"Quevedo ante la censura: la primera Parte de Política de Dios", in Textos castigados. La censura...

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TEXTOS CASTIGADOS

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TexTos casTigados

Herausgegeben von

Arno Gimber und Luis Martínez-Falero Galindo

Editorial Board

María Goicoechea de Jorge (Universidad Complutense de Madrid)Brigitte Jirku (Universitat de València)Georg Pichler (Universidad de Alcalá de Henares)María José Vega Ramos (Universitat Autònoma de Barcelona)Juan Felipe Villar Dégano (Universidad Complutense de Madrid)

P e r s P e k T i v e n d e r g e r m a n i s T i k u n d ko m Pa r aT i s T i k i n s Pa n i e n

PersPecTivas de la germanísTica y la liTeraTura comParada en esPaña

PETER LANGBern • Berlin • Bruxelles • Frankfurt am Main • New York • Oxford • Wien

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PersPecTivas de la germanísTica y la liTeraTura comParada en esPaña

PETER LANGBern • Berlin • Bruxelles • Frankfurt am Main • New York • Oxford • Wien

TexTos casTigados

eugenia Fosalba y maría José vega

la censura liTeraria en el siglo de oro

ISSN 1664-0381 br. ISSN 2235-6886 eBook ISBN 978-3-0343-1245-5 br. ISBN 978-3-0351-0514-8 eBook

© Peter Lang AG, International Academic Publishers, Bern 2013Hochfeldstrasse 32, CH-3012 Bern, [email protected], www.peterlang.com

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Indice General

MARÍA JOSÉ VEGA Y EUGENIA FOSALBA

Introducción: Censura y letras áureas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

MIGUEL GARCÍA-BERMEJO GINER

Causas y efectos de la censura en el teatroanterior a Lope de Vega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

INES RAVASINI

“Encarecer los amores”. Censuras de la hipérbole sacroprofanaen el Cancionero General . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51

EUGENIA FOSALBA

“Los escondrijos de Venus”. La autocensura como mecanismo clavede la ficción sentimental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75

DONATELLA GAGLIARDI

Censuras de lo obsceno: el Ragionamento aretinianoen las ediciones italianas exentas y en la versión castellanade F. Xuárez (1547) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101

RAFAEL M. PÉREZ GARCÍA

La obra de Francisco de Osuna y la censura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119

CESC ESTEVE

La censura de la literatura històrica al segle XVI:les traduccions castellanes del De rerum inventoribusde Polidor Virgili . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149

IGNACIO J. GARCÍA PINILLA

El humanista ante la historia oficial: la podaderaen el De rebus gestis a Francisco Ximenio Cisneriode Álvar Gómez de Castro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173

LUIS GÓMEZ CANSECO

Las razones de un censor: Benito Arias Montanoen los Índices de Amberes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189

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MARÍA JOSÉ VEGA

Los pecados del lector. Delectación morosa y lecturas culpablesen la teología moral del siglo XVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205

LINDA BISELLO

Le versioni italiane di Las Casas tra proibizionie temi libertini . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227

HENRY ETTINGHAUSEN

Quevedo ante la censura: la primera Parte de Política de Dios . . . . . . 245

SONIA BOADAS

Las traducciones francesas de El Héroe de Baltasar Graciány la censura política del siglo XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263

Indice General

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HENRY ETTINGHAUSEN

Quevedo ante la censura: la primera Partede Política de Dios

Tan acostumbrados estamos a tratar a los autores más canónicos de la litera-tura española como si fuesen intocables que nos puede costar un esfuerzoaceptar que muchos de los más estelares fueran cuestionados por sus con-temporáneos. En ese sentido, como en tantos otros, Quevedo resulta un casoextremo. Siendo, con mucho, en términos de obra publicada, el autor espa-ñol más exitoso de su época,1 también fue uno de los que se criticaron conmás ferocidad. Sus más famosas obras en prosa toparon con la Inquisición, ymás particularmente con los Índices de libros prohibidos de 1632 y de 1640.De hecho, el Buscón quedó prohibido en ambos, mientras que para evitar lacondena de los Sueños en el de 1632, su autor acudió a la tremendaautocensura que representa la edición titulada Juguetes de la niñez, publica-da un año antes.

Las primeras ediciones de la primera parte de la Política

Lo que aquí quisiera comentar es la polémica suscitada por la primera Partede Política de Dios. Publicada al comienzo de 1626, ésta fue la primera obraimportante en prosa de Quevedo que pasó por la imprenta y, a la vez, laprimera cuya publicación provocó denuncias detalladas cuyo texto ha llega-do hasta nosotros.2 Ante esas denuncias, como veremos, Quevedo reaccionóde modo parecido a como lo haría, el año siguiente, ante la censura a las

1 Véase Crosby (1975: 364 y nota 1). El presente ensayo se ha realizado dentro del Proyec-to HUM-2005-02482-FILO, de la Secretaría General de Política Científica y Tecnológica.

2 Resulta poco menos que incomprensible que Pablo Jauralde asevere que “nos perturbaque el pie de imprenta de la primera edición zaragozana —de las tres que se hacen casisucesivamente— lleve fecha 1625” (Jauralde Pou [1999: 508, nota 24]), ya que todas lasimpresiones zaragozanas llevan la fecha de 1626 (véanse las reproducciones de las porta-das de esas tres ediciones en Crosby [1959, entre pp. 22 y 23]).

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primeras ediciones de los Sueños:3 es decir, insistiendo en que los textos encuestión se habían publicado sin su autorización, fuera del reino de Castillay en ediciones llenas de erratas, basadas en copias manuscritas corrompidas.

James O. Crosby es quien, con su pormenorizado estudio textual y mag-nífica edición crítica de la obra, nos ha proporcionado la historia de la trans-misión manuscrita y del proceso editorial de Política de Dios.4 Como revelóCrosby, hace más de medio siglo, en términos de impacto editorial, la publi-cación de Política constituyó sin duda un éxito único en su época.5 Mientrasque del Buscón (que se imprimió muy pocos meses después) se conocen tresediciones fechadas en 1626, y constan cuatro ediciones de los Sueños cuandopasaron por la imprenta por vez primera el año siguiente, a lo largo de 1626aparecieron nada menos que nueve ediciones de la primera Parte de Políticade Dios.6 En cualquier lugar y en cualquier época, el que un libro consiguiesetantas reediciones en un solo año lo consagraría incontestablemente comoun esplendoroso best seller. Cabe, por lo tanto, preguntar, en primer lugar,cuáles podían haber sido las condiciones que produjeron un éxito editorialtan descomunal.

