La regulación de lo "intimo" en Besserer Federico, Nieto Raúl (edit), "La ciudad Trasnacional...
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Rector GeneralSalvador Vega y León
Secretario GeneralNorberto Manjarrez Álvarez
Coordinador Generalde DifusiónWalterio Francisco Beller Taboada
Director de Publicacionesy Promoción EditorialBernardo Ruiz López
Subdirectora EditorialLaura González Durán
Subdirector de Distribucióny Promoción EditorialMarco A. Moctezuma Zamarrón
Colección Estudios Transnacionales
UNIDAD IZTAPALAPA
RectorJ. Octavio Nateras Domínguez
SecretarioMiguel Ángel Gómez Fonseca
Directora de la Divisiónde Ciencias Socialesy HumanidadesJuana Juárez Romero
Jefe del Departamentode AntropologíaMiguel Antonio Zirión Pérez
Coordinador de la Colección Estudios TransnacionalesFederico Besserer
Responsable EditorialNorma Jaramillo Puebla
La ciudad transnacionaL comparada
modos de vida, gubernamentaLidad
y desposesión
Federico Besserer Raúl Nieto
(editores)
Universidad Autónoma MetropolitanaUnidad Iztapalapa/División de Ciencias Sociales y Humanidades
Departamento de AntropologíaJuan Pablos Editor
México, 2015
Unidad Iztapalapa
La ciudad transnacionaL comparada: modos de vida, gubernamentaLidad y desposesiónde Federico Besserer y Raúl Nieto (editores)
Primera edición, 2015
D.R. © 2015, Federico Besserer y Raúl Nieto (editores)
D.R. © 2015, Universidad Autónoma Metropolitana Prolongación Canal de Miramontes 3855 Ex Hacienda San Juan de Dios Delegación Tlalpan, 14387, México, D.F.
Unidad Iztapalapa/División de Ciencias Sociales y Humanidades Departamento de Antropología San Rafael Atlixco núm. 186, Col. Vicentina Iztapalapa, 09340, México, D.F. tel. 5804-4763, 5804-4764 y fax: 5804-4767 <[email protected]>
D.R. © 2015, Juan Pablos Editor, S.A. 2a. Cerrada de Belisario Domínguez 19, Col. del Carmen, Del. Coyoacán, 04100, México, D.F. <[email protected]>
Fotografía de portada: La ciudad transnacional construye a la ciudad global, Bangalore, India, de Valentina Glockner
ISBN 978-607-28-0358-9 uam-iISBN 978-607-711-272-3 Juan Pablos Editor
Esta investigación, arbitrada por pares académicos, se privilegia con el aval de la institución coeditora.
Impreso en MéxicoReservados los derechos
Juan Pablos Editor es miembro de la Alianzade Editoriales Independientes Mexicanas (aemi)Distribución: TintaRoja <tintaroja.com.mx>
La ciudad transnacional comparada : modos de vida, gubernamen-talidad y desposesión / Federico Besserer y Raúl Nieto, editores. - - Mé-xico : Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa : Juan Pablos Editor, 2015.
1a edición
441 p. : ilustraciones ; 14 x 21cm.
ISBN: 978-607-28-0358-9 uam-i ISBN: 978-607-711-272-3 Juan Pablos Editor
T. 1. Estudios transnacionales T. 2. Antropología urbana
HT178.M6 C58
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Agradecimientos 11
La ciudad transnacional comparada: derroteros conceptuales Federico Besserer y Raúl Nieto 15
primera sección
La ciudad fronteriza
La regulación de “lo íntimo” Areli Veloz Contreras 51
Graffiti y rap Lisset Anahí Jiménez Estudillo 85
Modos de vida indígena en la ciudad transnacional Lorenia Urbalejo Castorena 115
segunda sección La ciudad diaspórica
Espacios de la sinidad Mónica Georgina Cinco Basurto 151
Conformaciones espaciales y transformaciones urbanas Ximena Alba Villalever 175
Índice
8 ÍNDICE
Manhattan para los mixtecos Lilia Adriana Solís Arellano 183
Entre los hilos de la bolivianidad Nancy Wence Partida 209
tercera sección
La ciudad cLusterizada
Deportados y reclasificados Maribel Romero Loyola 245
Representaciones sobre el trabajo transnacional y el lugar de cada quien en la ciudad de Guatemala Luis Pedro Meoño Artiga 277
Slums flexibles Valentina Glockner Fagetti 317
El cluster turístico como modo de vida Daniela Oliver Ruvalcaba 367
Contrastes y articulaciones de las formaciones urbanas transnacionales Federico Besserer y Raúl Nieto 407
Sobre los autores 437
A Victoria Novelo:constructora de rutas teóricas y etnográficas colectivas.
Crítica implacable y maestra generosa.F. B. y R. N.
Para Lucía Iván y Andrés: pensadores indomablesy mis amores transfronterizos.
F. B.
A Edith y Camilo que, en distintos lugares y tiempos,acompañaron este trabajo.
R. N.
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agradecimientos
El libro que el lector y la lectora tienen ahora en sus manos sinte-tiza el trabajo realizado en el marco de un programa de posgrado, bajo la conducción de quienes editamos esta obra.
Hace ya un poco más de tres años un grupo de antropólogos reunidos en el Seminario de Estudios Transnacionales (set) de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa (uam-i), nos propusimos un reto. El objetivo era hacer una etnografía de escala mundial que diera cuenta de la forma en que los pobladores de los márgenes urbanos construyen, cuidan y contribuyen a crear la riqueza de la ciudad global. Para ello diseñamos un proyecto que implicaba emprender, de forma coordinada, trabajo de campo trans-nacional en ciudades de diversos continentes. Alumnos y profe-sores realizamos etnografía en los hemisferios norte y sur de América, así como en distintos países de Asia, África y Europa. Las rutas de investigación de los antropólogos y las narrativas de vida de los urbanitas transnacionales fueron mostrando la existen-cia de un extenso entramado urbano que circunda el orbe. A este entramado urbano le hemos llamado “La ciudad transnacional”.
Los procesos de globalización y la transnacionalización de la vida cotidiana requieren hoy de formas novedosas de etnografía. Es por eso que una buena parte del esfuerzo disciplinario para el estudio de los procesos urbanos se ha enfocado en el estudio de la relación entre “lo global” y “lo local”. El trabajo que aquí presen-tamos aporta en otras direcciones complementarias lo siguiente: en primer lugar, en la construcción etnográfica de la relación entre “lo local” y “lo transnacional”; en segundo lugar en la identificación
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y comparación entre procesos urbanos transnacionales; en tercer lugar, en la comprensión de las dinámicas transnacionales en su conjunto, y finalmente en la identificación de algunas formas es-pecíficas en que se articulan los procesos de globalización y los de transnacionalización urbana.
La mirada antropológica sobre procesos mundiales es una tradi-ción de la disciplina desde hace muchos años, y en muchos sentidos, cada etnografía que se realiza forma parte de un acervo etnográfico disciplinario que permite responder preguntas más generales. Así, el trabajo etnográfico individual siempre forma parte de un traba-jo mayor, aunque no siempre se estructura desde un inicio como un proyecto colectivo como es el caso de esta obra.
Quienes formamos el grupo de investigación que elaboró este trabajo nos reunimos semanalmente. Primero lo hicimos en for-ma presencial y posteriormente, durante el periodo de trabajo de campo que se realizó en el segundo año, continuamos nuestras reuniones con la ayuda de las tecnologías de Internet que transmi-tían texto, imágenes y sonido entre Bolivia, China, Estados Uni dos, España, Francia, India, Marruecos y México. Reunidos nueva-mente en México desarrollamos, durante el último año, las tareas de análisis y redacción. El producto final es por ello un trabajo co-lec tivo, realizado en el marco de un programa de investigación y docencia de posgrado, que conserva el reconocimiento de los au-tores quienes realizaron los trabajos etnográfico y analítico que integran la obra en su conjunto.
Realizar este trabajo requirió de la concurrencia de muchas voluntades, de la generosa contribución de muchos colegas, de la participación de muchas personas que compartieron sus experien-cias de vida, y del trabajo esmerado de muchas y muchos inves-tigadores comprometidos con la convicción de que los urbanitas transnacionales tienen derecho a la riqueza que producen para la ciudad global.
Es así que quienes participamos y coordinamos este trabajo queremos en primer lugar expresar nuestro agradecimiento a las personas, familias, comunidades y organizaciones que en diver-sos lugares del mundo compartieron sus experiencias de vida e hicieron así posible esta obra. El resultado escrito de esta investi-gación es, antes que nada, una narrativa de la contribución que
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ellos hacen para la transformación del mundo desigual en que todos vivimos.
La investigación para este libro se hizo en el marco del Semi-nario de Estudios Transnacionales. Fue un privilegio trabajar con los autores y autoras cuyos trabajos integran el capitulado de esta obra; todos ellos y ellas son colegas talentosos y comprometidos. En el seminario participaron investigadores que con sus comenta-rios contribuyeron a este estudio y cuyos trabajos forman parte de otros resultados ya publicados o en proceso de publicación del proyecto de investigación mayor “La ciudad transnacional” en el que se enmarca esta obra. La investigación etnográfica de Rosa-rio Mata, Sandra Tafolla, Leonardo Salas y Sandra Guillot antece-dieron a este trabajo, y sus ideas y comentarios fueron claves para iniciar este proyecto. Queremos hacer un reconocimiento a nues-tros colegas Amina El Mekaoui, Ernesto Hernández, Yutzil Cadena, Daniela Reyes y Tatiana Lara quienes acompañaron esta investi-gación realizando trabajo de campo para sus tesis de posgrado, y contribuyendo en las discusiones del seminario. Hugo Valenzuela, Silvina Merenson, Rubén Ramírez, Agnieszka Radziwinowiczów-ów-w-na, Andrea Maldonado y Gregory Dallemagne, fueron profesores y alumnos invitados del set quienes en diversos momentos compartie-ron su experiencia y discutieron los avances etnográficos.
Los profesores Mokhtar El Harras, Liliana Suárez-Navaz, Car-los Giménez, Robert Smith, Alejandra Ramírez, José Manuel Valen-zuela, Françoise Lestage, Fernando Herrera y Margarita Zárate, dieron acompañamiento académico en distintas latitudes a los investigadores. A ellos se sumaron Evelyn Hu-DeHart, Bela Feld-man, Ludger Pries, Gabriel de Santis, Nestor García Canclini, María Ana Portal y Angela Giglia quienes discutieron las principa-les ideas de esta investigación en eventos académicos realizados ex profeso en la ciudad de México. También queremos agradecer los comentarios de Verena Stolcke, Leith Mullings, Ida Susser, Gus-tavo Lins Ribeiro y Liliana Rivera, quienes hicieron señalamien-tos puntuales a los primeros resultados de investigación presenta dos en eventos internacionales especializados.
