La estatalización del reclutamiento de soldados extranjeros en el siglo XVIII

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1 Thomas GLESENER, « La estatalización del reclutamiento de soldados extranjeros en el siglo XVIII », dans M. R. GARCÍA HURTADO (éd.), Soldados de la Ilustración. El ejército en el siglo XVIII, La Corogne, Universidade da Coruña, 2012, p. 239-263. La estatalización del reclutamiento de soldados extranjeros en el siglo XVIII Thomas Glesener Universidad de Aix-Marseille (Francia) En dos décadas nuestra visión del Estado borbónico ha cambiado considerablemente. Durante muchos años se ha considerado que los Borbones, tras medio siglo de decadencia, habían sabido aprovechar las pérdidas territoriales para aplicar un modelo institucional francés y construir un Estado fuerte en la Península, que iba a favorecer la emergencia de la nación española del siglo XIX. En este sentido, los estudios sobre el ejército subrayan la importancia de las reformas emprendidas que favorecieron el control del Estado sobre las jerarquías militares e iban prefigurando el ejército nacional. Sin embargo, esta visión se ha visto seriamente revisada por trabajos recientes que han demostrado la continuidad con las prácticas de la dinastía anterior, sobre todo en lo referente a los vínculos entre las instituciones del Estado y los intereses privados. Así, los estudios sobre la financiación del ejército borbónico han permitido arrojar luz sobre el complejo entramado de intereses que relaciona a los ministros del rey con los financieros y los militares. Las celebraciones del tercer centenario del acceso al trono de Felipe V han centrado la atención en la contienda sucesoria y en la inversión de cuantiosos recursos, por parte tanto del Reino como de los particulares, para apoyar el esfuerzo bélico 1 . Además, nuevas investigaciones han permitido matizar la eficacia de la labor reformista de los Borbones: hoy podemos afirmar que el mantenimiento de un ejército permanente en la Península, tanto en tiempos de paz como de guerra, necesitó del recurso a asentistas privados para abastecer al ejército de hombres, pólvora, víveres y armamento 2 . Con esto, la venalidad, el fraude y la corrupción fueron prácticas corrientes que nos han obligado a reconsiderar de forma global la esencia del gobierno de la monarquía. Ese cambio historiográfico se refleja de forma significativa en el caso del reclutamiento de soldados. A finales de la década de los ochenta, los primeros estudios se dedicaron al reclutamiento dirigido por el Estado: las quintas y las milicias provinciales 3 . Por una parte, son los sistemas más “visibles”, dado que son los mejor documentados en los archivos estatales y, por otra, son los métodos más similares a lo que iba a ser el servicio militar obligatorio en el siglo siguiente. Por lo tanto, la preocupación por el carácter 1 Entre varias publicaciones, destacan las contribuciones a las obras colectivas: BEL BRAVO, M.A. - FERNÁNDEZ GARCÍA, J. - DELGADO BARRADO, J.M. (coords.) (2001) El cambio dinástico y sus repercusiones en la España del siglo XVIII. Jaén, Universidad de Jaén; (2001) La Guerra de Sucesión en España y América. Madrid, Deimos-Cátedra General Castaños; BERNARDO ARES, J.M. de (ed.) (2006) La sucesión de la monarquía hispánica, 1665-1725. Vol. I. Lucha política en las Cortes y fragilidad económica-fiscal en los Reinos. Córdoba, Universidad de Córdoba. 2 TORRES SÁNCHEZ, R. (2002) “Cuando las reglas del juego cambian: mercados y privilegio en el abastecimiento del ejército español en el siglo XVIIIRevista de historia moderna. Anales de la Universidad de Alicante, XX, 487-512; ÍDEM (ed.) (2007) War, State and development : fiscal-military states in the eighteenth century. Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra; ANDÚJAR CASTILLO, F. (2004) El sonido del dinero. Monarquía, ejército y venalidad en la España del siglo XVIII. Madrid, Marcial Pons. 3 BORREGUERO BELTRÁN, C. (1989) El reclutamiento militar por quintas en la España del XVIII. Valladolid, Universidad de Valladolid; ANDÚJAR CASTILLO, F. (1991) Los militares en la España del siglo XVIII: un estudio social. Granada, Universidad de Granada; CONTRERAS GAY, J. (1993) Las milicias provinciales en el siglo XVIII. Estudio sobre los regimientos de Andalucía. Almería, Instituto de Estudios Almerienses.

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Thomas GLESENER, « La estatalización del reclutamiento de soldados extranjeros en el siglo XVIII », dans M. R.

GARCÍA HURTADO (éd.), Soldados de la Ilustración. El ejército en el siglo XVIII, La Corogne, Universidade da Coruña,

2012, p. 239-263.

La estatalización del reclutamiento de soldados extranjeros en el siglo XVIII Thomas Glesener

Universidad de Aix-Marseille (Francia)

En dos décadas nuestra visión del Estado borbónico ha cambiado considerablemente. Durante muchos años se ha considerado que los Borbones, tras medio siglo de decadencia, habían sabido aprovechar las pérdidas territoriales para aplicar un modelo institucional francés y construir un Estado fuerte en la Península, que iba a favorecer la emergencia de la nación española del siglo XIX. En este sentido, los estudios sobre el ejército subrayan la importancia de las reformas emprendidas que favorecieron el control del Estado sobre las jerarquías militares e iban prefigurando el ejército nacional. Sin embargo, esta visión se ha visto seriamente revisada por trabajos recientes que han demostrado la continuidad con las prácticas de la dinastía anterior, sobre todo en lo referente a los vínculos entre las instituciones del Estado y los intereses privados. Así, los estudios sobre la financiación del ejército borbónico han permitido arrojar luz sobre el complejo entramado de intereses que relaciona a los ministros del rey con los financieros y los militares. Las celebraciones del tercer centenario del acceso al trono de Felipe V han centrado la atención en la contienda sucesoria y en la inversión de cuantiosos recursos, por parte tanto del Reino como de los particulares, para apoyar el esfuerzo bélico1. Además, nuevas investigaciones han permitido matizar la eficacia de la labor reformista de los Borbones: hoy podemos afirmar que el mantenimiento de un ejército permanente en la Península, tanto en tiempos de paz como de guerra, necesitó del recurso a asentistas privados para abastecer al ejército de hombres, pólvora, víveres y armamento2. Con esto, la venalidad, el fraude y la corrupción fueron prácticas corrientes que nos han obligado a reconsiderar de forma global la esencia del gobierno de la monarquía.

Ese cambio historiográfico se refleja de forma significativa en el caso del reclutamiento de soldados. A finales de la década de los ochenta, los primeros estudios se dedicaron al reclutamiento dirigido por el Estado: las quintas y las milicias provinciales3. Por una parte, son los sistemas más “visibles”, dado que son los mejor documentados en los archivos estatales y, por otra, son los métodos más similares a lo que iba a ser el servicio militar obligatorio en el siglo siguiente. Por lo tanto, la preocupación por el carácter

1 Entre varias publicaciones, destacan las contribuciones a las obras colectivas: BEL BRAVO, M.A. - FERNÁNDEZ GARCÍA, J. - DELGADO BARRADO, J.M. (coords.) (2001) El cambio dinástico y sus repercusiones en la España del siglo XVIII. Jaén, Universidad de Jaén; (2001) La Guerra de Sucesión en España y América. Madrid, Deimos-Cátedra General Castaños; BERNARDO ARES, J.M. de (ed.) (2006) La sucesión de la monarquía hispánica, 1665-1725. Vol. I. Lucha política en las Cortes y fragilidad económica-fiscal en los Reinos. Córdoba, Universidad de Córdoba. 2 TORRES SÁNCHEZ, R. (2002) “Cuando las reglas del juego cambian: mercados y privilegio en el abastecimiento del ejército español en el siglo XVIII” Revista de historia moderna. Anales de la Universidad de Alicante, XX, 487-512; ÍDEM (ed.) (2007) War, State and development : fiscal-military states in the eighteenth century. Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra; ANDÚJAR CASTILLO, F. (2004) El sonido del dinero. Monarquía, ejército y venalidad en la España del siglo XVIII. Madrid, Marcial Pons. 3 BORREGUERO BELTRÁN, C. (1989) El reclutamiento militar por quintas en la España del XVIII. Valladolid, Universidad de Valladolid; ANDÚJAR CASTILLO, F. (1991) Los militares en la España del siglo XVIII: un estudio social. Granada, Universidad de Granada; CONTRERAS GAY, J. (1993) Las milicias provinciales en el siglo XVIII. Estudio sobre los regimientos de Andalucía. Almería, Instituto de Estudios Almerienses.

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“público” del reclutamiento ha ocultado toda una vertiente del sistema que estaba en gran parte asumida por empresarios privados, poco controlada por la Secretaría o incluso implicando los intereses personales de quienes estaban encargados de controlarla. Además la ocultación no sólo ha sido historiográfica, sino también de los mismos individuos que quisieron encubrir un negocio que les permitía derogar las ordenanzas y obtener mediante pago prestigio social4. Este aspecto del reclutamiento ha sido estudiado en años más recientes y corresponde a la etapa del desencanto respecto a la interpretación de la labor reformista de los Borbones. Tanto las levas privadas como los asentistas de soldados nos distancian mucho de la visión tradicional del ejército borbónico: ya no se trata de una institución que ha ido prefigurando el ejército nacional y que ha implicado cada vez más a la población civil del reino, voluntariamente o no, en el servicio de las armas. La permanencia del reclutamiento “privado”, la venalidad de empleos y el peso del componente extranjero recalcan las debilidades del Estado borbónico, y enfatizan la similitud con la monarquía de los últimos Habsburgo, incapaz de mantener en pie por si sola un ejército numeroso5. Consecuentemente, en veinte años, los estudios sobre los sistemas de reclutamiento en el siglo XVIII han contribuido a modificar drásticamente la visión del ejército borbónico, pasando de ser el precursor heroico del ejército nacional a ser el heredero desafortunado de los arcaísmos del siglo XVII.

Quisiéramos matizar tal oposición dando a entender que, en el siglo XVIII, el recurso a lo “privado” no es necesariamente un signo de “arcaísmo”. Hay que recordar que el siglo XVIII es un momento en el cual la corona se implica cada vez más en las estructuras sociales y económicas del reino para organizarlas y dinamizarlas creando o potenciando nuevas formas de relación entre el Estado y la sociedad (academias, reales fábricas, sociedades económicas, etc.). Queremos subrayar este hecho en el caso del reclutamiento de soldados, destacando los experimentos que se dieron para compaginar los intereses del Estado y de los particulares. En vez de oponer los asientos por un lado y las quintas por otro, considerándolos como dos etapas sucesivas de una evolución lineal, es necesario restituir las experiencias concretas del quehacer dieciochesco que buscaba nuevas formas de colaboración entre los empresarios, los militares y la administración real.

