El último instante ¿Ayer, hoy mañana?
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El último instante: ayer, hoy
¿mañana? Reflexiones sobre cómo nos hemos enfrentado y variado la forma de
afrontar el adiós eterno
José Juan Sala
2.014-15
José Juan Sala Baeza
2
Índice Introducción .......................................................................................................... 3
La muerte a finales del siglo XIX ......................................................................... 4
La primera mitad del siglo XX ............................................................................. 8
Segunda mitad Siglo XX .................................................................................... 10
Siglo XXI ............................................................................................................ 12
Reflexión ............................................................................................................. 14
Bibliografía ......................................................................................................... 16
Webgrafia........................................................................................................ 16
Imágenes ......................................................................................................... 16
Anexo .............................................................................................................. 17
Anexo 2 ........................................................................................................... 18
3
Introducción
Para la sociología el proceso de morir es algo natural y por lo tanto casi carente
de interés sociológico. No obstante los sociógrafos1 analizan y cuantifican todos y cada
uno de los procesos sociales en los que está involucrado el proceso doloso: la esperanza
de vida al nacer, la esperanza de vida a partir de determinada edad, así como la
probabilidad de alcanzar una muerte prematura.
Aunque los sociógrafos mantengan que el proceso de morir, no es un tema de
interés para la sociología, sí que lo son los procesos asociados y relacionados con el
hecho de morir. Como el tiempo en que vivimos, como lo vivimos, y, cómo nos
preparamos para cuando llegue el momento de abandonar la vida de manera activa y
convertirnos en un sujeto pasivo y formar parte del menú como parte nutriente de otros
seres vivos.
En la actualidad se encuentra generado un gran debate respecto a la esperanza de
vida de las personas y la proyección hacía el futuro de las personas de determinada edad
y la cuantía de las pensiones que han de percibir según el tiempo cotizado y las
estimaciones de vida que probabilísticamente le quedan por vivir, y realizadas por los
sociógrafos en una estimación de tiempo determinada.
Pero ese no es el tema que nos interesa en este preciso instante; el tema es cómo
a lo largo de un periodo de tiempo, ha cambiado la manera en la que percibimos las
muerte de un ser cercano y cómo la sociedad y el individuo lo han experimentado. Así
como el proceso de cambio que ha surgido en el periodo de tiempo comprendido entre
finales del siglo XIX y el principio del siglo XXI.
Lo interesante del tema es cómo hemos modificado la relación que hemos tenido
ante la perspectiva de la defunción y cómo hemos modificados nuestros hábitos y
costumbres; cómo hemos pasado de ver la expiración de un ser humano como un signo
de mala fortuna, que en ocasiones según se produjese el deceso, se intentaba cambiar la
causa de la defunción bien por desconocimiento del hecho que ha producido el deceso o
bien porque era una palabra tabú (los derrames cerebrales (ictus) se disfrazaban como
un mal de muelas que había afectado a la cabeza, la palabra cáncer prácticamente ni se
mencionaba hasta el último cuarto del siglo XX, etc.)
1 Debemos entender en está ocasión como sociógrafo, al sociólogo que se encuentra más
interesado en los avatares de la interpretación de gráficas y tasa, el cual pierde cierta relación con la
sociedad real puesto que dichas gráficas sólo le hablaran de generalidades y no de las particularidades
adscritas a la persona según su estatus social y clase media a la cual pueda pertenecer
4
Así como los hábitos sobre todo en las mujeres que cuando perdían a un ser
cercano vestían de riguroso luto (negro) durante un periodo muy largo de su vida e
incluso hasta el final de sus días.
El tema resulta interesante puesto que hasta finales de los años 80 del siglo XX,
muchas personas que habían fallecido realizaban su primer viaje en coche particular en
el momento en que sus restos mortales eran trasladados al camposanto, así como con el
uso masivo de los tanatorios, para muchos ancianos (sobre todo) esa era la primera
noche y única noche que se hospedan en un establecimiento privado.
Aun a pesar de que muchas personas puedan y opinen que este es un tema para
los antropólogos, pienso que es pertinente realizar un pequeño recorrido desde la
sociología, para comprobar cómo nos hemos relacionado en el proceso de enfrentarnos
al último adiós de ser cercano, con el cual hemos compartido grandes momentos y
muchos proyectos.
La muerte a finales del siglo XIX
Es una época que para el análisis de los sociógrafos la esperanza de vida estaba
situada en torno a los 20 años, lo único que nos adelanta es que existía una gran
mortalidad infantil. Pero la situación variaba sustancialmente según la clase social en la
que el individuo se encontraba adscrito en la sociedad.
Duras y prolongadas jornadas laborales, así como una deficiente alimentación y
unos recursos pecuniarios escasos para pagar a galenos y medicinas hacía que las clases
bajas dependieran de la caridad y de los hospitales de pobres para engañar a la muerte
cuando acechaba en forma de malatía, esto es lo que solía suceder en las clases bajas,
las clases medias aun no existía como clase social y la que los historiadores expresan
como clase media estaba representada por profesionales liberales (abogados, médicos,
etc.).
Una de las facetas de esta etapa era como se percibían y como se simbolizaban
los sucesos derivados de la mortalidad de un grupo social u otro; mientras en las clases
sociales altas el proceso mortuorio se desarrollaba con gran pompa y lujo; en las clases
bajas el proceso era en ocasiones prácticamente invisible, pocos familiares y allegados y
según descendían en el escalafón social menor era el número de deudos los que
acompañaban al desdichado.
