ESPACIO PÚBLICO Y CALIDAD URBANA
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ESPACIO PÚBLICO Y CALIDAD URBANA
Mario Cerasoli
1. PREMISA
¿Por qué hablar todavía hoy de calidad urbana?
¿Cual es – y cual debería ser – la relación entre espacio público y calidad urbana?
La ciudad ha cambiado. Y está claro que la ciudad contemporánea se ha ido “más allá” de lo que
durante décadas la urbanística ha tratado de poner en práctica, ha cambiado sus caracteres
genéticos, dando lugar a nuevas formas de asentamiento que a menudo no son comparables con los
de la ciudad “tradicional” e histórica.
Por eso, hoy en día es difícil hablar de ciudad, si no de diferentes ciudades. Y la ciudad
contemporánea corre el riesgo de convertirse en una no-ciudad.
¿Cuáles son las diferentes caras de esta ciudad?
La continua y cada vez más rápida transformación de las costumbres y la cultura hace difícil
identificar los diferentes contextos que componen la ciudad contemporánea.
Vamos a empezar con los centros históricos. Sitios con una intrínseca calidad urbana, de donde pero
la gente ha escapado gradualmente, porque, a los centros historicos, con frecuencia se han
vinculados los conceptos de pobreza y degradación. Con la mejora general de las condiciones de
vida, los que pudieron, prefirieron trasladarse a las zonas y edificios más modernos, en busca de un
confort ambiental y social que, a menudo erróneamente, se creía y sigue creyendo que los centros
históricos no podían ofrecer. E entonces muchas veces precisamente aquellos centros históricos se
han falseados y transformados en distritos financieros o comerciales, en los mejores de los casos, o
en los barrios ultra-populares, habitados por trabajadores migrantes. Y consecuentemente, en
guetos.
Frente a ellos se encuentra la ciudad moderna, la que nació en el curso del siglo pasado y que en
Italia tiene su gran expansión en el Segundo Posguerra.
Una ciudad monofuncional principalmente compuesta por grandes extensiones de suburbios,
nacidos primero como una respuesta, planificada o espontánea, a la demanda de vivienda para
aquellos que se trasladaban a vivir a las ciudades en busca de trabajo y que luego se convirtieron en
laboratorios inconscientes de un cambio en las costumbres sociales que hicieron de la imitación del
mito norteamericano la razón de ser.
Suburbios hoy en día que a menudo carecen de calidad urbana, lugares donde se han ido
concentrando progresivamente los problemas de vivienda y sociales, y que sólo ahora comienzan,
de manera independiente y con dificultad, a encontrar sus propia identidad.
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Suburbios que, al mismo tiempo, son el escenario de la difusión de “fenómenos urbanos”, que al
principio se nombraron no-lugares (Augé, 1992) y ahora se empieza a llamar super-lugares o hiper-
lugares (Koolhas R, 2001), que han reproducido - o al menos han intentado a reproducir - la ciudad
en un entorno clausurado, en set publicidarios, absolutamente falsos e independientes e indiferentes
al entorno territorial o urbano en el que se ubican. Por lo tanto desprovistos de las normales
relaciones que son al origen de la ciudad y que la están conduciendo hacia una estandarización - a
nivel mundial - de forma y contenido que hacen que parezcan casi iguales el aeropuerto de Doha, en
Qatar, a lo de Malpensa (Milán) o de Orly (París).
Lugares cerrados, frecuentemente cubiertos, que desempeñan el papel de “atractores” en relación
con el tipo de funciones, casi siempre muy especializadas, que se concentran allí (estaciones de
ferrocarril, aeropuertos, grandes centros comerciales, outlet, etc.) y que cada vez más
frecuentemente se proponen como simulacros de la ciudad, donde, sin embargo, se intenta
reproducir exclusivamente los contenidos comerciales y las formas de la ciudad tradicional o
histórica pero que de la ciudad no tienen ni la sustancia ni la complejidad funcional y sólo van a
aumentar los flujos de movilidad innecesaria que caracterizan a los suburbios de las grandes
ciudades contemporáneas.
