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ESTADO MAYOR CENTRAL DEL EJERCITO

SERVICIO HISTORICO MILITAR

REVISTA DE

HISTORIA MILITAR

Año IV 1960 Núm. 7

REVISTA DE HISTORIA MILITAR

PUBLICADA POR EL

SER,VICIO HISTORICO MILITAR

DEL ESTADO MAYOR CENTRAL

CONSEJO DE LA REVISTA

DIRECTOR: D. Vicente Gbmez Salcedo, Coronel de Estado Mayor. JEFE DE REDACCIÓN: D. Juan Friego López, Coronel de Estado Mayor.

REDACTOR: D. José Manuel Martínez Bande, Comandante de Artillería. » D. Juan Manuel Zapatero López-Anaya, Capitán y Doctor

en Historia.

REDACC16N Y ADìMINISTRACIóN:

MARTIRES DE ALCALA, 9 -. 'MADRID - TELEFONO 24'7-03-00

PRECIOS DE SUSCRIPC16N:

España y extranjero: 150 pesetasanuales.

Nomero suelto: 75 pesetas.

SUMARIO

Notas para la Historia militar de la España prerromana, por JULIO BALB~N DELOR.

La Orden de Caballería en la alta Edad Media, por JOAQUÍN DE SOTTO Y MONTES..

Las tropas suizas al servicio de España durante la Guerra de la Independencia,

7

39

por ANTONIO CARNER...................................... f... . . . . . 75

El general alemh Augusto von Goeben, por LUIS RUIZ HERN~DEZ.. . . . . . . . . . . 91

Ge6grafos-historiadores militares españoles, por NICOL,& BENAVIDES MORO.. . . , 117

Batalla de Stalingrado, por FERNAIWO GIL OSSORIO.. . . . . . . , . . . . . . . . . . . . . 133

Bibliografia........ _.............................................,.. 177

N. B.--Las ideas expuestas en los artículos publicados en esta revista reflejan única- mente la opinih personal de sus respectivos autores.

Esta revista invita a colaborar en ella a los escritores militares 0 civiles, españoles 0 extranjeros, que se interesen por los temas historicos relacionados con la profesión de las armas. En las pági- nas de la misma encontrarán amplia acogida los trabajos que versen sobre acontecimientos bélicos, destacadas personalidades del mundo militar e instituciones, usos y costumbres del pasado del Ejército, particularmente si contienen enseñanzas o antecedentes provechosos para el militar profesional de nuestros días.

Los trabajos serán retribuidos con Igenerosidad, según la exten- sión acostumbrada en revistas de este tipo y carácter.

Dspbsito Legal M. 7.667.-1X.8

C. BERMEJO, IMPRESOR.-J. GARCÍA BXORATO, I22.-TELÉF. 233-06-rg.--MADRID

NOTAS PARA LA HISTORIA MILITAR DE LA ESPAÑA PRERROMANA

por JULIO BALBIN DELOR

Teniente Coronel de Caballería, del Servicio Hist6rico Militar

1. GENERALIDADES

Cualquiera que sea el número de partes, capítulos 0 fases en que

el historiador militar quiera dividir sus trabajos de tipo general, a

los efectos de estudiar la Historia orgánica del Ejército, una época o período completo puede constituirlo el que precede a la domina-

ción romana. España deja de ser prácticamente un dominio carfaginés en el

206 a. de J. C., cuando arriconados los púnicos por las huestes de

Scipión en Cádiz, sólo les queda este baluarte, y algunos focos suel-

tos en el resto de la Península y Baleares.

Los años 133 a. de J C. en que, tomada Numancia y totalmen- te pacificada España, pasa, como provincia romana, a formar parte

del Imperio, o 218, en que con el desembarco de Cneo Scipión ‘en Ampurias, Roma pisa suelo español por primera vez, son fechas

que pueden servir para estudiar la organización del Ejército en su

segundo aspecto o fase, a las órdenes de sus nuevos conquista-

dores.

El período prerromano es la época más oscura y que más se presta a las divagaciones. Las investigaciones científicas de todo ghnero,

dan lugar a un número de hipótesis distintas, y aparentemente co- rrectas, igual al de investigadores.

Pero como lo que no puede negarse son los hallazgos y excava- ciones, deben exponerse y comentarse.

Las instituciones militares de estos primeros tiempos. o si se pre-

fiere los métodos y normas de combatir y las armas, podrían es-

tudiarse por el material empleado o por las razas pobladoras. Un

8 JULI” BALBiN DELOK

Ejército 0, mejor, un modo de combatir en la Edad de Piedra o en

la Edad de los Metales ; o bien un modo de combatir íbero, celta

o celtíbero, después cartaginés y romano, teniendo ambas maneras el suficiente rigor científico.

Si comenzamos por esbozar ligeramente esas dos primitivas épo- cas -Edad de Piedra y Edad de los Metales-: debemos seguir tam-

bién la clásica división de ambas en etapas : Paleolítico o piedra tallada, y Neolítico o piedra pulimentada, en la primera, y Bronce

y Hierro en la segunda, bastando para nuestro punto de vista ex-

clusivamente militar esas primeras divisiones. En cuanto a la fecha puede llegarse de momento,, y como se dijo

antes, al año 2Q6 a. de J. C.

II. EDAD DE PIEDRA

Dividida esta edad en las dos fases indicadas, Paleolítico y Neolí-

tico, se estudian en aquél dos períodos y una prolongación: Paleolí- tico inferior, Paleolítico superior y Epipaleolítico. De este último

puede prescindirse, tanto por su falta de contenido militar como por

confundirse con la primera fase del Neolítico. Del Paleolítico inferior, nada guerrero debe presumir:je y ni aún

el arco debió conocerse. Sólo la comparación de 10s hallazgos lí-

ticos de aquella época con los instrumentos de los pueblos salvajes

de la actualidad, pueden darnos una idea aproximada de su modo de vivir, y, en consecuencia, de combatir, pero falseada muchas

veces, ya que la vida actual de estos pueblos puede estar influída

por métodos y costumbres más modernas. En las pinturas del Paleolítico superior, se contemplan ya g-rupos

de guerreros, armados exclusivamente con arcos y flechas, y lo-

calizadas principalmente en las cuevas del Este de Espafia. En mu- chas de esas pinturas se ve lucha. En otras, no. Pero por ser los animales representados de un arte inferior, puede suponerse que la

hay y no van de caza. :Confundidos con los últimos tiempos del Paleolítico superior,

aparecen los primeros del Neolítico, no bien definido hasta su últi-

ma fase -eneolítico, nuevo eneolítico, 0 eneolítico pleno-, que puede llamarse también Edad del cobre, porque empieza a aparecer

este metal, aunque no el bronce.

En el Neolítico, y de acuerdo con los hallazgos: se determinan

MOTAS PARA LA HISTQRIA MILITAR DE LA ESPARA PRERROMANA 9

distintos períodos. Siguiendo a A. del Castillo, pueden denominarse:

cultura de las cuevas, en las que faltan totalmente las armas o Gti-

les para la guerra ; cultura megalítica y cultura de Almería. En es- tas dos últimas se puede apreciar, en cambio, la presencia de un

pueblo belicoso, tanto por la difusión y situación de los megalitos

como por la abundancia de armas en los ajuares funerarios: puña- les, puntas de flecha, hachas, alabardas, punzones y cuchillos. Se

emplea, además de la piedra y sílex, el cobre. Estas tres cultu-

ras se prolongan y perfeccionan en el pleno Neolítico, pero sin nue-

vas aportaciones al armamento encontrado. Puede seííalarse úni- camente que los hallazgos tienen más cantidad de metal.

Posteriormente, y antes de entrar en la Edad del Bronce, se des-

arrolla la cultura del vaso campaniforme, extendida por toda la Pen- ínsula, llegando su influencia a toda Europa, hasta Rusia, pero sin

que determine ningún cambio en la forma y materiales del arma-

mento, que sigue igual o casi igual que en las primeras fases del Neolítico.

En cuanto a las fechas, parece un poco ingenuo hablar de ellas, ya que las diferencias de los opinantes son de miles de a.Fios, sobre todo en los diversos períodos del Paleolktico, modestamente de-

terminadas por los hallazgos en diversas localidades, de donde to- man su nombre.

De los años 250#-6W, a. de J. C., señalados para comienzo y fin del Paleolítico, se desciende de modo brusco, pasando al

1.20004000~ y, naturalmente, todas las cifras intermedias tienen sus defensores. Sin grave error se puede situar el fin del Paleolitico y,

por lo tanto, principio del Neolítico, en el 3500, llegando hasta el 2500, en que empieza la Edad del Metal, con sus fases del cobre,

bronce y hierro. Cobre puro del 2500 al 2000 ; cobre con aleación de estaño, bronce, del 2000 al 1000, y hierro a partir de cite año

Los estudios geológicos permiten a los arqueólogos ciertas ba-

ses, pero de consistencia muy relativa. Los ensayos realizados prin- cipalmente por geólogos escandinavos, sobre retroceso de los hielos y cálculos astronómicos no alteran sustancialmente las cifras an-

teriores.

10 JULIO BALBÍN IXLOB

IJJ.. EDAD DE LOS METALS

a> El Bronce.

La edad caracterizada por el empleo del metal arranca del 2500 y llega hasta nuestra era. Suelen estudiarse separadamente aquí las Baleares y el territorio peninsular, no habiendo militarmente nada que se oponga a ello. No puede señalarse con exactitud el final del Neolítico y el comienzo de los metales, y hay algún confusionismo en las fechas, sobre todo alrededor del año 1000, en que se confunden las armas de hierro y las de bronce, y aún las de cobre y bronce inferior, llamado así por alearse el cobre con el antimonio y el ar- sénico en lugar dei estaño.

En las Baleares hay un primer tiempo, o perZodu de tiPo argárico, y un segundo, o czcltura talay6tica. En el primero aparecen puña- les pequeños, punzones de metal y hueso y alguna espada. Y en el segundo hay, además de las hachas de bronce, proyectiles para hon- das y espadas de hoja maciza con nervio central.

Pero el monumento más característico es el talayot, nombre apli- cado a toda construcción en forma de torre o atalaya, y formada por grandes bloques de piedra montados directamente unos sobre otros, sin mezcla ni trabazón. Son torres de vigilancia y defensa con un doble fin, funerario y militar. Las navetas, en cambio -de forma de naves invertidas-, tienen un fin sólo funerario.

Aunque de las Baleares suele pensarse principalment,e como de un pueblo de honderos, utilizado más tarde por los cartagineses para sus formaciones ligeras, con gran pericia en el manejo de sus clásicas tres hondas -mano, cabeza y cintura-, por ejercitarse des- de niños, la abundancia de espadas en las excavaciones hechas en los numerosos poblados -y son muchos aún los no explorados-, dan miíitarmente fe de un pueblo, que además de la honda, emplea también, y con bastante frecuencia, esas espadas, así como las lan- zas con punta de bronce, a la par que construye muy buenas for- titicaciones.

En la Península pueden señalarse dos epocas: pyimeru y segun- da edad del brome, muy ligadas a las excavaciones y hallazgos de los hermanos Siret, ingenieros belgas, que nos conducen en pri- mer lugar a las necrópohs de El Argar --Almerfa, proximidades del

NOTAS PARA LA HISTORIA MILITAR DE LA ESPAÑA PRERROYANA ll

río Antas-, que da nombre nada menos que a toda una cultura, la argárica, y hasta a una edad : la p&nera del ~ZQIZ.~.

Al examinar las tumbas se ven todos los objetos que acompaíía- ban al difunto, y entre ellos las armas: hachas, cuchillos, puñales, punzones, flechas y alabardas. Y, desde luego, las espadas. Todo esto, tanto en las tumbas como fuera de ellas, indica luchas, com- bates, guerras.

Las espadas son, en principio, puñales perfeccionados, con es- cotaduras en la hoja, y empufradura de madera, y la alabarda es maciza, de base más ancha y con nervio longitudinal.

Esta czlltura argárka se difunde, como los dos lados de un gran ángulo recto con vértice en Almería, por toda la Península, fe- niendo derivaciones hacia el centro e incluso noroeste, a donde pudo llegar por caminos costeros, y con hallazgos análogos, marcándose en alguna de las espadas encontradas un sistema de transición en la empuñadura.

La segunda edad del Bronce varía los métodos de fabricación, comenzando la llamada fundición a la ((cera perdida)), por desapare- cer ésta sustituida en el molde de barro por el metal a gran tempera- tura. Se emplea el bronce exclusivamente y es distinto también el siste- ma de enmangamienfo. Cambia igualmente la propia índole de los hallazgos, que pasa de las sepulturas a los depósitos o escondrijos. Hay uno militarmente importantísimo : el de la Ría de Huelva, descubierto en 1923, dragando el puerto.

El .número de espadas que se encontró en este depósito se apro- xima al centenar, y hay además puntas y regatones de lanzas, pu- ñales, dagas y puntas de flechas. Existen también anillas, fibulas, botones, cierres de cinturón y bocados de caballo. ; Cómo llegó allí? Se dan estas tres soluciones : Un escondrijo deliberado ; un depó- sito de fundición; el cargamento de una embarcación hundida. El material empleado es el bronce. Y la falta de utensilios domésticos sólo pueden hacer pensar en que el lote procede de un campo de batalla o se destina a gentes de guerra.

Las espadas tienen nervio longitudinal y son de una sola pieza hoja y empuñadura, de 0,65 de largo y punta aguda, para poder herir de frente, a diferencia de las espadas argáricas que sólo he- rían de filo. Las dagas o medias espadas de 0,40 de longitud son el tipo intermedio entre el puna1 y la espada, y las puntas de lanza re- sultan ser de tres tipos : lanceoladas de larga y aguda punta, de per- fil romboidal. y de hoja de laurel. Los regatones de lanza son de

12 JULIO BALBfN IIELOR

forma cónica, terminados en bolas o botones. Las puntas de flechas son triangulares y casi iguales a las arcaicas, y en cuanto a las fí- bulas y botones aparecen como los más antiguos de la Edad del bronce. Hay también alguna otra pieza no definida, que bien pu- dieran ser cascos.

El material empleado es el bronce, y la proporcion que dan los análisis es de S9,38 de cobre, lo,54 de estaíío y 0,65 de antimonio ; esto en general, pues las espadas tienen algo más de estaño. Algunos hilos de hierro observados pueden indicar que la época del material se acerca al año 1000.

Aparte de su interés militar, no falta historiador que senala una especie de reivindicación para Huelva de la capitalidad de la se- gunda edad del bronce.

Hay también hallazgos -con espadas- en Pastoriza (Lugo) e Hio (Vigo), Sigiienza, Cáceres, Asturias y Portugal. Ot,ros en los ríos -Esla, Guadalquivir, etc.-, que pueden indicar una ofrenda a las divinidades de las aguas.

En toda esta edad del bronce hay una marcha que pudiéramos llamar normal de utilización del mineral: primero el cobre exclu- sivamente, y despu& en su aleación con el estaño. Pero abundando más éste en la región noroeste de Espaíía, pudiera ser que si se en- contraron objetos de metal en la sudeste, no sólo en la época ar- gárica, sino antes aún, en el final del Neolítico, es porque fuesen importados de regiones donde la. aleación cobre-estaíío era ya co- nocida, siendo después vista e imitada por los indfgenas, que se lan- zaron a buscar el estaíío donde lo hubiera, bien fuera de España AInglaterra, Francia, etc.-, o bien en España, en los yacimien- tos de Galicia. Con esto queremos decir que, pese a la marcha indicada (elementos de cobre primero y después de bronce), se com- prende pueda haber con posterioridad a los útiles de bronce sólo, otros de cobre, dependiendo de la existencia de estaño en aquel mo- mento. Lo que está fuera de duda es que el empleo del bronce fue imponiéndose lentamente, llegándose a finales de esta edad, a encon- trarse algunos hilos de hierro en las aleaciones (como ya indicamos en el depósito de la Ría de Huelva), que indica la transición hacia

un nuevo metal, y en consecuencia a una nueva época.

NOTAS PARA LA HISTORIA MILITAR DE LA ESPAÑA PRRRROMANA 13

b) El Hierro.

La introducción de este nuevo metal, determina en Europa los dos clásicos períodos de Hallstatt y La ï’ène, que van del año 1000

al 500 y del 500 hasta nuestra era, respectivamente ; nombres que provienen de los hallazgos en esas dos pequeíías estaciones de Aus-

tria y Suiza, y que, con un poco de retraso, pueden adaptarse a España, donde se sigue utilizando el bronce hasta el año 700, y aún

hasta el 500. Pero de todos los tipos de espadas del hierro europeo en su fase del Hallstatt, existen hallazgos en nuestra patria, que per-

tenecen o pueden pertenecer a todos los períodos de aquél; espadas de bronce primero, de bronce y hierro después, y de hierro final-

men, que son las que preceden inmediatamente a la fnlcakz.

Es, pues, esta primera parte del hierro en España, un período de transición que aproximadamente puede establecerse del 700 al

500, sin que parezca que haya inconveniente en señalar esta última

cifra, análoga a la de La Tène europea, aunque no sea impres- cindible dividirla en los períodos de aquélla, caracterizados cada

uno por un tipo de espada que, como la del Hallstatt, se encuen-

tra en España con relativa abundancia.

Situados ya en este año 500 a. de J. C. en plena edad del hierro,

y en tiempos que se aproximan a los históricos, podemos ya hablar de razas pobladoras de España y sus más o menos rudimentarias

costumbres militares, una vez sentados los principales. jalones de

tipo arqueológico.

IV. PRIMEROS POBLADORES DE ESPAÑA DE NOMBRE CONOCIDO

Y SU MILICIA

Mientras no haya nada en contrario, y aun cuando se mencionen

otros pueblos como los ligures, tartesios e ilirios, hemos de admi- tir hoy, como stodos, que los primeros pobladores espa$oles de nom-

bre conocido fueros los iberos, que entraron por el Sur y se esta- blecieron en la parte meridional y oriental de la Peninsula a prin-

cipios de la edad del bronce, hacia el año 2500 a. de J’. C. ; que los celtas llegaron mucho después -del 900 al ‘7’06, bien por caminos costeros 0 bien por los Pirineos, asentándose en el Norte y Noroes-

14 JULIO BALBfN DELOR

te; y que, fusionadas ambas razas en el Centro, formaron los celti-

Leeros. Las dos colonizaciones -fenicios en el año 1000 y griegos en

el ,600-700- están proyectadas sobre las costas orientales y meri- dionales, donde aquéllos fundaron sus colonias ; y en cuanto al hue-

co que existe en el Norte y Noroeste, entre la llegada de los iberos y la invasión celta, puede rellenarse, bien con el mismo pueblo ibero

que se corre parcialmente, o bien con el pueblo ligur que precede a los dos. Con más firmeza se empieza a hablar de la dominación car-

taginesa, que puede arrancar de la conquista de Ibiza en el año 654, para consolidarse en los alrededores del año 240.

a) Los iberos y su arwmento.

Hemos visto las armas usadas por los iberos durante toda la edad del bronce, y vamos a ver ahora las de la edad del hierro, en pe- ríodos que se aproximan a los históricos -alrededores del año 5007 dando lugar a la llamada cultura ibérica.

Las armas iberas son en primer lugar las espadas, rectas en su

principio, del tipo llamado de La Tène, sustituídas después por la fulcata, sable curvo de origen dudoso, con lomo nervado. Comple- tan el armamento ofensivo los pz4ñaZes de antenas, las lanzar 0 dur-

dos de asta de madera y punta y contera de hierro, las de hierro sólo

o soliferreum, las puntas de fGeckas y las k@d@, con proyectiles Be piedra y de hierro o plomo.

Como armas defensivas se tienen los esczldos de cuero, de dos ti- pos, uno circular y otro rectangular, los cawos, y algo más dudosa

la coraza. Completan los hallazgos piezas del arnés del caballo.

b) Los celtas.

El armamento céltico, tanto por los hallazgos como por su re-

presentación en pinturas y esculturas, es ligero y a propósito para el tipo de guerra de guerrillas, abundando la espada corta, de /tipo

hallstáttico, y siendo rara, casi excepcional, la larga. Se utiliza- ron también dos tipos de lanzas, larga y corta, y, como armas arro-

jadizas, un cierto tipo de kacha?: pequeña, de hierro y filo semilunar.

Como armas defensivas los cascos y eswdos, pequeños, de cuero y nervios trenzados.

NOTAS PARA LA HISTQRIA MILITAR DE LA ESPANA PRERROMANA 1.6

En general, el armamento es menos conocido que el ibero, por escasear las necrópolis con abundante ajuar, aunque haya pocas du-

das en señalar al pueblo celta como población muy guerrera, y $am-

bién con una arquitectura militar muy desarrollada.

c) Los celtiberos.

Son los pobladores del Centro y su armamento es el mejor co-

nocido, ya que entra en los tiempos his$óricos. No nos preocupa para estudiarlo su etnología, y cualquier hipóte-

sis puede aceptarse: que en la meseta precedan los iberos a los cel-

tas y sean éstos los que posteriormente los dominen y expulsen; que sean los celtas los primeros, y íos iberos quienes los rechacen

al borde septenirional; o que, mas o menos pacíficamente, se re-

partan de modo amistoso el territorio central, que después se llamó Celtiberia.

Su armamento estaba reputado como muy bueno, y los elogios

de él permiten asegurar que, desde que en España entró el hierro, Ia espada de la meseta era de las mejores que se conocían. SU adop-

ción post.erior por el ejlército romano, lo confirma. Se preparaba enterrando láminas de este metal y separando después la parte más

dura, la no consumida por la herrumbre, fabricándose con este hie-

rro magnífico la espada de dos filos, cuyo golpe no podían resistir

cascos ni escudos.

Su buena calidad se atribuía, tanto a la habilidad metalúrgica

de los celtíberos, como a la calidad de las aguas de los ríos en que se templaba el metal, y se probaban doblándolas dar encima de la cabeza hasta que punta y empuñadura tocasen ambos hombros,

volviendo después d su primera forma. Su longitud era de 0,60 centí-

metros, existiendo otras más cortas, de antenas.

Ni sobre el arco y las fleckas, ni sobre sus diversos proyectiles,

hay noticias concretas que puedan atestiguar su uso por los celtí- beros, pero no hay duda, en cambio, sobre el empleo del vemblo o

dardo arrojadizo, de hierro y punta en forma de anzuelo, la f&zrka

de asta de abeto y punta de hierro, el soliferretim y la ja2~&u~, a ve- ces arrojadizas, para herir por penetración en el cuerpo, y otras para lanzarse encendidas, previamente recubiertas la punta de es-

topa y pez. La Eanxa, finalmente, es arma tan generalizada en esta época, que

16 JULIO BALBfN DELOR

está considerada como el armamento nacional de los celtíberos.

Hay dos tipos: la lanza para herir empuñada o lansa de choque,

de 4% ó 66 centímetros de longitud, y la arrojadka, más corta, una

de cuyas derivaciones es la trágda, toda de hierro y punta de an- zuelo. Completan el cuadro del armamento la semifalariw o falaricn

corta, el sparzcs y geros, armas arrojadizas, los santiones y wdes, palos aguzados y endurecidos por el fuego, el áclide, especie de maza y el pilwm lanza larga metálica con asta de madera, antecesora del

arma romana del mismo nombre. El hacíza arrojadiza era menos co-

nocida y usada. Las armas defensivas eran aquí el escudo, pequen0 y redondo, llamado caltra y muy utilizado, y el casco y la coraza, de uso menos difundido.

d) Arq-ktectura miLiti.

El examen arqueológico directo de poblados y viviendas, indican

la clara y predominante preocupación defensiva, demostrada porque las imponentes mwadas eran desproporcionadas al número de edifi- caciones, abundando también los fosos, principalmente en los cas-

tras gallegos.

Tenemos como tipo de la época el recinto fortificado de Tarra- gona, constituído por grandes piedras de carácter ciclópeo, pero

abundan en toda la Península esos muros con un grosor que va de los tres a los siete metros. Completaba el sistema defensivo, las torres y castillos -éstos en la meseta-, con el oficio mixto de

fortalezas aisladas y destacadas, y las vigías y atalayas preventivas, más abundantes en el mediodía.

t

e) Tktica. La fdmge

Ni aún de una táctica rudimentaria puede hablarse hasta la lle- gada de los cartagineses.

No hay orden para formar en batalla, y se rompe el combate lan- dndose contra el enemigo en tropel y dando gritos y cantando.

El instinto de conservación y de causar el mayor daño inician la

gzeerrilla, la emboscada, los avances y retrocesos, pero no hay un eonato de formación de alguna regularidad y simetría hasta despu&

del año 666. Aparecieron entonces los kaces o cafervw de 6.600 hombres, con

NOTAS PARA LA BISTORIA MILITAR’ BS l.4 ESI’A%A PRERROMAM 17

aptitudes para la ofensiva y la defensiva, y tras la línea de cater- vas otra línea de bloques de jinetes, de 2.000 hombres. Estas forma- ciones estaban inspiradas en la falange griega, que, como se sabe, era una formación compuesta de Zí6 hileras de 3.0 hombres cada una, 0 sea un totni de 4.096.

nrrancando de la lz.ilern o locos -16 hombres divididos a su vez en dos dimeerjas, y la tlimeria en dos enomocias-, tenemos sucesiva- mente la dilaquía o dos hikras, la tetrarquia o dos dilaquías, la taxiarqwia o dos tetrarguias, y la sintagm,a o dos taxiarquías. Aquí hacemos un pequeño alto para sefialar la similitud de la sintagma --cuadro perfecto de 16 por 1.6 o sea 256 hombres- con el batallón, y de su jefe, el sintagmarcn. con el comandante ; siendo el taxiarca, o jefe de dos tetrarquías --análog-o al capitán 0 centuribn- el pri-

mer oficial fuera de filas ; y llegándose por orden descendente al jefe de la hilera o sargento, owagos o cierra-hilera, pasando por el ge- niente o tetrarca, jefe de cuatro hileras o tetrarquía, y el dilarca o segundo teniente, jefe de do?, mandos en filas todos ellos.

A partir de la sintagma, hacia arriba. venía la pet&cmèwquíu, formada por dos sintagmas, mandada por un pentacosiarca, y la chi:’ Earqzlia 0 qdiayuia, mandada por un cl&aarca y formada por dos pentacosiarquías, terminando aquí los grados de oficiales superio-

res de la falange, ya que ei chiliarcs era análogo al coronel y el pentacosiarca 2; teniente coronel.

Por encima de estos grados -y esto fkilmente se comprende

pos su anaiogíx con las jerarquías actuales- estaba la clase de ofi-

ciales generales, que comenzaba con los dos siguientes : el Merer- cha, que mandaba dos chiliarquías y podía considerarse como ei bri- gadier ; y el Fakgarcha o General de División, que mandaba la falange simple, los 4.096 hombres ya mencionados

El Brigadier o Merarcha mandaba la M’erarchia! componiendo dos de estas la Falange 0 División.

No eran en Grecia todas las fuerzas del mismo orden ni de la misma clase, y junto a la Infantería que pudiéramos llamar de línea -los koplitas-, estaba la ligera, formada por los fi&as, la inter- media o mixta, por los peltastas, y la caballería, n&nal o de hea e iwegz&w o <p-era. La proporción era de una mitad del ejército de hoplitas, un cuarto, de peltastas, y la otra cuarta parte repartida por igual entre psilitas y caballería, &sta con su formación en 2sk.~

--escuadrOn de 64. caballos, 8 por S- - la h$parqzcía, constitufda

JULIO BALBfN lELOI<

por $3 islas, 312 caballos, bases de la formación de jinetes y mandados &r un iìwcn y un kipparca, respectivamente.

Los elefantes, que fueron adaptados por los griegos posterior-

wente -después de Alejandro- y cuya organización tambikn de

tipo falangista, empezando en la unidad elefante o soarqda, no tuvo su representación en España hasta la plena dominación cartagi-

nesa.

El servicio milit,ar era obligatorio, aunque los generales eiimi-

ban a los menos Gptos para la guerra. t,os ascensos tenían lugar por elección de sus inmediatos superiores, aunque el generalatw sálo podía ejercerse durante un tiempo limitado: y los sueldos eran

de tres tipos : ‘el de los Generales, el de los Oficiales fuera de filas, y el de íos Oficia& en fila y tropa, haciéndose un reparto propor-

cional del botín.

La falange combatía de un modo rígido, manteniendo su for mación inicial y su fondo de lü hombres ; pero las fuerzas ligeras fa flanqueaban y eran las primeras en hostilizar al enemigo; conociétr-

dose los giros y conversiones, individuales o por secciones, y uti- ’ lizándose los intervalos cerrados o abiertos, segím la ocasión y et

momento. El orden abierto se reducía ni ~wzeo o tri5ngulo con la pun-

ta hacia el enemig-o, la te+w.w o triángulo invertido con relacibn all anterior, y el som.bo, unión de dos cuneos o triángulos por sv

base.

Las formaciones falangistas, tomadas de los persas, anteceso- ras de la legión, representaron el tipo de la época. fueron el espejc

en que se miraron todas las tácticas de entonces. y nosotros no fui- mos una ,excepción. T.,a colonización fenicia no dejó rastro alguno

en nuestra milicia, pero al ser los griegos los que más influyeron en

estos primeros balbuceos militares. aunque fuera a travk de 105 cartaginese:;, no puede prescindirse del estudio de la falange.

Casi no existe hoy duda de que la conquista y colonización de Es-

paña por los cartagineses comienza en el año 654 a. de J C., fe&. que se da como exacta para la fundación de Ibiza.

@Mes, los fenicios en el año loo0 -hay quien da la fecha COE-

creta de 1100 p aísn UO1. exactamente-, habían fundado Gadir -@iiz--y con más o menos fuerza se habían asentado en diver-

.

,,, : .i :

sos puntos del litoral que va del Cabo de San Vicente al Cabo de Gata, sin que esta colonización ‘tuviera la menor influencia mi- litar, pues. fue exclusivamente comercial

Los griegos, hacia el afío 660 establecen también sus colonias con

más o menos oposicií>n de fenicios e indígenas. No hay historiador que piense hoy en serio en el famoso viaje de la nave de Samos

que, capitaneada por Kolaios y empujada por vientos contrarios, Ilegb a Tartessos, regresando cargada de plata ; pero la primera fecha griega no se separa sustancialmente de la indicada.

Los griegos debieron pensar en las Baleares: pero se les adelan- taron los cartagineses, los cuales, ante las dificultades de conquistar Mallorca y Menorca, por la oposición de sus pobladores, derivaron

hacia Ibiza, de conquista más fácil por lo despoblada o desierta que debiera estar. Por otro lado, era un buen punto de apoyo para el do- minio del Mediterráneo Occidental, complementado con Sicilia2 Cer- deíía, Cádiz, y demás colonias fenicias del Sur que pasan a sus

manos. No es aún el momento del pleno dominio en España de Cartago,

pero es la potencia más fuerte de las que pisan nuestro suelo, aprovechando esa fuerza para la recluta más Q menos forzosa de mer-

cenarios españoles, que entraron, desde los alrededores del aÍio 600, a formar parte de SLI ejército. Lucharon también nuestros hombres 21 lado de los griegos, pero en menor número y con menor regufa-

ridad. No e-; en realidad un ejlército espafíol el que combate, pero sí

son espalloles bajo mandos púnicos los que luchan por primera vez

fuera de su Patria en Sicilia, Cerdeña, Italia y T,ibia. Y bajo man- dos griegos en 10s mismos escenarios.

Taos mercenarios españoles constituían, además, el núcleo más f!lerte de las guarniciones en Libia y en la propia Cartago. Esto se comprende fácilmente por la poca confianza que inspiraban a sus

señores y dueños accidentales para mantenerlos en su Patria ; y por iguales razones, las guarniciones cartaginesas en. España eran ex-

tranjeras, libias principalmente, aunque tanto en su caso como en

otro encuadraban un pequeño número de tropas auxiliares del mis- mo país, aprovechando la rivalidad y fraccionamiento de los pue- blos y tribus indfgenas.

Cartago reclutaba sus tropas en Espaíía por medio de levas, en principio totalmente voluntarias, nutriéndose de las bandas que se formaban en el país y que por su miserable condición de vida

20 JULIO BALRíä DELOR

veían en eI alistamiento casi una liberación. Se les ofrecía y pagaba

una prima inicial de enganche, un sueldo y una parte del botín Una

vez efectuada la recluta se les llevaba a Cartago, donde recibían su equipo y armamento y se les instruía 3’ adiestraba durante un largo

período -dos ~0 tres años- antes de salir a campaña.

El sistema de encuadramiento, mandos y organización, estaba cal-

cado de los griegos, y en los ascensos, por elección igualmente que

aquéllos, se podía llegar a obtener los mandos superiores desde sim- ple soldado, según las aptitudes demostradas. tanto en el periodo de instrucción como en los combates.

La recluta de mercenarios comenzó poco despu& de la funda- ción y conquista de Ibiza por los cartagineses, y a sus órdenes los españoles dominaron Cerdeña. Esto parece probado, así como que

tuvo lugar antes del aí?o 500, por los restos e inscripciones en-

contrados.

Otros grupos -también de cartagineses con mercenarios ibe- ros- derivaron hacia Sicilia, que casi al mismo tiempo era objeto de

emigraciones griegas. La isla, en los alrededores del año 500, era

prácticamente una provincia helénica con algunas colonias carta-

ginesas al Oeste, que éstos deseaban ampliar.

La importancia que concedían los cartagineses a Sicilia, tanto para utilizarla como base de su imperio en el Mediterkneo, como por la belleza y riqueza de sus tierras, lo demostraba el hecho de haber

enviado a ella al que pudikramos llamar Presidente de la República.

Era éste el Sufeta, Amílcar, Presidente del Senado o primer magis- trado de la nación, aunque compartía el cargo con otro de su mis-

ma categoría. Autoridad civil, ejercía en tiempo de guerra el man- do del ejército, y al frente de este --en el que formaba la primera leva importante hecha en España del modo ya indicado-, desembar- có en Sicilia en el año 480. El desembarco fue en Panormos --Paler-

mo de hoy-, y al pretender avanzar hacia el Este en dirección a

Himera, situada como Palermo en la misma costa Xorte de Sicilia,

sufrió una sangrienta derrota con muerte de su caudillo --éste pri-

mer Amílcar-, vencido por Gelón, de Siracusa, que había acudido en auxilio de Himera. Es la primera guerra greco-púnica y posible- mente la primera actuación como ejército regular de 10s españoles,

aun cuando fuese encuadrado en otras tropas.

Los cartagineses ge repliegan al Oeste de la isla, donde mantienen sus colonias y guarniciones, y a continuación hay un período de paz

que dura setenta años, durante el cual los mercenarios iberos que ha- bían quedado en la isla luchan en Grecia a sueldo de Atenas.

Roma era entonces una potencia joven, que se limitaba a contem- plar, sin intervenir en las luchas entre griegos y cartagineses, y liga-

da a éstos por un tratado que Polibio da como concertado el año 509, transcribiendo integro su texto.

Libres, por lo tanto, de mayores preocupaciones, los cartagine- ses deciden una nueva intervención en Sicilia, que además de su con-

quista vengase e! desastre de I-limera. Esto da origen a la segunda guerra greco-púnica.

Un Aníbal -el primero que conocemos, nieto de aquel otro primer Amílcar, derrotado y muerto en Himera, setenta anos antes-,

fue el encargado por el Senado cartaginés de preparar el Ejército. El plan seguido fue el mismo de antes : recluta cn Espaîía de mercenarios -aparte de los de Libia y otras regiones- e instruc-

ción y entrenamiento en Cartago. Comenzó la ofensiva en el año 409 y se tomaron sucesivamente Selinús, Himera, Akragas, bela,

Kamarina y finalmente Siracusa. La campaña comenzada por Aníbal quedó terminada por su sobrino Himilcoa. Las primeras victori& cartaginesas fueron muy claras. En Siracusa, en cambio, por ha- berse llegado a una situación de desgaste muy grande, se ajuse

una paz que permitió continuase al frente de la ciudad un estratega, el cual desempeñó un papel muy importante’ en la tercera guerra greco-puníca : el tirano Dionisio.

La segunda guerra greco-púnica terminó alrededor del año 494,

dominando Cartago la mitad occidental de Sicilia, donde dejó guar: nicioees, y Dionisio y sus aliados la mitad oriental, embarcando lue- go Himikon para la metrópoli. Situación muy x&loga a la deí final

de la primera guerra.

La tercera guerra fue promovida por Dionisio. que deseaba li- berar y dominar toda la isla. El asalto y destrucción de algunas guar-

niciones cartaginesas, determinaron al Senado a intervenir por ter- cer vez, enviando de nuevo a Himilcon, tras las mismas levas de

‘nuestros soldados y la misma instrucción en Cartago de las dos

anteriores. Como la situación en la isla era también la misma -Oeste, Cartago ; Este, Dionisio-, el avance cartaginés llevó también la misma dirección, y aun cuando en su marcha obtuvieron algunas ven-

Tajas, se estrel!aron contra Siracusn, teniendo que ajustar la paz. Hay que señalar aqui un hecho de nuestros mercenarios: lucharon muy bien, y aunque vencidos, fueron realmente abandonados por los car-

mgineses, que embarcaron de nuevo para Africa al mando de Himil-

con. Se aliaron entonces co11 Dionisio, que 110 sólo 10s tomó a SU

servicio, sino que incluso 10s cedió -también como mercenarios

y por un tiempo limitado--- a Esparta, luchando en el Peioponeso. Algunos nuevos intentos cartagineses de reconquistar totalmente

a Sicilia no tuvieron éxito, decidiéndose entonces hacer un segundo

pacto con Roma, en el año 3-LS, que Polibio transcribe tamb& ín- tegramente. Hubo un nuevo desembarco cartaginés, siempre refor-

zado con españoles, y aunque sufrieron dos fuertes derrotas en el río Krimisos y en el monte Ekonomon, ni se pudo der’inir el final de

la guerra ni se modificó !a situación general, que siguió siendo do-

minio de Cartago en el Oeste y de los griegos y siracusanos en el

Este, sin que ni unos ni otros pisaran con firmeza más territorio que el suyo.

así, partida de hecho la Isla en dos y tras un período de relativa paz -del 3lI al 2fi-I a. de J. C.-, la nueva potencia, Roma, que

no se conformaba con el dominio cartaginés ni aún parcial en Sicilia,

ni con el que pretendían fuese total en Cerdeña, prepara su entrada en acción, que va a determinar la primera guerra pímica y, como in- mediata consecuencia para nosotros, el pleno dominio cartaginés en

Espana,

Estas primeras actuaciones de nuestros soldados :on no sólo las menos conocidas, sino aún las tomadas durante mucho tiempo como

casi legendarias. Veamos a Almirante en su Bosoldejo de lo Historiu Militar de España: «Sobre los primeros establecimientos de Carta- go en España reina tan densa oscuridad como sobre los fenicios.

Hacia el año 501) a. cle J. C. se menciona un sitio de C&diz: donde, con la autoridad de Vitrubio, se supone usado por primera vez el

ariete por el tirio Pephasmenon. Hacia cl ,41-I;< sacaban levas entre

las tribus espafíolas para sus guerras de Sicilia. Estas tropas auxilia- res dan el asalto a Selinonte y operan en el sitio de Agrigento ; pero realmente se vaga entre fábulas y conjeturas hasta XMI anos antes

de J .Y., en que, cori er desembarco de los Barca en Andalucía, comienza verdaderamente la existencia histórica de la España car-

‘eaginesa» .

-4 pesar de ésto, el gran escritor militar preveía que los grandes científicos no iban a quedar cruzados de brazos, y dar como un cuen- $0 fantástico toda !a España anterior a IAmílcar Barca. Lo demuestra

otro párrafo de su Bosquejo : «Van tomando tal vuelo las inves- tigaciones geológicas. arqueológicas y etnológicas sobre el origen de

Falcata de hierro encontrada en Almcdinilla (Córdoba) y conservada en el

Museo AryueolOgico Nacional de Madrid. Dado lo perfecto de la cabeza del

animal y del dibujo de la empufiadura, puede pensarse que pertenece a la

fase avanzada de la segunda Edad del JIierro, y siempre con un poco de

reserva, por si ese dihtljo fuera alguna modificaci6n posterior.

LÁMINA Iv

: . I :

Falcata de hierro con adornos tambien muy perfecciona-

dos en la empuñadura, hallada igualmente en la necró-

polis de Almedinilla y conservada en el Museo Arqueolú-

gico Nacional. Aquí ia empuííadura está completa, a

diferencia de la anterior.

ias razas y de los pueblos, que ya constituyen hoy rama indepak- diente y frondosa del árbol de la ciencia, con eí nombre de Prehisto- ria o .Protohistoria». El «hoy» de Almirante es de háce setenta años .y hace suponer que en la continua búsqueda de datos para una tarea

.revisirmista, se liegará a Emites insospechados.

Los escritores civiles rehuyen siempre que pued\tn el llegar a con- ,clusiones definitiua3. Y hacen bien, pues se evitan errores muy gra-

bes a veces. Todos sabemos que un historiador de la categoría del Padre Mariana, hizo venir a Espaíía a los grieg;?s a!-ks que a 10s

fenicios. \i‘ no hablemos ya de la serie de reyes fabulosos, que se- gún él nos gobernaron antes de la llegada de griegos y púnicos: 10s Geriones, Hispalo, Hespero, _4tlas, Caco, Palatuo, etc., iniciado-

*es, cn su opinión, de los primeros balbuceos de la organización mi- IItar, y que forman los primeros almacenes de armas ofensivas y de- fensivas.

Pero de eso a eliminar por completo todo lo anterior al siglo III

hay su diferencia. Tomemos algo de Ballesteros en su Hktoria de

Españcl : ((Campo restringido, incierto y objeto de continuos desde-

ñes por parte de los historiadores sesudos, fue la Prehistoria hace algunos años. Eruditos tan concienzudos como don Marcelino Me- néndez y Pelayo plegaban sus labios con una sonrisa de incredulidad cuando de epocas prehistóricas se trataba, y en cambio hoy, el cau- dal de conocimientos de esta disciplina aumenta de día en día, y

es tal el cúmulo de investiga&ones y la abrumadora bibliografía, sue

constituye uno de los palenques de mayor actividad científica, vol- viendo de su acuerdo aquellos mismos que dudaban con ge& es-

ciptico de las enseñanzas prehistk-icas)). Palabras que, como Se ve, son en el fondo idénticas a las de Almirante.

<Y militarmente ? No se puede permanecer ajeno a estas cues-

tiones que tan directamente nos afectan, aunque se evolucione con los años y se rectifique toda las veces que sea preciso. Los tiempos an-

‘Leriores a Amílcar y Aníbal, oscuros, imprecisos, mitad fantasia, mi- 9ad leyenda, se van aclarando con las ‘investigacicines arqueológicas,

con el descifrado y traducción de inscripciones, y con la confronta y contraste de los textos clásicos, y ya no hay ràzóti para que no for- -men un primer capítulo de nuestra Historia Militar, susceptible de

modificar, ampliar y aclarar si las circunstancias lo exigen. La que no puede hacerse es conformarse con los re’atos vagos,,

‘ingenuos e infantiles de los historiad0re.s del siglo pasado y princi- pios del actual, que limitan el examen de estos tiempos a una tenue

24 JULIO BALBh DELOR

pincelada abstracta y confusa, pero además con pretensiones de ira- conmovible.

Y así vemos que escritores esclusivamente miiitares, como Bara- do y Clonard, y de los que suelen tomarse las primeras notas y aco- taciones cuando se inician trabajos de esta índole, no nos dan ni una sola idea concreta sobre el particular, exponiendo los hechos sin orden ni método.

Si examinamos los primeros tomos de sus obras, vemos que lo parecido de las exposiciones que ambos realizan de la milicia prerroma- na, hace pensar en un mismo ritmo, un mismo pensamiento y unas mismas fuentes tomadas en la misma dirección y, por consiguiente, con los mismos fallos y omisiones. En ambos, de las actuaciones de los mercenarios españoles en las guerras greco-púnicas, no se hace la menor alusión.

Y hubo, sin embargo, en ellas unas formaciones regulares, que actuaban como un ejército normal, aunque fuese utilizando los mol- des griegos y bajo mandos cartagineses.

Estos reforzaron todas sus formaciones, además, con los honde- ros baleares, que constituían normalmente la décima parte de stt Ejército.

v. 1. ,A PLENA DOMINACIÓN CARTAGINESA

Primera Guerra P4nica. Awdlrar Barca.

Tuvo lugar esta guerra del 264 al 2-11 a. de J’. C. y en ella se en- frentaron por primera vez cartagineses y ramanos. Sicilia fue el tea- tro de operaciones y la causa del litigio, pretendiendo los contendien- tes asegurarse el dominio del Mediterráneo central.

Terminó, como es sabido, con su conquista total por tos roma- nos, que impusieron a los púnicos un duro tratado de paz, Durante ella volvieron a actuar las falanges ibéricas encuadradas en el Ejér- $9 cartaginés, lo mismo que en las tres guerras anteriores, y poe ello :tiene et mismo interés militar, ya que Cartago seguía contando $n-España con su arsenal de hombres, hasta en?onces con legalidad .i derechos plenamente reconocidos en los dos tratados de paz ajus- tados con los romanos en los años 509 y 348.

Roma es la primera en intervenir con los conocidos pretextos de resolver las disputas. y luchas de las ciudades del estrecho, Reggio p ,$essina, de las *que termina apoderándose.

NOTAS L’hEA LA HISTOHI.\ MILIWR DE LA ESPAiiA YRERROYANA 25

Y es en este momento -263 anos a. de J. C.-, cuando Carfa- go se decide también a intervenir seriamente, siendo la primera ac- ción de guerra en la ciudad de Akragas, sitiada por los romanos, defendida por un Aníbal y en cuyo socorro acude Hannón con su ejército de 50.000 infantes, 6.000 jinetes y 60 elefantes, ejército que , sufre una fuerte derrota, aunque Aníbal puede evacuar la plaza. «No sabemos --dice García Bellido-, ni el papel ni el número de vícti- mas que en esta desgraciada acción cupo a los iberos. Pero debió ser importante, pues sus contingentes eran también los más nu- merosos».

Despu& de la conquista de Akragas, los roma.nos hacen una pausa en Sicilia y deciden atacar a los cartagineses en sus dominios de Afri- ca, donde nuevamente los mercenarios españoles, a las órdenes de Amílcar, detienen su avance y les hacen regresar a Sicilia,

Aquí inician una serie de acciones victoriosas, y solo la buena de- fensa de los españoles de una posición clave -el monte Heirkte- detiene algún tiempo la total conquista de la isla, que tiene lugar al lograr los romanos el pleno dominio del mar, cuando una escua- dra deshace a la cartaginesa, quedando totalmente aisladas las fuerzas de Sicilia, que resistían al mando de 1PLmílcar *Barca, el con- quistador de Espaíía, y a quien se le había entregado cuando ya la causa cartaginesa estaba perdida.

Cartago se vio obligado a pedir la paz, y al ejercito de Amílcar le fue permitido pasar a Africa el año 242.

Este ejército, compuesto de 20.060 hombres, de ellos un cincuen- ta por ciento de españoles. se sublevó en Africa, tanto por estar amar- gados y desmoralizados por sus derrotas en Sicilia, como por de- bérseles una parte de sus sueldos, y favorecidos por el deseo, siem- pre latente, de independencia de los libios. La sublevación duró $res anos -242 ;t 239-- y fue liquidada por Amílcar con terribles cas- tigos.

Esta rebeldía tuvo repercusiones en España, donde se inició otro levantamiento militar contra Cartago, que determmó al Senado car- taginés a enviar a Amílcar Barca con un -cuádruple objetivo: cas- tigar la sublevación ; constituir una base de operaciones militares que sustituyera a las perdidas en Cerdeíía, Córcega y Sicilia ; apro- vechar sus naturales riquezas ; y, finalmente, repetir la recluta de grandes contingentes de mercenarios.

Amilcar desembarcó en Gadir en el afro 237, y con él van su yer-

26 JOLl BALE& DELOK

no Asdrúbal y su hijo Aníbal, que forman la conocida trilogia de

caudillos cartagineses en Espafia. * A Amílcar le hace frente el primer Ejkrcito espaííol de que se tiene

Q noticia, luchando como tal y con alguna organización. Sus generales -así pueden considerarse a sus jefes Indortes e Istolacio- ~011 de-

rrotados y muertos, con lo que Amílcar no sólo se hace dueño de toda la cuenca del Guadalquivir, sino que puede alistar a sus directas -órdenes 3.W prisioneros -su primera leva-, que seguidamente

refuerza con otros. Su mando en España duró nueve años, y en ese tiempo conquis-

tó ciudades por las armas, se atrajo a otras y fundó algunas, como

Akra Leuka, próxima a Alicante. De ella parti para el sitio de

Nelike, tal vez Elche, donde ocurri8 FU muerte en el Z3 y donde tuvo lugar la acción, fantástica o real, de los bueyes tirando de carre- tas encendidas, estratagema atribuída al rey Orissón~ caudillo de los

5retanos. 2 Cuál fue durante la conquista de Amílcar el estado y situación

del Ejército español? Podemos considerarlo bajo tres aspectos. El primero, el Ejército de Africa. Eran los restos de los merce-

narios de Sicilia, sublevados y vencidos por Amílcar y duramente castigados, que ya no eran muchos, tal vez menos de diez mil.

El segundo, el Ejercito de España, formado por indigenas en fo-

tal rebeldía contra Amílcar. Con sus dos principales caudillos Indor- tes e Istolacio, llegó a reunir este ejército 50.000 hombres, teniendo

un cierto sentido de la organización y de la táctica, inspirado, como todo lo de esta época, en los principios griegos. Combatió duramente y su lucha duró prActicamente los nueve años del mando de Amílcar,

El tercero, es el Ejército peninsular, que poco a poco va pasando a engrosar las falanges cartaginesas, sometido, capturado o ganado

%>or la persuasión. Todo este período de nueve aiíos, es el primero verdaderamente im-

portante de la historia militar española en nuestro suelo, ya que las õtras acciones tuvieron lugar fuera de EspaGa.

Asdrúbal sucedió a su suegro Amílcar en el mando y gobierno de España, por un período análogo, del 228 al 221,

Sú primera preocupación fue reforzar y engrosar su ejército. F0r-

SOTAS P.YRh LA HISTORIA MILITAR DE LA ESPAÑA PBERROWU-?h 27

mado en kpoca de Amílcar por africanos e iberos, amplió ambas ba- ses y llegó a tener 50.000 infantes, 6.000 jinetes y OO elefantes. Ademk de esa reorganización, hay en su mando otros dos puntos de inter& militar : la fundación de Cartagena, y el tratado con Roma en 4 año 226, llamado tratado del Ebro.

ILa elección del lugar para la fundaci8n de Cartagena lo consi- dera García Bellido como genial : por la amplia y segura bahfa, k riqueza en plata de sus alrededores.. su proximidad a las costas dei Norte de Africa, su emplazamiento dentro de los límites de los tra- tados con Roma? la riqueza salina de sus playas cercanas, y, en fin, los amplios campos de esparto : fueron -dice-- otros tantos motivos ;ibara constatar el alto sentido político, militar y diplomatico de AS- drúbal.

Por el tratado del año 226 quedó acordado que los púnicos no pasaran del Ebro: y fue una evidente concesión de Roma, que re- conocía sus pasadas conquistas, incluso en la parte costera de Car- tagena al Ebro, fuera de la influencia cartaginesa en el tratado del 348.

La situacitn del Ejército espalíol era sensiblemente igual al de Éa época de Amílcar : una parte encuadrada en el ejército regu’ar cartagim& los restos que pudieron quedar en Africa de los merce- narios de Sicilia, y las tribus indígenas del Centro, Norte y Noroeste, que no reco$ocían ninguna dominación.

Pese a la política hábil? inteligente y humana de Asdrúbal. su fin &et como se sabe> violento, ya que pereció asesinado por el esclavo de un jefe españolt víctima anterior de la justicia de aquél.

Aníbal, hijo de Amílcar, sucedió a Asdrúbal, y su elección fue hecha cle un modo espontáneo y sincero por la mayoría de sus sol- dados, y confirmada por el Senado cartaginks el año 221.

Aníbal atendió primero a dominar el Centro de la Península, lo que r-calizo en los veranos del 221 y 220 ; conquistando el primeyo Ta zona entre el Tajo y el Guadiana y el segundo la situada entre eí Tajo y el Duero, llegando hasta Salamanca y regresando a invernar et Cartagena.

Después dirigió sus miras a Sagunto, punto oscuro del tratado del Ebro por su situación al sur del río. conquistándolo en el oto& del año 219, tras la heroica lucha de todos conocida.

Una vez vencida Sagunto, Aníbal reorganiza el ejército sobre la base del de Asdritbal ; hace en primer lugar un cambio de guarniciones- --africanas a Espatla y españolas a Africa- moviendo así quince mií

28 JL?LIO BALBiN DELOP

hombres entre infantes y jinetes, deja a su hermano Asdrúbal al fren- te de los asuntos de España; y él con una escuadra y un ejército de noventa mil infantes y doce mil jinetes pasa el Ebro, emprendiendo ‘su famosa marcha hacia Italia.

En el número inicial, de cien mil hombres, había un tercio de pen- insulares, sufriéndose antes de llegar a Italia reducciones impor- tantísimas, que acusaron también las tropas españolas. Estas reduc- ciones tuvieron lugar a lo largo de la marcha, en la que se cruzo el Ebro, pasáronse los Pirineos, atravesóse el Ródano y salvaronse los Alpes, y se explican tanto por los contingentes que tenía que ir dejando Aníbal en las guarniciones, como por las deserciones y li- cenciamientos.

No hay acuerdo completo en Polibio y Tito Livio sobre el nú- mero de hombres que llegaron con Aníbal a las llanuras del Po. Polibio dice: «El cuerpo de tropas que le había quedado Calvo: se reducía a doce mil infantes africanos, ocho mil esparioles y seis mil caballos, como 41 mismo testifica en una columna hallada en Lacinia, descri- biendo el número de su gente». Pero Tito Livio indica otras cifras e incluso otra composición, al incluir a franceses e iraliauos de esta manera : «Y no se puede saber de cierto cuanta gente tenía Arriba1 cuando fue pasado a Italia, porque los escritores son en ello diver- sos, y los que ponen más, escriben que tenía cien mil hombres de pie y veinte mil de caballo, y los que ponen menos dicen que tenía mil peones y seis mil caballos. Y Lxcio Limo me movería a le creer, él es- cribe de si que fué, preso por Aníbal, si no confundiese el cuento aña- diendo los franceses y ligurianos. Y con estos escribe que .4níbal pasó en Italia ochenta mil peones y diez mil caballeros».

Pero a efectos nuestros basta saber que se mantiene la proporcion de un tercio de españoles, tanto durante la marcha como en las cono- cidísimas batallas de Trebia, Tessino, Trasimeno y Can::as. S<;fo puc.- de haber duda de la intervención española en la del Tessino, por no ser mencionada directamente, pero la cita CS expresa, tanto en las otras tres como en las acciones parciales que siguieron a Can- nas, hasta que Aníbal embarco para XCrica.

Un momento de importancia en la march; de Aníbal del Ebro al Pó, a fines de encuadramiento de nue-itrtx soldados, es el cruce del Ródano. Roma, bien que conociese ~1 paso del Ebro por Aníbal, o bien que lo presintiese. determinó enviar un ejercito a España, al

,mando de los hermanos Publio y Cneo ScipGn, que atacase la reta- guardia cartaginesa. Este ejército hace un alto en el Ródano para

I

XOTAS PAltA LA RCSTORIA MILITAR DE LA ESPAÑA PRERROMANA 29

dar la batalla a Aníbal en este río, pero sólo tiene lugar una lu- cha pequeña de dos partidas contrarias, tomando entonces los ‘dos hermanos caminos opuestos. Publio hacia Italia y Cneo a España, = on cuyo desembarco en Ampurias comienza la romanización de nues- tro ejkcito. Esta tiene lugar, como es logico, primeramente en la xona 73x-o-Pirineos, aunque no en su totalidad, pues algunas tribus se mantienen fieles a los cartagineses,

Polihio y Tito ILivio coinciden ahora en lo esencial, Polibio lo dice en esta forma : ((Durante este tiempo -invierno 219-21& 67. Cornelio, a quien su hermano Publio había dejado al mando de las fuerzas navales, haciéndose a la vela con toda la escuadra des- de las bocas del Ródano, aportó a aquella parte de España llamada Emporio. -2llí echando pie a ‘tierra sus tropas puso sitio a todos los pueblos marítimos hasta el Ebro, que rehusaron obedecerle y recibió con agasajo a los que de voluntad se entregaron, pero cuidando en 10 posible sue no se les hiciese extorsión alguna. Luego que hubo ase- gurado estas conquistas penetro tierra adentro con su ejército, ya notabIemente engrosado con espaííoles. Apenas supo Asdrúbal 10 sucedido, pasó el Ebro y vino prontam.ente al socorro ; toma de SU

ejkcito ocho mií infantes y mil caballos, sorprende estas tropas (ro- manas) dispersas por aquello s campos, mata a muchos y precisa los restantes a refugiarse a sus navíos. Después de lo cual, vuelve a pasar el Ebro y sentado su cua.rtel de invierno en Cartagena, entrega todo su cuidado a los pseparativos y defensa del país de parte de acá del Ebro. Scipión vuelto a la escuadra, castigó a los autores de este descuido segt’m la disciplina romana ; y hecho después un cuerpo de las tropas terrestre y navales, marchó a invernar a Tarragona». Y Tito Tivio trata del asunto así : ((Entretanto que estas cosas se hacían en ltülia (batallas del Trebia y Trasimeno), fué enviado Cneo Sci- pión en Espana con una armada y un ejército. Y partiendo de la en- trada del Ródano y saliendo cerca de los Montes Pirineos PUSO SU,

Rueste en tierra. Y comenzando desde los pueblos Lacetanos hasta el río Ebro, renovó !as amistades y procuró otras de nuevo, tra- yéndolas todas al señorío de los romanos. Y acrescentando su fama, no sólo hallo gracia en los pueblos marítimos: más aún en los que estaban mediterráneos entre las montañas y otras gentes más fe- roces. Y no sO10 hizo paz con ellas,’ más aún ganó amistad de armas y éstos ordenaron algunas capitanías de su gente para ayudar a 10s romanos,>.

Según se ve, ambos relatos concuerdan, e igualmente las descrip-

ciones que continúan.

Como consecuencia, en esta primera parte de la campalia romaw &e termina en el Ebro, tiene nuestro ejército una rama más, la afecta

a Roma. Pero no toda la parte de nuestra Peninsula entre el Ebro y las Pirineos es romana. Aunque de Tito Livio y Poíibio se despreta-

de que si, y que a lo sumo sólo puedan quedar algunas tribus y co-

marcas aisladas sujetas aún al imperio cartaginks, otros opinan que fa situación de Cneo Scipión no era muy clara ni muy firme, y que únicamente va a consolidarse cuando el Senado Romano, a raiz de

la derrota del Tessino, ordena a Publio Scipión que vaya a reunirse con su hermano y juntos ambos emprendan la conquista formal de toda la Península, destrocen los ejércitos cartagineses, encuadren

bajo las banderas de Roma a todas las tribus espa5olas y, sobre todo, y como objetivo principal, impidan a toda costa que el ejército de As-

drúbal pueda reagruparse al Sur del Ebro y pase a Italia en ayuda de su hermano Aníbal.

En esta primera parte de ia conquista romana pueden no estar cla-

ros los detalles, y sobre todo el número de españoles que se enfren- bban en ambos ejércitos, cartaginés y romano ; menos aún el de los

españoles independientes. Y en cuanto a sus formaciones y modo de combatir, lo acertado es suponer que los españoles independientes y los encuadrados en el ejkrcito cartaginés funcionabañ al es& grie-

go, y los del ejército romano bajo las formas nuevas. Falange contra Legión una vez más.

La fantasía, la invención, 0 simplemente la exageración, si se quie-

re, de Polibio y Livio, es en el número de acciones guerreras. en su extensión y en su importancia, pero no en la idea de conjunto, que en resumen es la siguiente :

Q) Desembarco de Cneo Scipión en Ampurias y comienzo del en- cuadramiento de los españoles en el ejército romano. Quedan tribus

afectas a los cartagineses y tribus independientes. Esto al Norte del Ebro. En el Sur sigue el dominio cartaginés y los rebeldes. El Ejército

español tiene, pues; tres ramas al Norte del Ebro y dos al Sur. Hay una cuarta que es la que sigue formando parte del ejército de Aníbal

en Italia. Y no hay inconveniente en señalar una quinta, en las gua&. eiones próximas a Cartago en el Norte de Africa.

b) Publio Cornelio Scipión desembarca también en Ampurias, se une a su hermano y refuerzan juntos la conquista y romanización del

Norte del Ebro; preparando el paso de este río.

