La antropología española del último tercio del siglo XIX

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La antropología española del último tercio del siglo XIX a través de las revistas culturales de la época La intención que anima esta colaboración es realizar un acercamiento a la historia de la antropología en nuestro país durante los años que abarcan el reinado de Alfonso XII y la Regencia de María Cristina. Se ofrecerá un breve panorama de las revistas culturales más importantes de esa etapa histórica, analizando el papel que jugaron en el desarrollo intelectual de la sociedad es- pañola del momento y valorando el interés que para la historia de nuestra antropología y folklore tienen los trabajos aparecidos en dichas publicacio- nes. A continuación dedicaremos la mayor parte del artículo a sumariar y co- mentar brevemente algunos de los trabajos más destacados. Se ha preferido este enfoque a la elaboración de una mera lista de artículos y autores. No obstante la publicación de índices sería de gran interés; queda para otra oca- sión esta iniciativa 1 Una de las premisas que nos hemos planteado desde un principio ha sido no aislar el conocimiento científico de su contexto social y cultural. Se ha intentado, de este modo, mostrar el origen y desarrollo de las revistas estu- diadas dentro del ambiente general {fluctuante, no estático) de la etapa res- tauradora. Las publicaciones elegidas son: Revista de España, Revista Europea, Revista Contemporánea, Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, La España Moderna, La Nueva Ciencia Jurídica y Revista de Derecho y Socio- logía. Este artículo es, con algunas modificaciones, uno de los capítulos de la Memoria de Licenciatura del autor. Una brevísima comunicación relativa a algunas de las publica- ciones citadas se presentó en las II Jornadas de Etnología de Castilla-La Mancha con ol título «Antropología y revistas culturales españolas durante la Restauración (1874-1898)» y ha sido publicada en las Actas de dicha reunión (Ciudad Real: Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1984), 33-41. 1

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La antropología española del último tercio del siglo XIX a través de las revistas culturales

de la época

La intención que anima esta colaboración es realizar un acercamiento a la historia de la antropología en nuestro país durante los años que abarcan el reinado de Alfonso XII y la Regencia de María Cristina. Se ofrecerá un breve panorama de las revistas culturales más importantes de esa etapa histórica, analizando el papel que jugaron en el desarrollo intelectual de la sociedad es­pañola del momento y valorando el interés que para la historia de nuestra antropología y folklore tienen los trabajos aparecidos en dichas publicacio­nes. A continuación dedicaremos la mayor parte del artículo a sumariar y co­mentar brevemente algunos de los trabajos más destacados. Se ha preferido este enfoque a la elaboración de una mera lista de artículos y autores. No obstante la publicación de índices sería de gran interés; queda para otra oca­sión esta iniciativa 1

Una de las premisas que nos hemos planteado desde un principio ha sido no aislar el conocimiento científico de su contexto social y cultural. Se ha intentado, de este modo, mostrar el origen y desarrollo de las revistas estu­diadas dentro del ambiente general {fluctuante, no estático) de la etapa res­tauradora. Las publicaciones elegidas son: Revista de España, Revista Europea, Revista Contemporánea, Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, La España Moderna, La Nueva Ciencia Jurídica y Revista de Derecho y Socio­logía.

Este artículo es, con algunas modificaciones, uno de los capítulos de la Memoria de Licenciatura del autor. Una brevísima comunicación relativa a algunas de las publica­ciones citadas se presentó en las II Jornadas de Etnología de Castilla-La Mancha con ol título «Antropología y revistas culturales españolas durante la Restauración (1874-1898)» y ha sido publicada en las Actas de dicha reunión (Ciudad Real: Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1984), 33-41.

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Publication Name: Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 1986, XLI, pp. 211-236

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l. REVISTAS, POLÍTICA Y CULTURA

No es un hecho arbitrario la elección de la etapa restauradora, ya que abarca los años de mayor desarrollo cultural del siglo xrx (krauso-positivis­mo, evolucionismo, institucionismo, etc.) y en ella las revistas citadas (que nacen precisamente ahora) tendrán un importante papel como difusoras de las nuevas corrientes de pensamiento. No obstante, durante la primera mitad de la centuria, e incluso después, ven la luz «revistas ilustradas» de gran ca­lidad, como el Semanario Pintoresco Español (1836-1857), La Ilustración. Pe­riódico Universal (1849-1857, asociada y complemento del anterior), El Mu­seo Universal (1857-1869), La Ilustración Española y Americana (1869-1921, refundición del anterior y, con diferencia, la mejor de todas las revistas ilus­tradas), La Ilustración de Madrid (1870-1872) y ya a finales de siglo Blanco y Negro (desde 1891), de menor altura intelectual.

En todas ellas, y sobre todo en La Ilustración Española y Americana, se publicarán importantes artículos sobre temas científicos y culturales, inclui­da la etnografía y el folklore. Sin embargo, este tipo de revistas, por su ca­rácter ilustrado (con grabados), por sus fines y por la amplitud y el fondo de sus trabajos, no puede compararse con las estrictamente culturales, de mucho menor tamaño, más páginas, sin ilustraciones y con un contenido y unas am­biciones más amplias. En cualquier caso sería muy necesario realizar índices temáticos de todas ellas -labor que se inició hace ya bastantes años 2

- y, más aun, estudiar parcelas concretas, como, por ejemplo, el reflejo que tienen en sus páginas la sociología, el folklore, etc.

En cuanto a las relaciones entre la prensa y la política, señalemos única­mente que, tras la gran apertura que siguió a la Revolución de 1868, la mo­narquía restaurada intentará frenar por todos los medios la actividad de las publicaciones periódicas que considera peligrosas y pese a que la Constitu­ción de 1876 declara el derecho a la libertad de expresión, ésta no será una realidad hasta 1881, quedando definitivamente recogida en la Ley de Impren­ta de 1883 3

2 El desaparecido instituto «Miguel de Cervantes» del CSIC (hoy refundido en el Instituto de Filología) ha publicado 23 tomos de índices de peri6dicos y revistas de los siglos xrx y XX, entre ellos los del Semanario Pintoresco Español (Madrid, 1836-1857), edición de José Simón Díaz (Madrid, 1946) y El Museo Universal (Madrid, 1857-1869), edición de Elena Paiz Ríos (Madrid, 1952).

3 Para conocer la postura de «Ll prensa española ante la Revolución de 1868», ver el ensayo de Iris M. ZAVALA que con ese título se incluye en Románticos y socialistas, Prensa española del siglo XIX (Madrid: Siglo XXI, 1972), pp. 177-205. Sobre las rela­ciones entre prensa y política durante la Restauración: M.ª Cruz SEOANE, Oratoria y periodismo en la España del siglo XIX (Madrid: Fundación Juan Match-Castalia, 1977), 398 y SS.

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2. LAS REVISTAS CULTURALES DE LA RESTAURACIÓN

El camino abierto, aunque precariamente, por la «Gloriosa» en los campos científico y cultural, no se cerrará totalmente pese a las medidas restaurado­ras. Muy al contrario, «las revistas más notables delatan a cada paso el ansia ferviente de modernidad» 4 Las publicaciones que todos los autores señalan •

como las más representativas de ese nuevo espíritu son la Revista de España (1868-1894), la Revista Europea (1874-1880) y la Revista Contemporánea ( 1875-1907). «Todas tuvieron como eje los principios revolucionarios de sep­tiembre y fueron apadrinadas por los intelectuales progresistas de la clase me­dia española. A lo largo de sus páginas la tolerancia intelectual y la preocu­pación moral por el progreso cultural de España figuran como premisas esen­ciales para la regeneración política y económica del país» s. López Morillas es quien mejor ha definido su carácter, para este autor las tres revistas son «hostiles al tradicionalismo, al casticismo estrecho e intransigente, al ultra­montanismo y ningún estudio de la España intelectual del siglo XIX es posi­ble sin el examen solícito de estas publicaciones y la tasación del influjo que lograron» 6

Además de estas tres importantes revistas se ha trabajado sobre el Bole­tín de la Institución Libre de Enseñanza (desde su origen en 1877 hasta 1907), La España Moderna (desde su fundación en 1889 hasta 1910), La Nueva Ciencia Jurídica. Antropología. Sociología (sólo se publica durante 1892) y la Revista de Derecho y Sociología (1895, su único año de publicación).

El BILE surge como órgano de comunicación de la Institución con sus miembros y accionistas, destinado a publicar noticias internas y artículos cien­tíficos de sus profesores. Sin embargo, poco después se planteará nuevas me­tas, transformándose, como veremos, en una auténtica revista de cultura ge­neral.

La EM nace con una gran altura intelectual, pero ya en un contexto muy diferente al que se vivía en la década de los setenta. La NCJ y la RDS tie­nen un enfoque más restringido, su abanico de intereses se mueve entre las aportaciones que el positivismo y la antropología pueden ofrecer al dere­cho, la criminología y la sociología 7 •

Señalemos, por último, que la importancia de estas revistas, sobre todo de las tres principales, ha sido apreciada y resaltada en la mayor parte de las

4 Juan LóPEZ MORILLAS, El krausismo español (México: FCE, 1956), 9. s Iris M. ZAVALA, op. cit., 188. 6 LóPEz MORILLAS, op. cit., 190. 7 También se ha revisado la Revista Internacional, propiedad de los mismos editores

de La España Moderna, que acaba refundiéndose en ésta tras un año de vida (1894). Los artículos que publica no interesan en nuestro trabajo.

