Manuela Santos Silva, El señorío urbano de las reinas-consortes de Portugal (siglos XII-XV) in...

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JESÚS ÁNGEL SOLÓRZANO TELECHEABEATRIZ ARÍZAGA BOLUMBURUAMÉLIA AGUIAR ANDRADEEditores

SER MUJER EN LA CIUDAD MEDIEVAL EUROPEA

Logroño, 2013

Solórzano Telechea, Jesús Ángel

Ser mujer en la ciudad medieval europea/ Jesús Ángel Solórzano Telechea, Beatriz Arízaga Bolumburu,

Amélia Aguiar Andrade (editores) — Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, 2013.- 534 p.: il.col; 24 cm. –

(Ciencias Históricas; 25). — D.L. LR 391-2013. – ISBN 978-84-9960-052-9

1. Mujeres — Europa — Historia social — S.V-XV. I. Solórzano Telechea, Jesús Ángel. II. Arízaga Bolumburu,

Beatriz. III. Aguiar Andrade, Amélia. IV. Instituto de Estudios Riojanos. V. Título. VI. Serie.

308-055.2(4)”04/14”(063)

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden reproducirse, registrarse

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Los trabajos de la presente publicación han sido sometidos a una doble revisión anónima por parte del si-

guiente Comité Científico Internacional: Beatriz Arízaga Bolumburu (Universidad de Cantabria). Amélia

Aguiar Andrade (Universidade Nova de Lisboa). Raphaela Averkorn (Universität Siegen). Michel Bochaca (Uni-

versité de La Rochelle). Ariel Guiance (CONICET-Universidad de Córdoba de Argentina). Ricardo Izquierdo Be-

nito (Universidad de Castilla-La Mancha). Christian Liddy (University of Durham). Denis Menjot (Université de

Lyon II). Esther Peña Bocos (Universidad de Cantabria). Giuliano Pinto (Universitá degli studi di Firenze). Sarah

Rees Jones (University of York). Vicente Salvatierra Cuenca (Universidad de Jaén). Louis Sicking (Universiteit

Leiden). Jesús A. Solórzano Telechea (Universidad de Cantabria). Urszula Sowina (Instituto Arqueológico de

Varsovia). Isabel del Val Valdivieso (Universidad de Valladolid).

Primera edición: octubre, 2013

© Jesús Ángel Solórzano Telechea, Beatriz Arízaga Bolumburu y Amélia Aguiar Andrade (editores)

© Instituto de Estudios Riojanos, 2013

C/ Portales, 2 - 26001 Logroño

www.larioja.org/ier

© Imagen de cubierta: Costureras con sus aprendices. Albucasis, Tacuinum sanitatis. Italia v. 1370-1400.

Depósito Legal: LR 391-2013

ISBN: 978-84-9960-052-9

Diseño gráfico de colección: Ice comunicación

Producción gráfica: Mástres Comunicación Visual

Impreso en España. Printed in Spain.

JESÚS ÁNGEL SOLÓRZANO TELECHEA, BEATRIZ ARÍZAGA BOLUMBURU Y AMÉLIA AGUIAR ANDRADE (Eds.) 7

Índice

PRESENTACIONES

11 Gonzalo Capellán de Miguel, Consejero de Educación, Cultura y

Turismo de la Rioja

13 Marta Martínez García, Alcaldesa de Nájera

15 Jesús Angel Solórzano Telechea, Beatriz Arízaga Bolumburu, Amélia

Aguiar Andrade, Editores

INTRODUCCIÓN

19 La historia de las mujeres medievales en España

Mª Isabel del Val Valdivieso

PRIMERA PARTE: LA MUJER EN LA SOCIEDAD

41 Femmes, genre et relations intrafamiliales dans les villes de l’Occident

médiéval (XIIe-XVe siècle)

Didier Lett

55 Rapports de genre et distribution des richesses dans le droit et les

pratiques de l’Italie médiévale (XIIe-XVe siècles)

Isabelle Chabot

SER MUJER EN LA CIUDAD MEDIEVAL EUROPEA8

71 Las mujeres frente a las agresiones sexuales en la Baja Edad Media:

entre el silencio y la denuncia

Iñaki Bazán

103 El matrimonio: un negocio intercultural. La posición de las mujeres en las

negociaciones matrimoniales

Miriam Castellano Albors

119 La mujer castellana a fines de la Edad Media: una firme defensora del

patrimonio familiar

David Carvajal de la Vega

137 Mujer y Fiscalidad. Mecanismos de reproducción social a través de la

deuda municipal Valenciana (1410-1412)

Sandra Cáceres Millán

151 Familia y difuntos en el proceso de Esperança Alegre

Joan Mahiques Climent

SEGUNDA PARTE: LA MUJER EN EL TRABAJO

171 Los trabajos de las mujeres en la edad media. Una reflexion tras treinta

años de historia de las mujeres

Cristina Segura Graiño

191 Some Reflections on Women, Work, and the Family in the Later Medieval

English Town

Jeremy Goldberg

215 A mulher da paróquia de Santa Justa de Coimbra na Baixa Idade Média: o

retrato possível das suas ocupações, relações e afectos

Maria Amélia Álvaro de Campos

233 El trabajo de las mujeres en las ciudades castellanas de los siglos XIII y

XIV a través de la literatura

Juan Antonio Ruiz Domínguez

251 Ser mujer en el Santander bajomedieval

María Jesús Cruchaga Calvin

TERCERA PARTE: LA MUJER EN EL PODER

271 El señorío urbano de las reinas-consortes de Portugal (siglos XII-XV)

Manuela Santos Silva

JESÚS ÁNGEL SOLÓRZANO TELECHEA, BEATRIZ ARÍZAGA BOLUMBURU Y AMÉLIA AGUIAR ANDRADE (Eds.) 9

289 La gestualidad del poder. Significación del paso de la reina por las ciuda

des castellanas a lo largo del siglo XV

Diana Pelaz Flores

305 Isabel I de Castilla: Poder y Ciudad

Lucía Beraldi

315 Las lugartenientes de la Corona de Aragón y su relación con las ciudades

en tiempos de Fernando el Católico

Germán Gamero Igea

329 Las leonas de castilla: revisión historiográfica y planteamiento para el

estudio de la participación de las mujeres de las ciudades castellanas en

la guerra de las comunidades

Beatriz Majo Tomé

CUARTA PARTE: LA MUJER EN LA RELIGIOSIDAD

349 La ciudad de las mujeres: Redes de espiritualidad femenina y mundo

urbano

Blanca Garí

371 Beatas y monjas. Redes femeninas y reforma religiosa en la ciudad bajo

medieval

María del Mar Graña Cid

389 Ministerio, refugio, modelo: el rol activo de las mujeres en un entorno de

persecución urbano

Delfi-Isabel Nieto-Isabel

407 O Convento e a Cidade: desafios e diálogos

Maria Filomena Andrade

439 Los monasterios femeninos en las ciudades castellanas de la Baja Edad

Media. San Pelayo de Oviedo

Paz Iver Medina

QUINTA PARTE: LA MUJER EN LA CULTURA

457 The Voice of Silence: Women, Books and Religious Reading in the Late

Medieval European Urban Environment

Sabrina Corbellini

SER MUJER EN LA CIUDAD MEDIEVAL EUROPEA10

475 De la amazona a la virgo bellatrix. El proceso de cristianización de la

mujer salvaje

Yolanda Beteta Martín

491 Mujeres y retórica latina: aproximación, análisis y estudio de los

epistolarios latinos medievales femeninos

Nuria González Sánchez

515 “Y en los escudos las armas de la senyora” Mujeres y mecenazgo:

retablos góticos en Aragón a finales de la Edad Media

Cristina Pérez Galán

JESÚS ÁNGEL SOLÓRZANO TELECHEA, BEATRIZ ARÍZAGA BOLUMBURU Y AMÉLIA AGUIAR ANDRADE (Eds.) 271

El señorío urbano de las reinas-consortes de Portugal (siglos XII-XV)Manuela Santos SilvaUniversidad de Lisboa

