La Pervivencia de la Hispania Antigua y Visigoda en el Nacionalismo Español del Siglo XIX

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Master Interuniversitario en Historia y Ciencias de la Antigüedad (2013-2014) Legado y redescubrimiento de la Antigüedad (Grupo 1): El legado de la Antigüedad Clásica Héctor Manuel Vázquez Dovale Prof. Gloria Mora

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Master Interuniversitario en Historia y

Ciencias de la Antigüedad (2013-2014)

Legado y redescubrimiento de la Antigüedad

(Grupo 1): El legado de la Antigüedad Clásica

Héctor Manuel Vázquez Dovale

Prof. Gloria Mora

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Índice

1.- Introducción 3

2.- Contexto Histórico 3

- Breve descripción histórica de los habitantes de España en la Antigüedad: Pueblos

prerromanos, griegos, fenicios, púnicos, romanos y visigodos.

3.- La Pervivencia de la Hispania antigua y Visigoda en el nacionalismo español del

s. XIX 5

3.2.- Los elementos Prerromanos 5

3.3.- Los elementos Romanos 9

3.4.- Los elementos Visigodos 10

3.5.- La relación con el Nacionalismo Español del s. XIX 11

- Modesto Lafuente

- El Romanticismo y el Liberalismo

- La Real Academia de la Historia

4.- Conclusiones 13

5.- Bibliografía y Recursos Web 15

6.- Relación de Figuras 19

3

1.- Introducción

La importancia que tuvo la historia antigua de España y como, en el s. XIX, los

historiadores interrelacionan los diferentes elementos de este pasado para construir la

identidad nacional española han sido los principales motivos que nos han llevado a

escoger y desarrollar este trabajo.

El objetivo principal de este trabajo es analizar y desarrollar los diferentes

elementos del pasado español: prerromanos, romanos y visigodos; que serían utilizados

por el nacionalismo español del s. XIX para construir la identidad española, mediante la

presentación de un contexto histórico, en el que se describe, brevemente, la evolución

histórica de la Península Ibérica desde la época prerromana hasta la época visigoda, el

desarrollo de los elementos principales prerromanos, romanos y visigodos y como estos

son tratados durante el s. XIX. Por último se presentaran las conclusiones a las que

hemos llegado.

2.- Contexto Histórico

Los primeros colonizadores llegaron a la Península Ibérica, a principios del I

milenio a.C, en torno a los s. IX-VIII a.C, estos fueron los fenicios y, posteriormente en

el s. VI a.C, los griegos, y se encontraron con una tierra, a la que llamaron Hispania1,

rica en minerales y habitada por feroces pueblos. Los fenicios y los griegos

construyeron una serie de asentamientos costeros2 desde donde pretendían comerciar

con los pueblos locales, pero la constante interacción entre los fenicios y estos pueblos,

que habitaban las regiones circundantes a sus asentamientos, provocaron que estas

comunidades indígenas empezasen a desarrollar sus propias identidades. Este proceso

evolucionaría de acuerdo al tipo de interacción que los hispanos llevaban a cabo con los

colonizadores. En primer lugar, nos encontramos con los fenicios y los griegos que

llevan a cabo una interacción, estrictamente, comercial, desde sus asentamientos, con

los hispanos. Posteriormente, en el s. III a.C, llegarían los púnicos, dirigidos por

Amílcar Barca, que, aprovechando el origen fenicio de Cartago y las buenas relaciones

con los asentamientos fenicios que había en la Península, buscarían convertir Hispania

en la base de operaciones desde la que devolver el golpe asestado por Roma tras la

1 Término fenicio que, hacía referencia al conjunto de la Península Ibérica, sería heredado por los

romanos. Los griegos la llamaban Iberia. 2 Los fenicios en el sur, mientras que los griegos en el levante peninsular.

