EL ROL DE LA MUJER EN LA EDUCACION EN COLOMBIA EN LOS SIGLOS XIX Y XX
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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONALCURSO DE PEDAGOGÍA PARA PROFESIONALES NO LICENCIADOS
ENSAYO CRÍTICO:“La educación de la mujer en un estado patriarcal de los
siglos XIX y XX en Colombia”
EL ROL DE LA MUJER EN LA EDUCACIÓN EN COLOMBIA DE LOS SIGLOS XIX YXX
Por: Mónica Quevedo PovedaBajo la tutoría de: José Manuel González
“Más si está de enhorabuena nuestra escena, los varones en vez detrajes de gala debemos vestir crespones que estamos de
enhoramala. ¡Señor! Por tus cinco llagas, reprende a ese sexoimpío, pues si da en hacer comedias / ¿quién, Dios mío, / nos
remendará las bragas / y las medias?”1
El presente ensayo versa sobre la educación en Colombia
instruida a las mujeres y cómo ésta estuvo influenciada por la
sociedad patriarcal de la época, manifiestada en publicaciones y
textos literarios. De manera que la educación de la mujer de los siglos XIX y XX
estaba reglamentada por la sociedad patriarcal que se instauró, se mantenía y se
consolidaba con la aprobación de las mismas mujeres que se sumaban y aceptaban
estaban estas durezas. Se retoman varios autores y autoras que relacionan
sus trabajos con el rol que desempeñaba la mujer en el periodo del
siglo XIX, su definición y como estas representaciones sociales2
desembocaron en diseñar un tipo de educación para mujeres dados los
requerimientos de la sociedad colombiana de los siglos XIX y XX.
Está dirigido a todas las personas que se encuentren inquietas
frente al papel histórico de las mujeres en el campo de la
educación. Toca puntos relacionados con género y mujer, además con
historia de la educación en Colombia. Se presenta como trabajo
1 Fracmento de poema de Silveria Espinosa de Rendón. En Las sacerdotisas: antología de la poesía femenina en el siglo XIX. Orjuela, H (2000).2 Las representaciones sociales según Brudel (2008) se constituyen deemoción, pensamiento y conducta. Al respecto Moscovici (2003) citado enBrudel (2008) afirma: “La representación del mundo no es apenas racional, cognitiva ylógica, sino una representación criada, alimentada y compartida socialmente; es todo un sistemacircular de creencias y valores que no están cerrados bajo un marco individual”.
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siglos XIX y XX en Colombia”
final del Curso de Pedagogía para Profesionales no Licenciados,
ofertado por la Universidad Pedagógica Nacional.
Para contextualizar el ensayo citamos a Castañeda (2004) quien
escribe “(…) la Regeneración se empeñó en demostrar cómo la
ciencia, al ser un conocimiento “neutral y especializado”, tenía
una clara implicación social, indispensable para el progreso de la
sociedad. (…) ya bien entrado el siglo, el ámbito científico, al
igual que las demás esferas de la vida nacional, fue absorbido por
la religiosidad y el clericalismo.” (p.290). De manera que es en el
contexto histórico de un país dividido y altamente influido por lo
católico donde encontramos los fundamentos de lo discutido en el
presenta ensayo.
La Regeneración, propiamente dicha, fue un periodo de cambio
político y social durante la segunda mitad del siglo XIX donde sus
líderes establecieron la creación de una nueva carta política que
diferente a la de 1863, ésta convirtiera al Estado en paternalista,
además de abrir las posibilidades para la religión católica como la
única administradora de la educación pública, proclamada como
elemento esencial dentro del orden gubernamental (Malagón, 2013).
Así es como la religión se fusiona noblemente con el gobierno
del país y se le ratifica su autoridad en todo el territorio
nacional como guía y cimiento de una sociedad criolla a ultranza. A
pesar de que en 1870 dentro del radicalismo liberal fue contratada
una misión de doce profesores alemanes destinados a la formación de
maestros en pedagogía objetiva o pestalozziana y en la Universidad
Nacional se veían representadas el utilitarismo, el eclecticismo y
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el tradicionalismo lo que nos permite entender que en cuestión de
educación los debates estaban dándose sobre el claro cimiento de
que el hombre3 debe ser educado ¿y la mujer? (Saldarriaga, 2004).
Ahora intentaremos dedicar un espacio para analizar qué
figuras notables construyeron los conceptos sobre mujer y si esta
construcción hizo parte de publicaciones hacia las masas que
direccionaban el ser, hacer, pensar y actuar de la mujer en los
siglos XIX y XX en Colombia.
¿Qué decían los personajes políticos y académicos sobre la
mujer?
