Producción de espacio urbano marginal: violencia hacia las mujeres, guetos y fracturas en la ciudad

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Alfredo Rodríguez, Paula Rodríguez, Ximena Salas SUR Corporación de Estudios Sociales y Educación Santiago de Chile 2009 PRODUCCIÓ DE ESPACIO URBAO MARGIAL: VIOLECIA HACIA LAS MUJERES, GUETOS Y FRACTURAS E LA CIUDAD "Prepared for delivery at the 2009 Congress of the Latin American Studies Association, Rio de Janeiro, Brazil June 11-14, 2009"

Transcript of Producción de espacio urbano marginal: violencia hacia las mujeres, guetos y fracturas en la ciudad

Alfredo Rodríguez, Paula Rodríguez, Ximena Salas

SUR Corporación de Estudios Sociales y Educación

Santiago de Chile

2009

PRODUCCIÓ' DE ESPACIO URBA'O MARGI'AL: VIOLE'CIA HACIA LAS MUJERES, GUETOS Y FRACTURAS

E' LA CIUDAD

"Prepared for delivery at the 2009 Congress of the Latin American Studies Association, Rio de Janeiro, Brazil June 11-14, 2009"

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Tabla de contenido

1. Introducción ........................................................................................................................ 4

2. Antecedentes del presente artículo ....................................................................................... 5

Plano no. 1 Comunas menos y más inseguras de acuerdo con la Fundación Futuro, 2003 ................................................................................................ 6

Plano no. 2. Comunas en las que las y los entrevistados indicaron sentir más miedo, comuna Pedro Aguirre Cerda ........................................................................................... 8

3. Contexto socioespacial de los y las entrevistadas ................................................................. 9

4. Los miedos en un barrio marginal ...................................................................................... 10

5. Construcción de espacio urbano ......................................................................................... 11

Plano no. 3 Recorridos de jóvenes mujeres en la ciudad, La Pintana ............................... 14

Plano no. 4 Recorridos de jóvenes hombres en la ciudad, La Pintana .............................. 15

Plano no. 5 Las comunas por las cuales se trasladan o han trasladado hombres y mujeres jóvenes ............................................................................................ 16

Plano no. 6. Comunas agrupadas de acuerdo al Índice de Desarrollo Humano, del PNUD ...................................................................................................................... 18

6. Comentarios finales ........................................................................................................... 19

7. Bibliografía........................................................................................................................ 20

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PRODUCCIÓ' DE ESPACIO URBA'O MARGI'AL: VIOLE'CIA HACIA LAS MUJERES, GUETOS Y FRACTURAS E' LA CIUDAD

Alfredo Rodríguez, Paula Rodríguez, Ximena Salas*

SUR Corporación de Estudios Sociales y Educación

Resumen

Este artículo se centra en la producción de espacio urbano marginal, guetos y fracturas, y de los tipos de violencia que afectan a mujeres y hombres que lo habitan. Para ello se analizan los miedos asociados a los recorridos que realizan, por su barrio y su ciudad, jóvenes pobres de ambos sexos.

El estudio se enfoca en los miedos y recorridos porque se parte del supuesto que nuestras sen-saciones de temor están relacionadas con aquello que valoramos como amenazas, aquello que nos hace sentir vulnerables; y que uno de los resultados de la implementación de políticas neoliberales en la ciudad, en el país, es la pérdida de sistemas sociales de protección para mu-jeres y hombres pobres, lo que implica la desaparición de lugares de integración y hace que ambos se perciban (si bien de manera diferenciada) expuestos y sin certezas.

Se concluye que cuando las y los entrevistados hablan de sus miedos y recorridos, caracteri-zan a su barrio y su ciudad, dando cuenta de los signos de la modernización de la pobreza. Asimismo, en las entrevistas aparecen los mecanismos y artefactos neoliberales que los han construido como marginales, y cómo la producción y reproducción de espacio urbano violenta de manera diferenciada a mujeres y hombres, dados los diferentes roles que se les han asigna-do socioculturalmente y los usos que hacen de la ciudad.

* Investigadores de SUR Corporación.

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1. Introducción1

“Las instructivas representaciones de la gran ciudad no proceden ni de uno ni de otro [el detective aficionado, el simplón]. Proceden de aquellos que, por así decirlo, ausen-tes en su espíritu, perdidos en sus pensamientos o cuidados, han atravesado la ciudad”. Walter Benjamin, “Le flâneur”, Poesía y capitalismo, Iluminaciones II (Madrid: Tau-rus, 1998), p. 87.

Este artículo forma parte de un interés por pensar en cómo se produce espacio urbano margi-nal, de los tipos de violencia que implica y de cómo y por qué se ven afectados mujeres y hombres de manera diferenciada.

Partimos del hecho de que, mediante diversas políticas sociales, se ha segmentado y fractura-do socio-espacialmente Santiago de Chile en los últimos 30 años, con el resultado de una casi nula interacción entre habitantes de diferentes grupos socioeconómicos. Asimismo, de que es posible asociar la segmentación y fractura urbana con un incremento en la sensación de inse-guridad y los miedos que expresan diferentes grupos de personas. Esto se manifiesta en frac-turas en distintos ámbitos y escalas; en la diferenciación de territorios físicos y simbólicos; y en la producción de fronteras simbólicas o el reforzamiento de fronteras físicas.