4

Primera Guerra Púnica (264–241 a.C). La obsesión de Amílcar se haría realidad cuando

su hijo, Aníbal, llevaría a su ejército de africanos, galos e hispanos a Italia. El desarrollo

y el final de la Segunda Guerra Púnica (218–201 a.C) marcarían el declive de Cartago

como potencia militar y el ascenso de Roma como la nueva potencia dominante3 en el

Mediterráneo. La derrota cartaginesa se tradujo en la perdida de los territorios que

poseían en Hispania, que serían ocupados por los romanos que crearían las primeras

provincias romanas, sin contar a Sicilia y Cerdeña, alejadas del ámbito itálico, la

Citerior y la Ulterior. Aunque en un principio, estas provincias apenas ocupaban una

pequeñísima parte del territorio peninsular, los romanos a lo largo de los siglos

siguientes las fueron ampliando a costa de los territorios de los diferentes pueblos de

Hispania, hasta que en el 19 a.C, Augusto completo la conquista de toda Hispania, al

incorporar la última porción de territorio, en el norte peninsular, que no estaba en manos

de Roma, ocupada por astures y cántabros. Desde el principio de la conquista se produjo

un fenómeno, denominado romanización, que consistía en la implantación de la cultura

romana en la Península Ibérica. Este fenómeno tuvo como principal consecuencia la

desaparición paulatina de las culturas e identidades propias de cada pueblo hispano, de

tal forma que para los s. II–III d.C la romanización de Hispania estaba, prácticamente,

completada4.

La dominación romana sobre la Península se mantendría hasta principios-

mediados del s. V d.C, cuando la llegada de suevos, alanos y vándalos a la Península, en

el contexto de las invasiones de los germanos, obligaría al emperador del Imperio

Romano de Occidente, Honorio, a solicitar la intervención de sus aliados, los visigodos,

con los que tenían un foedus5. Estos derrotarían a los alanos y a los vándalos

6 y se

asentarían en la región peninsular. A la caída del Imp. Rom. de Occidente, los visigodos

crearían su propio reino, primero, con capital en Tolosa (476–504) y, posteriormente,

tras ser derrotados por los francos, en Toledo (507–711). Entre finales del s. VI y

mediados del s. VII, los visigodos derrotan a suevos y bizantinos y logran reunificar

Hispania, manteniendo el control sobre la misma hasta la invasión árabe y la derrota

Don Rodrigo en la batalla de Guadalete en el 711.

3 La Primera Guerra Púnica había debilitado considerablemente el poder de Cartago, pero aún seguía

siendo considerada una potencia. Tras la Segunda, Roma se convertiría en la potencia predominante en el

Mediterráneo. 4 Apenas se mantendrían algún elemento tradicional, institucional o religioso característico de los pueblos

hispanos. 5 Tratado de alianza, que. implicaba la entrega a Roma de contingentes militares.

6 Los suevos permanecerían en la región de Galicia hasta el s. VI d.C.

5

3.- La Pervivencia de la Hispania Antigua y Visigoda en el

nacionalismo español del s. XIX

A finales del s. XVIII, con motivo de la revolución americana, de la revolución

francesa, de la revolución industrial, etc., surge una nueva ideología y movimiento

sociopolítico, el nacionalismo, a la sombra del concepto de nación. Esta nueva ideología

afirmaba que cada nación poseía su propia identidad y que debían formar sus propios

Estados. A raíz del surgimiento de los nacionalismos en Europa, en España, a lo largo

del s. XIX, se llevara a cabo un proceso, motivado por la Guerra de Independencia7 y

acentuado por los intelectuales españoles de finales del s. XIX, con el que se buscaría

crear la identidad de la nación española, para ello, el nacionalismo español recurriría a

los elementos del pasado, en ocasiones reales, en otras reelaborados o “inventados”,

para justificar la existencia como nación de España y la de un pueblo cohesionado, el

español, que la habría habitado de forma continua desde la antigüedad más remota (De

la Torre, 2002, 2). A continuación procederé a explicar y describir algunos de los

elementos utilizados por el nacionalismo español y que se corresponden con el período

de la Hispania Antigua y Visigoda.

3.2.- Los elementos Prerromanos

El pasado prerromano sería el elemento más analizado y explotado por los

nacionalistas durante el s. XIX. Dentro de los elementos correspondientes a los pueblos

prerromanos se recurrió, de forma predominante, a las figuras de Viriato, Indíbil y

Mandonio, Istolecio e Indortes, Sagunto y, sobre todo, a Numancia (De la Torre, 2002,

2), cuyas actuaciones, descritas por las fuentes grecolatinas, serían reinterpretadas,

mitificadas o heroizadas de acuerdo a los intereses del nacionalismo español y del

período histórico en el que se tratan. En primer lugar, nos encontramos con que las

figuras de Istolecio e Indortes, Indíbil y Mandonio y Sagunto que, se enmarcan en el

contexto de la Segunda Guerra Púnica, y cuyo estudio dentro de la historiografía

española se ha visto relegado a un segundo plano debido a la importancia de Viriato y

Numancia. También, se llevarían a cabo la idealización de algunas de los aspectos que

parecían caracterizar a estos pueblos tales como la resistencia hispana frente al invasor o

la figura del “buen bandolero” o guerrillero (Aldea Celada et alii, 2012, 438–439).