~,.:: ,_ / : ‘:~ r

LÁMINA V .

Dos vainas de espada corta y media hoja de espada; observAndose lo curioso :de ‘las conteras de las vainas. Halladas en Miraveche J’ conservadas en el Museo de Burgos; pertenecen a la segunda Edad del Hierro y son privativas de la cultura celtibbrica

de la Meseta.

Casco de plata encontrado en Caudete de las Fuentes (Castellh) y conservado en el

Instituto de Valencia de Don Juan. Está adornado con una representación de cuernos,

cuya iniciacibn se ve claramente. Aunque no se descarte la hipótesis de que su

fabricacih tuviera lugar en la Península durante la primera Edad del Hierro, 10 más

probable es que proceda de cualquier transacción comercial.

SOTAS PARA LA HISl,ORIA MILITAR 1X LA ESPAÑA I’RERROXA&~ 3%

c) Paso del Ebro, conquista de las zonas cercanas y aproxima- ciSn a Sagunto.

d) Comienza el encuadramiento de los espa8oles del Sur del

Ebro en los ejércitos romanos. Con más rapidez a partir de la re- conquista úe Sagunto -año 21& llegando a su máximo el 214.

e) Reorganización de cartagineses y romanos, que perfilan tres

ejkcitos por bando. Los cartagineses con Asdrúbal, otro Asdrúbal

hijo de Gisgon, y Magon. Los romanos con dos reunidos, al mando de Publio, y otro al mando de Cneo. LS masa principal de estos seis ejércitos eran españoles, aunque los cartagineses habían recibido también importantes refuerzos de Africa, entre ellos el de Masinisa

con su caballería númida. f) Derrota y muerte de los Scipiones, volviendo los romanos

a pasar el Eb ro para mantenerse en la zona costera de Cataluña, donde reorganizan sus tropas.

,o) Llegada, también a _4mpurias, de Publio Cornelio Scipión, tras unos momentos difíciles para Roma, encuadramiento definitivo

en su ejército de los auxiliares españoles del Norte del Ebro, y se- gundo paso del río. Al Sur seguían los tres ejércitos cartagineses ven-

cedores de Publio y Cneo, situados ---según Polibio-, uno en Cádiz,

otro en el Tajo, y otro en ((cierta ciudad de Carpetania». Además había una fuerte guarnición en Cartagena, primer objetivo impor- tante de Scipión, que la conquista en el afro 2Q9.

Iz) Conquistada Cartagena, hay una fase importante para los es-, palioles : el comienzo de su encuadramiento definitivo con los ro-

manos. Scipión aprovecha muy bien el momento y, además de re- forzarse con nuestros soldados, se preocupa de enviar voluntarios iberos n Italia.

Una Tez reorganizado su ejército peninsular y aumentada nota- blemente su fuerza con las tribus espaííolas -principaImente con las tres jefes iberos de más categoría y prestigio, Indívil, Mandonio y Edecon--, marcha decididamente contra los tres ejércitos cartagi- neses que aUn quedaban. y vence a Asdrúbal en Becula -proximidades de Rail&-, en el aîio 208, más probablemente que en el 209. Esta batalla, aun perdida por XsdrúbaI, le da margen para reagrupar sus tropas y emprender Ia marcha a Italia, atravesando 10s Pirineos por

su parte occidental, con un ejército formado en su mayor parte por espaGoles, aunque después fue reforzado por galos y ligures Es el ejército que no pudo unirse con Aníbal, y fue derrotado en el Me- ?auro, en el año 207. Batalla en que combatieron españoles en los

32

dos lados ; en el carta&&, los de Asdrúbal, y en el romano los que habían sido enviados por Scipión a raíz de la toma de Car- tagena .

i) Desaparecido Asdrúbal de la escena española, sólo quedan aqui los otros dos ejércitos cartagineses, del otro Asdrúbal y Magon. Sci- pión emprende una acción decisiva en el año 207, que culmina con

la batalla de Ilipa, seguida de otros combates, ya todos favorables a Roma. Los cartagineses se van arrinconando hacia Cádiz, perdien- do continuamente terreno y también sus tropas españolas, que pasan al bando romano. No todas, pues varias tribus nuestras se mantie- nen independientes y son las que durante muchos anos van a lu- char contra sus nuevos dominadores. Pero, en síntesis, al finalizar el año 206, la mayor parte del ejército español, en la Península, estaba a las órdenes de Scipión, y otras dos fracciones más pequenas se

encontraban, una al lado carta&& en Cádiz, y otra independiente. En Italia seguían los mercenarios españoles junto a Aníbal, ya

a punto de pasar a Africa, y también al lado romano íos vencedores del Metauro.

Finaliza la fase cartaginesa.

VI. ~RESUMF,N DE LA ESPAÑA MILITAR PRERROMANA Y ALGUNAS NOTAS

ACLARATORIAS

Con anterioridad a la llegada de Amílcar Barca no podemos ha- blar de una España totalmente cartaginesa, pero sí de una gran in- fluencia púnica que, tiene además bases militares. Muy firmes al- gunas de ellas, como Ibiza,. plenamente suya desde el aíío 654, y todas con la suficiente fuerza para iniciar sus levas de mercenarios.

Pero ni aún forzando mucho la fantasía, podría hablarse de una división de España en distritos o territorios militares. Tampoco ha- bis una división política, pues el primer paso en ese sentido lo dio Roma bastante después, con las dos conocidas provincias de Citerior y Ulterior.

,Existía, pues, solamente la también muy conocida divisií>n de Es- paña en Iberos (Sur, Este), Celtas (Norte, Oeste) y Celtíberos (Cen- tro), y la subdivisión en tribus, que no dominaban un territorio per- fectamente definido.

Sobre cuáles eran estas tribus o pueblos, siguen manteniéndose las teorias de Estrabón y Diodoro. que indicaban para los Iberos los

XOT.\S I’.\RA LA RïSTORI.\ 31 I LIT.\R 1115 LA l:Sl>.\NA I’RERROBIASA 33

pueblos Turdetanos, Bártulos, Beturios, Bastetanos, Contestanos, Ede-

t-anos, Cosetanos, Indígetes, Lacetanos e Ilergetes ; para los Celtas los Cántabros, Astures, Bastones, Galaicos y Lusitanos ; y para los

Celtíberos, la raza mixta del Centro, los Arevacos, Pelendones, Vac-. ceos, Carpetanos, Oretanos y Berones.

Ni eran solas, ni estaban todas encuadradas en los límites que co-

múnmente se les asigna. Y así se confundían los Arevacos con los Pe- lendones, unos suponen que los lusitanos son celtas, y otros que ibe- ros corridos al Oeste, etc. La cuestión no es del caso y lo que sí puede afirmarse es que las tribus no tenían la suficiente ligazón

como para formar un Estado unido y menos aún una división mi- litas.

Ahora bien, en sus luchas internas con otras tribus, y en las ha-

bidas con sus invasores, iban dibujándose unas formas y tendencias inspiradas todas en las formaciones de Grecia. LOS haces o catervas de seis mil hombres no son otra cosa que falanges? con alguna mo-

dificación. T,a dominación cartaginesa afectó de lleno a las costas meridio-

nales y orientales, no profundizándose hacia el interior hasta los tiempos de Amílcar y de Aníbal, sobre todo, pero regresando siem- pre después de efectuada la recluta, la conquista o, simplemente, el castigo o represalia, a sus bases de la costa. y más concretamente a

Cartagena. No hablemos, por lo tanto, de una división militar propiamente di-

cha, pero sí -durante todo este‘período de 500 ó 600 a. de J’. C. al %B- de la idea de una Espaíía Ibera, una Espaíía Celta y una Es- paña Celtíbera, que con sus subdivisiones en tribus forman sus di- versos contingentes armados, nutriendo, sobre todo los iberos, el ejército de Cartago

La división en armas combatientes puede estar más clara, prin-

cipalmente en los mercenarios. Forman ei ejercito cartaginés las dos armas clásicas ; $‘nfantetia

y Caballería. 13ay un tercer elemento, los elefantes, y un cuarto, los arietes y demás máquinas de guerra. T,os mercenarios españoles ti-

guran sólo en las dos primeras. T,a Infantería era pesada y ligera, determinado esto por las ca-

racterísticas de las armas. Su equivalencia griega eran los Oplifas y Peltastas. El otro tipo de infantería griega, mas ligera aún, los Psi- litas, tenían también su representación, m«y clásica y muy espaííola,

en los honclerOs y flecheros, reclutados principalmente en Baleares.

34 JULIO B.\LBIX DELO12

La Caballería, simplificaba un poco la griega y era también pe- sada y ligera, de acuerdo con el armamento : lanzas y espadas, en la primera, y dardos, arcos y hondas, en la segunda. Los eapaCíoles for- maban con distinto carácter en ambas armas, pues mientras en in-, fantería constituían el nMeo más fuerte de la ligera, en cambio, en caballería estaban cn su mayor parte encuadrados en la pesada.

En cuanto a la táctica y estategia, formaciones y evoluciones, re- cluta, sueldos, botín, honores, mandos, elección de la oficialidad, cla- ses y generalato, abastecimientos y transportes, estaban, como he- mos dicho, íntegramente tomados de los griegos.

Hay otro punto del que conviene decir algo ; del nknero de com- ponentes de estos ejércitos. Está como es natural ligado al núme- ro de habitantes.

Pocos historiadores dan cifras y casi ninguno, por no decir nin- guno, de la época anterior a Roma. Pero podemos tener una idez aproximada, rebajando un poco ías del período Romano, en las que se habla de seis millones en total ; cinco millolles de hombres libres. y un millón de siervos y esclar-os. To rep:lrticlos ímiformen!e por la Península, pues estaba más poblado el Sur y el Este, L~IKL come-

cuencia lógica de haber sido la parte que más directamente recibió las sucesivas oleadas de colonizadores y exploradores.

El número de seis millones de la época del Imperio, debe redu- cirse a cuatro, tres, o aún a dos millones en los alrededores del ar?o 500, añas de los primeros voluntarios que, formando con los carta- gineses, defendieron la causa de &tos y adoptaron unos métodos de combate y una táctica que giraba alrededor de la falange, primera unidad en que se inspira el Ejército espaiiol.

Esto en cuanto a Ia población total. Sobre el ejercito tampoco hay datos concretos ni con la suficiente ligazón como para formar una idea exacta. Vamos a dar algunos con un cierto orden crono- lógico.

Herodoto da en bloque -como casi todos los autores- la cifrz de trescientos mil entre fenicios, libios? iberos, ligures, sardos y cor- SOS, con los que el primer Amílcar conocido empieza las campaíías si- cilianas que desembocan en la batalla de Himera : primera guerra greco-púnica en el $80. Un poco sencillamente, dado el número y las nacionalidades, podemos deducir un grupo ibero de cincuenta mil. En la segunda guerra -setenta alios posterior, como ya vimos-, figu- ran treinta mil iberos en LIII ejército algo menor: llajando a veinte mil, de 1111 ejército de cien mil, en la tercera, con algunos celtas. Y

> _’ *.

SOTAS PARA LA HISTORIA MILITAR DE LA ESPAfiA PRERROMANA 35

si tenemos en cuenta que esta recluta sólo se hizo en la España sudoriental, hay que pensar en número que se aproxima al doble en el resto de la Península.

Al entrar Roma en acción -primera guerra púnica romano-car- ginesa del año %X--, Cartago, con el mismo sistema de recluta, de- bió unir a sus filas un número no inferior a los treinta mil ibero%, puesto que al evacuar sus tropas a Africa Amílcar Barca, después de su derrota y tras un fuerte quebranto, eran aquéllas unos veinte mil hombres, y de ellos la mayor parte españoles.

Posteriormente, Amílcar se enfrentb con un ejérc@o ibero -el de Indortes e Istolacio- de cincuenta mil hombres, y esto más de una vez.

Asdrúbal reunió y organizó sesenta mil hombres entre los con- tingentes africanos y lo s iberos adictos, infanfes y jinetes, de los que la mitad eran espalloles.

Finalmente, a -4níbal se le opusieron sólo en el centro, en la ba- talla del Tajo, cien mil celtíberos -cifra dada concretamente por Po- libio, aunque otros historiadores rebajen mucho el número- y es% nos lleva al número de trescientos mil soldados españoles en foda la Península, sumando a los que directamente se enfrentaron con Aní- bal en la Carpetanta, los del resto de Espaíía.

Del número de espaííoles en su ejercito inuasor de Italia y del anterior cambio de guarniciones, ya hemos seííalado los números de treinta y cinco mil y quince mil, respectivamenTe.

De toda esta época anterior a Roma, no podemos prescindir de los textos clásicos, manejándose principalmente a Herodoto, Diodo- ro, Polibio y Tito TSo que, con más o menos exageración, nos dan cifras, nombres y circunstancias.

Hemos completado la lectura y estudio de estos fextos con un au- xiliar valiosísimo : los capítulos que dedica. a la parte militar, la NZs- lorin. de Espn~a dirigida por don Ramón Menéndez Pidal, teniendo siempre presente lo &e ella dice sobre la mayor o menor verosimili- t‘ud de los autores antiguos. 1’ que si las hipótesis no son comple- tamente correctas y están sujetas a fallos y rectificaciones, basta con que no sean incorrectas, que no choquen entre sí, que no se contra- digan, que no haya, en fin, nada que si no razona a su favor, fam- poco razone en contra, para que sean tomadas en consideración. Del capítulo que dedica a la colonización fenicia, en su apartado «Cues- tiones críticas», tomamos estas notas que pueden muy bien exTen- derse a los tiempos de CarTago : &e habrá observado que en líneas

36 JULIO BALBÍZI DELOR

generales, las referencias cláslcas griegas y latinas -en parte al me- nos de origen púnico- y los textos bíblicos, coinciden en lo fun- damental. En otros puntos es cierto que no van paralelas, pero es tambikn verdad que no se contradicen ni se excluyen. Son textos que reflejan fuentes distintas que se complementan y explican mu- tuamente sin entrar ni una sola vez en colisión»

‘Y al señalar después algunas objeciones, de las que la más impor- tante es sobre la fecha de redacción de los textos, muchas veces no coetáneos, ni siquiera próximos a los hechos narrados, lo que puede hacer sospechar una deformación o modificaciones posteriores, aííade : «Sin embargo, en respuesta a estas justificadas observaciones, puede aducirse en favor de la verosimilitud del contenido de los textos este razonamiento :. que si bien aquellas objeciones hacen vacilar la creen- cia de que los hechos hayan ocurrido tal y como se cuentan, no apor- tan, en cambio, prueba alguna en su contra, quedando siempre a fa- vor de la tradición su propia existencia».

.<-

Como puede verse, estas lógicas y exactas conclusiones son per- fectamente aplicables a todo lo que anteriormente hemos expuesto so- bre la milicia prerromana, y sólo cabe preguntarnos en cada momen- to si se ha dejado de consultar algo de interés y que merezca ver- daderamente la pena de ser conocido.

vII. LA RAZÓN DE ESTE TRABAJO

El afecto y respeto hacia los lectores de la Revista, nos obliga siempre a decirles algo de nuestros motivos para tratar tema de tanta responsabilidad, como es la organización del ejército en cualquiera de sus fases.

Una vez más recordamos a Almirante en los apuntes que tenía hechos para el prólogo de su Bosq~rejo de ln Histmia Militav de Espaiãn :

«El escritor debe ajustarse a la clase de lectores a quienes se di- rige. En la oficialidad del Ejército, como en toda gran colectividad, hay un pequefío grupo, el más letrado y distinguido, al que por na- tura1 compensación corresponde otro, en la parte inferior, poco afi- cionado al estudio. 14 éste es inútil dirigirse ; al otro sería imperti- nente, pues cada uno de sus individuos puede dar lecciones al autor; pero entre los dos grupos extremos hay otro mucho más numeroso y heterogéneo de oficiales que leen cuando encuentran, que arihelan

r,-

NOTAS PARA LA IITSTORIA MILITAR DE LA ESPAÑA PRERROMANA 31

saber, que discurren con tino, cumplen bien, y si sus servicios no son tan Lxillaut.es como debiera, quizá consista en ahogos de presupuesto, que impiden casinos, cátedras, conferencias, grandes maniobras. A estos, pues, conviene allanarles el camino».

Fundados eu ello, hemos’pensado que la organización militar es- pafiola en la Prehistoria, tiene la misma importancia que en cual- quier otra cpoca. V que si algún día ha de redactarse una obra com- pleta de todos nuestros organismos armados, por ahí hay que CO-

menzarla, procurando que la sencillez y claridad haga llegar lo que se escriba al mayor número posible -a ese grupo numeroso a que se refería Almirante-, debiendo también darle esa mayor amplitud, que ahora se ha limitado por razones que el lector comprenderá fá- cihnente.

hT,IOGK\I;í.\ COSSULTADA

Nisto~in, de Polibio ; tomos 1 y III. Décndas. de Tito Lirio ; tomo II. Historia de 10, Milicia espnfioln, de Mendoza. Trajes ZJ ctwz(~s dc los estaGoles, de Danvila. Histovin de Bspnñrr, de Lafuente; tomo 1. Anales de in .1-trciórz espaÑola, de Luis José Velázquez. Diccima~vio, b'il>liogmfío y Bosquejo de Zn Historia vzilitar de EspaqYa,

de Almirante. Mt~~eo Militar, de Barado ; tomo 1. Historia o~gdkca de In Infnnterin y Caba.lle~kx, del Conde de Clonard ;

tomo 1.

Historin de Esl>atitr, de Alariana ; tomo 1. Nota.s de Histwia Mililnt-, del General Navarro García. Origeqt y desarrollo de las jemrquías militares, de Pardo. Historia de Espaiza, de Ballesteros ; tomo 1. . Historia cíe lns L\Tc(,ciones. Cartngo, de Alfredo J. Church. Historia de Esíxrñt~, del Instituto Gallach, tomo 1. Hi.sto.ria de E.s@k~. dirigida por D. Ramon Mcnkndez Pida1 ; tomo 1,

volúmenes II y 111, y tomo II. Histor-ia, de Diodoro, Herodoto y Estrabón. Organimci&. Miliia~~, de Ruiz Fornells y Melgar. E~iclof edia, de Mellado. Diccimnrio Euciclopbdico de In G~tewa.

38 JULIO BAJaSiN DELOR

Las fotografías que ilabran este b-abajo nos Izhn sido facilitadas

por el Instituto «Diego de Velásquem, del Consejo Superior de g+z-

vestiggnciones Cientifica.s; y tanto a su director don A,~tonio GarcZa BeEIZdo, como a sti sewetado don Alberto Badir, agradecemos desde aqzté las aten&+zes y facilz’dades de todo género que nos ha% dado,

ta&0 al proporcz’onarnos las fotos, con70 por ms aclaraciones y ex-

plicaciones.

por JOAyUlX DE SOTTO Y MONTES

Coronel de Caballería, del Serricio de I-stado Mayor

1. HACIA >:L FEUDALIShIO

La Roma Imperial, aquel inmenso municipio que durante casi tres

4gIos de Pas Romana había intentado encerrar al mundo dent.ro del :ec.into de una ciudad, ciertamente grandiosa, pero insuficiente para tamafin empresa? fatalmente debería fracasar,, tanto más cuando sus

gobernantes y también sus gobernados habían perdido la mística de ìa idea del Poder, que tantas glorias proporcionó en ott-os tiempos a

sus a11tepasact0s.

.\l roil~l>~r~~ ios muros protectores dc 1x civilizacih de Roma, 10s

pueblos por ella sojuzgados : cspaí;oles, africanos2 persas, griegos

J: asiáticos, hasta entonces ciudadanos del Imperio por la ley del más

itterte, aunque tambikn enconados enemigos de la Ciudad Eterna, faItamente habían c!e caer,. durante los primeros aííos de SU forzada infancia naturalmente incierta, bajo otra influencia : la del BBrb~o.

;“1 partir del siglo x- en que se inicia la Edad Media, esto es, al

ocaso del Imperio romano de Occidente, las irrupciones de los bh--

baros, al principio esporádicas y más tarde continuadas, se suceden, y kt ruina \- la desolación de Europa constitu>-en hecho consumado. C‘unndo, pa~aclo algún tiempo, se inicia la sedimentación de las pasio- 31~s J- apctencins, cuando comienza a alborear Ia calma y 10s espíritus

hsta entonces tlil tallto agitados lascan, scdietltos, :m remanso

de lxxz, cl mundo SC nos presenta- transformado y SLI geografja poli- tica ofrccc mutncione~ muy apreciables : en Inglaterra. dominan 10s

sliow : en Iberia, loc Gsigodos ; en tierras italianas, los ostrogodos v loml:;11-dos : en 135 Gali:ls tr:~:vpirenaicni:, los gnlo5. 7 sktemáti-

40 JO?,QUiN UE SOTTO Y XOSTES

camente todos los pueblos, inclinados antes hacia el exterminio y aE terror, tan sólo atentos a destruir en beneficio propio la civiiización

romana, posiblemente sin proponérselo, comienzan a edificar la Edad Medía, cuya piedra angular es el Fcztdalismo.

II. EL FEUDALISMO . -"

Fue costumbre entre los guerreros bárbaros, cuyo sentimiento de idea del Estado era un tanto difusa, el que al establecerse sobre un país conquistado sus tierras fueran repartidas. Mas como tal dominio por la ley del más tuerte estaba constantemente amenazado, bien por

sub!evación del vencido, cuya vida hacían insoportable, ya por otra nueva invasión, los primeramente llegados al país procuraban ase-

gurar sus derechos y ventajas mermando o anulando la libertad de sus vasallos. Naturalmente, este sistema de gobierno, si a tal forma

se le puede llamar gobernación, no podía acarrear más que eI des- contento producto de la injusticia, la incuria, el atraso, -las enfer- medades epidémicas, el vasallaje hasta casi la esclavitud, y el extermi-

nio de pueblos y ciudades.

Desde los comienzos del siglo v hasta los albores del IX, Europa

se presenta ante la Historia como un hervidero de pasiones y re-

molino de ideas, lo que unido a la variedad de razas, costumbres y creencias, fatalmente había de provocar el choque ent.re ellas, la

lucha sin cuartel y sangrienta de las familias, la asolaci<>n y exter-

minio de los estados, y por último, el hambre, la lepra, la peste y el oscurantismo más desafortunado, deprimente y cerril; hasta que pasado el tiempo, los torrentes de luz divina irradiada del crucifijo

comienzan a extender entre las gentes la verdad sobre el motivo, fundamento y fin de la existencia del hombre sobre la tierra.

Con el inicial oscurantismo del medievo, la ciudad es práctica-

mente inexistente, y el hombre huye de SL~ semejante ; el que sabe

matar, el guerrero y no militar, levanta su castillo a imitación del

ave de rapiña su nido, para desde él otear el horizonte en busca

de nueva presa, y con sus correrías de bandolero sembrar la desola- ción y la muerte. El que no sabe herir o a su espíritu repugna la

destrucción, se aleja a lo más fragoso de la montaiía para elevar

una ermita y adorar en ella y lejos del mundo enloquecido a Dios. cuya satita ira venimos desafiando Io? mortales. He aquí, a grandes

LA ORDEN DE CM3ALL~RíA EX LA ALTA EDAD IMEDIA 4í

rasgos, 10s albores del mundo feudal, aún no iluminado por la di, vina fe.

Fortuna fue, que en medio de tanto.. horror, terminara por ger- minar en los espíritus la fe en Cristo, un tanto extraviada por la m-o-

ral de la sociedad de entonces, opuesta a la del Evangelio, pero ar- diente y fuerte en sí misma para poder triunfar sobre las inteligen-

cias, tan pronto como cesó la ofuscación producida a la vista de la sangre.

No obstante, como después podrá verse, este cuadro inicialmen- te sombrío del primer tiempo del feudalismo, paulatinamente se fue

aliviando, y hacia los comienzos del sig-lo IX la sociedad europea, sin perder sus caracteres dominantes, los compensó en parte con cier-

tas virtudes y cualidades desarrolladas a la sombra de la Institución Militar de la Orden de Caballería, apoyada en una especie de reli-

gión del honor, y cuyas características fundamentales residían en el

valor y en 1.a lealtad, traducidas en el fiel cumplimiento de los pactos y promesas, en la defensa de Ia religión, en la protección del dkbil

y desamparado, etc. Tal Instituto de verdaderos caballeros contri- buyó? en gran parte, a dar a la sociedad europea caracteres más no-

bles, aunque su influencia fuera nociva al Arte Nilit.ar.

1I.I. k-IKCTURA FEUDAL Y SU ORGAXIZACIÓX IMILITAR

f

E! complejo sistema feudal reposaba sobre los dos siguientes ex- tremos : distribuciún del terreno y descentralización administrativo-

jurídica. La unidad administrativa, de justicia y en general de man- do, era el «Feudo de Caballero».

En general: en los países occidentales, tal estructuración se operó

ciííéndose al desarrollo de los acontecimientos locales yI desde lue-

go, en forma desordenada y anárquica ; sin embargo, en Inglaterra después de la invasión normanda, el reparto de las tierras y po-

deres se desarrolló con arreglo a un plan de conjunto, del cual pue- de encontrarse otro ejemplo en el Imperio Romano de Oriente, des-

pués de la captura de Constantinopla por las Cruzadas, en el 1204. No es de extrailar, pues, que el sistema feudal en Oriente :tu-

viera un proceso de implantaciGn verdaderamente rápido y en una

sola fase, ya que la experiencia existía en Occidente tras un período de más de un siglo. iisi, previa una información catastral rápida y

proftmda, llevada a cabo por grupos de delegados en las provincias

&2 Jo.\yuÍx UE sol-ro Y MONTES

conquistadas, el Emperador Balduino de. Consta-tinopls (Conde Bal- duino IX de Flandes) y su Consejo, definieron la unidad ((Feudo de Caballero», sobre la base de un ingreso metálico de unos ‘iL’.OOO fran- cos-oro.

La repartición inicd entre los Condes, Barones y SeBores de im- portancia, se llevó a efecto a base de conceder los títulos de vasallaje sobre los índices de 200, 100, 50 y 20 «feudos unidad». Después de Ia conquista del Peloponeso, que seguidamente quedó transformado en el Principado de _kllaïe, hubo, por ejemplo: una docena de Ba- ronías, cuyo valor se estimaba entre los 24 a -I «feudos unidad)), y algunas de éstas fueron concedidas a los prelados y tamlGn a Ias Ordenes Militares de los Templarios, Hospitalarios y a los Caba- lleros Teutones, Existen antecedentes históricos de que uil Príncipe dé Morée explicb con toda c!arividencia el referido sistema al Em- perador griego I'al~og-~~e~ de esta guks : «Los Cruzados han adqui- rido con la espada el país de Moree, y s- 0 lo han repartido eq/f,ifnti mmLeute. Cada uno de ellos ha obtenido segitn su importancia... A continuación, han elegido su Jefe y estal)leciclo con\-enio.; escri- tos..., él (el Jefe) 110 tiene poder para juzgar él s<jlo> ni hacer nada sin el consejo y la J-oluntad de sus compaííeros.. .)).

Tal democrática noción administrativa, debió asombrar :I un em- perador por definición autócrata.

Es bien conocido ~1 que por medio de una «Carta» se establecían y precisaban los deberes y derechos recíprocos. Por lo que se re- fiere a los deberes militares, que son los de mayor interés para este estudio . se%laremos que su estipulación era: cada feudo, en prin- cipio 1 tlcbi;~ proporcionar ~111 Caballero 0 dos L,ugartenientes mow tados. La duración del ser\-icio T-ariabn con arreglo a la naturaleza de1 vínculo de l-nsallaje ; así, el I~OIILI)Y~ Zi‘q-io, directamente ligado a su señor, estaba obligado a cuatro meses de campa& (para las cabal- gadas), otros cuatro de guarnición señorial e igual tiempo descansaba en su propia residencia. El Izombve de simpIe lzome)rnje, no hacía más servicio que el especificado en su «carta» de concesión, genc- raímente el de las Cabalgadas. Es evidente, que deberes más restrin gidos reflejaban yentajas o derechos (administrativos y judiciales) más limitados. En caso de necesidad, el Seííor demandaba la presta- ción de servicio por medio de mensajes o seîíales luminosas transmi- tidas de torre a torre, cuyo resultado era siempre ta total mouili-

.zación de los Caballeros y T,ugartenientes en plazos de tiempo ver- daderamente reducidos

LA ORDEK DE CABALLERí.4 EN LA ALTA EDAD hlEDIh 43

E! Soberano o el Seííor mandaba el Ejército mediante el con- curso del Consejo dc los hombres-ligios. Los defectos de semejante sistema -que naturalmente chocan con las modernas concepciones- saltan a la vista: extremada diseminación del Ejército, en el que gran parte de sus elementos vivían Gslados y dispersos en sus tie- rras feudales ; relativa facilidad para sustraerse a sus obligaciones y compromisos y, por último, total ausencia de cohesión y preparación. Sin embargo, en justicia debe indicarse que a partir del momento cn que el feudalismo supera SII estado inicial de organización, enton- ces bárbaro y primitivo, y cuando la Orden de Caballería adquiere una especie de alma colectiva, forjada en la virtud, el valor y la lealtad a fa causa con~ítn, r;tros son los vasallos que al oir cl pregón de su

Sefior no acudan con urgencia al lugar de asamblea. No obstante, ‘0611 sistema airn primitivo, no podía sobrevivir más que descansando sobre la &tica propia de In Caballería y nunca apoyada en medios coercitiros ; de aqui, que los factores morales de aquella época ad- qrriricran enorme importancia.

Iv. EL CABALLERO

En la Edad Media, durante la oscura época del feudalismo, la fuerza militar reposaba esencialmente sobre el Caballero : duro ji- nete y guerrero profesional, con medios económicos suficientes para hacer frente al gasto de sus armas y equipo. Mucho ha cambiado el significado de tal denominación desde 10s inicios del siglo v a nues- tros días. Antes de la implantación de los feudos, 61 Caballero que más bien era un guerrero sin preocupaciones de linaje, no podía subsistir más que entrando al servicio de algún Seííor y, desde lue- go, en detrimento de la sociedad, ya que su misión siempre Álica re orientaba hacia el beneficio unilateral, nada en común con el res- to de sus compatriotas. El presunto Caballero, al igual que lo ha- bían hecho sus abuelos bárbaros, alquilaba sus brazos, sus armas y SII valor al mejor postor! sin preocuparse excesivamente de la jus’ticia de la causa a defender o del beneficio de su pueblo, y ~1

de la paga o las mercedes a recibir ; en resumen, estos paladines, ;tl menos cn su mayor parte, aun con la mejor \-ofuntad? no pueden ser catalogados más que dentro de unos wlgares mercenarios. ‘5 trovador Beltrán de ‘Born, que al parecer en su tiempo fue ejem- plo de tales caballeros. pobres en recursos económicos y ricos en

44 JOAQCiN UII SOTTO Y MONTES

aspiraciones, nos ha legado una descripción bastante clara de lo

que consistian las misiones de un Caballero durante una expedicii>n o ,correría, que terminaban en verdaderos actos vandálicos de vio-

laciones y depredaciones. En su descripción manifiesta el gozo al

ver huir a las gentes y ganados, al contemplar los fuertes castillos sitiados, las murallas rotas y hundidas ; y dice «que todo hombre

de buen linaje no debería pensar más que en romperse la cabeza y los brazos, ya que vale más morir que vivir vencido». .

Es natural pensar que, entonces, las épocas cl:: paz -bastan~,e raras por cierto- no podían ser más que unos tiempos molestos, de

mermados ingresos y de pocos kxitps bélicos. -4quel régimen atroz

de las guerras privadas que sucedieron a los espantosos períodos de

las invasiones bárbaras, no ha podido ofrecer a la Historia -salvo contadas y honrosas excepciones- más que un tipo de g~ewe~dores

impenitentes, en los que la vio!encia, la grosería, la crueldad y Ia

ausencia de cualquier escrúpulo, constituían sus manifestaciones ir :f-

mmzas más sobresalientes. Con la facultad conferida más tarde a los feudos de que el ser-

vicio permanente fuera a sueldo, con el vasallaje y SLIS estrictas re- glas, el Caballero se fue estableciendo más fijamente y, también, re-

gularizando hasta cierto punto su situación econbmica, al contratar ciertas obligaciones y aceptar integrarse dentro de una jerarquía so-

cial ; sin embargo, la guerra continuó, siendo &ta SU verdatlear fun- ción y su natural destino. Toda SLI educación tendía hacia ella, para

la que se preparaba constantemente, bien mediante la caza, los jue- gos violentos 0 los torneos y justas, tan en boga en aquel tiempo.

Es bien conocido que las manos de aquellos caballeros desconocían

el LLSO de la pluma de ave para escribir. pero lo clac nunca ocurrib es que sus brazos no se hubieran ejercitado en la esgrima, o que SIS manos no supieran cerrarse para mantener las riendas de un bridí,n.

Cuando en un determinado feudo, por gracia de Dios o claril-i-

dencia de su Seiíor, reinaba la paz, sus indómitos guerreros educados

y forjados para la lucha, con disculpas distintas. salían en ksca de nuevas aventuras, que al decir de la época les dieran más honra :

emigrando, pues, :-l otras tierras más bélicas, para allí contratar SuS servicios al mejor postor. Tal ha sido el origen de los «Caballeros An-

dantes», a los que las consejas y el romance, más que la propia His- toria, han venido tratándoles como héroes de leyenda. El nomadi+

mo en aquellas épocas constituye un fenómeno general, rico en

numerosos ejemplos : los Caballeros feudales que guerrearon con-

LAUNA I

Estatua de un caballero templario, ar-

mado, en la primera mitad del siglo XHI.

(Dibujo según un relieve de la catedral

de Salisbury, Inglaterra).

Equipo de un caballero inglés a últi-

mos del siglo XIII. (Dibujo de un relieve

existente en la iglesia de Hitchendon,

Inglaterra).

Noble en campaña. (Miniatura del Rento cícl A~ocnZz~sís. Catedral de Gerona).

tra los árabes a lo largo de la geografía espaííola desde el Norte hasta las costas aragonesas ; la expatriación en masa de los Caba-

lleros normandos para crear con su esfuerzo un nuevo Estado en cl Sur dc Italia; los múltiples aventureros enrolados en la& tro.

pas’ del Emperador de Bizancio ; en fin, los primeros contingentes de Cruzados: paladines de la fe en Cristo ante las hordas infieles

de Oriente. Pasadas algunas centurias de al?os, a mediados del siglo XII,

aquella Caballería feudal, nómada y bárbara, al ennoblecerse en to- dos los sentidos bajo la doble influencia del cancionero de sus gestas y el cle las normas morales y espirituales de la Iglesia, se

hace más estable en sus castillos ; y sin perder sus cualidades gue- rreras? mediante la práctica del «espaldarazo», por medio del cual

el hombre de guerra SC transforma en noble al ser armado Caballero,

entra en un nuevo orden social, más honorable y también más exi- ,gente en sus reglas morales, orientadas hacia un honroso ideal.

v. TAS CASTII.T,OS Y FORTALEZAS DEL MEDIEVO

Cuando aún no se conocían los secretos de. la tormentaria, la for-

tificación estaba limitada a rodear con muros más o menos sencillos a las poblaciones. Con la «bastida» o torre de madera que se uti-

lizaba para acercarse impunemente a la plaza, la necesidad de utili-

zar LUI foso protector se impuso, y por último, al observarse que a pesar de las «macatanes», especie de parapeto volado y sosf.enido por repisas de piedra que salían de los muros, aparecían a van-

guardia de las plazas espacios considerables muy poco defendidos, se construyeron las «torres» o «cubos» a efectos de flanqueo.

Durante los siglos feudales, con mayor o menor perfección, las

viviendas casi en su totalidad eran fortificadas, constituyendo pode- rosos recintos defensivos. Tales obras, construídas sin un plan de conjunto y sí tan sólo con idea de cubrir localmente las peren-

torias necesidades de defensa, no pueden ser clasificadas como obras

fortificadas. Para encontrar verdaderas construcciones defensivas, es preciso llegar al siglo xvI1.

En los orígenes del medievo (siglos s y XI), las moradas de los seííores de «horca y cuchillo» eran un tanto sumarias y primitivas. Erigidas generalmente sobre una elevación del terreno, compren-

dían: una torre de madera para la observación y centinela, una

46 JOAQUÍX DE SOTTO P BIO?r‘TES

bodega o piso bajo, lugar de almacenes y cuadras, y una gran Sala

común en su piso principal. Todo el conjunto, ceííido por m foso protector. Naturalmente, tal estructura deja mucho de desear an:e los proyectiles incendiarios. Más tarde, aparece la anexión de una o dos empalizadas o muros conckntricos, destinados a mantener ;L distancia a los asaltantes y ampliar las posihikladcs de protecci<~n â los «villanos» cuando buscaban refugio cerca de sus Seííores.

El empleo generalizado de la piedra como material de construc- ción, no aparece hasta el siglo XII ; a partir de tal época, la fortifica- ción adquiere cada i-ez más importancia como consecuencia del tipo de, guerra de aquellos tiempos, isí como de las armas que entonces se empleaban.

Las campiñas se presentaban erizadas de castillos-fortalezas, di- seminados sobre puntos dominantes para mejor vigilar y cubrir de cualquier peligro la zona. En la mayoría de los casos, el asenta- miento de tales construcciones respondía más bien a los intereses lo- cales y particulares de su propietario que a las exigencias de una defensa común ; por lo que las acciones bélicas de entonces, que siempre eran producto de enemistades personales o apetencias pri- vadas, tenían un marcado carácter de cabalgadas destinadas a Ile- var a cabo rapiñas, depredaciones, incendios y demás prácticas de destrucción, casi siempre en detrimento de la población labriega e indefensa.

El sistema de castillos-fortalezas, si bien vivificado por un ade- cuado pensamiento rector, ya se encontraba en uso en el Próximo Oriente y Grecia cuando las Cruzadas. En tales regiones no apa- rece el caos y la anarquía, si no un determinado orden, no sólo en la construcción, sino también en la situación de las obras. Por ejem- plo, cuando los beneficiarios de los feudos en Grecia se pouian en estado de sitio, utilizaban las antiguas acrópolis o empleaban SUS

materiales para fortificar otras posiciones naturales. A diferencia de lo que ocurría con las moradas feudales de Occidente, los castillos de Oriente se adaptaban en todo lo posible á las formas del terreno. Algunos carecían de recinto, otros tan sólo disponían de uno con su correspondiente torreón central : sin embargo, esto no signi- ficaba que estuviera descartado el sistema de los dos recintos con- céntricos 0 excéntricos.

Concebidos los castillos-fortalezas para vigilar una región recién conquistada y, por tanto bajo amenaza del exterior, tales construc-

LA ORDEN DE CABALLERfA EN LA ALTA EDAD MEDIA 47

ciones constituían además de unos excelentes observatorios, lugares de refugio y verdaderos puntos de apoyo, e incluso zonas de reacción.

Aunque la historia de la guerra sobre plazas fuertes tiene sti epoca más brillante en el siglo XVII, ya durante las últimas cen- turias del feudalismo y en particular en la Alta Edad Media, la for- tificación se hizo a base de castillos-fortalezas, que al actuar como puntos de apoyo, se integraban dentro de un sistema defensivo coordinador, en el que SLIS distintos element.os se mantienen so- bre los itinerarios terrestres de invasión y lugares costeros de des- embarco, a fin de mandar sobre aquellas zonas más peligrosas yI sobre todo, vigilar dominando a los lugares díscolos o poco se- guros.

Tal sistema de puestos fortificados sobre territorios poco’ pa- cificados, dieron resultados excelentes, ya que cualquier hueste in- vasora para penetrar en país enemigo se veía obligada a conquis- tar, o en su defecto sitiar o vigilar, a los castillos que interceptaban SLI paso a través de la red de seguridad, con lo que los avances forzosamente resultaban lentos y penosos ; y teniendo presente que en aquellos alejados días, los ejércitos no solían ser numerosos, las campaíías y las guerras intestinas entre estadps o señoríos vecinos se prolongaban de tal modo que, en ocasiones, terminaban por co- mítn acuerdo entre adversarios.

T’I. h5 ARMAS Y EL COMBATE

I,a eterna lu+a del proyectil y la coraza forzosamente había de tener influencia en el equipo de guerra del Caballero. Así, al peli- gro más grande de aquella época -las armas de lanzamiento (jaba- lina) o las de tiro (arco y flechas)-, se le opuso la cota de mallas y la loriga.

En los comienzos del siglo XI, un arma nueva, la «ballesta». hace su aparición en el campo de batalla, y con su alcance y potencia para perforar trastorna los métodos de combate. El relativo equi- librio hasta entonces existente entre el ataqGe y la defensa se in- clina en Iaror del primero. Con los hallesteros se podía matar a dis- fancia sin que los combatientes pudieran medir su esfuerzo con el combafe cuerpo a cuerpo. Naturalmenfe, fa1 estado de cosas forzosa- mente tenía que repugnar al espíritu caballeresco de la época ; de aquí que los Seriores feudales, con mo?ivo de un Concilio celebrado

48 .1OAQUíK DE SO'IXO Y BIONTES

en Letrán allá por el aíío 1139, establecieran como ley de honor la

prohibición del empleo de la ballesta en la lucha entre cristianos, siendo tan sólo autorizada contra los infieles. El Rey Ricardo «Co-

razón de León», con motivo de la tercera Cruzada, se hizo acompaííar

en su expedición a Tierra Santa de un millar de ballesteros bien

armados.

Durante las Cruzadas y ante la táctica turca de lanzar sus flechas a muy corta distancia para obtener mayores perforaciones, se impuso

en el campo cristiano la necesidad de obtener protección mediante el empleo del «coselete» de fieltro y la cota de mallas. Igualmen-

te, los «yelmo9» sufrieron transformación, al ir tomando en el

transcurso del tiempo la forma cilíndrica y cerrase cada vez de forma más hermética. Los «guanteletes», las «polainas» y el «calzado» bus-

can también una mayor resistencia, fundamentada en el acero. Para protegerse del sol y de la lluvia, los caballeros cruzados pasaban por encima de su cota de mallas otra de lino denominada ((cota de armas».

En cuanto a las caba.lgaduras, también gozaron de protección y adorno

por medio del hierro y la tela bordada, b o-eneralmente con el blasón de

su jinete. La lanza quedó como arma principal, siendo complementada por

la espada, la maza y 61 hacha. El manejo de la lanza experimentó diversas vicisitud&, todas ellas íntimamente relacionadas con el

equipo de los palafrenes. En efecto,, durante un largo período de tiempo, al no disponer el jinete de estribos sobre los que apoyarse

al cabalgar, su equilibrio resultaba penoso, por lo que se veía pre- cisado a utilizar la lanza como arma arrojadiza, esto es como jaba- lina, la cual antes de ser lanzada era balanceada por el flanco de-

recho del caballo. Al menos, tal práctica era corriente a los ca- balleros normandos en el siglo XI.

Cuando los jinetes pudieron disponer de estriberas, la forma de combatir empleando la lanza cambió sustancialmente, ya que al au-

mentar en fijeza el hombre sobre su asiento, le era posible cargar

el peso sobre el «borren» trasero de la silla e inclinar el cuerpo ha-

cia adelante, no sin antes haber situado bajo la axila derecha el «regatón» de la lanza, cuya longitud ciertamente no era pequkiin :

unos tres a cuatro metros El conjunto del jinete y caballo era mo- nolítico, y el choque entre contendientes al combinar la acción de la

lanza con la velocidad e impulso del caballo resultaba brutal. Tal

era la técnica del combate individual de aquellos tiempos. fundamen- fado en la fuerza del brazo y en la habilidad en el manejo de

LA ORDEN DE CABALLERÍA EN L.4 ALTA EDAD MEDIA 49

las pesadas y contundentes armas. En el reposo, el caballero apoya- ba SU lanza sobre el estribo, y cuando no combatía ésta era llevada a hombro por un escudero.

La eficacia combativa de los caballeros del medievo, realmente es- taba limitada a la zona a vanguardia del jinete ; aislados y atacados ,de flanco, aquellos guerreros se mostraban vulnerables. Aunque la táctica se fundamentase en Iformaciones concentradas y masivas, en su aplicación pueden encontrarse procedimientos diferentes, con muchos puntos comunes con los de las falanges griegas y legiones romanas. El Caballero feudal se nos presenta como el término de una evolución lógica iniciada por Alejandro y desarrollada por Bizancio con sus ((catafactarios)).

Las «falanges» dc Caballeros se articulaban con arreglo a un orden totalmente respetuoso con los lazos feudales. Cinco o seis Caballeros const,kuían una «bandera)), mandada por un Barón ; la «batalla» agrupaba a los guerreros de igual linaje o de una misma región alrededor de su Señor. En Filípoli (1209), el Emperador Enrique 1 de Constantinopla tuvo a 400 Caballeros agrupados en 18 Cuerpos de batalla.

Un ejército feudal se articulaba en un número variaHe de «di- visiones», unas cinco o nueve, cada una de las cuales, aproximada- mente, era fuerte en unos 325 caballeros. Dicho ejlército, además, comprendía un número variable de peones, cuyos efectivos solían ser de dos a tres mil hombres, llegándose, incluso, a los nueve mil. Esta infantería, durante mucho tiempo desdenada y despreciada por su falta de linaje, se componía de piqueros y arqueros mal armados y peor protegidos, que al decir de entonces «arrastraban villanamen- te sus pasos por el barro y el polvo». La injusticia de tal concepto es manifiesta, y mucho más aún si se piensa que aquellas gentes de armas, al combatir en unión de sus señores, morían en la batalla igual que ellos y, en cambio, nunca podrían tener la satisfacción de que sus actos de heroísmo figuraran en las crónicas de la época.

La táctica elemental de la Caballería del medievo residía en la carga en masa, hombro a hombro, cerrada, monolítica y a la mayor velocidad, a fin de «barrer» de modo irresistible al adversario (1).

(1) Además de su educación esclusiva para el ,oficio de las armas, el caballero desde su temprana edad aprendía durante los torneos simulacros de combates de conjunto, durante los cuales, aunque las armas por estar despuntadas se mos- traban inofensivas, la realidad era muy ldistinta, dada la brutalidad de tales en-

60 BOAQUÍN DE SO’M’O Y MOKTES

vII. LOS TORXEOS Y PASOS HONROSOS

1. Torneos a la antigua usanza.

((La idea de la sublimidad respecto de los pueblos, solo está en eI principio de sus civilizaciones, cuando gozan la vida del corazón», dice el Conde de Clonard (2) en su obra Histoia de las Armas de Zn-

fcslzteria y Caballeria.

Si la Histpria de Espaíía contiene grandes lunares en el do- minio de los principios políticos, económicos y administrativos, en cambio, las costumbres hicieron de ella una epopeya viva y animada, llena de situaciones, de peripecias y de rasgos sobresalientes ; y uno de estos rasgos, acaso origen de todos los demás, lo constituyeron las Ordenes de Caballería y sus actividades.

Creadas en un tiempo de fuerza y para resistir la fuerza ; regu- íarizadas por la legislación para que formasen un poderoso elemen- to’ militar durante la guerra, fueron después acogidas íntimamente por la opinión pública, que enalteció su importancia y que en los in- terregnos de paz fomento extraordinariamente el valor y la destreza de los caballeros, con la invención o la adopción de las justas y torneos.

Nó falta quien seííala la existencia de los torneos en la antigua Roma, suponiendo que tales prácticas de combate o, por mejor de- c.ir, de preparación para la lucha, se parecían en gran manera a los juegos olímpicos 0 circenses. Sin embargo, tal criterio es difícil de admitir, ya que dichos juegos, realizados por gladiadores o lucha- dores profesionales, no perseguían más fin que el espectáculo des- tinado a adormecer los sentimientos de un pueblo, que en nombre de la libertad había impuesto la tiranía en casi todos los de la tierra, y: que. sujeto entonces al capricho de algún déspota, perseguía la sombra de esa libertad, creyendo encontrarla en la licencia de los espectáculos, en ,Ia sangre, e incluso en la vida de SUS embrutecidos luchadores mercenarios. Los torneos en la Alta Edad Media, tanto

sayos guerrexx. Eu II&?), CII un torneo waljzado cerca de Colonia, perecieron 60 caballeros-

(2) Don Serafin Maria de Sotto. Teniente General y Académico de la Es- paííola.

LÁMINA III

Ceremonial palatino en la corte Castellano-leonesa, organizado con gran aparato. (Del Lih-o

de hz Coromtcidn n’e los Reyes; siglo XIV. Biblioteca de El Escorial\.

hrtaila del F‘loriseo, libro de caballerías impreso en Valencia eli ISIC.

Sello de cera de Pedro III de Cataluíia y IV de Aragún. Año de 1337.

, -- ___-

LA ORDEX UE CABALLEHÍA EN LA ALTA EDAD UEDIA 51

en nuestra patria como fuera de sus fronteras, fueron ejercicios mi- litares, ciertamente duros e incluso peligrosos, pero dignos y no man- chados por salario material. Hechos en tiempos de paz, y como pre- paración para la guerra, no sólo para educar el cuerpo, sino ta&- bién el espíritu, con ellos se pretendía hacer guerreros dignos de participar en Ias altas empresas. La voz «torneo» significa vuelta en redondo y así era en efecto, ya que los caballeros participantes de- bían recorrer el palenque, casi siempre de figura oval.

La opinión dio a estos ejercicios un relieve tal y tan alta conside- ción, y exigía requisitos tan severos y partes tan distinguidas, que el ser admitido en un torneo se consideraba como una prueba de honor muy esclarecida. Ningún caballero podía aspirar a dicha honra si no contaba con ilustres progenitores y si no gozaba de una reputación sin mancilla ; si en el transcurso de su vida había cometido alguna acción poco honorable o inicua ; si durante algún trance marcial no había combatido a fuer de hombre esforzado hasta los últimos li- mites del valor ; si hab!, practicado virtudes dulces y expansivas ; si cualquier nube por ligera que fuese empanaba el esplendor de su nombre. , y si no corría por sus venas la sangre de generaciones no- bles, o bien no habia adquirido esta alta consideración a fuerza de sus hazañas, de su perseverancia, o de su ingenio.

Cuando se celebraba un torneo, si algún caballero no inscrito se presentaba pidiendo ser admitido en el palenque, un heraldo. o un rey de armas examinaba sus pruebas, y triste de aquel osado que no las presentara suficientemente claras, ya que el dedo de la igno- minia castigaba su presuntuosa arrogancia, persiguiéndole por todas partes y envenenando todos los instantes de su vida.

Si las cualidades de los participantes hacía de estos ejercicios una escuela de honor, el lujo de sus personas, la riqueza de sus ar- mas y equipo, la magnificencia de sus armaduras, ‘la ostentación de su séquito, la novedad de los trajes, las galas de los cortesanos, la presencia del Rey y de su familia, y la concurrencia en masa del pueblo que asistia alborozado a tales fiestas, daba a los torneos una brillantez indescriptible.

Los participantes llegaban a la entrada del palenque montados sobre soberbios corceles resplandecientes de oro y acero, calada Ia visera de sus yelmos y cubierto el brazo con la rodela o escu- do, blanco para los caballeros noveles que aún no habían cruzado sus armas con las del enemigo, ni hecho alarde de su habilidad en estos simulacros de combate, y lleno de emblemas marciales para

62 JOAQUÍN DE SOTTO Y MONTES

aquellos otros que hubiesen prestado servicios muy distinguidos en aras de la Patria, de la Religión y del Rey. Así el escudo venía a constituir el signo externo y más patente del valor ; con lo que cada uno de los competidores, al mirar el de su adversario, podía formar una idea del esfuerzo, bizarría y hazañas del oponente.

Los ciballeros, según procediesen del lugar en que se verificaba el torneo o no, se llamaban mmtenedores o forasteros. Pero era prác- tica general y obligada que tales luchadores, tanto si se trataba de mantenedores como de forasteros, debieran tener una dama que fue- ra, a la vez de la reina de sus pensamientos, el imán de todas sus nobles hazañas y el principio y fin de sus empresas más heroicas. 1 Jamás se ha ideado un medio más honorable de levantar el valor a sus últimos limites, dándole como resorte la admiración o el vituperio de una mujer! i Jamás se ha podido erigir un culto tan puro a la belleza, ni una adoración tan honesta y profunda a las vir- tudes femeninas! ; Nunca se pudo poner un dique tan invencible a la corrupción de las costumbres!

Los torneos, salvo raras excepciones, normalmente, se desarrolla- ban del siguiente modo :

- Inscri‘tos los participantes? seguidamente y por los Heraldos o Reyes de Armas, se llevaba a efecto la comprobación de las prue- bas presentadas por los campeones, al objeto de acreditar su dere- cho e idoneidad para poder entrar en el palenque.

- Realizada tal comprobación, que pudiéramos denominar de «guerrero sin mácula», los caballeros participantes eran anotados en el registro de las «Casas» ilustres y, natura!mente, proclamados con derecho a participar en la lucha, cosa que se hacía a foque de clarín y con toda clase de honores.

- Dada la señal por los Reyes o por aquel Seííor principal que presidía el torneo, de que éste debía empezar, el mantenedor de tur- no, sobre brioso corcel, hacía su espectacular entrada en el recinto, entre las aclamaciones de sus partidarios y el silencio de aquellos ofros que pensaban entregar su admiración al adversario.

- Llegado el mantenedor frente a la tribuna de honor, después de ceremonioso saludo que la cortesía obligaba, alzaba la visera del casco de guerra para dejar ver su rostro, sirviendo tal práctica para com- probar su personalidad.

- Nuevo toque de clarín. Se abren las macizas puertas del re- cir& que ha de servir de -palenque, y el adversario, generalmente un

L.Z ORDEN UE CABALLEBíA EN LA ALTA EDAD MEDIA 53

forastero, hace su entrada espectacular y, previo los trámites de

cortesía antes señalados, «toma campo» y se dispone a la lucha. A partir de tal momento, y previo los sonidos agudos y pene-

trantes de los añafiles y clarines que dan la señal de acometer, comien- za ía lucha, el brutal choque de hombres y caballos, los veloces

giros de éstos, los frecuentes «botes» de las lanzas, y los movi- mientos de conversión para evitar aqu&llos o hacerlos más eficaces.

Se aprecia y se celebra que el favorito resista sin conmoverse al violento empuje de la lanza de su contrario, y el afortunado adalid que consigue romper una sobre el acerado pecho de su antagonista, recibe el premio de alegres vítores y oye estruendosos aplausos. A

veces un movimiento brusco del corcel desazona al jinete y pierde el torneo ; otra es cl fuerte «bote de lanza)) del contrincante el que hace

desequilibrar de SLI montura al caballerp, consumiendo su derrota. En fin, la habilidad y !a fuerza son en todo momento puestas en juego durante los torneos, que bajo el signo de duelo incruento

se desarrollan con el máximo boato y esplendor. Los premios concedidos a los vencedores enaltecen el valor

de éstos y hacen que en su pecho se avive la sed de victoria. Los triunfadores, como acto final de obligada cortesía y admiración ha-

cia sus madrinas, deponen a los pies de éstas los trofeos ganados y naturalmente, el noble orgullo y satisfacción de las damas, tan sólo

puede parangonarse con 61 desconsuelo de aquellas otras cuyos ahi-

jados fueron más desafortunados o menos hábiles. Por último, debe indicarse que en tal clase de juegos ecuestres de tipo bélico, era cos-

tumbre general que los caballeros participantes ostentasen sobre sus armaduras toda clase de cintas y bandas de colores diferentes, obsequio de sus respectivas madrinas, que normalmente eran siempre

la dama de su pensamiento. Pero los torneos, incruentos, vistosos y desde luego pacíficos ;

organizados para divertir a las gentes, entrenar y lucir a los par- ticipantes y satisfacer al orgullo femenino, cuando de por medio figuraba como factor determinante el amor propio herido, la ofensa

u otras razones similares, se transformaban en reííidos duelos, aún dentro del mayor espíritu caballeresco de la época, en verdaderos

derramamientos de sangre, lucha a muerte y luto para el campo de- rrotado ; y en ocasiones la flor de la Caballería moría sobre la are-

na del palenque en defensa de su Rey, su Patria, su honor y, sobre todo, de Dios. i-Suerte generalmente reservada a los buenos gue- rreros !

54 JOAQUÍN DE SOTTO Y MONTES

2. El i)aso honroso.

Es indudable que los «Pasos honrosos» hasta cierio punt.0 de-

gi-adaron el aspecto filosófico y espiritual de los torneos, ya que su práctica vino a sustituir una emulación nobk y general con un sen-

timiento más estrecho, como hijo del eg-oismo, y creó un genio de aventuras, que terminó por degenerar en el ridículo. A fuer de que-

rer sublimizar los actos gentiles, idealistas y magníiicos del Caba- llero, se llega a la hipkrbole del (ccaballerismo~), a partir del cual

no podía esperarse otra cosa que una decidida declinacik. Sin em-

bargo, no todo es aquí negativo, dado que por exalt.ar el valor has- ta un extremo sin duda inaudito y dar una energia a esas fuerzas épicas que penetran en el dominio de la tradición popular, consiguen

rodear con cierta pompa galana y a todas !tlces bizarra, ios sen- timientos más equívocos del pundonor. En resumen, aquelias prue-

bas viriles, tal vez rústicas y desde luego ingenuas de los torneos, en los que tan sólo se perseguía fortificar ei brazo y ei espíritu mediante ejercicios castrenses, cuyo único oriente era la prepara-

ción para la guerra, se «civilizan» y se mezclan con un rentimenta- lismo exagerado a la par que trasnochado.

El Paso honroso fue instituído en los comienzos del siglo XIV,

época, ciertamente, desgraciada para nuestra hist.oria, ya que en su

transcurso se manifestaron fuertes violaciones en Ia moral pública. En tales alejados tiempos, no tan sólo se requeria que los partici-

pantes sacaran triunfantes en los torneos y justa,s los colores y di- visas de sus damas, rindiendo de este modo un casto y puro home- naje a su amor; era preciso, que tal admiración tuviera eco su-

perior a todos los demás, que el Caballera ;liciera declarar púb!i- camente la sin par belleza de su dama, y que si alguien se negaba

a tal confesión humillante, apelase al fallo de las armas para dirimir

en campo cerrado tal controversia amorosa. Est.o era desnaturali- Lar, a la vez, las dos grandes afecciones de! hombre: amor y honor ; haciendo del primero un privilegio y del segundo una susceptibilidad.

Pero, además, era una exigencia de la opinión, muy fácil de con-

cebir y explicar, pues a medida que las costumbres iban perdiendo

solidez, tenían más brillo por ser superficiaIes.

c Era práctica general que el Caballero que anhelaba preconizar &I incomparable belleza de & Seííora, y sostener tal opinión contra

los que osasen contradecirle, acudiese a su Rey en demanda de per-

LA ORDEN DE CABALLERÍA EX LA .PLTA EDAD MEDIA 55

miso para organizar un Paso honroso. Para tal fin y con objeto de

dar mayor propaganda y brillantez a su persona e idea, convoca- ba a deudos y amigos, y acompafiad.0 por ellos se dirigía a la Cor-

te, haciéndose preceder previamente por un Heraldo o Faraute, cuya

misión consistía en exponer ante el Monarca las bélicas y románti- cas pretensiones del enamorado y susceptible Caballero. Tal paladín,

al que posiblemente en recuerdo de los torneos se le denominaba «mantenedor», era acogido en palacio con toda clase de distincio-

nes y el ceremonial que recomendaba la etiqueta. Llegados ante el Rey, el Caballero mantenedor, sus deudos y

favorecedores, y el Faraute, el primero, previamente arrodiilado, como 10s demás, ante su Monarca, se dirigía a Iéste, en los siguientes términos : «Deseo justo e razonable es, los que prisiones é fuera de su libre albedrío como deseen libertad ; Ié comp yo vasallo natural vuestro

sea en prisión, en seííal de lo cual traigo a mi cuello todos los jueves este fierro, segund notorio es en vuestra magnificiencia é regnos e

fuera de ellos, por los farautes que la semejante prisión con las mis

armas han llevado».