5
En esta época la muerte estaba
presente en todas las facetas de la vida de
las personas, podríamos decir que la
muerte era una cotidianidad2. La esperanza
de vida rondaba los 35 años en hombres y
38 en mujeres
La obligación de enterrar a los difuntos fuera de los núcleos de población había
surgido un siglo antes por orden del rey Carlos III, sin embargo fue Carlos IV el que
impulsó a principios del siglo XIX, la construcción de cementerios en extramuros, pero
la disposición de los camposantos y la propiedad y la gestión de los huertos del señor
correspondía a la iglesia, y el hecho de que la titularidad recayese en las órdenes
religiosa propició que los datos que obtuvo Durkeim en la obra El suicidio, fuesen
cuestionados, debido a que los suicidas cristianos aparecían como muertos por
enfermedad o muerte natural. Puesto que la iglesia impedía enterrar en tierra sagrada a
ajusticiados y suicidad.
El hecho de que la titularidad de las necrópolis recayeran en la iglesia propició
que creara un "mercado" alrededor de la familia de los desdichados, desde donde se
pretendía sacar provecho de los sentimientos de los allegados como podemos
comprobar en el artículo publicado el 30/4/18743 en el semanario la Ilustración
española y americana, donde pone de manifiesto todo un mercadeo alrededor del
finado, que van desde la búsqueda del máximo gasto posible en misas, ornamentos4
deanes, monaguillos y curas interpelando los sentimientos de los deudos, hasta un
mercado matrimonial donde se le ofrece al viudo/a una nueva pareja y el cuidado de los
posibles huérfanos (acomodarlos en otras familias por un módico precio).
La convivencia entre los vivos y los muertos era estrecha, los campos de reposo
estaban a escasos metros de las viviendas motivado por el rápido crecimiento de las
ciudades a finales del siglo XIX, ciudades como Madrid, o París diseñaron y
comenzaron a construir nuevas necrópolis más allá de extramuros. Otros debido a las
constricciones del espacio quedaron dentro del núcleo urbano, siendo en la actualidad lo
2 La esperanza de vida de las ciudades europeas escasamente alcanzaba los 30 años, por ejemplo
París 28 años, Alcoy 20, Cartagena 18, Londres 23, Bilbao 22 3 Se puede consultar el ejemplar disponible en la Biblioteca Nacional de España en su
Hemeroteca digital disponible en el siguiente enlace:
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001082772&search=&lang=es 4 Cirios, música de órgano, coros...
Fuente: INE Gráfico1
6
primero que observa el viandante cuando accede a la ciudad como es el caso de
Comillas en Cantabria.
Como reza en el siguiente fragmento de A. Fernández de los Ríos publicado en
la Ilustración española y americana, en 18745:
Al encontrarse el desarrollo de la población con los cementerios, ha ido
rodeándolos de casas que ya están lindando con algunos de ellos; los vivos y
los muertos se hallan a 10 metros de distancia o tabique por medio; los
cortejos fúnebres pasan rozando por los bailes y los columpios explotados
por sucesores del tradicional Tío VÍvo, en que retozan y se solazan soldados
y mozallonas ; las estrepitosas músicas de tales fiestas y las carcajadas (...)
más altas que el responso del sacerdote se oyen las frases obscenas del
borracho y la maldición del jugador; y la a u t o r i d a d eclesiástica signe
liando licencias para enterrar en esas condiciones; y las sacramentales
continúan recaudando; (...) y el extranjero que, movido por la educación y
la costumbre, va á llevar maquinalmente la mano al sombrero al ver pasar
por delante un féretro, encasquetándosele al recordar que se halla en un país
donde así se entiende el culto á los muertos. (Fernandez de los Rios, 1874)
Por consiguiente nos encontramos en una etapa de la sociedad en la cual existían
distintos tipos de finados, los pudientes con grandes pompas, fastos y construcciones,
los pobres que de igual forma que vivían eran enterrados, los suicidas a los cuales sus
allegados para que fuesen exhumados en tierra consagrada disfrazaban el motivo del
deceso, aunque este acontecimiento esté vinculado con la religión católica no es de
extrañar que otras sociedades con una religión diferente tuviesen comportamientos
similares. Los ajusticiados tampoco tenían el derecho al descanso eterno en tierra
sagrada, (anexo 1) aunque se da la paradoja de que una vez fallecido si recibía el indulto
sí eran enterrados en lugar sacro6.
La cercanía con la muerte y la alta religiosidad de la época nos han legado
autenticas obras de arte escultóricas ubicadas dentro de los campos santos, (como
podemos apreciar en algunos ejemplos del anexo 2). Arte funerario al cual Panofky le
dedica un tratado en su obra Tomb sculture. No obstante no es el arte lo que nos centra a
nosotros en este ensayo, sino la percepción de la sociedad.
La percepción social de la época se encontraba estrechamente relacionada con el
sentimiento de pertenencia a una clase social, esta pertenencia de clase debía quedar
denostada y claramente identificada en la honra que se debía de ofrecer a los allegados
fallecidos. La ostentación de clase a su vez era un reflejo de la sociedad al miedo al más
allá, el miedo a la muerte, pero sobre todo el miedo a un sufrimiento eterno. Gracias al
temor y a la ostentación de las clases altas de la sociedad nos han trascendido a la
actualidad grandes obras escultóricas de reconocidos artistas (Mariano Benlluire, José
Bueno, Enrique Clarasó, Buzzi, Llimona...)
El símbolo de la ostentación residía en fastuosos panteones y esculturas
hermosas y una gran simbología, la cual pudiese proteger al difunto de los males del
más allá y de las posibles profanaciones7.
