Ser el sitio

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1 SER EL SITIO ROBERTO MARCELO FALCÓN APOLLINE TORREGROSA LABORIE Las efervescencias culturales desde la tecnología La tecnología tiene un lugar principal en nuestra cotidianidad, nos imanta, atrapa y envuelve en un seductor descubrimiento colectivo del mundo. La tecnología como experiencia sensible nos fascina, y por ello se revela como un imán mágico, un tótem que nos pone en relación con los demás. Vivir este viaje colectivo sin que sea efecto de un proyecto, hace posible la errancia 1 como trayecto de descubrimientos. La dimensión virtual y tecnológica abre espacios, sitios donde 1 Se utiliza el sufijo ancia debido a que forma sustantivos abstractos e indica acción y resultado, como estancia, ambulancia y vagancia. En el contexto de este artículo con la palabra errancia nos referimos a las acciones sin fin preestablecido, es decir, a las experiencias sensibles emergentes en los encuentros entre las personas. Roberto M. Falcón, Ser el sitio, infografía, 2014.

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SER EL SITIO

ROBERTO MARCELO FALCÓN

APOLLINE TORREGROSA LABORIE

Las efervescencias culturales desde la tecnología

La tecnología tiene un lugar principal en nuestra cotidianidad, nos imanta,

atrapa y envuelve en un seductor descubrimiento colectivo del mundo. La tecnología

como experiencia sensible nos fascina, y por ello se revela como un imán mágico,

un tótem que nos pone en relación con los demás. Vivir este viaje colectivo sin que

sea efecto de un proyecto, hace posible la errancia1 como trayecto de

descubrimientos. La dimensión virtual y tecnológica abre espacios, sitios donde

1 Se utiliza el sufijo ancia debido a que forma sustantivos abstractos e indica acción y resultado, como estancia,

ambulancia y vagancia. En el contexto de este artículo con la palabra errancia nos referimos a las acciones sin

fin preestablecido, es decir, a las experiencias sensibles emergentes en los encuentros entre las personas.

Roberto M. Falcón, Ser el sitio, infografía, 2014.

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dialogar, expresarse, perderse y encontrarse es posible. La tecnología como

superficie virtual, es una fuente viva de cultura emergente, que evidencia la

existencia de una activa realidad relacional. Nuestras sociedades se extienden en

los espacios virtuales, entendidos como un territorio finito de infinitos recorridos.

Estos lugares sin contorno, nos invitan a la inmersión y a la aventura. Los viajes

errantes que podemos vivir en ellos, hacen posible encuentros inesperados. Por ello,

la contingencia de las relaciones hace de la tecnología un espacio mágico, sensible

y asombroso. La experiencia tecnosensible potencia así las reuniones entre las

personas y todas sus actividades creativas. De este modo, la sociedad se hace

intensa, amplia y atractiva, un lugar propicio a las múltiples ebulliciones relacionales.

Los colectivos en estas fuentes vivas, sitios virtuales o pliegues de lo social,

muestran otras dimensiones de lo real, para descubrir y conocer de otra forma. Los

encuentros no se controlan, razón por la cual fluyen creativamente, haciendo viable

que cada uno participe a su manera. La tecnología como experiencia colectiva, nos

hace penetrar en una misteriosa dimensión relacional, en una amplia red que nos

anuda a los demás. Estos territorios son lazos imposibles de desatar lógicamente,

pues son espacios replegados y sensibles que nos devuelven a una dimensión

reencantada de la sociedad, la cultura, la vida y sus relaciones.

La tecnología como experiencia de aprendizaje

En este sentido, los espacios virtuales como nudos dinámicos y sensibles,

nos pueden ofrecer experiencias de aprendizaje. Donde las relaciones se hacen

vitales y nos inyectan una fuerza que despliegan nuestras potencias dormidas. En

este sentido, la tecnología se hace mágica, colectiva y formativa. La tecnomagia2 es

un cálido nudo que nos hace participar sorpresivamente de los demás, es decir, de

un ardiente encuentro de aprendizaje, incluso fuera de lo reglado. Aprender no es un

patrimonio de las instituciones, sino un perfume que emanan algunos encuentros

físicos y virtuales. Por ello, cuando hablamos de tecnomagia, nos referimos a una

experiencia formativa que se nutre del encuentro de lo heterogéneo a través de lo

tecnológico. Fuera de toda infértil homogeneidad, de toda regulación racionales de