A fin de hablar de lo anterior nos basamos en Harvey (2007) quien señala que en Chile, con la dictadura militar (1973-1990), se instaló a mediados de los años setenta la primera plataforma estatal neoliberal; y que hay pocos casos como Santiago que muestren tan claramente lo que ocurre con la aplicación de políticas neoliberales: una ciudad en la cual se han removido sis-temáticamente aparatos keynesianos y que junto con la destrucción de barrios de clases popu-lares, erradicaciones y limpiezas barriales, se han creado nodos de concentración de pobreza persistente. Para referirnos a dichos espacios citamos a Wacquant (2004), cuando habla de guetos en un sentido figurado, es decir, de territorios no naturales que son construidos por medio de dinámicas de exclusión/inclusión de las mujeres y hombres que ahí habitan, y donde es posible observar una profundización de las categorías excluidas (clase, género) con rela-ción al total de la ciudad.

Señalamos que la producción de espacio urbano, de guetos y fronteras, puede ser analizada mediante la revisión los traslados de mujeres y hombres que habitan en la periferia o en los suburbios por su barrio y por la ciudad. Ello porque estos recorridos dan cuenta de la produc-ción de barrios conectados de manera excluyente con el total de la trama urbana y de los sis-temas institucionalizados de la ciudad (Rodríguez et al. 2008); de la inserción de hombres y mujeres pobres en las cadenas capitalistas de producción de una manera desigual e inequitati-vamente persistente; y de roles diferenciados e inequitativos entre mujeres (el mundo de lo doméstico) y hombres (el mundo de lo público).

Hemos examinado los traslados con relación a los miedos de mujeres y hombres porque creemos que es un aporte significativo a la discusión sobre la producción de espacio urbano2.

1 Una primera versión de este artículo fue presentado en la mesa “Cambios demográficos y espacios en

transformación: movilidad y ciudad”, en el Congreso Internacional Ciencias, Tecnologías y Culturas, del 30 de octubre al 2 de noviembre de 2008, en la Universidad de Santiago de Chile.

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Los miedos afectan el derecho a la ciudad cuando inciden en la pérdida de lugares de encuentro y sociali-zación, lugares donde ejercer derechos sociales y políticos, aprender a dialogar y negociar. Así, se debe analizar la incidencia o relación de los miedos con prácticas espaciales, percepciones del espacio e ima-ginarios espaciales; estudiar las variables que originan, se asocian y/o explican los miedos; clasificar es-tas reacciones y emociones entre miedos (con un objeto definido) o angustias (sin objeto definido); analizar las relaciones de los miedos con la historia personal, grupal, del barrio de quienes los manifies-tan y los diferentes ámbitos donde se producen y a diferentes escalas (barrio / ciudad).

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Siguiendo a Lechner (2002), indicamos que es importante tomar en cuenta que nuestros mie-dos tienen historia; y que cuando hablamos de ellos, de los momentos y los lugares en que se manifiestan y toman cuerpo, también lo hacemos de todo aquello que nos hace sentir vulnera-bles, de los aspectos precarios de nuestra convivencia, de las asimetrías en las relaciones que establecemos en las distintas esferas (públicas o íntimas), de nuestras ideas y emociones. Nos referimos a las relaciones inequitativas que “socavan ‘el discurso de la igualdad’ como marco de referencia para desarrollar las diferencias sociales legítimas” (Lechner 2002:50), o a los momentos y lugares en los que nos damos cuenta de que las cosas que pensábamos que fun-cionaban bien, no lo hacen. Los miedos —siguiendo a Lechner, en tanto respuestas grupales provocadas por el miedo al Otro, por la percepción de las situaciones grupales como de exclu-sión y de las acciones grupales como sin sentido—condicionan nuestras acciones e interac-ciones, en distintos ámbitos y escalas, e inciden fuertemente en lo que preferimos, deseamos y anhelamos, en cómo vivimos y en cómo nos relacionamos socialmente: por inclusión, exclu-sión o disputa.

En este contexto, nuestra premisa es que los miedos son construcciones sociales, políticas; y que se producen por impulsos reales o imaginarios, objetivos o producto de ideologías (Re-guillo 2000). En su definición (“a qué le tememos”) también se da cuenta de asimetrías de poder entre diferentes grupos. En esta línea, lo que se debe tomar en cuenta es que los miedos son creados y valorados de manera diferente por cada grupo social (Niño et al. 1998:3); y que la legibilidad que cada grupo construya del miedo dependerá del contexto histórico, sociocul-tural, en que se produzcan y manifiesten estímulos o representaciones (normas o actitudes) que ellos valoren como amenazas o peligros, en determinados espacios y momentos. Como lo señalan Carrión y Núñez (2006:1) cuando hablan de la gramática del miedo: “la palabra mie-do dependerá del lenguaje desde donde es enunciada y de cómo se la ha construido social-mente”; y, agregamos nosotros, en su significación y valoración intervendrán variables como clase, edad, etnia, género, espacio y tiempo, entre otros (Rodríguez et al. 2008).3

2. Antecedentes del presente artículo4

Iniciamos esta investigación en un barrio emblemático de la ciudad de Santiago, una de las primeras tomas de terreno en la comuna de Santiago de Chile, a fines de los años 50, y que desde los años 80 corresponde a la comuna de Pedro Aguirre Cerda; mediante esa toma, po-bladores y pobladoras organizadas reivindicaron su derecho a la ciudad.

