Antonio Caso: el mito de su liberal mentalidad político-social

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CJLACS/ RCELAC. IX (no 18. 1984). pp. 31-56 Antonio Caso: el mito de su liberal mentalidad político-social Francisco Nodar Manso McGill University The political and philosophical work of Antonio Caso has been the object of uncritical admiration by many writers. However, a careful and detached reading does not support this admiration. His polemical writings show us a mean, arrogant mind, obsessed with his exclusive truth which he seeks to impose, and lacking any theoreticalprespective. It was only at the outbreak of the Mexican Revolution that Caso began to criticize the dominant positivist philosophy (associated with the dictatorship of Porfirio Díaz) in the name of idealism. An enemy of liberalism and socialism, a fierce defender of order and an élitist, he fought a rearguard action against all the changes brought about by the Revolution. His attack on socialist education and on V. Lombardo Toledano made him the instrument for the conquest of the University by Catholic groups. Caso was anything but a liberal. His conservative vision finds expression in his admiration o f the Spanish colonial past, his declaration offaith in favour of social-national- ism, and liis pseudo-scientific anti-feminism (based on the difference between ovaries and testicles). This article thus reveals to us a very different Caso. -, L'oeuvre philosophique et politique d ’Antonio Caso compte de nom- breux admirateurs inconditionnels. Une lecture attentive et froide ne leur donne pourtant pas raison. Ses écrits polémiques nous révèlent un esprit mesquin, méprisant, épris de sa seule vérité qu'il cherche à imposer, dénué de tout horizon théorique. Ce n ’est qu'à l'aube de la Révolution mexicaine que Caso se mit à critiquer le positivisme dominant (associé à la dictature de Porfirio Díaz) au profit de l’idéalisme. Ennemi du libéralisme et du socialisme, farouche défenseur de Tordre, élitiste, il mena un combat d'arrière-garde contre tous les changements dont la Révolution se faisait porteuse. Son attaque contre l'éducation socialiste et contre V. Lombardo Toledano en fit le bélier pour la conquête de l'Université par des groupes 31

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CJLACS/ RCELAC. IX (no 18. 1984). pp. 31-56

Antonio Caso: el mito de su liberal mentalidad político-social

Francisco Nodar Manso McGill University

The political and philosophical work of Antonio Caso has been the object of uncritical admiration by many writers. However, a careful and detached reading does not support this admiration. His polemical writings show us a mean, arrogant mind, obsessed with his exclusive truth which he seeks to impose, and lacking any theoreticalprespective. It was only at the outbreak of the Mexican Revolution that Caso began to criticize the dominant positivist philosophy (associated with the dictatorship o f Porfirio Díaz) in the name of idealism. An enemy of liberalism and socialism, a fierce defender of order and an élitist, he fought a rearguard action against all the changes brought about by the Revolution. His attack on socialist education and on V. Lombardo Toledano made him the instrument for the conquest o f the University by Catholic groups. Caso was anything but a liberal. His conservative vision finds expression in his admiration o f the Spanish colonial past, his declaration of faith in favour o f social-national­ism, and liis pseudo-scientific anti-feminism (based on the difference between ovaries and testicles). This article thus reveals to us a very different Caso. -,

L'oeuvre philosophique et politique d ’Antonio Caso compte de nom­breux admirateurs inconditionnels. Une lecture attentive et froide ne leur donne pourtant pas raison. Ses écrits polémiques nous révèlent un esprit mesquin, méprisant, épris de sa seule vérité qu'il cherche à imposer, dénué de tout horizon théorique. Ce n ’est qu'à l'aube de la Révolution mexicaine que Caso se mit à critiquer le positivisme dominant (associé à la dictature de Porfirio Díaz) au profit de l ’idéalisme. Ennemi du libéralisme et du socialisme, farouche défenseur de Tordre, élitiste, il mena un combat d'arrière-garde contre tous les changements dont la Révolution se faisait porteuse. Son attaque contre l'éducation socialiste et contre V. Lombardo Toledano en fit le bélier pour la conquête de l'Université par des groupes

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falsa»; por ultimo afirma: «Si descartamos las críticas nacidas de la igno­rancia, sólo en función de la envidia podemos entender los ataques que se han dirigido al Director Honorario de la Facultad de Filosofía y Letras».3 E. García Máynez se refiere a los once polemistas con los que tuvo que medir­se A. Caso en vida, controversias intelectuales que son aludidas con el único propósito de ensalzar la figura del «maestro» y de minimizar el talle de sus adversarios.4 Hasta hace muy poco, la crítica no tenía acceso directo a los textos donde los oponentes de A. Caso expusieron sus alegaciones, por haber sido publicadas en diarios de la época difíciles de conserguir. A- fortunadamente Rosa Krauze ha compilado las polémicas en el primer tomo de las Obras completas de Antonio Caso, poniendo en manos de la crítica un arma de incalculable valor. Entre los polemistas figuran pensa­dores de gran estatura (Agustín Aragón, Vicente Lombardo Toledano, Francisco Zamora) cuyos artículos exponen posturas y argumentaciones que aventajan la visión retrógrada y conservadora que A. Caso da de la sociedad mejicana en sus obras.

El método empleado por A. Caso para redactar sus libros favoreció la adülación de que ha sido objeto su pensamiento, dado que publicó prácti­camente la totalidad de sus escritos en periódicos y revistas, y confeccionó sus libros más famosos seleccionando ora de los artículos ya publicados ora de las conferencias ya dadas. De tal modo, que la misma idea, e incluso el texto que la expresa, figura en varios libros. Por eso, al leer a Caso se tiene la sensación de estar siempre en el mismo sitio, de tener continuamente ante los ojos lo ya visto. Femando Salmerón, en el prólogo a Ensayos, doctrinas y discursos, también subraya la técnica empleada por A. Caso para elaborar sus libros;

Los cuatro libros (Ensayos críticos y polémicos, Doctrinas e ideas ed. 1924, Doctrinas e ideas ed. 1925, Discursos heterogéneos) tienen carác­ter misceláneo y se formaron coleccionando otros trabajos más breves dados a conocer previamente en diversas publicaciones. Varios de los ensayos así reunidos se repiten también en algunos de los cuatro libros, otros se aprovechan además en obras posteriores más homogéneas como la Sociología, los Principios de estética o la Historia y antología del pensamiento filosófico... Todas estas circunstancias... explican alguna repetición inevitable en esta edición de Obras completas. 5

Mucho más grave que la repetición es que sus libros carecen de horizonte, de tesis; y al mismo tiempo en ellos A. Caso sólo expone un fragmento de su ideario. Unicamente un número muy reducido de investigadores tuvo acceso a los artículos publicados en los diarios6 hásta la publicación de sus Obras completas, y hoy se puede afirmar que el pensamiento social y político de A. Caso sólo puede despertar admiración en una élite despren­dida por completo de las vicisitudes sociales y económicas por fas que atravesó y atraviesa Méjico. Al mismo tiempo, es necesario advertir que el ensalzamiento de A. Caso no está desprovisto de oportunismos y arribis­mos políticos. Como se verá al hablar de la polémica Caso-Lombardo, gracias a Antonio Caso los jesuítas se apoderaron del timón idcotágico de la Universidad Nacional, y serán precisamente estos religiosos lostque inicien el mito del liberalismo del «maestro», un hombre cuya conducta y pensa­

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miento estuvieron siempre a favor del catolicismo tradicional y del partido conservador.