7 El nacionalismo español del s. XIX buscara trasladar y comparar los sucesos del pasado con los que se

estaban produciendo durante la Guerra de Independencia.

6

En el caso de Istolecio e Indortes se mitifica las insurrecciones que llevaron a

cabo contra los púnicos y, uniéndolas a la de Orisio, las convierten en el hecho

fundacional de una mítica tradición de insurrecciones hispanas que continuaría con

Viriato y seguiría hasta la Guerra de Independencia. En el caso de Indíbil y Mandonio

se mezclan la percepción grecolatina: el fútil y traicionero bárbaro hispano; y la

percepción moderna: el héroe y mártir nacional (Aldea Celada et alii, 2012, 439–450).

En el caso de Numancia y Sagunto, se las representa como ejemplos de la

resistencia heroica de los hispanos frente a los invasores, en el caso de Sagunto fueron

los púnicos y, en el de Numancia, los romanos. El nacionalismo español compararía la

defensa de Numancia o Sagunto con la heroica defensa de Zaragoza llevada a cabo por

Fig. 1: Esta escultura fue titulada Independencia por Sanmartí, y representaba a Istolacio e Indortes, dos

caudillos "celtas o celtíberos", al servicio de los turdetanos, que se enfrentaron sin éxito a Amílcar en

torno al 231 a.C. Ahora bien, estos personajes son poco conocidos debido a que apenas se citan en las

fuentes literarias antiguas y a que ambos murieron tras ofrecer una breve resistencia. Teniendo en cuenta

esto y que la escultura se encuentra en Lérida es natural que la tradición popular sustituyera,

rápidamente, una atribución ignorada e irrelevante socialmente por otra más popular y con una función

claramente definida: Indíbil y Mandonio. El significado inicial del conjunto (independencia;

subsidiariamente, lucha de los hispanos contra Cartago) ha adquirido un alcance más limitado y preciso,

pero mucho más poderoso: el de la independencia y lucha de los ilergetes contra el poder centralizador y

unificador de Roma; símbolo no ya de Hispanidad, sino de catalana-iberismo o, mejor aún, de

i1ergetismo incluso por oposición a otras comarcas catalanas.

http://www.fotonostra.com/albums/catalunya/fotos/indibil.jpg

7

los españoles frente a los invasores franceses durante el desarrollo de la Guerra de

Independencia (De la Torre, 2002).

En el caso de Viriato, se le representa como el primer patriota y héroe nacional,

que fracaso por la traición de los suyos8. También se le presenta, a él y a sus hombres,

como “buenos bandoleros” o lo que es lo mismo como guerrilleros, que se enfrentaron a

un invasor, Roma, que les superaba en todos los aspectos (ejército, organización,

armamento, etc.). Esta imagen del “buen bandolero” se trasladaría, nuevamente, a la

Guerra de Independencia en la que los españoles justificarían el uso de la guerra de

guerrillas contra los franceses aduciendo el precedente de Viriato, en la que unos pocos

hacían frente a un poderoso Imperio, Roma en el caso de Viriato y la Francia

Napoleónica en el caso de la Guerra de Independencia. A finales del s. XIX, la imagen

de Viriato sería reinterpretada por Joaquín Costa, quién, influenciado por las ideas del

social-marxismo o del comunismo, consideraría a Viriato no como el fundador de la

nación, sino más bien como el emancipador de las clases oprimidas de su tiempo, ya

fuera contra Roma o contra las aristocracias autóctonas9. Costa, también, nos

transmitiría una imagen idealizada de los pueblos hispanos, estableciendo la austeridad,

pureza y fidelidad como insignias de lo auténticamente español, o haría uso en clave

socialista de ciertas nociones como el sistema gentilicio10

o el colectivismo agrario,

poniendo como ejemplo el colectivismo vacceo11

(Aguilera Durán, 2011, 382 y 2012,

549, Pastor Muñoz, 2004, 213–226).

