El sistema fluvial Lerma Santiago durante el Formativo y el Clásico Temprano. Recuento de una...

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CONTENIDO

Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . vii

INTRODUCCIÓN.

EL SISTEMA FLUVIAL LERMA-SANTIAGO DURANTE EL FORMATIVO

Y EL CLÁSICO TEMPRANO. RECUENTO DE UNA REUNIÓN ACADÉMICA . . . . .

Laura Solar Valverde

LA TRADICIÓN CAPACHA. EVALUACIÓN Y PERSPECTIVAS

DESDE EL VALLE DE COLIMA . . . . . . . . . . . . . . . .

María Ángeles Olay Barrientos, Saúl Alcántara Salinas,

Laura Almendros López

CARACTERIZACIÓN DE LA CERÁMICA DEL FORMATIVO MEDIO Y TARDÍO ENCONTRADA

EN LA COSTA DE JALISCO Y NAYARIT Y EL ALTIPLANO ADYACENTE . . . . . .

Joseph B. Mountjoy

EL FORMATIVO TERMINAL EN EL VALLE DE COLIMA A LA LUZ DE

LAS EXPLORACIONES RECIENTES . . . . . . . . . . . . . . .

María Ángeles Olay Barrientos

LA OCUPACIÓN TEMPRANA EN EL NORTE DE NAYARIT Y SUR DE SINALOA . . . .

Luis Alfonso Grave Tirado

MATERIALES DEL FORMATIVO Y DEL CLÁSICO TEMPRANO EN LA COSTA SUR

DE NAYARIT . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

María de Lourdes González Barajas, José Carlos Beltrán Medina

FORMATIVO TERMINAL Y CLÁSICO TEMPRANO EN EL CAJÓN, NAYARIT . . .

Raúl Barrera Rodríguez, María de Lourdes González Barajas

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TUMBAS DE TIRO EN LA TIERRA CALIENTE MICHOACANA Y LA TRADICIÓN

OCCIDENTAL DE LAS TUMBAS DE TIRO . . . . . . . . . . . . .

María de Lourdes López Camacho, Salvador Pulido Méndez

LA CULTURA BOLAÑOS DURANTE EL PERIODO DE TUMBAS DE TIRO 1 A 440 D.C. . .

María Teresa Cabrero, Carlos López Cruz

EL FORMATIVO TERMINAL Y EL CLÁSICO TEMPRANO EN EL VALLE DE

MALPASO-JUCHIPILA (SUR DE ZACATECAS) . . . . . . . . . . .

Achim Lelgemann

FASE RINCONADA: PRIMERAS DISCUSIONES SOBRE UN DESARROLLO CULTURAL TEMPRANO

EN LA REGIÓN SUR DEL CAÑÓN DE JUCHIPILA, ZACATECAS . . . . . . . .

Armando Nicolau Romero, Miguel Ángel Nicolás Careta

LA EXTENSIÓN ORIENTAL DE LA TRADICIÓN DE TUMBAS DE TIRO. ALGUNOS RASGOS DE

LOS COMPLEJOS FUNERARIOS TEMPRANOS EN EL CENTRO Y SUR DE ZACATECAS . .

Laura Solar Valverde

LA SECUENCIA CRONOLÓGICA DE LA TRADICIÓN TEUCHITLÁN . . . . . .

Christopher S. Beekman y Phil C. Weigand

EL FORMATIVO TARDÍO EN LOS BAJÍOS DE GUANAJUATO Y QUERÉTARO . . .

Juan Carlos Saint-Charles Zetina, Laura Almendros López,

Luz María Flores Morales, Fernando González Zozaya

REACOMODOS CULTURALES EN EL VALLE DE ACÁMBARO AL FINAL DEL FORMATIVO:

LA FASE MIXTLÁN Y SU SIGNIFICADO A NIVEL LOCAL Y GLOBAL . . . . . .

Veronique Darras, Brigitte Faugère

SECUENCIA CRONOLÓGICA Y CARACTERIZACIÓN CERÁMICA DE LOMA ALTA DURANTE

EL FORMATIVO Y CLÁSICO TEMPRANO . . . . . . . . . . . . .

Patricia Carot

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AGRADECIMIENTOS

Este libro es un buen ejemplo de que el tiempo

no simplemente pasa, sino vuela. Desde la

reunión académica que le dio origen han trans-

currido casi cinco años y numerosos cambios,

que impactaron favorable y desfavorablemente

el proceso de su publicación. Debo un agra-

decimiento especial a todos los autores que

participan en el volumen, en primer lugar por

su voto de confianza, en segundo lugar por su

paciencia.

El segundo Seminario-Taller sobre Proble-

máticas Regionales se planeó y organizó con

el respaldo de Alejandro Martínez†, entonces

Coordinador Nacional de Arqueología del INAH,

y de Luis Alberto López Wario, entonces Direc-

tor de Planeación, Evaluación y Coordinación

de Proyectos de la CNA. Al relevar el cargo de

coordinación de la misma dependencia, Laura

Pescador permitió continuar con la preparación

del evento y proporcionó el respaldo institucio-

nal necesario.

Mi reconocimiento a la solidaridad y buen

ánimo de Lorenza López Mestas, Peter Jiménez

y Ángeles Olay, quienes apuntalaron desde el

comienzo la organización del seminario con su

consejo experto acerca del tema de la reunión.

El encuentro tuvo como escenario las majes-

tuosas instalaciones del Museo Regional de

Guadalajara, en ese momento encabezado por

Martelva Gómez, quien puso a disposición del

evento no sólo los espacios del museo sino

también a su equipo de colaboradores, un

apoyo invaluable en la organización. Martelva

además acogió con gusto la propuesta de reali-

zar un montaje museográfico temporal para

reflejar las problemáticas a discutir durante los

cuatro días que duró la reunión. Para materia-

lizar la exhibición, que permaneció en la Sala

de Exposiciones Temporales del museo por

algunas semanas, se contó con el sabio y des-

interesado apoyo de Otto Schöndube, quien

elaboró el guión, hizo la curaduría y supervisó

el montaje.

Todos los investigadores participantes enri-

quecieron las discusiones y aportaron desde su

perspectiva personal al tema general, en un

ambiente de cordialidad, interés y respeto. Por

ello resulta desafortunado que algunos no pudie-

ron extender su contribución a este volumen.

Un agradecimiento a todos por su entusiasmo y

colaboración.

Durante la realización del foro se contó con

el auxilio logístico y apoyo moral de Lucy Val-

verde, Patricia Murrieta, Luz Evelia Campaña,

Francisco Solar y la Chiri, quienes resolvieron

todas las exigencias cotidianas.