1. LA CORTE REGIA EN LA CIUDAD

El 28 de abril de 1400 el rey João I de Portugal envió desde Torres Vedras, villa

en donde se encontraba, una carta a los concejos de Atouguia y Cadaval or-

denándoles que mandasen a Óbidos, concejo vecino, gentes que ayudasen en

las tareas de limpieza de la laguna. Explicaba el rey en su misiva que, por estar

tapada la comunicación de la laguna con el mar, se hacía imposible pescar en

ella, siendo necesaria tanta mano de obra para limpiarla que los naturales de

Óbidos no podían hacerlo solos1.

Parece que la situación se repetía periódicamente en esta laguna, pues trece

años más tarde los vecinos de Óbidos enviaron de nuevo al concejo de Atou-

guia la misma carta instándoles a ayudar de nuevo. Conocemos la respuesta

que los miembros del concejo de Atouguia dieron a los obidenses: lo habían

hecho en el pasado, cuando el rey se lo había pedido, como un favor al monar-

ca, a la reina y a los infantes, que entonces se encontraban en Torres Vedras,

relativamente cerca, para que pudiesen disfrutar del pescado de la laguna; no

1. Arquivo Histórico da Câmara Municipal de Óbidos, Tombo do Concelho de Óbidos: 8v-9r.

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SER MUJER EN LA CIUDAD MEDIEVAL EUROPEA272

dándose, a fines de abril de 1413, la misma situación, no se sentían obligados

a colaborar con el concejo de Óbidos; y añadían que no era habitual que les

pidiesen tal ayuda2.

Tras este conflicto entre dos localidades se vislumbran rivalidades de vecindad,

pero también solidaridades jurisdiccionales. Atouguia y Cadaval eran dos loca-

lidades autónomas entonces pero, en tiempos de crisis, como ocurriera durante

el período de guerra entre Castilla y Portugal de fines del siglo XIV, volvían a

unirse bajo mandato del concejo regio de Óbidos, del que Cadaval incluso ha-

bía formado parte. Óbidos y Torres Vedras, en donde estaba la familia real en

abril de 1400, eran ambas tierras de la reina.

Pero detengámonos en el argumento presentado por el concejo de Atouguia

para justificar su colaboración en 1400 y su negativa en 1413: o dicto senhor rey

e rainha e ifantes estavam em o tempo dado da dicta carta em Tores Vedras. No

estando Torres Vedras muy cerca de Óbidos, aunque sus términos se tocasen

parcialmente, el pescado procedente de la laguna de Óbidos era servido en la

mesa regia. Y toda una logística compleja era puesta en marcha para alimentar

a la familia real y a todo su séquito.

La itinerancia era (en la Edad Media) un factor inherente a la condición señorial.

Nobles y eclesiásticos en posesión de múltiples señoríos, de donde obtenían

rentas pero también en donde ejercían funciones jurisdiccionales, se desplaza-

ban frecuentemente procurando hacer llegar los beneficios de su administra-

ción presencial a todos los lugares necesarios. El rey, la reina y sus hijos mayo-

res de edad eran los señores de todo el territorio de Portugal que no gozaba de

inmunidad. El reino era su señorío y, aparentemente, “las sociedades medieva-

les atribuían un gran significado a la presencia del rey en las diferentes partes

del territorio”3, proporcionando esa itinerancia “un más cabal conocimiento

del espacio y de las gentes del reino” a los monarcas y a sus oficiales superio-

res4. Más allá de estos motivos administrativos y económicos, las exigencias

2. quando a dicta carta fora fecta que o dicto senhor rey e rainha e ifantes estavam em o tempo dado da dicta

carta em Tores Vedras, e que pera esto neçesaryo seer fecta a dicta obra per o dicto senhor e senhora e ifantes e que

ora non estam no dicto logo nem em terra que lhe o pescado da dicta lagoa seia neçesaryo pella guysa que o era

no tempo que a dicta carta foy dada - (1451) 1413 - 24 de Abril, Atouguia, – A. H. C. M. O., Tombo: 9r.

3. Gomes, R. C. A corte dos Reis de Portugal no Final da Idade Média. DIFEL, Linda-a-Velha, 1995: 241-242.

4. Coelho, M. H. C. D. João I. O que re-colheu Boa Memória. Círculo de Leitores, Lisboa, 2005: 158.

MANUELA SANTOS SILVA

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del estado de guerra, la realización de reuniones de cortes, la celebración de

matrimonios y otras ceremonias, el interés por actividades lúdicas como la caza,

la necesidad de huir de las pestes, o simplemente del calor estival, o de otras

condiciones climáticas o naturales desagradables, podían ser motivo de despla-

zamientos, o de estancias más o menos prolongadas.

Y, como vimos a partir del ejemplo con el que comenzamos, el hecho de que

las estancias no fuesen demasiado prolongadas permitía que se repartiesen

entre diversas localidades del país las incomodidades causadas por la presencia

de la corte.

Pero no dudamos de que, fuese donde fuese, la llegada del séquito del rey y de

la reina, o apenas de los infantes, causaría un enorme alborozo. En relación con

las fiestas navideñas que el infante don Henrique organizó en Viseu hacia 1413

o 1414 escribía Gomes Eanes de Zurara: a cidade e aldeias dos arredores esta-

vam todas cheias de gente, de modo que parecia a alguns estrangeiros, que por

ali passavam, que aquele ajuntamento não era senão corte do Rei5 (la ciudad

y las aldeas de los alrededores estaban todas llenas de gente, de tal modo que

a algunos extranjeros que por allí pasaban les parecía que aquel ayuntamiento

no era sino corte de rey).

De hecho, y según los cálculos de António Resende de Oliveira, “la itinerancia

regia medieval implicaba mover a un grupo humano de dimensiones significa-

tivas que, en conjunto, no andaría lejos del medio millar de personas”6.

El mismo autor llama la atención sobre los cambios en la geografía de los des-

plazamientos de la corte durante el reinado de Afonso III (1248-1279) y Beatriz

Afonso. Habiéndose relajado las acciones guerreras de defensa de fronteras en

esa época, el rey, que ya no era “el jefe de un ejército organizado para la con-

quista territorial”, como había sido en tiempos anteriores, comenzó a concen-

trar paulatinamente las residencias escogidas en el circuito urbano localizado

entre los ríos Mondego y Tajo, “definiéndose, de este modo, una nueva centrali-

dad del espacio político”. Su esposa le acompañaba y, al menos hasta donde se

5. Zurara, G. E. Crónica da Tomada de Ceuta, Carlos Miranda (prefácio e actualização de textos). Editorial

Escol, Lisboa, s.d.: 57.

