Los milperos tradicionales de Chiapas en su proceso de transición a la soberanía alimentaria con...

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1 Los milperos tradicionales de Chiapas en su proceso de transición a la soberanía alimentaria con base agroecológica Dr. Emanuel Gómez Martínez 1 Ponencia presentada en el 10° CONGRESO de la Asociación Mexicana de Estudios Rurales (AMER) Los Desafíos del México Rural en el siglo XXI Toluca, Estado de México, 23 al 26 de junio de 2015 Eje temático 2. Actores rurales, estrategias y modos de vida Subeje temático: Agroecología y agriculturas alternativas RESUMEN Frente a la coyuntura de 2008 marcada por una crisis agroalimentaria, climática y financiera mundial, los milperos tradicionales de Chiapas se organizan en defensa de las semillas nativas, la agricultura orgánica campesina, el acceso a recursos de programas de política pública, en rechazo de la agricultura industrial, las patentes de la biodiversidad y las semillas transgénicas. En el centro de la organización campesina está el agroecosistema tradicional milpa, que para los milperos es más que un sistema agrícola: es un espacio en el que se reproduce la cultura ancestral, los rituales agrícolas, las lenguas originarias y la relación con la Madre Tierra. Índice Introducción 1. La coyuntura de 2007 por la crisis agroalimentaria mundial 2. Los milperos tradicionales en defensa de la agricultura orgánica campesina 3. La milpa para los milperos tradicionales de Chiapas Conclusiones Fuentes citadas 1 Profesor investigador de la Maestría en Ciencias en Desarrollo Rural Regional, sede Chiapas, Universidad Autónoma de Chapingo.

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Los milperos tradicionales de Chiapas en su proceso de

transición a la soberanía alimentaria con base agroecológica

Dr. Emanuel Gómez Martínez1

Ponencia presentada en el 10° CONGRESO de la Asociación Mexicana de

Estudios Rurales (AMER) Los Desafíos del México Rural en el siglo XXI

Toluca, Estado de México, 23 al 26 de junio de 2015

Eje temático 2. Actores rurales, estrategias y modos de vida

Subeje temático: Agroecología y agriculturas alternativas

RESUMEN

Frente a la coyuntura de 2008 marcada por una crisis agroalimentaria, climática y

financiera mundial, los milperos tradicionales de Chiapas se organizan en defensa

de las semillas nativas, la agricultura orgánica campesina, el acceso a recursos de

programas de política pública, en rechazo de la agricultura industrial, las patentes

de la biodiversidad y las semillas transgénicas. En el centro de la organización

campesina está el agroecosistema tradicional milpa, que para los milperos es más

que un sistema agrícola: es un espacio en el que se reproduce la cultura ancestral,

los rituales agrícolas, las lenguas originarias y la relación con la Madre Tierra.

Índice

Introducción

1. La coyuntura de 2007 por la crisis agroalimentaria mundial

2. Los milperos tradicionales en defensa de la agricultura orgánica campesina

3. La milpa para los milperos tradicionales de Chiapas

Conclusiones

Fuentes citadas

1 Profesor investigador de la Maestría en Ciencias en Desarrollo Rural Regional, sede Chiapas, Universidad

Autónoma de Chapingo.

2

Introducción

A continuación se presenta el proceso de defensa de la agricultura orgánica

campesina en Chiapas, con base en las semillas nativas, en rechazo de la

agricultura industrial con base en las patentes y los agroquímicos. En la coyuntura

de 2007-2008, en un escenario mundial de crisis agroalimentaria, los milperos

tradicionales de Chiapas se organizan y abren procesos de incidencia en políticas

públicas para iniciar la transición ordenada a la agricultura orgánica y la soberanía

alimentaria con base en las semillas nativas y la agroecología. El estado, sin

embargo, mantiene el rumbo de fomentar la agricultura industrial, con patentes de

la biodiversidad y uso de paquetes tecnológicos propios de la revolución verde.