Todo esto, sin embargo, debe dar lugar a la sospecha de que se simplemente cambió de el concepto
común de la ciudad, y en consecuencia, los canones de calidad urbana.
¿Pero, como planificadores, todavía somos capaces de especificar cuáles son los factores de calidad
urbana y tenerlos en cuenta para los fines de la planificación urbana y la definición de las políticas
urbanas?
El objetivo de este ensayo quiere ser la identificación de elementos – compartidos – de calidad
urbana, adoptando un enfoque multidisciplinario (que, en un principio, debe ser necesariamente
histórico), y la definición de unos criterios para el diseño (o rediseño) urbano para proporcionar
calidad urbana en las recientes ampliaciones de las ciudades.
2. EL CÓDIGO GENÉTICO DE LA CIUDAD (UN ENFOQUE HISTÓRICO E INTERDISCIPLINARIO)
¿Cómo y por qué nace la ciudad?
Desde la época de Uruk, una de las "primeras" ciudades (Mesopotamia 3500 años antes de Cristo),
la ciudad siempre ha nacido como respuesta a objetivos muy específicos y, sobre todo, como
expresión de determinadas relaciones que se desarrollan en zonas geográficas bien definidas,
relaciones distintas en función de las características del territorio y de las comunidades asentadas,
asumiendo de tiempo en tiempo el papel del lugar de comercio, servicio, defensa (Docci, 2006).
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La ciudad siempre ha sido el lugar que expresa una comunidad y, como tal, siempre ha tenido una
fisonomía bien definida, inmediatamente reconocible, con valores formales y figurativos que
representan a esa comunidad y no a otras.
Por eso, debe tener “calidad urbana” (Vittorini, 2003).
Fundamentales para la ciudad era su límite: la ciudad era una organización, tenía sus propias leyes
distintas de las del extramoenia, del fuera de la ciudad y la delimitación tenía la intención de
establecer el límite de dos códigos de derechos y deberes: lo del ciudadano y lo de la población
externa.
Marguerite Yourcenar, en “Memorias de Adriano” (“Mémoires d’Hadrien”, 1951) hace decir al
Emperador, dirigido a sus dignitarios, que, para fundar una ciudad, hay necesidad de albañiles y
carpinteros, herreros y arquitectos, trabajadores de la piedra, de la madera, fontaneros, etc. Pero
también hay necesidad de asistentes y hechiceros, porque la ciudad es también un hecho sagrado, en
sus límites y en su alma profunda.
Dentro de sus límites, cada ciudad tiene su propio diseño, un diseño predeterminado, como si la
ciudad, junto con el límite, ya tenga su propio código genético. Una vez definido el límite, de
hecho, la ciudad se enfrentaba a la organización del espacio, la organización de los caminos, de los
lugares de encuentro y de las plazas: la organización del territorio de la comunidad. A través del
diseño urbano, el espacios públicos - calles, plazas, avenidas - entonces toma un papel estructurante
y se convierte en generador de la ciudad.
Para todo esto, el límite tuvo un profundo significado en términos legales y por lo tanto sagrado.
Pero es precisamente el concepto fundamental de límite que se pierde en el rápido crecimiento de la
ciudad contemporánea (Secchi, 2010).
3. CIUDAD CONTEMPORANEA E CALIDAD URBANA
En las ciudades modernas estos conceptos están desapareciendo y la “calidad urbana” parece ser el
dominio exclusivo de la ciudad histórica y tradicional. Si se observan las grandes ciudades como
Roma o Nápoles, que se han expandido en la dirección de la “metrópolis difusa” o de la “ciudad-
region” (De Carlo, 1962), es prácticamente imposible identificar el límite de la ciudad, lo que una
vez estaba confiado a las murallas defensivas. Una “mermelada” de edificios, predominantemente
residenciales, cubre los espacios vacíos entre un centro habitado y el otro. Son los suburbios, las
periferias, una “invención” de la ciudad moderna. Y la ciudad ahora “gotea” en el territorio a través
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de los suburbios y poniendo fuertemente en crisis el concepto de “límite” de la ciudad. En las
expansiones urbanas más o menos recientes, se pierden los criterios para la calidad urbana1.