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obras que han estudiado la historia del pensamiento y la cultura españolas del siglo xrx. Paradójicamente han sido las historias del periodismo español las que apenas se han detenido en ellas 8 Seoane, por ejemplo, tan sólo cita •

a la RE a la que dedica doce líneas escasas, destacando, eso sí, su «muy es­timable altura en el plano intelectual» 9

• Gómez Aparicio fue aún más escue­to: cita la RC tan sólo de pasada, al comentar otras creaciones de Perojo, dice que se fundó en 1880 (cuando en realidad lo fue en 1875) y la define como una «maciza publicación doctrinal» 10

• Evidentemente la ideología del autor le impide captar la verdadera importancia de la publicación. Cita igualmente a la RE, limitándose a indicar que «fue una de las más importantes revistas doctrinales y literarias de aquel tiempo» 11

• Seoane, en la última obra escrita sobre la materia, tampoco aporta nada nuevo 12

Los breves estudios sobre historia de la antropología en España que has­ta la fecha se han publicado, tampoco las han tenido muy en cuenta. En 1911 Hoyos Sainz señalaba la importancia de los artículos antropológicos publica­dos en la RC, EM y BILE 13

• Lisón en 1968 se limita a citar la RC en una nota a pie de página, advirtiendo que sería interesante estudiarla con dete­nimiento 14

. La comunicación presentada al I Congreso Español de Antropo­logía por Teresa Rodríguez de Lecea (historiadora de la filosofía), en 1977, incluye un índice con los artículos de contenido «más o menos» antropológico aparecidos en el BILE hasta 1886, ordenados cronológicamente 15 En el•

mismo congreso, Antonio Jiménez García cita el BILE y la EM, pero tan sólo para recoger algunos datos sobre el personaje que estudia, Urbano González Serrano 16

. Puig-Samper y Galera, en 1983, comentan las aportaciones de los

6 La única excepción es la citada obra de ZAvALA. 9 M.• Cruz SEOANE, op. cit., 397. 10 Pedro GóMEZ APARICIO, Historia del periodismo español (Madid: Editora Nacio­

nal, 1971), III, 616. 11 GóMEZ APARICIO, ibid., 180. 12 M.• Cruz SEOANE, Historia del periodismo en España. El siglo XIX (Madrid:

Alianza Editorial, 1983). 13 Luis de HOYOS SAINZ, «Notas para , ciencias antropológicas ]a historia de las en

España», separata de Asociación Española para el progreso de las Ciencias. Congreso de Granada, Sesión 24 junio 1911 (Granada, 1912), 11 .

14 Carmelo LISON TOLOSANA, «Una gran encuesta de 1901-1902. Notas para la Histo­ria de la Antropolgía Social en España», Revista española de la opinión pública, 12, abril­junio 1968, 83-151, p. 106.

15 Teresa RODRÍGUEZ DE LECEA, «Julián Sanz del Río, renovador del pensamiento español del siglo XIX», I Congreso Español de Antropología. Actas (Barcelona: Universidad Autónoma, 1977), II, 87-99.

16 Antonio ]IMÉNEZ GARCÍA, «Urbano González Serrano: Psicología, sociología y antropología en el krausismo español del último tercio del siglo XIX», I Gong. Esp. de Antropología. Actas (Barcelona: Univ. Aut., 1977), II , 101-117.

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institucionistas a la antropología y citan artículos del BILE 17 Creo, final­•

mente, que la obra que ha aportado más datos sobre el valor antropológico de las mencionadas publicaciones ha sido el libro de Diego Núñez Ruiz, de­dicado al estudio del pensamiento positivista español y no estrictamente a la antropología 18

Revista de España 19

José Luis Albareda, el antiguo director de El Contemporáneo, la funda en abril de 1868, unos meses antes del advenimiento de la «Gloriosa» . Se pu­blica los días 10 y 25 de cada mes, en cuadernos de alrededor de 130 páginas. Estará en la calle durante casi veintiocho años, hasta 1894, y en ella colabo­ran los escritores más importantes del momento y pensadores de la talla de Urbano González Serraro, Francisco Giner, Francisco M.ª Tubino, Adolfo González Posada, etc. Seoane, tras indicar su calidad intelectual, su amplitud de criterio y carácter progresista, señala que, «después del optimismo inicial, muestra una progresiva desilusión ante la revolución y termina acogiendo con un suspiro de alivio la Restauración» 20

Durante los primeros años serán directores-propietarios José Luis Albare­da y F. León Castillo, aunque este último será sustituido por L. A. Martínez, para más tarde quedarse Albareda en solitario. Desde enero de 1888 la pro­piedad de la revista pasa a manos de Antonio Leiva; en esta segunda etapa se observará un tono más conservador.

La RE publica principalmente artículos de temática literaria, política, ar­tística e histórica. Los trabajos de carácter antropológico no destacan por su cantidad pero sí resultan muy representativos de las diferentes corrientes de pensamiento entonces en boga.

La controversia sobre la validez de la teoría evolucionista llenará cientos de páginas durante estos años. La RE no es ajena a ella y pese a intentar mantener cierta imparcialidad, inclinará ligeramente la balanza en favor de los antidarwinistas. Así, Emilio Huelín escribirá sobre «Los brutos, supues­tos engendradores del hombre» (t. 25, pp. 5-29, marzo-abril 1872) . El autor toma C(lmo punto de partida el hecho de haberse publicado un año antes la obra de Darwin El origen del hombre y la selección en relación al sexo. Hue­

17 M. A. PuIG-SAMPER, A . GALERA, Introducción a la historia de la antropología española en el siglo XIX (Madrid: CSIC, 1983), 61-63.

18 Diego NÚÑEZ Rurz, La mentalidad positiva en España: desarrollo y crisis (Madrid : Tucar, 1975).

19 Existe un índice sistemático de materias y alfabético de autores. Desde la funda­ción en 1868 hasta el 25 de octubre de 1887 (Madrid: 1888), confeccionado por Antonio MAESTRE ALONSO.

20 M.• Cruz SEOANE, op. cit., 397.

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lín, pese a elogiar a Darwin en su faceta de naturalista y científico, se niega a aceptar que el hombre descienda de seres inferiores y llega a afirmar que si esa teoría fuese cierta «resultarían consecuencias importantísimas cuya mag­nitud, aunque incalculable, espanta, consterna y atemoriza». Merece la pena extenderse en la cita:

Porque en tal caso, muchos, considerándose cual brutos perfeccionados, abando­narían los santos móviles que actualmente impulsan a una vida noble y virtuosa. Si fuera cierta la progenie intelectual que los darwinistas atribuyen al hombre, y si nuestro sentido moral resultase lo mismo que el instinto desarrollado de una hormiga o una abeja, sobrevendría probablemente con el transcurso del tiempo tan gran revuelta en las ideas hoy reinantes, que ni religión, ni amor puro, ni benevolencia, ni caridad, ni otros altos y grandes sentimientos, ni nada generoso, desinteresado, ni magnánimo, ni fundamento alguno de los actuales podría subsis­tir, reemplazando a todo ésto el desorden, la anarquía y la fuerza, acompañadas de la astucia y de las pasiones más abyectas, ruínes, bajas y bastardas (p. 7).

Tras esta apocalíptica visión del futuro el autor pasa revista a los postu­lados básicos de la teoría evolucionista, considerándolos débiles e indemos­trables, meras suposiciones. Resulta un dogma de fe que «en los 4000 años de la historia ningún animal ha variado, ni el hombre tampoco, y los rasgos respectivamente característicos subsisten en brutos [monos] y humanos siem­pre idénticos» (p. 26). En definitiva, la obra de Darwin es para Huelín una <<novela deliciosa, pero que falsifica la historia y las ciencias naturales» (p. 29).

Idéntico «miedo al mono» se percibe en otros artículos, como el de Ab­dón de Paz sobre «El origen del hombre» (t. 48, pp. 448-461 , enero-febre­ro 1876), de muy inferior calidad al anterior. Para el autor es más lógico afir­mar «Dios ha hecho esto» que «esto lo ha hecho el tiempo, suponiendo a nuestro placer millones de millones de años» (p. 458).

Benedicto de Antequera (director de la revista en esos momentos) con su colaboración acerca de «La antropología transformista y sus errores» (t. 73, pp. 510-526, marzo-abril 1880) intenta demostrar la invalidez de los plan­teamientos evolucionistas. En su caracterización del hombre frente a los «bru­tos» llega a incluir como rasgo fundamental la inmortalidad. Las cuatro úl­timas páginas del artículo tienen el mismo tono catastrofista que el escrito por Huelín. Para el autor «si estos absurdos sistemas prevaleciesen, la sangre vertida por Jesucristo y sus mártires para levantar la personalidad humana de la abyección en que la había sumido el mundo gentílico habríase perdido, como simiente fecunda sembrada en seco pedregal» (p. 524).

Frente a estas posiciones defensivas y ultraconservadoras, se elevan algu­nos trabajos favorables a la teoría evolucionista, escasos pero interesantes. Entre ellos destaca el de Eduardo Echegaray sobre «La creación» (t. 76,

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pp. 433-447, septiembre-octubre 1880, y t. 78, pp. 476-489, enero-febre­ro 1881). Es una exposición, diáfana y hecha con afán divulgador, de dicha teoría, que refleja con claridad las ideas de los pensadores de talante liberal y moderno que aceptan los postulados darwinistas por considerarlos científi­camente útiles.

Una vez comentados aquellos artículos que tenían como tema común la cuestión evolucionista, vamos a detenernos en los que podríamos incluir bajo el epígrafe genérico de antropología, entendiendo ésta desde una perspectiva amplia y diversificada, tal y como corresponde a la época.

