y más accesible la famosa tesis

de 1893 (L’action humaine et les conditions de son

aboutissement). Este segundo volumen constituye en algún

14

modo la antropología blondeliana en el tiempo de la

Trilogía.

A partir de 1944 Blondel completa su Trilogía

filosófica con La Philosophie et l’Esprit chrétien, donde

la filosofía dialoga con la Revelación. Ya cercano a la

muerte, prepara, la publicación (póstuma) de Exigences

philosophiques du christianisme. Muere el 4 de junio de

1949.

2.2 Influencias

Blondel recibió algunas de sus influencias filosóficas bajo

la enseñanza de A. Bertrand, seguidor del pensamiento de

Maine de Biran y de H. Joly.

Posteriormente influirán en él de manera más

consistente filósofos como E. Boutroux, quien fue un

filósofo especializado en temas relacionados con la

ciencia. De igual manera, y sobretodo, Leo Ollé-Laprune, de

quién además de discípulo se convirtió en amigo.

Ollé-Laprune, fue un filósofo francés nacido en París

en 1839, de corte espiritualista, quién renovó la tesis del

espiritualismo clásico francés. Su principal aportación,

que luego Blondel desarrollara a su estilo, fue la poner de

relieve la importancia de la voluntad, que está a la base

de la fe.

Para Ollé-Laprune, aunque a la fe no se contrapone a

la demostración racional de sus principios, según él, creer

15

no consiste en un "saber", sino más bien en un acto de la

voluntad, que es al mismo tiempo compromiso total del

hombre y fuente vivificante de sus facultades espirituales.

De este principio partirá Blondel para la elaboración de su

"filosofía de la voluntad".4

Entre otras influencias de Blondel tendríamos que

mencionar a Blaise Pascal, y sus reflexiones sobre el

“corazón”, San Bernardo con el asunto medieval del objeto

propio de la voluntad, finalmente el propio Cristo

retratado en los Evangelios, del que toma también el asunto

de la acción como configuradora de la persona en vista del

amor que le une a la trascendencia.

2.3 Hipótesis

Ahora que somos testigos del final del siglo XX y apenas en

el nacimiento del XXI, al observar el curso de la vida que

necesariamente se desarrolla dentro de la diversidad de

culturas determinadas y determinantes, nos damos cuenta que

la sociedad actual ha dejado de ser una comunidad donde los

fines y las metas son compartidos de una manera colectiva

que tienda al bien común. Más que de comunidad, podemos

hablar de conglomerado o de masa de individuos, divididos

casi siempre interna y externamente, que tienden de una

manera narcisista a una infinita gratificación de los

propios intereses y deseos. La capacidad de tener lleva4 http://www.biografiasyvidas.com/biografia/o/olle_laprune.htm

16

naturalmente a la compulsión de consumir, y se consume para

buscar satisfacciones que no alcanzan a llenar las

exigencias más hondas del corazón humano, eliminando la

riqueza interior y anestesiando la capacidad perceptiva de

los valores perennes.

Las aspiraciones profundas connaturales al hombre se

relativizan, y los individualismos económico, posesivo y

consumidor hacen mucho más fuerte la tendencia a medirlo

todo bajo los parámetros del materialismo llegando a

mercantilizar hasta la vida privada. Las estrategias de

globalización someten al hombre de nuestros días que, según

su capacidad de consumir, parece indicar su triunfo

instalándose en una felicidad que no hace esperar su

carácter fugaz y deprimente. La sociología, la economía, la

psicología o el marketing nos hablan de un individuo

centrado en el consumo no precisamente como medio para

mejorar la vida, sino como táctica para llenar vacíos de

una existencia vacua, caracterizada por la ausencia de un

sentido al que converjan todas las inquietudes íntimas que

por naturaleza no se pueden satisfacer con sustitutos.

Según creemos la actitud cultural más relevante de hoy

compartida en este contexto de globalización, es una

actitud claramente narcisista, y dados su frutos hemos de

encontrar en ella varios recovecos metafísicamente

rasgados.

Dada está circunstancia histórica, en Blondel podemos

encontrar la suficiente luz para que el hombre llegue

adquirir una voluntad libre como corolario de un

17

autoconocimiento profundo aplicado a la persona como un

inmenso bien común si fuera conocido por las instituciones.

2.4 Justificación

La competencia en las altas esferas del comercio hasta de

la pornografía, nos presenta la lucha por conquistar el

mejor puesto desde donde se puedan dominar mercados

internacionales, pero también donde se pueda mantener el

control sobre los pueblos. La característica de la

manipulación y de la falta de respeto a la vida y a las

culturas es evidente. El hombre de hoy dedica mucho tiempo

al culto de sí mismo, desde las escuelas de

fisicoculturismo fabricando modelos, hasta buscar

desesperadamente superar la huella de los años, sin aceptar

la ancianidad como época sapiencial de la vida, ni el

sufrimiento que muchas veces le es inseparable, pero que la

ennoblece en la aceptación de la realidad del tiempo y de

la fragilidad de lo humano.

Esta actitud narcisista nos parece que califica

bastante bien el pensamiento postmoderno, porque haciendo a

un lado a Dios, el hombre se erige como punto supremo que

amalgama todo y decide qué es el bien y qué es el mal,

justificando guerras fratricidas, creando ideologías

explotadoras que reducen la originalidad del hombre a ser

un número de la masa, y todo, para adquirir la supremacía

18

del dominio, siempre en una búsqueda enfermiza de la

omnipotencia, que por otro lado, se sustenta más en la

destrucción que en el amor y en el cuidado de la vida,

dominio que va desde los recursos de la tierra hasta el

nivel de la clonación, poniendo por los suelos la dignidad

de la persona y convirtiéndola en objeto de utilitarismos.

De todo esto ha nacido nuestro interés por reflexionar

seriamente desde la filosofía sobre esta actitud, (el

narcisismo), que nos parece tan extendido y, que por ser

común, se ha incorporado a la forma ordinaria de vivir,

camuflando su nocividad de múltiples maneras.

Se ha encontrado una insustituible ayuda en la primera

parte de La Acción de M. Blondel, donde se habla del

diletantismo, y nos damos cuenta de que hay una semejanza

muy fuerte entre la moda de fines del s. XIX y el fin del

s. XX consecutivamente. Es, pues, una reflexión que

quiere por lo menos subrayar uno de los grandes problemas

de la cultura de hoy, es decir, el narcisismo partiendo de

ciertos datos psicológicos para su elaboración filosófica,

ya que la psicología misma es un ente y todo ente bajo el

estudio de y la reflexión filosófica.

2.5 Aportaciones

La filosofía de M. Blondel ha encontrado su expresión en

muchas de sus obras y disertaciones. Pero de entre todas

19

ellas, la más importante es su célebre Tesis Doctoral: La

Acción. Ensayo de un crítica de la vida y de una ciencia de

la práctica. Escrita con un lenguaje admirable y

apasionado, se situaba en el centro de la crisis modernista

que atravesaba la Iglesia y que suscitaba el conflicto de

lo sobrenatural y lo inmanente. Los tradicionalistas

acusaban a los filósofos de la inmanencia de negar lo

sobrenatural y la gracia, fundamentos de la Iglesia misma;

mientras que los inmanentistas afirmaban, por el contrario,

que lo sobrenatural y la gracia respondían al deseo más

profundo del hombre e imantaban toda su acción. Pero

Blondel no es de los primeros ni de los segundos. Su

filosofía es plenamente autónoma. “La urgencia del hombre,

–escribe el filosofo como conclusión de su tesis– es

igualarse a sí mismo, de suerte que nada de lo que él es

permanezca extraño o contrario a su querer, y nada de lo

que quiere permanezca inaccesible o rehusado a su ser”.

Dios se halla al comienzo, en el centro y al fin del deseo

del hombre.

El primer bosquejo de Blondel (el de su tesis), fue

tan importante y significativo que sus escritos posteriores

ya no pudieron alcanzar el ímpetu ideológico que se refleja

aquél. Lo que escribió con posterioridad no sólo no alcanzó

el nivel de la primera obra, sino que incluso debilitó lo

original y agresivo de sus primeras ideas. Apenas es

posible decir en pocas palabras algo realmente esclarecedor

sobre el conjunto de esa obra densa, poética y obscura pues

20

todo resumen falsea la impresión de conjunto y ningún

comentario puede suplir la lectura de esta obra imponente.

Blondel intenta en La Acción, mostrar la tensión

secreta de la conciencia humana, que consiste en que el

hombre está “esencialmente insatisfecho” con la realización

del mundo, en que dentro de él vive algo misterioso, y en

que sus hechos tienden siempre a nuevos fines, a nuevas

realizaciones. Esta tendencia es lo que llama Blondel la

“voluntad volente” o queriente (volonté voulante) y no es

otra cosa que el arrojo nuclear de la interioridad del ser

humano. La realización concreta, la voluntad querida,

(volonté voulue) nunca es capaz de agotar el reino de las

conjeturas y de las apetencias inconscientes. De ahí que se

dé siempre en el hombre una intranquilidad existencial a

veces en los umbrales de la angustia.

Ahora bien, al indagar Blondel la multiplicidad de

actos aislados y ocasionales de la exteriorización vital

humana, de acuerdo con el dinamismo que se encuentra tras

de ellos y les impulsa, desarrolla toda una lógica de la

acción. El hombre, con necesidad inexorable, tiende a un

“más” aún “no alcanzado”. Cada etapa del desarrollo

volitivo concreto y de su descripción muestra en Blondel

cómo aquel intento de realizar la plenitud de anhelos está

condenado al fracaso. De acuerdo con esta lógica inflexible

investiga Blondel, en ricos y hermosísimos análisis, las

más importantes manifestaciones vitales externas, y muestra

todo su valor interno, pero también interna insuficiencia

(por ej. la relación sexual aún en la plenitud de un

21

sincerísimo amor). El hombre está siempre tentado a tomar

lo transitorio por definitivo, y al caer en esa tentación

se siente desdichado e insatisfecho.

3. “LA AUTOLATRÍA O NARCISIMO” EN LA ACCIÓN DE BLONDEL

La autolatría en la obra cumbre de M. Blondel, La Acción,

no es tratada como un problema individualizado, al que el

autor pudiera haber dedicado un estudio especializado desde

la filosofía. Es un problema que, aunque tratado con tacto

lapidario y límpido, aborda, parcamente en la primera

parte, bajo los nombres de diletantismo y esteticismo. Allí

la gran pregunta si la vida humana tiene o no un sentido, viene a

ser como la gran puerta de entrada a una catedral gótica,

que nos va a llevar hasta su ábside, donde desde todas las

naves, desde todas las nervaduras, y desde la claridad que

se filtra por los rosetones, llegaremos por fuerza hasta

ese sagrario en el que toda la luz converge para

detenernos, sacudidos por el asombro, ante el único necesario.

Este abordar así el problema de la autolatría no le

resta por supuesto toda la fuerza aguda de su crítica

filosófica ni hace menos lo serio del problema que, en

nuestros días, más que en los tiempos de Blondel, domina

los grandes estadios de la cultura marcando pautas de

acción para las generaciones, empobrece brutalmente la vida

en todos los sentidos y que nosotros, encontrando su

equivalencia actual, podemos llamar tranquilamente

22

narcisismo, abordado en La Acción como autolatría. Es la

realidad que Blondel palpó y que por la fuerza con que se

presentaba en algunos de sus mayores exponentes5, le

mereció que, desde las primeras páginas de su obra cumbre,

todos sus argumentos sobre el no compromiso de la acción y

de la moralidad, se desvanecieran irremediablemente. En

muchos casos hoy día, esta actitud de no responder

comprometidamente ante las propias acciones sigue

repitiendo los mismos patrones que hacen evidente un

narcisismo vivo, manifestando una clara pérdida de

identidad y la adopción de una cultura marcadamente

narcisista.

Pero, ¿cómo se puede entender esta autolatría? El

término tomado del lenguaje religioso nos ofrece un

horizonte que aclara vastamente nuestras intenciones. Autós

(el mismo)6 y, latreía (genéricamente la cultual adoración de

Dios)7, nos remiten a la actitud de la adoración de sí

mismo, que con sus diversas formas se convierte en

verdadero culto con diversidad de ritos. Pero sobre todo,

la actitud de erigirse en Dios para si mismo, llega a un

círculo envenenante de ser el mismo sujeto, el que después

de inflarse con autoatribuciones falsas, vive enajenado de

la sana adequatio entre lo que él es y lo que él cree ser,

que pudiese hacerlo entender que no existe fuera de su

imaginación tal personalidad. 5 Nos referimos a E. Renan, M. Barrés, A. France, A. Gide, etc. 6 H. BALZ – G. SCHNEIDER, Diccionario del Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca,1996, 540.7 G.KITTEL – G. FRIEDRICH, Grande lessico del Nuovo Testamento, Paideia,Brescia, 1965, 187 – 188.

23

El autolatría es cuando el hombre no saliendo de sí

ante la maravilla de lo creado cree hallar en el núcleo de

su yo lo que únicamente se puede encontrar cuando se

emprende el éxodo de la búsqueda. Si Dios es la verdad

infinita, su pensamiento, sus criterios y sus actos no

admitirán el error que es común a todos los hombres. Se

atribuirá la bondad como transparente atributo, legitimando

desde su óptica una conducta que, como veremos más

adelante, se caracteriza por el dominio, la ausencia de

respeto y el sometimiento de los otros a los propios

caprichos. Su afectividad enfermiza le llevará a buscar ser

amado sin amar, ser servido sin servir. Difícilmente

descubre y acepta esa duplicidad de inclinaciones, la que

tan profundamente laceraba a Pablo y a Blondel: querer el

bien y no hacerlo, para descubrir que se llegaba a cometer

el mal nunca querido. Todo estará bien hecho para él. El

autólatra es inflexible, su unidad se confecciona a través

de su cosmovisión cerrada y centrada en su yo. Pero su

talón de Aquiles, la piedra clave de su autocomprensión, la

lupa con la cual mira el mundo y se contempla a sí mismo

desde los detalles más sutiles es, por supuesto la belleza

entendida bajo muchos aspectos.

Ningún atributo de Dios aplicado a su yo tiene tanta

importancia y determina su obrar como la belleza. Él, no

sólo cree que es supremamente atractivo por la exterioridad

de su cuerpo, sino también por la proyección de sus actos.

Será el hombre o la mujer más hermoso y por lo mismo

siempre digno de admiración y de cariño. Veremos más

24

adelante cómo la cultura de nuestros días ha canonizado

esta forma de pensar. Basta ver que en los concursos donde

se califica la belleza, el cuerpo humano se pseudodiviniza,

para luego convertirlo en atractivo de la explotación

utilitarista.

El autólatra es entonces aquel que cree encontrar en su

yo una suprema y seductora síntesis de los trascendentales

del ser, un dios construido desde la propia miopía, aquel

que como los escarabajos de alas brillantes y seductoras al

reflejo de la luz, hacen de los deshechos un verdadero

tesoro y que después de amasarlo con admirable paciencia,

lo llevan hacia su madriguera caminando al revés, porque

en un determinado momento, será la fuente de su nutrición.

La adoración de sí mismo vicia entonces cualquier relación

con los otros, cierra el sujeto hacia su propio mundo,

falsea el concepto del verdadero ser, viendo desde esa

mentira existencial y nefasta la realidad circundante,

donde por supuesto, los otros no tienen importancia en

cuanto otros. Será ese falso yo el que vaya tejiendo esa

existencia con hilos de seducción y de dominio, con hilos

de mezquindad y de hedonismo, donde la perversión de la

mirada no se dirija hacia el otro para descubrir el

acontecimiento de la alteridad y la hondura del amor, sino

que buscando un espejo, aun el de cualquier charco en el

camino que le refleje su imagen, proclamará desde allí su

autoconcepción de diosesillo, se erigirá altares sobre los

que inmolará a los otros ignorando trágicamente su

verdadero ser y su verdadero valer y, que siguiendo por

25

este tenebroso callejón, se encamina hacia la fuente del

suicidio.

3.1 El Diletantismo y el Esteticismo

Diletantismo y esteticismo son los términos que

aparecen en la primera parte de La Acción, que Blondel

desenmascara, pero que equivalen efectivamente a lo que

nosotros llamaremos narcisismo o autolatría, son

“dos actitudes (…) que se caracterizan porque para ellas no

existe un problema de la acción, porque no existe un

problema moral. Para el diletante que representa el aspecto

especulativo, la única actitud válida en la vida es la

abstención metafísica, que lleva a no querer ningún fin.

Para el esteta, en cambio, lo que se debe querer es todas

las cosas. El esteta, al que corresponde el aspecto práctico

de esta actitud, aspira a ser totalmente sensación y

totalmente experiencia, sin moverse por una voluntad de ser

o de no ser, sino por una pura “noluntad”. A la abdicación

metafísica del diletante corresponde la abdicación moral del

esteta”8.

No encontrar un problema en el actuar es,

evidentemente, no tomar en serio ese desenvolverse de la

vida que el hombre puede configurar desde la luz de su

inteligencia y desde la inclinación de su voluntad. Es en

primer lugar, no saber distinguir la densidad en el acto de8 C. IZQUIERDO, Introducción a la Acción de M. Blondel, BAC, Madrid, 1996, XXII.

26

elegir aquello que la inteligencia nos presenta como un

valor y decidirme a aprehenderlo como tal, para que una vez

elegido, transfigure al que lo ha querido, que lo ha

elegido y que lo ha actuado. Esto naturalmente me lleva a

la cuestión de valorar nuestros actos y ver hasta donde

llega el ejercicio de nuestra libertad y la capacidad de mi

clarividencia. Todo esto se contrapone a la actitud del

diletante, porque si elijo, me encamino a lo elegido y me

hago totalmente permeable a mi elección, busco naturalmente

una finalidad. Si tomo en serio la vida, no puedo abdicar

de ir siempre más allá, porque esto es parte de mi mismo

existir.

Por otro lado tampoco puedo abrir las puertas de todos

mis sentidos para recibir y asimilar todo lo que a través

de ellos, se me presente como placentero, como una

sensación sin fin, capaz de instalarme en una eterna

autosatisfacción. Debo, siempre, con sobria observación

descubrir el peso de la moralidad de mis acciones. Tengo

que darme cuenta que el esteta, con un carácter pusilánime,

es incapaz de comprometerse, de cuestionarse, de ponerse él

mismo como su propio problema. Yo no puedo ser todo sensación

placentera. Tengo que exigirme ese más cualitativo que me

distinga como persona dueña de sí, y que por lo mismo, sabe

que no se puede detener. Pero todo esto implica ver con

claridad que frente a mí existe “el problema de mi acción”

del cual debo de responder. Ni diletantismo ni esteticismo.

