EL IMPACTO DE LA TERRITORIALIDAD DE LAS PANDILLAS EN LA GARANTÍA DE LOS DERECHOS DE NIÑAS, NIÑOS...
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EL IMPACTO DE LA TERRITORIALIDAD DE LAS PANDILLAS EN LA GARANTÍA DE LOS
DERECHOS DE NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES EN EL SALVADOR
María José Benítez Chávez
Septiembre 2014
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Contenido
I. Introducción ................................................................................................................................ 2
II. Marco teórico .............................................................................................................................. 3
La violencia en El Salvador ............................................................................................................ 3
Violencia de pandillas ..................................................................................................................... 4
Sobre la territorialidad ..................................................................................................................... 5
Marco normativo a favor de la niñez y adolescencia en El Salvador .............................................. 6
Políticas Públicas de Seguridad en los entornos escolares y comunitarios ..................................... 7
III. Metodología ............................................................................................................................ 9
IV. Resultados ............................................................................................................................. 10
Dinámica de la territorialidad en las escuelas ............................................................................... 11
Expresiones de la violencia hacia NNA en los entornos comunitarios ......................................... 16
Análisis de la respuesta institucional ante las vulneraciones detectadas ....................................... 18
V. Recomendaciones ...................................................................................................................... 24
VI. Referencias bibliográficas ..................................................................................................... 26
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I. Introducción
La niñez y la adolescencia son etapas de la vida determinantes para el desarrollo de las
personas. Es en estas etapas que los seres humanos forman su carácter, identifican sus
fortalezas y talentos, y también internalizan sus miedos e inseguridades. Para garantizar
que estas etapas se desarrollen efectivamente, se reconocen los derechos de la niñez y
adolescencia, que incluyen los derechos de las personas adultas pero agregan una
protección adicional, considerando las necesidades especiales que se tienen según su
desarrollo progresivo. Sin embargo, a pesar de que los países reconozcan estas necesidades
y los conviertan en derechos en sus legislaciones, muchos factores en la actualidad impiden
ese desarrollo integral. La violencia es uno de esos factores de riesgo.
La violencia impacta la vida de las personas, directa e indirectamente. Los impactos
directos incluyen la muerte y lesiones a las víctimas; los indirectos, la inestabilidad social,
política, económica y tensión debido a la presencia de armas pequeñas en el entorno. Estos
daños físicos y emocionales se profundizan particularmente en niñas, niños y adolescentes,
y afectan su bienestar, no solo presente, sino también futuro (BASIC, International Alert,
Saferworld, 2002).
En El Salvador, esta violencia no se limita única y exclusivamente a sectores
tradicionalmente peligrosos, sino que se ha extendido al sistema educativo, y muy
específicamente a aquellos entornos que por su ubicación geográfica se vuelven más
vulnerables por la presencia de pandillas en las comunidades (Policía Nacional Civil,
2013).
En virtud de lo planteado, se establece como el problema general a identificar en esta
investigación: ¿cómo afecta esta territorialidad a la satisfacción de necesidades y garantía
de derechos de niñas, niños y adolescentes?, ¿cuáles son las necesidades específicas no
satisfechas de la niñez y adolescencia en relación a su educación y recreación? y ¿qué tan
eficientes son las respuestas institucionales en relación a la defensa del interés superior del
niño ante esta adversa realidad?
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El objetivo de esta investigación es hacer visible la realidad en la que viven los niños,
niñas y adolescentes, en comunidades de riesgo de los municipios de San Salvador, San
Marcos y Mejicanos, del departamento de San Salvador, en relación a cómo la
territorialidad de pandillas limita su ejercicio del derecho al a educación y a la recreación, y
de esta forma dar a conocer a las distintas entidades gubernamentales y no gubernamentales
las necesidades de los mismos a fin de garantizar el interés superior de la niñez en la
formulación e implementación del nuevo Plan Nacional de Seguridad.
Las hipótesis que se plantean ante las interrogantes son la niñez y adolescencia sufre
vulneraciones diferentes a las de las personas adultas, y que las limitaciones provenientes
de este dominio pandilleril tienen consecuencias más grandes que en las personas adultas;
adicionalmente, se analizará si la respuesta institucional de seguridad ha tomado en cuenta
esas necesidades especiales de niñas, niños y adolescentes. Se concluirá esta investigación
con una serie de recomendaciones para ser tomadas en cuenta al momento de formular,
implementar y evaluar políticas públicas de seguridad hacia niñas, niños y adolescentes de
El Salvador.
II. Marco teórico
La violencia en El Salvador
El Salvador, se ha encontrado en la lista de los países más violentos del mundo en
los últimos cinco años, llegando a registras una de las tasas de homicidios más altas del
mundo, durante el año 2011, con 70 homicidios por cada 100,000 habitantes. El 30% del
total de los homicidios registrados a nivel nacional ocurrieron en la zona metropolitana de
San Salvador. Los más afectados son hombres jóvenes de entre 15 y 34 años, con tasas
superiores a los 200 por cien mil habitantes a partir del año 2005. La tasa de feminicidios
fue de 19 por cien mil habitantes. De las 581 mujeres asesinadas, 87 eran menores de 18
años.
El 70% de los homicidios se cometieron con armas de fuego. Se estima que circulan
alrededor de medio millón de armas, de las cuales están registradas únicamente 217,196
armas de fuego, el resto, son ilegales. Más de 30% de las armas registradas (70.758)
pertenecen a 7 de los 14 municipios del AMSS.
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Sin embargo, para el año 2012 se registra una caída de los homicidios desde el mes
de marzo: 552 homicidios menos que corresponde al 56.8 % en relación al año 2011. En
parte debido a la “Tregua entre Pandillas1”.
Esta violencia también es parte de la dinámica educativa. El Ministerio de
Educación ha reconocido que la inseguridad en las escuelas es un problema grave. De
acuerdo con sus datos, en los últimos cuatro años han sido asesinados 289 estudiantes: en
2010, hubo 55 estudiantes asesinados; en 2011, los casos aumentaron a 139; en 2012, año
de la tregua entre pandillas, bajaron a 67 y en el año 2013 fueron 28.
