LA IMPORTANCIA DE UNA BUENA LEGISLACION CULTURAL

28
LA IMPORTANCIA DE UNA BUENA LEGISLACION CULTURAL Y LA TUTELA DEL PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL. Buenas tardes, primero que nada quisiera agradecer a las autoridades de esta Facultad que me han honrado invitándome hoy a esta sede para tratar algunos aspectos de un tema que probablemente se diferencia respecto a los argumentos que se tratan habitualmente en ocasiones como esta y que les puedo asegurar los operadores del mundo cultural consideran tan lejano a la conservación, restauración y gestión del patrimonio cultural que en algunos casos llegan a sentir completamente ajeno a la formación cultural y que sin embargo es tan importante que extiende su influencia a todos los ámbitos del patrimonio cultural. Es el tema de la legislación cultural y en modo aún más exacto el de la importancia que reviste para un país y una sociedad modernas el poseer una buena legislación cultural que extienda su ámbito de influencia hasta permitir y asegurar la salvaguardia del mayor número posible de tipologías del patrimonio, como por ejemplo, el del acervo cultural de tipo inmaterial o intangible. Es así que primeramente, voy a dar lectura a una serie de reflexiones generales sobre este argumento que nos van a servir 1

Transcript of LA IMPORTANCIA DE UNA BUENA LEGISLACION CULTURAL

LA IMPORTANCIA DE UNA BUENA LEGISLACION CULTURAL

Y LA TUTELA DEL PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL.

Buenas tardes, primero que nada quisiera agradecer a las

autoridades de esta Facultad que me han honrado invitándome hoy

a esta sede para tratar algunos aspectos de un tema que

probablemente se diferencia respecto a los argumentos que se

tratan habitualmente en ocasiones como esta y que les puedo

asegurar los operadores del mundo cultural consideran tan

lejano a la conservación, restauración y gestión del patrimonio

cultural que en algunos casos llegan a sentir completamente

ajeno a la formación cultural y que sin embargo es tan

importante que extiende su influencia a todos los ámbitos del

patrimonio cultural.

Es el tema de la legislación cultural y en modo aún más exacto

el de la importancia que reviste para un país y una sociedad

modernas el poseer una buena legislación cultural que extienda

su ámbito de influencia hasta permitir y asegurar la

salvaguardia del mayor número posible de tipologías del

patrimonio, como por ejemplo, el del acervo cultural de tipo

inmaterial o intangible.

Es así que primeramente, voy a dar lectura a una serie de

reflexiones generales sobre este argumento que nos van a servir

1

para situarlo, explicarlo y desarrollarlo y luego tratare de

manera particular el tema de la tutela del patrimonio cultural

inmaterial también a la luz de la reciente inscripción en 2009

en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial

de la Humanidad de la UNESCO de las festividades comunitarias y

los ritos centrados en el agua del pueblo otomí-chichimeca con

el título “Lugares de memoria y tradiciones vivas de los otomí-

chichimecas de Tolimán: la Peña de Bernal, guardiana de un

territorio sagrado” .

En el amplio mundo de las obras producidas por los seres

humanos el bien cultural ha sido siempre tenido en alta

consideración: deseado incansablemente, cuidado con devoción,

transmitido de generación en generación y, en ciertos casos,

hasta venerado. La razón de toda esta atención reside en

aquella plusvalía que vuelve el bien cultural diferente de

todas las otras obras producidas por el hombre. Es difícil

expresar exactamente lo que constituye esta plusvalía: uso de

materiales preciosos, rareza y curiosidad, valores estéticos,

importancia histórica, virtuosismo técnico, valencias mágicas y

taumatúrgicas, relevancia religiosa. Estos u otros elementos

más, se entrelazan y suman constituyendo la particularidad que

hace digno de atención un producto manufacturado. Una de las

consecuencias de la concientización de esta particularidad es

la necesidad, cada vez más difundida, de una legislación que

2

tutele y valorice todo tipo de bien cultural en el mejor modo

posible permitiendo no sólo su conservación para el futuro,

sino también las mejores condiciones de lectura que permitan un

correcto y capilar gozo por parte de la comunidad.

La producción de textos de ley como elemento fundamental

para asegurar la tutela de los bienes culturales, acompaña

entonces las diferentes colectividades a través de la historia,

Así, la protección de los bienes culturales deja de ser de

competencia exclusiva del poseedor del bien y se vuelve materia

de disposiciones y restricciones emanadas por la más alta

autoridad del territorio en nombre del interés común. El bien

cultural empieza a ser concebido no sólo como exclusiva

posesión de un individuo sino, en mayor o menor medida, como

patrimonio de una colectividad que reivindica algunos derechos

sobre el bien. El concepto de bien cultural muta a través del

tiempo extendiéndose cada vez más hasta incluir todos los

productos materiales e inmateriales de la actividad humana que

como tales testimonian la identidad histórica de la

colectividad. Estas colectividades no viven aisladas o cerradas

en sí mismas, sino que viven e interaccionan con otras

estableciendo relaciones de tipo político, social, comercial y

cultural. Estas relaciones dieron lugar a una fuerte

circulación de obras de arte en ocasión de comercio e

intercambio, guerras y batallas y tráfico ilegal relacionado a

3

la pobreza o a las guerras. Las obras de arte han sido objeto

de comercio e intercambio en todos los períodos de la historia.