Era costumbre también, <tal vez para dar mayor fuerza a la de- manda, el hacer, seguidamente, una pintura viva y animada de la tristísima situacibn a que le había reducido la esquivez de su belia

Sefiora, señalando que para reconquistar su amor, retaba a singu- lar combate a todos los caballeros de naciones extranjeras que se

hallasen o quisieran acudir al sitio designado, a fin de probar el temple de sus armas y la razón que le asistía para ‘aspirar hasta el último límite de las fuerzas en aquella singular empresa ;’ añadiendo

que la Señora de honor. cualquiera que fuese su linaje y alcurnia, que acertara a pasar por el sitio donde se celebraban las justas;

«sin llevar caballero o gentilhombre que fagu ármas por ella, perde- ría el guante de la mano derecha», prenda Iésta que se ofrecía como

nueva señal de homenaje a la reina de la fiesta. El consentimiento del Rey era recibido como una prueba de inde-

finible bondad y celebrado con ruidosos aplausos, y el Caballero man- tenedor rogaba a los de su comitiva que le quitaran el «almete»

para subir a dar gracias al «be&fico» y «bondadoso» Soberano por el alto favor que acababa de dispensarle.

Conducido de nuevo a la regia estancia, el Caballero solicitante ’

expresaba SLI inefable gratitud, con estas palabras : «Muy poderoso

Seiíor, yo tengo a muy gran merced n Vuestra Alteza é Seííoría

otorgarme esta licencia, que yo dispuesto fui n vos demandar, pues

JOAQUÍN DE SOTTO Y MONTES

tan necesaria a mi honor era é yo espero en el Seiior Dios que yo le serviré a Vuestra -4lteza segund que sirvieron aquellos de que yo vengo a los poderosos príncipes de vuestra esclarecida Alteza de- mande?). Después, besaba la mano del Monarca, imitándole cuan- tos le acompañaban, y concluída la ceremonia volvían todos a su alojamiento, donde despojándose de los arreos bélicos vestían lu- jqsos trajes de Corte, para celebrar mediante el correspondiente «sa- rao)), que siempre precedía a la apertura del «palenque», la satisfac- ción que todos sentían.

Terminado el sarao y agrupados todos los concurrentes alrede- dor del héroe de la justa! leía éste en alta voz los capítulos que debe- rían observarse en aquklla, y que habiendo sido aprobados previa: mente por el Monarca, aumentaban con tal hecho la fuerza de ob- servancia que les había prestado la costumbre. Código de discipli- na que, teniendo por base el honor, estaba bien garantizado contra las infracciones de la fuerza, del capricho o del ardid. Esta singular- legislación imponía cierto gknero de violencia al honor mismo y desvirtuaba su índole, que principalmente, se apoya en la esponta- neidad. Así, si un Caballero llegado al sitio del Paso honroso rehusa- ba tomar parte activa en él, perdía la espuela derecha u otra pieza del arnés que, naturalmente, no podría usar en adelante hasta no probar haber acreditado su valor en trance de mayor peligro o glo- ria. En el caso de aceptar la invitación, hallaba dispuesta en el sitio del palenque, armadura de temple y ley igual a la de su contrincante, Era además práctica general de que los antagonistas ignoraran mu- Tuamente sus nombres, disposición que sin duda propendía a no debilitar el valor, en consideración a un determinado linaje o po- pularidad.

El caballero que después de (trotas» tres lanzas contra cualquie- ra de los mantenedores, pretendía llevar más allá las pruebas de su denuedo o habilidad, estaba obligado a solicitar el correspondien- te permiso al organizador de la justa ; pero si «rota» la primera lanza se apartaba de la prueba desistiendo del empefío, perdía su acicate derecho como antes quedo dicho. También era necesario pe- dir la oportuna licencia del promotor del Paso honroso, cuando se deseaba prescindir durante la prueba de alguna pieza de la armadura.

No estaba permitido hablar en el palenque durante la liza, sin duda, no tan sólo para no distraer la atención de los luchadores, sino, tambiién, para poder conservar mejor el misterio, que era uno de los principales encantos de la- fiesta. Si algún caballero resulta-

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Lz\ ORDEX DE CABALLERÍA EN LA ALTA E,,M, MEUIA 57

ba herido, no le era permitido continuar, como sana medida para con- tener los impulsos de la temeridad que fan mal siempre aconsejan

a los soberbios o incautos. Por último, siempre fue costumbre res- petada por todos, que tan sólo el mantenedor del Paso podía pelear

por su dama ; los demás debían de contentarse con nombrar para su defensa en común a tres señoras-madrinas.

Como para la estricta ejecución de tales disposiciones no se repu-

taban suficientes, ni el pundonor de los ejecutantes, ni aún el del jurado que formaban los circunstantes, ya que el corazón de unos y

otros podía inflamarse con el fuego de las pasiones bastardas y rom- per con la conciencia a trueque de evitar infamia pública, elegíase

dos jueces caballeros, ambos de alta alcurnia, de inmaculada repu- tación y que hubieran encanecido en funciones marciales y en los más

brillantes y peligrosos torneos.

Mientras duraba la lectura pública de los capítulos por los que se regiría el torneo, permanecían al lado del caballero mantenedor

un rey de armas, al cual el primero se dirigía en estos tkminos : «Rey de armas, vos diredes a todos los reyes, duques, príncipes é se-

í?ores, a cuyas señorías Ilegáredes que como yo he sido en prisión de una Señora de gran tiempo acá, é como haya concertado un rescate

en trescientas lanzas rompidas por asta, é nin ayuda de caballeros

que conmigo, é con mis ayudadores justen non pueda llevar a efecto mi rescate, vos les ofrécedes mis respetos pidiendoles por gentileza,

é por amor a sus damas, les plegue venir a mi socorro)). Los reyes de armas, precedidos de farautes, marchaban a diversas

y lejanas poblaciones, anunciando la celebración del Paso ; y la! fama, volando delante de ellos, llevaba el eco de este notable acon-

tecimiento al corazón de aquellos caballeros jóvenes que, ávidos siempre de amor y de gloria, envolvían estas palabras en un mismo

sentimiento. Generalmente se situaba el palenque en un lugar dntrico y pró-

ximo a los caminos de mayor circulación. Alrededor de una alta valla

de madera de unos doce pies, que circuía el lugar de la justa, se le-

vantaban siete plataformas o tribunas ; la más próxima a la entrada del recinto se destinaba a los mantenedores, engalanándose vistosa- mente con toda serie de colgaduras, armas y banderas del promotor

de la fiesta. En dicha plataforma se colocaban sus favorecedores has- ta que les llegara su turno de pelear. Otras dos tribunas eran desti-

nadas a los nobles aventureros, asignándose un número igual para

los jueces de campo, reyes de armas, farautes y los escribanos en-

t8 JOAQUiN IlE SOTTO Y MONTES

cargados de certificar cuanto ocurriera durante ei torneo. El resto de las tribunas eran ocupadas por g-entileshombres, escuderos, trompe-

teros, etc. .Cuando el Monarca acudía a la fiesta, cosa bastante fre-

‘cuente, se. construía expresamente una gran tribuna de honor, en

lugar de privilegio y adornada con gran lujo y esmero. Los Pasos honrosos terminaban con la máxima pompa y esplen-

dor, ya que con ellos el mantenedor, además de pretender demostrar

la fuerza de su esforzado brazo, también buscaba motivo para hacer

gala y ostentación de su riqueza, cortesía y, sobre todo, vanidad, a la que tan inclinado se encuentra $1 guerrero que no lucha por un

verdadero ideal. Con los Pasos nomosos, acabaron las justas y torneos ; y el es-

píritu de la Caballería, cesando de ser el más poderoso resorte de

la guerra, penetró en las costumbres y dio reliex-e noiable al carác- ter general de la sociedad. Acaso tal espíritu constituyo el poder más fuerte contra la inmoralidad de las épocas posteriores, mostrándose

como el escudo más firme de la virtud ; y no es posible negar que en varias naciones, y en particu’lar en la espaiiola, consiguió mantener

esa energía extraordinaria que proporciona el sentimiento religioso

en los momentos de profunda tribulación. Precisamente, por gozar los españoles, sea cual fuere su clase social, de tal espíritu caballe-

resco, que algunos pretenden denigrar comparándole con los sueños quiméricos de Don Quijote ; debido a tan admirables virtudes de honor y fe, fue posible el alma española dominar y enseñar al

mundo ; y cuando, fatigada por tal ingente esfuerzo, se vio obli- gada a dejar paso a otros pueblos más jóvenes o con menor des- gaste, supo sobreponerse sin caer en el desaliento, continuando fir-

me como nación soberana de sus destinos, unas veces temida, otras admirada, en ocasiones criticada o envidiada, pero nunca menos-

preciada.

Por último, debe indicarse que los torneos a la antigua usanza influyeron favorable y poderosamente al desarrollo del Arte Mi-

litar y contribuyeron a dar realce a nuestras organizaciones ar- madas ; y tal bélica costumbre de los siglos XII al XV, inclusive, sin

duda tuvieron influencia acusada en la gloria de los ejércitos espa- ñoles durante los siglos xv, XVI y parte del XVII.

VIII. LAs ORDESES Mr~nxms

En tiempos del feudalismo, la Caballería espaaola se dividía en

las cuatro siguientes clases : - Las Ordenes Militares.

- Los Ricos-Homes de pendón y caldera. - Las Cabalgadas de los Fijo-Dalgos de las mesnadas de las

ciudades, villas y lugares, y - Los Propietarios que fuesen cristianos «viejos», limpios de

sangre y sin mezcla de raza de moro o judía.

Unicamente nos referiremos a las Ordenes Militares, no sólo por sus puntos comunes con las organizaciones castrenses de todos los

países de Europa, sino tambi&, por constituir el verdadero funda- mento de las actuales instituciones montadas de los modernos ejér-

tos, ya utilicen como medio de transporte y combate el caballo de

sangre o el. de vapor. Las tropas de Caballería en todas las épocas constituyeron un arma rápida, y por tanto, siempre se encontrarán

obligadas a utilizar en su beneficio el medio más veloz que el siglo pueda proporcionarlas, ya se llame éste cahalfoJ vehículo de motor

que se mueve por el suelo, o helicóptero dominador del espacio.

No cabe duda, que las Ordenes Militares constituyeron el prin- cipal fundamento de aquellas tropas del medievo que tanto contri-

buyeron a contener el islamismo que oprimía a Europa, tendiendo con el ímpetu de una religión sensual y con la vehemencia de una

secta nueva, a destruir por completo el imperio de la Cruz. Muchas y variadas fueron las huestes de las Ordenes Militares en

las que se agrupaban los «Caballeros Cruzados», ya que es preciso no olvidar que el verdadero origen de tales instituciones está ínti- mamente relacionado con las expediciones bklicas en tierras, de in-

fieles, conocidas con la voz general de Cruzadas, las cuales fue- ron iniciadas con motivo del Concilio de Clermont (lo%), por Go-

dofredo de Bullhn en el siguiente ano. Seguidamente y tan sólo refiri:éndonos a Espaíía, selialaremos algunas de ellas.

De las Ordenes Milit.ares, la primera que se conoció en la Pen-

Ínsula Ibérica, fue la de la ((Encina», oriunda de Navarra, y de vida

bastante corta por su analogía con la de los ((Caballeros Constan-

tinos», que al restablecerse de nuevo fatalmente tenía que anülar a la primera. Attnclue de origen mis desconocido, la Orden que se-

60 JOAQUÍN DE SOTTO Y MONTES

guramente tiene mayor duración y arraigo en nuestro país, es la

de &antiago», y sus hechos heroicos sin duda marcaron una mayor influencia en los destinos de la Espaíía cristiana. Cklebre por su poder,

y también por sus desgracias, se nos presenta la Orden Militar del

((Temple)) o de los «Templarios», la cual llegó a extender sus dominios sobre grandes posesiones españolas, en particular, en territorios de la Corona de Aragón, que como es sabido, comprendía entonces al reino

de tal nombre, a los de Valencia y Murcia y al Principado de Cataluña, Tal Orden, que en su día constituyó el firme baluarte que la Cristian-

dad opuso al infiel, en virtud de una serie de desgracias y circunstan- cias desafortunadas, tanto en Francia como en nuestro país, des- apareció víctima de la intriga, o tal vez por haber ella misma de- generado, ahita de poder y orgullo. Con respecto a los Caballeros

del Temple, deben señalarse, por lo curiosas, las cláusulas del testa-

mentp del Rey Alfonso 1 de Aragón, llamado el «Batallador», las

cuales dicen: «Doy a la Milicia del Temple mi caballo y todas mis armas, y si Dios me diese Tortosa, sea para el hospital de Jerusalén.

De esta manera todo mi reino, toda mi tierra, cuanto poseo y here-

dé de mis antepasados y cuanto yo he adquirido y en lo sucesivo, con el auxilio de Dios adquiriese y cuanto al presente doy y pudiere dar

en adelante, todo sea para el Sepulcro de Cristo y el hospital de los pobres y el Templo del Señor».

Tal Orden Templaria, como ya fue indicado, bien por haber de-

generado o por otras causas en las que la intriga y la mala fe po- siblemente .intervinieron, se extinguió ; y el Rey Felipe el Her-

moso en Francia, y D. Jaime de Aragón, entonces Monarca en nues-

fra Patria, decretaron la prisión de sus componentes y la hasta entonces gloriosa temida Orden de Caballería desapareció por dis-

posición de la Santa Sede, aunque desde luego en oposición con el criterio sustentado en el Concilio de Salamanca, reunido para juz-

garla.

Otras Ordenes Xlitares, de gloriosos antecedentes, fueron las de <«San Salvador)), ((San Juan de Peiró», ((Calatrava», «Montesa»,

((Alcántara)), «Avis de Portugala, «Redención», «De la Paloma)), «De

la Banda)), entre otras muchas similares. De modo general todas se

orientaron hacia disciplinas muy semejantes y siempre con el mis- mo fin: la defensa del Crucifijo.

Desaparecidas las causas que motivaron su creación, las Orde-

nes Militares, paulatinamente y a través de los tiempos, pasaron de

aquella vida heroica, activa, ascética y azarosa, a otra más sosegada,

LA ORDEh- DE CABALLERÍA EN LA ALTA EDAD MEDIA 61

menos belicosa y puramente honorífica. Ahora bien, como dice el Conde de Clonard: ((Cualquiera que sea el concepto que se forme de las Ordenes Militares de aquellos tiempos, nunca podrá ponerse en duda que contribuyeron eficazmente a afianzar en Europa la Re- ligión Cristiana ; que recogieron y cultivaron las pocas virtudes que había en el fondo de una sociedad degradada por su corrupción, y que influyeron poderosamente en los adelantos de la milicia, no sólo porque en tiempo de guerra guardaban los caballeros siem- pre el primer puesto de honor, sino también porque haciendo en épo- cas de paz del ejercicio de las armas su principal instrucción y su diversión favorita, sirvieron de ejemplo y modelo a las demás fuer- zas de aquellos ejkcitos que, por la circunstancia misma de ser colec- tivos, necesitaban un Cuerpo reglado a que imitar en sus manio- bras, evoluciones y movimientos ; y en el modo, en fin, de com- batir y vencer».

Las otras clases de Caballería antes mencionadas, tenían sus re- glas en el Cuerpo de las Leyes Rurales y Municipales, donadas por los reyes a las villas y ciudades. Todos estos ordenamientos estaban fundamentados s-obre los mismos principios y con costumbres más. o menos ingenuas o pintorescas, pero siempre basados en virtudes morales, fundamento de toda sociedad organizada e indispensable para el ejercicio de las armas.

Por lo que se refiere a nuest$-a Nación, con la creación por los Reyes Católicos de las ((Guardas Viejas de Castilla», las Ordenes es- pañolas de Caballería adquirieron gran soltura, principalmente al ser aligerados sus jinetes, en parte, de sus pesadas y aceradas arma- duras ; también es de señalar, que los efectivos de tales tropas, hasta entonces circunstanciales y tan variables en virtud del sistema de re- cluta, empezaron a ser permanentes, en armonía con la idea de’lsa- bel y Fernando de crear un Ejército puramente nacional y totalmen- te vinculado a la Corona, y por tanto sin posible intromisión, in- fluencia o ayuda interesada de los ((Grandes Se5ores», cuya fuerza de persuasión sobre sus monarcas se apoyaba entre otras causas en la prestación de sus huestes.

62 JOAQUÍN DE SOTTO Y IIOSTES

IX. LA ESTRATEGIA Y TACTICA FEUDAL EN LAS CRUZAI~AS

1. Antecedentes.

Desde el comienzo de la Edad Media, vino a constituir práctica general en toda la cristiandad el peregrinar a Oriente para visitar los Santos Lugares y adorar el sepulcro de Nuestro Señor Je- sucristo.

Mientras los árabes dominaron en Siria, los peregrinos cristia- nos procedentes de Europa no tropezaron con ninguna dificultad para cumplir tan piadosa práctica ; pero al pasar el territorio sirio a manos de los turcos de Seldjoukides, allá por el siglo x, los excesos y violencias sobre las peregrinaciones fueron tomando tales propor- ciones, que forzosamente habían de provocar la natural reacción. En tal estado de cosas y con motivo de la demanda de auxilio del Emperador griego Alejo Comneo, y las exaltadas predicaciones de Pedro «el Ermitaño», apoyadas y estimuladas por el Papa Urbàno LI, tuvo lugar el .Concilio de Clermont (109õ), cuyo resultado y al grito de (ti Dios lo quiere! B, fue la movilización de la Cristiandad y el origen de la primera Cruzada, cuya denominación, entre otras cau- sas, es debida al distintivo de la Cruz, ostentado por los expedicio- narios.

El objeto de este trabajo no es estudiar las múltiples vicisitudes de las tropas cristianas a través de las ocho cruzadas habidas, sino tan sólo ponderar sus características más sobresalientes, intimamente relacionadas con la estrategia y la táctica feudal en tierras del Islam.

2. La estrategia feudal en las Cruzadas.

iSe utilizó algún concepto estratégico en las Cruzadas...? Si en- tendemos por tal, el formalizar y desarrollar un plan conjunto, coor- dinar movimientos de tropas y servicios y señalar -aunque de modo embrionario- objetivos de consideración y alcance estratégico, la respuesta a la pregunta antes formulada forzosamente tiene que ser afirmativa.

Para que cuatro ejércitos feudales participantes en la primera Cru- zada, y procedentes de distintos orígenes, pudieran concentrarse en Asia Menor (1096), después de haber utilizado diversos itinerarios terrestres-maritimos, desde luego fue indispensable que al frente de

LA ORDEN DE CABALLERÍA EN LA ALTA EDAD MEDIA 63:

64 JOAQUÍX DE SOTTO Y MONTES

tal organización militar existiese un pensamiento rector y, sobre todo, coordinador.

Conocido es que el Papa Urbano ‘1, verdadero artífice de la re- ferida Cruzada, confirió la supervisión de esta expedición inicial al &zobispo Adhémar de Montiel, que naturalmente, debió contar y con certeza dispuso del concurso de asesores militares, seleccio- nados entre hombres de los distintos países participantes.

Por lo que se refiere a la logística, también es sabido que una vez conquistada la plaza de Nicea, el avance a través de Asia Menor fue realizado según la dirección de Taurus, siguiendo la ruta tradicional. Desde Antioquía, la progresión cristiana tomó la dirección ‘de la cornisa que bordea el Mediterráneo, a fin de facilitar los abasteci- mientos a las tropas al hacer posible utilizar el transporte marítimo. Alcanzado Jaffa, sobre la costa, el Ejército cruzado variando hacia el Sureste se dirigió directamente sobre Jerusalén, no sin antes CU-

brirse por medio de reconocimientos ofensivos. Como puede ver- se, siguiendo tales movimientos sobre un mapa, la acción de los ex- pedicionarios sobre Jaffa no se separa de las proximidades de la costa, haciendo posible la debida coordinación de su escuadra procedente de Génova, Pisa y Venecia, con los movimientos por tierra; asi, pues, existe una «acción conjunta» del fuego y del movimiento te- rrestre-naval.

Dominado gran parte del territorio sirio .y organizada la Siria Franca, las circunstancias militares cambiaron fundamentalmenk’e, y es natural que el concepto estratégico cambiara adaptándose a di- cha situación. Las huestes cristianas que dominaban una amplia re- gión costera, al encontrarse vecinas con la Siria musulmana dueña del interior, no podían desear profundizar más hacia el Este, ya que su verdaero objetivo sentimental y posiblemente político : Je- rusalén, había sido conseguido. Las tropas infieles, por otra parte, pretendían tan sólo contener por el momento, como mal menor, cual- quier posterior avance cruzado, hasta conseguir ser lo suficiente- mente fuertes para reaccionar. Consecuencia: uno y otro bando toman una actitud de defensa estabilizada, para lo cual, y como me- dida fundamental, cierran todas las posibles direcciones de penetra- ción, sembrando, a tal fin y a lo largo de sus fronteras, toda una serie de castillos y plazas fuertes, que eran las obras de fortificación imperantes en aquel tiempo. Sobre tal particular, deben señalarse con especial mención las plazas fuertes de Maaret, Apamée, Montferrand,

L Panéas y algunas otras más por el campo cristiano ; e igualmen-

LA ORDEN DE CABALLERÍA EN LA ALTA EDAD MEDIA 65

te, cabe indicar las de Alepo, Chaizar y Hons por lo que respecta a

los musulmanes.

Ante la amenaza turca al Oeste del río Eúfrates, allá por el año ll%, los cristianos se vieron obligados a evacuar las poblaciones

armenias de Aitab y Torbessel ; por cierto que es preciso mencionar

en tal operación al joven Rey Balduino III, de Jerusalem, jefe guerre- ro de diecinueve anos, y cuya temprana edad no le impidió llevar a fe-

liz término tamaña empresa, difícil para cualquier avezado vetera- no. A fin de conseguir dicha evacuación se siguió el sistema de con-

voyes protegidos por flancos y retaguardia mediante el empleo de «partidas de caballeros cruzados», esto es, un sistema muy similar al que actualmente seguiría cualquier moderno ejercito.

Aunque como anteriormente se indicó, durante muchos años la situación militar de ambos bandos tomo un matiz de típica estabili- zación, no por eso dejaron de realizarse «cabalgadas», esto es, in-

cursiones y toda clase de reconocimientos ofensivos más o menos am- plios, pero nunca decisivos, si bien de resultados nada despreciables.

Por ejemplo, desde el punto de vista político-militar, o lo que es lo mismo, estratégico, fue notable el ataque ‘del Rey Amaury 1 contra

Egipto, que se encontraba amenazado de absorción por el Sultán

Nour-ed-Din ; con tal acción se pudo impedir el cerco de la Siria Franca. Como el objetivo, al menos aparentemente, era secundario,

los resultados de la maniobra no podían pretender mayores resul- tados.

A la muerte del Sultán Nour-ed-Din, le sucede en el trono su so-

brino Saladino, guerrero, caudillo y gobernante bien conocido por la Historia, y al que debe apuntársele, entre otros éxitos, la unifica-

ción de la Siria musulmana mediante su unión con Transjordania y

Egipto. Este es uno de los períodos en que mejor se puede cons- tatar el desarrollo por ambas partes de planes estratégicos bien con- cebidos, coherentes y desarrollados, en los que la agilidad en la con-

cepción y la velocidad en su ejecución, alternativamente pasan de

un bando a otro con arreglo a la «libertad de acción» de que en cada

caso se disponia. Varios ejemplos podrían citarse, pero *aquí tan sólo se señalará el asombroso episodio del joven Balduino IV, rey

a los trece años de edad, que por padecer de lepra, su vida fue cierta-

mente corta, pues murió a los veinticuatro aiíos. Este joven caudi- llo, cuando contaba diecisiete, fue sitiado por Saladino en la plaza

de ~Ascalón; dicho sultán. dejando ante la plaza un cuerpo de obser- vación, comenzó a invadir metódicamente el país vacío de defen-

66 J,OAQUíN DE SOTTO Y MONTES

sores. BaIduino, que por cierto ya notaba los efectos de su mortal’ enfermedad, al frente de 500 caballeros se puso en campana, y avan-

zando según la c.osta, varió más tarde hacia el interior, hábil ma-

niobra que consiguió sorprender a las huestes de Saladino, las que además sobrecargadas por un voluminoso botín, producto de sus an-

teriores conquistas, se vieron en grave situación por su falta de agili-

,5ixa/a: 0 C Km.

dad para la maniobra. He aquí, una de las operaciones más típicas

de Caballería: utilizar la agilidad de movimentos y la rapidez del transporte para conseguir la sorpresa.

La gran variedad de origen de los contingentes de guerreros, las estrictas reglas de jerarquías feudales, la teórica igualdad de IOS

grandes Barones, las rivalidades por intereses, muy en particular en- fre cruzados y venecianos, en las que el amor propio constituyó factor determinante, trajo como resultado la imposibilidad práctica

de instituir el Mando único en las coaliciones, entre las que como es

LA ORDEN DE CABALLERíA EN LA ALTA EDAD MEDIA 67

natural, se encontraban las Cruzadas. La falta de un jefe de suficien-

te autoridad para no ser discutido, obligaba con gran frecuencia a

utilizar como única solución el convocar «Consejos de guerra» para tomar las disposiciones pertinentes, sistema poco útil en todos los

tiempos. Sin embargo, hubo ocasiones, como en la toma de Constan- tinopla en 1204, en las que los consejeros convocados consiguieron

organizar un plan armónico y coordinado, cuyos resultados pronto se hicieron notar.

En síntesis, la conquista de Constantinopla se llevó a cabo del si-

guiente modo : La flota veneciana, después de desfilar por el Bósforo ante las

murallas de la ciudad, consigue desembarcar contingentes sobre la

costa en que se encuentra desplegado el Ejército bizantino. Segui- damente, viene el ataque de los Caballeros cruzados, los que por medio de «cargas» masivas consiguen limpiar de enemigos las pla- yas de desembarco. Más tarde, y mediante una acción combinada,

es capturada la torre Gala&, verdadero punto de amarre y de man-

do de la cadena que cerraba el puerto. Una vez abierto el camino de la invasión, la Armada de Venecia puede penetrar, mientras los cruzados subiendo por la margen Este del Cuerno de Oro, consi- guen forzar el paso el río y reconstruir el puente; así como llegar

en su avance hasta la parte Norte de la ciudad, dando cara al recinto amurallado. A partir de aquí, y ‘una vez establecida una buena base

de partida, por medio de empalizadas, asentamiento de piezas pe- dreras y catapultas, se desencadena el asalto. He aquí otro ejemplo

de la combinación terrestre-naval, de desembarco, y sobre todo, de un excelente espíritu de maniobra para aislar y luego asaltar un

objetivo de importancia, no tan sólo por su valor militar, sino Yam-

bién por el político.

Los mandos feudales no desdeí?aron nunca ni desconocían la im- portancia y valor de la maniobra sobre las comunicaciones. Así la

historia nos refiere que mientras el Zar de los búlgaros, Kalojan, con

un ejiército de 40.000 hombres sitiaba una ciudad de Tracia ; el Empe-

rador Enrique 1 de Hainaut, seguido de 400 caballeros, astutamente y con un instinto estratégico excelente, amenazaba Andrianópolis,

situado más al Norfe sobre el itinerario de repliegue, consiguiendo la retirada del ejército de Kalojan al ver amenazada su retaguardia.

68 J,OAQUÍN DE SOTTO Y MONTES

3. Táctica.

La táctica turca ante los Cruzados, como continuadora de la de los árabes y de los partos, y al igual que la de los invasores también, se basaba en el empleo de la Caballería.

El turco empleaba sus escuadrones a base de avanzar rápida- mente para lanzar sus flechas, siguiendo para ello un sistema de (tolas» 0 relevos ; esto es, realizada la primera acción, el primer es- calón de jinetes se replegaba, dando paso al siguiente, y así suce- sivamente hasta conseguir la extenuación- por pérdidas de hombres y caballos- del enemigo. A partir de tal momento, se realizaba la carga empleando el arma blanca, espada, maza, etc. La infanteria beduína no tenía gran misión en el combate, contentándose con el cometido borroso de actuar como sostá,n o’ pivote de la maniobra de Caballería. La idea de envolvimiento era siempre mantenida.

El primer choque entre cristianos e infieles se produjo el 1 de julio de 109’7 en Dorylée. El ejército cruzado mandado por Godofredo de Bullón (contingente lotaringiano), Bohémond de Tarente (nor- mandos de Sicilia), Raimundo de Saint-Gilles (provenzales), y Hu- gues de Vermandois (franceses), se encontraba dividido en dos es- calones, al objeto de facilitar la marcha por Anatolia.

Sorprendido y envuelto el primer cuerpo de batalla (Bohémond de Tarente), la situación se hizo difícil, hasta que las huestes de Go- dofredo de Bullón pudieron llegar en su socorro. A partir de tal momento, mientras Godofredo con 50 caballeros cargaba frontal- mente, otro destacamento, maniobrando por la derecha del dispo- sitivo propio y al amparo de unos accidentes del terreno, amenazó al enemigo de desbordamiento, haciendo movimiento igual por el flanco izquierdo otro grupo de jinetes cristianos. El resultado no se hizo esperar, y las huestes turcas fueron derrotadas.

Debe señalarse, que desde los primeros encuentros con los Itur- cos, varios jefes occidentales comprendieron rápidamente el peligro de la táctica turca. y adaptaron a Csta sus disposiciones. Sobre todo y como ejemplo sobresaliente es preciso señalar a Bohémond de Taren- te, uno de los jefes más hábiles en esta primera Cruzada.

Ante el asedio de Antioquía (1098), en el que los Cruzados Yo- balizaban unos 1.200 caballeros y 9.000 peones aproximadamente, los Zurces realizaron varias tentativas para liberar la plaza, siempre empeñando efectivos superiores. En tal acción, Bohémond de Taren-

LAMINA VIII

Batalla y sitio. Se ve una máquina de guerra a la izquierda. (Grabado según UII manuscrito

de la Biblioteca Nacional. Paris).

Batalla de Dorilea. Escenas realistas, en las que se ve el armamento de la época y el modo

de combatir. (Vidriera de la iglesia de Saint-Denis, Francia).

LA ORDEN DE CABALLERÍA EN LA ALTA EDAD MEDIA 69

te situó su Cuerpo de caballeros sobre una posición «muy estrecha)),

entre el río Oronte ‘y el lago de Antioquía, impidiendo de este modo el impetuoso hostigamiento de los arqueros turcos, así como cual-

quier ataque que no fuese frontal. Durante otro combate en las proximidades de Antioquía, mientras cinco masas de jinetes cargaban

sobre los turcos sin obtener efectos decisivos. Bohémond de Taren-

te, utilizando una sexta masa que tenía de reserva consiguió, mediante

un ataque de revés, decidir la acción a favor del campo cristiano.

La adaptación de los cruzados a la táctica turca fue rápida y tan perfecta, que al poco tiempo de haber invadido las tierras del

I.slam, las huestes cristianas practicaban las «racias» y las embosca-

das a la manera de los árabes con la mayor perfección.

Balduino 1, Conde de Edesse, después de la muerte de Godofredo,

de Bullón (HOO), marchó sobre Jerusalem al frente de 400 caballe- ros y 1.000 peones. Este pequeño ejército, por la rapidez del avance

y otras vicisitudes, pronto quedó reducido a unos 160 caballeros

y no más de medio centenar de gente de a pie. A lo largo de la costa, entre Trípoli y Beyrouh, y sobre un desfiladero muy encajonado, le

esperaba un importante ejército turco-árabe. Balduino fingió batirse en retirada ; los turcos desencadenaron la persecución, aunque sin

poder empeñar sobre la cornisa costera más que un núcleo de 500 ji- netes. Tal fue el momento aprovechado por Balduino para cargar

y derrotar a sus enemigos.

Otro ejemplo de inteligente utilización del terreno en el com- bate por los cruzados, es cuando en Tizin (año llOS>, se enfrentan

separados por una amplia llanura rocosa un ejército árabe-turco

y otro normando mandado por Tancréde, sobrino del ya comenta- do Bohbmond de Tarente. Los cristianos, ante las dificuhades tác- ticas de dicha planicie, optan por no atravesarla, dejando la inicia- tiva 3 sus enemigos, los cuales, menos previsores 0 más inexpertos,

avanzan sin preocuparse de los obstáculos, si bien forzosamente

deben dispersarse por destacamentos que indudablemente debilitan

su despliegue ofensivo. Así son cargados por las huestes de Tancré- de, derrotados, y después aniquilados sucesivamente.

Sin embargo, a pesar de los anteriormente citados ejemplos que

ponen de manifiesto los relativamente buenos conceptos tácticos de la Caballería feudal en la época de la primera Cruzada, es induda-

ble que la táctica por aquellos tiempos adolecía del defecto de una

gran rigidez, que en ocasiones caía en falta de mala yewzió+r y muy

70 $OAQuíR DE S~TTO Y MOP~TES

poca COFYesZ’&, lo qge, como ocurrió en Antioquía en tiempos de Bal- duino $, provocó un sin número de desastres.

ES preciso llegar a la tercera .Cruzada, para encontrar un excelen-

te jefe: el Rey sajón Ricardo «Corazón ,de León», que supo unir a

su persona una bravura de leyenda y unas briliantes cualidades mi- litares.

Corre el año ll91. La plaza de San Juan de Acre, bloqueada por los cristianos durante cerca de dos años, es al fin ocupada.

LOS ejércitos cruzados de Felipe-Augusto y Ricardo «Corazón de

León», en lucha contra las huestes turcas de Saladino, nada dejan de hacer durante aquel curioso y prolongado asedio ; guerra de trín- cheras, golpes de mano, empleo de máquinas de guerra, fuego lí- quido, etc. ; por no faltar nada, tampoco son ausentes los desafíos en-

tre caballeros de uno y otro bando y las «amistades caba!lcrescas» circunstanciales entre rivales.

Después de la marcha de su colega regio y rival político Felipe- ‘Augusto, el Rey Ricardo «Corazón de León», posiblemente por con- siderarse más libre de movimientos, concibe la idea de reconquistar

Jerusalem por medio de una acción a lo largo de la costa. Para ello, divide su ejército fuerte de unos 10.000 hombres, en doce destaca-

mentos mixtos (Caballería e Infantería) ; y dispone su c0njunt.o a , base de que los peones avancen sobre el flanco Este, el más des- cubierto ; la impedimenta progresa por el lado del mar y todo el des-

pliegue es cubierto y protegido por los Caballeros de las Ordenes Militares : Templarios y Hospitalarios. Gracias a las narraciones de un testigo musulmán del séquito de Saladino, es conocido el empleo

de la Infantería por el rey Ricardo : «Esta -según el narrador- formaba como una muralla alrededor de los caballos ; los hombres,

armados de fuertes ballestas, mantenían a nuestros jinetes x dis- tancia ; los Caballeros cabalgando en el centro de la columna no

salían de ésta, más que para cargar repentinamente cuando se tra- ‘taba de separar a sus infantes o forzar un paso...)).

En Arsouf (7 de julio de 1191), los jinetes mamelucos, los ne- gros y las partidas beduínas, consiguieron envplver al ejército de

Ricardo «Corazón de León)), disparando sobre los caballos. ((Entonces

-dice otro testigo- la Caballería franca se forma en masa... y yo mismo vi a estos jinetes reunidos y dentro del recinto formado

por su Infantería, abrazar sus lanzas y todos como un solo hombre lanzando sus gritos de guerra, pasar por los huecos que le abren sus

peones y cargar.. .».

LA ORDEN DE CABALLERÍA EN LA ALTA EDAD MEDIA 71

Otro ejemplo, que nos permite conocer los métodos de com- bate de los cruzados, puede ser el que sigue : En agosto de 1192, bajo

los muros de Jaffa, el rey Ricardo e s sorprendido. La escolta que le .acompaña no se encuentra en condiciones de cargar ; entonces des-

montando los caballeros, toman posiciones, clavan profundamente

en la arena SLIS escudos (éstos tenían la forma de un ciervo volando), y cogiendo sus pesadas lanzas establecen un círculo totalmente eri- zado de puntas de acero. Entre este escalón de piqueros, Ricardo

establece a sus ballesterps en dos escalones. He aquí un sistema pre- cursor de los cuadros de Infantería y de sus continuadoras : las po-

siciones «erizo)) de las guerras modernas. Parece estar plenamente comprobado que corresponde al gran cru-

zado Ricardo «Corazón de León», el honor de haber siclo el inicia-

dor en su época de dar tm adecuado cometido a la Infantería, tan d.esdeñada injustamente hasta entonces por aquellos seiíores feu-

dales. La misión que se ITLdrCÓ a los peones fue: recibir, parar o al menos frenar el choque inicial del enemigo ; cubrir a la Caballería,

oponiéndose y haciendo frente a los arqueros enemigos ; y dete-

nido el avance contrario, facilitar mediante su accibn el incontenible

ataque a caballo de los caballeros cruzados. Es de hacer notar, tambikn, que a pesar de las condiciones cli-

matológicas y no obstante el agobiante calor en algunas jornadas,

la CabaIIería Cruzada nunca renunció a sus pesados equipos, ni ;i su típica táctica. Y aunque los hechos probaron que ante los musul-

manes las acciones de carga, desencadenadas en momento oportuno, daban la victoria, frente a un enemigo hábil y maniobrero, resultaba

necesario no desconocer otras reglas tácticas elementales : la reun&, la cohesió?h y la seguridad, Aunque los primeros Cruzados olvidaban

tales reglas, de vez en cuando sus descendientes, ya hijos del país, jamás las dejaron de emplear, mejorándolas por medio de interpre- taciones afortunadas.

En el siglo XTTI, la Caballería Occidental, por su evolución hacia una alta conciencia de clase penetrada de un sentimiento de superio-

dad y, lo que aún es peor, siempre dispuesta a subestimar a sus scl

prersarios, se nos muestra totalmente transformada, y awque briosa

y con gran eficacia militar, un tanto desequilibrada. Esta fue la época de las (docas Caballerías», cuyo ejemplo más patente tal vez fue-

ra el de la francesa, que sin la debida meditación, despreciando ‘todo peligro, haciendo caso omiso de cualquier medida de prudencia, ca- balgaba por los campos de batalla del Oriente. Ya en 1187 y en la

72 JOAQUÍN DE SOTTO Y MONTES

región del lago de Tiberiades, el rey Guy de Lusignan sufrió un desastre, por haber pretendido marchar contra Saladino durante una

jornada tórrida y a través de unas colinas pedregosas y sin la me- nor sena1 de agua. Durante la noche, sus tropas extenuadas, de un

efectivo de 1.500 caballeros y 20.000 peones! fueron totalmente en- vueltas por las huestes turcas.

4. Efectos de las Crzczadas.

Fueron muy diversos y un tanto desfavorables para el Arte Mi- litar. Ennoblecieron el espíritu guerrero consagrándolo a un ideal

de que antes carecía; consiguieron aproximar entre sí a los distintos

elementos de la sociedad cristiana, creando entre los Estados fre- cuentes relaciones y atenuando el menosprecio y la tiranía de los

señores feudales para con sus pueblos ; consiguieron otras mejoras de orden económico, social, etc. ; pero ni las ciencias ni las artes ni

la cultura general progresaron paralelamente ante el cerril desenten- dimiento de los cruzados por las culturas y civilizaciones orientales ;

y, ciertamente, una de las artes menos favorecidas fue el de la guerra, pese a los múltiples años de combatir. Las discordias, la ineficacia

de las proezas personales en perjuicio de la acción de conjunto, no podían trabajar en beneficio de las disciplinas militares. La fnfan- tería, poco apreciada, mal instruída y armada, no podía rendir un

servicio adecuado. La Caballería, con sus escuadrones de tipo pe-

sado que trataban de maniobrar como tropas ligeras (acciones de vanguardia, raids, persecuciones, etc.), forzosamente no dio el de- seado rendimiento. Lo propio puede decirse en cuanto a la acción combinada de ambas Armas, si se exceptúan algunos períodos, por

ejemplo el de Ricardo «Corazón de León» y el de Luis IX, con

alguna que otra excepción.

x. LA LITERATURA MILITAR DEL MEDIEVO

LOS siglos XII y XIII fueron épocas de intensa curiosidad infelec-

tual. Al lado de los cantos de las gestas y de los romances ((cortesa- nosu, se difundieron obras puramente didácticas, colecciones de fá-

bulas, etc., muchas de ellas de carácter enciclopédico. Sin em-

bargo, una literatura militar original no existía, entre otras razones, porque la guerra estaba tan sólo reservada a una clase restringida e ignorante, para la que lo esencial estaba circunscrito al valor indi-

LA ORDEN DE CABALLRRíA EN LA ALTA EDA,D MEDIA 73

vidual, a la fuerza del músculo y a la destreza como jinete, pero no al pensamiento ni al estudio e investigación. 2 Quién podía ser el osado de enseñar el oficio militar a guerreros de nacimiento? Ahora bien, si tal disciplina era imposible, otra cosa era cantar triunfos y adular la soberbia del señor ; y así, centenares de canciones se encargaron de enaltecer las gestas y fastos de aquellos caballeros. La «Canción de Rolando» fue una de las más celebradas, pese a des- arrollar en plan épico un oscuro asunto de retaguardia.

Cronistas, en latín o en otros idiomas, tales como Guillermo de Tyr, Ambroise de Villehardouin, Joinvilles y otros muchos, han re- latado los múltiples episodios de las Cruzadas, cubriéndoles de co- lores pintorescos, suntuosos, y aún nimbándolos desproporcionada- mente de aureola de leyenda y santidad. Sin embargo, también exis- tieron excepciones, tal como el curioso ensayo de Juan de Meung, autor de la segunda parte del «Romance de la Rosa», que en 1284 se encargó de traducir el «De Re Militariu de Végece, escribiendo en m-osa el «Arte de la Caballería». Tal ensayo, verdadera transposi- ción de una táctica basada en el antiguo «orden legionario», aunque bastante deformado y paradójico, muestra que el autor, uno de los mejores espíritus de su tiempo, encontraba analogías entre ef orden masivo y articulado de 10s romanos y los dispositivos de la Caballería. Sobre todo es de gran mérito que el autor ofrezca gran número de conceptos utilizables ; marchas, campamentos, seguri- dad, material de sitio, servicios de campaña, etc., aplicables incluso a los ejércitos feudales. En todo caso, fue el primer síntoma de la

influencia del arte militar antiguo, la que en el Renacimiento tendrfa pleno desarrollo.

LAS TROPAS SUIZAS AL SERVICIO DE ESPAÑA DURANTE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

por ANTONIO CAIINER

Al Excmo. Sr. D. Francisco Vives Camino, General del Aire, de ilustre ascendencia igua- ladina.

Según un informe fechado a 31 de diciembre de 1814, en Palma de Mallorca, acerca de las actividades de su Regimiento desde abril

de 1808 a diciembre de 1814, Ludwig Von Wimpffen, hace constar que el Regimiento Infantería de Wimpffen 11.“ 1.” de Suizos -estas

Unidades adoptaba:1 el nombre de su coronel- desde el 1734 estaba bajo las armas de Su Majestad Catolica. En 1735 pudo conservar

su propia organización y sus propias leyes. Despu& de las capifu- laciones de 17% y 1804, quedó sometido al’ mismo rkgimen que 10s demás Regimientos Suizos al servicio de Espaíía. Una partida del

Regimiento se halló en la defensa de Mahón y en el sitio de Gi- braltar. El primer Batallón combatió con el ejército de Cataluíía

en 1794-95 contra la República francesa, mientras el segundo for-

maba parte del. ejkrcito de Navarra. Al empezar el levantamiento de Es- paña contra Napoleón, el Regimiento de Wimpffen -antes mandado

por Smith y Schwaller- estaba fraccionado en CataluÍía y fue el primero, en esta provincia, en tomar las armas contra los franceses.

Desde 1808 a 1812. la unidad intervino en cuarenta y dos batallas, sin contar su participación en la defensa de Zaragoza, Tarragona y las islas Medas.

Al empezar la guerra de Espaiia -mayo de ISOS-, los efectivos

del Regimiento sumaban 2.101 hombres, organizados en dos Bata- llones, formados cada uno por una Compañía de granaderos y cuatro

de fusileros. A fines de 1808 contaba 2.005 hombres ; al terminar el 1810 quedaban 1.429 y en 1812 eran 152 los supervivientes.

76 ANTONIO CARNER

Hemos mencionado la capitulación del año 1804. En su virtud, las tropas suizo-españolas fueron reorganizadas. El t?ratado, fir- mado en Berna, tenía treinta años de vigencia. Fueron seis los Re- gimientos formados : núm. 1, Wimpffen (Soleure) ; núm. 2, Charles de Reding o Reding ((joven» ; núm. 3, Nazare de Reding o Reding «viejo)) ; núm. 4, Betschardt (Schwytz) ; núm. 5, Traschsler (Unter- wald) y núm. 6, de Preux. (Valais) (1).

En la Historia de la guewa de España’ contra Napoleón Bonapar- te, escrita por una Comisión de jefes y oficiales, se corrobora que en el año 1808 la fuerza del Ejército espaiiol constaba de 83.314 hom- bres de Infantería con 18.198 de Caballería, distribuídos en la forma siguiente: la Guardia de S. 111. constaba de 3 Compaiíías de Guar- dias de la real persona o Corps (excluída la de Alabarderos) ; 3 Ba- tallones de Infantería española, 3 de Infantería walona y 6 escuadro- nes de carabineros reales, cuyo total ascendía a 6.529 infantes y 1.600 caballos. La Infantería estaba integrada por 35 Regimientos de línea españoles, 4 de línea extranjera, 6 de Suizos y 12 de tropas ii- geras, cuyo total era de 141 Batallones y 71.895 hombres. La Ca- ballería constaba de 12 Regimientos de línea, 8 de dragones y 2 de húsares. Total 120 escuadrones y 16.040 hombres. El Real Cuerpo de Artillería tenía 4 Regimientos, con un tofal de 6.868 infantes y 550 caballos. El de Ingenieros, 800 hombres (2).

La ocupación progresiva del país a comienzos del año 1808 hizo que la situación de los suizos en Espafía se volviese cada vez más delicada. En el mes de mayo de aquel año, la distribución de las tropas suizas era la siguiente : el Regimiento de Wimpffen, de guar- nición en Tarragona y varios puntos de Cataluña ; el de Reding «joven» en Madrid ; el de Reding «viejo» en Granada ; el Betschardf en las Baleares ; el Traschsler en Cartagena, y el de Preux en Madrid.

Sorprendidos por la rapidez de los acontecimientos, en un reino desorganizado, ante la marea creciente de la revolución, cuando

(1) Datos de distintas publicaciones suizas facilitadas por los Archivos can- tonales de Soleure (Sofothwn), de donde procedía el Regimient,o de Wimpffen, particulanmeste del libro Honneur et fidelité des Suisses azt Sérwice étra+%ger, de! capitán Paúl de Vallike, de Sckweizertruppen irn Kreige tiapoleon I, de Albert Maag y varios <rapports» de Luis ‘de Wimpffen, coronel del Regimiento de su nombre, luego General del Ejércibo español.

(2) Historiu de la gzserra de España contra Napoleón Ho?zaparte, por una de jefes Y oficiales. Madrid, 1518.

LAS TROPAS SUIZAS AL SERVICIO DE ESPAÑA 77

los arsenales y las fortalezas caían en manos del invasor, los corone- les suizos no supieron qué partido tomar. Las autoridades de los cantones suizos les advertían que las capitulaciones concertadas con los Borbones seguían firmes y valederas bajo el nuevo Rey José.

Por su parte, Napoleón, que esperaba incorporar a los suizos al servicio de España en su Ejército, recomendaba reunir a los suizos de los dos Ejércitos -10s uzww3s españoles y los rojos napoleóni- COS-, y organizar banquetes para que pudiesen confraternizar. De- bía repetirse en todos los tonos que el cambio de dinastía no modifi- caba en forma alguna los tratados existentes. Murat informó por circular a todos los pficiales suizos que el Emperador los tomaba a su servicio. Los dos Regimientos de Madrid se vieron oblig-ados, por el momento, a incorporarse al Cuerpo de Ejército de Dupont.

En CataluÍía, por el contrario, el Regimiento de Wimpffen escapó a una suerte semejante gracias a la diplomacia de su jefe. Wimpffen observó, desde luego, una actitud prudentemente expectativa, evi- tando cualquier contacto con las tropas de Duhesme. Después, supo inspirarles confianza, mostrando una sumisión apareme, en espera de la decisión que no había de tardar. Así, cuando Chabran al fren- te de su columna llegó a Tarragona (7 de junio), con órdenes de Duhesme de incorporarse, de grado o por la fuerza, al Regimiento de Wimpf fen, sólo obtuvo buenas palabras y amables evasivas. «. ..S’étaient la de belles promeses...)), dicen los historiadores fran- ceses.

Un día, Wimpffen reunió a sus oficiales y les explicó su punto de vista : puesto que el rey a quien habían prestado juramento de fldelidad se hallaba desposeído, podían considerarse libres en sus de- cisiones y elegir según su conciencia. Los resultados de este discur- so no se hicieron esperar ; las deserciones se multiplicaron e incluso los oficiales ofrecieron sus espadas a la insurrección. Todas las sim- pátías de los suizos tendían hacia el pueblo que defendía su inde- pendencia ; les repugnaba combatir contra los amigos, 10s hermanos, los familiares. La desercibn se multiplicó también en 10s dos Re- gimientos de Madrid. En todas partes los (IXUWOS se unian a los insurgentes.

La primera referencia de tropas suizas que hallamos en Iguala- da es del año 1794. Se refiere al tránsito de «una partida del Re- gimiento de Suizos del Sr. General Rutiman» y se ordena un ser- vicio de bagajes, En 1706 hallamos la partida de defunción del sol- dado Bautista Vele%, del Regimiento de Schwaller, después de

78 ASTOWIO CARh‘ER

Wimpffen. Otras referencias acerca de tropas suizas en Q-u&.

da datan de 1799 y 1800, en que hallamos la defunción de José Richard y Federico Franch, del Regimiento de Betschard. En 1802 continúan las tropas, suizas en Igualada. Fallecen los soldados José Viuffer y Juan Schugo, de Schwaller, coronel antecesor inmediato de Wimpffen. En 180.2 muere Antonio Sich, del mismo Regimiento.

En las cuentas municipales de ese mismo año, hallamos una par- tida que dice : «Al Oficial Suizo due vino con la tropa durante el Carnaval: 30 libras». Se trataba de una partidn del Regimiento de Traschsler. Vino a Igualada por orden del Capitán General «para evitar los desórdenes que se cometían por los que usaban máscaras en el Carnaval, y a auxiliar la Jurisdicción». Firmó el recibo de la asignación Antonio Vivis, oficial que mandaba aquella fuerza (3)

El hecho de haber enviado un destacamento especialmente para mantener el orden en el período carnavalesco, parece indicar que no había una fuerza permanente en la población. Los suizos del Re- gimiento de Wimpffen se estacionaron en Igualada en el aiío 1803. En el mes de septiembre de este año hallamos una nota de útiles «para la cocina de los soldados suizos, que hoy día se encuentran en el Cuartel» (4). El hecho de acondicionar una cocina para ellos, ya indica que se trata de fuerzas permanentes. Nuestras autoridades debieron de confiar muy pronto en las buenas cualidades dè aque- lla tropa, puesto que en las cuentas del mismo aiío 1803, leemos : «El Mayordomo de Propios de este Común pagará a Antonio Mo- rató Alguacil la cantidad de setenta y tres libras, dos sueldos y seis dineros para repartir, a saber: 21 libras, 18 sueldos para el mismo Morató, otras W libras y 18 sueldos para Antonio Mercader, y las restantes 29 libras y 5 sueldos para entregar a los dos soldados suizos que juntos con dichos Morató y Mercader han hecho guarda o ron- das por el término y comarca de la Villa 39 días para la conserva- ción de las vendimias y demás frutos de los vecinos de la presenk Villa en este presente ano...». La orden de pago es de 12 de oc- tubre de 1803.

En las cuentas municipales del 1805 encontramos una partida que

(3) Archivo Municipal de Igualada. ILeg. 1802. (4) acompta del import de gornir la cuyna dels soldats suysos que buy

dii son al Cortel. Prima per una olla gran. Mes per plats y dos gibrells. Mes dos cantis. Mes per estanyar una olla de aram. Mes per una payella...n. La suma

. total asciende a tres libras, cinco sueldos y e dineros. A. M. de 1. Leg. 1803.

LAS TROPAS SUIZAS AL SERVICIQ DE ESPAÑA 79

menciona a los suizos, a los que se entregan 2 libras por distintos servicios. Del año 1806 conocemos la partida de defunción de Fran- cisco Petrawitz, soldado de Wimpffen fallecido en el Hospital y en- terrado en la iglesia de San Bartolomé, aneja al mismo. En este mismo año casó el teniente don Antonio Schmit, del Regimiento de Wimpffen, hijo de don José Schmit, antiguo coronel del mismo Regimiento, con doíía María Antonia de Padró y de Sobies, hija del noble don Mariano de Padró y de Vilosa, Caballero Maestrante de Ronda. El joven teniente se hallaba en Igualada comisionado por el Capitán General del Principado. Testigo de la boda fue don Antonio Russi, antiguo sargento mayor del Regimiento de Bruselas, teniente coronel retirado en esta Villa.

Llegamos al año 1807 y descubrimos el nombre del oficial que mandaba el destacamento suizo en Igualada. En las cuentas de Pro- pios y arbitrios de este aíio leemos en la partida núm. 40: «A don Francisco Krutter, oficial de Suizos, adelanto por la paja que le co- rresponda : 30 -libras». Y en la partida núm. 57: «A Francisco Krut- ter por desmontar y componer el órgano : 30 libras» (5). Por lo vis- to, este oficial suizo tenía aptitudes de ,organero. No era, segura- mente, un hombre vulgar. Retengamos su nombre: Francisco Krutter.

En las cuentas de 1808 consta otro suministro de paja «al Oficial de Suizos» sin citar el nombre, pero tenemos motivos para creer que se trata del mismo Krutter.

Como ya hemos indicado, el Regimiento de Wimpffen, en mayo de 1808 se hallaba en Tarragona y distintos puntos de Catalufla. SLY distribución era la siguiente: en Barcelona, 2 Compañías ; en Lé- -rida, 100 hombres ; en Tortosa, 300 hombres ; en Montblanch, 24 hombres ; en Cornudella, 24 hombres ; en Tárrega, 24 hombres ; en Igualada, 24 hombres. Habiendo, además, en otros puntos (6).

(5) A. M. de 1. Leg. 1SW. En el año lS07 consta la defunción de dos sol- dados suizos que fueron enterrados en el Cementerio Parroquial de Santa Ma- ría. Uno de ellos pertenecía al Regimiento Wimpffen.

(6) Recopilación de documentos y copias que ha hecho el Com.6 D. V. losé-

Kvutter y Grotz, Capitán del extinguido Regimiento de WimpffeN 1.0 de Szlizos. NA

mero 22. Documentos de 3’96 kasfa 1855. Manuscrito hallado en Juneda, en po- sesión de D. Pedro, ÜXoret Ordeix, abogado y publicista de Tarragona. A base de esta documentación inédita y sorprendente, el señor Lloret elaboró una co- municación que leyó en 19 de febrero de 1957 en Ia «Societat Catalana d’Estudis Histories,, filial del uhstitut d’Estudis Catalans>t de Barcelona.

80 ANTONIO CARNER

iCuál fué la actividad de los suizos del destacamento de Iguala- d+ ante la postura levantisca de la multitud que reclamaba armas para combatir contra el inavasor ? No podemos dudar de su pre- sencia entre nosotros, pues en las cuentas municipales del año 1808 consta la partida: c(A don Felipe Ferrer por la paja suministrada al Oficial de Suizos)). Conocida, pues, su presencia, su actitud no po- día diferir de la observada por sus camaradas de Tarragona y de ,todos los Regimientos Suizos de España. Los Suizos de Igualada se pusieron al lado del pueblo.

En los documentos de los archivos de Soleure, que ya hemos ci- Zado, se consignan las acciones en que participó el Regimiento de Wimpffen desde junio a diciembre de 1808 y de enero de 1809 ;ì. abril de 1812. La primera anotación, es la siguente: «1808. Bruch. Junio 6-13. Una partida del Regimiento». La «Recopilación», fam- bién citada, precisa : ,«En la batalla del Bruch se halló el destaca- mento comisionado de la Villa de Igualada para la persecución de malhechores, &nica tropa reglada que se unió a los somatenes, poni&ndose estos bajo su mando» (7). Añade que era jefe del destaca- mento el teniente Francisco Krutter (cuyo nombre hemos encon- trado en las cuentas municipales de 1807), y que en la acción del 6 se obligó al enemigo a retroceder, cogiéndole un cañón y causándole graves pérdidas entre muertos y heridos. Las bajas del destacamento fueron tres muertos y un prisionero. Todo esto está contado con sencillez, sin adjetivos altisonantes (8).

He ahí los hombres que, junto con el capitán don Antonio Roca, el cual, enviado por la Junta de Lérida, se hallaba ya en Igualada el dia 6 de junio, dirigieron militarmente la primera acción del Bruch. El «puñado de paisanos mal armados y peor organizados» en frase del Padre Ferrer, que ha venido repitiéndose como un tópico inviolable, durante ciento cincuenta años, ni era un «puñados, ni estaban tan mal armados y organizados.

Ahora sabemos a qué se referían los Cónsules de nuestros Gre- mios cuando en mayo de 1809 convinieron en celebrar ((anualmente en 6 de junio una solemne fiesta al Sto. Christo en cumplimien-

(7) El mlismo P. Ferrer en su Diario, publicado en 1815, reconoce que afil- timamente eran muchos, Qos somatenes).

(8) A. IvT. de 1. Registro6 de lSOW8O9. Esta acta coincide con otra de la Co- munidad de Presbíteros de Sta. Maria, que dice: aEl día 19 de mayo de 1809 se hizo presente a la R. Comunidad que se había resuelto hacer la fiesta del Santo Cristo el díí 6 de junio, siempre que no exista impediment,oa.

LAS TROPAS SUIZAS AL SERVICIO DB ESPARA 81

to del voto que se hizo el año pasado con motivo de la victoria conseguida en semejante día por westras Armas y somatenes de esta Villa contra el Exército Francés en el campo del Bruch...».

2 A qué se refería este distingo «nuestras Armas y Somatenes de esta Villa?» Nuestras armas significaba la fuerza regular, 10s

Suizos, y probablemente los Guardias walonas de la guarnición de Barcelona, que huían para ponerse a las órdenes de Palafox o de la Junta de Lérida. Los historiadores franceses distinguen también dos elementos combatientes distintos : «paysans et déserteurs», el día 6 de junio. Ulze bande de déserteurs et de qzlelqzles compagnies de

volontaires nouaellement formées, el día 14 (9).

Otro enigma hasta ahora indescifrable queda resuelto al observar la concordancia de los documentos suizos con los datos de nuestro Archivo municipal. Se trata de una cuenta (nunca reproducida por nuestros historiadores) presentada por D. Juan Angel Riba, conoci- do comerciante de la época. Dice la cuenta de referencia: «Ant.re- gat Joan Angel Riba per lo Somatén de Igualada que marxá al Bruch lo día 6 de juny de 1808 de orde de la Junta.-Primo de orde del Sr. Jph. Jubé y antregat una cuartera de fasols mes 170 aren- gadas que serviren per donar supá als Suisos que portaren de La Granada, a un cuarto cada uno 1 ll. 17 s. 9 ds.» (10). Siguen otras partidas que ahora no nos interesan.

2 De dónde procedían esos suizos? En junio de 1808, el coronel Wimpffen mandó regresar a Tarragona los 300 hombres del Regi- miento destacado en la Ciudad Condal, con el fin de evitar su con- tacto con las fuerzas de ocupación.’ Obedientes a la orden recibida, y no deseando confraternizar con los franceses, la tropa suiza em- prendió el regreso para unirse a su Unidad. Al llegar a La Granada se encontraron con una gran multitud de somatenes que, no segu- ros de la lealtad de aquellos soldados, los desarmaron y condujeron n Igualada. De ahí la expresión «que portaren)) -que trajeron- de La Granada. Esos fueron, sin duda, los suizos que cenaron en Igua-

- -----__

(9) G. l,AFFAILLE: Mémoires sw la campagne du corps d’arntée des Pyrhh-

Orientales commandk par le géneral Duhesme en 1808. París, 1826. (10) A. M. de 1. uEntregado por Juan Angel Riba para el somatén de Igua-

lada que marchó al Bruch el día 6 de junio de 1808 de orden de la Junta.- Primero, de orden del señor José Jobé, hc entregado una cuartera (60 litros) de habichuelas, más 170 arenques que sirvieron para ia cena de los suizos que tra- jeron de fLa Granada, a un cuarto cada una, 1 lbra., 17 sueldos y 9 dinerosa.