Ante la imposibilidad de cambiar formalmente las políticas públicas, los milperos

se mantienen a la expectativa de los programas de gobierno que les permitan

continuar reproduciendo el sistema agrícola tradicional milpa, pues en el acto de

sembrar maíz en policultivo, está el centro de la economía familiar, de la cultura

ancestral y del manejo sustentable de la agrobiodiversidad. El estudio de caso se

hizo acompañando el proceso de organización de los milperos tradicionales de la

Sierra Madre del Soconusco y Los Altos de Chiapas durante el periodo 2003-2011,

y se presentó como tesis de doctorado en desarrollo rural en la UAM Xochimilco

(Gómez, 2013).

1. La coyuntura de 2008 por la crisis agroalimentaria mundial

En 1993, cuando se firma el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se

acordó un periodo de quince años para que la agricultura mexicana mejorara sus

condiciones de producción, industrialización y comercialización. De este modo,

según los principios económicos del TLCAN, a partir de enero de 2008 la

agricultura de México estaría en condiciones de competir con la de Estados

Unidos y Canadá y entraría en vigencia el capítulo agropecuario, por medio del

cual se establecerían relaciones comerciales sin aranceles.

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En México, se establecieron una serie de programas de política pública, entre los

que destaca el Programa de Apoyos Directos al Campo (PROCAMPO), que

consiste en la entrega de recursos en efectivo a los productores agrícolas, según

la superficie sembrada y capacidad productiva. Sin embargo, lejos de mejorar las

capacidades económicas del campesinado, los subsidios que se operan en el

campo mexicano están profundizando la desigualdad.

Por paradójico que parezca, el aumento en el gasto público durante los últimos

años, es proporcional a la pérdida del empleo rural. Los datos estadísticos en la

materia arrojan información sorprendente: el gasto público en el sector agrícola

casi se duplicó entre 1991 y 2008, y en el mismo periodo, se perdió el 20% de la

fuerza laboral agrícola, al grado que “el peso relativo de la agricultura en la

Población Económicamente Activa (PEA) cayó de 23% a 13%” (Fox y Haight,

2010: 7).

Considerando la seguridad alimentaria un estado de bienestar en que “las

personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes

alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus

preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana. (FAO,

1996”, está claro que hay por lo menos tres dimensiones implícitas en este

concepto: el valor nutricional de los alimentos, la capacidad económica de acceder

a éstos, y la preferencia del tipo de alimentos según la cultura propia.

En 2008, al iniciarse el capítulo agropecuario del TLCAN, México estaba en serias

dificultades de alcanzar la seguridad alimentaria y en alto riesgo de caer en

pobreza alimentaria. Ese año, la FAO estimaba que en México la población de

menores ingresos destina un 46% de sus ingresos a cubrir sus necesidades

alimentarias, mientras la población con mayores ingresos destinan el 18% de sus

ingresos a alimentación (FAO, 2008).

Unos años antes de la crisis de 2008 las cifras oficiales indicaban que el 18% de la

población total de México se encontraba en situación de pobreza alimentaria

(CONEVAL, 2005), sin embargo, estudios no oficiales arrojaban información más

cruda: "en 1990, sólo 32% de los habitantes se ubicaba en algún grado de

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inseguridad [alimentaria], mientras que en el 2000 alcanzó cerca de 45%" (Torres,

2002).

La contradicción más grande es que los estados con mayor riqueza biológica y

cultural son los que tienen la desnutrición más alta: Al 2005 en Chiapas hasta el

47% de la población estaba en pobreza alimentaria, en Guerrero el 42% y en

Oaxaca el 38%, muy alejados de los estados urbanizados, industrializados,

vecinos de Estados Unidos o simplemente beneficiados de los acuerdos

comerciales, como Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Colima,

Chihuahua, Nuevo León, o Sonora, donde ni siquiera el 10% de su población total

padece de pobreza alimentaria (CONEVAL, 2005).

El salario mínimo en México es de $57 pesos (menos de 5 dólares al día), lo que

resulta insuficiente para comprar alimentos sanos y nutritivos, según Oliver De

Shutter, relator de la ONU para el derecho a la alimentación, este ingreso

únicamente alcanza en un 25% para cubrir las necesidades alimentarias sin

desproteger otras necesidades de gastos básicos como el acceso a salud,

educación y vivienda digna (De Shutter, 2011: 5).