2 Technomagie, Revue Les Cahiers Européens de l’Imaginaire n°3, CNRS Editions, Paris, 2011.

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las relaciones, la cultura emerge, vive y ofrece. A través de las vivencias

tecnosensibles es posible ligar lo que aparentemente estaba distante, lejano,

haciendo posible la participación de lo heterogéneo en el aprendizaje. Si los

espacios culturales y de formación son lugares de socialización, de relación, la

tecnología participaría de ellos, facilitando una dimensión espontánea relacional y

socializante. Desde esta posición, las instituciones que quedan fuera de tal frescura,

quedan sencillamente obsoletas y ajenas a toda formación instintiva. Los encuentros

afectivos a través de lo tecnológico, ofrecen la emergencia de territorios de

aprendizajes en donde todos son maestros y alumnos de todos. De tal tormenta

formativa, los encuentros adquieren táctilidad, por ello es posible hablar de contactos

en lo virtual. Porque las relaciones, los lazos que nos unen en la experiencia

tecnológica, modifican nuestros hábitos y modos de pensar. Situación que va

reconformando la persona y devolviéndola a un estadio de vivencias que le invita a

ser de un modo relacional. Lo virtual se hace espacio vital y formativo, un tiempo de

correspondencias compartidas, un trayecto aleatorio de reuniones, es decir, una

plaza de comuniones cotidianas. Estamos ante una dimensión relacional que hace

viable reunirse fuera de un tiempo lineal y ordenado, en un espacio replegado y

errático donde es posible perderse en un tiempo curvado o sensible. Este dinamismo

adviene en un espacio compartido, en momentos que ofrecen vivencias intensas,

experiencias que resuenan eternamente en las personas. Tales realidades facilitan

una continua actualización de las relaciones personales, de lo que éstas ofrecen,

posibilitando la emergencia de una atmósfera formativa, sorprendente, simbólica y

enigmática. Tejido de encuentros que ofrecen la oportunidad de recomenzar en

nuevas dimensiones existenciales, en otros pliegues sociales o realidades

societales. La emanación de la temperatura eyectada por lo colectivo, es una fuerza

que dibuja umbrales, que invita a iniciarse permanentemente en lo asombroso. Los

mundos extraordinarios de lo virtual, siempre son experiencias compartidas. Esta

calidez, esta atmósfera creada por los encuentros entre las personas, hacen de la

experiencia tecnológica una vivencia formativa. Revelando que toda

tecnoexperiencia con estas características, es un encuentro que logra abrir pórticos

o accesos a otras dimensiones de lo social.

La tecnoexperiencia revela así su potencialidad conectiva entre razón y

sensibilidad, entre todo lo distante y diverso, ofreciéndose como un enjambre de

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pasajes sensibles. Nos instalamos en una dimensión donde dialogan tecnología,

experiencia, persona y emoción. Las relaciones alabeadas por esta realidad, dan

vida a las experiencias formativas, revelan la existencia de una secreta ecosofía3 o

inteligencia sensible que se manifiesta en lo cotidiano. Las correspondencias de lo

diverso en un tiempo presente y tecnosófico, dibujan una puerta imaginal, una

realidad sensible que nos inicia en un espacio de experiencias formativas. Tal

umbral sacro, tecnomágico y tecnosófico, da color a nuestros encuentros ordinarios,

revelándose como experiencias públicas y secretas que conforman nuestros hábitos.

De esta forma, traspasar nuestros espacios habituales e ingresar en otros lugares de

la existencia, hace de nuestras tecnoexperiencias instantes reversibles,

superficialidades profundas donde se confunde lo diverso. La ligazón sociedad y

naturaleza humana, vive en el espacio virtual. Las experiencias tecnoafectivas,

tecnoformativas, son un ballet reversible que liga, que hace posible, que invita, que

aglutina. Las correspondencias posibles entre todo lo aparentemente irreconciliable,

como la razón y la emoción, genera dimensiones verdaderamente orgánicas, vivas,

en las cuales lo tecnológico puede participar. Naturaleza y tecnología, afectividad y

tecnología, arte y tecnología, formación y tecnología, cultura y tecnología, son

parejas mágicas que evidencian la existencia de realidades ligadas en las cuales las

personas son parte primordial. Podemos entender que estamos ante el fin del mito

del progreso, es decir, ante la consumación de la cultura del proyecto, de lo

fragmentado, de lo clasificado y del reino de la razón que margina lo sensible. En su

lugar se inicia, nace casi secretamente, un mundo interconectado, una realidad

pluricultural sensiblemente ligada, que hace posible la comunión de los opuestos.