82 ANTONIO CARNER

lada. De aquí fueron conducidos a Cervera y Lérida, donde se les obligó a trocar su uniforme azul por el traje de la gente del país, incluso la barretina, incorporándoles a los Tercios .de migueletes for- mados en aquella ciudad.

El día ll de junio, la Junta de la Pobla de Claramunt pide a la de Igualada que certifique si el suizo Juan Grexa pertenece a la partida de Igualada conforme 41 ha declarado. Piden tal certificado para devolverle el fusil, la bayoneta, cartuchera y charpa que le han retenido. Es otra prueba de la existencia de la partida suiza de nues- tra entonces Villa.

En 13 de junio podemos consignar la presencia de tropas suizas en Igualada. Durante la noche del. 13 al 14 estuvo aquí don Juan Baget con varias Compañías de Lérida. En esta ciudad existía una Compañía de Suizos.’ La orden secroa de Duhesme a Schwartz cita a los destacamentos suizos existentes en Lérida, que debía incor- porar a su columna, siguiendo los mismos métodos que Chabran con respecto a los suizos de Tarragona. Cabanes, al describir la pri- mera batalla del Bruch, alude también a los suizos de Lérida. Ahora bien; si se incorporaron a los Tercios de Lérida las dos Compa- ñías fugitivas de Barcelona, es lógico suponer que también lo fue la Compañía allí destacada ,desde mucho tiempo. Entonces, 2 cuán- tos suizos formaban parte de -las Compañías de don Juan Baget ? Es indudable, pues, que la mayor y más selecta porción de la fuer- za de Baget que combatió en El Bruch el 14 de junio, procedía del Regimiento de Wimpffen. Cabe añadir la fuerza huída de Barcelona, de forma que aciertan los historiadores cuando ‘dicen que la segunda batalla del Bruch fue una operación verdaderamente militar.

Poco se ha escrito acerca’de la segunda batalla del Bruch, mucho más importante, militarmente, que la primera, ya que Chabran no pudo alegar ía sorpresa para justificar su derrota. Encargado de vengar la afrenta del día 6, volviendo por el honor de las armas na- poleónicas, con fuerzas mucho más considerables y selectas que las que formaban la brigada de Schwartz, se vio igualmente obligado a retirarse a Barcelona con grandes pérdidas. A esta segunda derro- ta contribuyeron, como hemos visto, y no poco, los bravos y leales suizos.

El 20 de junio nos encontramos de nuevo con una nota que de- muestra la permanencia de los soldados de Wimpffen entre nos- otros. Se trata de un recinto de varios enseres sacados de la Casa

Oficial de Granaderos Suizos, del año 1802 (Del AZbum de Za InJantcria Española desde susprimitivos tiempos /zasta et .$ia, por el Teniente General Conde de Clonard; publicado

por la Dirección General del Arma; Madrid, 1861. Dibujo y litografia de Villegas).

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LAS TROPAS SUiZAS AL SERVICIO DE ESPtiA -83

de la Villa, firmado por Enrique Good, sargento brigada de aquel

Regimiento (ll).

Las referencias de los documentos suizos nos dicen, al enumerar las acciones en que tomo parte el repetido Regimiento : «Prat. Junio,

28. Una partida del Regimiento .-Sant Boy, junio 30. Una parti- del Regimiento». Corrobora la pesencia de estas fuerzas un oficio

de la Junta de Capellanes, de fecha 2 de julio, al capitán don An- tonio Roca, comandante de Igualada, en el que, aludiendo a ciertas disputas entre los somatenes y las Compaííías de Lérida, cita a 50 sui-

zos procedentes de la línea del Llobregat. A consecuencia de la re- yerta, que se dirimió a tiros entre ambas fuerzas, cuatro oficiales de Lérida presentaron sus quejas a la Junta de Igualada, aludien-

do, entre otros, al capitán de suizos Fluvez. Todo ello, a conse- cuencia del desastre de Molíns de Rey, que motivó el relevo de don

Juan Baget. Los oficiales se quejaban, seguramente con razón, de la poca disciplina de los somatenes.

A 15 de. julio, don Francisco Dalmau, Gobernador de Cervera; escribe a don -4ntonio Roca: «...marcharán maííana doce Suizos -de

los extraviados para incorporarse con ,don Nicolás Moló, acompaña-

dos del P. Justino, y le estimaré que los demás Suizos que haya en ésa y los que están agregados a las Companías de don Carlos Es- colar que sean de las Compañías de Suizos que pasaron primeras, se

entreguen al expresado P. Justino para incorporarse con dicho .don Nicolás que se halla en la Cruz de Ordal» (12). Esto corrobora mu-

chos de los extremos que llevamos expuestos.

Por otra parte, sabemos que en el Tercio de migueletes de Igua-

lada había soldados e incluso sargentos suizos. Una nota fechada a 13 de agosto, dice: «Vale una Comp.” (compostura) Fusil para el Suizo José ilrck. Son ocho reales de vellón)). Firma el recibo José

--

(ll) «Nota de lo que ha sacado el Sargento Brigada del Regimiento Su!zo de Wimpffen, Enrique Good, de la Casa de la Villa de Igualada.-Colchones, ít. Cassones, 2. Sacos, 4. Espuertas, 2. Estos efectos se han sacado de la Casa de la Ciudad bieja y para que conste lo firmo en Igualada 20 de junio de 1868.-- Enrique Good-Brigada.)) A. M. de 1. Leg. 1 de 1808.

(12) A. M. 1. Reg. 1808.-En el libro Manresa en la guerra de la Indepen- &ncio (Manresa, 1960), col,ección de documentos del año 1808, publicado por eI Ayuntamiento de esa ciudad, figura el señalado con el núm. 696, Leg. 28, en el que ,se lee: aEsta tarde acaban de llegar dos Compañías de Suizos de Cervera, que creo han tomado plaza de migueletesp. Es un oficio escrito en Molins de Rey a 24 de junio de 1808 por un jefe del somatén manresano.

84 ANTONIO CARNER

Ratera, que interviene repetidamente, en los meses de junio y julio,

en trabajos de reparación de fusiles y cañones.

Del mes de agosto de 1808 podemos leer una instancia de Fran- cisco Dubinschy, sargento segundo del Regimiento Suizo de Reding y ahora perteneciente al Tercio de Voluntarios de Igualada, en la que expone : «Que teniendo ya ganados quince años de servicio ‘en el predicho Regimiento y once de Sargento segundo del mismo, y hallándose al tiempo de las revoluciones en Barcelona con comi- sión de dicho Regimiento, se vio precisado a salir de aquella ca- pital y vino a parar a la Villa de Sitges, agregándose inmediatamente a los somatenes de dicha villa que estaban al mando de don Anto- nio Font y Grau, de la misma, para defender la justa causa de nues- tro amado Monarca el Sr. Don Fernando sléptimo; habiéndose en

el día diez y siete de junio último incorporado al referido Tercio de Igualada en calidad de Sargento segundo del mismo, cumplien- do en las mencionadas dos épocas a entera satisfacción de sus je- fes y con aquel interés que corresponde a un buen vasallo, según más largamente se desprende de la certificación ‘de su Capitán que presenta, a fin de instruir el ánimo de V. S. y como se halla va- cante y sin conferir la plaza de Alférez del referido Tercio : a V. S. pide y suplica se sirva tenerle presente en la tal vacante, confirién- dole el referido grado de Alférez, etc.» (13).

En una relación del «Hospital Provincial de Igualada» de ll. de septiembre de 1808, figuran tres heridos o enfermos del Tercio de Lérida, llamados Jaime Hivingen, Luis Vanderbaren y Federico Smith, de la 5.” Compañía.

A 1.” de enero de 1809 entraron en Igualada los franceses al mando. de los generales Chabran y Chabot, en número de unos U@O hombres. La evacuaron el día 10 del mismo mes. A mediados de enero había formado el general Reding, el heroico suizo, de acuer- do con el Mariscal de campo don José Joaquín Martí, el plan de una acción contra los franceses, que hablan penetrado hasta Igualada y Montserrat. Los Tercios de Talarn, algunas Compañías de Wimpffen, los Regimientos de Santa Fe y de Antequera, los Tercios 2.” de Vich y 3.” de Lérida y otros, fueron reunidos para este objeto. El coronel Wimpffen, que ,estaba en Cervera, t,enía el encargo de esta opera-

((13) F. X. CABANES: Historia de las operaciones del Exército de CataMia

durante la guerra de la Usurpacidn, pág. 24;L.

c

LAS TROPAS SUIZAS AL SFXVICIO DE ESPAffA 85

ción y el coronel Garcés, que se apostó en Santa Coloma de Queralt con su Regimiento, de Santa Fe y el de Antequera, debia auxiliarle. LOS franceses no dieron lugar a que se verificara este proyecto, pues se retiraron de Igualada y Montserrat y fueron a apostarse en Mas- quefa, de donde les desalojó tambi& en 14 de enero el mayor inglés Green, que hallándose en Igualada al tiempo de la invasión, fue ele- gido por el pueblo comandante de aquellas fuerzas, y continuó en este cargo hasta que pasó a dicho punto, de orden del General en Jefe, el Coronel Wimpffen.

En un oficio de Green a la J’imta de Igualada, confirma «que el mando ha recaído en un Jefe digno en la persona del Coronel Wimpffem).

Don Luis Wimpffen. Brigadier de los Reales Ejércitos, Coronel del Regimiento Suizo de su apellido, era en este tiempo Mayor Ge- neral de los Tercios de migueletes del Principado y Comandante ge- neral de las Tropas de la División volante de Levante. A partir de ahora se halla en constante confacto con Roca, Comandante de Igua- lada, al que distingue con singular afecto.

A 2X de enero, Wimpffen avisa al Prior del Convento de Agustii nos de Tgualada la próxima llegada del Tercio de Manresa, en ruí- mero de 900 hombres «Conviene -advierte- que estén reunidos en una o dos casas y, en su defecto, en uno u otro Convento, habiéndose resuelto alojarlos en ese Convento». El día 23, en efecto, llegó el Tercio de Manresa. En el mismo escrito en que Wimpffen comunica tal noticia. añade uue el Tercio de Taualada «se halla s«mamenIe re- ducido por las pCrdidas que ha sufrido y los extraviados todavía au- sentes. Convendría se tomaran las más activas diligencias para‘ com- pletarlo, tanto en soldados como en oficiales» (14).

Las referencias documentaales suizas nos dicen que en los días de ~YL a 27 de enero combatieron en La Llacuna dos Compañías de granaderos de Wimpffen, que después pasaron a Igualada. Estaban a las órdenes del Mariscal de campo don Juan B. Castro. Fue un momento de euforia para nuestras armas. Perdida para los fran- ceses la batalla de Capellades. se confió Castro, no contando con

-

(14) A. M. de 1. Leg. 3809-1~12. En este mismo legajo, en las cuentas del año BU!? figura la siguiente partida: n.4 Antonio Aguiló, Miguelete del Tercio de Serdaña, por orden del Ayuntamiento y el visto bueng del Sr. Wimpffen: 4 li- bras, ll. SS.:,

86 ANTOWIO CARNER

la maniobra del jefe napoleónico, que concentro sus fuerzas en La Llacuna para presentarse en la retaguardia española, asomando inoai- nadamente en las alturas de Santa Margarita de Montbuy. Las fuer- zas españolas se dispersaron, y los franceses entraron de nuevo en Igualada el 17 de febrero. En estos combates particip’ó todo el Re- gimenfo de Wimpffen.

:1 21 de febrero se halla el Coronel Wimpffen en Monfmaneu, des- de donde se dirige a Roca. A .fines de mayo, el Regimiento se vio obli- gado a abandonar Tarrasa, tras diez horas de resistencia. El 26, el Regimiento entero combatió en la sangrienta bal!alla de Valls, que costó la vida al heroico Teodoro de Reding,, vencedor en Bailén, y en la que estuvo el Tercio de Igualada, con su bravo capitán don José :Galí, que resultó herido.

En el año 1810, en las cueñfas municipales (que figuran en las actas del 1814) hallamos, ent‘re ofras partidas relativas a prisioneros franceses : «A Antonio Piras, Cabo de Suizos, por haber socorrido dos dias a 16 franceses pasados, 6 libras».

En este tiempo (año lSlO), el Regimiento de Wimpffen, que al em- Rezar la guerra confaba, como hemos dicho, con 2.166 hombres, ha- bía perdido casi la mitad de sus efectivos. Los de Vieux-Reding y Betschardf, Tercio que Tomó parte en todos los combates de Ca- ~aluña, narticularmen’fe en la defensa de %erona, Tarragona. Villa- franca, Figueras y Vich, sufrieron grandes aérdidas.

En un rnpport de 1815 al Gobierno de Soleure. Wimpffen, ano- ta: «Mi Regimiento, a pesar de sus efectivos elevados al comien- zo de las hostilidades, qued9 tan reducido hacia la mitad de 181.6. aue el General en Jefe del EjérciFo .de Cafaluña. anfe la imnosibilidad de reclutamiento, decidió reunir en un Batallón los restos de los tres Regimientos Suizos fodavia exisfentes en España».

A pesar de Todo, hemos de encontrar de nuevo el Regimiento de Wimnffen al mando de su Coronel segundo An%n Kaiser. Los SII- pervivienTes del glorioso Regimiento permanecieron en Cat‘alu~a. Descubrimos su presencia en 1824.

Con fecha 13 de ockbre de ese año, el Alcalde Mayor don A.gustin Peláez, dice al Ayunfamient‘o : «El Sr. ComandanFe del Cuadro del Regimiento de Wimpffen 1. o de Suizos residente en esta Villa? con fecha de ayer, me clice lo siguienfe : «En at‘enci0n de halIarse aloiada la Tropa de este Cuadro, y respecto de la poca fuerza de que se com- pone para cuidar de la t‘ramquilidad pública de este pueblo. conforme

LAS TROPAS SUIZAS AL SERVICIO DE ESPAlh 87

me lo manda el Excmo. Sr. Capitán ‘General, se hace indispensable el que V. disponga que se establezca la citada tropa en el Cuartel para poderlos tener reunidos ên caso necesario ; de lo contrario, se hace difícil llenar este objeto, alojada, como está, y por lo mismo no podría responder del orden público en caso de ocurrir alguna nove- dad». Se lo transmito a Vd. para que cuide ese Cuerpo de disponer que desde luego se habilite una parte del edificio de los Pabello- nes (15) de esta Villa para cuartel de dicha ‘tropa, suministrándole las camas y demás utensilios necesarios a lo menos hasta el mímero de 40 de aquéllas, que creo deben tener pronfas ese Ayuntamiento sin necesidad de gravar al vecindario con nuevos pedidos, pues con- templo necesaria, la indicada reunión de tropa, por entender la or- den del Excmo. Sr. Capitán General a que aquel Comandante no sólo vigila sobre la tranquilidad de esta Villa, sí que sobre la de los pueblos inmediatos, por cuyo motivo y para cualquiera ocurren- cia de pronto se hace precisa la dicha reunión en los citados Pabe- llones de. toda la fuerza del Batallón o a lo menos de los 40 hom- bres citados».

En 18.25, seguía el desfacamento en Igualada. Reclaman 1.813 rea- les y 32 maravedíes por el Real impuesto de Sanidad correspondien- te al segundo semesfre de 1823.

Años después, en 1833, leemos que entre las «par?idas militares para seguridad de los transeúntes en la ex’t‘ensión de la carretera real desde Barcelona hasta Lérida, el 1.” de Suizos tiene encargad2 la vigilancia desde San Felíu de Llobregat a Igualada, correspon- diendo a ésta 1 Oficial, 1 Sargento, 1. Cabo y 8 soldados. El Co- mandante de esta línea se llamaba José Clemente Vo& Capitán de Infantería. Su misión era la de evit‘ar asalfos a las diligencias, re- conocer pasaportes y licencias de Armas, e?c.

En el aíío 1834 mandaba el destacamenfo del Bruch Fedro Lam- bert. En Castellolí había ot‘fo destacamento de 8 soldados, todos su. pervivientes del Regimiento de Wimpffen. En el mismo año, en una relación ,de prés o socorros diarios, figuran: i2lejandro Rados- chifz, Sargento segundo de Suizos : Nicolás Seidel, Cabo de Suizos : Juan Dorn, Sargent‘o graduado de Teniente ; Francisca Bolsk, mujer de un Suizo del 4.” y Anfonio Weisemback, teniente1 de Wimpffen.

-

(15) Así se llamaba el cuartel que existió en la Plaza del Angel (hoy de JosC Antonio Primo de Rivera), hasta el año 1!300.

88 ANTONIO CARMER

En el 1835 existía en Jorba un destacamento del 4.” de Suizos (Betschardt), al mando del sargento Silvetre Werly. En Igualada un sargento, un cabo y cuatro soldados de Wimpffen. En Castellolí, un destacamento al mando de’1 capitán Antonio Wimpsemhach, del mis- mo Regimiento.

Dice el capitán Wimpsembach en oficio de 20 de junio de 1835 dirigido al Comandante de Armas de Igualada : «En cuanto a la clase de tropa de la partida de Suizos, debo informar a V. S. que son en total 20 hombres, de los cuales hay 13 que son disponibles para el servicio activo de marchas, hallándose los restantes inútiles para cualquier servicio de fatiga, que no pueden prestar ni resistir por ser hombres cargados de afíos, padeciendo de los achaques y do- lencias, nada de extrañar se experimenten en la carrera de Solda- do después de 40 y hasta 50 afíos que llevan de Servicios...»

i Cuarenta y hasta cincuenta años de servicios ! Hombres que ha- bían hecho toda la guerra de la Independencia, supervivientes de cien combates, bien mer,ecían el descanso después de tantas fatigas!

En la revista de Comisario del mes de marzo de 1836 hallamos en- tre los reti.rados : «Juan Sippel, Sargento 2.O ; Cristián Ittem, Cabo 1.0 y Agustín Trevalini, del Regimiento extinguido de Suizos nú- mero 4, que fueron dados de baja en su Cuerpo por fin de septiem- bre último, teniendo pedido ya su retiro en esta Villa, donde lo es- peran». Un cabo primero, graduado de sargento percibía la pensión de 112 reales al mes. En la relación de retirados se hace constar «que los individuos contenidos en la presente lista, no han pertenecido ni pertenecen en la actualidad a la Facción y sí que se mantienen adic- tos a la justa causa de la Reina N .a S.” D.” Isabel 2.“)). Firmaba la certificación el Comandante de Armas de la Villa.

Había ferminado la vigencia de la última capitulación firmada en Berna en 1804 y valedera por treinta aííos. Los supervivientes de los Regimientos Suizos fueron empleados, como hemos visto, en mi- siones de vigilancia durante la primera guerra carlista. Esos super- vivientes, que las balas habían respetado, dejaron al fin sus huesos en tierra española, como sus hermanos de armas : en esfa tierra que con fanta lealtad habían servido (16).

(16) Además de los soldados citados, figuran en el libro de Obitos de la Parroquia de Santa Maria de Igualada los siguientes Suizos: Jos¿ Uspe, sol- dado &el ‘Regto. Infantería’ de Kaiser ,(antes Wimpffen), 4 julio 1814. En el año 1825 figuran Juan Ceberg, subteniente del mismo Regto. ; Juan Bayn, Sar-

LAS TROPAS SUIZAS AL SERVICIO DE ESPAftA 89

Podríamos poner punto final a estas notas con un párrafo del es critor militar don Antonio Vallecillo : «Rindamos aquí también el

homenaje de nuestra gratitud a unos Cuerpos tan benemkritos y dis-

ciplinados, y conservemos siempre viva la memoria del Teniente be-

neral don Teodoro d.e Reding, cuyo nombre es inseparable del de

Bailén». Pero mejor será reproducir, como el más digno colofón,

la frase que figura en el famoso monumento del lebn, erigido en Lu- zern a la Guardia suiza de Luis XVI, que se batió heroicamente en

Lns Tullería(: : «HELVETIORUM PIDEI _4C VIRTTJTI».

gcnto del mismo Regto. ; Francisco Xavier hijo del scldaclo dcl mismo Regto. ‘Luis

Daun. ; Gabriela Picavia, de T,isarn ,(?íavarral, esposa de Tomás Nohyhins, sol-

dado del mismo Regto. ; Francisca, hija de Francisco Kunyl, so!dado del mismo.

En e! afilo 1S26 fallece José Zigris, soldado. En 1829 Francisco Schuller, del cuar-

to Reglo. de Suizos; en .1830 Vicente Fabrxy, del mismo Regto.. y María Shaf,

natural de Alemania, consorte de José Schmidchafer, sargento del mismo Regl-

miento. En 1832 fallece Teodoro Hainstad, cabo retirado del Regto. de Kaiser. En

1835 fallece José Neiros, del Regto, vacante de Wimpffen, marido de María

Simó, de Reus, edad setenta años ; Tuis Kreuzer, cabo primero del mismo Re-

gimiento : José Zoimperer, casado con Casimira López, edad cincuenta y cua-

tro años ; Juan Enrique Hotzmayer, del Regto. Suizo núm. 4. retirado, marido de

Ignacia Palmé, de Mallorca, sesenta y siete anos. En 1839 fallece Agustín Tra-

valini ade la corporación de retirados de esta Villa». Los apellidos españoles’ de

las esposas demuestran su vinculación española. Ello fue uno de los motivos de

la decisión de las tropas suizas de luchar al lado del pueblo español desde el pri-

mer momento de la guerra contra Napoleón. El sargento Juan Zippel, ultimo de los

suizos retirados en Igualada falleció, junto con su esposa y un hijo, a consecuen-

cia del hundimiento de la casa que habitaban, en el año 1842.

EL GENERAL ALEMAN AUGUSTO VON GOEBEN

por LUIS RUIZ HERNANDEZ Coronel de Intendencia

«I)urante la primera guerra carlista (183MO), un buen número de extranjeros vino a Espafia para luchar en uno u otro bando. LOS que recalaron en el campo cristino eran, en Su mayoría, merce- narios, gentes del oficio, carne de cañón, a quienes los Gobiernos de la Cuádruple alianza enviaron como se envía un cargamento de salitre o una batería de ametralladoras ; sin que ello sea óbice para que, por su valor, se hicieran acreedores a la admiración y al re- cuerdo que la historia les ha dedicado en publicaciones copiosas.

»En cambio, los que formaron en las filas carlistas eran volun- tarios, gentes de ideal, que luchaban por principios y por primoge- nituras. Casi todos estos voluntarios carlistas eran franceses o ale- manes.

»Coincidió aquella Iépoca con el brote vigoroso del romanticis- . mo en Gottinga y con fa senectud y muerte de la legitimidad en Francia. Ambas causas se hermanaron. La tradición francesa, hen- chida de recuerdos, y la juventud alemana, plena de esperanza, for maron un nexo que vino a quemarse en holocausto en aquella ho- guera de la guerra civil española.

» i,Triste condición y, al propio tiempo, honroso .destino el de nues- tra tierra, que ha de servir de campo de Agramante y de palestra’ en las lides ideológicas !

»Muchos de aquellos franceses y alemanes que lograron sobrevi.- vir y volver a su patria, dejaron escritas sus memorias. Algunas de estas obras son ya conocidas en Espeña ; pero otras muchas, so- bre todo las alemanas, pueden considerarse como inéditas, a causa de la barrera del idioma (1). ----

(1) Hasta ahora parece ser que no ‘se ha publicado más que la traducción de la obra del príncipe &ichnowsky, que con el título de Recuerdos de la guerra CW-

92 LUIS RUIZ EERNhNDEZ

nAlgunos curiosos quedaron admirados ante la copiosidad de re-

pertorio (2). Tal vez, hoy mis+mo, produzca sorpresa a muchos de

mis lectores la noticia de que en la primera guerra carlista lucha-

ron en Espatía, en 1a.s filas de Don Carlos, tres príncipes alemanes:

Stolberg, Schwarzenberg y Lichnowsky.

»Sería oportuno el recuerdo de otros alemanes expertos, como von Rahden y von Goeben; diplomáticos conspicuos, como von Vaerst :

aventureros, como Laurens, y fracasados, como Gottlieb Mils, que

buscaba la muerte.

»También sería oportuno aprovechar la circunstancia de este re-

nacimiento de la curiosidad histórica que se nota hoy en Espaíía,

sobre fodo en lo que se refiere al siglo XIX, tan calumniado y tan

fecundo, para dar a conocer estas obras fundamentales, en las que los extranjeros reflejan sus impresiones con una visualidad más pre-

cisa y con mayor c!arividencia, en ciertos aspectos, que los naturales9

quienes, por estar dentro del bosque, no conocen sus linderos» (3).

He querido comenzar el presente estudio sobre el general von

Goeben, con la transcripción literal de !os precedentes párrafos de don José Maria Azcona, porque ellos le sirven perfectamente de pró-

logo.; pues expresan sabia y elegantemente el propósito que me ha

împulsado a realizar esta mi modesta tarea, que no es otra que el

aportar mi contribución (4) al mejor conocimiento de nuestra his- -

c

Zista 1835-1839, Espasa-Calpe, S. -4. Madrid, 1942: dio a la luz el distinwid,o bibliófilo y erudito y documentado historiador (correspondiente de la Real Academia de ?a Historia) don José María Azcona y Díaz de Rada, fallecido en Tafalla (Na- wrra), el día 1 de junio de 1951. Pero hubo de realizar su trabajo sirviéndose de una traducci6n francesa, al parecer hecha fielmente del original alemán, publi- cada en París en 1844. por haberle sido imposib’e encontrar ejemplar alguno es- crito en aquella lenea.

(2) Se refiere al que bajo el titiulo de Desidemfa: Guevres cm-listes. LZvres

&wzands. Tafalle. Imp. Albéniz, 1931, publicó el citado don José María Azcona. (3) PRfNCIPE %LIX DE ILICHNOWSKY: Recuerdos de la gm?rra CadiStU; pr6-

lago, traducción y notas de José María Azcona y Díaz de Rada, co*respondiente de la Real Academia de la Historia (Espasa-Calpe, S. A.). Madrid, 1942. pá- ginas 5, 6 y 1.

: (4). Tenemos traducida, desde hace algún tiempo, pendiente de publicación, la obra del General von Goeben: Vier Jahre in Sponien. Die Carlisten. ikre Erhe-

brng, ikr Kampf, und ikv Untergang SkLwen und Erinnerungen sus dem BürgerkSe-

ee. Hannover, 1841 (Cuatro a%os en España. Los Cavl%stas. su levantamiento, su lucha y su oc&. Bosquejos y recuerdos de la gzlerra tivil). Un volumen de XVI +-‘656 pâ&s. 20 x 12! cms.

EL GENERAL ALEY.& AUGUSTO VQN GOEBEN 93

toria del siglo XIX, que no es sólo, como dijera satíricamente el poe- ta Selgaâ:

1 Oh, siglo del vapor y del buen tono! 1 Oh, venturoso siglo diez y nueve ! 0, por mejor decir, décimo nono ; Si alguna pluma cáustica se atreve A negar tus virtudes y tu gloria, Yo la declaro pérfida y aleve.

,

sino un siglo en que, como sabemos, se desarrollaron en nues- tra Patria sucesos del más elevado interés, no sólo para nosotros, españoles, sino para el mundo entero, a saber: las gueras ideológi- cas (Independencia y Carlistas), de significacion marcadamente an- tirrevolucionaria y española.

Y, por otra parte, con la cita de las precedentes líneas quiero reLl- dir un emocionado recuerdo al mentado escritor a quien tanto debe la historia de nuestro siglo XIX y, sobre todo; la de las guerras carlistas.

Haremos, pues, un boceto de la vida del ilustre general alemán von Goeben, deteniéndonos con mayor detalle en sus andanzas por Espafia (y Marruecos) ; boceto terminado con un bosquejo de su carácter _

***

Nuestro héroe, cuyo nombre completo es Augusto Carlos”, Fe- derico, Cristián von Goeben, nació el 10 de diciembre de 1816, en Stade del Elba (Hannover), en el seno de una familia hidalga y mi- litar. En efecto, su padre fue comandante de Artillería, director del Parque de Hannover, por encontrarse inútil, a causa de sus heri- das, para el servicio activo de las armas (5), que comenzó a 10s diecisiete años como voluntario en la legión anglo-alemana, orga- nizada por aquellas fechas para luchar contra Francia. Su madre fue Juana Kuckuk, hija de un general hannoveriano. Del matrimonio nacieron siete hijos : cuatro varones y tres hembras. Augusto era el mayor de los niiios.

Los diez primeros años de su vida los pasó en Stade, y en 1826 --

(5) Fue herido dos veces: la primera en el asalto a Badajoz, formando ,&rte del ej&cito de Wellington, y la segunda en Quatrebras (Bélgica), en 1815.

94 LUIS RUIZ HERNÁNDEZ

marcho a Celle, a donde habla sido trasladado su padre. En am- bas ciudades fue al gimnasio, distinguiéndose en seguida por su talento precoz. Alto y delgado, silencioso y concentrado en sí mis- mo, infatigable lector, especialmente de obras de historia militar, alcanzó el primer lugar en aprovechamiento. También, por enton- ces, demostró gran afición a los relatos de viajes y aventuras, «tra- gándoset) literalmente las narraciones de F. Cooper, las novelas del capitán Marryat, y otras obras por el estilo: de aquella época.

Dominaba el latín y redactaba sus ejercicios en elegante alemán.

Tras una tenaz lucha contra su padre (que prefería, como es na- tural, el de Hannover), ingresó nuestro personaje en el ejército prusiano, apenas cumplidos los diecisiete años, sentando plaza de ((avantageur» (aspirante a oficial) en el Regimiento de Infantería prusiana, núm. 24, de guarnición en Neu-Ruppin, que tenía fama de ser una excelente unidad, distinguida por la frase con la que la había señalado el célebre mariscal Blücher : «El 24 regimiento sólo tiene una falta; es demasiado bueno)). Ascendió a alférez el 20 de mayo de 1834, y el mismo día ya tuvo un duelo, sin consecuencias, con su compañero de Cuerpo, el teniente Guillermo von Grumbroco. Neu-Ruppin, situada a la orilla de un hermoso lago, dio facilidades a von Goeben para ejercitarse en la natación, cualidad que estimó mucho y que había de salvarle la vida en España, en cierta ocasión, que conoceremos más adelante.

Los jóvenes compañeros de Goeben le llaman con frecuencia por el apodo, que nunca tomó a mal, de «H.ow do you do» a causa de la preferencia que muchas veces mostró por la lengua y literatura inglesas, que dominaba perfectamente. Hízose también jugador ex- celente de ajedrez. Ascendió a teniente el 14 de febrero de 1835.

Pero la vida monótona de guarnición en la pequeña ciudad (en la que también prestó servicio algún tiempo el insigne Clausewitz), le resultaba muy pesada ; como, además, tuvo algún incidente des- agradable, decidió abandonar momentáneamente el servicio, cosa que efectuó licenciándose el 7 de marzo de 1836 y regresando seguida- mente a la casa paterna.

Mas su recia vocación militar y su espíritu aventurero le acucia- ban sin tregua. Tuvo primeramente el pensamiento de ir a la India .para luchar allí por la independencia de este pafs contra Inglaterra. Opúsose a ello su padre, echándole en cara su condición de súbdito

EL GENERAL ALEMAN AUGUSTO VON GOEBEN 95

del rey de Inglaterra, soberano, también por entonces, de Hannover, y esta consideración bastó a disuadirle de su propósito.

**+

Mas otra ocasión magnífica se ofrecía, al propio tiempo, a sus deseos. Tratábase de la guerra carlista que, por entonces, comien- zos de 2436, encontrábase en pleno apogeo. Apresuróse, con en- tusiasmo, a incorporarse al teatro de operaciones y he aquí sus pro- pias palabras respecto al particular:

«...Pasó algún tiempo y se supo un nuevo rasgo de la doblez de lenguaje del Gobierno inglés. No ‘quería mezclarse en la guerra es- pañola de sucesión, no quería mandar oficialmente tropas ni barco alguno en auxilio del Gobierno de la Infanta Isabel, protegida por él y, sin embargo, permitió a Sir Lacy de Evans organizar con su dinero (del Gobierno) una legión extranjera y, con oficiales del mismo, correr en ayuda de los apurados cristinos.

»Así que mi padre hubo de conceder que era ésta la ocasión más favorable para dar una satisfacción a mi monarquismo, como a mi odio a Inglaterra ; y más habida cuenta de que muchos y distingui- dos oficiales alemanes habían dejado el servicio de la patria y ha- bían puesto su espada a disposición de Carlos V. Fácilmente recibí el permiso del Gobierno prusiano, que dispensaba todas sus simpa- tfas a la heroica empresa de Don Carlos» (6).

Con alas en los pies, como él mismo dice, entregado a espe- ranzadores y altivos sueños, joven, exaltado, ardiéndole la san- gre, se encaminó a España, que, «languideciendo bajo el doble yugo de la revolución y de la usurpación, intentaba sacudir sus cadenas en medio de sus convulsiones.»

En la primavera de 1836, disfrazado de campesino vascongado, guiado por contrabandistas, cruzó la frontera francesa y llegó â Zu- garramurdi, el primer pueblo carlista, donde fue bien acogido por las autoridades y la oficialidad de las dos Compañías de guarni- ción, entendiéndose con ellos en francés. En los días que allí per- maneció enteróse detenidamente del proceso de la guerra hasta en- tonces, relatando brevemente los acontecimientos, sobre todo las

:(S) GEBHARD ZERNIN: Awgust von Goeben, Königlich preussischer General der Infaiterie, Berlín, 1901, Ernst Siegfried Mitfler und Sohn, Königlich Buchhand- lung; págs. 10 y ll.

96 LUIS RUIZ XERNhiDEZ

campañas de Zumalacárregui, por quien expresa su entusiasmo:

«Europa -dice-ha repetido con admiración el nombre de Zumala- cárregui».

El 26 de mayo salió para Irún, donde permaneció cinco dias hasta

recibir del cuartel real el pasaporte para seguir viaje. Los oficiales

carlistas, al enterarse de su condición de oficial prusiano le enseñaron, muy satisfechos, las obras de defensa que habfan construído. Goeben

las encontró defectuosas, pero no quiso criticarlas por no herir

el amor. propio de sus nuevos amigos y, ademas, por modestia, pues, dice, no era ingeniero.

Caballero en un mulo, pasando por Tolosa llegó a Villafranca, donde se hallaba entonces la reducida corte de Carlos V. El 31

de mayo ‘fue recibido muy amablemente por el monarca, con quien conversó en francés. De pequeña estatura, robusto, amable, bon-

dadoso, con bigote rubio rojizo, vestía de paisano. Tenía las cuali-

dades precisas para haber sido buen Rey en otra época ; en la suya encontraba muchas dificultades para ello.

Se le destinó, de momento, a Hernani, donde se encontraba el Estado Mayor de Guipúzcoa. Se le ofreció un puesto en el Cuerpo

de Ingenieros, que él declinó por estimar que un oficial de Infantería

prusiana no podía ser un buen oficial de Ingenieros espafíol ; algunos anos después perteneció a este Cuerpo, como veremos más adelante.

Describe el país vasco-navarro. Lo.s vascongados son una raza

robusta, seria, reservada, noble, amantes de la tierra, soldados va- lientes, marinos intrépidos, hábiles cortesanos y hombres de Estado.

De sencillez y limpieza patriarcales, sus costumbres se han perver-

tido un tanto con la guerra. Las casas son cómodas y limpias. Las mujeres hermosas y honestas, culminando su belleza en Azcoitia y

Azpeitia. Muchas trabajan en el campo, porque los hombres están en la guerra.

Le llaman ía atención las bellas melancólicas canciones del país, cuyo suelo es rico y bien trabajado. Hay un activo comercio con

Francia. Se han unido voluntariamente a la Monarquía con la re-

serva de sus fueros, cuya abolición podría ser política, pero siempre

injusta. Tienen sus Cortes y sus jueces, y todos son hidalgos. La defensa. de sus fueros y libertades ha sido uno de los motivos fun- damentales para lanzarles a la guerra.

El 5 de junio recibe su ansiado bautismo de fuego, cerca de Pasajes, agregado a- la Compañía de Granaderos del 2.” Batallón de

Guipúzcoa, mandada por un capitán suizo. Treparon a unas al-

EL GENERAL ALEMÁN AUGUSTO VON GOEBEN 97

turas donde había un reducto defendido por ingleses de casaca en-

carnada. Un buque inglés comenzó a cañonearles ; sin embargo,

los guipuzcoanos avanzaban con bravura. rhcercábaseles, con paso

seguro, una masa gris oscura. Era la Infantería de Marina inglesa. que avanzaba silenciosa y tranquila, como si no disparasen contra ella. Los cañones ingleses seguían diezmando las filas carlistas y tuvieron

que retirarse despuks de haber caido la mayoría de los oficiales y más, de la mitad de la tropa. El suizo fue herido. Una bala le atravesó el pulmón derecho. Murió aquella misma noche, evocando a su ma-

dre y a su lejana patria.

Tomó parte, el 11 de julio, en la lucha para defender Fuenterra- bía e Irún del ataque de los liberales. Le impresiona profundamen-

te la religiosidad de los soldados carlistas, los cuales rezan el ro-

sario y reciben la absolución general que, arrodillados, les da un ca- pellán, antes de comenzar el combate. Acompaííando a un ayudan-

te que transmitia órdenes, una descarga enemiga lè mata el caballo y le hiere en una pantorrilla ; le hacen prisionero. Habló en francés

y fue bien tratado. Al ser conducido al campo inglés, se escapa ;

déjas,e caer rodando por una ladera y va a caer precisamente en Pasajes, entre ingleses, quienes dc momento le toman por un ctcha-

pelgorri» (7). Vuelve a escaparse, pero al intentar el paso por la

línea cae, definitivamente, en manos inglesas. Por su calidad de

hannoveriano, le tratan bien, e incluso le invitan a comer y beber

con ellos, sin perjuicio de fusilarle después, a pesar de tal cama-

radería. Pero Lacy Evans, tras de conversar amablemente con él, dis- pone su encierro en una celda, al parecer del castillo de San Telmo.

Allí permanece mes y medio, hasta que es conducido a Santander

en el vapor «Reina Gobernadora», en buena compañía con oficia-

les ingleses, que ponderan el valor de los carlistas, mientras despre- cian a los «cristinos». Doblan la punta que los, ingleses llaman «Wel-

Itngton’s nose» (nariz de Wellington) y arriban a Santander, donde

es entregado a las autoridades liberales, en 26 de agosto. Ingresa en prisión, por breves días, y sale con dirección a Logroño, por

jornadas ordinarias, montado en asno y escoltado por soldados. Pasó el Ebro junto a sus fuerzas, y? por Reinosa, Pancorbo y Mi- randa de Ebro, llegó a Vitoria, en cuya sazón se encontraba en di-

-.

l(7) J,ns chapeIgo,rris eran vohmtarios liberales vascongados. llamados as5 por ir tocados con boina roja !(en vascuence boina es chapel, y encarnado, gorri).

9x LUIS RUIZ HERNhDEZ

cha plaza el general Cbrdova, que había resignado el mando. Con-

tinúa su camino para la Rioja; El 13 de septiembre ve a Oráa cuando salía de Calahorra, al amanecer.. El populacho de dicha ciudad le ataca, salvando su vida gracias a la protección de su escolta, no

sin sufrir varias heridas. Cree morir, ((pero con firmeza, como buen

carlista».

Al día siguiente llegó a Logroño, ingresando en una celda del

Colegio’ de los jesuítas, convertido en prisión. Ocho meses pasó

Goeben allí. El 8 de junio de 1837 entró en su celda un oficial para

comunicarle que iba a ser conducido a la frontera francesa, expul-

sado por orden de Espartero. Pero él salió decidido a no llegar a

territorio francés. Siguieron el camino que -va por la margen de-

recha del Ebro, pernoctando en Calahorra el primer día de mar-

cha; Al segundo se. hizo alto, para comer en una casa de campo, proxima a. la orilla, siendo encerrado en el piso superior. Los sol-

dados descuidaron su’vigilancia a la hora de la siesta, y 61 saltó por

ùna~ ventana y echó a correr hacia el río, perseguido por las vo-

ces y disparos de sus guardianes. Hábil nadador, como sabemos,

cruzó ,el :Ebro buceando y se ocultó en unos olivares del otro lado.

Se’ dirigió luego a un campesino que trabajaba la tierra! y este le

ocultó en SU casa, y de’ noche, montado. en un mulo, le condujo

hasta ‘Estella, pasando muy cerca de Lerín, ocupado fiar los libe-

rales; .oyendo la voz’ de sus centinelas. En Estella. se presentó all’ general Francisco García, comandante de, la’ plaza, quien le hizo

.objeto de una cordial acogida. El día 15 ya estaba de nuevo en

campaña nuestro h&oe, formando parte de las fuerzas carlistas

que aquella noche sorprendieron a Peralta,. cuya muralla escaló en

unión de tres granaderos ; rompieron la puerta a hachazos, y la plaza

fue tomada y saqueada, haciendo 70 prisioneros. Despuiés de per- . mánecer tres días en la villa, la abandonaron, retirándose a Estella.

Unos días después fué Goeben comisionado por García para con- ‘.,

ducir a Francia 70 individuos de la Legron francesa, alemanes en

su mayor parte, pasados a las filas carlistas, y que querían regre- sar a su patria, En Zugarramurdi los entregó a los gendarmes fran-

ceses.

Pernoctando en un pueblecito del valle de Ulzama, de regreso

a Estella,, irrumpió en la casa una compañía de soldados liberales.

Creyóse perdido, pero eran desertores. A principios de julio llegó a Estella. Entretanto Uranga, CO-

Busto y autógrafo del General VO" Gq$ben. (Fotografía que se conserva en el .-\rchivo’,dt: la ciuttad de Stade-Elba).

1,ivls.k II

' .:

El General von Goeben, hacia los atíos 1870-71 (guerra franco-prusiana).

Grabado de la época.

EL GEKERAL ALEM,ix AUGUSTO VON GOEBEIi 99’

mandante general de Navarra, había salido para el valle de Mena, ‘yendo Espartero en su persecución.

Avido de lucha y de gloria, nuestro boeben formó parte de la

expedición de Zaratiegui, cuyo objetivo era, ante todo, distraer fuerzas enemigas, facilitando así los movimientos de la expedición

real ; objetivo que, como veremos en seguida, logró ampliamente,

recogiendo abundante cosecha de triunfos.

Salió dicha expediGón de Santa Cruz de Campezu (Alava), el día 17 de julio de 1837. Constaba de siete batallones, uno de los

cuales estaba en cuadro, para completarlo con los reclutas que se fuesen incorporando, y tres escuadrones ; uno de ellos el de la Le-

gitimidad, de cincuenta plazas, cubiertas todas por oficiales que no

pudieron tener mandos, por su excesivo número. En total 3.700 hom- bres de Infantería y 220 caballos. Como jefe de Estado Mayor iba

el general Elío. La expedición atravesó Alava hasta Zambrana,

donde estableció contacto con el enemigo, constituído por la le- gión portuguesa, al mando del coronel Barón das Antas (con un

efectivo de 6.200 infantes y 360 caballos) y la guerrilla de Zurbano.

Los carlistas fueron sorprendidos en los primeros momentos ; pero reaccionaron con violencia, derrotando totalmente al adver- sario, al que causaron más de 1.100 bajas, entre ellas al Baron das

Antas, muerto ; apoderándose de 900 ftisiles y 40 caballos. Las ba- jas suyas fueron 500.

Goeben se condujo con el denuedo y pericia acostumbrados. Su

caballo fue herido en la batalla. Zaratiegui le regaló el caballo del

coronel portugués, magnífico alazán, y le propuso para la Orden

de San Fernando. La noche del 21 al 22 de julio pasaron el Ebro entre Miranda y

Haro, internándose en Castilla.

El 3 de agosto estaban frente a Segovia. Zaratiegui ordenó el-

asalto a la brigada de Vizcaya, en la que iba Goeben, a quien

dijo : «Vd. será el primero que se encuentre dentro de 10s muros».

La guarnición se refugió en el Alcázar. Fue saqueada, entre otras,.

la Casa de la Moneda, aprovechándose la ocasión para batirla con-

la efigie de Carlos V, y ocurriendo escenas pinforescás, como la de

un oficial carWa que, provisto de un saco de piezas de plata de medio duro, las regalaba; a puñados, a los transeúntes. Al siguien-- te, día 4, capituló el Alcázar, saliendo los 300 cadetes de Artillería

que lo ocupaban a tambor batiente y con armas.

100 LUIS RUIZ HERNÁNDEZ

Dejando en Segovia el batallón en cuadro (uno de Aragón), pro-

siguió Zaratiegui su marcha hacia Madrid ; ocupó San Ildefonso de la Granja y, por el puerto de Guadarrama, llego sin resistencia,

hasta Las Rozas, encontrándola aquí, y seria. Regreso a Segovia,

donde volvió a entrar el día 14 y, marchando hacia el Norte, tro- pezó en Nebreda (Burgos), con la columna Méndez Vigo. Tomó

Salas de los Infantes y Burgo de Osma, cuya guarnición capituló.

La expedición se dirigió a Lerma. El 5 de septiembre se acercó Goeben a reconocer la ciudad; se adelantó sólo, cabalgando ale- gremente ‘en su alazán portugués. Al doblar un recodo del cami-

no, a doscientos pasos de la plaza, vio un destacamento de caba-

llería cristina y el corro vespertino de paseantes, damas y cabalieros,

entre ellos muchos oficiales. Al ver la boina roja de Goeben, grita-

ron : « i Los facciosos ! » Todos huyeron a meterse en la-ciudad,

incluso los veinticinco lanceros. Goeben siguió tras ellos, hasta que

se dieron cuenta de que iba solo, y le hicieron volver grupas. Per-

seguido por los cristinos, flegó a las filas carlistas, que vacilaron un momento ; pero Goeben revolvió su caballo e hizo frente a los

cristinos, que huyeron dejando tres prisioneros.

Zaratiegui arrestó a Goeben por lo que juzgó petulancia. Le- vantóle en seguida el arresto, y le regaló un catalejo para que pu-

diera ver al enemigo desde lejos. Aquella misma noche fue con

dos compañías de granaderos a sorprender la ciudad. Escalo una casa pegada a la muralla y se metió por una ventana. En la habi-

.tación correspondiente se hallaba una hermosa joven, a medio ves-

tir, que exclamó : ((Caballero, por Dios». De aquella casa bajó a

la calle con un grupo de barbudos granaderos. Abrieron las puertas

de la muralla, y las tropas carlistas entraron en Lerma. Hubo fuer-

te lucha, casa por casa. Los 700 hombres de la guarnicikt capi-

tularon.

El 1~ de septiembre entró la expedición en Aranda de Duero, y

el día 15 llego a Valladolid, cuyas autoridades, entre ellas el arzobis-

po, conocido liberal (dice Goeben), salieron a recibir a los carlistas. zaratiegui pub&o una amnistía general y prohibió las depredacio-

nes bajo severas penas. Su tropa, bizarra y bien equipada, produjo

magnífica impresión en la población civil, que agasajó a los car-

lista con fiestas y bailes. La guarnición, de 1.200 hombres, con 14 ca- eones, se refugió en el fuerte de San Benito, rindiéndose a los tres

días. El brigadier Iturbe ocupó la ciudad de Toro.

EL tiEAERAL ALE3I.h AUGUSTO VON GCJEBEN 101

Valladolid fue abandonada el 24; ese mismo día hubo un en-

cuentro con una fuerte columna liberal mandada por Carondelet ;

Zaratiegui tuvo algunas bajas, entre ellas Goeben, que resultó he- rido en un codo, con muerte de su magníf.ico caballo.

Ese mismo día pernoctó la expedición en Tudela, donde Zaratie-

gui se enteró de la retirada de la expedición real, recibiendo la or-

den de unirse a ella. Quiso impedirlo el general Lorenzo, ocupan- do con fuerzas considerables (8.000 hombres con artillería) el puen-

te de #Aranda; pero fue batido por Zaratiegui, quien pudo incor-

porarse a aquella expedición. Goeben recibió la -orden de conducir

al Norte un convoy de 200 inútiles, con una escolta de 20 soldados de infantería ; y, atravesando Burgos y Alava, ll’egó el día 7 de oc-

tubre a la Peña de Orduíía, y seguidamente a Navarra, donde curó

su herida y se repuso en una pequeña aldea, próxima a Estella (pro-

_ bablemente Irache) Pero no era el ocio para nuestro hombre: al igual que el hé-

roe del clásico romance, también su «descanso era pelear». Y así, al organizarse la expedición, cuyo jefe era el general don Basilio An-

tonio García, pidió tomar parte en ella, dándosele el mando de una Compañía. Los cuatro batallones que integraban la expedición

eran castellanos, contando además con dos escuadrones. El jefe de Estado Mayor era el Marqués de Santa Olalla.

Salieron de LOS Arcos (Navarra), el día 28 de diciembre. Las

mujeres, con certera intuición, al verles salir del pueblo, se lamen-

taban y decían : « i Los pobres, que ya son perdidos ! 1).

Atravesaron el Ebro por el vado de Mendavia, impracticable ‘á causa de la crecida y con el agua helada. Hubo escenas horribles;

y los ahogados fueron más de 200. Entre ellos estaba el capitán

Gustavo Philippson, holandés, cuy.0 padre y un hermano, también militares, habian perecido ahogados igualmente en el Escalda, y iél

. t‘enía el presentimiento de que así había de ser su muerte.

Cruzando Soria y Zaragoza, se encaminó la expedición a tierras

de Cuenca. El 13 de enero de 1838, en Sotoca, fue atacada por la columna del general cristino Ulibarri ; tras porfiado combate, re- tiráronse los carlistas, batidos, dejando algunos muerfos, heridos y prisioneros ; entre ellos, gravemente herido en el bazo derecho, nues-

fro Goeben. Quedó recogido en una casa de Las Cuevas. Entró en el pueblo una compañía de cazadores de Infantería, cuyo capitán se comportó humanitariamente, pero se marcharon en seguida, en-

trando, a su vez, una fuerza de dragones, que maltrataron a IOS he-

ridos. Le evacuaron a pie, dándole culatazos. Cayó al suelo sin sen-

#ido, y ,entonces le montaron en un mulo, hasta Cuenca, en cuyo

hospital pasó cuatro terribles meses, hasta que pudo levantarse de

la cama. auisieron los cirujanos amputarle el brazo varias veces,

pero siempre lo rehusó ; gracias a ello y a su robusta naturaleza,

pudo salvarlo. Durante su hospitalización fue caritativamente aten- dido por el obispo y por una agraciada joven carlista.

Ei 12 de julio fue trasladado a Madrid, con otros prisioneros.

,El jefe de la escolta, capitán de Infantería, era un perfecto caba-

?llero que le prodigó atenciones. A su llegada a la Corte, por el pa- seo del Prado, el populacho y, sobre todo, los milicianos nacionales,

insultaban a los prisioneros. Se le encerró en una infecta cárcel,

de la que salió el 6 de octubre, camino de las casamatas de Cádiz.

Pasó el Tajo por Aranjuez, cruzó la Mancha, sufriendo terri-

blemente de sed, y IlegA a Andalucía por Despefíaperros. Descanso en Bailén, dedicó un recuerdo a la batalla del mismo nombre y otro

a José María (te1 Tempranillo», cuyas hazaíías estaban recientes. En- comió las bellezas de Andalucía. Por Andújar, Córdoba, Sevilla y

Puerto de Santa María, llegó a Cádiz. Le agradó la suavidad de su

clima y su limpieza (8).

En la primavera de 1839 cesaron los malos tratos, ante las ame-

nazas de Cabrera. Hubo rumores de canje. El cónsul de la Gran Bretaña y Hannover, en Cádiz, consiguió que fuese incluido Goeben.

Se despidió con pena de sus compañeros de prisión. El 28 de

junio embarcó en un viejo buque de cabotaje, con otros treinta y n.ueve oficiales. Corrieron un gran temporal, que les lanzó hasta las

costas de Cerdeña, y por fin anclaron en El Grao de Valencia, el día 14 de julio. Desde allí, a pie, por Murviedro, llegaron a Caste-

llón, donde, el 1 de agosto, fueron canjeados. Se incorporó, en

San Mateo, al ejército de Cabrera y marchó a Chelva, conociendo aqui al brigadier Arévalo, con cuyas fuerzas combatió en Chulilla,

deshaciendo la brigada cristina de Ortiz.

El 24 de agosto fué presentado a Cabrera por Arévalo, que le tenía ya en gran aprecio. Cabrera le miró con prevención, por su

elevada estatura y por las gafas azules que llevaba.

-Esas gafas, ;SOII moda en su tierra?-le pregunta.

(S) Llama a Cádiz «taza de plata)) (sic en el original).

EL GENERAL ALEMh AUGUSTO VON GOEBEN 103

Goeben le respondió que las llevaba para proteger los ojos, de-

bilitados por la oscuridad de las casamatas de Cádiz.

-i Pretextos, car.. . ! -replica Cabrera. Goeben, a pesar de las señas que le hacía &.révalo, situado de-

trás de Cabrera, pidió a éste pasaporte’ para incorporarse al ejérci- $0 de Cataluna. Arévalo habló con Cabrera y éste retuvo a Goeben.

Formó en una columna con la que Cabrera se dirigió hacia

Cuenca, partiendo de Chelva, el día 28 de agosto. El 30 se les in- corporaron Forcadell y Balmaseda, con algunas tropas de mfanteria y caballería. El 31 entablaron combate con las fuerzas liberales man-

dadas por don Santiago Perez, que lucharon bravamente, en Carbo- neras, pero fueron deshechas, con unas 3.000 bajas, entre muertos,

heridos y prisioneros. Goeben se ofreció voluntario para atacar y tomar unas casas, que se defendían con encarnizamiento. Cabrera se portó magnánimamente con los vencidos, y dio a nuestro héroe el

pasaporte para Cataluña. Separóse con pesar del que en los pocos

días que le había tratado, juzgaba como un soberbio caudillo. Por Caííete dirigióse a Morella, donde llegó el 25 de septiembre;

abandonándola el 15 de octubre para marchar a Caserras, en el alto Llobregat, donde tenía su cuartel general el Conde de. España, jefe de las fuerzas carlistas en Cataluña. Llegó el 23, después de pasar

el Ebro por Flix y atravesar una extensa zona enemiga, sin con- tratiempo alguno. Por un malentendido le arrestó el Conde, antes de

presentarse, y Goeben le escribió una carta atenta, pero enérgica. De Espal? reconoció su error, recibiéndole afablemente, invitán- dole a su mesa y destinándole a su Estado Mayor. Refiere Goeben

varias curiosas anécdotas, pintura exacta de las genialidades del ca- rácter del Conde. Este fue detenido el 26 de octubre. Goeben notó

que algo grave le ocultaban, pues cuchicheaban los conjurados Ila- mándole «maldito gabacho».

Un coronel y miembro de la Junta le dijo secamente: -Puede Ud. marcharse, capitán.

-2 A donde ? -Al infierno. Goeben dependía directamente del Conde de España, y pregun@ ::

-2 Dónde está el Conde? - El viejo está muy lejos de aqui-le replicaron-. Vaya a vet

al gobernador.

Alguno de aquellos hombres, en plena rebeldía y ya en la pen- diente del crimen, gritó :

LZTIS RUIZ HERNhNDEZ

-i Matad a ese perro insolente ! Salió de aquella casa y fue a ver al gobernador, que le asign6

un alojamiento. Pero llegó entretanto el general Segarra, el cua.l le anunció que, como no había vacantes, tenía que ir al depósito.

-Prefiero volver con Cabrera.

-Como Vd. quiera, capitán ; feliz viaje.

Goeben relata seguidamente el lepugnante asesinato cometido en

la, persona del anciano general. El 30 de octubre sale de Berga para Morella ; en el camino se cru-

za con los magníficos escuadrones de Balmaseda, quien, enemigo de

Maroto, no había querido acogerse al convenio de Vergara, y mar- chó a Catalufía, para seguir luchando por la Causa.

Habla de un intento de asesinato de Cabrera, fraguado, al pare- cer, por su antiguo subordinado Cabasero, que ahora sirve a los li-

berales . Llega a Morella, donde encuentra a Rahden. Comenta con dolor

el asesinato del Conde de Espaíía. Marchan a Cantavieja, donde les

recibe el coronel jefe de Ingenieros, Cartagena. A primeros de octubre, y en unión de Rahden, acompaña a Cabrea en una visi- ta de inspección a diversas fortificaciones. Al presentársele esta vez,

lo hace también con sus gafas azules. Cabrera, entonces, le confie- sa que la antipatía que le demostró en su primer encuentro se debía

a que, en 1837, había fusilado a un espía francks, masón, enviado por los liberales para asesinarle ; que tenía un remoto parecido con Goeben, y que llevaba, como éste, unas gafas azules. Le destina af

Cuerpo de Ingenieros, a petición de Rahden, y le regala, además, como prueba de su estima, un hermoso caballo.

En la segunda mitad de diciembre es victima Cabrera de una gra- ve y misteriosa enfermedad, que achaca Goeben a un intento de en- venenamiento tramado por sus enemigos. La convalecencia es larga ;

dura cuatro meses. Nuestro Goeben, que ha permanecido en Morella, sale de esta

plaza el 22 de mayo de 1840, para dirigir las fortificaciones de Ca- ñete, adonde llega en 1. de abril. Describe. con pintorescos detalles

su viaje, acompañado. entre otros, de un teniente de Ingenieros portugués, de carácter violento, llegado a España con la legiin por-

tuguesa ; pasado a los carlistas y que, en la última etapa deserta en compafíía de una mujer, que iba tambikn a Cañete, donde estaba pre-

so su marido. Goeben execra este linaje de aventuras. Llega en 30 de marzo a Caííete, cuyo comandante es el coronel

i

EL GENERAL ALEIv1.h AUGUSTO VON GOEBEN 105

don Heliodoro Gil, quien con su guarnición de 650 infantes y 80 ca- ballos domina prácticamente casi toda la provincia de Cuenca.

Goeben es el único alemán que queda en España entre los carlis- tas, y asiste a las últimas acciones de guerra. Dirige las fortifica-

ciones de Casete y ocúpase también en otros menesteres, en los que pone a contribución su fértil ingenio, como el de fundir botones de metal para los uniformes y fabricar proyectiles.

Hace una incursión en Aragón, con un recorrido casi de 120 le-

guas, al frente de una exigua fuerza, compuesta por 40 zapadores, 25 infantes y 10 jinetes, llegando a ocupar Albarracín, regresando

a Cañete con su fuerza intacta, más 9 prisioneros y 53 mulos car- gados de rico botín. Es admirable, cómo logra escapar a la perse- cución enemiga, que le acosa por todas partes.

A primeros de junio sabe Goeben que ha caído Morella y que Ca- brera ha pasado el Ebro. Se ven aislados los de Cañete, y deciden

abrirse paso hasta Francia. Recuerda con cariíío a un hidalgo car- lista, don Rodrigo Cantero, alma soñadora, refugiado en Caííéte, que aún quiere seguir luchando, a cuenta de imaginarias ayudas del

Ejército ruso y la escuadra de Cerdeña. Abandonan Cañete el 9 de junio, dirigiéndose a Beteta. La gen-

te comienza a dispersarse. Goeben va con un sargento y 25 zapado- res ; van abandonándole, hasta dejarse sólo con su fiel asistente, Mar-

cos Valero, de Royuela (Albarracín), de quien habla con emoción. Tras incontables peripecias llegan al pueblo, donde los acoge _ eI párroco.

En 20 de junio se presenta al Gobernador militar de Teruel, a re- coger el pasaporte para Francia. Bien recibido por el Gobernador, e1 populacho le insulta, Una mujeres habían asesinado con agujas y ti-

jeras a un sacerdote, acusado de carlista.

Sale el día 21 de Teruel, tocado con su boina blanca ; dos facine-

rosos le asaltan en la carretera, le hieren de un tiro en un brazo y le desvalijan de los pocos efectos que lleva encima, entre ellos inte-

resantes apuntes y dibujos de sus campaíías.

