Los barcelonnettes en la industria textil de Guadalajara

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1 LOS BARCELONNETTES EN LA INDUSTRIA TEXTIL DE GUADALAJARA (1889-1920) Sergio Valerio Ulloa Universidad de Guadalajara La participación de franceses en la industria textil en la capital jalisciense durante el Porfiriato fue muy importante y decisiva, los antecedentes de su participación en la industria textil se remontan a la década de 1840-1850, cuando un grupo de galos invirtieron en la fabricación de rebozos formando la negociación denominada “Charles Tarel y Cía.” 1 Sin embargo, estos franceses no participaron en la constitución de las compañías que instalaron las primeras fábricas textiles en Guadalajara durante esas dos décadas. No fue sino hasta el 10 de diciembre de 1889 que algunos barcelonnettes participaron junto con otros inversionistas mexicanos y españoles en la constitución de la Compañía Industrial de Jalisco, la cual tenía como fin la fabricación de papel, hilados, tejidos de algodón, el blanqueo y estampado de telas, la compra de efectos similares para negociar con ellos cuando lo considerara conveniente, y efectuar todas aquellas operaciones que sirvieran para el desarrollo y buen éxito de sus actividades. 2 Compañía Industrial de Jalisco La organización de la Compañía Industrial de Jalisco fue la de sociedad anónima, sus socios fueron varias compañías comerciales cuyos integrantes eran de nacionalidad española, francesa y mexicana. Como ocurrió para el caso de otras compañías textiles en México, los socios no eran individuos concretos, sino empresas mercantiles. El domicilio de la nueva sociedad fue la ciudad de Guadalajara y su capital social ascendió a un millón de pesos representado por 2,000 acciones de 500 pesos cada una. El capital social consistió en las fábricas de hilados, tejidos y de papel denominadas Atemajac, La Escoba, Río Blanco y El Batán, todas ellas situadas en la municipalidad de Zapopan, al norte de Guadalajara. Además, como parte del capital social se consideraron 200,000 pesos en efectivo para la compra de maquinaria y las reparaciones necesarias de dichas fábricas. 3 1 Olveda “Monopolio”, 1981, pp. 94-115. 2 Valerio, Empresarios, 2002, pp. 116-120. 3 Ibid.

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1

LOS BARCELONNETTES EN LA INDUSTRIA TEXTIL DE GUADALAJARA

(1889-1920)

Sergio Valerio Ulloa

Universidad de Guadalajara

La participación de franceses en la industria textil en la capital jalisciense durante el

Porfiriato fue muy importante y decisiva, los antecedentes de su participación en la

industria textil se remontan a la década de 1840-1850, cuando un grupo de galos invirtieron

en la fabricación de rebozos formando la negociación denominada “Charles Tarel y Cía.”1

Sin embargo, estos franceses no participaron en la constitución de las compañías que

instalaron las primeras fábricas textiles en Guadalajara durante esas dos décadas. No fue

sino hasta el 10 de diciembre de 1889 que algunos barcelonnettes participaron junto con

otros inversionistas mexicanos y españoles en la constitución de la Compañía Industrial de

Jalisco, la cual tenía como fin la fabricación de papel, hilados, tejidos de algodón, el

blanqueo y estampado de telas, la compra de efectos similares para negociar con ellos

cuando lo considerara conveniente, y efectuar todas aquellas operaciones que sirvieran para

el desarrollo y buen éxito de sus actividades.2

Compañía Industrial de Jalisco

La organización de la Compañía Industrial de Jalisco fue la de sociedad anónima, sus

socios fueron varias compañías comerciales cuyos integrantes eran de nacionalidad

española, francesa y mexicana. Como ocurrió para el caso de otras compañías textiles en

México, los socios no eran individuos concretos, sino empresas mercantiles. El domicilio

de la nueva sociedad fue la ciudad de Guadalajara y su capital social ascendió a un millón

de pesos representado por 2,000 acciones de 500 pesos cada una. El capital social consistió

en las fábricas de hilados, tejidos y de papel denominadas Atemajac, La Escoba, Río

Blanco y El Batán, todas ellas situadas en la municipalidad de Zapopan, al norte de

Guadalajara. Además, como parte del capital social se consideraron 200,000 pesos en

efectivo para la compra de maquinaria y las reparaciones necesarias de dichas fábricas.3

1 Olveda “Monopolio”, 1981, pp. 94-115.

2 Valerio, Empresarios, 2002, pp. 116-120.

3 Ibid.

2

Sin embargo, la Compañía Industrial de Jalisco no fue la primera sociedad por

acciones que se constituyó en Guadalajara, ni tampoco fue la constructora de las primeras

fábricas textiles en Jalisco.

Cuadro 1. Compañía Industrial de Jalisco (1889) Socio Capital

(pesos)

Acciones Porcentaje

Fernández del Valle Hnos. 250,000 500 25

Moreno Hermanos 250,000 500 25

Viuda e Hijos de Corcuera 250,000 500 25

Somellera Hermanos 62,500 125 6.25

Ancira y Hermano 62,500 125 6.25

Gas y Cogordan 62,500 125 6.25

Fortoul y Chapuy 62,500 125 6.25

Total 1’000,000 2,000 100

Fuente: Heraclio Garciadiego, protocolo, t. 49, 10/12/1889, en AIPJ.

La historia de estas fábricas ha sido más o menos estudiada por la historiografía

reciente, pero aun hacen falta estudios monográficos, sectoriales y empresariales más

profundos y precisos. La aparición de las primeras fábricas textiles en Jalisco corresponde a

la primera etapa de industrialización mexicana, en un periodo que va de la década de 1830

a la década de 1850.4 Durante esta temprana industrialización hubo un incipiente desarrollo

del espíritu empresarial con el decisivo apoyo del Estado, a partir del financiamiento del

Banco de Avío y una política proteccionista, también se dio la colaboración de mexicanos y

extranjeros con sus respectivos capitales invertidos en las empresas industriales. Cabe

aclarar en este último punto, que los capitales de los extranjeros invertidos en estas

empresas, en su mayor parte, ya habían sido acumulados previamente en México, y que,

por lo tanto, no pueden ser considerados como capitales provenientes del extranjero, aun

cuando los empresarios tuvieran una nacionalidad distinta a la mexicana.5

Las fábricas de Atemajac y El Batán

En este ambiente favorable a la industrialización se constituyó la Compañía Industrial de

Atemajac o Prosperidad Jalisciense, el 17 de noviembre de 1840. Los objetivos de dicha

4 Riojas, Intransitables, 2003, p. 482.

5 Bernecker, “Industria”, 1997, pp. 87-171.

3

compañía fueron construir y explotar las fábricas denominadas Atemajac y El Batán; la

primera, orientada a la fabricación de hilados y tejidos de algodón, y la segunda,

especializada en la producción de papel, la cual tendría garantizada la materia prima a partir

de los desperdicios de la primera. En esta compañía se asociaron varios miembros de la

élite comercial, agraria e intelectual de Guadalajara y de otros puntos del estado de Jalisco

y de México.6 Entre los socios estaba el rico comerciante José Palomar, que sería su

director, y el comerciante y hacendado de origen español, Francisco Martínez Negrete y

Ortiz,7 además de otros poderosos comerciantes y hacendados como Norberto Vallarta y

Nicolás Remus.8

La “Prosperidad Jalisciense” se constituyó como una compañía por acciones, tuvo

un capital inicial de 150,000 pesos, dividido en 30 acciones de 5,000 pesos cada una. Contó

con 30 socios fundadores, pero sus socios y capitalistas principales fueron José Palomar y

Francisco Martínez Negrete, quienes aportaron 15,000 pesos cada uno. Les siguió María

Josefa Moreno de Sancho con 10,000 pesos, y el resto contribuyó con una o media acción

cada uno. La fábrica de hilados y tejidos Atemajac comenzó sus operaciones a fines de

1843, en el municipio de Zapopan, a orillas de la ciudad de Guadalajara. Mientras que la

fábrica de El Batán inició sus actividades hasta marzo de 1845, a un kilómetro de distancia

de la anterior.9 Esta compañía experimentó un importante desarrollo en los años

subsiguientes, incrementando el monto de su capital y aceptando nuevos socios. En 1843 el

capital sumaba 300,000 pesos, y en 1860 llegó a la cantidad de 820,000 pesos.

Paralelamente, el número de socios subió de los 30 originales en 1840 a 55 en 1848.10

Aunque esta empresa fue un antecedente muy importante de la formación de

compañías por acciones en Jalisco, el espíritu de asociación empresarial no duró mucho.