Comenzaremos por una colaboración que tiene un fuerte matiz sociológi­co, es obra de Enrique Serrano Fatigati y estudia la «Vida de las sociedades humanas» (t. 84, pp. 62-81, enero-febrero 1882). Su autor toma argumentos de la sociología, la etnología y la idea del progreso humano, para exponer sus planteamientos. Estos no pretenden otra cosa que demostrar que «en el origen de las sociedades no hay otras fuerzas que gobiernen sino las que ema­nan directamente de la opinión pública» (p. 67) y ella ha de ser la que domi­ne en todo tipo de sociedad, evitando o subsanando los «estados patológicos o de violencia» que se puedan desarrollar.

Para Serrano Fatigati la nueva sociedad que se vislumbra con la apertu­ra canovista debe seguir esos derroteros. Las esperanzas del autor de que Es­paña entre en un «orden evolutivo y de tranquilo desenvolvimiento» son las que le han animado a escribir. La etnología se utiliza para justificar la nece­sidad de la renovación del país. Otras ideas interesantes afloran en el artícu­lo, como cuando critica el «espíritu invasor que anima hoy a los pueblos eu­ropeos» quienes «no han comprendido que puedan existir otras clases de ci­vilización que aquella a [la] que dan este nombre» (p. 75) . Sin embargo, esta valoración de los «Otros pueblos» no resulta desinteresada ya que aboga por el conocimiento científico (social y cultural) de las comunidades colonizadas para hacer posible una explotación más eficaz y rentable; la antropología apli­cada aparece aquí con todo su esplendor colonial original.

Vamos a terminar esta sección centrándonos en el artículo que puede con­siderarse de mayor calidad entre los de temática antropológica publicados en la RE. Su autor es Adolfo González Posada 21

, y el trabajo una «Introducción al estudio de las sociedades primitivas» (t. 123, pp. 321-327 /534-553; t. 134, pp. 361-367 /510-523; de marzo-abril y mayo-junio de 1891, respectivamente).

La «Introducción ... » se incluye dentro de la problemática general sobre

21 Sobre la vida y la obra de Posada puede consultarse el libro de Francisco J. LAPOR­

TA, Adolfo Posada: Política y Sociología en la crisis del liberalismo español (Madrid: Edicusa, 1974). Como indica el título, el enfoque es eminentemente político y sociológico, la antropología apenas se trata. Esta faceta de Posada como antropólogo requiere un estu­dio de mayor profundidad.

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el estudio de los orígenes de las instituciones sociales que llena el último ter­cio del siglo pasado. El objetivo de Posada es, como indica el título, realizar un acercamiento al estudio de las sociedades primitivas y, más concretamente, plantearse cuáles pudieron ser los factores que condicionaron el origen de las primeras formas sociales. Para el autor es un hecho cierto la evolución de las formas vivas y por tanto del hombre; y aunque considera muy difícil que pue­da llegar a señalarse el antepasado animal del hombre, sí «podrá indicarse que lo hubo, sin que tal inducción entrañe consecuencias terribles para nuestra dignidad racional ni para la realidad de nuestras ideas más trascendentales» (p. 330). Teniendo en consideración esa «moderna concepción del hombre» se impone investigar uno de sus rasgos más particulares: su carácter social, estudiando las condiciones que lo producen y sus posibles afinidades con el mundo animal.

De esta forma pasa revista el autor a las diversas manifestaciones de so­ciabilidad en el mundo animal hasta llegar a los antropoides. Trasladando la información obtenida al plano de las sociedades humanas primitivas, niega que a partir de la familia monógama se hayan producido «por sucesivas y es­pontáneas formaciones todas las demás agrupaciones sociales, la familia aso­ciada, la tribu o la gens, el clan ( ... ) comunidades territoriales como munici­pios, repúblicas, imperios, etc.» (p. 515). Según Posada, la diferenciación y desarrollo social se produce por la aparición de nuevas necesidades esenciales, por una mayor «intensidad vital» y por una «creciente expansión». Para ter­minar dedica unas líneas a la cuestión del matriarcado primitivo (defendido con ahínco dentro de nuestras fronteras por Manuel Sales y Ferré) y llega a la conclusión de que la forma patriarcal es más plausible en los orígenes de la familia que la matriarcal. Estos temas, tan problemáticos en aquellos años, son tratados desde posiciones alejadas de cualquier dogmatismo y son una pequeña pero significativa muestra de la talla intelectual del autor.

Vamos a terminar este apartado dedicado a la RE con el comentario de un trabajo de Antonio Machado y Alvarez 22

• Tanto de «Demófilm> como de otros autores, la RE publica diversos artículos de temática folklórica. Sin em­bargo se ha considerado conveniente centrarnos en uno de ellos, de carácter teórico, por considerarlo más cercano a los propósitos de esta colaboración. Nos referimos a las «Breves consideraciones acerca del significado y alcance del término "Folk-Lore"» (t. 102, pp. 195-207, enero-febrero 1885).

El artículo de Machado surge como respuesta a la invitación que G. L. Gom­me hace, desde les páginas de The Folk-Lore Journal, a los miembros de la

22 Sobre la actividad de Antonio Machado y Alvarez ver (por citar tan sólo un trabajo moderno) el estudio preliminar de José BLAS VEGA y Eugenio Coso a la edición en facsímil de El Folk-Lore Andaluz (Madrid: Editorial Tres-catorce-diecisiete, 1981),

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Sociedad Inglesa de Folk-Lore para el estudio del «significado y alcance» de dicho término. Contestan desde la citada revista Nutt, E. Sidney Hartland, C. Stanisland Wake, Henry B. Wheatley y otros, con artículos que más tar­de serían traducidos y publicados en el BILE. La opinión de Machado sería igualmente recogida en The Folk-Lore Journal.

«Demófilo» vierte en su artículo interesantes afirmaciones, comenzando por su negativa a creer que el «estudio de los fenómenos mentales de las ra­zas salvajes, actuales o pasadas, corresponda exactamente al estudio de los fe­nómenos mentales del pueblo» (p. 204). Considera que la ciencia del Folklore debe centrar sus investigaciones «tanto en el funcionamiento actual de sus facultades mentales [del pueblo] y en sus prácticas y costumbres de hoy, como en los testimonios que conserva, por los usos y la tradición oral, de un funcionalismo anterior y de su vida pasada» (pp. 204-205). Esta disciplina tendría dos ramas o subdivisiones: la «Demo-psicología» y la «Demo-biogra­fía», la primera estudiaría el «espíritu del pueblo», la segunda se encargaría de describir el «modo de vivir del pueblo como conjunto», ambas, en fin, estarían íntimamente conexionadas.

Como se puede apreciar el tratamiento del tema es muy moderno, muy distinto de la noción del Folklore que tuvieron estudiosos coetáneos e incluso posteriores a Machado, entre quienes primaba la recogida de materiales (co­plas, refranes, etc.) con un carácter totalmente acientífico.

Revista Europea

Nace en 1874 con periodicidad semanal y unas cuarenta paginas, a dos columnas, en cada número. En enero de 1880 se hace quincenal y en junio del mismo año desaparece.

Fueron sus directores Ricardo Merino y Armando Palacio Valdés y los editores Medina y Navarro. Publica colaboraciones sobre un amplio espectro temático: literatura, filosofía, antropología, etnografía, evolucionismo, pre­historia y ciencias en general.

La antropología (antropología física, sociedades primitivas, orígenes de la civilización, etc.) se trata con relativa intensidad en los cuatro primeros to­mos (hasta junio de 1875), se retoma en los volúmenes X y XI (julio 1877­junio 1878) y desaparece a continuación. Son artículos que en su mayor par­te informan sobre las actividades y publicaciones más importantes de las sociedades antropológicas españolas y extranjeras. Para nuestros fines nos in­teresa comentar una colaboración de Luciano Navarro Izquierdo sobre «La ciencia del hombre» (t. III, pp. 353-356 y 386-391, noviembre 1874-febre­ro 1875). El autor se propone determinar el objeto de la antropología, se

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opone a quienes pretenden identificarla exclusivamente con la anatomía o la psicología y nos ofrece esta interesante definición de lo que debe ser: «la Antropología no ha de limitarse exclusivamente a caracterizar la especie hom­bre sino que debe estudiar además cada raza, sus costumbres, industria, civilización, género de vida y su distribución en la superficie de nuestro glo­bo, no sólo al presente, sino en todas las épocas de la humanidad» (p. 353).

Esta antropología general se subdivide en antropología zool6gica, encar­gada de «determinar la situación de este grupo [el humano] en la serie de los demás seres de la naturaleza» (p. 353); etnología, que estudia «las divi­siones y subdivisiones que presenta el grupo humano, una vez circunscrito y caracterizado, las semejanzas y diferencias, tanto físicas como intelectuales y morales entre las diversas razas, su historia, su parentesco más o menos pro­bable, su distribución en el globo y su posición relativa en la serie humana» (p. 354); etnografía o «descripción de los pueblos», que provee de los datos necesarios para la realización de un estudio etnológico; y por último la antro­pología física, que tiene como finalidad la descripción física del hombre.