5 http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001081789&search=&lang=es
6 En el cementerio de Villafranqueza (barrio de Alicante), están los restos de uno de los
ajusticiados por la rebelión de Pantaleón Boné de 1844, a escasos 200 metros descansan los restos de los
otros ajusticiados en el denominado Panteón de los Mártires de la Libertad. 7 En ocasiones la escultura es tan monumental que el losar no puede soportar el peso y la imagen
forma parte de la totalidad del campo santo, como es el caso del cementerio de Comillas en Cantabria; el
Ángel exterminador, en lugar de presidir la sepultura del hijo fallecido, protege a todos desde el
7
En Conclusión las sociedades del siglo XIX tenían como características, que
vivían en una proximidad con la muerte, bien por ser una época con altas tasas de
mortalidad infantil, como por tener una esperanza de vida que rondaba los 35 años.
Asimismo era una etapa muy virulenta con constantes guerras y revoluciones. Altas
tasas de criminalidad y de suicidios como puso de manifiesto Durkeim. Enfermedades
epidémicas generaban grandes mortalidades, el cólera se cebaba constantemente con las
poblaciones europeas, así como las hambrunas por la pérdida de las cosechas8, y el
escaso salario de los obreros industriales, provocaba que las clases bajas tuviesen un
trato constante con la muerte, en ocasiones para poder dar sepultura al ser querido fuera
de la fosa común, tenían que pedir favores o vender las escasas pertenencias de las que
disponían, del mismo modo que sí el desdichado no había llegado a tiempo para recibir
la última confesión existía en la cercanía (barrio, pueblo, aldea), la figura del come-
pecados, donde el infortunado podía encomendarse y limpiar su alma antes de exhalar
su último aliento. Por otro lado también existían las plañideras, las cuales lloraban y
lanzaban lamentos al aire para demostrar el dolor que tenía la familia por la pérdida del
ser querido. El traslado a la última morada se realizaba en carreta y el ataúd de pino,
madera más económica sin barnizar y sin forrar.
En las clases medias y altas el trato con la muerte no era tan cercano, la
esperanza de vida de las clases acomodadas era superior, aunque la mortandad infantil y
femenina tras el parto eran casi tan elevadas como en las clases menos pudientes. Las
viviendas poseían mejores condiciones higiénicas, para los componentes de estas clases
sociales la alimentación no era tan precaria, así como las condiciones de trabajo, en el
supuesto de no ser rentistas eran profesiones liberales (médicos, abogados, etc.), donde
las condiciones saludables en el entorno laboral eran mucho menos inseguras. El último
viaje lo realizaban en coche de caballos negros, seguidos del séquito que acompañaba al
desdichado al Huerto del Señor, si la distancia entre el domicilio del finado y la iglesia
no era un tramo excesivamente grande el traslado hasta la iglesia se realizaba a hombros
de los acompañantes. El féretro era de maderas nobles y exóticas, barnizado y forrado
en el interior; se prestaba en mayor medida a la manifestaciones diferenciadoras de
clase y posición a disponer de acuerdo a su condición, una digna morada para sus restos
y los de sus antepasados y descendientes.
La sociedad de la época comenzaba a ser consciente de las connotaciones
nefastas que tenía para la salud de los vivos el hecho de tener los camposantos cerca de
las ciudades y sin ningún tipo de precauciones como refleja el siguiente texto del 8 de
junio de 1874 con el título "La quema de cadáveres"9:
Hasé observado desde hace pocos años, que la infección del suelo, sobre el
cual descansa nuestras viviendas, sobre todo de las grandes ciudades, y la
adulteración del agua potable y de la atmósfera, aumentan más cada año, y
que la tierra empapada en diferentes sustancias pútridas se convierte en
focos de epidemias. Esto es debido, según las observaciones más exactas
entre otras causas a los cementerios.
Se ha calculado que cuando en Londres existían los cementerios dentro de la
ciudad, se desarrollaban anualmente 2.500.000 pies cúbicos de ácido
carbónico (...) se ha observado que la remoción de los cementerios viejos
han producido enfermedades epidémicas. (N, 1874)
El mismo ejemplar ofrece un croquis de una máquina para quemar cadáveres.
Por consiguiente el miedo de los vivos residía en el más allá, en la mortandad
por epidemias (cóleras que asolaban Europa) y el temor de ser enterrado en vida. Para el
preventorio más elevado del camposanto. La escultura es lo primero que se observa del municipio cuando
el viajero se aproxima a la población desde la carretera que llega de Santander. 8 La crisis de la patata en Irlanda, etc.
9 http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001082772&search=&lang=es
8
anuncio de la llegada de la muerte y que la sociedad tuviera conocimiento del suceso se
utilizaban el repicar de campanas difuntos para adultos, y el repicar del mortejuelo
cuando el fallecido era un niño.
Tampoco debemos olvidar la práctica de retratarse con el difunto que surge a
finales del XIX, con el surgimiento de la fotografía y que se extendió hasta que la
fotografía se popularizó, era mejor tener el recuerdo físico de un ser querido ya difunto
que el tener sólo el recuerdo o parte de sus cabellos en un relicario10
.
En el siglo XIX, la gente seguía muriendo en sus casas, rodeada de personas,
pero con actitud diferente, hasta entonces se encontraban amparados por la oración,
ahora estaban turbados por la emoción, lloraban y gesticulaban en una gran
demostración de dolor. El miedo a morir se desplaza hacia la muerte ajena (Ariès, 1984,
pág. 327; Frutos Martín, Frutos Martín, Iglesias Guerra, & Calle Pardo, 2007, págs. 3-
6).