Conforme transcurrió el tiempo y la empresa fue creciendo, la figura de José Palomar se fue

consolidando en la dirección y administración de la empresa. Palomar pasó de ser uno de

los accionistas principales a monopolizar la dirección, convirtiendo a la compañía en un

negocio familiar, en el cual sus hijos y parientes políticos eran socios y ocupaban puestos

importantes. Por tal motivo, la empresa y sus negocios anexos cambiaron en su

6 Torre, Patrimonio”, 2007, pp. 47-48.

7 Lizama, “Francisco”, 2003, pp. 171-187.

8 Valerio, “Empresarios”, 1998, pp. 467-494.

9 Torre, Patrimonio, 2007, p. 54.

10 Ibid, p. 55.

4

organización interna a la muerte de José Palomar, ocurrida el 16 de noviembre de 1873,

dejando muchos herederos producto de sus tres matrimonios. Éstos administraron los

negocios familiares del padre, entre los que se encontraban las fábricas textiles.11

A partir

de entonces, la empresa tuvo la razón social de “Sociedad Palomar, Gómez y Cía.”,

operando más como empresa familiar, que como sociedad anónima. En octubre de 1889,

“La Prosperidad Jalisciense” se declaró en quiebra por lo que se procedió al remate público

de todas sus propiedades. La junta directiva nombró a Manuel L. Corcuera (hijo), como

síndico responsable de la negociación. Las fábricas estuvieron valuadas en ese momento

por la cantidad de 844,173 pesos. En el remate, Ignacio Moreno, quien se presentó como

agricultor, ofreció la cantidad de 337,669 pesos, suma muy inferior al valor que estaba

estipulado. De esta manera, las fábricas de Atemajac y el Batán fueron adquiridas por

Ignacio Moreno.12

Dos meses después, Ignacio Moreno decidió dividir la propiedad de sus fábricas. El

10 de diciembre de 1889, vendió la mitad pro-indiviso de las fábricas de Atemajac y El

Batán por la cantidad de 150,000 pesos a varias negociaciones mercantiles, como se indica

en el cuadro siguiente. Así fue como las compañías mercantiles de los barcelonnettes en

Guadalajara iniciaron su participación en la actividad de la industria textil. La casa “Gas y

Cogordan” era la dueña de la tienda de ropa La Ciudad de México; mientras que la casa

“Fortoul y Chapuy” era la propietaria del almacén comercial Las Fábricas de Francia.

Cuadro 2. Compradores de la mitad de las fábricas de Atemajac y El Batán (1889) Compañía Capital pesos

Viuda e Hijos de Corcuera 75,000

Somellera Hermanos 18,750

Modesto y Gonzalo Ancira 18,750

Fortoul y Chapuy 18,750

Gas y Cogordan 18,750

Capital total 150,000

Fuente: Heraclio Garciadiego, protocolo, t. 48, 10/12/1889, en AIPJ.

Por su parte, la compañía “Somellera Hermanos” estaba integrada por Juan, Manuel

y José Somellera, comerciantes de origen español, quienes constituyeron su compañía en

agosto de 1888 con un capital de 20,000 pesos. Con esta compañía, los Somellera

11

González, Agua, 2003, p. 106. 12

Ibid, p. 107.

5

participaron en la compra de la mitad de las fábricas de Atemajac y El Batán el 10 de

diciembre de 1889, y al mismo tiempo compraron la mitad de las fábricas textiles de Río

Blanco y La Escoba, también ubicadas en el municipio de Zapopan.13

La reunión de capitales procedentes de varias compañías mercantiles de Guadalajara

hizo posible que el 10 de diciembre de 1889 se fundara la Compañía Industrial de Jalisco.

En esta compañía además de las empresas mercantiles ya referidas, tuvo un papel

importante la negociación “Fernández del Valle Hermanos”. Los hermanos Justo y Manuel

Fernández del Valle eran originarios de Grases, provincia de Asturias, España. A su llegada

a Guadalajara desarrollaron una actividad comercial muy intensa, relacionándose familiar y

comercialmente con su compatriota Francisco Martínez Negrete y Ortiz, pues se casaron

con dos de sus hijas. Justo y Manuel formaron la sociedad Fernández del Valle Hermanos

el 7 de mayo de 1878 con un capital de 45,000 pesos, en la cual Manuel aportó 27,000

pesos y Justo los 18,000 pesos restantes. La sociedad se encargaría de la dirección y

administración de la fábrica La Escoba. Un año antes, el 9 de abril de 1877, en la ciudad de

México, Manuel Fernández del Valle había comprado a José Mijares, representante de la

casa “Barron Forbes y Cía.”, la fábrica de La Escoba. Es por eso que en este año los

Fernández del Valle aparecen como dueños de la fábrica La Escoba, con un capital total de

205,000 pesos. Al año siguiente (el 12 de octubre de 1878), Manuel Fernández del Valle

vendió el 40% de la misma fábrica a Guillermo Barron, el precio de venta fue de 60,000

pesos, de los cuales el señor Barron pagó 20,000 en un año y el resto a cuatro años con un

interés del 10% anual.14

Fábrica La Escoba

Los orígenes de La Escoba datan de 1840, cuando los comerciantes Manuel Escandón y

Manuel Jesús Olasagarre se pusieron de acuerdo para establecer una fábrica de hilados y

tejidos de algodón en los terrenos de la hacienda La Magdalena, cinco leguas al noroeste de

Guadalajara, en el municipio de Zapopan. Manuel Escandón era veracruzano de origen

vasco, mientras que Olasagarre era un panameño avecindado en Guadalajara.15

La

compañía industrial se fundó ese año y los socios fueron, además de los dos ya

13

Valerio, Empresarios, 2002, p. 102. 14

Valerio, “Empresarios“, 2003, pp. 51-66. 15

Torre, Patrimonio, 2007, p. 73. Olveda, Oligarquía, 1991, pp. 172-173.

6

mencionados, Francisco Vallejo, Sotero Prieto y el francés Jules Moyssard. Los socios

mayoritarios fueron Escandón y Olasagarre, quienes poseían casi el 80% de las acciones. El

primero invirtió la cantidad de 132,000 pesos, mientras que el segundo, como socio

industrial, aportó la hacienda donde se construyó la fábrica y fue el responsable de la

administración, además de 20,000 pesos en efectivo, lo que le redituó el 30% de las

utilidades. Vallejo, Prieto y Moyssard aportaron también 20,000 pesos cada uno.

Posteriormente, a mediados de 1845, se incorporó como nuevo socio Joaquín Davis,

invirtiendo la suma de 10,000 pesos.16

Conforme transcurrieron los años, la compañía sufrió varias modificaciones. Hacia

1858 Manuel Jesús Olasagarre y Sotero prieto eran los socios mayoritarios. Pero al morir

Olasagarre, el 23 de enero de ese año, la fábrica de La Escoba fue vendida en su totalidad a

Manuel Escandón el 26 de abril siguiente. Escandón mantuvo la propiedad de La Escoba

durante ocho años más, pues en 1866 la vendió a la negociación “Barron Forbes y Cía.”,

esta última era la propietaria de la fábrica de hilados y tejidos llamada Jauja, en Tepic.17

La

casa “Barron Forbes y Cía.” operó la fábrica de La Escoba durante doce años, hasta que la

vendió a Manuel Fernández del Valle en 1878. Este a su vez, vendió el 40% de la fábrica a

Guillermo Barron, pero poco después, el 23 de agosto de 1883, pasó completamente a

manos de Manuel Fernández del Valle. Con este dato vuelvo al momento de la constitución

de la Compañía Industrial de Jalisco, en diciembre de 1889, pues los Fernández del Valle

vendieron la mitad pro-indiviso de las fábricas La Escoba y Río Blanco a las compañías

“Viuda e Hijos de Corcuera”, “Somellera Hermanos”, “Gonzalo y Modesto Ancira”,

“Fortoul y Chapuy”, y “Gas y Cogordan”.

Fábrica de Río Blanco

La fábrica de Río Blanco también era parte de los bienes de la Compañía Industrial de

Jalisco en diciembre de 1889. Esta fábrica, igual que las otras mencionadas aquí, se hallaba

ubicada en el municipio de Zapopan, al noroeste de Guadalajara, y muy cerca de La

Escoba. Fue trasladada a dicho lugar hacia 1876-1877 en donde permaneció hasta 1938. Lo

más seguro es que esta fábrica haya sido construida por los hermanos Francisco, Roberto,

16

Torre, Patrimonio, 2007, p. 75. Valerio, “Empresarios”, 2003, p. 52. 17

Torre, Patrimonio, 2007, p. 82.

7

Eduardo y Santiago Loweree, hijos del norteamericano Daniel Loweree. Estos empresarios

fueron los fundadores y propietarios de la fábrica de Río Blanco, por lo menos hasta mayo

de 1885.18

El 6 de mayo de 1881 la compañía “Fernández del Valle Hermanos” otorgó un

crédito por 17,000 pesos a la negociación “Loweree Hermanos”, el cual tuvo como garantía

la hipoteca de la fábrica textil Río Blanco. Debido a que dicho crédito no pudo ser cubierto

por la firma “Loweree Hermanos”, ésta se vio forzada a ceder sus bienes ante el 2° Juzgado

de lo Civil y de Hacienda de Guadalajara. Dicho crédito fue adquirido posteriormente por

Hilarión Romero Gil y luego pasó a manos de Néstor Arce y Jacobo Navarro. El 10 de

diciembre de 1884, los señores Arce y Navarro demandaron a la compañía “Loweree

Hermanos” por el pago del crédito, entablando para ello el respectivo juicio hipotecario.

Como resultado de dicho juicio, el 28 de febrero de 1885 se verificó el remate de la fábrica

de Río Blanco, siendo la compañía “Fernández del Valle Hermanos” la que compró la finca

por el precio de 31,297 pesos.19

Al igual que en el remate de las fábricas de Atemajac y El

Batán, el precio pagado por la fábrica de Río Blanco fue mucho menor a su valor real, que

era de 46,946 pesos.20

De esta manera, la casa “Fernández del Valle Hermanos” llegó como

propietaria de las fábricas La Escoba y Río Blanco a la formación de la Compañía

Industrial de Jalisco.