Razones de prestigio personal, orgullo dinástico y propaganda

ideológica han llevado a la formación de grandes colecciones en

todas las regiones del mundo. Obras y artistas viajaban

continuamente y los coleccionistas estaban dispuestos a todo

con tal de asegurarse las obras que deseaban. En los siglos

pasados alrededor de las colecciones principescas se formó un

universo conformado de regalos que tenían por objeto favorecer

estrategias políticas, ingentes y preciosas dotes, cambio y

prenda de obras, clamorosos robos y ventas. Junto a este

mercado poblado por reyes y emperadores, señores y prestigiosos

agentes, se fortaleció en el siglo XVII el gusto por el

coleccionismo y nació un mercado “plebeyo” de las obras de

arte. Amberes, capital de la Europa burguesa y comercial, se

volvió también la capital del comercio de arte. Se compraba a

través de intermediarios, pero también en ferias, ventas

públicas y liquidaciones mortuorias. Por cuánto concierne en

cambio al arte antiguo el mayor centro de mercado fue Roma,

meta principal del Grand Tour europeo en la que los jóvenes de

la buena sociedad europea se deleitaban con el objetivo

principal de la búsqueda del perfeccionamiento cultural, aunque

mucha importancia tenia también el lograr adquirir piezas de

arte antiguo para llevar a casa.

4

Además, aunque definitivamente mucho más deplorable, entre

los motivos de circulación de los bienes culturales tenemos que

considerar el robo con ocasión de guerras y batallas. Su valor

venial y de prestigio a menudo ha convertido los bienes

culturales en objeto de robo y botines de guerra. Armas,

tesoros y obras de arte significativas para las poblaciones

derrotadas, cuando no eran destruidas, eran transportadas hacia

nuevos destinos por los ejércitos vencedores. Grandes museos

han sido constituidos de este modo, uno sobre todos, el Louvre

instituido por Napoleón removiendo sistemáticamente obras de

todos los países conquistados. Y otros han sido, por suerte,

sólo soñados: como el museo que quería crear Hitler en la

ciudad de Linz con las obras depredadas no sólo de los países

invadidos y de Italia, sino también a los numerosos

coleccionistas alemanes obligados a huir de Alemania dejando

sus colecciones de arte. Después de la segunda guerra mundial

muchas de estas obras fueron devueltas a sus propietarios, de

muchas otras se perdieron las huellas y otras fueron

transportadas por los rusos a la Unión Soviética creando una

situación particularmente complicada por lo que concierne a su

restitución a los antiguos propietarios. (Lamentablemente lo queHitler si logró fuè la destrucción de 500 obras de lo que consideraba “arte

degenerada”, que fueron quemadas en Berlín por los bomberos después de la

“Exposición de Arte Degenerada” de 1937 (dadaísmo, cubismo, expresionismo,

primitivismo, abstractismo + Klee, Kandinsky, Dix, Kirchner, Nolde, Munch y el mas

degenerado Picasso). En 1938 organizó también la “Exposición de Música Degenerada”

5

que era toda la música moderna considerada bolchevica: jazz, swing, música atonal y

dodecafónica y música compuesta por los judíos. Los compositores fueron expulsados

de Alemania como: Bartok, Shonberg, Ber, Webern, Weill, Dessau.) El tema de la

legislación internacional en materia de protección de bienes

culturales en caso de conflicto armado es sin duda muy amplio y

merecería ser tratado a parte.

Paralelo al tráfico de bienes culturales en caso de

guerras, encontramos el tráfico ilícito unido a la profunda

pobreza de algunas zonas del mundo definido de modo muy

apropiado con el término “arqueología de subsistencia” (Nicolas

Stanley-Price, docente en el Istitute of Archeology de Londres). Para tener

algunos ejemplos es suficiente concentrar nuestra atención

sobre el continente africano. Uno de los factores que favorece

fuertemente el aumento del tráfico ilícito de bienes culturales

es, además de la guerra, la pobreza. Los habitantes de las

aldeas africanas, en muchos casos convertidos al islamismo o al

cristianismo, ya no encuentran ninguna utilidad en conservar

los numerosos ídolos paganos de sus antepasados cuando a duras

penas logran sobrevivir. Entonces se dedican a buscar en la

tierra algo que vender a los anticuarios de la zona por pocos

dólares, y resultan también muy numerosos los robos en museos y

universidades. De cualquier modo algunos países africanos están

tratando de poner remedio de alguna manera a esta situación,

por ejemplo, las autoridades de Nigeria han establecido

6

negociaciones con los traficantes prometiéndoles algún tipo de

compensación a cambio de algunos de los restos arqueológicos

conservando de este modo al menos algunas de las decenas de

objetos que pasan cada año entre sus manos.