8 Referencia a la desunión hispana.

9 Referencia a la existencia, según Costa, de una lucha de clases en los pueblos de la Hispania Antigua.

10 Refiriéndose a la lucha de clases.

11 Lo considera un comunismo primitivo.

8

Otro aspecto del pasado prerromano, sobre el que haría hincapié el nacionalismo

español del s. XIX, sería la desunión que caracterizaría a los pueblos hispanos, la cual se

mantendría hasta la Guerra de Independencia, y que los nacionalistas considerarían

como el principal responsable de las continuas invasiones de potencias y pueblos

extranjeros (Cartago, Roma, germanos, árabes y franceses) y de las heroicas, pero

fracasadas, resistencias de los hispanos. Los nacionalistas consideran que los hispanos,

pese a su desunión, eran fuertes, como sino iban a resistir por casi dos siglos los

sucesivos intentos de Roma por someterlos, y creen que si hubieran llegado a estar

unidos ningún poder les hubiera hecho frente, no solo habrían defendido la Península

Fig. 2: La historia de Viriato, como la de Numancia, forma parte de una serie de episodios gloriosos

que demuestran la irreductible heroicidad de los españoles frente a un invasor extranjero. Por eso

llamó la atención de muchos artistas y escritores que, a principios del siglo XIX, vivieron en unas

circunstancias históricas similares, provocadas por la resistencia frente a la ocupación napoleónica.

Este cuadro, pintado por José de Madrazo en 1807, es un claro reflejo de este contexto. Madrazo lo

pinto durante su estancia de formación en Roma, y hoy se conserva en el Museo del Prado,

representa el momento en que los soldados lusitanos descubren el cadáver de Viriato en su tienda. En

un principio, el título del cuadro era el de “la muerte de Patroclo”, pero se cambió al de “la muerte

de Viriato” por el inicio de la Guerra de Independencia. Esto explica porque los lusitanos son

representados con la vestimenta y el armamento típico de los griegos. Este elemento griego presente

en el cuadro sería utilizado por algunos nacionalistas para justificar el rechazo al elemento romano al

afirmar la superioridad de la Antigua Grecia como la verdadera civilización clásica, en detrimento de

Roma, que no sería más que un reflejo o una copia de esta. El episodio representado, también hace

referencia a cómo la grandeza de la antigua Hispania fue corrompida y, finalmente, sometida por la

conquista romana, y como la desunión de los hispanos, Viriato moriría asesinado por varios de sus

oficiales más cercanos, fue la principal causa de que esto ocurriera.

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/2/21/Madrazo_Viriatus_HighRes.jpg

9

sino que, seguramente, hubieran creado su propio Imperio12

tal y como hicieron los

romanos. En referencia a esta cuestión, está el ejemplo señalado por Tomás Aguilera

Durán en el II Seminario de Estudios sobre el Occidente Antiguo (SEOA),

recientemente, celebrado en la Universidad Autónoma de Madrid. En su intervención13

,

señalaba como el nacionalismo francés había tergiversado o manipulado las palabras

con las que Julio César, en su Comentarios sobre la Guerra de las Galias, pretendía

describir el potencial peligro que representaban los galos, en la que hacía referencia al

potencial bélico y a la desunión existente entre los pueblos de la Galia y a la amenaza

que representarían para Roma14

si, en verdad, llegaban a unirse15

.

3.3.- Los

elementos

Romanos

El

segundo

elemento del

pasado antiguo

de España,

utilizado por el

nacionalismo

español, fue el

elemento

derivado de la

ocupación de la

Península

Ibérica por

parte de Roma.

12

Para ello ponen el ejemplo del Imperio español establecido por los reyes Católicos y sus sucesores, los

Austrias (s, XV–XVII), quienes, tras unir la Península Ibérica, crearon un gigantesco Imperio ante el que

nadie podía imponerse. 13

La intervención de Tomás tiene lugar el último día del seminario, el 24 de abril de 2014. 14

Hay que tener en cuenta que los galos habían atacado y saqueado Roma en el 392 a.C y, desde

entonces, los romanos temían que se pudieran reproducir, nuevamente, este suceso. 15

Para los nacionalistas franceses estas palabras de César representaban su creencia de que los galos

unidos conquistarían el mundo. Idea que puede trasladada al ámbito hispano tendría más fuerza debido a

que los galos apenas lograrían resistir una década a las legiones de César, antes de ser sometidos por

completo al poder romano, mientras que los hispanos resistirían durante dos siglos a Roma.