Vuelve a Teruel, en cuyo hospital permanece seis semanas: has-

ta curar de su herida. Abomina de tan salvajes atentados, porque, dice, «el verdadero soldado, por muy feroz y sediento de sangre

que sea durante el combate, jamás rehusará el respeto y la admira- ción del adversario caído con valor».

Marcha, por fin, en un convoy de enfermos, escoltado, y llega a Murviedro, donde también le acechan los milicianos con ánimo de

106 LUIS KUIZ HERNhDEZ

rtdespacharlo». Por lo que recurre al cónsul inglés de Valencia, quien le extiende un pasaporte con nombre supuesto, como licenciado de

la Legión británica. Embarca el 8 de agosto, en el puerto del Grao de Valencia, llega

el 12 a Barcelona, donde a la sazón se encuentra la Reina Gober- nadora, María Cristina, y Espartero, quien, por aquellos días, es el

ídolo de las multitudes progresistas : le ve muy aclamado en la ciudad condal.

Continúa su marcha a pie, por Figueras, y llega el 15 a Francia. El camino desde Barcelona lo ha hecho alimentándose con moras de

zarza, pues no tiene un céntimo. Las autoridades francesas de Perpiñán le ponen en la disyunti-

va de ingresar en la Legión Extranjera, que entonces se bate en Ar- gelia, o continuar seguidamente para Alemania. Rechaza, indignado,

el forzado enganche y sigue; a pie, como siempre, hacia !a patria año- rada ; viviendo, tan sólo, del socorro de tres perras gordas (sous) por legua, que el Gobierno francés le da, como a todo vagabundo.

Mas se ha hecho en Espafía tan formidable andarín, que hay día en que gana II,50 francos. Así ha de hacer varias jornadas, alimen-

tándose las más de ellas de frutos sin madurar, hasta que, el 2 de septiembre, «como teniente coronel y carlista pobre, pero rico en

honra y heridasn, según expresión del general von Rahden, llega a H,annover, donde vive su padre. De allí se dirige a Hüselbur (Me- cklemburgo) a la casa de su hermana predilecta, haciendo una sober-

bia marcha a pie.

Con su hermana permanece varios meses y escribe su primera obra

Cuatro meses en EspaGa, ya citada, que aparece en Hannover, cuando cuenta tan solo veinticuatro años. Tan pronto recibe del editor

los correspondientes honorarios, pónese en camino para Bourges

(Francia), donde reside transitoriamente Don Carlos, a fin de pro-

curarse nuevos certificados de sus servicios en España.

Tal impresión produce la lectura de esta obra en el entonces príncipe heredero de Prusia, Federico Guillermo (despu& Federi-

co Guillermo IV), que hace se readmita a Goeben en el Ejército prusiano ,’ cosa que tiene efecto el 26 de febrero de 1842. El 4 de

abril de 1844 asciende a primer teniente, y el 3 de abril de 1845, a capitán. El 10 de octubre de este año contrae matrimonio con una

pfima suya, Juana Amalia von Frese, alma sencilla, amante de todo

Monumento erigido a von Goeben, en

la plaza de su nombre de Coblenza, y

cuya maqueta se conserva en el Museo

Municipal de dicha ciudad.

Monumento a von Goeben, en su

ciudad natal. (Archivo Municipal

de Stade de Elba).

EL GENERAL ALE%& AUGUSTO VON GOEBEX 107

lo bueno y hermòso, aficionada a las bellas artes y, sobre todo, a la música ; toca admirablemente el piano. Para el futuro general es «SU vida, su sol, su todo». El matrimonio es muy feliz, pero sin hijos, gran contrariedad para Goeben, que quiere remediar adoptando a un niño.

Es trasladado al Estado Mayor del IV Cuerpo de Ejército, en Magdeburgo, el 27 de marzo de 1848 ; acontecimiento de gran im- portancia en su vida, pues allí conoce y traba profunda, perpetua y provechosa amistad con el general de dicho Cuerpo de Ejército, Barón von Moltke. Los dos se comprenden en seguida muy bien. Moltke tienen entonces curenta y siete anos, y Goeben treinta y uno. Dedicóse éste a aprender con todas sus fuerzas de aquél, que no tiene discípulo más provechoso ni de mayor confianza que el ulterior ven- cedor de San Quintín.

Las esposas de ambos entablan también relaciones de una es- trecha amistad, que dura toda la vida.

En 12 mayo de 3.849 es destinado como jefe de Estado Mayor de la ((División de operaciones en Westfalia)), creada con el fin de aplastar la rebelbión surgida en varios puntos de aquella región, efecto de las convulsiones revolucionarias del 48 en Europa,

Fue ésta la primera guerra que hacía Goeben en Alemania, des- pués de su lucha en España. Con su acostumbrada bizarría luchó en varios combates (Luwishafen, Rastadt.. .), terminando las ope- raciones con la entrada triunfal de Karlsruhe, el 14 de agosto. En esta corta campaña pudo reciar el príncipe de Prusia las grandes cualidades de Goeben, cosa que había de producirle en adelante los frutos más halagüeños. Fue el primero de ellos una espada de ho- nor que le regaló al despedirse de Goeben, ascendido a teniente co- ronel, con fecha 12 de julio de 1855. La espada tenía ‘la siguiente ins- cripción : aA Teniente Coronel von Goeben, como recuerdo de 1849)).

Goeben llevó con frecuencia esta espada, que a su muerte, here- dó su hermano.

En 22 de noviembre de 1858 fue ascendido a coronel.

En 1859, con motivo de la guerra italo-francesa contra Au$ria, dirigió Goeben la movilización del VIII Cuerpo del Ejército pru- siano, que se esperaba sería el primero en actuar, caso de guerra contra Francia. Pero, la paz de Villafranca, disipó, por entonces, las nubes bélicas.

108 LUIS RUIZ HERdXDEZ

_ Y llegamos, con esto, a otro episodio de la intensa y agitada

vida de nuestro personaje, de especial interés para los españoles : su participación en la «guerra de Africa de X359-60)).

El príncipe regente de Prusia dispuso que tomaran parte en

esta campaña, como observadores, algunos oficiales prusianos, y, en 21 de noviembre de 1859 (la campaña había comenzado en octu- bre), nombró una escogida Comisión, designando como jefe al coro-

nel von Goeben. La componían otros seis oficiales. Llegados a Mar- sella el 10 de enero de 1860, embarcaron el 12 para Alicante ; de aquí

salieron el 15 para Madrid, donde fueron recibidos por Isabel II.

Dirigiéndose a Cádiz y de allí, el 26, para la rada de Tetuán. Fueron amablemente acogidos por el general O’Donell. Aún pudo

Goeben ver realizadas sus ansias de luchar contra los infieles, to-

mando parte en las batallas de Samsa y Uad-Ras, pues el 25 de

marzo se suspendieron las hostilidades, reanudándose las negocia- ciones de paz interrumpidas el ll de febrero. En la acción de Samsa fue herido el teniente von Fena, de la misión.

Esta embarcó seguidamente para España. El 2 de abril visitó Goeben el Peñón de Gibraltar, y, pasando por Sevilla y Granada, re-

gresó a Madrid, donde fue recibido, en audiencia de despedida, por la reina. Recompensado con la cruz de primera clase de la Orden de

Carlos III, recibió después la medalla conmemorativa de la Cam- paña de Marruecos.

Como resultado de esta breve campaña publicó Goeben una obra

en dos tomos, titulada: Reise und LagerbrZefe aus Spanien und dem spanischen Heere in Marokko. Hannover, 1863. Hahnsche Hofbuch-

handlung (Cartas del viaje y del campamento desde España y la gue- rra de EspaGa en Marruecos, Hannover 1863. Librería de la Costa

de Hahn). El 18 de octubre de 1861, con motivo de las fiestas de la coro-

nación de Guillermo 1 fue ascendido a general; contaba cuarenta y

siete años. *Ic*

En la gzrerra germano-daNesa, que comenzó el 31 de enero de 1864

(guerra de los Ducados), desarrolló Goeben sobresaliente actividad p destreza, de tal modo, que en seguida atrajo hacia sí todas las

miradas y fue elegido para cuantos servicios exigían prudencia y arro-+

jo. Hasta el punto que la consigna de guerra del príncipe Federico fue : ((Goeben, valiente, adelante».

EL GENEKAL .4LEbdN AUGUSTO VON GOEBEN 109

En uno de los primeros combates (el de Biisselkoppef, en 17 de fe-

brero), le hirieron gravemente al caballo que montaba y un tro- zo de granada le alcanzó el casco.

En las decisivas jornadas del paso y combate de Alsen, en los últimos días de junio, fue sobresaliente la actuación de Goeben, a quien mataron el caballo. Y en medio del fragor del combate recor-

daba a su oficial de órdenes que «se había sentido orgulloso cuan-

do recibió su primera herida en la guerra carlista». l?ue también destacada su actuación en el combate de Diippel.

Su brillante y eficaz actuación en esta guerra fue premiada con

la Orden «Pour le mérite)), con la encomienda de la Orden imperial y real austriaca de Leopoldo, con distintivo de campaña, y la Orden

del Mérito Militar del Gran Ducado de Mecklemburgo, además de las medallas de la campaña, la de Diippel y la de Alsen.

El 18 de junio de 1865 ascendía a general de división, encon- trándose en Münster (Westfalia) al mando de la 13.“, de guarnición en aquella plaza. El rey Guillermo le dió nueva prueba de su estima-

ción, otorgándole en 19 de octubre de dicho año la estrella de se- gunda clase de la Orden del Aguila roja con hojas de roble y es-

padas. 4+x-+

La guewa austro-/wususiana de 1866 fue conducida por Prusia, como

es sabido, sobre dos teatros de operaciones: el de Bohemia y Mo-

ravia, y el de Alemania occidental. Goetien actuó en el segundo.

Peleando siempre en la línea más avanzada, dirigió, con su ex-

traordinaria pericia y suerte favorable, varios combates, luchando

siempre contra un enemigo numéricamente superior.

Fue sobresaliente su comportamiento en la batalla de Kissingen

(Baviera), la más importante de toda la campaña del Main. Este

importante hecho de armas fue narrado detalladamente por Goeben en un escrito titulado «El encuentro de Kissingen de 10 de julio de

1866)). En los combates del día 25 de julio un trozo de metralla le desgarró la guerrera, sin herirle. Y el 2 de agosto entró, vencedor, en Würzburg.

Escribió, también, un detallado informe titulado : «El combate de

Dermach, el 3 de julio de 1866», que es el primer hecho de armas imr portante de esta campaña en el que intervino.

Con el producto de estos trabajos literarios ayudaba a parienfes

110 LUIS RUIZ IIERNhDEZ

próximos necesitados en el extranjero ; rasgo que dem0strab.a su despego por las riquezas materiales.

La campaña de lS66 le convirtió en el jefe más famoso del Eje- cito. Como recompensa por los méritos que contrajo en ella fue nom-

brado c,oronel honorario del Regimiento de Infantería de Westfalia número 55, recibiendo las ramas de roble de la Orden ((Pour le mé-

rite». x--E*

Aún más brillante, si cabe, fue la actuación de nuestro Goeben ’ en la gwrra framco-alemana de 18”30-71, coronación de su larga e

ininterrumpida carrera de gloria.

El 18 de julio de 1870 una Real Orden le nombraba jefe del

VIII Cuerpo de Ejército, ,que se presumía sería el primero en lu- char con el Ejército francés. Al siguiente día Francia declaraba la

guerra.

El día 26 de j.ulio era promovido a teniente general, sin haber

cumplido los cincuenta y cuatro años ; siendo el más joven de SU

empleo en el ejército.

El 2 de agosto se batía con los franceses en la memorable jornada

de Saarbrücken.

Toma parte destacada en varios hechos de armas victoriosos, avan- za hacia Metz, formando parte del primer ejército, e interviene de- cisivamente en la batalla de Gravelotte-Saint Privat. El 10 de oc-

tubre celebra sus bodas de plata durante el sitio de Metz. Tan pron- to capitula esta plaza, marcha con sus tropas contra Reims (15 de

noviembre) y Compiegne (20 de noviembre). El 27, a pesar de estar enfermo, combate en Amiens, que ocupa al siguiente día. El

5 de octubre entra en Ruán. El 9 de enero se hace cargo Goeben del mando del primer ejército, rechazando 10s ofrecimientos de re-

fuerzos que se le hacían desde Versalles, dada la inminencia de gran- des acontecimientos.

Efectivamente, el ejército del general Faidherbe, que marcha-

ba desde el Norte hacia París, ocupa San Quintin el día 17 de ene-

ro de 1871; allá se encamina Goeben, a toda prisa, avanzando SUS

tropas a pie, pues faltaba material de ferrocarril. A las ocho de la

mañana ataca a nuestro héroe con sus 30.000 hombres a los 40.000 de su adversario. A las seis de la tarde entraba Goeben victorioso en

EL GENERAL ALKMÁr\ AUGUSTO VON GOEBEX 111

San Quintín, del que se retiró Faidherbe, dejando 9.000 prisioneros y siete cañones en poder del vencedor (9).

Este fue el último hecho de armas importante de Goeben. Nueve días despu& (el 28 de enero de 1871), se concertaba el armisticio de Versalles.

Fue condecorado con la Gran Cruz de Hierro, que sólo se con- cedió, además de a él, a seis mariscales.

A principios de junio regresó a Cohlenza, al mando nuevamente del VIII Cuerpo de Ejército. Por el mal estado de salud de su es- posa, y con profundo sentimiento, no tomó parte en la entrada triun- fal en Berlín (el 16 de junio de X371), haciendo de solícito enfermero.

La esposa idolatrada falleció en 12 de noviembre. Diez años permaneció Goeben al frente de su VIII Cuerpo de Ejér-

cito, haciendo su fiel «guardia en el Rhin». El 6 de noviembre de 1880 sintióse repentinamente enfermo, y el 13 pasó a mejor vida.

El jefe interino del VIII Cuerpo de Ejército, teniente general von Beyer, publicó la siguiente orden del dfa :’

KA las siete horas y diez minutos de la tarde de hoy, a los sesen- ta y cuatro anos de edad, y tras corta enfermedad; ha fallecido a con- secuencia de erisipela y difteria, el teniente general von Goeben, comandante en jefe del VIII Cuerpo de Ejército, jefe del regimien- to de Infantería de Renania núm. 28, coronel honorario del 6.’ re- gimiento de Westfalia, 55 de Infantería, CabaIlero de la distinguida Orden del Aguila negra, Gran Cruz de Hierro, del Aguila roja con roble y espadas, Caballero de la Orden «Pour le mérite» con roble y de otras muchas Ordenes nacionales y extranjeras.

«El difunto tomó parte desde 1836 a 1840 en la guerra civil de España bajo las banderas carlistas, distinguiéndose por su elevada inteligencia y extraordinario valor; en el año 1849, en Baden y el Palatinado, y en el de 1860, en Marruecos, asistió a diversas opera- ciones ; condujo de triunfo en triunfo a la 26 brigada de !Infan- tería en 1864, a la 13 División en 1866 y en 1871 al VIII Cuerpo de Ejército. Vio la muerte cara a cara en más de 60 combates y ba- tallas.

((9) Sobre estos acontecimientos escribió Goeben un trabajo titulado: Una palabra de rectificación al general Faidherbe sobre Eos combates (6e Bahagme, 10s dhs 2 y 3 de enero de MYZ.

112 LUIS RUIZ HERNhDEZ

»El Ejército deplora la desaparición, en la plenitud de sus fuerzas,

de uno de sus caudillos más estimados, siempre victorioso, pleno de gloria. El VIII Cuerpo de Ejército pierde a su general en jefe que por las excelsas cualidades de su corazón, de su carácter y de su inteligencia, fue admirado y querido como un modelo de virtudes hu-

manas y castrenses.

»El nombre de Goeben permanecerá en todo tiempo sin olvidarse en los anales de la Historia y en el recuerdo del Ejército.))

*t-X

Para completar el estudio de esta gran figura de la historia mili-

tar contemporánea, esbocemos ahora su personalidad humana, con

la mención de las sobresalientes condiciones de su carácter. Fue hombre dotado de fuerza de voluntad extraordinaria, a lo

que unía un agudo entendimiento y finísima sensibilidad ; conjunto

de cualidades que raramente se dan juntas. Siempre estaba alegre. Con todo ello, sin darse cuenta, ejerció una gran atracción sobre 6s demás.

Era proverbial su franqueza y amor a la verdad, que se mani-

festaron en toda ocasión, sin temer a los de arriba. Siempre estaba dispuesto a confesar sus faltas y errores. Sus sentimientos eran ele- vados y caballerescos ; benévolo con todos, pero más aún con los

pobres y oprimidos. Defendió y cuidó siempre con decisión a sus subordinados. No le gustaban las hipocresías ni los servilismos.

Estimaba como cualidades indispensables en el oficial la rectitud de conciencia y la’ honradez. Era muy severo cuando las echaba de

menos. En sus informes sobre aptitudes, era Goeben la escrupulosidad

misma. Comprobaba con toda exactitud sus juicios por escrito, SO-

pesando las palabras en balanza de precisión. Preocupóse intensamente de su formación cultural. Fue observa-

dor de todo progreso científico o artístico. Hasta el fin de su vida fue lector infatigable. Le interesaban, naturalmente, las ciencias mi-

litares, especialmente las de historia militar y ciencias afines, que estudiaba a fondo. Poseedor del francés, inglés y español, que do- minaba perfectamente, y con buenos conocimientos del latfn, italia-

no y sueco, leía con asiduidad revistas y periódicos publicados en Austria, Francia, Inglaterra, Italia y Suecia. Era, como hemos visto,

escritor documentado y elegante.

EL GENERAL ALE3l.h AUGUSTO VON GOEBEN 11s

Aficionado inteligente a las bellas artes, conservo toda su vida gran amor a la música ; en su juventud tocó la flauta y la guitarra, instrumentos que practicó mucho en España.

No gustaba de la publicidad. Llevaba una vida muy morigerada ; apenas tenía necesidades. No fumaba ni bebía licores. No sentfa incli- nación alguna por los negocios ni apreciaba el dinero.

Su manera de expresarse era escogidísima ; denunciaba en se- guida al hombre profundamente culto, constituyendo un placer es- cucharle.

Durante toda su vida sintió Goeben la nostalgia de los países exó- ticos, sobre todo del Mediodía. Como España estaba lejos, iba con frecuencia a Italia, quizá porque allí revivía las vivencias de nuestra Patria, la epoca de sus elevados sueños y esperanzas. Frecuente- mente y con placer hablaba de Espaga con gran estusiasmo.

Tenía un característico aspecto exterior. Pero poco fotogénico quienes le conacieron aseguran que las fotografías y grabados que de él se conservan corresponden poco a su verdadera personalidad.

Era Goeben de elevada estatura, delgado, musculoso, aunque en- gordase algún tanto en sus últimos años. Desde la primera juven- tud usó gafas, que apenas velaban sus grandes ojos de color gris azulado. Tenía la tez pálida, aunque sana, y eran ágiles sus movien- tos. Su frente ancha y pensativa estaba rodeaba de abundante pelo castaño, que no encaneció hasta pocos años antes de su muerte. La hermosa nariz aguileña, la boca pequeña con labio superior cu- bierto por espeso bigote oscuro y la pequeíía perilla. daban ex- presión particular a su cara.

Vestía ordinariamente sencillo uniforme de levita, sin condeco- raciones.

En su camino por la tierra ascendió «per aspera ad astra», como reza la antigua divisa germánica.

En resumen, por su contextura corporal y por su espíritu y vir- fudes, fue Goeben un verdadero Quijote del siglo XIX.

Su patria dedicó a su memoria pruebas de afecto y admiración po-

co corrientes. El 17 de noviem? re de 1880, día de su entierro, los periódicos

alemanes llenaron sus páginas con el recuerdo de su gloria. La

114 LUIS RUIZ HERNÁNDEZ

emperatriz Augusta envió una corona, y el príncipe heredero su pé-

same. Al año siguiente de su muerte se colocó una lápida conmemora-

tiva en su casa natal, en Stade, que posteriormente le erigió un busto. El emperador Guillermo II dispuso en 1899 que el segundo

regimiento de Infantería renana usase el nombre de Goeben Co- blenza le erigió una estatua en una de las plazas de la ciudad, que

desde entonces se llamó plaza del general Goeben. Esta estatua ha desaparecido con ocasión de la última guerra mundial. El año 1941 celebró solemnemente esta ciudad el 125 aniversario de su na- cimiento.

En 1912 se dio ‘su nombre a un acorazado de 23.000 toneladas.

de desplazamiento, tripulado por 1.013 hombres, uno de los más her- mosos buques de la marina de guerra alemana, y que en unión del ctBreslau» tantas hazanas realizó, a lo ancho de todos los mares, en

los comienzos de la primera guerra mundial. A su” bordo ocurrió la sugestiva anécdota siguiente :

En la primavera de 1914, recorría el Mediterráneo una potente- escuadra alemana que, entre otros puertos, visitó el de Spezia (Ita-

lia). De dicha escuadra formaba parte el «Goeben» En su residencia de Viareggio estaban pasando entonces una tem-

porada los principes don Jaime y dona Alicia, hijos de Carlos VII,

quienes fueron amablemente invitados a visitar el buque, en el que se les recibió con toda amabilidad y con honores reales.

Al preguntarle dolía Alicia al comandante la razón del nombre de

su buque, respondióle aquél: ,«Alteza Real, Goeben era uno de nues-

tros más brillantes generales, que en 1870 mandó un Cuerpo de Ejército durante la guerra franco-alemana y que tiene, no una, sino

dos hojas de servicios, gloriosísimas : la pirmera en el ejército car- lista, del abuelo de Su Alteza, y la segunda, en el alemánn.

Como no podía menos de suceder, la vida y las obras de Goeben fueron muy estudiadas en Alemania y aun fuera de ella. Sus escritos militares, henchidos de excelentes doctrinas y enseñanzas, fueron ali-

mento de muchas generaciones de oficiales germanos. Sobre él existe una completa bibliografía, de la que se relacionan

los títulos de que, hasta ahora, he tenido conocimiento. Por des-

gracia,~ se trata de obras prácticamente imposibles de encontrar

hoy día.

EL GENERAL ALEM.h AUGUSTO VQX GQEBEN ll5

BIBLIOGRAFÍA EMPLEADA

p~I~c1.p~ FÉLIX DE LICHNOWSKY: Memorias de laI guerra civil 1837-59. Traducción de don José María Azcona de Rada. Espasa-Calpe. Madrid, 1942.

AUGUST VON GOEBEN: Vier lalzre in Spanien. Die Karlistelz. Zire Erhebwg, ihr Kampf und ihr Untergang. Skizzen wtd Erinne- yungen aüs den Bürgerkriege. Hannover, 1841.

GEBHARDT VON LERNIN: August von ,Goeben. Eine Auswal seinler Briefe mit einem einleitenden Lebensbilde. Mit einen Bildnisse in Stahlstich. Berlín, 1901. Ernst Siegfried Mittler und Soher.

JOSÉ MARÍA AZCONA (Correspondiente de la Real Academia de la Historia) : Zumalactirregui. Estudio crítico de las fuentes histd- ricas de su tiempo. Prólogo del excelentísimo señor Conde de Rodezno, tifular de la misma Academia, 1946, Instituto de Estudios Históricos, Madrid.

GUILLERMO RITTVAGEN: El famoso gefzeral aletin von Goeben inicid su carrera en el ejército carlista. Artículo aparecido en el núme- ro de abril en 1941 en el diario de Madrid «El Alcázar»,

FRANCISCO ILóPEz SANZ (Sab.): Goebert, caudillo olw+dado. Artícu- lo aparecido en el número 18.527, corespondiente al día 7 de marzo de 1954 del diario «El Pensamiento Navarro», de Pam- plona.

MELCHOR FERRER : Historia del Tradicionalismo español. Sevilla, Edi- h-ial Católica, tomos XII, XIII, XIV, XV, XVI y XVII,.

OTRA BIBLIOGRAFÍA

AUGUST vox GOEBEN: Reise zcnd Lagerbiefe sus Spainen und den Spanisclzen Heere in Marokko. Hannover, 1863. Hahusche Hof- buchhandlung.

KOEHLE (REINHARD): Goeben Erlebnisse in Spaitien, Lager und Lei- dertsjahre des dezctschen Heerfüherer nach seinen eigenen Aiif- zeichmingen mit .$l Abbildumgen ini Text und. eiwe Karte. Union deutsche Verlagsgesellschaft. Stuttgart, Berlín, Leipzig.

LAUTERBACH (FRIEDRICH): Goeben Das Lebensbild eines grossert Sol- daten von Karlistenkrieg in Spanien bis zur Wacht am Re& Ver- lag A. W. Hayn’s Erbelz. Berlin.

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GEOGRAFOS-HISTORIADORES MILITARES ESPAÑOLES

por NICOLAS BENAVIDES MORO General de Estado Mayor, Ex-Director del Servicio Histhico Militar

tirante muchos años se estudiaron separadamente la Geografía

y la Historia, a pesar #de qu,e a aquklla y a la Cronologia se les ha

llamado «los ojos de la Historia».

Por una parte se estudiaban los hechos referidos al tiempo, en su sucesión de épocas y períodos (Cronología: Anales, décadas...

Historia general) y, aparte, como materia totalmente independien-

$e de aquélla, la Ge,ografía, dedica,da exclusivamente a la descripción

del espacz’o terrestre y de los mares y territorios que lo constituyen, pero sin relación alguna con los sucesos alli acaecidos. En ese tipo

de Geografía se estudiaban, a grandes rasgos o en detalle, las ca-

racterísticas ,de los idichos mires y tierras, adoptando modernamente

modalidades económicas y esta,dísticas : producciones, población, co-

mercio, etc., pero toldo completamente desligado de relación con la

Historia. Para nosotros, militares españoles, es muy satisfactorio que haya

iniciaIdo la conjunción del estudio geográfico y el histórico un ilustre militar ,de nuestra Patria, que aplicó a ella este trabajo, orientándolo

en el aspecto de nuestra profesión, es .decir, estudiando los distintos

territorios de España y de Portugal y los hechos marciales en ellos acaeciidos.

He aquí la obra que abrió este trascendental camino. Su título

es Geografi’a histórico-militar de España y Portugal, escrita por el

Coronel ,don José de Arteche, Oficial que ha sido del Ministerio ‘de la Guerra y de los Cuerpos de Artillería y lde Estado Mayor del Ejér-

cito. Son dos tomos, ambos impresos en Madrid, año 1859, Estable- cimiento tipográfko de don Francisco P. Mella,do, calle Santa Te-

resa, núm. 8.

Esta obra fue premiada en el ,Congreso de bCien&s Geográficas

118 NICOLÁS BENAVIDES MORO

de París .de 1875 y figuró con generad beneplácito en la Exposición,

tam,bién de París, ‘de 1878. Su autor, el ldestpués General don José Góm,ez de Arteche y Moro,

fue una de las grandes figuras españolas de la literatura militar mo- derna, académico de la Historia y personalidad bien conocida y ad- mirada no sólo entre los profesionales de la Milicia, sino en todos

los medios cultos de España y ‘de otros países. Publicó muchos y valiosos Trabajos que lograron mereci,da fama, entre los que destacan

el antes citado ,su magnífica Guerra de la ?ndepemdencia (Historia milita?* de España de 1808 a 1814) ; Nieblas de la Historz’a pat&z y

Urt soldado español de veknte siglos.

En el Prefacio de la obra que NS ocupa expone el autor su pen- amiento sobre ella en la siguiente f,orma, que reproducimos am-

plliamente por su gran inberés :

«Viene sintiéndose desde hace mucho tiempo la falta fde un tra-

tado de Geografía ique, después ‘de una idea c1ar.a de la variada con- Figuración del territorio que constituye nuestra Península bajo un

Sistema razoaad,o y filosófico, otfnezca al lector las aplicaciones más

adecuadas al arte militar, según sus teorías más autorizadas, y prin-

cipalmennte se&z la expe,tienckz de sucesos innegables capaces cáe hervir de norte en lo futwo.» ,(Subrayamas.)

((Convencido de la necsidad de tan interesante estudio y útil co- nocimiento para el ejercicio ‘de mi profesión militar, y deseoso de ad- quirirlo lo más pr~ofun~damente posible, recordé qu,e en Ias. Quintas

Esenciais, escrito cde Mr. Guyarfd, había leído lo siguiente: «L’ex-

cellent moyen d’apprendre une chose qu’on ignore, c’est d’écrire un libre sur cette chose..» Puse, pues, mano a la obra, y aun cuando es-

caso de recursos en m,i enten,dimlento, la asi,dui,dad y fconstancia en ele trabajo me proporcionaron kras mucho tiempo el llevarla a cabo.))

Ante el temor ‘de qne se le critique por dar demasiado carácter

histkico a su trabajo, se #disculpa de eso por considerarlo indispensa- bk y ldentro $del slentir de la época: (tEs posible que me exceda en

pruebas históricas, halagando así el espíritu lde nuestro tiempo,, en eI

que, como dice ‘un célebr!e escritor, es la historia la especial, ya que no la exclusiva ocupación de toldos.»

Despu& expone su plan de trabajo con la finalidad militar ante- >ioha : «Así que he ‘dado principio por uua descripción general de la

PIenínsula y un resumen histórico, lde su divisi,ón territorial y de las

lavasiones de que ha sido objeto des,de los primer.os tiempos, desig-

GEÓGRAFOS-HISTORI.“,DORES MILITARES ESPAÑOLES 119

nanIdo SU ‘marcha irregular o metidica, militarmente consideradas, para señalar con fun;damento las lí&ea,s generalIes más importan@

de cubrir en la #defensa del país.» Primera modalihdad original: el estu,dio, de la Península por Ver-

tierates : «Dividida Csta en grandes regiones hidrográficas, he ido -examinando ,después en to,dos sus ,detalles ca’da una lde las qw sepa-

radamente la constituyen, deducienldo ade sus condiciones físicas, es-

taldo ldefiensivo y recursos que pue’dan proporcionar, las propie$dades

milit,ares consiguientes a ,ellas, corroboraidas con la historia razo-

nada de las campanas ‘más instructivas Ide que haya sido teatro. Fi- naalmente termin.0 con un análisis de nuestro estado militar y de las

necesidatdes que está llamado a atender.»

En su ,estudi,o ‘deldica atención a Port,ugal, con especial sentir :

.«Fracciona,da la Península en ,dos monarquías que la natm-aleza ha querido visisblelmente unir, no se puede menos en esta clase de estu-

dios de incluir en el de aquklla, cuanto en a*mbas existe capaz cde dar

la isdea a que se aspira; pues así co.mo físicamente están embebidas

e,n un sistema general y único, !deben suboredinarse en el campo ldc

la ciencia a un Ipensamiento sólo, como en el orden político debieraar estarlo a una so4a acción. Por eso n,o me he concretado a la descrip-

ción cde la parte española, sino que he exam,inado cuanto correspo,nde

.al reino portugués, con la misma extensión y en el wden másmo que

;en el de aquélla, para conseguir en, el .es&dio la unida~d que la ,PWvi- dencia impuso a la naturaleza y ,q«e eventualmente han quebrantado

los hombres en sus relaciones sociales.»

Después habla de la bibliografía y la cartografía consultadas : &Zomo es natural, he consultado cuantos tratad,os de Geografía he

pojdi,do haber a las manos, que no son pocos, si bien faltos de datos

respecto a mi objeto, así como los mapas y trabajos fopográficos más fid)edignos y que me ,ha proporci~ona,do examinar detenidamen-

te la amistad del Coronel ,don Francisco Coello y Quesada, autor

del Atlas de España 31 ws posesi,ones wa Ultmnzar, que ,tiene reuni-

dos todos los referentes a SL~ obra, ya en parte publicaIda, y muchos correspondierstes a Portugal, y he encontrado en. !a historia ,de nues-

‘tras guerras cuantos comprobantes necesitaba.»

Termina esta introducción proclamanldo con gran sencillez; sin

orgullo, pero con íntima satisfacción visible, la originalildasd de su obra : «Ardua era la tarea por su noveldad y especiales condiciones, y Idoy a la lSuz su resultacdo, confiad,o sen. que Imperfecto y aun nlo satis-

120 NICOL& BENAVIDES MORO

iaciendo por completo las necesidades #de su obra, servirá al menos para que otros más idóneos, corrigiendo los defectos que contenga, hagan positivo el fruto, que aspiro a idar a mis colmpañeros de armas.%

Veamos ahora el texto de su libro con la necesaria rapidez, aun- , lIue en algun momento hayamos de copiar párrafos que nos den, ín-

tegramente, i’deas (del autor sobre determinados e importantes puntos. En el capítulo I, Nociones generales, estudia la situación geográfi-

ca de España, con sus límites, forma, climas, fronteras y otras cir- cunstancias.

Hace a continuación, con carácter general, rápida pero enjunldio- sa mdescripci6n ,de los principales acaecimientos ocurridos en España ,desde los más remotos tiempos históricos hasta el final de la Guerra de la In,depende;ncia : iberos, celtas, fusión celtibérica, España ro- mana, Dominación árabe, Reconquista y sucesos posteriores, todo ello en relacion con circuastancias ge,ográficas y con las de orden psicológico de los invasor,es y ,de los naturales lde nuestra Patria, que por su individualismo y su desuni6n hicieron posibles esas ínvasi~ones y la larga permanencia de 1’0,s invasores en ella hasta que (tras la dura prueba de la lmultisecular lucha contra los musulmanes)i se lo- gra la unidad, con los Reyes Católicos, en los órdenes territorial, político, religiosos y militar.

~Estudia también, en esa parte, el nacimiento del Reino’ (de P’ortu- gal, con SUS vicisitudes ,en rellación con España hasta su definitiva in- dependencia, y, llevado #deI afecto que le inspira aquella jnaci6n y del sentimiento que le profduce la separaci& !politica ,de dos pueblos que la Naturaleza ha unido g,eográ.ficamente, no lo consi,dera ajeno en su sentida estimación, y ‘describe, con carácter también general, ,la división territorial portuguesa y sus co’lonias.

No se .olvilda .(siempre en el rápido examen geográfico-histórico, después desarrollado con. .smplitud) de aAndorra, del «enclave» espa- ñol ,de Llivia, en Francia, ni de Gibraltar.

En todos los períoldos históricos citados examina las líneas segui- das por los invasor.es, breve pero certeramente, así wmo las razones geográficas y económicas que las hicieron ser elegidas por aquéllos, como los accidentes topográficos ,opuestos en la <defensa, destacan- doso en esto la lucha entre invasores cartagineses y roman.os en e9 ‘E;ste y en el Sureste de IEspaña, las calzaidas o cankilos militares construí~dos para ‘dominar aquélla totalmente por los romano’s, y .otros aspectios de igual carácter geográfico-histórico de orientaci& gene-

GEbGRAFOS-HISTORIADORES MILITARES ESPA%OLRS 121

ral, previos al examen más detahado y con aplicaciones concretas. En ese examen rápi,do y preliminar de nuestrot temitorio, insiste eD

la condición individualista de los españoles y en los daños que nos ha ocasionado.

«Tal ‘dédalo de montañas, ese carácter extremadamente áspero, encerrando un país fácil de defender contra invasiones extrañas y en que se pueden sostener luchas muy duraderas, siempre que sus ha- bi,tantes observen una íntima unión para (defender su in’dependencia. Su falta, en ocasiones solemnes, explica cómo España ha sid’o avasa- llada por tantas dominaciones y cuán lentamente ha ejecutado la obra de su restauraci&r, y no puede atribuirse más que a la natura- leza del suelo,, pues cada región, como encerrada ejn límites difíciles de salvar sin las comunicaciones que proporciona la cultura, se ha aislaSdo casi completamente, constituyéndose en una sociedad apar- te de las ,de su mismo oñigen, sin atender que pertenecía a un gran pueblo apartado de ,los demás de Europa físicamente, así como por su carácter, costumbres e intereses.»

Aquí vemos al autor dando, en función de la razón geográfica, la causa histórica de este fenómeno de aislamiento, esta vez de la Nación entera respecto de las demás, como antes lo hiz.01 en relación a la falta de solidaridad entre los habitantes de las distintas regio- nes españolas, por circunstancias orográficas y por las psicológicas a estas anejas.

‘De moldo especial alade a nuestra Guerra de la Independencia de 1808 a 1814, terminada solamente cuarenta y cinco1 años antes da publicar este libro.

Destaca la antedicha relación íntima entre lo accidentado y frac- cionado del territorio’ español, ‘con la Ipsicología de sus habitantes y su aptituld natural para la guerra, para explicar muchos éxitos de los guerrikros en sus fulminantes accio,nes de sorpresa, que cau- saban enormes pérdidas a los franceses, solamNente dueños del te- rreno en que actuaban grandes Unidades o de los puntos ocupados por fuertes guarniciones.

Pero en esa gran epopeya se mostró el común ideal de solidaridad e in,dependencia de los españoles, que probó la reciedumbre de la unidad nacional. l?n la Guerra d’e la Inldependencia reapareció pu- jante tan mágica a.wn.onia, resultante ,de la conjunción de ía va&- I?a;d peninsular con la undad de sentimientos de todos 10,s españo-

a22 NICQLfiS BENAVIDES MORO

Jes. Esta vez fuimos juntos. del brazo con 130s portugueses en la co- .mrín liberación nacional.

. En el Capítulo II ‘pasa Arteche a la descripción de la Península

en las grandes regiones que él llama Vertientes generales, con el

criterio histórico en lo geográfico que informa toldo su estudio, como se ha dicho.

Se trata de las grandes zonas peninsulares que encierran las cuen- cas de toldos los ríos que ‘desaguan en la misma parte del mar.

He aquí cómo las describe:

Yertienk Ovientai ,«Encierra la cuenca del Ebro y las de los

potros rios que al N. y al S. ‘de él ‘depositan sus aguas en el Medi-

terráneo, y está formada por las vertientes meridionales de los Pi- rineos desde l,os Cantálbricos en que se ihallan las fuientes (de aquel

río hasta el Cabo de Creus, y por las orientales de la Cordillera I,bérica Idesde su arranque hasta el Cabo de Gata.» «Figura en su

:totali’dad un gran espacio triangular.» Lo describe, y afiade, tras

ia descripei& geográfica, lo que pueNde ,interesar a su finalidad:

äRegión tam vasta, la más fértil acaso de la Península, posee el clima -más variabdo y de consiguiente las producciones más variaidas.» Las

detalia.

_ De ‘todas estas características extrae consecuencias. La cuenca .del Ebro «.odrece un carkter peculiar, así en la fisonomía general

del país, como en el genio y costumbres de los habitantes. Las mis- mas causas climatológicas y de situación. qne, según acabamos de

apuntar, ejercen una influencia tan eficaz en la naturaleza #del suelo

y en sus producciones, obran asimismo en el numero y carácter de

.los .moradores. »

Refiere luego los he,chos históricos :que esto fomentó. Dice:

«Efectivamente, en las zonas superiores (de la vertiente oriental, los mora,dores son más robustos que en las inferiores, y de ellas proce-

,dían aquellos ásper,os almogávares, cuyo ‘d,enuemdo triunfador vino a

parar en proverbio en Europa, como #dice el historiador Romey, kan sumo su decantado arrojo, íque tan sólo unos cuantos miles,

$raspuestos por acontecimient,os ,muy peregrin.os al servicio del Im- .perio griego jd,e Oriente, fueron tremolan,do 10,s pendones herma-

na’dos de Aragón, Sicilia y Bizancio hasta la raya occidental de la

3?rigia Mayor, enarbo:lando por fin los blasones barreados a las

puertas jde la Acrópolis ‘de Minerva y en las almenas del Pireo,.» Como destaca el autor, la situación geográfica <de esta amplia

GEÓGRAFOS-XISTORIADORES MILITARES ESPAROLES 123

vertiente la ha puesto siempre en contacto, por sus costas, con el Mediterráneo, cte! mar de la cultura y (de la guerra» (como ha sido

justamente llamaIdo), en múltiples episotdios que son bien conocidos.

ES, pues, la Historia en función Ide la Geografía, te& de esta obra.

Se extiende luego en la descripción ,d,e sierras y rtos, viabilidad del terremo, pas’o:s en la frontera con Francia y, en fin, invasiones

y campañas más notables que han t,enido lugar en tan amplio te- rritorio en distintas épocas ; todo ell,o relacionaIdo, co’n e,l medi. geo- gráfico, ldestacanSdo la influencia (del mismo en los hecho,s históri-

cos. Es,to último lo hace también, al tratar !de otras partes d.e la F’k- nínsula, aunque sin adoptar como fatal e ineludibBe la nota de de-

-rminismo que los caracteres !del terreno puejdan a veces imponer

II las operaciones miiitar,es, objeto principal de su estudio como

sabemos.

Describe la Co&&eru Ibérka. (límite ,occidental de dioha ver- tiente), detallando su constitución, accidentes, etc., toNd,o con refe-

reacia a hechsos históricos en ella acaecidos, o en relación con ella.

V,ertknte Septentriond. En esta parte ?describe «las, faldas sep-

tentrionales de da Cordillera Pirenaica en la parte que se alza sobre el Océano Cantábrico» (sic).

Esta faja, dic,e, que se extiende «entre el Pico de Gorriti y 10s

Alduides y la costa de Galicia del Cabo Ortega1 al {de Finisterre»,

tiene ásperos montes, cortos valles y ríos casi perpendiculares a la cordillera, clPma húmedo y benigno (salvo en altas cumbres que es-

tán nevadas largo tiempo), bosques magníficos, etc., etc. Y cita

una frase de Estrabón referente al aislamiento que aquella dura na-

turaleza impo’nía a sus habitantes ; .y la heroica lucha ,de los cánta- bros, aferracdos a ella, contra 30s rolmanos, así como la resistencia

‘terrible que ellos, los a,stur,es (t+~~ntionfa~os, o sea, los del lado norte

de esa cordillera, hoy asturianos), los cimaontmos (leoneses ‘de la pendiente Sur Ide ella) y los gallegos, hicieron a los árabes, resisten-

cia smpara,da en la misma circunstancia geográfica.

En esta vertiente escasearon las operaciones en el sentido lon-

gitudinal de ella, por las enormes ~dificultades que su naturaleza bra-

vía ha opuesto si,empre al desplazamiento por aXquélla, hasta que se fueron abriendo líneas de comunicación.

Vertiente Occiden~tnl. Comi’enza así su examen : «Vamos a em- pezar el estudio lde la región más importante de la Península, así por

SU ‘vastísima superficie v naturaleza de los acciidentes que la constitu-

124 NICOLÁS BENAVIDES MORO

yen, como por comprenlder en ella la monarquía portuguesa y haber sido teatro de .los acontecimientos más interesant,es en el arte ,de Ja guerra». He aquí, tde nuevo, lo hist6ricomiIitar en función de Iso geográfico (el teatro), en: hechos concretos que tdespués puntualizará.

Esta vertiente es-akde-«un territ,orio mucho mayor que el del resto) fde la Península, en el que han tenido lugar muchos y ex- traordinarios acontecimient,os.. ., cuya explicación no sólo, depende de las causas y marcha sd.e ellos mismos, sin’0 tambi& de las con- diciones del terreno en que se verific6 su a’cción y tuvo lugar su des&ace».

Después la describe a grandes rasgos : «...Está formada por las pendientes meridionales ;de los Pirineos Oceanicos (1) desde Eos Cabos ,de Finisterre y Touriñán hasta el arran,que ,del sistema ibé- rico ‘(Z), por las oc’cidentales de ese mismo sistema hasta la Sierra de Baza ; y por ‘las septentrionales de la Cor,dillera Peni-Bética, des- de la mentada sierra hasta el Cabo de Tarifa, término m&dional de la Ponínsula.»

Estudia ,«las cor’dilleras que cortan esta Vertiente, todas gene- ralnwnte paralelas a la Pkenaica)), y, *luego, en detalle, el terreno, el clima y la vegetacióin, factores de tanta importancia en la vida humana y-en el caso militar-en la ‘de los Ejlércitos en operaciones, !,o mismo por lo que se refiere a sus movimientos, como, por su situación en posiciones defensivas.

.Describe d,espués la frontera hispano-portuguesa, sin ollvi,dar los principales hech’os #de guerra acaecifdos en ella o a través ‘de ella.

Finalmente, de la Vertien$e Meridion.al ‘dice esto : «Muy peque- 50 es el espacio comprendido, en la Vertiente Meri.dional. Si atende- mos, además, a su insignificancia militar, excepto sen pocos y ,de- terminados puntos, notables por su interés comercial, o por su si- tuación junto al mar, no ,extrañará el lector que opuestamente a lo .que hemos hecho ea las zonas que importa conocer bien para com- prender las operaciones ,de los Ejércit,os, pasemos muy ligeramente por la que ahora nos va a ocupar: el objeto militar de este libro

nos lo prescribe, aun cuando sea sin descuidar el conocimiento físi- co del terreno’, para que no (desdiga del carácter geográfico qzce es la base de mestro trabajo.» (Subrayamos la parte ‘de esta frase que condensa el pensamiento del autor.)

(1) Q&iilera: Cant&rice. (2) C33qciillwa IbMca.

LAMINA 1

Retrato y facsímil de la firma del General Gómez de At-teche.

(Renistn fknicn de ?yfanieda y Cabnlh-ía. Afro VIII, 2.a épo-

ca, número 2).

GEÓGRAFOS-HISTORIADORES MILITARES ESPAÑOLES 125

&a falta sde grandes fortalezas y la’ abundancia de torres en la

costa, indican bien claramente ‘que solo han sido allí de temer las piraterías ,de los argelinos y marroquíes ; y los acontecimiento,s de

fines ‘del sigla ‘xv (3). y XVI nn.o han vuelto a reproiduc,irsie desde que

2~s montanas fueron habita,das por españoles, abandonándolas vio- lentamente (4) los morisco.s, que aún sonaban con la dominación

de Espaíía cuando ya regian la nación los robustos gobiern,os de Carlos V y Felipe IL»

Al final ‘de la obra se muestra el autor apesadumbrado porque afirma, con laudacble moldestia, no haber logra,do su propósit,o. Dice

que ha caminado por un terreno virgen, escabroso, erizado. de obs:

sáculos de tolda índole (l,o que era cierto) y que «la carrera ha tenido

que ser lenta y trabajosa».

Señala Juego que este es un trabajo al que se ha comiprometido, wn.0 por idea cde suficiencia para llevarlo a cabo, sino por convicción

de ser necesario para cel conocimiento, del país como principio de

otros estudios más perfectos». Al terminar no puede ocultar su satisfacción por haberse aldelan-

tado a escribir una ‘obra original: «N.o se crea por eso que este

tema no sea completamente original, no teniendo como no tengo

noticia {de .otro semejante ni en España ni en el extranjero, pues que los publicados se reducen tan sólo a revistas generales de la

naturaleza (d,e los países que ‘describen y enumeración, á lo más, de

sus medios militares.)) Este estudio ,d!e la Geografía con ,i,nterpretación histórica ft$ un

mo)delo, al que siguieron obras similares de otros escritores milita-

res españoles, que pasamos a citar; hombres de destacada perso-

nalidaSd que, por cierto, no mencionaron tan magistral precedente.

Una ‘de estas lolbras fundambentales, en el aspecto, ‘que examina-

mos, es la titulada : Esthdio estratégico de la Pe&su?a Ibérica des-

de el pmto de vista del Ingeniero, por el Coronel del Cuerpo,

D. Francisco Roldan y Vizcaíno. Madrid, Irnp. del Memorial de Ingenieros, 1897.

Como en el caso de la del General Gómez de lArtech,e, nos cree-

(3) La Guara de Granada. (4) (&iere deoir por la vicnkmcia &z las a~nmas e~~afiola~.

126 Xl‘XdS BER.4VlDES MORO

mos o.bligados a reproducir parte de la introlduccion, porque en ella

anticipa el autor el pensalmiento ,predominante que informa su tra..

bajo. Dice así:, «Tres factores contribuyen a la vicbo,ria, como dice muy bien

el ilustre veterano Ge’neral Arroquia (5) : el solda’do, las armas y el

t’erren,o . » «El solIdado es Ia potencia; las armas el brazo de palanca, y ~1

terreno el punto ,de apoyo ,de éstos. Si estos tres factores se saben

combinar, si se emplean con inteligencia, conducen in,du’dablemente aJ éxito en la guerra ; pero si sólo se atieade a uno *de ,ellos y se

abandonan ,o desprecian los Sdemás, los ejércitos marchan á una

segura derrota.. .»

«...iMas d.ejando las armas y el sol,dado, y su empleo táctico en

la guerra, para que las estudien y combinen inteligencias superio,res

a la nuestra, vam.os sóllo a ocuparnos del tercer factor, del punto de apoyo, qu,e es el ímico que ha permancci,do inalterab~le en el trans-

.curbo del tiempo.»

«El estudio ,que pensamos hacer en estos apuntes no puede ser más inkresante : conocer el terren,o en que se ha (de combatir, saber

cuándo, cómo y por dónde se ha de presentar el ene,migo,, es tener

mucho adela,nta.do para conseguir el triunfo ; porque estas previ- siones de lugar y tiempo permiten preparars,e para la lucha y con-

trarrestar la superiori,da,d numérica o ‘de armamento (del contrario,

con la preparación del terreno para resistirle.»

Lo antedicho apunta un prejuicio determinista del autor, que no es tan concluyente como parece, y que después explica, pues pre- tender saber, por sólo el ,conoci,miento, del terreno, «cuándo, cómo

y por dónde se iha ide presentar el enemigo». En. líneas generales,

puede preverse algo el por dónde, en de,termi,nados momento y si-

tiación, desde el punt.0 ‘de vista geo,gráfico. Como ejemplo de esto citaremos las varias invasiones que sufrió Francia por las llanuras

de Flandes, 10 que indujo a la cowtrucción de la Línea Maginot, para ,o+po:nerse a ellas. Lo difícil es saber mándo y cómo. El autor

sigue ídiciendo : «A estudiar el terreno de la Península Ibbrica, pero

desde el punto (de vista del Ingeniero, se encaminan estos apuntes.

Iios dazas que para escribir& nos han servido {de. base son, los es-

(5) Ilustre G~ned y tratadisfa, autor cle valiosos trabajos. Entre SIUS mejo- res ~pubkxciones e&n : La gukwa. y la geologh (M!adz+cl, X371), 7 El terreno, 40s bmbrt% y las artaas ert la gaberra (1872).

GEÓGRAFOS-HISTORf~DORES UILITARES ESPAÑOLES 127

critos del G,eneral Arrpquia, La Geografia y la HisboG de nuestra patria, comp~etándolos con lo que por nuestros ojos hemos .po&d,o, observar recorrien’do el terre’no y estudiando su cdefen,sa.»

Como se ve, incluye en su estudio a Portugal, como hizo Arte-. che y como ‘es indispensable hacer, ,dada la conexi,Gn de esta na- ción con la nuestra, ,también en lo geográfico y en lo histórico. En el estudio de Roldán aparecen estos elementos nuevos: lo itopog& fico (el relkve ,del terreno) d,en.tro de lo geográfico (estructura ge- oleral ‘del territorio) y la forti~kaciólz, adecuada a calda caso bélico y c,on aplicación a la deferzsca de posiciones o sde líneas orográficas o hidrográficas. E,nfocada así la Península, va citando acaecimientos en ella relacionados con esa especial modalidad.

Tal es el pensamiento capital de la notable o’bra geográfico-his- tórica de tan #distingui,do autor.

La base rd,e ese estu¡dio era, pues, la Geografía, el examen del terreno o del país en que se había combati,do, en distintas y memo- rables épocas ‘de ia Historia de nuestra Patria, con especial exa,men (como se indica en el título de la obra) y aplicación a la especialidad profesional Idel atkor ; es :decir, del Ingeniero militar, ea cuanto a las características del terreno para la ejecución ,de trabajos ,de for- tificación, fuera la llamasda de cawzpaña, o ligera, que, se ejecuta y emplea rápidamente para las exigencias ,defensivas ,de un combate, o bien semiperrvwcmentc, que responde a la neckdad de mayor PO-

tencia jde la orgacización para lograr también mayor estabilidad y permanen:cia ,e’n la línea fortificaIda, teniend,o siempre en cuenta los recursos y materiales de construcción que calda comarca pueda ofre- cer (ma.deras, canteras, etc.) y la calidad mismi del terreno para la apeeura de trincJleras, zanjas, cimie,ntos, etc. To,do ello en rekión con ]as referencias de lo hecho ,en Idi,stint,os casos histkicos, de los que han queda,do relatos y Memorias ide carácter técnico 0 Simple- mente $&tico. También de la fortif,icaciÓn $w?na?zente (plazas, COs-

tas, etc.). Hagamos ya un rápifdo resumen de essta obra. El Capítulo 1, adela@a en su titulación la idea general del autor:

Examen general geogrúfifzco e ?&stórko de la PennZnsula y consecuelz- cias qae del m2smo se desprende% Estt&a en 41: LimGtes Y &Q%WU orogrdfico penirwular. Vertientes, (6) y sist.emm htkkOg?dfkO. COn-

secuenhas qué se despre&en del examen geográfico. ~-

128 NICOLk BENAVIDES MORO

GConsidera, breve pero certeramente, los principales jalones de la Historia de España en relación con el telrreno! que la constituye:

@ca prehistórica, do,minacion.e.s cartaginesa, ro’mana, golda, árabe, guerras de Reoonquista y toma. de Granada, época ,moderna hasta

principi,o,s del siglo x~x y guerra Id-e la Independencia. A continuación escribe : ~«Consecuenck que se desprenden del

tz&etior reswmen K.rtóko.» Comienza esta parte con lo que fué

expresi& insistente de Arteahe : la falta de unión de íos españoles,

causa de muchas #desgracias nacionales. Destaca luego el valor mili-

tar, principalmente para la defensa, de nuestros principales núcleos

montañosos, especialmente el del ángulo Noroeste de la Península,

oonstituido por Asturias, Galicia, parte mon.tañosa de León y las

provincias portuguesas de la ‘derecha Idel Duero, del que dice que ((fue en todas las épocals seguro refugio contra los invasores, y en 61 re-

sistieron los celtas a 1,o.s cartagineses y romaoos, sirvió más adelan-

te de apoyo a (10s hispano-roman.os contra los bk-baros del Norte ;

los suevos a su vez 1.o utiflizaron contra 10s visigodos, y por último sirvió de base en la iinvasión: árabe para la reconquista y en la Guerra

:de la lndependenaia, nun Idespués (de invadi,da esta regióa, constituyó

siempre una excelente posic& ,ofensiva+defensiva de flanco ‘sobre los Qlanios de Castialla. Y se ,oomprendee que así sea, pues a poco que

nos fijemos en, un mapa ide la P,enínsula, podremos ver que constituye

el baluarte que flanquea la Cordillera Cantábrica y la frontera por-

tuguesa de Tras-os-Montes y la Beira, proporcionando excelentes desembocaduras hacia las llanuras del Duero.»

,Estudia después ,dicha frontera, geográfica e histkicamente, ha-

tiendo refere,ncia, en este último aspecto, a las operaciones con ella

relacionadas, desde Viriato hasta la. Guerra de la Indepencia. inclusi- ve, con. m,olderada exteas&.

El resto de esta notable ,obra tiene también los caracteres geo-

gráfico-históricos que Gómez de Arteche señaló perfectamente, apli-

cados ta la modalidad rnreva antes indicada (7).

***

I Pasemos al también rápido examen de otra interesanfe o,bra de este tipo.

Bajo el titulo de conjunto CoZeccSz de obru.s del Genera2 don

GEÓGRAFOS-HISTORIIDORES MILITARES ESPAÑOLES 129

Modesto Na-darro G,arcZa, fueron publicadas varias de éstas, de las cuales nos interesa aquí únicamente ia ,tit,&da E&&Io acerca del

teatro de operaciones emke España y Portugal. Madriz, 1915.

A modo de prólogo se jdice como necesaria advertencia y aclara.

ción : «IDicho trabajso comen& a ver la luz pública en 1901 en la

,?evista Técnica de Infarbteria (nbms. 1 y 2 del 2.” semestre); pero

hubo #de suspenderse su impresión, .por indicación ,oficiosa del en-

ionces mMinistr.oa ,de la Guerra (Weyler), con motivo de la reclamación

hecha, según parece, por el Embajador portugué:, a consecuencia del gran revuelo que produjo en esta nación lo publicado, y que

dio ocasión más tardo al escrit,or militar Cristóbal Ayres para dará

a la estampa un libro titulado Pela Patria. A conqksta de Portztgah. Como po’drá ver quien repase ‘el libro, no había motivo alguno que

justificase esta alarma, pues no hay en él supuesto militar, a eje- cutar, de ninguna clase. Y a .deshacer ese infundsdo recelo se enca-

mina lo que sigue, diciéncdose en la intro,ducción: ((Segukdamente

tuató nuestro pa’dre de justificar cuáles habían sido el objeio y fina-

ìidad suyos al tratar del asunto, haciendo constar Ide antemano que

ninguna de las ijd’eas que aparecían en él (debían juzgarse ligadas

a las Ide u,n espíritu público ofensivo hacia la vecina nación, ni

menos aún aconsejaldas o ,dictaldas por altos poderes o personzlida- des de la nuestra, debienado considerarse tan sólo como ideas per-

soiules exclusivas del autor, aunque reflejo fiei d”c una creencia par- .I kularísima firmemente arraigada, sin envolver ningún asomo si-

quiera de agresivi,dad hacia nuestros cot,erráneos de la Fknínsula Ibérica. »

IA continuación seiíala el firmante ‘del citado exor,dio (hijo del au-

tor) lo siguiente, que (continuanido la antedicha explicación) interesa R este trabajo por afectar al concepto geográfico-hist&ico que veni-

mos comentando : «Tratan,do ‘después ,de dicha justificación, la ba-

saba en la necesi,da,d e imbportancia dei estndio Ide la Geografía mi-

litar (8) para cuantos a la carrera ,de las armas se dedican,. fmditidose

paya ello en la que tieti*e el tevregzo co-me esoenavio qz6e ka sido, es y será siempre en toda hcha. arma,da (9), haciendo notar que en ‘ti-

dos los países eran Ileva,dos a cabo trabajos #de esta índole con an& lega #orientación al suyo, *sin que ello subiera despertado recelos ni

abierto suspicacia (de los Idemás, <determinando a lo sumo discusiones

(8) La Gwgrafíc? en 4-&&án can la guerra. (9) subsaylaJmos.

130 NICOL&j BENAVIDES MORO

0 polémicas, combatiendo ,doctrinas o ,destruyendo ,hipótesis, seña-

Janido como ejemplo el caso de otro libro ‘del autor, anterior al pre

sente, tit&do Estudios militares aplicados al caso hipotético de una Ezscha con Frawia, ‘d,el sque se ocu8paron tam,bién a raíz ,de su apa-

rición, en 1882, no sólo los escritores profesionales, sino la Pren-

sa de la vecina República, llegánSdose hasta la afirmación, hecha por La Franlce, Ide que el cita,do libro había sido revisado primero por

el Mariscal Bazaine (10) y escrupulosame,nte examinado y plena-

.mente acelptadto *después por el Estado Mayor alemán (ll) ; pero

sin supones nunca la i,dea ‘de animosidad ni lde espíritu belicoso para Frarrcia, íleganado más tarde esta obra a ser tra,ducida al francés, se-

iiabda luego como de consulta por el ,eminente General Pierron en la página 15 *de su libro La déjense des fron~tières de la France, en

el cual, además, se copia (págs. 51 a 62) todo el capítulo de aquélla

referente al idespliegue estratégico de los Ejércitos espaííoles sobre

la frontera ‘de los Pirineos, figuran,do por último en las bibliotecas ,de casi todos los Cuerpos arma’dos de dicha nación.»

Termina adicieado dicho hijo (Enrique Navarro) que, llevaNdos, él y

s,us ihermanos, #del ideseo ,de ren,dir un homenaje a la memoria ‘de su

padre, reimprimiendo todas sus obras, quitaron en ésta «los concep-

t,os que, acaso por un exceso (de susceptibilidad, fueran mal interpre-

tados en Portugal)), con lo que res,ppoaldían al sincero afecto que los portugueses nos inspiran a tordos los españolles ; y, la prueba .de que

en ellos no queldó resto ninguno ,de recelo, la constituye el hecho de

la publicación ,del libro que aquí examinamos, sin que se hubiera pro- duci,do ninguna otra reclamación contra él.

Pasemos ya al rápi’do ,estudio ,del mismo, para no alargar ,dema-

siado el presente escrito.