En nuestros días, en un mundo dónde se habla cada vez más

de globalización económica, social y también cultural; dónde

caen las fronteras y los medios de comunicación nos ponen

constantemente en contacto con regiones lejanas, esta gran

circulación, más o menos legal, de obras de arte se ha

multiplicado de manera exponencial. Subastas, exhibiciones,

ventas, ferias, solicitudes de restitución de obras robadas o

ilícitamente exportadas, hechos de crónica se suceden

suscitando la atención de un público cada vez más vasto e

interesado en los muchos aspectos del arte y los bienes

culturales. Los grandes museos del mundo son visitados cada año

por millares de personas y lo mismo sucede con las ferias de

arte. Las exhibiciones temporáneas anunciadas como

acontecimientos únicos e irrepetibles, llaman a si una enorme

muchedumbre atraída por la posibilidad de ver obras a menudo

procedentes de lugares lejanos. Filas interminables fuera de

los espacios expositivos y reservaciones realizadas mucho

tiempo antes de la visita están volviéndose ya elementos

usuales de la relación museo-visitador.

7

Para focalizar el enorme interés que suscita hoy día el

arte, podemos analizar algunas cifras recientes: imaginemos los

758 mil visitantes que del 9 de junio al 22 de octubre del 2012

asistieron al Tokio Metropolitan Museum a la exhibición de

obras maestras del siglo de oro holandés provenientes del

Mauritshuis Museum o las 123 mil personas que en tan solo 30

días han visitado la exposición de obras de Tiziano aun en

curso en el Museo Pushkin de Moscú. Pero quizás aún más

asombrosas pueden resultar las 150 mil personas que en tan solo

5 días, del 15 al 19 de febrero del 2012, visitaron en Madrid

la Feria Arco. Otro termómetro de la atención hacia el mundo

del arte es el de las decenas de subastas que cada año aumentan

el mercado del arte. Las obras alcanzan a menudo precios casi

inimaginables. Pasará seguramente a la historia las subasta del

5 de Mayo del 2013 en la que Christie’s subastó obras de arte

por un total de 495 millones de dólares subastando un Jackson

Pollock (Number 19 1948) a 58 millones de dólares y un Roy

Lichtenstein (Mujer con sombrero de flores de 1963) a 56

millones de dólares. La obra subastada más cara de todos los

tiempos es al momento una de las cinco versiones de los

“Jugadores de cartas” de Paul Cezanne subastada a finales del

2011 en un asta privada secreta y vendida por 254 millones de

dolores a la familia real de Qatar. Y la atención que

despiertan las exhibiciones y los museos no es para menos. Ya

en 1984 los boletos puestos en preventa en toda Europa para la

8

exhibición holandesa de Van Gogh se agotaron rápidamente y más

recientemente filas largas kilómetros y reservaciones

completamente agotadas registraba ya a pocos meses de su

apertura el nuevo Museo de Altamira en España, inaugurado en

julio del 2001. También las solicitudes de restitución de obras

robadas o ilícitamente exportadas son cada vez más frecuentes.

Por ejemplo ya desde 1983 Grecia solicita a la Gran Bretaña la

restitución de los famosos mármoles del Partenón adquiridos en

1816 por el gobierno británico después de que Lord Thomas Elgin

los llevó a Londres. Las solicitudes oficiales se han sucedido

en el tiempo, una de las últimas iniciativas tuvo lugar en 2012

en ocasión de loa Juegos Olímpicos de Atenas con una petición

internacional, pero los mármoles Elgin todavía se encuentran en

el British Museum de Londres y no parece que por ahora los dos

países estén cercanos a encontrar un acuerdo que ponga fin a

esta situación.

Desafortunadamente a menudo los hechos de la crónica

relacionados con los bienes culturales resultan particularmente

desagradables y negativos. El más clamoroso de los últimos años

ha sido, sin duda, el de la destrucción de los Budas afganos de

Bayaman por mano de los Talibanes el 12 de marzo del 2001. La

destrucción fue ordenada por el mullah Mohammed Omar y apoyada

calurosamente por Qadratullah Jama, titular del Ministerio de

Cultura afgano, con el objetivo de eliminar todas las huellas

9

no islámicas del territorio afgano. Contra esta decisión se

levantaron voces de protesta y condena y ofertas de adquisición

de las estatuas. La comisión de Cultura de la Unesco envió a

Afganistan a un representante, Pierre Lafrance, para entablar

negociaciones y disuadir a los Talibanes de sus intentos;

