Movimiento de mujeres nicaragüenses desde una lectura de la acción política y los nuevos...

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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS. ACCIÓN COLECTIVA Y MOVIMIENTOS SOCIALES. ENSAYO FINAL. DANIELA ESGUERRA SÚAREZ. CÓDIGO 25381438 C.C. 1.018.465.844 Movimiento de Mujeres Nicaragüenses: revolución en doble vía. Un análisis desde los Estudios de Procesos Políticos dela acción colectiva. Para la década de los 60’s y 70’s en América Latina y el Caribe se vive un tiempo de insubordinación, agitación política y resistencias frente a los gobiernos dictatoriales que allí se instituyen, donde los movimientos sociales se apropian del agenciamiento de procesos revolucionarios, que en su mayoría se ven permeados por la Revolución cubana, ideales socialistas y el sueño de utopías comunistas. Este es el caso de Nicaragua con la Revolución Sandinista, llevada a cabo en 1961, liderada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) el cual se forma a partir de movimientos de base que deciden armarse en contra del régimen represivo y autoritario de la familia Somoza, que se inicia en cabeza de Anastasio Somoza García. Dictadura que se remonta a los años 30 con la instauración de la Guardia Nacional por parte de Estados Unidos, donde el Somocismo se convierte en la mejor herramienta para lograr la intervención Norteamericana, que tiene grandes intereses en la posición geográfica nicaragüense al contemplarse como una posible sede de un nuevo canal interoceánico. Pero para alcanzar dicho objetivo hacía falta el asesinato de Augusto Sandino, quien había sido claro opositor de la

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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS.ACCIÓN COLECTIVA Y MOVIMIENTOS SOCIALES.

ENSAYO FINAL.DANIELA ESGUERRA SÚAREZ.

CÓDIGO 25381438 C.C. 1.018.465.844

Movimiento de Mujeres Nicaragüenses: revolución en doble vía.Un análisis desde los Estudios de Procesos Políticos dela acción

colectiva.

Para la década de los 60’s y 70’s en América Latina y el Caribe se

vive un tiempo de insubordinación, agitación política y resistencias

frente a los gobiernos dictatoriales que allí se instituyen, donde los

movimientos sociales se apropian del agenciamiento de procesos

revolucionarios, que en su mayoría se ven permeados por la Revolución

cubana, ideales socialistas y el sueño de utopías comunistas. Este es

el caso de Nicaragua con la Revolución Sandinista, llevada a cabo en

1961, liderada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)

el cual se forma a partir de movimientos de base que deciden armarse

en contra del régimen represivo y autoritario de la familia Somoza,

que se inicia en cabeza de Anastasio Somoza García.

Dictadura que se remonta a los años 30 con la instauración de la

Guardia Nacional por parte de Estados Unidos, donde el Somocismo se

convierte en la mejor herramienta para lograr la intervención

Norteamericana, que tiene grandes intereses en la posición geográfica

nicaragüense al contemplarse como una posible sede de un nuevo canal

interoceánico. Pero para alcanzar dicho objetivo hacía falta el

asesinato de Augusto Sandino, quien había sido claro opositor de la

intervención de EE.UU lo que lo convertía en un obstáculo principal

para el posicionamiento de los gobiernos Somocistas. “La conciencia

nacional del pueblo nicaragüense estuvo siempre nutrida de componentes

antiimperialistas y antidictatoriales, surgidos de su propia historia

y recuperados por sus intelectuales más representativos y por sus

dirigentes más auténticos.” (Vilas, 1984)

En este contexto la mujer entra a hacer parte de los procesos

revolucionarios reivindicando las banderas de lucha de la revolución

Sandinista, enlistando filas en el ejército revolucionario, tomando

fusiles para encarar el sistema de terror que por medio de la

violencia ha sido gran opresor del pueblo Nicaragüense, o

contribuyendo en el proceso desde las labores del hogar, desde la

enseñanza de los niños y el cuidado de los hombres que encarnan las

batallas que luchan por la revolución. En este escenario del triunfo

de la revolución y en el que se empieza una reconfiguración estatal

bajo los valores de la revolución, las mujeres que juega un papel

fundamental en el las luchas emancipadoras del país, evidencian que la

presencia femenina en la vida política se encuentra altamente

retraída, gracias en parte a que el ámbito público seguía estando muy

ajeno a las cuestiones domésticas y por las dinámicas de división

sexual del trabajo la mujer se veía limitada al ámbito del hogar, lo

que no le daba participación en los espacios públicos ni la injerencia

en el desarrollo de sectores laborales que ya se habían tornado, en la

práctica, de apropiación masculina.