Aún si calificáramos la propuesta del relator de la ONU como exagerada, que no lo

es, y si concediéramos que con 3 salarios mínimos es posible acceder a una

alimentación adecuada, resultaría que en Chiapas y Oaxaca la inseguridad

alimentaria es una realidad cotidiana para 80% de la población total. Si revisamos

los ingresos de la población por estado, tendríamos que Baja California Norte es el

único estado en el que 50% de la población percibe hasta 3 salarios mínimos.

En síntesis, podemos concluir que en 2008 el sector rural mexicano se encontraba

en una crisis estructural por las condiciones de desigualdad en el acceso a

recursos, en la generación de riqueza por actividades de producción agrícola y en

los altos índices de inseguridad alimentaria en Chiapas, Guerrero y Oaxaca por la

incapacidad de la población de acceder en todo momento a los alimentos básicos.

Aunado a esta crisis estructural por las condiciones socioeconómicas, el capítulo

agropecuario del TLCAN resulta en una crisis estructurante, pues a partir de 2008

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inicia el régimen de libre comercio de alimentos e insumos agrícolas, lo que

favorece más la dependencia alimentaria a las importaciones.

2. Los milperos tradicionales en defensa de la agricultura orgánica

campesina

En el caso de la producción de maíz, nuestro objeto de estudio, hay una cadena

de intermediarios entre la producción bruta de maíz y su venta sin valor agregado

a las industrias que lo transforman principalmente en tortilla, harina, alimento para

ganado o insumos para otras industrias, y cuando el producto final llega al

consumidor, el precio de la mercancía es mucho más alto que lo que pagó el

primer comprador de maíz al campesino.

Por producción convencional de maíz, incluyo tanto a los productores que aplican

paquetes tecnológicos propios de la Revolución Verde, como semillas híbridas,

fertilizantes y agroquímicos, y también se incluye a pequeños productores que, por

sus condiciones de marginación no aplican estos paquetes de agroquímicos y

basan su manejo productivo en sistemas tradicionales, semillas criollas o nativas y

prácticas de fertilización tradicional como el sistema Roza-tumba y quema, la

diversificación de cultivos y otros como el dejar pudrir las malezas para cubrir con

una capa verde que haga la vez de abonos.

Por productores orgánicos de maíz, entiendo a los productores certificados por

instituciones que proporcionan sellos reconocidos en los circuitos de comercio

justo. En México, que se sepa, no hay productores de maíz certificados como

orgánicos, básicamente porque los que manejan orgánicamente la producción de

maíz y frijol, lo hacen con sistemas agrícolas tradicionales y destinan toda su

producción al autoconsumo, dejando pocos o ningún excedente para la

comercialización, y si acaso cubriendo nichos de mercado micro regional.

Y los productores de maíz con capacidad comercial, están fuertemente arraigados

a los paquetes tecnológicos de la Revolución Verde, para financiarse recurren a

créditos y entregan su producto en bruto, es decir, sin valor agregado,

simplemente en costales (Gallegos, 2011). Retomando datos del último censo

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agropecuario (INEGI, 2007), el mayor problema del campo en México, es que el

95% de los productores rurales se encuentran en el primer eslabón de la cadena

productiva, prácticamente sin posibilidad de capitalizarse, lo que representa un

lastre histórico que mantiene estancado al país entero y pone en riesgo a las

mismas instituciones de desarrollo. En palabras de quien fuera director de la

Financiera Rural:

Más allá de la necesaria eficiencia administrativa y la prudencia en el otorgamiento

del crédito, la sustentabilidad de Financiera Rural será posible en la medida en que

los proyectos de integración económica de los productores rurales sean, así

mismo, objetivamente sustentables. Nuestro país requiere enfrentar el hecho

urgente de que más del 95% de los productores participa tan sólo en la fase de

producción primaria, con unidades productivas histórica y sistemáticamente

desvinculadas, sin escalas ni estándares de calidad que les permitan un acceso

más justo a los mercados. (...)