Como complemento a estas diferentes ramas de la antropología, el autor señala la existencia de una serie de ciencias auxiliares (Geografía, Geología, Arqueología, Historia y Filología) que deben cooperar a la consecución de un conocimiento antropológico integral, a la formación de una «antropolo­gía general» que no debe nunca perderse entre la compleja variedad de dis­ciplinas que la constituyen. Estos planteamientos son realmente sorprenden­tes si tenemos en cuenta que fueron escritos hace más de un siglo. Pocas modificaciones requerirían para ser aceptados por la mayoría de los antro­pólogos actuales. Es una lástima que el resto del artículo lo dedique a la explicación de lo que el autor considera una de las parcelas más importantes de la antropología, la craneología. Tras ello ofrece unas interesantes adver­tencias sobre la fiabilidad de los datos lingüísticos a la hora de hacer inter­pretaciones antropológicas si se carece de otras informaciones que los con­firmen. Aquí termina su exposición, no sin antes comentar, sin definirse, la cuestión del origen del hombre. Hubiera resultado de gran interés conocer de manera más detallada las ideas en materia antropológica del autor. Des­graciadamente desconocemos que publicara otros trabajos al respecto 23

23 Sobre antropología publica el que será fundador de la Revista Contemporánea, José del Perojo, un artículo acerca de «La antropología y el naturalismo contemporáneos en Alemania» (t. IV, pp. 481-487 y 532-542, marzo-junio 1875). Esta es su única colabo­ración sobre el tema en la revista. Iris M. ZAVALA (p. 194) induce al equívoco al afirmar que aquel escribe sobre Hartmann, Darwin y Huxley; lo que ocurre es que en la REu aparecen artículos traducidos de esos autores y que en el trabajo citado de Perojo, éste hace referencia a las teorías de aquellos. La misma autora desliza en la página 196 otros dos ligeros errores al hablar sobre la REu. Indica que en 1878 «saldrían dos trabajos de Haeckel sobre Darwin (t. XIII, p. 174 y 193)». No se trata de dos artículos aislados

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El evolucionismo tiene igualmente una amplia cobertura en la REu, como corresponde a una revista de orientación progresista, y tan sólo estará ausen­te en los dos últimos tomos. Aparecen bastantes colaboraciones de autores extranjeros, pero el pensamiento español está bien representado por Augusto González Linares, Antonio M.ª Fabié, Carrau, Serrano Fatigati, Ustáriz, Vi­lanova, etc. Por lo que se refiere a las traducciones destacan las de Haeckel, de quien se publica íntegra su Historia de la creación natural o doctrina cien­tífica de la creación en sucesivos artículos durante 1878 y 1879 (tomos XII y XIII) .

Dentro de este campo resulta significativo un trabajo de José Vilanova y Piera sobre «La doctrina de Darwin» (t. VII, pp. 356-358, marzo-junio 1876). Vilanova era un ferviente católico y creía firmemente en la creación divina. Sin embargo, según avanzaban los descubrimientos, intentó conciliar de algu­na manera creacionismo y evolucionismo. Los resultados no fueron muy po­sitivos. Este dilema queda patente en el artículo citado. Comienza advirtien­do que su posición ante tan espinoso tema trata de ser mediadora entre las actitudes extremas de darwinistas y creacionistas ultraconservadores. Conti­núa discutiendo la «teoría Darwínica (sic), evolutiva o transformista», y ofre­ciendo ejemplos geológicos y sedimentológicos (erróneos) que la contradigan 24

Sin embargo, Vilanova afirma que si en algún momento lograra demostrarse sobre el terreno la progresiva complejidad de las formas vivas y su depen­dencia evolutiva unas de otras, no tendría ningún inconveniente en «afiliar­se gustoso a un sistema que, si se despoja de las exageraciones en que forzo­samente incurre, ofrece no poco que admiran> (p. 358). Y esa posible acep­tación no significaría en ningún caso un «desastre moral ni religioso» como otros muchos lo planteaban.

En cualquier caso esa «conversión» considera Vilanova que es muy im­probable que se materialice, y si a pesar de todo sucediera, en ningún caso se aliaría con los defensores del llamado «darwinismo social».

sino de parte de un estudio mucho más amplio de Haeckel que se publica en los tomos XII y XIII. El segundo error es indicar que los artículos de L. Carrau sobe «El darwi­nismo y moral» aparecen en el «último tomo», cuando en realidad se encuentran en el tomo XIII (pp. 97, 108, 289 y 321).

24 Vilanova llega a indicar como prueba de ,Ja irrealidad de la evolución el hecho de que los restos humanos encontrados hasta esas fechas tenían formas idénticas, o casi, a las del hombre moderno. Evidentemente no podía ser de otro modo, ya que la mayoría de esos fósiles correspondían a Homo sapiens del Paleolítico Superior y del Neolítico, ya que el llamado «Hombre de Neandertal», descubierto en 1856 junto al río Neander en Alemania (y algunos años antes en Gibraltar) era considerado, por la mayor parte de la comunidad científica, un caso patológico. Sólo unos años más tarde, entre 1890 y 1894, Dubois encontraría en Trinil, Java, los restos del llamado «Pitecanthropus» (Homo erec­tus) con el que comenzaría la verdadera polémica sobre el «eslabón perdido» entre el mono y el hombre.

222 RDTP, XLI, 1986 LUIS ÁNGEL SÁNCHEZ GÓMEZ

Termina el autor su artículo con una crítica importante y valiente, si te­nemos en cuenta su sincera religiosidad, que consideramos debe ser recogida. Opina que

aun hay en esta tierra personas que por el sagrado ministerio que desempeñan [se refiere a Jos sacerdotes y al mundo eclesial en general] debieran mirar con circunspección y seriedad asuntos de suyo serios, y que, sin embargo, por no tomar­se quizá la molestia de ver y examinar lo que el movimiento científico produce con vertiginosa y admirable rapidez, miran con desdén y hasta se burlan de mala manera de este estudio, sin reparar que con ello, más que a la ciencia, se perju­dica su buen concepto (p. 358).

Este es el tipo de afirmaciones que molestaba sobremanera a los secto­res científicos y sociales conservadores, de ahí que las críticas, ataques e in­cluso insultos le arreciaran por ambos flancos: de unos, por no aceptar sin discusiones las tesis evolucionistas, y de otros, por criticar las posiciones ul­tramontanas y acientíficas.

Revista Contemporánea 25

Se trata de la publicación que todos los autores han considerado como la de mayor importancia para el estudio del positivismo y el neokantismo en España mientras fue dirigida por José del Perojo.

a) Etapas

La revista fue fundada a finales de 1875 por José del Perojo y Figueras, joven de origen cubano nacido en 1852 y muerto en 1908, con la «mirada cardinal de dar entrada y carta de naturaleza en España a las manifestacio­nes más recientes del movimiento intelectual alemán» 26

. Esto era más fácil de conseguir mediante una revista periódica que a través de simples ensayos y publicaciones aisladas. Perojo como director, Rafael Montoro como redac­tor jefe y Manuel de la Revilla 2 7 con su sección «Revista crítica» hicieron

25 Hay un índice realizado por Ramón PAZ, Revista Contemporánea (Madrid: CSIC, 1950).

26 Juan L ÓPEZ MORI L LAS, op. cit., 98-110. 27 Además de los datos que sobre estos tres personajes ofrece NúÑEZ Ru1z, op. czt.,

ver lo que igualmente escriben LóPEZ MORILLAS, op. cit., 98-110 y Vicente CACHO Vrn, La lnstitución Libre de Enseñanza. I Orígenes y etapa universitaria (1868-1880) (Ma­

drid: Rialp, 1962), 329-340.

223 LA ANTROPOLOGÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX RDTP, XLI, 1986

de ella, mientras estuvo en sus manos, «Órgano de expresión de las nuevas corrientes positivistas y neokantianas y atalaya abierta a los panoramas de la cultura europea y singularmente alemana» 28

. Esta etapa, la única verdade­ramente interesante para el estudio de esas nuevas corrientes, termina en el tomo XXI. Desde el XXII será su director Francisco de Asís Pacheco, al haber comprado la revista el poütico José de Cárdenas. Mientras estuvo bajo la tutela de éste, la revista mantuvo una tendencia conservadora con un tono relativamente tolerante. Fue redactor jefe y colaborador asiduo Rafael Al­varez Sereix, académico correspondiente de la Española, presidente honora­rio de la Sociedad Geográfica e ingeniero de minas. Se encargaba, entre otros menesteres, de reseñar las novedades bibliográficas y, aunque no era evolu­cionista, comenta obras de Darwin y otros autores afines, para ofrecer al lector amplitud de criterios. En cualquier caso la calidad de la publicación desciende sensiblemente.

En 1901 pasa a dirigir la RC Juan Ortega y Rubio, catedrático de His­toria de la Universidad de Valladolid, que escribe con el pseudónimo Pedro Ansúrez. El carácter de la publicación apenas se transforma. En 1907, a la muerte de Cárdenas, deja de salir a la luz; en total han sido 134 tomos de letra impresa.

b) Propósitos originales

El folleto de presentación de la RC (que aparece encuadernado en el tomo I de la colección existente en la Hemeroteca Municipal de Madrid) expone los objetivos de la empresa :

fundir en una sola publicación todas las manifestaciones de la cultura, entendien­do este término en su más amplio valor ( ... ). Nosotros no queremos limitarnos a una especialidad, ni a un orden de ideas, ni encerrarnos dentro de las fronteras de una nación; queremos -y tal vez parecerá temeraria la empresa- reproducir todo el movimiento contemporáneo actual.