Crosby explica el éxito tan espectacular de la obra apuntando a la pro-minencia de su autor en la corte de Felipe IV; a las expectativas que habríasuscitado entre el público lector la circulación de manuscritos de obras satíricassuyas, tales como los Sueños y el Buscón; y a los sonados castigos infligidosa lo largo de los primeros cinco años del gobierno de Felipe IV a algunos delos cortesanos más corruptos del reinado anterior.7 Sin embargo, creo quecabría añadir a esas explicaciones algunas consideraciones más específicas ymás inmediatas en el tiempo. Conviene, en particular, que nos fijemos en elhecho de que las primeras tres ediciones de Política apareciesen en Zaragoza,al comienzo de la primavera de 1626, o sea, muy poco después de pasarFelipe IV por dicha ciudad en su viaje a las Cortes de Barbastro, Monzón y

3 Me refiero a la edición titulada Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos,vicios y engaños en todos los oficios y estados del mundo (Barcelona, Esteban Liberós,1627) y a la de Desvelos soñolientos y verdades soñadas (Zaragoza, Pedro Vergés, 1627).

4 Véanse Crosby (1959); Política; y Ettinghausen (1969).5 “To the best of my knowledge the Política was reprinted more often in the first year of its

publication than any other contemporary Spanish book” (Crosby [1959: 5]).6 Después de las ediciones publicadas ese mismo año, conocemos seis más de Política de

Dios y del Buscón publicadas antes de la muerte de Quevedo en 1645, y como mínimocatorce más de los Sueños. En otra ocasión procuré seguir la evolución de los Sueños,poniendo los cambios radicales que se produjeron mediante tres reescrituras de dichotexto en vida de su autor en relación con la censura reiterada de la obra (véase Ettinghausen:2010). Alfonso Rey ha argumentado que el Buscón también sufriera tres reescrituras(véase Quevedo, El Buscón: 2007).

7 Véase Crosby (1959: 48–51).

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Barcelona, yendo en su acompañamiento muchos cortesanos, entre los quese hallaba Quevedo.8 No se requiere una imaginación exorbitante para apre-ciar el hecho de que el paso del rey y de su comitiva por Aragón y Cataluñahubiese de prestar a Política de Dios un impacto de enorme actualidad, so-bre todo dadas las serias dificultades que encontró el monarca en cada unade esas tres Cortes para imponer fuera de Castilla la famosa Unión de Armasideada por Olivares. Además, el hecho de que el libro saliese dedicado nadamenos que a Felipe IV y al mismísimo conde-duque no pudo sino aumentarsu potencial polémico.

Ambas dedicatorias se habían escrito cinco años antes, ya que estabanfechadas el 5 de abril de 1621: o sea, menos de una semana después de acce-der Felipe IV al trono, y poco antes de conseguir Olivares la privanza. Acom-pañaba las dedicatorias un largo proemio escrito originariamente para Feli-pe III (puesto que está fechado el 21 de octubre de 1619),9 en el cual, entreotras cosas, Quevedo amonestaba al monarca en estos términos: “La vida, lamuerte, el gobierno, la severidad, la clemencia, la justicia, la atención deCristo Nuestro Señor se refieren a Vuestra Majestad acciones tales que imi-tar unas y dejar otras no será elección, sino incapacidad y delito”.10 Si a lahora de iniciarse su redacción la primera Parte de Política de Dios habíacargado implícitamente contra la dejación del gobierno por parte de FelipeIII en manos tan poco escrupulosas como las del duque de Lerma y sus secua-ces, al publicarla el librero zaragozano Roberto Duport en la primavera de1626 resultaría inevitable que se leyese como un duro comentario sobre larelación de poder entre Felipe IV y Olivares.11

De hecho, habría sido difícil que los lectores de las primeras ediciones dela obra no la interpretasen como una reivindicación, expresada con coraje y

8 Felipe IV llegó a Zaragoza el 13 de enero de 1626. Las primeras tres ediciones de Políticafueron publicadas todas por el librero Roberto Duport e impresas por Pedro Vergés. Elúltimo elemento de sus preliminares lleva la fecha del 23 de febrero de 1626, por lo queCrosby concluye que se publicó por primera vez “late in February 1626” (Crosby: 1959,24). Duport y Vergés publicaron poco después la primera edición del Buscón, la últimafecha de cuyos preliminares es el 26 de mayo de 1626. Crosby (1959: 24–26) argumentaque hubo colusión entre Quevedo y Duport, pese a las declaraciones de ambos en sentidocontrario.

9 Véase Política, 40–42 y 357.10 Política, 41. Modernizo la ortografía, puntuación y uso de mayúsculas de todos los

pasajes citados en este ensayo, a la vez que resuelvo las abreviaturas utilizadas en losmismos.

11 Tal como comenta Carmen Peraita, “Mediante un hábil alarde de ‘viveza de ingenio’,Quevedo no nombra, ni tan siquiera en una sola ocasión, a ninguno de los protagonistasque constituyen el blanco de sus feroces ataques; sin embargo, fueron reconocidos sinproblema por los lectores” (Peraita: 1996, 392, nota 10).

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osadía, de la responsabilidad personal del rey en su función gubernativa ycomo una advertencia implícita, y hasta una amenaza velada, a su valido. Lamisma dedicatoria a Olivares que acompañaba el libro parecía reconocerloal decirle: “Lea Vuestra Excelencia lo que ejecuta [el libro], y habrá sido máshazañoso que bien afortunado en ser lector de advertimientos que le sonalabanza y no amenaza”.12 Además, en un reto audaz lanzado en los prelimi-nares del libro, Quevedo empezaba así una alocución dirigida al Pontífice, alEmperador y a los reyes y príncipes del mundo: “A vuestro cuidado, no avuestro albedrío, encomendó las gentes Dios nuestro Señor, y en los estados,reinos y monarquías os dio trabajo y afán honroso, no vanidad ni descanso”,terminando, en un tono desafiante, de esta manera: “Imitad a Cristo y,leyéndome a mí, oídle a él, pues hablo en este libro con las plumas que lesirven de lenguas”.13 Quevedo plasmaba, pues, desde el comienzo y de for-ma extremamente ostentosa, la relación entre monarca y privado, y el equi-librio de poder efectivo que debía regir entre uno y otro, precisamente en esemomento en que la política olivarista estaba encontrando una fortísima ynotoria oposición.