Citemos ahora a Vergara y Vergara quien publicó un texto
llamado “Consejos a una niña” dedicado a Elvira Silva Gómez hermana de
José Asunción Silva donde él escribe qué es lo que se espera de una
mujer en esta época, mencionando cosas como que una mujer no debía
hablar ni dar de qué hablar, la mujer debe ser “humilde, pudorosa,
laboriosa, obediente, fiel y resignada” (Hincapié, 2007 pp 291) y
también nos describe:
“No debe ir al baile, pues ni el encaje ni el pudor de laniña saldrían ilesos de allí; no debe tener el pechodescubierto, pues la tisis y las miradas de los hombresno lo perdonarían, ni debe exhibirse en su balcón; nodebe leer novelas; no debe tener amigas íntimas; lasamigas íntimas y las novelas están prohibidas, ya quepueden afectar la manera de pensar de la niña, la cualdebe ser solo influenciada por lo que sus padres digan ypor lo que su religión dicte. No debe mostrar su
3 Hombre haciendo referencia al ser humano de género masculino y no a lamuestra de patriarcalismo al llamar a la especie humana por este nombre.
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superioridad ni talento; no debe dar prioridad a supeinado ni a su vestido.” (Hincapié, 2007 pp 291 - 292)
Es clara la forma como un hombre letrado de la talla de
Vergara y Vergara4 elabora un manual sobre el comportamiento de la
mujer en general, tomando en cuenta que lo que escribe lo hace para
una niña que aún no sabe leer ni escribir y tomando en cuenta que
lo publica para el acceso de cualquier persona que necesite
recomendaciones para instruir a sus hijas “en edad de merecer”.
Nótese como Vergara y Vergara envía a la mujer al interior, a
lo doméstico y a lo que siempre esté por debajo del hombre. No debe
salir al balcón, no debe tener amigas íntimas, no debe leer
novelas, no debe mostrarse superior ni talentosa. Es claro como el
hombre refleja la necesidad de controlar lo que la mujer piensa,
cómo lo piensa, lo que habla, como habla y sus movimientos, su
placeres, su tiempo, todo. Relaciona de forma directa la conducta
(para él) inmoral con el castigo ¿Qué pasa si la niña sale con un
escote? Le da tisis y los hombres la castigaran con el peso de sus
miradas: control.
Por otro lado y acentuando frente a qué publicaciones
oficiales hablaban en honor a la mujer y qué decían, afirmamos que
dentro de El Mosaico no solo se elaboraron discusiones en torno a lo
literario y se posibilitaron publicaciones como La María de Jorge
Isaacs, sino que también se proyectaron los ideales de mujer para
el contexto social del siglo XIX. De cara a El Mosaico también se
elaboraron publicaciones de mujeres y hombres, las publicaciones de
4 Director del El Mosaico entre los años 1871 y 1872, en su fase más católica.
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los hombres eran novelas o textos de carácter académico y social,
mientras las mujeres escribían poesía, novelas de poca difusión y
manuales para señoritas, como lo muestra Silveria Espinosa de
Rendón quien escribió “Consejos a Angélica: Obra dedicada a las niñas cristianas”,
en donde la dote real de las señoritas es su única e incesante
preocupación de conocer a Dios, ser devota a él y seguir sus
principios donde lo anterior no está conectado en pleno sentido con
la adquisición de conocimientos sino con la lectura de la biblia y
la obediencia a los padres. Condena a la mujer a la perfección
espiritual y su castigo no es un efímero infierno sino un castigo
social, enmarcado en el rechazo y en el destierro.
Como lo enfatiza Alzate (2008): “ Igualmente, es interesante apuntar
que unas publicaciones cuyo interés central es la reflexión en torno a la nación y a la labor
fundamental de la literatura dentro de la construcción nacional, dedique tanto espacio al
tema de “la mujer”, en singular, como suele hablarse de ellas en la época”.
Soledad Acosta, (por supuesto hay que mencionar, esposa de
José María Samper escribió en varias publicaciones suyas y
representa una imagen controversial para quienes se dediquen a
analizar la “mujer pública” del siglo XIX, una mujer audaz por
darse cabida en un contexto patriarcal o en una herramienta fija
del patriarcado.
Lo anterior, como algunos pueden analizar, porque Soledad
Acosta actuó en el escenario literario de forma no muy incipiente,
todo lo contrario, creó novelas y artículos en beneficio del
contexto académico, sin embargo muchas de sus publicaciones también
formaron parte de la construcción de cómo debe ser la mujer
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colombiana del siglo XIX. “La mujer”, era un periódico de Acosta donde
enviaba mensajes a las mujeres sobre cómo deben hablar, cómo deben
vestir, cómo debe ser su comportamiento en sociedad.