también la organización de la Conferencia islámica intervino

mandando una delegación para convencer a los Talibanes a

cambiar idea y dos países como Irán y Japón se mostraron

dispuestos a hospedar las estatuas. Pero fue imposible alcanzar

un acuerdo y los dos gigantescos colosos de 53 y 38 metros

realizados en el siglo VI fueron dinamitados y destruidos. Las

imágenes “del acontecimiento” saltaron a las primeras páginas

de los periódicos de todo el mundo despertando gran

indignación. De cualquier modo, de hechos definitivamente

deplorables como este se puede constatar, al menos, un dato

positivo: la gran atención y la decidida indignación expresadas

por la comunidad internacional, por los medios de comunicación

y por el público en general, que aunque no nos repaga por lo

sucedido, es índice de la adquisición de la conciencia que,

aunque lejanos millares de kilómetros y pertenecientes a

culturas diferentes de la propia, los bienes culturales son un

patrimonio común a la humanidad entera que por esta razón debe

empeñarse en todos los modos posibles para tutelarlos,

valorizarlos y conservarlos para las generaciones futuras. Y es

por eso que hoy, ante el inminente peligro de una guerra en

10

Irak la comunidad cultural internacional ha pedido al govierno

de los Estados Unidos que tenga en consideraciòn la ubicaciòn

de los sitos històricos y artisticos en la elaboraciòn de

eventuales planes de ataque. Se cree que la invasiòn podria

comenzar con un fuerte bombardeo de la capital lo que

implicaria probables daños a museos, mosqueas y monumentos de

Baghdad. En caso de una invasiòn via tierra, en cambio, serian

los numerosos sitios arqueologicos los que correrian el mayor

peligro, especialmente en el sur del paìs y ante la necesidad

de hacertrincheras parael combate. Ya durante la Guerra del

Golfo de 1991 los expertos habian señalado como muchos de los

principales sitios arqueologicos y monumentos arquitectònicos

iraquenos surgen en los alrededores o en algunos casos hasta al

centro de instituciones militares o fàbricas de armamentos. Hoy

egùn los expertos elnùmero de sitios arquologicos en Irak està

entre los 10 mil y los 100 mil por lo que el riesgo repsecto a

la 1° guerra del golfo es mucho mayor. Los E.U. adhieren

tacitamente a la Convenciòn de la Haya de 1954 para la

salvaguardia de los bienes culturales en caso de conflicto

armado que establece que los sitios culturales no pueden

volverse objetivo de ataques a menos que vengan utilizados por

el enemigo conm fines militares. Scott Silliman, profesor de

derecho de la Duke University que colaborò en la realizaciòn de

las listas de objetivos durante la Guerra del Golfo afirma que

las sofisticadas armas de presiciòn a disposiciòn de E.U.

11

permiten circunscrivir los objetivos militares evitando daños a

bienes y personas. En todo caso deve procederse con extrema

cautela recordando que a pesar de los esfuerzos hechos durante

la 1° Guerra del Golfo importantes sitios arqueologicos, como

la ciudad de Ur, fueron dañados durante las operciones

militares, y que durante y despues de la guerra muchos de los

repertos de los principales muesos iraquenos desaparecieron. Lo

ùnico que podemos esperar es que los expertos militares y

legales de las fuerzas armadas estadounidenses posean las

informaciones necesarias para elaborar un plan de ataque que

asegure la protecciòn del patrimonio cultural y q ue durante

las operaciones belicas sean repetados los principios de la

Convenciòn de la Haya de 1954.

Numerosas son las iniciativas que la comunidad

internacional ha puesto en pie desde para la protecciòn del

patrimonio cultural. La señal más significativa de un empeño de

tutela mundial de los bienes culturales es, sin duda, la

Convención para la tutela del patrimonio cultural y natural

mundial firmada por la Unesco en 1972 a la que han adherido

hasta ahora 150 Estados y que tiene como instrumento principal

el de nombrar los bienes más significativos como “patrimonio de

la humanidad.” La Convención, en el intento de definir lo que

conforma el patrimonio de toda la humanidad subraya que, por

sus excepcionales calidades, algunos bienes culturales resultan

12

de relevante valor para el mundo entero y que su deterioro o

destrucción constituye una pérdida irreparable por toda la

humanidad sin excepciones. Otros importantes instrumentos que

han sido adoptados a nivel internacional son: la ya mencionada

Convención de la Haja de 1954 para la protección de los bienes

culturales en caso de conflicto armado, la Convención UNESCO de

París de 1970 que contenie las medidas necesaria para prohibir

e impedir la ilícita importación, exportación y traslado de

propiedad de bienes culturales y la Convención UNIDROIT de 1995

sobre la restitución internacional de los bienes culturales

robados o ilícitamente exportados. En ámbito europeo, en

cambio, han sido emanados el Reglamento 3911/92/CEE y la

Normativa 93/7/CEE que regulan respectivamente la circulación

extracomunitaria de bienes culturales y establecen los

mecanismos de restitución de los bienes culturales salidos

ilícitamente del territorio de un Estado miembro de la Unión.

