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Colonialismo versus patriarcado en Val Plumwood, desde la visión de la “teoría crítica del
patriarcado” posterior a los 80s.
Lizbeth Sagols
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. México
Lizbeth.sagols@gmail.com
Resumen
En este artículo contrasto la visión de Val Plumwood sobre la causa cultural de la destrucción de la naturaleza
con la visión de la “teoría crítica al patriarcado”. Para Plumwood la causa está en la figura del amo
colonizador, mientras que para la crítica al patriarcado está en el surgimiento de este último como sistema
generalizado de posesión y dominio, lo cual involucra la figura del “macho dominante”. Los temas analizados
son: el neolítico, el surgimiento del patriarcado, el origen del dualismo racional, y el problema de la
sobrepoblación. La tesis principal que sostengo es que la opresión y el dominio surgieron con la cultura
patriarcal que impuso el dualismo varón-mujer y desarrolló el “afán de tener”, que tal dualismo está en la base
de todas las otras escisiones elaboradas por la razón, y que el “afán de tener” es el antecedente del “amo
colonizador”.
Abstract
In this paper I contrast the view of Val Plumwood about the cultural cause of the destruction of nature with
the vision of the “Critique of patriarchy theory”. For Val Plumwood the cause is in the figure of the colonial
master, while in the critique of patriarchy is in the emergence of the latter as a generalized system of
possession and domain, which involves the figure of the “dominant male” who possessed at the same time
woman and nature by considering them “weak” and inferior. The analyzed topics in this article are: the
Neolithic, the emergence of patriarchy, the origin of rational dualism, and the problem of overpopulation. The
main theses that I sustain are: that oppression emerged when patriarchy imposed the dualism male-female and
developed the “eagerness to have”, that such dualism is in the basis of all others excisions elaborated by the
western reason, and that the “eagerness to have” is the antecedent of the “colonial master” so that this latter is
not understood without the antecedent of patriarchy.
I.- El panorama general de Val Plumwood
El análisis de Val Plumwood sobre las condiciones para que el feminismo siga siendo un
movimiento político que influya efectivamente en la realidad y continúe como una filosofía que
aporta algo al estado actual del pensamiento en relación con el problema de la naturaleza es de los
más sobresalientes y, paradójicamente, de los más cuestionables. Ello se debe a que, por un lado,
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nos ofrece un marco conceptual integrador, opuesto al dualismo, que permite hacer frente a las
escisiones tradicionales entre igualdad-diferencia, continuidad-discontinuidad, razón-emoción,
humanidad-naturaleza, hombres-mujeres, intencionalidad-objetividad –entre muchas otras.
Pero por el otro, Plumwood enfatiza una y otra vez que la destrucción de la naturaleza y la raíz de
toda opresión, sea de género, raza, clase o contra el ámbito natural, está tan sólo en el pensamiento
occidental, en el dualismo inaugurado por él y en la élite de hombres blancos que conforman la
figura del “amo” colonizador, nunca en la figura del “macho”, pues existen muchos pueblos –como
Nueva Guinea- que respetan a la naturaleza y no someten a la mujer.1 Cualquier opresión tiene
como causa la racionalidad dualista (proveniente de la lógica de la no contradicción de Platón y
Descartes) que acaba siendo instrumental y egoísta (según se expresa en el liberalismo).2
En ningún momento, esta filósofa acepta que la violencia contra la naturaleza tenga una
base universal que la haga común a todos los países, pues esto implicaría pensar en una esencia
humana, algo que estaría en todos nosotros, y ello no es real: somos productos históricos. Lo que
hemos visto en la historia, en su opinión, es precisamente que el amo colonizador, gracias al poder
económico y político se ha extendido por todo el globo y en todas partes destruye la naturaleza.
Pero en el fondo, los países no occidentales quedan eximidos de este hecho porque –supuestamente
nunca han tenido una lógica dualista. Entonces, la paradoja del pensamiento de Val Plumwood
consiste en que, a pesar de la lucha contra toda escisión, no logra ver de manera unitaria a occidente
y los países no occidentales; éstos serían dos ámbitos separados. La raíz del dualismo y la
destrucción sólo reside en occidente y proviene del tipo de razón que él elaboró.
Plumwood, rechaza por completo la idea del feminismo tradicional de que la opresión haya
surgido a causa del macho patriarcal, porque esto descalifica por completo al hombre atribuyéndole
actividades negativas como la violencia, el desarrollo de la milicia y de la tecnología destructora,
además, esto marca un dualismo con la mujer, que –por oposición- representaría “lo bueno.” 3 No
es en absoluto con la división entre hombres y mujeres como el feminismo va a lograr incidir en la
actualidad, en la política real. Se requiere la unión de los dos géneros, porque el mundo está
conformado por ambos, y las verdaderas estructuras de poder pesan sobre uno y otro. Por otra parte,
según esta filósofa, no todas las culturas han dado lugar a varones posesivos, dominantes y
violentos con la mujer y con la naturaleza, ni tampoco las mujeres tienen una condición universal,
1 V. Plumwood, Feminism and the Mastery of Nature, Routledge, New York., 1997/2010, Introduction, p. 11 2 Ibid., p. 5 y p. 12. 3 Ibid. pp. 8-9.
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sino que sus parámetros de vida provienen de sus prácticas concretas,4 por ende, la condición de
unos y otras varía según su cultura.