En las páginas que siguen vamos a analizar los sistemas de reclutamiento de soldados extranjeros a lo largo del siglo XVIII, centrándonos más en los procesos de abastecimiento de hombres que en la formación de las unidades. Seguiremos el hilo de la evolución del reclutamiento extranjero que culmina en 1769 con la creación de la recluta general. Se trata de una estructura original, financiada en parte por los oficiales y en parte por la hacienda real, que abastece de reclutas a toda la infantería extranjera durante la segunda mitad del siglo XVIII. Es el fruto de una implicación cada vez mayor del Estado en el reclutamiento, y de una colaboración estrecha con el regimiento de la guardia walona, uno de los más prestigiosos cuerpos de la monarquía, que actúa en este asunto como un actor económico de primer nivel. La recluta general nunca ha sido objeto de estudio y gracias a la documentación del negociado de la guardia real, custodiada en el Archivo General de Simancas y hasta ahora prácticamente inédita, se ha podido arrojar luz sobre esta institución desconocida.

4 ANDÚJAR CASTILLO, El sonido del dinero.... 5 ANDÚJAR CASTILLO, F. (2003) “La privatización del reclutamiento en el siglo XVIII: el sistema de asientos” Studia Historica. Historia Moderna, XXV, 123-147. Sobre los asentistas en el siglo XVII: THOMPSON, I.A.A. (1981) Guerra y decadencia. Gobierno y administración en la España de los Austrias, 1560-1620. Barcelona, Crítica, 146-151; RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J. (2007) “Patentes por Soldados. Reclutamiento y venalidad en el ejército durante el siglo XVII” Chronica Nova, XXXIII, 37-56.

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1. EL RECLUTAMIENTO DE SOLDADOS EXTRANJEROS

En la segunda mitad del siglo XVIII, la infantería del ejército borbónico todavía cuenta con un tercio de sus efectivos formado por tropas extranjeras, es decir una cifra teórica que varía entre 16.000 y 20.000 hombres6, repartida entre las unidades de walones, italianos, irlandeses y suizos de la infantería de línea y de la Casa real. Las razones del mantenimiento en la España borbónica de un ejército de naciones son complejas. Por una parte, el éxito militar de Felipe V en la Península se debió a la ayuda de las tropas francesas, a la movilización masiva de las milicias del reino y a la revitalización del ejército regular heredado de los Habsburgo. Sin embargo, para seguir desempeñando un papel preponderante en el escenario europeo, con vistas ya a la reconquista de Italia, Felipe V sólo podía contar con su propio ejército, que no sumaba al salir de la guerra más de 20.000 hombres y necesitaba, por lo tanto, el apoyo de tropas auxiliares. Por otra parte, durante el conflicto sucesorio, muchos súbditos de los territorios periféricos, en Italia y en Flandes sobre todo, luchan en el bando borbónico e invierten mucho dinero para levantar compañías y regimientos en sus regiones de origen7. Igual pasa con algunos irlandeses jacobitas asentados en Francia, y con familia en España, que sirven al Rey Cristianísimo como mayor defensor de la causa jacobita y que pasan al servicio de Felipe V en continuidad de su fidelidad a los Borbones8. Con el final del conflicto, la pérdida de los territorios y el enfriamiento de las relaciones con Francia, muchos de ellos requieren seguir en el servicio y conservar los empleos por los cuales la mayoría ha gastado parte de su hacienda. Por lo tanto, la reconstitución del ejército de naciones en la Península persigue objetivos estratégicos claros para sostener con tropas auxiliares la potencia militar de la monarquía, pero también constituye una forma de retribución del rey a las familias felipistas exiliadas en la Península, que le han permitido mantenerse en el trono9.

Entre 1710 y 1715, los regimientos walones, irlandeses e italianos se reconstituyen en España y con ello adquieren una apariencia de administración militar especializada. En 1715, el conde de Soupat, un brigadier de origen francés, es nombrado inspector de la infantería extranjera de España. Desde entonces, los regimientos de “naciones” son separados en los papeles de la Secretaría de Guerra y mencionados como “extranjeros”. A pesar de ello, nunca llegará a haber una administración particular para esos cuerpos separada del resto de la tropa. Desde 1721, los inspectores provinciales del ejército llevan el título de inspectores de la infantería “española y extranjera”, lo que muestra que sí se hace una distinción nominativa, pero la estructura administrativa de control es la misma ya sean tropas nacionales o no. Si una administración particular nunca llegó a ser creada, es probable que sea por la gran diversidad jurídica que existe entre los denominados regimientos “extranjeros”. Mientras los irlandeses y luego los suizos se rigen según sus propias capitulaciones firmadas con la creación de cada regimiento, las tropas walonas e italianas, siendo las herederas de los antiguos tercios, son regidas por las mismas

6 GÓMEZ RUIZ, M. - ALONSO JUANOLA, V. (1991) El ejército de los Borbones. Madrid, Servicio Histórico Militar, t. 1, 3; BALDUQUE MARCOS, L.M. (1993) El ejército de Carlos III: extracción social, origen geográfico y formas de vida de los oficiales de S.M. Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Tesis doctoral inédita, 209-271. 7 Sobre la reforma del ejército en Flandes véase BOGAERT, R. van den (1967) “De organisatie van het Spaans-Zuidnederlandse Leger in dienst van het Anjouaanse regime (1700-1706)” Revue belge d’Histoire militaire, XVII-XVIII, 81-117 y 171-209. 8 RECIO MORALES, Ó. (2010) Ireland and the Spanish Empire 1600-1825. Dublin, Four Courts Press. 9 Para el caso de Flandes véase GLESENER, T. (2007) La garde du roi. Pouvoirs, élites et nations dans la monarchie hispanique (1700-1823). Universidad de Toulouse, Tesis doctoral inédita, 165-184.

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ordenanzas generales que las demás tropas españolas10. Además, el regimiento de la guardia walona, que con más de 4.000 hombres integra por sí solo un tercio del total de las tropas extranjeras, no forma parte de la infantería extranjera desde el punto de vista administrativo, puesto que se rige por la ordenanza particular de la guardia real11. Entre tanta diversidad jurídica, las tropas extranjeras de España sólo tienen en común el estar obligadas, en teoría, a reclutar sus soldados fuera del territorio peninsular. Por supuesto, con la pérdida de los territorios europeos tras el Tratado de Utrecht, el acceso a las zonas tradicionales de reclutamiento militar en Europa (norte de Italia, Países Bajos, Imperio) se hace más difícil. Por lo tanto, el reclutamiento extraterritorial supone un coste mayor por soldado, que recae en los oficiales y que la secretaría suple en parte dándoles una gratificación mayor que al resto de la oficialidad.

La recluta de soldados extranjeros se hace a través de tres sistemas distintos: las partidas, los asientos y las comisiones. La partida es la forma más corriente y su organización incumbe al mismo regimiento. Formada por un oficial y unos cuantos subalternos, la partida es una delegación del cuerpo instalada en una ciudad o región donde está encargada de encontrar gente que cumpla con los requisitos debidos (altura, edad, religión, etc.) y convencerla de alistarse. Los voluntarios firman un contrato, por lo general de seis años, y reciben del oficial el precio del enganche. Las reclutas luego son reunidas en un mismo lugar hasta que sean un grupo suficiente para organizar un transporte colectivo, escoltado por suboficiales de la tropa, hasta los cuarteles del regimiento. La partida es la formalización más simple de reclutamiento, gestionado y financiado por el regimiento y en la cual la corona casi no interviene. Este sistema no es exclusivo de los regimientos extranjeros, pues casi todos los cuerpos de infantería española tienen sus partidas, situadas en general en Castilla, mientras las unidades extranjeras reclutan en la frontera pirenaica12. La secretaría solo se ocupa de la buena repartición de las partidas para que los regimientos no se hagan demasiada competencia. Así, mientras los irlandeses pueden poner sus partidas en Navarra, los walones se instalan en la frontera catalana13. Sin embargo, el sistema de partidas es insuficiente para cubrir todas las plazas en los regimientos extranjeros. En el siglo XVIII, la frontera pirenaica ya no es una zona de enfrentamiento y la ausencia de movimientos importantes de tropas reduce la posibilidad de hacer muchas reclutas. Por lo tanto, las peticiones reiteradas de los coroneles obligan a la secretaría a buscar otras formas de reclutamiento para completar las filas. Las otras opciones suponen un coste mayor para la hacienda real, puesto que se recurre a intermediarios que alistan fuera de los dominios del rey de España. Y, con la implicación financiera de la corona, se inicia su intervención política.

De hecho, la forma más económica para la hacienda real de reclutar soldados extranjeros es hacerlo a través de asientos. Aquí hay que diferenciar entre los que se firman para la creación de una nueva unidad y los que sirven para completar las existentes. Los asientos de creación han sido detalladamente estudiados recientemente14. Individuos con recursos importantes presentan a la secretaría una propuesta para levantar una compañía o un regimiento “a su costa”. Se encargan de encontrar y enganchar el número necesario de

10 PORTUGUÉS, J.A. (1764) Colección general de las ordenanzas militares, sus innovaciones, y aditamentos, dispuesta en diez tomos, con separación de clases, por Don…. Madrid, A. Marín, vol. 1, 238-275 y 276-351; BORREGUERO BELTRÁN, C. (2001) “Del Tercio al Regimiento” Estudis, XXVII, 53-89; ANDÚJAR CASTILLO, F. (2002) “La reforma militar de Felipe V” en Pereira Iglesias, J.L. (coord.) (2002) Felipe V de Borbón, 1701-1746. Córdoba, Universidad de Córdoba, 617-640. 11 PORTUGUÉS op. cit., vol. 5. 12 BALDUQUE MARCOS op. cit., 228-231. 13 A.G.S., G.M., leg. 2301. 14 ANDÚJAR CASTILLO El sonido del dinero….

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soldados, de vestirlos y armarlos en la mayoría de los casos, y de entregar la unidad completa en un plazo determinado. A cambio, obtienen las patentes de oficiales en blanco para que puedan, según los casos, venderlas u ocupar ellos mismos los empleos de mando15. Se recurre a este mismo sistema cuando hay un aumento de compañías o de batallones en un regimiento. En este caso, el contrato de leva recae generalmente en los mismos oficiales del regimiento, que solicitan a cambio ser nombrados al mando de las nuevas compañías. Así, en 1719, cuando se decreta el aumento de dos batallones en el regimiento de las guardias walonas, doce tenientes del cuerpo se presentan para levantar las compañías a cambio del empleo de capitán con grado de coronel16. En la mayoría de los asientos de creación se trata de procesos venales clásicos que tienen por objetivo principal permitir un ascenso rápido en el escalafón militar a cambio de dinero.