- En la primera parte, «Antecedentes hostóricos», se dice: «Dis-

curriendo Marselli (12) acerca de la Geografía militar, la determina unida a la Historia militar c.omo lo están el alma y el cuerpo, el

actor y el ‘escenario, el tiempo y el espacio, y en veãdad que tiene

razón. El conocimiento fde los hechos y acontecimi,ea.tos hist&ico-

militares, el estadio lde las batallas y campaíías que la Historia re-

-

(10) Residía en Espaiía despu& de rendir Metz a los alemanes. (11) NO nos creian cqwes & hacer nada por nuestra cuenta, los fra,n-

C&%S. (12) Escribió muchos años después de Arteche. La guerra e Za suu Storiiz.

La publicó ~(~01. 1) en Pián (T(Treves) en 1875.

GEbGRAFOS-HISTORIADORES MILITARES ESPAÑOLES 131

gistra, se enlazan naturalmente con el estudio y el conocigento del terreno en que tuvieron su desarrollo, de masera a completarse mu- tuamente.. . De ahí que la Geografía militar, si tiene su natural base en la Geografía física, se determine también en buena parte mediante el conocimiento de la Historia militar, pues de las ensenan,zas y da- tos que ésta ofrece á través ,de los siglos se Ide’ducc, por gran ma- nera, las con,diciones estratégicas, logísticas y aun tácticas de los diversos territorios.))

A continuaci6n cita ejemplo,s de distintas épocas, aplicados a la citada fromera, en cuyo ‘detalle no creemos necesario entrar.

En el siguiente capitulo introduce un elemento nuevo : e.Z estu&

geológico del terreno, también referente a esa frontera y a las am- Flias zonas colinda,ntes. Este nuevo elemento de juicio es muy a,de- cuado, y se compenetra perfectamente con lo geográfico-histórico. El lo aplica en sus descripciones.

La Geología, como es sabido, indaga y ‘describe la formación, la antigüedad y los caracteres gde la constitucióq y la composición de las ,diferentes clases de terreno, lo que han (de tener en cuenta los políticos y los mandos de los Ejércitos en sus distintos escalones y misiones : aquéllos en el Pla?z de guerra (que af,ecta a la finalidad vital a conseguir por las armas), y éstos en los Planes de operctciones o estratégicos (que pue’den, cambiar, dentro del general #de guerra, por diversas causas), en la Logística (marchas y abastecimientos de to,do ,orden) y, en fin, en ,la Táctica (empleo de tropas y servicios para o en el combate). En todos esos casos debe conocerse a pr2orZ la na- turaleza geológica .del terreno en que se va a operar, pues impondrá condiciones al hacerlo. Inversamente, al estu,diar un territorio en el orden geográfico-histórico que examinamos, convendrá saber en qué me,dio geológico se efectuaron las operaciones y quk servidum- bre o qué ventajas ofreció la formación del terreno en calda caso: viabilida,d, abundancia o carencia de fuentes, naturaleza del suelo para fortificación )de campaña, etc., y ensenanzas a deducir.

Estudia el autor, a*demás $de lo ante’dicho y de la orografía y la hidrografía en general, las costas, plazas y puntos fuertes de su épo- ca, en relaci6n con tal zona limítrofe.

Es éste el mejor estudio,, de carácter monográfico, que se ha he- cho de la citada frontera hispano-portuguesa, y en él mostró d ilus- tre General Navarro sus grandes conocimientos en diversas materias,

132 NIO0L.b BENAVIDES MORO

como también en otras obras que le dieron merecido prestigio en nuestro Ej&xito, y en los de otras ;naciones.

I;os tres antes citaldos escritores militares han sido, no meros tra- Tadistas de Geografía, sino verdaderos geógrafos (y, por eso, los titu-

,. timos así), pues todos ellos recorrieron y estudiaron el territorio Ana- cional en el ejercicio de su marcial profesión, y kvantanon mapas y píano,s de &e.

BATALLA DE STALINGRADO

por FERNANDO GIL OSSORIO Teniente Coronel de Artillería, Diplomado de Estado ,Mayor

En tanto yo no haya derribado al enemigo, debo temer que él me derribe; no soy, pues, dueño de mí mismo, sino que él me impone la ley como yo se la impongo.-CLAusEwnz.

1. ANTECEDENTES

La ofensiva alemana en Rusia ‘del año 1941 termin6 con un ~o!m-

pleto fracaso. El zar,pazo del oso soviético a las vanguardias ger-

manas que trataban ‘de cercar a Moscú probó cum~plidamente que,

c,ontra lo previsto por Hitler, la URSS no había sido iderrotada ea un.a campaña de ,ocho a diez semanas, y que la potencia m&tar SXIS~

no había si,do anulada ant,es de la llegada .del mal tiempo (1). Por

el coantrario, el Ejército Roj,o pasaba a la contraofensiva, y en nna

campaña de invierno colocaba a la W,ehrmacht ante situacion’es apu- radîsimas que difkilmente consiguió superar, graci.as a la energía

de Hitler y al val,or, espíritu de sacrificio y comp&encia :de mandos y tropas (2). Sin embargo, la xsuperacibn de esta crisis invernal dejó

(1) Coronel Gent~al GUIERIAN : Las experiencías de Za guerra en RuSa: Revista ctEjército)j, núm. 207, ,pág;. 80.

(2) (J31 Fiihrer (on e4 invierno) ha pasado dias #muy diffciles que han &ja+ dn3 claras huellas en su aspecto.)) (CEn su rnayw parte los generales no le han sido de ningun,a ayudla.)) ctEl FBhrer solo tuvo que salvar el )frente &I~ rafe d iln2vierno.)) ctE inviwno sorneGó, no s6lo a la Wehrmwhk germante, sno especiabnenke a su C’ba~d~aate Supremo, a la m& violenta pru&. Es caz+i un w&gro que sigamos en ,pie. Pero aún es demasitio pronto pam

134 FERNANDO GIL OSSORIO

convencido al Führer de que el secreto <de ía defensiva mdlcaba en

nferrarse al tirreno sin idea de repliegue (3) y creó en él una des- confianza total hacia el generalato, ‘que era. #o,puesto a la guerra de

posiciones (4). Espectaculares destituciones de Mariscales y Gene- rales fueron consecuen’cia Idre esta desconfianza y sirvier,on para abrir

uni amplio foso entre 61 y los mandos ,del Ejkcito. Para colmo de

males, Hitler, que ,desde la destitucidf- en 1938 del Mariscal von Blom-

berg, era Jele Supremo de las Fuerzas Armadas, asume en 19 de

diciembre $de 1941 el mand%o ,del Ejército de Tierra al destituir al

;$vfariscal von Brawhitsch (5), dando por tolda explicación al Jefe de

compre&er todo lo q,ue eI Fetirer sufrió durante esos meses.)) ((La gua- &yamz6 su arnáx$na violencia d pwtir de fiaales de noviembre. Ell Ftihrea afirma que a VW rtemió QO poder sobrevivir. No obstante, iavariablemente, hizo &-ente a ,& asako& enemigos con sus &ltimos adarmes be anwgia y ccmsigui6 salivar Ba, situaci&n.~~ (GOEBELS : Diaria, lanataciones dell dfa 20-I II+.)

(3) ctLa infletitile defensa de mda pulgada de terreno fu6 poco a v cowirtiéindose en ,n~nmia exclusiva de su estrategia. Luelgo que la Weihr- ma&t alemana había conseguido en 10s primeros tiempos de 1~ guerra ti ext,rao&narios éxitos idebidos a su unovilidad maniobrera, venia ahora Hitlm ai tornar de ,S&in, de+u& @e .la ptimra crisis ente Mosc6, la .receta de rnx&nex $1~ ,psicianes, iaderrA&ose al tewen0.j) (Mari& von MANSTEIN : v*Ktis frustrdaq &g. 280.)

{4) «La c&n,i6n que hoy tememos de los jefes de da Wehma&t es to. fx&nen~ia &stintaJ & la que teniamos, por ej-lo, IdespueS de ía ofensiva de Firancia. tis Oficialles $el Estado Mtayor General ao :shn capaces de man- mer lfa serenidad en 10s imomentos de <prueba ni sulperar las crisis espi& &.&es.)) La opi,niGn de Hitler (Crespecto a varios jefes ,de la Wehrmacht hia carnb&lo ra&ca~ente duxen& e11 pasado imnivienno. Ya no piensa de los ge- mmle.s tan bien como entonces. No sienfe más que &sprecio por la mayoría de d10s.n c(Brawhi%sch tiene gran parte de Za re~an~sailidad en lo que pudo pasar y en b que pas.6. El Fülxrer habla de 61 con un absoluto desprecio. Es nn hombre vwío, cobarde, troto, que no pc&a &ontar la situacióln y mucho menos &min&a. Con sus const-ntes interferencias y su pertinaz deso’be- @en& estr@ &do el ,plan de la cwaña del Este, trazado con claridad crist.aEna por el F$x+er.» (GOEBELS : Ob. cit., dia za-III-42.) <Cuando aban- do& el1 &uga de &J conferencia*, ,d&a Hitler a Keitei : <<i No me ffo do este hotike!)) Can esto se bahía consumado una ruptura que nunoa más podrfx w remediada.» (Gn-onel General GUDERIAN : Recuwdos de un soldado, P& 167.)

(5) La Wahmaaht era el conjunto de los ejércitos de tierra, mar y aire EI Oberkom&&o Wehmachf (OKW) era el Mando Supremo de tas fuerzas wmti. Hm es el ej&cito de tierra, Oberkomaindo Heex (OKH) el Mando *ao del ejktito de krra. ADGXX oapgos se reunion, por tan-, en h

BATALLA DE STALINGRADO 135

Estado Mayor de este último la de que «la minucia de dirigir las

operaciones está al alcance de cualquisra. La misión del Jefe Su- pre’mo ,del Ejército es educar a éste en el sentido nacional-socialista. No conozoo a ningún General idel Ejército que sea capaz de llevar-

Io a cabo con arreglo a mi criterio. Por ello, me he decildido a asu-,

mir yo mismo el man,do suprem.0 d,e,l Ejércit,o» (6). Y lo peor del

caso es que, como el OKH sólo tien.e mando s,obre el frente del Este, pues to.dos los ‘demás dependen <deI OK\V, result,ó Hitler c.onvertido

en General Jef,e de un sixmple teatro (de operaciones.

Con la llegada de la primavera len 1942, wnteni’da la contraofen- siva rusa, Hitler exigió la rearmdacióa (de la ofensiva, contra la opi-

nión fde su Estado Mayor, ya que consisderaba «que el ruso estaba

muerto. Co- la última ofensiva de invierno había gastado sus fuerzas

No se trataba <más que de empujar a iqui’en se estaba tambaleando» (7).

El primer problema que se presentaba era ‘el de la escasez de fuer-

zas, consecuencia de la cuantiosas pér,di,das sufridas. Alcanzaban és-

tas a 1.300.000 hombres en 25 ‘de junio ; de ellos, 2i1.000 muertos, o sea el 40 por 100 ,de los efectivos iniciales (8). En su vista, se optó

por limitar su ofensiva al ala sur, previamente reforzada con divisio-

nes facilitadas por los países aliados. Con ello se consiguió incremen- tar los efectivos coln «treinta y cinco divisiones italianas, rumanas y

húngaras, ‘cuyo armamento no tenía, sin embargo, la potenc.ia riece-

saria, y que ,no poseían experiencia del frente ruso» (9).

Persona del Ffihrer-;; pero, en cambio, tenfa &x Estados Mayores disti&os, cuyos Jefes eran al Mariscal Keitel y el Coronel Halder, respeotivamente.

(6) Coronal’ General HALDER : Hz”tEer General, phg. IOZ.

(7) Coronel General HALDER : Ob. cit., págs. III y 112.

(8) Coronel1 Gemcral HALDER : Memorias, anotacibn del zs-VI+, citado por GARTHOFF : Doctrimz Militar Soviética, p&s. 478 y 479. Kl Cande C’IANO,

en sus Memorias (págs. 527 y +3), dioe que Ribbemrop le aseguxo que los alemanes hafbfian pwdido 27o.oco hqtnbres muertos en d Es& hasta abril, pero que et General Marras, Jefe del Cuerpo italiano expedicionario en Ru- sia, afinmab!a que los ~muertos se elevaban a 7oo.ooo y que la ztota&k$ $8

bajas a casi tres millones. El Coronel General GUDERIAN (Ob. cZt., p&. x60)

da en 30 de noviembre, antes de la contraofensiva rusa, la cifra de 743.ooo. bajas. GOEBELS (Ob. cit., anotaciones del 6-111-42) da, hasta 20 de febrero, g52.ooo bajas, de ellas rgg.ooo muertos y 112.000 congolac@.

(9) Co,rond General GUDERIAN : Art. cit., phg. 82. Pmx.8 mr, no o&-

tan@, que las divisiones aliadsalc fueron ,más nu~mewsas. El Teniente General GAscf~ VALIÑO (La Camfiafí de Rusia. Primera parte, pág. 279), las eleva

136 FERNANDO GIL OSSORIO

Los objetivos elegidos fueron econ&nicos y geográficos: las

regiones agrrPc&s e industriales de Ucrania or’ieintal, el petróleo del CAucaso, las comunicaciones entre Rusia central y meridional (10).

Mientras la operación se prepara, el 12 de mayo, los rusos lanzan

un ataque contra Járkov con’ el propósito, según afirman, de retra- sar la ofensiva, de cuya preparación tienen conocimiento (ll). El

sotun.do éxito alemán en esta batalla compensó sobrafdamente cual-

qmer retras,o que la misma puldiera haber supuesto a los planes. germalno s .

II. OFENSIVA ALEMANA

La ofemiva se desertmdena

El 28 de junio tde 1942 las fuerzas de la Wehrmacht se encuentran

desplegadas sobre los 500 kil&netros de frente que separan Kursk

de Taganrog en espera ‘de que, con las primeras horas del ‘día, lle-

gue la Ide iniciar su avance, previa la ruptura .de las líneas enemigas.

Bajo la dirección del Fürher,. con su puesto de mando en Vinitsa , (Ucrania), el Grupo %de Ejércitos Sur (Mariscal von Bock), que ini-

ciará la ofensiva de verano, se halla (desplegado .de Norte a S,ur en la siguiente forma : Puesto $de mando, en P.olltava ; 2.0 Ejercito ale-

mán con el 2.” Ejército húngaro, en la region ede Kursk; 4.” Ejér-

cito acoraza,do, en la regióa de Járkov ; 6.” Ejlército, en’ la región del sudeste de Járkov; 1.“’ Ejército acorazado y 17 Ejército, en

la región de Stalino. En segunda línea s,e encuentran los Ejércitos 8.” italiaao y 3.” ruma-no, en región al 0est.e ,de Stalino. El 11 Ejér-

cito, a la sazón terminamdo la conquista de Crimea, constituirá la

reserva general. El apoyo aéreo corre a cargo lde la 4.” Flota Aérea (Coronel General von Richt,hoffen), 4.0, 6.” y 8.” Cuerpos aéreos,

a 40 6 45. Et1 ~@zmx~~~~ GUILLMJME (La Guerre Gernzan,o-Soviktique, pQ. 33)>

*a 45. (Esta obra remltkt muy, interesante, por estar basada ‘asi fnfegramente an la bibllolgra& swiétia.) A&más, la mayor garte de 1~ rumanos y a&gu- nas divisiones i!tianas venían com,batienda en Rusia desde d Mnti,@o de la atienda.

(IO) Comnel .IYkxmxl GUDERIAN : AYO. cit., p!g. 82 ; Con& CIANO : 0 b.

Cit., !&. 527.

(II) T&enite General GARCfA VALIÑO : Ob. cit., pág. 296; Cmmd Ko-

LINOV : Los Mariscales rusos habla*, p!+gs. 72, 147 y I jo.

BATALLA DE STALINGRADO 137

Conf~orme .a lo previsto, el 7 de julio, ya en plena ofensiva, el Grupo ‘de Ejércitos Sur se (dividió en dlos Grupos de Ejércit,os, d B

(Mariscal von Bock), al norte, y el A (Mariscal Li&), al sur. Este

último reíme bajo su mando los Ejércitos 1.O acoraza,do y 17. El 15 de julbo el Coros,lel General Weichs relevó al Mariscal von Bock en

el mando del Grupo de ,Ejércitos B, al parecer como consecuencia

de las objeciones puestas por el segundo a la división del Grupo de

Ejércibos Sur ,(l2). Los objetivos iniciales consistían, según el General Halbder (cro-

quis núm. 1), en alcanzar el Don mesdio y el Volga, en Sltalingrado,

cubrién’dose hacia el sur con el avance .d’e unas fuerzas ,débiles des-

de el baj.0 Don en dirección al Cáucaso (13). En un primer tiempo, las fue’rzas alemanas rompen el frente ene-

migo entre Kurks y Járkov (300 km.) en cuarenkta y ocho horas,

profundizando a continuación rápisdamente en dirección a Vorone-

ye, ciudad que ocupan el 7 ,de julio, {tras un avance ,de unos 300 kilá-

metros y luego de haber oruzado el Dion medio ese mismo día. Sin elmbargo, las tropas soviéticas han conseguido ev+tar el cerco que

las amenazaba y traspasan el río citado entre los días 2 y 8. ,Des-

pués, el Ejército Rojo contraataca, recupera Vor.oneye, amenaza el flanco norte alemán desde Orel, y acaba obligando a la Whesrmacht

a pasar a la defens,iva en este frente #detras del Don me,di,o. No

obstant,e lo anterior, el avance progresa en el Centro, ocupán,dose

en breves jorna,das la cuenca del Donetz, y se extiende hacia el sur, ‘en ,do:nde iel Grupo de Ejércitos A, partiendo <del sector de Taganrog,

conquista Rósrtov el 25 de ,julio. En estos lugares los rusos se re-

pliegan prácticamente sin combatir (14). Para Hitler esta rápida pro-

gresión del avance «era la mayor victoria de la Historia del

mundo» (15). Ante el temor de un posibl’e .desembarco anglosajón, el Fiihrer

ordena el tratnsporte a Francia ,de algunas ,de las ‘divisiones motori-

zadas que intervienen en la of,ensiva, y más tarde, principios <de agos-

to, el de! ll Ejército, tdesde Crimea al frente de Leningrado, coti

---

(12) ilíariscal P~~uLuS: St&zgra6Eo y yo, pigs. 215 y zr6. (13) Corone1 Genera8 HALDER: Ob. cif., &g. 112.

(14) Teniente General GARCfA VALIÑO: Ob. cit., p8g. 305-y si@. ; Gene- ral GUILLAUME: Ob. cit., pág. 34; GwvwaB WESTPHAL: Butallas cruciak de ks segundfl. guerra. ~mundial, pág. ro8.

(X.5) Cokond Generad HALDER: Ob. c<t., p&g. 113.

138 FERNANDO GIL OSSORIO

la misióa de conquistar esta plaza, quedándose, por tanto, sin re-

servas generales (16). El avance pr~osigue. E<l Grupo ,de Ejércitos B lo ha’oe entre el

Donetz y el Don en pos ide un enemigo que continúa su retira,da, mientras ,el Grupo’ ld(e Ejércitos A avanza por el Dan hacia el sur

sin encontrar resistencia. Entonces Hitler, des,pués de trasladar uni-

dades acoraza,das de.1 Grupo B al -4, #ordena al ú’ltimo la ocupación del Cáucaso hasta la línea Batum-Bakú. El objetivo ‘del Grupo B

es ahora interceptar el puente ;de tierra entre el Don y el Volga, y

después el Vgolga mismo, blo,queán,dolo en Stali,ngra#do y en IAstraján

mediante el envío Ide unidades rhpidas aguas ‘abajo (17). A partir de este momento la ,ofensiva alemana se va a divi,dir en dos acciones

divergentes, cuyas direcciones de esfueruo son perpendiculares, has-

ta el extrem,o de que al ,final ‘de su avanc,e los idos Grupos ‘de Ejérci- tos llegarán a estar separaidos entre si 300 kilómetros en la estepa de

los Calmucos, en donde una División Mot,orizada mantendrá un pre-

cari,0 enlace (18). Para el General Hal,der la orden de ocuIpar el cáu-

caso ((era algo nuevo». La lectura de las obras de Goebels, Ciano y ,Mannerheim indica ‘que Hitler la tenía ya decidi,da en marzo, POI

10 menos (19).

La reacción del Mando soviético

,Después de la derrota de Járkov, el Mand,o soviético reunió un Cons,ejo Ide Guerra, bajo la presidencia de Stalin, para organizar la

defensa ante la ofensiva germana que consideraba inevitable. Se acep-

(16) Coronel Generail HALDER: Ob. c&., p&. 115. (17) PETER BOR : El Estado Mayor alemán visto fiar HaZdey, $9. 175 ; CQ-

ronel Generail HALDER : Ob. cit., pág. I 14. (18) Chrwed Generial GUDERIAN : Art. cit., pág. 83. (19) Coronel General HALDER : Ob. cit., p&g. 114 ; Mariscal MANNER-

HEIM : Memorias, phg. 316; Cm& CIANO : Ob. cit., phg. 527. GOEBELS (Ob. cit., anotaciones 21-111-42) dice : ,(tEl FBhrer tiene un $an perfectmente oliaro pana la prilmavera y verano prkmos. No dema extender excesivamente su awibn. Sus objetivos wn el Cáucaso, Leningrado y Moscú. Si alcanza- mos estos objetivos, está de&liio a &r por termkda Za cmaña a prime- ros /de octubre, retirándow a sus cua%&ebs de invierno.» Es curioso obwvar cóirrto Goebels considera com,p&ible la id= de ao extender excesivamente la aaci&n can la conquista de objetivos tan dispares como el Cáucaso, Le- ningrado y Moscú. Y wllo ‘ant-as be pr,Jmeros de ootubre.

BATALL. DE STALINGRADO 139

tó aa hipotesis sobre ‘el enemigo, mantenida por el General Timo- chenko (contra la *opinión de los Generales Yuk& y Rokososky) que,

en síntesis, suponía ,que los alemanes atacarían partien,do de los sec-

tores de Ore1 y Taganrog, Idescartando el de Kurks-Járkov por la falta ad,e vías de comunicación y la necesi.dad de cruzar eal río Oskol.

La ofensiva po~día ir dirigida bien contra Moscú, bien hacia el V*oL

ga ; pero se vería el adversario obliga,d,o a atacar Stalingra,do, Ile-

gando hasta Saratov, al norte, y hasta Astraján, al sur, para ase- gurar los flancos. Ejes de progresión: Eos ferrocarriles Orel#?ovorino- Stalingrado y Rostov-Kotehikovo-Stal~ingraclo (20). La Wehrmacht

‘llegaría así a encontrarse #d,esplega.da en un triángulo con vértice en

Stalingrado, y cuya ‘base sería Griazy-Tijoretsk; situaci6n en extre-

mo peligrosa para ella. En el plan aprobado en consecuencia, se

dispuso la defensa a toda costa de Voroneye y zona, al norte, para

impedir la progresión en dirección Povorino y Saratov, y la organi-

zación defensiva de Rostov.

Ante la.ro,tura cÓnsegui,da por los alemanes en el sector descarta-

do, y cuan,do ya eJ. 4 de jubo habían atravesado el Oskol, fué convo-

cado urgentemente otr.0 Consejo de Guerra, tarnb%n presidido por

Stalin. Se decidió: la Idefensa a t,o.da costa de las posiciones fortifi-

cadas que aún resistían al flanco norte del avance alemán.; sorgani-

zaar Voroneye como pivote defensivo ,del frente norte, desde don,de

se efectuarían contraataques con medios blindados y artillería con-

tracarro, con misi& de dificultar el avance adversario ; entorpecer

éste en lo posible mefdiante la rdefensa de núcleos urbanos y nudos

ferrovarios en la zona de progresión, evitando el cerco y aniquila-

mi,ento ‘de las fuerzas ,defensoras. En resumen, ceder espaci,o para gaaar tie,mpo y tratar ‘de desplazar al Sureste el centro de gravdad

de la batallma mediante la def,ensa, a to.da costa, ‘de la línea Voroneye- Don-Dubotdka. Y to’do ello sin emplear las reservas que se estaban

acumulanido. Para dar efectividaid a estas medidas, se organizó un

Consejo estratégi’co permanente formado por los Mariscales Timo-

chenko, Yukóv, Voronov y Generales Malinovski y Rokossosky (21).

(20) No obstante, el ferromrril Oml-Poverino-St~i~ngrado ,go pasa por Voroneye. Véase el ,gráfico de ctFemocarriles de la URSS)), pubkxlo ,pr d Noticiario Militar de Ferrocarribs, año 1956, págs. 330 y 331.

(2 1) M&cal Rocoswski, citado por el Coronel KALINOV : Ob cit.,

Págs. 234 y si,gs.

c

140 FERSANDO GIL OSSORIO

Cuando las vanguar,dias germanas alcanzan el Donetz medio, los

soviélticos crean el Frente (Grupo de Ejércitos) de Stalingra,do (Ge.

neral Eremenko), con la misión de (defender esta plaza. Lo f.orman

los Ejércitos 62 ~‘64, con un total .de ,diez ,divlsiones. El 23 de julio el Frente está ya en contacto con los Ejércitos adversarios 6.“ y 4.0

Acorazad’o, al Oeste del gran recodo del Don (22). .

La resistencia rusa se e?ldwecc

A finales de julio el 4.” Ejército Acorazado (General Hotlh) ha

cruzaido el Don, al sur d’e Zymlianskaia, y avanza a 10 largo del fe-

rrocarril Tijoretsk-Stalingrado. Al amparo ,de esta acción, el 6.4 Ejér-

cito .(General Paulus) debe alcanzar la orilla derecha del Doln. Ante esta situacidn, mientras el 64 Ejército soviético consigue detener,

entre Abganerovo y Plodovitoie, al 4.” Acorazado, gracias al empleo

de,. uniida$des contracarro d’e refuerzo, el 6.‘ Ejército consigue cru- zar el .Don entre los días ‘7 y 17 de agosto. En esta última fecha las

fuerzas del Frente <de Stalingrado cubren la línea formada por los ríos

Don y Michkovn, al norte de Plodovitoie.

El 22 de agosto se va a reanu’dar el ataque ,d#e Sa Wehrmacht con

el paso del Don por el 6.O Ejército. El Mando alemán proyecta ata- car simultáneamente con ~sus Ejércitos 6.” y 4.” A,corazaId,o, con lí-

mite común e;ll el fejrrocarril Kalatch-Stalingrado, Ipara ocupar la

región entre e! D,on y el Valga, protegiéndose hacia el Norte y hacia el Este. Eil 6.” Ejlército, más potente, efectuará ‘dos acciones, una aI

Norte, la ‘de esfuerzo principal, con seis Divisiones ,cle fn,fantería, dos

Divisiones Ac,oraza,das y <dos Divisiones Motorizadas, en la diret-

ción Vertiatchi-Rinok, debiendo, al mismo tiempo que alcanza el Vol-

ga al norte de Stalingrado, adentrarse en la ciuda’d y ocuparla ‘desde

~1 Noroeste ; otra, secundaria, en el flanco meri,dional, con tres Divi-

siones de Infantería, en la dirección Kalatch-Karpovka-Sur d,e Sta-

?ngrado, rdebientdo enlazar al suroeste .de esta pohlaci~n con e5e;m8en- tos móviles #deI ejército vecino. Por último, el 4.” Ejército Acorazado,

con tres Divisiones de Infantería, dos Divisiones Acorazadas y una

Divi&ón lotorizada, pr,oseguirá su avance a lo largo del ferrocarril

de Tijoretsk.

-

(22) G%xral íh31LL.suuE : ílb. cit.: p¿$gs. 34 y si@.

Coronel General Frar,z Halder, jefe del Estado Mayor del Ejército, hasta el 25 de

septiembre de 1942.

coronel ~~~~~~~ von Zeitzier, jefe del Estado Mayor del Ejército desde el’ 25 de septiembre de 1942.

BATALLA DE STALIXGRADO 141

De acuerdo con los planes previstos, co,n fuerte apoyo aéreo en la

zona de Vertiatchi, las tropas <del General Faulus cruzan el Don los d,ías 22 y 23 de agosto. Este último día los carros del 14 Cuerpo de

Ejército ACorazado llegan al Valga por Rinok, cortando las còmu-

nicaciones ,de Stalingrado con las fuerzas rusas del Don. .A partir de este nmmento las unidades del Frente de Stalingra,do Ideberán ser

abastecidas a .trav& del Volga. Pero, en cambio, la ocupación de

%alingrado ‘desde ,el Noroeste fracasa. Las fuerzas que cruzan el

río por Kalatch encuentran al Noroeste de esta ciudad, fuerte re- sistencia ,ofreci,da por el 62 Ejlército, al que inflingen .duro castigo,

destruyéndole centenares de carros. Es la primera vez .en toldo el vera-

no que los rusos presentan batalla al 6.” Ejército, A coatinuacibn,

los días 24 y 25 *de agosto la progresión continúa por ,el valle del río

Karpovka hacia el sur,,de Sltalingrado. E,l ataque de,1 4.” Ejército Aco- razado se desarrolla en la forma concebilda, tras un enemigo que se

repliega y que el 3 de septiembre (llega a una línea a- 12 ó 15 kilo-

metros ante Stalingrada. Simultáneamente, el Ejército rojo contra- ataca en el flanco Norte, tanto en el puente terrestre DorwVolga,

como a través ‘del río D,oa, consiguiendo a fines de agosto conquis-

tar una cabeza ide puente .de Serafim’ovitch hacia el Oeste (23).

Situación de la Wehwzacht a principios de otoño

_4 medi,da qu,e el Grupo ,de Ejércitos B ha i’do progresando hacia

Oriente, en el transcurso del veran,o, los Ejércitos aliados han ido

entrando en lúnea para cubrir sobre el ,Don el profundo flanco nortie

que el rápido avance iba producie&o. Frente a Voroneye quedó el

2.” Ejército alemán, y a su ‘derecha han ijdo desplegando sucesiva- mente,, y por este orden: el Ejéxito húngaro, el 8.“. italiano y el

3.” ruman,o, que en iS&elo-Kdetski enlaza ya ,con el 6.” germano. Einal-

me,n#e, el 4.~ Ejército rumano, bajo la dependencia del 4.” Acorazado

(24), cubre el flanco sur de este último, con frente hacia el Este. En

123) Teniente General GARCÍA VALSO : Ob. &., p&~. 309 y si@+ ;, Ch neral GUILLAUME: Ob. cZt., p&gs. 36 y 37 ; Coronel SELLE : Lo t@@dza de Sfalingrado, Rerisfa Ejhfto, núm. IZO, pág. 75,

(24) Mariscal von MANSTEIN: Ob. cit., pág. 2% ; Ccu-oneI SELLE : Art. c&., ,pág. 76. Esta dependencia entre el 4.O Ejtkcito rumano y el 4.O Acora- za& supûnemos ,dabe de ser la canwa de que el GHICX& GUILIAUMS (Ob+

142 FERNANDO GIL OSSORIO

Elista,. la 16 División Motorizada, del 4.v Ejército Acorazado, enlaza a través de 300 kilómetros de estepa con el Grupo de Ejércitos A.

El Grupo ,de Ejércitos B tiene su Cuartel General en Kursk. Sal-

tándos’e a;l Grupo de Ejércitos, Hitler ha toma,do de hecho el mando

directo sobre el 6.” Ejército (25).

,Gon la ,ocupación del pico rde Elbrus, a finales (de agosto, y la ,de Navorosisk, a principios de septiembre, concluye prácticamente el

arrdlad’or avance ,del Grupo de Ejércitos A por el Cáucaso. La de-

tención fué ssgui’da de la ‘destitución ‘del Mariscal List, en 10 <de

septiembre, s+n ,que se le nombrara sucesor, por lo que en realidad

que’dó el Grupo de Ejércitos mandado por el propio Hitler (26). ,Cuanido las tropas del General Paulus se #disponen a lanzarse al

asalto de Stalingrado, la situación de las victoriosas ,divisiones de la Wehrmacht Idista mucho de ser lo halagüeña que a primera vista

pudiera parecer. A (un peligroso, por débil y extenso, flanco Nor-

,&e, se afíad~e una muy larga línea de comunicaciones, de insuficien-

te rendimiento ‘que, además, obliga a utilizar a siete ejircitos (to- dos los ‘que interviene en la olfemsiva ,men,os el 2.” alemán y el

húngaro) un único paso para cruzar el río Dnieper, el viafducto de

Dniepropietrovsk, a 3’00 kil&netros en línea recta de Stalingrado.

También 90~7. escasas las comunicaciows transversales a retaguardia del frente (27).

Él 6.” Ej&cito, con su elevado número ade ‘divisiones, dispone de

un sO10 ferrocarril con estación terminal en Tschirskaía, en la orilla

occidental del Don, des,de ,donde tiene que transportar ‘sus abast,eci- mientos en camiones, coa un recorrido d,e unos ‘75 kil&metros hasta

el frente (28).

La catástrofe que en su día aniquilará al 6.O Ejército va a ser consquencia, tanto ,de la insuficiencia ‘de fuerzas para cubrir el flanco

oorno de la insuficiencia de vías de comunicación para abastecer el

f.rente.

c&, phgs. 41 y 42) ignore Ya existencia de este ejkrcito rumano-y lo susti- tuya I>OS dos CLMXPOS de EjBrcito indvldientes de la misma’ n~a~ion&l&l, e4 VI y eI, IV de Caballerfa.

- (25) Coronel SELLE : drt. k., p&g. 76. (26) MarísoaJ von MANSTEIN : Ob. cit., pág. 297; Cwoneil General ZEITF

ZLRR: «Stalin~rado~>, en BaSall~ mucial(es de la segunda guerra mundial,

pagina 152.

(27) Marisaal VW-I MANSTEIN: 08. dt., +g. 295.

(28) cordel SELLE : Art. St., ptg. 75.

BATALU DE STALINGRADO 148

La sangrit&a Imdza por Stdingwdo

La continuada presión alemana lleva el frente el 12 ,de septiembre a los dincleros de la ciudad, y el 62 EjCrcito (General Tchuikov), al qu,e se confía la ‘defensa de la plaza, ocupa la línea Rinok-Spartoko- vets-Orlovka-Alexandrovka-Elchanka-Kuporosnoie, prolongada haciz e3 Sur por el 64 Ejército. Una fuerte masa artillera, asentada detrás del Valga, va a cooperar eficazmente eo da dkfensa. El abastecimien- to Idebe realizarse a través ‘del río, bajo los fuegos ‘de la artillería’ y de la aviación germanas, que obligan a buscar la pr,otección de la noche. Para 1’0s trabajos ,de organizacióa de la defensa se utiliza a la población civil ; hasta 150.000 hombres son emplea.d,os eu tales me- nesteres.

El ataque corre a cargo ,del 6.” Ejército, que tiene que ateníder al mismo tiempo a defender su flanco norte. Dedica a la misión de- fensiva dos Cuerpos #de Ejército, el XI sobre el Don, y el XIV ‘Aco- razado en el puente terrestre Don-Valga. A la conquista de Stal& grado destina ‘doce divisiones, apoyadas por siete regimientos y siete grupos independientes de artillería, ,dlos regimientos de lanza-cohetes de seis tubos y un grupo .de cañones (de asalto, totalizando 1.400 p:e zas ,de artilleria y 500 carros de combate. Asimismo cuenta con el apoyo de unlos 1.000 aviones ,de la 4.” Flota Aérea, que &garán a rea- iizar hasta 2.500 salirdas diarias y ,di$pone de siete grupos de artille- ría antiaérea. Al sur de la ciu,da,d enlaza coa el 4.O Ejército Acorazado.

A partir ,del idía 13, se efectúa el asalto a StaIingrado, ilevan8do el esfuerzo por el sur, contra un enemigo qu,e se aferra al terreno sin iIdea de repliegue en el más literal sentido de la expresión. La ciudad se convierte pronto en utn mont& de ruinas humeantes ; mas .de unas ruinas tenazmente defen&das por un enelmigo que, a su amparo, se hace ,dueBo de las calles con sus armas automáticas y que ‘sólo SIP

tumbe ante un derroche *de her’oísmo y ‘de bajas ,del adversario, para, a continuaci‘ón, contraatacar y recuperar la posición perdida. LOS avances se miden por metros. «‘Los partes de bajas son escalofrian- tes)), ((las division,es se evaporan», según las frases del Coronel Se-

lle (29). Por fin, d 26 de septiembre, el Sur de la población es con-

(29) Cb-wxJ Su: Art. cit., pág. 75.

144 FERk.4NDO GIL OSSORIO

quistado, pero, en el centro no es posible llegar al río, y ea el Norte, 1s altura bdei Kurgan de. !&maiev, esplén,didlo ,observatorio a orillas del Valga, que llegó a estar en manos alemanas, continúa firmemente en poder de los soviéticos ,después ,de su reconquista.

El Mando Rojo ayuda i,ndirectamente a la Adefensa de Stalingrado, desencadenando ‘durante semanas ataques, tanto contra italianos y rumanos en el Don, como c,ontra el 6.” Ejército en el puente terres tre Don-Volga, consiguiendo ensanchar sus cabezas de puente en el .Don y crear en el puente t,errestre una situaci,ón peligrosa a fiaes de septiembre, salvada en un contraataque por el XIV Cuerpo de Ejér. cito -Acorazado, con la destrucción de un centenar de carros rusos. Sin embargo, por estas mismas f,echas, el XI Cuerpo abanldona el Don POT Krenanskaia, replegánldose, a fin de economizar fuerzas por re- ducción de frente, aun a costa ,de ‘ceder al adversario una cabeza de puente.

A partir del ,día 27 el asalto ,de Stalingrado se dirige colntra la zona fabril, al norte de la ciudad. La fábrica de tractores «S 4», la de ca- nones «Barrica#da ‘Roja» y la metalúrgica «Octubre Rojo», van a ha- cerse famosas por las ,despiadadas luchas que por su pos,esión ten- drán lugar. DeI 4 al 8 de octubre, el 6.O Ejército trata de llegar, infruc- ¿aosament,e, a la fábrica de tractores. El 14 monta un p0tent.e ataque contra la misma, con fuerte apoyo artillero (la preparación duró cuatro horas), aviaci& y carros. Al finalizar la jornada, tras un avance de 1.500 metros, ocupa la fábrica, alcanza el río y deja aislaldas al Norte a aquellas Unidades del 62 Ejército que, bajo el man’do ,de un Coro- nel, conseguirán resistir hasta la liberación ,de la ciudald. En la s,e- gun’da quincena de octubre, «Barricada Roja» y «Octubre Rojo» se- rán los ebjetivos germanos.

IA primeros Ide octubre, el 4. 0 Ejército rumano, al sur de Stalin- grado, sufre un fuerte ataque que obliga a intervenir el 4.0 Acoraza,do para restablecer la situación. A finales del .mismo mes y a primeros de noviembre, el puente terrestre, en calma durante algún tiempo, vuelve #de nuevo’ a ser ‘escenario de duros ataques, los que se repro- ducen asimis,mo al sur lde la ciudad, sin que Eos rusos logren ningún éxito.

En el ,mes de octubre el OKW envía al 6.” Ejército un General de Ingenieros con varias Planas Mayores y una C?ompañía de Forti- ficaciones, con la misión de construir obras defensivas de cemento. Como este se encontraba en Alemania y la grava más próxima a

BATALLA DE STAtINGRADO i46

orillas del mar Azof (30), no pudieron hacer más que poner de manifiesto el desconocimiento que sobre la sit,uaci& real del frente existía en el Cuartel General del Führer.

La capacida,d olfensiva del 6.” Ejército se agot,ó con el fuerte des- gaste sufrildjo, y para reanimarla se le ,refoazh con 5 batallones de za- padores, últimas reservas del OKW, enviados por el aire a primeros de noviembre. Estas Uni~dades, instruídas especialmente para la misión encomendada, debían conquistar las zonas .edificadas meldiante una táctica de asalto, anunciada por Hitler en un discurso de 9 de no- viembre. El siguiente día ll iniciaron la postrer tentativa alemana, logrando co,nquistar 10,s zapadores numerosas posici,ones antes inex- pugnables. El 6.9 Ejército pasó por un mal momento, agravatdo por escasez de municiones y por la aparición del hielo eu ed Valga. Mas los zapadores pagaron rápildamente @ules éxitos con su aniquilamien- to. La ofensiva aljeznana había terminaldo. La mayor parte de la ciu- dad estaba en sus manos, pero los soviétic,os conservaban la parte central y .la orilla ,d#el ráo en algunos lugares de la parte norte (31).

Durame toda la batalla, la Lutwaffe tuvo el dominio del aire, y el General Guillaume afirma lanzó un ~mmlllló~ de bombas con un peso total’de cien mil toneladas ,(32). La Aviación Roja, por su parte, ase. gura haber realiza’do 34.406 salidas en los meses de septiembre y oc- tubre, correspondiendo un 50 por 100 de las ‘mismas a la caza (33).

Según el mismo general, 59iO60 muertos en dos meses fué el tri- buto ,que pagó el 6.O’ Ejército por la posesión, de la mayor parte de !as ruinas de Stalingmdo (34).

Crisis en; el Cwartel General d,el Fiih.rer

El General Halder se había opuesto desde un principio a la ofen- siva d,e verano. Su ,divergencia gde criterio con Hitler aumentó cuan- do se or,denó la conquista <del Cáucaso. Hizo notar el peligro ,de per-

(30) Coronel SELLE : Art. clt., pág. 77. (31) Corand General íkTZLER : Ob. tit., p& 1%; Teniente General

GARCÍA VALIÑO: Ob. cit., p&gs. 310 y sigs. ; G.enera~l GUILLAUME: Ob. ch., pAgs. 36 y sigs. ; Corond SELLE : Art. cit., págs. 75 y sigs.

(32) General GUILLAUME: Ob. cit., p5g. 39. (33) GARTHOFF: Ob. clt., pAgs. 135 y 371. ‘(34) General GIJILLAUME: Oh. cit., pitg. JO.

146 FERNANDO GIL OSSORIQ

seguir objetivos superiores a las posibilida8des, frente a un enemigo

que, por añadidura, st retiraba sin combatir. C~oacretamente, mani-

festó : «Ante los ejércitos alemanes han capitulado en esta guerra

seis ejércitos enemigos. No ca,be, pues, duda, que conowmos los he-

c,hos qu,e awmpafían al éxito. Sus señales son el número de prisio-

neros y al material de guerra conquistado. En este caso faltan por

compkbo dichas señales. Esto qmere decir que los rusos rehusan la

batailla *decisiva y se retiran metódicameate. Subsiste, pues, la crisis,

y ésta vendrá.»

ti apoyo #de su tesis inf,ormó a Hitl,er ,de que los rusos dispon-

drían dentro del año 1942 de millón a millón y ;medio de hombres en

la región de Saratov,. y de que sus fábricas estaban en condiciones de

situar mensual~menke en el frente 1.200 carros. El Führer ridiculizó

los informes y reprochb con acritud que el Estado Mayor carecía de

ímpetu, y que bajao la máscara de la obj,etivi,da#d escolndía su cobar-

día (35).

Finalrmernte, c4 General Haíder, que ya hacía tiempo no conta-

ba con la coafianza de su jefe, y al que éste consi’deraba como, uno

de los culpables del fracaso idre la ofensiva, fué destituí,do el 25 de

septiembre (36).

El cargo ‘de Jefe ded Estado Mayor Central ,del Ejército (o sea,

del OKH) recayó en el Coronel General Zeitzler, a Za sazón Jefe

de Éstado Mayor del Grupo de Ejkrcitos ‘del Norte, persona consi-

derada c,omo simpatizant’e co’n el parti5do. Su descripci’ón de4 ambkn-

te que encontró en el Cuartel General Supremo es harto reveladora:

c&ktaba compuesto ,de 8desc:onfianza e ira. Nadie confiaba en sus ca

marada< de armas. Hitler ~desconfiaba de to,dos. Muchos jefes CIT-

yendo haber caído ‘en idesgracia, se sentían ~desoorazonaldos... La ira

de Hitier se dirigía c,ontra’ los Ej&citos del Este en su totalidad, y,

cn par.ticdar contra los Jefes #de Ejército y ‘de Grupos de Ejércitos.

Vivía completamente apartado de toldos, me,ditan,do sus sospechas.

No estrechaba la mano ,de ningún general.» Y añade más adelante

(35) PETER BOR: Ob. tit., p!s@. 174, 175 y $3~.

(36) Mariscal’ MANNERHEIM : Ob. cQ., pdgs. 316 ,y 3x7; Maniso@l von

MANSTEIN: Ob. cit., @g. 263 ; Coroml GeneraU ZEITZ&R : Ob. cit., p&i- nas 153 y 1%.

BATN.LA DE STALINGRADO 147

que en aquel ambiente «no era posible una discusión franca y obj$$i- va de la situación». (37).

Picas semanas después de tomar pos&ón, el C;enrral Zeitzler

present6 al Führer un minucioso iniorme so’bre la situación general.

Llegaba en 61 a deducir las siguientes conclusiones : 1.” El territgrio

ocupa,do en el Este era excesivo para el ejército ‘de ocupación. Ello

go,dría cwducir a la catástr0f.e si no se remediaba. 2.” El sector más

peligroso lo c,onstituía el largo flanco sobre el Don, guarnecido a,de-

;&s por los alia,dos, «las tropas más débiles y *en ias qu.e menos se podía confiar» ; hecho ,que aumentaba el #peligro y que debía ser eli- minado. 3.& Las bajas prolduci’dals &lo se cubrían parcial,mente. La

reposición de material de ,toidas clases y el munícioaamiento erin in-

suficientes. Las consecuencias deberíau ser desastrosas. 4.” Ei Ej&+-

cito Rojo estaba ah.ora mejor preipara’do y manda,do que en 1941. Había que tenerlo en cuenta y obrar c,on ma,yor precaución. Por toda

reacción Hitler tildó de pesimista a su nuevo Jefe de Estado Ma- yor y observó que el sol#daldo y el armamentto alemanes eran mejores

que los rusos.

A fuerza (de insistir Zeitzler en sus conclusi’ones oonsigui6 que el I;uhrer se percatase del peligro que amenazaba al flanco del Grupo de

Ejército B. Entonces le oareció tres soluciones para conjurarlo: 1.8

Abandonar Stalingraido y retirarse hasta ‘hacer desaparecer o al menos acortar el débil flanco ; 2.” Permanecer en S,talingra,do, preparando

la retirada para efectuarla eg iecha posterior, aunqu,e antes de que

se produjese el contraataque enemigo; 3.8 Relevar a las fuerzas alia-

.das por tropas alemanas bien equipadas y apoyadas por reservas su-

ficientes. Hitiler rechazó las tres. Las dos primeras por contrarias

a SU principio ‘defensivo de aferrarse al terreno («El solda,do alemán permamece allí ld;on*de pone los pies», afirmó en un ‘discurs.0 por aque-

llas mismas fechas). La tercera porque no era visible, como recònoce

el propio ‘General Zeitzler, pues no había reservas alenianas y no era

posible organizar et1 r,elevo lateral entre las 4divisiones aliadas y las

alaanas que cubrían otros sectores defensivos del ,frente dd Este, por el escaso rendimiento de las comu’nicaciones.

Con la es.peranza de que tal vez en el último moment,o Hitler aceptase la segunda solución, el Esta4do Mayor a,doptó aquellas me-

didas que le permitían sus posibilidaáes. Muy poca msa por cieftö.

(37) Coronei f%nwal ?hWZLER: Ob. cìf., på,@. ‘54 y 155,:

148 FERNANDO GIL OSSbRIO

Principalmente : organizar una reserva a las &denes del Fiihref, constituída por un Cuerpo d,e Ejército Acoraza.do con dos Divisiones, una alemana y otra rumana; intercalar batallones contra-carros en- tre las divisi.oneo aliasdas ; agregar Oficiales de Estado Mayor ale. manes y Unitdades de Transmisiones a los Estadlos Mayores aliados ; y engañar iu1 adversario mediante un empleo en gran escala de radio para hacerle creer en la existencia ,de ,divisiones alemanas en el flan- co amenazctclo (este ar5did ,parece tuvo resultado positivo).

Indepen’dientemente, continuó el f,orcejeo ‘del Estado Mayor de’1 OKH por arrancar a Hitler la atnorización para abaadonar Stalin- grado y replegarse <hacia al Oeste, con resultado negativo (38)

III. CONTRAOFENSIVA RUSA

Preparativos y orden de bntalla soviético

Una vez ‘detenido ante Stalingrado el rápido avance de la Wehr- mach,t, el &Iando ruso encargo al Mariscal Ynk,ov, ayudado por el General Vassilevski, la re,dacción ‘de un plan ‘de o,peraciones con la misión de destruir a los ejércitos alemanes que atacaban la citada plaza. El mariscal soviético se limitb a reproducir la maniobra de do- ble envolvimiento, previa la ruptura de ambos flancos, que tan ex- celente resultado le había da,do ante Moscú el i!nvierno anteri,or. Tal repeticióin le valió algunos repraoches en el correspondiente Consejo de Guerra; pero, en definitiva, su proyecto fué aprobado (croquis número 2).

La concentración se realizó leatamente, utilizanIdo únicamente dos ferrocarriles, Saratov-Kamichine y Baskuntachak-Akhtuba, al oeste y al este ,del Volga respectivamente, reforzados con transpo&s flu. viales. ,para algunas Uni,dades,. con recorridos *de 300 a 400 kilómetros sobre el río. Para mantener el secr,eto, 180s movimientos se efectúan de noche, bajo una severa ldisciplina, iniciándose, al parecer, en sep- tiembre para terminarlovs a meldiados de noviembre. Como bot6n de muestra de las Idificultades {de esta concentración, diremos que la

(38) Corond Genera!1 ZEI~~CER : Ob. cit., p&+. 156 y si,gs

1

8 a

BATALLA DE STALINCRADO 149

munición de artillería disparada el primer día de la ofensiva requirió para su transporte iferroviario el empleo d.e 1.300 vagones (39)1.

Bajo el mando *del General Vassilevski, tres Frentes soviéticos, con un total de lnu.eve ejército’s van. a iniciar la ofensiva. Cuentan con el apoyo ,de una fuerte masa artillera, mandada por el Maris& de .‘!rtillería Voronov (40), de toda la aviación disponible, hasta el ex- tremo .de utilizar incluso los aparatos de mo,d,elos anticuados (41), y del «General .Invienno», cuya Ilegalda se ha espera’d.0 tan paciente- mente como la terminación ‘de los transportes ferroviar,ios.

El .despliegue ,de estas fuerzas es el siguiente: A) Frente del Suroeste ,(General Vatutin). Del gran recodo del

Don. hacia Poniente. Ejercerá el esfuerzo principal. Lo mtegran: 5.” E8jército AcorazaIdo. Romperá en la cabeza de puente de Sera-

fimovitch, en un sector de 10 a 12 kilómetros, cori tres Divisiones de Infantería en primera línea, refmorzadas con un Regimiento de Carros cada una. Profundizará hacia el río ‘Tchir con dos Cuerpos Acoraza- d,os y uno de Caballería de tres Divisiones (42).

21 Ej&cito. Romperá en la ,cabeza .de puente de K.lestskaia, en un sector de 10 a 12 kilómetros, con tres Divisiones de Infantería en primera línea, reforzadas con un Regimiento lde Carros cada uno. Profundizará hacia Kalatch, para tomar contacto con el 5’7 Ejército, con un Cuerpo Acorazado reforzaldo con tres Regimientos de Carros y un Cuerpo de Ejércit’o de Caballería de tres Divisiones.

B) Frent’e del Don (General Rokossovski). Del gran recodo del .Don hasta el Vollga. Su misión e.s la de fijar a las fuerzas adversarias. Lo integran los ‘Ejércitmos 65, 24 y 66.

C) Frente ,de Stalingrado (General Eremenko). De Rinok hacia cl Sur. Realizará la acción secundaria. Lo integran:

(39) De un artfoulb $0 The RaAwq Gcrzt%k de z8-VII-44 rvoduc%o por el Notiahria Militar CLe Ferrocarriles, núm. 14, p,ág. 123.

(40) EI Chonel KALINOV (Ob. cit., $gs. 315 y 290) la hace ascender a 4.00~ píeaas, lo que supondh cuatro Cuerpos de Ejkrcita. (IJti CUW@ de EjCrcita, u~nw 80 Grupos.) El Tenienta Coronel WAITEVILLE, ~YI <cLs a-ti- Sn-Q nusa en la G. M. 11)) (Revista Ejhito, nkn. 150, @pág. 75) 6~ que ((Id reserv& de Voronw estaba constitufda por .$ooo @zas)).

(41) GARTHOFF: Ob. cit., pág. 136. (q2) Los Chxpos Acormklos ,sovikticos disponen de unos 200 carril. J%pi

vdeln por tanto a &a Divisih Acorazada: akunana y a W~S Brigahs Acoraza- das IPUS~S (con 65 SWZ-os ca& una). Los Regi,mientos Acorazahs in&pen- dientes Cuentan con 41 carros. Capitán GALEY: El Ejército ~osiktico, mccv-

pilado por LTDELL HART, rpágs. 256 y 2~7~

150 FZRkANDO GIL OSSORIO

62 y 64 Ejércitos. Misión, cobertura ,del sector de Stalingrado.

5’7 Ejército. Romperá al norte del lago Tsatsa. Profundizará ha-

cia Kalatcih, para tomar contacto con el 21 Ejército, con un Cuerpo

Motoriza&.

51 Ejército. Romperá entre los lagos Tsatsa y Barmantsak. Pro-

fundizará hacia el Sur con un Cuerpo ‘de Ejército de Caballeria (43).

Según fuentes alemanas, estos Ejércitos totalizaban, incluidas las

Unidades en reserva, el equivalente a 04 Divisiones de Infantería, Js

Divisiones Acorazadas, 5 Divisiones Motorizadas, ll Divisiones de

Cabsllería y 13 Regimientos in’depenldientes de Carros. Ix, que parece excesivo para <nueve Ejércitos (44).

750 Carros Sherman *de ayuda americana formaban parte de la

dotación de ,las Unidades Acorazadas (45).

Sittiación del Grupo de Ejércitos B a medkdos de noviembre

El 2.Q Ejército alemán guarnece el sector de Voroneye. A su de- recha, el 2.” Ejército húngaro, formado por nueve Divisiones ligeras

y una acorazada, cubre el Don Idesde Swoboda, aproximadamemte,

‘zasta V&kh Mamun. Sigue cl 8.” italiano, formado por los Guerp& de Ejército II, XXIX y XXXV, con un total de nueve Divisiones de

(43) General GUILIAUME : Ob. cit., págs. 42 y si@.

(44) MIariscal von MANSTEIN (Ob. cit., pálgs. 600 y 60x), cvisa ;un ilnfor- me del Grupo & Ejercitos de1 Don al OKH de fecha 9 de dicimbl;e. El &ta- lle ex&o &J las Un,?ddodes lo&izawlas es de 86 Divi&nes de Iafanterfa, 17 Bsigadas de Infanterfa, 54 Briga&s Acorazadas, 14 Brigadas MotorizadRs, II Diviskmes de Caballería y 13 Regimientos Acorazados i&ependienfes. Sin em- b&rgo, ail puntut&m- por se&ores de frente, e;l ,ndmao de Unid&íes se re- duce a ,6~ Divisimw @e It&-&r(a, 18 Brigadas de Fnfanterfa, 39 Brigadas Acoraaád!as, 16 Brigadas Motor%lac, I I Divisiones de Caballería y ~3 Re gitmientoS de camos. Suponemos se tratará & alguna erratia de la e&c%n &pañala.

Se&n el ,mismo Mar&& en DeswrolZo del Ejército Rojo, p&liioanio pal LIDELL HART (Ob. cif., p&s. IZI y 122) en noviedm? $3 1942, bs ~fe&vos tofales del Ej&oito Rojo erar.: : 442 fmma&nes de Inf&eria, entre Divisiows y Brigadas; 186 Brig&s Acoramdas o Motorizaidas y 35 Divisiones de Ca- balkfa. 0 W, cpe estos ~meve Ej&citos supondría’n, aproximadtaúnenb, 1~ cuartla parte de toda la Infamterfa y ‘la terma de @os los Gamos y Caba- lle& .PStka.

(45) Geneaíal GUWWJME : Ob. cit., págs. 4.~ y sigs.

BATALLA DE 5TALINf;RADO 151

Tnfanteria, hasta Baskovskaia. A continuación el 3.0 rumano, Cuerpos

de Ejército 1, TT, V y TV, con ll Divisiones de Infantería y una Divi-

sión de Caballería, hasta Melo-Kletski. Este ejército guarnece en rea*

lidad las cabezas de puente de Serafimovitch y Kletskaía, y ~610 en

algunos sectores se apoya en el Don. A partir de Melo Kletski, el 6.” Ejército defiende la cabeza de puente de Krenenskaia (para los

rusos de Serotinskaia), la pequeña curva del Don, el puente de tierra

y Stalingrado, con los Cuerpos de Ejército, XT, VITI, LI y XIV Aco-

razado, y un total de li Divisiones de Infantería: tres Divisiones Aco-

razadas y tres Divisiones Motorizadas. Está reforzado como ya sabe-

mos por diversas Unidades artilleras. Desde Stalingrado hacia el Sur

se encuentran desplegados el 4.O Ejército Acorazado y el 4.” Ejército

rumano. E1’4.” Acorazado no dispone de más fuerzas alemanas que

el TV ‘Cueroo de Ejército (tres Divisiones de Infantería) que enlaza

con el 6” Ejército y la 16 División Motorizada, que desde Elisfa cu-

bre la estepa de los Calmucos. Encuadrado entre *estas Grandes Uni

dades.y dependiendo del 4.” Acorazado, se halla el 4.O rumano, Cuer-

pos de Ejército III, VT y VII, con nueve Divisiones de Infantería

en total (46).

Por toda reserva, a retaguardia del 3.” Ejército rumano, el XLVITT

Cuerpo <de Ejército ‘Acorazado f,ormado por dos Divisiones Acoraza-

das-la 22 alemana y la 1.’ rumana, bisoña y equipada con carros cogi- dos al enemigo. Entre ambas reunían unos 150 carros, ede los cuales

~410 60 eran mo;dernos (47). Es curioso‘observar cómo el General Gui- !Ilu~&, qu~e, repetimos, uiiliza fuentes rusasI y como tal sumamente

fe!nldsenciosas, cita ad’emás ,otra reserva, que califica d,e débil, de cinco

D&isiones de Tnfanteria y tres Divisiones Acorazadas situadas detrás

del 3.~ E,@y3to rumano y ,del 8.” Ejército italiano. Suponemos que

estas Gran$es TJ$dades. inexisfenfes en la realidad, son el ATUVO del

apdid organizad.0 por el OKH meldiante un empleo adecuatdo de la

radio, ‘de que hablamos anTes (48). -

(46) Genmd GUILLAUME: Ob. cit., p&gc. 41 y +z ; Mmka von MANS- TEIN : Ob. cit., &gs. 297, 298, 300 y 309 ; Mariscaa PAULUS : Ob. cst., Q&. 239, no& 33. Von IV~ANSTLIN ea una ~Divisi6n dle: Infaaiterfa, lja 79, m~ncus al’ 6.O Ej&&o ; sin emlxwgo, d Coronel Genwat ZEITZLER (Ob. cit., ;pAg. IB) da Ias- amismas &l Gene& Guillaume. Las Dlvi~siones ligeras húngaras CMI- tatI& soSmente con dos Regimientos de Infanteda y siete batidas.

(47) PETER BOR: Ob. cit., p&. 178; (kmr~d Gemxaú ZEITZLER: 06. d.,

P% ‘73.

E62 FERNANDO GIL OSSORIO

Desde Verk!h Mamun a Khanata dispone por tanto la Wehrmacht de‘50 .Dvisiones de todas clases, erg línea, y de dos en reserva, para defender 450 kilómetros de frente ; mas como las de mayor calidad y tnejoi armadas; las 20 alemanas, se encwntran concentraldas en las ìn’mediaciones $de Stalingrado, queda UD muy a,mplio espacio a cu- brir por las 39 mal ,equipaidss divisiones italoamanas. Na$da sabe- mos’ ,de la organizacion defensiva ,de sus sectores. Suponemos, por lo vis& en ..otros lugartes del frente ‘del FAI%, que las posiciones se reducirían a un simple frin’cherón con alguna que oTra obra p,rote.gida con rollizos, sin pr,ofunadidad, sin apoyarse las más de las veces en ningún obstáculo anticarro, tras algunos campos de minas poco ex- tensos y una rdébil alambra’da. 0 sea, poco más de «un cordoncillo absurdo .en que la gerrte se halla som&da a la amenaza de una ofen- sii& que no ha de darle tiempo para nadar, según la frase del Te+

niente General- Martínez de ‘Campos (49). *

El armamento de los rumanos «era en parte anticuado y ,en parte insuficie+e, especialmente ert lo tocantse a la defensa antitanque, con la consecumencia de que apenas se pu,diese contar con una seria res& tencia ,en caso ‘de ata’ques ide los blindados soviéticos» (50). La situa- ción’ de su 3.er Ejército, que co&dera francamente amenazadora, preocupa graademente al Mariscal Antonescu, quien reiteradamente Ila.ma la atención del Mando alemán sobre el particular (51).