Esto sitúa un debate de larga data frente a la definición que se le da

a un movimiento social y en consecuencia a la acción colectiva que

asume el mismo. Los diferentes marcos teóricos que se han establecido

frente al tema ponen de presente una discusión que aquí se hace

visible y es el ámbito referencial que ubica el movimiento social como

problemática: sujeto o estructura; y de allí los procesos de

enmarcamiento que lo construye. En este sentido por un lado se hace

presente el movimiento de mujeres, el cual este ensayo sostiene que se

inscribe en un enfoque constructivista, donde “insiste menos en una

explicación por factores externos determinantes (como la estructura,

el contexto, la clase) y privilegia el análisis de lo que acontece en

el interior del movimiento: en los procesos cognoscitivos en los que

gestan identidades y marcos de significación; en los que se producen

atribuciones de sentido normativo, simbólico y sentidos de solidaridad

o antagonismos.” (Lamus Canavate, 2010)

Por ende se asume la categoría Movimiento de Mujeres por su carácter

amplio y diverso que permite recoger todas las identificaciones que se

presenten en el contexto de la revolución Nicaragüense tanto a

feministas sandinistas, como a sandinistas que no se autodenominan aún

como feministas pero se identifican con unas reivindicaciones

propuestas por las feministas en su condición de mujer y a las que se

conciben como autonomistas que no se reconocen en una lucha sandinista

junto con el FSLN. Finalmente, esta categoría permite aglutinar

diferentes sectores bajo una identidad común que es el reconocimiento

de un sistema de opresión, fundamentado en el rol que esta designado

para la mujer en la sociedad, subordinándola a ámbito doméstico y

privado. Es así como el discurso que permite cohesionar el movimiento

se establece entorno a politización de la vida privada, la ruptura de

fronteras entre el espacio público y el privado determinados en el

actuar de la mujer.

Por otro lado, está el marco teórico que aquí se argumenta es el que

tiene la posición del FSLN, un movimiento centrado en el ámbito

estructural, que se plantean una ruptura de carácter político militar,

que va de la mano con un salto cualitativo que se genera a partir de

la expropiación de los medios de producción, en este caso

monopolizados a mano del gobierno dictatorial que implica un directo

quiebre con el imperialismo, pese a que el desarrollo capitalista

nicaragüense, “en general, fue un capitalismo más avanzado en el

ámbito de la comercialización y el financiamiento que en el área de

producción. Por ausencia o gravitación exigua de un sector enclave, la

mayor parte de la producción se mantuvo en manos de productores

locales pero subordinados al capital comercial y financiero y al

procesamiento controlados por el capital extranjero y la gran

burguesía local.” (Vilas, 1984) Esto reflejó simultáneamente, la

complicidad entre los grupos dominantes locales con la dominación

externa y con la dictadura, y las buenas relaciones que el somocismo

mantuvo con Norteamérica hasta la década del 70, que dotaron de un

componente clasista las luchas contra la dictadura.

Esto es un panorama a grandes rasgos de puntos reivindicativos de

ambos movimientos que contemplan el campo de estudio desde que

posiciona el movimiento social y la acción colectiva, que definen un

marco conceptual que acompaña cada proceso. Sin embargo, pese a estas

disidencias en el escenario teórico, el presente escrito parte de la

premisa de que el Movimiento de Mujeres Nicaragüenses, MMN, va a

incorporar en la lucha revolucionaria las preocupaciones e intereses

propios de las mujeres, lo que va a permitir articular los discursos

de clase con las reivindicaciones feministas, liberando las tensiones

que se presentan entre la idea de que la identidad de clase es la

única comprensión que se debe dar en un proceso revolucionario por

parte de los sujetos que en este interactúan y que el feminismo, por

tanto, debe estar totalmente desligado a las luchas de clases pues

este trasciende de estas en la medida en que comprende sujetos de

diferentes clases, negando así la existencia de unas condiciones

materiales que ponen a unos sujetos como dominado y dominantes en los

torno a posesión de los modos de producción. En este sentido lo que

logra el movimiento de mujeres es articular la lucha contra el

patriarcado y el capitalismo.