Pero hay otros asientos que no se firman para formar nuevas unidades, sino simplemente para abastecer las existentes de hombres. Como hemos dicho, las partidas fronterizas no consiguen enganchar el número de reclutas suficientes para cubrir todas las plazas vacantes por deserción o por muerte de los soldados. Por lo tanto, en el caso de los regimientos extranjeros, el uso de asientos de “recluta” es cosa común a lo largo del siglo XVIII. Se trata aquí, como lo ha demostrado un estudio reciente, de un contrato en el cual se recurre a un auténtico mercader al por mayor de soldados17. Generalmente un oficial o un negociante extranjero, el asentista hace valer sus recursos propios y sus relaciones en el lugar de reclutamiento. El contrato que se negocia con la corona especifica la duración del asiento, el número de soldados y el precio que pagará la hacienda real por cada hombre. Ese precio debe cubrir los gastos de la recluta que corren por cuenta del asentista, incluido el transporte hasta un puerto español -generalmente Barcelona- donde un comisario registra al soldado. Por consiguiente, el negocio de soldados no se diferencia de otro tipo de mercancía en el cual el beneficio se calcula en el precio final de cada recluta. Los precios varían mucho según las épocas, y así durante la primera mitad del siglo XVIII se tasan entre 220 y 450 reales, siendo el lugar de procedencia la variable más importante por razón del coste del transporte (cuadro 1). En todo caso, el precio de una recluta extranjera es mucho mayor que el de una recluta española que se evalúa en los años 1740 en torno a los 166 reales18.

Cuadro 1. Precio por soldado según los asientos de recluta (1721-1764) (en reales de vellón)

Italia Flandes

Huet (1721)

Trigona (1748)

Castelli (1749, 1757)

Martínez Beltrán (1756, 1764)

Betti (1760)

Ruyter (1722)

Vanderlepe (1759)

330 240 225-240 205-240 225 480 450

Fuente: AGS, Guerra Moderna, leg. 2226 y 2308; Andújar Castillo, “La privatización…”.

Una vez las reclutas son registradas por el comisario, el inspector general de

infantería redistribuye los hombres entre los regimientos extranjeros, teniendo que pagar cada capitán a la hacienda real el precio de sus reclutas. Los asientos no suponen una inversión importante de dinero para la corona, puesto que lo gastado con el asentista lo recupera con los oficiales. El problema viene de la dificultad de gestionar diferentes asientos, por cantidades reducidas de soldados y por tiempos limitados. A partir de los años 1740, se observa una tendencia a concentrar los contratos entre algunos grandes asentistas.

15 El proceso ha sido ampliamente estudiado por ANDÚJAR CASTILLO op. cit.. 16 A.G.S., G.M., leg. 2233 y 2234. El mismo año, se usa del mismo método en el regimiento de guardias españolas para el aumento de doce compañías nuevas. A.G.S., G.M., leg. 2246. 17 ANDÚJAR CASTILLO “La privatización del reclutamiento…”. 18 Ídem, 138.

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Esos asientos -que llamaremos “generales”- no se diferencian fundamentalmente de los precedentes, sino que duran más tiempo y se negocian para una cantidad mayor de soldados. Paulatinamente, los asientos se renuevan generalmente con los mismos asentistas por espacios de tiempo más amplios, de dos hasta ocho años, y para una cantidad de hombres cada vez mayor. Así el barón de Castelli obtiene dos asientos en 1749 y 1757 respectivamente de seis y cuatro años por la recluta en Génova de 14.000 y 4.600 hombres. Del mismo modo, en Parma, la familia Martínez Beltrán recluta en dos ocasiones, en los periodos 1756-1758 y 1764-1768, 2.000 y 4.000 soldados para los regimientos extranjeros19. Potenciando el sistema de asientos con unos cuantos grandes asentistas, hay una clara voluntad de la corona de racionalizar y centralizar el proceso de reclutamiento extranjero, negociando con un solo intermediario el precio de la recluta en cantidad importante, en vez de tener que firmar contratos puntuales con varios particulares para pequeños números de hombres. No se trata de un proceso de privatización, en la medida en que los sistemas anteriores tampoco eran controlados por la corona. Al contrario, con los asientos generales, se trata para la corona de tener un mayor protagonismo en un proceso que tradicionalmente no controla (las partidas) o que está en manos de varios pequeños empresarios militares (asientos de recluta), creando lo que se asemeja a la concesión de monopolios a empresarios privados.

De la recluta por comisión -el tercer modo de reclutamiento- se tiene constancia desde los años 1720 y se caracteriza por una mayor implicación del Estado. En este caso, la corona solicita a un oficial de un regimiento que vaya a reclutar una cierta cantidad de hombres en un determinado lugar. Aunque, al igual que los asientos, el sistema se basa en contratos, el procedimiento es bien diferente, puesto que la corona se compromete a cubrir todos los gastos. No hay inversión previa de dinero por parte del oficial a cambio de un empleo, de un ascenso o de una patente en blanco. El oficial sólo está comisionado para llevar a cabo un trabajo planificado, financiado y controlado desde la Secretaría de Guerra. En 1726, aprovechando el acercamiento con Viena, el embajador español negocia una comisión de reclutamiento de 600 hombres en los Países Bajos dirigida por un oficial flamenco al servicio de España, el conde de Lannoy, y formada por cinco oficiales, doce sargentos y doce cabos. Antes de salir, se le confían cartas de cambio para poder financiar los gastos de enganche, de subsistencia y de transporte20. Las comisiones siempre son puntuales y se organizan en ocasiones especiales cuando la situación internacional permite una campaña oficial de reclutamiento21. La recluta por comisión demuestra la preocupación creciente de la corona por el problema de la falta de hombres en la infantería extranjera y de su implicación política y financiera para ayudar a los oficiales.

El caso más ilustrativo del uso de la comisión como solución alternativa a los asientos se encuentra en el acuerdo de 1766 entre la Secretaría de Guerra y Guillermo Du Tillot, Secretario de Estado y del Despacho del duque de Parma, para levantar y enviar a España los soldados que se necesitaran a cuenta de la hacienda real española. Esta comisión se presenta como un verdadero monopolio que otorgaba la recluta a Du Tillot por un tiempo indefinido sin número concreto de soldados. De hecho, la puesta en marcha del acuerdo acaba con el sistema de asientos generales: en 1766, la contrata del asentista Marcos Antonio Martínez Beltrán queda suspendida antes de llegar a su término. Es probable que Du Tillot sacara algún beneficio de la empresa, a pesar de las declaraciones

19 Ídem, 140. 20 A.G.S., G.M., leg. 2237. La comisión del conde de Lannoy tiene también por objetivo negociar secretamente en Lieja la compra de diez a doce mil fusiles. 21 A.G.S., G.M., leg. 2297. La breve ocupación francesa de los Países Bajos en 1745 es ocasión para otra comisión de reclutamiento.

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oficiales que afirman que la comisión “no era por empresa, sino por economía y por cuenta del Rey”22. Sin embargo, el acuerdo con el ministro parmesano demuestra una vez más el deseo de la corona española de tener un mayor control sobre el proceso de reclutamiento de soldados extranjeros y de establecer una red duradera de abastecimiento. La Secretaría de Guerra intenta esta vez cambiar de intermediario, pasando de empresarios particulares a un pacto con un representante de un Estado estrechamente unido por vínculos dinásticos a la corona española.

Podemos apreciar, por todo lo indicado, la variedad de sistemas para la recluta extranjera y, sobre todo, se puede distinguir una evolución que parte de una situación fragmentada entre varios pequeños empresarios sobre los cuales la secretaría tiene poco o ningún control, para llegar a una centralización de los asientos y al mayor control por parte de la secretaría de las redes de abastecimiento. Lo que está en juego es evidentemente la autoridad del Estado sobre las tropas extranjeras y singularmente su capacidad de suministrar directamente los hombres que necesitaran para no depender de pequeños empresarios que piden, a cambio de reclutas, empleos y patentes. La falta de hombres es lo que hace necesario los procesos venales, por lo tanto es lógico que la Secretaría de Guerra intente cortar el sistema de raíz. Consecuentemente, aunque los términos “privado” y “público” sean de difícil uso en el Antiguo Régimen, la tendencia que se observa entre 1740 y 1766 no es de “privatización”, sino al contrario, repetidos intentos de poner el reclutamiento de soldados extranjeros bajo el control directo de la Secretaría de Guerra para limitar el recurso a los asentistas de recluta.

Sin embargo, ninguno de los experimentos resultó satisfactorio, puesto que los asentistas generales no sólo son intermediarios sospechosos, sino también poco fiables. En varios casos, las contratas no se cumplen o los soldados que envían no tienen los requisitos exigidos. Tampoco el acuerdo con el ministro de Parma dará más satisfacción por la mala calidad de las reclutas, debido a una cláusula del contrato que no permite a los comisarios de guerra examinar en Barcelona la calidad de los soldados recibidos23. Esto nos hace pensar que el interés de Du Tillot en este acuerdo no era tanto el de obtener un beneficio en metálico, sino el de librar al ducado de Parma de todos sus vagos y delincuentes. No obstante, la confianza política entre ambas cortes hace que la comisión de Parma se mantenga con continuidad desde 1766 a 179324. Por lo tanto, en 1768, en vísperas de la publicación de las nuevas ordenanzas del ejército, el problema de la recluta de extranjeros está en la agenda de la Secretaría de Guerra sin que se haya encontrado aún una solución conveniente. En este contexto, el potente regimiento de guardias walonas, que tiene mucho interés en el asunto por la cantidad de reclutas que necesita, va a ofrecer sus servicios a la corona. 2. UN ACTOR ECONÓMICO AUTÓNOMO: LA GUARDIA WALONA

Para comprender el papel del regimiento de guardias walonas en el reclutamiento de soldados, hay que hacer previamente unas precisiones importantes con el fin de entender el funcionamiento económico del cuerpo. Este es un aspecto de la historia militar poco estudiado, ya que tradicionalmente el regimiento se analiza como estructura social o institucional y los aspectos económicos se examinan solo desde la perspectiva de la hacienda militar y de los gastos de guerra. Pese a todo, el regimiento también es una estructura económica dentro de la cual hay dinero que circula, préstamos y deudas entre los

22 ANDÚJAR CASTILLO “La privatización del reclutamiento…”, 144-145. 23 Ídem, 144. 24 A.G.S., G.M., leg. 2350.

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oficiales. Uno de esos aspectos sobre el que casi no existe bibliografía es el funcionamiento de las “cajas” dentro de los regimientos gestionadas por los mismos oficiales. En este apartado no pretendemos rellenar el vacío historiográfico, sino aportar unos datos sobre el gobierno económico interno del regimiento de guardias walonas que le permitió jugar un papel importante en el mercado de la recluta de soldados extranjeros.