6. Oliveira, A. R. “Beatriz Afonso (1244-1300)”, Marques, M. A. F., Dias, N. P., Sá-Nogueira, B., Varandas, J.,

Oliveira, A. R. As primeiras rainhas. Círculo de Leitores, Lisboa, 2012: 411.

EL SEÑORÍO URBANO DE LAS REINAS-CONSORTES DE PORTUGAL (SIGLOS XII-XV)

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sabe, Coimbra, Santarém y Lisboa parecen haberse disputado las preferencias

en cuanto a alojamiento en las estancias más prolongadas. Pasados más de dos

siglos, otra reina que parece haber acompañado frecuentemente a su esposo en

sus desplazamientos por el reino seguía un recorrido muy similar: habiéndose

reencendido la guerra con la Corona de Castilla, en tiempos de João I y Filipa

de Lencastre (Lancáster) se sucedieron las campañas en territorio de frontera de

Norte a Este, con la consecuente presencia del rey, y a veces de la reina, en los

campamentos militares. En tiempos de paz los reyes optaban por las ciudades

del centro y sur del reino: Santarém y Lisboa, sobre todo, pero también Évora

y otras localidades del Alentejo, de donde los hombres de la corte partían para

largas campañas de caza.

Incluso en el caso de las familias reales más unidas, había siempre momentos

en los que sus miembros y sus respectivos séquitos – las casas – viajaban au-

tónomamente. Con todo, en estas situaciones el número de hombres y mujeres

que acompañaban al rey, a la reina o a cada uno de los infantes era ciertamente

muy elevado.

Por motivos militares, los reyes se desplazaban más frecuentemente que el res-

to de su familia a las localidades de frontera, y sobre todo a aquellas en donde

les representaban alcaides, instalados en las torres de homenaje de los castillos

regios. Estos edificios de funcionalidad bélica no eran necesariamente conforta-

bles o espaciosos, por lo que resulta difícil creer que pudiesen hospedar a gran

número de personas. Si el grupo era numeroso se distribuía por los alrededo-

res, ocupando viviendas, monasterios y espacios conventuales anexos a igle-

sias, alquilando los espacios o de forma gratuita, invitados por los propietarios

o imponiendo su presencia, y tomando durante su estancia ropas y alimentos.

De manera paralela, en la segunda mitad del siglo XIII el rey Alfonso III y su

esposa iniciaron una práctica diferente en relación a los alojamientos de la cor-

te, mandando construir nuevas acomodaciones en Santarém y Leiria fuera de

las fortalezas reales, dentro del perímetro urbano y con accesos más fáciles. Sus

sucesores siguieron haciéndolo, con el objetivo de disponer de residencias pro-

pias más cómodas y amplias en los principales puntos de sus itinerarios. Pero

incluso de este modo, cuando la corte estaba en la ciudad las urgencias para

responder a las exigencias de los privilegiados debían ser grandes, e incluso

los nuevos palacios debieron resultar pequeños para tan numerosas comitivas.

MANUELA SANTOS SILVA

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Algunos episodios de las crónicas ilustran estas realidades. Fernão Lopes relata

en la Crónica de D. Fernando la llegada del infante D. João, hermano del rey, a

Alcanhões, donde el rei e a rainha eram estomçes com toda sua casa (donde el

rey y la reina estaban entonces con toda su casa). Allí fue invitado a cenar por

doña Isabel de Castro, una de las hijas de D. Álvaro Peres de Castro y prima

suya, quien le recebio em humas casas açerca dos paços hu ella pousava, como

morador que era da Rainha (en unas casas cerca de los palacios donde ella

posaba, como moradora que era de la reina)7. Es decir, doña Isabel estaba alo-

jada en los palacios, junto a su reina – doña Leonor Teles – pero para eventos

privados, como esa cena a la que acudieron muchos compañeros del infante,

alquiló o se sirvió de unas casas próximas a los aposentos reales.

Todos estos edificios debían ser de pequeñas dimensiones, pero a pesar de ello

albergaban a un gran número de personas. La citada crónica lo ilustra al relatar

un episodio. El infante D. João, de quien acabamos de hablar, visitó en Coimbra

a la hermana de la reina, Maria Teles, con quien se había casado en secreto,

para luego arrepentirse y decidir asesinarla. Según nos cuenta Fernão Lopes,

D. João entró en la casa que Álvaro Fernandes de Carvalho poseía en Coimbra,

subió a una sala – que daba a un patio con árboles – en donde se encontraban

algunas mujeres durmiendo, y allí había dos cámaras, ambas cerradas, es decir,

separadas por puertas pero contiguas, de tal modo que en la primera dormía

Maria Teles y en la de detrás un ama y varias camareras encargadas de su hijo,

que dormía con ellas8.

A partir de este episodio puede deducirse que, ya fuesen los palacios amplios

o reducidos, había por lo menos dos tipos de aposentos con funcionalidades

semejantes, aunque de dimensiones probablemente diferentes, y distribuidos

de forma socialmente desigual. En la sala dormirían por la noche algunas per-

sonas, posiblemente en camas colectivas. En las cámaras, divisiones privadas,

dormirían las personas de más alta estirpe, los niños y sus amas y, en ocasiones,

parejas. Este análisis se corresponde con la compartimentación base de un solar

noble descrita por A. H. de Oliveira Marques, que se basó en la definición que

aparece en la obra de D. Duarte, Leal Conselheiro (Leal Consejero): una sala

para recibir, una câmara de paramento ou antecâmara (antecámara) – es

7. Lopes, F. Crónica de D. Fernando. Livraria Civilização-Editora, Porto, 1979: 279.

8. Lopes, Fernão Crónica de D. Fernando: 282.

EL SEÑORÍO URBANO DE LAS REINAS-CONSORTES DE PORTUGAL (SIGLOS XII-XV)

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SER MUJER EN LA CIUDAD MEDIEVAL EUROPEA276

decir, una sala de estar o de uso doméstico –, una cámara de dormir, una tres-

câmara o cuarto de vestir, y, finalmente, el oratorio9. A excepción del último,

todas las divisiones tenían una funcionalidad plural y en todas ellas se podía

dormir, comer, jugar y convivir.

“Se comía en cualquier sitio, ya fuese en la sala, ya en la antecámara, ya en la

propia cámara, en mesas montadas en el momento y luego desmontadas”10.

Las sillas también eran pocas y solía ser común que las personas se sentasen

sobre las camas o sobre arcas multifuncionales, en bancos o, frecuentemente,

en el suelo, sobre alfombras y cojines, siguiendo la costumbre islámica (moris-

ca)11. Se comprende así el uso del estrado en la antecámara o la cámara de la

reina, en donde se desarrollaban las actividades cotidianas femeninas: charlas,

juegos, bordados y costura, lecturas.