Premisa que se comprueba en que ya para 1985, Nicaragua se encontraba

en un momento de reconstrucción del Estado donde se realizaban

cabildos abiertos con el fin de poder definir los lineamientos que se

establecieran en la nueva constitución y que marcarían el curso del

régimen. Es allí donde el Movimiento de Mujeres Nicaragüenses aparece

con una propuesta constitucional, ya concretada en un documento formal

que es expuesta en plena Asamblea Nacional que luego de grandes

jornadas de debates llevan al que el FSLN reconozca las problemáticas

presentadas por las feministas y establezca una comisión especial de

la Asamblea para analizar la situación de la mujer y el papel del

movimiento en plena etapa de reconstrucción. Finalmente esto se

visibiliza en un discurso presentado por el FSLN para el 8 de marzo de

1987, cuando por parte de la dirección nacional de la organización, se

hace público un comunicado que afirma el reconocimiento del movimiento

y la lucha justa de sus reivindicaciones que también son

reivindicaciones propias de la revolución, en la cual se reconoce que

la emancipación de la clase pasa por liberarse de la opresión sexo/

género que subordina a la mujer a el sector doméstico y privado de la

sociedad.-“ El Frente Sandinista de Liberación Nacional debe encabezar

la lucha, la educación, y la concientización de hombres y mujeres y

con ello de toda la sociedad, en contra de la discriminación de la

mujer, que obstaculiza su plena incorporación al proceso

revolucionario.” (FRENTE SANDINISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL, 1987)

Con lo anterior se puede ratificar la premisa propuesta en la que es

el Movimiento de Mujeres el que logra articular las reivindicaciones

feministas, con el marco de lucha del FSLN, siendo este un movimiento

revolucionario. Sin embargo frente a las disparidades presentadas

sobre los marcos de identificación de los proyectos, y el ámbito desde

que ubican su problemática, se torna nublado el desarrollo de dicha

articulación y queda en el aire un interrogante que se va a sumir como

el punto que direcciona el análisis que aquí se pretende realizar,

¿Cómo se da el proceso de articulación de las reivindicaciones

feministas del Movimiento de Mujeres Nicaragüenses con el proceso

revolucionario sandinista en el momento de reconstitución del Estado

de Nicaragua en el período de 1985 a 1989? Habría que aclarar que si

bien toda la reflexión situada hasta ahora nos remite al periodo de

los años 70’s, es en estos cuatro años donde se presenta formalmente

el proceso de articulación, gracias a que la revolución ya ha

triunfado y consigue establecer un nuevo régimen político.

A partir de este interrogante se plantea una posible solución como la

hipótesis que dará hilo conductor al desarrollo del trabajo, en esta

se establece que la forma en que se logran articular las demandas del

MMN, al proyecto revolucionario Sandinista, está guiada por la

coyuntura política donde las Mujeres/ Feministas hacen una lectura de

la realidad nacional a la que se enfrentan, que les arroja un momento

de oportunidad para la generación de alianzas, la cual asumen como el

espacio pertinente para potencializar sus acciones, por medio de la

identificación de identidades comunes que les permita dar una lucha

conjunta. Es decir, basándonos en la teoría de la acción colectiva el

MMN identifica una estructura de oportunidad política por medio de una

alianza con el FSLN, que tiene como estrategias establecer un

alineamiento de marcos de acción colectiva, que demuestre finalmente

la transformación o formación de un marco de identidad común.