La primera mitad del siglo XX
Los cementerios ya han sido trasladados a extrarradio, pero en esta mitad del
siglo XX, la muerte mostró sus formas y rostro más cruel, además de las presentadas en
el siglo anterior hambre, enfermedad y guerra, ahora presenta la de guerras más
encarnizadas y exterminios en masa. Es el instante de una muerte inquieta, dramática,
embaucadora, casi es un tiempo donde el triunfo era morir y no vivir. Es una de la etapa
más siniestra de la humanidad11
.
A partir de esta época y gracias a los avances médicos la mortalidad infantil baja
a tasas del 20% y continúa descendiendo hasta situarse en el 1% en los países
desarrollados a principio del siglo siguiente (XXI). Dejando de lado los desastres de las
dos Guerras Mundiales en este espacio de tiempo la muerte comienza a concentran a
partir de los 60 años y las principales causas son el cáncer, las enfermedades
cardiovasculares y los accidentes12
, por consiguiente el aumento de la esperanza de vida
se encontraba más en el control de la mortalidad infantil y juvenil que en el aumento de
la longevidad, la esperanza de vida se situó en torno a los 50 años (Prentice, 2006).
La sociedad que surge deja atrás hábitos como el de fotografiarse junto al
familiar difunto. El suicida y el ajusticiado ya son acogidos en los cementerios, al igual
como los neonatos y los no bautizados, pero con la peculiaridad que, aún serán
depositados en una fosa común (osario).
Poco a poco y con el avance del siglo las figuras de las plañideras y de los come
pecados van desapareciendo de la escena social, aunque queda un amplio componente
de constricción de la comunidad hacia la familia del difunto, según hayan sido las
causas de la defunción y la atención dispensada al desdichado en los últimos días de su
existencia en la vida terrenal.
Es ahora cuando el entorno del difunto comienza a ser juzgado y cuestionado, si
han sido benevolentes, si han dispensado todos los cuidados pertinentes, si han
realizado todo lo que ha estado al alcance de las posibilidades, y sobre todo si se
demuestran altas tasas de dolor ante la pérdida del ser cercano. Todo y cada uno de los
10
Por cuestiones ética me abstendré de poner un anexo con imágenes de familias posando junto
al difunto, de madres y hermanos sosteniendo al desdicho. 11
Sí, se está interesado en profundizar en el tema de los exterminios, recomiendo el libro del
historiador Otto Dov Kulka "Paisajes de la metrópolis de la muerte" (Taurus 2013) 12
Aunque normalmente no sabían cuál era la causa de la defunción, simplemente se había
muerto de viejo, más de 67 años era todo un logro social y personal.
9
aspectos es cuestionado por el entorno social que rodea al difunto y a su familia; nada
absolutamente nada se escapa a la indiscreción, la familia está abierta a la sociedad y la
sociedad se encarga de juzgar los actos de la familia.
El difunto conocedor en vida del juicio social comienza a realizar sus
preparativos fúnebres en vida, tal foto para la hornacina, aquel vestido para la mortaja, y
la vecina de confianza para que se cumpla la voluntad. Se comenzaba a vivir la muerte
propia en vida. La preocupación recaía sobre todo en la mujer (el hombre no era tan
expresivo), en que pasaría con sus hijos, con su marido, etc.
Los velatorios se realizan en la casa del fallecido y se producían dos
modalidades, o bien el finado estaba depositado dentro del féretro alzado con unos
caballetes y cirios en el cabezal; o bien se encontraba acostado sobre su lecho, si el
rígoris mortis impedía cerrar los ojos del desdichado se le depositaban dos monedas
sobre los ojos y si sucedía en la boca, se cerraba con un pañuelo atado desde la barbilla
hasta la cabeza.
La descendencia era importante, no tanto por la herencia (eran tiempos críticos
entre guerras, la escasez podía ser generalizada), sino por dejar constancia del paso por
este mundo. En determinados lugares y/o familias, la sucesión del nombre era
importante. Se da la paradoja (debido a que la mortalidad infantil rondaba el 20% ), que
algún individuo podía llevar el mismo nombre que su hermano fallecido o hermanos
fallecidos, con el único fin que el nombre del padre, abuelo... no desapareciese.
Se comienza a separar a los niños de la muerte, no sólo de la muerte propia, sino
de la muerte ajena, cada vez más son más reacios a que los infantes estén cercanos a la
muerte, ahora al niño se le aleja, se manda con otro, con el vecino, con el adolescente,
se comienza a cuidar al niño como niño; aunque este tenga que realizar trabajos para la
ayuda en el sustento del hogar.
El traslado al huerto del señor ya no difiere tanto del noble como del pobre,
ahora sólo varía el emplazamiento, panteón, o suelo; viajan en los mismos coches
aunque la atención sea diferente. Ahora la diferencia no la establece sólo la clase social
también los deudos, en este momento un ilustre al igual que un plebeyo podría ser
trasladado desde su domicilio hasta su parroquia a hombros de sus conciudadanos. Las
muestras de amor, agradecimiento y reconocimiento se socializan.
Las esculturas conforme avanza el siglo dejan de ser representativas de estatus
de clase, estas quedan reservadas a personalidades relevantes de la cultura. A partir de
este instante la ostentación de clase en la región de la muerte son las flores frescas, las
más exóticas, las más caras son la representación del amor al ser querido, es una vuelta
al paraíso de los albores de la cristiandad donde Dios acoge a las almas de los difuntos
en un jardín florido de flores.