En ámbito americano, en cambio, la Organización de los Estados

Americanos adoptò en 1972 la Convención de San Salvador sobre

la protección del patrimonio arqueológico, histórico y

artístico de los Estados Americanos. En el mundo árabe

relevante resulta el trabajo desarrollado por la Liga árabe que

ha promovido entre sus miembros la adopción de una Ley Estándar

para las Antigüedades y de un Modelo de Ley para la Protección

de los Escritos. Por cuánto a Asia concierne, Japón se ha hecho

promotor junto al Centro Cultural Asia-Océano Pacífico de la

13

Unesco (ACCU) de un Proyecto de cooperación para la protección

del patrimonio cultural de las naciones asiáticas en 1999 y

existen numerosos proyectos de conservación entre algunos

países asiáticos como China, Camboya y Japón.

Pero junto a estos válidos instrumentos internacionales el

primero y más eficaz instrumento de tutela es, y seguirá

siéndolo, la legislación interior de cada nación. Sin una

adecuada reglamentación dentro de cada país que permita

establecer cuales son los bienes que son representativos para

ella, y que por consiguiente pueden serlo para el mundo entero,

y que implemente una serie de mecanismos de defensa aplicables

a estas obras, los esfuerzos internacionales resultan inútiles.

La condición de instrumento primario para la protección de los

bienes culturales de la legislación interna también es

subrayada por el artículo 5 de la Convención UNESCO de 1970 en

el que se afirma que, para asegurar la protección del

patrimonio cultural, es necesaria la elaboración de proyectos

legislativos y reglamentarios y la institución de servicios

nacionales de tutela de este patrimonio. Poco pueden hacer

materialmente insignes restauradores, estudiosos e

historiadores del arte y sofisticadas técnicas e instrumentos

de investigación y diagnóstico si no somos capaces de impedir

los numerosos peligros que amenazan el patrimonio cultural.

Alteración o demolición de un monumento por parte de su

14

propietario, irrazonable exportación de una obra del territorio

nacional, descontextualización de un área de relevante

importancia cultural, inadecuada manipulación de una obra

fortuitamente hallada en el subsuelo o en las aguas

territoriales, irreversible deterioro de obras y monumentos

dejados sin proteccion, irremediable pérdida de tradiciones

culturales y folklóricas, estos son sólo algunos de los

numerosos peligros que una adecuada legislación es capaz de

contrastar. Una semejante legislación establece, en efecto,

desde el punto de vista de la legitimidad a realizar

determinadas acciones por parte de quien tiene a su cargo los

bienes, y es decir desde el punto de vista del derecho, lo que

se puede hacer y lo que no se puede hacer con un bien cultural

y de qué manera tiene que hacerse. Impedir los peligros que

amenazan la conservación de los bienes y tutelar el derecho de

la colectividad al gozo de los mismos son entonces los

objetivos primarios de cada legislación nacional en materia de

bienes culturales.

Dicho esto resulta obvio como la propriedad privada de

bienes culturales de relevante interés debe de estar sometida a

la vigilancia del Estado a través de un sistema de declaraciòn,

clasificaciòn y registro que asegure una correcta conservaciòn

y el gozo de la colectividad estableciendo una serie de

obligaciones y prohibiciones. En este modo el privado poseedor

15

se ve limitado en sus derechos de propriedad en nombre del

prioritario interés de la colectividad sobre el bien. La

validez legal de este concepto fue establecida por la doctrina

europea hace ya algunos años sobre la base del caràcter

meramente declarativo y no constitutivo de la declaraciòn de

interés cultural de un bien. Y esto porque la “cualidad

cultural” es una caracterìstica intrinseca que el bien posee

desde su creaciòn y que al momento de la declaraciòn de interés

cultural viene a ser reconocida por la colectividad. Este

reconocimiento implicarà entonces una serie de limitaciones que

en algunos paises, como per ejemplo en Francia, han sido

compensados otorgando una indemnizaciòn al proprietario

privado, pero aun asì cabe destacar que la gran mayorìa de las

legislaciones culturales no preveen indemnizaciòn alguna para

los proprietarios a los cuales se les declaran sus bienes.