Sobre todo, para Val Plumwood no es válido ver la historia a través del prisma del
“macho maldito” que supuestamente introdujo la barbarie y la destrucción de la naturaleza, mientras
la mujer sería la representante de la liga íntima, “esencialista” con la naturaleza, la armonía y la paz,
como si la mujer tuviera un ser ahistórico e inalterable. Le parece –con razón- que esto implica
caer en una visión simplista y romántica tanto de las sociedades de la mujer y la naturaleza, como
la que sostienen el feminismo utópico, carente de crítica y ciertas posturas populares del
pensamiento verde.5 Estas posturas, resalta Plumwood, identifican a la mujer y a la naturaleza en
virtud de la maternidad, a la cual conciben como la esencia de las mujeres, esencia de la que se
derivaría el amor, la cooperación, la empatía y todas las actitudes que nos conducen a la armonía
con lo natural. Tal visión está respaldada por el supuesto de que hubo una época (que
correspondería al neolítico) en el que la mujer era valorada por su fertilidad, en la que vivíamos en
paz con la tierra y en la que no habían jerarquías entre humanos y animales ni entre los propios
humanos, ni cabían el poder militar y la tecnología, por el contrario, la tierra y los bosques
conservaban su misterio, y sólo la mujer los conocía. Pero este orden fue asediado por el
hostigamiento de los varones quienes, por obra de la cultura, impusieron el poder y la inequidad, la
fuerza militar, la tecnología y la pobreza, impusieron el dominio de la naturaleza y de las personas
consideradas inferiores.6 La mujer (según el feminismo utópico y el pensamiento verde) se
caracterizaba en aquella época y se sigue caracterizando ahora, por su bondad: es el “ángel de la
casa”7 que todo lo pone en armonía, dado que incorpora siempre la otredad: la tierra y los otros
humanos. Y según Plumwood, el pensamiento popular verde hace de la mujer el “ángel del
ecosistema” (ya no sólo de la casa) porque ve en ella virtudes sociales y de unión con la naturaleza.
Pero esta postura no es capaz de ver el valor propio de tales virtudes, sino que encuentra una
íntima liga entre éstas y la capacidad femenina de reproducción, lo cual excluye por completo a
los hombres de tales virtudes y pone, además, sobre la mujer un gran peso con el que no puede
cargar ella sola.8 Ambos géneros tenemos responsabilidad con los ecosistemas.
Feminismo utópico y pensamiento verde popular son pues, visiones esencialistas y,
finalmente, dualistas: la mujer posee ciertas características por naturaleza, y en oposición tajante
4 Ibid., p. 12. 5 Ibid, pp. 7-14. 6 Ibid., p. 7. 7 Ibid., pp. 7-9. 8 Idem.
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con el varón. Con esta idea, ambas posturas condenan a la mujer a su papel tradicional de madre, le
niegan el poder de decisión y de acción en el mundo económico-político y ven al varón como
separado del reino natural. Para Plumwood, se trata de comprender que las características de
varones y mujeres dependen de sus experiencias concretas, las cuales dependen, a su vez, de
circunstancias particulares, no de ninguna esencia universal, y se trata de comprender que hay una
“continuidad” entre los géneros: tanto varones como mujeres somos naturaleza y cultura, mente-
cuerpo, amo-esclavo, poseemos racionalidad y animalidad, y somos capaces de admitir la otredad.
No hay por qué culpar al varón de todos los males.
También se opone Plumwood a la idea universalista de que es la humanidad, en tanto
especie, la que está acabando con el planeta debido al antropocentrismo y la sobrepoblación. Decir
que “nuestro número” está afectando a las otras especies vivas, le parece una consideración muy
superficial, además de que esconde una culpa de la especie.9 Si acaso, sería occidente el
sobrepoblado, pero no el mundo entero, ya que hay otras sociedades en las que, según esta filósofa,
no impera el patriarcado. La humanidad en conjunto no es egoísta ni antropocéntrica, ni tiene por
qué sentirse responsable del agotamiento del planeta.
Por todo lo anterior, es preciso ir al trasfondo del dualismo occidental contra la naturaleza:
a la élite de hombres blancos enfrentada a la gente de color. Tal élite controla las condiciones
económicas y políticas del globo y se apodera de otras tierras, de la vida de otros pueblos, así como
de su entorno natural.
… no es una identidad pura y simple masculina, sino una identidad múltiple cultural del
amo formado en el contexto de clase, raza y dominación de género lo que constituye el
problema. Esta identidad cultural ha enmarcado el concepto dominante del pensamiento
occidental, especialmente aquellos de razón y naturaleza.10
La perspectiva, para enfrentar el dominio de la naturaleza debe ser, así, la crítica al
ejercicio del poder en el colonialismo y la crítica al dualismo, racionalismo y egoísmo en que él se
basa. Se trata, a fin de cuentas para Val Plumwood, de llegar a construir una nueva identidad ética
que nos permita vivir en unión con el reino natural. Tal identidad, lejos de basarse en el egoísmo
racional y liberal, que sólo pacta con el otro si encuentra satisfechos sus intereses a través del otro,
tendrá como sustento el cuidado, el amor, la responsabilidad hacia los seres vivos y los verá como
una igualdad-diferencia, con necesidades e intereses propios, capaces de resistencia, y dignos de
9 Idem. 10 Ibid., p. 5.
5
atención y respeto, pues el sujeto ético ya no estará encerrado en sí mismo sino que será un sujeto
relacional, consciente de su dependencia e íntima relación con todo lo otro de sí.11
II.- Preguntas ante el planteamiento de Val Plumwood
Es verdad que el dualismo en general está en la base de nuestra mirada externa (por así
decirlo) y utilitaria sobre la naturaleza, que el colonialismo tiene mucho que ver en la destrucción
de la naturaleza, asimismo, hay que reconocer que no podemos concebir de manera tajantemente
opuesta a hombres y mujeres, y también es cierto que necesitamos trascender el egoísmo
individualista y liberal. Todo ello abre nuevos caminos para el pensamiento, pues ofrece una visión
integradora, carente de separaciones y exclusiones e introduce valores que han sido rechazados en
la ética racionalista tradicional. No obstante, el planteamiento de Val Plumwood ofrece dudas
radicales que cabe analizar: ¿podemos conformarnos con la visión que tiene el feminismo utópico
sobre el neolítico y el surgimiento del patriarcado? ¿es en verdad la figura del amo colonialista más
básica y universal que el sistema de dominio impuesto por el patriarcado; y tiene ella mayor
poder explicativo? ¿Y está occidente tan separado del resto del mundo? Por otra parte ¿la lógica
de la opresión se debe al dualismo racionalista de Platón, o por el contrario, este último fue el
resultado de la opresión real? es decir: ¿antecede la razón a la realidad o la realidad a la razón?