La posibilidad real de que los productores rurales logren agregar y retener valor,

así como acceder a los mercados de manera justa y equitativa, depende no sólo

de mejorar la calidad y productividad de la producción primaria sino,

primordialmente, de movilizar las capacidades organizativas de los productores

para apropiarse de aquellos eslabones de la cadena productiva y de valor, tales

como el abasto de insumos y materias primas, servicios de mecanización,

servicios financieros, desarrollo de marcas, acopio de la producción,

almacenamiento, transporte, mercadeo, beneficio, empaque y comercialización,

entre otros (De La Madrid, 2010).

Diagrama 1

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En el caso de la producción del maíz, la "cadena productiva" es de las más largas

y complejas, y las empresas intermediarias reportan ganancias mientras en el

sector productivo las organizaciones exigen aumentar los subsidios, los programas

de capacitación e inversión productiva. En el Diagrama 1 se ilustra la cadena

productiva del maíz. En el primer eslabón en realidad no están los productores

primarios, sino los proveedores de insumos agrícolas: semillas, fertilizantes,

plaguicidas y otros agroquímicos; también incluiría en este primer eslabón a los

proveedores de herramientas (áperos de labranza como coas, palas, picos,

barretas, etc) y a los fabricantes de maquinaria agrícola (tractores, semilleros,

cosechadoras), aunque en el caso de los productores de autoconsumo,

generalmente no alcanzan a pagar maquinaria, por lo que dependen

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exclusivamente de su propia fuerza de trabajo, o acaso de subcontratar jornaleros

agrícolas para labores de preparación del terreno, fertilización y cosecha.

En el segundo eslabón de la cadena productiva, están los productores agrícolas,

en México, 2 millones de campesinos milperos, y en Chiapas cerca de 300,000

productores, de los cuales poco más de 292,000 tienen una superficie menor a 20

hectáreas y, más grave aún, el 98% de todos los productores de maíz de Chiapas,

grandes y pequeños, no cuenta con sistemas de riego, por lo que sólo puede

aprovechar un ciclo agrícola y deja correr el régimen de lluvias más intenso de

todo el país, como se explicó anteriormente (SDR, 2005: 193).

Después de esta cadena inicial, siguen varios eslabones hasta llegar al

consumidor, por lo que en el proceso se benefician industrias de los alimentos,

particularmente la industria de la masa y la tortilla, pero también las industrias de

alimentos procesados, dulces, botanas y refrescos, la industria de alimentos para

animales (ganado mayor y menor) y otras industrias que procesan químicamente

el maíz para obtener plásticos, aceites y, recientemente, biocombustibles.

La producción de los milperos tradicionales no pasa por toda esta cadena sino que

llega directamente al último eslabón, el de la alimentación familiar, en modalidad

de tortillas, tamales, pozol y otros alimentos. Así que los productores de

autoconsumo en realidad se ahorran toda la cadena, lo que representa un gasto

menos en estos alimentos, que son la base alimenticia de México.

Los productores de café orgánico han logrado apropiarse de casi todos los

eslabones de la cadena productiva, al controlar el manejo de insumos agrícolas, la

producción primaria, los procesos de acopio, transformación, envasado,

comercialización y, en el caso de los cafetaleros más organizados, incluso en la

venta final al público en taza de café, lo que incrementa significativamente las

ganancias en comparación con los productores convencionales, libres o no

organizados, que simplemente venden el café en grano para su transformación y

comercialización por otros agentes económicos (Nájera, 2002).

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En el caso de la producción de maíz, no hay un proceso tan organizado hacia la

agricultura sostenible como en el caso del café. Retomando la experiencia de los

cafetaleros orgánicos de la Sierra Madre de Chiapas (Vásquez, et al, 2006: 35)

podemos identificar tres tipos de agricultores: convencionales, o sea los que

aplican agroquímicos; en transición a orgánicos, es decir, los que han iniciado el

proceso de producción orgánica, y orgánicos certificados, esto es, los que tienen

más de 5 años con sistemas de producción orgánica del agroecosistema, con

abonos orgánicos y manejo cultural sin herbicidas ni plaguicidas y participan en

circuitos de mercado conocidos como comercio justo por el hecho de ofrecer un

mejor precio a los productores que tienen prácticas de agricultura sustentable.