Vivimos hoy un espacio replegado y seductor que se conforma y reconforma

progresivamente, que se despliega fuera de todo progreso, fuera de todo proyecto.

Nuestras experiencias cotidianas con las tecnologías, especialmente cuando

participan de procesos formativos, existen fuera de una lógica productiva, viven

dentro de la lógica sensible del corazón4 o creativa inteligencia sensible. Dentro de

una natural progresividad, la cultura contemporánea se manifiesta creando y

recreando todo aquello que reencanta las vidas compartidas. Formación, tecnología

3 Michel Maffesoli, Matrimonium. Petit traité d’écosophie, Paris, CNRS Editions, 2010.

4 Falcon y Torregrosa, La logique objective du coeur, en L’amour, Revue Les Cahiers Européens de

l’Imaginaire n°4, CNRS Editions, Paris, 2012.

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y naturaleza, participan de la recreación permanente de nuestro oikos vital, de

nuestra casa encantada.

Territorio simbólico

Desde esta vivencia ordinaria, el territorio que vivimos hace posible el

desarrollo personal y colectivo. Los espacios tecnosensibles van conformando así

nuestras relaciones, fuera de toda ley que les ordene. Los hábitos como

manifestación de los encuentros, dejan su huella viva en las personas e inventan los

nuevos territorios simbólicos donde desarrollarse. Las reuniones en los sitios

virtuales, modelan silenciosamente el ser de las personas, sus relaciones y por lo

tanto, las diferentes realidades sociales. Todos los sitios virtuales – en los que

incluimos la participación de la naturaleza humana – tienen unos límites más o

menos visibles, que no se pueden evitar. Fronteras que paradójicamente son las que

enmarcan e impulsan las multiplicidad de interacciones interpersonales. Las

restricciones siempre impiden, al mismo tiempo que no pueden restringir otras

formas de relación. Estos territorios virtuales, sensibles, potencian la existencia de

modos de entrar en relación, generando ambientes en los cuales las personas

pueden desdoblar sus imaginarios. Estos pliegues de lo real, pueden ser entendidos

como una ceremonia de unión entre hábito, tecnología, persona y vida. Estamos

ante la emergencia de un sistema vivo conformado por lo tecnológico y lo orgánico,

que entendemos como un activo tecnoentrópismo sensible. En este sentido, el azar,

presente en los espacios virtuales, se revela como la acción que organiza

sensiblemente las relaciones. Por lo tanto, la unión naturaleza y tecnología, ligada a

lo azaroso e incierto, impulsa la existencia de espacios que configuran los hábitos de

las personas. Vivir y entender cada lugar desde esta posición, es moverse dentro de

una atracción de relaciones colectivas, dentro de un sistema vivo que nos envuelve

en un casual tecnoentropismo sensible. Sensualismo relacional y aleatorio que nos

imanta, que nos invita, que nos envuelve y que nos conforma haciendo rica la

actividad de nuestras energías íntimas. El sitio virtual deja de ser nuestra

exterioridad para participar junto a nosotros, en un sistema vivo, complejo y sensible.

Este sistema creativo reencanta lo cotidiano, los espacios que transitamos y la

cultura como dimensión móvil. Tal ebullición da forma a lo social, reconfigura todos

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los espacios, sudando un presente verdaderamente vivo. Tales lugares relacionales

son límites que permiten, vivencias atractivas, experiencias sorpresivas que nos

ayudan a ser y comprender lo social como infinitos pliegues. Son estos espacios

replegados magníficas oportunidades de desarrollarse fuera de todo control racional,

alejados de todo proyecto infértil. Ser, vida, tecnología y cultura, conforman una

realidad entrópica, una contingencia fértil que se nos revela como alternativa a todo

afán de limpieza proyectual de lo social. La dependencia creativa y azarosa en los

espacios virtuales, es alternativa a una independencia simulada, que solamente

corta los lazos, las relaciones sensibles entre las personas. La inmersión en lo

sistémico nos inicia junto al espacio. El territorio incierto es potencia conformadora