Finalmente, ¿es en verdad “superficial” considerar que el actual número excesivo de humanos está
yendo contra la sobrevivencia de las otras especies?
III.- Contraste entre Val Plumwood y la teoría crítica del patriarcado respecto al neolítico
Es fácil advertir que en los planteamientos anteriores, Val Plumwood reduce lo que sería la
crítica al patriarcado y la comprensión del neolítico a la tesis, en efecto simplista, del feminismo
utópico y el pensamiento verde popular. Con ello descarta cualquier otra perspectiva sobre el tema
sin tomar en cuenta que se trata de fenómenos históricos complejos que han sido seriamente
estudiados desde distintas disciplinas, después de los años 50´s del siglo XX, por lo cual no
podemos conformarnos con cualquier versión sobre ellos. Tales estudios tienen como antecedentes,
por un lado, los estudios jurídico-culturales de Jacob Bachofen (en el siglo XIX) y los
descubrimientos arqueológicos de Anita Louis y James Mellart (en los años 50´s del siglo XX) pero
han sido continuados y renovados con los estudios arqueológicos de Marija Gimbutas y
Christopher Haweks, los estudios geográficos de James DeMeo, y las interpretaciones
sociohistóricas y psicoanalíticas de Reiner Eisler, Erick Fromm, Jorge Silva, y algunos
planteamientos de la creadora del ecofeminismo: Françoise D´Eaubonne y de la propia filósofa
11 Ibid., Cap. 7.
6
norteamericana Karen Warren. Todo esto en conjunto puede denominarse “teoría crítica del
patriarcado” –a la cual yo me sumo.12 Justamente, esta teoría nos muestra que la oposición a la
naturaleza tiene causas históricas reales que residen en el patriarcado, no sólo en la racionalidad
dualista que surgió al interior de la filosofía, que el patriarcado no es sólo occidental, que él es más
básico que el colonialismo y que es del todo incompleto e impreciso ver el periodo neolítico como
el imperio de una mujer identificada, de manera unilateral, con la naturaleza y la maternidad, pues
ella fue un factor decisivo en la creatividad cultural y, además, gozaba del poder de decidir el
número de hijos que quería tener (el cual siempre fue limitado ya que sólo podía tener los que
pudiera amamantar, alimentar y mantener fuera de las enfermedades). La teoría crítica del
patriarcado formula una hipótesis lógica, que sustenta en ciertos datos, sobre el origen del
dominio y la inferiorización de los débiles. El eje de su lógica es: en tanto provenimos de los
primates y éstos, a pesar de ser agresivos, no se matan entre miembros de su propia especie,
nuestros primeros milenios de existencia carecieron de agresión maligna o voluntad de matar
–según se muestra por la ausencia de esqueletos atravesados en los vestigios de esta época-13
¿cómo pues surgió este tipo de agresión? La teoría crítica del patriarcado encuentra la
respuesta a tal pregunta en la ruptura entre hombres y mujeres posibilitada por el cambio de
un sistema social matrilineal a uno patriarcal, dado el descubrimiento de la paternidad en el
contexto social opresivo y posesivo de la cultura de los Kurgans. Y todo esto no tiene el
sentido de encontrar un culpable de la destrucción de la naturaleza y la agresión hacia la
mujer sino de estar conscientes de cómo han sido sobajadas por igual la mujer y la naturaleza
y cómo hubo una largísima época en que esto no ocurría y por tanto, tiene el sentido de
representarnos cómo era la humanidad sin un permanente estado de guerra.
En la perspectiva de la teoría crítica del patriarcado, el periodo neolítico de la humanidad no
está regido por la identidad unilateral de la mujer con la naturaleza, sino por una fuerte tendencia a
la igualdad básica y la igualdad-diferencia14 entre mujeres y varones y entre ambos con el reino
natural. Tanto las mujeres como los hombres admiraban y temían al gran todo de la Vida, a la
“madre-naturaleza”, porque veían en ésta la renovación y donación de la vida a través de los ciclos
de la regeneración: vida y muerte, creación y destrucción, florecimiento y extinción. Se advertía en
la naturaleza un poder incontrolado, violento, ya que eran épocas de cataclismos y glaciaciones, por
12 Louise y Mellart descubrieron los restos de ciudades importantes del neolítico como Catal Höyöc y Hacilar.
Por su parte, los estudios arqueológicos de Marija Gimbutas son muy detallados, gracias a su concentración
en Eurasia, y a contar con la ayuda del carbono catorce para precisar la antigüedad de los restos encontrados. Quiero aclarar además que aunque Karen Warren no se refiere al neolítico, si pone gran énfasis en el
surgimiento del patriarcado como sistema de opresión. 13 Fromm, E., Anatomía de la destructividad humana, México, Siglo XXI, 1998, p. 164. 14 Vid. Infra.
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ende, imperaba la adversidad, pero finalmente, triunfaba la renovación de los seres vivos y del
gran todo de la Vida, y varones y mujeres por igual trabajaban con gran esfuerzo y esmero ante las
inclemencias de la naturaleza, cuidaban de lo vivo en general, sentían empatía y voluntad de
cooperar con todo ello debido a que en tanto cazadores-recolectores-pescadores, y posteriormente
agricultores, dependían del reino natural.15 Por tanto, se trataba de sociedades organizadas desde la
igualdad básica de los sexos y entre los todos los vivientes. Según esta igualdad, todos los
vivientes (en tanto especies) tenían igual derecho a la sobrevivencia y al florecimiento, aunque no
se negaba para nada las diferencias entre los distintos tipos de seres vivos y la necesidad de
hacer uso de algunos de ellos para sobrevivir. La igualdad básica no implica uniformidad, se
tenía conciencia de las notas distintivas del reino mineral, vegetal, animal y humano-animal. No se
consideraba que la naturaleza fuera intocada y que no pudiéramos usarla para alimentarnos,
pero no por esto se exageraba en el consumo, se consumía de ella sólo lo necesario para sobrevivir;
jamás se consumía hasta exterminar una especie. Tampoco se negaban las diferencias entre el
varón y la mujer; ésta era guía de la sociedad y poseía una sabiduría peculiar, mientras que el
hombre aprendía de ella, no eran lo mismo ni tenían la misma importancia, sin embargo, al
hombre no se le negaba el acceso a la sabiduría.