Un sano realismo ante mí y ante lo otro en donde invertir

nuestros talentos. He aquí una de las nobles tareas que ni

27

el diletante ni el esteta pueden realizar por no

comprometerse a responder sobre sí mismos y menos sobre la

consistencia moral de sus actos.

3.1.1 En la filosofía

No siempre ha sido claro para el hombre el sentido de

la vida, y a veces ni siquiera se ha puesto como

interrogante. Basta ver con cuidado la historia. Como

señala el P. Marc Leclerc, lo que encuentra Blondel en la

filosofía del s. XIX tiene ya sus raíces en la antigüedad

de la filosofía griega. “Es el viejo escepticismo de los

sofistas o de los pirronianos, que lo ven todo con altanera

ironía, el relativismo de Protágoras, que considera todas

las opiniones equivalentes, el amoralismo que todo lo

quiere probar, verificar todas las experiencias, o todavía

más, el esteticismo”9. Estas corrientes con sus respectivos

seguidores han sido el lecho sobre el que ha corrido el río

de un considerable número de corrientes filosóficas, en las

que todavía existen marcadas resonancias donde se sigue la

huella de Protágoras y Epicuro. Del primero se ha hecho

celebérrima la proposición sobre la que se asienta

fuertemente el relativismo moral.

“El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son

por lo que son y, de las que no son por lo que no son

9 M. LECLERC, Il destino umano nella luce di Blondel, Cittadella Editrice, Assisi,2000, 140.

28

(principio del hombre medida). Y por medida Protágoras

entendía la <<norma de juicio>>, mientras por <<todas las

cosas>> entendía todos los hechos y todas las experiencias

en general […]. Protágoras pretendía negar la existencia de

un criterio absoluto que diferencie ser y no-ser, verdadero

y falso. Criterio es solamente el hombre, éste hombre particular,

así como las cosas particulares me aparecen a mí, tales

serán para mí, así como te aparecen a ti, así serán para

ti”10.

Para el segundo, “la felicidad se consigue cuando se

conquista la autarquía y a través de ella la ataraxia, no

para insensibilizarse por completo, sino para alcanzar el

estado de ausencia de temor, de dolor, de pena y de

preocupación”11. Más tarde el esteticismo viene propuesto

por Kierkegaard como “el estadio estético de la existencia,

cuya descripción está muy cerca de la que Blondel hace del

diletantismo”12. El placer por el placer es la experiencia

buscada a toda costa que todo lo determina. La vida es

inconsistente, y vacua. Todo se disipa en la experiencia

gratificante de los sentidos sin que, la misma experiencia

vivida lleve a un cuestionamiento del por qué, del para

qué, o, del significado profundo de este modo de vivir. La

responsabilidad ante la propia existencia, el comprometerse

ante un valor, son aspectos no sólo desconocidos, sino

intencionalmente no queridos ni buscados.10 G. REALE Y D. ANTISERI, Historia de la Filosofía, I, 77, Editrice La Scuola,Brescia, 1997. 11 J. FERRATER MORA, Epicuro, en Diccionario de Filosofía, II, Ariel,Barcelona, 1998, 1036.12 M. LECLERC, Il destino umano nella luce di Blondel, 140.

29

El presente se agota con todo lo que ofrezca de

retribución sensible para gozarse en ella, y la carne toma

las riendas con las que conduce los actos. Razón y

equilibrio, moralidad y trascendencia, son aspectos que no

forman parte de los ideales. El esteta puede imaginar a

Dios, puede pensar en él pero sólo para gozarlo desde su

concepción. “De una manera más amplia aún, toda

especulación abstracta y objetiva pertenece a la esfera

estética, ya que el <<especulador>> no lleva a cabo la

<<reduplicación>>, el pensador no intenta apropiarse y

vivir la verdad que contempla”13. No llega a un compromiso

con exigencias de responsabilidad.

Podemos decir que para el esteta o diletante no existe,

pues, un destino vislumbrado ya en el momento presente,

partícula del tiempo que se me escapa de forma

irreversible, pero, desde la cual me encamino a través de

la pequeñez o grandeza de mis actos, que a su vez implican

determinarme a vivir tomando la vida muy en serio. El

esteta tiende a destruir su interioridad que, ciega a un

destino postrero, sólo se adormece con las experiencias de

la sensibilidad que lleva a la exageración enfermiza. Así

la vida, viene a ser como una cadena cuyos eslabones son

sólo de oropel que ofusca, pero que no tiene consistencia

porque no tiene valor. La vida de estos hombres viene a ser

como la pirotecnia que ilumina un instante a su hacedor,

pero que inmediatamente después lo devuelve a la noche, su

propia noche, donde reina la obscuridad, el vacío y la

13 R. VERNEAUX, Historia de la filosofía contemporánea, Herder, Barcelona 1989, 41.

30

insatisfacción interior. Para el diletante o el esteta,

sólo existe este momento que pasa. ¿Y del último destino?

Nada podemos saber, porque si sabemos nos cuestionamos, y

si nos cuestionamos nos descubrimos como responsables. La

postura más cómoda es entonces beber hasta la última gota

hedonista y disfrutarla al máximo.

3.1.2 En la psicología

Ya en la filosofía encontrábamos la ausencia de una

postura comprometedora con las propias decisiones y con la

búsqueda de una finalidad más allá del sentir, del gozar,

del afrontar la vida como un abocarse hacia lo complaciente

y exteriormente rentable. El diletante se nos presenta como

un tipo ambiguo de sentimientos, hipersensible, con hálito

de hedonismo polimorfo pero cuyo interior carece de

firmeza. El autoconocimiento con todo lo que lleva de

dolor, de desengaños y frustraciones, es una experiencia

desconocida para él, que no puede amar la verdad por

encontrarse enredado en sus mentiras.

La psicología nos pone frente a un grave problema donde

este tipo de personalidad superflua, que no ve más allá de

su yo y de su circunferencia de intereses, tiene muy serios

trastornos. El egoísmo es una constante que matiza cada uno

de sus actos. La experiencia de la trascendencia y de la

alteridad jamás se experimentará porque todo se reduce al

yo. Los trastornos definen al diletante y al esteta por sus

características conflictuales. El no decidirse por algo,

31

que es ya una decisión, nos hace descubrir su inclinación

por la apariencia, el cultivo de la arrogancia y su

ausencia de amor por la verdad. No le interese tanto el

ser, sino la inflada realidad de parecer. Estando las

cosas así, podemos comprobar que el carácter del diletante

y del esteta puede se encuentra inequívocamente en el

trastorno narcisista, del cual, en la cultura de nuestros

días, tenemos un sinnúmero de manifestaciones que han

creado modelos. Así por ejemplo en la moda, en el machismo

dominante que se propone como hombría pero que en verdad,

sólo enmascara una profunda fragilidad que no se quiere

aceptar por el dolor que causa la verdad de enfrentarla. O

en el campo de la política donde se vende una imagen,

evadiendo a la vez una congruencia comprometedora.

“Los narcisistas no padecen de un superego estricto y

severo. Todo lo contrario. Parece que carecen de lo que

podría considerarse incluso un superego normal que

proporcione ciertos límites morales a la conducta sexual y

de otro tipo. Sin este sentido de los límites, tienden a

<<vivir>> sus impulsos. Sus respuestas ante la gente o las

situaciones revelan que no tienen idea de la autocontención.

Y tampoco se sienten atados por la costumbre o por la moda.

Se consideran libres para crear su propio estilo de vida sin

reglas sociales”14.

Basta pues, pensar un poco para convencernos de que la

cultura del diletante y del esteta en los tiempos de

14 A. LOWEN, Narcisismo o la negación del yo, Pax, México, 1987, 20.

32

Blondel, hoy se presenta solamente con algunas

modificaciones pero con el mismo contenido de fondo. El

modelo de hombre que propone la postmodernidad no es aquel

que modela propiamente la recta razón. Las virtudes

dianoéticas no tienen lugar en la estructura del

pensamiento y las éticas no inciden en las obras. Las

virtudes menores que templan el carácter y encaminan a una

profundidad en la desenvoltura de la vida como la

sinceridad, la honestidad, la rectitud o la sobriedad, no

se encuentran ordinariamente en las relaciones ni consigo

mismo ni con los otros. No se escucha la conciencia ni se

mira al punto donde nos remite.

El hablar en los medios de comunicación se ha vuelto

dudoso porque más que proponer la verdad, hace propuestas

utilitaristas que enriquecen una sociedad con diversos

intereses, más que nada aquellos de utilitarismo

materialista y hedonista. En la relación personal es común

que el valor de la comunicación por medio de los diversos

lenguajes carece de sinceridad. El modelo del hombre

propuesto es aquel que triunfa, entendiendo por esto aquel

que logra una esfera económica que lo lleve a hacer sus

caprichos, potenciando con ello un marcado individualismo

mezquino, y una posibilidad de manipulación para

autosatisfacerse.

Vemos cómo también en nuestros días existe un

desconocimiento profundo del dolor. A éste se le teme como

uno de los más grandes enemigos del hombre, en cuyo vivir

cotidiano, no tiene lugar la ascesis como virtud. El vacío

33

interior que reclama un contenido de valor, empuja al

narcisista a buscar incansablemente el placer para

compensarse. La sensibilidad vivida fuera de los parámetros

racionales se hace dictadora y pierde su razón de ser

puente para el conocimiento, y las huellas que por ella se

atisban de la trascendencia, se volatilizan terminando en

experiencias de placeres burdos, vulgares y efímeros que

dejarán más hondo el vacío interior y más intensa la

sequedad del alma. Los gustos y tendencias ya no se

satisfacen con las riquezas de la interioridad sino que se

recurre al supermercado.

El esteta o diletante por estar centrado en sus

compensaciones de diversas índoles, no percibe al otro como

persona, al otro como un tú que puede ser descubierto por

su yo. Insatisfecho e insaciable, se abre sólo para

cerrarse. Si tiende las manos será para arrebatar lo que

necesita y le compensa, más que mirar en sentido de

percibir el mundo, se desgasta para que sea el mundo quien

lo perciba a él. Más que someterse a la experiencia

sufriente del amor, ambiciona la satisfacción del deseo

momentáneo. Más que enardecerse desde la profundidad del

alma, le enardecen las delicias del cuerpo. La belleza no

lo interpela como la manifestación del otro y de lo otro.

La belleza le importa sólo en cuanto pueda ser él su

paradigma. Sin oír, exige ser oído; sin amar, exige ser

amado.

La experiencia de la verdad, como la adecuación de la

inteligencia a las cosas, a la realidad no se da. Desde el

34

narcisismo se vive en la falsedad de la imaginación que es

considerada como la verdad. No hay en la persona narcisista

un contacto verdadero con la realidad. La fábula, las

ilusiones hedonistas, forman parte de su sistema de

pensamiento donde los desacuerdos con la realidad llevan a

la construcción de imágenes a las que más tarde les sigue

un natural sometimiento. Sin duda detrás de todo esto hay

una historia triste que no podemos aquí estudiar ni

valorar, pero de alguna manera es necesario decir que es

allí, en la historia de la infancia donde se viven fuertes

heridas que vienen a determinar esta conducta enfermiza,

que degrada la dignidad humana.

3.2 La crítica de La Acción

Al reflexionar sobre el problema de la moralidad de la

acción, en las primeras páginas de la obra suprema de

Blondel, se siente la fuerza y la densidad de su crítica.

La filosofía pone el dedo en la llaga de la autolatría y

nos descubre su contradicción intrínseca. La vida no puede

reducirse al absurdo de buscar el placer momentáneo, porque

el hombre aspira a la felicidad como fin último y estable,

pero que naturalmente, consistirá en otra cosa. “A algunos

les gusta unir los extremos y mezclar en un mismo estado de

conciencia el erotismo y el ascetismo místico […], amamos,

35

practicamos diferentes religiones y saboreamos todas las

concepciones del cielo con el diletantismo de la vida

futura”15.

Blondel nos pone ante el panorama del hombre que hace

de la vida una aventura sin sentido. Como un barco sin

brújula, como una serie de notas sin tonalidad, se condena

a ser un errante dentro de su propia patria, construyendo

sobre la arena sus castillos sin cimientos. Huir, siempre

huir, sin jamás asirse del as interior iluminante, que bien

pudiera servirle como estrella polar. Y soñar, soñar sin

llegar nunca al compromiso de una autoconfrontación de su

ser y de su actuar.

“A través de sus palinodias, no muere incesantemente más que

para resucitar, y no resucita más que para morir de nuevo,

para destruir mejor la variedad de sus propias emociones de

artista y construir más mundos diferentes; para mejor sentir

que todo es irrealizable, que todo es irreal, y para adorar

–en sus mismas quimeras- la eternidad del que siempre está

muriendo en él y por él. Siempre dispuesto a retractarse,

siempre ocupado en moverse y en dividirse, todos los caminos

le resultan igualmente buenos y seguros, incluso los

caminos de mala fama que llevan a Damasco”16.

Blondel nos conduce a la reflexión y a ver que la

historia se repite. El hombre de nuestros días es

arrastrado por diversas corrientes que lo llevan a poner de

cabeza la escala de los valores que debiera regir la vida,

15 Ibid, 24.16 Ibid, 28-29.

36

bajo la luz de la verdad. Carecemos de elementos

atinadamente críticos y nos dejamos llevar por los

paradigmas propuestos. Estos generalmente atacan lo más

vulnerable de nuestra existencia. El falso concepto del

amor, de la belleza, de la felicidad, son sólo algunos de

los ejemplos que, tomados como fundamentales, son

tergiversados, y precisamente por ser los grandes bloques

sobre los que se fundamenta el vivir, cuando se les

deteriora conducen a la falsedad.

El hombre de nuestro tiempo al devaluar su

personalidad, pierde el contacto consigo mismo. Vive su

dimensión corpórea desde los reduccionismos hacia donde lo

empuja el equivocado concepto de la sexualidad que,

pretendiendo hallar la felicidad, se detiene sólo en el

placer efímero que gratifica las urgencias de la

genitalidad sin el compromiso de amor que le debiera de ser

irrenunciable y propio. No se quiere responder

comprometidamente con la moralidad, pretendiendo saborear y

tocar todo para no comprometerse con nada. La historia del

esteta y diletante se repite.

Hay una tendencia a buscar la felicidad, como si ésta

se adquiriera a fuerza de voluntad, y olvidamos fácilmente

que es la consecuencia de un obrar. La cultura de hoy día,

encamina al desgaste en la búsqueda del placer, pero éste,

cuando se le adquiere, se desvanece y se pierde; ya que

como veíamos anteriormente, el círculo del esteta se cierra

sin remedio porque su campo de acción es él, y sus

satisfacciones que van desde el placer y poder, lo atrapan

37

en su egocentrismo. Así cierra toda posibilidad de

relación, de conocimiento, de amor, y consecuentemente, de

compromiso.

“[…] se obstina en una actitud que no corresponde ya a su

voluntad más sincera, y sólo se mantiene en ella por una

voluntad opuesta. Esta voluntad que quiere tener pervierte

la que él tiene. En verdad, aún sin que la reflexión ilumine

este mecanismo delicado, aun sin necesidad de conocer su

teoría, la noluntad no podría subsistir si no estuviera

compuesta de un doble querer; y, al convencerla de

duplicidad, no se hace más que revelar lo que ella es, sin

saberlo quizá, pero sin que esta ignorancia suprima el

carácter voluntario del doble movimiento que la

constituye”17.

Si para el diletante y el esteta el no abrirse a un

compromiso que involucra la totalidad del hombre es su

estrategia con la que intenta justificar su postura

existencial, desde lo más sencillo hasta el último rincón

del corazón y, le mantiene en el margen de la moralidad, es

precisamente aquí, en este supuesto margen, en esta

estrategia, donde Blondel encuentra los pies de barro que no

pueden sostener tal pretensión. Porque intrínsecamente al

no querer comprometerse se compromete a no comprometerse.

La crítica blondeliana convierte en añicos la estatua del

ídolo que, al desmenuzarse irreparablemente, jamás se podrá

levantar.

17 M. BLONDEL, La Acción, 40.

38

“Si el esteta quiere ser hasta el punto de aniquilar todo lo

que se enfrenta a su supremo capricho, ¿cómo logrará seguir

sin querer nada? Lo logra anulándose a su vez, por así

decirlo, ante lo que acaba de despreciar, y considerándose

como nada al mismo tiempo que valora el objeto envilecido de

su pensamiento o de su goce como su todo. Si ha escupido a

la vida, es sólo para embriagarse de ella y de si mismo. Se

ama a si mismo lo suficiente como para sacrificar todo a su

egoísmo; se ama lo suficientemente mal como para

dispersarse, sacrificarse y perderse en todo lo demás”18.

El veneno de la contradicción ha enceguecido la mirada

del esteta, y por ello “el diletante que se niega a todo

objeto se reserva todo entero para sí. Su pretendida falta

de compromiso enmascara un compromiso decidido, que le

consagra al culto de sí mismo”19. Es así como vemos ahora,

que la doctrina del diletantismo y del esteticismo es

insostenible. Que bajo de las apariencias que intentan

manifestar una fundamentación del pensamiento existe una

contradicción, esa que Blondel desenmascara y pone en su

lugar, pero, que ahora parece tomar nuevo vigor: el

narcisismo.

4. EL NARCISISMO EN EL POSTMODERNISMO

En el desarrollo que hemos querido hacer de nuestra

propuesta, hemos descubierto, por medio de Blondel que, esa18 Ibid., 41-42.19 A. LEONARD, El fundamento de la moral, BAC, Madrid, 1997, 91-92.

39

manera de concebir la vida del diletante y del esteta se

presenta en nuestros días con toda la euforia, con todo el

arrastre y con toda una gama de promesas para cambiar al

mundo que sólo pueden nacer en una deficiencia

existencial, en una mentira del vivir, en una ilusión que

venerar: el narcisismo. Los alcances de la psicología

actual, nos hacen conocer con mayor facilidad que en los

tiempos de Blondel la gravedad del narcisismo. Para poder

establecer un paralelo entre lo que nos dice el filósofo y

lo que dice la psicología, vayamos ahora a la intuición de

Blondel:

“Cuando el diletante se escurre entre los dedos de piedra de

todos los ídolos, es que tiene otro culto, la autolatría. Al

mirarlo todo desde la altura de la estrella Sirio, todo le

parece pequeño y mezquino: todo y todos, y ya no queda nada

grande, excepto el amor propio de uno solo, del yo. <<Ut

sim>>. Esta es la aspiración esencial que, como un un fiat

totalmente espontáneo y cordial, sanciona en él el ser

recibido y lo produce libremente, amorosamente. ¿No es esta

la divisa tácita de mucha gente: nada antes que yo, nada

detrás de mí, nada fuera de mí?” 20.