Según el acta de constitución del 10 de diciembre de 1889, la administración de las

fábricas de la Compañía Industrial de Jalisco se dividiría de la siguiente manera: a) Los

Fernández del Valle administrarían las fábricas de La Escoba y Río Blanco; b) los

Somellera compartirían la administración de Río Blanco con los Fernández del Valle; c) los

Corcuera y los Ancira tendrían la dirección de la fábrica El Batán; y d) las compañías

“Moreno Hermanos”, “Gas y Cogordan” y “Fortoul y Chapuy” administrarían la fábrica de

Atemajac. La duración que se estipuló en la escritura fue por 30 años, contados a partir del

1 de enero de 1890. Sin embargo, el 18 de abril de 1891, por acuerdo unánime de los

accionistas, la Compañía Industrial de Jalisco se disolvió, debido a ello, los socios se

18

Ibid, p. 117. 19

Valerio, Empresarios, 2002, pp. 106-107. Torre, Patrimonio, 2007, p. 117. 20

González, Agua, 2003, p. 108.

8

quedaron con la propiedad de los bienes raíces y con el capital que introdujeron a la

compañía.21

De esta manera, los Fernández del Valle volvieron a quedar como dueños de la

mitad de las fábricas de La Escoba y Río Blanco; la sociedad “Moreno Hermanos” de la

mitad de las fábricas de Atemajac y El Batán; los Corcuera se quedaron con una cuarta

parte de las cuatro fábricas; y las compañías “Somellera Hermanos”, “Ancira y Hermano”,

“Gas y Cogordan” y “Fortoul y Chapuy”, de la otra cuarta parte de las mismas fábricas. Ese

mismo día en que se disolvió la Compañía Industrial de Jalisco se hicieron varias

transacciones, los Corcuera vendieron a los Moreno el 50% de su representación en la

propiedad de La Escoba, Río Blanco, Atemajac y El Batán, por 24,000 pesos. Por su parte,

los Somellera vendieron a los Moreno la parte que les correspondía en las cuatro fábricas

por 12,000 pesos. Mientras que, por otro lado, los Fernández del Valle, los Moreno,

“Fortoul y Chapuy” y “Gas y Cogordan”, permutaron con los Corcuera y Ancira la parte

que los primeros tenían en la propiedad de El Batán, por la parte que los segundos poseían

en La Escoba, Río Blanco y Atemajac.22

Después de estas transacciones la fábrica El Batán quedó de la exclusiva propiedad

de las compañías “Viuda e Hijos de Corcuera”, “Ancira y Hermano” y de Manuel L.

Corcuera, representando los primeros el 50%, los segundos el 25% y el tercero el otro 25%

del valor de la propiedad. Por otra parte, las fábricas de La Escoba, Río Blanco, Atemajac y

La Catalana, quedaron como propiedad de las negociaciones “Moreno Hermanos”,

“Fernández del Valle Hermanos”, “Gas y Cogordan” y “Fortoul y Chapuy”; representando

los primeros el 50%; los segundos el 34.62%; y el 7.67% cada una de las negociaciones

“Gas y Cogordan” y “Fortoul y Chapuy”.23

A pesar de que fracasó este proyecto por aglutinar en una sola empresa a las fábricas

textiles y de papel cercanas a Guadalajara, la Compañía Industrial de Jalisco fue una

experiencia empresarial que duró poco más de un año. Fue un primer intento por construir

una gran empresa donde convergieron diversos empresarios de nacionalidades distintas,

21

Heraclio Garciadiego, protocolos, t. 49, 10/12/1889 y t. 51, 18/04/1891, en AIPJ. 22

Ibid. 23

Ibid.

9

con capitales creados y acumulados en México, principalmente en la región occidente del

país, capitales que provenían de actividades comerciales y agrícolas.24

El análisis detallado y minucioso de las fábricas textiles y de sus empresas durante

el periodo que va de 1840 a 1889 rebasa los objetivos de este trabajo. Lo que se presentó

previamente fue una genealogía histórica de la Compañía Industrial de Jalisco, buscando

los orígenes de las empresas y los empresarios que construyeron las fábricas textiles y la

forma en que evolucionaron hasta dar como resultado la formación de una sociedad

anónima como la compañía mencionada. Lo que se puede decir a grandes rasgos sobre

estas negociaciones fabriles es que pasaron por diversas etapas: la primera de ellas de 1840

a 1857, fue un periodo de instalación y fomento a la actividad industrial con una

participación decisiva de los empresarios privados y del Estado, en este primer momento la

producción de hilado fue la que recibió el mayor impacto de la mecanización.

Posteriormente, en la segunda etapa, el tejido se consolidó como el proceso productivo más

mecanizado de las fábricas.25

Durante la primera etapa de industrialización, en el estado de Jalisco había cuatro

fábricas instaladas, con 14,568 husos y 220 telares, ubicándose como la cuarta entidad con

mayor capacidad instalada en el país, después de la ciudad de México, y los estados de

Puebla y Veracruz. Hacia 1853, el estado de Jalisco ya contaba con cinco de las 42 fábricas

registradas en el país. El aumento de la capacidad productiva en dichas fábricas era notorio,

pues en 1854 tan solo las fábricas de La Escoba, Bellavista, La Jauja y Atemajac contaban

con 19,354 husos y 427 telares de poder.26

Sin embargo, en la segunda etapa de 1858 a 1880, el panorama nacional e

internacional no favoreció el desarrollo de las actividades fabriles. Los empresarios

enfrentaron una serie de obstáculos para sostener la vida de sus fábricas, entre los que se

pueden enumerar los siguientes: la inestabilidad política, las continuas guerras y

revoluciones, la política de libre comercio y antiproteccionista, la falta de capitales

disponibles para invertir en la industria, la ausencia de un sistema bancario y de un mercado

de capitales, la carencia de modernos medios de transporte y de comunicación que

unificaran el mercado interno y que lo integraran con los mercados internacionales, además

24

Valerio, Empresarios, 2002, pp. 116-120. 25

Riojas, Intransitables, 2003, pp.482-485. 26

Ibid, pp. 485-486.

10

de un marco jurídico e institucional que garantizara las inversiones, las transacciones

comerciales y la propiedad.

Todo ello no permitió el crecimiento del sector industrial, ni la reinversión,

acumulación y modernización de los capitales en las empresas fabriles. No fue sino hasta el

establecimiento del régimen de Porfirio Díaz que las condiciones políticas, económicas y

jurídicas comenzaron a cambiar, inaugurando la tercera etapa de la industrialización en

México.

Hasta 1896 la modernización de las fábricas textiles en Jalisco no se había operado,

el estado sólo poseía el 5.18% del total de husos a nivel nacional, los cuales eran

considerados como “antiguos”, mientras que los modernos, simple y sencillamente, eran

desconocidos al interior de los establecimientos fabriles jaliscienses. De igual manera

ocurría con los telares, pues apenas se contaba con el 3.58% de los telares del país. La

fabricación de hilaza seguía siendo la producción principal de dichas fábricas, cosa que ya

no ocurría en otras fábricas del país. En contraste, la fábrica de Atemajac poseía dos de las

19 máquinas modernas de estampados instaladas en el país.27

En conclusión, la producción de las fábricas textiles jaliscienses era muy baja

comparada con las fábricas del mismo tipo situadas en el centro y norte del país. Por lo

tanto, estos establecimientos tenían muy pocas posibilidades de competir en los mercados

regionales y en el mercado nacional.28

A pesar de los esfuerzos de los empresarios textiles,

las fábricas jaliscienses se encontraban en un estado cuasi estacionario. Conforme avanzó el

siglo XIX la situación de las empresas textiles en la entidad se fue deteriorando, sus

propietarios veían angustiosamente que no eran la fuente de acumulación más adecuada;

además, de que su dependencia tecnológica no les permitía transformaciones radicales.

Estos empresarios hacían muchos esfuerzos para que las fábricas no desaparecieran, por lo

cual se contentaban con mantenerlas a flote, imposibilitados de llevar a cabo un crecimiento

endógeno y una acumulación de capital capaz de transformar los rasgos esenciales de las

fábricas en la entidad.29

Una de las soluciones para estos problemas fue la concentración de diversos

capitales en las sociedades anónimas, las cuales tenían la virtud de incrementar el volumen

27

Ibid, pp. 493-494. 28

Ibid, p. 494. 29

Ibid, p. 497.

11

del capital social inicial y permitía la inversión en nueva y moderna tecnología. Además de

que garantizaba el suministro de materias primas y la distribución de sus productos a través

de los almacenes comerciales relacionados. Lo cual representaba la integración horizontal y

vertical de distintas ramas de la producción y de la comercialización en grandes empresas.

Por ello, a los pocos años del fallido proyecto de la Compañía Industrial de Jalisco, se

reunieron varias empresas comerciales de barcelonnettes en Jalisco y constituyeron la

segunda gran empresa denominada Compañía Industrial de Guadalajara.