Gomes Eanes de Zurara narra algunos episodios de la vida familiar de la reina

Filipa de Lancáster que ofrecen datos sobre el entorno doméstico. Veámoslos.

Cuando los tres hijos mayores de la reina fueron a pedirle opinión sobre la

campaña militar que se proyectaba llevar a cabo en Ceuta, dirigiram-se logo à

Rainha, e afastando-se apartaram-na no seu estrado (se dirigieron a la reina y,

apartándose, la apartaron en su estrado)12, para poder hablar con ella en priva-

do. Cuando se ultimaban los preparativos para la partida de la armada, D. João

I, según el cronista, estaba un día descansando na câmara da dita senhora (des-

cansando en la cámara de dicha señora) y resolvió revelarle su participación en

la campaña en presencia de Beatriz Gonçalves de Moura y de su hija Mécia Vas-

ques, que se encontraban perto do seu estrado (cerca de su estrado)13. En suma,

la vida cotidiana en los palacios regios, independientemente de dónde estuviesen

situados, era en convivencia, aunque fuese en grupos pequeños, y había poco

espacio para la privacidad. Por otro lado, las diversas casas de las que se com-

ponía la corte regia permitían que los grupos tuviesen cierta autonomía entre sí.

9. Marques, A. H. O. A Sociedade Medieval Portuguesa. Aspectos da Vida Quotidiana, 3ª edição. Livraria Sá da

Costa Editora, Lisboa, 1974: 75.

10. Marques, A. H. O. op. cit.: 75.

11. Marques, A. H. O. op. cit.: 81.

12. Zurara, G. E. op. cit.: 49.

13. Zurara, G. E. op. cit.: 87.

MANUELA SANTOS SILVA

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JESÚS ÁNGEL SOLÓRZANO TELECHEA, BEATRIZ ARÍZAGA BOLUMBURU Y AMÉLIA AGUIAR ANDRADE (Eds.) 277

2. LA CASA DE LA REINA

Narra el cronista Gomes Eanes de Zurara que “A Rainha [...] logo fez saber a

El-Rei, que precisava de lhe falar, porém, que sua mercê lhe fizesse saber a dis-

posição em que estava. Contudo, El- Rei, usando a sua nobre cortesia, não con-

sentiu, que ela se metesse em tal trabalho e disse ao mensageiro que lhe dissesse

que ele iria onde ela estava, como de facto logo foi” (“la reina hizo saber al rey

que necesitaba hablar con él, y que su merced le hiciese saber qué disponibi-

lidad tenía. Con todo, el rey, haciendo gala de su noble cortesía, no consintió

que ella se metiese en tal trabajo, y dijo al mensajero que le dijese que él iría

a donde ella estaba, como de hecho luego fue”)14. A partir de este fragmento

de la narración no es posible saber en dónde estaba la reina, pero el episodio

subraya la idea de que la corte se componía de espacios autónomos que ocu-

paban áreas propias, dentro del mismo edificio o diseminados por distintos

lugares, incluso cuando la corte al completo se encontraba en la misma ciudad.

Más que con su marido, la reina vivía con las mujeres y doncellas que com-

ponían la “casa de la reina”. La separación por género de los miembros de la

corte regia era una realidad que, ciertamente, ya se daba en los primeros años

de la monarquía portuguesa15, aunque fuese apenas uno de los varios factores

de segregación existentes en este entorno. Sin embargo, la casa de la reina no

estaba compuesta exclusivamente por mujeres; de hecho, eran más comunes

los cargos masculinos que los femeninos.

Aunque hay indicios de que las reinas siempre poseyeron compañeras que

se decían ‘dueñas’ de su casa16, parece que fue el monarca Afonso III (1210-

1279) quien instituyó una corte separada de la suya propia para la reina Beatriz

Afonso, nombrándola en el Regimiento de la Casa Real de 126117. En esos

momentos aparecen ya al servicio de la reina diversos funcionarios domésticos

(una regueifeira / panadera, un portero mayor, un copero, un eichão y un

saquiteiro – encargados del abastecimiento alimenticio de la casa), además de

14. Zurara, G. E. op. cit.: 60.

15. Aunque Maria Alegria Fernandes Marques no haya encontrado mujeres en la documentación referente a la

corte de Afonso Henriques – Marques, M. A. F. “Mafalda de Mouriana (1133?-1158)”, Marques, M. A. F., Dias, N.

P., Sá-Nogueira, B., Varandas, J., Oliveira, A. R. op. cit.: 50.

16. Dias, N. P. “ Dulce de Barcelona e Aragão ([1153-1159]-1198)”, Marques, M. A. F., Dias, N. P., Sá-Nogueira,

B., Varandas, J., Oliveira, A. R. op. cit.:171.

17. Oliveira, A. R. op. cit.: 415.

EL SEÑORÍO URBANO DE LAS REINAS-CONSORTES DE PORTUGAL (SIGLOS XII-XV)

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SER MUJER EN LA CIUDAD MEDIEVAL EUROPEA278

un capellán, un mayordomo y un canciller18. Poco más de un siglo más tarde

D. João I “deu casa [à sua] Raynha e remda pera sua despesa” (dio casa a la

reina y rentas para sus gastos) – según nos cuenta su cronista – y le concedió

prácticamente los mismos servidores antes mencionados19 aunque Filipa de

Lancáster tendría también a su servicio un escribano de la puridad (secretario)

y un tesorero, al menos20. En cuanto a las “moradoras” de su casa, a fines del

siglo XIV y principios del XV pueden contabilizarse. Según Fernão Lopes, en

1387 eran apenas siete: un aya, “dona” (dueña) viuda encargada de “ensinar os

costumes da terra” (enseñarle las costumbres de la tierra), como explica más

adelante la crónica21, y seis doncellas, de la cuales una ostentaba el título de

“dona” (dueña) y dos eran hijas del aya, siendo todas huérfanas de padre22.

Tanto del sustento como de la educación de las doncellas debía ocuparse la

reina, así como de conseguir para las solteras buenos matrimonios. A las due-

ñas, casi todas casadas o viudas, les estaban reservadas las funciones de mayor

proximidad a la reina23, y por las cuales eran remuneradas de forma desigual.

En 140224 se intentaron reducir los gastos de la corte y, concretamente, los de la

casa de la reina25. Se propuso que hubiese cuatro dueñas y catorce doncellas,

cifras que llevan a concluir que la casa había aumentado bastante en relación a

los primeros tiempos. En cuanto a las servidoras, se pretendía que doña Filipa

dispusiese apenas de una camarera y, probablemente, de una auxiliar, previén-

dose, con todo, que pudiese contar con la ayuda de otras mujeres y oficiales,

cuyo número no se estipulaba.

18. Oliveira, A. R. op. cit.: 414-415.

19. Lopes, F. Crónica de D. João I, vol.II. Livraria Sá da Costa, Lisboa,1983: 24-25.

20. Silva, M. S. “A Casa e o Património da Rainha de Portugal D. Filipa de Lencastre: um ponto de partida para

o conhecimento da Casa das Rainhas na Idade Média”, Revista Signum, 11-2 (2010): 207-227. URL: http://www.

revistasignum.com/signum/index.php/revistasignum11/article/view/29/28.