Esta situación de inseguridad en El Salvador se debe a las graves carencias en
materia de seguridad humana y una multicausalidad de factores: a) Un entorno social y
económico deteriorado; b) Ausencia de oportunidades de desarrollo humano
(especialmente, en el ámbito laboral y escolar); c) Deterioro del espacio público como lugar
de encuentro comunitario; d) Debilitamiento de la institucionalidad pública cuya
consecuencia es el vacío de autoridad competente; e) El debilitamiento de las estructuras
básicas de socialización en la familia y la comunidad; f) La percepción errónea y distorsión
de la sexualidad y la masculinidad, basada en el sistema patriarcal ; g) Geográficamente el
país está situado en una región de paso de las mayores problemáticas de tráfico ilícito en la
actualidad (drogas, armas y trata de personas), por lo que supone una región de interés para
las redes del crimen organizado transnacional; h) La proliferación de las armas de fuego,
municiones y explosivos; i) La impunidad y la debilidad de los procesos de investigación y
persecución del delito, y j) Todo esto unido a la falta de articulación entre las diversas
instituciones involucradas para hacer frente a la problemática (UNICEF El Salvador, 2013).
Violencia de pandillas
Las pandillas son grupos de personas con una estructura y jerarquía definida,
dedicada al ejercicio de prácticas conflictivas. Estos grupos están definidos por una serie de
símbolos, lenguaje y comportamientos que los diferencian entre ellos. Generalmente sus
cabecillas son adultos, aunque se compongan mayoritariamente por jóvenes e incluso
1 La “Tregua entre pandillas” fue un proceso realizado entre los cabecillas de las dos pandillas principales del país, la Mara Salvatrucha 13 y la Mara 18, y dos mediadores particulares, con el apoyo del Gobierno Central. Como producto de la misma, las pandillas se comprometieron a disminuir la tasa de homicidios; a cambio de esto, el Gobierno se comprometió a cumplir las condiciones de las pandillas, que aún se desconocen.
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adolescentes. Muchas veces, sus actividades ilícitas están relacionadas con el crimen
organizado y el narcotráfico (Secretaría General de la Organización de los Estados
Americanos, 2007).
Las pandillas, se han convertido en el grupo armado, después de la Policía y la
Fuerza Armada, más reconocido por la población. La población conoce que estos grupos no
solamente portan las armas sino también las usan, por lo que sus amenazas cobran mayor
impacto en la vida de quienes las reciben.
Un censo realizado por el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública en el año 2013
detalló que para esa fecha había un estimado de 470,264 personas afines a las pandillas
(incluyendo miembros de pandillas, colaboradores y familiares). El mismo estudio
determina que en los últimos cinco años, la cifra de miembros de pandillas ha aumentado
en un 134.6%. (La Prensa Gráfica, 2013). A lo largo del presente documento, se utilizarán
los términos pandillas, maras y clicas para hacer referencia al mismo tipo de organización
ilícita.
Sobre la territorialidad
Esta investigación está focalizada en los impactos de la “territorialidad pandilleril”
en la garantía de los derechos de los niños, niñas y adolescentes en los entornos escolares y
comunitarios. A lo largo del documento, el término “territorialidad pandilleril” se refiere a
al dominio que las maras ejercen sobre un espacio geográfico determinado. En tales
espacios, los grupos delictivos controlan las entradas y salidas de habitantes, visitantes y
personas extrañas a los sectores de su dominio. Estos territorios usualmente están marcados
por letras o símbolos en las paredes de algunas casas de las comunidades, en espacios
públicos e incluso en centros educativos.
En la actualidad, las pandillas que ejercen mayor domino de territorios son la Mara
Salvatrucha-13 y la Mara 18. Los integrantes de estas pandillas son extremadamente
violentos considerando que se sienten “invadidos” en su territorio con el simple hecho de
que alguien que vive en una comunidad de su rival transite por su sector. En los municipios
de estudio, es conocido por todos los habitantes qué pandilla domina en cada uno de los
sectores en que se desplazan, y por lo tanto tienden a evitar pasar por esas zonas.
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Esta territorialidad además, implica una distribución de población entre maras, es
decir, no solamente dominan el espacio físico sino también a las personas. Así, cada
pandilla reclutará a niñas, niños, adolescentes y jóvenes de sus territorios, y cobrará la renta
a los negocios de sus espacios.
La autoridad que se dispone en cada uno de los territorios en que se encuentran
instaladas las clicas, establece también otras reglas a los habitantes de las zonas. Las
mencionadas con mayor frecuencia por los niños, niñas y adolescentes son:
La prohibición de atravesar o visitar un territorio de pandilla contraria a su lugar de
origen;
No utilizar vestimentas que tengan numeración 3, 13, 8, 18, por estar relacionados con
los nombres de las pandillas;
No utilizar zapatos de marcas o estilos específicos, excepto bajo consentimiento directo
del líder de la pandilla del sector (UNICEF El Salvador, 2013)
En ese sentido, esta marcación de espacios y personas impacta la dinámica social y
económica comunitaria, y tiene un impacto especial en la niñez y adolescencia. Esta
investigación se enfocará en determinar y visibilizar esas necesidades espaciales de niñas,
niños y adolescentes, que se están dejando desprotegidas por las políticas de seguridad
implementadas para la protección de las personas ante esta adversa realidad.
Marco normativo a favor de la niñez y adolescencia en El Salvador
En los últimos años, El Salvador ha avanzado significativamente en el
reconocimiento jurídico de los derechos de la niñez y adolescencia, y en la creación de las
instituciones y estructuras encargadas de velar por su garantía. En ese sentido, la
Convención sobre los Derechos del Niño fue suscrita y ratificada por El Salvador el 26 de
enero y el 27 de abril de 1990. Por su parte, la Ley de Protección Integral de la Niñez y
Adolescencia (LEPINA) fue aprobada por la Asamblea Legislativa el 26 de marzo de 2009,
y entró en vigencia desde el mes de enero de 2011. Con esta ley, se supera formalmente el
paradigma Tutelar y se incorpora la Doctrina de la Protección Integral a la Niñez y la
Adolescencia.
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La LEPINA, en su Libro I, expone el catálogo de Derechos de la niñez y
adolescencia de El Salvador, divididos en sus diferentes categorías: i) derechos de
supervivencia y crecimiento integral; ii) derechos de protección; iii) derechos al desarrollo;
iv) derechos de participación. Esta investigación está focalizada en los derechos de
protección, que son aquellos dirigidos a la defensa de niñas, niños y adolescentes expuestos
a vulneraciones especiales, que en este caso es a la violencia ocasionada por el dominio
territorial de las pandillas.