Quienes coordinamos esta investigación, queremos agradecer a los evaluadores anónimos que leyeron el ambicioso proyecto que presentamos a consideración del Consejo Nacional de Ciencia y
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Tecnología (Conacyt), e hicieron señalamientos apropiados para su realización. Fue así como recibimos el financiamiento 152 521 H otorgado por Conacyt que dio soporte económico al proyecto “La ciudad transnacional” del cual forma parte la investigación que aquí presentamos. Sin este recurso, el libro que aquí presentamos no hubiera sido posible. El apoyo de Laura Valladares y Rodrigo Díaz Cruz —en las coordinaciones de la licenciatura en Antropología Social y del posgrado en Ciencias Antropológicas respectivamen-te—, y de Pablo Castro en la jefatura del Departamento de Antropolo-gía de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa fue fundamental e invaluable. Agradecemos a Norma Jaramillo de la uam-i y a Blanca Sánchez de Juan Pablos Editor, quienes hicie-ron posible la edición de este libro.
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La reguLación de “Lo íntimo”
Areli Veloz Contreras
Entre la década de los años cincuenta y hasta finales de los setenta del siglo xx, en Tijuana y San Diego se hacía explícito en la prensa local el problema de los abortos. Por un lado se acusaba a médicos que no eran de la ciudad de practicar las llamadas “raspas”. Al mismo tiempo, se señalaba que eran las mujeres estadounidenses las que llegaban a la ciudad a abortar. Se arrestaron tanto a “comadronas”, a quienes se criminalizaba por hacer negocio de manera ilícita e inhumana, como a las mujeres de sectores populares quienes, se decía, no tenían escrúpulos para llevar a cabo tal práctica.
Tal confrontación reflejaba las disputas políticas entre las dos ciudades, las cuales no podrían ser interpretadas sin tener en cuenta las relaciones de vecindad que históricamente se han construido entre ellas. Tijuana y San Diego constituyen una zona fronteriza transnacional sobre la que se cierne un orden simbólico que imprime discursivamente categorías que dotan de coherencias las diferencias y desigualdades plasmadas en las formas de vida en la ciudad. Una zona fronteriza transnacional que, como plantea Be sserer, a partir de las valoraciones desiguales entre las fronteras nacionales, produce y reproduce una dinámica transcultural en su interior, que generan resilencias y reacciones, al mismo tiempo que es un espacio de conflictos internos, de explotación y de vio lencia. Estas ciudades se constituyen a partir de redes sociales (entre ellas las de vecindad) donde se hacen evidentes las asimetrías e inequidades existentes entre sus habitantes (Besserer y Nieto,
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2012:12). En esta zona fronteriza transnacional tienen lugar cambios, rupturas y posibilidades de transformación hacia nuevos ho rizontes.
Para interpretar las inequidades en una zona fronteriza transnacional un sitio privilegiado es lo “íntimo”, como un sitio manipulado, controlado y sitiado por un aparato de poder que construye como espacios de control a la familia y su articulación directa con el sexo y la sexualidad (Stoler, 2010:xxi). Este control puede ser in terpretado desde la relación podersaberplacer, que se sostiene en discursos sobre la sexualidad, lo moral y la otredad.
El sexo y la sexualidad son fenómenos políticos en sí mismos y, como lo plantea Foucault, se utilizan como matriz de las disciplinas y de los principios de regulación. Alrededor del sexo se en cuentra toda una trama de discursos variados, específicos y coercitivos que, más que censurar, incitan a su práctica de manera paliforme y regulada (Foucault, 2009:4546).
El objetivo de este trabajo es mostrar cómo en los modos de vida de la zona fronteriza transnacional no necesariamente existe un continuum en el plano de los placeres, los deseos, las necesidades, las significaciones y las prácticas que giran en torno al sexo y la sexualidad. Más bien, mi propuesta es que a partir del ámbito de lo moral se constituyen formas de regulación de lo íntimo como parte central del control y vigilancia de las relaciones sociales de vecindad, expresadas por las leyes que cada país erige. Esto incluye las prácticas de los individuos que reproducen las creencias generadas históricamente por los sistemas simbólicos, al mismo tiempo que la experiencia vivida genera cuestionamientos y reacciones que son la base de contiendas y negociaciones.
Concebir la zona fronteriza transnacional como un espacio sobre el que se cierne un orden simbólico implica tomar en cuenta a las categorías como un instrumento que incide en la construcción de la sociedad, entendidas como parte de la comunicación, del consenso y de las reacciones sobre el “sentido que se le da a la vida”. Las categorías contribuyen así a la “reproducción de un or den” y su composición lógica forma parte de las condicionantes de la integración “moral”. Coincido con Bourdieu, quien propone que el ámbito de lo moral constituye la parte central de la acción, de la dirección en que son guiadas las conductas y los comporta
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mientos asociados (Bourdieu, 2000:92) y en el que se subsumen históricamente, propondría yo, el sexo y la sexualidad.
El sexo y la sexualidad han sido históricamente analizados desde los discursos que enfatizan la contaminación sexual, la de ge neración mental, el peligro psicológico y/o la inmoralidad de ciertos grupos sociales que han estado relacionados con las catego rizaciones que han demarcado las jerarquías entre el dominado y el dominante. Es en este contexto donde aparecen formas de re gulación en el campo de lo íntimo, como punto central de la deli mitación del primer y del tercer mundo, y en el contexto de la construcción y resguardo continuo de las fronteras geopolíticas y las relaciones jerárquicas que de ello se desprenden (Stoler, 2010:46).
Así, la delimitación de las fronteras geopolíticas, como garantes de las relaciones jerárquicas, forma parte de la construcción de un aparato de poder que contribuye a la generación de intercambios desiguales de valor entre diversos tipos de personas y regiones. Como menciona Kearney, a las fronteras y sus regímenes fronterizos les corresponde el carácter clasificatorio que da cuenta de la definición, categorización y afectación en las maneras de entender y redefinir las identidades de las personas que son circunscritas y divididas por ella. Del mismo modo, las fronteras modifican las posiciones y relaciones económicas de clase de las personas que las cruzan, por lo que resultan ser un medio filtrador y transformador de diversos tipos de valor económico que circula a través de ellas (Kearney, 2008:81).
Si bien es cierto que las fronteras ejercen un poder filtrador y clasificador, éste no solamente actúa sobre elementos que tienen una importancia en el ámbito de lo económico. La construcción histórica de las clasificaciones forma pares opuestos de significado con valoración desigual que son encarnadas situacionalmente. Aquí entiendo la idea de encarnación situacional como “un sistema de categorías de percepción, pensamiento y acción” (Bourdieu, 2000), donde existe una experiencia dóxica entre la cognición y la objetivación. En esta experiencia se reconoce la legitimidad del ser en la medida en que se aprehende al mundo social y sus divisiones arbitrarias como si éstas fueran naturales e incuestionables, como en el caso de la división social entre los sexos. Así,
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adquieren coherencia las prácticas, los modos de vida en la zona fronteriza transnacional, y las valoraciones que conllevan los dispositivos de regulación que operan y conforman, hasta el más fino detalle, el cuerpo social.
A partir de ello, se producen, se regulan y se van construyendo saberes y verdades en torno a la relación semántica que se establece entre los enunciados “mujer”, “femenino” y “frontera” que, generalmente, como menciona YuvalDavis (1993:625), son interpretadas como reproductoras biológicas de los miembros de una nación y de las diferencias entre grupos nacionales. La ley juega un rol importante en la construcción del significado dominante de la categoría mujer, en tanto que regulación legal de lo sexual, de los matrimonios, de la familia, de las formas de procreación y de cómo se interpreta e interpela la sexualidad y el cuerpo sexuado en distintas escalas geográficas.
Para explicar lo anterior, este trabajo se dividirá en tres apartados. El primero tiene como objetivo señalar de manera general cómo se fue construyendo y cobró sentido el orden simbólico de la zona fronteriza transnacional (San DiegoTijuana), donde “lo moral” aparece como parte central de los modos de vida inequitativos en la ciudad transnacional, y un sitio privilegiado para entenderlo es lo íntimo, ya que opera como matriz de las disciplinas y de los principios de regulación que aparecen en distintos discursos. Un segundo apartado será dedicado a las acciones en torno al sexo y la sexualidad, que se reflejaron en las contiendas, los despliegues y los alcances políticos que se dieron en la ciudad, como las distintas posturas feministas en California y la legalización del aborto en Estados Unidos (en contraposición discursiva con los antifeminismos y las campañas políticas que de ello emergieron). En la última parte se hará mención de la práctica del aborto como una forma de vida en la zona fronteriza transnacional que mostraba, desde lo vivido, la tensión entre las “verdades” y “las represiones” de las sexualidades. A partir de la descripción de algunos casos que fueron tratados por los periódicos locales en relación con la criminalización y la muerte de mujeres tanto mexicanas como estadounidenses relacionadas con la práctica de abortos, se mostrarán las inequidades vividas frente a las racionalidades inscritas en la normativización de dichas prácticas.
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eL surgimiento de Las camPañas de moraLización en una zona fronteriza transnacionaL: Los dominios
de Lo “íntimo” entre eL Primer y eL tercer mundo
La conformación histórica de TijuanaSan Diego como una zona fronteriza transnacional se debe a las relaciones sociales, las diná micas de vida y las formas de regulación que se dan entre las dos ciudades. Como lo menciona Urbalejo (2014:75), Tijuana, por sus ca racterísticas geográficas y su vinculación con Estados Unidos, “na ció como ciudad” al formar parte de un entramado transnacional.
En los primeros años del siglo xx Tijuana fue una puerta fronteriza, una aduana rentable que conectaba a Estados Unidos con Mé xico. Esto comenzó con la “fiebre de oro” en California, que se dio a mediados del siglo xix, donde una ruta importante de México hacia aquel estado pasaba por lo que hoy se conoce como Baja California. Ante esto, el gobierno federal decidió en 1874 construir una aduana en lo que ahora se conoce como Tijuana. Su establecimiento representa la demarcación del territorio fronterizo ante la sospecha de posibles intrusos y la violación a la soberanía nacional.
