Las prácticas cientificas y los valores.........

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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS (Universidad del Perú, DECANA DE AMÉRICA) ESCUELA DE POSGRADO FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS HUMANAS UNIDAD DE POSGRADO LAS PRÁCTICAS CIENTÍFICAS Y LOS VALORES. UNA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA DE HUGH LACEY Tesis presentada por AGUSTÍN APAZA YANARICO Para optar el grado de Magister en Filosofía con mención en Epistemología Lima - 2013

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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS (Universidad del Perú, DECANA DE AMÉRICA)

ESCUELA DE POSGRADO

FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS HUMANAS

UNIDAD DE POSGRADO

LAS PRÁCTICAS CIENTÍFICAS Y LOS VALORES. UNA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA DE

HUGH LACEY

Tesis presentada por AGUSTÍN APAZA YANARICO

Para optar el grado de Magister en Filosofía con mención en

Epistemología

Lima - 2013

UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS (Universidad del Perú, DECANA DE AMÉRICA)

ESCUELA DE POSGRADO

FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS HUMANAS

UNIDAD DE POSGRADO

LAS PRÁCTICAS CIENTÍFICAS Y LOS VALORES. UNA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA DE

HUGH LACEY

Tesis presentada por AGUSTÍN APAZA YANARICO

Para optar el grado de Magister en Filosofía con mención en

Epistemología

Asesor: Dr. Javier Ulises Aldama Pinedo

Lima - 2013

“El tema más importante de la filosofía de la ciencia

[es] la relación entre ciencia y valores. ¿Qué

contribuciones puede o debe la ciencia traer para

el bienestar humano? […] Si existe una conclusión

que habrá que llegar de su importancia primordial

a partir de la comprensión creciente en los tiempos

recientes que la ciencia es un producto humano, es

porque, como otros productos humanos, la única

forma que ella, en última instancia, puede ser

evaluado, es en términos de si ella contribuyó para

la prosperidad de los seres sensibles en este

universo” (Dupré, 1993, p. 244, 264).

III

Glosario

(DPI): Derechos de Propiedad Intelectual

(EED): Estrategia del Enfoque Descontextualizador

(ED): Enfoque Descontextualizante

(EAE): Estrategias Agroecológicas

(EBT): Estrategias Biotecnológicas

(FSM): Fórum Social Mundial

(MD): Metodologías Descontextualizantes

(M-CV): Modelo de la Interacción entre Ciencia y Valores

(MT): Modelo Tradicional

(OGMs): Organismos Genéticamente Modificados

(PP): Principio de Precaución

(Semillas SA): Semillas Seleccionadas por Agricultores

(TGs): Transgénicos

(VPT): Valores del Progreso Tecnológico

(VC&M): Valores del Capital y el Mercado

(vc): Valores Cognitivos

(vs): Valores Sociales

IV

Agradecimientos

En primer lugar, deseo expresar mi gratitud al Dr. Javier Aldama Pinedo por haber

aceptado, gentilmente, asesorar la tesis, y por las correcciones en las que ha tomado

parte en la redacción de la versión final. Mi gratitud a la Universidad Nacional Mayor

de San Marcos (UNMSM) y a la Unidad de Posgrado de la Facultad de Letras y

Ciencias Humanas, a su plana docente de filosofía ―especialmente― a los profesores:

Dr. Luis Piscoya Hermosa, Dr. Julio Sanz Elgüera y Dr. Antonio Peña Cabrera, quienes

fueron mis profesores e influenciaron en mí en el tratamiento de los temas de

epistemología; ellos me enseñaron entre los años 1992-1994.

La tesis fue escrita en Brasil en los claustros y bibliotecas de la Universidad de

Campinas (UNICAMP) y la Universidad de São Paulo (USP), por eso debo mencionar

también mi gratitud a tales instituciones. Especialmente, al profesor Dr. Silvio Chibeni,

por haberme recibido amablemente cuando llegué a la IFCH-UNICAMP en 1997, y por

las orientaciones que me brindó cuando me incorporé como alumno especial en IFCH y

IG-PCT. A UNICAMP, por haberme permitido usar de la vivienda universitaria y su

restaurante de forma casi gratuita por muchos años. A su plana docente, sobre todo, al

Dr. Renato Dagnino (IG-PCT) por haberme puesto en contacto con el tema de la

relación entre ciencia, tecnología y valores, y por haberme permitido mantener con el

muchas conversaciones, cargadas de información novedosa y sugerente.

Mi gratitud a la FFLCH-USP, a su selecta plana docente nacional e internacional por

aceptarme como alumno especial en 2011, lo que definitivamente me inclinó a

dedicarme al tema de la relación entre ciencia y valores, que ya ocupaba mi mente desde

2004, año en que conocí personalmente al profesor visitante Dr. Hugh Lacey (profesor

de Swarthmore College, PA, USA) quien de manera gentil permitió que asistiese al

Seminario que dictó ese año, desde entonces se ha vuelto para mí un gran maestro y

amigo, consolidó mi interés por ciertas líneas de investigación, además agradezco su

paciente lectura y las diversas sugerencias de cambios que debía tener la estructura final

de la tesis. Mi reconocimiento a su plana docente: Dr. Pablo Mariconda por su gentiles

y amenas conversaciones sobre el tema, al Dr. Marcos Barbosa de Oliveira (USP-

educação) y al Dr. Mechel Paty (Université de París/ USP-filosofía) por sus enseñanzas

magistrales y por sus cualidades humanas.

V

No deseo dejar de mencionar mi agradecimiento a la universidad en la que recibí mi

formación filosófica: la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA-Arequipa) y a la

plana docente de la Escuela de Filosofía, a los profesores que me enseñaron filosofía

entre los años 1985-1991, especialmente, al Dr. Oscar Barreda Tamayo, quien me

introdujo en los temas epistemológicos.

El deseo de presentar esta tesis después de tantos años es una forma de expresar mi

reconocimiento a las instituciones que me formaron en filosofía: la UNSA y la

UNMSM, ya que me siento en deuda con ellas, este trabajo es mi tributo de

agradecimiento.

Quiero mencionar también mi gratitud por la hiper-vinculación del trabajo en el

Word entre el índice y el contenido, a Katherine Apaza (mi sobrina) y a Cibele Ribeiro

(amiga brasileña); así como al profesor Oliver Oscco (UNMSM) por las informaciones

y correcciones en algunas partes de la redacción. Debido a los años que he vivido en

Brasil, no he podido evitar que varias palabras y giros propios del portugués se filtren

en la redacción, problema que me han hecho notar quienes han leído el trabajo. Debo,

además, señalar que cualquier limitación o error argumentativo en el trabajo son de mi

entera responsabilidad.

Finalmente, un fraternal agradecimiento a los amigos y familiares, ya que gracias a

su apoyo económico han hecho posible que llegue hasta la disertación de la presente

tesis; gracias al colega y amigo brasileño de siempre, el inestimable profesor Dr.

Erickson Cristiano dos Santos (UNESPAR-Brasil), gracias al amigo y profesor Modesto

Ortiz (UNA-Perú), a Víctor Apaza (mi primo) y al ingeniero Vicente Apaza (mi

hermano). Por el apoyo con sus hogares en Lima para la disertación a José Luis Apaza

(sobrino), Francisco Yanarico (primo) y sus respectivas familias.

No puedo tampoco dejar de agradecer a mis padres: Luis y Elisa, y a mis hermanos y

sus familias, por el afecto fraternal que me han dispensado, así como a mis sobrinas

brasileñas: Mayte Luana (8 años), Ruth Melissa (5 años) y María Fernanda (3 años),

junto a ellas y contemplando su inocente ternura, obtuve la motivación suficiente para

desarrollar y culminar la tesis.

VI

Resumen

Aún es común entre los filósofos de la ciencia sostener el ideal de ‘la ciencia libre de

valores’ o, separar tajantemente en la actividad científica entre juicios de hecho y juicios

de valor, afirmando que los juicios de hecho son típicos del conocimiento científico

mientras los juicios de valor, por ser subjetivos, no tienen algún papel en la producción

del conocimiento científico. En la presente investigación de tesis, trataré de mostrar que

tales afirmaciones no son sustentables o carecen de fundamentación. Puesto que, la

actividad científica no tiene dos momentos o contextos, como se suele aprender del

modelo tradicional, sino varios momentos que son distinguibles (lógicamente), pero no

separables (temporalmente), consecuentemente de esto se infiere que tanto los juicios

cognitivos como los juicios de valor interactúan en la producción del conocimiento

científico. Es crucial entenderla esto, porque a partir de ello se genera una imagen

científica y las decisiones en las políticas públicas de investigación científica, puesto que

un entendimiento distorsionado de ello puede llevar a una decisión distorsionada, por

ejemplo, con respecto a la producción del bienestar humano, el respeto al medio

ambiente, etc. El foco central del trabajo radica en presentar el ‘modelo de la interacción

entre ciencia y valores’ de Hugh Lacey, que va en la dirección de revindicar o, mostrar

que existen o juegan papeles legítimos tanto los valores cognitivos como los valores

sociales-éticos en la actividad científica. Para mostrar esto, el autor usa como ejemplo la

controversia que existe en el desarrollo de la actividad científica en las ciencias agrícolas,

es decir, en la producción de alimentos con estrategias transgénicas versus

agroecológicos. En el trabajo, se muestra también que la corriente filosófica de la ciencia

en términos de valores o el modelo de la interacción entre ciencia y valores, hoy en día,

tiene un reconocimiento establecido, no nace con Thomas Kuhn ni es contemporánea,

sino tiene su origen en la propia fundación de la filosofía de la ciencia como disciplina en

los años veinte de siglo pasado con Otto Neurath. Por tanto, se sustenta que no todos los

miembros del Círculo de Viena eran logicistas, sino más bien un grupo multidisciplinar.

Palabras-clave: la ciencia libre de valores, valores cognitivos, valores éticos-sociales,

estrategias de investigación, pluralismo metodológico.

VII

Abstract

It is still common among philosophers of science, support the ideal of ‘value-free

science’ or separating sharply between fact judgments and value judgments in scientific

activity, stating that judgments of fact are typical of scientific knowledge, while value

judgments, being subjective, do not have any role in the production of scientific

knowledge. In the present thesis research this means to show that, today, such statements

are not sustainable or lack of substantiation. Since scientific activity do not just have two

moments or contexts, as they learn the traditional model, but several moments that are

distinguishable (logically) but not separable (temporarily), it therefore follows that

cognitive and value judgments interact in the production of scientific knowledge. It is

crucial to understand it, because it is generated from a scientific image, thus, decisions on

public policy scientific research, since a distorted understanding of it can lead to distorted

decision, for example, with respect to the production of human well-being, respect to the

environment, and so on. The central focus of the work lies in introducing the 'model of

the interaction between science and values' of Hugh Lacey, which goes in the direction to

vindicate or, precisely, to show that there are legitimate roles or play both cognitive

values as ethical-social values in the scientific activity. To show this, the author uses the

example of the controversy that exists in development of scientific activity of the

agricultural science, i.e., the production of transgenic foods versus agroecological

strategies. The paper also shows that the current philosophy of science in terms of values

or the model of the interaction between science and values, which today has an

established recognition, is neither born with Thomas Kuhn nor is it contemporary, but has

its origin in the same foundation of the philosophy of science as a discipline in the

Twenties of the last century with Otto Neurath. Therefore we sustain that not all members

of Vienna Circle were logicians but it was a multidisciplinary group.

Key-words: value-free science, cognitive values, ethical-social values, research

strategies, methodological pluralism.

VIII

ÍNDICE GENERAL

Glosario… ....................................................................................................................... III

Agradecimientos ............................................................................................................. IV

Resumen… ...................................................................................................................... VI

Abstract… ...................................................................................................................... VII

Índice general…………………………………………………………………………VIII

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................ 1

CAPÍTULO I ................................................................................................................. 8

1. UNA INTRODUCCIÓN AL DEBATE SOBRE EL PAPEL DE LOS VALORES

EN LA CIENCIA EN LOS TRES PERIODOS DE LA FILOSOFÍA DE LA

CIENCIA ..................................................................................................................... 8

1.1. El periodo clásico .................................................................................................... 10

1.2. El periodo historicista ............................................................................................. 21

1.3. El periodo contemporáneo ...................................................................................... 25

CAPÍTULO II ............................................................................................................. 37

2. EL MODELO FILOSÓFICO DE LA INTERACCIÓN ENTRE CIENCIA Y

VALORES DE HUGH LACEY ................................................................................ 37

2.1. Veinte tesis filosóficas de la ciencia de Hugh Lacey .............................................. 40

2.2. Una teorización y análisis sobre la naturaleza de los valores y juicios de valor .... 45

2.2.1. Los valores éticos ......................................................................................... 46

2.2.2. Las fuentes de la separación entre hechos y valores ..................................... 52

2.2.3. La imbricación entre hechos y valores ......................................................... 54

2.3. Ciencia y valores ..................................................................................................... 59

2.3.1. El ideal de la ciencia libre de valores ........................................................... 60

2.3.2. Los valores cognitivos .................................................................................. 69

2.3.3. Los fines de la ciencia (o el objetivo de la práctica científica) ..................... 73

2.3.4. Pluralismo metodológico .............................................................................. 77

2.3.5. Los momentos de la actividad científica ...................................................... 79

2.3.6. El entendimiento científico ........................................................................... 84

2.4. Estrategias metodológicas ...................................................................................... 85

2.4.1. La estrategia del enfoque descontextualizadora (EED) .................................. 86

2.4.2. Valores del progreso tecnológico (VPT) ........................................................ 89

IX

2.4.3. La relación de refuerzo mutuo entre adoptar las EED y sustentar los VPT ..... 92

2.4.4. La tecnociencia ............................................................................................. 94

2.5. Las “metodologías descontextualizadoras” y el conocimiento científico ............... 98

2.5.1. La interpretación del éxito de las metodologías descontextualizantes ....... 100

2.5.2. La racionalidad espontánea como responsabilidad por razones ................. 102

2.6. El principio de precaución .................................................................................... 104

2.7. El ethos científico ................................................................................................. 107

2.7.1. El ethos científico-comercial ...................................................................... 108

2.7.2. Dos desafíos al ethos científico-comercial ................................................. 111

2.8. La responsabilidad de los científicos y la investigación imparcial ........................ 112

2.8.1. La investigación imparcial .......................................................................... 117

2.9. La ciencia y la democracia……………………………………………………….119

CAPÍTULO III.......................................................................................................... 123

3. LA APLICACIÓN DEL MODELO EPISTEMOLÓGICO DE HUGH LACEY

EN LAS CIENCIAS AGRÍCOLAS ........................................................................ 123

3.1. Las controversias sobre los transgénicos y otras formas de agricultura ............... 124

3.1.1. El papel de los valores en la perspectiva de los proponentes y los críticos 129

3.2. La tecnociencia: fuente de solución para los grandes problemas del mundo ....... 130

3.3. Las estrategias de la investigación en las ciencias agrícolas ................................ 133

3.3.1. Las semillas transgénicas y los derechos de la propiedad intelectual ......... 134

3.3.2. Las semillas y su localización sociocultural ................................................ 136

3.3.3. La investigación de las semillas según metodologías descontextualizantes 139

3.3.4. La investigación de las semillas según metodologías agroecológicas......... 140

3.4. Los beneficios del uso de transgénicos ................................................................. 141

3.5. Los riesgos en el desarrollo y el uso de transgénicos ........................................... 147

3.6. Las formas alternativas (“mejores”) en la agricultura ......................................... 152

CONCLUSIONES ................................................................................................... 157

BIBLIOGRAFÍA...................................................................................................... 165

1

Introducción

La ciencia como actividad es típicamente humana y se sitúa en algún espacio y

tiempo, es una actividad histórica y social, pero no hay acuerdo en su definición por ser

una empresa sumamente compleja, nadie duda que es uno de los fenómenos culturales

más importantes de nuestro tiempo.

Mucha gente se encuentra involucrada en el proceso de la actividad científica, tanto

dentro de las empresas de investigación como en las universidades: profesores,

estudiantes y administradores en todos los niveles, de una u otra forma, aportan nuevas

ideas o teorías, rechazan las anticuadas, escriben artículos, tesis, informes, libros de

texto, participan en congresos, mesas redondas, buscan fondos para investigación,

becas, someten a examen las hipótesis, explican o interpretan fenómenos, hacen

experimentos en los laboratorios, etc. Millones de dólares se gastan en el mantenimiento

de esta actividad.

Como resultado, la actividad científica produce, reproduce y transmite un tipo

especial de saber, un saber más sistematizado, de alcance mayor y precisión, controlable

intersubjetivamente; distinto al saber del sentido común que proviene de la experiencia

cotidiana y se formula en el lenguaje ordinario, a pesar que el sentido común sea

muchas veces el punto de partida del conocimiento científico. Para producir tal tipo de

saber sistematizado, se introducen criterios de valor, conceptos, se formulan hipótesis,

leyes, al final se construyen teorías sobre alguna parcela de la realidad.

Por otro lado, hoy en día, no se puede olvidar que la ciencia se encuentra

profundamente interrelacionada con la tecnología, en esa medida no se limita a conocer

el mundo, sino también a transformarlo. Las consecuencias de dicha actividad son

evidentes en la cantidad de objetos tecnológicos que utilizamos e incorporamos en

nuestras vidas cotidianos.

Indudablemente, es alta la valorización de la ciencia como productora del

conocimiento científico y de sus productos tecnológicos. Mas, no basta valorizar sus

productos, permanecen muchas preguntas sin responder, por ejemplo, como ellas

funcionan, cuál es su naturaleza, su dinámica, su estructura, cómo adopta su

metodología, cómo se elige una buena teoría, cuál es el procedimiento de su aplicación,

¿es imparcial, neutra, autónoma?, ¿es objetiva?, ¿cuáles son los riesgos?, etc. Estas y

2

otras preguntas son formuladas sobre la ciencia como actividad científica. Como se sabe

de ellas se ocupan los estudios sobre la ciencia o los estudios metacientíficos que tienen

a la ciencia como objeto de estudio.

Pero, debido a la gran complejidad de la actividad científica es difícil abordarla

desde un único punto de vista. Los aspectos diferentes de la actividad científica se

reflexionan desde las diferentes perspectivas: la psicología, la sociología, la historia, la

filosofía, etc. Todas estas perspectivas están interrelacionadas de maneras diversas y

complicadas – no exentas de tensiones, pues son disciplinas diferentes – y es difícil

entender la ciencia de forma razonable sin tomar en cuenta a estas, principalmente,

desde el enfoque filosófico

Un tratamiento filosófico de la actividad científica, que es lo que se conoce hoy

como filosofía de la ciencia o epistemología. Cabe recordar que esta disciplina

metacientífica, históricamente, ha recibido distintos nombres. Siguiendo a Lorenzano

(2001) podemos decir que en alemán, tradicionalmente, se llamó Wissenschaftstheorie,

es decir, “teoría de la ciencia”, pero últimamente también se usa la expresión

Wissenschaftsphilosophie, o sea, “filosofía de la ciencia”, esto debido a la influencia

inglesa. En francés, usan el término epistemologie (epistemología) y philosophie des

sciences (filosofía de las ciencias, en plural). En castellano, se solía utilizar hace

algunas décadas la denominación “metodología”, pero actualmente se usan los términos

“epistemología” o “filosofía de la ciencia”, este último parece ser el más adecuado.

Pues, el término “metodología” parece conducir a problemas relacionados con el

método en la ciencia y no agota la complejidad de la práctica científica. Por otro lado, el

término “epistemología”, como observa Lorenzano1 se muestra un tanto ambiguo y muy

englobante, puede significar no solo “filosofía de la ciencia”, sino, también “la

teorización filosófica sobre el conocimiento en general” o “teoría del conocimiento”;

por el contrario, algunos reservan el término epistemología para enfoques más

formalizados.

En el presente trabajo, se utiliza la denominación “filosofía de la ciencia”, algunas

veces “epistemología”, para referirnos al análisis de esta compleja actividad científica

que no solo se restringe a la justificación del conocimiento científico, sino que abarca

desde la adopción de la estrategia de la investigación científica y la propia realización,

1 Pablo Lorenzano procede de la escuela estructuralista alemana de la filosofía de la ciencia,

específicamente, de la Universidad Libre de Berlín, orientado por Ulises Moulines. Actualmente, es

profesor titular en la Universidad de Quilmes (UNQ) en Argentina.

3

pasando por la selección o aceptación de las teorías o hipótesis científicas hasta su

aplicación del conocimiento producido y sus repercusiones en la sociedad e incluso se

alude las políticas públicas de la investigación científica y tecnológicas para el bienestar

social.

Groso modo, se podría decir, que la “filosofía de la ciencia” tiene una larga tradición,

en el sentido de teoría general del conocimiento, gnoseología o epistemología en

sentido amplio. Como tal, puede ser rastreado desde la época antigua, la etapa medieval,

la época moderna y hasta en la forma contemporánea. En la época antigua, se suele

decir que nació con las reflexiones de Platón sobre las matemáticas del siglo IV a.C.;

algunos consideran a Aristóteles como el primer filosofo de la ciencia, quién desarrolla

en Segundos analíticos, como también se encuentra en su Física y Metafísica aspectos

del método científico; pueden también ser rastreados en Ptolomeo, Euclides,

Arquímedes entre otros. En la época medieval se habría desarrollado en los trabajos de

Robert Grosseteste, Roger Bacon, Juan Duns Escoto, Guillermo de Ockan, Nicolás de

Autrecourt, Nicolás Copérnico y Johannes Kepler (cfr. Losee, 1990).

En la época moderna los autores que tuvieran mayor presencia en asuntos de la

filosofía de la ciencia, se consideran a los siguientes: Galileo Galilei, Francis Bacon,

René Descartes y Isaac Newton, como también John Locke, Gottfried Wilhelm Leibniz,

David Hume, George Berkeley e Immanuel Kant, y autores menos conocidos como

John Herschel, Willian Whewell, Emile Meyerson, entre otros (Ibíd.). En la época

contemporánea, son muchos los autores, se mencionan a algunos de ellos en la parte de

la presentación de los periodos de la filosófica de la ciencia (cfr. Stadler, 2011; Andler

et al. 2011 y Reisch, 2009).

Por lo general, en la época moderna y en parte en los comienzos de la época

contemporánea, sus practicantes eran filósofos con interés y formación en la ciencia,

por otra parte, científicos con intereses y formación filosófica, que si bien reflexionaban

filosóficamente sobre la ciencia, esta reflexión no constituía su actividad central, pues

su intención era poder extender los resultados de dicho pensamiento a otros ámbitos y

así poder elaborar una teoría general del conocimiento y defender las perspectivas

actuales de la época.

La filosofía de la ciencia que hoy conocemos se inicia en la etapa contemporánea

entre los años de 1920 a 1930, donde se inicia su institucionalización y la

especialización correspondiente como disciplina filosófica. Pero sus precursores son

numerosos, entre ellos se pueden contar a científicos e historiadores como Mach,

4

Russell, Poincaré, Duhem, Metzget, etc. Aunque la primera cátedra de filosofía e

historia de la ciencia se suele señalar que data del año 1895, fecha en que el físico,

filósofo e historiador de la física Ernst Mach es nombrado catedrático de “Filosofía, en

especial Historia y Teoría de las Ciencias Inductivas” en la Universidad de Viena, al

que sucedió Ludwig Boltzmann. Sin embargo, el inicio de su institucionalización se

afirmó con la llegada a la cátedra de Moritz Schlick en 1922, quién se dedicó

específicamente al cultivo de la nueva disciplina “la filosofía de las ciencias

inductivas”. La profesionalización institucionalizada de la filosofía de la ciencia se da

con la formación oficial del Círculo de Viena en 1929 y la publicación del manifiesto

“La Concepción Científica del Mundo”. Se consolida esta filosofía tras la llegada a los

Estados Unidos de algunos de los principales filósofos de la ciencia centroeuropeos.

Los problemas que discutían en aquella época eran diversos, la demarcación entre

ciencia y no-ciencia, la naturaleza de los conceptos científicos, la estructura de las

teorías científicas, la relación entre teoría y experiencia, la metodología de la

constatación de hipótesis y su posterior evaluación, la naturaleza de la predicción y

explicación científica, los requisitos de la interpretabilidad empírica y teórica de los

conceptos, el criterio empirista del significado cognitivo, la tesis de la posibilidad de la

reducción entre teorías, la tesis de la unidad de la ciencia, la concepción

deductiva/axiomática de las teorías científicas, la acumulabilidad del desarrollo

científico, la distinción entre el contexto del descubrimiento y contexto de justificación,

este último tiene que ver con el lugar o no de los valores en la ciencia, entre muchos

otros asuntos.

Después de esta sucinta presentación, necesaria en aras de su contextualización, del

decurso de la filosofía de la ciencia. En nuestra investigación trabajaremos la propuesta

sobre el papel de los valores en la ciencia, que actualmente se ha tornado una corriente

filosófica muy fructífera, cultivada parcialmente por Larry Laudan, Hilary Putnam,

Nicolás Rescher, Evandro Agazzi, Philip Kitcher, etc., y por autores que se dedican

especialmente a este tema, por ejemplo, Helen Longino, Javier Echeverría, Heather

Douglas, Hugh Lacey, entre otros. Este último autor, Hugh Lacey, es el que tiene la

mayor relevancia en esta línea de reflexión filosófica. En tal sentido, nuestra tarea

consiste en presentar, de forma introductoria y sistemática, el modelo filosófico de la

ciencia del autor mencionado. Lógicamente, existen una vasta literatura al respecto, sin

embargo, no hay unanimidad en las formas de enfocar el tema. Consideramos, que

Hugh Lacey es el autor que mayor caracteriza la forma apropiada de cómo puede ser

5

evaluada la actividad científica en términos de valores cognitivos y no-cognitivos

dejando de lado las formas tradicionales del enfoque en términos de un conjunto de

reglas o algoritmos.

Hugh Lacey nació en 1939 en Australia, es Senior Research Scholar (2003) y

Scheuer Family Professor Emeritus en el Departamento de Filosofía en Swarthmore

College, PA, USA, donde da cátedra desde 1972. De 1969 a 1971 fue profesor en el

Departamento de Filosofía en USP Brasil, desde entonces es un frecuente profesor

visitante en ese departamento y otras universidades del Brasil, es también, actualmente,

investigador colaborador del Proyecto Temático FAPESP “Gênese e Significado da

Tecnociência” en la misma institución. Fue también profesor en Melbourne y Sydney

University (Australia). Profesor visitante en varias universidades: Bryn Mawr College,

Temple University, Villanova University, Rosemont College, Universidad

Centroamericana, Melbourne University, University of Pennsylvania, entre otros. Tiene

formación básica en física y matemática, Bachiller en Matemática (1962) y Magister en

Historia y Filosofía de la Ciencia (1964), ambos por Melbourne University, y PhD en

Historia y Filosofía de la Ciencia por Indiana University (1966), USA. En su trayecto

intelectual tiene tres fases2, a partir de la tercera fase, años noventa, inicia sus

reflexiones, con dedicación exclusiva, en torno del papel fundamental de los valores en

la ciencia. Lo distintivo de su enfoque es aplicar su modelo epistemológico a las

ciencias agrícolas, especialmente en la producción de alimentos transgénicos versus no-

transgénicos o agroecológicos, caso que no es usual en las tendencias de la filosofía de

la ciencia, hoy en día.

Actualmente, el modelo filosófico del autor va cobrando trascendencia, creándose

círculos de estudios alrededor de su temática en el mundo. Su libro: Is Science Value

Free?: Values and Scientific Understanding (1999) fue traducido para el ruso (2001).

Recibió muchos premios y honores por sus reflexiones en torno a la actividad científica.

Ha escrito centenas de artículos y muchos libros en su trayectoria intelectual al respecto

y participa activamente en los eventos del Fórum Social Mundial (FSM), atento a la

manifestación de los movimientos populares como los ‘Sin Tierra’ del Brasil, para sus

reflexiones.

Estas y otras razones bastan para hacer un estudio minucioso de sus obras. El

objetivo, en el presente caso, es presentar introductoriamente los trabajos del autor, de

forma parcialmente sistemática, en lo que concierne al papel de los valores en la ciencia,

2 Cfr. Oliveira M. B. (1999) “A Epistemologia engajada de Hugh Lacey”.

6

como un ejemplo que puede servir de modelo para otros enfoques de la actividad

científica, que no son tomados en cuenta desde la filosofía de la ciencia; por ejemplo,

las ciencias de la nutrición, ciencias agrícolas, ciencias ambientales, ciencias de la

salud, la farmacéutica, etc. La ciencia, no solo es la física, química o biología, existen

muchas ciencias, el filósofo de la ciencia precisa aprender a reflexionar frente a esas

diferentes ciencias emergentes y no quedarse en el modelo de las perspectivas

tradicionales. El modelo de Lacey puede servir como una guía para esos enfoques,

incluso para repensar los enfoques tradicionales de la ciencia.

Otro objetivo es, en la medida que no hay aún trabajos dedicados en español sobre el

autor, y si los hay son traducciones aisladas y no responden al aporte de su modelo

epistemológico. En tal sentido, nuestro trabajo tratará de cubrir ese vacío en la lengua

castellana, abriendo una alternativa más en la reflexión filosófica de la ciencia en

términos de los valores cognitivos y no-cognitivos o en la interacción entre ciencia y

valores.

En la reflexión epistemológica, usualmente se acostumbra a sugerir tres métodos: el

descriptivo, prescriptivo e interpretativo3. Nosotros abusaremos del método descriptivo,

en parte del interpretativo, como también algo del método analítico y crítico. El asunto a

describir es un discurso filosófico, el modelo filosófico de Lacey.

El trabajo está dividido en tres capítulos. En el primero, se presenta las tendencias

que la filosofía de la ciencia evalúa en términos de la interacción entre ciencia y valores

en los tres periodos de dicha disciplina, es decir, desde su institucionalización hasta la

actualidad. El objetivo no es un desarrollo en detalle, sino presentar una bibliografía que

muestre que sí hay autores que tratan de enfocar la filosofía de la ciencia en términos de

valores cognitivos y no-cognitivos.

El segundo capítulo corresponde a la presentación del modelo filosófico de la ciencia

del autor en estudio, de forma parcialmente sistematizada, se ha tenido en cuenta que el

autor frecuentemente ha innovando sus trabajos, pero es posible captar el foco central

de sus tesis para una presentación descriptiva y sistemática. Su aporte y crítica está

sintetizada en veinte tesis epistemológicas (ver § 2.1.)

El tercer capítulo trata de cómo el autor aplica su modelo epistemológico abstracto,

utilizando como ejemplo la práctica de las ciencias agrícolas en la producción de

alimentos, vale decir, entre la producción de los alimentos transgénicos y los

3 Para mayores detalles consúltese, Díez y Moulines (1999) Fundamentos de la filosofía de la ciencia, en

el primer capítulo.

7

agroecológicos. Haciendo uso los conceptos básicos: estrategias, beneficios, riesgos y

alternativas.

8

CAPÍTULO I

1. UNA INTRODUCCIÓN AL DEBATE SOBRE EL PAPEL DE LOS

VALORES EN LA CIENCIA EN LOS TRES PERIODOS DE LA

FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

“… la ciencia es una actividad transformadora del

mundo, que por tanto no se limita a la indagación

de cómo es el mundo, sino que trata de modificarlo

en función de valores y fines” (Echeverría, 1995a,

p. 68).

Hoy en día, resulta ser común entre los filósofos de la ciencia, la afirmación que los

valores tienen un papel importante en la ciencia. Pero, por un lado, se afirma que los

valores que deben interesar a los filósofos de la ciencia son los valores cognitivos: la

verdad, la coherencia, la simplicidad, el poder explicativo y predictivo, la precisión, la

adecuación empírica. En la medida que la ciencia se concibe como la búsqueda del

conocimiento verdadero, fecundo, coherente y ordenado; los valores no-cognitivos (los

valores sociales y morales) no debieran interesar en la producción del conocimiento, a

pesar de que lo sean determinantes en la praxis científica.

Por otro, se afirma que no solo los valores cognitivos, sino también los valores no-

cognitivos, dialécticamente, tienen papeles legítimos en la actividad científica. No se

privilegia solo los valores cognitivos, sino también, se reivindica que los valores no-

cognitivos tienen papeles decisivos en la producción del conocimiento científico. Uno

de los autores que, actualmente, tiene mayor competencia en esta corriente filosófica es,

justamente, Hugh Lacey, quién describe y prescribe, o interpreta la actividad científica,

distinguiendo, en principio, tres momentos: (1) la elección de estrategias, (2) la

aceptación de teorías o hipótesis y (3) la aplicación. En los momentos (1) y (3) son

legítimos los valores no-cognitivos, mientras en el momento (2) no, apenas los valores

cognitivos son legítimos (ver § 2.3.6.). A pesar de la valiosa distinción hecha por Lacey,

9

aún continúa habiendo controversias, si en la elección de una buena teoría científica

entran o no los valores no-cognitivos (cfr. Douglas, 2009).

En los debates actuales, cuando se trata de analizar o evaluar la práctica de la

actividad científica en términos de valores4, los presupuestos de estudio del papel de los

valores en la ciencia, generalmente, giran en torno a los siguientes asuntos o conceptos:

¿existe la distinción hecho/valor?, ¿la ciencia está libre de valores o está cargada de

ellos?, la estrategia de la investigación, la neutralidad axiológica, la autonomía de la

ciencia, la tesis de la imparcialidad y la elección de teorías, la objetividad científica, la

pluralidad axiológica de la ciencia, la dialéctica de los valores cognitivos y no-

cognitivos, el control de la naturaleza, la aplicación de la ciencia y los riesgos, la ciencia

y la democracia, el ethos de la ciencia y la responsabilidad de los científicos, la ciencia

y el bienestar humano, la política pública de la ciencia, la tecnociencia y, así por el

estilo.

Teniendo en cuenta las temáticas consideradas arriba, el objetivo del presente

capítulo, en aras de la contextualización, es mostrar alguna bibliografía sobre el asunto;

hubo y hay debates acaloradas en los tres periodos de la filosofía de la ciencia,

especialmente en el periodo clásico, en vista que en este periodo es común pensar que

los integrantes del empirismo lógico rechazaban por unanimidad el papel de los valores

en la ciencia. En contraste, algunos estudios recientes muestran lo contrario por

ejemplo: Cartwright, et al. (1996), Friedman (1999), Howard (2003), Reisch (1991;

2009), Stadler (2011), entre otros.

Se tornó casi habitual dividir los periodos, o etapas5 de la filosofía de la ciencia en

las siguientes fechas: (1) El periodo clásico, abarca desde fines de los años veinte hasta

finales de los años sesenta, en el que se establece la llamada concepción heredada; (2)

el periodo historicista, iniciado en los sesenta y dominante durante los setenta y

principios de los ochenta; (3) un periodo contemporánea, semanticista o modelista, que

se inicia a finales de los setenta y se extiende hasta nuestro días (cfr. Lorenzano, 2001,

2011; Diez, 1997). Tendremos en cuenta esos periodos para hacer notar que durante el

transcurso de tales periodos, paralelamente al debate oficial dominante de la

4 Frecuentemente usamos la locución ‘en términos de valores’, ello significa apenas, la evaluación de la

actividad científica en la interacción entre valores cognitivos y no-cognitivos. 5 Es pertinente resaltar que no hay unanimidad para dividir los periodos de la filosofía de la ciencia. Por

ejemplo. Andler, et al. (2002/2011) autores desde la perspectiva francesa hallan que hay cuatro

periodos. Pero Ulises Moulines (2006) dedica un trabajo exclusivo sobre las fases de la filosofía de la

ciencia, enumera por lo menos cinco fases: germinación, eclosión, clásica, historicista y modelista. Al

final, las tres últimas son las dominantes, en el sentido común actual, ya revindicados por Lorenzano

(2001) y Diez (1997). De ello nuestra opción por los tres periodos.

10

epistemología, hubo también autores que sugirieran y debatieran sobre el papel de los

valores en la ciencia; es el propósito del presente capítulo, por lo menos, mostrar la

bibliografía al respecto en esos periodos.

1.1. El periodo clásico

Originalmente, el “empirismo lógico” y el “movimiento de la unidad de la ciencia”

era un proyecto que buscó conscientemente el compromiso no solo con el desarrollo de

la ciencia, sino también con el desarrollo social, cultural y político, este último en el

amplio sentido del término, tanto en la Europa de la década de 1920 como en los

Estados Unidos de las décadas de 1930 y 1940. Sin embargo, en el espacio de unos diez

años, aproximadamente de 1949 a 1959, se convirtió en un proyecto escrupulosamente

no político, sino de la semántica y lógica aplicada (cfr. Reisch, 2009, p. 16). En su

autobiografía, el propio Carnap escribió: “En el Círculo [de Viena] todos nosotros

estábamos profundamente interesados en el progreso social y político. Muchos de

nosotros -yo también- éramos socialistas” (Carnap, 1992, p. 57).

Uno de los objetivos del Círculo de Viena era alcanzar a un público más amplio para

promover sus críticas a la filosofía tradicional y popularizar su Wissenschaftliche

Weltauffassung (la concepción científica del mundo) como una alternativa. Así lo

hicieron en Viena a través de la “Sociedad Ernst Mach” o, en Europa y los Estados

Unidos a través del “movimiento de la unidad de la ciencia” de Otto Neurath. La misión

del movimiento era promover la tarea de unificar y coordinar a las ciencias de modo que

pudieran ser utilizadas de manera más adecuada como herramienta para la formación y

planificación deliberada de la vida moderna. Se procuró cultivar la sofisticación

científica y epistemológica, aun entre los ciudadanos comunes, de modo que se pudiera

evaluar mejor la retórica oscurantista proveniente de los sectores anticientíficos y

reaccionarios y así, contribuir a planificar mejor una futura ciencia unificada que

contribuyera con los objetivos colectivos de la sociedad. Algunos de los ideales del

empirismo lógico y el movimiento de la unidad de la ciencia era buscar y ayudar a

cumplir la promesa del Iluminismo francés dieciochesco, con la ventaja de los

desarrollos del siglo XX en la ciencia, lógica, pensamiento social y política (cfr.

Reisch, 2009).

11

Las anotaciones de las líneas precedentes es solo un breve énfasis de las

preocupaciones sociales y políticas del empirismo lógico, en la medida que

generalmente se le conoce como un movimiento logicista-cientificista; por supuesto, no

todos los miembros del Círculo compartían el ideal del cientificismo lógico. En lo que

sigue se presentará de la forma más breve posible algunas de las tesis de este periodo

clásico, de autores que en alguna medida, fueron defensores y otros simpatizantes del

papel de los valores en el desarrollo de la ciencia. Entre algunos de los autores que

podemos mencionar como los miembros directos del empirismo lógico, al menos, en su

etapa inicial: Otto Neurath, Philipp Frank, en parte Rudolf Carnap, Charles Morris e

incluso, indirectamente, John Dewey; casi en la etapa final se puede considerar, dos

miembros más vinculados al Círculo, relativamente más jóvenes: Carl Hempel y Ernst

Nagel, quienes también, a partir de los años sesenta, se preocuparon y dedicaron

algunos trabajos sobre el rol de los valores en la ciencia. Otros autores del mismo

periodo, críticos y simpatizantes del empirismo lógico, polemizaban sobre la

importancia del papel de los valores en la actividad científica; incluso en 1953, en el

“Encuentro de la Asociación Americana para el Desarrollo de la Ciencia”, se concediera

un lugar especial para el debate de la ciencia y los valores. Entre los autores de este

periodo, podemos mencionar a West Churchman, Richard Rudner, Richard Jeffrey,

Issac Levi, Norman Malcolm, Withers, R. F. J. Como también, Jacob Bronowski, Mario

Bunge, entre otros, quienes plantearon su crítica a favor del papel axiológico en la

ciencia. No se puede soslayar también la influencia del sociólogo Robert Merton, quién

en 1942 afirmó que un conjunto de valores y normas culturales gobiernan la actividad

científica, a la que llama el ethos de la ciencia.

En el surgimiento del periodo clásico de la filosofía de la ciencia en el habla

germánica, tal vez sea Otto Neurath (1882-1936)6 uno de los autores más claros en la

propuesta y defensa de la presencia del papel de los valores en la actividad científica

dentro del proyecto del empirismo lógico. Influido por las tesis de Duhem, de que las

teorías están interconectadas en su totalidad y que la elección de una teoría está sub-

determinada por la lógica y la experiencia. Neurath en 1913 escribe un pequeño

artículo: “Los caminantes perdidos de Descartes y los motivos auxiliares (en la

psicología de la decisión)”, donde se encuentra según Howard (2006) sus primeras

afirmaciones en favor del papel de los valores en la ciencia, en el cual sustenta que los

6 Los años entre paréntesis, y los similares en adelante, indica o abrevia el nacimiento y defunción de un

autor, en este caso de Neurath. Para tener una idea en los años que vivió y las fechas que escribió.

12

fenómenos están tan interconectados que no pueden ser descritos por una cadena

unidimensional de enunciados, ya que la justeza de cada enunciado estaría relacionado

con todos los otros y sería absolutamente imposible formular un único enunciado sobre

el mundo, sin hacer uso tácito al mismo tiempo de innumerables otros. Al expresar

cualquier enunciado se debe tomar en consideración la formación de conceptos

anteriores y afirmar la conexión de cada enunciado que trata con el mundo con todos los

otros enunciados que pueden tratarse, es decir, incluido los sociales (cfr. Neurath, 1983,

p. 3). Tesis similares, pero más elaboradas serán sostenidas durante su etapa madurez

(cfr. Howard, 2006).

De forma resumida, la incidencia de los valores no-epistémicos o los motivos

auxiliares en las propias palabras de Neurath, a pesar que él nunca haya desarrollado

sistemáticamente tales motivos auxiliares, se manifestará según Gómez (2011) en tres

instancias: primero, en la recolección de datos empíricos para proponer la hipótesis que

abarca esos datos, ya que los datos empíricos nunca apuntan unívocamente a una

determinada hipótesis, precisan de hipótesis más simples, más progresistas, más útiles, y

así por el estilo. En segunda instancia, se manifiesta en la subdeterminación de las

hipótesis o teorías por los hechos, no sería suficiente una buena lógica ni una buena

evidencia empírica. Por último, se manifiesta en las decisiones, cuando se contrasta una

hipótesis que tiene problemas (porque hay enunciados protocolares que la contradicen),

entre abandonar o salvarlo la hipótesis en cuestión, modificándola con otras hipótesis.

Edgar Zilsel (1891-1944), otro integrante del Círculo de Viena, menos conocido,

pero más próximo a las ideas de Neurath. Tuvo intereses también por la historia de la

ciencia o incluso por la historia con elementos sociales de la ciencia (cfr. Lorenzano,

2011). Se puede constatar también la compilación de sus trabajos en The social origens

of modern science (2000). Lamentablemente, ambos, Neurath y Zilsel, fallecieran

relativamente jóvenes. Probablemente, la historia de la filosofía de la ciencia del siglo

XX habría sido diferente, si tales autores se hubiesen conseguido integrar o igualar a

Carnap en los problemas y desarrollos complementarios que perseguían en la

teorización de las ciencias naturales y sociales (cfr. Ibarra, 2002).

Otro autor que tuvo plena preocupación sobre la presencia de los valores en la

ciencia, fue Philipp Frank (1884-1966), una figura central del empirismo lógico, era de

la perspectiva de que la ciencia y la filosofía sean entendidas conjuntamente como

empresas adecuadamente históricas y sociales. Frank concordaba con Duhem y

Poincaré, que la ciencia no consistía solo en la ensambladura de hechos observados o

13

experimentados, como Mach lo defendía, sino requería necesariamente de estructuras o

convenciones que sirvan para organizar y dar sentido los hechos empíricos particulares.

En la medida en que las convenciones permiten en sí mismas suscribir las diferentes

clases de proyectos científicos, y que su adopción nunca está dictada estrictamente por

los hechos empíricos disponibles. De tal forma, para Frank el curso histórico de la

ciencia, incluido su carácter conceptual de cualquier momento particular, se muestra

como parcialmente determinado por la elección que los científicos realizan.

En tal sentido, tanto para Frank como para Neurath, el progreso y la conducción de la

ciencia tienen que ser entendidos como si estuvieran entrelazados, no solo con los

grandes procesos históricos que acontecen en el mundo, sino también con los valores,

hábitos y patrones de vida que rodean y sustentan la vida. Los hechos observados y

creados experimentalmente, el contexto social y los valores de un científico

contribuirían a determinar sus elecciones intelectuales, así como también la dirección

preponderante de la ciencia en la sociedad. El tema que motivó Frank a lo largo de su

carrera fue la necesidad que los humanistas como también los científicos entiendan

mejor el papel de los valores tanto en la ciencia como en el discurso social y político

(cfr. Reisch, 2009, p. 79). En la participación de algunos congresos, la misión de Frank

era, aprovechando la presencia de los intelectuales, desenmascarar de manera

fundamentada los estereotipos populares del positivismo como creer que la ciencia es

neutra frente a los valores, acerca del relativismo asociado a Einstein posterior a la

década de 1930, o la concepción que sustentaba que la ciencia se posicionaba

adecuadamente separada de la cultura, la historia, la política y de todas las

humanidades. Entonces, Frank instaba para un estudio más detallado de todos esos

factores, de su importancia mutua y de sus conexiones entre ellas.

Rudolf Carnap (1891-1970), otro de los líderes representativos del Círculo de Viena,

concebía la filosofía como una empresa neutral con relación a la política, ya desde los

tiempos de posguerra, como también en los escritos de su primera etapa, presentaba tal

problema como una cuestión central para la reputación del empirismo lógico, para que

sea un programa estrictamente filosófico. En sus escritos había pocas elaboraciones

sobre la relevancia política o social del empirismo lógico, pero mucho énfasis de las

diferencias entre la política y la filosofía. Sin embargo, personalmente, Carnap era un

humanista comprometido y muchas veces activo, que usaba su reputación intelectual

para el avance de causas políticas y sociales, o para ayudar a personas que él creía que

podrían beneficiarse de sus esfuerzos (Ibíd. p. 71-72).

14

En los escritos de Carnap, por otro lado, en cierta forma existen afirmaciones a favor

del papel social de la filosofía, por ejemplo, en la formulación de los “marcos del

lenguaje”, en el cual las cuestiones filosóficas internas al marco – su sintaxis y su

semántica – difieren de las cuestiones externas, es decir, las pragmáticas que tiene que

ver con el marco de la utilidad para lograr los objetivos personales. Si alguien se

involucra en proyectos de la sintáctica o la semántica que son independientes de la

moral o de la política, de cualquier forma, tales involucramientos, no estarían

absolutamente libres de todo compromiso moral o pragmático, en la medida en que

alguien elige ese marco y participa así del “proceso histórico”. Esto es, algunas

elecciones y decisiones son constituidas a partir de la práctica social e incluso serían

determinados por las preocupaciones, intereses y creencias extra filosóficas (Ibíd., p.

73).

En el prefacio del Aufbau de la primera edición (1928), se encuentra también

afirmaciones con consideraciones sociales, tales como:

Toda tesis científica tiene que fundamentarse racionalmente; pero esto no significa

que la filosofía tenga que alcanzarse racionalmente mediante el uso del

entendimiento. La actitud fundamental y la orientación de los intereses no nacen de

una deliberación intelectual, sino que están condicionados por el sentimiento, el

instinto, la disposición y las condiciones de la vida de cada uno, esto no vale sólo

para la filosofía, sino también para las ciencias más racionales: la física y las

matemáticas (Carnap, 1988, p. vii).

Recientemente, los artículos de Mormann (2007) y de Gómez (2010), dedican un

estudio exclusivo para mostrar que la propuesta de Carnap sobre la aceptación y/o

rechazo de teorías o hipótesis no evita los valores. Contestan la acusación de Putnam

que Carnap habría evadido la idea de que la actividad de seleccionar teorías presupone

valores, reduciéndolo la elección de teorías a un algoritmo. Según Gómez, Carnap

explícitamente nunca llevó a cabo tal reducción y nunca pretendió evadir la presencia de

los juicios de valor, si bien de modo especial. Tales acusaciones surgirían de la lectura

de textos de la historia oficial del empirismo lógico, como las de Putnam (2002).

Charles Morris (1901-1979), del lado norteamericano, desde los inicios del

movimiento de la unidad de la ciencia, fue otro autor muy ligado al Círculo de Viena.

La agenda de Morris en la década de 1930 consistió principalmente en dos tareas: la

integración del pragmatismo y del empirismo lógico dentro de una teoría general de los

signos o “semiótica”, y en la defensa de la ciencia y de la filosofía científica de sus

15

contrincantes internos y externos de la escena intelectual norteamericana (cfr. Reisch,

2009, p. 61). Según Reisch, la personalidad intelectual y política de Morris en los años

previos a la Guerra Fría estuvo dominada por su fe deweyana en la ciencia como una

herramienta poderosa y efectiva para modelar la vida moderna. Subsecuentemente,

desarrolla un amplio humanismo internacional basado en sus intereses en el budismo, en

la investigación de Willian Sheldon sobre los cuerpos – somatotipos – y en sus propias

aspiraciones como un investigador empírico sobre la “ciencia del hombre” (Ibíd.).

Lo distintivo de Morris fue ser una persona muy activa y animadora de la política

para el desarrollo de la cultura científica internacional, también debido al rol que

cumplió en recibir cordialmente a los colegas emigrantes del Círculo (de la persecución

nazista) y en ayudar a acomodarlos en algunas universidades, siempre con la idea de

promocionar el liderazgo de la filosofía en crecimiento y dar una dirección a la cultura

moderna. Además de eso, articuló un proyecto filosófico que daba la bienvenida a todas

las variantes de la filosofía científica como complementos importantes para las

corrientes filosóficas norteamericanas. Después de la amistad y colaboración con

Neurath y Carnap, Morris encontraba más fuerza para escribir acerca de la importancia

política y cultural que veía en la filosofía y buscar contactos con filósofos e

intelectuales de opinión similar alrededor del mundo (Ibíd. p. 64).

Otro autor americano, John Dewey (1859-1952), no era integrante oficial del círculo

de Viena, pero era parcialmente simpatizante con el proyecto, participaba en algunas

actividades. Gracias a Morris, mantenía correspondencia con Carnap y Neurath sobre

algunos temas en los que mantenían afinidad. Las preocupaciones de Dewey sobre el

problema de los valores y el desarrollo de cultura parecían estar fuera de lugar en la

duradera reputación del empirismo lógico como una empresa técnica y libre de valores

propuesta por algunos de sus integrantes (Reichenbach, Schlick, entre otros). Dewey

aceptaba el rechazo del Círculo a todo lo que no fuera científico y poco inteligente o

inteligible, pero se mostraba preocupado en pensar que el estudio empírico y científico

de los valores lo erradicaría erróneamente si el empirismo lógico llegase a dominar la

vida filosófica e intelectual. En ese sentido, Dewey estaba dispuesto para trabajar con

Neurath en el movimiento de la unidad de la ciencia con la finalidad de prevenir la

posible catástrofe.

Dos de los miembros asociados directamente al empirismo lógico, relativamente

jóvenes, Carl Hempel (1905-1997) y Ernest Nagel (1901-1985), a partir de los inicios

de los años sesenta comenzaron a tener alguna simpatía sobre el papel de los valores en

16

la ciencia, incluso dedicaron algunas reflexiones al respecto. Por ejemplo, Hempel

escribió un artículo: “Science and human values” en 1960, después incluido con alguna

revisión en la primera parte de su libro Aspect of scientific explanation de 1965 (cfr.

Hempel, 1988, p. 89). En la década del ochenta, podemos encontrar dos artículos más

concernientes sobre el asunto: “Turns in the evolution of the problem of induction”

(1981) y “Valuation and objectivity in science” (1983), en estos trabajos el autor

manifiesta cierta ambivalencia sobre la relación ciencia y valores (Douglas, 2009).

En sus escritos de la década del sesenta, Hempel distingue dos tipos de juicios de

valor en la práctica científica: juicios de valor instrumental y juicios de valor

categórico. El primero es del tipo: si se desea alcanzar X, se debe hacer Y, es decir, son

juicios descriptivos condicionales (reglas de acción) que pueden someterse a test

empírico, como reglas de procedimiento podrían contribuir tanto para establecer

enunciados científicos cuanto para indicar las formas de aplicar el conocimientos. El

segundo es del tipo: ‘X es bueno’ o ‘se debe hacer X’, pero este tipo de juicio no podría

someterse a test científico ni confirmar o rechazar, pues no expresan aserciones, ni

podrían ser derivados de enunciados científicos, pues son normas de conducta (cfr.

Hempel, 1998, p. 92 a 95). Pero Hempel admite que la actividad científica implica o se

hacen valoraciones de preferencia por parte de los científicos, como también las

valoraciones instrumentales estarían inherentes en la metodología. Sostiene que el

avance del conocimiento científico puede conducir a modificar posiciones axiológicas,

aunque no pueda refutarlas (cfr. Cupani, 2004).