En este sentido, el ensayo en primera medida se enfocará en el

desarrollo de la alianza entre los dos sectores como una lectura de

oportunidad política, paso seguido identificará la estrategia de

alineamiento de marcos de acción colectiva partiendo del desarrollo de

cada enmarcamiento que permite establecer un panorama de cercanías y

disidencias entre estos, esclareciendo los puntos de articulación, que

no solo pasa por la identificación de similitudes a nivel discursivo,

sino por el reconocimiento de unos procesos políticos contextuales que

permean de forma estructural la comprensión de dichas identidades,

obteniendo concluyentemente la transformación o formación de un nuevo

marco de acción que nos remite de manera ecléctica a la argumentación

del porque se asume la premisa como válida, y es el paso del cómo se

da el proceso, a la comprobación en lo concreto del mismo. Finalmente

unas conclusiones del análisis.

La Estructura de Oportunidad Política surge del enfoque de procesos

políticos de la acción colectiva. “Este concepto no se centra en la

búsqueda de alguna supuesta causa universal de la acción colectiva,

sino que examina las estructuras políticas para comprobar de qué

manera incentivan la formación de movimientos sociales” (Tarrow,

1999), por ende se adscribe a la teoría de los nuevos movimientos

sociales y nos es de utilidad para el propósito analítico del ensayo.

Partiendo de dicha definición, se recoge los planteamientos de Sidney

Tarrow frente a la tipología de las estructuras de oportunidad que nos

ubica en un enfoque Estatalista con una especificación dinámica, esto

quiere decir que se parte del supuesto de que “es el sistema político

entero el que se ve sometido a cambios que modifican el medio en el

que se mueven los actores sociales, al menos lo suficiente como para

ejercer cierta influencia sobre el inicio, las formas y los resultados

de la acción colectiva.” (Tarrow, 1999)

Es así como la institución de un nuevo régimen político, en este caso

la construcción de un Estado con base en los valores revolucionarios

Sandinistas implican un nuevo espectro para los movimientos sociales y

el resto de actores en general que allí interactúan, en tanto hay una

ruptura de la cultura tradicional que va directamente relacionada con

una definición de los status sociales que se ven resignificados bajo

la política económica con sentido redistributivo, el nuevo

agenciamiento de los espacios laborales en los que se busca eliminar

la explotación por medio de la disminución de horas de trabajo, los

pagos de salarios personalizados y la reconstrucción de sectores

económicos abandonados como el agro y la identificación discursiva con

base en lo popular y nacional. Es al interior de este contexto que el

Movimiento de Mujeres Nicaragüenses se constituye primero por medio de

la AMNLAE, una organización que para 1985 era vista como “un mecanismo

que promueve el conjunto de actividades de identificación de los problemas particulares de la

mujer para que estos sean asumidos como problemas de la revolución” (FRENTE

SANDINISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL, 1987),la cual se va caracterizar

por ser la organización representante del MMN dentro de los procesos

revolucionarios, pues esta se adscribe y nace a partir de las

reivindicaciones de feministas Sandinistas que centran el debate tanto

en la dominación imperial como la patriarcal. De allí que entre en

tensión con el movimiento revolucionario, al evidenciar que dentro del

desarrollo del programa político del FSLN no hay ningún atisbo o

disposición que ponga en manifiesto las preocupaciones propias de la

condición femenina.

Esto permite enmarcar el proceso como una variación subnacional en la

medida en que son dos movimientos que se presentan al interior del

Estado nicaragüense, donde el MMN establece como su elemento de

oportunidad fundamental la generación de alianzas con el Frente

Sandinista, ya que son las estructuras de alianzas generadas por los

conflictos las que contribuyen a la obtención de recursos y crean una

red de oposición frente a constricciones o limitaciones externas al

grupo. (Tarrow, 1999)