Desde la firma del tratado de Guadalupe Hidalgo, en 1848, se supo de propuestas y planes que tenían como objetivo invadir el Partido Norte,1 ya sea por su posición estratégica en medio de conflictos bélicos o por las riquezas naturales que se podrían explotar (minería, salinas, pesca y agricultura). Sin embargo, ninguno de estos planes se concretó, pero sí creció la influencia de la vecindad con California, lo que llevó a que desde la ciudad de México se temiera por las consecuencias que de ello podrían derivar, por lo que se instaló un puesto aduanal que marcó la presencia del gobierno federal mexicano y significó el nacimiento de Tijuana como un asentamiento poblacional.
1 En 1823, después de la delimitación de la frontera geopolítica —o que actualmente se conoce como Baja California— quedó a disposición del gobierno federal y fue nombrado como el Partido Norte. Posteriormente, el 14 de diciembre de 1884 se expidió un decreto que dividió el territorio en el Distrito Norte y el Distrito Sur. En 1929, estos distritos pasaron
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Tijuana, además de ser un puesto aduanero desde sus inicios, también se formó como un lugar de esparcimiento. Por su vecindad con California, se crearon relaciones sociales que dieron paso a una economía turística que incluyó hoteles, tiendas, licore rías y restaurantes, entre otros, que influyeron notablemente en el cre cimiento poblacional y la movilidad social entre las dos localidades.
En este contexto, se fueron suscitando distintos conflictos que impactaron considerablemente a la población. En el lado estadounidense de la frontera surgió el “movimiento de templanza”, el cual apelaba a la prohibición de lo que se consideraban diversiones inapropiadas, y también la prohibición del consumo y producción de bebidas alcohólicas. Este movimiento fue integrado en su mayoría por religiosas(os) tanto protestantes como católicos, que tenían entre sus objetivos inhibir “esos vicios” ya que eran vistos como generadores de decadencia, pues se les relacionaba con la prostitución, con distintas enfermedades como la locura y, se decía, provocaban la pobreza y la violencia en los hogares.
En California, a partir de 1911, dicho movimiento tuvo su mayor auge, y su principal cometido fue impulsar la “buena moral” de la nación estadounidense frente a la crisis del campo. El movimiento representaba como pacífico al sur rural de Estados Unidos, en contraposición con la perdición social que, decían (en las notas de periódico y como argumentos de los grupos que apoyaban dichas reformas), se daban en el norte urbano de aquel país. El “mo vimiento de templanza” se forjó en torno a valores que se construían alrededor de “dios, la americanidad, la moral y la maldad que giraba en torno al alcohol”. En este escenario de crisis económica y de enfrentamientos según los modos de vida que se construían a partir de la relación rural/urbano fue que tuvieron sus efectos los reclamos de la población en cuanto a la venta y el consumo de alcohol y cualquier tipo de diversión o entretenimien to relacionado con el pecado (Adams, 2001).
de ser federales a delegacionales. En 1930 deja de ser Distrito Norte para constituirse como Territorio Norte de la Baja California (al igual que la Baja California Sur) y en 1953 se convierte en un estado más de la República mexicana, llamado Baja California.
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Sus mayores logros se concretaron con la ratificación de la 18a enmienda a la Constitución de Estados Unidos,2 conocida como Ley Volstead (1919 a 1933), lo que ocasionó el cierre de casas de juego y de prostitución. En el caso del estado de California, conlle vó a que distintos condados buscaran alterna ti vas en el lado mexica no de la frontera para este tipo de recreación (hoteles, bares, ca sas de juego, prostíbulos, entre otras prácticas consideradas ilícitas). Así, Tijuana se convirtió en uno de los prin cipales lugares de destino para llevar a cabo tales prácticas que se significaron como inmorales y, por ende, perjudiciales para las naciones.
Sin embargo, los moralistas en Estados Unidos —como fueron llamados en la prensa tanto de California como de Baja California— no eran los únicos que vigilaban la naciente ciudad. También lo hacía el gobierno mexicano, que constantemente enviaba a al gún funcionario a que informara y controlara por medio de los ordena mientos federales aquellas irregularidades, sobre todo las que recaían en las transgresiones a los ideales nacionalistas, que se de nunciaban tanto por grupos de la localidad (sobre todo de la eli te política), como por el gobierno o los grupos consolidados en California.
En estos años, el proceso de construcción de las relaciones sociales que se daban entre San Diego y Tijuana provocó que ciertos grupos, sobre todo de tintes conservadores, empezaran a crear campañas de moralización que pretendían “limpiar” una imagen que se formaba a partir de aquello que se significaba como inmoral: juegos de azar, tráfico de mercancías, prostitución y locura. Nombrada en la localidad como la leyenda negra de Tijuana, años después, como contraparte, se apelaba a una moralidad que marcaba “su antítesis y binariedad: la leyenda blanca”3 (Beltrán, 2012:19).
Así, surgieron grupos de la elite que comenzaron a crear campañas políticas en pro de la dignificación de la ciudad, con el ob
2 Se prohibió la fabricación, la venta y el transporte de licores dentro de Estados Unidos y de todos los territorios sometidos a su jurisdicción, así como su importación y exportación.
3 El historiador local Antonio Padilla es el primero que sugiere el concepto de la leyenda blanca basándose en las obras de Josefina Rendón Parra. El autor sugiere que con el objetivo de contrarrestar la leyenda negra se crearon discursos para dignificar a la ciudad (Padilla, 1992).
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jetivo de regular aquellas conductas asociadas a la inmoralidad. Alrededor de 1930 y 1950 se creó una primera campaña de moralización en Tijuana, entre cuyos objetivos estaba “limpiar” la imagen de la ciudad a partir de la exaltación de los valores en torno al trabajo, la familia y la mexicanidad. Esto se dio bajo la influencia de la ideología posrevolucionaria (que no era ajena a los metarrelatos que sobresalían en la época), la cual dictaba la exaltación de los nacionalismos (muchos de ellos basados en la eugenesia) a partir del mejoramiento de la raza social, física y mental, aspecto fundamental en los proyectos de civilización y modernidad de la época (Ruiz, 2001:6).
Estos proyectos fueron delineando el dominio de lo “íntimo”, donde los regímenes de verdad regularon los comportamientos y las relaciones sociales a partir del control sobre el cuerpo (lo que debe mostrar, esconder, controlar y expresar en público) e implicó la vigilancia minuciosa de las conductas consideradas adecuadas. A partir de una moral social se establecieron un conjunto de valores que rigieron las relaciones sociales y se puso énfasis en el control de las mujeres a partir de discursos que destacaban la creación de políticas públicas que resguardaran y regularan al cuerpo sexuado, la sexualidad y el espacio privado, representado por la familia nuclear (Tuñón, 2008:12).
Así, se fue creando una zona fronteriza transnacional sobre la que se cernía una semántica de la moralidad, la sexualidad y las mujeres, frente a la economía, la frontera geopolítica y las relaciones sociales de vecindad que, desde políticas morales, configuraba la gubernamentalidad de los estados sobre la población. Fue és ta la manera como se construyeron diferencias y desigualdades a partir de clasificaciones concatenadas que marcaban las disputas en torno a las verdades y los saberes que delineaban las conductas que conformaban a las naciones divididas por la línea fronteriza.
La dignificación de Tijuana frente a los vicios y la depravación:
disputas políticas en torno a las moralidades
La segunda campaña de moralización que se dio en Tijuana fue entre la década de los sesenta y principios de los ochenta, en un
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contexto de conflictos bélicos a nivel internacional, de crisis económicas en Estados Unidos y reajustes discursivos frente a movimientos sociales que exigían cambios en cuanto a las desigualdades de toda índole. Entre sus objetivos estaba ensalzar la imagen de la ciudad desde la dignificación, el trabajo y la honestidad, en contraposición a las actividades del tráfico de drogas, el alcoholismo, la holgazanería y el aborto que manchaban el nombre de Tijuana. Esto se aunó a la preocupación por las adversidades económicas y sociales, como la migración y la falta de trabajo que padecía la población. Como lo describe Vizcaíno en una nota del periódico local de la década de los sesenta:
[…] las autoridades se han mostrado impotentes para contener la inmundicia cuando no han solapado o extorsionado a los corruptores, lo mismo que los consumidores de sus productos autodestructivos y que el aborto, el alcoholismo, la prostitución, el juego y todas las otras formas de la maldad, no pueden traer otra consecuencia que la desgracia […] Que nuestra sociedad, tiene que tomar decisiones inaplazables de que las autoridades han permitido este estado de cosas que ofende y destruye la moral de los residentes de la frontera al igual que la moral humana. Que no es posible seguir ocultando estas lacras criminales que inciden en nuestro pueblo, en nuestra vida pública. Que no es posible que la organización social pueda desenvolverse honestamente en un clima de absurda degradación […] [se necesita] modelar otra vez nuestro modo de ser y ajustarnos a las condiciones de vida normales que un pueblo pobre sepa sobrevivir y progresar de manera paulatina, pero limpia y constructivamente (El Heraldo, Tijuana, viernes 17 de octubre de 1969).
Este discurso mostraba un tipo particular de relaciones de poder estables y jerárquicas subsumidas en el orden simbólico de la zona fronteriza transnacional. Ahí, las clasificaciones adquirían sentido en cuanto a que marcaban las diferenciaciones que se paraban en este caso lo moral de lo inmoral, lo extranjero de lo con nacional, lo local y lo foráneo, frente a modos de vida que mos traban yuxtaposición de las políticas y del conocimiento des de don de se erigieron y se normativizaron las relaciones sociales de ve cindad.
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Así, los discursos dominantes de la época hacían explícito el descontento por tales prácticas, lo que desencadenó enfrentamientos entre los gobiernos de California y Baja California. Lo anterior se contrarrestaba con discursos que reflejaban la incesante lucha por parte de los grupos de la elite política, para dignificar a la ciudad a partir de una “racionalidad política” que justificaba los juicios normativos desprendidos de las representaciones de la leyenda negra, la cual se pretendía erradicar por medio de su contraparte, la leyenda blanca.
Lo anterior se unía a los problemas ya no sólo con el país vecino, sino con el aumento migratorio del “interior” del país. Esta situación despertó el temor de los grupos consolidados política y económicamente hacia la introducción de nuevas costumbres y el quiebre de las estructuras y los valores tradicionales que delineaban el futuro de la ciudad. Ante esto, la preocupación ya no sólo fue por los extranjeros que se decía causaban la mala imagen, sino también por los migrantes del “sur” del país.