Fig. 3: En este cuadro de Johann Boeckhorst, titulado la clemencia de Escipión,

se retrata una escena clásica donde se resalta la virtud romana representada por

Escipión al rechazar a una bella princesa hispanas, que había sido rehén de los

púnicos y a quién los soldados romanos ofrecerían a su general, quién

declinaría la oferta devolviendo a la bella hispana junto con su familia y su

prometido.

http://www.artvalue.com/image.aspx?PHOTO_ID=1302126&width=500&heig

ht=500

10

Este elemento dependiendo del contexto histórico, especialmente a lo largo del s. XIX,

tendría connotaciones positivas o negativas16

. Entre los aspectos positivos en los que se

hace hincapié destacan: la grandeza imperial y civilizadora de Roma, que, según los

nacionalistas, habría de ser heredada por los hispanos con lo que se legitimaba o

justificaba la creación y existencia del Imperio español17

; la virtud romana,

especialmente, la que transmitían las actuaciones en Hispania de Escipión el Africano18

;

la regeneración del Imperio romano realizada por determinados personajes de origen

hispano entre los que destacamos a Balbo (política), Seneca, Marcial, Quintiliano,

Prudencio (filosofía, retorica, literatura latina), Trajano, Adriano y Teodosio

(emperadores); el haber conseguido, por primera vez, la unidad nacional de España

durante la época de Augusto y el haber permitido la predicación del Cristianismo en

Hispania (Dupla, 1999, 353).

En lo referente a los aspectos negativos, durante determinados espacios de

tiempo, principalmente, durante el s. XIX algunos nacionalistas despreciarían el

elemento romano por considerar a Roma responsable de la corrupción y perfidia que

asolo el Imperio y que permitieron a los pueblos germánicos invadirlo y provocando en

Hispania, nuevamente, la desunión del pueblo hispano. Además, niegan el carácter

civilizador de Roma aduciendo la superioridad de la civilización griega, la cual habría

de ser adoptada por los romanos y difundida entre los pueblos conquistados. Dentro de

este apartado, es irónico que algunos nacionalistas rechacen el elemento romano cuando

es gracias a las fuentes grecolatinas que se conoce el pasado prerromano que ellos

exaltan e idealizan (Dupla, 2002, 178–183).

3.4.- Los elementos Visigodos

El elemento visigodo, durante el s. XIX, no sería desarrollado tanto como el

pasado prerromano o el pasado romano y, por lo general, sería utilizado como

contrapunto a los aspectos negativos del elemento romano, los visigodos serían

representados por los nacionalistas como los destructores de la corrupta y decadente

Roma y como los responsables de la unificación tanto política como religiosa de

16

No sería hasta el franquismo que se desarrollarían todos los aspectos positivos del elemento romano

haciendo a un lado los negativos que, aunque no desaparecerían, no tendrían la misma importancia que en

el s. XIX. 17

Los nacionalistas compararían la conquista de América hecha por los españoles, con la conquista de la

propia Península Ibérica a manos de los romanos. 18

Entre las actuaciones de Escipión destaca el que tuvo con una bella princesa hispana que sería

representada por los nacionalistas en varias pinturas que suelen tener el mismo título “La continencia de

Escipión”.

11

Hispania. Esta acción los convertía, a ojos de los nacionalistas, en los fundadores de la

nación española y, también, en los creadores de la monarquía de modelo centralista, que

serviría como modelo para los futuros reinos hispánicos, que acabarían por converger,

nuevamente, en un nuevo reino unificado, el de España19

. Además, los nacionalistas

ignorarían el origen germano de los visigodos al afirmar que estos admitieron la

superioridad del pueblo católico español al convertirse al catolicismo20

y unirse con el

pueblo español al crear una serie de códigos comunes para todos21

. Los únicos aspectos

destacables que los nacionalistas resaltarían como algo negativo serían, primero, que

tras unirse con el pueblo español mantendrían algunas de las características bárbaras que

los caracterizaban, y que habían caracterizado en el pasado a los hispanos, como la

belicosidad goda, y, segundo, que los visigodos aunque unificaron España no fueron

capaces de eliminar el factor de desunión que había caracterizado a los hispanos y que

se mantendría como un elemento característico de los españoles, permitiendo que, una

vez más, pueblos extranjeros invadieran la Península22

(Carbó García, 2010, 319 y 322;

Díaz, 2008, 25–73; Wulff Alonso, 2003, 111–112).

