Siempre tu
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Este documento es una traducción oficial del foro Eyes Of Angels, por
y para fans.
Agradecemos la distribución de dicho documento a aquellas
regiones en las que no es posible su publicación ya sea por motivos
relacionados con alguna editorial u otros ajenos.
Esperamos que este trabajo realizado con gran esfuerzo por parte de
los staffs tanto de traducción como de corrección, y de revisión y
diseño, sea de vuestro agrado y que impulse a aquellos lectores que
están adentrándose y que ya están dentro del mundo de la lectura.
Recuerda apoyar al autor/a de este libro comprando el libro en
cuanto llegue a tu localidad.
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Índice Staff
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Sobre la Autora
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Staff Moderadora de Traducción
Nanami27
Traducción
Agoss
Katiliz94
Nanami27
Moderadora de Corrección
Nanami27
Corrección
Katiliz94 Martha_rg24 Nanami27
Keyla Hernández. Meghan Frey Pily
Recopilación y Revisión
Nanami27
Diseño
Nanami27
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Sinopsis
Cuando Shari descubre que su prometido ha estado engañándola,
deja que la boda continúe de acuerdo al plan. Exceptuando que
mientras todos invitados están en la iglesia, Shari está de camino al
aeropuerto para irse de luna de miel con su mejor amigo, Jon.
Jon simplemente está feliz de ayudar a Shari a escapar de lo que
sabía que habría sido un espantoso matrimonio. ¿La razón? Él siempre
la ha amado y deseado más que como una amiga.
Una tórrida y romántica noche en la playa se convierte en un
torbellino de deseo cuando llevan su amistad a múltiples niveles de
pasión. Pero cuando las disculpas del ex de Shari la hacen volver a la
ciudad, ella debe elegir entre la vida que pensó que iba a tener con
él y la posibilidad de enamorarse de Jon.
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Capítulo 1 Traducido por katiliz94
Corregido por Nanami27
Jon apresuró a Shari para que bajara a la entrada del hotel,
sintiendo como si estuvieran de nuevo en la universidad. La llave
electrónica se atascó las primeras dos veces que él la metió en la
puerta. Ella intentó quitársela, pero sus dedos estaban embriagados y
torpes, y en su lugar terminó agarrando su muñeca. La visión de los
dedos de ella rodeando alguna parte de él envió su cerebro a quinta
velocidad, cerca de hacerle olvidar cuánto necesitaba orinar.
La puerta se abrió, golpeando en el armario de detrás.
—Shhhhh —dijo ella, más alto de lo que él podía imaginar a
alguien hacer el sonido de acallar—. Despertarás a los vecinos.
—Bien, estaré en silencio, en el baño. —La pasó corriendo
rápidamente y golpeó la puerta. La tapa del inodoro sonó contra la
cisterna—. Unhhh —se sentía tan bien conseguir finalmente algo de
alivio.
Shari golpeó la puerta.
—Date prisa, tengo que entrar.
El sonido de su voz le hizo querer mantener la polla en su mano
unos pocos minutos más para aliviar otro tipo de tensión que había
estado maldiciéndole toda la noche.
—Jon, lo digo en serio. Voy a hacerme pis en el suelo.
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Se metió de nuevo en sus pantalones, entonces tiró de la
cadena. Al segundo que la puerta se abrió, ella tropezó en el baño y
le golpeó la cara.
Tanto como la deseaba, supo que esta noche no era la noche.
Ella estaba tan ebria como no la había visto en años. Tenía todo el
derecho de estar despedazada. No es que todos los días una mujer
huyese de su propia boda. Él aun no podía creer que lo hubiese
hecho.
Durante años había intentado convencerla de que Phil no era
el hombre para ella, pero ella nunca le había escuchado. Siempre
tenía una excusa para lo que sea que la escoria de Phil estuviese
haciendo. “Está bajo mucha presión en el trabajo.” “Todas esas
mujeres van a él, no puede evitarlo.”
Cada vez que ella había intentado defenderlo había hecho
hervir la sangre de Jon, pero sabía cómo de terca era Shari. Si él
intentaba empujarla demasiado fuerte, la habría estado empujando
incluso más cerca de Phil. Era contrariada, insolente y odiaba que le
fuera dicho lo que era mejor para ella. Cuando apareció en el
umbral de Jon, maleta en mano la mañana de su boda, él pensó que
ella necesitaba un aventón hasta la iglesia.
En su lugar, lo agarró del brazo y lo empujó a su dormitorio, un
escenario que él había imaginado incontables veces durante el curso
de su amistad. Desde la primera vez que se conocieron nunca había
querido nada más que ella estuviera en su cama, pero eso nunca
había ocurrido. Siempre tenía un novio y él estaba atascado en la
zona de amistad, observando cómo ella iba de un mal novio al
siguiente.
*
—Voy a dejar a Phil —dijo ella, abriendo la puerta de su armario
y sacando la maleta fuera en medio del suelo—. Y vas a venir
conmigo. Pagué por esta luna de miel y voy a disfrutarla.
—¿Qué? —Había sido la única respuesta que él había sido
capaz de musitar.
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Ella pasó nerviosamente las manos por su cabello castaño,
poniéndoselo detrás de la oreja.
—No podía dormir ayer por la noche, así que fui a husmear y
encontré un puñado de correos. Él aún está viendo a su ex. Tres años
conmigo y aún está con ella. Tienen planes de follar tan pronto como
lleguemos a casa de nuestra luna de miel.
Su voz se había agrietado, traicionando el dolor detrás de su
maniaca bravuconería.
—¿Entonces vas a cancelar la boda? —El corazón estaba
latiéndole en las orejas mientras él intentaba procesar lo que ella
estaba diciendo.
—No me voy a molestar en cancelarla. Déjalo ahí y de pie en
frente de todos y a la espera de mí caminando por el pasillo. Déjalo
ser humillado a cambio. Estaré en el aeropuerto con mi mejor amigo y
en el momento que él averigüe lo que ocurrió, nosotros estaremos de
camino a Aruba. A menos que no quieras. —La mano de ella se
congeló en la pila de camisetas que había estado a punto de meter
en la maleta. Sus ojos castaños estaban bordeados con rojo, llenos de
esperanza y miedo cuando lo miró.
Él habría estado de acuerdo con cualquier cosa para conseguir
quitar esa hiriente mirada de su rostro.
—Si eso es lo que quieres, soy tu hombre.
Cómo deseaba que eso fuera verdad en todos los niveles.
*
El sonido del váter al tirar de la cadena lo devolvió a la
realidad. El agua sonó con estridencia mientras ella giraba la manija
con completa fuerza. Él sacó la billetera de su bolsillo y la lanzó al
vestidor del hotel, entonces dio un paso fuera de sus jeans y se
desplomó sobre su cama. Había esperado que consiguieran quedar
estancados en una cama tamaño matrimonial, pero el hotel no
estaba lleno y el molestamente acomodador conserje había estado
demasiado feliz de buscarles una habitación con dos colchones de
tamaño grande.
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El aire era abundante y húmedo. Se metió debajo de la sábana
en un intento de modestia, pero incluso eso se sentía demasiado
asfixiante. La camiseta ya estaba comenzando a pegársele en el
pecho, haciéndole desear poder dormir desnudo, preferiblemente
fuera en la cubierta. Tener a Shari desnuda a su lado habría
completado la imagen.
—Joder. —La sábana estaba puesta. Apagó la luz del
dormitorio y se quitó la camiseta. El ventilador del techo envió una
suave brisa por su pecho desnudo, pero el efecto era cualquier cosa
menos refrescante.
Escuchó el agua apagarse en el cuarto de baño y se preguntó
lo que ella estaba haciendo. ¿Todavía está vestida? ¿Se acaba de
lavar el rostro? ¿Están las gotas de agua bajándole por el pecho?
Las visiones que destellaron en su mente fueron interrumpidas
por el resplandor de luz cuando la puerta del baño se abrió. Captó un
destello de ella en sujetador y bragas antes de que pulsase el
interruptor, enviando a la habitación de regreso a la semioscuridad.
La luz de la luna filtrándose a través de las apartadas cortinas lanzaba
un delicado brillo a la habitación, azul y con ondas mientras las
sombras de las palmeras se mecían a través de la cama.
Shari se tropezó, enganchándose a los pies de la cama de él.
—¿Qué diablos? ¿Son estos tus jeans? —Ella se inclinó y los
cogió, y él escucho el cambio caer de los bolsillos mientras ella los
arrojaba sobre la silla.
—Lo siento. —Intentó fingir con tanto detalle como pudo en la
tenue luz. Ella se había levantado el pelo en una cola de caballo y su
sujetador y bragas eran blancos, reflejando cuán poca luz quedaba
en la habitación. Su polla palpitó, presionando contra su bóxer hasta
que finalmente encontró la forma de salir a lo largo de su muslo. Rodó
lejos de Shari, envolviéndola entre el colchón y su pierna.
Shari arrojó a un lado las mantas y gateó debajo de sus
sábanas.
—Qué noche.
Jon no confiaba que su voz funcionara.
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—Sí.
—Gracias por salvarme de ese estúpido Bruno en el bar.
—Eso es porque me pagaste con grandes verdes.
El sonido de la risa de ella tiró en su estómago. Añoraba sentir la
vibración de ella contra su pecho, tomarla en sus brazos y finalmente
hacer las cosas con las que había estado soñando todos estos años.
Una gota de pre semen se formó en la punta de su polla, la cual
pedía ser tocada.
La respiración de Shari se tranquilizó y asumió que se había
quedado dormida. Probablemente dormiría como un perro. Él se
movió contra la cama, sintiendo el lugar húmedo que estaba
creando en la sábana. Quería arrojar la sábana a un lado y hacerse
una paja, larga y lenta, observándola dormir, pero sabía que no
debería. Si ella despertaba y lo veía, eso sería el final de cualquier
oportunidad que alguna vez hubiera tenido con ella. Pensaría que
era un pervertido.
Cerró los ojos e intentó pensar en algo más que el mayormente
cuerpo desnudo de Shari o su adolorida columna. Era inútil. Saber que
ella estaba respirando ni a cuatro pies de distancia era más de lo que
él podía soportar. Abrió los ojos de nuevo, encontrándolos incluso más
adaptados a la oscuridad de la habitación. Podía ver su silueta en la
oscura luz, sus pechos levantándose y cayendo bajo la sábana
blanca perlada. Sus labios estaban separados, su cuello levemente
arqueado. Cristo, es preciosa. Su mirada viajó más allá al sur y para su
sorpresa notó que las caderas de ella estaban balanceándose con
suavidad.
Entrecerró los ojos, pensando que su imaginación estaba
jugando con él, pero era real. Arriba y abajo, arriba y abajo, la pelvis
de ella rodaba suavemente debajo de las mantas. Podía ver que sus
brazos estaban a sus lados y se dio cuenta de que las manos de ella
con facilidad podrían estar entre sus piernas.
Su polla creció, intensificando todos sus sentidos mientras se
tensaba al ver lo que ella estaba haciendo. Podía ver los pliegues de
la sábana hacia el pie de la cama. Sus rodillas estaban curvadas a los
lados, levantándose y cayéndose al ritmo de sus caderas. Mierda
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santa. Sintió su corazón intentar golpear fuera de su pecho. Está
tocándose.
Jon movió la mano tan lentamente como pudo, sabiendo que
cualquier sonido la haría parar de inmediato. Se movió poco a poco
bajo la sábana hasta que hizo contacto con su hinchada cabeza. La
sensación de su palma tocando la punta sensible era casi
demasiado. Tragó el siseo que intentó escapar de sus labios. Deslizó la
mano por debajo de la longitud de su creciente eje, liberándolo más
completamente del bóxer. Moviéndose tan silenciosamente como
pudo, frotó la polla contra su muslo.
Shari suspiró suavemente, su respiración atrapada en su
garganta. Todo su cuerpo se inmovilizó cuando debió haberse dado
cuenta de que había hecho ruido. Jon permaneció congelado
aunque su polla se sacudía salvajemente contra su palma. Los
segundos se arrastraron mientras esperaba ver si ella se había
detenido completamente. La impaciencia palpitó bajo su mano.
Lo que pareció una eternidad después, ella se movió,
extendiendo una pierna por lo que su pie salía debajo de la sábana.
Él contuvo el aliento mientras las caderas de ella reanudaban el
movimiento rítmico. Su respiración parecía más rápida, llegando en
más ásperas ráfagas. Él deseaba que pudiese ver exactamente lo
que ella estaba haciendo. ¿Está frotándose? ¿Están sus dedos
dentro? Imaginó su humedad mientras la suya propia se exudaba de
él, permitiéndole deslizarse sin más resistencia a lo largo de las
rugosidades de sus propios muslos. Su dedo del medio probó la punta,
masajeando la resbaladiza hendidura. No se había hecho una paja
con alguien más en la habitación desde la universidad, y nunca con
una mujer presente. La presión creciente de su pecho atravesó su
vientre, concentrándose en un nudo de calor profundo en sus
pelotas.
Escuchó la cabeza de ella frotarse contra la almohada, podía
ver su pelo esparciéndose por el borde de la cama. Sus caderas se
movían más rápido. Pensó que podía detectar el débil sonido de los
dedos de ella deslizándose atrás y delante de su humedad, pero eso
podía haber sido el sonido de su propia mano. Su mirada estaba fija
en ella, sus dedos acariciando contra la parte inferior de su polla en
tal exasperante manera que no estaba seguro de cuanto más podía
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esperar. Entonces el cuerpo de ella se sacudió, el pie que se
asomaba por las mantas se estiró y se congeló en medio del aire, y él
supo que ella se estaba viniendo.
Eso lo hizo todo. Sus pelotas se pusieron tan ajustadas que
sentía como si estuvieran empujando cada onza de energía a través
de sus muslos y vientre. Con un golpe final de sus dedos el semen
surgió fuera de él. Abundantes chorros se dispararon bajo de la
longitud de su pierna, todo el camino hasta sus desnudas pantorrillas.
Se esforzó por no gemir. La pulsación continuaba mientras intentaba
controlar la respiración.
Una vez que recuperó la concentración, miró a Shari. Su cama
estaba tranquila, su pie relajado y colgando sin fuerzas a un lado.
Estaba dormida, su respiración profunda y lenta.
Jesús. Él dejó ir a su polla, sonriendo mientras sentía la sábana
pegarse a su piel. Agarró la camiseta enrollada a un lado de la cama
y limpió lo que parecía una infinita cantidad de semen. Esta será una
desagradable sorpresa para la limpiadora.
