Grazia Tuzi, Música y migraciones: las comunidades calabresas y la tarantella como emblema de...
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Editores asistentes:
Miguel Gené, Mireia Pacareu, Ingrid Pujol,
Alba Quinquilla, Marta Ramón y Laura SIntes
ISBN-13: 978-84-612-71-41-2
Depósito Legal: S. 1548-2008
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Cita recomendada:
Gómez Muns, Rubén y López Cano, Rubén. Música, ciudades, redes: creación
musical e interacción social. Salamanca: SIBE-Obra Social Caja Duero, 2008.
Contenidos
Prólogo
Conferencia Inaugural: Iain Chambers
Ciudades, músicas y diásporas
Danza y ritual en tres comunidades iberoamericanas: Extremadura (España), Alto-Alentejo
(Portugal) y México D.F. (México). Un posible proyecto interdisciplinar e internacional.
M. Pilar Barrios
Quando eu nasci o batuque já existia: A poscolonialidade revisitada em duas décadas de
batuque cabo-verdiano em Lisboa.
Jorge Castro Ribeiro
En “Estanbol avía”: Judeo-Spanish music in past, present and future Istanbul.
Judith R. Cohen
Mi territorio es el mundo, pero nací en Michoacán”. Las nuevas rutas del corrido mexicano
en los albores del siglo XXI.
María Luisa de la Garza
Tambores en el parque. Usos y significados del candombe en la ciudad de Barcelona
Miquel Gené Gonzàlez
Músicas “latinas” en Barcelona: Procesos de hibridación y reafirmación cultural.
Isabel Llano
Panel: Música y diáspora
¿Diáspora o migración? Instrumentos, músicas y músicos fuera de casa.
Enrique Cámara de Landa
Transnacionalización, etnicidad y diáspora. El caso del shakuhachi.
Horacio Curti
Huayno con arpa, huayno migrante: de arpegios y armonías en una expresión musical
andina urbana.
Claude Ferrier
Música y migraciones: las comunidades calabresas y la tarantella como emblema de
identidad
Grazia Tuzi
Escenas locales e historia global
Wedding Ceremonies as Places of Musical Globalization Among Albanians Today.
Ardian Ahmedaja
2
Problemas de definición de un concepto
Si bien desde el siglo XIX se han verificado enormes movimientos de población
a escala planetaria, en realidad en el campo de la antropología y la
etnomusicología no se dedicó gran atención a ese extraordinario fenómeno
hasta la década de 1970. Si añadimos a eso, como recuerda Caroline B.
Brettel, que la mayor limitación que caracteriza a los estudios sobre las
migraciones es la debida a su carácter fragmentario, quizá podamos
comprender las dificultades inherentes a este tipo de investigación (2).
Además es preciso considerar la tentativa hecha en el campo de la
antropología por redefinir el concepto mismo de migración, a la luz de los
fenómenos más recientes de globalización. El término migración ha venido
siendo sustituido, con fuerza cada vez mayor, por el término “diáspora”. Pero si
es cierto que este concepto es utilizado en la mayoría de los casos para
destacar el carácter nuevo de los más recientes “movimientos migratorios”, en
realidad todavía encierra en sí la vieja idea de “dispersión forzada” de un
pueblo (3).
Sin embargo, a pesar de que la expresión “diáspora” es hoy preponderante en
la literatura antropológica, hasta ahora no se ha llegado a definirla con claridad.
De hecho, todavía no es del todo evidente cuáles son las experiencias que
deben ser comprendidas bajo ese término (4).
A pesar de eso, considero que no todos los fenómenos migratorios se pueden
incluir en el nuevo concepto de diáspora (5). Por ejemplo, es difícil pensar la
experiencia de la emigración calabresa en términos de diáspora. En apoyo de
esta posición mía están, por otra parte, las palabras que podemos leer en el
libro titulado Migrazioni e incontri etnografici de Amalia Signorelli (2006:38-39):
Hasta hace algunas décadas no creo que pudiera hablarse de diáspora de los
italianos, puesto que las “comunidades” italianas diseminadas en los varios países
de inmigración no tenían un horizonte compartido dotado de la capacidad de
reconstituir continuamente la identidad de los miembros de los varios grupos
3
separados, renovando permanentemente su arraigo en un mito de fundación
común. como es el caso de la diáspora hebrea […]. Los italianos no tenían nada
parecido, ni de naturaleza religiosa, ni política. La parentela y el pueblo de origen
eran las bases del horizonte cultural de los migrantes italianos. (6)
En cambio, en lo que se refiere a los estudios sobre la relación entre música y
migración, y en realidad sólo gracias al incremento de los estudios sobre la
identidad, en el campo de la etnomusicología se ha llevado a cabo una serie de
investigaciones interesantes, aunque es preciso reconocer que todavía son
relativamente pocos los trabajos que encaran el análisis de esa relación.