3.5.- La relación con el Nacionalismo Español del s. XIX

Durante la primera mitad del siglo XIX, se produce una creciente

institucionalización de la historia antigua y sus disciplinas afines y, al mismo tiempo, se

asiste a la popularización de la historia entre una población que, paulatinamente, va

adquiriendo los caracteres económicos, sociales y culturales de una naciente burguesía.

Además, debido a que, hasta mediados de siglo, las universidades carecían de medios y

de estructuras para acoger la historiografía, el estudio de la Antigüedad se debió, en

gran medida, a la labor de aficionados y de fundaciones tales como la Sociedad

Numismática Matritense (1837); la Sociedad Arqueológica (1840) y la Academia

Española de Arqueología (1844), germen de la futura Academia de Arqueología y

Geografía del Príncipe Alfonso, fundadas por Francisco Bermúdez Sotomayor y Basilio

Sebastián Castellano de Losada. En este período la Real Academia de la Historia

19

Hasta la constitución de 1812, los reyes de España mantendrían la titulatura de Reyes Godos. 20

El elemento visigodo sería desarrollado, en un principio, por el nacionalismo español de carácter

carlista por considerar a los visigodos como los responsables de la creación de la monarquía y de la

Iglesia Nacional española, al reunir diversos concilios que aglutinaban a los obispos hispanos. 21

Referencia a la conversión de Recaredo en el 589 y a la derogación, durante el reinado de Leovigildo,

predecesor de Recaredo, de las leyes que impedían la unión matrimonial entre visigodos e

hispanorromanos. 22

Referencia a la desunión de los godos que permitió la invasión de los árabes en el 711 o la partición de

la sociedad española, entre los pro-franceses o afrancesados y los anti-franceses, fernandinos o

borbónicos, que favoreció la invasión de la Francia napoleónica en 1808.

12

mantendría el encargo oficial de seguir estudiando el pasado, pero no tendría una

orientación clara para el estudio de la historia hasta la reorganización de la institución

en 1856 (García de Quevedo, 2002, 340).

Al mismo tiempo, durante estas primeras décadas del s. XIX, el papel del

historiador como intelectual creador de memoria nacional adquiere una importancia

fundamental viéndose influenciado por los movimientos políticos que caracterizarían la

primera mitad del s. XIX, el Romanticismo y el Liberalismo23

. De los numerosos

historiadores, tanto románticos como liberales, que hubo a lo largo del s. XIX

destacamos a Modesto Lafuente, historiador liberal, que escribiría, entre 1850 y 1866,

una obra de gran magnitud, la Historia General de España desde los tiempos más

remotos hasta nuestros días de Modesto Lafuente y Zamalloa, que aglutinaría en 30

tomos24

toda la historia “conocida” de España. Esta obra vendría a completar y

actualizar la obra escrita por Juan de Mariana en el s. XVII y serviría, junto con el resto

de historias generales escritas en las décadas centrales del s. XIX, para construir la

identidad nacional de España (López Serrano, 2001, 316–317; Pérez Garzón, 2005;

Wulff Alonso, 2003, 106–115).

Tras el exilio de Isabel II, a raíz de la revolución de 1868 comenzaba una etapa

en España que se ha venido a denominar Sexenio Democrático (1868-1873) y que

finalizaría abruptamente, tras un golpe militar que restauraría a los borbones en el trono.

Tras este período convulso, podemos encontrarnos con tres perspectivas nacionalistas

muy distintas. La primera de ellas viene de la mano de uno de los artífices de la

restauración, Antonio Cánovas del Castillo, que, como presidente de la Real Academia

de la Historia, llevaría a cabo un proyecto con el que intentaba favorecer una nueva

historia de España, que culminaría con una obra colectiva en la que se resaltaría,

especialmente, los elementos visigodos (Unidad nacional, monarquía o codificación

nacional) (Wulff, 2003, 134–138).