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Capítulo 2 Traducido SOS por Nanami27
Corregido por Pily
Shari despertó con un chorro de luz quemando el camino a
través de sus ojos. Ella se movió de su camino, al lado de la cama que
todavía estaba oscurecida en las sombras. Sentía los ojos arenosos y
cerrados hasta casi estar pegados por la máscara de pestañas que
se había olvidado de lavar antes de acostarse.
Cama. Ella apenas recordaba llegar allí. Le dolía la cabeza
mientras trataba de recordar la falta de definición de los eventos. Allí
estaba el bar del hotel. El recuerdo de la música del pulsante club le
hacía palpitar la cabeza y producía un nudo en su estómago.
Margaritas. Un montón de margaritas. Y Jon. Él era el único recuerdo
agradable de las pasadas veinticuatro horas.
De los últimos ocho años, en realidad. Siempre había sido
capaz de contar con Jon. Se estiró, sintiendo sus músculos ponerse
rígidos y luego relajarse mientras se giraba para mirarlo. Él estaba
tumbado sobre su espalda, profundamente dormido. Siempre le
sorprendía lo inocente que se veía cuando estaba durmiendo.
Cabello mañanero y arenoso en completo desorden, gruesas
pestañas rizadas contra sus pómulos altos, rastrojos marrón dorado
cubriendo su fuerte línea de la mandíbula, sus labios frambuesa llenos
y relajados. Era un hombre ridículamente atractivo.
Su mirada vagó hacia abajo, a través de su pecho liso, a la
densa mancha de vello que se arremolinaba en torno al ombligo,
dibujando seductoramente una línea que llevaba más abajo. La
sábana se erguía de manera impresionante a lo largo y ella se dio
cuenta, con una oleada de calor entre sus piernas, que él estaba
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duro. Sus ojos permanecieron pegados a la imagen, su cuerpo
agitándose en respuesta, entonces la noche anterior volvió de nuevo
hacia ella. El zumbido del ventilador de techo trajo un recuerdo
nebuloso de sus pezones endureciéndose bajo las copas del
sujetador, sus manos corriendo por su vientre, sus dedos deslizándose
entre los pliegues de su carne. Oh Dios mío, ¿hice yo...?
La oleada de calor se apoderó de todo su cuerpo,
concentrándose en sus mejillas al darse cuenta, con una rápida
ráfaga de vergüenza, que ella sin duda lo había hecho. ¿Me
escuchó? El pensamiento fue más allá de lo que podía manejar. Él
posiblemente no podría. Estaba bastante ebrio también,
probablemente desmayado. Y fui muy silenciosa. Creo. El calor en su
rostro ardía con más intensidad y se arrastró fuera de la cama y
caminó de puntillas al cuarto de baño.
Abrió la ducha, esperando que el torrente de agua despejara
su cabeza y lavara algunos de sus temores.
El chorro caliente calmó sus músculos doloridos y el jabón con
aroma a lavanda era relajante. Contrajo su cuello, preguntándose
cómo su vida había logrado ponerse tan completamente de cabeza.
Dejar a Phil era lo correcto para hacer. Eso sí lo sabía con certeza. Por
mucho que odiara admitirlo, Jon había estado en lo cierto. Phil era un
idiota. Solo que a ella le había tomado demasiado tiempo aceptarlo
finalmente.
Jon. ¿Qué haría yo sin él? Él había dejado todo, llamando para
reprogramar las reuniones desde el taxi mientras corrían hacia el
aeropuerto. No podía imaginar jamás algún día tener un mejor
amigo. A través de cada mala ruptura, la muerte de su madre, el
cierre de su compañía—en cada crisis durante casi una década, él
había estado a su lado, de su lado. Se llenaron las lágrimas detrás de
sus ojos.
El golpe en la puerta del baño la sobresaltó.
—¿Vas a estar ahí todo el día? Algunos de nosotros tenemos
que orinar.
—Eso no pareció molestarte anoche cuando tenía que entrar.
Sólo tendrás que aguantarte.
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Lo oyó gemir y su mente se fue directamente a la imagen de su
sábana elevada. Calor corrió a través de ella y casi perdió el
equilibrio. Contrólate. Es tu mejor amigo. No pudo evitar los malos
pensamientos en la bahía. Él siempre había sido atractivo, pero había
mejorado aún más su aspecto en los últimos años. Ella vio cómo otras
mujeres lo miraron. Sabía cuánto lo deseaban. Había estado en el
extremo receptor de muchas miradas de odio cuando había dejado
bares o fiestas con él de su brazo. Él salía, pero nunca parecía
conformarse con alguna persona por cualquier periodo de tiempo,
siempre encontrando alguna falta, alguna razón para dejar de
llamar. Supongo que cuando te ves tan bien como él, puedes
permitirte el lujo de ser exigente.
Él golpeó a la puerta de nuevo.
—Eres una mujer cruel, Shari. Date prisa. Estás lo suficientemente
limpia.
Ella no se sentía limpia. Se sentía ridículamente sucia mientras lo
imaginaba con la mano alrededor de su pene. Basta. Mantén a tu
mejor amigo fuera del drama de tu vida de mierda. Él es todo lo que
te queda.
Shari cerró la ducha y se ató una toalla a su alrededor. Incluso
en el espejo nebuloso podía ver cómo su rostro estaba rojo. Esperaba
que él tuviera demasiada prisa como para darse cuenta.
Él corrió hacia el baño al segundo que abrió la puerta.
***
Jon podía oír su risa. Negó con la cabeza. Ella podía ser un
dolor en el culo. No tenía idea de cuánta tortura física le había
infligido durante años. Verla pasear mojada y envuelta en una toalla
había traído al instante recuerdos de la noche anterior.
Aún podía ver su cuerpo congelado en placer mientras ella se
corría, aún podía sentir el orgasmo disparándose de sí mismo. Jesús. Si
solo ella supiera. Había estado en la zona del amigo por tantos años
que sabía que ella no pensaba en él de la forma en que él pensaba
en ella. Él bien podría haber sido una de sus amigas. Podría haberle
pedido a alguna de ellas unírsele en el viaje de luna de miel, pero lo
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había elegido a él. Su mejor amigo. Amigo. De repente odiaba la
palabra.
Se dio una ducha rápida y se dirigió de vuelta hacia la
habitación en busca de ropa. Shari estaba tendida en la cubierta
sobre un sillón, las enormes gafas de sol cubriendo la mitad de su
rostro, su mano haciendo un sendero perezoso contra el descanso del
brazo. Su cuerpo respondió, recordándole que él llevaba sólo una
toalla. Jon se vistió rápidamente con pantalones cortos y una
camiseta, y agarró sus propias gafas de sol de la bolsa.
—Vamos —dijo él, empujando su billetera y la tarjeta
electrónica en su bolsillo, contento por la amplitud de sus pantalones
cortos—. Necesitamos comida de resaca, de inmediato.
El paquete de reserva venía con el desayuno buffet. Después
que la anfitriona les acomodó en una mesa en la sombra, Jon hizo su
camino a través de la amplia selección de ofrecimientos. Vio a Shari
hacerse a sí misma un plato de frutas y volver a la mesa. Se dirigió
directamente a la estación de tortillas y ordenó dos, y luego cargó un
adicional de dos platos con bacón. Danesas papas salteadas.
Cuando las tortillas estuvieron listas, equilibró los platos a lo largo de su
antebrazo y se dirigió hacia Shari.
Sonrió al segundo que lo vio.
—Todos esos años de camarero de seguro sirvieron. Mírate.
—Soy un profesional. —Puso su tortilla en frente de ella—. Jamón
suizo con setas salteadas encima, no en el interior.
Su boca se abrió.
—Te acordaste.
—¿Cómo podría olvidarlo? Esa fue tu cura para la resaca
durante toda la universidad. No creo que te hayas graduado sin un
par de ellas cada fin de semana.
Colocó una cereza danesa en su plato, sabiendo que eran sus
favoritas. Ella le dio un mordisco, limpiando un poco de azúcar
glaseado de la comisura de su boca mientras masticaba. Quería
apoyarse en toda la mesa y besarla. Para lamer su camino dentro de
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su boca y tirar de ella encima de él en el suelo del patio. En su lugar,
tomó un gran bocado de su jamón y tortilla de queso cheddar.
Comieron en silencio. Estaba agradecido por las gafas oscuras,
que le permitían verla sin que fuera obvio que la estaba mirando. Su
transparente top blanco hacía poco para ocultar la parte superior del
bikini negro que llevaba debajo. Sus pechos eran redondos y llenos; el
broche de oro entre ellos parecía rogar a sus dedos chasquearlo
abierto. Necesitas mantenerte bajo control. Se removió en su asiento.
—¿Cuál es la agenda prevista para el día? —preguntó.
Shari cogió su vaso de agua y bebió un sorbo, dejando tras de
sí una huella de lápiz labial de color rojo pálido.
—Estaba pensando que podríamos ir a la ciudad y pasear. A
menos que no quieras ir.
Quería hacer lo que sea que la hiciera relajarse.
—Suena muy bien.
Ella sonrió y él se sintió complacido. Tal vez si tuvieran algo de
tiempo juntos, sin interrupciones, finalmente podría obtener el valor
suficiente para decirle lo que sentía. ¿Quién sabría lo que pasaría si
Phil contactaba con ella? O cuántos chicos estarían esperando en la
fila para llamarla cuando llegaran a casa. Este viaje se sentía como su
única oportunidad y no quería arruinarlo.
***
Una tarde de compras era exactamente lo que Shari
necesitaba para levantar el ánimo. Compró un nuevo vestido, un par
de sandalias de cuentas y una pulsera de plata, todo lo cual
planeaba usar para cenar esa noche. No pudo dejar de notar la
mirada de aprobación que Jon le había dado cuando se había
probado el vestido de verano. Era blanco y se aferraba a ella en
todos los lugares correctos, mostrando sus pechos y el bronceado que
ya estaba resplandeciente de las pocas horas que habían caminado
en torno al sol de Aruba.
Convenció a Jon a probarse algunas nuevas ropas también.
Una camisa de lino azul que ella esperaba dejara desabotonada un
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poco si eligiera usarla más tarde. Dejó una segunda camisa en el
vestuario sólo por una oportunidad de tener una visión de él
cambiándose otra vez. Ver los músculos atravesar sus amplios
hombros envió ondas de placer a través de ella. ¿Siempre había sido
tan caliente? ¿Cómo podría no haberlo notado?
Cuanto más pensaba en ello, más se daba cuenta de que lo
había notado. Se había atrapado a sí misma mirándolo más de una
vez en los últimos años. Cuando él le estuvo ayudando a plantar en su
jardín el último verano, sin camisa y sudando en su patio trasero.
Cuando la había ayudado a mudarse, sus músculos del brazo
flexionándose cada vez que había llevado otra caja dentro de su
casa. Pasando los dedos por su cabello grueso cada vez que la había
convencido de hacerle un corte de cabello cuando había esperado
demasiado tiempo para obtener una cita en el salón. Ella siempre lo
había apartado, como una atracción pasajera, nunca dándole un
pensamiento más serio. Ahora, de repente, los pensamientos
parecían bastante graves. Se había encontrado deseándolo de una
manera que nunca había deseado a nadie.
—¿Estás bien? —Preguntó él, lanzando un brazo alrededor de
sus hombros de Shari mientras caminaban por la calle. Su toque hizo
que sus piernas se sintieran flojas y elásticas.
—Estoy bien. Supongo que esto es mucho más divertido de lo
que mi luna de miel real habría sido.
Los labios de él tiraron en una sonrisa y le lanzó una mirada de
reojo, con el cabello barrido hacia abajo y sobre sus ojos. Sus
entrañas comenzaron a licuarse. La atrajo más cerca y besó el lado
de su cabeza, casi haciendo que el corazón de ella se detuviera. Se
imaginó sus labios en otras partes, en todas partes. Los pensamientos
la tenían tan nerviosa que tropezó con un pedazo irregular de la
acera.
Jon la atrapó a media caída.
—Guao. —Él la agarró por la cintura y ella consideró girar en sus
brazos y besarlo.
Tenía las mejillas sonrojadas por la idea. ¿Y si él me empujaba?
Claro, lo sorprendió mirándola de vez en cuando, pero ni una sola
vez, jamás, había hecho un movimiento en ella. Parecía poco
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probable que pensara en ella de "esa manera", y la última cosa que
quería hacer era joder su amistad.
—Creo que necesito un poco de café. —Ella señaló una
cafetería en la esquina.
Mientras estaban en la fila, se quedó mirando a Jon mientras
estiraba el cuello para leer el menú en la pizarra que se extendía por
la pared posterior. Todavía no se había afeitado y su rostro sin afeitar
lucía increíble. Ella se imaginó frotando su mejilla junto a la suya.
—¿Estás lista? —Preguntó.
Sus ojos se abrieron.
—¿Qué?
—Para hacer un pedido. ¿Sabes lo que pedirás? Somos los
siguientes.
Sacudió la cabeza para despejarla y se dio cuenta de que la
mujer detrás del mostrador estaba mirándola impacientemente.
—Voy a pedir un café helado grande con leche y ensalada de
fruta.
Jon tenía una pequeña sonrisa en su rostro mientras la miraba y
ella se preguntó qué pasaba por su mente. Probablemente se estaba
comportando como una boba total.
—Voy a tomar un café helado grande y un sándwich cubano. Y
una orden de papas fritas dulces.
—¿Te gusta picante? —Preguntó la chica, sus ojos no
apartándose de los de él.
Shari se sintió instantáneamente enojada con la mujer. ¿Y si él
estuviera aquí conmigo? Espera, él está aquí conmigo. ¿Quién es esta
perra para coquetear con él tan abiertamente?
—Cuanto más caliente, mejor. —Le lanzó a la chica del
mostrador su sonrisa ganadora.
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¿Ella en realidad acababa de guiñarle un ojo a él? Shari sintió
sus fosas nasales arder mientras se dirigía hacia el otro extremo del
mostrador para esperar por sus cafés.
***
Jon se dio cuenta de la mirada enojada en el rostro de Shari
para el momento en que se sentaron.
—¿Qué pasa? —Preguntó, pasándole dos paquetes de azúcar
de la caja blanca en la mesa.
Ella golpeó las pequeñas bolsas contra su dedo, y luego las
desgarró, vertiendo el contenido en su café.
—No puedo creer que ella coqueteara contigo de esa manera.
Las cejas de Jon se levantaron.
—¿Por qué no? ¿Es tan difícil imaginar que una mujer se sintiera
atraída por mí?
La boca de Shari se torció en una mueca mientras asomaba sus
cubos de hielo con una pajita.
—¿Qué? No. Pero, ¿cómo sabía que no era tu novia o tu
esposa, para el caso? Yo estaba de pie allí mismo.
¿Está celosa? No pudo evitar que la sonrisa se filtrara a través
de su rostro.