2. La labor docente de A. Caso.

La labor docente de A. Caso ha sido objeto de inspiradas muestras de afección. Oswaldo Robles ha delineado la imagen poética de su ministerio en un párrafo célebre:

El reloj marcaba las seis de la tarde. Por la escalinata de la Facultad de Filosofía, inundada por la luz del atardecer, subía pausadamente y sin afección, llevando un libro bajo el brazo, el maestro Antonio Caso. El aula se encontraba pletórica. Estudiantes, profesionistas, jóvenes, maes­tros y maestras, gente del mundo diplomático, damas intelectuales y bellas. Un murmullo anunciaba su llegada. Saludos respetuosos... Caso subía a su cátedra y la lección se desgranaba precisa, ordenada, elo­cuente. 7

También es digno de mención este inspirado encuentro con el «maestro»; Nunca hablaré de Caso sin nostalgia. Cuando lo conocí, cuatro os antes de su muerte, me impresionó su rostro extraordinario, su mirada luminosa. Vestía con elegante pulcritud; balanceaba un bastón bajo el brazo y caminaba sin prisa por el patio de la antigua escuela de Masca­rones. Pasó junto a mí y me dirigió un saludo amable. Alguien me dijo: «Este es Antonio Caso, el mejor maestro de la escuela... »Yo ya lo sabía. Había oído hablar de su largo magisterio. Hasta mí había llegado el prestigio de sus lecciones, y pronto tuve la fortuna de escucharlas.14Una visión diametralmente diferente a la expuesta la proporcionan los

«alumnos poseídos del diablo», según frase del «maestro».9 El primer incidente grave que A. Caso tuvo con uno de sus estudiantes ocurrió en 1922, siendo Samuel Ramos el estudiante rebelde que denuncia que su profesor se amparaba de la posición académica para moralizar a la juven­tud: «En efecto, no se advertía en su enseñanza el fin de crear una acade­mia filosófica, sino más bien, a semejanza de Sócrates, declaraba el pro­pósito de moralizar a la juventud».Sam uel Ramos afirma que A. Caso enseñó el positivismo y el idealismo con análogo dogmatismo y espíritu irreflexivo:

Romántico de temperamento, nos parece que sus afinidades filosóficas han sido sentimentalmente determinadas. Y sentimental ha sido tam­bién el recurso empleado para convencer a los demás. Su técnica ha sido eficaz para espíritus más sensibles al aliento oratorio que al rigor re­flexivo, mas no pudo dejar satisfechos a los que exigen éste, porque nunca ha sido la crítica su fuerte. Debemos declarar que en la propagan­da del pensamiento nuevo (idealismo) fue tan dogmático como con el positivismo que combatía. Sospechamos que su antiintelectualismo y sus simpatías por la intuición son nada más que refugios para compensar su debilidad crítica.11

Sobre las limitaciones intelectuales de A. Caso dice Samuel Ramos lo siguiente:

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Como desconoce la realidad de las fechas, cree que la verdad es in­mutable y se acerca a sus diferentes expresiones históricas tal como se

'dieron, sin sentir la necesidad de rehacerlas. Así se conduce siempre el espíritu cuando está frente a un problema; en vez de aventurar una idea nueva, se atiene a la solución clásica y la acepta literalmente sin previa asimilación... Ha publicado hasta la fecha doce libros. Sin embargo parece que dijo todo lo que tenía que decir hace diez años, porque desde entonces ni sus cursos ni sus libros nos traen ninguna novedad.12

Jorge Cuesta también mántiene una actitud negativa hacia A. Caso, a quien critica en un artículo en el que a su vez defiende la postura de Samuel Ramos, y que Juan Hernández Luna resume así:

Cuesta se refería en su artículo a la fama del maestro Caso, la cual llegaba hasta la Escuala Preparatoria de Córdoba, Veracruz, y la des­ilusión que le produjeron las lecciones orales de filosofía que le escuchó cuando vino a la capital, así como también la lectura de sus libros ... Termina afirmando que el objeto de la filosofía «es dar claridad al mundo y a la existencia» y «Caso me la oscurece», porque su «pensamiento es impreciso, indisciplinado, violento».13En la respuesta que A. Caso da a S. Ramos predominan unos rasgos dia­

lécticos que definen muy bien la actitud que adopta ante los que le contra­dicen: el improperio, la autovaloración y la alteración consciente del signi­ficado de los reparos críticos que sus impugnadores hacen a su obra. El insulto personal figura en el primer párrafo de Ramos y yo. Un ensayo de valoración personal:

Cuando no fueron mis críticos, de algún modo he de llamarlos, personas ... de gran relieve social, preferí guardar silencio ... ¿Cómo habría yo de haber replicado a vulgares mixtureros de ideas, ayunos de cultura y gramática, cuyos ataques sólo servían para difundir mi nombre por el público intelectual de México?14A. Caso considera enemigos personales a los que polemizan con él, lo

cual imposibilita todo tipo de diálogo intelectual, hecho al que se refiere Samuel Ramos en una breve nota, con la que da por terminada la discusión con su antiguo maestro:

El filósofo aludido, cediendo ai instinto de conservación, redactó, en defensa suya, un folleto titulado Ramos y yo. El subtítuto, «ensayo de valoración personal», induce a creer que el contenido es una autocrítica para ayuda de quienes se interesan por la obra del autor. Sin embargo, era mucho más urgente aniquilar al juez más exigente y severo que ha tenido y a ello dedica una parte considerable de su escrito ... Es cierto que aparenta rebatir ideas, denunciar inexactitudes de información filosófica; mas, para lograrlo, tiene que deformar mi pensamiento, atribuirme opiniones que no sostengo. Este ardid era preciso para exhi­birme como ignorante en materia filosófica y, por lo tanto, incapaz de juzgarlo a é l ... En verdad yo no esperaba que Caso me declarara el más sabio de los hombres, pero sí que luchara con recursos limpios. El «foul» es un arma de los que se sienten vencidos. ^

Acto seguido Samuel Ramos expresa en qué consiste la autovaloración de A. Caso:

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¿Qué entiende Caso por «valoración personal»?. No lo comprendo por­que los datos que usa para este juicio son las opiniones ajenas: recortes de periódicos, el retrato con dedicatoria de un filósofo europeo, las cartas de otro filósofo, europeo también, y ... ¡los recibos de los editores!. Pero ahora su obra es colocada al lado de mi insignificancia para que adquie­ra, por contraste, una magnitud inusitada. El parangón está ya enuncia­do en el título del folleto Ramos y yo. ¿Es que la valía de Caso depende exclusivamente de mi ignorancia? 16.Todos los intelectuales que han entablado polémicas con A. Caso se

lamentan de que éste les insulta y de que no responden a los interrogantes que le proponen. Un buen ejemplo de ello lo ofrece Vicente Lombardo Toledano, que ha consignado estadísticamente los recursos empleados por A. Caso para invertir y minimizar su pensamiento:

Don Antonio Caso enfureció al leer mis objeciones y contesta en un artículo, «La dialéctica del renegado», peor que los precedentes. Debe haberlo cegado la ira, en realidad, porque este artículo está formado así: a) de doce injurias; b) de dos alteraciones burdas de mis pensa­mientos; y c) de tres errores científicos ... La balanza del reciente artícu­lo de don Antonio Caso, como se ve, arroja estos datos: injurias, 70,5%, ignorancia, 17,6%; calumnias, 11,7%. Paso ahora a ocuparme de estas dos últimas; las ofensas las perdono para merecer el calificativo de cristiano.17La cátedra era para A. Caso un medio idóneo para buscar insaciable­

mente la verdad:Una cátedra es un coloquio entre maestros y discípulos. Su esencia es el diálogo, la dialéctica ... Cátedra es comercio mutuo y recíproco entre el profesor y los estudiantes. El maestro es sólo un estudiante que ha lo­grado, por su edad, y su saber, alguna ventaja, que le prestan los años, sobre sus discípulos. La cátedra obedece a un orden; responde a un fin; el fin final de la cátedra, de la discusión académica, es la consecución de la verdad.18

Juan Hernández Luna afirma que efectivamente A. Caso consideraba la discusión un inventivo agradable que facilitaba la búsqueda de la verdad:

La polémica, ese «incitante y delicioso incentivo» de su trabajo intelec­tual, tenía para él un fin: buscar o esclarecer la verdad. En sus escritos,, polémicos varias veces declara a sus impugnadores que éste, y no otro, era el objeto de sus controversias. La «actitud pulcra del dialéctico consiste en la desinteresada prosecución de la verdad».19

Si nos atenemos a los testimonios de Samuel Ramos. Jorge Cuesta y Vicente Lombardo, entre lo que Caso propone como ideal a alcanzar en la discusión y como él practica el diálogo media una barrera infranqueable. De hecho, tanto sus discusiones como sus libros están concebidos con el propósito de imponer sus criterios filosóficos y sociales, y dispara a ciegas la ira contra todo proposición que no se ajuste a su verdad-, porque para él la verdades lo que él defiende, como se pasa a justificar.