Estas ideas llevaron a que se asociara a los migrantes de estratos económicamente bajos con la peligrosidad de los nuevos sec tores populares. La leyenda negra seguía vigente por los supuestos males que venían del exterior, ya fuera de Estados Unidos o de otras partes de México. Para aminorar lo anterior se intentó reforzar distintas instancias gubernamentales, como exigir un ma yor número de policías que garantizaran la seguridad de la población, introducir mejoras en los reglamentos jurídicos, formular leyes y reformas que castigaran la inmoralidad que perjudicaba el honor de la ciudad, y crear fuentes de trabajo para reducir la de lincuencia y las prácticas ilícitas.
Distintos sectores de la sociedad, sobre todo en las clases medias y altas, fungieron como los portavoces de las ideologías del momento, como los militantes de la moral de la ciudad. Así, se consolidó una elite política integrada por funcionarios, policías, abogados, criminólogos, religiosos y médicos que compaginaban la criminalidad con la estratificación social. En distintas campañas políticas se exigía la demarcación de las clases socia les y la regulación de los comportamientos de las poblaciones consideradas inmorales, por medio de la vigilancia y el control de los distintos y desiguales sectores poblacionales. De esta manera, se configuró
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una gubernamentalidad que yuxtaponía la política y el conocimiento para normativizar las relaciones sociales de ve cindad.
Dicho activismo en pro de la buena moral se desprendía de los continuos argumentos que se daban en San Diego. Constantemente en el periódico local The Reader se decía que en Tijuana el problema de los vicios continuaba porque se seguía consumiendo drogas y alcohol, y no eran (como se escribía en los periódicos locales del lado mexicano) los estadounidenses quienes lo hacían. Frente a esto, los grupos de la elite política sugirieron a empresarios que no invirtieran ni tuvieran relaciones económicas en Baja California. También le pidieron al gobierno de California y al federal que cerraran la frontera a los jóvenes para que no pudieran ingresar a México y así evitar que consumieran cualquier tipo de droga o alcohol. Esto ocurría porque, se comentaba, había una falta de autoridad y vigilancia que perjudicaba a la población de San Diego cuando se encontraba en dicha ciudad. Esta medida no fue aprobada, pero sí causó indignación por parte de los grupos de la elite en Tijuana, provocando una polémica en uno y otro lado de la frontera.
En resumen, dichas campañas políticas conformaron relaciones sociales que demarcaban los límites culturales y sociales en una zona fronteriza transnacional. Aquí, a partir de un orden moral se incorporaban y cobraban lógica las taxonomías que formaban y reconfiguraban la relación entre un lado de la frontera y otro, en el marco de circuitos de conocimiento y de implementación de la “verdad”. Esta dinámica se daba desde la escala de la relación entre los países, hasta la dinámica de la racionalidad po lítica encarnada en los dominios de lo “íntimo”, del autocontrol de los deseos y los instintos.
mujeres de La eLite LocaL en Las camPañas de moraLización y Los movimientos feministas
en caLifornia: entre La visibiLidad PoLítica y La esenciaLización deL ser mujer y femenina
Aproximadamente desde la década de 1940 hasta principios de 1960, la visión moralista que desencadenaba clasificaciones des
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iguales dentro de la zona fronteriza reflejaba la preocupación por regular los comportamientos diferenciados por el género, la sexualidad y la clase, lo que daba forma a los discursos “oficiales” y contribuía a reforzar las formas de control y ordenamiento de una zona fronteriza transnacional. Se advertía entonces la necesi dad de definir quiénes serían los encargados del control y la regu la ción de la sexualidad de los individuos.
De esta manera, las relaciones sociales que se daban entre San DiegoTijuana y las instancias de poder que se iban conformando, estaban subsumidas en las relaciones de género, las cuales fueron el vértice relevante para el Estado y sus conexiones de cor te transnacional. Así surgieron formas de regulación que se establecieron en torno a instituciones como la familia y la Iglesia, y tecnologías del poder que seguían responsabilizando a las muje res de la educación y la formación de los individuos. Estos ele men tos daban forma a las políticas tanto estatales como internacionales en yuxtaposición con los científicos, que sancionaban dichos es tilos de vida.
Frente a ello, en Tijuana se fueron creando grupos que eran los garantes de las nuevas racionalizaciones y secularizaciones que iban definiendo las relaciones de género, sobre todo las clases medias que estuvieron a cargo tanto de la educación en los hogares y las escuelas como del resguardo de “lo correcto y la decencia”. Se tenía presente que el crecimiento de las clases medias, en la época posrevolucionaria, daba como resultado que estos grupos se apropiaran de la idea de la actitud civilizada del país, encabezando con ello el proyecto de reducir el contraste entre la situación y el código de la conducta de las clases dominantes y las dominadas. Así, se dio a este sector un papel ejemplar en la ge neración de autocoacción y tabúes, por su necesidad de distinguirse, de alcanzar prestigio y de constituirse en la burguesía nacional (Muñiz, 2002:1516).
En este ímpetu por delinear la conducta de la población por medio de una leyenda blanca que apelaba a la vigilancia y el control de lo considerado “inapropiado” (sobre todo en una ciudad que se iba construyendo bajo una imagen de la permisividad, los vicios y la perdición), al igual que en otras ciudades del país se conformaron grupos de la elite política con tendencias conserva
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doras que se planteaban como objetivos aminorar la distancia entre ricos y pobres a partir de distintas acciones, como la implementación de programas especializados en educación y salud. También se proponían realizar actividades para recaudar fondos y así “ayudar” a los grupos de colonias marginadas. Del mismo modo, se promovían las fiestas patrias en una ciudad fronteriza que necesitaba “urgentemente enaltecer su mexicanidad”.
En estos grupos sobresalieron personajes que en la actualidad se consideran forjadores de la historia local, entre ellos la profeso ra Josefina Rendón Parra, quien por medio de la Junta Femenina Pro Pa tria (con una visión nacionalista y de clase media) proponía:
[…] exaltar los valores femeninos como la sexualidad pura y el amor a la nación […] percibiendo al hogar como el lugar santo de las mujeres, el cual las educaba para conservar los valo res morales de la familia y la nación (Rendón, citada en López, 2005:40).
Los argumentos que le daban sustento a la leyenda blanca se basaban en creencias católicas que eran primordiales para delinear lo que simbólicamente se entendía como femenino y mujer, fundamentándose en la fidelidad a los votos del matrimonio y la consagración de la vida maternal. Así, la participación activa de las mujeres en la sociedad era combatir aquellos roles que sugerían prototipos negativos de la mujer mexicana, tales como la falta de moralidad (Rendón, citada en López, 2005:40). Ideas fuertemente resaltadas en lo que denotaba la leyenda negra, sobre todo cuando se relacionaba a las mujeres con el vicio, la prostitución, la infidelidad y el aborto, entre otras prácticas que se consideraban inmorales. La conformación de estos grupos pretendía mostrar otra cara de Tijuana por medio de la idea de “mujer, nación y pa tria” y por la relación jerárquica entre ricos y pobres, que se expresa a partir de la caridad y la generosidad piadosa.
A su vez, la participación de las mujeres en el escenario político se articulaba con las incesantes campañas políticas para que el Distrito Norte se convirtiera en una entidad estatal. Así, su activismo tuvo el respaldo de los hombres pertenecientes a los grupos políticos, quienes pretendían mostrar la buena imagen de Tijuana
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como plataforma para tal cometido. De esta manera, los grupos de mujeres de clases medias y altas enaltecían tanto a la ciudad como al distrito por medio de la promoción de los valores morales “femeninos” como los principales garantes de los ideales nacionalistas.
En 1951 el Distrito Norte se convirtió en el estado de Baja California y en 1953 se eligieron a los diputados —en su totalidad del Partido Revolucionario Institucional (Pri)—, quienes redactarían la constitución estatal. El texto tuvo dos cláusulas importantes que “innovaron” en el ámbito nacional, las cuales fueron: a) el “patrimonio y cuidado de la familia” y b) “el derecho al voto de la mujer”. Días después se llevaron a cabo las elecciones a gobernador del estado y fue la primera vez que votaron las mujeres (Taylor, 1999:102).
La participación de las mujeres en la esfera política no era ajena a lo que años después se haría evidente en América Latina. Como menciona Mollineux, se empezaron a conformar coaliciones de mujeres que resaltaban la feminidad y los valores de una “buena sociedad” como base para pensar en una forma distinta de hacer política. Se acentuó el valor femenino del cuidado y la pertenencia a la comunidad a partir de una política de las mujeres que se situaba en oposición a valores “masculinos” de autonomía expresadas en el liberalismo contractual. Fue una manera de tener acceso a los derechos ciudadanos a partir de las —así conside radas— virtudes femeninas. Se argumentó entonces la necesidad de perpetuar estas virtudes en la esfera pública. Estas políticas de moralización (que se pensaba que transformarían una vida social y política racionalizada y corrupta en exceso) fueron apoyadas por los grupos de derecha (Molyneux, 2001:15).
La consolidación y creación de distintos clubes y grupos de mujeres en Tijuana fueron ejemplos de los discursos cuyo esencialismo sirvió como base para las políticas estatales de tendencias conservadoras. Así, organizaciones como la Junta Femenina Pro Patria, el Club de Damas Católicas, las Soroptimistas, Las Buenas Amigas, Las Damas de la Sinfónica, Las Damas Leonas, Las Rotarías, Asistencia Social Municipal, Las Israelitas, entre otras, tenían una fuerte participación de carácter altruista en la localidad. Por me dio de distintas actividades se pretendía promover, por un lado, los discursos naturalistas en torno a los espacios y las prácticas de
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la mujer, y por otro, la participación activa en las campañas moralizadoras de la ciudad, donde trabajaban para contrarrestar la mala imagen que tenían las mujeres de Tijuana en lo que se conoce como la leyenda negra.
Esta dicotomía de lo blanco/negro o lo bueno/malo, que tan visiblemente se presentaba en las campañas moralizadoras, no sólo quedó incrustada en las narrativas de la época sino que su relevancia estuvo en que formaba parte de la construcción de una zona fronteriza transnacional a través de aparatos de poder como el Estado, las fronteras geopolíticas y las relaciones sociales de vecindad que influyeron en la vida de las personas simbolizadas desde lo femenino. En este sentido, como mencionan Kim y Puri, los discursos universales que se intercalaron en distintas escalas influyeron en las formas de vida inequitativas que, desde los me tarelatos, justificaban e invisibilizaban la represión y la exclusión de grupos y personas que los sectores dominantes perciben co mo no deseados (Kim y Puri, 2005:142).
