teatro femenino :una dramaturgia fronteriza

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El teatro femenino: una dramaturgia fronteriza UNIVERSIDAD DEL VALLE FACULTAD DE HUMANIDADES ESCUELA DE LITERATURA MAESTRÍA EN LITERATURA COLOMBIANA Y LATINOAMERICANA CALI 2010 Liliana Alzate Cuervo

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El teatro femenino: una dramaturgia

fronteriza

UNIVERSIDAD DEL VALLE

FACULTAD DE HUMANIDADES ESCUELA DE LITERATURA

MAESTRÍA EN LITERATURA COLOMBIANA Y

LATINOAMERICANA

CALI

2010

Liliana Alzate Cuervo

“El teatro femenino: una dramaturgia fronteriza”

Liliana Alzate Cuervo

Tesis meritoria

Maestría en literatura colombiana y latinoamericana

Director

Juan Moreno Blanco

Profesor de estudios literarios

UNIVERSIDAD DEL VALLE

FACULTAD DE HUMANIDADES ESCUELA DE LITERATURA

2

MAESTRÍA EN LITERATURA COLOMBIANA Y LATINOAMERICANA

CALI

2010

Agradecimientos

La autora expresa sus agradecimientos a:

Las Directivas de la Universidad por su preocupación en

formar docentes con calidad humana y sentido de pertenencia

al país.

Al Cuerpo de Profesores interesados en mi investigación y

especialmente al tutor por su acertada dirección y desinterés

en compartir sus conocimientos.

A las dramaturgas y amigas: Beatriz Camargo, Carolina Vivas y

Patricia Ariza, que muy amablemente me cedieron sus obras y

3

especialmente a Marina Lamus por su tiempo y paciencia para

lograr este trabajo de análisis.

Finalmente a mi hija María Antonia por cederme varias de sus

noches que no pude estar a su lado si no frente al

computador.

A todas los demás hombres y mujeres que colaboraron en la

realización de esta investigación.

4

Tabla de contenido

INTRODUCCIÓN:

1. EL HILO Y EL TELAR

1.1 Las Teatralidades fronterizas ………….…….………………….…….………..

1.2 Performance como una dramaturgia viva……………….…….……………….

16

1.3 Los objetos problematicos y las claves de

lectura………………………….…

1.3.1 El cuerpo como la Otra frontera

1.3.2 El cuerpo como memoria histórica

2. HILANDO DELGADO

2.1 De musas a creadoras

2.2 Dramaturgas sin escena

2.3 Las “Otras” Publicaciones

3.PUNTO CADENETA

3.1 EL CUERPO-VOZ DE LA MEMORIA EN BEATRIZ CAMARGO ........

3.1.1 El tejido dramatico de “solo como de un sueño

nos levantamos”

3.1.2 Lectura del cuerpo-voz

5

Cuerpo voz memoria.….….……………….…….….………… 65 Cuerpo-voz historia ….….……………….…….….………… 71 Cuerpo –voz ancestral….….……………….…….….……… 78

3.2 ¡APAGÓN SÚBITO!: LOS PLIEGUES DE LA HISTORIA ..........

EN LA OBRA EL ZAPATERO REMENDÓN DE CAROLINA VIVAS

3.2.1 El tejido dramático: Espacios - tiempos

3.2.2 Antecedentes históricos y literarios

3.2.3 El lugar de los vencidos...........

3.2.4 La hibridación literaria: voces de

los poetas

4.2.4 El cuerpo como memoria histórica

3.3 LA DISOLUCIÓN DE LAS FRONTERAS EN PATRICIA ARIZA

3.3.1 Claves de lectura..........................133

Texto performatico

El espectador: cuerpo fronterizo

3.3.2 El tejido dramatico: Antigona adentro y

afuera

3.3.3. Entre el mito y el ritual de la

contemporaneidad............................................

Polifonia de voces

4. HILANDO GRUESO CONCLUSIONES:

4.1 Devenir femenino en el teatro

4.2 Desmitificación de lo hegemónico

6

Las obras

5. PUNTO FINAL

REFERENCIAS

6. ANEXOS: HOJA DE VIDA DE LAS CREADORAS

BEATRIZ CAMARGO (CANTARA)

CAROLINA VIVAS FERREIRA

PATRICIA ARIZA......................................

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INTRODUCCIÓN

Wale Keru es la araña la única que enseño a los Wayuu. Haciendo caminitos les

mostro la forma de tejer y crear los dibujos… Relato Oral Wayuu

Así como las mujeres Nasa Yuwe enseñan a tejer a sus hijas en

la comunidad, la presente investigación sobre la dramaturgia

femenina muestra diversos tejidos dramáticos en un telar de

dramaturgia fronteriza. El área de interés de esta

investigación es la mujer en el teatro y fue finalizado en el

2010 como tesis de maestría de la Universidad del Valle en

literatura colombiana y latinoamericana. Desde mi

especialidad quise mirar el hecho escénico femenino de la

segunda mitad del siglo XX, para introducir categorías y

formas nuevas de analizar, ver, y sentir las escrituras del

teatro de mujeres en Colombia; ya que el rol femenino a jugar

en la construcción del conocimiento no es solo reflexión de

mujeres sino un sinfín de otras miradas.

Es así como las diversas fases del acto de tejer esta

investigación entrelaza sus capítulos reflexionando sobre

aspectos teóricos y prácticos de la crítica literaria

feminista y las teorías poscoloniales, de las últimas

8

décadas, y en particular sobre los dilemas que nos preocupan

hoy en los análisis dramatúrgicos escritos por mujeres desde

las teatralidades contemporáneas.

En el primer capítulo El hilo y el telar, se encuentra el marco

teórico que nos ubica frente a una postura crítica del canon

literario, proponiendo una relectura desde la frontera.

Específicamente se propone unas claves de lectura para los

objetos problemáticos escogidos; en otras palabras un tipo de

análisis crítico desde la frontera sobre la obra dramática.

Se compara también algunas lecturas poscoloniales, conforme a

la matización de hibridez de Homi K. Bhabha, en búsqueda de

su concepto de “tercer espacio de enunciación” (Bhabha 1994:

174), las cuales prestan particular atención a las posturas

de resistencias y marginales. Este capítulo pone en evidencia

que el teatro es un escenario privilegiado para el estudio de

un ensamblaje de temas como: situación colonial, frontera,

otredad, cartografía, liminalidades, performance cultural,

dramaturgia viva y lectura del cuerpo.

El siguiente capítulo: Hilando delgado construye un marco

histórico de la escritura y acontecimientos escénicos hechos

por mujeres en Latinoamérica y Colombia, desde diferentes

cartografías. No con el fin de hacer un trabajo cronológico

exhaustivo sino para marcar los antecedentes de lo femenino

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en el teatro, ya que a través de la historia la dramaturgia

femenina sigue invisibilizada hoy en día.

Como el área de interés de esta investigación es la mujer en

el teatro, en esta sección se muestran diversas imágenes de

la mujer: desde la sabia ancestral del teatro prehispánico,

pasando por la transformación de Musa a creadora del siglo

XIX hasta la imagen fragmentada, reflejo de la

deshumanización de la sociedad del siglo XX. Son estos

imaginarios y muchos más los que se van hilando en el drama

escrito por mujeres profesionales del teatro de todo el

siglo XX y principios del XXI en Latinoamérica y Colombia.

Como el tema de la investigación es demasiado abarcador y

complejo por sus múltiples aspectos, resulto útil trazar como

cauce de la disertación en el tercer capítulo: Punto

cadeneta, tres obras contemporáneas colombianas: Solo como de un

sueño de pronto nos levantamos de Beatriz Camargo; Cuando el zapatero

remendón remienda sus zapatos de Carolina Vivas, y Mujeres en la plaza.

Memoria de la ausencia ¿dónde están? y Antígona de Patricia Ariza.

Los análisis contemplan no solo el texto escrito si no la

lectura de la representación y del público; ajustándose al

pensamiento de las teatralidades expandidas, tomando la

perspectiva de las discusiones actuales sobre la construcción

cultural de las “lecturas liminales” y el “espectador

periférico”, términos del antropólogo Víctor Turner.

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En general en la pesquisa intente demostrar la importancia

de esta “otra” lectura dramática: la femenina y esta

particularidad me llevó a unas líneas de lectura que se

basarían en los estudios de género, específicamente la

lectura de El cuerpo. En ese aspecto me detuve a observar la

resistencia o apropiación del modelo hegemónico en la lectura

del cuerpo como memoria histórica, y la reconstrucción de los

espacios, los mitos y la voz de los personajes subalternos en

la lectura del -cuerpo desde la otra frontera- .Finalmente el

lugar y la presencia del cuerpo-voz de los personajes tanto

femeninos como en la construcción de las masculinidades en

las obras de las creadoras escogidas.

Ahora bien, hay que aclarar que el acercamiento a las

Teatralidades fronterizas en estas obras, van tejiendo una

nueva mirada bajo los conceptos de performance cultural y una

dramaturgia viva en las obras dramáticas, asumidas aquí como

casos científicos, que se convierten en puente entre la

academia y el hacedor teatral.

Finalmente lo que me intereso en los análisis: fue hilar,

tejer en conjunto, ponernos de acuerdo, para hablar en el

mismo espacio-tiempo entre los estudios literarios de la

academia y los estudios teatrales sobre el Teatro

latinoamericano actual.

11

1. EL HILO Y EL TELAR

Abordar la cuestión de la mujer como sujeto significa

examinar, aunque sea brevemente, el papel que las sociedades

patriarcales de los últimos siglos han otorgado a las

mujeres, dejando sus aportes al conjunto de la vida social y

productiva.

En la crisis de modernidad o mal llamado posmodernismo la

caída del sujeto hombre como saber universal se puso en duda.

Entendiendo la modernidad como un tiempo presidido por una

visión cartesiana, dualista, del mundo, cuyos valores

dominantes en el plano social, definidos desde la visión

masculina y occidental del mundo, tuvieron la pretensión de

servir como valores universales que definían a todos los

seres humanos. Razón por la cual emergen otros sujetos de

enunciación (mujer, negro, indio, queer) desde donde

interpretan los discursos: científicos, filosóficos,

psicológicos, sociológicos, literarios y teatrales.

Por tanto, la crisis de esa Modernidad es un momento

histórico y una negación a la cosmovisión de los dominadores,

en todas las culturas. Pero también es el escenario donde se

desarrolla con mayor fuerza el proceso emancipador de las

mujeres, verdaderas resistencias, pioneras en la lucha por

12

hacer el planeta más equitativo y habitable. Ellas anticipan

muchos de los valores del actual pensamiento, valores

denominados tradicionalmente “femeninos”: que hablan de la no

violencia, del cuidado de la naturaleza y de lo pequeño, de

la comunicación y se han convertido en propuestas alternas

que alcanzan a hombres y mujeres para la construcción de un

planeta más equilibrado ecológica y socialmente.

El Sujeto-mujer es visto como el nuevo sujeto del saber.

Pero, el saber ¿de qué? ¿Qué valor del saber se le ha

entregando a la mujer en la crisis de la modernidad? Un campo

que Lacan llama Otro, y que se define como un conjunto vacío.

Ese otro es entonces la otra y esa OTRA, ¿qué lógica tiene?

El arte con perspectiva de género

En los años sesenta la crítica feminista abrió el camino

hacia un replanteamiento radical de la práctica y la

historiografía del arte. La tentativa de definir un discurso

femenino en arte y literatura coincidió, en esa época, con el

esfuerzo de numerosas historiadoras por rescatar los nombres

de las mujeres artistas a lo largo de la historia y por

indagar las razones de su exclusión. Ello condujo a la

necesidad no tanto de rescatar nombres para insertarlos en el

mismo canon, sino de mostrar las grietas del canon y proponer

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nuevos discursos, nuevos conceptos de arte, que en muchos

casos incidieron en prácticas no suficientemente atendidas,

como el arte efímero, o espacios habitualmente despreciados,

como el doméstico.

Ahora bien, en un plano general vemos que el pensamiento

contemporáneo ha aumentado la re-visión histórica del papel

de lo femenino, tanto en las artes, como en la política, la

antropología o en la sociología. Entendiendo re-visión como

el acto de mirar atrás con ojos frescos, de adentrarse en un

texto antiguo desde una nueva dirección crítica. No podemos

olvidar que el comienzo del siglo XX fue llamado "El siglo

del despertar de las mujeres"; se observó una nueva lectura

del mundo bajo el prisma femenino. Una cantidad significativa

de reconocidos escritores nacionales e internacionales

cuentan historias femeninas; existen editoriales completas de

biografías de mujeres en la historia y el arte. Tal vez como

una apremiante necesidad de reconocer ahora lo que estuvo

escondido por años o para revalorar la cultura desde otra

mirada y recuperar lo que se nos ha perdido bajo el dominio

de una ideología patriarcal.

La lectura de las artistas e historiadoras feministas arrojó

a la investigación una serie de preguntas que excedían el

primer ámbito de trabajo y afectaban al entendimiento de la

práctica artística en general:

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{…}¿no es la historia del arte tradicional, como el resto de las historias, una

construcción edificada sobre valores relativos que van cambiando con el paso de

los años?, ¿no se detecta, a lo largo de la historia del arte, intentos fallidos de

subvertir un orden canónico? (M.M. Gómez, 2007:12).

Al margen de estas preguntas, es obvio el énfasis en la

diferencia, pero no puede limitarse solo a la diferencia de

sexo, debe referirse, sobre todo a la de género. Recordemos

que después de los años ochenta aparece la consecuencia en el

desarrollo de una serie de prácticas académicas, con especial

extensión en Estados Unidos, Canadá y México, que partían de

las cuestiones de género y consecuentemente, del desarrollo

de los gay, lesbian y queer studies.

Las feministas identificaron como patriarcales aquellos

valores que se estaban transmitiendo como universales;

argumentaron que los grandes clásicos eran de hecho los

libros que valoraba una élite cultural compuesta por varones

blancos de la clase dirigente; y rechazaron la afirmación de

que la literatura transciende a la ideología y por tanto debe

estudiarse desde el prisma objetivo de la forma estética. Con

las pruebas acumuladas mediante una revisión de la historia

de la literatura, las feministas pusieron en tela de juicio

los juicios de valor y las condiciones materiales en que los

textos se escriben, se publican, se interpretan, se

preservan, y se canonizan. Esgrimiendo la consigna de que

escribir y leer no son actos neutrales, sino que se producen

15

mediante procesos sociales muy complejos, conscientes e

inconscientes, el feminismo insistió en que “el significado de un

texto no se limita a lo que su autor/a ‘pretendió,’ o a la interpretación defendida

por una tendencia crítica en particular. (Susan Lanser, 1991: 4).

Las prácticas y discursos de género han tenido efectos de

descentramiento similares a la irrupción del arte

contemporáneo, no occidental en paralelo al desarrollo de los

estudios culturales y poscoloniales. La ausencia de los otros

géneros en la historia del arte es sólo una dimensión de la

ausencia del Otro, en nuestro caso de la Otra. Ahora bien, en

la práctica específica teatral la investigación partió de las

siguientes preguntas:

¿Cuáles han sido los criterios de categorización que han

regido la historia del teatro y los procesos investigativos?,

¿Cuál es la frontera impermeable que no deja pasar estas

obras al canon establecido? ¿Por qué no han sido leídas, ni

analizadas estas obras buscando otros prismas de sentido?

1.1 Las teatralidades fronterizas

A través de la historia occidental se le ha atribuido a la

palabra teatralidad prejuiciadamente los significados de

artificio y falsedad. Pero en las nuevas lecturas este

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término está ligado a la palabra performativa. Por ejemplo,

Juan Villegas introduce en Latinoamérica el concepto de

“teatralidad” como “un sistema de comunicación en el que se enfatizan los

signos y la representación visual, para dar cuenta de discursos teatrales y

culturales que en América Latina han sido excluidos del corpus del teatro

occidental”. (Villegas, 1997: 8-9).

El teórico ruso Nikolai Evreinov define la teatralidad como

instinto, como principio fundador y promotor de la historia

de la cultura que crea la base no sólo de arte, sino también

de la religión, el derecho y la política. La teatralidad se

concibe para él, por lo tanto, como categoría antropológica.

(Citado por Fischer, 1997: 15).

Como puede verse la complejidad del término teatralidad es

amplia y puede ser un concepto que implica siempre una

“deslimitación”, o sea una búsqueda más allá del límite

impuesto, y por esto no permite una sola definición.

Entonces, para este análisis, aquello que se denomina como

‘teatralidad’ no posee una estructura tradicional, sino una

‘estructura fronteriza’. El término describe el empleo de una

enorme e infinita posibilidad de procesos dinámicos de

representación e interpretación, no es análogo a la línea, ni

a la margen sino a la cartografía de un territorio ondulante

como el latinoamericano. Está ligado más al pensamiento

indígena: “pensamiento no lineal, o pensamiento en espiral, el cual nos

17

permite conocer la naturaleza de las cosas sin abstracciones, con todas sus partes

conectadas unas con otras”. (Michel Pierrin, 2001:56-57)

Definiciones de frontera:

“En 1850, buena parte de América Latina estaba inexplorada pues nunca había

penetrado en ella la economía colonial. Estas regiones de frontera incluían los

desiertos del norte de México, las costas insulares de América central, Venezuela,

Colombia y Ecuador; la cuenca amazónica, las vastas mesetas del interior del

Brasil, la rica pampa Argentina y los bosques del sur de Chile. Las zonas de

frontera estaban casi deshabitadas y por lo general no pertenecían a la propiedad

privada. Eran tierras baldías o públicas pertenecientes al gobierno nacional o

local. Con el aumento en la demanda por productos de zonas templadas o

tropicales en el mercado mundial después de 1850, y con la extensión de las redes

de transporte, muchas regiones de frontera en América Latina comenzaron a

adquirir valor económico” (Legrand (1988) citada por Serje, 2005: 114).

La noción espacial de frontera tiene una compleja historia de

larga duración ligada al proceso mismo de ocupación colonial.

Por eso, para la presente investigación el concepto de

frontera tiene varias acepciones que servirán para delimitar

campos dramáticos desde la historia, la geografía y la

cultura. Descubriendo cómo se formó la idea de nación desde

las culturas ancestrales en la época prehispánica, pasando

por la Colonia, la República hasta una frontera liminal

contemporánea que contiene en ellas mismas un equilibrio

híbrido-mestizo de personajes, situaciones y conflictos

18

teatrales que van componiendo las fronteras latinoamericanas

y específicamente las colombianas.

Otra idea de frontera más simbólica la encontraremos en el

recorrido por los antecedentes del teatro desde el punto de

vista femenino, desde este umbral, al que llamamos “Hilando

delgado”, podemos visibilizar su aporte y su lugar en el

teatro contemporáneo. Ahí encontramos también varias

fronteras, la primera: De musas a creadoras, son las escritoras

que están en búsqueda de nuevos sujetos de interpretación,

que se incluyen ya no como inspiradoras sino como mujeres

creadoras dentro de los márgenes establecidos en una sociedad

altamente tradicional, quiebran el dominio masculino en una

actividad que se estimaba como prerrogativa propia de los

hombres: la literaria, siendo este el primer encuentro con su

identidad fronteriza. Ya en pleno siglo XIX encontramos los

discursos teatrales de la mujer, que se van entretejiendo con

la participación de las creadoras en los asuntos públicos,

con la discusión y reflexión sobre la construcción de las

identidades nacionales a través de sus creaciones dramáticas.

Como segunda frontera tenemos a las Dramaturgas sin escena. Las

llamo sin escena porque la mayoría de las obras de estas

escritoras todavía no se han podido ver en las tablas. Pero

son reconocidas como escritoras dramáticas en las facultades

y los ambientes literarios.

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Como la última frontera histórica encontramos “otras

publicaciones”: escritos de las mismas creadoras que reflexionan

sobre su trabajo escénico y quieren ver publicados sus

procesos creativos, lo que Villegas llama “discursos críticos

meta-teatrales” (Villegas, 1997:88). Estas mujeres

profesionales del teatro elaboran sus textos dramáticos

inicialmente desde la escena y conforman el mayor vacío

teórico dentro de las investigaciones teatrales actuales. Por

esta razón esta investigación se centra en el análisis de

tres de ellas. Conformando el tercer capítulo de la

presente investigación: Punto cadeneta.

La última definición de frontera que se trabajará en el

estudio será la de “el cuerpo”:

“Los cuerpos y textos de los real se han mezclado en las teatralidadesactuales para que emerjan, con la menor mediación posible los terriblesdramas de nuestro tiempo, y sobre todo para que la memoria no se borre yla condición humanista no sea un tema de los discursos literarios.(Diéguez,2008: 22)

Investigadora Ileana Diéguez acoto lo anterior al hablar de

trabajo de uno de los más importantes directores

latinoamericanos el peruano Miguel Rubio Zapata, ya que él y

su grupo Yuyaskani cuentan con una reflexión sobre la memoria

y el cuerpo ausente en América latina bastante valioso para

entender el concepto de dramaturgia fronteriza que intenta

plantear este corpus investigativo.

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“El cuerpo del actor es el lugar donde se concreta y desde donde nace elhecho escénico……(:35) con la violencia que asoló y enlutó nuestro país, lossupuestos básicos de nuestro trabajo afrontaron nuevos retos…(:36) …entonces pudimos sentir como ese cuerpo, centro y fuente de la acción, sediluía frente a nosotros, perdía valor, pues nada parecía valer los cuerposde los cientos de peruanos víctimas de la violencia política que vivíamos…”(Rubio,2008:36)

Bajo este concepto la pesquisa resaltara un análisis entre lo

narrativo versus lo dramatúrgico como otra idea de frontera.

A manera de ejemplo veamos como el crítico argentino Jorge

Dubatti sostiene que la dramaturgia se diferencia de la

literatura en tanto esta no implica acciones físicas sino

verbales: la dramaturgia es un vasto y complejo acto verbal.

“(…) El pasaje de la literatura al teatro constituye un acontecimiento de acciones

físicas o físico verbales: La letra en el cuerpo transfigura su entidad para devenir

teatralidad en acto. El teatro solo es literatura cuando lo verbal literario acontece

en el cuerpo en acción (Dubatti 2008: 136).

Por otro lado, en una entrevista publicada el 9 de julio de

1988 para el diario La República de Lima, Miguel Rubio

contestó así a esta dicotomía:

“Si usted quiere saber qué es dramaturgia y busca en el diccionario, va por malcamino, pues allí encontrará una visión fragmentada y excluyente del concepto. Eldiccionario registra la noción occidental del teatro y reduce la funcióndramatúrgica a la que realiza el escritor de textos literarios, o sea el autor,excluyendo todo ejercicio escénico sustentado en el juego de relaciones yconvenciones que hacen posible el hecho teatral en cualquier colectividad humana,aun prescindiendo de la palabra” (citado por Dubatti, 2008: 135).

Como vemos, tanto la voz del director, desde la investigación

creativa, como la del crítico teatral desde la crítica, nos

21

sitúan a su manera en orillas fronterizas: texto - imagen,

palabra escrita- palabra acción, cuerpo-voz. Todas ellas como

nuevas posibilidades de lectura; explicando así la línea que

atravesará el análisis y que se aplicará en este estudio en

las obras teatrales escogidas.

1.2 Performance como una dramaturgia viva

La palabra oral siempre constituye la modificación de una situación existencial

total que invariablemente envuelve al cuerpo. En este sentido, puede afirmarse

que la teatralidad es consustancial a las culturas orales. (Henríquez, 2003: 60)

Ya a finales de los años sesenta el director y teórico del

teatro norteamericano Richard Schechner reclamó un cambio

para la ciencia teatral estadounidense. A partir de ese

momento sus objetos deberían constituir relaciones entre el

juego, obras, deportes, teatro y ritual. El interés de

Schechner se centraba particularmente en la relación entre

teatro y ritual, sobre todo en la época cuando hizo un

trabajo en colaboración con el etnólogo Víctor Turner. En vez

de enfocar las diferencias entre teatro y ritual estos eran

concebidos más bien como formas similares de expresión de

22

comportamiento social. Así la ciencia teatral recibió su

'amplia base etnológica", reclamada ya por Niessen. La

ciencia teatral se redefinió como “Performance Studies” y

como tal es ejercida hoy en día sobre todo en las

universidades de los EE.UU.

Según Diana Taylor, profesora de la Universidad de Nueva York

(NYU):

“Para algunos artistas, performance (como se utiliza en Latinoamérica) se refiere a

performance o arte de acción, perteneciente al campo de las artes visuales. Las

performances funcionan como actos vitales de transferencia, transmitiendo saber

social, memoria, y sentido de identidad a través de acciones reiteradas, o lo que

Richard Schechner ha dado en llamar "twice behaved-behavior" (comportamiento

dos veces actuado). Desde otro plano, los estudios del performance también

constituyen una visión metodológica que permite a los académicos analizar

eventos performáticos como las conductas de sujeción civil, resistencia,

ciudadanía, género, etnicidad e identidad sexual, que son ejemplos comunes de la

esfera pública. (..) Entender estos fenómenos como prácticas “in-corporadas”, de

manera conjunta con otros discursos culturales, ofrece una determinada forma de

conocimiento. La distinción estaría en como la performance subraya la

comprensión del fenómeno performativo de un evento que es simultáneamente

"real" y "construido", como una serie de prácticas que aúnan lo que históricamente

ha sido separado y manteniendo una unidad discreta, entre discursos

supuestamente independientes. (Taylor, 2001).

23

También en los estudios de performance las nociones acerca

del rol y la función de performance varían ampliamente.

Algunos especialistas aceptan su carácter efímero, arguyendo

que desaparece porque ninguna forma de documentación o

reproducción captura lo que ocurre "en vivo". Otros extienden

su comprensión de performance al hacerla copartícipe de

memoria e historia. Como tal, la performance participa en la

transmisión y preservación del conocimiento de esa memoria.

Es un acontecimiento de dramaturgia viva que dispone los

sujetos –cuerpos actuantes al igual que el público

participante en la misma, sin diferenciación entre

representación y presentación.

Performance cultural

"El sentido original del teatro {…} consistía en ser un juego social, un juego de todos para

todos. Un juego en que todos son participantes, participantes y espectadores. El público

colabora como factor integrante. El público es, por así decirlo, el creador del arte teatral.

Existen así tantas partes representantes que constituyen la fiesta del teatro que no se

pierde su carácter social fundamental. El teatro implica siempre una comunidad

social. Este punto debe ser tenido en cuenta por la ciencia teatral". (Schneider,

2000:93).

Según Milton Singer (1912-1994), en los años cincuenta se

rompió el consenso según el cual la cultura se construía

24

exclusivamente mediante artefactos: textos, obras,

monumentos. La transformación del ámbito artístico estuvo

propiciada por una variación cultural de raíces profundas;

recordemos que el concepto de cultural performance, abarca no

sólo representaciones teatrales, sino también danzas, fiestas

religiosas, bodas, iniciaciones, funerales, recitaciones,

recitales etc., determinándolas como las "unidades más

concretas observables de una estructura cultural". Singer

partió de la idea de que –a través de tales performances– una

cultura expone, presenta su imagen y entendimiento de sí

misma, tanto ante los miembros de su propia comunidad como

ante extraños a ella.

También debemos recordar que no sólo la etnología llamó la

atención sobre el fenómeno de la performatividad, también la

teoría de la literatura se vio afectada por este proceso de

cambio cultural. Así, Roland Barthes apostó por un

desplazamiento del texto, o del concepto de texto, a la

escritura en su obra Le degré zero de l’écriture (El grado

cero de la escritura) publicada en 1952.

“…La lengua está más acá de la literatura, el estilo casi más allá: imágenes,

elocución, léxico, nacen del cuerpo y del pasado del escritor y poco a poco se

transforman en los automatismos de su arte” (Barthes, 1997:2).

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Si durante mucho tiempo el concepto de texto sirvió como

modelo para la cultura occidental, da la impresión de que tal

función está siendo asumida cada vez más por lo performativo,

o bien por una relación específica entre lo textual y lo

performativo. El filósofo John L. Austin sostuvo que “el

lenguaje no sólo cumple la función de describir un estado de cosas o afirmar un

hecho, sino que también implica un comportamiento, es decir, que el lenguaje no

sólo cumple una función referencial, sino también siempre una función

performativa”. (Austin, 1955).

En tanto que a la metáfora de la "cultura como performance"

le corresponda un valor aclaratorio superior al que le

corresponde a la metáfora de la "cultura como texto", “la “ciencia

teatral” funcionará entonces al lado de o junto con la antropología cultural /

etnología, como una ciencia conductora para las ciencias de la cultura. Las

afinidades entre ambas disciplinas son obvias. Las dos se ocupan de las puestas

en escena”. (Schneider, 2000:83).

Es decir, el interés en las performances culturales no se

centra sólo en las funciones performativas como, por ejemplo,

la creación y conservación de colectividades,

desencadenamientos de afecto, cambio de estatus o de

identidad, sino que además se ocupaba de las funciones

referenciales y simbólicas, en la producción de liminalidad y

en la posibilidad de experiencias de umbral. Pero se debe

recordar que la interacción entre las funciones referenciales

26

y performativas, es una cuestión que preocupa a la “ciencia

teatral” desde sus comienzos.

Esto pone en evidencia la importancia que tiene hoy la

cooperación entre la ciencias y el arte teatral, así como la

etnología y la, antropología cultural, iniciada ya por

Schechner y Turner, en los últimos treinta años y por cierto

no sólo en los Estados Unidos sino también en muchos países

de Europa.

“{..} a partir de esa década 50’s comenzó a aceptarse que la cultura también podía

manifestarse en acontecimientos efímeros o de modo procesual, es decir, se

descubrió lo performativo como función constitutiva de cultura.” (Singer, 1959: XII,

citado por Schneider, 2000).

1.3 Los objetos problemáticos y las claves de lectura

Para este trabajo, la interpretación fronteriza del universo

teatral femenino se evidenciará en tres ejemplos de casos en

obras de Beatriz Camargo, Carolina Vivas y Patricia Ariza. El

análisis de sus trabajos será como ejemplo de lectura desde

esas orillas fronterizas con el fin de avanzar en la

investigación teatral de hoy. Para llegar a esto es

importante incluir otros modelos de lectura que tematicen la

historia y encuentren sus posibles cambios y desafíos.

27

Con este fin me baso en las teorías teatrales actuales sobre

las teatralidades sociales, en América (Ileana Diéguez) y la

interpretación de la imagen visual en el teatro (Juan

Villegas), teoría posmoderna y poscolonial de la ‘hibridez’ e

‘inter’-medialidad” (De Toro) y la búsqueda en el análisis

del “tercer espacio de enunciación” (Homi K. Bhabha). En el

análisis se atraviesa una lectura del cuerpo como memoria

histórica desde las concepciones de las culturas

mesoamericanas hasta las teorías de Judith Butler, Marcela

Legarde y Mabel Moraña.

El filósofo poscolonial de origen indio. Homi K. Bhabha busca

una matización en el concepto de lo híbrido. La hibridez,

según Bhabha, no es "una mezcla de identidades estables

anteriores" sino "la perplejidad de lo vivo como

interrupción, de la representación, de la plenitud de la

vida" y "el signo negativo al origen". Utiliza el concepto de

“tercer espacio de enunciación” para referirse al lugar

intermedio desde donde se enuncia o se interpreta una cultura

o un producto cultural (Bhabha 1994: 174). Los análisis de

las obras buscarán este concepto de “tercer espacio de

enunciación” para referirse al lugar intermedio entre el

acontecimiento escénico –desde donde se enuncia– hasta el

“acontecimiento convival”1 o recepción donde se interpreta el

1 Concepto referido del crítico argentino Jorge Dubatti (2007): que se refiere al principio y modalización de la teatralidad. Convivio: (…) encuentro de presenciasen una encrucijada espacio-temporal cotidiana de allí que podamos reconocer en él

28

producto cultural de una cultura- develando un conflicto

cultural ya sea actual o del pasado.

Dependiendo de la obra, se tomará también algunos

afirmaciones de teorías analíticas como La Deconstrucción de

Jonathan Culler, (1998), el cual la entiende como la diferencia del

punto de vista, la diferencia de modelo. También proyectaremos algunos

planteamientos de La crítica impura de Mabel Moraña (2004),

donde analiza lo que se esconde en los pliegues del canon

literario hispanoamericano.

La presente investigación hace referencia a las orillas

fronterizas como lugares periféricos, para que el receptor se

detenga por un instante en este espacio- tiempo y se pueda

percibir más allá del típico pensamiento colonial. Se logre

ver los principios de una racionalidad otra, que desafía,

contamina y desestabiliza la epistemología dominante. Según

Moraña, “podría decirse siguiendo la semántica derridiana que

la subjetividad criolla es entonces la difference. Una

construcción en la que se combinan lo diferente y lo

diferido, incorporando rupturas y discontinuidades que

aplazan la construcción final de sentidos y se resuelven en

la suplementariedad y el desplazamiento” (Moraña, 2004: 55).

Parados en ese lugar-tiempo del umbral como nueva clave de

lectura se hace evidente reconocer que esta “subjetividad

el principio –en el doble sentido de fundamento y punto de partida –lógico temporal– de la teatralidad. (Dubatti 2007:43).

29

colonial” como la llama Bhabha, nos ha perseguido por

generaciones como una tradición o traición de la lengua

dominante que pasa de la mimesis a la mímica. Ya que en las

orillas fronterizas de análisis confluye un teatro donde

personajes, situaciones, acciones dramáticas son como un

espacio-destino- imaginario de las autoras que hablan

políticamente de un país desplazado, fragmentado.

El manejo de límites y soberanías se observa en las obras que

fueron estudiadas desde una lógica especial de los saberes y

las sociedades pre-hispánicos (caso Beatriz Camargo), la

frontera como concepto espacial y campo cultural del

pensamiento criollo de la época de la República (caso

Carolina Vivas) y un tercer aspecto implícito en la noción de

frontera desde el mito contemporáneo con líneas demarcadoras

de nociones tradicionales europeas de comprensión de la

historia y la espacialidad enfrentado a una realidad nacional

inmediata (caso las Antígonas de Ariza).

El sentido de orilla, de frontera, en estos tres casos se

sitúa entre la presentación y la representación teatral;

entre el texto dramático y texto de la representación; entre

la realidad inmediata, el acontecimiento histórico, y la

tradición teatral. Estableciendo un tipo de frontera de

confrontación. “Un frente militar de combate, frontera como expansión,

fronteras internas, una separación del mundo amenazante sobre el que se

30

proyectan por igual sueños y pesadillas.” (Serje, 2005: 117) Las fronteras se

han convertido en un objeto social, cultural, geográfico y

hasta estético, razón por la cual es más que imprescindible

la invención de las orillas fronterizas como forma de

análisis, ya que tiene el fin de re-contextualizar unas

claves de lectura para la dramaturgia contemporánea de las

periferias. En este caso específico será la escritura

femenina pero podría extenderse en futuras investigaciones a

otros discursos socialmente marginales (lo indígena, negro,

queer).

1.3.1 El cuerpo como la Otra frontera

La necesidad de unas nuevas claves de lectura del teatro

contemporáneo nos lleva a situar la lectura del cuerpo en la

escritura dramática, como esa otra orilla fronteriza.

Entendemos el cuerpo como una cartografía representacional de

la historia, memoria, sexualidad, poder, pasión, violencia,

tortura. “El cuerpo es una escenificación de sí mismo y punto de partida de un

proceso de significación y diseminación; ya no es más una estructura subordinada,

metáfora o puente para elementos extraños al cuerpo, sino representación o

presentación” (A. de Toro, 2004:36).

El cuerpo como historia y memoria es el lugar de

representación de la historia colonial, punto de compresión o

31

condensación de diversas estructuras, lugar de concreción del

deseo. La historia de Latinoamérica está escrita sobre los

cuerpos ya sea por sus marcas desde la esclavitud o la

inquisición hasta la adoración fetichista de sus partes por

la religión católica. Su práctica cultural-religiosa, es

también lingüística, discursiva que pasa en tránsito entre el

cuerpo social y el cuerpo cultural, en un retardo histórico

del criollismo y un no-lugar de la utopía americana, como un

peregrinaje hacia un centro absoluto, hacia una verdad

develada.

“Entonces para el trato del cuerpo como material y como un sistema autónomo, la

equivalencia y la convención son secundarias, ya que el cuerpo, en ambos casos, es

reducido a signos lingüísticos” {…} “El estudio del ‘cuerpo’ como un campo o una

categoría cultural, epistemológico/ asexual, político/a y poscolonial ha sido poco

trabajado/a en el ámbito latinoamericano (pero también en el hispánico) esta

constatación es válida tanto para el campo del teatro como para el de la teoría de

la cultura. {…} El cuerpo y sus partes constituyentes deben ser introducidos como

rica materia de estudio para la interpretación, especialmente en el contexto

teatral. El estudio del cuerpo en relación con la sexualidad, poder, pasión,

violencia, perversión, lenguaje, memoria, historia, etc., es en el campo de la

construcción teórica posmoderna y poscolonial de fundamental y central

importancia. Esto significa devolverle al cuerpo su materialidad, su naturaleza que

se le ha usurpado o prohibido expresar desde hace siglos, apoyándose en la

oposición ‘alma vs cuerpo”. (De Toro, 2004: 34).

32

Por estas razones la presente investigación plantea

visibilizar las expresiones culturales del universo femenino

dramático desde una reflexión teórica a través de los cuerpos

del imaginario dramático femenino, ya que en él se delinea

una frontera que más que una demostración académica es un

encuentro con la naturaleza usurpada del ser femenino. Esta

otra frontera busca encontrar unas formas de analizar, ver, y

sentir las escrituras teatrales por medio de la lectura de

los cuerpos ahí representados o escritos.

Marcela Serrano en Antigua vida mía dice:

Josefa: “Una mujer es la historia de sus actos y pensamientos, de sus células y

neuronas, de su heredad y entusiasmos, de sus amores y desamores. Una mujer es

inevitablemente la historia de su vientre, de las semillas que en él se fecundaron o

no lo hicieron o dejaron de hacerlo... una mujer es la historia de lo pequeño, de lo

trivial, de lo cotidiano, la suma de lo callado. Una mujer es siempre la historia de

muchos hombres. Una mujer es la historia de sus raíces y de su origen, de cada

mujer que fue alimentada por la anterior para que ella naciera: una mujer es la

historia de su sangre. Pero también es la historia de una conciencia y de sus luchas

interiores. También es la historia de su utopía.” (Serrano, 2005: 250).