Actualmente existen grandes avances en el estudio del

narcisismo desde el aspecto de la Psicología. La

profundidad del Psicoanálisis ha puesto al descubierto los

orígenes de este trastorno que se remonta a veces más allá

de la infancia. La salud psíquica de los padres, la

20 M. BLONDEL, La Acción, 37.

40

educación, la cultura, ciertamente son las bases que por

desgracia intervienen en la configuración de la

personalidad creando en su interior problemas de

narcisismo. Es aquí donde podemos encontrar la raíz de los

diversos determinismos para la vida futura. Porque es

precisamente en los primeros estadios de la personalidad en

donde se van tramando esas formas de ver y de concebir la

vida. La identificación de la sexualidad, el sano amor de

los padres para con los hijos, el concepto de la formación

pero, sobre todo, la configuración de la autoconcepción

como personas, será lo que determinará la vida del adulto.

Cuando no se cuida la limpidez del amor, estos primeros

estadios de la vida se agrietan y la personalidad

difícilmente se define bien.

Son estas grietas muy en lo hondo del yo, como la

violencia vivida en la infancia, la devaluación de la

personalidad, las humillaciones, el rechazo del hijo por la

carencia de una aceptación gozosa en el seno de la familia,

la explotación o la vida llena de chantajes afectivos son,

lo que más tarde la persona afectada por mecanismos casi

siempre inconscientes, tratará de subsanar, lamentablemente

con una conducta narcisista. Sabemos por la psicología que

el narcisista es aquel sujeto que para compensar un vacío

interior construye su imagen a costa de una inflación de su

autoestima. Crea para si mismo fábulas de todo tipo donde

el egocentrismo y la grandeza del yo son fácilmente

localizables. Los narcisistas inventan historias sobre si

mismos para ocultar su historia verídica, que muchas veces

41

conlleva una alta dosis de dolor y de vergüenza que, no se

quiere mirar porque al contemplarla lastima lo más hondo

desvelando la fragilidad intrínseca, la mentira palpable, y

el sentido de ser, perdido.

La elaboración de la imagen pervierte la capacidad del

conocimiento, porque el narcisista, desde su sensibilidad

humillada y enfermiza, se atribuye virtudes que no cultiva,

y hechos que nunca vive. Es, con mucha frecuencia

mentiroso, es decir, vive en primera persona aquella

traición del pensamiento cuando éste, se enuncia por la

comunicación verbal no correspondiendo a aquel que se da en

la interioridad del raciocinio, y, poco a poco lo que

pudiera ser una imagen que concuerde con la realidad se

convierte en una imagen totalmente distorcionada o falsa.

El Dr. A. Lowen, citando a T. I. Rubin dice:

“El narcisista se vuelve su propio mundo y considera que el

mundo completo es él. Esto es con toda seguridad la

descripción más general. Una visión más detallada de las

personalidades narcisistas es la que da Otto Kernberg, un

destacado psicoanalista. Según él, los narcisistas presentan

diversas combinaciones de ambición interna, fantasías

grandiosas, sentimientos de inferioridad y una dependencia

excesiva de la admiración y aplausos externos. La

incertidumbre e insatisfacción crónicas respecto de sí

mismos, la explotación consciente o inconsciente y la

crueldad para con los demás”21.

21 A LOWEN, Narcisismo o la negación del yo, 17.

42

El mundo como lo otro, el prójimo como alteridad, el

mundo personal de los demás, como la pobreza, la

ignorancia, la miseria, la enfermedad, son realidades

inexistentes para tales hombres. La amistad como amor de

benevolencia no se encuentra jamás. Todas las manifestaciones

afectivas son ensombrecidas por el interés, por la

manipulación y por la exagerada necesidad de ser queridos.

El amor como la máxima realización del hombre será una

empresa imposible porque como hemos visto, el narcisista no

tiene ojos para los otros, ni para sus virtudes y menos

para sus problemas. Carece de empatía, porque todo tendrá

sentido sólo cuando lo ponga en el centro a él. No es libre

por la verdad, sino esclavo de su propia mentira. Blondel,

pues, desde La Acción, nos presenta el actual problema tan

extendido y tan cultivado hoy: el narcisismo.

4.1 Las variantes del narcisismo

El narcisismo como característica o como trastorno de

la personalidad, precisamente por su complejidad, no puede

conocerse y tratarse en una forma unilateral. En el fondo

la plataforma es la misma, pero veremos que tiene variantes

que merecen nuestra atención porque nos ayudan a ser más

precisos y más claros en lo que como reflexión desde la

filosofía, nos ocupamos ahora.

43

Aunque en la psicología se hable algunas veces de “sano

narcisismo”22, nosotros preferimos hablar de un

autoconocimiento verdadero, haciendo hincapié en que

nuestro trabajo aborda aquel que distorsiona la verdad.

Pero veamos lo que se dice al respecto. “El narcisismo

normal adulto se caracteriza por una regulación normal de

la autoestima. Esta depende de una normal estructura del

Sí, conectada a representaciones de objetos interiorizados

normalmente integrados o totales”23. Parece así, entonces,

que la palabra narcisismo no sólo se extiende al trastorno

grave o leve, de la personalidad, sino también, bajo el

calificativo de sano a ese amor a sí mismo que ni abarca las

implicaciones de la antropología filosófica, ni alcanza a

lo patológico. Es decir una estima de sí mismo que requiere

de cuidados pero que mantiene el sentido de lo real, y una

sana relación con el mundo circundante. Que no llega a la

exageración y que tampoco se detiene en la reticencia.

El Dr. A. Lowen, centrando sus estudios y su trabajo

clínico en la problemática narcisista, ha llegado a

descubrir cinco tipos del trastorno narcisista, según él,

conforme al grado de la respectiva gravedad. Enumera cinco,

importantes sin duda para un estudio especializado desde la

psicología. Sin embargo desde el campo de la filosofía sólo

me permito enumerarlos, porque no es competencia de este22  “Una cierta cantidad de amor propio es no sólo normal sino tambiéndeseable. Sin embargo, el punto a lo largo del continuum del respetode sí donde el narcisismo sano se cambia en narcisismo patológico, noes fácil de identificar”. G. O. GABBARD, Psichiatria psicodinamica, RaffaelloCortina, 1995, 467. 23 O. F. KERNBERGER, citado por Elsa F. Ronningstam, en I disturbi delnarcisismo. Raffaello Cortina, 2001, 38.

44

trabajo un estudio minucioso de cada uno de ellos.

“Carácter fálico-narcisista; carácter narcisista;

personalidad limítrofe; personalidad psicopática;

personalidad paranoide”24. Aunque sería muy interesante

detenernos en cada uno, sólo nos detendremos a ver las

características generales del narcisismo que, marca las

conductas destructivas de sí y de los demás. La psicología

lo llama narcisismo patológico que presenta las siguientes

características como las más graves:

“El amor patológico de sí se expresa por un excesivo

egocentrismo y referencia a si mismo. Estos pacientes

manifiestan también grandiosidad, evidente en las

tendencias exhibicionistas, en el sentido de

superioridad, en la ausencia de cuidado y discrepancia

entre sus excesivas ambiciones y lo que pueden

realizar. Es frecuente un sistema de valores

infantiles: capacidad de atraer con el aspecto físico,

el poder, la riqueza, el vestido, los modos de obrar y

semejantes. Entre estos pacientes, aquellos

particularmente dotados pueden utilizar su inteligencia

como base para una marcada presunción intelectual.”25.

Los rasgos que nos ofrece la psicología nos marcan muy

claramente las pautas para conocer mejor este tipo de

personalidad, en donde la ausencia de las virtudes éticas

24 A. LOWEN, Narcisismo o la negación del yo, 23.25 O. F. KERNBERG, Narcisismo patologico y disturbio de personalidad, citado por E.F. RONNINGSTAM en I disturbi del narcisismo, Raffaello Cortina, 2001, 39-40.

45

deja un vacío sin sentido y que, contemplado desde la

filosofía, especialmente desde La Acción de M. Blondel, no es

otro sino aquel que se niega a ver la trascendencia de la

acción, y que el filósofo llama esteticista, diletantista o

autólatra. Nosotros le llamamos narcisista.

4.2 Características del narcisismo

Con los elementos que se tienen, tratemos ahora de dar

una definición del narcisismo: en primer lugar, en este se

vive en la inadecuación de la propia realidad y su

percepción intelectual. Es cuando alguien que viviendo la

mentira existencial de creer ser el que no es, prostituye

la imagen de si mismo por la distorsión. Más que amarse a

sí mismo ama esa imagen que desde el autoengaño elabora de

sí y a la cual le atribuye un altísimo grado de belleza,

conocimiento, poder, seducción y exhibicionismo.

Manifiesta secretamente como si fuera un dios que se

yergue para ejercer su poder desde un pedestal construido

por su vanidad autoadorándose y exigiendo adoración. ¿Qué

tendrá que ver esto con la filosofía? Nos parece que mucho.

Bástenos pensar bajo que concepto el narcisista se toma a

sí mismo y a los otros, y además, bástenos ver la calidad

moral, donde su libertad y su voluntad se desvanecen, pero

más que nada, se ignora la propia trascendencia.

46

4.2.1 Su pensamiento

Al hablar del pensamiento del narcisista, encontramos

que la postmodernidad se caracteriza por las altas

manifestaciones de un narcisismo que podemos percibir en

las ideologías actuales, y que nuestro estudio intenta

localizar de una manera elocuente en Nietzsche, cuya

filosofía, según parece, se caracteriza por intentar

destruir la metafísica occidental, la moral y sus

fundamentos, especialmente la moral cristiana, y hacer

emerger un nuevo modo de ser y de pensar conforme a las

categorías que propone, especialmente en su obra Así habló

Zaratustra, en donde los grandes bloques de la muerte de Dios, el

superhombre y de la voluntad de poder, nos hablan, ya desde el

enunciado, de la presencia de un egotismo que equivale al

narcisismo.

Al criticar fuertemente al hombre occidental que por

siglos ha equivocado el camino viviendo en un verdadero

extravío según él, propone renunciar a todo lo que hasta

entonces había sido considerado como verdadero, bueno y santo,

pero que indudablemente lleva presente la propia

subjetividad con las características que descubren en

Nietzsche un narcisismo inequívoco que nos lleva a ver

algunos aspectos de su pensamiento que lo manifiestan como

tal. Porque para él la creación de los valores y no el

descubrimiento de los mismos, es la piedra angular de la

cultura.

47

“La lucha contra los valores vigentes hasta la fecha

implica, ciertamente, la demostración de su secreta llaga,

la evidencia tanto de la falsedad radical del pretendido

objetivismo del hombre de ciencia como el espíritu

decadente del cristiano, en el cual ve Nietzsche una

manifestación del resentimiento moral. Frente a estos

valores Nietzsche acentúa lo que llama, con término no

siempre unívoco, la vida. Ésta es la norma y el valor

supremos, al cual deben someterse los restantes, pues la

voluntad de vivir es el mayor desmentido posible a la

objetividad, al igualitarismo, a la piedad y compasión

cristianas […]. La idea del superhombre, con su moral del

dominador y del fuerte, es ya la primera inversión de los

valores, pues éstos adquieren una jerarquía contraria

cuando son contemplados desde su punto de vista.

Objetividad, bondad, humildad, satisfacción, piedad, amor

al prójimo son valores inferiores”26.

Nietzsche, pues, propone una nueva moral desde su

personal forma de pensar, acentuando sobre todas las cosas

el yo. “Mientras que toda moral noble nace de un triunfante

sí dicho a sí mismo, la moral de los esclavos dice no, ya

de antemano, a un <<fuera>>, a un <<otro>>, a un <<no yo>>;

y ese no es lo que constituye su acción creadora”27. La moral

es para Nietzsche, una disimulación y una negación de los

instintos vitales, una serie de actitudes que conducen al

empobrecimiento y a la disminución del hombre que

26 J. FERRATER MORA, Nietzsche, en Diccionario de filosofía, III, 2557.27 F. NIETZSCHE, La genealogía de la moral, Alianza Editorial, Madrid, 2001, 50.

48

viviéndola, se hace apto para ser manipulado y para vivir

como esclavo yendo contra la vida hasta terminar en la

destrucción. Parece que en el intento de Nietzsche de poner

al hombre más allá del bien y del mal radica la pretensión de

afirmar la vida, pero una pretensión que se centra en el

ego que a su vez rechaza los valores tradicionales

poniéndoles al revés, porque aparecen como traidores a la

vida que para Nietzsche no es otra cosa más que el

crecimiento de la voluntad de poder, apropiación, e

imposición de formas propias, incluyendo la creación de la

moral. “La voluntad de poder es primordialmente un concepto

ontológico que designa el modo de la movilidad de todo ente

en cuanto tal: todo ser del ente consiste en un impulso

hacia la prepotencia. El modelo óntico de este concepto

ontológico lo tiene Nietzsche en la naturaleza orgánica”28.

Con este telón de fondo Nietzsche propone una nueva forma

de vivir que renaciendo desde la genealogía de la moral afirme al

hombre y a su poder dominador.

Sin embargo, es la tesis según la cual Dios ha muerto, la

que más nos hace creer que el pensamiento de Nietzsche se

caracteriza por su narcisismo, porque es aquí donde

encontramos una absoluta carencia de fundamento objetivo que

su estilo agresivo y lapidario no alcanza a disimular,

dejando a flor de piel su desequilibrada subjetividad, y

no pudiendo sostener lo que dice en la objetividad de los

hechos.

28 E. FINK, La filosofía de Nietzsche, Alianza Editorial, Madrid, 1996, 152.

49

“¿No olemos todavía nada de la corrupción divina? También

los dioses se corrompen. ¡Dios ha muerto! ¡Dios está

muerto! Y ¡nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podemos

consolarnos los asesinos de todos los asesinos? Lo más

santo y lo más poderoso que el mundo poseía hasta ahora, se

ha desgranado bajo nuestros cuchillos”29.

Cuando en la personalidad del hombre loco, Nietzsche

grita que Dios ha muerto, intenta según parece, poner al

hombre en el lugar de Dios, o mejor, ponerse él mismo como

el nuevo creador, el creador del superhombre. Al estar

Dios, muerto para siempre, el hombre ya no tendrá la

posibilidad de dirigirse con hechos y palabras hacia el

cielo, hacia la divinidad saliendo de sí mismo para

encontrar al Otro. Ya en el lenguaje del hombre no

aparecerá el nombre de Dios, ni mucho menos la búsqueda de

la felicidad en el más allá donde se ponen las definitivas

esperanzas y el último sentido de la existencia. Es el

hombre que con la muerte de Dios se torna en juez y en

árbitro de los destinos. El hombre que ha sido capaz de

matar a Dios es ahora el que se erige como el mismo Dios.

“También en la piedad existe un buen gusto: éste acabó por

decir <<¡Fuera tal Dios, mejor construirse cada uno su

destino a su manera, mejor ser un necio, mejor ser Dios

mismo!>>”30.

El tema de la muerte de Dios es el elemento que se

muestra con diversa intensidad a lo largo de Así habló

29 F. NIETZSCHE, La gaya ciencia, Espasa Calpe, Madrid, 2000, 185.30 F. NIETZSCHE, Así habló Zaratustra, Alianza Editorial, Madrid, 2001, 357.

50

Zaratustra. Y esta obra, puede catalogarse ciertamente como

el Evangelio del ego. Puede hablarse de un verdadero egotismo

que equivale a narcisismo. Nietzsche en la persona de

Zaratustra es quien verdaderamente propone este nuevo

mesianismo que anuncia, proclama e inaugura con la muerte de

Dios una era nueva, la era de la transformación del hombre

defraudado por Dios. Zaratustra, hablando con el viejo papa

después de confesarse ateo, le dice “Mas, ¿quién te

quitaría a ti de los hombros el peso de tu melancolía? Para

eso soy yo demasiado débil. Largo tiempo, en verdad, vamos

a aguardar que alguien te resucite a tu Dios. Pues ese

viejo Dios no vive ya: está muerto de verdad”31.

Creemos que los diversos contenidos de Así habló Zaratustra

son un florilegio del pensamiento narcisista. La doctrina

del superhombre, la muerte de Dios, y la voluntad de poder,

nos muestran un aspecto desde la cual podemos ciertamente

encontrar en Nietzsche al atormentado filósofo y al

brillante literato, pero también a un exacerbado narcisista

evidente, cuyo pensamiento ha sido heredado por el

postmodernismo que se jacta de un ateísmo convencido y

convincente, que quiere encontrar sólo en el mundo la

satisfacción de las grandes aspiraciones humanas, pero más

que nada, un postmodernismo en donde el hombre, con su

poder económico, político y tecnológico se ha convertido en

un dios, pero ciertamente un dios que lo deja en la

inmanencia y que no le aclarará jamás el sentido verdadero

31 Ibid., 358.

51

de la vida ni calmará ese otro tipo de sed que caracteriza al

ser humano.

La era del superhombre que Nietzsche profetizó todavía

se percibe en las pretensiones de la postmodernidad. Porque

la metafísica como búsqueda de Dios, los grandes ideales de

la moral y el sentido religioso son ahora experiencias

devaluadas o desconocidas, y las pretensiones del hombre de

poner su felicidad en un más allá trascendente le impiden

gozar el más acá: la tierra con todas sus potencias y

delicias de la que hay que adueñarse como propietarios

absolutos, en donde los potentados del mundo encarnan la

idea precisamente en su ser y actuar del superhombre de

Nietzsche, ése en donde la voluntad de poder es una

característica irrenunciable.