Compañía Industrial de Guadalajara

Al terminar el siglo XIX, el 2 de diciembre de 1899, se constituyó en la capital jalisciense

la sociedad anónima denominada Compañía Industrial de Guadalajara, por un plazo de 25

años, según estipulaba el acta notarial. El cambio fue muy notable, pues a esta compañía

concurrieron únicamente casas comerciales pertenecientes a empresarios barcelonnettes

radicados con anterioridad en Guadalajara. De estas casas comerciales se he hablado

abundantemente en otros trabajos, por lo cual sólo mencionaré aquí su razón social y el

almacén de ropa y novedades que poseía cada una de ellas: a) “Fortoul Chapuy y Cía.”,

propietaria de Las Fábricas de Francia; b) “L. Gas y Cía.”, dueña del almacén La Ciudad de

México; c) “E. Lèbre y Cía.”, que tenía la negociación La Ciudad de Londres; c) “Bellon

Agorreca y Cía.” dueña de La Ciudad de París; y d) “Laurens Brun y Cía.” propietaria de El

Nuevo Mundo.30

Como se puede observar, al igual que la Compañía Industrial de Jalisco, los socios

de la Compañía Industrial de Guadalajara no eran individuos concretos, sino compañías

comerciales. También compartieron la estructura organizativa, pues ambas fueron

sociedades anónimas y por tanto tenían una asamblea de accionistas y un consejo directivo.

El objeto de la Compañía Industrial de Guadalajara fue el de explotar las fábricas de

hilados, tejidos y estampados de Atemajac y la Experiencia, el Rancho Nuevo y Los Baños

de los Colomitos. Estos bienes habían sido adquiridos por los socios de esta compañía por

compra a las empresas “Moreno Hermanos” y “Fernández del Valle Hermanos” el primero

de noviembre de 1889.31

30

Valerio, Empresarios, 2002, p. 120. “Barcelonnettes”, 2008, pp. 359-378. Fábricas, 2010, pp. 38-45. 31

Manuel Tortolero, protocolo, t. 15, 02/12/1899, en AIPJ.

12

A diferencia de la Compañía Industrial de Jalisco, en la Compañía Industrial de

Guadalajara ya no se aglutinaron las cuatro fábricas sino sólo dos, Atemajac y la

Experiencia, más el rancho y los baños. Pero, en cambio, el capital social de la nueva

Compañía Industrial de Guadalajara fue de dos millones de pesos, el doble del capital de la

anterior. El capital social estuvo dividido en 20,000 acciones al portador, de 100 pesos cada

una. Los socios exhibieron el valor íntegro de las acciones entregando 500,000 pesos en

efectivo, el resto fue el valor en que estimaron las fábricas y demás fincas que compraron

para la sociedad. Esto significa que tenían medio millón de pesos para modernizar las dos

fábricas textiles.32

Además de las acciones arriba mencionadas, la sociedad emitió 4,000

acciones fundadoras nominativas, que se repartieron entre los socios en proporción al

número de acciones comunes que cada uno tomó. Dichas acciones nominativas no daban

derecho al capital, sino sólo al 10% de las utilidades repartibles, que se distribuían por

partes iguales entre las referidas acciones fundadoras. Por otra parte, el capital podía

incrementarse creando nuevas acciones si así lo decidía la mayoría de la asamblea general

de accionistas, contando con el 75% de los votos.33

De las utilidades anuales se separó un 5% para formar el fondo de reserva, hasta que

este alcanzará la quinta parte del capital social (o sea 400,000 pesos), o para reponerlo

cuando hubiera disminuido el mismo. Del resto se separó otro 5% para repartirlo entre los

miembros del consejo directivo, y el 1% para el comisario. De la otra parte de las

utilidades, el 10% correspondió a las acciones fundadoras y lo demás se repartió entre los

accionistas en proporción a sus acciones.34

Las cinco compañías que constituyeron esta sociedad tuvieron derecho de tomar los

productos de las fábricas pertenecientes a la misma, con un descuento del 5% de los precios

más bajos a que las fábricas vendían; pero estuvieron obligadas a no vender a precios

inferiores a los que vendían las mismas fábricas y la casa que infringiera a esta obligación

perdería este privilegio.35

De esta manera, se abastecían los almacenes comerciales de los

barcelonnettes en Guadalajara de las fábricas de Atemajac y La Experiencia.

32

Ibid. 33

Ibid. 34

Ibid. 35

Ibid.

13

Cuadro 3. Compañía Industrial de Guadalajara (1899) Socio Capital (pesos) Acciones Porcentaje

Fortoul Chapuy y Cía. 600,000 6,000 30

L. Gas y Cía. 600,000 6,000 30

E. Lèbre y Cía. 290,000 2,900 14.5

Bellon Agorreca y Cía. 290,000 2,900 14.5

Laurens Brun y Cía. 220,000 2.200 11

Total 2’000,000 20,000 100

Fuente: Manuel Tortolero, protocolo, t. 15, 02/12/1899, en AIPJ.

Fábrica de La Experiencia

La fábrica La Experiencia, como las anteriormente mencionadas, también tuvo una larga

historia. La constitución de la sociedad denominada La Experiencia se realizó el 1° de julio

de 1852 en la ciudad de Guadalajara. El objetivo de esta empresa fue crear una fábrica de

manufacturas de algodón, situada en el municipio de Zapopan. Este proyecto fue impulsado

por Manuel Jesús Olasagarre y secundado por su primo Sotero Prieto. Ambos habían

participado doce años antes en el establecimiento de la fábrica La Escoba, en el mismo

municipio. La sociedad estuvo integrada también por Daniel Loweree y Vicente Ortigosa

de los Ríos. El primero fungía como responsable técnico de La Escoba, y el segundo llegó

algunos años antes a Guadalajara, después de una larga travesía de estudios de ingeniería y

química por Europa.36

La sociedad se estableció con un fondo de 15,000 pesos, reunido a partes iguales

por Olasagarre, Prieto y Loweree, mientras que Ortigosa hizo un aporte similar en especie.

Se acordó que los primeros tres socios seguirían aportando los recursos económicos

necesario para la construcción del edificio, compra e instalación de la maquinaria, hasta

ponerla en acción con 500 malacates, así como con el algodón suficiente para trabajar los

primeros tres meses. Del aporte adicional, Ortigosa tendría que pagar la cuarta parte

respectiva a los demás socios, para quedar nuevamente en situación similar. La

administración de la fábrica recayó en Vicente Ortigosa. Finalmente, esta factoría comenzó

sus actividades el 15 de noviembre de 1853 con 792 husos en movimiento y 50 empleados.

El valor del edificio y la maquinaria en esta fecha era de 70,000 pesos. Para 1879 seguía

con el mismo número de husos en movimiento y con el mismo número de trabajadores.37

36

Torre, Patrimonio, 2007, p. 87. 37

Ibid, pp. 88-89.

14

Parece ser que con el transcurso del tiempo, la sociedad originalmente fundada se

modificó sustancialmente en la composición de sus miembros, de la misma manera que lo

que ocurrió con La Escoba. Con la muerte de Manuel Jesús Olasagarre en 1858, la sociedad

tuvo un carácter más familiar, cambiando la razón social a “Olasagarre, Prieto y Cía.”

También La Experiencia fue vendida a Manuel Escandón en abril de ese año. Hacia 1868

dicha fábrica fue adquirida por la firma “Martínez Negrete y Cía.”, esta negociación

mantuvo la propiedad de La Experiencia hasta agosto de 1890 cuando pasó a manos de los

hermanos Justo y Manuel Fernández del Valle.38

En este año la fábrica tenía un valor de

60,000 pesos entre edificios, terrenos y maquinaria.39

Es por esto que la fábrica de La

Experiencia no estuvo integrada en la Compañía Industrial de Jalisco, pues ésta se fundó en

diciembre de 1889 y se disolvió en abril de 1891. En el proceso de disolución de esta

compañía no se mencionó para nada a La Experiencia.40

Fue hasta la constitución de la

Compañía Industrial de Guadalajara en diciembre de 1899, que las fábricas textiles de La

Experiencia y Atemajac fueron integradas en una sociedad anónima.

Integración de La Escoba, Río Blanco y El Batán a la Cía. Industrial de Guadalajara.

En el acta constitutiva del 10 de diciembre de 1899 de la Compañía Industrial de

Guadalajara sólo se mencionan las fábricas de Atemajac y La Experiencia como parte

integrante de la compañía, además del Molino El Salvador, el Rancho Nuevo y Los Baños

de los Colomitos. Posterior a esa fecha se fueron integrando otras fábricas y otras

propiedades a la compañía.

En julio de 1897 las casas comerciales “Fernández del Valle Hermanos”, “Fortoul

Chapuy y Cía.”, “L. Gas y Cía.”, “Moreno Hermanos” y “Sánchez Leñero”, permutaron

Las fábricas La Escoba y Río Blanco, además de algunos terrenos, con Francisco Martínez

Negrete Alba, quien a cambio entregó las haciendas de San Francisco y Santa Ana,

ubicadas en Tizapán El Alto, operación oficializada en mayo de 1898, el valor de los bienes

permutados fue de 174,389 pesos. La Escoba y Río Blanco permanecieron en poder de

Francisco Martínez Negrete durante casi tres años y medio, hasta que, a fines de 1901,

empezó la debacle de sus negocios. Ese año Martínez Negrete vendió dichas fábricas a la

38

Ibid, pp. 89-93. 39

González, Agua, 2003, p. 111. 40

Valerio, Empresarios, 2002, pp. 116-120.