En cuanto a Nagel, este autor dedica su reflexión al papel de los valores en un trabajo

dirigido a la investigación social, su libro The structure of science de 1961 en el

capítulo XIII, además se encuentran en una nota a pie de página del mismo capítulo del

libro, referencias que ha discutido el tema en sus ensayos “On the fusión of fact and

value: A reply to profesor Fuller” 1958 y “Fact, value and human purpose” 1959 (cfr.

Nagel, 1981, p. 443). Nagel distingue en cuatro categorías el presunto papel de los

juicios valor en ciencias sociales, ello también sería válido para las ciencias naturales:

(1) en la selección de problemas, (2) en la determinación del contenido de las

conclusiones, (3) en la identificación de los hechos y, (4) en la evaluación de los

elementos de juicios (Ibíd. p. 437). Las respuestas son un tanto ambivalentes, pero hay

la idea de que en las cuatro categorías, de alguna forma, se manifestarían los juicios de

valor.

17

No fue gratuito que la dupla Hempel-Nagel, brindaran alguna atención al papel de

los valores en la ciencia, pues ya en los inicios de la década del cincuenta comenzaron

fuertes discusiones al respecto y, a consecuencia de ello pusieron su atención en el

asunto. Los autores que intensificaran la discusión en los comienzos de esa década,

fueron West Churchman (1913-2004), Richard Rudner (1921-1979), e incluso el propio

Philipp Frank mantenía su presencia. Los argumentos más acentuados que podemos

encontrar contra la concepción de la ciencia como un emprendimiento libre de valores

puede ser constatado, por ejemplo, en Churchman, en sus trabajos: “Statistics,

pragmatics, induction” (1948a), Theory of experimental inference (1948b) y “Science

and decision making” (1956); en Rudner, en su clásico artículo bastante citado

actualmente: “The scientist qua scientist makes value judgments” (1953) y en Frank

“The variety of reasons for the acceptance of scientific theories” (1953).

Para agudizar la polémica, en los comienzos de la misma década, Reichenbach

publica su libro The rise of scientific philosophy (1951), donde discute que el

conocimiento y la ética son completamente distintas, la ética no puede ser una forma de

conocimiento. En el mismo año, la obra de Reichenbach fue criticado en una reseña a su

libro, por Norman Malcolm (1951), quien consideró que se exageraba la importancia de

la lógica simbólica en la filosofía; al año siguiente aparece otra reseña por R. F. J.

Withers (1952), que encuentra el libro inconveniente para el fin propuesto, pues, en la

época la concepción filosófica de Reichenbach y Ayer eran ampliamente discutidas.

Pero, un enfoque restringido y menos técnico para la filosofía de la ciencia comenzaba a

ganar apoyo; el ideal de la ciencia libre de valores aún no conseguía tener un lugar o ser

completamente desarrollado (Douglas, 2009). En respuesta a la creciente tendencia

técnica restrictiva de la filosofía de la ciencia, algunos filósofos discutieron la necesidad

de los valores en la ciencia, la respuesta a esas ideas ha ayudado a generar la caída del

ideal libre de valores a partir de los años sesenta (Ibíd.).

Los argumentos más prominentes producidos contra la concepción de la ciencia libre

de valores, según Douglas, fueron desarrollados por Churchman, Rudner y Frank entre

los años 1948 y 1954 (Ibíd. p. 50). La dupla Churchman-Rudner presentó amplios

argumentos de que los valores sociales y éticos son componentes necesarios del

raciocinio científico, y Frank apoyó ese esfuerzo, argumentando que los científicos

como asesores y decisores públicos juegan un rol importante para los científicos y este

rol precisaría del uso de los valores éticos en el raciocinio científico (Ibíd.). Los

argumentos de Churchman-Rudner, sustenta Douglas, llevaron a los filósofos de la

18

ciencia dentro a un dilema, “o aceptan la importancia de los valores en la ciencia o

rechazan el papel de los científicos como decisores públicos” (Ibíd.). Antes que aceptar

los valores en la ciencia, el asunto fue escoger la última opción, se rechazó con una

cuidadosa consideración el papel público de la ciencia. Ello permitió el ideal libre de

valores para tomar su posición como una doctrina ampliamente aceptada, por

consiguiente, los científicos deben considerar apenas los valores internos cuando hacen

ciencia (Ibíd.).

En general, los argumentos de Churchman-Rudner se centralizaran, de acuerdo con

Douglas, sobre el asunto de cuánto de evidencia científica debe ser exigida, antes de

aceptar o rechazar una afirmación o hipótesis particular. Pero, ni Churchman ni Rudner

sugirieron cuál es la cantidad de evidencia que puede y debe cambiar, dependiendo del

contexto en que la aceptación o rechazo tenga lugar (Ibíd.). Así, ante la dependencia

sobre las consecuencias de la elección de un error (que es contingente al contexto de

elección), los científicos podrían exigir más o menos evidencia antes de llegar a aceptar

o rechazar una perspectiva. Teniendo en cuenta el peso de las consecuencias en el uso

de los valores en la elección (Ibíd.).

Una de las preocupaciones de los filósofos de la ciencia en la época fue la naturaleza

de la confirmación en la ciencia; aunque Churchman estaba interesado en el asunto,

encontraba la cuestión insuficiente para entender toda la práctica científica. Comenzaba

a indagar bajo qué condiciones un científico debe aceptar una hipótesis y, no

simplemente considerarla confirmada. A pesar de que el grado de confirmación fuera

importante, Churchman (1948a) lo encontraba insuficiente para decidir la aceptación o

el rechazo de una hipótesis, escribe: “sin embargo, habría casos donde no

necesitaríamos aceptar una hipótesis, ya que la razón de una evidencia dada tenga un

alto grado de confirmación, pues estaríamos temerosos de las consecuencias de una

decisión errada” (Churchman, 1948a, p. 256). Además, Churchman creía que “el

análisis completo de los métodos de la inferencia científica muestran que la teoría de la

inferencia en la ciencia exige el uso de juicios éticos” (Ibíd. p. 265).

Cinco años después, Rudner escribe un artículo provocativo, que tiene el título: “The

scientist qua scientist make value judgments” (1953), desarrolla de forma más profunda

los argumentos de Churchman. Sostiene que los valores sociales y éticos son

frecuentemente esenciales para un raciocinio científico completo. Argumentó (1) que

los científicos como científicos hacen juicios de valor y, (2) que ninguna hipótesis

científica nunca es verificada completamente. Escribe:

19

En la aceptación de una hipótesis el científico tiene que hacer la decisión de que la

evidencia es lo suficientemente fuerte o que la probabilidad es lo suficientemente

alta para justificar la aceptación de una hipótesis. Es evidente que nuestra decisión

con respecto a la evidencia y con respecto a cuan “suficientemente fuerte” lo es, esto

va a tener una función importante, en el sentido típicamente ético, para producir un

error en la aceptación o el rechazo de la hipótesis… de cuan seguro necesitamos

estar antes de aceptar una hipótesis dependerá de cuan serio un error pueda ser

(Rudner, 1953, p. 2).

El argumento de Rudner fue objetado por Richard Jeffrey (1956), este autor

argumenta, por su parte, que los científicos no deberían ni aceptar ni rechazar las

hipótesis, en su lugar, los científicos deberían determinar probabilidades para las

hipótesis y, así, girar la hipótesis a su determinada probabilidad por encima de lo

público. Por otro, los científicos no deberían considerar la consecuencia del error más

allá de los confines restrictos de la comunidad científica. De acuerdo con Douglas

(2009), el primer argumento de Jeffrey era débil e insatisfactorio, pero, el segundo tuvo

amplia aceptación.

Pero, las críticas dirigidas de Jeffrey a Rudner, fueron contestadas por Churchman,

quién ha abierto muchas posibilidades para el debate posterior de los periodos

historicista y contemporáneo. Churchman sugirió que las muchas decisiones hechas por

los científicos sobre si aceptar o rechazar una hipótesis podría ser justificadas en

términos de los valores internos de la práctica científica y sus objetivos. Pues, la

evaluación requeriría para la mayor probabilidad de las hipótesis, los valores

(cognitivos) “(1) más observación, (2) mayor ámbito para su modelo conceptual, (3) la

simplicidad, (4) la precisión del lenguaje y, (5) la exactitud en la determinación de la

probabilidad” (Churchman, 1956, p. 248).

Churchman, no halla que tales “valores cognitivos” (como hoy en día se conoce)

sean necesariamente los únicos considerados por los científicos. Otro autor, Isaac Levi

(1930-?) se posicionó en esta perspectiva, argumentó que los científicos deberían

utilizar solamente los “valores epistémicos” en sus juicios sobre la existencia de la

evidencia suficiente para aceptar una hipótesis. Anota:

Cuando un científico se compromete con ciertos estándares de inferencia

“científica”, de hecho, en algún sentido, se compromete en sí mismo con ciertos

principios normativos. El científico está obligado a aceptar la validez de ciertos tipos

de inferencia y negar la validez de otros. […] En otras palabras, los cánones de la

inferencia pueden exigir de cada científico como científico que ellos tengan las

mismas actitudes para determinar las mismas utilidades o, tomar cada error con el

20

mismo grado de seriedad como todos los otros científicos […], los científicos como

científicos no hacen juicios, pero dado su compromiso a los cánones de inferencia,

no precisan ir más allá de los juicios de valor con el fin de decidir si las hipótesis son

aceptadas o rechazadas (Levi, 1960, p. 356).

Mencionaremos a otros autores, con similares ideas, estimulados o no con el ensayo

de Rudner (1953). Michael Polanyi, en 1958, hace referencia que los valores científicos

precisan de ser exigidos en la evaluación del trabajo científico, escribe: “Aunque no

definida en términos precisos, los valores científicos pueden ser como reglas confiables

de evaluación (Polanyi, 1962, p. 136). Jacob Bronowski (1908-1974), en su artículo

“The values of science” (1957) y en su libro Science and human values (1958),

manifiesta que la actividad científica no es neutra. Pero, advierte que no debe

confundirse entre los hechos descubiertos y la actividad que los descubre. Los hechos

descubiertos, indudablemente, serían neutros, en cuanto describe y no estimula. Pero, la

actividad de descubrir no, ella es dirigida y juzgada con rigor. Al practicar la ciencia se

acepta desde el inicio una finalidad que propone para nosotros. El objetivo de la ciencia

es descubrir lo que es verdadero en el mundo; ella se dirige al descubrimiento de la

verdad, y es juzgado por el criterio del ajustamiento con los hechos. Así, la actividad

científica presupone que la verdad sea un fin en sí mismo, es decir, que una descripción

es verdadera si ella corresponde con los hechos. Tal correspondencia puede que sea

imperfecta, entonces se precisa de decisiones o grados de tolerancia para llegar a las

conclusiones, esta será hecha por los propios científicos como personas. Por tanto, los

descubrimientos científicos son hechos por hombres no por máquinas, porque todas las

actividades dependen de evaluaciones críticas. El mayor valor de la ciencia es la verdad

(cfr. Bronowski, 1968, Cap. III).

Mario Bunge, un autor crítico sudamericano, complaciente con el empirismo lógico,

presentó también su crítica desde los principios de los años sesenta, afirma la existencia

de valores en la ciencia y defiende la objetividad de los valores. Niega la dicotomía

entre hechos y valores en la ciencia:

El contenido del conocimiento científico es axiológica y éticamente neutral. Pero,

¿Acaso la ciencia se agota en su contenido? ¿Acaso la descripción, teorización,

explicación y predicciones científicas no están sujetas, a su vez, a evaluaciones y

normas? […], algunos de los criterios que se emplean en la ciencia son claramente

normativos. […] En resumen, el lenguaje de la ciencia contiene oraciones

valorativas. No puede prescindirse de ellas al nivel pragmático porque en toda

acción reflexiva –y la investigación científica lo es en alto grado– se dan relaciones

de fines a medios (Bunge, 1962, p. 22 y 25).

21

Se puede afirmar que las reflexiones de Bunge se deben a la influencia de los debates

calorosos de la década del cincuenta respecto del papel de los valores en la ciencia y, no

que sea el primer crítico en el asunto como se suele afirmar, pero tal vez como el primer

sudamericano, podemos constatarlo en el uso de su propia bibliografía, pues cita a

autores como Rudner (1953), Lindsay (1959), Schmidt (1959) y Bronowski (1958). Su

trabajo Ética y ciencia (1962) fue revisado y reeditado en diferentes ediciones; en

Treatise on Basic Philosophy, vol. VIII (1989) se encuentra una larga reflexión.

En la presente sección, del periodo clásico de la filosofía de la ciencia, se muestra un

breve panorama sobre la discusión del papel de los valores en la ciencia. El objetivo no

fue abordar el asunto en detalle; sino, simplemente mostrar la existencia de la literatura

y bibliografía en la defensa de la relación ciencia y valores en todo el periodo clásico,

esto está abierto para investigaciones esclarecedoras. No todos los empiristas lógicos

sustentaron la dicotomía entre hechos y valores, o que la ciencia estuviera radicalmente

libre de valores, hubo divergencias en el asunto entre los miembros del Círculo de

Viena. Hubo, también, autores no afiliados al Círculo, que polemizaron acaloradamente

en la década del cincuenta, tal vez sin éxito como para revertir la situación, pero sirvió y

abrió terreno para el establecimiento del periodo historicista de la filosofía de la ciencia,

donde la discusión sobre la importancia del papel de los valores en la ciencia comenzó a

ganar terreno, dándose inicio al segundo periodo de la filosofía de la ciencia en la

década del sesenta.

1.2. El periodo historicista

Lo característico de los nuevos filósofos de la ciencia era el interés por la historia de

la ciencia, colocando en cuestión la concepción heredada. Los autores más

representativos fueron N. R. Hanson, T. S. Kuhn, I. Lakatos, P. Feyerabend, S.

Toulmin, L. Laudan y D. Shapere. Algunos autores lo denominan al periodo de “Giro

pragmático”, Stegmüller (1977); o, “Escuela histórico-pragmático”, Hempel (1979).

En la fase historicista, como es de saber, los temas que predominaban fueron la

importancia de los estudios históricos y los determinantes sociales, el problema de la

carga teórica de las observaciones, el problema de la inconmensurabilidad entre teorías,

las nociones de progreso y racionalidad científica, la relevancia y alcance de los análisis

formales, el problema del relativismo, la puesta en duda de la distinción tajante entre el

22

contexto de descubrimientos y el contexto de justificación, los criterios o los valores

cognitivos y prácticos en la elección de una buena teoría científica. La acentuación de

los valores cognitivos era indudable.

Resulta frecuente afirmar que Thomas Kuhn (1922-1995) fue el primero en

introducir el criterio de los valores en la filosofía de la ciencia. Sin embargo, afirmamos

que en la fase clásica autores como Churchman-Rudner, sobre todo Churchman (1956)

sugirió algunos criterios de valores en la aceptación de una teoría o hipótesis. Pero

indudablemente es Kuhn quien con conocimiento o desconocimiento de las tesis

Churchman, colocó en el seno de la discusión filosófica este tema al final de los años

sesenta. Primero, de forma menos elaborada, escribe en 1969 un epílogo o posdata para

la Estructura de la segunda edición de 1970; después en un artículo más elaborado de

1973 “objetividad, juicios de valor y elección de teorías”, en el cual se plantea la

pregunta: ¿Cuáles son las características de una buena teoría científica?, responde que

habría cinco características: precisión, coherencia, amplitud, simplicidad y fecundidad;

que serían los criterios estándar o los valores constitutivos de la ciencia para la

evaluación y la elección de una buena teoría científica (cfr. Kuhn, 1996, p. 346 ; 2006,

p. 318).

Cabe recordar, a un autor relevante de la fase clásica: Ludwik Fleck (1896-1961),

pero que no perteneció al Círculo de Viena, aunque tenía contacto con algunos

miembros de la escuela polaca de la filosofía de la ciencia. Fue un autor fundamental en

la anticipación de muchas ideas de Kuhn, lo que este mismo reconoce. Ya en los años

treinta reconocía el papel fundamental de los aspectos pragmáticos e históricos en el

desarrollo de conocimiento científico, sacado a la luz en los años sesenta por Kuhn (cfr.

Fleck, 1986).

A pesar de la estimulante forma de la historicidad de la ciencia en Kuhn, en la

Estructura, en ella también se encuentran algunas afirmaciones a favor de la concepción

que la comunidad científica sería mejor entendida como distinta y aislada, que cercada

por la sociedad. Escribe: “un paradigma puede incluso aislar a la comunidad [científica]

de aquellos problemas socialmente importantes que no son reducidas a la forma de

rompecabezas” (Kuhn, 2006, p. 108). “Y lo que es aún más importante, el aislamiento

de la comunidad científica respecto de la sociedad le permite al científico individual

concentrar su atención en problemas que tiene buenas razones para pensar que será

capaz de resolver” (Ibíd. p. 287). La demarcación entre ciencia y sociedad parece ser

esencial para el propio desarrollo de la ciencia según Kuhn.

23

Los argumentos levantados por Churchman-Rudner en la fase clásica, en pro del

papel de los valores en la ciencia, tuvieron continuación por una serie de autores en la

fase historicista. Por ejemplo, podemos mencionar a James Leach (1968), Michael

Scriven (1974), James C. Gaa (1977), etc. En la bibliografía de éste último autor se

puede constatar una serie de fuentes al respecto. Los argumentos de estos autores

básicamente fueron ignorados, la mayoría de las veces ni se conocen ni son citados en

las fuentes bibliográficas, por ejemplo, en Kuhn. Entre tanto, algunos autores en la

actualidad reivindican tal material bibliográfico sobre el papel de los valores en la

ciencia, para comparar con el nivel de abordaje que se realiza hoy en día, por ejemplo,

Douglas (2009). Pero aquí el propósito no es entrar en detalles, sino mostrar y sostener

que existe literatura y bibliografía al respecto, abiertos para trabajos posteriores.

James Gaa en su artículo “Moral autonomy and the rationality of science” (1977),

contesta al aislado entendimiento de la ciencia respecto de la sociedad, propuesta por

Kuhn. Critica también la concepción estándar de la racionalidad científica sobre la

decisión de la aceptación o rechazo de una hipótesis o teoría que solamente considera

los valores epistémicos para la realización de las características objetivas de la ciencia.

Gaa escribe: que “Aunque la ciencia tenga características objetivas – objetivos que sirve

para distinguirlo de otros tipos de actividades – los científicos deben en sus decisiones

de aceptación, considerar más la utilidad de una teoría, que aquellos objetivos

especiales” (Gaa, 1977, p. 525).

Otro autor ilustre de la fase historicista (incluso en la actualidad) que se posicionó de

forma más radical en favor del papel de los valores en la ciencia fue Hilary Putnam.

Podemos constatar en una serie de sus trabajos que van desde Reason truth and history

(1981), artículos como: “Beyond the fact-value dichotomy” (1982), “La objetividad y

la distinción ciencia/ética” (1988), hasta en su obra más reciente The collapse of the

fact-value dichotomy and other essays (2002). Putnam realiza una severa crítica a la

dicotomía positivista entre hechos y valores, pues ella no tendría bases racionales

defendibles. Hizo afirmaciones radicales como que no hay hechos científicos ni mundo

sin valores, en la medida en que los propios hechos científicos estarían cargados de

valores, que el mundo real depende de nuestros valores. Sin los valores cognitivos de

coherencia, simplicidad y eficacia instrumental no tendríamos ni mundo ni hechos (cfr.

Putnam, 1982, pp. 8-9).

Podemos considerar también que la tesis de Putnam no solo trata de los criterios de

aceptabilidad de las teorías, sino, también, incide sobre las nociones del mundo y de

24

hechos científicos. Ello se daría en cuanto los valores guían nuestras acciones. Resalta

también, que los valores epistémicos son objetivos, propios de la ciencia, así como

también algunos valores éticos lo son. Es decir, los valores cognitivos y no-cognitivos

para el autor tendrían papeles legítimos en las prácticas científicas.

Otro autor reputado del periodo historicista fue Larry Laudan, quién escribió un libro

cuyo llamativo título es Science and Values (1984), en el cual, desde el inicio, declara

que no tratará de la relación entre ciencia y valores, sino exclusivamente de los valores

epistémicos. Sostiene que tales valores son atributos que representan las propiedades de

las teorías que suponemos constitutivas de una buena teoría. En cuanto a los valores

éticos como tales nada pueden decir, ya que ellos, manifiestamente, no son los valores

predominantes en el emprendimiento científico. Así, los valores éticos no tendrían algún

papel en la ciencia, a pesar de que ellos siempre estén presentes en las decisiones

científicas, algunas veces su influencia es de la mayor importancia, sin embargo, su

importancia es débil cuando son comparados con el papel omnipotente de los valores

epistémicos (cfr. Laudan, 1984, p. XII).

Un estudio más detallado y actual sobre la elucidación de los aportes de Laudan con

respecto al papel de los valores cognitivos en la actividad científica o de su modelo

reticulado de la ciencia, comparado con el modelo filosófico de la ciencia de Lacey, se

puede consultar en un reciente trabajo de Koide (2011).

Ernan McMullin (1924-2011), un autor menos conocido, pero tal vez quién más ha

profundizado y estudiado en serio, en la fase historicista, el papel de los valores en la

ciencia, ha mostrado con ejemplos históricos cómo realmente juegan los valores en la

práctica científica. Incluso el propio Lacey declara que las tesis de McMullin permite

atribuir un papel pragmático y constructivo a los valores cognitivos en la elaboración y

constitución de una teoría, en la medida que no excluí al valor no-cognitivo de tener

participación en la explicación y en el consenso de una comunidad científica sobre una

teoría particular. Las profundas exploraciones de las tesis de McMullin fueron para

Lacey, una de las fuentes inspiradoras para llevar adelante y desarrollar su modelo

filosófico de la ciencia (cfr. Lacey, 1997a).

Los aportes de McMullin se encuentran en una serie de artículos, especialmente en

“Value in Science” (1982), “The Goals of Natural Science” (1988), “Value in Science”

(1996); según el autor, en la actividad científica siempre se deben distinguir entre

valores cognitivos y no-cognitivos. Sostiene que la elección de una teoría adecuada solo

puede ser reconstruida a través de los valores cognitivos, en cuanto, caracteriza la

25

manifestación de los valores cognitivos en un alto grado en la teoría,

independientemente de los otros valores producidos, expresados en las prácticas.

Privilegia los valores cognitivos, pero no niega el papel de los valores no-cognitivos.

Muchos son los autores que permitieron el giro historicista, o reivindicaron lo

pragmático o el papel de los aspectos sociales en la producción del conocimiento

científico; no se puede dejar de mencionar, por ejemplo, a Norwood Hanson (1958),

Stephen Toulmin (1961, 1970) Paul Feyerabend (1979, 2006), y así entre otros.

Es imprescindible también mencionar a Karl Popper (1902-1994), a pesar que alguno

de sus obras data del periodo clásico, y haya cobrado presencia en el periodo

historicista, por ejemplo, la traducción de su obra principal Logik der Forschung,

publicada en Viena 1934, en inglés The Logic of Scientific Discovery (1958). Como es

sabido, fue un crítico y simpatizante del empirismo lógico, compartía muchos temas; se

cuenta una anécdota, que por no haber sido invitado oficialmente para conformar el

Círculo de Viena, tal vez, por ser muy joven, esto lo llevó al resentimiento de por vida,

por consiguiente trabajó aislado del Círculo. Recientemente, algunos autores exploran y

reivindican que Popper, a pesar de ser un severo crítico del papel de los valores en la

ciencia, en el trasfondo sus obras no los negarían, habría una base axiológica en su

epistemología, véase, por ejemplo, Echeverría (1995a), Artigas (2001), Rosales (2011).

1.3. El periodo contemporáneo

Se aludió que en la fase contemporánea, la filosofía de la ciencia dominante es la

semanticista, o modelista o modelo-teórica, que se inicia a finales de los setenta y se

extiende hasta nuestros días. Sin embargo, como es conocido, paralelamente, se

desarrollan muchas otras tendencias; por ejemplo, la epistemología naturalizada; los

nuevos experimentalistas o la filosofía de la práctica científica; los filósofos especiales

en la ciencia, es decir, los análisis de disciplinas individuales; en los problemas

filosóficos especiales de la ciencia, por ejemplo, realismo y anti-realismo; la filosofía

feminista de la ciencia; la filosofía de la ciencia en términos de valores cognitivos y no-

cognitivos o el modelo de la interacción entre ciencia y valores, etc.

Cabe recordar, que en el presente capítulo apenas se está mapeando o levantando una

bibliografía de los esfuerzos por analizar la actividad científica en términos de valores.

La exploración en la fase contemporánea no es diferente. Pero, es necesario enfatizar

que en la fase contemporánea, los análisis de la ciencia en el modelo de interacción

26

entre ciencia y valores, presenta muchos enfoques y los autores se multiplican,

especialmente, desde los inicios de presente siglo. En vista de la multiplicidad de

autores, solo mencionaremos a los autores y sus obras, aún más, nos restringiremos a los

enfoques típicos de los filósofos de la ciencia, especialmente de autores que dedicaron

algún artículo o libro con una reflexión más detenida.

Sobre la base de la exploración bibliográfica, se puede constatar que la fase

contemporánea del análisis de la ciencia en términos de valores, se multiplica de forma

más amplia en los años noventa del siglo pasado. Por ejemplo, autores como Helen

Longino, Javier Echeverría, Hugh Lacey, se dedicaron exclusivamente al asunto.

Se puede considerar a Helen Longino como una de las autoras que se ha dedicado

con más profundidad desde comienzos de la década del noventa hasta hoy en día a la

reivindicación del papel de los valores en la ciencia. En una serie trabajos: Science as

social knowledge: Values and objectivity in scientific inquiry (1990), “Gender, politics

and the theoretical virtues” (1995), “Cognitive and non-cognitive values in science”

(1996), The fate of knowledge (2002), “Can values be good for science?” (2004).

Sostiene que la estructura lógica de la investigación científica no garantiza su

independencia de los valores no-cognitivos, que los objetivos de la ciencia

independientemente de los valores pueden ser mejor logrados reconociendo la

participación que los valores sociales tienen en el desarrollo del conocimiento, y que a

partir de ello se puede ver como estructurar la interacción entre los valores cognitivos y

los sociales para servir mejor a los fines de la investigación científica.

Sostiene, también, que la práctica científica está gobernada por normas y valores

generados en la propia comprensión de las metas de la investigación científica, en la

medida que tal meta es producir la explicación del mundo natural. Entonces, los valores

se generan para gobernar y restringir el entendimiento que da cuenta para una buena

explicación, esos valores son la verdad, precisión, simplicidad, previsibilidad y

amplitud. Pero que tales valores tienen diferentes pesos en diferentes concepciones que

dan cuenta de una buena explicación; en tal sentido, son constitutivos para evaluar la

competencia de las explicaciones y restricciones que gobiernan una práctica científica.

Cabe recordar que Longino procede de la corriente de la filosofía de la ciencia

feminista. En la década del noventa, pues muchas autoras de tendencia feminista

comenzaron a explorar la relación entre ciencia valores, incluso algunas fueron

anteriores a los años noventa. Por ejemplo, y solo para mencionar algunos trabajos de

autoras: Sandra Harding, The Science question in feminism (1980); Mary Tiles, “A

27

science of Mars or of Venus” (1987); Lynn Hankinson Nelson, Who Knows?, from

Quine to a feminist empiricism (1990), “Empiricism without dogmas” (1996); Elizabeth

Anderson, Values in ethics and economics (1993), “Feminist epistemology: An

interpretation and a defense” (1995a), “Knowledge human interests, and objectivity in

feminist philosophy” (1995b), “Uses of values judgments in science: A general

argument, with lessons from a case study of feminist research on divorce” (2004). Las

autoras por lo común revindicaban que las consideraciones morales y políticas pueden

legítimamente influenciar la elección de teorías. Como también rechazaban la tesis de la

neutralidad valorativa en la ciencia, a saber, que los juicios de valor no tienen papel

legítimo en la justificación de teorías empíricas. Longino (1990) argumentaba que la

práctica científica debería ser informada por los valores feministas.

Muchos autores rechazaron este tipo de afirmaciones como absurdas, por ejemplo,

Susan Haack (1998) criticó tales afirmaciones defendiendo la tesis de la neutralidad,

con argumento tales como (1) si una teoría es justificada y determinada por la evidencia,

la teoría es verdadera, (2) las teorías científicas consisten en afirmaciones descriptivas

acerca del mundo, (3) los juicios de valor son afirmaciones normativas sobre cómo debe

ser el caso, (4) las afirmaciones sobre cómo debe ser el caso nunca son relevantes (y así

nunca puede proporcionar evidencia) para las afirmaciones descriptivas verdaderas

sobre lo que es el caso y, (5) por lo tanto, los juicios de valor no pueden jugar un papel

en la justificación de teorías científicas (cfr. Intemann, 2001, p. 507).

Tampoco es de soslayar, en la tendencia feminista, una autora severamente crítica de

la ciencia moderna, la india Vandana Shiva en una serie de trabajos: “Reductionism

science as epistemológical violence” (1988), Monocultures of the mind: perspectives on

biodiversity and biotechnology (1993), Biopiracy: The plunder of nature and knowledge

(1997); la autora desarrolla un cuestionamiento a la práctica actual de la ciencia

moderna, denominándola ciencia reduccionista. Sostiene que la ciencia es una

expresión de la creatividad humana, tanto individual cuanto colectiva. La creatividad

tiene diversas expresiones, por lo tanto la ciencia es una iniciativa pluralista que abraza

diferentes maneras de conocer. No se restringe a la ciencia moderna occidental, pues

incluye los sistemas de conocimiento de diversas culturas en diferentes periodos de la

historia (Shiva, 2001, p. 29-30).

Shiva caracteriza el modelo de la ciencia reduccionista dominante como aquel que

proporciona la comprensión de los fenómenos, como afirma Lacey, en términos de sus

estructuras subyacentes y componentes moleculares, de sus procesos e interacciones y,

28

las leyes que gobiernan, abstrayendo sus relaciones con la vida y las experiencias

humanas (cfr. Lacey, 2010a, 2011); de tal forma los objetos son vistos, muertos, inertes

sin valor (cfr. Shiva, 2001, cap. 2).

Otras autoras de la tendencia feminista de la ciencia que centralizan sus reflexiones y

dedican algunos trabajos a la importancia de los valores en la ciencia son dignas de

mencionar, por ejemplo: Mirian Solomon (1992, 1994, 2001) y Phyllis Rooney, “On

values in science: Is the epistemic/non-epistemic distinction useful?” (1992), artículo

presentado en el encuentro de “Philosophy of Science Association” 1992, donde de

forma provocativa preguntara si la distinción entre valores epistémicos y no-epistémicos

es útil dentro de la filosofía de la ciencia y, especialmente, para la filosofía feminista de

la ciencia. La pregunta es presentada contra la de muchos filósofos e historiadores de la

ciencia de que los juicios científicos son en algún respecto y grado próximos a los

juicios de valores gobernados por reglas de la inferencia (cfr. Rolin, 1998). Al respecto,

muchas autoras se manifestaron y le dedicaron algún trabajo: Elizabeth Anderson

(1995b), Susan Haack (1996), Lynn Nelson (1996), Lynn Nelson y Jack Nelson (1995),

Elizabeth Potter (1995), Alison Wylie 1995). La polémica no solo causó en responder la

pregunta de Rooney, además se discutía sobre la evaluación de la teoría a través de

juicios de valor, que la teoría normativa de juicios científicos no precisa de algoritmos

para la elección de teorías, que los diferentes científicos pueden interpretar y aplicar los

mismos valores de diferentes formas y así lograr diferentes evaluaciones para la

aceptación de las teorías (Ibíd.).

Philip Kitcher, otro autor simpatizante del papel de los valores en la ciencia, en una

serie de sus trabajos se dedica al asunto, en obras tales como “The naturalists return”

(1992), The advancement of science (1993), Science truth, and democracy (2001),

Science in a democratic society (2011). Formula la pregunta: ¿cómo los intereses

sociales y los cognitivos pueden combinarse en la toma de decisiones en la ciencia?

Halla que la respuesta se debe buscar en el contexto de los estudios detallados de la

práctica histórica y contemporánea de la ciencia. Afirma, también, que los valores

epistémicos tienen un carácter normativo; considera la verdad como un valor epistémico

superior a los demás; trata de substituir el vocabulario de la lógica (términos como

regla, algoritmo, prueba y proposición), con otro próximo a la ética, sugiriendo que el

análisis epistemológico de las prácticas científicas no puede prescindir de las

consideraciones genuinamente axiológicas (cfr. Barra, 2000).

29

Sostiene que el objetivo de la investigación científica es obtener verdades

significativas, la significación es generada por nuestras preocupaciones prácticas y por

nuestros intereses epistémicos. La verdad significativa tiene relevancia en un contexto

determinado. Las creencias verdaderas son consideradas como vehículos para la

obtención de fines prácticos, y el propósito de la epistemología seria evaluar los

enunciados con vistas a constituir creencias verdaderas, y así las personas pueden

alcanzar efectivamente sus fines. No hay una verdad completa sobre la naturaleza, no

hay razones para pensar que eso sea algo que los seres humanos podríamos alcanzar o

valorizar; hay innúmeras cuestiones sobre el mundo que no tiene interés para nosotros

(Kitcher, 2003).

Otro autor fundamental para el debate actual de la relación ciencia y valores es

Nicholas Rescher, a pesar de haberse ocupado ampliamente de otros aspectos de la

filosofía de la ciencia, también ha desarrollado una filosofía de los valores en general,

aplicables al problema de la ciencia y valores, en un libro: A system of pragmatic

idealism. Vol. II: The validity of values: Human values in pragmatic perspective (1993).

Según Echeverría, la concepción de los valores de Rescher es interesante por varias

razones; primero, por la afirmación de la existencia de los valores objetivos y, no solo

subjetivos, gracias a ello habría evaluaciones racionales; segundo, reconoce que los

valores desempeñan un papel decisivo en la ciencia; tercero, afirma una estricta

pluralidad axiológica, tanto en acciones humanas en general como en el caso de la

ciencia; cuarto, la racionalidad humana depende siempre de un proceso de optimización,

que involucra siempre valores (cfr. Echeverría, 1995a, p.109).

En su libro Razón y valores en la era científico-tecnológica (1999), producto de una

serie de conferencias en Argentina y España en los año 1993, 1994 y 1995, algunas de

ellas reunidas en el libro para el público de habla castellana. Sostiene que los valores no

son solo una cuestión subjetiva, sino también objetiva. Los valores de la ciencia tienen

que ver con los objetivos, teorías, proceso de producción y aplicación. El

emprendimiento de la investigación científica incorpora valores, una investigación es

escogida por los sujetos individuales o grupos, en cuanto dan preferencia a unos temas

sobre otros, y tienen en cuenta la inversión en tiempo, esfuerzos y recursos. Así la

conducta del investigador estaría vinculada con los valores de veracidad, precisión,

objetividad, predicción, control y dominio de la naturaleza a través de la tecnología.

En el desiderátum o elección de las teorías científicas sostiene que contamos con los

valores epistémicos, como la comprensibilidad, la simplicidad, la exactitud, la precisión,

30

entre otros, así como también con los valores prácticos, como gestión de riesgo

cognitivo, los padrones de prueba y rigor que determinan las pruebas empíricas, que se

requieren para justificar la aceptabilidad de ciertas afirmaciones científicas; se cuenta

también con los valores de los trabajadores científicos, como la perseverancia,

persistencia, honestidad intelectual, amor por la búsqueda de la verdad; y los estímulos

al investigador mediante incentivos y premios, como también se tiene en cuenta los

beneficios que la ciencia nos brinda para el bienestar, en fin, el conocimiento científico

es un bien humano valiosísimo entre otros.

El italiano Evandro Agazzi es otro autor que se posiciona a favor del papel de los

valores en la ciencia, en su libro Il bene, il male e la scienza (1992), distingue la

práctica científica en dos modos: la ciencia como saber, por un lado y, como actividad,

por otro. Afirma que la ciencia como saber es la búsqueda de la verdad, es objetiva, por

tanto, neutra. Sin embargo, la ciencia como actividad no sería neutra. Sostiene, también,

que cuando hablamos sobre el concepto de neutralidad, generalmente pensamos en su

uso literal, a saber, estar fuera de las contiendas o no tomar partido a favor o en contra

de nadie como tal. En este sentido la neutralidad no se refiere a las entidades abstractas

como la ciencia, sino a lo sumo a individuos concretos como los científicos. Sin

embargo, el término neutralidad precisaría de una matización más profunda para

esclarecer el problema de la implicación de si la ciencia es neutra o no.

El autor distingue hasta cinco tipos de neutralidad: el desinterés, el estar libre de

prejuicios, no estar al servicio de intereses, libre de condicionamientos y ser indiferente

respecto a fines (Ibíd. p. 51). Afirma que la ciencia como un saber objetivo, debe tener

siempre presente tales tipos de neutralidad, sino perdería su objetividad, el valor

cognoscitivo de las teorías científicas, su ideal regulativo como saber. Por otro lado, la

ciencia como actividad desarrollada por los seres humanos a través de instituciones en

una sociedad del tipo cual fuera, no estaría libre de intereses, prejuicios,

condicionamientos, fines, etc. En cuanto son regulados con responsabilidad ética (Ibíd.).

Entre los autores americanos que exploran el papel de los valores en el periodo

contemporáneo de la filosofía de la ciencia, especialmente al comienzo del siglo

presente, son muchos, solo mencionaremos a los autores y sus obras para no

extendernos en excesivo, ya que el objetivo no es discutir sus tesis, sino presentar una

bibliografía que muestre que hay autores reflexionando y produciendo literatura con

respecto a la relación entre ciencia y valores en la praxis científica. Antes, es

imprescindible mencionar, por lo menos tres compilaciones de libros fundamentales

31

para el tema. El primero es el resultado de un Sexto Coloquio Pittsburgh-Konstanz,

realizado en octubre de 2002 en Pittsburgh University, editado por Peter Machamer y

Gereon Wolters: Science, values, and objectivity (2004); el segundo, es el resultado de

una serie de conferencias llevadas a cabo en University of Alabama en Birmingham, los

editores son Harold Kincaid, John Dupré y Alison Wylie: Value-free science? Ideals

and illusions (2007); un tercero, es el resultado también de una serie de conferencias

sobre ‘Ciencia y Valores’ sustentada en The Center for Interdisciplinary Research (ZiF)

en Bielefeld Alemania en julio de 2003, editados por Martin Carrier, Don Howard y

Janet Kourany: The challenge of the social and the pressure of practice. Science and

values revisited (2008). Se puede indicar un libro más, que reúne un conjunto de

artículos presentado en Joint Meeting of the International Academy for Philosophy of

Science and the International Academy for Religious Science, realizado en

dell`Uviversità del Salemo, en Lecce, octubre de 2003; editores, Evandro Agazzi y

Fabio Minazzi: Science and ethics. The axiological contexts of science (2008).

Entre el conjunto de autores y autoras americanos, o si no son americanos, pero que

trabajan en Norte America, que de cierta forma han reflexionado sobre el asunto con

profundidad, podemos señalar a: John Dupré: Human nature and the limits of science

(2001), “Fact and value” (2007); Kristin Shrader-Frechette: “Scientific progress and

models of justification: A case in hydrogeology” (1989), Taking action, saving lives

(2007); K. Shrader-Frechette & Earl D. McCoy: “How the tail wags the dogs: How

value judgments determine ecological science” (1994); Don Howard: “Lost wanderers

in the forest of knowledge: Some thoughts on the discovery-justification distinction”

(2006); Kristen Intemann: “Science and values: Are value judgments always irrelevant

to the justification of scientific claims?” (2001); Kristen Intemann e Inmaculada de

Melo-Martín: “Social values and scientific evidence: The case of the HPV vaccines”

(2009); Sandra Mitchell: “The prescribed and proscribed values in science policy”

(2004), Unsimple truths: science, complexity and policy (2009); Gerald Doppelt: “The

value ladenness of scientific knowledge” (2007); Kevin Elliot: Is a little pollution good

for you? Incorporating societal values in environmental research (2011), “Direct and

indirect roles for values in science” (2011); Heather Douglas: “Inductive risk and values

in science” (2000), “Autonomy, responsibility, and values” (2004), “Rejecting the ideal

of value-free science” (2007), “The role of values in expert reasoning” (2008), Science,

policy, and the value-free ideal (2009). Cabe destacar que los dos últimos autores,

jóvenes promisores, se dedican exclusivamente al asunto. Lógicamente en el grupo

32

incluimos a Hugh Lacey, a pesar de ser australiano, pues desarrolla su modelo filosófico

en América y, en parte, en Brasil.

Cabe resaltar, entre todos los autores de la fase contemporánea, que se dedican con

exclusividad al tema de la relación entre ciencia y valores, en Estados Unidos, desde los

años noventa del siglo anterior hasta hoy, tal vez lo sean Helen Longino y,

especialmente, Hugh Lacey, y más recientemente Heather Douglas. Pero desde nuestra

lectura, es indudablemente Lacey, tanto en América como en Brasil y en el mundo,

quién cala a fondo en el tema. Por ello, nuestro objetivo central es la presentación del

modelo filosófico del autor, en su mayor parte desconocido en el habla castellana.

Entre los autores de habla castellana, la dedicación exclusiva al tema, corresponde al

español Javier Echeverría, quien explora con mayor profundidad la relación ciencia y

valores, sus libros y sus artículos lo muestran, incluso explora también el papel de los

valores en la tecnociencia. Entre sus obras principales en el asunto podemos mencionar:

Filosofía de la ciencia (1995a), “El pluralismo axiológico de la ciencia” (1995b),

Ciencia y valores (2002), La revolución tecnocientífica (2003a), “El principio de

responsabilidad: Ensayo de una axiología para la tecnociencia” (2003b), Ciencia del

bien y el mal (2007). Sostiene que la filosofía de la ciencia dejó de ser solamente una

filosofía pura del conocimiento científico, pasando a ser una filosofía práctica o una

filosofía de la actividad científica, de tal forma, debe ser estudiada a través de criterios

axiológicos que influencian, profundamente, las diversas modalidades de la actividad

científica.

Rechaza la idea que solamente los valores epistémicos deban interesar a los

científicos. Afirma que no es posible estudiar el papel de los valores en la ciencia

subordinadas a una supuesta finalidad. Sino, sostiene que debe partir de la existencia de

una pluralidad de valores, epistémicos y no-epistémicos e incluso estéticos, que

cambian en función del contexto a lo largo de la historia, pero la actividad científica

trata de optimizar en la medida en que sea racional. Rechaza, también, la distinción

entre juicios de hecho y juicios de valor, lógicamente también la neutralidad axiológica

de la ciencia. Afirma que las decisiones científicas envuelven las evaluaciones

axiológicas; en tal sentido, una teoría axiológica de la ciencia tiene que ser pluralista y

no monista, ya que en cualquier acción científica está implícita una diversidad de

valores.

Además de Echeverría, en España existe un grupo de autores que dedican en cierta

forma sus reflexiones al papel de los valores en la ciencia. Sin entrar en detalles, solo

33

mencionaremos los autores y sus obras como la muestra de sus emprendimientos: F.

Javier Rodríguez Alcázar: “Epistemic aims and values in W. V. Quine's naturalized

epistemology” (1993), “Esencialismo y neutralidad científicas” (1997), Ciencia, valores

y relativismo (2000), “Valores no epistémicos en la ciencia reguladora y en las políticas

públicas de ciencia e innovación” (2010), “Valores prácticos y representación: los

modelos científicos como mapas” (2010); Juan Ramón Álvarez: “La ciencia y los

valores: la interpretación de la actividad científica” (2001); J. Francisco Álvarez Á:

“Capacidades potenciales y valores en la tecnología: elementos para una axiología de la

tecnología” (2001); de la autora, Eulalia Pérez Sedeño: “Objetividad y valores desde

una perspectiva feminista” (2005a), “Las ligaduras de Ulises o la supuesta neutralidad

valorativa de la ciencia y tecnología” (2005b), “Mitos, creencias, valores: cómo hacer

más “científica” la ciencia; cómo hacer la “realidad” más real” (2008); Armando

Menéndez Viso: Las ciencias y el origen de los valores (2005); incluso se encuentran

dos tesis doctorales al respecto, de María Concepción Pérez Sedeño: Valores cognitivos

y contextuales en periodo de ciencia normal. La medicina clínica (2003); Verónica Sanz

González: Valores contextuales en ciencia y tecnología: el caso de las tecnologías de la

computación (2011).

En México y Argentina, también hay autores interesados, en el problema de relación

entre ciencia y valores, que de alguna forma tocan con cierto rigor el asunto. Por

ejemplo, en México los autores son Sergio F. Martínez Muñoz, “El reconocimiento de

la pluralidad de valores en la ciencia: La propuesta de Javier Echeverría” (1999),

Geografía de las prácticas científica (2003), “Ciencia, valores y prácticas científicas”

(2005); León Olivé: El bien, el mal y la razón (2000), “Normatividad y valores en la

ciencia y la tecnología” (2004a) “Normas y valores en la ciencia bajo un enfoque

naturalizado” (2004b), La ciencia y la tecnología en la sociedad del conocimiento

(2007). En Argentina tenemos a Ricardo Gómez: “Lenguaje y elección de teorías:

contra la historia oficial” (2010), “OTTO NEURATH: Lenguaje, ciencia y valores. La

incidencia de lo político” (2011), aunque el autor trabaja en EE.UU.; Fernando Tula

Molina: “Capacidad tecnológica y valores sociales” (2006); Leonardo Rodríguez Zoya:

“Complejidad: la emergencia de nuevos valores epistémicos y no epistémicos en la

historia de la ciencia contemporánea” (2008), “Complejidad de la relación entre ciencia

y valores. La significación política del conocimiento científico” (2009), “Hacia una

epistemología política: La tensión entre ciencia y política en la filosofía de la ciencia del

positivismo lógico” (2010).

34

Incluso, en nuestro país, Perú, tenemos a Alberto Cordero que trabaja en CUNY-

EE.UU. El autor, de alguna forma dedicó algunos artículos sobre el papel de los valores

en la ciencia. Es simpatizante a la vez crítico del asunto, sus obras: “Las ciencias

naturales y los valores” (1982); “Science, objectivity and moral values” (1992);

“Pluralism, scientific values, and the values of science” (2008).

En portugués, especialmente en Brasil, existen muchos autores dedicados a la

reflexión del papel de los valores en la ciencia, la mayoría, tal vez, bajo la influencia de

Hugh Lacey, desde los mediados de la década del noventa del siglo anterior.

Exceptuando, quizá, por ejemplo, a Sergio Martins quien desde los años ochenta, hizo

algunas reflexiones del tratamiento axiológico de la ciencia, algunos de sus trabajos lo

muestran así, por ejemplo: “Abordagem axiológica de la epistemologia científica”

(1981), Sobre o papel dos “desiderata” na ciência (1987) [tesis doctoral], “Intrinsic

values in Science” (2001).

Los otros autores que pueden ser mencionados en Brasil se encuentran: Marcos

Barbosa de Oliveira: “A epistemologia engajada de Hugh Lacey” (1999), “A

epistemologia engajada de Hugh Lacey II” (2000), “Neutralidade da ciência,

desencantamento do mundo e controle da natureza” (2008), “Formas de autonomia da

ciência” (2011); Pablo Mariconda: “O controle da natureza e as origens da dicotomia

entre fato e valor” (2006), “Galileo and modern science” (2011), “Get ready for

technoscience: the constant burden of evaluation and domination” (2012); Paulo

Mariconda y Hugh Lacey: “A águia e os estorninhos: Galileo e a autonomia da ciência”

(2001). Lacey y Mariconda: “The Eagle and the starlings: Galileo’s argument for the

autonomy of science-how pertinent is it today?” (2012); Alberto Cupani: “A ciência e

os valores humanos: Repensando uma tese clássica” (2004); incluso existen tesis de

grado académico que exploran el tema, por ejemplo de, Brena Fernandez: O devir das

ciências: Invenção ou inserção de valores humanos (2004) [Tesis Doctoral],

“Retomando a discussão sobre o papel dos valores nas ciências: a teoria econômica

dominante é (pode ser) axiologicamente neutra?” (2006), “A epistemologia de Hugh

Lacey em diálogo com a economia feminista: neutralidade, objetividade e pluralismo”

(2008), como los títulos de los artículos lo indican, la autora aplica el problema de los

valores a la teoría económica; otra tesis, Kelly Koide: O papel dos valores cognitivos e

não-cognitivos na atividade científica: O modelo reticulado de Larry Laudan e as

estratégias de pesquisa de Hugh Lacey (2011) [Tesis de Magister].

35

En la perspectiva francesa, se puede mencionar por lo menos dos autores: Raymond

Boudon y Bruno Latuor, a pesar de ser sociólogos, sus análisis tienen un tenor

filosófico, muy influyente en la concepción de la ciencia contemporánea. Veamos, por

ejemplo, sus obras, Boudon: O Justo e o verdadeiro. Estudos sobre a objectividade dos

valores e do conhecimento (1995); Latuor: Políticas da natureza: Como fazer ciência na

democracia (2004). Otro autor joven y promisor, pero con carrera filosófica, Nicolas

Lechopier, aplica el modelo de la interacción entre ciencia y valores, a las “ciencias de

la salud”, específicamente a la epidemiología, caso no usual en los enfoques filosóficos

de la ciencia, véase sus trabajos: Les valeurs de la recherche: Enquête sur la protection

des données personnelles en épidémiologie (2011a) “Ética e justiça nas pesquisas

sediadas em comunidades: o caso de uma pesquisa ecossistêmica na Amazônia”,

(2011b), “Sciences, valeurs et pluralisme chez Hugh Lacey” (2012).

Recientemente, dos autores alemanes: Martin Carrier y Torsten Wilholt, ambos de la

Universidad de Bielefeld, emplazan su interés a los análisis de la ciencia desde la

perspectiva axiológica; el primero, se inclina por la reflexión relacionada con la política

científica y la comercialización de la investigación. Cuyas obras podemos mencionar:

“Knowledge and control. On the bearing of epistemic values in applied science” (2004),

“Science in the grip of the economy: On the epistemic impact of the commercialization

of research” (2008), “Underdetermination as an epistemological test tube: Expounding

Hidden values of the scientific community” (2011), “Values and objectivity in science:

Value-ladenness, pluralism and the epistemic attitude” (2012). El Segundo autor, cuyas

obras tenemos: “Design Rules: Industrial Research and Epistemic Merit” (2006a),

“Scientific autonomy and planned research: The case of space science” (2006b), “Bias

and values in scientific research” (2009), “Scientific freedom: Its grounds and their

limitations” (2010), “Epistemic trust in science” (2012).

Recordando que el objetivo del presente trabajo es la presentación del modelo

filosófico de la ciencia de Hugh Lacey, quién en nuestra opinión desarrolla de forma

fructífera su modelo de interacción entre ciencia y valores. Recientemente, o casi en los

últimos diez años, en el Brasil dictó una serie de “Seminarios”, especialmente

organizado por el Departamento de Filosofía y la Revista Scientiae Studia, de la

Uniersidade de São Paulo (USP), Los Seminarios muestran la dedicación exclusiva del

autor al tema de la relación ciencia y valores. Veamos, por ejemplo, los títulos de los

seminarios: “Prática científica: a inter-relação entre adotar estratégias e sustentar valores

sociais”, de marzo a junio de 2004; “Ciência e valores”, en el primer Semestre de 2006;

36

“Sobre a interação entre ciência e valores: Autonomia, neutralidade, precaução e

democracia”, de abril a junio de 2009; “On the integration between science and ethical

and social values: Completing the model of this interaction, and seven new thesis”,

curso de posgrado del primer semestre de 2011; “Ciência, tecnociência, valores e

sociedade: assuntos correntes de pesquisa”, de febrero a mayo de 2013. La participación

en tales Seminarios, nos llevó a interesarnos en la temática, de aquí nuestra osadía en

tratar de sistematizar, por lo menos, introductoriamente, el modelo epistemológico del

autor.

37

CAPÍTULO II

2. EL MODELO FILOSÓFICO DE LA INTERACCIÓN ENTRE

CIENCIA Y VALORES DE HUGH LACEY

“La ciencia puede ser evaluada no solo por el

valor cognitivo (epistémico) de sus productos

teóricos, sino también por su contribución para la

justicia social y el bienestar humano” (Lacey,

2010a, p. 102).

Nuestro autor observa, de forma resumida, que durante mucho tiempo, los empiristas

y racionalistas pensaron que una buena teoría científica es racionalmente aceptable si

los juicios científicos correctos son derivados según ciertas reglas: la inducción, la

deducción, la hipotética-deductiva, o formalizados según el cálculo de probabilidades.

Pues, suele haber muchas propuestas rivales, pero no siempre se llega a un consenso, las

explicaciones de los juicios científicos correctos en tales reglas han estado muy

enredado en disputas supuestamente insolubles (cfr. Lacey, 1998, p. 61).

Resulta, entonces, que nuestro autor trata el problema de la racionalidad científica o

la cuestión de cómo se constituye un juicio científico correcto, desde una perspectiva

alternativa, a saber, en términos de un conjunto de valores: los valores cognitivos.