Naturalmente el discurso sobre la identidad implica no sólo el análisis de las
estrategias del grupo migrante para conservar su propia identidad y redefinirla
en un ámbito socio-cultural nuevo, sino también el estudio de la contribución
que la comunidad migrante aporta a la construcción de una identidad nacional
o regional (7).
Si es cierto que en contextos de migración es posible reconocer elementos
culturales que se han conservado casi como si hubieran sido “congelados” en
el momento de la partida, no es posible dejar de destacar que la identidad
étnica es por naturaleza dinámica y cambiante y por lo tanto está sujeta, como
diría James Clifford, a la mezcla cultural (8).
En la literatura referente al tema de la música y la migración aparece como
evidente que los elementos coreográficos y musicales permiten a los migrantes
definir su identidad dentro de nuevos ámbitos socioculturales, favoreciendo
entre otras cosas la formación de espacios propios.
Un género o un repertorio que viaja con los migrantes puede volverse
emblemático en un ambiente nuevo. En general se trata de un mecanismo de
defensa provocado por la distancia y por el nuevo contexto que, frente al
peligro de perder la propia identidad, tiende a reforzar esa identidad.
4
En general la celebración de ocasiones festivas, y dentro de ellas la ejecución
de músicas y danzas, tiene la función esencial de aglutinar una comunidad. En
este sentido, las fiestas de los santos patronos constituyen el contexto ideal en
el que la comunidad se reúne. Son auténticos “eventos de memoria”, durante
los cuales el presente se vincula a un tiempo pasado y a lo que se ha dejado
atrás. Esos eventos, como recuerdan Ugo Fabietti y Vincenzo Matera, tienen
sobre todo “un valor fundacional en cuanto legitiman la identidad presente de
una colectividad evocando su historia condensada en una figura del recuerdo”
(es decir un símbolo, un emblema cultural). Por consiguiente, lo que en ese
nuevo contexto pasa a ser fundamental es “la capacidad de evocación y de
cohesión que posee un evento de memoria” (Fabietti y Matera 1999:92).
La emigración calabresa
Hasta ahora mi investigación se ha ocupado exclusivamente de comunidades
calabresas emigradas al norte de Italia (en particular al Piamonte) y a
Argentina, fundamentalmente entre la década de 1950 y la de 1960.
Sin embargo, no estará de más dar algunos datos estadísticos sobre la
migración italiana, y dentro de ella de la calabresa. Si las olas migratorias hacia
el norte de Italia se concentraron efectivamente en los años cincuenta y
sesenta, con respecto a Argentina en cambio es necesario señalar varias fases
de llegada. La primera gran migración italiana, de hecho, ocurrió entre fines del
siglo XIX y las primeras décadas del XX. En realidad, esa migración se dirigió
prioritariamente hacia Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, como recuerda
uno de los principales historiadores de la emigración italiana, Fernando Devoto,
si a fines del siglo XIX y en los primeros decenios del XX las metas preferidas
fueron las de Norteamérica, de todos modos llegaron a Argentina 4.200.000 (9)
personas, de las cuales dos millones eran italianas, y alrededor del 8 por ciento
de estas últimas, calabresas (10). En realidad, en el primer período (por lo
menos hasta el fin del siglo XIX) entre los que llegaron predominaban las
personas provenientes de las regiones septentrionales, pero ya desde los
primeros años del siglo XX esa tendencia se invirtió y la presencia
predominante pasó a ser la meridional. En ese contexto, Calabria fue una de
5
las pocas regiones cuyo flujo migratorio se mantuvo en general constante
(Cacopardo y Moreno 1991). Naturalmente la segunda guerra mundial provocó
una interrupción del fenómeno migratorio, que se reanudó desde 1947, cuando
“un nuevo e intenso flujo se dirigió hacia Argentina” (Devoto 2006:395). Entre
1947 y 1951 arribaron a Buenos Aires alrededor de 330.000 italianos (11). Es
interesante notar que en el período de mayor flujo, es decir en 1950-1951, el
mayor número de llegadas correspondía a calabreses, 45 por ciento de los
llegados de todas las regiones de Italia.
En los años siguientes llegaron 118.000, y entre 1957 y 1961 los inmigrados
fueron sólo 39.000 (12). En realidad es preciso señalar que este tipo de
migración se caracterizó principalmente por ser una “emigración de familias”, y
por consiguiente en sí estable (13). El bienio 1960-1961 marcó prácticamente
el fin de la emigración italiana hacia Argentina (14).
La investigación realizada por mí se concentró principalmente en la forma como
los emigrantes calabreses buscaron legitimar su identidad, a través de la
reproducción de las fiestas de sus lugares de origen y de la evocación de las
tradiciones compartidas.