Ese elemento de dramática actualidad de la obra, y el sin duda consi-guiente éxito de ventas de la primera edición, explicarían la decisión porparte del librero zaragozano de reeditar el libro dos veces más en 1626. Elloexplicaría también la publicación de un par de ediciones en Barcelona duran-te, o poco después de, la estancia del rey y del privado en dicha ciudad, entrefinales de marzo y primeros de mayo.14 Ya se sabe de sobras cómo, en eltranscurso de una sesión tumultuosa, las Cortes catalanas se negaron a votarel subsidio exigido por la corona, marchándose el rey muy contrariado, yOlivares con su prestigio seriamente comprometido.15

12 Política, 352–353.13 Política, 38. La osadía por parte de Quevedo quedaba mínimamente suavizada por la

inclusión, en todas las ediciones tempranas (incluidas las de Madrid de 1626), de unacarta dirigida a él por un amigo suyo, Lorenzo van der Hammen, vicario de Jubilés, en laque elogiaba elegante y eruditamente la obra —“El decoro que guarda v. m. a los reyes(tan debido a la soberanía y majestad de su oficio) y la cortesía con que a todos habla”(Política, 35)—, mientras que, en lo que tocaba a su manera de tratar a Olivares, obser-vaba cómo destacaba “su cuidado, su celo, el gobierno que gozamos, la felicidad de estesiglo, debido uno y otro a su gran saber, muchas letras, y singular ingenio” (Política, 36).

14 El mismo año de 1626 hubo, además, una edición pamplonica y otra milanesa de Políti-ca (véase Crosby: 1959, 101–104).

15 Véase Elliott: 2006, esp. 229–259.

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La censura de Pineda y la Respuesta de Quevedo

La edición zaragozana de Política levantó una dura crítica por parte deljesuita P. Juan de Pineda, un personaje a tomarse en serio, ya que era consul-tor general de la Inquisición, visitador general (o sea, inspector) de las libre-rías de la villa de Madrid y coeditor del Índice que se publicaría en 1632. Porser un reputado teólogo y por sus cargos inquisitoriales, en vez de atacar,como podríamos esperar, las implicaciones políticas de Política, el P. Pinedase centró en acusar a Quevedo de haber pretendido basarse en la autoridadde los Evangelios sin poseer el debido conocimiento teológico. Su crítica dePolítica de Dios resulta interesante, en parte porque la gran mayoría de lasnumerosas denuncias de esa obra, y de varios más de los escritos quevedianos,se basarían también en cuestiones religiosas: en el caso de los Sueños y elBuscón, más particularmente en su sátira anticlerical y su aparente burla decosas sagradas.16 Además, la censura de Pineda tiene el interés de ser una delas pocas que inspirasen una respuesta sustancial por parte de Quevedo.17

No habiéndose conservado manuscrito alguno de la denuncia redactadapor el jesuita, resulta imposible determinar si los veintitrés pasajes de la mis-ma que cita Quevedo en su Respuesta constituyen gran parte, o tan sólounos cuantos fragmentos, de su censura. Sea como fuese, en el primer pasajecitado por Quevedo en su Respuesta, Pineda dejaba entrever que actuó si-guiendo la consigna hecha por un personaje al que se dirige como “vuestraseñoría” (378a), sin duda una alta autoridad inquisitorial, y resulta intere-sante que se refiera con sarcasmo a lectores que elogiaban el libro, llamándo-les “los cultos tan celebradores y admiradores, según oigo, de esta divinaPolítica” (378a)18. El importe de su censura, tal como aparece en los pasajescitados por Quevedo, se puede apreciar a través de los siguientes ejemplos: elque, en la portada del libro, Quevedo pretenda que “Escríbelo con las plu-mas de los Evangelistas” (378b); “la animosa gallardía de entrarse de rondónen trato de materia sagrada quien no la profesa” (379b); haber escritoQuevedo que “el Hijo es el entendimiento, y el Espíritu Santo la voluntad”,en vez de decir que “el Hijo es engendrado por el entendimiento” (380b);que Cristo no “ejerció jurisdicción civil y criminal”, como afirmaba Quevedo,sino que “la pudo ejercer, pero no la ejerció” (388a); que haber escrito

16 En general, véase Caminero (1980), Ettinghausen (2006); para el Buscón, véase Price(1971), Ettinghausen (1987).

17 Sin duda la respuesta más conocida es la Perinola, en la que Quevedo se defendería confiereza contra el Para todos de Juan Pérez de Montalbán, publicado en 1632.

18 He cambiado administradores por admiradores.

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Quevedo que Cristo “en casa de Marta resucitó un alma y un cuerpo” era“mal modo de hablar y muy impropio, y de quien sabe poco de filosofía”, yaque “el alma no resucita, ni muere” (389b); llamar a los demonios “natura-leza facinerosa”, dado que “la naturaleza buena es, la culpa los hizo facine-rosos” (391b); el que, al referirse al milagro de los panes, Quevedo hablasede doscientos ducados de pan en vez de doscientos reales (394b); etc. Comoindican estos ejemplos, Pineda no dice nada en absoluto acerca de la obra ensí, ni muchísimo menos sobre sus implicaciones políticas, sino que se limita acondenar tan solo lo que considera yerros en la lectura que hace Quevedo delos Evangelios.19

En su Respuesta, en la que rebate airosamente la reprobación del jesui-ta, Quevedo le contesta que se graduó en teología en la Universidad de Alcalá,donde “fueron mis maestros el doctor Montesinos y el doctor Thenas y elpadre Lorca” (379b), y disputa las interpretaciones que hace Pineda tanto delos Evangelios como de su aplicación en Política de Dios. No sería fácil cali-brar el grado de ironía contenida en las palabras con las que comienza suRespuesta —“Salud en Cristo” (377)—, pero hay momentos en los que trataa su contrincante con indudable sarcasmo y acrimonia. De hecho, Quevedono rehúye hilar injurias contra Pineda, como cuando escribe las frases si-guientes: “tengo por cierto que estas notas son de algún chalán […], el len-guaje sabe a bodegón, y no a celda” (377b–378ª); “Aprenda a refutar, y dejeel refunfuñar y el ladrar” (396b); “si […] he excedido algo de mi modestia,no ha llegado a la disimulada malicia y libertad con que vuestra paternidadultraja mi persona y desacredita mi libro” (399b); etc. Siendo Pineda conoci-do, sobre todo, gracias a su ingente comentario sobre el libro de Job —uncomentario que, por cierto, Quevedo aprovecharía, años más tarde, en Laconstancia y paciencia del santo Job—,20 en su Respuesta Quevedo ridiculizaese comentario, espetándole al jesuita: “No escribió vuestra paternidad so-bre Job más pesadamente que aquí” (378a); recalcando a “su paternidad”

19 Enrique Gacto Fernández (1991: 51) sugiere que la crítica de Pineda fue concebida “nocomo denuncia o censura oficial sino […] tal vez tratara de crear con ello un estado deopinión que desembocara en la retirada del libro”.