La LEPINA también crea en su Libro II, el Sistema de Protección Integral de la
Niñez y la Adolescencia, en el que el Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia
(CONNA) es la instancia rectora, y que está también integrado por los Comités Locales de
Derechos (instancias administrativas a nivel local para la garantía de derechos colectivos y
difusos), Juntas de Protección (instancias administrativas a nivel departamental para la
garantía de derechos individuales), Asociaciones de Promoción y Asistencia, el Instituto
Salvadoreño para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia (instancia
coordinadora y supervisora de los programas de atención a la niñez y adolescencia), el
Órgano Judicial, la Procuraduría General de la República, la Procuraduría para la Defensa
de los Derechos Humanos, los miembros de la Red de Atención Compartida (todas las
instituciones con programas de atención a la niñez y adolescencia).
Este Sistema de Protección Integral ha comenzado a instalarse, lo que implica que
las instancias que lo conforman están identificando sus roles como parte del mismo, y
adaptándose para incluir el enfoque de protección integral en sus políticas, programas y
estrategias.
Políticas Públicas de Seguridad en los entornos escolares y comunitarios
Plan de Prevención de la violencia en Centros Educativos
La Policía Nacional Civil, que depende del Ministerio de Justicia y Seguridad
Pública, implementa el “Plan de Prevención de la violencia en Centros Educativos” desde
el año 2012, en centros educativos priorizados por tener mayores niveles de riesgo. El
objetivo del plan es “contribuir en el esfuerzo de recuperación de un ambiente de
interrelación armoniosa, de respeto y buen desarrollo de la actividad escolar, a través de
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acciones de prevención educativa y de intervención policial a los problemas relacionados
con el delito, con una visión de acercamiento e involucramiento en el quehacer propio de la
comunidad educativa” (Policía Nacional Civil, 2013).
El Plan tiene 3 componentes: i) Implementar el programa atlético deportivo
acompañado del abordaje de temáticas de interés policial relacionadas a la prevención de
todo tipo de violencia detectados en los centros educativos; ii) detectar e intervenir todos
aquellos delitos que han venido vulnerando el sano desarrollo de la convivencia escolar a
través de la investigación policial a efecto de erradicar vulnerabilidades existentes; iii)
establecer un anillo protector de seguridad a los centros educativos que permita el
desplazamiento seguro de los estudiantes y docentes fortaleciendo una alianza entre policía
y comunidad a efecto de organizarlas para transformar de comunidades de riesgo a
comunidades de protección.
Comités Municipales de Prevención
Por mandato de la Estrategia Nacional de Prevención de la Violencia, se fortalecen los
Comités Municipales de Prevención. Dicho documento los describe como “una modalidad
organizativa fundamental para abordar la prevención de la violencia y que sus herramientas
principales son los diagnósticos y planes municipales” (Minsiterio de Justicia y Seguridad
Pública, 2012). Estos se conforman por referentes de las institucionales nacionales al nivel
local (Ministerio de Salud, Instituto Nacional de Juventud, Policía Nacional Civil,
Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, Instituto para el Desarrollo Integral de la Niñez
y Adolescencia), y representantes de las Organizaciones no Gubernamentales presentes en
el municipio. Según la Estrategia Nacional, cada Comité cuenta con un diagnóstico del
municipio, en base al cual se elabora e implementa un plan municipal de prevención.
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III. Metodología
Debido a que El Salvador no cuenta con un estudio específico sobre las implicaciones
de la territorialidad de pandillas en relación a la garantía de los derechos de la niñez y
adolescencia y a la satisfacción de sus necesidades, en un la etapa preparatoria de esta
investigación se estableció que para su elaboración se utilizaría una metodología
cualitativa-cuantitativa.
A pesar de esto, al iniciar la implementación de las entrevistas y grupos focales, se
identificaron dificultades resultantes de la misma temática; esto es, que las personas se
negaban a dar información sobre el dominio de pandillas y a ser identificados por los
pandilleros como fuentes de información.
Es por esto que se cambió la metodología, y para la redacción de este informe se
utilizaron las transcripciones e informes de investigaciones en las que también la autora
había participado, sobre la temática de violencia en los municipios de San Marcos,
Mejicanos y San Salvador, todos del departamento de San Salvador.
Asimismo, se recopiló y analizó bibliografía y datos estadísticos, a través de las
diferentes instituciones gubernamentales y no gubernamentales involucradas, tales como: el
marco jurídico internacional y nacional de El Salvador, con énfasis en la Convención de los
Derechos del Niño, y la Ley de Protección Integral de la Niñez y la Adolescencia; Informes
relacionados al estado de la niñez, tal como las Recomendaciones del Comité de los
Derechos del Niño; Informes nacionales y datos estadísticos proporcionados por las
instituciones involucradas.
Como parte de los aportes se han incluido también las historias y casos concretos de
personas que han aceptado colaborar pero sin ser grabadas por medios auditivos, y de
observaciones en campo que se han realizado en las visitas a las comunidades y centros
educativos de los municipios seleccionados.
La selección de municipios a estudiar se realizó tomando en cuenta tres factores: i) son
los municipios en los que la autora implementa proyectos en el marco del trabajo con
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UNICEF El Salvador; ii) disponibilidad de información desde fuentes primarias directas,
obtenidas en el marco de otras investigaciones realizadas como parte del equipo de
UNICEF; iii) altos grados de violencia y afectación de la problemática abordada en este
trabajo.
El periodo a estudiar son los últimos cinco años (2010-2014), el cual es el tiempo en el
que, según las cifras citadas a lo largo del documento, ha aumentado la incidencia de las
pandillas, y por tanto, la vulneración a los derechos de la niñez y adolescencia.
Finalmente, es oportuno mencionar que la investigación se limita a visibilizar las
necesidades y derechos vulnerados a causa de la territorialidad de las pandillas, a evaluar en
términos generales las estrategias de prevención de violencia implementadas por el
Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, y a dar recomendaciones de incorporación del
enfoque de protección integral y del interés superior del niño en las mismas. No se aspira a
dar recomendaciones para eliminar la territorialidad, ni a incidir en las políticas nacionales,
sino solamente en las locales, según las realidades de los municipios estudiados.
IV. Resultados
La violencia en El Salvador se ha vuelto un tema con el que la sociedad ha aprendido a
convivir. No solamente se conoce todos los días en las noticias escritas y audiovisuales,
sino también se percibe en los patrones de comportamiento de los ciudadanos: personas que
optan por no caminar por las calles, personas que suben las ventanas de sus autos en cada
semáforo o alto para evitar ser robada, etc. Esta naturalización de la violencia parece tan
arraigada en la sociedad, que las personas ya no se asombran por el número de personas
víctimas de homicidio cada día, ni tampoco por los métodos utilizados para tales fines.