La importancia de la mujer residía en que, igual que la tierra, ella era fértil, era la
que daba la vida y, en consecuencia, representaba el milagro de la vida y la unión con ésta –
pues en dicha época, se desconocía el papel del varón en la reproducción.16 Así, los hijos eran
de la mujer y se les identificaba por su línea materna, no por la paterna –como ocurre después en el
patriarcado.17 La mujer era admirada al grado de considerársele diosa, pero no porque fuera un ser
bondadoso por esencia ni porque su misión fuera parir hijos, sino porque ella representaba la
fertilidad del todo de la Vida y desde este papel simbólico, era capaz de organizar la sociedad en
15 La figura femenina artística más antigua que se ha descubierto data del milenio 22, fecha en que muchos
autores ubican al neolítico, mientras que la agricultura surgió hasta el milenio 8 ANE, por ello, en rigor, hay
que incluir a los cazadores-pescadores-recolectores en el neolítico. 16 J. Silva, “El largo peregrinar hacia la humanización”, México, Revista Consciencia, Universidad La Salle,
No. 112, 2010, p. 25. Hay que tomar en cuenta que el cerebro evolucionó y almacenó experiencias muy
lentamente, de suerte que no podemos entender al este hombre primitivo con la visión actual en que la
paternidad incluso se puede confirmar científicamente. No podemos dar por hecho que la paternidad
siempre ha sido evidente, mucho menos si pensamos que en el neolítico las relaciones sexuales no eran
monogámicas y que la mujer era revestida con los poderes de la Tierra. Más aún, justo se le revestía
con estos poderes porque no se conocía la participación del hombre en la reproducción.
17 El único país en que, a pesar del imperio actual del patriarcado, se identifica a los hijos por el apellido de
la madre es Brasil. Sin embargo, esto no significa en absoluto que Brasil escape al patriarcado, es él hay
grandes desigualdades sociales, exterminio de la naturaleza (pensemos tan sólo en la Amazonia) y además
hay una particular violencia contra las mujeres pobres por parte de policías y criminales. Vid.,
www.lukor.com/not-por/0804/16134340.
8
torno a la sabiduría del arte de dar y la cooperación hacia todo lo vivo. Las figuras de las diosas del
neolítico, no representan simplemente a la mujer, sino la cosmovisión de una sociedad entera
organizada a partir de la fertilidad.18 Y las actitudes de dar y cooperar no correspondían tan sólo
a la mujer, sino que eran los principios básicos que organizaban a la sociedad en general y su
relación con la naturaleza, pues eran sociedades en las que no había surgido la violencia maligna, el
afán de destruir y matar. Desde luego existía violencia, en tanto agresión defensiva y quizá
ofensiva, para medir la fuerza, pero los humanos del neolítico no se habían concedido el
derecho de matar. En los entierros de esta época no se ha encontrado ningún esqueleto con
signos de haber sido perforado.19 Por el contrario, vivían en el ser, del gozo y expresión de las
propias capacidades, de la libertad, del placer sexual y sensible, de la creatividad, el cuidado de
todos los seres vivos y la paz. Esta última no puede entenderse como la ausencia de conflictos,
pleitos e incluso riñas corporales, todo esto existía, no tenemos porque representarnos el
neolítico como un orden armónico en el que imperaba la complacencia. Era un orden de paz
y armonía en el sentido de que no había guerras a morir de unos contra otros. El humano
no se había concedido el “derecho” de matar al otro, se comportaba igual que el resto de los
animales, los cuales no matan a los de su propia especie. Y todo esto era una condición
generalizada puesto que no había surgido la violencia maligna, para nada era exclusiva de la
mujer.20
En última instancia, lo admirado y temido a la vez, era la madre-naturaleza y la mujer era
sólo un símbolo de todo esto. La mujer no valía sólo por su maternidad, ni tampoco estaba atada a
ella, incluso sus hijos, no estaban exclusivamente a su cuidado sino al cuidado del grupo, ya que –
debido a la permanente adversidad de la naturaleza- las mujeres tenían que cooperar en muchas
labores físicas y culturales. Los niños eran del grupo y los cuidaban tías, abuelas, hermanos, etc.
Además, la liga entre la mujer y el reino natural no excluía la liga íntima del varón con todo lo
vivo: ambos sexos eran igualmente parte integrante de la naturaleza y, a la vez, contribuían al
desarrollo de la civilización. Gimbutas nos confirma que en el periodo matrilineal del neolítico se
inició la agricultura gracias a la mujer, de modo que la primera gran revolución cultural y social
fue femenina, y además nos dice que también gracias a la mujer se desarrollaron la alfarería y
orfebrería, la escultura y la pintura rupestre, el arte de la navegación, igual que el arte del tejido e
18 R. Eisler, The Chalice and the blade, Harper Collins Publisher, 1987/1995.Introduction.
19 Vid., nota 13. 20 Fromm, E., Anatomía de la destructividad humana, México, Siglo XXI, 1998, pp., 13-14 en donde se
distingue entre “agresión benigna”: biológicamente “adaptativa” o defensiva y a favor de la vida, y,
por otra parte, “agresión maligna”: cruel, destructiva y afanosa de poder; Vid., también, J. Silva, op. cit,
p. 24 y sigs.