—Tal vez ella simplemente no pudo controlarse. —La frente de
Shari se frunció aún más y él se echó a reír—. Probablemente sólo
estaba esperando que soltara algunas monedas extra en su
recipiente de propinas. ¿Qué te ha molestado?
—Nada. —Ella tomó un sorbo de café y un tercer paquete de
azúcar.
El pensamiento de ella estando celosa le dio un renovado
sentido de esperanza. Tal vez estaba finalmente empezando a mirarlo
de otra manera. Quizá. Su pecho se tensó al pensar en tomar su
mano. Su teléfono sonó y ella lo sacó de su bolso. Una sombra oscura
pasó a través de sus facciones. Lo miró, con los ojos redondos.
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—Es Phil.
Quería decirle que no lo cogiera, que lo ignorara, que fingiera
que no recibió la llamada, pero antes de que pudiera decir cualquier
cosa, la vio abrir su teléfono.
—Hola. —Su voz era tan susurrante que apenas pudo
escucharla y eso que estaba justo al otro lado de la mesa.
La pierna de Jon se balanceaba arriba y abajo mientras
removía su café, tratando de adivinar sobre qué estaba yendo la
conversación. Shari se había alejado de la mesa y tenía la cabeza
gacha, los hombros caídos, como si estuviera tratando de
desaparecer.
La camarera trajo su comida.
—¿Hay algo más que les gustaría? —Preguntó, con una mirada
expectante en los ojos.
Jon simplemente quería que se fuera para que pudiera oír lo
que estaba diciendo Shari.
—No, gracias. —Se acercó más, fingiendo estar interesado en
sus papas fritas pero esforzándose por escuchar su voz suave.
—Está bien. De acuerdo. Lo que sea. Debería haberlo sabido.
—Ella deslizó el teléfono cerrado sin levantar la mirada y lo guardó en
su bolso.
El corazón de Jon estaba golpeando. Se inclinó sobre la mesa y
le tocó el brazo.
—¿Estás bien? —Ella levantó los ojos y vio que estaban llenos de
lágrimas. Su estómago se revolvió por dentro—. ¿Qué tenía que decir
el cabrón?
Ella respiró hondo y se estremeció cuando exhaló.
—Me dio las gracias. Dijo que le había ahorrado la molestia de
un costoso divorcio en algunos años.
Jodido bastardo. La mandíbula de Jon dolía.
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—Es su pérdida, ya sabes. Él nunca va a encontrar a nadie
mejor que tú. —Esa mujer no existe.
—Ya lo ha hecho. Ha vuelto con Tina. —Las lágrimas se
deslizaron por sus dos mejillas.
Jon se acercó y las limpió con su pulgar. No sabía qué decir.
Shari sorbió la nariz y se la limpió con la servilleta.
—No se demoró ni un latido. Ya siguió adelante. No me quiere.
—¿Tú lo quieres? —El corazón de Jon latía de forma desigual
mientras esperaba su respuesta.
—No —dijo. Su voz era más fuerte, inflexible—. Pero podría
haber tenido la decencia de al menos estar molesto.
Jon sintió que sus hombros se relajaban.
—Puedes hacerlo mucho mejor que Phil. Confía en mí.
—Ya veremos.
Tenía la esperanza de mostrárselo, y cuanto antes mejor.
***
Shari empujó su ensalada. Su apetito había desaparecido en el
momento que vio el nombre de Phil en el identificador de llamadas.
La conversación le había dejado náuseas. Ni siquiera tuvo la
decencia de estar enojado porque lo hubiera abandonado. Se
preguntó si él se habría follado a Tina allí mismo, en la iglesia, mientras
todavía usaba su esmoquin de boda. No la sorprendería. Las palabras
de Jon hicieron eco en su cabeza. “Puedes hacerlo mucho mejor”.
Esperaba que tuviera razón.
Jon devoró su sándwich. Ella observó mientras masticaba, los
músculos que se contraían alrededor de su mandíbula cincelada, sus
largos dedos cogiendo papas fritas dulces de su plato.
—¿Quieres una? —Dijo, sosteniendo una fritura para ella.
Ella negó.
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—Están muy buenas. —La movió tentadoramente cerca de su
rostro.
Ella abrió la boca. Los ojos de él se oscurecieron mientras la
deslizaba entre sus labios. La combinación de dulce y salado contra
su lengua tenía un sabor delicioso. Él retiró la mano, luciendo nervioso.
—Sírvete si quieres más.
Ella robó a hurtadillas una segunda de su plato mientras él
tomaba un enorme mordisco a su sándwich. Dos manchas rojas
aparecieron en lo alto de sus pómulos. ¿Se está sonrojando?
—¿Qué es lo que quieres hacer esta noche? —Preguntó ella.
Las manchas rojas regaron en sus mejillas.
—¿Quieres tener la cena en ese lugar por el playa?
—Claro. Se veía genial.
—Estupendo. Creo que voy a ir a nadar cuando volvamos al
hotel. Este calor es un poco demasiado para mí.
Eso explica el sonrojo. Ella no pudo evitar sentirse
decepcionada. Había esperado que tal vez estuviera reaccionando
así por estar con ella. Porque soy tan atractiva en estos momentos.
Lloriqueando en mi servilleta y llorando por otro tipo. Estoy segura de
que apenas puede mantener sus manos fuera de mí. Él parecía
distraído. Sabía que era la pregunta menos favorita de todos los
chicos, pero preguntó de todos modos.
—¿Qué estás pensando?
—En que me gustaría patear la mierda fuera de Phil por
lastimarte.
Jon nunca había hecho un secreto del hecho que odiaba a
Phil, pero nunca lo había oído hablar así antes. La convicción en su
voz hizo su estómago revolotear. Era apasionado y más que un poco
sexy.
—Gracias.
Sus ojos se encontraron con los de ella.
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—Lo haría, ya sabes. Me mata que él te lastime.
Ella alargó la mano y cerró los dedos alrededor de su mano.
—No sé lo que haría sin ti.
Él frotó el pulgar contra su muñeca.
—Bueno, eso es algo por lo que nunca tendrás que
preocuparte.
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Capítulo 3 Traducido por Nanami27
Corregido por Keyla Hernández.
Jon se zambulló en la parte más profunda y nadó a lo largo del
fondo de la piscina. El agua fría era un bienvenido alivio, calmando el
calor en su cuerpo y el ruido en su cabeza. Exhaló lentamente
mientras hacía su camino de regreso a la superficie. Entre su cólera
hirviente hacia Phil y su atracción cada vez mayor hacia Shari, se
sintió como si estuviera a punto de desbordarse en todas las formas
posibles.
Nadó varias vueltas hasta que se sintió más tranquilo, entonces
flotó de espaldas, alisando el cabello de su cara. El sol comenzaba a
ponerse, pero aun brillaba fulminantemente, lo suficiente para que él
no pudiera distinguir cuál balcón era el suyo. Se protegió los ojos
mientras contaba las ventanas. Allí estaba ella. Tendida en el sillón. Se
preguntó si todavía estaba en su traje de baño o si ya se habría
cambiado para la cena.
El encargado de la piscina le entregó una toalla mientras salía
del agua. Shari, sin duda, había elegido un complejo fantástico. Jon
se alegró de que Phil no fuera a disfrutar ni un minuto de él.
Rápidamente se secó con la toalla y se dirigió al mostrador de
conserjería.
—¿Puedo ayudarlo, Señor? —El caballero preguntó tan pronto
como vio a Jon allí de pie.
—Sí, ¿puedes arreglar una entrega para la habitación 614
mientras estamos en la cena de esta noche?
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—Por supuesto, Señor. ¿Qué le gustaría? —Entregó a Jon un
menú.
Jon pasó el dedo por la lista, preguntándose cuál disfrutaría
más Shari, pero tratando de evitar que fuera en extremo romántico.
—¿Podemos obtener una orden de fresas cubiertas de
chocolate, una pinta de helado de vainilla Häagen-Dazs1…? —Hizo
una pausa. El champagne parecía inapropiado, particularmente si las
cosas seguían siendo como amigos—. ¿Es posible conseguir una
botella de ron y algunas Coca Colas?
—Por supuesto. ¿Quiere hielo y limas frescas?
—Eso sería genial. ¿Puede ser entregado a las ocho? Nadie va
a estar en la habitación.
—Sin problemas. Anotaré la orden. Pondrán todo en la mini-
nevera para usted. ¿Hay alguna otra cosa en que le puedo ayudar?
—No, gracias. —Jon se dirigió de nuevo a la habitación,
sintiéndose esperanzado. Ahora todo lo que tenía que hacer era
conseguir el coraje para hacer su movimiento.
Abrió la habitación y vio que Shari todavía estaba en el sillón.
Ella se puso de pie tan pronto como lo oyó entrar. Se había puesto el
vestido nuevo que había comprado. Era largo y fluido, la tela blanca
delicada enmarcaba su figura curvilínea. Una fila de botones corría
seductoramente todo el camino desde su escote impresionante
hasta la mitad del muslo. Su estómago se tensó cuando se imaginó
deshaciendo cada uno de ellos y besando un sendero por su cuerpo.
—¿Cómo estuvo tu chapuzón? —Preguntó.
Él mantenía la toalla sobre su brazo, agradecido de tenerla
delante suyo.
—Genial. ¿Qué hacías tú?
—Sólo relajándome. Es tan hermoso. Te vi haciendo vueltas. No
tenía ni idea de que te gustaba nadar tanto.
1 Häagen-Dazs: Es una marca de helados. La empresa fue fundada por Reuben y
Rose Mattus en Bronx, Nueva York, Estados Unidos en 1961.
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Él se encogió de hombros. La natación no era su actividad
favorita, sólo necesitaba desahogarse para liberar un poco de
tensión.
—¿A qué hora es nuestra reservación? —Preguntó ella.
—Seis y media. ¿Qué hora es ahora?
—Es un poco más de las seis.
—Mierda. No me di cuenta que era tan tarde. Dame cinco
minutos para ducharme y podemos irnos.
***
De hecho, Shari lo había visto nadando, maravillada por cuán
largo y magro era su cuerpo mientras espumaba a través del agua
con una forma perfecta. Ahora no podía dejar de imaginar ese
mismo cuerpo siendo enjabonando bajo el chorro de ducha. Su pulso
se aceleró. Ella agarró el menú del servicio de habitación del
escritorio y se abanicó.
Se sentó en su cama y rebuscó en la bolsa de maquillaje,
buscando su perfume. Ella aplicó un poco en sus puntos de presión,
frotándose las muñecas juntas. Justo cuando se limpiaba un poco de
más entre sus pechos, oyó la puerta del baño abriese. El vapor se
arremolinó cuando Jon salió del cuarto, envuelto en una toalla.
—Dos minutos más —dijo él, agarrando la ropa de su maleta—.
Oye, ¿dónde está esa camisa que compré hoy?
—Justo aquí. —Ella cogió el bolso y se lo entregó.
Él se inclinó para tomarla.
—Hueles fantástico.
Una sonrisa se dibujó en su rostro. No podía recordar la última
vez que un hombre le había dicho algo como eso. Phil no era bueno
en elogios. Se alegró de que recordara el perfume.
Jon desapareció en el cuarto de baño y regresó minutos más
tarde luciendo devastadoramente guapo en su nueva camisa azul y
un par de pantalones color caqui. Tenía el cabello todavía húmedo y
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caía en picos dentados hasta sus ojos. Shari se levantó para reunirse
con él en la puerta, cogiendo una bocanada de su colonia, un
almizclado y masculino olor que envió escalofríos a través de ella.
—Oye, te afeitaste. —Ella extendió la mano y corrió la parte
posterior de sus dedos por la mandíbula suave y angulosa.
Los ojos de Jon parecían negros como la noche, y por un
momento ella pensó que podría darle un beso. Shari contuvo el
aliento, pero él se apartó.
—Será mejor que nos vayamos, llegaremos tarde. —Sostuvo la
puerta abierta.
La decepción se apoderó de ella. Se mordió el labio mientras
salía de la habitación. Él no iba a darme un beso, sólo está ansioso
por llegar a la cena. Tiene hambre de comida, no de mí.
Podía oír el retumbe de la música reggae en cuanto salieron
del hotel. Hicieron su camino a lo largo del paseo marítimo de
madera hacia el restaurante. La mano de Jon tocaba la suya cada
pocos pasos y deseó que él deslizara sus dedos entre los de ella. En su
lugar, puso su mano en su espalda baja, guiándola por las escaleras a
la recepción de la anfitriona.
—Seis y treinta, reserva para Jon —le dijo a la anfitriona.
—Por aquí, Señor.
Jon dejó su mano en su espalda mientras se abrían camino a
través de la pista hasta una pequeña mesa aislada con vistas al
océano.
—Es hermoso —dijo Shari, tan pronto como la anfitriona se
había ido.
—Al igual que tú. —Los ojos de Jon brillaron, la puesta de sol
reflejándose en su rostro.
Ella sintió el rubor en sus mejillas y se preguntó cuán perceptible
era en la oscura luz.
La camarera llegó a tomar su orden de bebidas y encender la
vela en su mesa. Recitó los especiales luego y desapareció para
llenar su orden.
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Jon la miró por encima de su menú.
—¿Qué pedirás?
—Todo se ve muy bien. No tengo ni idea. ¿Qué hay de ti?
—Ni una pista. Me muero de hambre.
—¿Qué te apetece? ¿Te gusta lo picante? —Ella imitó el
acento de la chica del mostrador del almuerzo.
Jon se echó a reír.
—Sabes que sí.
La camarera puso un tequila sunrise2 delante de Shari y colocó
una cerveza alta para Jon.
—¿Están listos para ordenar o necesitan unos minutos?
Jon levantó una ceja ante Shari.
—¿Quieres picar una orden de calamares fritos mientras
decidimos?
—Suena muy bien.
El calamar era uno de sus favoritos. Phil lo odiaba y ni siquiera le
gustaba si ella lo ordenaba en frente de él.
—¿Podemos conseguir un poco de salsa picante extra con
eso? —Jon sonrió y Shari sacudió la cabeza.
—Eres un coqueto incorregible.
Él tomó un sorbo de su cerveza, lamiendo la espuma de su labio
superior. Shari sintió que su corazón dejaba de latir.
Examinaron el menú y para cuando la camarera trajo sus
calamares ellos estaban listos para ordenar. La lubina chilena para
Shari con ensalada mixta verde y piña coulis. La doble chuleta de
cerdo jamaiquino para Jon con plátanos fritos.
2 Tequila sunrise: Coctel preparado a base de tequila y frutas cítricas. Originalmente
se servía en el Arizona Biltmore Hotel.
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Los calamares eran maravillosos, crujientes y masticables con el
toque justo de picante.