15

Compañía Industrial de Guadalajara en 106,000 pesos, junto con el derecho de

aprovechamiento del salto de agua ubicado en Río Blanco. En la venta también se incluyó

las obras hidráulicas que se hicieron para el aprovechamiento del río Santiago y los terrenos

anexos a las fábricas. En 1902 Martínez Negrete le vendió a la misma compañía su casa

habitación por la cantidad de 38,000 pesos, seis casas más ubicadas en Guadalajara con el

valor total de 25,250 pesos. También le vendió tres ranchos: Las Juntas, El Refugio y Los

Guzmanes, situados en Zapopan, por la suma de 9,448 pesos, los cuales fueron muy

importantes por las concesiones de aprovechamiento de aguas del río Santiago que otorgó

el estado en dicho lugar. Con la quiebra de Francisco Martínez Negrete, la mayor parte de

sus bienes fueron a parar a la Compañía Industrial de Guadalajara.41

Poco a poco, la Compañía Industrial de Guadalajara fue comprando terrenos y

adquiriendo concesiones para el aprovechamiento del agua en el municipio de Zapopan, a

lo largo de la barranca del río Santiago. En el año de 1900 recibió una exención de

impuestos con el objetivo de juntar el capital necesario para hacer funcionar una planta

eléctrica que alimentaría las fábricas de La Experiencia, Atemajac y El Batán.42

Dicha

compañía fue expandiendo el control sobre un territorio más vasto, necesario para controlar

y asegurar el suministro de agua a sus fábricas y la generación de energía eléctrica para las

mismas. De esta manera controlaron los causes de los ríos Atemajac, San Juan de Dios y

otros que desembocaban en la barranca del río Santiago.43

Según el expediente de la quiebra de Francisco Martínez Negrete, la fábrica de la

Escoba fue clausurada en 1901,44

pero según la información que proporcionan las fuentes

notariales, fue hasta abril de 1902 que la Compañía Industrial de Guadalajara decidió cerrar

y desmantelar la fábrica de La Escoba, enviando su maquinaria a las fábricas de La

Experiencia y Atemajac.45

Ese mismo año, la compañía industrial le pagó a Enrique Schöndube, de

nacionalidad alemana, la cantidad de 190,000 pesos por el traspaso de la concesión para el

aprovechamiento del agua del Río Santiago y la generación de energía eléctrica en los

terrenos de Las Juntas y Los Guzmanes. El 27 de octubre de 1899 Enrique Schöndube

41

Lizama, “Francisco”, 2006, pp. 79-107. 42

González, Agua, 2003, p. 132. 43

Ibid, pp.136-139. 44

Lizama, “Inventario”, 2011, pp. 119-206. 45

González, Agua, 2003, p. 139. Torre, Patrimonio, 2007, p. 83.

16

celebró un contrato con el gobernador del estado de Jalisco, Luis C. Curiel, para

suministrarle al gobierno estatal durante 24 horas diarias, por un periodo de 20 años, 400

caballos de potencia eléctrica para el servicio público, los cuales estarían a su disposición

en la estación receptora llamada “Los Colomos”.46

Entre 1899 y 1901 Shöndube había formado una compañía denominada “Empresa

de Fuerza y Luz Eléctricas de las Juntas”, y había construido en la barranca un edificio para

la instalación de la planta de energía eléctrica en una parte del terreno de Las Juntas. El 12

de marzo de 1902 la Compañía Industrial de Guadalajara le compró la empresa y las

instalaciones eléctricas de Las Juntas a Shöndube y, de esta manera, la compañía industrial

se hacía del control del agua y de la generación de electricidad a través de una planta

hidroeléctrica para suministrar energía a sus fábricas.47

Pero al mismo tiempo, quedó

obligada a suministrar energía eléctrica al gobierno del estado.48

Al iniciar el siglo XX, la Compañía Industrial de Guadalajara también se interesó en

la introducción de tranvías eléctricos, el 14 de noviembre de 1900 obtuvo un contrato con el

gobierno del estado de Jalisco para construir y explotar un ferrocarril de vía ancha con

tracción eléctrica, que cubriría el trayecto entre la ciudad de Guadalajara y las fábricas de

Atemajac, La Experiencia y El Batán. Lo cual se complementó con la compra de la planta

eléctrica de Las Juntas anteriormente mencionada.49

Sin embargo, la Compañía Industria de Guadalajara no era la única empresa de

tranvías eléctricos en la capital jalisciense, había otras dos empresas que ofrecían el servicio

de tranvías en dicha ciudad, estas eran la Compañía de Tranvías de Mexicaltzingo y la

Compañía de Tranvías de Guadalajara. En 1903 esta última se fusionó con la Compañía de

Luz Eléctrica de Guadalajara para convertirse en la Compañía de Tranvías, Luz y Fuerza de

Guadalajara, mejor conocida como “La Electra S.A.” Dicha sociedad anónima se

constituyó en la ciudad de México en este mismo año y también adquirió la Compañía de

Tranvías de Mexicaltzingo.50

No fue extraño que entre la Compañía Industrial de Guadalajara y La Electra

surgiera la competencia por una ruta que compartían en un tramo de la calle de Mezquitán.

46

Diario Oficial del Estado de Jalisco, 12 de enero de 1900, pp. 784-788. Guadalajara 47

AHJ. F-10-908, Caja 113-D. 48

Diario Oficial del Estado de Jalisco, 18 de mayo de 1902, pp. 42-45, Guadalajara. 49

Valerio, “Empresas”, 2006, pp. 233-291. 50

Ibíd, pp. 247-251.

17

Tras varias negociaciones el gobierno le concedió a La Electra la preferencia de la ruta.

Debido a este altercado, a partir de octubre de 1905, se sucedieron varios intentos para

fusionar a las dos empresas. Finalmente, tras varias deliberaciones y estudios, en 1907 se

fusionaron La Electra y el Departamento eléctrico de la Compañía Industrial de

Guadalajara.51

La Electra no duró mucho, pues el 12 de noviembre de 1909 fue sustituida

por otra empresa denominada La Nueva Compañía de Tranvías Luz y Fuerza de

Guadalajara, esta sociedad anónima se constituyó en la ciudad de México, pasando todos

los bienes de La Electra a la nueva compañía.

Cuadro 4. Accionistas de la Nueva Cía. de Tranvías, Luz y Fuerza de Guadalajara (1909) Socio Número de acciones

Enrique Tron 91

L. Gas y Cía. 157

Federico Kladt 50

John W. Stcliffe 50

Banco Central Mexicano 7,863

Enrique Pasos 116

José P. Bustamante 114

Lic. Pedro S. de Azcué 17

Compañía Bancaria de Obras y Bienes Raíces, S.A. 66

Eduardo Angoitia 414

Fernando Pimentel y Fogoaga 292

Jesús Salcido y Avilés 50

Eduardo Vega 200

Hugo Scherer y Cía. 11

Hugo Scherer Jr. 50

Martín G. Ribón 76

Emilio Pinzón 183

Suma 10,000

Fuente: Alfaro, Electricidad, 1988, p. 19.

Por su parte, la Compañía Industrial de Guadalajara aportó también las instalaciones

de la línea de tranvías que iba de la ciudad a las fábricas textiles. Los socios de esta nueva

empresa de tranvías fueron los anteriores dueños de La Electra y los dueños de la

Compañía Industrial de Guadalajara. Esta sociedad anónima traspasó los marcos regionales,

pues participaron capitales provenientes principalmente de la ciudad de México, mientras

que de Guadalajara sólo participó la casa “L. Gas y Cía.”, los socios eran empresas e

individuos de distintas nacionalidades.

51

Mendoza, Función, 2002, pp.69-84.

18

De este modo se consolidó el monopolio del servicio de tranvías en la ciudad de

Guadalajara, pero el proceso de concentración del capital y de fusión empresarial no quedó

ahí. El 13 de julio de 1909, también en la ciudad de México se constituyó la Compañía

Hidroeléctrica e Irrigadora del Chapala S.A. con un capital de 14 millones de pesos, para

sustituir a la anterior. Los socios fueron casi los mismos que integraban la Nueva Compañía

de Tranvías, Luz y Fuerza de Guadalajara, pero se agregaron Manuel Cuesta Gallardo,

Porfirio Díaz (hijo), Lorenzo Elizaga y Manuel Marroquín y Rivera. En esta nueva

sociedad ya no participó la negociación “L. Gas y Cía.”, por lo que se entiende que la

Compañía Industrial de Guadalajara cedió todo lo relativo a la generación de energía

eléctrica y el servicio de tranvías a la Compañía Hidroeléctrica e Irrigadora del Chapala.52

Debido a todos estos cambios, la Compañía Industrial de Guadalajara reformó sus

estatutos el 14 de agosto de 1909. En éstos se estableció que el objeto de dicha compañía

era la explotación de las fábricas de hilados, tejidos y estampados de Atemajac, La

Experiencia y Río Blanco y sus terrenos anexos; el Molino del Salvador, los terrenos del

Rancho Nuevo, los baños de los Colomitos, La Escoba, El Cedral y el rancho de Los

Sauces con sus terrenos anexos. También se estableció que la duración de la sociedad sería

por veinticinco años, contados a partir de dicha fecha. El capital social de la compañía

seguía siendo de dos millones de pesos, dividido en 20,000 acciones al portador, de cien

pesos cada una.53

La sociedad contaba formalmente con una asamblea general de socios, un consejo

consultivo y un consejo de administración. La asamblea general podía acordar el aumento

del capital social, cuando a su juicio lo exigiera el desarrollo de los negocios de la sociedad.