3 Otro trabajo pertinente a esta investigación es el realizado por Rosa María Guerrero, "’Nosotros’ y los

‘Otros’": segregación urbana y significados de la inseguridad en Santiago de Chile” (2006), donde se pregunta si para el caso de Santiago la localización es un marco de sentido para la construcción del ima-ginario de inseguridad en el acceso y prácticas de los espacios públicos. La autora realizó entrevistas en dos barrios (Cerro Navia y Las Condes) y concluyó que si bien en Cerro Navia la inseguridad surge de la pérdida de referentes sociales, lazos y la ebullición de la vida urbana; en Las Condes la inseguridad está ubicada fuera del barrio y se localiza en cualquier espacio desconocido. Si bien se puede profundizar en lo que señala acerca de que los habitantes de Cerro Navia no se sienten inseguros fuera de su barrio, nos interesa incluirla porque señala que en una ciudad fuertemente segregada como Santiago, “se agrega hoy una nueva forma de segregación: la inseguridad” y que “la segregación urbana permite dar cuenta de la consolidación progresivo de un modelo de ciudad de fronteras”, que se observa no tan sólo en muros y cierres, sino también en fronteras simbólica que fracturan la ciudad (pp. 108-109).

4 Los resultados fueron publicados en OVIEDO, Enrique; RODRÍGUEZ, Alfredo; RODRÍGUEZ, Paula (2008). “Cohesión social: miedos y políticas de ciudad”, en Revista URVIO, no. 4, Quito: FLACSO; pp. 111-120.

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En dicho barrio se realizó un conjunto de entrevistas en profundidad (14 en total y con un resultado de 42 mapas) a hombres y mujeres, a mediados del año 2007, en las cuales se les consultó por sus recorridos habituales por su barrio y la ciudad; sobre la base de esa informa-ción, se les solicitó que señalaran sus miedos (mediatos e inmediatos) asociándolos a sus re-corridos.

El conjunto de mapas realizados por los y las entrevistadas fue procesado utilizando un Sis-tema de Información Geográfica (SIG). La carta resultante se comparó con un mapa elabora-do por la Fundación Futuro, producto de una encuesta telefónica a 500 personas. Los resultados se exponen a continuación.

Plano no. 1 Comunas menos y más inseguras de acuerdo con la Fundación Futuro, 2003

Fuente: Fundación Futuro, 2003.

De acuerdo con la Fundación Futuro5, las comunas más seguras son aquellas que aparecen marcadas en color amarillo en la carta no. 1 y que corresponden, en su mayoría, a las comunas

5 Cf http://www.fundacionfuturo.cl

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de más altos ingresos6 de la ciudad (que también son las más ricas de todo el país); por el con-trario, las comunas más inseguras serían las más pobres7.

Para los y las entrevistadas de la comuna Pedro Aguirre Cerda, por el contrario, en las comu-nas más inseguras (donde indicaron sentir más miedo) incluyen a algunas del barrio alto. Ello porque en dichos barrios sienten miedo, por ejemplo, porque son discriminados o maltratados o son detenidos por sospecha o la policía les solicita sus documentos de identidad. Así, en la primera etapa del estudio, algunas de las conclusiones que se obtuvieron fue que hay una co-rrespondencia entre los miedos que dicen experimentar las personas y la segregación socioes-pacial de la ciudad, como también entre la inserción de los grupos en los flujos simbólicos y productivos y la percepción que tienen de lugares de riesgo o grupos que los hacen sentir vul-nerables o precarios8.

6 Comunas de Lo Barnechea, Vitacura, Las Condes, Providencia, La Reina, Ñuñoa, Peñalolén, Macul, La

Florida. 7 Comunas de Pedro Aguirre cerda, San Miguel, San Joaquín, Lo Espejo, La Cisterna, San Ramón, La

Granja, El Bosque, La Pintana, Puente Alto. 8 “Los primeros resultados de la investigación citada indican que aún persiste la diferencia entre la ‘ciudad

propia’ y la ‘ciudad bárbara’ (la ciudad de los pobres) que veía Vicuña Mackenna en la capital (De Ramón, 1985:205). Así, aún es posible distinguir entre una ciudad integrada (la de los barrios de más al-tos ingresos) y una ciudad excluida (la de los barrios periféricos, de bajos ingresos). Y aunque lo usual, cuando se habla de temores en la ciudad, es dar por sentado que quienes los experimentan de manera es-pecial son los integrados respecto de los ‘excluidos’ (Castel 2004:63), lo que aquí recogemos es el miedo que estos últimos expresan respecto de los primeros: les temen no sólo porque perciben que son discrimi-nados por ellos, sino porque el mundo de los integrados no hace posible su inclusión en los sistemas de la ciudad; o, de incluirlos, los admiten en situación de desigualdad persistente”. OVIEDO, Enrique; RODRÍGUEZ, Alfredo; RODRÍGUEZ, Paula (2008). “Cohesión social: miedos y políticas de ciudad”, en Revista URVIO, no. 4, Quito: FLACSO; pp. 112-113.

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Plano no. 2. Comunas en las que las y los entrevistados indicaron sentir más miedo, comuna Pedro Aguirre Cerda

Fuente: SUR Corporación, 2008, sobre la base de información de la Base cartográfica del Ser-vicio Aerofotométrico (SAF), de la Fuerza Aérea de Chile, 2006.