Debbdo a dificultades de transportes, existe un problema de abas- tecimientos, que ya en otofío ha ohhgado al Jefe de Servicios de? Cuartel General Idel F3hrer a realizar una visita al frente. Consecuen cia de ello, sin .duda, ,es qule ll,egue el 19 ‘de noviembre sin que se haya recibido la mayor parte del equipo de invierno (52), cuando en el frente de Leningrado, por. ejemplo, está en poder de las pequeñas Unidades a primeros del mismo mes. Según cálculos del Grupo de Ejércitos .B, en la fecha citada el 6.” Ejército sólo contaba con re- servas ,de municiones para dos días y de víveres para seis. T-a realidad

(49) Tenias% C+Xwr~ MAR'rfNEz DE CAMPOS: Teoh & I!@ guewu, pd-

ginzt 14.

(50) Ma&x~l van MANSTEIN: Ob. cit., $g, 191. En d mismo ser&&, Cw~â SELLE: drt. cit., rp&s. 76 7 78; ChroneJ General C~JDERIAN: drt.

o%, pág‘. 82. (51) Madcd VW MANSTEXN : Ob cit., ,págs. 295, 3;>s) y 310. (52) Coron SELLE : drk cit., $gs. 77 y 79.

BATNLA DE STAl.IMCRADO 183

resultó inferior a los cálcu!~s. Las reservas de gasolina también eran

escasas (53). El Grupo de Ejércitos B tiene su puesto de mando en Starobj&k,

detrás {de los ejércitos aliados. Ante las dificultades encontradas para

ejercer el mando de sliete ejércitos, con cuatro nacionalida~des distin-

tas, sobre un dilatado frente, se había preevisto que tan pronto se ocu-

para: Stalingrardo se organizaría un Grupo de Ejtrcitos del Don, bajo

el man.do del Mariscsl Antonescu, con 1~0s ejércitos rumanos, el 6.” y el 4.” Iîcoraiavdo (54).

En el distante puesto de mando de Hitler, en la J-rusia Oriental

ahora, el OKH recibe durante la mañana del día 19 de n,oviembre um

parte que dic.e: «Fuert,e bombardeo de artillería en todo el frente rumano al n&oeste de SWingrado)). L.a ofensiva rusa ha comenza-

do. <A las 8 horas 30 minutos ‘de diicho ,día se inicia la pieparación ar-

Nera que va a abrir el camilno a las Uniidades del Frente del Sur-

oeste. Durante siete horas y me,dia, alrededor de 1.540 bocas de

fuego (70 piezas por kilómetro) lanzan 689.009 proyectiles sobre los

rumanos (55). El éxito es completo. YAbiertas las brechas previstas,

las divisiones de primera Ilínea de los Ejértitos rusos 5.” Acorazado

y 21 avanzan sin encontirar resist!eacia. Hasta el extwmo ,de que la 76

División de Infantería 10 hace a los acondes de uma maruha inter-

pretada por la mitsica ‘divisionaria (tal vez a fin de elevar la moral de tropas bisoñas). Por la tar;de se inicia la explotación del éxito, y al

(53) Mariscal von MANSTEIN : Ob. cit., pág. 300; Coron@I Genwal i%~z- LRR: Ob. cit., P&g. 179.

4%) $ariscaI von MANSTEIN : Ob. dt., pig. 294.

(55) Del mi- Iártfodo cif&io en la nota 39. En este artf&o sobre lkmqxdes íbrrcwikwios se ldicf3 que los f++ooo proyectiles se +4paawon en todo el dfa 19, no ~610 a la preparac&. No obsfante, nos parece mmás @ica ia in~tmpretacih &da. En primer Lugar, e& número de dispwos no es, ni mucho imenos, excesivo; diados d~~mcibn y piezas que iintervienen en la! NOS pmxcih, supme una ca&mcia ~nwdia ade 60 disparos piezaLhot-. En mgukdo [email protected], al ‘tiú~mwo db disparas a* en-@ear en u’na prepa~wibn y su peso, o vaL &nes & &rrwerriI n&ewrios para su tran!sptie, son datos previos y fw- damenrbles. Eil rtmumto & los disparos hechos en un dla por dos Ej&&os es swcillo, ~0 nQ & ell o&lb~1110 a; fio~%&ri &l peso con empaques ae los &smos, engomoso y sin ninguna findidlad pr&ica.

154 PERNANDO GIL OSSORIO

finalizar la jornada se ha proftmdizado hasta 40 kilómetros en algu-

nos lugares (56). Entre ambas brechas tres ,divisiones rumanas han quedado cercadas, y bajo el mando del Ge,neral Lascar ofrecen vale rosa resistencia, dando incluso frente a retaguardia, h,asta el día 24

en el que son aniquiladas, salvándose unos 4.000 hombres, que con- siguen romper el cerco.

El día 20, el Frente ,de Stalingrado pasa a su vez al ataque, en el flanco sur, con el mismo éxito, y mientras el 57 Ejército p,rofundtiza

en la retaguardia enemiga, el 51. rechaza hacia el Sur al 4.” Ejército

rumano. En este mismo día el XIV111 Cuerpo de Ejército Acorazado

germano-rumano se lanza al contraataque previa la autorización de

Hitler. A las 9 horas 45 minutos, con aprobación del Grupo de Ejér- citos B, inicia su acción en dirección nordeste (contra el 21 Ejército al

parecer) ; pero a las ,11 horas recibe ,orden del ORH ,de coatraatacar

en direcci6n noroeste para tomar contacto con los rumanos cercados.

I.a variación Ide !W que se ve obligado a efectuar, lo lleva a entrar

en combate con mucho retraso y coln sus divisiones separadas, vién-

dose en la necesi,dad de luchar por su propia supervivencia.

En el puesto #de mando ,del FiYrhrer, al que éste h,a regresado pre; cipitadamente, pues los acontelcimientos le han sorprendido en viaje

hacia Baviera, el General Zeitzler trata, infructuosamante, de arran- car a Hitler la orden sde retiraIda hacia el Oeste, de los ejércitos que

se encuentran amenazados Ide cerco. Por tolda solución aquél ,ofrece al

OKH traer una ‘división acorazada des!de el Cáucaso a Sfalingrado

y cuando le informan que se tardarán quince <días e+na el transporte,

realcoiona diciendo que ordenará el traslado de dos. Claro es que el ?ransfporte de la segunda ~310 se poldía iniciar cuando terminase el

de la primera.

En, visfa Ide los aconteci.mientoi, se organizó el Grupo de Ejércitos

de1 Don. %I mando se confía ahora al Mariscal von Manstein, eu îu-

,gar ,de al Mariscal Antonescu. La misión que recibe es la de «frenar

v paralizar el ataque en,emig-0 y recuperar ias posiciones que en 61

no< había arrebatado». El dia 22 los carros del 21 Ejército ruso, después de un avance de

í.00 kilómetros, llegan al Don, tras batir a poniente del río a ,las. van-

guardias del XIV Cuerpo de Ejlército Acorazado, enviadas allí por el Getieral Paulus y que no pueiden sostenerse ‘dada su inferiori8dad nú-

(8) Cenw~l Zamistin, cita& por GARTH~FR:. Ob. &t.;p~g. 1o8.

BATALLA DE ST.~LIFC.RADO 165

mérica y la escasez del carburante disponible. El XI Cuerpo de Ejér-

cito, y a su flanco la 1.’ División ,de Caballería rumana se repliegan

desde síus posiciones primitivas hasta una cabeza de puente a occi- dente del Don. Simultáneamente el IV Cuerpo de Ejercito (del

4.” Ejército Acorazado) y la 20 lDivisión de Tnfantería rumana se re.

tiran hacia el N,orte y pasan1 a depender en la mañana del sdía 22 del

6.” Ejército. Desde ,Stalingrado disloca el General Paulus sobre

Marinovka unidades que prblonguen a las del IV Cuerpo de Ejér- ciQo hacia el Oeste, pero entre Marinovka y el Don única,mente se

encuentran tenues elementos de seg-uri,dad alemanes. Por la tzr,de

riel ,día 22, el General ‘Paulus informa al Mando Supremo que sus fuerzas han queda,do cercadas ~(57). IE~ <día 23 los Ejércitos soviéti-

cos 21 y 57 toman contacto entre Kalatch y Sovietski (58). El im-

portante puente ide K&tdh ha sildo encontrado intacto por los ru-

sos. El 6.O fEj&oito, el 4.” Acorazaado (menos una division. y el Cuar-

tel General) y-dos ‘divisiones rumanas, cinco Cuerpos de Ejército con

22 Divisiones en total, fuertes en 300.000 hombres, han quedado cercados (59). Las reservas de viveres, municiones y carburantes son

---- -

(57) Coronel General ZEITZLER : Ob. cit., p&g. 176; Mariscal PAULUS . Ob. cil., phg. 302.

(9) CLk~~eral GUILLAUME: Ob. cit., pág. 44; Mariscal PAULUS: Ob. OX.,

Ircl&3 2%. (59) Es¿a c.ift%t es ,laai que da el propio Genera-1 Pauhs en su primer irnfw-

me ~II Mariscal von #Manstein ‘de 26 de nwiembre, pubkado por el último en su Ob. cit., pág. 5%. H,ay que observar qua respecto al número de tos cer- oados se msnejtw bs cifras n& dispares. EJ Dhwio del Estado Mayor de la W&hnmfacht caku~a que son 4oo.000 en ‘J-x11-42, mientras el Coro&l Genwal .HUBE, en su Informa sobre el a~rovisionanaiato por aire de k fortaleza de

%Qingrado, de 13-111-43, da la &fra de 260.000 para finales de acwiembre; datos ambos cita& por WALTER G~RLITZ, en Mariscal Paulus (Ob. cit.,

págs. 10g y 112). Son 330.000 por el General Bkw, citado px GARTHOFF (Ob. cit., &g. 1x8) 7 pana tul Gw~erafl GUILLAUME (Ob. &., pdg. 44). Se@n

el Coronel General ZEITZLER (Ob. cit., pág. 17g), las apreoi&ones varian da 217.000 a 3oo.000. Para d Corond Gemara. GUDERIAN (At. cit., pág. 83)

son ~26~.000. l3l Mark& von MANSTEIN (Ob. tic., &,g. 298) di que osci&n entre los 200.000 y 10s 270.000, pro exaluyendo a los rumwws y a las tr& pas auxili,ares rusw; no absfant~, en Iras pAgi,nas 304 y 316 habiJa sr% &e 2oo.ooo. Paw LIDELL HART ‘(Ob. cdt., ,p&g. gg) SM «ax~ás & zoo.000~~ Lo m$s

curioso es lo que owrre con eR artfoulo citado ckA Corone8 SELLE ; en la vec- sión publicada en la revista Ejército, phg. 78, SOII 320.0~0 hc+tnbres los cer- G&S, Incluyendo r@nanos y asos, y en la vers%n del mkcna artfculo que publica en su aifirnero & sept&mbre & 1957 la revista Military Review (edi-

166 pERNAN> GIL OSORIO

inferi.ores, como ya ‘dijimos, a las calculadas por el Grupo de Ej&- citos y crean usa situación angustiosa deside el primer momento. En 26 de noviembre suponen: doce días de ración ya reducida, los víveres; del 10 al 20 por 100 de la dotación (o sea, lo indispensable para un día), las Imuniciones ; lo in,dispensable para pequeñ’os mo- vimientos y más ‘que insuficiente para una concentración, de carros a fines ade ruptura, los carburantes.

Al tismol tiempo que l,os brazos interiores (de la tenaza han to- mado contacto, los exteriores <han rechazado a los rumanos lejos [de

Stalingrado. El ldía 23, el 5.O Ejército Acorazaido soviético ha al- ranzsdo la línea ,del Tohir, v el 51, en la .otra ala, ha llegado al río Aksai. Entre ambos ejércitos queda todavía un gran vacío.

‘.El General P’aulus, ~después de treinta y seis horas sin recibir instrucci,ón ‘ninguna tde los Mandos superiores, recaba el día 23, por radio, libertad Ide acción. Después .de una reunión con sus coman- dantes’ hde Cuerpo de Ejército, ,solicita la aprobación lde Hitler a la

siguiente propuesta : «Una vez concent,radas fuerzas y ya ,dispues- tas en .orden ,de combate, el 6.” ZEjército procederá el 25 de noviem- br,e a atacar en ‘dirección suroeste. Objetivo : Ruptura y estableci- miento ,de contacto con (las formaciones alemanas que combaten en el sector 4Don:Tchir. Se evacuarán ide la bolsa toldas las fuerzas y fodo el ,material indispensable madiante una breoha que abrirán las acorazadas». Esta propuesta no tuvo contestadion ‘directa ; pero el día 2$ se ordeno al 6.* Ejército formara una posición ~?rizo», bajo la ,designación <de «Tropas de la fortaleza de Stahngra,do».

--- C?ón hispainoamericana), p&g. 12, con ~610 cruzar d Atlántico, son ya «ah% &dor & 350.000 alamanes y unos cuanfos millas de rumasnos y... ~Z~SOS».

Conio ejetiplo de la falta de objbjertivi~lad en que incurren en este extremo algusxos eomen&arista~s, cii~rennos que el General Zeitzler añ@e a ks cifras ci- datdkw a~nkrianmwk: tcEn todo oaso, ffos cercados y sus Com~a~adantes temfan atite ‘s{ &xws más knportantes que cor&w sus hombres y mandar estadillos de fuerza.» Entonces, ~s&re qué base se oaloulabk,n los abwtecimienkos e mandar ,por awibnf y de qu& datos partian los cercados para ntioniar las ewa- sa% existencias con que contaban,? AT ãr lia ración de pwi kx 200 gramos, pongo w caso, &s ;ara iguail sum%&ar 217.ooo raciones que 3oo.ooo? El recutito de 18s cercados lo e&x&uatia~, e+n iab práctica, ia Intendencia del 6.O Ejército de un medo autom&ico casi. S@n nos i&onma 4 mismo Gen-al Zeit&r, el 6.0 Ejército contaba antes del 19 de novierrke con 3oo.000 hopn- bree ; fueva dk la bolsa qu&kurcm parte da Ios ~servicios; en cambio, fu& rebw-

zado am un Cum de Ejtkito y 30s KXvisiones. La cifra de 3oo.000 GX- ciados no resulta exc&va.

.

Mariscal von Manstein, jefe del Grupo de Ejércitos del Don.

EI General Paulus, jefa del 6.“ Ejército, en su puesto de mando durante la batalla

de Stalingrado

BATALLA DE STALSNGRADO 15-7

No ,obstante las órdenes ‘del Fiirher, el Jefe del LI Cuerpo de Ejércit,o, General de Artihería von Seyd,litz, el #dia 24 .d.e noviembre, comunich por escrito al 6.” Ejército que no’podía garantizar a la larga el abastecimiento ni la ,capaoida’d clombativa de sus tropas y exigía, en c,onsecuencia, (que el General Paulus or,denase la ruptura del cerco en ,dirección surtoeste, contraviniendo las ór,dmes del Mando Supre- mo. Tal vez ‘para predicar con el ejempllo, previamente, el 23 por la

noche, repleg-ó ,su Cuerpo lde Ejército por propia iniciativa, redu- ciendo el frente en la zona Nlorte de Stali,ngrad~o y colocanIdo al Mando del Ejkrcito ante el hecho con.sumado. Esta retira,da costó tan graves perdidas a la 94 Djvisión de Infantería, que acarrearon su ‘disolución.

Parece ulna Iironía (del destino, que al siguiente día 5% se recibiese en la bolsa una orden del OKH, que decía: ctE1 frente este y norte, hasta eS sur de Kotluban, pasan a depender del General de :Artillería, von Seydlitz, Comandante del LI Cuerpo de Ejército, que es direc- tamente respoasable ante el Ftirher de 1a idef,ensa de este frente. No por esto queda anulada la responsabilida,d del Jefe del Ejército en ,el mando de su Ejército.)) Con ella el General von Seydlitz volvió a la obediencia (60).

Los ,d,os ejércitos ruman!os han recibido, duao castigo. Los Ctier- pos de Ejército IV, V y III (9 Divisiones), que han sufrido los ata. ques dire,ctos, han sido idestruidos, y no quedan ,de elllos más que las d,os ,divisiones cercaidas en Stalingraldo. El primer Cuerpo de Ejército se encuentra intacto sobre el Don, y los Cuerpos VI y VII del 4.” Ejército se mantienen firmes al norte de la 16 División Motorizada alemana. En cambio, las divisiones del II Cuerpo de Ejército han quedado reducidas a uno o dos batallones, cada una, con escasa arti- llería (61).

(60) Mariscal PAULE3 : Ob. cit., phgs. 291, 303 y sigs., 3x5 y 3x6. (61) La situacibn de los Ejkrcibc ruma,nos despu& de la ru@ura no está

clara en las obras oonsu~t&as. Sobre todo en lo que se refiere & 4.0. ES Mark& vm MANSTEIN (Ob. cit., p$g. 297) deja wxitici~o este Ej&c.ito a una &$a ~di&ir5n, lla 18; las demás, an wrte en Stalingrado, en prte ari-olla&us, en lprte deswarecidas, son Un&&s que ya no cuentan. En canxbio en su Jukio cìe $x &UUC&Z, elwa& 1111 OKH en g-XII {p&s. 602 yl 603), dice que el 4.0 Ejercito rumano ce mantiene p &cxr~ finme, en contraste, ad.en-&, del. ~~adun lastimoso .CXXI que @ZKX-& la oituacio~ d& 3.0 Por úkimo, en d contraataque del 4.” Ejbrcito Acoratido, actáan los Cueqos de Ejhito ruma-

168 FERNMDO GIL OSSOBIO

El XLV’III Cuerpo de Ejército Acorazado ha sido entre tanto reba-

sado por ambos flancos y, fi,nalm-wte, cercado. Durante tres días

I,pera en lo que ya es retaguardia rusa, actuando en cumplimiento

de brdenes que emanan del ,Cuartel General de Hitler, situado a

más de 1.500 kil,ómetr,os de #distancia, y que, naturalmente, no están

de acuello con la situación real del momento. plor fin, recibe la orden de suspender toldo ataque y de formar una posición «erizo))

pn el lugar en que se halla. Sin embargo, el General Heim, Co-

mandante *de:1 Cuerpo, bajo su propia responsabilidad, se abre ca-

mino hacia el Suroeste en ,la eche del día 24, y con él 1~s. super- vivientes del Grupo Lascar, que se le han unido, ll,ev&dose a todos

los heridos, hasta to,rnar corltacto en Tchernitchevskaia con fuerzas

propias. El General Heim es destituido, encarcelado y posterior-

mente ,degradabo. Mas las txopas bajo su mando se salva,n de un absurdo ainiquilamiento, y la 22 División Acorazada, así como el

Cuartel General (del Cuerpo de Ejército pueden tomar parte más

tande en. ios \duros oombates del Tohir.

El 6.” Ejército no consigue mantener la cabeza de puente sobre

el Don, y a finaJes de noviembre se ve o#bligado a replegarse al Este

del río.

Según los rusos, las péadidas alemanas en estos combates se

vkvan a 95.000 muertos y heridos y 7.200 prisionen0.s (62).

La reacción akmana.

El :Mariscal von. Manstein se hizo cargo #del mando ,del Grupo de

%j&rcitos Idel Don el 27 de noviembre, estableciendo su puesto de

mando en Novo Cherskask. No obstante, el día 24, desde el puesto

‘de man’do del Grupo .de Ejércitos B, hace un deteni,do estuldio de

la situacibn y comunica al General Zeitzler sus conclusiones. Con- sidera todavía posible una salida del 6.O Ejércit*o en dirección Sur-

-

nas ú.O y 7.O de guard~&lancos, lo que in&ca que seguiam conwrva~@o vallar cam&ativo y na wa Unidades arrollabas ni &s~reci&s.

(62) Genmal GUILLAUME: Ob. cit., phgs 44 y sigs. ; Ten’iate General GARCfA VALIÑO: Ob. di%, &s. 316 y Ge.; M,ariccal ven MANSTFZN: 06. cit.,

p&$s. 296 y sigs. ; Coronel Gen4 ZE~TZLER: Ob. cs, ph!gs. í66 y sigs.,

METER BOR: ob. &., p4gs. 178 y sigs. ; Conmd Sm : Re. cit., p&s. 7s y .$gs.

BATALLA DE STALINGRADO 159

oest,e; pero cree que el mejor momento para la ruptura ha pasado

ya, y que es preferible combinar ia salida de los cercados con la ac-

ción Ide las fuerzas que se preparan para liberanlos, constituídas con

,refuerzos cuya llegada se espera para principi,os .de diciembre. Con-

,dición siw q@a non: el suministro a.éreo de 400 toaelaldas diarias a

las tropas embolsadas. & esto no es posible, aconseja la ruptura in- mediata.

En las anteriores conclasiones se encueutran esbozados los dos

<Irandes pro’blemas que se le han plant,eado al Mando ale:mán. Su- a ministro de 1~~s cercados, que sól,o puede ser aéreo y que es apre- miante, por las exiguas existencias de que disponen. Refuerz0.s su-

ficientes para que el Mariscal von Matnstein pueda cumplir la mision

recibi~da.

Para el General Faulus las necesi)dades mínimas se elevan a 600

toneladas diarias. Segím el Mariscal von Manstein, el 6.” Ejército necesitaba un mínimo de 400 toneladas .de carburantes, municiones

de Lnfantería y granadas antitanques y otras 150 tonedadas Ide víve-

res. 0 sea, qu’e mientras cuente todavía con alimentos, se podía re-

ducir el abastecimienAo aéreo a 400 tone,laldas por día ; desp&s se

precisarían 550 (63): Puesto que cada Junker carga dos toneladas, Sacen falta 225 aparatos en servicio. Había que prever que muchos

$.iías no se po’dría v.olar por impedirlo las condicione,s meteorc&gi- cas ; e$l,o obliga a trwportar mayor cantidad de suministro 10s días

de buen tiempo, cosa facilitada por la circunstancia de que ent,on-

ces se pueden ihacer d!op salidas por aparato, al ser las distancias de

;-uelo lde 180 kilómetros ,desde Morozovski, y de 220, des,de Tat- sincskaia hasta Fito,mnik .o Gumrak, en la bolsa. Parece que en la

realidad el. Man(d#o alemán se hubiera conformado co,n uti traaspor-

te de 400 a 500 toneladas en los días aptos para el vuelo. Mas ni wo se consiguió. Un día se llegó hasta las 300 tonela,das, lo co-

rriente fueron ll0 a 144I; algún día no se pasó de 25. -

(63) Eskm caa tidades suponen, : redwir ,la aliimmeotacián a 500 gramos dia- rios por persona! ; swri1fica.r &l numeroso ganado de Ias Unidades no moto- rizadais con ka compensaci&n~ de mejora@ la comkka con la ca,me de los caba- llos ; renunciw de a&mano, práoticametn,te, a, la artille& y conformarse con .rnn.~y poca {gasolina gatia las Unidades Acwazadtas (5.50 toneladas totalw corrwponden a 25 por Divisi&>. Comphrese esta cantidad con 1la.s nece&- da&s ~normaks de las Divisionw & otros Ejércih, que son : 350 para las bAhioas, ‘400 a soo para 1as americanas y 1.50 a 200 para las rusas (se@n el :.‘lhokm@e: Cmynd IMIKSCH; en 1; Ob. clt. de LIDEU. HART, pág. 206).

160 PERNANW GIL OSSORIO

Pese a su ‘denuedo, la Luftwaffe ,no estaba en condiciones de so.stener el puente aéreo necesario. Perdió en el empello 488 apara- tos y 1.000 tripulantes. (De donde se infiere que, por lo menos ini- Calmeme, no era la falta de ,material lla causa del fracaso, dado el número del derribado). Al <parecer, fué el propio Mariscal Goering quien, frívolamente, contra la ,opinión de sus subor,dinados y siu estudiar él mismo el problema, se comprometi0 a a,bastecer por CI aire a las «Tropas ‘de la fortaleza de Stalingrado». En los primeros días .del cerco tuvo lugar en el Cuarte,1 General ‘de Hitler una dra- mática <reunión, entre este, el Mariscal Goering y el General Zeitzler, en la que el Jefe .de la Luftwaffe tuvo que reconocer que ignoraba el tonelaje a .transportar y en la que hubo, de pasar por que el Ge- neral Zeitzler desmintiera su afirmación de que podía abastecer Sta- lingrado .

En cuant;o a refuerzos, el Grupo de Ejércitos del .Don debería recibir :

1.” Con (destino al 4.’ Ejércitmo, Acorazado, el Cuartel General del LVII Cuerpo de Ejército LAcorazado, la 23 División Acorazada, y una potente arti,lleria, proce,dentes del Cáucaso y la 6.” Divisió,n Acorazada y otra de Tr,opas de -4viaci&, con sus efectivos al wom- pleto, pro’cedentes de Alemania. Fuerzas todas a concentrar en Ko- telnikovo, antes ,del 3 de diciembre, para avanzar en soc,orro de Sta- lingrado desde el Sur.

2.” Para constituir el Ejércit’o Hollidt, el Cuert,el General del XLVIII .Cuerpo de Ejército Acorazado, dos divisiones acorazadas, tres divisiones de infantería, una división de montaña y dos divisiones de tropas de aviacióin. Fuerzas a concentrar en el Tchir superior y dispuestas a avanzar en socorro de Stalingrado, desde el Oeste, hacia el 5 de diciembre.

En conjunto, once divisiones de todas clases, de las cuales las tres de tropas ‘de aviacióa sólo ,resultaban aptas para misi,ones de- fensivas.

Entre tanto, el General Zeitzler trata en vano de arrancar a Hitler la autorización para la ruptura del cerco por los sitiados. I1nterminables discusiones tienen lugar, al parecer. El Ftihrer llega a autorizar verbal,mente la salida ; pero cambia de idea cuan,do le ponen la 0,rde.n a la firma. Todas las razones ,se estrellan c,ontra la férrea voluntad de Hitler, apoyado en su opinión por el Mariscal Keitel y el Coronel General Jold. Arguye que no se pueden abandonar

BATALLA DE STALINGRADO 161

las costosas conquistas <del verano ; que hay que esperar para decidir el resultado del contraataque del Mariscal von Ma’nstein; que un batallón de carros #de combate «Tigre», que se va a emplear por. vez primera, es suficiente para liberar a los crrcados ; que en enero levantará el sitio con un Cuerpo de Ejército Aoorazado de las S. S., partienbdo le Járkov, y, finalmente, que el 6.O Ejército tiene que sa- crificarse en benefici,o del resto de la Wehrmacht, ya que gracias 3 !as fuerzas que fija se puede reconstruir el ala sur del frente ale- mán. Nada ni nadie es capaz de hacerle cambiar de opinión. Ni tan siquiera el informe ,de primera mano d,el General Hube, Coman- dante del XIV Cuerpo de Ejército Acorazado, que ha llegado en vue- lo desde Stalingrado, y bquien, en su i’ndignación, llega a pedir a Hitler que mande fusilar al General de la Luftwaffe que resulte responsable del fracaso <del puente aéreo (64).

Preparando la liiberación de los cercados.

Detrás de las Uni,dades rápidas rusas, las ,divisiones de infante- ría han avanzado,, para ir cerrando sólidamente el dogal que es- trangulará al 6.O Ejército. A primeros ,de diciembre siete, ejércitos rojos cercan a las fuerzas del General Paulus. Por el Norte, el 66 y el 24; por el Oeste, el 65 y el 21; por el Sur, el 57 y 64, y en Stalinb graido, el 62. La línea #de contravalac%n sobre la que se encuentran desplegados pasa, aproximadamente, por Stalingrado-Kuporosnoie- Elji-Tsibenko-Rakotino-Marinovka-Porodine - Kuzmitchi - Rinok. La bolsa ‘mide unos 50 kilómetros en dirección Este-Oeste, por 40 en la direcció,n Norte-Sur, comprendiendo una superficie ‘de 1.500 ki+ lómetros cuadrados, con un perímetro de unos 140 a 150 kilómetros (croquis número 3).

En el interior, el VIII Cuerpo de Ejército defiende los sectores oc- cidentales, y el IV, los meridionales. En reserva, dos a tres divisio. nes con todos los carros disponibles entre Pitomnik y Novo Ale- xeievski. Puesto de mando del Ejército, en la Estación de Gumrak.

Los otros ,dos ejércitos soviéticos, el 5.” Acorazado, al Noroeste, y el 51, al Sureste, cubren el ataque contra 10,s cercados, desplega-

(64) Mariscal van MANSTEIN : Ob. cit., p&gs. 304 y si@. ; Ccmnd - aeral ZEITZLXR: Ob. ch, pags. 180 y sig;s.

162 FERNANDO GIL OSFOBI’J

dos sobre una línea de cirvunvalación que pasa por los ríos Tchir, Dm y Aksai. En la confluencia ‘del Tchir con el D’on, al Norte y este de Nishne Tchirskaia, los alemanes conservan una cabeza de puente sobre a.mbos ríos. En estos lugares, los esfuerzos del Co- ronel Wenck, Jefe de Estado Mayor del 3.“’ Ejército rumano, por una parte, y del Coronel General Hoth,. Jefe del 4.” Ejército Acorazado; por otra, permiten organizar una débil línea defensiva, una simplle línea de vigilan’cia en un principio, a base de los restos de las #divisiones rumanas, ¡de tropas de los Servicios ‘de las Gran- des Unidades alemanas y de las llamadas ctUni,da$des <de alarma», creadas con soldados ,de las Mayorías, regresados ,de permiso, con-

. valecientes, etc. ; en suma, con to#dos los hombres capaces xde em- puñar un arma y para los que se dispone de un arma. Tales Unida- d,es carecen, por supuesto, de artillería y <de piezas contra carro. Con dichos elementos, .se consigue, en los primeros momentos, zur- cir un frente que enlace a los Grupo,s )de E,jércitos B (sobre RI D,on) v A (en. el Cáucaso) y que cierre el camino a Rostov, cuya conquis- ta por los rusos hubiese teni’do entonces consecuencias incalcula- bles. Claro es que únicamente la pasividad soviética en la alcanzada línea de cirvunvalac%a permitió el éxito de tales remiendos. Dis- tancias que varían d,e 40 a 140 kilómetros separan ahora a los sitia- Uos del nuevo frente organizado.

Las primeras reservas que llegan de las destinadas al proyectado ejército Holhdt tienen que ser embebidas en la defensa del frente del Tchir. Así, en el Tchir inferior, las Unidades de alarma que guarnecen 70 kiló’metros de fr’ente son ref,orza,das por sdos divisiop nes de tropas de aviación. En el Tchir superior, desde Bolschoi Ternowyi, hacia el Norte, 120 kilómetros, el 3.” Ejército ruma- no recibe el refuerzo .de la maltratada 22 Divisi,ón Acorazada y de dos divisiones de infantería.

Los rusos, que habían permanecido Inactivos a finales ,de no- viembre, reanudan sus ataques a primeros (del mes siguiente. Los días 2, 4 y 8 de diciembre lo hacen contra el 6.” Ejército, siendo reohazados. El 3 avanzan en un reconocimiento ofensivo sobre Ko- felnikowo, en donde se está concentrando el LVII Cuerpo de Ejército Aaorazado, asiendo repelidos al Norte ‘de esta localildad por la 6.” Di. visión Acorazada (única llegada en el tiempo previsto). El día 4, le toca el turno al frente del Tchir inferior. Aquí la situación llega a hacerse critica, y como el Mariscal von Manstein consildcra fun-

BATALLA DE STALINGXADO 163

damental conservar la cabeza d’e pue’nte de Nishne Tcherskaia, tanto

con vistas al proyectado rescate Idel 6.9 Ejército como para cerrar

el camino a Rostov, tiene que reforzar este frente empenando el XLVIII Cuerpo de Ejército acorazado, formado por una divisi&

acorazada y otra normal, ambas recién llegadas.

Los transportes de las Unidades sde refuerzo se realizan a un ritmao más lento ,del calculado. Algunas de las divisiones prometi- .

das, la ,de montaíía y una de tropas de aviación, no llegan. En su

sustituci&, se asignan al Grupo <de Ejércitos ‘del Don la 17 Acora-

zada y waa (de infantería. Pero la acorazada, que llega la primera, es hipotecada en reserva por el OKH, ante el temor a una posible

crisis en el ala izquierda del propio Grupo de Ejércitos. En estas circunstancias, dada la imposib&da~d de emplear el

Ejército Hollidt en misiones o,fensivas, y como el tiempo apremia, el Mariscal von Manstein decide atacar únicamente con el LVII Cuer.

po qde Ejército Acorazado, e’n cuanto tenga sus dos DGvisiones dis- puestas, ya que estima que es el que s,e encuentra mejor situado para hacerlo, por no tener necesidad de cruzar el Don y enfrentarse

con el ejército enemigo más débil (65). Los abastecimientos de los cercados suponen, en 5 de diciembre:

municiones, alrededor de un día de co;mbate ; pan, ración de 200 gra- mos, hasta el 14 de diciembre; primera comida, hasta el 20 de di-

ciembre ; segunda comida, hasta el 19 del repetido mes ; gasolina, la suficiente para permitir una autonomía $de 30 kilhmetros a los 100 carros disponibles. La mayor parte <de los caballfos o son sacri- ficados pora aumentar el racionamiento 10 mueren por inanición (66).

(65) Según eil juicio ¿ls la situación d,d Markal von MANSTEIN, de 9 de diciembre (v6ase Ob. cit., pág. 6o1), el 51 EjBrcito soviético, que se opo- nfa afl 4.0 Acorazado, disponfa del equivakntei .a cuatro Divisiones infanterfa, cuatro Divkiones caballeria, una Divisibn {acorazada y una Brigada infannta ria, mientras el 5.0 Ejkito Acorazado swi&ico, en el Tchir, cuenta con e# equivalenrte a 17 Divisiones infaateria, siete Divisionw oaballerL (dos de ellas motorizadas), tres Divisicrnes acorazadas y una DivisXn mxsanizadtal.

(66) Mariscal von MANSTEIN : 05. cit., págs. 323 y sigs. ; Teniente Gene- GARCfA VALIÑO: Ob. cit., págs. 319 y 320; General GUILLAUME: Ob. cit.,

págs. 44 y sigs.

164 \ FERNANDO GIL OSSORIO

Ataqzbes simultáneos de a.lemmes y rusos

Al mismo tiempo que los rusos continúan atacando al 3.“’ Ejér- cito. rumano, en el Tchir inferior, en d,onde el 12 de diciembre pre- sionan contra la cabeza (de puente hasta obligar el 14 a los alemanes a abandonarla, éstos inician su contrataque con la misión de libe- rar a’ los cercados. El día 12, desde Kotelnikowo, el 4.” Ejército Acorazado pasa a la ofensiva con el LVII Cuerpo de Ejército Acora- zado (Division9es Acorazadas 6 y 23), flanqueado ,por los Cuerpos de Ej6rcito rumano VI y VII. El VI al Oeste, hasta el Don, y el VII al Este, hacia el Volga. .Después ‘de ‘duros combates oontra un ene- migo tenaz que trata siempre de reoon,quistar ,el terreno perdído, los blinldados de von Manstein alcanzan el día 15 el rio Aksai. Los rusos refuerzan con medios blmdad’os, sacados de la línea de contra- valación, el sector amenazado.

Para evitar que las Unidade,s alemanas del Tchir intervengan a su vez en la batalla que libra el 4.0 Ejército Acorazado, los rusos amplían su ofensiva contra el 8. 0 Ej&cito italiano, en el Don, y con- tra’ el ,Ejército Holli,dt, que enlaza con aquél y guarnece con tropas alemanas y rumanas el Tchir superior y me,di,o. Esta acció’n corre a cargo ide los Frentes Idel Suroeste y (de Voroneye (General Goli- kov). El día 16 de diciembre tienen lugar los primeros ataques par- ciales en los que interviene un nuev,o Ejército sovi&ico, el 3.” de la Guardia. En su vista, el Ejército Holli,dt recibe orden de’ replegar- se, manteniendo el contacto con el ala ‘d’erecha de los italianos.

El día 17, la 17.& División Acorazada en.tra en línea, reforzando al Cuerpo de Ejército Acorazado LVII, después de realizar una larga marcha y (de cruzar el Don por el puente de Potemkinskaia, sin que a pesar *de ello consiga el contmraataque éxitos decisivos.

,El ‘día 18, mientras los alemanes no consiguen cruzar el Aksai ni .los- rusos el Tchir inferior, la nueva ‘ofensiva soviética arrolla csi 8.“: Ejército italiano, dejando al descubierto el flanco izquierdo del EjGrcito :Hollidt, en, el que, ad,emas, las Divisiones rumanas se muestran incapaces de resistir la embestida soviética., El Maris- cal. von Manstein, reconociendho ya la imposibilidad de que el 4.O Acorazado llegue hasta los cercados y que la situaci6n ,de su ala iz- quierda no le va a permitir continuar por mucho tiempo el ataque

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BATALLA DE STALINGRADO 166

de su ala derecha, recaba a Hitler, en este día, autorizaci& par% la ruptura lde los sitiados con el subsiguiente abandono de Stalin- grado. A pesar de la negativa del Führer, ordena, la preparación de la operacidn., consistente en la ruptura del cerc,o del 6.* Ejército y posterior avance en dirección suroeste, cediendo simultáneamente ‘en el sector de Stalingrado espacio equivalente al que vayan conquis- tando, hasta tomar contacto con el 4.* Ejército Acorazado.

El día 19, el repliegue del Ejército I-Iollidt se realiza con?&o, dando la estabilidad necesaria al Grupo ‘de Ejércitos del Don, pese ;I subsistir el riesgo en el flanco izquierdo. Por su parte, el LVII Cuer- po Acorazado consigue trasponer el Aksai y alcanzar el río Mich- kova, ~llega,n,do a 48 kilómetros de los sitiados. El Mariscal von Mans- tein consi’dera se ha presenta,do la primera y última oportunidad de liberar al 6.0 Ejército, y que éste debe coaldyuvar en la empresa. Al objeto de tratar de descargar al General Paulus de los escrúpulos que puada t,ener ante la prohibición ,de Hitler de aban,donar Stalin- grado, le ordena por escrito la ruptura y abandono de la plaza, de acuerdo con lo antes dicho y en el plazo más breve posible. El General Paulus, influido por su Jefe de Estado Mayor, Gene- ral Schmidt, consi.dera la orden imposible de cumplir, toda vez que la gasolina disponible sólo permite un recorrido m5ximo de 30 kilo- ,metros. Solicita un suministro previo de 4.000 toneladas de gasoli- na y un plazo de seis dias para l,os preparativos de ruptura. Ade- más, no ignora, por tener enlace directo con él, que el Führer no autoriza esta operación.

A partir del !día 20, la crisis en el ala izquier,da del Grupo de Fjércitos se. agadiza. No se sabe nada de los italianos, con los que se ha perdido todo contacto, y la 7. * División rumana Se retira por su cuenta, dejaodo roto el frente del Ejército Hollidt, que ha recu- rrido a. un ‘despliegue escalonado para cubrir su flanco amenazado, y que se ve obligado a continuar su retirada para tratar de estable- cer un nuevo frente a la altura del 3” Ejército rumano, que conti- núa en el Tchir inderior. .Dos Cuerpos soviéticos, uno acorazad’o y otro mecanizado, se acercan a los aeródromos de Morozovski y de Tatzinskaia,. y un tercero, acorazado, amenaza la retaguardia del Ejército Hollidt. El día 23, este ejército tiene que ,ser reforzado con el Cuartel General del XLVIII Cuerpo de Ejército Acorazado ‘y con una división acorazada, procedente del 3.“’ Ejército rumano, el que

166 FERN-%NDO GIL OSSORIO

a su vez recibe una división acorazada del 4.0 Acorazado. El LVII

Cuerpo queda reducido de nuevo ‘a dos divisiones. I EJi el Michkova, los rusos vuelcan todos sus medíos disponibles de carros, artillería y aviación. Llegan a reunir, el día 21, 2.000 ca-

h-os (2.500 Ide la reserva )dei Alto Mando) y 3.000 cañ,ones autopro- nulsa’dos, también Ide la reserva, y consiguen la superioridad aé-

rea (67), Pon ello, aunque los alemanes logran establecer una cabe- za de puent,e, no pueden continuar progresan,do. Es más, .el tdía 25

‘son los rusos los que pasan al ataque en este lugar. Tratan de en-

volver al LVII Cuerpo de Ejército Acorazado con sus Ejércitos 51 y

2.O de la Guardia (que ha cruzado el Volga), totalizando tres Cuer- pos .Mecanizad’os, uno Acorazado, tres Cuerpos de Ejército de In-

fantería y un Cuerpo de Ejército de Caballería. Los alemanes se re-

tiran, y el día 29 los rusos ocupan Kotelnikovo. La tentativa de le- vantar el ce,rco ha fracasa,do.

Durante este tiempo, el 6 .O Ejército ha tenidio que rechazar va-

rios ataques parciales.

CA últimos de diciembre,. acosado por fuerzas enemigas muy su- periores, toda el ala sur alemana, Grupos de Ejéircito B, Don y A, se

encuentra en retiraida alejándose de Stalingrado. El principal pro,-

bíema para el Grupo del Don es ahora, aparte de evitar su propio envolvimiento, mantener libre Rostov para permitir la retirada al

-Grupo ,de Ejércitos (4, que el día 29 recibe orden de abandonar el

Cáucaso (68);

J>a calma que pnecede a la tem@estad

El día 26 de ,dhciembre de 1942, el Coronel General Paulus en-

‘vía al Grupo de Ejércitos el siguiente parte : «Las bajas en combate, el frí.0 y el insuficiente abastecimiento

han reducido mucho últimamente la potencia combativa ‘de las divi-

siones. Debo notificar, en consecuencia : »l.O El Ejército todavía podrá rechazar pequeños ataques ene-

.migos como hasta ahora y reparar crisis locales por algún tiempo.

- (ti) Corond KALINOV: Ob. tit., p&s. 289-91 y 354. (68) Mahca~l von MANSTEIN : Ob. cit., págs. 329 y si@. ; Tenieab Ge-

narail GARCfA VALSO : Ob. cit., págs. 320 y sigs. ; General GUILWJME :

Ob. ck, p&s. 46 y &gs.

f

BATALLA DE STALINGRADO 167

Condición indispensable para ello sigue siendo un mejor abasteci-

miento y una indiferible aportación de refuerzos por vía ahrea. »2.” Si 110s rusos retiran de delante de Hoth fuerzas considera-

.bles y se lanzan con éstas o con otras tropas al ataque en masa ide

la fortaleza, indo podrá resistir esta por mucho tiempo.

))3.” La evasión por ruptura ya no es posible, a no ser que an- Res logren abrir un pasillo y refOorzarnos con hombres y provisiones.

»Ruego, por tanto, se le haga presente a la Superiori,dad la ne-

cesidad ‘de tomar medidas enérgicas para una rápida liberación del Ejército, a no ser que la situación general le obligue a sacrificarlo.

Excusado decir que el Ejército ha de hacer cuando pueda para re-

.sistir hasta al último momento.» Añadía, además : «Hoy solamente nos han llegado 70 toneladas. .

El pan se termina mañana, la manteca esta noche y algunos Cuer-

pos no tendrán cena esta (noche. Indis~pen.sable mediadas e&rgicas

desde leste momento» (69).

A pesar ,de la retirada general alemana hacia el Donetz, el R/Tan-

do ruso tiene prisa por liquidar la resistencia del 6.” Ejército, dada ‘la extraordinaria importancia de Stalingrado como centro de comu-

nicaciones y para re.cuperar cuanto antes las fuerzas pro’pias fija-

das por aquél. El Mariscal de Artill,ería, Voronov, en representa- ción del Man.do Supremo, va a Idirigir la operación, planeada por

41 mismo y ,encomen,dada al Frente (del Don, reforzado por todas

las Grandes Unidade’s artilleras de la reserva disponibles. Se pro-

pone escindir la bolsa para ,destruir sucesivamente las fracciones resultantes. El esfuerzo prin’cipal se ejercerá en la dirección Vertiat-

.chi-Baburkine-G,ontchara-Stalingrado. La acción secundaria partirá

de Popov-Kravtsov, sobre Basarguino-CNovi Rogatchik. En una pri- mera fase las dos cuñas ,deberán tomar contacto en la zona de Novi

Rogatchik para aislar, y aniquilar a continuación, el saliente occi-

dental de la bolsa y permitir la ulterior progresión sobre Stalin-

grado en dirección Oeste-Este, i’mpuesta por la compartimentación del terreno en la misma dirección. Se han elegido estos sectores de

ruptura por considerarlos los más débiles, ya que su defensa fue

improvisada en novi,embre al producirse el cerco (70). A primeros de. enero, el General Paulus mo’difica su despliegue

-.---

(6g) Mariscal von MANSTEIN : Ob. cit., p&s. 348 y 349. (70) Germ-al GUILLA'U~: Oh. St., p&s. 52 y 53.

168 FERNANDO GIL OSSORIO

limitando sus reservas- a dos divisiiones acorazadas, situadas al sur de Pitolmnik una y en Goroldiche la ,otra. Las raciones alimenticias se reducen, en pan y grasas, a 100 y 30 gramos, respectivamente,. Todos los caballos han sido consumidos. Algunas Unidades no disponen de más agua que la obtenida al fundir la nieve. El ter- md.metro desciende a 28 grados bajo ,cero. Ante la falta de higiene hacen su aparición los parásitos. El tifus comien,za sus estragos. La )guarnición ‘de la bolsa se encuentra reduci~da a 250.000 hombres el día 10 de enero.

El 8 de enero, dos oficiales soviétIcos con bandera blanca se presentan .ante las líneas alemanas. Son portadores de una oferta de

rendición que el Mariscal Voronov y el General Rokossovski diri- gen al General Paulus. Exigen el cese de toda resistencia y la elntre- ga ordenada de las Unidades con su armamento y material en buen estado. Garantizan la vi,da y la segurida~d, así como el retorno a Ale- mania, al fin (de la guerra, ,de los que se rindan; alimentación nor- mal; asistencia sanitaria a quienes lo precisen. Los rendidos conser- varán sus uniformes, divisas, condecoraciones, efectos personales, ob- jetos de valor, y, los oficiales superiores, sus armas blancas. Pisden respuesta por escrito a&es de las ‘diez horas ‘del día 9. Previenen que .s: la ,oferta es rechazada, se verán obligados a proceder a la destruc- &n de las tropas cercadas, sien,do entonces- el General Paulus eI responsable (71). Este comuinicó inmediatamente la oferta al Mando Supremo, .recabando libertad de acción. Hitler se negó a aceptarla, contra la opinión ‘del General Zeitzler, pero ooincidien6do con el Ma- riscal von Manstein. El 6.” Ejército retenía en aquel momento 90 ,Graades Unidades (incluidas las divisiones y brigadas indepen.dientesj de las 259 que se enfrentaban al G.rupo de Ejércitos del Don ; que, al norte y al este ,de Rostov mantenía libres, apura’damente, las co- municaciones del Grupo 14, cuyo 1” Ejército Acorazado estaba to- davía a 325 kil6mtros al sureste de la citada ciudald. El refuerzo ruso, que la libertad de los ,ejércitos Ide Rokossovski suponía, hu- biera acaba,do con el precario equilibrio que el Mariscal von Mans- tein había logrado establecer y que iba a permitirle reconstruir y salvar el ala sur germana.

(71) Véase el texto c0cmpl&o, muy interesante, gn la Ob. cit. clcil Tenien- t& (htI.Wal GARCfA VALIÑO, ~OIXIO 11, phgs. 20 y 2 I.

BATALLA DE STALINGRADO 164

La agonia de las <(Tropas de Ea fortaleza de Stalingrado»

Al no recibir contestación a su oferta, el Ejercito Rojo desenca- dena un violento ataque el día 10. A las och,o horas cinco minutos 5.000 mil bocas lde fuego (entre piezas de artillería y morteros pesa- dos) inician la preparación de cincuenta y cinco minutos de duración, reforzada con 300 aviones (72). En la dirección del esfuerzo se alcanza Sa densi,da,d de 165 piezas por kilómetro, que se elevará a 300 por kilómetro en las fases posteriores de la batalla, ,cuando el frente se vaya reduciendo. A las nueve horas, la infantería, con fuerte apoyo de carros, penetra en las líneas alemanas. En la acción principal in- tervienen diez divisiones soviéticas. El día 13 han alcanza,do las lí- neas señaladas en el croquis número 3. La resistencia alemana ha &o encarniza,da. Se llega a la lucha cuerpo a cuerpo. Lanzallamas, granadas ,de mano y bayonetas deciden los combates. La defensa es obstina,da, especiaimente en Marinovka y Dimitrievka, y los asaltan- tes tienen que hacer frente a los contraataques locales de defensa, que, al final, eludiendo el cerco, se repliega sobre el Ross80chka. :Igualm.ente en el sur la lucha es durísima, siendo defendidas con gran tesón Rakotin.0 y Tsibenko. Este último lugar queda cercado y su guarnición se deja exterminar antes que rendirse. Treinta mi1 muertos y heridos y 3.500 prisi,oneros son las bajas alemanas en cuatro días. Mas la bolsa no ha sido escindida y ambas cuñas que- dan lejos de Novi Rogatchik.

Hasta estos momentos las tropas del 6.* Ejército han hecho de la nec.esidad virtud y han luchado por su propia existencia ; ahora, en cambio, sin esperanzas, famélicos, ateridos, con escasas municio- nes, sin medios de transporte, ante una abrumadora superioridad

enemiga, bajo una permanente tormenta de fuego, desencadenada por una masa artillera sin precedentes en esta guerra, cumplen con extraordinario heroísmo su misión de resistir hasta el último instan-

(p) El Gewrnl GUILLAUME : Ob. cit., p&g. 53, da la cifra Ide 2.000 pi- de ~rtìlleria y unos 3.000 muertos. Sin em,bargo, d MaRscaii VORONOY

(citado por el ~Goronsl KOLINOV: Ob. cit., págs. 314 y 315), habla de 4.ooo cañones desplegados d dfa 16. (En la abra se dice que sobre un frente de 3.500 metros ; entendemos se trata dc una errata y que son 35 kilómetros, Iongitud aproximadla &l frrente de ataque en ese día.)

170 FERNh”D0 GIL OSSORIO

te, escribim~do una de las páginas más gloriaosas de la historia mi- litar. Sin titubear aceptan su sacrificio. Aunque, tal vez, muchos no comprendan por qué deben morir asi, a orillas del Volga.

La progres%n conti.n&a en (dirección Este, a una velocidad me- dia de cuatro a cinco kilómetros diarios, para alcanzar el día 16 la línea señalada en el croquis, tras haber ocupado el anterior el aeródromo ‘lde Fitomnik. Varios hospitales repletos de heridos y Fongelados son capturados por los rusos. Los alemanes utilizan ahso- ra las fortificaciones construidas en el verano por las tropas so- viéticas.

El día 17, apoyada por toda la artillería del Mariscal .Voronov, la infantería del General Rokossovski reanuda el avance. «No pudo resistir la parte occidental ,de las ldeflensas alemanas. Un fuego gra- neado, inaudito, las pulverizó literalmente; pero, sin embargo, nos fueron precisos diez #días de combate y de ininterrumpido cañoneo para cortar a los alemanes en dos mitades. Y después nos fueron precisos aún cínco Idías más para reducir el ala oriental, infligién- doles el 75 por 106 de pérdidas y obligando a capitular a von Pau- lus, constituyéndose prisionero con 10, que le restaba. Nuestra arti- llería fué la que nos sdió la victoria.» Con estas palabras describe el Mariscal Voronov la fase final de la batalla. El día 24, el Genera1 Paulus había solicitado nuevamente autorizaci& para rendirse, cho- cando otra vez con la negativa de Hitler, ’ pese a los esfuerzos del Mariscal von ,Manstein ben pro del ,cese ,de la resistencia. El día 26 los restos le1 6.9 Ejército, acorralados en Stalingrado, eran al fin dividi.dos en dos grupos, al atacar el 62 Ejército soviético y tomar contacto con las .tropas que avanzaban desde el Oeste. A partir del día 25, los supervivientes de las Unidades alemanas s,e van entre- gando al enemigo. El 31 lo hacen el ya Mariscal Paulus (ascendido pocos días antes) y lo que queda ,de las seis divisiones que consti- tuían el grupo sur. El 1 de febrero, después de soportar la pos- frer concentración artillera, se entrega el grupo norte, formado por los restos de nueve divisiones bajo el mando del Coronel Ge- neral Strecker, Comandante del XI Cuerpo de Ejército. A las 16 horas del día 2 concluye la limpieza de las últimas resistencias. La batalla ha terminado. El 6.” Ejército ha desaparecido.

91.906 prisiones (incluyendo un Mariscal de Campo, dos Corone. l,es Generales y 21 Generales más), 30.000 heridos evacuados por la Luftwaffe, 179.000 muertos (‘de ellos 149.000 en veinticuatro días), he

BATALLA DE ST.\LIñGRADO 171

aquí a lo que han queda’do reducidos, en dos meses y medio, las

Unidades a las que Hitler condenó bajo el n,ombre de «Tropas de

la flortaleza de Stalingrado)) (73).

El 6 de febrero recibió el Führer al Mariscal von Manstein y al

iniciar la entrevista le dijo : «De lo de Stalingra.do soy yo el tinico

responsable. Acaso pudiera alegar que Goering me presentó una re-

Serencia inexacta ide nuestras posibilbdades de abastecimiento aéreo y descargar así sobre él parte de la responsabilidad. Pero es la per-

sona que yo mismo he designado para sucederme y no puedo, poe

fanto, gravarle con este estigma» (74).

A mediados de marzo, el genio de von Manstein, contando con la extraordinaria calida,d y derroche de heroísmo de las Unidades

alemanas, y gracias al sacrificio *del 6 .O Ej&cito? ha comseguido el

milagro ‘de estabilizar el frente del ala sur en una línea sensiblemen- te pareci’da a la de parti,da del 23 de junifo, aunque dejando en poder

de los soviéti.cos un amplio entrante en la zona de Kursk. En ocho

meses y me’dio ,de continuo batallar con signo sdiverso, el otrora poderoso y temible Grupo d.e Ejército B ha sido prácticamente ani-

quilado. Sesenta divisiones, la t,otalBdald {de las rumanas, húngaras

e italianas, más un gran número de alemanas, han desaparecido.

Con ellas la oportunida’d de ganar la guerra (75).

IV. CONSIDEIIACPOSES FIX<LES

i Lo.s dioses ciegan a los que quieren perder!, hubieran excla- mado los a.ntiguos, íde haber coSniocido las campañas de Hitler. Para

(73) General GUILLALWZ: 06. cit., págs. 48 y sigs; Teniente Generd GARcfA VALI,CIO : Ob. cit., tomo Ii, págs. 20 y sigs. ; Mariscal von MANS-

TEN : 027. ci;t., p&s. 348 y sigs. La cifra d,e 149.030 muetios en ve~intiruakro dias está calculada suponie~ndo que en ese Ipla~zo se evkuaron gor :an;ión IO.WK> heridos. Según’ 01 Marisca!1 PAULUS (Ob. &., págs. 352 y 366) tieron evacuados por avión 35.000 heridos y 7.o~ especialistas, 10 que swondría reducir los ~miucrtos a ~G/.oco. El Com!am&mte GERIACH, en SLI nove& El

Ejdrciito traicionado, pág. 552, &ce que (<scigún datos oficisles soviéticoa, al terminas la lucha se contaron ea el campo be batallar 142.000 cadáveres

de ,wlidasdos &emanes y rumanos>>. Aiia& que el núimere de oficiaks pti- doneras se &vó a 2.500 aproximadamente, y que en la primavera de 1945 solo vivian de 5.000 a 6.000 homibres de los ~1.000 cogidos prisioneros.

(74) hlari.sw2 von MANSTEIN : Ob. ck., pág. 362.

(7.5) M arisca1 MANNERHEIIG : Ob. ch., págû. 319 y 320.

172 FERXANDO GIL OSSORIO

ellos, Nknesis, dispuesta a vengar a las pequeñas naciones de Eu-

r’opa, sojuzgadas una tras otra fácilmente gracias a la superioridad militar germana y co,mo consecuencia de la ambicion de Hitler, ha-

bía Ilevado a éste a chocar con el coloso ruso, engañándole sobre

su verdadera pot,encia militar. L,o cierto fue que la información ale- mana ao consiguio descubrir los secretos del Ejército Rojo, y el

Mando de la Wehrmacht creyó habérselas con un adversario mu-

cho más ,débil ,de lo que en reali.dad era. Desde un. ptincipio subes-

timó al enemigo (‘76).. Por otra parte, Hitler, mal acostumbrad.0 por la serie de campañas victoriosas que en menos de dos añ(os le ha-

tían hecho .duefio de la mayor parte de E,uropa, llegó a estar con-

vencido de que en el campo de batalla no había más volunta,d ni

más ley que la suya. Las del contrario no contaban. Los reveses del invierno ‘de 1941-42, lejos de hacerle cambiar de opinión, le habían

afirmado en su creencia de que bastaba su decisión de no abando.

nar los territorios conquistados, para que éstos resultasen inacce- sibles a los rusos.

Hitler al preparar la campafía ide 1942 olvida que el primer obje-

tivo estratégico es, la destrucción de las tropas ‘,del adversario, y se

lanza a la conquista de los objetivos <económicos. No se da cuenta de que, dada la enorme importancia de los mismos y su posición

geogrcifica, su conquista sólo era posible tras la !d,errota ,de los grue-

sos del adversario, y que adentrándose en la inmensidad del terri- t,orso ruso, se expone a tener que librar la batalla decisiva en las con-

diciones desfavorables que suponen el extenso flanco que la pene-

fración va creando y .el estirón excesivo de su línea de comunica- ciones. P;or si esto fuera poco, en. su obsesión por apoderarse del

petr&o, divide sus fuerzas, tratando de conseguir a un mismo tkm-

po dos objetivos dispares : el Cáucaso y Stalingrado. Y pese a su de-

(76) Marisc@ MANNEKHEIM : Ob. ch, pág. 314 : ((Túo, tra,tG de ocultar (Hklw) que el enorme potencid be guerra sovi&ico habia constituido una &sa@ndak&e somresa. Si alguien le hubiera .dicha que la URSS disponfa & m8s de 35.000 tanques, le habría tachado de loco. Y, sin embango, hasta el momento ,(junio de 1942), i los ademanes habían capturado o destrufdo 34.~00 ,tanqes!jj Generad BLUMENTRITT: Estado y valor del Ej&cz’to Rojo

kW 1941, recopilado en la Ob. cit. de LIDELL HART, pág. 116 : ((El cálcu!lo alemAn 663 I&a fuer& numérica de la atillsría pusa resultó equivoc&o ; era mucho Jnaycw de do sup~~eko.)) ctLa fue.rza makeriaã rusa 5uué grandemente menospreciad% por Hitler y, ha&a cierto punto, por eI Mando alemán. El @t@ciaJ en wmamento n8 ,pu@o ser averiguado.»

