La arqueología ibérica en la comarca de Requena-Utiel: Análisis historiográfico
“Las Comisiones de la Verdad en el Derecho Comparado”, en REQUENA, M. (ed.), Actas V Jornadas de...
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LAS COMISIONES DE LA VERDAD EN EL DERECHO COMPARADO *
Jorge Rodríguez Rodríguez**
1. INTRODUCCIÓN
A lo largo del s.XX han sido numerosas las constantes violaciones de derechos humanos, no solo
dentro de conflictos internacionales de la envergadura de las dos guerras mundiales, si no también
en conflictos de carácter interno, como pueden ser la Guerra Civil española y las dictaduras que
inundaron Latinoamérica y África (entre éstas, el régimen del apartheid) en la segunda mitad del
siglo pasado.
Las distintas iniciativas para juzgar a los responsables de estas violaciones de derechos humanos
han sido cuantiosas. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, los aliados procedieron a la
constitución de un tribunal internacional que procesara a los altos cargos del régimen nazi que
hubieran podido sobrevivir al final de la guerra. El Estatuto del Tribunal Militar Internacional de
Nuremberg reunió un conjunto de normas que se conocerían posteriormente como los “Principios
de Nuremberg” (basados en el Estatuto de Londres de 1945) las cuales recogían directrices ya
existentes en derecho internacional consuetudinario que tipificaban por primera vez lo que la
comunidad internacional consideraba que constituía la guerra de agresión, crímenes de guerra y
crímenes contra la humanidad.
Estos juicios fueron pioneros en lo que a juzgar crímenes internacionales se refiere, del mismo
modo, fue la primera vez que un tribunal mediante la utilización del derecho internacional
consuetudinario aplicaba condenas penales a los responsables.
Teniendo esta experiencia como referencia, con el paso de los años, y sobre todo en la última
década del s.XX, se han ido estableciendo y perfeccionando distintos métodos para juzgar a los
responsables de crímenes contra los derechos humanos, siendo la creación de la Corte Penal
Internacional ([CPI] con sus numerosas virtudes y mayores defectos) la punta del iceberg.
En efecto, con anterioridad a la aprobación del Estatuto de Roma en el año 2000, dos tribunales
penales internacionales [TPI] fueron constituidos ad hoc por el Consejo de Seguridad de las * Este trabajo fue presentado en el marco de las V Jornadas de Estudios de Seguridad del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado que tuvieron lugar en Madrid entre los días 7 y 9 de mayo de 2013. Para citar este artículo: RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, J., Las Comisiones de la Verdad en el Derecho Comparado en REQUENA, M. (ed.): Actas V Jornadas de Estudios de Seguridad, Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado de Investigación sobre la Paz, la Seguridad y la Defensa, Madrid, 2013, pp. 250-289, (ISBN: 978-84-616-5699-8). ** Abogado, Máster en Protección Internacional de los Derechos Humanos por la Universidad de Alcalá, doctorando en derecho en la Universidad Complutense de Madrid y coordinador del Grupo de Trabajo sobre Justicia de Transición de la Asociación Española para el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Contacto: [email protected]
Naciones Unidas, en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, para juzgar los
crímenes internacionales perpetrados en los conflictos de Ruanda y de la ex Yugoslavia
respectivamente. Del mismo modo se crearon los llamados tribunales mixtos, que al igual que los
creados ad hoc investigan y sancionan los delitos cometidos en un conflicto en concreto, pero que al
contrario que estos, son constituidos en el mismo lugar en que los crímenes fueron perpetrados,
mientras que los anteriores tienen su sede en La Haya (TPI ex Yugoslavia) y Tanzania (TPI Ruanda)
respectivamente.
Más allá de la constitución de estos tribunales internacionales (ad hoc, mixtos o CPI) para la
investigación y sanción de crímenes internacionales, encontramos también la aplicación del llamado
principio de jurisdicción universal, basado en el juzgamiento de los responsables por el poder
judicial de un Estado que no cuenta con ninguna conexión ni con el lugar de comisión de los
crímenes, ni con la nacionalidad de víctimas ni perpetradores.
Este principio, reconocido expresamente inter alia, en la sentencia de 11 de julio de 1996 del
Tribunal Internacional de Justicia de La Haya1 contribuyó al procesamiento en nuestro país del
dictador chileno Augusto Pinochet, las Juntas Militares argentinas, o más recientemente, ha
facilitado el inicio del juicio en Guatemala contra el dictador guatemalteco Efraín Ríos Montt.
A pesar de la necesaria existencia de estos mecanismos, orientados todos ellos a procesar a los
responsables de delitos contra los derechos humanos en el extranjero (los tribunales mixtos están
constituidos en el país donde los hechos fueron cometidos pero su composición es decida por
Naciones Unidas), lo deseable sería que estos procesos fueran celebrados en el país que sufrió los
crímenes que van a juzgarse, no ya porque habría un mejor acceso a pruebas, testimonios de los
supervivientes e imputados, si no porque otorgaría al país un fuerte aliciente para iniciar una justa y
fuerte transición basada en los principios de justicia, verdad y reparación, así como confianza en sus
tribunales nacionales.
Sin embargo, el enjuiciamiento de los responsables de este tipo de crímenes por los tribunales del
propio país tras una larga época de represión estatal es siempre complicada. Por ello, en el presente
artículo se desarrollarán las características principales de una institución de gran importancia dentro
de la justicia de transición como son las comisiones de la verdad, así como los beneficios que
puedan aportar a la investigación de los crímenes contra los derechos humanos; su esencial
colaboración con los tribunales, los cuales posteriormente deben de aplicar dentro del proceso penal
las conclusiones finales de la comisión; así como el importante rol que la sociedad civil en su
conjunto juega dentro de la creación de estas instituciones.
1 Corte Internacional de Justicia, caso Bosnia c. República Federal de Yugoslavia, sentencia de 11 de julio de 1996.
2. COMISIONES DE LA VERDAD Y JUSTICIA DE TRANSICIÓN
El concepto de justicia de transición es entendido por parte de la doctrina como:
La necesidad de que la transición del autoritarismo a la democracia o de la guerra a la paz se realice a través de un proceso de reconciliación justa y duradera: justa, porque se entiende que no existe tal reconciliación si no se satisface efectivamente la necesidad de justicia para todos; duradera, porque la construcción de la democracia o la reconstrucción de un país tras un conflicto armado debe pasar en un momento u otro por solucionar el conflicto subyacente para evitar que vuelva a producirse en el futuro (Capella i Roig, 2005, 275).
Bajo este contexto de una etapa de transición política de un régimen dictatorial a un Estado
democrático, o del fin de una guerra civil y el inicio de un proceso de consolidación de la paz, los
Gobiernos han adoptado dos actitudes distintas a la hora de afrontar este proceso:
En primer lugar, el que podríamos denominar como “modelo de olvido del pasado absoluto”2.
Esto es, un modelo que “amparándose en la búsqueda de la paz social decide romper de una manera
rotunda con su pasado, renunciando a la toma de medidas sancionadoras o reparadoras, es decir, la
consagración de un sistema que escogió no enfrentar su pasado” (Chinchón, 2007, 123).