Las palabras del personaje de Josefa nos acercan como un

ejemplo a los relatos que se reinscriben en el cuerpo

femenino, como las mujeres lo perciben, sienten desde adentro

y a los diferentes modelos de la feminidad que han atravesado

la historia. Recordemos la materialidad del poder desde sus

extremidades que estudia Foucault en su discurso del deseo o

33

la afirmación de Pierre Bourdieu: “lo que se aprende con el cuerpo ‘no

es algo que se sabe sino algo que se es’.” (Bourdieu 1998: 55).

El debate feminista sobre género recibe una sacudida a

principios de los años noventa con la lectura propuesta por

Judith Butler del cuerpo performativo: “La performatividad no es un

acto único, sino la repetición de un ritual que logra su efecto mediante su

naturalización en el contexto de un cuerpo, entendido, hasta cierto punto, como

una duración temporal sostenida culturalmente”. (Butler. 2001: 15). Butler se

interroga sobre si la "naturalidad" se constituye a través de actos culturales que

producen reacciones en el cuerpo: ¿ser femenina es un hecho "natural" o una

"performance" cultural? El cuerpo, desde su perspectiva, no es sólo un receptor de

interpretaciones culturales, sino también un campo de posibilidades

interpretativas” (Butler, 1993:27). Con esa frase Butler construye

inevitablemente un nuevo espacio de posibilidades semánticas

a desarrollar, se convierte en un tema de ruptura en

sociedades pacatas como las latinoamericanas. Brota un cuerpo

femenino, no solo como un componente primordial de la

feminidad o una mera exposición anatómica sino como una

interpretación simbólica que implica transformar la

estructura básica fundamental de nuestra forma de pensar.

Vemos que este debate sobre la lectura del cuerpo es amplio y

complejo ¿Cómo traducirlo entonces en un aporte para la

lectura de las obras teatrales?, ¿Cómo leer la escenificación

de esos mitos corporales latinoamericanos en el ámbito de la

34

dramaturgia? Se manifestaría entonces en una OTRA forma de

leer las representaciones del cuerpo. Sirviendo para los

estudios teatrales, al poner en relieve lo que hay detrás de

las historias, los personajes tanto femeninos como

masculinos; desde donde las elecciones de los cánones están

inmersas en las obras mismas fraguando una re-visión de las

palabras, imágenes y cuerpos ahí representados. Como dice

Adorno “El sujeto se reconoce así mismo reconociendo al otro” (citado por

Moraña, 2004:43).

1.3.2 El cuerpo como memoria histórica

Esta investigación propone específicamente para la realidad

colombiana una lectura del cuerpo que contiene una memoria

histórica no escuchada. “Muchas de las narraciones, escritas

sobre países como el nuestro, marcados por conflictos armados

y angustiosas situaciones políticas, dan gran espacio a la

oralidad y parten de testimonios que entraron a la escena

literaria hacia los años sesenta con el auge de las luchas

políticas de Centroamérica, que desmontan la historia oficial

para dar paso a voces no escuchadas” (Robledo, 2004). Estas

voces no escuchadas son protagonistas en las obras de las

autoras escogidas en el presente estudio y hablan a través de

los cuerpos de los ancestros, la Colonia, la violencia, los

35

muertos, cuerpos que atraviesan estos países desde hace mucho

tiempo pero que siguen sin ser vistos.

Recordemos que en la guerra los cuerpos de las mujeres son

considerados “un legítimo trofeo” entregados como recompensa,

para el reposo y disfrute de los guerreros. A través de los

cuerpos de las mujeres, considerados y usados como objetos,

se pretende lograr demostraciones de poder y desprecio,

intimidar, humillar, vengarse y castigar a los hombres.

Tradicionalmente las guerras propician un contexto de

impunidad en el mundo entero. La guerra no hace excepción:

mujeres y niños/as no son protegidas en los conflictos

armados, al contrario son agredidos. Muchas veces por causa

de su sexo, por el sencillo y natural hecho de haber nacido

mujeres.

Las escritoras hace mucho combinan historias cotidianas o

personales con historias políticas. Marcela Legarde afirma en

un capítulo sobre violencia y poder: “En efecto la violencia a las mujeres

es una constante en la sociedad y en la cultura patriarcal. Y lo es a pesar de ser valorada y

normada, como algo malo e indebido, a partir del principio dogmático de la debilidad

intrínseca de las mujeres, y del correspondiente papel de protección y tutelaje de quienes

poseen como tributos naturales de su poder la fuerza y la agresividad”. (Legarde,

2003:269).

36

Por otro lado, la profesora Carmiña Navia afirma: “En las

expresiones femeninas sobre la guerra y la paz en Colombia se ha ido

configurando un tipo de texto difícil de definir, porque no se deja agarrar, no se

deja clasificar, se escapa de todo rotulo rígido...” (Navia, 2005:15).

La crítica literaria Susan Lanser afirma que en “La

narratología tradicional” se ha evitado cuestiones de género,

se han suprimido aspectos representacionales de la ficción o

sea que destaca lo semiótico. “La Narratología tradicional ha

condicionado a la narración femenina como: sin trama, como una historia

defectuosa. La Crítica feminista se ha preocupado más por los personajes como

personas que como modelos” (Lanser, 1982: 123).

Ahora bien, teniendo en cuenta que la literatura teatral

tiene una naturaleza dual, podemos encontrar en esta lectura

del cuerpo como memoria histórica en la escena no sólo la

representación de la vida sino la explicación de la realidad

como un documento mimético. Buscando encontrar en los

cuerpos, como dice Navia:

“{…} un lenguaje que si se escucha podría revolucionar la mirada nacional sobre el

conflicto ancestral que nos aqueja, porque arroja sobre él matices, luces y

percepciones diferentes” (Navia, 2005:15).

En otras palabras “Otra” memoria de la violencia: la

ancestral, la de un pensamiento cósmico en las acotaciones,

37

los diálogos, las imágenes, los sonidos y claro la palabra de

la representación; como una escritura teatral alternativa

propuesta por mujeres. Por eso siguen siendo válidos los

conceptos de Elaine Showalter, quien ya en 1971 abogaba por

estudiar a las mujeres como grupo, señalaba factores que

determinan las relaciones sociales, políticas y económicas de

la mujer con su medio.

"La idea de estudiar a las mujeres como un grupo aparte no está basada en que

todas sean iguales, o en que desarrollen un estilo parecido, propiamente

femenino. Pero sí cuentan con una historia especial, susceptible de análisis, que

incluye consideraciones tan complejas como la economía de su relación con el

mercado literario; los efectos de los cambios sociales y políticos en la posición de

las mujeres entre los individuos y las implicaciones de los estereotipos de la

escritora así como de las restricciones de su independencia artística." (Citada por

Toril Moi, 1988:61).

Así que, dispongamos nuestros conocimientos para que estas

mujeres puedan ser oídas, publicadas, compiladas y, sobre

todo, entendidas desde su condición histórica-cultural

específica.

Para terminar esta introducción y pasar al cuerpo de la

investigación conviene plantear unas preguntas a los

interesados para lograr acercarnos juntos a las claves de

lectura que nos ofrecen una teatralidad fronteriza:

38

¿Desde qué orilla comprendemos nuestra tradición, que

tanto se incluye al sujeto mujer-creadora en esa

comprensión?

¿Qué tanto somos capaces de conversar con esa “otra”

dramaturgia fronteriza, de realmente escuchar sus obras?

¿Qué tan imparcialmente construimos un nuevo discurso

crítico donde no sobresalen anclajes coloniales,

criollos ni hegemónicos?

39

2. HILANDO DELGADO

Las manifestaciones parateatrales del periodo prehispánico en

Latinoamérica son los antecedentes fronterizos de la mujer

en el teatro. A este respecto la intervención de la mujer

obedecían a un esquema similar al occidental. Es decir, que

las mujeres participaban en las manifestaciones de danzas y

pantomimas del mismo modo que los hombres, salvo cuando en

éstas se incluían parlamentos, que estaban vedados a la

mujer, quien sólo intervenía en los coros. Como lo prueban

los escasos textos conservados, como el Rabinal Achí, de la

cultura Maya-Quiché, que incluía un coro de mujeres, cuya

única función era la danza; o El Baile del Güegüense o Macho

Ratón, texto ya colonial pero de la tradición Náhuatl, en el

que hay tres personajes femeninos, que no tienen parlamento.

Con la llegada de los españoles se introdujo el teatro

occidental, que tendrá una gran significación, pues fue

utilizado desde los primeros momentos como un recurso para

“cristianizar” a los indios, y desde entonces las

representaciones teatrales se impregnaron de un color local,

adaptando los rituales y manifestaciones nativas a la

doctrina cristiana impuesta, creando espectáculos de un rico

mestizaje de culturas y en los que intervenían mujeres con

absoluta naturalidad. Sin embargo, sabemos por la historia

que no era propio de las mujeres participar en el teatro;

40

Marina Lamus (2005) recuerda acertadamente este ambiente de

la Colonia:

“A las actrices, la religión católica y la buena sociedad cristiana, las convirtió en

sirenas malignas, que con sus encantos podían llevar al infierno a quienes las

trataran o frecuentaran. Por tanto, formaban un grupo un poco aparte, aunque si

existieron familias, que las invitaban a sus casas a departir; pero no en la calle, y

mucho menos entrar a sus camerinos después de la función Los muchachos

jóvenes tuvieron un poco más de libertad. Existen anécdotas sobre generosos

enamorados de actrices que las obsequiaron, y no sólo con lindos poemas.”

(Lamus: 2004. 34).

Es sabido que los roles femeninos eran desempeñados por

hombres, en este ambiente, escribir e interpretar teatro era

impensable para una mujer. Fue así como en épocas coloniales

muchas autoras dramáticas optaron por el enmascaramiento de

su verdadera identidad a través de pseudónimos o de nombres

masculinos para existir en la historia de la literatura.

2.1 De musas a creadoras

Recordemos brevemente cómo ha sido el paso de la mujer en la

escritura escénica. No con un fin cronológico exacto si no

como un paneo por la escritura dramática femenina universal

dando cuenta de su recorrido por la historia y evidenciando

la poca información con que se cuenta y la casi nula

41

investigación del tema. Inicialmente en el Renacimiento

Otonida, siglo X y principios del XI, estaba la monja sajona

Hrotsvitha de Gandersheim, y sus seis dramas. Nació en 935,

ingresó a la abadía de Gandersheim a los quince años y allí

murió en el año 1000 o 1001. Fue llamada “el primer poeta de

lengua alemana" y en otra enciclopedia se asegura que sus

dramas iniciaron el teatro cristiano, ya que la autora

"concibió la primera idea de estos trabajos leyendo a

Terencio y su intención fue la de proporcionar a modo de un

contraveneno contra las inmorales obras del escritor romano"

(Elsa Frost, 1991:1). Hrotsvitha, canonesa de Gandersheim,

describe, en un diálogo entre el emperador romano Adriano y

su consejero Antíoco, el peligro que puede suponer para el

Estado –expresión máxima de lo público en Occidente– la

llegada a la capital del imperio de una mujer cristiana –

llamada Sapientia o Sabiduría– que, acompañada por sus tres

hijas, predica a las mujeres que no coman con sus maridos ni

se acuesten con ellos.

ANTÍOCO: La mujer de la que te hablo, exhorta a las nuestras a

abandonar los ritos ancestrales y a entregarse a la religión

cristiana.

ADRIANO: ¿Y acaso prosperan sus exhortaciones?

ANTÍOCO: Mucho; pues nuestras esposas nos han cogido aversión y nos

desprecian, hasta el punto de que se niegan a comer e, incluso, a

dormir con nosotros.

42

ADRIANO: Reconozco el peligro. (De Gandersheim, Hrotsvitha, siglo

X, Sapiencia: 258).

Si el teatro había servido para presentar los actos

vergonzosos de las mujeres impúdicas, bien podía celebrar

también la virtud de las vírgenes cristianas. La lectura de

los seis dramas, cuyo análisis literario es trabajo para

otras investigaciones, prueba más que suficiente del ambiente

intelectual que reinaba en las abadías. Si las monjas –o

cuando menos aquéllas a las que les interesaban – podían leer

a Terencio, autor lascivo en ese entonces, bien puede

concluirse que también tenían acceso al resto de la cultura

escrita. Elsa Cecilia Frost nos aclara: “Hrotsvitha se

esfuerza por describir no sólo la virtud sino los mil

artificios de la maldad. Lo que de inmediato nos plantea la

pregunta acerca de qué pudo leer, aparte del tantas veces

mencionado Terencio, que le permitiera este conocimiento de

las pasiones humanas.” (Frost, 1991: 2).

Muchos años después, en pleno Siglo de Oro español, en el

siguiente diálogo dramático escrito por la dramaturga

Sevillana Ana Caro podemos observar cómo era asumida la

escritura dramática femenina:

Tomillo: ¿De dónde sois?

Ribete: De Madrid

43

Tomillo: ¿Cuando viniste de allá?

Ribete: ¡Bravo chasco! Habrá seis meses.

Tomillo: ¿Qué hay en el lugar de nuevo?

Ribete: Ya todo es muy viejo allá;

solo en esto de poetas

hay notable novedad

por innumerables, tanto,

que aun quieren poetizar

las mujeres, y se atreven

A hacer comedias ya.

Tomillo: ¡Válgame dios! Pues,

¿no fuera mejor coser e hilar?

¿Mujeres poetas?

44

Ribete: Si; Más no es nuevo, pues están Argentaria, Safo, Areta, Blesilla, y más de

un millar de modernas, que hoy a Italia lustre soberano dan… (Citado por Luna,

1996:30).

Lola Luna afirma que “La novedad a la que se refieren los dos

lacayos-graciosos, tiene una función de crítica literaria,

poco analizada y es la comprobación de una práctica

dramatúrgica ejercitada por mujeres.”. Confirmamos entonces

que después de un silencio en el siglo XVII la mujer vuelve a

hacer su entrada en el teatro como dramaturga, y además como

actriz profesional.

Pasando a las latitudes americanas paradójicamente durante

esta misma época colonial las voces femeninas fueron menos

audibles; sin embargo, podemos encontrar contundentes

excepciones de procesos de resistencia al orden patriarcal,

como es el caso de Sor Juana Inés de la Cruz (México, 1651-

1695)) y la Madre Francisca Josefa del Castillo (Colombia,

1671-1742). No podemos desconocer que en su conjunto, durante

esta época, las mujeres fueron silenciadas. Por ejemplo

refiriéndose a México, una de las sociedades de mayor peso en

el mundo colonial por tres siglos restringieron a las mujeres

al hogar, al convento o a la iglesia (Gutiérrez 2000: 213).

Esta situación cambió totalmente con los procesos

independentistas y con los primeros años de definición de las

45

nuevas repúblicas. Dice Natividad Gutiérrez que en esta época

“nos encontramos con un grupo femenino que va buscando y

encontrando su identidad entretejida con su participación en

los asuntos públicos y con la discusión sobre la construcción

de las identidades nacionales. Podemos definir claramente un

conjunto de mujeres que combinan sus actividades y su

expresión literaria…” (Gutiérrez, 2000: 215).

Confirmando ese cambio de imaginario de la mujer, Marina

Lamus nos recuerda que en la literatura colombiana tuvimos en

la Villa de Mompox a finales del siglo XIX (1880) una

sociedad dramática de amplio repertorio, conformado solo por

mujeres, siendo esta el segundo tipo de sociedad dramática y

las otras dos de aficionados y de beneficencia (Lamus,

2004:90) de mi cosecha supongo que el de las mujeres era más

profesional.

Ahora detengamos un poco en cada frontera histórica para

encontrar la relevancia del estudio de la dramaturgia

femenina:

• La frontera del convento: Monjas dramáticas

El convento es un lugar fronterizo por excelencia y ocupa un

lugar destacado en la gestación de monjas dramaturgas.

Tenemos el caso de Sor Juana Inés de la Cruz, la cual llegó a

representar sus obras incluso en la corte de Madrid, pero

46

quedó relegada por largo tiempo hasta que fue rescatada en el

siglo XX, ello a pesar de ser una de las creadoras más

significativas de la América de su momento, en la que gozó de

una gran celebridad, y cuya poesía teatral es uno de los

aportes más significativos de la Americanidad Hispana. Esto

se puede evidenciar en su loa: El divino narciso (1690) donde

el tema de la conquista de América, y la cultura y

religiosidad indígena, así como los efectos de la

colonización española sobre el Nuevo Mundo se mezclan tocando

sutilmente aspectos fundamentales acerca de la violencia de

estas épocas y la expoliación. “Llega a sugerir que la

religión azteca prepara a los indígenas para recibir el culto

cristiano, y que las prácticas antropófagas de sacrificio

religioso entre los indios eran de alguna manera similares al

misterio de la eucaristía.” (Moraña, 2004:46).

Esta forma de asimilación cultural tan audazmente elaborada

por la monja era una forma de reivindicar al indio como

sujeto cultural, además de problematizar las certezas de la

iglesia y la política de la época, situándose en una orilla

evidentemente fronteriza.

Desde el siglo XVIII la historia colombiana cuenta también

con su monja autora, todavía sin reconocer como dramaturga.

Ella fue Sor Francisca Josefa de la Concepción del Castillo

Guevara (1671-1742), dentro de la estética barroca debe

47

insertarse a esta mujer de Tunja conocida como Madre del

Castillo, autora del texto Afectos espirituales, cuya

escritura empezó en 1694: el primer tomo consta de 108

afectos y el segundo de 87, tuvo su primera edición en 1847 ,

y aunque continúa una línea tradicional mística su forma de

narrar la incluye de alguna manera entre lo teatral: De ahí

que sus Afectos comiencen ordinariamente con expresiones como

éstas: "Otro día entendí esto" (Afecto 15: 135); "Hoy, en

comulgando..." (Afecto 17: 146); "Sintiendo y padeciendo unos

desmayos o ansias en el alma y en el cuerpo...". (Afecto 18,

148); "Estando grandemente fatigada y afligida, rezando las

horas, entendí...". (Afecto 27: 235).

La monja colombiana constituye así otro ejemplo de

teatralidad fronteriza ya que se mueve entre lo privado y lo

público, entre la palabra universal religiosa y su voz

biográfica en cautiverio. El Afecto 67 tiene un subtitulo

particular Trabajos y dolores del alma y del cuerpo (…)

Tentaciones Horribles de Satanás. Consuelos del Ángel de la

guarda. Todo este afecto relaciona el cuerpo y el alma, las

tentaciones y su deber ser como monja. (…) Muy oportuno para

la lectura del cuerpo como memoria histórica.

Estando a mí parecer dispierta, aunque embarazados los sentidos…

(Afecto 67: 338).

48

El relato autobiográfico, según el crítico antologador de su

obra, está elaborado “sobre la minuciosa trama de su historia

clínica y la sutil urdimbre de sus sueños, raptos, evasiones

y deliquios místicos” (Achury, 1968:1). “Sor Francisca,

generalmente parte de un hecho común de su vida ordinaria en

la comunidad: Tribulaciones que en un momento dado la

afligen; estados de su alma después de comulgar; rezo de las

horas del oficio, sola o en el coro; efectos de la lectura

espiritual…” (Torres 2003:656).

Recordemos que en especial por el Afecto. 45, la han

acreditado como la más eminente entre las voces poéticas

femeninas en la historia de la literatura colombiana.

Deliquios del divino amor

El habla delicada

del amante que estimo,

miel y leche destila

entre rosas y lirios…

(Del Castillo, 1847, Afecto 45: 5)

• La Frontera de América Latina

49

Después en el siglo XIX y principios del XX en América Latina

a lo largo de todo el mapa se escucha la voz de las mujeres.

En lo específicamente dramatúrgico contamos con Gertrudis

Gómez de Avellaneda (Cuba, 1814-1873) una autora

característica del romanticismo y ejemplo de la burguesía

ilustrada de la época. Al igual que Soledad Acosta de Samper

(Colombia, 1833-1913) y Waldina Ponce de León (1823-1900),

con Zuma, mas adelante citare más títulos de sus obras, ahora

hay que señalar que la mayoría de ellas eran representadas en

España aunque con resultados desiguales por su evidente

procedencia criolla.

Marina Lamus, en su investigación exhaustiva (Lamus, 2004),

afirma que a mediados del siglo existió en Bogotá la Compañía

Auza, en la cual dos hermanas de apellido Hidalgo eran

actrices. Entre 1858 y 1859 existían en Medellín sociedades

dramáticas que tenían temporadas durante el año, en una de

ellas Susana Tirado apareció como la primera actriz que se

subió a un escenario en la ciudad de Medellín. Pero fue solo

hasta 1873 cuando surgió una compañía dirigida por una mujer:

Josefa Fernández. “La hermosa Pepa como la nombra Lamus,

dirigió su compañía con actores aficionados y profesionales,

y contaba con otras dos actrices. Dice la investigadora que

tal vez una de ellas era Edelmira Fonrodona alumna de la

Pepa” (Lamus, 2004:160); complementando se podría afirmar que

50

la señora Pepa estaba ofreciendo un tipo de formación teatral

incluyente, nueva para la época.

Por otro lado el investigador Juan Villegas afirma que:

“En los dos primeros decenios del siglo XX ante la

representación de la crisis de los sistemas de producción los

discursos y sectores medios de representación enfatizan la

existencia de sectores marginados del bienestar económico. La

representación de la mujer de los sectores medios venidos a

menos pasó a constituirse en una potencial fuerza política y

en varios países el discurso político implicaba expresamente

la condición de la mujer. Pero siempre desde la mirada del

hombre, como correspondía al imaginario hegemónico de la

época.” (Villegas, 2005: 145).

Como ejemplo Villegas subraya en Chile la obra “Isabel

Sandoval Modas” (1915), que aun se monta en la actualidad en

Chile. La obra desarrolla su trama en torno a una familia de

clase media, la cual ve sus anhelos y esperanzas de un futuro

promisorio reflejadas en el único hijo que ha podido cursar

una carrera universitaria. Temas como la búsqueda

desenfrenada por la estabilidad económica, por oportunidades

de estudios y trabajo para alcanzar la felicidad y los

sueños, desatan los conflictos medulares de este núcleo

familiar, convirtiendo este drama en un crítico retrato de

la realidad chilena que nos enfrenta a una problemática

51

social que persiste aún después de casi cien años del primer

estreno de “Isabel Sandoval Modas”. Convirtiendo los montajes

actuales en un ejercicio de memoria e identificación

nacional, donde se revisan temáticas que ya son parte de la

idiosincrasia nacional chilena.

Hay que incluir durante ese mismo periodo en Colombia obras

de las dramaturgas: Soledad Acosta de Samper (1833-1913):

Víctimas de la guerra; la barranquillera Amira de la Rosa

(1903-1974) y su obra Madre borrada (1944) y Piltrafa (1947).

Las viudas de Zacarías (19…), Los hijos de ella, (1939) y

Gabriela Samper entre otras.

En la investigación del antropólogo Ernesto Machler Tobar

además de analizar la obra: El viento y la ceniza de Patricia

Ariza, recupera un caso excepcional de escritura femenina del

siglo XIX: es la escritora Waldina Dávila de Ponce (1823-

1900), nacida en Neiva, con su pieza Zuma (1892), el

investigador sólo la refiere. Pero es importante dejar

plasmada su voz en este análisis ya que el único ejemplar se

encuentra olvidado en la sección de casos raros y manuscritos

de la Biblioteca Luis Ángel Arango. “La obra Zuma, al estilo

romántico de la época cuenta la enfermedad de una virreina en

el Perú incaico salvada por su criada indígena, la cual

prefirió traicionar a su pueblo y revelar el secreto del

remedio de la Quinua, para salvar a su protectora la

52

virreina” (Machler, 2005:316) . Esta autora le pone voz a los

vencidos y narra teatralmente este periodo histórico con una

mirada aventajada para su época.

JIMEO: No me interrumpáis, prestadme atención a lo que digo. Hace más de doscientos

años que sufrimos el yugo de los que destruyeron nuestros templos, nuestros dioses

y nuestras ciudades. Somos parias en nuestras propias tierras, que estamos

obligados a fertilizar con nuestras lágrimas, arrastrando las afrentosas cadenas de

la esclavitud, y de los inmensos tesoros que poseímos, ya solo nos quedan los

secretos de la naturaleza, que para conservarlos ilesos, han costado la vida a

muchos de nuestros abuelos, sacrificados sin consideración en el tormento. (Dávila,

1892: 10).

La representación mestiza y criolla mostrada en esta obra se

hace como una negociación ideológica que primariamente

explora los grados y modalidades posibles de integración

social de los contingentes indígenas en el espacio virreinal,

Mabel Moraña lo llama “discurso criollo” algo así como “un

modo de reflexionar en torno a las fronteras del poder y las

bases sobre las cuales construir una identidad americana,

diferenciada de la peninsular” (Moraña, 2004:44).

En su investigación sobre el teatro colombiano del siglo XIX

Carlos José Reyes reseña a Soledad Acosta de Samper y rescata

dos textos dramáticos de la autora: El viajero y Víctimas de

53

la guerra (1884), en esta última se plantea desde lo humano

los conflictos de las guerras civiles colombianas, dando

muestra de un pensamiento de la nación de entonces.

MATILDE: ¡Oh desgracia patria mía, que solo se alimenta con lágrimas y tristezas,

en que no hay sino duelos, miserias, pobreza, bajezas y pasiones desencadenadas de

unos pocos ambiciosos sin entrañas, que medran con los infortunios de poblaciones

enteras! (De Samper, 1884: 617).

Carlos José Reyes afirma:

“La autora en esta obra va más allá de las guerras civiles del siglo XIX, ya que logra en el

contexto del relato concebir cierta imparcialidad, pues no define los grupos políticos a los

que pertenecen sus personajes, y por tanto, hace la crítica a unos y otros por participar en

las guerras, que fueron un verdadero flagelo para el desarrollo del país; la obra va más

allá de cualquier posición partidistas sectaria, razones que hacen afirmar al investigador

Reyes: “… puede decirse que esta es una de las piezas más importantes y significativas del

teatro decimonónico colombiano”. (Reyes, 1991: 350).

Vale la pena subrayar que tanto las escritoras de finales del

siglo XIX como las de principios del XX hacen parte de un

proyecto letrado, de un pensamiento criollo ilustrado y casi

todas son hijas, hermanas o esposas de reconocidos hombres de

la historia; lo que hizo posible sus publicaciones y las

pocas representaciones de muchos de sus textos. Dejando

54

implícita una cultura de subordinación de la mujer aún en las

altas clases sociales.

Entonces podríamos definir a estas escritoras como musas-

creadoras, en una sola palabra, como un conjunto de mujeres

que combinan sus actividades y su expresión literaria con sus

reflexiones permanentes hacia el aporte femenino a la

sociedad. Develan en sus obras las condiciones de cautiverio

de las mujeres de la época y la necesidad apremiante de una

educación democrática, más amplia que fuera pilar de los

nuevos cambios sociales.

A su vez no podemos dejar de referir en un paneo histórico de

los antecedentes los artículos y publicaciones independientes

de otros investigadores teatrales que hace mucho están

preocupados por la construcción de la historia del teatro y

que aunque no se han especializado en la investigación de

dramaturgia femenina han recuperado o citado alguna obra o

autora dentro de sus trabajos teóricos. Ellos son: Fernando

González Cajiao, Jorge Prada, Juan Manuel Pardo, Fernando

Duque, Carlos José Reyes, Enrique Dávila, Marina Lamus,

Beatriz Risk, María Mercedes Jaramillo, entre otros.

2.2. Dramaturgas sin escena

55

Habría que señalar que este aparte tiene como nombre:

dramaturgas sin escena, ya que la academia hoy solo reconoce

a las literatas que han incursionado esporádicamente en la

escritura de texto dramático. Dicen los especialistas, con

respecto a la literatura, que a lo largo del siglo veinte los

textos se fueron multiplicando así como sus autoras. Sin

embargo, incluso hoy no se analizan, ni se estudia el trabajo

dramatúrgico que crean las otras dramaturgas del teatro.

Iniciemos la visibilización de ellas: encontramos en

Antioquia a las famosas mujeres de las Tertulias antioqueñas:

Isabel Carrasquilla de Arango (1865-1941) hermana del

reconocido escritor Tomás Carrasquilla, Dolly Mejía (1920-

1975) y Sofía Ospina de Navarro (1893-1974). El género

dramático fue uno de sus intereses, pero –como siempre– poco

estudiado entre los académicos.

“La Tertulia promovió, entre 1962 y 1963 la publicación de

obras de distintos géneros de todos sus miembros. Cuando

aprendí a pensar, la única novela de Pilarica Alvear; Polvo y

ceniza, una colección de cuentos de María Helena Uribe de

Estrada; Sílabas de arena, poemario de Olga Elena Mattei;

Calle tal... número tal, de Regina Mejía, obra compuesta de

varias piezas breves de teatro; La abuela cuenta, Crónicas

del viejo Medellín de Sofía Ospina de Navarro; La tercera

generación, novela de Rocío Vélez. Estas tertulias

56

funcionaron, casi sin interrupción, durante varios años

gracias –como advierte Mejía Vallejo– a la presencia y

decisión de las mujeres” (Escobar, 1997: 2).

Pareciera que el medio literario y social de la época había

evolucionado lo suficiente como para acoger a este grupo de

intelectuales. Además, ellas mismas, con su osada actitud,

contribuyeron a fisurar los viejos patrones mentales y los

roles asignado a la mujer.

Sobre estas creadoras antioqueñas, Escobar Mesa refiere

comentarios como el siguiente:

Al deponer el espíritu de frivolidad con que acogían la

literatura y tomar conciencia clara de la exigencia de ésta,

la asumieron no como divertimento, sino como oficio exigente;

empezaron a mostrar los problemas que las acosaban a ellas y

a su sociedad. Pero para esto tuvieron que recrear el mundo

que iban a revelar y reencontrarse como mujeres y como

creadoras. Así dejaron de ser, en definitiva, subsidiarias

del hombre –”predicado de éste”– al cual se le adherían “como

un bello adjetivo (Cadavid 1963:1).

Otro ejemplo de las dramaturgas sin escena es:

“Nelly Vivas (1935) con obras como: El ascensor y Campanero (1968) en la primera,

dedicada a Gonzalo Arango, el miedo es el tema central y hace parte de la conocida

57

literatura de la violencia, miedo a lo desconocido, miedo a sí mismo, miedo a hallar la

razón de sus estúpidas acciones. La segunda fue escrita originalmente en inglés y

estrenada en México, es toda una parábola contemporánea donde un viejo mañoso

dialoga con una estatua de la virgen en una capilla colonial en ruinas, según el

historiador una pieza muy bien lograda. (Cajiao, 1992:42).

En su obra El hombre de paja, Fanny Buitrago, premio nacional

de teatro 1964, trata sobre la violencia en Colombia:

“... La pieza tiene símbolos que la universalizan y muestran la violencia desde una

perspectiva psicológica y sus efectos sociales. Para Frank Dauster la obra está escrita con

técnica realista que no encubre la dimensión simbólica. El hombre de paja examina la

culpa de cada uno por la violencia y, en otro plano, por un siglo violento y cruel. Es muy

posible que sea una de las mejores obras colombianas del siglo XX. (Cajiao, 1992:48).

En ese mismo concurso en Cali el segundo premio fue para la

cartagenera Judith Porto de González con Pilares vacíos

(1966), autora de más obras como: Los chinos o Cuarentena

grados cero. En Bogotá encontramos a Silvia Galvis,

reconocida periodista, con De la caída de un Ángel puro por

culpa de un beso apasionado (1997) y la tan atacada por los

literatos en su época, Alba Lucía Ángel con Siete lunas y un

espejo (1991) y La manzana de piedra (inédita).

Contamos con un caso particular el de Piedad Bonnet; y la

incluyo en este punto porque su trabajo de dramaturgia ha

sido siempre en alianza con el Teatro Libre de Bogotá,

58

dirigido por Ricardo Camacho, único lugar donde sus obras han

sido estrenadas. Entre ellas se encuentran: Gato por liebre,

(1991), Que muerde el aire afuera (1995), Se arrienda pieza

(2003) y Sanseacabó.

Vale la pena también acotar que estas escritoras sin escena,

son nombradas muy poco en los eventos sobre dramaturgia o de

teatro femenino. Lo que devela el nivel de comunicación que

existe y los pocos espacios de reflexión sobre el trabajo

escénico femenino.

2.3 Las Otras publicaciones

Académicas

Por otro lado las interpretaciones del imaginario femenino

literario han estado mayoritariamente a cargo de algunas

académicas como: María Mercedes. Jaramillo, Beatriz Risk,

Nora Eidelberg, Ángela Robledo, Betty Osorio, Carmiña Navia,

Nelly Richard, Beatriz Sarlo, Mabel Moraña, etc. En su

mayoría, estas académicas trabajan en universidades

norteamericanas y europeas, sin embargo algunas de ellas han

logrado unir esfuerzos con instituciones de educación

superior como la Universidad de Antioquia, la del Valle, de

59

los Andes y Distrital2, y recientemente la Universidad de

Caldas sobre el tema. En general, los materiales estudian los

caminos recorridos por la escritura femenina colombiana

durante el siglo XX y se evidencia el rápido avance de ésta.

Demuestran en su extensa bibliografía el notorio crecimiento

de escritoras en las últimas décadas; y la existencia a

partir de la Colonia, de una tradición de escritoras en

Latinoamérica que han sido ignoradas por los antologistas

literarios. Sin embargo, hoy en pleno siglo XXI se viven

ambientes de retroceso e involución en los medios teatrales y

literarios nacionales respecto al estudio de la producción

dramática femenina. Paradójicamente siguen siendo escasos los

estudios y los análisis críticos sobre la producción

escénica de las mujeres.

Más recientemente, contamos con la publicación de Atrae

(2008) sobre la Dramaturgia antioqueña del siglo XX que

cuenta con una sección sobre la dramaturgas paisas, aunque

desde la introducción advierte al lector que su producción es

escasa y de corto alcance, hecho que evidencia pocas

herramientas para la lectura de la escritura femenina. No

obstante, Atrae constituye un tipo de categorización regional

importante para futuros análisis. También en el mismo año

2 Se hace referencia a la colección de teatro colombiano de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Bogotá (2005-2008), la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB) y el Instituto Distrital de Cultura y Turismo (IDCT), 2004.

60

(2008) la Universidad de Caldas realizó una investigación de

dramaturgia caldense a cargo de Gilberto Leyton donde se

incluyen algunos textos femeninos pero al igual que el resto

de los materiales es muy poca su divulgación y ha sido

imposible tener acceso a ella.

Reflexión de las creadoras

Aun siendo escasos los análisis sobre la dramaturgia

colombiana existen otras publicaciones, que parten de las

mismas creadoras quienes reflexionan sobre su trabajo

escénico y quieren ver publicados sus procesos creativos. Tal

es el caso de los libros de Pilar Restrepo La Máscara, la

mariposa y la metáfora: Creación teatral de mujeres,

publicado en 1998 donde la autora contextualiza la historia

del teatro de género en el país con énfasis en el grupo La

Máscara, de Cali. Y su último libro La dramaturgia de la

urgencia publicada en 2006, donde se recopilan las obras

escenificadas por este grupo durante 35 años, en el

abigarrado acontecer social y político del país; también

están las ediciones de la Corporación Colombiana de Teatro

sobre la obra de Patricia Ariza; en el Festival de Teatro de

61

Cali (2008) se publicó la obra de Beatriz Camargo Solo como

de un sueño de pronto nos levantamos, entre otras

Existe un área importante de resaltar en estas otras

publicaciones y es el teatro infantil, la dramaturgia

femenina ha sido reconocida en este género dramático como un

ejemplo sobre el tipo de apreciación del teatro femenino. Sin

embargo tenemos varias representantes que valen la pena citar

en este escrito. Tenemos a

Sofía de Moreno (1926-1989), quien con su marido Ángel

Alberto Moreno escenificaron en su Teatro don Eloy muchas

obras suyas, como: Brujas modernas, José Dolorcitos y Abuelo

Rin Rin, musicalizadas por ella misma, entre otras igualmente

representadas; también contaban con una academia de formación

para niños y jóvenes. Tienen mucha influencia del

costumbrismo y son parte de la profesionalización del teatro

en Colombia. Otras autoras son Rosario Montaña, Julia

Rodríguez y Beatriz Helena Robledo.

En conclusión, es innegable la concientización femenina, que

se ha incrementado a través de los tiempos y que ha

estimulado en gran medida la creación literaria y dramática.

No obstante, en Latinoamérica basta revisar someramente las

62

antologías que compilan a los diferentes autores teatrales

para notar la omisión de nombres femeninos en la mayor parte

de ellas. Si los antecedentes de teoría crítica para el texto

dramático en general son muy pocos, hay menos escritos para

la producción teatral femenina. Esto parece incomprensible,

si se considera que a más tardar a finales de los años

noventa es posible obtener trabajos con perspectiva de

género, interculturalidad, estudios culturales,

poscolonialidad y disidencias artísticas en toda

Latinoamérica.

63

3. PUNTO CADENETA

Así como las mujeres Nasa Yuwe piensan al tejer y enseñan a

tejer a sus hijas en comunidad, lo que interesa en el

presente capítulo Punto cadeneta, es hilar, tejer en

conjunto, ponernos de acuerdo, para hablar en el mismo

espacio-tiempo entre los estudios literarios de la academia y

los estudios teatrales. Específicamente sobre los discursos

teatrales de la mujer en el Teatro latinoamericano actual.

La dramaturgia femenina muestra diversos tejidos dramáticos

desde la imagen de la mujer creada y perpetuada por el

hombre, hasta la imagen de la mujer reflejo de la

deshumanización de la sociedad pasando por la mujer sabia

ancestral. Son estos imaginarios y muchos más los que se van

hilando, elaborando en el drama escrito por mujeres

profesionales del teatro al final del siglo veinte y

principios del XXI.

Entonces se pone en evidencia que el teatro es un escenario

privilegiado para el estudio de un ensamblaje de temas como:

situación colonial, frontera, otredad, liminalidades,

intersticio, etc. Es un espacio de comparación de

tradiciones, pueblos, lugares, costumbres, colonia y

64

metrópolis; lo que nos ubica frente a una postura crítica de

los legados poscoloniales, equivalente en literatura a la

relectura del canon, prestando particular atención a las

posturas de resistencias y marginales. Debemos aclarar que

entenderemos “lo Poscolonial, no sólo en el sentido de una

política intelectual que considera las diferencias culturales

y sus prácticas como “estrategias de resistencia,” sino más

bien como una perspectiva crítica que explica la relación

entre tradición y modernidad como una relación continua y

circular.” (Quintanilla, 2005: 216). Esta postura se

manifiesta en Latinoamérica y no precisamente a partir de la

era pos-independencia, sino incluso en los textos teatrales

pioneros de Mesoamérica como el Popol Vuh y teatralmente

hablando en el Rabinal Achí, el Ollantay de Perú y La

tragedia del fin de Atahualpa en Bolivia, entre otras.