Los privilegios económicos que disfruta el regimiento de guardias walonas sólo se pueden entender en el contexto de su formación durante la Guerra de Sucesión. A su inicio, entre 1702 y 1703, el cuerpo cuenta sólo con 1.300 hombres repartidos en 26 compañías. La leva es organizada por el marqués de Bedmar, comandante general de los Países Bajos, y financiada por la hacienda real francesa25. En el origen de la iniciativa está Luis XIV, que quiere dar a su nieto una tropa de élite para su Casa real, movilizando a todas las principales familias felipistas de Flandes, entre las cuales destacan el duque de Havré, que recibe la coronelía, el príncipe de Chimay, el marqués de Lede, el conde de Bergeyck o el príncipe de T‟Serclaes, que tienen todos parientes entre la oficialidad del regimiento. Llegado a principios del año 1704 a España, el regimiento de guardias walonas va a participar en casi todas las campañas de la Guerra de Sucesión. La eficacia táctica del cuerpo le vale tres aumentos sucesivos de los efectivos, en 1704, 1710 y 1719, hasta llegar a la cifra de 4.200 hombres que tendrá durante prácticamente todo el siglo XVIII. Si la creación del cuerpo fue a costa de la corona francesa, las dificultades económicas de la hacienda real española no permitieron proporcionar los socorros debidos a los oficiales durante el conflicto sucesorio. Se puede considerar que al menos de 1704 a 1710, los oficiales tuvieron que mantener el regimiento con su propio dinero, incluyendo la recluta y los aumentos. Así, por ejemplo, en 1712, cuando se hacen las cuentas, se calcula que la hacienda real debe a los oficiales 2.279.694 reales, y en 1715 aún quedan por pagar 1.476.715 reales26. Durante la contienda, los oficiales tuvieron que organizar el reclutamiento, buscar mercaderes y sastres para comprar la tela y fabricar el vestuario27. Es decir que los oficiales adquirieron la costumbre de llevar sus cuentas por sí mismos y sólo esperaban de la hacienda real que les reembolsase el dinero adelantado. Por cierto, la corona nunca llegará a reembolsar sus deudas, pero el cuerpo de oficiales va a conseguir una serie de privilegios que les permitirá seguir llevando sus cuentas lejos de las oficinas de la tesorería general.

La medida más simbólica es sin duda la concesión al coronel, por Real Orden de 7 de agosto de 1712, de la autoridad absoluta sobre la gestión de la masa del regimiento. Como se sabe, la masa es la retención que se hace normalmente en la tesorería sobre los sueldos de los soldados y oficiales del cuerpo para poder pagar el vestuario y el armamento. Pero a diferencia de los regimientos de línea, como lo recuerda el duque de Havré, en los regimientos de la guardia ese caudal “le tiene conferida Vuestra Majestad la administración en la misma conformidad que al Ministro de la Guerra el de la masa del ejército”28. El único sistema de control sobre la gestión de esos fondos está previsto por la misma orden real de 1712 que obliga al coronel a nombrar cada año a dos oficiales del cuerpo para que averigüen la buena conducta de las cuentas. De hecho, estos informes nunca remontan hasta la secretaría y, salvo caso excepcional de conflicto entre el coronel y los capitanes, siempre son favorables29. Se trata de una gran ventaja que concede concretamente todo el

25 A.M.A.E., Correspondance Politique. Espagne, leg. 94, ff. 358-359. Real Orden (Madrid, enero de 1702). 26 A.H.N., Estado, leg. 779; A.G.S., G.M., leg. 2255. 27 A.H.N., Estado, leg. 779. El duque de Havré al marqués de Grimaldo (Madrid, 21 de febrero de 1712). Los oficiales deben 1.000.000 de reales a los mercaderes parisinos. 28 A.G.S., G.M., leg. 2243. El duque de Havré a Miguel Durán (Madrid, 30 de diciembre de 1715). 29 A.G.S., G.M., leg. 2330.

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poder al coronel sobre la distribución interna de los caudales recibidos de la tesorería. Esto entra en total contradicción con el sentido general de las reformas del ejército impulsadas a principios del reinado de Felipe V sobre el modelo francés, que se esforzaron en rebatir el poder del coronel sobre la gestión económica de los fondos, dando más protagonismo a un poder administrativo y logístico interno independiente del coronel y personificado por el sargento mayor30. De hecho, en los regimientos de guardias, el sargento mayor no tiene como en los demás regimientos el rango de tercer oficial del cuerpo, sino que actúa bajo las órdenes exclusivas del coronel, siendo en la mayoría de los casos un pariente o una hechura suya en vez de ser elegido entre los capitanes más antiguos y más capacitados en el manejo de las cuentas31.

Con todo, el regimiento de guardias walonas (como su homólogo español) consiguió mantener una fuerte autonomía económica respecto a la administración real. Cada año, el regimiento percibe una cantidad abrumadora de dinero de la real hacienda que, sumando prest y masa, llega a 4.739.294 reales en 1715, 5.523.965 en 1770 y 6.484.117 en 179032. En comparación, un regimiento de línea cuesta una media de 950.000 reales anuales a la hacienda real, teniendo en cuenta que una parte queda en la tesorería en concepto de masa y que la distribución de los caudales va directamente a los capitanes por intermediación del sargento mayor, sin que pase por las manos del coronel. Por lo tanto, una consecuencia importante de los privilegios otorgados a los regimientos de la Casa real, y que ha pasado hasta ahora totalmente desapercibida, es la capacidad económica que supone el mando de tales unidades. La gestión de ese dinero queda a discreción del coronel, a través del sargento mayor y de sus dos asesores elegidos entre los oficiales -los habilitados- que actúan uno en Barcelona y otro en Madrid, que son quienes manejan la “caja” del regimiento. De esta administración no hay prácticamente ningún documento en los archivos de la Secretaría de Guerra y por lo tanto poco se sabe de su funcionamiento exacto. Una vez distribuido el prest y la masa a los capitanes, queda aún una cantidad en la caja que se puede valorar, por los pocos documentos que se conservan, en más de 3.000.000 de reales. La falta de control sobre esos fondos ha dado a veces lugar a quejas. Así, en 1715, varios capitanes representan a la secretaría que el habilitado, Balduino Desmarets, no da ninguna cuenta de su gestión a los oficiales y se sospecha que se ha aprovechado del dinero. En esa ocasión hay rumores en el regimiento que dicen que “don Balduino Desmarets vino a España con una ayuda de costa que le mandó dar el señor marqués de Bedmar, sin tener otra hacienda, y que ahora tiene pasados los diez y siete a veinte mil doblones”33. Pero, por lo general, la gestión de la caja no parece provocar conflictos, o al menos no remontan hasta la secretaría, lo que permite pensar que los oficiales se controlan entre sí y que todos sacan provecho de esta cierta opacidad en el manejo de las cuentas. Por lo que se sabe, los fondos sirven primeramente como caja de ahorros y de solidaridad que permite dar a los oficiales algún socorro en caso de no poder reembolsar sus deudas. La caja no sólo es alimentada por el dinero procedente de la tesorería real, sino también por los oficiales mismos. Cuando un oficial obtiene una compañía deposita una cantidad de dinero en la caja para cubrir los gastos que no estén cubiertos por la hacienda real. Esa caja puede adelantar sueldos, prestar dinero o ayudar a

30 ANDÚJAR CASTILLO Los militares en la España…, 111-112; ROWLANDS, G. (2002) The Dynastic State and the Army under Louis XIV. Royal Service and Private Interest, 1661-1701. Cambridge, Cambridge University Press, 212-218; DRÉVILLON, H. (2005) L’impôt du sang. Le métier des armes sous Louis XIV. Paris, Tallandier, 46-53. 31 Hay que esperar hasta 1795 para que el sargento mayor de la guardia real sea considerado como tercer oficial del regimiento. A.G.S., G.M., leg. 5956. Real Orden (24 de abril de 1795). GLESENER op. cit., 262- 266. 32 A.G.S., Guerra Moderna, leg. 2255; A.G.S., D.G.T., inv. 33, leg. 36. 33 A.G.S., G.M., leg. 2243. Pedro Paredes a Miguel Durán (Barcelona, 29 de diciembre de 1715).

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alguna viuda en dificultad34. La solidaridad económica que se forma en torno a la caja se manifiesta en las defunciones: en varios casos, los habilitados y el sargento mayor son las personas que gestionan los bienes de los oficiales y son muy a menudo nombrados albaceas en los testamentos para liquidar las sucesiones tras redimir las cuentas pendientes con el regimiento35. El capital acumulado, sin embargo, permite sobre todo financiar y organizar la recluta, una de las cargas más costosas que los oficiales deben asumir.

La recluta es una operación financiera que requiere mucho capital, o al menos una capacidad de crédito importante. Además, un regimiento de más de 4.200 hombres necesita un flujo permanente de nuevos soldados. En 1766, el coronel de guardias walonas estimaba que su regimiento necesitaba un promedio de 700 hombres anuales, pero podía ascender hasta 1.000 en tiempos de guerra36. Así mismo, el precio de la recluta en Flandes es casi el doble de la italiana (cuadro 1), lo que conduce a la guardia walona a diversificar sus lugares y sus formas de reclutamiento. Como los demás regimientos, tiene sus partidas permanentes localizadas en la frontera pirenaica: una en Figueras, otra a partir de 1750 en Zaragoza, y una tercera en Cataluña, encargada de recuperar a los desertores, empleando cada una entre 8 y 16 suboficiales37. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el cuerpo aprovecha el capital que tiene en sus cajas para contratar directamente con asentistas. Así, en 1721, el conde de Glimes informa a la secretaría que el regimiento ha firmado un contrato con Pedro Huet para que reclute 1.000 hombres en Italia para el regimiento a 5,5 doblones cada uno38. También se sabe que se pasaron asientos con empresarios militares en Holanda (Veltzer en 1720, Ruyter en 1721-1722)39. Estos asentistas, contratados directamente por el regimiento, no tienen patentes de la corona, lo que tiene la ventaja de no implicar demasiado a la autoridad real con las soberanías de las zonas de reclutamiento. En una minuta de la secretaría de 1722 se dice de Pedro Huet que es un “asentista de reclutas sin despacho alguno de Su Majestad y es de su riesgo lo que aconteciere con los hombres y reclutas… parece no queda comprometida la real autoridad, y este género de gentes se podrán mandar salir siempre que hagan desórdenes en cualquier parte”40. Durante los años 1720 el regimiento lleva su recluta sin intervención de la administración real, negociando solamente algunas compensaciones con la hacienda real. Así, por ejemplo, tras las campañas de Sicilia y Ceuta de 1718 y 1721, la necesidad de hombres es muy alta por las pérdidas sufridas y por el aumento de dos nuevos batallones. Argumentando la falta de medios de la oficialidad y las deudas pendientes de la Guerra de Sucesión, el regimiento obtiene un incremento de las gratificaciones, la entrega de una parte de la gran masa al regimiento, y que las compañías sean reputadas completas en las revistas durante dos años41. Con eso, el regimiento comisiona en 1718 a dos de sus oficiales para llevar a cabo misiones secretas de recluta en Génova y Livorno42.