Dentro de esta dinámica de indiferencia social, la niñez y adolescencia de El Salvador
sufre más fuertemente las consecuencias, tanto en los entornos escolares como en los
comunitarios.
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Dinámica de la territorialidad en las escuelas
La escuela debe ser un espacio que garantice que las niñas, niños y adolescentes
experimenten y satisfagan todos los propósitos de la educación. Según la CDN, estos fines
son: el desarrollo holístico del niño hasta el máximo de sus posibilidades, lo que incluye
inculcarle el respeto de los derechos humanos, potenciar su sensación de identidad y
pertenencia y su integración a la sociedad e interacción con otros y con el medio ambiente.
La educación a que tiene derecho todo niño es aquella que se concibe para prepararlo para
la vida cotidiana, fortalecer su capacidad de disfrutar de todos los derechos humanos y
fomentar una cultura en la que prevalezcan unos valores de derechos humanos adecuados
(Comité de los Derechos del Niño, 2001).
A pesar de esto, la escuela en algunas comunidades de El Salvador, y de los
municipios en estudio, lejos de ser espacios de paz y acogimiento, son espacios de
amenazas. En estos entornos, la territorialidad de las pandillas es un factor de riesgo
importante, que tiene tres manifestaciones en relación a la niñez y adolescencia:
En primer lugar, la territorialidad permite el reclutamiento de nuevos miembros
de las maras, incluso en las escuelas, donde reclutan niñas y niños desde muy corta edad.
En un reciente estudio nacional se evidencia que, uno de cada diez jóvenes participantes en
la encuesta aplicada para la muestra de dicho estudio, ha sido invitado a formar parte de
alguna mara o pandilla (Organización Panamericana de la Salud, 2011). Asimismo, en otro
estudio realizado recientemente, la mayoría de actores encuestados opinaron que el
contexto de violencia en el que viven adolescentes y jóvenes no les permite explorar otras
opciones, y la mayoría son obligados a pertenecer a un grupo pandilleril u organización
criminal (Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos de El Salvador/ UNICEF
El Salvador, 2013).
En segundo lugar, la territorialidad impide que niñas, niños y adolescentes que
viven en un sector tengan acceso a la oferta educativa ubicada en un sector contrario.
Algunos municipios, tal como San Martín, están completamente dominados por pandillas
contrarias. Tal como se muestra en la Figura 1, los grupos delictivos han marcado sus
espacios, y a la vez, prohibido a las poblaciones a circular de uno a otro contrario.
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Figura 1: Mapa de territorios de pandillas en el Municipio de San Martín
En este caso concreto, adolescentes que viven en la Colonia Santa Teresa
(identificada con el número 1 en el mapa), comparte su historia de vida: “yo terminé
noveno grado y no puedo seguir estudiando, porque la escuela que sí tiene bachillerato está
en territorio de pandilla contraria y no puedo ir ahí”. Sobre esto, una señora de la
comunidad agrega: “los jóvenes ya no pueden seguir estudiando… pero no les va tan mal…
han abierto un puesto de comida y ellos están vendiendo. Les dan la lista de las compras a
sus mamás, y ellas van al mercado a comprárselas (porque ellos no pueden salir de ese
territorio)”. Estos testimonios evidencian la naturalidad con la que la comunidad se está
adaptando a las reglas de los pandilleros, llegando incluso a identificar puntos favorables
dentro de esta situación.
Otro caso es el Centro Escolar “Jorge Lardé”, ubicado también en el Municipio de
San Martín, e identificado en el mapa con el número 2. En este Centro Educativo
implementan un mecanismo “innovador” ante esta territorialidad: “nuestra escuela está en
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el límite del territorio de una pandilla y de otra, pero nosotros ya resolvimos el problema de
acceso a la educación de los niños. Hemos dividido a los estudiantes en dos, según del
territorio del que vienen: en la mañana estudian los de la zona de una pandilla y entran por
la puerta de adelante, y en la tarde estudian los de la otra zona y entran por la puerta de
atrás”.
Estos mecanismos de organización de la comunidad educativa, limita las
capacidades de aprendizaje de parte de los estudiantes, de construir relaciones
interpersonales saludables, ya que se les restringe la posibilidad de hacer amistades mutuas,
aun cuando ellos no están directamente vinculados a un grupo delictivo.
Un tercer aspecto del dominio de zonas es el hecho de que cuando una escuela
forma parte del territorio de una clica, les da una especie de impunidad dentro de las
instalaciones a los pandilleros dominantes. Dentro de los centros educativos, ellos
marcan las paredes con símbolos pintados, y tanto estudiantes como docentes, conocen y
obedecen las reglas y condiciones que establecen los miembros de las pandillas.
Dentro de estas escuelas, los estudiantes pertenecientes a las clicas dominantes
roban, extorsionan, amedrentan y amenazan con golpear o asesinar a los jóvenes
estudiantes. En algunas escuelas es frecuente que a diario cobren renta a los estudiantes, o
les obliguen a entregar sus pertenencias, como los teléfonos móviles. En algunos casos los
hacen a través de otros jóvenes a quienes también amenazan, mientras las autoridades de
los centros educativos no toman medidas preventivas o correctivas por temor a ser
agredidos (Organización Panamericana de la Salud, 2011). Este miedo de parte de los
docentes, les lleva a perder su autoridad incluso en el ámbito académico, según lo comenta
un estudiante que presenció la siguiente conversación entre un estudiante pandillero y un
docente: “Yo le decía ¡mirá wuacha (señal con las manos de MS), yo soy de la mara,
hijueputa!; si no me pasás de grado te voy a venir a matar con todos mis amigos”, a lo que
el docente respondió: “no, no, está bien aquí te hago que vos pasaste con 10, el mejor
alumno te voy a poner” (PNUD/ UNICEF El Salvador, 2013). Otra docente del municipio
de San Salvador también menciona: “una vez un alumno que había sacado mala nota, se me
acercó, me tomó una foto con su celular, y me dijo: -ahora ya tengo su foto y le voy a
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enseñar a mi papá quién es la mujer que me puso mala nota y la va a estar esperando
afuera-… le tuve que cambiar la nota porque su papá es pandillero”.
En estos contextos, los estudiantes que no pertenecen a las pandillas deben
adaptarse a este ambiente y obedecer las reglas, o como los pandilleros manifiestan: “ver,
oír y callar”.