El consejo de administración estaba compuesto de cinco miembros propietarios y cinco

suplentes, los cuales deberían ser accionistas. Para ser miembro del consejo de

administración se requería poseer por lo menos 50 acciones, dicho consejo se renovaba

parcialmente cada año, pudiendo ser reelectos indefinidamente. Los miembros del consejo

administrativo podían ser sociedades, las cuales eran representadas por sus gerentes

respectivos. Dicho consejo estaba obligado a rendir un informe anual y un balance general.

El consejo administrativo tenía un presidente, un vicepresidente, un tesorero, un comisario

52

Valerio Ulloa, “Empresas”, 2006, pp. 252-253. 53

Compañía Industrial de Guadalajara, S.A., Estatutos reformados por la Asamblea General del día 14 de

agosto de 1909, Guadalajara, Imprenta de Juan Kaiser, 1909, en MVB.ME

19

y un director. Los estatutos establecían que se formara un fondo de reserva a partir de las

utilidades, separando un 5% de las mismas hasta llegar a la quinta parte del capital social

exhibido.54

La fábrica de Atemajac fue arrasada por un incendio en 1909, salvándose de la

destrucción las casas de los obreros y de los administradores. Por esta razón, los obreros

fueron transferidos a La Experiencia mientras la fábrica de Atemajac se reconstruía. La

reconstrucción del edificio se terminó en 1911, logrando subsistir activamente hasta la

década de 1990.55

Laurent Bernardi, uno de los principales socios de la Compañía

Industrial de Guadalajara siguió recibiendo en Jausiers, Bajos Alpes, los balances anuales

de la compañía durante veinte años, de 1909 a 1929. En estos se enviaba el informe del

consejo de administración, el del comisario y se seguía manteniendo el capital social en dos

millones de pesos.56

De esta manera, queda claro cómo se diversificaron las inversiones de

los barcelonnetes en Guadalajara a fines del Porfiriato, pasando de los almacenes

comerciales a las fábricas textiles y de papel, luego a la especulación con los terrenos y con

los recursos hidráulicos, para finalmente incursionar en la generación de energía eléctrica y

el servicio de tranvías. Todo esto a partir de la formación de sociedades anónimas,

integrando individuos y empresas en dichas sociedades, logrando con ello concentrar e

incrementar el capital invertido y economías de escala.

La producción de las fábricas de la Compañía Industrial de Guadalajara se

canalizaba a través de las tiendas o bien hacia las rutas comerciales de occidente vía

agentes viajeros. La distribución era tanto a nivel de mayoreo como de menudeo y cubrían

una gran extensión geográfica. Al adquirir las fábricas textiles, los bajoalpinos garantizaban

el abasto de sus almacenes comerciales, pudiendo vender a precios competitivos.57

Compañía Industrial Manufacturera

Otra fábrica textil que estuvo bajo el control de los barcelonnettes a partir de la última

década del siglo XIX fue la denominada Río Grande o El Salto, situada en los márgenes del

Río Santiago, al sureste de Guadalajara, junto a la imponente caída de agua llamada El

54

Ibid. 55

Torre, Patrimonio, 2007, p. 70. Gabayet, Obreros, pp. 106-107. 56

Fonds Laurent Bernardi Guadalajara. “Une contribution à l’étude de la mémoire de l’émigration ubayenne

au Mexique”, noviembre, 2004, en MVB.ME. 57

Gabayet, Obreros, p. 106.

20

Salto, en el municipio de Juanacatlán, Jalisco. La historiadora Gladys Lizama nos dice que

los orígenes de la fábrica Río Grande son poco claros y constituyen un misterio todavía,

pues la versión más aceptada y difundida parte del libro de Jorge Durand, la cual sostiene

que dicha fábrica fue un proyecto comandado por Francisco Martínez Negrete Alba, quien

financió la obra con la venta de sus fábricas y un préstamo del Banco de Jalisco. Según

Durand, la empresa inició sus actividades en 1896 como Compañía Industrial

Manufacturera, en los terrenos de la hacienda Jesús María, propiedad de Dolores Martínez

Negrete, hermana de Francisco. Según esta versión, la construcción de la fábrica comenzó

el 17 de mayo de 1896, siendo una de las más grandes de la época y estuvo bajo el mando

de Francisco hasta que sus cuñados, los Fernández del Valle, lo obligaron a pagar la deuda

contraída con el Banco de Jalisco donde estos eran socios, situación que lo llevó a la

quiebra.58

Durand sostiene que la quiebra de Francisco Martínez Negrete fue en 1904 y que el

juicio de su testamentaría se inició en abril de 1905. Mientras que los compradores de la

fábrica de Río Grande fueron los franceses Cuzin, Fortoul Bec, Lèbre y Brun. Agrega que

estos empresarios compraron la fábrica muy barata y que posteriormente saldaron sus

deudas con bilimbiques. Durand dice que los franceses reconocían que habían aprovechado

la “oferta”, pero que los mismos aseguraban que no habían estafado a Francisco Martínez

Negrete. Además el autor sostiene que fue este mismo grupo de franceses los que

compraron, posteriormente, la fábrica textil Hércules, ubicada en Querétaro, formando con

ello un holding semejante a la Compañía Industrial de Guadalajara.59

Durand advierte que desconoce la información exacta y documentada de los

primeros años de la Compañía Industrial Manufacturera, porque los propietarios solían

manejar los aspectos legales-notariales en la ciudad de México, pero que cuenta con

información verbal que puede suplir, en parte, las carencias de la información documental.

Agrega a pie de página, que revisó los protocolos de los notarios jaliscienses Garciadiego,

González Palomar, García Sancho y Robles Gil, sin encontrar nada al respecto.60

Por su parte, Gladys Lizama dice que después de haber revisado todos los notarios y

los documentos notariales correspondientes a la época sobre la familia Martínez Negrete,

58

Durand, Obreros, 1986, pp.55-65. Lizama, “Francisco”, 2006, pp. 101-102. 59

Durand, Obreros, p. 62. 60

Ibid, p. 55.

21

no ha encontrado un solo documento que señale que se formó una compañía para empezar

la construcción de la fábrica de Río Grande o El Salto, en Juanacatlán, y que la quiebra de

Francisco Martínez Negrete ocurrió años antes, a fines de 1901, y no en 1904, como señala

Durand.61

Según Lizama, Martínez Negrete se declaró insolvente y casi todos sus bienes

fueron a parar a manos de los socios de la Compañía Industrial de Guadalajara, a través del

traspaso de las propiedades por deudas contraídas con anterioridad. Pero no se menciona la

fábrica de Río Grande dentro de esas transacciones.62

Por otro lado, Federico de la Torre sostiene que hay una confusión entre las fábricas

de Río Blanco y Río Grande, pues ambas son conocidas como “El Salto”. La fábrica de

Río Blanco estaba situada en el municipio de Zapopan; mientras que la fábrica de Río

Grande, se ubica en la municipalidad de Juanacatlán; la primera al noroeste de Guadalajara,

y la segunda, al sureste de la misma ciudad, realmente en dirección opuesta y a muchos

kilómetros de distancia. De la Torre concluye que no hay ninguna relación entre una y otra,

pues son dos fábricas distintas.63

A partir del juicio de quiebra de Francisco Martínez

Negrete, Gladys Lizama sostiene que este empresario no tuvo nada que ver con la fábrica

de Río Grande, en Juanacatlán, ni con la fundación de la Compañía Industrial

Manufacturera, pues no aparece ninguna información al respecto en dicho juicio. Por ello,

para Lizama sigue siendo un misterio la fecha en que se construyó la fábrica y la forma en

que se constituyó la Compañía Industrial Manufacturera.64

Debido a esta falta de precisión

en el origen e instalación de la fábrica de Río Grande y de la Compañía Industrial

Manufacturera, se ha derivado una serie de imprecisiones y equivocaciones que la

historiografía local y nacional ha repetido sin ningún cuidado, sobre la fábrica de Río

Grande o El Salto.

Por ejemplo, Aurora Gómez-Galvarriato afirma que hacia 1905 la Compañía

Industrial Manufacturera estaba integrada por la fábrica textil Hércules, situada en

Querétaro, y las fábricas La Sultana y El Salto, ubicadas en Juanacatlán, Jalisco.65

Por otra

parte, Raquel Beato dice que dicha compañía estaba integrada por las fábricas Hércules, en

Querétaro; Río Grande, en Jalisco; La Purísima y San Antonio, estas dos últimas ubicadas

61

Lizama, “Francisco”, 2006, pp. 101-102. 62

Ibid, pp. 101-104. 63

Torre, Patrimonio, 2007, pp. 122-123. 64

Lizama, “Francisco”, 2006, pp. 101-102. 65

Gómez-Galvarriato, “Barcelonnettes”, 2008, p. 228.