21. Lopes, F. Crónica de D. João I, vol.II: 285.

22. Lopes, F. Crónica de D. João I, vol.II: 225

23. Gomes, R. C. op. cit.: 54.

24. Faro, J. Receitas e despesas da Fazenda Real de 1384 a 1481 (Subsídios Documentais). Publicações do Centro

de Estudos Económicos, Lisboa,1965:15.

25. Lopes, F. Crónica de D. João I, vol.II: 454 y ss.

MANUELA SANTOS SILVA

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Los datos de 140526 son muy diferentes, pues las “moradias da rainha” eran en

esa fecha treinta, costando la casa 59.200 libras mensuales; y a estas se sumaban

diez doncellas y algunas servidoras.

Como ya se dijo, la casa de la reina no se componía exclusivamente de mujeres:

entre los oficiales encontramos veintisiete nombres, a los que habría que añadir

los servidores de los establos y los encargados de las cabalgaduras, personal

imprescindible en una corte itinerante. Solo al servicio de la reina había treinta

caballerizos y acemileros y un establero, además del albéitar, hombre encarga-

do de cuidar de los caballos y bestias de carga, y de herrarlos.

A los gastos de personal se unían los del guardarropa, los alimentos y los pagos diarios.

Todo ello era pagado con las rentas de la reina. Pero, ¿de dónde venían esas rentas?

3. EL SEÑORÍO URBANO DE LAS REINAS CONSORTES

La esposa de Sancho I de Portugal, Dulce de Aragón, parece haber desempe-

ñado una intensa actividad de administración agraria tanto en la zona de las

Beiras27 como en la región Oeste del reino. Aunque se conserva información

sobre diferentes compras realizadas en su nombre, es posible que muchas de

sus propiedades le hubiesen sido concedidas por su esposo. En su primer testa-

mento el monarca le dejaba, de hecho, rentas adscritas a realengos localizados

en zonas de Portugal en donde ya era habitual que la reina obtuviese bene-

ficios. Le garantizaba así la obtención de rentas que le ayudarían a mantener

como viuda un nivel económico semejante al que tuviera en vida del marido.

Es bastante probable que las disposiciones testamentarias apenas reforzasen lo

que ya le había sido garantizado en su matrimonio, como arras o como pago

por su virginidad, lo que se conocía como ‘compra del cuerpo’. Tanto uno

como otro eran pagos que se remontaban a la tradición visigoda y que hacía la

familia del novio a la novia28.

26. Faro, op. cit.: 27 y ss.

27. Dias, N. P. op. cit., p.171.

28. Figanière, F. F. Memórias das Rainhas de Portugal (D. Theresa - Santa Isabel. Typographia Universal, Lisboa,

1859; Merêa, P. “Um problema filológico-cirúrgico: a palavra “arras”, Novos Estudos de História do Direito, Barce-

los, Ed. do Minho, 1937: 139-149, 139.

EL SEÑORÍO URBANO DE LAS REINAS-CONSORTES DE PORTUGAL (SIGLOS XII-XV)

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SER MUJER EN LA CIUDAD MEDIEVAL EUROPEA280

Fue Frederico Francisco de la Figanière quien, en 1859, en su libro Memórias

das Rainhas de Portugal (D. Theresa - Santa Isabel), dio a conocer la primera

prueba documental de que al menos la esposa de Afonso II – Urraca de Castilla

– había obtenido de él la concesión de tres o más tierras – Óbidos, Torres Ve-

dras, Lafões, y tal vez una cuarta – cuyas rentas pagarían los servicios religiosos

por el alma de la reina en instituciones como los monasterios de Alcobaça y

Santa Cruz de Coimbra29.

Todo parece indicar que lo mismo debió ocurrir con las dos siguientes reinas

de Portugal, a quiénes también sus maridos concedieron determinadas villas, se

cree que a través de una carta de arras30.

El pago de las arras era, de hecho, una regla en los matrimonios realizados en

los reinos occidentales de la península Ibérica hasta, al menos, el siglo XIII31.

En las bodas, el novio o su padre ofrecían a la novia un conjunto de rentas que

se obtendrían de su patrimonio y/o una cierta suma en dinero. La cuantía de la

concesión era calculada, en principio, tomando como base el rendimiento ob-

tenido por el marido o el volumen de aquello que poseía, debiendo constituir

un cierto porcentaje del mismo32. Ya en estos momentos, el principal objetivo

debe haber sido asegurar a la viuda su sustento después de la muerte del ma-

rido33. Pero, al contrario de lo que ocurría en otros reinos, en Portugal, León y

Castilla el disfrute de las arras era inmediato y constituía la principal forma de

manutención autónoma de las beneficiadas y, en el caso de las reinas consor-

tes, de sus casas34.

Teniendo lugar en los esponsales, esta donación se confundía muchas veces

con la ‘compra del cuerpo’35, la compensación que el novio debía pagar por

29. Figanière, F. F. op. cit.: 240-242.

30. Varandas, J. “Mécia Lopes de Haro (1215? – 1270/71)”, Marques, M. A. F., Dias, N. P., Sá-Nogueira, B., Varan-

das, J., Oliveira, A. R. op. cit.: 320; António Resende de Oliveira, ob. cit, p.436.

31. Figanière, F. F. op. cit.: XIII.

32. Merêa, Paulo “O dote nos documentos dos séculos IX-XII (Astúrias, Leão, Galiza e Portugal), Paulo Merêa,

Estudos de Direito Hispânico Medieval, vol. I, Coimbra, Universidade, 1952: 63.

33. Figanière, F. F. ob. cit.: XVIII.

34. Beceiro Pita, I. “Los domínios de la família real castellana (1250-1350)”, Genésis medieval del Estado Moderno:

Castilla y Navarra (1250-1370). Ambito Editores, Valladolid, S. A., 1987: 79.

35. Benevides, F. F. Rainhas de Portugal. Estudo Histórico, Lisboa, Typographia Castro Irmão, 1878, (Livros Ho-

rizonte, 2007): 23; Figanière, F. F. op. cit.: xiii.

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el uso del cuerpo de la mujer para constituir una familia. En el siglo XV, no

habiendo desaparecido el concepto, la expresión era sustituida en los contratos

matrimoniales por otra menos cruda y más precisa: “por honra de su linaje y

cuerpo”36.

En el enlace entre el rey D. Dinis (1261-1325) e Isabel de Aragón surgió, según

parece por primera vez, “la doctrina de la jurisprudencia romana acerca de

dotes”37. Se cree que Isabel fue la primera reina de Portugal que trajo consigo

una dote para ofrecer al novio, a cambio de lo cual éste le habría hecho la

concesión vitalicia de las villas de Óbidos, Abrantes y Porto de Mós, propter

nuptias o ante nuptias – esto es, antes de la ceremonia nupcial, en las primeras

negociaciones de su contrato de matrimonio38. Para que pudiese disfrutar de

ellas, recibiendo sus rentas, los derechos reales y los derechos de patronazgo

de sus iglesias, fue necesaria una nueva donación, que tuvo lugar en el año

128739. De donde podemos deducir que la donación propter nuptias no tuvo

efecto. A ello se añade que tras las bodas, en 1282, la nueva reina recibió un

considerable número de castillos como arras. En 1307 obtendría una donación

más de su marido: la de la villa de Atouguia40.