El proceso de acompañamiento y sistematización de la experiencia de los milperos

tradicionales de Chiapas, entre 2003 y 2013, no nos permitió identificar la

existencia de un solo proceso exitoso de comercialización de maíz certificado

como orgánico, por el contrario, la situación es de serias dificultades estructurales

(socioeconómicas) y estructurantes (jurídicas) para la transición a la agricultura

sostenible con base en el maíz. Más aún, el hecho de que este proceso de

acompañamiento y sistematización era parte de un proceso de investigación

acción participativa, se pudo consultar directamente a una muestra de productores

de maíz.

En 2008 se reunieron 30 representantes campesinos de las regiones Altos, Norte,

Selva, Sierra y Frontera de Chiapas, en un taller de capacitación en manejo de

semillas de maíz criollo o nativo. Los facilitadores del taller, técnicos del Instituto

Nacional de Ciencias Agrícolas de Cuba (INCA), pidieron a los participantes que

discutieran en grupos de trabajo según la región de origen y se definieran los

propósitos de mantener activa una red de comunidades campesinas en defensa

del maíz, resultando los siguientes planteamientos:

• No se está luchando por la certificación orgánica, sino por el reconocimiento del

sistema milpa maya con semillas criollas y manejo orgánico.

• Que la Red Maíz sea una instancia que gestione el reconocimiento del sistema

milpa maya, producción de semillas, manejo orgánico-biodinámico, conocimientos

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tradicionales y se tenga acceso a recursos económicos para proyectos

productivos.

• Que cada grupo de productores tenga un reglamento interno en el que se

promueva el uso de semillas criollas con manejo orgánico.

• Promover la organización de productores de semillas criollas con manejo orgánico

por microrregiones.

• Buscar alternativas tecnológicas, económicas regionales que le den continuidad a

las propuestas.

• Hacer una coordinación regional y formar promotores para seguir impulsando la

protección de la diversidad biológica.

• Generar un mecanismo de comunicación con el resto de los grupos de

productores, pues no es fácil la representatividad (Red Maíz Criollo Chiapas,

2008).

Con este mandato se constituyó la Red Maíz Criollo Chiapas en 2008, aunque sus

antecedentes se remontan a 2003 cuando los mismos técnicos del INCA habían

coordinado un programa de capacitación a campesinos en fitomejoramiento del

sistema milpa (Martínez, et al, 2003). Entre 2007 y 2008 esta organización se

definió como espacio de gestión para cumplir con las expectativas de los milperos

tradicionales, en particular el reconocimiento del sistema milpa por las

instituciones.

La coordinación de la Red Maíz quedó integrada por Juan E. Velasco Ortiz,

representante de las cañadas de los territorios tseltales de Tenejapa y San Juan

Cancuc; Arturo Farrera, representante de las cañadas de los territorios tsotsiles de

Zinacantán y San Andrés Larráinzar, y quien esto escribe, Emanuel Gómez,

responsable de enlace de las organizaciones campesinas de Los Altos con la

región Sierra-Soconusco, así como del trabajo de sistematización de la

experiencia y contacto con las organizaciones de la Campaña Nacional Sin Maíz

No Hay País.

El proceso de acompañamiento a los milperos llevó a un reconocimiento del

sistema agrícola milpa como expresión del patrimonio cultural inmaterial vivo, con

profundas raíces en la cosmovisión maya y en constante resignificación. El

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reconocimiento de la cultura campesina es la base para el diálogo intercultural, por

lo que se promovió la inclusión del Sistema agrícola tradicional milpa en la lista

indicativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de México. En el siguiente apartado,

se expone una síntesis de las características culturales de este sistema agrícola.