El movimiento de mujeres/feministas percibe la señal de que en un

momento de reconstitución del Estado, luego del triunfo de la

revolución, hay una posibilidad de capitalizar las demandas por mayor

participación de la mujer en el sector público, que pasa por la

ruptura de diferenciación entre lo público y lo privado, así como el

reconocimiento de la opresión sexo/género, donde la mujer se siente

limitada frente a su capacidad de decidir en discusiones que propias

como lo es el aborto y aún más en debates sociales amplios, como lo es

la elaboración de una nueva constitución o políticas económicas y

laborales; animándose a utilizar el recurso más valioso con el que

cuentan, su cantidad y su labor social, al ser casi el 60% de la

población femenina, cuentan con un despliegue de mujeres que ocupan

todos los sectores socioeconómicos, desde al agro, pasando por las

operarias de fábrica, hasta una que otra trabajadora del sector

público, las convierte en un sujeto político transversal para el

mantenimiento de la revolución. De allí que durante sus dos primeros

años AMNLAE dirigió todas las baterías a impulsar la presencia

femenina en las tareas más urgentes de la reconstrucción, sin perder

por ello de vista la atención a algunas preocupaciones específicas de

las mujeres, precisamente aquellas cuya solución contribuiría a

realizar las metas generales del programa sandinista. (MURGUIALDAY,1990)

Pero es ya para el periodo del 85 al 89, que se vive un ambiente

contrarrevolución que constituye una amenaza de intervención de nuevo

por parte de Estados Unidos en Nicaragua, es en este espacio donde el

Movimiento de Mujeres en cabeza de la AMNLAE se propone como aliado

influyente para los revolucionarios Sandinistas que durante los 3

primeros años de revolución, si bien se habían encargado de generar

condiciones dignas de vida para la población de base, no se habían

ocupado de forma particular de las demandas de las feministas; las

mujeres contaban con espacios de participación que no eran equitativos

y las relación entre mujer y hombre seguía siendo desigual en todos

los aspectos sociales.

En este espacio se visibiliza una creación de oportunidades, en la

dinámica de ampliación de oportunidades para otros, en este caso para

el movimiento revolucionario, que cuando percibe la magnitud de

movilización del MMN por un lado y en el entendido del gran enemigo

que enfrenta de nuevo por otro, no duda en darle desarrollo a dicha

alianza, iniciando por el reconocimiento de la lucha hasta ahora

llevado por estas mujeres/feministas. Sin embargo dicha alianza

también pasa por un análisis de marcos de acción donde se esclarezcan

las cercanías en los discursos identitarios propios de cada proceso

político desarrollados cada movimiento.

“El término marco es tomado por Goffman para denotar los esquemas de

interpretación que capacitan a los individuos para localizar,

percibir, identificar y nombrar los hechos de su propio mundo y del

mundo en general. Al hacer a los hechos significativos, los marcos

cumplen la función de organizar la experiencia y guiar la acción

individual y colectiva.” (Rivas, 1998)Es decir, el marco cumple un

papel identitario que representa el sentido de mundo, que tiene como

objetivo orientar las acciones de los movimientos. Dicho proceso de

enmarcamiento para los movimientos que aquí nos atañen se analizará a

la luz de 4 aspectos, la identificación por parte del movimiento del

problema, los valores o enfoques frente a los que se construye su

identidad, el señalamiento de un responsable del problema o en la

relación de oposición el que se define como antagonista y por último

la propuesta que logra solucionar el debate planteado, lo que genera

un marco de deber ser que guía el actuar del movimiento.

En el caso de los movimientos de mujeres, estos generalmente han

encontrado en el marco teórico de los nuevos movimientos sociales, un

escenario propicio para potencializar sus luchas, ya que se encuentran

frente a un espacio en el que los conflictos ya no se centran

exclusivamente en la clase social, sino que ponen en debate otros

ámbitos sociales como la raza, la etnia, el género, y otras formas de

solidaridad que ya no se enmarcan dentro de las propuestas de los

enfoques tradicionales de la acción colectiva, “para este enfoque ha

sido más importante indagar por los procesos de construcción de

identidad colectiva que tienen lugar en la formación, organización y

movilización de estos grupos” (Lamus Canavate, 2010)

De acuerdo con lo anterior, se asume que “un movimiento social es un

conjunto cambiante de debates, tensiones y desgarramientos internos;

está tironeando entre la expresión de la base y los proyectos

políticos de los dirigentes.” (Touraine, 1987), que más para el MMN se

entiende entre las diferentes iniciativas y expresiones del movimiento

que se encuentran en constante disputa por espacios, recursos y

adhesiones. Claro ejemplo de ello es la definición del Movimiento como

Movimiento de Mujeres Nicaragüenses, que logra lidiar con esa

debilidad histórica de los movimientos feministas, y es la urgencia

por generar un marco identitario amplio y abierto a la agrupación de

todas las mujeres, lo que pasa por encontrar un punto nodal entre las

diferentes identificaciones sociales que estas puedas presentar, tal y

como sucedía en Nicaragua con las autonomistas, las feministas

sandinistas, las feministas, las mujeres campesinas y trabajadoras,

entre otros.