Estas son tres implicaciones de la sectorización de las zonas, que tienen como resultado
un sinfín de manifestaciones de miedo y de vulneraciones a los derechos de la niñez y
adolescencia, tal como lo muestran las siguientes noticias:
“Docentes de una escuela del barrio Santa Anita dicen que los padres dejaron de
matricular a sus hijos este año por temor a que sean agredidos. La deserción ha sido
más sensible en el turno vespertino. La matrícula en los nueve cursos (de 1° a 9°
grado) refleja números preocupantes: “un salón debe tener entre 25 y 30 estudiantes.
Nosotros tenemos entre siete y ocho por cada grado en el turno de la tarde”- Sra.
Marta Luz Calderón, subdirectora” (La Prensa Gráfica, 2014).
“San Salvador, La Libertad y La Paz son los municipios con más denuncias de parte de
los docentes. En algunos centros educativos se pide renta de hasta $500. Un problema
es el “control del territorio” de las escuelas y el reclutamiento de jóvenes por parte de
miembros de las pandillas asentadas en los alrededores” (Diario La Página, 2014).
“Los esfuerzos de diferentes entidades para tratar de evitar que los centros escolares
sean blanco fácil para los pandilleros, parecen no ser suficientes. Muestra de ello, es
que persiste la deserción escolar en la mayoría de estos que están dentro de los
considerados más problemáticos” (El Diario de Hoy, 2014).
“Cientos de jóvenes salvadoreños están abandonando las aulas de secundaria por el
acoso de las pandillas y la violencia que generan alrededor de los centros educativos,
según padres de familia y directores de institutos. Unos 292 jóvenes dejaron de asistir
a clases en 20 de los 300 centros de educación secundaria en el primer semestre de
2013 porque recibieron amenazas de pandillas, “Acosan a mi hijo de camino al
instituto, lo rodean en la calle y lo presionan para meterse a la pandilla. Algunas
semanas no lo dejo salir, tengo miedo, pueden golpearlo o hasta matarlo. A veces se va
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por otro camino para no encontrárselos, pero siempre tenemos miedo”, expresó
Guadalupe” (Américas, 2013).
“Un total de 47 estudiantes desertaron este año lectivo del Centro Escolar Miguel
Pinto, de la colonia San Luis, en San Salvador, debido a supuestas amenazas de
mareros. Además dos estudiantes fueron asesinados y uno fue lesionado con arma de
fuego” (Diario El Mundo, 2013).
“El acoso ya cobró la vida de cinco alumnos en Mejicanos, Cuscatancingo y Apopa.
Desde hace varios meses las maras se han apoderado de centros educativos de acuerdo
con la zona donde operan. Los estudiantes que no se percatan de esa repartición
proceden de áreas de maras contrarias, corren el alto riesgo de ser privados de
libertad y hasta de ser asesinados, pese a no pertenecer a ningún grupo delictivo. Para
evitar luchas entre pandilleros y una ola de asesinatos, algunos directores de escuelas
han optado por no matricular a jóvenes que provienen de pandillas contrarias a la que
se reconoce en la escuela. Esta situación perjudica a los estudiantes cuyas familias han
debido mudarse de una colonia a otra o de un municipio a otro. El vigilante de un
centro educativo en Mejicanos manifestó: Aquí estamos claros, unas escuelas son de la
mara 18 y otras de la MS” (El Diario de Hoy, 2011).
“Cerca de 70 estudiantes de bachillerato han abandonado sus estudios, debido al temor
que existe de ser blanco de ataques o reclutados por la delincuencia que opera en las
afueras de ese centro. La inseguridad que existe en los contornos del principal centro
educativo del municipio de Tonacatepeque, situado al norte de San Salvador, ha sido
generada por las pandillas que se disputan el control del territorio donde está situado
el instituto” (El Diario de Hoy, 2010).
Las consecuencias más comunes de estas vulneraciones en el ambiente educativo, según
lo expresado por los participantes consultados en grupos focales de las diversas
investigaciones y en las conversaciones en las que comparten sus historias, son: i) el
ausentismo y posterior abandono de la escuela por parte de las víctimas de las pandillas; ii)
el desplazamiento forzado de las familias, que deben buscar nuevas viviendas con centros
educativos cercanos a los que puedan asistir sus hijos e hijas; iii) migración (incluso
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irregular) de niñas, niños y adolescentes que se han negado a pertenecer a las pandillas y
que por lo tanto son amenazados por sus miembros.
Es importante recalcar que ante esta división de territorios las familias toman estas
medidas extremas, ya que los pandilleros se toman muy en serio el respeto a los límites.
Cuando los pandilleros pertenecen al sector en el que viven, demuestran su dominio, y si un
niño es visto en algún territorio de pandilla rival, corre peligro incluso su vida (UNICEF El
Salvador, 2013).
Expresiones de la violencia hacia NNA en los entornos comunitarios
Desde la Declaración de los Derechos del Niño de 1959, se reconoció la
importancia del juego y la recreación en la vida de todo niño. Esto se retomó en la
Convención sobre los Derechos del Niño, en la cual el Artículo 31 declara que “los Estados
partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las
actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en
las artes” (Comité de los Derechos del Niño, 2001). La legislación nacional también
reconoce este derecho, en el Art. 91 de la LEPINA.
El entorno comunitario tiene un rol primordial en la garantía y satisfacción de este
derecho de niñas y niños. Según UNICEF, una ciudad segura para los niños, debería ser un
espacio en el que puedan influir sobre las decisiones que tomen, pasear seguro en las calles
en las que viven y encontrarse con sus amigos y jugar (UNICEF, 2004).
El espacio público, además de asegurar la protección, debe también entregar
herramientas que permitan generar una convivencia adecuada del niño/a con su entorno,
principalmente a través de la interacción social (Pontificia Universidad Católica de Chile,
2006). A pesar de esto, en ciudades amenazadas por territorialidad y dominio de pandillas,
estos espacios públicos, faltan o están abandonados, por lo que en lugar de ser espacios de
sano esparcimiento, representan amenazas a sus habitantes, quienes deciden no visitarlos
debido al temor, y prefieren refugiarse en lugares bien cerrados (Davis, 2001). Esta
percepción de inseguridad funciona como un proceso circular y acumulativo. Si se pierden
los espacios de interacción social, los lugares en donde se construye la identidad colectiva,
también aumenta la inseguridad (CEPAL, 2005)
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En la comunidad, las pandillas también han marcado los espacios públicos como su
propiedad. Este dominio les facilita la ejecución de actos de violencia, siendo los más
comunes la intimidación de los vecinos o sus pares, las burlas hacia otros, la falta de
respeto a los mayores y cualquier persona en general, los gritos y ofensas verbales entre
ellos o hacia otros jóvenes, la presencia en parque y canchas que evita la diversión de niñas
y niños, la destrucción y vandalismo en parques públicos (UNICEF El Salvador, 2013).