4.2.2 Su voluntad

Veíamos en los anteriores párrafos, cómo el narcisista

tiene una necesidad de dominio absoluto de los otros, y

cómo una de sus características es la desalmada

manipulación para satisfacer sus intereses enfermizos. Los

grandes procesos de su volición tienden a llenar su yo con

todo aquello de lo que se tiene hambre. Pero muy por debajo

de toda esto, podemos descubrir el error. Sabemos que la

voluntad tiene como objeto el bien, pero en el caso del

narcisismo aquello a lo que tiende es sólo un bien

aparente. Es la consideración de lo que en un sano

ejercicio de la inteligencia va contra la recta razón, pero

que desde el punto de vista narcisista se toma y se elige

52

como bueno. Y esto es lo que se persigue precisamente con

fiereza en medio de las más tajantes contradicciones

existenciales.

En Nietzsche por ejemplo, encontramos el afán de

vencer, siempre bajo la omnipotencia. Lucha desesperadamente

por ofrecer al mundo la esencia pura e invencible de su

superhombre, y siempre desde un irracional orgullo, combate

para lograr ser reconocido desde el pedestal construido

para la propia imagen, aunque por supuesto, los fundamentos

del pedestal se hundan en los desequilibrios y en un falso

conocimiento de la interioridad y de su fuerza. A este

respecto, con el que Nietzsche se presenta a sí mismo,

Lowen señala: “Como carece de la verdadera fuerza de los

sentimientos fuertes, el narcisista necesita y busca el

poder para compensar la deficiencia. El poder aparentemente

fortalece la imagen del narcisista, le confiere una

potencia que de otra manera no tendría”32.

Desde el narcisismo no se alcanza a ver aquello que de

verdad la voluntad quiere y lo que la voluntad logra, no

sólo en el ámbito del poder, sino de todo aquello que

resulta gratificante en donde los caprichos se ensanchan.

La infinita desproporción que descubre Blondel en la

voluntad que quiere (volonté voulante) y la voluntad

querida (volonté voulue), no la vive como el supremo

aguijón de San Pablo, simplemente le queda escondida tras

la identificación que ha hecho de su propia imagen. No

puede tocarse a sí mismo enajenado en la imagen.

32 A. LOWEN, Narcisismo o la negación del yo, 73.

53

El narcisista no se abre a ese Infinito que la voluntad

vislumbra en ese horizonte irresistible hacia donde se

encamina toda acción. El natural dinamismo de ésta sólo le

interesa en cuanto que por ella se erige en un dios

manipulador y parasitario. Un diosesillo que al

autoincensarse se asfixia en el humo de su vanidad y exige,

como en los tiempos antiguos, los más inimaginables

sacrificios humanos, es decir aquella destrucción interior

de las personas con las que convive y a quienes

supuestamente ama. La voluntad del narcisista elige el mal

bajo la percepción del bien como tradicionalmente se dice

en ética. La aspiración profunda de la persona no alcanza

su objetivo. He aquí su engaño y su desgracia.

4.2.3 Su acción

Si la filosofía, al ponernos delante del narcisismo,

demuestra que ante todo la persona que lo vive es una

persona que vive radicalmente fuera de la verdad desde su

autopercepción hasta su cosmovisión y, la psicología nos

habla de una persona con trastornos (precisamente los

trastornos del narcisismo), ¿qué hay de su acción?

Ya los medievales decían: Agitur sequitur esse, y por lo

tanto, no podemos esperar que de peras el olmo. Es lógico

que los determinismos difícilmente se puedan administrar,

cuando a priori se ha cerrado el acceso a un ir más allá

de la vida espontánea; cuando la inteligencia no nos

54

descubre valores hacia los cuales se inclina la voluntad en

su tendencia natural al bien. La libertad, en vez de ser

una cumbre conquistada, será el laberinto donde el camino

se pierde. El amor, siendo ese peso por el cual vamos a donde

vamos, hará que la persona desde el narcisismo vaya a los

afectos suicidas de su propia imagen. No de su yo, sino de

su imagen. La lealtad o la fidelidad, son valores

desconocidos porque sus amores son amores desechables. No

crean vínculos más allá del placer. La vida de los

matrimonios hoy en día nos da una claro ejemplo, baste con

observar este rubro de hoy en día. Por eso cuando un amor

cansa o frustra por no haber alcanzado lo querido, se

deshacen de él convirtiéndolo en un desechable33.

“El narcisista aparece como hambriento y pretencioso,

como un desconfiado que no se deja amar ni sabe acoger con

gratitud los gestos de benevolencia”34. El narcisista

difícilmente sale ileso de los modelos que le propone la

sociedad consumista en donde la originalidad de la

persona, queda disuelta por el influjo nocivo de la

homologación hasta en la forma de pensar. La carencia de

una capacidad crítica ante tales formas de pensamiento,

33 “Yo amaba solamente a Wagner que conocí, o sea un honrado ateo einmoralista, que había creado la figura de Sigfredo, hombre plenamentelibre… Yo le amé a él, y no amé a ningún otro que a él. Era un hombreconforme a mi corazón, tan inmortal, tan ateo, tan antinomístico, que andaba solitario por elmundo… Yo mismo soy cien veces más radical que Wagner y Schopenhauer, por esosiguen siendo mis más venerados; aunque ahora, para recrearme yrestaurar mis fuerzas, tengo necesidad de otra música que la deWagner, y cuando leo a Schopenhauer me aburro o siento despecho”. F.NIETZSCHE, Inéditos Artes y Artistas III n, 60.63.64. Citado por T. URDANOZ,Hist. de la Filosofía V, BAC,1985, 490.34 A. CENCINI, Por amor, con amor, en el amor, Sígueme, Salamanca, 1996, 80.

55

lleva muchas veces a incorporar a la misma forma de visión

y de acción lo que ya no alcanza a ser original en el

desenvolvimiento singularmente personal del hombre. Junto

al consumismo camina de la mano una tendencia marcada al

hedonismo, que encuentra en muchas expresiones del hombre y

la mujer una diferencia sexual poco evidente.

Se vive sin compromiso alguno. Sin detenerse para

observar lo que sucede en la interioridad del corazón,

hambriento de un amor que lo dignifique y embellezca. El

hombre postomoderno, más que lanzar la mirada fuera de sí

para amar, se centra en sí mismo para exigir que se le

venere, se le admire, se le ame; actitudes que llevan a una

honda insatisfacción y a la ambición de poder. Se acentúa

el carácter de los atractivos físicos, enfatizando aquellos

donde el erotismo estimula y responde. Y en esta

pretensión, violenta el ritmo justo de la naturaleza que se

despliega en el cuerpo, víctima directa de la manipulación.

Se idolatra la imagen física que la moda propone en sus

modelos y se vive lo humano sólo desde la periferia. La

responsabilidad ante algo o alguien que se elige con plena

deliberación, parece no ser una de las grandes

características propias del hombre que piensa. La libertad

se reduce a libertinaje, la fidelidad se desconoce porque

lo que determina el compromiso son las experiencias que

traen consigo satisfacciones hedonistas, afectivamente

superficiales que rayan en la vulgaridad. Pero es patente

ante todo, la carencia de respuesta leal a los valores que

llaman a la autotrascendencia, especialmente al valor del

56

amor. Cuando se responde al amor, la libertad la libertad

humana alcanza su cima. La voluntad encuentra su objetivo

en él, porque es él lo que resume la trascendencia del

hombre que una vez amando, tiene que desembocar en Dios.

4.3 Conclusión

Hemos visto a lo largo de esta reflexión, cómo, desde

el tiempo de Blondel, el narcisista, presentado bajo la

modalidad de diletante y de esteta, es el tipo de persona

a quien hemos visto ahora de cerca.

Reconocemos que la época que nos ha tocado vivir repite

los parámetros del mito de Narciso en una manera colectiva,

en donde el joven que se enamora de sí, es la cultura que

contemplándose en el río de sus producciones materiales,

se autosatisface en ella sin ir más allá de sus intereses

hedonistas. Al adoptar esta forma de vida, la sociedad está

amenazada con esta epidemia que ha contaminado a todo tipo

de hombre y de mujer. Desde el estudiante que se debate

entre la adolescencia y la juventud hasta el mandatario, el

religioso y el político. Desde al artista más alto, pasando

por el pensador sutil hasta llegar al aficionado en alguna

de las artes o de las ciencias. Hay ecos todavía muy

fuertes de Kierkegaard, O. Wilde, F. Nietzsche para quienes

el estadio de la estética, la voluntad de dominio o el

placer por el placer era lo que conformaba el sentido de la

57

vida. Vivimos su herencia sin duda, pero con diferentes

aliados. El egocentrismo es una característica común, y el

éxito externo se sobrepone al respeto.

Los medios de comunicación se aprestan para presentar

la imagen del hombre que, afianzado en una imagen, ofrece

triunfos y progresos, bienestar y conquistas que, a fin de

cuentas, son incapaces de resistir el peso de la verdad de

una vida que afronta su fragilidad y es fiel a sus anhelos

nobles. A toda costa se quiere vivir fuera de las

dimensiones del dolor humano, desinteresándose en el

sufrimiento de los otros.

“Cuando sobre estas ruinas ficticias disfruta del fenómeno

para comprobar la nada de las cosas con un epicureísmo

extremadamente refinado, o cuando actúa para exaltarse en la

nada de sí con la voluptuosidad de una especie de ateísmo

místico, todo en su actitud no es más que mentira. ¿Y qué es

la mentira, en efecto, sino la oposición íntima de dos

voluntades, la una sincera y recta, cuya permanente e

inviolable presencia sirve de incorruptible testimonio, y la

otra débil y falaz, que toma cuerpo en la realidad mala de

los actos?”35.

En el campo personal llegamos a la conclusión de que el

narcisista es un pobre enfermizo que tergiversa la razón de

la vida. Esto lo lleva a adoptar una serie de mecanismos

para mantener de pie su egocentrismo parasitario y

destructor. La gama de elementos que se manejan al

35 M. BLONDEL, La Acción, BAC, 1996, 42.

58

presentar un tipo de persona así, nos lleva a descubrir la

ausencia de la libertad, nacida de una reflexión atenta

ante el lenguaje de la propia existencia y el lenguaje de

los tiempos actuales. Vivimos una época cuya cultura nos

predetermina para pensar, sentir, mirar y actuar bajo el

estereotipo del narcisismo suicida que buscando ser

autónomo se autoesclaviza e incorpora sistemáticamente a su

vida la mentira y la ansiedad, el vacío y el sin sentido y

la carencia de firmeza en la percepción del yo.

El hombre entonces encerrado en el calabozo del

narcisismo, proyecta su ser desde esas rejas que lo hacen

ver todo bajo su óptica miope, bajo su intención limítrofe,

y bajo su acción mezquina. El narcisismo como determinismo,

nos impide experimentar la libertad que nos lleva al

autoconocimiento y a la apertura hacia los otros y lo que

es peor, nos impide el conocimiento y el amor.

5. LA DIMENSIÓN FUNDAMENTAL DE LA GRATUIDAD

En principio, no se puede hablar de gratuidad sin

vivir antes el descubrimiento de la alteridad y el

complicado y doloroso deshacimiento de lo que impide el

encuentro desde del yo con el tú. A lo largo de lo que

hemos mencionado hasta ahora, en cómo la autolatría que

Blondel refuta en los inicios de la Acción es, el crudo

florecimiento del narcisismo en la cultura postmoderna. Al

ir paso a paso, deteniéndonos en las características que lo

59

definen como una mentira existencial, descubrimos que en

el núcleo de su esencia, alcanza el culmen una soberbia

refinada de la que la psicología nos puede dar razón,

escudriñando los rincones de la historia del narcisista y,

que desde la filosofía podemos ver sólo en un inmenso

panorama que, si por una parte requiere nuestra atención

profunda, por otra nos exige un tacto objetivo y claro. Sin

necesidad de juicios especializados, constatamos que desde

el narcisismo la persona cierra su ser al encuentro con los

demás, cierra su interioridad a la donación y recepción del

otro, con lo cual no puede vivir el vínculo con el tú que

sin esclavizar, ata para liberar, es decir, el amor. El

narcisista confunde amor y posesión.

Ajeno y lejano de la existencia de los otros, se

enquista y hace más contaminada y contaminante su propia

vida que, desenvuelta en una paralizante esterilidad en las

relaciones interpersonales, denigra lo que afectivamente

toca, desgaja lo que intencionadamente mueve, paraliza lo

que malintencionadamente mira, y trastoca vorazmente lo

que intenta poseer. Su relación con los otros se da desde

una dialéctica que objetiviza a la persona, reduciéndola a

cosa. La presencia del otro no es una irrupción saturada de

trascendencia que sorprende, ilumina, cuestiona y asombra,

el otro es sólo una imagen. Desde el narcisismo el otro, no

existe como otro, sino como una proyección inconsciente de

sí, a cuyo ser accede desde una gama muy compleja de

utilitarismo hasta la última sutileza de la destrucción. En

la relación con los otros desconoce la gratuidad. Sus

60

acciones se caracterizan por tender siempre a colmar sus

vacíos y a querer llenar sus aspiraciones sin llegar al don

maduro de su yo. Porque “la gratuidad es, en general, la

cualidad de aquellas acciones relacionales que se realizan

sin pretender previamente contrapartidas de ninguna clase y

con el total respeto de sí y de los otros”36.

Parapetado en su propio castillo, se convierte en una

antología egotista que, siendo suicida mata, que siendo

amante odia y que, en lo que le parece verdad se miente. La

relación con el otro no se vive desde la profundidad ética

de la autoconciencia del yo, dentro de la limitación de lo

humano que se abre en una atmósfera de respeto y de

veneración por la existencia del otro, sino desde el propio

interés que mueve a buscar siempre una mezquina

autosatisfacción.

Esta falsedad en el vivir, como fácilmente se deduce,

no puede dar consistencia al narcisista en la perspectiva

de tener un sentido en la vida que la haga profunda, una

meta por la cual luchar e inclusive, por la cual apostar y

hasta embellecerla desde la simplicidad humana de los actos

cotidianos sostenidos sobre una base axiológica. En una

situación así, la persona narcisista pone diques al ascenso

de la vida que, al no seguir el movimiento natural de su

desenvolverse, se cierra sobre sí envenenando sus

relaciones. El narcisista no tiende al infinito, donde se

puede asomar el otro para recibirlo, porque en su relación

36 S. GALEANO, en Diccionario de Ciencias de la Educación, voz gratuidad, Paulinas,Madrid, 1990, 1018.

61

interpersonal, no descubre la dignidad del otro como

diferente a él, no distingue entrañablemente la alteridad.

No es atraído por el dar, sino por el poseer. No extiende

humildemente la mano para pedir, sino sofisticadamente para

pedir y si es necesario para arrebatar. No es capaz de

admirar porque su mirada está ensombrecida para contemplar

la belleza de lo creado, especialmente la del rostro

interior. En una palabra, no vislumbra la trascendencia que

si bien, a veces llama discreta, otras tantas arrastra, y

desarmando, subyuga. No se puede moldear entonces a eso que

atrae más allá del círculo de la vanidad y de la

autocontemplación enfermiza.

El narcisismo diluye y enralece la vida tornándola

débil; y despojándola de una viril consistencia cuyo

encanto radica en la verdad y en el bien, la convierte en

una copa de burbujas que hay que apurar y saborear en el

instante que pasa. No tiene la densidad atrayente del

hombre que se detiene para interrogarse sobre sí, sobre la

interioridad y exterioridad de su ser y obrar, ya que,

fijado en el engaño voluntario o involuntario del

narcisismo, está marcado por el ethos de una existencia que

desde lo opaco se hace obscura. Porque toda esta serie de

vicios que tienen como reina a la mentira se convierten en

él en una segunda naturaleza, es decir en su imagen que

usurpa el lugar del verdadero yo.

¿Qué atracción moral puede tenerse desde el narcisismo?

¿Cuál será el valor moral de los actos que se desprenden

marcados por el narcisismo? ¿Qué tipo de personalidad se

62

asomará por sus palabras cuando hay en él una incongruencia

neurótica entre lo que dice y lo que piensa? Detenido en el

camino de su desarrollo como persona, el narcisista se

queda en un estadio donde impera el autodesconocimiento,

donde gobiernan los determinismos y donde por supuesto, no

se cuestiona muy seriamente la libertad.

Si toda persona por el hecho de ser tal, tiene la

potencialidad para embellecer su vida con la adquisición

dolorosa pero siempre iluminadora de virtudes cada vez más

compactas, el narcisista desarticula su vida con la

espontaneidad placentera de los vicios, en ese binomio del

esteta que se abre para enajenarse en la exterioridad del

parcial sentir y del narcisista que se cierra a su verdad

interior. Si la integridad de una vida construida en

piedra, en la verdad siempre atrae, aquella en donde

dominan las falsedades se repele. El hombre que llega

después de muchos esfuerzos dolorosamente vividos a una

autoapropiación y autodeterminación, nos interpela con su

sólo vivir. Es por eso que sólo se puede dar aquello que se

ha convertido en nuestra propiedad interior.

El hombre que ha llegado a ser dueño de sí mismo desde

su conciencia moral, es aquel en cuyo rostro resplandece

una mirada tras de la cual se esconde la luz de la verdad y

la belleza del bien. Es aquel que con el valor de sus perlas

no tiradas a los cerdos envuelto en la virtud de la discreción,

puede llegar en silencio a las necesidades del otro,

descubriéndolo precisamente como otro, ya en una línea de

la gratuidad de la pura existencia. Si la disposición

63

íntima del narcisista es la autolatría, la autoveneración y

la autoadmiración en una circunferencia estéril, el polo

opuesto en su totalidad es la infinita riqueza de la

alteridad que me impele a vivir siempre en la disposición

íntima de la gratuidad, que no puede ser otra cosa, sino la

consecuencia lógica del verdadero amor.

Una vez encerrado en su propio yo, el narcisista no

puede vivir la dimensión de la gratuidad porque al

descubrir al otro, sólo lo encontrará para satisfacerse,

para verse en él, para utilizarlo; mas no para darse

gratuitamente. El otro, estrictamente hablando, no puede

ser encontrado por el narcisista ya que esto implicaría un

ir hacia alguien, y no un toparse con algo utilizable que

será atrayente en cuanto ofrezca su limpidez para

contemplar la imagen y complacerse en ello. El otro no será

para el narcisista como un joyero, que aún en su pequeñez,

siempre es un elocuente portador de valores, que si se

respetan como lo que son, hacen más rica y noble la

existencia. Para llegar a la gratuidad se debe dar un paso

previo que es el de descubrir la alteridad no tanto como

una realidad abstracta aunque incuestionable, sino la

realidad tangible del otro en cuanto persona, la realidad

exigente y retadora de descubrir al tú como mi prójimo.