Una siguiente fase, la de preparación de este

libro, sufrió algunos tropiezos en lo institu-

cional, pero dado el compromiso adquirido con

los autores asumí nuevamente la tarea de

formar el volumen, consciente de mis límites y

falta de preparación profesional en ello. La

última parte de ese trabajo se completó durante

mi estancia en la Universidad de Gotemburgo,

Suecia, en 2008, auspiciada por el Programa

Alban de la Unión Europea (Programa de Becas

de Alto Nivel de la Unión Europea para América

Latina, beca número E07D401927MX), por ello

considero justo un reconocimiento a ambas

instituciones.

Ya concluida la obra, Efraín Cárdenas y Otto

Schöndube aceptaron revisarla puntualmente

como parte del proceso de dictamen general.

Ambos investigadores realizaron observacio-

nes interesantes y sugerencias útiles, todas ellas

orientadas siempre a mejorarla. Por su generosa

contribución, muchas gracias.

Años después del impulso inicial para formar

este volumen, su publicación no sería posible

sin la intervención de Rafael Pérez Miranda,

Secretario Técnico del INAH, quien accedió a

apoyarla como un producto íntegramente insti-

tucional.

Ningún libro ve la luz sin el empuje de un

equipo de facilitadores y ejecutores. En la última

etapa, esta labor recayó en Héctor Toledano,

Director de Publicaciones de la Coordinación

Nacional de Difusión del INAH, quien la asumió

con determinación pese a las circunstancias

poco convencionales de su manufactura. En

cuanto a los errores técnicos y estéticos, son

exclusivamente responsabilidad de la editora.

LAURA SOLAR VALVERDE

LAURA SOLAR VALVERDE

EL SISTEMA FLUVIAL LERMA-SANTIAGO

DURANTE EL FORMATIVO Y EL CLÁSICO TEMPRANO:

RECUENTO DE UNA REUNIÓN ACADÉMICA

El foro académico del que resultó esta obra

fue impulsado por la Coordinación Nacional

de Arqueología del INAH, cuando Alejandro

Martínez Muriel† encabezaba la dependencia.

Él recibió con entusiasmo la idea de organizar

un programa de reuniones para abordar pro-

blemáticas del pasado mesoamericano desde

una perspectiva regional; esto con la finalidad

de auxiliar el análisis e interpretación de los

distintos universos empíricos dentro de esas

regiones, pero también con la intención de

extraer criterios sobre qué aspectos del que-

hacer arqueológico en cada área requerían más

apoyo institucional.

La primera parte de la propuesta fue brindar

a los investigadores de diversas zonas cultu-

rales un entorno favorable para el diálogo y la

retroalimentación, a partir de un hilo conductor

delimitado en el tiempo y en el espacio, con la

convicción de que esto pondría al descubierto

tanto los avances como los obstáculos que

enfrenta la disciplina en cada lugar. El primer

tema en la larga lista fue el análisis del fenó-

meno Coyotlatelco en el centro de México, en

torno al cual se organizó el primer Seminario

Taller sobre Problemáticas Regionales, celebra-

do en el Museo Nacional de las Culturas en

agosto de 2004. Los objetivos y resultados

de ese encuentro quedaron plasmados en la

publicación de sus memorias (INAH 2006).

Al año siguiente se dio continuidad al pro-

grama de reuniones, esta vez con la intención

de analizar los posibles vínculos entre las so-

ciedades prehispánicas del occidente y centro

norte de México durante los últimos siglos antes

de Cristo y los primeros de nuestra era, cuando

fraguaron en ambas regiones desarrollos distin-

tivos que les dieron una personalidad cultural

propia dentro del mosaico mesoamericano.

Estos desarrollos se conocen, respectivamente,

como la Tradición de Tumbas de Tiro —para

el Occidente— y Chupícuaro —para el Bajío y

otras porciones del centro de México.

Debido a que esa amplia región es presidida

por uno de los sistemas fluviales más impor-

tantes de la República Mexicana, para abordar

el tema se tomó como referencia la arqueología

a lo largo del ‘eje’ que forman los ríos Lerma y

Santiago, con sus principales tributarios norte-

ños (Figura 1), además de la serie de cuencas

lacustres al sur, que en tiempos remotos for-

maron parte de aquel sistema hidrológico (cf.

Tamayo y West 1964:104). Esto involucra la

porción central del estado de Nayarit, el norte

y oriente de Jalisco, sur de Zacatecas, sur

de Guanajuato, norte de Michoacán y sur de

Querétaro.

La mayoría de los trabajos presentados en el

foro y ahora en este libro enfocan sitios y re-

giones vinculados directamente con ese sistema

UNIVERSIDAD DE GOTEMBURGO

CENTRO INAH ZACATECAS

LAURA SOLAR VALVERDE 2

Principales sitios y regiones

mencionados en el libro:

(1) Apatzingán, Mich.

(2) Valle de Colima, Col.

(3) Tuxcacuesco, Jal.

(4) Autlán, Jal.

(5) Tomatlán, Jal.

(6) Mascota, Jal.

(7) Puerto Vallarta, Jal.

(8) Punta Mita, Nay.

(9) San Blas, Nay.

(10) Amapa, Nay.

(11) Peñitas y Coamiles, Nay.

(12) Chametla, Sin.

(13) Mazatlán, Sin.

(14) La Yesca, Nay.

(15) San Martín de Bolaños, Jal.

(16) Valparaíso, Zac.

(17) El Teúl, Zac.

(18) Tepizuasco, Zac.

(19) Las Ventanas, Zac.

(20) Cerro Encantado, Jal.

(21) Etzatlán, Jal.

(22) Teuchitlán, Jal.

(23) Valle de Atemajac, Jal.

(24) León, Gto.

(25) Guanajuato, Gto.

(26) Valle de Acámbaro, Gto.

(27) Salvatierra, Gto.

(28) Salamanca, Gto.

(29) San Juan del Río, Qro.

(30) Loma Alta, Mich.

Figura 1. Principales sitios, regiones y ríos mencionados en el libro.

Principales ríos que integran el

sistema fluvial Lerma-Santiago:

(A) Chapalagana/Huaynamota

(B) Valparaíso/Bolaños

(C) Malpaso/Juchipila

(D) Verde Grande

(E) Turbio

(F) Guanajuato

(G) Laja

Otros ríos del Occidente

mencionados en el libro:

(H) Baluarte

(I) Acaponeta

(J) San Pedro

Océano Pacífico

A

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GUANAJUATO

QUERÉTARO

MICHOACÁN

JALISCO

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fluvial, pero también estuvieron representadas

otras áreas que no precisamente se articulan

con él hidrográficamente, aunque sí en cuanto a

su historia cultural. Así, enriquecen el presente

volumen trabajos sobre las planicies costeras

de Sinaloa, Jalisco y Nayarit (al norte y sur de

la zona de desembocadura del Santiago en el

Pacífico), el valle de Colima y el oriente de

Michoacán.1

Complejos culturales tempranos del

Occidente: preludio de una red

panregional

Al ampliar los límites geográficos de la con-

vocatoria también se tuvieron que ampliar los

límites cronológicos, ya que es precisamente en

aquellas tierras bajas y valles intermontanos

donde se ha registrado con mayor claridad la

ocupación sedentaria más antigua del Occidente.