Predominan en este modelo la aprobación de leyes de amnistía que imposibilitan la investigación
penal de los crímenes contra los derechos humanos que en su momento se cometieron, así como el
procesamiento de los responsables. Podríamos afirmar que la elección de este modelo es sinónimo
de impunidad.
En segundo lugar, el “modelo de investigación del pasado” mediante el cual el Gobierno
encargado de la gestión de la transición (ya sea una transición política a una situación de paz o a un
régimen democrático) decide tomar ciertas medidas para reconocer los derechos de las víctimas de
las violaciones de derechos humanos a la verdad, a la justicia y a la reparación, cumpliendo así con
las obligaciones internacionales de investigación de los crímenes contra los derechos humanos y en
su caso el enjuiciamiento de los responsables.
Sin embargo, se han dado casos en los que los Gobiernos en un primer momento deciden optar
por un “modelo de olvido” debido a la búsqueda de la paz social o a la reticencia de ciertas
instituciones con aún mucho peso en la sociedad y todavía afines al antiguo régimen dictatorial (por
ejemplo, las fuerzas armadas), los cuales suelen ser contrarios a la depuración de responsabilidades
penales por violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, posteriormente, debido a la presión
social, sobre todo por parte de las víctimas y también de la comunidad internacional, se opta por la
derogación de las leyes que impidieron que se iniciara tal investigación y se inicia un proceso de
reconciliación con el pasado.
2 Terminología utilizada por el Instituto Max Plank para el Derecho Extranjero e Internacional en su estudio basado en distintas experiencias de justicia de transición.
Argentina es una buena muestra de este último ejemplo, pues en un primer momento, una vez
superada la dictadura militar, el Gobierno democrático del presidente Raúl Alfonsín firmó los
decretos para la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP)
encargada de investigar las violaciones de derechos humanos acaecidas durante el período de
“reorganización nacional” (1976-1983). Sin embargo, este mismo Gobierno, cediendo a las
presiones de sectores militares, dictó las leyes de “punto final” (N.º 23.492 de 1986) y “obediencia
debida” (N.º 23.521 de 1987) que extinguieron cualquier tipo de responsabilidad penal de mandos
intermedios del ejército (por debajo del rango de coronel) que tomaron parte en la “guerra sucia” o
terrorismo de Estado durante los años de la dictadura. Además, el Gobierno del presidente Carlos
Menem otorgó sendos indultos a militares como Jorge Videla y Eduardo Massera, ambos
condenados a cadena perpetua.
Posteriormente, ambas leyes de “punto final” y “obediencia debida” fueron derogadas el 15 de
abril de 1998 por la Ley 24.952 y declaradas “inadmisiblemente” nulas por la Ley 25.779 de 2 de
septiembre de 2003. El 14 de junio de 2005 la Corte Suprema de Justicia de la Nación3 declaró
inconstitucionales las leyes mencionadas anteriormente, revalidando la vigencia de la Ley 24.952.
La adopción de estas medidas legislativas es un paso más para evitar la impunidad de los autores
de crímenes de derechos humanos. En este sentido, una de las medidas que más se ha extendido en
la práctica comparada de los últimos años ha sido la creación de las llamadas comisiones de la
verdad.
Tales instituciones han sido definidas por el Conjunto de principios actualizado para la
protección y la promoción de los derechos humanos mediante la lucha contra la impunidad
[Conjunto de Principios] en su definición D: “Comisiones de la verdad se refiere a órganos
oficiales, temporales y de constatación de hechos que no tienen carácter judicial y se ocupan de
investigar abusos de los derechos humanos o el derecho humanitario que se hayan cometido a lo
largo de varios años”.
Según el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas [Consejo DH] “las comisiones
no pueden ser entendidas como medidas sustitutivas de una investigación penal, sino como un
instrumento complementario”4. Funcionan como “jurados morales, no como tribunales de corte
jurídico” (Zalaquett, 1998, p. 13). A su vez, el Consejo DH alentó a los países que hubieran sufrido
situaciones de vulneración grave de derechos humanos “a considerar la constitución de comisiones
de la verdad que complementen el sistema judicial”.5
Los riesgos que podemos encontrar en lo que a la utilización de un mecanismo no judicial, o de
responsabilidad alternativa se refiere, son los siguientes:
3 Corte Suprema de Justicia de la Nación, sentencia Nº S. 1767 XXXVIII, de 14 de junio de 2005. 4 Consejo de Derechos Humanos, Res.12/12, 1 octubre de 2009, párr.2.5 Consejo de Derechos Humanos, Res.12/12, 1 octubre de 2009, párr.3.
• Optan fácilmente por la aprobación de alternativas de acción judicial.
• No pueden aplicarse a los estándares del sistema judicial.
• Pueden ser influenciados por factores políticos y sociales.
• Se enfatiza frecuentemente la responsabilidad colectiva y no en la individual.
• Pueden impedir una futura discusión acerca del pasado, al hacer pasar la “verdad” individual
como oficial (Bronkhorst, 2005, 2).
Además, estudios empíricos demuestran que “las comisiones de la verdad sólo contribuyen
positivamente a la mejoría de la situación general de los derechos humanos cuando van
acompañadas de otros instrumentos, como los procesamientos judiciales” (Ararteko, 2012, 12). Sin
embargo, generalmente las comisiones de la verdad se establecen en vista de la probada ineficacia
del poder judicial para sancionar las numerosas violaciones a los derechos humanos cometidas en el
pasado. En opinión de Esteban Cuya “en los países sometidos a regímenes autoritarios, el poder
judicial generalmente se convierte en un apéndice del poder ejecutivo y no tiene capacidad para
juzgar independientemente los crímenes de los agentes del Estado; finalmente quienes deben velar
por la justicia se hacen cómplices del terror oficial” (Cuya, 1996, 9).
Del mismo modo el profesor Tamarit Sumulla ha afirmado que “las comisiones (...) pueden
aportar beneficios que no cabe esperar en general de la justicia penal, pues muchos de los
problemas a que ésta debe hacer frente en situaciones de transición son inherentes a la misma”
(Tamarit Sumalla, 2010, 10).
Las comisiones de la verdad pueden jugar un papel importante en lo referente a la reparación de
las víctimas tras un conflicto armado o tras una época de represión política. De hecho, Amnistía
Internacional [AI] ha establecido que:
La creación y el funcionamiento adecuado de una comisión de la verdad constituyen de por sí una forma de reparación; el hecho de que el Estado tome medidas para investigar los hechos y descubrir la verdad sobre los acontecimientos acaecidos en el pasado es una forma inicial de satisfacción; aparte de que las comisiones de la verdad suelen recomendar una serie de medidas reparadoras en sus informes finales. (AI, 2007, 10)
La prof. Julie Mazzei sostiene que el propósito principal de la justicia de transición es
“establecer una clara ruptura con el pasado de un país sentando las bases para un futuro político
totalmente distinto”(Mazzei, 2008, 3). A su vez afirma que:
Este objetivo principal puede ser logrado a través de procesos interdependientes, entre otros: establecer los hechos respecto a lo ocurrido en el pasado y un consenso en torno a esos hechos; reconciliación de los antiguos bandos pudiendo estos posteriormente funcionar bajo un nuevo ‘código moral’, en un ambiente político en donde los “antiguos días” no sean una opción. (Mazzei, 2008, 3).