Sostiene que los juicios científicos correctos son realizados por medio de un diálogo

entre los miembros de la comunidad científica sobre el nivel de la manifestación de

tales valores para una teoría o para teorías rivales, en vez de por medio de la aplicación

de un algoritmo ideal usado por científicos individuales (Ibíd.). El autor reconoce, como

sus antecesores, en esta tarea a Thomas Kuhn (1977), la influencia personal de Roy

Bhaskar (1979, 1985a, 1985b) y, especialmente, a Ernan McMullin (1983).

De acuerdo con Lacey, un valor, por lo general, es un criterio de lo que es bueno. Por

ejemplo, un valor cognitivo es un criterio de un buen entendimiento científico, un valor

38

social es un criterio de una buena sociedad, un valor moral es un criterio de un buen

relacionamiento entre personas. Pues, cuando se practica la ciencia, tendríamos interés,

además de un buen entendimiento, en la posibilidad de sus aplicaciones que pueden

servir a los valores sociales y morales; para realizar esto será necesario adoptar una

estrategia, pues esta definirá las posibilidades que deseamos investigar, en la medida

que se investiga será importante inquirir las posibilidades reales que puedan ser

realizados en la práctica. Como también, será importante que las teorías sean evaluadas

a través de criterios confiables, a saber, los valores cognitivos. A pesar, de no haber

simpatía alguna con la terminología, pues algunos autores prefieren usar términos como

“criterios de evaluación”, “reglas” o “confirmación”. Para nuestro autor es importante

reconocer que esos criterios operan en términos amplios, según la misma lógica, como

valores en general. Pues esto también sugiere que los valores no precisan de ser visto

como algo subjetivo, ya que en la ciencia tales valores cognitivos son más o menos

objetivos y habría un consenso con relación a ello.

Decíamos líneas arriba que nuestro autor se dedica exclusivamente al problema de la

relación entre ciencia y valores desde los años noventa del siglo pasado. Durante todo

esos años hasta hoy, sus preocupaciones conciernen a asuntos como la existencia de

relaciones mutuamente reforzadoras entre las estrategias metodológicas que son

adoptadas en la investigación científica y los valores ético-sociales sustentados por los

investigadores; el desarrollo del modelo de cómo ello funciona y la forma de cómo

evitar el relativismo, permitiendo que los resultados científicos sean aceptados de

acuerdo con la imparcialidad; y que el modelo permita jugar un papel importante en la

formulación de la estructura de una propuesta y la implementación correspondiente de

algún proyecto científico institucional, a saber, del entendimiento de la relación entre

ciencia, tecnología y sociedad, y del propio significado de la tecnociencia, no solo de

hoy en día, sino también para futuros desarrollos.

En la primera etapa de sus escritos, el autor, resume su modelo filosófico de la

ciencia en diez tesis (cfr. Lacey, 2005a), que trató principalmente del impacto de los

valores sobre la elección de las estrategias metodológicas. Pero, desde hace algunos

años más recientes ha dirigido su mirada a algo diferente, a la forma en que las

investigaciones científicas tienen impacto en el reino de los valores, especialmente en el

propio papel de las deliberaciones democráticas sobre la política de la ciencia y la

tecnociencia, es decir, incluye las reflexiones sobre cómo conducir la ciencia para que

39

contribuya apropiadamente a la sustentabilidad medio-ambiental y el bienestar humano,

de tal forma que la responsabilidad de los científicos sea adecuadamente ejercida.

Todavía, en sus trabajos más recientes, ha tratado los asuntos relacionados con la

ciencia aplicada, especialmente, concerniente a la legitimidad de la aplicación de los

descubrimientos científicos innovadoras en las prácticas sociales. Para incluir estas

reflexiones adicionales a su modelo, Lacey amplía sus diez tesis, revisadas hasta veinte.

Que son necesarias para integrar sus propuestas sobre como los valores apropiadamente

juegan un papel en conexión con la justificación y la aplicación de los nuevos

descubrimientos científicos, por ejemplo, el endosamiento7 (endorsement) de teorías o

hipótesis (ver §2.8.), vale decir, los juicios donde las hipótesis (con ciertos riesgos) son

suficientemente bien sustentadas para justificar una acción en la forma que son

informadas por ellos mismos, a pesar de que ellos no pueden (por varias razones) ser

aceptados, hasta el momento, de acuerdo con la imparcialidad.

Luego de este breve resumen descriptivo de algunos puntos del modelo filosófico

propuesto por Lacey presentaremos sus veinte tesis filosóficas, que muestran en líneas

generales, la síntesis de su aporte a la filosofía de la ciencia. Cabe resaltar que las veinte

tesis son de exclusividad, incluye sus primeros diez tesis anteriores con una

organización diferente, exclusivas porque aún no están publicadas en ninguno de sus

trabajos. Las veinte tesis fueron presentadas en el XXII Seminario Internacional de

filosofía e Historia de la ciencia, en el Departamento de Filosofía de la Universidad de

São paulo en Brasil 2011. Cabe advertir, que las tesis aún están en construcción sujetas

a sugerencias y revisiones críticas.

7 El término inglés ‘endorse’ o ‘endorsement’, entre otros de sus significados, tiene un sentido también de

aprobar, aprobación, apoyar, ratificar; en estos sentidos, el autor, usa el significado del término,

específicamente en el sentido de una aceptación provisional de una hipótesis o teoría. En el castellano

no es usual, pero algunos diccionarios le dan también el sentido de aprobación, por ejemplo, el traductor

electrónico google. Nosotros traducimos y usamos los términos: ‘endorse’ como endosar,

‘endorsement’ como endosamiento, en el sentido de aprobación o, en el sentido que usa el autor, vale

decir, como aceptación provisional de una teoría o hipótesis.

40

2.1. Veinte tesis filosóficas de la ciencia de Hugh Lacey

A pesar que las veinte tesis aún están en construcción, ellas sintetizan los

lineamientos fundamentales del modelo del autor que nos pueden guiar para un

entendimiento más o menos sistematizado y general de su propuesta o aporte en su

reflexión filosófica de la ciencia, y son las siguientes:

Tesis 1: En toda la tradición de la ciencia moderna, la idea en que la ciencia está libre de

valores se entiende mejor en la combinación de tres tesis: imparcialidad, neutralidad y

autonomía que son los valores constitutivos de las prácticas científicas y de las

correspondientes instituciones científicas – donde, entre otras cosas, la imparcialidad

presupone una distinción entre valores cognitivos y valores sociales (éticos y de otros

tipos de valores no-cognitivos), y la neutralidad presupone la exclusión de juicios de

valor en las implicaciones lógicas de las teorías científicas.

Tesis 2: (a) Solo la imparcialidad puede ser sustentada sin ambigüedad. Vale decir, en

la medida que expresa el valor de la aceptación de una teoría de un dominio de

fenómenos, si y solo si manifiesta los valores cognitivos en un alto grado a la luz de los

datos empíricos relevantes, y se rechaza una teoría, si y solo si, fuera inconsistente con

otra teoría imparcialmente aceptado – así, no hay un papel legítimo para los valores

sociales e éticos al lado de los valores cognitivos, cuando está en juego la aceptación de

una teoría.

(b) La neutralidad, los resultados científicos pertenecen al patrimonio común de la

humanidad, sirven equitativamente a todas las perspectivas viables de valor, se

encuentran comprometidos con las prácticas científicas dominantes, pero podría

manifestarse más si las investigaciones científicas se desarrollasen dentro de un

pluralismo de metodologías.

(c) La autonomía no es un valor que puede estar bien manifiesto en las prácticas

científicas, a menos que su formulación esté calificada, tal que la autonomía se torne

comprensiva para incluir el compromiso por parte de las instituciones científicas, y

mantener el diálogo con una amplia variedad de grupos sociales que incorporen diferentes

perspectivas de valores – y en el dialogo será necesario responder a las críticas, tomar

seriamente los intereses públicos en la determinación de las prioridades de la

investigación, mantener transparencia y, tal vez, aceptar un grado de monitoreo y

regulación de sus actividades. (Este autonomía-calificada podría contribuir para una

manifestación más alta de la neutralidad).

Tesis 3: La investigación científica siempre es conducida bajo una estrategia cuyos

papeles principales son: (i) restringir los tipos de teorías (o hipótesis) a ser considerados

y posiblemente confirmados en un proyecto de investigación que lleva hacia una

especificación de los recursos conceptuales disponibles de los tipos de posibilidades que

pueden ser identificados, y de los tipos de modelos, analogías y estimulaciones que

pueden ser usados en el curso de la investigación; y (ii) seleccionar los tipos de datos

41

empíricos que se buscan y se relatan, y cuáles de los fenómenos y aspectos que pueden

ser observados e investigados.

Tesis 4: La ciencia moderna ha sido desarrollada casi siempre y exclusivamente bajo un

tipo especial de estrategias (tienen muchas variedades) que pueden ser denominadas de

estrategias del enfoque descontextualizante (ED), bajo las cuales las teorías se restringen

para que representen los fenómenos y las encuadran sus posibilidades generativas a partir

de las estructuras subyacentes ( y sus componentes), el proceso, la interacción y las leyes

que los gobiernan (típicamente expresadas en términos matemáticos). La representación

de los fenómenos de esa manera envuelve su descontextualización: los fenómenos están

disociados de cualquiera de las relaciones que puedan tener con los acuerdos sociales, con

las cualidades sensibles y los valores – de cualquiera de las posibilidades que ellos

puedan obtener en virtud de su inserción en contextos particulares de lo social, lo humano

y lo ecológico. Y los datos empíricos son presentados usando categorías descriptivas que

generalmente son cuantitativas y aplicables en virtud de las mediciones, uso de

instrumentos y operaciones experimentales.

Tesis 5: Algunos fenómenos, objetos y reivindicaciones no pueden ser investigados

adecuadamente dentro del ED. La investigación científica – la investigación empírica

sistemática – de ellas que produce resultados de acuerdo con la imparcialidad, precisa (y

puede) ser conducida bajo otras estrategias no reducidas a estrategias que hacen parte del

ED. (Este es una propuesta empírica – basada en ejemplos concretos de la investigación

fecunda conducida bajo estrategias no reducidas que la de aquellas que hacen parte del

ED). El pluralismo metodológico hace posible que todos los fenómenos puedan (en

principio) ser objetos de investigación científica.

Tesis 6: (a) La adopción casi exclusiva de la estrategia del ED de la ciencia moderna se

explica debido a: (i) su fecundidad para producir los resultados de acuerdo con la

imparcialidad y la potencialidad del desarrollo prácticamente ilimitado; (ii) su adopción

muestra relaciones mutuamente reforzadoras con los valores sociales que pueden

denominarse valores del progreso tecnológico (VPT) y; (iii) los VPT prevalecen en todos

los países industrialmente avanzados y se incorporan en sus instituciones más

importantes.

(b) Existen buenas razones para el privilegio organizado de las estrategias del ED, en la

medida en que hay buenas razones para sustentar los VPT.

Tesis 7: Los valores sociales pueden promover fuertes razones para adoptar un tipo de

estrategia específico (como en la tesis 6 (ii)): adoptar estrategias (sujeto a las condiciones

en que las estrategias sean fecundas (como en la tesis 6 (i)) teniendo en cuenta las

relaciones mutuamente reforzadoras entre ellas y los compromisos con ciertos valores

sociales, la adopción de estrategias bajo los cuales se pueden identificar sistemáticamente

ciertas posibilidades valoradas y descubrir los medios de realizarlas, o producir

potencialmente resultados que en sus aplicaciones promuevan intereses definidos por los

valores en cuestión. Por lo tanto, si una posibilidad no pueda ser identificada por una

estrategia favorita (por ejemplo, dentro de un ED), eso no sirve como evidencia contra tal

posibilidad.

Tesis 8: En el momento que una estrategia es adoptada puede ser lógicamente separada

con el momento de la decisión de aceptar o rechazar una teoría (de un dominio específico

42

de fenómenos), construida bajo una estrategia, de modo que el compromiso con la

imparcialidad puede ser mantenido en el último momento, pues los valores sociales

tienen un papel legítimo en el primer momento. Además de ello, los valores sociales en

juego en el primer momento pueden ser los mismos cuya promoción es informada en un

tercer momento, en el de la aplicación del conocimiento científico.

Tesis 9: Tan fuerte es la garra de las estrategias del ED en la ciencia moderna (y en sus

instituciones de investigación y educación) que a veces no se percibe que pueden haber

posibilidades (en ciertos dominios de fenómenos, por ejemplo, en la agricultura) que hay

intereses que contesten a los VPT, que no pueden estar encuadradas bajo las estrategias del

ED; por tanto, pueden estar bajo otros tipos de estrategias (por ejemplo, en las estrategias

agroecológicas).

Tesis 10: Los fines de la ciencia son bien servidos en la institucionalización de las

prácticas científicas, de modo que puedan ser implementadas una pluralidad de

estrategias, vinculadas respectivamente con diferentes valores sociales. Eso depende de

en qué medida las instituciones científicas adopten la autonomía-calificada, así se facilita

una mayor manifestación de la neutralidad, mejor atención a los valores suscitados por

las aplicaciones y, sobre todo, el fortalecimiento de las instituciones en la participación

democrática.

Tesis 11: Cada vez más, la ciencia se torna en tecnociencia: la investigación científica

(al contrario del compromiso con la neutralidad) da prioridad a la investigación que

busca conocimiento que conduce al descubrimiento de innovaciones tecnocientíficas que

sirvan los interés del crecimiento económico, competitividad en el mercado internacional

y, generalmente, a los valores del capital de mercado (VC&M).

Tesis 12: La innovación tecnocientífica, característicamente, está informada por el

conocimiento científico, aceptada de acuerdo con la imparcialidad, que resulta de

investigaciones conducidas bajo las varias formas de estrategias del ED. Este tipo de

conocimiento también explica la eficacia de una innovación. Los objetivos

tecnocientíficos incorporan conocimiento obtenidos bajo las estrategias del ED; también,

incorporan los VPT y los VC&M.

Tesis 13: Generalmente las estrategias del ED no son adecuadas para la investigación de

todas las reivindicaciones pertinentes a los juicios sobre la legitimidad de la

implementación de una innovación, por ejemplo, pertinentes a los riesgos, beneficios y

prácticas alternativas que no utilizan generalmente la innovación. Para investigar esas

reivindicaciones se precisa utilizar estrategias no reductoras, como aquellas que hacen

parte del ED.

Tesis 14: Generalmente, las reivindicaciones hechas sobre los riesgos (e incertezas), los

beneficios y las alternativas en las deliberaciones (relevantes a las políticas públicas y a la

introducción de reglamentos para el uso de la innovación) sobre la legitimidad de

implementar una innovación tecnocientífica no está aceptada de acuerdo a la

imparcialidad (ya por causa del tiempo limitado o por la complejidad de los fenómenos,

que aún no se ha llevado acabo). Esas reivindicaciones solo pueden ser endosadas, es

decir, evaluadas y confirmadas como suficientemente buenas por los datos empíricos

disponibles, tal que sea legítimo en la praxis de la forma informada por ellas (hasta que se

tenga, por los menos, más datos relevantes disponibles).

43

Tesis 15: La confusión (identificación incorrecta) de los endosamientos con las

reivindicaciones aceptadas de acuerdo con la imparcialidad no son concordes con la

imparcialidad propiamente dicha.

Tesis 16: Los endosamientos – como aquellos hechas sobre los riesgos (e incertezas),

beneficios y alternativas – tiene su base racional en datos empíricos obtenidos en la

investigación científica (sistemática y empírica), juntamente con los juicios de que los

datos disponibles permiten confirmaciones suficientemente fuertes para legitimar las

acciones informadas por ellas (como si fueran verdaderas). Así, cuando se endosa una

reivindicación, uno también endosa ‘las evidencias que apoyan esa reivindicación como

siendo suficientemente fuertes, tal que no es necesario tener en cuenta las consecuencias

que pueden seguirse, si ella llegase a informar las acciones, y que en verdad fuera falsa’.

Cuando hay riesgo en consecuencias dañinas, cuando mayor es la seriedad ética sobre los

daños con el riesgo, mayor debe ser la probabilidad de que los daños realmente no

ocurran. Por tanto, lo valores éticos/sociales – no obstante no ser parte de la evidencia –

desempeñan un papel importante para justificar que los datos disponibles proporcionen

evidencias suficientes para legitimar los endosamientos.

Tesis 17: Los datos empíricos, pertinentes para la evaluación de los endosamientos

deben ser buscados en la investigación imparcial. Una investigación (al respecto de la

evaluación empírica de P) es imparcial si en ella las cuatro preguntas siguientes son

tratadas de modo que (a) el interés por obtener los datos empíricos, por parte de todos los

grupos relevantes, son tenidos en cuenta, (b) las reivindicaciones relevantes de cada

grupo están sujetas a la crítica con base en las más fuertes evidencias empíricas que se

puedan obtener y, (c) a la luz de los datos considerados relevantes por los críticos:

(i) ¿qué tipos de datos empíricos son relevantes para confirmar o rechazar P?

(ii) ¿Los datos disponibles proporcionan evidencias para P lo suficiente como para

concluir que más investigación sería irrelevante?

(iii) ¿La investigación suficiente, potencialmente relevante para el posible rechazo de P,

ha sido bien conducida?

(iv) ¿Las respuestas adecuadas que fueran dadas a las hipótesis alternativas, que los

críticos proponen para su consideración, se basaron en la investigación empírica?

Las propuestas aceptadas de acuerdo con la imparcialidad son los resultados de la

investigación imparcial en que las cuatro preguntas han sido adecuadamente tratadas

satisfaciendo a todos los grupos interesados.

Tesis 18: La investigación imparcial sobre los riesgos debe proporcionar ‘escenarios’

empíricamente – y teoréticamente – basados en el espacio de los efectos de la

implementación de una innovación tecnocientífica, las hipótesis sobre los efectos posibles

de la implementación y su variación en las condiciones del uso actual de ellas, teniendo

en cuenta las dimensiones social/económico/políticas de las condiciones y los

mecanismos de producción de los efectos y, por lo tanto, utiliza en la investigación la

pluralidad de estrategias relevantes. (a) En esta investigación todos los efectos posibles,

identificados como riesgos de la perspectiva de valores de algún grupo con intereses en el

asunto, deben ser (en principio) investigados, indiferente al tipo de mecanismos que

44

pueden generar los efectos, en la condición de que fueran plausibles desde el punto de

vista empírico o teorético. (b) La investigación del espacio de los efectos debe ser

realizada no solo para la innovación tecnocientífica propuesta, sino, también, para cada

una de las alternativas sugeridas de la cuestión sobre el espacio de las alternativas – ¿qué

alternativa, considerada en todas los casos, es la mejor alternativa? las variaciones

dependen de cómo la mejor puede ser tan diferente tomada en el contexto de diferentes

localidades y perspectivas de valor, debe ser investigada empírica y teoréticamente.

Tesis 19: En las deliberaciones sobre la legitimidad de la implementación de las

innovaciones tecnocientíficas, es muy probable que los endosamientos sean identificadas

incorrectamente con las reivindicaciones aceptadas de acuerdo con la imparcialidad – a

menos que la investigación imparcial fuera conducida de modo que permita la inclusión y

la representación de todas las perspectivas de valores que motivan los intereses en los

asuntos y, por lo tanto, utilizan la variedad de las estrategias metodológicas que tiene

relaciones mutuamente reforzadoras respectivamente con ellas. La neutralidad –

entendida en términos de inclusión de los valores relevantes, en el lugar propio en la

investigación, y no en términos de exclusión total de los valores de las prácticas

científicas – es una presuposición de la investigación científica imparcial. También, tal

inclusión (fortalecida por el pluralismo metodológico) es una condición necesaria para

responder la pregunta: ‘¿De qué manera la investigación científica debe ser conducida de

modo que garantice que la naturaleza sea respetada – que sus potencialidades

regenerativas no sean ulteriormente solapadas y, que sean restablecidas donde fueran

posible – y que el bienestar de todos, en todo lugar, puedan ser ampliados?’.

Tesis 20: Las prácticas científicas – aquellas en que el conocimiento está propuesto,

confirmado, y (a veces) aplicado – son prácticas socio-históricas que acontecen en el

mundo de la experiencia y valor humano conducidas por agentes humanos, cuyas

acciones pueden ser explicadas en términos de sus creencias, percepciones, deseos, e

valores. La investigación científica, que se restringe al uso de las estrategias del ED, falla

en sus categorías necesarias para entender su propia racionalidad y los límites de su

aplicabilidad, y en aquellas necesarias para articular su propio carácter moral, así, la

investigación restringida de esa forma se torna vulnerable siendo cooptada

predominantemente al servicio de los intereses de los poderes (cooperativas y

gubernamentales), sin consideración de sus méritos éticos y democráticos.

Consecuentemente, la ciencia no trata con alta prioridad los efectos (ambientales,

sociales, humanos), posiblemente dañinos, de las aplicaciones del conocimiento

científico, tal que los efectos, como el calentamiento global y la destrucción de la

biodiversidad, pueden ser generados efectivamente fuera de la atención de los científicos

(y otros), hasta el punto que sean irreversibles. Así, la ciencia (conducida bajo esas

restricciones) no es capaz de anticipar las crises sociales como aquellas confrontadas hoy

en día (ambientales, sociales, financieras), o de contribuir más para la resolución de ellas.

La investigación pertinente para tales fines, precisa ser conducido utilizando los recursos

completos del pluralismo metodológico.8

8 Lacey, texto inédito distribuido en el XXII Seminario Internacional de Filosofía e Historia de la Ciencia,

en el Departamento de filosofía USP São Paulo-Brasil en 2011).

45

2.2. Una teorización y análisis sobre la naturaleza de los valores y

juicios de valor

Antes de entrar en detalles en la presentación del foco principal de la propuesta

filosófica de la ciencia de Lacey, es necesario exponer brevemente en la presente

sección, la importancia de los criterios axiológicos de la praxis científica, como el autor

acostumbra hacerlo al comienzo de alguna de sus obras.

En el análisis de la naturaleza de los valores, el autor, tiene como objetivo tratar de

incorporar elementos como la aplicación de todo tipo de valores: valores cognitivos,

valores personales, valores éticos, valores sociales, valores institucionales (por ejemplo,

valores de las instituciones científicas), sin tratar de obscurecer las distinciones

fundamentales entre los varios tipos de valores. Quiere explicar también cómo los

descubrimientos científicos (los enunciados de hecho) pueden ser relevantes para la

evaluación de juicios de valor; no desea involucrar la reducción de juicios de valor a

expresiones de preferencias personales o subjetivas, no obstante, no niega algún

elemento de subjetividad personal en la sustentación de valores, como no presupone que

el valor de la ciencia (su racionalidad) sea de carácter diferente de los otros valores.

Desea explicar también en detalle las imbricaciones entre hecho y valor, vinculando la

reflexión de los valores con las experiencias, con nuestras vidas e instituciones, por

ejemplo, se sirve para explicar la formación y transformación de nuestros valores (los

valores que sustentamos) y, por qué (frecuentemente) las personas sostienen valores

diferentes y articulan las razones para sustentar sus valores de maneras diferentes. Si

proporciona los fundamentos para las normas y los principios éticos, para identificar los

criterios para usar y evaluar los juicios de valor, inclusive los juicios acerca de los

deberes, responsabilidades y de lo que sea legítimo, identifica los criterios para elegir

entre los posibles rumbos de la acción política (criterios para criticar acciones políticas

y para sugerir alternativas viables). Para evaluar el comportamiento de las personas y

regular las instituciones y las estructuras sociales.

En la reflexión sobre la gramática y lógica de los valores, la sustentación de valores y

juicios de valor, Lacey sustenta que existen varios tipos de valores: lo personal, lo ético

(moral), los sociales, los estéticos, los cognitivos, etc.; todos eses tipos de valores

compartirían la misma gramática y ciertos aspectos lógicos, una persona sustenta un

conjunto de valores de varios tipos – una perspectivas de valores – que se ajustan juntos

más o menos coherente y ordenadamente, dentro de los cuales existen relaciones de

46

refuerzo mutuo (por ejemplo, habría relaciones de refuerzo mutuo entre el valor ético

‘solidaridad’ y el valor social ‘justicia’). Un valor, que marca lo que es considerado

‘bueno’ por una persona (o grupo, cultura, sociedad, institución, etc.), será digno de

nuestra aspiración. Lacey admite que sus análisis comienzan con la sustentación de los

valores de las propias personas y de sus convicciones de lo que es ‘bueno’ y, a partir de

ello también se podría exigir si lo que es ‘bueno’ podría ser especificado de manera

aceptable para todo el mundo, independiente de la cultura, sociedad, grupo, etc.

2.2.1. Los valores éticos

Para nuestro autor, el fundamento de la ética se manifiesta en el interés por el

florecimiento humano, por el bienestar del mundo, en todos lugares y de todas las

personas, inclusive de aquellas de las generaciones futuras, que pueden ser afectadas

por el impacto de nuestras acciones. Las características que definen las vidas que

manifiestan el bienestar humano, las relaciones entre personas y el medio ambiente

natural - necesario para cultivar el bienestar de uno mismo y de todo los otros - para

aliviar los daños y el sufrimiento. Esas características y relaciones que varían desde las

perspectivas culturales, sociales y personales, serán las bases para generar las normas y

los principios éticos, los juicios acerca de los deberes y responsabilidades, lo que sea

legítimo, los criterios para elegir entre los posibles rumbos de acción o política, y para

evaluar y regular los comportamientos, las estructuras y las instituciones sociales.

Los valores éticos, de esta forma, valga la redundancia, serán las características que

definen (los componentes) de una vida humana digna lo ‘mejor’, lo distintivo de lo

humano, en sus relaciones entre las personas y dentro ellas con el medio ambiente

natural y los incontables seres que los componen, como también con otros seres que

pueden ser reconocidos en una concepción del mundo (por ejemplo, un ser superior

metafísico o un Dios), en la medida que ellos pueden estar vinculados al bienestar

humano. Lo fundamental estaría en la ‘sustentación de un valor’ por una persona, cuyas

características y relaciones se constituirían solo cuando se sustentan como valores por

una persona. La sustentación involucraría, varios tipos de valores éticos.

En primer lugar, para nuestro autor, los valores éticos se articulan en palabras,

cuando hablamos de las características y relaciones, de la noción de bienestar y de la

caracterización de lo distintivo de los seres humanos sobre lo que es una ‘vida mejor’

(los valores que sustentamos) que serían parte de la práctica de la auto-interpretación,

47

que hace posible la discusión, la interpretación y la argumentación sobre los asuntos

éticos, el contexto para determinar normas éticas, juicios de valor, responsabilidades y

legitimidad que pueden funcionar como criterios para elegir entre las opciones para la

acción disponible, como padrones para evaluar comportamientos, instituciones y

estructuras sociales (la ética estaría, parcialmente, constituida por las interlocuciones

sobre sus propios asuntos).

En segundo lugar, la ética se manifiesta en acciones, en el comportamiento de algún

agente, por ejemplo, cuando opera como un factor fundamental para explicar los

objetivos adoptados y los compromisos asumidos por una persona. Por otro lado, la

ética se manifiesta en la incorporación en las instituciones, las prácticas, las políticas

y en las estructuras sociales, cuando la institución proporciona funciones y papeles,

permiten la manifestación del valor (por ejemplo, la honestidad no está bien incorporada

en las instituciones, en vista que permiten las negociaciones corruptas).

Según nuestro autor, siempre habrá brechas (divergencias, tensiones, discrepancias)

entre los valores éticos que X (una persona) articula, y aquellos manifestados en sus

acciones. Raramente existirá una coherencia completa entre la articulación y la

manifestación de nuestros valores éticos. La fuente de las brechas tiene varios orígenes:

primero, el hecho de que nuestras aspiraciones pueden ir (y frecuentemente deben ir)

lejos de las realidades actuales (por ejemplo, la solidaridad con los pobres). Se articulan

ideas, aspiraciones para ganar la capacidad de manifestar ciertos valores en el futuro.

Segundo, en la falta de autocomprensión, contradicciones en la conciencia, o en la

tendencia para el compromiso social. Tercero, en la medida que vivimos, precisamos

conducir nuestras vidas en la interacción con otros, de tal forma que la manifestación de

algunos valores puede depender de la reciprocidad con otros (por ejemplo, mantener la

amistad), que frecuentemente la reciprocidad necesaria ocurre apenas cuando el valor

está bien incorporado en una institución o movimiento social.

Sustentar auténticamente un valor ético para el autor requiere: (i) desear vivir una

vida en el cual el valor se torne progresivamente manifiesto del modo más completo en

el comportamiento; (ii) creer en que una vida digna sea caracterizado por la

manifestación plena de tal valor y (iii) al elaborar (i), se tiene que comprometer con una

trayectoria de vida en el cual la brecha de su articulación y su manifestación disminuya

progresivamente, ello generalmente implica la participación en las instituciones que

manifiestan los valores sociales relacionados. Estas tres condiciones asegurarán que

48

los compromisos éticos auténticos no pueden permanecer estáticos o complacientes,

sino ser dinámicos (cfr. Lacey, 2006a, p. 41).

Para una presentación de las características generales de los valores éticos, Lacey

trata de estructurarlo de la forma siguiente:

La sustentación (por X) de un valor ético

v (por ejemplo, la honestidad) es un valor ético sustentado por X:

1. X desea que v se manifieste en grado elevado en sus acciones

2. X cree que la manifestación elevada de v en sus acciones es parcialmente

constitutiva de una ‘buena vida’.

3. X se compromete (ceteris paribus) a actuar para aumentar el grado de la

manifestación de v en sus acciones (o para mantener el grado ya elevado), es

decir, para disminuir la brecha entre la articulación de v y la manifestación de v

en sus acciones.

Para una generalización, por ejemplo, de la sustentación de todos los tipos de

valores, puede ser representado por -valores, variables que pueden expresar la

gramática de los valores en general:

- tipos de valores (característicos de un ‘buen’ )

v - una característica que pueda manifestarse en en mayor o menor grado

X - una persona

Entonces tenemos:

= ético; = vida humana; v = característica de una ‘buena’ vida humana

= social; = sociedad (institución, estructura social); v = característica de una

‘buena’ sociedad.

= cognitivo; = teoría (hipótesis); v = característica de una ‘buena’ teoría, una

teoría que representa un buen entendimiento.

-valores exhibe las varias formas, como los valores éticos – acompañado por

brechas – y con la variación indicada por el uso de ‘ ’.

49

Un valor social – por ejemplo, el respeto a los derechos humanos – se manifestaría

(más o menos) en las instituciones y estructuras sociales (no directamente en la vida

humana).

Pero, un valor social puede tener un valor ético que corresponde al ‘compromiso para

fortalecer la manifestación del valor social’ – similarmente lo sería para los otros

valores. Considerando el esquema:

v es un -valor sustentado por X

1. X desea que v se manifiesta en grado elevado en

2. X cree que la manifestación elevada de v en es parcialmente constitutiva de

un ‘buen’ .

3. X se compromete (ceteris paribus) a actuar para aumentar el grado de la

manifestación de v en (o para mantener el grado ya elevado), es decir, para

disminuir la brecha entre la articulación de v y la manifestación de v en .

La sustentación de los valores por X para el autor, envuelve también un papel para

los juicios de valor y para los enunciados estimativos de valor.

Juicios de valor

1. v es un -valor

2. v tiene precedencia (como un -valor) a v; por ejemplo, la justicia tiene como

precedencia (en cuanto valor social) la libertad; la honestidad tiene como

precedencia (en cuanto valor ético) a los beneficios sociales; la adecuación

empírica tiene como precedencia (en cuanto valor cognitivo) la simplicidad.

3. manifiesta v en grado elevado.

Los enunciados estimativos de valor – que no son juicios de valor – los enunciados

de hechos están abiertos para la investigación empírica (que frecuentemente, pero no

siempre, podrían ser conducidas por investigadores que no sustentan los valores).

v está manifestada en en un cierto grado

v está manifestado en hoy en día más que en el año pasado

50

v está manifestado en ₁ más que en ₂

v₁ está manifestado en más que el v₂

(X es honesto en la mayoría de las veces; X es más honesto que Y; X es generalmente

honesto, pero le falta más coraje).

La sustentación de valores, para el autor, envuelve ambos: tanto los juicios de valor

como los enunciados estimativos de valor, presuponiendo la capacidad de X para

estimar (comparativamente, a la luz de la evidencia) el grado de la manifestación de v

en . A veces, para tener tal capacidad, será necesario hacer el juicio de que v es un -

valor (por ejemplo, para estimar el grado de manifestación de la amistad entre las

personas es necesario valorizar – y experimentar – la amistad). Sustentar v como un -

valor tiene el presupuesto: es posible que manifiesta v en grado mayor que en el que

se hace ahora. En la sustentación de valores, hay imbricaciones de juicios de valor y

enunciados de hecho (abiertos a la investigación empírica) – reflejado en el uso de los

términos éticos sustantivos: X es honesto = (X manifiesta la honestidad en cierto grado)

y (este grado es suficiente para merecer un voto de aplauso).

Un -valor: un objeto que tiene -valor

La ‘justicia’ es un valor social: un cierto tipo de constitución (la constitución de un

país) podría tener un valor social por causa de su contribución causal para la

manifestación más alta de la justicia en una sociedad.

La ‘adecuación empírica’ es un valor cognitivo, para el acceso público de los

resultados experimentales podría tener valor cognitivo, por causa de su contribución

causal para la manifestación más alta de la adecuación empírica en los resultados

científicos.

La ‘solidaridad’ es un valor ético: el sistema económico neoliberal tiene valor ético

negativo: porque contribuye para la manifestación en grado menor para la solidaridad.

Más un esquema de juicio de valor:

O (un objeto) tiene -valor, O contribuye causalmente para la manifestación más alta

de v en , donde v es un -valor, (un cuarto tipo de juicio de valor), generalmente la

manifestación más alta de un -valor depende de la disponibilidad de varios objetos

51

que tiene -valor y la habilidad de minimizar los efectos de los objetos que tiene -

valor negativo.

En lo que sigue comentaremos brevemente sobre la cláusula ceteris paribus, en vista

del uso frecuente por parte del autor en la manifestación de los juicios de valor. Expresa

su gratitud sobre la importancia del uso de la cláusula a Roy Bhaskar (cfr. Lacey, 1998,

Cap. 8).

“Ceteris paribus” (“todo lo demás permanece igual”)

La cláusula ceteris paribus es un condicional o supuesto que permite hacer alguna

salvedad en una ley, explicación o predicción científica. La cláusula ceteris paribus

literalmente, significa "todo lo demás permanece igual", quiere decir que una

predicción científica se realiza bajo el supuesto general de que no habrá ningún factor

perturbador que afecte el sistema al que se refiere, o que las variables relevantes –

condiciones necesarias y suficientes para la producción del fenómeno– han sido

consideradas en el argumento predictivo; por ejemplo, si ponemos a calentar agua en

una cafetera, esperamos (se formula un enunciado predictivo) que hervirá en cinco

minutos. La predicción se formula ceteris paribus. Si la cláusula falla en la predicción,

puede haber sido, que la hornilla se apagó o alguien colocó hielo en la cafetera.

Note que la cláusula evidencia que la relación entre las premisas y sus conclusiones

no es deductiva, necesaria; sino, una generalización condicional que, dadas las

condiciones iniciales suficientes, la consecuencias se deben a la implicación de las

premisas, dado que ninguna de las condiciones iniciales será alterada. Algunos observan

que el carácter no deductivo de la cláusula da margen a diversas posibilidades en sus

conclusiones, por tanto, no tiene el carácter universal que se espera de las leyes

científicas, de ello la debilidad normativa de las leyes que contiene la cláusula (cfr.

Koide, 2011, p. 104).

Pero, como hemos visto arriba, nuestro autor usa la cláusula ceteris paribus, solo

como una salvedad en el esquema de la sustentación de valores y su manifestación. Por

ejemplo como en el ítem 3 encima: “X se compromete (ceteris paribus) a actuar para

aumentar o mantener el grado de la manifestación de v en ”. “Su relevancia reside en

un análisis de los juicios de valor hechos a partir de los enunciados estimativos de

valor” (Ibíd.), pues, “actuar para aumentar o mantener el grado de manifestación de v en

52

”, contiene, según Koide, la idea de un compromiso con una perspectiva de valor;

entonces, sería posible afirmar, que en las acciones de un agente informado por los

valores sociales sustentados por él, los juicios de valor son importantes en lo que

concierne al aumento o la manutención del grado de manifestación de ese valor. Por

ejemplo, si la preservación del “medio ambiente” es considerado un valor no-cognitivo,

cuya manifestación debe ser alta para que se considere como un grado “bueno”,

entonces ceteris paribus el agente debe estar comprometido en aumentar o mantener su

grado de manifestación (Ibíd.).

No obstante, que la cláusula ceteris paribus no tiene, de hecho, alguna fuerza

normativa, entonces no habría nada que pueda garantizar que habrá alguna manutención

de la manifestación del valor social deseado. Pero, según Pietroski y Rey, sostiene

Koide que la cláusula ceteris paribus no sería vacía, en la medida que en caso que de A

no se siga B, entonces habría una condición C que tenga un papel explicativo,

científicamente legítimo, verdadero, no-vacío, comprobable, apoyado por las

evidencias, capaz de figurar entre las explicaciones (Ibíd.). Como también advierte

Lakatos: “se puede dar fácilmente razones que hagan ver que las clausulas ceteris

paribus no son excepciones, sino que son la regla en la ciencia” (Lakatos, 1975, p. 215;

el cursiva en el original).

2.2.2. Las fuentes de la separación entre hechos y valores

La idea de la existencia de una separación profunda o dicotómica entre hechos y

valores en la práctica científica tiene su origen en el siglo XVII, como algunos estudios

lo muestran, especialmente a partir de los escritos de Galileo, Bacon y Descartes (cfr.

Mariconda, 2006; Lacey & Mariconda, 2012). El ideal ha formado parte esencial de las

interpretaciones filosóficas de la naturaleza y el estatuto epistémico de la metodología y

la teoría científica; en los siglos subsiguientes tal ideal ha sido sustentado ampliamente

en la tradición de la ciencia moderna, según la cual la ciencia estaría libre de valores.

Todavía hoy en día, frecuentemente tal ideal dicotómico, según Lacey, aún se mantiene

como necesario para defender el ideal de la ciencia libre de valores, incluido el

componente principal, la imparcialidad, de acuerdo con el cual la aceptabilidad de una

teoría científica (o la evaluación de ella como portadora de conocimiento bien

confirmado) se basa únicamente en los datos empíricos y criterios cognitivos

53

apropiados, de modo que los valores éticos y sociales no tengan ningún papel legítimo

en la evaluación de dicha aceptabilidad (cfr. Lacey, 2006c).

Para nuestro autor, la idea de tal dicotomía, tiene por lo menos tres fuentes: la

metafísica, la epistemológica y la lógica. La primera, la metafísica, está sustentada en

los moldes del enfoque descontextualizante (ver § 2.4.1.), según la cual los hechos

corresponden al ‘mundo tal como realmente es’, vale decir, a la totalidad de las

estructuras (y sus componentes) subyacentes a los fenómenos y estados de cosas del

mundo, a sus procesos y las interacciones, generalmente no observados y, a las leyes

(formuladas matemáticamente) que las gobiernan. En tal ámbito, los poderes

generativos de las estructuras, procesos, interacciones y leyes serán suficientes para

explicar todos los fenómenos y estados de cosas de una manera que son disociados de

cualquier lugar que ellos pueden tener en relación con la experiencia humana, a la

organización social y ecológica y, los valores éticos y sociales. Entonces, los hechos son

como hechos brutos, libres de vinculación, no solo de valores y fines, sino también de

las cualidades sensoriales, hasta la de los observadores y conocedores humanos. Desde

la tradición de la ciencia moderna, la ciencia solo investiga los hechos del mundo, en

donde las teorías deben contener solamente hipótesis de los hechos brutos y, nada más.

En tal medida las teorías deberían restringirse a representar solo los fenómenos en

términos de la generación de su orden subyacente, disociado de los contextos

ecológicos, humanos y sociales (cfr. Ibíd. p. 252, 253).

La segunda fuente, la epistemológica, sería la que enfatiza la dicotomía entre hecho y

valor o entre objetivo y subjetivo, es decir, en la medida que la epistemología empirista

identifica los hechos confirmados, como aquellos que están apoyado por los datos

empíricos (los datos observados); vale decir, muchos hechos confirmados están

enunciados en teorías científicas bien confirmadas. En la posición de esta perspectiva

filosófica, los datos confirmados se basan, no en la correspondencia con el estado de las

cosas del mundo, sino en la intersubjetividad, es decir, en la replicabilidad y consenso,

que atraviesan perspectivas valorativas y normas culturales. La objetividad quedaría

reinterpretada como intersubjetividad; pues los juicios de valor no son considerados

intersubjetivos. Por tanto, dentro de la tradición científica y empirista, los juicios de

valor son considerados subjetivos, en contraste con los resultados científicos que son

considerados objetivos (cfr. Ibíd., p. 254).

Por último, la fuente lógica, que recae también en la dicotomía entre hecho y valor,

sería la fuente principal para muchos filósofos, especialmente para la tradición de la

54

filosofía analítica, que lo ha discutido excesivamente. Generalmente, se afirma que

Hume habría demostrado que existe un abismo lógico insuperable entre hecho y valor,

en la medida que los enunciados factuales (aquellos que enuncia los hechos) no tendrían

implicaciones deductivas respecto de los juicios de valor; o en la formulación más

conocida: el ‘deber’ no es deductivamente implicado por el ‘ser’, o ‘es bueno’ por ‘es’.

La marca de un hecho, en el argumento Hume sería lingüístico: el papel de ‘es’ y de

verbos gramaticalmente relacionados, y la ausencia de términos tales como ‘bueno’ y

‘deber’ (cfr. Ibíd. p. 254,255).

El autor añade una tesis complementaria, menos discutida, a saber, la de Bacon,

sobre la invalidez de inferir ‘ser’ de ‘deber ser’ o ‘sería bueno se fuese’, o que serviría

sus propios intereses. Por ejemplo, podría servir al interés de legitimar la

implementación de una nueva tecnología, que ella no daría origen a riesgos serios para

la salud humana; pero este interés no tendría nada de relevancia para determinar cuáles

sean los hechos al respecto de los riesgos. En la tesis de Bacon habría un residuo de

imparcialidad; mientras, el de Hume expresaría un sentido de la neutralidad (cfr. Ibíd.,

p. 255).

2.2.3. La imbricación entre hechos y valores

Es de conocimiento común las diferentes críticas hechas a la idea de la existencia

dicotómica entre hecho y valor. Desde la teoría crítica, especialmente desde el

pragmatismo de Putnam (2002) quien defiende la existencia de la imbricación entre

hechos y valores. Lacey, siguiendo los argumentos de Putnam, encuentra hasta cinco

aspectos distintos de las imbricaciones entre hechos y valores. Concordando con

Putnam con los tres primeros y los dos restantes son de su propia distinción.

El primer aspecto, corresponde a los hechos confirmados parcialmente constituidos

por juicios de valor cognitivo. Es decir, en la medida que muchos hechos significativos

son articulados en teorías científicas, por ejemplo, hechos acerca de las estructuras

moleculares de ácidos. Sea una teoría bien confirmada o no, las propuestas articuladas

en ella representan hechos confirmados o no, dependerán de la satisfacción de criterios,

de la exigencia de ciertas relaciones sustentadas entre teoría y hechos observados

relevantes y disponibles. Pero, la cuestión permanecería contestada entre los filósofos

de la ciencia sobre cuáles serían esas relaciones. Ya que, las teorías no son

consecuencias deductivas de los hechos observados, no se pueden ‘probar’ las

55

propuestas teóricas por medio de la deducción de enunciados de hechos observados.

Entonces, precisaría de criterios para satisfacer la necesidad de evaluar el conocimiento

o entendimiento científico en teorías. Los criterios para evaluar el contenido cognitivo

de las teorías, propuesto por varios autores, serían los valores cognitivos, como la

adecuación empírica, poder explicativo, consistencia, entre otras. Pues los juicios de

valor cognitivo son usadas para la adecuación de la manifestación de los valores

cognitivos en una teoría a la luz de los hechos observados disponibles. Aceptar

correctamente una propuesta (articulada en teorías) que enuncia un hecho confirmado

sería equivalente a sustentar un juicio de valor cognitivo, los valores cognitivos son

manifiestos en la teoría en grado suficientemente alto, tal que no precisan más

emprendimiento de investigación con el fin de probar más rigorosamente la propuesta.

Entonces, lejos de haber un abismo insuperable entre hecho y valor, los hechos

confirmados son constituidos parcialmente por juicios de valor cognitivo. Se pone en

duda de esta forma el contraste hecho-objetivo / valor-subjetivo; si los hechos

confirmados son objetivos, sería difícil negar que (algunos) juicios de valor cognitivo

también son objetivos (cfr. Lacey, 2006c, p. 256).

El segundo aspecto concierne a los hechos: presuposiciones y soporte racional para

los valores. Ya que el argumento de Hume, en sí mismo, no muestra que los enunciados

factuales no puedan proporcionar suporte racional para juicios de valor; de lo contrario,

prohibiría que los hechos observados pudieran proporcionar soporte de evidencia para

hechos confirmados cuando una teoría está aceptada. Como dicho arriba, la aceptación

de una teoría no está basada en la deducción de hechos observados, pero, así mismo, su

aceptabilidad envolvería inferencias basadas en hechos observados; de modo que las

relaciones deductivas no son especialmente importantes para el análisis de las formas

como los hechos observados pueden proporcionar soporte de evidencia (racional) para

hechos confirmados (expresados en una teoría). Entonces, estaría de más insistir que en

la ausencia de relaciones deductivas, los hechos no pueden proporcionar soporte

racional para los juicios de valor. Considerase el enunciado: ‘La legislación

recientemente decretada es la causa principal del aumento actual del hambre y la

mortalidad infantil’, esto es un enunciado factual, porque tiene las marcas lingüísticas

relevantes y porque a partir de la investigación empírica podría ser confirmado (o

tornarse un hecho confirmado) o no. Si el enunciado fuese confirmado, apoyaría el

juicio de valor ético que la legislación debe ser cambiada. Es decir, ceteris paribus (no

habiendo otros factores a considerar), si fuera aceptado que el enunciado sobre las

56

causas de hambre enuncia un hecho confirmado, no habría ningún sentido negar que la

legislación debe ser cambiada. Evidentemente, el movimiento de la inferencia del hecho

confirmado, ceteris paribus, al juicio de valor no sería una implicación deductiva; tal

vez una implicatura (implicature)9. Sería difícil negar la validez de la implicatura de ese

tipo. La existencia de ella no refuta el argumento de Hume, pero cuestiona su

importancia. Ahora, el valor ético de la legislación presupone que la implementación de

ella no genera, causalmente, consecuencias éticas no deseables tales como el aumento

de hambre; el juicio de valor ético presupone un enunciado factual, esto es, un

enunciado que podría ser confirmado o no, empíricamente (cfr. Ibíd., p. 257).

El tercer aspecto atañe a que algunas sentencias funcionan tanto para producir

enunciados factuales como juicios de valor. Visto que el argumento anterior ilustra, que

no hay una separación nítida entre los predicados usados en enunciados factuales y

juicios de valor, cuando se afirma que la legislación causa hambre, se podría estar

usando la sentencia tanto para enunciar un hecho como para hacer un juicio de valor,

por tanto desaprobando la legislación. En la medida que la forma lógica y lingüística de

la sentencia permiten su uso en uno u otro de los papeles, de modo que los predicados

usados en los discursos factuales y éticos se sobreponen. Los predicados que pueden ser

usados simultáneamente servirá ambos de los fines: los factuales (descriptivos) y los

valorativos, podrían ser llamados, según el autor, por un lado, de términos éticos

sustantivos (thick ethical terms), como los términos ‘honestidad’, ‘injusto’, ‘hambre’,

‘mortalidad infantil’, que describen algo; por otro, términos éticos tenues o no-

sustantivos (thin ethical terms), tales como ‘bueno’, ‘debe’, que no describiría cuasi

nada. La afirmación que la legislación causa hambre, comprendería simultáneamente, la

descripción y (ceteris paribus) la crítica ética. El uso de términos éticos sustantivos, en

el discurso factual, no genera algún obstáculo para obtener resultados que sean bien

confirmados a la luz de los valores cognitivos y los datos empíricos disponibles. Las

teorías que contienen tales resultados no serían neutras, ellos proporcionan apoyo para

9Se entiende por implicatura una información que el emisor de un mensaje trata de hacer manifiesta a

su interlocutor sin expresarla explícitamente. La implicatura es un tipo de implicación pragmática, en

oposición a las implicaciones lógicas o semánticas, como puede ser la presuposición. Como es

conocido, el término fue acuñado por H. P. Grice, filósofo Inglés que elaboró un modelo pragmático de

la comunicación. En su teoría, se establece una distinción entre lo que se dice y lo que se comunica. Lo

que se dice es el contenido literal expresado en el enunciado. Lo que se comunica es toda la información

que se transmite con el enunciado más allá de su contenido proposicional. Se trata por tanto de un

contenido implícito y recibe el nombre de implicatura.

57

las evaluaciones éticas particulares. Por ejemplo, los valores éticos de los investigadores

podrían explicar por qué ellos participan en una investigación relevante y emplear los

términos éticos sustantivos como categorías claves. Los valores éticos podría influenciar

en la decisión de los hechos que un científico investiga y, a partir de tal investigación lo

confirmará; pero los valores éticos no sería relevante para evaluar si los hechos están

bien confirmados o no. El empleo de términos éticos sustantivos no sería per se un

obstáculo para los resultados bien confirmados según la imparcialidad (cfr. Ibíd., p.

258).

El cuarto aspecto concierne a la evaluación científica, que en ciertas condiciones,

podría (y precisaría) incluir no solo consideraciones empíricas, sino también la

sustentación de juicios de valor. En vista que la evaluación nunca proporciona certeza,

así también, los enunciados bien confirmados podrían no ser confirmados a la luz de

más investigación empírica. En el caso de teorías e hipótesis aceptadas según la

imparcialidad, se refiere solo a una posibilidad lógica, porque hay buenas razones para

creer que la no confirmación es muy improbable. Pero, en el contexto de aplicación,

frecuentemente las decisiones no podrían ser informadas por el conocimiento científico

aceptados imparcialmente, porque ellas requieren, principalmente, juicios acerca de la

legitimidad ética de una aplicación, que depende de la hipótesis (por ejemplo, sobre

riesgos) del momento por causa de su aplicación urgente en algún contexto, así estando

no aceptada de acuerdo con la imparcialidad. Cuando una hipótesis (no aceptada según

la imparcialidad) es aplicada o utilizada para informar decisiones prácticas, es necesario

hacer una evaluación (que ella esté suficientemente bien confirmado por los datos

empíricos disponibles), de tal forma que, en las consideraciones pertinentes a la

legitimidad de su aplicación, no es necesario tener en cuenta: (1) que podría no ser

confirmada por más investigación y, (2) si fuese falso, la aplicación podría dar origen a

algunas consecuencias con valor ético negativo (un juicio de valor ético). Como hemos

visto, en la evaluación existen papeles no solo para los valores cognitivos, sino también

para los valores éticos, por tanto es difícil de separar sus papeles, ya que los padrones de

confirmación que precisan ser satisfechos, dependerán (en parte) de juicios sobre la

importancia ética de sus consecuencias, juicios que, frecuentemente, varían según las

perspectivas de valores sustentados (cfr. Ibíd., p. 258).

Por último, el quinto aspecto concierne a la trayectoria de la ciencia moderna, que

contribuyó en la incorporación de los valores del progreso tecnológico en las

instituciones predominantes modernas para corporificar los hechos confirmados en la

58

ciencia. Una vez que existen hechos confirmados, se emplean términos éticos

sustantivos, pero que no todo los hechos confirmados son hechos brutos, en tal medida,

la perspectiva del enfoque descontextualizante que representa el mundo tal como

realmente es, queda desafiado, pues el mundo tal como es, no es ni hecho bruto ni hecho

confirmado. El ideal al que los científicos han prestado atención son solo los hechos

brutos, bajo metodologías descontextualizantes, produciendo conocimientos factuales

confirmados, durante los últimos cuatro siglos, han producido una cantidad enorme de

conocimiento de importancia social y tecnológica inestimable. Aún más, en virtud del

hecho, que sus categorías son escogidas deliberadamente para describir los hechos sin el

uso de términos éticos sustantivos, entonces, el conocimiento confirmado sobre tales

estrategias metodológicas sería neutro, es decir, no habría ningún juicio de valor en sus

implicaciones lógicas, o hay una dicotomía entre hechos brutos y juicios de valor ético.