Y esa era la educación para señoritas que protagonizaba el
siglo XIX. Las mujeres eran educadas en los oficios del hogar, en
la obediencia y en la sumisión como lo explicaba la misma Soledad
en sus prólogos hechos para “La mujer: lecturas para las familias”. Así mismo
ella representa el peldaño entre la mujer sumisa, obediente pero
analfabeta y la mujer que sigue siendo esposa y madre pero se
preocupa por el conocimiento para enriquecer su rol como gestora de
familia.
Como lo explica Alzate (2008): “Buena parte de la lucha de Soledad
Acosta durante su vida fue contribuir a la real ciudadanía de las mujeres y mostrar que no
era una reivindicación individual que ellas pedían para sí mismas de manera egocéntrica,
sino que en ello estaba en juego el bien de la nación.” (pp 282).
Lo anterior nos lleva a pensar que la mujer sigue siendo la
base de la base, pero esa base, dentro de este contexto, debe
letrarse para mejorar su rol como gestora de familia y por ende de
sociedad. Soledad también fijó su preocupación por la educación de
la mujer de clases inferiores. Proponiendo en La Educación de las hijas del
pueblo: el trabajo de las mujeres del siglo XIX (citado por Hincapié, 2007) donde
ella propone abrir escuelas técnicas y de artes y oficios lo que
contribuiría a la purga de la raza, ya que muchas de las
publicaciones políticamente correctas que figuraban con
instructivos para mujeres no eran accesibles para ellas porque no
contaban con la posibilidad de aprender a leer y escribir por tanto
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publicaciones como el Manual de urbanidad y buenas maneras de Carreño era
inaccesible para ellas, de gran utilidad para higienizarlas pero
inútil en cuanto a que se transmitía en lengua escrita.
Nieto Caballero un hombre bastante influyente en Colombia,
fundador del Gimnasio Moderno de Bogotá es citado por Saldarriaga y
Obregón (2002) donde afirma que “(…) a los hombres habría que prepararlos
como ciudadanos activos, mientras que las mujeres debían ser formadas para cumplir con
su función como madres y creadoras de la vida familiar como damas hogareñas y
compañeras colaboradoras del hombre (…) él énfasis en la formación moral, espiritual y
filantrópica de la mujer, al considerarse que estas dimensiones definían la esencia de la
feminidad.”
Así, para este punto que abordaremos; el siglo XX se mantiene
con las mismas pretensiones sobre la mujer que teníamos en el siglo
XIX, (.) notemos además que Nieto Caballero hombre bastante
influyente en la educación en Colombia que va más allá de ser el
gestor del primer colegio de la Escuela Activa en Colombia, por
tanto reafirmamos la tesis que nos ocupa: la educación de la mujer de los
siglos XIX y XX estaba reglamentada por la sociedad patriarcal que se instauró, se
mantenía y se consolidaba con la aprobación de las mismas mujeres que se sumaban y
aceptaban estaban estas durezas.
Por supuesto si los educadores reflejan en sus alumnos sus
creencias y sus visiones del mundo, qué tipo de actores estarían
formando, partiendo del hecho de que las mujeres están condenadas a
lo privado, tomando en cuenta además que “(…) los problemas fundamentales
de la educación están cifrados en los maestros, en lo que ellos representa, en lo que ellos
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valgan”. Las mujeres han sido maestras cuánto valen las mujeres y por
tanto, cuánto vale entonces su educación.
Como lo argumenta Saldarriaga (2002), fue en 1927 cuando se
crea en la ciudad capital de Colombia el Instituto Pedagógico para
Señoritas, dirigido por Franziska Radke, “(introduciendo) el conjunto
de conceptos y prácticas de la Escuela Activa; la psicología experimental, la higiene
escolar, los exámenes escolares, y la experimentación con los métodos activos.”
Sin embargo, en 1930 se celebra en Colombia el Cuarto
Congreso Internacional Femenino5 donde se trataron temas
relacionados con la importancia de que las mujeres se vincularan
con formalidad al espacio académico, empezando porque el
bachillerato era dirigido solo para hombres. De este Congreso
surgió la incidencia en el cambio educativo por parte de “Doña
Rosenda (quien) se mantuvo a la vanguardia de los cambios educativos para la mujer.
Cuando el 2 de abril de 1932 se le asignó la División de Práctica de Campo en la recién
organizada Facultad de Educación, de la Universidad Nacional de Colombia, fue la única
mujer que apareció en los primeros anuncios de la lista del profesorado. A esto siguió en
1935 su nombramiento como Directora de la Escuela Departamental de Artes y Oficios de
Bogotá, puesto que sólo ocupó por espacio de un año porque en marzo de 1936 dentro de
la reorganización de la educación secundaria. Doña Roseada recibió el nombramiento de5 Como lo publica el diario El Tiempo del 8 de abril de 1930: GeorginaFlétcher escribe: “Con motivo de los famosos trabajos presentados por undistinguido grupo de mujeres colombianas al tercer congreso de la Liga,reunido en Buenos Aires en diciembre de 1928, integrado por delegadasimportantes de más de veinte naciones, se resolvió en su última sesión ypor unanimidad de votos que el cuarto confeso tuviera lugar en Bogotá endiciembre de este año, como homenaje al libertador en el centenario de sumuerte. La intelectualidad de la mujer colombiana que se hizo acreedora aesta distinción, sabrá corresponder a ella y se apresurará a trabajar paraque su contingente en este congreso supere, si fuere posible, al tanjustamente aplaudido y encomiado, enviado a Argentina.”