La sociedad española continúa teniendo una gran religiosidad, la cual queda
patentada en el hecho de que antes de ser sepultado el ataúd se le ofrecía a los
familiares13
si querían conservar el crucifijo que presidía el féretro, después éste, en
ocasiones presidía la cabecera de la habitación del desdichado, o bien quedaba olvidado
en algún desván.
Existía aún un "mercado matrimonial" entorno del viudo/a, aunque como general
era mejor visto e incluso comprensible que el viudo tomase desposorios con otra mujer
una vez pasado el tiempo de rigor (luto), bajo la creencia de que un hombre no estaba
hecho para estar sólo, o un hombre no puede estar sólo.
13
En ocasiones el párroco se encargaba de que la familia recibiera el crucifijo, no había
pregunta, él tomaba la decisión
10
Sin embargo la época seguía caracterizada por unas vestimentas negras, el luto
una vez instaurado en el atuendo uniformar del individuo, raramente se despojaba ya de
él; se convertía en una capa más de su ser hasta el final de su existencia.
La presión social aunque difería del entorno urbano al rural continuaba siendo
una presión sobre el individuo muy importante, puesto que el barrio de la zona urbana
creaba el mismo efecto de control en el individuo que la presión de la comunidad en el
entorno rural. Se comienza a crear una separación efectiva entre vida, sociedad y
muerte, una separación, que como más adelante apreciaremos se hará más que evidente.
El miedo a morir se traslada al interior del individuo y el qué dirán, después de la
muerte propia.
Segunda mitad Siglo XX
Es a partir de esta etapa cuando comienza a surgir una cultura de la muerte, pero
no en el sentido estricto en el cual se tornará a partir del siglo XXI14
, no una cultura de
la muerte confrontada con una contracultura, ni una lucha entre progresista o
conservadores. La cultura que surge es una cultura cuya principal faceta es la del
"ocultamiento a la verdad", la muerte es disfrazada por el entorno próximo, la presión
del otro, conforme avanza el siglo va perdiendo significado, tanto para la familia, como
para la sociedad y la comunidad.
Sin embargo, desde la década de los 40 surge un nuevo fenómeno, que el cual
cambiará algunos aspectos sociales y antropológicos dentro del seno de la sociedad y de
la familia, este fenómeno lo denominaremos Síndrome de aniversario.
El síndrome de aniversario se adentra en la sociedad motivado por la
prolongación del proceso vital de los individuos, y produce que se aumente la visita a
los cementerios en especial enlos aniversarios de fallecimiento, de cumpleaños, y el 1º
de noviembre15
.
La esperanza de vida va extendiéndose, alargandose hasta superar los 82 años en
las mujeres a finales del siglo, prodigio que continúa en ascenso hasta la actualidad16
.
Esta longevidad ha sido la
felizmente causante de que
parte de la sociedad alcance a
conocer varias generaciones de
una misma familia, sin que
ésta fueran de clase alta17
.
La elevada longevidad
hizo que la festividad de
difuntos alcanzase altas cuotas,
como para cambiar por unos
días las pautas de
14
Aborto, eutanasia... 15
En esta fecha aún queda una gran reminiscencia del suceso, los ayuntamientos adecuaban el
tráfico para la masiva visita a los camposantos, al igual que la frecuencia del transporte público se
incrementaba de forma considerables, creando líneas especiales las cuales sólo circulaban en el día de
Todos los santos, las cuales comunicaban a los distintos barrios de la ciudad con el cementerio. En San
Vicente en la década de los 70 la única línea discrecional que existía en el municipio unía el núcleo
urbano con el cementerio. 16
Cómo podemos apreciar en el gráfico 2 17
Como antes ya habíamos mencionado en los apartados anteriores la muertes tempranas se
situaban en las clases menos favorecida.
Fuentes: INE, tablas de mortalidad Gráfico2
11
comportamiento de la sociedad, equiparando la festividad de difuntos con una festividad
solemne, sería y silenciosa como Semana Santa, pero a la que se le destinaba una parte
del presupuesto familiar para flores. En algunas zonas de España en especial en el
Levante existía la costumbre de acostar a los menores pronto el día anterior para
despertarlos temprano el día de Todos los Santos, para preparar la cama de forma
esmerada para que el alma del difunto descansara ese día. Los hogares durante
aproximadamente quince días parecían hornacinas iluminadas con palomillas en aceite,
palmatorias, velas, etc.
No obstante el fenómeno del síndrome de aniversario se devalúa en la vertiente
religiosa y mística a medida que languidece el siglo XX, el 1 de noviembre va
perdiendo fuerza, aunque se mantiene como un día especial para visitar los huertos del
Señor, y adecentar las sepulturas familiares.
Las sepulturas conforme avanzó el siglo también cambiaron las preferencias del
suelo, a la pared; de la pequeña hornacina donde se coloca un retrato del difunto y la
fecha de nacimiento y defunción (Garcia Bellido, 1955), de piedra natural y mármol
monocolor o en ocasiones bicolor18
, a mármol de diferentes colores a finales del siglo
XX; las inscripciones ya no se concentran sólo en el nombre y las fechas aniversario del
finado, ahora también se incluyen inscripciones sobre las cualidades del fenecido19
.