En los nuevos barrios, lo que es más evidente es la transformación de las formas del habitar, que
está conduciendo a la erosión gradual del espacio público (el “espacio de relación”) a favor de los
espacios privados y semi-privados. Barrios que se caracterizan por la ausencia casi total de
elementos de calidad urbana, que en vez se encuentran en la ciudad tradicional e histórica (Cerasoli,
2008; 2010).
En primer lugar, en estos contextos urbanos o pseudo-urbanos se invierte la relación entre el espacio
público y el espacio privado, en favor todavía de este último. Si, en la ciudad tradicional, se percibe
– sin duda – el papel estructurante del espacio público – pensamos en la estrecha red de calles del
centro histórico de Roma o a lo más ordenados y regulares de Turín y Florencia (fundadas por los
Romanos), que son el centro de la vida social y relacional de sus habitantes – sin embargo en la
ciudad contemporánea está desapareciendo justo la componente “de relación “ y este espacio, no
más necesariamente público, se convierte en un accesorio, esencial sólo para la movilidad
individual.
Pero con la desaparición de la función relacional del espacio público, en un mecanismo de doble
sentido de causa/efecto, también están desapareciendo todas las funciones urbanas en el que
tuvieron lugar allí y, a través de él, se mantuvieron en la vida.
Bajo un perfil meramente formal, lejandose de la ciudad histórica y consolidada, el paisaje urbano
se transforma y del espacio público que comunica con el edificio – que al mismo tiempo lo define –
se pasa a un espacio público que no tiene relación con el tejido construido, donde los muros
exteriores, de altura variable y difícilmente penetrable incluso visualmente, aislan y expulsan a
aquellos que caminan por las calles, casi siempre sin veredas y bastante pequeñas. Carreteras que se
convierten en campo exclusivo de los vehículos contra los peatones ya raros.
Sin embargo, en Italia esta periferia está habitada por al menos un tercio de la población de las
grandes ciudades.
Está claro que detrás de esta ciudad hay nuevos modelos de vida.
Puede ser útil, entonces, recordar que en los países anglosajones, antes, y en los de la cultura latina,
más tarde, a mediados del siglo pasado, se produce un cambio de costumbres y cultura ligado a la
difusión de la motorización masiva y los medios de comunicación, la televisión en primer lugar
1 En los suburbios italianos más recientes, incluso los que surgen de forma espontánea, el tipo de
asentamiento más extendido ve la propagación de una trama (pseudo) urbana de baja densidad
obtenida principalmente de edificios aislados con dos o tres plantas y un jardín (Cerasoli, 2008;
2010).
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(Menduni, 1999), que se convierten en portadores de un mensajes consumidor disruptivos que, muy
rápidamente, conduce al nacimiento y difusión de un modelo de asentamiento – la casa aislada, de
tamaño medio, con una pertinencia de tamaño medio, en un contexto estandarizado al mismo tipo
que casi se puede definir un ‘tejido’ – que se basa en la supuesta libertad de movimiento vinculada
al uso del coche privado (Cerasoli, 2011).
Un modelo de clara matriz norteamericana que se ha extendido a mancha de aceite y que a menudo
se ha visto favorecido por gobiernos cómplices que, sobre esto, han construido más de una
economía y una fiscalidad insostenible bajo los perfiles económico, medioambiental y, sobre todo,
social.
4. CARACTERES DE LA CALIDAD URBANA
Volviendo en vez a referirse a la ciudad “tradicional”, los caracteres de calidad urbana se pueden
encontrar en tres elementos básicos:
- la definición de los límites - y sublímites - del organismo urbano;
- la complejidad funcional;
- la calidad del espacio público.
Como se mencionó anteriormente, el concepto mismo de ciudad existe porque existe un límite. Y el
límite existe también dentro de la misma ciudad, andando a identificar sus partes (los barrios).
Cuando entre los siglos XVI y XVII se producen las primeras necesidad de expansión urbana,
siempre se realizan a través de la duplicación del organismo urbano precedente, por la introducción
de un nuevo límite y haciendo reconocibles sus partes. Un organismo complejo que se articula
policentricamente y de una manera equilibrada.