Más también, la contribución del conocimiento científico, bajo esas estrategias, aumenta

la capacidad humana para ejercer el control sobre la naturaleza, como también, el

ejercicio de la capacidad en más dominios de la vida, siendo así, fue bastante valorizado

por la tradición de la ciencia moderna, por tanto, llegó a una hegemonía casi total por

causa de las vinculaciones dialécticas con la sustentación de alto valor ético a un

conjunto de valores, llamado por Lacey: ‘los valores del progreso tecnológico’. Visto

que los hechos brutos son especialmente pertinentes para informar los proyectos

tecnológicos; pero que algunas veces, los resultados de la ciencia moderna (por

ejemplo, la de biología molecular que informa para el desarrollo transgénico) no tendría

aplicación en contextos de otras perspectivas de valor (que sustentan los valores la

productividad agrícola, la biodiversidad, respeto al medio ambiente).

Por tanto, aunque los resultados obtenidos en la investigación a través de

metodologías descontextualizantes sean neutros en cierto sentido, pero, en general, para

nuestro autor, no habría razón para creer que ellos sean neutros en otro sentido, es decir,

una vez que ellos no pueden ser empleados en la aplicación equitativamente para todas

las perspectivas de valor ético. A pesar que tengamos una gran cantidad de

conocimiento de los hechos brutos, por causa de los valores del progreso tecnológico,

que sustentan ampliamente la sociedad moderna y contribuye para formar la estructura

y los intereses primarios de las instituciones científicas. Pero, no sería la naturaleza del

mundo que nos lleva a prestar atención, principalmente, en los hechos brutos, sino una

elección altamente condicionada por valores éticos y sociales. Entonces, la

disponibilidad de los hechos brutos, contribuye para la incorporación, cada vez mayor,

59

en las instituciones predominantes modernas para los valores del progreso tecnológico.

La ciencia no precisaría de la dicotomía entre hecho y valor para mantener el ideal de la

imparcialidad, bastaría un análisis matizado de su imbricación (cfr. Ibíd., p. 261 a263).

Cabe advertir, que las precedentes subsecciones, solo introducen algunas sutilezas

que presenta el modelo filosófico de nuestro autor, especialmente en la tentativa de

justificar la importancia del uso de los valores tanto de los cognitivos como de los

valores no-cognitivos (éticos/sociales) en la evaluación de una actividad científica. Las

secciones en adelante corresponden a la presentación central del modelo de la

interacción entre ciencia y valores, del autor. Siempre recordando que nuestra

presentación del modelo es solo introductoria por la complexidad que la teoría del autor

presenta.

2.3. Ciencia y valores

La motivación principal de Lacey en la reflexión de la interacción entre ciencia y

valores está en la concepción de que existen relaciones dialécticas en cuestiones como:

¿cómo conducir la investigación científica?, ¿cómo estructurar la sociedad? y ¿cómo

desarrollar el bienestar humano?, de esta forma, “la ciencia podría ser evaluada no sólo

por el valor cognitivo (epistémico) de sus productos teóricos, sino, también, por su

contribución para la justicia social y el bienestar humano” (Lacey, 2010a, p. 102).

Entonces, el autor explora los varios papeles que los valores desempeñan en

conexión con la actividad científica. Proponiendo un abordaje que rechaza tanto el

análisis subjetivista de los valores como la concepción ampliamente mantenida de la

separación entre hechos y valores; desarrollando su argumento en el interior de un

sistema de referencia que mantiene la racionalidad de la elección de una teoría en la

ciencia, no en términos de reglas o algoritmos10

, sino a través del uso de un conjunto de

valores cognitivos como la adecuación empírica, el poder explicativo y predictivo, la

consistencia, entre otros; cuya manifestación en una teoría en grado suficiente

constituiría el criterio para su aceptación racional.

10

Es conocido, que en el modelo clásico o en el ‘modelo jerárquico de justificación’ denominada por

Laudan, la ciencia era considerada como una actividad cuya característica principal fue la formación de

consenso y la resolución de este. En la dinámica de ese modelo, según Laudan, existen tres niveles

interconectadas: el factual, metodológico y axiológico. Si surge disensos entre los científicos para entrar

en acuerdo sobre el apoyo empírico, los métodos apropiados y las metas de la ciencia; entonces, se buscó

criterios racionales para reestablecer los consensos, es decir, reglas o algoritmos del tipo leibniziano, una

especie de un lenguaje ideal con características universales, que permitiera una representación más

precisa del pensamiento racional. Para mayores detalles y otras fuentes (cfr. Koide, 2011, p. 18 a 22).

60

En el centro de su discusión está el análisis y la evaluación de la concepción la

ciencia libre de valores, según el autor, compuesto por tres tesis: imparcialidad,

neutralidad y autonomía. Ellas serían en sí mismas valores institucionales de la ciencia,

que se manifiestan en el transcurso de la actividad científica. Para desarrollar su modelo

filosófico, el autor sostiene, que cualquier actividad científica debe ser guiada por una

estrategia que restringe el tipo de teoría considerado y selecciona el tipo de dato

empírico a ser buscado, con el fin de probar las varias teorías provisoriamente

mantenidas. Sostiene, también, que la mayor parte de la ciencia contemporánea sigue

las estrategias descontextualizantes cuyas bases de su adopción están vinculadas con el

valor social que, cada vez más, expande la capacidad humana para ejercer el control

sobre los objetos naturales. En las secciones que siguen se explora con más detalles

tales cuestiones que el autor presenta líneas arriba.

2.3.1. El ideal de la ciencia libre de valores

La idea de que la ciencia está libre de valores tiene una larga historia, puede ser

rastreada desde los comienzos de la ciencia moderna, pasando por el siglo XX hasta la

actualidad, domina en las prácticas científicas privadas y, en cierta forma, en las

instituciones públicas que orientan la investigación científica. Este ideal ha jugado un

papel clave en el autoentendimiento de la imagen pública de la ciencia moderna.

Eminentes científicos y filósofos de la ciencia han estado a favor de tal ideal, por

ejemplo: Poincaré, Einstein, Russell, Reichenbach, Ayer, Quine, entre muchos.

Poincaré escribió, en la primera década de siglo pasado, lo siguiente:

La ética y la ciencia tienen sus propios dominios, se tocan, pero no se interpenetran.

La una nos muestra qué fines debemos visualizar; la otra, dado el fin, nos hace

conocer los medios para llegar. Por tanto, no se contradicen, una vez que no puede

encontrase. No puede haber una ciencia de lo inmoral, así como no puede haber una

moral científica (Poincaré, 1970, p. 20).

Russell también sostenía en los años treinta del siglo anterior, que “las cuestiones

como los valores […] se encuentran fuera del dominio de la ciencia” (Russell, 1994, p.

158), “la ética no contiene afirmaciones, ya sean verdaderas o falsas, sino que consiste

en deseos de cierta clase…” (Ibíd., 162), “…si es que la ciencia no decide cuestiones de

valor, es porque escapan en absoluto a la decisión intelectual y se encuentran fuera del

reino de la verdad y la falsedad. Todo conocimiento accesible debe ser alcanzado por

61

métodos científicos…” (Ibíd., 166). Ayer, también, afirmó: “no podemos disputar sobre

cuestiones axiológicas, pues si un juicio de valor no implica una proposición no puede

haber proposiciones axiológicas que se contradigan” (Ayer, 1971, cap. VI), rematando

dice: “nunca disputamos sobre cuestiones de valor, sino sobre cuestiones de hecho”

(Ibíd.). Ayer, era de la idea que los juicios de valor carecen de significación científica al

ser meras expresiones de naturaleza emotiva. Todavía, Quine en 1974 afirmaba que “la

teoría científica se mantiene orgullosa y manifiestamente alejada de juicios de valor”

(Quine, 1977, p. 65). Tales afirmaciones son suficientes para tener una idea del reino

que predominaba el ideal de la ciencia libre de valores, bajo la influencia de la tradición

de la ciencia moderna.

Prosiguiendo con la presentación del modelo de Lacey, el autor sostiene, que casi en

toda la tradición de la ciencia moderna, la idea de la ciencia libre de valores podría ser

bien entendida en la combinación de tres tesis: la imparcialidad, la neutralidad y la

autonomía, que representan bien los valores de la actividad científica de la tradición

moderna y serían los valores constitutivos de las prácticas e instituciones científicas. La

imparcialidad presupone una distinción entre valores cognitivos y otros tipos (moral,

social) de valores y afirma que una teoría es apropiadamente aceptada, si y sólo si ella

manifiesta los valores cognitivos en un alto grado a la luz de los datos empíricos

disponibles; de tal forma que su relación con los valores morales y sociales nada tendría

que ver en el momento de la aceptación de una teoría. La neutralidad afirma que ningún

conjunto particular de valores sería, especialmente, bien servido para las teorías

científicas aceptadas, pues una teoría no tendría consecuencias lógicas concernientes a

los valores que son sustentadas por una persona o comunidad; y, en principio, la teoría

podría ser aplicada en la práctica independientemente de los valores sustentados. La

autonomía afirma que las prácticas científicas son guiadas por el objetivo de obtener

teorías que satisfagan a los requisitos de la imparcialidad y neutralidad y, por tanto, que

ellas proceden mejor si no están sujetos a las influencias externas (cfr. Lacey, 1998,

1999a). Cabe notar que desde las primeras anotaciones de éstas tres tesis, Lacey, en el

transcurso de sus reflexiones, va redefiniendo de forma más clara, incluso, sugiriendo

que las tesis están abiertas a la crítica del lector para un entendimiento mejor; veremos

con más detalle la evolución de sus reflexiones, al respecto, a continuación.

● La imparcialidad (objetividad) es una tesis sobre la aceptación de una teoría:

62

Entre las tres tesis, para nuestro autor, solamente la imparcialidad es sustentada sin

ambigüedad. En la medida que la aceptabilidad de una teoría, o la evaluación de la

reivindicación de esa teoría sea portadora del conocimiento, basada únicamente en los

datos empíricos y criterios cognitivos apropiados; de modo que los valores y los

intereses políticos, morales y sociales (que son distintos de los valores cognitivos),

como también el carácter y el valor de sus aplicaciones, no desempeñarían ningún rol

apropiado en la evaluación de la teoría.

En su libro, Is science value free? (1999a), después de una breve revisión de su

concepción anterior sobre la imparcialidad, el autor anota que la imparcialidad puede

ser entendida como compuesto de cuatro tesis. Considerando T como teorías científicas,

D como un dominio de fenómenos, E como datos empíricos y S como una estrategia:

1. Los valores cognitivos son distintos y distinguibles de otros valores y, ellos

pueden estar manifestados en teorías desarrolladas bajo una variedad de

diferentes estrategias.

2. T es aceptado de un D bajo una S, si y solo si T es aceptado de un D bajo una

estrategia S; así, en relación a E, manifiesta los valores cognitivos en alto grado

de acuerdo con los más rigurosos padrones disponibles; y en mayor grado de

cualquier otra teoría rival que manifiesta esos valores en relación a los datos

empíricos apropiados a la luz de la estrategia bajo el cual fue desarrollada –

donde T encuentra las restricciones de y los ítems de E habiendo sido

seleccionados de acuerdo con S, y algunas de los rivales son (fueron)

desarrollados y evaluados bajo diferentes estrategias.

3. T es rechazada de un D, si y solo si la teoría rival (T`) es aceptada de D y, T y T`

son inconsistentes, independientemente de las estrategias bajo las cuales T` fue

desarrollada.

4. Los valores y la evaluación de la significación de una teoría no está entre las

razones para aceptar y rechazar teorías (Lacey, 1999, p. 230).

En vista que la imparcialidad presupone una distinción entre valores cognitivos y

otros tipos de valores no-cognitivos; ella representa, el valor que debe estar presente e

incorporado en una práctica científica, más de una vez, anota en sus trabajos más

recientes:

Una teoría es aceptada con relación a un dominio de fenómenos si y solo si ella

manifiesta los valores cognitivos en alto grado, de acuerdo con los padrones más

elevados, a la luz de los datos empíricos disponibles; y una teoría es rechazada si y

solo si una teoría inconsistente con ella fue correctamente aceptada. Así, no existe

un papel para los valores morales y sociales (y por las maneras con que las teorías

son usadas y, por quiénes) en los juicios envueltos en la decisión de la aceptación o

rechazo de las teorías (Lacey, 2005a p. 23-24; 2010a, p. 41).

63

Pues bien, para el autor, una teoría puede ser correctamente aceptada, pero al mismo

tiempo manifiesta ciertos valores sociales, por ejemplo, ser útil en la aplicación para

proyectos concebidos por los valores del progreso tecnológico. La imparcialidad

excluiría el rol para los valores sociales, solamente en los juicios envueltos en la

elección de teorías, pero no en los juicios a respecto de su significación. Entonces, una

teoría sería significativa para una perspectiva de valor, si puede ser aplicada para

aumentar la manifestación de (algunos) valores constituyentes de la perspectiva, sin

subvertir la perspectiva como un todo.

Una teoría (T) solo debe ser aceptada en un dominio de fenómenos (o una hipótesis

(H) aceptada como conocimiento científico) cuando, después de ser testada en el curso

de un rigoroso programa de investigación empírica apropiado (muchas veces

experimental) y, considerada bien apoyada – a la luz de los valores cognitivos (por

ejemplo, la adecuación empírica, poder explicativo/predictivo y la consistencia

interteórica y así por adelante) – por evidencias empíricas disponibles. Es decir, valga la

redundancia, una teoría es aceptada con relación a un dominio de fenómenos si y solo

se ella manifiesta los valores cognitivos en alto grado, de acuerdo con los padrones

más elevados, a la luz de los datos empíricos disponibles; y una teoría es rechazada si y

solo si una teoría inconsistente con ella fue correctamente aceptada.

La aceptación de T (o H) que concuerda con la imparcialidad implica que T fue

aprobado a la luz de los más altos padrones para la evaluación del grado de

manifestación de los valores cognitivos; así, los esfuerzos adicionales para testar T o

ganar más evidencias en pro o contra ella serán irrelevantes (a menos que, nuevos tipos

de consideraciones surgieran); no existen (no pueden existir) serias dudas sobre la

afirmación de T; T pertenece al fondo establecido del conocimiento humano. Las

consideraciones del valor social de T, o su aplicabilidad en servicio de ciertos intereses

sociales, nada tendrían que ver con la aceptación como portador del entendimiento o

conocimiento.

Aceptar H o endosar T: o endosamiento de H, implica que H manifiesta los valores

cognitivos en grado suficientemente elevado tal que actuar de manera informada por H

requiere (1) llevar en cuenta que la investigación adicional puede disconfirmar H, (2)

que, si H fuera falso y actuara solo de manera informada por H, causaría serios daños.

Como ya se aludió, endosar H o T, equivale a una aceptación provisional de H o T. En

tal sentido, se precisa aún de más investigación para aceptar de acuerdo con la

64

imparcialidad. Se endosa H o T, en las aplicaciones de urgencia, corriendo algún riesgo

(ver § 2.8.).

● La neutralidad es una tesis sobre las consecuencias (lógicas y prácticas) en la

aceptación de teorías:

La neutralidad indica que las teorías científicas (y el conocimiento científico) son

neutros, en la medida que la ciencia pertenece al patrimonio común de la humanidad. El

autor observa que la neutralidad presupone, por un lado, que las teorías científicas no

implican lógicamente la adopción de cualquier de los valores particulares; por otro lado,

que el conjunto de las teorías correctamente aceptadas, deja una abertura para un

dominio de perspectivas de valores a viabilizar. Es decir:

Cada perspectiva de valor viable es tal que existen teorías correctamente aceptadas

que pueden ser significativos en alguna medida para ella; y las aplicaciones de las

teorías correctamente aceptadas pueden ser hechas equitativamente, de modo que no

existen, en el sentido amplio, perspectivas de valor viables para el cual la estructura

de las teorías tengan significado especial (Lacey, 2005a, p. 25-6; 2010a, p. 42).

En otras palabras, la neutralidad expresa el valor que la ciencia no incurre a favor de

ninguna posición moral, es decir, que la investigación científica proporciona, algo como

una carta de menú11

de teorías correctamente aceptadas, que entre los ítems de la carta,

en principio, cada perspectiva del valor pueda ser atendida según sus preferencias

(buenas o malas) en cuanto a su aplicación.

El autor sostiene, también, que la neutralidad es un caso muy ambiguo. En la

literatura científica, identifica por lo menos hasta cinco sentidos de la neutralidad:

N1: Los resultados científicos imparcialmente aceptados no implican lógicamente

cualquier punto de vista político o de valor.

N2: Las alegaciones científicas (las hipótesis abiertas a la investigación empírica),

sean o no aceptadas imparcialmente, no implican, ceteris paribus, cualquier juicio

de valor y, así, ellas no la defiende ni lo cuestiona los puntos de vista políticos.

11

Es interesante notar que las teorías son vistas, como una carta de menú, cada cliente escoge algún tipo

de comida para satisfacer sus necesidades alimentares o, que las teorías son elegidas de acuerdo a las

perspectivas de valor para su aplicación, es decir, no todas las teorías sirven a todas las perspectivas de

valor.

65

N3: Los resultados científicos imparcialmente aceptados no tienen impacto sobre los

puntos de vista políticos, para proporcionar las bases a sustentar o cuestionar sus

proposiciones factuales.

N4: En cuanto a las aplicaciones en la tecnología y en proyectos prácticos, los

resultados científicos pueden ser usados para servir los intereses conectados en

algunos (o muchos) puntos de vista conectados.

N5: La actividad científica da origen a teorías y al conocimiento en ellas expresados,

de modo que (1) para cada punto de vista (contemporáneo) político o valorativo,

existen teorías imparcialmente aceptadas (ítems del conocimiento) que son

aplicables para informar y desarrollar sus proyectos en alguna extensión; y (2) la

aplicación de teorías imparcialmente aceptadas puede ser hecha equitativamente, de

forma que, en general, no hay puntos de vista políticos que el cuerpo de las teorías

(en principio) imparcialmente aceptadas sirva especialmente bien y a expensas de

otros (Lacey, 2006a, p.12-13).

En sus recientes escritos, conferencias o seminarios, nuestro autor, sintetiza las

afirmaciones sobre la neutralidad en dos sentidos. Primero, la neutralidad cognitiva

cuyos resultados científicos no tienen ningún juicio de valor ético o social entre sus

consecuencias lógicas y la ciencia no puede resolver controversias éticas valorativas

fundamentales. Segundo, la neutralidad en la aplicación en principio, considerada

como un todo, la aplicación de los resultados científicos pueden ayudar equitativamente

a los intereses fomentados para cualquier de las perspectivas de valores éticos e sociales

viables, mantenidos en el mundo de hoy, en vez de privilegiar a algunas en detrimento

de otras. Nuestro autor, halla aceptable el primer sentido de la neutralidad; pero el

segundo no sería procedente, como hemos visto en el ejemplo del menú, no todas las

teorías son útiles para todas las perspectivas de valor, por tanto, quedaría refutada la

supuesta equitatividad para todos los intereses.

Explicitando aún más sobre el contexto de la aplicación (tecnológica), la totalidad de

las teorías bien establecidas, en principio, pueden servir equitativamente a los intereses

promovidos para un alcance de perspectivas éticas – eso implicaría que los resultados

científicos establecidos pueden ser usadas para servir a los fines ‘buenos’ o ‘malos’.

Cada perspectiva viable del valor ético/social daría origen a prácticas que pueden ser

informadas por algunos ítems de la reserva del conocimiento científico establecido de

acuerdo con la imparcialidad –, no existiría una perspectiva de valor viable para el cual

la totalidad de las teorías (aceptadas de acuerdo a la imparcialidad) tengan valor social

privilegiado. Así, la neutralidad en la aplicación se refiere a la totalidad de las teorías

científicas establecidas (o a la totalidad del conocimiento científico). Pero, a veces, para

66

el autor, una teoría particular (o un ítem del conocimiento científico) puede, de hecho,

ser usada solamente para servir a los intereses promovidos por una perspectiva ética

particular. Por tanto, el autor sugiere: la totalidad de las teorías es neutra, pero no

necesariamente cada teoría individual.

Siguiendo el mismo modelo filosófico de nuestro autor, Oliveira (2008), encuentra

en la práctica científica (reforzando las observaciones de Lacey), tres tesis generales en

los términos siguientes: (1) la tesis de la neutralidad temática, vale decir, que la ciencia

es neutra, porque el direccionamiento de la investigación científica o la elección de los

temas y problemas a ser investigados, responde solo al interés de desarrollar el

conocimiento como un fin en sí mismo; (2) la tesis de la neutralidad metodológica, es

decir, la ciencia es neutra porque procede de acuerdo con el método científico, según el

cual la elección racional entre las teorías no debe envolver, de forma general nunca

envolvió, los valores sociales; y (3) la tesis de la neutralidad factual, a saber, la ciencia

es neutra porque no envuelve juicios de valor, ella solo describe la realidad, no hace

prescripciones, sus proposiciones son puramente factuales. (cfr. Oliveira, 2008, p. 98).

Tales tesis, se refuerzan mutuamente en el interior de la práctica científica, como

también envuelven las relaciones ciencia y sociedad, cobrando, así, su autonomía.

● La autonomía es una tesis sobre la conducta de la ciencia:

En la descripción del autor, en primer lugar, la autonomía presupondría la existencia

de la distinción razonablemente clara entre la pesquisa científica básica y la aplicada;

en segundo lugar, las prácticas de la investigación básica tienen por objetivo realizar la

manifestación más elevada y amplia de la imparcialidad y neutralidad. Ello quiere decir,

para el autor, que:

Las prácticas de la investigación básica son realizadas en comunidades autónomas,

patrocinadas por instituciones autónomas, es decir, comunidades e instituciones

cuyas prioridades son fijadas sin la interferencia de intereses, poderes y valores

“externos”, de forma que sus prioridades de la investigación son determinados por el

interés de aumentar la manifestación de los valores cognitivos en las teorías,

referente a los dominios investigados y, expande la investigación hacia nuevos

dominios (Lacey, 2010a, p. 44).

Vale decir, las prácticas e instituciones científicas son (o deberían ser) libres de

interferencia externa y de influencia desproporcionada de cualquier perspectiva de valor

67

(ética, política, ideológica, religiosa, económico, metafísico, etc., y preferencias

personales). En tal sentido, la autonomía manifestaría las siguientes afirmaciones:

(1) las cuestiones concernientes a la metodología científica apropiada, a los

criterios (objetivos) para la evaluación del conocimiento científico y la aceptación de

teorías científicas, no pertenecen a la esfera de la decisión y competencia de cualquier

perspectiva ética (religiosa, política, social, económica, etc.) ni a los intereses y

preferencias personales (riqueza, fama, etc.) tampoco a las consideraciones relativas a la

aplicabilidad y al comercio. Tales cuestiones deben resolverse en el curso de las

deliberaciones sobre los objetivos de la actividad científica y sobre las características de

los objetos de investigación, y los propios científicos deben tener la “palabra final”.

(2) los científicos individuales deben tener la autonomía para elegir sus propias

agendas de investigación – a partir de un conjunto de opciones delineadas por

prioridades, determinadas en términos generales por instituciones científicas, pero en el

interior de un contexto que vea para la actividad científica como un todo, no deben ser

moldeada por una perspectiva particular de valor.

(3) las instituciones científicas deben estar constituidas de forma que puedan resistir

las interferencias externas (no científicas) en relación a los objetivos de la ciencia, en

particular para el objetivo de consolidar más teorías, que proporcionen entendimiento de

cada vez más dominios de fenómenos, lo que posibilita la expresión más completa de la

imparcialidad y la neutralidad. Pero, cuando sean apropiadas las interferencias

externas, pueden ser negociadas con las instituciones sociales relevantes sobre las

cuestiones éticas pertinentes a las prácticas científicas y sobre el currículo de la

educación científica, consecuentemente, para obtener los recursos necesarios para

conducir la investigación (cfr. Lacey, 2008c, p. 300).

Como hemos visto, la autonomía es un valor de las prácticas e instituciones

científicas, en la medida que refuerza la imparcialidad (objetividad) y la neutralidad.

Se comenta también sobre el ideal de ‘la autonomía moderna individualista’ (AMI),

es decir, la ausencia de constreñimientos externos sobre las elecciones que los

científicos hacen para la realización de cualquier investigación que deseen (en el interior

del enfoque descontextualizante), bajo cualquier fuente de recurso y bajo cualquier

condición que elijan aceptar (de modo consistente con la ley). De tal forma, que las

instituciones científicas deben constituirse de manera que aumenten las fuentes de

financiamiento para la investigación (descontextualizada), para fortalecer la influencia

68

de la ciencia en la sociedad (por ejemplo, proporcionando más puestos para el empleo

de científicos altamente preparados) y para resistir la interferencia externa sobre los

científicos capaces de conducir (y enseñar) la investigación de modo autónomo.

Entonces, de acuerdo con nuestro autor, la autonomía es entendida como la

concepción donde la investigación científica y las metodologías que le dan forma son

conducidas por el interés de conocer y entender los fenómenos y descubrir nuevos

fenómenos; son independientes del contexto social y político y tratan los objetos como

objetos del ‘mundo tal como realmente es’, en vez que los objetos sean ‘en parte

constituidos por las necesidades e intereses sociales que se codifican’ en las estrategias

que estructuran la investigación. A pesar del llamado frecuente para la autonomía, las

instituciones científicas y sus prioridades de investigación son criticadas. Nuestro autor

halla que la autonomía no es un valor realizable, especialmente en la presente época,

cuando muchos objetos y productos de la investigación científica se convierten en

portadores de derechos de propiedad intelectual. Cuando ello ocurre, la meta cognitiva y

económica (y política) se fundirían íntimamente, por tanto, la autonomía, como la

neutralidad en sus muchos sentidos, se convierten solo en una mera aspiración (cfr.

Lacey, 2006a, p. 12).

Obsérvese, que el autor, interpreta o reduce el ideal de la ciencia libre de valores a

los tres componentes señalados: imparcialidad, neutralidad y autonomía; sin embargo,

existe otro componente muy usado por otros autores: la ‘universalidad’, no tratado por

el autor, que tal vez considere muy abstracta el término, y responda que está de alguna

forma implícitas en los tres componentes, o se manifieste especialmente en el

componente de la neutralidad.

Es importante mencionar, el estudio de Oliveira (2011) sobre la identificación de las

tres formas de la autonomía en la ciencia a lo largo de la historia (en apoyo a las tesis de

Lacey) como la galileana, la vannevariana y la neoliberal. La galileana trata de la

reivindicación de Galileo, de la ciencia libre de valores, en conflicto con la Iglesia

Católica; la vannevariana (Vannevar Bush) usa el principio de serendipidad

(serendipity)12

, es decir, en una actividad científica, el objetivo principal es la búsqueda

del conocimiento en sí mismo, pero no se puede prever de hecho la proporción de sus

aplicaciones ni sus consecuencias prácticas, por tanto, la sociedad o el Estado no puede

intervenir, a pesar de la obligación del apoyo económico para el desarrollo de la ciencia

y tecnología para la sociedad; y la autonomía neoliberal consiste en la libertad que cada

12

Es la facultad de hacer descubrimientos interesantes por acaso, cuando se está buscando otra cosa.

69

científico busque financiamiento para la investigación que desea realizar de cualquier

fuente, pública o privada, teniendo en vista solo su propio interés, intelectual o

económico. El autor concluye, la autonomía neoliberal debe ser descartada, la

vannevariana restringida y la galileana preservada (cfr. Oliveira, 2011).

2.3.2. Los valores cognitivos

Sin duda, debemos a Kuhn la introducción de los términos: precisión, coherencia,

amplitud, simplicidad y fecundidad, como criterios o “valores” (cognitivo o epistémico)

para la evaluación o elección de una buena teoría científica; aunque, Kuhn no usó los

términos “cognitivo” o “epistémico”, sino prefirió llamar a tales criterios como valores

estándar o constitutivos de la suficiencia de una teoría científica (cfr. Kuhn, 1996, p.

346; 2006, p. 318). Subsiguientemente, la propuesta fue desarrollada por McMullin

(1983), quien de forma más adecuada denominó “valores epistémicos” a tales criterios;

en el caso de Hempel (1983) los llamó “virtudes epistémicas”; posteriormente, Laudan

(1984) usó alternativamente los términos “valores epistémicos” y “valores cognitivos”,

como atributos que representan las propiedades de teorías que se supone son

constitutivas de una buena teoría; Longino (1990) ha denominado a tales criterios

“valores constitutivos”, pero en su trabajo posterior prefirió usar el término “valores

cognitivos”, incluso tituló uno de sus artículos: “los valores cognitivos y no-cognitivos

en la ciencia: repensando la dicotomía” (1997).

Pero, más recientemente el propio Laudan distingue de forma adecuada el uso

pertinente de la distinción entre “valores cognitivos” y “valores epistémicos”. Laudan

argumenta que solo la búsqueda de la realización de los valores cognitivos es

racionalmente sustentable; en contraste, los valores epistémicos, a pesar que en algunos

casos son buscados por los científicos, permanecen utópicos, en la medida que no hay

criterios apropiados para evaluar su manifestación, es decir, en vista de que los valores

epistémicos conciernen respecto de la verdad de las teorías, que no constituyen las

metas apropiadas de la investigación científica; sin embargo, las metas de la ciencia son

las búsquedas de los propios valores cognitivos. En síntesis, para Laudan los valores

cognitivos son los constituyentes de la ciencia, los valores epistémicos son menos

relevantes comparados con los valores cognitivos (cfr. Laudan, 2004).

Mientras, para nuestro autor, un valor en la actividad científica es como un ideal, no

necesariamente un hecho consumado. Por tanto, un valor como un criterio cognitivo,

70

sirve para la evaluación del entendimiento; en cambio, el uso del término criterio

epistémico lo reserva para la evaluación del conocimiento, cabe notar que Lacey

distingue al igual que Laudan los criterios en cognitivos y epistémicos. Nuestro autor

halla que es más adecuado usar el criterio cognitivo, en la medida que en la ciencia

generalmente el interés es el entendimiento de las causas, los fenómenos, tratando de

responder el porqué de ellas y no simplemente el de obtener el conocimiento. En ese

sentido, el criterio cognitivo es pertinente para evaluar el entendimiento representado en

una teoría, además es completamente distinta de cualquier de los valores éticos y

sociales; pues, los criterios cognitivos no incorporan ideas basadas de cualquier

perspectiva de valor éticos particulares. Entre algunos de los criterios cognitivos se

cuentan, por ejemplo, la adecuación empírica, el poder explicativo, el poder predictivo,

la consistencia interteórica, este último sería el más importante. Destacando siempre

que tales criterios cognitivos como valores cognitivos, son distintos de los valores éticos

y sociales.

Nuestro autor resalta que la aceptación de una teoría siempre es con referencia a un

dominio de fenómenos bien específicos, por ejemplo, cuando se acepta la teoría de

Newton, la aceptamos porque proporciona explicaciones de ciertos dominios de

fenómenos, como el movimiento de los planetas, de los proyectiles, y otros. En tal

sentido, el valor cognitivo juega su papel, en la medida que una teoría es aceptada en un

dominio de fenómenos, si y solo si, una teoría manifiesta los valores cognitivos en alto

grado de acuerdo con los padrones más elevados a la luz de los datos empíricos

disponibles del dominio, y una teoría es rechazada - si y solamente si - una teoría

inconsistente con ella fue aceptada.

Lacey formula las siguientes preguntas: ¿Qué se debe considerar como una buena

teoría científica? y ¿Qué convierte una teoría en racionalmente aceptable? En la

tradición moderna tanto empiristas como racionalistas hallarán que la racionalidad

expresada en las teorías podrían ser evaluados a partir de reglas metodológicas fijas que

podrían ser aplicadas por científicos individuales, como un algoritmo ideal del tipo

leibniziano que resolvería los disensos en el momento de la aceptación de la teoría

apelando, a las reglas apropiadas; como también a través de las reglas: inductivas,

deductivas, hipotético-deductivas, formalizadas según el cálculo de probabilidades;

pero, para nuestro autor, ha habido muchas candidatas para tales reglas que

permanecieron enredadas y muchas veces resultó en controversias aparentemente

insolubles (cfr. Lacey, 2008a, p. 83).

71

Entonces, nuestro autor propone que los juicios científicos correctos de una teoría

pueden ser analizados en términos de valores cognitivos manifestados en las teorías

conforme fuesen mostrados de forma adecuadamente próxima a las propias prácticas

científicas. De esta manera, el análisis por medio de los valores cognitivos,

presupondría un dialogo entre los científicos, de modo que la evaluación del grado de

manifestación de esos valores en las teorías es hecha de manera intersubjetiva, abierta al

debate racional y revisión crítica, pudiendo ser sustituidas unas teorías por otras teorías

rivales, así, se logre que tales valores no conduzcan a elecciones equívocas (Ibíd.).

Ya que para Lacey “los valores cognitivos son las características que las teorías e

hipótesis científicas deben tener con el fin de expresar bien el entendimiento” (Lacey,

2010a, p. 267). Ellas pueden manifestarse en mayor o menor grado en las teorías

generadas con el fin de explicar los fenómenos investigados; de esta forma se

diferencien de los análisis a partir de las reglas. Cabe resaltar que para Lacey “asumir un

conjunto de valores cognitivos no implica necesariamente la concordancia con la

elección de una teoría” (Lacey, 2008a, p. 85). Pues, podría ocurrir controversias

razonables, por ejemplo, primero, sobre la disposición jerárquica con respecto a su

importancia, a saber, si el poder explicativo es más importante que la simplicidad;

segundo, sobre la adecuación de la manifestación concreta de un valor particular en una

teoría dada, visto que los valores cognitivos concretamente se manifiestan solo en

mayor o menor grado (Ibíd.). En este contexto, serán legítimos los debates acerca de

una mayor relevancia de ciertos valores cognitivos sobre otros y, sobre la manifestación

concreta de un valor. Pero, en el caso que la evaluación de las teorías a partir de reglas,

probablemente serán rechazadas si no fuesen ajustadas a las propias reglas.

La condición necesaria y suficiente para que una teoría sea correctamente aceptada y

se manifieste en alto grado o en grado suficientemente elevado los valores cognitivos

será descrita a partir de los criterios objetivos para evaluar el grado de manifestación de

esos valores. Nuestro autor, considera que una creencia se consolida cuando una teoría

de algún dominio es juzgado de acuerdo con la imparcialidad, como la lista abajo:

Considerando E como los datos empíricos, T como teorías, D como dominio de

fenómenos y vc como valores cognitivos, se sigue:

(a) Los ítems de E fueron confiablemente obtenidos (¿replicados? ¿replicables?) y,

las generalizaciones empíricas obtenidas a partir de ellas reflejan los análisis

inductivos y las estadísticas confiables.

72

(b) Los E incluyen los ítems pertinentes para la colocación de T en una

confrontación crítica con las rivales y, la definición clara de los límites y

dominios para los cuales T es correctamente aceptada.

(c) E contiene ítems que son representativos de los datos posibles que podrían ser

obtenidos por la observación de fenómenos, característico de los dominios para

los cuales T es aceptada (frecuentemente después de su construcción). Obsérvese

que estos tres padrones se aplican específicamente a la adecuación empírica.

(d) T fue probada en contraposición a una gama “suficiente” o “adecuada” de

rivales.

(e) Es favorable la comparación del grado de manifestación de los valores

cognitivos en T (de D) con más teorías sólidamente arraigadas.

(f) Las críticas (particularmente los que se tornan explícitas, el que contrarresta

como manifestación más adecuada) en que T no manifiesta los vc en grado

suficiente para garantizar que sea incluida en el cuerpo del conocimiento

científico, fueron adecuadamente respondidas de acuerdo con el consenso de la

comunidad científica.

(g) La comunidad de los científicos está adecuadamente constituida para garantizar

el consenso al que llega (Lacey, 2008a, p. 256-57).

La lista citada arriba en general trata, por un lado, de la evaluación de las teorías

correctamente aceptadas con los padrones más rigorosos de la evaluación cognitiva

vigente, relativos al conjunto de los datos empíricos de un dominio de fenómenos; por

otro lado, está el dialogo racional entre los científicos, pues para el autor, las creencias

racionalmente aceptadas y consolidadas como pertenecientes al acervo del

conocimiento, constituyen los ítems más profundamente enraizados del conocimiento

científico, aquellos para las cuales alegamos convicción (pragmática), aunque no una

certeza (epistémica), donde reina el consenso en la comunidad científica y no precisa de

más investigación científica (cfr., Ibíd., p. 255). En otras palabras, para que una teoría

manifieste los valores cognitivos en alto grado, sería preciso que exista un acuerdo entre

los científicos sobre la manifestación de los criterios cognitivos, pues la teoría que

manifiesta esos valores sería un fuerte candidato para la aceptación del conocimiento

establecido, debido a algún tipo de consenso en su aceptación.

Lacey enumera varios tipos de valores cognitivos en la práctica científica, que

desempeñan y habrían desempeñado en la historia de la ciencia algún papel en la

evaluación y la elección de teorías. Por ejemplo, la adecuación empírica, la

consistencia, la simplicidad, la fecundidad (fertilidad), el poder explicativo, la verdad o

certeza (cfr. Ibíd., p. 85-87). Recuerda que no todo los valores cognitivos pueden ser

adoptados al mismo tiempo; por ejemplo, la certeza que fue un valor fundamental para

Descartes, probablemente podría no estar bien manifestado en las prácticas actuales. La

lista de los valores cognitivos, para el autor, varía de acuerdo con las disciplinas

73

científicas, visto que los criterios para una buena teoría científica y sus interpretaciones

podrían variar con las características de los fenómenos que trata la teoría (cfr. Ibíd., p.

88, nota 6).

Para considerar o incluir en la lista un valor cognitivo, según Lacey, debe satisfacer

por lo menos dos condiciones o encargos que cumplir: una explicativa y otra normativa.

El primero debe cumplir la necesidad de explicar (mediante la reconstrucción racional)

la elección de teorías efectivamente realizados por la comunidad científica; el segundo,

que su significación cognitiva o racional sea bien sustentada. Ellos funcionarían en un

contexto que no solo esté en contacto genuino con la práctica científica, sino que

también reconozca la susceptibilidad de esas prácticas a la crítica racional y a la

transformación que constituyen las respuestas a tales críticas (cfr. Ibíd., p. 88).

Cabe observar que por lo general en la mayoría de los enfoques filosóficos de la

ciencia el tópico sobre la ‘verdad’ es imprescindible, pero en el modelo de nuestro autor

el asunto no es abordado puesto que su preocupación está centrada en el entendimiento

de la práctica científica, tampoco tendría lugar en la aceptación o rechazo de una teoría,

ya que ella se determina a través de los valores cognitivos como la adecuación empírica,

el poder explicativo, la consistencia. Entonces, el asunto sobre la verdad aún queda

abierto para sus reflexiones. Sin embargo, existe otro autor, Philip Kitcher, simpatizante

del modelo de la interacción entre ciencia y valores, quien reflexiona de forma más

detenida sobre el asunto, para este autor la verdad es un ideal o valor fundamental, en el

sentido que expresa la significatividad científica, sensible a la historia y al contexto de

las investigaciones. El concepto de significatividad, para Kitcher, tiene dos

componentes importantes: por un lado, el de estándar ‘epistémico’ y por otro lado, el

‘práctico’; la fundamentación del primero la encuentra en la idea de la curiosidad

humana, y el del segundo lo encuentra en la idea normativa de la democracia

deliberativa (cfr. Kitcher, 2001, p. 80-1,117-136).

2.3.3. Los fines de la ciencia (o el objetivo de la práctica científica)

Ya indicamos que un valor cognitivo se manifiesta en la valorización de la elección

de teorías o en la caracterización de las teorías aceptadas como “buenas”. Pues bien, en

la medida que un agente X participa en las prácticas científicas en las cuales las teorías

son planeadas, exploradas, desarrolladas, revisadas y evaluadas; el agente X, según

Lacey, suscribe un ideal como algo que hace “buena” una teoría aceptada, es decir, un

74

fin, un objetivo o una justificación general, fundamental y abarcadora para las teorías en

las que los valores cognitivos son constitutivos. A pesar que los diferentes agentes

puedan diferir en sus juicios de valor sobre lo que pueda ser constitutivo de una “buena”

teoría aceptada, es decir, acerca de sus valores cognitivos; pero, en la medida que existe

alguna concordancia en que las teorías pretenden ser portadoras del entendimiento y de

conocimiento sobre los fenómenos, aún más, se espera frecuentemente que ellas puedan

ser aplicadas con éxito en las prácticas sociales, entonces los diferentes discordancias

consideradas daría lugar o precisaría de alguna solución no conflictiva (cfr. Lacey,

2003, p. 128).

Recientemente, en el XXII Seminario Internacional, realizado en el primer semestre

de 2011, en el Departamento de Filosofía de la universidad de São Paulo-Brasil,

nuestro autor, presentó con amplio detalle los fines de la ciencia, en comparación a

propuestas anteriores; tuvo en cuenta que el objetivo de la práctica científica, no solo

está pensado para obtener el entendimiento de los fenómenos de acuerdo con la

imparcialidad, sino también tal entendimiento puede ser usado, por ejemplo, para

ampliar nuestros poderes sobre el control de los objetos y para el crecimiento

económico de forma sustentable; para deliberar la legitimación en la aplicación del

conocimiento científico, como para formar políticas públicas y los reglamentos de

forma apropiada en la implementación de la innovaciones tecnocientíficas. En tal

sentido, la investigación científica sería investigación sistemática y empírica de los

fenómenos, conducida para los siguientes fines:

(i) generar y consolidar el conocimiento y entendimiento de los fenómenos del

mundo, de sus posibilidades (incluso de los fenómenos generados en espacios

experimentales y en las prácticas tecnológicas):

• de ámbitos crecientemente mayores de fenómenos, incluso de los fenómenos

producidos o propuestos en el curso de las operaciones experimentales y de medida

(frecuentemente con el objetivo de testar teorías o de informar innovaciones

tecnocientíficas).

• ningún fenómeno de importancia o de valor en la experiencia humana o en la vida

de la práctica social (y de las hipótesis sobre ellas – incluso de los efectos colaterales

y riesgos de las implementaciones en las aplicaciones prácticas) es en principio

excluido del alcance de la investigación científica.

y consecuentemente:

(ii) hacer descubrimientos de los nuevos fenómenos y de las nuevas maneras de

generar fenómenos; anticipar las posibilidades que pueden originarse en las

consecuencias causales de los fenómenos; y, a veces, hacer previsiones de los

fenómenos futuros.

75

(iii) usar el entendimiento obtenido para informar las actividades prácticas, incluso

aquellas basados en la implementación de las innovaciones tecnocientíficas y,

• teniendo en vista la aplicación práctica y tecnológica del conocimiento, de los

descubrimientos, de las anticipaciones (y, a veces, la investigación está

conducida directamente para producir ellas) – en el contexto del horizonte

proporcionado por el pluralismo metodológico.

• El valor de obtener el entendimiento sobre los fenómenos del mundo está

subordinado a la expansión de nuestro conocimiento acerca de qué podemos

hacer, de cómo podemos ampliar nuestros poderes con el fin ejercer el control

sobre los objetos, especialmente en la medida que pueden contribuir para el

crecimiento económico y a otros intereses de las principales corporaciones

comerciales del tipo tecnocientífico.

(iv) obtener el conocimiento y buscar los datos empíricos, que sean apropiados para

las deliberaciones sobre la legitimidad de las aplicaciones del conocimiento

científico y para la formación de las políticas públicas y de los reglamentos, que

precisan acompañar las implementaciones de las innovaciones tecnocientíficas – de

modo que los resultados de la investigación sean evaluados (por su valor cognitivo)

en el contexto de una perspectiva encuadrada por el ideal de la imparcialidad.

• las reivindicaciones de los fenómenos hacen parte del acervo del conocimiento

científico establecido, solamente cuando son incorporados en teorías aceptadas

de acuerdo con la imparcialidad (las hipótesis que informan las innovaciones

tecnocientíficas y las que explican su eficacia son generalmente de este tipo)

• las reivindicaciones que tienen más o menos apoyo empírico, endosadas para el

fin de afirmar acciones, actividades prácticas, políticas públicas y reglamentos no

deben ser distinguidas del conocimiento aceptado de acuerdo con la

imparcialidad; y, los endosamientos no deben ser hechos en desacuerdo con las

propuestas aceptadas de acuerdo con la imparcialidad, deben estar basadas en

datos empíricos obtenidos y en investigaciones que no impidan la posibilidad

eventual (posterior de más investigación, si condujese) de obtener resultados que

concuerden con la imparcialidad (Lacey, separata inédita, distribuida en el XXII

Seminario de 2011, Departamento de Filosofía, USP - Brasil).13

Lacey advierte que en la medida que el entendimiento envuelva descripciones que

caracterizan de qué son los fenómenos (o cosas), las propuestas acerca por qué los

fenómenos son como son, el inventario de sus posibilidades, incluido los aún no

realizados; se tendrá en cuenta esas indagaciones abiertas en virtud de sus propios

13

Cabe anotar que los fines de la ciencia en los textos anteriores del autor son definidas de la siguiente

forma:

(i) generar y consolidar teorías que expresan el entendimiento empíricamente fundamentado y bien

confirmado de los fenómenos y de las posibilidades que ellos permiten;

(ii) de ámbitos cada vez mayores de fenómenos (de modo que nuevos descubrimientos sean obtenidos

regularmente);

(iii) tal que ningún fenómeno significativo en la experiencia humana o en la vida de la práctica social

– y generalmente ninguna proposición social sobre los fenómenos – sea (en principio) excluido del

compás de la investigación científica, y

(iv) teniendo en vista (cuando es apropiado) la aplicación práctica del conocimiento representado en

teorías bien confirmadas (Lacey, 2006a, p. 16; cfr. 2005a, p. 64-65 y 2010a, p. 17).

76

poderes subyacentes y las interacciones que puedan participar, así como la anticipación

sobre cómo tratar de realizar tales posibilidades. En tal sentido el autor en parte,

enumera los objetivos de la actividad científica. Su propuesta envuelve todas las formas

de las investigaciones que son llamadas “ciencias” (inclusive las ciencias sociales),

como también, las otras formas de investigaciones similares, es decir, aquellas que

quepan en las formas de investigación empírica sistemática.

En tal medida, el autor no desea, ni niega por definición, ni asume a priori que las

formas de conocimiento que están en continuidad con conocimientos tradicionales,

pueden tener un estatus epistémico comparable al de la ciencia moderna. Por tanto, no

desea restringir lo que debe ser considerado una teoría tan solo a las que están dotadas

de estructuras matemático-deductivas, o que envuelven la representación de las leyes

formuladas matemáticamente; pero tampoco desea excluir, sino incluir cualquier

estructura razonablemente sistemática que exprese el entendimiento empíricamente

fundamentado respecto de un dominio de fenómenos. Sugiere que su propuesta de los

fines de la ciencia, está abierta a controversias, por el hecho que otros autores, como

Laudan (1977), por ejemplo, enuncian como tal fin, en términos de “solución de

problemas”. Pero Lacey, en una nota de página, afirma: “Observo simplemente que la

mayor parte de mi argumento puede ser re-articulado en el contexto de otras

caracterizaciones de los fines de la ciencia” (Lacey, 2003, p. 129).

En vista que algún valor cognitivo, es la característica de una teoría, cuya sólida

aceptación promueve la lista enunciada del objetivo de la ciencia; entonces, es

constituyente de una teoría en la medida que expresa un entendimiento correcto,

empíricamente fundamentado, de un ámbito de fenómenos. Así, los valores cognitivos

serían los constituyentes de los fines cognitivos de las prácticas científicas. Entonces,

por lo menos para nuestro autor, los valores cognitivos deben de hecho tener el papel de

los fines cognitivos en la tradición (o tradiciones) de la investigación científica y

tornarse manifiestos en teorías cuya aceptación estaría al presente libre de controversias.

Además, si se desea sustentar una noción robusta de entendimiento deberían existir

razones fuertes por las cuales otros candidatos fueran propuestos, por ejemplo, “ser un

objeto de valor social a la luz de algunos valores sociales”, no están incluidos entre los

valores cognitivos (cfr. Lacey, 2005a, p. 65). Por tanto, el objetivo de la ciencia

justificaría que la imparcialidad sea sustentada por los científicos, en la medida que

realicen sus investigaciones de acuerdo con los fines de la ciencia propuestos.

77

Ya que la meta de la ciencia es adquirir entendimiento de los fenómenos y la

consiguiente incorporación de las posibilidades que ello permita. En tal medida, cabe

resaltar, por un lado, que para el autor, los fenómenos permiten muchos y variados tipos

de posibilidades, no todas pasibles de co-realización o co-investigadas

simultáneamente; por tanto, una investigación científica real permitirá necesariamente

optar por la búsqueda de ciertas clases de posibilidades valorizadas, generalmente

aquellas valorizadas por el bien de la aplicación, entonces, el potencial de su realización

y de la investigación estarían históricamente condicionadas (cfr. Lacey, 2010a, p. 69).

Por otro lado, dado que el objetivo de la investigación científica son los fenómenos,

como los aprendidos según las estrategias, los objetivos variarán conforme las

estrategias, siendo así, no podrían ser caracterizadas en términos neutros, el autor

atribuye este descubrimiento a Kuhn, entonces, las estrategias, como un componente

clave de la metodología científica, serán variables históricamente y, consecuentemente

el objetivo de la investigación científica también (cfr. Ibíd., p. 97).

2.3.4. Pluralismo metodológico

Considerando que la investigación científica es una investigación empírica

sistemática, basada en los estándares usualmente aceptados para la prueba empírica

objetiva, conducida según las estrategias aptas para obtener conocimiento y

entendimiento sobre los tipos de objetos investigados. Ello no implica, para nuestro

autor, que el enfoque descontextualizante (ED) sea la única perspectiva para la

investigación científica. Sino que las pesquisas científicas o los fines de la ciencia son

consistentes con una pluralidad de metodologías, es decir, una “investigación adecuada

sobre algún objeto debe ser conducida de acuerdo con estrategias no necesariamente

reducidas a aquellas que se ajustan al enfoque descontextualizante” (Lacey, 2008c, p.

305).

El autor escribe:

La ciencia debería ser pensada como una investigación empírica sistemática,

sensible al ideal de la imparcialidad, conducida mediante cualquier estrategia

metodológica que sea apropiada para la obtención del entendimiento de los objetos

investigados (Lacey, 2012d, p. 425).

Así concebida la ciencia es compatible con el pluralismo metodológico, si se tiene en

cuenta que (i) la investigación fecunda – la investigación que lleva a resultados de

acuerdo con la imparcialidad, por consiguiente, a la construcción y consolidación de

78

teorías que manifiestan los valores cognitivos en alto grado con respecto a los dominios

específicos de los fenómenos – puede ser conducida mediante el empleo de diferentes

tipos de estrategias, y que (ii) la investigación de diferentes tipos de objetos y la

adecuada capacidad de responder a la imparcialidad pueden, realmente requerir la

adopción de tipos de estrategias fundamentalmente diferentes (Ibíd.). Pero a lo largo de

la tradición científica moderna, el pluralismo metodológico raramente fue considerado

con seriedad. Para muchos, la metodología científica se habría limitado a la utilización

de estrategias del enfoque descontextualizante (Ibíd. p. 426).

Lacey reconoce que la adopción del abordaje descontextualizadora posibilita la

obtención de una amplia cantidad de conocimiento científico, de aquellos objetos que

pueden ser entendidos en términos de la capacidad generadora de su estructura

subyacente, procesos, interacciones y leyes, incluido el conocimiento que subyace a las

innovaciones tecnocientíficas y que explica la eficacia técnica de sus operaciones. Pero,

para Lacey no hay fundamento alguno para sustentar que todos los objetos puedan ser

entendidos en tales moldes.

A fin de obtener un conocimiento sistemático y empíricamente establecido sobre los

objetos investigados (por ejemplo, los fenómenos de la acción humana o de la historia

social), pueden o deben ser utilizados enfoques que no sean posibles de ser reducidos a

aquellos que se ajustan al enfoque descontextualizante. Visto que a través del uso de

enfoques alternativos una investigación puede ser exitosa en la obtención de resultados,

aún de acuerdo con la objetividad científica (por ejemplo, en el caso de la agroecología

(ver § 3.2.4)). Así, según Lacey “no solamente el objetivo de la ciencia no implica la

adopción del enfoque descontextualizante, sino que también puede estar bien informado

por la investigación conducida con el empleo de diferentes metodologías” (Lacey,

2008c, p. 306).

Como hemos visto, para el autor, la conducta de la ciencia es compatible con el

pluralismo metodológico, como también sugiere el cultivo dinámico de una pluralidad

de metodologías, incluyendo aquellas que no pueden ser reducidas a la estrategia del

enfoque descontextualizante. Argumenta, aunque las estrategias del ED sean suficientes

para una investigación que genera innovaciones tecnocientíficas y que explica su

eficacia. Sin embargo, las investigaciones sobre, por ejemplo, los riesgos y alternativas,

que son relevantes para la legitimar la implementación de las innovaciones, no serían

suficientes las estrategias del ED, requeriría de otras estrategias que lleven en cuenta el

contexto ecológico y social de los fenómenos (Ibíd.).