En el primer capítulo de este libro, Ángeles Olay,

Saúl Alcántara y Laura Almendros retoman la

discusión sobre la antigüedad de lo Capacha y

las reflexiones sobre el carácter de sus princi-

pales elementos diagnósticos, además de aportar

información novedosa producto de trabajos de

rescate recientes en el valle de Colima.

El análisis de lo Capacha se ha enriquecido

en los últimos años con las investigaciones de

Joseph Mountjoy en varios sitios de la costa

de Jalisco y Nayarit, y con los magníficos

1 El Segundo Seminario-Taller sobre Problemáticas Regio-

nales se realizó en el Museo Regional de Guadalajara del

19 al 22 de septiembre de 2005, con la participación de

investigadores de las siguientes instituciones: Universidad

Nacional Autónoma de México (Institutos de Investigaciones

Antropológicas e Investigaciones Estéticas), Universidad de Guadalajara (Centro Universitario de la Costa), Universidad

Autónoma de San Luis Potosí, Universidad de Bonn, Univer-

sidad de París I, Universidad de Colorado en Denver, Centro

Nacional de la Investigación Científica (CNRS Nanterre) de

Francia y El Colegio de Michoacán. Por parte del INAH,

estuvieron representados la Dirección de Salvamento Ar-

queológico y los Centros de Colima, Guanajuato, Jalisco,

Nayarit, Querétaro y Zacatecas. Con escasas excepciones, los trabajos que se presentaron y discutieron en aquella

ocasión conforman este libro.

hallazgos realizados también por él en el mu-

nicipio de Mascota, Jalisco. En el segundo

capítulo de esta obra el investigador ofrece una

caracterización puntual de la cerámica temprana

en esa área, y discute sobre las diferencias

sutiles entre contextos, que podrían ser claves

para afinar cronologías. También subraya la

importancia de trabajar a una escala ‘micro’ si

se quiere construir una base firme para enfo-

ques mayores.

Además de las lagunas en torno a la antigüe-

dad de lo Capacha, persiste una incertidumbre

sobre los alcances de la distribución de su cerá-

mica diagnóstica. Este problema no es menor,

pues lleva de la mano la discusión sobre qué

tan atrás en el tiempo se puede rastrear la

integridad del Occidente como área cultural

distintiva, por encima de sus matices internos.

Las dificultades para distinguir límites son

intrínsecas de lo social, de modo que ese

obstáculo permea cualquier enfoque sobre el

pasado arqueológico en esta región como en

cualquier otra. Hasta ahora, según lo muestran

los autores del primero, segundo y quinto

capítulos de esta obra, las formas y estilos deco-

rativos diagnósticos de la cerámica Capacha se

han registrado principalmente en la llanura

costera del Pacífico, al norte hasta la zona de

San Blas, Nayarit, y por el sur hasta Colima,

donde también se han localizado en el valle

principal del estado.

Tierra adentro se han recuperado varios

ejemplares de cerámica Capacha tan lejos como

en El Opeño (cf. Oliveros 2004), en el noroeste

de Michoacán, y en el capítulo doce Beekman y

Weigand reportan cerámica similar para el valle

de Tequila, Jalisco.

Al menos estilísticamente, parece existir

también una relación genérica de los materiales

recuperados recientemente en Apatzingán con

Capacha, como lo refieren en el séptimo capítulo

Lourdes López y Salvador Pulido. La posibilidad

de encontrar contextos tan antiguos y cultural-

LAURA SOLAR VALVERDE 4

mente relacionados con lo Capacha en otros

extremos del territorio michoacano, por ejemplo

en la misma Tierra Caliente y aun en la planicie

costera, no está fuera de toda proporción,

especialmente si se toman en cuenta hallazgos

como el que reporta Guadalupe Martínez Don

Juan (1990) en Chilpancingo, Guerrero, donde

se localizó una tumba de forma muy semejante

a las que ilustran aquí López y Pulido, de la cual

se extrajo una vasija miniatura que la autora

considera de “tradición olmeca” pero que en

varios aspectos recuerda la cerámica Capacha

(Figura 2). Lamentablemente esta tumba fue

saqueada y de las presuntas ofrendas que debió

contener únicamente se recuperó, además de la

pieza mencionada, una figurilla de barro que

Martínez (ibid.:62) considera semejante a otra

ilustrada por Piña Chán procedente de Tlatilco.

Los investigadores occidentalistas no son

ajenos a los paralelismos entre el desarrollo de

las culturas contemporáneas Olmeca y Capacha

(cf. Mountjoy 1994, Olay et al. en este volu-

men), pero este fenómeno requiere un foro de

discusión aparte. Por ahora basta decir que el

estado de Guerrero parece representar otra

zona de traslape de ambas.

Figura 2. Tumba localizada en Chilpancingo, Guerrero, por Guadalupe Martínez Don Juan. (a) Planta y corte de la tumba, (b) vasija miniatura. Tomado de Martínez 1990, figs. 2 y 4.

0 2 cm

a

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EL SISTEMA FLUVIAL LERMA-SANTIAGO DURANTE EL FORMATIVO Y EL CLÁSICO TEMPRANO...

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Otra interrogante en torno a lo Capacha es

su probable vinculación con las primeras mani-

festaciones del fenómeno de las tumbas de tiro.

La relación no es sintomática, pero existen al-

gunos indicios, como señalan Olay, Alcántara y

Almendros en el primer capítulo de esta obra.

El tema nuevamente nos conduce al hallazgo ya

mencionado en Guerrero, que no es el único

realizado hasta ahora en ese lugar (cf. Martínez

Don Juan 1990:63-64, Weitlaner 1948:78).

Tal como añaden López y Pulido respecto

a tumbas similares en Michoacán, si bien los

sepulcros en forma de ‘botella’ o ‘campana’ no

corresponden a la forma ‘típica’ de la tumba de

tiro y cámara tan bien representada en el

altiplano nayarita, el centro de Jalisco y el sur

de Zacatecas, sí constituyen una variante co-

mún de la misma tradición, que también se

manifiesta en los sitios dentro del ‘núcleo’ de

concentración de las tumbas de tiro más com-

plejas (cf. Corona 1954:46, Bell 1971:713, Galván

1976:10, fig.3b; Weigand 1989, fig.9).2 Nueva-

mente, se impone la dificultad de definir los

límites de la extensión de este rasgo, ya que al

admitir que esas variantes pueden inscribirse

en el mismo fenómeno cultural que las demás,

el rastreo de la frontera meridional del Occi-

dente, en cuanto a la existencia de tumbas de

tiro en territorio mesoamericano, lleva cada vez

más lejos (cf. Weitlaner 1948).