20 En La constancia y paciencia del santo Job, escrito durante su encarcelamiento en SanMarcos de León, Quevedo comenta: “y en esto, como en todo, doctísimamente discurreel reverendo padre Pineda” (Quevedo y Villegas: 1961, 1333a), luego le llama “el muyreverendo y doctísimo padre Juan de Pineda” (Quevedo y Villegas: 1961, 1369b) y alabaal “doctísimo Padre Pineda” por el “excelente epitafio” que hizo para Job (Quevedo yVillegas: 1961, 1386a/b). Dichos elogios posiblemente se deban a que sin duda leerían sumanuscrito sus amigos jesuitas PP. Pimentel y Velázquez (véase Crosby: 2005). Para lautilización de los comentarios de Pineda en La constancia y paciencia del santo Job,véase Del Piero (1958: 82–91).

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haber escrito “por arrobas, como vinagres, sobre Job” (379b);21 afirmandoque “los que le citan [le] llaman […] Pineda Jimenites, porque [su libro] tienemás de persecución que de comento” (379b);22 y celebrando el hecho de que(supuestamente) las librerías se hubiesen librado de los libros del jesuita,reciclando sus páginas, según asevera Quevedo, para hacer cartones y cohe-tes y para envolver especies (380ª).23

Aparte de esta sarta de improperios dirigidos contra la persona y elintelecto del teólogo, desde el principio de su Respuesta Quevedo socava elfundamento de sus censuras, refiriéndose a “las enmiendas que vuestra pater-nidad ha hecho de ese papel mal borrado, que se imprimió en Zaragoza sin miorden, y de un traslado [o sea, copia] con tan larga descendencia de otros queno tiene deudo con el original” (377a). Esta declaración tan explícita —juntocon la afirmación hecha por el propio librero Roberto Duport en el prefaciotitulado ‘El librero al lector’: “Puede ser en partes salga defectuosa la impre-sión; de esto será causa no ir reconocida de su autor”(353)—, contradice lanoción según la cual el mismo Quevedo hubiese organizado la impresión dela obra en su paso por Zaragoza.24 De hecho, en su Respuesta Quevedo incluso

21 He corregido “vinagres y sobre” de la edición utilizada.22 Agradezco al buen amigo Rodrigo Cacho Casal haberme recordado que Elifaz Temanita

es el nombre del amigo perseguidor de Job. De manera que, al crear el apelativo Jimenites,combinando el inicial del nombre de Pineda (Juan) con Temanita, Quevedo presta a sucensor jesuita las características del perseguidor del protagonista del libro cuyo comenta-rio había hecho famoso a Pineda. Rodrigo Cacho me recuerda también que en su Proe-mio a La cuna y la sepultura Quevedo se refiere “al libro que tengo escrito sobre Job,cuyo título es Themanites redivivus in Job” (Quevedo y Villegas, 1961: 1192a). En elsanhedrín del episodio antijudío de ‘La isla de los monopantos’ Quevedo incluye, entre“los más doctos en carcomas y polillas del mundo” a ‘Danipe’, anagrama de Pineda(véase Quevedo: 1975, 191 y nota 624).

23 En su España defendida, escrita en 1609, Quevedo le había elogiado, quizás ambigua-mente, refiriéndose sin duda a su comentario a Job con la pregunta retórica: “¿Quiénjuntó más que Pineda?” (Quevedo y Villegas: 1961, 515a). No obstante, sin ambigüedadalguna, en sus Lágrimas de Hieremías castellanas, escritas antes de España defendida, serefiere al P. Pineda como “el que amontonó a Job en vez de comentarle” (Quevedo yVillegas: 1960, 694a). A la hora de valorar el tono de la Respuesta de Quevedo, vale lapena tener en cuenta lo que dice Gacto Fernández (1991: 14) acerca de cómo podíainfluir en la aplicación de las reglas que regían la censura, entre otros factores, “la amis-tad o enemistad [del autor] con el censor”.

24 Aureliano Fernández-Guerra asevera que en Zaragoza Quevedo “decidióse a imprimiren él [o sea, en el reino de Aragón] algunas de las obras políticas, satírico-morales yfestivas que tanto renombre le valían, por copias de mano conocidas únicamente; ytratando con el mercader Roberto Duport y con el impresor Pedro Verges, salieron a luzla Política de Dios, El Buscón, y Los Sueños” (Quevedo Villegas: 1946, xli). Sin queaduzca prueba alguna que lo avale, Jauralde Pou (1999: 508) opina que en la publica-ción de Política por Duport “Parece evidente que […] ha habido algún tipo de acuerdoentre librero y autor”.

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le ofrece a Pineda una explicación de cómo llegó a corromperse tanto el texto,culpando de ello principalmente a un personaje en concreto: “el señor Araciello trasladó en una noche y olvidó capítulos y una carta y planas y renglones”(380b). Con el fin de demostrar que muchas de las críticas hechas por su censorse refieren a un texto —el de las ediciones zaragozanas—, tan corrompido quetenía poco que ver con lo que él había escrito, Quevedo arremete contra eljesuita con observaciones tales como: “Así está impreso esto; mas vuestrapaternidad calla lo que muestra [el libro] aún a los que no han visto el originalque es forzosamente yerro de los traslados y del impresor” (380b); “Y en elcapítulo XVII está todo trocado y al revés” (381b); “Dejo de referir en el libroimpreso pasadas de doscientas erratas del impresor, que se prueba con elpropio libro con evidencia que lo son, y que no pudieron ser mías” (381b); “Yopondré las palabras del libro impreso que, con estar todo este capítulo dimi-nuto y adulterado, no dice cosa alguna de lo que vuestra paternidad le acusa.Peor es la calumnia que el impresor” (395b); “Así está en el impreso, y en estecapítulo faltan dos planas de mi original” (397a); “olvidósele al trasladador,o dejólo por su comodidad, con otros dos capítulos y con otras muchas cosas,y esto no se puede negar” (397b); etc.