de las realidades personales, de sus relaciones, fuera de toda prisión proyectada. Si

evitamos los procesos que controlan radicalmente la experiencia, dotamos a los

espacios de relación de una potencia creativa, de una fuerza que participa del

desarrollo de las personas. Eludir toda experiencia como efecto de una teoría

preconcebida, evitar los espacios virtuales como eco de esta fuerza recta, ofrece la

oportunidad de vivir trayectos sensibles o curvos. Comprender que sí es posible vivir

fuera de una perfección que congela las pulsiones de las personas, nos sumerge en

un mundo completo de las relaciones reales. Lejos de la irresponsabilidad moderna

y política, como responsabilidad moral o construida, es posible respirar en

experiencias azarosas. Entre lo correcto e incorrecto, existen experiencia

intersticiales que nos ligan afectivamente. Los sitios virtuales pueden ofrecer esta

rica realidad, cuando son espacios que responden a las potencias sensibles y

racionales de las personas. El espacio determina las relaciones pero no tiene por

que controlarlas, siempre que pueda invitarlas a una bella y dependiente danza

relacional. Situación que revelaría la existencia de una sensible responsabilidad

colectiva, de una fuerza grupal que hace de los espacios virtuales, un ambiente que

determina e invita a ser.

Proceso relacional

Conformarse a partir de la experiencia colectiva y sensible, es participar en un

cosmos de relaciones que puede revelarse como un territorio propicio para

desarrollarse. Entregarse en este espacio y sus acontecimientos, es dejarse modelar

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por la experiencia. Ser el sitio, evidencia una unión indivisible entre lo determinado y

lo indeterminado, entre lo probable y lo improbable, entre todo lo diverso y

encontrado, entre persona y espacio. Opuestos que una vez ligados, ofrecen una

infinitud de posibilidades de desarrollo. Persona y lugar, se confunden creativamente

en un proceso que escapa a todo control. El mundo es un espacio vivo, una potencia

que conforma todo lo que en él existe. Sitio orgánico y dinámico que evidencia sus

límites y dentro de tales condicionantes, su fuerza creativa. Los sitios virtuales –

dentro de esta lógica orgánica – son pequeños cosmos abiertos, lugares vivos que

exhiben sus condicionantes y fuerzas creativas. Desde esta posición, los territorios

tecnovirtuales no son realidades externas a las personas, sino que entretejidas a

ellas, le van conformando. El juego de condicionar y hacer posible, es un dinamismo

que invita a la acción de una fuerza mágica o creativa. La inmersión en estos

espacios determinados, en estas tempestades sorpresivas, en estas temperaturas

relacionales, en estos escenarios de oportunidades, posibilitan la existencia de una

confluencia incandescente y creativa. El Eros del espacio es el escultor nómada del

ser personal y sus relaciones, una potencia creativa y caprichosa que crea vínculos.

Las aventuras que se viven en estos estadios virtuales – naturales y tecnológicos -

en estos pliegues de la realidad, modelan los procesos de transformación de las

relaciones personales. Vivencias complejas que entendemos alejadas de todo

movimiento controlado, es decir, de toda rigidez cartesiana que impide la experiencia

sensible, en las palabras de Gaston Bachelard: « Comme nous le montrerons, la

méthode cartésienne qui réussit si bien à expliquer le Monde, n’arrive pas à

compliquer l’expérience, ce qui est la vraie fonction de la recherche objetive »5.

El viaje errático y creativo que proponen estos espacios, nos invita a participar

de un Eros fértil, de experiencias que hacen posible estar juntos invocando lo

instintivo, sensible y afectivo. Los trayectos que se viven en espacios, nos sumergen

en un viaje co-creador. Transitar un azar re-configurador de lo real, es deslizarse

como el agua que bordea las piedras, entre todo aquello que impide el paso. La bella

fastuosidad de las relaciones personales en los espacios sensibles, nos desafía a

vivir fuera de un control proyectado. Coexistir en estos tránsitos enmarañados y

complejos fuera de la frialdad de lo proyectado, nos libera de un cartesianismo

5 Gaston Bachelard, Le nouvel esprit scientifique, Puf, Paris, 2003, p : 142.

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reductor, facilitando la creación de lo aleatorio. El trayecto en los sitios virtuales con

estas características, es una aventura sensible que nos invita a errar compartiendo,

iniciarse en un proceso creativo y colectivo que nos devora.