La segunda perspectiva, es la que ofrece Joaquín Costa que, como ya hemos

mencionado antes, influenciado por las ideas del social-marxismo o del comunismo

defendería la existencia de un colectivismo agrario primitivo en la época prerromana de

Hispania, que desaparecería tras la conquista romana, o de una lucha de clases entre los

23

También habría una serie de historiadores de mentalidad absolutista que se enmarcarían dentro del

movimiento carlista. 24

Modesto Lafuente escribiría 29 de ellos. El último tomo sería una biografía del propio Lafuente escrita

por Antonio Ferrer del Río.

13

propios hispanos o entre los hispanos y sus conquistadores, romanos o púnicos,

poniendo como ejemplo a Viriato, cuya actuación reinterpretaría para presentarlo como

el defensor de la clase trabajadora (“campesino-obrera”) hispana frente a las propias

élites hispanas o frente a los romanos (Wulff, 2003, 138–141).

La tercera y última perspectiva, es la presentada por Miguel Morayta y Sagrario

en su obra, Historia General de España desde los tiempos antehistóricos hasta nuestros

días, compuesta por nueve volúmenes, donde presentaba algunas de las novedades

historiográficas, del último tercio del s. XIX, referidas a la Antigüedad. En su obra

describiría la evolución de la Hispania antigua, desde la época prerromana, donde

explicaría que la mayoría, sino todos, los pueblos hispanos no serían originarios de la

Península sino que habrían llegado sucesivamente en una serie de invasiones25

, hasta la

época de la Roma Imperial, donde hace una defensa de los aspectos positivos de la

ocupación romana26

, así como una crítica de los aspectos negativos, en clave política y

socioeconómica: a la extensión del esclavismo, a la opresión de los colonos o de otros

grupos inferiores o a la decadencia y corrupción de la propia Roma, entre otras. Estas

tres perspectivas, que hemos presentado, nos ofrecen un rico contraste de los diferentes

enfoques sobre el pasado que el nacionalismo español llevo a cabo en las décadas

finales del s. XIX (Wulff, 2003, 141–147)

4.- Conclusiones

A lo largo de este trabajo hemos podido analizar los elementos prerromanos,

romanos y visigodos utilizados por el nacionalismo español, así como quienes son los

responsables de utilizar estos elementos para construir la identidad nacional española.

Este análisis nos ha permitido comprender que el nacionalismo español surgió,

influenciado por las ideas de finales del s. XVIII, en un momento complejo, la Guerra

de Independencia, fruto de la necesidad de fortalecer y legitimar la defensa del Reino de

España frente a los invasores franceses. Aunque, en un principio, este nacionalismo

25

Cada pueblo habría traído consigo un elemento característico que habría aportado al resto de pueblos ya

asentados en la Península permitiendo la evolución y el desarrollo de la civilización. Ej.: Los primeros en

llegar acabaron con el estado de salvajismo que imperaba en la Península y los siguientes con el estado de

barbarie instaurado por los primeros en llegar. En este ámbito, también incluye a los fenicios, griegos o

romanos. 26

En su momento, fue un hecho sorprendente ya que la mayoría de historiadores nacionalistas habían

desarrollado a lo largo del XIX, principalmente, los aspectos negativos del elemento romano para

favorecer al elemento visigodo, haciendo a un lado sus aspectos positivos, que apenas se tratarían por

encima

14

primitivo recurriría, sin tener una idea clara, a la representación de episodios muy

idealizados, casi fantasiosos, del pasado español para justificar o comparar los sucesos

del presente, no sería hasta el final de la guerra, que se iniciaría un proceso para

institucionalizar el nacionalismo, siendo, a partir de ese momento, el historiador el

responsable de construir y transmitir al público las ideas del nacionalismo.

En definitiva, el nacionalismo español del s. XIX recurrió a la Antigüedad,

primero, durante las primeras décadas, para fortalecer y justificar la resistencia de los

españoles frente a los franceses, y, después, una vez acabada la guerra, para legitimar el

discurso nacionalista surgido durante la guerra que afirmaba la existencia del pueblo

español desde la antigüedad más remota. Este proceso de legitimación se llevaría a cabo

a lo largo de todo el s. XIX y seguiría durante el s. XX.

15

5.- Bibliografía y Recursos Web

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prerromano en la España contemporánea”, El Futuro del Pasado: Revista electrónica de

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6.- Relación de Figuras

Fig. 1: La Independencia de Sammartí. Pág. 6.

Fig. 2: La muerte de Viriato de José de Madrazo. Pág. 8.

Fig. 3: La continencia de Escipion de Johann Boeckhorst. Pág. 9.