Es por estos motivos que los espacios públicos en lugar de ser espacios de
recreación y paz para niñas y niños, de la primera infancia sobre todo, se han vuelto
espacios de amenaza incluso para los más pequeños, por ser espacios donde se realiza el
reclutamiento de “las mascotas” de las pandillas. Las “mascotas” son niñas y niños
pequeños utilizados por las pandillas para hacer ciertos “favores” que son en realidad
etapas de la ejecución de un delito, tales como la recolección del pago de la renta o la
distribución de droga. Es por esto que, los padres y madres muchas veces privan a los niños
y niñas de salir a jugar fuera de sus casas, les prohíben salir y juntarse con los niños
vecinos, ya que permanecen en situación de zozobra por la presencia de pandillas en la
zona (UNICEF El Salvador, 2013).
Un niño del Municipio de San Salvador que comparte su historia expresa: “nosotros
jugamos en el pasaje, nosotros como tenemos una cancha allí cerca de la comunidad allí
jugamos pero jugamos con miedo porque para abajo allí hay mareros”. Otra niña también
comparte: “a la par de mi casa vive un bicho que ya va a la universidad, y él es marero y a
veces se pelea con la mamá y mi mamá me dice que nos vayamos al jardín allá afuera
porque a veces le da miedo que mate a la mamá porque él anda pistola todos los días”.
Estos testimonios evidencian el miedo de las madres y padres de familia de dejar
salir de sus casas a sus hijos para jugar, ya que pueden ser reclutados por pandillas o ser
testigos de delitos contra otras personas, o incluso víctimas de delitos contra sí
mismos. Esto los condena a permanecer dentro de sus casas, donde muchas veces no
cuentan con espacios verdes ni con espacio suficiente para su desarrollo efectivo.
Otras expresiones de violencia que se viven en los espacios públicos son las carreras
en los pasajes o colonias cuando los pandilleros están siendo perseguidos, la intromisión a
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la propiedad privada cuando los pandilleros quieren resguardarse de los policías o de los
“contrarios” (miembros de pandillas rivales), portación visible de armas, y riñas entre una
banda y otra (UNICEF El Salvador, 2013).
Las niñas y niños también expresan que no se sienten seguros para transitar en las
calles, ni en el día ni en las noches. La mayoría de las niñas y niños solamente asisten a la
escuela y luego a su casa, y no pueden salir a jugar ni reunirse con sus amistades (UNICEF
El Salvador, 2013).
Análisis de la respuesta institucional ante las vulneraciones detectadas
Una vez expuestas las realidades a las que se enfrentan niñas, niños y adolescentes
de los municipios de San Salvador, San Marcos y Mejicanos, en sus entornos escolares y
comunitarios, se analizarán las necesidades que no son satisfechas en estos entornos, y los
derechos que no se han garantizado. Se analizará también si las respuestas institucionales
toman en cuenta estas necesidades y derechos teniendo como principio rector el interés
superior del niño, considerando su desarrollo evolutivo. Para el análisis de las necesidades
de la niñez y adolescencia, se tomará de referencia la clasificación de Espinosa y Ochaíta
(Espinosa & Ochaíta, 2004).
Al revisar la propuesta de Espinosa y Ochaíta de satisfactores primarios o
necesidades secundarias para garantizar las necesidades primarias de salud física y
autonomía desde el nacimiento y la adolescencia, se identifica que la territorialidad de las
pandillas impide la satisfacción de los siguientes:
Tabla 1: Necesidades secundarias no satisfechas a causa de la territorialidad
pandilleril, y su reconocimiento como derechos en la LEPINA
Salud física Autonomía
Espacio exterior adecuado (Art. 91 LEPINA) Participación activa y normas estables (Art. 94 LEPINA)
Ejercicio físico (Art. 90 LEPINA) Interacción con adultos y con iguales (Art. 100 LEPINA)
Protección de riesgos físicos (Art. 38 LEPINA) Educación formal e informal (Art. 81 LEPINA)
Juego y tiempo de ocio (Art. 90 LEPINA)
Protección de riesgos psicológicos (Art. 31 LEPINA)
Aceptación de necesidades sexuales (Art. 32 LEPINA)
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Estos son los satisfactores primarios de los que se priva a niñas y niños como
consecuencia del encierro, deserción escolar o incluso desplazamiento forzado o migración
causada por la territorialidad de las pandillas:
a. Para la satisfacción de la salud física:
1. Espacio exterior adecuado (Art. 91 LEPINA: Derecho a espacios e instalaciones para
el descanso, recreación, esparcimiento, deporte y juego): los espacios públicos están
marcados con símbolos de las pandillas, están abandonados y en constante violencia e
inseguridad causada por la violencia. Los testimonios demostraban el miedo que les
causa el exterior a las niñas y niños, por estar relacionado con armas, gritos, amenazas,
entre otros. Esto vulnera el derecho a espacios e instalaciones seguras.
2. Ejercicio físico (Art. 90 LEPINA: Derecho al descanso, recreación, esparcimiento,
deporte y juego): Al limitarles el espacio físico a niñas, niños y adolescentes, se les
limita también la posibilidad de hacer ejercicio físico. Es importante mencionar que por
falta de espacio adecuado o de recursos para el pago de un maestro de educación física,
este derecho no es garantizado tampoco por algunos centros educativos.
3. Protección de riesgos físicos (Art. 38 LEPINA: Derecho de protección ante el
maltrato): Las golpizas a las que son expuestas sobre todo los niños y adolescentes
hombres por parte de los pandilleros en las escuelas y espacios públicos, son una clara
vulneración a su protección física; asimismo, la débil institucionalidad aumenta la
percepción de desprotección a la niñez y adolescencia, ante estos daños físicos.
b. Para la satisfacción de la Autonomía:
1. Participación activa y normas estables (Art. 94 LEPINA: Derecho a opinar y ser oído):
la deserción de la escuela causada por las amenazas o reclutamiento de pandillas, y la
falta de espacios de convivencia y participación a nivel comunitario, limitan las
posibilidades de desarrollo de la niñez y adolescencia en sus capacidades de
participación activa y aceptación de normas estables.