Quieren convertirse en «eco de su pueblo y nac10n» tal y como lo son en sus respectivos países la Revue de Deux Mondes o la Deutsche Rundschau.

e) Contenido

Pese a que en la RC existe un equilibrio casi to tal entre autores españo­les y extranjeros era inevitable que buena parte de los estudios y comenta­rios tuvieran como punto de arranque los nuevos planteamientos llegados de

28 Vicente CACHO Vw, op. cit., 336-337.

224 RDTP, XLI, 1986 LUIS ÁNGEL SÁNCHEZ GÓMEZ

más allá de nuestras fronteras. Este fue uno de los motivos que le valió a Perojo el calificativo de hispanófobo por parte de sus adversarios, entre ellos Menéndez Pelayo, cuando en realidad lo que hacía su revista era desplegar «ante los ojos del lector español la inagotable riqueza del pensamiento eu­ropeo de la época» 29

• Esta es una de las razones que han movido a L6pez Morillas a comparar, salvando los factores de tiempo y calidad, la labor de la RC en la Restauración con la de la Revista de Occidente durante la Dicta­dura 30

, aunque la comparación nos parece algo desproporcionada. Nos toca ahora hacer un repaso al tratamiento que se dio a los temas que

nos interesan. Durante la etapa dirigida por Perojo y dentro del campo de la antropología general podemos destacar la colaboración de Francisco M.ª Tubino 31 con un atractivo trabajo de divulgación sobre «La ciencia del hom­bre según las más importantes y recientes publicaciones» (t. XI, pp. 407-417, y XII, pp. 147-161/288-301; de septiembre-octubre y noviembre-diciembre de 1877, respectivamente). Tubino comienza con una ilustrativa exposición sobre el interés que suscita la antropología en un sector de la sociedad y el abandono en que se tiene por parte de las esferas oficiales. A continuación se centra en el tema de su trabajo: el análisis del estado de la cuestión en la que él considera la primera de las partes o ramas en que se divide la antro­pología, la antropogenia, «O sea, aquella rama de hechos y conocimientos que directamente aspira a explicar el origen y naturaleza humanas». No olvi­da advertir previamente de la necesidad de fomentar el estudio científico des­de la óptica positivista, lejos de cualquier posible idealismo. Quizás lo más interesante de este trabajo sea la descripción que hace el autor del ambiente en que se desenvuelve la antropología en la España del momento. Aunque la cita resulta extensa conviene recogerla:

Cuando hace ahora aproximadamente unos diez años comenzó el que suscribe a difundir por medio de la palabra y la pluma, las ideas y hechos de la novísima ciencia antropológica ( ... ) no pensaba que en breve plazo lograría despertar en la Península el interés con que ahora se mira tan importante rama de los humanos conocimientos. ( ... ) tenía en cuenta, para dudar del éxito de su empresa, el bajo

29 LóPEZ MORILLAS, op. cit., 105. 30 !bid., 105-106. 31 Francisco M.• Tubino y Rada y Delgado, 1833-1888. Pese a ser conocido principal­

mente por sus estudios de carácter histórico, Tubino fue uno de los más destacados antro­pólogos españoles del siglo pasado. Su trabajo en pro del desarrollo de la antropología fue continuo e intenso. Fue secretario general durante varios años de la primera Sociedad Antropológica Española (creada en 1865), colaboró con destacados artículos en el órgano de expresión de dicha asociación, la Revista de Antropología, y en otras muchas publica­ciones. Participó en cuantos acontecimientos se relacionaban con dicha materia y, entre otras labores, tuvo a su cargo la organización de la sección española en la muestra de ciencias antropológicas celebrada con motivo de la Exposición Universal de París de 1878.

LA ANTROPOLOGÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX RDTP, XLI, 1986 225

nivel que aquí alcanzan las cuestiones y estudios científicos, con otro linaje de consideraciones y temores ( ... ). En un país donde el sentimiento lleva la mejor parte en todo, donde la razón re­flexiva granjea muy escaso e intermitente predominio, no era de esperar que los temas áridos y severos de la Antropología, obtuvieran la atención y las simpatías necesarias ( ... ). Y si a esto se agrega la estrechura y lo incompleto de las ense­ñanzas oficiales en cuanto con estos estudios, no se aventuraba ningún juicio ( ... ). No han resultado, afortunadamente, exactos en todo, estos pensamientos. Si la ciencia positiva del hombre no cuenta con cátedra alguna en los establecimientos docentes; si no hay quien, con sujeción a los mejores métodos y a la experiencia más esclarecida, exponga sus principios ( ... ); si en el museo antropológico del diligente e ilustrado doctor González Velasco no se encuentra, a pesar de sus heróicos esfuerzos, el material científico que se necesita para justificar aquel títu­lo ( .... ); si por último la Sociedad Antropológica Española no goza de la vida regular y lozana que debían transmitirle clases y hombres a ello obligados por su profesión, y hasta por el interés propio ( ... ); no impiden semejantes vacíos, que en el público crezca de día en día la afición a un linaje de conocimientos y debates que tan espléndido desarrollo ha akanzado en el extranjero (pp. 407-408).

Otro artículo de marcado tono evolucionista es el que firma Pedro Es­tasén 32 con el título «Contribución al estudio de la evolución de las institu­ciones religiosas o materiales para llegar a la síntesis transformista de las ins­tituciones humanas» {t. XIII, pp. 62-74, y t. XV, pp. 225-238, de enero­febrero y mayo-junio de 1878, respectivamente). Su objetivo es condensar en tan sólo veinticinco páginas la evolución de la idea religiosa en el hombre, pretendiendo demostrar que ha existido un desarrollo unilineal claramente perceptible. Tras analizar una hipotética «religiosidad de los animales» y la misma entre los «salvajes», pasa a considerar el proceso evolutivo de esa idea religiosa siguiendo el esquema que estableciera Lubbock (fetichismo, totemis­mo, chamanismo e idolatría), planteamiento que muy pronto sería descalifi­cado. Se pasa así desde un estado primitivo de ateísmo (considerado como ausencia de ideas religiosas) a través de esas cuatro fases, a la «pureza» de la religión monoteísta 33

32 Pedro Estasén y Cortada, 1855-1913. Economista, abogado y sociólogo. Publicó incontables obras y artículos de carácter económico y legal. Su interés para la historia de la antropología española radica en su ferviente apoyo a los planteamientos positivistas y evolucionistas. Escribe numerosos trabajos sobre estas cuestiones en revistas catalanas y madrileñas, particularmente en la Revista Contemporánea. Sus estudios sobre etnografía, sociología y costumbres populares se enfocan siempre hacia la aplicación de las conclusio­nes extraídas a los campos de la .política y la economía contemporánea. Buen ejemplo de '110 es la obra Los orígenes de la vida econ6mica (Barcelona, 1896) ..

..3 Parece observarse, a través de estos planteamientos, que existe una contradición latente en Estasén, aunque no podamos asegurarlo con total certeza. En efecto, como arduo defensor del positivismo debería compartir, en mayor o menor grado, los ideales comtianos de una sociedad científica, industrial y des-sacralizada. Sin embargo, al aceptar

15

226 RDTP, XLI, 1986 LUIS ÁNGEL SÁNCHEZ GÓMEZ

Además de estos ensayos de antropología evolucionista, la cuestión del darwinismo per se tiene gran repercusión en las páginas de la RC. En el tomo I Perojo publica su «Haeckel juzgado por Hartmann» (pp. 358 y ss., diciembre 1875-enero/febrero 1876). El tomo XVI (pp. 295 y ss., julio­agosto 1878) incluye un trabajo sin firma sobre «Descendencia y darwinis­mo». De L. Carrau aparece «El darwinismo y la moral» (t. XIX, pp. 55 y ss., enero-febrero 1879) y del destacado pensador catalán Pedro Estasén encon­tramos colaboraciones, además de la citada anteriormente, en los tomos XI, XII, XIII, XV y XVII.

Durante la segunda y tercera etapas la ideología de la RC se transforma radicalmente, se pasa a un conservadurismo más o menos abierto. Sobre an­tropología destacan algunos estudios de antropología criminal obra de Gil Maestre publicados en 1902 y 1903 (t. 124, 125, 126 y 127). El resto son artículos de divulgación, de corta extensión y regular calidad, de Rafael Al­varez Sereix.

La etnografía está mejor representada, destacando un extenso trabajo de F. Ovilo y Canales sobre Marruecos (t. 32, 33, 34 y 35 de 1881).

El evolucionismo apenas interesa en estas etapas. Se comenta la traduc­ción de alguna obra, como hace Sereix con La descendencia del hombre y la selección en relación al sexo de Darwin (t. 61, p. 220, enero-marzo 1886). En ella se limita Sereix a anunciar su aparición y a negar, sin argumentos válidos, la evolución, pero eso sí, sin ningún tipo de acaloramiento y ani­mando al público a la lectura del libro para que de esta manera pueda ela­borar una opinión propia al respecto.

Hay, por último, un campo al que se dedica atención especial: el del fol­klore, leyendas y refranes de España. Balbín de Unquera escribe sobre «el Folk-Lore español» (t. 123, julio-diciembre 1901) y acerca de distintos temas asturianos (t. 124, enero-junio 1902); García Maceira recoge algunas leyen­

los esquemas de Lubbock sobre la evolución de la religión (tan lejanos, por otra parte, a la realidad) entra de lleno en una oposición de ideas. Para Lubbock hay un acontecimien­to indiscutible en el marco de la evolución de las instituciones y del hombre como ser social: «la difusión gradual de la luz de la religión y de las ideas más nobles, como la de la naturaleza de Dios» (The origin of civilization and the primitive condition of man; mental and social condition of savages, London, 1870; citado en M. HARRIS, El desarrolfo de la teoría antropológica. Una historia de las teorías de la cultura, Madrid: Siglo XXI, 1978, p. 175). Del primitivo estado de «ateísmo» se llega así al monoteísmo. No puede haber visiones más enfrentadas del devenir humano: una sociedad cuyo fin es el mayor acerca­miento a Dios, frente a otra que plantea la secuilarización de la vida. Como señala Harris para el caso de Lubbock, pudo ocurrir (aunque sería necesario un análisis más detallado) que científicos y pensadores evolucionistas como Estasén se encontraran en una situación agobiante dentro de su sociedad: defendían la evolución y el conocimiento positivo, pero al mismo tiempo no deseaban ser considerados perturbadores del orden religioso esta­blecido.