Otro punto que llamó la atención al equipo fue la inclusión de La Pintana en el conjunto de comunas donde los y las entrevistadas señalaron sentir más miedo. Ello porque los y las en-trevistadas no habían ido o no conocían la comuna de manera directa, pero sí habían escucha-do en los medios de comunicación que era un lugar peligroso. Una vez que señalaron toda la comuna, se les preguntó qué sector específico e indicaron una población que había aparecido en los medios de comunicación recurrentemente asociada a peleas de bandas con resultado de muerte, muertes de niños por balas perdidas, entre otros.

Este fue el motivo de selección del barrio donde se realizó otro conjunto de entrevistas a jóvenes en un barrio de la zona sur de la ciudad (22 entrevistas con un resultado de 66 mapas).

En las entrevistas se les solicitó a los y las jóvenes que señalaran en un plano (el espacio re-presentado) sus recorridos por su barrio y por la ciudad (sus prácticas espaciales) con los mo-tivos de sus traslados, y los miedos (inmediatos o mediatos) experimentados con relación a

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esos lugares (sus espacios de representación, sus espacios vividos).9 Ello porque cuando se incorpora el espacio como categoría de análisis, se identifican, siguiendo a Lefebvre (1991), tres niveles en su producción:

• las prácticas espaciales;

• los espacios representados;

• y los espacios de representación.10

En este contexto, cuando hablaron de sus prácticas y los contextos donde se desarrollan, los y las entrevistadas no sólo lo hicieron acerca de sus experiencias, sino que también dieron cuen-ta de la situación en que se encuentran sus familias y mayores, con los que conviven cotidia-namente. Así, mediante sus respuestas se puede caracterizar el barrio como uno marcado por la explotación, que se comprende como relaciones de dominación entre grupos; la marginali-zación, que se define como relaciones y prácticas de exclusión; la condición de no tener po-der, que se observa en la inhibición del desarrollo de las propias capacidades, la exposición y el trato irrespetuoso, por parte de los otros, debido a la falta de estatus de los habitantes del barrio; y la violencia, a la que nos referimos como violencia sistémica, es decir a las prácticas sociales (acciones coercitivas, que causan temor, ataques) dirigidas a miembros de un grupo sólo porque son miembros de ese grupo (Young 1990:48-63). Y lo anterior tiene su correlato en la historia de la comuna y de la población.

3. Contexto socioespacial de los y las entrevistadas

Los y las jóvenes entrevistadas habitan en un espacio violenta, agudamente marginal. El ori-gen de la comuna de La Pintana es una subdivisión administrativa de la comuna de La Granja, en el año1984. Su población se configuró mediante migración (desde mediados del s 20 hasta 1985), tomas de terrenos a mediados de los 60; y entre 1985 y 1994, por la erradicación de pobladores desde comunas de más altos ingresos, como Las Condes, Providencia, Ñuñoa, La Reina (Ilustre Municipalidad de La Pintana s/f); la comuna de La Pintana recibió a un 28 por ciento de los y las pobladoras erradicadas.

9 En el diseño de las entrevistas se tomaron como referencia los textos de Soledad Niño et al., Territorios

del miedo en Santafé de Bogotá: imaginarios de los ciudadanos, 1998; y Kevin Lynch, La imagen de la ciudad, 1998. Se preguntó por (a) los recorridos que realizan habitual, cotidiana o esporádicamente, tanto por su barrio como por la ciudad; (c) los miedos inmediatos (vivenciados personalmente) asociados a sus recorridos; y (c) los miedos mediatos (contados por terceros o conocidos por medios de comunicación) asociados a sus recorridos. Se realizaron en conjunto con Enrique Oviedo, investigador de SUR Corpora-ción.

10 Se debe tomar en cuenta que, si bien estas categorías o niveles son planteados por Lefebvre como mo-mentos separados, sólo es así desde una perspectiva analítica, pues en la práctica se dan simultáneamente: en nuestra producción de espacio todos nosotros llevamos a cabo prácticas espaciales o adquirimos o de-mostramos competencias (habilidades) espaciales, las cuales implican o mediante las cuales damos a co-nocer o construimos nuestras percepciones y representaciones del espacio, lo que da cuenta o mediante lo cual construimos o damos a conocer nuestros espacios vividos. Esta tríada está marcada por nuestra ideo-logía, nuestra historia, nuestros saberes, lo que valorizamos o lo que disputamos; por lo que, como lo se-ñala Lefebvre, este conjunto no siempre constituye un todo armónico, sino que en él a veces primará un nivel por sobre el otro o uno estará subordinado o uno estará en función dominante por sobre los restan-tes.

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En La Pintana habita alrededor de un 20 por ciento de personas bajo la línea de la pobreza y cerca de un 9 por ciento de indigentes; estos porcentajes se pueden considerar altos compara-dos con el ámbito regional y nacional.

En este punto cabe recordar que muchas de las comunas pobres de la periferia, como fue el caso de La Pintana, fueron modificadas en su composición durante la dictadura militar (1973-1990), con el traslado forzado y masivo de pobladores desde otras comunas. Algunos de las consecuencias fueron la concentración de pobreza en las comunas que acogieron11 las erradi-caciones y la pérdida de usos espaciales combinados en otras comunas de la ciudad (Morales y Rojas 1987).