Pero ¿qué es la densidad ética y estética de la

gratuidad? Llamo yo densidad ética y estética de la

gratuidad a la actitud mantenida que, previo descubrimiento

del otro, nos lleva a donarnos desde los más hondos

contenidos de nuestra existencia, en donde le damos lo

64

mejor de lo que somos y, sin que quizá sepamos por qué, nos

hace desparramar sin interés de ninguna índole la vida

misma en lo que tiene de más noble, sincero, bello y

desinteresado en la orilla ontológica del otro; bajo la

seducción metafísica ejercida sobre nosotros sólo por ser

un tú, con una humilde actitud de respeto, a quien

primeramente debo darle lo que soy y concomitantemente, en

un preciso momento, lo que tengo. “La palabra Yo-Tú funda

el mundo de la relación”37.

Toda la consistencia de la bondad de mi ser y de mi

obrar, llegará como un torrente al corazón del otro

respetando su libertad. Si toma lo que ofrecemos no podemos

requerir ninguna cosa a cambio. Todo quedará envuelto en

una gratuidad absoluta como la lluvia que cae sobre los campos de

los buenos y de los malos, tan sólo con la experiencia de haberme

llevado al fondo de una actitud en donde el otro no es

deudor de mí, sino que yo soy deudor del otro, porque sin

él no hubiese podido vivir la experiencia de la belleza de

la gratuidad nacida de la profundidad de mi ser, llegando

hasta la gratuidad como plenitud 38.37 M. BUBER, Yo y Tú, Caparrós editores, Madrid, 1998, 18.38  “Esta segunda interpretación presupone una interpretaciónfilosófica capaz de fundar una conciencia serena y pacífica con el“destino” humano. Un ejemplo, entre otros, se encuentra en lafilosofía de M. Blondel (1861-1949), que parte precisamente delinterrogante sobre el sentido de la vida para llegar, aunque a travésde un “método de la inmanencia” criticable, a la certeza del Absoluto.De hecho, sin la conciencia de esta relación con la raíz del propioser y del universo (destino, Dios) no puede haber una relación de“gratuidad” con las cosas y con los demás hombres, a los que les quedasólo la suerte de ser poseídos, consumidos. La “gratuidad” sólo sepuede expresar cuando se mira a otros hombres, a sí mismos y a lascosas, a partir de una relación serena con el Absoluto, que llena desí mediante la “gracia”. S. GALEANO, Diccionario de Ciencias de la Educación, voz

65

Desde este último punto de vista, que nos pone ante una

de las cumbres más altas alcanzadas por el hombre, que es

la de su madurez interior, “la gratuidad es la expresión

más plena de la pobreza de espíritu, una pobreza que

significa confianza, certeza del amor recibido que

necesariamente se convierte en amor donado. La gratuidad es

y manifiesta la verdad del amor de Dios, más aún que el

amor humano”39. Entonces, si esto es así, la belleza de la

gratuidad será pues, la fuente de donde dimana; en una

palabra: consistencia de su amor.

5.1 El cerrarse del esteta y el abrirse del narcisista

Como la diástole y la sístole, movimientos que afectan

vitalmente el corazón del hombre, así para llegar al

equilibrio del hombre maduro que socava el narcisismo, el

esteta debe cerrarse y el narcisista abrirse. ¿Cómo

entender ese cerrarse del esteta? Entremos un poco en esta

enredo conductual del esteta guiados por la reflexión de

Blondel:

“Después de reconocer las dificultades decisivas de su

método, en vano busca el esteta-asceta vivir como varias

vidas contrarias a la vez a través de una multiplicación de

gratuidad, Paulinas, 1019.39 A. CENCINI, Por amor, con amor, en el amor, Sígueme, Salamanca, 2001, 245-246.

66

sus experimentos. Siente que en todo instante, mientras vive

encantado con sus propias emociones, un artista admirable

pero incompleto muere en él, para renacer siempre

imperecedero y siempre inmortal. Nunca conocerá la vanidad

de todo si no lo ha agotado todo, y nunca, ni él ni nadie,

agotará todo hasta el fondo”40.

Si como se ha sugerido, queremos volver al equilibrio

existencial, saliendo de la mentira que nos invade en el

narcisismo, hay que detenernos ante la pregunta moral

sobre la existencia e interrogar su sentido y su fin. El

esteta, desplegando las facultades sensitivas sublevadas

para con la razón, se somete a la dictadura dominante del

placer. Los determinismos incorporados a la personalidad

desde una diversidad de aspectos y momentos se presentan en

una variedad de manifestaciones. Tarde o temprano lastiman

con la contradicción de lo que se quisiera ser, y la

decepción de lo que ya se ha sido.

El Don Juan tiene que comprender que ese despilfarrarse

de su supuesta hombría, no es más que una máscara de su

propia impotencia y temor. Y al agotamiento de todas las

armas para conquistar, tiene que seguir la fortaleza

ilusoria para comenzar de nuevo consumiéndose en ese inútil

deseo. Dorian Gray, tiene que desdecirse del trato con el

diablo, cuando vendió su alma, y recomenzar el doloroso

retorno hacia la interioridad, penetrando hasta donde las

posibilidades permitan y nos ayuden a comprender y

responder en qué consiste ser hombre. 40 M. BLONDEL, La Acción, 34.

67

Esa sensación de la que habla Blondel, pierde, como ya

lo deja entrever, su verdadera razón cuando el esteta se

extiende desde ella para autodisfrutarse en la

voluptuosidad que satura sus actos pero que a veces puede

pasarle como inadvertida la fuga de sí que al mismo tiempo

realiza en esa inquietud flotante. “Desde lo alto de esa

ciencia de la vanidad”41 no percibe que el torbellino del

placer es un grito desmesurado que pudiera escuchar, e

interrogarse desde allí sobre el porqué de este insaciable

apetito. La sensación como parámetro degenera de hecho, no

sólo en los vicios de los mal controlados sentidos, sino

que lleva hasta convertirse en conducta que define la vida

desde ese ángulo de la degradación como se verse con

claridad en la fenomenología psicológica de la pornografía,

por ejemplo.

¿Qué significa pues que el esteta se cierre? En

palabras llanas, significa que modere su vertirse al

exterior como decía san Agustín, “te buscaba fuera, pero

estabas dentro”. Es sin duda, cerrarse a la enajenación en

la exterioridad, en la sensación pasajera o superficial,

este cerrarse es al mismo tiempo abrirse a la interioridad

profunda de sí, de la cual huye en la abstención moral.

“Sin duda, el cansancio incurable de la voluptuosidad, las

decepciones del saber y la inmoralidad clamorosa del mundo

contribuyen en nosotros a una obra interior de desposesión.

41 M. BLONDEL, La Acción, 34.

68

Pero es de la voluntad íntima, y de ella sola, de donde

surgirán la desaprobación y la liberación del ser”42.

Sería entonces volver como el hijo pródigo derrochó la

herencia en ese país lejano de la vacuidad, haciendo de

sus sentidos una explosión de placer que lo arrastró a la

inmundicia, a esa casa donde el anciano bueno recibe al

harapiento, y le hecha los brazos al cuello para

enfrentarlo con la realidad y no permite que por su

narcisismo se odié ahora por otro motivo, guarda silencio

ante el “no merezco más llamarme hijo tuyo, trátame como a

uno de tus jornaleros”43. No se escucha sólo la tonalidad

menor retadora del conócete a ti mismo que ha comenzado en la

más desgarrante realidad; sino la sinfonía del conoce al

Otro que te ama sin condiciones.

La veracidad del ser no se compagina con la fuga de si

mismo sino con el retorno después del autoexilio, a la

propia interioridad. Podrán las manos traer basura de las

bellotas o el olor de los cerdos, pero al fin se llega al

calor de la interioridad del Otro. Sobre de ese cuello

quizá, se desprenda aún el perfume lascivo de la estancia

donde se dilapidó la substancia, y se encuentre la huella

del placer. Pero ahora, después del calor de los besos del

anciano, se cerrarán las puertas para proteger la perla

encontrada y recobrada del fango. La antropología

metafísica frente a la psicología toma el lugar que por

42 Ibid.43 Parábola del Hijo pródigo: Lc 15.

69

derecho le corresponde en la interioridad humana, y a su

luz tenemos una nueva salida.

Si el narcisista bajo las características de esteta

debe cerrarse, el esteta como narcisista debe abrirse.

Bástenos recordar a Dorian Gray44, la novela de O. Wilde

que, aunque desde la fantasía del autor, nos presenta un

refinado narcisista, en quien encontramos sus

características inequívocas que por las complicadas

sutilezas de la autolatría llega al colmo de ser asesino y

suicida.

El análisis crítico de la figura de Dorian Gray (ver

nota 44) nos sitúa en el centro de la propuesta que

venimos analizando. Aunque no nos interesa directamente el

aspecto psicológico en cuanto nos introduce en el estudio

de una patología, sí por el contrario nos interesa la

mentira encarnada como vivencia continua, como traición a

la interioridad y como aquella segunda naturaleza de la que

nos habla la moral, que envilece y destruye el ser

originario del hombre. “La abdicación moral no es posible

ni sincera, menos aún que la abstención metafísica. A

fuerza de arte y de ciencia y de experiencias sutiles, se

44 “Aunque la historia de Dorian Gray es imaginaria, es válida la ideade que una persona puede presentar apariencia física que contradiga suser interno. Me ha sorprendido la cantidad de personas narcisistas quese ven más jóvenes de lo que son. Incluso sus rasgos y sus rostrostersos no presentan ninguna línea de preocupación o de problema. Estagente no permite que la vida la toque – específicamente, no permiteque los eventos internos de la vida alcancen la superficie de su menteni la de su cuerpo. Esto constituye la negación del sentimiento. Perolos seres humanos no son inmunes a la vida, y en estos casos elenvejecimiento ocurre internamente” A. LOWEN, Narcisismo o la negación del yo,43.

70

descompone en vano el organismo espiritual para

desarticular los mecanismos elementales de la vida y

convencerse de que no subsiste nada de ella”45. ¿Cómo

lograr entonces una propuesta para motivarnos para salir de

nosotros mismos y descubrir el mundo maravilloso de la

realidad del otro? ¿Cómo llegar a convencer a la persona de

que se asome a su interioridad y motivar su existencia para

que ésta deje que la vida del otro repercuta positivamente

en él y lo enriquezca con su alteridad al abrirse?

Aunque muy complejo en los determinismos psicológicos,

el abrirse del narcisista en un proyecto de rehabilitación

interior debiera de comenzar con la búsqueda de la verdad

en su vivir cotidiano iniciándose en la práctica de tres

virtudes, entendiendo por virtud la fuerza y la lealtad

mantenida en orden a un valor, en este caso la persona. En

este camino, el primer paso es la atención a la

interioridad como virtud fundamental vertida sobre el mapa

de la propia alma.

a) La atención a la interioridad. Aquí encontramos dos puntos,

el primero la “atención” punto capital en la tradición

budista que ha desarrollado este punto con maestría,

columna vertebral del crecimiento espiritual al hacerla

convergir a la interioridad como un aspecto de un valor

capital, la propia persona, no la imagen. Como actitud

primaria es básicamente un cuestionarse sobre la conciencia

de ser persona, cuya constitución ontológica la proyecta a

45 M. BLONDEL, La Acción, 42.

71

un fin fuera del tiempo, pero cuyo valor se construye en el

tiempo al lado de los otros en una acción que no los puede

ignorar. Detrás del yo resplandece la dignidad de ser

persona en donde está todavía tibia la huella de la

Trascendencia. Sin duda desde el narcisismo uno es incapaz

de descubrir que el corazón grita pidiendo la autenticidad

en el más radical de sus significados. La paradoja de

repeler el propio límite existencial queriendo

transgredirlo en la enajenación imaginativa que degenera en

el cerrarse en sus límites para ser curvado en la

autolatría, pero que al mismo tiempo posee como capacidad

en la consciencia de sus límites el paso seguro y firme que

puede llevarlo al descubrimiento del Absoluto en quien

invirtiendo la dirección de las obras debe desembocar la

adoración. Saliendo de su temerosa sombra descubra su

presencia como la Verdad Seductora y como la Belleza

añorada, es posible vivir una dimensión radicalmente nueva

del ser. Por la atención, se descubre sin mucho esfuerzo,

el hecho de nuestra contingencia e indigencia ontológica.

Se descubre que la fuente de la belleza está más allá de

los muros de nuestra personalidad.

Se nos ha donado el ser y somos por esencia

dependientes en esta línea de una manera absoluta. Nuestro

ser lo debemos a la gratuidad de Otro que nos lo entrega

para que hagamos con él una obra de arte que traspase el

tiempo, o un fracaso interior con todos los riesgos que

ello conlleva. Si es atenta a sí misma, la persona

narcisista verá que se ha arrastrado por caminos del placer

72

y de la irreflexión que le dejan un vacío; que subyace en

él la nostalgia por su originalidad y que la única tarea,

por enfrentar nuestra falsedad pero que asegura la

libertad, es el descubrimiento de los determinismos.

b) La sinceridad. Junto a la atención, debe poner la

virtud de la sinceridad. Se trata aquí no sólo de un

comportamiento ético para consigo mismo y con los otros

sino de “una propiedad del ser. De claridad, transparencia,

honestidad y lucidez del ser humano”46. Ardua tarea de

reconstrucción interior, pero es lo mejor para salir del

estanque que nos ofrece desde sus contaminadas aguas la

imagen que sustenta la tragedia griega. Estas

características señaladas por Boros, apuntan a la relación

interpersonal pero trabajándolas antes en el taller de la

intimidad silenciosa, donde junto a la sinceridad

iluminante, esté también la humildad, y la imperturbable

constancia de conocerse para aceptarse a si mismo en la

desnuda realidad de lo que somos. En la aceptación de

nuestra realidad limitada. Allí donde sólo se es el que se

es. En la aceptación de la imperfección humana como la

herida que permite a Dios entrar, como decía Ernest Kurtz.

Habrá que modificar desde la raíz la segunda naturaleza y

volver a la simplicidad del ser, así como nace de su

Supremo Principio. Habrá que despojarse de la imagen47 y46 L. BOROS, Incontrare Dio nell’uomo, La Scuola, Brescia, 1968, 118.47 “La imagen es realmente una parte del yo. Es la parte del yo queenfrenta al mundo, y adopta su forma a través de los aspectossuperficiales del cuerpo (postura, movimiento, expresión facial,etcétera). Como esta parte del cuerpo está sujeta al control

73

dejar que emerja, esté como esté, la realidad del yo. En

definitiva, una transformación desde la profundidad del

ser, desde la metafísica de la persona.

El romper las propias imágenes cotidianamente se

convierte, definitivamente, también en un giro de

autosinceridad ascético que abre al otro, en una

“mortificación” que se manifiesta como una conversión de

la falsedad a la verdad existencial, dónde además la

persona se coloca frente al otro como semejante abriendo la

puerta a la sinceridad en vez del juego falaz de poder en

la imagen. Esto nos abre el camino para la autoaceptación,

pues nada que se esconda se puede aceptar.

Recordemos que en términos metafísicos la falsedad

narcisista disminuye la intensidad del acto de ser en el

hombre, y su apego a la verdad lo intensifica por el

enriquecimiento que en su espíritu se da por la adecuación

con la realidad que la verdad supone. He aquí una

rehabilitación metafísica.

c) La autoaceptación. “¿Qué cosa constituye la premisa de

todo propósito moral verdaderamente eficaz, para rectificar

torceduras, fortificar fragilidades, reequilibrar excesos?

Se debe responder: Es la aceptación de aquello que es, la

aceptación de la realidad, de la realidad tuya, de las

personas que están en torno a ti, del tiempo en el que

consciente de la voluntad o ego, puede ser modificada para que seaacorde con una determinada imagen. A. LOWEN, Narcisismo o la negación del yo,46.

74

vives”48. La aceptación no significa una cínica

autocomplacencia falaz o una argucia de la propia malograda

existencia. No es el gozarse en padecer inútil pues

evidentemente eso sería insensato y precisamente artimaña

de nuestro narcisismo ante la obscuridad del miedo que le

acecha. En la aceptación:

“no se trata de un pasivo y débil padecer todo, sino que

se trata de ver la verdad y de disponerse a considerarla,

resueltos naturalmente a la fatiga y, si es necesario, a

la lucha por ella”49

La autoaceptación no es algo que se pueda dar por

sentado, como si fuera algo espontáneo. Hemos visto como

nos lanzamos a las máscaras y a la existencia falaz. En

estas actividades se evidencia la pretensión de escapar de

aquello que es. La actitud narcisista que hemos descrito

muestra la extrema deficiencia en la autoaceptación en la

que su ausencia es el grito desesperado de Narciso.

En primera instancia consideramos que aceptar, pues,

no significa mediocridad o cinismo, no es una lasciva

tolerancia del mal, ni es conformarse a él o con él, en la

implícita traición que de sí mismo que ello significaría.

Tampoco será que actuemos como si aquello no existiera o no

tuviese importancia. No es el sometimiento del esclavo.

48 R. GUARDINI, Virtú, temi e prospettive della vita morale, Morcelliana, Brescia,2001, 33.49 Ibíd.

75

“La acción de aceptación es una actitud que arranca desde

lo más profundo del hombre y que no implica sumisión,

resignación, complacencia, dependencia o algún tipo de

capitulación o derrota. La aceptación no tiene carácter de

vasallaje. La aceptación no doblega a quien la practica

como sucede con la conformidad, la sumisión o la

obediencia.”50

La aceptación no es indiferencia. Hacer como que algo

no existe o “resignarse” cruzando los brazos (entendiéndolo

como claudicar) no es aceptar. Porque puedo adoptar una

actitud pasiva y pusilánime ante aquello que se me presenta

a causa de una negación psicológica, en la que mi alma

simplemente cierra los ojos y camina junto al desfiladero

de la existencia, sin entrever el aguijón del autorechazo

implícito que vive. Aceptar implica el acto contrario de

coraje y agallas. Aceptar implica zambullirse en las

profundidades de un acto fundamental, que supera el simple

hecho de constatar con los ojos o con el pensamiento frío y

discursivo: “esto es así”. Este acto es necesario y le

precede, pero no es suficiente para entrar en el templo de

la paz de la aceptación y sondear sus aguas cálidas. Será

más bien abrazar aquella realidad, significando con ello el

tomarla en nuestras manos para dar una respuesta

axiológicamente digna a aquello que hemos contemplado como

“esto es”. Entonces pues para aceptar en verdad es

necesario un acto más profundo que el simple discurrir

lógico que dice “esto es”... “ya que no es de ninguna50 R. PETER, Sobrevivir la perfección, BUAP, Puebla, 2002, p.35

76

manera obvio que nosotros aceptamos íntimamente con

prontitud de corazón aquello que es...”51

Se acepta con el corazón, se abraza la realidad con

frecuencia y en primera instancia en el dolor y no desde la

aciaga resequedad del silogismo chocante o de la idea dura

del discurso racional, que representa más bien, con

frecuencia, el acto fugitivo del filósofo. La auténtica es

un acto del alma consciente que acoge entre sus alas este

trozo resquebrajado de lo real que se presenta interpelante

como algo ante lo cual he de responder. La aceptación

genuina supone el hecho de aceptar aquello que es, y

“aquello que es” pasa por el hecho de acoger, en primera

instancia, “aquello que es en mí”. El meollo de las

vibraciones del espíritu encarnado: nuestra experiencia

afectiva.