Volviendo a lo Capacha, con seguridad el

tiempo permitirá recuperar más datos para

ampliar la perspectiva sobre la cronología y la

extensión espacial de esta expresión material

tan antigua. Por ahora siguen pesando los va-

cíos de información arqueológica en regiones

muy amplias, precisamente aquellas que permi-

2 Otro ejemplo del tipo de tumbas que presentan López y

Pulido, más cercano al área de Apatzingan, se refiere a

Jiquilpan, Michoacán y aparece en Schöndube, Otto “Infor-

me provisional sobre el hallazgo accidental de una tumba

de bóveda en el sitio conocido como Casita de Piedra, en Jiquilpan de Juárez, Mich.”, Boletín del Centro de Estudios

Lázaro Cárdenas, vol.II, núm. 1, pp. 31-52, Jiquilpan de

Juárez, Michoacán, México, 1979 [Nota del Dictaminador].

tirán acotar los alcances de éste y otros rasgos

característicos del Occidente, es decir, las que

se ubican fuera del área nuclear.

El Formativo tardío y Clásico temprano:

Homologías culturales y

singularidades regionales

Mientras en la planicie costera y territorios

adyacentes se habla de un desarrollo arcaico

—e.g. González y Beltrán en el quinto capítulo

de este libro— y más tarde de lo Capacha,

tierra adentro es hasta el Formativo tardío (ca.

400 a.C.) que inicia la secuencia de ocupación

en la mayoría de los sitios (Figuras 3 y 4).

Es también en los siglos previos al inicio

de nuestra era cuando alcanza su apogeo la

construcción de tumbas de tiro y cámara en el

Occidente, pero además se distribuye un com-

plejo de artefactos —frecuentemente asociado

con esa arquitectura funeraria subterránea,

pero no siempre— que involucra materiales de

diversos orígenes, y conceptos similares expre-

sados también por medios semejantes.

Uno de los materiales más importantes, por

sus implicaciones ideológicas y económicas, es

la concha, como ilustran en el sexto capítulo

Raúl Barrera y Lourdes González a propósito de

las tumbas de tiro rescatadas en el sureste

nayarita, así como Tere Cabrero y Carlos López

en el octavo capítulo, referente a los hallazgos en

el cañón de Bolaños. Otros bienes de prestigio

cuya distribución alcanzó un radio considerable

durante esa época son la obsidiana, la pizarra y

las piedras verde azules de procedencia diversa

(cf. López Mestas 2007), además de minerales

como el cinabrio (que reporta Ángeles Olay en

el tercer capítulo de este volumen) y otros de

varios colores empleados como pigmentos.

Entre los materiales de origen orgánico, que se

intuyen por la presencia de artefactos para pro-

cesarlos o consumirlos, o bien por su hallazgo

LAURA SOLAR VALVERDE 6

Colima

(cf. Olay et al. en este volumen)

Tradición Capacha 1200-800 a.C. (según I. Kelly inicio ca. 1900 a.C)

Posible extensión de Capacha hasta ca. 500 a.C.

Fase Ortices 400 a.C.-ca. 250 d.C.

Fase Comala ca. 200 d.C.-500 d.C.

Costa de Jalisco y Nayarit

(cf. Mountjoy en este volumen)

(*por sitios)

Los Coamajales, Jal. (mpio. de Mascota) 1000 a.C.

El Conchal y La Capilla, Nay. (mpio. de San Blas) 900 a.C.

El Pantano, Jal. (mpio. de Mascota) 800 a.C.

El Conchal, Nay. (mpio. de San Blas) 800 a.C.

El Embocadero II, Jal. (mpio. de Mascota) 700 a.C.

La Pedrera, Jal. (mpio. de Pto. Vallarta) 500 a.C.

Ixtapa, Jal. (mpio. de Pto. Vallarta) 300 a.C.

La Pintada II, Jal. (mpio. de Tomatlán) 100 a.C.-200 d.C.

La Pintada, Jal. (mpio. de Tomatlán) 100 a.C. -200 d.C.

La Pedrera, Jal. (mpio. de Puerto Vallarta) 100 a.C. -200 d.C.

El Pozo de doña Amparo, Jal. (mpio. de Pto. Vallarta 100 a.C.-200 d.C.

Sur de Sinaloa, norte de Nayarit

(cf. Grave en este volumen)

Complejo Chinesco 200 a.C.-200/250 d.C.

Fase Gavilán/Tierra del Padre 250-500 d.C.

Bahía de Banderas

(cf. González y Beltrán en este volumen)

Fase Tuxcacuesco 380 a.C.-220 d.C.

Complejo Chinesco 0-200/250 d.C.

Fase Tierra del Padre/Gavilán 250-500 d.C.

Cañón de Bolaños

(cf. Cabrero y López en este volumen) Periodo de Tumbas de tiro 1-500 d.C.

Centro de Jalisco

(cf. Beekman y Weigand en este volumen)

Fase San Felipe 800 a.C.-300 a.C.

Fase El Arenal 300 a.C.-200 d.C.

Sub fase El Arenal tardío 110 a.C.-130 d.C.

Fase Ahualulco ca. 150-300 d.C.

Subfase Tabachines tardío ca. 300-500 d.C.

Cañón de Juchipila

(cf. Nicolau y Nicolás en este volumen,

Lelgemann en este volumen)

Fase Rinconada 150 a.C.-130 d.C.

Fase Apozol 250-300 d.C.

Fase Huanusco 300-400 d.C.

Tierra Caliente michoacana

(cf. López y Pulido en este volumen) Sitio El Orejón ca. 400 d.C.

Valle de Acámbaro

(cf. Darras y Faugère en este volumen)

Fase Chupícuaro reciente (400-100 a.C.)

100-0 a.C. ¿hiato?

Fase Mixtlán 0-250 d.C.

Loma Alta

(cf. Carot en este volumen)

Sub fase Loma Alta 1-2 (150 a.C. -250/350 d.C.)

Sub fase Loma Alta 3 (350-550 d.C.)

Figura 3. Secuencias y cronologías específicas, de acuerdo con los datos presentados

por los diversos autores en este volumen.

EL SISTEMA FLUVIAL LERMA-SANTIAGO DURANTE EL FORMATIVO Y EL CLÁSICO TEMPRANO... 7

Costa Occidental Jalisco Zacatecas Michoacán Guanajuato

Fechas Colima

Sur Sinaloa Nte. Nayarit

Bahía de Banderas

Jalisco y sur de Nayarit*

Cañón de Bolaños

Centro de Jalisco

Malpaso-Juchipila

El Orejón Loma Alta Valle de

Acámbaro

Tradición Capacha Coamajales

El Conchal La Capilla

El Conchal El Pantano

Embocadero

? Fase San

Felipe

La Pedrera

Fase Ortices Tuxcacuesco Ixtapa Chupícuaro

reciente

Pintada Fase Fase

Complejo Pintada II El Arenal Rinconada Subfase

Chinesco Pedrera Loma

Chinesco Pozo Doña Periodo de Alta 1-2 Mixtlán

Amparo Tumbas

De Tiro Fase

Fase Ahualulco F. Apozol Comala Fase Fase Tierra Fase

Gavilán/ del Padre Tabachines Huanusco

Tierra del Tardío El Orejón Subfase

Padre

Loma Alta 3

Figura 4. Cronología comparativa de secuencias regionales en el sistema fluvial Lerma-Santiago y otras porciones del Occidente

durante el Formativo y el Clásico temprano, con base en los datos presentados por los diversos autores en este volumen.