Panorámica general actual

Ya finalizando el siglo XX los discursos de las mujeres en el

mundo son relevantes por contener una conciencia feminista,

que las incluye no sólo en la literatura sino en las tablas:

dirigen, crean y escriben la escena. No solo como dramaturgas

individuales sino como grupos formados exclusivamente por

mujeres, quienes conscientemente actúan basadas en las nuevas

teorías de género. A su vez, se desarrolla un círculo de

investigadoras que contribuyen a legitimar y divulgar sus

prácticas, como es el caso de La Máscara de Cali, bajo la

65

dirección de Lucy Bolaños y Pilar Restrepo como ejemplo más

significativo.

Juan Villegas amplía sobre los discursos teatrales de la

mujer así:

“Algunos de los principios evidentes con que trabajan son:

clara conciencia de la mujer como construcción cultural,

conciencia de que el poder radica en el discurso patriarcal,

necesidad de proponer un discurso subversivo y

reivindicatorio, que se identifica con otros subversivos y

marginales. Estos discursos, a la vez, buscan deconstruir el

discurso hegemónico haciendo evidente que el imaginario

dominante en el teatro ha sido un producto patriarcal,

manifiesto en la recurrencia de ciertos estereotipos, en los

cuales se enfatiza a la vez la sexualidad y la naturalización

de la violencia contra el cuerpo de la mujer. Se tiende a

mostrar en varias de las obras la violencia, física y

emocional, contra la mujer en la sociedad actual” (Villegas,

2005:231).

En este escrito sólo daré cuenta de una parte del extenso

panorama de voces femeninas en el teatro contemporáneo

latinoamericano. Ya que en los diferentes campos de la

escena: actuación, dirección coreografía y dramaturgia, la

66

historiografía es aun más larga y seria parte de posteriores

investigaciones. Y el propósito final del presente estudio

está centrado en Colombia y en tres autoras específicas:

Carolina Vivas, Beatriz Camargo y Patricia Ariza.

Es así como en este umbral encontramos grupos como La Máscara

(Colombia, 1972), dirigida por Pilar Restrepo y Lucy Bolaños,

última obra: La cabellera (2006); Grupo Ubu (Costa Rica,

1989) dirigido por María Bonilla; Rendijas (México, 1988)

directora Raquel Araújo, Grupo Kore Danza (Colombia, 1982)

directora Mónica Gontovnik Hobrecht.

En lo que tiene que ver con Latinoamérica, dentro de las

dramaturgas destacadas con conciencia feminista y de la

posmodernidad, debe incluirse en Chile a la obra Cariño Malo

de Inés Stranger con la dirección de Claudia Echeñique;

Teresa Marichal (Puerto Rico, 1956), Cristina Escofet y Diana

Raznovich, de Argentina; Sabina Berman (México), Lali

Armengol (Venezuela), Patricia Ariza (Colombia),

específicamente con el proceso de Antígona en el Teatro La

Candelaria. Y sus recientes publicaciones: Teatro Mujer, Diez

obras de teatro (2002). La siguiente es algo así como una

panorámica general actual sobre mujeres en el teatro

colombiano:

67

Beatriz Camargo: creadora y directora del grupo Teatro

Itinerante del Sol y su reciente escuela teatral en Villa

de Leyva- Boyacá.

María Teresa Hincapié (QEPD): con sus experiencias en la

performancia: Divina proporción (1996); con José Alejandro

Restrepo crean Parquedades (1987); Punto de fuga y

Naturaleza muerta en espacio muerto (1989); Primer premio

del XXXIII Salón Nacional de Artistas de Colombia con la

obra Una cosa es una cosa; (1990); En vitrina (1990); En su

cocina (1991), Esta tierra es mi cuerpo... (1992); El

espacio se mueve despacio (2002); Caminar es sagrado,

Proyecto de sobrevivencia, Tú eres santo, Divina proporción

(2004); Peregrinos urbanos (2005).

Carolina Vivas: dramaturga y directora de Umbral Teatro.

Pedagoga de la ASAB por quince años. Integrante del grupo

La Candelaria durante catorce años. Obra: Volcanes de sueño

ligero (2005), Aleteo (2004), investigación años 30; Cuando

el zapatero remendón, remienda sus zapatos... (2003),

investigación histórica siglo XIX.

Martha Ruiz: directora del grupo Adra Danza (1990): tiene

el proyecto pedagógico de La escuela del viento, Escuela

Contemporánea de Danza Comunitaria 2006 y sus últimas

obras: Penélope, 2005, Chamanas del silencio, beca de

creación del 2008, Aguas ambiguas, 2010.

68

Nohora Ayala: actriz y directora de las obras: Próxima

Estación, Memoria de Esquina, creación colectiva con el

teatro La Candelaria Femina Ludens (1995) y Rosas secas

(2000), Piel (2007).

Julieta Carabalí: segundo Premio Nacional de Dramaturgia

de la Embajada de Francia. Obra: Vuélame los sesos

(2005).

Martha Márquez: Premio Jorge Isaacs. obra: Blanco

totalmente blanco (2007).

Marina Lamus, Beatriz Risk y Liliana Alzate por sus

trabajos como historiadoras del teatro colombiano.

Mónica Camacho: fundadora del grupo El Tecal. Premio

Nacional de Dramaturgia 1998 única mujer ganadora de esta

distinción. Obra: Ciudad vacía. En el 2003 fueron

publicadas sus obras, Embalaje y Qué hora es.

Clara Ariza: actriz del grupo Teatro Tierra. Obra: La casa

de Eva, Las tramas de la fe, texto sobre Sor Juana Inés de

la Cruz.

Aída Novoa: (QEPD): con sus últimas obras Danzando sobre

los huesos y La edad de la ciruela de Arístides Vargas y su

trabajo teatral con comunidades de mujeres en Cali.

69

Jackeline Vidal: cofundadora y actual directora del TEC.

Coautora de muchas de las obras de creación colectiva

del grupo.

Fanny Mikey (QEPD): como actriz, promotora y productora

del teatro comercial y los festivales iberoamericanos de

teatro del país.

Carlota Llano: actriz de trayectoria con su obra Las

mujeres de la guerra.

Maribel Abello: Danza-teatro. Obra 48.9 beca de creación

Ministerio de Cultura 2007.

Laura García: por su reconocida trayectoria como actriz

de teatro.

Heidi Abderhalden: fundadora y actriz del grupo Mapa

Teatro. Coautora de las obras del grupo

Juliana Reyes: joven dramaturga grupo L\'Explose; obras

Ad portas, porque hay amores que matan (1998), ¿Por

quién lloran mis amores?; Al salir de la crisálida,

(2001), La mirada del avestruz (2002), Dime lo que ves y

El tiempo de un silencio (2004), Frenesí (2006).

Mónica Mojica joven directora con su obra: Emma la

malcastrada (2004-2005).

Tania Cárdenas: Cuarto Frío (1998), Viudas o la

felicidad tal vez si existe (2003-2004), ¿Dónde están

las vacas? (2000), Uno más de tantos (1997), Secreto y

despedidas (1996). Obras teatrales publicadas: Punto

70

final (2000); Cuadernos Escénicos No 4, Casa de América,

Madrid, España (2002); Nada (2000); Colección Teatro

Americano Actual, No 4. Casa de América, Madrid (2000).

Una mujer que ya no fuma (1997). Revista Gestus No 9.

ENAD. Colcultura, Bogotá, (1997).

Mérida Urquia: actriz cubana, radicada en Colombia por

más de veinte años, maestra de la Escuela de Artes

Escénicas de Cartagena durante diez años, fundadora del

grupo Teatro a Cuestas (1988) dirigido por Ricardo Muñoz

y el monólogo, basado en el clásico de Berthold Brecht,

Madre Coraje. Trabaja con el grupo Ensamblaje con Misael

Torres, desde 1999, actuando y dirigiendo obras como: La

tempestad y Las tres preguntas del diablo.

Sin duda, la lista no está completa pero el objetivo es

evidenciar su ausencia en el canon oficial y académico,

mostrar porqué se siguen poco analizadas las creadoras

femeninas y persiste la división particular entre la academia

y el teatro no solo por no ser publicadas en su mayoría, sino

también porque no existe en las escuelas superiores de arte

dramático del país, ni en las facultades de literatura, una

cátedra de dramaturgia contemporánea colombiana y mucho menos

una reflexión con perspectiva de género.

En los encuentros teatrales sigue siendo un asunto de mujeres

analizar a las mujeres y continúa siendo un tema aislado y

71

sin mucho comentario dentro de los grupos de teatro. Por otro

lado, las publicaciones académicas nacionales en sus

investigaciones sobre mujeres en la literatura

latinoamericana con excepción de Beatriz Risk, nunca incluyen

una seria investigación sobre la creación teatral femenina en

Colombia. Citan las mismas dramaturgas sin escena,

desconociendo, la mayoría de las veces, el amplio trabajo

dramatúrgico del país.

Tejido dramático

Como hemos visto, el tema de la investigación es demasiado

abarcador y complejo por sus múltiples aspectos, resulta útil

trazar como cauce de la disertación solo tres obras

contemporáneas colombianas: Solo como de un sueño de pronto

nos levantamos de Beatriz Camargo; Cuando el zapatero

remendón remienda sus zapatos de Carolina Vivas, y Mujeres en

la plaza ¿dónde están? de Patricia Ariza (DVD Anexos). Ahora

bien, para encontrar las Teatralidades fronterizas en estas

obras se usará la perspectiva relacionada con las

construcciones culturales de las discusiones actuales sobre

las “lecturas liminales” y el “espectador periférico”,

términos del antropólogo Víctor Turner (1988).

Por tanto, la propuesta de este capítulo, Punto cadeneta es

hacer un análisis intertextual de tres textos teatrales

escritos por mujeres. Estos se remiten indistintamente a

72

fronteras culturales revelando reflexiones del pensamiento y

de la praxis teatral sobre las teatralidades fronterizas.

Esta tarea será trabajo crítico-reconstructivo, que obliga a

enfrentarnos a los prejuicios y a estar vigilantes al entorno

sociocultural, a la vez nos exige dar paso a la construcción

de un nuevo orden simbólico del mundo visto desde un prisma

femenino. No podemos olvidar que muchos de estos prejuicios y

mitos son tan antiguos como la propia filosofía o la propia

capacidad humana de justificación y explicación del mundo y,

aunque algunos de ellos están desbancados a nivel científico,

persisten en el imaginario simbólico y cultural de las

actuales sociedades latinoamericanas.

Las obras de las autoras escogidas serán analizadas negando

este imaginario simbólico que nos persigue en la historia,

correspondiendo al tejido conjunto de las obras en sí mismas,

con el propósito de por fin hacer escuchar sus voces.

Acercándonos así a aspectos de la crítica postcolonial y

feminista que nutren y recrean los análisis de las obras

teatrales escogidas, Pero habrá que ahondar mucho más,

esperar en algunos casos y desenterrar en otros, para saber

hacia qué nuevas visiones del devenir mujer enrumba semejante

masa crítica y cultural.

73

3.1 EL CUERPO-VOZ DE LA MEMORIA en Beatriz Camargo

Guadalupe (El espacio), ha invitado a don Lucio (El tiempo), para que la acompañe a pasar

la noche, mientras ella prepara tortillas que llevará al mercado al día siguiente. Para

distraerse, y mantenerse despiertos, en medio de sorbos de chicha, se cuentan historias,

de su propia vida y de acontecimientos en los que se han visto involucrados.

(Camargo, 2008: 11).

Estas palabras son el inicio de la obra: Solo como de un

sueño de pronto nos levantamos de Beatriz Camargo o es mejor

llamarla La jaba cantara Abansensuka, su nombre ancestral que

significa: mujer sabia de la palabra dulce. Su pieza teatral

74

será objeto de este primer estudio, ya que plantea un viaje

por la memoria de los pueblos latinoamericanos y hacen

presencia tanto los habitantes de América, como los

personajes simbólicos de la memoria ancestral. Los

acontecimientos escénicos recorren la historia mesoamericana,

la conquista, la revolución mexicana hasta el desplazamiento

actual de los pueblos indígenas; haciendo evidente una mirada

histórica de América que quiere expresar su autora Beatriz

Camargo: Dramaturga colombiana fundadora y directora del

grupo Teatro Itinerante del Sol, que tiene su sede en Villa

de Leyva. La obra se estrenó en el Festival Iberoamericano de

Teatro 2006 y fue premio nacional de dramaturgia en 2008,

publicación a la que se referirá este análisis.

3.1.1 El tejido dramático de “solo como de un sueño de

pronto nos levantamos…”

La obra se desarrolla en nueve cuadros, como intersticios

oníricos que se convierten en unidades en sí mismas y

establecen puentes temporales del pasado y el presente de una

75

forma no lineal, a través de un complejo festivo. A los

sueños acuden múltiples personajes desde la literatura, la

historia y la memoria popular de México de antes y de ahora:

Quetzalcóatl, Cuauhtémoc, personajes del cuento Talpa de

Rulfo, héroes de la revolución mexicana, pueblo de

Tenochtitlán, 20 enmascarados que conforman el calendario

Náhuatl, el señor de los espejos, las 20 doncellas del maíz

en la cosmovisión Wixarika, los animales que persiguen al

niño “maíz” y un pueblo en romería que va tras del colibrí.

Esta última imagen de peregrinación atraviesa toda la obra de

principio a fin, y es de vital importancia por su nivel

simbólico. Recordemos que el Colibrí, es el ave endémica de

América y que los antiguos habitantes le dieron variadas

representaciones; para unos fue un dios aguerrido, para otros

la fertilidad, cada cultura le asignó un significado tanto de

carácter simbólico como mitológico.

La esencia mesoamericana está implícita en toda la historia

narrada en la obra, ya que se refiere a la creación del sexto

sol. En la mitología y cosmogonía Náhuatl se asentó la

existencia de cinco soles o edades de la tierra, el último

sería Nahui Ollin, “Sol en Movimiento”. La leyenda menciona

que este sol sería liquidado por un gran terremoto, que real

o simbólicamente acabaría con la humanidad. Esta terminación

del Quinto Sol y el nacimiento de una nueva Era y una nueva

humanidad es el conocido en las profecías de los mayas como

76

“Sexto Sol”3. En el prólogo de la obra su autora lo anuncia:

“Sol, que según las profecías mesoamericanas, está en esta

época creando los nuevos seres que poblarán este planeta.

Gentes, que vivirán en paz, y dedicación a las artes, y al

cuidado de su Madre, la tierra, con todos los demás seres que

la pueblan”. (Camargo, 2008: 11).

Por lo tanto, es evidente que el hilo conductor de esta

narración dramática es entonces la formación de este mito,

entendiendo el mito como una codificación de saberes de una

sociedad que construye una cosmovisión, la cual unida al

movimiento dramático de la romería del pueblo, que atraviesa

la escena, al encuentro con el colibrí trasciende y continúa

su legado en la praxis de una “cosmoacción”. (Gómez,

1994:15).

Siguiendo las claves de lectura expuestas antes, se mostrará

en el análisis cómo en esta obra, se cuenta con una

teatralidad fronteriza ya que tiene un carácter híbrido y

transcultural. Según Ángel Rama, este concepto opera gracias

a una “plasticidad cultural” que permite integrar las

tradiciones y las novedades: incorporar los nuevos elementos

de procedencia externa a partir de la rearticulación total de

la estructura cultural propia (…), se ha explicado también

3 Término tomado de <http://tlamatinisextosol.tripod.com>

77

cómo al lado del sistema social existe el sistema literario y

que éste puede analizarse en tres niveles: el del discurso

lingüístico, el del sistema literario y el del “imaginario

social”. (Rama, 1984:55-59). Estos tres niveles del discurso

en general se observan en el caso que nos ocupa en la

segregación dominante de la iglesia, la letra, la ideología y

la cultura patriarcal. Así como también se devela en la

gestación de un contra-imaginario que se afirma en la

reivindicación de una nueva historia americana, la cual se

proyecta a partir del intercambio de las fronteras entre la

periferia colonizada y el occidente colonizador.

La hibridez en su dramaturgia se unifica en lo antiguo, lo

mítico y lo histórico, en lo sagrado y lo profano de una

cultura popular; salvaguardando así en una especie de

teatralidad fronteriza las diferentes cosmovisiones de las

culturas de América.

Según M. Perrin:

“El modelo de pensamiento en espiral es el modelo de pensamiento de los pueblos

indígenas, es la alternativa al modelo de pensamiento lineal diseñado por el racionalismo

europeo, y la filosofía positivista, causante del modelo mental existente en el mundo

occidental por los últimos 400 años. El modelo de pensamiento y acción en espiral es

incluyente y permite conectar el presente con el pasado, y en el caso de los pueblos

78

indígenas permite comprender la factibilidad de construir futuro volviendo al pasado; vale

decir a las raíces de su desarrollo como pueblo” (Perrin, 1992: 36).

El acercamiento a las representaciones de las culturas

mesoamericanas en la pieza permite acceder a ese movimiento y

con él a otra definición de teatralidad: la fronteriza,

entendiendo frontera no como línea ni margen sino como la

cartografía de un territorio ondulante como el

latinoamericano. El cual ligado al pensamiento en espiral nos

permite conocer la naturaleza de las cosas sin abstracciones,

con todas sus partes conectadas unas con otras (Perrin, 1992:

57). Según lo expuesto antes en el presente estudio se

privilegia el uso de la forma de sueño en la estructura de la

obra formando la primera categoría de frontera híbrida, ya

que en ella conviven tanto las concepciones occidentales como

las cosmovisiones americanas en la creación de atmósferas que

marcan el cambio de cada cronotopo dramático.

Segundo, los elementos del teatro mesoamericano (drama

bailado y cantado) que se encuentran en el uso del tiempo

primordial se asemejan a la cosmogonía ancestral. Tempo que

se acentúa con la propuesta actoral del grupo de ejecutantes

en la representación escénica. Lo que nos traslada, como ítem

final de este análisis, a realizar una lectura del cuerpo en

relación con el texto de la representación, que en este

escrito se identificará como cuerpo-voz, siendo muestra de la

79

memoria tanto actual como ancestral de nuestros pueblos

americanos.

El tratamiento de los sueños

En la obra la estructura externa del drama presenta una

simetría formal caracterizada por el uso de cuadros

estructurales, sintácticos y temáticos, sin embargo, la

estructura interna se caracteriza por el uso del sueño como

técnica de premonición, tanto del pasado como en el futuro;

transformando el cronotopo de la obra de un cuadro a otro.

Para acercarnos a su lectura, empecemos por abordar las

concepciones sobre el sueño de las comunidades

mesoamericanas; recordemos que para las culturas indígenas

los sueños particularmente tienen un lenguaje que está

relacionado con el pensamiento y la vida consciente. Sin

embargo no es tan sencillo como parece, los símbolos como se

expresan tienen siempre un sentido oculto y solo se traduce

al analizar todos sus elementos. Por ejemplo, los aprendices

de hechiceros siguen los pasos de su iniciación a través de

sus sueños o el chamán habla con los dioses y pronostica el

futuro de toda una comunidad por medio de los sueños. En

realidad no se emprende una peregrinación, un hecho

importante que no esté precedido por un sueño en las culturas

80

mesoamericanas. Algo peculiar de estos sueños es que en ellos

no hay nada enmascarado, a diferencia de los sueños naturales

estos proponen historias coherentes y sus símbolos responden

a un contexto cultural específico. Se sueña lo que se desea

soñar, porque el sueño en su esencia, como lo definió Freud,

es la realización de un deseo.

DON LUCIO:

“Bueno, y como le venía contando, Guadalupe. Hace ya tanto tiempo, que ahora me

parece estarle narrando un sueño. Me vi hecho un carretel, lanzado al infinito,

porque daba y daba vueltas y nunca llegué a sitio alguno, pero de pronto me percaté

de una fuerza infinita y poderosa que me devolvía y otra vez me vi enrollando este

mismo cordel, donde anudo los días que van pasando.”

GUADALUPE:

“¿Y a dónde llegó cuando se devolvió, don Lucio? Pero mire, antes, tómese este

sorbito.”

(Don Lucio, recibe la jícara, y se toma un buen sorbo de chicha)

DON LUCIO:

“Aquí mismo, junto a Usted, que es la que me acompaña, esta noche, en la historia

que le voy a contar… Regáleme otro sorbo”.

81

GUADALUPE: (pasándole otra vez la jícara con chicha)

“¿Y eso cuándo fue?”

DON LUCIO:

“Usted siempre dándoselas de ingenua… Aquí mismo y ahora:”

El espacio se torna onírico. Una música ancestral, acompaña la escena. Don Lucio y

Guadalupe se levantan, con sendos bultos a sus espaldas. Se les une, serpenteando, una

fila de hombres y mujeres, de apariencia muy antigua, con bultos en sus espaldas. La

serpiente, parece no tener fin. Es un pueblo desterrado, en busca de un lugar dónde

establecerse. En el camino, unos van quedando agotados, moribundos. (Camargo, 2008: I

cuadro: 17).

Los subrayados en la cita anterior son nuestros y tienen el

fin de detenernos en ellos para poder observar el sentido

oculto del sueño indígena y el cambio de los tiempos. A

través de las acciones físicas aparece una actitud religiosa

frente a la toma de la chicha de Guadalupe y don Lucio, hecho

que ocurrirá desde el inicio de la obra hasta el final, la

forma serpenteante en que aparece la fila de hombres y

mujeres, el paso del tiempo en los nudos del cordel de don

Lucio, el pasar en vela moliendo el maíz y contando historias

82

y, claro, la transformación del espacio escénico en espacio

onírico.

Hay otras fronteras del sueño en el pensamiento chamánico

importantes para tener en cuenta, en la lectura de esta obra:

en la ceremonia del mezcal la frontera entre mito, sueño y

delirio es muy tenue, algo así como el individuo bajo los

efectos de la drogas. Según Jung, bajo estos efectos “se

sufre una especie de desdoblamiento de la personalidad y se

confunde su realidad interior con la exterior”. (Jung, 1909:

171).

En las acotaciones de los personajes que doblan Guadalupe y

don Lucio encontramos este desdoblamiento o incorporación de

los personajes a una frontera simbólica adaptada a las

necesidades dramatúrgicas de la obra.

GUADALUPE (como madre de Quetzalcóatl…

Cuauhtémoc (Don Lucio)…

Pachita (Guadalupe)…

JAGUAR 2 (señalando al niño, que ahora, porta una máscara de anciano…

(Guadalupe y don Lucio- configuran la imagen de Cipactónal y Oxomoco). (Camargo, 2008 IX

cuadro: 66).

83

Esas fronteras de las relaciones mesoamericanas entre el

sueño, el mito y el delirio nos sirven de modelo en esta

pieza para entender mejor el uso del sueño como un mito en la

construcción de la profecía del sexto sol. Así como otros

símbolos que heredamos de Mesoamérica (calendario Náhuatl,

los animales simbólicos, los colores del maíz, entre otros)

cuyos secretos permanecen hasta hoy en día sin interpretar en

nuestras culturas populares o teatralidades sociales.

Siguiendo la línea de encuentro con lo transcultural, estas

categorías de los sueños son encontradas en las imágenes

planteadas en la puesta en escena de la obra a lo largo del

texto y la representación evidenciando que:

El Universo indígena es una red viva por la que circula en

todo momento la energía, y la información bajo un orden

autorregulado por la propia naturaleza de las cosas. En el

pensamiento indígena todo está interconectado, nada está

separado del todo. El mundo indígena se rige por cuatro

principios fundamentales: principio de la dualidad, principio

de la oposición complementaria, principio cosmológico, y el

principio de la vida comunitaria (Perrin, 1992:47).

Siendo así las formas del sueño al interior de la obra tiene

diversos aspectos, cumpliendo funciones metafóricas. Sueños

de obstáculo y de deseo en relación con el pasado y las

premoniciones sobre el futuro inmediato. Sueños de despertar

84

en el manejo del tiempo primordial y de finalidad para las

comunidades en el deseo evidente de la llegada del sexto sol.

DON LUCIO:

“Casi me quedo dormido, Guadalupe, y yo que le había prometido pasar la noche en

vela ayudándole a hacer sus tortillas para sacarlas al mercado. ¿O me quedé

dormido? Porque ahora tengo la sensación de haber soñado.”

GUADALUPE:

“¡Ay!, don Lucio, “SÓLO COMO DE UN SUEÑO, DE PRONTO NOS LEVANTAMOS”.

DON LUCIO:

“Y de pronto nos levantamos, sólo a conocernos, sólo a calentarnos los huesos…

(Camargo, 2008 IX cuadro: 66).

Elementos del teatro mesoamericano

Entremos ahora al campo del texto de la representación de

esta obra exhibida en el XVI Festival Iberoamericano de

Teatro (2007) y en el VII Festival de Teatro de Cali, 2009.

Desde el lugar del receptor la obra encuentra formas e

imágenes que coinciden con elementos de la esencia del teatro

mesoamericano, de la pintura barroca latinoamericana y de la

oralidad de sus pueblos.

85

Citemos algunos aspectos:

Guadalupe: Y ahora, sí, antes de irnos… don Lucio, echémonos el último sorbito.

Guadalupe, ofrece a don Lucio, su jícara con chicha, y en el momento que él va a

dar el sorbo, irrumpen en el escenario, los actores cantando a modo de corrido

(Camargo, 2007: 69).

Imágenes sonoras (canto, corridos, coros):

La importancia que tienen los cantos en esta obra es evidente

porque la mayoría de las veces anticipan la entrada de

personajes, conflictos o relaciones que se desarrollarán más

adelante en otros planos narrativos y/o representacionales. A

través de las imágenes sonoras aparecen también otras

relaciones con la oralidad, el tiempo-espacio, lo femenino y

el futuro de las tierras americanas. Encontramos otros

elementos de nuestro teatro antiguo en el uso de las danzas

iniciáticas, las máscaras, las telas y en la aparición de los

seres del más allá, los animales míticos y los personajes

históricos. La construcción de las imágenes poéticas

propuestas en las acotaciones contiene un tratamiento del

perfil iconográfico que compone imágenes similares a las

pictóricas del códice borbónico y del barroco americano.

86

También encontramos similitudes en la forma de

personificación de los dioses a través de los narradores

orales que pasan de la vejez a la juventud, de lo

contemporáneo a lo pasado como base de la construcción del

carácter mágico del acontecimiento escénico.

Veamos un ejemplo:

La atmósfera adquiere un carácter onírico. Se escucha soplar el viento y el sonido de

animales por el campo. La romería vuelve a aparecer, con muchas velitas, como única

iluminación. Todos vienen con los ojos vendados. Siguen a un hombre ciego. (Camargo,

2008.III cuadro: 29).

El tiempo primordial

El tiempo es evidentemente cíclico, marca una relación con

sus antepasados y con el destino; viene de un concepto que se

encuentra en todos los relatos sagrados:

El tiempo primordial es un componente básico constante del

relato cosmogónico. Como arquetipo simbólico lo encontramos

en los mitos de origen de las grandes religiones y como

material poético elaborado, está presente en muchas

creaciones artísticas literarias o pictóricas, así como es

frecuente también encontrarlo en los sueños corrientes de la

87

vida diaria. El tiempo primordial es la concepción de la

primera manifestación del mundo en su estado original.

(Gómez, 2001: 57).

Este tiempo primordial se evidencia en cada tratamiento de la

atmósfera onírica propuesta en el texto, en un acto

ritualizado se ofrenda a la madre tierra y se lee el oráculo

del destino por medio de las acciones físicas repetitivas de

los dos protagonistas:

(Guadalupe, recoge maíz blanco de debajo de sus faldas, y lo

coloca sobre su piedra de moler, pero antes toma trece granos

los echa sobre un pañuelo rojo, para leerle la suerte a don

Lucio)

Guadalupe: “Lo veo Lucio, en compañía del sabio alado .Y ¡mire! yo soy allá la

madre de ese fundador de Tula.

¡Sí, aquí lo veo! ¡Lucio! ¡Mírese! (mostrando uno de los granos) Aquí, en la

hermosa Tula. (Guadalupe ríe) Y ahí está con el sabio entre los sabios, haciendo lo

que yo agorita hago con usted. (Guadalupe, mirando los granos de maíz, y

transformando su riente rostro, en una expresión de angustia.) ¡Y yo también me

veo! ¡Busco a mi hijo! Llevo tres días caminando por las playas, sin encontrarlo.”

(Camargo, 2008:21).

En la lectura de los granos se logra una participación en el

acto ceremonial, encontrando un tiempo que no es una acción

88

en sí, pero en él se desarrolla el acontecimiento que vemos

en escena: la visibilizaciòn del destino. Hasta el momento

las diferentes teatralidades propuestas se acercan y se

alejan de forma onírica construyendo una teatralidad

fronteriza al performar lo que aparece en el proceso

comunicativo entre escena-público, lo que va determinando un

modo específico del uso del cuerpo sobre el escenario.

3.1.2 Lectura del cuerpo-voz

“En el teatro antropológico de Barba, Brook o Schechner, pero

también en el postmoderno de Wilson y Pavlovsky, el cuerpo es

punto de partida para la espectacularidad (y no puesta en

escena de/para/sobre), él es teatralidad, movimiento, melodía

en sí. De esta forma el cuerpo pasa a ser, a través de

Happenings y Performances, en el teatro ritual y/o

antropológico cada vez más, y en forma más absoluta, material

y mensaje al mismo tiempo. El medio ‘cuerpo’ es su propio

mensaje; medio y mensaje constituyen una unidad, no máscara

de/para algo, sino simplemente cuerpo”. (De Toro, 1999: 42).

La búsqueda por definir esta teatralidad fronteriza que

contiene la obra llevó al estudio a indagar no solo en una

89

lectura del cuerpo en la dramaturgia de la escena sino

también en la voz y esta unión simbiótica es la prueba de que

ambas están en el umbral entre presentación–representación,

entre sueño y vigilia, entre palabra oral y acción dramática.

El uso performativo de la palabra que maneja el texto de esta

dramaturgia rescata un cuerpo que se representa en la

memoria, la literatura y la voz ancestral; con su

materialidad, su historia y su conocimiento autónomo; él es

su propio medio de comunicación. Su propia voz.

Iniciar la reflexión sobre estos dos conceptos y sus

diferencias, nos llevan al concepto de verdad escénica del

teatro amerindio; con lo anterior me refiero a la duda que

existe entre ciertos académicos, de si hay o no un gesto

actoral mesoamericano, un tipo de kinesis precolombina – ¿o

será más apropiado decir personificación o inmolación? –.

En el libro Cuerpo humano e ideología, primera gran

sistematización de la cosmovisión mesoamericana, de Alfredo

Austin4, se plantea la concepción de las entidades anímicas

(idea que sugiere la inexistencia de un "alma" única y

explica que el cuerpo se compone de distintos elementos que

hacen vivir al hombre. Este libro específicamente nos da una

visión mesoamericana del cuerpo humano. En él se identifican

4 Alfredo López Austin (Ciudad Juárez, Chihuahua; 1936). Historiador y doctor en historiamexicano.es uno de los estudiosos de Mesoamérica más connotados y experto en religión de lazona y pueblos indígenas de México.

90

las concepciones de los antiguos Náhuatl que consideraban que

el cuerpo albergaba tres almas: “Una, que está en la parte de

atrás de la cabeza, que se llama 'tonalli'. Otra, que se

encuentra en el corazón y se llama 'teoliya' y una tercera en

el fondo que se llama 'hijli'. Cada una de esas almas tiene

sus funciones: sus dioses, sus divinidades protectoras”.

(Austin, 1984:171).

Entonces, es obvio que cuando se divide el cuerpo de otra

manera, que no es la occidental, se siente otras cosas;

cuando se nombra el cuerpo de otra forma, se percibe de otra

manera, por lo tanto se “actúa” de otra manera. Esto nos

conduce a detenernos en la “dramaturgia del actor”5 en la

obra y allí aparece que en ella se propone un tipo de

actuación particular. Inicialmente se ve en el desdoblamiento

de los ejecutantes en personajes históricos, literarios y

simbólicos; su cambio de contexto, época y edad en cada uno

de los sueños hace diferente y particular este encuentro con

la verdad escénica. La forma de aparición de los personajes

doblados en la obra nos acerca a una lectura del cuerpo que

da sentido a un tipo de actuación mesoamericana.

A manera de ejemplo tenemos las siguientes acotaciones de los

personajes principales en los cuerpos de los personajes

históricos o míticos: Guadalupe en cuerpo de Pachita; María

5 Concepto tomado del nuevo teatro colombiano. ¿Qué es la dramaturgia del actor? Por Enrique Buenaventura.

91

Sabina, en cuerpo de Guadalupe; un hombre de la romería, se

transforma en Tanilo Santos; don Lucio, se transforma en el

hermano de Tanilo Santos; Guadalupe en Natalia. Guadalupe

(como madre de Quetzalcóatl). Podríamos aventurarnos a

afirmar que la actuación americana sería entonces, como dice

el náhuatl un alma que se sale y roba la esencia de la

persona. No la imita, no la representa como en la actuación

occidental.

El cuerpo-voz de la memoria

Los mesoamericanos atribuyen al corazón funciones de la

memoria. Y si uno lo piensa un poco nota que se recuerda con

el corazón, es en él donde se recuerda, no necesariamente en

el cerebro, que también es otra manera de ver las funciones

del alma. “Esta alma es el alma que recuerda, mientras que el

alma del fondo es el alma maligna, es el alma que se

disfraza, es el 'nahual'. (Florescano, 1987:11-45). A

continuación veamos algunos énfasis concretos en la obra:

El maíz y los huesitos sagrados:

En la obra el maíz van cambiando su color de amarrillo, a

negro, rojo, blanco hasta el pinto (Camargo, 2008: 16, 21,

29, 35). El cambio de colores del maíz en los cuadros es un

énfasis de lectura del cuerpo, la obra quiere significar los

colores de las pieles que pueblan nuestra América hoy y su

92

transformación en el futuro siguiendo la predicción del sexto

sol.

PUEBLO-ROMERÍA:

“Somos la gente que canta

Venimos a hacerte reír…

Madre de los Mantenimientos

Sabemos que el grano

Está bajo tus rocas…

Madre de los sustentos

Abre tus piernas y a carcajadas

Deja brotar el maíz blanco,

El maíz rojo, el maíz negro, el maíz amarillo.

Y que nuestro corazón se abra en flor”

(Camargo, 2008: XVIII cuadro: 57).

La lectura de cuerpo no se queda sólo con la mezcla en el

caso de diversas etnias, sino también da razón de su

naturaleza mesoamericana en sus implicaciones territoriales

(norte, sur, oriente, occidente, arriba y abajo) direcciones

que contienen y producen saber, dispositivos de poder, deseo

y muerte, amor y odio, renuncia y entrega, aceptación y

rechazo. Los huesitos, son escondidos por el personaje Don

93

Lucio (El Tiempo), para salvarlos de la “peste” que producen

las semillas transgénicas, al desvirtualizar la razón de ser

del grano sagrado, cuando se interviene sobre su memoria

genética. (Camargo; 2008: 12).

Analicemos otra clave mítica que propone la autora, cómo don

Lucio recoge, limpia y esconde durante toda la obra entre las

enaguas de Guadalupe los huesos sagrados de sus ancestros en

forma de maíz, clara referencia al libro sagrado de los mayas

el Popol Vuh, en el cual la creación del hombre de maíz es el

inicio de la raza humana.

La transculturación aparece al representar los huesos

sagrados en forma de semillas transgénicas, nos traslada al

presente caótico y va mostrando el desarraigo de los pueblos

indígenas frente a un elemento sagrado como el maíz. El

cuerpo queda entonces como último refugio de la identidad. El

cuerpo es el lugar de concreción de la memoria, deseo,

sexualidad y poder. Las huellas en el cuerpo son de

naturaleza múltiple y hablan por sí mismas, conllevan la

opresión, la colonización y la descolonización.

El cuerpo católico y la voz de las semillas

En el cuadro IV de la obra encontramos un cuerpo-voz desde la

memoria impuesta, la judeo-cristiana heredada de occidente.

94

Aparece Guadalupe y don Lucio personificando a Natalia y el

hermano de Tanilo Santos personajes de Rulfo; pero miremos

más de cerca el cuento original de Rulfo: primero por la

letra ‘T’: la letra de la cruz, T de talpa, de Tanilo mejor

dicho regido por la carga católica. En la obra dramática

aparece el cuerpo de Tanilo como un cuerpo-voz católico

llevado al extremo. Tanilo sufre una enfermedad corporal pero

tiene fe en su Dios todopoderoso y así padezca terribles

dolores, siempre tienen una razón de ser, un fin preciso. Así

nos lo narra la voz real de Rulfo en la obra:

Voz de Rulfo:

Desde entonces me acuerdo muy bien que nos dijo cuánto miedo sentía de no tener ya

remedio. Para eso quería ir a ver a la virgen de Talpa. Para que ella con su mirada

le curara sus llagas. Aunque sabía que Talpa estaba lejos, y que tendríamos que

caminar mucho debajo del sol de los días y del frío de las noches de marzo. Así y

todo quería ir. La Virgencita le daría el remedio para aliviarle de aquellas cosas

que nunca se secaban. Ella sabía hacer eso. Lavar las cosas. Ponerlo todo nuevo de

nueva cuenta, como un campo recién llovido. Ya allí frente a ella se acabarían sus

males. Nada le dolería ni le volvería a doler más. (Camargo, 2008:32).

La característica de la voz real de Juan Rulfo que pasa en

off en escena, traspone tiempos disimiles en el

acontecimiento artístico buscando fronteras identificables de

los actores y el público solo con la voz viva del escritor

mexicano.

95

Otro caso de cuerpo y voz es el deber ser de Tanilo que no ha

elegido su enfermedad, en cambio la que eligen libremente

Natalia (Guadalupe) y su hermano (don Lucio) es una

enfermedad del alma. La pecaminosidad de la cual son ellos

objeto, surge de la insaciabilidad de sus pasiones que en

medio de la muerte de Tanilo se encuentran, entregándose a

sus excesos pecaminosos.