3. La milpa para los milperos tradicionales de Chiapas

El maíz y la milpa son más que un cultivo, son un sentido de pertenencia al

territorio y la cultura mesoamericana. Cuando los campesinos-indígenas de

Chiapas dicen ser “hijos del maíz”, o cuando dicen que “los primeros hombres y

mujeres fueron hechos de maíz”, no sólo se repiten los mitos de creación

reproducidos en el Popol Wujh, libro sagrado de los mayas, en realidad es una

manera de explicar sintéticamente una larga tradición agroalimentaria y de

adaptación climática que nos remonta casi a 10,000 años atrás (7,900 años antes

de Cristo), según los restos de polen de maíz y olotes granos, por lo que Vavilov

identificó Mesoamérica como centro primario de origen y diversificación del maíz

(Boege, 2008).

Los milperos tradicionales que entrevistamos en la Sierra Madre del Soconusco

saben que cada semilla es específica para los agroecosistemas donde fue

encontrada, por lo que después de la cosecha seleccionan las mejores mazorcas

por color, tamaño, peso, dureza y de acuerdo a la altura en que fue sembrada,

evitando mezclar razas adaptadas a tierra caliente con razas adaptadas a tierra

fría.

En las labores de separación de los granos de maíz participan principalmente las

mujeres y los niños quienes, sin saberlo, reproducen la cultura agrícola

mesoamericana: siembran cuatro granos, representando los cuatro puntos

cardinales, y un quinto grano para las profundidades de la tierra o para los

animales que también se alimentan de la milpa.

En Los Altos de Chiapas todavía se utiliza parte del calendario maya, dividido en

13 periodos de veinte días, aunque ciertamente este calendario es muy complejo

para las personas pues lo confunden con el calendario gregoriano de 12 meses.

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Entre los conocimientos que se siguen utilizando está la siembra con los ciclos de

la luna llena y la observación del comportamiento de algunos animales como las

hormigas chicatanas (tsitsin en tostsil; nukú en zoque), pues estos insectos salen

de sus madrigueras unos días antes del primer chubasco de agua.

En Los Altos de Chiapas, la producción de maíz es el principal ingreso para la

familia aunque no es monetario sino en especie. Se caracteriza por tener pocos o

nulos insumos agroquímicos, su manejo es prácticamente manual, sin maquinaria

y con muy poca tecnología, por lo que bien podría llamarse agricultura de bajo

impacto, sin embargo, por los bajos rendimientos obtenidos se conoce como

agricultura de subsistencia o de autoconsumo.

El sistema milpa entre los tseltales y tsotsiles de Los Altos de Chiapas tiene un

valor multidimensional que incluye usos alimenticios, de organización familiar,

identidad cultural e incluso religiosa: en la espiritualidad tseltal y tsotsil, y

seguramente entre otros grupos de origen mesoamericano persiste el culto al maíz

como un dios.

El primer hombre y la primera mujer fueron hechos de maíz, y ellos, a su vez,

sembraron el maíz para alimentarse y reproducirse, un ciclo de auto-reproducción

en el que el ser humano depende del maíz y éste, a su vez, necesita al ser

humano para cultivarse y ser transformado en alimento que se ingiere

directamente como elote, o que se transforma en tortilla, tamal, etc.

El maíz es objeto ritual, puede ser objeto de artesanía y hasta nombre de persona,

de organización o de ejido. En un ejercicio elaborado con estudiantes de la

Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH) procedentes de diferentes

municipios de los territorios tzeltal y tsotsil, se identificaron cerca de 300 palabras

que usan los campesinos en los distintos procesos económicos de producción,

distribución, circulación y consumo, lo que interpretamos como un vocabulario

básico para comunicarse con un milpero tradicional acerca del sistema milpa. Este

campo semántico fue traducido a las lenguas de los pueblos tseltales y tsotsiles

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con apoyo de los estudiantes de Chiapas quienes, entusiasmados, tradujeron este

vocabulario además al chol y al zoque.

La milpa como espacio de reproducción lingüística, cultural, simbólica, espiritual,

económica, social, alimenticia es más que una técnica de cultivo, es un

agroecosistema en el que los campesinos de origen mesoamericano cultivan

decenas de hierbas comestibles y medicinales junto con árboles frutales y

maderables, por lo que atrae animales terrestres, aéreos y subterráneos, lo mismo

insectos que mamíferos, reptiles o aves.