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profesora de Metodología de la Educación en la Enseñanza Primaria, en el Instituto
Pedagógico Nacional de Señoritas, del cual se la nombró Directora al finalizar el año. Esto
constituyó un claro honor, puesto que ella era la primera colombiana elegida para dirigir
el Instituto después de haber desempeñado tales funciones sus antecesoras, las Doctoras
Franziska Radke (de 1927 a l935) y Carolina Schmitz (1936), miembros de la Misión
Pedagógica Alemana en Colombia” (Cohen, L. 1997 pp 43).
Con estas afirmaciones notamos que pese al incesante
direccionamiento de su rol hacia lo privado, las mujeres sobresalen
en el cambio de las políticas educativas. Aunque Inicialmente eran
mujeres extranjeras que venían a liderar los procesos de las
instituciones pero con férreos análisis de las necesidades de
educación para el país, varias mujeres del escenario nacional
empezaron a proponer desde arriba. Gracias a un ambiente de
gobierno liberal de Enrique Olaya Herrera quien por cierto, se
opuso a la Regeneración: “El nombramiento, el 10 de febrero de 1931, de Rosenda
Torres en el Ministerio de Educación Nacional para actualizar la educación primaria y
normal fue un paso importante para impulsar la agenda. Ella fue la primera mujer que
ocupó tal puesto en el Ministerio y su nombramiento fue bien recibido por parte de un
numeroso grupo de funcionarios de la educación, que reconocieron el respeto del que
gozaba en la nación” (Ídem).
Pasamos de las novelas y artículos de poca distribución a
artículos relacionados con aplicaciones académicas honoríficos para
convenciones sobre educación en Latinoamérica y España. Pasamos de
las actividades privadas en el hogar
Paulina Gómez Vega concuerda con esto y escribe en “La mujer”
(citado por Cohen, 1999. Pp 62).
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“Es bien sabido que por mucho tiempo en nuestraliteratura y en la literatura española el tipo másadmirado de mujer es el de la niña dulce, inocente ytímida, flor oculta a quien un Don Juan descubre por lafragancia de sus virtudes. Todas hemos derramado nuestraslágrimas sobre las páginas de ‘María’31 y casi todashemos soñado con un amor y una muerte semejante a lossuyos. No hemos tenido muchos libros que elogien a lamujer de carácter y personalidad definidos, que tieneambición de surgir por méritos propios y verdaderos y quelucha por sus derechos y los derechos de otros después dehaber aprendido que tiene deberes y sabe cumplirlos. Esetipo de mujer más humano es el que aspiramos a que seforme en éste y en los otros colegios de educaciónfemenina”
Paulina Gómez Vega, egresada de la Escuela Normal de
Institutoras de Tunja, fue además la Subdirectora de la Escuela
Normal de Señoritas de Santa Marta. Instructora de Métodos de
Enseñanza en la Escuela Normal de donde se gradúo. Regresó en los
20’s a Colombia y se dedicó al trabajo de investigación e
instrucción (Cohen, 1999).
En conclusión, una tradición de sumisión y de dominación sobre
la mujer, acallándola, mostrándola y convenciéndola de ser débil y
menos ha arrojado graves consecuencias sobre su aporte hacia la
construcción académica, relenteciendo su fértil e influyente aporte
al mundo, aspectos que por supuesto se han dado a través de la
educación doméstica para señoritas y controvertida por ilustres
mujeres del siglo XX quienes gracias a los gobiernos liberales,
incursionaron en la esfera administrativa y lideraron con sus
aportes los cambios de paradigma en la escuela del siglo XX de
Colombia. Adicional a esto se afirma que el carácter de la
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educación recibida daba forma al carácter mismo de la educación
impartida en este periodo histórico.
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Referencias
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http/www.banrep.gov.co/blaavirtual/virtual/crdencial/113agustí
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Agustín Nieto Caballero: Revista, 19 de agosto de 2002. Texto
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http://www.banrep.gov.co/blaavirtual/virtual/crdencial/
113agustín.htm
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Saldarriaga, O. y Obregón, J. (2002). La Escuela Activa en Bogotá en la
primera mitad del siglo xx. En Historia de la Educación en Bogotá.
Tomo II.