Realidad sensible

Los sitios virtuales son potencias caleidoscópicas, enormes bocas que nos

engullen, miríadas de espejos colocados al azar que nos multiplican y nos funden en

un espacio hyper-relacional. La experiencia seductora que proponen, nos lanzan al

interior más profundo de sus concavidades. Allí, viajando en su tormenta

mutivinculante, somos. El ser personal es determinado por estas experiencias, por

estos territorios hyper-re-plegados y abiertos. Los caprichos de la experiencia

compartida nos engulle, nos envía al estómago de lo grupal, nos digiere y nos arroja

renovados tal como lo expresa el mito de Jonás. Las pulsiones de estar juntos

navegando por los sitios virtuales, nos funde en sus temperaturas, nos hace

partícipes de un conjunto vivo. Perderse fuera de la vigilancia ciega de la razón, nos

inicia en una fuerza sensible que nos invita a resbalar en territorios caleidoscópicos.

Entregados al todo circundante, la persona es parte activa de los acordes del lugar,

de sus retumbos sorpresivos. Circunstancia a través de la cual es posible

comprender y emprender un viaje virtual, un trayecto que nos sumerge en las

pulsiones del instante, que nos actualiza constantemente. Esta realidad instintiva o

pasional experimentada a diario, puede ser concebida como una pausa dinámica,

como un paréntesis laberíntico en el cual las personas están condenadas a rodar en

lo aleatorio. Comprender esta realidad, es constatar que estamos inmersos en una

tragedia creativa, por ende, en una vital dependencia con el espacio que inclina las

relaciones interpersonales. De este modo, los exploradores de los territorios

descubiertos, se irán conformando, adaptando y adecuando a sus características.

El conocimiento emergente de estas experiencias, de estos viajes virtuales,

conforman una realidad sensible con la cual tejer quién se es. Vivir fuera del Olimpo

de la razón, del extremo control, de toda dictadura que prescribe las normas de

relación, es comenzar a experimentar el mundo desde lo pasajero, desde las

verdades situacionales. Lo cambiante, aleatorio, sorpresivo y errante, son realidades

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de los espacios virtuales, por ello el conocimiento emergente es siempre singular. El

saber encarnado que se revela es un espacio sensible que nos seduce y nos invita a

vivir un juego de transformaciones colectivas. Gozar desde el interior de la

experiencia compartida, es reconformarse continuamente, es respirar en las

sombras de un vientre creador que nos atrapa. Moverse atados en esta realidad que

nos determina, es transitar una paradoja enigmática que nos imanta y lleva hacia

aventuras no planificadas. Todos los trayectos de investigación desde esta realidad,

ahogan las personas en un conocimiento tempestuoso, desbordante y fértil. Los

colectivos que descubren este vientre creador, las aguas profundas y superficiales

de la experiencia, viven en un conocimiento que escapa de toda lógica casual. Lo

acausal abre todas la compuertas diminutas, todas las capilaridades que llevan a un

conocimiento sensible. Ser consumidos por el espacio, por la experiencia, por una

inteligencia colectiva, es vivir una muerte simbólica que nos hace ser e indagar de

otro modo. Convertirse en un emigrante de las tierras replegadas de lo real, de todas

sus concavidades, es estar condenado a ser engullido y desde este estadio,

descubrir por inmersión. En definitiva, enterrarse en las cavernas mágicas de la co-

experiencia en los sitios virtuales, es aceptar un viaje de descubrimientos y

determinaciones que nos reconforman continuamente.

El animal que descubre en grupo

Los espacios virtuales desde la co-experiencia revelan otro modo de

acercarse a descubrir juntos, a la investigación ligado a estos procesos. Podemos

establecer así que el Eros del grupo abre senderos relacionales, conformando una

alianza entre razón y sensibilidad, entre trabajo y juego. Realidad que dentro de

procesos de investigación y formación, crea un conocimiento emergente siempre por

acción de una inteligencia colectiva. Experiencia muchas veces ligada a instantes

creativos casi secretos o marginales, generados bajo el manto de lo discreto, lo

aislado o lo protegido. En estos microclimas creativos, en estos epacios camuflados,

las relaciones personales logran elaborar, crear, imaginar y conocer lúdicamente,

según Georges Bataille : « Mais il est vrai qu’avant tout, ces cavernes sombres

furent en fait conscacrées à ce qu’est, dans sa profondeur, le jeu – le jeu qui

s’oppose au travail, et dont le sens est avant toutes choses d’obèir à la sèduction, de