22

en el estado de México.66

Sin embargo, no es correcta esta información, pues en tres

logotipos distintos de la empresa, sólo aparecen las fábricas Hércules, Río Grande, La

Sultana y El Salto como integrantes de la compañía.67

Además, las fábricas La Purísima y

San Antonio se encontraban en Querétaro y no en la ciudad de México, como sostiene

Raquel Beato. También surge otra confusión pues en estos logotipos aparecen los nombres

de Río Grande y el Salto como si fueran dos fábricas distintas, situadas en Juanacatlán, y no

como si fueran una misma fábrica.68

Por su parte, Aurora Gómez-Galvarriato establece que hacia 1912, la Compañía

Industrial Manufacturera aglutinaba a las fábricas Hércules, San Antonio, La Purísima, La

Sultana y Río Grande; que los almacenes comerciales relacionados con esta empresa

industrial eran Las Fábricas Universales, La Reforma del Comercio y La Ciudad de

Londres (en Guadalajara); en tanto que los socios eran Agustín Garcin, Joseph Signoret,

Brun, Lerdo de Tejada, Cuzin, Fortoul Bec, Lèbre y Brun.69

Con lo cual concluimos que

estas últimas cinco fábricas eran las que integraban el consorcio de la Compañía

Manufacturera de Guadalajara.

Sobre la historia de estas fábricas se sabe que el español Cayetano Rubio mandó

construir varias obras entre 1834 y 1846 en Querétaro, entre las cuales destacan las fábricas

textiles El Hércules, San José de la Montaña, La Purísima y el molino de harina de San

Antonio. El Hércules, fue una de las fábricas más grandes de Querétaro y una de las más

importantes de la República, donde se elaboraban mantas de lana y algodón con maquinaria

norteamericana. Más de 3,000 personas trabajaban en dicha fábrica. Cayetano Rubio murió

en 1876 y sus bienes pasaron a sus herederos, quienes finalmente se las vendieron a los

empresarios barcelonnettes.70

En relación con la fábrica de Río Grande y con base en fuentes hemerográficas, se

puede sostener que dicha fábrica fue construida en terrenos comprados por la Compañía

Industrial Manufacturera a la hacienda de El Castillo, propiedad de José María Bermejillo,

66

Beato Kin, “Industria”, 2003, pp. 237-266. 67

Beato, “Industria”, 2003, pp. 207-236. Pérez, “Inversiones”, 2004, p. 100. Gómez-Galvarriato,

“Barcelonnettes”, 2004,, p. 228 68

El Informador, 16 de septiembre de 1925, Guadalajara, 69

Gómez-Galvarriato, “Barcelonnettes”, 2004, p.210. 70

http://calesa-hercules.blogspot.com /2010/03/ antecedentes-historicos. html

23

más o menos en marzo de 1896.71

En junio de 1897, la Compañía Industrial Manufacturera

tenía un capital social de 40,454 pesos, que incluía a la fábrica de San Fernando, situada en

Tlalpan, D.F., y las fábricas Hércules, La Purísima y San Antonio ubicadas en Querétaro.72

En esta fecha todavía no se menciona a la fábrica de Río Grande como parte de la

Compañía Industrial Manufacturera. De noviembre a diciembre de 1897, dicha compañía

desarmó y trasladó parte de la maquinaria de la fábrica de San Fernando, en Tlapan, a la

fábrica de Río Grande en Juanacatlán, pero no toda.73

Hacia marzo de 1898 se habían

instalado en Río Grande las turbinas, los dinamos para la generación de energía eléctrica,

varias máquinas y los talleres de reparación. A pesar de que el edificio de Río Grande

estaba casi terminado para esta fecha, la inauguración no se pudo efectuar, porque el resto

de la maquinaria de la fábrica de San Fernando, que debía traerse a Río Grande, se vendió a

Felipe Cobian, junto con la fábrica de San Fernando.74

Debido a ello, en diciembre de 1898,

la Secretaría de Hacienda registró que la Compañía Industrial Manufacturera tenía un

capital de 50,000 pesos, que incluían las fábricas Hércules, La Purísima y San Antonio,

ubicadas en Querétaro; y la de Río Grande, situada en Juanacatlán, Jalisco. Mientras que la

fábrica de San Fernando, en Tlapan, aparece como propiedad de Felipe Cobian.75

Otra

publicación de marzo de 1897 sostiene que la instalación de Río Grande fue el motivo por

el cual se registró un aumento de 500 habitantes en el poblado de Juanacatlán.76

Según Stephen H. Haber las empresas como la Compañía Industrial de Guadalajara

y la Compañía Industrial Manufacturera, al igual que otras similares como la de Atlixco, en

Puebla, y la de San Antonio Abad en la ciudad de México, no estaban tan avanzadas

tecnológicamente ni dominaban el mercado en alto grado, comparadas con la Compañía

Industrial de Orizaba (CIDOSA) o la Compañía Industrial de Veracruz (CIVSA), que eran

las más grandes del país al final del Porfiriato. La Compañía Industrial Manufacturera tenía

1200 operarios, un capital de 4 millones de pesos y una participación de 3% en el mercado

nacional; mientras que la Compañía Industrial de Guadalajara, tenía un capital de 2

millones de pesos, con 500 trabajadores y una participación de 2% en el mercado. Muy por

71

El Foro, 18 de marzo de 1896, México. 72

Boletín del Ministerio de Hacienda, 1 de enero de 1897, México. 73

El Correo Español, 3 de diciembre de 1897, México. 74

Semana Mercantil, 21 de marzo de 1898, México. 75

Ibid, 26 de diciembre de 1898. 76

El Contemporáneo, 14 de marzo de 1897, México.

24

debajo de sus competidoras en otros estados del país. Por ejemplo, CIDOSA cuando se

fundó en 1882 tenía un capital inicial de 2.55 millones de pesos, pero a fines del Porfiriato

había aumentado su capital a 15 millones de pesos. En 1912, CIDOSA controlaba el 13.5%

del mercado nacional. Por su parte, la Compañía Industrial de Veracruz (CIVSA), tenía un

capital de 6’030,000 pesos y su participación en el mercado era del 6%.77

Las fábricas textiles durante la revolución, conflictos obrero-patronales.

Durante la década de 1910 a 1920 las fábricas textiles siguieron funcionando de manera

intermitente y accidentada, los acontecimientos revolucionarios sólo afectaron de manera

indirecta a las empresas industriales de los barcelonnettes en Guadalajara, y en algunos

momentos fueron afectadas directamente. Las fábricas y sus dueños tuvieron que adaptarse

a los variantes escenarios políticos, sociales y económicos en cada momento, de tal manera

que tuvieron que negociar con las nuevas autoridades y figuras políticas. La escasez de

materias primas y combustible fue motivo de queja tanto de industriales como de obreros

desde 1912, pero sobre todo a partir de 1913, esto es, inmediatamente después del golpe de

estado de Victoriano Huerta. Sin embargo, desde antes, incluso, desde 1909 los socios de

las casas comerciales de bajoalpinos y de la Compañía Industrial de Guadalajara, se

quejaban de malos tiempos, sobre todo porque tuvieron que reconstruir la fábrica de

Atemajac que se había incendiado. Pero además de eso, la revolución en el norte del país

dificultaba el abastecimiento de materias primas para las fábricas, interrumpiendo

constantemente el transporte ferroviario.

La mayoría de las quejas de los industriales se refieren al transporte de algodón

desde Torreón hacia las fábricas textiles del centro y oriente del país. De la misma manera

que se paralizó el envío de los productos de las fábricas textiles al mercado nacional. Sin

embargo, en el periodo de 1910 a 1914 no se puede hablar de una paralización total de los

transportes, ni de un gran desabasto de materias primas o estancamiento de la producción

en las fábricas textiles, estas siguieron funcionando aunque de manera intermitente, a veces

tenían que parar unos días por falta de materias primas, pero cuando llegaban estas, las

fábricas volvían a trabajar. El impacto mayor estuvo en las regiones del norte del país

directamente involucradas en la revolución.

77

Haber, Industria, 1992, pp.77-79.

25

El 28 de enero de 1914 el periódico La Gaceta de Guadalajara informó que la

situación de los obreros de las fábricas de hilados y tejidos de Atemajac y la Experiencia

era aflictiva, debido a que no tenían mucho trabajo, repartiéndose el poco que había entre

todos los obreros. En una entrevista realizada por dicho periódico a Alfred Lèbre, director

de la Compañía Industrial de Guadalajara, este dijo que las fábricas habían tenido que

trabajar a pesar de la pérdida que resultaba de la falta de materia prima, lo que hacía que se

redujera la producción y las ganancias. Lèbre afirmaba que no habían cerrado las fábricas

para no dejar sin trabajo a los obreros. La causa por la que no se podía traer algodón,

sostiene el director fabril, era el estado de guerra que guardaba la región algodonera de la

Laguna, y aseguraba que para ayudar a los obreros se había rebajado la renta de sus casas

hasta un 30%, pero que no iban a cerrar las fábricas.78

Por su parte, el periódico villista El Fígaro anunciaba un mes después el

restablecimiento del tráfico ferrocarrilero del norte del país a Guadalajara, conectando la

región lagunera con esta ciudad, afirmaba que muy pronto llegarían varios vagones llenos

de algodón destinados a las diversas fábricas textiles situadas en el estado de Jalisco, con lo

cual se reanudarían sus labores. El Fígaro informó que por la escasez de materia prima,

varias fábricas textiles tuvieron que suspender temporalmente sus trabajos, y muy pocas

trabajaban sólo uno o dos días a la semana, motivo por el cual miles de trabajadores

quedaron sin ocupación y sufrieron hambre sus familias. También dijo que el precio de las

telas se había incrementado mucho debido a la escasez de algodón, pero que con el dominio

que tenía el ejército convencionista de casi todo el país, se reanudaría el suministro de

algodón de forma normal, dando trabajo a los obreros, y bajaría considerablemente el

precio de las telas. Finaliza diciendo el diario que la fábrica de Río Grande, con más de

3,000 obreros, recibirá próximamente una remesa de cinco carros de algodón para reanudar

sus labores.79

Los trabajadores de las fábricas textiles no se sumaron en gran cantidad a los

ejércitos revolucionarios, cuando lo hicieron fue tal vez de manera forzada. A los dueños de

las fábricas les preocupaba más la inconformidad cotidiana de los obreros, pues, en el caso

de Río Grande, ya había estallado una huelga en 1900. En los años previos a la revolución,

78

La Gaceta de Guadalajara, 28 de enero de 1914, Guadalajara. 79

El Fígaro, 26 de febrero de 1914, Guadalajara.