Por si su adversario no se hubiese dado todavía por enterado, la Res-puesta concluye anticipándose a la próxima aparición de una edición autori-zada de la obra, asegurándole que le enviará el libro “impreso de nuevo condos capítulos que le faltan y muchas planas, para que [vuestra paternidad]hable conmigo sin impresor ni traslados” (380a). Sin embargo, incluso aquí,Quevedo no ahorra sarcasmos, aseverando: “Yo le imprimo; y el primero,con sus cintas y dorado, irá a vuestra paternidad, a ser mártir, como [en] elJapón, de libros cristianos, para que lo despedace” (399b).25 Para más inri,contrapone a la autoridad del jesuita la del “doctísimo fray Cristóbal deTorres, predicador de Su Majestad” (392b), “varón doctísimo” (dice) quehabía visto “mi original […] a mi petición y por orden del Consejo [Real]”(379a),26 alabando a ese predicador dominico, “pues con su doctrina le haenmendado y ennoblecido y dado vida nueva, advirtiendo aquellas cosasque, por ser malas, pasa vuestra paternidad por buenas” (392b). Por todo locual, da a entender que, si Quevedo era incompetente en teología —comopretendía el jesuita—, Pineda lo era en censura inquisitorial.

25 En un tono al parecer más conciliador, Quevedo acaba su Respuesta declarando: “Todoesto es burla y responder; que a vuestra paternidad tengo el respeto que se debe a susgrandes letras y muchos años y conocida virtud” (Respuesta, 399b), palabras éstas tam-bién cuyo posible cargazón irónico costaría bastante calibrar.

26 Quevedo había contestado una de las críticas de Pineda, diciéndole: “Ya que hice estelibro, cuando le escribí sabía esto, y le escribí así, como el Consejo Real y el padre frayCristóbal de Torres ha visto dos meses y más” (Respuesta, 381a).

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La edición autorizada

El que Política de Dios se publicase también en el reino de Castilla (en Ma-drid) ese mismo año de 1626 se explica, pues, por lo menos en gran parte,por haber salido esta obra potencialmente tan polémica y de tanta actuali-dad en las ediciones tan defectuosas de la imprenta zaragozana de PedroVergés y por las críticas que éstas suscitaron. La Respuesta al P. Pineda estáfechada el 8 de agosto de 1626, es decir, unos siete meses después de haberpasado su autor por Zaragoza en la comitiva real que iba a Cortes, y algomás de tres meses antes de salir en Madrid la primera edición de su textoautorizado (399). En la edición madrileña, Quevedo hace gala precisamentede distanciarse de las impresiones anteriores y de ponerle su sello de garan-tía. Ya en su portada la nueva edición anuncia que “lleva añadidos tres capí-tulos que le faltaban [¡no dos, como afirmaba en su Respuesta!], y algunasplanas y renglones, y va restituido a la verdad de su original”,27 o sea queenfatiza exactamente la superación de los principales defectos de las edicio-nes zaragozanas que se habían puesto de relieve en la Respuesta a Pineda.28

Tal como había vaticinado Quevedo al rebatir las críticas del jesuita, la edi-ción madrileña incluía el testimonio del predicador real fray Cristóbal deTorres, quien asevera que, “conferida con sus originales, hallo que su peti-ción tiene justísimas quejas por agraviar de muchísimas maneras la impre-sión hecha en Zaragoza la pureza de la verdad y la erudición del autor” yrecomienda que se mande “suspender el corriente de los libros impresos, y alautor mandándole dar licencia para que corra éste, como va ajustado a labuena doctrina de sus originales” (28).

Ahora bien, no es menos interesante la aprobación para la edición ma-drileña redactada por el P. Pedro de Urteaga, pues él reconoce lo polémicaque era la obra en sí, augurando la posibilidad de que hasta esta edición

27 Véase la reproducción de la portada (Política, lámina entre las pp. 26 y 27). Compáresela portada de Juguetes de la niñez, publicada en 1631: “Juguetes de la niñez y travesurasdel ingenio […]. Hasta ahora impresas por la codicia de los libreros. Ahora corregidas delos descuidos de los trasladadores e impresores, enteras, y añadidas de lo que faltaba, yconformes a su original”.

28 Cabe observar que —a falta de manuscritos que representen las intenciones del autorantes de la publicación de las ediciones no autorizadas—, resulta imposible determinarhasta qué punto la edición autorizada reproducía, o más bien reescribía en parte, suintención original. Un indicio del alcance de las posibles enmiendas sería el hecho dedeclarar Quevedo en su Respuesta a Pineda que en las ediciones zaragozanas faltabandos capítulos, mientras que en la portada de la edición autorizada se hable de tres.Recuérdese que en su Respuesta Quevedo había dicho que el P. Torres “con su doctrinale ha enmendado y ennoblecido y dado vida nueva” (Respuesta, 392b).

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autorizada pudiese levantar críticas: “No me maravillaría que los Momoscríticos le quieran hallar notas de reprehensión, achaque y enfermedad deque han de morir podridos” (29). Más en concreto, Urteaga subraya el he-cho de que se trate de un libro que contrasta con la notoriedad de otrosescritos quevedianos que en ese momento eran todavía inéditos, pero que secopiaban a mano y circulaban extensamente:

Los versados en los opúsculos manuscritos del autor, por ventura extrañarán aqueste libropor el hábito de ver en sus tratados tal fertilidad de discursos entretenidos que mueven risa,pero el árbol aquí se despojó de flores y nos ha dado fruto de verdad pura (29).

Urteaga se anticipa así a las autodisculpas que utilizará Quevedo en variasocasiones, según las cuales la notoriedad de sus juveniles opúsculos festivosimpedía que los críticos leyesen sin prejuicios sus obras serias. Una versiónde ese argumento ya se incluye en el proemio que Quevedo escribió para estaedición autorizada de Política, un proemio dirigido “A los doctores sin luzque muerden y no leen”, en el que declara, haciéndose eco de un conocidísimopasaje de las Soledades de Góngora:

Si os inquieta que sobrescriba mi nombre estudios severos, y no queréis acordaros sinode los distraimientos de mi edad, considerad que pequeña luz encendida en pajas sueleguiar a buen camino, y que al confuso ladrar deben muchos el acierto de su peregrina-ción (39).29

Luego, en el mismo proemio, reitera la historia de las corrompidas edicionesanteriores, a la vez que se jacta del respaldo real recibido por la obra:

Imprimióse en Zaragoza sin mi asistencia y sabiduría, falto de capítulos y planas, defec-tuoso y adulterado; esto fue desgracia, mas desquitéme con que saliesen estas verdadesen tiempo que ni padecen los que las escriben ni medran los que las contradicen, graciasal rey grande que tenemos y a los ministros que le asisten, pues tienen vanidad de que selas dediquen y recelo de que se las callen (39).