En el caso específico del barrio donde se realizaron las entrevistas, éste es producto de pro-gramas de vivienda social desde fines de la dictadura (en el año 1989) hasta los primeros años de la vuelta a la democracia. El resultado de dichas políticas son viviendas de bajo o muy bajo estándar, en un comuna pobre, ubicadas en espacios degradados y desconectados o conecta-dos de manera inequitativa con el conjunto de la ciudad.

Como lo indicaron en las entrevistas, las familias de los y las entrevistadas provienen de dife-rentes comunas, algunas colindantes y otras, no, con su actual barrio y comuna; la mayoría vivía como allegada en las casas de sus padres (los abuelos de los entrevistados) antes de mu-darse a la casa propia. Sin embargo, este abandono no implica, necesariamente, desconexión o aislamiento. Es más, creemos que la inequidad se puede observar cuando se asocian los miedos a los recorridos por los barrios y por la ciudad. Así se hace relación a un conjunto complejo. En un ámbito micro, hablamos de vínculos, relaciones y lazos, marcados por la vulnerabilidad, la precariedad que se expresan en distintos miedos; y en un nivel macro, de ideologías dominantes, de explotación, de marginalización, de violencia sistémica, divisiones políticas de territorios, hitos violentos de construcción, de valoraciones que trascienden las de un grupo y lo enmarcan y los sitúan en contextos de poder. Se habla de lo urbano más allá de la escala barrial, se superan las pequeñas historias y se comienza a hablar de los mecanismos mediante los cuales el modelo neoliberal quebranta el discurso de la igualdad y la noción de correspondencia simétrica.12

4. Los miedos en un barrio marginal

Como se señaló, en el año 2007, el barrio donde se realizaron las entrevistas apareció en los medios de comunicación asociado a peleas de pandillas con resultado de muerte, muertes de niños por balas perdidas, entre otros. Esto se vio reflejado en algunas de las respuestas, cuan-do indicaron que, por ejemplo:

[No le gusta su comuna por]: “Drogadicción, robo, violación, golpes, tráficos, peleas entre pandillas”.

11 “Hacia 1985, La Pintana aparece ubicada en el penúltimo rango de una confrontación de veintidós comu-

nas de la provincia de Santiago, tratando diez indicadores sociales y económicos, con un puntaje equiva-lente a 0,71 veces el promedio” (Gurovich 1989:s/n).

12 En este marco, ‘neoliberalismo’ remite a un proceso específico y complejo mediante el cual se instala un

modelo, un discurso hegemónico. Es un proceso que ocurre en combinación con otros, que destruye pero que también crea, y que —según Hackworth (2007: 8)— se sustenta, a grandes líneas, en una reacción negativa a la igualdad liberal y al Estado de Bienestar keynesiano; y en la trilogía constituida por la pri-macía de lo individual sobre lo comunitario, por el mercado y por un Estado aparentemente ‘no interven-cionista’.

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En este contexto, los miedos que señalaron los y las entrevistadas se centraron preferencial-mente en su barrio, en su comuna. Hicieron referencia a lo precario de su entorno: en lo rela-cionado con sus experiencias, señalaron que le tienen miedo a los ratones, a la muerte, a las arañas, a tener hijos con discapacidad, a las violaciones, a los asaltos, entre otros. Cuando hablaron de los miedos que les habían sido transmitidos por sus mayores, la escala varió e incorporaron nuevas comunas y aparecieron algunas instituciones; sus mayores les han indi-cado que le deben tener miedo a la cárcel, al metro, a comunas colindantes, a las balaceras, a la muerte de niños por una bala perdida, a los traficantes, a la oscuridad, entre otros. En el caso de lo que habían escuchado, oído o visto en medios de comunicación, se observó la apa-rición y mayor concentración de delitos de connotación social, como femicidios, violaciones, secuestros, entre otros.

[Miedo a] “Violaciones” [lo ve en la prensa].

[Miedo a] “Femicidios” [lo ve en la TV].

Todos estos elementos son parte constitutiva de su barrio, lo conforman y le entregan una identidad. En comparación a este entorno intensamente violento, los y las entrevistadas, aun-que nombraron otras comunas como fuentes o con zonas, límites y recorridos donde han sen-tido miedo ―asociándolos a sus traslados―, siempre las señalaron con menor intensidad.

Para finalizar este acápite, si bien los y las entrevistadas indicaron preferencialmente su barrio y comuna como fuente de sus temores y esto tiene su correlato en la violencia estructural del barrio y la comuna, también hicieron micro-distinciones y señalaron que les gustaba por mo-tivos como:

“Me gusta porque viven hartos amigos y es donde vive mi polola [novia]”.

“Vivo yo y mi familia”.

“Los lugares que marqué [en su población] para mí son relativamente seguros porque son los lugares que más recorro o me junto con amigos”.

5. Construcción de espacio urbano

Cuando se señala que Santiago es una ciudad segregada, fragmentada, dividida, muchas veces se la define a partir de una oposición binaria: inclusión / exclusión de grupos en flujos simbó-licos y productivos. En esta definición no se toman en cuenta los tránsitos o fronteras móviles entre grupo y grupo o no se considera que la oposición entre inclusión / exclusión es también una construcción que necesita ser precisada.