A. Caso cree que existen doctrinas sociales falsas, como el liberalismo o el socialismo, que el niega a través de los términos «individualismo» y «comunismo»:

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El individualismo y el comunismo, conforme a la lógica pura, son dos proposiciones contrarias, que sus respectivos adeptos juzgan verdaderas

- en su exclusividad. Pero dos proposiciones contrarias, también conforme a la lógica pura, pu den ser: falsa la una y la otra verdadera; o, como en el caso presente, ambas falsas-, verdaderas las dos, jamás.20

Y añade:Las dos posiciones rivales son falsas, porque ponen sobre la cultura y el espíritu el valor de la vida.21

En consecuencia, toda postura social que ensalce la «vida» le incomoda, y los enfados le han hecho cometer desmanes impropios de un pensador cuerdo:

A pesar de toda su trascendencia social, nunca podrá contarse a Marx entre los grandes filósofos de la humanidad. En metafísica, su sistema se halla desprovisto por completo de originalidad. Es el materialismo combinado con la dialéctica de Hegel en síntesis inconsistente, por no decir absurda. Su ética la constituye ese anhelo judío primordial de dar la mano a todo lo bajo, a todo lo caído, a cuanto sea mezquino y numeroso, para exaltarlo a la cima donde sólo pueden aspirar el aire puro los opti­mates de la inteligencia y de la voluntad. Parece a esta raza ... que todo hay que igualarlo haciendo ascender, a costa de los superiores, a las masas desprovistas de conciencia y dignidad.22

Dejamos para más adelante lo que A. Caso piensa.de la «masa» mejicana. Seguidamente se pasan a analizar las referencias históricas y biográficas con las que se ha construido un mito, cuya razón de ser consiste en conside­rar el antipositivismo de A. Caso como una prueba irrefutable que lo acre­dita de antiporfirista y gran liberal.

3. Del antipositivismo al antiporfirismo.

Leopoldo Zea ha identificado el positivismo con el porfirismo. Según él, el positivismo fue empleado como instrumento político durante la larga estancia en el poder de Porfirio Díaz. Debido a que fue nefasto el gobierno del General, forzosamente ha de serlo también la corriente filosófica que lo inspiró, así como unos «mediocres» los defensores del comtismo:

El positivismo no era otra cosa que una doctrina que ahorraba a un grupo de mediocres el pensar. El positivismo representaba la doctrina de la cual este grupo de mediocres se servía para guardar sus intereses. Mas bien que tratarse de una doctrina filosófica, se trataba de una doctrina puesta al servicio de una facción política. Cuando se atacabaá la doctrina positiva, no era tanto la doctrina a la que importaba combatir, sino al grupo político que se escudaba en ella. El porfirismo y el grupo político llamado de los científicos eran los que se expresaban por medio del positivismo. El positivismo no era sino la expresión ideológica de este grupo.22

En 1909 un grupo de intelectuales, Antonio Caso, Alfonso Reyes, José Vas­concelos, Pedro Henríquez Urcña, fundaron el celebre Ateneo de la Juven­tud. Según Leopoldo Zea este grupo ha sido el responsable del puntillazo que finalizó definitivamente con el porfirismo, con el positivismo y con los

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positivistas:Pero hubo un grupo contra el cual se tuvo que enfrentar el positivismo de México, un grupo formado en su propio seno, dentro de sus formas educativas. Se trata de un grupo de jóvenes que se sintieron estrechos dentro de la filosofía que se les había inculcado. Este grupo salió fuera de la doctrina en que se había formado y buscó nuevos horizontes. Se trata de una generación de autodidactas, de hombres que tuvieron que buscar fuera de la circunstancia cultural en que se encontraban una nueva forma de sentir la vida. Este grupo fue el de la generación llamada del Ateneo de la Juventud.24

Por último, Leopoldo Zea considera a Antonio Caso el más brillante e inte­ligente adversario del positivismo:

Antonio Caso, el más brillante y más agudo polemista del grupo, consi­derará al positivismo como una filosofía de mediocres, de irresponsa­bles. Llama al positivismo una doctrina que ahorraba el pensar. 25

Como se puede apreciar, Leopoldo Zea ha cimentado la base que ha dado lugar a que se identifique el antipositivismo con el antiporfirismo, tesis de la que fácilmente se deduce que Antonio Caso fue adverso a la dictadura del General Díaz, lo cual es falso, como se defende a más tarde. La postura de Leopoldo Zea es demasiado tajante y partidista para que sea entera­mente veraz. Seguir las actividades de los del Ateneo de la Juventud en las proximidades de la Revolución permitirá concluir que el regreso al idealismo, con el consiguiente abandono del positivismo, fue instigado por el porfirismo; que los del Ateneo vivieron al margen de las convulsiones sociales del momento; y que algunos de los del grupo vieron con antipatía el movimiento revolucionario. Por lo contrario, las mentes más significa­tivas del positivismo, Agustín Aragón y Horacio Barreda, mantuvieron una actitud mucho más responsable y digna ante la realidad social que obser­vaban y vivían.

El bandazo hacia el idealismo fue promovido directa o indirectamente por el porfirismo. Justo Sierra, responsable de la educación durante los últimos años de Porfirio Díaz en el poder, siguió una trayectoria ideológica ambigua: unas veces se mostraba favorable al positivismo, y otras era partidario del idealismo. Su actitud imprecisa motivó que Agustín Aragón le considerase un hombre sin «convicciones firmes»:

El señor Sierra ni en sus poesías ni en sus discursos, ni en sus libros ni en sus informes oficiales, ha revelado nunca espíritu científico; es un metafísico que quiere a ratos seguir los senderos de la ciencia y a ratos sonreír a la teología. Ninguna labor suya, si se exceptúa su gran libro sobre Juárez, lo acredita como persona de convicciones firmes.26

Justo Sierra se inclinará definitivamente hacia el idealismo; en el discurso pronunciado ante Porfirio Díaz en 1910 con motivo de la apertura de la Universidad Nacional de México declara oficialmente aprobado el idealis­mo en la enseñanza. De este modo se abrazaron'con efusión las inquietudes espirituales de los del Ateneo con las del porfirismo. Históricamente la batalla contra el positivismo no se inicia hasta que Justo Sierra opta ofi­cialmente por el idealismo. Efectivamente, Agustín Aragón recrimina desde la «Revista Positiva» la actitud de Justo Sierra; el Ministro de Educa-

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ción será defendido por Antonio Caso, que a su vez insulta a Agustín Aragón:- En la «Revista Positiva», el silencioso e inadvertido órgano seudo-

filosófico del comtismo ortodoxo, que con tenacidad tan admirable como infecunda dirige, edita, escribe y lee, trece veces por año, desde hace ya muchos, don Agustín Aragón, aparecieron ... varios artículos, concebi­dos por el distinguido director, editor, escritor y lector del periódico sectario, dirigidos a comentar inpugnándolos, dos discursos-del señor ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes. 27

Seguidamente Antonio Caso afirma que está satisfecho con la labor educa­tiva del Ministerio de Educación de Porfirio Díaz:

Pero acontece que la serie de furibundos artículos no sólo se dirigen contra el secretario de Instrucción Pública, ni contra las tendencias definidas, bien definidas, pese al señor Aragón, de la secretaría de Estado que sirve Justo Sierra, sino que van rectamente ... contra el nuevo instituto, la Universidad Nacional que fue inaugurada solemne­mente en conmemoración del centenario de la patria. 28

El artículo citado fue publicado en «Revista de Revistas» el 19 de marzo de 1911; dos meses más tarde, el 25de mayo de 1911, cae el dictador.

El Ateneo de la Juventud no defendió ideas que atentasen contra las estructuras sociales establecidas por el gobierno de Porfirio Díaz; una prueba evidente de ello es que ciertos «proceres» porfiristas costeaban sus conferencias y publicaciones:

Don Pablo Maceda, uno de los proceres más relevantes y cultos del por- firismo, costeó la edición de la serie inaugural de conferencias que dio el Ateneo de la Juventud, fundado en el Centenario de México por Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y yo mismo (Antonio Caso) que tuve el honor de ser el primer presidente. 29

Desde una perspectiva histórica, no se puede admitir una afirmación como esta: «En el seno de este grupo (Ateneo de la Juventud) era donde se in­cubaban y cristalizaban las direcciones literarias y filosóficas que revolu­cionaban todos los ámbitos culturales de México hacia 1909-1910». Hemos visto que la juventud intelectual del Ateneo no representó un peli­gro político para el régimen y que tampoco propuso inquietudes ideoló­gicas extrañas al porfirismo; lo que este grupo hizo y pensó una vez la Revolución en marcha no cae dentro de este trabajo, exceptuando a Anto­nio Caso.