Hemos dicho que aceptar implica una respuesta, sin

embargo no implica cualquier tipo de respuesta, sino sólo

cierto tipo de respuesta que enaltece el espíritu humano.

Porque no puedo no responder. Mi pasividad o mi conformismo

ante aquello que se me presenta es ya un tipo de respuesta,

una elección frente a ello. No “hacer nada” es ya hacer

algo. Pero este no hacer nada implica que he elegido tratar

aquello que existe como no existente. Porque mi postura de

fondo es “querer no ver”. En la acogida de lo real como

es, la aceptación purifica los ojos humanos como si fuera

la saliva del Mesías ante el ciego anhelante. Brota en ese

movimiento de elevación la libertad que conlleva el

51 R. GUARDINI, Ibíd.

77

adueñamiento de aquello que verdaderamente estamos

incorporando como lo real. Por eso la “aceptación es más

bien una forma de superación... la aceptación enaltece”52.

En el sentido que nos interesa ahora, aunque abordado

de manera inversa, la aceptación de lo otro y del otro,

supone la aceptación de sí mismo. En la aceptación de sí

mismo se encuentra ya un acto ético que dispone al

resplandor de la libertad.

“El principio de cualquier propósito y conquista moral

esta en el reconocer aquello que es; incluyendo los

errores y los defectos. Solamente si decido lealmente

llevar el peso de mis defectos, alcanzo la seriedad y sólo

en un segundo tiempo puedo entonces comenzar el trabajo

para la superación”53

La aceptación de aquello que es, sobretodo empezando

por sí mismo, es una experiencia de naturaleza

esencialmente intuitiva, es decir, de corazón en el sentido

pascaliano. Y produce en el hombre una especie de paz

reveladora a causa de la experiencia de la verdad. Esto, a

su vez, a causa de que en esta verdad se constata la

consistencia ontológica que le es connatural. La aceptación

es la suave y alegre caricia de la verdad. “De esta manera,

a través de la ‘aceptación de sí mismo’ el hombre honra su

condición limitada. Simpatiza con su ser frágil y

52 R. PETER. Ibíd.53 R. GUARDINI, Virtú, temi e prospettive della vita morale, Morcelliana, Brescia, 2001, 38

78

quebradizo”54 porque es un estar de acuerdo consigo mismo

en su realidad creada al tiempo de la renuncia gradual a la

autolatría que lo ha desgajado. Por ello la aceptación de

sí mismo, pasa, en última instancia, por la aceptación del

Fundamento de sí mismo, es seguir la trama de los hilos que

sostienen su existencia hasta su principio, o recorrer el

río de la propia existencia hasta la fuente dándose cuenta

que esa agua proviene de la nubes gestadas en el mar, el

mismo mar que desde su corazón le reclama. Nos referimos al

“Único necesario” de Blondel y al cual la voluntad de ser

tiende, el totalmente Otro, la Alteridad Absoluta.

La aceptación de sí mismo es el primer paso (lógico)

para acceder al amor a uno mismo, que supone un obrar moral

de gran altura. “La autoaceptación significa que estoy de

acuerdo en existir, en sentido puro y simple”55, sin estar

poniendo condiciones ahí donde en el don de la existencia

nadie me puso condición alguna para existir. Aceptarme

significa aceptar el don de existir tal como se me ha dado.

Entonces paradójicamente la autoaceptación nos remite

a la aceptación de la trascendencia, que en la autolatría

narcisista queda resistida. No puedo ser capaz de aceptarme

a mi mismo si permanezco encerrado en el claustro de mí

pobre existencia, si no salgo de la caverna platónica a

respirar la suave brisa del veraniego sol cuyo nombre

inefable se imita en los labios humanos. He de abrirme a la

aceptación que el Donador del ser a hecho primero de mí,

54 R. PETER, ibíd, p. 5055 R. GUARDINI, Ibíd.

79

precisamente en la donación que del ser me ha hecho, y que

“la muerte de Dios” o la abstención esteta o diletante

recusan.

La aceptación de si mismo, empuja a ir más allá de la

superficialidad de una vida sin sentido o más allá de

inmanente sentido autolátrico y, distanciándose de aquello

que ha sido, proyectarse lo que ahora, con firme decisión,

se quisiera ser. Nace entonces una nueva forma de afrontar

la vida. La cuestión psicológica se tomará en las manos

partiendo de la realidad, y la fidelidad a los nuevos

valores comenzará a germinar. Será la hora del parto donde

se harán concretas las demás virtudes de las que hablábamos

anteriormente, haciendo evidente una dolorosa ontogénesis

pero también manifestando que el hombre puede decir no,

con todas las fuerzas, a la pusilanimidad narcisista a la

que se ha condenado a vivir y, comenzar a vivir desde otra

dimensión humanidad: el compromiso de ser fiel a sí mismo,

frente al valor que llama y que transforma.

5.1.1 El despliegue de la libertad

Al llegar a este punto nos damos cuenta que

innegablemente, para salir del espejo opresor del

narcisismo, es incuestionable el uso de la inteligencia y

la motivación de la voluntad. Si en una reflexión sincera,

el narcisista se pregunta con entereza ¿Quién soy yo? y, si

discurre sobre estas tres palabras inquietantes, el quién

lo detendrá en medio de la multitud, exigiendo el

80

conocimiento de la propia individualidad. El verbo,

necesariamente enfrentará la serie de actos que como

eslabones, han compuesto con su irrenunciable peculiaridad,

la cadena enmohecida o brillante de la vida que ahora, se

detiene como Edipo ante la Esfinge, obligado por el peso de

la pregunta de todas las preguntas pero que tiene la más

avasalladora de todas las respuestas.

El pronombre en primera persona del singular, yo,

hace que todo ese mundo saturado de interrogantes

terribles, sea atraído por su imán cayendo exactamente en

su centro, para que desde allí, se conduzcan los pasos

hacia la nueva meta. Es decir, la rehabilitación del yo.

¿Quién soy yo? Soy una persona con su propia singularidad y

dignidad. Yo soy este prisionero que puede conquistar con

sangre, sudor y lágrimas su desconocida y sin saberlo deseada

liberación.

“La libertad tiene por conditio sine qua non la reflexión:

no existe libre decisión y consecuente acción, sin

deliberación y elección”56. Si el narcisista ha podido

descubrir la miseria lacerante de su ser en acto, puede por

lo mismo descubrir su contrario en potencia. Una vez

descubierto este bien como posible, comenzará aquí el

protagonismo de la voluntad que libremente se inclina hacia

él, decidiéndose a conquistarlo. La voluntad poco a poco se

irá fortificando, pero lo que debe inmediatamente quedar

claro es que ella misma sea buena. Más que fuerza

56 S. D’AGOSTINO, Dall’atto all’azione, Blondel e Aristotele nel progetto de “L’Action”, PUG,Roma, 1999, 200.

81

castrense, la voluntad necesita de la bondad profunda. El

actuar inicia una relación con la libertad sin duda

incipiente. Pero es como el ave que vivió durante mucho

tiempo con las alas atadas que empieza a contemplar el

cielo, segura de que podrá volar.

La libertad será como la plantita recién germinada en

el surco, sujeta a las alteraciones del tiempo, sujeta a

las tempestades que le vienen de arriba, pero también a las

resequedades que subirán del suelo. Habrá que observar con

exquisito cuidado, pero con la firme decisión de no

permitir que perezca, porque “el acto libre es el verdadero

hecho primordial; de hecho, en él y sólo en él, el sujeto

está presente a si mismo, sin que sea posible distinguir el

momento de la presencia y el momento de la elección”57.

En lo quebradizo de la existencia, el narcisista que

llegue hasta aquí, habrá comenzado ese despliegue de la

libertad en donde sin duda, irá descubriendo todas las

limitaciones, todas las carencias. Pero tendrá la certeza

interior de ir construyendo desde su propio barro, la

dimensión más densa que al hombre le da el toque de vértice

sobre el mundo, es decir la prerrogativa de ser libre contra

viento y marea, dirigiendo el timón bajo la estrella polar al

puerto al que ha decidido llegar. La libertad, después de

iniciar su despliegue, en el proceso de crecer tendrá la

necesidad de irse fortificando poco a poco. Aquí, con la

humilde sumisión del esclavo que construye la gran

57  J. DE FINANCE, Cittadino di due mondi, Librería Editrice Vaticana, 1993,145.

82

pirámide, los actos buenos repetidos serán como los

ladrillos que irán dándole cuerpo a los cuatro costados de

la existencia. Si el autólatra, narcisista o esteta, llega

a descubrir bajo la luz de la verdad el error con el que

confeccionaba su vida y que determinaba sus actos hasta la

corrupción, ahora se encuentra frente al oriente, al que ha

llegado con fatiga, pero llevando a la espalda el mejor

botín, el inicio de la conquista interior.

En la jaula de los determinismos se habrá abierto con

el cincel de la reflexión que busca el sentido de la vida,

una abertura que por estrecha que sea, será siempre

significativa. Por ella puede iniciar, alumbrada por la

antorcha de la inteligencia que tiende a la verdad, la

liberación del calabozo, ese gran éxodo por donde el

esclavo puede empezar la huida saboreando el retorno hacia

la libertad. El bien descubierto entre las telarañas del

obscuro calabozo tendrá que ser conquistado no sólo con la

fuerza de una voluntad incólume, sino con la sutileza de

una voluntad sabia, con la clarividencia de una voluntad

buena, y con el servicio de una voluntad humilde que se

somete a la atracción del bien para empaparse en él. Porque

“la humildad es una especie de subordinación a la verdad

conocida”58, una vez iniciado el camino será necesaria una

lealtad ante el valor descubierto y ante el yo descubridor.

No se trata de llegar a una actitud kantiana, sino de

resarcir con la mejor argamasa la rotura por donde se

escapaba el aceite de la lámpara sin llegar a alumbrar. El

58 M. RHONHEIMER, La perspectiva de la moral, Rialp, Madrid, 2000, 183.

83

hombre como unidad indisoluble de alma y cuerpo, desde la

perversión de su imagen y desde el desconocimiento de su

alma en el trastorno narcisista de la personalidad, no está

irremisiblemente condenado a vivir disminuyéndose por este

mal. Con la toma de conciencia de sí mismo, de su ser y de

su actuar, puede por supuesto, desde los iniciales

despliegues de su libertad, iniciar la nueva conquista de

su originalidad, la conquista de ese yo al que la cultura

desde diversos ángulos encajonó y marcó. Porque al fin y al

cabo, en esto radica también el reto de ser hombre, y

porque sobre todas las cosas, solamente la verdad nos hace libres.

El despliegue de la libertad recientemente iniciado, deberá

tener siempre presente el fin al que se pretende llegar,

fortificando y purificando los medios para alcanzarlo. Tal

vez tapándose los oídos como Ulises para evitar la

seducción de las sirenas, o soportando la sed ante el oasis

aparente para evitar que se refleje la imagen, y continuar

de frente sacudiéndose de los ojos el espejismo engañador.

5.1.2 La administración de los determinismos

La vida del autólatra es como una noche de invierno,

obscura y fría en donde si el otro debe llegar, es

necesario que se rasguen las tinieblas de su autoconcepción

para que la presencia de este otro sea como una ráfaga de

luz.

No es difícil imaginar el calvario del autólatra para

descubrir al otro, que se presenta, en esa atmósfera

84

obscura y fría como alguien al que se le desconoce en lo

más íntimo de su personalidad y se le toma por fantasma

invasor.

Los determinismos con los cuales a lo largo de la

historia se ha configurado la capacidad perceptiva del

narcisista para percibirse él y percibir al otro en la

dinámica del conocimiento, hacen que su cosmovisión

adolezca de la justa medida entre lo que las cosas y las

personas son, con lo que él pretende que las cosas y las

personas sean. Desde el momento en que existe un trastorno

en la persona hay que encender el candil para rastrear el

por qué y llegar hasta la causa donde se origina. Si el

narcisista como hemos visto, sufre de tales desequilibrios,

éstos en su mayoría, sin duda no han surgido de su libre

querer. Nadie puede querer libre y sapientemente su

disminución, ni exterior ni interior. Nadie puede elegir

libérrimamente el mal para convertirlo en el subsuelo sobre

el que se construye la vida ¿De dónde entonces surgirá la

libertad que nos lleve a vivir de una forma satisfactoria y

profunda el oficio de ser hombres? Naturalmente que de la

sabia y prudente administración de los determinismos que durante

la historia particular de cada uno han ido tejiendo con sus

diferentes hilos la tela de nuestra vida.

Pero ¿cómo entender los determinismos? “En una acepción

general, el determinismo sostiene que todo lo que ha

habido, hay y habrá, y todo lo que ha sucedido, sucede y

sucederá, está de antemano fijado, condicionado y

establecido, no pudiendo haber ni suceder más que lo que

85

está de antemano fijado, condicionado y establecido”59. En

el aspecto psicológico, que nos acerca más a nuestro tema,

se dice que: “el determinismo psicológico es aquel según el

cual la voluntad humana, en fuerza de causas que le son

externas e internas, está necesitada en un modo tal que

toda decisión suya no puede ser diversa de aquello que es,

y por lo mismo es inadmisible la libertad”60.

Nosotros, sin entrar en detalles, sabemos que esto es

erróneo y conocemos la falsedad de la negación del libre

albedrío. Por eso, en esta línea que vamos desarrollando

resulta de mucho peso la postura de S. Babolin, quien

sostiene y comprueba que “somos libres en la medida con

que somos capaces de llegar a administrar nuestros

determinismos. Nuestra libertad está condicionada; y si no

fuese tal, no nos pondría ningún problema”61. En la

directriz de nuestra reflexión hemos querido hablar de la

densidad ética y estética de la gratuidad. Esto implicaría

entonces afrontar los determinismos que acuñaron,

fortalecieron y definieron el narcisismo que determina a

una persona como tal, sin perder jamás de vista que si bien

es cierto que todos tenemos nuestros determinismos, también

es cierto que “hay un determinismo dentro de la libertad

(no somos libres de ser libres), y que hay una libertad

dentro del determinismo”62, lo cual nos abre la posibilidad

de ser tan libres cuanto queramos, presuponiendo entonces

59 J. FERRATER MORA, Diccionario de Filosofía, I, 846.60  A.M. MOSCHETTI, Dizionario Enciclopedico di Filosofia, II, 857.61 S. BABOLIN, Determinismo e libertá, 1. (Dispense FO2341).62 Ibid.

86

la tarea complicada y dolorosa de saber administrar todo

aquello que nos determina desde todos los ángulos. Esto

hará encontrar al narcisista su averiada existencia que, en

la mayoría de los casos se configuró desde el seno de la

madre, en el desarrollo de la personalidad, y, más que

nada, en el paso de la temprana edad que va desde la

infancia a la adolescencia.

“Por ejemplo, los niños de padres narcisistas están bajo

riesgo, en el primer año de la vida, a causa de la falta de

empatía de los padres, que determina su incapacidad de

satisfacer las necesidades de los hijos. La omnipotencia

propia de los padres implica para el niño el instaurarse de

un ciclo de ausencia de limites, hiperindulgencia e

incoherencia, que mantiene y contribuye a la preservación

del Sí grandioso. En la mente de los padres el niño tiene

un rol específico, un rol que le es atribuido y que

contribuye a su despersonalización”63.

Están en los determinismos de nuestra cultura que

quiere homologar a la mujer y al hombre, desde la forma de

vestir hasta la forma de querer, pensar y actuar con la mal

entendida equidad de género. De tal manera que el hombre de

nuestros días, sin un criterio crítico y una voluntad

serena, fácilmente se convierte en títere manejado por

determinismos que ni siquiera le vienen de él, sino desde

ajenos intereses utilitaristas y por lo mismo cosificantes.

Son los medios de comunicación a gran escala quienes

63 E. F. RONNINGSTAM, I disturbi del narcisismo, 101.

87

proponen ahora el modo de comportamiento, violando la

interioridad de la persona y estableciendo parámetros

difícilmente superables. El actuar en cuanto humano resulta

ser una improvisación subyugada por lo que piensan y dicen

otros, olvidándose de entrar en el santuario de su

conciencia profunda, y hacer brotar de ahí esa pauta

definitiva de la vida como la más noble de todas las

tareas que implica vivirse con fresca reciedumbre.

“Pero he aquí que haciéndose dueño del determinismo, el

pensamiento lo mide, lo juzga y juzgándolo, lo opone a sí y

le esquiva. Lo opone a sí, porque pensar objetivamente,

significa, en cierto modo distinguir de sí, tomar una

distancia ontológica. No existe juicio que no incluya una

reflexión del sujeto sobre si mismo y sobre su relación

consciente con el otro. […] La dura ley que hasta entonces

ha guiado mis pasos ciegos, ahora que me le pongo enfrente y

la confronto con el Universal, no es para mí nada más que un

objeto particular, con un valor singular, que puedo

decididamente negar así como aceptar”64.

Existe entonces la obligación de ser hombres

inteligentemente reflexivos. De saber entrar hasta lo más

hondo de nuestro propio yo y arrancar de raíz toda la

maleza que ahoga el grano que comienza a germinar. Es

posible vivir desde la hoguera de la libertad, en donde las

brasas de los determinismos chisporrotearán hasta hacerse

64 J. DE FINANCE, Esistenza e Libertá, Librería Editrice Vaticana, 1990, 15-16.

88

cenizas, dejando que emerja la llama de la libertad.

Ciertamente de una libertad condicionada por nuestra

creaturalidad y contingencia como modo radical de existir,

pero que al fin nos parangona con el Infinito.