Con todo, encontramos aparentemente los mismos procedimientos en el enlace

del heredero de D. Dinis – Afonso (IV) – con Beatriz de Castilla. Habiendo reci-

bido carta de arras cuando, siendo aún una niña – en 1297 – fue tratado el matri-

monio41, comprobamos que, mientras fue reina, le correspondieron los derechos

sobre otras seis villas, pero que sólo pasarían a su posesión en 1321 y en 133442.

Es decir, en uno y otro caso, las primeras concesiones, prometidas cuando se

trataban los esponsales y no en la ceremonia de las bodas, pueden no haber

pasado de meras promesas sin concretización posterior.

36. Rodrigues, A. M. S. A. “For the Honor of Her Lineage and Body: the Dowers and Dowries of Some Late

Medieval Queens of Portugal”, E-Journal of Portuguese History, 2007, 5, 1: 3.

37. Figanière, F. F. op. cit.: xviii; Benevides, F. F. op. cit.: 161.

38. Arquivo Nacional da Torre do Tombo Chancelaria de D.Dinis, Lº1: 41 – 1281- 24 de abril.

39. A. N. T. T., Chancelaria de D.Dinis, Lº1: 201-201v – 1287 – Coimbra, 23 de junio.

40. Chancelaria de D.Dinis Lº3: 58v – 1307- Atouguia, 19 de octubre.

41. Figanière, F. F. op. cit.: xviii.

42. Monteiro, J. P. F. As Donatarias de Alenquer. História das rainhas de Portugal e da sua casa e estado, Lisboa,

M. Gomes Editor,1893.

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SER MUJER EN LA CIUDAD MEDIEVAL EUROPEA282

Siempre que el enlace matrimonial del heredero se daba cuando aún vivía su

madre era necesario escoger diferentes villas para la dote de la novia. De he-

cho, ya se tratase de donaciones en arras o para su mantenimiento – es decir,

para ayudar al sustento de la reina y de su casa – el patrimonio donado a las

reinas debía pertenecerles hasta el momento de su muerte. Si ésta se daba des-

pués de la muerte de su marido, y así pasaba a ser rainha-velha (reina vieja)

o rainha-mãe (reina madre), no se pretendía que perdiese a favor de la nueva

reina parte de su patrimonio. Por ello, hasta finales del siglo XIV las tierras

que eran donadas a las reinas por sus maridos variaban de reinado en reinado.

Siempre que la esposa de un rey fallecía sus bienes regresaban automáticamen-

te a la Corona, y solo volvían a ser donados a una infanta o a una nueva reina

si el monarca reinante lo deseaba.

La nuera de Beatriz de Castilla, Constanza Manuel, por ejemplo, recibió al ca-

sarse una carta de arras en la que le eran atribuidas las rentas, jurisdicciones,

derechos y pertenencias de Viseu, Montemor-o-Novo y Alenquer43. En 1357 D.

Pedro, que ya entonces era un ‘rey sin reina’ por haber enviudado, sumó a las

posesiones de su madre viuda, para su mantenimiento, los señoríos de Óbidos,

Atouguia, Torres Novas, Ourém, Porto de Mós y Cheleiros, que ya habían per-

tenecido a Isabel de Aragón44.

Como vemos, a cada joven reina le era concedida la jurisdicción sobre un

cierto número de villas o lugares pertenecientes a la corona, y los respectivos

derechos reales eran transferidos para su pose45. El estatuto de ‘señoras’ de

determinadas villas – los derechos jurisdiccionales – les permitía ejercer sobre

las poblaciones de sus tierras cierta autoridad, sobre todo desde el punto de

vista judicial.

Es difícil determinar la amplitud de estos derechos en lo que se refiere a las pri-

meras reinas. Se sabe que recibían, normalmente como complemento para su

señorío, el patronazgo de las iglesias de sus villas y, a veces, el derecho de nom-

brar a los alcaides (de las fortalezas); aunque éstos debían prestar homenaje al

43. Sousa, D. A. C. Provas da História Genealógica da Casa real Portuguesa, vol.II, 2ª edição, Coimbra, Atlântida,

1947: 414.

44. A. N. T. T. Chancelaria de D. Pedro I, Lº1: 1.

45. Benevides, F. F. op. cit.:23-24.

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rey, responsable militar. Es posible que, en términos judiciales, también les fuese

permitido aplicar la justicia mayor, funcionando como segunda instancia de ape-

lación. Cuando la donación era apenas para manutención de la reina y de su casa

las limitaciones jurisdiccionales eran obvias46; pero cuando el señorío se debía a

una carta de arras las dudas aumentan, pues no vislumbramos en las concesiones

que estudiamos señales de los límites impuestos por las leyes entretanto promul-

gadas. Un diploma del 13 de septiembre de 1375 autorizaba a la reina, a los in-

fantes y a los restantes “grandes” del reino, a ejercer la jurisdicción civil y criminal

en sus tierras, pero apenas bajo la forma de ‘jurisdicción intermedia’, existiendo

siempre la posibilidad de apelar al tribunal de la corte sus sentencias47. Las reinas

estaban sometidas, además, a otras limitaciones en relación al ejercicio de los po-

deres propios de la autoridad regia, como, por ejemplo, la correição (corrección),

considerada inalienable48. Sin embargo, a partir de la donación en dote y en arras

que el rey don Fernando hizo a Leonor Teles propter nuptias, la jurisdicción de

las donatarias regias fue siempre descrita como siendo ‘alta’ y ‘baja’, permitiendo

el ejercicio de ‘mero y mixto imperio’ (poder soberano y judicial)49, como si los

monarcas les entregasen todos los derechos, rentas y poderes50.

Una carta de D. João I dirigida a la reina Filipa de Lancáster muestra que los

límites entre la jurisdicción de la reina y la del rey, en ambos casos a través de

sus oficiales, en las tierras de la reina no estaban claramente establecidos. Ex-

plica el monarca que doña Filipa estaba molesta por los constantes atropellos

a su jurisdicción llevados a cabo por los oficiales regios en sus tierras51. Decía

la reina que las cartas enviadas en nombre del rey y selladas con sus sellos,

eram a ella em gram seu perjuizo. Perteneciéndole toda la jurisdicción – alta y

46. D. Pedro I, por ejemplo, en la donación que hizo a su madre no dejó de aclarar que la jurisdicción real

(“jurdiçam real”) que le concedía no incluía lo criminal (“os fectos crimjnaaes crimjnalmente ententados em que

a jurdiçom he e deue seer mjnha e dos meus sucesores”) – A. N. T. T. Chancelaria de D. Pedro I, Lº1: 1

47. Hespanha, A. M. História das Instituições. Época Medieval e Moderna, Coimbra, Livraria Almedina, 1982: 285.

48. Hespanha, A. M. op. cit.: 285.

49. Cf. A. H. C. M. O. Tombo do Concelho: 11-12; 12-13; A. N. T. T., Gaveta 17, Maço 2, nº13; Chancelaria de D.

Afonso V, Lº.25: 51v.