Del anàlisis comparado de la ley mexicana de 1972 con

algunas leyes culturales de diversos paises europeos,

americanos, asiaticos y africanos resulta evidente la necesidad

en México de una reforma que actualize algunos de los conceptos

de la ley de 1972. Indudablemente esta ley ha servido para

proteger el patrimonio cultural mexicano, pero tambien es

indudable que en los ùltimos 30 años los conceptos y los

peligros relacionados con el patrimonio cultural han mutado

enormemente. Es asì que para enfrentar los nuevos retos que

16

plantea la conservaciòn del patrimonio cultural debemos hoy

emprender algunas reformas entre las cuales podemos sugerir las

siguientes:

Ampliar el concepto de bien cultural hasta incluir los

testimonios del patrimonio cultural demo-etno-antropologico

e inmaterial,

Replantear el proceso de declaraciòn de un bien cultural

para permitir al proprietario privado presentar sus razones

y defender sus intereses incorporando en modo claro el

derecho de audiencia,

Eliminar la anacrònica prioridad del interès arqueològico

sobre el històrico y el artìstico, y del històrico sobre el

artìstico contenida en la ley de 1972 ya que cada bien

cultural constituye una realidad particular donde la

prevalencia de un interes sobre otro debe de ser

considerada caso por caso,

Favorecer la participaciòn del sector privado en las

actividades culturales (gestiòn, restauraciòn, exposiciòn)

a través de una serie de incentivos fiscales que hagan màs

interesante financiar proyectos culturales.

Por lo que se refiere a la necesidad de ampliar el

concepto de patrimonio cultural resulta interesante en esta

sede analizar las particulares necesidades del patrimonio

cultural inmaterial y centrar nuestra atenciòn sobre algunas

17

experiencias hechas en este campo por algunos paises europeos,

asiaticos y americanos que se muestran particularmente

avanzados en la tutela del patrimonio cultural inmaterial.

Todos conocemos la enorme dificultad que se encuentra al

momento de definir el concepto de cultura y, por consiguiente,

el de bien cultural. Según una concepción “romántica” la

cultura puede ser vista cómo el fondo comùn de lengua,

creencias, religión, tradiciones y mitos que atan una etnia o

un pueblo haciéndolo diferente de los otros en el modo como

interactuan con la naturaleza y en las relaciones

interindividuales. Siguiendo en cambio una visión “cosmopolita”

o “ilustrada”, la cultura identifica el patrimonio de

civilización transmitido de generación en generación a traves

de la educación. En todo caso del análisis de ambas

concepciones se deduce la importancia que reviste para la

cultura todo aquel patrimonio de bienes no producido por la

cultura de elite, sino ligados a la pertenencia al mundo

popular y local y a la vida de la gente común.

Para estos bienes en los años setenta del siglo XX el

estudioso italiano Alberto Mario Cirese acuñó el nombre Demo-

Etno-Antropológico (DEA) que agrupa tres precisos ámbitos

disciplinales: la demología, que estudia las tradiciones

populares y el folklor; la etnología, que estudia las

18

sociedades extraeuropeas; y la antropología, que analiza las

“invariancias” y estudia las sociedades complejas.

El patrimonio de los bienes DEA, en cuánto diferente a los

“tradicionales” bienes culturales, tiene algunas

características proprias que nos ayudan a definirlo e

identificarlo. La primera es el ya mencionado origen popular, a

esto se acompañan la ausencia de la característica de unicidad

y la importancia del significado de utilizaciòn dado por una

comunidad en algún momento al objeto. Pero no sólo de objetos

està constituido el patrimonio DEA, en efecto, además de las

tradicionales categorías de bienes muebles e inmuebles, también

lo conforma una gran cantidad de bienes inmateriales. Por lo

tanto junto a sitios, objetos o edificios en el patrimonio DEA

tienen gran importancia fiestas, rituales, ceremonias, musica,

danza, teatro, dialectos, costumbres y prácticas simbólicas que

para asegurar su preservación y gozo deben de ser “ejecutados”

y puestos en acto. De todo esto resulta evidente como el

patrimonio DEA constituya la riqueza de una entera civilización

en los mas diversos aspectos, de los dialectos a la

gastronomía, de la artesanía al estilo de vida familiar, de los

objetos de la vida cotidiana a las prácticas simbólicas, a la

musica, la danza y las formas de teatro que acompañan la vida

diaria de una sociedad. Ultimamente a estas categorias del

patrimonio cultural inmaterial se ha sumado una nueva: la de

19

los espacios culturales que s erefieren al un lugar, que no

deve necesariamente ser siempre el mismo, en el que se

manifiesta una cierta tradicòn o cultura local.