—Toma la última pieza —dijo Jon—. Sabes que lo deseas.
Ella sonrió y se metió el último aro en su boca. Te deseo a ti.
***
La camarera les dijo que la cocina estaba corriendo un poco
lento y preguntó si querían recambios en sus bebidas. Shari pidió un
vaso de agua y Jon estuvo contento. Él no quería que ella se
emborrachara esta noche. Si algo pasara entre ellos, él querría saber
que no era porque sus inhibiciones se redujeron. Quería que fuera
real.
Él se dio cuenta de su vaivén ante la música.
—¿Quieres bailar?
Ella lo miró sorprendida.
—Por supuesto.
Le tomó la mano y la ayudó a levantarse. Su piel era suave
como la seda y todavía olía increíble. Ellos tejieron a través de la
multitud en la pista de baile hasta que encontraron un claro cerca de
la banda. Colocó su brazo alrededor de su cintura mientras sus
caderas se mecían al ritmo del reggae.
La piel de Shari tenía un cálido brillo albaricoque del día en el
sol, su pelo soplaba hacia atrás de sus hombros en la suave brisa del
mar, sus piernas bronceadas asomando por la rendija abierta de su
vestido con cada paso que tomaba. Él nunca la había visto lucir tan
encantadora. La canción terminó y todos aplaudieron. Shari se volvió
hacia la banda y se recostó de nuevo contra él. Quería hacerla girar
y besarla, pero ella echó la cabeza hacia atrás para mirarlo y señaló
a su mesa.
—Nuestra comida está lista.
Él la siguió, incapaz de apartar los ojos de su trasero mientras
ella desfilaba hacia su silla. Se sentó, tratando de encontrar una
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posición cómoda, contento de que hubiera optado por dejar los
bordes de su camisa fuera del pantalón.
La comida estuvo deliciosa. El sol había hecho su última
inmersión por debajo del horizonte, el cielo apenas brillaba con la
última parte de su luz. Shari sorbió los restos de su bebida, mirando
hacia el océano.
—¿Quieres tomar un paseo en la playa? —Preguntó.
Ella asintió con la cabeza.
—Me encantaría.
Jon escribió su número de habitación en el cheque de la cena
y dejó un poco de dinero en la carpeta de cuero para la camarera.
Caminaron por el tablón hacia la arena.
Shari se agarró al brazo de Jon.
—Tengo que quitarme estos. —Se quitó los zapatos,
enganchando las correas sobre sus dedos—. Deberías quitarte los
tuyos también.
Él salió de ellos y se inclinó para recogerlos, haciendo una
pausa para mirar sus piernas mientras el viento soplaba el vestido
apretado contra ellas. Ella caminaba delante, directamente hacia el
suave oleaje que lamía el borde de la arena.
—Mmmm, eso se siente maravilloso. Es como el agua del baño.
Jon enrolló las piernas de sus pantalones hacia arriba y caminó
a su lado. El ritmo de la música se desvaneció en la distancia mientras
paseaban en la playa desierta. La luz de la luna brillaba en la arena,
haciéndola brillar como diamantes.
—¿Te acuerdas de la primera vez que estuvimos juntos en la
playa?
—La fiesta del decimonoveno cumpleaños de Jody Reynolds,
en Fire Island.
Jon sonrió.
—Sip.
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—Fue un fin de semana loco. ¿Te acuerdas de los fuegos
artificiales? ¿Y el asado de cerdo?
—Claro que sí.
Ella se rió, el sonido reverberando a través de él.
—Recuerdo haber hablado contigo toda la noche por la
fogata. Por lo que recuerdo, mi cita colapsó antes de medianoche.
Jon se rió entre dientes.
—La mitad de los invitados colapsó antes de medianoche.
—Me había olvidado de esa fiesta. ¿Qué demonios te hizo
pensar en eso?
—Porque desde aquella primera noche en la playa, he querido
hacer esto. —Envolvió su brazo alrededor de su cintura, la atrajo
hacia él y bajó sus labios a los de ella.
Ella se tensó en sus brazos y por un momento él pensó que
había cometido un gran error, entonces la sintió deslizar los dedos en
su cabello. Oyó sus zapatos caer a la arena. Su cuerpo se inclinó
hacia él y él se dio cuenta de que le estaba devolviendo el beso.
Por todas las veces que él había imaginado besarla, nada lo
había preparado para la intensidad de tenerla en sus brazos. Sus
labios eran mantequilla suave y dulces como caramelo. Años de
deseo concentrado en las puntas de sus dedos mientras rozaba su
piel flexible. Tensión insoportable en espiral a través de su ingle y
anheló tirar de ella más cerca, para tener cada pulgada de ellos
tocándose. Ella aplastó sus pechos contra su pecho, las yemas
hinchadas de sus pezones presionando contra él, enviando ondas
eléctricas de placer directo a su polla. Se obligó a ir despacio,
saboreando cada momento delicioso.
***
Shari había imaginado lo que sería besar a Jon, pero ninguna
de sus fantasías se asemejaba ni de cerca a la realidad de tener su
boca apretada contra la de ella. Sus labios eran suaves y cálidos. Ella
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tejió los dedos en su cabello y lo sintió el agarrar su cintura
firmemente, tirando de ella hacia él.
La lengua de Jon se movió contra su labio inferior, tentándola.
Él sabía dulce y picante. El vertiginoso ritmo de su boca hizo imposible
que ella se centrase en otra cosa aparte de él.
La mano fuerte de Jon cogió la parte posterior de su cabeza, su
pulgar acariciando su mejilla, dejándola hormigueando de pies a
cabeza. Una ola se precipitó más arriba en la arena, lavando sobre
los pies de ambos. Ella había olvidado que aún estaban en la playa.
El agua la sobresaltó y se echó hacia atrás, tratando de recuperar el
aliento.
Jon apoyó su frente en la de ella, su mano todavía se curvaba
alrededor de su cintura. Apartó el cabello sobre su oreja.
—He querido hacer esto durante tanto tiempo. —Su voz era
ronca, cargada de emoción.
—Me alegra que lo hicieras.
Su boca estaba de vuelta en la de ella antes de que pudiera
terminar su pensamiento. Se movió contra ella y ella lo pudo sentir,
largo y duro bajo sus ropas. Él deslizó su mano hasta su pecho, su
pulgar rodeando lentamente su pezón mientras su boca se deslizó
hasta su cuello. Su sedoso cabello le hacía cosquillas en la barbilla
mientras besaba su camino a lo largo de su clavícula.
Shari pasó las manos por debajo de su camisa, deslizándolas
por los surcos profundos de su espalda y luego arrastrándolas hacia
adelante, hacia el bulto en sus pantalones. Un gruñido bajo retumbó
fuera de él cuando ella cerró los dedos alrededor suyo, acariciando a
través de la tela antes de empezar la búsqueda de su cremallera.
Jon la bajó a la arena, justo fuera del alcance del océano. Sus
dedos comenzaron a deshacer los botones de su vestido. El calor de
sus labios contra su piel contrastaba con la brisa fresca del océano.
Ella se abrió camino a través de las capas del pantalón y bóxer
hasta que sus dedos encontraron su acerada longitud. Era largo y
grueso, su piel tan suave y caliente como la seda recién planchada.
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El aliento raspaba fuera de Jon mientras cubría sus pechos con
besos.
—Quiero hacerte el amor.
No había nada que ella quisiera más, pero la practicidad se
hizo cargo de su cerebro.
—No tenemos un condón.
—Hay más de una manera de hacer el amor. —Él besó su
camino de regreso a su boca. Sus dedos se deslizaron por la parte
interior de su muslo a un ritmo exasperantemente lento. Ella rodó sus
caderas hacia él y lo sintió sonreír contra sus labios.
Alcanzó sus bragas y pasó un dedo a lo largo de la línea de la
pierna, apenas rozando su piel blanda. Su pulgar la acarició a través
de la fina tela antes de que él deslizara los dedos por su pierna, su
boca siguiendo trabajando en la de ella, dejándola sin aliento. Hizo su
camino de vuelta hacia arriba, deteniéndose justo antes del
contacto. El calor que irradiaba de su mano la hizo temblar en
anticipación, y luego por fin la tocó.
La sensación era demasiado. Ella rompió el beso y gimió,
arqueando su cuello hacia atrás contra la arena, mientras sus dedos
se deslizaban entre los resbaladizos pliegues de su piel. Besó su
camino hacia abajo de la longitud de su cuerpo, abriéndose camino
desde el cuello hasta los pechos luego su vientre, provocándola con
cada movimiento.
Sus dedos tamborilearon lentamente contra ella, arrastrándola
a cada pasada en una torturosa caricia de placer. Nunca había
tenido un hombre que se tomara su tiempo de esta manera, como si
cada toque estuviera destinado a ser disfrutado por sí mismo. Sus
labios viajaron más abajo, a través del hueso de su cadera, hacia
abajo, hacia la sensación palpitante que él estaba creando con sus
manos.
Jon pasó los dedos por su humedad, su cálido aliento exhaló
contra su carne húmeda. Él la besó muy suavemente mientras
continuaba con la caricia, su lengua reemplazando lentamente sus
dedos, deslizándose a través de sus capas. El fuego que Jon estaba
creando corría por el cuerpo de ella en oleadas mientras se retorcía
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debajo de él. Cada movimiento de su lengua era como flamas,
encendiendo cada terminación nerviosa. Ella no quería que se
detuviera pero se sintió ceder. Sus fuertes manos la sujetaron mientras
comenzaba a temblar y el orgasmo la atravesaba. Ella gritó, sus
caderas tronzadas contra él. Las olas lamían sus pies mientras las
réplicas continuaban.
Jon se sentó sobre sus piernas, mirándola fijamente. La luz de la
luna lo iluminó desde un lado, su cabello dorado reflejando la luz
suave, con los ojos brillantes.
—Eres tan hermosa. —Trazó sus manos a lo largo de sus piernas
de nuevo.
Ella se incorporó lentamente, tratando de recuperar el aliento.
—Eso fue increíble.
Él sonrió, sus dedos curvándose alrededor de su cintura.
—Eres increíble.
Cambió la postura de sus piernas, de manera que estuviera de
rodillas delante de él y se inclinó para besar su cuello. Ella deslizó la
mano por su pecho sólido hasta que encontró su polla. Su piel estaba
imposiblemente caliente mientras lo acariciaba, largo y lento, al igual
que sus dedos la habían saboreado. El aliento silbó fuera de él
mientras ella daba vueltas un dedo alrededor de su sedosa punta.
Echó la cabeza hacia atrás, los músculos de su cuello extendidos, su
línea de la mandíbula dolorosamente hermosa. Ella trazó sus labios
con la punta del dedo y justo cuando su lengua se envolvió alrededor
de su dedo, lo tomó en su boca.
Su gemido haciéndose eco la llenó de deseo mientras
deslizaba su lengua a lo largo de él, tomándolo tan hondo en su
garganta como pudo. Chupando lentamente, ella chasqueaba su
lengua contra él mientras levantaba y bajaba la cabeza. Las olas se
precipitaron alrededor de sus piernas y Jon se tensó, sus fuertes brazos
anclados detrás de él sobre la arena. Ella podía sentir su inflamación,
sus músculos tensarse y apretó su agarre alrededor de la base de su
polla mientras aceleraba el ritmo de su boca. Su cuerpo quedó
inmóvil debajo de ella y luego comenzó a palpitar. Arroyos gruesos de
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esperma pulsaron en ella y tragó profundamente, chupando hasta
que su estremecimiento se calmó.
—Jesús —susurró él contra su pelo mientras ella se sentaba. Besó
el costado de su cabeza, su mejilla, la boca, el sabor de ambos
mezclándose en sus labios.
Otra ráfaga de agua pasó por encima de ellos, casi
derribándolos.
—Estamos todos cubiertos de arena —dijo Shari, riendo.
—Tienes razón. ¿Qué dices de un chapuzón para limpiarnos?
Ella lo siguió a la marea, las olas estrellándose contra ellos. Él
envolvió sus brazos alrededor de ella y la atrajo hacia otro beso. No
podía recordar la última vez que se había sentido tan feliz.
***
Jon todavía estaba con temor de los acontecimientos de la
noche mientras recogía sus zapatos y billetera de la arena y seguía a
Shari hacia el hotel. Parecía una diosa mítica, su vestido blanco
apegado a ella mientras hacía su camino a través de la arena.
Tan pronto como se acercaron a las luces del hotel, se dio
cuenta de que el agua había vuelto traslúcida la fina tela de su
atuendo. Él sonrió mientras veía a sus curvas mecerse con cada paso.
—Por mucho que estoy disfrutando de la vista, creo que es
posible que desees pedir prestada mi camisa.
Shari se volvió con su adorable ceño fruncido, y luego miró
hacia abajo.
—Oh Dios mío. —Incluso en la luz de la luna pudo ver que ella se
sonrojaba.
Rápidamente él desabrochó los botones de su camisa y la
envolvió alrededor de ella, sosteniéndola mientras ella ponía sus
brazos a través de las mangas. Jon recogió su cabello mojado en la
mano y lo sacó de debajo del cuello, luego empezó a abrochar la
camisa para ella.
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—Te ves demasiado bien en mi camisa nueva.
—Te ves demasiado bien fuera de tu camisa nueva. —Pasó las
manos sobre su pecho y él quiso tirar de ella hacia abajo, sobre la
arena, de nuevo.
—Por favor, dime que tienes condones en la habitación. —Tiró
de ella contra él, sintiendo el calor aumentar entre ellos.
—Los tengo. Esta se suponía que fuera mi luna de miel después
de todo. —Un destello de tristeza cruzó su rostro.
Él pasó los dedos por su cabello.
—Todo es pasado para ti ahora. No mires atrás. Ábrete a las
mejores y más grandes cosas.
—Yo diría que ya he logrado eso. —Ella apretó las caderas
contra él con una sonrisa de satisfacción que hizo su columna doler.
—¿En serio?
Sus labios se detuvieron en una sonrisa maliciosa.
—Mucho más grande.
Él la besó, con fuerza.
—Volvamos a la habitación, ahora.
Jon trató de actuar indiferente mientras subían en el ascensor
con una pareja de ancianos que estaban vestidos de blanco. La
mujer mantuvo sus ojos apartados, pero el hombre no tuvo problemas
en mirarlos a ambos, con la desaprobación por su atuendo siendo
bastante evidente.
—Modelo masculino en sesión de fotos —dijo Shari.
—Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo. —Jon
podía sentir Shari empezar a temblar de risa. La puerta del ascensor
se abrió y salieron, no logrando ni dos pasos antes de que ambos
estallaran en histeria.
—Oh Dios mío, ¿has visto la mirada en su cara? —Shari se reía
tan fuerte que su voz chilló—. No puedo creer que hayas dicho eso.