En el caso que se desarrolla en este artículo, los y las jóvenes pobres de una comuna pobre de Santiago, su inclusión precaria determina su exclusión de los sistemas de la ciudad, pero tam-bién sus tránsitos a través de las fronteras físicas y simbólicas de la ciudad los construyen como excluidos y los estigmatiza. Como señala Augé (2007:21-22), una frontera no puede ser comprendida como un muro, sino como “un paso, ya que señala, al mismo tiempo, la presen-cia del otro y la posibilidad de reunirse con él”; es por lo mismo que dicho autor señala que las fronteras nunca se borran, sino que se trazan constantemente. Así, indicamos que las fron-teras separan y unen al mismo tiempo, y que hay personas que las cruzan más fácilmente que otras, por diversas razones; las fronteras no son tan sólo lugares de cruces y diálogo, sino también de conflicto y desigualdad (Segura 2006).

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Si se habla de la inserción (o no) los pobres en la ciudad, se lo hace de un conjunto de accio-nes —donde intervienen diferentes actores, mecanismos, políticas y mandatos culturales— que ocurren siempre en lugares geográficos específicos y que son realizados o puestos en práctica en momentos determinados. Cuando se habla de las acciones que buscan o dejan de manifiesto la inserción de los pobres en la ciudad, se lo hace, por una parte y en un nivel mi-cro, de vínculos, relaciones y lazos. Y por otra parte, y en un nivel macro, tomando en cuenta que el espacio es producto de interrelaciones (Massey 2005), mediante la observación de esas acciones se pueden establecer las ideologías dominantes, las divisiones políticas del territorio que dan cuenta de enclaves, territorios incluidos en otros (Hayden 1997); así, se puede esta-blecer hitos en su construcción, el sentido que éstos adquieren y cómo son valorados por dife-rentes grupos en desmedro de otros.

En el marco de lo señalado, cada grupo produce un espacio, el propio; y las preguntas que debemos hacernos son quién produce determinado espacio, por qué y cómo, cuáles son las fuerzas políticas y sociales implicadas en dicha producción. O, como lo señala Gottdiener (1985), habrá que tomar en cuenta que el espacio no es tan sólo parte de las fuerzas o medios de producción, sino que también es un producto de dichas relaciones.

En el caso que nos interesa, por medio de la representación de sus miedos, entrevistadas y entrevistados hablaron de sus prácticas espaciales, representaron diversos espacios, fronteras y fracturas urbanas, y dieron cuenta de cómo habitan dichos espacios; pero, además, como se señaló, no sólo hablaron de ellos, sino también de sus familias, de los grupos de mayores con los que establecen relaciones en el cotidiano.

Los y las jóvenes habitan en una comuna pobre, en un barrio creado mediante políticas neoli-berales de vivienda (subsidio habitacional); inserto de manera inequitativa, marginal, en la estructura urbana; y todo ello en un contexto socioeconómico marcado por notorios avances en la macroeconomía del país (Wacquant 2001:172). En sus respuestas, cuando indican lo bueno de otras comunas se refirieron justamente a este contexto macro: les gustan otras co-munas, al contrario de la propia, porque éstas cuentan con iluminación, buenas viviendas, plaza central, carreteras, aeropuerto, piscinas, áreas verdes, cines, parques, más recursos, más dinero, malls, se pueden hacer trámites rápidos y hay más trabajo:

[Las comunes del barrio alto]: “Es bueno, viven de plata pero discriminan a las otras clases sociales”.

[Las comunas del barrio alto son buenas porque] “Es el sector alto de Santiago y por ende hay más recursos”.

[La Reina]: “Es demasiado bacán, entero tranquilo y hay muchas piscinas”.

Los signos de esta marginalización no sólo se encuentran en las construcciones y en su entor-no, en la falta de oportunidades o en el sello marginal que estas poseen. Las políticas de vi-vienda no hacen una distinción entre los diferentes roles que son asignados a hombres y mujeres y tienden a confinar a estas últimas en espacios aislados (asociado con lo privado, que se realiza a la vista de algunos pocos) con respecto a la trama urbana y a los sistemas de la ciudad.

Hombres y mujeres jóvenes, pobres, construyen de manera diferenciada espacio urbano; pero también se construye espacio urbano diferenciado para ambos. Se parte del supuesto de que hay ciertas prácticas espaciales que son realizadas de manera preferencial por mujeres, y otras proias de los hombres. Desde otra perspectiva; se acepta y valora que hombres y mujeres lle-van a cabo ciertas prácticas diferenciadas en espacios diferenciados, lo que implica percep-ciones diferenciadas del espacio en hombres y mujeres. Pero, en la práctica, en los barrios

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populares construidos como resultado de políticas públicas, los espacios que se les asignan son insatisfactorios para ambos: se asocia el mundo privado con las mujeres, y se construyen viviendas precarias con una cantidad de metros cuadrados inferior a las normas internaciona-les y desconectadas de la trama urbana y de los servicios de la ciudad; se asocia a los hombres jóvenes con espacios públicos, y éstos o no existen, o están en situación de deterioro, o son usados por pequeños grupos o personas, que, con su presencia, excluyen al resto de los y las vecinas. 13

Lo señalado cobra especial relevancia si se toma en cuenta que parte significativa de las ac-ciones que las mujeres jóvenes entrevistadas llevan a cabo están relacionadas con la economía del cuidado14 y que esto no quiere decir que ellas estén confinadas en sus casas, sino que sus recorridos espaciales estarán motivados por visitas a parientes o acompañar a hermanos me-nores a la escuela o al colegio, o ir a la clínica o el hospital, o a comprar, pagar cuentas, entre otros. Lo anterior se traduce en traslados por grandes superficies, no por un uso intenso de los espacios sino uno extenso: salen desde sus casas, recorren grandes superficies y vuelven al hogar.