De hecho las procesiones y las fiestas tradicionales no representan, para
quienes participan en ellas, solamente un “lugar de memoria”. Conscientes de
no poder volver atrás, y a menudo de no querer ya volver atrás, los miembros
de las comunidades calabresas en esas ocasiones reanudan un vínculo
simbólico con su pueblo de origen, con los miembros de la familia que se
quedaron en Calabria (15). Durante esas fiestas, y como escribre Teti
(2000:705) en realidad “no se transfiere ni se reproduce el mundo de origen […]
[Ese mundo] se convierte en otra cosa. Inevitablemente fragmentos antiguos,
arcaicos, tradicionales, se mezclan con nuevos elementos identitarios
inventados o hallados en el nuevo mundo” (16).
En todo caso es importante recordar, como lo destacan gran parte de los
estudiosos que se han ocupado de las migraciones, que la celebración de las
6
fiestas en el nuevo contexto se utiliza también como un modo de insertarse en
el nuevo mundo, como una “forma de integración [appaesamento]” (Teti
2002:706), “una especie de afirmación y representación de sí mismo y del
grupo de pertenencia en un mundo en el que la persona ya está plenamente
insertada […]” (Teti 2002:706).
Sobre todo en contextos de emigración al extranjero, es muy frecuente
encontrar una Calabria por así decirlo “imaginada”, lejana en el tiempo y en el
espacio, una Calabria que en realidad ya no existe (17). Un lugar ligado al
recuerdo del lugar de origen y que en algunos casos, al ser visitado de nuevo,
provoca sentimientos de desorientación, extrañamiento, pérdida. La memoria
ideal de una Calabria “desaparecida” aparece con frecuencia en los recuerdos
de muchas personas ancianas que por distintas razones no han logrado
regresar al pueblo natal y conservan de él numerosos recuerdos de los cuales
se alimenta la identidad colectiva (18).
En ese proceso de construcción o mantenimiento de la identidad que las
comunidades calabresas siguen llevando a cabo, la memoria tiene una función
fundamental. En efecto, es importante ofrecer una representación del propio
presente dotada de sentido (19). Para ese fin algunos elementos se cargan de
un significado simbólico preciso, transformándose en verdaderos emblemas de
la identidad colectiva. Entre estos últimos, como ya se ha señalado
anteriormente, la música y la danza desempeñan un papel particular, gracias a
su capacidad de evocar el sentimiento de pertenecer a una comunidad. De
hecho con frecuencia, como me han dicho varias personas emigradas a
Argentina, simplemente oír una pieza musical puede provocar en las personas
una profunda conmoción, gracias al hecho de que es capaz de reanudar lazos
afectivos que ni siquiera la distancia ha podido interrumpir.
En este contexto tienen particular relevancia las asociaciones regionales,
“comunidades ideales”, que representan un verdadero “emblema de casa”.
Espacios de memoria, que son al mismo tiempo reales y metafóricos, y que
sirven, por así decirlo, para “recordar” el lugar de origen (20).
7
Por otra parte, como recuerda Thomas Turino, las asociaciones regionales,
además de ser espacios donde reunirse, organizar fiestas, tocar música, jugar,
crean una especie de espacio alternativo —social, económico y político— en el
que preservar la propia identidad (21).
En Argentina, en particular, existen alrededor de cuarenta asociaciones
calabresas oficialmente reconocidas por el consulado italiano. En realidad
existen aproximadamente el doble (22). Cada comunidad organiza una fiesta
patronal y actividades socio-recreativas. En la mayoría de los casos las
asociaciones representan el pueblo de procedencia, pero también existe cierto
número de ellas vinculadas a fiestas religiosas, como por ejemplo la de la
Madonna del Pettoruto.
El papel que desempeñan en esas fiestas algunos músicos, de segunda
generación, es fundamental para el mantenimiento de las tradiciones
coreográfico-musicales. Lamentablemente las nuevas generaciones, aun
cuando participan en las diversas actividades organizadas por las distintas
asociaciones, a menudo no sólo no conocen los repertorios sino que ni siquiera
son capaces de tocar los instrumentos tradicionales como el acordeón, la
chitarra battente y la gaita.
Reflexionando con algunos músicos más ancianos sobre las razones de ese
cambio, ellos atribuyen el fenómeno a la inevitable pérdida de un sistema
tradicional de transmisión de los saberes (23).
En las culturas de tradición oral, y en consecuencia también en la cultura
tradicional calabresa, la imitación de algunos “modelos”, como por ejemplo los
adultos que tocan, ha representado siempre el elemento central del proceso de
aprendizaje hecho de escucha, observación y reproducción de los sonidos
oídos. La mayor parte de las personas que hoy tocan o danzan, en efecto, han
aprendido por ósmosis, a través de la participación activa en la vida musical de
su propia familia o de su propia comunidad (24).