Sin embargo, frente a la pérdida contemporánea del “límite” en la ciudad, a menudo la planificación
y el diseño urbano se han proyectado en la definición de nuevos “signos”, claramente reconocibles
(como el arco del E42 - EUR de Adalberto Libera o las nuevas “Puertas” de Roma del Plan 2003).
En particular, la cuestión de la definición del límite urbano vuelve a estar presente en algunos
planes urbanísticos municipales de los años noventa, como los de Florencia (1992) y Ravenna
(1993). En el proyecto de ambos planes, se introduce un parque lineal, el “Parco delle Mura Verdi”,
con el fin de enfatizar los límites de la ciudad consolidada y que se caracteriza por ser una cinturón
verde fuertemente usable, conectado con el tejido urbano, viniendo a jugar el papel de “bisagra”
entre ciudad y campaña. Y reafirmando así el concepto de límites de la ciudad.
Sobre la complejidad funcional se basa asimismo la riqueza intrínseca del organismo urbano
(Vittorini, 1988). La ciudad siempre ha sido el lugar donde se concentran las actividades de servicio
y apoyo a los que viven en ella.
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En la ciudad existían el mercado, los artesanos, todas las funciones relacionadas con el intercambio
y la relación. Funciones en gran medida alcanzables caminando que, por eso, tenían una necesidad
vital de espacio público (de relación). Sólo con el Movimiento Moderno se socava la “complejidad
funcional” de la ciudad en favor de la teoría de la zonificación monofuncional, la ciudad dividida en
zonas de acuerdo a las funciones que tienen lugar allí.
Pero la ciudad que se ha producido sobre la base de esta teoría ha cancelado el espacio público de
relación, a favor de la función simplificada del desplazamiento - obligatoria e innecesaria - con los
medios de transporte, borrando así el componente social de la vida comunitaria.
Sin embargo, es precisamente el espacio público que constituye – y sigue consituyendo – la
armadura de la ciudad.
5. EL ESPACIO PÚBLICO DE RELACIÓN.
El espacio público, el lugar de las relaciones.
“El “ espacio público de relación”- calles, plazas, avenidas, galerías cubiertas - siempre ha
sido el elemento fundamental de “regla”, de reconocibilidad, de calificación de la ciudad.
Siempre ha jugado un papel no sólo “estructurante” frente a los edificios y las
arquitecturas, pero su configuración y su mobiliario urbano siempre han comprometido a el
más y el mejor de los recursos económicos, artísticos y de gestión de la comunidad. La
plaza y el curso, la galería y la avenida eran siempre y en todas partes lugar de
concentración de obras de arte, funciones raras y valiosas, servicios de alto nivel, edificios
simbólicos y representativos”.
(Marcello Vittorini, 1992).
A partir de esta definición de Vittorini, contenida el Informe al Plan de Ordenacion de laciudad de
Florencia de 1992, es claro como el papel del espacio público se ve reforzado por el concepto de
“lugar central”.
La definición de “lugar central” es, probablemente, muy romántica, pero altamente eficaz: es
aquella parte del espacio público, simbólicamente “central”, en que se concentran calidad, identidad
y “energía” urbana.
Un lugar representativo que confiere “identidad para las diferentes partes de la ciudad” (Pavia,
2002).
Lugares centrales entonces son la plaza, el vial, la calle donde se concentra la energía urbana;
lugares donde la acción combinada de complejidad funcional y la calidad del espacio público es
propiciatoria de que sean reconocidos por todos como lugares de identidad. Y sólo la comunidad
que vive y frecuenta ese espacio los puede “elegir” como lugares centrales.
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Sin embargo, la historia reciente de la ciudad nos enseña que no siempre la cantidad y calidad de
espacio público de relación es igual para todos.