79

2.3.5. Los momentos de la actividad científica

Distinguir los momentos o contextos en la actividad científica, tiene una larga

historia y ha tenido un papel muy importante en el desarrollo de la filosofía de la ciencia

en el siglo XX. Sin embargo, la distinción propuesta entre el contexto de descubrimiento

y el contexto de justificación sugerida por Reichenbach en su obra Experience and

prediction (1938), marcó profundamente y ha sido aceptada sin objeciones durante

varias décadas. Pero, la distinción no es exclusiva de él, sino tiene antecedentes, a pesar

de no haber sido formulado explícitamente, sus precursores son varios, se puede

mencionar, sin entrar en detalles, a autores como Locke, Hume, Kant, Husserl, Frege,

Cohen, Whewell, Herschel, como también ya vigente en el manifiesto del “Círculo de

Viena” de 1929, en el Aufbau de Carnap (1928), en Schlick (1918), Popper (1934) y, así

por adelante, como lo muestran los trabajos de Laudan (1980), Hoyningen-Huene

(1987) y Echeverría (1995a).

Sucintamente se puede afirmar que en la propuesta de Reichenbach hay dos

contextos en la práctica científica: el de contexto de descubrimiento y contexto de

justificación; el primero, trata de cuestiones volitivas conformadas subjetivamente, que

la epistemología nada tendría a ver con ellas, sino la sociología, psicología o la historia

de la ciencia. El segundo, sería un asunto típicamente epistemológico, en la medida que

sólo se ocupa de la construcción del contexto justificativo, vale decir, lo esencial serían

los resultados finales de la investigación científica, los hechos descubiertos, las teorías

elaboradas, los métodos lógicos utilizados y la justificación empírica de las

consecuencias y predicciones que se derivan de las teorías. La propuesta sugiere

directamente una separación entre hechos y valores. Pero, en el periodo historicista la

propuesta fue severamente criticada, mostrando que la distinción era insuficiente para

abarcar la complejidad de la actividad científica (cfr. Echeverría, 1995a).

El propio Echeverría, argumenta que la distinción de Reichenbach parte de un

malentendido fundamental, que afectó toda la tradición de la concepción heredada en la

filosofía de la ciencia, a saber: “la reducción de la ciencia al conocimiento científico”

(Ibíd. p. 52) en vista, de la aún influente propuesta de Reichenbach, hoy en día. En

contraste, Echeverría propone cuatro contextos en la actividad científica: el de

educación, innovación, evaluación y aplicación; indicando que los cuatro interactúan

entre sí y se influencian mutuamente o son interdependientes. Sucintamente, la

educación concierne sobre la enseñanza y difusión de la ciencia; la innovación abarca el

80

contexto de descubrimiento de Reichenbach, aún más, la tecnociencia; la evaluación

atañe a la justificación del conocimiento científico, como también, a la justificación

tecnocientífica y; la aplicación tiene que ver con la transformación, modificación y

producción de artefactos, como de la labor de asesoramiento en la toma de decisiones

por los científicos expertos (cfr. Ibíd., Cap. II).

En su modelo de la interacción entre ciencia y valores, nuestro autor, también

distingue los contextos de la práctica científica hasta en cinco momentos recientemente,

pero en sus escritos anteriores distinguía básicamente tres momentos14

. Advierte que la

distinción es analítica y no temporal. Cabe notar, que la distinción es importante, en la

medida que esclarece en qué momentos son legítimos o no el papel de los valores

cognitivos y no-cognitivos en la actividad científica. Veamos:

M

1 – la adopción de una estrategia [strategy] de investigación;

M2 – la realización de la investigación;

M3 – la evaluación cognitiva de las teorías e hipótesis – la evaluación de teorías como

portadores del conocimiento y entendimiento;

M4 – la diseminación de los resultados científicos y;

M5 – la aplicación del conocimiento científico (Lacey, separata inédita distribuida en el

XXIV Seminario Internacional de Filosofía e Historia de la Ciencia, realizado en la

Universidad de São Paulo en el primer semestre de 2013 Brasil).

El autor, enfatiza que su modelo de la interrelación entre ciencia y valores (M-CV)

difiere del modelo tradicional (MT), especialmente con respecto del papel de los valores

sociales y éticos en M1, y de las relaciones que existen entre M1 y M5. En el MT, los

valores éticos y sociales (los no-cognitivos) no tendrán papel alguno en M1 y M3,

mientras en los otros momentos tales valores no-cognitivos tendrían varios papeles. Sin

embargo, en el M-CV del autor, los valores no-cognitivos en M1, M2, M4 y M5 son

legítimos, pero no en M3, en ella solo los valores cognitivos son legítimos.

Como hemos indicado, en el modelo tradicional en M3 solo los valores cognitivos

tienen papeles legítimos y, de acuerdo con la imparcialidad, nuestro autor concuerda

con ello. Pero, también para MT en M1 no tienen lugar alguno el papel los valores éticos

y sociales, ya que las estrategias en el uso actual están determinadas por el curso del

desarrollo histórico interno a la disciplina, sujetas solo a su capacidad de generar teorías

14

Nótese, que las distinciones anteriores de los momentos de la actividad científica en los textos del

autor (fundamentales en nuestra concepción), son las tres que siguen:

M1 – adoptar una estrategia;

M2 – aceptar teorías; y

M3 – aplicar el conocimiento científico (Lacey, 2010a, p. 298; 2003, p. 143).

81

y tornarse aceptadas de acuerdo con la imparcialidad (en M3). Más también, para MT en

M5 los valores éticos y sociales, de los diferentes tipos, desempeñarán papeles legítimos;

el autor, también concuerda con ello, pero no está de acuerdo con la negación de las

relaciones que existen entre M1 y M5, puesto que la adopción de una estrategia de

investigación, en alguna forma, determina el tipo de aplicación del conocimiento, como

también de su legitimidad o significado.

En M2, los valores no-cognitivos son legítimos, pues en la realización del

conocimiento, se trata de la determinación de las prioridades, la innovación teórica, la

elaboración y la crítica, el desarrollo de modelos y métodos matemáticos (e

informáticos), la construcción de instrumentos (de medición o intervención) y aparatos

experimentales, la actividad experimental observacional, análisis de los datos,

condiciones éticas y las restricciones. En el M4, son imprescindibles los vales éticos y

sociales, es el momento de la educación, el de la diseminación de los resultados

científicos, en los textos, congresos, la formación de investigadores, etc. Cabe observar,

la relación o no de los momentos M1, M3 y M5 son los más importantes y delicados, en

tal sentido, se expone con más detalles en las líneas que siguen.

Como hemos visto, para el autor, los valores no-cognitivos tiene papel legítimo y

frecuentemente indispensable en M1, M2, M4 y M5, pero en el M3 no la tienen, sino solo

los valores cognitivos son pertinentes en tal momento. El autor sustenta aceptar una

teoría (T) es juzgar que T no precisa de pruebas subsecuentes, y que T puede ser tomada

como un dato en el transcurso de las investigaciones de la práctica social. De acuerdo

con la imparcialidad, T será correctamente aceptada para un dominio específico de

fenómenos, si y solamente si, manifiesta los valores cognitivos (vc) en grado elevado,

dado los “padrones” habituales para la “medición” del grado de manifestación de los vc,

no existe perspectivas plausibles de obtener un grado mayor. Dado los fines de la

práctica científica y dado que son las teorías que expresan el entendimiento de los

fenómenos, no existe el papel racionalmente destacado para el valor social (vs) en M3;

el hecho de que T pueda manifestar en grado elevado, algún objeto de valor social a la

luz de los vs especificados, no cuenta racionalmente en favor ni contra de su aceptación

correcta (cfr. Lacey, 2010a, p. 298).

Obsérvese el caso de M5 en relación a M1, para nuestro autor, una aplicación es

obviamente hecha porque se entiende que sirve a intereses específicos y, así, promueve

la manifestación de vs específicos, y los juicios de su legitimación dependen de una

multiplicidad de juicios de valor. En M1, una estrategia puede ser adoptada – sujeto, a

82

largo plazo, a las condiciones de que la investigación se revele fructífera en la

generación de teorías que se tornan correctamente aceptadas en M3 – en vista de las

relaciones de refuerzo mutuo entre la adopción de la propia estrategia y la sustentación

de ciertos vs, bien como el interés en promover esos valores (algunas veces la estrategia

puede ser adoptada por otras razones). La adopción de una estrategia define los tipos de

posibilidades que pueden ser identificadas en la investigación; en casos importantes,

posibilidades que, identificadas y realizadas, servirán los intereses asociados a los vs

relativos a la adopción de la estrategia. Pero, la adopción de una estrategia no implicaría

por si sólo que las posibilidades de ese tipo existan y, si existen, que ellas serán

concretamente; tales cuestiones solamente pueden ser resueltas en M3, donde la

imparcialidad debe ser mantenida (Ibíd. p. 299).

De esta forma, para el autor, no podríamos contar por lo general que la neutralidad

en la aplicación sea mantenida; pues, en la aplicación, en M5, las teorías tienden a servir

especialmente bien los vs vinculados a la estrategia según la cual son aceptadas. Sin

embargo, el autor piensa que la neutralidad en la aplicación debería permanecer como

aspiración de las instituciones científicas, pero entendida como los fines de la práctica

científica que deben ser buscados, de tal forma, que pueda producir conocimiento

científico, tal que los proyectos valorizados a la luz de cualquier valor social viable

puedan ser informados, más o menos equitativamente, por el conocimiento científico

bien establecido. La idea del empeño completo en realizar los fines de la ciencia

requiere la adopción de varias estrategias. El autor duda que eso puede acontecer sin

que se reconozca como legítimo el papel de los valores sociales en M1, y sin que sean

proporcionadas las estrategias vinculadas a los vs de grupos menos dominantes las

condiciones materiales y sociales para su desarrollo (Ibíd.).

En la insistencia o en la explicitación del papel de los valores sociales en los

diferentes momentos de la actividad científica, el autor, desarrolla más algunos puntos.

En primer lugar, es un objeto de valor social a la luz de vs especificados,

independientemente de los vs que se puede considerar, no desempeñan algún papel

lógico apropiado al lado de los valores cognitivos en M3, aun así, el autor, halla que los

valores sociales podrían tener varios papeles en tales momentos, anota:

(1) Las instituciones que manifiestan ciertos vs pueden tener valor cognitivo;

(contingentemente) ellas pueden proporcionar las condiciones necesarias para la

aceptación de teorías de acuerdo a la imparcialidad.

83

(2) Los vs pueden ser parte de la explicación causal de por qué están disponibles las

teorías aceptadas para ciertos dominios de fenómenos, pero no para otros.

(3) La prueba adecuada de las teorías (y particularmente la especificación de los

límites de los dominios de fenómenos para los cuales ellas son correctamente

aceptadas) pueden requerir la comparación crítica con las teorías desarrolladas

según una estrategia rival que tenga relación de refuerzo mutuo con un vs

particular.

(4) Una vez que una teoría puede no ser neutra en la aplicación o puede perjudicar

los presupuestos de una perspectiva de valor, el compromiso con los vs (que no

son servidos por la aplicación de una teoría o cuyos presupuestos son

perjudicados) puede hacer que haya una elevación en los “padrones” de

“medida” del grado de manifestación de los vc.

(5) Sustentar un vs particular puede predisponernos a diagnosticar cuando una teoría

está siendo aceptada en desacuerdo con la imparcialidad, como por ejemplo, ser

un objeto de valor social a la luz del vs especificado está de hecho

encubiertamente teniendo un papel en M3 juntamente con los vc (Ibíd. p. 300-

01).

En segundo lugar, el aceptar o rechazar no es la única posición relevante que puede

tomarse en relación a T en la actividad científica. T puede ser provisoriamente

considerada, estudiada en vista de su desarrollo o revisión, sometida a pruebas,

sustentada como la más promisora o como “salvando los fenómenos” mejor que las

alternativas existentes, usado instrumentalmente en otras investigaciones, etc. Algunas

de esas posiciones deberán ser claramente adoptadas en etapas iniciales de los procesos

de investigación que puedan producir una teoría correctamente aceptada. (Algunas

nunca son candidatas a la aceptación, “teorías ideales”, “algunos modelos”

matemáticos). El modelo de la actividad científica que aquí propongo, afirma el autor,

puede ser elaborado de modo que pueda incluir otros momentos y submomentos en

correspondencia con esas posiciones. En algunos de ellos los vs pueden tener papeles

apropiados. Una vez que una estrategia haya sido adoptada en M1, por ejemplo, existe

un momento en que son elegidos los problemas específicos para la investigación. A

pesar de aquellos que aprueban la autonomía (o que no reconocen la existencia de la

cuestión de la elección de estrategia) admiten prontamente un papel para los vs en ese

momento (cfr. Ibíd., p. 301).

En tercer lugar, en la medida que la aplicación es un momento importante (M5) en la

actividad científica, tanto que el valor social informado para la aplicación puede

también tener un papel en (M1) donde una estrategia es adoptada. Visto así, para el

autor, los valores sociales tendrán un papel en el núcleo de la actividad científica, y no

habría una buena razón para negarles tal papel. En M5, los valores sociales también

tendrían una variedad de papeles vinculado a la legitimación de las aplicaciones. Es

84

decir, para legitimar una aplicación se requeriría tomar atención a enunciados como: (i)

no existen efectos colaterales negativos desde el punto de vista del valor social

derivados de la aplicación y, (ii) no existe otra forma mejor, con valor social

potencialmente mayor, para realizar los fines inmediatos de aplicación. Nuestro autor

sugiere que los científicos como científicos deben hacer juicios acerca de ellos; pero

tales juicios no pueden ser reducidos para la aceptación de la teoría. Pues, los científicos

pueden aprobar o no, los dos tipos de enunciados. Aprobar una teoría o hipótesis

envuelve un apelo tanto a los valores sociales como a los valores cognitivos (cfr. Ibíd. p.

302).

2.3.6. El entendimiento científico

Nuestro autor se pregunta: ¿Qué son los objetos y los fenómenos naturales y en qué

consiste el entendimiento de ellos? Responde: el entendimiento es siempre contextual y

el propio concepto del entendimiento varía de acuerdo con el contexto, según el enfoque

de interés y con los agentes del discurso. Lo que siempre hace parte del entendimiento

de una cosa constituirá los siguientes componentes:

Una afirmación con respecto de qué es: el tipo de cosa que ella es, sus propiedades,

sus comportamientos, sus relaciones y sus variaciones temporales.

Una afirmación respecto de por qué una cosa es como es.

Una afirmación respecto de sus posibilidades: cuales son las posibilidades que están

abiertas (incluso las posibilidades no realizadas hasta el momento, considerando sus

propios poderes para desarrollar y sus interacciones con las otras cosas).

Para Lacey, el entendimiento de la realidad siempre requiere afirmaciones del tipo:

“qué es”, “por qué es” y “lo que es posible”. A cada una de los tres componentes se

podría atribuir varias interpretaciones. Con respecto al “qué es”, un objeto puede ser

considerado un objeto de la experiencia; un objeto de una práctica humana; un

componente de una estructura (por ejemplo, un sistema ecológico, social o cósmico); un

objeto que mantiene relaciones causales con otros objetos.

Dependiendo de cómo los objetos son considerados, las respuestas a las preguntas

“¿por qué es?” y “¿qué es posible?”, según el autor, toman formas diferentes y reflejan

intereses diferentes. Por ejemplo, una semilla: el trigo. ¿Cuáles son las posibilidades que

le están abiertas? La semilla puede ser considerada de muchas maneras, veamos dos

casos: primero, puede ser un objeto que genera, después del cultivo, cosechas

85

cuantificables en rendimientos; segundo, puede ser un objeto que participa

integralmente de procesos sociales.

En el primer modo, las semillas pueden ser alteradas bajo el efecto de las nuevas

tecnologías genéticas y se tornan “híbridas”, de tal forma que, cuando son cultivadas

bajo ciertas condiciones específicas, los rendimientos de las cosechas aumentan

significativamente. En el segundo modo, después de tornarse generadoras de los

referidos aumentos de rendimientos, las semillas también se transforman en una

mercadería comercial-social (un objeto producido y cultivado intensamente por

empresas capitalistas y comercializados según las reglas del mercado); en lugar de un

objeto que en la mayoría de las veces es producido en cosechas anuales como parte de

las costumbres locales. La semilla se diferencia de las prácticas humanas y pasa a

mantener otras relaciones de orden social.

Lo que ha venido a ser un aumento cuantitativo, cuando se considera la semilla un

determinado tipo de objeto, se le identifica a un cambio social fundamental, cuando se

la considera como otro tipo de determinado objeto. El entendimiento, entonces, puede

asumir varias formas y, consecuentemente, corresponder a los intereses de las diferentes

prácticas (cfr. Lacey, 1998 y 2008a, cap. 1).

2.4. Estrategias metodológicas

La noción de estrategia, para nuestro autor, constituye un elemento esencial en la

metodología científica, junto a la “teoría” y los “datos empíricos”. Siendo anterior

(desde el punto de vista lógico, no necesariamente temporal) al comprometimiento

(engagement) en la investigación científica. Tal noción de estrategia tendría alguna

similitud con términos como “paradigma”, “matriz disciplinar” o “léxico estructurado”

de Kuhn (1970), “programas de investigación” de Lakatos (1975), “tradición de

investigación” de Laudan (1977), “sistemas de referencia” Kitcher (1993) y “formas de

conocimiento” de Hacking (1999).

Para el autor, cualquier investigación científica es siempre conducida según una

estrategia cuyo papel principal es, en primer lugar restringir los tipos de teorías (o

hipótesis) a ser considerados en un proyecto de investigación especificado y los tipos de

categorías (terminología) que pueden ser usados en las teorías, los recursos

conceptuales que pueden ser desarrollados y las formas de posibilidades que pueden ser

identificados en el curso de la investigación, los tipos de modelos, analogías y

86

simulaciones que pueden ser usadas; en segundo lugar: proveer criterios para

seleccionar los tipos relevantes de los datos empíricos a ser buscados, registrados y

analizados, fenómenos y aspectos a ser observados, en los cuales las teorías aceptadas

puedan ser ajustadas en la investigación experimental (cfr. Lacey, 2005a, p. 3; 2010a, p.

20).

El objetivo de la ciencia, de la forma ya mencionada, permitirá que la investigación

exitosa pueda ser conducida según una variedad de tipos de estrategias. Sin embargo, la

investigación científica del tipo de la tradición moderna, ha sido conducida cuasi

exclusivamente de acuerdo con un tipo particular de estrategia (admitiendo alguna

variedad considerable), al cual el autor, denomina estrategias descontextualizadoras15

.

Veamos su desarrollo en la subsección siguiente.

2.4.1. La estrategia del enfoque descontextualizadora (EED)

Como se mencionó brevemente, para el autor, casi toda la investigación en la ciencia

moderna ha sido conducida exclusivamente según un tipo particular de estrategia: el de

enfoque descontextualizante (ED), que se manifiesta en una variedad de formas, en el

cual las teorías son restringidas a aquellas que representan los fenómenos y encapsulan

las posibilidades (las posibilidades materiales de los objetos) en términos de su

generación a partir de la estructura subyacente (y sus componentes), los procesos, la

interacción y las leyes (expresadas característicamente en el lenguaje de la matemática)

que los gobiernan y recíprocamente seleccionan los datos empíricos por medio de la

utilización de categorías descriptivas que en general son cuantitativas y aplicables en

virtud de las operaciones de medida, instrumentales y experimentales (cfr. Lacey,

1999e; 2003, p. 133; 2010a, p. 46).

En una nota de página, nuestro autor, explica que la noción de “estrategia

materialista” o en su terminología más reciente, “estrategias descontextualizantes”,

podría ser comparada o expresada alternativamente en términos de la concepción de

Giere, refiriéndose a las teorías como modelos abstractos (o conjunto de modelos) que

representan aspectos del mundo (los fenómenos y las posibilidades que ellas admiten),

cuyos componentes tendrían propiedades cuantitativas y que son estructuradas de la

forma que sus procesos e interacciones se ejemplifican en “principios matemáticos”, de

15

Cabe aclarar que en sus trabajos anteriores, nuestro autor, usa la terminología estrategias materialistas,

pero, hoy en día denomina ‘estrategias descontextualizadoras’ o ‘descontextualizantes’.

87

tal forma, que el principio matemático se torna la noción central, en vez de las leyes

(cfr. Lacey, 2010a, p. 46; Giere, 1999, cap. 5).

La representación de los fenómenos según ese orden de las estructuras subyacentes,

según nuestro autor, son descontextualizantes, en la medida en que los disocia de

cualquier lugar que puedan tener con las ordenaciones sociales, con las vidas y

experiencias humanas, disociándolos también de todas las vinculaciones con los

valores, de cualquiera de los referenciales sociales, humanos y ecológicos en los cuales

puedan estar incorporados. Entonces, la encapsulación de las posibilidades según tales

estrategias generaría posibilidades descontextualizadoras. Sin embargo, para nuestro

autor, no todas las posibilidades que pueden ser identificadas en la investigación

empírica sistemática, cuyos resultados concuerdan con la imparcialidad, sea reducidas a

las posibilidades descontextualizadoras. Por ejemplo, en las investigaciones

agroecológicas (ver § 3.2.4.).

En algunos dominios de los fenómenos, la investigación produce resultados de

acuerdo con la imparcialidad, puede ser conducida según las estrategias, no

necesariamente reducidas a las estrategias descontextualizantes, aunque la investigación

puede haber usado libremente los resultados consolidados según las estrategias

descontextualizantes. Pero, en algunos campos (por ejemplo, en el ecológico y el

social), los objetos pueden también ser representados como constituyentes de sistemas

ecológicos, objetos de valor social y cultural, objetos con los cuales los seres humanos

pueden mantener relaciones socialmente constituidas y, tal vez, como objetos que tienen

significación económica, legal, cultural, estética, cosmológica o religiosa. Por tanto,

para el autor, no habría razón para pensar que los resultados imparciales empíricamente

basados no puedan no encontrarse en tales objetos, representaciones que pueden

conducir las investigaciones según estrategias alternativas o no-descontextualizantes

(sin reducirlas a las estrategias descontextualizadoras) (cfr. Lacey, 2006a, p. 16).

La descontextualización implicaría también un tipo de reduccionismo, es decir, en la

medida que la adopción del ED es considerada parte esencial de la investigación

científica (parte de los fines de la ciencia), la investigación científica, por ejemplo, de

los seres humanos, las estructuras sociales, los sistemas ecológicos, los agro-sistemas

sustentables, organismos biológicos; presupone que tales objetos podrían ser entendidos

en términos del poder generativo de su orden subyacente; es decir, tales objetos están

tratados como reducidos al poder generativo de su estructura, proceso, interacción y

leyes subyacentes; para entenderlos no precisamos utilizar categorías que no hagan

88

parte de las EED. Así, la adopción exclusiva del ED envuelve el compromiso con el

reduccionismo, un enfoque descontextualizador-reduccionista. Además, la inclusión del

ED en los fines de la ciencia presupone la hipótesis de que, por ejemplo, la acción

humana podría ser entendida completamente en términos reduccionistas, esto es, una

hipótesis que no pueda ser tratada en el curso de la investigación conducida dentro del

ED, implica la subordinación de la ontología a la metodología. Pues la formulación de

los fines de la ciencia para el autor no implican esto.

Todavía, muchos fenómenos y reivindicaciones, para nuestro autor, no pueden ser

adecuadamente investigados dentro del ED. Tales como la acción racional humana que

es parte esencial de la vida común y de las prácticas comunicativas en las cuales la

intencionalidad y la racionalidad están entrelazadas. En la vida común – y en las

prácticas científicas – las razones (incluido las carencias, deseos y los valores que

moldan e evalúan los deseos) que son facilitadas para las acciones, compromisos,

concepciones y decisiones de una persona, donde las acciones son explicadas en

términos de las razones del agente, los fenómenos sociales frecuentemente no pueden

ser explicados sin la localización de ellas dentro de las estructuras sociales (cfr. Lacey,

2008a, Cap. 2 y 8). Los riesgos, especialmente los riesgos ecológicos y sociales de largo

plazo de las innovaciones tecnocientíficas, los problemas de las redes causales que

confrontan los pobres, están localizados, como también las redes causales donde las

actividades científicas se conducen. Las prácticas alternativas (por ejemplo, la

agroecología) que no están basadas básicamente en el uso de las innovaciones

tecnocientíficas (como sí, en el caso de los transgénicos). Los fenómenos no pueden ser

reducidos a sus mecanismos físico-químicos subyacentes, por ejemplo, los desarrollos

de los organismos biológicos, de los sistemas ecológicos, así como la acción humana

intencional y las estructuras sociales. Sin embargo, alguna de las propuestas (hipótesis)

del ED, para el autor, son hechas para legitimar el uso de los transgénicos (y otras

innovaciones tecnocientíficas), usando slogans, por ejemplo, ‘la producción de los

transgénicos en larga escala es necesario para producir comida suficiente para alimentar

todo el mundo’, ‘la innovación tecnocientífica es el medio primario para resolver los

grandes problemas del mundo’, rematando, ‘no existe otra manera para resolver los

grandes problemas tales como el hambre’.

No obstante, cabe preguntarse, si las investigaciones científicas conducidas casi

exclusivamente según las estrategias descontextualizantes, no pueden explicar muchos

fenómenos y reivindicaciones, entonces, ¿cómo explicar, el hecho, de sus éxitos?

89

¿Existen buenas razones para conducir la investigación de ese modo? Nuestro autor

responde que existen razones, tales como: (i) su fecundidad y potencial para promover

el desarrollo científico de modo prácticamente ilimitado; (ii) el hecho de que existen

relaciones de refuerzo mutuo entre adoptar una estrategia y sustentar un conjunto de

valores sociales, por ejemplo, los valores del progreso tecnológico o la forma moderna

de valorizar el control, y (iii) el hecho de que los valores del progreso tecnológico son

ampliamente sustentados por todos los países industrialmente avanzados y que están

profundamente incorporados en sus instituciones. Como también, existiría buenas

razones para privilegiar que las estrategias descontextualizantes obtienen éxito

solamente en la medida que existen buenas razones para sustentar los valores del

progreso tecnológico (cfr. Lacey, 2006a, p. 18-19).

2.4.2. Valores del progreso tecnológico (VPT)

Los “valores del progreso tecnológico” se refieren al conjunto de los valores

específicamente modernos conectados al control de los objetos naturales, que tiene

relación con la expansión del alcance del control tecnológico, sin que su valor esté

subordinado sistemáticamente a otros valores de orden ético y social, y al grado de su

penetración en las vidas, experiencias e instituciones modernas. Lógicamente, para

nuestro autor, valorizar en alguna medida o de forma sustentable el control de los

objetos naturales es algo natural o tiene algún valor universal humano. Pero, de la forma

como se valoriza desde los “valores del progreso tecnológico” sería completamente

devastador. Sus principales componentes del control estarían compuestos, por lo menos,

por la siguiente lista:

1. El valor instrumental de los objetos naturales está disociado de otras formas de

valor; por tanto, el ejercicio de control sobre los objetos naturales se torna per se

un valor social que no está subordinado de forma sistemática y general a otros

valores sociales.

2. La expansión de las capacidades humanas para controlar los objetos naturales, la

difundida incorporación institucional de estas capacidades y, especialmente la

creación de nuevas tecnologías (para el progreso) son valores altamente

apreciados.

3. El control es una postura característicamente humana en relación a los objetos

naturales. El ejercicio de control y, sobre todo, la participación en la investigación

y desarrollo de proyectos en los cuales nuestro poder de control es ampliado, son

formas esenciales y primarios por las cuales nos expresamos como seres humanos

modernos, formas en las cuales son cultivadas “virtudes” personales como la

90

creatividad, la inventiva, la iniciativa, la osadía delante de riesgos, autonomía,

racionalidad y practicidad. Así, un medio que es moldeado de forma que muchas y

variadas posibilidades de control puedan ser rutinariamente realizadas en el curso

de la vida ordinaria. Pero, el medio dominado por los objetos tecnológicos es

extremamente apreciado, así como lo es la extensión de la tecnología a cada vez

más dominios de la vida y la definición de problemas en términos de soluciones

tecnológicas.

4. Los valores que puedan manifestarse en ordenaciones sociales están, en grado

significativo, subordinados al valor de la implantación de los nuevos avances

tecnocientíficos, que tienen legitimidad prima facie, para que puedan ser tolerados

ciertas medidas de perturbación social en su beneficio, y cuyos efectos colaterales

pueden en lo general ser tratados como aspectos de segundo orden. Prima facie, la

implementación de una innovación tecnocientífica se torna legítima, si ella es el

resultado de una aplicación obtenidos en pesquisas conducidas dentro del enfoque

descontextualizante y, correctamente aceptados de acuerdo con la imparcialidad

(cfr. Lacey, 2005a, p. 19; 2006a, p. 19-20; 2010a, p. 37-38)16

.

Según Lacey, los componentes de los valores del progreso tecnológico, mencionados

arriba, conciernen solo al control ejercido sobre los objetos materiales y biológicos. No

alude en nada o se mantiene en silencio sobre el control ejercido en los seres humanos;

dando a entender que las personas pueden aspirar al ejercicio de control sobre los

objetos materiales en la medida que ello no implique el control sobre los seres humanos.

Pero, para nuestro autor, no estaría totalmente claro que la manifestación de los VPT en

alto grado no esté implicada en la dominación de (algunos) seres humanos y en el

ejercicio considerable de la devastación ecológica y social. En donde los VPT son

mantenidos, las cuestiones como el control humano y la devastación ecológica, apenas

son vistos como “pensamientos secundarios”, ellos no son considerados como

preocupaciones urgentes y, difícilmente, serán vistos como asuntos que podrían truncar

el desarrollo del progreso; de manera que sustentar firmemente los VPT puede inducir a

cierta tolerancia en el ejercicio de control sobre los seres humanos (cfr. Lacey, 2006a, p.

20-21).

Sin embargo, la valorización de los valores del progreso tecnológico, para nuestro

autor, sería bien respondida por otras culturas, admitiendo que ejercer algún control

sobre la naturaleza sea algo natural, de tal forma que controlar implica un control

sustentable con equilibrio apropiado del valor instrumental con otras formas de valor. El

equilibrio sería derivado del sentido de los objetos naturales y de su propia integridad y

valor, en virtud de su posición en los sistemas ecológicos o cósmicos, donde el control

es equilibrado por los padrones generales de renovación, nutrición, cultivo,

16

La cita, no es literal, sino mínimamente fue adaptada a la terminología actual del autor, en adelante

[cita adaptada].

91

armonización, amor, promoción, restauración, reciprocidad, análogo al dialogo entre los

seres humanos. Tales respuestas se manifiestan claramente, para el autor, en la

oposición a la expansión de la tecnociencia en las prácticas agrícolas (cfr. Ibíd., p. 21-

22).

Según nuestro autor, los valores del progreso tecnológico se manifiestan

ampliamente en el mundo de hoy en día, en la medida que ella, en parte, es mantenida e

incorporada, cada vez más, por instituciones económicas y políticas (y militares)

predominantes, de modo que su sustentación y los valores fundamentales de tales

instituciones se refuerzan mutuamente. El potencial de la manifestación de los VPT

estaría teniendo inevitablemente repercusiones mayores en las sociedades y en dominios

de la vida cotidiana. Por tanto, se manifiesta en el comportamiento de un número cada

vez mayor de personas. Y que sus bases racionales para la adopción de los VPT, en

cuanto distintas de los factores que explican su amplia adopción, están en mayor

medida, en el conjunto de las siguientes presuposiciones:

(a) El progreso de la innovación tecnocientífica expande el potencial humano y

sirve para el bienestar de los seres humanos en general; y así, es indispensable

para el “desarrollo económico” y un prerrequisito para una sociedad justa.

(b) Las soluciones tecnocientíficas pueden ser descubiertas para, virtualmente,

todos los problemas socialmente significativos. Ellas son, generalmente,

soluciones para los mayores problemas, tales como para las enfermedades, la

producción de energía y las necesidades de comunicación; significativos para,

prácticamente, todas las personas; aún más, las implementaciones de tales

soluciones no dependen generalmente (causal o éticamente) del entendimiento

de la historia (social) causal del problema […]. Ellas también pueden ser la

solución para los problemas ocasionados por los efectos colaterales, por

ejemplo, los problemas de la salud y el medio ambiente, con las propias

implementaciones tecnocientíficas.

(c) La valores del progreso tecnológico representan un conjunto de valores

universales que nuestro días hace de cualquier perspectiva de valor

racionalmente legítima cuya mayor manifestación es de hecho deseada,

prácticamente, por todos los que entran en contacto con sus productos.

(d) No hay posibilidades significativas de que las perspectivas de valor que no

contengan los valores del progreso tecnológico sean actualizadas en un futuro

posible.

(e) Los objetos naturales no son per se objetos de valor solamente se convierten en

tales en virtud de sus lugares en las prácticas humanas; per se ellos pueden ser

completamente entendidos en términos de sus categorías, estructuras, procesos,

interacción y leyes subyacentes, abstraído de todos los tipos de valor que

pueden ser derivados del lugar de las prácticas humanas. Cuando ejercemos

control sobre los objetos, informamos por su correcto entendimiento

articulados en categorías, estamos tratando con los objetos como ellos son en sí

mismos, en cuanto parte del “mundo material” y, es por eso que los proyectos

92

modulados por los VPT alcanzaron un éxito tan espectacular (Lacey, 2006a, p.

23; cfr. 2005a, p. 21-22; 2010a, p. 39).

De acuerdo con nuestro autor, para mucha gente, tales presuposiciones forman parte

indiscutible del sensu comun de nuestra época. Ya que la tecnociencia es ampliamente

suministrada por el capital y los intereses relacionados que sustentan la legitimación de

tecnologías aún polémicas y la minimización de las responsabilidades de las

corporaciones. Por ejemplo, en el proceso de la implementación de tecnologías, los

riesgos (para la salud y el ambiente) se tornarían secundarios, no por ignorar los riesgos

conocidos, sino por no aceptar la obligación (ônus) de llegar a anticipar teóricamente

los riesgos posibles y su comprobación (cfr. Lacey, 2006a, p. 24).

Todas las presuposiciones arriba mencionadas, para el autor, excepto (e) que pueda

ser considerada como una visión metafísica, están claramente abiertas, por lo menos en

parte, a la investigación empírica, las cuales no pueden ser disociadas fácilmente de los

compromisos de valor. En el mundo de orientación capitalista, por ejemplo, la

presuposición (a) sería típicamente sustentada por las concepciones individualistas de la

naturaleza humana que enfatizan lo individual (la actividad del cuerpo) y no el carácter

social de los seres humanos o sus relaciones con las culturas y grupos. De manera que,

el bienestar humano tiende a ser pensado, principalmente, en términos de la salud

corporal y psicológica y es regularmente ejercida para ser capaz de expresar una

variedad de valores egoístas (cfr. Ibíd.).

2.4.3. La relación de refuerzo mutuo entre adoptar las EED y

sustentar los VPT

Debido a que la estrategia del enfoque descontextualizadora (EED) se ha desarrollado

de forma tácitamente exclusiva, y que ella incorpora el valor social de modo general,

especialmente, a la luz de la perspectiva del valor o iluminados por el conjunto de

valores sociales concernientes a los valores del progreso tecnológico (VPT) que

demandan el control de los objetos naturales. Entonces, tales valores indican el ámbito

del control, la centralidad de la vida diaria, y que los VPT no están subordinados a otros

valores sociales y morales, sino a los propios, de modo que la expansión de las

tecnologías se da en cada vez más esferas de la vida, tornándose en medios para

resolver cada vez más problemas, son valorizados en alto grado, y los daños causados al

ambiente ecológico y social son considerados simplemente como el precio del progreso.

93

De tal forma que, para nuestro autor, “las teorías confirmadas según las EED tienden a

ser especialmente pertinentes para informar los proyectos valorizados a la luz de los

VPT” (Lacey, 2010a, p. 289).

El hecho de conceder la predominancia a las investigaciones según las EED explica el

tipo de privilegio epistémico dada a las teorías correctamente aceptadas según tales

estrategias, de tal forma que los VPT son ampliamente apoyados en las sociedades

modernas y reforzadas por sus relaciones con otros valores que manifiestan en grado

elevado las instituciones sociales contemporáneas que tienen poder, vinculadas al

capital, el mercado y al aparato militar. Entonces, la explicación que Lacey propone, no

es solo que las EED sean adoptadas con el fin de generar las aplicaciones que promueven

los intereses cultivados por los VPT, sino porque existen varios modos en que las

posiciones de apoyo de VPT y la adopción EED se refuerzan mutuamente entre sí (cfr.

Ibíd., p. 290). Lo que conlleva las siguientes afirmaciones:

(i) La promoción de los VPT es satisfecha y dependiente de la expansión del

entendimiento obtenido según la EED.

(ii) Existen estrictas afinidades entre el control experimental y el control

tecnológico y, el entendimiento obtenido dentro de la EED es dependiente de la

obtención del control experimental.

(iii) El comprometerse en la investigación dentro de la EED fomenta el interés en la

manifestación más completa de los VPT, una vez que su desarrollo depende

frecuentemente de la disponibilidad de los instrumentos que son productos de

los avances tecnológicos vinculados a los VPT, y algunas veces los propios

objetos tecnológicos proporcionarían los modelos o se convierten en objetos

centrales para la investigación teórica.

(iv) Finalmente, dadas las formas habituales de la institucionalización de la ciencia,

en las cuales las instituciones que proporcionan las condiciones materiales y de

financiamiento para la investigación, tienden a proveer esas condiciones

porque esperan que las aplicaciones “útiles” para ellas vendrán en breve, todo

los valores promovidos por la investigación dentro de la EED (por ejemplo, la

satisfacción de la curiosidad y otros valores asociados con la investigación

“básica”) tienden a manifestarse hoy en día en el interior de la perspectivas de

valor que también incluyen los VPT (cfr. Lacey, 2003, p. 138; 2010a, p. 290-

91[cita adaptada]).

Para el autor, en virtud de esas relaciones mutuamente reforzadoras que las

teorías correctamente aceptadas según las EED se tornarían objetos de valor social

a la luz de los VPT.

El autor aclara que no sostiene que las EED sean siempre adoptadas por causa de

algún interés para la promoción de los VPT; tampoco halla que el objetivo de la ciencia

sea finalmente la dominación de la naturaleza. Sino, por el hecho que los VPT son

94

ampliamente apoyados por las instituciones hegemónicas contemporáneas, combinado

con la existencia de relaciones (dialécticas) complejas de refuerzo mutuo entre adoptar

EED y sustentar los VPT, esto explica la adopción exclusiva de la adopción de EED en la

ciencia moderna. Por tanto, no hay buenas razones para comprometerse con la

investigación científica con la casi de la exclusividad del EED, donde los VPT son

objetados y las credenciales empíricas de sus presuposiciones son rechazadas (cfr.

Lacey, 2006a, p. 25).

2.4.4. La tecnociencia

Para nuestro autor, la investigación tecnocientífica, es un tipo de investigación

científica que se realiza dentro del enfoque descontextualizador (ED). Pues la

investigación sobre los objetos y los acontecimientos en la dimensión de la nanoescala

que es realizada en las investigaciones de punta, sería la imagen generalizada de la

investigación científica de la actualidad, llamada tecnociencia. En ella se utiliza la

tecnología más avanzada para producir instrumentos, objetos experimentales, nuevos

objetos y estructuras que permiten obtener conocimiento de los hechos y estados de

cosas de nuevos dominios (de lo más pequeño), especialmente los conocimientos de las

nuevas posibilidades de lo que se puede hacer y fabricar, con el horizonte de la

innovación práctica, industrial, médica o militar y el crecimiento económico y la

competencia, nunca perdiendo de vista a estas (cfr. Lacey, 2012a, p. 103-104). Incluso

donde la innovación tecnocientífica no sea el objeto inmediato de un proyecto de

investigación, los productos tecnocientíficos (y a veces las nuevas innovaciones), como

los instrumentos de medición, los substitutos para la observación e intervención, los

aparatos experimentales y los dispositivos informáticos con la capacidad de gran

alcance de cálculo para el análisis de los datos, serán necesarios para la realización de la

investigación, de modo que la investigación tecnocientífica puede ser un subproducto de

la creación de las condiciones necesarias para llevar a cabo la investigación (cfr. Ibíd.,

p. 121).

La imagen supuesta del proyecto de la investigación científica, en que la vanguardia

de la ciencia se convierte en aquello que explora la contribución tecnológica de la

investigación, que directa o indirectamente promueve los poderes humanos para

intervenir y controlar el mundo, donde los valores del progreso tecnológico no solo son,

a menudo, favorecidos por los conocimientos adquiridos en la investigación

95

tecnocientífica, sino también por la conducta misma de la propia investigación. A ello,

nuestro autor, lo denomina tecnociencia. Pues en ella habría una distinción, pero no una

separación concreta entre ciencia y tecnología17

, por ejemplo, entre llegar a conocer lo

que es posible observar y hacer y, el llevar a cabo el control a escala nanométrica y la

posibles consecuencias de ejercer tal control a nivel de los objetos cotidianos y aplicar

este conocimiento para informar los proyectos prácticos. No se trataría de reducir la

ciencia a la tecnociencia, o negar que exista una interacción dinámica cambiante entre

ciencia y tecnología. Simplemente apuntaría a la omnipresencia de la tecnología en

todos los aspectos de un determinado cuerpo de la investigación científica, hasta el

punto que a veces puede parecer arbitrario tratar de distinguir entre ciencia y tecnología

(cfr. Ibíd. p. 104).

Para el autor, el término tecnociencia sería un término ampliamente descriptivo, no

un término teórico profundo o incluso un término muy preciso. Sin embargo, valdría la

pena utilizarlo porque las fuerzas de poderes políticos, sociales y económicos en la

actualidad destacan el valor de la tecnociencia, y en gran parte excluyen las otras formas

de la ciencia. En cuanto la ciencia no sea reducible a la tecnociencia, esas fuerzas

tendrían que desplazar la tecnociencia a otras formas de la ciencia, o como un fenómeno

social nuevo, que lo convierta en una ciencia capaz de identificarla con el neologismo

tecnociencia y su metodología científica también sería identificada con las metodologías

que despliega. Por estas razones, que hoy en día, es ampliamente aceptadas que los

proyectos de la investigación tecnocientífica son valiosos, siempre y cuando los

expertos lo digan, merece la pena seguir las direcciones abiertos por los nuevos

instrumentos y técnicas; como también, es legítimo seguir esas investigaciones, después

que se hayan descubierto las posibilidades innovadoras y preguntarse qué se deben

hacer con ellas. Pero, naturalmente las empresas que financian la investigación desean

implementar las posibilidades innovadoras sin ningún retraso, dando por sentado que

ello es legítimo. En general, las preguntas de cómo la innovaciones pueden ser

utilizadas para tratar los asuntos de importancia para los pobres, esas cuestiones se

dejan a posteridad. En lo general se ignora que los objetos tecnocientíficos no solo son

17

Cabe señalar que nuestro autor focaliza sus reflexiones en torno de la tecnociencia, puesto que, hoy en

día, la mayor parte de las investigaciones científicas son realizadas con vistas a las innovaciones

tecnocientíficas. En cambio, las reflexiones sobre la tecnología quedan restringidas comparadas al

complejo campo tecnocientífico. Para una reflexión típicamente tecnológica, y las distinciones y

relaciones entre ciencia, tecnología y tecnociencia, consultese: Feenberg (2009, 2010a y 2010b);

Echeverría (2003a); y sobre una reflexión epistemológica de la tecnología, Piscoya (2009), quién

entiende la tecnología como una variedad del conocimiento científico que tiene sentido operante o

transformador, que se expresa por medio de formulaciones prescriptivas o reglas tecnológicas.

96

objetos físicos, químicos y bilógicos, sino también son objetos socioeconómicos, cuyos

usos están limitados por los regímenes de la propiedad de los derechos intelectuales,

que a menudo implican que juegan un papel muy limitado o nada de importancia en las

prácticas que puedan servir a los intereses de los pobres (cfr. Ibíd., p. 105).

Para el autor, valga la redundancia, la “tecnociencia” como un complejo

entrelazamiento entre ciencia y tecnología implica: En primer lugar, que la tecnociencia

incorpora prácticas de investigación conducidas dentro del enfoque descontextualizador,

en que (1) directamente anhela aplicaciones innovadoras o (2) que mantiene en

perspectiva el horizonte de la innovación tecnológica, produciendo frecuentemente

resultados que informen las innovaciones y expliquen su eficacia, cuya conducta sea

dependiente en relación al desarrollo de los productos tecnocientíficos avanzados

(instrumentos, aparatos experimentales). En segundo lugar, las investigaciones

mantienen en perspectiva el horizonte de la innovación tecnológica. A pesar de que la

investigación puede anhelar obtener entendimiento de determinados fenómenos

(normalmente los productos de intervenciones experimentales) sin la preocupación en

cuanto al potencial de las aplicaciones riesgosas, la realización de tal objetivo

dependería de la persecución exitosa de los objetivos tecnocientíficos (cfr. Lacey,

2008c, p. 306)

La ciencia no es reducible a la tecnociencia, en la medida que ella no abarca todas las

estrategias bajo las cuales el conocimiento objetivamente confirmado puede ser

obtenido, en particular, aquellas que permiten una investigación empírica que toma en

consideración integralmente las dimensiones ecológicas, lo experimental, social y

cultural de los fenómenos y de las prácticas. Pues sin el pluralismo metodológico, la

ciencia no podría tener la esperanza de tratar todas la cuestiones – abiertas a la

investigación – que son relevantes para las deliberaciones sobre la legitimidad de las

innovaciones tecnocientíficas (cfr. Ibíd., p. 307).

En vista que la investigación tecnocientífica se lleva a cabo dentro del ED, aún más,

en la medida que la relación entre la adopción de las estrategias del ED y la exploración

de los VPT se refuerzan mutuamente. Ello sería, para nuestro autor, compatible con la

forma cómo se realiza la investigación dentro del ED, sin ninguna preocupación

inmediata con la aplicación práctica o con la expansión de nuestra capacidad de control,

de acuerdo con las agendas establecidas por el interés teórico y el interés de ampliar

nuestra comprensión de los fenómenos del mundo. Dado que la tecnociencia involucra

investigaciones realizadas bajo el ED, donde las agendas inmediatas de investigación

97

están fuertemente moldeadas por los intereses relacionados con los VPT. No porque las

posibilidades de la investigación que se realizan dentro del ED, por motivos puramente

científicos hayan sido eliminados, sino que su valor se habría convertido en secundario

en los principales círculos científicos y en las instituciones que financian la

investigación, donde ganar los patentes para los productos de la investigación se habría

convertido en altamente valorado. Pero conservaría su valor, pues la investigación

tecnocientífica con el objetivo de obtener el beneficio económico práctico e inmediato o

de cualquier otro tipo, por lo general no podría ser conducido sin haber sido informado

por las bases bien confirmadas de la teoría fundamental, o por la disponibilidad de los

instrumentos adecuados para la manipulación de los materiales (cfr. Lacey, 2012a, p.

122).

Para el autor, la tecnociencia se intensifica y coloca en primer plano una tendencia

que estará siempre proyectada, cuando las investigaciones de las prioridades son

realizadas dentro del ED. Esa tendencia se intensificaría de forma que en el momento

actual, VPT y VC&M están dialécticamente entrelazadas. Los VC&M son el portador

principal de los VPT, hoy en día, y los VPT tienen a ser interpretados a la luz de los

intereses que reflejan los VC&M, especialmente, el de crecimiento económico, pero no

solo él. El interés para el crecimiento económico estaría superpuesto con otros intereses

que reflejan, por ejemplo, la investigación tecnocientífica que produce los avances en la

tecnología electrónica que tiene un considerable atractivo para el consumidor, los

avances en ciertas áreas de tratamiento médico, la tecnología militar y la expectativa de

cada vez más en avances a corto plazo. El valor de la investigación tecnocientífica

estaría vinculada a las supuestas contribuciones simultáneas, como para VC&M, para el

bienestar individual, la libertad y, la seguridad nacional. Habría una variedad de

perspectivas de valor, todas bien incorporadas en la sociedad contemporánea, siendo

presentadas como que tienen relaciones dialécticas con VPT y entre ellas mismas, ello

proporciona un fuerte estímulo para privilegiar el ED, incluso considerado como parte

integral de la ciencia, por tanto, considera la ciencia como reducible a la tecnociencia.

En fin, la tecnociencia como una investigación realizada dentro del ED, y los objetos

que tiende a investigar sus posibilidades a explorar son de especial interés para aquellos

que sustentan los VC&M; y en gran medida la financiación para la investigación estaría

basada en la conexión entre la investigación científica, la innovación tecnológica, la

obtención de la ventaja competitiva y el crecimiento económico (cfr. Ibíd., p. 123).

98

La legitimidad de las innovaciones tecnocientíficas apenas seria apreciada en el

supuesto de considerar plenamente qué tipo de objetos son los objetos tecnocientíficos.

En primer lugar, los objetos tecnocientíficos son objetos que incorporan el

conocimiento científico confirmado dentro del ED; ellos pueden ser objetos físicos-

químicos-biológicos, realizan sus posibilidades descubiertas dentro de las

investigaciones del ED y por el medio de la intervenciones técnica, experimental e

instrumental. En segundo lugar, ellos serían también componentes del sistema social-

ecológico, objetos que incorporan los VPT y (en su mayor parte) VC&M. Por ejemplo,

para el autor, una planta transgénica, es una entidad bilógica, el resultado de una

intervención técnica en el genoma de una planta madre que incorpora los VPT; es un

componente de agroecosistemas con dimensiones mundiales, es un objeto comercial

cuyos usos estarán limitados por las exigencias de los derechos de propiedad intelectual,

el cual refleja la incorporación de los VC&M – que pueden tener efectos (ciertos riesgos)

sobre los seres humanos, los sistemas sociales y ecológicos en virtud de la variedad de

tipos de cosas que ella comporta (cfr. Ibíd., p. 124-25).

2.5. Las “metodologías descontextualizadoras” y el conocimiento

científico

En esta sección y en las subsecciones correspondientes reforzaremos con algunos

detalles el modelo epistemológico de Lacey y sus críticas a la epistemología tradicional,

desde la base de sus escritos recientes y tal vez con un ángulo y terminología diferentes,

valga la redundancia, para un mayor esclarecimiento. Pues para Lacey, desde la

perspectiva de las metodologías descontextualizadoras (MD) el “conocimiento

científico” es evaluado en base a la relación de las teorías informadas con los datos

empíricos. Entre los criterios para aceptar racionalmente una teoría están su adecuación

empírica (es decir, su ajuste a los datos empíricos disponibles, obtenidos de fenómenos

observables y abarcados por las teorías, especialmente los datos cuantitativos obtenidos

en las operaciones experimentales y la medición), su poder explicativo (del ámbito de

los fenómenos explicados por ella) y, en muchos casos, su poder predictivo o su

capacidad de identificar las futuras posibilidades (cfr. Lacey, 2009b, p. 682).

Para el autor, en la medida que la mayor parte del conocimiento científico disponible

está articulado en teorías cuyas categorías conceptuales y recursos de modelación

convierten en posible la representación de una orden subyacente a los fenómenos, es

99

decir, de las estructuras subyacentes, de los procesos e interacciones de sus

componentes y de las leyes, típicamente expresadas en términos matemáticos que los

gobiernan. Las teorías de ese tipo apenas hacen posible la representación de los

fenómenos en términos de su generación a partir de su orden subyacente, ipso facto,

explicando además las posibilidades abiertas a tales fenómenos representadas son en

términos del poder productivo del orden subyacente. De acuerdo con Lacey, cuando los

fenómenos son representados y explicados de esa manera, están descontextualizados de

su lugar en el “mundo de los valores y de la experiencia humana”, están disociados de

cualquier de las relaciones que puedan tener con los acuerdos sociales, con las vidas y la

experiencia humana, disociado de cualquier lazo con la acción humana, con la

cualidades sensibles y los valores y, disociados de cualquiera de las posibilidades que

pueden obtener en virtud de su inserción en contextos particulares sociales, humanas y

ecológicos (cfr. Ibíd., p. 682-83).

La tradición de la ciencia moderna, en la concepción de Lacey, enfatiza casi con

exclusividad, la obtención del conocimiento expresado en teorías aceptables

racionalmente, que representan solo el orden subyacente de los fenómenos, de tal

manera que las metodologías utilizadas por esa tradición lo limitan a las teorías que son

de ese tipo; descontextualizantes. Sin embargo, tales metodologías, han sido

notablemente fructíferas y versátiles. Primero, el uso de ello ha hecho posible la

obtención del conocimiento confiable acerca de los incontables fenómenos de muchos

tipos, aparentemente sin ningún límite a la vista. Segundo, el conocimiento obtenido de

esta manera habría sido usado para dar forma a las innovaciones médicas, tecnológicas

y de otros tipos, las cuales (moldeadas por fuerzas sociales, económicas y políticas,

entre otras) modificaran de forma fundamental las posibilidades abiertas para el mundo.