En efecto, conviene subrayar el hecho de que la censura no pusiese reparos auna obra tan crítica de los peligros atribuibles al poder de los validos y a lasdebilidades de los monarcas. Quevedo termina este proemio adoptando untono más bien humilde, dando a entender que publicaba la obra no porqueésa fuese su intención, sino sencillamente para corregir los disparates conte-nidos en las ediciones salidas sin su permiso y su control editorial:

Yo escribí sin ambición, diez años callé con modestia, y hoy no imprimo, sino restitúyomea mí propio y véngome de los agravios de los que copian y de los que imprimen. Y así,forzado, doy a la estampa lo que callara, reconocido de mi poco caudal, continuando elsilencio de tantos días (40).

29 Cambio “considera” por “considerad”.

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Este vaivén entre actitudes desafiantes y sumisas tipificará también las reac-ciones exhibidas más adelante por Quevedo a la hora de afrontar los críticosde otras de sus obras.30

Otras censuras de Política de Dios

Refiriéndose sin duda a su Respuesta al P. Pineda, Quevedo afirma en elproemio a su edición autorizada: “Yo he respondido al docto que advirtió, yen aquel papel se lee el desengaño de muchas calumnias” (39–40),31 a lo queañade: “A los demás que ladran dejo entretenidos con la sombra” (40). En elmismo proemio se refiere también a “una respuesta que anda de mano [esdecir, manuscrita] a mi libro, sin título de autor”, y afirma, “hanme queridoasegurar que es de un hombre arcipreste”, a lo que comenta escuetamente:“yo no lo creo”. Luego arremete contra lo que deja entender es toda unacaterva de críticos de la obra: “Nunca el furor se ha visto tan solícito comoen mi calumnia, pues este género de gente ha frecuentado con porfía todoslos tribunales, y sólo ha servido de que en todos, por la gran justificación delos ministros, me califique su enemistad” (40). En efecto, la censura de Polí-tica redactada por Pineda no es la única que conocemos de la obra, aunqueresulta difícil determinar si estas menciones tan tempranas por parte deQuevedo se refieren a ellas o a otras que se han perdido.

Sea como fuere, otra de las críticas sustanciales de Política que ha llega-do hasta nosotros la constituyen unas Anotaciones escritas por un tal Fran-cisco Morovelli de Puebla.32 En ellas, Morovelli, que conocía la Respuesta a

30 Para los Sueños, véase Ettinghausen: 2010.31 Que se sepa, la Respuesta de Quevedo no se publicó en vida suya.32 “[…] no admito la disculpa que he visto de su mano, quejándose del impreso, pues lo que

es error de él fácilmente se da a entender en éste y otros libros” (Invectivas: 986). Es desuponer que sea a ese mismo Morovelli a quien Quevedo hubiese aludido en la hilarantecarta en la que contó al marqués de la Velada el viaje que hizo, acompañando a Felipe IVen su jornada a Sevilla en 1624: “Don Francisco Morveli viene en una putería de alquilercon dale Perico y cochero de Juan de Araña” (Quevedo y Villegas: 1960, 869a). Resultaproblemática la fecha de las Anotaciones de Morovelli, ya que, por una parte, comien-zan explicando las dificultades que tuvo el autor para obtener un ejemplar de Política—“Dos solos cuerpos de ella llegaron a esta ciudad, sucediéndole lo que a los duendes:cada uno dice que los hay, pero ninguno que los ha visto” (Invectivas: 986a)—, y serefiere a una “disculpa” escrita por Quevedo “quejándose del impreso” (Invectivas: 986b),la cual podría ser su Respuesta a Pineda, aunque luego hable de los Sueños (“A algunosles pareció que eran mejores los Sueños de don Francisco que sus vigilias” [Invectivas:986b]), lo cual podría indicar que la crítica de Morovelli fue posterior a la publicación

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Pineda, se arma con el principal argumento utilizado por el jesuita, a saber,que nuestro autor era un incompetente en teología: “bien sería que entendie-se un poeta lego que no es lo mismo hacer una redondilla castellana quehablar en materias tan graves”.33 Morovelli empieza ridiculizando el título“tresdoblado” del libro —Política de Dios, Gobierno de Cristo, Tiranía deSatanás—, que aparece tan sólo en las ediciones no autorizadas, aseverandoque “el libro aun no vale por uno”,34 y, al igual que Pineda, prologa su críticapormenorizada negando la pretensión del autor según la cual “Escríbelo conlas plumas de los evangelistas”.35 En cuanto a los elementos que rechaza enPolítica, son los mismos reparos teológicos que le había discutido el jesuita,coincidiendo casi todos hasta tal punto que puede asegurarse que le plagiótanto los pasajes que impugna como los argumentos que monta en su con-tra.36 Que se sepa, Quevedo no contestó directamente a las censuras deMorovelli, pero le dedicó dos espectaculares poemas infamatorios que lepermitieron expresar muy adecuadamente sus sentimientos al respecto: el

de los Sueños, en 1627. Morovelli dice que escribió su censura la víspera de la Asunciónde María, o sea el 14 de agosto (Invectivas: 989a), pero no precisa el año, que tantopodría ser 1626 como 1627. En todo caso, utilizó una de las ediciones no autorizadas dePolítica, ya que se refiere a la aprobación “de un cualificador del Santo Oficio” (Invectivas:988a), una referencia a Esteban de Peralta, cuya aprobación no aparece en las edicionesautorizadas. El chiste gastado por Morovelli acerca de los Sueños se repite en la Vengan-za de la lengua española contra el autor del ‘Cuento de cuentos’, publicada por vezprimera en 1629 bajo el seudónimo de don Juan Alonso Laureles, pero atribuida porAstrana Marín a fray Juan Ponce de León: “en este autor son mayores sus sueños que susvigilias, y muchas más sus burlas que sus veras” (Invectivas: 1040b; y véase Invectivas:1038, nota 1).

33 Invectivas, 986b. Nótese la observación de Santiago Fernández Mosquera (2005: 181):“En esa utilización poética, literaria, de géneros que eran propios de arbitristas, funcio-narios, teólogos o humanistas, ven éstos una intromisión por parte de un poeta, palabraclave que incluso toma un valor despectivo entre sus contrarios”.