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Jon abrió su puerta y la empujó dentro, apretándola contra la
pared y besándola hasta que sus risas se calmaron. Ella le echó los
brazos al cuello y él la levantó, sintiéndose sus piernas cerrarse detrás
suyo.
—Seguimos arenosos. —Su voz tembló a través de él mientras
sus labios pasaban por encima de su oreja.
—Yo sé cómo encargarme de eso. —Jon la llevó al cuarto de
baño, moviéndose de un tirón hacia la luz empotrada encima de la
bañera.
Empezó a desabrocharla mientras besaba su camino por su
cuello. Esta vez él pudo verla claramente y su aliento quedó
atrapado en su pecho.
Ella se puso a trabajar en el pantalón, deshaciendo la hebilla, a
continuación deslizó lentamente la cremallera hacia abajo, a lo largo
de la longitud de él. Quien buscó a tientas la llave de la ducha,
girando el mando de agua caliente mientras el vestido de ella caía al
suelo. Shari se encogió de hombros fuera de su sostén, dejando al
descubierto dos pezones fruncidos perfectamente redondos. Él inclinó
la cabeza, chupando uno en su boca.
—Mmm, ligeramente salado.
Ella se rió, tirando de él hacia arriba y plantando sus labios en
los suyos.
—Dulce —susurró mientras lamía su camino dentro de su boca.
El cuarto se llenó de vapor y él dio un paso dentro de la ducha,
sin apartar sus manos de ella. La sostuvo bajo el chorro, deslizando su
cabello hacia atrás con ambas manos, maravillado por lo hermosa
que lucía.
Ella agarró el jabón y empezó a enjabonarse las manos,
colocándolas sobre su pecho, y luego más abajo.
—Oh Dios —gimió él cuando sus dedos resbaladizos se
deslizaron alrededor de sus pelotas y luego a lo largo de él—. No más
agua —dijo entre besos—. Condón. Ahora.
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***
Shari se rió de su hombre de las cavernas, pero ella no estaba
menos ansiosa de hacer el amor. Ella lo quería. Rápidamente se
enjuagaron y se dirigieron hacia la cama, enredados en las toallas y
goteando a través de la suelo.
—Vamos a mojar toda la cama —dijo Shari.
—Entonces es bueno que tengamos dos. —Jon tiró de ella
encima y Shari se meció contra él. Sus besos estaban haciendo casi
imposible para ella pensar con claridad.
—Espera. —Ella se apartó, buscando su bolsa de maquillaje.
Dejó caer su contenido sobre la mesita de noche y tanteó a ciegas
hasta que agarró la pequeña caja cuadrada.
—Gracias a Dios —dijo Jon cuando se lo dio. Lo abrió y sacó un
paquete plateado.
—Probablemente se hará más sencillo si estás seco —dijo ella,
agarrando una toalla y envolviéndola alrededor de su polla. Lo
acarició lentamente, complacida cuando lo oyó gemir.
—Tienes que dejar eso. Quiero hacerte el amor a ti, no a la ropa
de baño. —Movió su mano y lanzó la toalla a un lado, su
impresionante longitud flotando en frente de ella. Él desenrolló el
condón en un movimiento rápido, y una ráfaga de emoción la
recorrió—. Ven aquí —la atrajo hacia la cama, junto a él, con las
manos arrastrándose por sus piernas—. Puede que yo necesitara estar
seco, pero te necesitamos húmeda.
—Eso no es problema —dijo ella, su aliento soplando contra su
pecho.
—Ya lo veo. —Él se deslizó hacia atrás y adelante, frotando sus
dedos contra ella hasta que gritó.
—Por favor. No puedo esperar más.
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Jon no podía esperar tampoco. No podía creer que esto
estuviera ocurriendo de verdad. Todas las veces que había soñado
con tenerla desnuda junto a él, saboreándola, estando dentro de
ella, se arremolinaron juntos en un borrón mientras la realidad de ella
lo abrumó con su intensidad.
Sus labios rozaron los de ella mientras se subía encima, sintiendo
sus delgados dedos envolverse alrededor su polla, guiándolo a casa.
Tan caliente. Su piel ardía contra él, rodeándolo mientras encontraba
su camino adentro. Shari se aferró a sus caderas, lo arrastró más
cerca, y se contrajo a su alrededor.
Él inclinó la cabeza hacia sus pechos, succionando cada pezón
firme en su boca, sintiendo sus músculos apretarse alrededor de su
polla en respuesta. Sus dedos se hundieron en su pelo, tirando de él
de nuevo hasta sus labios. Él fue con mucho gusto, disfrutando de la
sensación de su boca. Ella chupó su lengua, enviando oleadas
dolorosas de placer disparadas desde su ingle hasta por sus piernas.
El cuerpo de Shari estaba resbaladizo por el sudor, las sábanas
poniéndose resbaladizas debajo de ellos mientras se movían juntos.
Ella apretó la pelvis contra la suya y él pudo sentir que estaba a punto
de llegar al orgasmo. Amaba la capacidad de respuesta que ella
tenía; todos sus movimientos parecían enviarla más hondo en el
momento. Tembló debajo de él, atrayéndolo con tal fuerza que él
sabía que no podría aguantar mucho más.
El sonido agudo que dejó su garganta resonó en los oídos de él
mientras convulsionaba bajo suyo, cerrando sus piernas a su
alrededor al tiempo que levantaba las caderas de la cama. Él sintió
que su determinación se desmoronaba y permitió que las sensaciones
lo sobrecogieran. El temblor de sus piernas se concentró en una
intensa vibración mientras sus pelotas se apretaban fuertes contra su
cuerpo, su polla rígida bombeando dentro y fuera de ella mientras
seguía estremeciéndose. Por un intenso momento todo su cuerpo se
puso rígido, entonces todo se desplomó. El orgasmo salió disparado
de él, arrastrándose desde lo profundo de él y corriendo a través suyo
en un estallido de rayo luminoso. Sus ojos se cerraron de golpe, las
imágenes de Shari parpadeando ante él mientras intensas olas de
placer le alcanzaron.
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Cuando él comenzó a relajarse, cayó a un lado, colapsando
en la cama, con un brazo todavía alrededor de ella.
Shari estaba respirando con dificultad, con una mano apoyada
en la frente.
Jon encontró su voz.
—¿Estás bien?
Ella asintió con la cabeza, pasando una mano por su cabello.
—Estoy más que bien. Y para que lo sepas, no eres sólo más
grande, eres mejor también. Mucho mejor.
Una sonrisa se dibujó en su rostro.
—¿Mucho?
—Vamos a decir que nunca he hecho eso antes.
Jon se apoyó en un codo y se volvió hacia ella.
—¿Hacer qué, exactamente?
Ella miró hacia abajo, aun jugando con su cabello.
—Tener un orgasmo durante el sexo.
Su boca cayó abierta y sintió una oleada de orgullo.
—¿Sólo con Phil?
—No, nunca. —Se mordió el labio—. Y eso que hiciste en la
playa.
Él sonrió, arrastrando la mano por su muslo.
—¿Sí?
—Han pasado años.
—Espera. Te refieres a que Phil nunca...
Ella negó con la cabeza.
—Qué idiota.
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Capítulo 4 Traducido SOS por Nanami27
Corregido por Meghan Frey
Shari pasó los dedos por el cabello sedoso de Jon mientras lo
veía dormir. Lucía contento y pacífico, como si no tuviera
preocupación alguna en el mundo. Deseó poder sentir lo mismo. Su
mente era un revoltijo de pensamientos y preocupaciones. ¿Qué he
hecho?
El sexo con Jon había sido increíble, más allá de lo que alguna
vez había imaginado, pero él todavía era su mejor amigo. Y dos días
antes había estado a punto de casarse con otra persona. Además,
tan genial como amigo era Jon, su historial como novio era atroz. Era
conocido por encapricharse con una mujer durante una semana o
dos y luego perder totalmente el interés. Lo había hecho con cada
chica con la que alguna vez había salido desde que Shari lo conoció.
¿Qué pasará cuando se canse de mí?
Se deslizó fuera de la cama y fue al baño, a salpicar un poco
de agua en su rostro. El rubor todavía estaba en sus mejillas, sus ojos
brillaban. Se veía como una mujer nueva. Es sorprendente lo que un
buen sexo podría hacer. Pero sabía que fue más que eso. Las últimas
cuarenta y ocho horas habían despertado sentimientos que Shari no
sabía que tenía para Jon. No era sólo su amigo, se sentía atraída por
él. Ahora más que nunca.
Caminó en puntillas de regreso a la habitación. Jon estaba
todavía fuera de combate, con el brazo colgando sobre el lugar
donde ella había estado. Su garganta estaba seca, así que se asomó
en la nevera para ver si tenían algo de agua. Se sorprendió al
encontrar una bandeja de fresas bañadas en chocolate y varias
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botellas de Coca Cola, junto con algunas botellas de agua. ¿Cuándo
había pedido eso? ¿Sabía que terminaríamos en la cama esta noche,
o era sólo lo que quería para el postre? Cogió el bote con agua y
arrancó una fresa de la bandeja, entonces caminó a la cubierta.
Era una hermosa noche. La luna brillaba aún más luminosa de
lo que había hecho en la playa, iluminando el complejo. Había una
brisa suave y algo de humedad matutina en el aire. Se hundió en el
sillón y mordisqueó la fresa. El chocolate derritiéndose en su lengua,
recordándole a Jon. Su dulzura se había quedado sobre toda ella. Tal
vez esto puede funcionar.
Había una luz intermitente encima de su teléfono celular, así
que la apagó. Dos mensajes perdidos. Uno de su hermana. La llamaré
mañana. El otro de Phil. Ni siquiera quiero hablar con él.
Shari trató de imaginar cómo habría sido estar en el complejo
con Phil. Ellos ciertamente no habrían pasado el día comprando o
haciendo el amor en la playa. Probablemente habría sido un día de
golf o de pesca en mar profundo, ninguno de los cuales disfrutaría
Shari, pero lo habría hecho para hacer feliz a Phil. La idea de cuánto,
los últimos tres años, se había dedicado a complacer a Phil de
repente la puso exhausta. Terminó su agua y se metió en la cama
junto a Jon, esperando que no despertara pensando que había
cometido un terrible error. Tan pronto como se acostó, él deslizó su
brazo alrededor de ella, abrazándola con fuerza. Su cuerpo se
envolvió a su alrededor y se sintió segura.
La luz del sol era fuerte y clara. Ella se había olvidado de cerrar
las cortinas cuando entró desde la cubierta. Entrecerró los ojos
protegiéndose del resplandor y se volvió para encontrar la cama
vacía. Pánico galopó a través de su pecho. Oh Dios. Él no está aquí.
Ni siquiera puede mirarme. Antes de que pudiera enloquecer por
completo, la puerta de hotel se abrió y Jon entró en la habitación
cargando una caja de cartón.
—Buenos días —dijo, con una sonrisa irresistible en el rostro. Su
cabello estaba despeinado en todas direcciones. Él caminó
directamente a la cama y se inclinó para darle un beso Shari.
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Ella levantó una mano para detenerlo y una mirada
preocupada cruzó su rostro.
—No me he lavado los dientes todavía.
Una sonrisa se extendió por su rostro cuando él se inclinó más
cerca.
—No me importa. —Sus labios sabían dulce, como té soleado—.
No estaba seguro de hasta cuando dormirías, así que bajé a coger
algo de comida en caso de que durmieras durante el desayuno. Te
traje un bagel y un café con leche. Y deberíamos tener algunas fresas
en la nevera.
—Las vi ayer por la noche. En realidad comí una, están muy
buenas.
—¿Comes dormida? —Se rió entre dientes mientras empezaba
a desempaquetar la comida sobre la mesa en la terraza.
Shari caminó, y se puso a su lado.
—No, simplemente no podía dormir.
La preocupación pasó por el rostro de Jon de nuevo y se volvió
para tomarla en sus brazos. Le colocó el cabello detrás de las orejas,
sus ojos buscando los de ella.
—¿Estás bien?
Ella asintió con la cabeza. Era difícil no sentirse bien con sus
fuertes brazos envueltos a su alrededor.
—Bueno. —La besó de nuevo y luego desapareció en la
habitación, regresando momentos después con un plato de bayas—.
Entonces, ¿qué debemos hacer hoy?
***
Despertarse con Shari en sus brazos había sido el comienzo
perfecto para el día de Jon. Le encantaba que durmiera acurrucada
y pegada a él. Se quedó inmóvil durante más de media hora sólo
mirándola dormir, inhalando el delicioso aroma de su cabello,
recordando su noche juntos. Le asombraba lo bien que habían
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encajado juntos. No hubo torpeza, no equivocaciones de primera
vez. Era como si hubieran sido amantes por siempre.
La única cosa de la que no estaba seguro era en cómo se
sentiría ella a la luz del día. ¿Estará feliz? ¿O estará arrepentida de
llevar nuestra amistad al siguiente nivel? El pensamiento hizo tensar su
estómago. Quería abrazarla y hacerle el amor, pero decidió que un
lento comienzo con el desayuno podría ser un mejor enfoque.
Cualquier cosa para evitar que se sintiera presionada.
Tan pronto como ella aceptó su beso, se relajó. Ahora iban a
pasar un día buceando. No hay manera de que pueda ser
estresante. Y conseguiría mirarla en traje de baño durante horas.
Shari se paró frente a él, con el ceño fruncido. Se veía adorable
con los lentes de buceo ya en su lugar.
—¿De qué te ríes?
—Es un buen estilo para ti.
Ella frunció el ceño y le dio un manotazo en el brazo.
—¿Estás listo?
—Siempre. —Agarró sus cosas y la siguió hasta el borde del
bote.
Nadaron en el agua cristalina toda la tarde, viendo los coloridos
peces dispersarse, tomándose de las manos mientras exploraban.
Cenaron en un pequeño restaurante local en el camino de vuelta al
hotel. La mesa estaba iluminada con velas y apartada a un lado, y
Jon logró pasar la mayor parte de la comida robando besos y viendo
el baile de las velas parpadear en la piel brillante de Shari. No podía
esperar para llevarla de regreso a la habitación del hotel.
El camino de vuelta al hotel parecía increíblemente largo. La
mano de Shari estaba en su cintura, frotando suavemente su cadera,
y lo único en que podía pensar era llevarla al piso de arriba, a la
cama. Al momento en que entraron en la habitación, la atrajo hacia
él, sus labios buscándola, sus manos hundiéndose en su cabello. Ella
se derritió contra él. No podía recordar alguna vez querer tanto a una
mujer.