El maíz es un cultivo de polinización abierta, esto es, porque el polen puede

fertilizar las mazorcas por efecto del viento, de animales polinizadores (aves,

insectos, roedores y mamíferos incluyendo al ser humano) y por el trabajo de

fitomejoramiento que hacen los campesinos o los técnicos agrícolas. Así, las

semillas de maíz que los campesinos cruzan con otras semillas, podrían llamarse

híbridos campesinos, a diferencia de los híbridos comerciales, que son las

variedades registradas por algún laboratorio o centro de investigación, patentadas

y liberadas al mercado.

Aún cuando los campesinos pueden obtener sus propios híbridos, en el campo

mexicano se denomina híbridos a las semillas comerciales, también se les conoce

como maíz mejorado. Los campesinos no aceptan tan fácilmente la oferta de maíz

híbrido comercial, pues muchas variedades comerciales son estériles, esto es, no

se pueden almacenar para volverse a sembrar al siguiente año, aunque no todos

los híbridos son infértiles, algunos sí se pueden re sembrar, y estas son las

variedades preferidas por los campesinos, que cruzan de manera intencional o a

través de sus labores culturales, las semillas criollas con los híbridos fértiles.

En los últimos 40 años de políticas de reconversión productiva del sistema

tradicional de producción de maíz al sistema comercial, infinidad de variedades de

maíz nativo han sido sustituidas por híbridos comerciales, proceso que se conoce

como erosión genética, un problema que aumenta la inseguridad alimentaria:

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La diversidad fitogenética está amenazada por la “erosión genética”, un término

acuñado por los científicos para designar la pérdida de genes individuales y de

combinaciones de genes como por ejemplo las encontradas en variedades

adaptadas localmente. La causa principal de la erosión genética, de acuerdo con

el Estado de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura en el

mundo, de la FAO, es la sustitución de las variedades locales por variedades

modernas. Dado que en los campos de los agricultores se sustituyen las

variedades más antiguas por otras más nuevas, la erosión genética se produce

frecuentemente porque los genes encontrados en las variedades de los

agricultores no se encuentran presentes en su totalidad en la variedad moderna.

Además, con frecuencia el elevado número de variedades existentes se reduce

cuando se introducen variedades comerciales en sistemas de cultivo

tradicionales.2

La modernización agrícola es una de las principales causas de pérdida de

recursos genéticos, según el Plan de Acción Mundial para la Conservación y la

Utilización Sostenible de los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la

Agricultura, conocido como Plan de Leipzig, firmado entre los países partes del

TRFAA: “La pérdida de recursos genéticos en los cultivos se produce sobre todo

por adopción de nuevos cultivos o de nuevas variedades de cultivos con el

consiguiente abandono de los tradicionales, sin adoptar medidas adecuadas de

conservación.”3

En México, la erosión genética es más grave en amplias áreas del país en donde

“la diversidad nativa del maíz está en serio peligro de extinción debido

principalmente a las siguientes causas: Los esfuerzos estatales para modernizar el

agro; el proceso de adopción de semillas mejoradas; el abandono del maíz para

dedicarse a otros cultivos remunerativos, o bien para emigrar a otras regiones del

país o a Estados Unidos; y catástrofes naturales y sociales. (...) Como

2 FAO, s/f, Recursos Fitogenéticos: o se utilizan, o se pierden, Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la

Agricultura, Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, [en línea]: www.fao.org/nr/cgrfa/

Capturado el 02/07/2009. 3 FAO, 1996B, Plan de acción mundial para la conservación y la utilización sostenible de los recursos fitogenéticos para la

alimentación y la agricultura y la Declaración de Leipzig, Cuarta Conferencia Técnica Internacional sobre los Recursos

Fitogenéticos, Leipzig, Alemania, 17–23 de junio de 1996, Capítulo 19, párrafo 279.

15

consecuencia, se simplifica la agricultura y se abandona la tradición agrícola,

incluyendo las poblaciones locales tradicionales de maíz. A eso contribuye la

pérdida de saberes causada por la de la lengua y por la sustitución del proceso de

aprendizaje en el seno de la familia y de la comunidad por la educación formal en

la escuela” (Ortega, 2003).