8
En un contexto de migración, además, no es posible subestimar el problema de
las diferencias generacionales. Éste se manifiesta tanto en las comunidades
calabresas emigradas al norte de Italia (25) como en las que viven en el
extranjero.
Debemos tener presente, en efecto, que los jóvenes nacidos y crecidos fuera
de Calabria con frecuencia tienden a identificarse más con el país receptor que
con el de sus padres. Se vinculan más que nada a una Calabria “imaginaria”,
fruto del conocimiento de los relatos de sus padres y sus abuelos (26). Por eso
es inevitable que vivan esas tradiciones de manera más distanciada, y a
menudo más bien como espectadores.
La tarantella como emblema de identidad
Para comprender mejor el tema de cómo las comunidades emigrantes
calabresas mantienen o construyen su identidad, es importante analizar las
dinámicas culturales en base a las cuales las comunidades calabresas
emigradas han conservado su identidad, gracias al papel desempeñado por la
música y la danza tradicionales (27). Ciertamente éstas se cuentan entre las
principales expresiones culturales a través de las cuales los calabreses que
viven fuera de su región de origen evocan y refuerzan, durante las fiestas o las
reuniones familiares, su propio sentimiento de pertenencia.
El análisis de dos ejemplos específicos (27), uno de emigración interna hacia el
norte de Italia y uno externo hacia Argentina, permitirá comprender de qué
modo esos repertorios tradicionales han sido conservados o adaptados a
nuevos contextos socio-culturales. Con ese objeto, he elegido analizar la danza
de la tarantella. Ésta, en efecto, puede ser considerada como uno de los
emblemas de identidad más representativos de la región.
Como sostiene también Giorgio Adamo, refiriéndose al contexto de Calabria, la
tarantella incluso expresa “la identidad misma de la peregrinación. Aparece
como lengua común, música y coreografía a la vez […] lo que unifica a grupos
9
de personas provenientes de una amplia gama de pueblos y ciudades de la
provincia de Reggio Calabria […]” (Adamo 2006:202)
Otro motivo que ha favorecido la elección de esta danza para los fines del
análisis comparativo es el hecho de que la tarantella calabresa se caracteriza
por un sistema normativo tradicional y por un código democinético
particularmente rígido. La comparación de tales repertorios nos permitirá por lo
tanto percibir los elementos tradicionales que han sido preservados y las
eventuales transformaciones que se han verificado, a causa también del
inevitable fenómeno de hibridación cultural al que esa comunidad se ha visto
sometida.
En Calabria la tarantella (28) se baila rigurosamente en parejas —mixtas o
masculinas, en algunos casos femeninas— en el centro de un espacio circular
(29) delimitado por el público y por los músicos (30).
Uno de los principales elementos que caracterizan esta danza es la presencia
de la figura del mastru i ballu, cuya función principal es la de regular la danza,
en la práctica favoreciendo la alternación de distintos bailarines (31).
En realidad, como recuerda Placida Staro, es posible distinguir dos formas
distintas de “sucesión de las parejas”, con lo que se obtiene lo que esta autora
define como un “modelo amplio” y un “modelo conciso”.
Escribe en efecto Staro (1988:30):
En el primer caso nos encontramos frente a un sistema que explota el principio de
la alternación. Los bailarines entran por turno y deben bailar con un compañero
que ya esté en la rueda, con el mastru i ballu, y después con el nuevo elegido (32).
[…] En el segundo caso tenemos una sucesión determinada por el principio del
anillo. El mastru i ballu en este caso no baila con todos los bailarines, manteniendo
desde el exterior la función de “regulador” de la ceremonia (33)
10
Al volver a entrar con frecuencia para reconstituir una pareja sustituyendo al
que ha completado el ciclo, el mastru i ballu garantiza entre otras cosas la
continuidad misma de la danza (34).
Entre las funciones que desempeña está, además, también la de “regulador
emotivo” del grupo (35). El mastru i ballu es al mismo tiempo participante activo
y pasivo en la performance, puesto que en algunos momentos baila y en otros
observa el baile. En él la comunidad delega diversas funciones:
El control de los participantes pasivos; la admisión a la fase activa del baile; el
emparejarse de los bailarines; la sucesión de las parejas; la descripción y
circunscripción del espacio coreográfico; la regulación de “cuestiones de honor”,
conflictos entre miembros de la comunidad; la regulación del carácter del baile. (Staro
1988:29).
Para ser designado mastru i ballu es necesario gozar del “respeto” de la
comunidad, además, naturalmente, de haber demostrado la propia
competencia y habilidad en la danza.