Contando con esta base, los beneficios que pueden aportar las comisiones de la verdad a un
período de transición política, ya sea a una situación de paz o a un régimen democrático, son
numerosos. Entre ellos, cabe mencionar los siguientes:
• Ayudar a establecer la verdad sobre el pasado: sentar un registro detallado, imparcial y
oficial, que contrarreste otras versiones parcializadas y promueva la toma de conciencia pública en
cuanto a la escala e impacto real de un pasado violento.
• Promover que los perpetradores de las violaciones de derechos asuman su responsabilidad: a
pesar de que pocas comisiones han tenido un mandato que incluya la judicialización de casos, la
mayor parte de las veces recomiendan que se realicen investigaciones judiciales; sin embargo, las
comisiones de la verdad se centran en las formas no judiciales de asunción de responsabilidades y
reformas institucionales respecto a las fuerzas armadas o cuerpos de seguridad, aunque el hecho de
que sus recomendaciones no sean vinculantes limita este objetivo.
• Brindar una plataforma pública a las víctimas: pueden ayudar a integrar a las víctimas en el
proceso de transición, ayudándoles a cerrar heridas, apoyando su causa, brindándoles un sentido de
reivindicación personal y educando al público sobre el impacto de los crímenes pasados.
• Informar y catalizar el debate público: pueden ayudar a estimular el debate público de los
aspectos morales, políticos y legales que deben ser tomados en cuenta durante un proceso de
transición política.
• Recomendar reparaciones para las víctimas: las comisiones de la verdad proponen siempre
programas de reparación por daños psicológicos, físicos o económicos, a las víctimas por las
violaciones a los derechos humanos como parte de su mandato.
• Recomendar las reformas legales e institucionales necesarias: proporcionan evidencias
fehacientes del fracaso en la protección de los derechos humanos, y recomiendan reformas legales e
institucionales en ese campo, debiendo éstas ser asumidas por los Gobiernos.
• Promover la reconciliación: pueden promover la tolerancia y el entendimiento al permitir
que las partes en conflicto compartan sus sufrimientos y aflicciones, y recomendar medidas para la
reintegración de los que cometieron delitos contra la sociedad.
• Ayudar a consolidar una transición democrática: la constitución de una comisión de la
verdad puede marcar una quiebra formal con el pasado e iniciar la transición hacia un futuro más
abierto, democrático y pacífico, debilitando así a los actores que podrían perseguir sus objetivos al
margen del proceso democrático (Hayner, 2008, 54-58).
En relación a la reconciliación, si bien muchas experiencias de comisiones de la verdad han
pretendido fomentar una reconciliación o han considerado que una comisión de este tipo sería un
buen instrumento para lograrla, la experiencia demuestra que muchas víctimas y comunidades
pueden necesitar algo más que la verdad para perdonar, ya que “la reconciliación suele ser un
proceso sumamente largo y lento, y posiblemente la labor de una comisión de la verdad sólo sea una
parte de lo que se necesita”6.
La reconciliación ha sido entendida por parte de la doctrina como un proceso que envuelve, el
conocimiento de la verdad a través de la mediación, el reconocimiento, la compensación y la
reconciliación simbólica (Liu Institute for Global Issues [LIGI], 2007, 9). “La verdad por si misma
es reveladora pero la compensación cura y restaura relaciones” (LIGI, 2007, 19).
Otro apunte interesante acerca de la naturaleza y función de las comisiones de la verdad es que,
más que descubrir nuevas realidades, apartan el velo de la negación que cubre las verdades que no
se mencionan pero que todo el mundo conoce. En concreto, esa actitud de firme negación puede
estar presente en aquellos países en los que un Gobierno represivo ha dependido del apoyo tácito o
pasivo de la población, o de ciertos sectores de la misma, para llevar a cabo sus políticas represivas
y mantenerse en el poder. Un claro ejemplo fue Sudáfrica, pues los activistas antisegregacionistas
sudafricanos insisten en que era imposible que los ciudadanos no conocieran el carácter habitual del
recurso a las torturas, asesinatos y otras tácticas represivas contra quines se oponían al apartheid y
que en consecuencia para algunos sudafricanos “la aportación más importante de su comisión fue
impedir que fuera imposible seguir negando los hechos” (Hayner, 2008, 56).
3. CARACTERÍSTICAS COMUNES
De 1974 a 2007 se han creado al menos 33 comisiones de la verdad en 28 países diferentes. Más
de la mitad de estas comisiones se han establecido en los últimos quince años (AI, 2007, 1).
No existe una fórmula universal para establecer una comisión de la verdad, ya que un país que
considere su creación ha de hacerlo según las circunstancias en las que se encuentre en el momento
de la constitución de la comisión. Por ello, no se encuentra ningún modelo fijo a seguir, aunque de
la experiencia de las distintas comisiones de la verdad podemos identificar una serie de
características generales y principios que pueden servir de referencia para construir una teoría
general de las comisiones de la verdad.
6 Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas de los Derechos Humanos [OACNUDH], Res. HR/PUB/08/1, Ginebra, 2006, p. 2.
3.1 Establecimiento
¿Cuándo está preparado un país para establecer una comisión de la verdad? Es necesario que
estén presentes tres elementos, a saber:
Primero: voluntad política. Es necesario que el poder político aliente o apoye activamente una
investigación seria de los abusos cometidos en el pasado. El Gobierno debe mostrar su apoyo activo
al proceso facilitando financiación, acceso sin trabas a los archivos oficiales o enviando
instrucciones claras a los funcionarios públicos para que cooperen.
Segundo: finalización del período de actividades represivas. En caso de que no haya finalizado el
período de violaciones de derechos humanos, es posible que tanto las víctimas como los testigos
teman hablar públicamente o que se les vea cooperando con la comisión de la verdad, así como la
comisión verse amenazada durante el desarrollo de sus tareas.
Este fue el caso de El Salvador, donde:
La Comisión de la Verdad se constituyó únicamente un año después de la firma del acuerdo de paz, cuando el país seguía contando con unas instituciones débiles y corruptas, (ya lo eran incluso antes del inicio de la guerra) lo que hizo que no se pudiera ni garantizar la confidencialidad de los testigos ni la seguridad del personal de la comisión (Mazzei, 2008, 12-14).
Es posible que esta circunstancia tuviera que ver también con el hecho de que el mandato de la
comisión se estableciera únicamente para un período de seis meses. “Cuando un cierto nivel de
seguridad ha sido alcanzado, el espacio para procesos de responsabilidad (y juicios) parece
aumentar, en vez de disminuir por el peso del olvido” (Bronkhorst, 2003, 8).
Tercero: interés por parte de las víctimas y testigos en que se realice la investigación.
(OACNUDH, 2006, 3).
Una vez que se dan estas condiciones, la OACNUDH considera que es necesario tener en cuenta
los siguientes principios básicos:
En primer lugar, cabe que en todos los países o en todas las transiciones no sea apropiado
establecer una comisión de la verdad. La decisión de hacerlo debe corresponder a los ciudadanos
del país, sobre la base de un amplio proceso de consulta encaminado a obtener en especial las
opiniones de las víctimas y los supervivientes.