La conformación de diferentes grupos de mujeres de las clases medias y altas y la participación activa en pro de la dignificación de la ciudad, además de corresponder a las preocupaciones locales en torno a la imagen que se había construido sobre ella, también tenían un papel en la delimitación de la frontera. Las redes transnacionales de vecindad (Besserer y Nieto, 2012:23), por un lado, articularon un orden simbólico que subyacía a las dinámicas de la zona metropolitana en su conjunto, pero al mismo tiempo esta vinculación enmarcó conflictos, ya que a ambos lados de la frontera se percibía la amenaza de aquellas prácticas consideradas inmorales, que invitaban al cuidado de la integridad, de la unidad y de la pureza de las ciudades involucradas. Se trataba de un orden simbólico que se construye a partir de un sistema de opuestos y dife rentes.
En este contexto, las mujeres suelen constituir un punto central para la clasificación y la salvaguarda del estatus social, ya que la pureza femenina de un grupo debe guardarse celosamente y cuando se sabe que una mujer ha tenido trato sexual significa do como inmoral, se la castiga ya que causa el desprestigio del grupo en su conjunto (Douglas, 1973:169). En este caso las oposiciones sim bólicas que conformaban la zona fronteriza conllevaban tecno
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logías del poder que regulaban los comportamientos y las conductas de sus “propias” sociedades.
Ahora bien, las leyes o las formas de regulación no siempre se redefinen de manera impositiva sino que son parte de las disputas constantes entre las distintas forma de (inter)subjetivación que se dan en situaciones concretas. En el caso de las mujeres, las contiendas que sobresalieron a escala global en la segunda mitad del siglo xx fueron en contra de las restricciones e invisibilidades, para ampliar los marcos de acción que, como sujetos en construcción, iban definiendo. Así, la significación de la categoría “mujeres” como protectoras, mártires, cuidadoras, vulnerables y pilares de la familia y la sociedad fue contrarrestada por distintas luchas y movimientos sociales que pretendían cambiar la semántica de la feminidad o lo femenino, a partir de consignas como “lo perso nal es político”.
Sin embargo, el proceso político no fue general y homogéneo ya que las diferencias entre los países y entre las mujeres tuvieron sus distintas connotaciones. En el caso de la frontera MéxicoEstados Unidos las contiendas en torno al significado de “femenino” y “mujer” fueron parte de un momento de transiciones y rupturas en la episteme social. En la construcción de las fronteras geopolíticas entre México y Estados Unidos (en un contexto donde sobresalían los ideales nacionalistas), la contradicción y la contestación de las distintas formas de significar y vivir la vida entre los márgenes de dos territorios nacionales, marcaban una intertextualidad que po nía en juego distintas formas de concebir la mexicanidad, la feminidad, la nación y la frontera. Así se (re)constituyeron las relaciones de género y de clase en la ciudad transnacional, y con ello se erigieron las formas concomitantes de control y vigilancia de los Estados involucrados.
El “peligro” de la frontera geopolítica: la legalización del aborto en California y el problema
de las llamadas “raspas” en Tijuana
En Estados Unidos, alrededor de la década de los sesenta del siglo xx, se manifestaron distintos movimientos políticos que surgieron de la reorganización capitalista de posguerra. Los movimientos
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fe mi nistas se dieron por los cambios progresivos en torno a las representaciones femeninas y los androcentrismos arraigados en distintos escenarios sociales. Dichos cambios fueron provocados por la salida masiva de las mujeres de los espacios domésticos a los públicos durante la Segunda Guerra Mundial, ya que tuvieron una participación activa en la administración y la producción industrial tanto de artículos de primera necesidad como de maquinaria bélica. A la par, seguían con la responsabilidad de sus hogares y familias en la ausencia de los hombres enlistados en el ejército. La representación de las mujeres como vulnerables e incapaces de estar y ser parte del espacio considerado público, contrastó con su capacidad de mantener a las economías de sus países en medio de guerras prolongadas. Al finalizar la guerra y con el retorno de los hombres, prevaleció entre las mujeres un sentimiento individual y colectivo de independencia y capacidad a consecuencia de las vivencias en esos años (Maier y Lebon, 2006:1112).
Los movimientos feministas de la época conocida como la segunda ola feminista reclamaban el hacer visible lo invisible, nombrar aquello que no tenía nombre y reconocer las diferencias sexuales y genéricas. Por tanto, aparecen luchas en pro del derecho al trabajo, de la no violencia y de la salud sexual y reproducti va. Guiadas por lemas como “lo personal es político”, las feministas llevaron lo privado a lo público y señalaron entre otros malestares que se percibían y demandaban en la época, la exclusión, la discriminación, la violencia, las dobles jornadas, el acoso, el matrimonio obligatorio, el aislamiento en el hogar y la heterosexualidad como única forma de vida, así como la maternidad no deseada, (Maier y Lebon, 2006:12).
Entre estos malestares estaban la maternidad obligatoria y la criminalización del aborto, algo que no era exclusivo de Estados Unidos, ya que en distintos países de Europa y/o aquellos que fueron parte de los bloques socialistas, comenzaron a surgir grupos de mujeres que reclamaban la participación directa en relación con las decisiones políticas en torno a sus cuerpos. Esto llevó en la década de los cincuenta a la despenalización del aborto en Rusia, Japón y Suiza, los primeros países en hacerlo. Posteriormente, en los años sesenta, se legalizó en Estados Unidos, Canadá y en la mayoría de los países europeos.
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Las reacciones en torno a ello generaron consternación en ciertos sectores de la población, sobre todo en los de corte conservador, que dieron como resultado el surgimiento de organizaciones, que de manera fundamentalista o reaccionaria, e influidas y apoyadas por el Vaticano y por instituciones protestantes y católicas, se oponían al aborto frente a la idea de que “la vida se da desde la concepción y es un precioso regalo que ha dado Dios, y el hombre no tiene el derecho de matar a un inocente niño que se encuentra en la matriz”. Los cristianos, por ejemplo, considera ban el aborto un pecado y un crimen contra la humanidad. Esta dis cu sión en torno al aborto encontraba eco en investigaciones y tra ba jos de médicos, abogados, religiosos, políticos, sociólogos y filósofos, en tre otros especialistas que eran consultados en el mar co de las discusiones en torno a su posible legalización (Karrer, 2011:529).
En 1959, el American Law Institute (aLi) —una organización de jueces, abogados y otros especialistas en leyes— propuso un mo del penal code en relación con el aborto, el cual fue adoptado por los esta dos cuando se iba legalizando. Entre las propuestas estuvo que el aborto se considerara legal: a) en los casos en que la continuación del embarazo era un riesgo para la salud física o mental de la mu jer; b) cuando el feto, a consecuencia del embarazo, nacería con un defecto físico o mental, y c) si el embarazo era el producto de una violación o incesto. Estos puntos fueron tomados en consideración cuando se reguló la práctica del aborto, después del caso Roe vs. Wade. Los primeros estados en cambiar su legislación fue ron Mississippi en 1966, y al año siguiente se dio tanto en Colora do co mo en California. Las medidas adoptadas para llevar a cabo un aborto se basaban en dicho código y tenían como requisito dos aprobaciones médicas (Driscoll, 2005:55).
A pesar de que el aborto se iba legalizando en varias entidades de Estados Unidos, la apertura de los médicos hacia este procedimiento y un sistema legal menos rígido no eran suficientes para cambiar drásticamente la semántica de la “fecundidad cíclica”, entre ovarioscelocoitoembarazo y su contraparte, el aborto, como algo desvalorizado. De hecho, en la revista Atlantic Monthly (citada por Driscoll, 2005:68) se describe el caso de una mujer que se autonombró Mrs. X, donde relata que al quedar embarazada tan
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to ella como su esposo decidieron que abortaría ya que tenían tres hijos y no podían mantener a otro más. Sin embargo, su médico no quiso llevar a cabo el procedimiento, lo cual la indujo a buscar información en las publicaciones de un destacado sexólogo de esos años y a preguntar a sus amigas, de las cuales dos ya habían pasado por ello. De tal suerte, no fue difícil conseguir a un médico que de manera segura, pero ilegal, pudiera hacerle dicha intervención médica.
En relación con lo anterior, en el caso de California, algunos médicos católicos y el cardenal James Maclntyre, arzobispo de Los Ángeles, intentaron derogar el proyecto Beilensen en 1967, que fue un modelo que se utilizó para el aLi. Ante esto, el gobernador republicano Ronald Reagan indicó que apoyaría esta medida si los legisladores eliminaban la cláusula de la deformidad fetal, por lo cual se modificó el proyecto de ley y así fue firmado. En respuesta, Walter Trinkaus, profesor de Derecho de la Universidad de Loyola en Los Ángeles, formó “la Liga del Derecho a la Vida”, en el sur de California en octubre de 1967, que llegó a ser uno de los grupos más fuertes del país en cuanto a los movimientos ProVida de la época (Karrer, 2011:543).
Esta controversia se vio reforzada en América Latina por las regulaciones políticas en torno al aborto que se dieron en el plano internacional, mientras que los movimientos feministas apelaban por el derecho al aborto y a la salud sexual y reproductiva desde la década de los setenta.4 Sin embargo, sus demandas se vieron opacadas por las políticas orientadas a la familia o a la comunidad, erigiéndose sobre la base de valores morales “femeninos” atribuidos al posicionamiento social de las mujeres dentro de la división sexual del trabajo y las experiencias de la maternidad (Mo ly neux, 2001:25).
En el caso de México, la dificultad se ubicó en un contexto en el que las demandas de los movimientos feministas en pro del derecho al aborto se consolidaban bajo la influencia de los movimientos que se daban, sobre todo, en Estados Unidos y Europa (Lau, 2006:182). Se les construyó como una amenaza para las políticas
4 Para más información sobre los movimientos feministas en América Latina consúltese a Maier y Lebon (2006) y Molyneux (2001).
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nacionales fuertemente influenciadas por los grupos de derecha. En esta contienda se fortalecieron las relaciones entre la jerarquía eclesiástica católica, ProVida, y algunos sectores conservadores, que tienen un peso en las decisiones políticas de gran envergadura en el país. Además, ubicaron el problema como parte central de la moralidad y la humanidad vista desde la religión, haciendo casi imposible cualquier diálogo que tuviera una apertura política hacia dicho tema.
Lo anterior iba paralelo al impulso que fueron adquiriendo los ideales del feminismo en el plano transnacional. Con las diferentes posturas del feminismo, se iba prefigurando un reordenamiento de las significaciones del género, el sexo y las diferencias sexuales. No obstante las acciones de los movimientos feministas a nivel global no transcurrieron de manera pacífica debido a los antifeminismos que constantemente reclamaban las representaciones “tradicionales” del género, el sexo y la sexualidad y/o las “verdades” sobre ello, creándose antagonismos culturales de las feminidades y/o lo que representa el ser mujer y hombre.