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repondre à la passion ».6 El animal que investiga siempre utiliza su brújula instintiva

en sus derivas, facilitando de este modo la circulación de un conocimiento singular,

poético, artístico e insólito. El investigador sensible que trabaja en tribu, logra

naufragar y renacer en una inteligencia colectiva, es decir, vive inmersiones en

espacios que se ofrecen como microclimas propicios para la emergencia de un

pensamiento artístico. La investigación en estas temperaturas de lo real, es un

conocimiento pintado, dibujado o esculpido desde todo ritual colectivo. La seducción

profunda que ejercen estos procesos de búsquedas, destilan un saber que no es

rehén de lo textual. Trayecto mágico que asocia trabajo y juego, responsabilidad y

aventura, conocimiento y fiesta, haciendo de los descubrimientos, de sus ecos, una

experiencia viva. El conocimiento sudado en estos sitios tecnosensibles, nos ofrece

otros modos de comprender el mundo, otras maneras de participar de su recreación

permanente, fuera evidentemente del control político. Entrar en la caverna de la

investigación, en su penumbra, es sumergirse en una ebriedad creativa, es penetrar

en un cosmos que ve desde las sombras, desde un Eros colectivo. El conocimiento

brota a partir de contactos, de un juego de seducción e imaginación donde razón y

sensibilidad danzan juntas, donde orden y desorden se entrelazan creativamente.

Comprender estos procesos creadores, es entender la investigación y la formación

como una realidad que nos abre las puertas hacia otras dimensiones del

conocimiento. Intensidad dinámica en la cual todo espacio es sinónimo de creación,

de procreación voluptuosa, de experiencia interior compartida. Conocer es nacer

juntos en una territorio que ofrece experiencias que se abren como bocas inmensas

que nos engullen, para lanzarnos finalmente en otros pliegues de lo real.

Síntesis

Es posible establecer que la experiencia tecnológica – cuando es formativa –

nos imanta, envuelve en un seductor descubrimiento del otro, de nosotros, del

mundo. Vivencia que relaciona a las personas en un viaje creativo compartido. En

estos espacios relacionales las culturas brotan, se enriquecen, se transforman.

Estamos ante territorios limitados e interconectados sin contornos, sitios cuánticos

6 Georges Bataille, Les larmes d’Éros, 10-18, Paris, 2009, p : 74.

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que ofrecen una experiencia tecnosensible que revela lo social como un sorpresivo

dinamismo intenso, amplio y atractivo. Por ello, la tecnología como dimensión

sensible, reencanta la sociedad, la cultura, la vida y sus relaciones.

La experiencia tecnológica puede constituirse como un viaje de aprendizajes,

como un trayecto que despliega nuestras potencias dormidas. Realidad que hace

posible el encuentro aleatorio de lo heterogéneo, es decir, de personas,

pensamientos y creencias diferentes. Situación que modifica hábitos a partir de la

interacción y no como efecto de imposiciones. Los encuentros fortuitos como

comuniones cotidianas, hacen posible el aprendizaje. Estos territorios tecnomágicos

o tecnoafectivos, ofrecen una atmósfera formativa, sorprendente y enigmática que

da forma a las realidades societales. Experiencia que nos inicia en una secreta

ecosofía o inteligencia sensible que se manifiesta en lo cotidiano.

La tecnología indivisa hoy de la naturaleza humana, conforma una realidad

lógica y orgánica, un sitio que inventa nuevos territorios simbólicos. Desdoblar

nuestros imaginarios en ellos, es una ceremonia que une hábito, tecnología, persona

y vida. Estamos ante un activo tecnoentrópismo sensible o sensualismo relacional

aleatorio, que nos invita a participar junto a los demás en un sistema social vivo. La

dependencia creativa y azarosa en los espacios virtuales o tecnomágicos, es

alternativa instintiva a toda independencia simulada o impuesta. Indudablemente,

eludir toda experiencia como efecto de una teoría preconcebida desviada de los

acontecimientos cotidianos, hace posible la acción de una sensible responsabilidad

colectiva

Dejarse modelar por la experiencia tecnosensible es ser el sitio , es navegar

en los intersticios de lo probable y lo improbable; donde persona y lugar son un

cosmos vivo o fuerza creativa. Los sitios virtuales son pequeños universos abiertos,

escenarios que ofrecen un Eros que esculpe el ser personal. Alejados de toda fuerza

que controla las relaciones personales, es posible la invocación colectiva de una

temperatura fértil. El viaje co-creador es un azar re-configurador, una coexistencia o

aventura sensible que invita a errar compartiendo, a transitar procesos colectivos de

desarrollo.