LA ANTROPOLOGÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX RDTP, XLI, 1986 227

das salmantinas (t. 56, 60, 62, 63 y 81, de 1885 los dos primeros, 1886 los siguientes y 1891 el último); Gabriel M.ª Vergara y Martín colabora con di­ferentes artículos sobre proverbios, refranes y cantares (t. 108, octubre-di­ciembre 1897; t. 129, julio-diciembre 1904, y t. 132, enero-marzo 1906), las descripciones de «La romería del H enar» (t. 113, enero-marzo 1899) y «La fiesta de Santa Agueda en Segovia» (t. 124, enero-junio 1902). En general los materiales recogidos son de gran interés 34

Boletín de la Institución Libre de Enseñanza

Se ha estudiado desde su primer número, de 7 de marzo de 1877, has­ta 1907. Durante estos años la transformación del BILE, tanto en su pre­sentación como en su contenido, será constante. De carecer de periodicidad fija y tener tan sólo cuatro páginas en sus inicios, pasa, desde enero de 1878, a ser quincenal y disponer de ocho páginas que luego se aumentarán a dieci­séis. A partir de 1894 los dos números quincenales se funden en uno men­sual que suma las páginas de ambos, 32 en total.

El BILE comenzó siendo un simple órgano de expresión de la Institu­ción, para constituirse, desde 1882, en «revista de cultura general» por ini­ciativa expresa de la Junta Directiva.

Evidentemente la materia tratada con mayor interés es la pedagogía, que ocupa normalmente más de la mitad de sus páginas. El resto se dedica a las comunicaciones oficiales y a la «sección enciclopédica», donde se incluye Antropología, Sociología, Historia, Literatura, Ciencias Naturales, Física, Química, Matemáticas, etc. Antonio Jiménez García afirma que «el interés que la Institución muestra por la temática antropológica es siempre relativo y secundario respecto de otros problemas como pudieran ser los pedagógicos, psicológicos, sociológicos, filosóficos, jurídicos, etc.» 35

• Esta afirmación es básicamente cierta en lo que se refiere a la antropología en sentido estricto, sin embargo hay que destacar que, al menos durante la etapa estudiada, se

34 Al terminar el comentario de la RC conviene aclarar unos ligeros errores que Iris M. ZAVALA vierte en su obra al comentar esta publicación. En primer lugar afirma que fue dirigida por Perojo hasta el tomo 21 de 1896, cuando, como hemos visto, la fecha correcta es 1879. El artículo de Perojo «Haeckel juzgado por Hartmann» aparece en la página 358 y no 258, del tomo I. «Las teorías anatómicas modernas» de Ludwig Loewe se publica en fa página 108 del tomo XI, no del II, y no es una reseña de Perojo, como parece indicar Zavala, sino un artículo original del autor; como tampoco lo es «La descendencia del hombre de Darwin» que indica aparece en el tomo II, páginas 61 y 220, cuando en realidad se trata de la reseña que mencionábamos en el texto realizada por Rafael Alvarez Sereix y que se .publica en el tomo 61, página 220.

35 Antonio JrMÉNEZ GARCÍA, op. cit., 108.

228 RDTP, XLI, 1986 LUIS ÁNGEL SÁNCHEZ GÓMEZ

observa una indudable interés por la publicación de estudios sobre folklore y costumbres populares.

Vamos a continuación a ver cómo son tratadas en el BILE las materias que nos interesan. Ya hemos indicado que la antropología (sociedades primi­tivas, interpretación de instituciones, antropología física, etc.) no tiene una gran representación. Destacan el comentario de Francisco Giner al Congreso antropológico de París de 1878 (1878, pp. 129 y ss.); los artículos de J. de Caso sobre «La enseñanza de la antropología en la escuela» en varias en­tregas en los tomos de 1883, 1884 y 1885; y los de Rafael Altamira (1889, pp. 13 y ss.) y Rafael Salillas ( 1889, pp. 45 y ss.) sobre antropología criminal.

El folklore y las costumbres populares acaparan mayor atención. La pre­ocupación y el interés que despierta en numerosos autores la historia y la situación contemporánea de la propiedad comunal a finales del siglo pasado tiene su eco en las páginas del BILE. Gumersindo de Azcárate (1883), Ma­nuel Pedregal ( 1884), Joaquín Costa ( 1881 y 1892) y Rafael Altamira ( 1888) estudian diversos aspectos de esa cuestión. De Joaquín Costa es igualmente el artículo «Mitología popular. Una variante del mito de Polifemo» ( 1882, pp. 21 y ss.); de López Morán se publica en diversas entregas durante 1892 su «Derecho consuetudinario municipal en el Norte de León» y Manuel Sa­les y Ferré insiste en la problemática del mito con «Mitología popular. Una variante del mito Zagreus-Osiris» (1883, pp. 134 y ss.). Antonio Machado y Alvarez escribirá sobre cuentos, juegos populares, terminología del folklo­re, etc. (tomos de 1883 a 1887). Entre las firmas extranjeras aparece la de Wentworth Webster con sus estudios sobre la zona norte de la Península ( 1886 y 1892); de Carlotta Burne, Gomme, Fenton y otros se incluyen los artículos que forman parte de la discusión sobre el significado y alcance del término Folklore, en la que también participó Machado y Alvarez ( 1884 y 1885). Se hace referencia asimismo en el BILE a las visitas de los alumnos al Museo Antropológico del Doctor Velasco y principalmente a las excursio­nes fuera de Madrid, que incluyen siempre -entre otras cuestiones- el es­tudio de las costumbres populares de la zona visitada, para lo cual se con­fecciona un «cuestionario de excursiones a poblaciones» que debían cumpli-­mentar los estudiantes y que aparece publicado en el tomo de 1883 (p. 47) y en el de 1902 (p. 126), en este último con ligeras modificaciones.

La teoría de la evolución se trata en contadas ocasiones, pese a ser Dar­win profesor honorario de la Institución. Destaquemos el estudio de Augus­to González Linares sobre «La morfología de H aeckel» ( 1877 y 1878). Se­ñalemos, por último, que en los tomos de los años 1883 y 1884 aparecen varios artículos de Costa, Quiroga, Montes de Oca y otros que tratan de la colonización española en Africa, algunos de los cuales contienen interesantes referencias etnográficas.

- LA ANTROPOLOGÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX RDTP, XLI, 1986 229

La España Moderna 36

Tanto la revista como la editorial del mismo nombre fueron creadas por José Lázaro Galdiano en 1889. Nace la EM con un concepto distinto al de las restantes revistas culturales surgidas en la década de los setenta. Los co­mentarios bibliográficos, por ejemplo, tienen un lugar destacado y suelen ser obra de especialistas en cada una de las materias. En esta revista sí debemos reconocer que tienen una importancia mucho mayor los estudios de Socio­logía, preferentemente los dedicados a la llamada «cuestión social», y junto a ellos los de Literatura, Política e Historia. Son años en los que, en cierto modo, ha remitido el furor por las cuestiones de antropología evolucionista, tiene más interés todo lo relacionado con la propia sociedad en la que se vive y se lucha, de ahí que se desarrollen y multipliquen los estudios de antropo­logía criminal que tienen una aplicación mucho más concreta.

Sobre antropología se reseñan algunas obras y hay artículos de interés entre los que destacan los de Luis de Hoyos Sainz 37 de antropología física (núm. 65 y 67 de 1894) y un comentario del mismo sobre «Las ciencias an­tropológicas en España» (núm. 116, pp. 111-123, agosto 1898). En éste re­coge y comenta brevemente las obras de temática antropológica que aparecen en nuestro país durante 1897, así como las investigaciones realizadas en al­gunas instituciones científicas. Su recopilación reúne mayori tariamente tra­bajos de antropología física y prehistoria. La etnología apenas se tiene en cuenta y los estudios de folklore ni se citan . Sin temor a equivocarnos pode­mos afirmar que, al publicar este artículo, el autor demuestra no poseer en esos moinentos una noción clara del valor de la etnología como ciencia con una finalidad particular. Efectivamente, durante la década de los noventa y primeros años de este siglo, Hoyos se centra casi exclusivamente en la an­tropología física. Como señala Carmen Ortiz, su «actividad propiamente et­nográfica comienza ( ... ) con la publicación en 1917, de nuevo en colabora­

36 Hay unos Indices de materias y autores de «La España Moderna», tomos 1 a 264 Madrid: La España Moderna, s. f.) de GóMEZ VILLAFRANCA.

Existe un trabajo de Luis S. GRANJEL, «Biografía de la España Moderna», Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 233 (mayo 1969), 275-288, que estudia principalmente los as­pectos literarios.

37 Sobre Hoyos ver el artículo de Carmen ÜRTIZ GARCÍA, «La obra antropológica de don Luis de Hoyos Sainz», JI Jornadas de Etnología de Castilla-La Mancha. Actas (Ciudad Real: Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1984), 17-32. La misma autora ha leído en junio de 1986 su tesis doctoral en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, con el título Historia del pensamiento antro­pológico en Espaí"ía: Luis de Hoyos Sainz. La parte dedicada a biografía y estudio de la obra de Hoyos, será publicada en breve por el Instituto de Filología dol CSIC.