1500 a.C. 1200 a.C. 1000 a.C.

900 a.C.

800 a.C.

700 a.C.

600 a.C.

500 a.C.

400 a.C.

300 a.C.

200 a.C.

100 a.C.

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100 d.C.

200 d.C.

300 d.C.

400 d.C.

500 d.C.

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excepcional en excavaciones arqueológicas,

destacan el tabaco, el algodón (cf. Cabrero

2005, López y Ramos 2006) y en la tumba de

Huitzilapa, Jalisco, se encontraron vestigios de

agave y de papel amate (Benz et al. 2006). Esta

gama de artículos que el arqueólogo recupera

en forma residual, es tan sólo la punta de la

madeja de una red de intercambio con una

cobertura enorme, alimentada por recursos

tanto de la planicie costera como de las sierras

y valles del occidente, noroccidente y centro

norte de México. Estos recursos con frecuencia

tuvieron que recorrer grandes distancias para

arribar a su destino final.

Para reconstruir las vías por las que circula-

ron estos bienes de prestigio, es imprescindible

afinar las esferas de distribución cerámica, que

son indicadoras de otro tipo de nexos más allá

de los suntuarios. Éstas exhiben pautas de com-

portamiento que no siempre coinciden con las

de los patrones funerarios, que son los más

utilizados como principal rasgo correlativo.

Con frecuencia, estilos cerámicos que se han

recuperado dentro de tumbas de tiro aparecen

también en contextos funerarios distintos, ya sea

en los mismos sitios o en otros donde no se ha

confirmado la existencia de arquitectura subte-

rránea. Este es el caso de la cerámica chinesca,

la cual se identificó por primera vez como parte

del ajuar funerario de las tumbas de tiro en el

altiplano nayarita (Furst 1966), una asociación

que también se observó recientemente en el ex-

tremo oriental del mismo estado, como ilustran

Raúl Barrera y Lourdes González en el sexto

capítulo. Sin embargo, actualmente se sabe que

la distribución de la cerámica chinesca alcanza

por lo menos la planicie costera nayarita y sina-

loense, como mencionan Alfonso Grave, Lourdes

González y José Beltrán en el cuarto y quinto

capítulos, y en el extremo septentrional de su

dispersión no se han encontrado aún tumbas de

tiro. Teresa Cabrero también ha recuperado

algunas figuras y vasijas cerámicas de ese estilo

en las tumbas del cañón de Bolaños, el cual

constituye hasta ahora el límite oriental de su

distribución.

No obstante su importancia, se carece aún

de una investigación orientada a la definición

precisa del estilo chinesco, a delimitar su dis-

tribución y a desglosar sus asociaciones, para

aproximarse un poco más a su significado cul-

tural. Por ahora, sin embargo, su presencia en

sí es un apoyo como marcador cronológico

diagnóstico del periodo que aquí se trata, a la

vez que denota vínculos inequívocos entre la

planicie costera y sitios tierra adentro.

Retomando el interés por definir las pro-

vincias cerámicas que constituyen los eslabones

de las redes mayores, en el cuarto y quinto capí-

tulos Alfonso Grave, Lourdes González y José

Beltrán describen los complejos de artefactos

que caracterizaron a los desarrollos culturales de

la costa de Nayarit y sur de Sinaloa en diversas

épocas. La riqueza de recursos en los ecosis-

temas costeros y de estuario sirve a los autores

como principal argumento para comprender la

prolongada y continua ocupación de estas tierras

bajas, además de su éxito en el intercambio

interregional. Durante los primeros siglos de

nuestra era, aquellos lugares compartieron la

producción de una cerámica policroma de estilo

distintivo (tipos Chametla policromo temprano

en el sur de Sinaloa, Gavilán policromo y Hua-

nacaxte policromo en Nayarit), de la cual se han

encontrado imitaciones, así como aparentes

importaciones, tan lejos como en el extremo

norte de Jalisco (Cabrero 2005: 69, 79, 96) y

sur de Zacatecas (Jiménez y Darling 2000: 170,

172, 174, cf. Grave, Nicolau y Nicolás, y Solar

en este volumen). Esto una vez más alude a una

relación que en algún momento sostuvo la po-

blación de la llanura costera del Pacífico con

regiones lejanas tierra adentro hacia el oriente,

del mismo modo que lo hace el arribo a estas

últimas de ejemplares del estilo chinesco y

abundantes ornamentos de concha, como se

EL SISTEMA FLUVIAL LERMA-SANTIAGO DURANTE EL FORMATIVO Y EL CLÁSICO TEMPRANO... 9

mencionó antes. Es lo más seguro que la

distribución de productos y estilos cerámicos

en este eje poniente-oriente se vincule con una

estrecha interacción entre los asentamientos

humanos en las cuencas y barrancas asociadas

al río Santiago, a través de la Sierra Madre

Occidental y penetrando eventualmente por sus

afluentes norteños. Pero todavía hacen falta

investigaciones en esas áreas conectivas.3

En el lapso de cuatro o cinco siglos alrededor

del inicio de nuestra era, parece incrementar

notoriamente la densidad poblacional y com-

plejidad cultural en la mayoría de las regiones

del Occidente, y para territorios allende el río

Santiago constituye la primera fase de ocupación

sedentaria discernible hasta ahora. En el octavo

capítulo Cabrero y López exponen los detalles

de este fenómeno en lo que toca al norte de

Jalisco, mientras que en los tres capítulos si-

guientes Achim Lelgemann, Armando Nicolau

y Miguel Ángel Nicolás, así como la editora de

este volumen, ofrecen conjuntamente un pano-

rama de las ocupaciones más tempranas en el

sur de Zacatecas y sus vínculos interregionales.