El conato verbal entre idealistas y positivistas no da pic a que se consi­deren a los del Ateneo conscientes adversarios del régimen de Porfirio Díaz. Dado que el choque entre los partidarios de una y otra actitud filo­sófica se da poco antes del alzamiento de Madero; y en segundo lugar porque las inquietudes del Ateneo de la Juventud eran ante todo de tipo cultural, lo cual Ies impidió detectar la ebullición social del momento: «... teníamos un concepto estático de la patria, e ignorábamos las tormen­tas que nos amenazaban ». ^ afirma Pedro Henríquez Ureña. José Gaos también mantiene que la Revolución sorprendió a los porfiristas>y a los del Ateneo: «... parece pues que el régimen y la juventud intelectual ... fueron conjuntamente sorprendidos por la Revolución».82 Una vez^lMiciado el

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aguacero revolucionario algunos «muchachos» del Ateneo mantuvieron una actitud hostil y elitista ante los futuros cabecillas que saldrían de la Revolución, como expone Alfonso Reyes: «Trabajo costó a los muchachos de entonces el admitir otra vez ... que los héroes nacionales ... podían ser nada menos que este o aquel humilde vecino conocido de todos, el Panchito de quien nadie hacía caso». 33 Antonio Caso fue catalogado contrario a la Revolución: «Yo estaba entregado a mis cátedras; sólo que se me sindicaba como elemento vinculado a grupos antipáticos a la rebelión».34

La aplicación política del positivismo fue un fracaso, sin embargo ello no acredita a que se considere «absurdo» el comtismo, y mucho menos que se trate de «mediocres» e «irresponsables» a sus más destacados defensores. La ceguera que padecieron los del Ateneo de la Juventud no la sufrieron los defensores más relevantes del positivismo. Horacio Barreda aplicó criterios positivistas al alzamiento de Madero y dedujo que éste no se podía consi­derar un simple cambio de gobierno:

No; la última revolución en nada se parece a las asonadas de la Noria y Tuxtepec, por ejemplo, verdaderos motines militares que sin justifica­ción alguna de carácter social, tan sólo obedecieron a la tenaz ambición de mando que hubo de convertir a un reputado jefe militar en revolucio­nario de profesión, que lo mismo se levantó en armas contra el más grande de nuestros estadistas, el inmaculado Juárez, como lo hizo más tarde contra el preclaro sucesor de éste, invocando como pretexto el lema de la no reelección que muy pronto debía pisotear. |No, y mil veces no! En la última revolución hemos visto a la Nación entera erguirse firme y terrible al sentirse herida en sus más nobles órganos, en sus más importantes funciones, en sus más altos intereses. Fue el puro elemento civil, acaso único desde la independencia aca, el que se levantó en armas para derrocar al perturbador de oficio que después de saltar al poder público, se complació en abusar, inicuamente, del noble apoyo que quiso prestarle todo un publo, ya cansado de luchas intestinas y ávido de descanso, tranquilidad y paz. 35

Como expone la cita, H. Barreda critica muy duramente a Porfirio Díaz. El insigne positivista propone que para que desaparezcan los síntomas de la inminente revolución es preciso «aliviar» las lesiones que padece la organi­zación social, males causados por el abandono de la democracia y el repu­blicanismo durante la larga noche del gobierno de Porfirio Díaz:

Si existían, pues, hondas lesiones que explican y justifican el estado revolucionario que hoy nos envuelve, justo es suponer que mientras los males causados no desaparezcan, los síntomas que los revelan, o sea las manifestaciones revolucionarias, habrán de persistir; y lógico es afirmar, que el grado de intensidad y persistencia de estas convulsiones sociales, nos pondrá de manifiesto hasta qué punto llegó la desorganización de que es responsable la corrupción de la Dictadura porfiriana.36

La postura de Horacio Barreda coincide con la de Agustín Aragón, que en el último número de la «Revista Positiva» dice lo siguiente:

Cuando hace cuatro años comenzó la primera crisis social mexicana de este siglo, anuncié sin vacilar el triunfo de los que en los comienzos eran los débiles. A caso este acierto haya tenido por origen mi conocimiento

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directo del proletariado rural mexicano, por mi contacto con él desde los ya lejanos días de mi infancia; él entró a una lucha desigual, sin medir las fuerzas del coloso, sin reconocer la estupenda tarea que se proponía, pero con el firme propósito de no desistir hasta verla realizada. Esta fortaleza, hija de una determinación resuelta, constituye la firme base de mi esperanza en la redención de mi propio pueblo y en la grandeza futura de mi patria.37

Lo hasta aquí dicho, permite concluir que los positivistas mejicanos más eminentes no fueron unos «mediocres» incapaces de razonar. Seguida­mente se pasa a exponer lo que hacía Antonio Caso hacia las proximidades de la Revolución.

4. El antipositivismo de Antonio Caso.

Es recurrente en los estudios críticos sobre la obra de A. Caso arrancar de su antipositivismo para defender que fue un acérrimo e irreductible enemigo de Porfirio Díaz; según Rosa Krauze: «Caso nunca vio la grandeza del porfirismo. De los años de prosperidad sólo quedaban una miseria oculta, una ostentación impúdica, dolor y desolación en el pueblo. Si había paz, la libertad de expresión tropezaba con el gobierno».38 Oswalde Robles llega a decir que A. Caso no pudo pensar coherentemente por culpa de la reforma educativa de Gabino Barreda: «Caso no fue un pensador sistemáti­co, ni pudo serlo dada la urgencia de su misión, dada la adversidad de su momento a las tareas de la inteligencia especulativa, dada la incompren­sión de su medio y dada la lucha heroica que tuvo que librar para restaurar los estudios filosóficos en México, arrancados de cuajo por la reforma cientista de Barreda»39 Ricardo de la Cueva ofrece el antipositivismo de A. Caso como prueba de su espíritu rebelde, siempre dispuesto a socorrer a los oprimidos: «... la batalla del maestro contra el positivismo, que justifi­caba en el terreno de la filosofía la quiebra del fetiche del orden burgués que había llevado al cabo la revolución y su sustitución por la idea de la justicia social, de la que cada vez estamos más distantes, y la consecuente destrucción de la filosofía positivista, que traía consigo el hundimiento de la doctrina política de la burguesía, entusiasmó otra vez a la juventud. » 40

Como ya se ha dicho, dentro del porfirismo se dieron dos corrientes filo­sóficas: el positivismo, que inspiro la reforma educativa de Gabino Barre­da, y el idealismo, que a su vez condujo a la reestructuración docente llevada a cabo por Justo Sierra. La doble corriente ideológica explica la con­ducta de A. Caso en el alborear de la Revolución. Hasta 1910 lo vemos abrazado al positivismo: en 1906 elogia a Stuart Mill; en 1908 no sólo participa en el homenaje a Gabino Barreda, presidido por Porfirio Díaz, sino que encabezó la comisión encargada de llevarlo a cabo;41 José Gaos añade: «Mas del 25 de junio al 6 de agosto del mismo año (1909) lo vemos dando los viernes, en la Escuela Nacional Preparatoria, siete conferencias sobre la historia del positivismo. El 5 de septiembre del mismo ano pro­nuncia un discurso en la sesión conmemorativa del 52° aniversario de la muerte de Comte.42 De los siguientes datos proporcionados por Samuel Ramos, que presenció los hechos que comenta, se deduce que A. Caso

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defiende apasionadamente el positivismo en 1908, y que poco después, ya convertido al idealismo, emprende una furiosa batalla contra la doctrina filosófica de la que había sido partidario hasta que Pedro Henríquez Ureña le mostró que el positivismo era ya una «causa fallada»:

Cuando la reacción idealista se difundió en América bajo la prédica magistral de Enrique Rodó, el positivismo se depuró momentáneamente en las conferencias de 1908 dictadas por Antonio Caso ... Esas conferen­cias dieron ocasión a que Pedro Henríquez Ureña mejor enterado de las nuevas direcciones del pensamiento, hiciera saber en dos artículos claros y sólidos como el positivismo era ya una causa fallada y cuáles habían sido los argumentos para superarla. Por su parte Antonio Caso fue pronto seducido por la calidad moral de la filosafía nueva y comprendió cuán urgente era limpiar la atmósfera de los miasmas comtianos y spen- cerianos que la infectaban. Inicia entonces una ardorosa campaña anti­positivista. 43Antonio Caso inicia la batalla contra el positivismo en las aulas justo en

el momento en que el porfirismo comienza a tambalear: «Iniciábase la revolución maderista, puntualmente, cuando emprendí yo en las aulas la lucha, decidida y tenaz, con la filosofía claudicante».4,4 En público el combate comienza una vez que Justo Sierra opta por el idealismo en la enseñanza, hecho que ya se ha mencionado antes. Como se deduce de los datos aportados, A. Caso mantuvo una postura ideológica híbrida durante su presidencia del Ateneo de la Juventud, fundado en 1909; considerle antipositivista antes de 1910 no se puede justificar históricamente.45 La defensa de una fecha anterior a la dada redunda en el desprestigio moral del «maestro»; por ejemplo, José Gaos trata, sin darse cuenta, de oportu­nista a Antonio Caso porque supone que en 1906 ya era partidario del idea­lismo: «Caso debió de tomar parte en la conmemoración de Stuart Mill como en cumplimiento de un obligado deber de guardar las formas ».46