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Su piel era suave como la seda de toda la loción que había
utilizado, y aún más cálida de lo normal por su día en el sol. Estaba
literalmente brillando. Sus manos estaban en todas partes a la vez, en
su cabello, acariciando su espalda, deshaciendo sus pantalones. Ella
parecía desearlo tanto como él la deseaba, lo que le complacía
inmensamente.
Luchó para sacar un segundo condón fuera de la caja,
haciendo que el último saltara sobre la mesa de noche.
Shari sonrió.
—Tendremos que acordarnos de comprar más de esos.
Jon sintió como si todo su cuerpo se expandiera.
—Buena idea. —Rodó el condón en él y se arrodilló entre sus
piernas.
Pasó las manos lentamente arriba y abajo de sus muslos,
amando la manera en que ella se estremecía ante su toque. Ella
alargó la mano hacia él, pero la detuvo.
—Sólo relájate.
Él se echó hacia atrás y levantó la pierna de Shari, masajeando
desde su pantorrilla hasta la punta de sus pies. Mientras acariciaba la
planta de su pie, pudo escucharla suspirar. La besó en el empeine y
se trasladó a la otra pierna. Su cuerpo parecía hundirse en la cama
mientras ella se permitía disfrutar de su toque. Sus ojos estaban
cerrados, su rostro relajado, confiado.
Recorrió los dedos sobre la longitud de sus piernas, llevando sus
pulgares juntos a pastar contra el centro de su calor. El cuerpo de ella
se sacudió y dejó escapar un gemido, sus caderas levantándose
hacia él. Él movió una mano a su cintura para estabilizarla y luego se
puso a trabajar con sus otros dedos. Ella estaba tan mojada, tan
tentadora, que no sabía cuánto tiempo sería capaz de esperar antes
de entrar en su interior.
Su polla tembló contra su muslo, exigiendo estar participando.
Jon envolvió su mano alrededor de sí mismo y se movió más cerca,
usando la punta de su erección para acariciarla mientras sus dedos lo
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hacían. Ella jadeó al minuto en que la tocó, levantando sus caderas,
pero él la mantuvo inmóvil.
—Todavía no. —Se frotó contra ella, dibujando las caricias,
torturándolos a ambos lentamente. Su mirada se precipitó entre su
rostro y su polla, ambas vistas encendiéndolo más de lo que podía
soportar. Él quería hacerla venir, y entonces hacerle el amor.
***
Shari trató de mantener los ojos abiertos para ver cómo Jon la
masajeaba con su polla, pero seguían queriendo cerrarse. Olas de
placer la recorrían con cada movimiento suyo. Oh Dios. Se sintió venir
incluso antes de que lo quisiera. La palpitación entre sus piernas no se
detendría, lo necesitaba dentro de ella.
—Por favor. —Su voz sonó más profunda de lo que jamás había
oído. No le importó, ella sólo quería a Jon.
La brisa suave de la noche hizo que el aire salado del mar se
mezclara con el terroso aroma de Jon, un aroma totalmente
masculino, haciendo a Shari desearlo aún más. Pasó la mano por los
firmes músculos de su antebrazo, luego arrastró uno de los dedos de
él a sus labios, chupando uno en su boca. Ella hizo girar su lengua
contra su piel, sintiéndose perversamente sexy cuando provocó un
gemido inmediato.
Él se bajó sobre ella, con los labios pastoreando los suyos. Ella
miró hacia arriba para encontrarlo viéndola. La lujuria desenfrenada
en sus ojos la hizo sentirse atractiva, deseada en una manera que
nunca había hecho antes, aumentando su necesidad. Shari le
devolvió el beso, temblando de deseo mientras él se deslizaba hacia
atrás y adelante contra su humedad, todavía jugando con ella.
Meció sus caderas contra él, impaciente, tratando de ponerlo en
posición. Él sonrió, el calor en sus ojos intensificándose mientras la
besaba de nuevo. Su lengua trabajo su camino hacia su boca
mientras su polla abría camino dentro de ella. Apretó los músculos
alrededor de él, extrayendo un gruñido desde lo profundo de su
pecho.
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Se movieron juntos, lentamente al principio, atormentadoras
inmersiones dentro y fuera, a diferencia de cualquier cosa que
alguna vez ella había experimentado. La presión acumulada,
aplastando la hinchazón de calor desde el estómago hasta la parte
superior de sus muslos. Ella estaba tan cerca. Jon parecía sentirlo y
cambió su ritmo, tirando de sus caderas con más fuerza, girando
sobre un eje contra ella con cada embestida. En pocos momentos
ella estaba en el borde, todo su cuerpo lleno hasta su capacidad. Él
amplió su interior más allá de lo que parecía posible. La primera ola
de placer se estrelló sobre ella y se convulsionó a su alrededor, con los
músculos contrayéndose con tanta fuerza que la dejó sin aliento
mientras jadeaba su nombre. Él se estremeció, aferrándose a sí mismo
mientras daba un empuje final y palpitaba en su interior.
Se recostaron juntos, jadeantes. Jon bajó de ella, girando hacia
un lado para retirar el condón. Él lo enrolló en un pañuelo de papel y
lo tiró a la basura, entonces se extendió junto a ella. Shari acarició su
cabello, respirando todavía demasiado fuerte para intentar hablar. Él
se inclinó hacia ella y la besó, su pulgar acariciando su mejilla. Ella se
apretó contra su mano, los ojos cerrados, tratando de recordar la
última vez alguien la había tocado con tal delicadeza, de manera
amorosa. Ella giró el rostro y le besó la palma. Él sonrió y la atrajo
contra su pecho. Sus dedos jugaban con el remiendo de seda del
vello en su vientre.
—No me extraña que todas tus novias estaban siempre tan
molestas cuando las dejabas.
Jon soltó un resoplido.
—¿Qué?
—Eres como muy bueno en esto. Supongo que estaban
devastadas.
—Bueno, hay más en una relación que el sexo.
El corazón de Shari latía irregularmente.
—¿Como qué? —Contuvo la respiración, esperando a ver lo
que iba a decir.
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Jon respiró hondo, con la mano trazando de arriba abajo por la
espalda de Shari.
—Bueno, está el gusto en las películas.
Ella rodó los ojos.
—Está bien, ¿qué más?
—Las vegetarianas. Es sólo que no las entiendo. No puedo salir
con ellas.
Ella se rió.
—¿Algo más?
Jon movió su mano a su cuello, masajeando la base de su
cráneo.
—La conclusión es que no me enamoré de ninguna de esas
mujeres.
—¿Ninguna de ellas?
Lo sintió negar con la cabeza.
—Ni una sola. —Sus dedos se frotaban contra su mejilla, tan
gentil y cálido.
Ella levantó la cabeza y lo miró. Lucía insoportablemente sexy,
sus pómulos ensombrecidos por la tenue luz de la habitación, con el
cabello casi cubriendo sus ojos. Él acunó su rostro, atrayéndola hacia
sí mismo y la besó, largo y lento, su lengua agitando sentimientos
profundos dentro de ella.
Shari se movió, balanceando su pierna por encima de él a
horcajadas mientras seguían el beso. Se endureció debajo de ella, su
polla frotando de atrás hacia adelante contra su estómago. Su mano
se acercó a la mesa de noche en busca del condón final. Se
incorporó, de rodillas sobre él, su erección imponente y orgullosa justo
en frente de ella. Tan cálido. Tan suave. Sus dedos acariciando hasta
que él gimió, luego deslizó el condón sobre él.
Mientras se desplazaba a su posición encima de él, la detuvo,
las manos apoyadas en sus caderas.
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—Pensé odiabas estar encima. —Él tenía el ceño fruncido, sus
ojos interrogatorios.
—¿Cuándo dije eso?
—Cada vez que tuviste sexo con Danny Pfeffer.
La boca de Shari se abrió.
—No puedo creer que recuerdes eso. Eso fue hace siete años.
Jon se encogió de hombros.
—Me acuerdo de todo.
—Bueno, vamos a decir que he decidido reconsiderarlo. —Frotó
su apertura contra él, provocando otro gemido.
—¿Qué era lo que no te gustaba? —La voz de Jon era ronca,
sin aliento, mientras se esforzaba por ser permitido a entrar.
De pronto se sintió tonta.
—No lo sé. Supongo que siempre me sentí como si estuviera
haciendo todo el trabajo. Como si tal vez él ni siquiera quería estar
ahí.
—Eso no es posible. —La voz de Jon era apenas un susurro
mientras se retorcía en su contra—. Y tú, desde luego, no vas a tener
que hacer todo el trabajo. —Él levantó sus caderas, elevándolos a
ambos de la cama mientras se hundía en ella.
Ella se dejó caer sobre él, asombrada de nuevo por la
sensación de él llenándola. Jon se meció bajo suyo, enviando
escalofríos de placer a través de ella. Él cerró sus manos alrededor de
sus caderas mientras los dirigía a los dos hacia la cabecera de la
cama. Shari tenía la cabeza echada hacia atrás y él la besó en la
base de la garganta. Sus pezones rasparon contra su pecho,
hormigueando en cada pasada. Él chupó uno en su boca y ella sintió
brillantes flamas disparándose directamente entre sus piernas.
Sus fuertes brazos la sostuvieron, manteniéndola equilibrada
mientras se levantaba y bajaba, sus entrañas revoloteando contra su
dureza. Lamió su camino de regreso hacia su boca, su lengua en
espiral con la de ella mientras la tensión se acumulaba de nuevo. Él
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metió la mano entre ellos, vibrando su pulgar contra su clítoris con
cada golpe de su movimiento.
Su aliento era tan caliente contra su piel que ella sentía como si
estuviera en llamas. No había oxígeno sobrante en sus pulmones, sólo
calor. Un gemido agudo escapó de sus labios cuando la pasión
temblante la superó. Él la abrazó con fuerza, empujando hacia arriba
hasta que ella dejó de temblar.
Bajó la mirada hacia Jon, maravillada por las cosas que estaba
haciéndole sentir. Él meció sus caderas, continuando el ritmo suave,
claramente no dispuesto a darle cualquier liberación inminente. Ella
trazó las puntas de los dedos a través de la ruta de seda del vello que
iba desde su vientre hasta su pecho. Sus firmes abdominales
ondulando bajo su toque. Ella se estiró hacia atrás con la otra mano,
acariciando suavemente sus testículos. Su piel se contrajo en
respuesta y un gemido se le escapó. Su estómago se agitó con
orgullo por la reacción que ella estaba generando.
Shari inclinó la cabeza hacia su pecho, chasqueando la lengua
por cada una de sus tetillas. Jon arqueó el cuello y ella lamió toda la
longitud antes de decidirse a trabajar en su tentadora boca. Su
cabello caía en cascada a su alrededor y él lo barrió sobre su
hombro, sus dedos a lo largo de la piel sensible de su garganta. Ella se
mordió el labio inferior, moliendo más fuerte contra su hueso pélvico
mientras sentía la construcción de la tensión, una vez más.
Jon bombeó con más fuerza, agarrando sus caderas con
renovado fervor. Podía sentir cómo se hinchaba dentro de ella,
volviéndose imposiblemente grueso. La fricción entre ellos era
demasiado difícil de soportar y su clítoris comenzó a latir, enviando
ráfagas de calor a través de ella. Se resistió contra él mientras el
orgasmo desgarraba a través de ella, y luego lo besó con mayor
intensidad, atrayendo la lengua de él en su boca y chupando duro. Él
se tensó, sus dedos apretando su trasero, aplastándola abajo contra
él mientras palpitaba su liberación dentro de ella.
—Lo he reconsiderado. —Ella acarició su rostro a lo largo de su
mejilla arenosa, besando su oreja—. Me gusta estar arriba, contigo.
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Capítulo 5 Traducido SOS por Nanami27
Corregido por Marta_rg24
Jon no recordaba haber dormido tan profundamente.
Despertó con Shari enroscada junto a él. Parpadeó tratando de ver el
reloj y luego la golpeó con la nariz para despertarla.
—Si nos ponemos presentables en los siguientes diez minutos,
todavía podemos coger el desayuno.
Ella se estiró a su lado, enganchando la pierna sobre su cadera.
El desayuno ya no parecía una prioridad cuando se hinchó contra su
muslo. Shari le besó el pecho.
—Hmmm… comida o sexo. Dura cuestión.
—De hecho, nos quedamos sin condones.
—Buen punto. —Se frotó contra él—. La comida y los condones
primero, entonces, quizás, sexo más tarde.
—¿Quizás? —Jon la atrajo hacia sí y le hizo cosquillas.
—Está bien, sin duda.
—Eso está mejor. —La besó, perdiendo su determinación para
conseguir el desayuno con cada segundo que pasaba.
Jon se puso una camiseta, shorts y esperó a Shari, quien salió
del baño con un vestido azul de verano, el pelo recogido en una
coleta, luciendo imposiblemente fresca y hermosa.
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—¿Listo? —Preguntó ella, agarrando su bolso.
Él se movió, tratando de encontrar una manera cómoda para
caminar.
—Sí, dirige el camino.
Jon no se dio cuenta de lo hambriento que estaba hasta que
tomó su primer bocado de comida. No sólo devoró su tortilla, sino que
terminó la segunda mitad de la de Shari junto con un enorme plato
de patatas fritas caseras y al menos tres magdalenas.
Dejó una propina en la mesa y pasó el brazo por la cintura de
la chica mientras se abrían camino hacia el ascensor. Le acarició el
cuello, inhalando su dulce aroma.
—No olvides que necesitamos hacer una compra en la tienda
—dijo ella, sonriendo.
—No lo he olvidado. —Besó un lado de su cabeza—. Lo haré
ahora.
—Voy a ir y tomar una ducha rápida.
La idea de ella en la ducha se precipitó a través de su mente
en un solo pulso de calor.
—Estaré arriba de inmediato. Tan pronto como compre en la
tienda.
Abrió la puerta de la habitación de hotel, con la compra en
mano, y se decepcionó al encontrar la puerta del cuarto de baño
cerrada. Había esperado entrar en la ducha con ella. Tal vez necesita
un poco de tiempo para sí misma.
Guardó la caja de condones en la mesita de noche, luego
tomó su portátil y se dirigió hacia la cubierta. Habían pasado tres días
desde que comprobó su correo electrónico y necesitaba ver lo que
se perdía en el trabajo.
Shari caminó hacia la terraza justo cuando él terminaba de
enviar su última respuesta. Vestía un top corto púrpura profundo y un
par de shorts negros ajustados, con el cabello húmedo suelto sobre
los hombros. Podría haberla mirado durante toda la tarde.
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Ella se sentó en el sillón junto al de él.
—¿Estás trabajando?
—En realidad no. Apenas comprobando a Derek para
asegurarme de que todo esté yendo sin problemas. Todo bien, por
cierto.
—Debe pensar que estás loco, corriendo conmigo en un
momento importante como este.