A nivel internacional la importancia de los bienes DEA ha

sido reconocida en la “Recomendación sobre la salvaguardia de

la cultura tradicional y popular” adoptada por la Conferencia

General de la Unesco en la sesión nùmero 25 que tuvo lugar el

15 de noviembre de 1989 en París. Esta recomendaciòn solicita a

los gobiernos de los Estados miembros a tomar las medidas

necesarias para la valorización y la conservación del

patrimonio de la cultura popular que se expresa en la lengua,

literatura, música, danza, juegos, mitología, rituales,

costumbres, artesanía y arquitectura. En los últimos años la

atención dirigida por la Unesco a la tutela del patrimonio DEA

se ha incrementado y uno de los puntos a la orden del día

durante la 31° Conferencia General de la Unesco serà el de la

creación de un instrumento normativo internacional que prevea

una protección jurídica al patrimonio cultural inmaterial;

entre el 23 y el 27 de septiembre del 2002 los representantes

de la UNESCO en Paris presentaron el primer borrador de una

convenciòn internacional. Y el 18 de mayo del 2001 el

Secretario General de la UNESCO proclamò los primeros 19

representantes del patrimonio cultural inmaterial de la

humanidad. Algunos de ellos son:

20

1.- La danza y la mùsica de los Garifuna en Belice.

2.- Las manifestaciones orales de los Zapara en Ecuador y

Perù.

3.- El teatro Kuttiyattam Sanskrit en la India.

4.- El teatro Nopgaku en Japòn.

5.- El espacio cultural de la Plaza Djamaa el-Fna en

Marruecos.

6.- La antigua mùsica ritual y regal del Templo Jongmyo en

Korea.

7.- El espacio cultural y la tradiciòn oral de Semeiskie de

Rusia.

8.- El espacio cultural del Distrito de Boysun en

Uzbequistàn.

En ámbito europeo por lo que concierne la tutela de los

bienes del patrimonio DEA, especialmente de carácter

inmaterial, en línea de principio se puede distinguir un grupo

de países que no preve una específica tutela para los bienes

intangibles, entre los que señalamos Alemania y Francia y otro

grupo que en cambio extiende la tutela al patrimonio inmaterial

como Portugal y España. Portugal es el pais europeo mas

avanzado en este campo ya que no sólo muestra un atento interés

hacia los bienes demo-etno-antropologicos muebles e inmuebles,

sino también inmateriales. En efecto, el artículo 1 de la Ley

13/85 sobre el patrimonio cultural, establece que “el

21

patrimonio cultural portugués està constituido por todos los

bienes materiales e inmateriales que, por su valor reconocido,

puedan considerarse de relevante interés para la permanencia y

la identidad de la cultura portuguesa a traves del tiempo”. De

esta norma se deduce la aplicaciòn de un amplio criterio de

patrimonio cultural que suma a los bienes tradicionalmente

considerados del patrimonio histórico, artístico y

arquitectónico una vasta cantidad de testimonios de otras

dimensiones de la cultura intangible cuya notabilidad reside en

empresas y actos de sus autores. A estos bienes està

completamente dedicado el subtitulo II de la ley en el que se

establecen una serie de deberes del Estado como el de promover

el respeto de los valores, de la identidad y de la memoria

colectiva portuguesa; el de proteger los valores lingüísticos

nacionales y la autonomía ortográfica de la lengua portuguesa;

el de asegurar la defensa de los valores culturales,

etnologicos y etnograficos, el de hacer vitales y conservar las

tradiciones populares en peligro de extinción y el de catalogar

y permitir el gozo público del patrimonio fotográfico, fílmico

y fonográfico. Además, el Estado proveerà a la materialización

de las manifestaciones de la cultura popular intangible a

traves de su registro gráfico o audiovisual para favorecer

también su conservación material.

22

Pero indudablemente una mayor atención al patrimonio

intangible presentan algunas culturas extraeuropeas. En Japón

la ley actualmente en vigor para la protección del patrimonio

cultural data del año 1950 y uno de los motivos de principal

interés es precisamente el de preveer adecuados mecanismos de

tutela del “patrimonio cultural intangible”, ademàs las

reformas de 1954 y 1975 han extendido ulteriormente esta tutela

creando una categoría independiente representada por el

“patrimonio cultural folklórico” que incluye bienes materiales

e inmateriales. Así se ha venido articulando un vasto concepto

de bien cultural que incluye: bienes materiales, bienes

inmateriales, bienes folklóricos, monumentos y grupos de

monumentos históricos. El gobierno nacional se encarga de

localizar cuales de estos bienes poseen un valor especial y que

necesitan entonces de una particular tutela nacional. La ley

define bienes culturales inmateriales las habilidades y

maestrías empleadas en las formas de teatro, música y artes

aplicadas que poseen un alto valor histórico y artístico para

Japón y reconoce que estas “habilidades y maestrías” se

“encarnan” en individuos o grupos de individuos. Los bienes

intangibles de alto valor cultural para el país son registrados

como “Bienes culturales inmateriales de gran importancia” y la

ley prevee tres formas de reconocimiento de los individuos en

los que estos bienes se “encarnan”: individual, colectiva y

organizacional. A los individuos el gobierno nacional concede

23

anualmente una pension de 2 millones de yen (al abril del 2000)

y el título de “Tesoro Nacional Viviente”, y además ayuda a los

grupos de poseedores de estos bienes con los gastos de

exhibición, performance y training. La segunda categoría de

bienes intangibles es aquélla que, incluso no mereciendo la

tutela nacional, ve designados los “Bienes culturales

inmateriales para los que es necesario tomar medidas de

catalogación y conservación”, en este caso el gobierno nacional

conduce las operaciones de catalogación y concede

financiamientos para iniciativas relacionadas con los bienes

culturales intangibles.