Sabía por ejemplo que sus piernas redondas, duras y calientes

como piedras al sol del medio día, estaban solas desde hacía

tiempo. Ya conocía yo eso. Habíamos estado juntos muchas

veces. Pero siempre la sombra de Tanilo nos separaba.

Sentíamos que sus manos ampolladas se metían entre nosotros y

se llevaban a Natalia para que lo siguiera cuidando, y así

sería siempre mientras él estuviera vivo. (Camargo, 2008: 32).

Exceso de excesos para los católicos, el adulterio. Cometer

adulterio es quebrantar el sacramento divino e indisoluble

del matrimonio católico. Es este el pecado de pecados que en

el caso de Natalia (Guadalupe) y su amante (don Lucio)

multiplica su pecaminosidad por el deseo vivo de realizarlo

llevando a Tanilo mártir hacia su muerte. Este diálogo es una

muestra de la conjugación de lenguajes (literatura-teatro)

que crea una nueva ventana de ficción dentro de la obra y

compone varias almas dentro de los cuerpos de los

ejecutantes.

96

Ahora veamos un caso en el texto de la representación: en la

obra después de la narración de Rulfo en off aparece entre la

romería un actor que hace de Tanilo sosteniendo un palo

grande sobre su espalda, cae tres veces como Cristo en su

camino al Calvario y es ayudado primero por dos hombres y

luego por una mujer, como en la historia bíblica lo hizo

Jesucristo. La escena continúa con la voz de la romería en

peregrinación que de forma cristiana alaba las creencias

americanas:

HOMBRE 4: “¡Madre de los sustentos! ¡Dale corazón a las semillas!”

MUJER 7: “Que son nuestras criaturitas”.

HOMBRE 5: “Nuestra razón de ser”

MUJER: 8: “Nuestros oficios”

HOMBRE 9: “Nuestros días”.

MUJER 8: “Que por las noches, son lo que soñamos”

(Todo se disuelve en la atmósfera inicial. Guadalupe, se encuentra sola en el

escenario moliendo su maíz). (Camargo, 2008 III cuadro: 34).

Aquí vemos que el concepto de transculturación se encuentra

en la religión impuesta y las creencias religiosas indígenas

que se traslapan a través del cuerpo del actor y luego de los

actores y actrices, esa acción colectiva es la construcción

97

de una imagen reflejo de una otra historia en una imagen

teatral.

El cuerpo - La voz del colibrí

La memoria de este pueblo en romería que desfila por la obra,

a veces como seres del más allá y otras en un presente vivo,

buscando un territorio para asentarse, se convierte en tema

alusivo al insistente problema del desplazamiento y al abuso

de los territorios indígenas en toda América Latina. La

romería del pueblo es guiada en ocasiones por un hombre

ciego, algunas veces por un niño anciano, otras veces van

vendados siempre detrás del vuelo del colibrí.

En la mitología y la religión azteca relacionaban al

colibrí6 con Huitzilopochtli, con el dios de la guerra y del

Sol por su actitud agresiva al defender a su hembra de otro

macho. Dicen que condujo a los aztecas durante su larga

migración desde Aztlán, su mítica tierra natal, hacia México.

6 Esta pequeña ave multicolor ha habitado desde épocas milenarias América Latina. Por sudelicadeza y en muchos casos por su belleza, cualidades motivadoras para la creación

artística en sus diversos lenguajes, es uno de los especímenes más apreciados. Escritores y

poetas lo han mencionado en sus obras, y artistas plásticos lo han llevado a sus lienzos

desde épocas antiquísimas.

98

En esta obra la recopilación de todas estas tradiciones

históricas tiene importancia no solo porque transmiten

contenidos culturalmente regionales, sino en la medida en que

remiten a una serie de sentidos que dan fe de que la memoria

se encuentra en permanente proceso de reconfiguración,

memorias que han sido capturas, hegemonizadas (memorias

femeninas, indígenas, negras).

El tiempo primordial en este cuerpo-voz memoria juega un

papel fundamental en la forma narrativa de la obra, ya que

establece otra relación de temporalidad ajena a la concepción

occidental y más cercana a la concepción del tiempo y el

espacio Náhuatl, como bien lo aclara el mexicano Enrique

Florescano:

La idea de tiempo primordial perfecto establece una relación

entre pasado presente y futuro que es extraña a la concepción

occidental moderna y contemporánea, según esta concepción no

hay diferencia entre pasado, presente y futuro, pues estas

categorías temporales tan claras y diferentes para nosotros,

forman un solo bloque, una secuencia interrumpida del acto

creador: el pasado no tiene carácter de lo acontecido porque

está siempre presente como acto fundador y carece de la carga

de lo ya ocurrido actuando sobre el presente. Los hechos

humanos pasados no tienen ningún peso, ninguna significación

en esa concepción de temporalidad que hace del momento de la

99

creación mítica el acto constitutivo del destino humano. A su

vez, el presente no se concibe forjado por la acumulación del

pasado y las perspectivas del porvenir, pues solo tiene

sentido como realización del acto fundador. (Florescano,

1987:42).

Entonces la teatralidad fronteriza propuesta aquí desde el cuerpo-voz memoria se

encuentra más que una temporalidad o una cronología, al igual que en el

pensamiento mítico, en una propuesta de una genealogía, una continúa filiación

del presente respecto al pasado.

Cuerpo-voz de la historia

Escuche, Comadre. Le voy a contar lo que vi y viví hace muchos años. (Mostrando un

nudo en su cordel). Era un 13 de agosto de 1521 de ese calendario que nos desbancó

del tiempo. Los extranjeros, ya habían entrado a Tenochtitlán, un 8 Ehécatl…

(Camargo 2008, DON LUCIO: IV: 38)

La voz del otro en los documentos históricos ha sido

evidentemente silenciada, no existen mayores referentes de

sus apreciaciones o visiones del mundo sino a través del

conquistador (voz del uno). La narración de don Lucio trata

de acercarse a esa historia con el fin de develar el otro

lado de la historia americana. Por otro, lado los nudos del

100

cordel de don Lucio nos acercan a la escritura ancestral el

“Quipu” (quechua: khipu, ‘nudo’) el cual fue un sistema

nemotécnico mediante cuerdas de lana o algodón y nudos de uno

o varios colores desarrollado en los Andes. Se sabe que fue

usado como un sistema de contabilidad por los funcionarios

del Imperio inca, pero también se usa como una forma de

escritura cada nudo y color significa una forma escritural

alternativa

El énfasis en la ambivalencia de las historias (españolas e

indígenas) está claramente subrayado en la escena siguiente

al incorporar la presencia de los ancestros indígenas:

Cuauhtémoc con las pinturas flamencas y un coro de ancianas:

(La atmósfera se torna onírica. En medio de una niebla, cruza por el escenario un ejército

de armaduras, a la manera de las pinturas flamencas de Brueghel el Viejo, mientras un coro

de ancianas, viéndolos pasar dicen:)

EL CORO DE ANCIANAS:

“Eran otros…

Otra flor…

Y para que su flor viviese,

Vinieron y absorbieron

La flor de nosotros”

101

(Al son de una música, las ancianas, ejecutan la danza del día 16 del calendario agrícola,

Náhuatl –Día del Zopilote–, día de la sabiduría. La niebla se dispersa, el coro de

ancianas sale en medio de su danza, y en su lugar aparece Cuauhtémoc, el mismo don Lucio,

abatido, en medio del escenario. (Camargo, 2008 IV Cuadro: 38).

En la situación anterior se manifiesta la irrupción de la

cultura española y la implantación de sus costumbres en los

nativos americanos. Recordemos que Hernán Cortés, en su

conquista de México (1519), halló en la populosa y

cosmopolita ciudad de Tenochtitlán una civilización azteca

culturalmente refinada y económicamente auto-suficiente, sin

par en la Europa medieval-renacentista de la época. Los

amerindios por fuerza, o como recurso de supervivencia vital

y cultural no tuvieron otra disyuntiva que aprender a

‘obedecer’ (¿simular o imitar?) tanto las escrituras sagradas

(la Biblia) como las escrituras seculares (leyes y bellas

letras) impuestas por los conquistadores y colonizadores

hispano-europeos.

En el contexto de la crítica poscolonial, reflexionar en

torno al comportamiento de la memoria de nuestras culturas

“andinas” significa plantear que ella ya no se constituye

como una “auténtica” y ordinaria arqueología del pasado, sino

más bien como un territorio discursivo en constante proceso

de reformulación. Por ejemplo, la escena en que el dios

Quetzalcóatl llora la actualidad de su pueblo, hace un puente

102

transcultural entre la memoria ancestral y la memoria

presente.

QUETZALCÓATL:

“¡La Peste! ¡Nos alcanzó la peste del olvido!

Tula, hija mía, sin el sustento, tu flor se agacha, sin el sustento, tu resplandor

se apaga.

Sin flor en el corazón, tus gentes no fundirán el oro, no cantarán, ni danzarán, no

perforarán la esmeralda. Se acabarán los papagayos de gran cabeza, los poetas, el

pájaro cascabel se quedará sin palabra. Tula, mi embriagada amante, perdiste tu

razón de ser.” (Camargo, 2008: II: 24).

Más adelante en el IV cuadro aparece en escena Cuauhtémoc

último de los guerreros que defendió a Tenochtitlán, hasta el

último instante, frente a la invasión de Cortés. Sus palabras

aparecen como premonitorias del mito del sexto sol, con su

voz cuenta el hecho histórico de la conquista desde el punto

de vista del vencido; el pueblo indígena es representado en

la romería, Cuauhtémoc conversa con los muertos de su pasado

de la conquista y les aconseja:

CUAUHTÉMOC (a la romería):

“Habrá un nuevo amanecer

Nos lo dice el Tiempo que se echó a correr

103

Desde la primera alborada…

Frente a los intrusos,

Sólo nos queda confundirnos con ellos.

Calladamente… Y a la espera

De un nuevo sol.

En el centro de nuestro Ser

Ocultaremos todo lo que amamos

Que sabemos es gran tesoro:

Nuestras semillas,

Nuestros cantos,

Nuestras danzas,

La flor de nuestro corazón.

Cantemos por las noches

Para no olvidar nuestro origen,

Nuestros días:

Desde el caimán hasta la flor.

Que así conozcan nuestros hijos

El libro de nuestros destinos.

Así resistiremos,

¡Al acecho, con corazón y coraje!” Camargo, 2008, IV Cuadro: 41).

104

El sentido de la historia en los anteriores ejemplos define

un momento histórico: el 13 de agosto de 1521, conocido como

el tiempo de la conquista que se diferencia del otro de la

cultura ancestral Maya porque este reconoce como ciertas las

tradiciones que han sido invisibilizadas por el pensamiento

occidental. Aparece entonces un cuerpo-voz propio de esa

memoria borrada, que nos cuenta sobre su orgullo en las

raíces culturales de sus antepasados y las formas de

existencia social y cultural. Así como modelos y valores de

la tradición del colonizador.

Cuerpo- voz de la literatura

La dramaturgia no es aquí una práctica de ruptura ciega; su

carácter se perfila más hacia el orden de la conciliación

temporal donde el pasado y el presente oscilan, se mezclan y

reproducen. La Vuelta al origen, invocación del pasado

idílico que se transfiere al presente es lo que encontramos

en este cuerpo- voz literatura.

Voz de Netzahualcóyotl : Nezahual.cóyō.tl 'coyote hambriento'

(Náhuatl:), fue el monarca (1402-1472) de la ciudad-estado de

Tetzcuco en el México precolombino. Primer poeta indígena

reconocido con que cuenta nuestra historia amerindia. Una vez

que recuperó el trono, demostró toda su sapiencia en el campo

de las ciencias, las artes y la literatura. Así, su amplia

formación intelectual se traducía en una elevada sensibilidad

105

estética y un gran amor por la naturaleza, que quedaron

reflejados no sólo en la arquitectura de la ciudad, sino

también en sus manifestaciones poéticas y filosóficas.

La lectura del cuerpo en su palabra le da la calidad ritual

al poema dramático. Su forma de construcción poética se

siente en varios de los textos de la obra. Veamos un ejemplo

de su voz tanto al inicio como al final de la obra:

Aquí, en la casa de los cantos,

donde todo se revive

con la palabra florida.

Aquí en la enramada de las preciosas flores,

donde habitan los sueños.

Aquí, en el patio florido,

donde todo es posible,

porque es vacío,

porque es estera de flores.

Aquí en el lugar de la dualidad,

donde mora el canto en un sartal de flores.

Aquí, en la casa del musgo acuático,

donde todo vuelve a vivir…

Porque es la casa de la primavera,

la casa de la esmeralda.

106

Aquí, vuelvo a cantar al mundo,

preñada del nuevo colibrí. (Camargo, 2007: 15 y 69).

En el siguiente ejemplo encontramos varios focos de lectura

del cuerpo-voz literatura: en la palabra, el movimiento y la

imagen histórica. Al final del Primer cuadro GUADALUPE

(tomando la chicha) dice:

“Y gocemos mientras se nos permite aquí en esta tierra, porque vamos sólo de PASO…

mi amigo, el gran poeta, decía: (se refiere aquí a Netzahualcóyotl)

Vivimos en tierra prestada.

Aquí nosotros los hombres…

Allá donde están los sin cuerpo,

Allá en su casa…

¡Sólo un breve tiempo!

Y se ha de poner tierra

¡De por medio de aquí a allá! (Camargo, 2008: 20).

Mientras Guadalupe dice estas palabras de Netzahualcóyotl, el espacio se torna onírico.

Acompañada por música, una figura entra al escenario danzando, con la máscara de las tres

edades: Muerte, ancianidad, juventud. En su danza, realiza trece vueltas a la izquierda, y

trece vueltas a la derecha, envuelta en una atmósfera de humo. Cuando el ambiente vuelve a

su estado anterior, don Lucio ha desaparecido. Guadalupe, continúa con su tarea de moler

los huesos sagrados (granos de maíz rojo. (Camargo, 2008: 20).

107

Vemos aquí como se puede reconocer la historia de la

persecución sufrida por Netzahualcóyotl en las guerras

prehispánicas, la cosmovisión indígena sobre el paso entre la

vida y la muerte; y el aquí y el allá corporal y espiritual

de una cosmovisión no occidentalizada.

Voz de Rulfo: Es algo que no podemos entender ahora, pero entonces eso era lo que

queríamos. Me acuerdo muy bien… (Camargo, 2008:33).

En el III cuadro de la obra, la voz real de Juan Rulfo

interrumpe la escena y aparecen sus personajes del cuento

TALPA, uno de los que conforman El llano en llamas. Es importante

señalar que Rulfo es uno de los primeros representantes de

las ideas del contexto latinoamericano contemporáneo. Sus

obras marcaron una literatura americana preocupada por

incluir la voz del otro.

La aparición de la voz real de Juan Rulfo en este cuadro de

la obra, no solo es un homenaje sentido a tan reconocido

escritor, sino que su presencia sonora es un cuerpo-voz en

ausencia, evidencia el influjo de su narración en la

literatura latinoamericana.

Voz de Rulfo:

Yo sé ahora por qué Natalia está arrepentida de lo que pasó. Y yo también lo estoy.

Pero eso no nos salvará del remordimiento ni nos dará ninguna paz. No podrá

108

tranquilizarnos saber que Tanilo se hubiera muerto de todos modos porque ya le

tocaba. Que de nada había servido ir a Talpa, tan allá tan lejos, pues casi es

seguro que se hubiera muerto igual allá que aquí. Quizá tantito después aquí que

allí. Porque todo lo que se mortificó por el camino, y la sangre que perdió de más

y el coraje, todo, todas esas cosas juntas fueron las que lo mataron más pronto

(Camargo, 2008:33).

Digamos que este juego del aquí y el allá no es meramente

casual, sino que obedece a la acumulación desordenada de la

memoria, la memoria de los muertos. El manejo del tiempo lo

observamos no solo en la forma estructural, del cuento

narrativo sino que se juega en una división en cinco partes,

siendo la tercera la que abre al lector al camino de Talpa.

En la obra son nueve sueños los que la estructuran y es sólo

al final del primer cuadro que la romería del pueblo va hacia

Tula: ciudad que es la imagen de la civilización y la

abundancia en la cultura Tolteca. Los toltecas son los

inventores del registro del tiempo y de las artes

adivinatorias, los expertos en el conocimiento de las

plantas, la religión y los libros pintados. Son los más

renombrados ejecutores de las artes en la América

prehispánica.

Entonces en la obra dramática, además de aparecer el cuerpo-

voz católico, citado anteriormente con la “T” se muestra un

manejo del tiempo inusual en la “poíesis teatral”, definiendo

109

Poíesis, no como una copia, ni reflejo de la observación de

la empiria cotidiana sino como lo que se aparta de la

realidad necesariamente. Como al que debe instaurar en la

diferencia su entidad de mundo paralelo al mundo. (Dubatti,

2007:96).

Para finalizar este cuerpo-voz literatura es importante

reconocer que Rulfo ha logrado a través de su literatura

acercar los indígenas a la propia cultura mexicana moderna.

Posiblemente la primera en ser traducida a las lenguas

autóctonas con mayor número de hablantes en América: las

Náhuatl, Maya, Purépecha y Mixteca, todos del área mexicana.

Esta voz ausente es entonces una demostración de frontera

permeable en nuestra América Latina. No por nada la

Enciclopedia de México destaca en la narrativa Rulfiana la

soledad, la violencia, la muerte y la naturaleza inscrita en

el lenguaje humano. El amor sombrío, el aislamiento, la

devoción, los lutos: los mecanismos secretos en el mundo

recóndito de los pueblos y los enigmas de sus habitantes.

Espíritu narrativo que quiere corporizar en escena con su voz

real la dramaturga de esta obra.

110

Cuerpo –voz ancestral: Lo femenino

La imagen de lo femenino se hace presente en las

premoniciones de la voz ancestral. La figura femenina teje el

tiempo en cada uno de los cuadros; imágenes como: la lluvia,

las 20 doncellas del maíz, el comal donde se amasa el maíz,

la Madre Mayahuel del árbol de maguey de donde sale el

mezcal, la virgen, la madre de los dioses, las faldas de

Guadalupe donde se esconden los huesos sagrados de los

ancestros, don Lucio siendo amamantado por Guadalupe como un

niño, son algunas de la imágenes que ilustran la fuerza de lo

femenino.

(Cuauhtémoc (don Lucio), llora. Pachita (Guadalupe) toma su cordel y como diciéndole un

oráculo)

PACHITA: Los intrusos te tomarán preso. Pero no vas a perder tu coraje. Las

tortillas te harán vivir eternamente. Están hechas de huesitos antiguos de todos

los colores. Y cuando te aten la garganta, los chiles, te mostrarán la luz, del

lugar donde la muerte no existe…Pasarás sin sufrimiento… (Camargo, 2008 IV cuadro:

42).

Como imagen reconstructiva de la tierra es mostrada la mujer

después del IV cuadro. El rol de lo femenino es protagónico

por su relación con la naturaleza (agua, lluvia, maíz). Pero

su reflexión no se queda allí, está más cerca a la ancestral

111

hacia las dos energías necesarias (masculina y femenina), la

dualidad esencial del ser humano.

Por ejemplo, en el sexto cuadro, con un lenguaje totalmente

simbólico, diferentes animales mitológicos le preguntan a don

lucio el ¿para qué? y ¿para quién? de sus poderes ancestrales

en la realidad actual. Don Lucio intenta responderles pero

cae abatido sin esperanza de lograr recuperar el sentido

primordial de la simbología indígena en el presente moderno.

OCÉLOTL (jaguar):

“¿Para quién? ¿Para qué? ¿Cuándo?, ¿Dónde mi alta magia?”

CUAUHTLI (águila): “¡Mis ojos!, ¡mi vista! ¡Mi mirada! ¡He quedado ciega!”

COZCACUAUHTLI (zopilote):

“¡No oigo, no entiendo, no veo! ¡Sin un por qué existir, ya muero!” (Camargo, 2008

VI: 47).

Es sabido por todos que los signos del calendario Náhuatl,

fueron creados por las deidades Oxomoco y Cipactónal (La

primera pareja humana del mito de la creación Náhuatl) esta

creación se hizo junta y sin diferencia de tiempos, a partir

de allí se crean los diferentes soles y todos los seres

habitantes de la tierra. El Náhuatl es algo que todos

112

tenemos, cada uno de nosotros tiene su Náhuatl, es decir su

animal, el animal que corresponde por nacimiento.

Cuerpo –voz de Guadalupe

Guadalupe como la mujer del maíz va encontrando la esencia de

todas las demás mujeres que rondan la obra: Las curanderas,

Natalia, María Sabina, la madre de Quetzalcóatl, Pachita,

coro de ancianas, mujeres de romería, la virgen de Guadalupe.

Para las culturas indígenas la fuerza ancestral proviene de

la naturaleza y lo femenino será reflejo de ella y por ende

responsable de la armonía entre ambas fuerzas.

Veamos un ejemplo en la obra: donde ella es la fuerza de la

voz ancestral. En el acto VI, el cuerpo-voz de Guadalupe es

el único que logra vencer al señor del olvido que ha atado a

Don Lucio y ha llenado de desesperanza a todos los seres de

la naturaleza. Sólo ella, como representante de lo femenino,

con su cuerpo-voz en acción puede rescatarlo del olvido:

En la medida que Guadalupe canta, va desenrollando el cordel que tiene prisionero a

don Lucio, lo va devanando en una bolita pequeña, que coloca en la cintura de don

Lucio. Al mismo tiempo, el señor de los espejos va entrando de nuevo al escenario,

pero ya su sombra no es gigante. Entra danzando. Don Lucio ya sosegado danza con el

señor de los espejos, hasta que éste se incorpora al cuerpo de don Lucio, como un

alma que retorna a su hogar. Guadalupe lleva a don Lucio a la mata de Maguey y lo

coloca en el medio. Lo sahúma, mientras 20 doncellas, las doncellas del maíz, lo

rodean, con un canto y una danza) (Camargo, 2008: 60).

113

Esta danza del señor de los espejos y su incorporación al

cuerpo de Don Lucio es una evidencia de la presencia de los

ritos chamánicos en la obra que en casos importantes son

ofrecidos y guiados por mujeres en las culturas antiguas.

Otra “cosmoacción” de Guadalupe la encontramos también en la

oralidad, en su voz ancestral, en la validez del recuerdo

como cambio regenerador:

Guadalupe:

Recuerda…

Eres pluma en el aire.

Eres ojo que lo ve todo.

Eres el sol que sobre el lomo del venado viajas a la casa de la noche, para

retornar al alba, como garza preciosa

¡Recuerda!

Eres el pedernal en los jardines de la aurora

Eres el Movimiento, tus pies son la danza

Eres la fresca lluvia después de las secas

Eres la larga vida, El que va y vuelve al confín del universo, ¡Recuerda!...

(Camargo, 2008, VI cuadro: 50).

114

La relevancia en la construcción de estas “cosmo-acciones” da

cuenta de una visión del mundo y de una memoria del cuerpo

femenino desde la visión amerindia en contraposición a la

colonialista. Esto implica pensar la memoria como un conjunto

de saberes y prácticas que generan identidades y constantes

cambios de escenarios y de sentidos. Finalmente vemos como en

sus palabras se percibe una melancolía del origen, de lo

primigenio y se va construyendo una territorialidad más allá

de las cartografías impermeables, en una hispanidad

transterritorializada, que debe comenzar a incorporar los

desafíos de sus propias imágenes, por ejemplo su propio

calendario náhuatl.

Las 20 doncellas del maíz

En el Séptimo cuadro Las 20 doncellas del maíz de la

mitología Wixarika7, las que traen las lluvias son otro vivo

ejemplo del protagonismo cuerpo-voz femenina en la obra:

Los animales se convierten en las 20 doncellas del maíz –las que traen la lluvia

propiciatoria– quienes ahora cantan al niñito-anciano, al son de los latigazos de

los jaguares, plenos de alegría ante la presencia de las doncellas que traen el

agua para el maíz… (Camargo, 2008: VII cuadro: 55).

7 Wixarika, virarica, guitzolmes o huicholes, considerados adivinos, doctores, o curanderos,este pueblo se destaca sobre todo por su colorida forma de expresión y su sentido ritual de la existencia. Los Huicholes son un grupo étnico perteneciente a la familia yuto-azteca. Habitan una parte de la Sierra Madre Occidental en el norte de los estados mexicanos de Nayarit y Jalisco, conocida como Sierra Huichola.

115

En la cultura Wixarika las lluvias se relacionan con el

diluvio y origen del mundo, una anciana es la madre de los

dioses y es la encargada de formar una nueva civilización

después de la oscuridad y el caos. En el tiempo de sequedad,

es la mujer la que da luz a su mundo, donde amanece y

despunta el Padre Sol. En otra de sus narraciones se cuenta

como las hijas de la Madre del Maíz: Mazorca Blanca, Mazorca

Azul, Mazorca Amarilla, Mazorca Roja y Mazorca Negra, son

doncellas que habitan la Casa de Maíz y son responsables de

la armonía geográfica, el equilibrio substancial entre el

poniente, ocaso de un pasado, y el oriente, nacimiento de un

nuevo mundo, de este universo, contrapuesto, de una era que

requiere lo disímil para existir y que exige, a su vez, ser

también recreada para persistir.

DONCELLAS

¡Aquí llegamos!

¡Agua brota de nuestros ojos!

¡Bailen!

¡Bailen todos sin cesar para que nuestro corazón se alegre!

(Camargo, 2008: VII cuadro: 55)

La mujer colonizada

116

Los personajes femeninos además de tener esta carga

ancestral, cargan con una memoria colonial y republicana

donde la construcción de Nación no era responsabilidad

femenina. La obra presenta otro cuerpo-voz femenino

colonizado, en varios personajes: María Sabina, Virgen de

Guadalupe, Natalia, Pachita que exponen como se fue

construyendo culturalmente el rol femenino en

latinoamericana. Los cautiverios de las mujeres del principio

de siglo XIX en Latinoamérica correspondieron a una mirada

inquisidora. Ellas no podían decidir sobre su futuro. Era

evidente que sus formas de subjetividad colectiva eran

atravesadas por divisiones étnicas y sociales que reflejaban

el ritual evangelizador de ciertas épocas. En la siguiente

narración se hace evidente:

MARÍA SABINA: Tengo 14 años. La carga del trabajo ha aumentado para mi hermana y

para mí. Hemos aprendido a hacer tortillas, cocer comida, lavar y barrer. Una

madrugada, llegan unas personas que hablan largamente con mi madre y los abuelos.

Las personas se van y mi madre me dice que han venido a pedirme. (Camargo, 2008:

XVIII: 60).

Por otro lado y volviendo a los conceptos de hibridez y

transculturación en el Cuadro XVII la aparición de la Virgen

117

de Guadalupe, nos muestra como el símbolo de la Virgen María

ha sido y sigue siendo un estereotipo para las mujeres

latinoamericanas, es otro de los cautiverio culturales que se

ha mantenido desde la Colonia en la construcción social y

popular de lo femenino. Sigue siendo aún en la actualidad

para muchos y muchas, el símbolo de la pureza del cuerpo y

del alma, el puente siempre abierto entre los seres humanos y

Dios; lo virginal como ejemplo de esposa y madre abnegada,

sacrificada, sin posibilidad alguna de ser un sujeto dentro

de una sociedad patriarcal.

SERAPIO:

Te dije: Pues prepárate a ser madre… (Al fondo se oye un canto popular de la

revolución Zapatista, en honor de Pancho Villa). Sé que en Huautla están juntando a

la gente para que pelee con las armas. Unos se llaman Carrancistas y otros

Zapatistas. Andan con rifles y caballos. Los Carrancistas pronto vendrán por mí. Me

darán mi rifle; si ven que soy bueno me darán un caballo. (Camargo 2008, XVIII:

61).

A través del tiempo la mezcla de estas visiones religiosas y

culturales con las creencias populares fue construyendo una

cierta teatralidad social alrededor de lo mágico y milagroso

con personajes como: Pachita y María Sabina que con sus

118

poderes divinos otorgados por los ancestros durante el siglo

XX, sanaron a miles de personas tanto de México como venidas

de otros países. Cantara como demiurga parece homenajearlas

en su obra, así como también a las que han sido partícipes de

la construcción social de las revoluciones independentistas

de Latinoamérica e influyentes en el cambio de visión del

mundo patriarcal.

MARÍA SABINA:

Soy la señora del camino

Soy el señor de las construcciones,

Soy la mujer gigante

Aquí vengo con mis cuatro costados

Con mi arriba y con mi abajo

Sin basura vengo

Sin mentira vengo

Sin guerra vengo…

El niñito santo dice

La niñita santa dice

Digo, dicen, decimos… (Camargo, 2008.XVII:59).

En esta cuerpo-voz femenino la obra hace evidente como las

posibilidades de articulación de la mujer a las instituciones

119

y su integración a prácticas comunitarias de distinto tipo,

han variado notablemente desde las creencias de nuestros

ancestros hasta la actualidad. Sin embargo su lugar de

intermediación retrocedió en la Colonia y construyó un

complejo imaginario de negociaciones reales y simbólicas;

desafiando las culturas impuestas pero evidentemente, solo

contaminaron la epistemología dominante.

En conclusión, la obra de Cantara se refiere al encuentro con

la memoria como tránsito: memoria histórica, memoria

ancestral y memoria literaria durante el acontecimiento y aun

con el marcado carácter ondulante de la memoria, se hace

posible la separación de las fuentes o principios

orientadores de las tradiciones y sus prácticas culturales

olvidadas. Lo que implica, necesariamente, llamar la atención

en su campo fronterizo como actualización, representación y

reconfiguración de la historia. Este regreso a lo primordial

como única posibilidad de camino para enfrentar la actualidad

global es lo que nos deja el misterio del último sueño en la

obra de la dramaturga Cantara. Desestabilizando la idea

eurocentrista de fundamentación histórica, al incluir la

frontera desde la hibridez y la simultaneidad de tiempos;

demuestra que la literatura dramática contemporánea femenina

abre espacios para pensamientos alternativos en el espacio

literario mismo. El misterio en esta interpretación es la

120

posibilidad de acercarnos a un adecuado entendimiento de las

culturas de América Latina.

...el misterio, todo es misterio la tierra se está poblando de gente nueva, de

gente de maíz. (Camargo, 2008, Lucio: IX: 68).

3.2 ¡Apagón súbito!: Los pliegues de la historia

(Análisis sobre la obra de Carolina Vivas: Cuando el zapatero

remendón, remienda sus zapatos)

121

En la indagación acerca del estilo de la escritora Carolina

Vivas se encontró que es muy común en sus representaciones

presenciar apagones súbitos, reconociendo en ellos un proceso

en la escritura del texto del espectáculo que cultiva formas

discursivas del momento: La imagen. En sus tramas retoma

residuos de una individualidad alterada por las situaciones

políticas y económicas haciendo asumir al receptor una tarea

fronteriza del momento histórico. Sus características

narrativas se han reconocido por ser fragmentadas, saturadas

de tortura, conscientes de los excesos y de un rigor en la

condensación de la imagen.

Es primordial para poder encontrar los pliegues de esta

historia como un ejemplo de dramaturgia fronteriza desmenuzar

primero la estructura propuesta por la autora y segundo el

contexto histórico al que alude la obra. Deteniéndonos tanto

en aspectos literarios como temporales hallados tanto en el

texto teatral como en el de la representación, a manera de

una estructura de doble faz. Para hacer este análisis, se les

agregó a las citas el nombre del poeta usado por la autora

para evidenciar la combinación de voces que permanentemente

se escuchan en la obra. Este recurso de polifonía hace

aparecer un tipo de teatralidad que se acuña en lo

fronterizo, desde lo híbrido de la república de la época y la

122

construcción de nación, revelando lo cíclico en la historia

del país.

La autora logra un equilibrio discursivo al cruzar las voces

de los poetas y su propia investigación histórica; la cual

contiene un pensamiento heterogéneo entre lo criollo y lo

mestizo, lo moderno y lo colonial, expuesto desde universos

privados. Carolina Vivas busca establecer su énfasis sobre la

crueldad relacional de las subjetividades de los personajes,

la historia frágil del país, atravesando oscilantemente la

frontera de la memoria.

Como plantea Roman Ingarden (1893-1970), con su “intensión

significativa”: “todo texto literario posee lugares de

indeterminación, es decir, es un esquema, un esqueleto, un

conjunto de vacíos” (Ingarden, 1964). En este análisis esos

vacíos, son interpretados como fronteras que delimitan otro

lado de la historia colombiana, asumiendo la obra como parte

de un conjunto que remite al todo, en este caso la historia

de la violencia en Colombia, no para establecer ‘su

“intensión significativa” como ‘una sola’, sino con el fin

específico de indagar en el uso del lenguaje de esta autora y

en la construcción de las imágenes en el relato dramático,

los tipos de personajes que transitan en la construcción de

la República en el siglo XIX.

123

En este análisis también se retomarán afirmaciones de Pécaut,

(2003: 20-40) sobre la violencia en Colombia, para poder

encontrar la irrupción que hace esta obra en la división

social y política de la época y en la imagen representacional

de nación que se tenía a finales del siglo XIX. La historia

de la violencia como memoria fronteriza se ejemplificará en

el texto dramático, relativizando seis aspectos

fundamentales:

1. El tejido dramático: estructura del tiempo y losespacios

2. Los antecedentes históricos y literarios3. El lugar de los vencidos: voces subalternas4. Cuerpo como memoria de la historia 5. La hibridez literaria: la voz de los poetas 6. El Cuerpo como memoria histórica

3.3.1 El tejido dramático: Espacios – tiempos

La obra, Cuando el zapatero remendón remienda sus zapatos, en

tres actos, registra simbólicamente 20 memorias históricas de

nuestro país; estableciendo un énfasis sobre la cualidad de

unas subjetividades letradas y elaborando las fisuras y

superposiciones del inestable quiebre de muchas identidades

disimiles, oscilantes como: la mujer, lo mestizo, lo criollo,

trascendiendo la historiografía de la Colombia heredada del

siglo XIX. Particularmente en esta obra, se recurre de nuevo

al fragmento en la argumentación, se centra en los espacios

124

privados, en el deseo de los personajes por remendar la

historia rota y finaliza con ¡Un apagón súbito!

La obra transcurre en 52 días, en plena guerra de partidos,

así como lo afirma la Vivas en su programa de mano :

…Cuando el zapatero remendón remienda sus zapatos de Carolina Vivas es la

indagación sobre el final del convulsivo siglo XIX y el advenimiento del siglo XX con la

guerra de los mil días. La ciudad podría ser tomada en cualquier momento por los

rebeldes, reina un ambiente de zozobra y cualquier opinión adversa al gobierno

conservador resulta peligrosa; sin embargo el zapatero y el poeta quieren ser escuchados

y lanzan su voz inútil, en contra los efectos de un poder que cambia de rostro y pasa de

las armas a la mitra sin dificultad. El zapatero quiere remendar su historia rota, en medio

de un mundo de amos y desarrapados de fines del siglo antepasado, en el que busca a

sus hijos condenados a dar la vida, o a ser siervos de señores, que luchan por la libertad.”

(Umbral Teatro, 2004).

Espacio - tiempo:

•La acción sucede en el cementerio de Bogotá. Noche, finales del siglo XIX, tres díasdespués de la primera escena. (Vivas, 2004, cementerio, I acto).

•Frente al hospicio de niños expósitos, ha pasado un mes desde la primera escena. (Vivas,

2004: I acto,)

•Páramos del oriente de Cundinamarca, a pocas horas de la escena anterior (Vivas, 2004: II

acto).

•Plaza pública, diez días después de la escena anterior. (Vivas, 2004, III acto).

125

•La acción sucede en un campamento de las guerrillas liberales, al amanecer de la noche de

la escena anterior (Vivas, 2004: II acto).

•La acción sucede en la sala del caserón colonial que habita José Alba con Anastasia, su

madre viuda, su pequeño hijo y Ligia, su mujer. Han pasado quince días, desde la escena

anterior (Vivas, 2004: II acto).

La recurrente marcación del cronotopo que hace la autora en

cada acotación inicial de los segmentos subraya un interés

por la inmediatez de ciertos acontecimientos que construyen

el devenir histórico de toda una nación.

La aclaración constante de la secuencia de los hechos muestra

un carácter de realidad hecha de pliegues y/o superposiciones

acumuladas en espacios y en tiempos replegados. Traslada

inmediatamente al receptor ante la violencia presente, en una

repetición cíclica, como si la fragmentación del discurso que

representa a la vez constituyera la propia historia del país.

El montaje

Con una puesta minimalista caracterizada por la economía

expresiva y un delicado trabajo de iluminación, se narran en

el escenario diferentes relatos que exigen al montaje un

trabajo deconstructivo y al espectador una actitud dinámica,

permitiéndole armar su propia versión de los hechos al

126

desentrañar los hilos ocultos que se tejen al interior de la

obra.

El montaje cuenta también con una música preexistente que

pasa desde Federico Chopin hasta Luis A. Calvo dando cuenta

de unas atmósferas comunes del Santafé criollo del siglo XIX.

“El método de trabajo del grupo abordó la exploración

escénica del material propuesto por la dramaturga, no para

hacer un drama histórico, sino para construir a partir de

allí, una ficción que sucede en una Bogotá pequeña y aislada

del mundo, donde habitan personajes condicionados por la

guerra, la fe, la miseria y la servidumbre”. (Umbral Teatro,

2004).

Estructura

La estructura de esta obra se va tejiendo en tres actos, cada

uno consta de subtitulos en unos casos 6 y en otro 7. Sus

nombres son alusivos a diversas situaciones claves de hechos

aparentemente cotidianos de sus protagonistas y exigen al

espectador-lector una posición activa para encontrar los

pliegues de la otra historia que no ha sido contada. La

particularidad de su estructura hace pertinente hacer una

pequeña síntesis de cada acto antes de profundizar en el

análisis:

127

I acto: escenas: “Reclutamiento, la pesadilla, El cementerio, el ritual del

valiente, el baño del obispo, la pedrea y el retén”.

En este acto se muestra la reclusión arbitraria de un joven

de 15 años por parte del ejército, la posición del pueblo

ante esta guerra de partidos, así como la diferencia de las

posiciones políticas entre los conservadores y liberales por

medio de la voz de los poetas. Este acto muestra el prototipo

de una sociedad represiva y conservadora ante las libertades

del individuo. La iglesia juega un rol importante en las

escenas construyendo espacios a través de imágenes

deformadas, surrealistas, que evidencian un juego de doble

moral. Paralelamente y con poca diferencia temporal se ven

imágenes de torturas por parte del ejército como rito de

iniciación al joven recluta y una pesadilla premonitoria

muestra el otro lado del conflicto y sus aliados. Cerrando el

acto tenemos la escena “El retén”, en el cual se muestra el

violentado paso de la joven Matilde por los páramos de

Cundinamarca llevando un mensaje para el ejército rebelde por

órdenes de su ama.