La situación cambia a partir de la tercera década del siglo XVIII. El reclutamiento empieza a pesar en las arcas del regimiento y es motivo de más quejas de los oficiales que solicitan la ayuda de la secretaría. Dos razones pueden explicar el cambio. La primera que hasta entonces los lugares de reclutamiento eran negociables. Así, mientras que en 1719 las

34 A.G.S., G.M., leg. 5948. 35 Un ejemplo en Archivo Histórico de Protocolos de Barcelona, Mas Vidal (1774-1779), ff. 90-98. Testamento de Alejandro Beretta (Barcelona, 23 de diciembre de 1792). 36 A.G.S., G.M., leg. 2306. 37 A.G.S., G.M., leg. 2301 y 2345. 38 A.G.S., G.M., leg. 2226. El conde de Glimes a Miguel Durán (2 de junio de 1721). 39 A.G.S., G.M., leg. 2308. 40 A.G.S., G.M., leg. 2234. 41 A.G.S., G.M., leg. 2226. El conde de Glimes al marqués de Castelar (Madrid, 2 de junio de 1721). 42 A.G.S., G.M., leg. 2218.

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doce compañías de aumento fueron reclutadas en la Península, en los años siguientes parece que la obligación de reclutar fuera de los dominios del rey se hace más firme43. Por lo tanto, la recluta en el extranjero supone un aumento de coste considerable para los oficiales. La segunda que el incremento del control sobre el escalafón por vía de antigüedad deja menos margen de negociación a los oficiales para canjear la inversión en la recluta por un ascenso. En el aumento de 1719 la leva de las doce compañías recayó en doce tenientes del cuerpo que obtuvieron el empleo de capitán a cambio de su participación financiera44. En los años siguientes este tipo de acuerdo ya no se renueva, lo que lleva a pensar que los oficiales se hubieran desanimado a invertir su dinero en el reclutamiento. En todo caso, se constata una dependencia mayor del regimiento de la administración real para completar sus filas. Así, a partir de 1733 el coronel marqués de Risbourg se ve obligado a solicitar que se le remitan soldados reclutados por los asientos generales de la corona45. Desde la década de 1740 el regimiento recibe de forma regular soldados de los asientos generales pasados por la corona con el barón de Castelli y la familia Martínez Beltrán46. Se da un paso más hacia la dependencia del cuerpo para el abastecimiento de reclutas cuando la corona debe socorrer al regimiento firmando asientos de reclutas con destino exclusivo a las guardias walonas. El cuerpo ya no es capaz de tener sus propios asentistas, sino que debe pasar por la intermediación de la secretaría. Así, en 1762, el secretario de Guerra, Ricardo Wall, acepta la propuesta de Juan Adolfo Vanderthommen para la leva de 550 hombres en el principado de Lieja con destino a la guardia walona a cambio de dos banderas para sus hijos en dicho regimiento47.

Estos ejemplos muestran que con el paso del tiempo la guardia walona pierde la capacidad -o la voluntad- de gestionar por sí sola sus necesidades de hombres, y que la administración real tiene un mayor protagonismo en el proceso. Esta evolución supone un aumento de gastos para la corona y una pérdida de autonomía para el regimiento, ya que la recluta ya no es asunto propio del cuerpo, sino que es un problema que incumbe también al Estado, debiendo ambos asociarse para resolverlo. 3. LA RECLUTA GENERAL (1769-1793)

En la década de 1760 dos hitos marcan una importante evolución hacia un sistema estatal de reclutamiento extranjero gestionado por el regimiento de la guardia walona. En 1760 el coronel conde de Priego recomienda muy calurosamente la propuesta de un guardia de corps, Juan Vanderlepe, natural de Brujas y casado en Sevilla, el cual ofrece sus servicios a la corona para reclutar en Holanda hasta 10.000 hombres. No se trata de un asentista convencional, puesto que el hombre sólo pretende ofrecer su conocimiento del país, los amigos y parientes que tiene allí, y su práctica de las lenguas alemana y neerlandesa. En cuanto a su interés propio, “no pretende manejar otro interés que aquella gratificación que la piedad del rey le mande consignar”. Sin embargo, la “gratificación” que solicita viene recogida en una carta adjunta donde requiere un empleo de comisario de guerra y una patente en blanco de capitán. Esto no le impide efectuar críticas muy duras contra los asentistas “que se pueden llamar propiamente tratantes de carne humana”. Según él, el barón de Castelli vende la recluta a precio fijo de 15 pesos viaje incluido, pero se sabe muy bien que cada hombre no le cuesta más de 5 pesos, lo que hace un beneficio muy alto para

43 A.G.S., G.M., leg. 2233. 44 A.G.S., G.M., leg. 2234. 45 A.G.S., G.M., leg. 2240. El marqués de Risbourg a José Patiño (Madrid, 24 de agosto de 1733). 46 A.G.S., G.M., leg. 2295, 2301 y 2308. 47 A.G.S., G.M., leg. 2313.

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la poca calidad de su recluta. En consecuencia, Vanderlepe recomienda que toda la recluta “se haga por cuenta de Su Majestad” y da varios consejos para disminuir los costes: comisionar oficiales de la guardia walona para organizar la leva, enviar un contador para manejar los caudales, cargar las reclutas en dos barcos de la real armada que llevarían al mismo tiempo cargamentos comerciales y servirían también de depósito para albergar las reclutas48. La propuesta de Vanderlepe es muy novedosa en el sentido de que marca el camino hacia una gestión directa del reclutamiento extranjero por la administración real y establece que los intermediarios solo actúen como comisionados de la secretaría sin obtener un beneficio directo del negocio. La propuesta no es aceptada por la corona que prefiere recurrir una vez más al método tradicional de los asientos de reclutas, firmando dos contratos, en 1761 y 1762 respectivamente, con Lamberto Cherin y Juan Vanderthommen. Sin embargo, los resultados se revelan desastrosos y los asientos son suspendidos tras un informe demoledor de un oficial de la guardia walona que los acompañó a Flandes49.

A pesar de no concretarse la propuesta de Vanderlepe, la idea de una gestión directa de la recluta extranjera surge de nuevo a iniciativa esta vez del conde de Priego. La ambición del coronel de guardias walonas era establecer en Flandes una partida permanente dirigida por sus propios oficiales para mantener un flujo constante de reclutas. De hecho, la actuación poca cuidadosa de los asentistas privados empieza a molestar seriamente al gobierno de Bruselas y peligra toda posibilidad de seguir reclutando en la proximidad de las provincias austriacas. Por lo tanto, desde 1761, con la firma sucesiva de los últimos asientos, hay un oficial del cuerpo que se encuentra en Flandes casi de forma permanente para controlar el trabajo de los asentistas. Además, entre 1766 y 1769, la leva del regimiento de Voluntarios Extranjeros en el principado de Lieja a costa del marqués de Torremanzanal aumenta la tensión con Bruselas50. El marqués de Torremanzanal delegó la responsabilidad de reclutar 1.100 hombres en tres asentistas: el caballero de Utré, Juan Descafin y el señor de Chateauveron. La empresa se convierte en una estafa a gran escala con repercusiones políticas: los agentes del marqués de Torremanzanal son acusados por el gobierno de Bruselas de reclutar en secreto en los Países Bajos y de no pagar las deudas contraídas con varios particulares en Flandes. Aunque esa leva no tenga nada que ver con las guardias walonas, el oficial del cuerpo debe actuar como mediador para apaciguar las tensiones con Bruselas y Viena y así, finalmente, el conde de Priego obtiene de la hacienda real que pague una parte de las deudas de los agentes del marqués de Torremanzanal, ofreciendo que una porción sea financiada por los caudales de su regimiento51. Estas malversaciones y las tensiones crecientes con Bruselas incitan el conde de Priego a proponer que se organice una red estable de abastecimiento de reclutas gestionada por sus propios oficiales, con patentes de la corona y con el acuerdo de Viena. A este fin, el coronel consigue convencer al ministro plenipotenciario de Viena en Bruselas, el conde de Cobenzl, que es del interés de ambas cortes apoyar la iniciativa de su regimiento52. En Madrid, el ambiente político no es favorable al aumento de los gastos militares. El Secretario del Despacho de Guerra, Juan Gregorio Muniáin, nombrado en 1766, es uno de los más grandes promovedores de la venta de empleos para evitar que los incrementos de tropas recaigan sobre las arcas del

48 A.G.S., G.M., leg. 2308. Juan Vanderlepe al conde de Priego (enero de 1760) 49 A.G.S., G.M., leg. 2313. Andrés Vriesen al conde de Priego (Malinas, 21 de julio de 1763) y el conde de Priego al marqués de Esquilache (Madrid, 6 de enero de 1764). 50 ANDÚJAR CASTILLO El sonido del dinero…, 304-312. 51 A.G.R., Secretaría de Estado y Guerra, leg. 802 y 803. 52 A.G.R., Secretaría de Estado y Guerra, leg. 802. El conde de Priego al conde de Cobenzl (Madrid, 8 de febrero de 1768).

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Estado53. Por lo tanto, cuando el 26 de enero de 1768 el conde de Priego solicita la autorización para reclutar 1.000 hombres en los Países Bajos, la propuesta se presenta como una leva puntual y aún no se trata de establecer una partida permanente54. A pesar de ello, el coronel logra que la campaña de reclutamiento sea llevada por sus oficiales y no por asentistas y que la hacienda real le proporcione los medios suficientes para financiar la operación. Fiel a su línea política, Muniáin sólo acepta pagar directamente el transporte, y cede por lo demás al coronel la facultad de vender directamente 23 empleos de alféreces55. En total, la hacienda real asume únicamente un 22% del coste total, mientras que la operación venal cubre el 37% del gasto, el restante 40% queda a costa de los oficiales (cuadro 2). A fin de cuentas, el regimiento sustituye a los asentistas para servir de gestor de la recluta. La implicación financiera del Estado es mayor, pero sigue siendo reducida respecto a lo que los oficiales invierten en la operación. Sobre todo tiene un coste político, ya que 23 de las 42 banderas del regimiento fueron subastadas al mejor comprador.