9
incluso una escritura primitiva y elemental. Mujeres y varones estaban ligados a la madre-
naturaleza al mismo tiempo que eran creativos y culturales, ambos oficiaban en las ceremonias
religiosas: había sacerdotisas y sacerdotes. Por otra parte, la cultura no se reducía a la religión y los
rituales, sino que se trataba de algo más amplio. En las sociedades organizadas a partir de la figura
de la mujer-naturaleza, surgieron los antecedentes del ámbito de lo ético. Como nos lo hacen ver
Bachofen y Erich Fromm, el orden dado por la admiración de la mujer traía consigo una ley ética: la
piedad y el cuidado de todo lo vivo, en consecuencia, la ley implícita era no matar. En especial,
dice Bachofen, el máximo crimen era matar a la madre: representante de la fertilidad.21 Pero esta
ley no estaba escrita ni era impuesta por ninguna autoridad, provenía de la actividad interna y vital
de las mujeres, y la transmitían por el ejemplo, en la vida cotidiana de la comunidad, no iba
aparejada a un sentimiento de “falta” o culpa originaria, sino que más bien provenía de un impulso
afirmativo de la vida que se manifestaba en el cuidado de ésta.
Por ende, la crítica al patriarcado posterior a los 80’ no plantea la identificación mujer-
naturaleza y varón-cultura, los dos sexos hemos sido activos desde siempre en una y otra, ni
mucho menos plantea la escisión entre estos dos órdenes; más bien, la visión del neolítico de esta
teoría, afirma la “continuidad-discontinuidad” de los géneros y los sexos como la condición
originaria de la humanidad (continuidad a la que, por cierto, aspira Plumwood). Por otra parte, no es
que la mujer fuera un ser bondadoso por esencia, sino que el orden social creado bajo el sentido de
pertenecía al gran todo de la Vida y el reconocimiento de la igualdad básica y de igualdad-
diferencia de todos los vivientes,22 traía consigo la cooperación, donación, alegría de vivir (a pesar
de las múltiples adversidad) y la ausencia de guerra destructiva, a pesar de los conflictos que sin
duda surgían.
En este periodo, no había violencia ni guerra entre los sexos, entre los pueblos o contra la
naturaleza. Era necesaria una fuerte cooperación entre todos, un permanente cuidado de lo vivo,
para poder sobrevivir. El afán principal era ser, sentir, gozar de sí mismos y de los vínculos con
todo lo vivo, vivir, sobrevivir y desarrollar las propias capacidades creativas, así como propiciar el
desarrollo de los otros seres vivos, no tanto como individuos (puesto que se les podía comer)
pero si como grupo, pues había un sentimiento de unión con el resto de los vivientes.23 Ambos
sexos se sentían impelidos a la hermandad, ya que –además de reconocer la igualdad básica de los
21 J. Bachofen, El matriarcado, Madrid, Akal, 2008, p. 169. 22 Estos términos son míos y responden a la distinción de dos niveles de igualdad que hace Martha Nussbaum,
al hablar de los derechos de los animales. Vid., L. Sagols, La ética frente a la crisis ecológica, México,
UNAM/Fontamara, Cap. 2, en prensa, y M. Nussbaum, Fronteras de la justicia, Barcelona, Paidós, 2006,
p.p. 49-50. 23 J. Silva, loc. cit.
10
vivientes- enfrentaban las terribles dificultades de la naturaleza, ante las cuales tenían que cooperar
y compartir, o de lo contrario, simplemente, se llegaría a la extinción de la especie humana.
IV.- Contraste entre Val Plumwood y la teoría crítica del patriarcado respecto al surgimiento del
patriarcado. La base común entre oriente y occidente.
Esta teoría advierte, justamente, que el orden del neolítico fue interrumpido por el
surgimiento, en Eurasia, no en Europa occidental, del patriarcado, con lo cual se indica ya que éste
no es privativo de occidente. Y según ella, el dualismo entre el ser humano y la naturaleza surgió
como consecuencia de la división tajante e injustificada realizada en la diferencia básica de la
humanidad: varones y mujeres.
Para esta teoría, el patriarcado, no surgió por el desarrollo del militarismo ni –como
pensaba Frederick Engels- por el descubrimiento del hierro, y la progresiva necesidad de mantener
la riqueza de las tierras a través de esclavos e hijos y poder heredar tal riqueza a estos últimos;24
surgió por un rechazo violento-destructivo hacia la mujer, por la negación de su diferencia como
complementaria del varón. La causa que provocó esto es que, en un momento dado de la evolución
dentro del neolítico, aproximadamente 4000 o 4 500 años AC, en la cultura de los Kurgans, el varón
tomó conciencia de su participación en la reproducción humana y, con ello, se sintió superior a la
mujer, dado que sin él, ésta no era fértil.25 No puede saberse como se dio este despertar a la
participación varonil en la preproducción puesto que no tenemos testimonios ni mucho menos
documentos escritos, pero parece que fue a partir de la domesticación de diversas especies de
mamíferos, en especial, la del caballo.26 Como quiera que haya sido, lo cierto es que con tal
despertar, el varón sintió el poder de tener un pene y en vez de reafirmar la igualdad-diferencia con
la mujer, se sintió superior y se encerró en sí mismo, construyó una subjetividad narcisista,
negadora de la diferencia, de la otredad, y desconocedora de las necesidades de los otros seres
vivos: las mujeres, las especies animales y vegetales, los ecosistemas y el gran conjunto de lo vivo.
Todo esto fue considerado inferior, objeto de dominio y de posesión. El primer sujeto contrapuesto
al varón era la mujer y por ello se buscó someter su cuerpo a través de violaciones y golpes que
podían llegar a la muerte, así como a través de sometimiento de su voluntad a una férrea obediencia
y la imposición de un gran número de hijos. Desde entonces, la fertilidad dejó de ser concebida a
24 F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, México, Ediciones de cultura
popular, 1980. p. 244 y sigs. 25 J. Silva, op.cit. p.26 26 Idem.
11
partir de la mujer para concebirse a partir de la fecundidad del esperma y a partir de la paternidad.27
Los hijos pasaron a ser posesión del padre y a ser identificados por el nombre de éste.