34 Invectivas, 987a.35 Invectivas, 987b.36 Compárese, por ejemplo, Pineda: “llama a las trescientas concubinas de Salomón ‘otras

tantas rameras’. Las concubinas que llama la Escritura no eran rameras, sino legítimasmujeres, aunque menos principales que las que llaman ‘uxores’” (Respuesta: 390b),y Morovelli: “dice que Salomón, siendo una vez rey, fue trescientas reino de otrastantas rameras. No dice bien, porque las concubinas que llama la Escritura no eranrameras, sino mujeres legítimas, pero menos principales y sujetas a la que se llama mu-jer, que era la principal” (Invectivas: 991a). Gacto Fernández (1991: 51) dice con ra-zón que las Anotaciones siguen “servilmente las observaciones de Pineda”. Morovellise refiere más de una vez a otros críticos de la obra, como, por ejemplo: “Hay quien seadmira de las cualificaciones y aprobaciones tan encarecidas que tiene el libro”(Invectivas: 988a), “Aun hasta en la fecha de la carta dedicatoria han puesto lenguas”(Invectivas: 988a).

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soneto “Convirtióse este moro, gran Sevilla”, y las octavas “A ti, postema dela humana vida”.37

Otro censor de la primera Parte de Política fue Luis Pacheco de Narváez,“maestro del Rey nuestro señor en la filosofía y destreza de las armas”,38

como se autodenominaba ese esgrimidor ridiculizado para la eternidad en elBuscón. De alrededor de 1630 dataría el Memorial en el que Pacheco denun-cia ante la Inquisición cuatro obras de Quevedo, siendo la primera Políticade Dios.39 Es el mismo Pacheco quien precisa que él censura la edición dePolítica que se “imprimió en la ciudad de Zaragoza”, tildando el libro de“muy escandaloso, y que tiene muchas proposiciones malsonantes, y otrasopuestas a la escritura Sagrada” (1044). Sin embargo, al mismo tiempo hacemención de la edición autorizada, afirmando que el libro se había publicadoen Madrid “con nombre de corregido y enmendado, y que a mi parecer loestá tan poco que obliga a no menor cuidado que el primero” (1046b), a lavez que afirma (que se sepa, sin fundamento alguno) que “está derramadopor todas las naciones del mundo, y en mayor número en las enemigas de laRomana Iglesia y de esta Monarquía”(1046a). Al igual que Morovelli, Pachecode Narváez se inspiró sin duda en la censura del P. Pineda, y él también seensaña con las lecturas que hace Quevedo de los Evangelios, citando unadocena de pasajes de Política que analiza detenidamente. Política se mencio-na también, aunque muy brevemente, en el tremebundo Tribunal de la justavenganza, publicado en Valencia en 1635 bajo el seudónimo de LicenciadoArnaldo Franco-Furt, aseverándose allí que Quevedo “falsamente dijo haberlaescrito con las plumas de los evangelistas, habiendo sido con las del Diablo,pues hay en ellas más proposiciones heréticas que renglones”(1107b). Dehecho, sus enemigos se encargaron de hacerle tragar las consecuencias de serun autor notoriamente intrépido, hasta tal punto que El tribunal de la justavenganza exigió no tan sólo que se quemasen sus libros, sino “padecer [él]con ellos juntamente” (1109b).

37 Véase Crosby (1967). Crosby fecha el poema hacia 1626–1628. Morovelli es el únicocrítico de Quevedo mencionado por su nombre por Pablo Antonio de Tarsia, su primerbiógrafo (véase Tarsia: 1792, 52).

38 Véase Pacheco de Narváez (1999: 57).39 Las demás son el Buscón, los Sueños y el Discurso de todos los diablos (véase Pacheco de

Narváez: 1999, 39; Invectivas: 1043, nota 1). El título que se da Pacheco figura al prin-cipio del Memorial.

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Conclusión: críticas políticas

Como hemos podido comprobar, lo que más parece haber escandalizado alos primeros censores y críticos que denunciaran Política de Dios fue su atre-vida (y, sin duda, a veces imprudente) aplicación de los Evangelios a un tra-tado político, un procedimiento mediante el cual Quevedo evitó censurar demanera más directa el gobierno de la monarquía. Tanto es así que, comohemos podido ver, su uso de los Evangelios parece haberle dado más notorie-dad que la carga política que sin duda comenzó a dar fama a la obra. Elúnico de los censores que alude —aunque muy tangencial y brevemente— acuestiones políticas de actualidad es el P. Gabriel de Castilla, el responsablede la última aprobación de la edición autorizada, quien, al mismo tiempoque alaba “el lenguaje lleno de galanos y significativos hispanismos” y “uncierto modo raro y delgado de levantar sutiles y nuevos pensamientos”, secubre las espaldas afirmando, significativamente, que ha leído la obra “abs-trayendo de que pase, o no, en este tiempo lo que dice” (40). Sin embargo,dos años después, cuando Quevedo fue desterrado a la Torre de Juan Abad araíz del activo papel que adoptó en la polémica levantada por la propuestade convertir a Santa Teresa en co-patrona de España —una polémica en laque, por cierto, le volvió a censurar Morovelli—, parece haber contribuido asu destierro la opinión recogida en una carta según la cual, en Política deDios, “sólo había querido decir mal del gobierno presente, y que siemprehabía de hacer lo mismo”.40 En El retraído, la comedia satírica publicada en1635 y atribuida a Juan de Jáuregui en la que se ridiculiza La cuna y lasepultura, leemos otra de las pocas críticas coetáneas del contenido de Polí-tica, pues allí se afirma que “contiene perniciosa doctrina, no veneración alRey, ni al Pontífice, ni a los Apóstoles, ni a la Virgen Santísima, ni a Jesucris-

40 Carta de Juan Ruíz Calderón, fechada el 1 de agosto de 1628 (véase Quevedo-Villegas:1946, Carta CVII). Para la respuesta redactada por Morovelli contra varios de los quehabían escrito en contra de la propuesta de convertir a Santa Teresa en co-patrona deEspaña, incluyendo el Memorial por el patronato de Santiago de Quevedo, véaseInvectivas: 1003–1035. El amigo de Quevedo, Juan Pablo Mártir Rizo, fue autor deuna Defensa de la verdad que escribió D. Francisco de Quevedo Villegas, Cavalleroprofesso de la Orden de Santiago, en favor del Patronado del mismo Apostol únicoPatron de España, contra los errores que imprimió don Francisco Morovelli de Puebla,natural de Sevilla, contradiziendo este único Patronato. Un comentarista del escrito deMorovelli, que se escondió tras el seudónimo Reginaldo Vicencio, criticó tanto a Morovellicomo a Quevedo: “Morovelli arma una peleona, levanta una polvareda contra Quevedo;y lo cierto es que la diferencia que hay entre los dos es como la riña que hay donde no haypan, que allí dan todos voces, y nadie sabe por qué” (Invectivas: 1037b).