Como ya se ha destacado, la tarantella se baila dentro de un espacio circular
delimitado tanto por el público como por los músicos, pero la circularidad es
una característica predominante también en los desplazamientos de los
bailarines, (que en general se dan a lo largo de la circunferencia) y en la
colocación de los danzantes en el espacio (normalmente éstos acostumbran
disponerse en dos puntos diametralmente opuestos) (Carbone 1988).
En el modelo principal de la danza, es decir en el que se ejecuta con más
frecuencia, predomina el desplazamiento circular en sentido antihorario con
progresión de los bailarines hacia delante o hacia atrás, acompañado o no por
giros sobre sí mismos en sentido horario y/o antihorario.
Generalmente, la danza, sobre la base de su modelo normativo, se desarrolla
en cuatro fases de distinta duración (36):
11
1°) La primera es la de introducción y señala justa mente la apertura de la
danza; por ese motivo es ejecutada una sola vez en el curso de cada rota. En
ella el mastru i ballu, bailando, delimita el espacio coreográfico y rinde
homenaje a los músicos. Es éste el único momento en que el espacio es
ocupado por un solo bailarín. La primera fase concluye en el momento en que
el mastru invita al compañero previamente elegido a entrar en la rota y bailar
con él.
2°) La segunda fase se llama de “enfrentamiento” ( fronteggiamento), porque los
dos bailarines, dispuestos uno frente al otro, bailan sin moverse del lugar.
3°) Durante la tercera fase los bailarines se despl azan dentro del círculo, más o
menos próximos el uno al otro pero sin contacto, siguiendo el “modelo
estándar” (es decir trayectoria circular en sentido antihorario con progresión de
los bailarines hacia delante o hacia atrás, acompañada o no por giros sobre sí
mismos en sentido horario y/o antihorario)
4°) Durante esta última fase los bailarines entran en contacto entre ellos.
Normalmente en las parejas mixtas eso se limita a tomarse las manos,
mientras entre hombres el contacto puede incluir también el busto. Como
destaca Carbone (1988:65), el término de la permanencia de la pareja en la
rota «es determinada por el mastru i ballu, que “saluda” al bailarín que sale
entrando a bailar en su sitio o “invitando” a otro bailarín a sustituirlo» (37).
Sin embargo, dentro de la propia Calabria es preciso distinguir distintos estilos
de tarantella. Todos esos estilos comparten la misma estructura y las mismas
reglas, pero al mismo tiempo presentan ciertas diferencias. El que
probablemente más se aparta del estilo “reggino” descrito hasta ahora es el de
la provincia de Cosenza, que se caracteriza por una estructura menos rígida de
la rota y en consecuencia también del papel del mastru i ballu, por movimientos
más contenidos y por un ritmo más lento.
12
Un elemento más importante que es preciso tener presente es en cambio el de
la diferencia de las identidades de género en la ejecución de la tarantella. Es
evidente que el modo de bailar de las mujeres es mucho más contenido que el
de los hombres. En las mujeres, en efecto, la gestualidad del tronco y de los
brazos y los movimientos en general se caracterizan por una amplitud mucho
más limitada. Los brazos se mantienen simétricos la mayor parte del tiempo a
los lados del cuerpo, y cuando se mueven el movimiento generalmente se
limita a la parte inferior o antebrazo. En algunos casos las manos pueden
apoyarse en los costados. La postura, de todos modos, es generalmente
erguida y controlada.
En el caso de los hombres, por el contrario, cuando la pareja está formada por
hombres solamente, hay una mayor movilidad, a menudo demostrada también
por una ligera inclinación hacia delante. Los movimientos de los brazos son
amplios y articulados y se caracterizan por una flexión más o menos acentuada
a nivel del codo y por las manos relajadas. A veces, en la ejecución entre
hombres, los gestos de las manos recuerdan “los típicos de la esgrima. Son
característicos, en efecto, la mano cerrada con el dedo índice y el medio (o solo
el índice) extendidos para imitar un cuchillo, y el antebrazo que se mueve como
si blandiese un cuchillo” (Carbone 1988:71). El sentido de “desafío”,
naturalmente ahora sólo simbólico, es muy evidente en la tarantella masculina.
Una figura típica de la tarantella masculina, que recuerda el elemento de
desafío inherente a la danza, es la del passo ill’adornu que simula el vuelo de
un ave de presa. También en este caso el bailarín, manteniendo los brazos
abiertos como para simular el vuelo del pájaro, intenta conquistar el espacio
coreográfico moviéndose de forma circular alrededor del adversario y
empujándolo lentamente hacia el centro. Si este último es hábil, puede escapar
al cerco ejecutando el tagghiapassu, consistente en una serie de pasos veloces
que le permiten superar a su perseguidor. En otros casos, en cambio, el
desafío se hace evidente en la schermata (esgrima), durante la cual los dos
bailarines se colocan uno frente al otro y con los dedos de la mano derecha
apretados imitando un cuchillo intentan alcanzar al adversario.