Es en esta etapa cuando surgen los seguros de decesos (de los muertos) con el fin
de combatir el miedo de no poder hacer frente a los gastos ocasionados en el entierro de
un familiar, con el seguro y una pequeña aportación mensual el problema estaba
resuelto. Sin embargo el hecho de realizar el pago de la muerte desde prácticamente el
nacimiento20
con el fin de evitar que en caso de fallecimiento no fuesen a parar sus
restos al osario (fosa común), no evitó que hasta los años 80 los neonatos21
fueran
enterrados en las fosas comunes, los restos fuesen tratados como despojos quirúrgicos y
no le fuesen entregados a sus padres
No obstante, el cambio más importante que supuso para el conjunto de la
sociedad el suceso de que los seguros de decesos se fueran generalizando fue que, junto
con las demandas y las cuotas, las compañías para cobrar cuotas más elevadas y/o para
ofrecer servicios diferenciados de sus competidores, comienzan a generar nuevos
productos; productos que comienzan a popularizarse a finales de la década de los 80.
El producto que más ha transformado la forma de asociarse con la muerte ha
sido el de trasladar al difunto, su velatorio y su última estancia entre los vivos a un
hogar ajeno al cual ha pasado su vida. Ahora la gente ya no era velada en su domicilio,
aunque en ocasiones aún se le permitía fallecer en su domicilio, cuando la muerte se
encontraba próxima, si el predestinado se encontraba en la habitación de un hospital en
ocasiones el galeno le ofertaba el alta a la familia para que éste pasase las últimas horas
de su vida en el seno de su hogar, pero esta práctica dejó de realizarse con el inicio de
los 90.
18
Como norma general las losas sepulcrales que se empezaron a emplear a partir de la década de
los 90, incluye todas las gamas de colores que puede presentar en la naturaleza el mármol y el granito,
material cada vez más empleado en sepulturas por ostentar un precio más económico que el mármol. En
el siglo XIX, se empleaba la piedra y la pizarra. Para pasar al mármol gris y crema hasta la década de los
años 80 del siglo XX. 19
Desde la década de los 90 se vuelve a constatar en los cementerios, la vuelta a las antiguas
prácticas grecorromanas de incorporar a epígrafes a las lápidas de sus seres amados. 20
La costumbre era asegurar a los pequeños nada más nacer, la costumbre era bautizarlos a los
pocos días del nacimiento 21
Los nacidos muertos o fallecidos a las horas del parto
12
Las nuevas salas de velatorios creadas para el bien de las familias y por
cuestiones ético-higiénicas22
. Sin embargo, no es este el único cambio que se produce
con la implantación de los tanatorios (salas de velatorios privadas), poco a poco no sólo
se aleja de la sociedad a la muerte y al muerto, sino que también es alejada de la
sociedad los oficios religiosos, con la proliferación de las practicas de velatorios en
espacios privados, asimismo produce que los oficios religiosos cada vez con mayor
frecuencia se realice en los mismo tanatorios23
. Por consiguiente cada vez es más
paradójico observar un cortejo fúnebre dentro de la comunidad; muerte, cementerio,
difunto, velatorio y cortejo has sido desterrados de la sociedad. Cada vez con más
frecuencia la muerte es ignorada.
Siglo XXI
Acabamos de iniciar el nuevo siglo, pero la evolución de los procesos
relacionados con el hecho de morir han continuado presentado cambios. Cambios que
no son más que meros procesos evolutivos de los que se han estado produciendo desde
finales de los años 80.
La esperanza de vida como podemos apreciar en el gráfico 2 continúa en
ascenso, la mortalidad infantil como ya comentamos en apartados anteriores se sitúa en
los países industrializados en tasas menores al 1%. El aumento de la esperanza de vida
genera una población más anciana y por consecuencia una población que conforme
transcurre el tiempo se convierte en población potencial de formar parte de las
tendencias sociales en los acontecimientos mortuorios, bien como clientes directos, bien
como acompañantes.
En el nuevo siglo la muerte ya ha sido desterrada por completo de las prácticas
sociales, ahora surge nuevos empleos asociados con ella (la muerte)24
, los familiares ya
no visten, ni adecentan el cadáver de sus seres queridos, los individuos ya no fallecen en
el domicilio, ahora lo hacen en centros hospitalarios rodeados de los avances médicos
que posee la sociedad.
Sin embargo no sólo la muerte ha sido desterrada de la sociedad, también ha sido
desterrada las expresiones de dolor profundo, si en el siglo XX hasta los años 70 las
expresiones de dolor debían de acompañar a la familia incluso hasta el fin de los días de
los individuos que quedan, ahora sucede todo lo contrario, llegando hasta ser
considerado exagerado, y de mal gusto las expresiones exacerbadas, llegando incluso a
que los familiares previa consulta con el difunto antes de fallecer, cierren con llave la
sala de velatorio y se vayan a descansar a su domicilio, cada uno en el lugar que le
corresponde, los vivos en el hogar el difunto en el tanatorio.
Las celebraciones del síndrome aniversario, continúan celebrándose, pero de
forma menos pragmática, las visitas a los camposantos se espacian, la celebraciones del
1º de noviembre continúan pero de una manera menos masificada, lo que produce una
reducción de los servicios ofertados por los municipios y en el precio de las flores, por
consiguiente las familias ya no dejan una parte del presupuesto para este
22
Las primeras alegaciones que se hacen para justificar que el difunto salga del hogar y sea
velado en un lugar extraño, parte de la consigna de que es más higiénico y que además no quedará en el
recuerdo de los familiares la imagen del desdichado postrado en algunas de las estancia del hogar. 23
Aunque aún se suelen producir ceremonias fúnebres en las iglesias parroquiales, éstas están
cada vez más en desuso, y quedan circunscritas a ámbitos rurales más que a ámbitos urbanos, a excepción
de acontecimientos puntuales de muerte trágica y/o célebre. 24
Tanatopraxia, tanatopractor Psicólogos, gestores, acompañantes, incluso departamentos
editores especializados en libros de autoayuda, etc.