Como se observa en el siguiente plano, las mujeres jóvenes se trasladan por una importante cantidad de comunas de la ciudad, tomando su barrio como origen y centro del radio de sus traslados. En la mayoría de los casos, como se indicó los motivos de sus viajes —que quizá no realicen todos los días— están relacionados con el mundo de lo doméstico:

“Voy [a Santiago centro] sólo cuando hago trámites”.

“Las pocas veces que voy aquí es por visitar a mi abuela”.

“Voy a comprar [Santiago centro]”.

13 Como también lo observa Segura (2006:14) en la ciudad de Buenos Aires: “El espacio público barrial es

‘masculino’ y preponderantemente ‘juvenil’. La mayoría de las mujeres ‘salen’ cotidianamente del barrio para trabajar, realizar las compras, ir al médico, llevar a los hijos a la escuela. De hecho, desde la mañana hasta pasada el mediodía predominan las mujeres circulando por el espacio barrial, generalmente acom-pañadas por sus hijos, realizando diversas tareas, ‘entrando’ y ‘saliendo’. Sin embargo, para ellas el ba-rrio no es un lugar para estar (como lo es, por ejemplo, para los jóvenes en las esquinas) sino un espacio que necesariamente hay que atravesar para llevar a cabo las tareas cotidianas. La hipótesis es que la fron-tera entre casa y calle que existe en relación con el miedo es vivida diferencialmente según el género”.

14 Gracias a José Olavarría, investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo de la Mujer (Cedem), por la precisión.

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Plano no. 3 Recorridos de jóvenes mujeres en la ciudad, La Pintana

Fuente: SUR Corporación, 2008, sobre la base de información de la Base cartográ-fica del Servicio Aerofotométrico (SAF), de la Fuerza Aérea de Chile, 2006.

En el caso de los jóvenes hombres, y de acuerdo con los datos de las entrevistas, el radio de sus recorridos y traslados es menor y también su densidad: comparativamente realizan menos recorridos por un número menor de comunas que las mujeres jóvenes (Véase Plano no. 4). Esto se relacionaría con los motivos por los que salen de su barrio. Como se indicó, social-mente se encarga, acepta y valora que las mujeres cuiden familiares y realicen tareas asocia-das a lo doméstico, así los jóvenes hombres se trasladan por otros motivos relacionados con lo laboral, el ocio o lo lúdico (tocatas, salir con amigos, visitar a la novia, ir al trabajo).

Por otra parte, si bien los jóvenes hombres se trasladan menos que sus pares mujeres, es im-portante tomar en cuenta el uso que hacen de los espacios, sus espacios vividos. De acuerdo con las entrevistas, los jóvenes hombres hacen un uso más intenso del barrio donde habitan ―la esquina, la plaza, la calle― que las mujeres jóvenes.

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Lo anterior, tomando en cuenta que los y las jóvenes se pueden estar refiriendo a traslados que realizan habitual y/o esporádicamente, porque el interés no estaba enfocado en la frecuencia en que realizan sus recorridos, sino en el uso que hacen o han hecho de la ciudad y cómo a través de sus prácticas producen espacio urbano15, lo urbano.

Plano no. 4 Recorridos de jóvenes hombres en la ciudad, La Pintana

Fuente: SUR Corporación, 2008, sobre la base de información de la Base cartográ-fica del Servicio Aerofotométrico (SAF), de la Fuerza Aérea de Chile, 2006.

15 Gracias por el comentario a Francisca Márquez, directora del Magíster en Antropología de la Universidad

Academia de Humanismo Cristiano.

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Tomando su barrio como eje del radio de sus traslados, los jóvenes se trasladan o han trasla-dado por un número importante de comunas, como se observa en el Plano no. 3: La Pintana, Puente Alto, La Florida, La Granja, San Ramón, La Cisterna, Lo Espejo, San Joaquín, Macul, Peñalolén, La Reina, Ñuñoa, Las Condes, Providencia, Santiago, Estación Central, Maipú, Cerro Navia, Independencia, Recoleta, Lampa y Colina. De este conjunto y en algunos casos, cuando los jóvenes señalan las comunas que visitan porque ahí viven sus parientes, dan cuenta de las políticas de erradicación o los traslados de sus familias, beneficiarios de políticas habi-tacionales.

Y cuando los y las entrevistadas hablan de las comunas que visitan porque ahí trabajan sus parientes, dan cuenta de los empleos precarios de sus familiares.

Plano no. 5 Las comunas por las cuales se trasladan o han trasladado hombres y mujeres jóvenes

Fuente: SUR Corporación, 2008, sobre la base de información de la Base cartográfica del Servicio Aerofotométrico (SAF), de la Fuerza Aérea de Chi-le, 2006.

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Al representar geográficamente sus traslados, los y las jóvenes señalan fronteras y lo que sig-nifica la presencia del otro y la reunión con él. Cuando señalaron las comunas del barrio alto y hablaron de sus miedos —de las ocasiones en que se sienten vulnerables, desprotegidos y se-ñalan estímulos que valoran como amenazas—, los asociaron a la exposición a un trato sin respeto, debido a su falta de estatus:

“[A las comunas del barrio alto] No voy porque no conozco a nadie”.