13
La estructura abierta de la tarantella y su definirse como lengua común se
encuentran también en la música. En lo referente a la música nos encontramos
frente a una codificación “abierta” cuyas reglas siguen un principio circular. Se
basa en módulos, «las “passate” [“pasadas”], que entre repetición e
improvisación dan el sentido de conjunto del trozo» (Gatto 1988:84).
Es éste un procedimiento compositivo que Giovanni Giuriati ha definido como
“caleidoscópico”, y que además de ser común a distintas formas de tarantella
es característico también de otras formas musicales meridionales (38).
Los músicos se suceden de manera bastante libre, en general sin solución de
continuidad. En realidad, la danza puede durar varias horas, lo que hace
necesario que haya un continuo de músicos que se turnen de manera que la
música no se interrumpa nunca (39).
Cierre: la tarantella en el Piamonte versus la tarantella en Argentina
Vuelva al Menú del CDROM para ver el Archivo de Video asociado: video_grazia_tuzi.mpeg
Tras visualizar y analizar dos ejemplos de ejecución de la tarantella, uno
grabado en el Piamonte durante la fiesta de los SS. Cosme y Damián, y el otro,
en Argentina durante la fiesta de la Virgen del Rosario, es posible afirmar que
las normas descritas anteriormente y que caracterizan lo que puede
considerarse una ejecución “correcta” de la tarantella son fundamentalmente
respetadas en ambos contextos, a pesar de sus diferencias.
Es evidente, naturalmente, que, como puede verse por ejemplo en la secuencia
de vídeo grabada en Buenos Aires, donde el espacio disponible es
extremadamente reducido, eso condiciona la danza misma (40). En este caso,
algunas variantes respecto al modelo normativo probablemente han sido
determinadas por la limitación del espacio coreográfico disponible.
14
La diferencia de estilo entre el ejemplo piamontés y el argentino se debe en
parte también a la distinta procedencia de los músicos y los bailarines.
En el caso piamontés éstos son en su mayoría originarios de la provincia de
Reggio Calabria y en consecuencia representantes del estilo “reggino”
característico de la llamada rota. En el caso argentino, en cambio, los
protagonistas provienen de distintas provincias calabresas, aunque hay una
mayoría de emigrados de la provincia de Cosenza (41). Si en el Piamonte la
estructura formal de la danza se respeta rigurosamente, en Argentina no es tan
evidente el papel de un verdadero mastru i ballu. En el vídeo se puede
observar que en ciertos momentos no se respeta el número de bailarines
presente en el espacio coreográfico: a veces hay más parejas, y en otros
momentos predominan las parejas de mujeres.
En el caso de Santena (Piamonte) en cambio, la estructura de la rota es
particularmente rígida, y hay dos mastru i ballu, que alternan en su función de
regulación del baile. En particular es evidente, sobre todo en Argentina, el
hecho de que el sistema normativo falla sobre todo allí donde participan en el
baile personas que han aprendido a bailar la tarantella fuera del pueblo natal.
En cambio las personas ancianas, que según me contaron aprendieron a tocar
o a bailar en la infancia o en la adolescencia participando en las fiestas y
peregrinaciones en Calabria, continúan ejecutando la tarantella siguiendo el
sistema normativo tradicional, que ya tienen por así decirlo interiorizado.
En ambos casos, tanto en el Piamonte como en Argentina, podemos observar
como los bailarines respetan siempre aquellos elementos que podemos
considerar como 'definitorios' de la tarantella. Una característica que nos ayuda
a constatar como la tarantella, que a pesar de su capacidad de adaptación a
las diferentes realidades y contextos en donde es ejecutada, sigue siendo un
elemento identitario.
15
Notas
(1) Este artículo es resultado de las primeras reflexiones surgidas de la investigación realizada por la autora entre las comunidades calabresas emigradas al norte de Italia y a Argentina. Los datos en que se basa el presente trabajo fueron recogidos entre 2003 y 2005 en el marco de una beca de investigación recibida de la Universidad de Calabria. El proyecto, que se titulaba "Música e identidad en Calabria y en las comunidades calabresas en Italia y en el exterior, especialmente en relación con la emigración argentina ", fue dirigido por el Prof. Giorgio Adamo, en esas fechas titular de la Cátedra de Etnomusicología del Departamento de Arte, Música y Espectáculo de esa Universidad.
(2) En efecto, si examinamos la literatura relativa al tema de la migración, percibimos que ese fenómeno ha sido analizado y fragmentado entre diversas disciplinas como la historia, la economía, la política, la demografía, la sociología y la antropología. En este sentido, el libro publicado por Brettel y Hollifield (2000), representa un intento de superar esa fragmentación.