Este fenómeno de ‘avance sincrónico’ del

modo de vida agrícola sedentario al norte y

noroccidente, fue planteado hace tiempo por

Charles Kelley (1974:20-21) como un proceso

de difusión blanda o difusión gradual. Su

modelo cuenta, desde el punto de vista de quien

escribe esta introducción, con el apoyo de cada

vez más evidencia empírica, no sólo acerca de

su manifestación material sino de su acontecer

paulatino. Sobre esto último, es útil señalar que

las fechas más tempranas obtenidas por Tere

Cabrero (2005) en contextos sellados de tumbas

3 Cuando se organizó la reunión académica de la que surge

este volumen, Carlos López Cruz iniciaba un proyecto de

prospección en los alrededores del río Santiago, en Jalisco;

sus resultados apoyarán mucho a la resolución de esta

problemática. Por su parte, desde mediados de los años

setenta del siglo XX la Misión Arqueológica Belga ha rea-lizado recorridos y excavaciones en las inmediaciones del

río Chapalagana, pero desafortunadamente aún no se han

divulgado con detalle los materiales recuperados.

de tiro en el cañón de Bolaños (ca. 100 d.C.) y

las que presentan Nicolau y Nicolás en este

volumen, son tardías comparadas con las fechas

registradas con más frecuencia entre las ofren-

das procedentes de sepulcros de ese tipo en el

centro de Jalisco. Esto sugiere que transcurrió

un lapso de aproximadamente tres siglos entre

la consolidación de esta costumbre en el corazón

del Occidente y su adopción progresiva por

grupos humanos en otras latitudes.

Como es de esperar, la adopción paulatina

de las tumbas de tiro y otros conceptos vincu-

lados permitió la transformación y adaptación

de los rasgos locales, imprimiendo un sello

propio en la expresión de una tradición por lo

demás alóctona. En palabras de Charles Kelley,

rasgos de una cultura mesoamericana básica

se irían transformando gradualmente mediante

la selección y adopción de algunos aspectos, el

rechazo de otros y la adición de nuevos por

parte de grupos de agricultores aldeanos de

orígenes diversos (Kelley idem) (Figura 5). Esto

se aprecia en los complejos cerámicos de la

época al norte del río Santiago, los cuales son

sin duda una derivación del Occidente pero con

matices locales, como puede observarse en los

capítulos ya mencionados.

La existencia de sepulcros de tiro y cámara por

el norte hasta el valle de Valparaíso y por el

oriente hasta el valle de Tlaltenango y el cañón

de Juchipila, todos ellos en el estado de Zacate-

cas, permite definir mejor los alcances de la

esfera de distribución de esta tradición funera-

ria, por lo menos durante su periodo de mayor

profusión en los primeros siglos de nuestra era.

Si a ello se suman los hallazgos en Michoacán

presentados por López y Pulido en este libro, y

se da el beneficio de la duda al territorio poco

explorado de Guerrero, se puede replantear la

expansión del fenómeno de las tumbas de tiro a

territorios muy por afuera del habitual ‘arco’ de

distribución (Figura 6).

LAURA SOLAR VALVERDE 10

Figura 5. Modelo de ‘difusión blanda’ o ‘difusión gradual’ (soft diffusion) propuesto por J. Charles Kelley (1974, fig.1).

10

9

8

D5

D4

D3D3

D2

77

66

13

D1

1212 1111

4

C1A2

21

531

A1 B1

E1

E2

14

F2F2

F1

G1

H1G2F3

15

TIME1500 YEARS PLUS

SPACE750 KM PLUS, SE to NW

BASIC MESOAMERICAN ITEMS 1 2 3 4 5

EVOLVED MESOAMER TRAITS 6 7 98 10

LOCALLY DEVELOPED TRAITS 11 12 13 14 15

BASIC MESOAMERICAN ITEMS 1 2 3 4 5

EVOLVED MESOAMERICAN TRAITS 6 7 9 8 10

LOCALLY DEVELOPED TRAITS 11 12 13 14 15

EL SISTEMA FLUVIAL LERMA-SANTIAGO DURANTE EL FORMATIVO Y EL CLÁSICO TEMPRANO... 11

Figura 6. Alcances de la distribución de las tumbas de tiro. El área sombreada representa el ‘arco’ que durante mucho tiempo

se consideró circunscribía la presencia de este patrón funerario (cf. Kelly 1948:67, Furst 1966, Long 1966, Bell 1971, 1972,

1974:159; Schöndube 1980b:173). La línea punteada encierra sitios y regiones trabajados en las últimas décadas donde

también se manifiestan rasgos de esta tradición, basándose en las contribuciones que integran este volumen. La inclusión del

suroeste de Jalisco y oeste de Guerrero es especulativa, ya que su comportamiento arqueológico se desconoce.

Esa ampliación de los alcances conocidos de

esta singular arquitectura funeraria, particular-

mente en lo que toca a su extremo oriental,

permite repensar la posibilidad de traslape de

dos tradiciones representativas del Formativo,

comúnmente consideradas excluyentes en sus

expresiones materiales y su trasfondo cultural:

la multicitada tradición de las tumbas de tiro,

distintiva del Occidente, y Chupícuaro, con

núcleo en la serie de cuencas asociadas al curso

del Lerma medio.

La confluencia de dos desarrollos

culturales

Durante su breve exploración del Cerro En-

cantado en los Altos de Jalisco (Figura 1), Betty

Bell (1972, 1974) recuperó numerosos artefactos

del complejo característico de la tradición de

tumbas de tiro, pero asociados a un sistema de

enterramiento distinto, caracterizado por la

inhumación de individuos en posición exten-

dida, en depresiones rectangulares y a poca

profundidad (Bell 1974:152).

La combinación singular de esos hallazgos le

inspiró una reflexión interesante:

Aunque no hay tumbas de tiro en el Cerro

Encantado, el complejo completo de las ofrendas

funerarias de las tumbas de tiro está presente:

grandes figuras huecas de cerámica, vasijas poli-

cromas de cerámica con decoración muy elabo-

rada, soportes de pizarra para espejos de mosaico

de pirita y trompetas de caracol [...] No hay duda

de que en el Preclásico tardío la gente del área

alrededor de Teocaltiche estuvo en contacto con

aquella del área de las tumbas de tiro alguna

distancia al oeste y que el contacto fue directo,

porque el contenido del complejo distintivo de las

ofrendas funerarias es idéntico en ambas áreas.

LAURA SOLAR VALVERDE 12

Muy probablemente compartieron hasta cierto

punto la ideología que subyace a ese complejo,

pero fuera de eso la relación más fuerte entre el

Cerro Encantado y otros grupos parece darse al

sureste y noroeste [Bell ibid.:154].

Respecto al sureste, Bell menciona que las

prácticas de enterramiento del Cerro Encantado

podrían relacionarse con Chupícuaro pues con

esta cultura se comparten otros aspectos, por

ejemplo algunos elementos arquitectónicos y

varias formas cerámicas (1972:1239, 1974:152,

162-163), de ahí que considera más fuertes los

vínculos hacia esa área. Pero la contundente

manifestación del complejo de artefactos carac-

terístico de las tumbas de tiro parece sugerir

más bien la confluencia de dos ideologías, cuya

integración se percibe no sólo en la coexistencia

de artefactos, sino también en la adaptación de

rasgos o en la reproducción de conceptos seme-

jantes por medios distintos, denotando percep-

ciones simbólicas compartidas (Otto Schöndube

comunicación personal 2005). Como ejemplo se

puede mencionar la tendencia a incluir en las

ofrendas de las tumbas de tiro representaciones

de perros a partir de su reproducción en

cerámica o en piedra, mientras que en el Cerro

Encantado se localizaron tres esqueletos de

esos animales en el panteón excavado por Bell

(1974:152). Otro elemento común en el sim-

bolismo funerario de las tumbas de tiro es la

presencia del átlatl, y agarraderas de estos

instrumentos se localizaron también entre las

ofrendas del Cerro Encantado (Bell idem) y se

han reportado en Chupícuaro (Porter 1956:564,

Figs. 25 d, e, 27 w, z cit. Ekholm 1962:184,

Schöndube 1980a:166-167). Además, Bell (ibid.:

163) encuentra evidencias de cremación en

Teocaltiche, una práctica que ella considera

ligada a Chupícuaro (en este volumen, Carot la

reporta para el sitio de Loma Alta), pero que

actualmente está bien documentada en relación

con las tumbas de tiro, por ejemplo en el cañón

de Bolaños y en la costa de Jalisco (cf. Cabrero

2005, Mountjoy y Sandford 2006).