Pero lo decisivo en relación con la naturaleza es que en tanto la mujer, antes del patriarcado,
era representante simbólica de la tierra y la naturaleza en general, y en tanto ambas compartían el
hecho de vivir en el orden del ser, el macho se apoderó también de la tierra así como de plantas y
animales y buscó explotarlos al máximo; los convirtió en objeto de su posesión. La agricultura se
incrementó produciendo más allá de lo necesario, para poder guardar para las épocas de guerra, y la
caza y el cultivo de animales de corral también aumentó de forma considerable; ahora el ser
humano ya no veía en los animales a sus iguales que sólo mataba para comer de vez en cuando, sino
que él era dueño de los animales.
Así, el eje de la cultura de los Kurgans fue el tener y a partir de éste, el dominio y la
violencia maligna. El nombre de los Kurgans significa: los “hacedores de túmulos.”28 Y en efecto,
Gimbutas ha encontrado las tumbas de los grandes jerarcas en donde éstos fueron enterrados con
sus posesiones de oro, sus caballos, otros animales y sus mujeres; éstas no tenían derecho a
sobrevivirlos, eran sus dueños absolutos. Los Kurgans fueron también los iniciadores de la
violencia maligna.29 Con ellos, unidos a otros pueblos como los Huns, los Mongoles, los Turcos,
desapareció la igualad básica y comenzó el derecho a matar, el desconocimiento del derecho
del otro a sobrevivir. Se inició la guerra contra la mujer y la naturaleza, igual que contra los
otros pueblos a los que era preciso dominar; se inventaron las armas hirientes gracias al
descubrimiento del bronce;30 surgió una cultura era radicalmente distinta a la matrilineal.
Surgieron entonces todas las jerarquías inferiorizantes, la desigualdad básica, subordinación,
posesión y dominio. No hubo más igualdad varón-mujer, humanos-naturaleza, ni igualdad
interhumana. Se implantó una cultura totalmente distinta a la matrilineal.31
En las sociedades matrilineales nunca surgió la tecnología militar y de guerra. Y es que no
había aparecido la agresión (o violencia) maligna, el afán de matar: todos los vivientes tenían igual
derecho a la existencia. En este periodo, básicamente, no existían armas, sólo herramientas de
27 A partir de entonces, el engendramiento se concibe en toda la tradición occidental a partir del varón. Como
bien lo expresa, entre muchos otros, Aristóteles: “es propiamente el padre el que engendra porque da la forma, el pneuma, mientras que la mujer se reduce a ser materia necesitada del èidos del varón. Reproducción
de los animales, IV, 767b, Madrid, Gredos.1994. 28 Gimbutas, M., The Kurgans Culture, pp. 353-4. 29 Ibid., 354. 30 Ibid., p. 365. 31 Ibid., p. 355. Y Demeo, “The genesis of patrism in Saharasia” en Societies of pace, Heide Goettner-
Abendroth, Ed., Toronto, Inanna Publications, 2009, p. 417.
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agricultura. Creta poseía algunas armas, las necesitaba como defensa dado que podía tener
invasiones por vía marítima, pero de ninguna manera era una sociedad que alabara la guerra y
preparara a sus miembros para ésta; sus armas eran más objetos de arte que objetos para matar.32
La guerra y el sistema militar aparecieron con los grupos de los Kurgans, como consecuencia del
patriarcado, no como su causa –según pensaba Engels. Así, los Kurgans extendieron su dominio
hacia otros pueblos y la influencia de su visión patriarcal dio lugar a las religiones misóginas por
excelencia: el judaísmo, el catolicismo y la religión musulmana, las cuales, gracias a la extensión
del dominio de los Kurgans por toda Europa y el Cáucaso, influyeron en la instauración de los
parámetros culturales de muchos otros pueblos.33
Para estas religiones, la mujer debe someterse a la voluntad del varón, ella no es un ser libre
y autónomo; al casarse, ha de aceptar el requisito de la virginidad (que no se le exige al varón) ha
de prometer fidelidad y obediencia eterna al marido (su dueño y señor) y ha de tener los hijos que el
dios y el macho patriarcal quieran para confirmar la falocracia. Estas religiones excluyen a la mujer
de la educación, han prohibido enfáticamente el aborto -a lo largo de la historia y hasta hoy en día,
y al mismo tiempo ven a la naturaleza como algo inferior: sólo la vida humana es sagrada: es vida
procreada por el esperma del “macho”, por ende, debe multiplicarse al infinito, y sólo el ser humano
tiene el derecho de consumir todos los frutos terrestres como si las otras especies no existieran.
Ninguna de estas religiones proclama el cuidado de la naturaleza, por el contrario conceden a los
humanos el derecho de apoderarse de los recursos la Tierra, de “crecer y multiplicarse” al infinito –
como si fueran la única especie viva en el planeta.
¿Caemos con todo lo anterior en la afirmación tan rechazada por Val Plumwood de que es
el macho el originador de la barbarie y la destrucción de la naturaleza? Los hechos históricos
demuestran que esto es verdad, pero ello no implica que se trate de un macho maldito por esencia,
sino que el surgió dentro de un orden social que dio predominio al “tener” sobre el ser. Y por
supuesto, detectar a tal macho, no implica que no podamos colaborar juntos los dos géneros para
construir un mundo mejor, y no implica tampoco que todos y cada uno de los varones hayan sido y
sean de este modo. Lo que resulta innegable es que –como afirma Karen Warren- el problema del
patriarcado es que se instituyó en un sistema generalizado de (posesión y) dominio hacia todo lo
diferente al poder, la fuerza, la violencia y autoritarismo del macho.34 Y tal sistema –queramos o no
reconocerlo- se ha extendido por todo el globo, aunque existan excepciones pasadas y actuales (no
sólo la de nueva Guinea –citada por Plumwood- sino muchas otras comunidades matrilineales como
32 R. Eisler, op.cit., p. 35-36. 33 Ibid., pp. 358-367. 34 K. Warren, Ecofeminist Philosophy, New York, Rowman&Littlefield Publishers, Inc., 2000, p. 64 y sigs.