En segundo lugar, se debe tener una perspectiva global de la justicia de transición: las
comisiones de la verdad son únicamente un elemento más dentro de una estrategia amplia en
materia de justicia de transición, y deben considerarse conjuntamente con otras iniciativas
necesarias7.
7 Según el Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICJT): “Los ayuntamientos, o los defensores del pueblo
En tercer lugar, cada país tendrá su modelo único y específico. Como hemos visto anteriormente,
cada comisión de la verdad será única y corresponderá al contexto nacional y a las oportunidades
especiales que existan, a pesar de que pueden incorporarse prácticas puntuales de otras experiencias
comparadas.
En cuarto lugar, la cooperación de las autoridades e independencia operacional de la comisión de
la verdad. Esta cooperación se concretará, por ejemplo, en que la comisión tenga acceso a
documentos oficiales, en la asignación de fondos públicos a su tarea o en la colaboración de
funcionarios públicos. Este apoyo debe coincidir con una clara independencia operacional. Una vez
establecida la comisión, debe funcionar sin influencia directa o control del Gobierno, lo que se
traducirá en la confianza del público en los trabajos de la comisión. Las autoridades políticas deben
dar instrucciones claras de que la comisión funcionará de manera independiente.
En quinto lugar, el apoyo internacional. La mayoría de las comisiones de la verdad deben contar
con un apoyo internacional importante para poder cumplir sus mandatos de manera satisfactoria.
Esto incluye, aunque no exclusivamente, el apoyo financiero, al ser el costo de una comisión de la
verdad de 5 a 10 millones de dólares de los Estados Unidos, y los recursos nacionales de los países
en desarrollo raras veces son suficientes para cubrir esas necesidades (Bronkhorst, 2003, 5).
De lo hasta ahora relatado podemos observar que la constitución de una comisión de la verdad
pudiera ser entendida como un acto discrecional del Estado, es decir, como una mera opción dentro
de su política de justicia de transición. Sin embargo, personalmente defiendo que la constitución de
una comisión de la verdad no debería constituir un acto facultativo de los Estados, ni debiera ser
visto como una concesión graciosa a los ciudadanos, ya que la investigación de los crímenes del
pasado y, en su caso, juzgar a los responsables constituye el cumplimiento de la obligación de los
Estados de dar respuesta a la verdad requerida por las víctimas.
3.1.1. Mandato
En el estatuto constitutivo de una comisión de la verdad se debe establecer su mandato y sus
atribuciones y garantizar sus recursos y financiación. El modo de aprobación del estatuto
constitutivo varía en función del sistema constitucional y de la legislación del país donde la
comisión de la verdad va a desarrollar su labor.
En la práctica, las comisiones de la verdad han sido creadas tanto por Gobiernos (decreto
presidencial) como por Parlamentos (mediante ley), o bien mediante decreto gubernamental
(Ombudsman) han promovido investigaciones oficiales más limitadas”. Disponible en: http://ictj.org/es/our-work/transitional-justice-issues/verdad-y-memoria. (Consultado el 18 de junio de 2012).
promulgado con arreglo a una legislación ya existente que regulaba la creación de comisiones de
investigación. En países como Argentina, Chile o El Salvador, las comisiones de la verdad fueron
creadas por los Gobiernos bajo presión de los grupos defensores de los derechos humanos y tras
exigencias populares después de negociaciones y acuerdos políticos (Cuya, 1996, 8).
En otros casos, las comisiones de la verdad nacen como fruto del trabajo solidario de las
organizaciones de derechos humanos que, para investigar los graves hechos de violencia oficial,
desarrollan una actividad casi clandestina. Este es el caso de Brasil con el trabajo de la
Arquidiócesis de Sao Paulo, que bajo la dirección del Cardenal Evaristo Arns elaboró el
informe Brasil Nunca Más. En Paraguay, el Comité de Iglesias para Ayudas de Emergencias
(CIPAE) también publicó una serie de investigaciones sobre la dictadura de Stroessner llamado
Paraguay Nunca Más. En esta misma perspectiva pueden ubicarse los esfuerzos del Servicio Paz y
Justicia de Uruguay, con su informe Uruguay Nunca Más. Y el colectivo de organizaciones
colombianas y extranjeras que publicaron el informe titulado El terrorismo de Estado en Colombia.
Sin embargo, también ha habido casos en los que las comisiones de la verdad se crearon con
fines encubridores, para procurar darle un respaldo moral a la “verdad” oficial. Así pasó en Perú con
la Comisión Uchuraccay, presidida por el escritor Mario Vargas Llosa en 1983, que investigó la
masacre de ocho periodistas y un sacerdote que los acompañó.
A pesar de que el estatuto constitutivo de la comisión de la verdad puede variar, es
imprescindible en cualquier caso que la sociedad civil participe de forma activa en la creación de la
misma, en el desarrollo de su mandato y en el ejercicio de sus atribuciones mediante un proceso de
consulta apropiada, como las audiencias públicas. La difusión de la verdad (entendida en este
contexto como contar la propia historia a la sociedad) como pieza básica de la justicia de transición
fue concebida por primera vez por las víctimas de las atrocidades de Latinoamérica y países del
Cono Sur africano (Millar, 2011, 515-535). Tales procesos consultivos (que deben de contar con las
comunidades de víctimas y representantes de asociaciones de la sociedad civil), deben tener dos
propósitos igualmente importantes, a saber: promover una mayor comprensión de la labor de la
comisión de la verdad, y fortalecer su mandato gracias a las aportaciones recibidas de la sociedad
civil para una mejor constitución del mismo.
Una comisión de la verdad no será totalmente efectiva si es constituida de forma independiente
al discurso público. En caso de que en el proceso de investigación de la comisión no se realicen
audiencias públicas que debatan sobre los acontecimientos que la comisión investiga, es muy
posible que haya una gran falta de compromiso social con el trabajo de la comisión, al verse este
alejado de los problemas, o de las mismas experiencias que la sociedad tuvo que sufrir. La simple
experiencia de compartir la propia historia ha sido considerada en muchos casos como una
alternativa real y apropiada a la investigación judicial, lo que supondría no en centrarse en el castigo
individual, si no en restaurar la experiencia colectiva.
Las primeras comisiones de la verdad estuvieron centradas en la búsqueda del reconocimiento de
la verdad a través de la investigación de lo ocurrido durante los años de permanencia del régimen
totalitario o durante el conflicto armado. Tampoco estaban obligadas a cumplir las normas de
prueba formales que se exigen en un enjuiciamiento. Por ello, actualmente cuentan con la
posibilidad de utilizar una mayor variedad de datos que cualquier otra institución de la justicia de
transición. Entre ellos se encuentran expedientes gubernamentales (en particular los del ejército, la
policía, los servicios de seguridad, los registros civiles, los registros catastrales y los expedientes de
tribunales y de fiscalías), expedientes de ONG, emisiones de radio y televisión, expedientes de
organizaciones internacionales y documentos personales8.
Sin embargo, a partir de la constitución de la Comisión de la Verdad y Reconciliación de
Sudáfrica [CVR] se inauguró un nuevo modelo que pasó del truth seeking al truth telling (Millar,
2011, 7).