En México, no fue sino hasta la década de los setenta y ochenta del siglo xx cuando se da de manera significativa una movilización social por parte de las feministas que reclamaban abiertamente el derecho al aborto, aunque en un principio fueron silenciadas. En el año 2007 se lograron avances significativos en la despenalización del aborto en la ciudad de México. En el caso de Baja California, a pesar de los movimientos feministas que se dieron en el vecino país, los grupos conservadores de mujeres que hacían política retomando los valores morales relacionados con los roles tradicionales del género cobraron fuerza y formaron parte de lo que podría denominarse la segunda campaña de moralización.5
Tijuana tenía la imagen de ser una ciudad donde se cometían prácticas ilícitas, y una trayectoria de movimientos en pro de la moralización. Con el aumento de los casos de aborto en la ciudad, cobraron fuerza los grupos, sobre todo desde la elite, que apelaban por una buena imagen de la ciudad por medio de las campañas de moralización basadas en los valores morales femeninos. El aborto, como una práctica penalizada, se volvió un punto de contien
5 Sobre los movimientos feministas en Baja California, que surgieron en la década de los setenta, véase el trabajo de López (2005).
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da en el que se enfocaron las críticas hechas por la prensa y por ciertos grupos que dejaban al descubierto que no por la cercanía con Estados Unidos se daría apertura a los discursos que manifestaron las demandas de los “derechos de las mujeres”.
El aborto se transformó entonces en un tema controvertido que tenía distintas significaciones en los dos lados de la frontera. Como respuesta a las regulaciones en torno al aborto que se dieron en California, en Tijuana se hizo pública la postura en contra de tal práctica. La vigilancia y el control fue más estricto. Se hicieron públicas las posturas que consideraban que la “obstetricia ilegal” ejercida por médicos en (y no de) Tijuana “denigraba a la profesión” cuando atendían mujeres, que se decía eran extranjeras. En este contexto surgieron conflictos entre California y Baja California que transformaron esta discusión en un problema de carácter internacional.
Lo anterior se reflejó, por ejemplo, en casos como el de una mujer llamada Ángela. Ella tenía 35 años de edad, era de Los Ángeles, California, y el 21 septiembre de 1964 había llegado a la ciudad de Tijuana para practicarse un aborto. Acompañada de una amiga acudió a un consultorio donde le dijeron que regresara al día siguiente para realizarle lo que en esos años se le nombraba una “raspa”. El día 23 Ángela se sintió mal y regresó al consultorio, donde empeoró, lo que llevó al médico que la atendía a que hablara a otro para que lo auxiliara; así, por medio de transfusiones de sangre y la aplicación de medicamentos trataron de salvar a la joven, pero ella murió ese mismo día. En el certificado de defunción las causas de la muerte aparecieron como: una oclusión in testinal y peritonitis por perforación intestinal (El Heraldo, Tijuana, jueves 14 de enero de 1960).
El caso se hizo público y traspasó las fronteras nacionales debido a que Ángela y su amiga hablaron a Los Ángeles, California, para denunciar al médico cuando ella comenzó a sentirse mal. Frente a ello, el procurador general de justicia de dicha ciudad hizo una llamada al agente de delitos de Tijuana, quien le comentó que había recibido la llamada de una mujer llamada Ángela Culvera, quien había denunciado al médico Ignacio Acosta y le había proporcionado la dirección del consultorio. Por ello fue que las autoridades locales pudieron dar con el paradero de los médicos y
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de la enfermera, quienes después de dar sus declaraciones fueron arrestados (El Heraldo, Tijuana, jueves 7 de enero de 1960).
Las muertes de mujeres estadounidenses por abortos mal practicados generaron conflictos políticos entre las dos naciones. En San Diego se llegó a hablar del cierre temporal de la frontera por el aumento tanto del tráfico de drogas como de la muerte de mujeres estadounidenses por los abortos a los que se sometían en Tijuana. A la vez, en Tijuana se discutía sobre el problema de los abortos como un mal que traían las mujeres estadounidenses. En general, en California, sobre todo en San Diego, existía la idea de que del otro lado de la frontera se cometía cualquier tipo de activi dades y prácticas ilícitas que eran nocivas para sus connacionales.
Los discursos antagónicos de un lado y otro mostraban las con tiendas que recaían en los simbolismos de lo femenino y las mu jeres, así como en su significación relacionada con la reproducción biológica de los futuros ciudadanos de una nación. El cuerpo de las mujeres se había convertido una vez más en el lu gar de las pugnas políticas por la soberanía de las dos naciones. Así, la demarcación de lo político en torno a la preservación y el resguardo de las significaciones hegemónicas de la categoría “mujer”, descansaron en códigos morales que dotaron de coherencia los comportamientos generizados y las inequidades a uno y otro lado de la línea fronteriza internacional.
Como se muestra en la siguiente nota de periódico, los discursos en relación con el aborto castigaban por medio del despres tigio a aquellas personas que lo llevaban a cabo, así como a un país donde las mujeres decidían sobre ello. Su cometido era enaltecer por medio del juego de la recompensa a quienes seguían los preceptos morales, y degradar a quienes infringían estos preceptos. Se culpaba a las y los otro(as) por los problemas que generaban en nuestro país, lo que incluso justificaba formas de coacción para resolver la situación. En este sentido, los discursos sobre el aborto enfatizaron la buena imagen no sólo de Tijuana sino también de la nación frente a los males que llegan del exterior:
[…] Tijuana ha sido señalada como el lugar en que con suma facilidad, aunque a costa de fuertes sumas de dólares, la livian
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dad de numerosas mujeres del vecino país, encuentran profesionistas que se hagan cargo de practicarles operaciones ilegales que en la mayoría de los casos pasan desapercibidas para el público y por lo general para las autoridades. Pero se han regis trado casos con lamentable frecuencia en que estas criminales intervenciones médicas quedan al descubierto como consecuen cia de factores no previstos por quienes solicitan la provoca ción de un aborto para evitar el advenimiento de un ser que pudo ser fruto de relaciones ilícitas que se tratan de ocultar; de la conducta pecaminosa de los irresponsables o de un desliz cuya con secuencia de una madre inexperta, y un canalla son capaces de sobrellevar […] Se deberá obrar con energía prescrita por la ley para sentar precedentes provechosos y evitar que Tijuana siga siendo el lugar propicio para la ejecución de operaciones ilegales y campo provechoso para profesionistas mercenarios a quienes nadie importa el prestigio de su gremio… y mucho menos el buen nombre de nuestra sociedad, ni el de la ciudad que estamos obligados a defender en todo momento (El Heraldo, Tijuana, jueves 14 de enero de 1960).
Los discursos que producen saberes en torno a clasificaciones y formas de vida que devienen del ser mujer legitiman el castigo a aquellos que han infringido la norma. No sólo porque la ley condene a los castigados sino por una cadena de relaciones sociales que incorpora y legitima una lógica normativa en torno a la diada maternidad/aborto. Así, el pensamiento jurídico sirvió como un instrumento de justificación a un ejercicio del poder que surge a través de la producción de la verdad (Foucault, 1994:143). La legitimación de la desigualdad, por medio de aparatos jurídicos utilizados para regular las relaciones sociales, dejaba al descubierto las inequidades en torno a las sexualidades.
En Tijuana, socialmente se les exigía a las autoridades locales que castigaran a las personas que quebrantaban la ley al practicar abortos. Se señalaba que los médicos —quienes decían que no eran residentes de la ciudad— tenían que pagar una condena frente a las prácticas ilícitas que perjudicaban la imagen de la ciu dad y del país. Además, estos médicos dañaban las relaciones entre dos poblaciones divididas por una frontera que redefinía las contiendas y las negociaciones enmarcadas en un pensamiento jurídico que concretaba las relaciones internacionales:
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[…] acatando órdenes superiores la policía judicial se dispuso a realizar una batida contra los médicos aborteros, los que mediante ilegales operaciones vienen enriqueciéndose caudalosamente desde hace años. Teniendo en su poder una lista completa de los “corta cigüeñas” que en Tijuana operan, provo cando abortos a mujeres poco escrupulosas, principalmente del vecino país del norte. Tal campaña se emprenderá debido a las múltiples quejas que las autoridades de California reciben de parte de los esposos cuyas mujeres sin medir consecuencias, se ponen en manos de estos criminales con títulos a los que nada les importa dejar mal amparado el buen nombre de Baja California y de México mediante el ejercicio de tan ilícitas actividades (El Heraldo, Tijuana, miércoles 18 de julio de 1962).
Bajo la idea del progreso de una ciudad en construcción y con un referente moral que la deslegitimaba, tanto a nivel nacional co mo internacional, se crearon discursos políticos en torno al orden y al desarrollo de la ciudad. Para lograrlo se desplegó un conjunto de explicaciones científicas que legitimaron, sistematizaron y definieron las interpretaciones sobre el crimen con una finalidad política, y fueron de utilidad para los grupos de la elite gobernante, quienes demandaron la creación y el fortalecimiento de un sistema de justicia para limpiar la imagen de la ciudad.
Sin embargo, como se dijo, la vecindad entre Tijuana y San Diego llevaba a que las regulaciones políticas en torno a los abortos fuera una ardua tarea para los gobiernos y los grupos de la elite de los dos lados de la frontera. Estos grupos, además de enfrentarse, también negociaron en determinado momento trabajar conjuntamente para aminorar ya no sólo tal práctica (que provocaba la muerte de mujeres estadounidenses en territorio mexicano), sino también detener un negocio que era poco lucrativo para los países. Por lo tanto, las campañas que se hicieron en Tijuana para arrestar a médicos, comadronas y mujeres representaban también la solidaridad entre los gobiernos para acabar con lo que consideraban eran actos de criminalidad.
Así, casos como el de “la clínica ambulante para hacer legrados” explicitó el trabajo de los gobiernos respectivos para aminorar el problema. En dicho caso, se habló de la colaboración tanto de las autoridades estadounidenses como de agentes de la policía judi
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cial del estado, quienes localizaron una lujosa casa móvil con un valor de casi un cuarto de millón de pesos en la cual, se decía, se practicaban legrados a mujeres estadounidenses. La policía de California informó a las autoridades de Tijuana que a bordo de un carro había tres hombres y una mujer que se dirigían a Tijuana para hacerle un aborto. Se decía que ésta era una práctica recurrente, ya que estos sujetos eran acompañados por mujeres que supuestamente estaban embarazadas. Al seguir al vehículo se per ca taron de que se estacionaban en lugares aislados de la ciudad, en donde se encontraba tal clínica (El Heraldo, Tijuana, 8 de marzo de 1972).