Para Antonio Caso la defensa del idealismo supone una reivindicación de tipo intelectual, y como tal no se puede partir de su antipositivismo para colgarle el sambenito de antiporfirista:

La oposición al positivismo no era una mera lucha retórica contra los mayores en edad y en saber, sino un movimiento íntimo de la conciencia para buscar nuevos horizontes, e invitar a los demás a esa búsqueda generosa e indispensable. Es decir, la política universitaria era lo de menos; lo de más enjundia estribaba en dar satisfacción a las ingencias de la propia conciencia filosófica.47

Antonio Caso participó y desempeñó un papel muy importante en la última reelección de Porfirio Díaz, llegando a dirigir el semanario «La Reelec­ción». Según José Gaos, los partidarios del general Díaz comenzaron la campaña electoral en 1909. El dos de abril de ese mismo año Antonio Caso pronumcia un discurso favorable a la reelección del dictador en el Club Recleccionista de la ciudad de Méjico, y el primero de mayo el filósofo figu­ra «como director al frente del número 1 de la ‘Reelección’, Semanario Político, Organo del Club Recleccionista de la Ciudad de México».48 Desde «La Reelección» se declara abogado defensor del orden porfirista:

Nuestro país ha sido rudamente sacudido por las pasiones políticas,

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nuestros campos tienen aún las huellas de la sangre fratricida derramada en aras de ideales, conveniencias y convicciones que al fin y a la postre

" trajeron la situación actual ... nuestra idiosincrasia no ha podido cam­biarse de un día para otro, nuestros hábitos no han podido modificarse, no podrán cambiar si no es con el transcurso de años y sucesos. Querer cambiar radicalmente de un día a otro la esencia de nuestra alma nacio­nal, querer que el indiferente de hoy se transforme al sólo influjo de nuestra palabra, en el observante fiel, es una ilusión, una quimera que sólo males y daños puede acarrear.49

Años más tarde recordará con nostalgia las glorias y maravillas que el porfirismo trajo a la nación mejicana:

Hoy que la revolución ha triunfado y es presidente constitucional de México un líder socialista, puede recordarse, sin temor, el mérito innegable de aquella administración, que puso una tregua de treinta años al afan constante de destrucción sistemática, que tanto distingue en la historia al pueblo mexicano. Los últimos años del siglo XIX fueron una gran época de paz.50

Con objeto de situar las palabras de Antonio Caso en su auténtico marco, se pasa a exponer lo que opinan Donald E. Worcester y Wendell G. Schaef­fer de la «pax porfiriana»:

Díaz took care of his military friends by bringing them back to share in the spoils, but he did not trust any of them. Shrewdly he played one against another while keeping them all amply supplied with pesos. He organized his private little band of paid assassins who proved quite capable of taking care of anyone who became «dangerous» in a political sense. The country became a paragon of order, but order was not that of law; it was the order of Don Porfirio solely.51Diaz brought poverty and misery to his people during his long rule. Physical development and vast profits for a few were small compensation for the loss of human dignity and personal security by the Mexican citizen of humble status.52De lo hasta aquí dicho se deduce que Antonio Caso paladeó con satis­

facción el porfirismo. La Revolución Mejicana no estimuló en él una toma de conciencia que lo aproximase a la problemática social de su pueblo.

5. La polémica entre Antonio Caso y Vicente Lombardo.

A. Caso ha dedicado palabras muy sonoras a la libertad:Pensar sin libertad es una contradicción manifiesta. En la economía del espíritu humano, el pensamiento y la libertad se unifican. El que inves­tiga, si piensa, duda, se convence o disuade; y si no fuera libre, ni duda, ni investiga, ni piensa, ni concluye. La libertad es la respiración del pensador.Así como es imposible volar sin aire, es imposible pensar fuera de un ambiente de libertad. 52

En el plano teórico compartimos su postura, la admiramos. Sin embargo, en la práctica, A. Caso se cobija bajo el amparo de la libertad para camuflar su visión conservadora de la vida y de la humanidad, y hace de ella una lanza con la que hiere toda novedad política, que él llama «dogma», favo-

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rabie a las capas sociales más desfavorecidas. De ello da fe la polémica que entabló con Vicente Lombardo Toledano, combate ideológico que ha de considerarse el prólogo de su pensamiento político, y que a su vez ilumina la razón de que ciertos críticos le admiren tanto.

En 1933 la izquierda intelectual mejicana inició una campaña encami­nada a lograr que la Universidad Nacional y los institutos universitarios del país adoptasen la filosofía marxista como orientación de las cátedras y de las tareas científicas. En el Primer Congreso de Universitarios Mexicanos, y después de un arduo y duro debate entre Vicente Lombardo y Antonio Caso, el Congreso aprobó, con veintidós votos a faovr y siete en contra, la postura de la izquierda. El 1 de diciembre de 1934 entró en vigor el espíritu de la resolución del Congreso de Universitarios y se reformó el Artículo 3 o de la Constitución.54

Antonio Caso se opuso desde el primer momento a las reformas univer­sitarias salidas del Congreso, y jamás admitió la reforma constitucional, uniendo sus inquietudes a las de los conservadores. Una vez clausurado el Congreso, Manuel Gómez Morin y Rodulfo Brito Foucher acaudillaron a los profesores y a los estudiantes católicos, que se apoderaron violentamente de la Rectoría y expulsaron de ella por la fuerza a Vicente Lombardo y a sus seguidores.55 Detrás del debate ideológico entre A. Caso y V. Lombardo se escuda un evidente fondo político, como denuncia Juan Hernández Luna: «Con gran sentido de la circunstancia política del momento, los católicos vieron la oportunidad de ganar la partida al grupo lombardista y adueñarse de los puestos directivos de la universidad para imponerles una orientación católica».56

Efectivamente, los alumnos católicos pidieron a la directiva de la Confe­deración Nacional de Estudiantes, adepta a Vicente Lombardo, que desalo­jara las oficinas situadas en el recinto universitario. Las oficinas no fueron abandonadas y los estudiantes católicos emplearán la violencia: «Los cató­licos, azuzados por Brito, asaltaron las oficinas déla Confederación, saca­ron los muebles, prendieron fuego al archivo y recorrieron las calles ... gritando mueras a Medellin, a Lombardo, a la universidad marxista, al gobierno, y vivas a Antonio Caso y a la libertad de cátedra». 57 Acto segui­do los estudiantes católicos se declaran en huelga, y se apoderan del edifi­cio de la Escuela Preparatoria. 58

Los incidentes enumerados perjudicaron a Vicente Lombardo, que se vió obligado a renunciar al cargo de director de la Escuela Preparatoria, puesto que cayó en las manos de Manuel Gómez Morín, quien emprendió una polí­tica descaradamente clerical, y desempeño un destacado papel en la gesta­ción y nacimiento de grupos de choque de derechas, como los «tecos» y los «conejos». Los jesuitas crearon los grupos «Proa», «Bios», «Lex» y «La­bor», a través de los cuales se dirigían los asuntos universitarios con un criterio exclusivamente católico. Por último, en la Facultad de Filosofía y Letras se vigoriza el pensamiento de Santo Tomás: Jesús Guisa y Acevedo y Oswaldo Robles son los primeros filósofos católicos que imparten leccio­nes de filosofía ncotomista; como indica Juan Hernández Luna: «Los marxistas, acaudillados por Lombardo, perdieron la batalla. Los católicos, amparados en el noble figura del maestro Caso, quedaron dueños de la

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universidad.59 No, los católicos no utilizaron a Antonio Caso para lograr la orientación clerical de la universidad; él luchó para que prevaleciese en la enseñanza el punto de vista religioso, como se pasa a justificar.