Es allí que entra en juego la identidad colectiva, como un medio de

formación del marco de acción, donde el actor valora las motivaciones

que lo llevan a actuar en conjunto por un ideal común. Melucci es

mucho más explícito en este punto al establecer una definición de

identidad: “Que un actor elabore expectativas y valué las

posibilidades y límites de su acción implica una capacidad para

definirse a sí mismo y a su ambiente. A este proceso de construcción

de un sistema de acción lo llamo identidad colectiva. (Melucci, 1999)

En consecuencia el Movimiento de Mujeres Nicaraguenses establece su

identidad colectiva entorno a la opresión de sexo/género, en tanto

identifican como problema la división sexual del trabajo que las

limita al campo doméstico y en este sentido un clasificación del

ámbito privado como el espacio por excelencia de desempeño del rol de

la mujer en la sociedad. El establecimiento del problema pasa por la

identificación del responsable, El cual a nivel general se reconoce

como el hombre, pero en su recorrido histórico fueron la dictadura

somocista y la intervención de EE.UU, las etapas que implicaron un

nivel de represión mayor y de allí que asumen a ellos como sus

antagonistas principalmente.

Lo que conlleva a que la propuesta de acción se base en la

construcción de relaciones más igualitarias, se habla de relaciones

igualitarias no por equiparar al hombre con la mujer, se habla de

igualdad porque para la época los discursos de equidad aún no se

habían establecido de manera formal, y la mujer reconoce la igualdad

como un valor que logra transgredir la cultura tradicional en tanto le

permite acceder a nuevas esferas sociales, como el de mayor

participación en los espacios públicos que no la limitan a la función

de la mujer en el hogar, por el contrario la empodera de espacios de

debate en donde pone sus reivindicaciones en cuestión y hace valida

su voz y preocupaciones.

Por otro lado está el Frente Sandinista de Liberación Nacional, que

enmarcado en las luchas estructurales, reconoce que su identidad

colectiva surge de los valores antiimperialistas y anticapitalistas

que tienen su núcleo en la categoría de clase, a partir de la posición

intervencionista de Norteamérica, que es el punto más problemático

para el movimiento, el cual ve en las intenciones Estados de Unidos un

carácter imperialista que pretende eclipsar los intereses soberanos de

Nicaragua, para cumplir con el establecimiento de un sistema

capitalista generador de plusvalía a raíz de los factores productivos

tomados y explotados del país. Que tiene como primero en la relación

antagónica a Somoza, con su actitud colonialista sumisa que acepto la

dominación militar y económica de manera directa sobre su estado y en

el sentido político, gracias al voluntarismo político complaciente y

dominado de Somoza, se realizó por medio de la dictadura. En este

sentido la solución pasa por el establecimiento de la revolución por

la vía de las armas que les permita establecer un gobierno acorde con

sus ideales socialistas que mantenían cierta cercanía con el

populismo.

Esta caracterización de los marcos permite ver claramente las

disidencias que se presentan entre cada movimiento, que aleja la

posibilidad de una articulación, no hay un enemigo común, ni un

problema unificado, ni un proyecto en común. Aun así, hay unos valores

identitarios, que si bien no son los centrales, en el caso del MMN,

son un punto de encuentro de los movimientos, y es el antiimperialismo

y el rechazo a la represión y políticas dictatoriales de Somoza; esto

es lo que conlleva a las mujeres a luchar en la revolución más que

como movimiento, desde la identificación de sus labores productivas,

es decir como campesinas, obreras, encargadas del hogar, funcionarias

públicas y todos otros aquellos espacios que hayan sido permeados por

la actividad productiva de la mujer.