A pesar de la frontera que delimitaba los sistemas jurídicos entre ambos países y de las contiendas constantes en torno a problemáticas que se desprendían de las clasicaciones opuestas, también se generaron acuerdos que partían de la idea de una convivencia social que debía regirse y que respondía a las leyes inherentes a lo que se proponía como la “naturaleza humana” en su sentido universal. Por lo tanto, el pacto social para terminar con el aborto correspondía, a su vez, con las negociaciones entre ciertos grupos —sobre todo de tendencias conservadoras y con influencia significativa en las decisiones políticas de sus respectivas ciudades— que, en determinadas circunstancias, se pronunciaban por hacer acuerdos para aminorar y castigar las prácticas que coincidían en considerar “inmorales e inhumanas”.
En este sentido, si el honor y la virtud sexual se iban convirtiendo en la parte central de las representaciones de Tijuana, entonces las mujeres eran una pieza fundamental en los códigos morales que guiaban el comportamiento de la población. Por ello, la vigilancia y el control de las prácticas que se asociaban a lo femenino y al cuerpo de las mujeres no sólo regulaban las formas de vida de las personas, sino también definían las relaciones políticas que se entablaban en la zona fronteriza transnacional y las negociaciones en torno a sus aparatos jurídicos (y religiosos) para controlar aquello que se consideraba una violación a las leyes estatales y de la naturaleza humana.
No obstante, el problema de los abortos no era exclusivo, como se hace explícito en los periódicos de la época, de las mujeres estadounidenses que llegaban a la ciudad en busca de médicos que
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lo realizaran. Los arrestos de mujeres residentes de la ciudad que recurrían a tal procedimiento también fueron constantemente señalados. Los médicos y las llamadas comadronas también eran enjuiciadas.
Las comadronas tuvieron un papel central en la salud sexual y reproductiva de las mujeres que radicaban en una ciudad que, por su reciente creación y por el alejamiento geográfico de un go bierno centralizado, tenía carencias en los servicios públicos, entre ellos los de salud. Si bien la cercanía con Estados Unidos daba oportunidad a mujeres de clases medias y altas de atenderse un parto en los hospitales de aquel país,6 mientras que las clases popula res se convirtieron en aquellas que por carencia buscaban alternativas para cubrir sus necesidades en torno a la salud sexual y repro ductiva.
Lo anterior se daba junto con una visión positivista donde la medicina proyectaba una visión androcéntrica que ha permitido un control en torno a saberes que separan tajantemente la medicina del resto de las actividades sanadoras. Esto llevó a que las mujeres —como las comadronas y parteras—7 quedaran fuera del quehacer médico, debido a la invisibilización de sus aportaciones a los temas referentes a la “salud de las mujeres”. Así, los saberes se institucionalizaron a través de la creación de disciplinas como elemento de transmisión y reproducción del conocimiento hegemónico (Rigol, 2003:24). Con ello no pretendo deslegitimar a la medicina convencional, sino que apunto que los saberes en torno al cuerpo sexuado y sexualizado se han invisibilizado o desvalorizado en momentos específicos, como ocurrió con el problema del aborto.
6 No se puede decir en este trabajo las razones individuales que llevaban a estas mujeres a hacerlo, pero sí se puede mencionar, por los documentos de la época, que cuando se acusaba a la población de Tijuana de estar perdiendo su mexicanidad por motivos como el que las mujeres tuvieran que ir a otro país a tener a sus hijos sobresalían argumentos anticentralistas en el nivel local, los cuales demandaban la falta de atención del gobierno federal hacia las necesidades de los servicios públicos de una población en constante crecimiento.
7 La figura de las comadronas ha estado presente a lo largo de la historia. La atención al parto ha sido la actividad que más se les ha reconocido, pero sus actividades han sido sumamente diversas, entre las que
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Así, la obstetricia se convirtió en el siglo xix en un conocimiento racionalizado, lo que condujo a una creciente penalización de los saberes y prácticas de las mujeres en torno a la salud sexual y reproductiva. La desvalorización de las parteras o comadronas se relacionaba con los abortos, independientemente de si éstos se realizaban o no. Además, se las responsabilizaba de la muerte de las mujeres recién paridas si no habían observado los reglamentos e instrucciones en cuanto a la higiene de las operaciones que estaban facultadas para llevar a cabo (Staples, 2008:220).
En este sentido, el desprestigio de quienes practicaban abortos (que se decía “manchaban el nombre de tan buena profesión”), se articulaba al de las comadronas, quienes, se señalaba, “atentaban contra la vida de las mujeres de Tijuana”. Uno de los casos que tuvo más eco en la ciudad se dio en noviembre de 1954, cuando arrestaron a una comadrona que le había practicado un aborto a la hija de quien fuera en ese momento el encargado de seguridad pública de la ciudad. Al enterarse el oficial de que su hija había muer to, fue tras la pista de esta mujer. Cuando la arrestaron se dijo que habían encontrado en el patio de su casa un “panteón de niños”. El caso fue sumamente sonado debido a que se vio involucrada una familia de la elite política de la localidad. Después de la denuncia y tras varios días de averiguación se dijo que había nueve embriones, además se dio a conocer la muerte de tres mujeres más por las mismas circunstancias (El Heraldo, Tijuana, martes 18 de noviembre de 1954).
El que las comadronas se vincularan con la condición social, se articulaba a la relación del género y la clase como conceptos que no pueden ser analizados de manera separada ya que el género, la sexualidad, el sexo y la familia tienen un trasfondo político que discursivamente muestran la ideología del momento (Scott, 1999:58). En este sentido, el aborto de las mujeres estadounidenses reflejó disputas políticas en la zona fronteriza, y una mayor severidad y rigidez en cuanto a las formas de castigo para aquellas
destacan la atención a la salud sexual y reproductiva de las mujeres, además de dar atención a los recién nacidos y/o a los niños, al igual que participan activamente en la educación sexual de las familias (GallegoCaminero, MiróBonet et al., 2005).
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personas que se veían inmiscuidas en tal práctica. Al mismo tiem po, en Tijuana se dio una “persecución” de las comadronas, quienes practicaban abortos a las mujeres, principalmente de los sec tores po pulares de la creciente ciudad:
[…] en los separos policiacos se le interrogó y la mujer no tuvo empacho en decir que por recomendación de una amiga ocasional fue a ver a una señora de nombre Elena “N” […] en donde el sábado le practicó una operación que le provocó un peligroso aborto y que por el “trabajo” le pagó 30 dólares. La comadrona no ha sido detenida porque al parecer huyó al vecino país del norte (El Heraldo, Tijuana, martes 24 de agosto de 1965).
La persecución de las comadronas y la práctica del aborto en tre las clases populares contribuyó en la construcción de las fronteras urbanas. Por un lado, abonó a la retórica de los discursos dominantes que se expresaban, por ejemplo, en la leyenda blanca y la leyenda negra, por lo que volvió a poner en el centro de la discusión a la frontera internacional. Por el otro lado, marcó las fronteras urbanas que dividían a Tijuana entre los sectores privilegiados y los populares. Como lo menciona Núñez, el proceso de urbanización se dio en el marco de contradicciones y cambios en las prácticas que tradicionalmente se adjudicaban a los hombres y las mujeres, un proceso que fue profundizando los contrastes entre los grupos sociales de una población donde la migración era parte característica del crecimiento demográfico y las dinámi cas establecidas en el espacio urbano (Núñez, 2008:378).
Así, las discusiones y la movilización en torno al aborto mostraron las tensiones internas de la zona fronteriza transnacional. Esto se dio en el marco de las lógicas morales que reafirmaban los discursos dominantes sobre el género y la sexualidad. Lo “íntimo” adquirió relevancia, ya que el género, el sexo y la sexualidad se convirtieron en los vértices que delinearon las formas de gubernamentalidad ya no sólo entre dos naciones, sino en un modelo político transnacional con divisiones entre el tercer y primer mun do, donde el sentido de la desigualdad exorbitante tenía que “cobrar sentido” frente a valoraciones en torno a cuerpos que históricamente han sido clasificados desigualmente.
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concLusión
Este trabajo tuvo la finalidad de ofrecer un panorama general de las disputas políticas que se dieron entre Tijuana y San Diego a lo largo de las décadas de los cincuenta y los sesenta por la muerte de mujeres estadounidenses en territorio mexicano, a cau sa de abortos mal practicados. Así, por medio de discursos que sur gie ron en la prensa local, se analizaron las contestaciones de las dos ciudades en relación con los saberes y las racionalidades construi das en torno a la sexualidad, el sexo y el género.
Anclados en el plano simbólico, estos discursos informaron políticas morales y marcaron las diferencias y conflictos entre dos ciudades que, articuladas a partir de relaciones de vecindad, for maban una zona fronteriza con lógicas culturales disímiles y con te s tatarias.
Es aquí donde las campañas de moralización se conformaron y cobraron fuerza para “borrar la mala imagen de la ciudad” —la leyenda negra— por medio de la exaltación de los valores morales —la leyenda blanca—, que fueron depositados en la figura femenina. Esta dinámica no fue ajena a la ideología del momento, en la que se exaltaban los nacionalismos a partir de la estratificación social, física y mental. Frente a ello, el dominio de lo “íntimo” fue parte central de los proyectos políticos que regularon comportamientos que erigieron marcos jurídicos y, por ende, delinearon prácticas sociales sustentadas en un orden de género que las dotaba de coherencia.
Sin embargo, dicha ideología se encontraba en transición, ya que surgían nuevas manera de vivir, de entender las cotidianidades y de expresar las inconformidades. Ante eso, aparecen los movimientos sociales, entre ellos el feminista, con sus despliegues políticos como la “legalización del aborto” y la inconformidad con las maternidades forzadas. Esto desató, por un lado, antifeminismos de uno y otro lado de la frontera, sobre todo cuando se legalizó el aborto en California; y por otro, las dinámicas de estos movimientos tuvieron sus propias temporalidades y alcances, ya que en Tijuana éstos eran silenciados, mientras que en Estados Unidos las demandas tenían otras direcciones políticas. Frente a ello, del la do mexicano y como reacción contestataria, surgieron grupos
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de mujeres de la elite política que, como parte de las campañas de moralización, se convirtieron en las portavoces de las feminidades tradicionales ancladas en la maternidad y orientadas al “resguardo” de la familia nuclear.