Desde el inicio de las audiencias públicas llevadas a cabo en el seno de la CVR, numerosas
comisiones de la verdad que han seguido su ejemplo (por ejemplo, la de Sierra Leona) no se han
limitado simplemente a la investigación de los hechos y la publicación de un informe que recogiera
las conclusiones a las que había arribado dicha investigación, si no que también se llevaba a cabo un
proceso de presentación de la verdad al público, construyendo mediante estas audiencias una
“memoria colectiva”, donde todas las experiencias individuales eran compartidas con la sociedad
para que ésta conociera de primera mano la verdad de lo acontecido, lo que es crucial para construir
una nueva solidaridad social.
Esta idea de que el simple conocimiento de la verdad por la sociedad conlleva una forma
adecuada de justicia fue reconocida también por la Comisión de la Verdad de Sierra Leona, que en
su informe afirmaba que “se proveyó a la sociedad de Sierra Leona de un foro para actos de
reconciliación públicos y privados. Estos incluían confrontaciones públicas entre victimas y
responsables que conducían a un deseo por ambas partes de dejar el pasado atrás”9.
El Salvador es el reflejo del polo opuesto a las experiencias sudafricanas y sierraleonesa, que
hasta la publicación del Informe Final de la Comisión, los testimonios y las experiencias de las
víctimas no formaron parte ni del diálogo público ni fueron conocidas por la sociedad. “En El
Salvador, el único rol del ‘público’ fue sentarse delante de los comisionados y ofrecer su
testimonio” (Mazzei, 2008, 12). De esta forma únicamente unos pocos tuvieron la oportunidad de
ser escuchados, y las víctimas no contaron con la posibilidad de cambiar el discurso predominante
en la sociedad que los seguía identificando como “insurgentes” o “comunistas”.
8 OACNUDH, Res. A/HRC/12/19, de 21 de agosto de 2009, párr. 23.9 Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sierra Leona, Witness to truth: report of the Sierra Leone Truth and Reconciliation Commission, 2004, Accra: Graphic Packaging Limited, p.45.
Sin embargo, no debemos de establecer un modelo fijo de actuación en las comisiones de la
verdad, ya que cada una debe actuar según las particularidades de su propia sociedad:
La justicia de transición debe ser “experimentada” como justicia por aquellos que han sufrido la violación de sus derechos. Debemos de reconocer que si las personas supervivientes a un conflicto armado no han incorporado las ideas que subyacen en la aplicación de cualquier mecanismo (de justicia de transición), no van a encontrar esos mecanismos como justos, ni van a sentir que se ha hecho justicia. (Millar, 2011, 17). Un perfecto ejemplo que respalda esta afirmación es el caso de Sierra Leona. Las audiencias
públicas donde se relataban las distintas experiencias vividas durante el conflicto armado se
realizaron en escuelas y ayuntamientos. Aquellos que se decidían a contar su historia se sentaban
frente al público, compuesto por estudiantes, amas de casa, ancianos, campesinos, líderes religiosos,
etc... Sin embargo, muchos de ellos no volvían a repetir esta experiencia ya que, tal y como
establecía el informe final de la Comisión “no aportaba nada bueno”. Y es que la gran mayoría de
los habitantes de Sierra Leona defendían la idea de que “si el trabajo de la justicia de transición es
devolver la paz al pueblo, este debería incluir la construcción de casas, carreteras, hospitales, etc...
no juicios o audiencias públicas” (Millar, 2011, 11).
Por ello, es necesario en una comisión de la verdad y en general en cualquier medida que se tome
relacionada con la justicia de transición, que ésta esté amoldada a las necesidades reales de la
sociedad, en caso contrario será imposible que se llegue a una verdadera reconciliación nacional.
3.1.2. Competencia ratione temporis
A una comisión de la verdad se le debe dar el tiempo suficiente para que cumpla su mandato. No
debe ser demasiado corto para evitar que sea vulnerable a los cambios del entorno político.
Tampoco debe ser demasiado largo para que no se pierda la atención del público. La OACNUDH
recomienda un mandato de entre un año y medio, y dos años y medio de funcionamiento. Sin
embargo, las fechas pueden ser flexibles y se debe aceptar que la propia comisión de la verdad
pueda solicitar una o dos prórrogas. No obstante, en todos los casos se debe establecer un período
máximo de funcionamiento.
En el caso de Liberia se estableció una comisión que realizaría la labor operativa durante dos
años, pudiendo disponer posteriormente de otros tres meses para concluir sus actividades y elaborar
el informe y las conclusiones sobre su trabajo. La comisión así mismo pidió a la Asamblea
Legislativa Nacional una prórroga de tres meses al haber demostrado motivos justificados para ello;
se autorizaron un total de cuatro prórrogas. A su vez, Chile autorizó la prórroga de la Comisión
Nacional sobre Prisión Política y Tortura para permitirle completar su trabajo.
La competencia ratione temporis sobre el período de tiempo que ha de ser cubierto por la
investigación de la comisión de la verdad, ha de ser amplio. Algunas comisiones han examinado
violaciones que tuvieron lugar hacía 35 años, otras se han centrado en hechos más recientes. Lo más
importante, en cualquier caso, es que para fijar la competencia temporal de la comisión se tengan en
cuenta los períodos en los que se produjeron las mayores violaciones a los derechos humanos o al
menos las más graves. Debe de escogerse un período completo y no varios diferentes que se remitan
a distintas fases de la historia del país para así evitar sesgos. También es necesario prever cierta
flexibilidad en las fechas en caso de que no se tenga constancia sobre cuándo se iniciaron las
violaciones objeto de investigación (utilizando expresiones, como por ejemplo, “desde el inicio de
la contienda”).
Ejemplo de establecimiento del período de investigación lo encontramos en Sri Lanka, donde las
tres Comisiones Presidenciales de Investigación sobre el Traslado o la Desaparición Involuntarios
de Personas creadas en 1994, obviaron la investigación de las violaciones cometidas entre 1984 y
198810.
3.1.3. Competencia ratione materiae
El mandato de una comisión de la verdad tiene que ser amplio y no debe limitarse a las
violaciones de derechos humanos que podrían constituir un delito de acuerdo con la legislación
nacional o internacional. Como ejemplo, la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sierra
Leona decidió que su mandato no se limitaría a las violaciones de derechos humanos que podrían
constituir delito de acuerdo con la legislación nacional o internacional, ni a las violaciones
cometidas por Estados o Gobiernos, refiriéndose a “violaciones y abusos” sin más calificativos (AI,
13).
La experiencia ha demostrado que el hecho de crear una comisión de la verdad que se limite a un
cierto tipo de violaciones de derechos humanos limita su eficacia sobremanera. Un claro ejemplo es
Chile, ya que la Comisión de Verdad y Reconciliación, creada en 1990, tenía el encargo de reunir
información para establecer la verdad sobre los casos de desaparición forzada, ejecución sumaria y
muerte como consecuencia de torturas, y de muerte por actos de violencia perpetrados por
particulares en un contexto político, sin incluir investigación de los casos de tortura sin resultado de
muerte. Esto supuso que más de diez años después fuera necesario crear otra comisión de la verdad
10 Comité de Derechos Humanos, Sri. Lanka, Res. CCPR/C/79/Add, párr.16.
(Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura) para que investigara las violaciones de
derechos humanos que no se incluyeron en la de 1990.