Sin embargo va a ser el proceso político del triunfo de la revolución

Sandinista, el que va a permitir establecer el alineamiento de marcos

de acción. Por un lado el reconocimiento del importante papel que jugó

la mujer en el desarrollo y logro de la revolución, enlistando filas

en el ejército revolucionario, tomando fusiles para encarar el sistema

de terror que por medio de la violencia ha sido gran opresor del

pueblo Nicaragüense, o contribuyendo en el proceso desde las labores

del hogar, desde la enseñanza de los niños y el cuidado de los hombres

que encarnan las batallas que luchan por la revolución. Pero este no

fue un solo reconocimiento de la mujer sino del pueblo en general que

se logró articular frente a las consignas de “No a la intervención

Yanki”, hace que las demandas que se presentan en la constitución de

ese nuevo régimen en los años del 85 al 89, sean de carácter popular y

de allí la necesidad de replantear el marco teórico del FSLN.

Si bien el movimiento revolucionario tiene un claro enfoque

estructuralista en el proceso de alcance del triunfo de la acción, es

en el periodo de reconstrucción del Estado que la organización se

empieza a pensar en una suerte de populismo, que genera una

transformación en los procesos de identificación de enmarcamiento.

(Vilas, 1984) Se pasa de un entendimiento de clase a una idea de

pueblo más amplia que implica la presencia de la mujer en los sectores

populares y el rescate del problema de la identidad gracias, a la

dificultad de identificación de una demanda unitaria. Con respecto a

esto, el planteamiento de Laclau frente a las demandas populares

permite entender una postura del marco más desde el sujeto y de allí

la articulación con las reivindicaciones feministas del movimiento

MMN.

Laclau, propone la lógica equivalencial para la articulación de las

demandas. En la medida en que se constituyen como demandas populares

logran una articulación entre sí, lo que las asigna como

inconmensurables porque tienen un antagonista en común, y es que esa

clara división social se continúa bajo este marco teórico. En este

sentido, las demandas pasan por una visión de hegemonía donde pierden

su significado particular y cobran un carácter universal, que se asume

en el significante vacío, que no implica un liderazgo de una demanda

sobre otra, sino el papel simbólico de ellas en la posición

hegemónica. Esto tiene como consecuencia que la cadena de

equivalencias se haga extensiva logrando aglutinar una pluralidad de

demandas, sin embargo hay que mencionar que la equivalencia está en

constante tensión con la diferencias, puesto que la diferencia posee

un sentido desarticulador y la equivalencia una igualdad de todos,

pero es en esta constante tensión donde surgen las demandas populares,

al plantearse incompatibles entre sí pero necesarias.

“Es sólo ese momento de cristalización el que constituye al “pueblo” del populismo. Lo que era

simplemente una medición entre demandas adquiere ahora una consistencia propia. Aunque

el lazo estaba originalmente subordinado a las demandas, ahora reacciona sobre ellas, y

mediante una inversión de la relación, comienza a comportarse como su fundamento.”

(Laclau, El pueblo y la producción discursiva del vacío, 2006)

Con respecto a la transformación del marco de acción, vale la pena

aclarar que es un proceso principalmente motivado por las mujeres,

quienes están en constante demanda de mayor reconocimiento por parte

del Frente Sandinista, de allí que la AMNLAE se proponga como un

mecanismo de articulación de las dos luchas reivindicativas, ya que si

bien esta surge de las reivindicaciones de las feministas

sandinistas, al momento de generar un movimiento más amplio propio de

todas las mujeres Nicaraguenses, esta fue la organización que lideró

los procesos de formación gracias a su estructura y experiencia

organizativa. Por ende en el momento de interpelar la alianza con

movimiento revolucionario es la AMNLAE la que ya reconocida dentro del

Frente Sandinista busca su posicionamiento como un comité propio del

FSLN al que se le asigna la función pedagógica de comunicar y dar a

conocer tanto a hombres como mujeres las demandas del movimiento y que

se requiere para el cumplimiento de las mismas.