Lo anterior se hizo explícito en los discursos de la época que criminalizaban a las mujeres, médicos y comadronas que llevaban a cabo los abortos y a quienes se sometían a ello. Así, las significaciones en torno a qué eran las mujeres y qué representaba la feminidad se convertían en los puntos de tensión frente a una nueva manera de pensar el quehacer político.
En este sentido, podemos entender la zona fronteriza transnacional como un espacio en el que se plasma el orden simbólico, que con especificidad histórica clasifica y construye diferencias que se asocian con modos de vida desiguales, y donde el género opera como una de las clasificaciones de referencia primaria. Esto nos permite entender que las formas de regulación de lo “íntimo” parecían hacer coherentes las exorbitantes desigualdades espe cíficas de esta unidad geohistórica. A partir de un proceso de construcción de técnicas de disciplinamiento dirigido a cuerpos “específicos” —como el cuerpo significado de la feminidad asociada a la maternidad— es que se construyó el aparente consenso sobre los códigos morales que guían las conductas y el gobierno de sí. Pero fue también en este contexto de interacción y vecindad en la zona fronteriza en el que se generaron formas de acción que delinearon las disputas en torno a la moralidad que subyace a la sexualidad y al sexo, marcando con ello formas de regulación que a la vez dieron pie a reacciones y contiendas.
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Sobre loS autoreS
Ximena alba VillaleVer es candidata a doctora en Antropología por la Universidad Libre de Berlín donde cursa el programa del Colegio Internacional de Graduados “Entre Espacios”. Especialista en estudios sobre diásporas, su investigación se enfoca en la migración de chinos hacia América y Europa. Ha realizado trabajo de campo en China, Fran cia y México. Con una perspectiva desde los procesos de globalización “desde abajo”, se interesa por la participación de mujeres chinas en circuitos de comercio transnacionales.
Federico beSSerer alatorre es profesor e investigador del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa (uam-i). Obtuvo su doctorado en el Departamento de Antropología de la Universidad de Stanford. Es maestro en Antropología por la Universidad de California, Riverside. Cursó sus estudios de licenciatura en la Universidad Autónoma Metropolitana en la ciudad de Méxi co. Se ha enfocado al desarrollo teórico y metodológico de los estudios transnacionales en el marco del Seminario de Estudios Transnacionales de la uam-i. Su inves tigación se enfocó primero en el es tudio de comunidades trans na cionales y recientemente en el estudio de los procesos urba nos transnacionales. Entre sus publicaciones se encuentran, Moi sés Cruz. Historia de un transmigrante (1999); Topografías Transnacionales (2004); San Juan Mixtepec: una comuni dad transnacional ante el poder clasificador y filtrador de las fronteras (2006), con Michael Kearney; Ensamblando la ciudad transnacional. Etnografía
SOBRE LOS AUTORES438
especular de los espacios urbanos transnacionales (2014), con Daniela Oliver.
mónica GeorGina cinco baSurto es licenciada en Antropología Social, por la uam-i. Tiene una maes tría en estudios de Asia y África con especialidad en China por El Colegio de México (El Colmex) y actualmente realiza estudios en el Doctorado en Ciencias Antropológicas por la uam-i. Ha cur sado estudios de lengua y cultura china en la Universidad de Sun Yat Sen, Guangzhou, China. Su principal área de investigación es la migración de chinos a México. Cuenta con diversas publicaciones sobre el tema. Desde 2012, promueve actividades culturales acerca de la presencia china en la ciudad de México.
Valentina Glockner FaGetti obtuvo el doctorado en Ciencias Antropológicas en la uam-i con la tesis “Trabajo infantil y regímenes de gubernamentalidad: slums flexibles, onGs y producción de subjetividades en la India contem poránea”. En 2008 su tesis de licenciatura ganó dos premios nacio nales y fue publicada con el título “De la montaña a la frontera identidad, representaciones sociales y migración de los niños mix tecos de Guerrero”. Ha publicado diversos artículos y capítulos en libros colectivos sobre infan cia, migración, pobreza, pueblos indí genas, medicina tradicional, gubernamentalidad y la sociedad civil. Ha sido becaria del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y ha participado en proyectos de inves tigación del Institu to Nacional de Antropología e Historia (inah), Centro de Investiga ciones y Estudios Superiores en Antropología Social (cieSaS)/Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (uniceF), Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (buap)Programa de Mejoramiento del Profesorado (Promep) y la Universidad Autónoma Metropolitana (uam)Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
liSSet anahí Jiménez eStudillo es licenciada en Antropología Social por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Fue investigadora y becaria del Conacyt del proyecto “El derecho a la ciudad transnacional”, de la licenciatura en Antropología Social de la uam-i. Participó en el Se minario de Estudios Trans
SOBRE LOS AUTORES 439
nacionales de la uam-i, en el marco del proyecto Conacyt 152521H, “La ciudad transnacional”.
luiS pedro meoño artiGa es licenciado en Antropología por la Universidad San Carlos de Guatemala y maestro en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Actualmente es estudiante del Doctorado en Ciencias Antropológicas en esta última universidad. Ha trabajado como investigador para el Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (cirma) y la Fundación Rigoberta Menchú Tum, examinando el estado de las relaciones interétnicas en Guatemala. Sus intereses académicos se ubican dentro de la antropología urbana, centrados particularmen te en la Ciudad de Guatemala. Sus investigaciones abarcan temas que van desde las expresiones contemporáneas de la cultura po pular, la migración de retorno y el surgimiento de nuevos colectivos laborales dentro de la industria transnacional de call centers en aquel país.
raúl nieto calleJa es profesorinvestigador del Departamento Antropología de la Uni versidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, de la ciudad de Méxi co, donde también ha sido coordinador del Posgrado en Ciencias Antropológicas y jefe del mismo departamento. Es doctor en Cien cias Sociales por el cieSaS e Investigador Nacional en el Sni. Ha par ticipado en el Programa de Estudios de Cultura Urbana y hace parte del Seminario de Estudios Transnacionales (ambos del Depar tamento de Antropología, uam). Es miembro del Consejo de Redac ción de la revista Nueva Antropología y fundador de la Asociación Latinoamericana de Antropología. Entre sus líneas de investigación actuales están estudios transnacionales, antropología urbana y del trabajo; representaciones del trabajo; e imaginarios laborales y sociales.
daniela oliVer ruValcaba es candidata a doctora por el posgrado en Ciencias Antropológicas de la uam. Su trabajo se ha centrado en el estudio de los mundos laborales en ciudades transnacionales, migración indígena hacia espacios rurales y urbanos, así como procesos transnacionales de exclusión, bienestar y construcción de ciudadanía. Actualmente realiza una investigación sobre regí
SOBRE LOS AUTORES440
menes afectivos del trabajo en enclaves turísticos. Es coautora de la publicación Excluidos y ciudadanos. Las dimensiones del poder en una comunidad transnacional mixteca (2012) y coeditora del libro Ensamblando la ciudad transnacional. Etnografía especular de los espacios transnacionales urbanos (2014).
maribel romero loyola es estudiante del Programa de Maestría en Antropología Social del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropolo gía Social (cieSaSNoreste). Es licenciada en Antropología Social por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Fue investigadora y becaria Conacyt del proyecto “El derecho a la ciudad transnacional” de la licenciatura en Antropología Social de la uam-i. Participó en el Seminario de Estudios Transnacionales de la uam-i, en el marco del proyecto Conacyt 152521H, “La ciudad transnacional”.
lilia adriana SolíS arellano es doctora en estudios sociales, línea de estudios laborales por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Es maes tra en Estudios Sociales y licenciada en Sociología por la misma Institución. Ha realizado investigación de campo en el municipio de Valle de Chalco Solidaridad, y en el estado de Oaxaca en Méxi co; así como en Chicago, Nueva York y Oregón en Estados Unidos. Participó en el Seminaón en Estados Unidos. Participó en el Seminan en Estados Unidos. Participó en el Seminario de Estudios Transnacionales y en el Se minario de Estudios del Trabajo en la División de Ciencias Sociales y Humanidad de la uam-i. Realizó una estancia de investigación en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (cuny) en el año 2012.
lorenia urbaleJo caStorena es licenciada en Historia, maestra en Geografía Humana y docto ra en Ciencias Antropológicas. Forma parte del Padrón de Jóvenes Investigadores (jóvenes que investigan jóvenes). Sus publicaciones más recientes son: “Un santo de mi devoción. El festejo a San Francisco de Asís entre los mixtecos de Guerrero en Tijuana”, en Migración y cultura popular y La ciudad como espacio vivido: mixte cos de Guerrero en Tijuana. Actualmente es profesora en la Facultad de Humanidades y Ciencias SocialesUniversidad Autónoma de Baja California (uabc) e investigadora en el proyecto, “Condiciones de vida e integración social
SOBRE LOS AUTORES 441
de la población indígena en Tijuana” (cdi). Sus temas de interés en la investigación son: espacio urbano, frontera, migración, indígenas y juventud.
areli Veloz contreraS es licenciada en historia por la Universidad Autónoma de Baja Ca lifornia, maestra en estudios laborales por la Universidad Autónoma Metropolitana y doctora en Ciencias An tropológicas por esta misma universidad. Es autora del libro Mu jeres purépechas en las maquiladoras de Tijuana: experiencias y significados del trabajo (2011). Ha impartido docencia en la Universidad Autónoma de Ba ja CaliforniaTijuana. Es especialista en temas de género, trabajo, frontera y cuerpo sobre los cuales ha publicado capítulos de libros y artículos en revistas especializadas. Actualmente realiza una estancia posdoctoral en el Instituto de Altos Estudios Sociales (idaeS) de la Universidad Nacional de General San Martín, en Argentina.
nancy Wence partida estudió la licenciatura en Antropología Social en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapa lapa, donde participó como investigadora del proyecto interinstitucional “North American Transnational Communities”. En el año 2008 obtuvo la beca ErasmusMundus para cursar la maestría en Antropología de Orientación Pública en la Universidad Autóno ma de Madrid. Actualmente cursa en cotutela el doctorado en los programas de posgrado en Ciencias Antropológicas de la uam-i y Antropología en la Universidad Autónoma de Madrid. Su investigación más reciente estudia los circuitos migratorios transnacio nales que unen a la ciudad de Cochabamba en Bolivia con la Ciudad de Madrid en España.
La ciudad transnacional comparadaModos de vida, gubernamentalidad y desposesión
se terminó en enero de 2015en Imprenta de Juan Pablos, S.A.
2a. Cerrada de Belisario Domínguez 19Col. del Carmen, Del. Coyoacán
México 04100, D.F.<[email protected]>
1 000 ejemplares