Con todo, la leva es un éxito: las reclutas llegan en los plazos y son de buena calidad. El mantenimiento de la partida en Flandes recibe apoyos políticos de todas partes: en España, el inspector general de la infantería, el conde de O‟Reilly, o el consejero de Guerra y capitán general de Andalucía, el marqués de Vanmarcke, insisten en la necesidad de mantener la partida56. En Flandes, el conde de Priego se gana poderosos protectores aprovechando sus influencias: consigue para el sobrino del conde de Cobenzl el grado de teniente coronel del ejército español, obtiene para un protegido del gobernador general de los Países Bajos, Carlos de Lorena, una bandera gratis en su regimiento57. Sin embargo, a pesar de tales valedores, la guardia walona no puede soportar el coste financiero de la empresa. En 1771, el coronel debe pedir un adelanto de 200.000 reales a la corona y, dos años después, solicita de nuevo a la hacienda real otra ayuda de 336.757 reales58. En 1773, Priego solicita autorización para poner a la venta más plazas, pero una consulta del inspector general de la infantería, el conde de O‟Reilly, lleva a la secretaría a buscar otros medios, como el incremento de las gratificaciones59. Además, a partir de 1776, con la supresión progresiva de la venalidad militar en Francia, disminuyen los candidatos dispuestos a pagar para servir en España, lo que conduce al abandono definitivo de la venta directa de empleos para financiar la recluta de Flandes60. Por lo tanto, entre 1773 y 1777, empieza una larga negociación con la secretaría para que la hacienda real se implique más en la financiación de la partida de Flandes61. Finalmente, el acuerdo se consigue en torno a tres puntos. Primeramente, la hacienda invierte mucho más dinero: entre 1768 y 1781, la corona pasa de una financiación directa por vía de gratificación del 22% al 60% del total del gasto (cuadro 2)62. En segundo lugar, las zonas de reclutamiento se extienden y se estabilizan: en 1772, el príncipe obispo de Lieja acepta la instalación permanente de la

53 ANDÚJAR CASTILLO El sonido del dinero…, 315-365. 54 A.G.S., G.M., leg. 2315. 55 A.G.S., G.M., leg. 2324, 2337 y 5948. Los precios de venta varían de 11.294 reales a 60.000 reales. 56 A.G.S., G.M., leg. 5948. El conde de O‟Reilly al conde de Ricla (Madrid, 19 de julio de 1773); A.G.S., G.M., leg. 2324. El marqués de Vanmarcke al conde de Ricla (Puerto de Santa María, 26 de agosto de 1773). 57 A.G.R., Secretaría de Estado y Guerra, leg. 802; A.G.S., G.M., leg. 2324. 58 A.G.S., G.M., leg. 2337. 59 A.G.S., G.M., leg. 5948. El conde de O‟Reilly al conde de Ricla (Madrid, 19 de julio de 1773). 60 A.G.S., G.M., leg. 5948. El conde de Priego al conde de Ricla (Madrid, 14 de mayo de 1776); CORVISIER, A. (dir.) (1992) Histoire militaire de la France. Paris, PUF, t. 2, 115-117. 61 A.G.S., G.M., leg. 5948 contiene el detalle de la negociación. 62 A.G.S., G.M., leg. 5948. Por ordenanza de 1773, la hacienda real da 9 reales y 24 maravedíes de gratificación mensual por cada plaza a los dos regimientos de la guardia real. En 1777, la guardia walona obtiene un aumento de 7 reales para financiar la recluta general. En total, si el regimiento está completo, la hacienda real paga alrededor de 800.00 reales al año.

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partida en la capital de sus estados63; en 1774, la partida de Lieja tiene permiso para reclutar en Alemania y, a partir de 1776, puede levantar en todas las antiguas 17 Provincias64; desde 1774, el regimiento tiene un comisionado en Génova, Domingo Simon Parodi, el cual se encarga de reclutar para las guardias walonas remitiendo los hombres al depósito de Barcelona65. Así, lo que en adelante se denomina la “recluta general” está compuesto por las tres partidas gestionadas por la guardia walona, llamadas de Flandes (Lieja), de Italia (Génova) y de la frontera (Figueras). El tercer punto del acuerdo, uno de los más relevantes, es la autorización concedida al regimiento para abastecer los demás regimientos extranjeros de reclutas. Se establece un precio fijo: los oficiales de la guardia walona pagan 300 reales por recluta, mientras que la hacienda real paga 600 reales para las demás reclutas, que revende en seguida a los oficiales de la infantería extranjera. Por consiguiente, la parte que incumbe al regimiento disminuye drásticamente, cayendo de un 40% a un 7% (cuadro 2). Cuadro 2: Evolución de la financiación de la partida de Flandes (1769-1781) (en reales de vellón)

Gasto Abono

Año Reclutas Total Por recluta Hacienda real Guardia Walona Venta recluta Venta oficios

1769-1773 1.000 1.528.579 1.528 336.757 (22%)

624.522 (40,8%)

- 567.298 (37,2%)

1776 360 473.727 1.316 164.952 (37,6%)

152.974 (34,9%)

155.800 (35,6%)

-

1780-1781 867 1.043.664 1.203 622.961 (59,7%)

80.172 (7,7%)

292.080 (28%)

-

Fuente: AGS, Guerra Moderna, leg. 2324, 2340 y 5948.

A pesar de ser finalmente un éxito para el regimiento, de esta larga negociación con

la corona nace una víctima: el conde de Priego. Hasta que se logra el acuerdo, la guardia walona está sometida a una doble presión, económica y política. Por un lado, la gestión directa del reclutamiento sin una ayuda sustancial de la hacienda real dispara los costes para el regimiento y sus oficiales. Así, durante esos años, las cajas del cuerpo acusan un déficit anual de más de 330.000 reales, llegando la partida de Flandes en 1775 a estar empeñada hasta 848.033 reales66. Por otro lado, las reclamaciones del conde de Priego para una mayor financiación de la partida incita a la Secretaría de Guerra a intervenir en las cuentas del regimiento, con lo que en 1777, por primera vez en la historia de la guardia real, el conde de Priego tiene que entregar al ministro un detalle de los caudales de la caja del regimiento en contradicción con los privilegios que disfrutaba hasta entonces67. Con todo, en el mismo año, discrepancias en el cuerpo de oficiales ponen en duda la buena gestión del coronel y una denuncia llega hasta la secretaría, la cual decide reunir una junta para investigar el asunto. Los comisarios señalan una completa falta de rigor en el manejo de los fondos. Entre muchos reparos, deploran la ausencia de registros de cuentas, apuntan el nulo control sobre el dinero pagado a los mercaderes de armas o de paños, y el uso de los fondos del regimiento como caja privada por parte de los oficiales68. La falta de

63 A.G.S., G.M., leg. 2335. 64 A.G.S., G.M., leg. 5948. 65 A.G.S., G.M., leg. 2339. 66 A.G.S., G.M., leg. 2340 y 2347. A partir de principios de los años ochenta la partida tiene sus cuentas en equilibrio, pero aún en 1786 arrastra un déficit total de 440.963 reales. 67 A.G.S., G.M., leg. 5948. 68 A.G.S., G.M., leg. 2332. Noticia de los reparos más sustanciales que se han encontrado en las cuentas generadas del regimiento de reales guardias walonas formadas por Dn Ventura Escalante de los dos años de 1776 y 1777 que ha tenido a su cargo el manejo de los intereses del cuerpo en esta corte…. Madrid, 16 de mayo de 1778.

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documentos contables no permite a la junta comprobar las malversaciones, como tampoco la responsabilidad directa del conde de Priego. Sin embargo, para evitar el oprobio público, el coronel tiene que pedir su licencia absoluta en septiembre de 1778 y retirarse a Francia bajo el pretexto de su mala salud69. Dos años más tarde, la junta publica un nuevo reglamento para la dirección económica de los regimientos de la guardia real, que los coloca bajo el control de la secretaría70. A fin de cuentas, el nuevo papel de la guardia walona en el abastecimiento de reclutas extranjeras tiene un elevado coste político que se traduce en un recorte de la autonomía financiera de las tropas reales. Es un elemento a tomar en cuenta a la hora de explicar el descontento de la oligarquía militar, que empieza a manifestarse al final del reinado de Carlos III y que tendrá consecuencias políticas dramáticas bajo el de Carlos IV71.

¿Qué balance se puede hacer de la recluta general? A partir de 1769 la corona dirige el abastecimiento de reclutas extranjeras por toda Europa a través de dos intermediarios: la Secretaría de Estado de Parma y el regimiento de guardias walonas. Denota una voluntad política clara de tener un servicio más eficaz y sobre todo mejor controlado por la corona, acabando con el sistema de asientos, y otorgando el monopolio de la recluta en Europa a dos operadores estrechamente vinculados a la monarquía. Por su parte, con la recluta general, el regimiento de guardias walonas se ha convertido en una suerte de empresa pública o de real compañía encargada de la recluta del norte de Europa hasta el Mediterráneo. En ese sentido, y a pesar de que la operación financiera se haya hecho a través de prácticas venales, la creación de la recluta general marca el deseo de la corona de potenciar un sistema estatal de reclutamiento extranjero.

Cuadro 3: Número de reclutas remitidas en los depósitos de Barcelona y Bilbao (1772-1784)

Recluta general Comisión de Parma

Lieja Génova 3.995 4.796 1.200

Fuente: AGS, Guerra Moderna, leg. 2339, 2350 y 5944.

¿Qué ventajas tiene la recluta general sobre los asientos? Por una parte, su eficacia

no otorga la menor duda: entre la comisión de Parma y la recluta general, de 1772 a 1784, son prácticamente 10.000 hombres los que se envían a la Península a servir en los ejércitos (cuadro 3). Por otra parte, está claro que la gestión directa cuesta mucho más a la corona que el sistema de asientos. En este aspecto, hay que diferenciar la comisión de Parma de la recluta general: el acuerdo con Parma se parece más en su funcionamiento al sistema de asientos por el hecho de que la corona sólo paga un precio fijo por cada recluta entregada en el depósito de Barcelona. En comparación con la recluta general, la comisión de Parma sigue siendo un negocio barato para la hacienda real. Entre 1766 y 1787, el precio pagado por cada soldado pasa de 166 a 325 reales, es decir más o menos lo que se pagaba a un asentista, que la hacienda recupera casi de inmediato revendiendo la recluta a los oficiales72. En cambio, la recluta general supone un gasto de entre 1.100 y 1.800 reales por hombre, de los cuales la hacienda real paga entre el 60 y el 70%73. Esa diferencia se debe evidentemente al coste del transporte, del enganche y del mantenimiento de los hombres que están a cargo

69 A.G.S., G.M., leg. 2332. El conde de Priego a Carlos III (Madrid, 7 de septiembre de 1778). 70 A.G.S., G.M., leg. 2332. 71 GLESENER, T. (2007) “Godoy y la guardia real: reforma y oposición nobiliaria (1784-1808)” en Jiménez Estrella, A. - Andújar Castillo, F. (dirs.) Los nervios de la guerra. Estudios sociales sobre el ejército de la monarquía hispánica (siglos XVI-XVIII): nuevas perspectivas. Granada, Comares, 317-346. 72 A.G.S., G.M., leg. 2347. 73 A.G.S., G.M., leg. 2340, 2345, 2347 y 2350.

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de la corona en el caso de una gestión directa. Por lo tanto, la eficacia del servicio tiene un precio muy elevado para la hacienda real.