Para A. Caso lo religioso es el mayor valor humano:Si el valor económico es, como todo fruto de la sociedad, obra de la cultura, resulta evidente que ha de subordinarse, por su carácter instru­mental, a los valores ideales de la humanidad. Entonces el Estado y la religión, lejos de ser súbditos de su instrumento, deben regirlo, al revés, precisamente de lo que asegura el absurdo materialismo histórico de Karl Marx. La religión es perenne expresión del valor cultural más alto e irrefragable: lo santo. Cultura sin religión es cosa profana. 60

La fe lo es todo para Antonio Caso, que la exalta hasta el delirio:Lo que ella no puede (la razón), lo puede la fe. Decimos mal; la fe nada puede demostrar nunca; pero la razón «muestra» si no «demuestra», a Dios, como ideal perfecto y necesario. La fe cree, espera y ama. Ama porque cree, y espera porque cree y ama. ¡Círculo hermético de las «raisons du coeur», que la razón ignora! ¡Síntesis de los más altos valo­res! ¡Compendio de las virtudes divinas! Como la fe es gracia y amor, tiene que prohijar la razón.61

En el artículo en el que criticaba a Agustín Aragón por haber impugnado la reforma educativa de Justo Sierra, dice lo siguiente:

¡Cuánto más valdría la imposición del dogma católico y vigoroso con la tradición de luengos siglos, rico con el prestigio de innumerables genera­ciones; cuánto más valdría la vieja unidad de la Iglesia romana y el Esta­do mexicano, que nuestros reformadores,sin embargo, condenaron y rompieron!62

Oswaldo Robles matiza la religiosidad del «maestro» así: «Campeón del esplritualismo, en lucha implacable y acerada en contra del positivismo y del materialismo histórico, combatiente en la ciudadela del personalismo cristiano, rindió con sus enseñanzas un servicio indirecto pero valiosísimo a la catolicidad tradicional de nuestra Patria».63

A Vicente Lombardo Toledano le repugna la religiosidad teórica de An­tonio Caso, porque ve en ella la defensa de la oligarquía, la glorificación de la miseria:

Mientras las religiones de todos los tiempos y los sacerdotes de ellas, dentro o fuera de la casta profesional, se empeñan por detener la libera­ción de las masas hambrientas e ignorantes, aconsejándoles su identifi­cación con Dios, como compensación a sus privaciones físicas y morales; los trabajadores del mundo, ayudados por el progreso incesante de las ciencias, descubren la verdad en todos sus aspectos, y rechazan el con­cepto milagroso de la vida que les ofrecen los espiritualistas, por falso, endeble e injusto, y adquieren, en cambio, la convicción de un mundo estupendo, lleno de posibilidades para el bien verdadero, dentro del cual el hombre puede intervenir con eficacia para convertirlo en un sitio de trabajo creador de bienes espirituales limpios, que lo dignifiquen y le hagan amar la existencia. M

Antonio Caso en nombre del «cristianismo» y de la libertad defiende postu­ras políticas y actitudes sociales indignas. Su antifeminismo, su anti­

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y

liberalismo, su antisocialismo, su antiprogreso, son golpes bajos y groseros a la misma religión. Además, detrás de cada una de sus palabras se escuda la defensa de sus propios intereses económicos; así lo denuncia Pedro Henríquez Ureña: «Caso, ante la inminente invasión del pragmatismo y tendencias afines, se declara intelectualista: posición difícil para él, de suyo accesible a las solicitaciones que constantemente lo apartan del rigor intelectual».65 Tampoco pasó por alto su arribismo Vicente Lombardo Toledano:«El renegado del positivismo, que todavía en la velada del 22 de marzo de 1908, realizada bajo la presidencia del general Díaz para defen­der la memoria de don Gabino Barreda, habló en nombre de la juventud, se convertía pronto al intelectualismo puro».66

6. La politización de la «persona».

Para Antonio Caso existe una jerarquía entre los seres que abarca tres etapas perfectivas: la cosa, el individuo y la persona. La cosa es el ser ca­rente de unidad y vida, que puede ser dividido sin que cambie su natura­leza intrinseca. El individuo representa el grado inmediatamente superior en perfección del ser: «Individuo quiere decir loque no puede dividirse». 67 Entre los individuos o seres dotados de vida también se aprecian grados de elevación, correspondiéndole al organismo animal la forma más erfecta de la individualidad. Por último, el hombre ocupa el trono de la jerarquía de los seres: «El hombre es un organismo animal, el organismo más perfecto de todos; pero su superioridad evidente no la reviste por razón de su natu­raleza biológica, sino en virtud de su superioridad intelectual y moral... El hombre es un individuo, un admirable individuo biológico; pero es algo más que esto; es una persona»;68 esto es: «Solo el hombre desempeña un papel como ser sociable. De aquí la denominación de persona, que signi­fica, precisamente el que desempeña un papel, como lo desempeñan los actores en el teatro. De la misma manera, el hombre, como unidad social, desempeña un papel, siempre, en la historia».69

La espiritualidad es la característica fundamental de la persona: «No basta a definir el concepto de persona la pura naturaleza psíquica del hom­bre. Por encima de lo psíquico está lo espiritual. El hombre no solamente es un ser psíquico; es también un ser espiritual. Es un creador de valo­res». 70 Y añade: «Las personas no son individuos, sino espíritus». 71 Las personas, los «espíritus», tienen como meta y fin la búsqueda del ideal máximo, que es Dios: «El ideal del hombre no puede saciarse, sino con la postulación de una persona, que, si es activa, sea omnipotente; que si es amante, sea absolutamente desinteresada; que si es inteligente, abarque todo objeto de conciencia en un solo pensamiento; que si es libre, sea por completo autónoma; que si es santa, sea la misma santidad. Esta persona que postula el ideal humano, es la síntesis del ser y el ideal, es Dios. » 72

La persona de Antonio Caso no se limita a habitar la morada placentera de lo ideal, sino que baja a la tierra para politiquear. De hecho, el concepto de persona esta pensado para justificar el quietismo social. La imagen del actor expresa magníficamente la mentalidad conservadora de este falso profeta. Es evidente que el actor tiene que limitarse a representar única­

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mente el papel que se le ha asignado, so pena de sembrar el desconcierto en el auditorio. Del mismo modo, en la comedia de la vida: «El deseo de ser rico, la pesadumbre de ser pobre, no hacen al hombre rico, sino que acre­cienta su necisidad con la pena actual de serlo».7J Esto es, el hombre tiene que resignarse, como el actor dramático, a desempeñar siempre el papel que le ha tocado en suerte: «La plaza pública no puede ser la morada in­terior. Volver a las moradas interiores, gozar del placer de uno mismo, sentirse obra y agente de la propia dicha, capaz de la propia sustantividad. ‘Gozar del bien que se debe al cielo’, como dijo fray Luis».74

7. La mentalidad político-social de Antonio Caso.

Oswaldo Robles defiende que Antonio Caso consideró la filosofía «un saber de salvación», y justifica su criterio con las siguientes palabras del «maestro»: «El filósofo es el asceta de la vida. Porque todo saber es en definitiva de Dios y para Dios».75 Antonio Caso, por su parte, afirma que: «El hombre se guía por ideas y por sentimientos, por ende, no todo lo que ha obrado a través de los siglos es racional. La misión de la historia, ilu­minada por la libertad del espíritu, estriba en desbaratar las construcciones contrarias al sentido eficaz de lo humano».76 En lo que sigue, se pasan a ejemplificar algunas de las «construcciones» humanas que Antonio Caso destruye en nombre de Dios y de la mística filosófica. Con ellas no se pretende exponer con detención su pensamiento político y social. Nuestro propósito es más humilde, menos ambicioso: nos limitamos a describir sucintamente su mentalidad social.La síntesis se inicia con la teoría ovario-testículo con la que combate el feminismo.

Antonio Caso fue un inteligente antifeminista, movimiento que critica y repudia con una sagaz y sutil teoría genital:

El problema del feminismo, por ejemplo, se elucida o pretende eluci­darse, hoy, sin tomar en cuenta los datos antropológicos. De aquí, procede que muchos reivindicadores sociales pretenden equiparar a ambos sexos en los distintos aspectos sociales y políticos de la cultura contemporánea. Contra todo lo que pudiera alegarse en pro de lo que se llama «reivindicación de los derechos naturales de la mujer», está el conjunto de lucubraciones de la fisiología.

El sabio añade:La diferencia fundamental que media en la acción de los ovarios y los testículos, consiste en que el órgano femenino no actúa sino durante una parte de la existencia de la mujer. Al llegar a cierta edad el ser femenino se atrofia.