(3) El término “diáspora” se ha utilizado durante mucho tiempo para describir el desplazamiento forzado de algunas poblaciones, como por ejemplo los judíos, de su lugar de origen a otros territorios. Ese significado naturalmente ha dotado al término de una acepción negativa. Iñigo Sánchez Fuarros en un texto inédito ha presentado una eficaz reconstrucción del concepto de “diáspora”.
(4) Safran, por ejemplo, delinea algunas de las características que en su opinión deben encontrarse presentes para que se pueda hablar de diáspora. (Safran en Clifford 1994). Sobre esto cfr. Clifford 1994. (5) En etnomusicología, como recuerda Slobin, en realidad ese término encuentra dificultades para imponerse. Cfr. Slobin 2003. Para una reflexión sobre este tema véase el texto de Enrique Cámara de Landa en esta misma publicación.
(6) En realidad Signorelli vislumbra un nuevo factor, que en su opinión permitiría el uso del concepto de diáspora también en lo referente a la migración italiana. Según esta estudiosa, en efecto, con “la difusión de la comunicación masiva, la disminución de los costos de viaje, la homologación de los modelos de vida y de consumo, en el marco de la valorización de la identidad étnica se ha creado un imaginario colectivo a escala mundial, cuyo contenido es la italianidad” (Signorelli 2006: 39).
(7) En relación con esto es interesante la hipótesis formulada por Signorelli de una auténtica “cultura de la emigración”. La antropología italiana sostiene que siguiendo a los migrantes “en su transformarse de e-migrantes en in-migrantes, que en algunos casos regresan y quizá llegan a ser re-emigrantes y re-inmigrados”, sintió la necesidad de deconstruir el concepto de cultura y explicar el incesante trabajo de “producción cultural” que éstos realizan. Escribe la estudiosa: «[…] lo que surgía de forma incontrovertible de la experiencia de los migrantes era la naturaleza dinámica de la cultura, es decir el continuo trabajo impuesto por las condiciones concretas en que se encontraban los migrantes, de asunción o rechazo de contenidos nuevos y de conservación o abandono de los contenidos viejos, de refuncionalización y resemantización de las novedades en enunciados al menos en alguna medida compatibles con el sentido del mundo ya adquirido y de “conversión” de elementos constitutivos de ese sentido del mundo ya adquirido “en casa”, en algo utilizable, gastable en los nuevos contextos de inmigración» (Signorelli 2006:41).
(8) Cfr. Clifford 1988. Sobre este tema véase también Canclini 1998; Hannerz 2001.
(9) Para Argentina fue éste un período de verdadera migración masiva.
(10) Eso ocurrió entre 1881 y 1914.
16
(11) Como destaca Devoto, se trata de una cifra considerable si se piensa que en el período de este nuevo flujo migratorio la población italiana en Argentina estaba constituida por 786.000 personas (Devoto 2002).
(12) Debemos recordar asimismo que el número de regresos fue superior al de las llegadas. En este sentido los calabreses se caracterizaron por ser la comunidad más estable, en el sentido de que pocos de los que se establecieron volvieron a Calabria.
(13) Con frecuencia se habla de “cadenas de migración”. Cfr. entre otros Brettel 2000. En relación con la emigración italiana Signorelli habla de “cadenas de paisanos”, haciendo referencia a la red de “relaciones de parentesco, de vecindad y de pueblo de origen” que durante los movimientos migratorios se ponía en juego para organizar “la partida, la llegada, el establecimiento y el enraizamiento” de los emigrados en los diversos lugares de llegada (Signorelli 2006:162).
(14) Amalia Signorelli recuerda que desde el principio del éxodo, iniciado antes de la unificación italiana de 1870, hasta el final de la década de 1960, emigraron más de 26 millones de italianos (Signorelli 2006:159).
(15) Es precisamente con el pueblo natal que ocurre la primera y fundamental identificación. Como recuerda de nuevo Signorelli “nosotros” significa sobre todo «“los de mi pueblo” o si se quiere ser más preciso, “los que llegamos aquí a Alemania a través de la misma cadena de llamada”» (Signorelli 2006:123).
(16) Es verdad también que el desarrollo de los sistemas de transporte, facilitado además por la introducción de los vuelos low cost, y los medios de comunicación modernos han reducido las distancias de forma notable. Según Adele Miranda esas nuevas tecnologías en realidad han obligado a los estudiosos a repensar los conceptos de espacio y de movilidad ligados a los movimientos migratorios. Miranda propone la metáfora de “pendulares entre distintos anclajes” para definir esta nueva manera de vivir la migración, en la que el ciclo de vida del migrante se organiza entre el lugar de residencia y el pueblo de origen (Miranda en Signorelli 2006).