13
acontecimiento. El amor por el ser fallecido ya no se representa ni por el dolor
expresado al exterior ni por la ostentación de los siglos anteriores, ahora el recuerdo y el
dolor se queda depositado en el interior de los allegados. La comunidad y la sociedad
han sido desterradas de la familia.
El 1º de noviembre25
, pasa de ser una celebración solemne y mística a
convertirse en una festividad infantil, juvenil y de adulescentes26
de disfraces,
caramelos, pero con un componente esotérico (brujas, fantasmas...), fantástico (dráculas,
zombis...) y sangrientos (sangre, cuchillos, hachas ensangrentadas, etc.). Aunque aún
sea una festividad fúnebre ahora es la festividad de la muerte divertida.
Ahora la muerte ya no pisa la ciudad, se vela en los extrarradios, los cortejos
fúnebres van por carreteras secundarias, y las ceremonias se celebran en los mismos
tanatorios, aunque el párroco de la parroquia del difunto haya de celebrar la ceremonia
en la sala multiconfesional del tanatorio.
Las actas fúnebres suelen estar redactadas con anterioridad entre los conyugues
y/o familiares, ya han tomado la decisión de cómo será todo el proceso una vez
acontecido el fallecimiento.
Cada vez con una mayor frecuencia se producen cremaciones en lugar de
enterramientos, aunque estos últimos son la práctica mayoritaria dentro de las
sociedades. En ocasiones se ha producido la circunstancia que el difunto dejó dicho que
deseaba la incineración, y algún familiar ha sufrido una depresión por no tener nada,
ningún lugar donde acudir, ante la ausencia del ser querido27
.
Pero el cambio más impactante que se produce en esta etapa, es en las nuevas
formas de comunicación de la sociedad, la incidencia de las denominadas redes sociales
virtuales, han provocado el suceso de que un individuo después de fallecido, esté en
contacto con las demás personas, bien por parte de los individuos que añoran al ser que
ha abandonado la tierra de los vivos, escribiéndole en las plataformas virtuales como si
estuviera todavía entre ellos, o bien con programas28
que recogen las expresiones más
frecuentes utilizadas por el difunto, así como una serie de características adicionales, lo
cual permite que el programa forme frases y expresiones de manera aleatoria y
armónica a cuestiones de las redes virtuales.
Es ahora y sólo ahora cuando la muerte ha desaparecido de la esfera social, se ha
convertido como un suceso cotidiano, tan cotidiano que la muerte de un conocido puede
pasar desapercibida durante un largo periodo de tiempo, con la muerte desterrada, se da
la circunstancia de que si sólo eres conocido del finado, no te enteraras del deceso hasta
pasado un largo periodo de tiempo. Ahora el vecino puede fallecer y no tener
conocimiento del suceso hasta pasados unos días, bien sea por el hecho de que los
familiares deseen una ceremonia íntima, o bien porque nadie ha reparado en que no se le
había comunicado.
En la actualidad, en las ciudades las únicas reminiscencias que quedan de la
muerte se sustentan en una cultura asociada a la misma, bien sea esta cultura corporal
(tatuajes), de pertenencia a grupo (góticos), pictórica (grabados alegóricos), música y
cine29
.
25
Halloween, se celebra la noche del 31 de octubre 26
Adultos con conductas de adolescentes 27
Este proceso es similar al que sufrían las familias con la desaparición de un ser querido, la
angustia de no poder venerar los restos, la ausencia de los restos es como si el ser no hubiese existido 28
El programa en cuestión es Deadsocial 29
La película de 2013, "La ladrona de libros" de Brian Percival, es una historia contada por la
misma muerte (la voces en off, representan a la muerte)
14
Hoy en día por consiguiente "la muerte ya no llega con la vejez... sino con el
olvido" (Gabriel García Márquez 1927-2014).
Hoy en día por consiguiente la muerte ya no ajena, ni propia, es... un fin de ciclo
Hoy en día por consiguiente la muerte es un proceso natural, en el que puede o
no participar las costumbres, la religión y/o la cultura.
Hoy en día por consiguiente la muerte es un éxodo real, en todos los procesos de
la sociedad
Hoy en día por consiguiente la muerte, el recuerdo y el dolor por la ausencia
asociado a la misma queda recluido en el interior de los seres han querido y/o estimado.
Reflexión
Hemos comprobado como las sociedades se han ido transformando a la hora de
afrontar el último adiós de un ser cercano y querido. Hemos pasado de una vida
caminando conjuntamente con la muerte y tenerla como compañera cotidiana, a
convertirse en una compañera eventual, y con la cual todos y cada uno de nosotros
tendremos que realizar un paseo con ella. Un paseo que nos llevará a una nada o a un
lugar desconocido. Ambos lugares, tanto la nada como lo desconocido, nos aterra como
individuos, no sabemos y no disponemos de habilidades para gestionarnos como
individuos en la incertidumbre, como así nos plantean diversos autores (Giddens,
Luhmann, Beck).
La sociedad pasó de un tasa de mortalidad infantil superiores al 30% a inferiores
al 1%, de tener a los niños como un producto más, a ser objeto de atenciones desde el
siglo XIX, hasta convertirse en el centro de los núcleos familiares en la actualidad. Así
mismo se pasó de tener elevados número de hijos con el fin de que alguno sobreviviera
y llevase el nombre del padre, o abuelo, a una sociedad con una natalidad ínfima donde
el nombre de los natos no concuerda con ninguno de los progenitores, ni de los
ascendentes.