De la desigualdad «cronológica» entre las glándulas genitales femeninas y masculinas se deduce que:

La menor duración de la vida del ovario produce en la mujer que enve­jece, una inferioridad manifiesta respecto del hombre. Por lo contrario, el órgano masculino permanece activo hasta la senectud. La ignorancia de estos hechos fundamentales es la razón que condujo a los promotores del feminismo a la idea de que ambos sexos pueden tener la misma educación, idénticos poderes y responsabilidades.77

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Antonio Caso esta convencido de que el único que tiene que determinar lo que se debe o no aprender es el filósofo: «Se comprende que sólo el^filósofo que investiga la esencia de la cultura puede fijar el norte de los esfuerzos déla educación».78 Y él, el filósofo con fobias sexuales, se basa en los ovarios y el los testiculos para comunicar a las futuras generaciones este atroz mensaje:

Los educadores han de tomar en cuenta las diferencias orgánicas y mentales del macho y de la hembra, su papel natural. Entre ambos sexos existen irrevocables diferencias. Resulta imperativo tenerlas en cuenta para la construcción del mundo civilizado.79La actuación de Antonio Caso en los ejercicios correspondientes a su

oposición a la cátedra de Historia (1916) fue objeto de una breve reseña periodística que describe elocuentemente bajo que mentalidad enfocó la Revolución Francesa: «Tomó las figuras culminantes de la Revolución Francesa, y les extrajo su psicología, y les arrancó sus ideas, y les desarti­culó sus tendencias y les pulvorizó sus sofismas».80 La postura negativa y destructora adjunta, resume la actitud que Antonio Caso adoptará ante todo movimiento que favorezca nuevas perspectivas sociales y políticas: «Ninguna idea exótica, ningún dogma; contra todos ellos habrá de dar recias batallas»,81 dice Leopoldo Zea.

Antonio Caso fue enemigo de las convulsiones sociales y un fanático defensor del orden. Para él la evolución social ha de ser lenta, y tiene que respetar sumisamente los esquemas políticos que imponga el poder:

Nada daña tanto las naciones como el apetito desordenado de alcanzar en un día lo que solo se logra merced al esfuerzo paciente de los años; nada conturba tanto a los pueblos como esa ilusión delirante, fruto de la irreflexión o de la inconsciencia, que pugna por agotar en una hora los secretos sucesivos que sólo revela la fecundidad creadora del Tiempo: Ilusión que arremete sin respeto, sin amor, sin razón suficiente, contra las fatalidades históricas que forman la esencia de cada pueblo, contra las condiciones de desarrollo orgánico y progresivo que elabora la huma­nidad en cada región del planeta.82

Así se expresaba Antonio Caso poco antes de la caída de Porfirio Díaz. El texto dado procede del discurso «Pro Patria», leído «en presencia del Presi­dente de la República, y en homenaje a don Justo Sierra, recién fallecido, organizado por el Ateneo de la Juventud».83 Agustín Aragón, un «irres­ponsable» positivista, cree, por lo contrario, que cuando el poder no respeta los dictámenes políticos que postule la comunidad, es justo y le­gítimo que los ciudadanos recurran a la violencia para restaurar de nuevo el orden social mancillado por los abusos y desmanes cometidos por quienes detenten el poder, idea que ejemplifica con el gobierno de Porfirio Díaz:

Nadie podrá probarme que la fuerza no debe usarse rectamente en deter­minados casos, para contrarrestar la fuerza que erróneamente se usa para oprimir; y tan imperiosa es, en mi sentir, la defensa del caro suelo que nos vio nacer, como la de los oprimidos por una tiranía interna.84 El régimen político que mejor encaja con el orden y la paz que Antonio

Caso propone es el nacional-socialismo. Efectivamente, el filósofo se

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declara fascista en Nuevos discursos a la nación mexicana:Estamos más allá del marxismo. Ahora el socialismo se combina en todas

- partes con un enérgico movimiento nacionalista guiado por grandes caudillos.La individualidad de excepción rige a las masas contempo­ráneas y las obliga a realizar los fines del derecho, que diría Stammler. Nuestra revolución tiene un perfil propio, y debe desembocar en un gobierno enérgico de amplio sentido social; en un nacionalismo social. Esto es lo que ha realizado en Italia Mussolini, lo que hoy pretende lograr Hitler en Alemania ... Para hablar como Hegel: la tesis es el desarrollo del nacionalismo; la antítesis, el desarrollo del marxismo bol­chevique; la síntesis, el social-nacionalismo. 85

Con el social-nacionalismo Méjico renacerá de sus cenizas:La única defensa posible para la patria, en los magníficos días de prueba que alcanzamos, es el social-nacionalismo, que levante a México sobre su destino y dé a la raza la conciencia de su dignidad indivisible y triun­fante. 86Sobre la «masa» ha dicho Antonio Caso improperios que erizan el

cabello:Como muy bien anotó el gran historiador alemán Meyer, en la historia las masas no cuentan. Así por ejemplo, en la Batalla de Wafran, lo im­portante es el plan estratégico que determinó el hecho de armas, el número de muertos es un dato estadístico secundario, que sirve única­mente para fijar las proporciones del combate. Sólo puede tener historia lo individual. El número es un dato demográfico, no histórico. 07 El concepto que Antonio Caso tiene del pueblo mejicano se asemeja en

mas de un punto a la ideología de Mein Kampf de Adolf Hitler: Malheureusement —confesse Hitler— le peuple allemand n’a plus pour base une race homogène. Des contaminations successives ... ont décom­posé son sang et son âme, le privant ainsi de ce puissant instinct gré­gaire, fruit de l’identité de sang, qui permit à un peuple, aux heures graves, d ’opposer à l’ennemi commun le front uni d’un troupeau homo­gène. 88

Rosa Krauze resume así la postura de Antonio Caso con respecto al mes­tizaje: «Las diferencias somáticas y culturales de los indígenas y españoles, dificultan todavía más la formación del alma colectiva. Para Caso, la inte­gración de dos grupos humanos a través del mestizaje, no siempre fue beneficiosa, y como sucedió en México, resultó incluso peijudicial». 89 Sólo su complejo de inferioridad racial puede justificar las injurias, los descara­dos insultos a su pueblo y, a través de él, a sí mismo:

... lo único que no heredamos de España fue genio. 90 Y añade:

... el genio no ha sido atributo nuestro. Lo sabemos todos y no vamos a tratar de ocultarlo por espíritu de adulación impúdica.Bien lo sabe- mos.vl

El pueblo abobado de que habla Antonio Caso no puede vivir en la demo­cracia sin que antes haya resulto sus diferencias genéticas, lo que expone en su celebrado México:

Mientras no resolvamos nuestros problemas antropológico, racial y

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espiritual; mientras exista una grand diferencia humana de grupo a grupo social y de individuo a individuo, la democracia mexicana será imperfecta; una de las más imperfectas de la historia. 92

De ahí que la Independencia fuese prematura:Nuestros mayores nos declararon prematuramente republicanos y demó­cratas, tenían el ideal contemporáneo, habían perdido ya el respeto hacia las tradiciones políticas del régimen colonial y el pueblo mexicano lo iba a perder también con ellos.93Para el filósofo mejicano lo colonial, la Nueva España, simboliza lo

auténticamente mejicano en 1943, fecha de la edición de México [A puntes de Cultura Patria]. Los conquistadores, los virreyes gloriosos, los santos célebres, el espíritu universitario, todo, absolutamente todo lo colonial es defendido e idealizado por Antonio Caso. En el capítulo «El pensamiento libre y la Universidad de Nueva España» dice lo siguiente;

Diremos que México se muestra, en lo que concierne a la Cultura, por debajo de lo que elaboró Nueva España. Diremos que parece que los siglos han desfilado en vano; que el pensamiento se ha entumecido y desnaturalizado; porque no valía la pena sufrir tantas revoluciones en pro de la Libertad política, intelectual y social, para venir a parar en la negación de aquella franquicia sagrada y bendita, sin la cual todas las demás salen sobrando: la libertad de pensamiento y de enseñanza! Honremos a nuestros mayores, no sólo con la palabra —tal vez vana— sino con el ejemplo. ¡Mantengamos el prestigio de la Universidad de la Colonia en la nuestra propia!94

A Nueva España dedica el maestro este «monumento» poético:Nos ocurre lanzar a la publicidad la idea de un monumento a Nueva España, que podría situarse en alguna de las glorietas del Paseo de la Reforma. Consistiría, por ejemplo, en una gran fuente concebida confor­me al estilo colonial. ¡Los misioneros franciscanos, los santos, y Alarcón y Sor Juana, departirían ahí, amistosa, perdurablemente con los virreyes ilustres como Velasco y Revillagigedo, y los sabios insignes como don Carlos de Siguenza y Góngora, en tanto que de la fuente cantarína surta, cadenciosamente, el agua! 95

El filósofo incluso llega a poetizar las lanzas que le desgarraron la carne a sus antepasados:

... prohijaron los conquistadores españoles cuando tuvieron la alteza de un Hernando Cortés o de un Francisco Pizarro, y trajeron sus huestes victoriosas a luchar y a civilizar a estas grandes monarquías. %

La Inquisición también es objeto de efusiva cordialidad y simpatía:Los reinos castellanos unificados en el pendón morado de Castilla, raza

.y fe, convirtieron, es cierto, a veces el Cristo de los bienaventurados en el Cristo inflexible de la Inquisición; pero esto mismo prueba el carácter militante del catolicismo español, su carácter expansivo y dominador. 97

Antonio Caso opina que: «Fue positiva la destrucción de los ídolos paganos por la cruz».9w. La conclusión lógica de lo que se lleva dicho sobre su pasión por lo colonial es que el mejicano tiene que volverse español:

La cultura formativa de España tiene que seguir siendo nuestra propia cultura formativa. No podemos pensar sino en seguir siendo españoles.