II acto: escenas: “La advertencia, hermanos, el encuentro, la ejecución,

Tránsito, la fábrica de caridad, abuso”.

Este acto transcurre cinco días después del reclutamiento del

joven Vicente. La voz y el trato a los vencidos se hacen más

presentes. Primero el silencio de los encargados acerca de la

128

situación de los hijos del zapatero, la impunidad que reina

desde esa época en la historia de la sociedad colombiana.

Segundo, el embargo del poeta como testimonio de la guerra

que lleva a los opositores de un régimen a la crisis

económica (Clara referencia a la biografía de José Asunción

Silva). Tercero, el encuentro de los hermanos en el páramo

como impotentes víctimas de la lucha entre poderosos, y

seguidamente un espacio de inframundo que aparece en escena

donde dialogan Matilde y un niño soldado muerto. Después de

un mes desde la primera escena, aparece una imagen femenina

opresora ligada con la iglesia exponiendo el caso de la

custodia de bebés indígenas entregadas por la iglesia a

familias pudientes. Perpetuando un régimen colonial

esclavista. Finalmente, diez días después en el Colegio Mayor

del Rosario, que ha sido convertido en cárcel y guarnición

militar por el gobierno, es ultrajado el poeta José Alba por

el ejército conservador.

III acto: escenas: “El hallazgo, huida, pregón, venganza, escarnio y

renuncia”.

En este acto final se amarran todas las historias, se devela

más drásticamente la verdadera resistencia política de la

lucha liberal y la indiferencia de ambos bandos por las

víctimas. Se recogen los hilos de cada relato contado en los

actos anteriores, como tejiendo un bordado histórico. El

129

primer hilo que se anuda es la historia de la señorita García

al enviar a su sirvienta, Matilde, con un mensaje para el

general rebelde, su hermano, y las represalias que toma

contra su criada a su regreso. El segundo hilo es el discurso

atemorizado de la iglesia y la huida del poeta de la cárcel;

acciones que destejen la contradicción política de los

intelectuales y burgueses de la época, ya que son muchos los

que no soportaron ser juzgados como traidores por el gobierno

de turno. Como tercer hilo de la trama, diez días después,

por acotación de la autora, se señala el vejamen a que es

sometido el cuerpo muerto de Vicente, exhibido como

escarmiento por las autoridades y finalmente el relato del

zapatero, su padre, que termina en manos de la fatalidad

completamente enloquecido diciendo los textos de José María

Vargas Vila, en su libro Ante los bárbaros:

Gregorio/ Vargas Vila:

“… El mundo agoniza, con las venas abiertas, sobre sus campos ardidos, al pie de

sus dioses inútiles, incapaces de protegerlo y de vengarlo” (Vivas, 2004: III

acto).

La autora nos teje en su modelo de estructura dramática un

telar de versiones múltiples, intercambiables que transmiten

la falta de claridad, de totalidad, la ausencia, el

130

desasosiego de lo dicho, de lo faltante en el relato

nacional. Nos alerta acerca de la existencia de otras vidas

periféricas de la historia a las que no estamos

acostumbrados, fuera de las esferas sociales, fuera del

cuerpo, del género que constituyen íntimamente una idea de

identidad, de nación.

3.2.2 Antecedentes históricos y literarios

La guerra de los mil días

SARGENTO/ León Gómez:

(A Vicente a quien traen enlazado como una res)

¡La república necesita soldados y usted para militar tiene una figura Magnífica!

VIEJO / León Gómez:

¡Qué bonito! ¡Los generales a caballo y los soldados a pie y amarrados para

evitar la fuga!

La turba ha desaparecido, de nuevo asoman sus hocicos traidores, por puertas y

ventanas (Vivas; 2004: I Acto).

El siglo XIX estuvo lleno de conflictos violentos entre

conservadores y liberales. A lo largo de que se fueron

desarrollando los partidos, estos suscitaron grandes

enfrentamientos en el territorio colombiano. La constitución

de Rionegro que lideró a un gobierno federal sembró cada vez

131

más las distinciones tanto entre los partidos, como entre los

mismos estados que en ocasiones tenían ejércitos mucho más

grandes que los del gobierno central. Bajo esta situación

llena de conflictos sociales y guerras civiles, se creó la

constitución de 1886 que pretendía al contrario de la

constitución anterior un estado Central y fuerte, en ese año

en el cual se suprimió la Constitución de 1863 (que revelaba

los excesos del federalismo durante el periodo de los

radicales) comenzaron a verse los primeros signos que

desembocarían en el conflicto armado. El factor detonante de

la guerra fue sencillamente el enfrentamiento entre las

ideologías de liberales y conservadores, tanto entre ellos

como dentro de sus respectivos partidos, en la cual se

trataba de obtener el control del país. Fue sin duda la

conflagración más larga y cruenta, además de ser la de más

devastadores efectos para la economía nacional.

En el año 1900 el número de habitantes de Colombia se

aproximaba a 4’900.000 y se estimó en 180.000 el número de

muertos, lo que significaba para la producción la leva de

hombres, la interrupción de los transportes y el abandono de

los campos en las regiones azotadas por la guerra. Después de

la guerra, Colombia quedó totalmente devastada en todos los

aspectos: la crisis económica de la preguerra se agravó con

la separación de Panamá el 3 de noviembre de 1903. Al país le

costó proteger el delicado equilibrio de paz durante unos 45

132

años hasta que El Bogotazo causó que las tensiones

bipartidistas se salieran de control hasta 1958 (cuando se

firmó el pacto del Frente Nacional) que fue el precedente del

actual conflicto armado de la segunda mitad del siglo XX y

comienzos del siglo XXI.

Escritura femenina sobre la violencia

“En las expresiones femeninas sobre la guerra y la paz en Colombia se ha ido

configurando un tipo de texto difícil de definir, porque no se deja agarrar, no se

deja clasificar, se escapa de todo rótulo rígido (...). Se trata de un lenguaje que si

se escucha podría revolucionar la mirada nacional sobre el conflicto ancestral que

nos aqueja, porque arroja sobre él matices, luces y percepciones diferentes.”

(Navia, 2005: 34).

Colombia tiene precedentes de palabras femeninas, como lo

asegura Carmiña Navia en la cita anterior, sólo que no han

sido profundamente analizados en algunos casos y en otros han

sido totalmente olvidados. Así lo corroboramos en los

133

antecedentes dramatúrgicos de las obras: Zuma (1892) de

Waldina Dávila de Ponce y Las víctimas de la guerra de

Soledad Acosta de Samper en 1884, entre otras. Al estilo de

la época, en cada caso las mujeres buscan hablar de los

aspectos bélicos o conflictos de la realidad nacional

haciendo énfasis en la visión de unos personajes femeninos

que son protagonistas del drama.

Dicen algunas especialistas literarias con respecto a la

literatura femenina, que los textos se fueron multiplicando a

lo largo del siglo XX así como sus autoras, específicamente

sobre el tema de la violencia. Encontramos varios casos de

autoras femeninas como: Soraya Juncal con Jacinta y la

violencia (1967) donde se hace una fuerte denuncia sobre las

acciones de los jefes armados, que arrasan pueblos y violan

mujeres. La misma autora publica luego Mi capitán Fabián

Sicachá (1968), novela que aborda la reinserción de

guerrilleros y el problema del desplazamiento; tenemos

también a Flor Romero con Triquitraques del trópico (1972) y

Los sueños del poder de 1978. Vendrán luego obras de Silvia

Galvis como Viva Cristo rey (1991) y Fanny Buitrago con El

final del ave María (1991) y, por supuesto, la controvertida

novela de Alba Lucía Ángel Estaba la pájara pinta sentada en

el verde limón (1975). Recordemos que estas dos últimas

escritoras han incursionado también en la escritura

dramática.

134

Debe resaltarse que en la dramaturgia del siglo XX, con el

tema la violencia, la producción teatral es una de las más

amplias y significativa para la historia teatral de América

Latina. Lastimosamente no tanto para las facultades de

literatura que ocasionalmente las nombra en sus antologías.

Pero eso sería tema de otra investigación, por ahora solo se

agregan algunos nombres y obras más importantes8.

8 Enrique Buenaventura con Los papeles del infierno (1968), representando desde el temacampesino en La maestra, hasta temas urbanos como La tortura y La audiencia. Sin duda, la

más lograda de estas obras es La orgía (1968) que luego fue concebida como un espectáculo

completo. También contamos con las obras del grupo La Candelaria de Bogotá, específicamente

Guadalupe años sin cuenta, (1976) y Nosotros los comunes (1972); así como Soldados de Carlos

José Reyes (1974) y El Monte Calvo de Jairo Aníbal Niño (1967). Todas estas piezas son

consideradas clásicas en la historia del teatro colombiano y latinoamericano, su número de

presentaciones tanto a escala nacional como internacional sobrepasa históricamente cualquier

estudio cuantitativo de lectura de libros de la violencia en la época de los años sesenta y

setenta. Sin duda hoy en día siguen siendo de las obras más representadas en el ámbito

latinoamericano.

Otros títulos significativos: dándole al estilo del absurdo un carácter local, y trabajando

temas relacionados con la violencia, se destaca en los años sesenta el teatro de Gustavo

Andrade Rivera, con piezas como: Remington 22 (1962); El camino (1963); Historias para

quitar el miedo (1963. Otros temas históricos como el levantamiento comunero o la

insurgencia guerrillera contemporánea, generaron todo un ciclo de piezas: La gente del común

de Joaquín Casadiego (1968); El grito de los ahorcados de Gilberto Martínez (1967); El

abejón mono de Eddy Armando con el grupo La Mama (1973); La agonía del difunto de Esteban

Navajas, presentada en el Teatro Libre de Bogotá (1977), son algunos de los títulos más

significativos. No hay que olvidar la novela El crimen del siglo de Miguel Torres reconocido

director y dramaturgo del Teatro el Local de Bogotá, premio de novela Imaginación en el

Umbral, 1999.

135

Sin embargo, las investigaciones de la producción de mujeres

dramaturgas en las fechas más recientes siguen siendo muy

pocas en los análisis críticos, de esta época solo contamos

con algunos análisis y referencias sobre la obra El viento y

la ceniza de Patricia Ariza sobre el tema de la conquista y

El hombre de paja, (1964) de Fanny Buitrago, en el cine la

película de Libia Gómez Historia del baúl rosado (2005). ¿Por

qué será que cuando las mujeres escriben sobre la violencia,

los lectores asumen sus relatos como crudos?, los acercan a

lo que ellas tuvieron que pasar como víctimas. Pero casi

nunca como la impotencia de no ser escuchadas. Desde la

creación de los mitos clásicos y la religión sus argumentos

son asumidos como pruebas de la oscura irracionalidad del

mundo a la que pertenecen sus mentes, no como un legítimo

tema para acabar el poder de la agresión.

3.3.3 El lugar de los vencidos: (indio, mujer, campesino,

pobre, rebelde)

Espacio- tiempo: final del siglo XIX, Bogotá, 9 a.m. La acción sucede en el patio

central del Pasaje Paúl, lugar miserable frente a la plaza de mercado, en el que

136

habitan arruinados, poetas, viudas y otros damnificados de la guerra. (Vivas, I

acto, reclutamiento).

Reconstruir la historia de la humanidad a la luz de nuevos

paradigmas es una de las tareas que hoy día urge más a los

historiadores por la evidente represión que los medios

oficiales ejercían sobre las otras versiones. Algunos

especialistas de la novela latinoamericana sobre la violencia

han dicho: “Se trata del síntoma de una inconsistencia que

tiene raíz en el pasado real y simbólico-textual de

Latinoamérica: el ordenamiento hegemónico del discurso o

relato nacional. En él no aparecen las minorías, o lo hacen

pero de manera tangencial.” (Escobar, 1980).

Por el contrario, en esta obra teatral son ellos quienes nos

cuentan la historia, son los marginales, los anónimos de la

lucha, son quienes sufren los embates de esta guerra, los

opositores de ese relato nacional. Como es el caso del

zapatero Gregorio Ferro y sus hijos: una sirvienta de la

hermana del general rebelde García y un joven soldado

Vicente. Por el otro lado está el grupo de intelectuales

amigos del poeta José Alba, que son evidencia del desasosiego

político y la irresuelta modernidad latinoamericana frente a

la realidad en que viven. Se ubican estos últimos en un tipo

de alteridad ya que ocupan cierto nivel de resistencia, están

atrapados entre su propia condición subalterna de criollos y

137

las aspiraciones de ascenso político, social y económico de

su medio. Demostrando “la inteligencia criolla novohispánica”

y advirtiendo además una urgencia en la “descolonización de

la imaginación” de las que habla el crítico Walter Mignolo.

Veamos un ejemplo de estas concepciones en la obra, en las

descripciones textuales de los personajes:

Gregorio Ferro. Viejo anarquista, vidente y católico a la vez. Matilde Fierro. Su

hija de catorce años, señorita Trinidad García, su ama, auxiliadora del ejército

rebelde; general García, rebelde liberal, hermano de la anterior; el Jerarca

monseñor Tomás Holguín; Lizardo Manrique conservador, dramaturgo y funcionario

gubernamental, José Alba, poeta, profesor y comerciante, culto, sensible y en

quiebra; Soldado gubernamental, raquítico y servil; trío de músicos miserables

conformado por la figura distorsionada de José Alba, el viejo y Vicente… (Vivas,

2004: I acto).

Por su parte, Mabel Moraña afirma “El mestizaje cultural,

hace del discurso criollo una construcción encabalgada entre

diversas formas de discriminación, y aunque sea una reflexión

sobre el origen de la nación, es este mismo posicionamiento

el que tensa su discurso, ya que desde el espacio negado que

le ha sido asignado por la dominación colonialista, aparece

la pugna por hacer respetable su condición atípica. (Moraña,

2004: 56).

En el siguiente aparte de la obra se puede observar una de

las formas de discriminación:

138

GREGORIO: Señora ¿Qué hizo con mi hija? (La mujer altiva, no responde)

GREGORIO: He ido a su casa varias veces y aunque usted está allí, nadie responde.

(La mujer intenta irse pero Gregorio la detiene con violencia)

GREGORIO: La última vez que la vi, Matilde dijo que usted iba a enviarla con un

recado para mi general.

TRINIDAD: ¡Shit! ¿Qué está diciendo?, no me ponga en riesgo.

GREGORIO: ¿Me la mataron? ¿No volvió? (Trinidad no contesta)

GREGORIO: Cómo puede ser tan dura, usted la crió, yo se la entregué pequeña, usted

es casi su madre

TRINIDAD: (Aterrada) ¡Dios me ampare! ¿Cree que ser el ama de esa vagabunda, me

impone el deber de constituirme en su sirvienta, para preservarla de los

pretendientes que la persiguen sin tregua, como los moscardones a la miel?

GREGORIO: Solo respóndame, ¿ella volvió del páramo?

TRINIDAD: ¡Qué felices seríamos si no tuviésemos que lidiar con las sirvientas! Se

las recoge en las calles para darles un trabajo, un hogar decente y ¿qué se logra?

Que crezcan con bríos para llevar una vida de escándalo.

GREGORIO: Pero si mi muchacha tiene apenas 14 años.

139

TRINIDAD: Por eso. No me pregunte más, abusó de mi confianza, la mandé a cumplir

con una tarea noble y se escapó, no volvió, qué le parece.

(La luz baja muy lentamente solo queda envuelto en la neblina, Gregorio, que habla

completamente derrotado).

(Vivas, 2004: I acto).

El peregrinaje de los subalternos

La escritura de Carolina Vivas muestra una insistencia

obsesiva en las márgenes sociales, en los arrabales del poder

asentado en ciertas instituciones religiosas y políticas,

ciertas perversiones de la “alta cultura”. Como si

construyera una poética del margen, de la línea. Le apuesta a

la otredad a la memoria rota, a los discursos no oficiales, a

ciertas individualidades cautivas o extraviadas. Siempre en

tránsito.

En la obra el uso de la palabra, las situaciones, las

imágenes y los diálogos entre subalternos evidencia el

pensamiento del siglo XIX que con ayuda del poder religioso

de la iglesia católica arrasó con la voz y las creencias de

los sujetos marginados, desde la Colonia hasta la República,

creyendo construir una identidad nacional latinoamericana.

Octavio Paz dice que “la existencia de los mestizos duplica

la ambigüedad criolla: ya que entonces no eran ni criollos,

140

ni indios. Rechazados por ambos grupos, no tenían lugar ni en

la estructura social ni en el orden moral. Eran la imagen

viva de la ilegitimidad. Del sentimiento de ilegitimidad

brotaba su inseguridad, su perpetua inestabilidad, su ir y

venir de un extremo al otro…” (Citado por Moraña, 2004:56).

En esta obra el peregrinaje es una constante acción sobre

todo de los subalternos ya sea real como en la escena “El

retén” del I acto donde Matilde cruza el páramo de

Cundinamarca para llevar un mensaje al general Rebelde. Allí

la condición de subalternidad de los sujetos: Matilde y Vicente

se hace evidente en sus cuerpos desterritorializados, su

cuerpo es asimilado por el dominador (el sargento y el ama).

Los espacios que comparten son inapelables “viven en un no-

tiempo de un retardo histórico, un no lugar de la utopía

americana” (Moraña, 2004:58), la práctica social y discursiva

de estos personajes será siempre, un transitar constante

entre la periferia y el centro.

(..)SARGENTO: ¿Qué vaina es esa?

JESÚS DOMÍNGUEZ: Una muchacha parece, mi sargento.

(Silencio. Se acercan los hombres, se escuchan sus voces y los pasos dificultosos

en el monte)

SOLDADO 3: ¡Bueno, a caminar, si no quiere que le pique el rabo con la bayoneta!

(Uno de los soldados trae a Matilde sobre el hombro, las piernas y la cabeza

colgante, la camisa desgarrada, los pies sangrientos por las asperezas del camino,

141

la descarga; ella tiembla de frío y miedo. Al levantar la cara descubre a su

hermano, quien ya la ha reconocido y está aterrado).

MATILDE: (Muy sorprendida) ¡Vicente!

(Vicente huye, dándole la espalda, ella comprende que lo está poniendo en peligro.

Jesús Domínguez, el soldado niño se acerca a Vicente y este le cuenta en secreto

que es su hermana.) (Vivas, 2004, I acto).

Más adelante en la misma escena “(...) La muchacha busca con

la mirada la ayuda de su hermano, que permanece a pocos

metros sin mirarla. El soldado 3 le arranca la camisa, ella

grita, trata de defenderse, intenta huir pero el soldado, la

arroja contra el suelo, arrancándole la falda” (Vivas, 2004,

I acto).

También existe un peregrinaje imaginario como en el siguiente

cuadro 5 del II acto llamado por su autora precisamente

“Tránsito”:

El espíritu de Matilde vaga en una región intermedia entre la

vida y la muerte; de repente ve a Jesús Domínguez, el niño

soldado que conoció en el campamento gubernamental y al que

siempre vio junto a su hermano Vicente. El niño lleva todavía

su uniforme y arma de dotación

MATILDE: ¿Quién eres?

NIÑO: Jesús Domínguez.

142

MATILDE: ¿A dónde vas?

NIÑO: No voy, me mataron.

MATILDE: A mí también, pero no he podido morir.

NIÑO: Y yo temo detenerme, el sargento me podría alcanzar y volver a fusilarme,

odia a los desertores más que a los liberales.

(El niño ve a Matilde)

NIÑO: (Aterrado) ¿Qué te han hecho?

VOZ DE TRINIDAD: ¿Llegó cansada de revolcarse con cuanto macho sucio encontró por

los caminos? ¡Así te quería tener!… (Vivas, 2004, II acto).

Estas voces peregrinas son narradoras de la otra historia, la

silenciada. Su conciencia nómada, transterritorializada,

melancólica es la que traspasa la frontera del imaginario de

la época y sus efectos históricos. Mostrándonos la frontera

de los vencidos: El niño huye sin mirar atrás, el despojo de Matilde continúa vagando. Oscuridad.

(Vivas, 2004, II acto. Escena V).

Para la teórica Gayatri Chakravorty Spivak el subalterno como

tal no puede hablar, sin embargo Antonio Cornejo Polar sin

negar ese postulado afirma que si tiene voz pero con los

suyos, en su mundo y acierta en demostrar que lo que en

realidad sucede es que los no subalternos no tienen oídos

para escucharlo, salvo cuando traslada su palabra al espacio

estratégico decodificador. (Citado por Moraña, 2004:267).

143

La denuncia en el Cuerpo-voz criolla

En la obra vemos claros ejemplos de una subjetividad híbrida

que es el resultado de varios años de pensamiento colonial,

de identidad criolla, del discurso migrante que Cornejo Polar

describe como: “La índole abigarrada de un sujeto que

precisamente por serlo de este modo resulta excepcionalmente

cambiante y fluido… (Citado por Moraña, 2004:284) o sea

heterogéneo. Es decir que el criollo, es el migrante, en este

contexto ya no es el "otro" subalterno que se subleva contra

las purezas reedificadas, sino un "otro" más domesticado que

se sitúa a una distancia interesante de la metrópoli sin ser

demasiado discordante con ella. “Su voz precaria y

trashumante emite un discurso condicionado a “lugares

desiguales” del conocimiento… “las voces múltiples que se

niegan al olvido” (Moraña 2004:286)

GREGORIO: ¡Las autoridades! Esos letreros son una venganza contra las autoridades

que me han perseguido. Me robaron mis hijos. Como fueron funcionarios de policía

los autores de esos delitos, nada pude hacer, usted lo sabe. (Vivas, 2004,

advertencia, II acto).

Ubicar la denuncia de la voz como un lugar de los vencidos en

la obra que tratamos, es un despliegue de significados que

invaden las escenas. Una de las expresiones que se debe

144

subrayar es el lugar que ocupan los criollos, que como ya

sabemos son diferentes de los mestizos. Dice al respecto

Octavio Paz:

“El resentimiento de los criollos frente a los españoles, ya visible en el siglo XVI, se acentúa

en el siglo XVII. El criollo se sentía leal súbdito de la corona y, al mismo tiempo, no podía

disimularse a sí mismo su situación inferior. La burocracia española lo desdeñaba: el

criollo era español y no lo era. Continua oscilación: los criollos eran como los indios, de

aquí y, como los españoles, de allá. El patriotismo criollo era contradictorio: amor a la

tierra de ultramar y amor al terruño: en el siglo XVII estos encontrados sentimientos no se

expresan en términos políticos sino que tenían una coloración afectiva, religiosa y

artística. (Citado por Moraña, 2004, 58).

En la obra que nos compete los subalternos serían los

personajes de los poetas. Los cuales ofrecen un cuerpo- voz

fuera del centro, fuera del tiempo, fuera de la historia

oficial. Un lugar fronterizo para la denuncia contemporánea

de la construcción de la nacionalidad dentro de la república.

Sin embargo su voz es letrada, es un juego entre la voz

pública de la ciudad letrada y la voz cotidiana del criollo,

lo que Ángel Rama llama diglosia.

145

En las escenas de los hermanos y en “Escarnio” tenemos ejemplos

claros en las didascálicas de esta voz- cuerpo criolla:

El viejo desaparece, los muchachos van el uno al otro, se abrazan y cada uno sigue su camino en direcciones

opuestas, el viento sopla fuerte, todo presagia desgracia, las figuras se borran en la oscuridad. (Vivas, 2004: II

acto).

En la plaza pública, se halla expuesto el cadáver de Vicente Ferro, junto al que hay un letrero que reza: “La

autoridad exhibe como escarmiento, el Cadáver del criminal Vicente Ferro. (Llega el Sargento Silva y acomoda el

letrero).

GREGORIO/ Víctor Hugo: (Al sargento)9: Su mirada está llena de la innoble

felicidad de la criatura débil, cruel y cobarde. Su alegría es la del enano que

logra poner su talón sobre la cabeza de Goliat; alegría de un chacal que comienza a

desgarrar un toro enfermo, suficientemente muerto para no defenderse ya y bastante

vivo para sufrir todavía. (Vivas, 2004: III acto).

En ambos casos se construye un modelo estético de la

definición del concepto de Rama en las acciones de los

personajes: acción de los hermanos de abrazarse y salir en

direcciones opuestas, la desaparición del viejo, las figuras

que se borran, la exhibición del letrero como escarmiento.

Acciones sumadas a la denuncia textual del zapatero, las

cuales se convierten en muestra de una subalternidad

fronteriza del pensamiento criollo del letrado. Tal como

advierte Polar, no nos interesa detenernos en la pregunta de

Spivak, si el subalterno puede en efecto hablar, sino si el

otro (público-lector en nuestro caso) desde sus lugares de

privilegio interpretativo, puede realmente aprender a9 La autora toma el texto de Los miserables, de Víctor Hugo.

146

escuchar estas otras voces, como la otra parte de la historia

oficial.

3.3.4 La hibridación literaria: voces de los poetas

La acción sucede en el cementerio de Bogotá. Noche, finales del siglo XIX, tres días

después de la primera escena. Se escuchan disparos, pelotones de reclutas que realizan la

ronda nocturna. Entran huyendo tres amigos: el más viejo vestido de café y gris, corre con

mucha dificultad, se le ve enfermo, no lleva medias y luce un gorro de lana oscuro, es

Gregorio Ferro. El otro, joven, guapo, delgado, de terno y moño de seda, es José Alba. El

tercero, ya maduro, tímido y meticuloso, es Lizardo Manrique (Vivas, 2004, I acto).

La obra hace una concienzuda investigación sobre las voces de

algunos poetas colombianos y un dramaturgo del siglo XIX. La

hibridación literaria parte del diálogo cruzado entre poesía,

teatro y documento histórico, logrando un trabajo impecable

como poesía dramática en la conjunción entre acotación –

texto–personaje.

En la plaza pública, se halla expuesto el cadáver de Vicente

Ferro, junto al que hay un letrero que reza: La autoridad

exhibe como escarmiento, el Cadáver del criminal Vicente

Ferro. Llega el sargento Silva y acomoda el letrero.

147

GREGORIO/ Vargas Vila: (Luego de leer el letrero)

El patriotismo mata al patriota, para salvar la patria. ¿No es la vida absurda?”

(Se acerca al cadáver) “El mundo no engendra hombres sino para el sacrificio, y,

las entrañas de las madres, no los paren sino para la muerte. (Levanta la cabeza de

Vicente y le da un beso) (Vivas, 2004, III acto).

La autora toma de las novelas: Los miserables, de Víctor Hugo y

Almas en pena chapolas negras, de Fernando Vallejo (biografía de

José Asunción Silva); el drama teatral El soldado de Adolfo

León Gómez; un fragmento de la acusación que publicó en el

Diario La actualidad el escritor colombiano, José María

Vargas Vila contra el cura Tomás Escobar; los poemas: Lázaro

de José Asunción Silva, fragmento de ¡Oh poetas! de Julio

Flórez, y Ante los bárbaros de Vargas Vila. Este último es el

único texto que sufre un ligero cambio en la obra dramática

ya que el autor lo escribe en primera persona y la demiurga

Vivas cambia su sentido, para poder ponerlo en boca de los

personajes.

Carolina Vivas mezcla hábilmente las palabras de los poetas

dejando ver las características de los personajes a quienes

se asemejan. En el I acto, los personajes son descritos

asimilando varias biografías de los poetas reales: José Alba,

poeta, profesor y comerciante, culto, sensible y en quiebra,

evidentemente se refiere a la vida de José Asunción Silva.

Gregorio Ferro, el Viejo es una fusión entre Vargas Vila y

148

Julio Flórez; el personaje de Lizardo Manrique, conservador,

dramaturgo y funcionario gubernamental sería Adolfo León

Gómez.

VIEJO/ León Gómez: (Vocifera al cielo a punto de llorar)

“Es feroz el reclutamiento. Una práctica salvaje, injusta en un país que tan

cristiano a sí mismo se imagina. La esclavitud de otros tiempos parece a todos

absurda y reclutar que es lo mismo o peor, a nadie en estos tiempos asusta.”

(La voz del viejo se ha ido apagando poco a poco, pero no su vehemencia, lo vemos gesticular iracundo su

perorata ya casi inaudible. La luz baja lentamente, un foco ilumina solo la boca del viejo que no deja de hablar

aunque ya no se oye su voz y solo vemos el primerísimo plano de su gesticulación inútil) (Vivas, 2004,

reclutamiento, I acto)10

Esta gesticulación silenciosa del Zapatero nos deja ver el

lugar de la lengua en la Colombia republicana. La luz sobre

la boca del poeta que no deja de hablar es una imagen

alegórica al poder de la palabra y la fuerza del discurso de

ciertos letrados criollos. Mostrando teatralmente el interior

de los distintos sistemas sociales que todavía habitan en la

sociedad colombiana y sus representaciones simbólicas de los

lugares de la lengua en nuestra historia oficial.

La hibridación literaria propuesta en la obra enfrenta a la

dramaturgia a una devastación de fronteras entre literatura y

texto dramático. Ella la va construyendo a través de las

acotaciones en un horizonte de imágenes poéticas, de10 los subrayados son míos

149

acciones, de sonidos, mejor dicho de funciones poéticas

dentro de la dramaturgia. Escuchemos otros ejemplos de esta

heterogeneidad en la palabra:

JOSÉ ALBA / Vargas Vila:

“Montones de muertos, limitan los horizontes, como si la eternidad no pudiera

recibir en sus dominios, esta invasión inesperada.”

Pero “la ley del progreso es que los monstruos desaparezcan ante los ángeles. Que

la fatalidad se desvanezca ante la fraternidad. En el porvenir no habrá tinieblas,

ni rayos, ni feroz ignorancia, ni pena del talión. En el porvenir nadie será

asesino” (Vivas, abuso, II acto).

Los pliegues históricos aparecen aquí como las voces de los

poetas. Ellas son como resistencias que se asemejan a la

“teoría del conflicto” que articula Antonio Cornejo Polar

sobre la idea de una desigualdad constitutiva.

Cornejo Polar afirma que ni los procesos de criollismo

propios del área cultural, ni la idea del mestizaje alentada

por las elites criollas nos salvarían de los antagonismos

inherentes a una construcción de identidad en y para América

Latina, antagonismos que la mediación letrada contribuyo

históricamente a evidenciar –y a veces a encubrir– por medio

de estrategias variadas de representación simbólica. (Moraña,

2004: 264).

150

GREGORIO/León Gómez:

Cuántos crímenes negros se cometen

por los ricos y grandes de la tierra

que para nosotros son desconocidos

Sabe siquiera usted, lo que es el saqueo

qué sorpresa, qué asalto, qué pillaje

Sabe lo que es diezmar los batallones,

lo que es la guerra a muerte.

En estos hechos que ennegrece el crimen

Víctimas siempre son los soldados,

Y el honor y la gloria son de los jefes. (Vivas, 2004: II acto)

Las diferentes voces de los poetas en la obra hacen énfasis

en la contradictoria vida del Zapatero, el cual resiste a una

violencia colonizadora del pensamiento criollo y a su vez

sufre la unificación nacionalista de la época. Realidad que

aún se observa en los manuales de historia de Colombia y en

las celebraciones del bicentenario.

Encontramos otro ejemplo para entender los alcances de esta

hibridación literaria en el fragmento del poema “Oh poetas” de

Julio Flórez utilizado al final de la escena del cementerio,

podríamos intuir otro pliegue de la historia de la violencia

encontrando la afirmación de Pécaut sobre la división amigo-

enemigo, que a su vez él retoma del jurista alemán Carl

151

Schmitt. Para el caso colombiano se aplica muy bien en la

violencia de los años cincuenta, ya que la sociedad era

entendida como portadora de una condena: estar dividida

eternamente por dos subculturas, portadoras de dos

concepciones opuestas del orden social, convirtiendo la

división amigo- enemigo en un fundamento político.

SARGENTO: ¡Poetas! (Saca de su bolsillo un papel, lee)

¡OH POETAS!

Dejemos las endechas

empalagosas, vanas y sutiles:

No más flores, ni pájaros, ni estrellas...

es necesario que la estrofa grite.

Que a nuestra voz desciendan

de lo alto, los míseros reptiles:

todos, todos, los déspotas del mundo.

Todos, todos, los Judas y Caines.

Que nuestros rudos cantos

vengadores valientes y terribles,

rompan todas las máscaras hipócritas

y castiguen el rostro de los viles.” (Vivas, 2004, I acto).

152

Tanto lo político como lo social tienden a ser descifrados

bajo el signo de dialéctica amigo-enemigo. En la actualidad

frente al desarrollo de la violencia esto puede parecer un

exceso. Pero la consideración de Pécaut hace referencia a “la

representación de la realidad en la cual no es posible postular la existencia de un

espacio común entre los adversarios y donde el enemigo se presenta bajo el rostro

único de un otro absoluto.” (Pécaut 2003:40). Pero ¿en qué nos sirve

estos referentes en la obra en cuestión?

Tal vez porque las situaciones de los poetas en la obra

ayudan a reflexionar sobre la situación del otro, social, el

otro políticamente diferente tanto en esa época histórica en

que ubica la obra como nuestro presente hoy. Lo plausible de

Vivas al juntar estas voces es sembrar la duda de ¿Cuáles son

nuestros imaginarios históricos sobre estos intelectuales de

la época? ¿Cómo han sido construidos históricamente estos

letrados?, ¿Qué tanto se han difundido sus ideas y cómo se

siguen leyendo?

JOSÉ ALBA/Silva:

Cuatro lunas más tarde, entre las sombras

del crepúsculo oscuro, en el silencio

del lugar y la hora, entre las tumbas

de antiguo cementerio,

Lázaro estaba, sollozando a solas

153

¡Y envidiando la suerte de los muertos!

EL VIEJO: ¡Bravo Poeta!

JOSÉ ALBA: ¡Poeta yo! ¡Llamarme a mí con el mismo nombre con que

los hombres han llamado a Esquilo, a Homero, a Dante, a Shakespeare, a

Shelley...! ¡Qué profanación y qué error! (Vivas, 2004, cementerio: I acto).

Para sintetizar, la hibridación literaria subrayada en este

análisis teatral es ejemplo de frontera, fundamentalmente al

aparecer como una pulsación de la recuperación del espacio

civil del sujeto histórico “otro”. La hibridación es como:

“(…) enclaves temporales con actividades y significados complejos en los que se

negocian identidades, donde pueden estar en conflicto nuevas interpretaciones de

acciones, símbolos creadores de desigualdad (Del Valle, 2000: 246). Es

evidente que la autora propone que sobre los escombros del

horror el nuevo individuo podrá construir su idea de

identidad, de nación, con un carácter de frontera, de

construcción constante de unas márgenes ondulantes.

3.3.5 El cuerpo como memoria histórica

154

Las obras de Carolina Vivas constituyen un nuevo espacio de

posibilidades semánticas. Los relatos reinscriben el cuerpo

femenino intentando transmitir cómo la mujer percibe y siente

en su universo intimo, abriendo la puerta a otro tema de

ruptura dentro de su discurso dramático. El acierto se hace

mayor al poner en evidencia a las sociedades pacatas

latinoamericanas combinando las historias cotidianas o

personales con la historia política oficial; desmontado ese

oficialismo y dando paso a voces no escuchadas. En El zapatero

los cuerpos de los vencidos aparecen como memoria fronteriza

de la historia oficial y los encontramos no solo en los

textos poéticos sino también en las acciones propuestas en

las didascálicas.

Veamos un aparte de la escena venganza en el II acto como

ejemplo de ello:

(… En la penumbra se ve a Vicente Ferro, que entra cauteloso; trae su bayoneta y asalta a Trinidad por la

espalda, aprisionando su cuello con el arma).

VICENTE: ¿Que la señora Trinidad está loca?

¡Cómo le parece que yo también!

Aprieta el cuello de la mujer con la bayoneta, esta se estremece e intenta quitársela de encima sin lograrlo

VICENTE: Llegó la hora de una venganza sucia y caliente, señora.

¿Qué sintió al cortar a mi hermanita?

Aprieta aún más, la mujer convulsiona moribunda

155

VICENTE: ¿Le gusta? Yo sé que le gusta.

No sé lo que haya gozado emparedando una niña

pero estrangular una vieja, es sublime

Le rompe el cuello, Vicente la mira con curiosidad casi infantil, súbitamente huye, el piano dulcísimo acompaña

el cadáver de Trinidad (Vivas, 2004, La venganza, III acto).

En este caso tanto Vicente como su hermana personifican a los

vencidos, a los otros, los mestizos los olvidados en la

historia oficial, a los que habitan las periferias, fuera de

la letra, la lengua y la memoria. Su venganza contra Trinidad

es inminente tanto en esta vida como en la otra. Lo que

diferencia esta venganza de otras dentro de la historia es

que el rol de Trinidad pasa de ser opresora a víctima.

Se escucha un sonido similar al de un tren muy lejano, se combina con música de Luis A. Calvo que suena en el

gran salón, donde Trinidad vestida de novia, se encuentra sentada de perfil en una silla, junto a una mesita. A

sus pies se ven unas zapatillas blancas; sobre la mesita hay un platón metálico esmaltado, dentro del que se

observan pinzas, tenazas y otros aparatos extraños. Mira hacia una luz que pareciera, o bien los reflejos de una

guerra en el afuera, o una película de cine mudo. El tiempo pasa, Trinidad mira a un punto fijo. El piano se

distorsiona por momentos; suena una peste de pájaros y Trinidad empieza a sacarse una a una, todas las

muelas, las va votando en el platón, sin proferir ni el más mínimo lamento, el piano lucha por mantenerse

armónico, la luz baja lentamente, mientras la peste de pájaros sube intensamente, silencio súbito. (Vivas, 2004:

II acto).11

La autora evidencia un rol femenino que se mantiene en la

memoria colectiva, la novia que espera, la mujer siendo

11{ Los subrayados son míos}

156

sombra del hombre heroico en este caso hermana del general

rebelde, la mujer reproductora de una mentalidad colonial

ejerce la violencia sobre la otra (Matilde) y sobre ella misma

aunque lidere una causa republicana. Otro ejemplo en esa

misma escena es la fuerza de la imagen que reside en la

conciencia individual del personaje sobre sus acciones de

agresión hacia ella misma en contradicción con las imágenes

sonoras propuestas. Es así como Trinidad en esta escena se

convierte a su vez en vencida, la noción de cronotopo

genérico, de Teresa del Valle, clarifica muy bien esta

situación:

(…) Los cronotopos están enraizados en fenómenos socioculturales donde los

símbolos aparecen o donde comportamientos específicos, actividades, relaciones

adquieren significados simbólicos profundos. (Del Valle, 2000: 246).