50. A pesar de que J.L. Bermejo Cabrero advierte del peligro de interpretar de manera abusiva la cláusula en la

que el rey concedia al titular del señorío los mismos derechos que él tenía (Bermejo Cabrero, J. L. “Mayoria de

Justicia del Rey y Jurisdicciones Señorialles en la Baja Edad Media Castellana”, Actas de las I Jornadas de Metodo-

logia Aplicada de las Ciencias Historicas – II – Historia Medieval, Universidad de Santiago de Compostela, 1975:

207), nuestra documentación muchas veces nodeja lugar a dudas: cf. A. N. T. T., Chancelaria de D. Dinis, Lº.1:

201-201v; Chancelaria de D. Fernando, Lº.2: 60b e Lº.1: 107b e 108a.

51. A. H. C. M. O. Tombo do Concelho: 11-12.

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SER MUJER EN LA CIUDAD MEDIEVAL EUROPEA284

baja, mero y mixto imperio – en sus tierras, entendía que toda vigilancia sobre

la competencia de los magistrados locales y señoriales debía ser llevada a cabo

por ella a través de sus oficiales superiores. Del mismo modo, creía que todas

las apelaciones judiciales debían llegar a ella, de modo a se acabar toda jur-

diçom em sua pesoa (de tal modo que toda jurisdicción acabase en su persona).

El irrebatible argumento de la reina era que siempre había sido así em os tempos

das outras rainhas (en tiempos de las otras reinas). D. João acabo por prohibir

a sus oficiales que diesen cartas, mandatos y albaranes, y por limitar el ejercicio

de su autoridad sobre los moradores de las tierras de la reina apenas a materias

de índole militar o de naturaleza específicamente fiscal – como el cobro de las

sisas – o extraordinaria, pues aceptaba que ello casaba con la tradición de las

tierras de las reinas.

Sin embargo, con ello no se resolvieron todas las dudas. La nuera y heredera

de Filipa – Leonor de Aragón – pediría al mismo monarca, en 1430, que especi-

ficase mejor cuáles serían las funciones del corregidor de la corte en sus tierras

y cuáles aquellas en que podría ser sustituido por el oidor de la reina52. El rey

reconoció, recordando las prácticas pasadas, que todas las materias judiciales

– criminales y civiles – referentes a la esfera local debían ser remitidas al oidor,

con algunas excepciones. En casos en los que estuviesen implicadas personas

poderosas que el citado oidor no se atreviese a juzgar, o en aquellos que se

prolongasen mucho, el rey aconsejaba que ninguna decisión fuese tomada sin

que él tuviese conocimiento del asunto y hubiese dado su consejo. En casos

criminales en los que apareciesen muertos, heridos o robos, el corregidor po-

dría incluso apresar a los culpados, aunque después éstos serían conducidos al

oidor de la reina. Además, cuando la corte al completo estuviese en las tierras

de la reina, el corregidor podría y debería planificar los viajes, hacerse cargo

de la manutención de la corte y cuidar de todo lo que tuviese que ver con su

instalación en el local.

Desde el punto de vista de las poblaciones, el señorío de la reina parecía in-

termediar entre la autoridad del rey y de su administración y las autoridades

locales. Se apelaba a la reina en diversas situaciones para que apoyase las

medidas tomadas por los concejos, que proponían, por ejemplo, la solidaridad

en las tareas que eran de común interés para todos los vecinos – limpiar los

52. A. N. T. T., Gaveta 17, M.2, nº13 – 1430 – Óbidos, 29 de septiembre.

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ríos, construir y reconstruir fuentes, puentes y calzadas, etc.53. En determinados

momentos las autoridades eclesiásticas locales también pidieron a la reina que

usase su influencia en su favor. Pero, a través de la poca documentación que

nos llegó, también se nota que cualquier intervención activa de las reinas en

sus tierras se contestaba con gran resistencia, como cuando eran nombrados

jueces venidos de fuera.

En cada villa había, al menos, un tabelião (notario, que muchas veces también

servía como escribano del concejo); pero en las tierras de la reina existían

sobre todo entidades encargadas de fiscalizar y recaudar todos los derechos y

rentas que le pertenecían54. Y es que el patrimonio de la reina era, de hecho,

fundamentalmente una fuente de ingresos para sustentar su casa55. Almojarifes,

mayordomos y despenseros parecen haber sido los funcionarios más activos

de dichas casas56. A su cargo estaba la recogida de todos los beneficios econó-

micos concedidos por los reyes. Así, se hacían cargo de jugadas (rentas sobre

superficies cultivadas de tal extensión que era necesaria una yunta de bueyes

para labrarlas) y oitavos (rentas sobre lo que era producido), así como de los

pedidos que las reinas entendían hacer a los naturales de sus señoríos.

Como era habitual en cualquier régimen señorial, las reinas, sus séquitos y los

oficiales a su servicio disfrutaban de la aposentadoria, es decir, de la posibili-

dad de, si se desplazaban a una determinada localidad, alojarse y/o poder tener

alimentos gratuitos, ropas de cama y otros bienes. Lo mismo se extendía, como

indican casi todas las cartas de donación, a las iglesias de sus villas, a través del

patronato. Además de todos estos privilegios, en cada una de las localidades so-

bre las cuales ejercían jurisdicción gozaban de algunos derechos específicos57.

53. A. H. C. M. O., Tombo: 7r-7v; 18v-19r.

54. A. N. T. T., Estremadura, Lº.4: 277v-278; Ch. D. Afonso V, Lº.2: 18-19; A. H. C. M. O., Tombo: 14v-16.

55. Silva, M. S. “Os primórdios da Casa das Rainhas de Portugal”, Raízes Medievais do Brasil Moderno, Lisboa,

2008: 27-41.

56. A. N. T. T. Chanc. D. Afonso V, Lº.2: 19 (1440), A. H. C. M. O. Tombo: 8 (1414 - Óbidos, 9 de julio); A. N. T. T.

Colegiada de São Pedro e Santiago, Maço 3 [nº.13]: 21-24 (1418 - Óbidos, 2 de noviembre), [nº.24] (1425 - Óbidos,

24 de febrero), [nº.6] (1426 - Sintra, 1 de Agosto), [nº.15]: 27-29 / Colegiada de São Pedro e Santiago, Maço 1, nº.15

(1426 - Óbidos, 15 de octubre; 1431 - Óbidos, 28 de abril), Maço 1, nº.5 /Maço 3 [nº.19] (1435 - Óbidos, 10 de

agosto), [nº.5] (1446), Maço 1, nº.21 (1447 - Lisboa, 6 de octubre); Estremadura, Lº.5, fols.5v-6 (1468 - Avis, 14 de

diciembre).

57. Rodrigues, Ana Maria S. A., Silva, Manuela Santos “Private properties, seigniorial tributes and jurisdictional

rents: the income of the Queens of Portugal in the Middle Ages”, Earenfight, Theresa (ed.), Women and Wealth

in Late Medieval Europe, Palgrave Macmillan, 2010: 209-228.