Tales innovaciones transformaran lo que el ser humano puede hacer, cuáles pueden ser

las consecuencias de la acción humana sobre el mundo y transformaran los modos por

los cuales los seres humanos viven y piensan sobre el mundo. Lacey se pregunta ¿Cómo

tal duplo resultado de la ciencia moderna, derivado de las metodologías

descontextualizantes, deberían ser interpretada? (cfr. Ibíd., p. 683). En la subsección

siguiente la pregunta es respondida.

100

2.5.1. La interpretación del éxito de las metodologías descontextualizantes

De acuerdo con Lacey, una de las interpretaciones que penetró profundamente en la

conciencia de la modernidad, tiene que ver con la supuesta concepción de “la naturaleza

de la racionalidad” y del “carácter general del mundo”:

En lo que concierne a la racionalidad (R): la investigación científica conducida

según el uso de las metodologías descontextualizantes es llevada a cabo para proveer

el modelo de la racionalidad en general – de cómo entender las cosas y de cómo

confirmar el conocimiento, no solamente en las áreas de la investigación científica

(independientemente de la naturaleza de los objetos de investigación), sino también

en todas las áreas de la vida humana. Las teorías desarrolladas y consolidadas

conforme tales metodologías muestran que las categorías desarrolladas por la razón

humana son capaces de tornar el mundo inteligible; los criterios para la aceptación

de las teorías que resisten a numerosos desafíos de su racionalidad. Informados por

el conocimiento científico, los seres humanos son capaces, de modo más confiable,

de llevar partes y aspectos del mundo de acuerdo con sus deliberaciones racionales.

Ser racional implica tratar de entender los fenómenos, usando las categorías

desarrolladas por metodologías descontextualizantes que cultivan las capacidades

(por ejemplo, aquellas de orden matemático) necesarias para promover la

investigación descontextualizadora y actuar conforme el conocimiento en el medio

obtenido. La vida cotidiana y las prácticas institucionales se tornan cada vez más

“racionalizadas” en la medida que ellas son aprendidas de esa forma y, que las

interacciones en su interior también ocurren de la misma manera.

Concerniente al carácter general del mundo (M): todos los fenómenos y objetos en

el mundo pueden ser completamente comprendidos, incluso todas sus posibilidades

abarcadas, por medio de categorías que son utilizadas en teorías desarrolladas bajo

metodologías descontextualizantes, tanto aquellas actualmente usadas como aquellas

que serán futuramente desarrolladas. A través del uso de metodologías

descontextualizadoras, podemos obtener entendimiento del mundo tal como el

realmente es, es decir, de estructuras subyacentes a los fenómenos, de los procesos e

interacciones de sus componentes y de las leyes, típicamente manifestadas en

términos matemáticos que los gobiernan (cfr. Ibíd., p. 683-84)

Para Lacey, tanto R como M están intrínsecamente entrelazados, o ambos se

mantienen de pie o caen juntos. M expresa la visión que sustenta que el mundo es

considerado como siendo (en principio) racionalmente penetrable, y R excluye a todos

los otros pretendientes a la racionalidad. Además M representa la convicción de que

nada está fuera del alcance de las metodologías descontextualizadoras. Dado R, ninguna

otra visión del mundo puede ser racionalmente sustentada. El contenido concreto de M

se obtiene por extrapolación de teorías fundamentales bien confirmadas, sujetas a la

revisión conforme a las investigaciones adicionales que lleven a la introducción de

nuevas versiones de las metodologías descontextualizadoras y a la substitución de las

101

teorías fundamentales actuales por otras “mejores”; pero tales revisiones dejan intacto el

carácter general del mundo. Conversamente, endosar M corrobora que R es englobante

de manera completa. Las metodologías descontextualizadoras son claramente

apropiadas para aprender los fenómenos tal como ellos son entendidos cuando M es

endosado. Además, dado M, no hay razón para pensar que pueda haber consecuencias

de la intervención humana activa (tecnológica) en el mundo con vistas al control de

eventos y de resultados que, en principio, no pueden ser aprendidos por el uso de

metodologías descontextualizantes. A pesar que las acciones humanas pueden cambiar

los acuerdos concretos generados a partir del orden subyacente, pero no mudaría el

carácter general del mundo. Dado M, no hay ninguna barrera ética con base racional

para remodelar el mundo de acuerdo con las deliberaciones racionales humanas (cfr.

Ibíd., p. 684-85).

Para el autor, visto que R y M se refuerzan mutuamente, ofrecen un sistema cerrado

en el cual es difícil penetrar; aún el cuestionamiento implica fácilmente ser reprochado

por no reconocer la dupla de éxito de la ciencia moderna o negar su significación, aún

más ser tildado de “irracional”, que son las armas ideológicas poderosas de hecho. Sin

embargo, para Lacey, ni R ni M pueden sustentarse por sí solas. Considerando M, los

criterios desarrollados para la aceptación racional de teorías científicas no ofrece ningún

suporte para M. A pesar del uso de las metodologías descontextualizadoras, muchas

teorías desarrolladas para una variedad de dominios de fenómenos, a la luz de los datos

empíricos relevantes disponibles, satisfacen los criterios; pero eso no implica, para el

autor, que las teorías de ese tipo puedan ser confirmadas para todo los dominios de

fenómenos. Aunque no haya límites que puedan ser anticipados o especificados en el

ámbito y en la variedad de fenómenos que pueden ser abarcados en el interior de las

metodologías descontextualizadoras, ciertos tipos de fenómenos, aun así, pueden quedar

fuera de su alcance. La ausencia de límites de tal tipo no implica que no haya una

frontera que no pueda ser cruzada. El hecho de haber tenido un enorme y continuo éxito

en la expansión en áreas en las cuales se puede mostrar el abarcamiento de los

fenómenos por las metodologías descontextualizadoras no implica, para Lacey, que

eventualmente todo los fenómenos, independientemente de sus características, sean o

puedan ser así abarcados (cfr. Ibíd., p. 685).

Además, para Lacey, R no permite que ninguna visión del mundo más allá de M, sea

endosada racionalmente; pero R tampoco proporciona apoyo para que M sea

racionalmente endosada. En vez de eso, M simplemente representa la convicción de que

102

las metodologías descontextualizadoras pueden abarcar todos los fenómenos y, la

manutención de esa convicción no parece estar explicada en el interior de las teorías

confirmadas por metodologías descontextualizadoras, así, R no capacita M a ser

racionalmente endosada, tampoco no ofrece ningún modo de someter M a un

cuestionamiento serio. Por tanto, sin el endosamiento de M, no hay razón para sostener

que R sea abarcador por completo y, de tal modo no hay razón para considerar que todo

conocimiento científico (es decir, todo conocimiento confirmado con base en la

satisfacción de los criterios racionales apropiados a la luz de los datos empíricos

disponibles) esté en el interior del abarcamiento de las metodologías

descontextualizadoras. Entonces para Lacey, ofrecer casos de conocimiento confirmado

fuera de ese alcance es una razón suficiente para rechazar M (cfr. Ibíd., p. 685-86).

2.5.2. La racionalidad espontánea como responsabilidad por

razones

Dado que Lacey cuestiona el modelo de racionalidad R sustentada por los defensores

de la tradición moderna desde metodologías descontextualizadoras. Entonces, propone

una racionalidad espontánea, racionalidad como responsabilidad (responsiveness)

inteligente por razones (racionalidad que no se ajustaría fácilmente al modelo de

racionalidad R, ni es fácil de refutarlo). La racionalidad espontánea, para el autor, marca

la vida común y las prácticas comunicativas, en las cuales la intencionalidad y la

racionalidad están entrelazadas. Puesto que, en la vida común – y en las prácticas

científicas – normalmente se explican acciones, compromisos, visiones y decisiones de

las personas por referencia a sus razones (incluido creencias, deseos y los valores que

moldean y evalúan los deseos). Las personas justifican (“racionalizan”) sus propias

acciones en términos de razones que ellos tienen que escoger para tales acciones y,

frecuentemente ellos presentan razones para las consideraciones ajenas cuando

deliberan sobre las elecciones que hacen (cfr. Ibíd., p. 686).

La racionalidad espontánea, para Lacey, marca todo los discursos y las acciones

humanas; como también los permea el mundo de los valores y la experiencia humana.

Además, ella opera en la evaluación de la adecuación de los argumentos y en la

evidencia para las creencias y, aunque haya algún argumento según el cual ella debe ser

eliminada o sustituida por alguna versión de R, tendría que ser, en verdad, hecha en sus

términos. Sin la atribución de la racionalidad espontánea y el uso de categorías

103

intencionales a las personas, para nuestro autor, sería imposible defender R o M, es

decir, explicar por qué ciertas personas sustentan o realizan investigaciones usando las

metodologías descontextualizadoras. Además, sin tal atribución, no tendría sentido las

deliberaciones sobre la prioridad de las investigaciones y aplicación, como de las

elecciones del objeto inmediato para la investigación y de los procedimientos

específicos e instrumentos, de la evaluación de las teorías a la luz de criterios racionales

y datos empíricos y, de muchas otras cosas así por el estilo (cfr. Ibíd., p. 686-87).

De tal forma que, para nuestro autor, las investigaciones que son conducidas usando

solamente metodologías descontextualizantes no tienen las categorías necesarias para

entender su propia racionalidad, para explicar por qué es racional actuar de un modo

que las propias acciones del sujeto sean moldeadas por el entendimiento científico

(descontextualizado) confirmado y, para evaluar las implicaciones éticas de las

aplicaciones del conocimiento que tales investigaciones nos capacitan obtener del valor

ético de sus propias actividades. (Dado que sustentar R/M implica rechazar las

categorías éticas y otros valores que envuelven el entendimiento del mundo, pero que la

racionalidad también es una categoría de valor, queda autorefutada de hecho). Por tanto,

para Lacey, las metodologías descontextualizadoras implican la desconexión de los

objetos investigados de su lugar en el mundo de los valores y de la experiencia humana.

El no servirse de las categorías utilizadas en este mundo, que fueran excluidas en el

desarrollo de teorías, siguiendo solo los padrones de metodologías descontextualizantes,

implica que los fenómenos que permanecen ininteligibles carezcan de sentido. Para

nuestro autor, tal cosa ocurre frecuentemente en las prácticas que anhelan comprender

los fenómenos solo sirviéndose de metodologías descontextualizadoras (cfr. Ibíd., p.

687).

Para evitar la descontextualización de las investigaciones, Lacey sugiere que la

actividad científica y las propias innovaciones tecnológicas sean caracterizadas por el

uso de categorías intencionales, ellas no serán entendidas de otra manera en los tiempos

actuales; a pesar que las convicciones reduccionistas son eventualmente justificadas por

los resultados de la investigación científica, pero, hoy en día, ellas permanecen solo

como hipótesis especulativas. Cualquier argumento general a favor de la suficiencia de

metodologías descontextualizadoras para todas las investigaciones empíricas es

intrínsecamente paradójico, por consiguiente, se utiliza libremente categorías del mundo

de los valores y de la experiencia humana para sustentar cualquier argumento sólido tal

como deba ser. Si no hay entendimiento (que manifieste de una manera fuerte la

104

adecuación empírica y el poder explicativo) sobre la actividad científica la cual es

expresada por categorías intencionales, entonces los argumentos no tienen fuerza

normativa; y si hay tal entendimiento, su conclusión no puede ser endosada (cfr. Ibíd.,

p. 687-88).

2.6. El principio de precaución

Nuestro autor afirma, por un lado, que “las innovaciones tecnocientíficas siempre

vienen acompañados de riesgos”. Por otro lado, que “en algunas situaciones, el

conocimiento científico disponible no permite que se hagan juicios preventivos sobre el

carácter de los riesgos de su significación y de la probabilidad que puede causar serios

daños” (Lacey, 2006b, p. 373). Pero, para el autor, el conocimiento científico puede

apoyar o ser consistente con la plausibilidad (tal vez de no alta confirmación) de

conjeturas específicas de que una innovación pueda (no necesariamente de alta

probabilidad) producir daños posiblemente irreversibles a las personas, a los acuerdos

sociales o a la naturaleza. Entonces, en tales circunstancias, el principio de precaución

(PP) entra o recomienda tomar precauciones especiales. Por tanto, dependiendo de la

conducción de una investigación apropiada sobre los riesgos, sería necesario postergar

las decisiones finales para esclarecer en qué condiciones se está implementando

efectivamente la innovación.

En el resumen de su artículo, “O princípio de precaução e a autonomia da ciência”

(2006b), Lacey se posiciona claramente sobre el papel del principio de precaución:

El principio de precaución recomienda que, antes de implementar las innovaciones

tecnocientíficas, sean tomadas las precauciones especiales y se conduzca la

investigación detallada y de largo alcance sobre los riesgos potenciales de esas

innovaciones. Defiendo el uso del principio de precaución contra la acusación de

que representa una amenaza a la autonomía de la ciencia, por el contrario,

argumento que sirve para enfrentar las distorsiones usuales de las prácticas

científicas, distorsiones que se siguen de su subordinación a valores comerciales y

políticos (Ibíd.).

Pues, para Lacey, el principio de precaución se manifiesta en la toma de posición con

respecto a la aplicación tecnocientífica. En la medida que incorpora varios valores

éticos concernientes a los derechos humanos, de la igualdad entre las diferentes

generaciones, en la responsabilidad medio ambiental, en el desarrollo sustentable y la

105

democracia deliberativa. Tales valores, pueden informar para una evaluación seria de

los riesgos, sobre cómo debe ser el nivel de confianza que un daño potencial deba ser

adecuadamente evitado o regulado. De tal forma que para realizar una elaboración

responsable de la evaluación se requiere de una investigación seria de los riesgos

sociales o ecológicos, al mismo tiempo señala el potencial de las prácticas alternativas

no necesariamente enraizadas en la tecnociencia. Así, el principio de precaución, para

nuestro autor, presenta dos propuestas interrelacionadas “una que recomienda cautela

con respecto a la aplicación tecnológica de los resultados científicos bien confirmados,

otra que enfatiza la importancia de emprender la investigación en áreas comúnmente

poco investigadas” (cfr. Ibíd., p. 375).

Los críticos, consideran que el principio de precaución es “irrealista”, tales críticas,

nuestro autor, los resume en las siguientes tres tesis:

(a) El principio de precaución impide los intereses comerciales y la política de

“desarrollo” de ciertos países, conduciendo a “reglamentaciones regresivas y

onerosas” […] y ello probablemente disminuirá el progreso” […];

(b) El principio de precaución destruye el potencial del uso de la tecnociencia para

resolver problemas “humanitarios” (por ejemplo, el hambre y la mala nutrición)

[…];

(c) Permite el envolvimiento y la intrusión de la ética en la investigación científica;

tal intrusión es ilegítima (Lacey, 2006b, p. 375).

Para los críticos las tres tesis, sugieren que el PP está desprovisto de la legitimidad

tanto científica como ética, de modo que ellos son dispensables. Aún más,

especialmente (a) y (b) son irrealistas. Pero, según Lacey, este rechazo al PP ocurre, en

la medida, que los críticos están identificados con la concepción que la implementación

libre de las innovaciones tecnocientíficas son parte de la trayectoria de las fuerzas

vinculadas al capital y al mercado y, que el PP estaría informado por una clase

éticamente inaceptable de valores. Pues para los críticos, los valores del capital, el

mercado, el progreso económico y el uso de la tecnociencia, enfrentan los problemas

urgentes de la humanidad, así son, superiores a los valores éticos integrados en el PP.

Sustentar que PP es irrealista, implica suponer que la trayectoria del capital y del

mercado son virtualmente irresistibles, es decir, no hay otra vía posible donde la

tecnociencia pueda ofrecer, soluciones para los problemas urgentes de la humanidad

(Ibíd. p. 375-76). Lacey acepta en parte que la tecnociencia con frecuencia ofrece

soluciones, pero no acepta la exclusividad, sino sostiene que puede haber una pluralidad

de alternativas.

106

Con respecto a la tesis (c), los críticos la hallan ilegítima y la rotulan como “anti-

ciencia”, “antitecnología” o “antitecnociencia”. Tales acusaciones, para nuestro autor,

no son procedentes, en la medida que cuando se desarrolla adecuadamente, el principio

de precaución sirve efectivamente para oponerse a la intromisión de los valores éticos,

sociales y políticos y, a los intereses de las corporaciones y gobiernos. Pero, lejos de

impedir la investigación científica, el impacto de PP sugiere reinterpretar y reforzar

algunos de los valores más apreciados en la comunidad científica, tales como la

imparcialidad (u objetividad) la neutralidad y la autonomía (Ibíd. p. 376).

Para el autor, PP es pertinente en las situaciones donde la disponibilidad del

conocimiento científico en sí no permite conclusiones definitivas sobre los posibles

(éticamente relevantes) efectos de una innovación tecnológica, de su significación y la

probabilidad que pueden dar lugar a daños. En tales situaciones, si el conocimiento

científico disponible es coherente con la plausibilidad de las hipótesis de que pueden

traer graves (tal vez irreversible) daños a las personas, a los acuerdos sociales o al

medio ambiente. En tal sentido el autor, propone por lo menos seis componentes del PP,

como las que siguen:

(1) La intervención es necesaria para evitar los posibles daños – teniendo en cuenta

las posibles consecuencias nocivas de las intervenciones preventivas de ellas

mismas – incluida, cuando el daño es lo suficientemente grave, lo que retrasa las

decisiones finales acerca de permitir o reglamentar el uso de la innovación.

(2) Este retraso es para dar tiempo para que una investigación científica sea

apropiadamente conducida, teniendo en cuenta cuestiones como: (i) ¿Cuál es la

probabilidad de que algún daño posible ocurra en el contexto del uso real de la

innovación? ¿Puede ser adecuadamente regulado? Cuando se trata de los posibles

daños ecológico y social a largo plazo ¿cuáles son sus mecanismos socio-

económicos, como también sus mecanismos físicos / químicos / biológicos? (ii)

¿Cuáles son las posibilidades y riesgos en cursos alternativos de acción?

(3) Evaluar la gravedad de los posibles daños a la luz de valores como el respeto a la

integridad de los derechos humanos, la sostenibilidad ambiental, la equidad dentro

y entre las generaciones, la democracia participativa.

(4) El monitoreo a largo plazo de los efectos de cualquier innovación utilizada de

hecho, así como también permitir que las decisiones sean revisadas y revocadas si

la evidencia está fundada y el daño realmente está siendo causado.

(5) La toma de decisiones democráticas, involucra a todas las partes interesadas sobre

cuestiones como la duración del periodo, la demora antes de tomar las decisiones

finales, los posibles efectos nocivos (y los cursos alternativos de acción) que

necesitan ser investigadas científicamente, y considerar cuáles las prioridades

(6) Normalmente, la carga de prueba para la seguridad de una innovación, y la

responsabilidad legal para cualquier daño que puedes ser causados, deben ser

asumidos por aquellos que introducen su aplicación (Lacey, 2012c).

107

De hecho, según el autor, el PP sirve para hacer frente a las intromisiones de los

valores éticos, sociales y políticos y, los intereses especiales que los reflejan, que en la

actualidad afectan a las investigaciones científicas y se subordinan a los intereses

corporativos y de gobierno; lejos de restringir la investigación científica, el papel crítico

del PP es poner de relieve que la investigación responda al objetivo de informar de las

medidas que minimicen el daño, pero su objetivo principal es propiciar que las

prácticas científicas contribuyan a mejorar el bienestar social en general y el respeto al

medio ambiente (Ibíd.).

2.7. El ethos científico

Preguntas como:

¿Hoy en día, aún es pertinente evaluar la conducta de la ciencia en términos del

modo como ella incorpora la objetividad, neutralidad y autonomía? ¿Está el

conocimiento científico, cada vez más, se ubicándose al servicio de los intereses de

poderes particulares, los que reflejan los valores del capital del mercado con poco

interés consciente de respeto a la naturaleza y del bienestar humano universal, o hacia

los valores democráticos tales como los derechos humanos y la participación activa,

responsable y deliberativa en que están comprometidos con el fin de satisfacer sus

necesidades? (cfr. Lacey, 2008c, p. 300-01). Tales cuestiones, para Lacey, levantan

razones para examinar la conducta de la investigación científica y, no solo observar los

usos que se dan del conocimiento científico.

Ideales como la objetividad, autonomía y neutralidad en cuanto valores, son los

ideales para evaluar la conducción y los resultados de las prácticas científicas. Para

Lacey tales ideales, cada vez más, están perdiendo su papel y no pocas veces siendo

ignorados. Por ejemplo, los resultados publicados en revistas científicas y aceptados por

autoridades reguladores, no siempre están de acuerdo con la objetividad, es decir,

fármacos o medicamentos son liberados al mercado sin haber sido sometidos a pruebas

apropiadas (tanto en relación a su eficacia como de sus riesgos potenciales), conducidas

por las normas de la objetividad. Como también, la autonomía es una cuestión muy

delicada, en la medida que la ciencia precisa como rechaza las cuestiones externas, es

decir, en relación a las prioridades de la investigación y a la accesibilidad del

conocimiento científico. Por ejemplo, la autonomía ha sido frecuentemente subordinada

a intereses externos, tanto a intereses militares con el fin de clasificar ciertas

108

informaciones, como a las corporaciones, con el fin de mantener el conocimiento

confidencial en vistas a proteger la “propiedad intelectual”. Tales manifestaciones son

una muestra, para nuestro autor, que la neutralidad no se manifiesta de modo

satisfactorio en la práctica de la ciencia actual, pone en duda su ideal regulador en tales

prácticas (cfr. Ibíd. p. 301-02).

Según Lacey, los desvíos de tales ideales no implican necesariamente una falta de

compromiso con ellos, ya que existen esfuerzos para entender porque ocurren, como

también se toman medidas para evitarlos. Entre las medidas está el cultivo del ethos

científico por científicos individuales, que consiste en cultivar un conjunto de virtudes

personales como la honestidad, el desinterés, la franqueza en reconocer las realizaciones

de otros científicos e impedir su propia contribución al escrutinio crítico de ellos,

además procurar el acuerdo más completo de la evidencia empírica y, aceptar las teorías

y aserciones del conocimiento solo cuando están de acuerdo con la objetividad (cfr.

Ibíd., 302). Pero, el encanto por el ethos científico ha sido frecuentemente desdeñado

como ingenuo, en la medida que la fuente de la objetividad y neutralidad localizada no

en las virtudes cultivadas por los científicos individuales, sino en las prácticas

estructuradas por instituciones científicas, lo que permitiría la emergencia de

manifestaciones genuinas de tales valores a partir de la interacción discordante con los

científicos individuales que responden a sus propios autointereses. Sea como fuera, para

nuestro autor, el ethos científico vive actualmente tiempos difíciles, en la medida en

que, de modo creciente, ciertos tipos de conocimiento científico están cerrados al acceso

público y, la investigación del interés privado frecuentemente rechaza la crítica abierta y

la responsabilidad pública (Ibíd.).

2.7.1. El ethos científico-comercial

El ideal de que el conocimiento científico pertenece al patrimonio común de la

humanidad, el cual fue central para el autoentendimiento de la tradición de la ciencia

moderna, y que ganó una difundida credibilidad. Para Lacey, tal ideal está cada vez más

debilitado en la medida en que la ciencia es cultivada en función del interés privado.

Como también, asociado la investigación científica, con las innovaciones

tecnocientíficas o identificando la ciencia con la tecnociencia, en los moldes del

enfoque descontextualizante y, así incorpora los valores del capital y del mercado en las

instituciones sociales. El rápido crecimiento de tal ciencia en el interés privado estaría

109

nutriendo un nuevo ethos entre los científicos profesionales y a sus instituciones, a lo

que Lacey denomina: el ethos científico-comercial (Ibíd. p. 313).

Para nuestro autor, tal ethos consiste en la consideración de valorizar la ciencia

especialmente en términos de su capacidad de generar innovaciones tecnocientíficas que

contribuyan para el crecimiento económico o para los objetivos económicos de las

corporaciones nacionales e internacionales, incluido el tratamiento de los problemas

relacionados con la salud, el hambre, etc., son tratados en términos comerciales. Debido

que los objetivos de la investigación son realizadas a la luz de metodologías

descontextualizantes, en vez de metodologías adecuadamente proyectadas para el fin de

producir el entendimiento razonable (Ibíd.).

Lacey caracteriza el ethos científico-comercial en cinco tesis, advierte que tales tesis

están abiertas al refinamiento, la crítica y las ampliaciones adicionales:

1. El valor de obtener el entendimiento de los fenómenos del mundo está subordinado

a la expansión de nuestro conocimiento acerca de lo que podemos hacer, de cómo

podemos ampliar nuestros poderes con el fin ejercer control sobre los objetos,

especialmente en la medida en que pueden contribuir para el crecimiento

económico o para otros intereses de las principales corporaciones comerciales.

2. Se asume un conjunto interconectado de las posiciones éticas.

(a) La implementación de las innovaciones tecnocientíficas es, prima facie,

considerada legítima, es decir, no tiene normalmente (sujeto al rechazo)

cualquier impedimento ético. Así, la investigación parece ser conducida a la

luz de un principio ético no explícitamente enunciado, sino asumiendo como

cierto y dando afirmaciones como las siguientes: “Usualmente, al menos que

las evaluaciones de riesgo comúnmente disponibles confirmen que existen

riesgos serios, entonces es legítimo implementar – sin demora – las

aplicaciones eficaces del conocimiento tecnocientífico objetivamente

confirmado y así tolerar una medida de disolución social y ambiental por su

causa”. Denominaré a ello: el principio de legitimidad de las innovaciones

tecnocientíficas.

(b) Es virtualmente un principio ético priorizar “soluciones” científicas

(descontextualizantes) para los grandes problemas del mundo – por ejemplo,

la desnutrición en los países empobrecidos y las enfermedades no tratables –

y para cualquier los efectos perjudiciales que pueden ocurrir a partir de las

innovaciones tecnocientíficas, por ejemplo, el daño ambiental.

(c) Se tiende a considerar el poner en duda el potencial o la legitimidad de la

investigación y el desarrollo que pueden conducir a tales “soluciones” como

una falta de ética.

3. La investigación es conducida de modo disociado por el hecho de que los objetos

de la investigación “científica” también pueden ser objetos socioeconómicos que,

en cuanto tales, pueden tener efectos biológicos y físicos. Pero, es irrelevante que

ellos, en cuanto objetos de investigación, también pueden estar envueltos en

reivindicaciones de la propiedad intelectual y, prima facie, ninguna incongruencia

ética está involucrada en el derecho de patentar los descubrimientos o en su

promoción comercial.

110

4. Los objetos científicos y comerciales están entrelazados y, los conflictos implícitos

de intereses generados por ellos, son vistos como algo que deben ser bien

administrados, pero no necesariamente evitados.

5. La autonomía de los científicos individuales es digno de aprecio; y consiste en

negar los desagrados externos sobre la elección que los científicos hacen para

realizar cualquier investigación que deseen (en el interior del enfoque

descontextualizador), bajo cualquier fuente de recursos o bajo cualquier condición

que elijan aceptar (de modo consciente con la ley). Las instituciones científicas

deben estar constituidas de modo que las aumenten las fuentes de financiamiento

para la investigación (por ejemplo, dando más puestos de empleo para los

científicos altamente entrenados) y resistir las interferencias externas sobre los

científicos capaces de conducir (enseñar) la investigación de modo autónomo

(Lacey, 2008c, p. 314-316).

El autor resalta que el principio de legitimidad de las innovaciones tecnocientíficas

legitima (en pesquisas que tiene como objetivo encontrar “soluciones” científicas para

los grandes problemas de mundo) la disociación de la red causal socioeconómica de un

problema, y no tiene en cuenta la investigación o los desarrollos alternativos que son los

que localizan las soluciones en el interior de la red causal socioeconómica del problema

(por ejemplo, la agroecología), tales alternativas son considerados como no científicas,

en la medida que desagrada al enfoque descontextualizante.

Nuestro autor observa que la influencia del ethos científico-comercial genera las

consecuencias siguientes: Primero, compromete la objetividad científica. Junto a

Krimsky afirma: “las conexiones comerciales en las ciencias biomédicas han sido

depredadoras y destructivas de la objetividad científica y de la sinceridad” (Krimsky

Apud Lacey, Ibíd., p. 317). En vista de la ganancia comercial, los padrones de la

evidencia estarían enflaquecidos e ignorados abriendo campo para el fraude (Ibíd. p.

317-318).

Segundo, la restricción de la investigación científica a metodologías

descontextualizadoras comprometería aún más la objetividad, como también

desvalorizaría la autoridad de la ciencia. Dado que la autoridad científica usa de su

prestigio, en alguna medida, colocaría en duda lo que no se puede tratar adecuadamente

dentro del abordaje descontextualizado, especialmente concerniente a las innovaciones

tecnocientíficas: sus riesgos, sus promesas y las alternativas (cfr. Ibíd., p. 318).

Tercero, las cuestiones importantes de relevancia social no son consideradas en las

innovaciones tecnocientíficas descontextualizantes. Tales como cuáles son las “mejores

alternativas” a desarrollar, teniendo en cuenta los contextos en las diferentes localidades

y perspectivas de valor. Puesto que en la tendencia actual de reducir la ciencia a la

111

tecnociencia, la única alternativa sería desarrollar una tecnociencia para satisfacer los

intereses comúnmente dominantes del capital y mercado (Ibíd.).

Cuarto, la neutralidad y la autonomía estarían dejando de operar como ideales

reguladores, en la medida que los resultados científicos que son adecuadamente

aceptados conciernen a la aplicación de acuerdo con la objetividad y que conllevan la

eficacia, están sirviendo convenientemente a los intereses comerciales, en detrimento,

muchas veces, de los intereses con menos poder (Ibíd., p. 319).

La quinta consecuencia, las instituciones de investigación científica – incluido las

principales universidades – habrían reducido significativamente el financiamiento y

apoyo a los proyectos que enfocan muchas cuestiones relevantes para el público en

general, especialmente con respecto a los problemas sociales y ambientales, tendiendo a

pensar las propias prácticas y resultados científicos en términos comerciales y, así

comprometiendo profundamente la evaluación del conocimiento científico objetivo

(Ibíd.).

Según Lacey, no todos los componentes del ethos científico-comercial expuestos

arriba, son nuevos. Pues su emergencia sería consecuencias de las tendencias siempre

presentes en la tradición moderna, que conducen las investigaciones científicas

exclusivamente dentro de metodologías descontextualizantes y, mucha gente ha

asumido que usar tal metodología sería parte de la naturaleza de la ciencia. Pero, para el

autor, ello no implica buscar necesariamente un nuevo ethos. Se escogió tal enfoque

porque ella mantiene relaciones mutuamente reforzadoras con valores ampliamente

apoyados sobre el control de los objetos naturales, especialmente el valor de expandir la

capacidad humana para ejercer tal control, de modo que puede entrar en dominios cada

vez mayores de lo humano y la vida social (Ibíd. p. 320).

2.7.2. Dos desafíos al ethos científico-comercial

Para nuestro autor, las pesquisas científicas deben ser conducidas de tal manera que

puedan fortalecer sus propias prácticas y los valores democráticos correspondientes.

Entre los valores y prácticas democráticas están “el respeto a los derechos humanos, de

la capacidad de los ciudadanos para asumir un papel activo, responsable y participativo

en la configuración de prácticas que atienden a sus necesidades básicas” (Ibíd. p. 321).

En cuanto al desafío del ethos científico comercial, el autor, lo halla conveniente

comentar o desafiar, por lo menos, en dos componentes principales:

112

En primer lugar, la conducción de una investigación que reconozca los valores y las

prácticas democráticas, para nuestro autor, dependerá del rechazo del principio de

legitimación de la innovación tecnocientífica, el cual pertenece al ethos científico-

comercial y, en su lugar, adoptar el principio de precaución, el cual propone una

prorrogación en la implementación de las innovaciones tecnocientíficas hasta que

alguna investigación sea adecuadamente conducida con respecto a todos los riesgos

(incluido los riesgos indirectos) y las alternativas. Además, para el autor, el principio de

precaución es inseparable de una posición ética en general, de las formas de dedicación

no responsable del tipo de investigación que conduce a la innovación tecnocientífica.

Puesto que, una investigación científica rigorosa y conmensurable debería ser conducida

teniendo en cuenta las consecuencias (riesgos) duraderos, de extensión mundial,

ecológica y social de su implementación (acompañado por el monitoreo sistemático de

largo plazo sobre las consecuencias), teniendo en cuenta las condiciones

socioeconómicas de las implementaciones planeadas y exigiendo que la conducción de

una investigación sea adecuada y relevante para la apreciación del valor social general

(los beneficios) en las implementaciones, que tenga en cuenta todo el conjunto de

alternativas que pueden ser estimadas valiosas para los ciudadanos de una sociedad. El

principio de precaución no representa ninguna amenaza a la objetividad y está en

sintonía con los ideales de la neutralidad y la autonomía; además, está profundamente

arraigado en prácticas y valores democráticos (Ibíd. p. 322).

En segundo lugar, para el autor, las investigaciones deben ser conducidas de modo

que los ciudadanos puedan movilizarse para proteger sus derechos ciudadanos

amenazados por los efectos colaterales perjudiciales de las innovaciones

tecnocientíficas y de los efectos persistentes de las innovaciones anteriores, como

también, reivindicar su propia capacidad para actuar, asumir papeles activos,

responsables y deliberativos en las actividades relacionadas con sus necesidades, por

ejemplo, en la agricultura, habrá que enfatizar las investigaciones agroecológicas

(Ibíd.).

2.8. La responsabilidad de los científicos y la investigación imparcial

De acuerdo con Lacey, la práctica de la tradición científica, frecuentemente ha

endosado una concepción ciega de la responsabilidad de los científicos, por ejemplo,

concerniente a la crisis ambiental y social, a la desiquedad en la distribución de los

113

beneficios científicos, que lo coloca fuera del ámbito de su responsabilidad como

científico, exigiendo apenas su responsabilidad como ciudadano. Pues, las crisis y las

iniquidades en la tradición son entendidas a consecuencia de cómo el conocimiento

científico es utilizado y, no del modo como se conduce una investigación científica (cfr.

Lacey, 2008c, p. 302). Nuestro autor sugiere, que cuando un conocimiento científico es

aplicado, incumbe a la responsabilidad de los científicos estar seguros que todo el

conocimiento relevante en una aplicación es de su competencia en cuanto a su

producción u otras consideraciones; como también, insistir la necesidad de una

investigación adicional, o por lo menos, no conceder autoridad a la ciencia para

propuestas que no estuvieran aptas o posibles para producir juicios objetivamente

confirmados a la luz de la evidencia disponible (Ibíd.).

El autor, para destacar la responsabilidad de los científicos en la práctica científica,

distingue dos conceptos en la aprobación de una teoría: aceptar y endosar. Se acepta

una teoría de acuerdo con la imparcialidad porque sus juicios están bien establecidos y,

tal vez, no precisen de más revisión y, se endosa una teoría o hipótesis de acuerdo con

la imparcialidad, pero de forma provisional, pero que precisa de revisión crítica. Es en

el nivel de la aceptación o endosamiento de una teoría, hipótesis o reivindicación, donde

cabe discutir la responsabilidad que los científicos deben asumir frente a las necesidades

de acción, para formular políticas y de estipular los reglamentos pertinentes para las

innovaciones científicas, especialmente cuando las decisiones están basadas solo en las

reivindicaciones o teorías/hipótesis endosadas que comprometen los valores éticos y

sociales discutibles, y no aceptados de acuerdo con la imparcialidad en alto grado.

Destacando la importancia que los científicos deben asumir su responsabilidad en

cuanto a la conducción de una investigación imparcial, no excluyendo los valores éticos

y sociales que tienen papeles indispensables en la investigación científica, sino

incluyendo en los lugares apropiados la gama completa de los valores relevantes para

las deliberaciones democráticas (cfr. Lacey, 2011c, p. 487). Nuestro autor, distingue

también conceptos como la eficacia y la legitimidad en la aplicación del conocimiento

científico en la vida práctica social, es decir, entre si la eficacia ¿irá funcionar? y, ¿si es

legítimo (justificado ética y socialmente) aplicarlo en las condiciones de la aplicación?

(Ibíd.).

Considerando la primera distinción, entre la aceptación y el endosamiento de una

teoría o hipótesis o reivindicación (p):

114

Aceptar P es hacer el juicio que P expresa un ítem en el acervo del conocimiento

científico establecido – que no se precisa conducir más investigación para confirmar

el juicio.

Endosar P es evaluar que es legítimo proceder de manera informada por P – que uno

puede proceder en la suposición de que P es verdadero ahora y hasta el tiempo

cuando más evidencias relevantes se tornen disponibles (Lacey, 2011c, p. 487).

Vale decir, ya que para el autor una teoría o hipótesis es correctamente aceptada con

relación a un dominio de fenómenos, si y solo si, ella manifiesta los valores cognitivos

en alto grado, de acuerdo con los padrones más elevados, a la luz de los datos empíricos

disponible, sin admitir los valores éticos sociales particulares. Ello implica que una

teoría o hipótesis es altamente confirmada sobre algún dominio de fenómenos de

acuerdo con la imparcialidad, de modo que no habría más necesidad de conducir

investigaciones adicionales pertinentes a ella. Este resultado sería un tipo de

conocimiento establecido empíricamente bien fundamentado. Pero ella no implica que

no pueda ser refutado o revisado a la luz de nuevos datos empíricos, la afirmación solo

sugiere que por el momento no habría razón alguna para anticipar la exigencia de una

revisión. Pues una investigación científica nunca conducirá a una certeza necesaria

(Ibíd. p. 488).

Por otro lado, endosar una teoría o hipótesis, significa para nuestro autor, la

aceptación provisoria de una teoría o hipótesis. En los casos donde la teoría manifiesta

los valores cognitivos en grado suficientemente elevado y no en alto grado. En tales

casos, las teorías tendrían que ser reevaluados posteriormente, después de una

investigación adicional, bien para confirmar o refutar la teoría endosada del dominio

que corresponde. En esos casos, los valores éticos y sociales tendrían algún papel

legítimo en la justificación del endosamiento (Ibíd.).

En lo que concierne a la distinción de los términos eficacia y legitimidad. Para el

autor, tales términos se manifiestan en la aplicación del conocimiento científico. En

vista que las evaluaciones y las explicaciones correctas de la eficacia están

generalmente basadas en teorías aceptadas de acuerdo con la imparcialidad; y

normalmente es una condición necesaria para la legitimidad de la introducción de una

innovación en el mercado, ello requiere que su eficacia esté bien confirmada. Pero para

el autor, “la eficacia no es suficiente para la legitimidad” (Ibíd.), en la medida que las

deliberaciones sobre la legitimidad involucran juicios de valores éticos y sociales, como

115

también precisan o dependen de la contribución del conocimiento concerniente, por

ejemplo:

• De los efectos colaterales perjudiciales; a los riesgos de la innovación;

• De la distribución equitativa de los beneficios;

• De la comparación con los métodos alternativos para alcanzar los fines

comparables (Ibíd. p. 488).

Hechas la distinción de las cuestiones de cómo aceptar y endosar una teoría o

hipótesis, así como de la eficacia y la legitimidad, que son términos fundamentales en la

concepción de Lacey respecto a la identificación de la responsabilidad de los científicos.

Veamos, pues, su siguiente extensa pregunta:

¿Cuáles son las responsabilidades que los científicos deben asumir – no

individualmente, sino en virtud de su participación en las instituciones y organismos

científicos de alcance mundial – frente a la necesidad de actuar, de formular

políticas y de estipular reglamentos pertinentes a las innovaciones científicas,

cuando las decisiones están inevitablemente basadas, de manera importante, en

reivindicaciones que apenas son endosadas (y que están, así, comprometidas con los

valores éticos y sociales controvertidos), y no aceptados de acuerdo con la

imparcialidad? (Ibíd. p. 489).

Preliminarmente el autor observa, todo el mundo está de acuerdo que es

irresponsable para los científicos aceptar reivindicaciones que no satisfagan las

condiciones necesarias según el acuerdo con la imparcialidad, ciertamente cuando ellas

están en desacuerdo con las evidencias disponibles. Pero, de ello resultaría la

irresponsabilidad de los científicos de confundir entre una propuesta endosada y una

propuesta aceptada, aún más, de proponer que un endosamiento es “científicamente

cierto” y digno del apoyo de la autoridad de la ciencia. De tal forma, nadie lo desafiaría

públicamente, cuando los científicos evalúan la eficacia de una innovación, en cuanto a

su responsabilidad de hacer todo el esfuerzo para asegurar que las evaluaciones están de

acuerdo con la imparcialidad (Ibíd.).

Observa, también, que la responsabilidad de los científicos se extendería a las

deliberaciones sobre la legitimidad de las aplicaciones del conocimiento científico. Por

ejemplo, la responsabilidad de los científicos (en cuanto practicantes en sus

instituciones y organizaciones, no necesariamente como investigadores individuales) en

la investigación de riesgos ocasionados por las innovaciones tecnocientíficas y en la

116

generación de conocimiento con el objetivo de informar los reglamentos introducidos

con el fin de minimizar los efectos dañinos potenciales.

Sin embargo, para el autor, en general los científicos reconocen su responsabilidad

solo en lo concerniente a la conducción del análisis de “riesgo padrón”. Donde la

investigación empírica normalmente tendría una corta duración, por ejemplo, sobre los

riesgos de la salud humana, el medio ambiente, en relación a sus causas, a los efectos y

mecanismos físicos/químicos/biológicos/bioquímicos, los cuales pueden ser

cuantificados y estimadas sus probabilidades. Pero, nuestro autor, afirma que el análisis

de riesgo padrón no es suficiente, pues los científicos deben asumir también su

responsabilidad con respeto a los ítems a seguir:

1. Identificar explícitamente todas las hipótesis abiertas a la investigación científica

empírica que son relevantes para hacer juicios adecuados acerca de la

legitimidad de las innovaciones tecnocientíficas, inclusive aquellas sobre los

riesgos potenciales serios, que son indiferentes al carácter de los mecanismos

subyacentes a los riesgos, ya sean físicos/químicos/biológicos, o como las socio-

económicas [...].

2. Determinar cuáles son los tipos de evidencias empíricas relevantes para evaluar

las hipótesis.

3. Considerar la fuerza de las evidencias a favor o en contra las hipótesis,

identificar nuevos experimentos o estudios de campo que puedan brindar más

evidencias relevantes para aumentar o disminuir los grados de confirmación de

las hipótesis.

4. Mostrar conciencia del hecho que las estimativas del grado de confirmación

(cuantitativas o cualitativas), tomadas aisladamente, no brindan la base racional

para hacer un endosamiento, desde que los valores éticos y sociales también son

racionalmente relevantes; y eso explica por qué los endosamientos de las

hipótesis pueden variar (de hecho frecuentemente varían) con la variación de las

perspectivas de los valores sostenidos (Ibíd. p. 490).

Más de una vez, nuestro autor se pregunta, ¿Por qué se limita los estudios de riesgo

al análisis del riesgo padrón, hay razones convincentes? Su respuesta es sí, pues en la

tradición muchos científicos y portavoces de las instituciones científicas, amparándose

en el principio ético que el autor denomina: “Principio de la legitimidad de las

innovaciones tecnocientíficas”, lo hallan legítimo implementar, sin demora,

aplicaciones eficaces del conocimiento científico imparcialmente aceptado (cfr. Ibíd.,

491). Cabe resaltar, que el autor, no niega que la tradición no tome atención a los

riesgos, sino que se limita al riesgo padrón, es decir, a los riesgos graves inmediatos o

cuando la evidencia de riesgo es fuerte, debido que está comprometido con la

perspectiva de los valores del progreso tecnológico, alegando que el análisis de riesgo

117

padrón es suficiente y compatible con el principio de la legitimidad de las innovaciones

tecnocientíficas. El autor observa que endosar creyendo que no hay serios riesgos en lo

concerniente a una aplicación particular solo con la base de riesgo padrón, sin la

investigación de los riesgos de mayor implicación como son los mecanismos

socioeconómicos, y sin la consideración del principio de precaución, significa atribuir

un papel preponderante a los valores en la justificación del endosamiento (Ibíd.). Pues

en ella cabe la responsabilidad de los científicos.

2.8.1. La investigación imparcial

Dado que para el autor, la imparcialidad es un valor o un ideal que regula la

aceptación de teorías y las reivindicaciones del conocimiento científico, a pesar que la

imparcialidad no sea realizable, por lo menos en corto plazo, aun así, permanecería

como ideal fundamental de la ciencia, pues antes de su realización, no habría alguna

razón cognitiva para poner fin en la investigación de un dominio dado de fenómenos.

Advierte también, que los juicios nunca deben ser hechos en desacuerdo con la

imparcialidad, ni deben ser adoptados procedimientos de investigación que impida la

realización eventual de la imparcialidad en alguna área dada. Donde ella no se realiza, o

no es realizable a corto plazo, siempre permanecería como un horizonte, un punto de

referencia para la investigación crítica, siempre recordándonos la necesidad de

comprometernos en la investigación de manera que se haga de la ciencia el agente de

una perspectiva de valor particular (cfr. Lacey, 2011c, p. 494).

En la medida que la imparcialidad, para nuestro autor, es un valor pertinente para la

evaluación cognitiva de la reivindicación del conocimiento científico y de la aceptación

de teorías de algún dominio especificado de fenómenos, entonces, para realizar tal ideal

de la imparcialidad es necesario responder, por lo menos, las preguntas consideradas

abajo. Representando P una tal reivindicación, es decir, P exprese un juicio imparcial

cuando es el resultado de una extensa investigación, luego, satisfaga adecuadamente las

siguientes preguntas para todo los grupos interesados:

(i) ¿Cuáles son los tipos de datos empíricos relevantes para confirmar o rechazar

P?

(ii) ¿Los datos disponibles proporcionan evidencia suficiente para P y concluir que

más investigación es irrelevante?

(iii) ¿Fueran hechas tentativas adecuadas para obtener datos potencialmente

relevantes, especialmente aquellas que podrían conducir al rechazo de P? ¿Ha

118

sido conducida investigación suficiente, potencialmente relevante, para el

rechazo de P?

(iv) ¿Fueron dados las respuestas adecuadas a los críticos (que también se

identifican con el ideal de la imparcialidad), y a las teorías alternativas que

ellos proponen para la consideración con base en la investigación empírica? ¿O

ellas han sido simplemente despreciados o ignorados? (Ibíd., p. 494).

Cuando se endosa una reivindicación (P), sin el acuerdo de la imparcialidad, la

investigación que trata de esas cuatro preguntas aún podría ser efectuada, aunque no lo

suficiente para satisfacer a todos los grupos interesados.

Extendiendo el uso de imparcialidad, el autor sustenta: una investigación (al respecto

de la evaluación empírica de P) es imparcial, si en ellas las cuatro cuestiones son

tratadas de modo que son tenidos en cuenta los intereses en obtener datos empíricos por

parte de todo los grupos relevantes, siendo las reivindicaciones relevantes de cada grupo

sean sujetas a la crítica en base con las más fuertes evidencias empíricas que pueden ser

obtenidas y a la luz de los datos considerados relevantes por los críticos (Ibíd. p. 495).

Los juicios imparciales son el resultado de la investigación imparcial. Sin embargo,

sería posible que exista la investigación imparcial aun en contextos donde los juicios

imparciales no pueden ser hechos, debido, a la complejidad del ambiente en que las

aplicaciones ocurren, al corto periodo disponible para conducir la investigación antes de

la necesidad de tomar decisiones, a los términos cargados de valor empleados en

reivindicaciones que contribuyen para los juicios sobre la legitimidad de las

aplicaciones. Pero, la posibilidad de la investigación imparcial en eses contextos

(considerando apenas las reivindicaciones sobre riesgos) dependerá de la interpretación

de las cuatro preguntas arriba dadas, a la luz de las siguientes consideraciones:

• A diferencia de los juicios de aceptación, donde la posibilidad de la revisión es en

mayor medida solo lógica, los endosamientos probablemente precisarán ser

regularmente revisados a la luz de los resultados de la investigación de las

consecuencias de las implementaciones ya realizadas; y consecuentemente, los

reglamentos y la supervisión también necesitarán revisiones, lo que dará origen a

nuevos contextos de implementación y, así, a la necesidad de la nueva evaluación

de riesgo. La investigación imparcial de los riesgos requiere del monitoreo

(sistemático y continuo) de las consecuencias reales de las implementaciones y que

los científicos estén dispuestos a revisar los endosamientos en respuesta a nuevos

datos que pueden traer consigo.

• Dada las condiciones variables de la implementación, no sólo las previsiones

confiables son imposibles, sino también cualquier evaluación aislada de “alta (o

baja) probabilidad” (sea cuantificada o no) es virtualmente desprovista de

significado. Si los científicos consideran como su tarea producir tales

evaluaciones, estarán inevitablemente vinculando sus juicios y perspectivas de

119

valor particular, ofreciendo informaciones engañosas y fallando en obtener (o aun

en buscar) información sobre los riesgos potenciales que se originan en los

contextos de uso práctico y, en los “escenarios” empíricamente enfocados

balizados al respecto.

• La investigación imparcial sobre los riegos debe proporcionar escenarios

empíricamente basados del espacio de los efectos de una innovación, estando

incluidos entre los factores relevantes los sociales-económicos-políticos; y, por

tanto, la variedad de metodologías utilizadas debe tener en cuenta ese hecho.

• Cualquier efecto potencial, identificado como un riesgo del punto de vista de

cualquier participante en la discusión democrática, debe, en principio, ser

investigado. Todos los efectos dañinos para los cuales son propuestos mecanismos,

empírica o teóricamente plausibles, deben ser investigados.

• En la investigación imparcial, la investigación empírica respecto del “espacio de

los efectos” debe ser realizada, no solo para la innovación tecnocientífica

propuesta, sino también para cada una de las alternativas sugeridas, es decir, el

espacio de alternativas debe ser empíricamente explorado (Ibíd., p. 495-497).

Cabe recordar, que para el autor, los presupuestos sobre la investigación imparcial

considerados arriba aún están en forma preliminar, por tanto, sujetos a revisión crítica.

2.9. La ciencia y la democracia

Es común hoy en día, discutir el tema: ciencia y democracia, como una asignatura

importante, dentro de la filosofía de la ciencia, caso que no era algunas décadas atrás.

Como ella se constituye como una disciplina véase: Nino (1997), Feenberg (2009). Más

recientemente, el autor que discute o introduce un tratamiento filosóficamente abstracto

sobre el asunto, es Philip Kitcher. En su obra: Science, truth and democracy, comienza

con la pregunta: “¿Cuál es el rol de las ciencias en una sociedad democrática?” (Kitcher,

2001, p. 3), para responder ello, introduce los conceptos como: la significatividad

científica y la ciencia bien ordenada. Considera que la verdad científica significativa

debe tomar en cuenta la historia y el contexto de las investigaciones, distingue entre la

verdad significativa epistémica y la pragmática sin detrimento de uno u otro. Mientras,

el concepto o el ideal de una ciencia bien ordenada sería el estándar posible de juzgar la

práctica científica de forma más razonable, caracterizado como un ámbito hipotético de

toma de decisiones sobre la investigación científica que permita evaluar la toma de

decisiones reales en tres etapas determinantes: la determinación de la agenda de la

investigación, las restricciones morales a la investigación y la aplicación de los

resultados de la investigación. Véase también su libro más reciente, Science in a

democratic society (2011), que es la continuación del primero. No entraremos en más

detalles ya que no es nuestro objetivo explicitarlo.

120

Al propósito de Lacey, tampoco él descuida sus reflexiones sobre el asunto: ciencia y

democracia. Su manifestación a favor de la democratización de la ciencia, levanta su

voz, desde las posiciones del “Fórum Social Mundial” (FSM), este movimiento

internacional rechaza la subordinación de la noción de democracia al capital del

mercado que se manifiesta hoy en día en las instituciones dominantes y en los países

supuestamente denominados democráticos. Como es de conocimiento, el refrán del

movimiento es “otro mundo es posible”, un orden social donde se puede reflejar de

forma más auténtica el ideal histórico de la democracia, a pesar de las tensiones entre

sus simpatizantes y lo abstracto de la noción.

Siguiendo en parte los moldes del FSM, nuestro autor sustenta que es pertinente

realizar “otras formas de hacer la ciencia”, que no esté subordinada como lo hace la

tendencia actual de la práctica científica a la mercantilización de la ciencia. Sería

posible hacer una práctica científica, que responda de manera más completa a los

ideales históricos de la ciencia, es decir, a los ideales de servir al interés común de los

seres humanos, a la objetividad (que incluye el rechazo de la concepción que considera

que los criterios de la evaluación del conocimiento científico sean culturalmente

relativas), y por tanto, a la autonomía científica. Nuestro autor plantea para ello, por lo

menos, cuatro propuestas:

Primero, argumenta que la relación entre la ciencia y la democracia ha sido

disminuida por estar subordinada a los valores del capital y el mercado. Pues, la

emancipación de la democracia y la ciencia, para la misión de un “otro mundo” y “otra

forma de hacer la ciencia”, deben ir de la mano. Pues la ciencia del consumo masivo

subvierte los ideales históricos de la ciencia. El conocimiento científico se está

utilizando, hoy en día, prioritariamente para el beneficio de los intereses comerciales y

militares; descuidando los intereses comunes de la humanidad, como la atención de las

necesidades de los pobres. Pues la priorización de la investigación cada vez más a los

intereses especiales del capital, como la innovación tecnocientífica que es esencial para

el crecimiento económico se realiza a costo del sacrificio de no prestar la debida

atención suficiente a las consecuencias ambientales, humanas y sociales; como la

contaminación y el calentamiento global, que no trata de forma adecuada el sufrimiento

de los pobres; como las anomalías genéticas, patologías psicológicas y el mal estar

espiritual, como también socavando los derechos humanos de los pueblos pobres.