A su vez, tal y como ha establecido la OACNUDH, el mandato debe ser flexible en ciertos
ámbitos para permitir que la propia comisión tenga un cierto margen de interpretación y definición.
Es decir, “que la propia comisión a medida que avanza su investigación pueda ir determinando qué
asuntos pueden entrar en el ámbito de sus investigaciones” (OACNUDH, 2006, 8). En concreto, se
suelen utilizar expresiones muy amplias en las que puedan posteriormente incluirse un gran número
de acciones violadoras de derechos humanos11. “Graves actos de violencia que han tenido un
impacto en la sociedad” o “graves violaciones de los derechos humanos o el derecho humanitario,
incluidas violaciones que han formado parte de una pauta generalizada de abusos”, son buenos
ejemplos del tipo de expresiones a las que nos estamos refiriendo.
En algunos países, los delitos económicos cometidos por un régimen anterior han sido tan
prominentes (y, a juicio del público, tan escandalosos) como las violaciones de los derechos civiles
y políticos. En esos casos, puede estudiarse la posibilidad de incluir la corrupción y otros delitos
económicos en el mandato de la comisión de la verdad, o de ampliar su mandato para incluir las
violaciones de los derechos sociales y económicos. En última instancia esa decisión debe ser
adoptada por los ciudadanos del país.
3.2 Composición
Uno de los aspectos que puede marcar el éxito o el fracaso de una comisión de la verdad es la
elección de sus miembros. Se deben elegir en función de su competencia en materia de derechos
humanos, su independencia probada y su imparcialidad reconocida. Concretamente, para la CVR se
buscaron personas “aptas y apropiadas, que fueran imparciales y que no tuvieran una destacada
personalidad política” (Hayner, 2008, 284); en Argentina se identificaron personas “con
experiencia, conocimientos y recursos emocionales para enfrentar la situación” (Hayner, 2008,
285).
Entre los comisionados se podrá incluir a profesionales de distintos ámbitos o trayectorias como
dirigentes religiosos, abogados en ejercicio o jueces retirados, psicólogos, educadores, expertos en
violencia contra la mujer o los niños y profesionales de derechos humanos. La opción de incluir a
miembros internacionales deberá de ser en última instancia decisión de los ciudadanos del país; una
de las razones para incluir a no nacionales puede ser que se considerarían más neutrales que los
11 Véase el caso de Sierra Leona explicado supra, cuyo mandato se refería simplemente a “violaciones” y “abusos”.
nacionales o personas que puedan aportar otro tipo de conocimiento al proceso (OACNUDH, 2006,
14).
El proceso de selección de los comisionados que finalmente se determine es importante. Ésta
contará con más apoyo popular si los comisionados son elegidos mediante procesos de consulta que
intenten alcanzar un justo equilibrio en la representación de grupos étnicos, regionales o religiosos,
de hombres y mujeres y de opiniones políticas cuyos miembros hayan sido especialmente
vulnerables a las violaciones de los derechos humanos. La OACNUDH ha señalado a su vez que
“en la selección de miembros de la comisión de la verdad pueden intervenir entidades
internacionales como las Naciones Unidas, pero las candidaturas también pueden pasar por el
proceso nacional de investigación de antecedentes antes del nombramiento definitivo”
(OACNUDH, 2006, 14). Por ejemplo, en Sierra Leona se pidió a la OACNUDH que propusiera tres
miembros, que luego fueron examinados por el comité de selección nacional. Sin embargo, este
proceso fue criticado porque no tuvo plenamente en cuenta las candidaturas internacionales
firmemente recomendadas por entidades locales, con lo que quedaron excluidos algunos candidatos
eminentes.
En otros lugares como Haití, El Salvador y Guatemala, se nombraron miembros internacionales
sin apenas proceso consultivo; muchos de los nombres vinieron indicados desde la secretaría de las
Naciones Unidas en Nueva York. Esto que normalmente podría verse como una ventaja al
garantizarse la independencia de los comisionados al haber sido seleccionados por un organismo
internacional, en El Salvador supuso una falta de compromiso por parte de la sociedad civil
salvadoreña, que veía como la investigación de su propia historia la estaba llevando a cabo una
comisión dirigida por personal extranjero12 (lo que contrasta con la CVR compuesta únicamente por
sudafricanos que sobrevivieron al apartheid). Pero esto no solo significó la falta de compromiso de
la sociedad, si no que, una vez publicado el Informe Final, aquellos sectores denunciados por la
Comisión como culpables de las violaciones de derechos humanos cometidas en El Salvador,
rechazaron tales acusaciones, así como a la Comisión como institución, al considerarla una
intromisión extranjera.
También es importante señalar que los miembros de la comisión no deben tener vínculos
estrechos con entidades particulares, oficiales o de otra índole, con partidos políticos ni con ninguna
otra organización potencialmente implicada en las violaciones de los derechos humanos sometidas a
investigación, ni con asociaciones ni grupos vinculados a las víctimas.
Los comisionados realizan una labor compleja y a veces peligrosa al investigar crímenes de
derechos humanos y a sus autores, por lo que es necesario que cuenten con un cierto grado de
12 Thomas Buergenthal, ex Presidente de la Comisión IDH; Belisario Betancur, ex Presidente de Colombia; Reinaldo Figueredo, ex Ministro de Asuntos Exteriores de Venezuela; más el personal a cargo, enteramente también extranjero. (Mazzei, 2008, 11).
protección en el ejercicio de sus funciones, que se reconoce en el Principio 7 b) del Conjunto de
Principios al establecer que:
Sus miembros se beneficiarán de los privilegios e inmunidades necesarios para su protección, incluso cuando ha cesado su misión, especialmente con respecto a toda acción en difamación o cualquier otra acción civil o penal que se les pudiera intentar sobre la base de hechos o de apreciaciones mencionadas en los informes de las comisiones.
Solo mediante acusación formal se puede destituir de su cargo a los miembros de una comisión
de la verdad por motivos como mala conducta, incapacidad e incompetencia.
En Liberia, la Ley de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación garantiza a (la Comisión) una independencia plena y considera un delito obstaculizar su trabajo o el de sus miembros o funcionarios y entrometerse en él. Los miembros de la Comisión ejercen su trabajo en régimen de dedicación exclusiva, libres de todo deber u obligación derivados de cualquier otra ocupación o cargo (AI, 2007, 22).
3.3 Informe y recomendaciones
El informe final es el resultado más visible del trabajo de la comisión de la verdad y será su
legado más duradero, porque se convertirá en una fuente de educación para los derechos humanos y
para comisiones posteriores. “Informes finales bien documentados y con una metodología apropiada
y sólida pueden servir como una protección contra el revisionismo de la historia” (Landa Gorostiza,
2009, 30).