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No nos debe, así, sorprender que se encuentren entre los documentos exigen-

cias de determinados productos, como trigo o cebada, que debían pagarse en

ajuda; o albaranes que obligaban a los vecinos de los concejos a dar ropas y

posada a sus oficiales, o a leprosos que iban a tratarse en las termas. Sabemos

que también les preocupaba, además de esto, el aprovechamiento de las he-

redades de sus realengos, a los que enviaban veedores para inspeccionar el

estado de sus cultivos.

Muchas eran, así, las ocasiones en las que las reinas se ponían en contacto,

directo o a través de intermediarios, con las villas de las que eran señoras. Pero

son pocos los indicios de un contacto estrecho, o de estancias prolongadas, en

las tierras cuyos señoríos les pertenecían. Como mujeres casadas, no las visita-

rían con más frecuencia que otras del reino; aunque ya como viudas sabemos

que algunas reinas escogieron como principal morada los palacios que tenían

en sus villas. Hay también indicios de que, además de obtener los beneficios de

los derechos reales, las reinas se preocupaban de efectuar compras de bienes

inmuebles – bodegas, casas, incluso heredades – en las tierras cuya jurisdicción

les pertenecía.

Encontré la mejor fuente de información sobre la relación de las reinas con las

entidades administrativas y los pobladores de sus tierras mientras estudiaba una

de las villas de las reinas. En el Archivo Municipal de la, aún hoy, villa de Óbi-

dos existe un cuaderno escrito en pergamino y datado en las primeras décadas

del siglo XV58 compuesto mayoritariamente de resúmenes de documentación

regia y emitida por las reinas, y también de traslados de las cartas más impor-

tantes. Lleva por título “Tombo do Concelho [de Óbidos]”, y una de sus partes

es designada como “Livro das cartas e privilégios”59. Entre otros documentos,

y además de una lista de los bienes concejiles que le da título, el cuaderno

conserva cartas, unas resumidas y otras transcritas íntegramente, de Filipa de

Lancáster, su hija Isabel y su nuera Leonor de Aragón; aunque en su mayor

parte habían salido de las cancillerías regias. Tras un listado de veintinueve

cartas enviadas al concejo de Óbidos por los reyes D. Dinis, D. Afonso IV, D.

Pedro, D. Fernando, D. João I y D. Duarte, y también por la reina doña Filipa

58. Probablemente entre 1410 y 1434.

59. A. H. C. M. O., Tombo: 3v-19.

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de Lancáster60, los restantes folios transcriben, en su mayor parte, cartas íntegras

leídas en la audiencia del concejo. De estas veintidós, un número considerable

tratan de la administración de Óbidos como patrimonio de la casa de las reinas

Si no hubiese sido por las señoras de Óbidos, nada habría llegado a nosotros.

En las villas que pertenecían a su jurisdicción, Filipa de Lancáster, y después

sus sucesoras, instituyeron la exigencia a los concejos de que registrasen en un

libro todos los documentos que les eran enviados por ellas o por los reyes, y

cualquier otra carta de interés municipal. El 5 de abril de 1410, por ejemplo, la

reina explicaba en un documento enviado a todas sus tierras que debían copiar

esa carta en pública forma y registrarla nos livros desses concelhos (en los libros

de esos concejos), publicitando después su contenido a través de uno de los

porteros, que debía ser enviado a todos los puntos del término, em tal guissa

que todos ajam notiçia dela (de tal modo que todos tengan noticia de ella)61.

El período en el que Filipa de Lancáster estuvo al frente de la casa de las reinas

de Portugal fue, por tanto, esencial para su estructuración como una institución

autónoma dentro de la corte regia.

Hasta ese momento, como vimos, cada reina tenía a su disposición un patri-

monio eventualmente diferente de aquel que tuviera su antecesora y del que

tendría quien le sucediese. Las donaciones eran vitalicias y sus bienes, que no

podían alienar, tampoco podían ser concedidos a la siguiente en vida de la

anterior. Las reglas se alteraron con Filipa. Tuvo jurisdicción sobre seis villas y,

aunque después de su muerte una de ellas – Montemor-o-Velho – pasó a ser

patrimonio de su hijo el infante D. Pedro62, siendo sustituida por otra, la cons-

titución del patrimonio de las reinas se estabilizó. Con pocas excepciones, las

tierras donadas pasaron a ser Óbidos, Sintra, Alenquer, Torres Vedras, Alvaiáze-

re y Torres Novas, haciéndose recordar a cada donataria que las poseería assy

e tam compridamente como todo esto ouue a rrainha dona philippa (así y tan

cumplidamente como esto tuvo la reina doña Filipa). A partir del reinado de D.

60. Entre los fls.3v y 5v, y también 6r.

61. A. H. C. M. O., Tombo: 6v.

62. Coelho, Maria Helena da Cruz Montemor-o-Velho a caminho da corte e das cortes, Câmara Municipal de

Montemor-o-Velho, 2010: 94): e porque esta villa ficava assy dentro e pertencia assy aas rainhas foy dada ao dito

ifante e deram por ella aas rainhas Alvayazer e asy se tirou da coroa reall.

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SER MUJER EN LA CIUDAD MEDIEVAL EUROPEA288

Duarte este conjunto de villas, que permitía el usufructo por parte de la reina

de derechos originalmente reais (reales), se consideraría su câmara63.

Habiendo estabilidad en lo referente a la base de sustento de la casa, en las

ocasiones en las que coexistían dos reinas, la madre y la mujer del monarca, o

cuando el enlace matrimonial del heredero se daba antes de que accediese a la

dignidad regia, el patrimonio de la primera donataria se dividía en dos partes,

de tal modo que la nueva señora tendría apenas tres de las seis villas. El lote

sólo le sería entregado en su totalidad si, tras la muerte de la suegra, había as-

cendido ya a reina. Cuando era imperativo dividir se reunían tres de las villas

en un grupo - Óbidos, Sintra, Alenquer - y las tres restantes en otro - Torres

Vedras, Alvaiázere y Torres Novas 64.

Así, incluso cuando un rey enviudaba y no había una reina, nadie se olvidaba

de que determinadas villas de la “Estremadura” portuguesa de aquel entonces

eran tierras de las reinas, y en breve volverían a la pose de una de ellas. En

ausencia de una reina los derechos sobre las villas podían ser alienados, pero

sólo efímeramente, regresando después a la pose de la siguiente mujer del rey.

Es posible que a las poblaciones eso les fuese indiferente; o tal vez no. Aun-

que algunas de las villas de las reinas nunca fueron visitadas por sus señoras,

no dejaban de sentir que estaban bajo su mandato: o porque les correspondía

satisfacer encargos o cubrir gastos, o porque las propietarias dejaban su marca,

instituyendo monasterios o casas de asistencia, o levantando un palacio para sí

mismas o para las reinas venideras.

63. Rodrigues, A. M. S. A. op. cit.:5.

64. Silva, Manuela Santos “Óbidos “Terra que foi da Rainha D. Filipa” (O senhorio de Óbidos de 1415 a 1428)”,

A Região de Óbidos na Época Medieval. Estudos, Caldas da Rainha, Património Histórico-Grupo de Estudos,1994:

111-119.

MANUELA SANTOS SILVA

Ser Mujer en la ciudad medieval europea.indd 288 07/10/13 18:02

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