Segundo, el autor sustenta que a la luz de los ideales y las aspiraciones del FSM el

compromiso con los ideales tradicionales de la ciencia, la ciencia debería ser re-

121

institucionalizada con la participación democrática y la supervisión constante en la

reorientación de los usos del conocimiento científico y las prioridades de la

investigación. Debe superarse democráticamente las tensiones que existen, dado que en

el fórum hay tendencias que consideran la ciencia tradicional como meramente

ideológica y la interpretan a la luz del relativismo, como también algunos piensan, que

apenas los usos y las prioridades de la ciencia deberían cambiar.

Tercero, estaría entre las dos propuesta anteriores, donde la ciencia re-

institucionalizada precisaría también personificar una concepción diferente de la ciencia

e incorporar la variedad de metodologías actualmente marginados.

Pues, para el autor, actualmente, la ciencia dominante tiende a ser identificada con la

tecnociencia, donde la investigación se lleva a cabo con el horizonte de la innovación

tecnológica en vista. Por tanto, las metodologías de la tecnociencia solo implementa un

modo de entender los fenómenos que centre su atención solamente en la estructura

molecular subyacente, en los mecanismos físico-químicos, en la forma matemática y las

propiedades cuantificables, que consecuentemente permiten el descubrimientos de las

posibilidades de los fenómenos, facilitando de esta forma, el ejercicio del control

tecnológico. Al hacerlo, así, descontextualizan los fenómenos, haciendo caso omiso de

sus contextos ecológicos, humanos y sociales. Por ejemplo, en el caso de los fenómenos

biológicos y humanos, se reduce a lo que subyace en los mecanismos físico-químicos.

Ya que ningún fenómeno puede ser comprendido de forma completa si apenas se usa

las metodologías descontextualizantes o reduccionistas, consecuentemente los

fenómenos no pueden ser entendidos adecuadamente, por ejemplo:

Los riesgos, especialmente los de largo plazo, los riesgos ecológicos y sociales de

las innovaciones tecnocientíficas.

Las redes causales de los problemas que enfrentan los pobres en sus lugares.

Las prácticas alternativas (por ejemplo, la agroecología) que no se basa, de hecho,

en el uso de las innovaciones tecnocientíficas (pero sí, los transgénicos).

Los fenómenos que no pueden ser reducidos a sus correspondientes mecanismos

físico-químicos, por ejemplo, los organismos biológicos, los sistemas ecológicos,

la acción intencional humana y las estructuras sociales (cfr. Lacey, 2009d).

Pues, para investigar estos fenómenos, según nuestro autor, es necesario utilizar

metodologías alternativas o las marginadas por la ciencia de la tendencia actual, aquella

que no descontextualice o reduzca. La ciencia reinstitucionalizada deberá decidir las

prioridades de la investigación con la gama más amplia de metodologías en mente.

122

La cuarta propuesta, la más fundamental, trata de la exigencia que haya más espacio

para la ciencia reinstitucionalizada, donde los investigadores puedan comenzar a

interactuar con las aspiraciones y prácticas de los movimientos sociales y, permitiendo

su participación en un camino integral, donde las formas de la ciencia adoptadas y los

tipos de cuestiones enfatizadas, puedan ser determinados en colaboración con los

movimientos sociales, reflejando sus valores y experiencias (Ibíd.).

123

CAPÍTULO III

3. LA APLICACIÓN DEL MODELO EPISTEMOLÓGICO DE HUGH

LACEY EN LAS CIENCIAS AGRÍCOLAS

“Otro mundo es posible solamente con una nueva

ciencia y una nueva tecnología.” “La ciencia y la

tecnología que conocemos son solo una ciencia y

una tecnología capitalista” (Oliveira, 2002a, p.

109).

Cabe subrayar que la imagen que tengamos de la investigación científica repercute

siempre necesariamente en las consecuencias prácticas de la determinación de la agenda

de investigación, los límites morales, la aplicación de los resultados, el bien estar

humano, el respeto al medio ambiente, etc. Consecuentemente, una imagen

distorsionada pueda tener graves consecuencias, en cuanto nos ciegue para afrontar la

situación real, empírica, normativa, sus causas y sus efectos, responsabilidades y

obligaciones, y las modificaciones institucionales necesarias para la mudanza

estructural justa y razonable. En tal sentido, el modelo de la interacción entre ciencia y

valores, de Lacey, conduce a tomar en cuenta esa problemática, que las reflexiones

filosóficas sobre la actividad científica no solo se concentren en los aspectos cognitivos,

sino también jueguen un papel en las decisiones de las agendas científicas para el

bienestar social.

El autor no desea negar las otras reflexiones filosóficas sobre la ciencia, sino solo

reclama que exista una pluralidad de reflexiones. Entre tanto, rechaza la

monopolización solo de una tendencia en una agenda de investigación, como el del

enfoque descontextualizante.

Entonces, para mostrar que es posible la pluralidad de reflexiones sobre la ciencia, el

autor, va a aplicar su modelo filosófico, especialmente, a las ciencias agrícolas, para

124

exponer lo fructífero de su propuesta alternativa. Para ello, analiza la controversia que

existe, hoy en día, en la producción de alimentos; desde las posiciones a favor de los

alimentos transgénicos y los críticos a estos, que están a favor de otras formas de

agricultura, especialmente en la agroecología. Las controversias son desarrolladas, por

nuestro autor, introduciendo cuatro conceptos fundamentales: las estrategias, beneficios,

riesgos y alternativas; que no es usual en las discusiones filosóficas de la ciencia.

Entretanto, cabe la pregunta ¿esos mismos conceptos son aplicables, por ejemplo, en la

física o biología, o solo sirve para el contexto de la controversia en la producción

agrícola?

3.1. Las controversias sobre los transgénicos y otras formas de

agricultura

Es de común conocimiento que el desarrollo y la utilización práctica de las plantas

transgénicas, los desarrollos de la biotecnología médica y las tecnologías de

comunicación e información están entre los más notables avances recientes de la

tecnociencia en el mundo contemporáneo. Especialmente, las plantas transgénicas -en

mayor medida- están trayendo cambios inimaginables en las prácticas agrícolas en

varias partes del mundo, al propio tiempo generaron fuertes resistencias frente a grupos

e intereses que reivindican las culturas agrícolas alternativas.

Se sabe también que las plantas transgénicas son cultivadas a partir de semillas que

fueran “genéticamente modificadas”. Es decir, los materiales genéticos, generalmente

tomados de organismos que no son de la misma especie de familias, son introducidos en

sus genomas, usando las técnicas de recombinación del DNA, para que las plantas

adultas aún en crecimiento adquieran las propiedades específicas deseadas, tales como

la resistencia a herbicidas o pesticidas, o que tengan toxicidad para ciertas clases de

insectos, o para que los productos vengan a tornarse fuentes de una nutrición mejorada.

De esta forma la ingeniería genética permite la modificación genética de las plantas,

cosa que no ocurriría por medio de los mecanismos de la selección natural o por los

métodos de cruzamiento practicados por los agricultores tradicionales.

Para nuestro autor, los transgénicos (TGs) o los “organismos genéticamente

modificados” (OGMs), hoy en día, usualmente son más utilizados en las agriculturas de

dos formas: aquellos identificados por contener genes que resistan a los herbicidas que

contienen el glifosato (como el RoundUp, de Monsanto); y aquellos modificados que

125

contienen un gen de la bacteria Bt (bacillus thuringienis) que hace que las plantas en

crecimiento liberen una toxina que funciona como un pesticida. Las variedades de cada

una de ellas han sido desarrolladas para diferentes granos, como maíz, soya, canola y

algodón (cfr. Lacey, 2006a, p. 29-30).

Caracterizada brevemente las plantas transgénicas, en lo que sigue expondremos con

más detalles, siguiendo a Lacey, el desarrollo y uso cada vez más difundido de los

transgénicos, que tienen que ver con las cuestiones éticas y sociales y, no solo con el

futuro de la agricultura, como también en lo que concierne a su naturaleza y la manera

cómo pueden ser conducidas apropiadamente en la investigación científica. Puesto que

las controversias sobre los transgénicos implican una disputa de opiniones e intereses

sobre la forma de su producción, en la medida que entra en juego valores y modos de

vida profundamente opuestos. Involucra puntos de vista que están ampliamente abiertos

a la investigación empírica, por ejemplo, sobre los riesgos del uso de los TGs y sobre el

potencial productivo de métodos agrícolas alternativos. Además, generalmente, tales

puntos de vista son confrontados sin tener en cuenta los fundamentos de los resultados

de las investigaciones empíricas independientes y sistemáticas, sino en función del

papel que ejercen en legitimar los intereses de sus defensores. Como resultado, tales

discusiones llevan a choques ideológicos a veces público y hasta violentos, en vez de

llevarse a cabo en un dialogo abierto, basado en la argumentación racional y la

investigación empírica (cfr. Lacey, 2010a, p. 131). Cuando nuestro autor alude a un

dialogo racional, está sugiriendo que los interlocutores deben tomar en cuenta la

interacción que existe entre las investigaciones científicas y los valores éticos-sociales,

que ayudarían a interpretar y esclarecer la estructura de la controversia. Así se esclarece

la controversia y la posible reconciliación y tal vez se llegue a una mejor identificación

de qué tipo de investigación adoptar y establecer, consecuentemente, qué formas de

agricultura pueden ser apoyadas en una sociedad democrática.

Entonces, el esfuerzo de Lacey, en esa atmosfera de discusiones, será tratar de

identificar y explicitar algunas suposiciones que se encuentran el medio de las

controversias, las mismas que desempeñan papeles claves en la argumentación de los

proponentes y los críticos, o en pro o en contra de la legitimación del desarrollo,

implementación y utilización intensiva, amplia e inmediata de los TGs en las prácticas

agrícolas.

Cabe destacar que el autor no es contrario a las prácticas transgénicas de la

biotecnología agrícola en general, por ejemplo, los tipos de agricultura que puedan

126

favorecer la utilización del genoma como una ayuda para mapear los ecosistemas, para

identificar la vulnerabilidad de las plagas, para mejorar la reproducción de las plantas

que puedan ser importantes en los agroecosistemas sustentables, para los productos

farmacéuticos, etc. Sino, solo contra la multiplicación del uso de los TGs a gran escala,

lo que supone que están basadas en la autoridad de la ciencia, que la tecnociencia

permite que la tecnología transgénica sea eficaz, benéfica y legítima y que tenga un

lugar obligatorio en la agricultura nacional y las políticas comerciales. No dando lugar a

un papel para las agriculturas alternativas, que prioriza valores como la sustentabilidad

ambiental, el fortalecimiento del bienestar de las comunidades de los pequeños

agricultores, etc. (cfr. Lacey, 2006a, p. 33-34).

Cabe subrayar también, los argumentos que se encuentra entre los críticos de TGs,

los considera como provisorios, en la medida dejan abierto la necesidad de realizar más

investigación empírica, antes de tomar una posición definitiva; como también

encuentra compatible la posibilidad de alguna legitimación del uso de los TGs en

determinadas circunstancias, como el uso de algunas técnicas biotecnológicas en el

análisis del genoma, como un proceso auxiliar en la selección de las semillas para criar

nuevas variedades de cultivos. Por otro, halla también de vital importancia el argumento

que enfatiza el desarrollo de las alternativas – por ejemplo, los agroecológicos – que no

usan los TGs, por tanto, la necesidad urgente y prioritaria de investigar rigorosamente el

potencial productivo de la agroecología. Encuentra también pertinente la necesidad de

continuar, tal vez no prioritaria, con la investigación y desarrollo de los TGs, por el

momento usando en escala menor para enfrentar las dificultades especificas en vista de

que no hay otra solución hasta el momento (cfr. Lacey, 2010a, p.132).

Entre los representes, en pro de los argumentos de los proponentes de TGs, que se

basan en el prestigio de la tecnociencia y la autoridad científica, están los agronegocios

multinacionales, las instituciones internacionales de investigación, supuestamente con

intereses ‘humanitarios’ vinculados al grupo CGIAR (Grupo Consultor para la

Investigación Agrícola Internacional), los gobiernos y revistas que apoyan políticas

neoliberales y, de muchos biólogos moleculares y organizaciones científicas. Mientras

los representantes de los argumentos en contra de los TGs o los que defienden los

valores como la sustentabilidad ambiental, el fortalecimiento y el bienestar de las

comunidades de pequeños agricultores, cuestionan el valor de los beneficios presumidos

y la legitimación del uso de la tecnología, y tener a la vista la grande esperanza en los

desarrollos alternativos en la agricultura; sus manifestaciones pueden ser encontradas en

127

los “Fórum Social Mundial” ellos enfatizan la necesidad de potencializar los métodos

alternativos, así como el respeto y apoyo a los agricultores rurales pobres que cultivan

los enfoques alternativos.

A continuación presentaremos algunos de los conjuntos de tesis o supuestos de la

controversia, que nuestro autor encuentra o interpreta que están en ambas de las

posiciones; no necesariamente que ambas de las perspectivas compartan lo expuesto por

el autor. En vista que hay posiciones moderadas y matizadas, como también radicales

que rechazan cualquier uso de los transgénicos. En lo que sigue, presentamos los

argumentos o tesis, que según Lacey, se encuentra entre los proponentes (P) y críticos

(C) o los que están en pro y contra la producción de los alimentos transgénicos.

Observa que para cada tesis supuesta pro (P) existe una en contra (C).Veamos:

1La tecnociencia como fuente de soluciones para los grandes problemas del

mundo

P1 Los desarrollos tecnocientíficos son la fuente principal para solucionar los

mayores problemas mundiales, como el hambre y la desnutrición, y para mejorar

las prácticas científicas de la agricultura.

C1 Tales problemas no pueden ser resueltos sin una transformación fundamental en

los modos dominantes de la producción y distribución de los bienes en la

actualidad; el papel de la tecnociencia (y las otras formas del conocimiento

científico) está subordinado para en apoyar soluciones solo de los modos de

producción dominantes.

2Las estrategias para la investigación agronómica

P2 Los desarrollos de TGs – como los desarrollos de la biotecnología médica, de las

comunicaciones, de las ciencias de la información y otras tecnociencias – son

informadas de manera ejemplar por el conocimiento científico “moderno”, es

decir, por conocimientos obtenidos en investigaciones hechas según las versiones

de estrategias descontextualizantes.

C2 El tipo de conocimiento obtenido según las estrategias descontextualizantes son

incompletas y no puede englobar las posibilidades, por ejemplo, de

agroecosistemas sustentables y los posibles efectos del uso de TGs con el medio

ambiente, las personas y organizaciones sociales; para investigar tales

cuestiones, es necesario adoptar otras estrategias.

3 Los beneficios del uso de transgénicos

P3 Son grandes los beneficios del uso de TGs en la actualidad y ellos aumentarán

bastante con los avances futuros, entre los cuales hay promesas, por ejemplo, de

cosechas transgénicas con cualidades nutritivas mejores, que pueden ser

cultivadas en países pobres en desarrollo, de modo que los TGs tendrán el papel

relevante en la solución de los problemas del hambre y la desnutrición. Entonces,

en la medida que tales promesas se realicen, los beneficios de los TGs se

128

distribuirán equitativamente de modo que sirvan (en principio) a los intereses y a

la mejora de las prácticas agrícolas, cualquier que sean los valores de los grupos

que las utilicen.

C3 Los beneficios que se alegan actualmente para el uso de los TGs reflejan los

valores sociales de los agronegocios, de los grandes propietarios rurales y otros

beneficios del mercado globalizado y, además, son relativamente pocos y

confinados, en mayor medida a esos sectores; no extendiéndose a los pequeños

agricultores del mundo en desarrollo (ni a los agricultores orgánicos de las

sociedades industriales avanzadas); aún más, tampoco las promesas que se hacen

respecto de los beneficios futuros son confiables, en parte porque los desarrollos

de los transgénicos reflejan los intereses del sistema de mercado globalizado,

justamente en tal sistema en donde persiste la pobreza y que es el causante

fundamental del hambre y la desnutrición.

4Los riesgos del desarrollo y el uso de transgénicos

P4 Los TGs actualmente cosechados, procesados y consumidos, así como los

provistos para el futuro, no ocasionan ningún riesgo posible a la salud humana o

al medio ambiente – con seriedad, magnitud y probabilidad de ocurrencias

suficientes para neutralizar el valor alegado de los beneficios – que no pueda ser

monitoreado y controlado por reglamentos adecuados.

C4 Tales presupuestos relativos a los riesgos no está bien comprobado

científicamente y, lo que es más importante, los mayores riesgos tal vez no son

los mediados directamente por mecanismos biológicos que afecten la salud

humana y el medio ambiente, sino los ocasionados por los contextos

socioeconómicos de la investigación y del desarrollo de los TGs y sus

mecanismos vinculados, tales como la concesión de derechos humanos de

propiedad intelectual a las semillas transgénicas.

5Las formas alternativas (“mejores”) de agricultura

P5 No hay alternativas para substituir la tendencia preponderante de la utilización de

TGs que no incurra en riesgos inaceptables (por ejemplo, no producir comida

suficiente para alimentar y nutrir la población mundial) y que puedan llevar a

mayores beneficios cuanto a la productividad, sustentabilidad y satisfacción de

las necesidades humanas.

C5 Pueden y están siendo desarrollados métodos agroecológicos (y otros métodos

alternativos) que proporcionan cosechas altamente productivas y relativamente

libres de riesgos, y promueven agroecosistemas sustentables, que utilizan y

protegen la biodiversidad y contribuyen a la emancipación social de las

comunidades pobres; aún más, los datos indican nítidamente que tales métodos

son especialmente propicios para garantizar a las poblaciones rurales de países

en desarrollo el ser bien alimentadas, evitando que los padrones actuales de

hambre y la desnutrición tiendan a continuar (Lacey, 2010a, p. 133-136; cfr.

2006a, p. 35-38).

Es de observar que cada una de las argumentaciones en pro y contra manifiestan la

legitimidad de las formas de agricultura, una de ellas halla legítimo desarrollar los TGs

con los métodos y fines ya expuestos arriba; el otro enfatiza la legitimidad de la

129

agroecología y otras alternativas semejantes. Pues enfatizar o hablar de la legitimidad

implica, para nuestro autor, entrar en los dominios de valor. Por tanto, la controversia

no solo versa sobre la eficacia de los TGs actualmente en uso, sino también sobre su

legitimidad. No obstante, las cuestiones de la eficacia, en el sentido alegado, están

también situadas en el campo de la autoridad biológica molecular y de la ingeniería

genética; pero la eficacia no es la misma cosa que la eficiencia, este último dice

respecto de la legitimación.

3.1.1. El papel de los valores en la perspectiva de los proponentes y

los críticos

Como ya se mencionó, los valores, intereses y modos de vida fundamentalmente

opuestas están en juego en la controversia sobre los transgénicos, generando

perspectivas de valor de modos diferentes. Más específicamente, están en juego las

cuestiones aún abiertas en la investigación científica, tales como el carácter, las formas

y las estrategias de la investigación científica, así como también, las cuestiones acerca

de los valores que entran en juego en la evaluación de los cinco pares de oposiciones.

Los proponentes usan como escudo el manto de la “ciencia”, frecuentemente, para

descalificar a los críticos como los representantes de ideología de la oposición contra la

ciencia y el progreso. Por otro parte, los críticos reivindican el estar del lado de la “ética

y tienden a ver a los proponentes no tanto como los agentes de la ciencia, sino como los

facilitadores de la “revolución biotecnológica” en la agricultura, con el fin de salvar el

proyecto político-económico de la globalización neoliberal.

Para nuestro autor, los argumentos que están en pro de TGs están ligados a valores

que integran las instituciones y prácticas actuales del mercado global (y también a

concepciones del desarrollo económico basados en el concepto de modernización), tales

como, por ejemplo, el individualismo, la propiedad privada, el lucro, el mercado, la

exportación, la iniciativa privada, la mercantilización, la libertad individual, la eficacia

económica, las leyes que favorecen el capital en detrimento del desarrollo de

innovaciones socioeconómicas, la democracia electoral formal, la primacía de derechos

civiles y políticos individualistas, etc. Por otro, la argumentación en contra o las

críticas, están ligados a los valores de la sustentabilidad, la cautela en el trato de los

riesgos en la salud y, también (especialmente por causa del hecho de que los métodos

agroecológicos tienen continuidad con lo tradicional, basados en el conocimiento

130

tradicional local), a los valores de la “participación popular”, defendidos en el Fórum

Social Mundial. Tales valores, están implícitamente resumidos en los ítems C1 a C5 de

la lista de arriba: la solidaridad en equilibrio con la autonomía individual, los bienes

sociales, el bienestar de todos, la emancipación humana, el fortalecimiento de la

pluralidad y la diversidad de los valores, la alta prioridad atribuida a los derechos de los

pobres y a las iniciativas, la democracia enriquecida con mecanismos participativos, el

equilibrio apropiado de los derechos civiles y políticos con los derechos económicos,

sociales y culturales, etc. (cfr. Lacey, 2010a, p. 137-138).

Además, la argumentación de los proponentes o en pro, también está basados en un

conjunto de valores sociales inherentes a los valores del progreso tecnológico. Tales

valores se refieren a las maneras específicamente de valorizar el control de los objetos

naturales, es decir, se trata de la necesidad cada vez mayor de la extensión del control

sobre los objetos, de su centralidad en la vida cotidiana, sin estar sistemáticamente

subordinada a otros valores éticos y sociales. Por ejemplo, el tipo de ruptura ecológica y

social, causada por las diferentes innovaciones tecnocientíficas, será visto simplemente

como el “precio del progreso”. También involucran el sentido profundo de que el

control es la postura humana principal con relación a los objetos naturales; de modo que

se valoriza intensamente la expansión de las tecnologías avanzadas a esferas cada vez

mayores de la vida humana, así como la manera de resolver cada vez más problemas,

incluso los problemas de la salud y ambiente ocasionados por las propias innovaciones

tecnológicas. Pero, los que endosan los argumentos en contra, también valorizan el

control en las prácticas agrícolas, donde la productividad es uno de los valores

principales, pero con la diferencia de que el valor control es subordinado a los valores

de la sustentabilidad ambiental, la preservación de la biodiversidad, el fortalecimiento

de la comunidad, la emancipación social y la participación popular (Ibíd. p. 138).

3.2. La tecnociencia: fuente de solución para los grandes problemas

del mundo

La primera tesis de la controversia, entre proponentes y críticos, como ya se

mencionó más arriba, se resume así: para los proponentes (P1) los desarrollos

tecnocientíficos son la fuente principal para solucionar los mayores problemas

mundiales, como el hambre y la desnutrición y para mejorar las prácticas científicas de

la agricultura. En contraste, para los críticos (C1) tales problemas no pueden ser

131

resueltos sin una transformación fundamental en los modos dominantes de la

producción y distribución de los bienes en la actualidad; el papel de la tecnociencia (y

de otras formas del conocimiento científico) está subordinado en proporcionar

soluciones solo de los modos de producción dominantes.

Como fue subrayado en la sección (§ 2.4.4.), el tipo de tecnociencia que, hoy en día,

se cultiva, según nuestro autor, es el tipo de investigación científica que se realiza

dentro del enfoque descontextualizante (ED). Que, por un lado, utiliza la tecnología

avanzada para la producción de instrumentos, objetos experimentales, y nuevos objetos

y estructuras que nos permitan obtener conocimientos de los estados de cosas de nuevos

dominios, sobre todo el conocimiento de nuevas posibilidades de lo que podemos hacer

y fabricar, por otro lado, siempre en el horizonte de la innovación práctica, industrial,

médica o militar, y en el crecimiento económico, sin perder de vista esto.

La legitimidad de las innovaciones tecnocientíficas es apreciado solo en el supuesto

de la consideración plena de qué tipo de objetos son los objetos tecnocientíficos: objetos

que incorporan el conocimiento científico confirmado dentro del ED, objetos

físicos/químicos/bilógicos, realizaciones de posibilidades descubiertas en

investigaciones conducidas a través del ED que traen la realización por medio de

intervenciones técnica/experimental/instrumental; no teniendo en cuenta los

componentes de los sistemas sociales/ecológicas, sino solo los objetos que incorporan

los valores del progreso tecnológico y (en la mayorías de las veces) los valores del

capital y del mercado. Sin embargo, para el autor, lo que los objetos tecnocientíficos son

– sus poderes, las tendencias, las fuentes de su ser, los efectos sobre los seres humanos y

los sistemas sociales/económicos, como ellos se diferencian de los objetos no

tecnocientíficos – no pueden ser comprendidos solamente a partir de la investigación

tecnocientífica (cfr. Lacey, 2012a, p. 103). El conocimiento que subyace y explica la

eficacia de los objetos tecnocientíficos nunca será suficiente para comprender qué tipo

de objetos son ellos y en lo que pueden convertirse (Ibíd. p. 125).

Pues, para nuestro autor, explicar dando el privilegio a la adopción del ED (hasta el

punto de la exclusividad o al menos en considerarlo tal estrategia como un ejemplo de

“ciencia sólida”), no equivale o implica ser justificada. Puesto que la justificación en el

contexto de la actualidad, depende de la existencia de buenas razones para sustentar los

VPT. Donde los VPT está muy extendidos y profundamente incorporados en las

instituciones sociales, económicas y políticos hegemónicas, incluidas las científicas. No

es probable que la identificación de buenas razones para mantener estos valores sea una

132

preocupación de alta prioridad, o desde que existan tales buenas razones no son,

generalmente, cuestionadas. Sea como fuera, según el autor, para contribuir a justificar

éticamente el privilegio dado al ED, no es suficiente que los VPT se encuentren

ampliamente extendidos. Tampoco, hay razones suficientes para su extensión

generalizada, y ser en sí mismas explicadas en términos de mayores relaciones de

refuerzo mutuo entre VPT y VC&M (Ibíd. p. 117).

En la interpretación del autor, la existencia de las buenas razones para sustentar los

VPT, hoy en día, se basa en las siguientes proposiciones:

(a) La continua innovación tecnocientífica (tecnológica), expande el potencial

humano y ofrece los beneficios que pueden ponerse a disposición de todas las

personas.

(b) Las soluciones tecnocientíficas se puede encontrar tácitamente en todos los

problemas prácticos, en la medicina, la agricultura, las comunicaciones, el

transporte, la energía, etc. – incluyendo aquellos ocasionados por los “efectos

secundarios” de la implementaciones tecnológicas propias, así no existen riesgos

de innovaciones tecnológicas que no puedan ser atendidos por medio de otros

desarrollos tecnocientíficos.

(c) Para la mayoría de los problemas existe solamente soluciones tecnocientíficas.

(d) Los VPT representan un conjunto de los valores universales; ellos son apoyados

por muchas personas en el mundo actual, o al menos por aquellos que han

endosado reflexivamente sus valores personales después de la participación en el

dialogo crítico informado y, deben ser parte de cualquier perspectiva de valor

viable hoy en día; no existe otra alternativa viable (Ibíd. p. 117-118).

Pero, para el autor, en la atención del caso entre los transgénicos versus la

agroecología, la preponderancia de la evidencia de las cuatro proposiciones arriba

mencionadas pueden ser refutadas. En el caso de (a), los transgénicos de hecho no

proporcionan beneficios para todo los agricultores. La agroecología, por ejemplo, no se

basa fundamentalmente en las innovaciones tecnocientíficas como sí los transgénicos,

que tienen su lugar principal en la agricultura industrial, asimismo tienen poca

relevancia para la agricultura a pequeña escala. En el caso (b), los transgénicos

ocasionan riesgos, por ejemplo, la destrucción de la biodiversidad y la profundización

de la inseguridad alimentaria de muchas personas pobres que, debido a sus mecanismos

socio-económicos, no pueden ser adecuadamente compensados por la innovación

tecnocientífica. Y en el caso de (c) y (d), existe alternativas – la agroecología es un caso

ejemplar – cuyo potencial productivo, al menos, merecería una mayor exploración y

urgente, ya que ellos se integran a los proyectos de soberanía alimentaria (cfr. Ibíd.,

p.121).

133

3.3. Las estrategias de la investigación en las ciencias agrícolas

La segunda controversia concierne sobre las estrategias, como ya fue subrayado

arriba, se resume así: para los proponentes (P2 ) los desarrollos de TGs – como los

desarrollos de la biotecnología médica, las comunicaciones, las ciencias de la

información y otras tecnociencias – son informadas de una manera ejemplar por el

conocimiento científico “moderno”, es decir, por conocimientos obtenidos en

investigaciones hechas según las versiones de estrategias descontextualizantes, que

restringen las teorías (hipótesis) investigadas a aquellas que pueden representar las

estructuras, procesos e interacciones subyacentes de los fenómenos (por ejemplo,

semillas y culturas) las leyes que las gobiernan, disociándolas del lugar de la

experiencia humana, las relaciones sociales y las vinculaciones que puedan tener con los

valores. En contraste, para los críticos (C2) el tipo de conocimiento obtenido según las

estrategias descontextualizantes son incompletas y no pueden englobar las

posibilidades, por ejemplo, de agroecosistemas sustentables y los posibles efectos del

uso de TGs con el medio ambiente, las personas y organizaciones sociales; para

investigar tales cuestiones, sería necesario adoptar otras estrategias.

Para nuestro autor, las cuestiones del conocimiento científico deben ser centrales en

la discusión de los transgénicos. Ya que los transgénicos son productos del

conocimiento científico obtenidos por medio de investigaciones conducidas de acuerdo

con las interpretaciones de estrategias descontextualizantes (biotecnología/biología

molecular) y las cuestiones sobre su eficacia son, en principio, decididas por referencia

a tal conocimiento. Asimismo, el conocimiento científico es también necesario para

tratar, de modo responsable, las cuestiones sobre los riesgos y los abordajes alternativos

para la agricultura, como también debería ser central en las discusiones sobre la

legitimidad del uso de los transgénicos. Cuando se trata de la legitimidad, no solo las

cuestiones del conocimiento científico precisan ser resueltas, sino también las

cuestiones de la metodología científica, como cuáles estrategias deben ser adoptadas

con el fin de investigar adecuadamente los riesgos y las alternativas (cfr. Lacey, 2006a,

p. 57). Por ejemplo, en la controversia sobre los TGs los proponentes acusan a los

críticos como “anticientíficos”, dando a entender que sus pleitos son puramente

ideológicos, en tal sentido, nuestro autor sustenta, que “en el corazón de la disputa,

existen tanto cuestiones de valor (“ideológicos”) como cuestiones científicas” (Ibíd., p.

134

58). En las cuestiones científicas entran la toma de decisión sobre que estrategias

adoptar en la investigación y, aún más, hay implicaciones sobre cuál tipo de

conocimiento científico se torna disponible para las aplicaciones en la prácticas

agrícolas.

Según Lacey, en la mentalidad moderna las realizaciones y promesas de la ciencia

están ampliamente difundidas, como también los poderes humanos están expandidos

para ejercitar el control (en la tecnología), desencadenados por los desarrollos

tecnocientíficos. Para algunos la ciencia y las nuevas tecnologías traen preocupación y

miedo, pero su valor en la mayor parte del mudo están profundamente internalizado, se

concede una extensa legitimidad para la investigación y el desarrollo de las nuevas

posibilidades tecnológicas. Así, los valores del progreso tecnológico han sido

ampliamente adoptados, como también sus presuposiciones. Los TGs y otras conquistas

biotecnológicas están entre los más visibles éxitos recientes de la aplicación del

conocimiento científico obtenido según las estrategias descontextualizantes de las

prácticas que expresan los valores del progreso tecnológico. Se ignora el potencial del

pluralismo de estrategias y los caminos alternativos. La legitimación del desarrollo y la

utilización de los TGs, para sus defensores, están basados en la autoridad y el prestigio

de la ciencia, además los TGs incorporan el conocimiento científico de ED en la

medida que cargan tanto la marca de la ciencia como la marca de la economía política

globalizada. Tales marcas prestan un aliento ineludible para la revolución agrícola

prometida con el advenimiento de los TGs: la ciencia señalaría el camino y la economía

global proporcionaría las estructuras para su efectiva implementación. Entonces, para el

autor, no es sorprendente que el cultivo de las plantas TGs (maíz, soya, etc.) se haya

expandido explosivamente en pocos años. Tampoco ello implica que la ciencia, por sí

misma, tenga que legitimar tal explosión, como tampoco no coloca ningún obstáculo

para la búsqueda de formas alternativas de agricultura; informadas, en parte, por el

conocimiento obtenido según estrategias que no sean reducidas a las estrategias

descontextualizantes (Ibíd., p. 59).

3.3.1. Las semillas transgénicas y los derechos de la propiedad

intelectual

Se mencionó que las semillas transgénicas incorporan conocimiento científico

obtenido de acuerdo con las estrategias descontextualizantes (biotecnologías) y su

existencia se debe, meramente, a los desarrollos de la biología molecular, tales como los

135

descubrimientos de la estructura DNA, de los genes y las técnicas de la biotecnología

recombinante. Ellas son, para nuestro autor, entidades orgánicas cuyos genomas fueron

modificados por medio de la tecnología transgénica; son objetos biotecnológicos y

auténticos productos de la tecnociencia, como también (en la mayor parte) propiedad

intelectual, objetos de valor dentro de determinados instituciones socioeconómicas.

Entre los que defienden los valores del progreso tecnológico y el hecho de que las

semillas incorporan tal conocimiento, según Lacey, está la clave para atribuir el valor

social que ellos manifiestan y (en parte) para la legitimación como portadoras de

“derechos de propiedad intelectual” (DPI). Pero para los críticos, es la clave para objetar

su valor social y abrir el camino que conduzca la investigación a través de estrategias

agroecológicas y otros similares. La concesión de DPI para los transgénicos, sirve para

destacar las relaciones de refuerzo mutuo entre la investigación biológica, conducida

según EED y los VPT y, también los valores de la propiedad y el mercado que lo

refuerzan aún más.

Las semillas TGs son proyectadas por medio de la modificación de genomas de las

semillas ya disponibles, “semillas seleccionadas por agricultores” (semillas SA),

muchos de las cuales son productos del conocimiento tradicional local, que reflejan el

sólido entendimiento agroecológico. Las semillas SA, como originarias, sirven para el

uso de los productores convencionales, como también para la producción de las

primeras variedades de TGs. Entonces, para la existencia de los TGs se requiere el

desarrollo previo de las semillas seleccionadas por los agricultores. Pero que las

protecciones de DPI paradójicamente se conceden para los TGs y no para las semillas

SA. Sin tales protecciones, se considera las semillas SA como pertenecientes al

patrimonio común de la humanidad, por tanto, legalmente están bajo la influencia de la

leyes vigentes y acuerdos internacionales, apropiados por doquier sin la consulta o la

compensación a los agricultores (y los condescendientes) que las seleccionan.

Estableciendo enormes bancos de semillas, concentrados en centros de la biodiversidad

mundial, recolectados de países pobres en desarrollo, presto para desarrollar nuevas

variedades de semillas.

Para los críticos, cuando las semillas seleccionadas por agricultores de costumbre

milenaria son apropiadas de esa forma, se comete biopiratería. Para ellos, los que

desarrollan las semillas TGs se apropian libremente de las semillas SA, pero el

agricultor no tiene libre acceso a las semillas TGs. No solo los agronegocios, por medio

de sus científicos e investigadores, sino también generaciones de agricultores

136

contribuyeran a la producción de semillas TGs; sin embargo los DPI, concede los lucros

económicos, solo a las corporaciones de agronegocios y sus clientes, no a los

agricultores, tal lucro presupone la libre apropiación de semillas SA y del conocimiento

milenario en ellas incorporado. Entonces, las semillas transgénicas incorporan ese

conocimiento milenario, así como el conocimiento obtenido de acuerdo con las

metodologías descontextualizantes. Pero las modificaciones genéticamente proyectadas

según ED envuelven apenas pequeños segmentos de genomas, de tal forma que la

mayor concentración de conocimiento en los TGs se encuentra en el conocimiento

milenario. La biopiratería no involucra solo la apropiación del conocimiento de los

agricultores, que están incorporados en las semillas TGs, sino también al final de

cuentas, extrae de ellos el propio uso de esas semillas, colocando en condiciones de

subsistencia a muchos pequeños agricultores, sus familias y comunidades. Entonces, la

biopiratería y el DPI están íntimamente interconectados y, de ellas depende el desarrollo

y el empleo de las semillas TGs.

La pregunta es, ¿por qué a las semillas TGs se concede DPI y no a las semillas SA?

¿cuál es la diferencia? Para Lacey, la única diferencia alegada sería que las semillas

TGs incorporan conocimiento científico (ojo, conocimiento científico según ED). En

virtud de ellas las semillas TGs, pero no las semillas SA, satisfacen los criterios usuales

para obtener un patente, en vista de la supuesta novedad, lo inventivo,

utilidad/aplicación industrial y la proporción de instrucciones suficientes para satisfacer

la condición de la “suficiencia de revelación”, así, lo convierten en propiedad

intelectual.

3.3.2. Las semillas y su localización sociocultural

Para nuestro autor, es un truismo (verdad obvia y trivial) la afirmación que la

metodología de una investigación científica debe ser adecuada a la naturaleza del objeto

investigado o que la metodología refleje la ontología. Esta metodología habría sido

parte de los creadores de la ciencia moderna del siglo diecisiete, que gastaran mucho

tiempo en argumentar que sus metodologías (las primeras versiones de ED) fueran

apropiados en vista de sus explicaciones acerca de la naturaleza del mundo material.

Siguiendo esas mismas consideraciones, se ha presupuesto que las investigaciones

científicas sobre las semillas y las plantas deben ser empleados estrategias apropiadas

de cómo ellas realmente son.

137

Se aludió que las semillas TGs son portadoras del conocimiento científico obtenido

de acuerdo con las metodologías descontextualizantes y constituyen (en mayor parte) la

propiedad intelectual. Pero también, para el autor son objetos biológicos cuyas genomas

y propiedades bioquímicas subyacentes no son muy diferentes de aquellas semillas

seleccionadas por los agricultores. Ellos son objetos sociales bien como objetos

biológicos, en la medida que las semillas transgénicas tienen las propiedades biológicas

que las tienen, porque son proyectadas o informadas por el conocimiento obtenido

según las estrategias biotecnológicas, por lo tanto, adquieren las propiedades biológicas

que tienen, luego convirtiéndose en el tipo de objeto social que es, por ejemplo, un

objeto tecnocientífico comercializable, un objeto que alimenta a las personas.

Desde las estrategias descontextualizantes en la evaluación de los riesgos de los

transgénicos, solo se tiene en cuenta los riesgos posibles que puedan resultar de las

propiedades biológicas de los TGs y de los procesos de ingeniería empleados para

producirlos; pero se niega el hecho de que son objetos sociales y que las propiedades

que tienen conllevan riesgos. Para comprender plenamente los TGs (por qué fueron

desarrollados, por qué son usados, qué valor social tienen, el alcance completo de

perjuicios que pueden ocasionar, sus limitaciones y sus promesas) se requiere ubicarlos

socioculturalmente e investigarlos como objetos biológicos y como objetos sociales.

Esto último también vale para las semillas cosechadas. Según Lacey, no se puede

separar las dos preguntas siguientes: ¿Cómo las semillas (plantas y cosechas) deben ser

científicamente investigadas?, y, ¿cómo el conocimiento obtenido a partir de tales

investigaciones debe ser evaluado, en su aplicación, por su significación social? Las

respuestas pueden variar según la localización sociocultural (cfr. Lacey, 2006a, p. 64).

¿Qué son las semillas?

Las semillas y plantas que crecen por sí mismas, no las TGs, son simultáneamente

muchas cosas:

Entidades biológicas: bajo condiciones adecuadas, se convertirán en plantas

adultas, de estas los granos serán cosechados;

Constituyentes de agroecosistemas;

Entidades desarrolladas, producidas y utilizadas en el curso de prácticas

humanas;

Objetos de valor social, objetos con los cuales los seres humanos pueden

sustentar relaciones socialmente constituidas y, que adquieren, de ese modo,

significación económica, cultural, estética, cosmológica o religiosa;

138

Objetos de la investigación empírica; por tanto, objetos que incorporan

conocimiento.

a) Como entidades biológicas, están sujetas al análisis genético, fisiológico,

bioquímico, celular, etc.;

b) Como partes de sistemas ecológicos, están sujetas a los análisis ecológicos;

c) Como productos de las prácticas humanas, están sujetas al análisis de sus papeles

y efectos en la localización sociocultural en que son cultivadas, así como al

análisis de los productos distribuidos, procesados, consumidos y dispuestos para

otros usos; y, de modo más general

d) Como objetos de valor social, están sujetos a una variedad de investigaciones

científicas y sociales (Lacey, 2006a, p. 65).

Para nuestro autor, tales semillas naturales o las semillas que crecen a partir de ellas,

y que constituyen todos los modos arriba considerados y sus posibilidades, varían

sistemáticamente según la localización sociocultural de su cultivo. Tales semillas que

son normalmente utilizadas en la agricultura, tradicionalmente fueron y son entidades

biológicas que se reproducen rutinariamente de una cosecha para otra. Como tales, son

recursos regenerativos renovables que condicionados a cierto nivel de estabilidad social

y ausencia de catástrofes pueden ser constituyentes integrantes de ecosistemas

sustentables que generen productos para la satisfacción de la necesidades locales,

compatibles con los valores culturales locales y la organización social, y que fueron

seleccionados por numerosos agricultores, con métodos informados por el conocimiento

local en el curso de los siglos. Consecuentemente, las semillas tradicionalmente han

sido consideradas como pertenecientes al patrimonio común de la humanidad,

disponibles para ser compartidas como recursos para la reposición y mejoría de las

semillas de todos los agricultores.

Por contraste, las semillas TGs intervenidas biotecnológicamente según ED, están

protegidas por patentes o reguladas de acuerdo al DPI. Son desarrolladas y producidas

por científicos profesionales dentro de las corporaciones con capital intensivo. Ellas no

pueden ser comprendidas por sus defensores o cultivadores como parte de las cosechas,

ni como componentes de ecosistemas estables, tampoco como entidades libremente

compartidas por los agricultores locales, ya que son productos biotecnológicos

protegidos por el DPI, aunque las semillas hayan sido transformadas de forma creciente

a partir de recursos predominantemente regenerativos (cfr. Ibíd. p. 66).

139

3.3.3. La investigación de las semillas según metodologías

descontextualizantes

Para nuestro autor, la suposición de los proponentes P2 manifiesta la concepción

amplia sobre la naturaleza de la investigación científica de las semillas desde la

perspectiva del ED. Las investigaciones y el desarrollo de TGs están ejemplarmente

bien informadas por el conocimiento científico, conocimiento obtenido de acuerdo con

instancias (biotecnológicas) según las metodologías descontextualizantes. Si tal

conocimiento científico es ejemplar, entonces investigar las semillas en cuanto objetos

biotecnológicos tendría poco a ver con las semillas en cuanto constituyentes de una

determinada localización sociocultural o de determinado agroecosistema, de modo que

la biología está claramente separada de los estudios sobre la localización sociocultural.

Las semillas (y las plantas), en cuanto objeto de investigación biológica, son reducidas

a sus genomas y a las expresiones bioquímicas de sus componentes genéticos. De tal

forma que las posibilidades de las semillas y sus modificaciones, son encapsuladas en

términos de la capacidad de ser generadas a partir de sus estructuras moleculares, las

mismas que se expandirán con el desarrollo de las técnicas de la ingeniería genética y el

entendimiento de la formación legal (legaliforme) de los procesos bioquímicos. Las

semillas son esencialmente esto en cuanto son investigadas por la biología molecular, la

genética, la fisiología y la citología; es decir, según son consideradas de acuerdo con las

estrategias biotecnológicas.

Según Lacey, comprender biológicamente las semillas de esa forma, según las

estrategias biotecnológicas, como instancias de estrategias descontextualizantes, disocia

completamente las posibilidades de realización de sus relaciones con la organización

social, las vidas, las experiencias humanas, las condiciones sociales y materiales de la

investigación, y con el impacto ecológico amplio y duradero (y de cualquier otra

entidad que pueda ser reconocida en la imagen del mundo de una cultura), por tanto, la

disocia de cualquier relación con los valores. Consecuentemente, se considera que el

conocimiento biológico, entendido según ED, apenas informa de manera más o menos

imparcial a las prácticas agrícolas, independientemente de su localización sociocultural

en la cual estén insertas en la propuesta P3.

140

3.3.4. La investigación de las semillas según metodologías

agroecológicas

Según nuestro autor, un conocimiento seguro, relevante para las prácticas agrícolas,

puede ser obtenido de acuerdo con las estrategias no reducidas a las estrategias

descontextualizantes. Una gran cantidad de conocimiento establecido está incorporado

en las semillas seleccionadas por los agricultores, además ellas pueden o sirven de base

para los desarrollos de TGs. Esto ilustraría la fecundidad de las investigaciones

conducidas de acuerdo con las estrategias agroecológicas (EAE) a diferencia de las

estrategias biotecnológicas (EBT) que son las instancias particulares de las estrategias

descontextualizantes, y que comprenden las semillas bajo metodologías

biotecnológicas:

[…] [biotecnología] involucra esencialmente el uso de microorganismos, de células

animales o vegetales, y también de enzimas para sintetizar, descomponer o transformar

materiales […] La biotecnología tradicional recurre a las técnicas convencionales, usadas

por muchos siglos para la producción de cerveza, vino, queso y muchos otro alimentos, en

cuanto que la “nueva” biotecnología abarca todos los métodos de modificación genética por

recombinación de ADN y técnicas de fusión de células, junto con modernos desarrollos de

procesos biotecnológicos “tradicionales” (Smith Apud Lacey, 2006a, p. 69).

Cabe notar que Lacey usa el término biotecnología en el sentido de la “nueva”

biotecnología referida en la cita de Smith; aún más, está referida al campo de la

investigación científica conducida de acuerdo con EBT que pretende producir

conocimiento que pueda intensificar los métodos mencionados en la cita.

Las teorías en competencia que son establecidas (aceptadas) de acuerdo con las

estrategias (por ejemplo, entre EBT y EAE) no son inconsistentes; debido a que

comprenden básicamente diferentes posibilidades, las cuales, regularmente, no pueden

ser co-realizadas en la misma región de cultivo (agroecosistemas). Puesto que la

competencia indicará cuál de las posibilidades es la que debe realizarse en las prácticas

agrícolas: la de los TGs en las que prevalecen los valores de progreso tecnológico o la

de la agroecología, cuyos intereses usualmente derivan de la participación popular.

Suponiendo que EBT y EAE son proficuas, sin embargo, la contienda está fuertemente

trabada en los dominios de los valores, la política, la economía; de modo que cuando

uno participa en la contienda, depende de las estrategias que adopte en la investigación

(cfr., Ibíd., p. 70).

141

Las investigaciones conducidas según estrategias agroecológicas, tienen como

objetivo confirmar las generalizaciones con respecto de las tendencias, capacidades y

funcionamiento de los agroecosistemas, de sus constituyentes, las relaciones e

interacciones entre ellas. Por ejemplo:

[…] ciclos minerales, transformaciones de energía, procesos biológicos y relaciones

socioeconómicas son consideradas en relación al sistema total; las generalizaciones

concernientes, no con la “maximización de la producción de un sistema particular,

sino primero con la optimización de los agroecosistemas como un todo” y, así, con

las complejas interacciones entre población, cosechas, suelo y creación (Altieri Apud

Lacey, 2006a, p.73).

Las posibilidades de la productividad y sustentabilidad de los agroecosistemas,

cualquier sea los métodos utilizados para evaluar su sustentabilidad, según Altieri,

requerirían, por lo menos, cuatro características interconectadas:

a) El mantenimiento de la capacidad productiva de los agroecosistemas (capacidad

productiva);

b) La preservación de la base de los recursos naturales y de la biodiversidad

(integridad ecológica);

c) El fortalecimiento de la organización social y la disminución de la pobreza (la

salud social);

d) El fortalecimiento de las comunidades locales, como el mantenimiento de las

tradiciones y la participación popular en el proceso del desarrollo (identidad

cultural) (Altieri, 1998, p. 56-7).

3.4. Los beneficios del uso de transgénicos

La tercera suposición de la controversia atañe a los beneficios, como ya se indicó

arriba, se resume así: los proponentes (P3) sostienen que son grandes los beneficios del

uso de TGs en la actualidad, y que ellos aumentarán enormemente con los avances

futuros, se promete, por ejemplo, cosechas transgénicas con superiores cualidades

nutritivas, que podrán ser cultivadas en los países pobres en desarrollo, de modo que los

TGs tendrán el papel relevante en la solución de los problemas del hambre y de la

desnutrición. En la medida que tales promesas se realicen, los beneficios de los TGs se

distribuirán equitativamente de modo que sirvan (en principio) a los intereses y a la

mejora de las prácticas agrícolas, cualquier que sean los valores de los grupos que las

utilicen. En contraste los críticos (C3) afirman: los beneficios que se alegan actualmente

para el uso de los TGs reflejan los valores sociales de los agronegocios, de los grandes

142

propietarios rurales y otros beneficios del mercado globalizado y, además, son

relativamente pocos y están confinados, en su mayor parte a esos sectores; no se

extendiendo a los pequeños agricultores del mundo en desarrollo (ni a los agricultores

orgánicos de las sociedades industriales avanzados); aún más, las promesas que se

hacen respecto de los beneficios futuros tampoco son confiables, en parte porque los

desarrollos de los transgénicos reflejan los intereses del sistema de mercado

globalizado, justamente el sistema donde persiste la pobreza y que es el causante

principal del hambre y la desnutrición.

La afirmación de que los transgénicos traen beneficios significativos, implica al

mismo tiempo su propia valorización; por tanto, según Lacey, esto deja muchas

interrogantes en el aire: ¿cuánto valen esos beneficios? ¿Podemos esperar mayores

beneficios de las innovaciones adicionales de TGs? ¿Para quién y en relación a qué

perspectiva de valor, el uso de los transgénicos es considerado valioso? ¿Es valioso a

corto o a largo plazo? ¿Es efectivamente probable que los beneficios serán finalmente

obtenidos en cantidad suficiente y de una manera que no pueda ser comparable o

superable por métodos agrícolas alternativos? (cfr., Lacey, 2006a, p. 92).

Estas preguntas, para el autor, son importantes y están relacionadas con las

cuestiones de riesgos y la posibilidad de las alternativas. Para él “cualquier discusión

acerca de los beneficios está comprometida necesariamente con los juicios de valor

(éticos y sociales)” (Ibíd.) ya que cualquier objeto de valor dentro del contexto de una

perspectiva axiológica puede ser evaluado negativamente en otra perspectiva. Para

nuestro autor, P3 retrata la agricultura de orientación transgénica como teniendo un valor

que trasciende la localización sociocultural actual de su uso, sigue una trayectoria que

promete beneficios para todos, incluido los agricultores pobres y sus comunidades,

independientemente de sus perspectivas de valor, es decir, su beneficio tendría un valor

universal. Sin embargo, la tesis de la relación de refuerzo mutuo entre la perspectiva de

valor que uno sustenta y la estrategia que se adopta para la investigación, muestra que

difícilmente los TGs puedan ser considerados como objetos de valor (beneficiosos)

independientes de ciertas perspectivas de valor y que no se vinculen con las estrategias

que les dieron origen.

Nuestro autor enfatiza que la mayor parte de las investigaciones sobre transgénicos,

ha sido y continúa siendo desarrollada en instituciones privadas de investigación y en

departamentos de universidades donde la investigación es financiada por intereses

143

ligados a los agronegocios. Donde se realiza el control de muchos de sus propios

productos, así como las técnicas y procedimientos de la ingeniería genética, e incluso el

control sobre determinados genes y características de las plantas, también ahí se

planifica la expansión de la agricultura de orientación transgénica a los países en

desarrollo, estas investigaciones están protegidas por los DPI y son respaldadas por el

Organismo Mundial de Comercio (OMC), parte integral de los actuales programas

neoliberales de globalización. En tal contexto, todos los productos de investigación y

programas de desarrollo conducidos de acuerdo con las estrategias biotecnológicas, que

exploran las posibilidades encapsuladas en los genomas de las semillas y las

posibilidades de modificarlos, casi ―inevitablemente― se convertirán en mercaderías,

de tal forma que no habría lugar para el uso de TGs fuera de las localizaciones

socioculturales configuradas por las relaciones del mercado. El comprometerse con ese

tipo de investigación y desarrollo, sería contribuir en beneficio a los intereses de los

agronegocios y el mercado. Ese tipo de investigación tiene poca relevancia para los

proyectos que tratan de mejorar los agroecosistemas productivos y sustentables, que

usan métodos que están en relación de continuidad con los conocimientos tradicionales.