Según Amnistía Internacional, el informe final debe de recoger:
El mandato, así como el ámbito y el alcance de la comisión; sus procedimientos y métodos de evaluación de pruebas y la ley en que se ha basado; el contexto de la investigación, incluidas las condiciones sociales, políticas y económicas pertinentes, así como información sobre si la comisión contó con la necesaria colaboración del Gobierno y de otras instituciones públicas; las conclusiones de hecho de la comisión y una lista de los documentos y otras pruebas en las que se basan; sus conclusiones basadas en la legislación aplicable y en las conclusiones de hecho, incluido un análisis crítico de las estructuras, políticas y prácticas institucionales; una lista de víctimas (salvo aquellas cuya identidad se oculte con el fin de protegerlas) y sus recomendaciones (AI, 35).
Una comisión de la verdad debe de tener la facultad de formular recomendaciones al Gobierno
nacional en relación, por ejemplo, con:
Las reparaciones a las víctimas de violaciones de derechos humanos, la aprobación de reformas concretas de naturaleza jurídica, institucional y de otra índole para evitar abusos futuros, y la adopción por el Gobierno de cualquier otra medida necesaria a favor de las conclusiones de la comisión, como
la continuación de las investigaciones o las averiguaciones sobre asuntos concretos y el emprendimiento de acciones judiciales en casos determinados; nuevas investigaciones en esferas importantes en las que no se pudieron concluir todos los trabajos necesarios u otros programas pertinentes para resolver las deficiencias señaladas en sus conclusiones ( Landa Gorostiza, 2009; OACNUDH, 2006).
Según la Comisión de Derechos Humanos, los Estados deben “difundir, aplicar y vigilar la
aplicación de las recomendaciones formuladas por mecanismos extrajudiciales, como las
comisiones de la verdad y la reconciliación”13. Además, las recomendaciones y los resultados de las
investigaciones de una comisión de la verdad deben darse a conocer de manera oficial, publicarse y
difundirse ampliamente sin demoras injustificadas.
Las conclusiones de la comisión son parte del informe final de una comisión de la verdad. Sin
embargo, P. Hayner sostiene que:
Esas conclusiones pueden tener un impacto negativo en las personas e instituciones que se señalan como responsables de las violaciones de derechos humanos (…). Apuntar a un sector del ejercito o de la policía puede (y debe) tener consecuencias para el futuro de la institución y para el oficial al mando aunque no se le mencione por la comisión. Esbozar qué abusos a gran escala han cometido fuerzas guerrilleras que quizás después del conflicto se han convertido en partidos políticos puede debilitar su credibilidad en la comunidad internacional o disminuir el apoyo popular del país. Del mismo modo establecer quiénes fueron realmente las víctimas puede influir en las políticas de reparación o en otros programas concebidos para atender a las necesidades de la sociedad (Hayner, 2008, 300).
Esta problemática es análoga a la del si el conocimiento de los nombres de los responsables de
las violaciones de derechos humanos forma parte del contenido del derecho a la verdad,
concluyendo finalmente de un modo afirmativo. Sin embargo, es interesante añadir la opinión de
José Zalaquett al respecto. El mencionado autor afirma que:
La publicación de los nombres de los responsables, sin que ellas hayan presentado su descargo, es el equivalente a una condena sin el debido proceso, lo que equivale a romper el principio de legalidad. (...). Ni la Comisión de Argentina, ni la de Chile emitieron juicios sobre culpables individuales, sino que lo hicieron respecto a la responsabilidad del Estado y sus órganos. La información que habían recabado sobre la participación de personas específicas en los crímenes fue entregada a los tribunales y de esta manera llegó a conocimiento del público (Zalaquett, 1998, 16).
A mi parecer, es necesario que el informe final de una comisión de la verdad sea lo más completo
posible, debiendo abarcar todas las conclusiones a las que finalmente se ha llegado después de
terminar el período de investigación, independientemente de si afectan directamente o no a un
determinado colectivo. Una de las funciones de la comisión de la verdad es romper con el pasado
represor de un país e iniciar un nuevo ciclo centrado en el respeto a los derechos humanos. Para este
nuevo comienzo, es necesaria una depuración total de la administración, algo imposible si los
mismos responsables siguen en puestos de importancia dentro del engranaje del Estado, a pesar de 13 Comisión de Derechos Humanos, Res. 2005/66, 20 de abril de 2005, párr. 3.
que éste esté fundado sobre las bases de la democracia. La sociedad tiene derecho a saber quienes
son los responsables y quienes las víctimas, y en los casos en que los primeros no sean juzgados por
los tribunales, deberán soportar el peso de ser “juzgados” por las víctimas.
Entre las recomendaciones que pudiera efectuar las comisiones de la verdad me gustaría
centrarme en la reforma de las instituciones públicas que actuaron durante el período represivo. La
reforma de instituciones públicas es una tarea fundamental en los países en proceso de transición
desde un régimen autoritario o un conflicto a la democracia, ya que “las instituciones que
vulneraron los derechos humanos y defendieron los intereses partidistas de unos pocos han de
convertirse en instituciones que protejan los derechos humanos, prevengan los abusos y sirvan a los
ciudadanos de forma imparcial” (OACNUDH, 2006a, 3).
Concretamente, el seguimiento del funcionamiento del sistema judicial de un Estado sumergido
en un proceso de transición contribuiría a un mejor cumplimiento de la legislación internacional por
parte del Estado, así como un reforzamiento de los principios de no discriminación, no impunidad,
acceso al sistema judicial por parte de las víctimas de crímenes contra los derechos humanos, e
independencia e imparcialidad de los tribunales.
La OACNUDH ha establecido que la reforma institucional contribuye a la justicia de transición
sobre todo en dos aspectos fundamentales, a saber:
En primer lugar, para prevenir futuros abusos, debido a que:
Una administración pública equitativa y eficiente desempeña un papel decisivo en la prevención de futuros abusos. Tras un período de violaciones generalizadas de los derechos humanos, impedir que éstas vuelvan a repetirse es uno de los objetivos fundamentales de una estrategia de justicia de transición legítima y efectiva (OACNUDH, 2006a, 3).
En segundo lugar, la reforma institucional contribuye a la justicia de transición porque permite a
las instituciones públicas, en particular a los sectores encargados de la seguridad y la justicia,
favorecer que los responsables de abusos cometidos en el pasado rindan cuentas ante la justicia. Un
servicio de policía reformado, por ejemplo, puede investigar con profesionalidad los abusos
cometidos durante el conflicto o el régimen autoritario; una fiscalía reformada puede formular
acusaciones efectivas, y un tribunal reformado puede dictar sentencias imparciales acerca de esos
abusos pasados. La reforma institucional puede, por consiguiente, ser la condición previa para que
en el país puedan pedirse cuentas y aplicarse penas por las violaciones de los derechos humanos
cometidas durante el conflicto o el período de régimen autoritario.
3.4 Seguimiento y determinación de un órgano ejecutor
Una vez que la comisión de la verdad entrega su informe final, archiva sus expedientes y es
formalmente disuelta, son otras instituciones las encargadas de aplicar sus recomendaciones, ya
sean ad hoc o ya existentes (normalmente la Defensoría del Pueblo). Ejemplos de órganos creado
ad hoc son la Corporación de Reparación y Reconciliación que continuara la investigación de los
641 casos de violaciones de derechos humanos que la Comisión no había podido esclarecer; o la
Oficina de Procedimientos y Seguimiento en Haití para que vigilara la aplicación de las
recomendaciones de la Comisión.