BATALLA DE STALIWGRADO 173

bilidsd no hace nada por atraerse la simpatí.a. lde ucranianos y rusos

en general.. Es más, los hace víctimas de un trato que no puede tener

otro resultaido que estimular e1 patriotismo ruso (77). Tampoco saca la debida clonsecuencia del fracaso de sus proyec-

tos. En lugar de reconocer a su debido tiempo la imposibilidad de

alcanzar en una campana 1110s objetivos cdeseados y replégarse a prin-

cipios ,de otoño a una línea más corta, la del Don, por ejemplo, c& loca obstinación sigue golpeandIo contra las ruinas de Stalingrado

y se resigna a la postre a estabilizar el frente alcanzado, sin pre-

ocuparse ‘de reorgwizarlo, reforzarlo con unas res~ervas adecuadas

uy abastecerlo en debida forma. Al no contar con superioridad de merdios, Hitler, confundiendo

la economía de fuerzas con la avaricia, adopta un :d,espliegue ini-

cial que no le va a permitir la concentración sobre el punto decisivo en el momento oportwo. Consecuencia del dilatado freinte a de-

fender y de la carencia de, reservas locales, es la pérdida de la li-

bertad de acción, ,ya ‘que no va a disponer ,del tiempo necesario para contrarrestar la iniciativa, que abandona al adversari,o. Lo peor es

que luego resulta que ‘dispone 4de Unidades de refuerzo, perca de-

bido a su errónea situación inicial y al escaso rendimiento de las

co:municaci,ones, tales refuerzos llegarán tarjde. Coa haber situado ~ZI flempo hábil, y en lugar Ioportuno, las divisi,ones que en diciembre

recibió el Grupo de Ejércitos del Dbn, aumentadas co- las divisiones

acorazadas y alguna de las motoriza*das del 6.O Ejército, la batalla

x:9 Stalingrado hubiese tenido un resultado muy diferente. For lo

menos, las tropas del General Paulus no habrían resultado ani- quiladas.

La extraordiaaria potencia de la ofensiva soviética sorprende al Mando alemán. Que hubo tal sorpresa parece d.emostrarl,o : la creen-

cia de Hitler de que el XLVIII Cuerpo, más una Divis& Acorazada Yeaída del Cáucaslo eran suficientes para nestablecer la situación ; el

(77) GOEBELS (Ob. cit., anotaciones del 25IV-42) dice : ((Los habitan- tes de rUcrania estaban más que incli,nados ad principio a considerar -1 Führer co~no el salvador de Europa1 jl a recibir con los brazos abiertos a la Werhmacht getmana, Su aotitud ha cam;bia$o por completo en d curso de unos meses. Hemos pegado demasiado fuerte a los rusos, y espe&a&m& te a los ucranianos, con nuestra manera de conducirnos. Un golpe en la oabeza no es siempre un -r$umato convincente... Iaunque se trm & ucra- nianos 0 rusos.))

contraataque ,del cita,do Cuerpo, dirigido por el OKH ldesde la Prusia

Oriental; las treinta y seis horas que se pasan sin que el 6.” Ejército

reciba órdenes; la falta de alguna previsión para la situación que se le plantea por parte d,el Estado Mayor del General Paulus (renuncian-

do, por ejemplo,, a una inte,rvención en fuerza de sus tres Divisiones

Acorazadas contra las cuñas int,eráores de la tenaza rusa) ; las vicisi- tudes ,del puesto de mando *del 6.* Ejército, inicialmente en Gobulinka,

luego en Nishne Tcherskaia y, por último, trasladado en avión a

;Gumrak ; la escasez de suministros en polder de las Unidades ; el

abandono intacto del importante puente ,de Kalatch. A pesar de estar todos convencidos de que los iner,mes rumanos (toda tr,opa que no

contase con los adecuados me,dios contracarros estaba inerme en la

2.8 G. B.), no pueden resistir una ofensiva seria ‘del Ejército Rojo,

no se obra en consecuencia.

El resultado ‘de la sorpresa fué endosar a los ejércitos rumanos

las culpas de Hitler. El Mariscal von Mansteiin habla «de la indigna-

ción ‘del soldado &mán que se veía abandonado ante las astas del toro por su compañero jde lidia». Lo ocurrirdo parece lo contrarío. Es

el Mando alemán el que sitúa a los ejércitos rumanos ante el toril

sin proporcionarles capote de brega, y cuando el toro salta a la are-

na no acude al quite; únicamente la 22 División Acoraza’da germana

:trata de actuar en ayuda de los indefensos aliados.

Cuando la ofensiva rusa da comiazo, la suerte del 6.” Ejércitso está ya echada. La logística, junto con la ausencia (de reservas, lo te-

sían sentenciado para tal miomento. Hay comentaristas que atribuy,en

la catástrofe de Stalingrado a la obcecación de. Hitler, unida al ex-

ceso de obediencia ,del Mariscal Paulus. Subestimando siempre al Ejército Rojo, pensando, al parecer, que la Wehrmacht era la única

que dictaba Ia ley, creen ellos que el 6.” Ejército resultó aniquilado

solamente por su pasividad al no romper el cerco.

El jefe de un ejércit,o, como cualquier otro oficial, está sujeto al

deber de la ,obediencia. En realidad cuanto más alto, escaMn jerár-

quico se ocupa, más .obliga la obegdiencia, por ser mayores para el . oonjunto las consecuencias del incumplimiento de las órdenes. Esto

nadie lo pone en [dada. Si en circunstancias muy especiales el Jefe de

una Gran Unidad puede llegar a pensar que la ejecución de las ór-

¿Imes recibidas es nociva para ‘el. fin de la guerra, únicamente podrá desobedecerlas en el caso de que crea que obrando co,nforme a su

criterio tiene unas razonables probabilidad.es ,de éxito y cuando su

BATALLA DE STALIXGBADO 175

actuación no comprometa a las Grandes Unida’des contiguas. Tal es el caso del General Heim. N,o es así el del Mariscal Paulus. Una re- tirada por su ,cuenta era ,de un éxito dudoso y acabaría dejando af descubierto la retaguardia del Grupo d,e Ej&itos A en el Cáucaso.

El 6.O Ejército disponía ,de escasas municiones y de gasolina su- ficieme, sólo para recorrer pocas decenas de kilómetros. De conse- guir en los primeros momenóos romper el cerco, hubiera po,dido re- plegarse unos cuantos kilbmetros ; su retirada sería la del jabalí he- rido, acosado por la jauría, y pron’to, al quedarse sin carburante, vlol- vería de nuevo a encontrarse cercado en otro lugar, más próximo a Rostov, después de ceder al adversario el nudo de comunicaciones de Stalingrado y tras haber agota’do la mayor parte de sus municio- nes. No es fácil concebir cómo hubiera conseguido cruzar el Don, para alcanzar .el Tchir, con enemigo en ambas orillas de aquél; pero la llegada al Tchir no habría resuelto tampoco ningún problema, por la carencia (de Unida’des alemanas (dignas de tal nombre en el mismo, que le permitiesen cubrir sus flancos. Transcurridos los primeros (días, el 6.” Ejército carecía de potencia para rom,per el sólido cerco que le rodeaba.

Que además el ruso imponía SLI ley por encima de 110s planes ale- manes, nos lo prueba l,o ocurrido co.o el comraataque de von Manstein. Proyecta hacerlo con dos ejércit,os a un tiempo, uno que avance desde el Oeste y otro ‘que lo haga ‘desde el Sur. El primero no pue’de ini- ciar su acción, ni ,tan siquiera conseguir a la larga defender la línea del Tchir, su base ‘de partida ; y es que por aquí esperaban los rusos ía ofensiva. El segundo obtien,e un éxito inicial debi!do a la sorpresa que produce a los soviéticos la t(osadía rayana en la temeridad)) (son palabras de von Manstein) del Grupo de Ejércitos del Don.’ Von

h4anstein ataca por {donde no se espera, por el lugar de más peli- gro para él. E! Mando Rojo replica a tal audacia ampliando pruden- temente su maniobra estratégica. Dos nuevos ejércitos soviéticos en- tran en liza (co,13 lo que se eleva a once su número) y el contraataque fracasa. Mejor dicho, las Unidades ,de socorro son empujadas a ma- Tor ‘distancia de Stalingrado que anltes ‘de la ofensiva.

La sahda de los sitiados para tomar contacto con el 4.” Ejército Acorazado en el Michkova no era nada fácil y su resultado muy dudoso. El General Schmidt la calificó de «soluci& catastrófica». No parece que las 4.000 tonela8das de carburante que el 6.Q Ejército ne,cesitaba para moverse, pujdieran ser ,suplidas por el celo de una

176 FERNANDO GIL OSSORIO

Itropa físicamente agotada. < Qué hubiera pasado cuando los rusos aU- virtieran que la retaguardia de von Paulus abandonaba en la reti- rada todo el equipo pesa,do, armas incluídas? Los d.epauperados sol- dados, 2 podrían haber recorrido 48 kilómetros llevando al hombro ametralladoras, municioaes y los escasos víveres disponibles ? Heri- dos, congelaIdos y enfermos 2 no hubieran sido abandonados ?

Las ilustraciones dd este trabajo pertenecen a la Agencia Efe y a los libros «Victorias frustredas>~ de VON MANSTEIN, ((Batallas Cruciales de la Sqpxla Guerra Mundial», reda.ctado por varios Altos Mandos atemanes, y ctHitler, Ge- nera& de HALDER.

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BATALLA DE-STALINGRADO El cerco de Stalingrado

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BIBLIOGRAFIA

LIBROS

SALVADOR BORREGO: Derrota Mundial, séptima ,edición. Impreso en los talleres de la Editorial Jus, S. A., plaza de Abasolo, mí- mero 14, Col. Guerrero, México, 3, D F., abril de 1960. (Un vo- lumen de .674 páginas, 23 x17, con numerosas fotografías y cro- quis intercalados en el texto).

Una historia verdaderamente objetiva de la Segunda Guerra Mun- dial está todavía por escribir, y es lo más probable que no llegue a escribirse nunca. Porque en ninguna otra ocasión, el vencedor ha monopolizado las fuentes de información de un modo más completo. Los arAvos de los países vencidos han sido requisados por los ven- cedores, y los principales dirigentes de aquel bando perecieron duran- te la contienda o fueron eliminados después de ella, sin concederles realmente la posibilidad de justificarse. Bien es verdad que algunos generales alemanes que desempeñaron mandos militares importantes en el curso de la lucha, han podido publicar sus Memorias en estos últimos años. Pero la mayoría de ellos se declaran enemigos del ré- gimen nazi, sobre cuyos dirigentes -ya desaparecidos-, pretenden hacer caer toda la responsabilidad de las desgracias de su Patria, y, de este modo, sus testimonios no pueden considerarse tampoco como imparciales. No deja, por tanto, de constituir una paradoja que sean precisamente algunos escritores independientes del bando opuesto (como los ingleses Fuller, Liddell Hart, Russell Grenfell, Hinsley, Veale y Mac Lean, y los americanos Wedemeyer y Hanson Raldwin), los que enjuician con mayor ecuanimidad la actuacion de Hitler y sus principales colaboradores.

En las obras de dichos autores y en otras muchas de carácter neu- tral o francamente adversas al nacionalsocialismo, pero donde se abordan con sinceridad ciertos asuntos de fundamental importancia (como los orígenes secretos de la guerra, la iniciativa de los ataques aéreos terroristas, la complicidad o complacencia con la política de expansión soviética, etc.), se basa Salvador Borrego para intentar una revisión del conjunto de leyendas, que desde hace más de quince aRos

se pretende hacer pasar ante el gran público por la «Historia de la Segunda Guerra Mundial».

He aquí cómo el citado autor expone sus propósitos en la in:ro- ducción de su obra:

((Un diluvio de crónicas con dosificada intención; de libros apa- rentemente históricos, de radiodifusiones y de peiiculas bajo la in- fluencia intangible de los mismos ocultos inspiradores, oscurecen si- tuaciones, infiltran deformaciones. Nada tiene así de extraíio que aun los espíritus más serenos, objetivos e imparciales -para no hablar de masas carentes de opinión propia-, lleguen a conclusiones erróneas.

»Por eso muchas conciencias firmes han hecho insensiblemente suya la forma ajena y capciosa de plantear el problema internacional de la segunda guerra. Una vez dado ese primer paso, los siguientes son erróneos también. Y por eso es tan frecuente que hombres de pro- funda comprensión y sólido criterio confiesen ahora su desc.oncierto ante los sucesos internacionales.

»Un nuevo examen de lo que ocurrió, y por qu& ocurrió. puede aclarar los sucesos presentes y ayudar a prever los futuros.»

Porque Salvador Borrego no se limita a examinar los origenes ocultos y el desarrollo de la pasada guerra, sino también sus lamenta- bles consecuencias, que implican, a su juicio, una verdadera ((derrota mundial» (de aquí el título de la obra): pues el desenlace de aq&lla ha puesto en inminente peligro el porvenir de nuestra cultura

‘«Si el resultado sólo fuera desorden -sigue diciendo el autor-, quizá nada habria de sospechoso. Pero en la bancarrota que el mun- do occidental afronta ahora, se oculta un admirable tejido de aconte- cimientos. Dentro del aparente desorden hay un eslabonamiento ad- mirable de hechos que obedecen a un mismo impulso y que marchan hacia una misma meta. . .

»Examinando los origenes y el desarrollo de la segunda guerra, surgen luces que explican el presente. Tal es el objeto de este libro 1)

Desde luego, la obra que comentamos no está exenta de apasio- namientos, pero sirve al menos de antídoto para neutralizar los apa- sionamientos de signo contrario, que hasta ahora han prevalecido en la literatura postbklica. Y la tesis del autor acerca de una conspira- ción judeomasónica internacional contra la cultura cristiana de Oc- cidente, no resulta del todo descabc!lada, a la visfa de los aconteci- mientos que venimos presenciando en estos últimos años

La constante y sistemática claudicación de los gobernantes de las grandes democracias occidentales ante la amenaza soviética, tiende efectivamente a dar verosimilitud a la sospecha formulada por Sal- vador Borrego en el último capítulo de SU obra:

((Muchos estadistas no son estiïpidos, como a veces se juzga por 10s daños que causan a los países occidentales. Por el contrario son extremadamente inteligentes. Sólo que su propósito no .es ayudar a Occidene, sino hundirlo .»

La obra ha suscitado, por otra parte, la atencion del pímlico me-

BIBLIOGRAFÍA 179

jicano, puesto que de ella se han publicado ya siete ediciones, con un teta1 de 29.000 ejemplares ; y está prologada por José Vasconcelos, ex ministro de Instrucción Pública, y uno de los mayores prestigios ir,telectuales de su Patria, quien recomienda su difusión en todos los pueblos de habla espaíiola, con estas elocuentes palabras : «Herede- ros, nosotros, de la epopeya de la Reconquista que salvó el cristia- nismo de la invasión de los moros, y de la Contra-Reforma encabe- zada por Felipe II, que salvó al catolicismo de la peligrosa conju- ración de luteranos .y calvinistas, nadie está más obligado que nosotros n desenmascarar a los hipócritas y a contener el avance de los per- versos. La lucha ha de costarnos penalidades sin cuento. Ningún pueblo puede escapar en el día, a las exigencias de la historia, que son de acción y de sacrificio».-J. P. L.

XICOLAS BENAVIDES MORO, General de Estado Mayor y JOSÉ YAQUE LAUREL: Teniente Coronel de Infantería: El Capitán. General don Joaquín Blake y Joyes, Regente del Reino, fundador del Cuerpo de Esfndo Mnyor.--Imprenta y talleres del Servicio Geográfico del Ejército. Madrid, 1960 ; XVI + 698 páginas + 42 láminas ; 28 ce?- tímetros ; rítstica.

En el año 1987, ei jurado para discernir el premio «Menorca» de biografía, otorgó el galardbn a la del General Blake, escrita por el General Benavides y el Teniente Coronel Yaque. La figura de aquél yace un poco en el olvido, creemos que inmerecidamente. La guerra de la Independencia ---la «guerra peninsular» que dirían los ingleses-, no reveló verdaderas genialidades militares ; pero sí muy estimables figuras merecedoras de la alabanza del recuerdo. Podríamos poner aquí a Castaííos, Palafox, Alvarez de Castro, Pérez de Herrasti, Con- treras, Santocildes, y desde luego a Blake.

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Para realizar este detallado estudio, los autores han tenido a la vista un crecido número de documentos. Figura en primer lugar el archivo particular del propio Blake, conservado con veneración por sus descendientes, hasta su entrega al General Benavides, Sin embar- go, la costumbre de llevar el biografiado, en campaña, gran parte de st’ copioso archivo, «acaso porque en él estaban siempre a su dispo- sición l:,s pruebas de sus actos y su justificación, por si era necesario utilizarles en cualquier momento de aquellos agitados tiempos», hizo que muchas de ellas se perdieran para siempre, hijo todo de las vicisitudes de las campañas.

Otros papeles Ielativos a Blake se encuentran en centros ofi- ciales y lugares diversos, y a ellos han acudido los autores de esta obra. Queda además el esbozo biográfico del yerno del propio Gene- ral. don Tasé María Román, Coronel de Ingenieros ; manuscrito in- trresantís~mo y cuyo conteriido sale ahora a la luz

Junto a todo esto puede colocarse la extensa bibliografía de Iá guerra de la Independencia. La letra impresa alcanza con ésta y lue-

180 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

g-0 de ella una extraordinaria fecundidad en España, como en todas partes. Cartas, memorias, folletos, manifiestos, polémicas, periódi- cos y hasta, podríamos decir, libelos de todo gknero, forman un frondoso panorama en el que, si es difícil adentrarse, puede encon- fiarse, en .cambio, material muy útil de género vario, relativo a un momento grave de la historia española.

Todo un mundo se esconde, en efecto, detrás de Blake, un mun- do si no afortunado, sí interesante y atractivo. En los documentos de su archivo palpitan con emoción viva los heroísmos, las privaciones, las angustias, y, en fin, todos los agitados latidos de nuestra Na- ción y de sus Ejhrcitos, y la intima relación con los aliados en tan

’ trágico período de nuestra guerra de la Independencia, así como episodios interesantísimos de la alucinante época histórica que siguió a su terminación. En este mundo no era fácil vivir y triunfar. y ello explica las discrepancias habidas en torno a muchas de las figuras que en Iél se encuadraron.

ctE1 General Blake -se declara en el prólogo-, no obstante ser una de las figuras más prestigiosas de nuestra Patria, no tuvo toda la estimación ‘debida a sus grandes merecimientos. Le publicaron, en aquella luctuosa Iépoca y después de ella, algunas notas sobre su vida, que carecían de la precisión y de la extensión que el per- sonaje merecía, conteniendo errores y animosidades de quienes le achacaban culpas que no tuvo. Fue tratado con indiferencia y fal- $a del debido aprecio unas veces, y con notoria injusticia otras». Los tiempos aquellos fueron azarosos y difíciles, y el triunfo en muchas empresas resultaba, a veces, verdaderamente imposible. En la guerra, como en la politica, el genio no lo es todo, si se care- ce de los elementos indispensables para la acción.

Blake supo batirse siempre con honor, y muchas veces con for- tuna ; supo además organizar, congre,aar elementos dispersos y dar- les cohesión, espíritu y moral combativa : supo instruir, que no en vano había sido el autor del Reglamento táctico de 1803. y SUPO gobernar.

Don Joaq.uín de Blake y Joyes nace en Málaga en 1759, en el seno de una tamilia cristiana. de abolengo irlandés : recibe sólida educación e ingresa como cadete en un Regimiento de Infantería a los quince años. Sus primeros hechos son inmediatos, asistiendo al bloqueo de Gibraltar hasta 1781, y tomando parte en la ocupación de Mahón, por cuya acción obtiene su primer ascenso por méritos de guerra. Mas tarde, interviene en la guerra con Francia (1793-95): ya como jefe de Cuerpo, y en la llamada guerra «de las Naranjas» (1801). Con motivo de ésta crea un Estado Mayor para dicha campaña, que a.unque se llame «de Godoy», es obra suya, segíln el proyecto que redactara en A;ranjuez. Y este proyecto fue el antecedente directo ,del que creara el actual Estado Mayor, hijo de la inteligencia de Blake. de su experiencia y amplios conocimientos, y a su creencia de que, tenis que haber un- organismo a las inmediatas órdenes del Mando, organismo permanente, que se adaptara a las necesidades

BIBLIOGRAFÍA 181

que el progreso del arte de la guerra exigía, desarrollara, transmi- tiera e hiciese cumplir las órdenes del mando y actuase a la manera del sistema nervioso del Ejército, práctica y eficazmente, enlazando sus diversos órganos y creando y propagando una unidad de doc- trina a la vez que siendo asesor y auxiliar de las jerarquías. Blake, y2 Teniente General, queda nombrado jefe del nuevo Cuerpo, en 181.0. En 1802 había creado el Regimiento de Zapadores Minadores, y en 1803 redactado el magnífico Reglamento Táctico de Infantería a que antes se ha hecho alusión.

El Estado Mayor nace, pues, al calor de la guerra de la Indepen- cia, en la que Blake estará, puede decirse, que en todas partes : en Galicia, en León, en Castilla, en Vizcaya, en Andalucía, en Aragón, en Cataluna, en el Centro, en Murcia o en Valencia. Como Regente o en el campo de batalla en numerosas acciones, llámense batalla de Espinosa de los Monteros, Alcañiz, Belchite, Albuera o Sagunto. Y al final, como prisionero y en el cautiverio en Francia. Terminada la guerra, y ya en libertad, Blake actuaría al frente del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, y sería Decano del Consejo de Estado en muy difíciles circunstancias.

Román hace de Blake este retrato : ctE1 General Blake era de una estatura alta y muy bien formado ; tenía el color del rostro blanco, el cabello rubio, los ojos vivos, las cejas muy pobladas, la nariz lar- ga ; su aire noble y majestuoso imponía respeto, al paso que su afa- bilidad inspiraba confianza. Tenía el talento penetrante, una me- moria prodigiosa y una facilidad extraordinaria para todas las cosas a que se aplicaba; de manera que sin exageración puede decirse que muy de tarde en tarde ofrece la naturaleza un personaje que re- una en tan alto grado las calidades que poseía este varón eminente». IPor su parte, el General Benavides y el Teniente Coronel Yaque, afiaden : «En su carácter destacaban estas altas cualidades : valor, fir- meza, b *-enerosidad, elevado sentimiento del patriotismo y la discipli- na, gran amor a su profesión militar, en la que tenía muy amplios conocimientos, magnanimidad, serenidad en los momentos mis diff- ciles, equidad, paciencia y moderación. Todo ello, presidido por una gran capacidad intelectual y una extensa cultura»

El libro está escrito con suma claridad y orden, sencillez y conci- sión. Dividido en capítulos, éstos se separan, a su vez, en párrafos, con sus correspondientes títulos ; todo lo cual permite darse cuenta, en cualquier momento, de lo que se va a leer. Cada capítulo va se- guido de una copiosísima documentación La obra es verdaderamen- te exhaustiva y puede decirse que agota el tema.-J. M M B

182 -REWSTA DE HISTORIA MILITAR

MARISCAL KESS~LIXG : Refle&ows sobre la S’egmda Guewa Mun-

dinl, (versión española de Manuel Picos).-Luis de Caralt, editor. (Colección «La vida vivida») ; Barcelona, 1959 ; 232 páginas, con mapas 1/3; 20 centímetros, tela.

El mariscal Kesserling, autor de unas «Memorias» de guerra, de las que ya dimos referencia en esta sección, ha escrito ahora unas (<Reflexiones» sobre la misma, en las que persigue encontrar las causas que provocaron la derrota militar alemana en 1945. Walter Gör!itz, en el prólogo, señala que el pueblo alemán no necesita ex- plicar su derrota por vía de justificación, porque el heroísmo por él derramado durante cerca de seis años hace innecesario cualquier in- tento en este sentido ; pero que todo fracaso tiene unas causas, y que su averiguación es la mejor aportación a los estudios histó- ricos militares.

Para el autor, la. causa principal de la derrota estuvo en la for- ma incorrecta en que fue ejercido el mando supremo ; forma absor- bente, incompetente e insuficiente. «La estructura del mando supre- mo no estaba a la àltura reclamada por la situación». Los preparativos Micos previos perseguían la defensa del país y no una guerra ofensiva en gran escala ; los proyectos estratkgicos tenían el carácter de im- provisaciones y se carecía, además, de órganos de mando adecuados. Para Kesselring, los primeros aprietos en el Este enfrentaron con violencia el criterio de Hitler con el de sus comandantes ; y cuando reveló a von Brauchitsch de SLIS funciones, dio el golpe de muerte a la organización del mando.

El mariscal no se limita, empero, a criticar, dibujando, a la vez, lo que debía haber sido la dirección de guerra alemana.

Luego, la censura va hacia la coalición germano-italiano-japonesa, álianza llena de recelos, sospechosa y peligrosa ; coalición sin mando supremo ni órganos máximos directores, en contraste con la de los Gados, que tuvieron siempre una cabeza visible, orieniadora y coor- dinadora de esfuerzos. Y este* contraste surge m:is claro si nos fi- jamos en las conferencias y deliberaciones conjuntas de los jefes po- líticos ,-liados con sus consejeros militares, donde se marcaban las directrices comunes de acción.

La visión política y militar de Hitler falla -según Kesselring- igualmente al menospreciar la capacidad de resistencia de las poten- cias occidentales y de la U. R. S. S., y al no tener una oportuna política con el Japón, al que no sabe atraerse, y con los países que va ocupando, principalmente bálticos, Ucrania y el Cáucaso. El jui-. cio del autor de admitir la posibilidad de haber llegado a obtener Hitler una colaboración absolutamente total y leal por parte dr Fran- cia, lo creemos erróneo.

La segunda parte del libro trata de las diversas campanas y de sus enseñanzas respectivas. La ocupación de Noruega la encuentra

BIBLIOGRAFÍA 183

Kesselring muy justificada, En la de Francia, vuelve sobre el tema de la incompetencia del mando, que trajo funestas consecuencias, como en el caso de Dunkerque. «El mariscal general von Brauchitsch no pasaba de ser el jefe nominal de una empresa, cuyas vicisitudes iba siguiendo Hitler paso a paso, mediato ;

con interés vehemente de jefe in- en vez de consagrarse a los problemas relacionados con di-

cha empresa y dejar al mando militar la gestión estrictamente bélica que le correspondía».

Respecto a la ocupación de Inglaterra y operación ((León Marino», el autor estima que no se llevó a cabo porque faltó verdadera deci- sión en el momento oportuno, y un estudio previo acabado, que de- bía haberse efectuado desde mucho tiempo atrás. «La empresa hu- biera sido muy dura, aunque en modo alguno desesperada, si hubié- semos contado con ciertas condiciones previas, que por otra parte nada tenían de arduas. Las fuerzas del aire alemanas hubieran po- d:do salir airosas de su cometido en una invasión, sólo con que hu- biésemos tomado a tiempo las medidas consiguientes para, en un momento dado, reducir una superioridad parcial de la aviación ene’ miga, evitando toda dispersión y manteniendo los plenos efectivos de la Luftwaffe frescos y disponibles para el instante preciso.» Se- gún el mariscal, todo se redujo aquí a una ((tragedia del mando», que si realmente creía resultaba excesivamente peligrosa la invasión de ,.Inglaterraj debi0 dirigir, de. modo decidido, su mirada al Medi- terráneo, trasladando allí el centro de gravedad de la guerra ; pero su mentalidad era «netamente continental».

De gran interés resulta aquí todo lo relacionado con la empresa militar «Barbarroja», de ocupación de Rusia. Su retraso fatal, por las operaciones a que se vió obligado Hitler a realizar en los Bal- cAnes, y la llegada prematura de aquel invierno, se enlazan bien con las peripecias de la guerra ruso-finlandesa, capaces de inducir a error sobre las posibilidades militares de la U. R. S. S. En realidad; la empresa no se realizó como estaba previsto desde hacía mucho antes. <cLa impresión que se saca de estas ligerezas es la de que Hitler debió haber estado siempre sometido al influjo de consejeros e infor- madores incompetentes que le aseguraban que un afortunado ataque a la Rusia soviktica, bastaría para ocasionar un súbito derrumba- miento por razones políticas)).

Pese a esto, Kesselring opina que el objetivo de la operacibn «Bar- barroja:) iue casi conseguido. La evacuación de Muscú en octubre de 1041 ofrece características suficientes para afirmar que en la ca- pital reinaba un pánico incontenible. La verdad es que los ejércitos enemigos habian desaparecido por entonces del espacio europeo, y que las fuerzas rusas, situadas en las avanzadas de aquella ciudad, fue- ron aniquiladas. «Hubiera sido más patente el éxito si para Bal-barroja hubiésemos echado mano de todos nuestros efectivos, incluso to- mándolos de los demás teatros de operaciones». El someter a Rusia a una sola campaña -prop&ito fundamental-, se hallaba al alcance de la mano. Kesselring afirma que el que la situación favorable pudie-

184 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

ra cambiar radicalmente, hay que achacarlo a la indecisión de Hitler y a la ausencia de un segundo frente ruso en el Lejano Xiente, con- secuencia de la falta de unidad en la dirección de la guerra ; con lo que Sta.lin pudo recurrir a SUS efectivos siberianos, sorprendiendo incomprensiblemente al Alto Mando. Hacemos hincapié en todo lo re- lacionado con esta fase de la Segunda Guerra Mundial, por las con- secuencias ,tan decisivas que trajo el fracaso de la operación «Bar- barroja», y porque la consideramos como uno de los mejores ca- pítulos de las «Reflexiones».

Igualmente revisten gran valor las reflexiones de Kesselring por lo que afecta a la invasión aliada de Europa y a la lucha final en suelo germano.

La tercera parte del libro se refiere a «Especiales sectores de im- portancia bélica» ; organización, arma aérea, industria de armamen- tos, etc.

Queremos, finalmente, estampar estas palabras finales contenidas en el epílogo de la obra: «Ninguno de cuantos mandos alemanes sentían el tradicional concepto del honor y la honrosa coacción de la historia de las armas patrias ha dejado de experimentar las torturas del conflicto moral en el desempeño de su cometido. Quien tuvo la responsabilidad de mandar un teat,ro parcial de operaciones o un importante sector del frente, por fuerza se vio ante el problema de conciencia de cómo había de conducirse con un mando supremo que le ordenaba ejecutar lo imposible, o le imponía condiciones insensatas, o mandaba proseguir la lucha cuando ya no restaba la más leve es- peranza».-J. M. M. B.

EULOGIO ROJAS MERY: El General Cawera en Chile.-Tipograffa Chilena ; Santiago de Chile, 1951; 125 páginas ; 20 centímetros ; rústica.

Entre los individuos que intervinieron en las luchas por la inde- dencia de nuestras provincias de Ultramar, hay muchos de ellos de indudable relieve humano. Podemos incluir aquí, sin ,género de du- das, a don José Miguel Carrera, primer General en Jefe del Ejército de Chile, y uno de los que más se afanaron por la independncia de su país. Su vida fue trabajosa y aventurera y, como tal, llena de epi- sodios de difícil enjuiciamiento. En su propia patria, Carrera no es bien visto de modo general, ni mucho menos.

Un estudioso chileno, el señor Rojas Mery, se ha preocupado por realizar aquí una labor objetiva, alegando que muchos compatrio’as suyos opinan que cuanto se ha dicho en honor del biografiado es obra parcial, fruto del deseo de lograr una idealización póstuma de aquél.

Al parecer, la figura del heroe no ha sido unánimemente exaltada ni mucho menos en Chile. «Si intento este bosquejo -dice el sefíor Rojas- no obstante mis escasos conocimientos militares, es por- que, desgraciadamente, me he convencido de que no hay en nuestra

BIBLIOGRAFÍA 185

historia patria una figura más interesante, al par que más ignorada y vilipendiada por aquellos a quienes él dio patria y libertad». Re- petidamente se recuerda en el libro la mala prensa tenida por Ca- rerra en su propio país. En, cierta ocasión señala el señor Rojas : ((que los novelistas-historiadores le nieguen a este prócer sus con- diciones militares, es explicable por su ignorancia ; pero no pueden, n; deben, pensar de igual manera los hombres dirigentes de nuestras ictituciones armadas».

Al parecer, Carrera era, en sus primeros años, simpático, altivo, rebelde, arrogante y generoso ; de sangre muy encendida Proba- blemente lleno de ambiciones desatadas.

Cadete a los nueve años, según costumbre en su época, lleva una juventud azarosa en Chile y Perú, viniendo a la Península el 12 de febrero de 1806

Pasa por los Regimientos de Farnesio y de «Voluntarios de Ma- drid», y toma parte en trece acciones de guerra, en la de la Inde- pendencia : concretamente en la defensa de Madrid de 1 y 2 de di- ciembre, ocupación de Mora, retirada de Consuegra, jornada de Yé- benes, retirada de Santa Cruz de Mudela, entrada en Talavera de la Reina, combate de Alcabón, batalla de Talavera. combate de Puen- te del Arzobispo, combates de Camuña, Madridejos y Villarrubias, ataque de Mora, ataque de Ocaña y batalla de Mora, tenida ésta lugar el 19 de noviembre de 1809, y en la que es herido Luego, co- nociendo la creación de la Junta de Chile del 18 de septiembre de 1810, pide volver allí, alegando falta de salud y el deseo de cuidar sus in- tereses. Y pese a que se sospecha de Iél, se le concede licencia abso- luta por el Consejo de Regencia, el 14 de abril de 1811. Era ya sargento mayor y estaba en posesión de la Medalla de Talavera, por su intervención sefíalada en esta acción de guerra, muy importante desde luego. Sin embargo, y con el fin de resaltar más su mérito. el señor Rojas, dice al compararla con la de Bailén, que ésta fue ((de poca envergadura)). Este juicio sobre una batalla de un relieve que nadie que conozca nuestra guerra de la Independencia duda, no puede por menos de poner en guardia al lector de este libro.

Tiene para nosotros gran interés todo lo que toca a la indepen- dencia americana, y los móviles que guiaron a sus más destacados propulsores militares. Y es el caso que Carrera dejó un papel ma- nuscrito con las causas de su retiro: entre ellas figuran la noticia de la formación de la Junta de Chile y el considerar que era con- sumada «la total ruina de España» ; todo sin perjuicio de que si fa- llaban sus cálculos pensase volver a ésta, considerando que tema asegurada su reincorporación en el Ejército. Antes de embarcarse para Chile, después de obtenido el retiro, Carrera escribió a su pa- dre: «Es cierto que aquí tengo un porvenir brillante, pero mis sueños de gloria van lejos, hacia mi querida tierra nativa».

Y sin embargo, aun bastante después del golpe milifar de 4 de septiembre, «nadie había osado hablar en Chile de la necesidad de independizarse de España, y tanto en el Congreso como en las esfe-

686 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

ras gubernativas, figuraban promiscuamente personas que más tarde fueron decididos defensores del Rey, o patriotas». El seiíor Rojas re- cuerda, al respecto, lo que cuenta Talavera de que, al conocer el rumor en la capital de que los Carrera «trataban de ocupar nueva- mente la artillería (sic.)..., fue llenando por momentos la confianza .de los fieles vasallos del Soberano, y por lo mismo, muchos trataban ya de acercarse, así al padre como a los hijos, ofreciendo sus facul- tndes y sus personas para el gran interés de la Nación».

Otro historiador, Fray Melchor Martínez, hablaba de la mudanza del ánimo de Carrera ; ((y al instante -dice- percibimos toda la teme- ridad de nuestras buenas esperanzas y el engaño que con ella ha- bíamos padecido».

Todo esto hace pensar que Carrera inspiraba una confianza gran- de en los leales a la Monarquía española, confianza que luego la rea- lidad se encargó de echar abajo. Su conducta no resulta aquí pre- cisamente, muy leal consigo mismo.

Otros capítulos del libro se refieren a las vicisitudes políticas y militares que rodearon sus años de permanencia en Chile, estudiándo- se especialmente el sitio de Chillán y la batalla de Rancagua.-J M. M. B.

JosÉ A. LLORÉNS RORRÁS: Cr&zenes de guerra.-Ediciones Acervo. Apartado 5.319, Barcelona, 1958. (Un volumen en cuarto de 39 pá- ginas, encuadernado en tela, con sobrecubierta).

El profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Barce- lona, D. José A. Lloréns Borrás, aborda en esta obra la debatida cues- tión de los «crímenes de guerra», haciendo resaltar las irregularidades cometidas por los aliados en el enjuiciamiento y castigo de las in- fracciones al derecho de gentes de que fueron acusados los vencidos.

A tal fin, el autor va examinando sucesivamente, con gran aco- pio de datos y de doctrina jurídica, los precedentes históricos de la cuestión y la legislación establecida después de la guerra para enjuiciar y sancionar tales infraciones.

Lloréns señala, en primer lugar, la violación de la norma fun- damental de todo procedimiento jurídico que representa el que los vencedores se constituyeran a la vez en jueces y partes, para juzgar eizdzasivanzente los crímenes de guerra cometidos por los vencidos, sin tener para nada en cuenta los delitos de la misma naturaleza en que los de su bando hubieran incurrido. Particularmente escandalosa re- sultaba la presencia entre los jueces y acusadores, de representantes del Gobierno sovilético, cuya forma de administrar justicia se ha dis- tinguido siempre por lo arbitraria e inhumana Hasta el propio Lord Hankey, ministro del Gobierno de Churchill en los dos primeros años de la guerra, hubo de protestar en la Cámara de los Lores de que los jueces británicos, franceses y americanos, se sentasen al lado de los delegados de un poder responsable de crímenes mucho rn& graves

* y cuantiosos de los que se pretendía enjuiciar. Y el difunto Pon- .

BIBLIOGRAFÍA 187

tífice Pío XII, en su alocución de 3 de octubre de 1953 al Con- greso Internacional de Derecho Penal, se expresaba a tal respecto en la siguinte forma :

«El que no se halla implicado eK la disputa se siente molesto cuando, acabadas las hostilidades, se ve que el vencedor juzga al ven- cido por crímenes de guerra, cuando este vencedor se hizo culpable frente al venck!o de hechos análogos. Los vencidos pueden sin duda ser culpables ; sus jueces pueden tener un sentido manifiesto de la justicia y el propósito de una objetividad completa; a pesarade eso, en semejantes casos, el interés del Derecho y la confianza que merece la sentencia, pedirán con frecuencia que se agreguen al tribunal jueces neutrales, de tal manera, que de éstos dependa la mayoría de- cisiva.»

Pero en la constitución y funcionamiento del Tribunal Internacio- nal de Nuremberg se desatendieron premeditadamente estas normas jurídicas elementales, por lo cual se convirtió aquél en un instrumen- to de venganza más que de justicia. U así lo reconoce hoy general- mente 13 opinión aliada occidental, no afectada por prejuicios ni inte- reses de secta.

En igual forma hace resaltar Llorkns las demás flagrantes con- travenciones jurídicas en que incurrieron los ((jueces» de Nuremberg, y que convirtieron el famoso proceso en una monstruosa y sangrien- ta farsa, de que hoy se avergüenza toda la Humanidad honrada: el efecto retroactivo de las penas ; la aceptación del principio de respon- sabilidad colectiva, en virtud del cual numerosos alemanes, cuya participación individual en los hechos delictivos no había sido coma probada, hubieron de sufrir las consecuencias de los mismos ; el no reconocimiento de la obediencia debida como circunstancia eximente, que venia a quebrantar los principios de disciplina admitidos en todos’ los ejércitos del mundo, y la manifiesta desigualdad establecida al castigar a los alemanes por la aprehensión y ejecución de rehenes, prevista tambidn en los reglamentos para el servicio en campasa de los ejércitos aliados para prevenir y castigar la actuación ilegal de las fuerzas regulares o irregulares del adversario: y practicada por ellos cuando invadieron el territorio alemán.

Interés especial ofrece el examen de los principales cargos que se hicieron contra la Alemania nazi, los cuales, a juico de Lloréns, distan mucho de estar debidamente probados, Tal sucede con la acu- sación de exterminio de 6.000.000 de judíos, cifra inverosímil a todas luces, pues equivale a la totalidad de la poblacihn israelita existente por entonces en Europa, ninguno de cuyos componentes habría po- dido, pues, emigrar o sobrevivir a la guerra. Lo cual se halla des- mentido por las propias estadísticas judías, donde la cifra de emi- grantes y sobrevivientes alcanza un elevado porcentaje. No quiere esto decir que el número de israelitas que perecieron realmente deje de ser muy crecido. Pero hay que tener en cuenta que muchos de ellos tomaron parte activa en los movimientos de resistencia y tuvieron, por tanto, que sufrir las consecuencias de la represión. Lo que no

188 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

hubo, desde luego, fue una persecución y eliminación organizada y sistemática.

Y algo semejante ocurre con las acusaciones referentes a los campos de concentración y las pretendidas ejecuciones en masa en las cámaras de gas. Lloréns cita a este respecto el testimonio del ex diputado francés Paúl Rassinier, militante del partido socialista y resistente de la primera hora, que fue detenido por la Gestapo en octubre de 1943 e internado en los campos de Buchenwald y de Dora ; habiendo relatado sus impresiones de vida en los mismos en sus dos obras Passage de la Ligne y Le Mejzsonge d’Ulysse. Rassinier señala la poca consistencia de las pruebas aportadas en relación con tales ejecuciones en masa. Admite la posibilidad de que en algunos casos se hayan utilizado a ese fin las cámaras de gas ; pero niega que tal uso se haya generalizado y que obedeciera a un plan precon- cebido. El ex diputado franc£s atribuye la mayoría de los abusos y crueldades cometidas en los campos de concentración, a los propios internados, a quienes los alemanes, por insuficiencia de personal, encargaban de administrarlos. Creóse así una especie de burocracia penitenciaria, que se valía de su posición privilegiada para pro- curarse mejoras y comodidades a costa de sus propios compa5eros.

Lloréns aborda, por último, las cuestiones relacionadas con la represión del «colaboracionismo» en los países «liberados» y cori los crímenes de guerra aliados. Respecto a lo primero, se limita úni- camente a citar el caso de Francia, en donde, desde junio de 1944 a febrero de 1945, fueron ejecutadas sumariamente más de 100 000 per- sonas, y otras muchas -algunas de ellas de tanto prestigio como el Mariscal P&tain y Charles Maurrás-, condenadas a reclusión perpe- tua y a penas infamantes. En cuanto a la segunda cuestión, la falta de espacio impide a dicho autor dedicarle la atención que se merece, Pero basta recordar los bombardeos terroristas de Alemania -entre los que destaca por su horror y crueldad el de Dresde, don- de perecieron en un día más de 300.000 seres inocentes- y los «ex- perimentos atómicos» de Hiroshima y Nagasaki, que, juntamente con la matanza de Katyn, pueden considerarse como los «crímenes de guerra» más calificados de la segunda conflagración mundial, cuyo sólo recuerdo hubiera debido bastar a los jefes aliados para abstenerse de juzgar los delitos mucho menos graves cometidos por sus adversarios,. si en ellos hubiese alentado el más mínimo senti- miento de justlaa.

Pero -como dice Lloréns-, «el vencedor ya no se conforma con la derrota de su enemigo : quiere colgar a sus jefes,. quiere aíía- dir al dolor y miseria de la derrota, el estigma de un Juicio y una‘ condena. Aparte de que, para conseguir este triste precedente, han pagado con su cabeza y con su libertad muchos inocentes. Todos los tratados doctrinales pretendiendo justificar la represión que tuvo su modelo en el juicio de Nuremberg, no son capaces de contrarrestar estas razones, que nos parecen tan elementales como irrefuta- bies».-J. P. L.

OBRAS PUBLICADAS

POR Et

SERVICIO HISTORICO MILITAR

Acción de España en Africa.

Tomo 1: Iberos y bereberes. Páginas, 296. Precio, 16,55 pe- setas.

Tomo II: Cristianos y musulmanes de Occidente. Páginas, 295. Precio, 27 pesetas.

Tomo III : El repaho polz’tico de Africa. Páginas, 162. Pre- cio, 20,35 pesetas. .

Ilustrados todos con grabados, fotografías, mapas y planos.

El tomo 1 fue publicado, en 1935, por la Comisión Histórica de las Campaks de Marruecos, ya suprimida. T,oda la obra se vende, únicamente, en el Servicio Geográfico del Ejército, calle Prim, núm. W.

Acciórt de España en Per&.

.Un tomo, con ilustraciones y 557 páginas, 67 pesetas.

Armamento de los ejércitos de Carlos V en la perra de Alemania.

Un volumen ilustrado con grabados y fotografías, 56 páginas, 10,OD pesetas.

Boletín de la Biblioteca Centra2 Militar.

Tomos 1, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI y Xfr, para formación de los Catálogos. No están a la venta.

Campañas en los Pirineos, a finales del siglo XVIII (1793-95).

Tomo 1: Antecedentes. Ilustrado con grabados y fotografías, 341 páginas, 66 pesetas.

190 REVISTA DE HISTORIA MILIWR

Tomo II: CaLmpaña del Rosellón. y la Cerdaña, idem, íd., 682 páginas, 100 pesetas.

Tomo III : La campaña de Cataluña, ídem, id., en dos volúme- nes, 384 y 380 páginas, 172 pesetas.

Tomo IV : Campaña en los Piheos Orciderttales y Centrales, ídem, íd., 752 páginas, 300 pesetas.

Cartografia y Relaxiones Hhkicas de Ultramar.

Tomo 1 y Carpeta de mapas : Amé&a en general. El tomo, de 495 páginas, tamaño folio mayor, 427,60 pesetas, (Agotado.)

Tomo II y Carpeta de mapas: Estados UGdos y Cana&. El tomo, de 598 páginas, en folio mayor, 641,33 pesetas. (Ago-

tado.) Tomo III y Carpeta de mapas : Méjico.

El tomo, de 399 páginas, en folio mayor, 747,45 pesetas. Tomo IV y Carpeta de mapas : América Central.

El tomo, de 2% páginas, en folio mayor, 656,35 pesetas.

Colección históka documental del Fraile. (Guerra de la Indepen- dencia.)

Tomo 1: Letras A a la C, 253 p&inas, 20 pesetas. Tomo II: Letras CH a la K, 266 páginas, 20 pesetas. Tomo III: Letras L a la Q, 2l5 páginas, 20 pesetas. Tomo IV: Letras R a la Z, 228 páginas, 20 pesetas.

Cronología episódica de la .Segzmda Gerra Mzrn,dial.

Tomo 1: Primer período. 310 páginas, 34,50 pesetas. Tomo II : Segundo y último período. 349 páginas, 64 pesetas. Ilustrados los dos con mapas y planos.

Curso de conferencias sobre Histoha, Geografía y FilosofZa de la guerra, en el Servicio Histórico Militar..

.,-Un volumen, 343 páginas, ilustrado con grabados, fotografías, mapas y planos. No está a la venta.

Cwsos de Metodologh y Critica Histórkas, para formación técnica del moderno historiador, en el Servicio Histórico Militar.

Tomo 1: Cwso Elemental (1947-48). 200 páginas. Tomo II : Curso Sz@e&or (1949). 359 pjginas.

‘No están a la venta.

PUBLICACIOKES DEL SERVICIO HISTÓRICO MILITAR 19r

.¡kcionatio Bibliog&fico de la Gwrva de la Independencia Españo- la (í808-1814).

Tomo 1: Letras A a la H, 345 páginas, 20 pesetas. Tomo II : Letras 1 a la 0, 270 páginas, 20 pesetas. Tomo III: Letras P a la 2, 341 páginas, 20 pesetas. Ilustrados los tres con grabados y fotografías, en color y en

negro.

Dos expediciones españo1a.s contra Argel (15/,.1-1775).

Un volumen, 151. páginas, con ilustraciones, 18 pesetas.

Europa y Africa catre las dos grandes gwwas.

Un tomo, 317 páginas, con mapas

Sólo se vende en el Servicio Geográfico

GalerZa tilitar condemporhaea.

y fotografías, 14,85 pesetas.

del Ejértcito, calle Prim, núm. ZL-

Tomo 1: La Real y Mz’lz’tar Orden de San Fernmndo. Con fot‘o- grafía de los condecorados. 387 páginas, 85 pesetas.

Geografía de Marwecos, Protectorado y Po$esiones de Espah en Africa.

Tomo III: La tida social y PoZz’tica, 659 páginas, con grabados. fotografías, mapas y planos, 75 pesetas.

Los tomos 1 y II de esta obra, titulados, respectivamente, Murrztecos en ge- neral y Zona de nuestro Protectorado elt Marmecos y Estudio particular de las regioxes naturales de la zona, $1 azas de soberanb espafiola y vida económica,

fueron publicadas, en 1985 y 1936, por la suprimida Comisión Histórica de las Campañas de Marruecos. El primero se agotó, y el segundo únicamente esti a la venta en el citado Servicio Geográfico, al precio de %,30 pesetas.

Historia de las arwzas de fuego’ y su uso en España.

Un tomo ilustrado, con grabados en color y en sepia, 332 pági- nas, 85 pesetas.

392 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

Historia de las Campañas de Marwecos.

Tomo 1: (Comprende hasta el año 1900), 608 páginas, con gra- bados, fotografias, mapas y planos, 59,75 pesetas.

Tomo II: (1900 a 191S), 944 páginas, con ídem, íd., íd., 138 pe- setas.

La guerra de minas en España.

Un volumen de 134 páginas, con fotografías y planos, 50 pesetas.

Nomenclátor histórico militar.

Tomo único : Diccionario de voces antiguas de carácter militar, 372 páginas. No está a la venta.

Tratado de Heráldica Militar.

Tomo 1: 288 páginas, en papel registro, con grabados y foto- grafías, algunos en color, encuadernado en imitación perga- mino, 2.25 pesetas.

Tomo II : 390 páginas, idem, íd., íd., 196 pesetas (120 pesetas .para los miembros y organismos del Ejército). (Agotado.)

Tomo III: 374 páginas, ídem, íd., íd., 400 (320 pesetas para los miembros y organismos del Ejército).

NOTA.-LOS miembros y organismos del Ejtrcito y los centros civiles gozan,

en casi toda estas obras, de una rebaja del 10 al 25 por 100.

SERVICIO HISTORICO MILITAR

BIBLIOTECA CENTRAL MILITAR

Relacidn de las obras zkgresadas en la citada Biblioteca, desde el el mes m.ayo de 1960.

ESCUELA DE JNFANTER~A DEL EJÉRCITO DE LOS ESTADOS UNIDOS: ((Conferencias». Traducidas por el E. M. de la Div. Exp. nú- mero ll.

DELEGACIÓN NACIONAL DE ASOCIACIONES DEL MOVI~ZIENTO: «Memoria». CONGRESO INTERNACIONAL DEL INSTITUTO DE CLASES MEDIAS: ((Actas». C. 1. M. : «Asturias Industrial en la Guerra». SERVICIO DE NORMALIZACIÓN. SUBSECRETARÍA: ((Indice de la Colección

de Normas Españolas de obligado cumplimiento ‘en el Ejército.» L. RICO y P. VILCHES: «Matemáticas» (Grado elemental). LUCIANO DE OLAVARRIETA, S. J.: «Geometría y Trigonometría)). ARTHUR BRYANT: «Triumph in the West». G. BARRACLOUGH: «La Historia desde el mundo actual» C. M. BOWRA: «La Aventura Griega». REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: «Diccionario Histórico de la Lengua

Española». M." DEL PILAR BUENO : «Enciclopedia de los Inventos». CYRIL FALLS : «La Segunda Guerra Mundial)). MARCEL GIUGLARIS: «El Japón pierde la guerra del Pacífico». EMIL LUDWIG: «Bolívar». HAROLD LAMB : «Alejandro de Macedonia». ENRIQUE DE OCERÍN: «‘ndice de expedientes matrimoniales de Mili-

tares y Marinos del Archivo General Militar de Segovia» (X761- 1865).

LE& POLIAKOV y JOSEF WULT: «El Tercer Reich y los judlow. PETER KRMP: «Legionario en España». CURZIO MALAPARTE: «Picotazos». PAUL KARLSON: «La magia de los nUmeros». A H. FELLER : ((0. N. U. Las Naciones Unidas y la Comunidad Uni-

versal». C. SANCHEZ ALBORNOZ y A. VIÑAS : ((Lecturas Históricas Españolas». J. BUTRLER: «Vida y Cultura en la Edad Media». EMILE JAMES : «Historia del pensamiento económico en el siglo XX)).

194 REVISTA DE HISTORIA BIILITAR

NORBERTO TORCAL : «Historia Popular de los Sitios de Zaragoza» (1808 y 1809).

ANGEL OLIVER : «El último Sargento». MINISTERIO DEL EJÉRCITO : «Reglamento Orgánico del Benemérito

Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria». JOHN STEINBECK: ((Las praderas del cielo». C. VIRGIL GHEORGHIU: ((El oro de la piel». LUIS SÁNCHEZ AGESTA : «Derecho Político», BIBLIOTECA POLÍTICA TAURUS : ((Leyes Constitucionales», ARNOLD J. TOYNBEE: «Estudio de la Historia» (vol. VI; 1.” y

2.” parte). REVISTA DE GERONA (núm. 7, 1959) : «Artículos sobre la Guerra de la

Independencia», PETER FLEMING : ((Operación León Marino». JULIÁN SETTIER : ((Caza menor». DORÉ OGRIZEK : «Mundo en color» (Agentina, Alemania, México,

Tierra Santa, Suiza, Japón, Francia). ARNOLD TOYNBEE: ((Estudio de la Historia)) (tomo V; 2.” parte). R P. Bergonioux: «La prehistoria y sus problemas». FRANCISCO ROMERO : «Historia de la Filosofía moderna». GIORGIO ABETTI : «Historia de la Astronomía». G. J. WRITROW: aLa Estructura del Universo)). EDICIONES DEL MOVIMIENTO : ((Diccionario Geográfico de España»

(tomo XII). ANTONIO PEDROL Ríus : «Los asesinos del General Prim». HERBERT WENDT: ,«Empezó en Babel». J GARC~ A MERCADAL : «Palaf ox». MIGUEL SALVÁ y JUAN VICENTE: ((Francisco Franco». (Historia de un

Español). PERCY E% SCHRAMM : «Las insignias de la realeza en la Edad Media

española». . JOSÉ A. MARAVALL: «Carlos V y el pensamiento político del Rena-

cimiento». PEDRO $OAQU~N CHAMORRO : «Estirpe sangrienta : los Somoza». DR. HJALMAR SCHACHT : «Más dinero, más capital, más trabajo». JUAN MANUEL ZAPATERO : «La fortificación y la defensa del istmo

centroamericano, en la contienda angloespaííola del siglo XVIII)). M~N-ISTERIO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS DE FRANCIA : «Documentos

diplomáticos : 1914 (La guerra europea)». ANTONIO PIRALA : «Historia Contemporánea. Anales de la .Guerra

tívil» . IRWIN SHAW: «El baile de los malditos». FERNANDO AHUMADA : ((Gerona la inmortal» (1808-1809). -FERNANDO DE SALAS LÓPEZ: «Empleo táctico del armamento». VARIOS: «Historia de Europa y del genio europeo». RONALD SETH : «Servidores secretos». JULES ROMAINE : ((2 Adónde vamos, viajeros de la tierra? A.mhxo VESPUCIO: aE Nuevo Mundo».

BIBLIOMCA CENTRAL MILITAR 195

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tiempo».

DEPARTAMENTO BLANK : «El nuevo Ejército Alemán». CAMIILE ROUGERON : «Aplicaciones de la explosión termonuclear». JULIÁN MARÍAS : «Obras) (tomo V) c. ZOPPETTI : «Estaciones transformadoras y de distribución». HANAMA TASAKI : «La ruta Imperial». JÜRGEN THORWALD: «Las muertes misteriosas del Tercer Rei&». GLASSTONE: ,«La energía atómica». OTTO SKORZENY: ((Misiones secretas». PEDRO VOLTES BOTJ: «Historia de Montjuich y su Castillo» f. de C. GÓMEZ-RODULFO: «Cartas inéditas de Carlos VII». R. J. FORBES: «Historia de la Técnica». J DELEITO Y PIÑUELA: «La mujer, la casa y la moda». S BORREGO : ((Derrota Mundial». J DELEITO Y PIÑUELA: «El Rey se divierte». R. OLIVAS BERTRAND: ((As1 cayó Isabel II». X BENAVIDES y JOSÉ A. YAQUE: «El Capitán General D. Joaquin

Blalie y Joyes?). .T BAL.~~~JER CoI,óN : «Precursor literario)). J. ERIC y S. THOMPSON: «Grandeza y decadencia de los Mayas». J R. DE SALIS : «Historia del Mundo Contemporáneo». ANDRÉ AYMARD y TEANNINE AUBOYER: «Historia General de las Civili-

zaciones» ,(vol. II. «Roma y su Imperio»). MELCHOR FERRER: ,aH i s t o r i a del Tradicionalismo Espafíob)

(tomo XXVIII, volúmenes 1 y II).

CHARLES DE GAULLE : ((Memorias de Guerra» (1944-1946). Vox PAULUS : «Stalingrado y yo». Jo.q)ufx GARRIGUES : «Contratos bancarios». HEINRICH GERLACH: «El Eiército traicionado». VARIOS : «El hombre preshistórico y los orígenes de la Humanidad». FDKIONES DEL MOVIMIENTO: «Diccionario Geográfico de España»

(tomo XIII). JULIO F GUILLI?N: sLa Independencia del Plata en los papeles del Ar-

chivo de Marina». COLLECTION ERNEST PONTI: «Costumes et sujets Milifairew. PIERRE DE Luz: ((Isabel II. Reina de España». F FAJARDO TERÁN (Dora): «Homenaje de Maldonado a Buenos

Aires en el CL Aniversario de SU Revolución»

T GARCÍA MERCADAL: «T,o que España llevó a América)). ~NIYER~IDAD DE MADRID. FACULTÁD DE FILOsOFfA Y LETRAS: «SU-

marios y Extractos de las Tesis Doctorales» (dos tomos). RAFAEL FARIAS : «Memorias de la Guerra de la Independencia».

196 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

D.: VICTORIASO IJE AMELLER : «Juicio crítico de la Guerra de Africa)). VARIOS: «Las Sectas» (cuatro tomos). CAPITÁN CASERO : «Recuerdos de un revolucionario». J. R. DE SALIS : «Historia del Mundo Contemporáneo)) MIGUEL ANGEL OCHOA BRUM : «Felipe II y Maximiliano II». ANGEL ALVAREZ DE MIRAXDA: «El saber Histbrico-Religioso y la

Ciencia Española». CARLOS SANZ : ,«Bibliotheca Americana Betustissima».-Ultimas edi-

ciones (dos tomos con índice). B. PÉREZ GALDÓS: «Obras completas» (tomos IV, V y VI). A. VEISSBERG CYBULSKI : «Aquelarre Tragico». ;! J. CUAR'TERO: «Tablas Taquimétricas». CASIANO GARCÍA (0. E. S. A).: «Vida del Comendador Diego de

Ordaz, descubridor del Orinoco». B GRUBER: «Las siete fórmulas básicas en la Electricidad». OTTO MAULL: «Geografía Política». JOSÉ I. SAN MARTÍN LÓPEZ : «i2lmanaque del Militar». E. STERN y P. LEWINSKA : «Eichmann : su vida y sus víctimas». A. OTERINO CERVALLO : «Faltas Militares e Invalidación de Notas». JACQUES A. MAUDUIT: ~40.000 años de arte moderno». PHILIP BAGBY: «La cultura y la Historia». AMÉRICO CASTRO: ((Origen, Ser y existir de los EspaÍíolew. JOSÉ ORTEGA Y GASSET: «Prólogo para Alemanes». MARÍA ZAMBRANO : (CLa España de Galdós». C. F. VON, WEIZSAECKER: «La responsabilidad de la Ciencia en la

Edad Atómica», PEDRO LAÍN ENTRALGO: «El Médico en la Historia». P. 'FEDERICO SOPEÑA: «La música en la vida espiritualn. FBITZ HESSE: «Intriga en torno a Alemania». JACOB PRESSER: «Los martes de Westerborb». R. DEL VALLE INCLÁN: ((Tirano Banderas». - -: «Viva mi dueño». - -: «La Corte de lo~gMilagros». JULIO PALACIOS: «Relatividad, una nueva teoria». W. APPLEMAN WILLIAMS: «La Tragedia de la Diplomacia norteame-

ricana» . M. ALMAGRO BASCH: «Manual de Historia Universal» (tomo 1.” :

Prehistoria). IL SUÁREZ FERNÁNDEZ : «Manual de Historia Universal» (tomo BI :

Edades antigua y media). V. PALACIOS ATARD: ((Manual de Historia Universal» (tomo III :

Edad moderna) - - -: ((Manual de Historia Universal» (tomo IV: Edad con-

temporánea) . AR,NOLD J. TOYNBEE: «Estudio de la Historia» (tomo VII, 1.’ parte). DR. S. ALVARADO: .«Biología General» (tomos I y II). F. W. SEARS y F. W., Z~MANSKY: «‘Física General)). /

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BIBLlOTllCA CENTRAL MILITAR 197

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Geógrafos-historiadores militares españoles, por Nicolás Benavides Moro . . . . . . . . . . . . . . . 117

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