26

entre 1909 y 1910, los obreros de El Salto volvieron a quejarse de malos tratos. El ambiente

laboral comenzaba a ser inestable, los obreros de Río Grande eran los que reclamaban más

y comenzaban a organizarse. El fin de la dictadura porfiriana fue festejado a nivel nacional.

En la fábrica de El Salto, los obreros salieron a las calles y marcharon hasta el

ayuntamiento. Para los barcelonnettes, propietarios de las fábricas textiles, era algo insólito

este cambio de actitud, pues consideraban que la revolución había propiciado que los

obreros se envalentonaran de tal manera que cada vez eran más difíciles de tratar.80

La situación era preocupante para los socios de las empresas textiles en Guadalajara,

pues tenían dificultades para mantener la actividad de las fábricas y, a la vez, temían un

levantamiento de sus propios trabajadores. Otro fenómeno que afectó directamente a los

empresarios ubayenses fue la crisis financiera y el desorden monetario entre 1914 y 1916,

sumado al caos ferroviario, todo ello se manifestó en un estrechamiento del mercado y su

regionalización. Una de las causas de la reducción parcial de las labores industriales estuvo

asociada con esta problemática, consistente en la circulación de moneda emitida por cada

ejército en el territorio exclusivamente controlado por él.81

En los primeros días de mayo de 1916, los obreros de Río Grande enviaron una

carta a la Compañía Industrial Manufacturera, en la ciudad de México, demandando el pago

de sus sueldos en oro nacional o su equivalente en papel fiduciario de fácil circulación. La

Compañía les contestó que ninguna fábrica pagaba los salarios en base oro, pero que

buscarían una solución. El representante de la empresa textil le envió una carta al general

Manuel M. Diéguez asegurándole que la Compañía Industrial Manufacturera había

cumplido con el pago de salarios y jornales desde el inicio de la revolución, que si bien, no

se había resuelto nada sobre el pago de salario en oro nacional, se debía a que no había un

acuerdo entre las demás fábricas del país al respecto. El representante de la compañía se

quejaba de la falta de moneda fraccionaria para el pago de salarios. Agregaba que, de enero

a octubre de 1915, se suspendió la producción en la fábrica de Río Grande por falta de

materia prima, pero que se pagó medio sueldo durante el tiempo de suspensión.82

Los trabajadores de Río Grande se organizaron y formaron un sindicato que se

adhirió a la Casa del Obrero Mundial en mayo de 1915. Con la llegada de los gobiernos

80

Durand, Obreros, 1986, pp. 72-74. 81

Rajchenberg, “Industria”, 1997, pp. 253-302. 82

AHJ, Gobernación, 1916, Expediente 411, sec. II, material sin clasificar.

27

revolucionarios a Jalisco en julio de 1914, se emitieron una serie de decretos que

favorecieron en gran medida a los trabajadores en general, pero de forma particular a los

obreros textiles: se estableció el descanso dominical, se fijó el salario mínimo, la jornada

máxima de nueve horas y se prohibieron las tiendas de raya. La intervención de las

autoridades revolucionarias en los asuntos laborales favorecía a los trabajadores en la

mayor parte de las veces. Así, en noviembre de 1917, los trabajadores de las fábricas

textiles de Río Grande, Atemajac, La Experiencia y Río Blanco se quejaban de que sólo se

les empleaba tres días a la semana, y gracias a la mediación del general Manuel M. Diéguez

se logró que la jornada semanal mínima fuera de cuatro días. Por ello, los patrones

barcelonnettes decían que “la revolución les había dado alas a los trabajadores”.83

El 8 de septiembre de 1919 los obreros de Río Grande se volvieron a quejar ante las

autoridades, esta vez porque el gerente de la Compañía Industrial Manufacturera mandó

retirar a los comerciantes que se hallaban establecidos desde hacía cinco años en la plazuela

situada frente a la fábrica, en donde se había constituido un mercado, los obreros

consideraban que esto era “una gran mejora” para todos los moradores de la fábrica, ya que

les permitía adquirir a bajo precio las mercancías de primera necesidad para su sustento.

Aseguraban los mismos obreros que la compañía quería desalojar a los comerciantes para

instalar una tienda de raya y restablecer el “antiguo sistema de monopolio”, y así obligarlos

a comprar a precios más elevados, violando con ello la Constitución de 1917, que prohibía

el monopolio.84

Por su parte, el abogado Miguel Campos Kunhardt, representante de la Compañía

Industrial Manufacturera, dijo que dicha empresa era propietaria de una extensión muy

corta de terreno, delimitado por bardas en donde se encontraban los edificios de la fábrica,

las oficinas administrativas y las habitaciones de los operarios. Agrega que la compañía

solo tiene una parte libre donde se formó un jardín para mantener las condiciones de

higiene de la negociación, y que la fábrica se encuentra enclavada en el casco de la

hacienda de Jesús María, propiedad de la señora María Bermejillo de León. Esta hacienda

fue construida por José María Bermejillo en 1890, en terrenos de la misma hacienda de El

Castillo, pero cerca de la cascada conocida como El Salto.85

Continuó diciendo Campos

83

Durand, Obreros, 1986, pp. 80-83. 84

AHJ. F-9-919, Caja 350, sobre A. 85

García, Haciendas, 2003, pp. 195-197.

28

Kunhardt que durante muchos años, los comerciantes fijos o ambulantes instalaron sus

puestos en el casco de la hacienda o en el pueblo de Juanacatlán, en donde había mercado,

pero que posteriormente se introdujeron en las instalaciones de la fábrica de Río Grande

para vender a los trabajadores artículos de diversas clases. Alega el representante de la

compañía que el hecho de que se les haya tolerado la actividad comercial dentro de la

fábrica, no les daba derecho para instalarse definitivamente en ella, en contra de la voluntad

de su dueño, ya que esta era una propiedad privada.

Campos Kunhardt dijo que no se explicaba cómo el presidente municipal de

Juanacatlán dio atención a dicha queja. Además de que, según este abogado, los quejosos

no eran operarios de la fábrica, sino los comerciantes a quienes se les impidió el ingreso a

la misma. Asegura el abogado que los trabajadores no se quejaban porque sabían que el

mercado podía instalarse fuera de la fábrica, en el casco de la hacienda Jesús María o en el

pueblo de Juanacatlán, pero que dentro de las instalaciones fabriles no había terrenos

suficientes para la instalación de un mercado. Agrega el mismo abogado que la dueña de la

hacienda no había querido vender a la Compañía Industrial Manufacturera más terrenos que

pudieran servir para la extracción de agua potable para el consumo de los obreros y sus

familias, y también para la formación de un mercado. Finalmente, Campos Kunhardt dijo

que, por razones de seguridad y salubridad, independientemente del derecho que tiene la

compañía de impedir a extraños el acceso al interior de la fábrica, dicha negociación se vio

obligada a no permitir la instalación de puestos de comercio dentro de las instalaciones de

la fábrica.86

Como se puede ver, las relaciones entre los trabajadores y los dueños de la

Compañía Industrial Manufacturera no fueron muy armoniosas, las quejas, protestas y

conflictos se presentaron durante toda la década de 1910-1920. Pasado el periodo más

álgido de la lucha revolucionaria y de los enfrentamientos armados, el país comenzó a

pacificarse y la estabilidad económica se fue restableciendo poco a poco en varias regiones

del país a partir de 1917. El Estado se convirtió en un actor que los empresarios industriales

y los obreros debieron incorporar en sus propuestas de inversión, estrategias organizativas y

de defensa; además en sus expectativas de ganancia o de incremento salarial. Se inició el

86

AHJ. F-9-919, Caja 350, sobre A.

29

proceso de creación de un nuevo marco legal y de creación de nuevas instituciones que

otorgaban estabilidad y delimitaban las reglas del juego económico y político.87

ARCHIVOS:

Archivo Histórico de Jalisco (AHJ)

Archivo de Instrumentos Públicos de Jalisco (AIPJ).

Museo del Valle de Barcelonnette. Memoria de la Emigración (MVB.ME)

HEMEROGRAFÍA:

Boletín del Ministerio de Hacienda, Ciudad México.

Diario Oficial del Estado de Jalisco, Guadalajara, Jalisco.

El Contemporáneo, Ciudad de México.

El Correo Español, Ciudad de México.

El Fígaro, Guadalajara, Jalisco.

El Foro, Ciudad de México.

El Informador, Guadalajara, Jalisco.

La Gaceta de Guadalajara, Guadalajara, Jalisco.

Semana Mercantil, Ciudad de México.

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