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las del desierto del Kalahari,35 algunas comunidades zapotecas, las de los mosuo en Yunnan y
Sichuan (China),36 otras en Latinoamérica, en Oceanía, en África y en Australia).37 Una de las
prueba de la extensión de este sistema es que en el mundo entero los grandes dirigentes siguen
siendo hombres, y las mujeres gobernantes siguen siendo una excepción. Y existen muchas pruebas
más en las que no nos podemos extender aquí. Sólo quiero señalar que es del todo injustificado
decir que el patriarcado es sólo occidental. El planteamiento de Plumwood olvida por completo
los harems, las burkas o burgas, las mujeres apedreadas de Medio Oriente (en el pasado y en los
tiempos recientes)38 el rito judío (y de otros pueblos europeos) de mostrar la sábana con sangre –rito
del todo humillante para la recién casada. En los últimos tiempos hemos visto, además, el atentado
contra la paquistaní Malala Yousafsai por pedir educación para las niñas y hemos visto cómo en
India violan impunemente a mujeres en un autobús.39 Hay que reconocer que el patriarcado vino de
Eurasia y sigue presente de manera galopante en la cultura musulmana, entre los talibanes y otros
pueblos afines, y de manera quizá menos patente, pero igualmente efectiva en la cultura china, la
japonesa, y la hindú –países en los que en el siglo XX hubo una cierta “liberación de la mujer”, sin
embargo, en muchos de ellos se prefiere siempre tener hijos varones e incluso se mata a las niñas al
nacer.
Y si tomamos en cuenta que el patriarcado surgió 4000 ANE, que con él surgió el afán de
tener, y que el colonialismo es un fenómeno muy posterior, no tenemos más que reconocer que se
viene abajo la afirmación de Plumwood de que el sistema mundial de dominio y acumulación viene
de la mentalidad colonialista y no del patriarcado. Más bien, este último dio origen a la acumulación
y el dominio, y por ello surgieron después el colonialismo y el amo, además de que estos surgieron
en determinadas condiciones geográficas, económicas y políticas. Por otra parte, hay que recordar
que la universalidad de un fenómeno cultural no es cuantitativa ni implica la ausencia de
excepciones, sino que ella se refiere a su presencia extendida. E igual que Plumwood dice que hay
mujeres que caen en la lógica del amo y someten a otros, es un hecho que hay mujeres que asumen
por completo el sistema patriarcal. El patriarcado no sólo es ejercido por los hombres, ese fue su
origen histórico, pero una vez que se instauró como sistema, puede ser asumido por los dos géneros
por igual; tan dominante, opresivas y afanosas de tener y alejadas del reino del ser pueden ser las
mujeres como los hombres, y tan destructores de la naturaleza pueden ser unas como los otros.
35 http://webs.uvigo.es/etnicsexualidad/wp-content/documentos/articuloantropologiabiologia.pdf 36 http://www.mosuoproject.org/mosuo.htm 37 Vid., notal 33. Vid., también Societies of peace, op. cit. 38 http://tn.com.ar/internacional/condenan-a-una-mujer-irani-a-ser-apedreada-por-adulterio_038139 39 http://www.el-nacional.com/mundo/Madre-violada-Nueva-Delhi-justicia_0_191980860.html
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En síntesis, puede decirse que una vez que el varón conoció su participación en la
reproducción despreció a la mujer y usó su fuerza física contra ella y contra todos los débiles, contra
los que no se pueden defender. No se aceptó ya el orden del ser, de la pura expresión de las
capacidades y goce de la existencia: el orden creado en torno a la figura mujer-Naturaleza,
Naturaleza-mujer y que corresponde por excelencia a plantas, animales y ecosistemas. Apareció el
poderoso rechazó al “débil” pues debido a su concentración en el tener y el poder, el varón cultivó
su fuerza para someter a los no poderosos.
Finalmente y no obstante todo lo anterior, hay que tener claro que aunque la figura del
macho trajo numerosos males, la sola conciencia de la paternidad trajo muchos bienes. Era del todo
necesario que la humanidad despertara a la participación común de hombres y mujeres en la
reproducción. Ésta era una oportunidad para reforzar la igualdad varón-mujer, pero fue la
interpretación que se le dio a la paternidad a partir del poder y el tener, lo que ocasionó grandes
males. Dicho despertar trajo también muchos bienes: se incrementó la curiosidad por el
conocimiento, por aventurarse a nuevas tierras, se aumentó la creatividad, surgieron el alfabeto, la
rueda, el uso del caballo para recorrer grandes distancias y una gran productividad artística. Por
esto es un lugar común considerar que con el patriarcado comenzaron la cultura y la historia. Es un
hecho que en el neolítico, en gran medida éramos como niños, pues dependíamos en exceso de la
naturaleza y del grupo, todo lo regía este último, mientras que con todo lo que trajo la conciencia de
la paternidad se desarrolló el sentido de individualidad y con ésta se dio lugar al orden de la ética en
sentido estricto, es decir, basada en la autoconciencia y responsabilidad. Como afirman Fromm y
Bachofen, la conciencia de la paternidad trajo el orden de la justicia imparcial que exige sanción,
pero también da la posibilidad de defenderse de la acusación, pues existen árbitros externos al
drama, es decir, surgió el orden del derecho y de la ética civil. Sin la posibilidad de apelar a la
justicia no hubiera persistido una humanidad que se había concedido el poder de matar. La meta
para la teoría crítica del patriarcado es que puedan unirse lo positivo de lo femenino y masculino, de
maternidad y paternidad: que lo femenino imprima justicia a su amor y piedad, y que lo masculino
incluya el amor en su afán de justicia. El puro amor incondicional y la pura justicia estricta y dura
no permiten el crecimiento del ser humano.40
V.- Contraste entre Val Plumwood y la teoría crítica del patriarcado respecto al origen
del dualismo
40 E. Fromm, La crisis del psicoanálisis, México, Paidós, 1990,
Cap VI, p. 128.