La erosión genética es, entonces, resultado de un problema más complejo: la

erosión cultural, esto es, la pérdida de conocimientos agrícolas ancestrales, de la

lengua nativa, de la cosmovisión, de las prácticas y rituales agrícolas, de las

técnicas agrícolas y los sistemas comunitarios de manejo de bosques, suelos,

cultivos, ríos y biodiversidad; a su vez, la erosión cultural es resultado del deterioro

de la estructura económica del campesinado por la sumisión de la agricultura a la

economía política neoliberal. En palabras de Pat Mooney, la erosión genética y

cultural es un mismo proceso: “Conforme se erosionan los sistemas que sustentan

la vida del planeta (las especies, los suelos, la atmósfera, el agua) el saber

indígena que entiende estos sistemas de vida también es destruido” (Mooney)”

Este problema no ha podido ser resuelto por las ciencias,debido a que no hay

acuerdo entre científicos procedentes de distintas disciplinas: “Si bien a los ojos de

los especialistas en desarrollo, las comunidades rurales marginadas representan

un fracaso del desarrollo económico, para los agroecologistas representan todo un

éxito en lo que a conservación de la biodiversidad se refiere, (Altieri, 2003: 7)” en

gran medida, por las diferentes maneras de valorar la agricultura tradicional.

Así, la organización de los milperos tradicionales de Chiapas en defensa de las

semillas nativas y por la agricultura orgánica campesina, aún sin pasar por

sistemas de certificación orgánica o circuitos del llamado comercio justo, les

representa una salida a la falta de reconocimiento por parte de las instituciones a

sus sistemas agrícolas tradicionales, con los que reproducen, además, gran parte

de su cultura

Conclusiones

16

En 2008 inició en operaciones el capítulo agropecuario del TLCAN que establece

el libre comercio para importar alimentos entre México, Estados Unidos y Canadá.

Las condiciones son desfavorables para nuestro país por las desigualdades

existentes en la estructura social, particularmente en el sector rural. Este tratado

comercial agrega un condicionamiento estructurante al establecer un marco

jurídico que favorece la agricultura comercial de cultivos para la exportación y la

importación de alimentos e insumos agrícolas.

La agricultura comercial se organiza en lo que se llama cadena productiva,

ocurriendo que el 95% de los productores rurales se encuentran en el primer

eslabón de todo el sistema de producción, transformación y comercialización.

Un ejemplo de apropiación de distintos eslabones de la cadena de valor son los

productores de café orgánico, que participan en casi todos los procesos de

producción, transformación y comercialización. En el caso de los productores de

maíz de autoconsumo, en su mayoría se pueden considerar productores

convencionales por no tener un proceso de transición a la agricultura sostenible

tan organizado como el de los cafetaleros.

Aún las organizaciones que reivindican el trabajo agrícola tradicional de los

milperos, como la Red Maíz Criollo Chiapas, o su representación legal la Unión de

milperos tradicionales, no están interesados en certificar la producción de maíz

como orgánica, sino en lograr el reconocimiento institucional de la agricultura

tradicional, particularmente del manejo de semillas.

El proceso de defensa de las semillas nativas, y las prácticas agroecológicas de

producción orgánica, son un salto cualitativo en la cadena de producción del maíz,

pero no son un salto hacia adelante, es decir, hacia la comercialización, sino un

salto hacia atrás, hacia el dominio y control del proceso de producción primaria.

Fuentes citadas

17

Altieri, Miguel A, 2003, Aspectos socioculturales de la diversidad del maíz nativo,

Iniciativa del Artículo 13: Maíz y biodiversidad: efectos del maíz transgénico en

México, Secretariado de la Comisión para la Cooperación Ambiental de América

del Norte - Departamento de Ciencias, Políticas y Gestión del Medio Ambiente,

Universidad de California, Berkeley.

Boege, Eckart, 2008, El patrimonio biocultural de los pueblos indígenas de México.

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