2. Interacción con adultos y con iguales (Art. 100 LEPINA: Derecho a la libertad de
asociación): El estar encerrados en sus hogares y la imposibilidad de salir de sus
comunidades a causa de las amenazas, rasga el tejido social ya que las niñas, niños y
adolescentes tienen prohibido desarrollar relaciones con sus vecinos de la misma
comunidad y sobre todo de comunidades distintas. Esto limita fuertemente su desarrollo
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evolutivo, ya que las niñas y niños crecen con un sentimiento de desconfianza hacia
otros, y no logran establecer arraigo ni sentido de pertenencia a un determinado grupo
social.
3. Educación formal e informal (Art. 81 LEPINA: Derecho a la educación): el ambiente
violento de las escuelas, las actividades delictivas, la comercialización de drogas y
dominio de pandillas, y la consecuente deserción escolar de muchas niñas, niños y
sobre todo de adolescentes, les eliminan la posibilidad de educarse formalmente;
asimismo, la falta de posibilidad de ser parte de un programa de educación informal, les
limita a estas poblaciones la posibilidad de seguir formándose y de satisfacer la
necesidad de ampliar sus conocimientos que tenemos todos los seres humanos, y que es
tan importante de satisfacer en las primeras etapas de la vida.
4. Juego y tiempo de ocio (Art. 90 LEPINA: Derecho al descanso, recreación,
esparcimiento, deporte y juego): La falta de espacios de recreación seguros, y sobre
todo la alta presencia de armas en los espacios disponibles, limita la posibilidad de la
satisfacción de la necesidad al juego y tiempo de ocio de la niñez, incluso en etapas tan
importantes, como la primera infancia.
5. Protección de riesgos psicológicos (Art. 31 LEPINA: Derecho a la salud mental): la
constante exposición a amenazas, a ser víctimas de delitos, a ver diariamente en las
noticias el cometimiento de más delitos, debilita el desarrollo psicológico evolutivo de
los niños y niñas.
c. Para la satisfacción de la aceptación de necesidades sexuales (Art. 32 LEPINA:
Derecho a la salud sexual y reproductiva): las niñas y niños muchas veces crecen en
estos entornos con conceptos distorsionados del sexo y sus necesidades sexuales.
Muchas niñas y adolescentes mujeres son elegidas por los pandilleros para ser sus
mujeres o “jainas”, y están destinadas a ser víctimas de abusos sexuales de su parte. Los
niños y adolescentes hombres por su parte, también son educados para utilizar a las
mujeres como objetos, y son obligados a cometer delitos sexuales para ser parte de la
pandilla que domina la zona, y garantizarse así “seguridad” de parte de ellos en tales
espacios.
Tal como se plantea la situación es claro que las políticas implementadas hasta ahora no
han sido eficientes en la protección integral de la niñez y adolescencia, bajo el principio de
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interés superior del niño. Es evidente que se ha velado por el interés de los adultos, ya que
son adultos los cabecillas de las pandillas que han establecido los límites y el poder dentro
de los mismos, pero no son ellos los castigados, sino los niños y niñas que permanecen
encerrados en sus comunidades y en sus hogares por el miedo, viviendo una especie de
“privación de libertad” en sus propios hogares y llegando incluso a la necesidad de
abandonar sus pertenencias debido al desplazamiento forzado.
Considerando estas privaciones, se analizará ahora individualmente, la eficiencia y
pertinencia de las respuestas institucionales por parte del Ministerio de Justicia y Seguridad
Pública, ante estas necesidades no satisfechas de la niñez y adolescencia:
Plan de Prevención de la violencia en Centros Educativos:
Tal como se exponía en el marco conceptual, este plan tiene 3 componentes
principales: i) programa atlético deportivo acompañado del abordaje de temáticas de interés
policial relacionadas a la prevención de todo tipo de violencia; ii) detectar e intervenir todos
aquellos delitos que han venido vulnerando el sano desarrollo de la convivencia escolar; iii)
establecer un anillo protector de seguridad a los centros educativos.
Estos componentes han tenido algunos buenos resultados, tal como una disminución de
riñas entre escuelas; sin embargo, esta política presenta debilidades al analizarla desde el
enfoque de interés superior del niño, de satisfacción de necesidades, y de protección
integral con el niño como sujeto de derechos:
La presencia constante de policías y miembros de la Fuerza Armada, con armas cortas y
largas dentro de las escuelas, tienen un impacto negativo en la salud mental de niñas y
niños. A pesar de que intimidan a estudiantes que podrían cometer delitos más
complejos en las escuelas, también causan impacto negativo en los que están solamente
aprendiendo. Esta presencia constante de uniformes y armas que se relacionan
directamente con la guerra y con los delitos, no contribuyen a la creación de espacios
exteriores adecuados para el desarrollo efectivo de niñas y niños;
La actuación de parte de policías y miembros de la Fuerza Armada tiende a amenazar
también física y psicológicamente a niñas y niños al ejercer la conocida como
“violencia institucional”. Este tipo de violencia es el que se comete por el Estado y sus
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instituciones, violencia innecesaria, desmedida, mediante el hostigamiento por parte de
funcionarios como la policía y elementos de la Fuerza Armada. Según informes, son los
adolescentes varones los que se convierten en víctimas de violencia policial,
particularmente quienes viven en zonas con presencia de pandillas, militarizadas y con
indicadores altos de marginación social donde la policía y el ejército tienen asignadas
tareas de seguridad pública (Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos de
El Salvador/ UNICEF El Salvador, 2013). La constante exposición de niños y
adolescentes a registros que no cumplen con los procedimientos establecidos para los
procesos penales a adolescentes, y su constante hostigamiento, acoso y golpizas, impide
la efectiva construcción de relaciones con adultos, y también amenaza su salud física y
psicológica;
Algunos policías y miembros de la Fuerza Armada que están destacados en centros
educativos, acosan sexualmente a niñas y adolescentes, lo que impide que ellas se
desarrollen efectivamente en relación a su aceptación de necesidades sexuales. Se han
conocido incluso casos de adolescentes que han abandonado la escuela porque se han
acompañado con policías que cuidaban los centros educativos;
Finalmente, no se ha logrado una efectiva coordinación entre el cuerpo policial y el
docente. Cuando el policía identifica comportamientos violentos, no interviene sino que
notifica a las autoridades docentes de lo ocurrido. Usualmente, los docentes no
intervienen debido al miedo a las pandillas, por lo que las acciones violentas quedan
impunes. Esto también impide la construcción de normas permanentes y de relaciones
efectivas con adultos, ya que tanto los docentes como los policías pierden autoridad
ante los victimarios que no reciben castigos por sus malas conductas, y ante las víctimas
que se sienten desprotegidas ante las vulneraciones.