Las organizaciones de la sociedad civil deben también asociarse en esta fase de seguimiento ya
que, incluso cuando existe obligación legal del Gobierno de cumplir estas recomendaciones, con
frecuencia nos encontramos con una falta de voluntad política, de capacidad institucional o de
fondos insuficientes para llevarlo a cabo. Cualquiera que sea la causa, sin embargo, las comisiones
de la verdad deben proponer mecanismos que aseguren una apropiada vigilancia y seguimiento, a
ser posible incluyendo en su mandado algunas de dichas acciones, como es la elección de un
organismo sucesor.
4. UNA FUTURA COMISIÓN DE LA VERDAD EN ESPAÑA
Para la creación de una futura comisión de la verdad en España debemos seguir los aspectos
desarrollados anteriormente y adaptarlos a la realidad española.
En España contamos hasta la fecha con dos iniciativas de creación de comisiones de la verdad
emanadas de los Parlamentos autonómicos de la Comunidad Valenciana y del País Vasco, que nos
pueden ilustrar a la hora de elaborar un modelo que sirva para la totalidad del Estado.
La comisión de la verdad así entendida ayudaría a desbloquear la situación en la que se
encuentran las autoridades estatales que, a pesar de la aprobación de la Ley de Memoria Histórica,
no cuentan con un plan integral para que las víctimas y sus descendientes obtengan verdad, justicia
y reparación.
El principal problema técnico con el que contaría la comisión de la verdad española sería el largo
tiempo transcurrido entre la comisión de los hechos a investigar y la fecha de inicio de los trabajos
de la comisión, lo que implicaría que mucha información recogida ha podido ser extraviada o
destruida y muchas de las víctimas y testigos que vivieron en primera persona los acontecimientos
ya hayan fallecido.
En cuanto al período objeto de investigación, contamos con dos opciones. En la primera, el
mandato podría centrarse únicamente en la franja temporal establecida por el exmagistrado Baltasar
Garzón en su auto de 16 de octubre de 2008, que se refiere a 114.266 casos de desapariciones
ocurridas en España entre 17 de julio de 1936 y diciembre de 1951.
Aunque esta opción parece razonable, no debemos olvidar que la represión franquista se
prolongó a lo largo de cuarenta años, y si nos limitamos únicamente al período de tiempo propuesto
por el exmagistrado, corremos el riesgo de dejar fuera un número importante de casos, por lo que la
segunda opción sería que el mandato de la comisión de la verdad abarcase desde el inicio de la
Guerra Civil hasta el fin de la dictadura franquista en 1975. Sin embargo, la experiencia ha
demostrado que es preferible no establecer un período de investigación abierto, por lo que sería
preferible centrarse en el período en el que se cometieron las infracciones más graves de derechos
humanos.
Las infracciones de las que conocerá la comisión de la verdad serán los crímenes internacionales
perpetrados por el régimen franquista en el período objeto de investigación (ya sea entre 1936 y
1951, o hasta 1975). También se deberán revisar los juicios llevados a cabo por los tribunales del
régimen llevados a cabo sin las debidas garantías procesales.
En cuanto a los miembros que compondrían la comisión, según el prof. Jon Mirena Landa,
antiguo responsable de la Dirección de Derechos Humanos del Gobierno Vasco, al encontrarnos con
la investigación de un período histórico tan lejano en el tiempo, a la hora de la elección de los
comisionados “es necesario conjugar la experiencia en investigación histórica con la experiencia en
investigación de crímenes contra los derechos humanos” (Landa Gorostiza, 2009, 38).
Como en las demás comisiones de la verdad, es necesario que las víctimas colaboren
estrechamente con la que se constituya en España, ya que la principal labor que tendrá por delante
la comisión será “romper y superar el muro de silencio y olvido, erigido en torno a las victimas,
familiares y su entorno social inmediato, desvelando los crímenes de lesa humanidad cometidos
contra los ciudadanos” (Landa Gorostiza, 2009, 38). El éxito de la comisión dependerá de que su
enfoque esté centrado en las víctimas de violaciones de derechos humanos.
Además, entre las acciones que han sido recomendadas hasta la fecha por las comisiones de la
verdad para facilitar la reconciliación, se encuentran la reforma de las fuerzas armadas, la policía, el
sistema judicial y el sistema político.
Este tipo de recomendaciones llegan hoy en parte tarde para España. Las recomendaciones que
pudiera realizar la comisión de la verdad española irían encaminadas sobre todo a elaborar una
versión objetiva e imparcial de los acontecimientos acaecidos durante la represión franquista,
estableciendo las circunstancias en que se produjeron las violaciones de derechos humanos y
quienes fueron sus perpetradores (independientemente de que estén fallecidos o no). También
serviría la investigación al poder judicial para incoar posibles investigaciones penales en caso de
encontrar indicios de haberse cometido delitos. Recordemos que tanto la amnistía como la
prescripción extinguen la responsabilidad penal conforme al derecho interno, pero no tienen por qué
impedir el inicio de una investigación.
A su vez, las recomendaciones de la comisión de la verdad deberán tener una finalidad educativa,
debiendo incorporarse los resultados más importantes del informe de la comisión de la verdad a los
planes de estudio de todos los centros de enseñanza del país (públicos y privados), y a nivel tanto
elemental como secundario y superior.
5. CONCLUSIONES
Del análisis precedente de la práctica comparada se puede concluir, por tanto, que las comisiones
de la verdad han constituido una de las formas más útiles de investigación de los crímenes de
derechos humanos a lo largo del s. XX, y han sido un mecanismo de suma importancia en el tránsito
de un régimen dictatorial a un gobierno democrático, o del fin de una guerra civil al inicio de una
situación de paz.
Sin embargo, como se ha apuntado a lo largo del presente artículo, la clave para el buen
funcionamiento de una comisión de la verdad la tiene el poder político, pues será el principal
promotor de que las recomendaciones del informe final de la comisión de la verdad sean
efectivamente aplicadas.
De otro lado, de nada sirve que se constituya una comisión de la verdad por decreto presidencial
o mediante ley parlamentaria si su mandato no abarca el período de tiempo en el que la mayoría de
las violaciones de derechos humanos fueron cometidas. También será esencial que el mandato de la
comisión de la verdad no se limite a la investigación de crímenes con resultado de muerte, dejando
fuera de su competencia los crímenes de tortura o la desaparición forzada.
Los Gobiernos deben comprometerse a cumplir las recomendaciones de la comisión de la
verdad. Para ello, deben impulsar el establecimiento de un plan nacional de reparación a las
víctimas. También corresponderá a los Gobiernos decidir en última instancia sobre el
mantenimiento de una ley de amnistía, o se quiere enjuiciar a los responsables de los crímenes
internacionales que se cometieron en ese país, como así lo exige el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos.
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- Sentencia Tribunal Constitucional, Sala 2ª, Nº 237/2005 de 26 de septiembre de 2005
b) Extranjeras
- Corte Suprema de Justicia de la Nación, sentencia Nº S. 1767 XXXVIII, de 14 de junio de 2005.
c) Organismos internacionales
- Corte Internacional de Justicia, caso Bosnia c. República Federal de Yugoslavia, sentencia de 11
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