—En realidad no. Sabe que estoy enamorado de ti. —Jon sintió
como si la respiración hubiera sido pateada de su cuerpo al darse
cuenta de lo que había dicho. Oyó a Shari inhalar y levantó la vista
para encontrar su mirada fija en él, con los ojos redondos.
—¿Qué?
El corazón de Jon latía de manera irregular, su estómago
cayendo como si acabara de entrar en el hueco del ascensor. Ya lo
has dicho, dilo de nuevo.
—Estoy enamorado de ti.
***
La boca de Shari estaba abierta. Los ojos de Jon revoloteaban
de ida y vuelta entre su mirada y el suelo. Él respiró hondo y sopló el
aire lentamente, luego levantó la mirada hacia ella de nuevo.
Todavía no podía hablar. ¿Estás enamorado de mí? Las
palabras no salían.
Jon se frotó la frente y luego se rascó la nuca.
—No puedo creer que haya dicho eso en voz alta. —El color
volvió a su rostro en la forma de un rubor rojo que se deslizó por sus
mejillas hasta su cuello. Lucía irresistiblemente lindo.
¿Estás enamorado de mí?
—Yo.... —Su respiración se aceleró, pero nada más.
—No sientas como si tuvieras que decir algo. No era mi
intención ponerte en ese lugar.
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No podía apartar los ojos de él.
—¿Cómo es que nunca dijiste nada antes?
Se encogió de hombros, su cabello balanceándose sobre sus
ojos. Parecía vulnerable y más adorable de lo que le había visto
alguna vez.
—Pensé en eso, un montón de veces. Cada vez que rompiste
con alguien. Pero nunca te quedabas sola por mucho tiempo. No
quise ser “ese” hombre.
—¿Qué hombre?
—El hombre de consuelo. O el idiota que entra en acción
cuando la mujer aún está confundida por el último tipo. —Sus ojos se
encontraron con los suyos—. Mira, esto no cambia nada. Estás
pasando por mucho ahora y la última cosa que necesitas es sentirte
presionada.
Shari se movió de su sillón al de él y lo hizo callar con un beso.
Parecía asustado pero se recuperó rápidamente, clavando los dedos
en su cabello. Ella trató de decirle con sus labios lo que no había sido
capaz de decir con su voz. Apoyó la mano en su pecho y sintió que
su corazón latía con fuerza. Creo que realmente es sincero. Su mente
daba vueltas. El efecto vertiginoso de su lengua no estaba
ayudándola a pensar más claramente. Cuando el teléfono vibró en
su bolsillo, casi se cayó del sillón.
Ella se separó y lo buscó a tientas para abrirlo.
—¿Hola? —Se sentía como si fuera a desmayarse.
Era Hank Reynolds, su abogado. Ella y Jon lo habían conocido
desde la universidad.
—Me alegro de que contestaras. ¿Dónde estás?
—En Aruba. ¿Qué está pasando?
—Recibí un mensaje urgente del abogado de Phil esta
mañana. Ha cancelado el contrato de arrendamiento del lugar en
que debías mudarte y está tratando de hacerte rendir cuentas por los
gastos al dar marcha atrás en corto plazo.
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—Mierda.
—Sí, mierda hasta el cuello. La empresa de contratación corrió
tu informe de crédito y no ganas lo suficiente para calificar tú sola
para el contrato de arrendamiento. O les pagas 5 000 para quedarte
o va a la corte. ¿Puedes esquivar eso?
—Carajo. —Se puso de pie y caminó hasta el borde del balcón,
considerando brevemente saltar—. No. No lo creo. Ni siquiera voy a
conseguir la mitad de eso cuando recupere mi depósito de
seguridad. —Su voz se desvaneció mientras llegaba a ella. Sin el
nuevo lugar no tenía dónde quedarse. El contrato de arrendamiento
de su apartamento estaba a dos días.
—Está la otra cosa. —La voz de Hank sonaba grave—. Phil
trasladó sus cosas fuera de tu viejo apartamento, pero les dijo que no
tocaran tus cosas. Comprobé con tu propietario, el lugar ya está
alquilado, por lo que aún tienes que salir.
Shari se dejó caer en el extremo del sillón, con la cabeza
anclada en la mano.
—Está bien, se me ocurrirá algo. Te llamaré más tarde.
Colgó y miró a Jon. Sus ojos eran transparentes y llenos de
preocupación.
—¿Qué está pasando?
—Tengo que ir a casa.
***
Jon atravesó el aeropuerto junto a Shari, tratando de averiguar
cómo todo se las había arreglado para ponerse de cabeza. Esta
mañana se había despertado más feliz de lo que jamás había estado
en su vida, con la mujer de sus sueños acurrucada junto a él, caliente
por el sueño y el sexo. Ahora estaba corriendo por la puerta de un
aeropuerto, cinco días antes de lo previsto, para que ella pudiera
llegar a casa a empacar sus pertenencias y mudarse. Pero,
¿adónde?
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Shari había asumido que Phil se habría mudado al estudio de su
propiedad en la ciudad y la dejaría mudarse a su nueva casa, al
menos temporalmente. Ya habían pagado el alquiler del primer mes.
En su lugar, se había salido del contrato y dicho a los de la mudanza
que no tocaran las cosas de ella en su apartamento. El típico juego
de poder del imbécil.
Jon ayudó a estibar su bolso en el compartimiento superior y se
sentó junto a ella. Parecía completamente agotada, con el ceño
fruncido, sus ojos oscuros con ira y preocupación.
Él cogió su mano, contento de que ella no se apartó.
—Te ayudaré a hacer las maletas.
Ella asintió con la cabeza. Ni siquiera estaba seguro de que
estaba escuchando.
—Puedes mudarte conmigo. —El estómago de Jon se anudó al
tiempo que esperaba su respuesta.
—No puedo hacer eso. Ya has hecho mucho para ayudarme.
Volvió su rostro hacia él.
—No creo que entiendas lo que estoy diciendo. Sé que no salió
como lo planeé, pero quise decir lo que dije en el hotel. Te amo. Lo
he hecho desde hace mucho tiempo. Quiero estar contigo. Múdate
conmigo.
Lo mató ver lo asustada e insegura que estaba. Ella negó con la
cabeza.
—No lo sé. Necesito tiempo para pensar. Todo está sucediendo
tan rápido. No pensé que pasaría esto.
Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas y él las limpió
con sus pulgares. La besó la frente, manteniendo sus labios
presionados contra ella mientras inhalaba el aroma de su cabello.
—Haremos que resulte. Todo va a estar bien.
Le apretó la mano y apoyó la cabeza en su hombro. Él
deseaba poder creer sus propias palabras tranquilizadoras.
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Shari estuvo inusualmente callada durante todo el vuelo, su
silencio ponía a Jon más nervioso a cada minuto. ¿Está pensando en
Phil? ¿Acerca de empacar su mierda? ¿Acaso piensa que todo esto
entre nosotros fue un error? ¿Por qué diablos tuve que ir y decirle que
la amo? Espero todos estos años para evitar ser el hombre consuelo y
luego hago esto? Idiota de mierda. Es demasiado pronto.
Se removió en su asiento mientras miraba por la ventana. El
vuelo aterrizó antes y no hubo espera para reclamar el equipaje.
Ayudó al taxista a cargar sus bolsas en el maletero.
—¿Puede hacer dos paradas? —Le preguntó el conductor.
El corazón de Jon se hundió aún más.
—Déjame ayudarte a empacar.
Los ojos de Shari se encontraron con los suyos.
—Tengo que ir a la oficina de Hank y firmar papeles. Tengo un
millón de llamadas telefónicas para hacer. Y sé que tienes toneladas
de cosas que hacer. Te llevé fuera del país en un momento
importante. Voy a estar bien.
—Sé que vas a estar bien. Sólo quiero ayudarte.
Podía ver la lucha en su mente. Sabía exactamente lo que ella
estaba haciendo. Cada vez que se encontraba con cualquier tipo de
problema se encerraba en sí misma, insistiendo en encargarse de
todo por su cuenta. Había sido así desde que se conocieron.
Incluso cuando su madre había muerto, había tratado de
gestionar todos los trámites sin ayuda de nadie. Había tenido que
forzar, literalmente, su camino a la casa e insistir en que lo dejara
ayudar a limpiar y encajar las pertenencias de su madre. Más tarde,
le había dicho que se alegraba de tenerlo. Que había estado a
punto de perderlo.
Estaba cayendo en la misma rutina de nuevo. En piloto
automático. Testaruda. Cerrada. Sólo que esta vez él había añadido
la complicación de sus sentimientos. Él ya no era "solo Jon" su fiel
amigo, ahora era el hombre que la amaba. Una arruga adicional a su
situación ya compleja. Carajo.
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***
El taxi se detuvo frente al apartamento de Shari y ella salió,
buscando a tientas en su bolso las llaves, mientras el conductor cogía
su maleta. Jon salió con ella. Podía ver la mirada de preocupación en
su rostro y se sintió muy mal por ponerla allí, pero no podía decir nada
que pudiera hacer que se fuera.
—¿Qué tal si me doy una vuelta esta noche con una pizza y
algunas cajas? —Apoyó la mano en su cadera.
Tuvo la tentación de lanzar sus brazos alrededor de él y
suplicarle que no se fuera de su lado, pero no podía permitirse
hacerlo.
—No, voy a agarrar las cajas en el camino de regreso de Hank.
No te preocupes. Estaré bien. Te llamaré.
Su mirada buscó la de ella.
—Está bien.
Ella se inclinó y le dio un rápido beso, luego se volvió y se dirigió
hacia el edificio. Sabía que si miraba hacia atrás, dejaría caer sus
maletas y correría a sus brazos por lo que se obligó a poner un pie
delante del otro y seguir adelante.
El apartamento era un desastre. La gente de la mudanza de
Phil había dejado todas sus pertenencias en un estado de completo
desorden. Ella cogió el teléfono para llamar a la oficina de Hank y se
dio cuenta que no tenía el tono de marcado. Jódete, Phil. Él ya había
hecho apagar el teléfono.
Su batería del celular sólo tenía dos barras restantes. Ella
organizó un encuentro con Hank y se dirigió hacia la puerta.
Hank tenía todos los papeles listos para que ella firmara y había
reservado un camión para recoger sus cosas el viernes.
—¿Sabes adónde vas? —Preguntó él.
Ella negó con la cabeza.
—No tengo ni idea.
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—Tengo un amigo que necesita una niñera, cama adentro, en
unas pocas semanas. Si puedes encontrar un lugar donde dormir
hasta entonces, probablemente podrías mudarte allí.
—Gracias. Podría tomarte la palabra.
—En serio, ¿dónde vas a quedarte? Te invitaría a nuestra casa,
pero con el nuevo bebé y la madre de Sheila quedándose con
nosotros no siento como si hubiera incluso un espacio para mí en este
momento.
Shari agitó la mano.
—Ya se me ocurrirá algo. Jon dijo que podía ir a su casa.
El rostro de Hank se iluminó.
—Ah, entonces ya está todo listo.
—No exactamente. Es... complicado.
Había conocido a Hank durante el tiempo que había conocido
a Jon. Para un abogado, él era increíblemente intolerante al drama.
—¿Qué quieres decir con complicado?
—Creo que él se ofreció para que me mudara como mudarme
para vivir con él.
Las cejas de Hank se juntaron.
—¿Como qué? ¿Compañeros de habitación?
—No.
—Hijo de puta. ¿Él finalmente hizo su movimiento? —La boca
de Hank se torció en una sonrisa.
Shari sintió que su rostro se calentaba.
Él sacudió la cabeza con asombro.
—Que me condenen. Era cuestión de tiempo. Muchos de
nosotros siempre pensamos que ustedes se juntarían.
—¿Qué? —Dejó caer su pluma en el suelo y observó mientras
rodaba por debajo de la mesa de Hank.
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—Vamos, Shari. El tipo ha estado enamorado de ti por siempre.
Y tú siempre has parecido más feliz cuando estás pasando el rato con
él de lo que has hecho con cualquiera de esas malas hierbas con las
que has salido. Phil siendo ejemplo de ello.
—¿Me estás tomando el pelo?¿La gente realmente habla de
esto?
—Infiernos, sí. —Asintió, como si ella fuera la única persona en el
planeta que no estaba al tanto de este hecho universal—. No puedes
decirme que nunca has pensado en ello. Honestamente, todos
supusimos que eran amigos con beneficios.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—¿Qué? No. Nunca. Quiero decir bien, ahora, sí, pero...
Hank se echó a reír.
—Así que tuvieron primero su luna de miel. Se han conocido
durante ocho años. Creo que tienes derecho a meterte con el orden
normal de las cosas un poco.
Shari negó con la cabeza.
—No lo sé. Es sólo que no quiero arruinar las cosas.
—Cariño, en caso de que no lo hayas notado, todo está ya
jodido. ¿Te gusta el chico?
El aliento se le quedó atascado en la garganta.
—Simple pregunta. Sí o no.
Cualquier respuesta la asustaba a muerte.
***
Shari batalló con la pila de cajas en su apartamento, dos
carretes de cinta de embalaje enlazados en su brazo. Decidió
empezar en el dormitorio. Con un solo paso dentro de la habitación,
dejó caer todo en el suelo. Jodido Phil, se había llevado la cama.
Ella se dejó caer en el suelo y apoyó la cabeza en sus manos.
La semana pasada su vida había estado completamente en orden.
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Iba a casarse con Phil. Claro, él era un imbécil a veces, pero ella
pensaba que la amaba. Había pensado que después de casarse él
dejaría de perder el tiempo y que podrían tener una vida juntos. La
perfección no era algo que alguna vez había esperado, ella sólo
quería ser feliz. Sentar cabeza.
Todo alrededor de la sala le recordó sus planes. Las sábanas
nuevas que habían recibido de su registro. La vanidad de
antigüedades que había comprado porque era el tamaño perfecto
para encajar en el hueco de su nuevo dormitorio principal. La
impresión enmarcada de Degas3 que había comprado para ponerla
encima de la cama. Ahora todo eso le recordaba cuán jodida
estaba. En cuarenta y ocho horas estaría sin hogar.
Embaló una caja y comenzó a cargarla de cosas. Cinco cajas
más tarde, finalmente hizo su camino hacia el armario. Al llegar hasta
el estante de arriba, se topó con una pila de jeans y envió la caja
junto a las demás a estrellarse contra el suelo.
Toneladas de fotos se esparcieron por la alfombra. Se arrodilló
para reunirlas. Ella había tenido la intención de empezar un álbum
por años, pero nunca había llegado a hacerlo. Mientras recogía las
fotos, sonrió. La primera de ellas que agarró, era de la graduación de
la universidad. Ahí estaba ella con Hank, Jon y Sheila. Había olvidado
cuánto cabello solía tener Hank. Jon parecía más joven pero igual de
guapo. Su corazón tiró dentro de su pecho. Lo echo de menos.