En lo referente a las relaciones del Cerro

Encantado hacia el noroeste, Bell (1974:163-

164) observa similitudes entre los diseños pro-

ducidos en su cerámica y algunos ejemplares

pintados en la cerámica de la rama Súchil de la

cultura Chalchihuites. Una correlación directa

entre estas regiones es discutible, pero en los

últimos años sí se ha reconocido un parentesco

entre algunas de las formas reportadas en Teo-

caltiche y cerámica procedente del cañón de

Juchipila (Jiménez 1989:10-12, 1995:39-40,

Jiménez y Darling 2000:168-169), accidente

geográfico que separa el sur de Zacatecas de los

Altos de Jalisco. A su vez, esas formas parecen

emanar, no de Chupícuaro propiamente, sino

de una derivación tardía de éste, patente en el

complejo cerámico Morales reconocido por

Beatriz Braniff (1972, 1998) en las cercanías del

río Laja, en Guanajuato, y el complejo cerámico

Mixtlán del valle de Acámbaro y el Bajío (ver

Darras y Faugère, Saint Charles et al. en este

volumen) de los cuales son contemporáneas (cf.

Jiménez 1989:12, 1995:40, Jiménez y Darling

ibid.:169, fig. 10.15) (Figura 7).

Es importante señalar que aquella cerámica

emparentada con Morales (o Mixtlán) que se ha

registrado en los asentamientos del Juchipila

forma parte del complejo más temprano ubicado

hasta el momento en el sur de Zacatecas, cons-

tituyendo “una cultura basal para los primeros

siglos de nuestra era” (Jiménez 1989:12). Esta

cultura, tal como se refleja en los capítulos diez

y once de este volumen, adoptó también el

patrón funerario de las tumbas de tiro.

Por su parte, más que con la lejana cultura

Chalchihuites, en técnica decorativa, acabado y

motivos (zoomorfos, geométricos y abstractos),

la cerámica de Teocaltiche también guarda simi-

litud con ejemplares de los complejos Morales

(cf. Braniff 1998: 95), Mixtlán y Loma Alta 1-2,

especialmente con los tipos policromos blanco y

EL SISTEMA FLUVIAL LERMA-SANTIAGO DURANTE EL FORMATIVO Y EL CLÁSICO TEMPRANO... 13

Figura 7. Formas cerámicas emparentadas. (a-c) Cerro Encantado, fotografías tomadas en el Museo de Lagos de Moreno,

Altos de Jalisco; (d-f) vasijas del complejo Morales, imágenes tomadas de Braniff 1998, láminas 3, 4 y 8 respectivamente.

negro sobre rojo, como son descritos por Darras,

Faugère y Carot en sus respectivas contribu-

ciones a este volumen. Sin embargo, una dis-

tinción importante consiste en el alto desarrollo

de la técnica al negativo en el Cerro Encantado,

lo que nuevamente vincula su tradición alfarera

con la del Occidente. Esta técnica, ausente o

casi nula en Chupícuaro, se adopta o imita en

las cuencas del Lerma medio precisamente

durante las fases Morales, Mixtlán y Loma Alta

1-2, en los inicios de nuestra era, como nos

muestran los últimos tres capítulos del libro.

El posible traslape de dos desarrollos cultu-

rales, que percibió Bell en los Altos de Jalisco,

a

b

c

d

e

f

LAURA SOLAR VALVERDE 14

también fue subrayado por Otto Schöndube

hace tres décadas (1980b:173):

Comparando el mapa que se refiere a la zona de

la tradición de las Tumbas de Tiro, con el de los

sectores de influencia de la cultura Chupícuaro,

se ve que ambas se excluyen mutuamente, con la

salvedad de una posible confluencia hacia Jalisco

y su frontera con Zacatecas.

Gracias a los avances en el estudio de ambas

regiones, hoy sabemos que dicha confluencia

tuvo lugar, no durante el apogeo de Chupícuaro

y la fase temprana de las tumbas de tiro, sino

algunos siglos después, cerca del inicio de

nuestra era, a través de desarrollos culturales

derivados de aquéllos.

Todo lo anterior resalta la importancia de

reactivar la investigación en el Cerro Encantado

y otros sitios en los alrededores de Teocaltiche,

ya que esta porción de los Altos ofrece la opor-

tunidad de profundizar en la convergencia de

dos expresiones culturales fundamentales para

la historia del Occidente y del Bajío, distingui-

bles pero no necesariamente incompatibles,

como señalaron Betty Bell y Otto Schöndube en

su momento.

Procesos de impacto regional en el

sistema fluvial Lerma-Santiago

A principios de la década de los setenta del

siglo XX, cuando Bell realizó sus exploraciones,

existía un vacío de información entre el Cerro

Encantado y las áreas nucleares de las dos

tradiciones con las cuales la investigadora en-

contraba relación, de ahí que no pudo llegar a

presentar argumentos concluyentes. Afortuna-

damente, en las últimas tres décadas se han

incrementado los proyectos arqueológicos en

los valles y cañones del norte de Jalisco y sur

de Zacatecas, y ocurre lo mismo en el valle de

Acámbaro, la cuenca de Zacapu y los bajíos

guanajuatense y queretano, como demuestran

varios capítulos que integran esta obra. Es de

esperar que esos avances permitan reflexionar,

desde una perspectiva renovada, sobre varios

temas que atañen a la arqueología del sistema

fluvial Lerma-Santiago.

Los trabajos en las cuencas vinculadas al

Lerma medio han puesto en evidencia transfor-

maciones regionales hacia los primeros años

después de Cristo, perceptibles a partir de

modificaciones en el patrón de asentamiento, y

en el caso particular del valle de Acámbaro en

una disminución poblacional, según exponen

Darras y Faugère en este volumen. Se han

propuesto varias hipótesis para explicar estos

cambios, aunque las mismas autoras se inclinan

por una alteración del medio derivada de la

paulatina inundación del valle y la formación

de un lago que habría cubierto un sector impor-

tante de aluviones y obligado la reubicación de

los asentamientos. Por su parte, de acuerdo con

Carot el sitio de Loma Alta experimenta al

mismo tiempo un primer episodio importante

de ocupación, aunque el desarrollo alcanzado

en su cerámica es indicador de una industria

alfarera ya madura, la cual integra, como se

dijo antes, técnicas y motivos que parecen

exhibir vínculos hacia diferentes áreas.