Es por eso que el MMN, en cabeza de la AMNLAE y la oficina legal de la

mujer, se encarga de elaborar una propuesta constitucional que fue

presentada el 10 de octubre de 1985 ante la comisión de la Asamblea

Nacional. Su contenido causó gran sorpresa en los medio oficiales ya

que recogía todos los derechos que querían ver garantizados por la

constitución. Temas radicalmente nuevos hicieron su aparición: el

derecho de las mujeres a decidir los hijos que quieren tener, la

sanción de toda forma de chantaje, presión y acoso sexual en el

trabajo, el castigo de los malos tratos y abusos que atentan contra la

integridad física y emocional de mujeres y niños en el ámbito

familiar, la prohibición de toda apología al machismo y de los

discursos que reproducen prejuicios sobre la capacidad femenina, la

eliminación del sexismo en la educación, el derecho de las campesinas

a ser dueñas directas de la tierra, entre otros. La propuesta abogaba

por una constitución libre de prejuicios, capaz de promover la

práctica de los principios de igualdad, respeto y solidaridad entre

hombres y mujeres. (MURGUIALDAY, 1990)

La urgencia de discutir estas cuestiones en las instancias

institucionales, pasaba por la necesidad de que fueran los miembros

del FSLN los primeros en reconocer los postulados reivindicativos y

afirmar la posición de apoyo frente al respeto de la dignidad de la

mujer, y de allí la necesidad de su emancipación. Las asambleas

tardaron varios meses, más de 500 reuniones se realizaron para debatir

la propuesta de la AMNLAE, con la participación de cerca de 5000

mujeres, finalmente se logra, primero un documento emitido por parte

de la Dirección Nacional del Frente Sandinista reconociendo

inicialmente la lucha de la mujer antes de la revolución, su aporte

durante la revolución, sus demandas y la posición del FSLN frente a

las mismas, haciendo mención de que lo allí expuesto quedará

reconocido en la constitución que se establecida, cerrando con la

consigna -¡Vivan las mujeres nicaragüenses!, ¡Aquí no se rinde nadie!

Patria libre o Morir. (FRENTE SANDINISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL, 1987)

El análisis que aquí se plantea, es un análisis ecléctico que retoma

la premisa planteada al inicio y se encarga de darle desarrollo,

volviendo de nuevo a ella como fin del proceso y es que el Movimiento

de Mujeres Nicaragüenses logró articular las demandas feministas con

las del proceso revolucionario Sandinista encarado por el FSLN. Se

concluye que son reivindicaciones feministas ya que finalmente luego

de reconocidos los derechos por parte de la constitución nicaragüense

establecida en el periodo de gobierno del Frente Sandinista, el

Movimiento de Mujeres Nicaragüense se declara abiertamente feminista y

revolucionario en correspondencia con el nuevo enmarcamiento

identitario de la revolución popular sandinista.

Otro punto fundamental que se deduce es que el alineamiento de marcos

de acción no habría sido posible sino se reconoce las condiciones de

carácter estructural que acompañaron a los movimientos, la dictadura

somocista, el proceso revolucionario, la constitución de un nuevo

régimen, la contrarrevolución con el fin intervencionista de Estados

Unidos, la lucha armada, entre otros, constituyeron esos escenarios

que permitieron la formación de identidades particulares, donde en

principio se marcaba la disidencia entre los marcos con eje en el

sujeto y los marcos con eje en la estructura, que si bien por un lado

la lectura teórica de los procesos políticos logra intermediar, hizo

falta la transformación del marco de acción sobre la base del

populismo para que se presentara un completo alineamiento y

articulación de las demandas de los movimientos.

Por último mencionar que el proceso de alineamiento, tiene como

resultado la transformación del marco colectivo del FSLN y no la

creación de uno nuevo, pues por un lado no existían transformaciones

profundas que implicaran un la creación nueva de una comprensión

identitaria y segundo porque si bien las identificaciones entre

mujeres y el movimiento revolucionario no fueran muchas, claramente

existía un contexto de lucha histórica que se había dado de manera

conjunta y que cohesionaba los discursos entorno al antiimperialismo y

un sistema no capitalista, pues las condiciones de explotación y

represión las vivieron ambos agentes aunque de manera diferenciada, de

allí que haya sido la mujer la principal promotora de dicho cambio.

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