Por cuánto concierne en cambio a los bienes culturales

folklóricos éstos son definidos como todos aquellos bienes que

se refieren a los aspectos de la cultura que el pueblo japonés

ha producido en el curso de la vida cotidiana y testimonia los

cambios en los usos y las costumbres populares. Esta categoría

està subdividida en dos tipos:

a) Los bienes folklóristicos inmateriales, es decir los usos y

costumbres relativas a la comida, vestuario, viviendas,

ocupaciones, creencias religiosas, fiestas y ceremonias

anuales y artes de la performance folklóristica,

b) Los bienes folklóristicos materiales, es decir vestuarios,

instrumentos y casas usadas en conexión con los bienes

folklóristicos inmateriales.

24

En Brasil en cambio es el Decreto Ley n° 25 emanado el 30

de noviembre de 1937 el que asegura la tutela del patrimonio

histórico y artístico nacional. El artículo 1 establece lo que

constituye este patrimonio como “el conjunto de bienes muebles

e inmuebles existentes en el país cuya conservación constituya

un interés público, ya sea por la referencia a hechos

memorables de la historia de Brasil, ya sea por su excepcional

valor arqueológico, etnografico, bibliográfico o artístico.”

Estos bienes están sometidos a un proceso de “tombamento”

definido como un “acto administrativo realizado por el poder

público y que tiene la finalidad de preservar, aplicando la

legislación específica, bienes de interés histórico, artístico,

arquitectónico, ambiental y de valor afectivo para la

población, impidiendo así su destrucción o

descontextualizacion”. Fue solo con el Decreto n°3551 del 4 de

agosto del 2000 que se instituyó el Registro de los Bienes

Culturales Inmateriales del patrimonio cultural brasileño.

Estos bienes vienen inscritos en uno de los cuatro libros de

registro que nos permiten individuar las tipologías del

patrimonio intangible brasileño:

a) Libro del Registro del Saber: cataloga los conocimientos y

las costumbres arraigadas en la cotidianidad de la comunidad,

25

b) Libro del Registro de las Celebraciones: cataloga las fiestas

y los rituales de la vida colectiva laboral, religiosa, de

entretenimiento y de otras prácticas de la vida social,

c) Libro del Registro de las Formas de Expresión: cataloga las

manifestaciones literarias, musicales, plásticas, escénicas y

lúdicas,

d) Libro del Registro de los Lugares: cataloga los mercados,

ferias, santuarios, plazas y otros espacios dónde se agrupan

y reproducen las prácticas culturales colectivas.

La inscripción en uno de los libros asegura la documentación

del bien a traves de todos los medios técnicos a disposición

además de la divulgación y promoción del bien a nivel nacional.

En conclusion deseamos subrayar que nuestra intenciòn es

llamar la atención sobre la importancia que reviste en una

sociedad moderna el desarrollo de una buena legislaciòn

cultural y sobre los instrumentos y los mecanismos que el

derecho pone actualmente a disposición para la tutela y la

salvaguardia del patrimonio cultural material e inmaterial a

nivel nacional e internacional. Y esto porque creemos que puede

resultar ampliamente positivo que todos los que desarrollan un

papel dentro del mundo del arte y los bienes culturales en un

modo o en un otro, ya sean restauradores, históricos, técnicos

o estudiosos, conozcan los contenidos principales de algunos

textos legislativos internacionales en materia de bienes

26

culturales y los consideren como uno de los instrumentos

fundamentales de la tutela, asi como promuevan una pronta

reforma que permita tutelar eficazmente el gran patrimonio de

experiencia y cultura que representan los bienes culturales

inmateriales Por esto el conocimiento de experiencias

diferentes o lejanas a la nuestra puede constituir una serie de

válidos ejemplos para mejorar el régimen nacional de protección

ampliando el concepto de bien cultural merecedor de tutela.

Estamos en efecto convencidos que en el complejo mundo de los

bienes culturales uno de los primeros pasos para una eficaz

conservación del patrimonio cultural sea el conocimiento de los

instrumentos legislativos que nos permiten salvaguardarlo.

Y ahora no se si hay alguna pregunta......

.

.

.

(......Espero que esto signifique que la exposiciòn ha sido

suficientemente exhaustiva y clara ademas que de su

agrado.........)

Muchas gracias por su atenciòn y

ojalà sigan

27

disfrutando de los eventos de esta

Semana Cultural.

28