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ii

¡Ay de la nación grande o pequeña que pone en contradicción el espíritu de la cultura con el espíritu de la raza! ¡Esta juzgada ya para siempre! 99 En este artículo se ha insistido en que existe una desproporción entre lo

que ciertos críticos han dicho del pensamiento social de Antonio Caso y los resultados que obtiene el lector desapasionado, y desinteresado, del aná­lisis de su obra. En realidad, se ha creado un mito cuya razón de ser la ha motivado el hecho de que hasta la publicación de sus Obras completas no eran accesibles sus escritos; de tal modo, que para juzgar su labor docente o medir la envergadura de su ideario era necesario recurrir a fuentes de segunda mano muy poco objetivas. También ha desempeñado un notable papel en la edificación del mito del liberalismo de Antonio Caso la postura histórica que identifica el antipositivismo con el antiporfirismo. En lo que a Antonio Caso concierne, se ha visto que jamás desdeñó el porfirismo, que puso siempre su pensamiento y acción a disposición de los más fuertes, y que incluso sus enfoques filosóficos transpiran la glorificación de la mise­ria, como acontece con su «persona». Antonio Caso ensalzó al Méjico colonial hasta caer en lo ridículo, y luchó ferozmente contra todo tipo de reivindicación social: su antifeminismo, su antiliberalismo, su antisocialis­mo, su antimestizaje, su anti-México, son corajudos y afectuosos espalda­razos a la involución y al martirio de la justicia social. .

NOTAS ■- 5

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■#i

1. Luis Recaséns Siches, «La filosofía social de Antonio Caso». Homenaje a Antonio Caso ■(México: Editorial Stylo. 1947), pág. 289. |

2. «Polémica sobre el marxismo», Obras completas de Antonio Caso (México: Nueva Biblio- iteca Mexicana, 1971), vol. I, pág. 359.

V3. Caso (México: Ediciones de la Secretaría de Educación Pública, 1943), págs. xiiy xin.

4. Vcase Juan Hernández Luna, «Las polémicas filosóficas de Antonio Caso», Homenaje, $págs. 155-176. k

5. Obras completas, vol. IV, pág. vi.

6. Véase Rosa Krauze de Kdlteniuk, l.a filosofía de Antonio Caso (México: Universidad Nacional Autónoma, 1%1), pág. 6.

7. Citado por Juan Hernández Luna, «Prólogo«. Obras completas, vol. I, pág. ix.

8. Rosa Krauzc, LaJllosofía, pág. 45.

9. Véase Vicente Lombardo Toledano, «Polémica sobre el marxismo». Obras completas, vol. I, pág. 341.

51

10. «Polémica sobre el magisterio de Antonio Caso». Obras completas, vol. 1, pág. 161.

11. Ibid., pág. 164.

12. Ibid., págs. 164-5.

13. Citado por Juan Hernández Luna, ibid., pág. 140.

14. Ramos y yo, en Obras completas, vol. I, pág. 141.

15. Obras completas, vol. 1, pág. 158.

16. Idib., págs. 158-9.

17. «Polémica sobre el marxismo», págs. 341-2.

18. Citado por Juan Hernández Luna, Obras completas, vol. I, pág. viii.19. Ibid., pág. xi.

20. La persona humana y el estado totalitario, en Obras completas, vol. VIH, pág. 124.

21. Ibid., pág. 119.

22. Nuevos discursos a la nación mexicana, en Obras completas, vol. IX, pág. 102.

23. El positivismo en México: nacimiento, apogeo y decadencia (México: Fondo de Cultura Económica, 1943), pág. 31.

24. Ibid., pág. 31.

25. Ibid., pág. 30.

26. «Polémica sobre el positivismo». Obras completas, vol. I, pág. 16.

27. «La nueva educación y el positivismo» Suplemento del Boletín Bibliográfico, 15 de junio, 1956, pág. 6.

28. «La educación », pág. 6.

29. Ramosyyo, pág. 145.

30. Delia Leonor M. Sutton, Antonio Caso y su impacto cultural en el intelecto mexicano (Texas: Christian University Press, 1974), pág. 10.

31. Véase José Gaos, «Las mocedades de Caso», Homenaje, pág. 26.

32. Ibid., pag. 27.

33. Ibid., pág. 26.

34. Citado por llosa Krauze, pág. 29.

35. Abelardo Villegas, Positivismo y porjirismo. Textos. (México: Secretaría de Educación Pública, 1972), pág. 209.

36. Ibid., pag. 210.

52

37. Ibid., pág. 221.

38. Ibid.. pág. 11.

39. «Antonio Caso y el heroísmo filosófico». Homenaje, pág. 56.

40. Obras completas, vol. VIII, pág. x.

41. «Las mocedades», pág. 20.

42. Ibid.

43. Obras completas, vol. I, pág. 161.

44. Ramosyyo, pág. 145.

45. Abelardo Villegas, pág. 34.

46. «Las mocedades», pág. 27.

47. Ramos y yo, pág. 147.

48. «Las mocedades», pág. 20.

49. Ibid., pág. 32-33.

50. «La desigualdad social y las revoluciones». Obras completas, vol. IX, págs. 313-4.

51. The Grouwth and Culture o f Latin America (Toronto: Oxford University Press, 1971), vol. II, pág. 228.

52. Ibid., pág. 231.

53. «Polémica sobre el marxismo», pág. 284.

54. Obras completas, vol. I, pág. 170.

55. Ibid., pág. 172.

56. Ibid., pág. 292.

57. Ibid., pág. 230.

58. Ibid.

59. Ibid., págs. 230-1.

60. Obras completas, vol. I, pág. 360.

61. «Las polémicas filosóficas de Antonio Caso». Und., pág. 165.

62. «La nueva educación». Ibid., pág. 7.

63. «Antonio Caso y el heroísmo». Ibid., pág. 73.

64. «Polémica sobre el marxismo», pág. 161.

53

y

65. Ibid., pág. 162.

66. Ibid., pág. 162.

67. La persona humana y el estado totalitario. Obras completas, vol. VIH, pág. 117.

68. Ibid.

69. Ibid.

70. Ibid.

71. Ibid.

72. Ibid.

73. /66/..pág. 127.

74. /6/</.

75. «Antonio Caso y el heroísmo filosófico», pág. 69.

76. El peligro del hombre. Obras completas, vol. VIII, págs. 202-3.

77. Ibid., pág. 208.

78. Ibid.

79. Ibid., pág. 204.

80. «Las mocedades », pág. 24.

81. «Caso y la mcxicanidad », Homenaje, pág. 96.

82. «Las mocedades», pág. 34.

83. Ibid., pág. 21.

84. Positivismo y porfirismo, pág. 220.

85. La persona humana, pág. 111.

86. Obras completas, vol. IX, pág. 119.

87. Obras completas, vol. I, pág. 206.

88. J. J. Chevallier, Les grandes oeuvres politiques (Paris: Armand Colin, 1960), pág. 372.

89. Ibid., pág. 341.

90. Filósofos y doctrinas morales. Obras completas, vol. II, pág. 191.

91. Ibid.

92. México [Apuntes de Cultura Patria| (México: Imprenta Universitaria. 1943), pág. 19.

93. ihid., pág. 13.

54

94. Ibid., pág. 48.

95. Ibid., pág. 37.

96. Obras completas, vol. 1, págs. 85-6.

97. Ibid., pág. 81.

98. Sociología (México: Editorial Limusa Wiley, 1971), pág. 134).

99. Obras completas, vol. 1, pág. 93.