El ejercicio de la libertad viene a ser pues, la

médula espinal en el sabio manejo de los determinismos que

nos configuran. “El fenómeno de la libertad es

necesariamente producido, es una manifestación de la

voluntad que quiere ella misma, en tanto que posee una

iniciativa o un acto que trasciende todo el determinismo de

la naturaleza”65.

5.1.3 La necesidad del otro

El narcisista que desde su misantropía66 vive para si

mismo no puede, desde ésta, realizarse como persona, ya que

ser persona implica la relacionalidad. Cierto que establece

relaciones con los demás, pero unas relaciones que no nacen

en la sana normalidad de lo humano. Su relación con los

otros se da en cuanto busca en ellos su satisfacción o,

cuando tomándolos como una especie de sacerdotes que

ejercen un culto limítrofe entre perversión y locura, él

como ídolo en torno al que giran ellos resplandece en sus

altares, construidos con los mármoles de su vanidad y

recibiendo el incienso de la adulación y el egocentrismo,

autogestionados desde unas relaciones turbias.

65 M. RENAULT, Determinisme et liberté dans “L’Action” de Maurice Blondel, 137.66 Del griego μίσος, «odio», y άνθρωπος, «hombre, ser humano»

89

Aún así, aparece la imposibilidad de su autosuficiencia

porque siempre necesita de espejos. Pero sin embargo, si

acepta el proceso sobre el que venimos reflexionando como

una propuesta de salir de su encerramiento egoico, la

necesidad del otro adquiere capital importancia. Ya no se

le puede pensar como un sujeto objetivado sino como sujeto

capaz de responderme desde sus ricas diferencias lejanas

de mi centro, pero desde su constitución ontológica como

alguien que también puede relacionarse conmigo en la

cercanía de los mismos elementos que nos constituyen como

personas. Pero ¿ quién es el otro y por qué se tendrá

necesidad de él? “El otro es el otro hombre”67. Este o

aquel con quien puedo ser el que aún no he sido, y que

desde la dimensión de lo netamente positivo puede ser el

camino para mi justa realización. En el descubrimiento del

otro, el narcisismo se quiebra. Se inicia la peregrinación

conciencial hacia el reconocimiento que para ser plenamente

hombre, tengo del otro una verdadera necesidad. No para que

satisfaga mis necesidades o para que colme mis egoísmos,

sino porque sólo en la relación con él puedo encontrar la

certeza de amar y ser amado. La percepción del mundo, y del

otro en él, comienza a tener una cierta luminosidad que

llega a plena luz cuando el otro se nos presente como un

tú, con quien necesariamente las relaciones se hacen

cercanas y hondas.

67 J. ORTEGA Y GASSET, El hombre y la gente, en Obras Completas, VII, AlianzaEditorial, Madrid, 1997, 137.

90

“El ser del hombre, por imperativo de su constitución

ontológica, se halla abierto a las cosas y a los otros

hombres, de modo que para ser hombre, necesita ser no sólo

con lo otro, sino principalmente con los otros”68. El

otro, para alguien que ha vivido encerrado dentro de su

propio ego, se convierte en un punto de referencia

existencial con quien puede confrontar su propia conducta

bajo la óptica del bien.

Una vez que se ha descubierto que yo, para sobrevivir

en esto que se llama existencia tenemos necesidad de

recurrir al otro, nos descubrimos también como dependientes

de alguien con quien se va entretejiendo la vida. Sobre

todo desde la interioridad, oculta por naturaleza, pero que

se asoma en la timidez de la incertidumbre, en cada uno de

nuestros actos más humildes. Del entumecimiento del

narcisismo el otro nos hace entrar en el dinamismo de las

relaciones sinceras. Porque

“procedente de otra fuente, venido de otra parte, el

infinito es como una irrupción en el círculo del yo, es

una ruptura de la totalidad. Se anuncia en un

acontecimiento nuevo, en una experiencia absoluta, que

Levinas llama la <<epifanía del rostro>>, apuntando con

ello a la manifestación desarmada y desarmante del otro

en la desnudez de su rostro y de su mirada: fenómeno

irrisorio desde el punto de vista del poder, pero que

68 J. SAHAGÚN LUCAS, Nuevas antropologías del siglo XX, Sígueme, Salamanca,1994, 32.

91

tiene una interpelación absoluta que quiebra la

interioridad en la que se parapeta la totalidad

egológica”69.

Es decir, ante la presencia del otro a quien necesito,

la densidad de su interioridad reflejada en su rostro

desnudo, y en la fuerza de su mirar con que atraviesa de

frente mi propia visión, llega hasta la interrogación misma

de mi obrar con él. Bueno o malo. Y sin duda, detenido en

las riberas de nuestro yo nos interpelará con su sola

presencia. La necesidad más grande descubierta es, que sin

él, sin el otro, yo no puedo ser yo, porque un yo es tal en

cuanto se refiere a un tú. Un tú con quien forjo la

irrepetibilidad de la vida, un tú, que más tarde, sin tal

vez decir palabra, con su solo silencio, podrá expresar, a

pesar de todo, la palabra tan esperada: ¡te amo!

5.1.4 De la relación idolátrica al descubrimiento del tú

Ya en nuestra reflexión anterior se vislumbraba la

aparición del otro como un tú, es decir como persona. Dada

su incapacidad de abrirse, en sus relaciones el narcisista

en la dinámica interna de buscar en el otro su propio yo,

crea una actitud idolátrica que lo esclaviza encerrándolo

en su propia jaula. El otro, es un puente sobre el que se

pasa para alcanzar en el extremo opuesto - a fin de

cuentas, al narcisista mismo –, la cúspide de la idolatría69 A. LÉONARD, El fundamento de la moralidad, 200.

92

en ese juego de replegarse sobre sí mismo para ser ídolo y

adorador. Toda dinámica relacional se matiza con las

características típicas de este tipo de personalidad que,

en la a autolatría alcanza su plenitud.

El otro se convierte en un ídolo que a la vez es un

autorretrato en donde se quiere encontrar un gemelo. Todo

de todo, hasta los caprichos más sofisticados de la

afectividad enfermiza que no son otra cosa, sino

prolongaciones externas de su interioridad. Una relación

así puede tomar la dirección hacia la homosexualidad que en

el narcisista encuentra un campo fértil, una fuerte

predisposición que en el ambiente propicio y con

circunstancias favorecedoras tiene todos los elementos

para salir ganando. “La homosexualidad pretende, por si

misma, descubrirse como una cosa sobrenatural; ella es

testigo de esto que el hombre sería o tendría al esperar

una visión menos psíquica de la sexualidad. Así se

lamentaría la creatividad del genio amoroso del hombre”70.

Una relación idolátrica desde el principio es

denigrante. El otro aparece no como persona, y ejercita un

rol de recibir un culto pervertido por un sin fin de

intereses. Piénsese en la situación afectiva del narcisista

o en la inversión del mundo interior y exterior del

homosexual. En el ídolo se proyectarán las necesidades

insatisfechas de estas plataformas que, más que encontrar

en el otro, alguien al que se le debe respetar desde lo

70 A. CHAPELLE, Sexualité et Santité, Editions universitaires, Bruxelles, 144,1977.

93

profundo de su alteridad, se llega a él con actitudes

seductoras y manipulantes.

Se crea un mundo o, mejor dicho un cosmos al que se

reviste de todo aquello que se necesita y que se quiere,

pero un cosmos que tiene mucho de irreal. El mundo

narcisista es un mundo donde impera la mentira. Al

acercarse al otro, el impulso que mueve no es precisamente

su alteridad humana, sino el substrato complejo de los

determinismos narcisistas. Como Narciso que no pudo abrazar

y entregarse realmente a su imagen, el narcisista fabrica

sus ídolos con la banal ilusión de unas relaciones que sólo

manifiestan su profundo fracaso.

Al ídolo se le reviste de aquello que se busca, y se

encuentra en él lo que se quiera encontrar, sin darse

cuenta que los mismos engaños creados, son los mismos

engaños creídos. La relación no es de persona a persona,

sino de persona a ídolo, en donde se buscan las mismas

características del idólatra que, cuando supuestamente las

encuentra, reduplica el conflicto. El narcisista no sabe

amar. Su sexualidad con profundas deficiencias hunde sus

raíces en las grietas del amor, y le llevará al ejercicio

de la genitalidad sin el carácter típicamente humano, ya

que adolece de una definición estable con la que el hombre

normal, se circunscribe en la vida desde su constitución

psicofísica para poder amar. Por eso es imposible que

conozca las relaciones que desde la verdad y el respeto,

conducen al santuario de lo íntimo, a la virtud de la

amistad o al amor esponsal.

94

“Los narcisistas utilizan el sexo como un sustituto del

amor y la intimidad. Tienen miedo a la intimidad porque en

ella se requiere que el yo se manifieste tal cual es. No se

puede tener intimidad y a la vez ocultarse detrás de una

máscara”71. La dimensión de lo íntimo es una experiencia

desconocida precisamente porque el narcisista se relaciona

desde su imagen. El ídolo creado para relacionarse, lleva

también a establecer contactos arrojados a la telaraña

tejida por ese segregar de diversas pulsiones, sin llegar

jamás hasta una límpida profundidad, en donde la lealtad a

lo íntimo jamás se da. La intimidad que se ofrece es tan

sólo como la cueva en donde el salteador de caminos acumula

lo robado; o el sótano vacío que quisiera llenar, pero que,

húmedo y obscuro, echa a perder lo que roba. Sin embargo,

dada la trascendencia del hombre que no se puede suprimir

jamás, ya sea por una serena y penetrante administración de

los determinismos o por las necesidades de confrontación

con la otra persona, el narcisista puede llegar, después de

muchos naufragios, hasta las playas de arenas resecas donde

termina su yo y comienza la inmensidad del tú. Ese mar de

profundidades desconocidas en donde el centro emerge por

medio de sus aguas, y donde la playa se humedece, cuando se

deja tocar por la ola caritativa que ya en sus hondas le

dice aquí estoy.

“El Tú me sale al encuentro por gracia –no se le encuentra

buscando-. Pero que yo le diga la palabra básica es un acto

71 A. LOWEN, Narcisismo o la negación del yo, 112.

95

de mi ser, el acto de mi ser. El Tú me sale al encuentro.

Pero yo entro en relación inmediata con él. De modo que la

relación significa ser elegido y elegir, pasión y acción

unitariamente. […] La palabra básica Yo-Tú sólo puede ser

dicha con la totalidad del ser. Pero la reunión y la fusión

en orden al ser entero nunca puedo realizarlas desde mí,

aunque nunca pueden darse sin mí. Yo llego a ser Yo en el

Tú; al llegar a ser Yo, digo Tú”72.

Si el narcisista en su relación con los otros llega

hasta aquí, la salida de su situación habrá encontrado la

brújula. El verdadero encuentro con la alteridad del tú no

se da desde lo imaginario de una mentalidad patológica o

desde los hechos lamentables de un trastorno, sino desde

la relación que puede hacerse tangible en la veracidad, en

el respeto; pero siempre en esa distancia metafísica donde

no hay puente que sirva, donde no hay vuelo que llegue.

Allí solamente donde el reino del asombro nos constriñe

para contemplar al tú, como esa cumbre en donde el Absoluto

hace sentir su presencia como brisa que se detiene y

envuelve, desde una corporalidad por donde acaba de pasar

la chispa del conocimiento y que remite siempre a Él. Allí,

el golpe o la caricia serán el vehículo de la cercanía o de

la distancia, pero sin nunca agotar el manantial de aquello

por lo que yo soy yo y por lo que él es él. Entonces,

gracias al tú, entraré en contacto con esa alteridad

72 M. BUBER, Yo y Tú, p.18.

96

“que no es un simple revés de la identidad, ni una

alteridad hecha de resistencia al Mismo, sino una

alteridad anterior a toda iniciativa, a todo

imperialismo del Mismo. Otro con una alteridad que

constituye el contenido mismo de lo Otro. Otro de una

alteridad que no limita al Mismo, porque al limitar al

Mismo, lo Otro no sería rigurosamente Otro: por la

comunidad de la frontera, sería, en el interior del

sistema, todavía el Mismo”73.

Entonces, a través de la presencia que resplandece en

la corporalidad que miro, puedo encontrar algo más, algo

que precisamente ha hecho posible el encontrarnos y ha

ennoblecido estas miradas que ya no se cosifican, sino que

son el rayo de luz por donde el alma camina desde las

complicadas veredas del corazón del yo, hasta las fértiles

riberas del corazón del tú. Entonces puede ser posible

vislumbrar hacia el inicio del fondo de la interioridad, y

sin duda se podrá encontrar allí la Otra Presencia que nos

une, la Verdad que nos llevó a la búsqueda y El Único Necesario

que nos llevó al asombro. Porque allí, en el tú, estará Él,

término del errante y reposo definitivo del viajero.

5.2 Conclusión

Al acercarnos a la problemática del narcisismo, hemos

descubierto que su situación tan peculiar, se nos presenta73 E. LÉVINAS, Totalidad e infinito, Sígueme, Salamanca, 1999, 62.

97

como un himpostación de la vida que desde la recta razón no

se puede legitimar. Intrínsecamente es una contradicción y

una deficiencia que conduce a la miseria psicoafectiva, y a

la degradación de la dignidad personal. El hombre no puede

aceptar esta forma de existir porque desdice la misma ley

natural y porque éticamente está en contra de la dignidad

humana a la que después de despojar de sus prerrogativas,

destruye. Los determinismos que acuñan las dos caras de su

ser, la interna y la externa, nos presentan una

personalidad ególatra que desconoce por lo mismo la

gratuidad.

La vida se limita a ser aquello que las

autosatisfacciones consuetudinarias ofrecen como una droga

para calmar las ansias compulsivas del placer, con el que

agota la vida interna de su espíritu, y por lo mismo, hace

que desfallezca el esplendor de la corporalidad. Sin

embargo, en este maremoto desquiciante, el hombre puede

levantarse desde ese abismo y recomenzar de nuevo. La

capacidad de ser libre sólo terminará con la muerte, porque

siempre será el resquicio por donde puede escapar. Los

determinismos no tienen la última palabra. La averiada

intimidad por medio de la corporalidad puede resarcirse.

El reconocimiento del otro que pasa necesariamente a

través de la corporalidad es la gesta donde la autolatría

se desvanece, porque en la persona del prójimo, subyace la

Infinitud que sostiene y que, a pesar de las fealdades de

los hechos del hombre, sigue embelleciendo la vida porque

en ella se hace presente el Misterio. En esta época de

98

consumo, en las relaciones con el otro, donde se destruye

la espontaneidad y el asombro ante la novedad de lo que el

otro es, el hombre desde su abismo, puede traspasar sus

propias orillas y quizá desgarrándose, puede conquistar su

autoliberación cuando comienza asomándose a la zona sagrada

de su intimidad silente. “El hombre es, por esencia,

intimidad; a diferencia de todas las realidades del

universo, lo humano es un arcano secreto que se revela

mediante la corporeidad”74. Los determinismos pueden ser

superados por la honestidad de la conciencia y la fidelidad

al seguirla. En cuanto descubro al tú, encuentro también

una exigencia suprema: ¡no puedo ofrecer mi yo contaminado

porque el veneno de sus esclavitudes le truncaría la vida!

Ningún halcón puede volar si permanece atado. Pero qué

maravillosa experiencia cuando, surcando el cielo con alas

desplegadas, vuela libre, aun cuando en sus plumas lleve

el peso de la carroña vencida.

El hombre es libre y su libertad ha sido creada con él

“como imitación, sobre el plano de nuestro obrar, de la

aseidad divina: es decir de la independencia, de la

<<incondicionalidad>> del Acto que no está determinado por

ninguna naturaleza distinta de él; (…) el Acto cuya

espontaneidad existencial tiene toda la riqueza, todo el

dinamismo que la expresión causa sui, con su inadecuación,

deja apenas entrever… El Esse divino es el arquetipo de la

libertad”75. He aquí la grandeza y el reto de ser Hombre:

74 R. LUCAS LUCAS, El hombre espíritu encarnado, Sígueme, Salamanca, 1999,207.75 J. DE FINANCE, Cittadino di due mondi, 147.

99

la sublime tarea de divinizar en cuanto libres, cada uno de

los actos que por inconsistentes que puedan aparecer,

llevarán siempre el suspiro por lo eterno.

CONCLUSIÓN

Ya en la introducción al presente trabajo hablábamos de

los problemas que presenta el hombre y la cultura actual.

Al terminar la investigación hemos descubierto que el tema

del narcisismo, propiamente como tal, ha sido escasamente

abordado por la filosofía. En los manuales, diccionarios o

tratados no existe una reflexión sobre este problema que

ofrezca, desde la antropología filosófica un estudio

sistemático y fundamentado. Al querer abordar una reflexión

sobre dicho problema, una ayuda motivante y reveladora ha

sido La Acción de M. Blondel, no sólo en la primera parte,

sino toda la obra, porque en ella he encontrado la

respuesta a las preguntas más inquietantes sobre la acción

humana y porque el narcisismo ante todo es una acción.

Como es sabido, el narcisismo ha existido siempre. El

mito de Narciso vino a hacer evidentes aquellas vivencias

que ya incidían en la vida, y que la mitología griega, con

toda su carga de significado, puso las bases de un hecho

100

que siglos más tarde el psicoanálisis vendría a interpretar

y a desentrañar.

Nos ha la atención el problema del hombre,

específicamente en el de nuestra cultura de hoy en día,

porque es evidente que vive sumergido en la

superficialidad. Después de ver y reflexionar sobre este

problema he llegado a la conclusión de que, heredero del

pensamiento moderno y de la revolución industrial, durante

generaciones se ha venido gestando poco a poco el estilo de

vida que reina en la actualidad que como ninguna época se

caracteriza precisamente por su narcisismo.

Viviendo intensamente un antropocentrismo que comenzó a

brotar en el renacimiento y que ha pasando por la

filosofía, la literatura, las demás artes, y las ciencias

experimentales, tenemos ahora las consecuencias que nos

han llevado a la ilusión del endiosamiento, erigiéndose el

hombre mismo como el punto de su gravitación y olvidando su

esencial dependencia, en donde radica el sentido de la

vida. Blondel antes que Freud, denuncia el narcisismo bajo

el nombre de autolatría como un grave problema que toca la

responsabilidad de una conciencia moral. Pero es el segundo

quien elabora una teoría psicoanalítica que se desarrolla

después, individuando el problema del narcisismo y haciendo

depender la vida psíquica de la libido sexual. Sobre este

telón de fondo encontramos al hombre de nuestros días.