Queda sin embargo una pregunta sin respuesta. ¿Qué justifica una tal diferencia de precio por hombre entre la recluta general y el sistema de asientos? Los asentistas también tenían que incluir en el coste los gastos de transporte y de mantenimiento, sin que los precios se disparasen de tal manera. Para intentar responder, hay que tener en cuenta tres elementos. En primer lugar, los precios fijados por los asentistas son bajos por la situación de competencia en la cual se encuentran. Además, lo que paga la hacienda real a un asentista luego lo recupera con la reventa de la recluta a los oficiales, por lo tanto el precio debe estar al alcance de las bolsas de los oficiales. Por eso, con la gestión directa de la recluta se fijan los precios de reventa para evitar un aumento proporcional al gasto que acabe provocando la ruina de los oficiales. En segundo lugar, las razones dadas por los actores de la recluta para justificar el disparo del coste son la escasez del mercado, que conlleva el incremento de los enganches, y los gastos de transporte y de mantenimiento. Como dice el conde de O‟Reilly, “las reclutas extranjeras están expuestas a tantas contingencias que no es posible formar cálculo seguro de su coste”74. Es cierto que se constata un aumento generalizado de los precios, visible también en la comisión de Parma, pero no se sabe con exactitud si se debe realmente a una demanda más fuerte en el mercado de los soldados. En consecuencia, el tercer elemento que hay que tomar en cuenta es saber en qué medida la gestión directa de la recluta induce o no al fraude. Las denuncias de malversaciones contra el conde de Priego alimentan las sospechas, y las conclusiones de la junta de comisarios no llegan a disiparlas. A partir de 1780 se remite cada seis meses un informe a la Secretaría de Guerra sobre las cuentas de la recluta, pero es obra del habilitado de la guardia walona y no de un pagador de la hacienda real, lo que no permite conocer con certeza el destino de los fondos. En este asunto, estamos limitados a hacer conjeturas y las sospechas no pesan tanto sobre el coronel como sobre Francisco Dusmet, capitán de la guardia walona, e inamovible director de la partida de Flandes desde su instalación en Lieja en 1772 hasta 1788. Dusmet establece un sistema de regalos que le permite ganarse el favor del príncipe obispo, François de Velbrück, y asegurarse sus buenas disposiciones hacia la corona española. En 1780, la Secretaría de Guerra se entera que desde el establecimiento en Lieja la recluta general paga anualmente “para alfileres” 400 luises de oro (38.400 reales) a la sobrina del príncipe, “en reconocimiento de la utilidad que resulta al servicio”75. El reemplazo de Dusmet es aconsejado por el presidente de la junta de comisarios encargado de investigar sobre las cuentas del regimiento76. Sin embargo, la oposición feroz del príncipe obispo de Lieja, que considera el reemplazo como un “desprecio de la soberanía que [tiene] en sus estados”, obliga al comandante de la guardia walona a ratificar a Dusmet en su cargo y al Secretario de Guerra a presentar sus excusas al soberano77. El pago de la pensión a la sobrina de Velbrück parece ser un aspecto de los negocios pocos transparentes que Dusmet lleva en Lieja78. En todo caso, la presencia de la recluta permite al soberano

74 A.G.S., G.M., leg. 5948. El conde de O‟Reilly al conde de Ricla (Puerto de Santa María, 11 de junio de 1776). El sargento mayor de las guardias walonas emplea los mismos argumentos cuando entrega las cuentas de la partida de Flandes y debe justificar un empeño de 722.666 reales. A.G.S., G.M., leg. 2340. El barón de Spanghen a Miguel Múzquiz (Madrid, 20 de diciembre de 1782). 75 A.G.S., G.M., leg. 2335. Felipe Cabanes a Miguel Múzquiz (Madrid, 24 de julio de 1780). 76 A.G.S., G.M., leg. 2337. Martín Álvarez Sotomayor a Miguel Múzquiz (San Roque, 25 de diciembre de 1780). 77 A.G.S., G.M., leg. 2335. François de Velbrück al conde de Floridablanca (Lieja, 26 de febrero de 1780). 78 Archivo del Estado en Lieja, Consejo Privado, lib. 322, f. 46. Dusmet tiene un pleito con un tal Beaufort, vecino de Lieja, reclamándole la restitución de una patente de coronel de los ejércitos españoles y el

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obtener ventajas de Madrid para su entorno. En 1783, el príncipe obispo solicita un empleo de exento en la guardia de corps para su sobrino, el barón de Loe, por su “diligencia en favorecer las frecuentes levas de hombres que se realizan en mis estados para el servicio de Su Majestad Católica”79. En 1784, su sucesor emplea similares argumentos amenazando con suspender la recluta si no se le conceden las mismas ventajas que a su predecesor80. En 1788, se publica una Real Orden para “que fueran atendidos los parientes del príncipe obispo de Lieja que viniesen a servir de cadetes de reales guardias walonas”81. A fin de cuentas, en 1782, cuando Francisco Dusmet pide el grado de brigadier, su superior lo recomienda calurosamente por su talento en la recluta de Flandes, “habiendo facilitado y allana[do] muchas dificultades que ocurrieron en su establecimiento mediante la buena gracia que mereció de los príncipes de Lieja y del actual, que hace mucho aprecio de este oficial”82.

Por consiguiente, a pesar del dinero invertido en la recluta general, la corona no emplea los medios suficientes para gestionar correctamente la empresa. Dejando toda la organización a los oficiales de la guardia real, la hacienda no puede controlar de manera exacta el destino de los fondos, con lo que el aumento considerable de los gastos es la consecuencia inevitable. 4. EL OCASO DE LA RECLUTA GENERAL A FINALES DEL SIGLO XVIII

El sistema de recluta extranjera que se esboza en torno a los años 1766-1768 se mantiene durante casi veinte años, hasta la época revolucionaria. De hecho, las redes europeas del reclutamiento impulsadas por la corona española se basan en la “sociedad de los príncipes”, en las relaciones familiares y de amistad que unen entre sí a las familias soberanas, y que resultan totalmente trastornadas a finales del siglo XVIII. Tampoco hay que olvidar que para llegar a España desde Flandes las reclutas deben pasar por mar o por tierra franceses, y en ambos casos se necesita el acuerdo de su corona. Desde 1768 se usa la ruta marítima saliendo de Lieja por Givet hasta Dunkerque y luego por barco hasta Bilbao. A partir de 1772 se privilegia la vía terrestre por motivos económicos: las reclutas viajan por tierra y en barco en los ríos, pasando por Givet, Lyon, Perpiñán hasta Barcelona. Para controlar esta ruta se instala una partida de la guardia walona en Lyon83. Por lo tanto, los acontecimientos revolucionarios tienen una repercusión inmediata en la organización de la recluta.

El primer impacto se produce en Lieja el 18 de agosto de 1789: haciéndose eco de la toma de la Bastilla en Paris, una insurrección popular en la capital del principado obliga al soberano a huir a Alemania. El director de la recluta actúa con mucha cautela entre los distintos partidos para poder mantenerse, sobre todo durante la ocupación de Lieja por las tropas austriacas de noviembre de 1789 a abril de 1790. Finalmente, la restauración del príncipe obispo en 1791 permite a la recluta seguir trabajando84. Sin embargo, el respiro es breve: en 1792, rodeado por las tropas austriacas, el príncipe obispo prohíbe la recluta como gaje de su neutralidad85. Mientras tanto, por orden del 18 de septiembre de 1790, por

reembolso de 25.000 libras (100.000 reales). FROIDCOURT, G. de - YANS, M. (ed.) (1954) Lettres autographes de Velbrück, prince-évêque de Liège (1772-1784). Liège, Imprimerie National des Invalides, t. 1, 15-16. 79 A.G.S., G.M., leg. 2284. François de Velbrück a Miguel Múzquiz (Lieja, 10 de noviembre de 1783). 80 A.G.S., G.M., leg. 2345. François de Hoensbroeck a Pedro Lerena (Lieja, 26 de octubre 1785). 81 A.G.S., G.M., leg. 2350. Real Orden (Madrid, 29 de junio de 1788). 82 A.G.S., G.M., leg. 2337. El barón de Spanghen a Miguel Múzquiz (Madrid, 26 de noviembre de 1782). 83 A.G.S., G.M., leg. 5949. 84 A.G.S., G.M., leg. 5944 y 5949. 85 A.G.S., G.M., leg. 5950.

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temor al contagio revolucionario, el conde de Floridablanca prohíbe a toda recluta francesa ser recibida en las tropas de España y, al mes siguiente, prohíbe a los oficiales de la guardia walona reclutar en la frontera catalana86. Eso supone una modificación de las rutas para evitar el territorio francés. Entre 1791 y 1792, se reanuda con la vía marítima: los transportes salen de Lieja hacia Bolduque para embarcarse en Rotterdam hasta Bilbao87. Pero, la entrada de las tropas francesas de Dumouriez en Lieja en noviembre 1792 no deja ninguna esperanza. En febrero de 1793, el coronel de guardias walonas ordena el retiro de sus oficiales del principado poniendo así fin de manera definitiva al reclutamiento español en Flandes88.

Las convulsiones políticas de finales de siglo obligan a una reorganización completa de las redes de reclutamiento, volcándolas hacia las zonas menos afectadas por los acontecimientos revolucionarios. Encontrar nuevas reclutas se hace más urgente que nunca por coincidir la retirada de la partida de Flandes con el estallido de la guerra de los Pirineos. La guardia walona sufre pérdidas importantes: en junio de 1794 necesita 1.095 hombres, en abril de 1795 son 1.590 las plazas que están vacantes89. En consecuencia, el coronel príncipe de Castelfranco presenta a la secretaría una nueva organización de la recluta general: el objetivo del coronel es mantener un sistema estatal de reclutamiento trasladando las partidas a Parma y a los cantones suizos90. A ese fin, solicita que la corona ofrezca a antiguos oficiales de la guardia suiza francesa levantar a su costa seis compañías de cazadores que se agregarían a su regimiento y pide que se potencie el rendimiento de la comisión de Parma haciéndola pasar bajo la gestión directa del regimiento91. En 1795, la leva de las seis compañías de suizos fracasa por la dificultad de compaginar las exigencias de los cantones con el estatuto de la guardia real. La leva debía ser la contraparte a la instalación de la partida de la recluta general en Suiza, por lo que los oficiales de la guardia walona sólo consiguen reclutar unos centenares de hombres antes de tener que retirarse92. Del lado de Parma, el acuerdo con el duque de Ventura, ministro del Infante, permite a la recluta general sobrevivir unos años más. El plan otorga la dirección del depósito general al comisionado de la guardia walona, pero los oficiales del regimiento no pueden reclutar por ellos mismos en el estado de Parma y son dependientes de las remesas que les hacen los particulares parmesanos y los dos comisionados del regimiento que reclutan en Liguria, Domingo Parodi y el marqués de Malaspina. Es interesante aquí resaltar una cláusula del acuerdo que especifica que el depósito podrá servir para transportar a Barcelona los criminales que se destinan a los presidios de Ceuta y Puerto Rico, con tal que los gastos corran por cuenta del Infante. Esto nos lleva a deducir que durante varios años la comisión de Parma permitió evacuar hacia España en calidad de reclutas a muchos vagabundos y delincuentes93.