La frontera de la Vivas busca encontrar un cuerpo como

embodiment: acción de dar cuerpo (Del Valle, 200:245),

sumergido en el cuerpo de otros; un margen entre los

fragmentos de su obra, no solo en el texto dramático sino en

el de la representación: acotaciones, imágenes, sonidos. Una

frontera de territorios intermedios como memoria histórica;

un embodiment en lugares donde se insertan los saberes

locales (religión y cultura) siempre asociados a la

violencia. Echemos un vistazo rápidamente por otras de sus

157

obras: Gallina y el otro (1999), aquí nos cuentan sobre los

asesinatos causados en las áreas rurales por los

paramilitares y en la obra son personificados en una gallina

y un cerdo.

En la obra Filialidades (1997) las acciones de los personajes

femeninos: (Helena, Reinita, Otilia, la burra) son el contexto ‘cuerpo’

del personaje y representan temas de la represión,

discriminación, opresión de esos cuerpos. En esta misma obra

un personaje llamado: “Ellos” tiene una especificación

particular en la escena:”...de quienes se saben que existen

por la presencia de la luz” (Vivas; 1997, inédita).

En la obra que nos ocupa, Cuando el zapatero remienda sus zapatos

(2004) tenemos un parlamento de Matilde que se repetirá en

diferentes momentos: primero en un espacio metafísico pasando

el páramo hablando con el niño muerto. Y luego al comenzar el

tercer acto en la escena Hallazgo, el personaje ya es solo una voz del

despojo moribundo como lo aclara su autora al iniciar la escena,

Matilde ha sido emparedada viva por su ama12.

A una señal del sargento, que permanece a prudente distancia, entra un soldado, más asombrado que

temeroso, se abalanza sobre Trinidad y la sujeta, mientras ella rasguña y muerde cual endemoniada. La luz baja

lentamente, hasta quedar sobre el rostro de la mujer. Suena un canto profano que se mezcla con los golpes de

un muro al que se golpea hasta derribarlo. Al volver la luz, hay una fetidez insoportable que sale de una tumba

vertical, construida dentro de un bloque de adobe. Dentro, hay algo parecido a una forma humana; es Matilde,

12 Relato común de la Santa Fe de Bogotá antigua a principios del siglo XX.

158

quien hace débiles movimientos con las manos implorando compasión. Trinidad, inmovilizada por el soldado,

escucha como amplificada la débil voz de Matilde.

MATILDE:

Ahora habito un cuerpo mutilado (…) Su carne yace ahora en un lecho de estiércol… Y

profiere una especie indefinible de lamento… (Vivas, 2004: II, III acto).

En síntesis la lectura del cuerpo en el discurso dramatúrgico

de Carolina Vivas es recurrente en el constante uso de la

imagen mutilada de la mujer, sin diferencias de clases, como

imagen simbólica de su silencio obligado. Convirtiéndose en

un reclamo inaplazable para el sistema y la sociedad ante las

relaciones de mujer-violencia, que siguen siendo tolerables

solo como víctimas silenciosas. Su dramaturgia se convierte

en un hecho que va mucho más allá de la resistencia y está

más cerca a la transgresión.

a. El cuerpo de la Iglesia

Recordemos que la historia de Latinoamérica ha estado marcada

por la influencia de la iglesia católica y su poder político

en la construcción de las naciones. La enseñanza de sus

cuerpos ha sido modelo para todos estos países, sustituyendo

las relaciones ancestrales de los nativos de estas tierras.

159

El poder de la iglesia ejercido sobre los cuerpos desde

temprana edad hace parte de la continuidad de un pensamiento

hegemónico recibido desde la conquista.

(Frente a la puerta del hospicio Trinidad trae un gran canasto con frutas)

TRINIDAD GARCÍA: (Entregando su aporte) ¡Quiero una indiecita, pero bien fuerte!

Una criadita bien bonita, su reverencia.

PADRE MARÍN: ¡Las tiznadas salen mejor, las indias son perezosas!

TRINIDAD: (Molesta con la intromisión de la dama). ¡Traiga la india!

Trinidad espera, en ese momento ve acercarse a Gregorio, da la espalda tratando de no ser vista; el padre Marín

regresa con Custodia, una bebé de meses que entrega a Trinidad.

PADRE MARÍN:

¡Acá la llamamos Custodia! ¡Recuerde que es deber cristiano bautizarla...! (Vivas,

2004: II acto)

Con la posición hegemónica de la religión, la subalternidad

de la clase dominante, y la subjetividad criolla se elabora

en esta época un lugar de intermediación para los sujetos

históricos en donde confluyen complejas negociaciones reales

y simbólicas, en las que se va inscribiendo una sola

categoría de civilización, la occidental. Y así se han criado

varias generaciones de colombianos, por eso hoy no es de

sorprender como este lugar de indeterminación del pensamiento

del siglo XIX se continúa en la educación de las clases más

privilegiadas de la sociedad actual.

160

Podemos ver otro ejemplo del cuerpo de la Iglesia como

memoria histórica si recordamos en el I acto, la escena del

El baño del obispo, aquí teatralmente vemos al jerarca mayor de la

Iglesia en un espacio íntimo, el baño de un convento; se

develan los principios de otra racionalidad, que desafía,

contamina y desestabiliza el pensamiento dominante; molesta

evidentemente la forma de pensar de la época y la relación

entre Iglesia y vida civil.

Veamos la escena de este poder a través del cuerpo:

El jerarca dentro de una inmensa tina toma un baño caliente y canturrea en latín muy complacido. El vapor deja

entrever las prendas del religioso: estola dorada y escarlata, sotana, etc., colgadas cuidadosamente en un

ropero. El hombre disfruta del baño. Entra la monja trayendo hierbas frescas que adiciona al agua una a una;

luego toma un poco de aceite de almendras y le hace un masaje al jerarca en la espalda y pecho desnudos, el

tiempo pasa, la monja culmina su labor, mira al sacerdote y este a ella. La monja sale y regresa trayendo una

toalla y ropa blanca impecable, almidonada, que coloca al alcance del jerarca, sale. De repente entra Lizardo,

trae un ejemplar de LA ACTUALIDAD en la mano

LIZARDO:

Camino a Sodoma. El director general del Liceo de la Infancia, corrompe

infamemente la juventud abusando de su superioridad para hacer que sus

alumnos se plieguen a satisfacer sus más vulgares y arrastradas pasiones. El

niño Simón Herrera declara que un día el padre Holguín le llamó y en su

161

presencia le incitó a que cometiera un acto infame con uno de sus

condiscípulos... (Vivas, 2004: I acto).

La desnudez del obispo y el placer de los vapores del baño en

contraste con la palabra del diario nos incitan a un sutil

enfrentamiento de la imagen. Que inevitablemente construye en

el imaginario del público un decadente panorama de la Iglesia

católica que todavía nos persigue en el presente.

b. Cuerpos femeninos y masculinos en El Zapatero

La obra pone a prueba varias lógicas sobre la idea de nación

que aún perdura; propone un pliegue más de la historia al

generar una polifonía de voces amenazantes que evidencia una

trampa cultural sobre los roles de género que conviven en la

memoria colectiva desde tiempos antiguos hasta hoy,

permitiendo situarnos en la medida de la opresión y de las

obligaciones tanto masculinas como femeninas, así como de sus

responsabilidades. Es claro que ambos roles son tributarios

de las mismas sanciones del tiempo, de una época sometida a

la dominación política de unos cuantos hombres, pero por lo

menos al introducir nuevos cuestionamientos históricos, la

obra pone la cuestión femenina y la diferencia de sexos en

162

todos los niveles del discurso y de la representación: desde

la política hasta lo cotidiano.

Al abordar las identidades masculinas y femeninas de esta

obra el tercer lugar de enunciación se encuentra en el eje de

su accionar performativo, híbrido y fluido. Conceptualizando

ambas ideas los roles masculino y femenino en este caso

juegan un papel político y representacional. Se halla en los

bordes de variados sistemas de interpelación que darán cuenta

de varios tipos de cuerpo: construcción de masculinidades,

los cuerpos sin voz, el cuerpo de la mujer como botín de

guerra y cuerpo-voz del poeta en cautiverio.

Es importante señalar la construcción de las masculinidades

en la obra de la Vivas ya que se emparenta con la idea de

nación ya que sabemos que la historia se ha reconstruido,

escrito, transmitido y difundido desde una óptica masculina.

La historia tradicional, entendida como arma del poder, como

medio de permanencia y estatismo, ha interpretado cada rama

de la historia, desde los valores masculinos, es decir desde

el patriarcado. Así mismo la “historia patria” nos demuestra

que la ciudad letrada construyó una idea de nacionalidad

centralizada que no tiene en cuenta al otro (indio, negro,

mestizo), mucho menos a la otra mujer.

163

En la cultura de la época que trata la obra encontramos

diversas situaciones íntimas donde el pensamiento patriarcal

es protagonista de la violencia ya sea en voz de las mujeres

o feminizando al agresor.

La ejecución

José Alba queda de pie en la penumbra absolutamente derrotado, mira a ninguna parte. Aparece flotando su

madre Anastasia, viuda eterna, religiosa y autoritaria que lo increpa; en su angustia José Alba la oye como

amplificada.

ANASTASIA:

El país en guerra y mire la situación en que nos deja, ¡Zoquete!

(José Alba guarda silencio)

Esta ciudad no acepta un fracasado, la quiebra más que sus ideas es

la peor vergüenza para nuestra casa. Solo contamos con las camas, su

esposa, los niños yo, quedamos en sus manos. No olvide: desde el

cielo su papá, que en paz descanse, lo está mirando.

La madre desaparece, José Alba llora quedamente. Oscuridad (Vivas, 2004, II acto).

En voz de Anastasia se evidencia el desamparo femenino que

dependía del rol de proveedor que debería ejercer el hombre

según los modelos sociales. La continuidad de estos roles

construidos por la propia cultura eran de suma importancia

social en la Colombia de entonces.

Otro punto a subrayar es la feminización del agresor,

recordemos como en tiempos de guerra es muy común la

164

feminización del agresor como forma de humillación o tortura

por parte del agresor. Pécaut en su tercera afirmación sobre

la dialéctica “Amigo-Enemigo” asevera que la violencia es un

producto de la decisión de actores que se presentan como actores políticos, su uso

dependerá de la capacidad que estos tengan de imponer una u otra

representación… (Pécaut, 2003:20).

Espacio - tiempo: la acción sucede en Bogotá, la misma noche de la escena anterior.

Antiguo sótano dentro del Colegio Mayor del Rosario, convertido en prisión y

guarnición militar, por el Gobierno conservador

Suena un reloj, alrededor de un tonel permanecen dos militares: el sargento, quien contabiliza el tiempo con un

reloj de cadena y un soldado que sostiene un impecable uniforme militar y el otro una copa de cristal llena de

sangre. El tiempo pasa, de repente del tonel sale Vicente Ferro, está desnudo, completamente emparamado,

sacude la cabeza, los militares permanecen impasibles, el joven tiembla

SARGENTO: (Canta como una soprano)

“Era un soldado

que venía a la guerra...

Era un soldado

muy cobarde,

una nena...

ayayay rojo sos

que mi general se entera...” (Vivas, 2004: el ritual del valiente I

acto).

165

c. Los cuerpos sin voz

Los personajes más importantes de la obra Cuando el Zapatero…,

por tratar de la época de la violencia en Colombia, son

concebidos como cuerpos sin voz: la hija del zapatero, su hermano, el

ama, los poetas, los rebeldes, Vicente. De una u otra manera sus cuerpos

son instalados en escena, al servicio de la historia no

contada; construyendo una memoria de nuestro pasado en

relación con estos cuerpos sin voz, sin historia pero

presentes en la escena. Reparemos en unos fragmentos de

distintas escenas para observar más claramente como estos

cuerpos, especialmente el de mujer, no tienen voz pero se

convierten en una memoria histórica imposible de olvidar.

El soldado 1 encuentra unos niqueles, en un nudo de la falda

(…)SARGENTO: ¿De dónde sacó eso?

La muchacha no tiene fuerzas para hablar, está a punto de caer, cierra los ojos y comprime las manos

amoratadas sobre el pecho

SARGENTO: (Enseñándole los niqueles que tiene en la mano) ¿De dónde sacó esa plata?

La muchacha no contesta, está deshecha, tiembla. El sargento permanece en silencio, Vicente avergonzado, sin

saber qué hacer, evita dar la cara a sus compañeros y su hermana. Silencio (Vivas, 2004: I acto).

Las guerras propician un contexto de impunidad y cuando las

normas y cimientos de los tejidos sociales se desmoronan,

cuando se afloja el control social y no valen las

166

prohibiciones, las personas indefensas son, de nuevo, las más

atropelladas. La guerra no hace excepción: mujeres y niños/as

no son protegidas en los conflictos armados, al contrario son

agredidos. Muchas veces por causa de su sexo, por el sencillo

y natural hecho de haber nacido mujeres. Detengámonos ahora

en dos textos que construyen a través de la palabra y el

gesto otro ejemplo del cuerpo sin voz como memoria de la

violencia del país.

Ejemplo 1:

SARGENTO: (Gritando) ¡A mí no me vienen con mentiras! A ver,

¡Desnúdenla! ¡Quítenle los trapos para saber que trae!

La muchacha busca con la mirada la ayuda de su hermano, que permanece a pocos metros sin mirarla. El

soldado 3 le arranca la camisa, ella grita, trata de defenderse, intenta huir, pero el soldado la arroja contra el

suelo, arrancándole la falda.

SOLDADO 2: (Riendo a carcajadas) ¡Parece una rana!

SOLDADO 3: ¡Flaca pero lechosa!

El soldado 1 examina las ropas, toma una bolsita que está anudada a la falda y tira las prendas al suelo. La

muchacha trata de cubrir en vano su raquítica desnudez, el soldado 3 le hurga con un palo el cabello y las

orejas, la obliga a levantar los brazos (Vivas, 2004: I acto).

Ejemplo 2 :

VICENTE: (Agazapado y casi en susurro) ¡La siento Matilde!

Huelo mi sangre en peligro, mi hermana deshecha, la veo sin verla,

vejada, sin flor, sin sonrisa para siempre.

167

Matilde aparece en posición fetal, flotando en un sendero paralelo, los ojos desorbitados, como detenidos en el

pavor.

MATILDE: Lo siento, se que está aquí, muy cerca ciervito

Reconozco sus pasos cercanos sobre las hojas

Es él, mi hermano

VICENTE: Juré vengarme y deserté

Soy capaz de matar por usted. (Vivas, 2004, II acto).

La relación incluyente de hermano /hermana se muestra en sus

gestos corporales en ambos ejemplos, ahora como base de la

venganza filial, se convierten en instancias significativas

que constatan “la amplitud de la fuerza de la consanguinidad

por encima de los significados biológicos y el papel central

que tiene el género.

Entre los cuerpos sin voz obviamente también está el cuerpo

de la mujer como botín de guerra. Miremos este esjemplo:

MATILDE: (Casi ida, dirige la mirada a un solo punto, permanece ahora sentada con los brazos en alto y las

piernas abiertas, tal como la obligaron en el campamento conservador).

Con su mirada rabia de sabandija obscena

recorrió mi cuerpo

Con sus manos grandes de soldado viejo

168

me manoseó toda

me abusó hasta saciarse

Al amanecer me abandonó desnuda

con el sexo húmedo y helado del vejamen

Silencio.

El joven no responde, aparece flotando Gregorio en su banco, sosteniendo en la mano derecha y en actitud de

alerta, el gancho cuelga marranos (Vivas, 2004, HERMANOS, II acto).

La violencia corporal, crudamente presentada en esta escena,

es una demostración del horror de la historia con los cuerpos

subalternos: Mujer-cuerpo para otros. A través del cuerpo de

la mujer se pretende lograr demostraciones de poder y

desprecio, intimidar, humillar, vengarse y castigar a los

hombres. La violación sexual a “sus mujeres” se utiliza como

represalia hacia los hombres. A veces, el arma de la

violencia sexual es utilizada de manera aislada, tácitamente

aceptada como un lamentable percance, gaje del oficio,

inherente a las situaciones de violencia y descontrol

generadas por la guerra.

La violación es un arma de guerra de larga tradición en los

conflictos armados y hace parte del justo disfrute del “botín

de guerra” por parte de los vencedores. A través de la

historia y en todo el planeta la violación es empleada como

un arma más de la guerra que se utiliza para debilitar y

169

vencer al enemigo. En la siguiente escena podemos ver el

tratamiento del tema desde lo teatral:

MATILDE: (Con timidez) ¿Y los cuartillos?

SARGENTO: (Regresando) ¿Cuáles cuartillos? Si vuelve a hablar de eso, la hago

apalear para que no ande por los caminos como una ladrona. ¡Fuera!

El sargento se refugia en su tienda, los soldados cuchichean. La muchacha asciende penosamente lo que aún le

falta para llegar a la cumbre. Se oye una voz que viene del puesto “¡Puede pasar! Uno de los soldados la ha

seguido, se lo oye decir.

SOLDADO 3: ¡Venga la pongo a volar Paloma!

Vicente y el niño tratan de reaccionar, pero los soldados se lo impiden. Oscuridad. (Vivas, 2004: I

acto).

La crudeza con que Vivas describe cuidadosamente las

humillaciones hechas por los soldados a Matilde en el paso

del páramo así como la acción del soldado siguiéndola y el

cierra de la escena, con la frase ¡Venga la pongo a volar

Paloma!, deja entreabierto a la imaginación del espectador,

tal cual como una tragedia griega, que lo inevitable ocurrirá

después del El apagón súbito.

En la siguiente escena el general rebelde reconoce a Matilde

su labor heroica hacia la causa revolucionaria; pareciera que

su sacrificio es por fin valorado, será nombrada sargento

dentro de la guerra. Es el único momento en toda la obra

donde aparece algún tipo de reconocimiento para con sus

170

acciones. Como si al obtener un grado dentro de la guerra, la

víctima dejara de estar en un lugar subalterno.

MATILDE: ¡Ah! También me dijo doña Trinidad, que le diga que las noticias que

vienen de Santander y del Tolima son muy buenas, mi amo.

GENERAL: ¿Cómo buenas?...

MATILDE: Que al gobierno se lo están pegando y lo sacan corriendo de todas partes.

Que un tal Marín es la fiera en el Tolima...

GENERAL: Si ganamos se deberá a su heroísmo Matilde.

MATILDE: (Sonriendo tímidamente) ¡Gracias!

(…) GENERAL: ¿No estás cansada?

MATILDE: (Suplicante) Mi amo, si quiere me quedo para verle la ropa...

GENERAL: Tienes que irte con las mulas, para ayudar en todo.

MATILDE: Usted debe tener la ropa sucia, las botas sin lustrar...

GENERAL: Alguna vez volverás, cuando sea necesario. Entonces te haré sargento.

(Vivas 2004; II acto).

MATILDE: ¿Entonces no me quedo con su merced? (A punto de llorar)

El general permanece silencioso

GENERAL: Sabes que mi hermana no puede quedarse sin sirvienta

MATILDE: ¡Quiero quedarme aquí para siempre!

GENERAL: ¡Descansas y para Bogotá por donde viniste, con un recado para la gente de

allá!

Matilde en silencio, la cabeza gacha, conteniendo bocanadas de dolor, el campamento entra en movimiento, es

la hora más oscura de la noche (Vivas 2004; II acto).

171

El cuerpo de Matilde vuelve a ser vulnerado por la guerra,

primero su valentía y riesgo en su trabajo de mensajera no

fueron suficientes para poder ser protagonista de la guerra,

su cuerpo femenino en las trincheras sería más estorbo que

ayuda según el general y su voz deja de tener eco tan pronto

entrega el recado. Segundo, a nadie le importa que su regreso

hacia Bogotá pueda significar su muerte, física y moral ya

que su paso de nuevo por el páramo donde están los soldados

es suficiente razón para convertir esa noche en la más

oscura.

Marcela Legarde afirma:

“En efecto la violencia a las mujeres es una constante en la sociedad y en la

cultura patriarcal. Y lo es a pesar de ser valorada y normada, como algo malo e

indebido, a partir del principio dogmático de la debilidad intrínseca de las mujeres,

y del correspondiente papel de protección y tutelaje de quienes poseen como

tributos naturales de su poder la fuerza y la agresividad”

(Legarde,2003:259).

Por último de los cuerpos sin voz tenemos al Cuerpo-voz del

poeta en cautiverio, el recorrido del cuerpo del poeta

también es una memoria del país en guerra, este cuerpo

letrado que goza de gustos de la “alta cultura”, que seduce y

engaña con sus palabras, termina pasando por la vergüenza

172

pública de un embargo y degradado por las humillaciones del

sargento en el Colegio Mayor del Rosario, convertido en

cárcel y guarnición militar por el gobierno conservador:

El sargento Silva se encuentra de pie, al lado de un gran hoyo de donde sale sorda la voz de José Alba, a quien

vemos completamente desnudo, enterrado vivo.

JOSÉ ALBA/ Vargas Vila/ Víctor Hugo: “La hora es de los grandes carniceros... Es la

hora de su festín; ustedes se alimentan de cadáveres. Cadáveres de hombres, y

cadáveres de pueblos”.

SARGENTO: Deja la murria, coplero, que si tu jefe el general García se toma Bogotá,

no vas a poder esperar vivo su entrada triunfal.

Silencio. Se ilumina el hueco donde se encuentra estrecho y desnudo, José Alba, suena el tema de Chopin, que

José Alba escuchaba en su victrola, el día del embargo

(…) El sargento exasperado se abre la bragueta y orina sobre el poeta, que tratando de protegerse el rostro no

deja de gritar

JOSÉ ALBA/ Víctor Hugo: “La tierra resplandecerá, el género humano amará. Llegará

ese día en que todo será amor, concordia, armonía y luz, alegría y vida”.

José Alba desaparece, queda el sargento sacudiéndose el pene, al fondo se escucha la música de Chopin.

(Vivas, 2004, Abuso II acto).

El poeta José Alba sufre el abuso de las autoridades de turno.

Enterrado en un hueco oscuro, su cuerpo es mancillado y

humillado como memoria de la historia de un país que no

soporta a sus adversarios y les desconoce la importancia de

ser oposición. El uso del lenguaje crudo y sórdido de Vivas

se mezcla con las palabras de Víctor Hugo y construyen juntos

173

imágenes de la deformación patética de la historia de este

país y que lastimosamente aun compone el presente.

VIEJO / Flórez: (Canturreando al “oído” del muerto sobre cuya lápida se encuentra)

“Bajo los altos cipreses

el sepulturero un día

cantaba de esta manera

con honda melancolía”

LIZARDO: ¡Silencio! Nos está poniendo en peligro (…)

VIEJO/ Flórez: (Sin hacerle caso)

“Entierro un grano de trigo

y el grano produce granos;

entierro un hombre y el hombre

solo produce gusanos” (Vivas, 2004: cementerio, I acto).

El tejido de los cuerpos de todos los personajes, no solo de

Matilde y el poeta en la obra, interroga al análisis sobre el

significado que tuvo la guerra de los mil días para las

mujeres y hombres del momento. Todos estos interrogantes

conducen a modificar considerablemente el discurso histórico

oficial y a tomar en cuenta dimensiones ignoradas. Es decir,

situar esa transgresión de la autora y su grupo en la

escritura de otra historia. Subvertirla al interior, no sólo

174

con un cambio aparente sino mirando de otra manera las

civilizaciones, las culturas y los períodos de la historia

del país.

175

3.3 Patricia Ariza: La disolución de las fronteras (Análisis transversal entre el performance Mujeres en la plaza. Memoria

de la ausencia ¿dónde están? Agosto 2009 y la obra Antígona de Patricia

Ariza).

Tiresias/César:

Esta joven mujer como ave despojada a las primeras horas de la madrugada se

presta a ser escuchada… (Ariza, 2001:1).

El último caso escogido para analizar en esta investigación

es el de la dramaturga y directora santandereana Patricia

Ariza, reconocida por su “quehacer” político a través de la

escena desde hace ya más de 40 años. Fue una de las

fundadoras de la Casa de la Cultura, hoy “Teatro La

Candelaria” junto a Santiago García. En su juventud estuvo

vinculada al nadaísmo junto a Gonzalo Arango, Jota Mario

Arbeláez, Eduardo Escobar, Helena Escobar, Elmo Valencia y

Helena Restrepo. Fue alumna de Marta Traba en sus estudios de

la Universidad Nacional de Colombia.

Su trabajo sobre los temas de la mujer y su inclusión en el

feminismo ha marcado una línea en su proceso artístico,

ubicándola en un lugar destacado en la lucha femenina por una

voz más propia. Su actividad ha alcanzado mujeres de todos

los ambientes: populares, bailarinas, actrices,

176

intelectuales, lesbianas, travestis, adultas mayores o en

situación de desplazamiento. Su recorrido artístico ha

traspasado las fronteras nacionales y el listado de sus obras

es casi interminable. En el 2010 fue homenajeada por el XXIV

Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz que le concedió el

premio Atahualpa del Cioppo y en 2007 recibió en Holanda el

Premio Príncipe Claus, por sus aportes a la cultura universal

y su compromiso artístico con la búsqueda de la paz para la

nación colombiana, así como por su trabajo de interacción

social con grupos y personas marginadas. En 2008 fue

condecorada con la Orden del Congreso en reconocimiento a

‘toda una vida dedicada a la cultura’. También ganó el premio

de poesía de Medellín en el presente año (2010). Estos

últimos reconocimientos se deben, sin duda, a su destacada

labor durante décadas para potenciar a los más

desfavorecidos, permitiéndoles transformar sus vidas a través

de actividades culturales, pero también son una respuesta a

un perverso expediente de la policía colombiana donde se

señala a la autora como hippy, nadaísta y posible subversiva

al servicio de las guerrillas. Así son tomados sus esfuerzos

por contrarrestar la injusticia y restaurar la memoria

social, y por su enérgico compromiso con la reducción de los

conflictos en la administración del presidente Uribe.

El análisis estará centrado en una parte de su trabajo que ha

sido poco analizada: sus acciones performaticas, en el cual

177

incursionó desde principios de los años sesenta13. Ya que, no

podemos pasar por alto que la acentuación de la dimensión

performativa de las artes apareció asociada a partir de los

años cincuenta al énfasis que los artistas comenzaron a poner

en los procesos más que en los resultados y a la valoración

de lo efímero frente a la obra estable. Según la teórica

alemana Erika Fischer-Lichte “a partir de los años sesenta, todas las

artes se vuelven performativas. Sólo concibiendo todas las artes como

performativas se puede concebir un tránsito sin obstáculos de uno a otro medio en

el trabajo de un mismo artista, es decir, la transdisciplina está íntimamente ligada

a la performatividad.” (Fischer-Lichte, 1997:8).

Recordemos como los años sesenta fueron un período de fuertes

presiones y choques sociales. Sobre todo en Latinoamérica,

afectaron a la creación artística; condujeron a otro tipo de

prácticas: el arte político, el arte activista o bien la

inmersión del arte en la actividad social, pedagógica y

comunitaria. En los comienzos de los setenta, los teatristas

trataron de encontrarse con un público (obreros, campesinos,

maestros, estudiantes) tradicionalmente no habituado a las

salas de teatro. Las nuevas búsquedas teatrales reconocieron

al público como factor esencial del teatro: ir a su

13 Por la época de la conformación de la Casa de la Cultura, Patricia Ariza gestó yorganizó unas experiencias libres, llamadas “Mágicos”, y creó conjuntamente entreteatreros y artistas de la plástica una especie de desfile de modas donde personalidades del arte fueron convocadas para diseñar y modelar vestuarios que eran realmente instalaciones plásticas.

178

encuentro, compartir con él las preocupaciones estéticas,

políticas y sociales era su derrotero.

Hoy en día este tipo de prácticas performativas han sido

atendidas por instituciones especializadas y algunos sectores

de la academia anglosajona; sin embargo la percepción social

y académica tradicional en Colombia sigue siendo en cierto

modo inmune a las prácticas artísticas que optan por unos

modos diferentes de producción, no aliadas con las industrias

culturales. Y obviamente a sus aportes para las ciencias del

conocimiento. Por consecuencia la opinión de la propia

artista sobre el fenómeno de la performance se hace

importante de anotar:

“A mí me parece que la performance es una acción de un compromiso total,

presencial. Hay muchos tipos de performance, esa noción es también un terreno en

disputa (…) para mí personalmente es como un escenario donde yo puedo

encontrarme con mi saber artístico con personas que provienen de otros lugares y

juntos y juntas realizar unas acciones poético-políticas”. (Entrevista a

Patricia Ariza 2008)14.

Las acciones: poético-políticas, de Patricia Ariza han sido el devenir

artístico, desde hace varios años, son su ´que hacer´

performático y será el concepto que podremos en juego en este

último análisis sobre la dramaturgia femenina contemporánea.

Este accionar de Patricia Ariza; su “que hacer” demuestra

la disolución de las fronteras entre la representación14 El subrayado es mio.

179

teatral y el performance que transforma o “transformances” como

los llama Schechner (2000: 85). A manera de antecedentes,

veamos en su práctica como aparecen estas transformaciones,

entre las más recientes se encuentran:

1. Siembra y canto en la plaza de Bolívar. 2007 año de los derechos

de las personas desplazadas. Fue una acción plástica, musical

y solidaria celebrada el viernes 27 de julio para llamar la

atención acerca de la situación de los casi cuatro millones

de desplazados internos que tenía el país ese año, ahora son

más, la tragedia humanitaria más grande del hemisferio

occidental. Durante un año estuvo construyendo la acción con

el apoyo del Jardín Botánico: se cubrió la tercera parte de

la Plaza de Bolívar de tierra con cultivos del campo

colombiano y de la agricultura urbana, que fueron sembrados

desde la madrugada por personas en situación de

desplazamiento, acompañadas de intelectuales, estudiantes de

los colegios del Distrito, artistas, defensores de Derechos

Humanos, mujeres y jóvenes en un acto colectivo de siembra y

canto. Sembraron nueve parcelas campesinas en la Plaza de

Bolívar: una parcela abandonada, quemada. Dos parcelas de

agricultura urbana (una de las formas de resistencia cultural

de la población desplazada en la ciudad). En las seis zonas

restantes se efectuaron siembras tradicionales de las

diversas regiones y culturas campesinas. La invitación a

sembrar estuvo a cargo de la población desplazada y 1500

180

indígenas. La siembra en la plaza fue acompañada de un gran

concierto y desfile de artistas donde cantaron, danzaron y

actuaron juntos, grupos de personas en situación de

desplazamiento y artistas. De todo el país vinieron grupos

musicales y artistas en situación de desplazamiento15. La

“transformances” se encuentra en la vigencia con que se nos

aparece la relación de la tierra actual con el problema del

terraje de nuestros pueblos indígenas. Transformado la visión

de lo rural dentro de la ciudad-estado.

2. Día internacional de la mujer. 2007. Un colectivo de mujeres

creó una estatua de Manuelita Sáenz en fibra de vidrio

simulando el bronce, con un pedestal. Fue colocada al lado de

la estatua de Simón Bolívar en la Plaza céntrica de Bogotá,

en respuesta a la concepción de héroes y la estatuaria

nacional predominantemente masculina. Estuvo en la plaza por

dos días. Cuando fue mandada a retirar, la fuerza pública se

llevó primero el pedestal en un camión y al proceder a

retirar la imagen de Manuela en la madrugada no pudieron

meterla en la patrulla, debido a sus dimensiones. Entonces

los policías procedieron a tomarla físicamente a patadas y

golpes destruyendo partes de su cuerpo, finalmente fue sacada

de allí. Esta acción delincuencial de parte de la policía se

15 Participaron Chirimías del Chocó, cantaoras, tamboreros, danzas de afrodescendientes y de comunidades indígenas y artistas de Bogotá como Jorge Velosa y los Carrangueros, Daira Quiñones, Pablus Gallinazus, Raúl Numerao, Nueva Cultura, Chocquibtown, Orquesta Las Amazonas, Edelmira Zapata Maza, Gilberto Martínez, Liliana Montes, Victoria Sur, Totó la Momposina y Son Batá, entre muchos otros.

181

convirtió en la acción transformadora en sí misma,

simbolizando el maltrato a las mujeres en Colombia.

3. Los derechos humanos tallados en la piel. 2008. Cinco mujeres,

con su torso desnudo y maquillado de blanco, caminaban con un

paraguas transparente, con los ojos vendados, guantes y botas

negras, desde la Plaza de Toros hasta la Plaza de Bolívar.

“Mi cuerpo no es un botín de guerra”, “no dispare no soy un falso positivo”, “los

derechos de las mujeres son derechos humanos”; eran los textos que

tenían escritos en la piel las danzantes en el desfile por la

carrera séptima de Bogotá en el Día Internacional de los

Derechos Humanos. Movilizaban en su cuerpo las palabras,

transformando en acción una defensa por los derechos

olvidados de las mujeres en Colombia.

4. Mujeres en la Plaza. Memoria de la ausencia ¿dónde están?

La acción se realizó en el centro histórico de Bogotá, el 27

de agosto de 2009 en el marco del Encuentro Hemisférico de

performance y política que se efectuó en la misma ciudad,

cuyo tema fue Ciudadanías en escena. Fue hecha por 300 mujeres,

en su mayoría víctimas y sobrevivientes de la violencia del

país (madres de los ‘falsos positivos’, madres y familiares

de los muertos de la UP y del Palacio de Justicia) quienes,

acompañadas por artistas del teatro y la danza lograron

durante cuatro horas (4 a 8 PM) una presencia viva, activa y

182

poética desde la estética de la resistencia. Se

intercambiaron energías, se desencadenaron fuerzas, se

pusieron en marcha danzas, cantos, y tuvieron lugar

formaciones de mujeres que denunciaban su derecho a enterrar

a sus muertos, a saber de sus desaparecidos; a preguntar por

la justicia y la soberbia.

En general Las acciones demuestran que hay un tipo de

performance que transforma, parafraseando a “Víctor Turner

(1974) cuando analiza los “dramas sociales”. El afirma que:

los participantes no solo hacen cosas, sino que se muestran y

muestran a otros lo que están haciendo o han hecho; las

acciones adquieren un cariz reflexivo y la característica de

ser actuadas en público.” (Schechner, 2000: 85).

Debo aclarar que cada una de las acciones anteriormente

anotadas requeriría de su propio análisis, pero en este

escrito no profundizare en cada uno de ellas. Las utilizo

como antecedentes prácticos del accionar poético – político de

nuestra autora. Es el preámbulo para la propuesta de análisis

entre el último dispositivo escénico: Mujeres en la plaza. Memoria

de la ausencia ¿dónde están? Agosto 2009.y la obra teatral de Antígona

(2006) de la misma autora, escenificada por el Teatro La

Candelaria y bajo su dirección; con la idea de tejer un

puente reflexivo entre ambas creaciones ya que considero son

183

un ejemplo fronterizo entre el mito y el ritual de la

contemporaneidad dentro del drama social de las mujeres

colombianas que buscan a sus muertos desaparecidos.

El concepto de tercer espacio de enunciación de Bhabha (1994:

174), que he venido manejando con los otros casos, permite

analizar transversalmente tanto el lugar de la acción

dramática en la caja negra del teatro convencional en

Antígona (2006) que nos sitúa en las puertas de Tebas hasta

la cartografía de las esquinas de la Plaza de Bolívar de

Bogotá. Así como el lugar de la situación social de los

sujetos “a históricos”, en este caso Mujeres, tanto del

pasado como del presente (desplazamiento forzoso, violencia,

abusos, subyugación femenina, etc.). Este es el otro lugar de

enunciación en la acción político-poética de Ariza, ya que a

través de sus acontecimientos escénicos nos presenta la

violencia de Colombia y de toda Latinoamérica. Exigiendo así

mismo unas nuevas lecturas de su “convivium” teatral.

3.3.1 Claves de lectura

El texto performativo

184

Resulta difícil encasillar la obra de Patricia Ariza en un

medio o categoría estética, ahora es frecuente encontrar

artistas que desarrollan sus ideas en diversos campos

artísticos y que se trasladan de un campo a otro bajo

conceptos específicos de cada uno de ellos. En ellos no

excluyen otras formas de visualidad, otras formas de

textualidad e incluso el trabajo con medios no visuales (el

sonido, la palabra, la acción cotidiana, entre otras). No se

trata solo de prácticas multidisciplinares, sino de la

transición de los artistas de un medio a otro incluso en el

interior de un mismo proyecto artístico.

Recordemos como desde el principio del siglo XX los primeros

científicos teatrales como Max Herman (1865-1942)

reflexionaban ya sobre una oposición fundamental entre el

teatro y el drama:

"Mi convicción es que el teatro y el drama son originalmente opuestos tan

esenciales que no pueden dejar de manifestar sus síntomas. El drama es la

palabra como creación artística del individuo, y el teatro es el mérito del

público y de sus servidores." (…) En contra de la visión del teatro desde la

literatura Herman argumentó que el teatro como forma artística no se

definía a través del texto dramático: "En el arte teatral la puesta en escena

es lo fundamental [...]". (Fischer, 1997:3).

De esto se infiere que el presente análisis no se

concentrara en el texto dramático si no en el texto

185

performativo: de Mujeres en la plaza. Memoria de la ausencia ¿dónde están?

y del acontecimiento de la obra de Antígona. Lo que sería en

otras palabras el texto de la representación.

El maestro colombiano Santiago García ha dicho una y mil

veces en sus escritos y charlas, que el concepto de

dramaturgia abarca todos los lenguajes expresivos del teatro

no solo el texto escrito. El texto de la puesta en escena y

la dramaturgia del actor son lecturas obligadas para

cualquier análisis de una obra teatral.

“Dramaturgia es el conjunto de textos que conforman el espectáculo teatral

en su confrontación con el público, uno de los cuales es el texto literario. La

dramaturgia da cuenta de todo lo relacionado con la escena y de la relación

de ella con el público, como lo define Ferruccio Rossi-Landi la dramaturgia

es un lenguaje” (García, 1994, 87).