En la ciudad de fundación hispánica en América, que se inspira en la tradición urbanistica de los
antiguos romanos, el corazón de las nuevas ciudades es la plaza, la “plaza mayor”, y el espacio
público constituye la estructura del organismo urbano. En las Leyes de Indias, Felipe II daba
instrucciones muy específicas sobre no sólo la forma de la ciudad sino también a todas las funciones
que debían ser colocadas en la Plaza Mayor, un espacio en el que tenían que ubicarse las funciones
principales que caracterizaban y siguen caracterizando el lugar central: la representación del
gobierno, la prefectura, el cabildo, la representación de la autoridad local, el ayuntamiento, la
alcaldía, sino también los lugares para el tiempo libre como el teatro o por lo menos un lugar de
reunión.
Y la concentración de la energía urbana debía ser garantizada por el hecho de que las principales
vías quien llegaban a la plaza tenían que ser porticadas y con la planta baja destinada a actividades
comerciales.
En las ciudades contemporáneas, invece, estamos siendo testigos de la desaparición de la
componente cualitativa y de relación del espacio público, que pierde su función fundamental
estructurante y constituye sólo el conjunto de espacios de resulta que los distintos objetos
construidos (o las arquitecturas) quedan libres.
La reflexión sobre los factores de la calidad urbana debe hacer entonces un paso adelante.
La ciudad debe volver a ser escena urbana siempre viva en todos sus espacios que son públicos y
por lo tanto colectivos, donde la arquitectura, abandonada la autoreferencialidad que muchas veces
la ha caracterizado el siglo pasado, reconquista su innato rol urbano.
Dado que la ciudad es un “hecho complejo”, multifuncional e integrado.
6. UN MODELO DE INTERVENCIÓN: LA GRILLA TEÓRICA
Tratando de calidad urbana, como ya hemos visto, las ideas más interesantes son ofrecidas por la
tradición del urbanismo de la ciudad occidental.
El papel de la urbanistica y en general de la planificación y el diseño urbano puede entonces lo de
acercar la experiencia de calidad que se ofrece por los tejidos históricos y consolidados de las
ciudades con las necesidades y demandas de la vida y la cultura contemporánea.
A partir de una hipótesis de Marcello Vittorini (1988), uno de los planificadores italianos más
evolucionado y fecundo en las últimas décadas, en el marco de las actividades de investigación del
Departamento de Arquitectura de la Universidad Roma Tre, desde hace unos años se ha iniciado un
estudio sobre las “formas” de la ciudad contemporánea que, a través de la deconstrucción y el
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reensamblaje de los criterios formales y funcionales que se supone que son la base de cada
asentamiento urbano de tradición occidental, examina los elementos de distribución de las
funciones, los tipos de tejidos construidos y la movilidad.
Este estudio ha dado a luz a una gramática que está basada en los criterios formales de la ciudad
tradicional, históricamente relacionados con las ciudades fundadas por los antiguos Griegos, los
Etruscos y los Romanos, a los utilizados por los españoles en América Latina y que se expresa a
través de una “grilla teórica” para la reorganización y la mejora de la ciudad dirigida a la
reconfiguración de la estructura espacial, elementos clave de la cual son la calidad del espacio
público del relación, la permeabilidad del tejido urbano, la complejidad de las funciones previstas,
con especial énfasis en las cuestiones relativas a la estructura de la movilidad urbana.
La “grilla teórica” (Cerasoli, 2008; 2010) se origina en el elemento básico del organismo urbano, la
manzana. La manzana es un área rodeada por carreteras, generalmente ocupada por uno o varios
edificios que se agrupan de acuerdo a varias posibilidades, que en la ciudad moderna asume a
menudo un tamaño medio de 80 a 100 metros de lado y una forma regular y sustancialmente
cuadrada (fig. 1).
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Figura 7 – La “Grilla teórica”: la “unidad urbana elemental” y el elemento básico, la manzana.
(Dibujo del Autor, 2006)
La composición de las manzanas por lo general se realiza de acuerdo con una malla ortogonal - de
acuerdo con un modelo tradicional - que, alcanzando un tamaño bien definido, da lugar a la “unidad
urbana elemental” (el primer nivel autónomo de agregado urbano que puede equivaler al “barrio”).
La unidad urbana elemental, el “barrio”, se caracteriza por tener un núcleo, un “fuego”, un “lugar
central” y límites bien definidos. El “lugar central” representa la concentración de la calidad urbana,
aunque con la escala reducida del barrio. Un espacio público, de calidad, donde se encuentran las
funciones representativas y, sin embargo, identidarias, el lugar de encuentro y relación.