(17) Sobre este tema véase Anderson 1996; Gupta y Ferguson 1992; Appadurai 1996; Bretell y Hollifield 2000.
(18) Cfr. Fabietti-Matera 1999.
(19) Sobre este tema Cfr. Lenclud 2001.
(20) Cfr. Fabietti-Matera 1999; Catani 1985; Signorelli 2006.
(21) Cfr. Turino 1993.
(22) En el volumen publicado por el Consulado Italiano de Buenos Aires en 2003 sobre las “Associazioni Italiane della Circoscrizione consolare”, las asociaciones calabresas registradas y oficialmente reconocidas son cuarenta y una y representan el mayor número de asociaciones italianas presentes en el país, constituyendo el 31 por ciento del total de las asociaciones italianas.
(23) Según algunos músicos, sin embargo, la pérdida de las tradiciones musicales calabresas se debe también a la falta de instrumentos originales. En muchos casos, incluso, los propios músicos ancianos han dejado de tocar debido a esa ausencia.
(24) Sobre este tema véase entre otros Carpitella 1992.
(25) Aquí, en realidad, por lo menos en lo que se refiere a la danza de la tarantella, este fenómeno se encuentra en medida menor.
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(26) Muchos de ellos ni siquiera han visitado nunca Calabria.
(27) Los breves ejemplos en vídeo, que aquí se adjuntan, pueden facilitar la comprensión del análisis.
(28) En la provincia de Reggio Calabria se llama también rota o viddhaneddha.
(29) Por ese motivo se llama también rota, es decir rueda, círculo.
(30) Normalmente uno que toca el acordeón y otro la pandereta. En algunos casos el acordeón puede ser sustituido por la gaita, cosa que ocurre cada vez más raramente. En este sentido es interesante el caso argentino, donde en algunos contextos la danza todavía es acompañada por la gaita.
(31) Como escribe el mismo Adamo: «En conjunto hay un buen equilibrio entre la función jerárquica del mastru i ballu, autorizada y respetada, y la “estructura abierta” de un baile en el cual en general, y siguiendo las reglas, cualquiera puede participar » (Adamo 2006:203)
(32) En este caso la alternación pasa siempre por la figura del mastru i ballu que vuelve a entrar en el círculo para sustituir a uno de los bailarines según el esquema: A/ AB/ BC/AC/DC/DA, etc., en que A es siempre el mastru.
(33) En este caso el esquema sería A/ AB/ BC/CD etc. También aquí la A corresponde al mastru.
(34) Normalmente cuando el mastru i ballu quiere que salga una persona dice fora u primu, “fuera el primero”.
(35) La alternación de los bailarines se decide en base a factores diversos, que son a la vez de orden social y estético.
(36) Hay un estudio detallado de la rota, obra de Placida Staro y Donata M.Carbone, en Gatto 1988.
(37) La permanencia de un bailarín en la rota puede ser sumamente breve y depende de diversos factores, que pueden ser tanto de orden social como estético.
(38) Este tipo de procedimiento compositivo puede dar la impresión, al escucharlo diferencia superficial, de cierta repetitividad. En este caso, como recuerda también Danilo Gatto, la transcripción musical normalmente identifica las microvariaciones y los recorridos de ejecución (Gatto 1988).
(39) La pandereta sostiene la parte rítmica acentuando los tercetos. Normalmente los módulos del acordeón se ejecutan en 12/8, mientras que la pandereta se toca en 6/8, o viceversa.
(40) Cfr. El ejemplo vídeo.
(41) Es necesario además tener presente que si bien la fiesta había sido organizada por la asociación de Bonifati (CS), en realidad en esos eventos participan representantes de todas las asociaciones calabresas y en algunos casos también representantes de otras asociaciones regionales italianas. En esos contextos la tarantella, símbolo de la “calabresidad”, se convierte en un momento común de agregación.
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Referencias
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Grazia Tuzi es licenciada en Etnomusicología por la Universidad “La Sapienza”
de Roma. En 1999, en la misma Universidad, obtuvo el Doctorado en
“Ciencias Etnoantropológicas”, con una tesis sobre “Pandereteras de
Cantabria”. Desde el 2003 es profesora contratada de Etnomusicología en la
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Universidad de Calabria. Entre los años 2005 y 2007 ha enseñado en el
Programa de Doctorado “Música Española” de la Universidad de Valladolid, y
desde el año 2006 es profesora del Master en Música Hispana de la misma
universidad. Ha participado en numerosos proyectos de investigación de las
Universidades de Roma, Calabria y Valladolid. Sus áreas de trabajo de campo
son Italia, España, México y Argentina.