230 RDTP, XLI, 1986 LUIS ÁNGEL SÁNCHEZ GÓMEZ

c1ón con Aranzadi, de la obra Etnografía. Sus bases, sus méto-dos y su apli­cación a España» 38

, fruto de un curso impartido por ambos en el Ateneo de Madrid. A partir de ese momento su preocupación por los temas etnográfi­cos irá en constante aumento. Le interesaron especialmente las fiestas popu­lares, indumentaria, creencias y supersticiones, cultura material, etc. El nú­mero de artículos publicados sobre esos temas fue muy numeroso, llegando a una especie de síntesis de su pensamiento etnológico en la obra, escrita en colaboración con su hija Nieves, Manual de Folklore. La vida popular tradi­cional (Madrid: Revista de Occidente, 1947) 39

Una orientación completamente distinta tiene el artículo de Manuel Sa­les y Ferré «De la civilización y su medida» (núm. 180, pp. 35-53, diciem­bre 1903) 40

• En él se muestra su autor enormemente preocupado por la si­tuación apática del país, que no parece tener fuerzas para salir de su estan­camiento 41

• Tomando como punto de partida su interés por el estudio del origen y desarrollo de la sociedad humana, pretende contribuir - al menos moralmente- a conseguir el desperezamiento de las gentes conscientes y, con ello, el despertar del país. En este caso la exposición que hace sobre el desarrollo de la civilización es sólo una excusa para justificar esa llamada al esfuerzo y la cooperación de todos.

Comienza señalando cómo la graduación del desarrollo cultural del hom­bre en salvajismo, barbarie y civilización no parece muy apropiada desde el punto de vista cultural, ya que los dos primeros términos evocan etapas an­teriores a la civilización, lo que sería falso, pues, para el autor, la civilización «empieza en la aparición misma del hombre». A continuación propone como límites entre el paso del salvajismo a la barbarie y de ésta a la civilización (utilizando, nos dice, estos términos, por necesidades convencionales) la fun­dación de la familia y el surgimiento de las ciudades, respectivamente, ya que las situaciones establecidas por otros autores (aparición de la alfarería y de la escritura) se refieren a unas esferas muy concretas de la vida social (la económica y la del conocimiento).

Después de definir la civilización «a la luz de la sociología» pasa a con­siderar el desarrollo de las diferentes sociedades. Cree que ese desarrollo no puede medirse como tal, pero sí pueden estudiarse las relaciones entre las diversas sociedades, teniendo en cuenta que existe un proceso evolutivo so­

38 Carmen ÜRTIZ GARCÍA, 1984, p. 10. 39 En 1985 la editorial I stmo publicó una reedici6n en facsímil. 40 Sobre Sales y Ferré ver la obra de Manuel NúÑEZ ENCABO, Manuel Sales y Ferré:

los orígenes de la Sociología en España (Madrid: Edicusa, 1976). 41 Compárese este trabajo de Sales y Ferré con el escrito veinte años antes por Serrano

Fatigati, titulado «Vida de las sociedades humanas» (publicado en la RE) que comenta­mos en páginas anteriores.

LA ANTROPOLOGÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX RDTP, XLI, 1986 231

cial en el que se distinguen cuatro etapas: primitiva, religiosa, intelectual y

moral; además de otras intermedias. Existen diferencias modales entre las de igual rango y cada una es distinta a la anterior. Este proceso no es, sin em­bargo, indefinido: la sociedad, como organismo social que se considera, acaba muriendo por disolución. El término de este proceso de ruina es el «frac­cionamiento de la sociedad en pequeños grupos, a no ser que se anticipe la conquista» (p. 49).

En las sociedades antiguas -dice el autor- una vez realizado el ideal, no fue posible el resurgimiento. En las sociedades modernas puede que no ocurra así. No hay ejemplos que lo demuestren pero «tenemos a nuestra vis­ta una nación que, profundamente abatida, se halla en estos momentos es­forzándose por reconstituirse y volver a la vida: España» (p. 50). En un par de páginas pasa revista Sales al vacilante desarrollo sociopolítico del país, desde los orígenes de la Reconquista hasta la etapa de la Restauración en la que escribe. Esta etapa en la que «nuestras instituciones representativas son meras sombras; la arbitrariedad ministerial desciende a pequeñeces a que ja­más llegara el absolutismo monárquico; [en la que] hemos matado la vida municipal y provincial, y hemos creado una burocracia monstruosa, costosí­sima y esquilmadora» (p. 52). A todo ello vino a unirse en los últimos años «la pérdida de nuestra grandeza» a raíz del desastre de 1898.

Para salvar al país se requiere el esfuerzo de todos y con ello «sustituir al régimen actual por uno ( ... ) basado sobre los derechos fundamentales de la persona, la libertad y la igualdad, [así como] enseñar y educar al individuo en el grado requerido para que el sentimiento del deber refrene y regule en todos los impulsos instintivos y habituales» (p. 53). El primero de los obje­tivos urge más que el segundo «por hallarse los individuos dotados de un sentimiento moral superior al que informa los actos de los gobernantes» (p. 53). Si todo ello no se lograra, habría que reconocer, «tristemente para nosotros, que el curso evolutivo de las naciones es idéntico al de los orga­nismos individuales: desarrollarse, florecer y morir» (p. 53). En pocos ensa­yos la divulgación científica antropológica y la crítica político-social alcan­zan un grado de interrelación y cohesión tan fuerte como en este artículo de Sales y Ferré.

Pero no es ésta la única colaboración de interés en el terreno que nos con­cierne. La antropología criminal tiene en los trabajos de Rafael Salillas (núm. 66, junio 1894, y núm. 79, julio 1895), Silvela (núm. 110, febrero 1898) y Bernaldo de Quirós (núm. 114 y 115, de junio y julio de 1898, res­pectivamente) los ejemplos más señalados. Tanto en cuestiones de antropolo­gía general como criminal son abundantes los artículos de F. Araujo (que también escribe sobre evolucionismo, costumbres, etc.) de no muy elevada calidad. Del mismo Manuel Sales y Ferré son dos interesantes trabajos sobre

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los conceptos de evolución y progreso aplicados a la sociedad contemporánea (núm. 180, diciembre 1903, y núm. 229, 1908).

Rodrigo Amador de los Ríos se sitúa a la cabeza de los análisis etnográ­ficos con una serie de artículos sobre costumbres y creencias musulmanas (núm. 110, 113, 120 y 136 de febrero, mayo y diciembre de 1898 y marzo de 1900, respectivamente).

Desde 1897 a 1902 Adolfo Posada nos ofrece unos interesantes resúme­nes del año sociológico correspondiente, con comentarios y valoraciones de las publicaciones relativas a la sociología aparecidas en España y el extran­jero durante cada uno de esos años (núm. 120, 133, 147, 153, 165 y 176).

Durante los dos últimos años del siglo pasado y primeros de éste (tras la derrota de 1898) se multiplican los estudios sobre el carácter y capacidades del pueblo español. La EM se hace eco de estas inquietudes y publica, entre otros ensayos, las primeras entregas de la Psicología del pueblo español de Rafael Altamira (núm. 123, marzo 1899) y otras colaboraciones de Miguel de Unamuno (núm. 129, 171, 216 y 219, de noviembre de 1898, marzo de 1903, diciembre de 1906 y marzo de 1907, respectivamente) y Manuel Sa­les y Ferré (núm. 232 y 233, de marzo y mayo de 1908).

De fecha posterior es el artículo de Telesforo de Aranzadi 42 sobre «Mu­seos de Folk-lore» (núm. 260, pp. 5-32, agosto 1910). En él hace un breve recorrido el autor por los orígenes e historia de los museos y más concreta­mente de los museos de folklore, comenta el estado de estas instituciones en Europa, aboga por la creación de museos y colecciones parciales en España y termina indicando una serie de ideas que pudieran resultar útiles a la hora de crear un museo de estas características. El programa orientativo que ofre­ce para la recopilación de materiales folklóricos es el siguiente: l.º fotogra­fías (de casas, tipos, escenas, etc.); 2.0 modelos de casas (reducidas o no, en partes, etc.); 3.º ajuar (incluye los muebles y todo tipo de utensilios domés­ticos); 4.0 indumentaria; 6.º utensilios para hilar y tejer; 7.0 juegos y jugue­tes; 8.º instrumentos músicos (sic); 9.º aperos y arreos; 10.º oficios; 11.º in­signias (varas de alcalde, mayordomías, etc.); 12.º medicina popular; 13.º ob­

42 Telesforo de Aranzadi y Unamuno, 1860-1945. Estudió Farmacia y Ciencias Natu­railes y paulatinamente iría decantándose por la antropología, realizando sus primeros tra­bajos antropométricos con Manuel Antón. Realiza numerosas investigaciones sobre an­tropología física, buen número de ellas en colaboración con Luis de Hoyos. Desde finales de siglo comienza a compaginar etnografía y antropología física, casi siempre centradas en el País Vasco. Sus publicaciones, repar-tidas en revistas tanto españolas como extran­jeras, fueron muy numerosas. En la obra Etnografía. Sus bases, métodos y aplicaciones a España (1917), escrita en colaboración con Hoyos, nos muestra cuáles fueron sus ideas sobre ios aspectos teóricos de Ja Etnología. Un interesante comentario a la vida y la obra de Aranzadi aparece en las páginas 291 a 313 de la tesis doctoral de C. ÜRTIZ

GARCÍA (ver nota 37).