Los límites están dictados, en primera instancia, de la distancia máxima que se recorre caminando,
aquella distancia que une el “lugar central” con el límite de la unidad urbana elemental y que se
asume como variable entre 400 y 600 metros.
Por lo tanto, la “gramática”, continuando en la simplificación, hipótiza de que las “unidades urbana
elementales” deben consistir en una red ortogonal de calles (la grilla) que debe garantizar el
requisito de la permeabilidad de los tejidos, cuyas malla está regulada por la manzana de forma
regular y casi cuadrada, y que tiene una extensión máxima de 800-1200 metros por lado.
En la unidad urbana elemental deben estar presentes todas las “utilidades” indispensables para el
desarrollo de la vida cotidiana, la asignación mínima de equipos comerciales y servicios básicos
necesarios y suficientes para las necesidades de los habitantes y usuarios: tiendas (de primera
necesidad), servicios básicos, etc.
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Reproduciendo las dinámicas del crecimiento de la ciudad histórica y tradicional, las “unidades
urbanas elementales” tienen un tamaño predeterminado y, por lo tanto, el crecimiento del
organismo urbano se lleva a cabo a través de la duplicación de las unidades, cada una equipada con
un “lugar central” y las mismas funciones esenciales. En el organismo urbano, una o más unidades
urbanas elementales pueden jugar el papel de “centralidad urbana”, calificandose en relación con la
presencia de servicios de nivel superior.
Sin embargo, si por ejemplo se tratara de una sola unidad elemental urbana, independiente, esta
se comportaría como un “pueblo”, un pequeño casco urbano en el cual se concentran a los servicios
esenciales para sus habitantes y para un definido entorno territorial.
Particularmente minucioso ha sido el estudio sobre la estructura de la movilidad, el tema
fundamental de la ciudad contemporánea (fig. 2).
Figura 8 – La “Grilla teórica”: esquema de agregaciónla de las “unidades urbanas elementales” y
estructura de la movilidad.
(Dibujo del Autor, 2006)
La gramática distingue dos modos de transporte, uno primario, basado en el transporte público, y el
otro, complementario, basado en vehículos privados.
Al primero es confiado el papel fundamental de conectar directamente a los núcleos, los “lugares
centrales”, de las diversas “unidades urbanas elementales “, mientras que el segundo juega un papel
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de apoyo y se lleva a cabo en una red de carreteras “fluida” interbarrial, externa a las “unidades
urbanas elementales”, sin interferencia con la movilidad pública.
Mientras que en los barrios esto modo estaría sujeto a restricciones de velocidad (“Zona 30”) y
viabilidad (zonas de tráfico limitado, zonas peatonales).
Los autos serían así “externalizados” con respecto a los barrios, limitando - pero nunca impidiendo -
sus uso en favor del más sostenible transporte público, que por lo tanto podría tener caracteres
eficiencia y calidad.
El modelo de la “grilla teórica” se puede aplicar a la ciudad existente, reorganizandola de acuerdo a
los criterios mencionados (fig. 3, 4) o para nuevos asentamientos, teniendo en cuenta el hecho de
que su aplicación se basa sobre el compartir una idea de la ciudad que se expresa a través de los
caracteres la calidad urbana descritos hasta ahora.
Figura 3 –Hipótesis de reorganización para la periferia al suroeste de Roma de acuerdo con la
“Grilla teórica”.
(Proyecto de Tesis de Cristina Colagiacomo, 2006; relator de Tesis: Mario Cerasoli)
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Figura 4 –Hipótesis de reorganización para la periferia al suroeste de Roma de acuerdo con la
“Grilla teórica”. El barrio Acilia.
(Proyecto de Tesis de Cristina Colagiacomo, 2006; relator de Tesis: Mario Cerasoli)
Sería una posible vía para la recuperación de la “calidad urbana”, que, desde hace algún tiempo, la
ciudad contemporánea está perdiendo.
Por qué la gente necesita de una ciudad bella y funcional.
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