Los transgénicos han sido introducidos en las prácticas agrícolas no porque hubo un

consenso en la opinión científica de su importancia vital, sino en razón a los intereses de

los agronegocios y sus clientes, en razón a las instituciones neoliberales y sus

patrocinadores estatales (Ibíd., p. 93-4).

Cabe resaltar que Lacey no niega que las investigaciones sobre los transgénicos haya

llevado a descubrimientos de conocimiento científico genuinos, lo que ha permitido

identificar las posibilidades genuinas y realizables de la ingeniería genética con las

semillas, como consecuencia de esto se produce cosechas con determinadas

características “deseadas”, de lo contrario no habría aplicaciones eficaces ni

controversias. Pero, la tecnología transgénica es informada por el conocimiento

científico firmemente establecido, conocimiento basado únicamente en la evidencia

empírica y en la articulación de los valores cognitivos de acuerdo con la imparcialidad.

Así, deja de lado los valores éticos y sociales en los momentos de la evaluación de la

práctica científica.

Los beneficios en curso

144

Las corporaciones de agronegocios son los principales beneficiarios del desarrollo y

el empleo de las semillas TGs, y sus objetivos principales son el lucro, la obtención del

mayor control de mercado y la garantía de mayores ventas de los productos asociados.

Las investigaciones que se realizan sobre las semillas están motivadas por la posibilidad

de ganancias; de lo contrario, no serían investigadas o no sería asunto para la

investigación biológica y técnica. Además, la posibilidad de lucro exige estudios de

ciertas relaciones sociales y factores económicos, así como de la publicidad favorable a

los productos. Esto soslaya, para nuestro autor, los ajustes y cualificaciones que deben

acompañar toda discusión científica acerca de los benéficos que se alegan.

Existen también los beneficios genuinos previstos por algunos de los usuarios de los

transgénicos, como las industrias que procesan y comercializan productos agrícolas y

que disponen de las condiciones necesarias para hacer uso de los transgénicos en la

medida que los productores de productos agrícolas convencionales usan frecuentemente

de herbicidas y pesticidas químicos en sus cultivos. A diferencia de esto, el uso de TGs

sería beneficioso, en vista de que expone menos a las personas a tales tóxicos o hay

menor probabilidad de problemas de salud, menores costos de insumo, trabajo más

fácil, menores cosechas perdidas, mayores lucros y salarios elevados. Aún más, llevaría

beneficios al medio ambiente contaminando menos y estableciendo áreas menores para

el cultivo, consecuentemente habría una menor presión al medio ambiente. El

crecimiento de las culturas TGs sería “ambientalmente amigable”, pudiendo contribuir

para revertir algunos daños ambientales causados por el uso de tóxicos (por ejemplo, la

revolución verde). Para los consumidores sería también beneficioso: menores precios,

alimentos con sabor más agradable, mayor variedad de alimentos durante todo el año y

más seguros (a pesar de que hoy en día todavía no se han realizado en escala

significativa), con ventajas para la economía en general o aumentando la competitividad

económica.

Las afirmaciones hechas sobre los beneficios, según nuestro autor, no refutan el

argumento: el conocimiento que informa la tecnología transgénica no es

significativamente aplicable al servicio de intereses configurados por los valores de la

participación popular, y que tal conocimiento actualmente tiene poca relevancia para

aquellos agricultores que tratan de perfeccionar métodos agroecológicos sustentables.

Sin embargo, no se puede negar que la tecnología transgénica es informada por

conocimiento adecuadamente fundamentado en evidencia empírica confiable, es decir,

el valor cognitivo de ese conocimiento permanece intacto, pero su valor social y ético es

145

cuestionable desde otras perspectivas de valor. Los críticos reconocen que el no uso de

tóxicos traería beneficios ambientales (la revolución verde usó y usa mucho de tales

tóxicos). Pero también les recuerda, que los métodos de la agricultura químico-intensiva

convencionales practicadas fueron promovidos por las mismas corporaciones, pero las

consecuencias ambientales de cultivo químico-intensivo no fueron previstas o

anticipadas por los científicos que condujeron la investigación e informaron sobre esos

métodos. Entonces, los críticos cuestionan que la ciencia aplicada a proyectos

corporativos ha sido en el pasado reciente sospechosa, ¿por qué confiar en ella, por su

valor-de-fase? Las respuesta usual de los proponentes es que hay “soluciones

tecnocientíficas que pueden ser descubiertas, virtualmente para todo los problemas […],

incluso para aquellos que han sido ocasionados por los efectos colaterales de las propias

implementaciones tecnocientíficas (Ibíd., p. 97).

Cabe observar que para los proponentes, existen los beneficios en curso ―aludidos

arriba― de las semillas transgénicas; de lo contrario, argumentan, no habría

plantaciones transgénicas. Para nuestro autor, tales beneficios son, a lo máximo, muy

modestos y no son compartidos de manera amplia por toda la población mundial, ya que

no son suficientes para sustentar la legitimidad de su utilización, ni para mostrar que sus

efectos colaterales no sean seriamente perjudiciales a gran escala, más si se tiene en

cuenta que existen otros modos de agricultura que prometen una mayor capacidad para

resolver los problemas actuales y futuros de la escasez de alimentos. Por tanto, para el

autor, el argumento de los beneficios que tendrá la utilización de los transgénicos o de

que serán distribuidos imparcialmente sobrepasa la consideración de los beneficios

actuales en favor de los previstos (Ibíd., p .98).

Los beneficios previstos

En la medida que los proponentes tienen una considerable confianza en el

cumplimiento de las promesas sobre los transgénicos, aunque actualmente el

planeamiento y desarrollo está en su fase básica, se involucra de todas maneras a los

métodos más sofisticados de la ingeniería genética y las técnicas de producción

relativamente más nuevas, de primera generación, el efecto es que el desarrollo está

ocurriendo a un ritmo acelerado. Para nuestro autor, estos métodos e la fase inicial no

pueden ser tomados como indicadores de cómo va ser las innovaciones en el futuro y de

los respectivos beneficios.

146

Para los proponentes, sin embargo, la introducción de los métodos más sofisticados,

traerán beneficios más significativos y amplios, disponibles para todos, que serán

consecuencia de los beneficios en curso, es decir, de los beneficios obtenidos por el uso

actual de las semillas, pues esto ayudará a financiar el futuro de la investigación y el

desarrollo de las semillas transgénicas. Asimismo, algunos de los beneficios prometidos

satisfarán a todas las personas, incluidos los pequeños agricultores y a los más pobres

entre los pobres (Ibíd.).

Entre los beneficios planeados o previstos que promete el cultivo de los transgénicos

con las “características deseadas” se mencionan: mayores rendimientos; granos más

nutritivos ―como el arroz enriquecido con vitaminas (arroz dorado); tolerancia al calor,

heladas, sequía, altitud, deficiencias minerales y a condiciones ambientales hostiles que

normalmente inhiben la producción de cosechas; resistencia a los males producidos por

las bacterias y virus, a las pestes y los productos químicos (herbicidas, pesticidas,

fertilizantes); granos con componentes que contribuyen a la salud, como la reducción

del colesterol; potencialidad (de plantas cultivadas) para fijar el nitrógeno en el suelo;

potencialidad de la plantas fijadoras del nitrógeno, de tal manera que producen

equivalentes de determinados productos agrícolas no-nutritivos (café, por ejemplo);

intensificación del aspecto estético de los alimentos (sabor, textura, apariencia) o de las

exigencias del mercado (mayor durabilidad de los productos, mayor resistencia al

transporte, menor trabajo con la mecanización de la cosechas) (Ibíd., p. 99).

Para nuestro autor, todas esas promesas previstas, no pasan aún de ser, sino retóricas

muy persuasivas, ya que prometen posibilidades ilimitadas que desafían muestra

imaginación (por ejemplo, el arroz dorado), anticipando el modo de superar todas las

dudas sobre su legitimación ética. La retórica coloca toda su atención en las cuestiones

técnicas de la biotecnología, pero no considera los mecanismos socioeconómicos que

están en el núcleo del proyecto. Pues, cuando la atención se focaliza en cuestiones

técnicas, se ignora los mecanismos socioeconómicos subyacentes que determinan quién

recibe o no el alimento, y como esto puede estar relacionado a los métodos utilizados en

la producción de alimentos (Ibíd., p. 99-100).

El caso de arroz dorado, por ejemplo, sería un caso de promesa prevista que la

tecnología de los transgénicos proporcionaría beneficios a los pobres. El arroz dorado es

una variedad de un arroz proyectado que genéticamente será modificado para contener

betacaroteno, y se convertirá en una fuente de vitamina A cuando sea ingerido por los

seres humanos. Su desarrollo es propuesto como una contribución para aliviar la

147

desnutrición endémica de los países pobres, especialmente de los niños, ya que la falta

de la vitamina A causa muchas muertes y casos de cegueras, y su única fuente de

alimento es el arroz, de ahí la necesidad de desarrollarlo para salvar las vidas y rescatar

los niños de esa carencia. Por tanto, cuestionar del desarrollo de arroz dorado es

ridículo, no ético, no racional, anticientífico y antimercado, para los proponentes.

Pero, los críticos no rechazan la aceptación de este, sino solo piden una buena

demostración y que esté al alcance de la mano. Sin embargo, el arroz dorado aún no está

disponible para el uso agrícola, puesto que las primeras plantas experimentales son muy

recientes. Pero la disponibilidad para los pequeños agricultores sería una promesa con

muchos obstáculos, a pesar que la promesa del cultivo sea de la misma forma que

cultivan los pequeños agricultores para sus cosechas, será más un recurso renovable y

no una mercadería según sus inventores, mientras tanto, son solo promesas prevista aun

no concretizadas (cfr. Lacey, 2010a, p. 225-226).

3.5. Los riesgos en el desarrollo y el uso de transgénicos

La cuarta controversia, concierne sobre los riesgos, como hemos visto más arriba, se

sintetiza así: para los proponentes (P4) los TGs actualmente cosechados, procesados y

consumidos, así como los previstos para el futuro, no ocasionan ningún riesgo posible a

la salud humana o al medio ambiente – con seriedad, magnitud y probabilidad de

ocurrencias suficientes para neutralizar el valor alegado de los beneficios – que no

puedan ser monitoreados y controlados por reglamentos adecuados. En contraste para

los críticos (C4) tales presupuestos relativos a los riesgos no están bien comprobado

científicamente, y lo que es más importante: los mayores riesgos tal vez no sean ―los

que producidos directamente por los mecanismos biológicos― afectan la salud humana

y el medio ambiente, sino los ocasionados por los contextos socioeconómicos de la

investigación, el desarrollo de TGs y mecanismos vinculados, tales como la concesión

de derechos de propiedad intelectual a las semillas transgénicas.

En vista que, para el autor, “la eficacia demostrada por las innovaciones

tecnocientíficas no es suficiente para legitimar su implementación práctica” (Lacey,

2006a, p. 113). En esa medida, el caso de los TGs, no bastaría para fundamentar el

derecho de uso para los agricultores, ni para que las corporaciones lo desarrollen y

comercialicen, ni para justificar una política pública que estimule su uso en mayor

escala, una política que prevea hacer de su uso un componente prioritario para la

148

agricultura del futuro. Puesto que, el uso legítimo de TGs no solo involucra la

generación o expectativa de beneficios, sino también el mostrar que no hay riesgos

relevantes ni alternativas mejores (Ibíd.).

Para nuestro autor, el problema sobre los riesgos, aún es un asunto abierto para la

investigación científica (empírico-sistemático), en la medida que la “investigación que

fue conducida hasta hoy en día no proporciona evidencia ni para garantizar que P4 sea

razonablemente aceptado de acuerdo con la imparcialidad, ni para sustentar

decisivamente los riesgos (o los riesgos potenciales) que comprometen claramente la

legitimad del uso de los TGs” (Ibíd., p. 114).

Cabe recordar, que nuestro autor distingue dos tipos de riesgos: riesgos padrón y

riesgos potenciales. El primero, son los riesgos circunstanciales al momento del campo

experimental; el segundo, los riesgos aún no previstos que pueden causar en el futuro

graves problemas a la salud, al medio ambiente y aspectos socioeconómicos. Las

evaluaciones de riesgo padrón, propuesta por los proponentes, no proporcionan base

alguna para las generalizaciones sobre los riesgos de los TGs o la ausencia de ellos, ya

que apenas tratar con las alegaciones de riesgos caso a caso; por tanto, ellos solamente

pueden dar apoyo para la aceptación razonable de las proposiciones más específicas, por

ejemplo, “este tipo particular de transgénico, usado sobre ciertas condiciones

específicas, no representa riesgos no administrables” (Ibíd., p. 114).

Pero, los riesgos potenciales están lejos de los riesgos serios que observan los

críticos, anota: “un peligro potencial no es la misma cosa que un riesgo serio” (Ibíd.).

Por ejemplo, algunos estudios han mostrado que una variedad de la soya transgénica,

que contiene un gen de nuez brasilera puede causar alergia a las personas que son

alérgicos a las nueces, y que el polen del maíz Bt es fatal para las larvas de la mariposa

monarca en ciertas condiciones del laboratorio. Resulta, entonces, que sobre ciertas

condiciones los TGs pueden tener ciertos efectos como los citados. La alergia y los

efectos tóxicos para las especies no en mira, serían peligros potenciales del uso de los

transgénicos. Por tanto, según Lacey, los estudios de la determinación de riesgos

deberían dirigirse a ellos, pues, los resultados proporcionarán la evidencia de tales

efectos a fin de que puedan ser contenidas y administradas, por ejemplo, la soya con

material genético de nuez brasilera jamás habría sido puesto en el mercado, porque

precisamente el peligro habría sido identificado; en el caso de las mariposas los estudios

están pendientes, dadas las diferencias significativas entre las condiciones de laboratorio

y las del campo (Ibíd., p. 117).

149

Entonces, según nuestro autor, para tener una buena base empírica, o para endosar P4

y C4, será necesario investigar los peligros potenciales del uso de cada variedad

particular de los transgénicos, los riesgos de magnitud, probabilidad y administrabilidad

de ocurrencias suficientes, cuestiones como: ¿vía qué mecanismos (físico, biológico,

falla humana, socioeconómica) lo hace? ¿Cuál es el periodo de tiempo involucrado?

¿Las pruebas hechas en estos asuntos son adecuadas y las teorías científicas que los

informan son apropiadas? ¿Cuán probables son los riesgos de efectos perjudiciales bajo

las condiciones, incluidas aquellas definidas por reglamentación, en las que los TGs

realmente son o se espera que sean usados, y cuán serio es el daño? ¿Cuáles son los

procedimientos empíricos e inputs teóricos necesario para tener acceso a tales asuntos?

¿Hay evidencia de que los riesgos puedan ser detenidos (o sus efectos perniciosos

revertidos) por técnicas de administración apropiadas bajo la supervisión de un sistema

regulatorio adecuado? ¿Cuáles de las reglamentaciones para la administración de los

riesgos están disponibles y son las adecuadas ante la extensión (y magnitud) de esos

riesgos? (Ibíd., p. 116).

Los proponentes usualmente responden que los peligros potenciales son a lo máximo

especulaciones teóricas potenciales, y que no hay evidencia empírica (científica) creíble

para sustentar que los peligros demostrados en el laboratorio causen riesgos a la salud y

al medio ambiente para cuando los transgénicos crezcan en los campos y sus productos

sean consumidos. Además que ir contra la adopción de tecnologías TGs en la

agricultura, traería serios riesgos como que en el futuro no haya comida nutritiva

suficiente para alimentar el mundo; así como riesgos concernientes a la implementación

y manutención del desarrollo económico nacional y las políticas comerciales, pues,

afectaría las ambiciones de los agronegocios, el lucro de sus inversiones en

investigación y desarrollo de TGs, afectaría al proyecto neoliberal, y el continuo

desarrollo de la tecnociencia, en especial en la biotecnología y de áreas comunes como

la biología molecular (Ibíd., p. 118).

Como se puede observar, el tópico sobre los peligros potenciales trae ataques y

contraataques entre los proponentes y los críticos: los proponentes insisten que los

críticos no producen evidencia científica respecto a que los peligros potenciales

constituyan serios riesgos; los críticos acusan a los proponentes de no producir

evidencia relevante (ya que no promueven la investigación pertinente) de que los TGs

no constituyan serios riesgos. Los proponentes presuponen que P4 será defendida hasta

que ello sea rechazado por la investigación científica, con una confianza tal que no

150

concede urgencia a la conducción de la investigación para ir más allá de lo que ya ha

sido hecho. Los críticos sustentan que la legitimación del uso de los TGs dependerá de

la evidencia necesaria (que no haya riesgos) para justificar P4 (Ibíd.).

En la controversia sobre los riesgos, nuestro autor, asume una posición intermedia,

espera que los proponentes asuman la obligación prioritaria (ônus prioritário), es decir,

que la conducción de la evaluación de riesgos sean rigurosa para todos los TGs en los

ambientes que ellos serán utilizados, sean correctos en la defensa de la adecuación de la

evaluaciones a la luz de las críticas, revisen sus procedimientos donde sea necesario, y

no los liberen para el uso comercial sin que previamente no pasen por esas

evaluaciones; muestren que existen procedimientos de supervisión transparentes y

obligaciones adecuadas, delimitadas por reglamentos bien construidos, para asegurar

que los plantíos de TGs y el consumo de sus productos serán sujetos a una vigilancia

continua, apropiada para identificar y responder cualquier riesgo que pueda emerger

(Ibíd., p.133). Espera de los críticos que especifiquen concretamente las condiciones, las

mismas que deben estar sujetas a modificaciones justificadas por la apelación a nuevos

descubrimientos científicos, bajo las cuales se acepta que la obligación prioritaria fue

asumida. Si la obligación prioritaria no fuera tratada de modo satisfactorio, entonces se

exigirá que se deba estar preparado para especificar la investigación adicional que debe

ser efectuada para establecer el contenido en cuestión. Después que la obligación

prioritaria fuese tratada, la obligación de la prueba recaería justamente sobre los críticos

(Ibíd.).

La posición intermedia que asume el autor, lo hace difícil de enmarcarlo, pero lo que

está en cuestión es el endosamiento o no de P4, en el cual están en juego los juicios de

los valores éticos-sociales y los valores cognitivos. En la perspectiva del valor de los

proponentes se tendería a una interpretación más débil de la responsabilidad en cuanto a

la obligación prioritaria y de aquella de las interpretaciones más rígidas de los críticos,

dado que los riesgos proyectados serían más amenazadores a sus intereses. Para nuestro

autor, asumir una posición intermedia no es entrar en concordancia de inmediato, “sino

estar comprometido en volver explícito lo que debe ser considerado así como el asumir

la obligación prioritaria, sea en la interpretación más débil o en aquella más rígida”

(Ibíd., p. 134).

Puesto que una explicitación tornaría posible para los críticos identificar lo que

consideran muy débil en la interpretación de los proponentes, por ejemplo, que los

proponentes no tienen en cuenta a escala geográfica la contaminación potencial o que

151

muchos de los datos de la evaluación de los riesgos son mantenidos en sigilo por la

corporaciones de los agronegocios; y de la misma forma para que los proponentes

identifiquen lo que es tan rígido en la interpretación de los críticos, por ejemplo, que

ellos ignoran los costos de las evaluaciones de riesgos o esperan que los peligros

potenciales que son expuestos basándose solo en consideraciones teórico-especulativas

sean rigurosamente investigados antes de la liberación de los TGs (Ibíd.).

Una posición intermedia, según nuestro autor, presta atención a ambos lados de las

perspectivas de valor, tiene en cuenta la consideración de los beneficios reivindicados

por los proponentes, como también los peligros potenciales expuestos por los críticos,

trata de caracterizar cómo la investigación empírica puede y debe ser tenida en cuenta

en la realización de un compromiso democráticamente aceptable, en el cual una

resolución práctica puede ser buscada para la adopción de una política pública,

dependiendo de las condiciones diferentes de cada países (Ibíd.). Asimismo, una

posición intermedia se demarca o se subordina al principio de precaución que invoca:

“es legítimo para un país prohibir el uso o la importación de una tecnología (y sus

productos) previendo ganar tiempo para investigar los riesgos (para la salud o ambiente)

aunque no haya evidencia científica definitiva disponible; antes que aceptar la

investigación sobre los riesgos alegados, asume que realmente hay esos riesgos” (Ibíd.,

p.135). Ello imputa la obligación de prueba o la obligación previa al productor de la

nueva tecnología, de mostrar que no hay riesgos significativos ocasionados por su uso.

“El principio de precaución no autoriza a un reclamo continuo y sí coloca un fin a los

riesgos desconocidos para deslegitimar la innovación tecnocientífica” (Ibíd.). Aún más,

la razón de su adopción es importante en vista a que el contexto socioeconómico del uso

de los TGs promueve más mecanismos de riesgo para el medio ambiente y los aspectos

sociales.

A pesar que nuestro autor declara mantener una posición intermedia en la evaluación

de la controversia, es favorable a la adopción de estrategias agroecológicas, que

considera relevantes no solo para la investigación de alternativas agrícolas, sino también

para la investigación de riesgos; considerando que las plantas y sus semillas, incluidos

los TGs, son objetos de agroecosistemas o de ecosistemas agrícolas; ecosistemas que

son partes integrantes de espacios agrícolas, de un tipo de ambiente socio-cultural y

económico; por lo tanto, sería una abstracción considerarlos simplemente como

entidades biológicas. Obsérvese, que el autor, considera la sustentabilidad de la

agricultura de orientación transgénica como parte de agroecosistemas, en la medida que

152

la investigación de ellas no puede ser disociada de las relaciones sociales y económicas,

de la producción de sus semillas, de la distribución de sus productos y las redes causales

de las que son partes. Pues, dado que los TGs tienen efectos (en la salud, en el medio

ambiente, en las relaciones sociales) no solamente como entidades bilógicas, sino

también como objetos de agroecosistemas que tienen dimensiones sociales irreducibles,

incluido (los TGs disponibles y previsibles de hoy en día) los intereses del capital y del

mercado que conforman las relaciones de producción y distribución (Ibíd., p. 136).

Entonces, en la evaluación del riesgo padrón, según el autor, solo son considerados

los efectos de las semillas y cultivos TGs como entidades biológicas, pero no como

miembros de agroecosistemas. No se consideran, por ejemplo, los riesgos de TGs como

propiedades intelectuales de grandes corporaciones de agronegocios. Por tanto, las

evaluaciones de riesgos son incompletas en dos sentidos: por un lado, se abstrae el

peligro ecológico potencial que pueda surgir del contexto socioeconómico de la

investigación y desarrollo del uso de TGs; por otro lado, se separa la ecología de la

ecología social por no considerar los peligros sociales potenciales, por ejemplo, los que

pueden surgir del control de las corporaciones sobre el abastecimiento de la comida,

incentivado por la garantía de derechos de propiedad intelectual para plantas TGs y

procedimientos de ingenierías a ellas relacionados (Ibíd.).

3.6. Las formas alternativas (“mejores”) en la agricultura

La quinta tesis de la controversia concierne a las formas alternativas de producir

alimentos, que se resume así: para los proponentes (P5) no hay alternativas para

substituir la tendencia preponderante de la utilización de TGs que no incurran en riesgos

inaceptables (por ejemplo, no producir comida suficiente para alimentar y nutrir la

población mundial) y, que pueden llevar a mayores beneficios en cuanto a la

productividad, sustentabilidad y la satisfacción de las necesidades humanas. “Los

transgénicos son necesarios para alimentar el mundo”. En contraste, los críticos (C5)

sostienen que pueden y están siendo desarrollados métodos agroecológicos (y otros

métodos alternativos) que proporcionan cosechas altamente productivas y relativamente

libres de riesgos , promueven agroecosistemas sustentables que utilizan y protegen la

biodiversidad y contribuyen a la emancipación social de las comunidades pobres; aún

más, los datos indican con claridad que tales métodos son especialmente propicios para

153

garantizar a las poblaciones rurales de países en desarrollo el ser bien alimentadas,

evitando de esta manera que los padrones actuales del hambre y la desnutrición tiendan

a continuar.

Para nuestro autor, los análisis sobre la legitimidad y el desarrollo del uso de los TGs

siempre debe involucrar la evaluación sobre los riesgos y beneficios; como también

debe considerar la evaluación del potencial productivo y otros beneficios potenciales de

las formas alternativas de la agricultura. Pues, los análisis del riesgo/beneficio

necesariamente son comparativos. A pesar de que la agricultura producida bajo la

orientación transgénica tenga todos los beneficios alegados por los proponentes,

incluida la producción de comida en cantidad suficiente para alimentar la población

mundial futura proyectada; para el autor, aun así, siempre habrá “mejores” maneras de

alcanzar esa meta, es decir, formas alternativas o una multiplicidad de alternativas

localmente especificadas, que pueden ser simultáneamente exitosas en la producción de

alimentos, ambientalmente sustentables y que cuentan con el refuerzo de las

comunidades locales, que están en mayor sintonía con los valores y las aspiraciones de

las comunidades pobres en sus variaciones respectivas de lugar y cultura y son aptas

para desempeñar un papel esencial en la producción de alimentos necesarios, incluso

para alimentar la población mundial creciente (cfr. Lacey, 2006a, p.149-50).

Para el autor, la afirmación por parte de los proponentes de producir comida

suficiente para alimentar toda la población mundial, no garantiza que todos serán

alimentados; pues, el hambre persiste en gran escala hoy en día, a pesar de haber

comida suficiente con la actual producción. La cuestión no sería terminar con el hambre

simplemente con el aumento de la producción agrícola, sino en el modo como esta se

distribuye; entonces, para el autor, hay serias razones para dudar, en el modo de cómo

acabar con el hambre desde la perspectiva transgénica de producir alimentos, donde las

semillas y sus productos simplemente son vistos como entidades biológicas abiertas a la

investigación de la biología molecular, siempre con miras al mercado, aún más

disociándolas de sus dimensiones ecológicas y sociales (cfr. Ibíd., p. 150).

Si la agroecología, combinada con otros tratamientos es capaz de proporcionar una

alimentación promisora, entonces, se muestra inadecuada, para el autor, el análisis de

riesgo/beneficio que solo compara los métodos transgénicos con los métodos

convencionales intensivos. Por otro lado, si no hay alternativas que puedan desempeñar

un papel significativo para la satisfacción de las carencias alimentares mundiales y el

154

enfrentamiento al problema de hambre, entonces en ese caso, para el autor, los

beneficios previstos en el desarrollo de los transgénicos se tornarían legítimos, puesto

que los riesgos del tamaño que sean, no serían comparables con los beneficios de

producir comida suficiente para todos. En tal sentido, endosar P5 es tan crucial para los

argumentos de los proponentes, como endosar una versión de C5 lo es para los críticos

(cfr. Ibíd.).

Las formas alternativas de agriculturas agroecológicas, para nuestro autor, “se refiere

tanto a un tipo de enfoque de la práctica agrícola, como a un enfoque científico de las

investigaciones sobre agroecosistemas” (Lacey, 2010a, p. 185). Como tratamiento de la

práctica agrícola, el principal enfoque de la agroecología es la sustentabilidad;

siguiendo a Altieri (1998), nuestro autor, considera que por lo menos una agricultura

agroecológicamente sustentable requeriría de cuatro atributos, ya indicados más arriba:

la capacidad productiva, que implica la manutención de la capacidad productiva del

ecosistema; la integridad ecológica, que demanda la preservación de la base de los

recursos naturales y la biodiversidad funcional; la salud social, que insta la organización

social y la reducción de la pobreza; la identidad cultural, que apela el fortalecimiento de

las comunidades locales, la manutención de las tradiciones y la participación popular en

el proceso de desarrollo (cfr. Ibíd.). Cabe resaltar, que la agroecología, para nuestro

autor, es un tipo de agricultura en que la sustentabilidad es un objetivo fundamental,

aunque no el único, pues precisaría también generar cosechas para alimentar las grandes

ciudades, incluso algunas veces para exportarlos.

Pero, como campo de investigación empírica (científica) sistemática, la agroecología,

para nuestro autor, usa o aplica “estrategias agroecológicas”, según las cuales se puede

tomar como objetivo la confirmación de las generalizaciones con referencia a las

tendencias, el funcionamiento y las posibilidades de los agroecosistemas, sus

componentes y las relaciones entre ellas. Por ejemplo: los ciclos minerales, las

trasformaciones energéticas, los procesos biológicos y las relaciones socioeconómicas,

son considerados en relación a todo el sistema; como también la no maximización de la

producción de un determinado sistema implicaría la optimización del agroecosistemas

como un todo y, por tanto, la interrelación entre personas, labranzas, suelos y rebaños.

Pues, la agroecología enfoca los agroecosistemas como una unidad de estudio

(sobrepasando a perspectivas unidimensionales como la biotecnológica), incluye las

dimensiones ecológicas, sociales y culturales con el fin de desarrollar agroecosistemas

155

que dependan en lo mínimo de los recursos externos como de los productos

agroquímicos y energía (cfr. Ibíd., p. 186).

Los datos empíricos juzgados como relevantes en las estrategias agroecológicas son

con frecuencia obtenidos de estudios de sistemas agrícolas que utilizan métodos

tradicionales informados por el conocimiento tradicional local. Tales sistemas, son

pasibles de perfeccionamiento en cuanto se refieren a los cuatro atributos de la

sustentabilidad, muchas veces son solo usados para las actividades de los pequeños

agricultores pobres, cuando pueden servir para agriculturas de mayor tamaño. Sus

métodos han sido probados empíricamente en la práctica y han demostrado ser eficaces

en el curso de los siglos, en la selección de las variedades de semillas para ambientes

específicos y con frecuencia son la fuente original, como semillas que sirven de

materia-prima para el logro de las semillas TGs. Los métodos también reciben apoyo de

argumentos teóricos que sustentan las ganancias de la productividad, comparables a los

generados en las labranzas de las semillas híbridas, solo utilizando semillas

adecuadamente seleccionadas y obtenidas a partir de labranzas, cultivadas según los

métodos tradicionales (cfr. Ibíd.).

Para nuestro autor, los datos empíricos justifican que la agroecología pueda satisfacer

las necesidades de un mayor número de pequeños agricultores y sus comunidades, los

cuales tienden a ser no considerados en los proyectos de desarrollo más comunes y,

dislocados por las prácticas de los agronegocios. El potencial de la agroecología sería

mayor de lo que se imagina, hoy en día, si fueran apoyados sus proyectos en la

realización de investigaciones sistemáticas según las estrategias agroecológicas. Por

tanto, P5 no tendría las credenciales empíricas necesarios para justificar el uso de la

legitimación del valor universal de los transgénicos o en el cuestionamiento del valor de

la agroecología. Pues, en la medida, que los proponentes de los transgénicos

frecuentemente sustentan que P5 manifiesta una certeza; ello no tendría, para nuestro

autor, un status científico establecido. Sino, el hecho manifiesta la asunción del

compromiso con los valores del progreso tecnológico, y es adicionalmente reforzado

por las instituciones políticas contemporáneas del mercado global que incorporan con

fuerza los VPT. Entonces, la agroecología es vista como muy simple, en cuanto no

utiliza suficientemente la alta tecnología (cfr., Ibíd., p. 188-89).

De acuerdo con Lacey, el desafío de la agroecología al avance de los transgénicos

tendría por los menos cuatro componentes. Primero, ella proporciona una forma

156

alternativa de agricultura relativamente libre de riesgos directos para la salud humana y

al medio ambiente, además de ser productiva y sustentable.

Segundo, los progresos están vinculados a los movimientos que incorporan los

valores de la participación popular, contraría los VPT y los valores del neoliberalismo,

asume la solidaridad y la compasión en vez del individualismo; el bienestar social en

vez de la propiedad privaba y el lucro; la sustentabilidad frente al desordenado control

de los objetos naturales; la no violencia frente a cualquier tolerancia de injusticia; el

bienestar de todos antes que la primacía del mercado y la propiedad; el fortalecimiento

de la pluralidad de valores frente a la expansión de la mercantilización; la libertad del

hombre íntegro y calificado frente a la libertad individual y la eficacia económica, el

amor a la verdad que aspira a una comprensión abarcadora del lugar de las vidas en el

mundo y que busca identificar las posibilidades libertadoras ocultas en el orden

predominante frente a las tendencias dominantes del orden oficial; el estar preparado

para someter a críticas y análisis las presuposiciones que legitiman las prácticas en vez

de colocarlas como certezas que dispensa cualquier investigación; los derechos de los

pobres y la primacía de la vida como prioritarios frente a los intereses de los ricos; la

democracia participativa frente a la democracia formal; los derechos políticos y civiles

en la relación dialéctica con los derechos sociales, económicos y culturales frente a la

monopolización constitucional; etc.

Tercero, la agroecología desafía la noción del conocimiento científico moderno,

manifiesto en P4 y fundamentado en las estrategias descontextualizadas. La

agroecología se presenta como una alternativa bien informada por el conocimiento

científico, aún en conocimientos derivados de la investigación empírica sistemática

realizada de acuerdo con las estrategias agroecológicas, en las que lo biológico y lo

social están indisociablemente entrelazados, donde las posibilidades de sustentabilidad

y, no solo las posibilidades abstraídas, tienen la posibilidad de ser identificadas.

Cuarto, la agroecología indica con claridad los mayores riesgos que pueden provenir

de la implementación de los transgénicos, los que no son considerados en la evaluación

de riesgos por sus implementadores; así como los riesgos potenciales que pueden

destruir las formas alternativas del cultivo; y tiene el potencial para alimentar las

poblaciones rurales pobres y las del futuro (cfr. Ibíd., p. 189-190).

157

CONCLUSIONES

1) Tal como fue presentada la bibliografía en el primer capítulo, observamos que los

intentos de analizar la actividad científica en la interacción entre ciencia y valores no es

reciente, sino tiene historia, data de los inicios de la oficialización como disciplina de la

filosofía de la ciencia en los años veinte del siglo pasado. Pero, cabe aclarar que la

tentativa de analizar la ciencia en términos de valores no abarca la práctica científica en

su conjunto, sino que se ha limitado a la determinación de la teoría, es decir, si en la

decisión de una teoría ingresan o no los valores, tanto sociales como los políticos. Esto

fue, por lo menos, la tentativa de Otto Neurath, después divulgada por Philipp Frank;

luego, reconocida ―en parte― por Carnap, por influencia del primero, en los aspectos

pragmáticos de la decisión de una teoría; también fue reconocida al final de la fase

clásica por Hempel y Nagel. Por tanto, consideramos que esto refuta la aún usual

clasificación intransigente de colocar en la misma camarilla logicista a todos los

miembros del Círculo de Viena.

2) Cabe subrayar también que paralelamente al desarrollo del empirismo lógico, en

América del Norte hacia los años cincuenta del siglo pasado, hubo también autores que

intentaban y exigían el análisis de la ciencia en términos de la interacción entre ciencia

y valores, por ejemplo, West Churchman, Richard Rudner, entre otros. El primero creía

en el análisis completo de los métodos de inferencia científica, y que la teoría de la

inferencia en la ciencia exige el uso de juicios éticos. El segundo argumentaba que los

valores sociales y éticos son frecuentemente esenciales para un raciocinio científico

completo, que los científicos como científicos hacen juicios de valor y que ninguna

hipótesis científica es nunca verificada completamente. En reflexiones posteriores,

Churchman anticipó las diferentes posibilidades para el debate de los periodos

historicista y contemporáneo, al sugerir que muchas decisiones hechas por los

científicos sobre si aceptar o rechazar una hipótesis podrían ser justificadas en términos

de valores internos (valores cognitivos) de la práctica científica y sus objetivos. Pues, la

evaluación requería para la mayor probabilidad de las hipótesis de valores cognitivos:

más observación, mayor ámbito para el modelo conceptual, simplicidad, precisión del

lenguaje, y exactitud en la determinación de la probabilidad. La argumentación de los

dos autores, del periodo clásico, es una muestra más, que hubo tendencias a analizar la

158

ciencia en la interacción ciencia y valores, entonces, no es exclusiva del periodo

historicista ni de la contemporánea. Por supuesto, hoy en día, el modelo de la

interacción entre ciencia y valores es una corriente filosófica bien establecida e

influyente en ciertas comunidades científicas, así como en la producción agroecológica.

3) El análisis de la actividad científica, en términos de la interacción entre ciencia y

valores, como hemos visto en la primera parte del trabajo, tiene presencia en los tres

periodos de la filosofía de la ciencia. Pero, en el periodo contemporáneo, el autor que

sistematiza y aporta con mayor amplitud en esa línea es a nuestro entender: Hugh

Lacey, un autor que es mayormente desconocido en habla castellana, de allí nuestro

interés de brindar un primer estudio sistematizado en un formato de tesis como el

presente, nuestra investigación queda abierta para una sistematización más extensa y

completa que pueda realizarse en el futuro.

La importancia que adquiere el trabajo de Lacey no es un modelo que invalide las

otras tendencias filosóficas de la ciencia, sino él considera que es una alternativa más en

la reflexión epistemológica de la ciencia, es partidario de la pluralidad de reflexiones en

el asunto, rechaza la monopolización solo de una tendencia en la creación de la imagen

científica, pues en las decisiones de las políticas públicas de la ciencia, esto puede traer

consigo ciertas distorsiones en su regulación y en el entendimiento de la actividad

científica.

Cabe notar, que el autor, no restringe la reflexión epistemológica solo a las teorías

como resultados, como lo han sido tradicionalmente, sino abraza el conjunto de la

actividad científica que puede ser distinguida hasta en cinco momentos (la distinción es

lógica y no temporal), desde la adopción de una estrategia, el emprendimiento de la

investigación, la evaluación cognitiva de una teoría e hipótesis, pasando por la

diseminación de los resultados científicos, hasta la aplicación del conocimiento

científico y sus consecuencias. En tal sentido, el autor, considera la investigación

científica como investigación empírica sistemática que responda al ideal de la

imparcialidad, conducida mediante el uso de la pluralidad de estrategias que sean

adecuadas en la obtención del conocimiento y el entendimiento de los objetos o

fenómenos investigados.

4) La propuesta del modelo de la interacción entre la ciencia y valores, de nuestro

autor, se enmarca en el rechazo del ideal de la ciencia libre de valores, que se basa en

tres componentes: la imparcialidad, la neutralidad y la autonomía. La imparcialidad la

acepta como necesaria en el momento de la evaluación cognitiva de la teoría o hipótesis,

159

sin embargo, rechaza como dudosas la neutralidad y la autonomía en las formas que son

entendidas en la práctica científica actual, en el horizonte del mercado.

5) Cabe recordar que, para Lacey, cualquier investigación científica, por lo general,

siempre es conducida bajo una estrategia, cuyo papel es, por un lado, restringir los

tipos de teorías (o hipótesis) a ser consideradas y posiblemente confirmadas en un

proyecto de investigación específico, sus categorías, conceptos, modelos, analogías y

simulaciones; por otro, selecciona los tipos relevantes de datos empíricos a ser

buscados, registrados y analizados, qué fenómenos y aspectos serán observados, y en

cuáles las teorías aceptadas puedan ser precisadas por la investigación experimental.

Recuérdese que para el autor, la ciencia moderna ha adoptado exclusivamente la

estrategia del enfoque descontextualizante, donde las teorías se restringen a representar

los fenómenos y encuadran sus posibilidades a lo que se genere a partir de su estructura,

proceso e interacción subyacente (en general expresado matemáticamente); y que los

datos empíricos son presentados usando categorías descriptivas, son estos usualmente

cuantitativos y aplicables en virtud de medidas, uso de instrumentos y operaciones

experimentales. Para Lacey, la representación de los fenómenos de esa forma es

descontextualizante, los fenómenos son disociados de cualquier relación que puedan

tener con ordenaciones sociales, con las vidas y experiencias humanas, con el vínculo

de las acciones humanas, con las cualidades sensibles y los valores. De tal forma, que

para el autor, algunos fenómenos, objetos y reivindicaciones no pueden ser investigados

adecuadamente dentro del enfoque descontextualizante, por ejemplo, una semilla es

solo considerada biológica y mercantilmente, para corregir esto, el autor propone el

pluralismo metodológico, y su propio modelo asume la posibilidad de que todos los

fenómenos puedan ser en principio objetos de investigación empírica.

6) En ese sentido (5), define de manera amplia cuál es el objetivo de la ciencia: el fin

de la ciencia es generar y consolidar el conocimiento, y el entendimiento de los

fenómenos del mundo y sus posibilidades en ámbitos cada vez mayores, y que ningún

fenómeno de importancia en la experiencia humana y en la práctica de la vida social,

incluso los efectos colaterales de las aplicaciones prácticas, queden en principio

excluidos del alcance de la investigación científica. Por consiguiente, esto permite hacer

descubrimientos de nuevos fenómenos, inclusive de aquellos basados en la

implementación de las innovaciones tecnocientíficas, siempre se tiene en cuenta la

aplicación práctica y tecnológica del conocimiento en la pluralidad de metodologías.

Por tanto, la obtención del conocimiento y la búsqueda de datos empíricos apropiados,

160

permite la deliberación sobre la legitimidad de las aplicaciones del conocimiento

científico, asimismo, la información de la políticas públicas, los reglamentos y el

propio acompañamiento en la implementación de las innovaciones tecnocientíficas; de

modo que los resultados de la investigación son evaluados por su valor cognitivo en el

contexto de una perspectiva encuadrada por el ideal de la imparcialidad.

Cabe observar que una de las preocupación de Lacey es la de generar una imagen

adecuada de la ciencia, no solo basada en los datos empíricos de los fenómenos, sino

también respaldada en la importancia de los valores de la acción humana. Puesto que la

creación de una buena imagen de la ciencia mediante la pluralidad de estrategias puede

conducir de forma legítima a la aplicación del conocimiento científico, y así a la

información de buenas políticas públicas y adecuados reglamentos, consecuentemente,

se propicia el bienestar humano.

7) La actividad científica actual, para el autor, tiene poco interés en promover el

valor ético y el bienestar humano, esto se debe a las siguientes situaciones:

Primero, la ciencia moderna produjo y continuará produciendo un enorme acervo de

conocimiento y entendimiento confiables de los fenómenos del mundo, que conduce a

incontables aplicaciones en la tecnología, la medicina, entre otras áreas; sobre todo, con

el interés de aumentar la capacidad humana para controlar los objetos naturales; es

conducida por los ideales o valores institucionales de las prácticas científicas: la

imparcialidad, la neutralidad y la autonomía.

Segundo, como consecuencia de esto se da la actual crisis ambiental, por causa de

las aplicaciones tecnológicas, por el tipo de conocimiento científico producido por la

modernidad que ha propiciado las condiciones socioeconómicas que conocemos. La

ciencia no produce el conocimiento necesario para tratar adecuadamente con esta crisis.

La ciencia moderna ha producido solo conocimiento capaz de generar innovaciones

tecnológicas y explicar la eficacia de las innovaciones. Pero ha dado poca atención a los

efectos colaterales de las innovaciones (la polución, enfermedades, destrucción

ecológica, cambios climáticos, y así sucesivamente), mientras las tentativas de encontrar

salida a estos problemas, ante la ausencia del conocimiento adecuado, hace que las

deliberaciones sobre la legitimidad de esas innovaciones carezca de fundamento.

Tercero, está la iniquidad en la distribución de los ‘bienes’ científicos, ya que los

beneficios de la ciencia aplicada no han sido equitativamente distribuidos entre los ricos

y pobres, de tal forma que las poblaciones pobres son subyugadas a las condiciones

socioeconómicas bajo las cuales las aplicaciones son introducidas, el resultado es que

161

muchos pobres enfrentan graves trastornos en sus vidas: problemas de salud, seguridad

alimentaria, etc., no obteniendo de parte de la investigación científica una dedicación a

la altura de la urgencia que su situación precaria exige.

Por último, está la conducta creciente de la ciencia por el interés privado, dado que

cada vez más la investigación es conducida con el objetivo de generar innovaciones

tecnocientíficas al servicio del crecimiento económico y los valores del capital del

mercado; de tal forma que la investigación científica, paulatinamente, se va

convirtiendo en la llamada ‘ciencia de interés privado’, subvencionada por grandes

corporaciones tecnocientíficas y otros intereses comerciales; en tanto que la

investigación financiada por los gobiernos tiende progresivamente a dar prioridad a

aquellas áreas en las cuales se esperan beneficios económicos en el corto plazo.

8) A raíz de esta caracterización de la conducta de la ciencia actual, el autor,

presenta la pregunta siguiente: ¿De qué manera la investigación científica debe ser

conducida de tal forma que pueda asegurar que la naturaleza sea respetada, que sus

potencialidades regenerativas no sean ulteriormente destruidas, y que sean restablecidas

donde fuera posible, y que ―consecuentemente― el bienestar de todos, y en todo los

lugares, pueda cada vez más ampliarse? La pregunta queda abierta para la reflexión de

los filósofos de la ciencia. Sin embargo, nuestro autor, responde a la cuestión con la

propuesta de su propio modelo filosófico, usando como ejemplo el análisis de la

controversia en las ciencias agrícolas de la producción de alimentos, e introduce

conceptos como los de estrategias, beneficios, riesgos y alternativas.

9) Como señalábamos líneas arriba, la controversia sobre los transgénicos, para el

autor, no es una disputa aislada, puesto que involucra cuestiones no solo sobre la

naturaleza de la investigación científica, sino también sobre sus relaciones con los

valores del progreso tecnológico, relativos al control de los objetos naturales. En la

medida que para los proponentes, el desarrollo de los TGs (de modo general, de la

biotecnología) está informado de manera ejemplar por el conocimiento científico, es

decir, por el tipo de conocimiento científico representado por las teorías que postulan la

estructura, los procesos e interacciones subyacentes a los fenómenos, y que muestran

sus regularidades, es del tipo de conocimiento que incrementa los poderes humanos para

ejercitar el control sobre los objetos naturales. Entonces, valorar el incremento de esos

poderes está en el centro de las formas modernas de valorar, y es considerado como

indispensable para tratar los problemas del hambre y la desnutrición, además, la

162

valoración de esto está fuertemente arraigada en las instituciones dominantes de los

países altamente industrializados.

Dado que los valores del progreso tecnológico están relacionados con el control de

los objetos naturales y sus presuposiciones, los proponentes conjeturan que no hay

alternativas (significativas a largo plazo) fuera del ámbito que pueda ser informado por

el conocimiento científico moderno, de allí el rechazo de las formas alternativas de

conocimiento científico, por ende, de las alternativas a los transgénicos. Puesto que la

producción de los alimentos a través de los TGs trae beneficios suficientes en contraste

a las formas convencionales de la agricultura intensiva. De tal forma, la sustentación de

los valores del progreso tecnológico relacionados al control de los objetos naturales

proporciona la fuente primordial para su legitimación prima facie, entonces, lo

defensores de los TGs se sienten autorizados para reivindicar esto, lo cual es reforzado

con la sustentación que cualquier probabilidad de efecto colateral indeseable en la

aplicación del conocimiento científico será tratado adecuadamente a la luz de la

aplicación de más conocimiento científico, movilizados para generar nuevas

tecnologías.

Entonces, cuestionar la legitimidad y el valor de la utilización de los TGs, sería el

equivalente a cuestionar, de forma general, el valor de la ciencia moderna y sus

aplicaciones tecnológicas, en ello reside para el autor, el nivel más profundo del eje de

la controversia. En contraste, los críticos, según la interpretación del autor, no niegan el

poder de los TGs generadas de las bases del desarrollo científico, sino que notan que

estas están subordinadas a los valores del progreso tecnológico y al control de los

objetos naturales, y cubren como una capa la dependencia del bienestar de los pobres a

los intereses de los que se benefician con esta situación: las corporaciones, el mercado

global, los militares y los inversionistas.

10) De hecho, los críticos no creen que los TGs ofrezcan algo muy significativo para

tratar con los problemas de los pobres: el hambre y la desnutrición; juzgan que su

propagación probablemente haga más crítica la cuestión, ya que refleja los intereses del

mercado global. Cabe recordar que los críticos están ligados a los movimientos de los

pequeños agricultores y trabajadores rurales de los países pobres del mundo, quienes

buscan reivindicar el conjunto de la perspectiva de valores de la “participación

popular”.

En la perspectiva de los críticos, las alternativas a la producción de los alimentos,

también están informadas por el conocimiento científico; pero no exclusivamente del

163

tipo descontextualizante asumido por los proponentes, el cual es solo un tipo de

conocimiento científico importante, pero que por sí solo es significativamente

incompleto, puesto que una investigación basada solo en las estructuras, procesos e

iteraciones subyacentes (por ejemplo de las semillas y culturas) y las leyes que las

gobiernan, solamente proporciona conocimientos y evidencias de las posibilidades

técnicas de la ingeniería genética, que disocia los fenómenos de sus ambientes

agroecológicos, y así se muestra incapaz de tratar con la gama completa de las

posibilidades abiertas de las semillas y las plantaciones, y con los efectos de sus usos

sobre el ambiente, las personas y las ordenaciones sociales. Recuérdese que, para el

autor, los proponentes se encuadran en la estrategia descontextualizante, mientras que

los críticos asumen estrategias agroecológicas.

Lacey también considera como investigación científica cualquier forma de

investigación empírica sistemática realizada según una estrategia, de tal forma que la

investigación científica no se reduce al tipo realizado según las estrategias

descontextualizantes.

Por tanto, el conocimiento adquirido según las estrategias agroecológicas, además de

ser pertinente sobre los efectos colaterales de la utilización de TGs, informa las

prácticas agrícolas de la agroecología que pueden ser desarrolladas de un modo que

genere una productividad mucho mayor de los productos agrícolas y pecuarias

esenciales; y, al mismo tiempo, genera agroecosistemas sustentables, por ende,

contribuye la emancipación social. Reconoce Lacey que su potencial productivo a largo

plazo permanece abierto a investigaciones adicionales, entre tanto, hay evidencias

manifiestas que estas prácticas son adecuadas para garantizar que las poblaciones

rurales de los países en desarrollo sean bien alimentados, de modo que no desarrollarlas

implicaría, probablemente, la continuidad creciente del hambre en el padrón actual.

Obsérvese, que el desafío de los críticos, para Lacey, es proponer un programa

alternativo sistemático en la agricultura; quizá en principio, no por causa de las

preocupaciones sobre los riesgos de los transgénicos o de quienes defienden el statu

quo, sino porque desean promover los valores de la participación popular que conllevan

una visión diferente de la interacción humana con la naturaleza. No se oponen en

principio a las tecnologías que constituyen las nuevas formas de control, sino objetan la

promoción de los valores del progreso tecnológico, relacionados al control de los

objetos, y que a su vez se ligan a los valores vinculados a la propiedad y al mercado.

Entonces, los críticos evalúan las tecnologías desde el punto de vista de cómo pueden

164

contribuir para promover la participación popular, y cuál es la legitimidad para su

endosamiento o no.

11) Lo que podemos aprender del modelo filosófico de Lacey que afirma la

interacción entre ciencia y valores es una forma típica de introducirnos en la práctica de

la filosofía de la ciencia: generar discusiones críticas de los problemas de la filosofía de

la ciencia en la propia práctica científica, y no concentrarse excesivamente en el análisis

de textos de filosofía de la ciencia y en las reflexiones de autores relevantes, y así

terminar usando algunas ideas o conceptos de otros para el desarrollo de los

argumentos. La tarea es explorar el impacto de los valores sobre las prácticas

científicas, y el papel de la ciencia de informar las prácticas de interés para diferentes

perspectivas de valor, especialmente, para el interés ligado a los valores democráticos.

Sus ideas pueden ser consideradas como un punto de partida para discutir los

problemas, las mismas están abiertas a la contribución crítica de otros y están sujetas a

una revisión dinámica frecuente.

12) Para Lacey, la filosofía de la ciencia es un tipo de reflexión racional y crítica

sobre la ciencia, es un intento de entender las prácticas científicas como portadoras de

entendimiento y conocimiento. Lo importante es mostrar una idea sobre los

acontecimientos de la propia práctica científica, no necesariamente sobre los autores o

la interpretación de otros, sino aprender a tratar con los problemas filosóficos, valga la

redundancia, de la propia actividad científica, como lo muestra su propio modelo en la

disputa de la investigación científica agrícola. Su modelo también nos sugiere otros

enfoques en ciencias como las de la alimentación, el ambiente, la salud, entre otras. Esto

no es común en las reflexiones de los filósofos, por consiguiente en la época actual,

existe una falta de atrevimiento en la reflexión sobre las nuevas ciencias emergentes, el

modelo de Lacey nos abre un camino para este tipo de reflexión.

165

BIBLIOGRAFÍA

Nota: cabe advertir, por ejemplo: AYER, Alfred. ([1936] 1971), la primera data

[1936] alude la publicación del texto por primera vez y en el idioma original; mientras

la segunda data (1971) es el año de la publicación posterior y la obra consultada, pueden

estar en el idioma original o, puede ser una traducción. Usamos para el modelo de la

referencia bibliográfica el APA Style.

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