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El patriarcado lleva el sello indeleble de la misoginia, el narcisismo masculino y el
autoritarismo de una ley ético-jurídica implacable. Ahí se dio por primera vez, el rechazo de la
diferencia: de la otredad del ser más próximo al varón fuerte y poderoso: la mujer. Debido a que
hubo esta ruptura, este corte radical entre las dos partes de la humanidad, se dio lugar a los otros
dualismo existenciales: humanos y naturaleza, ricos y pobres, sanos y enfermos, los del interior de
la comunidad y los extranjeros, adultos y niños, jóvenes y viejos, heterosexuales y homosexuales,
dominadores y dominados. ¿Pero qué decir de los dualismos establecidos por la razón señalados
por Plumwood?
Aunque la teoría crítica del patriarcado no se ocupe de este tema en particular, cabe derivar
de ella que los dualismos reales fueron la causa del triunfo e imperio de los dualismos establecidos
por la propia razón. Cierto es que la razón tiene su propio derrotero, que no es una simple
supraestructura que refleje la infraestructura material. La lógica de la no contradicción y las
oposiciones racionales surgieron dentro del contexto de búsqueda de absolutos por parte de la
razón, búsqueda que por cierno no comenzó con Platón, sino con Parménides, pues el propio Platón
en El sofista, se refiere a su antecesor como padre de la no contradicción.41 No obstante, antes de
Parménides, la razón filosófica había recorrido en el pensamiento presocrático, particularmente en
Anaximandro y Heráclito, un camino dialéctico e integrador en el que coincidían y se alejaban los
contrarios en el eterno fluir del tiempo. Entonces, la gran pregunta no es simplemente cómo el
dualismo influye en la realidad, sino más bien ¿por qué logró él instaurarse en Platón y Aristóteles y
toda la historia de la filosofía como el camino recto del pensar?
A mi juicio, y de acuerdo con los desarrollos de la teoría crítica del patriarcado, esto se
debió a que el dualismo de la razón correspondía a las relaciones reales en la existencia humana
establecidas desde el milenio IV en que los Kurgans dividieron a la humanidad entre superiores
(hombres fuertes y poderosos) e inferiores (las mujeres, el resto de los humanos y de los vivientes).
Si no hubiera habido esta experiencia vivida, la lógica de la no contradicción no hubiera perdurado
a lo largo de la historia de la filosofía. Es la realidad la que sostiene la continuidad del
pensamiento, y no al revés. El pensar es independiente, él elabora sus propios productos, pero sólo
perduran aquellas ideas que tienen referentes reales.
VI.- Contraste entre Val Plumwood y la teoría crítica del patriarcado respecto al problema de la
sobrepoblación
41 Platón, Sofista, Gredos, Madrid, 1988, 241d. Parménides fue el primero que distinguió entre luz y
oscuridad, verdad y error, pensamiento y cuerpo o emoción, y su filosofía recibió influencia de los órficos, el
cual no correspondía al pensar de los primigenios filósofos griegos interesados en dar razón de este mundo
antes que de cualquier trascendencia.
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Mientras Plumwood considera que es superficial pensar que el gran número de humanos
está acabando con las otras especies, para la crítica al patriarcado la sobrepoblación humana es un
hecho crucial: expresa precisamente el afán del macho de tener a la mujer y a los hijos a su servicio.
La reproducción no es un hecho biológico que simplemente se dé por el afán de pervivir en la tierra,
ni es, por tanto, algo que se pueda considerar como simplemente dado, sino que es un fenómeno
cultural manejado por las estructuras de poder, en particular, por las religiones patriarcales y
misóginas que tanto en oriente como en occidente difunden su imperio. Son precisamente estas
religiones (y las que derivan de ellas) las más interesadas en seguir sometiendo a la mujer haciendo
que tenga muchos hijos, pues la consideran inferior y no quieren otorgarle la igualdad. Así, ellas
difunden la idea de que la vida humana es sagrada, prohíben el aborto (condenan a las mujeres que
se someten a él), prohíben diversos métodos anticonceptivos, incluso el condón, y crean una gran
indiferencia ante las otras formas de vida: las otras especies animales y vegetales. Sólo el humano
debe pervivir, es pecado interrumpir la vida del embrión, pero no hay nada grave en que estemos
destruyendo la naturaleza; ésta está a nuestro servicio, igual que la mujer respecto del hombre.
Para la crítica al patriarcado, la sobrepoblación expresa a la vez el sometimiento de la mujer
y la destrucción de la naturaleza, por ende, es preciso trabajar para cuestionarla e invalidar las ideas
de las que proviene, así como para impartir una educación eco-ética, no antropocéntrica, y generar
políticas públicas a favor de la distribución de anticonceptivos y el decrecimiento poblacional.42
VII.- Consideraciones finales
Todo lo anterior no significa que ignoremos el p
eso –destacado por Plumwood- del colonialismo, por supuesto que hay que combatir su dominio
económico y político, tenemos que contraponernos al exterminio que él hace de la naturaleza y a la
visión instrumental que nos da de ésta. Pero lo primordial es advertir que el exterminio de la
naturaleza proviene, en el fondo, de la concepción jerárquico-inferiorizante entre el macho y los
otros “débiles” -impuesta por el patriarcado. De nada sirve anteponer el colonialismo a la
desigualdad e inferiorización que sigue vigente entre las dos partes fundamentales de la humanidad,
en la que se juega toda dinámica relacional. Si no aprendemos a relacionarnos como
verdaderamente iguales entre los humanos, no lo lograremos con la naturaleza. Lo que se requiere
para trascender el egoísmo e individualismo no es sólo concebirnos a partir de nuestro ser
relacional, sino que necesitamos “ser con los otros en libertad”: hacer efectiva la igualdad básica
así como la igualdad-diferencia entre los géneros y entre todos los vivientes: saber que no somos
42 L. Sagols, loc.cit.