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41 Invectivas, 1074a. Crosby (1961) constató el hecho curioso de que, en la aprobación quehizo para una edición de Política publicada en Madrid en 1628, y luego en Salamanca en1629, Jáuregui hubiese alabado generosamente el libro de Quevedo.

42 De la sátira contra Quevedo atribuida a Juan Ruiz de Alarcón (Invectivas: 1055b).43 Véase Pacheco de Narváez (1999: 59–61).44 Pacheco (1999: 296–297). Gacto Fernández (1991: 30) comenta que “la censura de tipo

político, [es] algo que no aparece reflejado en las Reglas del Indice por lo menos hasta1640”.

45 Pacheco de Narváez (1999: 247). Para un resumen de las relaciones entre Quevedo yPacheco, véase Valladares Reguero (2007).

to”.41 Y a uno de sus inveterados enemigos, Juan Ruiz de Alarcón, se leatribuye la siguiente pulla, en la que aprovechó el segundo elemento del títu-lo de la obra para preguntar:

¿Quién es aquel que ha sacado, / tan sin ingenio y sin vista, / con la pluma de ateísta, /Gobierno de Barba-roja?42

La última palabra dirigida contra Política en vida de su autor parece habersalido de la pluma de Pacheco de Narváez, y resulta ser no tan sólo la denun-cia más completa que se conoce, sino la primera que se ocupa mínimamentede los argumentos políticos desarrollados por Quevedo. A finales de 1639 oprincipios de 1640, sabiendo sin duda que Quevedo estaba confinado en suúltima y durísima prisión en San Marcos de León bajo sospecha de lesa ma-jestad o traición, el maestro de esgrima compuso una pesada crítica tituladaPeregrinos discursos y tardes bien empleadas, según parece, con la intenciónde publicarla, ya que el único manuscrito conocido de la obra incluye dosaprobaciones y una censura.43 Al final de la obra, se condena a Quevedo por

el atrevimiento con que habla a la suprema majestad del rey nuestro señor, dándoleseveras reprehensiones y previniéndole con rigurosas y tremendas amenazas,comprehendiendo en ellas, con injuriosa detracción, al mayor y más cercano ministrosuyo.44

Como indica Aurelio Valladares Reguero, editor de esta obra recién descu-bierta, Pacheco “trata de enfrentar a Quevedo contra el rey Felipe IV y elConde Duque de Olivares, en un momento especialmente delicado para elautor madrileño”.45

La llamada teoría de la recepción pone énfasis en el peso que tiene en lacreación de significados el trasfondo intelectual e ideológico del lector. En elcaso de Quevedo, al igual que en el de Góngora y de varias estrellas más delfirmamento siglodeorista, no hubo un único modelo de lector contemporá-neo, sino una clara y encendidísima división de opiniones. De entre los lecto-res de Política, se halló, en un extremo, el predicador real fray Cristóbal de

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46 La lista de obras quevedianas permitidas empezaba así: “D. Francisco de Quevedo—SuPolítica de Dios, Govierno de Christo, impressa en Madrid en virtud de privilegio delmismo Autor, año de 1626, por la viuda de Alonso Martín, se permite, y no de otraimpresión” (citado por Gacto Fernández: 1991, 60). La única obra satírica que se permi-tía era la edición censurada de los Sueños, o sea Juguetes de la niñez. El Buscón no semencionaba para nada…

47 Las únicas obras suyas en prosa que, según parece, se habían publicado con anterioridada Política eran Gracias y desgracias del ojo del culo, publicado pseudónimamente en unaimpresión que no lleva fecha ni lugar de impresión (véase Quevedo y Villegas: 1961, 95,nota 1) y su biografía de Santo Tomás de Villanueva, escrita a instancias de fray Juan deHerrera e impresa en 1620 para coincidir con la beatificación del santo.

Torres, el amigo Lorenzo van der Hammen (autor de una carta laudatoriaque aparece en todas las ediciones coetáneas del libro), y el P. Pedro de Urteaga(que en su aprobación de la edición madrileña loaba el estilo del libro, “conque se pierde el deseo de Séneca”); y, en otro extremo, el P. Juan de Pineda oel Tribunal de la justa venganza, que acusó a Quevedo de haber escrito sulibro con las plumas del diablo.

En el Índice inquisitorial de 1632, se condenarían de Quevedo “Variasobras que se intitulan y dicen ser suyas, impresas antes del año de 1631,hasta que por su verdadero autor reconocidas y corregidas se vuelvan a im-primir”. Resulta algo ambiguo el sentido de esta resolución, dado que, en elcaso de Política, podía considerarse que la edición autorizada de 1626 cons-tituía precisamente una obra reconocida y corregida por su autor, aunqueimpresa antes de 1631. Quevedo hubo de esperar hasta la aparición del Índi-ce siguiente, el de 1640, para enterarse —ya encarcelado en San Marcos—,de cuáles eran exactamente las obras que permitía el Santo Oficio, siendo laprimera que allí se menciona precisamente la edición autorizada de la prime-ra Parte de Política de Dios.46

Para terminar, quizás no sea inoportuno preguntar si Quevedo hubiesepublicado por su cuenta alguna obra, de no haber salido sin su permiso Po-lítica de Dios, el Buscón y los Sueños. De hecho, la publicación de estas tresobras le acarreó, a partir de 1626, una avalancha de críticas y censuras queparece haberle persuadido a que sacase, a partir de 1630, casi únicamenteobras serias, sin duda en gran parte para mejorar su imagen pública: obrasen su mayoría neoestoicas como su Doctrina moral del conocimiento pro-pio, La cuna y la sepultura, Epicteto y Focílides en español y De los remediosde cualquier fortuna.47 En cuyo caso, cabría reconocer que la censura pudohaberle obligado a vivir una doble vida profesional: convirtiéndose en unescritor sumamente respetable en su obra publicada, a la vez que siguió escri-biendo opúsculos tan satíricos y burlescos como La hora de todos, que sepublicaron de forma póstuma. Por algo fue que no se publicó la segunda

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48 Cacho Casal (2010). La segunda Parte de Política se habría compuesto entre 1634 y1639 (véase Crosby: 1959, 6).

Parte de Política hasta una década después de su muerte, habiéndose opina-do hace poco que “Si la primera parte era polémica, la continuación resulta-ba devastadora”.48

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