La intención del presente trabajo ha sido acercarse a

él con el deseo de conocer el problema de cerca desde la

filosofía, nos hemos ayudado de la psicología y hemos

101

llegado a las conclusiones que se preanuncian en los

resultados de los diferentes capítulos y que ahora

resumimos en los siguientes puntos.

1. El narcisismo es un problema grave al que se le

resta importancia. Su gravedad consiste en que olvida el

valor intrínseco de la persona y lo sacrifica en aras de

una imagen, que tras su apariencia de bienestar, de

seguridad, poder, saber, atracción, belleza etc., oculta

graves problemas psicológicos que lo aíslan de la realidad,

creando un mundo aparte, desde el que maneja sus intereses

y gustos manipulando a los otros. El gusto por la vida

profunda no existe, porque se atiende desmesuradamente la

superficialidad que las exigencias desprendidas de la

racionalidad. Porque los actos no alcanzan el bien, crean

un vacío interior en donde la vida ya de por sí solitaria,

se torna insoportable, creando por ello muchos mecanismos

que compensen las aspiraciones íntimas y que sólo aumentan

la insatisfacción y complican el síndrome.

2. El narcisismo es la típica enfermedad psicológica

que caracteriza a la cultura de hoy en donde estamos

inmersos, como consecuencia de la postmodernidad que

suplante el ser por el parecer, y donde el dominio y el

poder se buscan como valores por sí mismos. En esta

actitud, el olvido de los otros en las necesidades y

derechos fundamentales es una constante, creando por ello

una sociedad injusta y empobrecedora, superficial que

engríe a unos pocos y minimiza a la gran mayoría. Ésta a su

vez, en la añoranza de lo que no tiene, le atribuye un

102

valor a lo que se propone masivamente como bueno, que la

determina para considerar que la felicidad consiste en lo

que los medios consumistas manejan como iconos de

realización y éxito, no llegando a más, que a empobrecer el

concepto del yo y de la persona cayendo en el tedio y el

vacío que se quieren llenar con un sinnúmero de objetos

materiales, en donde se pone la medida del progreso.

3. El concepto de amar es absolutamente erróneo. El

amor de benevolencia que tiene como finalidad el bien del otro

más que la emoción afectiva, es una experiencia ajena al

narcisismo, porque éste sobrepone a los demás sus necesidades

y busca al otro en cuanto objeto de satisfacciones o

ganancias. El otro es buscado no por las diferencias que

abren el yo para el tú, sino como resonancia gemela en

donde el yo no se enriquece dando, sino que se empobrece

invadiendo al otro no por ser diferente sino porque se

pretende hallar en el otro la propia duplicación. La

belleza como gloria de la corporeidad no se ama como

presencia de una alteridad que me atrae desde su

radicalidad, sino como la oportunidad para consumirse en

las pasiones insatisfechas. La cultura de hoy lo

manifiesta principalmente en la pornografía que devalúa la

corporeidad humana sometiéndola a la explotación; y lo

manifiesta también en la pretensión de legitimar el

homosexualismo, que por naturaleza se cierra sobre sí,

pervirtiendo las relaciones donde no existe apertura a la

alteridad, desfigurando la fuerza del eros e impidiendo la

vitalidad fecunda que cierra así toda posibilidad de

103

trascendencia en un círculo de muerte. La relacionalidad

como constitutivo del hombre se aniquila.

4. El narcisismo no puede ser abordado sólo por la

psicología. En la filosofía, propiamente los temas la

alteridad, de la libertad y de los determinismos, del amor,

de la felicidad, etc., que nos colocan en la antropología

metafísica, nos dan la clave con la que podemos elaborar

una crítica ante una cultura que nos hace asimilar

inconscientemente los parámetros que manejan al hombre de

hoy y lo enajenan, impidiendo su desarrollo como ser

racional y libre, que puede y debe ser el protagonista de

su vida y de su destino.

5. El narcisismo puede ser superado. Sus aspiraciones

profundas que se resquebrajan cuando las quiere colmar con

la fugacidad de lo erótico frívolo, pueden irse modelando,

cuando por el autoconocimiento se llega a la necesidad de

la mortificación (mencionada por Blondel), propia de quien se

ama a sí mismo y ama a los demás. La metafísica de la

persona nos lleva también a descubrir todo el potencial

ontológico que no hemos sabido utilizar. Es desde allí de

donde descubrimos el error narcisístico, y es de allí

también en donde encontramos que esencialmente es imposible

ser narcisista y ser feliz. Hechos para la alteridad en la

trascendencia, es necesario que descubramos que estamos

constitutivamente atraídos por algo que no es nuestro pobre

y desvencijado yo, sino por Aquel que desde su Alteridad nos

hizo libres, para amar, saliendo de nosotros mismos.

104

Naturalmente que es imposible agotar en un trabajo como

éste todo lo que la filosofía puede y tiene el deber de

decir al respecto. Ha sido sólo un modesto acercamiento a

la problemática que determina, como ya varias veces lo

hemos señalado, una sociedad que ha puesto de cabeza la

jerarquía de los valores, que ha erigido altares al poder,

al placer, a la economía y a la imagen que falsea el

original y donde ella misma es victimaria y víctima. Una

sociedad que no quiere reconocer su dependencia de Otro,

una sociedad que concorde a la cultura que absolutiza lo

fugaz, olvida que el hombre tiene otro tipo de necesidades

y exigencias que van más allá de lo que se le ofrece. Al

señalar y estudiar lo perverso del narcisismo, hemos

querido apuntar a la apertura que sí puede plenificar al

hombre. Esa apertura que posibilita el encuentro con Otro

que, por supuesto no es un semejante al hombre, sino que

el hombre es quien se asemeja a Él.

Hemos propuesto una vía de salida y sabemos que habrá

otras y sin duda mejores, pero esta es la nuestra, nacida

de un contacto directo con el problema que nos afecta a

todos. Estamos conscientes que habrá otros cuya

profundidad de análisis y de tacto filosófico habrán hecho

un mejor planteamiento, un mejor desarrollo y elaborado

mejores críticas. Por nuestra parte, sólo hemos sugerido

pistas que se dirigen a la intimidad humana y no dado

soluciones. La cuestión queda abierta. Es el hombre en su

categoría de ser racional, que bien entendido comprende

también la libertad, el que tiene la última palabra.

105

106

BIBLIOGRAFÍA

Básica

1. ARISTOTELES, Ética a Nicómaco, Gredós, Madrid, 2000.2. BOROS, L., Incontrare Dio nell’uomo, La Scuola, Brescia,

1980.3. BUBER, M., Yo y Tú, Caparrós Editores, Madrid, 1998.4. BLONDEL, M., La Acción: un ensayo sobre una crítica de la vida y una

ciencia de la práctica. BAC, Madrid, 1996.5. DE FINANCE, J., Cittadino di due mondi, Librería Editrice

Vaticana, 1993.6. _____, Conoscenza dell’essere, PUG, Roma, 1998.7. _____, Esistenza e Libertá, Librería Editrice Vaticana,

1990.8. GUARDINI, R., Virtú, temi e prospettiva della vita morale,

Morcelliana, 2001.9. IZQUIERDO, C., Introducción a “La Acción” de M. Blondel, BAC,

Madrid, 1996.10. LECLERC, M., Il destino umano nella luce di Blondel,

Cittadella Editrice, Assisi, 2000.11. LOWEN, A., Narcisismo o la negación del yo, Pax, México,

1987.

107

12. LUCAS LUCAS, R., El hombre espíritu encarnado, Sígueme,Salamanca, 1999.

13. REALE, G., - ANTISERI, D., Storia della filosofia, I, LaScuola, Brescia, 1997.

14. TRECHERA, J. L., ¿Qué es el narcisismo?, Descleé DeBrower, Bilbao, 1993.

15. VON HILDEBRAND, D., La esencia del amor, EUNSA,Pamplona, 1998.

Complementaria1. AGUSTIN, SAN., Las Confesiones, BAC, Madrid, 1998.2. BABOLIN, S., Determinismo e libertá, Dispense, FP2342, PUG,

Roma, 2002-2003.3. _____, Filosofia del corpo, Dispense, FP2085, PUG, Roma,

2002-2003.4. BALZ, G., - SCHNEIDER G., Diccionario del Nuevo Testamento,

Sígueme, Salamanca, 1996.5. BOROBIO, D., Inculturación del matrimonio, Espasa Calpe,

Madrid, 1993.6. CASPER, B., Conceptos fundamentales de filosofía, I, Herder,

Barcelona, 1977.7. CENCINI, A., Por amor, con amor, en el amor, Sígueme,

Salamanca, 1997.8. CHAPELLE, A., Sexualité et santité, Editions universitaires,

Bruxelles, 1977.9. D’AGOSTINO, S., Dall’atto all’azione, Blondel e Aristotele nel

progetto De “L’Action”, PUG, Roma, 1999.10.FERRATER MORA, J., Diccionario de filosofía, II, Ariel,

Barcelona, 1998.11.FORMICHETTI, G., Caravaggio pittore, genio, assassinio, Piemme,

Asti, 2000.12.FROMM, E., El arte de amar, Paidós, Buenos Aires, 1970.13.GABARD, G. O., Psichiatria psicodinamica, Raffaello Cortina,

Milano, 1995.

108

14.GALEANO, S., Diccionario de ciencias de la educación, Paulinas,Madrid, 1990.

15.GARCIA M. M., Escritos desconocidos e inéditos, BAC, Madrid,1987.

16.GRUNBERGER, B., Il narcisismo, saggio di psicoanalisi, Einaudi,Torino, 1998.

17.KERNBERGER, O.F., Disturbi gravi della personalitá, Boringhieri,Torino, 1987.

18.KITTEL, G., - FRIEDRICH, G., Grande lessico del NuovoTestamento, Paideia, Brescia, 1996.

19.LEONARD, A., El fundamento de la moral, BAC, Madrid, 1997.20.LEVINAS, E., Totalidad e infinito, Sígueme, Salamanca, 1999.21.MARIAS, J., Mapa del mundo personal, Alianza editorial,

Madrid, 1994.22.MERINO, J. A., Historia de la filosofía medieval, BAC,

Madrid, 2001.23.MOSCHETTI, A. M., Dizionario enciclopedico di filosofia, Le

lettere, Firenze, 1982.24.NIETZSCHE, F., Ecce homo, Alianza editorial, Madrid,

1997.25.ORTEGA Y GASSET J., El hombre y la gente, en obras

completas, VII, Alianza editorial, Madrid, 1997.26.R. PETER, Sobrevivir la perfección. BUAP, Puebla,

2002.27.PIEPER, J., Las virtudes fundamentales, Rialp, Madrid, 1998.28.RENAULT, M., Determinisme et liberté dans “L’Action”, de M.

Blondel,

29.RHONHEIMER, M., La perspectiva de la moral, Rialp, Madrid,2000.

30.RONNINGSTAM, E, F., I disturbi del narcisismo, RaffaelloCortina, Milano, 2001.

31.SAHAGUN LUCAS J., Nuevas antropologías del siglo XX, Sígueme,Salamanca, 1994.

32.SANABRIA CEPEDA, V. H., La metafísica de la muerte según M.Blondel, PUG, Roma, 2002.

109

33.SCOLA, A., Hombre – mujer el misterio nupcial, Encuentro,Madrid, 2001.

34.URDANOZ, T., Historia de la filosofía, V, BAC, Madrid, 1985.35.VERNEAUX, R., Historia de la filosofía contemporánea, Herder,

Barcelona, 1989.

GLOSARIO

Alteridad: termino que proviene del latín “alter” que

significa “otro” (“otherness” en inglés). Literalmente

“otreidad”, es decir, la dimensión personal que se

encuentra en el polo opuesto del “yo”, la cual supone

también la semejanza en la realidad personal trascendente,

por tanto se refiere a una realidad espiritual personal. La

primera alteridad para el “yo” es el “tu” humano. La

Alteridad por antonomasia es la de Dios, del total y

absolutamente “Otro”.

Antropología: De “antropos” (hombre) y “logos” (estudio,

razón, tratado). La antropología filosófica se pregunta por

“¿qué es el hombre y cuál es su puesto en el cosmos?”

sobrepasa todo otro estudió sobre el hombre al considerarlo

no sólo en su ser natural, sino también en su ser esencial,

no sólo en su puesto dentro de la Naturaleza, sino también

dentro de su espíritu.

110

Ascético: Ascetismo o ascética (en griego áskēsis,

"ejercicio" o "formación"), se le denomina a la doctrina

filosófica y religiosa que busca purificar el espíritu por

medio de la negación de los placeres materiales o

abstinencia; al conjunto de procedimientos y conductas de

doctrina moral que se basa en la oposición sistemática al

cumplimiento de necesidades de diversa índole que

dependerá, en mayor o menor medida, del grado y orientación

de que se trate. En muchas tradiciones religiosas, la

ascética es un modo de acceso místico.

Autolatría: termino que es tomado del lenguaje religioso, y

que significa la latría (adoración debida a Dios) que se da

la persona a sí misma. Generalmente es inconsciente pero

puede notarse y deducirse de sus efectos. Es una postura

espiritual y psicológica que genera una profunda ruptura

interior.

Ego: palabra que viene del latín cuyo significado es “yo”.

Ha sido tomada por la psicología contemporánea para

designar, por ejemplo en el psicoanálisis, una de las tres

instancias psíquicas, precisamente el “yo” como parte

racional y volitiva, pero no entendida en términos de la

antropología filosófica como facultades espirituales de la

persona, sino como evolución condicionada socialmente de la

parte instintual, por lo que llama Freud “principio de

realidad”, una especie de aprendizaje por ensayo y error en

la confrontación con la realidad. En contraposición al “yo”

111

esta el “ello”, la parte institual e impulsiva de la mente

que obtiene directamente su energía del cuerpo. Finalmente

se encontraría el “superyó” que representaría la parte de

los códigos y las normas aprendidas culturalmente, ideal

del yo y fuente de la moralidad, según Freud.

El término “ego” sin embargo también puede entenderse como

aquella parte y función de la mente que es principalmente

un autoconcepto. El ego sería la “creencia” de quienes

somos, y tiene sus propias leyes deterministas. Como

creencia y concepto es sólo una parte de lo que el hombre

es pero lo común en la vida de las personas es

identificarse con el ego y “creer” que “son” la idea que

tienen de sí mismos. Suele estar determinada en la infancia

por los mensajes que los padres y el entorno dio explícita

o implícitamente a la persona en un momento en que la

racionalidad no esta desarrollada para realizar una

análisis de su veracidad.

Egotismo: de origen inglés (Egotism), puede ser

identificado con el concepto de excesiva importancia

concedida a sí mismos y a las propias experiencias vitales.

Se trata, en suma, de la tendencia a hablar o escribir de

modo excesivo sobre sí.

Metafísica: término dado por Andrónico de Rodas al

catalogar las obras de Aristóteles. Literalmente por el

orden físico de los libros “más allá de la física”.

Aristóteles le llamaba “filosofía primera”, dado su

112

carácter fundamental de toda la filosofía. La metafísica

estudia el ser en cuanto ser, y no bajo algún aspecto

específico como otras ciencias. Estudia los componentes de

todo ser (esencia y existencia) y por ello todo cae bajo su

lupa. Se puede decir que estudia las causas primeras de

todo. Es la ciencia fundamental y de ella se derivan la

filosofía de la naturaleza (metafísica aplicada a los entes

naturales) y la teodicea o teología natural (la metafísica

aplicada ascendentemente, es decir, al estudio del ser

absoluto o Dios).

Misantropía: Del griego “misos”, “odio”, y “antropos”,

“hombre, ser humano”, es una actitud social y psicológica

caracterizada por una aversión general hacia la especie

humana. Su antónimo es la filantropía (amor a la especie

humana).

No representa un desagrado por personas concretas, sino la

animadversión de los rasgos compartidos por toda la

humanidad. Un misántropo es, por tanto, una persona que

muestra antipatía hacia el hombre como ser humano. Puede

ser ligera o marcada, así como puede tener características

muy diferentes que van desde lo inofensivo, la crítica

social o incluso, la destrucción o la autodestrucción.

Narcisismo: este término proviene de la mitología griega,

específicamente del mito de Narciso que fue castigado por

los dioses por despreciar el amor de la ninfa Eco. Los

dioses lo destinaron a que cuando viera su imagen quedara

113

perdidamente enamorado de sí mismo. De modo que Narciso,

hombre en exceso bello, acercándose al río para bañarse

alcanza a contemplar su imagen en el reflejo del agua y en

ese instante queda fatalmente enamorado de sí, tanto que al

intentar abrazar su imagen para besarla cae al río y muere

ahogado.

En la actualidad fue Sigmund Freud quien al hacer uso de la

metáfora de Narciso para describir una circunstancia de la

libido humana que se vuelca sobre sí, utiliza el nombre

para llamarlo narcisismo. Desde ahí se entenderá como el

amor enfermizo de uno mismo, y que dada la tradición

freudiana pasara comúnmente a entenderse como el “exceso”

del amor a uno mismo. En vez de simplemente una condición

cualitativamente diversa, en vez de cuantitativa como para

Freud, que corresponde más bien al ego-ísmo y ego-

centrísmo.

Postmodernidad: término que se refiere al periodo

contemporáneo histórico, post (posterior) a la modernidad.

La modernidad se caracterizó por el intento de hacer al

hombre la medida de todas las cosas, además del

cartesianismo que afirmaba que toda certeza se fundamenta

en el propio pensamiento y la consecuencia que se seguía

era que no debía entonces reconocer más valor absoluto y

trascendente que los que el mismo establezca y por lo tanto

los valores giran alrededor del hombre mismo. Todo esto

desemboca en el endiosamiento del hombre mismo. La

114

postmodenidad, se caracterizara precisamente por el

desarrollo y establecimiento y la lucha de esa mentalidad,

en donde empieza a notarse la decepción inconsciente del

hombre que no puede sostenerse mucho tiempo en el pedestal

de dios, y su concomitante vacío existencial. Es por eso

interesante que Lipovetsky llame a la posmodenidad “La era

del vacío” nombre de una famosas obras. La posmodernidad es

ahora caracterizada por la lucha contra esa “nausea” que

provocó el modernismo, ya sea en intentos de volver a lo

trascendente, o como intento de compensar el vacío con el

placer de alguna manera.

115