Desde ello, concebimos los sitios virtuales como partícipes de un conjunto

vivo, de trayectos instintivos dentro de un paréntesis laberíntico desde el cual es

posible descubrir. La aventura no planificada en estas complicaciones, en estas

marañas tecnosensibles, se revela como una experiencia que escapa a toda lógica

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causal. Lo acausal nos lleva a vivir una muerte simbólica que nos hace renacer ,

relacionarnos e indagar de otro modo.

En definitiva, la bella alianza entre razón, sensibilidad y tecnología, hace

posible la emergencia de un conocimiento colectivo, de instantes creativos intensos.

Las personas que investigan en grupo, en tribu, utilizan su brújula instintiva para

desde sus derivas, crear un conocimiento singular, poético, artístico e insólito.

Destilan un saber que no es rehén de lo verbal y lo lineal, pues entran en la caverna

de la investigación, en su penumbra seductora. El espacio virtual como vehículo de

estos trayectos, impulsa una procreación voluptuosa, una experiencia interior

compartida que evidencia que conocer es nacer juntos.

Bibliografía

BACHELARD Gaston, Le nouvel esprit scientifique, Puf, Paris, 2003

BATAILLE Georges, Les larmes d’Éros, 10-18, Paris, 2009

MAFFESOLI Michel, Matrimonium. Petit traité d’écosophie, Paris, CNRS Editions,

2010.

Technomagie, Revue Les Cahiers Européens de l’Imaginaire n°3, CNRS Editions,

Paris, 2011.

L’amour, Revue Les Cahiers Européens de l’Imaginaire n°4, CNRS Editions, Paris,

2012.

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Autores

Roberto Marcelo Falcón Vignoli

Doctor de la Universidad de Barcelona en Filosofía del ecoproyecto, Universidad de

Barcelona; Post-doctor sobre procesos de investigación y formación a través de la

errancia, Paris V, La Sorbonne René Descartes. En Francia, Presidente de la

Asociación Cultural Sousencre; profesor de Sociología de la Cultura, Ecoproyecto,

Arte en diferentes Escuelas Superiores de Diseño; es responsable del

GREAS/CEAQ: Grupo de investigación, Paris V. En España ha participado como

profesor colaborador en el doctorado de Educación artística, Universidad de Girona,

Granada, en el mismo sentido colaboró con las universidades de Tarragona y Vic.

Está integrado a los grupos de investigación CUICA, Universidad Autónoma de

Madrid y OEPE, Universidad de Valladolid. Participa en diversos congresos de

educación en América del Sur (Uruguay, Brasil). En Uruguay ha sido alumno y

profesor en UDELAR y UB (facultades de Bellas Artes) y es actualmente participante

del grupo de filosofía Ariel. Su resonancia actual está ligada a los procesos de

investigación que se desarrollan a través de la experiencia artística. Información:

http://fairepasser.blogspot.fr/

Apolline Torregrosa Laborie

Apolline Torregrosa, doctora en Sociología en la Universidad René Descartes Paris

V, y doctora en Educación artística de la Universidad de Barcelona, es profesora de

sociología de la cultura y del diseño en Master de Escuelas Superiores de Artes de

Paris, profesora invitada en doctorados y master de Universidades Españolas. Es

investigadora del CEAQ, Paris V, la Sorbonne, donde dirige un grupo de estudio

sobre educación artística y sociedad, GREAS. Sus temas de investigaciones son el

arte y el diseño vinculados al ámbito social y pedagógico; trabajando especialmente

desde la investigación a través del arte y la investigación narrativa. Ha participado

en diversos congresos en Europa y America del Sur y ha publicado en diversas

revistas científicas principalmente sobre el tema de educación artística, sociología y

metodologías de investigaciones.