El crítico argentino Jorge Dubatti, en su libro Cartografía

teatral habla del otro concepto de dramaturgia, de la

importancia de estudiar los textos dramáticos con relación al

acontecimiento teatral: “…es necesario distinguir teatro en acto y teatro

en potencia. El teatro se diferencia de la literatura en tanto esta no implica

acciones físicas sino verbales.” (….) (Dubatti, 2008:136) El paso de la

literatura al teatro constituye un acontecimiento de acciones

vivas.

En este caso para definir el teatro de Ariza, por causa de su

performatividad, el análisis pasara del análisis literario al

186

texto de la puesta en escena y del significado al efecto. Sin

detenerse solo en el texto dramático como son las lecturas

tradicionales de una obra clásica como Antígona. Con el fin

de utilizados, como un "factor cultural urgente" que

reflexiona sobre el accionar de los artistas “in situ”; para

intentar construir una reflexión académica que hable de otros

mitos en la cultura contemporánea desde el accionar social de

los artistas. Sobre su accionar político.

El espectador como Cuerpo fronterizo

“La letra en el cuerpo transforma su entidad para devenir teatralidad en acto. El

teatro solo es literatura cuando lo verbal-literario acontece en el cuerpo en acción.

Por ello la literatura oral –origen histórico de la literatura– es en realidad practica

de la teatralidad” (Dubatti, 2008:136).

Para definir la puesta en escena no basta sólo tener en

cuenta el texto teatral o la actuación de los intérpretes. En

ella participan asimismo los espectadores, que se reúnen en

el teatro comunicando entre sí y con los actores. No son

únicamente los cuerpos de los actores, quienes se mueven en y

a través del espacio, los que constituyen la puesta en

escena, sino que esta última se va constituyendo mediante la

interacción con los cuerpos de los espectadores. Estos

últimos a su vez perciben las dimensiones del espacio, que

comparten con los actores, al igual que su atmósfera

singular, reaccionando ante su presencia corporal.

187

Bourriaud formula una idea de la obra artística como

“encuentro”: “La esencia de la práctica artística radicaría

entonces en la invención de relaciones entre sujetos; cada

obra de arte encarnaría la proposición de habitar un mundo en

común, y el trabajo de cada artista, un haz de relaciones con

el mundo que a su vez generaría otras relaciones, y así hasta

el infinito.” (Schechner, 200:16-18).

3.3.2 El tejido dramático: Antígona adentro y afuera

Ahora bien, después de este recorrido histórico sobre el

concepto de performance en el segmento anterior y dejando

claro las claves de lectura del cuerpo que regirán el

análisis de la acción performática que va a ser estudiada,

pasaremos a observar más detalladamente los dos procesos

creativos de la autora: La Antígona con el grupo La Candelaria y Mujeres

188

en la plaza. Memoria de la ausencia ¿dónde están?, que para este escrito

llamaré las Antígonas reales de la Plaza de Bolívar.

Adentro: La visión femenina del Teatro La

Candelaria

Recordemos que las obras de creación colectiva marcaron un

inicio en el nuevo teatro colombiano y en su seno se formaron

muchos de los hombres y mujeres de teatro actuales. Entre

ellos, la figura de Patricia Ariza que nos ocupa en el

presente escrito. Este teatro latinoamericano de tradición

independiente ha sido ampliamente reconocido por el

desarrollo de una dramaturgia escénica en diálogo y

compromiso con su entorno, al punto de que muchas veces se ha

absolutizado su valor temático-político (Diéguez, 2007: 1).

“Las transformaciones del discurso artístico de la escena latinoamericana

impulsada por los agitados cambios de la realidad circundante, apropiándose de

las renovaciones discursivas que vienen de la vida, de lo real, de los imaginarios

latinoamericanos, de las expresiones de una corporalidad telúrica y compleja, de

las performatividades y subjetividades utópicas pero esencialmente subversivas.”

(Diéguez, 2007: 2),

Desde este punto de vista el teatro de Ariza al estar

comprometido con lo femenino es en sí mismo un acto de

transformación y no es del todo distinto a las otras formas

de manifestaciones performaticas. En este punto vale la pena

189

recordar que Villegas está proponiendo desde 1978 un modelo

específico para el discurso femenino en el teatro y afirma

que “los críticos funcionando con principios y códigos del espacio masculino,

estaban imposibilitados para juzgar los textos femeninos” (Villegas, 1997:68),

Inicialmente abordaremos la experiencia de Antígona escrito y

dirigido por Patricia Ariza en el grupo de Teatro La

Candelaria. El 21 de junio de 2006 fue puesto en escena por

parte del La Candelaria el montaje del mito de Antígona, Al

abordar el texto y su dirección dentro de un grupo con la

historia de La candelaria y lo que representa su director

Santiago García en el teatro internacional, demuestra como

primer acercamiento un lugar fronterizo de transformación.

El maestro Santiago avaló la feminización del grupo para este

acontecimiento. El lugar periférico que antes tenían las

mujeres dentro del grupo ahora era subvertido dentro del

grupo No sin reticencias de algunos estamentos de poder

internos en el grupo, que por confirmar sus espacios hicieron

resistencia.

Otra transformación la encontramos cuando Ariza asume una

concepción diferente de un personaje clásico como Antígona

al visitar la zona de Urabá y escuchar las historias de

varias mujeres víctimas de la guerra que no podían enterrar a

sus esposos, hijos y parientes en ese lugar de Colombia, al

comparar tal situación con el mito de Antígona se obsesiona

190

con la obra, hasta el punto de leer y releer todas las

versiones del texto de Antígona durante más de ocho años,

escribiéndola y reescribiéndola.

Patricia en una entrevista personal me confirma esta práctica

de ella y el grupo: “El tema es que somos más un laboratorio que un

simple colectivo de teatro. Este mito de Antígona no es una versión, es una visión

de país. El gran desafío es mirar por qué se mantiene vigente a través de los años

y de qué nos puede hablar a nosotros, Colombia, en el siglo XXI. De lo contrario,

no valdría la pena”. (Ariza, 2008).

Afuera: texto de Antígona

En la versión de Ariza aparecen tres Antígonas, de esta

polifonía se podría deducir que cada una representa algún

aspecto del personaje heroico (heroína o La héroe): alma,

cuerpo y mente. Tres maneras de abordar o entender el

personaje de Antígona. Por el otro lado, Ismene, son dos

(Nohra G. y Alex), contrarrestando estos caracteres y

proyectando una lectura de lo femenino como víctimas griegas

bajo el prisma de la palabra patriarcal.

Patricia Ariza pone en el ruedo escénico una combinación de

textos de las múltiples versiones de Antígona: la de

Sófocles, Antígona furiosa (G. Gámbaro), Siete contra Tebas,

191

Edipo en Colonna y Edipo rey. Además de los testimonios de

las mujeres de Urabá (oralidad) como punto de partida

construyendo una lectura propia de la tragedia griega;

reforzando con una enorme pasión aquellas características que

han sido devaluadas en nuestro país, dando paso a otro tipo

de texto (testimonio y texto dramático) que unido a la

propuesta de montaje del grupo recrea varios encuentros

claves con la obra clásica. Es como un hilo que teje puentes

entre dos teatralidades fronterizas.

Recordemos que La obra teatral de Antígona trata acerca de la

superioridad de las leyes divinas sobre las leyes humanas.

Estas leyes divinas marcan el deber ineludible de la familia

para con los muertos. Pero a pesar de que existe un decreto

de su tío Creonte de que quien entierre al enemigo de la

ciudad lo pagará con la muerte, sin embargo Antígona lo

entierra, es decir hace un acto de culto a su hermano y por

eso es condenada. Pero para que no se ensucien las manos del

gobernante o recaiga la culpa sobre la ciudad, la encierran

viva en una cueva donde le pasan alimentos como para no

salpicarse con su sangre. Antígona se suicida y luego llega

su prometido Hemón, hijo de Creonte, quien al verla muerta,

quiere matar al padre pero al ser éste el gobernante se

suicida. Luego comienza la cadena de muertes y locura: la

madre de Hemón se suicida discretamente. Finalmente Creonte

se da cuenta de lo que hizo, lamenta no haber escuchado el

192

oráculo de Tiresias que anunciaba estas desgracias. He ahí la

raíz de su culpa y empecinamiento. Comprende entonces y en

esto consiste el primer énfasis de la tradición trágica, en

comprender. “La obra pone de manifiesto que no siempre las leyes son justas.

Antígona defiende las leyes no escritas. Las leyes de la sangre, del afecto; frente a

las leyes, en este caso, masculinas y autoritarias de la guerra y del combate"

(Entrevista Ariza, 2008).

A continuación acotare algunos aspectos claves de montaje

para sala que hacen de esta versión una singular lectura del

mito de Antígona. Para empezar nos insertan como público en

una gran bóveda de plástico, con las siete puertas de Tebas

trasladándonos en el transcurso de la obra del templo al

centro de la polis. La guerra parece insinuarse a través de

los plásticos con la construcción de imágenes sonoras que van

ligando los actores en la tras-escena. Estos sonidos se

escuchan tímidamente detrás de bambalinas durante toda la

obra y solo al final advertimos que los instrumentos han sido

construidos específicamente para el montaje. Como si lo

escondido, lo construido para esa realidad se trasportara al

lugar de la ausencia.

Por otro lado, el lugar de la presencia en el manuscrito

estudiado para este análisis, ya que la obra es inédita, fue

el guión de los actores para el montaje. Ahí todos los

personajes de la tragedia son nombrados seguidos de los

193

nombres de las actores: Creonte/García, Tiresias/César, Antígona/Fanny,

Antígona/Nohora, Antígona/Shirley,Ismene/Alexandra,Ismene/Nohra G,

Hemón/Fabio, contemplando desde allí una textualidad “otra” de

la presentación/representación de quienes actúan en la obra.

Tiresias/César:

…Los dioses parecen haberse cansado de nuestras súplicas y por eso andamos a la deriva. En medio del

desastre. Una joven mujer, Antígona, sobrina del nuevo rey, hermana de los guerreros muertos, está al acecho

acompañada sólo por los latidos de su corazón. Antígona, sé que estás ahí, detrás de mi ceguera. Antígona

mujer piedra, razón, duda… duda, piedra, razón, razón, duda, piedra… piedra, duda, razón… ¡Pueblo de Tebas,

sé que estas ahí con las puertas y las ventanas a medio cerrar! (Ariza, 2006:1).

Aparentemente este hecho práctico para el montaje se

convierte en una muestra de la disolución de las fronteras

que luego tendrá más sentido en la plaza pública. Cuando

Nohora Ayala una de las Antígonas/actrices en su realidad

cotidiana sufre por un hermano desaparecido hace varios años.

Los demás parecidos entre los personajes serán de una u otra

forma metáforas de la jerarquía de cada uno de ellos en el

grupo, o tal vez pura coincidencia.

Pero sigamos entonces con la descripción de la obra: adentro

de la sala, aparece Creonte (Santiago García) en un podium

rodante, un Tiresias (César Badillo) como salido del

submundo, Hemón vestido de cuero, como joven rockero, un coro

de mujeres de Tebas –Erinias vengadoras– (Carmiña, Bayo y

Adelaida) algunos guardias (Rafael, Piyo, Policarpo).

194

Todos intentan construir con su voz y movimientos un estilo

actoral particular, a veces casi independiente. El montaje

aviva atmósferas lúgubres, grises, sombrías, que esperan ser

compensadas con la propuesta actoral y con la subdivisión de

los personajes de Antígona e Ismene.

Hay una frase de Antígona: "No he nacido para odiar sino para amar con…". Elmodo como ella se relaciona es a través del amor. Es lo que

la representa. Se trata de implantar un nuevo punto de

partida: obviamente femenino, y es “el poder amar con”. La

preposición CON es importante ya que se convierte en el

puente entre los miembros de la familia y se expande a los

miembros de la polis hasta el Hades. Recordemos que el Hades,

alude tanto al antiguo inframundo griego como al dios de éste

inframundo donde van los muertos de la polis.

Hoy a todos nos resulta difícil abandonar el suelo patrio.

Creemos que es por la familia, por los amigos, pero es

también por nuestros muertos. Es el basamento sobre el cual

construir. Antígona extiende ese amor hasta el lugar de los

muertos. Ella está convencida de que existe una instancia más

profunda sobre la que se asientan las ciudades y es aquella

en la que se puede amar a quien nos ha herido.

Aquí se ve la novedad de la propuesta de la obra Antígona,

porque la frontera que pone la ley humana, es negada por

Antígona que intenta disolverla. Sabe que hay otra orilla y

195

trata de honrar esa instancia sagrada con el culto a los

muertos. Este mito de Antígona es entonces ritualizado al

siglo XXI en Colombia, ya que honrar a los muertos está en

mora desde hace varios años. El mito de Antígona moviliza

aspectos muy profundos de la existencia social colombiana.

No es nuevo que pensadores como Hegel, Kierkegaard,

Heidegger, María Zambrano, entre otros, retomen el mito de

Antígona para explicar el presente. Ya que su conflicto se

encuentra entre la ley divina –enterrar a su hermano– y la

ley humana –el decreto de Creonte–. Patricia como Antígona

sabe esto y también sabe del deber de un artista para con la

polis.

Es así como Otros conflictos aparecen también en la obra: el

conflicto hombre-mujer, entre ella, que representa la

familia, y Creonte, que representa al Estado. El conflicto de

Hemón y Creonte como diferencia de masculinidades. Hemón le

hace ver que se está transformando en un tirano a quien sólo

le interesa su propio poder y no escucha lo que se murmura en

el pueblo acerca de que Antígona hizo lo correcto y que más

que la muerte merece honores. Creonte interpreta eso como una

sublevación contra su poder y que no va a tolerar que una

mujer lo cuestione. Pero tampoco podía tolerar que se lo

cuestionara un joven y menos su propio hijo. Por último, está

el conflicto entre Ismene y Antígona donde se evidencia el

196

temor y la culpa, dos posiciones frente al poder, dos

diferentes discursos sobre el papel de lo femenino y sus

alcances.

Todos estos conflictos tienen que ver con la búsqueda de la

verdad. Tanto Creonte como Ismene comprenden tarde la lucha

de Antígona por complacer “a los de abajo” más que a los

mortales; el primero a través de la muerte del hijo y de su

mujer e Ismene al pedir acompañar a Antígona en su trágico

destino cuando es condenada a muerte por enterrar a su

hermano. Pero comprender no basta, es ya demasiado tarde. El

centro es la búsqueda de la verdad. Aun habiendo culpa y a

precio del sufrimiento ¿seremos capaces de una reconciliación

interior?

Ismene (cantando): Ailon, ailon aipe Tadeo micazo…

Antígona (Fanny): Eteocles tendrá funerales como héroe y a Polinices no podremos llorarlo ni darle sepultura.

Antígona (Shirley): Creonte ha dado orden de abandonarlo para que sea devorado por las bestias. No quiere

lamentos ni enterramiento.

Antígona (Fanny): Dice que para las aves que le avizoran, será grata la satisfacción de cebarse. Esa es su

voluntad.

Antígona (Nohora): ¡Nos niegan el derecho al duelo, a nosotras sus propias Hermanas!

Ismene (cantando): Ailon, ailon aipe Tadeo micazo… (Ariza, 2001: 3).

197

Es evidente como se acerca el mito de Antígona a

Latinoamérica y como aflora la metáfora del conflicto con el

que vive Colombia; hay un país que se mata, se mueren los

jóvenes, los niños, las esperanzas; la humillación, la

indignidad y el cinismo gobiernan, las familias no quieren

dejar sus muertos insepultos.

La obra habla de ese ser querido que se muere (un hijo, un

esposo, un amante, un compañero)..Tocando ahí la obra una

llaga de la propia historia: los desaparecidos, la

imposibilidad para la familia de hacer un último gesto a sus

muertos. También está la idea del perdón a sí mismo y a los

demás. Es como si se cargara una mochila de muertes muy

pesada. Sin embargo, ahí cuando todo se desmorona, algunas

mujeres deciden creer y cuando los pueblos deciden creer

deciden vivir.

Afuera en la plaza: “transformances ”

Lo particular del teatro con las otras artes es que produce

acontecimientos además de obras, y al hacer uso del concepto

de acontecimiento me refiero a una constelación determinada,

surgida por azar, como es el caso de la confrontación de un

grupo de actores con un número determinado de espectadores

198

que provienen de diversos contextos culturales, sociales,

biográficos, situacionales, y acuden, acompañados o solos, a

un determinado lugar a una hora determinada, con una

expectativa, estado anímico y humor determinados. De ella

surge algo que sólo puede acontecer esa única vez, en otras

palabras un acto performático, un dispositivo escénico, una

acción, la performance.

El 27 de agosto de 2009 aconteció un fenómeno cultural de

gran importancia para la construcción del imaginario

colectivo. 300 mujeres divididas en varios grupos hicieron

presencia, de una manera poética y política, una denuncia

frente a los entes gubernamentales (Palacio de Justicia,

Alcaldía, Catedral Primada y el Congreso). Ellas, las

víctimas directas de la injusticia de la desaparición forzada

de su familiares preguntaron por más de dos horas ¿donde

están?, sus familiares desaparecidos. La estatua de Bolívar

fue el epicentro de la acción, a su alrededor había varios

bultos de tierra, sobre un lateral un piano y la voz cantante

de Liliana Montes sonaba intermitente. En otro de los

extremos un grupo de tambores y semillas construía las

imágenes sonoras de la acción.

En la acción aparecen siete grupos de mujeres, vestidas con

túnicas lilas, rojas, blancas, púrpuras, blancas, verdes

oliva y otras semidesnudas con el torso maquillado y el

199

rostro cubierto: mayores, adolecentes, niñas, actores y

actrices del teatro La Candelaria, bailarinas, cantantes,

indias, negras, blancas, trescientas mujeres más el público

asistente.

Siete grupos de mujeres –como las siete puertas de Tebas–

fueron apareciendo paulatinamente por los extremos de la

plaza mientras el público se acercaba, sin saberlo, a hacer

parte de esta denuncia trágica, como memoria viva de los que

no están.

Las mujeres de lila que portaban pancartas con las fotos

impresas de sus familiares giraban en la plaza, las de verde

agitaban pequeños pañuelos blancos que decían Justicia, las de

rojo danzaban y con pañuelos del mismo color reiteraban la

pregunta ¿Dónde están?; trasgredían el espacio fisco, con su

cuerpos se levantaban, se acostaban, se arrodillaban, se

trepaban como gritos mudos; otras veces cubrían sus rostros y

marchaban juntas.

Se escucha una canción en lengua Embera como inicio de la

acción en la plaza; entra el piano y los golpes de tambores

aluden a las calendas negras de la época de la esclavitud, se

anuncia una guerra con la poesía escénica. La melancolía se

extiende sobre la plaza advirtiendo lo que ocurrirá más

adelante.

200

Ya avanzada parte de la acción una de las actrices del grupo

La Candelaria (Nohora Ayala) vestida como Antígona avanza con

un séquito de mujeres de túnicas blancas cubiertas con un

velo negro mientras dice:

Antígona /Nohora Ayala:

yo Antígona, hija de Edipo y nieta de Layo

yo Antígona, sobreviví al llanto pero no pude sobrevivir al duelo de mi hermano.

Yo Antígona no he nacido para compartir el odio. (Repite el coro cada frase).

Los textos eran repetidos por coros de entre 20 y 30 mujeres

que la seguían debajo del velo. Sus voces en eco se

escuchaban mientras el grupo avanzaba hacia el edificio del

congreso. Antígona/Nohora como el corifeo griego lleva a sus

espaldas la realidad de un país que se desangró ya.

El grupo de las mujeres lilas en un momento increpan al

público asistente:

Lilas: ¿Quién se los llevó?, ¿dónde están los desaparecidos?, a marchar

todos y todas, ¿a dónde los llevaron? Vinimos a la plaza a buscarlos,

¿usted lo ha visto?

201

Cada grupo de mujeres efectuó un acto: danza, recorrido,

movimiento y gesto, texto. Poco a poco se encontraron en el

centro de la plaza y se tomaron de las manos, repetían gestos

comunes: respiraban duro, se daban golpes de pecho, subían

sus brazos, recorrían sus cuerpos con las manos desde el

rostro, pecho, torso y repetían esa estructura de movimientos

por un tiempo.

Después de un rato se dirigieron en fila a un lateral de la

plaza donde entraban en un extenso túnel de siluetas de

hombres. La fila era interminable, todas ellas ocupaban la

ausencia de los que no tienen cuerpo, de los invisibles;

mientras tanto otras mujeres sostenían los paneles. Esto duró

el paso de todos los asistentes, un tiempo inevitablemente

melancólico. Apoyado por Liliana Montes que interpretó una

canción de cuna del Pacífico colombiano.

La arquitectura de la Plaza de Bolívar, construía una

escenografía viviente, siluetas negras de hombres conformaban

una larga fila en un lateral de la plaza. Otras siluetas

blancas se apoyaban sobre el Palacio de Justicia aludiendo a

las decenas de muertos de esta tragedia acontecida en ese

mismo lugar en 1985.

“La Memoria de las y de los que no están, se hará con el paso por una serie de paneles

en los cuales estará "el vacío" que ha dejado la ausencia de todos los que nos faltan".

Patricia Ariza, 2009

202

Pero para tejer la red de ese nuevo discurso de lectura desde

la heroína o “la héroe” ANTIGONA hasta las víctimas reales,

hay que hilar delgado en una nueva interpretación del

acontecer de la performáncia como una transformance cultural.

Una lectura más allá de lo común que las une en una sola

puntada en una sola presencia: Antígona/víctimas reales. Para este

fin se expondrán a continuación unos temas específicos:

Antígona y la melancolía, el llanto rojo de Antígona, Ismene/Antinoo y la culpa. Y

una última, las Erinias y la venganza de las mujeres de Tebas, las pintadas.

A. Antígona y al melancolía

Si en la Grecia Antigua la sepultura era el verdadero fin del

hombre, y el castigo del no enterramiento se reservaba a los

traidores a la patria, para la moral cristiana el

enterramiento en suelo sagrado adquiere la importancia de la

sepultación en la cultura clásica. Pero es Antígona quien se

rebelará contra la voluntad del poder. A favor de las fuerzas

divinas y en contra de las mortales. Por eso atribuir la

soberbia, la intransigencia y la ausencia de realidad a la

Antígona de la obra clásica, ya no es válido.

Lo anterior puede demostrarse si observamos cómo las acciones

de los siete grupos de mujeres son ritos simbólicos del

acontecer entre Antígona y las víctimas reales. Ellas

presentan varios grados de su dolor, no como una opinión

203

personal sobre la tragedia sino como una memoria fronteriza

que se rebela contra el silencio gubernamental y social.

Otro ejemplo está en las pancartas que además de las fotos y

nombres interminables que llenaban la plaza se leía:

Las bases gringas son puñales sobre el corazón de las mujeres

Justicia

No nací para compartir el odio

Nací para compartir la vida

El discurso estatal se deja ver con cierta radicalidad

frente al discurso femenino actual que suscita una profunda

molestia entre quienes miran desde la otra orilla el

conflicto. El público está continuamente invocando o al

menos suponiendo la existencia de un orden, principios y

valores: Esta estructura de pensamiento trasciende al sujeto

implicado en la decisión –Antígonas/reales– y a su lucha por

tener voz. Así como a los asistentes de esta acción

primordial.

Son estas unas de las particularidades que permiten disolver

las fronteras entre la obra de Antígona representada en el

teatro y la acción performatica de las Antígonas reales

acontecida en la plaza pública. Así como los cuestionamientos

a través de la historia de Antígona nos dejan ver la mujer

204

como sujeto, como ser visible, la real posibilidad de tener

voz, de SER.

Es la muestra de dos orillas: un acontecimiento cultural y un

performance que transforman: “transformances” (Schechner, 2000)

ya que acerca el concepto de teatro al de una cultura

especifica, la colombiana. Comprender esto por parte del

participante /espectador es una ironía trágica como en los

tiempos griegos y hoy nos ayuda a dar el salto para volver a

ver la realidad de la historia no oficial.

B. El llanto rojo- las mujeres de Tebas

Las mujeres de rojo buscan, silban, llaman, imploran,

levantan sus brazos y preguntan, se acarician, se apoyan, se

sostienen entre ellas. Corren alrededor de las otras,

alrededor de la plaza, en medio de ella. Mientras una voz

cantante dice:

Liliana Montes: Canta cuando hay que cantar

y llora cuando hay que llorar…

Porque cantando lloras de todas formas te da igual…

Cuando quieras llorar yo te doy mi llanto

Te traigo un país que sabe llorar.

Que si se rompe tu voz, yo contigo canto y conmigo vienen dos que

cantan también

Si le vamos sumando todos los que vienen de par en par

205

Mejor te regalo un mar de gente…(canción de Martha Gómez)

Las mujeres de rojo representan ese llanto de Antígona, en su

coreografía con los tambores a veces con golpe marcial y

otras con Mapalé van avanzando en conjunto, caen, avanzan,

solas y en parejas, retroceden se encuentran, el gesto y el

movimiento llega hasta la estatua de Bolívar en una pirámide

humana, una de ellas logra la cima. Escalándola como osmosis

de nuestra memoria histórica y hasta allá llega la pregunta

“¿dónde están? “Mientras el resto de mujeres en la plaza

preguntan al unísono, “¿Dónde están?”

Este llanto rojo inunda la plaza y corporalmente aparece el

enfrentamiento de Antígona con su tío Creonte/Bolívar, el

avance y subida a la estatua bien puede develar el

planteamiento de la relación de Antígona ante el poder

hegemónico.

Simultáneamente las Mujeres lilas caen, se arrodillan, cantan

se ponen de pie con dificultad, atan sus manos con cintas

blancas, asumen gestos entre ellas de silencio (tapan sus

bocas unas a las otras) mientras las mujeres mayores cruzan

la plaza con las imágenes de sus parientes, otras agitan los

pañuelos rojos a cada punto de la plaza. (El Congreso, la

Alcaldía, la Iglesia, el Palacio de Justicia). De un momento

a otro se encuentran todas en el centro y se abrazan, lloran

206

su desgracia y sanan su impotencia. Es real este llanto, son

ellas las víctimas y son ellos sus parientes, desaparece la

representación. El performance se transforma en un hecho

cultural de nuestra realidad actual. Un acontecer de sanación

espiritual donde todos somos testigos y como Ismene

quisiéramos ser castigadas por lo que no hicimos –enterrar

nuestros muertos–. Un gesto de hermandad ocurre entre el

público asistente y la acción performativa.

C Antígona /Ismene: temor y temblor

Cayendo la noche y con ella el cambio de luz se visualizan

unas siluetas blancas apoyadas sobre el Palacio de Justicia y

dos de pie en el centro, una bailarina de blanco (Diana

Casas) corre a su alrededor por varios minutos como

recogiendo a cada una de las mujeres que presentará.

(Antígona /Ismene/Diana) corren hasta encontrar unos baldes

con pinturas donde moja su pelo. Uno es de color negro y el

otro rojo, mientras con movimientos compulsivos pinta las

siluetas con su cabello. Después de un tiempo y luego de

untarse la cara, sus manos y parte del torso. Danza sobre el

piso de frente al Palacio de Justicia. Mientras suenan los

tambores como anuncios premonitorios.

Esta danza contraria a las anteriores, totalmente visceral,

nos ubica sobre la tierra. A la culpa de Ismene y al dolor

207

del encierro final de Antígona. A su sepultura. Pareciese que

acabara de enterrar a su hermano. La imagen que produce

(Antígona /Ismene/Diana) con su cuerpo diminuto levantándose

de rodillas varios centímetros del asfalto de la plaza, nos

muestra a otra Antígona una que no va con gozo a la tumba

pero si decidida. Sufre, pero sigue adelante entre lágrimas.

Ella llora por ir a la tumba virgen, sin bodas y sin hijos.

¿Hay algo más humano que ese dolor?

Ella (Antígona /Ismene/Diana) está en la cueva a donde fue

enviada por enterrar a su hermano, ella ha regresado al

vientre de la madre, de la tierra. Ese espacio arquitectónico

termina la acción recuperando la memoria trágica del Palacio

de Justicia, simultáneamente sobre las paredes del palacio se

proyectan imágenes de diversas manifestaciones del mundo.

Mientras las mujeres de rojo han acercado las siluetas

blancas alrededor de Antígona/Ismene/Diana. Cada una sostiene

una de las siluetas, las acarician, las cubren con su cuerpo.

Es sorprendente ver con qué humanidad el dispositivo escénico

rodea a Antígona /Ismene/Diana asumiendo su encierro, una lógica

unidimensional de todas ellas se contrapone al discurso de

sus lamentos que muestran con claridad que son varias sus

pérdidas.

208

“Solo quien cumple su deber hasta el sacrificio de los bienes más preciados puede conocer el valor de lo que

pierde” (Sófocles 897-904).

Como una simbiosis también la bailaría y las otras mujeres

pasan de ser Antígona a ser Ismene, a ser ellas mismas al

definir un temblor particular, el temor de la que queda viva

con todos esos muertos.

D. Las pintadas: las Erinias y la venganza

La performance cierra con el dispositivo de las mujeres con

los torsos pintados y los rostros tapados. Terminan haciendo

un gran símbolo con pétalos de rosas que simula una gran

flor. Como un Mandala en una sanación final.

Las pintadas:

Resiste, resiste

Madre agua tú que sacias la tierra

Tú que sacias la sed de las plantas

Dime dónde está mi hermana

Búscala madre tierra, búscala más allá de todo lugar

Unos hombres armados con su corazón reseco la apartaron de sus hijos

Encuéntrala en la savia de las plantas

Búscala madre de las aguas

209

En cada gota de rocío

En cada aljibe

En cada gota de sudor…

Por lo tanto, ellas son medios para la restitución del orden

divino alterado por los hombres/estado. Las mujeres no evaden

su destino, lo enfrentan tal como lo hacen los personajes de

la Edad heroica contribuyendo al cumplimiento del oráculo.

Este entendimiento de la cultura teatral en términos de

performatividad rehúye la fijación material o incluso

textual, no puede ser leído como objeto estético, se plantean

más bien como itinerarios, como tránsitos a los que se invita

al espectador / participante a disfrutar, pensar, sentir,

vivir el acontecimiento. Nicolás Bourriaud atribuye esta

transformación a las relaciones de proximidad que la ciudad

genera en la concepción de la actividad artística: “una forma

de arte donde la intersubjetividad forma el sustrato y que

toma por tema central el estar-juntos, el “encuentro” entre

espectador y obra, la elaboración colectiva del sentido.

[...] El arte es un estado de encuentro.” (Schechner,

2000:16-18).

210

3.3.3. Entre el mito y el ritual de la contemporaneidad

Finalmente quiero hablar sobre el mito y el ritual de la

contemporaneidad en las obras que nos convoca, quiero

puntualizar en los personajes femeninos en la dramaturgia de

Sófocles, los cuales no son seres decorativos; ellos se

elevan a la condición de heroínas, afrontando una coyuntura

dada por la ausencia de varón, los excesos en el ejercicio

del poder y la necesidad de restitución afectan la estructura

masculina de la Grecia clásica. Recordemos que Sófocles fue

criticado en su tiempo por poner voz de resistencia a los

personajes femeninos16.

Específicamente la relación de Ismene y Antígona en la obra

clásica, recordemos que en la escena uno ellas discuten por

la decisión de Creonte. Ahí aparecen dos posiciones femeninas

que argumentan su verdad, disyuntiva fundamental, ya que

Antígona ve las cosas con ojos de eternidad e Ismene posterga

su tragedia por miedo a las consecuencias de su tío y de la

polis.

La discusión demuestra las diversas posibilidades del obrar

humano. La defensa de Ismene tiene su apoyo en la idea de que

16 Ver: “La figura femenina en la tragedia de Sófocles" de Arbey Atehortúa en:Revista de Ciencias Humanas. Año 3, No.10, noviembre de 1996, p. 32-37.

211

la soberbia o excesiva valoración de las propias fuerzas no

es buena y conduce a resultados funestos y que intentar estas

tareas excede las propias posibilidades. Por su lado,

Antígona insiste en que hay que ejecutar el acto precisamente

porque están frente a un hecho superior a las fuerzas de una

mujer, y si bien no puede obligar a su hermana a desobedecer

a Creonte y acompañarla a enterrar a su hermano considera que

dejar de hacerlo es una traición.

Ismene no quiere ser heroína. Ella no quiere continuar la

saga de muertes familiares solo por conservar lo divino, es

ella mucho más mortal. Más real que la propia Antígona que

además de hacer cumplir el mandato divino, quiere desafiar el

poder como los héroes, es “La héroe”. Ismene “la heroína”

reconoce que incluso en su divergencia existe un interés

común, sabe que hay una verdad susceptible de ser reconocida.

La tragedia también es de Ismene, ya que logra comprender el

conflicto de la tragedia y reconocerlo; temor y temblor

mortal por la continuidad de la violencia no divina.

El personaje de Ismene ha pasado inadvertido por muchos

intérpretes de Antígona a través de la historia, solo desde

hace poco tiempo con las nuevas versiones de los clásicos se

dimensiona su representatividad. El enfrentamiento de las dos

hermanas va más allá de la diferencia entre un temperamento

temeroso y otro noble. Conlleva una verdad política entre La

212

héroe y la heroína, ya que el hecho de aceptar dialogar

significa que se reconoce la existencia de intereses comunes

y es lo que hace Ismene. El público presente se convierte a

veces en Antígona, lo mismo que en Ismene. Mientras cada

grupo de mujeres esgrime razones, argumenta, denuncia, canta,

silba, grita, no cabe duda que cada una intenta convencer a

la otra de que su postura es la más correcta. Apareciendo un

ejercicio de sororidad (pacto entre hermanas).Todas ellas

como hermanas, incluidas las mujeres del público, tienen

presente un determinado auditorio que juzgará sus actos y

allí las diferencias también deben ser notables.

Marcela Legarde sostiene que “la alianza de las mujeres en el

compromiso es tan importante como la se utiliza el concepto de

sororidad, que se refiere a una nueva experiencia práctica,

intelectual y política entre mujeres que pretende

materializarse en acciones específicas. lucha contra otros

fenómenos de la opresión y por crear espacios en que las mujeres puedan

desplegar nuevas posibilidades de vida”. Bajo este contexto, este

ejercicio de sororidad nos remite inevitablemente al

conflicto colombiano y su aparente irresolución desde la

cultura hegemónica.

Mujeres lilas:

¡Que viva la memoria, la esperanza el recuerdo!

Mientras tengamos memoria, esperanza, palabra y dignidad

213

Habrá vida y libertad. (Se repite en coro cada frase).

Polifonía de voces

Las obras de Patricia Ariza tanto Antígona –adentro– como la

acción performática de las Antígonas reales en la Plaza de

Bolívar –afuera– presentan un cambio de paradigma del

espectador pasivo. Solo con permitir a 300 mujeres víctimas

reales de la tragedia de este país elaborar su duelo juntas y

poner su dolor como denuncia en la plaza pública.

“(…)Aquí el artista difícilmente mantiene la autoridad sobre

la experiencia real que se despliega en el acontecimiento,

así que mejor llamarlo un simple orquestador de situaciones;

del mismo modo el espectador tampoco está llamado a sufrir la

convencional pasividad de la expectación, sino que,

precisamente al contrario, se requiere su presencia para que

el acontecimiento crezca y se desarrolle gracias a su acción

en calidad de usuario de la arquitectura para el

acontecimiento puesta a su disposición.” (Schechner, 2000).

Se trata entonces de analizar contextos o situaciones que

permitan recuperar lo real de la vida de estas mujeres. Esos

contextos o situaciones que son cartografías y arquitecturas

de su memoria viva, en las cuales el espectador se transforma

en participante de su conflicto.

214

Al plantear las multiplicidad de voces se logra tejer las

diferencias entre cada una de las facetas de esas mortales,

poner a conversar en la performáncia, la propuesta gestual,

sonora, visual y arquitectónica, otorga otra carga

significativa al texto escénico. Reto notorio en la propuesta

a la que se lanza la autora tanto con el grupo en una

construcción de nuevas masculinidades como con este accionar

transformativo de las mujeres en la plaza.

Es ahí en la aceptación de esa polifonía de voces, en el

diálogo entre diferentes, donde se vuelve propositiva la

versión de Ariza, es ahí donde aparece la disolución de las

fronteras del drama canónico y el paso del mito a la

contemporaneidad.. Las obras de Ariza se convierten en una

metáfora política para un nuevo lugar de enunciación del

conflicto colombiano: desde el sujeto mujer: que se queda,

que tiembla, que teme, que reconoce.

En el trasfondo de este acontecimiento transformador está el

tema de la justicia; es lo que piden las mujeres de Tebas/víctimas

reales en el acontecer de la Plaza de Bolívar. Las mujeres de

Tebas, en la tragedia, son víctimas del destino, del hecho

trágico al buscar la restitución en una transgresión.

Antígona es coherente en palabra y acto pues no duda un solo

instante en que su obligación es dar sepultura a su hermano

Polinices. Sin embargo, las últimas mujeres, las pintadas, hacen

215

resistencia al querer comprender la injusticia. Así mismo en

la Antígona (adentro) de Patricia Ariza las mujeres de Tebas

son tres Erinias (Bayo, Carmiña, Adelaida), que encarnan la

venganza, las cuales interpelan a los personajes como el coro

en Antígona, asumiendo tonos, atmósferas sonoras y corporales

que evocan los gritos y dolores de las mujeres del mundo

actual.

Para concluir, creo que estas obras ha dado vida al mito de

una mujer heroína de la antigüedad plenamente actual en

nuestros días: una mujer que, como dijo la filósofa María

Zambrano, “para ser ella misma tenía que romper los moldes que la

encorsetan”. Por eso quiero terminar con la voz de Antígona

como si fuera la voz de Patricia:

Antígona/Patricia:

Mujeres de Tebas, hermanas de mi ciudad, hermanas mías. Sé que están ahí, detrás de las puertas y las

ventanas. Soy Antígona hija de Edipo. Mírenme bien. Mis lágrimas no ruedan ya… Yacen escondidas en mi alma.

Sé que el miedo les paraliza la voz y el pensamiento. No permitan que el olvido mate de nuevo los hermanos

muertos. Erinias vengadoras hermanas de dolor, salgan de sus guaridas salgan, salgan y sostengan en tonos

agudos los aullidos de esta historia, para que los hombres no se olviden del llanto. (Ariza, 2001:43)17.

17 Nota: Ver links: Mujeres en la plaza primera y segunda parte en Youtube: <http://www.youtube.com/watch?v=lyyN6OcWuFU,http://www.youtube.com/watch?v=iWI6GR4OdNM> y en: <http://www.youtube.com/watch?v=hAX7ql_sVeQ>

216

4. HILANDO GRUESO:

Mujeres somos desde el día que nacemos hasta el que tengamos que morir,

no más en una etapa ni menos en otra, sino diferentes en cada momento

tan diferentes como lo somos las unas de las otras.