Del mismo modo, el traslado de los restos se tradujo en uno de los parámetros
objetivos para determinar la clase social a la cual pertenecía el fallecido; situación que
conforme se hizo popular el automóvil se fue evaporizando en el tiempo, si bien los
traslados se realizaban en carros en las clases bajas y carruaje en las clases altas. En la
actualidad las dos clases sociales lo realizan en el mismo modelo de vehículo. La
muerte, como era de esperar, rasea las distintas clases sociales. En la actualidad los
carruajes de caballos quedan destinados a grandes personajes (Tierno Galván, Adolfo
Suárez,).
Los oficios religiosos también sufrieron una gran transformación, pasan de ser
un acto en el que acudía toda la comunidad, pueblo o barrio, ha transcendido a ser una
ceremonia, íntima y sin ostentaciones. Las pequeñas reminiscencias que quedan, se
suelen producir en núcleos rurales, donde aún se mantienen ciertas costumbres como
que las familias se coloque a la salida de la iglesia con el objeto de recibir el pésame de
los presente y que esta muestra de respeto se haga de manera jerárquica, primero
hombres y después mujeres, o como sucede en el pueblo de Enguera30
(Valencia) donde
el pésame los dispensan sólo los varones, las mujeres se encuentran situadas enfrente de la comitiva, porque supuestamente ellas ya han estado durante todo el proceso del
velado.
30
Acto el cual creo que continuará realizándose en otros municipios, la ceremonia era la
ceremonia privada, por unos de los brigadista muertos en el incendio de Torremanzanas en agosto de
2012, en el cual murieron 3 brigadistas entre ellos Ernesto Aparicio.
15
Las localidades también han sufrido un considerable cambio en la
transformación, los camposantos fueron trasladados al exterior de los municipios, con
ello y unido al avance de la esperanza de vida surge el síndrome aniversario, el cual
produce que los municipios tengan que adecuar el entorno del cementerio en las fechas
cercanas al primero de noviembre, así como de provisionar medios de trasportes
especiales para la poblaciones crecientes en el día de Todos los Santos. Con
posterioridad con la pérdida del componente místico de la muerte el efecto aniversario
se va disipando a lo largo del año aunque queden reminiscencias de los mismos.
El cambio en los hábitos en el acto de velar a los difuntos el cual se traslada
desde el hogar hasta salas especialmente acondicionadas al efecto (tanatorios). Se
genera todo un mercado económico y laboral alrededor del proceso de morir. Estos
cambios se producen motivados por el anhelo de los parientes de ofrecer una digna
despedida al ser querido, lo cual les lleva a plantearse la problemática desde
prácticamente el mismo instante del nacimiento, con el surgimiento del seguro de
decesos en los años 50 hace que, poco a poco, se vayan produciendo todas y cada una
de las transformaciones en las formas de los velatorios y con ellos una cambio en la
visión que la sociedad procesa hacia la muerte.
Los cambios antropológicos surge desde la sociedad, como es normal pero no es
una variación acontecida desde el cambio o la evolución de las distintas costumbres es
un cambio provocado por la sociedad, es un cambio estudiable desde la sociología,
puesto que los círculos sociales cercanos dejan de ejercer presión sobre la familia y
como ésta debe afrontar las etapas, del cuándo y del cómo ha de vestir de una manera u
otra, o bien, en qué momento puede o no acudir a un determinado evento. La presión
aunque se va relajando, ésta no comienza a ser evidente hasta mediados de los años 70
del siglo pasado, a finales de los 80 aún existía la presión social, pero en realidad era
una presión ficticia determinada por el mismo individuo, era el miedo al qué dirán,
situación que se supera con el fin del siglo XX y con el inicio del nuevo milenio.
Con el inicio del presente siglo todo cambia, absolutamente todo, la muerte la
hemos desterrado aunque seamos conscientes de ella, la tenemos como un proceso
natural e inevitable, ahora el único miedo que nos queda es el de la muerte prematura y
el de las cosas que aún no hayamos podido realizar cuando ella llegue, por consiguiente: La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte
no es y cuando la muerte es, nosotros no somos (Antonio Machado 1875-
1939)
16
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http://revistas.um.es/eglobal/article/view/208/177
http://www.who.int/global_health_histories/seminars/presentation07.pdf
http://hdl.handle.net/10016/9455
* Todas las páginas web se encuentran operativas el día 18/11/2014
Imágenes*
http://www.staglieno.comune.genova.it/en/node/15
http://www.elcartapaciodegollum.com/2012/07/13/el-cementerio-de-staglieno/
http://www.alicantevivo.org/2011/02/homenaje-los-martires-de-la-libertad-
en.html
http://hemerotecadigital.bne.es
http://es.wikipedia.org/wiki/El_%C3%81ngel_Exterminador_(Llimona)
* Todas las páginas web se encuentran operativas el día 18/11/2014
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Anexo
Anexo 1
Traslado de difuntos de la secta Shiad a la
necrópolis de Kerbala (Persia) actual Irán Traslado de los restos de Livingston
Patio de pobres del cementerio general del norte (Madrid 1874) Traslado del cadáver de un ilustre al cementerio de San
Nicolas (Madrid 1874)
Ángel exterminador de Llimonas, Comillas
(Santander) Panteón de los Mártires de la Libertad, Alicante