Mientras hojeaba las otras fotos se dio cuenta de cuántas
incluían a Jon. Universidad. La casa que todos habían alquilado juntos
el verano después de la graduación. El viaje por carretera para la
boda de Hank y Sheila en Chicago, mientras estaba en la escuela de
leyes. Jon era parte de muchos de sus recuerdos. Los más felices.
No había nada en la caja que le recordara a Phil. En los tres
años que habían sido pareja, no podía recordarlos estar en más de
un puñado de fotos juntos. Phil no era sentimental. Ni siquiera se
habían tomado fotografías las pocas veces que habían estado de
vacaciones.
Oyó a su teléfono celular zumbar, pero no podía recordar
dónde lo había dejado. En el momento en que ella lo encontró junto
3 Degas: Más conocido como Edgar Degas, pintor y escultor francés.
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a su bolso en el mostrador de la cocina, la luz de mensajes estaba
parpadeando. Ella lo encendió, dándose cuenta de que la última
barra de la batería estaba parpadeando.
—Mierda. —¿Dónde diablos está mi cargador?
Apretó el botón para marcar el correo de voz y esperaba que
pudiera escuchar todo el mensaje antes de perder la batería. El
sonido de la voz de Jon le hizo contener la respiración.
—Hey, soy yo. Sólo comprobando para asegurarme de que
estás bien. Sé que dijiste que llamarías y sé que estás ocupada, así
que no quiero ser un dolor en el culo, sólo quiero que sepas que estoy
aquí si me necesitas, ¿de acuerdo? Quiero decir, espero que sepas
eso. No importa lo que esté pasando, siempre estaré aquí como tu
amigo. Estoy preocupado por ti. Y sé que complica las cosas, pero te
amo. Entonces, bien, eso es todo. Llámame.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. Quería escucharlo de nuevo,
pero cuando presionó cuatro para reproducirlo de nuevo la batería
brilló dos veces y se cortó. Mierda. Ahora ella no podía devolver la
llamada tampoco. Buscó por todos lados otra vez hasta que
finalmente encontró el cable de alimentación, pero cuando lo
enchufó todavía no tenía señal. Se acurrucó en el sofá con el
teléfono cargando a su lado, esperando hasta que tuviera bastantes
barras para ser utilizable. Cerró los ojos solo por un momento.
El sonido de golpes la sobresaltó despierta. Por un segundo no
estaba segura de dónde estaba. Se sentó demasiado rápido,
enviando su teléfono celular al suelo estrepitosamente. Maldita sea.
Entrecerró los ojos ante la brillante luz del sol de la mañana. Los golpes
se reanudaron y se dio cuenta de que alguien estaba llamando a su
puerta. Jon. Corrió a responderla, abriéndola de par en par,
sorprendida de encontrar Phil de pie delante de ella, con un ramo de
flores en la mano.
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Capítulo 6 Traducido por agoss
Corregido por katiliz94
Jon despertó, su cuello estaba tieso y adolorido. Se había
quedado dormido viendo la televisión, con el teléfono en su regazo
en caso de que Shari lo llamara. No lo había hecho. Le dolía el
pecho. Se masajeó las sienes y se frotó los ojos. Eran sólo las 7 a.m.
Marcó su teléfono celular nuevo, pero fue directamente al
correo de voz. Probablemente estaba dormida. No importaba lo que
ella planeara hacer hoy, probablemente se quedaría en el
apartamento. Entró en el cuarto de baño y abrió la ducha. Lo único
que sabía era que tenía que verla.
En diez minutos estuvo vestido y salió por la puerta. Se detuvo
en la panadería favorita de Shari y recogió magdalenas y café,
seguro de que ella no se habría detenido para comer la noche
anterior. Su mente corría mientras trataba de averiguar qué decirle.
Quería decirle lo mucho que la amaba, hacer el amor con ella, pero
sabía que no era lo que ella necesitaba. Necesitaba de vuelta a su
amigo Jon, así que eso es lo que iba a darle. Sin condiciones.
Encontró un lugar de estacionamiento a una cuadra de su
edificio y caminó por la calle, tratando de no dejar caer los cafés
mientras se metía las llaves en el bolsillo. Cuando se acercó a la
puerta principal su corazón se detuvo. El auto de Phil estaba
aparcado justo en frente del edificio. Se sentía como si le hubieran
dado un inocente puñetazo.
Son las siete de la mañana. Ella nunca volvió a llamar ayer por
la noche, porque ella había estado con Phil. La idea le revolvía el
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estómago. Consideró ir a su apartamento de todos modos. Tener un
enfrentamiento. Luchar por ella. Soy mejor para ella que ese imbécil.
Pero se contuvo. Él le había dicho que la amaba y ella no lo había
dicho de vuelta. Ella no había dicho nada. Se volvió de nuevo hacia
su auto, vertiendo el café y magdalenas en un bote de basura en su
camino.
***
Cuando Shari vio a Phil de pie en la entrada su corazón se
hundió.
—Tenemos que hablar. —Él le entregó las flores y pasó a su lado
en el apartamento.
Ella se pasó los dedos por el cabello y cerró la puerta.
—Entonces hablemos.
La mandíbula de Phil se marcó.
—¿Puedes venir a sentarte para que podamos hacer esto
como adultos?
—Bien. —Arrojó el ramo en la mesa de café.
Él se sentó en el sofá y ella se sentó en el otro extremo, frente a
él. Parecía impecable, con el pelo oscuro bien peinado en su lugar,
con la camisa planchada, corbata en un nudo perfecto. El
profesional consumado. El hombre de negocios ideal. El hombre con
el que se iba a casar. Ella no quería ni mirarlo.
Sus ojos verdes-grisáceos encontraron los de ella y dio un
profundo suspiro.
—Lo siento.
Esas no eran palabras que había oído de él muy a menudo
durante todos estos años. Su ceja se levantó.
—¿Sobre qué? ¿El hecho de que no tengo ningún lugar para
vivir? ¿O el hecho de que me estabas engañando? ¿O tal vez es por
la culpa acerca de la demanda que tengo pendiente si no empeño
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la mitad de mis pertenencias para cubrir los gastos del contrato de
arrendamiento?
—Lo siento por todo. Ya he hablado con mi abogado. Los
honorarios han sido atendidos. De hecho, si todavía queremos,
podemos recuperar el contrato de arrendamiento. He dejado a Tina.
Ella lo miró, estupefacta.
—He estado engañándome a mí mismo. Quería tener mi pastel
y comérmelo también, así nunca podría dejarla ir, pero estos últimos
días con ella me di cuenta de que en realidad no la quiero. Nunca lo
hice. Sólo hay una mujer con la que quería pasar el resto de mi vida,
sólo una mujer a la que se lo propuse, y no es Tina. Eres tú. Prometo
que las cosas han terminado con ella, para siempre. Tú eres la única a
la que quiero.
Eso rayaba en ser lo más romántico que Phil le había dicho
alguna vez.
Él se acercó más, con la mano en su pierna, su pulgar frotando
su rodilla.
—Somos estupendos juntos. Podemos hacer que esto funcione,
lo sé. ¿Qué te parece si nos damos otra oportunidad? —La sentó en
su regazo, sus manos trazando círculos detrás de ella, sus labios en los
de ella. Shari dejó que la besara, conmocionada por el hecho de que
no sintió nada. Sus dedos trabajaban por su espalda, su lengua rodeó
la suya. Esta era la misma forma en que él la había besado durante
tres años, pero se sentía como si fuera un extraño. Todo en lo que
podía pensar era en Jon.
Se levantó del regazo de Phil.
—No. —Se alejó de él, sacudiendo la cabeza.
Phil respiró hondo y exhaló.
—Vamos, nena. Sabes que podemos resolver esto, sabes que te
amo.
—No, no lo sé. Sé que me has hecho daño. Sé que me has
traicionado.
—Será diferente ahora. Lo prometo.
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Ella no le creyó. Se le ocurrió que nunca confió completamente
en él. Una vez más, Jon apareció en su mente. El Jon en quien ella
confiaba. Completamente. Oh, Dios mío. Soy una tonta. Miró a Phil
directamente a los ojos.
—Lo único que va a ser diferente es que ya no vas a estar en mi
vida.
—Estás siendo irracional. —La voz de Phil tenía un tono más duro
del normal. Ella lo conocía demasiado bien—. Ni siquiera tienes
donde ir. ¿Qué vas a hacer cuando te echen a la calle mañana por
la mañana?
—Voy a ir a la casa de Jon. —Decir las palabras en voz alta la
fortalecieron.
—¿A la casa de Jon? ¿No pondrá eso un giro en su estilo de
vida casanova?
Ella lo miró.
—Para tu información, me pidió que me fuera a vivir con él.
Phil entrecerró los ojos.
—Oh, no me digas. ¿Tuviste sexo con él?
Sus fosas nasales se dilataron.
Phil dejó escapar una risa desagradable.
—Dime que no eres tan estúpida. ¿Y qué, vas a ser su sabor del
mes? ¿Es que ya ha follado con todas las demás mujeres en el área
triestatal? ¿O este es el mes de follar por compasión y tú eres la
afortunada ganadora?
—Lárgate. —Ella nunca había tenido el valor de enfrentarse a
Phil antes, pero ahora se sentía imparable.
—No.
—Lo digo en serio, fuera. Ahora.
—¿Para que puedas empacar y huir a la casa de Jon?
¿Cuánto tiempo crees que pasará antes de que se canse de ti? ¿Un
mes? ¿Una semana? No lo veo aquí. Tal vez él ya lo ha superado.
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Shari proyectó todas las cosas que Jon le había dicho acerca
de sus sentimientos, sobre su historia, sobre Phil siendo un idiota.
—Jon me ama. —Decir las palabras en voz alta les dieron más
significado. Esto la llenaba de esperanza, de confianza. Por fin se
permitió creerlas.
—No lo hace. —El tono de Phil era altanero y condescendiente.
Ella lo miró fijamente, viendo lo que Jon debía haber visto cada vez
que lo miraba, un hombre controlador e intrigante que no se
preocupaba por ella en absoluto.
—Sí, realmente lo hace. No puedes entenderlo porque nunca
has amado a nadie más que a ti mismo. Ahora lo digo en serio, fuera.
Dio un paso atrás y él la agarró del brazo, con fuerza, tirando
de ella hacia él.
—Esta es tu última oportunidad, no voy a volver de nuevo.
—Bien. —Ella apartó de él y abrió la puerta. No quería nada
más que dejarle irse para que pudiera ir a ver a Jon.
***
Cuando sonó el timbre de la puerta, Jon consideró no abrir. No
estaba de humor para hacer una pequeña charla con el cartero o
firmar por el paquete de un vecino. Sonó por segunda vez, y luego
una tercera. Jesucristo.
Abrió la puerta y sintió que su mandíbula caía. Shari
permanecía de pie delante de él, con los ojos muy abiertos y
brillantes. La había extrañado tanto que quería cogerla en brazos,
pero se dio cuenta de que ella estaba probablemente allí para
decirle que estaba de vuelta con Phil. Sintió sus entrañas apretarse.
—Hey —fue todo lo que pudo decir.
—¿Podemos hablar? —Preguntó ella, mirándolo ansiosa. Se
mordió el labio.
—Claro. —No quiero escuchar esto. Se hizo a un lado para
dejarla entrar.
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—Sólo quería decirte…
Él no pudo soportarlo.
—Lo sé. Estás de vuelta con Phil.
Los ojos de ella se desorbitaron.
—¿Qué?
Se sintió como un idiota.
—Conduje a tu apartamento esta mañana. Vi su auto. Está
bien.
—¿Estás loco?
—Mira, planeabas casarte con el tipo, lo entiendo. No te
preocupes por eso.
Ella sacudió la cabeza, dejando escapar un suspiro
exasperado.
—¿Me escucharías durante un minuto?
Se metió las manos en los bolsillos, no estaba seguro de poder
mirarla a los ojos, pero ella se movió más cerca, por lo que fue
imposible para él evitar sus ojos. Se veía tan hermosa y eso lo destrozó.
Solo dilo y acaba de una vez.
—Sí, Phil se detuvo esta mañana por casa. Vino para ofrecerme
otra oportunidad con él.
Lo sabía.
—Pero lo eché.
El interés de Jon despertó.
—¿Lo hiciste?
Shari asintió.
—Trató de convencerme. Dice que rompió con Tina. Prometió
que las cosas serían diferentes. Y entonces me besó.
Jon se encogió.
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—Y en todo lo que podía pensar era en ti.
Él miró en sus oscuros y brillantes ojos.
—Soy una idiota, Jon. No sé por qué me ha tomado tanto
tiempo ver esto. Eres el mejor amigo que he tenido. Eres el mejor
amante que he tenido. Ni siquiera puedo imaginar no tenerte en mi
vida. Te amo.
El corazón de Jon latió en sus oídos.
—¿Te importaría repetir la última parte una vez más?
Shari sonrió, sus ojos llenándose de lágrimas.
—Te amo.
Él la tomó en brazos y la besó. Hundió sus dedos en su cabello,
acercándola más, las lágrimas de ella mojando sus mejillas.
—No tienes ni idea de cuánto tiempo he querido oírte decir
esas palabras. Te amo. —Alisó el pelo detrás de sus orejas, besando
sus párpados, sus mejillas para luego volver a su boca.
Shari se apoyó en él, arrastrándolo hacia ella.
—Así que, ¿todavía quieres un compañero de cuarto?
—Te quiero a ti. A tiempo completo.
Ella le acarició la mejilla. Su calor pasando a través de él,
revolviéndolo de pies a cabeza.
—No tengo una cama. Phil la tomó.
Jon rió.
—Estoy pensando que podemos solo usar la mía.
Sus ojos brillaron hacia él.
—¿Qué pasó con esos condones que se suponía que debías
comprar?
Una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Están en mi maleta.
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—¿Qué tamaño de caja cogiste?
—Un paquete de doce.
Shari frunció el ceño.
—¿Qué sucede? —Preguntó él.
—Nada. —Ella se puso de puntillas y lo besó, sus caderas
reposando contra él—. Creo que vamos a tener que empezar a
comprar de forma masiva.
Él la levantó, caminando hacia la escalera.
—De acuerdo, pero creo que una docena nos debe bastar
para hoy.
Fin
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Sobre la autora: Karen Stivali
Karen Stivali es una escritora prolifera, pastelera compulsiva, y una
choco-maníaca con fascinación por los libros, las películas y los
hombres británicos de la ficción.
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Traducido, Corregido y Diseñado:
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