Estas situaciones que se han expuesto demuestran que, a pesar que de esta es una
política para la protección de la niñez y adolescencia en los entornos escolares, no han
considerado las diferentes necesidades de esta población. La primera debilidad es que se
implementa desde el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública por medio de la Policía
Nacional Civil, pero de manera unilateral, es decir, sin articulación ni coordinación con
otras instituciones, tales como el Ministerio de Educación o el Ministerio de Salud. Esta
coordinación interinstitucional permitiría una protección más integral de niñas, niños y
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adolescentes, ya que se podría dar atención psicológica a víctimas de los delitos causados
por la territorialidad, y opciones de educación formal y no formal a estudiantes que han
abandonado la escuela.
Asimismo, una debilidad importante es que la política solamente ha tomado en cuenta
la vulneración al derecho a la educación como aprendizaje de conocimientos técnicos y
académicos en las escuelas, dejando de lado los demás derechos al aprendizaje de valores
para la convivencia, socialización, y respeto de los Derechos Humanos, y las demás
vulneraciones a los derechos a la salud mental, al juego y al ocio, etc.
Comités Municipales de Prevención:
Los Comités de Prevención a nivel municipal con un potencial importante para la
protección de la niñez y adolescencia ante las vulneraciones ocasionadas por la violencia;
sin embargo, estos espacios aún pueden fortalecerse de las siguientes maneras:
Los diagnósticos con los que trabajan los Comités deben incluir las necesidades y
vulneraciones específicas de la niñez y adolescencia;
Las acciones implementadas por los Comités deben tomar como principio rector la
prioridad absoluta de la niñez y adolescencia en la elaboración e implementación de
presupuestos;
Se deben establecer mecanismos que faciliten las denuncias de parte de las niñas y
niños, tomando en cuenta su desarrollo evolutivo, pero facilitándoles el acceso a la
justicia aún cuando no sean apoyados por adultos;
Se deben articular sus acciones con las de los Comités Locales de Derechos, que son las
instancias locales que velan por la garantía de los derechos colectivos y difusos de la
niñez y adolescencia de sus municipios;
Se deben crear espacios de participación efectiva de niñas, niños y adolescentes,
también considerando el desarrollo de sus capacidades, para que sean ellos quienes
también expongan sus necesidades ante estas instancias;
Se deben implementar mecanismos de evaluación de las acciones ejecutadas, de modo
que tengan objetivos e indicadores específicos y no sean meros espacios de
socialización de estrategias aisladas y poco coordinadas entre las distintas instituciones.
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V. Recomendaciones
Habiendo expuesto las realidades que viven las niñas, niños y adolescentes en
comunidades de los municipios de San Marcos, Mejicanos y San Salvador, y establecido
las debilidades de las políticas actuales de protección ante la territorialidad de las pandillas,
se establecen las siguientes recomendaciones:
1. Fortalecer al Ministerio de Justicia y Seguridad Pública como parte del
Sistema de Protección Integral de la Niñez y la Adolescencia
Tal como se expuso en este documento, la LEPINA establece un Sistema de Protección
que articule los programas de atención a la niñez y adolescencia, tanto desde el gobierno
como desde la sociedad civil. Para el caso de la seguridad, es importante que se el
Ministerio de Justicia y Seguridad Pública fortalezca sus mecanismos de articulación con el
Ministerio de Educación, el Ministerio de Salud, el Instituto Nacional de los Deportes, y las
Alcaldías Municipales, pero en programas y protocolos concretos, de modo que se pueda
atender no solo mediante presencia policial física sino también con seguimiento a la salud
de niñas, niños y adolescentes que ya han sido víctimas de delitos o de la tensión generada
por la violencia. Estos documentos deben ser supervisados por el CONNA, el cual deberá
garantizar que se implementan bajo el esquema de protección integral y no según el modelo
tutelar. Se debe fortalecer la descentralización que establece la misma ley, articulando a los
Comités Municipales de Prevención con los Comités Locales de Derechos.
Es importante tener en cuenta que los programas que se establezcan deben responder a
la satisfacción de las diferentes necesidades de la niñez y adolescencia, según planteado en
este documento, de modo que se les garantice su salud física y autonomía, y todos los
derechos relacionados con las mismas.
2. Establecer programas de protección a nivel local, para la reconstrucción del
tejido social
Según el Banco Mundial, las maras prosperan en vecindades y comunidades donde la
pobreza ha corroído los servicios sociales o los ha eliminado por completo, donde las calles
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están en condiciones deplorables y donde la infraestructura pública y comunitaria está
gastada, sucia o abandonada” (Banco Mundial, 2011). Consecuentemente, se recomienda
fortalecer la oferta de programas de recuperación de espacios públicos, y dinamización de
los mismos por medio de programas de arte, cultura y deporte, que abran a la niñez y
adolescencia oportunidades de juego, recreación y convivencia con otras personas.
3. Fortalecer las capacidades de liderazgo de niñas, niños y adolescentes, y
generarles oportunidades de participación
Se debe fomentar la apertura de oportunidades de participación para la niñez y
adolescencia a nivel local, para que tengan la oportunidad de tomar un rol activo en la
búsqueda e implementación de soluciones en la construcción de paz, y al mismo tiempo, en
la generación de alternativas positivas ante el reclutamiento de las pandillas. Se deben abrir
espacios de formación en liderazgo y trabajo en equipo entre niñas, niños y adolescentes
provenientes de zonas rivales pero sin que ellos lo sepan al momento de trabajar juntos,
para romper los paradigmas de enemistades y odios.
4. Se deben cambiar las normas y conductas sociales de violencia
Se recomienda impulsar programas de educación para el desarrollo, en los que se logre
profundizar en investigaciones sobre el impacto de la violencia en la niñez y adolescencia,
se eduque a las personas en esas vulneraciones específicas, y finalmente se logre incidir en
las políticas que se implementen.
5. Las políticas de seguridad pueden tener un fuerte componente de prevención,
pero sin abandonar la represión
El Ministerio de Justicia y Seguridad Pública le apuesta fuertemente a la prevención,
llegando hasta el punto de “satanizar” las políticas represivas; ante esto, se reconoce la
importancia de la cercanía del cuerpo policial a las personas, pero sin que esto implique un
desprecio a la represión. En una realidad como la que se vive con las pandillas, no es
suficiente prevenir, sino que se tienen que detener y procesar a quienes cometan delitos aún
cuando es un adolescente, siempre y cuando se les respeten las garantías de los
adolescentes en conflicto con la ley.
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VI. Referencias bibliográficas
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