En todo caso, la retirada de la recluta general de Flandes marca el principio del debilitamiento de la infantería extranjera en España ante la falta de reclutas, conduciendo a

86 A.G.S., G.M., leg. 5949 y 5952. Real Orden (20 de marzo de 1796). Se renueva la prohibición de reclutar soldados franceses. 87 A.G.S., G.M., leg. 5949. 88 A.G.S., G.M., leg. 5950. 89 A.G.S., G.M., leg. 5951. 90 A.G.S., G.M., leg. 5951. El príncipe de Castelfranco al conde de Campo Alange (Graus, 13 de junio de 1794). 91 A.G.S., G.M., leg. 5954. 92 A.G.S., G.M., leg. 5954. En el intervalo, la recluta general vende los soldados destinados a la infantería extranjera al precio de 450 reales (Italia) y 600 reales (Suiza). 93 A.G.S., G.M., leg. 5951. Plan que propone el regimiento de reales guardias walonas… para el nuevo establecimiento del depósito principal de su recluta general en Italia. San Ildefonso, 18 de agosto de 1794.

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una contracción de las unidades extranjeras. En 1792 los tres últimos regimientos de línea flamencos son reformados: el de Flandes es integrado al de Nápoles el 22 de marzo, los hombres del de Brabante pasan al regimiento de España el 28 de noviembre y el de Bruselas queda suprimido el 2 de diciembre94. En 1800 faltan a los tres regimientos irlandeses de Irlanda, Hibernia y Ultonia 1.979 hombres y sólo se mantienen por la recluta que llega de Parma95. La guardia walona se mantiene en pie sólo por el aporte de soldados irlandeses y españoles96, hasta que la reforma de 1803 reduzca sus efectivos de 1.000 hombres97. Sin embargo, el debilitamiento de los regimientos de naciones no significa que la corona renuncie a hacer llegar hombres y reclutas del extranjero. Al contrario, en los acontecimientos bélicos de finales del siglo XVIII, un ministro como Godoy toma la exacta medida de la importancia de tener un ejército al nivel de sus homólogos europeos y las reformas que efectúa dirigidas a la creación de un ejército nacional no significan la desaparición automática de las unidades extranjeras98. De hecho, frente al debilitamiento de la recluta general, la corona se interesa por los cantones suizos para darle los refuerzos que necesita.

A lo largo del siglo XVIII, desde los cantones el servicio a España había sido mirado con desprecio en comparación con el prestigio del servicio a Francia y hasta el reinado de Carlos IV sólo se habían contado cuatro regimientos suizos, tres de ellos formados en 1743. Pero cuando la Asamblea Nacional vota el 20 de agosto de 1792 la abolición del servicio de los suizos muchos militares vuelven su mirada hacia la Península, y el mismo año Carlos IV manda un emisario a los cantones para negociar el traslado de las tropas de Francia a España. El caso de la familia valesana de Courten es ejemplar. Distintas ramas de la familia sirven a ambas partes de los Pirineos a lo largo del siglo XVIII: en España lo hacen en la guardia walona o en el cuerpo de ingenieros, mientras que en Francia la familia manda su propio regimiento. La supresión del regimiento de Courten en Francia en septiembre de 1792 conduce, tras largas negociaciones con el cantón de Valais, a la firma de una capitulación en 1795 para la formación de un regimiento de Courten al servicio de España99. El servicio capitulado ya no tiene nada que ver con las formas de servir de las naciones “históricas”, es decir flamenca, italiana e irlandesa. Los regimientos suizos son regidos cada uno por su propia capitulación, que se parece a un acuerdo diplomático entre la corona española y el cantón de origen. La capitulación detalla las condiciones del servicio de la tropa, la duración y el precio. El servicio capitulado se asemeja a un sistema de arrendamiento de tropas, que se ponen bajo la autoridad de un

94 GUILLAUME, H. (1876) Histoire de l’infanterie wallonne sous la maison d’Espagne (1500-1800). Bruxelles, Imprimerie Hayez, 194. 95 A.G.S., G.M., leg. 5955. 96 A.G.S., G.M., leg. 5951. En 1794, el primer batallón del regimiento de Hibernia es integrado en la guardia walona. En 1795, se integran 10 soldados españoles por compañía. A.G.S., G.M., leg. 5952. Real Orden (Madrid, 10 de abril de 1795). En 1818, la guardia walona se convierte en segundo regimiento de la guardia de infantería. En ese momento, prácticamente la totalidad del regimiento está hispanizado. GÓMEZ RUIZ - ALONSO JUANOLA op. cit., t. 5, vol. 2, 353-354. 97 GÓMEZ RUIZ - ALONSO JUANOLA op. cit., t. 4, 236-266 y 307-311. 98 CEPEDA GÓMEZ, J. (1995) “La crisis del ejército real y el nacimiento del ejército nacional” en Balaguer Perigüell, E. - Giménez López, E. (ed.) Ejército, ciencia y sociedad en la España del Antiguo Régimen. Alicante, Instituto de Cultura “Juan Gil-Albert”, 19-49; ANDÚJAR CASTILLO, F. (2003) “El ejército en el tránsito del siglo XVIII al XIX” en Morales Moya, A. (coord.) 1802. España entre dos siglos. Monarquía, Estado, Nación. Madrid, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 237-262. 99 FAYARD-DUCHÊNE, J. (2004) “Une famille valaisanne au service „capitulé‟ d‟Espagne: les Courten” en Dedieu, J.P. - Vincent, B. (ed.) L’Espagne, l’État, les Lumières. Mélanges en l’honneur de Didier Ozanam. Madrid-Bordeaux, Casa de Velázquez-Maison des Pays Ibériques, 41-62; SCHALBETTER, J. (1969) “Le régiment valaisan au service de l‟Espagne (1796-1808)” Annales valaisannes, 282-369.

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monarca durante un tiempo determinado, pero que siguen dependiendo jurídicamente de las leyes de su cantón100. Es finalmente un servicio extranjero más independiente de la corona y más flexible (externalizado diríamos hoy), en comparación con el servicio de las demás naciones, pero también que implica un coste más elevado. Desde el punto de vista de la recluta la ventaja para la corona española es que no tiene que ocuparse de ello: cada regimiento recluta a costa de los oficiales en su propio cantón. Sin embargo, según las capitulaciones, la hacienda real debe pagar una gratificación mensual por plaza de 17 reales, es decir casi lo mismo que los oficiales de las guardias walonas, pero sin los gastos de mantenimiento de la recluta general101. Así, a finales del siglo XVIII, cohabitan dos sistemas de reclutamiento: la recluta general en Parma, moribunda, dirigida por la corona, y las redes suizas de reclutamiento gestionadas por los oficiales y los cantones. En 1798, la invasión francesa de los cantones interrumpe el abastecimiento de reclutas, lo que obliga a los oficiales suizos a buscar soldados en Francia creando conflictos y tensiones fronterizas102. En 1800, se ordena que los regimientos suizos compren sus soldados a la recluta general de Parma a la espera de la paz general. Se vuelve así de forma provisional al sistema centralizado de recluta bajo la dirección de la guardia walona103.

En el estado actual, no se sabe hasta cuándo funcionó el depósito de Parma, ni hasta cuando siguió teniendo el monopolio sobre el abastecimiento de reclutas. Es probable que pasara en Parma lo que ocurrió en los cantones suizos: la dominación de Napoleón sobre el ducado a partir de 1802 fue acompañada de una creciente demanda de tropas, lo que debió llevar a la suspensión de los reclutamientos para las potencias extranjeras. En todo caso, la imposición del servicio obligatorio en el ducado tras la anexión francesa de 1808, y luego el estallido de la guerra franco-española en la Península, debieron acabar con el depósito de Parma y con todo intento de gestión centralizada del reclutamiento extranjero104. La presencia de soldados extranjeros en los ejércitos no desaparece en el siglo XIX, pero los sistemas de reclutamiento cambian, pasando a ser cada vez más fruto de acuerdos puntuales entre los jefes de Estado, de modo que ya no existe la posibilidad de implantar en territorio ajeno partidas de recluta dirigidas desde la capital de otro Estado.

Las naciones en el ejército español no formaron una estructura separada del resto de la milicia. Apenas disfrutaron de una cierta autonomía que los regimientos españoles no tenían. A lo largo del siglo XVIII la corona se esforzó en controlarlos e integrarlos jurídica, económica y socialmente dentro de la estructura militar del Estado. Luego, frente a las dificultades crecientes de esos regimientos para reclutar, no es de extrañar que la corona se preocupara de buscar soluciones al problema. El reclutamiento de soldados extranjeros es un mercado a escala europea en el cual el Estado va a intervenir cada vez más para ayudar a sus oficiales. Los Borbones heredan un sistema fragmentado de partidas y de asientos de recluta en el cual los oficiales, los regimientos y la administración real no actúan de forma coordinada. Paulatinamente, el esfuerzo del Estado borbónico tiende a tomar el control de la recluta, racionalizando y centralizando los contratos de recluta entre unos cuantos

100 CZOUZ-TORNARE, A.J. (1996) Les troupes capitulées et les relations franco-helvétiques à la fin du XVIIIe siècle. Paris, École Pratique des Hautes Études, Tesis doctoral inédita; GLESENER, T. (2006) “Idéal et pratique du service étranger en France et en Espagne à la fin de l‟Ancien Régime” Mélanges de l’École française de Rome, CXVIII, 289-301. 101 A.G.S., G.M., leg. 5955. 102 A.G.S., G.M., leg. 5955. 103 A.G.S., G.M., leg. 5955. Real Orden (22 de julio de 1800). 104 PILLEPICH, A. (2003) Napoléon et les Italiens: République italienne et Royaume d’Italie (1802-1814). Paris, Fondation Napoléon; CAPRA, C. (2008) “El final del Antiguo Régimen en Italia (1780-1820)” Cuadernos de historia moderna. Anejos, VII, 115-134.

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asentistas. En un primer momento, la corona se limita a un papel de arbitrio y de aval hacia grandes empresarios privados y su implicación financiera queda limitada. Con la firma de la comisión de Parma, y sobre todo con la creación de la recluta general de Flandes, hay una clara toma de conciencia por parte de la corona de la necesidad de intervenir en el mercado de la recluta y de financiar directamente la compra de soldados, si quiere mantener en pie su infantería extranjera. La recluta general es por lo tanto una experiencia inédita en España de formar un servicio estatal de reclutamiento fuera de las fronteras peninsulares. En este proceso, la administración real se apoya en el regimiento de la guardia walona que sirve de intermediario. La fuerte capacidad de crédito de sus oficiales, junto con una importante inversión de la hacienda real, permite al regimiento convertirse en el gran operador de la recluta extranjera entre 1769 y 1793. El proceso de estatalización del reclutamiento conlleva un incremento significativo de los precios que induce a pensar que el sistema produjo fraudes, aunque se desconoce aún en qué medida. En todo caso, los acontecimientos revolucionarios quiebran completamente las redes de circulación y de comunicación sobre las que reposaba el sistema. Esto no significa que la corona deje en adelante de recurrir a tropas auxiliares extranjeras, sino que vuelve a un sistema más flexible y más acorde con la nueva situación internacional105.

105 Mi agradecimiento a Pablo Mucientes Lorenzo por su paciente y detallada relectura de este texto.

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AGS, GM, 2258 (photos): Dennetières, caballero Plaigne, vient d‟être recruté exempt. Il part lever 50 RGCF dans la Flandre française. (1735)