(Caruncho y Mayobre.1998:158)

217

En este tejido por la dramaturgia femenina colombiana

descubrí, un discurso alternativo, una manera de

conceptualizar y representar a la mujer que difiere de la

imagen presentada por sus coetáneos masculinos.

La idea inicial de esta investigación fue completar un

trabajo crítico-reconstructivo que contara con el propósito

de perturbar a los medios académicos en su entorno

sociocultural actual, de hacer escuchar las voces femeninas

en la dramaturgia y exigir simultáneamente el dar paso a la

construcción de un nuevo orden simbólico del mundo visto

desde un prisma femenino. Recordar en la academia y en el

medio teatral que el rol femenino a jugar en la construcción

del conocimiento no es solo reflexión de mujeres sino un

sinfín de otras miradas.

218

En los antecedentes teatrales encontré que algunas de las

mujeres dramaturgas del pasado participaban en el mismo

discurso de domesticación que denunciaban. Ya que existía un

acuerdo generalizado de las mujeres como “portavoces de los

valores tradicionales de la familia cristiana”. Sin embargo

pasada la década de los años sesenta apareció algo más

matizado, más ambiguo, más complejo, más contradictorio, o

incluso contestatario. Para entender esta configuración de la

identidad femenina debe tenerse en cuenta que todo el

pensamiento occidental está fundamentado en una serie de

dicotomías: mujer versus hombre, naturaleza versus cultura,

privado versus público, reproducción versus producción,

intuición versus razón, cuerpo versus intelecto.

La visión dicotómica de la realidad conlleva necesariamente

una jerarquización de las partes implicadas y una asociación

de la mujer con los términos menos prestigiosos de esa

realidad dual (bruja, puta, loca, demonio, etc.). Es decir,

un cuerpo sexuado erótico o reproductor. Una identificación

con la naturaleza, el ámbito privado y la intuición, en tanto

que al varón se le asocia con la cultura, la esfera pública,

el ámbito de la producción y la razón. La desvalorización del

sexo femenino, antes anotada, ha sido legitimada y

justificada desde la antigüedad por todo tipo de saberes,

desde el saber vulgar hasta el saber científico, pasando por

219

el filosófico o religioso. No podían salvarse de ello los

estudios literarios y el teatro.

La larga tradición de desconocimiento de lo femenino ha

creado un clima de opinión que se extiende hasta nuestros

días, persistiendo todavía muchos mitos y prejuicios

irracionales acerca de la personalidad femenina y a pesar de

que la teoría feminista viene combatiendo esas ideas falsas

desde hace mucho tiempo, siguen siendo muy difíciles de

impugnar por formar parte de lo simbólico de la sociedad, del

acervo de falsos conocimientos de la tradición y por ser

creencias colectivas, compartidas por diversas clases o

grupos sociales, por lo que difícilmente sucumben al

razonamiento. El panorama comienza a cambiar en la década de

los años setenta con la teoría sexo-género, junto con otras

teorías sociales y se deslegitima la concepción esencialista

de la naturaleza femenina. Desde esta plataforma se afirma

que la identidad femenina y masculina es una construcción

social, que la subjetividad de las personas se configura por

la internalización del prototipo establecido por la cultura

para la masculinidad o la feminidad.

5.1 Devenir femenino en el teatro

220

La dramaturgia es definida en su acepción teórica

contemporánea como la instancia que se pregunta cómo están

dispuestos los materiales de la fábula en un espacio textual

y escénico, según una determinada temporalidad. Ella estudia

a la vez la estructura ideológica y formal de la obra, la

dialéctica entre la representación escénica, un contenido

ideológico y el modo específico de recepción de ese

espectáculo por el espectador. La dramaturgia no se refiere

al texto escrito únicamente, sino que presupone un

conocimiento del código estético o ideológico a partir del

cual se genera el acontecimiento teatral.

Desde ese punto de vista la dramaturgia implica una revisión

y adecuación de la materia literaria a la sintaxis escénica y

al contexto de la representación y de la recepción, la

realidad femenina no puede ser ajena a ese proceso de

construcción de mundos simbólicos que es el teatro ni al

proceso comunicativo que toda representación implica.

En este trabajo recordamos que escribir e interpretar teatro

era un privilegio exclusivo de los hombres durante siglos,

era impensable para una mujer pertenecer a estos campos.

Muchas autoras dramáticas optaron por el enmascaramiento de

su verdadera identidad a través de pseudónimos o de nombres

masculinos. Las creadoras actuales han logrado acomodarse al

221

mismo tiempo como dramaturgas y directoras de escena, ganando

con fuerza su lugar en el mundo del teatro.

A principios del siglo XIX las dramaturgas escribieron

siguiendo los cánones marcados por sus colegas masculinos

empeñados en que en sus escritos las mostraran femeninas. Sin

embargo, a partir de la mitad del siglo demostraron que no

tenían por qué adecuarse a lo sentimental sino que, de

acuerdo con los tiempos, los cambios sociales y la

tecnología, comenzaron a tener su propia voz como dramaturgas

y directoras de escena.

Si antes el registro trágico y lúdico de la vida era obra de

los escritores, lo que las obligó al silencio en la

literatura, lo permitido estuvo circunscrito a la biografía,

a la anécdota o al escándalo. En la actualidad la literatura

dramática escrita por mujeres tiene como signo una identidad

que se presenta a través de las diferentes formas de

representación que asume la pluralidad de las voces

teatrales, lo que hace preciso destacar su aporte a las

letras del teatro contemporáneo.

¿Cómo fueron las heroínas inventadas, descritas y puestas en acción por las

dramaturgas estudiadas?

Queda claro que las dramaturgas, al conceptualizar y escribir

sus personajes femeninos, recurren a un gran panorama de

tipos y posibilidades. Sus mujeres son fuertes y débiles,

222

decididas y pasivas, agresivas y abnegadas, soberbias y

humildes, divertidas y aburridas, es decir, personajes que

reflejan la realidad de una época decimonónica. Existe en

estos dramas un discurso y un contra-discurso, ambos válidos,

que revelan la tensión interna que sienten las mujeres a

diario.

Hemos notado una tensión dramática en los personajes

femeninos creados por algunas dramaturgas, unas situaciones

de mutilación y violencia, una fuerza sobrenatural para

encontrar las soluciones a sus adversidades. También una

preocupación por la construcción de masculinidades que

contrasten las direcciones tradicionales y una necesidad de

ponerle voz a los vencidos.

Las mujeres citadas y muchas más desde otras disciplinas

diferentes amplifican la tradición, el espacio cúbico del

teatro, actualizan otras tradiciones históricas, otras

marginalidades. Es el uso de la dilatación del tiempo

primordial que nos permite actualizar al otro a la otra.

Estas obras son proyectos representativos que le dan

actualidad al tiempo del otro.

Espero que estos análisis ayuden a entender mejor esas voces,

esas tensiones dramáticas, esos conflictos cotidianos, esos

clímax y desenlaces, a veces marcados por el género y otras

por las políticas históricas del ámbito teatral. Ya pudimos

223

ver cómo, en los últimos veinte años, han sido testigos de un

acontecimiento singular en el campo de la literatura y las

teatralidades expandidas. Todavía queda mucho por hacer en el

redescubrimiento de escritoras que han caído en el olvido,

borradas por la historia de la literatura.

5.2 Desmitificación de lo hegemónico

En síntesis, el canon universal sería un conjunto de obras,

autores y lecturas en cuyo establecimiento pueden intervenir

diversos actores sociales: medio teatral, la crítica y el

estado. En la presente propuesta fueron consultados distintos

textos que analizan el canon actual desde diversas miradas:

lo social y geopolítico con Los cánones y más allá de las

fronteras de Walter Mignolo, Escribir en el aire de Antonio Cornejo

Polar; en literatura Más allá de las cartografías impermeables de Juan Moreno

Blanco, La crítica impura de Mabel Moraña. Desde el género con

Judith Butler en Los cuerpos que importan y Marcela Legarde en los

cautiverios de las mujeres, en donde el canon femenino es analizado

como una construcción cultural. En lo teatral abordamos

autores como Alfonso del Toro, Erika Fischer-Lichte, Santiago

García, Juan Villegas, Jorge Dubatti e Ileana Diéguez con sus

lecturas sobre la dramaturgia, la interpretación del teatro

como construcción visual, las liminales de las teatralidades

y la poíesis del acontecimiento teatral.

224

Las propuestas que se exponen aquí demostraron que el

concepto de canon en la dramaturgia debe ser un criterio

destotalizador que no se refiera a una equivalencia

cualitativa de la obra y su autor/a con determinada categoría

de análisis textual, sino con lo extra literario con una

“semiosfera” de la cultura donde aparece. “La semiósfera es un

espacio delimitado con respecto del espacio que lo rodea que sería el espacio

extrasemiótico, divididos por una frontera de puntos que pertenecen a ambos

espacios, que actúa como filtro y como traductor.” (J.M. Lotman, 1996,). 18

Bajo este concepto el trabajo enfatizó el desencuentro de las

obras dramatúrgicas colombianas con una crítica que trata de

reconstruir historias impermeables que se encuentran basadas

en una serie de valores que son la civilización, el progreso

y la razón. Ya que se supone que estos valores debían

funcionar como espacios de reflejo de la modernidad europea

que aun influye a los intelectuales de hoy.

Lo anterior para comprender que todo canon es una imposición

de criterios coloniales, que fueron generados por la

institución letrada como verdaderos preceptos para la

sociedad en general: “{…} formas textuales existentes mediante las cuales

se produce el conocimiento sobre los otros, los coloniales, ya que en dichas formas

18 Esta traducción se articula dando sentido a la realidad extra-semiótica, es decirotorgando sentido dentro de alguno de los sistemas semióticos de la cultura. La ‘semiosfera’o significa la cultura humana y otros fenómenos (semióticos u otros) no están incluidos, ola ‘semiosfera’ significa el mundo semiótico en su totalidad (Goran, 2005:1).

225

de conocimiento y de sus correspondientes articulaciones con el poder se

configuran los saberes académicos en un sólo sentido, el cual origina historias

distorsionadas sobre los procesos que se constituyeron en zonas periféricas”.

(Castro, 2005: 5).

El principal aporte de esta investigación sería entonces

proponer otro tipo de crítica en los estudios del teatro

latinoamericano. Finalmente, todos los materiales estudiados

develaron que ya sea en la literatura, en la historia teatral

o en los estudios con perspectiva de género, siempre un grupo

social impone sus criterios como verdaderos y generales para

toda la sociedad; demostrando que toda categoría impuesta es

una construcción social y cultural. Por consiguiente, ver la

delimitación del canon y de la literatura en general como una

construcción social, implica aceptar la existencia de otros

cánones literarios que atienden a dimensiones sociales y

culturales no hegemónicas y pertenecen a otras instancias que

a su vez forman otros circuitos expandidos de análisis.

Sobre las teorías usadas, quisiera concluir que el concepto

transversal de frontera es asumido como aquello que separa

pero que también indica continuidad y, queramos o no, funda

espacios concomitantes, establece distinciones. Por un lado,

se define un “adentro” y un “afuera” de algo que puede ser

extremadamente visible, sensible y preciso: un hito

geográfico, una ventana, una puerta, un sueño, una luz, una

226

palabra, un pañuelo. Y por otro lado, puede ser un elemento

inaprensible: un cuerpo, una voz, un gesto, un sonido. Lo que

me parecía ambivalente del término al comienzo se convirtió a

través de las teorías dramatúrgicas contemporáneas, asumidas

para el estudio, en un resultado de la aplicación de nuevas

metodologías de análisis para la recepción, que más que

cumplir una función de establecer límites o diferencias

acogió lo diverso e incluso antagónico para entender lo

fronterizo como la línea de demarcación de un territorio,

real o simbólico. También un lugar en que se desafía la

libertad y que abre un espacio para la creatividad.

Por otro lado La crítica impura de Mabel Moraña dio cuenta de

unos tránsitos críticos -teóricos como espacios de contacto

en los que fueron combinadas varias aproximaciones

experimentales y eclécticas de los productos artísticos

escogidos. Las obras teatrales no pertenecen a un dominio

específico ni responden a una sola estrategia interpretativa,

los análisis aquí descritos convocaron una pluralidad de

perspectivas intentando más desestabilizar los objetos de

estudio que fijar una indagación epistemológica.

Ahora bien, además de ser escritas por mujeres, lo que une

este tejido dramatúrgico de las obras es su diversidad

temática y una serie de preocupaciones en torno al eje de la

construcción del sujeto mujer en la contemporaneidad. Por eso

227

sigue siendo urgente esta nueva escucha, tanto de las mujeres

como de los hombres de la academia, para que se abran

espacios de reflexión sobre las dramaturgias vivas y “otras”

teatralidades. Ya que, así como las mujeres han reclamando y

conquistando espacios a través de diferentes áreas del

conocimiento, se hace necesario que la academia y las

escuelas de género incluyan estudios de estas demiurgas y

ellas puedan ser oídas, publicadas, antologadas y sobre todo

entendidas desde su condición histórica-cultural específica.

Pues continuamos siendo las grandes ausentes en la

bibliografía hispanoamericana.

Para finalizar, se estableció una noción de canon

“destotalizador” que posibilitó adentrarnos tanto en el

análisis dramático de las obras como en lo particular de la

función de la crítica; asumiendo esta como un espacio de

controversia y de pugna, que no solo se estudió para

comprender su funcionamiento sino para poder intervenir

conscientemente en ella y dar opciones de interpretaciones de

la sociedad.

5.2.1 Las obras

Intenté mirar desde mi especialidad el hecho escénico de la

segunda mitad del siglo para introducir categorías y formas

228

nuevas de analizar, ver, y sentir las escrituras del teatro

de mujeres en Colombia.

Trabajé los análisis a partir de tres líneas de lectura: la

primera en los estudios culturales o poscoloniales: con el

fin de hacer la revisión del canon literario y la inclusión

de “la otra”: la dramaturgia latinoamericana, que como género

es poco estudiado por la academia. Intenté demostrar la

importancia de esta otra lectura dramática y,

específicamente, la femenina. Esta particularidad me llevó a

otra de las líneas de lectura que se basaría en los estudios

de género: El cuerpo. En ese aspecto me detuve a observar la

resistencia o apropiación del modelo hegemónico, la

reconstrucción de los espacios, los mitos, la historia y la

voz de los personajes subalternos. Finalmente, me detuve en

el lugar y la presencia del cuerpo-voz de los personajes

femeninos y en la construcción de las masculinidades en las

obras de las creadoras.

En general, la investigación propone un tipo de análisis

crítico desde la frontera sobre la obra dramática conforme a

la matización de hibridez de Homi K. Bhabha y en búsqueda de

su concepto de “tercer espacio de enunciación” (Bhabha 1994: 174).

Ya que contempla de igual forma el texto, la representación y

el público. Tambien se ajustó al pensamiento de las

teatralidades expandidas y finalmente construyó a partir de

229

la obra una nueva mirada que fuera puente entre la academia y

el hacedor teatral.

Veamos el cierre de cada una de las obras analizadas:

Solo como de un sueño de pronto nos levantamos

PACHITA (GUADALUPE):

Lo han olvidado todo.”Han olvidado que ellos son la sagrada flor del maíz. Y ahora van por los

caminos, sin rumbo. Ni siquiera saben que están perdidos. Los cogió la peste. El olvido. (Camargo,

2008, IV: 42).

En este primer análisis hice referencia al teatro como fuente

de la oralidad, como una práctica que parte de la

articulación de diferentes códigos, lenguajes o registros.

Representando en un determinado estado, momento o sentido de

la memoria histórica en el cual la fuerza de lo femenino

ineludiblemente es la protagonista. Segundo, pretendí llamar

la atención yendo más allá de lo simple, sobre el carácter de

actualización de los mitos o memorias ancestrales mediante la

puesta en escena de esta obra contemporánea. Para encontrar

un otro modo de asimilar las tradiciones, las prácticas

culturales, en provecho de identidades transitorias, nómadas,

como estrategias para asimilar lo americano.

Según Michael Bajtín se puede decir que en la escritura y

escenificación de una obra se articula un ‘discurso híbrido’

230

en el nivel lingüístico”. (Bajtin, 1989: 137-139). En la obra

escogida, por la mezcla de lenguas en los cantos Nahuals y

español, en el nivel literario (mezcla de géneros y prácticas

teatrales vivas) y en el nivel cultural (fusión y rechazo de

la visión del mundo de españoles, criollos e indígenas). Los

conceptos de hibridez y transculturación tuvieron un fin de

frontera, de umbral con las relaciones culturales vivas.

En la obra: Solo como de un sueño nos levantamos, aparecen en el

espectáculo los dramas mesoamericanos de nuestros antepasados

hasta las teatralidades performativas actuales.

Específicamente en la enunciación de los tópicos históricos,

literarios como Rulfo y Netzahualcóyotl, y por último lo

femenino como voz ancestral.

Se puede afirmar que en el acontecimiento escénico de Solo

como de un sueño nos levantamos se crea un “tercer espacio

intermedio de enunciación” dramática, desde el cual se puede

interpretar el conflicto cultural actual, entre la ideología

hispana imperial de la Colonia y la ideología indígena

colonial (opresión perenne sociocultural de los indígenas de

ayer y de hoy).

También este concepto de “tercer espacio de enunciación” para

la crítica teatral me permitió identificar tanto el lugar de

la acción dramática e histórica en cada cuadro hasta situar

en una territorialidad fronteriza a toda Latinoamérica. Así

231

como el lugar de la situación social de los sujetos a-

históricos tanto del pasado como del presente (desplazamiento

forzoso, violencia, abusos, subyugación femenina, migración).

Cuando el zapatero remendón remienda sus zapatos

Encontré en la obra de Carolina Vivas el “tercer espacio de

enunciación” en las Historias recuperadas del siglo XIX que

al ser tejidas en el presente forman una dramaturgia

fragmentada que amplía las imágenes del contexto. Ahora bien,

los puntos de vista de la autora frente a la pesadilla de la

realidad develaron algunas de las estrategias que utiliza la

escritora para contar en fragmentos la construcción de nación

histórica. El trabajo de la acotación: la creación de

atmósferas, sonidos e imágenes teatrales vivas, así como la

escogencia de los poetas, muestra la hibridez cultural y el

lugar de la lengua desde el siglo XIX.

Es de resaltar que esta obra pone en la palestra a la

identidad criolla y mestiza que nace en América como una

construcción fronteriza, en el cruce de sistemas de

representación estrechamente articulados a nociones étnicas y

posiciones de poder que es imposible desconocer. El proceso

identitario criollo que se teje en la obra en el contexto de

la Guerra de los mil días responde a la necesidad de

232

contrarrestar la violencia epistemológica de alteración del

americano por el peninsular, fundando las bases de una

conciencia social diferenciada que hoy persiste. La

elaboración de esas diferencias funciona en la obra como un

sistema de reconocimiento que interrumpe los discursos

mayores y relativiza su organicidad.

GREGORIO/Vargas Vila: (Completamente enloquecido)

El horror, es uno como ser vivo, que ha tomado formas, y, mutila a los hombres y decapita los pueblos. El mundo

agoniza, con las venas abiertas, sobre sus campos ardidos, al pie de sus dioses inútiles, incapaces de protegerlo

y de vengarlo. ” ¡Ah, San Bribón, devuélveme a mis hijos!

¡Apagón súbito! (Vivas, 2004, III acto).

Antígona y Mujeres en la plaza ¿dónde están?

El análisis transversal entre el performance Mujeres en la

plaza y la obra Antígona de Patricia Ariza quiso mostrar,

primero, como el personaje de Antígona representa el

despertar de la conciencia del ser humano en sí mismo, frente

al poder que lo oprime y a su propia alienación. Segundo, el

traslado de la tragedia clásica en un drama social colombiano

por medio del performance de transformación ocurrido en la

233

Plaza de Bolívar de Bogotá en agosto: Mujeres en la plaza. Memoria

de la ausencia ¿dónde están? Agosto 2009.

En la performance de Patricia Ariza se disuelven las

fronteras de la representación y la presentación ya que no

solo pone en juego diversas disciplinas artísticas sino que

evidencia las rupturas de los órdenes establecidos tanto en

el grupo teatral La Candelaria, con la obra Antígona, como en

la acción de denuncia performativa: Mujeres en la plaza, memoria de

la ausencia ¿dónde están?, ante el estado - nación desafiando a los

representantes del orden a que se enfrenten con la crisis de

los millares de desapariciones forzosas del país.

Ileana Diéguez afirma:

“Las prácticas liminales, aún cuando se trata de construcciones desde el arte, se

arriesgan a intervenir en los espacios públicos, insertándose en las dinámicas

ciudadanas, expuestas a ser contaminadas o atravesadas por los acontecimientos

de lo real. O se generan colectivamente, fuera de la esfera artística, trascendiendo

la dimensión contemplativa, y más allá incluso de propiciar una estética de la

participación ponen en acción “utopías de proximidad”. (Diéguez, 2007: 3).

Las características liminales de este caso en particular

generan una disposición escénica para preguntar por los

desaparecidos o por la prohibición de dar sepultura a un

cadáver. Los umbrales traspasan lo sagrado produciendo una

alteración de la ley cosmogónica que se representa en muchos

234

aspectos de la vida en comunidad como una forma de

regulación, de justicia. Es por eso que sus mujeres

Antígonas/víctimas reales nos recuerdan al pensamiento griego, en

el cual los decretos transgresores del orden ancestral

estaban por encima de las disposiciones divinas, que deberían

ser obedecidas por los gobernantes.

Lo liminal es una metáfora teórica que se tomó de los

estudios antropológicos de Víctor Turner, y que sugiere

estados de tránsito, de cruce, de umbral. Es un fenómeno de

naturaleza política por las dinámicas de inversión y anarquía

que la sustentan, Diéguez las define como “un tejido de

segregaciones estéticas como éticas y tiene la textura de una arquitectónica

relacional que observa la complejidad constitutiva de la vida y la creación

artística”. (Diéguez, 2007: 3).

En la obra se observa la liminalidad como extrañamiento del

estado habitual de la teatralidad tradicional y como

situación en la que se entretejen experiencias estéticas,

políticas y éticas. Por ese motivo se presenta la

contradicción entre la vacilación sobre la permanencia de un

estado ancestral y las nuevas disposiciones generadas tanto

por el Estado democrático ateniense del siglo V como por el

colombiano actual. En este conflicto se inscriben las

interpretaciones de un Creonte/Uribe héroe de la tragedia. Y una

235

sociedad civil/Ismene para la que lo real es el poder del

tirano, el temor al castigo que pueden sufrir si se violan

las disposiciones reales. La transformación final consiste en

una reintegración del grupo problemático, en su

reconocimiento social y su legitimación irreparable entre las

partes del conflicto.

Entonces solo nos queda reconocer que no podemos seguir

tapando el sol con un dedo, hoy es innegable que la voz

femenina tiene eco en la dramaturgia contemporánea. La

academia debe examinar sus análisis y reflexiones ya que se

han quedado atrás, sin herramientas para la lectura de las

mujeres escritoras. Su escritura posee características muy

particulares que la diferencian de la tradicional escritura

hegemónica. Las mujeres interpretan su entorno social,

político y cósmico partiendo de su lugar en la historia. Por

lo tanto, hoy en día se hace inevitable ver con otros ojos

sus textos dramáticos y encontrar otras miradas de nuestra

memoria histórica.

Por último podríamos concluir que a la luz de la experiencia

latinoamericana, las autoras en sus obras de teatro, se pone

de relieve un afán de identidad que atraviesa muchos campos

de la cultura contemporánea. Comprometiendo no sólo la

236

historia de América Latina, sino su elaboración, y

reelaboración del canon establecido.

237

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Teatro y el IX Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá,

estrenada en el Camarín del Carmen, el 7 y 8 de abril de

2004.

6. Anexos: HOJA DE VIDA DE LAS CREADORAS

Beatriz Camargo (Cantara)

Desde que nació en Bogotá el 31 de enero de 1946, Beatriz

Camargo sabía que su futuro iba a tomar el destino del arte.

Se casó con el teatro para tener que lidiar con él de por

vida. Es Actriz y Directora de Escena de la Escuela Nacional

de Arte Dramático. Estudió filosofía e idiomas en la

Universidad Nacional de Colombia en 1967, es diplomada de

estudios franceses segundo grado de la Universidad de

255

Bordeaux en el centro internacional de estudios franceses en

Guadalupe.

Tuvo experiencias artísticas valiosísimas por dos años

(1986-1987) en Paris en: Escuela Jacques Lecoq, y la Escuela

Internacional de Teatro Antropológico (Eugenio Barba) en

Blois (Francia) y en Holstebro (Dinamarca). Tomó otros

Talleres con El Roy Hart, con Ludwig Flaszen, dramaturgo de

Grotowski en el teatro laboratorio de Wrokalw (Polonia) así

como con los maestros Shiro Daimon, japonés, Peter Shuman y

Bread and Puppets, en su sede en Vermont.

Es Pedagoga invitada en instituciones teatrales a nivel

nacional e internacional, ha mostrado su experiencia

profesional y pedagógica cubriendo la mayoría de las

facultades de artes e idiomas desde 1975 hasta hoy: Pedagoga

Universidad Nacional de Colombia en el departamento de

Filología e Idiomas (1975-1981),· Pedagoga Universidad Gran

Colombia en el departamento de idiomas (1972-1975); Pedagoga

e investigadora Escuela Nacional de Arte Dramático (1976-

1985); Pedagoga Escuela Nacional de Arte Dramático en el post

grado de especialización en voz escénica (1996-1998).

Ha integrado varios grupos significativos en el teatro

colombiano entre los que se encuentran: La Candelaria

dirigido por Santiago García (por seis años), Alacrán,

director Carlos José Reyes, El Gesto dirigido por Jorge

256

Herrera. Es fundadora y directora del Teatro Itinerante del

Sol, a partir de 1983.

Actriz principal en Bachue (Video - filme coproducido por

Women and Sincronic de Londres y Cine T.V. Action de Paris,

filmado en Francia); Diseño de vestuario para La Vida es

Sueño, dirigido por Germán Moure, Directora de la Escuela de

Biodrama, conformada por el Teatro Itinerante del Sol;

Pedagoga en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de

Colombia en la cátedra libre Memorias de la tierra y en el

laboratorio. Biodrama y cuerpo, que dio como resultado cuatro

montajes: (2000-2003).

Dramaturgia y montajes: Variaciones sobre persona (1982); La

Ocarina (1983); Evohé (procesión) (1983); La Vaca-nte (1984);

Eva–Io (1987); María de La Candelaria (procesión) (1987);

Eart (1988); Muysua (1991); Die toten diktatoren (1992); El

siempreabrazo (1994); Tamoanchán (1995); La flor de Amate-cun

(1997); La guardasecretos (1998, 1999); Dónde están mis

hijos, María Magdalena, Espectros del tiempo (2000); Cántico

del cantar de los cantares (2001); Cántico de la mujer sin

manos (2002); Enigma (2004); Que estás en la tierra (2004),

Madredeagua (2005 ).

Investigaciones inéditas: “Memoria en la memoria del

biodrama” (compendio de investigaciones en torno al biodrama

257

con: al género, espacio, pedagogía, la máscara,

actor/actriz.).

“Viaje al interior de mí misma” resultado de la

investigación en Venezuela, para crear la obra “Enigma”.

Dramaturgia creada a partir de la investigación en Venezuela

acerca de las comunidades indígenas, en el estado de

Amazonas.

“La formación de la actriz y del actor en el biodrama”.

En la actualidad dirige el Teatro Itinerante del Sol -

Escuela de Biodrama en Villa de Leyva. Organiza Eventos

Culturales en La Maloca, Sala Concertada con el Ministerio de

Cultura “Encuentros de capacitación teatral para el

departamento de Boyacá”, y “La escuela de Biodrama en la zona

rural y urbana del municipio de Villa de Leyva”.

LA VIVAS: Carolina Vivas Ferreira

Actriz, directora y dramaturga bogotana (mayo 3 de 1961),

egresada de la Escuela Nacional de Arte Dramático y Maestra

en Artes Escénicas de la Universidad de Antioquia. Después

de vivir en Cali y ser docente por un tiempo en esta ciudad

partió para Bogotá donde hizo parte durante cinco años del

Taller Permanente de Investigación Teatral de la Corporación

Colombiana de Teatro, bajo la dirección del maestro Santiago

258

García. Fue actriz de planta del grupo de teatro La

Candelaria de Bogotá durante la década de los ochenta, donde

trabajó en obras como Maravilla estar, Guadalupe años cincuenta, Los diez

días que estremecieron al mundo y El paso (Parábola del camino), dirigidas

por el mismo Santiago García. En 1991 fundo Umbral Teatro,

con su compañero de vida Ignacio Rodríguez, grupo que dirige

desde entonces. Paralelamente tuvieron un taller de jóvenes

por más de 10 años donde pulieron su pedagogía teatral y

estrenaron varias obras. Antes de hacer parte de la Escuela

superior de artes de Bogotá donde desarrolla la docencia pro

más de 15 años.

Dentro de su producción dramatúrgica se encuentran obras

como: Segundos (1993); Filialidades (1997); Gallina y el otro (2001); Cuando el

zapatero remendón, remienda sus zapatos (2004); Volcanes de sueño ligero

(2006); De plazas, juglares y cadalsos (2006); Donde se descomponen las colas de

los burros (2009), proyecto que mereció el estímulo de Iberescena

2008 para creación dramatúrgica; y Antes (2010), todas ellas

llevadas a escena por el Umbral Teatro y bajo su dirección.

Ha escrito otros textos como Caricriaturas (1987); Mordiscos de vida

(1992); El bar del silencio (1991); El ciego del mirador (1988); Los mártires (1998);

Pluma de mariposa (1993); Nidos maltrechos (2006); Animalditos, Mansedumbre,

Esos, las 3 en 1999; Aleteo (2007) y adaptaciones de cuentos como La

autopista del sur de Julio Cortázar (2006); El hombre enfundado de

Antón Chejov (2000); El cumpleaños de la infanta de Oscar Wilde

(2008); La reina calva de Mercy Company (2006); Pore de la libertadura

259

al olvido (2010) estrenada en el 2010 en el Teatro la Vorágine

en Villavicencio, una coproducción con el Colectivo Teatral

del Meta, Es la adaptación y diálogo de dos novelas de

Eduardo Mantilla Trejos: Pore la libertadura - La Rubiera.

Ha dirigido obras como Despertar de primavera de Frank Wedekind

(1996); Electra o la caída de las máscaras de Marguerite Yourcenar

(1995); Amor sin pies ni cabeza de Laura Restrepo (2001); Misterio bufo de

Darío Fo (1983); La ópera de tres centavos de Bertolt Brecht (2008); La suite de

los espejos a partir del texto de Federico García Lorca (1998);

Pluma y la tempestad de Arístides Vargas (2002), La maestra de Enrique

Buenaventura (2004).

Han sido publicados textos de sus obras, entre otros,

“Segundos” (2005) en el libro Dramaturgos en la ASAB;

“Filialidades”, en la revista GESTUS del Ministerio de Cultura

(Número 8 especial de dramaturgia, 1998), y “Gallina y el otro”,

en la colección de Teatro Colombiano de la Universidad

Distrital Francisco José de Caldas.

Patricia Ariza

Nació en 1946. Llegó de la provincia de Vélez a Bogotá, hacia

1948, huyéndole a la violencia partidista, con sus padres.

Estudió artes en la Universidad Nacional de Colombia, al lado

260

de Augusto Rendón y Darío Morales, entre otros, fue su

maestra la critica argentina Marta Traba.

Con el maestro Santiago García, fundaron El Teatro La

Candelaria, en la antigua Casa de la Cultura de Bogotá, y

vivieron 21 años de maridaje, con hija a bordo, pero su

separación no fue obstáculo para que Patricia siguiera

desarrollando sus proyectos teatrales de creación colectiva o

individuales, con este colectivo teatral que permanece en el

espacio y el tiempo, a pesar de lo duro que es hacer teatro

independiente en Colombia, ajeno a los intereses comerciales,

y desde una postura de dramaturgia nacional, afincada en la

problemática del país.

Aparte de La Candelaria, Patricia realiza otros proyectos, al

empujar festivales de teatro bajo el auspicio de la

Corporación Colombiana de Teatro, de la cual es presidente,

trabaja con comunidades indígenas y de desplazados, y además

es mediadora del Movimiento Social que jalona la idea de un

proceso negociado y político con perspectiva de género para

darle una salida al conflicto armado que vive Colombia.

Coautora de las obras de creación colectiva del grupo La

Candelaria (1966 -1992): Ciudad Dorada (Mención Premio Casa

de las Américas); Guadalupe años sin cuenta (Premio Casa de

las Américas); Los diez días que estremecieron al mundo

261

(Premio Casa de las Américas); Golpe de suerte; El paso,

parábola del camino; En la raya; De caos & de cacaos.

Autora de: El viento y la ceniza (1986) montada con el Grupo de Teatro La

Candelaria (Premio Anna Magnani del Brasil. 1992); La alegría de leer (1981),

montada con el Grupo Escena 11 del ICFES (Primer Premio concurso empleados

oficiales, 1981); Tres mujeres y Prevert (1984) Participación Muestra de Teatro

Mujer; Mujeres en trance de viaje (1989), montada con el Grupo La Máscara de

Cali; La kukhualina (1991) estrenada con el Grupo Indígena Inkayu de la

Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC); Mi parce, monólogo (1991);

400 ASSA (1992); La calle y el parche (1994), obra montada con indigentes (jóvenes

y niños de la calle); Teatro adentro (1992) estrenada con un actor de la calle

(QEPD); Serán diablos o qué serán (1992-1993); María Magdalena (1993)

estrenada con el grupo Tramaluna Teatro; Luna menguante (1993) estrenada con

el grupo La Máscara de Cali; Ópera RAP (1995) autoría compartida con Carlos

Eduardo Satizábal, montada con jóvenes raperos del barrio las Cruces; Del cielo a

la tierra (1996), montaje con niños desescolarizados; Proyecto Emily (1996), obra

acerca de la poeta norteamericana Emily Dickinson (1997), Premio Beca del

Instituto Distrital de Cultura y Turismo; A fuego lento (1997) estrenada con el

grupo del Teatro La Candelaria; Danza mayor (1998) Grupo Flores de Otoño; La

madre, (1999) Grupo Tramaluna Teatro; Medea húngara (1992) versión de la obra

de Arpad Goncz; Antígona (2000-2001); Los nadaístas (2001); Mujeres

desplazándose (2000) Grupo Tramaluna Teatro; Camilo vive (2001) Grupo

Tramaluna Teatro.

262

Otros trabajos: Directora de seis Festivales Nacionales de

Teatro organizados por la Corporación Colombiana de Teatro

(CCT), 1975, 1976, 1978, 1980, 1982, 1988, auspiciados por

Colcultura, Bogotá; directora del Festival Juvenil de Cultura

Popular en eventos consecutivos desde 1993 hasta 2000, cuya

edición estuvo dedicada a la Paz; directora del Proyecto

Prácticas Artísticas con las comunidades SENA – Corporación

Colombiana de Teatro (1989-1991); miembro de la Comisión

Asesora para la profesionalización del Artista (1992);

miembro de la Comisión Accidental de Cultura con el Senado de

la República (1988); directora del Grupo Sin Visaje; miembro

del Magdalena Project. Cardiff, Gales, Reino Unido; asesora

de la Misión para la Reforma de la Universidad Pública;

asesora de la Veeduría Distrital; colaboradora en periódicos

y revistas; Fellowship de ASHOKA como emprendedora e

innovadora social para Colombia; consultora de Naciones

Unidas PNUD; directora de los eventos nacionales Expedición

por el Éxodo (Cultura y Desplazamiento); fundadora y miembro

del Comité Operativo y Académico del proyecto Colombia en el

Planeta (Procesos Culturales para la Reconciliación).

Publicaciones (libros): Teatro La Candelaria Obras Completas (1989); Antología:

Dramaturgia Femenina Universidad de Antioquia (1991); Antología Femenina

Universidad de Pittsburg (EE.UU.) (1991); Bateman editado por Planeta con Peggy

Ann Kielland y Clara Romero (1992); Teatro Mujer Instituto Distrital de Cultura y

Turismo 10 obras teatrales; participación en el libro “Políticas Culturales”

263

Colcultura (1991); participación en el texto Utopía del habitar urbano (1997);

participación selección artículos Magazín El Espectador (1998 y 2000);

participación en el libro Repensar a Colombia (Talleres del Milenio, (2002).

Reconocimientos: Grupo Escena 11 del ICFES, recibido durante

7 años 1975-1982; Premio como mejor grupo en el Festival del

Departamento Administrativo del Servicio Civil; Premio Casa

de las Américas como coautora de las obras Guadalupe años sin

cuenta y Los diez días que estremecieron al mundo: 1975

Mención especial de Colcultura en el Año Internacional de la

Mujer por su trabajo como promotora cultural y Social; 1989

Mujer de Teatro, otorgado por el CELCIT entregado en el

Festival Iberoamericano de Teatro, y 1990 Honor al mérito

otorgado por la Alcaldía Mayor de Bogotá durante el VI

Festival Nacional de Teatro Bogotá 450 años; 1988, Premio

Reconocimiento Casa de las Américas, como directora de la

Corporación Colombiana de Teatro; 1990, Premio Instituto

Colombiano de Cultura - Colcultura otorgado por Liliana

Bonilla por 20 años de trabajo Corporación Colombiana de

Teatro; 1991, Premio Anna Magnani Brasil 1992 en el Concurso

de Dramaturgas Latinoamericanas; 1992, Medalla al mérito

Artístico en Dramaturgia, Instituto Distrital de Cultura y

Turismo; 1993, primer premio de Focine en cortometraje con

Mutaciones para el cual hizo el guión; 1995, homenaje por su

trabajo en la Construcción de ciudad con los habitantes de la

Calle y Festival Internacional de Teatro Sao Paulo; 2000,

264

Reconocimiento Mujeres de Éxito en la Categoría Cultural y

Artística; Premio Reconocimiento organización Mujeres de

Éxito; hace parte del Movimiento Social que lucha por una

salida negociada y política con perspectiva de género al

conflicto armado que vive Colombia. Poeta y hacedora del

movimiento cultural con sectores tradicionalmente marginados.

265