“[Lo malo es] La discriminación de clase social [Lo Barnechea]”.

“[Lo malo es] Que son muy cuicos [en las comunas del barrio alto]”.

Así, los y las entrevistadas dieron cuenta de fracturas en la ciudad, diferenciaron zonas, dieron cuenta de conexiones, desconexiones tanto con respecto al total de la trama urbana, como de los sistemas de la ciudad; y también caracterizaron zonas de la ciudad por las relaciones y prácticas de exclusión y segregación.

Lo significativo es tomar en cuenta cómo se construye el otro y la relación entre esta cons-trucción y las desigualdades estructurales que lo han permitido. Por esto hemos comparado el mapa de las comunas que recorren los y las jóvenes de La Pintana, centrándonos en aquellas donde dicen sentir miedo por la discriminación, las que en algunos casos coinciden con las comunas que nos señalaron en Pedro Aguirre Cerda (las comunas del barrio alto), con un ma-pa de las comunas agrupadas de acuerdo al Índice de Desarrollo Humano, del PNUD.

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Plano no. 6. Comunas agrupadas de acuerdo al Índice de Desarrollo Humano, del P'UD

Fuente: SUR Corporación, 2008, sobre la base de información del Progra-ma de la Naciones Unidas (PNUD) y la Base cartográfica del Servicio Ae-rofotométrico (SAF), de la Fuerza Aérea de Chile, 2006.

Los y las entrevistadas, cuando señalaron que son tratados irrespetuosamente o que son mar-ginalizados y excluidos, se refirieron a personas que habitan en comunas de más altos ingre-sos y en las que, de acuerdo con el PNUD, viven quienes:

• tienen una mayor igualdad de oportunidades para todos los que residen en esos espacios;

• tienen libertad para incidir en decisiones que los afectan;

• participan en agrupaciones que les permiten enriquecerse de manera recíproca, lo que les permite construir un sentido social a sus vidas;

• responden a sus necesidades sin comprometer a generaciones futuras;

• pueden ejercer sus oportunidades de desarrollo de manera libre y segura;

• y participan activamente en empleos remunerados y en la producción de recursos.

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Los y las integradas son quienes atemorizan a los y las segregadas, y lo hacen de diferentes maneras, todas ellas relacionadas con la falta de reconocimiento de estatus y la condición de no tener poder de los y las habitantes de La Pintana. Lo que hay que tomar en cuenta es que esta falta de poder ha sido creada social y políticamente.

6. Comentarios finales

La producción de espacio urbano en Santiago ha tenido como resultado una ciudad racional-mente segregada y fragmentada. En ese sentido, las políticas neoliberales generadas y aplica-das en Santiago en las últimas décadas han tenido como producto lugares y espacios (públicos y privados), conjuntos de viviendas sociales que dificultan la integración de sus habitantes —hombres y mujeres, niños, adultos y viejos— a la trama urbana y social de la ciudad, lo que puede considerado como una manifestación de violencia de Estado.

En este contexto, analizar la producción de este espacio urbano marginal, de la creación de guetos y fracturas, desde el estudio de los miedos asociados a recorridos tiene su fundamento en que, como señalamos, nuestras sensaciones de temor están relacionadas con aquellas situa-ciones, personas, cosas o estímulos que valoramos como amenazas, que nos hacen sentir vul-nerables, con los momentos en que nos damos cuenta de que las cosas que pensábamos que funcionaban bien, no lo hacen.

El miedo deja huellas en la ciudad (nos señala nodos de aislamiento, desarticulación, segrega-ción) y así es posible distinguir diversos territorios que construye el miedo o que se constru-yen a partir de él. El registro de la pérdida o cambio de la calidad de determinados espacios en la ciudad por la percepción de miedo tiene relevancia para el caso de Santiago de Chile, por-que refuerzan otras tendencias observadas en los años recientes: los efectos de las políticas neoliberales urbanas y de vivienda social que han fomentado la segmentación y fragmenta-ción socio-espacial de la ciudad.

Al hablar de sus recorridos, por una parte, los y las entrevistadas caracterizaron su barrio. En éste, en palabras de Wacquant, se hacen visibles los signos de la modernización de la pobreza, la cual deja de tener conexión con las tendencias macro de desarrollo económico. Es un barrio donde viven mujeres y hombres que son explotados, en condición de dominados en los flujos capitalistas de producción; y que están marginalizados de una manera racionalmente construi-da, ello como los beneficiarios de políticas neoliberales que no sólo los construyen como oprimidos sino que además, y por una parte, no toman en cuenta las diferencias en los roles entre hombres y mujeres socialmente asignados y valorados; y por otra, no actúan sobre su deconstrucción para que hombres y mujeres compartan tanto roles como espacios (domésticos y públicos) y usos (intensos y extensos) de los mismos.

Por otra parte, y para finalizar, los y las entrevistadas también caracterizaron su ciudad. En ella, en ocasiones, se ven expuestos a tratos irrespetuosos por parte de los otros por su condi-ción de no tener poder, y también son víctimas de violencia sistémica. En el ámbito de las interrelaciones, quienes los violentan son quienes tienen una mayor igualdad de oportunidades y poder para decidir lo que desean hacer o no; son quienes pueden ejercer sus oportunidades de desarrollo libremente y participan en empleos remunerados y en la producción de recursos.

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