Más al norte y al oriente, Saint Charles et al.

perciben también el cambio de era como un

periodo de transformaciones culturales en varios

sitios del Bajío, donde se generalizó la adopción

del complejo Mixtlán, mientras que en el valle

de San Juan del Río, Querétaro, los complejos

cerámicos reflejan una afiliación a la tradición

alfarera de la Cuenca de México.

Es sugerente la sincronía de estos procesos

de cambio, ya que también coincide con la

adopción de patrones culturales plenamente

mesoamericanos ―agrícolas y aldeanos― en los

asentamientos del sur de Zacatecas y norte

de Jalisco, como se expuso antes, los cuales

parecen reflejar: 1) un incremento demográfico

EL SISTEMA FLUVIAL LERMA-SANTIAGO DURANTE EL FORMATIVO Y EL CLÁSICO TEMPRANO... 15

alimentado por una población proveniente de

áreas al sur, 2) una transformación regional

relacionada con la adopción generalizada del

modo de vida aldeano por parte de la población

local, o bien, 3) una mezcla de ambos proce-

sos. La última de estas opciones resulta más

congruente con la evidencia material, que en

apariencia refleja, como ya se ha dicho, una

transmisión eficiente de información cultural

que permitió la conjunción de rasgos tanto de la

tradición de tumbas de tiro como de los estilos

cerámicos Morales-Mixtlán, reflejando por un

lado el vínculo ancestral con el Occidente, y por

otro la integración reciente de grupos agrícolas

descendientes de la tradición Chupícuaro.

La plausible concatenación de todos los

fenómenos enunciados, vista a gran escala,

constituiría la primera fase del proceso de

expansión de la frontera mesoamericana hacia

el centro-norte y hacia el noroccidente, de modo

que las causas y consecuencias de los cambios

culturales que se perciben en cada localidad

tienen implicaciones regionales amplias, que la

arqueología del Bajío y del Occidente aún no

terminan de explorar.

Adenda al foro académico

Uno de los objetivos de la reunión académica

fue caracterizar los principales complejos cerá-

micos de la época e intentar definir mejor sus

límites geográficos y cronológicos. Desafortu-

nadamente no fue posible avanzar mucho en

esa línea, debido nuevamente a que los vacíos

de información arqueológica entre las regiones

mejor conocidas impiden percibir los alcances

de sus interacciones inmediatas.

Desde luego, este escenario es menos pro-

blemático que en décadas anteriores, gracias a

que en los últimos años se ha incrementado el

estudio de sitios específicos, muchos de ellos en

regiones apenas conocidas arqueológicamente.

Al mismo tiempo, se aprecian cada vez más los

frutos de proyectos de larga duración que han

mantenido desde hace años programas inten-

sivos de excavación y análisis de materiales,

algunos de los cuales enriquecen este libro. Tal

exploración puntual del Occidente ha ido redu-

ciendo dilemas cronológicos y vacíos temáticos

que eran apremiantes, logrando así una mejor

caracterización de su diversidad interna.

En otro sentido, quedó expuesto durante el

Seminario que en los últimos años ha disminu-

ido la tendencia a enfocar las problemáticas de

toda la región desde una perspectiva global.

Este enfoque, común durante la primera mitad

del siglo XX, es también necesario si se quiere

identificar la posición relativa de los grupos y

rasgos que dan personalidad al Occidente,

entre sí y con respecto a otras áreas culturales

aledañas y aun distantes.

Al discutir conjuntamente sobre cómo sub-

sanar esta carencia, se llegó a un consenso

interesante: es difícil abordar la correlación

interregional sin la existencia de una base de

datos de referencia que permita la revisión con-

junta de la cultura material de varias regiones,

por lo tanto el reconocimiento de semejanzas y

diferencias, especialmente en las tradiciones y

estilos cerámicos que enriquecen los complejos

locales. Desde luego, están las publicaciones,

pero éstas representan procesos lentos y limi-

tados en cantidad o calidad gráfica. También

son útiles los encuentros académicos, especial-

mente si en ellos se exhiben materiales —como

se hizo en la reunión que dio origen a este

libro— por la riqueza de la confrontación visual

y táctil. Pero en su mayoría la información

que se produce o comparte en ese contexto es

efímera, ya que casi nunca se lleva una do-

cumentación completa de esos intercambios

intelectuales.

De común acuerdo, se concluyó que una

herramienta básica para construir secuencias

locales en los lugares cuya exploración ha

LAURA SOLAR VALVERDE 16

iniciado recientemente, así como para anclar

con mayor seguridad las ya existentes en un

contexto mayor —global—, sería la consulta de

muestrarios cerámicos de diversas áreas.

Conscientes de los problemas implícitos a

las ceramotecas tradicionales (ubicación, capa-

cidad de almacenaje, operación y manteni-

miento), se propuso, como una sustitución

igualmente útil y por demás práctica, la crea-

ción de una Ceramoteca virtual del Occidente,

que potenciara los estudios correlativos al ser

diseñada, organizada y alimentada siguiendo

la lógica de las necesidades clasificatorias y

analíticas del arqueólogo. Para su ejecución,

ofrecieron apoyo todos los participantes.

Desafortunadamente, en su momento esta

propuesta no provocó en la institución el eco

que merecía, y a pesar de su viabilidad no llegó

a materializarse. Esperemos que, en un futuro

no muy lejano, el empuje de los investigadores

y el peso abrumador de las lagunas de conoci-

miento empírico allanen el camino para replan-

tear y alcanzar una meta tan indispensable

como ésa.

El objetivo de estas páginas es mostrar algunos

temas que se abordaron durante la reunión

académica y que por múltiples motivos no se

encuentran reflejados en alguna de las exposi-

ciones que integran el volumen. También se

pretende dejar constancia de aquellos aspectos

en los cuales hizo falta profundizar un poco

más durante el encuentro, y otros que saltaron

a la vista como líneas pendientes, en algunos

casos urgentes, de investigación futura. En sín-

tesis, aquellas perspectivas importantes que, de

no ser por estas líneas, quedarían excluidas

de la memoria del encuentro.

Sobre el abundante y fructífero trabajo que

sí está plasmado en el libro, dejo al lector, sin

alargar más este preámbulo, la oportunidad de

explorar los capítulos que lo componen, los

cuales, no obstante los casi cinco años que han

transcurrido desde su preparación original, aún

constituyen una visión actual de los avances en

la investigación del Occidente, el Noroccidente

y El Bajío, en relación con esta etapa temprana

de la historia mesoamericana.

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