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jetos de boda y bautizo; 14.º objetos de fiestas; 15.0 objetos de cultos, y

16.º objetos funerarios. No se olvida Aranzadi de señalar que el museo debe disponer de «mapas

con anotaciones folklóricas, fascistoles de estampas y fotografías y estereos­copios» (p. 31), así como de una sala de conferencias en la que puedan ofre­cerse «audiciones fonográficas». Advierte de la necesidad de eliminar de los museos el «instinto de atesoramiento» y avisa sobre ciertos «espíritus super­ficiales o vandálicos» que pretenden, mediante el folklore, «dividir Europa en dos castas, aldeanas y ciudadana», algo totalmente ajeno a la realidad. El interés último del Folklore nos recuerda Aranzadi que no reside únicamente en la recogida de utensilios o en la reconstrucción de costumbres más o me­nos abandonadas, sino en ofrecer al país las bases de ese pensamiento popular que dio origen a tales manifestaciones y actitudes. Lástima que estas acerta­das consideraciones, escritas hace setenta y seis años, no hayan tenido nunca el peso suficiente para que hoy podamos contemplar definitivamente insta­lado el Museo del Pueblo Español.

Antes de terminar este apartado dedicado a la EM vamos a comentar muy brevemente dos reseñas que aparecen en sus páginas y que analizan la que quizás podamos considerar mejor obra antropológica y sociológica del xrx es­pañol, nos referimos al Tratado de Sociología de Manuel Sales y Ferré, pu­blicado en Madrid, en tres volúmenes, entre 1889 y 1895. Los autores de los trabajos son dos figuras igualmente destacadas, el ya citado Adolfo Posada y Rafael Altamira 43 Cuando este último escribe (EM, núm. 1, pp. 198-203, •

enero 1889) tan sólo ha aparecido el primer volumen de la obra. Tras des­tacar la gran importancia del estudio para el desarrollo de la ciencia española pasa a resumir su contenido y, después de analizarlo, considera que lo «flojo de la obra» reside en la interpretación de los hechos que pre.senta y sobre

43 Rafael Ahamira y Crevea, 1866-1951. Tuvo una larga vida dedicada al estudio de la historia de España, la historia del derecho y a la expansión de la cultura española por todo el mundo y especialmente en América. Su internacionalismo pacifista le llevará a ser nombrado miembro del Tribunal de La Haya desde 1921. Tras la guerra civil se intentó silenciar su obra y su persona en España, pero él continuaría su trabajo desde el exilio mexicano. Será a raíz de celebrarse el primer centenario de su nacimiento cuando comience a recuperase su figura en nuestro paÍ'S. Su obra escrita en las materias señaladas anteriormente será ingente, pero no lo es menos su preocupación social: es uno de fos fundadores de la Extensión Universitaria y trabaja incansablemente por el progreso cul­tural del país. Fue miembro de numerosísimas academias e instituciones nacionales y extranjeras, y doctor «honoris causa» por otras tantas universidades. Se interesará nota­blemente por !las cuestiones de derecho consuetudinario y economía popular, materias que trata en diversas publicaciones. Igualmente eJ¡;presará sus ideas sobre el carácter del pueblo español y el problema de España en una obra que tendría gran repercusión, la Psicología del pueblo español (l.ª edición 1902).

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todo en las conclusiones, especialmente en la defensa que hace Sales del ma­triarcado primitivo.

Posada (núm. 88, pp. 190-196, abril 1896) es de la misma opinión, pero lleva su crítica aún más lejos. Considera la obra verdaderamente seria y cien­tífica, pero opina que «la construcción sociológica ( ... ) no está tan sólida­mente cimentada como su autor cree», y que éste «se ha colocado en un positivismo demasiado estrecho; se atiene muy exclusivamente a los hechos históricos» (p. 192). Para Posada resultaría mucho más fructífero dejar a un lado la obsesión por los orígenes y centrarse en el conocimiento de la estructura social. Igualmente considera «artificioso ese escalonamiento serial de las etapas universales» que hace Sales y al que nos referíamos en páginas anteriores. Tampoco le resultan nada claros aspectos como la existencia del comunismo primitivo, la promiscuidad, la ausencia primaria de formas pa­triarcales y la existencia universal del matriarcado. Considera propio de men­talidades reduccionistas limitarse a dos únicas hipótesis: matriarcal y patriar­cal. Según Posada, «el hecho de la simple convivencia es sin duda primitivo, y este hecho tuvo que ejercer un influjo poderoso sobre la vida social, deter­minando formas de vida que no serían el patriarcado ni el matriarcado, sino la comunidad tribal en la que el varón predominaría probablemente» (p. 195). Además hay que tener en cuenta que a la «variedad de factores intrínsecos y de medios» tuvieron que corresponder distintas formas sociales en procesos evolutivos diferentes. A pocos antropólogos y pensadores de la época, tanto españoles como extranjeros, se podrán atribuir frases tan equilibradas, anti­dogmáticas y afortunadas como éstas. Lástima que el futuro no haya depa­rado a Adolfo Posada un reconocimiento acorde con su labor.

La Nueva Ciencia Jurídica. Antropología. Sociología

Y a señalamos anteriormente que tanto ésta como la siguiente publicación (la Revista de Derecho y Sociología) tienen un carácter especial. Nacen am­bas con una finalidad muy específica: aplicar a los estudios de derecho y criminología las nuevas aportaciones del positivismo, la antropología física y la antropología criminal. Gil Cremades 44

, al estudiar tanto la situación del derecho como la de los juristas durante esa época, cita ambas publicaciones.

Surge con la financiación y dirección de José Lázaro Galdiano (el mismo de La España Moderna) en 1892. Señala Gil Cremades que salieron dos vo­lúmenes, de 1891 y 1892 45

, pero hemos podido comprobar que ambos son

44 J. GIL CREMADES, El reformismo español. Krausismo, escuela histórica (Barcelona: Ariel, 1969), 215-216.

45 GrL CREMADES, ibid., 214.

LA ANTROPOLOGfA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX RDTP, XLI, 1986 235

del mismo año, 1892. Según el mismo autor, fue Rafael Salillas el orientador de la revista y en ella «tuvo preponderancia la ciencia penal conforme a las orientaciones de la escuela positivista italiana». Tras el fracaso de la empresa, Lázaro Galdiano publica una nueva revista de carácter aún más positivista, la Revista Internacional (en la que aparecen principalmente artículos de posi­tivistas no españoles y colaboraciones literarias) que a su vez acabará refun­dléndose en la EM, también propiedad de Lázaro Galdiano.

Debido al carácter marcadamente jurídico de la publicación, no son muy abundantes los artículos con un interés antropológico general. Pese a todo, aparecen dos buenos trabajos de Adolfo Posada, uno sobre «Los salvajes y el derecho político» (t. II, pp. 193-199) y otro en el que plantea «Una hipó­tesis contraria al matriarcado primitivo» (t. I, pp. 193-200). Este último es especialmente interesante tanto por la postura del autor ante cuestión tan debatida en aquellos momentos como por la metodología científica que adop­ta, algo propio, como vimos anteriormente, de toda su obra. En él reafirma sus ideas contrarias a la existencia de esa etapa matriarcal. Después de es­tudiar las ideas de los antropólogos extranjeros sobre el problema, intenta demostrar su hipótesis sobre la prioridad del reconocimiento de la función paterna, ofreciendo pruebas basadas en el lenguaje, y más concretamente en el estudio de la correlación temporal del origen del uso de las diferentes formas fonéticas que designan al padre y a la madre en las diferentes lenguas. El mismo reconoce que los resultados del análisis no son concluyentes ni ca­tegóricos, pero sirven para hacer recapacitar y plantear dudas acerca de la hipótesis matriarcal.

Revista de Derecho y Sociología

Nace en 1895 con Adolfo Posada como director. Gil Cremades afirma que tan sólo sale un número; lo que realmente ocurre es que sólo se publica un tomo ( 1895), que con toda seguridad se compone de varios números, aun­que no aparezca indicada la periodicidad.

Según su director, aspiran a «condensar en una publicación indepen­diente el movimiento jurídico y social de España y el extranjero» (p. 5). Aparecen artículos reproducidos de revistas y libros españoles y extranjeros prácticamente al cincuenta por ciento. Entre los colaboradores españoles des­tacan Francisco Giner, Gumersindo de Azcárate, Manuel Pedregal, Urbano González Serrano, Aniceto Sela, Adolfo Posada y Pedro Dorado. Como es obvio, la mayoría de los artículos tratan de la «cuestión social», temas legis­lativos, tribunales, etc. No hay trabajos de contenido estrictamente antro­pológico, pero sí se comentan y reseñan libros sobre el tema. Pedregal lo

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hace con el Origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado de Engels (pp. 631-635) y El antiguo Derecho y la costumbre primitiva de H. S. Maine (pp. 734-735); Adolfo Posada reseña el Origine du mariage dans l'espece humaine de E. Westermarck (pp. 506-511), y Valentín Letelier hace lo propio con el Tratado de Sociología de Manuel Sales y Ferré.

Luis ÁNGEL SÁNCHEZ GóMEZ

ABREVIATURAS EMPLEADAS

BILE: Boletín de la Institución Libre de Enseñanza.

EM: La España Moderna.

NCJ: La Nueva Ciencia Jurídica.

RC: Revista Contemporánea.

RDS: Revista de Derecho y Sociología.

RE: Revista de España.

REu: Revista Europea.